La inteligencia del amorUnviajedelTemoralAmor.pdf
March 6, 2017 | Author: Barbara | Category: N/A
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Jorge Lomar
Ediciones Corona Borealis La Inteligencia del Amor © 2008, Jorge Lomar © 2010, Ediciones Corona Borealis Pasaje Esperanto, 1 29007 - Málaga Tel. 951 100 852 www.coronaborealis.es www.edicionescoronaborealis.blogspot.com
Segunda edición: mayo 2014 ISBN: 978-1499532173 Distribuidores: http://www.coronaborealis.es/librerias.php Todos los derechos reservados. No está permitida la reimpresión de parte alguna de este libro, ni tampoco su reproducción, ni utilización, en cualquier forma o por cualquier medio, bien sea electrónico, mecánico, químico o de otro tipo, tanto conocido como los que puedan inventarse, incluyendo el fotocopiado o grabación, ni se permite su almacenamiento en un sistema de información y recuperación, sin el permiso anticipado y por escrito del editor.
Dedicado a mis padres, quienes en lugar de cortarme las alas me ayudaron a volar. A mis maestras, Reyes y Mar. Y a todos los aventureros libres con los que comparto este viaje. ÍNDICE Prólogo ........................................................................................... 15 Prefacio del autor ......................................................................... 17 Parte I. Conocimiento La Piel ........................................................................................ 23 Nuestros disfraces .................................................................... 31 Yo soy Amor... pero ¿qué es el Amor? .................................. 45 El triángulo de la comprensión .............................................. 67 Esencia y carencia .................................................................... 79 Parte II. Experiencia El origen de la experiencia ..................................................... 101 Aventureros... ¿libres? ............................................................. 112 Amor desde el temor ............................................................... 128 Otros ídolos de la mente temor ............................................. 151 Parte III. Ser Con la corona puesta .............................................................. 169 Proyección y perdón ................................................................ 181 La Inteligencia del Amor ........................................................ 205 Terminología .................................................................................. 215 Citas para meditar ........................................................................ 223 Bibliografía .................................................................................... 227 Agradecimientos A José María Doria, por todo su apoyo. A Luisa Alba por su visión.
Enseña solamente amor, pues eso es lo que eres. UN CURSO DE MILAGROS
PRÓLOGO La aventura del descubrir Si a lo largo de la Historia ha habido algún fundamento ante el que las humanidades se han inclinado y reverenciado, sin duda ha sido el del Amor. Es por ello que aquel lector decidido a adentrarse en esta investigación de su Inteligencia se verá inmerso en un inspirado viaje al hondo sentir humano, un viaje pleno de paisajes en donde las neuronas y las hormonas de los psicocuerpos, bailan con las emanaciones más sutiles de los santos y de los sabios. Pues bien, cuando Jorge Lomar me sugirió prologase su libro, no imaginé la aventura del descubrir que me esperaba al traspasar ya sus primeras páginas. Reconozco que al poco de abordar sus claros y bien documentados contenidos, me vi envuelto por una música integradora que fascinando mi atención, sumergió mi ser por entre los pliegues más resonantes del alma.
Al cerrar el libro, respiré muy hondo y una vez más confirmé el sentimiento de que la actual Humanidad está en los albores de una nueva dimensión. En realidad y tras leer entre líneas lo que está sucediendo se diría que el Homo Sapiens está caducando en beneficio de un emergente Homo Amans; un salto que sin duda señala un estado de conciencia en el que la íntima vivencia de la «no separación», permitirá dejar atrás los tan frecuentes «contratos psicológicos de mutua satisfacción» que en el seno cotidiano de nuestro actual desarrollo se establecen en nombre del amor. Este amor cotidiano que vivimos en el nivel dual de la persona es un sucedáneo que aparece como reflejo de ese «amor totalidad» que en esencia todos somos. El amor del nivel persona, aunque es legítimo por su inherente humanidad, vive zarandeado en la noria luminosa y sombría de la dualidad y, en muchos casos, expresa un abanico de sutiles manipulaciones y dependencias. Y todo este nuevo amanecer que muchos seres, tras vivirse en pequeñas dosis de conciencia unitiva vislumbran como real, es consecuencia de la emergente visión ampliada de ser y relacionarse, una visión que está siendo naturalmente expresada por la nueva raza de integradores y místicos que empieza a aumentar la población indiscriminada de este Planeta Tierra. Vemos que ante un modelo sociocultural tan saturado en el que se sostienen las actuales relaciones humanas, y ante una revolución de la consciencia tan deconstructora como la que inevitablemente sucede en nuestras vidas, brotan investigadores sinceros con talante, como Jorge Lomar, que de manera tan sanadora como misionera se lanzan al reto de indagar en los entresijos del Misterio. Se trata de seres que abordan la vivencia del Gran Origen por entre las grietas de luz en el muro de la opacidad dualista, seres que se atreven a mirar y transmitir lo visto anunciando los tesoros que laten en la infinitud del corazón humano. En realidad estos osados visionarios son las antenas de comunicación que la Inteligencia de las Inteligencias parece estar movilizando de forma anónima por entre la vida diaria de este mundo. Su sutil propuesta de acción inspira la intuición de los despiertos mediante meditaciones de radiante vacuidad, meditaciones irradiadoras de sutiles ecos tan solo captables de manera consciente por las antenas de los atentos peregrinos del salto que ya han aprendido a contemplar. Y por último, si tuviera que sintetizar en una sola idea, la visión de esta inteligencia que el lector se dispone a abordar, tan solo diría desde el seno de un amplio silencio que: Comenzamos el camino con el amor que tenemos, y llegaremos con el amor que somos. JOSÉ MARÍA DORIA
PREFACIO DEL AUTOR Aquí se indica un camino o un modo de ver de entre los miles que existen. Todos ellos sirven adecuadamente para las mentes a las que son útiles durante algún tiempo. Este libro pretende ser útil durante algún tiempo, produciendo algo de claridad en ti. El propósito final es comunicar. Esto significa para mí compartirme. Al compartirme, me expreso y aplico energía a las luces que yo veo como la Inteligencia del Amor en mí. Estas luces surgen de mi comprensión, mi experiencia vital y de mi esencia. Por esta causa, el libro se divide en tres partes: conocimiento, experiencia y ser. No hace falta que se lean linealmente, pero tal vez sea más cómodo hacerlo así. No son fases evolutivas, ni cronológicas en ninguna línea de tiempo. No son grados de nada, solo son aspectos distintos del mensaje que expongo. El subtítulo del libro «Un viaje del miedo al Amor» hace referencia a cierto tipo de viaje de la conciencia que se puede elegir libremente y que aquí intento facilitar para quien guste elegirlo. Paralelamente al trascurso de este viaje, el lenguaje del libro va transformándose. En el comienzo es más cercano a la realidad sensorial, las referencias a lo externo son más habituales. Según va avanzando, se va haciendo menos materialista y profundiza más en lo puramente mental. Indagamos en los programas que mayormente están a cargo de nuestra mente. Finalmente, pierdo casi el compromiso con lo causal y lo argumentativo, acercándome a la expresión más íntima de lo que, al nivel más esencial, puedo compartir. He intentado que esta evolución del lenguaje haya fluido paulatinamente, de modo que resulte accesible habituarte a mis modos de explicarme. Reconozco que he elegido un tema profundo e íntimo. Por ello sé perfectamente que este no es un libro para todo el mundo. Está especialmente dedicado a los buscadores de la Verdad. No pretendo haber alcanzado la Verdad absoluta. Esa es inexplicable y no cabe en ningún libro. Ella nos espera a cada uno de nosotros en la eternidad mientras nosotros nos vemos comprometidos en atravesar el tiempo. En el tiempo lo absoluto solo se intuye. Por ello, en este libro nada debe de ser entendido como la Verdad, sino como meras intuiciones de un observador. Las personas que nos dedicamos a comunicar debemos recordar siempre cómo ha cambiado nuestro modo de ver desde que comenzamos a mirar al mundo por dentro. Todos tenemos acceso a la verdad, está dentro de nosotros y en ningún otro sitio. Pero el modo de llegar a ella es diverso y subjetivo, como todo lo relativo a la percepción. Como cuenta una vieja metáfora, los comunicadores somos vendedores de agua en la
orilla de un río. El que bebe directamente del río no necesita que nadie le venda un vaso de agua, aunque esté recogida del mismísimo río. Le basta agacharse un poco para beber. Este libro toca los temas más sutiles, pero pretende ser comprensible y clarificador. Por ello, se redunda en una serie de claves, se asocian a distintos temas y se miran las conclusiones desde distintos ángulos. He intercalado recuadros entre el texto, a modo de grandes paréntesis. Algunos de ellos son breves artículos en los que me centro en temas específicos, en otras ocasiones son prácticas o breves autoexploraciones. En algunos casos son simplemente anécdotas que he querido anotar. Hablando de temas tan sutiles como de la Inteligencia o el Amor, he decidido incorporar un sencillo glosario de las palabras que más confusión suelen despertar. Está en el apéndice «Terminología». En este apartado incluyo también un recuadro donde JORGE LOMAR
distingo lo espiritual de lo mental. En general, trataré siempre con inicial mayúscula lo relativo a lo espiritual o a lo eterno. En ocasiones he separado ciertas frases, de modo que te puedan resultar útiles por si solas, ya sea como recordatorios sencillos o como contemplación. Todas ellas están reunidas al final del texto, en el apéndice «Citas para meditar». El Amor está más allá de la mente. Sin embargo, una mente capaz de ponerse a su servicio está potencialmente disponible en cada uno de nosotros. Este libro habla de este potencial. Intento ser lo más clarificador posible al respecto. Mi función es facilitar.
PARTE I
Conocimiento
LA PIEL
Lo habitual es vernos limitados y definidos por nuestra piel. La piel es la frontera entre lo que somos y lo que está fuera. Ella nos protege y defiende del exterior. Ella limita nuestro ser. Bajo este sistema de pensamiento nos identificamos con una forma material mortal, el cuerpo, y por tanto nos acompaña el miedo a la muerte en cada deseo, cada pensamiento, en cada acción y en cada palabra. Desde Descartes [pienso luego existo] y posteriormente, con la consideración de la psicología como ciencia, hemos ampliado el concepto de nuestro ser como algo más que un pedazo de carne. Una nueva parte de nuestro yo que no es palpable y totalmente subjetiva, por tanto difícilmente experimentable con criterios tradicionalmente científicos: la mente. El pensamiento está reconocido. Aunque no se pueda ver, nadie niega su existencia, pues ¡todos pensamos! Es una experiencia subjetiva pero compartida. Doy por hecho que la persona que hay delante piensa, al comprobar cotidianamente que yo pienso e inferir del comportamiento de mi semejante, que él también piensa. Por eso, aunque no es posible demostrar que piensas, todos creemos pensar. Más complicado sería ponernos de acuerdo en explicar en qué consiste aquello de pensar. Últimamente, en parte gracias a la amplia difusión de los trabajos de Goleman sobre Inteligencia Emocional, se acepta que hay una importante parte de nuestra mente que tiene un carácter emocional y resulta fundamental conocerla para mejorar nuestra experiencia vital. La psicología ahora nos enseña que la emoción y la mente no es algo separado, y que las emociones no son obstáculos o estorbos del limpio raciocinio, sino verdaderas herramientas de experimentación cuya comprensión es definitiva. Actualmente se empieza a reconocer el mundo emocional más como una herramienta intuitiva que como un problema a evitar. Aún así, la psicología convencional no va mucho más allá de entender la mente como un subproducto del cerebro. Según la visión actual de la psicología académica —y en general de la ciencia médica—, los pensamientos surgen del cerebro o son creados allí. La predominancia sigue estando en la materia, en el cuerpo, ya que el cerebro forma parte del cuerpo. Posteriormente, los psicólogos humanistas, transpersonales e integrativos dan un paso más allá y entran a considerar ampliamente otra zona de nuestro ser aún más alejada de la percepción científica: la conciencia, el alma y el espíritu. Normalmente se considera una parte de nosotros que trasciende la existencia física, el pensamiento y la emoción. Evidentemente, estas corrientes psicológicas no son tenidas en cuenta por la corriente principal del pensamiento, que prefiere interpretar nuestra existencia dentro de los límites materiales.
El alma ha sido un tema tradicionalmente ignorado por la ciencia, relegando a la humanidad a una definición en términos observables y repetibles. Lo observable y repetible tiene poco que ver con lo espiritual, que solo se experimenta por uno mismo, de maneras inobservables, irrepetibles, a veces sutiles e íntimamente milagrosas. Pero sobre todo, de un modo inexplicable. La mente no alcanza a la experiencia espiritual. Es como si hubiera una brecha dimensional entre ambas. Muchas personas se van adaptando a las nuevas y modernas ideas de la psicología, la física y la psiconeuroinmunología. Algunas empiezan a reconocer que somos algo más grande que nuestros cuerpos, pensamientos y emociones. Normalmente, las personas que siguen de cerca los avances de la ciencia perdieron de vista el estudio de la antigua sabiduría influenciados por las premisas científicas. En casos muy contados, ambas fuentes de conocimiento comienzan tímidamente a dar señales de su convergencia, al menos en algunas áreas específicas. Según se van difundiendo estas nuevas ideas que aceleran nuestra comprensión del mundo, oiremos hablar, además de la mente racional y emocional, de la mente intuitiva: una zona de la mente aún no descrita científicamente que nos conecta con el universo, con nuestro propósito y con nuestro potencial de autorrealización. No nos dejemos engañar por las palabras. Al hablar de autorrealización, hablamos de espiritualidad. Estamos en las puertas de un suceso histórico: el encuentro entre la espiritualidad y la ciencia. La cita ya está fijada, por un lado, la física cuántica, la astrofísica y la psiconeuroinmunología como punta de flecha del pensamiento científico hacia la diana de la Conciencia. Por el otro lado, las nuevas formas de espiritualidad o nueva conciencia —normalmente derivada de antigua sabiduría de oriente y occidente presentada con palabras sencillas—, como movimiento integrativo que ha inspirado a un sinfín de personas de todo el mundo a abrirse a nuevas comprensiones y renunciar a esquemas y viejas creencias limitantes. Se trata del encuentro de oriente y occidente, lo viejo y lo nuevo, lo masculino y lo femenino. Lo que era posible e imposible al mismo tiempo. A esta cita me gusta llamarlo nuevo paradigma, como una nueva etapa en la estructura de nuestros contenidos mentales colectivos, al profundo nivel de creencias y valores. Este nuevo de modo de pensar —un paradigma es un modelo— está en proceso de expansión y, a pesar de su nombre, trae cierto sabor de la más antigua y perenne sabiduría del ser humano. Se puede llamar «nuevo» porque toda esta sabiduría fue socialmente enterrada hace siglos por la religión organizada y la visión cartesiano-materialista. Su perspectiva encaja con principios fundamentales del chamanismo —que por cierto dispone de bases filosóficas similares a lo ancho del mundo—, de las antiguas escrituras del Vedanta, el Ayurveda, el Taoísmo, el Budismo y el Zen, la Kabbalah,
las más auténticas profundidades del esoterismo —como por ejemplo el Kybalion, el gnosticismo paleocristiano y los alquimistas así como H. P. Blabatsky, Gurdjeff o Paracelso—, ciertos descubrimientos fundamentales de un buen puñado de filósofos «oficiales» occidentales —como Platón, Leibniz, Kant, Berkeley, entre muchos otros — así como escrituras contemporáneas como Un Curso de Milagros, y un sinfín de comunicadores actuales —Deepak Chopra, Eckhart Tolle, Neale Donald Walsch, Greg Braden—, tanto autores como científicos —la Interpretación de Copenhague y otras teorías similares—. Las bases de toda esta sabiduría recogida mediante comprensión, revelación o la intuición de la verdad, se integran en la llamada filosofía perenne, la filosofía común y eterna que subyace tras todas las religiones y filosofías, filosofías y sistemas de pensamiento trascendentes. Éste término, aplicado a este significado amplio, fue referido por primera vez por el filósofo alemán Leibniz en el siglo XVII. Más tarde, supo recopilarla excelentemente Aldous Huxley en 1945. Hoy en día es explorada por importantes filósofos modernos como Ken Wilber o Stan Grof. Es uno de los pilares de la psicología transpersonal. Por lo tanto, todos estos conocimientos del nuevo paradigma han estado siempre con nosotros, codificados en antiguas escrituras, guardados por sociedades secretas y escuelas de misterios, transmitidos oralmente de generación en generación de chamanes, alejados y protegidos de la ignorancia y del poder. La verdad estaba allí para quien supiera buscarla con verdadera determinación. No era fácil expresarla o difundirla. En todos los países han existido distintas formas de inquisición que han protegido a la corriente principal del pensamiento —egoico y controlador— de la desafiante verdad oculta en estos conocimientos perennes. Por ejemplo, los alquimistas debían explicar al mundo que sus estudios tenían que ver con la conversión de metales, una especie de magia que persigue la transmutación del plomo en oro, en lugar del verdadero entrenamiento mental que estaban llevando a cabo y que de ningún modo podía ser comprendido por los no iniciados. Si tú, como alquimista, explicabas tu trabajo sin la suficiente prudencia, había altas probabilidades de encontrarte invitado a una barbacoa en una posición de honor, concretamente en el mismo centro del ardiente fuego. Y si en ese momento no estaban de moda las «hogueras educativas», siempre ha habido otras efectivas formas de exclusión y destierro para quien no se atuviera a las interpretaciones convencionales. Hoy día, aunque el avance en materia de libertad de expresión ha sido considerable, siguen existiendo mecanismos de protección de la corriente principal del pensamiento. Por ejemplo, es fácil que se te tache de pertenecer a una secta solo porque expongas ciertas ideas. O bien, eres incluido en el saco de la «nueva era», algo que por muchos se considera un cajón de sastre de experimentos creativos de la
mente mágica e infantil. Mi visión a este respecto es mucho más compasiva con el despliegue de la llamada nueva era —traducción de new age—. Creo que es muy importante y tremendamente significativo que tantas personas en todo el mundo se hayan abierto a ideas novedosas. De hecho, ha sido el principio de un gran cambio de mentalidad social a nivel profundo que comenzó en la segunda mitad de los sesenta. Con toda probabilidad, fue la puerta de acceso a una filosofía nueva e integradora que pretende ver mucho más allá de las apariencias y que aquí denominamos nuevo paradigma. Aún falta tiempo para que tal modo de pensar fructifique socialmente en nuevos modos de hacer colectivos. Pero muchos ya disfrutamos ahora del cambio de estructura mental. A lo largo de este libro manejaremos ampliamente la perspectiva del nuevo paradigma, ya que tras su estudio, comprensión y experimentación, cobran de nuevo sentido los principios universales del amor, la verdad, la libertad, etc. El nuevo paradigma parte sobre todo de una nueva percepción, pero conlleva también una nueva reflexión, una investigación novedosa sobre lo que la vida es. Desde la nueva percepción de lo que somos, todo cambia. Durante estas décadas estamos comprobando poco a poco cómo la ciencia es representada cada vez más a menudo por mentes inquietas y abiertas a codearse con lo no demostrable, y por otro lado, vemos cómo recogemos nuestro legado de sabiduría milenaria y lo despojamos de los oscuros fantasmas de la superstición, la mitología y el afán de control. A nivel social el cambio de mentalidad aún está latente. En nuestro interior, nuestro modo de pensar y sobre todo de sentir, debido al inconsciente colectivo y a la educación recibida así como a la influencia del entorno cultural en el que vivimos, y del cual estamos inevitablemente impregnados, lo que cada día manifestamos es una autopercepción basada en nuestro cuerpo, en la piel, la carne y los huesos. Demasiado a menudo nos tratamos unos a otros como objetos. Y así nos manejamos nosotros mismos también, en nuestros anhelos, objetivos y decisiones. La separatidad, de la que hablaba Eric Fromm en su Arte de Amar, ha determinado nuestra sociedad. Desde muchos puntos de vista parece ser éste un escollo fundamental, algo que hace que la evolución en realidad parezca no ir a ninguna parte. En cierto modo, los problemas más importantes que afrontaba el hombre de Cro-Magnon hace unos 20.000 años —enfermedad, desastres naturales, disputas y violencia entre los grupos, asesinato, afán de poder entre los miembros de un mismo grupo, manipulación del conocimiento, etc.— siguen estando vigentes hoy día tan solo vistiendo formas más sofisticadas. El vacío que hemos dejado entre nosotros, cada cual con su piel-frontera, inunda nuestro corazón de soledad y reclama Amor a gritos, un regreso a casa que nuestra alma anhela.
Vivir en el temor Sin lugar a dudas, lo que es realidad para nuestra mente, es lo que experimentamos internamente como realidad, es decir, lo que sentimos, independientemente de aquello que tradicionalmente llamamos lo de afuera. Puede ser que haya un sol precioso y un clima perfecto. Si nuestra mente está atormentada, tendremos un día tormentoso. Por tanto, es más preciso hablar de experiencia que de realidad. La realidad, vista por nuestros sentidos, o explorada por nuestra mente, depende del observador y cada mente vive una realidad distinta. En concreto, la experiencia finalmente depende de cómo nos percibimos. En general, nos percibimos como materia mortal y nos identificamos con ella. Vemos que allí «afuera» las formas materiales mueren constantemente. En la experiencia de nuestros sentidos, todo tiene un principio y un fin. Todo cambia. Desde la sonrisa de un niño hasta un lavavajillas, pasando por todos los parientes y amigos a los que vemos marcharse del mundo en nuestro caminar, todo está sujeto a un tiempo de caducidad. Si nos percibimos en la misma calidad que esas formas externas, convivimos constantemente con el miedo al final, en cada pensamiento, palabra y en cada acto. Esto ha determinado el mundo en el que vivimos de modo que se manifieste inestable y temible. Nuestra experiencia emocional, como consecuencia, es un sentir de inestabilidad y temor. Este modo generalizado y socializado de pensar y sentir, lo denomino vivir en el temor. Vemos que las formas materiales «mueren», muy a pesar de que la ciencia haya demostrado y explicado que la materia/energía no se crea ni se destruye, sino que sólo se transforma. Para empezar, recordemos que la materia y la energía es lo mismo manifestándose en frecuencias distintas. Todos los objetos que percibimos son en realidad campos magnéticos manejando grupos de energía, esencialmente luz, cuyas variables físicas están en permanente cambio. Las características especiales de nuestros sentidos hacen que «sintonicemos» de un modo particular con estos grupos ordenados de energía y los veamos como materia concreta. Sin embargo, la materia es energía en una banda concreta de frecuencias particularmente baja. Por ello, algunos científicos llaman a la materia «energía congelada». La energía permanece, nunca muere ni se destruye. Son las formas las que desaparecen, permutan y renacen. El árbol es procesado por el hombre para llegar a convertirse en un mueble. Una vez que es inútil, es tratado como combustible, convirtiéndose en calor y ceniza. El calor regresa a la atmósfera y la ceniza a la tierra. El aire y la tierra vuelven a formar parte de un nuevo árbol. Las formas mueren aunque la energía permanezca, y nosotros percibimos nuestro ser como una forma, no como una energía en transformación. Por tanto, bajo esta percepción somos mortales. Convivimos con el miedo al final de la forma —a la muerte—, al identificarnos con
cuerpos. Y nos pasamos toda la vida buscando mayores posibilidades de supervivencia, acumulamos bienes, dinero y recursos, manejamos la información para competir y luchar, ya que solo saldrá adelante el más fuerte, el que mejor se adapte, el que mejor compita. Buscamos los modos de proporcionar placer al cuerpo como única posibilidad de felicidad, aunque sea efímera y escasa como todo lo relacionado con lo material. Y hacemos sagrado el hecho de «trascender» mediante una familia. Nuestros hijos se convierten en nuestra máxima realización. Aunque sea lo normal o habitual, es exactamente a esta forma de vida a la que yo llamo vivir en el miedo. No es natural vivir así, si llamamos natural a lo que corresponde a nuestra auténtica naturaleza. Tarde o temprano, nuestra intuición hace que sintamos un profundo vacío. Aquello que verdaderamente anhelamos no puede encontrarse en esta estructura mental.
NUESTROS DISFRACES El primero de todos los disfraces que el ser humano adopta, es el de «un cuerpo». La piel es nuestro primer disfraz, y como hemos visto hoy día la mayor parte de las personas creen ser este disfraz básico. Nuestra mente también ha desarrollado otras definiciones de nosotros mismos que se aventuran más allá de nuestra dimensión material. Aunque nos relacionamos y dirigimos con pautas materialistas, los humanos nos consideramos como algo más que materia. Decimos como mínimo «no soy solo un pedazo de carne, tengo sentimientos y pienso». Si bien se suele sostener la creencia de que tanto los pensamientos como los sentimientos surgen del cuerpo, intuitivamente son muy respetados como una cualidad superior que nos hace humanos. Disfraces mentales Ser arquitecto, abogado o albañil, ser padre, esposo, novio, estudiante, músico, pertenecer a una tribu urbana o étnica, a un grupo, una ideología, un equipo de futbol, una religión o comunidad, disfrutar de un mismo hobby o ser motero son algunos de los diversos ejemplos de vestiduras de origen mental. Igualmente son formas, solo que de tipo mental. Formas cambiantes que vienen y van, es decir, disfraces, máscaras, roles y papeles que tomamos y representamos en el teatro del mundo. Evidentemente, haciendo un rápido repaso a tu pasado te darás cuenta que cada una de esas formas solo ocupa cierto espacio de tiempo en tu vida. No siempre fuiste padre. Ni esposa. Tampoco fuiste madre en todo momento. Ni arquitecto. Ni socio del club de futbol. Esas formas mentales fueron cambiando con el tiempo, se redefinieron. No eran tu esencia, no eran tu identidad, sino disfraces. Prácticamente con cada persona con la que nos relacionamos adoptamos distintos disfraces. Dentro de estos disfraces sociales, hay «microdisfraces» expresados en
comportamientos relacionados con el concepto que tenemos de una persona o de un grupo con el que puntualmente interactuamos. Es un arte en el que el ser humano está especializado. Somos unos grandísimos actores. Los disfraces son útiles para experimentar. Son herramientas para expresarnos con las que desarrollamos nuestra conciencia día tras día. Crean escenarios y situaciones que sirven de verdadero entramado vital. Se trata de formas mentales con las que nos identificamos fuertemente en momentos puntuales o durante toda la vida. Hay ocasiones en las que una persona experimenta un disfraz como una identidad toda la vida excepto en sus últimos minutos. En otras, una situación de cambio drástico, una crisis, un accidente o una depresión facilita el abandono de un disfraz. Por lo general, los disfraces van mutando alrededor del desarrollo de tu personaje o personalidad. Esto es normal y todos pasamos por ello. Cuando eras un bebe y empezaste a explorar este mundo que no recordabas en absoluto, te encontraste poco a poco con seres a tu alrededor. Probablemente estableciste relación con tus padres. Ellos se comunicaban contigo de mil maneras e insistían en que tenías un nombre y que eras un cuerpo. Eso no tenía mucho que ver con lo que verdaderamente eres, pero aceptaste poco a poco el modelo que se te presentaba. De hecho, no tenías alternativa. Era como si tu memoria ancestral hubiera sido borrada. Entonces en algún momento te dijeron «eso está mal» y te mostraron cara de pocos amigos. Verdaderamente trastornado por la súbita retirada de afecto, prestaste mucha atención a aquello que estaba mal. También había cosas que fueron apreciadas por aquellos seres, y que eran recompensadas con alabanzas y gestos especiales de cariño. ¡Eras muy importante de repente! Te sentías amado. También era, por tanto, muy importante darse cuenta de lo que estaba bien. En poco tiempo habías aceptado un modelo básico de lo que está bien y lo que está mal en ti. Tenías una idea de ti, como enseñaba Antonio Blay. Habías aceptado un yo idea. Puede que esa idea sea «yo soy torpe» o «yo soy lento» o bien «yo soy fuerte» o «yo soy bello». Según ibas creciendo, el yo idea se iba formando y desarrollando cada vez más, incorporando matices más sofisticados, enriqueciendo tu armario de disfraces mentales. Aprendías ideas sobre ti y sobre el mundo. Ideas que contienen y cubren a otras ideas. Intercambiabas ideas al expresarte. Pronto te diste cuenta de que todo el mundo funcionaba así. La gente elabora juicios, los comparte y los intercambia. Te dijiste «Bien, ya estoy integrado y sé lo que soy». Este yo idea genera un yo ideal1, que es el grupo de deseos y objetivos vitales fundamentales que sirven para que te entretengas durante toda tu vida.
