La Inteligencia Espiritual. Un Nuevo Modo de Ser - BRIAN DRAPER

January 10, 2017 | Author: Libros Catolicos | Category: N/A
Share Embed Donate


Short Description

Download La Inteligencia Espiritual. Un Nuevo Modo de Ser - BRIAN DRAPER...

Description

2

3

4

5

267

6

7

La inteligencia espiritual

Un nuevo modo de ser

8

9

10

11

12

Agradecimiento Introducción NIVEL 1 ESTAMOS DONDE ESTAMOS 1. Despertar 2. Ver de manera nueva 3. Vivir el cambio 4. Transmitirlo NIVEL 2 EL FALSO YO 5. Despertar 6. Ver de manera nueva 7. Vivir el cambio 8. Transmitirlo NIVEL 3 EL VERDADERO YO 9. Despertar 10. Ver de manera nueva 11. Vivir el cambio 12. Transmitirlo NIVEL 4 VIVIR «FLUYENDO» 13

13. Despertar 14. Ver de manera nueva 15. Vivir el cambio 16. Transmitirlo

14

15

DURANTE los últimos dos años he trabajado en colaboración con MCA, empresa de Winchester dedicada a la consultoría que está tratando de establecer un nuevo modo de ser para los sectores privado y público. Algunas de las ideas de este libro han surgido de las conversaciones, los momentos de claridad, los encuentros y talleres, los fracasos y los éxitos y las «epifanías» que hemos compartido al tratar de ayudar a la gente corriente a dar rienda suelta a su extraordinario potencial mediante la inteligencia espiritual. Quiero dar las gracias a Alison por su energía y sus ánimos; a Nick, por su tranquilizadora presencia; a Sarah, por su revolucionario corazón y su constante amabilidad; a Andrew, por los profundos momentos de avance creativo y de compañía espiritual; a Ellen, por ayudarme a reírme de mí mismo; y a Michael, una prueba viviente de la magnificencia del SEÑOR. La idea de los iconos se me ocurrió por primera vez cuando trabajaba en el Institutefor Contemporary Christianity de Londres, y le estoy muy agradecido a Mark Greene por permitirme proseguir la exploración de los mismos por mi cuen ta, así como a todo el personal de dicho Instituto por la amistad, el apoyo y el ánimo que me mostraron constantemente. Gracias, James Evans, por tu entrañable apoyo, por tu estímulo e inspiración en la rehabilitación de los jóvenes, a los que sirves tan apasionadamente, y por darles esperanza. Tú estás escribiendo una historia de la inteligencia espiritual mucho más elocuente con tu vida y tu trabajo que yo con este libro. Finalmente, estoy en deuda con Kats, Eden y Merey por proporcionarme el espacio mental y cordial sin el que un escritor no puede escribir, un pensador no puede pensar, y un ser humano no puede existir.

16

17

EN nuestra cultura consumista, que todo lo quiere al instante, nos hemos acostumbrado a conseguir lo que queremos en el momento en que lo queremos (aunque no podamos permitírnoslo). Incluso es posible comprar por Internet un título universitario falso, si se desea verdaderamente el prestigio que supone colgar en la pared un certificado ficticio. Pero, por supuesto, la mayoría de nosotros no llegamos a ese extremo, aunque para muchas personas, en mayor o menor medida, todo tiene que ver con las apariencias; el modo en que se consigue algo en la vida importa menos que el aparentar que se ha conseguido. Irónicamente, esta actitud puede llevarnos muy lejos. Comenzamos a sobresalir cuando refinamos y cultivamos nuestras habilidades en la vida y tratamos de destacar entre la multitud, como si hubiéramos nacido para una gran competición. Nos decimos que ése es realmente el camino que hay que seguir. El problema es que terminamos siendo expertos en el arte de la ilusión, no en el arte de la vida: hacemos que los demás tengan la impresión de que estamos triunfando, de que estamos verdaderamente yendo a alguna parte, y empezamos nosotros mismos a vivir en función de esa ilusión (o espejismo). ¿Cuántos metros cuadrados tiene tu casa? ¿Qué velocidad alcanza tu coche? ¿A qué colegio van tus hijos?... ¡Vaya, eres verdaderamente alguien...! Tengo que trabajar más para ponerme a tu altura... Nuestro corazón se inflama de orgullo al ver que los demás nos miran con admiración cuando los superamos en el camino de la vida, y empezamos a creernos la exageración de nuestra propaganda. Nos decimos que debemos de ser verdaderamente alguien (aunque en lo más profundo de nuestro interior no nos lo creamos), porque todo el mundo piensa que lo somos..., de manera que emprendemos una trayectoria que nos exige vivir a la altura de esa propaganda para ser la persona que los demás piensan que somos. Y todo el resto de nuestra vida tenemos que aferrarnos desesperadamente a esa imagen para no ser descubiertos. El problema es que podemos seguir esta trayectoria, pero en último término llegamos a un punto en el que no podemos avanzar más. Llegamos a un callejón sin salida sin haber caído en la cuenta siquiera de nuestro verdadero potencial, nuestro infinito potencial. Es muy probable incluso que los principales directivos de los negocios más prósperos sientan en su corazón que sólo pueden llegar hasta donde han llegado desempeñando un papel, fingiendo ser unos triunfadores, poniéndose una máscara y conduciéndose ellos mismos y a sus trabajadores con tal dureza que olvidan quiénes eran 18

verdaderamente en un principio. Y terminamos llevando múltiples máscaras cuando nos esforzamos por gustar, ser amados y respetados... y no ser «descubiertos», vertiendo sobre nosotros una serie de capas, como sedimentos en un recipiente, hasta que olvidamos aquello para lo que en un principio fuimos creados. Lo cual me recuerda: ¿para qué fuimos creados en un principio? Detente a pensar ¿Recuerdas los alegres y despreocupados días en que eras tan joven que no habías «logrado» nada en la vida, excepto jugar, construir casas en los árboles, coleccionar gusanos y completar ««puzzles»...? ¿Quién eras tú entonces? Detente a pensar un momento. Escucha lo que esa voz de niño te dice. ¿Cómo te suena? ¿Qué te dice? ¿Cuándo comenzaste a acumular capas en tu vida? ¿Cuándo empezaste a aprobar o suspender exámenes? ¿Cuándo fuiste aceptado o rechazado en entrevistas de trabajo? ¿Cómo te fueron modelando esas experiencias? ¿Puedes recordar cuándo fuiste aceptado o rechazado por tu primer amor? ¿Qué te hizo sentir aquello? ¿De qué modo aprendiste a defender tu sentido de tu yo, o bien a atacar a los demás con el fin de incrementar ese sentido de tu yo? ¿Qué era lo que constituía la esencia de tu persona antes de aprender cómo hacer felices a los demás o cómo defenderte en el patio de recreo? ¿Qué era lo que constituía la esencia de tu persona antes de encontrar un talento que impresionase a los demás? Nos comparamos implacablemente entre nosotros, simplemente para descubrirnos anhelantes, deseosos de más y más. Puede que tú desees al marido o a la mujer de tu vecino, o su estilo de vida, o su suerte... Pero ¿por qué? ¿Qué es lo que verdaderamente queremos, si somos realmente honrados? Esto es lo más importante a lo que podemos empezar a despertar. ¿Queremos tener éxito? ¿Deseamos ser alguien? Por supuesto que sí. Y es completamente natural. Pero el modo de canalizar estos impulsos es lo que nos ayudará en última instancia a determinar quiénes somos realmente. Tu corazón tiende a más, porque en lo más profundo de sí mismo sabe que hay mucho más en quien eres realmente y en lo que puedes hacer con tu vida. Tu corazón 19

está sufriendo tanto por comprender como por recordar quién eres realmente. Anhela reconectar con las razones por las que fuiste creado en un principio. Desea encontrar al «alguien» que eres realmente: el único tú, con unas huellas únicas y un modo único de tocar el mundo e incidir en él; el tú que no tiene precio, con un iris único y un modo único de ver el mundo y de obrar en consecuencia. Nuestra historia tiene mucho más potencial de lo que pensamos. Es mucho más que las cosas que acumulamos, que el número de ceros en nuestro sueldo y que todas las cosas en las que habitualmente depositamos nuestra seguridad. No puedes elaborarte una buena historia ni embellecerla con falsedades; pon tu historia a la luz de la vida, y no versará acerca de las cosas externas que con tanta frecuencia nos seducen. Por lo tanto, ¿qué clase de historia contará la gente en tu funeral? ¿Qué clase de historia contarán realmente quienes han trabajado y vivido contigo y quienes te han querido? Tienes la oportunidad - ¡antes de tu funeral! - de elaborar algo mucho más rico, profundo y hermoso que el guión habitual; pero sólo si te atreves a despertar a tus posibilidades y al duro hecho de que, por el momento, estás dormido. Y aquí es donde debemos comenzar este itinerario. No hay ninguna solución rápida ni ninguna opción por un modo de vida espiritual lista para ser consumida. Está subversivamente libre de cargas, como lo están realmente las mejores cosas de la vida, pero también conlleva un gran coste: el coste de un compromiso, una dedicación, un sacrificio y un amor abnegado y desinteresado de por vida. ¿Qué es la inteligencia espiritual? La autora espiritual Evelyn Underhill escribía: «No puede decirse que haya un "sentido místico" aislado que algunas personas poseen y otras no, sino que toda alma humana posee una cierta capacidad latente para Dios, y en algunas personas esa capacidad se realiza con una asombrosa riqueza»'. La inteligencia espiritual es para todos, porque forma parte de nuestra inteligencia total, de nuestro ser en su conjunto. Sin embargo, rara vez accedemos a ella, o bien por haber sucumbido al impulso secular de los dos últimos siglos - que, en el mejor de los casos, sugiere que la espiritualidad debe dejarse para las personas religiosas en las iglesias o sinagogas, mezquitas o templos-, o bien - en el peor de los casos - por creer que no desempeña papel alguno en nuestra época científica y secular. La mayoría de nosotros vivimos una vida tan atareada que rara vez nos tomamos tiempo para reflexionar sobre las riquezas ocultas en nuestro corazón y en nuestras 20

tradiciones; riquezas que nos ayudan a descubrir quiénes somos realmente y a encontrar un sentido y un propósito en nuestra existencia aparentemente aleatoria, fragmentada y común y corriente; riquezas que nos ayudan a establecer esas conexiones emocionales que tantos de nosotros, en lo más profundo de nuestro interior, anhelamos tener con el mundo que nos rodea, con los demás, con nosotros mismos y con el poder supremo que solemos llamar «Dios». El año 2000, la profesora de Oxford, filósofa y autora espiritual Danah Zohar acuñó la expresión «inteligencia espiritual». Zohar dice que la inteligencia espiritual constituye la parte central de nuestra inteligencia, la parte en la que se alimentan nuestros valores y nuestras creencias y en la que podemos trabajar por la realización de nuestro pleno potencial de seres creados. Durante mucho tiempo nos hemos centrado en nuestra inteligencia racional (en el «coeficiente intelectual» = CI) como modo de mejorar y de avanzar en la vida; sin embargo, ésa no es más que una parte de nuestra historia. No hace muchos años, Daniel Goleman introdujo la «inteligencia emocional» y ayudó a las empresas y las organizaciones a reflexionar acerca de cómo pueden sus miembros aprender a manejar sus emociones y a trabajar juntos de manera más eficaz y sensible. Más recientemente aún, Zohar ha afirmado que nuestra inteligencia espiritual (IE) puede contribuir a proporcionar sentido y motivación a nuestro trabajo y al mundo que habitamos. Dice Zohar: «Hoy, muchos de nosotros vivimos una vida de dolorosa fragmentación. Anhelamos lo que el poeta T.S. Eliot llamaba "una mayor unión, una comunión profunda", pero encontramos pocos recursos en nuestro yo circunscrito al ego o en los símbolos existentes o en las instituciones de nuestra cultura... La IE es la inteligencia que reside en esa parte profunda del yo que está conectada con una sabiduría que supera el ego o la mente consciente; es la inteligencia con la cual no sólo reconocemos los valores existentes, sino que descubrimos creativamente nuevos valores»Z. En este libro no pretendo explicar sus razonamientos ni sus teorías, sino emplear las oportunidades que proporciona la idea misma de «inteligencia espiritual» para analizar lo que supone embarcarse en un itinerario de transformación; itinerario que incluye la contemplación y la acción en igual medida. Cómo emplear este libro: cuatro itinerarios de profundidad creciente mediante cuatro iconos He dividido el libro en cuatro partes que comprenden otros tantos «itinerarios» diferenciados, cada uno de los cuales profundiza un poco más en nuestra inteligencia espiritual. Comenzamos con el nivel uno: «Estamos donde estamos». En este nivel nos limitamos a hacernos más conscientes de quiénes somos y de cómo podríamos despertar 21

a posibilidades vitales más ricas. El nivel dos nos lleva al itinerario de despertar al «falso yo», que es la identidad que nos creamos mediante el parloteo constante de nuestra mente condicionada por el ego. En la tercera parte analizamos «el verdadero yo»: ¿quiénes somos en lo más profundo de nuestro interior y cómo podemos encontrar nuestro «punto clave», esa parte de nosotros, esa esencia o núcleo a partir del cual podríamos vivir con menos esfuerzo, mayor gozo y más eficacia? Finalmente, consideraremos lo que significa vivir «fluyendo», una misteriosa forma de vivir en la que no necesitamos todas las respuestas y en la que la vida tal como la conocemos comienza a ser reemplazada por todo un nuevo modo de ser. Cada «itinerario» está dividido en cuatro estadios (que son los mismos cada vez): «despertar», «ver de manera nueva», «vivir el cambio» y «transmitirlo». He utilizado un icono para cada uno, de modo que un despertador representa el «despertar»; un ojo representa el «ver de manera nueva»; una paleta de pintor con un pincel representa el «vivir el cambio» (para simbolizar nuestra singular respuesta creativa a lo que hemos aprendido acerca de nosotros mismos); y una flecha representa el «transmitirlo».

Los iconos describen un proceso de crecimiento espiritual, desde el despertar a nuevas posibilidades vitales hasta el ver el mundo con ojos nuevos, vivir de manera distinta y, finalmente, transmitir los beneficios de nuestra transformación a cuantos nos rodean. He creado deliberadamente una representación visual (un «marco icónico») para que el lector pueda saber en qué punto del itinerario se encuentra y pueda comprender más claramente las razones de ir paso a paso en el orden que yo he sugerido. Hay dieciséis pasos en total; en efecto, el lector encontrará los cuatro iconos en cuatro niveles distintos. Claro está que no se trata de un itinerario preceptivo, sino descriptivo. Es un modo de tratar de describir los procesos por los que pasamos cuando hacemos uso de nuestra inteligencia espiritual para ser más plenamente las personas que fuimos llamadas a ser en este mundo. Pero espero que, a medida que el lector avance en su lectura, reconozca momentos de despertar en su propia vida, así como momentos en los que ha comenzado a ver las cosas desde una perspectiva distinta, momentos en los que ha respondido prácticamente y momentos en los que ha transmitido a los demás la buena noticia de su transformación personal como un contagio positivo de esperanza. 22

Nota sobre mi propia tradición espiritual Escribo este libro desde mi propia perspectiva; de modo que, por favor, léase como tal. No se trata de una amplia visión de conjunto de diferentes espiritualidades, sino de una descripción de los principios de la inteligencia espiritual que surgen en cada estadio del itinerario ¡cónico. Mi propia experiencia de despertar espiritual ha surgido fundamentalmente de la tradición cristiana, y por eso mis ejemplos fluyen de manera más natural de esa fuente. Pero este libro no trata de cómo ser una persona religiosa ni pretende persuadir al lector de que siga una línea determinada. Lo que más bien espero es que proporcione sabiduría para el camino de la vida, sea el lector quien sea, proceda de donde proceda y crea lo que crea.

23

24

ESTAMOS DONDE ESTAMOS

25

26

Despertar

«La gran tragedia de la vida no radica en cuánto sufrimos, sino en cuánto nos perdemos. Los seres humanos nacen dormidos, viven dormidos y mueren dormidos... Tienen hijos dormidos, crían hijos dormidos, hacen grandes transacciones de negocios dormidos, acceden a puestos gubernamentales dormidos y mueren dormidos. No despiertan nunca. En eso consiste la espiritualidad: en despertar». Anthony de Mello' IMAGINA que has pasado una profunda y apacible noche de sueño. Estás empezando a salir de ese sueño, pero sabes que tienes dos opciones: despertar y afrontar los desafíos y oportunidades del día, o bien darte la vuelta, cerrar los ojos, envol verte bien en el edredón y deslizarte de nuevo en la inconsciencia. A veces puede resultar duro sumergirse en el fluir de la vida. Afrontémoslo: todos tenemos opciones. Todos tenemos que hacer frente a momentos clave en nuestra vida, momentos sagrados en los que podemos despertar más lúcidamente a la vida si optamos por hacerlo. O podemos deslizarnos de nuevo bajo el cobertor de nuestra adormecedora existencia, temerosos de percibir la realidad de nuestro presente o de forjar las posibilidades de nuestro futuro. No presiones el botón de dar otra cabezada Cuando nos despertamos por la mañana, tenemos la oportunidad de despertar de mucho más que de nuestro mero sueño físico. Cada vez que se presenta un nuevo día, tenemos también la oportunidad de despertar espiritualmente. El problema es que estar lo bastante despierto a lo que significa estar plenamente vivo es una lucha. Para empezar, es fácil encender de inmediato la radio o la televisión, inundar la 27

habitación con la distracción del ruido de fondo, correr a tomarse el desayuno (si hay suerte) y apresurarse a llevar a los niños al colegio o a tomar el tren para ir al trabajo o lo que sea que se haga, sin detenerse a conectar plenamente con la mente, el corazón y todos los sentidos. Normalmente comenzamos como si continuásemos. Si no tienes cuidado, puedes caminar dormido todo el resto del día. Yo puedo caminar dormido toda una semana sin pensar. Un día se convierte en una semana, una semana se convierte en un mes, el cual se convierte en un año, y éste, a su vez, se convierte en toda una vida. Pero puedes probar a hacer lo siguiente: pon el despertador cinco minutos antes de lo habitual (es lo único que necesitas hacer por ahora). Y cuando suene, no aprietes el botón que te permite dar una cabezada, sino emplea los cinco minutos extra al comienzo de tu día para despertar espiritualmente. La espiritualidad es como un puente entre tu ser y tu hacer. Y debemos atender a nuestro ser preferentemente, antes de pasar a nuestro hacer. ¿Por qué no pruebas en los próximos días a hacer lo que sigue al despertarte por la mañana?: Levántate de la cama y siéntate en una silla, o permanece en pie si lo prefieres. •Inspira y espira lenta y profundamente, y percibe tu respiración; tómate un momento para valorar el nuevo día y el don de la vida. Haz esto durante un par de minutos. •Toma conciencia de la quietud que te rodea y percibe cualquier sonido que se produzca; recuerda que todo cuanto hagas hoy procederá de esa quietud y fluirá hacia ella de nuevo. •Mírate las manos: recuerda que no estás meramente pasando a la deriva por el día de hoy, sino contribuyendo a configurarlo desde el principio. Procura que tu presencia sea una especie de bendición para todos cuantos entren hoy en contacto contigo, física, emocional y espiritualmente, y que el trabajo de tus manos sea honrado, cuidadoso y bueno. •Ahora mírate en el espejo y, con independencia de que te guste o no lo que veas, pasa unos momentos recordando que eres en gran medida una parte del panorama del día, no un mero espectador pasivo que observa cómo el resto de la vida se desarrolla ante él, así que desempeña tu papel como personaje de gran belleza y potencial. Un raro momento de despertar

28

El otro día salí a correr temprano por la mañana. Subí una colina y llegué hasta la cumbre. Desde allí podía ver la senda que se curvaba hacia el otro lado con una longitud de unos cien metros, y a todo lo largo de ella había árboles y flores; era una vista muy hermosa. Decidí admirar este camino todo lo posible cuando fuera corriendo por él. Observé las flores y los árboles y di gracias a Dios por la belleza del escenario natural que me rodeaba. Y sentí cómo de inmediato me llegaba una respuesta: «Tú eres parte de la belleza de este escenario». ¿De qué podemos despertar? ¿De qué, puede que te preguntes, necesito yo realmente despertar? Bien está hablar de despertar de un «sueño» espiritual; pero ¿qué significa eso? Todos caminamos (o corremos) dormidos por la vida de uno u otro modo, o bien porque estamos tan atareados en el trabajo que dejamos el vivir para el fin de semana (en el que lo único que podemos hacer es recuperarnos), o bien porque estamos aburridos de lo que la vida parece «ofrecer» en una cultura consumista, o letárgicos, o estresados, o impulsados por el miedo al fracaso, o seducidos por la promesa del éxito... Hay muchas cosas que nos paralizan, cerrándonos la posibilidad de una vida en plenitud. Veamos una de ellas: la televisión. Como media, vemos al día cuatro o cinco horas de televisión. Puede que tú no seas la persona-tipo, pero la mayoría sí lo somos. Y si eres honrado, la mayor parte de lo que ves es como un papel pintado móvil que te atrae o te adormece. «La televisión es una animación del triunfo de la indiferencia», es cribía el autodenominado «guía turístico norteamericano alternativo» Speed Levitch. Y es muy probable que tenga razón. Hay que reconocer que hay programas de televisión que son estupendos: educativos, informativos y entretenidos; pero ¿siempre la enciendes justamente cuando emiten el programa que quieres ver y la apagas cuando dicho programa ha terminado? Es muy probable que no. La mayoría dejamos la televisión encendida y permitimos que irradie su presencia, noche tras noche, puede que con un vaso de algo fuerte en una mano y el mando a distancia en la otra. El primer paso consiste simplemente en despertar al hecho de que tal vez seas un adicto a la televisión o (en el mejor de los casos) de que estés sometido a su esclavitud nocturna. Una vez que te hayas hecho consciente o hayas reconocido este hecho, te encontrarás en una posición más fuerte para dar un paso atrás y observar cómo te sientes después de haberla visto durante periodos prolongados: casi con toda seguridad, embotado, irascible, irritable y desvitalizado.

29

Prueba a estar una semana sin televisión (¿por qué te desagrada la sugerencia, si no eres un adicto?), y es muy posible que observes algunas cosas sorprendentes: en primer lugar, que al comienzo de la semana estás rabiando por encender la tele; en segundo lugar, que te preguntas qué vas a hacer sin ella (hay mucho espacio por llenar). Entonces podrías observar la creatividad que empieza a fluir simplemente del hecho de buscar alguna otra cosa que hacer, ya sea leer, ordenar cosas, orar, charlar, caminar, escribir un diario o incluso, simplemente, detenerte para disminuir la velocidad y «ser» tú mismo (¿cuándo fue la última vez que lo hiciste?). Puede incluso que observes que empiezas a «escucharte» a ti mismo, quizá por primera vez en mucho tiempo, ahora que la cacofonía de los personajes de las series, los anuncios y los participantes en los «reality shows» ha sido silenciada. Y puede que veas que empiezas a esperar con ilusión la noche y descubras una energía que pensabas que habías perdido hacía mucho. Se trata verdaderamente de una forma de despertar del sueño espiritual. ¿Qué hacer cuando hay un apagón? Uno de mis escritores favoritos es Douglas Coupland, autor de la novela Generation X, que fue un «bestseller». En un magnífico librito titulado Polaroids from the Dead, hace una brillante pregunta: ¿qué hacer cuando hay un apagón? Cuando hay un apagón, sucede algo muy hermoso. Recurrimos a las velas, y de repente la atmósfera cambia. Coupland observa que cantamos, nos contamos historias, redescubrimos en alguna medida nuestra interconexión y nuestra humanidad... Cuando vuelve la luz, nos atomizamos de nuevo. Uno de los recuerdos más felices de mi vida matrimonial es una breve acampada en un bosque de Francia. Las noches eran oscuras como boca de lobo, y silenciosas, y terminábamos jugando al «Scrabble» en una mesa de camping al aire libre hasta altas horas de la madrugada. Cuando nos sentábamos tranquilamente y disfrutábamos del sosiego de nuestra mutua compañía, de alguna manera estábamos presentes el uno al otro y al mundo que nos rodeaba de un modo que nunca habíamos experimentado anteriormente. Así que ¿por qué no seguimos haciendo lo mismo al volver a casa? A veces es preciso que haya un apagón que nos recuerde lo que hay detrás del telón de ruido y distracción. Coupland concluye: «Yo quiero vivir mi vida en un estado de apagón permanente». Cuando leí estas palabras por primera vez, sentí un «clic» en mi mente. Tenemos que empezar por alguna parte, y la televisión es sumamente apropiada para hacerlo, porque muchos estamos atrapados por ella y le ofrecemos una gran parte de nuestro tiempo. Es también simbólica de una cultura que puede seducirnos y distraernos 30

del arte de vivir; es visual, fragmentaria, consumista e insensibilizadora. La cultura televisiva crea para nosotros una forma de realidad alternativa; reemplaza nuestra imaginación con un guión escrito por personas que quieren que caigas dormido y sueñes con lo que a ellas les encantaría venderte. Pero ¿de qué más necesitas despertar? Sólo tú lo sabes verdaderamente. Si tienes una rutina diaria muy rígida, puede que veas que estás atravesándola con el piloto automático o que estás atascado en un callejón sin salida. Puede que necesites hacerte consciente de ello y despertar de ese caminar en sueños. Recuerda que la consciencia es el comienzo del despertar. Puede que en el trabajo estés empleando más tiempo del debido navegando por Internet, no malgastando el tiempo de manera intencionada, sino porque no puedes afrontar el tener que hacer lo que debes, o porque estás apartándote de la vida en general. Puede que algunos días vuelvas a casa con la sensación de haber hecho poco más que «matar el tiempo». Pues ha llegado el momento de despertar de ese comportamiento. Tal vez necesites despertar del sopor de otras pautas de comportamiento que se han hecho tan habituales que podrías desarrollarlas en sueños. ¿Has notado cómo reaccionas ante la gente si te cuestionan o te frustran? ¿Has percibido qué estás juzgando a los demás? ¿Has observado que estás siempre tan dispuesto a ayudar a los demás que no tienes tiempo para ti mismo, o que estás tan obsesionado con tu persona que no tienes tiempo para los demás? Puede incluso que algo te haya «paralizado»: por ejemplo, una relación fracasada puede haber desencadenado el miedo a ser rechazado, el cual te impide abrirte verdaderamente a los demás; un profesor temible puede haber sofocado tu disposición a asumir riesgos, por miedo a cometer errores ante los demás... La buena noticia es que puedes despertar de esas pautas de comportamiento en las que has caído; pautas a las que recurres a falta de algo mejor. Algunas pueden ser positivas; otras no tanto. Pero por ahora no debes preocuparte por «arreglarlas», ni siquiera por juzgarlas. Lo único que debes hacer es detenerte para percibir cosas; éste es el comienzo que necesitas. ¿Cómo despertar? Dos ejercicios... El salvavidas: una reflexión de 360 grados Un modo de despertar y descubrir quién eres tú y cómo has llegado hasta aquí consiste en buscar el «feedback» de personas en las que confíes. Puede que desees preguntar a un grupo de personas de diferentes sectores de tu vida - personas a las que conozcas bien 31

y en las que confíes - para que te proporcionen algún comentario comprensivo sobre el estado en que te encuentras. Esto no constituye para ellas una oportunidad de tratar de cambiarte, sino que es una oportunidad de que despiertes y descubras cómo te ven los demás y aprendas algo sobre ti mismo de su perspectiva. Parte de ese «feedback» puede intranquilizarte; pero si se ofrece como un presente, debería también despertarte suavemente para que descubras el lugar en el que tal vez te encuentres ahora. Por el momento, recíbelo. No luches ni discutas con él ni trates de cambiar nada. Limítate a redescubrir quién podrías ser realmente. La vida en un día - pauta de reconocimiento Otro modo de despertar a tu realidad actual es observarte durante todo un día y considerar ese día como un microcosmos del resto de tu vida. Trata de elegir un día razonablemente prototípico de la semana y anota lo que haces, con quién estás, cómo te sientes en diferentes momentos y cómo reaccionas ante tus diversas circunstancias. Una vez que hayas hecho esto, da un «paso atrás» y observa ese día como si fuera una representación de tu modo de construir la totalidad de tu vida. Puede haber circunstancias excepcionales que se salgan de la norma; de ser así, haz caso omiso de ellas por el momento y céntrate en componer una imagen honrada de un día prototípico. Trata de observar las cosas que constituyen una pauta: ¿cómo empiezas el día? Si trabajas, ¿cuánto tiempo empleas en llegar? ¿Qué haces durante el tiempo «muerto» del trayecto? ¿De qué están formadas tus mañanas? ¿Cómo te afectan las personas con las que empleas tu tiempo? ¿Cómo les afectas tú a ellas? ¿Cuál es la rutina de tu hora de la comida? ¿Haces ejercicio? ¿Te cocinas tú la comida por la tarde o comes comida congelada o la compras en cualquier sitio? ¿Cómo te sientes cuando se acerca la noche? ¿Cuánto bebes? ¿Cómo te sientes al irte a la cama? ¿Estás ansioso o estresado? ¿Estás en paz? ¿Cuánto dinero has gastado y en qué? ¿Cuánta televisión has visto? ¿Cuánto tiempo has pasado sin el ruido de fondo del reproductor de MP3, la radio o el reproductor de CDs del coche o la música ambiental? ¿Cuánto tiempo has dedicado a la oración o a la reflexión? ¿Has animado a otros? ¿Has generado algún acto de amabilidad o algún momento secreto de generosidad? ¿Cuánto has recibido de los demás (emocional, física, espiritualmente...) y cuánto has dado? ¿Cuánto has hablado y cuánto has escuchado? Claro está que ningún día es igual a otro. Pero al observar el ritmo y las características de un día prototípico, puede que detectes aspectos recurrentes. Por ejemplo, podrías caer en la cuenta de que te bebes habitualmente media botella de vino 32

por la noche, lo cual supone tanto dinero al día, tanto dinero a la semana y tanto dinero al mes... Y lo que es más importante, dependiendo de cómo «uses» el alcohol, podría significar que estás incurriendo en un acto nocturno de huida - de las presiones del día o de los miedos del mañana-, lo cual, sumado, constituye un montón de tiempo empleado en huir. Positivamente, podrías ver que tomarte algunos momentos al día para hablar con el guarda de seguridad que está a la puerta de tu lugar de trabajo o con los padres a la puerta del colegio se suma a una pauta de dedicar tiempo a otras personas - que pueden sentirse a menudo invisibles y olvidadas-, lo cual producirá, a largo plazo, resultados positivos tanto para ti como para ellas. Piensa u ora acerca de lo que observes y pide a quienes están más cerca de ti - y forman parte intrínseca de tu día - que reflexionen también. ¿Hay alguna pauta con la que te gustaría acabar? ¿Hay alguna otra que te gustaría reafirmar? ¿Cómo van sumándose los aspectos menores y aparentemente insignificantes de tu día a lo largo del tiempo y constituyendo algo más importante? ¿Qué te despierta? Los momentos de despertar suelen llegar a nosotros como un don. Es frecuente que surjan cuando conseguimos dejar de hablar o incluso de pensar, y empezamos a escuchar. Y con mucha frecuencia llegan a nosotros silenciosamente, de manera casi trivial. Y llegan en los momentos en los que escuchamos verdaderamente. La Biblia contiene ciertamente relatos de ángeles que cantan en el cielo e incluso escritos sobrenaturales «en los muros» (para el rey Baltasar), pero es más probable que el despertar llegue como le llegó al profeta Elías: en «el susurro de una brisa suave». La Biblia nos dice que «hubo un huracán tan violento que hendía las montañas y quebraba las rocas ante Yahvé; pero en el huracán no estaba Yahvé. Después del huracán, un terremoto; pero en el terremoto no estaba Yahvé. Después del terremoto, fuego, pero en el fuego no estaba Yahvé. Después del fuego, el susurro de una brisa suave», y el susurro de la suave brisa habló a Elías; ésa era la voz de Dios. Es difícil hacerte consciente de todo cuanto te rodea si estás perpetuamente distraído; es difícil escuchar la serena y delicada voz del «susurro de una brisa suave» si estás continuamente hablando o buscando ángeles en el cielo. Hay muchas cosas que pueden despertarnos; desde las intervenciones directas de Dios que tienen lugar de manera inesperada, hasta la sencillez de una flor junto a la cual normalmente pasamos de largo, podemos aprender de cada momento de claridad o 33

«epifanía». En ocasiones, lo único necesario es el esfuerzo de detenerse para percibir algo a lo que normalmente no miraríamos dos veces - puede que el mendigo junto al cual pasamos por la calle o el color de los ojos de un amigo-, algo que puede ayudarnos a despertar al mundo que nos rodea o incluso a nosotros mismos. Por lo tanto, ya se trate de la muerte de un ser querido, una súbita enfermedad, la pérdida de alguien a quien queríamos mucho, algo cuestionador que leamos, un retazo de conversación que escuchemos, la letra de una canción, una epifanía directa, un momento de éxito en el trabajo..., mantente alerta. En su libro The Journev of Desire, John Eldredge escribe acerca de un amigo suyo que observaba una puesta de sol y estaba preparado para que la experiencia le conmoviera: «"Esta semana hemos tenido un par de puestas de sol enormemente inspiradoras - me escribía un querido amigo en un e-mail-. Fue como si las costuras de nuestra atmósfera se rasgaran para que un poco de cielo se sumergiera en el mar. Yo me puse en pie y aplaudí... y al mismo tiempo quería arrodillarme y llorar". Despertar de un sueño puede ser un "shock", como si nos echaran por la cabeza un cubo de agua helada. Otros despertares son más graduales, menos espectaculares; pero casi siempre, si nos fijamos bien, veremos que algo tiene eco en nuestro espíritu. Habrá un momento en que se perciba que el tiempo se detiene, por así decirlo, y se nos ponga el vello de punta. Y en esos momentos es como si algo o alguien nos hablara»2. Despejar el terreno Las personas espiritualmente maduras crean ritmos cotidianos que les permitan escuchar activamente. Si pasas tiempo con alguien espiritualmente sabio, notarás que rara vez (por no decir nunca) está sometido a una fuerte tensión ni trata de forzar el horario. Y éste es el espíritu que tienes que trasladar a tu tiempo personal de reflexión. La mayoría de nosotros nos permitimos tiempos de calma o nos retiramos con el fin de buscar la orientación de nuestra vida, es decir, qué camino tomar: un cambio en la carrera profesional, un traslado de domicilio, una decisión financiera, etcétera. Sin embargo, a menudo los más profundos despertares tienen que ver con el hecho de estar dispuesto a liberarse de las preguntas «¿Ahora qué?» y «¿A continuación qué?». De hecho, la mayoría de nosotros necesitamos una profunda liberación antes de asumir nada más. Por lo tanto, «despejar un espacio» en nuestra vida tiene que plasmarse al menos en dos niveles. Debemos despejar un espacio para escuchar la suave y delicada voz que nos habla. Pero también debemos estar preparados, en ese acto de despejar un espacio, para despejar aún más cosas: discernir qué es lo primero a lo que necesitamos renunciar antes de poder movernos con una carga más ligera. El poeta, sacerdote y místico John 34

O'Donohue escribió en cierta ocasión que debemos «despejar de maleza el monte de banalidad de nuestra vida» para poder escuchar a nuestro verdadero yo. Debemos primero despejar un espacio a fin de preguntar: «¿Qué más debo despejar?». Del mismo modo que no debemos apegarnos mucho a ninguna planificación cuando despejamos de maleza nuestra vida, así también debemos tener gran cuidado en no «aferrarnos» con demasiada fuerza a nada que experimentemos en el espacio que se abre. Porque podemos terminar tratando de poseer lo que no es nuestro; o podemos rendir culto a la experiencia misma y quedarnos en la voz, en lugar de en lo que la voz dice. Detente a pensar Detente unos momentos a pensar: ¿cuándo fue la última vez que sentiste un despertar? Puede haber sido este mes. Puedes no haber tenido ninguno en años. ¿Qué sucedió? ¿Cómo surgió en tu interior? ¿Quién o qué fue el catalizador? ¿Cómo te hizo sentirte? ¿Llevaste a la práctica ese despertar? De ser así, ¿qué sucedió? De no ser así, ¿que podría haber sucedido? ¿En qué sentido podría haber sido tu vida diferente si lo hubieras llevado a la práctica? Una cosa es experimentar un despertar; pero, como hemos dicho al inicio de este capítulo, otra cosa es saltar de la cama y tomar posesión del día. Si no vamos a presionar el botón de dar una cabezada ni a deslizarnos de nuevo bajo las sábanas, es crucial que marquemos esos momentos y después actuemos, o los dejemos actuar en nosotros, más concretamente. Por lo tanto, debemos, si te parece, comenzar el itinerario de nuestros cuatro iconos efectuando la transición de experimentar un despertar a ver el mundo de manera completamente renovada, con ojos nuevos. La clase de ojos que quizá necesiten parpadear unas cuantas veces y enfocarse para adaptarse a una mañana llena de sol después de la oscuridad de una noche muy larga.

35

36

Ver de manera nueva

«Fe es creer lo que no has visto; la recompensa de esta fe es ver lo que crees». San Agustín ESTO lo dijo San Agustín hace mil seiscientos años. «Abre los ojos - parece decir-. No necesitas ser un maestro Zen para saber que en este mundo las cosas no siempre son lo que parecen». En la vida hay más de lo que habitualmente detectamos con nuestros ojos comunes y corrientes. El autor del libro bíblico del Eclesiastés dice que Dios «ha puesto la eternidad en los corazones [de su pueblo]» (Eclesiastés 3,11). Se trata de un versículo intrigante, inquietante y hermoso. En lo más profundo de nosotros, algo nos susurra a cada uno que la vida puede y debe ser más épica; cuando vemos las grandes películas o leemos a los clásicos o escuchamos las melodías estremecedoras que proporcionan a nuestra vida su banda sonora, no podemos dejar de observar que algo tira de nuestro corazón. Es lo que John O'Donohue llamaba «lograr oírte a ti mismo». Lo profundo trata de llamar a lo profundo desde toda clase de lugares, y persiste en llamar; se niega a renunciar. Cada vez que posamos la cabeza en la almohada, cada vez que experimentamos un nacimiento o una muerte, cada vez que descubrimos algún tesoro escondido en la cotidianidad de nuestra vida, cada vez que miramos a las estrellas, es fácil ver que en nuestra vida interior hay mucho más de lo que solemos estar dispuestos a admitir. El problema es que no siempre vemos desarrollarse nuestra vida como la trama épica que nosotros anhelamos. Muy a menudo, nuestras ocupaciones o tediosas rutinas nos cuentan una historia diferente: las cosas no están marchando como planeamos; no somos la persona que soñábamos ser; nos aburrimos o estamos distraídos o insatisfechos..., y no podemos, por la vida que llevamos, vernos como aventureros, pioneros, héroes o 37

valientes en un mundo feliz. El desfase entre nuestro deseo sincero y la realidad de nuestra existencia, a veces tan monótona, puede parecernos a muchos insuperable, y podemos terminar sintiéndonos estancados, frustrados y hasta desesperados. Para otros, el desfase puede ser una inspiración. Todo depende de la manera de ver las cosas. Y aquí es donde la fe de san Agustín viene muy a cuento. La fe consiste en creer cuando no se puede ver. Comienza moviéndote de un lugar a otro, del lugar donde aceptas el status quo a... Sea como sea, la recompensa es ver lo que crees. El cantante Bono lo expresa de otro modo en la magnífica canción de U2 «Walk On»: «Estamos haciendo la maleta para ir a un lugar donde ninguno de nosotros ha estado; un lugar en el que hay que creer para poder verlo». Creer y ver. Ambas cosas forman parte del mismo «pack» espiritualmente inteligente: consiste en ver la vida con ojos nuevos, en mirar largo tiempo, fija y profundamente, el estado de tu ser, de nuestro ser, y empezar a percibir cómo las cosas pueden verdaderamente ser distintas. Los grandes escritores, teólogos, poetas, músicos y artistas son una especie de «videntes» culturales; perciben y ven el mundo de manera distinta y nos retan a mirar creativamente a través de sus ojos lo que - o, más crucialmente, como - ellos ven. Nos ayudan a salvar la distancia entre nuestro anhelo existencial y la realidad en que nos encontramos. Pero, en última instancia, como es natural, no pueden ver por nosotros. «Ver de manera nueva» no equivale a una aceptación pasiva de la perspectiva de otra persona, sino que se trata de un itinerario de descubrimiento, y todos poseemos recursos para realizar ese itinerario. Como decía Bono, consiste en hacer la maleta y partir, yendo tras lo que se ha vislumbrado como un despertar del corazón. Entre los mejores itinerarios que realizamos se cuentan aquellos en los que no podemos ver adónde vamos; sólo sabemos que tenemos que partir. Pueden ser terroríficos, estimulantes, exigentes, plenificantes; pero una cosa es segura: cuando los realizas, te sientes vivo. En tales momentos, tenemos que creer que al final llegaremos a algo diferente. (A veces regresamos al comienzo, pero vemos de modo muy distinto ese mismo lugar). Sólo cuando damos el primer paso, en la fe, es cuando comenzamos a ver con ojos nuevos adónde podría llevarnos ese itinerario. Y sólo entonces empezamos a ver que el itinerario mismo es más significativo que el destino, y que el modo de recorrerlo determinará dónde, en última instancia, finalizaremos. 38

Como decía Marcel Proust: «El auténtico viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevas tierras, sino en ver con ojos nuevos». Cuando empezamos a ver las posibilidades de una vida vivida de un modo nuevo, es cuando nuestro itinerario adopta una nueva dirección, y es de esperar que para bien. ¿Cómo ves tú el mundo? Consideremos el iris humano. Ningún iris es igual a otro; ni siquiera los gemelos univitelinos lo tienen igual. Por eso se ha desarrollado una tecnología en el terreno de la seguridad (en este mundo nuestro tan atemorizado) para leer y grabar nuestro iris como un signo identificador único, por ejemplo, cuando pasamos por el control de una frontera. Y ahora consideremos lo que sigue: de acuerdo con las tradiciones judías, estamos «maravillosa y prodigiosamente hechos». Estas palabras se encuentran en un salmo (Salmo 139) que refiere poéticamente cómo Dios nos tejió en el seno materno y conoce el número de cabellos de nuestra cabeza y el número de días de nuestra vida. Sin embargo, todos somos únicos. Nadie ríe como tú ni tiene tu aspecto ni ama como tú. El salmo dice que cada uno refleja de manera única algo de la imagen del Dios invisible. ¡Qué asombroso pensamiento! Y, debido a esto, vemos el mundo a nuestro propio modo. Nadie lo ve como yo; nadie lo ve como tú. Esto es verdaderamente asombroso. Por tanto, tu modo de ver el mundo tiene importancia. Detente a mirar Levanta por un momento la vista del libro. ¿Qué ves? ¿Cómo ves? ¿Qué esperas ver? ¿Qué buscas? Ahora, detente a pensar ¿Qué es único en tu modo de ver el mundo? ¿Qué te ha dicho la gente sobre tu percepción? Si alguien te pidiera que le hi cieras partícipe de tu visión, ¿cuál sería ésta? 39

¿Qué detalles piensas que percibes tú y que nadie más puede ver? ¿Qué te encanta mostrar a los demás? ¿Cómo has ayudado a los demás a ver el mundo bajo una luz nueva? Piensa en una ocasión en que cambiaras el modo de ver el mundo de alguien de tu alrededor. En último término, debemos preguntarnos cómo respondemos a nuestro modo de ver el mundo, y a eso nos encaminaremos con nuestro siguiente icono, cuando consideremos cómo reaccionar creativamente ante la nueva visión del mundo. Pero primero debemos alcanzar una nueva perspectiva. De hecho, a no ser que nos detengamos - a mirar, remirar, asombrarnos y reflexionar-, no tiene sentido que nos lancemos a acción alguna. Como alguien dijo en cierta ocasión: «No te limites a hacer algo, ¡estate ahí!».

