la interpretacion de los sueños freud resumen
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Facultad ciencia de la salud: Psicología Clínica Psicología Dinámica Prof. Moreno Resumen: los sueños, teoría psicoanalítica Carol Fernández 1/06/2011
Introducción
En el presente trabajo, trataremos de manera resumida el tema de los sueños que aparece en el libro: ¨introducción al psicoanálisis¨ de Sigmund Freud, que resulta una interesante iniciación en esta ciencia del psicoanálisis. Uno de los descubrimientos más importantes de Freud es que las emociones enterradas en la superficie subconsciente suben a la superficie consciente durante los sueños, y que recordar fragmentos de los sueños pueden ayudar a destapar las emociones y los recuerdos enterrados, de lo que hablaremos más adelante, y cómo en los sueños se encuentra lo que Freud llama: ¨contenido manifiesto y contenido latente del sueño¨. Este resumen que se hará más bien para facilitar la comprensión de dichos capítulos aparecidos en este libro, en donde iremos desglosando cada capítulo procedente al tema de los sueños detenidamente, ya que en esta ocasión solamente nos enfocaremos en ello para el estudio del psicoanálisis freudiano.
Los sueños Dificultades y primeras aproximaciones Se descubrió un día que los síntomas patológicos de ciertos sujetos nerviosos poseen un sentido, lo que constituye la base y el punto de partida del tratamiento psicoanalítico. En este tratamiento se observó que los enfermos incluían entre sus síntomas algunos de sus sueños, y esta inclusión fue lo que hizo suponer que dichos sueños debían poseer igualmente sentido propio. Interpretar los sueños significa hallar un sentido oculto en ellos. Como características esenciales de los sueños, Freud apunta dos:
1. Cuando soñamos nos hallamos dormidos. Así, los sueños son una manifestación de la vida psíquica durante el reposo. El reposo es un estado en el que el durmiente no quiere saber nada del mundo exterior. Entonces, los sueños no serían otra cosa que la forma que el alma, tiene de reaccionar durante el estado de reposo a las excitaciones que sobre ella actúan. 2. Los procesos psicológicos del reposo difieren por completo de los de la vida despierta.
Freud discute esa influencia de estímulos no pertenecientes a la vida psíquica en los sueños, como son: - En los sueños dominan las imágenes visuales. - El sueño es una reacción a un estímulo perturbador del reposo. - Recorre algunos estudios sobre los sueños, de distintos psicólogos, añadiendo sus observaciones personales, que refuerzan esa relación perturbación-sueño. - Es en los sueños que acaban en el despertar del sujeto en los que fácilmente logramos establecer la influencia de las excitaciones perturbadoras del reposo. En los que tienen lugar durante el sueño, mucho antes del despertar, es más difícil encontrar cuál fue el estímulo. - La perturbación puede no ser externa: una sensación cinestésica de cualquier órgano también contribuiría a la formación del sueño. - El sueño no reproduce fielmente el estímulo, sino que lo elabora, lo designa por una alusión, lo incluye en un conjunto determinado o lo reemplaza por algo distinto.
Freud estudia el fenómeno de lo que llama "sueños diurnos". En español, serían las ensoñaciones, supongo fantasías que nos llevan a la introversión, en estado despierto. Afirma que no tienen nada que ver con el estado de reposo. Estas producciones imaginarias no son sucesos o alucinaciones, sino representaciones, ya que al fantasear no vemos, como en los sueños, sino que lo pensamos. Son escenas y sucesos en los cuales el egoísmo, la ambición, la necesidad de potencia o los deseos eróticos del soñador diurno hallan satisfacción. Muchos de ellos son abandonados y sustituidos al cabo de poco tiempo, mientras que otros se conservan y desarrollan formando largas historias que van adaptándose a las modificaciones de la vida del sujeto. Estas ensoñaciones son la materia bruta de la producción poética Pero siempre es el soñador en persona quien, directamente o por identificación manifiesta con otro, es el héroe de sus ensoñaciones.
Condiciones y técnicas de la interpretación
Freud va desarrollando tres hipótesis para la interpretación de los sueños:
1. Los sueños no son un fenómeno somático, sino psíquico. No aporta prueba alguna; sólo aduce que no tiene prueba en contra.