El yo ideal se desarrolla y va mutando paralelamente al constante cambio del yo idea. Permanecerás motivado exclusivamente por las diferencias entre el yo idea y el yo ideal, a no ser que profundices en la búsqueda de la verdad. A esta dedicación se la llama habitualmente autorrealización y significa hacerse real, ser quien realmente eres más allá de todas las vestiduras mentales. Ninguno de tus disfraces es real, ninguno es tu esencia. Todos ellos vienen y van, y finalmente todos desaparecen. Eckhart Tolle2 nos recomienda visitar un cementerio mensualmente como práctica meditativa para darnos cuenta de donde acaban todos los éxitos y fracasos. 1 Los conceptos de yo idea y yo ideal fueron así presentados y explicados por Antonio Blay en «Ser: Curso de Psicología de la Autorrealización», un resumen de sus últimas conferencias. 2 En «La Nueva Conciencia», libro y DVD editado con su conferencia en Barcelona del 2007.
En realidad, los disfraces que hemos inventado y adoptado han configurado un mundo mental tan rico y complejo que la mayor parte de nosotros no tenemos control sobre ellos, sino que más bien son ellos, los disfraces personales, los que dirigen nuestra vida interior, como consecuencia nuestro comportamiento y finalmente nuestra relación con el mundo. Eso que llamamos «realidad de allá afuera» es la gran obra de teatro resultante de la interacción de todos estos disfraces, percibida desde un observador que cree ser un personaje. Los seres humanos que viven en el temor —casi todos— están presos en un cuerpo y en un sinfín de disfraces mentales sin los cuales creen no ser nada. Tanto es así que perder un disfraz es un motivo de duelo y sufrimiento, es perder «una parte de mí». Es una muerte parcial. Y esto se refleja en cada pareja que se rompe, en cada trabajo perdido, en cada ruina económica, en cada fracaso, en cada accidente o en cada depresión, por citar algunos ejemplos. A otro nivel también desarrollamos disfraces especiales que interpretamos evolutivamente a lo largo de nuestra vida. A veces vestimos el disfraz de «justiciero», defendiendo aquellas ideas que nos parecen más convenientes o en la lucha por tener la razón. Tener la razón significa identificarnos con alguna idea a la que consideramos una verdad. Curiosamente, la verdad no necesita ser defendida. Sin embargo, normalmente la defensa de la verdad es un asunto muy personal. En ocasiones nos disfrazamos de extraños profesores. Juzgamos, condenamos e incluso castigamos a otras personas con el lema «para que aprendan». Otras veces, el famosísimo disfraz de «victima» con la que ganamos el favor del que desee vestir el disfraz de «salvador» o bien encontramos fácilmente un «agresor» que haga real nuestra vestidura mental. ¿Qué tal el disfraz de «vengativo»? ¿Y el disfraz de
«autosuficiente»? Todos ellos son también disfraces que, a poco que hayamos indagado en nosotros mismos, hemos vestido no una, sino muchas veces a lo largo de nuestra vida. Son disfraces sostenidos por emociones distorsionadas, debidos a una visión característica del mundo. Es curioso ver como a menudo reducimos lo que un humano es a lo que hace. «¿Tú eres psicólogo?», decimos a menudo. Sin embargo, lo que esa persona es no puede ser que cambie a la edad de los 45 años, cuando decide «hacerse músico». Sin duda, la profesión o el título académico, son papeles sociales que encarnamos mentalmente y damos forma con uniformes, gestos y otros atrezzos que hemos elaborado. Sirven igualmente como recursos de experimentación, herramientas para nuestro gran y complejo juego. Solo nos queda preguntarnos a dónde nos lleva este juego. En realidad creemos ser relatos que pasean por el mundo. La identidad construida mediante todos estos disfraces consiste en la historia de tu vida. Es mucho más una historia que una vida. Vamos por ahí justificando nuestra identidad en una serie de retazos de nuestro recuerdo. Mantenemos una falsa identidad sustentada con nuestro pasado. Imagina que en este preciso instante perdieras la memoria. Entonces alguien te pregunta ¿quién eres? Pensarías un momento, pero no encontrarías palabras. Sin tu pasado, sentirías que no eres nadie. Buscarías en tu pasado tu identidad, buscarías las pistas de la historia de tu vida para reconstruir tu personaje. Nuestra falsa identidad es como una historia que nos hemos creído. Normalmente, los seres humanos están identificados con su pasado. En el presente no disponen de identidad esencial a no ser que estén autorrealizados, se hayan hecho reales. Como vemos, en el teatro humano la lista de disfraces que hemos ingeniado es interminable. Navegamos entre distintos disfraces sin siquiera darnos cuenta de cual estamos vistiendo. Finalmente, antes o después, en mitad del oleaje de la danza de las formas, algún día nos preguntamos ¿quién soy? Y tal vez, tras darnos cuenta de que ningún disfraz que imaginemos puede llegar a definirnos real y esencialmente — pintor, español, padre, apolítico, sincero, amigo, experto— llegamos a otra pregunta definitiva: ¿qué soy? Nuestro ser esencial Pregúntate… ¿Qué es lo que estamos haciendo con todas estas formas? ¿En realidad qué soy a un nivel más auténtico y esencial, trascendiendo las formas materiales y todos los disfraces psicoemocionales? ¿Qué es lo que hago real cuando me autorrealizo? Si hacemos honor a la sabiduría milenaria, encontramos información relevante
respecto a lo que somos en la Kabbalah, base de la antigua sabiduría hebrea. Su simbología explica que la vasija sagrada se rompió en un sinfín de pedazos, que es lo que somos nosotros —la vasija y los pedazos—. Con el devenir vamos de nuevo recomponiéndola. En oriente encontramos un sinfín de definiciones detallistas y simbólicas de nuestra existencia trascendente, que identifica de un modo u otro al humano con un Ser que trasciende lo material e incluso lo mental, jugando descuidadamente en un jardín al que llaman maya —la ilusión de las formas—. Estos conceptos nos ayudarán mucho a comprender el sueño mental en el que vivimos. Si regresamos a nuestro más reciente saber científico occidental encontramos para empezar el increíble trabajo de la prestigiosa Dra. Elisabeth Kübler-Ross, quien ha realizado numerosos estudios clínicos con niños considerados en estado terminal y ha demostrado experimentalmente que la muerte es una transición a otro estado mental. Sus estudios partieron de mirar a la muerte cara a cara, algo con lo que el ser humano casi nunca se ha atrevido, debido de nuevo a ese paralizante miedo que demostramos ante la terminación física. Esta valiente mujer, desde la observación científica en un sinfín de testimonios de sus pacientes, verificó las vivencias que muchos de ellos tuvieron en otra dimensión de la conciencia, un estado más allá de lo que llamamos muerte. Kübler-Ross nos explica cómo las personas moribundas, en sus experiencias cercanas a la muerte eran capaces de cruzar información con familiares y conocidos mientras los pacientes estaban muertos clínicamente, lo cual significa que no hay señal física de actividad mental en el cerebro. Estas personas sufren muertes clínicas cortas, que van desde minutos hasta horas, y después regresan a lo que llamamos vida. Y en muchos casos con información de ciertos acontecimientos verificados que habían sucedido en otras partes del mundo. En otros casos, recuerdan frases y palabras de idiomas desconocidos por ellos mismos. Sus reminiscencias incluyen sueños simbólicos. La Dra. Kübler-Ross no era especialmente religiosa. Su experimentación la hizo recorrer el mundo impartiendo centenares de seminarios sobre la preparación a la transición de la muerte física. El psiquiatra Raymond Moody trabajó con las experiencias cercanas a la muerte y las regresiones a vidas pasadas publicando un libro fundamental para el conocimiento de esta transición, llamado «Vida después de la Vida». Al comparar los trabajos de Moody y Kübler-Ross resultan evidentes sus conclusiones: la muerte no es un final, sino una transición a un estado de mayor conciencia. Brian Weiss, el famoso psiquiatra y autor norteamericano, consiguió sorprendentes avances en la superación de fobias y otros trastornos mentales mediante la regresión a vidas pasadas. Tal como explica en sus famosísimos libros, en dinámicas de regresión hipnótica a la infancia al solicitar que la conciencia de un paciente se situase en el momento exacto del trauma, el Dr. Weiss observaba cómo sus pacientes
entraban en vívidas experiencias emocionales ubicadas en un tiempo anterior al nacimiento. Brian Weiss tampoco creía firmemente en el alma antes de sus descubrimientos. Fue su experiencia personal la que le llevó posteriormente a escribir títulos tales como «Solo el amor es real». De modo que no podemos decir que no haya estudios científicos. Los hay y son relevantes, honestos y con conclusiones inequívocas. Han trabajado haciendo uso de la observación científica y son reconocidos profesionales. El movimiento espírita internacional representado por el muy respetado Allan Kardec, lleva siglo y medio recapitulando información interesantísima sobre entidades que se declaran humanos pero que no conviven con nosotros en nuestra dimensión material-mental, es decir, no están involucrados con la materia ni con muchas otras de nuestras etiquetas mentales. Ellos proveen de una información de tal calidad y sentido común en muchos de los casos que resulta imposible relacionarlo sencillamente con simples alucinaciones. Allan Kardec era un lingüista y pedagogo absolutamente escéptico hasta que comenzó a acudir a las sesiones de espiritismo y pudo recopilar e interpretar la información de estas experiencias. El misticismo de las distintas tradiciones ha documentado estados de consciencia trascendentes interesantísimos. Hay muchos más testimonios alrededor del mundo, experiencias asombrosas de personas sencillas en cada rincón y en cada familia — personalmente he conocido un buen número de casos— que nos puede abrir los ojos acerca de nuestra existencia más allá de la muerte. No es de extrañar que algunas estadísticas hablen de que el 90 % de la humanidad crea de algún modo en el alma inmortal. Sin embargo, no nos comportamos como seres inmortales. La conciencia colectiva permanece atascada en la percepción de nosotros mismos como seres materiales y disfraces mentales. ¿Por qué se niega el ser humano a cambiar la percepción de sí mismo? ¿Por qué renunciamos a un estado superior de existencia? Como hemos visto, no se trata de que no exista conocimiento al respecto. Lo hay para aquel que busca. Es un conocimiento tan bueno como pueda ser conocer el riesgo de cáncer que conlleva fumar: procede de la observación. Mientras que esta observación provoca una campaña mundial para dejar de fumar, la otra observación sobre nuestra naturaleza nos llevaría a una campaña mundial para vivir como seres eternos. Sin embargo, éste sería un cambio radical y revolucionario en la mente colectiva. Nos encontramos con el verdadero motivo por el cual el ser humano no actualiza el pensamiento sobre sí mismo. Sabernos eternos e ilimitados nos llevaría a otro mundo, otra sociedad y otro ser humano. La gran revolución
El Amor pleno, incondicional y verdadero es el concepto más revolucionario que ha existido jamás. Choca con todas las estructuras sociales: el mercantilismo, la competitividad, la justicia, la familia, el gobierno… Trastoca la ética y la moral existente, al destruir por definición —incondicional— la separación percibida entre lo bueno y lo malo, invalida cualquier concepto romántico o sentimental del amor, deshace ideas tan arraigadas socialmente como el merecimiento, el premio y el castigo o el compromiso, eleva el sentido de la vida a las máximas expectativas haciéndonos olvidar la materia e incluso alterando la percepción de la existencia. Como vemos, el Amor vuelve al mundo del revés. Es por ello que cada vez que se ha respaldado seriamente este concepto, el ego humano se ha revuelto contra sus manifestadores. Los Kennedy —John F. y Bobby—, John Lennon, Martin Luther King, Gandhi, Osho y Jesús, todos ellos de distintas formas mensajeros de la Verdad, fueron todos asesinados por el ego asediado ante su mensaje de Amor. Son claros ejemplos que nos da el mundo de las formas de cómo nuestra mente se resiste a la gran revolución. Es la adicción a nuestras ilusiones, manifestada como resistencia al cambio, uno de los más profundos obstáculos. El ser humano es adicto a sus disfraces, al temor y al sufrimiento. Se trata de un hábito, una especie de drogadicción que tiene aprisionado al ser humano y no le permite tomar el camino más sencillo para dar el salto cuántico definitivo en su conciencia que le permita descubrir que el otro ser humano, aquel que tenemos enfrente y yo, somos lo mismo. El Amor que subyace en nosotros está cubierto por una espesa capa de miedo, una memoria dolorosa, una culpa inconsciente. Nuestra vivencia mental colectiva en el miedo desde hace milenios nos produce lo que se definió como vivir en el ensueño. Es esta conciencia colectiva a la que llamo vivir en el miedo. El despertar es un proceso que va disolviendo las capas de nuestra piel, de nuestra materialidad, y las de nuestra personalidad para irnos llevando poco a poco hacia el Ser esencial. Es como ir quitando capas de la piel de una cebolla. Capas de esquemas, dogmas y de autopercepciones inconscientes de dolor y sufrimiento. A medida que vamos levantando capas, vamos re-conociendo, recordando y comprendiendo. Sintonizando con lo que Soy Por favor relájate y déjate llevar por este «viaje guiado» a través de tu yo. Lee muy despacio cada frase, mantén tu respiración tranquila. Realiza una lectura consciente y presente. No leas otra frase hasta que la anterior está completamente interiorizada y comprendida. Si no estás de humor, por favor, salta hasta el capítulo siguiente y regresa en otro momento. Este proceso meditativo permite una sintonización con la lectura de este libro. Repítelo tantas veces como te guste. Respira hondo, lee despacio y siente.
Visualizamos la imagen de nuestro cuerpo e imaginamos que desde dentro de nosotros, entre los poros de nuestra piel, surge nuestra luz interior como un símbolo del amor que realmente somos. Esa luz se hace más grande y potente al enfocar nuestra conciencia en ella, al enfocar nuestra atención absoluta en lo que somos en esencia. La luz se filtra por nuestra piel hasta que la disuelve y ya dejamos de verla y sentirla. Disolvemos la piel Si disolvemos con nuestra conciencia la capa de la piel, hemos sintonizado con nuestro ser de energía. La energía que nos rodea y que ahora soy yo. La piel sigue estando ahí, pero he afinado mi conciencia en una escala superior de frecuencia y ya no puedo verla. Solo puedo ver y sentir mi energía de vida. Encontraremos el aura, el cuerpo energético, el nivel donde se gestan las enfermedades, donde se equilibran las fuerzas, donde se desenvuelven las emociones. El incesante mundo de las emociones al que tantas veces permitimos que dirija nuestra experiencia. El deseo y el miedo, la alegría y la paz… Las vemos como mil colores que se entremezclan con los colores de otras personas, con colores del pasado y otros del futuro… Nos mezclamos con las emociones de los que nos rodean ahora mismo, nuestro seres queridos que no están aquí, aquellos seres que todavía no hemos aprendido a comprender y amar, las emociones que retenemos del pasado, las emociones que nos produce el futuro, las expectativas y temores. Pero… ¿soy yo mis emociones? No, en esencia no. Eres algo más. Las emociones pasarán y yo seguiré siendo yo. Inspiro profundamente y elevo la frecuencia de sintonización de mi conciencia… Disolvemos la energía Si disolvemos con nuestra conciencia la piel de la energía, encontraremos que somos pensamiento. Ya no hay emoción, esta energía es más sutil. Hemos alcanzado un nivel de densidad realmente bajo, y nuestra conciencia está muy expandida ahora en esta nueva frecuencia. Flujo y movimiento de la información, de las formas más conceptuales y abstractas. Es el baile de las ideas, de las figuras mentales. Encontraremos nombres, clasificaciones, números, adjetivos, conceptos. Y el mundo de las ideas en estado puro. Encontraremos nuestra interpretación del mundo, incluso encontraré una imagen de mi mismo. Las formas que dominan y producen mi experiencia. La mente moldea la energía, ésta se congela gracias a un mentalismo llamado tiempo y se convierte en materia. Aquí está nuestro centro motor, la construcción de nuestro mundo, la explicación de cada suceso en nuestro mundo personal. ¿Soy yo mis
pensamientos? No. Nuestro pensamiento no soy yo. Es el pensamiento de un «escritor». Es el pensamiento de una «madre». Es el pensamiento de un «contable», un «matemático», un «maestro», un «experto»… de un enamorado. Pero nuestra experimentación cambia, y nosotros seguimos siendo en esencia esa luz que observa, contempla, esa conciencia que experimenta. Y enfoca su experimentación más aún. Disolvemos los pensamientos Si disolvemos nuestro pensamiento… solo así podremos alejar la distracción y mirar por fin lo que es. El silencio eterno, la paz, la conciencia absoluta. Estoy invirtiendo el camino de mi mirada y por fin apunto hacia mí mismo. ¿Qué soy Yo por fin? Soy pura luz y silencio, eso que milenariamente se llamó Dios o el Espíritu, y de eso formo parte. Esta es la esencia que podemos descubrir en nosotros si salimos de nuestra piel, de nuestra energía, de nuestro pensamiento… Nos damos cuenta de que, desde muy dentro, estamos unidos a una Inteligencia y un Amor, a una sabiduría y una energía mucho más grande que nosotros. Estamos unidos a una Conciencia eterna e indestructible y la buena noticia es que, realmente somos parte de Ella. Tú no eres cuerpo, ni emoción, ni mente. Eres algo que no se puede explicar con palabras del todo, eres algo más grande que las palabras y que la mente, eres algo imperceptible y más allá de pensamientos, energía y materia. Eres Amor puro. Somos esencialmente Amor. Pregúntate… ¿Qué sientes cuando te dices a ti mismo « Yo soy Amor»? ¿Es verdad para ti esta afirmación? ¿Te hace sentir bien? ¿Qué significa para ti esta afirmación?
YO SOY AMOR… PERO ¿QUÉ ES EL AMOR? Energía Muchas veces hemos escuchado a lo largo de nuestra vida, que el Amor es la fuerza que une. Todo el mundo suele estar de acuerdo. El Amor es el pegamento del Universo. El Amor es una energía específica que tiende a la unidad. Si observamos el Amor solo bajo el punto de vista de la energía, lo primero que tenemos que considerar es que estamos viendo tan solo un pálido reflejo de lo que el Amor es en profundidad. El Amor es unidad pura.
Si recordamos el relato de la caverna de Platón, lo que percibimos son tan solo sombras del exterior reflejadas toscamente en la pared de la cueva. La energía es un reflejo de la mente. Lo mental se manifiesta en lo energético. Por ello, la idea absoluta de la unidad, el Amor, se manifiesta como una energía específica de unión. Del mismo modo, la idea absoluta de la separación, se manifiesta en las energías temor-odio. Conviene darse cuenta, para comenzar a explorar la dimensión energética del amor, que la energía es moldeada por la mente. Este conocimiento existe desde la más remota antigüedad y ha sido celosamente guardado por el esoterismo. El mundo relativo y las energías Al considerar el Amor bajo el primario punto de vista de la energía, entramos de lleno en el mundo de la dualidad. Las energías se desenvuelven con naturalidad en nuestro mundo de mil experiencias. Un mundo en el que todo es lo que es —una forma, una idea o una emoción— en relación a otra cosa, por eso lo llamamos mundo relativo. Podemos decir que algo es rojo en relación a otros colores que también hayamos percibido. Para aquella persona que solo conoce el rojo, no existe tal concepto de rojo, al no haber visto nada distinto que eso. Para que el concepto o entidad cognoscible «rojo» cobre presencia en la mente y en la percepción, para que pueda ser experimentable, es preciso que exista por lo menos una experiencia contrastada, un verde o un azul. Del mismo modo, cualquier concepto tal como verdad, justicia, belleza o realidad necesitará de su contraste para darle consistencia, para que sea percibido o cognoscible. No servirá hablar de verdad sin un concepto de falsedad, no existe la justicia sin la injusticia, ni la belleza sin la fealdad. No existe la realidad sin ilusión. La experiencia funciona igualmente por contraste. Si imaginamos la luz de una vela, una pequeña llama, necesitamos cierto entorno sombrío para poder verla o experimentarla. Si la colocamos delante de un inmenso foco de luz, como por ejemplo el sol, no podremos ver el diminuto punto de luz que constituye la llama. Necesitamos oscuridad para percibir la luz. Del mismo modo, cualquier otra experiencia o concepto tal como alegría, seguridad, poder o expansión, necesitarán de otra experiencia tal como la tristeza, inseguridad, incapacidad o contracción para poder ser reales y poder sentirse. Y sentir… sin duda es uno de los motivos por los que estamos aquí. El mundo, tal como lo conocemos, se trata por tanto de un sistema dual, polar o relativo. Particularmente en el estudio físico de la energía observamos la relatividad con suma facilidad. En la electricidad y el magnetismo tenemos los polos, en la ondulatoria las crestas y valles, las cargas de las partículas atómicas, todo es ritmo, ciclo y dualidad. La energía siempre dispone de polaridades en las que se genera
movimiento, es el dinamismo que constituye la base física de la experiencia, lo que produce el acontecer, las entrañas del tiempo. Las realidades se muestran a nuestros sentidos de modo que necesitemos un polo para percibir el otro. De este modo establecemos grados y diferencias. Así funcionan las energías y así funciona nuestra mente, ya que como ya se ha dicho, la mente es la que moldea la energía. La particularidad de la dualidad proviene de la mente que ordena la energía. Es la mente el fundamento de la experimentación de cada día. La particularidad de la dualidad proviene de la mente que ordena la energía. Emoción y sentimiento Los sentimientos y emociones humanas son poderosas energías. En la palabra emoción, etimológicamente, moción expresa movimiento —motere— y la partícula e, indica «hacia afuera» ó «alejarse». La emoción es una energía natural que surge de nuestro interior y cuyo objetivo es expresarse o salir al exterior. Su efecto muchas veces nos aleja de nuestro centro, y en parte por ello los humanos tenemos el hábito de interferir este movimiento natural temiendo al descontrol. La represión emocional es un problema generalizado que se sigue transmitiendo de generación en generación, si bien parece que últimamente en círculos minoritarios se está tomando conciencia de ello. Si salimos a la calle y preguntamos a las personas que nos encontramos «¿Qué es el Amor?», la mayor parte intentará explicar un sentimiento, después de poner algún gesto que exprese la dificultad de la pregunta. No cabe duda de que el Amor se siente o creemos sentirlo. Todos los humanos identificamos este sentimiento, produce una indescriptible alegría y tiende a que nos excedamos de nosotros mismos, de nuestra piel-frontera y explotemos para compartirnos. Es el sentimiento del agradecimiento con la vida, el momento y los demás. Es un sentimiento que nos une interiormente a todo. Y como todo sentimiento, es efímero, viene y va. Se ha dicho «El amor es la experiencia de Dios en mi». El amor es el sentimiento más alto. Pero no es solo eso. Estaría mejor dicho: el Amor produce el sentimiento más alto. El sentimiento de amor no es más que la punta del iceberg. Es el síntoma o la consecuencia de percibir y ser consciente de la realidad del Amor. El Amor es más que una emoción, más que el placer o el éxtasis y más que el puro sentir. El Amor es un concepto tan abstracto e inabarcable para el ser humano, que meramente se ha limitado a sentirlo. Finalmente se ha confundido tan vasta idea con su energía perceptible: la emoción amor. Emoción amor Como ya se anotó para introducir el capítulo, la energía es el reflejo de una idea. La emoción es una energía-experiencia, una energía que brota de nuestro interior a modo de servicial mensajero. En el caso de la emoción amor sentimos el reflejo de
una idea de unión, expansión y plenitud, una experiencia que nos conecta con lo esencial. En un principio, y para entender el Amor al nivel de energía-emoción, nos conviene adoptar el punto de vista polarizado ya que nos resulta muy fácil distinguir dos extremos por comparación. Es algo para lo cual nuestra mente está severamente entrenada. Por tanto, en un polo tendremos al amor, una energía que tiende hacia la unidad, la comprensión y la comunión. En el otro polo encontraremos, como siempre ocurre en el mundo de la energía, a su opuesto: el temor. Una energía que tiende a la separación, a la lucha, a la fragmentación, a la huída y al aislamiento. Como emoción es fácil distinguir el amor del temor, pero tampoco fuimos educados para ser conscientes de tan evidente diferencia. La emoción, como energía que es, responde a le ley de la dualidad y se manifiesta en el juego de fuerzas. Lo más sencillo para empezar a encontrar diferencias entre la energía amor y la energía temor será explorar nuestras propias emociones. En la tabla que vemos a continuación, vemos diferencias claras entre la manifestación de la energía del amor y del temor. AMOR Expande Abre Emite Permanece Revela Comparte Sana Desnuda Regala Quiere Deja ir Alivia Repara TEMOR Contrae Cierra Capta Huye Oculta Acumula Daña Cubre Se aferra Prohíbe Agarra Duele Ataca
«Cualquier pensamiento, palabra u obra se basa en una de estas dos energías. No hay mas entre lo que elegir. Pero hay libre albedrío para elegir una energía en cada pensamiento, palabra y obra.»3 Para empezar, podemos sentir tales diferencias en nuestras propias reacciones y comportamientos, en cualquier situación que cada día experimentemos. Más adelante es interesante ver como hemos construido procesos mentales, justificaciones y reacciones automatizadas partiendo de una adaptación o constante sumisión a la energía temor y sus manifestaciones o formas. Profundizando en esta observación, acabamos por darnos cuenta de que la energía temor es nuestra energía preferida para sostener el mundo que vivimos… hasta que nos ponemos la corona. 3 Cita de Neale Donald Walsch en «Conversaciones con Dios» vol. 1, la tabla procede de una recopilación de opuestos expuesta en este mismo libro.
Estado de conciencia
¿Amor es consciencia? Teniendo en cuenta que muchas veces se identifica el amor con una loca emoción, voluble y caprichosa a veces, rara vez fiable, que trae buenos momentos y amargas decepciones a la larga, es posible que si se pregunta al aire si el amor es consciencia, habitualmente recibiremos la contestación de que precisamente, el amor es lo opuesto a la consciencia. Todo aquello que afecta a los conocimientos, al servir como alimento del intelecto, es algo que muchas personas suelen separar rigurosamente del Amor. Por ello se distingue a menudo Amor y sabiduría, el primero contenido en el sentir y el segundo perteneciente al pensar. Y es que muy habitualmente se ha considerado al Amor simplemente un sentimiento, dejando fuera la inteligencia inherente a su naturaleza. No es posible hablar de Amor sin hablar de sabiduría o inteligencia. La Inteligencia del Amor Si estudiamos la etimología de inteligencia, nos encontramos con la palabra latina intelligent a, que significa capacidad de comprender. Bajo este punto de vista, la Inteligencia del Amor es la capacidad de comprender el Amor. Sin duda, es la máxima aspiración de la inteligencia humana. También puede entenderse como la capacidad de comprender intrínseca del Amor. En este sentido hablaré a fondo en este libro. Ambas interpretaciones quedan integradas cuando relacionamos nuestra verdadera identidad con el Amor. La palabra latina, si profundizamos aún más, proviene a su vez de la acción inteligere, de intus y legere. Se puede traducir como «entre» y «elegir». A este nivel, Inteligencia del Amor se puede traducir como «saber elegir según lo haría el Amor» o también, como elegir Amor. Esta elección, en cualquiera de sus sentidos, sabemos que es también la del alma. Existe Inteligencia propia del Amor; superior a cualquier otra inteligencia, un modo de interpretar característico, un modo de ver que lleva a la conciencia de unidad, en definitiva, una mentalidad o un sistema de pensamiento del Amor. Esta Inteligencia del Amor puede elegirse como nuestra guía en el viaje del temor al Amor. Esta decisión es lo que yo llamo «ponerse la corona» y supone una apertura al auténtico Conocimiento. Tal y como apunta todo el saber antiguo, la mente da forma a la energía. Por tanto, si existe una energía amor y otra energía temor, sin duda, tenemos que trasladar esta dualidad también a la mente. Existe una mente amor y una mente temor, ya que la dualidad precisamente surge desde la mente. Por tanto, si la energía manifiesta tan claramente su polaridad en cada una de sus formas, ello es debido a que en un orden superior creativo, en lo mental, también existe dualidad. Profundizaremos en la mente dual más adelante.