Solaz

WILLIAM HENRY DAVIES Ver pasar el mundo 40

Una de las mayores tentaciones de nuestra cultura, saturada por la imagen, es convertirse en un voyeur, es decir, consumir pasivamente las imágenes que relampaguean ante nosotros en un flujo inconexo e interminable de fragmentos visuales. Nos inundan tantas imágenes - desde vallas publicitarias hasta revistas lujosas, pantallas de televisión, páginas web y teléfonos móviles... - que nuestros ojos pueden perder visión rápidamente. Un momento podemos estar viendo un programa acerca de la sequía, y en un parpadeo aparecer un anuncio de agua mineral... No pasamos más que rozando la superficie visual del mundo que tenemos ante nosotros, en medio de restos de naufragios y despojos arrojados al mar que van a la deriva en una marea de cultura de consumo. Si eres espiritualmente inteligente, tendrás cuidado con lo que miras. El ejemplo más obvio (aunque hay otros muchos) es la pornografía. Puedes borrar las imágenes de la pantalla del ordenador, pero borrar el disco duro de tu mente es algo distinto. Es probable que todos hayamos visto cosas que desearíamos no haber visto. Pero las personas excesivamente religiosas no siempre son las más inteligentes, espiritualmente hablando. Tienden a obcecarse en no ver tal o cual cosa por ser sexualmente inmoral o violenta o inútil, lo que conlleva que haya que preguntarse cómo se relacionan con el mundo. Es bueno mantener la mente limpia, apartando los ojos cuando algo inútil aparece en la televisión, pero hay que emplear los ojos creativa y perceptivamente para ver lo que realmente sucede a nuestro alrededor. Detente a pensar A veces, cuando hablas con alguien tienes la inequívoca sensación de que no está plenamente «contigo»; las luces están encendidas, por así decirlo, pero no hay nadie en casa. Sus ojos han perdido brillo y animación. Les falta interés por el mundo que les rodea. Otras personas observan con sumo cuidado, miran inquisitivamente, se mantienen alerta. Es posible diferenciar a la gente que parece más viva, porque normalmente le brillan los ojos. ¿Qué ve la gente cuando te mira a los ojos? ¡Mantente alerta! En el capítulo anterior reflexionamos acerca de despertar del sonambulismo de la vida. Hay una estrecha relación entre estar despierto y estar alerta. Como dice Buda en el Dhammapada:

41

Sé consciente de lo que sucede a tu alrededor, incluso en este preciso momento. ¿Qué oyes? ¿Cómo te sientes? ¿Estás tenso? ¿Te has acordado de respirar? Observa las cosas. Detecta los pequeños detalles. Mira quién lucha y quién se queda al margen de las cosas. Advierte el cambio de las estaciones. Observa cómo hacen que te sientas tu rutina y tu ritmo. No dejes de mirar con curiosidad el modo en que la vida se despliega ante ti; no te lo pierdas... La familiaridad alimenta el desdén ¿Te has sorprendido alguna vez a ti mismo mirando algo terriblemente familiar, como los bolígrafos de tu escritorio, o el reloj de la pared, o el color de tu coche, o la silueta de tu pareja, o la forma de la nariz de tu compañero... y has pensado: «Nunca había caído en la cuenta...»? Sólo ocasionalmente conseguimos ver de manera nueva y casi sobrenatural, como si estuviéramos viendo esa situación nuestra tan familiar desde una perspectiva extraña. Son grandes momentos en los que se nos ofrece la oportunidad de ver de manera nueva. Son dones que nos hacen detenernos en seco, aunque no sea más que por un momento; con ellos somos capaces de percibir algo de la habitación en que nos encontramos o de la persona con la que llevamos viviendo muchos años, algo que nunca antes habíamos percibido. Sin embargo, esos momentos son tan raros que apenas podemos traducirlos en acción. Pasan en un instante; pueden hacer que nos estremezcamos, frunzamos el ceño o sonriamos, pero ¿cómo introyectar ese momento?; ¿cómo sacarle el máximo partido?; ¿cómo utilizarlo para transformarnos? A mí me gusta correr, e intento hacerlo cada día. De mi casa hacia el campo hay diversas rutas potencialmente inspiradoras: veredas y caminos, senderos y campos. Cuando me trasladé a esta zona, todo me parecía nuevo, fresco, vivo. Sin embargo, 42

enseguida me instalé en una rutina de correr con la que me familiaricé, y he comprobado que es difícil de romper para probar un camino distinto. Casi invariablemente, si me aparto de la ruta habitual, obtengo la recompensa de una vista nueva, algún tipo de sorpresa, una nueva percepción de un territorio familiar. Entonces, ¿por qué me cuesta tanto hacerlo más a menudo? Puede que a ti te ocurra algo similar. Puede que tengas la misma rutina para llegar al trabajo, el tiempo exacto para llegar a la estación o a la parada del autobús, el mismo sitio donde esperar, el mismo camino al llegar a la parada de destino... Claro que no siempre puedes liberarte de la norma; pero si tomaras un camino distinto al menos una vez a la semana, o te sentaras en otro vagón un día, puede que vieras algo diferente, y quizá miraras de otra manera. Detente a pensar Podemos realizar variados pequeños actos de subversión para romper nuestro punto de vista habitual. ¿Qué has visto últimamente de manera distinta? ¿A tu pareja? ¿Tu trabajo? ¿Tu fe? ¿Tu persona? Comienza a actuar La próxima vez que recorras un camino familiar, mira arriba y abajo y trata de ver a la gente, los edificios, los árboles y las señales de manera nueva. Observa los colores. Observa las palabras. Observa a la gente y su expresión. Observa con cuánta rapidez caminas. Observa que tu mente está probablemente yendo por delante de ti a gran velocidad, pensando en la persona con la que te vas a encontrar o en lo que vas a hacer. Trata, aunque no sea más que por un momento, de limitarte a disfrutar del recorrido. Camina un poco más despacio. Relaja los hombros y céntrate en el itinerario, no en la llegada. Pregúntate qué estás empezando a notar. Si te detienes a percibir, comenzarás a percibir Veamos un extracto de la hermosa novela de Jon McGregor If Nobody Speaks of Remarkable Things, que percibe las cosas que normalmente no vemos; los ritmos, sonidos, vistas y olores que nos rodean y que podrían pasar inadvertidos, inexpresados, ignorados. «Si escuchas, puedes oírla. A la ciudad, que canta. Si permaneces silenciosamente en un jardín, en medio de una calle, en el tejado de una casa... Es más claro por la noche, cuando el sonido penetra más profundamente bajo la 43

superficie de las cosas, cuando el canto llega a lo profundo de tu interior. Es un canto sin palabras en su mayor parte, pero no deja de ser un canto, y nadie que lo haya escuchado puede dudar de lo que canta. Y el canto alcanza el máximo sonido cuando distingues cada nota. El zumbido quedo y sosegante de los aires acondicionados abanicando el calor; los olores de tiendas, cafeterías y oficinas de toda la ciudad, intensificándose y cediendo; prolongadas exhalaciones superponiéndose unas a otras; un zumbido arrullador para las cansadas calles... Denso tráfico atravesando aún los "scalextric", una avalancha de sonido incluso a altas horas de la noche, neumáticos rodando sobre el asfalto y motores rugiendo, desagües mal ajustados y tapas de alcantarilla claqueando como castañuelas de hierro fundido... Y todas las alarmas, pidiendo ayuda, cada distrito y barrio, cada calle y casa, cada camino que tomas... tienen alarmas disparándose, activándose, disparándose, activándose; un timbre martilleando como un repique de tambores que estalla, como un tañido de campanas hipnótico; lo falso y lo real, tan sonoro lo uno como lo otro, gritando sus necesidades a la noche como un orfanato casi sin personal en el que los bebés lloran en los oscuros pabellones»'. McGregor encuentra sacralidad en lo ordinario. Muy a menudo, nosotros no percibimos lo sagrado, lo importante que hay a nuestro alrededor, porque estamos buscando lo sensa cional: los momentos sobresalientes, las personas muy atractivas, las experiencias impresionantes. Lo importante está a nuestro alrededor, pero normalmente no lo vemos, porque no sabemos cómo buscarlo. Si te detienes a percibir, empezarás a hacerlo: una voz que llega desde el exterior de tu ventana, un pájaro que canta por encima del ruido del tráfico, la forma de las nubes, la calidad de la luz... Y tú, tú eres parte de este paisaje: un personaje importante en el desarrollo de la historia de este tiempo y lugar. En la película El club de los poetas muertos, el personaje de Robin Williams, el señor Keating, es una figura ejemplar para los chicos a los que da clase y para los millones de espectadores de la película. En un momento cumbre, Keating se sube a la mesa de despacho, para perplejidad de sus alumnos, y empieza a hablar: «¿Por qué estoy aquí? ¿Alguna respuesta...? [...] Estoy sobre la mesa para recordarme a mí mismo que debemos mirar constantemente las cosas de manera distinta. ¿Sabéis?, el mundo tiene un aspecto muy diferente desde aquí. ¿No me creéis? Venid a verlo por vosotros mismos. ¡Vamos, vamos!». Los chicos comienzan a subirse al escritorio. Keating se baja. «Justo cuando piensas que conoces algo, tienes que mirarlo de modo distinto. Aunque pueda parecer una tontería o un error, debes probar... Thoreau decía: "La mayor parte de los hombres viven una vida de silenciosa desesperación". ¡No te resignes! ¡Escapa!». 44

Además de elevarnos, como el señor Keating, tenemos también la opción de caer de rodillas. Desde ahí abajo, el mundo, de nuevo, resulta distinto. De vez en cuando recuerdo que mis hijos ven el mundo desde una perspectiva literalmente distinta. De modo que me pongo de rodillas y miro la mesa y las sillas gigantes, el techo que parece tan lejano, los picaportes que están fuera de alcance, y me maravillo de lo que supone ser como un niño pequeño de nuevo. Para los niños, el mundo tiene un aspecto distinto, y también la vida. A veces necesitamos ponernos de rodillas para ver el mundo que Dios ha hecho para nosotros. Está a nuestro alrededor, pero puede que hayamos olvidado el maravilloso aspecto que puede tener. La buena noticia es que no tenemos por qué. Vamos a partir, hagamos la maleta para un lugar en el que hay que creer para poder verlo. En marcha.

45

46

Vivir el cambio

«Salió un sembrador a sembrar. Y al sembrar, unas semillas cayeron a lo largo del camino; vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron en pedregal, donde no tenían mucha tierra, y brotaron enseguida por no tener hondura de tierra; pero en cuanto salió el sol se agostaron y, por no tener raíz, se secaron. Otras cayeron entre abrojos; crecieron los abrojos y las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta». Mateo 13,3-8 B IEN está despertar a una realidad más profunda y empezar a ver el mundo que te rodea desde una perspectiva nueva. Pero, a no ser que respondas creativamente y durante largo tiempo, permanecerás encerrado en un mundo de ideas, por hermosas que puedan ser. La espiritualidad consiste en mantener la tensión entre la contemplación (ser) y la acción (hacer). Tien de un puente entre ambas, aunque el paso de la contemplación a la acción nunca es unidireccional, sino que debería ser un flujo bidireccional perpetuo, un constante enriquecimiento de la una y la otra. Jesús era tremendamente realista a propósito del desafío que ha de afrontar quien quiere entrar en lo que él llama «el reino»: la vida tal como Dios pretende que sea. Jesús sabía que muchas personas oirían sus palabras, pero que no todas ellas responderían. De hecho, en la parábola del sembrador sólo una de las cuatro categorías de oyentes dio verdaderamente fruto. No es una proporción muy elevada. Desgraciadamente, muchos gurus y líderes religiosos especializados en «mente, cuerpo y espíritu» prometen una rápida solución consumista: iluminación instantánea para quien se encapriche de un poco de vida espiritual a la moda, si le apetece. Y, análogamente, muchas personas enfocan la espiritualidad como «consumidoras», como si fuera algo que debiera servirlas, en lugar de algo a lo que servir. Pero la espiritualidad 47

no consiste en leer el libro y conseguir la camiseta, sino que exige resolución para pasar del pensamiento acerca de la transformación a la vivencia de ésta. ¿Cuántos de nosotros prometemos que «pronto» nos pondremos a régimen, o dejaremos de fumar, o empezaremos a pasar más tiempo con nuestra familia, o haremos algo que verdaderamente nos cambie la vida, o...? Una cosa es saber lo que deberíamos hacer, y otra muy distinta hacerlo realidad. Y ésta es la razón de que el camino espiritual diste mucho de ser una opción «light» para nadie, porque exige valor - valor para mantener las convicciones - y compromiso. Puede que sea un camino sencillo, pero no siempre es fácil. Sabes que has experimentado momentos de despertar. Has comenzado a comprender lo que ocurre... La pregunta ahora es: ¿ Qué vas a hacer al respecto? Detente a pensar Así es cómo Jesús explicaba los diferentes tipos de terreno en su parábola. ¿A qué tipo perteneces tú: al 1, al 2, al 3 o al 4? 1.Si no comprendes el mensaje acerca del reino de Dios, eres como la semilla que cae en el camino, y los pájaros se la comen. 2.El pedregal es como la persona que escucha y recibe el mensaje con alegría, pero la semilla no puede echar raíces, y por eso se mustia cuando llega el primer desafío. 3.Los abrojos representan «las preocupaciones de la vida» y «la seducción de las riquezas», que sofocan el crecimiento de la semilla. 4.El terreno bueno representa a quien escucha y comprende y «produce una cosecha...». Cambios Recuerda las palabras del señor Keating en el último capítulo de El club de los poetas muertos: «Decía Thoreau: "La mayor parte de los hombres viven una vida de silenciosa desesperación". ¡No te resignes! ¡Escapa!». Después de haberse subido a la mesa y mostrado a los alumnos que no hay que seguir viendo el mundo de la misma antigua manera, Keating no dijo a la clase que se marchara, sino que les mandó escribir un poema. A veces, la elaboración de una respuesta creativa ante una nueva idea puede 48

intimidar, en especial si esa idea es profundamente cuestionadora. Pero debes responder; de lo contrario, las semillas de despertar caerán en pedregal o entre abrojos y se las comerán los pájaros o las sofocará la maleza. Actuar es crucial, aunque el primer acto que realices sea simple, simbólico o muy pequeño, porque te mostrará que puede hacerse. Supone dar un primer paso. Y demuestra que un pequeño acto de cambio puede ser lo más liberador que hayas hecho en tu vida. Como decía Gandhi: «Debemos ser el cambio que queremos ver» en el mundo. ¡Cambia una cosa! Cada Año Nuevo, la mayoría pensamos en «propósitos»: cosas que planeamos cambiar en nosotros, dada la oportunidad que supone cada 1 de enero para un nuevo comienzo. Algo en nosotros responde al desafío de dejar la pizarra limpia y empezar de nuevo. De alguna manera resulta atrayente. Sin embargo, ¿cuántos de nosotros se las arreglan para transformar una resolución en una acción sostenible? Para mediados de enero hemos dejado de ir al gimnasio o empezado a «picotear» de nuevo (o cualquier otra cosa), y puede resultar desalentador sentirnos como si no pudiéramos llevar a cabo el cambio que desearíamos. Una conocida cadena farmacéutica del Reino Unido realizó un año una intrigante campaña de «marketing» con el lema «¡Cambia una cosa!». En la misma época, su página web decía: «La mayoría perdemos motivación, y normalmente por las mismas razones: apuntamos demasiado alto, no tenemos bastante apoyo y no lo planeamos o preparamos debidamente». Y es muy probable que tuviera razón. Cuando se trata de embarcarse en un itinerario espiritual con el fin de ser más plenamente humanos, resulta tentador soñar «a lo grande», y es bueno querer cambiar el mundo. Pero ninguno de nosotros puede cambiar el mundo por sí solo; y el cambio sólo llegará cuando empecemos a demostrar en nuestra vida sus beneficios positivos. Por tanto, debemos cambiar primero nuestro propio mundo. ¿No es mejor comenzar por poco - y cambiar algo - que soñar tan a lo grande que no cambiemos nada? Malcom Gladwell, autor del «bestseller» The Tipping Point, habla de la capacidad de hacer pequeños cambios en nuestra vida (que pueden llevar muy rápidamente a grandes cambios en la sociedad): «La virtud de una epidemia, después de todo, es que para que se inicie no hace falta más que un pequeño insumo, y puede extenderse muy deprisa». Gladwell emplea la magnífica analogía de la lluvia convirtiéndose en nieve. Sólo ocasionalmente podemos encontrarnos con la sorpresa de que una llovizna desagradable y constante se torne blanca y nos encontremos disfrutando de una nevada. Las 49

condiciones, por supuesto, tienen que ser las adecuadas. «Casi no había cambiado nada - recuerda Gladwell de una de esas ocasiones - y, sin embargo - y esto fue lo sorprendente - había cambiado todo. La lluvia se había convertido en algo totalmente distinto: ¡nieve! En lo profundo de nuestro corazón, todos somos gradualistas y nos guiamos en nuestras expectativas por el paso continuo del tiempo. Pero cuando se llega a un momento clave de cambio, lo inesperado se vuelve esperado, y el cambio radical es más que posible. Es lo contrario de todas nuestras expectativas: una certeza»'. En nuestro itinerario espiritual llegamos al punto de partida. Los despertares que recibimos comienzan a sumarse; las condiciones se hacen favorables, y un pequeño cambio puede suponer una gran diferencia. La lluvia puede convertirse en nieve. Si has llegado al punto de partida espiritual, es como si la temperatura exterior fuera de un grado centígrado y comenzase a descender. Detente a pensar Reflexiona sobre los nuevos modos de ver y los despertares que has experimentado y que examinamos en los dos primeros capítulos. Es probable que hayan provocado una reacción en ti, en lo más profundo de tu interior, un deseo de cambiar una cosa. Podría ser concreta o podría ser más general. Pero ahora considera qué cambio en tu vida, pequeño pero sostenible, podría contribuir a transformar tu lluvia en nieve. ¿Adónde te encaminas? Si consideras el «cambio» como un elemento de tu itinerario, entonces las palabras de John Whitmore tienen aquí un misterioso sentido: «Si no cambiamos de dirección, es muy probable que terminemos allí adonde nos encaminamos». ¿Adónde te encaminas si no cambias de dirección? De la misma manera que sólo es preciso un grado de cambio en la temperatura para cambiar el tiempo, también es precisa solamente una ligera presión en el timón para cambiar la trayectoria del barco. Dar pequeños frutos Un antiguo compañero mío, Mark Greene, director del London Institute for Contemporary Christianity, tiene una expresión magnífica para el cambio a pequeña escala que puede suponer una gran diferencia tanto para ti como para el mundo que te rodea. Lo llama «dar pequeños frutos». Lo que quizá sea un modo de hacer inventario y aprovisionarte de aliento para tu itinerario, un modo de ver la diferencia que tu itinerario está suponiendo. 50

Pero ¿qué clase de fruto deseas dar? Es importante reflexionar al respecto, dado que cada «cambio» que haces no es necesaria o automáticamente positivo. El buscador espiritual que decide que necesita retirarse de las realidades cotidianas de este mundo se arriesga a aislarse de la «vida» real, de modo que necesitamos preguntarnos constantemente si los despertares y las nuevas perspectivas que estamos obteniendo se traducen en resultados positivos en la vida de cada día. La persona que acaba pasando todo su tiempo en contemplación, por ejemplo, puede terminar apartándose de relaciones que merecen atención; la contemplación - el ser - debe mantenerse en tensión con el hacer y debe, por tanto, renovar y revitalizar positivamente tus relaciones. Se puede dar fruto de muchas formas: amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, autocontrol... Si realizas un cambio que dé este «fruto», estarás orientado a cambiar el destino al que te encaminabas. Los pequeños frutos crean un cambio a gran escala Recuerda las palabras de Gladwell acerca de la creación de una epidemia con un pequeño esfuerzo: «La virtud de una epidemia... es que para que se inicie no hace falta más que un pequeño insumo, y puede extenderse muy deprisa». Mi ex-colega Mark solía pasar camino del trabajo en Londres por delante de una cabina telefónica plagada de tarjetas de prostitutas. Todas contenían imágenes inadecuadas para ser expuestas en lugares públicos y que nadie querría que vieran sus hijos. Mark se preguntaba qué podía hacer él para detener aquella marea, y se sentía impotente. Había en Londres centenares de tales cabinas telefónicas, y el trabajo de un solo hombre no bastaría para limpiar las calles. Pero él sabía que tenía que hacer algo si quería vivir a la altura de sus convicciones, de manera que adoptó esa cabina, y cada mañana, al ir al trabajo, quitaba todas las tarjetas. Por la tarde, la cabina estaba llena de nuevo, así que las eliminaba otra vez cuando iba camino de su casa. Y se empezó a extender la noticia de su proceder, especialmente cuando fue atacado por una de las personas encargadas de poner las tarjetas en la cabina. El periódico The Independent informó de sus acciones, y el Ayuntamiento de Westminster apoyó su iniciativa. Como informó The Independent: «La concejala de Westminster Kit Malthouse ha dicho: "Si la gente se echa a la calle para limpiarlas [las cabinas telefónicas], el gobierno se sentirá avergonzado y hará algo al respecto"». Todos podemos sentirnos frustrados por no ser capaces de cambiar el mundo; pero si admitimos que no podemos y tratamos de estrechar los lazos con cuantos nos rodean centrándonos cada uno en un pequeño cambio, juntos sí podemos ser capaces de abarcar el mundo.

51

El cambio sólo puede tener lugar en el presente (así que deja de pensar en cambiar el pasado o el futuro) Es la idea más simple, pero quizá una de las más profundas y más difíciles de asimilar: no puedes suscitar el cambio en el pasado ni en el futuro, sino únicamente en el presente. En próximos capítulos consideraremos con mayor detenimiento el arte de estar más plenamente «presente al presente», porque se trata de una parte importante de ser más «inteligente espiritualmente». Pero por el momento considera esto: ¿cuánto tiempo pasas (y pierdes) pensando en cambiar cosas que has hecho en el pasado o anhelando un cambio para una fecha futura, cuando (por ejemplo) puedas tener un nuevo trabajo, o ganar a la lotería, o conocer a alguien especial, o empezar realmente a vivir la vida como te gustaría vivirla? La mayoría de nosotros no somos capaces de comprender lo que significa vivir en el presente, pero sí podemos empezar a cambiar esta situación haciendo que el cambio se produzca ya. El hombre que se promete a sí mismo que dejará de fumar mañana vivirá perpetuamente en un estado de negación, porque ese mañana, por supuesto, no llegará nunca. La mujer que querría poder retroceder en el tiempo y girar a la izquierda en lugar de a la derecha en una encrucijada de su vida, vive también en un estado de negación perpetua, porque, a diferencia del héroe británico de ciencia ficción Doctor Who, nosotros no podemos viajar a través del tiempo. Nosotros sólo podemos hacer algo con nuestra vida en el aquí y ahora. Tenemos que traducir en acción nuestros despertares hoy; de lo contrario, nunca echarán raíces. Comienza a actuar Anteriormente en este capítulo hablábamos de una cosa que te gustaría cambiar, después de haber reflexionado sobre el modo en que estás empezando a ver el mundo de una manera nueva. Ahora no te limites a decidirte a conseguir que ese pequeño cambio se produzca: empieza de inmediato. Trata de efectuar ese cambio hoy. Ve y hazlo ya. Instrumentos para ayudarte Aunque «escribir un diario» puede ser algo que dejaste de hacer en el colegio, el arte de escribir un diario puede contribuir a salvar la distancia entre la contemplación y la ac ción. En primer lugar, te ayuda a recordar los momentos de despertar que has experimentado y tu nuevo modo de ver el mundo. En segundo lugar, te ayuda a pensar acerca de esos momentos de manera más plena y creativa. Y, en tercer lugar, te ofrece la oportunidad de cuestionarte a ti mismo y exigirte responsabilidades.

52

Iniciar un diario es un ejemplo de cómo efectuar un pequeño cambio. Claro está que consiste en reflexionar; no obstante, es una acción, y una acción que te exigirá poco esfuerzo si escribes un poco cada día (o cada semana). Un diario te hará ver enseguida de dónde vienes y te ayudará a reflejar cómo has respondido creativa y decisivamente a tu despertar espiritual. En el capítulo 1 sugería yo un ejercicio llamado «La vida en un día», en el que reflexionabas sobre cómo los más mínimos actos, repetidos cada día, ayudan a determinar tu «modo» de vivir. Puede que te apetezca volver ahora sobre ese ejercicio y considerar un acto extra que, con el paso del tiempo, te ayude a cambiar tanto la dirección de tu vida como (lo que es más importante) el modo de llegar a ello. Puede que consista simplemente en que decidas sonreír al conductor del autobús y decirle «hola». Estas pequeñas acciones se irán sumando y tendrán un efecto positivo y acumulativo, no sólo en ti, sino en cuantos te rodean. En última instancia, no te haces más inteligente espiritualmente haciendo un montón de cosas nuevas y tratando de probarte que eres diferente, sino que, tratando de actuar sobre una pequeña área que hayas percibido al despertar a una nueva posibilidad, comenzarás a mover tu persona y a los demás en un nuevo espacio. El objetivo es vivir de manera activa, no pasiva: tomando buenas decisiones, sirviendo a los demás con un amor desinteresado e incidiendo en tu entorno de la manera en que, en tu más hondo interior, sabes que te gustaría incidir. La vida consiste en ser y hacer. Y consiste también en crecer; crecer siendo la persona que fuiste creada para ser. No siempre se nota de la noche a la mañana que has cambiado: si estás adelgazando, por ejemplo, no notarás el cambio de inmediato. Pero si decides dejar de «picotear» hoy y empiezas a ir al trabajo andando, en lugar de ir en coche, no tardará mucho en llegar el momento en que alguien te diga: «Vaya, tienes un aspecto distinto, ¿qué ha sucedido?». Y ése es el punto en que tu lluvia se tornará en nieve.

53

54

Transmitirlo

«El amor se propaga». The Stone Roses HEMOS llegado así al final del primer tramo de nuestro itinerario. Hemos buscado nuevos despertares, hemos tratado de ver el mundo a través de unos ojos nuevos y hemos preguntado cómo empezar a vivir el cambio que nos gustaría que se produjera. El paso final implica «transmitir» lo que hemos experimentado. Pero vamos a dejar las cosas claras desde el principio: este icono, la flecha, no implica tratar de cambiar a otras personas. Ni implica tampoco que sea preciso «convertirlas» espiritualmente a tu modo de pensar. De hecho, es justamente lo contrario. Lo que este icono implica es hacer partícipes a los demás de la emoción del desarrollo de tu propio itinerario y transmitirles los beneficios del cambio que has experimentado; los be neficios de estar más plenamente presente, de ser más curioso y consciente, más compasivo y más servicial con relación a cuantos te rodean. Implica dejar atrás tus presupuestos y prejuicios, suspender el juicio con respecto a los demás, ver, más allá de su retrato-robot, quiénes son realmente, recibir la vida como un don y compartir el tesoro de tu evolución con ellos. ¿Por qué transmitir nada? La vida en el siglo XXI no carece de desafíos. Sabemos bien cuáles son: pobreza global y enorme desigualdad; el cambio climático, que pende sobre nosotros como una oscura nube de humo; y aun cuando en Occidente poseemos muchísima más riqueza material que la mayor parte del resto del mundo, sufrimos depresión, adicciones, miedo al terrorismo, inestabilidad económica y una apatía que nos paraliza, como si hubiéramos olvidado por qué estamos aquí y adónde estamos destinados a ir. 55

Ha pasado el tiempo (si es que alguna vez fue tiempo) de la actitud «primero yo», que se ha hecho tan prevalente en nuestra cultura de consumismo rampante. Ya no es momento de alzar el puente levadizo y aislarnos de quienes son distintos de nosotros, o pobres, o se oponen a nuestro modo de vida. Ya no es momento de acaparar para nosotros, sino de orientarnos en el sentido de una vida generosa. La vida buena (con suma frecuencia interpretada egoístamente como vida cómoda) debe ser reemplazada ya por una vida generosa, si queremos afrontar los enormes desafíos que nos plantea el mundo actual, tanto en cuanto individuos como en cuanto sociedad. La vida generosa implica compartir, pero no simplemente riquezas materiales. Si vamos a vivir de verdad generosamente, entonces debemos aprovechar la oportunidad de compartir cualesquiera buenas noticias a las que hayamos despertado, re lativas al modo en que puede vivirse realmente la vida en nuestra cultura frenéticamente acelerada. Al hacer uso de nuestra inteligencia espiritual innata, compartir será un modo de vivir: compartir la sabiduría para el itinerario, compartir historias, compartir la vida... Transmitir los beneficios, si lo prefieres. Como ya hemos dicho, no consiste en tratar de cambiar a los demás, sino en ejemplificar una transformación positiva en mí. Si mi mundo está empezando a cambiar a mejor, entonces empezaré a hacer mejor para cuantos entren en mi órbita el mundo que me rodea. Los acogeré en lugar de evitarlos; los abrazaré en lugar de ignorarlos. Seré hospitalario, tenderé los brazos y compartiré las riquezas vitales que comienzo a obtener. ¿Qué problema tienes? Desgraciadamente, una de las cosas más fáciles del mundo para nosotros es ver el problema que padecen los demás. Puedes elegir a cualquier persona que conozcas y detectar faltas en ella (salvo honrosas excepciones). Y sus defectos normalmente adquieren un enorme relieve cuando te hacen algo malo a ti: olvidar tu cumpleaños, irritarte, cortarte el paso en carretera... Pero no deberíamos centrarnos en detectar «la paja en el ojo ajeno», sino «la viga en el propio», como suele decirse. Porque, mientras nos centramos en otras personas, es peligrosamente fácil no percibir en qué nos estamos convirtiendo. Pensemos sobre ello un poco más antes de seguir adelante. El relato bíblico dice que una mujer fue sorprendida en adulterio, y las autoridades religiosas la llevaron ante Jesús para intentar hacerle caer en una trampa. La ley - le dijeron - dice que debe ser lapidada. «¿Qué dices tú? - le preguntaron. Jesús se tomó un tiempo, que a la mujer debió de parecerle una eternidad, para 56

responder a la pregunta. Dibujó una línea en la arena y dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra»'. Estoy seguro de que se habría oído caer un alfiler, así como unas cuantas piedras. Su respuesta pone todo patas arriba. Este relato, después de todo, no es acerca de la mujer, sino acerca de nuestras reacciones ante ella o ante las personas como ella. Aparta a la mujer del centro de atención y nos pone firmemente en él a nosotros, los que estamos mirando. Poco a poco, la multitud se fue dispersando, comprendiendo que no estaban en posición de arrojar piedras a otros cuando ellos mismos eran merecedores de juicio. ¿Cómo reaccionamos nosotros cuando oímos hablar de un pederasta convicto o vemos a alguien actuando antisocialmente en la calle o, en general, haciendo algo que nosotros pensamos que no haríamos? Ciertamente, lo más fácil es juzgarlos, lo que nos hace sentirnos mejores, porque mientras otros estén en el error, nosotros podemos estar en la verdad. Tal actitud se traduce en el modo de ver a las demás personas, y punto. Si hemos visto alguna vez los programas televisivos del estilo del de Jerry Springer - a menudo con familias pobres que han experimentado crisis en sus relaciones-, es muy probable que subconscientemente nos hayamos sentido mejor. Casi seguro que hemos pensado: «Gracias a Dios, no somos como ellos». De hecho, incluso es difícil no caminar por la calle en actitud de juicio - escrutando el sentido de la moda de la gente, su atractivo, su posición o clase social, el comportamiento de sus hijos, etcétera - y no comparar a las personas que vemos con nosotros. Pero «no juzguéis y no seréis juzgados», dijo Jesús. Preocúpate por ti y por lo que debes hacer para encontrar el camino estrecho que lleva a la vida. Ahí es donde debes emplear tu energía. (Lo cual no equivale a decir que miremos a otro lado cuando les sucedan cosas malas a otras personas, ni que nos lavemos las manos cuando haya leyes que estén siendo violadas, claro está; lo que estamos considerando aquí es nuestra actitud de juicio, que nos deja a nosotros a salvo, aunque trate de crucificar a otros). Detente a pensar Podemos emplear positivamente los momentos en que sentimos alzarse nuestra actitud de juicio (y se nos eriza el cabello) para hacernos conscientes de nuestra reacción ante los demás; por ejemplo, al leer la noticia de un acto terrible. Piensa en una ocasión reciente en que hayas tenido conocimiento de alguna «mala noticia». Puedes haber leído 57

un texto en la prensa describiendo a alguien como un «monstruo», por ejemplo. ¿Qué pensaste acerca de esa persona? ¿Por qué reaccionaste del modo en que lo hiciste? ¿Qué emociones suscitó en ti la historia? ¿Puedes aprender algo acerca de ti a partir de tu reacción? Imagina ahora que te encuentras entre la multitud que llevó ante Jesús a la mujer sorprendida en adulterio. Piensa en esa mujer que ha cometido un delito a ojos de la ley. Pregúntate cómo se sentiría. ¿Cómo habrías reaccionado tú al oír decir a Jesús: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra»? Si te hubieras encontrado entre la multitud, ¿cómo le contarías lo ocurrido a un amigo que no hubiera estado allí? Alíviate de cargas Cuando empezamos a experimentar una sensación de transformación - aunque hasta ahora no hayamos cambiado más que una sola cosa-, es vital permanecer humildes y no juzgar. La tentación que naturalmente sentimos es pensar mejor de nosotros mismos, dado que disfrutamos una sensación personal de progreso, y tratar de imponer ese cambio concreto a los demás. ¿Cuántos ex-fumadores no van por ahí reprendiendo a los demás por encender un cigarrillo?; ¿cuántos nuevos miembros de un gimnasio no se dedican a decir a otros que deben ponerse en forma? Unos cuantos, sin duda alguna... El desafío que se nos plantea consiste en mantener los pequeños grados de cambio que podemos haber experimentado y acceder suave y confiadamente a un modo de ser completamente nuevo, permitiendo que la transformación que los demás puedan percibir en nosotros sea la que hable, en lugar de hablar nosotros al respecto. La buena noticia es que nuestra carga, entonces, debe aliviarse: ya no estaremos preocupados por «la paja en el ojo ajeno». Nos veremos liberados del peso de querer que cambien los demás (aunque no de la carga de su bienestar, que es algo muy distinto). Podremos movernos con mayor ligereza sabiendo que no tenemos que preocuparnos más que por una sola persona: cada uno de nosotros. Lo cual no equivale a decir que carezcamos de comprensión o compasión por aquellas personas a las que vemos clamando por ayuda en su vida. A medida que progresemos, tendremos mucha más sabiduría que compartir cuando seamos invitados a hacerlo. Pero, por el momento, simplemente nuestra presencia con los que nos necesitan comenzará a tener un efecto positivo e inspirador. La paz que (por ejemplo) nos proporciona el hecho de vivir con un poco más de calma, ser un poco más reflexivos y estar algo más centrados en nuestro itinerario 58

contemplativo se transmitirá de manera natural y ayudará incluso a cambiar la atmósfera en el lugar en que nos encontremos. ¿Cuántas personas que te rodean parecen constantemente presionadas, inestables y estresadas? En otro tiempo, puede que tú te hubieras dejado llevar por tales circunstancias y que hubieras permitido que te arrastrase la marea del estrés, sumándote a la sensación colectiva de locura. Pero ahora puede que notes cómo te mantienes un poco más firme, respirando con mayor profundidad y permitiendo que se difunda una sensación más profunda de tu presencia y tu enraizamiento. Esto tendrá efectos, no lo dudes. Y no sólo porque las personas noten un cambio en ti, sino porque también notarán cómo tu presencia produce un efecto en ellas. Porque no podemos evitar incidir en el mundo que nos rodea; la cuestión es siempre cómo queremos hacerlo. Comienza a actuar Prueba a hacer un ejercicio muy sencillo. La próxima vez que entres en una habitación, asegúrate de sonreír y observa la reacción de quienes se encuentran allí; trata de ver el efecto que produce en ellos. Nuestra presencia es contagiosa, aunque pensemos que somos insignificantes y que carecemos de importancia. No es así: tu presencia es sagrada. Si, por el contrario, entras en la habitación con el ceño fruncido, ¿qué crees que sucederá? Si cambiamos la atmósfera de una habitación simplemente sonriendo o frunciendo el ceño, ¡cuánto más no podremos comenzar a incidir positivamente y de manera más profunda en las personas con las que trabajamos o vivimos, gracias al cambio que estamos experimentando...! Sal y luz En su famoso «Sermón de la montaña», Jesús puso patas arriba la sabiduría heredada al decir que los pobres, los humildes, los pacíficos y «los que lloran» tienen más posibilidades de ver y experimentar a Dios. «Vosotros sois la sal de la tierra... Vosotros sois la luz del mundo», decía alentándolos. La sal no va por ahí diciéndole a la gente lo que tiene que hacer. La luz no anda por ahí con un palo para golpear a los demás. La sal preserva y añade sabor; la luz ilumina; simplemente, «es».

59

Tu presencia junto a los demás - ya sea directamente, en el trabajo o en el ocio, ya sea indirectamente al desarrollar tu vida en tu comunidad local - puede tener un efecto profundamente significativo; puede que mucho más significativo de lo que tú piensas. El psicólogo y escritor Oliver James coincide con que pequeñas, humildes y positivas bolsas de humanidad en las comunidades son el equivalente de la sal y la luz de las que hablaba Jesús. «La gente espiritual y ética contagia silenciosamente a todos los demás me dijo en cierta ocasión durante una entrevista-. Eso es lo que realmente me interesa, la idea de que un pequeño número de personas de una comunidad pueda mantener sanas a todas las demás». Personalmente, esto me dio ánimos. Puede que las personas «buenas» tengan un efecto desproporcionadamente positivo en la cultura que las rodea, aunque no se den cuenta de ello (y puede que, sobre todo, si no se dan cuenta). «Eso pienso yo, sí», replicó. James prosiguió diciendo que, en su opinión, esas personas eran «las que parecen ver a través del sinsentido de la vi da moderna y tienen un buen sentido del yo sin ser egocéntricas ni narcisistas. Guían con su ejemplo siendo alegres, pero no jugando con la gente; auténticas, no sinceras; vivaces, en lugar de hiperactivas». Es una descripción muy útil. Héroes a la espera Si todo esto suena demasiado pasivo para tu gusto, puedes verlo de otro modo. El catedrático emérito de psicología de la Universidad de Stanford, Philip Zimbardo, escribió en un intrigante artículo en el diario The Guardian que, mientras la mayor parte de la gente «se conforma, claudica y sucumbe» al negativo poder de muchas situaciones sociales, «siempre hay algunos que se niegan y resisten». Y considera que es su orientación la que cuenta: esas personas aspiran a recorrer un camino diferente y responden debidamente cuando son llamadas a hacerlo. Aunque algunas situaciones desencadenan en muchas personas lo que él llama una «imaginación hostil», Zimbardo mantiene que suscitan la «imaginación heroica» de unas cuantas. «Debemos enseñar a la gente a pensar en sí misma como "héroes a la espera", dispuestos a realizar acciones heroicas en una situación concreta que puede que sólo se dé una vez en toda su vida». Esto nos ayuda a comprender el modo exteriormente positivo en que podemos expresar los pequeños grados de cambio que tienen lugar en nosotros. Cuando vamos estando más sintonizados espiritualmente con quienes somos y con el modo en que 60

podemos actuar de manera distinta, estamos mejor preparados para responder positivamente en tiempos de crisis, de necesidad o de dificultad. Somos, pues, héroes normales y corrientes a la espera, no porque tengamos superpoderes ni porque tratemos de cambiar el mundo de acuerdo con nuestro mo do de verlo ahora, sino porque algo en lo más profundo de nosotros nos mantiene listos para que, cuando seamos llamados, hagamos la opción debida, o tendamos la mano, o respaldemos lo bueno, o actuemos con abnegación. Se trata de un proceso dinámico de autoentrega que no es preceptivo. Vivir confiadamente Los seres humanos tendemos a compararnos constantemente unos con otros, o bien positivamente (cuando juzgamos a la gente de acuerdo con nuestros criterios «más excelsos» o «superiores», como ya hemos visto), o bien negativamente (cuando nos juzgamos a nosotros mismos a la luz de los demás y nos consideramos deficientes). En ambos casos, nos liberamos cuando dejamos de hacerlo. Nos liberamos de juzgar a los demás; pero nos liberamos también de juzgarnos a nosotros mismos negativamente de acuerdo con los criterios de un mundo que no es como es debido. La liberación funciona en ambos sentidos. Cuando empezamos a vivir con más confianza en nosotros mismos, dejamos de agobiarnos prestando constantemente atención al modo en que actúan los demás y a lo que pensarán de nosotros, y nos liberamos para ser mucho más plenamente las personas que en un principio fuimos destinadas a ser. Y entonces es cuando nuestra presencia se hace sentir de manera más positiva. No obstante, esto no sucede de la noche a la mañana. No nos engañemos: se trata de una batalla diaria - una batalla espiritual, si se prefiere - para ser el cambio, como decía Gandhi, no para predicar el cambio ni para forzar el cambio ni para juzgar a los demás por no cambiar tan rápidamente como tú. Difundir el amor ¿Cómo pensar más positivamente en transmitir la sabiduría que recibimos al recurrir cada vez más a la fuente espiritual de nuestro ser? Merece la pena reflexionar sobre cómo se «transmite» algo, antes de seguir profundizando en nuestro itinerario ¡cónico. Ya hemos reflexionado sobre el hecho de que, nos guste o no, incidimos positiva o negativamente en el mundo que nos rodea. Somos seres relacionales, y todo cuanto hacemos y somos fluye a través de nuestras relaciones. Un ceño fruncido es contagioso; una sonrisa también lo es. Una presencia frenética incrementa el estrés; una presencia tranquila y confiada aporta paz. 61

Un modo generoso de pensar acerca de «transmitir» los beneficios de nuestra transformación es disponerse a compartirlos. Podemos compartir los beneficios del cambio en nuestro yo con cuantos nos rodean mediante la generosidad, la amabilidad, la humildad, la sencillez, la visión, la calma, la presencia, el servicio... Podemos compartir nuestra persona con los demás tanto demostrándoles en quién nos hemos convertido como entregándonos a nosotros mismos, compartiendo con quienes nos necesitan más, en lugar de tratar de obtener algo de ellos. Esta orientación nos lleva constantemente hacia el objetivo de nuestro itinerario, que es el amor. El impulso de la mayoría de las formas de sabiduría espiritual es éste: amar a Dios y amar al prójimo, incluso al enemigo. Cuando comenzamos a despertar a un nuevo paradigma, vemos que crecemos sanamente no viviendo en el temor, la inseguridad o la comparación constante, sino confiando en el amor desinteresado a Dios y a los demás. Por eso, si queremos difundir algo, difundamos amorosamente un contagio positivo de esperanza. La historia que empezamos a vivir a través de nuestra vida es la de un amor que no puede sino entregarse. Cuando despertamos a mayores posibilidades vitales, cuando vemos el mundo con ojos nuevos y vivimos el cambio creativamente, no podemos sino dar fruto y compartir el fruto de ese amor con los demás. Asir suavemente todo cuanto importa En la película American Beauty, el protagonista, Lester, un hombre de cuarenta y tres años, emprende una transformación: de marido triste y hombre aburrido y esclavizado por el trabajo, a una persona que ha recordado quién es realmente y quién quería ser. Al final de la película lo matan, y, por trágico que esto pueda ser, la escena final se cierra con su voz reflexionando sobre lo que ha aprendido durante el último año de su vida: la naturaleza inaprehensible de la belleza. «Es difícil estar enfadado cuando hay tanta belleza en el mundo - dice Lester-. A veces tengo la sensación de estar viéndola toda de golpe, y es demasiada. El corazón se me llena como un globo a punto de estallar... Entonces me acuerdo de relajarme y dejo de tratar de aferrarme a ella, y fluye a través de mí como la lluvia, y no puedo sentir más que gratitud por cada momento singular de mi estúpida y pequeña vida...». Es un final profundamente conmovedor. Y nos recuerda que, cuando tratas de aferrarte a las mejores cosas para ti mismo, no puedes hacerlo. Tienes que dejarlas pasar de alguna manera, que fluyan a través de ti y de cuantos te rodean. Nadie puede embotellar la belleza de una puesta de sol; eso es algo que está fuera de nuestro alcance, pues una puesta de sol es demasiado hermosa incluso para ser descrita. Nadie puede 62

destilar la esencia de un momento de intimidad con la persona amada, ni el nacimiento de un niño, ni el olor de la hierba re cién cortada, ni la visión del océano... Estas experiencias sólo pueden fluir a través de nosotros como lluvia. Ésta es la postura que debemos adoptar cuando tratamos de llegar a las partes más profundas de nuestra vida, cuando intentamos tender un puente entre nuestro hacer y nuestro ser, cuando probamos a abrir la inteligencia espiritual y tratar de llegar a otros en el proceso. Tratamos de florecer más plenamente como criaturas humanas, creadas no para juzgar ni para acaparar las mejores cosas de la vida, sino para formar verdaderamente parte de una visión que está desplegándose ante nosotros: la de la belleza de cada día, la belleza de la vida ordinaria. Y esta perspectiva será un don para todos cuantos entren en contacto contigo. Detente a pensar Un salmo judío habla de la persona que «medita» los caminos del Señor, que pasa mucho tiempo contemplando quién es en relación con Dios y, cabría añadir, con la creación de Dios, con la belleza, con el amor. Hacer esto exige una seria perseverancia: dedicar tiempo del horario cotidiano a renovar nuestro «hacer» reflexionando sobre nuestro «ser». Pero éste es el resultado: «Será como árbol plantado entre acequias, da su fruto en sazón, su fronda no se agosta» 3. Dedica unos minutos a reflexionar sobre lo que podría significar para ti y para las personas que te rodean el que estuvieras arraigado de este modo. Pregúntate lo que significa que tu fronda no se agoste y que des fruto en sazón: ¿quién se beneficiaría del fruto en sazón de tu vida?; ¿a qué sabría ese fruto?; ¿qué significa ser como un árbol plantado entre acequias?