2. Se realizan en nosotros hechos psíquicos que conocemos sin saberlo. La demostración de la 2ª hipótesis la basa en los fenómenos hipnóticos. Si a un individuo en estado de sonambulismo hipnótico se le hacía experimentar alucinaciones, al despertar parecía no saber nada de lo sucedido durante su sueño. Pero si el analista insiste, y le asegura que sabe lo que se le pregunta y que debe recordarlo, el sujeto empieza a vacilar en su negativa, reflexiona, y acaba por recordar, como a través de un sueño. Según Freud, estos recuerdos le eran inaccesibles, y no sabiendo que los conocía, creía ignorarlos por completo. La similitud entre el estado de reposo natural y el sueño hipnótico permite a Freud afirmar que el mismo proceso se da en el primero que en el segundo. La diferencia principal, el hecho de que el hipnotizado mantenga una relación con su hipnotizador, la compara al llamado sueño de nodriza, que sólo se despierta si le sucede algo al bebé que cuida, y no por otros estímulos. Si el sujeto del sueño tiene un conocimiento del sentido de su sueño, la labor del analista se limitará a hacerle hallar tal conocimiento y comunicarlo. No se le pide al sujeto que revele al analista enseguida el sentido del sueño, pero sí se le supone capaz de encontrar tanto el origen del mismo como el círculo de ideas e intereses de que proviene. El analista pedirá al sujeto que le explique cómo ha llegado a soñar tal o cual cosa, y se considerará su primera respuesta como una explicación. Como el sueño es complejo, se puede descomponer en sus elementos y examinar detalladamente cada uno de ellos. Cuando el sujeto del sueño comunica que no tiene idea alguna sobre el sentido de su sueño, se le contradice con insistencia, y se le asegura que la falta de ideas es imposible. Así el analista acaba por lograr que el sujeto produzca una ocurrencia cualquiera, y además facilitará al analista informaciones de tipo histórico sobre su vida. El enlace de los sueños con las impresiones recibidas durante los últimos días anteriores a ellos es frecuente. Conservando siempre el sueño como punto de partida, el sujeto recordará sucesos más lejanos y a veces pertenecientes a épocas muy pasadas.
3. La primera idea del sujeto debe procurar al analista lo que busca o ponerle sobre sus huellas. Freud no cree en la libertad y espontaneidad psicológicas: mantiene que se da un
determinismo psíquico. Así, la idea producida por el sujeto interrogado no presenta nada de arbitrario ni indeterminado, sino que posee una relación con el sentido del sueño. Cuando el analista pide a alguien que le diga lo que se le ocurre con respecto a determinado elemento de su sueño, está solicitando del sujeto que se abandone a la libre asociación, conservando siempre una representación inicial. Para Freud, la ocurrencia espontánea del sujeto se halla siempre determinada por importantes dispositivos internos. Los denomina complejos: conjuntos de ideas e intereses, saturados de afecto, cuya intervención permanece inconsciente, por el momento. En el sueño, el estímulo es algo que procede de la vida psíquica del durmiente, aunque de fuentes por él ignoradas, y este algo podría ser producto de un complejo. Así, las ideas ulteriores que se enlazan a los elementos de un sueño se hallan determinadas por el complejo correspondiente a dicho elemento y pueden ayudarnos a descubrir tal complejo. El elemento del sueño no es algo auténtico, sino tan sólo un sustitutivo de algo que no conocemos y que el análisis debe revelarnos. Cuando queremos interpretar un sueño, debemos poder hacer accesibles los elementos ocultos e ignorados con ayuda de asociaciones enlazadas a la sustitución tomada como punto de partida.
Contenido manifiesto e ideas latentes del sueño Los elementos del sueño son sustitutivos de algo ignorado por el sujeto del mismo, inaccesible para él a pesar de que lo conoce. Se puede extender este concepto a la totalidad del sueño, tomado como conjunto de elementos. La técnica de interpretación consiste en hacer surgir por asociación con cada uno de los elementos del sueño, otros productos sustitutivos, de los cuales puede deducirse el sentido oculto buscado. Freud propone llamar INCONSCIENTE a lo que hasta ahora llamaba oculto, inaccesible... en el sentido de momentáneamente inconsciente. Y los elementos del sueño y las representaciones sustitutivas obtenidas por asociación se llamarán CONSCIENTES. Así un sueño completo constituye una sustitución deformada de un suceso inconsciente, que es el que el analista desea descubrir a través de la interpretación onírica. Freud propone tres reglas para la interpretación de los sueños: 1. El aspecto exterior que ofrece un sueño no es lo que debe preocuparnos, al no constituir lo inconsciente buscado. 2. El analista procura despertar representaciones sustitutivas en derredor de cada elemento, sin reflexionar sobre ellas.