Existe conocimiento en relación al Amor, profundo y rara vez comprendido. Este es el Conocimiento al que la sabiduría intemporal se ha referido constantemente. Este conocimiento se menciona en singular en oposición a los conocimientos, cuya pluralidad nos susurra la ilusión en las mil formas de lo intelectual y mundano. En realidad, el Amor es, más que cualquier otra cosa, Inteligencia. Nuestra mente puede funcionar en base al sistema temor o en base al sistema amor, tal como si fueran dos «sistemas operativos» distintos. Lo normal es que nuestra mente se encuentre casi desbordada de «programitas» del sistema operativo temor. De vez en cuando, surgen brillos de otro sistema operativo que aún no hemos integrado y que nuestro sentimiento más elevado nos invita a descubrir mediante una experimentación valerosa. Sobre este tema precisamente versa este libro. Tu mente ha sabido construir un cuerpo con cien billones de células, un complejo diseño energético organizado meticulosamente para alimentarse, respirar, inmunizarse y repararse, usando sistemas de coordinación, equilibrio, movilidad, distribución, purificación y muchas cosas más. Cada célula se comunica con las demás de un modo automático e inmediato. No necesitan llamarse por teléfono y quedar a una hora para intercambiar sustancias químicas, electricidad o información. Los neuropéptidos que el cerebro arroja al torrente sanguíneo, así como otros medios más avanzados de comunicación sistémica aún por descubrir —como por ejemplo el efecto de entrelazamiento cuántico que muestra nuestro ADN con el resto del cuerpo4—, consiguen que los organismos funcionen integrados como un reloj. Todo esto ocurre a espaldas de tu consciente. Es el subconsciente el que se halla conectado con el saber de la naturaleza, inmensamente más extenso e integrado con la totalidad que nuestro pequeño saber, tal como un terminal informático se halla conectado a un gran programa central con el cual opera confiadamente. Nuestra mente consciente se encuentra desintegrada de este saber universal que hace funcionar las cosas «por si solas». En nuestro estado de separación creamos formulas de «creatividad independiente» que nos alejan de lo esencial. Ya he hablado del sistema operativo temor, por tanto, podemos decir que el temor también es energía ordenada por un tipo de programación mental o sistema de pensamiento. A esta mentalidad la llamamos ego. Miremos de cerca la Inteligencia Amor. ¿Cómo maneja la información a diferencia del modo en que lo hace el temor? Verdad Tomar consciencia es darse cuenta. Y darse cuenta es ver la verdad. La definición más inteligente que existe de la palabra inteligencia, tal vez sea la de «capacidad de ver la verdad».
Inteligencia es la capacidad de ver la verdad. Vivir en la verdad es inevitable pero se puede hacer inconscientemente. Reconocer la verdad es a lo que se ha llamado «hacerse consciente». Se llama consciencia pura al conocimiento pleno, a la luz total sobre un asunto, la verdad total, la información completa bajo todos los puntos de vista posibles. Ser consciente es asumir la verdad, darse cuenta de cómo son las cosas sin engaños ni ilusiones. 4 El experimento de Poponin y Garaviev de 1995 sobre la influencia del ADN en las partículas de materia y un estudio posterior de 1993 presentado en la revista estadounidense «Advances» abren estas hipótesis.
Un canario que se haya criado enjaulado en el salón de una casa vive toda su vida creyendo que el mundo se reduce a las pareces que puede percibir, a las luces, sombras y colores que desde su ubicación permanente puede conocer. Tal vez un día su dueño, por error, deja la puerta de su jaula abierta. El pajarillo se asoma tímidamente y finalmente decide salir. Vuela y vuela hasta escaparse por una ventana. Descubre entonces, en medio de una sensación que oscila entre el temor y el asombro, una verdad más grande. Descubre un mundo inmenso que contiene al que anteriormente creía único. Esta es la sensación que tenemos cuando realmente comprendemos algo. Es una sensación de «ver la verdad» tal como si ciertas barreras de la mente se derrumbasen y accediéramos a una expansión de nuestra visión. Esto se llama comprensión o toma de conciencia. En el momento de comprender desde el fondo, no necesitamos demostraciones, ni verificaciones externas. Tenemos la certeza de un «ajá» interno y seguro. Es el sentir de la evidencia. Hemos comprendido, hemos accedido a un nivel superior de inteligencia. Ahora solo nos queda ser coherentes con el nuevo nivel de verdad descubierto. Una diferencia de base entre el Amor y el temor es la inexorable tendencia a la verdad del Amor, ya que el Amor es la Verdad. Por tanto, es el impulso esencial a hacerte consciente. El Amor es la Verdad. Su Inteligencia es el Conocimiento auténtico. - Claro, el amor es la verdad, pero ¿qué verdad? ¿es que existe una sola verdad? ¿tu verdad o la mía? - Para el Amor, la respuesta siempre es «sí y si ». El viaje que realiza la consciencia es un viaje de comprensión, de integración de tu verdad y la mía, y más tarde cualquier otra verdad. Toda la verdad. La verdad total o última es la suma o la integración de todas las verdades, aunque parezcan contradictorias cuando nos localizamos en distintos puntos de vista. El Amor es el motor oculto de la conciencia cuyo propósito y naturaleza es la verdad total, la unión de todas las mentes en una
sola, unificada y pensadora de lo total. Esa es la relación entre amor y verdad: la verdad es un propósito del amor, es el material de trabajo del amor. El Amor es consciencia total, toda la verdad, todo el conocimiento y la sabiduría unidos. El amor promueve la verdad El amor produce verdad, mueve la experiencia hacia la verdad, pro-mueve verdad. No una verdad concreta, sino la máxima verdad que podamos concebir en un estado de conciencia determinado. Tu verdad, la mía y la de aquel, la verdad total: la máxima verdad comprensible en la conciencia del observador. Muchas veces se le llama luz, ya que la luz es la manifestación física que nos permite ver todas las cosas. Del mismo modo relacionamos ver con hacernos conscientes. Ciertamente, la que en realidad ve es la conciencia, la mirada pertenece a la mente. Cuando entramos en una habitación y accionamos el interruptor de la luz, de repente vemos cosas que «no estaban ahí». De no haberlo hecho, probablemente hubiéramos tropezado con ellas, habríamos avanzado temerosamente entre lo desconocido y tal vez nos hubiéramos hecho daño. Habría sido más complicado hacer cualquier cosa, ya que no hubiéramos podido conocer el medio en que nos movíamos. Nuestra energía hubiera estado enfocada en gran medida en protegernos. Acabo de descifrar las claves de funcionamiento de la mente temor. Es una mente desprotegida en su separación y vulnerabilidad, no tiene luz para ver. El amor arroja luz sobre los hechos, deshace los engaños y desea ir hasta el fondo de la verdad. El amor te invita a percibir la vida tal como es, no como te gustaría que fuera o como hubieras imaginado que fuera, ni como te conviene para tu mayor comodidad o para mantener este o aquel disfraz. Tal vez al principio, perder un ego o un conjunto de ilusiones te hace sentir dolor, ya que identificabas estas ilusiones como parte de ti. Pero finalmente te das cuenta de que este dolor te ha liberado de una continua frustración en la vivencia del engaño. Te has liberado de todo un conjunto de dolores que arrastrabas alrededor del ego perdido. El amor te llama a integrar la vida tal como es. Amar implica ir silenciando todas las ilusiones —o egos, simplemente porque el Amor solo ve lo verdadero. El Amor produce un cambio en el modo de percibir que nos hace más conscientes. En definitiva, cuando cambia tu percepción, lo observado también cambia para ti. Tu modo de percibir la realidad es lo que configura tu realidad. Una persona que jamás haya visto una cámara de vídeo, observará este objeto con curiosidad sin encontrar mucho sentido. Se fijará en el pequeño cristal curvo de la lente, en la caja metálica, en la correa y solo podrá relacionarlo con objetos que
anteriormente hayan participado de su experiencia, de su percepción. Si anteriormente conoció la cámara fotográfica, puede ser que relacione ambos objetos y se aproxime a la conclusión de que se trata de un «capturador de momentos». Sin embargo, una persona que ve una cámara de vídeo después de haber visto cientos de ellas reaccionará de modo muy distinto. Mientras que el primero observa la cámara con curiosidad, comparándola con objetos parecidos y sin idea del propósito del objeto, el segundo probablemente revisará su peinado, cuidará su postura y se sentirá nervioso por lo que esa cámara es capaz de registrar. Dos seres humanos con diferente experiencia perceptiva previa, viven una realidad muy distinta. Es evidente que el modo como percibimos nos hace experimentar la realidad de un modo tan distinto que podemos decir que nuestra percepción configura nuestra realidad. En otras palabras, todo depende del cristal con el que se mire. El Curso de Milagros habla del Conocimiento como el estado en el que la mente está al servicio del Amor. Es la mente de Dios. Por ello, y siguiendo al Curso, es imposible conocer nada sin Amor. Para conocer, ¡es preciso amar! Sin amor, el conocimiento no es auténtico. Se hace una clara distinción entre el conocimiento de la mente dual, cuyo objetivo es hacer clasificable, caracterizable y juzgable a cualquier cosa y el conocimiento de la mente divina. Este mensaje, en toda su profundidad, es la mejor fusión entre Inteligencia y Amor que he visto jamás. Para conocer auténticamente es preciso amar. Si creías que para saber si alguien merece tu amor, primero debías conocerle, recuerda que lo primero que necesitas para conocer lo que sea, incluyendo a una persona, es… amarla. Amar es la percepción correcta. Valor El pensamiento es una herramienta para compartir. Cuando no extiende Amor o Conocimiento mediante la función de compartir, se convierte en una herramienta de construcción de realidades falsas, ilusiones o sueños. También en una herramienta de creación de problemas igualmente falsos. Vivir en el miedo, fielmente agarrado a la programación del ego puede que resulte cómodo, pero solo lo es cuando no conoces más que esa manera de pensar. En sí misma, la programación mental del ego está estructurada para perpetuarse y sobrevivir. Esa función es la principal, no hacerte feliz o reconocer tu verdadera identidad. Cuando conoces el gozo y la comodidad de la paz, del amor y la alegría de ser, entonces ya no te resulta tan cómodo estar aferrado al ego.
La mirada del Amor sobre la vida está limpia de preconceptos, sabe dar una valiente oportunidad de plenitud a todo lo que sucede en el sagrado momento del ahora. De este modo, la mirada del amor encuentra equilibrio en todo lo que ve y fácilmente reconoce de nuevo la Verdad tras cada forma. La mirada del amor surge del observador que se ha identificado con lo esencial. El observador que sabe que es Amor, ve Amor en todas partes. Al re-conocer la verdad oculta tras la forma, la mirada del amor re-crea autenticidad en lo percibido, hace regresar a tu conciencia la esencia que antes estaba oculta tras una forma efímera y perecedera. La esencia es el verdadero valor. Si la percepción configura lo que llamamos realidad, el Amor crea valor. El amor crea valor al cambiar la percepción. El amor no teme pues, es valor, entendiéndolo ahora como antónimo de «temor». El temor intenta escapar de la verdad. Busca el engaño que evite el cambio y mantenga las cosas como están, intenta sobrevivir. En la seguridad y la comodidad nada obliga a aumentar el conocimiento o a cambiar el modo de ver el mundo. El temor no es amigo de los cambios. El Amor es el cambio y la paz simultáneamente cuando afecta a la realidad construida mediante la intuición o mente superior, aunque a la mente dual le sea imposible comprender ambas cosas juntas. El motivo por el que el Amor es valiente es su propia naturaleza. El Amor es ilimitado e infinito. Lo ilimitado e infinito no es posible que pueda temer nada, ya que nada necesita ni nada carece. Nada que ganar y nada que perder. Libertad El Amor es libertad. Esto es algo que a nuestra mente no le gusta, no puede entenderlo. Esa mente dual y diseccionadora que vive principalmente en el miedo desea controlar. Si hablamos de libertad total, la mente se siente temerosa e insegura. Es habitual creer que amor y libertad son incompatibles, porque amor se relaciona con compromiso y sacrificio. Este es el punto de vista de un mundo empapado en el recuerdo doloroso de un sinfín de relaciones de desamor. El amor humano está distorsionado por el mismo miedo, no es el amor real, es amor dual. El Amor verdadero es lo infinito y lo ilimitado y la libertad es su única ley, le guste o no a nuestra mente tan necesitada de conceptos. El Amor no conoce las limitaciones, ni las definiciones, ni los conceptos, ni las formas que comprimen las esencias. De eso se encarga el pensamiento repetitivo, que opera con un programa de separación en cada una de las formas y situaciones, en el análisis metódico, en su propia estructura de funcionamiento.
La aventura del temor Si el Amor es infinito e ilimitado, te puedes imaginar que en la realidad última el temor no tiene existencia verdadera. Es una ilusión creada por nuestra mente, haciendo uso precisamente de la infinita libertad originaria. El temor —ese subprograma de la mente separada— intenta evitar la verdad a toda costa, ya que el temor solo puede existir en la ignorancia. Es interesante observar que en castellano llamamos valor a la cualidad de la valentía, el dominio sobre el temor. Por supuesto, el valor de nuestra experiencia, el valor de nuestras acciones dependen de la medida en que «traemos amor al mundo» o dejamos de reforzar el concepto temor con nuestra actitud o pensamiento, en otras palabras, cuando elegimos Amor en lugar de temor. Eso es arrojo, coraje, valentía y sobre todo, es valor, porque de este modo verdaderamente cambiamos la naturaleza de nuestro ser y nos realizamos, manifestamos lo que realmente somos. Nuestro auténtico y único valor es el Amor. ¿No hay que tener miedo? En alguna ocasión he escuchado a algún padre decir a su hijo «¿Qué te pasa? ¿Tienes miedo? ¡Ya sabes que no hay que tener miedo!». En realidad, con toda su buena voluntad y en disposición de toda la conciencia que puede, este señor intenta evitar la experiencia terrible que el miedo supone para su hijo, pero va desencaminado en la forma de conseguirlo... El miedo es inherente a la experiencia humana en su viaje hacia una identidad verdadera. Es una emoción natural con la que hay que convivir durante el proceso, y como toda emoción, es una mensajera que nos informa sobre aquellos aspectos en los que hemos de arrojar luz —conciencia— con valentía. No podemos dejar de tener miedo diciendo «¡No hay que tener miedo!», ya que así lo único que ocurre es que reprimimos el miedo y no permitimos su expresión. La represión le dará aún más realidad. Podemos elegir otros pensamientos, elegir otro punto de vista y sobre todo profundizar en nuestra identidad. Así es como no permitimos al miedo dominar nuestra experiencia, ya que lo hacemos transparente e irreal. Según cambiamos el modo de ver, dejamos de regir nuestra mente por el sistema del miedo y pasamos a regirlo por el sistema amor. Pero el miedo permanece en su lugar, aunque sea en un rincón de la mente, recordándonos esta dimensión existencial. El miedo es una parte básica de nuestra creación, no podemos luchar contra él. Luchando nunca solucionamos nada en la vida, por mucho que oigamos decir «la vida es lucha». El miedo es una creación nuestra, en verdad una antigua creación tan arraigada que muchas veces nos creemos que es la única y más importante verdad. Por eso tenemos el mundo que vemos.
El miedo es una creencia, un error mental ancestral que ha provocado en gran medida las bases de nuestra experiencia como cuerpos separados. El miedo es el experimento que nos atrapó. El temor es por tanto solo ilusión, es tan solo ignorancia e inconsciencia. El temor necesita huir de la verdad —el amor— para existir, intenta ser considerado algo existente mediante su experimentación, consiguiendo que tú le des existencia cuando te identificas con él. Básicamente «encarnamos» más que en un cuerpo, en una mente lista para ser programada en el miedo. El temor necesita de la información parcial y de los puntos de vista para existir oculto en nuestros diferentes disfraces. Sabe que morirá cuando llegue la comprensión, por tanto la evita. El temor no se rinde a que su destino sea dejar de existir, aunque en realidad no existe fuera del tiempo, en la realidad esencial. El verdadero motivo por el que el ser humano no ha dado el salto a integrar su naturaleza espiritual o amorosa y por tanto, no ha cambiado radicalmente sus relaciones, su percepción y su modo de crear la realidad, es exactamente el temor. La Kabbalah, una de las más importantes fuentes de sabiduría ancestral, lo llama «el Oponente» y está en nosotros como nuestro ego. También lo relaciona con «Satán» y lo considera el ingrediente necesario para que podamos vivir la experiencia de la vida como una auténtica aventura. De algún modo, la mente primigenia decidió dar un paseo por su cuenta, alejándose de su naturaleza primordial perfecta —el amor, lo divino— y vivir su propia aventura. Un experimento fútil de creación propia. En la mitología cristiana se conoce como el «pecado original», que debiera entenderse como «creencia en la separación». La mente creyó por un instante que estaba separado del amor creador. Y surgió el miedo dentro de ella. Nació el gran programa «temor». Se encarga de generar ondas de dualidad desde la mente única creadora de mundos y nace la experiencia de los contrastes, el mundo relativo. Somos aventureros, y el miedo es nuestro servidor de aventuras. Por supuesto, el sentido de culpabilidad que se deduce de la lectura del Génesis, con ese Dios enojado y furioso condenándonos al dolor y expulsándonos del paraíso, es solo parte del gran programa temor. La culpa es un subprograma del temor. Y el dolor es el resultante de ambos programas en la experiencia. Metafóricamente, al tomar la manzana del árbol del conocimiento del bien y del mal, efectivamente creamos la experiencia dual en la que conocimos la muerte del cuerpo, el dolor y el placer, el bien y el mal. Pero no fue la humanidad quien dio ese paso en
realidad, sino la gran mente creadora de mundos. Hablaremos con más profundidad de este principio fundamental metafísico de los opuestos, en la segunda parte de este libro. Regresando a nuestra experiencia habitual como seres humanos, el ego es todos y cada uno de los disfraces basados en el temor que lucha para permanecer existiendo y depende de la inconsciencia para ello. El ser humano comenzará a prescindir de sus disfraces y elegirá con valor representar su expresión auténtica, en disfraces menos inconscientes cada vez, hasta que como el niño que abandona los juguetes, decidirá inevitablemente dejar el tiempo y regresar a su condición esencial. Pero esta decisión exige de la libre voluntad. Mientras tanto crearemos tiempo en cada ocasión que nuestra mente haga real la separación. El temor procede de la inconsciencia y la re-produce para sobrevivir. El miedo a lo desconocido es en realidad un astuto bucle del programa ego. Lo desconocido es la raíz del miedo, entendiendo lo desconocido como la inconsciencia. El verdadero sentido del miedo a la muerte es el abismo supuestamente desconocido que rodea en nuestra cultura al abandono de este mundo, pese a que haya miles de referencias, testimonios, ciencia y sabiduría que nos diga que la muerte es una transición, incluso una ampliación de la conciencia. La muerte es un paso hacia «conocer más», liberarnos de las ataduras del personaje efímero que representamos y de la limitación mundanal del cuerpo y sus sentidos, pero subconscientemente sentimos miedo al cambio radical que supone «conocer más» nuestra identidad. De un modo más superficial, nos identificamos con el cuerpo y creemos ser nada más que piel, hueso y carne. Identificamos la muerte del cuerpo con la muerte de nuestra «yoidad», de nuestro concepto de «yo». Y eso si que nos da miedo. Dejar de ser… lo que creemos ser. Por el mismo motivo, cuando creemos que somos cuerpos, dramatizamos ante las catástrofes, atentados, guerras y desgracias que ocurren cada día en nuestro mundo. Por un lado, sentimos que la humanidad se hace más pequeña al pensar que los cuerpos desaparecen y con ello desaparecen los seres. Por otro lado, estos sucesos traen la sombra de la muerte a nuestra conciencia y con ella, el terrible miedo a dejar de ser… lo que creemos ser. Los cuerpos son vehículos de experiencia. Tenemos un cuerpo y una mente, ambas son herramientas para canalizar experiencia, creación y elección. A un nivel de lenguaje más preciso, el cuerpo no es más que una construcción mental. La construcción mental por la cual aparentamos sentir, aunque en definitiva la única que ve, siente y percibe es la mente. La mente nos permite crear nuestra experiencia, el cuerpo nos permite sentir lo creado.
El temor es olvido e ignorancia, su valor aparente radica en servir de referente opuesto al Amor, y por tanto permite su experimentación en tanto nos acercamos a nuestra verdadera identidad a través de la toma de conciencia, de la verdadera inteligencia del Amor. El temor es el gran experimento humano. Recordemos que nosotros estamos viajando del temor hacia el Amor. Del temor a la Verdad. En nuestro viaje del olvido a la libertad, aún continuaremos experimentando el temor. El temor nos permite sentir y experimentar el amor a medida que éste crece entre la oscuridad de nuestra mente dual. La energía consciente El Amor es energía consciente, la energía que contiene la inteligencia de más allá del universo. La energía procedente de la Inteligencia del Amor es energía unificada, es la matriz divina5 que une a todo lo que existe, es una única energía cuya inteligencia nos recuerda que todo lo que se percibe es un sueño. En muchas interpretaciones actuales de la nueva conciencia, se te dirá que todo lo que ves es Dios, y que el Amor es todo lo que existe en el sentido de todo lo que ves. Para clarificar más y no caer de nuevo en esta imprecisión —por supuesto, he tenido que pasar años creyendo en ella para acabar dándome cuenta de que es un modo impreciso de emplear el lenguaje—, me gustaría hacer una anotación específica. Como vemos en el cuadro de la sección Terminología —en el apéndice al final del libro—, debemos hacer una diferencia clara entre lo perceptible y lo no perceptible, de modo que lo perceptible corresponde al mundo de la mente y lo imperceptible es lo real o espiritual. Por tanto, si bien todo lo perceptible procede de lo imperceptible, no es correcto decir que un bocadillo de mortadela es Amor. Cualquier forma perceptible, tal como un bocadillo de mortadela, la sonrisa de un niño, un pensamiento o una emoción, es una forma creada por la mente que decidió dejar de creer que era amor. La naturaleza del bocadillo de mortadela no es lo imperceptible, sino lo perceptible. Corresponde con el mundo mental, ya que es lo mental lo que le da identidad bocadillo de mortadela. Este punto de vista me parece un paso más allá del que insiste en igualar la creación al Amor. Si el lenguaje sirve para algo, debe ayudarnos para clarificar. Si ciertamente llamamos a todo Amor, y todo es lo mismo, entonces de poco servirá el lenguaje. Y poca clarificación obtendremos si insistimos en espiritualizar la creación mental. Una vez que el observador se hace consciente de su naturaleza Amor, y su percepción está totalmente rectificada por la Inteligencia Amor, es cierto que verá Amor en todas las cosas. Pero no te ayudará a iluminarte decir que ves Amor en todas las cosas, cuando todavía ves un bocadillo de mortadela. Será una
consecuencia, un síntoma de tu conciencia cada vez que reconozcas el amor en tu prójimo, y así sea auténticamente para ti. El proceso funciona de dentro a afuera. La mente pretende hacerte creer que mediante técnicas de fuera a adentro podrás cambiar, pero de este modo solo lograrás crear más técnicas, reglas y creaciones mentales. Ver Amor en todo es la percepción perfecta, es la manera de ver de la Inteligencia Amor. Es una consecuencia, no una técnica. 5 Término empleado por Greg Braden en su libro «La Matriz Divina» para clarificar el concepto avanzado de energía unificada que la ciencia empieza a vislumbrar.
El Amor es la oportunidad latente en cada momento para conectar nuestra mente individual con la mente uni-ficada. La Mente Unificada es la Mente Amor, es Conciencia total sin el error de la dualidad. Amor es conciencia ¿Te has dado cuenta de cuál es nuestro estado mental cuando realizamos una tarea cuidadosamente, absortos en ella, sintiendo nuestra presencia vibrante en la misma acción, sin pensar en lo que vamos a conseguir de ella, sino disfrutando en sí de la acción? Eso es presencia, o lo que es lo mismo, conciencia. Y la acción así realizada es consciente. En estos casos decimos que «hemos puesto amor» en ese trabajo, o bien «está hecho con amor». Con esta igualdad semántica entre el amor y la conciencia barremos la molesta separación tradicional entre la conciencia y el sentimiento. El amor no es solo un sentimiento. El amor es energía, conciencia y mucho más según afinamos nuestra mente, y esto podemos llegar a sentirlo. El sentimiento es la consecuencia lógica de la manifestación o expresión del Amor. Expresamos amor cuando traemos conciencia al mundo, ya que somos canalizadores de la Inteligencia del Amor. Cuando el amor pasa a través de nosotros, cumplimos nuestro objetivo auténtico y sentimos algo muy especial que podemos llamar alegría. El sentimiento de alegría es la consecuencia de la conciencia subjetiva del Amor. Alegría Una importante diferencia entre la energía amor y la energía temor es la alegría verdadera. ¿Hablo de la alegría que surge cuando te toca la lotería, te suben el sueldo o tu madre mejora de salud? No, no. En estos casos se siente una alegría dual, como la piedra que te quitas del zapato. Tal vez, en los esbozos de alegría dual se dan circunstancias efímeras en las que las creencias o percepciones que imposibilitaban tu contacto con la vida plena han desparecido súbitamente. Una sensación de
plenitud, cierta seguridad, un alivio del dolor, el olvido temporal de la necesidad, el regreso de una conciencia más completa, son algunas de las descripciones conceptuales de la alegría dual. Pero esa misma alegría alimenta un bucle cuando deja de percibirse y llegan todas las emociones opuestas. La verdadera alegría no tiene motivo alguno, es inherente a tu ser y se manifiesta cuando aceptas tu Realidad. La alegría es la paz vibrante y viva, la ausencia de temor, la satisfacción completa, la aceptación e integración completa que reside en nuestra Mente Unificada superior por naturaleza. Es el sentimiento resultante de quitar las capas de temor, engaño, odio, resentimiento, ignorancia o inconsciencia que limitan a la conciencia. Es el sentimiento básico, puro y natural de la existencia. Es un sentimiento al que se llega cuando ya los otros sentimientos no hacen falta. Es el que estaba debajo esperando un salto en tu inteligencia, un descubrimiento de tu Verdad. Es la manifestación pura de nuestro ser. En realidad, no es una emoción, sino el sentir original. La alegría de ser no es una emoción sino el sentir original, el único digno del Amor. La alegría es sentir la unidad con la vida plena, con Dios, o con la fuente o como quieras entender el Amor. Es el verdadero y último sentimiento del Amor. Un sentimiento que nos revela y explica qué es la alegría en su sentido puro es el agradecimiento. El agradecimiento es la percepción equilibrada de la vida, y en tal estado sentimos completitud, no resistencia, en definitiva sentimos la unidad y el amor que somos.
EL TRIÁNGULO DE LA COMPRENSIÓN Amar hasta abarcar los polos de toda dualidad En el origen, una parte de la gran mente única quedó invadida por la creencia en la dualidad. Tal vez fue un instante de duda, de miedo o de confusión, en el que la mente se vio erróneamente separada de su creador —el Amor. En la Kabbalah, esa mente que fue invadida por un instante de confusión es representada por una vasija que se rompió en mil pedazos. Cada pedazo constituye nuestras mentes separadas, esas identidades falsas y pequeñas que creemos ser. Este hecho refleja como la Mente Unificada se fragmentó a partir de un pequeño y erróneo pensamiento original de dualidad y separación. Para hacerse consciente de sí misma, en busca de una identidad necesaria tras la supuesta separación de su naturaleza, la mente se dividió en mil formas. Esta
división mental dio lugar a un tremendo «big bang» en el mundo de la energía, que aún sigue expandiéndose hoy. Una creación paralela a la divina, llamada Universo. Es la mente la que ha creado todo aquello que puedas percibir, expresándose en diversidad, creando todo un universo de diferencias en busca de una identidad. En cada manifestación ha dejado la impronta de la polaridad, ya que toda la manifestación usa la herramienta de la energía. Cuando nos damos cuenta que en la esencia somos Amor puro, es decir, unidad total, también reconocemos que nuestra mente sin embargo se expresa como dualidad y fragmentación. Según nos dejamos llevar por la consciencia del Amor esencial vamos disolviendo polaridades dentro de la mente. Dejamos de ofrecer resistencia a lo que es, aceptamos y nos integramos con el flujo de cambio que la vida manifiesta naturalmente, porque comprendemos la naturaleza dual y cíclica de la vida y, lo que es más importante, aprendemos a amarla. Renunciamos poco a poco a las resistencias que nuestro ego impone en su intento imposible de mantener el statu quo; controlar para sobrevivir. Permitimos. Cuando permitimos lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto dejan de ser parámetros objetivos que vamos «localizando» y pasan a ser estados naturales de la experiencia relativa del observador, parte necesaria de la vida, como lo es la luz y la sombra, la noche y el día, aspirar y exhalar, dormir y vivir, morir y nacer. En la experiencia es preciso el contraste. Ese contraste es connatural al movimiento del universo. La mente no es mi esencia. Es importante es darse cuenta de que ese contraste no es lo que yo soy, ya que la mente no es mi esencia. Sin embargo, la mente constituye la semilla de todo lo que percibo. El contraste es el universo en donde estoy, es la existencia que «sueña» mi mente. Poco a poco nos damos cuenta de que vivimos en este sueño, en esta fabricación mental a la que los hindúes llaman «Maya» —la ilusión. Vamos cambiando nuestra identidad desde una mente dual hasta una esencia única de amor. El proceso de aceptación de la vida es un proceso de integración con la Inteligencia del Amor. Este proceso va sucediendo a lo largo de nuestra experiencia vital según aumenta nuestra Conciencia-Amor, es decir, según nos vamos poniendo la corona6. El triángulo de la comprensión que aquí muestro es una «metáfora visual» de este proceso. La experiencia de la vida es como un proceso de ascensión por el triángulo de la comprensión que AMOR 6 Ponerte la corona ocurre cuando sabes y decides que eres Amor.