63

64

EL FALSO YO

65

66

Despertar

«Nadie ha visto el mundo como yo ni ha sentido las cosas que yo he sentido... Esto tiene su importancia». Douglas Coupland' FNALIZAMOS el capítulo anterior reflexionando sobre la naturaleza inaprehensible de la belleza y la idea de que, si queremos transmitir los beneficios de cualquier transformación personal obtenida a base de alimentar nuestra inteligencia espiritual, entonces éstos deben fluir a través de nosotros como la lluvia, no ser acaparados ni utilizados como medida para compararnos favorablemente con los demás. Pasemos ahora al segundo nivel del itinerario, y nos encontraremos de vuelta al principio: considerando el arte de despertar, pero desde una perspectiva más profunda. ¿Y qué lugar mejor para empezar que seguir pensando acerca de la belleza? Porque es nuestro despertar a la belleza que nos rodea lo que nos pone en contacto con esos lugares más profundos de nuestro interior. Es imposible explicar por qué nos sentimos conmovidos en extremo en las ocasiones en que nos hallamos ante un paisaje, un sabor, un olor, un roce o un sonido verdaderamente sublime; pero así ocurre. Esos momentos evocan un anhelo que hay en nosotros: tiran de nosotros, nos arrastran, nos conducen a un ámbito diferente, y durante unos breves instantes el mundo exterior e interior a nosotros se ve transformado en algo verdaderamente distinto. Detente a pensar Antes de proseguir, piensa en alguna ocasión en que te sintieras verdaderamente conmovido, emocional o espiritualmente. ¿Qué te llevó a sentirte así? ¿Cómo te sentiste y cómo reaccionaste? ¿Cuánto tiempo pasó antes de que el momento se «diluyera»? ¿Por qué no pudiste seguir experimentando el gozo de ese momento? 67

La belleza es un don El autor espiritual John Eldredge dice que «no debemos tener miedo a abandonarnos totalmente a ese momento. La experiencia de la belleza es única con respecto a todos los demás placeres, en el sentido de que no hay en ella un aspecto posesivo. El hecho de adorar un paisaje no significa que haya que adquirir el terreno... Basta simplemente con contemplar la flor; no hay en mí nada que quiera consumirla». Y prosigue: «La belleza es lo más próximo a la plenitud sin posesión que tenemos a este lado de la eternidad. Puede que por eso sea tan sanadora: la belleza es puro don. Contribuye a nuestro desprendimiento»2. La experiencia de la belleza nos despierta profundamente, a pesar de que, si tratamos de aferrarla con demasiada fuerza (o nos sentimos confundidos por nuestra incapacidad para aferrarla), se nos deslizará entre los dedos. La belleza nos recuerda que las mejores cosas de la vida no pueden ser poseídas; únicamente pueden ser experimentadas, admiradas y compartidas. Podemos, pues, deducir que la «posesión» no es el objetivo de la vida; la respuesta espiritualmente inteligente ante la belleza consiste en reflexionar acerca de por qué no necesitamos poseer las grandes cosas para formar parte de ellas. Nuestra fuente de identidad última no brota de nuestra visión del mundo capitalista dominante, que nos dice que necesitamos comprar y consumir para ser quienes verdaderamente somos. En lo más profundo de nuestro interior, algo nos susurra la auténtica alternativa: que es en nuestra desnudez, en nuestro yo despojado de todo, donde estamos más plenamente abiertos a las posibilidades de llegar a ser la persona que nacimos para ser. Como dice Eldredge, «la belleza es un don». Comenzamos a ser más plenamente humanos cuando dejamos de intentar con tanto empeño comprar el camino hacia la felicidad, o incluso alcanzarla, y en lugar de ello abrazamos la humildad y la desnudez que necesitamos, a fin de recibir como un don gratuito lo mejor que el universo tiene que ofrecernos. En el evangelio de Mateo, Jesús invita a sus seguidores a «observar los lirios del campo, cómo crecen». No fue un comentario improvisado para ilustrar sus palabras, sino un mandato que hay que tomarse en serio: «Observad la belleza de una flor»... y dejad que os hable. Aceptadla como un don, como una oportunidad de despertar. «No se fatigan, ni hilan - prosiguió-. Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos»3. Es asombroso cómo nos las arreglamos para cerrar los ojos a la continua bendición de la naturaleza como don, un don que nos rodea por todas partes. No se trata 68

meramente de que una sencilla flor sea simplemente bella, ni de que un río que corre sea tranquilo, ni de que un mar embravecido sea sobrecogedor; el don de una visión o experiencia semejante habla de nuestra conexión con la creación y de la generosidad de su Creador. Esto nos invita a cada paso a detenernos, moderar el ritmo, centrarnos, reflexionar, recibir y ser transformados por una belleza que no está a nuestro vacilante alcance. Y «nos ayuda a desprendernos». Nadie - ni siquiera el jeque más rico ni la supermodelo más atractiva - puede igualarse en belleza a las flores por lo que lleva puesto; de manera que ¿por qué debemos luchar con todas nuestras fuerzas por ser externamente hermosos cuando no dejamos de irradiar una clase de belleza muy distinta: la belleza del modo en que fuimos hechos? En el capítulo 7 pensaremos específicamente en cómo comenzar a «desprendernos». La clave para desprenderse es dejar que las cosas buenas fluyan, como la lluvia, a través de nuestra vida. Por ahora, es importante simplemente observar que, si vamos a extender las lecciones de la naturaleza como don más allá de unos fugaces momentos de trascendencia, de hemos dejar que su inaprehensible esencia nos aconseje respecto del arte de aferrarnos con menos fuerza a las cosas de esta vida. Porque, en última instancia, tendremos que entregarlo todo en el mayor acto de desprendimiento: nuestra muerte. Comienza a actuar Emplea al menos quince minutos en el exterior reflexionando sobre la belleza de una flor o de algo hermosamente sencillo y sencillamente hermoso. Pregúntate qué te dice acerca de la vida. ¿Qué te enseña? ¿Cómo podrías introyectar lo que has aprendido en medio del ajetreo de la vida cotidiana sin aferrarte a ello desesperadamente? Un espacio para explorar Dios no está en ningún sitio. Dios está aquí y ahora. Precisamente el espacio más mínimo puede constituir una diferencia enorme en nuestra percepción del universo. Y a veces lo único que debemos hacer es conseguir un pequeño espacio para explorar esa intrigante tensión existente entre lo que no está «en ningún sitio» y, a la vez, está «aquí y ahora». Cuando comenzamos a despertar a la belleza que nos rodea, podemos sentir una conexión con algo, o Alguien, mayor que nosotros. La belleza nos habla de la bondad y de Dios. Como mínimo, nos recuerda que no cabe la menor duda de que en la vida hay más de lo que ven nuestros ojos; que en el universo hay un desconcertante misterio que 69

tiene la capaci dad de detenernos en seco y desafiarnos a recapitular, a repensar quiénes somos en relación con lo que vemos a nuestro alrededor. Esos momentos, sin embargo, suponen un tremendo contraste con la experiencia cotidiana que tenemos de la vida, que muchas veces parece excesivamente alejada de lo divino. Podemos ascender a la cumbre de la montaña en busca de una experiencia sublime; pero ¿qué sucede cuando tenemos que descender, una vez más, al valle que se encuentra debajo? Éste es el quid de cualquier despertar que sea de veras espiritualmente inteligente. Porque, en cierto sentido, es fácil estar a la altura del desafío de la belleza y dejarse cautivar por esos momentos fugaces y sublimes. Pero es más duro buscar y despertar a lo sagrado dentro de lo común y corriente, identificar la belleza en los lugares horribles del mundo, o en las rutinas mortalmente aburridas, o en los momentos en que nos sentimos hundidos. Porque en gran parte de nuestra vida puede realmente parecer que Dios no está en ningún sitio. El libro bíblico del Eclesiastés recoge ese sentimiento y lo analiza: «¡Vanidad de vanidades - dice el autor-, todo es vanidad!»4. El texto expresa lo que la mayoría de nosotros pensamos o sentimos en algún momento de nuestra vida. Ya se trate de la agonía de un amigo íntimo o, simplemente, de la monotonía de un trabajo o una rutina que no aportan nada positivo, a menudo puede experimentarse como si en la vida hubiera poco más que aburrimiento, dolor o pesar. Nuestros momentos más bajos pueden también, por el contrario, impulsarnos a despertar a la realidad, al hecho de que la vida en esta tierra no dura por siempre, que ninguno de nosotros es invencible, que debemos afrontar la cuestión de quiénes somos y adónde vamos si queremos ser más plenamente humanos. Y podemos emplear esos momentos para analizar la necesidad de mirar al exterior - a algo, o Alguien, que está más allá de nosotros-, a fin de contribuir a dar sentido a nuestro presente y esperanza a nuestro futuro. Pero puede que por ahora el secreto consista simplemente en habitar el pequeño espacio creado entre «Dios no está en ningún sitio» y «Dios está aquí y ahora». Se trata de una tensión creativa que no necesariamente precisa ser resuelta, sino meramente reconocida y habitada. Solemos tener mucho miedo al espacio, incluso a un espacio pequeño. Pero a veces debemos afrontarlo y aceptarlo. Detente a pensar ¿Qué expresión tienes naturalmente a hacer tuya: «Dios no está en ningún sitio» o «Dios 70

está aquí y ahora»? ¿Por qué? Piensa en los momentos en que has experimentado lo contrario. ¿Qué significa para ti ese pequeño «espacio»? ¿Cómo puedes utilizarlo para despertar a la realidad de Dios que no está en «ningún sitio» y está «aquí y ahora»? La vida como un todo La vida es sagrada, y cada momento precioso. Jack Kerouac5 Cuando proseguimos el itinerario que nos conduce a ser más plenamente humanos, la verdad a la que podemos despertar más poderosamente es que todo en la vida es espiritual. Dios no se limita a vivir en las iglesias o los templos, y nosotros no nos limitamos a experimentar la trascendencia cuando nos sentamos en la cumbre de la montaña. Debemos tratar de no ver nuestra vida como algo compartimentalizado o encajonado, si se prefiere, sino que, por el contrario, la vida es un camino continuo a través del trabajo, la familia, los amigos, la iglesia, los «hobbies», la política, la comunidad, todo... En definitiva, sólo se avanza paso a paso. La vida no importa en general, pero sí importa como un todo. En la cultura actual es muy fácil «ser» personas diferentes dentro de los numerosos entornos sociales en que nos encontramos. ¿Has sentido alguna vez el deseo de no ser un camaleón social que cambia para adaptarse a las diferentes personas con las que se encuentra? ¿Has experimentado ese momento horrible en que tus dos mundos entran en colisión cuando personas con las que actúas de un determinado modo se encuentran de repente con otras personas que conoces y con las que eres realmente muy distinto? ¿Por qué te sientes incómodo cuando se encuentran? Probablemente, porque temes que te descubran, que un grupo de amigos no te reconozca en ese entorno distinto. Claro que es perfectamente natural comportarse de modo distinto cuando estás con tus compañeros de trabajo que cuando estás con tus padres: pero si no hay en ti un punto central, si no hay esencia - si no hay alma, si lo prefieres-, entonces es muy poco probable que proporciones a los que te rodean el don de tu verdadera presencia. Estamos hablando de integridad, de que todas las partes de ti estén integradas en tu yo. Y normalmente quienes tienen integridad hacen que su presencia se haga sentir para bien en el mundo. Es magnífico conocer y ser conocido como lo que uno realmente es. Detente a pensar Si fueras a reunir juntas a personas de todos tus diferentes círculos sociales en una habitación, ¿qué les dirías acerca de quién eres, cómo actúas, qué clase de cosas dices, 71

cuáles son tus ambiciones, etcétera? De lo que les contases ¿qué te resultaría más incómodo? ¿A cuáles de tus amigos o colegas te daría más miedo presentar? ¿Cuáles son los primeros pasos que puedes dar para actuar con mayor integridad respecto de todas las personas que conoces? En ti hay más de lo que se percibe a simple vista Cuando hablamos de integridad, introducimos la idea de que tenemos potencial para ser «íntegros». Ahora bien, esto puede aludir a la integridad de un «puzzle» en el que todas las piezas están en su sitio y no falta ninguna. Esto, en sí mismo, es una buena cosa a la que despertar. Nosotros somos mente, cuerpo, alma y más..., y no hay ninguna parte de nosotros que sea más «yo» o «tú» que cualquier otra. Somos ecosistemas individuales, comunidades inauditas de células, tejidos, huesos, músculos, sangre, órganos, sentimientos, pensamientos, sentidos, deseos, alma, mente, espíritu... Puede que seas un brillante músico, o escritor, o bailarín, o secretario; pero eso, en última instancia, no es quien tú eres, es lo que haces. Puede que seas muy guapo, o no tanto; pero eso, en última instancia, tampoco es quien tú eres. Tu apariencia física no lo es todo. Puede que seas ciego o sordo, puede que estés tenso o relajado, puede que seas conocido y querido por lo bien que cocinas, o recriminado por ello; pero eso no es todo lo que hay en ti. Ten cuidado con permitir que los demás te etiqueten a ti o a sí mismos de acuerdo con los rasgos, talentos o tendencias más destacados de cada cual. Por lo tanto, estamos íntegros, como un «puzzle» completo. Pero ser íntegro implica también mucho más. Ser íntegro tiene que ver con el bienestar: estar en paz contigo mismo en cada situación en la que te encuentres (y no sentir incomodidad cuando los distintos mundos entren en colisión). Ser íntegro tiene que ver con la sanación: desprenderse de las viejas heridas y avanzar graciosamente hacia convertirte en la persona que fuiste destinado a ser. Ser íntegro tiene que ver con saber y comprender que has sido hecho íntegro y que no necesitas esforzarte como un loco para alcanzar la integridad, sino dejar de hacer esfuerzos y comenzar a ser. Ser íntegro tiene que ver con saber quién eres y actuar desde el centro mismo de tu ser con amor y en servicio a los demás. Analizaremos con mayor profundidad la idea de integridad en el capítulo 9, cuando reflexionemos acerca del despertar a las posibilidades de vida a partir de tu yo «íntegro». Por el momento, recordemos simplemente que en nuestro itinerario hacia una más plena humanidad nos encaminamos hacia la integridad. Pero antes de despertar a quienes somos, debemos despertar a quienes no somos. Y esto, de por sí, es un serio desafío. No eres un consumidor de este inundo (estás en comunión con él) 72

«Tú no eres tu trabajo. Tú no eres el dinero que tienes en el banco. Tú no eres el coche que conduces. Tú no eres el contenido de tu cartera. Tú no eres tu jodido uniforme». Tyler Durden, Fight Club Parece una gran verdad cuando ves escritas las palabras de Tyler Durden, el protagonista de Fight Club: tú no eres tu tra bajo - a Dios gracias-, por mucho que te presentes en función de lo que haces, no de quien eres, y saques una extraña sensación de orgullo de los aplausos (si haces algo interesante; también puedes, por el contrario, sentirte incómodo si no haces nada emocionante o fascinante para «ganarte la vida»). Pregúntate qué harías si mañana te despidieran: ¿cómo reaccionarías? ¿Hasta qué punto sería para ti una prueba? ¿Te sentirías humillado? ¿Hasta qué punto sería un desafío en el sentido profundo de quien eres realmente? Todo depende de lo que te hayas «aferrado» al modo en que tu trabajo contribuye a tu sentido de identidad, y de hasta qué punto valores la identidad que, de hecho, te otorga. Si te has identificado demasiado con tu lugar o papel en la vida, entonces, si lo pierdes, no te quedará nada más que quien realmente eres... Y todos necesitamos estar preparados para la eventualidad de ser despojados de todo por los avatares de la vida. Porque estamos siendo despojados, lo queramos o no. Como dice el propio Tyler en otro momento de la película: «Ésta es tu vida, y está finalizando minuto a minuto». Puede que leas estas palabras y asientas a ellas en teoría. Pero ¿eres capaz de decir realmente que tú no eres el dinero que tienes en el banco? ¿Hasta qué punto te sientes distinto respecto de ti mismo - o de los demás - cuando has (o han) acumulado una riqueza significativa, y viceversa? ¿No tratamos a los ricos de manera distinta, por si podemos sacar algo de ellos? ¿Y no nos sentimos más satisfechos cuando acabamos de recibir un aumento de sueldo o una bonificación? Es hora de que despertemos, no al hecho de que el dinero sea malo, sino al hecho de que «la raíz de todos los males es el afán de dinero», como al parecer decía el apóstol Pablo'. Es el hecho de «aferrarnos» a él -y a la sensación de identidad y valor que permitimos que nos otorgue - lo que es peligroso. Porque cuando miramos a otras personas y vemos su dinero, o su poder, o su posición social - en lugar de ver quiénes son-, entonces las juzgamos de acuerdo con ello, y normalmente tomamos decisiones rápidas acerca de lo que podemos conseguir de ellas (aunque no sea más que por asociación). Si nos juzgamos a nosotros mismos, entretanto, en función de nuestra adquisición de poder o de lo conocidos que somos, y si nos sentimos como si necesitásemos probarnos constantemente adquiriendo más o haciéndonos más famosos o ascendiendo más en la 73

escala social, entonces nos estamos confundiendo con alguien que no somos. Tú no eres el coche que conduces ni el coche que sueñas conducir. Tú no eres un Aston Martin ni un Mercedes ni un Ferrari... Claro que tu coche dice algo de ti; la cuestión es: ¿qué le dejas decir: «Necesito un coche para probar que soy realmente alguien»? Y tú no eres tu uniforme, las ropas que llevas ni el aspecto que tienes. Puede que pienses que puedes comprarte una identidad hecha en serie, y en cierto sentido todos estamos inmersos en el arte de la gestión de la imagen; pero las ropas que compramos nunca cubren verdaderamente nuestras inseguridades o incompetencias o miedos o fobias como una hoja de parra, ni harán nunca de nosotros la persona en que esperamos convertirnos. Pueden impresionar a otras personas que valoran en función de las apariencias externas, pero Dios mira el interior de la persona, no la etiqueta. Detente a pensar Recuerda que estamos hablando de despertar a la persona que no somos. ¿Qué apoyos utilizas para crear una identidad para ti en concreto? ¿Detrás de qué objeto te ocultas más: tu trabajo, tu dinero, tu coche, tus ropas, algo que has comprado...? ¿Quién tiene más que ganar mientras sigas creyendo en el mito de que necesitas ganar más o comprarte una identidad u obtener valía personal de tu posición social...? ¿Qué intereses profundos tiene esa persona o empresa o revista o programa de televisión...? ¿Qué sucedería si cambiaras el modo de verte a ti mismo? Si ésta realmente es «tu vida» y «está finalizando minuto a minuto», ¿cómo puedes madurar más eficazmente: acumulando cosas o desprendiéndote de ellas? ¿En qué punto dejas de aparentar y empiezas a vivir como la persona que realmente eres bajo todas las capas que has construido para defenderte? El arzobispo de Canterbury, Dr. Rowan Williams, escribió una profunda frase a propósito de este tema que analizaremos más adelante, en el próximo capítulo. Dijo Williams: «No somos consumidores de este mundo; estamos en comunión con él». Mientras los comerciantes, las multinacionales y los prestamistas (y todas las demás personas que obtienen el máximo beneficio del consumo de la cultura) te vean como un consumidor, no hay más que hablar; tu inteligencia espiritual innata te susurra algo distinto en lo más profundo de ti: «Yo no soy un objetivo de mercado», te dice. Y no, no lo eres, no lo eres y no lo eres.

74

Debemos evitar definirnos exclusivamente en función de lo que no somos. Pero ello es parte del proceso de ser despojado de todo a cada minuto que pasa. No estás en una competición (eres un cooperador) «Te faltan las agallas necesarias para afrontarlo, di adiós al modo en que has estado viviendo. No has comprendido nunca que estabas en el lado equivocado, y nadie va a ganar». Jarvis Cocker, «From A to 1» Desde el día en que nacemos se nos enseña a competir. La competitividad suele introyectársenos subconscientemente mediante unos padres orgullosos que alardean de lo pronto que su hijo ha empezado a andar o a hablar, o a leer y escribir, o de lo alto o inteligente que es, o de cuánto más educado y cuánto mejor se comporta que los niños del otro lado de la calle o de su clase o de su equipo, o que sus contrincantes... Crecemos aprendiendo a jugar el mismo viejo juego con las mismas viejas reglas: hay ganadores y perdedores, y es mejor que tú seas un ganador, porque el ganador se queda con el botín. Acuérdate de la vergüenza que te daba pensar en ser el último elegido para el equipo deportivo; perdedor. Y así es cómo empezamos (y terminamos) viendo el mundo a través del cristal de la victoria y la derrota, y aprendemos a tener miedo a suspender un examen o a ser «descubiertos» como perdedores o a ser dejados fuera del equipo o, simplemente, a ser impopulares. De modo que hacemos todo lo posible por asegurarnos de que nuestro disfraz no se estropee, ya sea engañando o pagando a otros por hacer nuestro trabajo o encubriendo la verdad o distrayendo la atención de la gente del fraude que en realidad creemos que somos... (¿Sabes que uno de los temores más corrientes entre los altos ejecutivos es el de ser «descubiertos»?). Y nuestras escrituras y textos sagrados nos dicen constantemente que el primero será el último, y el último será el primero; que debes perder tu vida a fin de ganarla. Es una sabiduría que lo trastoca todo; de hecho, la inteligencia espiritual exige que cuestiones el orden de todo, si estás dispuesto a escuchar atentamente la suave voz que resuena en tu corazón. Detente a pensar ¿Quiénes son los auténticos ganadores en la vida? No pienses necesariamente en la respuesta que se supone correcta; piensa en alguien a quien conozcas y que ejemplifique lo que significa verdaderamente ser un «ganador». 75

¿Cómo contribuyen los ganadores a redefinir la idea de lo que es ser un «ganador»? Cuando nos centramos en ganar, ¿qué sucede con nuestra actitud para con los «contrincantes» o «competidores»? ¿Quiénes son? ¿Quiénes son tus «competidores» y qué piensas de ellos? ¿Qué enemigos te has creado en tu mente al jugar al mismo viejo juego con las mismas viejas reglas? ¿Qué enemigos se ha creado tu empresa o tu cultura o tu país? ¿Cómo te afecta esto a ti y a tu enemigo? ¿Por qué decía Jesús: «Amad a vuestros enemigos»? ¿Quién dice quiénes son los ganadores y los perdedores, los amigos y los enemigos? ¿Qué se siente al ser un enemigo? ¿Qué se siente al ser un perdedor? Comienza a actuar Hemos nacido para competir; y cuando otros mueren, normalmente los juzgamos en función de cómo les ha ido en el juego de la vida. Juzgamos sus «éxitos» en función de sus logros, sus premios, sus distinciones, su riqueza, el tamaño de su casa, cómo hablan de ellos otras personas, etcétera. ¿Quieres ser recordado como alguien que jugó el mismo viejo juego con las mismas viejas reglas, aun cuando ello haga de ti un «ganador» a los ojos del mundo? De no ser así, ¿cómo te gustaría reescribir las reglas? ¿Cómo te gustaría cambiar el juego? Dedica un cierto tiempo a escribir tu obituario, lo que podría ser para ti un tiempo de profundo despertar; de manera que hazlo lentamente y bien. Incluso podrías tratar de escribirlo desde diferentes ángulos: •Trata de escribir acerca de la persona que no eres. •Trata de no escribir desde la perspectiva de ganador y perdedor, sino desde otra distinta. (¿Por qué debería estar la balanza del juicio entre las cosas que has logrado y la persona en que te has convertido?). •Trata de escribir lo que te gustaría que la gente leyera. •Trata de escribir lo que piensas que otros escribirán sobre ti. •Si sólo tuvieras espacio para un epitafio, no un obituario, ¿cuál sería?

76

Tú no eres una comparación (eres incomparable) En este apartado quiero volver a Oliver James. James me dijo que «los seres humanos pueden sentirse tentados por las formas satánicas de la estima social, del deseo de sentir que tienen pleno éxito en relación con sus semejantes, y que estas comparaciones pueden ser manipuladas de forma que resulten centrales para los objetivos personales». Esto es fuerte, pero fascinante: la «estima social» puede ser vista como una mala idea cuando nos obsesionamos por ella (y no como algo que debemos necesariamente aceptar como normal). Además, al compararnos con otros, nos hacemos vulnerables a la creencia de que el resultado de dicha comparación debe impulsar nuestra búsqueda básica de éxito en la vida. Esto es lo que James denomina «comparación social inadecuada», porque puede ser peligrosa y debilitadora. Lo crucial es preguntarte si tus motivos para desear ardientemente dinero o belleza o un status social elevado o fama (que en sí mismas son realidades «neutrales») son intrínsecos o extrínsecos. Los motivos intrínsecos son más espirituales e internos; los extrínsecos tienen que ver con la apariencia superficial de las cosas. James es un psicólogo infantil. «En los primeros seis años - dice - es muy posible que cuides a tus hijos de tal manera que sean extremadamente vulnerables a sentirse inseguros [al encararse con] todos los galardones sociales que hay a nuestro alrededor en la sociedad». Preparamos a nuestros hijos para compararse con cuantos los rodean. Y lo que aprendemos en la infancia lo llevamos adelante en la edad adulta. Nos comparamos constantemente con quienes nos rodean - nuestro aspecto, nuestras cosas, nuestra inteligencia, nuestra simpatía... - y constantemente nos encontramos deficientes. Descubrimos que queremos cada vez más para estar a la altura de los demás, para probar que tenemos lo que es preciso, para demostrar a un mundo que nos observa que tenemos exteriormente éxito en comparación con todos los demás. James, que dedicó tiempo a investigar los efectos de la comparación social inadecuada para sus libros Affluenza y Selfish Capitalism, veía un antídoto, no obstante. La noción espiritual intrínseca de quién eres y dónde buscas tu identidad puede tener grandes beneficios. «He de decir - confesaba James - que me quedaba realmente sorprendido una y otra vez al descubrir que la espiritualidad era un componente significativo (aunque no único) de la ayuda a la gente». Puede que esto se deba a que nuestra inteligencia espiritual nos diga que, si nos comparamos favorablemente con los demás, debemos saborear su status inferior, así 77

como exaltar el nuestro. En una cultura de comparación, necesitas a aquellos que se comparan menos favorablemente, a fin de verte (y ser visto por los demás) a una luz favorable. La comparación social extrínseca alimenta nuestra paranoia y nuestra inseguridad. Se fija en la superficie de las cosas y no nos hace profundizar en el ámbito de la celebración de nuestra singularidad incomparable como individuos, como personas interconectadas hechas a imagen de Dios. Muy distinto es, por supuesto, fijarse en el valor intrínseco de los demás y hacerse preguntas incisivas a la luz del modo de vivir de otras personas que nos inspiran. Debemos despertar a nuestros motivos para compararnos con los demás. Unos tienen que ver con ser guapos, parecer que tenemos éxito, aferrarnos a los atavíos externos; los otros tienen que ver con el crecimiento interior, el bienestar y el apartarnos de las cosas que nos estorban. Tú no eres tu ego Durante muchos años me ha intrigado e inquietado una frase del gran libro Generation X, de Douglas Coupland. Coupland escribió simplemente en mayúsculas al margen de uno de los capítulos: «TÚ NO ERES TU EGO». Cuando tratamos ahora de ver nuestro mundo con distintos ojos - sabiendo quiénes no somos-, esto es lo verdadera mente grande a lo que necesitamos despertar: no somos nuestro ego. Comenzamos este análisis concreto pensando acerca de lo que significa ser íntegro. Consideramos cómo ser íntegro puede implicar que todas las partes encajen como en un «puzzle», y que ser íntegro debe llevar a la salud, el bienestar, la sanación, la integridad, la espiritualidad: la «compleción». Uno de nuestros mayores peligros es confundir el parloteo incesante de nuestra mente con la persona que realmente somos. Empezamos el próximo capítulo preguntando qué significa ver el mundo, no desde la perspectiva singular de tu ego, sino desde otros lugares no descubiertos de dentro y de fuera de ti. Detente a pensar Por ahora, simplemente detente y observa qué hay en tu mente, aparte del contenido de este libro. ¿Qué otra cosa está recorriéndola en este preciso momento? Anota todo cuanto «te venga a la cabeza».

78

79

Ver de manera nueva

«La espiritualidad es un camino lleno de vida, un modo de vivir lleno de espíritu... El modo de vivir en sí es un camino, y cada momento del mismo es un momento sagrado y encierra una visión sagrada». Matthew Fox' EL arte de despertar y ver después el mundo a través de unos ojos nuevos consiste en hacerse consciente paso a paso. El proceso, por definición, no puede acelerarse. No sucede instantáneamente. No es algo que se pueda comprar listo para ser usado. Consiste, por el contrario, en detenerse para percibir las cosas y en sacar provecho de lo que se ha percibido. Cuando te haces más profundamente consciente, tu consciencia em pieza a cambiarte para bien a ti y a cuantos te rodean. Es así de sencillo. Recibimos regalos de despertar todos los días de nuestra vida, pero la mayoría se quedan sin abrir. ¿Cuántas veces has experimentado algo especial - un momento de éxtasis, un libro o una película profundamente conmovedores, una conversación sumamente interesante, una extraña coincidencia, la sonrisa de un niño...-, pero lo has dejado pasar sin una reflexión seria? A menudo se debe, o bien a que estamos demasiado ocupados, o bien, como ahora consideraremos, a que nuestra mente está demasiado activa para insertarnos con pleno sentido en el ritmo de lo que se está desarrollando en un nivel más profundo. De manera que, cuando despiertes, trata de percibir lo que te está sucediendo. Anótalo. Reflexiona sobre ello. Intenta no dejar pasar el momento. Empezarás a detectar esos regalos de despertar en lugares por los que previamente pasabas con los ojos cerrados. Comenzarás a pasar por esos mismos lugares con los ojos abiertos de par en par. Y así damos el paso a ver con ojos nuevos, que es el segundo nivel del itinerario. ¿Cómo empezarás a ver el mundo que te rodea de manera nueva después de haber reflexionado sobre lo que no eres? 80

Debemos empezar donde lo dejamos: con el ego. Tú no eres tu ego, continuación Es bastante sencillo, y no hay necesidad de confundir nuestra reflexión actual sobre el ego con teorías complejas y difíciles. Eso supondría entrar en conflicto al tratar de magnificar las cosas, que es lo que el ego nos ruega que hagamos diariamente. Aquí reside la esencia de algo que me gustaría que me hubieran dicho cuando estaba creciendo. Vivimos en «estado de naturaleza caída». La Biblia enseña que la relación de la humanidad con Dios se vio fracturada, dislocada, como también ocurrió con nuestra relación con los demás, con el planeta y con nosotros mismos. De la cuna a la tumba, experimentamos variados niveles de dolor, frustración, fragmentación, miedo, sinsentido, enfermedad y muerte. A veces podemos protegernos de las manifestaciones más físicas de nuestra «naturaleza caída», en especial en Occidente. No obstante, nuestra vida puede parecer a menudo una lucha; una lucha, en concreto, para obtener sentido e identidad de lo que podemos experimentar como un conjunto de circunstancias crueles, sin sentido o fortuitas que se desarrollan en torno a nosotros y que conspiran contra nosotros. Puede que luchemos simplemente para levantarnos de la cama por la mañana con ánimo suficiente, para dirigirnos resueltamente al trabajo, para amar lo que hacemos y para hacerlo con todo nuestro corazón, para aprovechar al máximo el tiempo en lo que quiera que hagamos, para tratar a la gente como nos gustaría ser tratados, para ser amables y perdonar contra todo pronóstico, para exudar creatividad e innovación, para vivir en paz con nosotros mismos, para estar plenamente presentes a nuestros amigos y familiares... La vida puede ser una lucha cuando no eres tú quien la controla. Todo está en la mente Entonces, ¿quién la controla? Puede que te sorprendas. Nuestra mente es uno de nuestros mejores medios defensivos en este mundo «caído». Subconscientemente, trata de crear para nosotros un sentido de la identidad que nos proteja como una armadura y utiliza apoyos para conformar una historia que tenga sentido a partir de lo que ocurre a nuestro alrededor. La mente es una herramienta valiosa y esencial, por supuesto, y cuando se utiliza debidamente es vital para nuestro bienestar. Pero cuando es manejada - o manejada en exceso, para ser más precisos - por nuestra percepción del dolor y el miedo, puede resultarnos casi imposible relajarla.

81

Y es cuando empezamos a confundir el comentario incesante de nuestra cabeza nuestro ego - con quienes somos realmente. El ego comenta, juzga, critica, planea, se niega a olvidar. Rara vez nos deja asentarnos en el momento presente, sino que, por el contrario, no deja de arrastrarnos al pasado o de tramar nuestro curso futuro, ya se trate de lo que vamos a hacer el fin de semana o de cómo vamos a poder pagar una casa más grande. Nuestro ego «se aferra» a las cosas que nos rodean; las posesiones son la opción más obvia, pero presta también atención al modo en que se aferra al orgullo, el prestigio, el poder...; toda clase de cosas que pueden crearte una identidad, haciendo un alguien de tu nadie concreto. Éste eres tú, te dice. Eres lo que posees, lo que has logrado; eres tus heridas del pasado (limítate a esperar que llegue el momento de la venganza), así como las cosas buenas que la gente ha dicho de ti, que te hacen sentir que mereces la pena. El ego crea armas de ataque y de defensa. Atrincherado en el modo de supervivencia, trata de defenderte y ataca la reputación o la capacidad o la trayectoria de cuantos te rodean. «Tú eres mejor que esa persona», te dirá. «Míralos... ¡Mira lo que están haciendo! La verdad es que...». Eckhart Tolle dice que «puedes dar por hecho que virtualmente todas las personas a las que conoces o con las que con las que entras en contacto viven en un estado de temor. Sólo varía la intensidad del mismo, que fluctúa entre la ansiedad y el terror en un extremo de la escala, y un vago desasosiego y una sensación de amenaza distante en el otro. La mayor parte de la gente no se hace consciente de ello mientras no adquiere una de sus formas más agudas»2. Recuerda que estamos hablando de ver con ojos nuevos: ver a cuantos nos rodean de manera nueva, como personas que - al igual que nosotros - tienen miedo y se ven impulsadas por su mecanismo de defensa egocéntrico. Estamos hablando de ver quiénes somos realmente y de comprender de modo más profundo y consciente que no somos la voz que parlotea incesantemente en nuestra cabeza, sino algo mucho mayor. Prestar atención a la música interior Recuerdo los tiempos en que yo tocaba en un grupo de rock. Teníamos que llegar al lugar del concierto alrededor de las cinco de la tarde, y normalmente había otros tres o cuatro grupos en cartel. Todos los grupos llegábamos más o menos al mismo tiempo y teníamos que esperar juntos mientras se instalaba el equipo y cada grupo hacía sus pruebas de sonido. A su modo, era un ritual terrorífico. Estabas a punto de salir al escenario e interpretar 82

tus propias canciones ante un auditorio desconocido y los grupos rivales. Y ésta es precisamente la clase de situación en que el ego desempeña sus funciones más eficazmente. Cuando oía a los otros haciendo sus pruebas de sonido, escuchaba una voz dentro de mi cabeza (que normalmente trasladaba a gran velocidad a mis compañeros de grupo) diciendo: «No son tan buenos como nosotros. No tienen canciones. No están bien coordinados. Mirad cómo van vestidos. Somos mejores que ellos». Y yo presumía, adoptando un personaje para poder soportar la presión, tratando de parecer más sereno de lo que real mente estaba. El grupo mismo me proporcionaba una sensación de identidad que yo valoraba mucho y de la que podía alardear y que no deseaba perder nunca. Aquello me permitía creer que era especial, que estaba aparte, que captaba la atención, que tenía talento, que era alguien. (¿Y quién sabe? Puede incluso que al utilizar este ejemplo en este libro esté subconscientemente tratando todavía de probar mi valía al lector de algún modo, dando a entender que seguramente soy como se supone que debo ser: moderno y culturalmente al día, porque estuve en un grupo que tocaba en conciertos muy buenos en Londres...). En aquella época, si hubiera tenido más seguridad personal y mayor generosidad de espíritu, habría sido capaz de apagar esa voz interior, relajarme, respirar profundamente y tocar lo mejor posible. Tal como eran las cosas, era duro. Y era también una vergüenza. Quiero decir que no podía disfrutar verdaderamente de aquellas noches como habría debido, con el espíritu de cooperación y comunión que la música debería realmente haber conllevado. El ejemplo continúa: nuestro objetivo era firmar con alguna compañía discográfica; conseguir un buen contrato y ser «reconocidos». Los ensayos eran medios destinados a un fin: coordinarnos aún mejor para que los conciertos fueran excelentes y dignos de unos profesionales. Y los conciertos eran los medios para el fin de firmar un contrato. Observábamos constantemente para ver si los contactos de la «industria» se habían presentado; nos contrariaban los pequeños errores; nos hacía polvo que no acudiera bastante gente a vernos; estábamos irritables los unos con los otros, sabedores de que teníamos que tocar bien para darnos la oportunidad de alcanzar el éxito, y nos poníamos tensos y es probable que cometiéramos más errores de los que, de no estarlo, habríamos cometido... Cuando llegamos a una edad en la que éramos demasiado mayores para firmar un contrato como grupo, renunciamos a tratar de impresionar, dejamos el ego a un lado y ¿quién lo iba a decir? - comenzamos a disfrutar realmente. Veíamos los ensayos como una oportunidad de experimentar, hacer amigos y reavivarnos; los conciertos se convirtieron en una oportunidad de escuchar otra música, ver a viejos amigos, tocar desde el corazón y continuar una tradición de música «folk» que nunca se concibió en 83

relación con la fama, las limusinas, la adulación o las grabaciones. Fue una revelación: nos relajamos, renunciamos a nuestra vana ambición y descubrimos algo infinitamente más valioso que un contrato con una discográfica, algo que había estado allí siempre, pero que no nos habíamos permitido reconocer y experimentar. Detente a pensar ¿Cuándo responde tu ego más claramente a un estado de miedo creciente? ¿Hay alguna situación concreta en la que te encuentres repetidamente respondiendo directamente desde el ego defensivo? ¿Qué clase de cosas terminas diciendo o pensando? La mayor parte de nosotros desarrollamos nuestras propias armas de defensa y ataque. Recuerdo a un profesor mío particularmente inseguro que utilizaba una temible combinación de humor sarcástico y frases incomprensibles en latín para afirmar su supremacía sobre la clase. Estaba movido por el miedo y decidido a hacer que le temiéramos (¿ves cómo se transmite?). Nunca sabías cuando te iba a criticar severamente o a hacer que te sintieras completamente idiota o simplemente desconcertado por palabras que nunca antes habías oído. Nuestras armas se hacen más obvias cuando estamos bajo presión. Pero las empleamos continuamente de modos sutiles. Puede que el lector las haya estado usando sin saber siquiera lo que ha estado haciendo. (Ésta es la razón de que despertar, hacerse más consciente, sea de por sí un acto sagrado de maduración, amor y entrega). ¿Denigras a la gente mediante la burla? ¿Empleas insultos para humillar a las personas? ¿Te identificas con numerosos actos de atención a los demás mientras que nadie se preocupa por ti? ¿Diriges una empresa recurriendo al temor y tratas de imponer la obediencia con la amenaza del castigo o la pérdida de la categoría laboral o el despido? ¿Estás tan decidido a probar tu valía ante tus padres o amigos o detractores que no dejas ni por un instante de reflexionar sobre lo que te gustaría alcanzar en la vida? La voz que hay en nuestra cabeza no parece detenerse ni un momento de la mañana a la noche. Y si nos despertamos por la noche, es incluso más difícil de silenciar; parece más aguda, llenándonos de preocupaciones acerca del mañana o regodeándose en las cosas que la gente nos ha dicho para herirnos hoy, rememorando momentos del día que generan una sensación de identidad u orgullo heridos... ¿Por qué las cosas parecen siempre peor por la noche? Puede que sea porque nos llega la voz pura del ego con todo su dolor y su miedo. Sentimos en nuestro cuerpo el estrés y la tensión, las emociones negativas, incluso simplemente la sensación de ser impulsados una y otra y otra vez hacia el éxito. El 84

cuerpo manifiesta nuestras emociones, que, en su mayor parte, son generadas por el ego en respuesta a los acontecimientos que se desarrollan a nuestro alrededor. Comienza a sentir Detente un momento y percibe cómo te sientes. ¿Tienes la mandíbula relajada o tensa? ¿Y qué sucede con tus hombros? ¿Cómo está tu cuerpo? ¿Cuáles son los puntos de tensión? ¿Cuál es tu posición habitual? ¿Rechinas los dientes por la noche? Intenta relajar el cuerpo y percibir la diferencia. Limítate a notarlo durante un rato. Detente a pensar Es vital empezar a reconocer esa voz. No es tan difícil, digámoslo honradamente, pero sí es duro recordar que el ego está tan activo. Empieza por percibir lo que dice y con cuánta frecuencia lo hace. En el próximo capítulo haremos algo de esto. Pero podría venirte bien pensar acerca de lo que las palabras, frases y reacciones revelan de tu ego: miedo al fracaso, a no ser reconocido, a perder, a ser dejado atrás, a ser insignificante, a no complacer a tu padre o a tu madre, a equivocarte... Este sentido del yo - que deriva de manera exclusiva de la mente y se manifiesta como emociones en nuestro cuerpo - podemos denominarlo «falso yo». No es la imagen completa de quienes somos, sino meramente la parte que recibe casi toda nuestra atención. No es nuestra totalidad, ni nuestra atención a su incesante parloteo nos lleva a la plenitud. «Estás aislado del Ser en tanto tu mente acapare toda tu atención - dice Tolle-. Cuando esto sucede - y a la mayor parte de la gente le sucede continuamente-, no estás en tu cuerpo. La mente absorbe toda tu consciencia y la transforma en materia mental. No puedes dejar de pensar. »El pensamiento compulsivo se ha convertido en una enfermedad colectiva prosigue Tolle-. Todo tu sentido de quien eres deriva entonces de tu actividad mental. Tu identidad, dado que ya no está arraigada en el Ser, se hace vulnerable y se convierte en una construcción mental siempre necesitada que crea el miedo como emoción subyacente predominante. Lo único que entonces importa verdaderamente falta en tu vida: la consciencia de tu yo profundo, tu realidad invisible e indestructible»3. Estás en comunión y en cooperación; y eres incomparable Cuando empezamos a vernos a una nueva luz, podemos vislumbrar nuevos modos de ser y de llegar a ser la persona que fuimos creados para ser. En una cultura consumista, el 85

ego intentará crear una identidad a partir de las cosas que compramos o poseemos. Pero si te ves a ti mismo fundamentalmente a esta luz, como consumidor, finalmente serás consumido - por la codicia, la insatisfacción y la comparación constante con quienes te rodean-; si, por el contrario, te ves a ti mismo en comunión - con Dios, contigo mismo, con el planeta y con los demás-, entonces beberás de una fuente de valores muy distinta. No necesitas verte en competición perpetua, sino en cooperación, una cooperación que es el aspecto exterior de la comunión; si la comunión es ser, la cooperación es hacer juntos. No necesitas compararte extrínsecamente con los demás; tú eres tú, cosa que no todo el mundo sabe. Puedes, como es natural, querer compararte intrínsecamente: ser inspirado por esos grandes hombres y mujeres que han marcado positiva mente el mundo y a quienes admiras; pero trata siempre de comprender y celebrar tu identidad única. Esencial y básicamente, tienes lo que se precisa. No necesitas recurrir a los demás en busca de validación; lo más probable, en cualquier caso, es que ellos te juzguen desde su propio ego. Recuerda que fuiste hecho para ser incomparable, así que renuncia a intentar compararte y empieza a disfrutar de ser tú. Plenamente en comunión La integridad consiste en estar conectado, o reconectado, con los demás, con Dios, con el planeta y contigo mismo. Y por eso permanecemos incompletos si pensamos que nuestro itinerario hacia la integridad ha hemos de recorrerlo en solitario. Permanecemos incompletos si creemos que todas las respuestas se encuentran enteramente en nosotros mismos. Y también permanecemos incompletos si vemos a las personas que nos rodean en términos de ganadores y perdedores, uno de nosotros o «uno de ellos», y todo cuanto nos rodea como si tuviera precio y pudiera ser comprado o vendido. Cuando nos vamos haciendo más conscientes de nuestro ego, nuestra perspectiva debe necesariamente empezar a cambiar: el mundo no gira a nuestro alrededor (aunque somos una parte vital de nuestro mundo, naturalmente), y debemos empezar a hacer los ajustes precisos. Es posible ver las cosas de manera distinta. No podemos seguir viendo a las personas como recursos humanos de los que usar (y abusar), como cosas o como competidores. Si únicamente estamos interesados en lo que los demás pueden hacer por nosotros, o en lo que pueden darnos, o en cómo pueden apoyarnos, entonces no progresaremos hacia la integridad. Necesitamos el oxígeno de la comunión con los demás. Individualmente, estamos hechos de piezas que encajan como en un «puzzle»: 86

mente, cuerpo, espíritu, etcétera. Pero somos también una pieza completa de un «puzzle» mucho mayor. El apóstol Pablo se refiere al «cuerpo», que es una imagen de conjunto mucho mejor. Cuando estamos en comunión con los demás, estamos conectados orgánicamente; si una parte duele, el resto lo sabe; si falta una parte, el conjunto está incompleto; y ninguna parte es más o menos importante, destaque o no en el conjunto. Detente a pensar ¿Cómo ves a las personas que forman parte de tu vida? ¿Tiendes a dar o a tomar de ellas? ¿Hay algunas personas de las que tiendas a «tomar» más que de otras? ¿Hay algunas a las que termines «dándoles» continuamente? ¿Quisiste conocer a algunas personas porque podrían resultarte «útiles» a largo plazo? Dedica unos cuantos minutos a una auditoría social: anota los nombres de tus familiares y amigos y pregúntate quién se beneficia más y quién menos de tu presencia. ¿Hay algunas personas con las que puedas necesitar volver a ponerte en contacto y tratar de darles más de ti? ¿Hay personas que sientes que te están desecando, a las que tal vez convendría que las animases a hablar menos de sí mismas y se tomaran un interés más activo en ti? Piensa en algunas personas a las que necesites darles de ti y decídete a ponerte en contacto con ellas. Piensa en algunas personas que se entreguen generosamente a ti. Sé agradecido con ellas. El «yo» antes que el ego Nuestra identidad se configura en relación con las personas que conocemos. Pero cuando intentamos trascender nuestro ego, no debemos perder de vista quiénes somos en relación con esas otras personas. No desaparecemos simplemente porque estemos tratando de ser más completos. Las personas que han reflexionado profundamente sobre quiénes son realmente tienen en sí una fuerza y una presencia que les permite dar de sí mismas (en lugar de tomar constantemente de otras) sin perder nunca su fuerza ni su identidad. En lugar de convertirse en las personas que los demás quieren que sean, saben en 87

quiénes se están convirtiendo, en relación con Dios, consigo mismas, con los demás y con el planeta, y son capaces de relacionarse con los demás con un amor desinteresado. Como dice Mike Riddell: «El amor procede del autoconocimento. Sólo cuando nos conocemos de verdad a nosotros mismos, somos libres para entregarnos a los demás. Y cuando esto sucede, descubrimos que podemos dar sin perder nada... Cuando el amor procede de la integridad, actúa en libertad y generosamente. Vemos a nuestros semejantes, no como medios de satisfacer nuestras necesidades, sino como seres amados»4. Y el poeta Kahlil Gibran escribe:

5. GIBRAN, K., The Prophet, Oneworld, Oxford 1998, p. 23 (trad. cast.: El profeta, José J. de Olañeta Editor, Palma de Mallorca 2008). Yo no estoy aparte de ti; soy parte de ti. Somos uno, pero no lo mismo. La batalla diaria Tú no eres tu ego..., así que puedes imponerte a él. Éste es, probablemente, el mayor cambio en tu manera de verte a ti mismo que has experimentado nunca. Y precisará de una batalla diaria y de toda una vida imponiéndonos a él, luchando contra la voz de nuestro ego, la voz de nuestro enemigo (si le permitimos que se convierta en enemigo nuestro). Aquí es donde nos vemos inmersos en una batalla espiritual, que es una batalla 88

con nosotros mismos además de una batalla contra fuerzas que están más allá de nosotros. Día a día, pequeña batalla a pequeña batalla, aprendemos a ser guerreros espirituales con una alta causa por la que luchar y a la que servir. Y para que no nos sintamos confusos por las connotaciones agresivas de la palabra «guerrero», el sacerdote y escritor Matthew Fox explica muy oportunamente: «En mi opinión, la clave radica en comprender la distinción entre un guerrero y un soldado. Un veterano de Vietnam que a los diecisiete años se alistó como voluntario para ir a la guerra describe esto de manera elocuente: "Cuando estaba en el ejército, era un soldado. Era una marioneta que hacía lo que cualquiera me decía, aunque ello significara ir en contra de lo que mi corazón me decía que estaba bien. Yo no supe en absoluto lo que es ser un guerrero hasta que salí a la calle y marché junto a mis hermanos por algo en lo que realmente creía. Cuando encontré algo en lo que creer, un poder superior me encontró a mí". Dejó de ser un soldado y se convirtió en un guerrero cuando siguió las órdenes de su alma, no de su oficial; en su caso, esto significó protestar contra la guerra e ir a la cárcel por hacerlo. El maestro de meditación budista Chogyam Trungpa hablaba del "triste y tierno corazón del guerrero". El guerrero está en contacto con su corazón, con el gozo, la tristeza, la efusividad del mismo...». Y concluye: «el guerrero está tan en contacto con su corazón que puede entregárselo al mundo»6. Esto se convierte ahora en una vida plena de sentido. Estás accediendo a una vida de muchas pequeñas muertes, pero entonces tu vida está finalizando a cada instante. De manera que ha llegado el momento de emplear tu tiempo sabiamente y de luchar por algo en lo que creas. Ahora empezaremos a preguntar cómo.