3. El analista debe esperar hasta que lo inconsciente oculto y buscado surja espontáneamente.
Así, el sueño que recordamos no es lo que buscamos, sino sólo su sustitución deformada. Cuando se efectúa la asociación libre, aparecen obstáculos; el sujeto no actúa libremente, pues va criticando y seleccionando entre los pensamientos que tiene los que decide exponer al analista y a sí mismo. El analista debe imponer al sujeto la regla de no rehusar la comunicación de ninguna idea, aunque la desobediencia que aparece ante esa regla no debe preocuparle, al ser inevitable. La labor de interpretación se realiza contra una RESISTENCIA. Pero vale la pena intentar vencerla, porque las ideas que el sujeto quiere reprimir son siempre las más importantes para descubrir lo inconsciente. Se llama CONTENIDO MANIFIESTO del sueño a lo que de éste queda desarrollado ante nosotros. E IDEAS LATENTES del sueño a aquello que permanece oculto, que es lo que intentamos descubrir por el análisis de las asociaciones que surgen en el sujeto a propósito del sueño. O sea, el nódulo central de las ideas inconscientes no aparece en el contenido manifiesto del sueño. No es que cada elemento manifiesto corresponda a otro latente; son relaciones más bien de conjunto.
Los sueños infantiles Se trata de sueños no deformados. Los sueños de los niños con claros, coherentes, breves. Pero la deformación onírica aparece muy pronto, entre los 5 y 8 años. Si se limitan las investigaciones a los años entre los comienzos de la actividad psíquica y el cuarto o quinto año, tenemos los sueños que podemos llamar de la etapa infantil. Aunque estos sueños siguen presentándose en niños mayores, y algunas veces en personas adultas. Analizando estos sueños infantiles, se observa lo siguiente: 1. La comprensión de estos sueños no exige técnica interpretativa. No hay que someter a interrogatorio al sujeto; aunque sí conviene añadir al relato que nos hace datos históricos, sobre todo del día anterior al sueño. 2. Los sueños infantiles tienen sentido, son actos psíquicos inteligibles y completos. 3. Al no sufrir deformación, no necesitan labor interpretativa: en ellos coinciden el contenido manifiesto y el latente. Eso nos hace pensar que la deformación onírica no es una característica natural del sueño, sino que aparece al crecer, pese a que cierta deformación aparece incluso en los sueños más sencillos de los niños.
4. Son reacciones a sucesos del día anterior, que dejan tras sí un deseo insatisfecho. El sueño trae la realización directa de dicho deseo. 5. La excitación psíquica provoca el sueño como reacción; el sueño tendría la función de disminuir o eliminar la excitación, para que pueda continuar el reposo. O sea, el sueño es un guardián del reposo, lo que nos permite dormir a pesar de los malestares psíquicos que nos perturban. 6. El deseo es el estímulo del sueño, y el contenido del sueño es la realización del deseo. El sueño nos muestra el deseo, que se realiza como suceso psíquico alucinatorio. 7. El sueño es el resultado de una transacción. Sin dejar de dormir, satisfacemos un deseo, y al satisfacerlo podemos seguir durmiendo. 8. Los sueños diurnos o ensoñaciones son el cumplimiento de deseos de ambición y eróticos. Pero estas realizaciones de deseos, que representamos en nuestra fantasía, no son de ningún modo fenómenos alucinatorios, como sí lo son los sueños.
En conclusión: la función del sueño es guardar y proteger el reposo. El sueño resulta del encuentro de dos tendencias opuestas, la necesidad de dormir y la de satisfacer una excitación psíquica. Los sueños no deformados, infantiles o de adultos, son realizaciones de deseos, como los sueños de hambre, sed, eróticos... En los otros sueños, la deformación es un obstáculo para el análisis. Su contenido manifiesto no revela el origen del sueño. Necesitan ser analizados, haciendo desaparecer su deformación reemplazando su contenido manifiesto por su contenido latente.
La censura del sueño Del capítulo anterior, el estudio de los sueños infantiles, Freud sacó la conclusión de que el sueño es un medio de supresión de las excitaciones psíquicas que acuden a perturbar el reposo, supresión que se ejecuta por medio de la satisfacción alucinatoria. Uniendo esto a lo encontrado en los sueños adultos, se puede decir que: 1. Siempre que el sueño manifiesto presenta lagunas, debemos atribuirlas a la censura onírica. 2. Ante un elemento del sueño especialmente débil, o dudoso, veremos que la censura ha actuado atenuando o usando alusiones al pensamiento verdadero.
3. Otro modo de censura onírica sería el desplazamiento del centro de gravedad del sueño, mostrando como tal elemento que no contiene lo que resulta censurado, y dejando "alrededor" precisamente lo que censura.