TEMOR Bien Mal Amor Temor Éxito Fracaso Positivo Negativo
transcurre desde una mente dual hasta la Mente Unificada, la mente regida por la Inteligencia del Amor. De la mente dual a la Mente Unificada El proceso incluye la comprensión de todas las dualidades. Al suceder esto, la mente dual va perdiendo polarización, y su estructura dual va fundiéndose hasta que desaparece en el vértice superior. Aquí es donde se sitúa la Mente Unificada, dotada de la Inteligencia del Amor. Se trata de una mente con la suficiente resolución, precisión, funcionalidad, detalle y disponibilidad, como para que funcione correctamente, es decir, al servicio del Amor. Según ascendemos por el triángulo, los conceptos duales tales como bien y mal se van acercando y finalmente disolviendo en la unidad. En este esquema represento una consecuencia del cambio de percepción, la integración interior de cada idea polarizada. En el triángulo de la comprensión, el Amor no es el término medio, ni el punto de
equilibrio. Desde el término medio se está entre una dualidad y otra, pero en la línea de la dualidad. El Amor está fuera de la dualidad. No se puede ser el término medio de una creación dual desde una mentalidad total. El Amor está fuera de lo divisible entre bueno y malo, está más allá de la mente. La altura del triángulo representa el estado de identificación con el Amor a nivel esencial. La forma del triángulo representa la mirada que hace el Amor sobre la dualidad, es la mirada de la Inteligencia del Amor. A esa mirada de Inteligencia plena se le llama comprensión. Nosotros la experimentamos en mayor o menor medida, lo cual depende del estado de unificación mental del que gocemos en el tiempo. Esto es lo que se ha llamado niveles de conciencia. Visto de otro modo, el triángulo representa la proyección de la mente hacia lo espiritual, su sintonización correcta con lo espiritual. Cuando la mente separada — por hablar más directamente de nosotros— elige lo espiritual, se lanza a ello, por decirlo de algún modo, se proyecta hacia lo espiritual unificando la dualidad, corrigiendo el error de base en su estructura. La mente separada hace una elección del ser, decide ser Amor. Esta elección de la mente, esta auto-proyección hacia lo espiritual, se puede contemplar como una «plegaria existencial». Al hacer la mente uso de su libertad esencial, lo espiritual la impregna con su Inteligencia del Amor. La plegaria esencial siempre es escuchada. La mente separada puede sentir miedo al contemplar este proceso al darse cuenta de que va a desaparecer como mente separada. En el vértice superior, la mente que surge como unificada está identificada únicamente con el Amor. La mente separada se ha integrado en la mente total, y a la vez, la ha aportado integridad. La mente se ha graduado y ha dejado los juguetes. La Mente Unificada unifica todo lo que ve y genera integridad. Esta es la mirada del Amor. La Mente Unificada es un estado de presencia en el mundo al que normalmente llamamos «iluminación». En este estado mental, aunque vivamos la relatividad y la emoción propia de la experiencia humana, lo hacemos desde una postura amorosa y comprensiva, sin juicio, lo cual nos coloca en la pacífica posición del observador silencioso. Así es posible el verdadero disfrute de la vida que no depende de lo que suceda ahí fuera. En un principio todo esto puede parecer una locura. Nuestra mente dual se revela ante el auténtico conocimiento del Amor. El Amor es totalmente revolucionario en la actual estructura social, un mundo en el que la seguridad, la culpa, el castigo, el
dolor, el miedo, la justicia, el toma y daca, el comercio y el individualismo es la norma. La sociedad ego nos dice que debemos luchar contra el enemigo. El Amor te dice que ni siquiera lo juzgues. La sociedad ego te dice que te esfuerces y compitas, que luches contra los demás o te quedaras sin nada. El Amor te dice que ya lo tienes todo y que no necesitas nada. La sociedad ego te dice que te defiendas y, para ello, ataques duramente a quien te ofenda de modo que ni se le ocurra volver a hacerlo. El proceso te permite primero culpabilizar al agresor y luego manipularle para corregir su comportamiento, lo cual funcionará como «tu defensa». El Amor te invita a perdonar, a liberarte de tu emoción negativa y seguir adelante aceptando la experiencia y deshaciendo la cadena de la venganza y el rencor que hemos sembrado en el mundo —o en la mente, como quieras verlo. Esta invitación es la interpretación más lógica que conozco al «poner la otra mejilla» de la Biblia. No se trata de sufrir, todo lo contrario, se trata de dejar de hacerlo. La sociedad ego te enseña que no se da nada a cambio de nada, ni tampoco se recibe nada libremente. Esta enseñanza es conflictiva para tu búsqueda de plenitud. El Amor te enseña que todo te ha sido dado, y que la «experiencia de tener se tiene al dar»7. Al dar alegremente experimentamos generosidad, desapego, y la sensación de verdaderamente «tener» de sobra, ya que damos sin pensar en la carencia que implica «perder». Esa es la verdadera experiencia de prosperidad. 7 Cita del manual espiritual «Un Curso de Milagros».
La sociedad ego te enseña a castigar y culpabilizar a tus hijos. El Amor te enseña a hacerlos libres. En fin, como veremos poco a poco, el Amor es la única y verdadera revolución del ser humano. Sin embargo es una revolución silenciosa y paulatina, tan suave y amable como la misma naturaleza. Por ahora lo más relevante es contemplar la Mente Unificada como un estado de conciencia. La Inteligencia del Amor nos permite ir al estado de comprensión elevado cuando queramos, el gozo y la paz que nos produce nos invita a intentar estar allí el mayor tiempo posible y en el mayor número de ocasiones. Comprensión La unión nos hace regresar a casa; la comprensión es el proceso mental por el cual la fuente —el Amor— invita a reunificarse a sus partes, desperdigadas a causa de cierto pensamiento confundido de separación. Mediante la comprensión, el ser
humano experimenta lo necesario para Ser, con mayúsculas, que equivale a «Ser quien Realmente Eres»8. El Amor es la energía y la idea de unión, integración y comprensión. Deepak Chopra lo denomina «el pegamento del universo». Eso hace el amor a nivel mental: integra todos los conceptos en él. El proceso mental de integración conceptual es la comprensión. La comprensión es el proceso que sucede en nuestra mente cuando repentinamente cae una barrera que nos mantenía separados de la verdad o que estaba separando partes de la verdad. Se trata de una fusión de zonas fragmentadas de la mente, de espacios separados o esquemas. La fusión queda simbolizada en la ilusión material como una conexión neuronal. Un «¡Ajá!» interno, una captación de lo total, una liberación de energía estancada, una expansión de la visión, una conexión mágica y trascendente con nuestro ser, que lógicamente se anuncia con un gozoso sentimiento de alivio y alegría. 8 Tal como lo expresa Neale D. Walsch en «Conversaciones con Dios».
Cuando sucede el acto de la comprensión, no resulta necesaria demostración ni corroboración externa, porque da lugar a la evidencia. La evidencia es el sentir interno que te lleva a la certeza de estar en presencia de la verdad. La comprensión equivale a desprenderte de algún tipo de identidad falsa, ya sea solo una idea esquemática o cerrada, una postura mental ante una situación o persona, o bien todo un disfraz personal. La máxima comprensión implica la máxima desidentificación. Cuando la comprensión da lugar a una gran toma de conciencia espontánea, en oriente es llamada Satori. En cada golpe de comprensión, una zona aislada ha regresado a la conciencia unida e integrada, dentro y fuera de tu mente. La inteligencia es la capacidad de ver la verdad, de comprender profundamente. Frente a otras definiciones más incompletas —acumulación, asociación y proceso de datos, cálculo, solución de problemas, capacidad, rapidez de proceso—, la comprensión se revela como la auténtica cualidad esencial de la inteligencia. Cuando comprendemos, adquirimos verdadera visión. La visión de la verdad, como puedes imaginar, poco tiene que ver con la visión de tus ojos físicos. La mente dual Nuestra mente se encuentra gravemente polarizada, estamos constantemente analizando, clasificando y etiquetando todos los objetos de nuestra experiencia. El
juicio es la experiencia mental más habitual. En las culturas ancestrales en las que la mente no está tan arraigada en la superstición del materialismo y el ego, el saludo se relaciona con el reconocimiento del Ser en la otra persona. En cierta parte de África, las personas cuando se encuentran dicen «Sawobona», que significa «Te veo». No es un evidente «veo tu cuerpo», lo cual no haría falta anunciar, sino que significa «veo al ser esencial en ti». Las personas, cuando se ven, antes de nada, reconocen el ser esencial del otro, lo trascendente de cada ser humano más allá de las apariencias y formas que actualmente represente. En la India, cuando dos personas se encuentran suelen decir Namaste, que significa «el dios que habita en mi reconoce y honra al dios que habita en ti». Asimismo, el saludo tradicional hawaiano «Aloha», originalmente significa «Estar en la presencia (Alo) de lo Divino (Ha)». De nuevo, el saludo es un reconocimiento del ser esencial y divino del otro ser humano. En occidente, cuando nos encontramos con una persona lo primero que le preguntamos es «¿Qué tal?». ¡Casi es inevitable! Se ha convertido en una muestra de cortesía imprescindible. Es como si dijésemos: «Antes de nada, emite un juicio sobre tu situación de vida. Bien o mal. Positivo o negativo, éxito o fracaso». De algún modo, preguntamos por el disfraz mental o emocional que vistes en este momento. Está considerado casi como una falta de educación no hacerlo. Lo que no queda claro es qué es exactamente «una presencia de educación». Este ejercicio analítico de la mente sucede por una motivación concreta: el miedo. Como hemos visto en el capítulo inicial, el problema principal es que no sabemos qué somos —tal como indica la filosofía Vedanta—. ¿Quién soy? es la gran pregunta filosófica de todos los tiempos. Vivimos en la creencia absoluta y errónea de que somos un cuerpo, un punto localizado en el espacio, que alberga unos pensamientos que suceden en el tiempo. Nos identificamos con una forma material —un cuerpo— y una forma mental —una personalidad—. Creemos ser algo concreto nada más, una forma. Y nuestros sentidos nos dicen algo con gran claridad: todas las formas mueren y desaparecen. Entonces surge un gran miedo en nosotros. Es el miedo a la muerte que se despliega en toda nuestra experiencia vital. Cuando los sucesos favorecen la supervivencia, la seguridad y la comodidad del cuerpo material y de los disfraces actuales de la mente esquemática, entonces contestamos «¡bien!» a la aparentemente inocente pregunta «¿Qué tal?». De este modo vamos juzgando los elementos de nuestra experiencia como buenos o malos. Éxito o fracaso. Aquellas experiencias que favorezcan a nuestro cuerpo o a los objetivos de nuestra mente, aquello llamado mi yo ideal, los llamamos buenos, positivos, éxitos, civilizados, bondadosos, etc. Aquellas circunstancias que pueden
poner en peligro nuestro cuerpo o nuestra situación segura y conocida, o bien alguno de los objetivos de nuestra mente, nos parecen malos, negativos, fracasos, salvajes o injustos, etc. Los objetivos de nuestra mente, dicho sea de paso, suelen a menudo coincidir en buscar seguridad y comodidad para nuestro cuerpo, lo cual nunca puede reprochársele, ya que es una útil función. El problema es que parece ser que nuestra mente trabaja en exclusiva para nuestro cuerpo y muy poco a menudo para nuestra alma, ya que esta noción ni siquiera existe en la experiencia habitual de vivir en el miedo. De este modo nunca logra proteger ni siquiera al cuerpo. Más bien suele acabar maltratándolo de un modo u otro. Todo esto podría ser distinto. Según vamos creciendo y «conociendo» el mundo bajo la sociedad ego que nos condiciona a vivir en el miedo, vamos incorporando poco a poco a nuestro «conocimiento intelectual» los objetos negativos y los objetos positivos. Adquirimos un «discernimiento» propio de la cultura del miedo, algo así como un bagaje suficiente de juicios encadenados que nos permitirá sentirnos seguros en el mundo. Nuestra mente se sentirá muy rápida al tenerlo todo atado y bien atado, todo clasificado en cajitas. El análisis tiene un nivel de trabajo para la mente que resulta útil, pero este programa no debe utilizarse para todo, ya que no funciona. Por ejemplo, no se puede analizar al Amor. O si quieres llamarlo de un modo más personal, no se puede analizar a Dios. Siempre acabamos analizando a la mente. Del mismo modo sucede con la Libertad o la Verdad. Si intentas analizarlo, vuelves a sorprenderte analizando a la mente. La mente se interpone, o se pone en lugar de Dios, el Amor, la Libertad, etc. En sus procesos intenta suplantar a lo espiritual, como puede. Es propio del programa del ego hacer esto. Pero no puede conseguir lo imposible. Solo puede inventarlo. La seguridad que promete la cultura del ego nunca llega. Por mucho «discernimiento» basado en el miedo que hayamos cosechado, jamás llegamos a estar seguros mientras nos identifiquemos con las formas. Decimos «soy profesor, soy marido, soy madre, soy espiritual, soy religioso o soy estupendo» pero todo estos son los modos como los demás nos observan. Son formas que nos creemos, ya que los demás nos hacen la función de «espejo social». Y con esas formas, a lo largo del tiempo, creamos una historia de mi vida, que efectivamente no es más que eso: una historia. Nuestra falsa identidad se asienta en una colección de sucesos, los recuerdos de un pasado interpretado. Ese pasado configura mi identidad personal habitual. Sin ese pasado, sin esa historia de mi vida no soy nada. Me he casado, he tenido hijos, he viajado, he estudiado, etc. Estos son los componentes de una identidad basada en recuerdos, pensamientos, interpretaciones personales y miradas al espejo social. Nuestra identidad mental se basa en el pasado. Si sufriésemos una amnesia repentina,
no tendríamos ni idea de quienes somos, ya que la estructura mental dominante requiere contenidos de una historia de vida para tener identidad. Jugamos esta gran obra de teatro cada día junto a nuestros hermanos actores y vamos creando realidad a base de enfocarnos en la polarización conceptual, los grados, las diferencias y las cantidades, y en cualquiera de las formas de separación. Una «mente temor» debe de luchar contra una serie de ideas, conceptos, emociones, experiencias y personas, ya que tiene enemigos localizados y bien conocidos. Sabe que la vida es dura y es lucha, es una mente perfectamente entrenada para juzgar, entendido como el primer ataque mental. También hay una serie de conceptos positivos e ideas maravillosas, aquellas cosas que la mente debe conseguir, aquellas experiencias que hay que tener, aquello que hay que llegar a ser, una serie de amigos conocidos y localizados a quien ayudar y en quien confiar, ya que la vida es dura y hace falta tener aliados en la lucha. Esta es la mente dual que aceptamos como jefe. Este software nos mantiene presos de lo exterior, consigue que las conciencias se sometan a una prisión fabricada con materia e ideas fragmentadas y polarizadas. Produce una emocionalidad que da saltos de un sitio a otro en una estricta dependencia de lo que ocurra fuera. Es una mente referida al exterior, al objeto, referida a lo que nos sucede, referida a lo que los demás piensan de nosotros. Esta emocionalidad dependiente no permite una felicidad real o permanente. Cuando vivimos en el miedo constantemente estamos viajando de un polo a otro, viviendo con una emocionalidad salvaje los saltos de polaridad, buscando una nueva emoción salvaje para escapar, sin comprender realmente nada de lo que sucede. Más bien es como si la vida se complicase anárquicamente bajo la ley de la entropía. Son las consecuencias de la base conflictiva que fundamenta este software. Un juicio hecho con discernimiento y justicia, con pleno derecho, nos lleva a una nueva lucha —verbal, jurídica, física o emocional— y, aunque ciertamente la consideremos una lucha justa, el resultado es siempre sufrimiento. El enemigo se defiende y la vida nos golpea de nuevo. Y aunque salgamos victoriosos de una batalla, las bajas de la batalla nos llevan a un íntimo fracaso y además, la alegría dura poco. El ego se encarga una y otra vez de ofrecernos un guión con problemas sin solución real, definitiva. En la pareja intentamos amar y tan solo comerciamos. Todo se hace banal y nos separamos. Fracaso en el amor. Conseguimos un nuevo enamoramiento y sufrimos por la posibilidad de perder tal estado, enfermando finalmente por los celos. Alcanzamos el éxito profesional, pero nuestras relaciones se desmoronan. Conseguimos por fin la soñada prosperidad y sin darnos cuenta se va justo cuando todo parecía perfecto. Llega el fracaso en la profesión y nos sentimos perdidos. El fracaso se convierte en
paz y liberación, pero no nos gusta cómo nos miran los amigos. Nuestros amigos se convierten de la noche a la mañana en enemigos. ¡Y nosotros que nos creíamos ya dueños del discernimiento! Volvemos a perder cualquier tesoro en el cual confiábamos. Tan solo era un bastón irreal, un objeto exterior que nos sostenía por cierto periodo en un espejismo de felicidad. Miramos el informativo de televisión, ahí fuera todo parece ir peor cada día. Más rápido, más grande, más loco. ¡Vivir en el miedo no resulta tan cómodo como parece!
ESENCIA Y CARENCIA Esencialmente, más allá de creernos algo independiente, un cuerpo o una mente o incluso un alma separada, somos Inteligencia, Sentimiento y Energía. Estos son los tres aspectos del Ser percibido. La filosofía Advaita Vedanta nos dice que el Ser Absoluto o Brahman no puede ser conocido, percibido, ni tampoco explicable por palabra alguna. Sin embargo, cuando la mente se refiere a él, lo interpreta con un triple aspecto: Saccidânanda. Sat significa Ser, y se refiere a su dimensión de existencia o realidad, más allá de los sueños mentales, también se refiere a potencia en el sentido aristotélico, como capacidad de ser todo o pleno. Es potencialidad o potencia pura. Podemos entenderlo como energía llevada al nivel más sublime. También lo puedes llamar Vida. Cit se puede definir como Conciencia, en el sentido del más puro Conocimiento, la Verdad total, la Mente total e infinita en donde todo existe. La Inteligencia plena. Ânanda es Amor, Goce, sentimiento único y total que corresponde con el Ser y la Conciencia divina. Se puede llamar Sentir —único sentir— o afectividad total, Goce de Ser, alegría de existir o éxtasis y es un sentimiento de plenitud y Goce infinito. Este triple aspecto (Saccidânanda) es una unidad en lo auténtico (Brahman), solo toma una apariencia trina en el modo tridimensional de entender en que la mente intenta apuntar hacia Éllo. Recordemos que en la tradición cristina, Dios es igualmente representado como una trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Por supuesto, Dios también es la unidad y el absoluto, ya que se refiere al mismo Ser Esencial que en Oriente. Sin embargo, de nuevo requiere de la trinidad para ser explicado por la mente. El ser humano experimenta el ser o recuerda su esencia en un proceso de actualización en el más puro sentido aristotélico, que es el proceso por el cual la
potencia se convierte en acto. Lo que puede ser se convierte en lo que es. El proceso de actualización, que ha sido explicado fascinantemente por Antonio Blay9, sucede a los tres niveles explicados. Lo repasaremos acercándonos más a la dimensión humana: Inteligencia Es el nivel fundamental. Conocimiento pleno o conciencia universal. Aquí llamamos Inteligencia a algo distinto que en el lenguaje coloquial y más cercano al lenguaje filosófico: inteligencia no es la memoria o capacidad de retener datos, ni la asociación entre los datos. Inteligencia es la capacidad para ver y ser la verdad. Este aspecto sugiere una esencia plena en conocimiento o luz pura, sin pensamiento, forma o juicio, sin tiempo ni espacio. De ella surgen las formas, los pensamientos y finalmente la energía y la materia. Es el principio, el Padre. Como capacidad para ver la verdad, podemos recordar algunas situaciones en las que hemos experimentado el acceso a niveles superiores de inteligencia o conciencia unificada, momentos en los que hemos comprendido. El acto puro de la comprensión es sencillo. Significa ver algo que antes no éramos capaces de ver. Ver la verdad, sin argumentaciones ni complejos razonamientos, de repente la vemos. Todos sabemos de qué se trata, todos hemos recibido la visita de la Inteligencia en alguna ocasión y mantenemos impregnada su huella en la más profunda y nostálgica memoria existencial de nuestra alma. 9 Ser: Curso de Psicología de la Autorrealización (Antonio Blay Fontcuberta)
También es llamada intuición, aunque a veces este término se suele confundir con el instinto. Instinto es una forma emocional, un impulso basado plenamente en la dualidad y las necesidades del cuerpo o la mente separada. La verdadera intuición está por encima de los instintos y por encima del pensar. Es el acceso a la Inteligencia esencial. Se ha llamado a este acceso inspiración, que significa literalmente «en el espíritu», y por supuesto no es ninguna casualidad. En el Espíritu vemos la verdad, no podemos verla realmente en ningún otro estado más que en el que existe. El Espíritu es solo accesible para la Inteligencia esencial —seguro que adivinas cómo llamo a esta Inteligencia— ya que solo Ella es parte del Espíritu. Inteligencia, a nivel humano, como expresión o actualización, supone el «saber», más allá de argumentos racionales. Es la sabiduría. La Inteligencia ve la Verdad, no juega a explicarla. Cualquier falsedad interna implica un defecto de actualización de este centro o foco esencial. La inteligencia no actualizada crea todo tipo de verdades distintas, teorías, opiniones y creencias. La Inteligencia actualizada produce evidencia, certeza. También surgen
de la carencia de actualización de este aspecto esencial estrategias mentales del tipo del juicio, la opinión, la suposición, la mentira, la creencia, etc. El ser humano vive navegando en hipótesis y creencias hasta que ve la Verdad. Este aspecto de la actualización esencial se trabaja primordialmente desde la investigación intelectual (si, si, como lo oyes, aunque ya no esté de moda), la contemplación o meditación, y la experiencia del cambio perceptivo. La actualización de la Inteligencia es el recuerdo de la Identidad primordial: Amor. Afectividad o Goce El sentimiento de Amor es definido a menudo y con acierto como la suma de todo posible sentimiento. Por eso también aquí lo llamo «Sentir único», real o esencial. En este aspecto esencial del ser humano hablamos de afectividad total, o suma de todo el sentir. El goce sin causa, el goce existencial. En definiciones más antiguas se habla de sentimiento de divinidad, beatitud o éxtasis. La mente recibe un sentimiento infinito de gozo desde el Ser, lo integra y se convierte en mente gozosa y auténtica. A nivel humano es la capacidad de gozar y experimentar la alegría, y concretamente cuando ésta no se debe a una causa en particular, sino que es existencial y por lo tanto sustancial e invulnerable. La alegría no dual requiere un estado inspirado de sentimiento, lo que es llamado «el sentimiento de Dios en ti». Cualquier sentimiento que no inspire goce o alegría, es un defecto de actualización de este centro esencial. Al fragmentarse el sentimiento de Amor o Sentir único en un sinfín de sentimientos mentalizados, experimentamos toda clase de sentimientos variados y distintos, todos ellos menores que el Sentir Amor. Muchos de ellos demuestran una gran distorsión de la Identidad o Sentir único, tales como el temor, el dolor o la culpa. Son símbolos afectivos del error perceptivo de sentirse separado, la fragmentación del Alma total o Sentir único. Se trabaja primordialmente desde la entrega, la aceptación, el coraje, sentir plenamente en cada situación sin evitar la experiencia, la vivencia plena, la integración de todo el sentir en la experiencia. El triángulo del Sentir único equivaldría al triángulo de la comprensión en el aspecto de las emociones polarizadas. El temor o miedo, anfitrión de todo sentimiento limitante, podría definirse como la negación del sentir. El temor empuja a evadir o distorsionar el sentir y la vivencia, o incluso es capaz de inventar toda una experiencia sustituta de la real con el fin de evitarla. El miedo es la negación del sentir.
El miedo hace que tu alma niegue el sentir pleno, es decir, niegue su ser, se haga pequeña y limitada. El temor seminal o primordial que anida en el fondo de la conciencia dual, es el miedo a iluminarse, a perder la identidad limitada y fundirse con el Ser, que es todo el sentimiento, el océano de inteligencia, la existencia real o plena. Este aspecto se actualiza con el cambio de percepción al sistema de pensamiento Amor y su correspondiente experiencia, la limpieza del inconsciente —es decir, una integración de todo lo negado por el miedo— y el proceso continuado del perdón hasta convertirse en un modo de vida. En la trinidad cristiana corresponde con el Espíritu Santo. Es un camino al Padre, la guía desde el mundo de las energías al de lo absoluto. La conexión. La actualización del Sentir es el recuerdo de la Identidad primordial: Amor. Energía o Vida Es el Ser, la existencia, lo Real. La energía es el fundamento básico de manifestación. A nivel humano es potencial, capacidad, potencia o poder. Es la capacidad básica propia de nuestra esencia: el poder que le proporciona su nivel de realidad. Se experimenta como libertad. Cualquier limitación energética o incapacidad implica un defecto de actualización de este centro esencial. De esta cualidad, no actualizada suficientemente, surge la necesidad, la incapacidad, la impotencia y la carencia. La libre voluntad y la ausencia de necesidad es la expresión humana de este centro cuando está actualizado. Es la existencia plena. Este aspecto esencial se actualiza, expresa o desarrolla en la vivencia del ahora, el trabajo personal con la movilización de los deseos, la despersonalización de la energía vital y la paulatina conciencia de libertad y no necesidad, hasta conectar con la Voluntad única, la fusión con el Amor. Como el río que desemboca en el océano. La actualización del Ser es el recuerdo de la Identidad primordial: Amor. Ejercicio de actualización del ser esencial En cualquier momento, mientras desarrollas alguna actividad o cuando estás descansando, haz esta práctica durante unos segundos. Actualiza, expresa, o invoca a tu ser interior, tu fuente interior de este modo: Respira suave y profundamente, date cuenta de la energía de vida de tu cuerpo, del campo de vida que rodea tu cuerpo y que, si estás muy presente, llegas a sentir como un campo eléctrico, incluso como un cosquilleo. Siente la vida que eres, la energía que eres, el poder de vida que eres, la energía ilimitada que fluye a través de ti. Entonces notas que esa energía no proviene del cuerpo, sino de tu ser interior no
físico, y te provee fuerza para hacer aquella actividad con menos esfuerzo y mejor ánimo. Tu humor mejora. Respira suave y profundamente, y mira alrededor con un sentimiento de goce. En ese instante, si piensas nada más en ese instante, te resultará ver fácilmente la belleza del vivir. Siente el goce que surge de ti, siente el amor que eres mediante una experiencia de alegría sencillamente por estar ahí, por ser. Abandona tu conciencia al sentir único. Disfruta de lo que eres. Disfruta por Ser. Afirma para ti mismo «yo siento». Y siente sin pensar. Contempla tu sentir. Respira suavemente, estás actualizando tu inteligencia. Despliega tu comprensión y la capacidad para ver más allá de lo aparente. Observa cada objeto, cada persona, cada forma sin nombrarlas, sin dejar que tu mente haga una historia de ello. Date cuenta de que en este momento miras alrededor de otra manera y parece que todo tuviera otro sentido, más profundo y revelador del que parecía. Date cuenta de que toda la realidad la hemos creado nosotros con nuestra mente. Míralo como un escenario, como un espacio mental, como un gran sueño en el que participas. Siente esta visión. Nada tiene realidad en sí mismo, sino que estás produciendo realidad con tu observación. Este ejercicio, como un total o como tres ejercicios independientes, puedes realizarlo en la vida cotidiana, en el trabajo, en casa, mientras paseas. Es poderoso para tu paz mental y para el encuentro natural con la comprensión de lo que eres. Pérdida de identidad esencial y carencia Según el Vedanta, parafraseado por Deepak Chopra10, estás son las causas del sufrimiento humano: • No saber quién soy. • Identificarnos con nuestro ego o imagen de nosotros mismos. • Aferrarnos a lo pasajero e irreal. • Acobardarnos ante lo que es pasajero e irreal. • El miedo a la muerte. La creación del yo falso surge como respuesta o necesidad ante la pérdida de conciencia esencial, o desconexión del Ser esencial. Esta pérdida de conciencia esencial, ese no saber quién soy, produce una carencia constante. Para cerrar el bucle, la carencia constante es una autonegación constante de mi esencia, lo que produce que aunque sea ilimitada es experimentada como limitada. Este bucle produce tiempo de experiencia, al igual que todos los bucles que configura el programa ego. Tiene efectos reproductivos o creativos, mediante la carencia reproducimos o creamos experiencias carentes. El cuerpo es una creación basada en la separación y en la carencia. En la creación, al nivel de la existencia —relacionado con el aspecto Sat— el cuerpo indica que necesitamos energía de fuera para alimentarnos, el aire, el agua o el sol, etc. La carencia se extiende a nuestro modo de amar y sentir.