89

90

Vivir el cambio

«Es muy difícil capitanear una carga de caballería si te sientes ridículo sobre un caballo... Adlai Ewing Stevenson, estadista norteamericano HA llegado el momento de dar algunos pequeños pasos en orden a «vivir» lo hasta ahora dicho en este nivel. Aquí es donde las cosas comienzan a ponerse serias, por así decirlo. Hemos reflexionado sobre el despertar a nuevas posibilidades de nivel 2 y sobre ver el mundo de manera distinta, como resultado. Pero si no capitalizamos estos movimientos al recorrer nuestro marco ¡cónico, entonces las ideas se quedarán en meras palabras en una página o encerradas en nuestra cabeza. Ésta es nuestra oportunidad de pasar a la acción, y recuerda que el cambio nunca tiene lugar ni en el pasado ni en el futuro, sino siempre en el presente. Hoy es el día de nuestra salvación. Piensa al respecto de la manera siguiente: cualquier gran persona a la que admires ha tenido que aprender a caminar, literal y metafóricamente, poniendo un pie tras otro y paso a paso. Esas personas no conseguido vivir una vida como es debido gracias a un esfuerzo hercúleo por mejorarse a sí mismas, sino que su vida está compuesta de pequeños actos viables de amor abnegado que constituyen la labor de toda una existencia. Sin embargo, el objetivo no es hacerse «grande»; nuestro itinerario no consiste tanto en «llegar» (en el sentido de «¡Vaya, lo has logrado!») cuanto en el Camino por el que se llega. De hecho, el Camino que recorres determinará adonde llegarás al final. Detente a pensar Piensa en un viaje en el que hayas participado, en una aventura épica que hayas emprendido - ya se trate de un viaje literal a través del tiempo y el espacio, o de un «viaje vital» o un «viaje del alma»-, en el que pasases por momentos significativos o de 91

prueba y salieras de ellos fortalecido. Reflexiona simplemente acerca de cómo te pusiste en marcha. ¿Cuáles fueron los primeros pasos que diste? ¿Cómo te sentiste al partir? Si te fijas en esos primeros pasos aislándolos del resto del viaje, ¿qué te parecen? ¿Habrías experimentado momentos emocionales o intensos a lo largo del Camino si no hubieras comenzado por ponerte en marcha? Lo que resulta difícil de «vivir» en este nivel es que tendrás que poner en práctica algo casi totalmente inédito en nuestra cultura y que exigirá mucha resolución, así como valor y de dicación. Pero éste es, a la vez, el viaje más difícil y más fácil en el que embarcarse. Las fuerzas del consumismo, la competitividad y la comparación se alinearán decididamente en tu contra. (Pero tú posees lo que es necesario para la batalla). Puede que tus amigos piensen que estás loco. (Pero ¿acaso te importa?). Y a la voz que hay en tu cabeza no le gustará nada en absoluto. Es tremendamente difícil e increíblemente fácil al mismo tiempo, porque tendrás que practicar... el no hacer nada, absolutamente nada. El paso de la contemplación a la acción no consiste en hacer frenéticamente más, sino en alinear el hacer con tu verdadero sentido del ser. El canal entre ambos es lo que cabría llamar «alma», y cuando prestemos mayor atención a esto, ese canal comenzará a clarificarse y ensancharse; nuestra inteligencia espiritual nos ayudará a fluir perfectamente entre ambos en un movimiento de ida y vuelta. Y el modo de alinear tu ser con tu hacer consiste en detenerte y salir de la matriz que has creado para ti y en torno a tu yo - de esa falsa realidad de la que hablamos en el capítulo 5, de todos tus apegos - y poner en práctica el ser tú mismo. Ya es hora, ¿no te parece? Detente a pensar Cuando sales de viaje, tienes que dejar cosas atrás. Piensa de nuevo en el viaje sobre el que has reflexionado un poco antes. ¿Qué tuviste que dejar atrás cuando partiste? ¿Qué descubriste que habías perdido cuando llegaste a tu destino? ¿Cuánto echaste de menos esas cosas al principio? ¿Cuánto las echas de menos ahora? ¿Qué has tenido que perder?

92

Es una pregunta importante. ¿Qué has tenido que perder por haberte desprendido de algunos de los apegos que creaban tu falso sentido del yo? En un nivel tienes un tremendo montón de cosas que perder, razón por la cual pocos de nosotros queremos realmente emprender este itinerario. Potencialmente, puedes necesitar desprenderte de muchas cosas a las que te has apegado profunda y equivocadamente. Es tiempo de dejar de estar definido por ellas. Debes reflexionar detenidamente sobre lo que tienes que perder si quieres comenzar a recuperar tu verdadera identidad, tu verdadero yo. Este proceso de distanciarse y desprenderse puede denominarse «arrepentimiento». Reflexionaremos más sobre ello antes de seguir adelante. Pero tómatelo pausada y seriamente, porque en su nivel más profundo tienes una identidad a la que renunciar: la imagen que tu ego ha creado por ti. La buena noticia (y esto va de buenas noticias, dicho sea de paso) es que en otro nivel, a medida que vayas desprendiéndote de esa imagen y de la voz que crea, descubrirás que no tienes nada que perder en absoluto, sino todo por ganar. Detente a pensar ¿Cómo te defines en este momento? ¿Qué «cosas» han llegado a definirte a lo largo de tu vida? ¿Cómo te describirían otras personas si les pidieran que lo hicieran, y cuántos de tus «apegos» - a posesiones, orgullo, poder, prestigio y desempeño de tu tarea identificarían como clave en cuanto a quién piensan que eres tú? Sé honrado: ¿a qué apegos te aferras con mayor fuerza cuando tratas de mostrar a otros quién eres tú? Podría tratarse de una antigua herida, o una posesión material, o un trabajo, o las alabanzas ajenas, como pensábamos en el capítulo 6. Dedica unos cuantos minutos simplemente a percatarte de estas cosas. Puede que te parezca bien anotarlas en un papel, arrugarlo con tu mano, mantener el puño cerrado unos momentos y después ir gradualmente abriendo la mano y dejarlo caer en una papelera (quizá para reciclarlo). Has visto imágenes de astronautas jugando a dejar las cosas flotar en el espacio - su cepillo de dientes, o un clip, o comida...-. Podrías preferir imaginar que estás aferrándote a tus apegos en el espacio, con gravedad cero. Despréndete de ellos suavemente y, con los ojos de tu mente, obsérvalos flotar tranquilamente mientras se alejan girando en el espacio. ¿Te has preguntado alguna vez de qué estás tratando de escapar?

93

Cuando permitimos que nuestra mente deje de trabajar de manera frenética, casi siempre sentimos alivio. Cuando nos tomamos una copa o dos, o nos deslizamos en el sueño, o nos centramos en una tarea, «desconectamos». Hablando positivamente, si llevamos intensamente nuestra mente a una tarea cautivadora, como pintar un cuadro o escalar una pared rocosa, somos arrastrados al momento presente y estamos absortos y vivos. El problema suele consistir en que nuestro escapismo no es particularmente positivo ni, en último término, aporta alivio. La voz vuelve, y así nos hacemos adictos a los métodos temporales de acallarla que descubrimos, como la bebida. La vida espiritual no es una forma más de escapismo, aunque muchas personas la traten como tal utilizándola como una droga - como la televisión - para matar el tiempo y distraerlas de la realidad, proporcionándoles una esperanza futura de es cape permanente. Pero la inteligencia espiritual, nuestra espiritualidad, no debe proporcionarnos un billete para salir de aquí; de hecho, debe proporcionárnoslo para todo lo contrario, para volver de inmediato, pero de modo que transforme nuestra manera de verlo todo. En la visión cristiana del mundo, la encarnación de Dios en la persona de Jesucristo apunta a abrazar la vida, no a escapar de ella. Como dice Eugene Peterson: «Dios se hizo carne y sangre y vino a nuestro vecindario». Al reconectar nuestro hacer con nuestro ser, podemos recordar cómo abrazar la realidad; podemos aprender a afrontarla decididamente, con silenciosa fuerza encarnada. En el corazón de la vida hay un profundo misterio, una tensión creativa que somos invitados a explorar, a fin de descubrir quiénes somos y cómo conectamos con el mundo que nos rodea: tenemos que renunciar a lo que pensamos que somos, a fin de descubrir quiénes hemos sido siempre. Tenemos que perder nuestra vida (como bien sabemos), a fin de encontrarla. Y sólo podemos hacerlo si nos concedemos espacio para recordar, es decir, para reconectar con la persona que fuimos creados para ser y para reconectar con el conjunto de la humanidad que fue creado en el principio. «En el principio - dice el libro del Génesis-, Dios creó al hombre y a la mujer, y vio que eran buenos». Tocar el vacío: perder la vida para ganar la vida ¿Por qué muchas personas que saben que se están muriendo - y han dejado de luchar por aferrarse a la vida - parecen sentir paz y liberación en sus días, meses o incluso años finales? Porque descubren que no tienen nada que perder, no queda nada falso a lo que aferrarse, y por eso pueden vivir más plenamente el momento. No tienen un futuro, propiamente dicho, que las distraiga del presente, de manera que todo se centra en el hoy. No hay apariencia, no hay un falso yo que complique las cosas. Todo adquiere la debida perspectiva, todo es alivio, si se prefiere. 94

No necesitamos hacer nada más, en este preciso momento, que caer en la cuenta de que todos vivimos la vida ante la faz de la muerte (nos guste o no). Cuanto más honrados logremos ser a este respecto - y a propósito del hecho de que, en última instancia, cuando partamos, no podremos llevarnos con nosotros el botín de nuestra competitividad o nuestro consumismo o nuestro afán de comparación-, tanto más podremos liberarnos en el presente de hoy. Como dice Ben Okri: «El miedo a la muerte reduce la perspectiva de la vida; la reduce y hace que todo lo vivo se contraiga. El miedo a la muerte hace que no merezca la pena vivir la vida. Hace de la vida una especie de muerte en vida»'. Sencillamente, esto no lo queremos. Desconectarse de la Matriz Neo, el personaje central de la película The Matrix, es un solitario que busca a un misterioso personaje llamado Morpheus (por el dios griego del sueño) y trata de averiguar la respuesta a esta pregunta: «¿Qué es la Matriz?». Morpheus entra en contacto con Neo justamente cuando los agentes de la Matriz se disponen a impedirle averiguar más. «Te diré por qué estás aquí - dice Morpheus-. Estás aquí porque sabes algo. No puedes explicarlo, pero lo sientes. Has percibido durante toda tu vida que algo va mal en el mundo. No sabes lo que es, pero está ahí, como una esquirla en tu mente que te está volviendo loco...». Y prosigue: «La Matriz está en todas partes, está a nuestro alrededor incluso ahora, en esta habitación. Puedes verla al abrir la ventana o al apagar la televisión. Puedes sentirla al ir al trabajo o a la iglesia y al pagar los impuestos. Es el mundo que ha sido situado sobre tus ojos para cegarte a la verdad». Morpheus explica que no puede decírsele a nadie lo que la Matriz es realmente: «Tienes que verlo por ti mismo». Y ofrece a Neo dos píldoras. La píldora roja responderá a la pregunta «¿Qué es la Matriz?» sacándole de ella; la píldora azul permite que la vida prosiga como antes. Como Neo elige la píldora roja, Morpheus le advierte: «Recuerda que lo único que te ofrezco es la verdad. Nada más». Nuestra inteligencia espiritual nos lleva a la verdad consistente en que la vida no es necesariamente lo que parece. Cuando empezamos a despertar, tenemos que optar: tomar la píldora azul y seguir adelante como antes, conectados a la misma vieja tecnología, las mismas viejas distracciones, la misma vieja conspiración para impedir que los humanos descubramos quiénes somos realmente. O podemos elegir la píldora roja.

95

Eres lo que suprimes Desgraciadamente, nosotros no tenemos la opción absoluta entre la píldora azul y la píldora roja (me pregunto qué escogerías tú). Pero, ciertamente, hay más modos de desconectarse de la Matriz. Por todas partes nos rodea un mundo que nos conecta a él y se niega a dejarnos llevar el ritmo de quienes somos realmente: anuncios que pasan como «flashes» ante nuestros ojos, teléfonos móviles que nos mantienen conectados permanentemente, ordenadores portátiles, televisores que emiten día y noche sin interrupción, compras todos los días de la semana... Comienza a actuar A fin de darte una oportunidad, debes concederte espacio. Aunque no sea, para comenzar, más que una hora, una tarde a la semana, apaga la televisión, descuelga el teléfono, apaga el móvil, apaga el reproductor de MP3... y prueba a ver qué sucede, como decíamos en el capítulo 1 al establecer la hipótesis de que se cortara la electricidad. Percibe la diferencia. No caigas en la tentación de recurrir a una revista, porque eso te llevará derecho de vuelta a la Matriz, con sus cientos de anuncios y artículos para llevar una vida sexual mejor o parecer más joven y sentirse mejor o reinventarse por enésima vez. Por el contrario, siéntate y escucha el silencio. Recuerda que esto no es escapismo, sino reconexión con la vida. Ni siquiera necesitas escapar de tu ego; lo que precisas es ir más allá de él, trascender el dominio exclusivo de la mente y acceder a la integridad que tú eres. De manera que ponte cómodo todo el tiempo que puedas resistir: veinte minutos, media hora, una hora incluso... y trata de sentarte en silencio. Cierra los ojos si te ayuda, o céntralos en un punto sin fijarte en nada específicamente. Concéntrate unos minutos en tu respiración. Esto te ayudará a centrarte en algo. Inspira y espira. Puede que desees pensar en inspirar bondad, o amor, o a Dios mismo, y espirar distracción. Por el momento, limítate simplemente a notar lo que sucede. Cuando te sientes tranquilamente de ese modo, es probable que tu ego entre en acción; es muy posible que empieces a pensar en todas las cosas que podrías estar haciendo en lugar de sentarte y no hacer nada. No te preocupes ni te sientas frustrado. Simplemente, observa que estás pensando esas cosas. Puede que incluso sonrías para tus adentros - «Aquí estoy de nuevo»-, pero deja ir a tus pensamientos, como el astronauta 96

en el espacio, sin dedicarles mayor atención. Puede incluso que te apetezca imaginar que estás en pie en la habitación, mirándote a ti mismo sentado en ella. ¿Qué es lo que ves? ¿Alguien tratando de serenarse?; ¿alguien que no puede desconectar?; ¿alguien que está disfrutando de tranquilidad? Observa, y deja después que tu observación se desvanezca. Eckhart Tolle denomina este proceso «observar al pensador»; cuando convocas tu «presencia testimonial» - dice Tolle-, te ves a ti mismo; pero ¿quién está observando? Tu presencia testimonial es tu verdadero yo, tu yo íntegro, observando al pensador o al falso yo. Has comenzado el proceso de distanciamiento, primero distanciándote del falso yo de la mente en constante parloteo. Trata de hacerte consciente de los sonidos en los que normalmente no repararías: coches, aviones, voces o trinos distantes... y permanece en calma. Inspira y espira. Relájate. Cuando serenes tu mente, puedes tratar también de hacerte más consciente del resto de tu cuerpo, porque la mente es parte de tu ser íntegro. Relaja las mandíbulas y la frente. Suelta los hombros. Siente el asiento bajo tu trasero; nota como están tus piernas conectando también con él. Siente el suelo bajo tus pies, y simplemente observa la conexión que tienes físicamente con el mundo que te rodea. Puede que ésta sea la primera vez que te has detenido así a prestarte atención a ti mismo. Y no me refiero a prestar atención a tu ego, porque ya llevas demasiado tiempo escuchándolo. Por el contrario, estás serenándote para hacerte consciente de tu auténtico tú, tu «tú tuyo» más profundo, tu verdadero yo. Tu yo encarnado, comunitario, cooperativo e incomparable, que ha estado siempre ahí, oculto. ¿Qué se siente? ¿Qué es lo que no has notado antes? Es probable que enseguida comiences a hacerte consciente de cosas que antes nunca habías detectado, de detalles que no habías notado. Te estás haciendo más plenamente presente en la habitación - a tu yo, a tus cosas, a las personas con las que tie nes contacto...-, y en el proceso te estás apartando del pasado y del futuro, que es donde reside el ego, y entrando en el presente. Intenta sentir la presencia. Presencia transformadora Claro está que debemos ser conscientes del pasado y de cómo nos ha condicionado; y debemos anticiparnos a acontecimientos del futuro para los que debemos prepararnos. Pero esto no es lo mismo que verse atrapado, como la mayoría de nosotros lo estamos, 97

en el pasado o en el futuro, en los que muchos de nosotros tendemos a vivir, haciendo sólo esporádicas visitas al presente (que son momentos de despertar, si somos capaces de reconocerlos). Debemos invertir el proceso, viviendo mucho más plenamente en el presente y haciendo sólo incursiones ocasionales en el pasado o en el futuro, como y cuando necesitemos hacerlas. El sencillo proceso de detenerte para desconectar, calmarte, percibir tu ego, hacerte consciente de todo tu yo y alimentar tu sensación de presencia es el primer paso hacia una vida de integridad, presencia, creatividad, consciencia, paz... Todo no llegará de golpe; todo no llegará a este lado de la eternidad. Pero has dado el primer paso; has hecho algo muy profundo... no haciendo nada. Jugar el juego de tu vida La inteligencia espiritual no consiste en que te vistas con una túnica naranja y unas sandalias, ni siquiera en que atravieses las puertas de un lugar de culto. (Puedes sentirte inspirado a encontrar un ritmo espiritual que incluya la pertenencia a una comunidad espiritual, por supuesto, pero yo no estoy tratando de hacerte hacer eso). En lo que sí consiste este proceso es en hacer uso de nuestra espiritualidad innata para que nos ayude en el itinerario que nos lleva a ser más plenamente humanos. Y el itinerario tiene profundos beneficios prácticos. El antiguo asesor tenístico y actual guru de los negocios Timothy Gallwey dice que, trascendiendo el ego (o «yo», como él lo denomina), puedes comenzar prácticamente a revelarte como quien realmente eres, ya sea en la pista de tenis, o en la sala de juntas, o en el dormitorio, o donde sea. Y él comienza muy, muy sencillamente. Nuestra mente - dice - nos complica excesivamente las cosas. Cuando no estamos pensando en cómo hacer algo, tendemos a hacerlo bien y de manera natural, como caminar, por ejemplo. Hay innumerables cosas que nuestro cuerpo necesita hacer para realizar el acto de caminar; pero lo hacemos sin esfuerzo. Cuando realmente pensamos en las cosas, es cuando tendemos a ponernos tensos. Puede que el lector haya experimentado esto al practicar un deporte. Si estás simplemente jugando por puro entretenimiento en la pista de tenis y no estás empeñado en ganar, es probable que juegues bien, de manera fluida y con golpes naturales. Sin embargo, sitúate en un partido formal, y si eres competitivo (o te preocupa estar ante un público), entonces esa voz que hay en tu cabeza se hará presente antes de que puedas decir «¡deuce!». Concéntrate - te dirá-. No puedes perder, so idiota. Tira la bola alta, golpea fuerte. No la lances a la red...

98

Y, por supuesto, la lanzas a la red. El yo 1 te hace fallar. Gallwey dice que puedes aprender a llegar a la bola (si no sabes cómo) simplemente trascendiendo el yo 1. Él ha enseñado a muchas personas, y de manera especial en sus talleres, a llegar a la bola. Primero les lanza una pelota para que vean que no pueden darla. Después, en el siguiente intercambio, empieza a preguntarles qué notan en la pelota misma. Y cuando surge su consciencia y se acalla la mente que está intentan do decirles cómo golpearla, la golpean. La mayor parte de la gente - dice Gallwey - pasa de golpear a la bola dos veces de cada diez a golpearla ocho veces. Es así de sencillo. Y lo mismo que ocurre con golpear a la pelota, ocurre con la vida. Cuando aprendes a trascender el ego, a desprenderte de tus temores de no golpear a la bola (literal o metafóricamente) y, por el contrario, te haces consciente del mundo que te rodea, empiezas a revelar tu verdadero yo y a jugar el juego de tu vida. Avivar la consciencia Cuando practiques el arte del distanciamiento, pasando simplemente más tiempo en reflexión y contemplación tranquilas, deberías empezar a notar resultados prácticos: te sentirás reconectado con el mundo que te rodea; notarás pequeños detalles, y a veces los colores te parecerán más vivos; redescubrirás la creatividad y encontrarás de repente ideas brotando de lugares inesperados; permanecerás en calma bajo presión y no te verás inmerso en turbulencias emocionales o políticas; mantendrás la cabeza sobre los hombros cuando a tu alrededor haya personas que hayan perdido la suya, recordando que tu cabeza es parte de un yo íntegro mayor... Y tu misma presencia encarnada empezará a tener un efecto positivo, pacificador e inspirador en cuantos te rodean (diremos más a propósito de esto en el próximo capítulo). Percibir el falso yo de los demás y apartarse de él Esto es otra cosa que empezarás a notar: cuando te hagas consciente de tu ego y de cómo apartarte de él, es también más probable que te hagas consciente de los otros egos que estén en acción. Esto puedes utilizarlo de dos maneras: negativamente, puedes sentir la tentación de juzgar a los demás al notar cómo se aferran a sus apegos. No lo hagas, porque se trata de tu ego crítico haciéndose notar de nuevo. No busques nunca la paja en el ojo ajeno mientras tengas una viga en el tuyo. Por el contrario, mira, más allá del ego de los demás, quiénes son realmente, mira su verdadero yo aún no descubierto y aprende a amarlos por él. Y si su ego te ataca o te perturba, no entres en combate con él, porque de nuevo, si lo haces, es muy probable que sea tu ego el que entre en combate. 99

Lo que tienes que hacer cuando te encuentres metido en una discusión es salir de ella. Apártate. Percibe tu orgullo o tu herida, sonríe amablemente y distánciate. No hay nada que pueda dañar a tu verdadero yo, a tu presencia testimonial, porque no tiene nada que perder. No posee nada; no está apegado a nada; es parte de todo, de la integridad de la Vida. En última instancia, y esto necesitará mucha práctica, aprenderás de manera natural a dejar que lo profundo de tu interior llame a lo profundo del interior de los otros, en lugar de enfrentarte como ciervo en celo con otros egos. Comienza a hacerte consciente de esto en una reunión de negocios o en cualquier situación potencialmente estresante en que te encuentres. Cuando accedas a tu propio yo profundo e incomparable, encontrarás la confianza precisa para dejar pasar cualquier ataque «egoico» y relacionarte tiernamente y con gran presencia de ánimo con los demás sin caer en la sensiblería. Arroja las armas En este punto, puede que sientas que todo te suena demasiado a rendición para tu gusto. Bueno, en un cierto nivel, es una rendición incondicional. Estás empezando a rendir todo aquello a lo que el ego se ha aferrado tan fuertemente durante tanto tiem po. Arroja lejos de ti tus armas de ataque y defensa y desiste: aunque has estado luchando en esta batalla toda tu vida, no es la batalla que fuiste creado para librar. El desafío que te espera en adelante es escoger tus batallas con mayor cuidado. Cuando alimentes tu inteligencia espiritual, empezarás a notar que hay una batalla completamente distinta de la que has sido llamado a librar. Es la batalla por tu propio corazón y por el corazón de cuantos te rodean. Es la batalla contra la injusticia en nombre de aquellos que más te necesitan. Es la batalla por el alma. No se trata de una rendición espiritual débil. Cuando rindas las cosas de la vida que considerabas más importantes, empezarás a comprender que eran las menos importantes desde un principio. Y serás liberado para comenzar la lucha de tu vida: la lucha por lo que es justo. Si sólo intentas servirte a ti mismo y a tu propio ego, al final perderás la batalla. Los grandes líderes necesitan una gran causa que liderar. Descubriendo el noble arte de luchar por otros en la gran causa de la vida, empezarás a descubrir tu vocación. Todo lo demás es mera ilusión. Actos de belleza incomparables Recuerda que nos preocupa el Camino que estamos tratando de recorrer: estamos 100

interesados en el hoy, en las pequeñas decisiones y los miles de opciones que tomamos, momento a momento, dentro del gran ámbito del presente. No podemos asir la belleza; sin embargo, cuando la dejamos ir, permitimos que fluya a través de nosotros y hacia el exterior, hacia los demás. Y cuando esto ocurre, cuando la canalizamos dejándola ir, se convierte en una belleza única para nosotros. Cuando enlazamos la acción con la contemplación - el hacer con el ser - y comenzamos a transmitir lo que recibimos, empezamos a ser el cambio que queremos que se produzca. Piensa en ti mismo no como consumidor, sino como «cocreador» con la vida de pequeños actos de belleza viables que no son para que te aferres a ellos, sino para que fluyan como un río de vida hacia cuantos te rodean. Las cosas a las que estás apegado, a fin de crear un escudo de belleza para tu yo, se desvanecerán. Cuando las profundidades de Dios llamen a lo más profundo de tu persona y cuando tú, a tu vez, llames a lo más profundo de los demás, empezarás a vivir una vida de una belleza incomparable. Paso a paso. Pero por ahora tómate tiempo. Respira profundamente. Relájate. Has emprendido un viaje.

101

102

Transmitirlo

«Ser persona es tener una historia que contar». Isak Dinesen ESTAMOS casi llegando al final del nivel 2, y acabo de presentarte la idea de hacerte consciente y «desconectarte» de tu ego, de tu falso yo. La cuestión ahora es cómo transmitir estos beneficios a cuantos te rodean: tu familia, tu equipo, tu empresa o tu comunidad. Imagina que eres hija o hijo de Bill Gates, pero que nadie lo sabe; e imagina también que estás desempeñando tu trabajo habitual. Tu herencia está absolutamente segura, dada tu relación con tu padre, de modo que no tienes nada que perder siendo tú mismo, no tienes que aparentar ser mejor ni distinto de lo que eres. Así pues, lo más probable es que abordes un encuentro conflictivo con tu jefe o con un cliente importante de manera muy distinta, liberadora. Pero no tienes que estar emparentado con un multimillonario para vivir una vida de libertad. Elimina tus ataduras - al éxito, o a la necesidad de probar tu valía, o a la urgencia de cerrar positivamente un trato-, y empezarás también a eliminar el miedo: el miedo a la otra persona, o a mostrar como eres públicamente, o a perder un contrato, o a ser dejado de lado a la hora de una promoción. Puede que te sintieras más relajado. Puede que te sintieras como si no tuvieras que aparentar que puedes ofrecer algo cuando en realidad no puedes, porque, en última instancia, no necesitas hacerlo. Puede que fueras más honrado. Puede que tuvieras mayor presencia de ánimo. Puede que vieras a la otra persona como un ser humano, no como un cliente o un competidor. Puede que te sintieras más creativo, más brillante. Puede que te sintieras como si necesitases hacer menos y ser más tú mismo. Puede que empezases realmente a disfrutar. Y puede que otras personas comenzasen a disfrutar de 103

ti como de alguien que verdaderamente destaca entre la multitud, que está seguro de sí aun siendo humilde, que es eficaz sin ser ambicioso, que se compromete sin obsesionarse, que ofrece una invitación sin tratar de persuadir ni de «vender» nada. ¡Ojalá la vida fuera realmente así! ¡Ojalá pudiéramos desprendernos de la voz que en nuestra cabeza nos incita a probar nuestra valía ante cualquiera! ¡Ojalá pudiéramos eliminar el miedo y vivir a partir de nuestro verdadero yo, para que nuestra presencia pudiera dar ánimos, lanzar un desafío en favor de la justicia, proporcionar una alternativa creativa o ejemplificar un modo distinto de ser. ¿Qué te lo impide? Detente a pensar ¿Qué te lo impide? La mayoría de nosotros no vivimos todo nuestro potencial como las personas que fuimos destinadas a ser, porque rara vez experimentamos lo que es ser persona. Pasamos tanto tiempo haciendo cosas que terminamos definiéndonos por lo que hacemos y lo que tratamos de lograr, en lugar de definirnos por quienes somos. Ser y hacer son inseparables; no debes olvidar tu «hacer», sino reconectarlo con una consciencia intensificada de tu «ser». Si lo consigues, empezarás a llevar a la persona que realmente eres a las reuniones de trabajo, a tu familia, a tus amigos, a tu comunidad... Así pues, ¿quién eres? Ya hemos empezado a detenernos, a no hacer nada, con el fin de lograr «escucharnos» a nosotros mismos y reconectar con esa totalidad mayor que somos nosotros. Pero en este capítulo consideraremos la historia en que nos encontramos como un modo de reflexionar aún más sobre quiénes somos y qué es lo que podemos hacer en consecuencia. «Me gustaría saber en qué clase de historia habremos caído» Si nos adentramos siquiera mínimamente en la trilogía El señor de los anillos (de J.R.R.Tolkien), vemos cómo los «hobbits» Frodo y Samwise (que han emprendido un viaje épico para deshacerse del poderoso y seductor anillo) se ven asediados por todos lados por peligros y enemigos de toda clase. Tras haber disfrutado de una vida tranquila y sin incidentes en La Comar ca, se ven inmersos en una aventura aterradora. Todavía no lo saben a ciencia cierta, pero el futuro de la Tierra Media depende de su valor y su firme determinación de seguir adelante. 104

El pequeño Samwise, un hobbit muy común y corriente, reflexiona sobre la aventura en la que parecen haber aterrizado: «Yo pensaba que los personajes maravillosos de las leyendas salían en busca de aventuras porque querían tenerlas, y les parecían excitantes, y en cambio la vida era un tanto aburrida: una especie de juego, por así decir. Pero con las historias que importaban de veras, o con esas que uno guarda en la memoria, no ocurría lo mismo. Se diría que los protagonistas se encontraban de pronto en medio de una aventura, y que casi siempre tenían ya los caminos trazados, como dice usted. Supongo que también ellos, como nosotros, tuvieron muchas veces la posibilidad de volverse atrás, sólo que no la aprovecharon... »Me gustaría saber en qué clase de historia habremos caído». Es una pregunta que todos tenemos que hacernos. Porque sin ella tenemos poca o ninguna idea del propósito o la dirección, pocas razones para seguir adelante y escasa noción de cómo podemos aportar lo que somos a las personas con las que caminamos en busca de un objetivo común. Detente a pensar ¿En qué clase de historia has caído tú? ¿Por qué las grandes historias de aventuras, como El señor de los anillos o Matrix o La guerra de las galaxias, o las grandes historias de amor, como Lo que el viento se llevó o Titanic, nos conmueven profundamente, de un modo a menudo visceral? Porque de alguna manera reflejan una historia mayor que se está desarrollando a nuestro alrededor y nos ayudan (cuando nos identificamos con los personajes) a ver cómo la pequeña historia de nuestra vida conecta con algo mucho mayor, y cómo podemos tener un papel que desempeñar en esa historia mayor. Como dice el novelista Ben Okri: «Las grandes historias son las que se hacen eco de nuestros inicios e intuyen nuestros finales, nuestros misteriosos orígenes y nuestros numinosos destinos, y los disuelven en uno»'. Nos ayudan a saber de dónde venimos y adónde vamos, para que podamos entender mejor quiénes somos ahora. El escritor Eugene Peterson decía: «Una historia no se limita a contarnos algo, y punto, sino que nos invita a participar»Z. Y el autor Daniel Taylor dice: «Tú "eres" tus historias. Tú eres el producto de todas las historias que has escuchado y vivido... y de muchas otras que no has escuchado 105

nunca. Esas historias han determinado tanto el modo en que te ves a ti mismo como el modo en que ves el mundo y tu lugar en él» 3. Dicho de otro modo: la historia importa, y mucho. Sin embargo, el novelista Douglas Coupland dice que hemos perdido nuestro sentido de la historia. En palabras de Coupland, en la actual cultura de consumo nos hemos «des-narrado»; y «desnarrado» significa para él «no tener una vida». Hemos perdido el sentido de nuestro origen, nuestro destino y, en consecuencia, nuestra identidad. Tenemos que conseguir una vida. Tenemos que conseguir una historia. Detente a pensar ¿Cuál es tu historia o película u obra de teatro o canción... favorita? ¿Por qué? ¿Qué dice acerca de ti? ¿Cómo contribuye tu historia favorita a situar en su contexto la historia de tu vida? El desarrollo de tres historias Podría serte útil pensar en el desarrollo de tres historias en tu vida: tu historia personal («yo»); la historia comunitaria tuya y de cuantos te rodean («nosotros»); y la historia global o cósmica, de la que forma parte toda persona o cosa («la Visión más General»). Las tres deben fluir interrelacionándose con pleno sentido. Cuando nos «des-narramos», como dice Coupland, perdemos el sentido de cómo encaja nuestra historia personal con la Visión General. Nos sentimos incapaces de intervenir en la configuración de los acontecimientos en el mundo en general - hay cosas que, simplemente, nos suceden; fin de la historia- y, en consecuencia, nos volvemos pasivos, limitándonos a tomar lo que podemos del mundo que nos rodea, sin pensar en lo que puede darnos. Incapaces de demostrar ningún sentido fuerte de que haya un propósito en nuestra vida, nos sentimos desconectados tanto de la Visión General como de la historia de cuantos nos rodean. Nos atomizamos. Las pocas personas que saben y pueden demostrar cómo su historia personal fluye con pleno sentido en el desarrollo de la Visión General son notables, literalmente hablando: destacan porque han buscado en su corazón y han descubierto su verdadero yo, su pasión y su visión, y tienen una alta causa a la que servir. Son capaces de mostrar cómo su historia personal tiene sentido dentro de la Visión General y cómo su vida puede tener incidencia en esta última. Creen que pueden configurar la Visión General que está emergiendo sirviendo a ésta y entregándose ellos mismos y toda su vida a ella, 106

demostrando así notables cualidades de liderazgo natural y transformando en este proceso la historia del «yo» en la historia del «nosotros». Como dice el guionista Ron Bass, ganador de un Óscar: «Cuando elaboro una historia, tengo que venderme a mí mismo, a la persona que soy. Lo mismo puede decirse de todo líder, en los negocios o en cualquier otro campo. Pensemos en Barack Obama. Su historia gira en torno a quien es. Y todo cuanto tiene que ver con él es parte de ella, hasta su presencia física: el contacto visual, la mano en el hombro, el sonido de su voz...»'. Todos no podemos ser Barack Obama, pero todos tenemos una historia que contar, y en lo más profundo de nosotros probablemente sentimos que debe contribuir a algo que va más allá de nuestros deseos egoístas. Porque, si nuestra historia es simplemente acerca de nosotros mismos, en último término alejará de nosotros a cuantos nos rodean. Aportar beneficios a los demás configurando la historia del «nosotros» «Incluso en la época actual, tan cínica y egocéntrica, los seres humanos están deseando creer en algo mayor que ellos - escribe Peter Gruber en la Harvard Business Review-. El narrador de historias desempeña un papel vital al proporcionarles una misión en la que pueden creer y a la que pueden consagrarse»5. Por tanto, ¿cuál es tu historia? ¿Te has detenido a pensarlo? Cuando comenzamos a pensar en la «vida como historia», ello nos permite ver, de algún modo, que nuestra historia personal debe trascender nuestro ego yendo más allá, para conectar con los que nos rodean y aportarles sentido. En último término, si te pones a reflexionar y a exponer con fuerza tu propia historia, ayudarás a otros a encontrar sentido para sí mismos si logras mostrarles cómo pueden conectar con algo mayor que está más allá de ellos. Y así, «transmitiéndola» - aprendiendo a contar tu historia tanto con palabras como con hechos-, aportarás un beneficio a los demás. Comienza a actuar 1. La historia que has recibido Dedica un tiempo a escribir o a hacerte consciente o a contemplar la historia que has recibido: el guión que se ha escrito para que tú lo vivas. Puedes recordar palabras de tus padres o profesores que han incidido, positiva o negativamente, en tu vida. Piensa en las circunstancias de tu nacimiento (la localidad, la clase social, las perspectivas...). Piensa en las personas que han formado parte de la «trama». Piensa en las heridas que has recibido, así como en las cosas buenas que te han ocurrido. ¿Cuál es la historia que has 107

recibido de las fuerzas externas de tu vida? ¿Cómo te ha afectado o cautivado? 2. La Visión General de la que formas parte Una vez que hayas hecho esto, considera la Visión General en la que estás viviendo e identifica aspectos de ella que sean realmente relevantes para ti y para tu historia. Los elementos de la Visión General pueden incluir a Dios, la economía glo bal, el cambio climático, la situación de tu país, la pobreza y la injusticia, la guerra, la empresa para la que trabajas, el mundo postmoderno, la naturaleza humana, la historia de la humanidad... y tantas otras cosas. ¿Con qué elementos concretos te sientes conectado?; ¿cuáles sientes que te oprimen o ante cuáles te sientes impotente?; ¿qué elemento te interesa más? Trata de escribir un breve relato sobre la Visión General. 3. La historia que te gustaría dejar atrás Piensa ahora en los episodios de la historia que has recibido y que te gustaría transformar o reescribir para siempre. ¿Qué acontecimientos te gustaría dejar atrás? ¿De qué palabras hirientes te gustaría desprenderte? ¿De qué fuerzas que escapan a tu control te gustaría liberarte? ¿Cuáles son los puntos de partida para ti al iniciar un nuevo itinerario de descubrimiento y aventura? 4. Momentos de transformación claves en tu vida A continuación, considera esos momentos de tu vida que han sido puntos de inflexión cruciales (aun cuando al tener lugar fueran percibidos como negativos). ¿Cuáles son? ¿Qué sucedió? ¿Qué aprendiste acerca de ti mismo gracias a ellos? ¿Cómo pueden contribuir a crear un sentido del desarrollo de una línea argumental positiva en tu vida? Para cada momento trata de escribir uno o dos párrafos y piensa en una imagen visual o símbolo que pueda ilustrar cada punto. Puede que identifiques cinco o seis momentos fundamentales y otras tantas imágenes asociadas a ellos. 5. Personajes de la historia ¿Qué personas han tenido una influencia importante en tu vida? ¿De qué personas estás desconectado y con las cuales ne cesitarías volver a conectar? ¿Quiénes te gustaría que formaran parte de tu historia futura? Anota sus nombres y piensa en cómo puede tu esperanza servir a esas personas, así como recibir de ellas. 6. La historia que te gustaría contar (y vivir) Comienza ahora a ensamblar tus momentos clave del pasado, así como cualesquiera aspiraciones que tengas para el futuro. Pero, fundamentalmente, pregúntate cómo 108

pueden enlazar con la Visión General que identificabas anteriormente. ¿Cuál es la causa a la que te gustaría servir mediante tu vida? ¿Cómo puedes entregar todo tu ser a ella? ¿Cómo puedes conectar con elementos de la Visión General a partir de la persona concreta que eres y lo que haces? ¿Cómo puede tu historia versar sobre algo más que tu mera persona? ¿Cómo te gustaría que se desarrollara tu historia, a fin de mostrar a los demás cómo pueden ellos encontrar un sentido y un objetivo en el presente? Escribe una narración que recoja de dónde has venido y adónde crees que te encaminas y por qué aporta esto un sentido y un objetivo a quien tú eres y a lo que haces. 7. Piensa en tu auditorio ¿Quién se beneficiaría más de escuchar una historia de tu vida llena de significado? ¿Quién la encontraría útil o inspiradora? ¿Quién se beneficiaría del modo en que estás siendo transformado? (¿Las personas que te rodean? ¿Los pobres u oprimidos? ¿Tus clientes? ¿Tu «prójimo»?...). ¿Cómo adaptarías tu historia para tu auditorio concreto? 8. Verifica la integridad Pregúntate qué historia acerca de ti te contarían, a su vez, esas personas. ¿En qué diferiría de la que tú deseas contar? ¿Cómo puedes contribuir a que la historia que cuenten acerca de ti se integre con la historia que tú cuentes acerca de ti mismo, a fin de que tu historia tenga fuerza e integridad y pueda atraer a otros? 9. Comienza a contar tu nueva historia y pide «feedback» Recuerda que tu historia tendrá su máxima fuerza cuando seas capaz de demostrar que tiene sentido dentro de la Visión General. No dejes de preguntarte cómo, al contar tu historia, puedes ayudar a otros a comenzar a contar y vivir una historia plena de sentido. 10. ¿Cuál es la historia comunitaria (la historia del «nosotros») que te gustaría fomentar mediante tus relaciones inmediatas? Esto puede ser muy específico: puede ser la historia de tu equipo o departamento en el trabajo, o de tu círculo literario, o de tu familia, tu pareja o tu grupo de amigos. ¿Quiénes están implicados en esa historia? ¿Cómo pueden encontrar su propia voz dentro de ella? ¿Cómo puedes ser tú un ejemplo sirviendo abnegadamente a esas personas y sin que esté presente el ego? No es de extrañar que las empresas sean cada vez más conscientes del poder de las historias y de la necesidad de ayudar a sus empleados a descubrir el sentido de su vida de trabajo y a reconectarlo con un objetivo superior. «Las historias son el arma más poderosa del arsenal del líder», dice Howard Gardner, de la Universidad de Harvard. Si 109

las empresas están en ello, normalmente se puede apostar que hay una buena razón para prestarles atención. Pero no nos centremos en desarrollar tu historia por razones egoístas ni por beneficio personal, sino permanezcamos fieles a la idea de «transmitirla», ahora que estamos llegando al final del segundo nivel del itinerario ¡cónico. Porque esto contribuye a trascender tu ego, descubriendo tu persona íntegra e incomparable y comenzando a trasmitir los beneficios a cuantos te rodean a través de tu itinerario de descubrimiento. Hay una última cosa que decir, por ahora, acerca de las historias. Nos hemos centrado específicamente en reflexionar sobre tu historia personal y ponerla de manifiesto, pero es fundamental que seamos también oyentes activos y curiosos de las historias ajenas. La escritora y poeta Maya Angelou dice: «No hay agonía como la de llevar en tu interior una historia no contada». Y tiene toda la razón. Puede que nunca se te haya pedido que cuentes tu historia. Puede que nadie haya mostrado nunca interés alguno. Es bastante probable. Y por eso es también bastante probable que no hayas pedido a la gente que te rodea (en especial a las personas que son menos comunicativas) que cuenten sus propias historias. Un pequeño conocimiento acerca de alguien puede ser peligroso. Puedes pensar que conoces a las personas, simplemente porque hace mucho tiempo que las «conoces». Pero ¿les has pedido que cuenten su historia? De no ser así, hazlo. Casi con toda seguridad te sorprenderá lo que oigas y lo poco que realmente sabías. Y cuando escuches, considera que realizas un acto sagrado. Cuando concedes a otra persona la oportunidad de contar verdaderamente su historia, sucede algo muy especial y que es extraordinariamente inusual y poderoso. Cuando centras tu atención en otra persona y respetas su historia, estás mostrando respeto por su propio ser. Dios sabe que toda historia cuenta. Y en estos complejos tiempos de nuestra historia humana necesitamos redescubrir el arte de contar una gran historia acerca de la vida mediante la vida.