Freud agrupa estos tres mecanismos de censura; el primero (omisión) lo llama directamente censura del sueño. Los dos últimos (modificación y agrupación arbitraria de los materiales), desplazamiento. La resistencia sería una objetivación de la censura onírica. La censura actúa así de modo permanente, también cuando estamos despiertos, para mantener y conservar la deformación que produjo. Cuando el sujeto niega la interpretación correcta del analista, está motivado por las mismas razones que fuerzan la censura del sueño y la deformación onírica. Los deseos deformados son la manifestación del egoísmo del yo, un egoísmo sin límites ni escrúpulos. Este yo, sin ligaduras morales, se rinde a las exigencias de la líbido, que elige como objeto en el sueño no sólo personas "permitidas", sino también parientes como hijos o hermanos. El odio, el deseo de venganza, el deseo de muerte del otro, se manifiestan justo contra los que más queremos. Esta perversidad no es inherente al proceso del sueño; hay sueños que satisfacen deseos legítimos, o necesidades orgánicas. Pero estos sueños no sufren grandes deformaciones. Pueden cumplir su función sin ofender la moral ni la estética del yo. La deformación del sueño será más pronunciada cuanto más reprensible es el deseo que va a ser censurado. Freud pasa a defender las hipótesis que hizo al principio sobre la interpretación de los sueños: 1. que el sueño en general tiene un sentido, 2. que hay que atribuir al reposo normal, procesos psíquicos inconscientes análogos a los que se manifiestan en el sueño hipnótico, y 3. que todas las ideas que surgen a propósito de los sueños son determinadas. Estas hipótesis las ve reforzadas con lo ya visto, aunque admite que pueden suscitar dudas. Cita a Platón: los buenos son aquellos que se contentan con soñar lo que los malos efectúan realmente. Así que la deformación onírica es una consecuencia de la censura que las tendencias confesadas del yo ejercen contra tendencias y deseos indecorosos que surgen en nosotros durante el reposo nocturno. Estos deseos nos son desconocidos, los ignoramos hasta que el sueño es interpretado. Son inconscientes, no sólo de un modo actual, sino permanente, cuando al escuchar la interpretación seguimos negándolos.
Los símbolos En el análisis de los sueños, aparecen elementos que el sujeto no logra asociar a ningún contenido. El analista puede asignarles entonces una interpretación. Freud afirma que así lo hizo, y encontró que en muchas ocasiones estos elementos coincidían en distintos sujetos, representando contenidos idénticos. El hecho de estas repeticiones hace que el análisis considere a estos elementos como símbolos, de traducción constante. Y a la relación constante entre el elemento del sueño y su traducción le llama relación simbólica. Permiten estos símbolos interpretaciones del sueño que no requieren interrogar al sujeto, si se conocen sus circunstancias vitales, su personalidad, y las impresiones recibidas tras las cuales ha aparecido el sueño. Freud advierte del peligro de estas demostraciones, que resultan asombrosas, pero considera poco interesantes si se usan de modo único. La interpretación basada en la asociación le ha resultado más útil, insustituible. La esencia de la relación simbólica es una comparación, morfológica, lingüística, de textura... Los objetos simbolizados son pocos: el cuerpo humano, los padres, hijos, hermanos y hermanas, el nacimiento, la muerte, y poco más. La pobreza de objetos para los que el inconsciente usa símbolos contrasta con la riqueza de éstos símbolos, siendo muy numerosos, sobre todo para todo lo relacionado con la sexualidad. Una relación de símbolos podría ser: El cuerpo humano: la casa, siendo sus aberturas las del cuerpo, y sus protuberancias, como balcones, las orgánicas. Los padres: rey y reina, emperador y emperatriz... Hijos, hermanos o hermanas: pequeños animales y parásitos. Nacimiento: una acción en la que el agua aparece, como rescates del agua, salidas del agua, arrojarse a ella... La muerte: partida, viaje. Desnudez: trajes y uniformes. Para los órganos sexuales y el acto sexual, los símbolos se disparan, haciéndose numerosísimos. Por ejemplo, el 3 para los órganos masculinos, y los objetos tripes, como el trébol. Igualmente, los objetos con formas alargadas o hirientes, y las armas en general. Los objetos de los que mana agua, como grifos, los que pueden alargarse.