Necesitamos que nos den energía emocional, que nos amen, nos hagan gozar, emociones que nos hagan sentir, etc. Esto ocurre al nivel del sentir —Ânanda—, en donde también nos sentimos incompletos, alejados de nuestro foco de goce ilimitado. Al nivel de la inteligencia —Cit—, necesitamos que nos enseñen otros lo que es la verdad, aquello que debemos creer, dogmas del mundo científico, buscamos a los expertos, titulados y licenciados, gurús, olvidando el foco interno de sabiduría, el Conocimiento pleno esencial. 10 En «Poder, Libertad y Gracia»
Además de necesitar energía, sentir y conocimiento de fuera, la carencia facilita y encaja los programas de control típicos del ego: en el aspecto de la energía, intentamos mantener el poder sobre los demás seres humanos, dominarlos, controlar su existencia. En el aspecto del sentir, el poder lo tenemos cuando somos capaces de mover emocionalmente a los demás, de controlar su sentir. Al nivel de la inteligencia, el poder consiste en controlar las ideas de los demás, controlar su conocimiento. La desconexión del Ser esencial y la carencia típica del yo falso es la base de todo el dolor humano. De él surgen ramificaciones, sofisticadas creaciones mentales que producen todos los sufrimientos. La única salida es la actualización de la Identidad verdadera. La Identidad Una de las cosas que más ha separado a los seres humanos han sido los nombres que hemos dado a las cosas. Yo hablo del Amor al mismo nivel que se podría hablar de Dios, la Vida, la Verdad, el Espíritu, la Fuente, el Creador o simplemente Eso11. Es la Identidad. El Amor puro es lo espiritual, lo no manifiesto, lo no perceptible. Es único y no requiere conocer nada, pues lo es. 11 Como diría Sri Nisargadatta
La conciencia es un primer grado de división —aparente— de la Identidad, es el producto de la primera separación. La conciencia no existe sin aquello de lo que hacerse consciente, luego la conciencia es la primera dualidad. El Universo, por otra parte, es una creación mental. De impresionante magnitud, de increíble complejidad, tal como es la mente. El Amor es lo que Es Imaginemos la meta, el final del proceso de la autoconciencia y más allá. Cuando la conciencia en si desaparece al trascender la dualidad y simplemente Ser. Ser Amor
total. Cuando en el proceso del triángulo de la comprensión, según deshacemos la dualidad de nuestra percepción, perdemos la identificación con la mente personal y alcanzamos, aunque sea por breves espacios de tiempo al principio, una conciencia de unidad con el todo —uno de los posibles estados de samadhi—, encontramos que todo está «comprendido» en mi mismo y que a la vez, formamos parte de lo infinito. En un estado de identificación con la Mente Unificada nos sentimos unidos a todo lo que hay y trascendemos todo lo que percibimos. Desde esta percepción del todo como un mental, una vez que has superado la ilusión de creerte una personalidad regida por una mente separada «embotellada» en un cuerpo material, te das cuenta tan perfectamente de cómo funciona la ilusión que ya ningún día llega a ser igual. El mundo es una obra de teatro de mentes perdidas en el sueño. Un gran juego de espejos psicoemocionales. Y solo es posible aprovechar el juego con un sentido práctico: como si fuera un gran taller, un curso sobre el perdón y el amor. Al principio tu percepción es como la mirada de un espectador en un partido de tenis. Ahora miras al Amor, ahora al temor. ¡Todo es cuestión de experimentar! En este sentido, el universo es una gran terapia de grupo cuyo único propósito razonable es conquistar conscientemente nuestra identidad auténtica y abandonar la pesadilla del sufrimiento. Y esto sucede solo si así lo eliges. El Ser no puede ser herido Tu esencia es Amor puro. Esa es la verdadera naturaleza de tu Ser. Tu alma no es como te han contado en algunas historias sobre ánimas, con forma fantasmagórica de cuerpo semitransparente. Esas no son sino diversas construcciones distintas de la mente, otras etapas del gran sueño. El alma individual es algo distinto del Espíritu, Amor puro e indivisible. Cada vez que te han hablado de un alma individual o personal, estaban estimulando a tu mente dual para que creyese que existía la posibilidad de mantenerte «separado aunque espiritual». Se ha hablado y se sigue hablando en los círculos actuales de espiritualidad de un alma o ser esencial que es puramente espiritual pero sin embargo está separado. Es «tu» alma. En otras ocasiones se dice que los humanos necesitamos una sanación espiritual, en el sentido de que hace falta una curación al nivel del espíritu. Sin embargo, la separación o dualidad, ha sido creída y creado por la mente. Por
tanto, no puede existir un alma separada, sino una entidad mental separada que se cree algo más espiritual. Todo aquello que se crea separado, diferente del Amor puro, distinto de lo Absoluto, al margen de lo Divino, es mental. Aún guarda algún nivel de identidad errónea, algún nivel de experiencia del sistema ego. Tú esencia auténtica, el espíritu o Amor puro, no requiere ninguna sanación. Porqué no puede sufrir en absoluto en su plenitud, en su infinitud, en su totalidad, en su condición abstracta. El Ser o Amor no sufre los errores de la mente. Por ello, tu ser esencial permanece perfecto e inmaculado al margen de lo que creas que hayas hecho en el mundo de los sueños. La ilusión mental no afecta a tu ser divino, el Amor, que espera a que termines tu viaje mental. Nadie es capaz de herir a nadie Se puede herir al cuerpo, se puede herir al ego, pero no al Ser. Si sientes que te logran herir, no es a ti a quien hieren, sino a tu ego, a tu disfraz, a un papel que cumples ahora, y que puede que dentro de un tiempo no cumplas y por tanto no te hiera. Toda herida sucede sobre una efímera representación falsa de lo que eres. ¿Alguien te ha hecho daño últimamente? ¿Qué tal si piensas que el enemigo y tu sois lo mismo? ¡Coguionistas en otro nivel mental! ¿Y si todo es una obra de teatro realizada entre todos y somos parte del mismo equipo? ¿Cómo te lo imaginas tú? Todo el universo existe para ti, ofreciéndote una oportunidad tras otra en cada instante para que elijas, para que despliegues la conciencia que te da Vida, para que expreses el Amor que eres. Para afirmar la Verdad. ¿Qué parte de tu ego se ha visto en peligro? ¿Qué adicción mental defiendes? ¿Cuál es el papel o disfraz de los que usas que ha sufrido riesgo? La mecánica del universo es una gran red sinérgica de mente, energía y materia interconectada para cumplir el objetivo de la experimentación. La mente busca su identidad al sentirse erróneamente separada del amor esencial. La creación que se desenvuelve ante nuestros sentidos es un impresionante laberinto holográfico y multidimensional de fuerzas sutiles, e incomprensibles para nosotros, que funcionan con la precisión de un reloj. Dentro de él, todos los puntos de conciencia, tales como tú y como yo, tenemos una experiencia separada y particular. Cada línea de experimentación separada crea un cúmulo de experiencia afectiva, a la que vida tras vida solemos llamar convencionalmente alma. El alma es el cuerpo experiencial de viajes interdimensionales, lo que en la sabiduría antigua era llamado el cuerpo causal. Un propósito de relato o viaje individual que vida tras vida nos hace regresar y mantenernos aparentemente unidos a la experiencia dual. Se ha identificado a veces con el karma y a veces con el dharma, la continuidad del tiempo, el efecto y la causa, el propósito y la culpa, el designio o destino, lo llames como lo llames siempre se infiere una prisión que nos aleja de nuestra eternidad.
Pero a un nivel esencial, somos Amor. El Amor es abstracto, está más allá del tiempo y el espacio. No es del mundo ni de todas las dimensiones de la mente. Todo ello es un sueño. Lo más que podemos acercarnos a la conciencia del no tiempo, es ahora. Lo más que podemos acercarnos a la conciencia del no espacio, es el vacío. El vacío Experimentos recientes de física indican que el vació está lleno de energía, algo distinta, una energía mucho más poderosa que la que se manifiesta normalmente en formas perceptibles. Se trata del campo de energía punto cero. Esta energía latente ha sido vislumbrada a un nivel fundamental, en lo que se llama el «vacío cuántico», pero aún le resulta imposible trabajar con ella al ser humano. Los físicos han topado en el mismísimo vacío con una energía que parece ser la fuente de todas las cosas. Esta idea de energía madre de todas las cosas nos obliga a recobrar el concepto de «éter». Recordemos que Einstein dijo «El espacio sin el éter es inconcebible». Ya desde los presocráticos se intuía o sabía sobre la energía que unía todas las cosas, ya que era fácil deducir que la misma luz era una ondulación, y como tal, necesitaba de un medio sustancial para viajar. Por ello el éter era considerado desde la antigüedad como una realidad irrenunciable. Hendrik Lorentz, nobel de física en 1906, profundizó en su estudio como sustancia o medio transmisor de la luz. Además, esta red de energía o matriz ha sido relacionada con la inteligencia que une a todas las cosas en diversas fuentes de la sabiduría milenaria. Para los budistas, en el reino del Dios Indra se origina la red que une todas las cosas. Para los indios Hopi, la Abuela Araña tejió una gran tela en la que sus hijos pudieran vivir. ¡Es difícil imaginar una mejor alegoría sobre la mente dual y las pequeñas mentes separadas! La red o matriz transmisora de la información que requieren las formas para ser formas, la energía dotada de inteligencia creativa que conecta todas las cosas y hace que todo funcione, habita en el vacío. Bernard Haisch, un astrofísico y autor norteamericano, tras un largo estudio de la energía del vació en cooperación con el físico Alfonso Rueda, ha llegado a ciertas conclusiones científicas de un alcance extraordinario. La energía punto cero es la causa de que la materia responda a la ley de la inercia. Es decir, según su estudio, la inercia no es una propiedad de la materia —masa—, sino de la energía del vació que lo interpenetra todo – incluido el vacío entre los átomos de aquello que ingenuamente llamamos materia. Esto significa que la energía del vacío es la causante de que ocurra todo a nivel energético y material. El motor fenomenológico entre energía, mente y materia no puede estar en otro sitio más que en el vacío. Bajo este punto de vista es fácil comprender la afirmación «todos somos uno»,
incluso a un nivel muy físico, al más básico de los niveles de energía y materia. Todos somos energía, todos somos vibración, frecuencias de vibración, campos magnéticos que se manifiestan como formas, en definitiva, patrones de inteligencia representados por la energía y sus leyes. Los patrones de inteligencia que somos —como personas— pertenecemos a una misma mente que hace que esa energía de la que hemos hablado interconecte todo para propósitos de nivel superior. Es el observador único al que todos reportamos como terminales, y de la que todos somos, a nivel individual, una proyección. Mi cuerpo es una proyección de la mente creadora de formas. Mis pensamientos son de ella. En realidad, es absurdo que llamemos «míos» al cuerpo o a los pensamientos. Todo es una ilusión provocada por la memoria, por esa sensación de tener la terminal de conciencia localizada en el tiempo y el espacio. Actualmente, esta corriente holística o cuántica esta extendiéndose entre el mundo científico, espiritual e intelectual de todo el mundo. No es nada nuevo el mensaje, pero sí lo es que tantas personas lo tomen en serio, algunos pocos incluso como una opción de vida. Sin duda, la única opción de vida a largo plazo. Este conocimiento puede ser un buen empuje a la conciencia de Mente Unificada o conciencia de unidad, primer paso para salir de la prisión del cuerpo o de la mente separada. Esencia Amor Sin embargo, hay que hacer una anotación importante para distinguir lo esencial de lo aparentemente esencial. Esa inteligencia que interpenetra todo mediante el vacío, es la tela con la que se teje el gran sueño de la mente. Esa es la inteligencia de la mente dual, no es la Inteligencia última o Amor. Recordemos que si puede ser percibido entonces es parte del sueño. Lo esencial, nunca será percibido, solo podrás serlo, simplemente. Pero no podrá ser conocido. Es el Conocimiento. El Amor es lo único verdaderamente esencial, y como palabra solo apunta a algo incognoscible, imperceptible, lo abstracto y divino. Tal como en el Vedanta —la sagrada escritura hindú— se habla del Brahman, no es posible conocerlo ni percibirlo. En la realidad última, llegamos a la conclusión que han alcanzado filósofos, místicos y científicos cuánticos: todos somos Uno. Esto significa, a un nivel trascendente , que todos somos lo mismo, el mismo ser espiritual de amor puro, y también significa en un nivel más elemental, que todos participamos de una misma creación mental. Conciencia de unidad Nos experimentamos como cuerpos separados. Sin embargo, más allá de los sentidos
sabemos que también somos calor, energía, electromagnetismo, vibración… pensamiento y vacío cuántico. Es decir, estamos rodeados de esas energías y también «lo somos» a nivel experimental. Sin ir más lejos, se percibe la energía que desprende el cuerpo emocional de una persona, el saco de energía emocional característica que una persona transmite cuando está en cierta situación complicada de vida que le mantiene alterado. Se siente fácilmente cuando esa persona llega. Entra en una habitación y es capaz de cambiar el ambiente emocional de un grupo. A veces es drástico. Es pura influencia energética en el ambiente. Es algo que intercambiamos más allá del lenguaje. De hecho, para los psicólogos actuales el sistema límbico, la parte de nuestro cerebro medio encargada de lo emocional, es considerado un circuito abierto12 tal como el respiratorio, es decir, un sistema que intercambia e interactúa con el entorno. Debemos reconocer que muchos hechos escapan a nuestra explicación. Las mentes están interconectadas, lo cual sin necesidad citar los estudios científicos que lo demuestran —que hay bastantes— es particularmente evidente entre personas cercanas y afines. Cuando una pareja está especialmente unida es frecuente que ambos cónyuges piensen las mismas cosas en ciertos momentos, como si se transfiriesen el pensamiento. De algún modo, la unidad mental va deshaciendo la posibilidad de guardar secretos. Las «ideas» están conectadas entre sí también aunque las personas no mantengan una relación idílica. En determinadas épocas han surgido pensamientos similares o complementarios casi simultáneamente en distintos lugares del mundo. Es como si una idea se estuviera desarrollando con fuerza en lugares distintos del planeta por humanos aparentemente aislados. Un ejemplo fue el paralelismo entre los descubrimientos de la nueva física sucedidos en multitud de lugares simultáneamente a principios del siglo XX, que dio lugar a la expansión de la física nuclear, la física cuántica y la astrofísica moderna. Del mismo modo, actualmente se extiende el nuevo paradigma holístico en todo el mundo, con la salvedad de que internet lo hace más evidente. 12 «El líder Resonante Crea Más» por Daniel Goleman, Richard Boyatzis y Annie McKee.
El centésimo mono (basado en los escritos de Ken Keyes) El mono japonés, macaca fuscata, andaba libre en la naturaleza en la isla de Koshima. En 1952 unos científicos comenzaron a darles algo de alimento; camotes, una especie de batatas típicas de aquella zona. A los monos les encantaban las batatas, pero no les gustaba la arena. Una mona joven accedió a una especie de «intuición primitiva» y se le ocurrió llevar una batata al arroyo para lavarla. Entonces descubrió que el tubérculo estaba mucho más sabroso. Los compañeros de juego de esta mona pronto aprendieron también a lavar los camotes. Entre 1952 y 1958 casi todos los monos jóvenes sabían lavar camotes, pero sin
embargo el resto de los monos no habían aceptado la innovación cultural. Un día, el número de monos sobrepasó cierta barrera. No se conoce el número exacto, pero supongamos que había 99 monos que sabían lavar las batatas, y durante esta mañana el mono número 100 aprendió a lavarlas. Entonces sucedió. Durante esa misma tarde, casi instantáneamente la inmensa mayoría de los monos, mayores y jóvenes, habían aceptado el nuevo conocimiento y lo aplicaban. Pero lo más asombroso es que los científicos detectaron que en las islas vecinas, separadas por cientos de kilómetros de mar abierto, los monos estaban adquiriendo espontáneamente la nueva habilidad. En poco tiempo, la innovación se extendió a toda la especie. Por tanto, no hace falta esperar a que cada persona haga todos los descubrimientos por si sola en el mundo físico. Hay conexiones de conciencia a niveles inconscientes. Es el llamado efecto de simpatía o de masa crítica. Este efecto es una consecuencia del funcionamiento holográfico de la mente. Sin duda, no puede afectar a la libertad esencial. De la conciencia de unidad a la Inteligencia del Amor Nos vamos acercando a la conciencia de unidad. Ya sea gracias a las ideas holísticas y sistémicas, gracias a la filosofía milenaria, a las creencias panteístas, a la física cuántica o a nuestra intuición, poco a poco vamos descubriendo a la mente que realmente dirige el mundo, aquella a la que desde nuestra esencia hemos dado el poder, aquella tras la que nos hemos dormido en un sueño de dualidad. Para acceder a la Inteligencia del Amor, es preciso elegir un sistema de pensamiento distinto al pensamiento de la mente dual. De algún modo, se trata de elegir una nueva identidad, desapegarse de la antigua identidad falsa o ego, y además, interactuar dentro del sueño sin rechazarlo, compartiendo la nueva identidad, con la percepción que proporciona esa Mente Unificada o Inteligencia del Amor. La Inteligencia del Amor que subyace a la vida siempre funciona con precisión si la elegimos con autenticidad. Genera la experiencia necesaria para favorecer la toma de conciencia siguiente, la lección de amor que nos corresponde afrontar en nuestra ruta hacia la Verdad. Si observamos desde la mente dual, el mundo nos parecerá inconexo y sin sentido. Si observamos desde la Conciencia Amor o Mente Unificada, todo será una oportunidad para experimentar nuevas lecciones de Amor. De nuevo dependerá de la mente que observa y la elección profunda que hace real. En la experiencia todo cambia y se transforma a cada momento, nada permanece estático. De hecho, lo único que permanece es el cambio. Cada ser aparentemente individualizado experimenta facetas del programa mental ego que determinan su proceso vital. Ciertamente solo existe un ego, un sentimiento de separación, del cual tomamos en cada situación un aspecto para aprender a amarlo.
No necesitas creerlo, no necesitas actuar de un modo o de otro. Solo, tal vez, necesitas lanzarte a sentir, dar un portazo al miedo y hacerte con tu coraje natural. El Amor es la esencia de la auténtica Vida: el Amor te buscará, provocará que te vayas acercando a tu profundidad, te susurrará suaves melodías para estimular tu despertar. Y ante cada oportunidad, con plena libertad, decidiremos qué somos. El Amor no tiene prisa. Sistemas amor Bajo la Inteligencia del Amor, todo lo que en el mundo dual aparece como sistemas de separación queda interpretado como sistemas amor. Tu cuerpo es un sistema amor compuesto de cien billones de células organizadas. Crees que como cuerpo/mente estás separado y eres distinto de los demás, pero no es cierto. No hay enemigos, no hay amigos, no hay separación nada más que en tu mente. Finalmente, el Amor es todo lo que hay. Como mente separada y asociada a un campo energético o cuerpo, eres un patrón de inteligencia que se mueve en otros sistemas amor que te contienen. Por ejemplo, tu familia es un sistema amor. El célebre Bert Hellinger ha revolucionado el mundo de la terapia de grupo en todo el mundo con el descubrimiento de las constelaciones familiares. En las sesiones de terapia sistémica de grupo, una persona describe una situación familiar con cierto bloqueo o problema, y otras personas, a las cuales no conoce de nada, representan los papeles de los miembros de su familia que puedan estar relacionados. El facilitador colabora con la persona tratada para ubicar los personajes y escenificar una serie de situaciones. Lo más impresionante es escuchar los testimonios de las personas que representan los papeles de otras personas a las que no conocen en absoluto y de quienes jamás han oído hablar. Es como si una inteligencia les dirigiese en su comportamiento, e incluso en su sentimiento y en su percepción. Abandonan su propio ego con una facilidad inusitada y se ponen al servicio terapéutico de la mente familiar de la persona tratada. Indagan el funcionamiento posible del sistema amor, la posibilidad de interpretación de la situación como una lección de Amor. Sienten como si fueran otra individualidad. Cada representante sabe perfectamente lo que debe de hacer, incluso qué debe sentir en lugar de la persona a la que representa. Es una muestra más de cómo la mente personal pierde peso en cuanto es reconocida como ilusoria, y entonces resulta fácil experimentar niveles de mente compartida. Otro sistema amor es tu sitio de trabajo, tu comunidad o tu pueblo. Tu país, tu cultura, tu raza, todos son grupos y subgrupos de patrones de inteligencia, todos son potenciales sistemas amor o potenciales sistemas temor, y solo depende de que sean observados desde una mentalidad u otra en tu percepción de ellos. Es el observador el que va a decidir si la situación es vivida como una oportunidad para ver amor o para ver separación, lucha u odio. Ver es Ser, y tal verificación
afecta e interactúa con el sistema. Nuestro sistema amor más grande y mejor conocido es el planeta Tierra, lo que muchos llaman Gaia cuando lo reconocen como un ser vivo completo del cual formamos parte. Esta concepción se remonta al siglo XIX, en pleno romanticismo europeo, cuando se desarrollaba la filosofía de la naturaleza. Efectivamente, la Tierra es nuestra gran nave espacial, un gran escenario interpretable como nuestro gran sistema amor o nuestra prisión temor. Por ahora parece ser que hemos decidido re-crear el sistema ego una vez tras otra, haciendo patente el pensamiento temor-dolor-culpa. El Ser En términos teológicos, el Amor es Dios. En términos menos teológicos es llamado sencillamente «Ser». El Ser es puro amor, en él no hay separación ni dualidad. La experiencia de Ser es la ausencia de todo temor y necesidad. Esta experiencia es lo que aquí llamaremos Mente Unificada. El Ser es la esencia de todo, por tanto es la ausencia de la forma. Las formas son originadas en la mente total y en las mentes individuales. Las formas son manifestaciones del ser, y aunque estén muy distorsionadas, siempre son símbolos e imitaciones mentales del Ser, tal como sugiera el mito de la caverna de Platón. Las formas nacen y mueren, no perduran, se transforman. Pero su esencia permanece inmanente, eterna e infinita. La esencia pura en su estado no manifiesto, no reside ni en el espacio ni en el tiempo. Ni siquiera es la conciencia, porque simplemente es. Es el absoluto. Este concepto inaprehensible es aquel hacia el que apunta la palabra Amor.
PARTE II
Experiencia
EL ORIGEN DE LA EXPERIENCIA
El Amor, Dios o el Ser creó al compartirse. Y creó una extensión de sí mismo a imagen y semejanza, con la misma mente y la misma voluntad que Él. Esta es la creación propia del Amor. En este suceso metafísico —por llamar de alguna manera lo inefable—, no hubo manifestación posible al no existir un observador disociado. Surgió la extensión de Amor que en la tradición cristiana se ha llamado «el Hijo de Dios». Este concepto metafísico es complicado de vislumbrar con la mente, ya que hablamos de una dimensión sin dimensión, de un mundo sin mundos, de lo espiritual y no manifiesto. Solo podemos trabajar con la intuición a este nivel. Las palabras aquí, lejos de ser exactas, solo pretenden estimular la intuición. La extensión del Amor era Amor ya que nació del puro compartir. Y este Amor, hijo del Amor, vivía en el goce del Conocimiento total. El Conocimiento13 o Inteligencia puros son el estado natural del Amor, de Dios y de su extensión creada en la misma calidad divina. Al nivel más profundo Dios y yo —y tu— somos uno, somos el Amor o Eso que no se puede conocer. Las escrituras orientales explican que antes de la existencia de ninguna cosa solo estaba la Conciencia pura, Conocimiento infinito y total. Era potencial ilimitado e infinito, pero sin manifestación, el todo contenido en la nada. Esta Conciencia —que no debería llamarse ni cósmica ni universal, ya que es previa a cualquier manifestación o realidad perceptible— es la Mente Amor, la mente regida por el espíritu. También se la ha llamado Mente de Dios. Es la herramienta para compartirse llamada Mente. En ella no hay acción, ni tiempo, ni espacio, ni movimiento. En ella no hay percepción, ya que es Conocimiento puro. En la simbología del Génesis, esto era el paraíso. Es el estado original de tu Ser o el Cielo. 13 El Conocimiento, es lo mismo que Inteligencia o Conciencia total. En este caso siempre lo escribo con inicial mayúscula, para distinguirlo de aquello que no es espiritual, como cualquier conocimiento mental.
Entonces algo ocurrió, un gran misterio metafísico, cuando la extensión abrazó la idea de desear percibirse, conocerse o sentirse a sí misma. Cuesta imaginar desde nuestra perspectiva la misteriosa causa que en la mente de la extensión del Amor pudo motivar esta nueva voluntad, disociada del Uno, el deseo de percibir en lugar de gozar del Conocimiento puro. Una parte de la mente quiso ver en lugar de Ser. El impulso de conocer lo incognoscible, de mirar lo inobservable, de sentir lo no manifiesto, dio origen a la separación primaria que constituye la base central del origen de la creación según las filosofías y escuelas de conocimiento más antiguas. A partir de este momento, una gran parte de la Mente se dedicó a observarse. No puede ver lo que solo puede ser, pero si puede ver sus propias creaciones. Es la mente creadora de mundos. La función primaria de la Mente no es observarse, sino
gozar de la plenitud, y desde ahí, extenderse y compartir. El Amor solo crea Amor. El Amor solo crea Amor. Quisiera hacer hincapié en que este hecho fundamental de disociación de la voluntad, el deseo de percibir aislado de la voluntad total del Amor de Dios, se originó en la mente de la extensión del amor. La creación por tanto, surge del Hijo de Dios14. Aunque resulta difícil imaginar desde nuestra posición de qué modo se puede hablar en estos términos que intentan apuntar a lo inefable, parece ser que la creación es lo mismo que el creador, pero con la novedad del libre albedrío. En Dios no existe la libre voluntad, porque su Voluntad es la única posible. 14 Parafraseando el Curso de Milagros.
Este deseo automáticamente originó a la conciencia15. La conciencia se divide del Ser mismo para poder hacerse consciente de sí. La conciencia es la dualidad primordial. Tras esta primera división de voluntad y conciencia, ocurrió un gran big bang del pensamiento dual, una explosión de creatividad, una división multiplicada. La conciencia se dividió una y otra vez, derramando un río de pensamiento separado y cíclico en el vacío, en busca de actualizar la potencialidad implícita en sí misma. Y nació el tiempo, como un guión repetitivo de exploración de las posibilidades que ofreció ese primer pensamiento falso de duda y separación. La conciencia dispuso así de todos los ingredientes necesarios para autoexperimentarse. Y se hizo la luz. Tras el pensamiento, surgió el campo de energía básico —«se hizo la luz»—, energía de campo punto cero o luz invisible que reside en el vacío, del cual nacieron todas las formas. El pensamiento fluye por esta red infinita de luz invisible y conecta todo lo que existe, multiplicando las conciencias que observan y recrean al Universo. La conciencia pensó el tiempo, el espacio, el universo con todas sus dimensiones, con todas sus energías, con todo lo que es perceptible. La consciencia crea y experimenta simultáneamente. El misterioso origen del mal Ciertas tradiciones infieren una especie de insidioso error acompañando al hecho mismo del nacimiento de la conciencia. Parece que la Mente de algún modo piensa algo más que lo Real, algo más que el Amor y lo Divino. Concibe el error o un primer concepto de error. Por eso se le llamó pecado original u origen del mal. De algún modo, el mal en sí es el error básico de la mente y la creencia en su existencia lo perpetúa haciéndolo real. De él nacen las nociones del miedo, la culpa y el dolor.
15 En este caso, el uso de la palabra conciencia con minúscula, se refiere a la cualidad de darse cuenta o percibir.
La identificación con el error, o culpa —dolor y miedo— básica, se representa en la simbología bíblica como la desobediencia a Dios y la expulsión del paraíso. La culpa es la identificación con el error. Básicamente, sentir culpa es identificarse con el error, sentirse erróneo o más exactamente, ser un error. Surge así el autodesprecio y la mente comienza a fabricar automáticamente los sabotajes o castigos inconscientes asociados a la culpa o al error. El sentimiento de culpa es el trasfondo de la cultura judeocristiana. El uso que se ha dado a esta interpretación del origen del universo, mucho más a menudo ha hecho real la culpa que profundizar en la inexistencia esencial de tal supuesto error. Ha creado un dios extraño, colérico y castigador más a la medida del hombre de lo que era esperable como un Dios Amor, o como un Dios que te ama. Un Dios que abandona y castiga después de ofrecer falsa libertad para elegir, se enfada como un niño y emplea su poder para abusar de tu vulnerabilidad parece más apropiado como justificación del totalitarismo que verdadero. A pesar de que esta y otras simbologías resulten infantiles, de que la actitud totalitarista no se sostenga, y a pesar de que deseemos felicidad por encima de todo, la culpa siempre ha encontrado el modo de propagarse y fijarse en nuestro inconsciente por miles de años. La culpa provoca una autoidentidad errónea y sucia, una identidad propicia a vivir en el miedo y el dolor, ya que la culpa es el origen de la mentalidad miedo o sistema de pensamiento del ego. La culpa es el origen de la mentalidad miedo. La culpa y el merecimiento son ideas que giran en torno al juicio, a la declaración de identidad errónea sobre tu semejante, una forma básica de condena al fin de la inocencia. Con el final de la inocencia se impone el miedo en la mente. La dualidad está servida. La experimentación La mente ha creado el universo perceptible en toda su complejidad y grandiosidad. Un maremágnum de energía y pensamiento, en el cual nosotros aparecemos como mentes separadas y observantes. Como terminales de la mente, proporcionamos una experiencia de sí misma a la gran mente dual creadora del universo.