110

111

EL VERDADERO YO

112

113

Despertar

«Revivirán tus muertos, tus cadáveres resurgirán, despertarán y darán gritos de júbilo los moradores del polvo; porque rocío luminoso es tu rocío, y la tierra echará de su seno las sombras». Isaías 26,19 HEMOS llegado al comienzo del nivel 3, y aquí es donde (es de esperar) empezaremos a encontrarnos a nosotros mismos. Ha llegado el momento de despertar a las posibilidades de quienes realmente somos, de quienes siempre hemos sido en el fondo, aunque no lo supiéramos. Y ha llegado, ciertamente, el momento de despertar a las posibilidades de quienes podemos llegar a ser según vamos avanzando. Una cosa es identificar a la persona que no somos, que es una labor difícil pero realizable, en especial porque no es tan difícil reconocer el parloteo constante de la mente condiciona da por el ego, una vez que hemos reparado en él. Pero requiere paciencia y fe y valor comenzar a despertar a la persona que fuimos destinados a ser desde un principio. Detente a pensar Todos atravesamos periodos de transformación, aunque no siempre es fácil detectarlos cuando somos nosotros quienes los atravesamos. A veces, mientras no los hayamos atravesado, no vemos cuánto hemos cambiado en realidad. Cuando yo empecé a correr, empecé también a perder peso. Probablemente perdí unos doce kilos en el transcurso de un año; pero hasta que alguien me comentó: «¡Has perdido peso!», no caí en la cuenta de que había experimentado un cambio real. Yo había estado centrado en la tarea de salir a correr día tras día, con la afortunada consecuencia de que ello me había proporcionado un aspecto mucho mejor. 114

En el capítulo anterior pedí al lector que reflexionara sobre su historia y, dentro de ella, que identificara algunos momentos clave en los que hubiera experimentado un cambio o una transformación. Piensa ahora en uno de esos momentos y pregúntate cómo cambiaste. ¿Cuándo notaste que las cosas, de alguna manera, se habían vuelto distintas? ¿Cómo podrías describir la naturaleza del cambio que experimentaste? ¿Fue positiva o no lo fue tanto? ¿Recuerdas cómo reaccionaron las personas de tu entorno ante lo que te estaba sucediendo? ¿Cómo podrían haber cambiado ellas como consecuencia? Piensa en una metáfora del cambio y aplícatela a ti mismo. Podrías volver a la metáfora de un viaje para seguir reflexionando sobre lo lejos que has llegado y lo que te está sucediendo en este preciso momento. Alternativamente, podrías reflexionar sobre algo que se transforme, como una oruga convirtiéndose en mariposa, o una semilla transformándose en plan ta. Cada una de ellas tiene que experimentar una profunda «muerte» a su forma original, a fin de hacer realidad su potencial pleno e incomparable. ¿Cómo describirías tu experiencia de «muerte» a tu yo incompleto y condicionado por el ego y el comienzo de tu vida en la integridad de quien realmente eres? ¿Puedes pensar en una metáfora o símbolo que te ayude a contemplar quién eres y en quién te estás convirtiendo? Al reflexionar sobre lo que significa despertar a nuestro verdadero yo, recordemos una importante verdad de este proceso: que debemos querer ser sanados y desear renunciar a esas ataduras que distorsionan nuestro verdadero sentido de identidad. Como dice William P.Young, autor de la celebérrima novela The Shack, es muy fácil seguir aferrándose a cosas inútiles, aun cuando se hayan comenzado a captar las posibilidades de algo mejor. «Las personas son tenaces cuando se trata del tesoro de su imaginaria independencia - dice Young-. Atesoran sus enfermedades y se aferran a ellas con firmeza. Encuentran su identidad y su valía en su infortunio, y las custodian con todas sus fuerzas. No es de extrañar que la gracia tenga tan poco atractivo. Has tratado de cerrar la puerta de tu corazón desde dentro»'. No es muy distinto de lo que sucede cuando Jesús habla con un hombre que lleva años sentado junto a una piscina cuyas aguas tienen la virtud de sanar, la «piscina de Siloé». Según el evangelio de Juan, había una leyenda que decía que un ángel agitaba las aguas de la piscina, y cuando esto sucedía, la primera persona en entrar en la piscina era sanada. Jesús preguntó al hombre: «¿Quieres recobrar la salud?». De entrada, parece una pregunta indignante. Por supuesto que quiere. Lleva gran parte de su vida sentado allí, esperando esa oportunidad de curación. Y, sin embargo, Jesús sabe que tienes que querer 115

ser curado para obtener la curación. No se te puede forzar. A veces puedes estar demasiado habituado a tu infortunio. Por lo tanto, nos encontramos en una encrucijada, un lugar en el que sentimos que podemos ser curados y acceder a todo un nuevo modo de ser. La pregunta aquí es: ¿estamos dispuestos a aceptar esa curación y seguir adelante? ¿Estás dispuesto a renunciar a la identidad que te has creado a partir de tus heridas, inseguridades y deficiencias? Recuerda que, por el momento, en este capítulo estamos simplemente hablando de despertar. Tu tarea consiste en hacer poco más que percibir. ¿Quieres dejar atrás los signos de una identidad creada por una mente que ha estado actuando defensiva y ofensivamente en tu nombre? Presta atención al modo en que te sientes cuando te ves ante esta pregunta. Puede que necesites despertar más profundamente a la idea de que quizá no quieras acceder a un ámbito más profundo de plenitud, por toda una serie de razones. Comienza a actuar Reflexiona detenidamente sobre esta pregunta: ¿quieres ser curado? ¿Estás preparado para encontrarte con el resto de la persona que eres, con tu yo completo, que lleva tanto tiempo enterrado? Percibir el fulgor «La comprensión plena de la llamada de Dios en la vida de una persona puede llegar como el restallido de un trueno o emerger gradualmente; pero, llegue como llegue, lo hará sobre el trasfondo de lo sobrenatural, casi de lo misterioso. E irá siempre acompañada de un fulgor, de algo que no puede expresarse con palabras. Debemos mantener la atmósfera de nuestra mente preparada para el Espíritu Santo, a fin de no olvidar la sorpresa del toque de Dios en nuestra vida». Oswald Chambers2 No siempre es fácil dejar ir lo antiguo y experimentar lo nuevo. A veces, simplemente tienes que estar dispuesto a hacer el intento. Es un acto de fe. Pero imagina por un momento que hubieras sido verdaderamente creado por un Dios amoroso; si es así (y puede que tú lo creas o que estés pensando sobre ello), entonces no tienes nada que perder, excepto tus falsas expectativas y temores y apegos. A no ser que la semilla caiga en la tierra y muera, no crecerá. Eckhart Tolle está convencido de los efectos positivos de despertar a la totalidad de 116

tu ser. «En el momento en que comienzas a mirar al pensador - dice Tolle-, se activa un nivel de conciencia más elevado. Empiezas a comprender que hay un vasto ámbito de inteligencia más allá del pensamiento, que el pensamiento no es más que un mínimo aspecto de esa inteligencia. Comprendes también que todas las cosas verdadera mente importantes - la belleza, el amor, la creatividad, la alegría, la paz interior... - surgen más allá de la mente. Y comienzas a despertar»3. Puede que sea como despertar de un largo sueño y encender la luz. No puedes abrir los ojos de par en par de inmediato: deben acostumbrarse a la luz. No obstante, puedes sentir la luz; es un nuevo día, con nuevas posibilidades, y cuando las posibilidades implican descubrir «la belleza, el amor, la creatividad, la alegría, la paz interior...», entonces merece la pena no darse la media vuelta y volver a dormirse. Detente a pensar Oswald Chambers habla de «la llamada de Dios» en tu vida. ¿Qué piensas tú que puede querer decir con «llamada»? ¿Cómo podrías haber experimentado tú una llamada de Dios? ¿Te has sentido alguna vez atraído - o quizá arrastrado - a seguir un cierto camino en tu vida o a tomar una determinada decisión? ¿Has sentido la presencia de Dios? De ser así, ¿dónde? ¿Cómo describirías la tensión creativa entre oír a tu yo verdadero e íntegro y oír «la llamada» de Dios desde fuera de ti? ¿Hay alguna diferencia? ¿A qué crees que se debe el hecho de que, cuanto más calmados estamos y más nos distanciamos de nuestro ego, tanto más fácil puede resultar oír la voz de Dios, así como la voz de nuestro propio corazón? Y vio Dios que era bueno... Una de las cosas más cruciales a que podemos despertar en todo este proceso es la batalla entre el bien y el mal, y cómo podemos vernos atrapados en medio del fuego cruzado. Se trata de la batalla entre el yo incompleto y el yo verdadero e íntegro, entre la persona que fuimos originalmente destinados a ser y la persona que hemos terminado siendo. Y debemos entrar en batalla diariamente. Estamos aprendiendo a ser guerreros espirituales, porque estamos despertando a una causa por la que merece la pena luchar. Es verdad que esta batalla se ha reflejado en muchas obras de arte y de ficción a lo largo de los años. Pensemos en El doctor Jeckyl y Mr Hide y en gran número de personajes de dibujos animados representados con un ángel en un hombro y un demonio en el otro... Es muy difícil no pensar mal de la «naturaleza humana», teniendo en cuenta lo que ha sucedido con la raza humana a lo largo de la historia. Acabamos casi de clausurar el 117

siglo más sangriento de la historia humana, el siglo XX. Y no sólo luchamos a escala global. Podrías sorprenderte a ti mismo diciendo con alarmante regularidad: «No puedo evitarlo: soy humano». Lo utilizamos como una excusa, aunque tendemos a creer que realmente somos humanos, y que ser humano supone estar en desventaja. Por supuesto que, como humanos, tenemos debilidades y tropezamos y caemos constantemente. Es parte de nuestra condición. Pero si no tenemos mucho cuidado, tendemos a centrarnos en esas debilidades y no vemos la impronta del Creador en nuestra humanidad. Por eso reflexionábamos en el primer capítulo sobre la persona que vemos que nos mira desde el espejo por la mañana, cuando nos levantamos y nos lavamos los dientes. Es muy fácil que no nos guste lo que veamos. Muchos de nosotros mira mos nuestro reflejo y deseamos ser, de alguna manera, distintos: más jóvenes, más guapos, más vivaces o con mejor tipo... Y por eso muchos de nosotros evitamos cualquier clase de reflexión profunda - como la meditación o la contemplación-, porque tenemos miedo de que, al igual que sucede cuando nos miramos al espejo, no nos guste lo que veamos mirándonos a nosotros mismos en la reflexión. Pero ¿y si la reflexión fuera mucho mejor de lo que esperamos?; ¿y si, como en Cenicienta, hubiera en nosotros una princesa desde siempre? Puede que hayamos estado vestidos de andrajos y hayamos sido desdeñados, pero estábamos destinados a ser regios, hermosos, distinguidos. ¿Y si, como Quasimodo, fuéramos un príncipe atrapado en el cuerpo de un ogro? El libro del Génesis cuenta la historia del misterioso tiempo en que el mundo fue llamado a la existencia. El músico Moby produjo una hermosa pieza para piano titulada «Dios moviéndose sobre la faz de las aguas». Es como un interludio lleno de significado, una obra misteriosa que captura el momento anterior al nacimiento de la creación. Algunas personas se toman el relato de creación del Génesis al pie de la letra; muchas otras creen que contiene una antigua sabiduría acerca de nuestros orígenes, expresada en forma de relato. Se piense lo que se piense de este texto, los teólogos han subrayado que contiene un pensamiento radical y revolucionario que, con el paso del tiempo, casi hemos llegado a ignorar: que Dios nos creó y vio que éramos «buenos». Dios se sintió complacido con su creación. Y nosotros nacemos con lo que algunos teólogos llaman «bendición original»; nacemos con la impronta del Creador, que dijo: «Hagamos [a la humanidad] a nuestra imagen». 118

Nuestra condición de naturaleza caída sólo se hizo realidad más adelante. El libro del Génesis habla de Adán y Eva tentados por la serpiente en el Jardín de Edén. El relato nos di ce que comieron el fruto del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, comprendieron que estaban desnudos, sintieron vergüenza y se ocultaron de Dios. Lo interpretemos como lo interpretemos, la mayoría de nosotros reconocemos que vivimos verdaderamente en un estado de «naturaleza caída». De hecho, en esto han insistido desde entonces predicadores, artistas y todos cuantos han abordado el asunto. Sabemos que algo ha ido muy mal. Los cristianos lo llamamos «pecado original» - en el sentido de que todos nacemos pecadores-, pero, en nuestra fragilidad, tendemos a olvidar que originalmente fuimos creados buenos, y que la humanidad nació con una bendición original. Cuando tratamos de ir más despacio y acallar el ruido de fondo de una cultura marcada por el avance rápido, cuando practicamos la contemplación, nos instalamos en el silencio y desconectamos la mente siempre activa e impulsada por el ego, nos damos la oportunidad de recordar no sólo lo que fuimos destinados a ser como individuos, sino también como humanidad. Y, al hacerlo, algo muy profundo en nosotros se esfuerza por ser reconectado con el estado de bendición original. Anhelamos retornar al Jardín. Detente a pensar ¿Cómo piensas tú que eran aquellos primeros grandes días de la Creación? ¿Cómo era aquella relación intacta con las demás personas, con Dios y con la Creación en la que Dios nos ha situado? ¿Qué echas en falta de aquellos tiempos? ¿En qué piensas tú que consiste el hecho de que lo más profundo de ti anhele ser «re-conectado», «recordar»? Puede que eches en falta el no tener nada que probar. Puede que eches en falta el relajarte al ser consciente de que eres realmente alguien. Puede que eches en falta el conocer al Creador que te llamó a ser. Puede que eches en falta esa sensación profunda de pertenencia. Puede que eches en falta la paz. Claro está que, a este lado de la eternidad, nada nos dará la plenitud completa. Vivimos al «este del Edén», como personas fragmentadas y rotas inmersas en una lucha. Hablamos literalmente de «hacernos pedazos» o «desintegrarnos»; si fuéramos conscientes, sentiríamos muy agudamente nuestra falta de integridad. Pero no tenemos que desesperar. Porque el itinerario de vuelta a la integridad no tendrá lugar cuando lleguemos al cielo, sino que comienza ahora. Y comienza despertando a la idea de que fuimos creados «buenos», como hijos de Dios. 119

Detente a pensar A veces necesitamos que otras personas nos indiquen la belleza que hay en quienes realmente somos. Tendemos a contarnos a nosotros mismos una historia acerca de nuestra persona que muy probablemente no es positiva (sea o no la historia que contemos a otros, aunque lo más frecuente es que no lo sea). En algunas ocasiones, nos sorprende una palabra positiva de aliento, aun cuando tales palabras sean raras. En otras, los demás pueden percibir dentro de ti una belleza que puede estar oculta a tu vista. Piensa en algún momento en que alguien te diera un «feedback» positivo que te desarmara. No dejes que el recuerdo alimente tu ego, sino recibe esa afirmación de manera nueva. Escúchala. Recuérdatela. No eres del todo malo, después de todo. De hecho, hay mucho en ti que es bueno. Si te resulta difícil hacerlo, piensa en alguien a quien conozcas y aplícaselo. A veces es más fácil ver la bondad en otros. Piensa en tus amigos o compañeros de trabajo. Claro que tienen debilidades: después de todo, están actuando desde el ámbito de la mente condicionada por el ego, y por eso tendrán sus propias luchas titánicas que sostener. Pero probablemente puedes ver a través de su ego, superando sus inseguridades e idiosincrasia, y tener atisbos de su verdadero ser. Comienza a actuar Piensa concretamente en una persona a la que conozcas bastante bien. Puedes percibir inmediatamente tu reacción ante esa persona, que puede ser un complejo amasijo de crítica y afecto. Trata de identificar u oír a tu ego juzgando sus faltas y déjalo pasar. Deja que tu crítica de esa persona pase. Considera ahora lo que es hermoso en esa persona. Piensa qué hay en ella que inspira la bondad en ti. ¿Qué hay en lo profundo de ella que llama a lo profundo de ti y cómo te ayuda eso a transformarte? ¿Qué hay en el modo en que esa persona actúa, habla, trabaja y vive y que tú aspiras a emular? ¿Por qué la aprecias en realidad? ¿Qué podrías decir acerca de ella en su boda o en su funeral o en un acto de despedida? Trata ahora de pensar en lo que esa persona podría concretamente valorar en ti del mismo modo. Si te atreves, podrías incluso sacar el tema (utilizando este libro como desencadenarte o excusa) delante de ella, para que tengáis la oportunidad de manifestar la historia que contáis acerca de cada una de vosotras. Al trabajar en empresas u organizaciones, mis colegas del MCA y yo hemos empleado una cosa llamada «el ejercicio de grandeza», a fin de ayudar a la gente a despertar a lo que es realmente «grande» (en el verdadero sentido) en ellos. 120

Normalmente, esto tiene lugar tomando una copa en el bar después de un día de talleres, para ayudarles a relajarse y sentirse suficientemente a gusto. Puede ser difícil hablar abiertamente acerca de tales cosas (aunque la persona espiritualmente inteligente lo hará sin la ayuda de una copa). Se pide a cada persona que anote en qué sentido cada una de las demás es «grande a mis ojos». Después se pide a cada persona del grupo que hable y explique por qué valora a una persona concreta - por qué es grande-, mientras otra persona recoge los comentarios que hace. Casi siempre la experiencia es profundamente conmovedora, y a menudo provoca lágrimas. Algunas personas no han escuchado nunca a un compañero de trabajo decir nada positivo acerca de ellas, y es frecuente escuchar a la gente decir: «No tenía ni idea de que pensases eso acerca de mí». ¡Ojalá nos tomáramos la molestia de decirnos mutuamente esas cosas sin necesidad de excusa, o en situaciones distintas de talleres o bodas o funerales...! Pero todos portamos la imagen de la grandeza, porque hemos sido hechos a imagen de un Dios grande. Seguimos necesitando arrepentirnos, como decíamos en el capítulo 7, y prescindir de los juicios y los comportamientos inútiles o indiferentes que se manifiestan cuando nos defendemos a nosotros y atacamos a otros con nuestro «yo» condicionado por el ego; pero esto forma parte de nuestra transformación. Cuando nos arrepentimos y «morimos» a nuestro yo incompleto y falso, comenzamos a despertar al yo íntegro y verdadero que fuimos destinados a ser. Y ese yo es muy bueno.

121

122

Ver de manera nueva

«En esencia, nuestra nueva visión del mundo implica vernos a nosotros mismos, a los demás y todo cuanto hay en la vida, no con los ojos de nuestro yo pequeño y terrenal que vive en el tiempo y ha nacido en el tiempo, sino con los ojos del alma, nuestro Ser, el Verdadero Yo». Russell E.DiCarlo' «Uno de los milagros del amor es que nos permite ver a través de cuanto tiene de encantamiento y, sin embargo, no sentirnos nunca desencantados». C.S. Lewis2 «La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso; pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!» Mateo 6,22 Proseguimos ahora nuestro itinerario hacia un modo más profundo de ver. Ya nos hemos detenido a preguntarnos cómo nos vemos a nosotros mismos y el mundo que nos rodea, y hemos comenzado a tratar de percibir cómo vemos y cómo podríamos ver de manera distinta. Hemos reflexionado sobre lo inútil que es ver sólo con los ojos de la mente, desde la perspectiva del yo condicionado por el ego. Ahora ha llegado el momento de reflexionar con mayor detenimiento acerca de la belleza y el potencial que podríamos ver en nosotros mismos, unos en otros, en el mundo en que vivimos y en Dios al mirar desde otro lugar que hay dentro de nosotros, nuestra alma. Recordemos que nuestra tarea consiste en enlazar nuestro hacer con nuestro ser. Con los dos primeros iconos de cada itinerario - despertar y ver de manera nueva-, estamos un poco más centrados en nuestro ser: detenernos para percibir, para ver y oír y gustar y tocar la vida de una manera distinta. Sin embargo, al mismo tiempo estamos 123

recorriendo también nuestro hacer, de una manera plena de sentido, en orden a todo un nuevo modo de ser en el que lo que hagamos fluya de lo que somos, buscando integración, bienestar y plenitud en nosotros y en los demás al alimentar nuestra inteligencia espiritual. La transformación supone ver de manera nueva El arte de ver ha cautivado siempre la imaginación de quienes poseen inteligencia espiritual. Puede que el lector no conozca la historia de Saulo de Tarso, pero la mayoría de nosotros hemos oído hablar de la «experiencia en el camino de Damasco». Saulo era enemigo de los judíos que se habían convertido al cristianismo en los primeros tiempos de la Iglesia. Cuando viajaba a Damasco para ayudar a perseguir a muerte a aquellos nuevos creyentes, le cegó una luz del cielo, cayó del caballo, escuchó una voz y perdió la vista. Cuando recuperó la visión tres días después, estaba transformado; «cayeron de sus ojos unas como escamas», y se convirtió en un apasionado creyente en la nueva causa. Su transformación está intrínsecamente relacionada con «ver de manera nueva». Comenzó a verse a sí mismo, a los demás y el mundo que les rodeaba de manera diferente; y esta manera de ver cambió de modo fundamental no sólo su punto de vista, sino su identidad. A raíz de tal experiencia, Saulo cambió su nombre por el de Pablo. Pocos de nosotros tenemos una experiencia semejante a la del «camino de Damasco» y con un efecto tan dramático e innegable; de hecho, la mayoría de nosotros probablemente nos identificaríamos más con otras palabras de Pablo: que «vemos en un espejo, en enigma»; dicho de otro modo, que tenemos que admitir con humildad que no entendemos bien todo a este lado de la eternidad. No obstante, es crucial que tratemos no sólo de ver, sino de percibir, incluso cuando no todo es claro; y de percatarnos de lo que vemos y de cómo lo vemos. Detente a pensar ¿Ha habido algún momento en tu vida en que «cayeran de tus ojos unas como escamas», en que tus ojos se abrieran a alguien o algo y comenzaras a ver de manera distinta? Piensa en una persona a la que juzgaras negativamente antes incluso de haber hablado con ella; piensa en alguien que hayas comprendido que era muy distinto de como inicialmente lo habías percibido. ¿Cuál es la diferencia entre tu modo de ver a esa persona antes y tu modo de verla ahora? Con una actitud defensiva (que es como actúa el ego), tendemos a buscar cosas por las que podamos «juzgar» a otras personas o situaciones. Enseguida buscamos cosas en la superficie que puedan reforzar nuestros miedos o prejuicios y crear en nuestra mente 124

una impresión que podamos utilizar para defendernos o atacar al otro. ¿Cómo puedes ver a la gente de un modo distinto? ¿Cuáles son las escamas que deben caer de tus ojos? Ver las cosas de la misma manera Ya hemos reflexionado sobre el hecho de que vemos el mundo de manera única y cómo éste es un don concedido por Dios. Sin embargo, debemos tener cuidado de no utilizar ese don simplemente como un modo de abrirnos camino o, lo que quizá sea peor, de tratar de persuadir a los demás de que vean las cosas desde nuestra propia perspectiva. De hecho, el enfoque espiritualmente inteligente de la visión consiste en ver las cosas desde la perspectiva ajena. No siempre importa que no veamos las cosas de la misma manera, con tal de que tratemos de verlas a través de los ojos del Otro. Esto es agua Cuando nos detenemos a «percibir», nos hacemos más plenamente conscientes y estamos más despiertos. Y la consciencia y la vigilancia configuran nuestros actos. «Somos» y después «hacemos». Cuando percibimos más, nos hacemos más conscientes de nuestro modo de ver el mundo y de la visión del mundo con la que hemos crecido o que hemos hecho nuestra. Podemos percibir, por ejemplo, que hemos crecido en el capitalismo y que éste es un sistema, no simplemente que «las cosas son así» o que así han sido siempre. Podemos percibir que tenemos una «configuración por defecto», un modo de ver el mundo que se nos ha inducido a pensar que es «normal». Y podemos empezar a notar que las cosas no siempre tienen que ser de ese modo y que no siempre tenemos que ver el mundo tal como lo hace la cultura dominante. Pero, aun cuando hayamos vislumbrado una gran verdad y hayamos empezado a ver las cosas bajo una luz distinta, podemos olvidar muy rápidamente y retroceder a nuestra configuración por defecto, en especial cuando estamos bajo presión. Una de nuestras grandes tareas en la vida es decidir ver las cosas de manera distinta; día a día, hora a hora, estar despiertos a la realidad del mundo que nos rodea. El gran novelista contemporáneo David Foster Wallace pronunció el discurso de graduación del Kenyon College de Ohio: «Dos pececillos que van nadando juntos se encuentran con un pez mayor que viene en dirección contraria, les saluda y les dice: "Buenos días, jóvenes, ¿qué tal está el agua?". Los dos pececillos siguen nadando, hasta que, finalmente, uno de ellos mira al otro y le dice: "¿Qué demonios es el agua?"». Y explicaba Wallace: «La conclusión más elemental es que las realidades más obvias, omnipresentes e importantes suelen ser las más difíciles de ver y sobre las que más difícil resulta hablar». 125

A menudo podemos elegir el modo de ver las cosas que nos rodean; lo que sucede es que tendemos automáticamente a ver las cosas tal como hemos sido programados o condicionados para verlas. Y normalmente es desde la perspectiva del ego - desde nuestra perspectiva estrecha y limitada-, y por eso las interpretamos de esa manera. Wallace dice que es precisamente en las situaciones tediosas, molestas y aburridas que más nos fastidian - como hacer la compra - donde podemos y debemos optar por ver las cosas de manera distinta. Es en esos momentos en los que podemos decidir avanzar hacia la plenitud. Recuerda que todo en la vida es importante. La vida es sagrada, y cada momento precioso. Imagina la escena: «Finalmente, llegas a la caja, pagas la compra - dice Wallace - y esperas a que tu cheque o tu tarjeta sean verificados por una máquina que después te dice: "Que tenga un buen día", con una voz realmente siniestra, y luego tienes que llevar tus extrañas y frágiles bolsas de plástico llenas de comestibles en un carrito, a través de un aparcamiento lleno de baches y de basura, y tratar de meter las bolsas en el coche de manera que no se esparza todo por el maletero; y a continuación tienes que recorrer el camino a casa en medio del denso tráfico de la hora punta...». Potencialmente, es una pesadilla; sin embargo, aquí es donde el acto de optar interviene realmente. «Como los embotellamientos y los pasillos atestados de gente y las largas colas de las cajas me dan tiempo para pensar, si no tomo una decisión consciente acerca de cómo pensar y a qué prestar atención, voy a sentirme irritado y desgraciado cada vez que tenga que hacer la compra...». Tiene razón. ¿Acaso no perdemos un montón de tiempo deseando estar en otra parte, dejándonos arrastrar por el modo en que vemos que se desarrollan las cosas a nuestro alrededor? Sin embargo, si has empezado a aprender cómo «prestar atención» - y has visto que hay otras perspectivas desde las que puedes ver lo que ocurre-, entonces tendrás otras opciones. Puedes observar la humanidad de las personas, para empezar. Y puedes observar que no todo gira alrededor de tu persona. Puedes hacerte consciente de cómo tu presencia en esa situación puede elevar y transformar la experiencia ajena, como la de la cajera, a la que normalmente ignoramos. «Tienes la capacidad de experimentar una situación agobiante, no sólo como plena de sentido, sino como sagrada, ardiente, con la misma fuerza que ilumina las estrellas: compasión, amor, la subyacente unidad de todas las cosas... No toda esta mística es necesariamente verdadera: lo único que es Verdad, con mayúscula, es que decides cómo vas a tratar de verlo. 126

»Tú decides conscientemente lo que tiene sentido y lo que no lo tiene. Tú decides qué adorar», concluye Wallace. Al optar por el modo de ver el mundo que nos rodea, empezamos también a cambiar lo que vemos. Y esto encierra un misterio. Comienza a actuar La próxima vez que te veas atrapado en un embotellamiento, observa cómo reaccionas. Es muy posible que tu mente esté tan empeñada en llegar a tu destino que enseguida empieces a sentirte insatisfecho, de mal humor y frustrado; cualquier sensación de «presencia» que tengas - de estar presente en el momento - puede evaporarse al querer tú seguir adelante, deseoso de poder avanzar velozmente. Y, sin embargo, te sientes impotente para actuar; de modo que ¿por qué malgastar el tiempo que tienes estresándote cada vez más? Cuando notes cómo te sientes, trata de sonreír amablemente con tu presencia testimonial a tu ego, y permite que tus pensamientos, condicionados por tu ego, se apacigüen. Permanece en calma. Respira profundamente y sé consciente de tu respiración. Y trata de hacerte plenamente presente al momento. Toma conciencia de tu cuerpo, de si está tenso o relajado. Siente la conexión entre el asiento y tus piernas. Siente la conexión entre tu persona y los otros conductores que están a tu alrededor. Observa las cosas que normalmente no observarías: quizá la superficie de la carretera, o simplemente qué se siente al estar sentado inmóvil con cientos de personas sin ir a ninguna parte. (¿En qué otro lugar podrías saborear una experiencia así?). Tienes una opción: instalarte en el momento presente, vivo para ti mismo y para los que te rodean, o desear no estar allí. Una actitud te proporcionará paz, gozo, satisfacción, calma, meditación, plenitud, gracias a esa experiencia totalmente común y corriente; la otra te transportará instantáneamente a un lugar de estrés y confusión. Con una, vives desde tu verdadero yo; con la otra, desde el falso. Puedes elegir. Hay muchas cosas que ver de manera distinta si te decides a hacerlo. Pero vamos a reflexionar sobre cuatro áreas de relación: podemos elegir vernos a nosotros mismos, los unos a los otros, el planeta y al mismísimo Dios de manera distinta si seguimos haciéndonos más plenamente conscientes de quiénes somos realmente en la intrincada y hermosa red de la vida. Verte a ti mismo con ojos nuevos «El yo egocéntrico es el yo que no es observado - dice el padre Richard Rohr-. Si no encuentras un punto objetivo desde el cual observarte a ti mismo, siempre serás 127

egocéntrico y seguirás sin identificarte contigo mismo, en lugar de estar en relación contigo mismo»4. Hemos comenzado a ver (de manera distinta) ahora que no somos exclusivamente ese yo con el que nos confundíamos, ese yo con el que nos identificábamos. Podemos ver, en cambio, que estamos en relación. Hay un «yo», una presencia testimonial, como la describe Eckhart Tolle, que «observa al pensador». Considera esto durante un momento: observa al pensador. Has despertado, ¡y ahora observa! A medida que lo haces, te haces también más plenamente consciente de esa presencia que te observa. Lo importante es observar sin juzgar (porque el juicio es parte de la respuesta al mundo que te rodea condicionada por el ego). Observa, pero no juzgues. Y cuando lo hagas, comienza a aceptar la realidad de quien eres, incluidas tus cualidades menos atractivas. Recuerda que el yo egoísta es el que normalmente pasa inadvertido. No se trata de un ejercicio para tratar de probarte que eres mejor de lo que realmente eres, sino todo lo contrario, de hecho. Uno de los peligros que suelen presentarse cuando intentamos ser más plenamente íntegros haciéndonos más plenamente conscientes, es que optamos por no ver las cosas inútiles que residen en nosotros: las adicciones, por ejemplo, o la ira, o las frustraciones... Si sentimos que deberíamos ser mejores de lo que somos, o más populares, o tener mayor éxito, o ser más divertidos o más inteligentes..., entonces tendemos a meter nuestros defectos bajo la alfombra, a aparentar que no estamos allí y a mirar hacia otro lado, porque no nos gusta lo que vemos. Ocurre muchas veces que las personas religiosas «actúen» cuando están con otras personas religiosas, y que sean un cierto tipo de persona el domingo en la iglesia, por ejemplo, porque quieren ser aceptadas o hacer ver que son «espirituales», mientras que son personas muy distintas el resto de la semana. Sin embargo, ese dualismo permite que los rasgos autodestructivos se intensifiquen. Si observas verdaderamente tu yo en su totalidad, lo que verás comenzará a cambiar de manera muy natural. Porque, como dice el padre Rohr, «la parte verdaderamente autodestructiva... es expuesta y entra en declive, porque ya es innecesaria. Ver el mal es derrotarlo, porque el mal se basa en la negación y el disfraz». Nuestra tarea aquí consiste en empezar a observar que estás en relación contigo mismo. En lugar de identificarte con la imagen creada para ti por tu mente condicionada por el ego, dedica tiempo a observarte amablemente y sin juzgarte. El fingimiento comenzará a desaparecer a medida que vayas viendo más claramente; empezarás a saber más claramente quién eres realmente si dejas de esforzarte por probar o aparentar o representar un papel ante ti mismo o ante los demás (o incluso ante Dios, que lo ve todo, en cualquier caso); entonces verás con mayor claridad tu yo íntegro, real, hecho a imagen de Dios. Y serás más plena y profundamente consciente. 128

Ver a los demás con ojos nuevos Y al hacer esto, como es natural, serás más plena y profundamente consciente de los demás. Comprenderás que ellos también están condicionados por su ego, pero tratarás menos de juzgarlos y de utilizar tus armas de ataque y defensa con ellos, y empezarás, por el contrario, a ver, superando su ego, el interior de la persona que Dios quiso que fueran. Así es cómo John O'Donohue reflexiona sobre el misterio de la unión y la comunión con los demás: «La presencia humana es un sacramento creativo y turbulento, un signo visible de la gracia invisible. En ningún otro lugar hay un acceso tan íntimo y temible a lo misterioso. La amistad es la gracia que nos libera para aproximarnos, reconocer y habitar esa aventura»5. Nuestra amistad y nuestras relaciones pueden contribuir a nuestra transformación; porque éste es el terreno en el que vemos y somos vistos, y en el que podemos existir, aun cuando aceptemos que otros pueden existir igualmente. No podemos ni debemos esperar cambiarlos; sin embargo, sí podemos animar a las personas con las que tenemos relación a que se vean a sí mismas más plenamente, viéndolas más plenamente nosotros. Muy frecuentemente, decidimos no ver más que las insuficiencias o las debilidades, porque tratamos de «trepar» sobre ellas, a fin de probar nuestra valía en el camino hacia la «cumbre». Sin embargo, cuando acallamos el ego y nos basamos más en la persona que fuimos destinados a ser, ayudamos a los demás a ver que no son «la oposición» ni «la competencia», sino seres creados que están en comunión con nosotros, y nosotros con ellos. ¿Cómo ves a quienes están a tu alrededor? Ha llegado el momento de que los veas a través de los ojos de la gracia, el asombro y la curiosidad, con expectación infantil. Ver con ojos nuevos«el mundo» que nos rodea Te encuentras ya en terreno sagrado. No necesitas estar en una mezquita, una iglesia, una sinagoga o un templo para experimentar lo sagrado. No necesitas peregrinar a un lugar santo (aunque no cabe duda de que puede ser una experiencia transformadora). «De Yahvé es la tierra - dice el salmista - y cuanto la llena»6. Dios está en ti, Dios está en los demás, y el Espíritu de Dios recorre la Creación como un pulso, un latido, una fuerza vivificante por siempre. Uno de los modos más sencillos de comenzar a ver la tierra de manera distinta consiste en constatar que hemos llegado a verla como algo destinado a ser explotado en nuestro propio beneficio. Domesticamos lo salvaje, sometemos lo agreste y saqueamos la 129

tierra para nuestro propio provecho material, al precio de destruir su auténtico equilibrio. Cuando comenzamos a vernos a nosotros mismos de manera distinta, nuestra visión de nuestro lugar en el mundo cambia también necesariamente. El mundo deja de girar a nuestro alrededor; ya no es simplemente un recurso, un producto con el que comerciar, sino que nos entendemos a nosotros mismos más plenamente como personas creadas por Dios y situadas en una Creación mayor, y podemos ver que estamos en relación con la tierra. Así podemos empezar a ver la tierra en términos de lo que podemos darle nosotros, de cómo podemos cuidar de ella y de cómo podemos amarla como perteneciente a Dios, no a nosotros. Si la tierra fuera una persona, seríamos todos culpables de abusar de ella; no obstante, estamos en relación y debemos empezar a comprender lo que significa «estar en relación» en este contexto. Comienza a actuar La próxima vez que salgas a pasear, trata activamente de detenerte a «observar al pensador», haciéndolo en términos de relación entre tu persona y el escenario que te rodea. Normalmente, no puedes hacer más que apreciar el telón de fondo - el hermoso campo o el asombroso cielo - como un cuadro, como algo para ser consumido. En lugar de hacer esto, intenta reflexionar y verte a ti mismo también dentro del cuadro. Al hacerlo, percibe cómo empiezas a ver el mundo que te rodea - y tu lugar en él - de manera muy distinta. Ver a Dios con ojos nuevos Dios está dentro y fuera. Ambas ideas pueden sorprenderte. Si te sientes como si no fueras más que un gusano, la idea de que Dios está dentro de ti puede pillarte con la guardia baja. Por otro lado, si crees que todo este ejercicio de transformación es simplemente acerca de tu yo, la idea de que Dios existe fuera de ti y puede irrumpir en tu vida podría conmocionarte. Claro está que, en última instancia, Dios es un misterio que no podemos esperar resolver. Pero sí podemos buscar a Dios y prestar atención a nuestro modo de buscarlo, porque Dios no es un genio encerrado en una botella, ni un curalotodo para nuestros males, ni un décimo de lotería ganador en el juego de la vida. Dios es Dios, y nosotros, en último término, nos encontramos a nosotros mismos encontrando a Dios. Dios está más allá de nosotros, literal y metafóricamente. Dios no es algo o alguien que utilicemos o controlemos o cuya finalidad consista en servirnos (aunque, de hecho, Dios opta voluntariamente por servirnos). Si sólo buscamos a Dios dentro de nosotros, entonces no lo encontraremos del todo. Debemos buscar fuera: en los textos sagrados, en los profetas, en las grandes obras de arte, en la sacralidad del día a día, en los rostros de 130

quienes nos rodean, que están hechos a imagen de Dios, y en el resto de la Creación de Dios, de la que formamos parte. A veces podemos ver, oír o experimentar algo que cambia nuestra visión de Dios. Recuerdo cuando salió la canción «One of us?», de Joan Osborne: «¿Y si Dios fuera uno de nosotros; simplemente un extraño en un autobús?». Esta canción me ayudó a ver a Dios a una luz ligeramente distinta, me ayudó a reconocer que nuestra visión de Dios debe ampliarse y profundizarse siempre, porque nunca veremos a Dios en su totalidad en esta vida. Pero, como vemos en la historia de Pablo en el camino de Damasco, a veces Dios puede sorprendernos mostrándose de repente, y empezamos a ver por nosotros mismos... Debemos pedir y esperar encontrar a Dios doquiera que miremos. Sin embargo, Dios está dentro. ¿Quién piensas tú que es la presencia testimonial en tu vida, esa presencia que mira profundamente dentro de ti y lo ve todo? Aquí descubrimos una asombrosa paradoja, una tensión sagrada y creativa: cuando miramos profunda y compasivamente dentro de nosotros y eliminamos las capas de nuestro falso yo, lo hacemos con los ojos de Dios, con los ojos del Espíritu. Cuando contemplamos, cuando nos serenamos y tendemos hacia Dios, empezamos a encontrar la unión con el Dios interior. La presencia testimonial que ha estado ahí siempre es el testigo de Dios; vemos con los ojos de Dios. Y lo que vemos es bueno. En última instancia, nuestra búsqueda consiste, pues, en mirar y ver con los ojos de Dios; y al hacerlo, se transforma el modo de vernos a nosotros mismos, así como el modo de ver el planeta y a Dios. Porque Dios lo ve todo: nuestros fallos, nuestras adicciones, nuestro yo condicionado por el ego al que debemos morir... Y ve también el infinito potencial que ha depositado en nosotros. «La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo será luminoso», dice Jesús en Mateo 6,22. Ver aporta luz y, junto con ella, libertad. Como dice David Foster Wallace: «Hay diferentes clases de libertad, y de la más valiosa de todas ellas no oirás hablar mucho en ese gran mundo exterior que sólo busca el lucro, el éxito y la apariencia.. »La clase de libertad realmente importante implica atención y consciencia y disciplina y esfuerzo y ser capaz de preocuparse verdaderamente por las demás personas y de sacrifi carse por ellas, una y otra vez, de multitud de insignificantes y pequeños modos nada atrayentes. Ésta es la verdadera libertad. »La alternativa es la inconsciencia, la configuración por defecto, la lucha por el dinero y el poder; la sensación constantemente atormentadora de haber tenido y perdido 131

algo infinito. »Se trata, simplemente, de consciencia; consciencia de lo que es real y esencial, oculto a simple vista a nuestro alrededor, y que tenemos que recordarnos a nosotros mismos una y otra vez: "Esto es el agua, esto es el agua"».