Para la erección, lo que vuela como globos o aviones. El vuelo sirve igual para la erección y la excitación, masculina como para la femenina, que aunque ignoro si era conocida en la época de Freud por los científicos, ahora sabemos que existe aunque no sea tan visible como la masculina. Hay que decir que la mención que hace Freud del clítoris en este capítulo resulta curiosa en este momento, pues supone que la mujer sólo hace uso del clítoris "hasta la edad de las relaciones sexuales". Curioso, cómo la moral social se impone sobre el conocimiento que un médico y psicólogo tiene de las cosas. Los senos, y nalgas, objetos en forma redonda, como frutos. El pelo púbico con bosques o matorrales. El aparato sexual femenino, como un paisaje. Aquí Freud vuelve a regalarnos otra perla del siglo diecinueve: lo justifica por "la complicada topografía del aparato sexual femenino", y lo compara con el "imponente mecanismo del aparato genital del hombre". No hay que olvidar, en 2003, que las mujeres y hombres del XIX tenían poco o ningún acceso a la representación pictórica de los órganos genitales, reservada a algunos cuadros de los museos y a la pornografía dibujada y fotográfica. Y cómo la falta de "información visual", salvo la directa, que en relaciones sexuales tuviera cada uno, influye convirtiendo los órganos sexuales en "misteriosos", o "imponentes", lo que ya no pasa ahora, cuando hasta los niños más pequeños tienen a su alrededor abundante oferta iconográfica sexual. Hay otros símbolos, todos más o menos evidentes dentro del mundo de la comparación morfológica o filológica. Incluso, para entender algunos, recurre el analista a la mitología, encontrando extraño que personas que no conocen los mitos (no todo el mundo había leído entonces Las Metamorfosis de Ovidio, como tampoco ahora todo el mundo las lee, y sin embargo parece que los mitos estuvieran en el interior del inconsciente, al menos alguno). Incluso llega a especular con la posibilidad de un lenguaje original, común a todos los hombres, y del que hubiera quedado algún rastro "inconsciente", que aparece en el símbolo. La elaboración del sueño Para conocer el mecanismo de la deformación de los sueños, el analista dispone de dos técnicas: provocar los recuerdos y ocurrencias en el sujeto hasta llegar desde la sustitución al substrato mismo del sueño, y reemplazar los símbolos según el conocimiento de los mismos que el analista tiene, dándoles el significado que les corresponde. La elaboración del sueño utiliza diversos métodos que Freud desarrolla en este capítulo. Como advertencia, Freud avisa de la necesidad de no confundir el sueño manifiesto y el sueño latente. Y define la elaboración del sueño como la labor que transforma el sueño latente en sueño manifiesto. La interpretación recorre el camino contrario, llegar desde el contenido manifiesto a las ideas latentes, desentrañando la elaboración. Tres modos de elaboración onírica son importantes:
1. la Condensación: el contenido manifiesto es más breve que el latente. Aparece en muchos sueños, y lo contrario no aparece jamás. La condensación puede conseguirse: Por que determinados elementos latentes quedan eliminados. El sueño manifiesto sólo recibe algunos complejos del latente. Elementos latentes que poseen rasgos comunes se funden en el sueño manifiesto. Freud reserva el término condensación sobre todo a este caso. La superposición produce imágenes de contornos vagos. No considera que la condensación sea un efecto de la censura. Hay que tenerla en cuenta porque a veces un sueño puede tener una segunda lectura, pues lo que parece una sola secuencia es en realidad la condensación de dos, que comparten algunos elementos manifiestos. 2. El Desplazamiento, es producto de la censura de los sueños. Puede hacer que un elemento latente sea reemplazado por una alusión, o que el acento psíquico se transfiera de un elemento importante a otro que lo es menos; así el sueño recibe un centro diferente y desconcierta al analista. La alusión del desplazamiento onírico presenta relaciones muy lejanas con el elemento que desplaza, lo que la hace ininteligible, ya que ese es el fin de la censura de los sueños. 3. La transformación de las ideas en imágenes visuales. Las imágenes son lo esencial de la formación de los sueños. Otro asunto que hay que considerar es que cuando un sueño se descompone en varios sueños parciales el número de éstos corresponde al de temas o series de ideas del contenido latente. Un breve sueño preliminar puede ser una introducción o motivación al sueño principal. Cuando una idea secundaria se añade a las principales, el sueño sufre un cambio general de escena. Los sueños que se producen en la misma noche suelen tener idéntico significado, y serían el testimonio de un esfuerzo por dominar una excitación de creciente intensidad. En un solo sueño, pueden necesitarse varios simbolos múltiples para representar un solo elemento latente, que sea de difícil transcripción. Cuando un sueño se hace absurdo, es porque desea manifestar en su contenido manifiesto una crítica o juicio que formaba parte del contenido latente. Las dudas o incertidumbres que el sujeto experimenta sobre si cierto elemento ha entrado en su sueño o no, representan la acción de la censura, consiguiendo así una supresión o represión. En el contenido latente pueden aparecer analogías y coincidencias que pasan al manifiesto como condensaciones. Lo mismo sucede con las antítesis. Para desentrañar el verdadero sentido, hay que usar el sentido total del sueño. Por este mecanismo es por lo que en los sueños no se encuentra nunca expresada la negación absoluta.