Este proceso es la experimentación. Y nunca acaba por si mismo, una vez que la conciencia se ha desplegado completamente y se ha experimentado en todas las formas posibles de diversidad, una vez agotada toda probabilidad de experimentación, todo comienza de nuevo, según los ciclos naturales del día y la noche, del nacimiento y la muerte, de la creación y la destrucción. Es la onda básica de la manifestación basada en la dualidad. Es cíclica hasta en el nivel fundamental. Existe, no existe. Al nivel básico de observación de las partículas se observa este símbolo. Los electrones están y poco más tarde no están. Van y vienen entre la existencia y la inexistencia. El Ser/No Ser obtiene un reflejo de la dualidad en el nivel básico de los lenguajes programación —el sistema binario—. Todos los lenguajes que son capaces de intercambiar las máquinas se estructuran en la dualidad primordial 1/0. Uno o nada, existencia o inexistencia16. La tecnología es fácil identificarla como un símbolo o manifestación de lo mental. Parece que todos los inventos de la tecnología nos recuerdan lo que nuestra mente separada no es capaz de hacer por sí sola, y ofrece un pálido reflejo, un modo de conseguir ciertas migajas de magia aparente, como una extensión de tu mente creadora. 16 Todos los ordenadores usan lenguajes binarios para funcionar. Los ordenadores son básicamente equipos de miles de interruptores. Uno representa al circuito cerrado, y cero representa al circuito abierto.
La tecnología solo sabe manejar la información desde un esquema de lenguaje basado en la dualidad. Sin la dualidad o contraste es imposible construir nada nuevo para la mente dual. Nuestro universo está re-creándose a sí mismo una y otra vez a modo de gigantesca respiración cósmica. La mente dual siempre reproduce símbolos sencillos o complejos de la dualidad. Su respiración es un impresionante símbolo de la dualidad básica Ser/ No Ser. La función básica de la experiencia es la recreación o la permanencia cíclica de una creación mental, el universo. Parafraseando al Curso de Milagros, el Hijo está dormido en los brazos del Padre y sueña su propia realidad. El problema es que el sueño se ha convertido para él en una pesadilla. La conciencia dual sueña una identidad observable, cognoscible y sentible lo que en nuestra dimensión también da lugar al cuerpo. Con el cuerpo llega el dolor, la enfermedad y la muerte. El cuerpo es el símbolo de limitación e individualidad. Con él, sentimos las experiencias con cierto «zoom». Este es el sistema por el cual el lienzo se pinta y se crea un universo nuevo —un atman—, un cuadro multicolor de sentimientos y experiencias duales que se
despliega y comienza de nuevo otra vez. Todos los cuadros posibles son deshilvanados mediante el tiempo en una misma historia. La conciencia reproduce esa historia una y otra vez, en realidad un mismo guión complejo e inmenso, la historia de su identidad auto-creada superpuesta a su olvidada esencia, el error básico de la separación convertido en identidad. Como seres sintientes o terminales de la conciencia, proporcionamos creencia y realidad al conjunto. No por estar separados dejamos de ser creadores, pero si tenemos menor conciencia. La conciencia se ha multiplicado y ha hecho presas a sus partes del mismo mundo que ha creado. Como en un holograma, cada parte es el todo. Cada uno de nosotros hacemos real el mundo en que vivimos en cuanto que le dotamos de realidad, en cuanto que creemos que no existe más realidad que la sensible o que la imaginable. Estamos presos de la propia mente y solo regresando a la esencia más allá de la mente podremos liberarnos definitivamente. El Amor latente en nuestro interior nos susurra constantemente el camino de vuelta a casa. La mente sabe profundamente que si se entregase a este camino, el juego se acabaría… ella acabaría como ego o mente dual. Abandonaría el juego y experimentaría la gloria de Ser Amor. Mientras en algún rincón exista el miedo a la desaparición, final o muerte, la mente no está preparada para la Verdad, ya que sigue sin ser plenamente consciente de su esencia infinita. Cuando la mente no está preparada para ser Mente, crea más tiempo. En ello consiste el libre albedrío, en la capacidad de manipular el tiempo de nuestra conciencia separada. Como partes del holograma que somos, un todo en cada uno de nosotros mismos, cada terminal de la conciencia puede hacer su propio camino de regreso a la Identidad verdadera. La Identidad es verdadera cuando es idéntica, como la propia palabra indica. Idéntica en todos sus momentos, en todas las formas, inmutable, eterna e infinita, esa es la Identidad auténtica, aquella que la mente no puede abrazar totalmente, aquella a la que solo le queda rendirse. Y el regreso de una parte al Amor, como en un holograma, es el regreso de la totalidad o mejor dicho, el símbolo del regreso —ya que nunca se fue. Tu sanación supone la sanación de la mente. Este regreso a nuestra Identidad es lo mejor que podemos hacer por el mundo, aunque para muchos signifique precisamente un abandono al mundo por dejar de sostenerlo. En este punto radica la paradoja fundamental a la que se enfrenta la mente. ¿Has observado que cuando profundizas suficientemente en un tema siempre acabas topándote con una paradoja? Eso significa que has llegado al fundamento dual de tu sistema de pensamiento, y solo si eres capaz de trascender la dualidad básica podrás liberarte. Por eso el Zen utiliza los k an como herramienta de aprendizaje, paradojas que hacen tomar conciencia de la misma naturaleza dual de la mente que fabrica mundos.
¡Y qué grande es la resistencia a aceptar que todo lo perceptible ha sido creado por una conciencia dual! ¡Qué grande es el entrenamiento en el miedo! La controversia - Dices que es la mente la que ha creado el Universo. No puedo concebir que el Universo no lo haya creado Dios. - Míralo así. Para mí, el Amor es Dios… - Bien, ahí no tengo ningún problema. - Entonces te será fácil seguir. El Amor no tenía nada entre lo que elegir, porque es todo lo que es. Es precisa la dualidad de la mente para elegir. Sin mente no hay elección posible. Por otro lado, imagina que fuera directamente Dios o el Amor, el que hubiera creado el mundo tal como lo vemos. Entonces estarías obligado a creer que el dolor, el sufrimiento, la culpa o el error tienen sentido en sí mismos, como algo inherente a su creador. Y atribuirías todas estas cualidades a lo divino —de hecho existen un sinfín de personas que creen en la dualidad como algo inherente a lo divino. Eso es imposible. Afortunadamente, es la mente la que ha creado al mundo, y se comprende que haya un error fundamental en la creencia de separación. Más allá está lo perfecto, y con ello nuestra libertad para regresar. Esta explicación solo llega a donde podemos intuir, pero tras todo el conocimiento humano aún se mantiene intacto el misterio del origen de la separación y el primer «error mental» que dio origen al sufrimiento. El mito de Eva y Adán Tal vez a muchas personas les resuene a «pecado» el famoso símbolo de la manzana mordida —al margen de la célebre marca de ordenadores. Según se nos instruyó cuando éramos pequeños, Adán y Eva pecaron al desobedecer las órdenes y probar la fruta del árbol prohibido. Esta versión hoy día resulta ingenua al representar un dios que da órdenes e impone prohibiciones, mas tarde permite la desobediencia y finalmente juzga severamente. Representa más bien a un dios hecho a imagen y semejanza de lo humano, que a un auténtico Dios Amor. Parafraseando la interpretación de la Kabbalah17 de Yehudá Berg, lo que ocurrió fue más bien de este modo. Dios creó a los humanos y les dijo «Bien, ahora disfrutad de todo cuanto os rodea, esto es el paraíso. No os preocupéis absolutamente por nada, ya que yo os proveeré de todo lo necesario para vuestro goce eterno. No obstante, os haré un regalo especial: seréis totalmente libres de elegir. Aquí hay un manzano, es el árbol del conocimiento. Es el pensar, y os dará dominio sobre la Mente. No hace falta en absoluto que lo empleéis, pero si deseáis conocer lo que es el “pensar” por vosotros mismos, ahí está». El árbol del conocimiento no simboliza al Conocimiento en sí, ya que de éste gozábamos totalmente antes de tomar su fruta. Disponíamos del Cielo, vivíamos en él
sin separación alguna, somos el Cielo. El árbol del conocimiento simboliza la pretensión de alcanzar el conocimiento por uno mismo, de algún modo representa el rechazo de los dones divinos y la aventura mental independiente. Como respuesta a un ofrecimiento infinito de gloria y virtud, y siguiendo con la visión de la Kabbalah, el hijo de Dios sintió «el pan de la vergüenza». Este sentimiento original viene a ser algo así como el no merecimiento primordial, una necesidad de justificación de su gloria. Y deseó experimentar por él mismo el merecimiento de su condición divina. Surgió un aspecto aventurero —por decirlo de algún modo—, quería ser la causa de su propia vida. En esta explicación del origen de la experiencia, el espíritu creado en la unidad e igualdad a Dios, no es capaz de sentirse merecedor de su grandeza y plenitud, y por tanto elige la separación dando origen a la creación. 17 El Poder de la Kabbalah, de Yehuda Berg
Según Osho, el gesto de morder la manzana implicó aceptar el conocimiento del Bien y del Mal y por tanto, adentrarse en el mundo del pensamiento y de las palabras, en el mundo del intelecto, en la dualidad y en la multiplicidad. La conciencia quedó presa de las mil formas, de los mil conceptos y olvidó su origen. Efectivamente, desde que la mente se ve limitada es posible el conocimiento en el tiempo. El Conocimiento en la eternidad es rechazado y posteriormente olvidado, y da paso a la conciencia, al observador en busca del conocimiento sometido al tiempo. Al nacer la dualidad, el bien y el mal, los conceptos y la variedad, también se origina la elección y por tanto se vive la libertad. Para vivir la libertad, igualmente, caemos presos de la inconsciencia. Siendo plenamente conscientes, o plenamente Conocimiento, no experimentamos la libertad, sino que la somos. La experimentación requiere el olvido del Ser. En otra explicación del origen del mundo, de acuerdo con la filosofía Vedanta Advaita, la conciencia comienza a jugar con sus capacidades y finalmente se delita en la repetición del acto creativo de las mil formas, olvidando así su esencia no dual. La conciencia identificada con su creación ha olvidado su verdadera dimensión ilimitada. Según el Curso de Milagros, que casi viene a completar de alguna manera la visión Kabbalista y la Advaita, el sueño efectivamente no tiene ningún sentido en sí mismo, si no es el de darse cuenta de que lo mejor es regresar a casa. Sin sueño solo queda lo esencial o lo Real. El origen de la dualidad fue una desafortunada elección del hijo de Dios —nosotros, la extensión del Amor— que, en un instante sin sentido,
creyó estar separado de su Padre. Ese error mental primordial produjo el Big Bang y la experiencia tal como la conocemos. La mente una vez que concibió la dualidad, se lanzó a experimentarse. Se multiplicó en las mil formas de la separación. Comenzó la aventura del recorrido por el mundo relativo. El árbol del conocimiento del bien y del mal abrió la puerta a los mundos del placer y el dolor, a la luz y la sombra... Resulta increíble escuchar una expresión como la que pone en boca de Dios la Biblia: «De todo árbol del huerto podrás comer; pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás» [Génesis 2:17] La amenaza se torna en advertencia cuando comprendemos que, efectivamente, una vez que la mente genera la dualidad en su recreación particular, da lugar a las formas y a la muerte de los cuerpos. A partir de ese momento el cambio y la transmutación serán la ley. Había comenzado la danza de las formas.
AVENTUREROS… ¿LIBRES? Estamos pintando un lienzo en el cual nuestro sentimiento es la pintura. En cada sentimiento proporcionamos una pincelada de experiencia a la mente creadora de mundos, una respuesta al interrogante que plantea con su creación. Cada uno de nosotros recorremos un largo camino de experimentación, un guión —o proyecto o programa— escrito con múltiples posibilidades en cada ramificación. Todas las opciones que elijamos están escritas en el guión, excepto una, la libertad esencial. Hemos sido de todo en todos los tiempos. Hombre, mujer, deforme, guapísimo, emperador y mendigo, extraterrestre, ser de otras dimensiones, asesino, terrorista, sacerdote y chamán, fontanero y prostituta, abusador y victima de todo lo victimable. Nuestra conciencia ha observado la dualidad en todas las posibles combinaciones susceptibles de ser experimentables. El universo ha escrito esta historia una vez tras otra a lo largo de los eones, combinando todas las formas posibles y volviendo a comenzar de nuevo. Independientemente de que el guión de la mente dual ya esté escrito y se repita una vez tras otra como una respiración cósmica, la manera de interpretar, percibir o sentir cada uno de los acontecimientos del guión depende de una elección profunda en esa terminal de la conciencia —o «pequeña alma»— con la que experimentamos. Esa elección no está escrita, en ella existe un margen de imprevisibilidad, una libertad auténtica en donde se abre la posibilidad de salirse del guión y regresar a casa. Este nivel de imprevisibilidad oculto tras el guión o programa del ego corresponde a
la dimensión mental superior, en donde la libertad esencial se hace presente. Existe, por supuesto, una simbología energética en el campo de energía punto cero. Al nivel cuántico, esta energía «madre» de todo lo que sucede se observa como un mar imprevisible. Heisenberg acuño su «principio de incertidumbre» en relación a esta aleatoriedad cuántica que existe en la capa fundamental de la energía. Las posibilidades son tantas que parecen ser imprevisibles18. Entre ellas, también está la libertad esencial de regresar a nuestra identidad. Para este regreso a casa es necesario utilizar la misma herramienta creativa que nos trajo al mundo: la mente. Esta manera de utilizar la mente para regresar a casa en lugar de seguir explorando y recreando la dualidad, es la libertad esencial, único recurso no escrito en el guión o programa ego, ya que no tiende a perpetuar la realidad construida. La mente superior, en donde habita la Inteligencia del Amor, rige tu percepción del mundo si así se lo permites. Es importante entender esto. La Inteligencia del Amor rige tu percepción del mundo, no rige al mundo. Cuando tu percepción cambia, cambia tu experiencia, pero ciertamente el mundo sigue regido por la mente dual que todavía no ha hecho una libertad esencial. Cada uno de nosotros, como terminal de la conciencia, elegimos en cada instante Amor o temor, bajo cualquier forma de experiencia posible. Unión o separación. Libertad o programación. Se trata de dos sistemas de pensamiento. Uno de ellos, mediante su expresión de Amor regresa a la esencia y se desvincula del universo paulatinamente, tal como el niño que prescinde de sus juguetes. El otro sistema de pensamiento se apega al mundo y le proporciona realidad, culpándole, luchando contra sí mismo, en busca de más y más experiencias duales. El objetivo del primero es regresar a casa. El objetivo del segundo es seguir y seguir experimentando, ya que no cree que exista «casa» alguna aparte de la construida alrededor. 18 En el nivel de la mente todo es inmenso, pero no eterno. Lo eterno corresponde a lo espiritual.
Sin embargo, en el camino de regreso a casa es preciso atravesar el tiempo creado, hay que limpiar el inconsciente con el cual permanecemos identificados y desapegarnos de nuestra identidad falsa. Mientras sucede este proceso, la experiencia individual se aleja del sufrimiento. El sueño se endulza cuando se hace consciente, cuando lo reconocemos como tal, cuando tomamos distancia al saber que estamos de regreso a casa. Dado que la experimentación exige atravesar una gran cantidad de tiempo y el regreso a casa no va a ocurrir espontáneamente, sino que requiere deshacer la ilusión mental creada con tanto inconsciente de miedo, culpa y dolor, se podría decir que el mejor modo de pintar el lienzo es aquel en el que empleamos menos colores de sufrimiento: culpa, dolor y miedo. En esta alegoría con el lienzo por pintar, los colores del sufrimiento son oscuros y ofrecen un fondo sobre el que probar puntos de luz.
Todos pertenecemos a una misma mente creadora de mundos, todos alimentamos a esa mente consciente e inconscientemente. La manera en que pintemos el lienzo también afecta a la mente global. Si pintamos el lienzo constante y consistentemente desde la conciencia Amor, estamos produciendo verdaderas perturbaciones mentales en el programa del ego. Tales perturbaciones fueron llamadas en otros momentos Jesús, Buda o Gandhi. Libre albedrío o predeterminación Si en cualquier reunión o foro decimos abiertamente que somos libres, es muy probable que nos encontremos con ásperas expresiones como respuesta. Todo ser humano de cualquier condición, en un momento u otro, a un nivel u otro, se encuentra aprisionado. Se puede decir que la libertad externa que parecemos disfrutar no lo es del todo. La podríamos llamar libertad dual. En teoría siempre podemos elegir ante cualquier opción que se nos presenta, pero algo sucede en el fondo de nuestra estructura mental que lo impide. Se trata de los típicos conflictos del programa ego. La libertad de acción o libertad externa navega en un laberinto de ondas mentales: moral, ética, culpa, miedo, identidad social y personal, deseos y necesidades, conocimientos y creencias. Es la dualidad misma la que impide una experiencia real de libertad. La libertad auténtica está precisamente en el origen de todo: en la conciencia o el modo de percibir. Aquí reside nuestra libertad esencial. Es interna y sutil, pero de un inmenso poder. El poder de restablecer la Inteligencia del Amor en tu conciencia. La creación de la mente dual es un guión escrito que se repite a través de los eones. Si nunca cobramos conciencia de nuestra identidad última como Amor, como extensiones de lo divino en el sueño de la mente, entonces estamos condenados a repetir cada uno de los aparentemente eternos ciclos del ego y su programación de supervivencia. Como cada vez que hemos profundizado suficientemente en un tema trascendente, finalmente llegamos a una dicotomía. ¿Libre albedrío o predeterminación? Y como siempre, la respuesta del Amor es «sí y sí». El guión de la creación está escrito y predeterminado. Pero su interpretación o el modo de sentirlo es libre. Ahí se oculta el regreso19. Un modo de verlo podría ser el funcionamiento de un videojuego. Introducimos un videojuego en la consola. La consola en este caso es la mente creadora de mundos. Este videojuego es la experiencia de la vida en la Tierra, por ejemplo. Existirán muchas otras posibilidades por supuesto, pero para nuestro ejemplo mejor será emplear la única que nos resulta familiar, nuestra vieja Tierra. Elegimos personaje, habilidades, vestimenta, armamento, tal como se hace en los
videojuegos actuales al definir tu identidad. También se nos ofrece la posibilidad de escoger un escenario en el que se desenvuelva la aventura. En nuestro caso, según el aspecto del ego que venimos a representar, elegimos una familia y una situación geopolítica y social en la que criarnos. 19 Me gustaría apuntar para los más curiosos, la intuición a este respecto que tuvo David Hume al defender la teoría del «compatibilismo». Es curioso observar cómo un representante del escepticismo nos da lecciones de espiritualidad práctica. Es una de estas curiosidades que ayudan a deshacer las polaridades.
Apretamos el botón «play» y somos concebidos. El escenario elegido determina que en nuestros primeros años del juego nuestro personaje vaya recibiendo una programación mental característica. Con ella obtendrá un filtro por el que ver la vida. Es el entrenamiento de la conciencia limitada. Tal vez nuestros padres tengan cierta ideología, cierto modo de ver el mundo que produce distintas improntas en nuestra percepción de la vida, lo cual va a determinar cómo sentimos. El escenario es aún mucho más complejo. Tenemos compañeros de colegio, vecinos, profesores, experiencias aparentemente casuales. Nuestro personaje va recorriendo los escenarios totalmente involucrado en el juego. Nunca sospecha que solo sea un personaje «jugado» desde otro nivel. En ese otro nivel, hay una conciencia que es quien observa toda la experiencia, y de ella surge el tiempo, el espacio y todas las formas. Esa conciencia es el gran jugador, que a la vez resultó ser su programador. Ella está fuera del tiempo y el espacio. El tiempo y el espacio son ideas marco en las que desenvuelve el juego. En esta comparación debemos hacer una salvedad en este momento. Hay que imaginar que la tecnología del videojuego es mucho más avanzada que nuestra tecnología audiovisual actual. En nuestro videojuego, no solo hay imagen y sonido, sino que hay tacto, olfato, sabor… y las sensaciones, las intuiciones, los sentimientos y el modo de pensar del personaje también son experimentados por la gran conciencia que juega. ¡Tecnología cósmica! En realidad, la conciencia va accionando debidamente cada mando de modo que el personaje va recorriendo los escenarios programados o situaciones de vida que eligió en un nivel anterior, al nivel de estructura álmica. Es cierto que algunas escenas pueden desembocar en distintas experiencias según la elección que tome el personaje en cuestión, que curiosamente tiene cierta autonomía, cierta capacidad de elegir entre las posibilidades del guión. No obstante, cada posible opción está preprogramada en el videojuego, donde también están desarrolladas sus consecuencias sistémicas. Cada elección reverbera en la interrelación con todos los demás personajes que, por cierto, aparentan jugar simultáneamente. Sin embargo, hay ciertas experiencias del personaje que alteran la programación global. Son aquellas que hacen referencia a la conciencia del juego en sí, aquellas experiencias que
buscan una realidad más allá del juego, aquellas percepciones que en lugar de dar realidad al juego, van más allá. Son las percepciones de los buscadores de la Verdad. Las proyecciones de la mente que enfocan al vértice superior del triángulo de la comprensión. Cuestión de fe o cuestión de libertad Se entiende por fe cierta noción de certeza que no es corroborable por los sentidos o el raciocinio. Por ello, tradicionalmente todo lo espiritual ha sido tachado como una cuestión meramente de fe. A menudo se relaciona la fe con cierto poder personal. Actualmente, las personas que han sido adiestradas y aprisionadas en dogmas de fe nada intuitivos y normas absurdas bajo la advertencia de que debían ser creídas, acatadas y obedecidas, se rebelan contra la fe y se aferran al raciocinio y la experiencia. Se ha creado una oposición o incompatibilidad entre fe y libertad. La alternativa a la fe es la experiencia. Cuando sucede, ya no es precisa la fe. Pero para que suceda la experiencia que desemboca en la sabiduría, es preciso un paso anterior. Elegir la posibilidad mental que haga posible la experiencia. Abrir la puerta. Este abrir la puerta, esta apertura, más que una cuestión de fe se trata de un auténtico ejercicio de voluntad, es un acto de libertad. Es la libertad esencial. Finalmente el personaje escapa del juego y la conciencia que observa recibe un fogonazo, un íntimo recuerdo del origen... una perturbación en el programa ego. El resto de los personajes no han podido evitar quedar impactados por la experiencia de ese personaje especial que ha ido más allá del videojuego, que se ha salido de los raíles del tren. Es el ejemplo de libertad que proporciona elegir el Amor. Es la perturbación sobre la mente dual que produce la conciencia esencial. Puntos que iluminan sobre un fondo de oscuridad. Eso somos nosotros cuando nos ponemos la corona. Somos terminales de Amor iluminando la oscuridad. Puntos que iluminan un lienzo en la oscuridad: eso es el cosmos en definitiva. Los pintores del lienzo En el lienzo de nuestra alma, esa memoria experiencial que almacena todo el camino recorrido por la terminal de la conciencia a modo de «identidad fabricada a base de experiencias», pintamos arte cósmico y los colores que usamos son los sentimientos. Esta es la creación en la que estamos comprometidos temporalmente. Mientras damos este largo paseo por el mundo de la mente hablamos de esta creación cuando decimos que somos seres creadores. Sin embargo, en nuestra esencia somos creadores solamente de Amor. El Amor es lo único auténtico, lo existente cuando la mente deja de inventar mundos y regresa a casa. Interpretamos la percepción con el filtro de nuestro paradigma o sistema de
pensamiento. Según él, creamos experiencias, sentimientos, con los que nuestra alma, nuestro sentir y nuestra conciencia, evolucionan hacia nuevas visiones y nuevas experiencias. ¿Son nuevas experiencias? Si, lo son para la terminal de la conciencia o alma, pero no lo son para la mente creadora de mundos. Ella recrea una y otra vez las experiencias que constituyen la creación, todas las posibles variaciones del gran programa de la creación. La dimensión de la mente dual o gran observador es tan inmensa para cada uno de nosotros, que muchos la han confundido con Dios. Según el Curso de Milagros, la parte de la Mente que ha quedado atrapada en la percepción y que por tanto nos atrapa a nosotros en las vivencias energéticas, está reviviendo una y otra vez la misma jornada. Esta jornada es la totalidad del tiempo que ha creado la mente. Comparada con la eternidad, la creación de todo el tiempo se reduce a una jornada, un espacio de tiempo limitado por un principio y un fin. La jornada se basa en una idea de separación multiplicada en miles de millones de formas mentales y sentimientos separados. En esta jornada, la mente ha creado un sentido de identidad no esencial al que llamamos ego, y se esfuerza por mantenerlo vivo. Revive una y otra vez la creación porque teme a la esencia. Este temor esencial o primordial conecta con nuestro temor a la muerte del cuerpo, en primera instancia y con el temor seminal o miedo a iluminarnos —a regresar a casa— a un nivel más profundo. Tememos perder la identidad creada, aunque a menudo nos demos cuenta de que esa identidad es falsa, carece de sentido y nos hace sufrir de un modo u otro. Como ya dije anteriormente, el alma realmente no tiene una dimensión espiritual pura, ya que en tal caso sería imposible que se auto percibiera como separada. Lo espiritual es Uno. No hay percepción ni conciencia en lo verdaderamente espiritual, ya que es el Conocimiento pleno. No tiene sentido la experiencia en lo espiritual. La conciencia, igualmente, si está separada o si es consciente de algo, pertenece al ámbito del ego o de la mente dual. El alma, pese a que muchos no le guste en absoluto oírlo, es una estructura mental. El único baremo de evolución que existe para el alma es su conciencia esencial o identificación con el Amor. Este potencial evolutivo depende estrictamente del uso que haga de su libertad a lo largo de la jornada. El alma es en el acto una estructura mental, pero su inteligencia es potencialmente el Conocimiento puro. El alma es Amor en potencia. El alma es actualmente una estructura mental. El alma separada es una estructura mental ya que todo lo separado está estructurado mentalmente y ha caído en la falsedad primordial. Pero aunque la mente ha sido capaz de hacernos olvidar lo que somos, nunca puede hacer que no seamos lo que somos esencialmente, ya que nuestra Identidad es idéntica, eterna e infinita.
El alma es potencialmente esencia. En la medida que nuestro punto de vista, alma o conciencia, va alejándose del miedo y de su condición separada de la esencia, se entrega a un sentir pleno y no dual, una afectividad cada vez más pura. Cuando la conciencia experimenta el Amor puro, se siente el goce de Ser, la alegría total sin causa externa, lo que en la visión del Vedanta es llamado Ânanda. Se podría traducir como Éxtasis, y es apropiado llamarlo el único sentir, como el sentir no dual. En este sentir, se puede decir que se pierde la conciencia en el Amor. Se disuelve el punto de vista en un único sentir. Pero cuando la conciencia se siente separada y aún no ha accedido a su Inteligencia primordial, a la del Amor, autolimita su sentir. El miedo o temor lo defino como una negación del sentir. El miedo es la vivencia de una amenaza constante de dolor en cualquiera de sus formas, expresa la vulnerabilidad al dolor e implica un sentido de muerte. El temor es un gesto mental de represión, evasión o supresión del sentir profundo o único sentir. El lienzo se va llenando de colores. Nuestra alma aspira a ser todos los sentimientos posibles, todas las experiencias posibles, en realidad e intuitivamente, el alma busca desesperadamente al único sentir. No estaba Goethe nada desatinado mostrándonos a un Fausto en busca de la experiencia humana total, en busca de la experimentación de cada sentimiento, llegando a pactar con el diablo —el ego— para hacerlo posible. Evolucionamos hacia la conciencia realizada o Ser, un estado de infinita dicha, poder y gracia, la alegría total o el Amor realizado. Este objetivo de evolución lo intuye nuestro alma desde cualquier momento de nuestra historia, en la óptica de cualquier cultura, en cualquier lugar del mundo. Es el samadhi en su versión más absoluta, el Nirvana, el Cielo o sencillamente, la felicidad plena e infinita de Ser. Es la alegría pura que reside latente en nuestro espíritu. Es el Amor expresado, el Amor hecho presencia. Aventureros Los humanos somos aventureros especializados. Somos Amor puro localizados en el espacio mediante el uso de un cuerpo y ubicados en el tiempo en una mente individual. Viajamos olvidados de nuestra plenitud y jugando a ser menos de lo que somos, para entregarnos en plena libertad a lo que somos. Grandes actores de teatro representando un sinfín de obras y papeles, hasta descubrir que somos los directores y los guionistas además de los actores. Tengo la suerte de convivir con una niña que recientemente ha cumplido once años. Hace cuatro que comenzó a descubrir el mundo de los juegos de mini consola. Cuando jugaba con ellos, al principio se ponía muy nerviosa en ciertas situaciones.