132

133

Vivir el cambio

«Todos los hombres sueñan, pero no de la misma manera. Los que sueñan por la noche en los polvorientos escondrijos de su mente se despiertan de día para darse cuenta de que era vanidad; pero los que sueñan de día son peligrosos, porque pueden representar sus sueños con los ojos abiertos, para hacerlos posibles». T.E.Lawrence' HA llegado el momento de actuar; no tiene sentido conseguir una comprensión más profunda de nuestro lugar en la vida si ello no tiene incidencia alguna. Pero al disponernos a la acción, el gran secreto consiste en avanzar contemplativamente, dando los frutos de nuestra reflexión en el corazón mismo de nuestra acción; llevando nuestro verdadero ser a fructificar más plenamente en todo nuestro hacer. Se trata de un itinerario radical y cíclico de la contemplación a la acción. Cuando realizamos este concreto «itinerario icónico», nos encontramos listos para dar el paso a «vivir a partir del verdadero yo»; pero no se trata de algo que se realice de una vez por todas, sino que nuestra tarea consiste en recorrer diariamente el estrecho camino que lleva directamente al «ahora», al presente, y a todo lo que ello significa. Este camino estrecho nos lleva a estar más plenamente presentes: a nosotros mismos, a los demás, al lugar en que nos encontramos y a Dios. Este itinerario, después de todo, no es un viaje sin sentido ni una invitación sin más a andar vagando. Cuando avanzamos, podemos anhelar con creciente deseo realizar la llamada en nuestra vida; una llamada única para nosotros a vivir nuestra propia vida, que es de una belleza inigualable que fluye hacia el exterior. Y aquí está la buena noticia: seguimos descubriendo quiénes somos, no meramente reflexionando, sino también emprendiendo la acción; haciendo cosas a nuestro modo único, con iniciativa, no sólo reaccionando. La tarea, mientras tanto, consiste en no 134

aferrarnos desesperadamente a todo cuanto alcancemos, para dejar en cualquier cosa que toquemos menos rastro de nosotros mismos y más huellas divinas de gracia y amor. Cuando pasemos de «ver el mundo de manera nueva» a «vivirlo», debemos aprender a tender la mano y tocar el mundo precisamente a través de nuestro nuevo modo de ser. Detente a pensar ¿Qué señal de ti has esperado secretamente dejar en el mundo? ¿Qué característica única has deseado siempre tener? ¿Cuánto de esa ambición ha estado condicionado por tu ego? (¿Estás más preocupado por alimentar tu sentido del yo y de tu identidad a través de tus logros o gracias al fruto de tales logros?). ¿Cuánto cambiaría tu ambición al despertar más plenamente a tu yo íntegro? ¿Cómo cambiarían tus planes y tus sueños si ya no sintieras la necesidad de probarte a ti mismo o demostrar tu valía ante cuantos te rodean, sino que pudieras actuar, sencilla y sinceramente, desde la seguridad? ¿Cómo te sentirías si lograras grandes cosas, pero dejaras poca huella de ti a través de ellas? ¿Y cuánto más podrías lograr si tu objetivo fuera servir a la causa superior con tu vida, en lugar de hacer de ti mismo esa causa superior? Una confesión En el capítulo 7 hemos hablado del arrepentimiento, de apartarte de las cosas que estorban, «muriendo» deliberadamente a tu yo condicionado por el ego, a fin de poder llegar más plenamente vivo a la persona que fuiste destinado a ser. En el capítulo anterior hemos reflexionado también acerca de vernos a nosotros mismos con los ojos de Dios; en otras palabras, verlo todo, reconocer todo cuanto somos y encender una luz sobre todo cuanto hay en tu vida, y en especial sobre el yo inadvertido, pero poderosamente condicionado por el ego. Recuerda que «el mal se basa en la negación y el disfraz», como dice el padre Richard Rohr. Lo más fácil es ignorar o excusar los actos incompatibles con la persona que estás inten tando demostrar que eres; y terminamos llevando máscaras, fingiendo ser alguien que no somos y tratando de inducirnos a nosotros mismos y a los demás a creer en nuestra propia propaganda. Sin embargo, ¿quién, en lo más profundo de nosotros, desea realmente vivir una vida 135

de duplicidad y apariencia? Yo creo que todos sabemos que una vida de integridad - de plenitud centrada y encarnada - resultará al final mucho más admirable que una vida basada en una «representación». Ésta es la razón por la que la confesión - el reconocimiento verbal de nuestro arrepentimiento - puede ser una poderosa parte del proceso de transformación. Si confesamos nuestros actos de duplicidad o negación a nosotros mismos, a los demás y a Dios, podemos sacarlos a la luz y, al reconocerlos, dejarlos ir. Comienza a actuar: confesión 1 Empieza por confesarte algo a ti mismo, en un momento privado y solemne de reflexión. ¿Qué es lo que haces, tal vez en secreto, que es menos útil para ti o para los demás? Es probable que esté condicionado por el ego, aunque, paradójicamente, es probable también que sea incompatible con la imagen condicionada por el ego que esperas proyectar a un mundo que te observa. Nombra esa parte de tu yo «inadvertido» sin juicios. Formúlala en silencio. Confiésala en voz alta. Puedes luego, si eres lo bastante valiente, confesársela a algún buen amigo o confidente (o incluso a un sacerdote, si lo prefieres), en especial si tu acción les ha afectado. Idealmente, esa persona recibirá tu confesión sin juzgarte (aunque puede resultarle difícil). Confesar algo públicamente aumentará la probabilidad de que puedas desprenderte de ello al exponerlo a la luz. Trata también de confesárselo a Dios y pídele su ayuda para desprenderte de ello. Apártate de tu yo, recordando que tú no eres tu ego. Observa amable y compasivamente, a través de la presencia testimonial que hay dentro de ti, a través de los ojos de Dios, tu yo quebrantado, frágil y caído. Y decide intentar caminar en adelante más a plena luz, no porque tengas nada que demostrar a Dios, ni siquiera a ti mismo, sino porque ello te llevará más plenamente a la integridad y la paz en el momento presente. Porque ahora es el momento de tu salvación. Comienza a actuar: confesión 2 Sin embargo, la confesión no consiste tan sólo en apartarnos de las cosas nuestras que no nos gustan y que encontramos difíciles de nombrar o admitir, sino que puede también aportar luz a las cosas que nos gustan y que podrían exigir que renunciáramos a nuestro apego para comenzar a vivir más plenamente desde el verdadero yo. A veces podemos necesitar, simplemente, aferrarnos con menos fuerza a las cosas que amamos. Si nos hemos apegado a ellas empleándolas más para aumentar nuestra 136

autoestima o para servir a nuestros deseos, por ejemplo, nuestro apego puede resultar sofocante. En ocasiones hemos olvidado que, al final, deberemos desprendernos de las cosas que amamos cuando afrontemos el último viaje, a través de la muerte, a una nueva vida. De manera que reflexiona sobre las cosas que amas y a las que puedes tener que renunciar o estar dispuesto a renunciar. Cuando comienzas a vivir desde tu verdadero yo, relacionándote con las personas y los lugares no por lo que puedes tomar de ellos, sino por cómo puedes entregar tu persona a ellos, tus relaciones pueden empezar a ser distintas. Trata de averiguar por qué. Hay diferentes formas de amor, naturalmente. Puedes amar el chocolate, no por lo que puedes hacer por él, sino por lo que él puede hacer por ti. De manera análoga, puedes confundir tu deseo egoísta de alguien o algo con «amor»; y al renunciar a él, te liberarás activamente para amarlo, aunque ello signifique liberarlo de tu dominio. Hablábamos anteriormente de la señal de esperanza que podemos dejar en el mundo y nos preguntábamos si podíamos dejar menos huellas de nosotros mismos y más de la divinidad. Llegados a este punto, puedes reflexionar, si lo deseas, sobre la fuerza con que te aferras a las cosas que amas y, en consecuencia, sobre la clase de señales que dejarán tus manos sobre esas personas o lugares o cosas. Confiesa que amas esas cosas y trata de imaginar que te aferras a ellas con menos fuerza, para que, en lugar de apegarte a ellas por miedo a perderlas, seas capaz de avanzar con una coordinación tan grácil como la de los bailarines. Tiempo muerto / Tiempo vivo En nuestra cultura tan sobrecargada, una de las cosas más difíciles de hacer es tomarse un «tiempo muerto» para reflexionar sobre nuestro ser en medio de nuestro hacer. Si tú has comenzado a hacerlo, mediante la contemplación y la meditación, incluso saliendo a pasear o a correr para acallar el incesante parloteo de tu mente, habrás empezado a experimentar los beneficios prácticos: estar más plenamente presente, serenarte, obtener paz mental, poner las cosas en la debida perspectiva, ser más creativo, descubrir quién eres verdaderamente y qué quieres hacer en realidad... La verdadera prueba, sin embargo, consiste en llevar los beneficios de ese «tiempo muerto» a tu trabajo y a tu vida de cada día. Es lo que yo llamo «tiempo vivo». El «tiempo vivo» te ayudará a crear un ritmo contemplativo dentro de las ocupaciones de tu agenda, y no cabe duda de que esto produce resultados. Sin embargo, tienes que tener la fuerza y el espíritu de un guerrero para hacer que suceda. Recuerda que un guerrero es 137

alguien que sabe que hay algo por lo que merece la pena luchar, y lucha por ello. Si la paz mental, la creatividad y la presencia crecientes merecen la pena que se luche por ellas, entonces ¿a qué esperas? Detente a pensar Traza con sinceridad un esquema de tus actividades cotidianas habituales. Ya habrás pensado al respecto en el capítulo 1, al reflexionar sobre «la vida en un día», un día típico que sea una representación razonable de tu vida en su conjunto. Puede que quieras volver sobre esa lista o que prefieras crear otra. Piensa ahora dónde puedes incluir en el cálculo algún «tiempo vivo», como periodos breves y viables de reflexión y calma que puedan incrustar los principios de la contemplación en el torbellino de tu vida de trabajo o tu vida familiar. Puede que vayas al trabajo en coche y que siempre enciendas la radio al arrancar el motor. Decide mantener la radio apagada, o bien camino del trabajo, o bien a la vuelta, y emplea ese tiempo para serenarte. Puede que antes de encender el ordenador puedas tomarte cinco minutos para sentarte en silencio, relajar los hombros y la mandíbula, serenar la mente y prepararte deliberadamente para un día de acción mediante la contemplación. Puede que, si estás casado, tu hijo se eche un sueñecito por la mañana o a la hora de comer; de nuevo, puedes decidir pasar cinco minutos de ese tiempo en calma, antes de encender la televisión o irte a dormir... Puede que lleves siempre el reproductor de MP3 cuando vas al gimnasio. Decide no poner música al menos durante la mitad del tiempo de ejercicio y utilizarlo únicamente para serenarte. Busca por ti mismo momentos de «tiempo vivo» dentro de tu agenda y trata, en la medida de lo posible, de mantenerte fiel a ellos. Puede que te parezca oportuno llevar un diario que recoja estos tiempos y te sirva para reflexionar sobre los resultados en tu trabajo o en tu sensación general de bienestar. Es posible que te sorprenda la diferencia práctica que suponen. Comienza a actuar Asegúrate de esforzarte por transformar estos pensamientos concretos en acción; la tentación irresistible consiste siempre en encender la radio o comprobar los correos electrónicos de inmediato o sumergirse directamente en el trabajo. Si sigues el camino 138

habitual, actuarás desde tu yo falso, y los resultados nunca serán los mismos que si te has estabilizado y has entrado en el combate siguiendo la orientación de la integridad. Uno de los principales objetivos es estar presente más plenamente, a tu yo, a tu trabajo, a tu familia (si estás en casa), a tus compañeros... La calidad de tu trabajo mejorará si te centras en el trabajo mismo, y no en las numerosas cosas que tienes que hacer aparte de la tarea que tienes entre manos. Y la calidad de tus relaciones mejorará notablemente si estás plenamente presente a la persona que te pide consejo o ayuda cuando tu mente está en otras cosas. De manera que, en tus escasos minutos de calma, cierra la puerta (si puedes), siéntate en silencio, respira profundamente y relájate. Tu trabajo empezará dentro de unos momentos. Oye el parloteo de tu mente, que está esforzándose por controlarlo todo; obsérvalo y déjalo pasar. Puede que te apetezca centrarte específicamente en dejar el pasado donde está, reconociendo que no puedes reescribir errores recientes ni explotar eternamente la gloria de pasados éxitos. Podrías también centrarte en dejar estar el futuro. No vives en él; vives aquí. De hecho, no puedes hacer nada en el futuro; todo lo que logras está firmemente en el presente. De manera que intenta estar más plenamente presente observando tu respiración y los sonidos y olores que te rodean; observa pequeños detalles de la habitación: colores, texturas, sombras... Y, sencillamente, habita el espacio que has creado para ti. Entonces estarás mejor preparado para afrontar la acometida de las decisiones y tareas ante las que normalmente reaccionas desde tu yo falso o incompleto. Puede que quieras terminar la mini-sesión con pensamientos de gratitud por las personas con las que trabajas, por las cosas que harás hoy y que tendrán verdadera incidencia o, sencillamente, por la vida misma. La gratitud te llevará al resto del día desde un ámbito de descanso, con una sensación de apertura y gracia. En cierta ocasión tuve que preparar un evento de Pascua. Se trataba de un concierto «multimedia», con orquesta, solistas e imágenes de la Pascua de «grandes maestros», y los organizadores me pidieron que hablara en él. Me gustó la propuesta, y accedí a hacerlo; pero a medida que se acercaba el día, me costaba más decidir qué era lo que debía decir. Y empecé a temer que mi reputación de orador interesante y profundo se viera deteriorada si no lograba hablar bien. Cuando estaba sentado a mi mesa de trabajo sin llegar a ningún sitio, decidí salir a correr para aclarar la mente. Pensé: «Puedo emplear el tiempo para reflexionar sobre lo que debo decir». Pero entonces caí en la cuenta de que lo espiritual mente inteligente que debía hacer era serenar mi mente y buscar inspiración en todo mi ser y en el Espíritu interior, no sólo en mi mente. De manera que me fui a correr sin pensar en nada, 139

observando los momentos en que mi mente interfería, pero dejando que esos pensamientos se apaciguaran y pasaran. Cuando me sumergí en la carrera y me hice más plenamente presente al paisaje que me rodeaba (viéndome como parte de él, en lugar de «consumir» el escenario como si estuviera ante un televisor), algo surgió en mí: la idea de un punto de vista en el que, por mí mismo, nunca habría «pensado». Y fue justamente lo que necesitaba. Y en aquel momento pude tomar nota de ello y proseguir contemplativamente mi carrera sin pensar más en aquella idea. El periodo de serenidad me había desbloqueado una idea creativa mejor que cualquier otra que podría haberme surgido reflexionando en mi despacho. Pero precisó de unas ciertas agallas, dado el margen de tiempo que me quedaba, emplear ese tiempo contemplativamente, en lugar de limitarme a seguir escribiendo. A veces tienes que dejar de presionar y atreverte a hacer las cosas de manera distinta. Puede que el lector haya experimentado algo similar, una idea que se le ocurriera de manera inusual. Intenta recordar cuándo te sucedió esto y qué estabas haciendo en aquel momento. Con frecuencia, cuando nuestra mente no está centrada en la tarea es cuando recibimos algo de lo más hondo de nuestro interior, de ese espacio profundo donde nuestro verdadero yo danza con lo divino. La tendencia, sin embargo, es a seguir ocupado o, todavía peor, a seguir pareciendo ocupado. Es muy difícil salir a correr durante el día si trabajas en una oficina; puede ser incluso más difícil apagar la pantalla del ordenador y sentarte en silencio, porque parece como si no estuvieras haciendo nada. Que es lo que estás haciendo. Pero estás no haciendo nada por buenas razones. Paz en los buenos y en los malos momentos Cuando trates activamente de tomarte «tiempo vivo», intenta recordar que ese ámbito de serenidad es un lugar al que debes retornar tanto en momentos de problemas y confusión como en momentos de alegría y éxito. Es fácil ver por qué un ritmo contemplativo puede funcionarte bien cuando estás frente a una dificultad; pero debes intentar, si te es posible, retornar al ámbito de la serenidad aunque acabes de tener un gran éxito. De hecho, es importante que así lo hagas. El ex-entrenador de la selección inglesa de rugby Clive Woodward solía retener a los jugadores después de una victoria (en lugar de después de una derrota) para reflexionar sobre lo que había ido bien. A menudo reflexionamos sobre lo que ha ido mal y sobre cómo enderezar las cosas. Pero es crucial considerar por qué han ido bien las cosas. Y a 140

ello se suma el hecho de que te da la oportunidad de asegurarte de que no estableces conexiones insanas con tu éxito cuando éste se produce. El «tiempo vivo» te ayudará a retener con suavidad tanto los buenos como los malos momentos y a estarles agradecido sin permitirles que se hinche tu ego. De la comprensión a la materialización Hay varias maneras de enfocar el arte de emprender acciones espiritualmente inteligentes en nuestra vida cotidiana, y ahora veremos unas cuantas alternativas. En primer lugar, merece la pena recordar que, cuando pasamos del «ver» al «vivir», pasamos también de la comprensión a la materialización. El conocimiento o las ideas o la comprensión no tienen verdadero sentido a no ser que se materialicen, que adquieran entidad en los actos de la historia de tu vida. «Entender es la comprensión unidimensional del intelecto - dice Dan Millman en The Way of the Peaceful Warrior - y conduce al conocimiento. La materialización es tridimensional: una comprensión simultánea de la mente, el corazón y el instinto, que proviene únicamente de la experiencia directa»Z. En el nivel más básico, empiezas a entender que estás accediendo a un nuevo modo de ser cuando pones en práctica las cosas. Debes dar pequeños pasos controlables. Pero el itinerario de la vida pasa por una comprensión constante y cada vez más profunda, y culmina en la plena realización del trabajo de toda tu vida. Detente a pensar Reflexiona sobre estas palabras y lo que significan para ti: -Necesito realizar mi potencial. -Necesito comprender que mi potencial se basa en Ti. Identificar la causa superior Nuestros actos sólo tienen verdadero sentido cuando comprendemos el contexto en el que vivimos, nos movemos y existimos. Por eso, en el capítulo 8 reflexionábamos sobre la historia que contamos a lo largo de nuestra vida. Nuestras historias individuales encuentran su sentido y su propósito cuando comprendemos la Visión General y la incidencia que pueden tener en ella. Piensa a qué o a quién te entregas y qué es lo que estás entregando. Nuestra vida está compuesta de innumerables actos y transacciones que contribuyen a escribir nuestra 141

historia: entregamos nuestro tiempo a nuestro trabajo, a nuestros compañeros o a nuestra familia; entregamos nuestra energía a nuestros «hobbies»; entregamos nuestros talentos a cambio de dinero o de agradecimiento...; pero todas estas acciones componen un conjunto mayor, un conjunto que a veces es más fácil de ver cuando echas la vista atrás a lo que has hecho. Pero no podemos esperar hasta el final de nuestra vida para descubrir si hemos actuado o no con valor o pasión o convicción. Por eso merece la pena proyectarse hacia adelante un momento, a fin de considerar cómo podrías echar la vista atrás, al «conjunto» de la persona en que te has convertido y lo que has logrado. «Me pregunto qué historias se contarán de nosotros cuando nos sentemos alrededor de las fogatas de campamento del cielo». Recuerdo haber oído estas palabras del escritor John Eldredge y haber caído en la cuenta de que me situaban ante un gran desafío. No tenían la intención de ser amenazadoras, sino inspiradoras; pero hacen pensar. ¿Cómo te gustaría ser recordado? ¿Qué, o quién, resultará ser la causa dominante de tu vida, la causa a la que (echando la vista atrás) han contribuido todas tus acciones y transacciones, por pequeñas que fueran? ¿A qué o a quién has entregado tu vida? ¿A qué o a quién has entregado el don de tu ser? Detente a pensar Puede que ésta sea la primera vez que hayas pensado acerca de tu vida de este modo. Y puede que caigas en la cuenta serenamente, y también que suponga para ti una liberación. Tal vez te parezca oportuno pensar a quién o a qué estás entregando la mayor parte de tu tiempo justamente ahora. Imagina que estás «sentado ante una fogata de campamento del cielo». ¿De qué historias de tu vida se hablará en tono apasionado alrededor de esas fogatas? ¿Quién podría contarlas? ¿A qué o a quién crees que estás entregando tu vida? ¿A qué o a quién te gustaría entregar tu vida? ¿Cómo podría ello afectar al tiempo y la energía que dedicas, dentro de un día típico tuyo, a cosas como la televisión, o a defenderte, o a promocionarte, o a tratar de acumular posesiones, o...

142

¿A qué o a quién entregas tu corazón? ¿Dónde has enterrado tu tesoro? En la vida hay ciertas cosas que atesoramos. El problema es que a menudo dañan a nuestro corazón. Nos aferramos con tanta fuerza a nuestro tesoro que nuestro corazón se queda absorto, atrapado y sobrecargado por las cosas que creemos más preciosas para nosotros. A veces necesitamos ir en busca del tesoro que hemos escondido durante tanto tiempo para recordar dónde hemos dejado nuestro corazón. ¿Qué es lo que más atesoras? ¿Y dónde lo has ocultado? Desgraciadamente, la mayoría de nosotros enterramos nuestro tesoro por miedo a perderlo. ¿Está enterrado en algún lugar donde «la polilla y la herrumbre pueden corroerlo»? De ser así, es muy probable que tu corazón esté encerrado también allí. Algunos podemos necesitar un mapa del tesoro que nos muestre dónde ha estado enterrado nuestro corazón todo este tiempo: bajo la casa que nos hemos esforzado al máximo por comprar; en el maletero del coche que hemos comprado a plazos; encerrado en la educación de los niños; aherrojado en la sala del consejo de administración; desgarrado en un dormitorio que no es el debido... Comienza a actuar Piensa dónde has enterrado tu tesoro. Si te sirve de ayuda, trata de trazar un mapa. ¿Qué te dice todo ello acerca de dónde puede encontrarse oculto tu corazón? ¿Qué te gustaría realmente atesorar si tuvieras el valor y la libertad de vivir como, en lo más profundo de ti, te gustaría hacerlo? ¿Cómo puede ayudarte el mapa de tu tesoro a pensar acerca de vivir más dinámicamente desde tu corazón? Trata de trazar un mapa alternativo que muestre las personas, lugares u organizaciones con los que podrías compartir tu tesoro. Cartografar el territorio Scott Peck dice que «el mundo mismo está en cambio constante. Los glaciares vienen y van. Las culturas vienen y van... Y, lo que es incluso más impresionante: el punto de vista desde el que contemplamos el mundo está cambiando constante y rápidamente... »¿Qué sucede cuando uno se ha esforzado mucho durante largo tiempo para desarrollar una visión operativa del mundo, un mapa aparentemente útil y factible, y 143

después se ve confrontado con una nueva información que muestra que esa visión está equivocada y que el mapa necesita ser enormemente retocado...? Lo que solemos hacer es ignorar la nueva infor mación. Y muchas veces este acto de ignorar no tiene nada de pasivo»3. Tenemos la opción de oponernos o ignorar la nueva información, o de revisar nuestro mapa. Podemos avanzar por la vida perdidos, distraídos, derrotados..., o podemos transformar cada decisión que debemos afrontar en una oportunidad de encontrar nuestro camino a través de un nuevo territorio y volver a trazar nuestro mapa. Porque la manera en que decidimos actuar frente a cada dilema o desafío que se presenta en nuestro camino es lo que, en última instancia, determina qué sucede con nosotros en el itinerario de la vida. No se trata de que aceptemos pasivamente nuestro destino, sino de que nos dirijamos hacia la integridad y la transformación por un itinerario del corazón dinámico y decisivo que se adentra en la plenitud que cada momento nos ofrece y que nosotros ofrecemos a cada momento. Como dice el escritor Mike Riddell: «Ni el pasado ni el futuro proporcionan un respiro legítimo en lo que respecta al desafío y la belleza del momento. Cuando aprendemos a estar plenamente presentes a cada instante, descubrimos que hay directamente ante nosotros oportunidades y opciones que determinan tanto nuestro pasado como nuestro futuro. »Aquí, en el filo del futuro, hay oportunidades de crear y amar... En la cápsula de experiencia que se nos da a cada instante determinamos quiénes somos y qué es significativo para nosotros. El conjunto de nuestra vida se nos presenta en el momento, y cada momento es una intersección con la eternidad en la que decidimos nuestro destino y se nos ofrece la gracia de transformarnos. Todo lo demás es ilusión»4. ¿Adónde estás dispuesto a permitir que te lleve este camino? ¿A un lugar al que pocos otros caminos parecen conducir? ¿A un lugar que ha permanecido sin cartografiar en tu vida? ¿A un lugar en el que puedas encontrar tu tesoro y compartir la alegría con los demás? ¿A un lugar de entrega activa? ¿A un lugar absolutamente incomparable con cualquier otro que puedas imaginar encontrar? El itinerario continúa.

144

145

Transmitirlo

«La vida es un don que recibimos cada día. Cuando nos cerramos, es como si estuviéramos dormidos al don de la vida». Miriam Greenspan, psicoterapeuta' Servicio activo CUANDO nos acercamos al final de nuestro tercer itinerario por los iconos, nuestros pensamientos se orientan de nuevo a la «transmisión». Es crucial que nos centremos firmemente en cómo servimos a los demás siendo las personas en que estamos convirtiéndonos (en lugar de decirles cómo deberían ellos vivir), transmitiendo a cuantos nos rodean los beneficios de nuestro cambio a medida que avanzamos y permitiendo, al hacerlo, que lo profundo llame una vez más a lo profundo. Para sacar el máximo provecho a nuestra persona, lo que «hacemos» debería participar del espíritu de servicio. Cuando accedemos a nuestra inteligencia espiritual, ganamos libertad para servir. Aunque hagamos cosas para nosotros, no tienen por qué ser «egoístas» al modo en que anteriormente tal vez lo entendíamos. Nuestros actos adquieren mayor significado cuando comprendemos cómo sirven a la causa superior de nuestra vida, de manera que, incluso cuando estamos actuando para nosotros, tenemos una opción a propósito de cómo y por qué hacemos lo que hacemos. Puede que, antes de proseguir, merezca la pena recordar las palabras de David Foster Wallace que citábamos en el capítulo 10: «La clase de libertad realmente importante implica atención y consciencia y disciplina y esfuerzo y ser capaz de preocuparse verdaderamente por las demás personas y de sacrificarse por ellas, una y otra vez, de multitud de insignificantes y pequeños modos nada atrayentes. Ésta es la verdadera libertad». Primeros pasos hacia una vida de servicio 146

El mayor acto de servicio, tanto para ti como para cuantos te rodean, es que comiences por renunciar a cualquier tentación o compulsión para estar a la altura de lo que los demás esperan de ti y de lo que tú esperas de ti mismo. Todas esas expectativas son falsas (a pesar de que puedes haber utilizado como un estímulo las expectativas de algunas personas con respecto a ti). Debemos dejar a un lado esas expectativas, porque provocan el parloteo incesante de la mente, que se alimenta vorazmente de ellas y, a partir de ellas, crea una persona imaginaria en representación nuestra. Por el contrario, en el estrecho ca mino hacia la plenitud, debemos lograr saber quiénes somos realmente, en función de qué valores decidimos vivir y qué es lo que subyace en el centro mismo de nuestro ser, en esa interconexión emocional entre nuestro verdadero yo y la divinidad. Sólo entonces podemos empezar a vivir de acuerdo con quienes fuimos destinados a ser, no de acuerdo con lo que otras personas esperan o demandan que seamos. Steve Jobs, el fundador de Apple, pronunció en cierta ocasión un impresionante discurso (que puede seguirse «online») a los graduados de Stanford. Habló sinceramente de cómo llevamos largo tiempo muertos y de la importancia de vivir a la luz de esta verdad. «Vuestro tiempo es limitado, de modo que no lo malgastéis viviendo vidas ajenas. No os dejéis atrapar por el dogma, que es vivir con los resultados del pensamiento de otros. No permitáis que el ruido de las opiniones de otras personas ahogue vuestra voz interior. Y, lo más importante, tened el valor de seguir a vuestro corazón y vuestra intuición, porque de alguna manera saben lo que queréis verdaderamente llegar a ser. Todo lo demás es secundario»2. Nunca viviremos plenamente a la altura de las expectativas que suscitamos; nadie lo hace. Todos defraudamos las esperanzas y demandas ajenas respecto de nosotros. Y todos defraudamos nuestras propias esperanzas y demandas constantemente. Pero la vida espiritualmente inteligente no consiste en tratar de complacer o impresionar a la gente (o a nosotros mismos); no consiste en conseguir gustar a la gente, aunque debemos ser sensibles a sus necesidades e intentar servir a los demás en todo cuanto hacemos. Debemos tratar de vivir cada vez con mayor seguridad en quienes somos realmente, así como con integridad, optando correctamente en cada momento, en servicio de nuestra causa superior: el mayor bien, al que nos entregamos totalmente. De este modo, dejaremos de reaccionar ante las esperanzas y expectativas ajenas; sin embargo, paradójicamente, el resultado será que las serviremos más eficazmente. El mundo actual tira de nosotros y nos empuja en miles de direcciones; nos impele a presentar diferentes personajes en las diferentes situaciones y a «representar», ya nos 147

encontremos en la sala del consejo de administración o en el dormitorio. Desempeñamos varios papeles; pero, al hacerlo, nos convertimos en camaleones sociales que se adaptan, no que se yerguen y se mantienen firmes en defensa de algo superior. El modo de seguir un camino pleno de sentido a través de nuestras relaciones y de los «mundos vitales» (como los denominan los sociólogos) consiste en vivir cada vez con mayor integridad, siendo auténticos con nuestro yo, con los demás y con Dios en cada situación en que nos encontremos. Y así comenzamos a saborear la máxima libertad cuando, en lugar de servir a nuestro yo o a nuestra vana ambición, decidimos deliberadamente dejar a un lado nuestro sentido de la identidad a través del hacer, que está condicionado por el ego, y abrir los ojos a la posibilidad de un servicio desinteresado mediante un amor de autoentrega. Claro está que necesitamos conocernos bien antes de poder morir a nosotros; y debemos realizar el itinerario del «crecimiento», precisamente con el fin de entender las limitaciones que nuestro ego ha tratado de crear para nosotros, para poder trascenderlas y acceder a la vida más plenamente. Es dejando a un lado determinadas cosas como comenzamos a vivir. Y cuando reconozcamos y dejemos activamente a un lado nuestros deseos, tentaciones, anhelos y caprichos, experimentaremos el sabor radical de la libertad. Veremos que ya no somos esclavos de nuestro yo ni de los demás, sino que podemos empezar a vivir nuestra propia y única vida, totalmen te impregnada de los talentos y potencialidades únicos que nos han sido concedidos. En lugar de ser ésta una vida para estar a la altura de unas expectativas, podemos verla como una danza...; una danza con la fuente de vida divina. Detente a pensar Trata de dar un paso atrás respecto de la pregunta «¿Qué historias se contarán acerca de nosotros cuando nos sentemos en torno a las fogatas de campamento del cielo?», para preguntarte, de manera más inmediata: «¿La vida de quién estoy viviendo en este preciso momento?». Sólo puedes empezar a vivir verdaderamente para los demás si dejas a un lado sus expectativas (y las tuyas, condicionadas por tu ego) y comienzas a vivir primero tu propia vida. Puede que te parezca oportuno escribir una lista de las personas que hay en tu vida cuyas expectativas continúen moldeando tus actos inútilmente. ¿Por qué no hablar de ello con las personas a las que identifiques?

148

Escribe ahora una lista de personas que haya en tu vida de las que tú esperas cosas. ¿Cómo puedes empezar a liberarlas de tus expectativas inútiles para poder ayudarlas a vivir más plenamente como las personas que fueron destinadas a ser? ¿Cómo puedes empezar a transmitir de este modo los beneficios de tu propia transformación? Demostrar liderazgo Cuando empieces a liberarte de expectativas inútiles y a identificar tu causa superior, comenzarás a demostrar a los demás cómo puede tu historia tener sentido dentro de la Visión General y obtener sentido de ella. Entonces podrás contar esa historia basándote en el modo en que la vives tú. Ya no recibirás pasivamente lo que tienes delante de ti en la vida; por ejemplo, ya no te limitarás a tomar lo que puedas de la Visión General. Ya no te sentirás impotente frente al desarrollo de los acontecimientos, ni aplastado por el peso del mundo, sino que entregarás tu yo a la Visión General y ofrecerás lo que únicamente tú puedes realmente ofrecer, de acuerdo con los valores de tu corazón. Te encontrarás en servicio activo, como un guerrero espiritual, mostrando que hay una causa por la que merece la pena luchar, una causa tan irresistible que estás dispuesto a entregarlo todo a su servicio. Y así te convertirás en un líder natural para cuantos te rodean, no diciéndoles lo que tienen que hacer ni gritándoles, sino mostrándoles un camino distinto. No es que ellos tengan que seguir necesariamente tu camino; habrán de encontrar ellos el suyo propio, pero deberán levantarse del sofá y echar a andar. La serenidad del verdadero servicio Por lo tanto, un beneficio de tu transformación consiste en que puedes mostrar el camino a otras personas. Otro, que tus relaciones se verán transformadas. Ya no tratarás de engañar a los demás haciéndoles creer que tienes más - o menos - que ofrecer. Cuando actuamos en verdadero servicio, podemos obrar con creciente confianza, porque no tenemos nada que perder. No fingimos ser lo que no somos, sino que damos lo que podemos de la persona que somos, ni más ni menos. Esto es verdad, tanto si simplemente te sientes románticamente atraído por alguien como si tratas de obtener un contrato o la presidencia de los Estados Unidos. Te ves liberado pa ra hacer aquello para lo que venido a este mundo y que puedes hacer mejor: ser tú mismo.

149

Esta confianza es contagiosa y atractiva. Recuerda que estás en tu mejor momento cuando te recuerdas a ti mismo que eres totalmente incomparable. En el instante en que percibes que alguna otra persona podría ser mejor en una tarea o tener más talento para tal o cual cosa, entras en el modo defensivo, en el que no tratas más que de consolidar tu posición. Cuando dejas de compararte con los demás, accedes a la libertad que procede de saber que únicamente tú puede hacer lo que mejor sabes hacer, especialmente cuando lo ofreces con espíritu de servicio a los demás, no a ti mismo. No volverás a entrar en una reunión de negocios como antes. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? Las palabras de Jesús son aquí un útil recordatorio. «¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida?»3. En nuestra cultura consumista es fácil ver cómo todos buscamos el beneficio inmediato vendiéndonos a nosotros mismos a la baja, dejando en suspenso nuestra ética, nuestros instintos, nuestro sentido natural de lo bueno y lo malo, a fin de obtener lo que queremos de la vida. Pero este comportamiento nos deja siempre desolados, porque, por mucho confort material que tengas (más allá de las necesidades de supervivencia más básicas), nunca será comparable con seguir tu verdadera vocación, con vivir desde tu corazón. Tal vez el estrecho e íntimo camino de la entrega parezca no ser más que una pérdida; de hecho, es el mayor beneficio imaginable. Porque te beneficiarás recuperando tu espiritualidad. Y ésta es la mejor posición para ayudar a los demás a beneficiarse de tu transformación, porque verás que lo que tienes para dar aumenta inmensamente. En lugar de atesorar para ti mismo, tratarás activamente de compartir los tesoros de tu corazón. Vivir tu marca En la cultura occidental, desgraciadamente, nos importan mucho las marcas; la mayoría tenemos marcas favoritas; muchos construimos nuestro sentido de la identidad mediante las marcas que compramos y los logotipos que llevamos. Pero eso de que tantas personas busquen su identidad a través únicamente de un logotipo puede ser profundamente vano. Sin embargo, podemos emplear la importancia que damos a las marcas positivamente, para considerar más detenidamente la marca más profunda en función de la cual optamos por vivir y los valores de marca que mostramos mediante el amor a cuantos nos rodean. (Recuerda que no somos clones; somos creados únicos, con combinaciones únicas en cuanto al modo de ver el mundo y de incidir en él). Detente a pensar

150

¿Cuáles son tus marcas favoritas? ¿Qué esperas que digan de ti al comprarlas, llevarlas o exhibirlas? ¿Cuáles son los «valores de marca» por los que te sientes atraído? ¿Cómo parecen construirte un sentido de la identidad, por muy superficialmente que sea? Debajo de la piel Los anunciantes nos hablan de ser «leales» a marcas concretas. Probablemente, todos somos leales a ciertas marcas, seamos o no conscientes de ello y nos guste o no. No siempre se trata de una decisión consciente, sino que algo de las marcas nos atrae y nos anima a demostrar nuestra lealtad. A veces compramos una prenda de ropa por el logotipo mismo y por lo que pensamos que dice acerca de nosotros. En la actualidad, algunas personas son tan «leales» a sus logotipos que los llevan incluso tatuados. Es difícil de creer, pero es verdad. Los logotipos más populares para ser tatuados en la piel humana incluyen el de Nike y el de Apple. Ambas marcas han inspirado tan gran lealtad en sus clientes que la gente soporta el dolor para llevar una marca que permanecerá en su piel durante el resto de su vida. Nuestros logotipos demuestran nuestro sentido de la pertenencia; la marca fue originalmente, por supuesto, la marca quemada sobre un animal (o esclavo) para indicar quién era su dueño. ¿Has pensado alguna vez que las marcas que llevas dicen algo acerca de a quién perteneces tú? La mayoría, por supuesto, no se tatúa un logotipo de una empresa, pero muchas personas llevan tatuajes. De hecho, es un fenómeno cultural en Occidente. Pienses lo que pienses sobre los tatuajes, lo cierto es que son un modo de demostrar a otras personas algo profundo acerca de tu persona y tu sentido de la identidad y la lealtad: el nombre de la persona a la que amas, o un símbolo espiritual importante para ti, o el escudo del equipo de fútbol que del que serás «hincha» hasta la muerte... Detente a pensar Si tuvieras que llevar un tatuaje, ¿qué te tatuarías? Piensa seriamente acerca de ello (aunque no pienses en hacerte un tatuaje en tu vida), porque un tatuaje puede ser una representación profundamente personal de quién crees realmente ser. Tienes que pensarlo con mucho cuidado, porque será muy doloroso y no podrá ser eliminado. Así pues, ¿qué signo permanente de pertenencia o relación o lealtad te representaría mejor? Puede que se trate de un símbolo, un nombre, una frase o una imagen. Puedes representarlo en tu diario, simplemente para recordarlo. ¿Qué dirá esa marca acerca de ti, acerca de quién eres, qué o a quién amas, a quién 151

perteneces o qué es más importante para ti? Comienza a actuar Claro está que no necesitas un tatuaje para vivir un conjunto de valores que consideres importante, ni tampoco para expresar o articular esos valores. Pero ahora que comienzas a vivir más libremente desde tu verdadero yo, es un buen momento para recordarte esos valores y preguntarte cómo podrías clarificarlos y expresarlos a medida que vas avanzando. Muchas empresas tienen hoy una lista de «valores corporativos». Si tú tuvieras una declaración de los «valores de la "Marca Tú"», ¿cuáles serían? Si alguno parece tener más que ver con tu ego que con tu verdadero yo, ¿qué querrías hacer con él? Puede que una declaración - en lugar de una lista - refleje mejor el modo en que deseas vivir y los valores a los que quieres adherirte en cualquier situación en que te encuentres. «Vivir tu marca» es un modo útil de pensar acerca de cómo proceder con integridad en todas las situaciones en que te encuentres. El profeta Miqueas hablaba de «respetar el derecho, amar la lealtad y proceder humildemente»4. Es un breve conjunto de palabras que puede potencialmente determinar cómo vives tu vida entera. La Torá (que para los cristianos comprende los cinco primeros libros del Antiguo Testamento) dice que la Ley puede resumirse en las palabras «Amar a Dios, amar al prójimo». De nuevo es una frase muy sucinta mediante la cual puede expresarse y vivirse toda una vida. ¿Qué conjunto de palabras - tuyas o de algo que has leído o visto - describiría mejor tus «valores de marca»? Trata de escribir o encontrar algo que se aproxime lo más posible. Cuando reflexionas sobre un conjunto de valores de acuerdo con los cuales vivir, es importante ser capaz de recordarlos y expresarlos, de manera que estés siempre «aportándoles vida», haciéndolos realidad, si lo prefieres. Porque los valores no son nada, a no ser que salgan de la página y entren en la vida. Muchas personas no han sido nunca animadas o desafiadas a pensar acerca de los valores en función de los cuales viven; es producto de nuestra cultura espiritualmente ignorante el hecho de que no estemos equipados para vivir con integridad de ese modo. Sin embargo, es un don que tú puedes aportar a otros, manifestando tus valores clara y sucintamente mediante el modo en que los vives. Tu frase breve, o tu tatuaje imaginario, puede ayudarte a ayudar a otros a comenzar a pensar acerca de sus propios valores. 152

Puedes ayudar a «transmitirlos» en cuanto empieces a comprender algo de su potencial, porque vives en función de los valores de tu corazón. Del mismo modo que un tatuaje es un tema que invita a la conversación, y una camiseta de una determinada marca comunica activamente algo acerca de lo que a ti te gusta o de quién eres, también tu sentido de la «Marca Tú» puede demostrar a los demás un compromiso con una causa superior, una vida de servicio, un modo único de ver e incidir en el mundo... Y puede ayudarte, en cada encrucijada del desarrollo de tu vida, a vivir apasionada e inquebrantablemente desde tu corazón. Puedes pensar en ello como una brújula moral. Actúa con alma. Confiar en tu conciencia Otro modo de pensar sobre ello consiste en considerar tu «conciencia». Pregúntate qué es tu «conciencia» realmente y de dónde procede. Podrías pensar en ella como en una suave voz de lo profundo de tu interior, una voz que trata de mantenerte en el buen camino, de ayudarte a obrar como es debido. A medida que vayas estando más totalmente consciente o despierto, verás que empiezas a acceder más plenamente a tu «conciencia». Sintonizarás más con ella, percibiéndola más claramente cuando aquietes la estruendosa voz de tu ego. Podrías pensar en esto como tu sentido de la espiritualidad o, de hecho, como tu alma misma: la interconexión en lo más profundo de tu ser entre lo divino y lo plenamente humano. Cuando logres escuchar mejor a tu verdadero yo, aprenderás a oír y seguir más de cerca a tu «conciencia». Detente a pensar ¿Cuándo fue la última vez que oíste la voz de tu conciencia? ¿Qué te pidió que hicieras? ¿Lo hiciste? Puede que te apetezca tomar nota en tu diario de las ocasiones en que, en adelante, pienses que oyes la voz de tu conciencia, y reflejar lo que te diga. ¿De dónde piensas tú que procede tu «conciencia»? ¿Cómo puede ayudarte a actuar con integridad? ¿Cuál es la relación entre tu conciencia y tu «Marca Tú»? Ama a tus enemigos

153

El servicio activo te introduce en el misterio de la vida más allá de lo que normalmente podrías estar dispuesto a llegar. El camino puede conducir a lugares hostiles o que exijan sacrificio. No es una opción banal, sino que te encuentras inmerso en un itinerario de autodominio, disciplina y compromiso en el camino estrecho, y precisas de una firme determinación simplemente para estar plenamente presente. Pero necesitas un gran valor para hacer frente y desarmar a tus enemigos buscando que ellos también se beneficien de tu transformación. La buena noticia es que puedes contribuir a acabar con el ciclo de violencia en este mundo, que se perpetúa a través del ego, haciendo una cosa sencilla pero milagrosa: amar a tus enemigos. Los amas, en primer lugar, acabando con la dicotomía amigo/enemigo. Todas las personas son personas. Las enemistades las crea el ego en el contexto de nuestra dolorosa «naturaleza caída». Reaccionamos con miedo mutuo, en lugar de con amor, porque nuestro ego trata de crear una identidad dis tinta de tu persona como opuesta a todos los demás. Pero cuando dejas a un lado tu ego, la oposición puede desaparecer. Entonces se trata de ver a todas las personas que llegan a ti a través de tus nuevos ojos espirituales, no como enemigos potenciales, sino de un modo mucho más profundo y rico. Mike Riddell dice: «Una de las claves del crecimiento espiritual es ver a cada nueva persona que encontramos a lo largo del camino como alguien que nos ha sido enviado con un don. Esas personas tienen una lección que enseñarnos, una cualidad que despertar en nosotros, una bendición que otorgarnos, una necesidad nuestra que satisfacer o una pregunta que hacernos». Y prosigue: «Cuando vemos a las personas de este modo, dejamos de ver como enemigos incluso a quienes aparentemente son más aborrecibles y, por el contrario, empezamos a buscar su misterio esencial. Es asombroso cómo ese sencillo cambio de orientación con respecto a las personas puede suscitar gracia y descubrimiento en quienes están dispuestos a ponerlo en práctica. Pero primero debemos aprender a superar nuestros prejuicios y miedos»5. La cuestión es si estás dispuesto a «superar tus prejuicios y miedos». Por supuesto que, si cambias tu modo de ver a tus enemigos, no sólo se beneficiarán ellos, sino que también te beneficiarás tú, liberándote de las demandas de tu ego y comenzando activamente a practicar el arte de dejar que lo más profundo de ti hable a lo más profundo de los demás. Puedes encontrarte - al igual que muchos otros - liberado de años de esclavitud a heridas del pasado y a miedos e inseguridades del futuro.