La sucesión de los acontecimientos puede también invertirse, haciendo que para interpretarlos haya que recorrerlos del final al principio. La elaboración onírica transforma en imágenes sensorias, sobre todo visuales, las ideas latentes, que se han elaborado primero de forma verbal. Como las ideas tienen como punto de partida imágenes sensorias, el análisis describe una trayectoria regresiva: de las imágenes manifiestas a las ideas latentes, y de éstas a las impresiones provocadoras. Freud avisa de que el analista debe evitar explicar un elemento del sueño por los elementos que lo circundan, como si el sueño completo mantuviera una coherencia que en realidad no se encuentra. En su experiencia, los sueños son más como mosaicos; aunque la imagen desde lejos resulte coherente, cada pieza no guarda relación con las que le rodean. A esto lo llama segunda lectura del sueño. Tampoco hay que exagerar la importancia de la elaboración. Se limita a condensar, desplazar, realizar la representación plástica y luego someter todo eso a una elaboración secundaria. Los juicios, las críticas, el asombro y las conclusiones que aparecen en el sueño no son efecto de la elaboración, sino fragmentos de ideas latentes. La elaboración no puede tampoco componer discursos; las frases oídas en el sueño son recuerdos de otras oídas el día anterior al sueño, normalmente. En cuanto a los cálculos, son erróneos, simulaciones de cálculo, o copias de una operación que ya estaba en la idea latente. El analista no debe atribuir a las ideas latentes lo que sólo aparece en el sueño mismo. El sueño no es más que el resultado de una elaboración, la forma que la elaboración da a las ideas latentes. Las transformaciones de la elaboración onírica aparentan similitudes con los mecanismos de la evolución del lenguaje y del pensamiento. Pero es más importante para el analista saber que constituyen el prototipo de los procesos de elaboración de los síntomas neuróticos. Una consecuencia de estos trabajos sobre la elaboración del sueño es reforzar la hipótesis del psicoanálisis de que existen actos psíquicos inconscientes.
Análisis de algunos ejemplos de sueños Freud utiliza diversos ejemplos de sueños para ilustrar las teorías desarrolladas en el capítulo. Remarca que no puede escribir aquí la interpretación completa de un sueño, pues suele ser muy larga. Los fragmentos de sueños que relata van apoyando la teoría de los símbolos, el desplazamiento, etc. Un problema que encuentra el analista es que la mayoría de los sueños que puede estudiar son de personas neuróticas, ya que los de personas normales que le han dado su confianza
implicarían una indiscreción. No hay que olvidar que los círculos burgueses en que se movía Freud eran restringidos, no existía la extensísima clase media, algo ilustrada pero anónima, que conocemos ahora. Hablar en aquella Viena de "un viudo joven, médico", por ejemplo, daba demasiadas pistas para la calumnia. De nuevo, Freud avisa al aprendiz de analista que no base la interpretación de los sueños en los símbolos, sino que coloque en primer plano la técnica fundada en las asociaciones del sujeto. Un apartado interesante es el que aporta indicios sobre los sueños de las personas que acaban de perder a un ser querido. Freud enseña que en ellos hay transacciones entre la certeza de la muerte ocurrida y la fantasía de la permanencia en alguna clase de "vida" del difunto. Son sueños de deseo, que satisfacen éste con resurrecciones, estados de vida-muerte, etc. Otro comentario curioso de Freud es que afirma que siempre que emprende la investigación de un sueño estimulado por un dolor de muelas ha tenido que "recurrir al complejo de onanismo y al temido castigo por esta práctica contra naturaleza". Me resulta comprensible, fui educada a la católica, pero no sé si lo entenderían los hombres y mujeres menores de 30 años, salvo los educados en colegios muy estrictos y familias muy especiales. Ahora el onanismo no es un complejo, me parece, para casi nadie en España. Su relación con las muelas me resulta inconcebible, pero la acepto ante la experiencia del analista genial. Otro símbolo que comenta es el de atravesar una serie de habitaciones o vagones de tren. Es un símbolo del matrimonio.
Rasgos arcaicos e infantilismo del sueño Las ideas latentes de los sueños son las mismas de las que, en la vida despierta, tenemos conciencia. Sin embargo, en el sueño, resultan ininteligibles. Esta forma expresiva que descifra el análisis proviene de estados pretéritos del desarrollo intelectual: el lenguaje figurado, las relaciones simbólicas... Freud llama lenguaje arcaico o regresivo a la expresión de la elaboración onírica. Estudia Freud la amnesia infantil: salvo en personas excepcionales, el niño olvida sus experiencias de los primeros años. Esto debe tener alguna justificación, pues la memoria no es una función psíquica que exija gran destreza; Freud cita casos abundantes de personas de gran memoria y escaso nivel intelectual. Además, esta falta de recuerdos infantiles no es completa; el adulto recuerda algunos sucesos, sobre todo impresiones plásticas. Estos sucesos recordados pueden ser triviales. La memoria del niño selecciona, condensa, desplaza... Así los recuerdos más importantes son sustituidos en la memoria del sujeto por otros que lo parecen menos. Freud llama a estos recuerdos "recuerdos encubridores". Pueden analizarse para descubrir lo importante olvidado.