El juego la exigía pasar por aprietos para poder evolucionar hacia un nivel superior, hacia una nueva pantalla. Ella se quejaba «¡Es que este juego me estresa mucho!». Algunas veces llegó al extremo de pedirme que jugara por ella cierta pantalla o nivel en particular para no tener que pasar aquella espantosa ansiedad. Cuando me lo pedía, yo le contestaba: «Déjalo estar, cariño, es sólo un juego». Ella me miraba con los ojos muy abiertos, con cierto enfado, y finalmente se resignaba a pasar por ella misma la difícil pantalla. Para ella no era un juego, sino un reto vital. La vida es algo parecido para nuestra alma. Nos hemos puesto el traje —el cuerpo— y la mentalidad de un personaje —la personalidad—, hemos elegido un escenario e incluso una línea de acción. Tenemos unas dotes, ciertas herramientas para desenvolvernos en el juego. Y ahora estamos jugando. Puede ser que en el juego suframos, nos sintamos perdidos, doloridos, confusos, tremendamente infelices o felices. Todo ello es parte del juego al que jugamos desde la mente dual. Todo el juego de la vida solo sirve para que te conozcas profundamente. Y para conocer tienes que elegir amar. Ver es Ser. La dualidad consciente La manifestación es una percepción desde la conciencia. Por tanto toda manifestación implica que la conciencia que observa está desplazada —o disociada — para poder «verlo», o para expresarlo de un modo más preciso, el hecho mismo de la conciencia requiere separación. La dualidad consciente es un primer paso. Cuando lo creado observa al creador identificándose con lo observado limpia a cierto nivel el error de separación —la disociación— que produce en sí misma la percepción. No olvidemos que tanto observado como observador, al fin y al cabo, siempre se trata de la mente. En lo espiritual no hay nada que observar, ya que no pertenece al mundo de lo perceptible. La conciencia observador ve plenamente a su creador —la mente creadora de mundos— y por tanto tiene plena consciencia de que «es ella» en este momento. Esta cualidad del ser «en este momento», por supuesto no es esencial, sino que pertenece a un estado de conciencia, fluctúa de unos a otros estados temporales de ser. Son «pruebas de ser» por las que experimenta la conciencia separada. Ver y ser es lo mismo al nivel de la conciencia. Esta cualidad de la conciencia por la cual no es posible ver aquello que no se es, ni es posible ser aquello que no se ve, tiene aplicaciones prácticas en el viaje del temor al Amor. Esta ley es aplicable igualmente al nivel humano de la conciencia. Se manifiesta de un modo de muy sencillo: así como vemos el mundo, así somos. Según somos, así vemos el mundo. Si estoy lleno de miedo, crearé una experiencia perceptiva de miedo a mi alrededor, y veré miedo. Si veo amor a mi alrededor, acabaré expresando el amor que soy. Veo lo que soy y soy lo que veo como símbolo del sistema de la creación mental.
La mente crea mediante la percepción. El sistema de creación mental podría llamarse tal vez más apropiadamente «recreación», ya que la conciencia re-produce tiempo y así separa o fragmenta la experiencia. Esta es la relación básica entre tiempo y dualidad. El tiempo es flexible y su vivencia depende de los estados de conciencia, los cuales cambian constantemente. En relación al tiempo y su reinterpretación, Un Curso de Milagros explica que el milagro —el cambio de percepción— provoca un salto temporal en el viaje de tu conciencia. Esta explicación encaja son el precepto milenario de la flexibilidad del tiempo en relación a los estados de conciencia. De algún modo, la autopercepción como amor que supone el acto interno del perdón, «ahorra» tiempo y te sitúa en un nuevo estado de conciencia, más próximo al esencial. La vida no es bella La dualidad hay que entenderla como tal, no como un pecado, un error o algo que pueda ensuciar nuestra percepción del universo energético o físico. La vida no es bella, ni dura, la vida es como es. La dualidad es la naturaleza de la mente que ha creado este universo. Hoy en día es muy habitual entre los mensajeros y consejeros espirituales utilizar el pensamiento positivo como estrategia para evitar la dualidad. De algún modo se hace mucha poesía sobre lo inteligente, diversa e increíble que es la experiencia humana. Es habitual escuchar que Dios está en todas las cosas, que la diversidad es la marca de Dios y casi se infiere que el mismísimo Amor es de naturaleza dual. El siguiente razonamiento llegaría casi ineludiblemente a decir que Dios sufre o ha creado el miedo. Todos estos temas son delicados y necesitan mucha claridad. No soy partidario de divinizar a la mente, ni de espiritualizar lo mundano. Creer que Dios está en todas las cosas sin más profundidad de visión, equivale a hacer real la construcción de la mente. Dios es lo único Real. Las cosas que están en la mente son las creaciones de la mente, no las creaciones de Dios. Las creaciones de Dios somos nosotros, pero con nuestra mente hemos creado un universo que nos ha hecho olvidar, por un lado que es nuestra creación, y por otro, más importante, que somos creaciones idénticas al Creador. La mente representa el libre albedrío y crea un universo propio, al margen de Dios. Por supuesto, esto no es algo que «ofenda a Dios». Solo la idea de ofender a Dios ya es graciosa en sí misma. El Amor no puede ofenderse, no usa una mente dual. La Inteligencia del Amor solo ve lo perfecto, lo real. No juzga ni condena la creación de la mente. Solo te ofrece un camino de regreso cuando prefieras dejar de jugar.
En el otro extremo de la filosofía espiritual, circula aún por nuestra mente la vieja costumbre de despreciar la vida terrena, temporal o energética. Esta postura es capaz de convencer a alguien de que descuide su cuerpo. Tampoco lleva a ninguna parte una mentalidad tan intrínsecamente dualista. ¡Sin duda debemos cuidar y respetar nuestro cuerpo! Las creaciones de la mente merecen respeto, aunque no sean lo Real, ya que son la experiencia presente y en algún nivel de tu mente has dado la validación de tal realidad. En tal realidad fabricada todo funciona de acuerdo a los engranajes de tu subconsciente. Y eso no lo vas a deshacer con un chascar de dedos. La dualidad sencillamente es el funcionamiento básico, el registro de la mente dual creadora de mundos. El 1/0 del lenguaje binario. El contraste, la diferencia. La elección. La creación relativa. El ego colectivo es un programa básico de mantenimiento de la mente dual. Es un sistema de pensamiento basado en la separación, el miedo, el dolor y la culpa, que a su vez ha creado sus propios opuestos, su propio concepto de amor —dual, en minúscula—, su propia libertad, su propia alegría, placer e incluso su propia humildad. Esta estructura de la mente es la que procede lógicamente de entender el mundo desde la dualidad. Al hecho característico y fundamental del origen metafísico de la experiencia me gusta llamarlo «percepción de dualidad». Antes de este supuesto error, la Conciencia o Mente se comparte siendo aquello que ve, uno con lo observado al igual que el creador es uno con lo creado, como una misma cosa reflejada en el espejo. El Ser realizado, la extensión del Amor percibiendo perfectamente corresponde al «Hijo Pródigo» en la Biblia. Es la parte que se integra en lo pleno por propia elección. Una estrella más en el cosmos que ha regresado al Cielo, tras su sueño de actividad e involucración en el tiempo, espacio y movimiento. Hay millones de estrellas en el cielo cuya luz aún no ha llegado a tus ojos. Este hecho simboliza que la luz en realidad es todo lo que hay, pero tus ojos todavía están preparándose para recibirla. Los ojos que ven… Cada noche pasas mil aventuras mientras duermes y has abandonado el cuerpo físico. En ellas ves mil formas de colores, estableces relaciones con otros personajes — los cuales se comportan tan verazmente como tu—, vives emociones tan intensas como las que tienes durante el día. Escuchas sonidos, sientes el cuerpo. Amas, temes y buscas. Sudas, gritas, ríes y lloras. Sientes todo aquello que sientes cuando es de día. Es una realidad tan real como la que vives cuando dices estar «despierto». Tal vez tenga distintas reglas. Sin embargo, solo te das cuenta de que era un sueño
cuando has despertado. Solo cuando percibes el contraste de los distintos estados de conciencia, llamas a uno de ellos «sueño» y al otro «realidad». Sin embargo, ambos tienen el mismo nivel de experiencia, ya que tu conciencia crea ambas realidades. Cuando ves tantas formas y colores por la noche ¿con qué ojos ves? Y cuando tocas ¿con qué manos tocas? Cuando oyes ¿Con qué oídos oyes? ¿Y con qué corazón sientes? Todo ocurre en la mente. Mediante esta sencilla reflexión te das cuenta de que tus ojos y tus oídos son tu mente. Ves con la mente, sientes con la mente, vives y amas con la mente, un universo con todas sus dimensiones en la mente. Todo aquello que llamas realidad es tu mente. Y todo aquello que llamas imaginación es igual de real. Y, por supuesto, tal y como el mundo de los sueños te ha enseñado, hasta que no despiertas a otra conciencia superior —más consciente en sí misma— no te darás cuenta de que el anterior estado era… otro sueño. Un sueño dentro de otro. Como las muñecas rusas, una dentro de otra hasta el vacío. El soñador soñado es tu personaje. Hasta que no regreses a casa no te darás cuenta por completo de la inmensa dimensión del sueño que estás viviendo ahora mismo. Estrellas en el cielo Las estrellas son los símbolos de cada luz regresada al Cielo, igual que el Sol es el símbolo de nuestro centro Amor, yendo y viniendo cada jornada, hasta que no permanezcamos despiertos y ya no hagan falta más símbolos. La energía del campo punto cero es la luz invisible que hace que todo se pueda ver, y después moverse y existir. Puede interpretarse como el símbolo de la conciencia que observa. Y se hizo la luz La energía se expresa como luz. Observemos el símbolo mental de la luz. Expresa conciencia, sensibilidad y existencia. Los tres aspectos que la mente distingue en el Brahm , según el Vedanta. Las tres dimensiones del Ser.20 Según la física, la luz es el fundamento de la energía, hasta donde sabe el ser humano de hoy. La luz está en la frontera entre lo manifiesto y lo puramente mental. Es el símbolo de la conciencia. La luz es la primera creación de la mente, tras fragmentarse el Pensamiento de Amor. La Inteligencia es el símbolo mental del Amor. La Inteligencia del Amor es la guía en ti que te lleva a la Verdad, a tu expansión auténtica y al sentir único, la alegría no
polar o el gozo de tu Ser. Más allá de lo manifiesto, de las luces y de las formas, está la Verdad, el Amor y La Inteligencia: el saccidânanda del Vedanta. Y más allá de lo pensable está el Brahman. El Ser auténtico e inefable. La ausencia de energía, de dualidad y de existencia perceptible, la ausencia del observador. El Ser Puro. Allá donde la mente no asoma, ya que es lo único que no es de su dimensión. Ni siquiera es otra dimensión. Está más allá de las dimensiones. Allí donde la mente insiste en observar, pero en lugar de encontrar algo de lo que ser consciente, se encuentra con un susurro constante, esa voz que nos habla suavemente desde el fondo del alma. Un río que lleva a Casa. 20 Sac es el Ser, Cit es la Conciencia y Ânanda es el sentir. Saccidânanda es el ser percibido para los Advaitin.
AMOR DESDE EL TEMOR Investigación y desarrollo Podríamos pensar que tanta elucubración sobre el origen de la experiencia nos aleja del tema crucial de la experiencia en sí, la vida de cada día. Al fin y al cabo hemos llegado a esta vida para vivir, no para averiguar su porqué. El trabajo de investigación mental metafísico por el cual se exploran posibilidades y causas de la existencia —si dejamos que nuestra alma o sentir profundo nos guíe de la mano de nuestra mente superior—, muchas veces es definitivo para evolucionar en el cambio de percepción. No desprecio en absoluto la investigación filosófica como guía, aunque me temo que ya te habrás dado cuenta. Y precisamente digo esto porque, aunque se hable de filosofía en todos los foros espirituales modernos, no está muy de moda la investigación mental. Se suele considerar palabrería que no lleva a nada. No estoy de acuerdo en absoluto. Nuestra mente asociada al hemisferio izquierdo tiene que trabajar conjuntamente con la asociada al derecho. No se trata de saltar de la dominancia de una a la dominancia de otra, del mismo modo que no tendría sentido que en los próximos siglos dominasen las mujeres a los hombres. Sin embargo, toda higiene emocional y toda investigación intelectual en definitiva solo tiene un objetivo válido: el de ser demostrado y coherentemente desarrollado en un nuevo modo de estar en las relaciones humanas. No puede quedarse como una vaga idea pensada. Las relaciones humanas son el verdadero campo de experimentación, son la primera línea de actuación, nuestro desafío. Aquí se distingue lo que es real de lo que es palabrería, lo que solo es un vaivén conceptual de lo que se ha convertido en el nuevo paradigma personal. La filosofía tiene sentido cuando la verdad integrada se
ha convertido en un nuevo modo de percibir, de sentir y por tanto de crear realidad. El paradigma es el modelo de pensamiento que rige nuestro pensar, hablar y actuar desde la más tímida reacción de molestia o irritación, desde la más inocente y fugaz sonrisa hasta el más descalabrado problema o la más intrincada tragedia en la que nuestra mente se involucre. El paradigma se basa en valores. Los valores son las verdades conceptuales básicas, los principios guía que nuestra mente adopta como bases de su sistema operativo. Una vez que nos hemos puesto la corona, los valores que hemos manejado tradicionalmente para conducir nuestro comportamiento cambian de un modo casi radical. Como explica sabiamente Stephen Covey, nuestro «ver» es nuestro «ser»21. Hay un salto de conciencia, y una vez que nuestra nueva visión se ha desarrollado en nuestro vivir de cada día, como consecuencia del cambio de paradigma, cambia nuestro modo de ser. Y con él, toda la realidad cambia para nosotros. Para las personas que se embarcan en la tarea de cambiar sus registros mentales puede que sea ésta una de las manifestaciones más impactantes de que el universo es mente. Las cosas, las acciones, las actitudes… ya no ves nada igual. Parece que con cambiar el modo de ver las cosas, ellas han cambiado. Sin embargo quien ha cambiado es tu mente, la que verdaderamente proyecta, filtra e interpreta la realidad para al final crearte una experiencia sensible. El Amor es revolucionario. Tú tal vez te has puesto la corona, pero el mundo sigue funcionando predominantemente en el formato de la superstición cartesianomaterialista. En el principio hay un choque de sistemas de pensamiento. El hecho de que la realidad haya cambiado completamente para ti debido a una apertura gradual de la conciencia no implica que haya cambiado la conciencia de tus amigos, de tus padres, de tus compañeros del trabajo, de tu pareja, de tu familia. Como ya he dicho, la Inteligencia del Amor rige tu percepción del mundo, no al mundo en si. Las personas que comienzan el hermoso camino del cambio de conciencia suelen decir: «Posiblemente ahora sufra menos, pero… todo el mundo a mi alrededor sigue pensando igual que antes y yo les veo sufrir. ¡Me gustaría ayudarles, pero a ellos les molestan mis consejos!». 21 «Los siete hábitos de la gente altamente efectiva» Stephen Covey
No hemos hecho nada más que empezar el proceso. Si bien hemos realizado algún tipo de avance de conciencia, de acercamiento a la Verdad —y esto no hay quien te lo quite—, no significa de ningún modo que los conflictos, problemas o desafíos hayan desaparecido de nuestra vida. Ego espiritual
El hecho de que veamos físicamente a nuestro alrededor tantas circunstancias en desarmonía con los conceptos básicos de amor, unión, verdad y alegría característicos de la genuina Mente Unificada es una clara indicación de que solo hemos cambiado una pequeña parte de nuestra percepción personal, y una ligera y casi transparente piel de cebolla de la inmensa mente global creadora de realidad. Si creemos que nosotros vemos correctamente y allí afuera están equivocados, tan solo estamos haciendo un nuevo ejercicio de separación, estamos negando a la Mente Unificada de la que todos somos Uno. Lo que vemos al fin y al cabo, lo estamos proyectando. Si no tomas responsabilidad de tu proyección, entonces haces real la separación. Sin embargo, no debemos olvidar que algo si ha cambiado. En esa casi transparente capa de piel de cebolla de la mente generadora de realidad tu mente individual ha hecho un trabajo. Y ese trabajo se puede profundizar y profundizar. Por ello, nuestra aventura en busca de la Inteligencia del Amor debe de estar centrada en nosotros mismos, nunca en corregir al resto. En eso consiste el ego espiritual, el elitismo de los que han cambiado alguna parte de su percepción pero siguen presos de la dualidad fundamental. Aunque hayamos cambiado un par de conceptos limitantes y nos sintamos flotando por algunos días, aunque nos creamos iluminados en algún momento, mientras sigamos aquí es evidente que seguimos participando de la mente creadora de realidad. Nuestro inconsciente es inmenso, guarda un sinfín de recuerdos del viejo paradigma… ¡todo un universo creado bajo el viejo sistema temor! Por eso, aunque experimentemos cambios en nuestro modo de sentir y en nuestro modo de percibir, lo de afuera permanece de acuerdo al inconsciente colectivo. Y esa creación aún te afecta, ya que aun te quedan muchas lecciones de Amor. Es verdaderamente importante reconocer cómo funciona tu mente todavía entrenada en el viejo paradigma, en los valores que hemos aprendido cuando éramos pequeños, en los modos de operar, de responder, de sentir que forman parte de nuestra cultura. Esa programación incluye la culpa, el dolor y el miedo. Al comparar entre el sistema de pensamiento del ego y el sistema de pensamiento del amor, será fácil descubrir los subprogramas que a veces no nos permiten desplegar la Inteligencia de nuestro Amor esencial. El programa ego, al ser incapaz de abarcar al Amor, ha creado sus propias versiones falsas, toda una tipología de modelos de amor. Todas ellas sirven de base para las relaciones humanas. Amor condicionado Es el amor creado por el programa ego para hacer pervivir la manipulación. El amor
condicionado es el apego adictivo aprendido en la familia y en el caldo cultural. Es una experiencia que hemos interiorizado según hemos ido conociendo el modo de expresar el amor en nuestro entorno. Nuestros padres, apoyados por todo un código social basado en el mismo concepto, nos mostraron formas distorsionadas de amar que a su vez, ellos habían aprendido desde pequeños. Es el amor desde el temor. Si haces lo que yo quiero, te amo. Si no lo haces, no te amo. El premio y castigo se ha llevado a cada rincón de nuestra relación social: familia, pareja, educación, empresa, gobierno, leyes, etc. Todo refleja el amor condicionado en nuestros códigos sociales. El mérito, el reconocimiento, la apreciación exterior es el sentido social de la palabra «éxito». Todo esto depende del paradigma del amor condicionado. Los afectos y desafectos son empleados para administrar distintas formas de dolor y placer, culpa o disculpa, miedo o expectativa de éxito. Es una forma de educación que nos recuerda el palo y la zanahoria con que se adiestra a las bestias, pero te guste o no es el sistema que impera hoy en el mundo. El pseudoamor basado en la manipulación, que lleva de moda unos milenios que sepamos, tiene como objetivo la manipulación y el modelado de personalidades «correctas» para el sistema social imperante. Este amor no se fundamenta en la libertad, sino que la teme. Este amor se basa en que temas perderlo, para así poder controlarte. Este amor está muy distorsionado, ya que se basa en el temor. El temor a quedar mal y sentir rechazo, engendra marionetas manejadas por disfraces sociales estereotípicos. Básicamente, todos y cada uno de nosotros estamos afectados por esta programación y es preciso por tanto descubrir, antes o después, la naturaleza falsa del propio personaje que estamos interpretando. El temor a perder la aceptación y el amor, hace que los seres humanos olviden su creatividad, su libertad y su expresión primigenia. En su defecto nos dedicamos principalmente a seguir el juego social para mendigar migajas de reconocimiento externo. Este modelo de «amor», basado en el temor, genera el sistema de pensamiento que produce los celos, la posesividad, la dependencia, la infravaloración, la separación sexista, etc. Por causa del amor condicionado, es muy posible que solo podamos concebir el amor como un sentimiento de seguridad tras la tormenta. En el esquema dual del contraste, para sentir amor es necesario viajar del amor al temor y del temor al amor constantemente. Hoy te amo, mañana te odio. Al cabo de un tiempo vuelvo a sentir el «mono emocional» de estar contigo. Pero si te veo con otra persona, te odio. Ahora por fin, seguro de poseerte, te amo «hasta la muerte». Mañana, de nuevo temeroso de perderte, te retengo y te controlo. Finalmente la relación es agobiante, sufrimiento y vaivén al ritmo de las inseguridades de cada uno encadenadas entre sí.
Este tipo de relaciones habituales muestran cómo, cuándo vivimos en el miedo, es ineludible ir de una polaridad a otra en lo emocional. El amor condicionado produce mentes condicionadas, mentes condicionadoras y creencias limitantes. Además, frustra el anhelo de Amor verdadero que surge en el fondo del alma. El amor incondicional, al compartirse, produce mentes incondicionadas, libres y libertadoras, destruye toda «creencia» o suposición sustituyéndolas por sabiduría plena. Amor romántico Ahí está aún. Lo tenemos en novelas, canciones, películas, cuentos y poesías, pertenece a nuestro bagaje cultural, está enraizado en nuestra imaginación. Sin darnos cuenta, es una exigencia de nuestra mente para que el amor que vivimos parezca «de verdad», es decir, nos produzca los típicos vuelcos emocionales que nos dan la impresión de vivir una película o una canción de amor. Es un ideal o un ídolo. Algunas de las típicas maneras de expresar el amor romántico son: «Sin ti, yo no soy nadie», «Si tú no estás, estoy perdido», «Sin ti me muero», «La vida sin ti no tiene sentido», «Tu eres mi alegría». El significado es claro para quien quiera verlo: dependencia total. Identificación del valor propio con el valor que me atribuye mi pareja. Sentido de la vida dependiente de una identidad externa. Chantaje emocional ante la posibilidad implícita de un abandono. Subordinación de la felicidad a la presencia de la pareja. Atribución de la alegría a la pareja. La pareja se ha convertido en una droga que produce placer, sentido y adicción. Y sin ella parece que te mueres. No solo no es cierto, sino que además asigna a la pareja una durísima carga ya que, básicamente, se trata de un chantaje. Por supuesto, no es Amor lo que produce este modo de pensar o lo que mueve a este tipo de comportamiento. Sencillamente es el miedo a perder al otro. De nuevo nos encontramos con la estructura del ego esforzándose en mantener el statu quo. El proceso de la «necesidad del otro» produce una bien conocida metamorfosis en la relación de pareja. En un principio, absorbidos por este amor romántico que nos induce a pensar que todo marcha estupendamente y que estamos experimentando una relación idílica, nuestro propósito es impresionar a nuestra pareja. En esta época estudiamos con precisión nuestro comportamiento, haciendo gala de un renovado autocontrol que deja ver que somos una persona estupenda según la percepción de nuestra enamorada. Intentamos que nos vea así para que nos ame —ya que bajo esta perspectiva el amor está condicionado a ser de un modo determinado, por supuesto
—. Esto, poco más o menos, es interpretado como «poner un exquisito cuidado». Curiosamente sentimos que el «otro hace que salga lo mejor de nosotros», cuando sencillamente reprimimos una gran parte de nuestra personalidad susceptible de resultar incorrecta. Es algo que automáticamente ocurre al principio de una relación, cuando las hormonas y la química te urgen a hacer todo lo posible hacia la fusión. No hay consciencia en este proceso, aunque muchos comportamientos sean premeditados, el plan se forja entre cálculos y decisiones inconscientes en mitad de una marea emocional. La pareja nos dice «te necesito» y una parte de nosotros se siente estupendamente. «¡Me necesita! Entonces es muy probable que no se vaya, que todo siga igual, ya que una necesidad es más que un capricho». Nuestro ego disfruta de su poder: comienza el mecanismo de posesión. Estamos haciendo nuestra a la otra persona, la adquirimos poco a poco. Es parecido a las posesiones de las almas por parte del diablo de las antiguas historias míticas, solo que en mitad de un idílico ambiente de velas y papel de regalo. La otra persona además expresa que nos necesita porque «somos de este modo y de este otro». Indica específicamente las necesidades a cambio de la cuya satisfacción se entrega, se convierte en una posesión. Mi ego intenta por tanto adaptarse al modelo que a la pareja le parece ideal, ese modelo que considera «necesitable». De ese modo, yo también soy poseído. Llega un momento que dejamos de ser quienes somos, y nos convertimos en un personaje falso al servicio de la supuesta necesidad de la otra persona. Un día, hartos de fingir, explota la polaridad escondida y sale nuestro yo reprimido con más fuerza que nunca. Nuestra pareja, muy decepcionada, nos dice «No te reconozco». Se siente engañada, estafada. Hemos cambiado radicalmente. En algún momento nuestra alma ha reclamado la expresión de la verdad. Y ha surgido el conflicto. El amor de pareja no puede fundamentarse en la necesidad hacia el otro, y por tanto la dependencia es el romántico virus de la mayor parte de las parejas. En realidad, en cualquier relación —familiar, amistosa, profesional— podemos encontrar la misma base del conflicto. El verdadero amor se desarrolla saludablemente desde la libertad y el respeto hacia el otro, tal y como es. La aceptación requiere independencia emocional y madurez, ya que sin ellas es imposible retirar las exigencias sobre el otro. El auténtico amor nos empuja hacia el poder interior y la fortaleza. Cuando decimos que necesitamos al otro, es como si dijésemos que no somos completos y necesitamos a alguien para completarnos. Muchas personas funcionan bajo este paradigma y creen que deben buscar en la pareja a su complemento —tal como un bolso o un cinturón—. En el mundo de la moda los complementos son esos artículos que rematan o terminan la vestimenta. Si hacemos la traducción a los términos aquí empleados, buscamos en la pareja al complemento de nuestros disfraces ideales.