154

Detente a pensar: ¿cuál es tu don? Si tienes que ver los dones de otras personas, debes primero reflexionar sobre los dones que tú posees. No siempre nos resulta fácil pensar positivamente acerca de nosotros (de modo no egocéntrico), pero es vital que lo hagamos. Piensa en un don que poseas y que sea especial para ti. ¿Qué ha notado la gente en ti que parece venirte de alguna manera «dado», algo que hagas maravillosamente sin demasiado esfuerzo? Piensa ahora cómo «das» tu don a los demás. ¿Cómo se benefician? ¿Qué gozo obtienen de tu don? ¿Cómo, en ocasiones, lo empleas en beneficio de los demás? ¿Cómo te gustaría emplear tu don en servicio activo de los demás, y no únicamente de tus amigos, sino también de tus enemigos? Al llegar al final de este tercer itinerario por los iconos, vamos a recordar que, aunque puede ser mejor dar que recibir, debemos practicar también el recibir, porque otras personas poseen también dones que nos fortalecerán, cuestionarán e inspirarán. Sin embargo, sólo podemos recibirlos si nos abrimos a cuantos nos rodean y nos aproximamos a ellos, no defensivamente, sino con espíritu de comunión. En nuestra cultura, muy frecuentemente sentimos como si necesitáramos ganarnos el derecho a recibir; debemos trabajar para ganar dinero, y si perdemos el trabajo y tenemos que recibir una prestación, sentimos el estigma de obtener algo a cambio de nada. Y por eso, al recibir de los demás, podemos sentirnos indignos o podemos pensar que tenemos que corresponder al «don», lo cual es difícil si el don es, por ejemplo, una hospitalidad fastuosa. Hay que hacer, por supuesto, una importante distinción entre recibir y tomar; pero, aun así, a muchos de nosotros nos resulta difícil recibir con el espíritu debido. En última instancia, sólo recibiendo del Espíritu de Dios podemos practicar el recibir sin temor a que ello conlleve ciertas obligaciones. Porque el don de la vida fluye a nosotros a través del Espíritu; sin embargo, no hemos hecho nada para merecerlo. Simplemente, tenemos que recibirlo. Y no sólo recibir del Espíritu, sino recibir el Espíritu mismo, que fluye a través de nosotros y sustenta la vida. Si nos negamos a recibir al Espíritu, es muy probable que nos neguemos a recibir la mayoría de las demás cosas de la vida; del mismo modo que, si nos negamos a recibir a otras personas, nunca seremos capaces de recibir de ellas. En esto consiste la comunión. Se trata de una interdependencia radical de vida, de dar y recibir, confiando y abriendo nuestro corazón a los demás y, al aceptar sus dones, afirmándolos y celebrándolos. Necesitamos humildad, y seguridad personal para recibir 155

de los demás; al recibir, estás ayudando a los demás a darse y estás encontrándote con ellos, abriéndote tú también. «¿Cómo podemos dar a la vida si no hemos aprendido a recibir de la vida?», se pregunta Mary Saunders, practicante de la medicina china durante más de veinte años. Y tiene razón. «La vida es un don que recibimos cada día. Cuando nos cerramos, es como si estuviéramos dormidos al don de la vida», dice la psicoterapeuta Miriam Greenspan. Ambas son citadas en un espléndido artículo titulado «Manos abiertas, corazón abierto» del Ode Magazine'. Cuando lleguemos al último tramo de este itinerario, obtendremos el máximo y daremos el máximo si lo recorremos con un espíritu abierto y receptivo en servicio activo.

156

157

VIVIR «FLUYENDO»

158

159

Despertar

«El mundo es un rompecabezas; no hay necesidad alguna de entenderlo». Dan Millman' «Abróchate el cinturón, Dorothy, porque Kansas City nos dice adiós». Cypher a Neo, en The Matrix «Toto, no creo que estemos ya en Kansas City». Dorothy, en El mago de Oz En este itinerario final por los iconos, dirigimos ahora nuestra atención al «fluir», al flujo creativo y dinámico entre nuestro ser y nuestro hacer. En este nivel, debemos tratar de morar en el misterio, conscientes de que no necesitamos conocer todas las respuestas para ser espiritualmente maduros. ¿La realidad de quién? La vida no es una película, y no es probable que nosotros seamos transportados por un tornado a Oz, como Dorothy y Toto, ni que despertemos del sueño-muerte de Matrix tomando una píldora, como Neo. Pero estos mitos, por supuesto, nos ayudan a explorar la «realidad» más intensamente. (El escritor Marcus Borg, citando al novelista Thomas Mann, dice que el mito es «una historia acerca de cómo las cosas nunca han sido, pero siempre son»2). Debemos, si estamos comprometidos, despertar un día para caer en la cuenta de que, como sugiere la película, la vida no es simplemente lo que parece. Sucede en ella mucho más de lo que perciben nuestros ojos. 160

Si el lector ha visto la película El show de Truman, recordará que Truman nació en un entorno de «reality show» y no conoció nada más hasta que en su vida adulta comenzó a observar grietas en la fachada del mundo en que vivía y empezó a despertar al hecho de que había un mundo más allá de los confines de la vida que él consideraba verdadera. Se trata de una poderosa metáfora de nuestra pequeña vida, que muchos de nosotros vivimos dentro de un estupor irreflexivo, sin ser conscientes de que hay mayores posibilidades. Truman no vivía su propia vida; sus opciones eran ideadas por Christof, el director del «reality show», y por los espectadores del programa. Recordemos lo que decía Steve Jobs: «Tu tiempo es limitado; por tanto, no lo malgastes viviendo vidas ajenas». ¿Por qué no despertó Truman antes a la irrealidad de su vida? Porque, como Christof dice a uno de sus trabajadores, «aceptamos la realidad del mundo tal como se nos presenta». Pues debemos dejar de aceptar esa versión de la realidad si queremos dar rienda suelta al potencial de nuestra inteligencia espiritual. Pero para hacerlo se requiere valor y fuerza. Una advertencia, sin embargo. Al comenzar esta etapa final de nuestro itinerario en cuatro partes, debemos aceptar que ningún marco ni modelo como el de este libro nos llevará nunca a un despertar completo. Es simplemente un modo de tratar de reunir fragmentos de verdad y evocar nuevas posibilidades. Esto no es un evangelio, y es crucial en nuestro avance renunciar a nuestro apego a cualesquiera modelos, tales como éste. El itinerario a partir de aquí corresponde al lector realizarlo. Es su oportunidad de despertar a sus propias posibilidades de realidad alternativa, incluso a este lado del arco iris. Y dependerá de ti el abrirte y estar vigilante; dispuesto a prestar atención y a asumir la responsabilidad de tus despertares, que llegarán cuando ya hayas observado con especial atención en diferentes formas. Pero cuando se vayan acumulando, puede que un día caigas en la cuenta de que el mundo para ti ha cambiado, y que la naturaleza de su realidad se ha alterado para siempre. En el libro del Génesis, el patriarca Jacob, como es bien sabido, «soñó con una escalera que, apoyada en tierra, ascendía hasta el cielo, y vio cómo los ángeles de Dios subían y bajaban por ella»3. Como dice John Eldredge, «y Jacob despierta, más despierto que nunca en su vida, gracias al sueño, y cae en la cuenta por primera vez de que a su alrededor hay más de lo que imaginaba. "¡Así pues, está Yahvé en este lugar y yo no lo sabía!", reflexiona»4. Dios está en ti y a tu alrededor: ojalá seas capaz de caer en la cuenta de esta verdad. Estás en tierra sagrada, porque toda tierra es sagrada en el mundo de Dios, en la realidad.

161

Despertar al tesoro que portamos desde siempre Hace algún tiempo, experimenté un despertar que ha permanecido conmigo de manera intensa. Estaba pasando un día de reflexión por mi cuenta en una casa de espiritualidad y no podía permanecer sentado inmóvil mucho rato sin encontrar algo que «hacer». De manera que me fui a dar un paseo. Afortunadamente, fue un paseo por un paraje muy hermoso, y logré serenar la inquietud de mi mente y empezar a encontrar calma dentro de mí superando el parloteo de mi ego. Mientras caminaba por un sendero junto a un campo labrado, tenía las manos frías, así que las metí en los bolsillos. Entre las monedas y las llaves sentí una piedrecilla que debía de llevar allí varios días. Me acordé de que mi hijo me la había dado. «Esto es un tesoro - recordaba que me dijo-, y quiero que tú lo tengas». E inmediatamente me vinieron también a la memoria las palabras de Jesús: «Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón»5. Seguí caminando y reflexioné sobre cómo puedo enterrarme a mí mismo en las muchas cosas falsas que atesoro (como veíamos en el capítulo 11), y consideré agradecidamente - aten-tamente - el tesoro que acababa de redescubrir. Fue entonces cuando se me hizo evidente por qué merece la pena conceder espacio a tu yo. Lo único que necesitas es abrir un pequeño hueco en tus ocupaciones de cada día, y podrías encontrar algo a lo que no has prestado atención, pero has portado desde siempre. He conservado la piedrecilla para que me recuerde este despertar. Es frecuente que la mayor revelación sea descubierta en los más mínimos detalles. Si nos esforzamos demasiado por tener una gran visión o un anuncio celestial, podemos perdernos lo que ha estado desde un principio en la cotidianidad de la vida -y dentro de nuestro corazón - para que lo descubramos. Algunas veces se trata de despertar a lo que ya nos ha sido dado. Despertar a lo mágico Viene ahora un aspecto maravilloso del itinerario hacia la plenitud en que debemos aprender a esperar lo inesperado. Ése es el lugar en el que podemos despertar verdaderamente a descubrir dónde estamos y cómo pueden ser las cosas. Pensemos en ello en términos de magia. Hablamos de la «magia de la Navidad» y nos permitimos entrar en un mundo en el que, al menos durante un breve tiempo, podemos estar abiertos a las posibilidades de ángeles en el cielo cantando «paz en la tierra», y a Dios haciéndose uno de nosotros, «Emmanuel», que significa «Dios con nosotros», nacido en la pobreza, entregándolo todo y, en consecuencia, poniendo el mundo al revés.

162

A veces necesitas ponerte deliberadamente a la expectativa (como los líderes naturales parecen hacer). Creer que pueden suceder grandes cosas y seguir tu camino. Si concedes a la Providencia un pequeño espacio para actuar, pueden surgir cosas apasionantes. Hablando del modo en que algunas personas parecen «hacer que sucedan cosas», el guru de la espiritualidad y los negocios Peter Senge escribe: «Sería un error decir que los innovadores que obtienen un éxito rotundo esperan que ocurra algo mágico, pero de alguna manera lo aceptan tranquilamente como una parte casi inevitable del proceso»6. Y dice que a veces consiste en estar deliberadamente abierto a lo que quiere suceder. No sólo a lo que podría suceder, sino a lo que quiere suceder. Detente a pensar ¿Puedes recordar alguna ocasión en que te sucediera algo mágico, inesperado, accidental o providencial? ¿Qué piensas tú que «quería» suceder? ¿Lo permitiste? ¿Cómo te afectó ese pequeño toque de magia en tu vida? ¿Lo recibiste como un don? ¿Te perturbó? ¿Cómo puedes ponerte a esperar lo inesperado de manera más activa? ¿Necesitas renunciar a un poco más de control en tu vida para permitir que lo inesperado produzca su propia magia? De ser así, ¿cómo puedes darle cabida? ¿A qué cosas debes aferrarte con menos fuerza? Retorno a una experiencia renovada Cuando damos cabida a lo inesperado, debemos al mismo tiempo despertar a nuestra mayor unión con el mundo que nos rodea: con las personas con las que estamos, con el lugar en el que nos encontramos y con el Espíritu que alienta a través de todo ello. Despertamos a lo que quiere suceder a través de nosotros cuando nos abrimos a la posibilidad de entregar nuestro yo a una causa superior y dejar nuestra marca providencial no condicionada por el ego. Tu vida puede dar un giro inesperado cuando renuncias a los planes que tu mente, sin tenerlas todas consigo, ha creado para ti. En su lugar puedes elegir el camino del amor. ¿Cuál fue la última vez en que te sentiste maravillosamente sorprendido por la vida? La contemplación puede ayudarte si no puedes recordar cuándo fue, porque nos ayuda a experimentar el mundo de nuevo cuando renunciamos a nuestras respuestas habituales y nos hacemos presentes a algo más positivamente impredecible. En lugar de forzar el futuro para tratar de hacer que tus planes se cumplan, puedes responder con asombro a cada momento de cambio. Cuando abres tu yo a las posibilidades de algo de magia en tu vida, puedes acabar con las expectativas y demandas restrictivas de tu falso yo y 163

comenzar a recibir lo inimaginable. Todos podemos despertar a la espontaneidad. Y, al hacerlo, podemos romper el círculo vicioso del ego que nos ha atenazado, entrando en uno de virtud, un círculo virtuoso de creatividad, libertad, reverencia y celebración. Quienes han roto ya el círculo son - como todos sabemos - personas maravillosas para tenerlas alrededor. No se conforman con la banalidad ni son víctimas de sus propias pautas de pensamiento egoístas, sino que viven una vida abierta, generosa, inspiradora e inesperada. Indudablemente, se trata de un lugar nuevo y fascinante en el que encontrar tu yo interior. Es una forma de realidad nueva y previamente no imaginada; pero que, sin embargo, fue preparada para ti desde los orígenes del tiempo. Extranjero en tierra extraña ¿Dónde te sientes más cómodo? El apóstol Pablo hablaba de ser un «ciudadano del cielo» que vive en la tierra. Un residente extranjero, si lo prefieres. Recuerda cuando has estado en un país extranjero. Puede resultar atemorizador, cuestionador, inspirador...; los sentidos se aguzan, te sientes de alguna manera totalmente despierto. Puedes sentirte distinto, incluso desamparado. Puedes percibir las cosas más nimias acerca de ti o de los demás. Y aunque puede ser difícil, y a veces intimidante, ser extranjero en tierra extraña, puede hacer también que te sientas «vivo». Pablo no quería decir que debemos pasar el tiempo soñando con escapar de la tierra al lugar al que realmente pertenecemos, el cielo, sino que nos exhortaba a encontrar nuestra identidad en algo o Alguien no enteramente de este mundo y a actuar desde un conjunto de valores y expectativas muy distinto del que normalmente experimentamos en nuestros desplazamientos por el lugar al que ya no podemos llamar «nuestra casa». Al hacerlo podemos despertar a la posibilidad de encontrar esperanza en la desesperanza, crear ráfagas de luz en la oscuridad y dar los primeros frutos de un nuevo mundo para saborearlos aquí y ahora mismo. Jesús decía misteriosamente que «el Reino de Dios está cerca»'. Está a nuestro alrededor si somos capaces de percibirlo. Es un reino que no es de este mundo, aunque encontrará su lugar en nuestro ser y nuestro hacer, en el corazón y la vida de aquellas personas de este mundo que despierten a él y que estén abiertas a la posibilidad de realizar el potencial que Dios les ha otorgado. Jesús empleaba muy diferentes imágenes para describir la naturaleza de su realidad; el reino - enseñaba Jesús - es como un hombre que encuentra un tesoro en un campo y vende cuanto tiene para adquirirlo; es como una semilla que se convierte en un gran árbol 164

en el que pueden anidar las aves; es como una «perla de gran valor»8... ¿Qué imagen podrías utilizar tú para el mundo alternativo que está irrumpiendo? ¿Otra opción más por un estilo de vida? Una cosa es vislumbrar posibilidades, y otra acceder plenamente a esas posibilidades. Claro está que no puedes comprar el acceso; no puedes tomar un nuevo modo de ser y de hacer de la estantería y permitirte durante un tiempo disfrutar de la parafernalia de lo que puede parecer una opción por un estilo de vida moderno y contracultural. La contemplación no es un nuevo instrumento que esté de moda ni un distintivo ni un mero tema de conversación en una cena. Si se convierte en algo de lo que alardear, la hemos transformado en una práctica condicionada por el ego. Por eso nuestro centro de atención no debe, en última instancia, estar en nosotros, sino en Dios. Porque, después de todo, no se trata de un itinerario egocéntrico, no consiste en un cursillo para levantar el ánimo frente a la vida. Dios no es un artículo que se compra y se vende para realzar tu idea personal de la mística espiritual. En último término, no debemos aferrarnos a las experiencias - mágicas, contemplativas o sobrenaturales - que puedan despertarnos a todo un nuevo modo de ser. En lugar de alimentarnos sólo de las experiencias, debemos utilizarlas para encontrar el acceso al reino mismo y caminar en un estado de vigilia permanente. Entrar plenamente Para los niños Pevensie que entraron en el mundo de Narnia, el paso tuvo la forma de un armario que era la puerta de acceso a un mundo de posibilidades mágicas, a un modo totalmente distinto de ver, entender y vivir en otro reino. Pasaron, a través del armario, a un mundo asombroso. Ahora bien, si intentas atravesar tu armario, puedes llevarte un cabezazo. Estoy seguro de que muchos niños lo han intentado. No es algo que suceda realmente, pero el mito dice la verdad, habla de cómo son las cosas. Jesús utilizó la imagen de una puerta de la muralla de la ciudad de Jerusalén llamada «el ojo de la aguja». «Es más fácil - dijo a sus seguidores - que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de los Cielos» 9. Todos tenemos un montón de pertenencias - materiales, emocionales o espirituales - que dejar a un lado antes de poder entrar por lo que es claramente una puerta angosta, una pequeña apertura a un mundo diferente. Es difícil de encontrar y es difícil entrar con toda la morralla que 165

llevamos. El camino a la vida que lleva por esa apertura, reflexiona Jesús, es estrecho, «y pocos lo encuentran». Parece extraño que un líder espiritual diga una cosa así. ¿No querrías tú «vender» tu programa espiritual, abrirlo a todos, incrementar el número de tus seguidores, atribuirte el mérito de iniciar un movimiento? Sí querrías si pretendieras ser un líder espiritual por motivos condicionados por tu ego. Pero un verdadero líder llevaría a la gente a la verdad; y la verdad es que muy pocas personas en este mundo se las arreglan para pasar por la puerta o para encontrar el camino subsiguiente, por no hablar de recorrerlo. El paso del nacimiento Un hombre llamado Nicodemo se aproximó en cierta ocasión a Jesús a la caída de la noche y le preguntó qué debía hacer para entrar en la vida. Ahora bien, Nicodemo no era ningún estúpido: conocía las antiguas escrituras de memoria, pues era un maestro de la Ley. Sin embargo, no había encontrado la puerta ni el camino que lleva a la vida. Estaba atrapado, pero además, y esto era realmente crucial, lo reconocía. «Tienes que nacer de nuevo», le dijo Jesús10. Es otra metáfora que hace referencia a un paso estrecho que lleva a un mundo nuevo. Si quieres realmente morir a tu yo y a tu ego y entrar en un nuevo mundo, el reino mágico; si quieres encontrar el camino que lleva a la vida y no meramente atisbarlo desde lejos, sino comenzar a recorrerlo, entonces debes nacer de nuevo. Piensa en la oruga y la mariposa. Llegas a un punto de no retorno. Te transformas en el hijo de Dios que fuiste destinado a ser. Te conviertes en una nueva creación. Lo viejo ha pasado; lo nuevo ha llegado. Imagínalo: es la clase de cosa que sólo puede suceder cuando comienzas a esperar lo inesperado.

166

167

Ver de manera nueva

«Oro para que los ojos de vuestro corazón sean iluminados». Efesios 1,18 «Los místicos son los ojos del Cuerpo... Miran con estupefacción al infinito. En ellos, la vida de oración informa la vida de acción; su contemplación de la Realidad hace que cuanto realizan sea más real». Evelyn Underhill' El vínculo entre la vigilia y la vigilancia Hemos reflexionado sobre lo que podría significar pasar a un estado de vigilia más permanente, utilizando nuestros numerosos pequeños «despertares» para ayudarnos a estar ple namente despiertos. Ahora, al pasar al siguiente icono, «ver de manera nueva», por última vez en este itinerario, vamos a considerar la relación entre la vigilia y la vigilancia. Una puerta. Un armario. El ojo de una aguja. El canal del nacimiento. A la entrada del mundo completamente nuevo, del que se nos invita a hacernos ciudadanos, llegamos a un punto de no retorno. Y cuando esto ocurre, si estamos dispuestos, las cosas no deben volver a ser como antes: no sólo vislumbraremos el mundo de manera distinta, sino que empezaremos a ver, a observar, a percibir y a hacernos más plenamente conscientes - en el curso de la vida cotidiana - de la vida misma. Peter Senge ve esta transformación en forma de «U»: la renuncia en el camino descendente de la U, la transformación en el fondo, y después la acción en el camino ascendente del otro lado. «En el fondo de la U - dice Senge - se encuentra una especie de puerta interior que nos exige desprendernos de las pertenencias que hemos adquirido en nuestro itinerario». Se refiere también al misterio de «dejar ir y dejar venir». Cuando nos movemos por la U - dice Senge-, «empezamos a ver desde el interior la fuente de lo 168

que está emergiendo, dejándolo llegar a la existencia a través de nosotros». Aquí radica el misterio: nunca veremos lo que está emergiendo a través de nosotros hasta que dejemos ir lo que pensamos que debería emerger a través de nosotros. El objetivo es no forzar nada para que emerja, sino observar cómo viene cuando lo dejamos a su aire. Al comienzo de esta U está el mundo «tal como es», el mundo que debemos observar y del que debemos hacernos plenamente conscientes. En el lado derecho de la U está el mundo «que llega a la existencia a través de nosotros». Cuando emergemos del fondo de la U (mediante el retiro y la reflexión), el mundo comienza a llegar a la existencia a través de nosotros. Es un modo muy útil de comprenderlo. En esta interpretación, «el yo se transforma en una fuente a través de la cual puede comenzar a emerger el futuro». Algunas de las personas a las que Senge ha entrevistado y que han experimentado momentos de profunda transformación personal describen el fondo de la U como una «membrana» o un «umbral». «Algunas lo ven incluso como un tipo de ciclo de muerte y renacimiento - dice Senge-. Dejar ir y renunciar corresponden a la parte de muerte de este ciclo, mientras que el surgimiento de un concepto distinto del yo parece corresponderse con los primeros estadios de un nuevo nacimiento»2. La estrechísima abertura del presente La veamos como la veamos, la estrechísima abertura (el fondo de la U o la puerta o umbral o membrana) sólo se encuentra en el presente y, misteriosamente, puede entenderse como el presente mismo. «Encuentra la "puerta estrecha que lleva a la vida" dice Eckhart Tolle-. Se llama "Ahora". Ajusta tu vida a este momento...»3. Se trata de un modo de ver radical y espiritualmente inteligente. La transformación nunca tendrá lugar en el pasado o en el futuro, porque el pasado y el futuro son meras ilusiones: nuestro modo de comprender lo que ha sucedido o lo que pensamos que sucederá. Pero nada de ahora sucede en ellos, porque están constituidos de recuerdos y deseos que son apegos de nuestro ego. Y, a no ser que los dejemos ir, nos veremos atrapados para el resto de nuestros días en una vida en el pasado o anhelante de futuro, ilusiones que simplemente no existen. La estrechísima abertura por la que realmente necesitamos pasar está aquí, en el presente. Y la oportunidad de ser transformado en ese reducidísimo espacio está presente con nosotros cada día. Lo que ocurre es que normalmente no logramos verla. Aunque comprendamos que debemos buscar una puerta o un paso a través de una membrana o del ojo de una aguja, seguimos en peligro de creer que es algo que algún día 169

descubriremos, algo que se encuentra más adelante en el camino. Pero no es cierto. Aunque sea difícil de encontrar, sólo está a nuestro alcance en el presente. Tolle nos recuerda cómo estar más plenamente presentes mediante nuestro modo de mirar: «Utiliza plenamente tus sentidos. Quédate donde estás. Mira a tu alrededor. Limítate a mirar, no interpretes. Observa las luces, las formas, los colores, las texturas... Hazte consciente de la silenciosa presencia de cada cosa Hazte consciente del espacio que permite que todo sea... Permite la "entidad" de todas las cosas. Introdúcete profundamente en el Ahora»4. Suena simplista, pero el arte de estar más plenamente presente - a todo cuanto hay a tu alrededor, a ti mismo, a tus tareas, a tu familia, a Dios... - está intrínsecamente relacionado con la observación del mundo que te rodea sin juzgarlo, pasando de ver el mundo como un conjunto de imágenes para ser consumidas, a comprender que tú eres parte del paisaje en el momento actual. Puede ayudarte el mirar simplemente tu mano o tu pierna y observarla en el contexto de la habitación en que te encuentras. Observa que tú no eres ni sujeto ni objeto, sino que estás divinamente relacionado con todo cuanto te rodea. Dan Millman comenta que su itinerario personal de descubrimiento - que implicó disciplina, sacrificio, descubrimien to, autodominio, muerte y vida - duró años antes de empezar a comprender que estaba buscando una puerta. Su mentor espiritual, al que él llamaba Sócrates, le dijo: «Lo que tienes que hacer no es "llegar a algún sitio", sino estar aquí. Ahora es el momento de aplicarte como nunca si quieres tener la oportunidad de encontrar la puerta. Está aquí, ante ti; ¡abre ya los ojos!»5. La razón de que tengamos que hacer tantos esfuerzos para encontrar la puerta es que la buscamos en el ámbito de las ilusiones, en lugar de buscarla precisamente donde estamos. Está aquí, no en ninguna otra parte. Detente a pensar ¿Sigues tratando de llegar a algún sitio? De ser así, ¿adónde? ¿De qué manera te distrae de estar aquí y ahora tu deseo de llegar a ese lugar? ¿Te obsesionas tanto por completar tu tarea que nunca te detienes a saborear el proceso mismo? ¿Te preocupas tanto por pasar la semana que nunca disfrutas de los días? ¿Conduces tan deprisa para llegar a tu destino que no saboreas el proceso de llegar a él, con todas las oportunidades de quietud y comunión que un viaje proporciona? La puerta está en el presente; pero mientras estés esforzándote por «llegar», nunca 170

lo harás. Redescubrir la reverencia Evelyn Underhill, escritora y mística cristiana del siglo XX, escribió acerca de cómo los místicos - las personas que están en «comunión consciente con Dios, y siempre en comunión de amor» - no se limitan a ver con los ojos; se hacen ojos. «Los místicos son los ojos del Cuerpo - decía Underhill-. Mantienen esa mirada sobrecogida hacia el infinito». Gracias a Dios por esas personas que nos han precedido, que han visto misterios que tal vez nosotros nunca hubiéramos visto, pero que ellas nos ayudan a ver a través de su visión. Cuando empezamos a vivir en el presente, podemos empezar también a ver el mundo que nos rodea de manera nueva en cada momento y a ser ojos para cuantos nos rodean. Es impresionante ver el infinito. Sin embargo, los místicos no miran a gran distancia para verlo; no necesitan ninguna especie de telescopio espiritual. Porque el infinito no es mensurable en términos de espacio y tiempo que no tienen fin, sino que está más allá del tiempo. Simplemente, es. Aquí y ahora. El infinito trasciende el tiempo, prescinde de él. La vida eterna empieza aquí. Por supuesto que necesitamos tiempo y espacio para conocer ciertas cosas: dónde y cuándo ir al trabajo o cuánto tiempo se requiere para cocer un huevo, etcétera. Pero cuando empezamos a ver con ojos reverentes más allá de los confines del pasado y el futuro, el tiempo se funde en la infinitud del presente continuo. Lo cual, sin embargo, no significa que simplemente flotemos en una especie de deslumbramiento espiritual. La belleza de acceder y liberar nuestra inteligencia espiritual fluye de nuestro ser a nuestro hacer. Underhill dice de los místicos que «en ellos, la vida de oración informa la vida de acción; su contemplación de la Realidad hace que todo cuanto hagan sea más real»'. Cuando empiezas a ver el mundo con ojos asombrados, no errabundos, y cuando empiezas a observar la realidad de un modo radicalmente nuevo, como ciudadano de un mundo nuevo que está irrumpiendo y al que has sido bienvenido, tu hacer se hará mucho más «real». Tendrá un propósito y estará inspirado en lo que realmente hay en tu corazón. Verás con ojos nuevos lo que realmente necesita hacerse, en lugar de tratar de parecer atareado porque sí; y, lo que es más importante, verás por qué estás actuando. Puede que hagas menos, pero con mayor energía, fuerza y concentración.

171

Visión del alma No se trata de una frágil excusa para la complacencia, como la definición de alma de John O'Donohue nos recuerda: «El alma es una cosa muy peligrosa. Te hace estar inquieto, te une, te guste o no, al infinito y no te deja descansar alegremente en la mediocridad y el escapismo»8. ¿Tienes alma? Puede que nunca hayas pensado en ello. Hay, por supuesto, muchas definiciones de alma, y como ninguna puede diseccionarla ni examinarla con un microscopio, en último término tendremos que llegar a una conclusión por nosotros mismos. Pero puede que la mejor manera de describir el alma consista en verla como un lugar en lo profundo de nuestro interior donde el verdadero yo se encuentra con la presencia divina. Es la interconexión entre la persona que fuiste des tinado a ser y Dios; el espacio sagrado donde no reside ninguna falsa ilusión egocéntrica en absoluto, donde tu presencia se encuentra con la presencia del Creador, donde te unes al infinito - como dice O'Donohue-, sintiéndote atraído e impulsado. Cuando concedes espacio a tu alma y escuchas a tu verdadero yo, que se comunica con la divinidad, simplemente no puedes «descansar alegremente en la mediocridad y el escapismo», como lo expresa O'Donohue. La realidad se convierte en algo de lo que no hay que escapar, a lo que no hay que sobrevivir y que no hay que explotar, sino abrazar y transformar mediante tu propia presencia transformadora. La realidad no está compuesta de los personajes televisivos ni de los nombres de marcas que pueblan nuestra mente; no consiste en casas ni coches ni el prestigio de nuestro trabajo. La realidad es muy distinta para quienes tienen ojos para ver. Los últimos serán los primeros La realidad es un lugar en el que, para empezar, los perdedores se convierten en ganadores, y viceversa. Es un lugar en el que «los primeros serán los últimos, y los últimos serán los primeros». Es un lugar en el que los pobres son, de alguna manera, ricos. Es un lugar en el que no tienes que preocuparte por el mañana, porque el mañana se preocupará por sí mismo. Es un lugar en el que el miedo no tiene poder, y el amor reina de manera definitiva. La realidad es una ofensa para aquellos cuyo ego se afana por pensar ante todo en sí mismo, por triunfar a toda costa, por ascender pisoteando los cuerpos de los oprimidos, si es preciso, en su camino hacia la cumbre. Por eso están en huida constante de ella. Pero cuando empiezas a ver la realidad con ojos nuevos, comienzas a ver tu lugar en ella bajo una luz muy distinta.

172

Los arcos y las flechas de una fortuna excesiva Cuando yo tenía diez años, fui a un campamento de verano. Una tarde nos llevaron a unos cuantos a un campo para practicar el tiro con arco. Había una gran caja de arcos y nos invitaron a elegir uno y después recoger unas cuantas flechas. En cuanto el instructor nos dijo que eligiéramos un arco, el ordenado grupo de niños se convirtió en una «melée». Todo el mundo se lanzó a conseguir el mejor posible. Una voz dentro de mí me dijo que esperara, que dejara que los demás tomaran su arco y que yo me quedara con el último. Obedecí a la voz y me quedé atrás, hasta que todo el mundo tuvo su arco. Cuando yo saqué el último arco, el instructor se echó a reír. «Has conseguido el mejor», me dijo. Hacer sentir tu presencia Tú estás aquí y ahora. Algunas personas nunca logran captarlo. Pero las que lo hacen cultivan un sentido de presencia agradecida. Sobresalen. Las personas con presencia son aquellas que han aprendido a vivir más plenamente en el momento presente. Tienen peso específico, una cierta cualidad indescriptible encarnada en ellas que te atrae más a su presencia. Respondemos ante ciertas personas que poseen equilibrio, gracia, seguridad, tiempo, amor..., precisamente porque no tratan de ser alguien ni de llegar a ningún sitio; son simplemente quienes son, en el ahora infinito. Por el contrario, quienes se esfuerzan por ser alguien, por llegar a algún sitio, en el espacio y en el tiempo, debido a las falsas ilusiones de su ego, te harán, casi sin duda, sentirte perturbado o desdeñado, porque su ego está necesariamente perturbado. Es importante situarnos fuera de nosotros para ver cómo nos ven los demás -y para ver cómo podemos «ser» - si, en cada situación en que nos encontramos y con cada persona que conocemos, queremos estar plenamente presentes: atentos, observadores, centrados, no pensando en otras cosas que debemos hacer, no mirando más allá de la persona con la que estamos hablando (para ver si está llegando alguna otra más interesante). Te encantará ese tipo de persona si consigues encontrarla (son muy raras: por eso destacan); no obstante, esa persona puedes ser tú. Es difícil, por supuesto; si estás ocupado con el trabajo y eres distraído por una interrupción importuna, puede que no te apetezca estar plenamente presente a la persona que ha ido a visitarte. Pero actuarás de manera mucho mejor si permites que tu yo esté plenamente con ella, aunque no sea más que para decirle que no es un buen momento. Vuestra relación se profundizará, otras personas valorarán tu presencia y te responderán 173

de manera más profunda, y volverás a centrarte en tu trabajo más intensamente. Asombro infantil Para ver de esta manera es imprescindible tener visión. Solemos emplear la palabra «visión» de un modo empresarial y nada imaginativo para describir lo que nuestra empresa u organización trata de lograr. Muy frecuentemente, «visión» se convierte en un mero sustantivo abstracto escrito en un párrafo de una página web junto a «valores» y al que se deja morir lentamente. Sin embargo, la visión tiene realmente que ver con cómo vemos lo que vemos. Y si hemos llegado a un punto de no retorno, donde vemos el presente con reverencia y empezamos a comprender la naturaleza de su realidad (y nuestro lugar en ella), entonces cabe esperar que veamos las cosas de manera renovada, como a través de los ojos de un niño. Si debemos nacer de nuevo, entonces cabe esperar que veamos cosas que nunca antes hemos visto y que nos asombremos ante ellas. Si debemos entrar en un nuevo territorio, en un reino mágico en el que lo inesperado es realidad, cabe esperar que veamos lo impensable, lo inimaginable, justo ante nuestros ojos. La mayoría de nosotros nos hemos ido quedando ciegos a los colores y las formas del mundo que Dios ha creado para nosotros. Nos hemos permitido verlo únicamente a través de los ojos de nuestro perturbado ego. Pero cuando accedemos al presente, empezamos a ver con los ojos del corazón. Detente a pensar ¿Cómo ves tu vida? Este tema de reflexión es absolutamente decisivo. Ahora tienes la oportunidad de reevaluar tu vida y de verla desde una perspectiva enteramente distinta. Los ojos del ego nos han proporcionado una visión distorsionada del conjunto de nuestra vida. Es como haberla visto a través de una lente fuertemente deformada. Puede que haga falta tiempo para que tus ojos se reajusten. La vida puede parecer tremendamente distinta cuando empiezas a ver las cosas con tu corazón. ¿Has visto tu vida desde este punto de vista? ¿En qué parece distinta cuando comienzas a verla con tu corazón? Desilusionarse positivamente Cuando empezamos a ver con los ojos del corazón, podemos desilusionarnos, lo cual constituye una buena noticia. Cabe esperar que nos desilusionemos de la vida que hemos estado vi viendo, porque nuestras falsas ilusiones desaparecerán. A menudo pensamos en 174

desilusionarnos como en algo negativo; pero es probable que sea lo más positivo que te suceda, en términos de tu modo de ver la vida de ahora en adelante. Es crucial permanecer desilusionado. Cada día será una batalla. Pero si has llegado al punto de no retorno, si has cruzado la puerta, tus falsas ilusiones se irán debilitando paulatinamente. Las lentes desaparecerán. Tu vista volverá a ser como fue destinada a ser. Como escribió el apóstol Pablo: «No desfallezcáis... Porque no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las cosas visibles son pasajeras, mas las invisibles son eternas»9. Ver el misterio Cuando comenzamos a ver con los ojos del corazón, no debemos, sin embargo, esperar descubrir todas las respuestas a los misterios de la vida. La verdadera visión no consiste en tener todas las respuestas adecuadas. No debemos dejar de buscar la verdad, porque nuestra búsqueda de la verdad es una parte fundamental de lo que nos hace verdaderamente humanos. Después de todo, Dios ha inscrito la eternidad en nuestro corazón; sentimos el tirón de la eternidad, y nuestro corazón responde a la llamada. Pero, al mismo tiempo, podemos ser liberados de la necesidad de tener siempre la razón, de tener derechos exclusivos sobre las respuestas de la vida; y podemos proseguir, aligerados, en la humildad del no saber. Recorre, pues, el itinerario con apertura: con ojos y corazón abiertos. Ojos que estén abiertos de par en par, percibien do, observando, pendientes del mundo de Dios que está irrumpiendo y del que somos llamados a ser parte; y corazón abierto, que es curioso y compasivo, que está asombrado y esperanzado, que es amable y semejante al de un niño en su agradecimiento y deleite. Vivimos una maravillosa paradoja que nunca debe dejar que nos enorgullezcamos, porque a la vez somos todos unos tontos sometidos al acoso constante de nuestro frágil ego y necesitados de morir a nuestro yo; pero somos también hijos de Dios. Perdemos nuestro yo para encontrar nuestro yo. Vivimos una tensión creativa; y si vigilamos con suma atención nuestro ego, podemos asegurar que nuestra visión permanecerá clara y pura.

175

176

Vivir el cambio

«Éste es el verdadero gozo de la vida: ser utilizado para un propósito que consideras de suma importancia, ser una fuerza de la naturaleza, en lugar de un estúpido conjunto febril de dolencias y lamentaciones quejándose de que el mundo no se dedique a hacerle feliz». George Bernard Shaw' «Ya no vivo yo...» Gálatas 2,20 En su biografía de la Madre Teresa, Malcolm Muggeridge comenta lo siguiente acerca de esta gran mujer: «Se entregó a Cristo, y a través de él a su prójimo. Éste fue el final de su bio grafía y el comienzo de su vida; al negarse, se encontró a sí misma, en virtud de esa única e incomparable... transformación, manifestada en la Crucifixión y la Resurrección, por medio de la cual morimos a fin de vivir». Y prosigue: «Se habla mucho hoy de descubrir la propia identidad, como si se tratara de algo que pudiera buscarse, como un número ganador de la lotería, y después, una vez encontrada, pudiera conservarse como un tesoro. De hecho, como una especie de principio keynesiano, cuanto más se gasta, tanto más rica se hace. De manera que la Madre Teresa, al negarse a sí misma, se hace ella misma. Nunca he conocido a nadie más impresionante»Z. Cuando la Madre Teresa permitió que su biografía finalizara, lejos de caer en el anonimato y la insignificancia, comenzó a emerger a través de ella otra historia más pujante. En el capítulo 8 reflexionamos sobre el poder de la historia, que es un modo verdaderamente eficaz de reflexionar sobre nuestro itinerario personal y de transmitir a los demás la sabiduría y la belleza que hay en él. Sin embargo, en este nivel más profundo de transformación espiritual, en nuestra búsqueda del modo de ser más verdaderamente completos y más plenamente humanos, podemos tratar de hacer algo 177

que muy pocas personas han logrado: dejar a un lado nuestra historia para permitir la creación de una narración divina que pase por nosotros en dirección al mundo que nos rodea. Al entregar su vida al servicio de los más pobres de los pobres, la Madre Teresa sacrificó su ego y, al hacerlo, creó una historia deslumbrante de lo que puede suceder cuando le damos voz a nuestra imaginación profunda. Cuando dejamos de ver con los ojos de nuestra mente egocéntrica, comenzamos a ver con los ojos del corazón. Y cuan do practicamos el uso de estos ojos, descubrimos finalmente lo que nuestro corazón puede «imaginar» para nosotros; y ésta es una fuente de imaginación que solemos mantener bloqueada y cerrada, porque tememos que nuestro corazón nos arrastre lejos de la seguridad de los anhelos del ego impulsados por el miedo, llevándonos a algo mucho más vivo y apasionante. Detente a pensar ¿Dónde podría finalizar tu «biografía» y comenzar tu verdadera historia? Dedica tiempo a reflexionar profunda e intensamente sobre ello. Pide a otras personas que te ayuden, si puedes confiar en ellas. ¿Qué historia piensas tú que tu corazón desea contar a propósito de quién eres y qué es lo que apoyas con pasión? ¿Cómo puedes empezar a dejar emerger esa historia allí donde estás: en el trabajo, con tu familia, con tus amigos...? ¿Adónde estás dispuesto a dejar que esa historia te lleve? Comienza a actuar Trata de escribir algo, cualquier cosa, con el corazón. Puede que te apetezca comenzar con un periodo de contemplación, calmando tu mente y silenciando el incesante parloteo de tu ego. Una vez que lo hayas hecho, limítate a escribir. Podría ser la historia de tu vida que te gustaría contar, o podría tratarse simplemente de una pieza de prosa creativa o de una observación. Pero intenta escribir desde tu corazón, no desde tu cabeza. ¿Adónde te lleva lo que escribes? (Si no te apetece escribir, puede que prefieras dibujar o tocar música, cualquier medio de expresar de la mejor manera tu verdadero yo). ¿Cómo puedes poner mejor en práctica lo que acabas de crear? Actuar verdaderamente Como decía Peter Senge en el capítulo anterior, tu papel consiste ahora en estar «presente a lo que está tratando de emerger a través de ti. Pasa, de ser un observador, a ser la fuente a través de la cual el futuro comienza a emerger». Recuerda la relación 178

constante entre ser y hacer, cómo lo uno renueva, inspira y vigoriza lo otro en un círculo virtuoso de esperanza. Cuando nos movemos por los iconos, del ver de manera nueva a vivir el cambio, por este tiempo final de nuestro itinerario, sigamos reflexionando sobre cómo tu ser se convierte en tu hacer sin esfuerzo, suavemente, con plenitud e integridad crecientes. Nuestros anhelos, pasiones, valores y sueños no son nada si no toman cuerpo, si no se materializan. Primero caemos en la cuenta de que están ahí, y después los materializamos. Pero ¡qué manera más emocionante de proceder...!: en lugar de forzar tus planes, puedes esperar que eso de lo que previamente no eras consciente encuentre su voz y descubra su lugar en tu vida. ¿Quién sabe adónde podría esto llevarte? Tus actos se harán la expresión misma de tu verdadero yo, de tu corazón y tu espiritualidad dentro de este mundo. No necesitas esperar a llegar al cielo para empezar a expresar lo previamente inexpresable. La vida comienza ahora, en esta bella y estrechísima abertura del presente. Cruza la puerta. La comunión es una acción dinámica, no un estado pasivo Cuando dejas ir, puedes empezar a dejar venir. O podríamos también decir que puedes empezar a dejar actuar a Dios. Cuando te despojas de tu ego y accedes a lo más íntimo de tu ser, donde tu verdadero yo (sin apegos egocéntricos) está en comunión con Dios, puedes descubrir un ámbito de ser dinámico, una relación constante con la Fuente de la vida. No es un final de tu itinerario pasivo, sino un lugar activo en el que comenzar a relacionarse dinámicamente, para descubrir no sólo quién eres tú, sino quién es Dios. Recuerda que no se trata de un itinerario egoísta, sino que, cuando buscas a Dios, buscas quién eres tú en Dios; y cuando descubres a Dios, descubres la relación que te asegura tu lugar de honor en el orden creado, como hijo que eres de Dios. Richard Rohr dice lo siguiente: «Vive optando constantemente por Dios en unión constante con Él. La oración es la opción diaria por vivir del Gran Yo, no del pequeño yo; del yo Dios, no del yo tú»3. Imagina los actos y los resultados que pueden fluir como consecuencia de tu «ser» y tu «hacer» verdaderamente, sin apegarte a ningún deseo condicionado por el ego, sino en virtud de una relación dinámica con la Fuente y la inspiración de la vida misma. Detente a pensar ¿Cómo imaginas tu actuación en una relación así? ¿Qué te gustaría imaginar? ¿Qué 179

sorpresas puede haber en reserva cuando dejas que una historia emerja a través de ti, en lugar de forzar su acceso a la existencia? Detente siempre para escucharte a ti mismo Nunca alcanzarás ese estado perfecto de lo que podría llamarse «flujo» a este lado de la eternidad. Nosotros seguimos en nuestro estado de naturaleza caída, y no hay autoayuda ni esfuerzo posibles que liberen plenamente todo nuestro potencial. Tenemos que ser realistas para no ser ineficazmente idealistas. Por eso es crucial mantener la vida reflexiva y contemplativa una vez que ha empezado. Permítaseme poner un ejemplo. Recientemente se me pidió que diera una charla en un prestigioso bufete londinense. A medida que se acercaba el día, iba sintiéndome más nervioso, tratando de encontrar las palabras apropiadas. La mañana de la charla, antes de tomar el tren, me encontraba muy nervioso y a la defensiva. Los pensamientos a propósito de las personas a las que iba a hablar, de lo que iban a pensar y de cómo me verían inundaban mi mente... Y caí en la cuenta de que estaba empezando a reaccionar desde el ámbito de mi ego. Estaba preocupado por proteger mi reputación y había empezado a centrarme en tratar de sobrevivir a la experiencia, y no en averiguar cómo podría inspirar positivamente a mi auditorio. Pero al menos lo había notado; hasta hace bien poco, puede que ni siquiera hubiera caído en la cuenta de lo que estaba sucediendo al ponerme en tensión y prepararme para la batalla en un sentido equivocado. De manera que decidí detenerme y sentarme en silencio, con el fin de serenarme y prepararme. Y sucedió algo muy extraño. Un momento después de haberme sentado en silencio, observé que estaba cantando una canción; estaba cantando en alto, pero subconscientemente (hasta que noté lo que estaba haciendo). Y la canción que cantaba fue absolutamente reveladora. Era el estribillo de una canción de «Fairground Attraction» que dice: «Tiene que ser... perfecto». Así que aquel era el quid de la cuestión. Me estaba incitando a mí mismo, sin caer siquiera en la cuenta, a alcanzar la perfección por mis propias fuerzas. Muchos creemos que si nuestro trabajo no es perfecto, podemos vernos descubiertos, desenmascarados, humillados, ser objeto de burla... Pero no es tal el caso, obviamente. De hecho, hay una gran belleza en la fragilidad y la imperfección. Encierra un tremendo poder el aparecer ante los demás desarmado, vulnerable, frágil y auténtico. 180

Cuando ya me hube escuchado verdaderamente a mí mismo, pude dejar a un lado mi búsqueda de perfección en mi charla y centrarme en transmitir algo, por más imperfectamente que lo hiciera (porque nada es nunca verdaderamente perfecto), que pudiera inspirar y ayudar a mis oyentes. Fui capaz de hacer el itinerario literal y metafóricamente hacia aquellas personas con espíritu de servicio, y al hacerlo comencé a relajarme y a caer en la cuenta de que tenía algo valioso que impartir. En consecuencia, mi charla fue mucho «mejor» de lo que habría ido de haber estado subconscientemente esforzándome en probar que era el mejor (o, cuando menos, no el peor). Y, lo que es también desconcertante, fui capaz de renunciar al modo usual de «juzgar» mi actuación. Alguien me estrechó la mano al final y me dijo: «Muy bien». Pero no me enorgullecí especialmente por ello, o al menos no me enorgullecí tanto como lo habría hecho en otro tiempo. Fui capaz de ver que, de por sí, importaba poco que la gente quedara o no impresionada, sino si, de hecho, se sentía cuestionada. Y fui capaz de salir de allí creyendo gozosamente que algunas personas con oídos para oír podrían haberse sentido inspiradas, ni más ni menos. Mi reputación importaba poco. Nadie recordará esa charla en un par de siglos, o puede que ni siquiera en un par de años, pero podría haber animado a una o dos personas a introducirse en un ámbito más abierto en el que analizar el sentido de su vida. Comienza a actuar La próxima vez que abordes una tarea que pueda proporcionarte algún «reconocimiento» (preparar una cena, hacer una presentación en el trabajo o incluso jugar un partido de golf), observa antes cómo te sientes. Tómate tu tiempo para serenarte, no sólo para aquietar tu mente, sino para escuchar lo que tu ego esté tratando de hacer con el acontecimiento. Una vez que hayas identificado tus miedos o mecanismos defensivos o inseguridades, déjalos ir deliberadamente y aborda la tarea con la libertad de actuar de manera distinta. Puede que te resulte beneficioso llevar un diario y reflexionar sobre este proceso varias veces, mientras practicas el fluir desde tu verdadero yo. Pequeños pasos Es bien conocida esta frase de la Madre Teresa: «No puedes hacer grandes cosas. Lo único que puedes hacer es pequeñas cosas con un gran amor». Ésta es la verdadera liberación. Cuando reflexiones sobre cómo transformar tu ser en hacer, puede que te parezca que esto es excesivo, que tú no puedes vivir a la altura de lo que estamos diciendo aquí. Pero la buena noticia es que sí puedes..., no constantemente, claro está, pero sí cada vez con mayor frecuencia y efectividad. Y esto es así porque no estás siendo invitado a cambiar el mundo entero, sino a cambiar tu modo de actuar en él.