La terapia psicoanalítica consigue hacer surgir estos años olvidados. Habían pasado al inconsciente, haciéndose latentes. A veces, emergen espontáneamente, en los sueños. Un estímulo de los sueños son los deseos sexuales, fundamentalmente perversos. Estos deseos tienen sus raíces en algún momento del pasado vital, cuando fueron conscientes. Por ejemplo, el deseo de la muerte de una persona amada, expresado en un sueño por la visión de esa muerte. Al sujeto le parece inexplicable, pero puede venir de algún momento pasado en que lo sentimos. Pero Freud recuerda que esta interpretación no es tan sencilla: el sueño manifiesto que nos presenta la muerte de una persona amada puede significar algo distinto, e incluso que utilice a dicha persona para enmascarar a otra. Freud añade que siempre que alguien estorba nuestro camino en la vida, el sueño aparece dispuesto a su eliminación. Eso también sirve para los familiares, especialmente para ellos. El niño pequeño es profundamente egoísta. Este egoísmo va progresivamente dejando paso a actitudes más altruistas, a través del contacto con la sociedad y la familia. Incluso el cariño que demuestra al principio al que le cuida y alimenta es más una búsqueda de ayuda, un sistema de supervivencia, que otra cosa. Freud llega a la conclusión de que en realidad es el egoísmo lo que le enseña a amar. En cuanto a los hermanos y hermanas, el niño no los ama directamente. La hostilidad que proviene de la competencia por el espacio, los juguetes, el afecto, y hasta la comida. es constante. En cuando al cariño entre padres e hijos, es mucho más fuerte que el dirigido a los hermanos. Sin embargo, con frecuencia incluyen estas relaciones gran hostilidad. Primero, por la fuerza que separa a los miembros del mismo sexo dentro de una familia: la hija siente que la madre coarta su voluntad, y le impone el renunciamiento a la libertad sexual. Freud también habla de la competencia madre-hija y padre-hijo. La espera a la posesión de la fortuna familiar también está ahí. Las relaciones padre-hija y madre-hijo son más fáciles. Por todos estos problemas, no es extraño ver que aparece el sueño de la muerte del padre o la madre, sobre todo los hijos de los padres y las hijas de las madres. Toda esta hostilidad está normalmente reprimida, cubierta por sentimientos de cariño, pero aparece cuando un sueño la rescata. Freud explica el complejo de Edipo, aquel rey griego que hizo en el teatro lo que los niños harían si pudieran cuando tienen pocos años: matar a su padre y desposar a su madre. El niño siente gran atracción por su madre, la quiere para él solo, y ve al padre como el que la separa de él. Igualmente ocurre esto para la niña, con el padre. El complejo de Edipo no agota las relaciones padres-hijos, que son mucho más complejas. Puede estar más o menos atenuado, incluso invertirse, pero de algún modo está ahí. Además,
los niños también llegan a este complejo tras sufrir la actuación de los padres: a veces el padre prefiere a la hija y la madre al hijo, y los usan para competir entre ellos, o para satisfacer necesidades de cariño insatisfecho. Freud menciona también el complejo de castración, una reacción a las trabas que el padre impone a la actividad sexual precoz del hijo. El niño no tiene las restricciones al placer de los adultos; las va adquiriendo por aprendizaje. Así que todo su cuerpo le interesa, y lo usa. Tampoco le repugnan los excrementos. Por eso esas cosas, cuando aparecen en un sueño deformado, son una regresión al estado infantil llevada a cabo por el sueño. Los deseos incestuosos, hacia padres y hermanos, son reales en los niños, como en los hombres primitivos.
Como resumen: 1. Los materiales de que se componen los sucesos olvidados de la vida infantil son accesibles al sueño. 2. La vida psíquica de los niños, su egoísmo, sus tendencias incestuosas, etc., sobrevive en lo inconsciente y emerge en los sueños. La vida inconsciente psíquica no es otra que la infantil. 3. Esto nos muestra que somos mucho menos perversos de lo que nos inclina a creer la interpretación onírica, al ser estos deseos recuerdos de deseos infantiles. 4. No tenemos porqué avergonzarnos de nuestros sueños de significado perverso, a pesar de que nos sintamos así incluso con sueños tan deformados que sólo el análisis los explica. 5. La regresión de la elaboración onírica da a nuestras ideas una forma de expresión primitiva, y despierta la vida psíquica primitiva, con la preponderancia del yo, las tendencias iniciales de nuestra vida sexual y nuestro primitivo bagaje intelectual de pensamiento simbólico. 6. Lo inconsciente es no sólo latente, sino que forma un dominio psíquico, con tendencias propias, modo de expresión particular y mecanismos psíquicos característicos. Realizaciones de deseos En los capítulos anteriores hemos visto que la elaboración onírica consiste esencialmente en una transformación de ideas en sucesos alucinatorios. Los sueños infantiles nos muestran que la elaboración tiende a suprimir, por la realización de un deseo, una excitación que perturba el reposo. Además sabemos que todos los sueños son sueños infantiles, elaborados con materiales infantiles y tendencias y mecanismos de este género. Pero con los sueños deformados, surge la pregunta de si se les puede aplicar también el criterio de la realización de deseos. En los sueños deformados puede no ser evidente la realización
de deseos. Los deseos de estos sueños deformados son deseos prohibidos y reprimidos por la censura, así que son la causa de la deformación onírica al provocar la intervención de la censura. Además, están los sueños de contenido penoso, los de angustia y las pesadillas. Tres razones da Freud para que veamos estos sueños también como de satisfacción de deseos: 1. La elaboración onírica puede no conseguir por completo la creación de la realización de deseos. Entonces, puede pasar al contenido manifiesto un resto de los efectos dolorosos de las ideas latentes. Las ideas latentes eran mucho más dolorosas que el sueño formado a sus expensas, y lo que pasa al contenido manifiesto nos aparece como algo penoso. 2. Una realización de deseos no tiene porqué ser una causa de placer para el sujeto. Porque los deseos que abrigamos pueden ser rechazados por nosotros, censurados e ignorados en lo posible. La realización de éstos deseos nos produciría angustia. Las pesadillas nos muestran a veces un contenido sin deformación. Serían la realización no encubierta de un deseo, pero de un deseo que rechazamos y reprimimos. A diferencia de los sueños infantiles, que son abiertas realizaciones de deseos admitidos, y del sueño normal, que es la realización encubierta de un deseo reprimido. Freud define la pesadilla como la franca realización de un deseo reprimido, y la angustia es la indicación de que ese deseo ha sido más fuerte que la censura, un sentimiento reflejo de la angustia que nos produce la fuerza de ese deseo que reprimimos. En las pesadillas que sufren una deformación parcial y los sueños desagradables, encontramos que acaban normalmente en un despertar sobresaltado, que interrumpe el reposo antes de que el deseo reprimido alcance su realización. El hecho de que estos deseos reprimidos se muestren más fuertes por la noche, y sean capaces de superar la censura, se debería al debilitamiento de la censura en el estado de reposo. 3. A veces, el contenido manifiesto incluye un castigo, un temor... Pero alguna parte de nosotros está de acuerdo con la censura, y sería esa parte de nuestra mente la que realiza su deseo de castigo y punición a través del sueño. Freud admite que el sueño puede representar proyectos, advertencias, reflexiones, preparativos, intentos de resolver un problema... Pero esto no está en las ideas latentes del sueño, sino que es la forma que adopta el contenido manifiesto a través de la elaboración onírica. Hay que reservar la palabra "sueño" al contenido manifiesto, al producto de la elaboración onírica, o al proceso psíquico que usando las ideas latentes, elabora el contenido manifiesto. Pero para las ideas latentes no hay que usar la palabra sueño. Son materia prima, que luego se elabora, no el producto, que es el sueño.
La elaboración onírica añade luego la expresión regresiva que ya estudiamos, añadiendo además la fuerza motriz de la formación del sueño, el deseo inconsciente. Freud añade un nuevo término, que diferencia del de idea latente: "restos diurnos". Son ideas inconscientes en el sujeto, inteligibles y coherentes, explicables como reacciones naturales al estímulo del sueño. Y reserva "ideas latentes" para nombrar a lo que averiguamos por medio de la interpretación; en ellas está el deseo motor del sueño, y tiene un origen infantil.
Conclusión:
En la presente investigación he constatado que Sigmund Freud fue sin duda uno de las personas más influyentes dentro del desarrollo del pensamiento durante el siglo XX. Su teoría en donde plantea que nuestras mentes guardan recuerdos y emociones en nuestro subconsciente transformó la forma en la que los humanos estudiaban la mente humana.
Freud establece que el deseo aparece disfrazado en el aspecto manifiesto del sueño, en lo efectivamente soñado, proceso denominado 'deformación onírica'. Freud se pregunta por qué tiene que haber una deformación, ya que podría haber ocurrido que el sueño expresara el deseo en forma directa, sin deformación. Esta deformación es intencional y se debe a la censura que el sujeto ejerce contra la libre expresión de deseos, por encontrarlos censurables por algún motivo. De ahí es que llamamos a todo eso, la elaboración del sueño en donde el inconsciente limita los deseos censurados del sujeto y convierte la idea latente en contenido manifiesto, utilizando algún disfraz para no ser reconocido por el sonador en este caso el mismo sujeto, y de esa forma no se traen a la conciencia aquellos sentimientos o emociones que provocan ansiedad y angustia albergados en el inconsciente del sujeto.
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