181

Aquí nos orientamos nuevamente de cara al amor y nos alejamos del ámbito del miedo. No puedes subestimar el papel del miedo y el amor a la hora de poner tu persona en un estado de ser pleno de sentido. El amor perfecto elimina el miedo, como decía el apóstol Juan4. El ejemplo de la Madre Teresa aporta esperanza a cualquiera de nosotros que se sienta ¡nade cuado o tímido. No podemos sino empezar (y, presumiblemente, continuar) por lo pequeño. Si nuestro objetivo es cambiar el mundo, nunca haremos nada. Puede que sepamos mucha teoría futbolística, pero en algún momento tenemos que dejar la tribuna y bajar al terreno a jugar. De modo que, en lugar de pensar a lo grande, pensemos «a lo pequeño». ¿Qué actos de cada día realizas casi subconscientemente? ¿Qué partes de tu rutina podrías emprender de manera más amorosa? Mark Greene cuenta una maravillosa historia según la cual un famoso orador público fue en cierta ocasión a su casa a cenar, cuando él era muy pequeño. Él no podía recordarlo, pero muchos años después se enteró de que aquel hombre - al que posteriormente admiraba como un héroe - había cenado una vez con su familia. Y preguntó a su madre cómo era: ¿Expuso ideas brillantes? ¿Cuestionó su manera de pensar? ¿Los impulsó a salir a cambiar el mundo?... Su madre, simplemente, replicó: «Trinchó la carne con gran habilidad». Mark se quedó perplejo. Aquella no era la respuesta que él había buscado. Unos cuantos meses después de descubrir que aquel hombre había estado cenando en su casa, se encontró con él inesperadamente. «Mi madre dice que usted vino a nuestra casa a cenar, pero lo único que comenta es que trinchó la carne con gran habilidad», le dijo. «Era lo menos que podía hacer - respondió el hombre, rápido como un relámpago-. Aquel animal había dado su vida para que nosotros pudiéramos comer». Son las pequeñas cosas que hacemos con gran amor las que demuestran nuestra transformación e inspiran a los que nos rodean. Es verdad que aquel gran orador tenía una «plataforma» en la vida pública, pero la integridad de su mensa je fluía de su vida de tal modo que determinaba su manera de trinchar una pieza de carne y creaba una impresión tan duradera en su anfitriona que las palabras eran incapaces de describirla. Debemos empezar a pensar «a lo pequeño», no a lo grande. Sólo cuando atendemos a las pequeñas cosas con amor, empieza a transformarse el gran campo de acción de nuestra vida. Sencillos actos bellos

182

Hay belleza en un pequeño acto realizado con gran amor. El monje jainista y activista por la paz Satish Kumar recuerda que, cuando era joven, su madre, una buena costurera, hizo un hermoso chal para su tía. Y su tía estaba tan encantada con aquel objeto que anunció que lo colgaría en la pared, en lugar de llevarlo puesto, porque era demasiado hermoso para arriesgarse a estropearlo. «Te lo he hecho para que te lo pongas - replicó su madre-. No es para exhibirlo. Así que póntelo, llévalo. Aprende a hacer cosas hermosas y útiles que sean duraderas, a fin de que, cuando las antiguas comiencen a estropearse, las nuevas estén listas para sustituirlas». Y Kumar recuerda: «Las paredes de nuestra casa estaban desnudas, pero todo cuanto usábamos - cazuelas, camas, herramientas, zapatos y demás objetos de la vida cotidiana - estaban bien hechos y eran hermosos. Su belleza era intrínseca» 5. Debemos tratar de realizar cada pequeño acto con una belleza interior que configure nuestra historia y aporte belleza a los demás. No podemos capturar la belleza, como ya hemos visto en este libro, pero sí podemos liberarla y demostrarla, dejarla fluir a través de todas las pequeñas cosas que hacemos y creamos. Comienza a actuar ¿Qué pequeños actos propios puedes realizar con belleza intrínseca? ¿Es algún acto demasiado pequeño? De no ser así, escoge algo que hagas con regularidad y que parezca insignificante, y resuelve imbuirlo de la belleza que hay en tu corazón cuando se comunica con Dios. Dejar huella La madre de Satish Kumar dejaba huella en cuantos la rodeaban, no imprimiendo su ego en el mundo, porque, de haber sido así, habría querido que su chal se colgara en la pared para obtener gloria y satisfacción; sino que dejaba una huella de belleza en la vida de cada día y en la vida de los demás. Cuando vivimos a partir del ego, nos esforzamos por dejar una huella indeleble en el mundo, a fin de poder ser recordados. Recuerda que el ego trata de crearnos un sentido indestructible de identidad mediante su ardiente deseo, condicionado por el miedo, de sobrevivir en un mundo que causa daño. Cuando vivimos a partir del verdadero yo, nos liberamos para actuar en el mundo, no sobre el mundo. Es como dejar huellas en la arena. No podemos evitar dejar huella de 183

quienes somos y donde estamos, pero debemos estar preparados para dejar que nuestras huellas se desdibujen en la playa de la vida. Cuando vuelva a subir la marea, esas huellas serán borradas. ¿Por qué no desear dejar un signo más permanente de que tú has estado allí? En lugar de esperar que nuestros actos apunten a nosotros y cimienten nuestra identidad para la posterioridad en la mente de quienes vengan después de nosotros, podemos desear que nuestros actos apunten más allá de nosotros, hacia el amor o la belleza o Dios: las cosas que realmente importan. Éstas son las cosas que inspirarán y equiparán a los demás para vivir y actuar con belleza y amor, y con ese suave toque que nos ayuda a actuar verdaderamente en el mundo, en lugar de actuar con dureza. Comienza a actuar: actos de amabilidad al azar Actos al azar de amabilidad y belleza pueden ayudarnos a vivir espontáneamente y con espíritu de generosidad. Hay incluso páginas web dedicadas a ellos. La próxima vez que te detengas a pagar el peaje en una autopista o en un puente, piensa, si puedes permitírtelo, en pagárselo a la persona que está detrás de ti, no por el cálido sentimiento que inevitablemente experimentarás tú, sino por el sentimiento de sorpresa y asombro que experimentará esa persona que está detrás de ti. Cuando empieces a buscar oportunidades para realizar actos de amabilidad al azar, comenzarás a ver un gran potencial para aportar alegría a los demás y desprenderos, tanto ellos como tú, de la rutina habitual de la vida egocéntrica. Mi yugo es suave Una vida generosa no debe ser una carga, sino un gozo; después de todo, cuanto más des a los demás, tanto más ligera será tu carga. Dios ama al que da con alegría, dice el apóstol Pablo; y a medida que tus actos comiencen a fluir a través de tu persona entregándote a los demás, en lugar de tratar de hacer que las cosas te beneficien a ti-, irás descubriendo una ligereza y una generosidad de ser que aportan liberación. Después de todo, este itinerario consiste en irse descargando, no acumulando más cosas que poseer o hacer. Y el itinerario te conducirá hacia una facilidad de «hacer» cosas que fluye con tu «ser» de un modo que tal vez nunca hayas experimentado con anterioridad. Piensa, por ejemplo, en los Diez Mandamientos que dio Dios a Moisés. Puede que anteriormente hayas pensado en ellos como un conjunto de normas inalcanzables; una carga legal, si lo prefieres, que simplemente prueba nuestra incapacidad para vivir una vida santa. No robarás, no matarás, no desearás los bienes de tu prójimo, no cometerás adulterio... 184

Cuando empiezas a desprenderte de tus apegos condicionados por el ego y a vivir desde tu verdadero yo en comunión con Dios, contigo mismo y con los demás, estos mandamientos se convierten en declaraciones de liberación. No desearás los bienes de tu prójimo, porque te habrás liberado del falso yo que te impulsa a compararte con otras personas y encontrarte deficiente. Como ya hemos visto anteriormente, éste es a la vez el más duro y el más fácil itinerario de contemplación y acción que hayas emprendido en tu vida. Cuando luchas como un guerrero para hacer tiempo, hacer espacio, ver con los ojos del corazón y descubrir tu causa superior, descubres al mismo tiempo una facilidad y una ligereza que te descargan expresamente de todas las expectativas dañinas del mundo que te rodea, condicionado por el ego. Serás libre; libre para vivir y amar como nunca antes; libre para trabajar con gozo y energía, los días buenos y los malos; libre para amar a pesar de lo que tu mente te diga a propósito de lo que sientes y de cómo reaccionan tus emociones; libre para vivir en el filo del momento, con una intensidad que proviene de desarrollar una verdadera presencia. Libre al fin. Integridad Cuando tus actos emerjan a través de ti, cuando comiences a dejar ir y dejar venir, entonces tu mente, tu cuerpo, tu corazón y tu alma empezarán a alinearse más plenamente. Liberada de su incesante parloteo, tu mente - recalibrada en relación con tu corazón - será más la incisiva herramienta que en principio fue destinada a ser. No se trata de un itinerario irreflexivo. Tu corazón - revelado, recuperado - está más dispuesto que nunca a conducirte a la acción. Eres consciente de tu cuerpo, de tu conjunto físico, y estás en sintonía con él; en consecuencia, puedes experimentar calma y seguridad, al estar más encarnado. Y tu alma puede abrirse a dejar que tu verdadero yo se comunique, momento a momento, con la fuente divina de toda vida. Dios ha situado la eternidad en tu corazón, y cada vez te ves más atraído a vivir en el momento infinito que realmente es y fue la eternidad desde un principio. La espera y el anhelo - que la mayoría hemos pensado que sólo podrían satisfacerse en algún lugar eternamente distante en un futuro - pueden, de hecho, atraernos con creciente intensidad a la sobrecogedora belleza del aquí y ahora, del día a día. Nacidos mediante el dolor y en el dolor, nuestra misión consiste en avanzar hacia la plenitud, con nuestro «ser» y nuestro «hacer» encontrándose como una pareja de bailarines en la danza de la gracia. Cuando recorremos este itinerario, no lo hacemos solos, sino como parte de un gran conjunto, como parte de la totalidad de Dios, nuestro 185

yo, los demás y la Creación: la gran historia que se está desarrollando en la que somos invitados a desempeñar nuestro incomparable papel y a dejar que la belleza intrínseca fluya como un río hacia aquellos que más la necesiten.

186

187

Transmitirlo

«Estar aquí supone tanto...» Rilke' «Estamos aquí. Somos insensata y peligrosamente libres». John O'Donohue2 Pellízcate ESTAR aquí supone verdaderamente tanto... ¿Cuándo fue la última vez que te detuviste de verdad simplemente para valorar el «estar aquí»? (Puede que tengas que pellizcarte). ¿Eres capaz de recordar lo que descubriste cuando lo hiciste? En este libro apenas hemos empezado a rascar bajo la superficie de lo que significa estar aquí y estar aquí ahora. Apenas hemos comenzado a vislumbrar lo que significa vivir con presencia en el presente y desprendernos de las cosas que suponen un obstáculo. Sin embargo, estamos llenos del potencial de ser «insensata y peligrosamente libres» y de luchar como guerreros para conquistar la libertad para nosotros y para las personas a las que queremos. Hay más libertad que conquistar de la que podemos llegar a imaginar, pero nuestra tarea es intentarlo. Gozamos verdaderamente de libertad para ser insensatos y peligrosos cuando tratamos de imaginar, y después hacer realidad, esa libertad, así como para existir en el amor y actuar por él. Al finalizar este itinerario a través de los cuatro iconos y los cuatro niveles de profundidad, nuestros pensamientos se orientan breve y finalmente hacia la transmisión de los beneficios a quienes nos rodean, tanto a quienes han despertado ya a las vibrantes posibilidades de su existencia como a quienes permanecen aún dormidos.

188

Anhelo de tocar lo eterno Ahora es el momento - porque ahora es siempre el momentode permitir que el sentido del eterno presente se expanda en nosotros y nos inunde de luz. Dios nos ha concedido el alma, nos ha otorgado la capacidad de ser espiritualmente inteligentes y de ser transformados cuando descubrimos una profunda sensación de paz y finalidad, seguridad y relación, yo y desinterés. Vivimos en el aquí y ahora, y nuestro objetivo es vivir mucho más plenamente en él. Sin embargo, debemos reconocer también con humildad que seguimos, como decía el apóstol Pablo, viendo a través de un espejo, en enigma. Porque también vivimos en el «ya, pero todavía no». No comprenderemos plenamente hasta que Dios nos lleve a nuestro destino; no alcanzaremos el cenit de la iluminación hasta entonces; no eliminaremos el dolor. De hecho, cuando pasamos de un ámbito de intensa fragmentación a una mayor plenitud y un mayor sentido de nuestra humanidad, es nuestro modo de hacerlo - un modo de superar el dolor y la incomprensión de nuestra condición humana - lo que nos hará más plenamente humanos. Vivimos en medio de la paradoja y la tensión creativa. Y vivimos en el misterio. La vida no es un problema que resolver, como ya hemos visto; es un misterio que se está desarrollando y del que somos una parte única. Cuando despertamos, comenzamos a mirar a nuestro alrededor y a observar. Al ver las cosas de otra manera, respondemos con nuestros actos. Cuando actuamos con belleza y amor en las pequeñas cosas, el mundo que nos rodea comienza a cambiar para siempre. Esto es lo único, en cierto sentido, que podemos hacer. Pero podemos hacerlo con todo nuestro corazón, incitados a actuar por amor. Tú eres tú; yo soy yo. Dios me ha hecho así. He intentado, debido a mi ego, seguir mi propio camino; tú has intentado, con el tuyo, reemplazar el tesoro de tu corazón por el oro de los tontos. Hemos conspirado para cubrirnos los ojos e incurrir en un modo de funcionar inadecuado y banal, pero podemos también conspirar para luchar con todas nuestras fuerzas contra nuestra apatía, podemos también entrar en una comunión mutua activa y dinámica, a fin de poder liberarnos recíprocamente el corazón y juntos actuar con justicia, amar con misericordia y caminar con humildad. Podemos también descubrir lo que significa estar en unión constante con Dios si cesamos de luchar con nuestras propias fuerzas y, por el contrario, empezamos a dejar ir y dejar a Dios venir. Amistad En el mundo actual estamos más conectados que nunca; estamos interrelacionados al máximo. Sin embargo, la mayoría de nuestras conexiones e interrelaciones se limitan a 189

conspirar para mantener el objetivo, condicionado por el ego, de las comparaciones sociales y materiales. Competimos por una posición, utilizamos a los demás para prosperar, no rozamos más que la superficie de la vida ajena y mantenemos colectivamente la simulación de que todos tenemos que estar en movimiento para progresar. Incluso en la red social «Facebook», competimos por los «amigos» que tenemos, creando, si no tenemos cuidado, un concurso de popularidad virtual en el que coleccionamos almas sin detenernos siquiera a conocerlas con alguna profundidad ni a satisfacer sus necesidades. Al reflexionar sobre la «transmisión», podemos despertar al gozo y la posibilidad de nuestra alma junto a otras en compañía sagrada y mística. Después de todo, uno de los grandes dones de Dios es la amistad verdadera. Y nosotros hemos devaluado este don, como hemos hecho con muchas otras cosas de la vida, desdeñando sus posibilidades a causa de nuestras ocupaciones o de nuestra búsqueda de lo que más puede beneficiarnos. Sin embargo, la inteligencia espiritual nos recuerda que los amigos son mucho más que meros camaradas de gimnasio o compañeros de trabajo o conocidos del café matutino. Los amigos poseen potencial para vivificarnos y despertar las posibilidades que hay en nosotros. Amigo del alma Los antiguos celtas poseían una noción del «amigo del alma», el anam cara. La expresión «compañero del alma», tal como se emplea hoy, tiene el sentido de amante romántico con el que sintonizamos profundamente. Pero el anam cara es algo mucho más profundo: un maestro, un compañero y un guía espiritual; una persona que te proporciona un profundo sentido de reconocimiento - de que estás aquí y de que puedes ser comprendido sin máscaras ni artificio - y pertenencia. «Cuando te sientes verdaderamente comprendido - dice John O'Donohue-, te sientes libre para entregarte a la confianza en el otro y acoger su alma». El anam cara es un don divino valiosísimo. Como la amistad es «la naturaleza de Dios» - sugiere O'Donohue-, se refleja perfectamente para los celtas en la Trinidad de Padre, Hijo y Espíritu. Por eso un amigo es una persona querida que «despierta tu vida a fin de liberar las audaces posibilidades que hay en ti». En último término - en opinión de O'Donohue-, es en el abrazo de Dios, que nos conoce verdaderamente y nos ofrece una amistad eterna, donde podemos «atrevernos a ser libres»3. 190

La amistad que tú eres capaz de ofrecer a otros, por tanto, puede ser vista a su luz divina vivificante: refleja (por débilmente que lo haga) algo de la verdadera naturaleza de Dios como don; y en cualquier relación que tengas hay potencial para que reconozcas el verdadero yo de los demás, les ayudes a ser aceptados, despiertes sus audaces posibilidades y les animes a atreverse a ser libres. Pequeña amistad Recuerda lo que decía la Madre Teresa respecto de realizar «pequeños actos de gran amor». Lo mismo debe aplicarse a nuestra amistad. No podemos ser amigos de todo el mundo, pero sí podemos hacer amistad con un pequeño número de personas que nos rodean y demostrarles un gran amor. Por su puesto que hay muchas personas a nuestro alrededor que ni siquiera nos gustan y de las que nunca seríamos verdaderos amigos, pero sí podemos mostrarles amor a través de pequeños actos de misericordia, gracia y aceptación. Tampoco debemos simplemente buscar la amistad de quienes son más parecidos a nosotros (o nos recuerdan a nosotros mismos); los que nosotros consideramos extraños pueden ser un gran don si optamos por recibirlos. Pero a nuestros amigos podemos ofrecerles - y recibir de ellos - el abrazo íntimo de nuestros sentimientos mutuos. Nuestra amistad ayuda al amor a fluir por nosotros y entre nosotros, y el amor es la mayor demostración de realidad y presencia que podemos tener la esperanza de ofrecer y experimentar. Como Dios es amor, la presencia de Dios fluye entre nosotros y nos envuelve cuando actuamos con amor. Del mismo modo que nuestra alma puede tocar la fuente divina de vida en una comunión dinámica y fluida, también podemos permitirnos fluir con los demás, ofreciendo la presencia de Dios mediante pequeños actos de gran amor en comunidad. Al amar a otros sin juzgarlos, viéndolos a través de los ojos del corazón, no del ego, podemos liberarlos para ser lo que verdaderamente son, libres de las expectativas o las críticas inútiles, libres de los juicios o las condenas morales, libres de la falta de imaginación y lo banal. Pablo Neruda decía: «A nadie te pareces desde que yo te amo». Tenemos libertad para liberarnos mutuamente, para ser y convertirnos en un yo hecho a imagen de Dios, si nos atrevemos, si osamos imaginarlo, si luchamos por el corazón de esos otros, y no contra su mente. Detente a pensar ¿Cuándo fue la última vez que te sorprendió un pequeño acto de gran amor de un amigo? ¿Qué sucedió entre vosotros? ¿Cómo te afectó?

191

¿Cuándo fue la última vez que sorprendiste a un amigo con un pequeño acto de gran amor? ¿Cómo le afectó? ¿Cuándo sentiste la presencia del amor fluyendo con mayor fuerza en tus relaciones de amistad? ¿Qué ocurrió en esos momentos, en concreto, que convocó esa presencia? Recordémonos de nuevo que no podemos esperar la perfección; vivimos en un estado de naturaleza caída en el que ninguno está a la altura de la vida que fuimos destinados a vivir. La amistad, no obstante, no puede ser juzgada por su ausencia de dolor, aunque nos gustaría hacerlo así; no debemos limitarnos a intentar crear relaciones anodinas en las que todos nos llevemos bien sin problema alguno. La amistad se forja frecuentemente en el crisol del dolor. Se profundiza merced a nuestro modo de reaccionar ante las circunstancias inesperadas, los malos entendidos, las acusaciones erróneas, el mal genio, la insensibilidad y la hipersensibilidad. Experimentamos dolor cuando crecemos; y experimentamos dolor en el proceso de nacimiento y (por tanto) también de nuevo nacimiento. La amistad trae a la existencia - da cuerpo - al misterio de la vida misma a través del misterio de nuestra comunión con los demás. Aportamos libertad a la vida mediante nuestra consciencia de la muerte Aunque rara vez nos atrevemos a admitirlo, sólo estamos aquí un tiempo muy breve. Estamos verdaderamente «de paso». No vemos con claridad el lugar del que llegamos antes de nacer; ni tampoco vemos con claridad adónde vamos cuando experimentamos nuestro renacimiento a través de la muerte. No obstante, podemos ser más plenamente conscientes de que no somos sino un suspiro en esta hermosa tierra y, por tanto, vivir en consecuencia: libres del temor de que tenemos mucho que perder. No es así. Y nuestro deber, al hacernos conscientes de ello, es ayudar a «transmitírselo» a cuantos nos rodean, a esas personas que, como nosotros, se han esforzado en vano por ver con los ojos del ego cómo pueden crear una identidad inolvidable aferrándose al mayor número de cosas posible mientras puedan. Cuando empiezas a desprenderte de esas ataduras, comprendes que no tienes nada que perder y todo que ganar. Entonces es cuando podemos animar a nuestra comunidad a vivir más plenamente en un estado de entrega llena de gracia, mientras tratamos de vivir con la realidad de la muerte, una realidad que da libertad a la vida. «Aunque fuese por valle tenebroso, ningún mal temería», dice el salmista4. Probablemente todos hemos escuchado estas palabras en funerales, y nos han proporcionado un gran consuelo. Pero no son palabras únicamente para los muertos, sino para los vivos. No tenemos que tener miedo al mal cuando comenzamos ahora el itinerario por un nuevo nacimiento y una nueva vida, si lo hacemos con Dios; y cuando 192

seamos liberados de ese miedo, seremos libres para vivir juntos en una relación más generosa, segura y desinteresada. Cuando nace un niño, es expulsado de la aparente seguridad del seno materno, lanzado a la cegadora luz del día desde la oscuridad que siempre ha conocido, y se corta el cordón umbilical que le une a su vida anterior. Sin embargo, es un comienzo: su nacimiento. Podemos ver la muerte de modo similar. La luz del otro lado puede parecer cegadora a aquellos de nosotros que están en la oscuridad; podemos querer aferrarnos a la familiaridad y la seguridad del seno de nuestra vida, y puede que nos acobarde la perspectiva de que se corte el cordón que nos une a nuestra vida anterior. Sin embargo, lo único que ocurre, si decidimos aceptarlo y no luchar en su contra ni rechazarlo, es que estamos pasando plenamente al ámbito de la presencia de Dios, el ahora eterno, la presencia pura de la gracia y el amor intemporales que hasta ahora no hemos más que entrevisto en medio del dolor de nuestra vida fracturada sobre la tierra. Crecimiento Cuando profundizamos en el misterio de nuestro ser y nuestro hacer, empezamos a crecer. Muchos de nosotros medimos el «éxito» en la frenética cultura actual en función de las ventas o el beneficio, mediante gráficos y estadísticas, o verificando lo lejos que hemos llegado; pero cuando se trata del crecimiento personal, es más difícil cuantificarlo, porque lo que experimentamos es un cambio cualitativo que puede ser sutil, casi invisible a los ojos, en especial si al principio crecemos por sustracción, perdiendo nuestros apegos, dejando a un lado nuestras compulsiones condicionadas por el ego, matando a nuestro yo anterior. Por eso debemos tratar de ver nuestro crecimiento, una vez más, con los ojos del corazón, no con los ojos de nuestro ego. Recuerda que Jesús utilizaba imágenes o metáforas aparentemente corrientes o insignificantes para describir el reino de Dios, el nuevo mundo en el que podemos entrar y desempeñar nuestro papel y del cual somos invitados a extraer nuestra identidad y considerarnos ciudadanos. Jesús describe el reino como una semilla que crece y se convierte en un árbol que proporciona sombra y en el que las aves pueden hallar cobijo. Y de está manera tal vez decidamos ver nuestro «progreso» en términos de crecimiento orgánico, como el de un árbol. Los árboles están llenos de presencia, por supuesto, y no tratan de ser más que lo que fueron destinados a ser. Parecen estáticos; sin embargo, están siempre creciendo y fortaleciéndose, experimentando estaciones de nacimiento y muerte, de semillas y hojas y frutos y caída y desnudez. Recientemente, caminaba yo por un bosque cuando, en medio del estrecho sendero, topé con una barrera hecha por manos humanas que me hizo desviarme y rodear un 193

haya que se encontraba en mi camino. Era invierno, y el árbol parecía sin vida; unas cuantas ramas caídas yacían en el suelo; no tenía ni una hoja. Pero había un rótulo en la barrera en el que se rogaba a la gente que concediera al árbol un espacio particularmente amplio, porque «proporciona un hábitat especialmente rico para toda clase de vida salvaje en esta época del año». Detente a pensar Si piensas en ti como en un árbol, ¿a qué clase de vida salvaje das apoyo en tus ramas y en tu base? ¿Quién busca tu apoyo? ¿Quién - sin que tú lo sepas - se cobija bajo tu sombra? ¿Hasta qué punto eres capaz de erguirte alto y fuerte, seguro y a salvo, consciente de que no necesitas tratar de ser sino lo que fuiste llamado a ser? ¿Cómo te las arreglas con los cambios de estación? ¿Das la bienvenida a cada estación o hay alguna a la que temes especialmente? ¿Eres capaz de abrazar la desnudez del invierno, sabedor de que la vida continúa y de que incluso tus ramas rotas son una parte vital del ecosistema que te rodea? ¿Hasta qué punto estás (y estarás) contento de crecer al ritmo adecuado para ti? ¿Has tratado alguna vez de forzar el ritmo por querer crecer más deprisa? ¿Te sorprendes alguna vez deseando ser el árbol más grande y alto del bosque? De ser así, vuelve a imaginar tu yo tal como Dios te ve, no celebrando tu tamaño o tu belleza por sí mismos, sino por el papel que desempeñas en el conjunto y por la belleza orgánica con que contribuyes a la vida que se desarrolla en torno a ti. La vida es orgánica, no mecánica. Sin embargo, en nuestro mecanizado mundo solemos recurrir a metáforas mecánicas para describir quiénes somos y cómo encajamos. Recientemente, en el Reino Unido, los políticos han hablado de que somos una «sociedad rota». El problema es que, si nos vemos en términos mecánicos, nos limitamos a creer que, si se arregla lo roto, estaremos bien. Sin embargo, D.H.Lawrence escribió en su poema «Sanar»:

194

5. LAWRENCE, D.H., The Collected Poems of D.H.Lawrence, 1928. Si buscamos un modo más orgánico de vernos a nosotros mismos y a los que nos rodean, tenemos que valorar el hecho de que la vida fluya a través de nosotros y entre nosotros, de que estamos todos interrelacionados, situados en la Creación como parte de un todo. El apóstol Pablo utilizaba la metáfora del cuerpo para ayudar a sus lectores a comprender cómo se interrelacionaban en la irrupción de Dios en la tierra, en la realidad de amor y presencia que forma verdaderamente nuestra relación. Ninguna parte es más o menos importante que otra, observaba Pablo. Todas tienen un papel. Y si una parte sufre, el resto del cuerpo siente su dolor. Ningún hombre es una isla, como decía el poeta John Donne, ni tampoco ninguna mujer. Estamos ligados intrínse camente unos a otros a través del dolor y el gozo de ser humanos y de ser creados dentro de un orden creado. Transmitimos dolor si nos duele; transmitimos miedo palpablemente si el miedo se apodera de nosotros. Y transmitimos lo mejor de nuestra persona si estamos seguros de nosotros mismos y somos generosos y desinteresados, como un contagio de esperanza, una revolución de amor irresistible, como tan perfectamente la describe Shane Claibourne, mediante quienes somos y lo que podemos comenzar a imaginar que podemos hacer realmente los unos por los otros. Adelante..., y que te vaya bien La inteligencia espiritual es un modo útil de pensar acerca de quiénes somos y por qué estamos aquí. Dios nos ha dado la espiritualidad para que tendamos desde el presente a alcanzar el don de la eternidad que ha puesto a nuestra disposición. Y esto no es únicamente para los santos o las personas religiosas o que están enajenadas. Todos poseemos inteligencia espiritual, y cualquiera puede comenzar a hacer realidad su potencial a través de ella. Como decía Evelyn Underhill: «No puede decirse que haya un "sentido místico" aislado que algunas personas poseen y otras no, sino que toda alma humana posee una cierta capacidad latente para Dios, y en algunas personas esa capacidad se realiza con una asombrosa riqueza»6. Accediendo a tu inteligencia espiritual, descubriendo tu alma y tu corazón, matando a tu falso yo y acogiendo la verdad, das rienda suelta a miles de manifestaciones prácticas al estar más plenamente presente a tu yo y a quienes te rodean: más vivaz en tus tareas, más observador, más equilibrado y más dispuesto a la acción. Y empezarás a reflexionar intensamente, descubrirás quién eres en verdad, sentirás la presencia y la gracia de la fuente divina de vida y accederás a todo un nuevo modo de ser.

195

Pero estas no son más que meras descripciones, indicaciones del itinerario. Los iconos y la profundización cada vez mayor simplemente contribuyen a informar; el gran desafío consiste en luchar como nunca contra la banalidad y el falso yo, y por la vida y el amor en toda su plenitud. Es el más duro de los itinerarios, y también el más fácil. Exigirá gran valor y tenacidad, pero tu itinerario no se completará contando sólo con tus propias fuerzas. Te encontrarás a ti mismo perdiéndote. Conocerás la vida, aunque comiences a morir a la persona que eras anteriormente. Todo tiene su momento, dice el autor del Eclesiastés. «Su tiempo el nacer, y su tiempo el morir; su tiempo el plantar, y su tiempo el arrancar lo plantado... Su tiempo la guerra, y su tiempo la paz»'. Y podríamos añadir: su tiempo el contemplar, y su tiempo el actuar. Aquí estamos, vivos, redescubriendo emocionadamente lo que significa ser más plenamente humanos, más plenamente nosotros mismos y más plenamente de Dios, encontrados y perdidos en la tensión creativa del gran misterio de la vida misma, despertando diariamente a sus millones de posibilidades, viendo con ojos reverentes, viviendo el cambio con toda la audacia y el peligro de alguien sin nada que perder, y transmitiéndolo simplemente porque no puedes evitar hacerlo.

«No tiene que ser un iris azul, puede ser maleza en un terreno vacío, o unas cuantas piedrecitas; limítate a prestar atención, después reúne varias palabras y no intentes que sean elaboradas, esto no es un concurso, sino el umbral del agradecimiento, y un silencio en el que otra voz pueda hablar». Mary Oliver8 1. UNDERHILL, E., The Mystics of the Church, James Clare & Co., 1987, p. 11. 2. ZOHAR, D. Y MARSHALL, L, Spiritual Intelligence: The Ultimate Intelligence, Bloomsbury, London 2000, p. 9 (trad. cast.: Inteligencia «espiritual», Plaza y Janés, Barcelona 2001). 1. MELLO, A.DE, Walking on Water The Columba Press, Dublin 1998, p. 62. 2. ELDREDGE, J., The Journey of Desire, Thomas Nelson, Edinburgh 2001, pp. 191192. 196

1. McGREGOR, J., If Nobody Speaks Of Remarkable Things, Bloomsbury, London 2002, pp. 1-2 (trad. cast.: Si nadie habla de las cosas que importan, Salamandra, Barcelona 2006). 1. GLADWELL, M., The Tipping Point, Little, Brown and Co., New York 2001, p. 13. 1. Juan 8,6-7. 2. Mateo 5,13-14. 3. Salmo 1,3. 1. COUPLAND, D., Hey Nostradamus!, Flamingo, 2003, pp. 33. 2. ELDREDGE, J., The Journey of Desire, Thomas Nelson, Nashville 2001, pp. 191192. 3. Mateo 6,28-29. 4. Eclesiastés 1,2. 5. KEROUAC, J., On the Road, Penguin, New York 1991, p. 57 (trad. cast.: En el camino, Anagrama, Barcelona 2009). 6. 1 Timoteo 6,10. 1. Fox, M., «The Hidden Spirituality of Men»: Ode Magazine 6/8 (octubre 2008), p. 60. 2. TOLLE, E., The Power of Now, Hodder Mobius, London 2005, p. 37 (trad. cast.: El poder del ahora: una guía para la iluminación espiritual, Gaia Ediciones, Madrid 2009). 3. Ibid., p. 92. 4. RIDDELL, M., The Sacred Journey, Lion, Oxford 2000, p. 144. 6. Fox, M., op. cit., pp. 60-64. 1. OKRI, B., In Arcadia, Phoenix House, London 2002, p. 226. 3. TAYLOR, b., Tell Me a Story: The Life-Shaping Power of Our Stories, Bog Walk Press, 2001, p. 1. 1. OKRI, B., fuente desconocida.

197

2. PETERSON, E., Eat This Book: The Art of Spiritual Reading, Hodder and Stoughton, London 2006, p. 40. 5. GRUBER, P., op. Cit., p. 59. 4. BASS, R., citado en GRUBER, P., «The Four Truths of the Storyteller»: Harvard Business Review (diciembre 2007), p. 56. 1. Extracto de «Something in the Woodshed», entrevista con William Paul Young realizada por Brian Draper: Church Times (14 de noviembre de 2008), pp. 22-23. 2. CHAMBERS, O., My Utmostfor His Highest, Dodd Mead & Co., New York 1935, anotación del 29 de septiembre (trad. cast.: En pos de lo supremo, Clie, Barcelona 2007). 3. TOLLE, E., The Power of Now, Hodder Mobius, London 2005, p. 14 (trad. cast.: El poder del ahora, Nuevas Ediciones de Bolsillo, Barcelona 2006). 2. LEwis, C.S., A Grief Observed, Faber and Faber, London 1966 (trad. cast.: Una pena en observación, Anagrama, Barcelona 2007). 1. DICARLO, Russell E., en TOLLE, E., The Power of Now, Hodder Mobius, London 2005, p. 18 (trad. cast.: El poder del ahora: una guía para la iluminación espiritual, Gaia Ediciones, Madrid 2009). 3. Hechos 9,1-9. 4. ROHR, R., extracto de notas para una conferencia. 6. Salmo 24,1. 5. O'DONOHUE, J., Anam Cara, Bantam Press, London 1999, p. 15 (trad. cast.: Anam Cara, el libro de la sabiduría celta, Anagrama, Barcelona 1998). 1. LAWRENCE, T.E., The Seven Pillars of Wisdom, Penguin Classics, London 2000 (trad. cast.: Los siete pilares de la sabiduría, Zeta bolsillo, Barcelona 2007). 2. MILLMAN, D., The Way of the Peaceful Warrior H.J.Kramer, Tiburon, CA, 2000 (rev. ed.), p. 15 (trad. cast.: El guerrero pacífico, Málaga 2009). 3. PECK, Scott M., The Road Less Travelled, Arrow, London 1990, p. 46 (trad. cast.: Un camino sin huellas, Salamandra, Barcelona 1996). 4. RIDDLE, M., The Sacred Journey, Lion, London 2000, p. 87. 198

1. GREENSPAN, M., Healing Through the Dark Emotions, Shambhala, Boston 2003. 2. Extracto del Discurso de graduación de Stanford 2005. Disponible online: http://www.youtube.com/warch?v=D1R-jKKp3NA. 3. Marcos 8,36. 4. Miqueas 6,8. 5. RIDDELL, M., The Sacred Journey, Lion, London 2000, p. 64. 6. HART, H., «Open Hands, Open Heart»: Ode Magazine (diciembre 2008). 1. MILLMAN, D., The Way of the Peaceful Warrior H.J.Kramer, Tiburon, CA, 2000, p. 9 (trad. cast.: El guerrero pacífico, Sirio, Málaga 2009). 2. BORO, M., The Heart of Christianity, HarperOne, London 2004, p. 50 (trad. cast.: El corazón del cristianismo: redescubrir una vida de fe, PPC, Madrid 2005). 3. Génesis 28,12-16. 4. ELDREDGE, J., Waking the Dead, Thomas Nelson, Nashville, TN, 2006,p.27. 5. Mateo 6,21. 6. SENGE P., JAWORSKI, J., OTTO SCHARMER, C., y FLOWERS, B., Presence: Exploring Profound Change in People, Organization and Society, Nicholas Brealey Publishing, London 2005, p. 160. 8. Mateo 13,31-32; 44-46. 7. Marcos 1,15. 9. Mateo 19,24. 10. Juan 3,7. 1. UNDERHILL, E., The Mystics of the Church, James Clare & Co., 1987, p. 11. 2. SENGE P., JAWORSKI, J., OTTO SCHARMER, C., y FLOWERS, B., Presence: Exploring Profound Change in People, Organization and Societv, Nicholas Brealey Publishing, London 2005, p. 93. 3. TOLLE, E., The Power of Now, Hodder Mobius, London 2005, p. 52 (trad. cast.: El poder del ahora, Nuevas Ediciones de Bolsillo, Barcelona 2006). 199

4. Ibidem. 5. MILLMAN, D., The Way of the Peaceful Warrior H.J.Kramer, Tiburon, CA, 2000, p. 166. 6. UNDERHILL, E., 0p. Cit., p. 11. 8. O'DONOHUE, J., en una entrevista con B.Draper, «The Business of Spirituality»: http://www.churchtimes.co.uk/ content.asp?id=44571. 7. Ibidem. 9. 2 Corintios 4,16.18. 1. SHAW, G.B., «Dedicatory Epistle», Man and Superman, Penguin, London 1950. 2. MUGGERIDGE, M., Something Beautiful for God, Lion, London p. 17. 3. ROHR, R., extracto de notas de conferencias. 4. 1 Juan 4,18. 5. KUMAR, S., You Are, Therefore I Am: A Declaration of Independence, Green Books, Devon 2002, p. 33. 6. 2 Corintios 9,7. 2. O' ONOHUE, J:, Anam Cara, Bantam Press, Ealing 1999, p. 271 (trad. cast.: Anam Cara. El libro de la sabiduría celta, Salamandra, Barcelona 1998). 1. RILKE, R.M., «The Ninth Elegy», en Duino Elegies, Carcanet Press Ltd., Oxford 1989 (trad. cast. del alemán: Elegías de Duino, Hiperión, Madrid 2007). 3. O'DONOHUE, J:, op. cit., pp. 35-39. 4. Salmo 23,4. 6. UNDERHILL, E., The Mystics of the Church, James Clare & Co., 1987, p. 11. 7. Eclesiastés 3,2-8.

8. OLIVER, M., «Praying», en Thrist: Poems by Mary Oliver Beacon Press, Boston 2006, p. 37.

200

201

Índice Agradecimiento Introducción 1. Despertar 2. Ver de manera nueva 3. Vivir el cambio 4. Transmitirlo 5. Despertar 6. Ver de manera nueva 7. Vivir el cambio 8. Transmitirlo 9. Despertar 10. Ver de manera nueva 11. Vivir el cambio 12. Transmitirlo 13. Despertar 14. Ver de manera nueva 15. Vivir el cambio 16. Transmitirlo

14 16 25 35 45 53 65 78 89 101 112 121 132 144 158 166 175 186

202

203

204

View more...

Comments

Copyright ©2017 KUPDF Inc.
SUPPORT KUPDF