De aquí que esté tan difundida la expresión «media naranja». El problema no está en compararnos con una naranja —que me parece un ser exquisito— sino en creernos «medio ser». La superstición de la media naranja nos imagina seres incompletos que necesitamos buscar la completitud en otra persona. De este modo, consciente o inconscientemente salimos al gran mercado psicoemocional a buscar una pareja que satisfaga nuestras necesidades concretas para ser feliz, alguien que sea nuestro complemento requerido para dejar de sentirnos incompletos. La persona que buscas debe de ser alta, bien parecida, culta, amable, o cualquier otra característica personal imaginada o por imaginar. Esas características son los famosos disfraces de los que hablo en el primer capítulo, modalidades sociales etiquetadas y reconocidas en virtud de una serie de gestos clave, un código social. No configuran estados del ser, interiores e intuitivamente evidentes, sino que responden a interpretaciones exteriores de comportamientos o actitudes socialmente reconocidas y clasificadas. En realidad, salimos a comerciar, ofreciendo nuestros «dones» a cambio de aquellos que necesitamos para sentirnos completos. Intercambiamos disfraces para ir desde nuestro «yo idea» —los disfraces defectuosos con los cuales me defino actualmente — hasta nuestro «yo ideal» —disfraces perfectos ideales e imposibles de vestir que surgen de completar, ampliar o corregir el yo idea—. Muchas personas se entregan de este modo al amor mercantilista e incluso lo encuentran natural. Las parejas así concebidas intercambian una serie de necesidades para personalmente poder evadir sus limitaciones. Mientras tanto, y para delicia del ego, las verdaderas tomas de conciencia personales permanecen en espera del desastre, la pérdida, el abandono o la depresión… El ego da una muestra más de cómo se apropia del concepto de amor para realizar su trabajo habitual: emplear la energía de vida para el statu quo de la conciencia. Amor mercantilista Como vemos, en muchas ocasiones el amor se expresa como una mercancía. ¡Y hay mercancías de mucho tipos! Lo que más sorprende mientras paseas por un mercadillo, un zoco, o una gran superficie, es la inmensa variedad de cosas distintas que son aptas para el comercio. Yo te doy esto, tú a cambio me das esto. Yo soy alegre y activo, tú me aportas serenidad y templanza. Yo me encargo del dinero, tú te encargas de mis gratificaciones sexuales. Yo decido lo que hay que hacer, tú sientes y expresas los sentimientos de vulnerabilidad. Yo me encargo de la casa y de los niños, tú te encargas de ocupar una posición social. Los intercambios son variados, curiosos, implícitos inconscientemente en cada acuerdo tácito, pero siempre corresponden a las carencias, limitaciones y creencias
de cada persona que entra en el negocio del falso amor. Es habitual hablar del amor como de algo que se da o se recibe incluso en cierta cantidad. Por eso no nos extraña escuchar esta frase: «He dado mucho más amor del que he recibido». ¿Cómo midió esta persona el amor que dio y el que recibió como para llegar a tal conclusión? ¿El amor se mide en metros, hectáreas, litros, manzanas, en besos y abrazos, en actos sexuales, en acciones serviles? El Amor no es la medida de tu insatisfacción. El Amor no tiene medida, ya que esta palabra apunta a la naturaleza divina, una y creadora del Yo esencial. Como noción espiritual e intelectual, no existe posible medida. Lo cuantificable no tiene nada que ver con el Amor. Tú no tienes amor, ni das amor, ni lo recibes… ni siquiera puedes conocerlo. Lo eres y ya está. Es el fundamento y la substancia antes del alfa y omega, antes de la trinidad y antes de la conciencia. Se confunde el amor con los gestos que somos capaces de reconocer como expresiones de amor. Según nuestra interpretación de una situación, la categorizamos como amor o no. Si somos capaces de comprenderlo y si entra dentro de nuestra interpretación de lo que el amor es, lo llamamos amor y lo ensalzamos. Y si no, lo juzgamos o nos ofendemos. Si se trata de nuestros propios gestos, decimos que damos amor. Al tratarse de la propia interpretación directa, con justificaciones y trucos incluidos, pero al fin y al cabo «nuestra interpretación», es muy probable que encontremos más amor en nuestros hechos que en los ajenos. El ego es incapaz de comprender, ya que para ello hace falta Amor. Es mucho más fácil juzgar cuando el miedo es el programa dominante. De hecho el juicio es un ataque mental. También existen personas que se juzgan duramente a sí mismas, pero eso no suele impedir que juzguen exteriormente con la misma dureza. Lo que ocurre es que la parte que se permiten expresar es la del juicio interno. Han decidido reprimir su odio a lo externo. Se sienten culpables por encima de todo. Sin embargo, sin ser muy conscientes debidos al modelo personal culpable que han creado como tótem, ven invariablemente a los demás aproximadamente tan horribles como a ella misma. Un padre se da cuenta de que la relación con su hijo está un poco distanciada, la comunicación entre ambos es inexistente y no pasan juntos casi ningún momento. Se le ocurre que llevar a su hijo al futbol sería sin duda un gran gesto de amor. Podrían compartir la emoción de este espectáculo y pasar así la tarde juntos. El hijo, sin embargo, cuando escucha la propuesta de su padre, interpreta de un modo muy distinto el pretendido gesto de amor. Para él, pasar una tarde en el futbol con su padre es un verdadero sacrificio. Mil veces hubiera preferido salir a dar una vuelta con su reciente novia, o incluso con los amigos del barrio en su propio ambiente. No
le gusta el futbol, lo considera una pérdida de tiempo, y para él no tiene ningún sentido pasar una tarde con su padre si el tiempo va a estar ocupado con un ruidoso espectáculo multitudinario. No encuentra comunicación, ni afecto, ni amor por ninguna parte, y su perspectiva de una tarde divertida es arruinada por la ilusionada petición de su padre. Sin embargo, ha sido educado en el paradigma del amor sacrificado. Esto quiere decir que si va al futbol y se pliega a los deseos de su padre, él siente que, aún haciendo algo distinto de lo que realmente le gustaría, ofrece un gran gesto de amor a su padre. Un gesto sacrificado de amor. Aquí vemos un claro ejemplo de dos personas que creen estar dando amor en grandes cantidades el uno al otro. Sin embargo, nadie lo recibe. De este modo, es muy probable que ambos lleguen a percibir en algún momento una injusticia, un desequilibrio o grieta de dolor, ya que, bajo su punto de vista, han dado mucho amor y han recibido poco o nada. Decimos que recibimos amor cuando reconocemos o agradecemos aquellos gestos que nos gustan, nos ensalzan, nos provocan placer o nos hacen sentir bien. Sentimos agradecimiento y solemos decir que nos dan amor, aunque en realidad también estamos amando. El ego dador Bajo la programación de la carencia y el miedo, que es lo que habitualmente llamo ego, cada vez que damos algo lo sentimos como una pérdida. En el mundo materialista si das dinero, te queda menos dinero. Si das comida, te queda menos comida. Si das tiempo, te queda menos tiempo. La solución a este dilema, dentro del mundo material, solo podría ser que viviéramos en el convencimiento de que nunca va a faltar de nada. En ese estado, ya no se siente pérdida alguna, porque hay suficiente. El pensamiento basado en la abundancia está más de moda en los últimos años que nunca, pero no parece afectar a las mentes que se acercan a él más que como un tímido recurso de consuelo o una desesperada petición al universo de que alguna vez realmente las cosas sean así. La sociedad ego está empapada en el pensamiento de carencia. Un universo creado por la mente dispone de recursos inmensos, impensables por una mente separada, y así se demuestra en el universo. Sin embargo, para poder acceder a comprender el uso de las energías del universo de un modo más sencillo, el ser humano tendría que dejar de operar separadamente, y acceder a una mente mayor, una conciencia de unidad. Entonces la comprensión también abarcará a las verdaderas fuentes de energía que pueden solucionar la carencia de la experiencia actual, al menos por un tiempo. Esta comprensión aumentada implicaría el acceso tecnológico, económico y político a las soluciones. Hoy por hoy, los humanos tenemos graves problemas para implantar nuevas tecnologías que eviten a los trust
banqueros y políticos seguir apurando sus fuentes de ingreso basadas en el petróleo, guerra, manipulación económica, etc. Aunque la energía libre fuera comprendida y por fin usada por el ser humano — existen estudios interesantes acerca de la energía libre circulando desde hace varias décadas—, es importante afrontar el hecho de que todas las soluciones de la mente dual acaban siendo duales. Hay razones de base por las que la mente dual no puede crear un mundo perfecto. Nuevos retos se enfrentarían, en el mismo campo de la energía o en cualquier otro, que simbolizaran la carencia esencial de la mente, la ausencia de identidad, la creencia en la desconexión con el creador primordial. Por esta carencia tan enraizada, el hecho de dar sin miedo, desinteresadamente, se considera un gran gesto caritativo. La sociedad de la carencia crea sus mitos especiales, como el «dador». El «dador» está socialmente muy reconocido. Por un lado, y como ya hemos visto, la primera conclusión a la que se llega es que, si alguien da es que tiene mucho mas. ¡Y tener más está muy bien visto! No es posible, para la mentalidad ego, imaginar que alguien dé sin tener más guardado. Dar en el sentido puro de la palabra no es comprensible en la sociedad de la carencia. Sin embargo el hecho de dar, aunque se tenga mucho más guardado y no signifique ningún reto al temor a la carencia, es ensalzado socialmente. Los multimillonarios hacen absurdas representaciones sociales de caridad mostrando públicamente su ego dador en ceremonias de entrega de donativos o bien hacen gala de sus entregas en cualquier oportunidad social. La imagen de las grandes empresas y grupos bancarios es lavada mediante la constitución de fundaciones para la realización de proyectos sociales, que aunque desde cierta perspectiva es un avance, no deja de ser una demostración del ensalzamiento social del ego dador. Para ellos es valioso este modo de promocionarse socialmente. En una sociedad mucho más evolucionada sería más bien algo natural y automático dar lo que no necesitas, pero en la gran sociedad de la carencia es un acontecimiento. El mito de dar y recibir Desde esta perspectiva de carencia y miedo, el dador es muy superior al recibidor en la sociedad regida por el ídolo del dinero. El dador es el que tiene, y el que tiene es el más valorado. Según tengas, así vales. En la mentalidad materialista se ha caído en esta profunda confusión. De hecho se suele tratar mucho mejor a los que más tienen en los hoteles, en los aviones, en los teatros, en la educación, en la política, en la banca… está institucionalizado. El que tiene, puede que dé en cualquier momento y por tanto es interesante tratarle bien. Si el que es capaz de dar es mejor, en el mundo de la dualidad significa que siempre
hay otro polo, la otra cara de la moneda: el que recibe. El que recibe es «mantenido» por el dador, «se aprovecha» del dinero del otro o «vive a sus expensas». Estas son algunas de las expresiones que denigran al recibidor. De este modo, cuando una persona recibe, automáticamente añade una porción de culpa a su mochila personal. Recibir es malo socialmente hablando. Recibir caridad, por ejemplo, se relaciona inmediatamente con que tú no has cumplido con tu papel de conseguir dinero o de tener más. Solo se contempla la posibilidad de recibir sin culpa cuando es a cambio de un trabajo, un esfuerzo, una indemnización, en definitiva, algún tipo de esfuerzo o sufrimiento. Una vez que hemos echado luz sobre todo este escenario ficticio del dar y recibir, a espaldas de nuestra naturaleza esencial idéntica, resulta sencillo comprender que se diga tan alegremente que «amar es dar». Siendo amar lo que intuitivamente experimentamos como la mejor de las experiencias, se asocia con la mejor de las experiencias materiales: tener como para dar y obtener el reconocimiento añadido del dador. La frase amar es dar tiene raíces mucho más profundas. Cuando das a otra persona experimentas, más allá de reconocimientos y falsedades del ego, una profunda sensación de autogratitud. Es algo inexplicable bajo el punto de vista de la mente. Es como si te sintieras bien por el mero hecho de dar. Tu alma se alegra y tu amor florece. En realidad, cuando eres capaz de sentir el profundo y total desapego por alguna cosa en favor de otra persona, sin pensar en si tienes o no, sino porque sientes el poder de no necesitar, todo se completa en tu interior. ¿Y cuando recibes con total entrega y gratitud? Reconoces el valor de la mente que ha decidido que ambos sois iguales, que ambos tenéis igual derecho al goce, que ambos sois de la misma naturaleza. Agradeces, es decir, entras en alegre comunión con el otro. Te comunicas a un nivel esencial. Dar y recibir es un hecho de reconocimiento de igualdad esencial. Así entendido es una pura expresión de amor. Implica agradecimiento y comunión en ambas partes. Tanto si eres el que recibes como el que das. El amor es goce, y solo se puede experimentar auténticamente como goce. No hay amor en el dar sacrificado. Si das desde el amor que eres, hay goce. Te manifiestas como lo que eres. Si recibes desde el amor que eres, hay goce. Te manifiestas como lo que eres. El Amor no es dar como acto concreto opuesto a recibir. El amor no tiene que ver con hacer nada en concreto. No importa si das o si recibes para que exista la posibilidad de sentir el amor que eres. Lo definitivo será el modo en que percibas la situación. Y si recibes sin culpa, en la gracia o agradecido, estarás aceptando tu condición original en la que todo te fue dado y limpiando la culpa inconsciente del
recibir. Recibir es una terapia fundamental. El Amor no es dar. El Amor no tiene que ver con hacer nada en concreto. El Amor no se puede dar. El Amor es espiritual, no sirve a las aparentes transacciones del mundo concreto. ¿Cuánto amas? El Amor no tiene medida como acabamos de ver. Nuestra alma busca sentir plenamente o «sentir lo pleno», nuestra mente superior busca amar siempre y amar verdaderamente, sin confusión y sin reservas. No tiene sentido para nuestra esencia la expresión «amar mucho» o «amar poco». En lo esencial no hay grados. Es una consecuencia de la confusión que ha existido siempre entre el Amor y el repertorio de gestos, esquemas y emociones polares que hemos relacionado subjetiva o convencionalmente con amar. El amor no es un sentimiento en sí, sino que el sentimiento es una percepción del amor, en absoluta necesaria para que el Amor sea. El Amor es a pesar de todo, es eterno, inmutable e invulnerable, es la naturaleza divina. Al ser infinito e inefable y al no poder alcanzarlo con nuestra mente ordinaria, solo lo podemos alcanzar mediante la intuición, con nuestra mente superior o alma. Tradicionalmente se ha confundido al Amor con su sentimiento o su percepción. Esto es algo parecido a confundir el mensaje con el mensajero, siendo el mensaje el amor y el mensajero el sentimiento. Una vez que entendemos que el amor no es un sentimiento, podemos comprender que cuando decimos «amo mucho», lo que ocurre es que sentimos mucho. El amor siempre está ahí —siempre es—, pero en ese momento, por un contraste experiencial, lo estamos sintiendo claramente en relación a nuestra mente separada. La emoción es energía pura. La energía es polar y funciona por contraste. Cuando sentimos mucho el amor es que anteriormente hemos sentido carencia de él. El contraste nos hace sentirlo mucho. Así funciona la emoción, como energía dual e interna que es. Amor efímero Manejamos a menudo definiciones parciales del amor como la «atracción hacia otra persona» —deseo sexual o anhelo de posesión—, o cierta «calidez que nos hace sentir importantes ante otro» —¿Estás enamorado de la persona o de lo que sientes cuando estás con ella?—, en general se relaciona con un placer, un deleite, una emoción o sentimiento muy poderoso. Estas definiciones lo condenan a desvanecerse y morir. Las emociones y sentimientos van y vienen, pasan de un «objeto del amor» a otro. Por eso hay mucha gente que cree que el amor en algún momento muere. Hay ocasiones en que una persona dice a otra persona que la ama profundamente, se
siente llena de amor. Al día siguiente, esa misma persona ve a la otra besarse con una tercera persona. Curiosamente, el amor profundo e intenso que sentía se transforma en otra cosa: odio y decepción. ¿Cómo es posible que haya cambiado tanto algo tan grande como el amor? Lo que ha ocurrido es que el amor ha sido confundido con una emoción. Lo que ha cambiado es el modo de percibir a la otra persona y a la situación. Amor proteccionista Muchas personas en el amor encuentran solo el sentido de protección y cuidado. Si bien amar puede ser expresado en el cuidado de otra persona, cuando perdemos la conciencia de la identidad —soy amor— y la conciencia de la identidad de todos — la otra persona es amor—, el miedo nos embarga y la responsabilidad mal entendida puede hacer que trabajemos activamente en la limitación de la otra persona. El amor proteccionista no confía en la vida ni en la madurez del otro ser. Se basa en el miedo. En la cultura del miedo que actualmente predomina, muchos adultos han sido educados bajo el paradigma proteccionista que implica una incapacitación permanente del ser amado. Hoy, estos adultos trabajan por encontrar un sentimiento de poder personal perdido. La protección de los padres hacia sus hijos es totalmente lógica y natural, ya que los bebes llegan más vulnerables al mundo. Pero recordemos que vivimos en la sociedad del miedo, la culpa y el dolor. Si no tenemos la visión de que, mientras crecen esos cuerpos de niño, están desarrollándose aventureros en experimentación y no ponemos un exquisito cuidado en favorecer tanto el desarrollo de su cuerpo como una completa experiencia psicoemocional, estaremos tan solo secundando un entrenamiento eficaz para vivir en el miedo. Y ningún padre realmente quiere eso. Al igual que cualquier otro ser humano, el niño necesita autenticidad y grandes dosis de verdad, tan bien expresada como la sepamos manejar. Cuando protegemos el cuerpo de los niños hasta el exceso, estamos protegiendo nuestro miedo inconsciente a perderlos, a fracasar como protectores, a sufrir el terrible dolor de verlos sufrir. Es fundamental entrenar la visión espiritual de los padres, en el sentido de ver constantemente al niño como lo que es esencialmente: Amor puro que se desenvuelve en el mundo de la mente dual. Como amor puro es perfecto, sin límites e invulnerable. Como cuerpo es imperfecto y vulnerable. No podemos descuidar el cuerpo, ya que es nuestro vehículo temporal, pero regir nuestra mente exclusivamente por la vulnerabilidad del cuerpo definitivamente no es vivir. Amor sacrificado Otra distorsión habitual del amor muy ampliamente extendida es el «amor
sacrificado». Es posible que las viejas imágenes de los santos mártires en situaciones de inefable sufrimiento hayan marcado la infancia de algunos de nosotros. ¿Por qué la religión ha hecho tanta apología del sufrimiento? Porque ha proyectado nuestro inconsciente colectivo empapado en dolor. El cristianismo ha elegido como símbolo sagrado un instrumento de tortura, la cruz. En las iglesias no encontramos la imagen de Jesús jugueteando con niños o en actitud de enseñanza, lo cual tendría todo el sentido. Lo encontramos sufriendo, sangrando, delirando. Básicamente, hemos impregnado en nuestra mente la percepción de un Cristo moribundo, en lugar de un Cristo resucitado que ha vencido al cuerpo. Se nos enseñó que Jesús murió por nosotros y se sacrificó por la humanidad. El concepto de sacrificio quedó unido al de amor. Inconscientemente, la mayoría de las personas siguen creyendo que hay que sufrir para amar verdaderamente. Como mínimo, infieren que el amor implica cierta disponibilidad al sufrimiento. El amor sacrificado consiste en intentar demostrar amor en forma de dolor y sufrimiento. Una vez que se pone en palabras resulta sorprendente. Por ejemplo, es fácil haber escuchado: «Con todo lo que me he sacrificado, todo lo que he sufrido por ti y ahora me haces esto». Para empezar, con esta frase se culpabiliza al otro del propio sufrimiento. Como veremos más adelante, ésta es una reacción básica del ego humano, la proyección de la culpa. Además, como si fuera amor, se usa igualmente el dolor como moneda de cambio. Hemos hablado del amor mercantilista. En este caso la distorsión se entrelaza y así llegamos al «dolor mercantilista». La persona que vive el amor sacrificado considera que si ella ha sufrido tanto por el otro, el otro debería sufrir algo con solo pedirlo. Tras toda culpabilización subyace una manipulación. El resultado es una cadena de intercambio de sufrimiento, una plaga de dolor en nombre del amor. El amor sacrificado es una plaga de dolor en nombre del amor. El amor sacrificado multiplica el dolor y el sufrimiento. Este subprograma tan efectivo de la mente ego puede estar fuertemente implantado en tu vida o solo afectarte en cierto tipo de relaciones de poder en los que todavía no has tomado conciencia. Puede ser que solo lo muestres con tus hijos, ya que este modelo de amor ha sido transmitido de padres a hijos habitualmente. Las personas que viven profundamente este tipo de paradigma suelen estar arraigadas en una tipología completa de manipulaciones y victimismo, sintiéndose incapaces de cambiar. Hay personas que creen que el solo hecho de sufrir por otra persona es una demostración de amor. En muchas ocasiones se trata de un sufrimiento sin objeto alguno más allá de lucirlo a los demás. Es una extraña obra de teatro en la que los personajes, para demostrar que se aman, se infringen sufrimiento de diversas formas.
Amor y sufrimiento no tienen nada que ver. Cuando una persona ama verdaderamente, deja libres a los demás. Una persona que ama profundamente la vida casi elimina el sufrimiento y vive en una profunda paz. Lo hago por ti Existe un problema básico en la «personalización de las causas de mis acciones». Si yo hago algo «por otra persona» estoy incurriendo en la asignación de la causa de mis acciones a otra persona. Analizado fríamente, la causa de todo acto es el autor de la acción —la causa del hacer es el ser—. Cualquier persona responsable sabe que ella misma es la única causa de su acción. Pero en el complicado mundo de la mente dual las cosas son de otro modo, y la responsabilidad no está tan extendida como la proyección. Proyectamos hasta las causas de las cosas que hacemos, pensamos y… sentimos. Se puede también sufrir por otro. También se pueden hacer cosas placenteras por los demás. Puedes hacer un sinfín de cosas por los demás. Puedes prácticamente vivir por los demás, y además está muy bien visto ya que encaja en el modelo de amor sacrificado. Cada vez que elegimos —se supone que libremente— cualquier tipo de compromiso, y luego nos ceñimos a él, sentimos la obligación —todo lo contrario a la libertad— de cumplirlo o si nó, no es compromiso alguno. La obligación implica que ya hemos puesto la causa de nuestra acción fuera de nosotros, en una norma o causa externa, en el compromiso. De nuevo encontramos un mecanismo para sacar la causa de nuestra acción de nosotros y de nuestro ahora. El compromiso es lo contrario a la libertad, y por supuesto, no tiene nada que ver con el Amor. Puede que tenga que ver con los modelos sociales de amor, pero hacer algo por compromiso no tiene relación con lo esencial. Lo esencialmente inteligente funciona desde la libre voluntad. No es ningún compromiso expresar el Amor que somos. Funciona en el ahora, desde el ser, espontáneamente. Es tan evidente que los compromisos nos aprisionan, que los técnicos de marketing suelen utilizar la coletilla «pruébelo, sin compromiso» o «solicite presupuesto sin compromiso». El compromiso es una obligación aplazada en relación a algo externo, es un acuerdo social. Como mínimo, para comunicarnos prefiero hablar de « mi intención» o «tu intención» con toda la honesta carga humana y voluble que este concepto implica. El compromiso está teñido de la vanidad que implica garantizar mi hacer y mi deseo. ¿Cómo puedo garantizar mi hacer y mi deseo? Solo puedo garantizar realmente mi ser. Para establecer un compromiso honesto, es interesante comprobar que corresponda con la más profunda de nuestras intenciones. También es interesante corroborarlo
periódicamente, y anunciar inmediatamente cualquier cambio en mi intención. De esta manera, la relación en los equipos es lo más efectiva posible. El compromiso, de hecho, es un acuerdo social que puede resultar efectivo para hacer cosas juntas. Así es posible contemplar el compromiso en la realidad dual. Así es efectivo tratarlo, y no en relación directa con una forma de expresión del Amor, ya que en tal caso estaríamos observando y creando un modelo de amor comprometido o basado en el compromiso. Por ejemplo, normalmente nos sentimos comprometidos a cuidar a los enfermos, a los niños y a los mayores. Pero como no nos gusta ver las cosas como son, utilizamos al amor como eufemismo, y decimos que lo hacemos por amor en lugar de por compromiso. En definitiva, el mito trata de que el amor consista en hacer algo por las otras personas en lugar de por ti mismo. - ¿Con esto intentas decir que no tiene sentido que nos comprometamos con una pareja o con alguien para quedar o hacer cualquier cosa juntos? - No, no. Quiero decir que si te comprometes no digas que es porque amas a esa persona, ni que el compromiso es una exigencia del amor en vuestra pareja. El compromiso está ahí porque quieres hacer cosas con la otra persona. El amor inteligente es muy claro y muy honesto, permite que la otra persona sea libre y esté informada de nuestras intenciones. Si queremos ser honestos y tratar a nuestra pareja como si no fuera un niño de 4 años, no podemos garantizar nada sobre nosotros y nuestras decisiones futuras del todo. A veces nuestras intenciones nos parecen consistentes, y eso es lo único que podemos decir. Cumplir un compromiso no puede ser mayor causa para mi acción que la que pueda encontrar esencial en ese mismo momento. Sencillamente sugiero que no vayamos por ahí dándonosla de superhumano capaz de cumplir todos sus compromisos y que no asociemos el compromiso al Amor. Una vez que el amor solo puede ser sacrificado, ya estamos preparados para sentir verdadera culpa cada vez que nos dediquemos sin más al propio goce o a hacer algo para mí mismo. Eso se ve como egoísmo, lo contrario a amar, ya que por un lado se goza —y el amor sacrificado implica una porción de sufrimiento para ser auténtico o tener algún valor real— y por otro lado tenemos el descaro de que ese goce sea todo para nosotros —sin embargo, cada vez que te sientes gozoso y lo expresas, no dudes que estás compartiéndote auténticamente—. En realidad no hacemos nunca nada por nadie. Puede que a veces creamos que hacemos algo para el bien del otro, pero si no lo experimentamos con goce no estamos expresando nuestro verdadero Amor. Profundizando en los mecanismos de la mente ego, tal vez estemos buscando quedar bien con esa persona, compensarle por algo o responder a algún tipo de transacción emocional en la cual estemos involucrados. Muchas de las veces sencillamente buscamos un mayor sentido de
pertenecía a un grupo, es decir, sentirnos aceptados. El reconocimiento social, familiar o de un ser querido es lo que más nos mueve a ese falso «hacer algo por el otro». Mucho de lo que llamamos «hacer algo por los demás» busca ensalzar nuestra personalidad falsa o ego. Todo lo hago por mí mismo. O bien por mi imagen falsa o ego, consciente o inconscientemente, o por mi placer inmediato, o bien por el aumento de conciencia de mí Ser auténtico, o por mi felicidad. Siempre hago todo por y para mí mismo. Solo en el uso de mi Mente superior o Unificada estoy en disposición de ayudar a otras mentes con mi percepción correcta del Ser esencial o simplemente con la senda dejada por nuestro caminar. Y aún en este caso, ni siquiera podré decir que lo hago por el otro, ya que no tendrá sentido tal separación entre el otro y yo. Ambos somos lo mismo. Amor puro. Y todos estamos en un mismo juego: una sola mente.
OTROS ÍDOLOS DE LA MENTE TEMOR La mente temor ha construido unos «valores» similares a los que intuye de la Mente Amor, espejismos de lo auténtico, sombras en la caverna. Todos ellos están distorsionados y velados por el miedo. Hemos repasado como se vive el amor desde la perspectiva de la mente temor. Aunque totalmente distanciados de la esencia y la verdad, en la mente temor existen conceptos de libertad, poder, perdón, humildad o éxito… Pese a que estos valores estén gravemente distorsionados, se viven como reales al igual que todo lo demás que la mente dual ha construido. Además, los valores fabricados —o modelos— que sustituyen a los auténticos son tenidos en cuenta como verdaderos ídolos, objetos del deseo de toda persona, verdaderas «zanahorias» de la felicidad. Intentan aportar otro sentido, otro propósito, y otra esencia a la experiencia. La libertad desde el temor La libertad inconsciente de la mente separada se asienta en el individualismo y la autosuficiencia. El objetivo de un ego libre es no necesitar a nadie y tener a todos bajo su poder, lo cual es contradictorio en sí mismo. Ser libre significa hacer aquello que caprichosamente se le antoje. En este curioso concepto de libertad no hay objetivo ni sentido real, pero implica el combate, la lucha y el uso de la fuerza para adquirir el poder que requiere. Es evidente se trata de una forma de libertad basada en la pérdida de libertad de los demás. Es la libertad limitada o carente: si uno la tiene los demás la pierden. Unos entregan su libertad y otros la toman. La libertad se hace transaccional, es percibida como si fuera algo material. De nuevo encontramos una percepción cuantitativa
aplicada a un concepto esencial y abstracto. Desde el temor, se es muy libre o poco libre según el balance de poder ejercido y el soportado. La libertad auténtica no puede obtenerse, ni concederse, ya que es interna. Consiste en una mente libre de sus propias limitaciones. El sentido de libertad que persigue nuestro ego está vinculado al azar. En un mundo aparentemente basado en el caos, esta falsa libertad consiste en integrar el caos como sistema interno de funcionamiento. Al no haber regla alguna o sentido al que atender, el caos se convierte en la libertad para el ego. El ego se vería libre funcionando caóticamente, al antojo puro de cada momento, sin sentido alguno ni propósito. Pero dado que el mismo ego en sí, por naturaleza, es conflictivo y dual, su búsqueda queda frustrada por sus propias limitaciones. El ego pronto encuentra necesario protegerse del mismo concepto de libertad que él mismo concibe. Creamos el virus y el antivirus. El caos es simplemente una proyección de ignorancia o falta de comprensión, es un concepto de separación en sí mismo. La libertad percibida en el caos es la libertad percibida en la ignorancia. Libertad elitista Unos se merecen ser libres y otros no. El elitismo es la creencia falsa de que algunas personas son mejores que otras. Es la tiranía del ego inconsciente de su relación con lo demás, inconsciente de que realmente es una la mente que opera en el mundo. El elitismo da poder a los disfraces y circunstancias temporales, a los logros materiales y a las impresiones generadas en otras mentes separadas. Para el elitismo no existe libertad esencial, para él no existe esencia alguna y fundamenta el ser en las apariencias. La libertad en la ausencia de la conciencia de unión e igualdad, la libertad desde la absoluta separatidad, la libertad de uno a pesar de los otros, es la libertad sin responsabilidad que socialmente tanto se teme. Es un concepto que no se sustenta y que acaba con toda relación al fundamentarse en la diferencia entre las personas en lugar de en su comunión. Tal «libertad» acaba considerándose en la sociedad ego como causa de desorden, caos e inseguridad. Finalmente, la libertad debe de ser combatida. Como es habitual, el ego crea problemas que no pueden ser resueltos jamás. Su especialidad son los subprogramas cíclicos —llamados bucles en el lenguaje de la programación— de conflicto repetitivo. De este modo establece funcionamientos que prolongan el tiempo en busca de una vana eternidad, aunque sea de conflicto y dolor.
Primero establece una libertad fundamentada en el caos y la separación. Después debe protegerse de ese mismo ídolo creado. Para ello crea un nuevo ídolo: la seguridad. Como resultado ya tenemos un conflicto básico, tanto interno como externo, válido para la mente individual como para la mente colectiva: libertad vs. seguridad. El virus y el antivirus. Seguridad ante todo Este concepto ha servido de argumento para luchar contra la libertad individual y asentar un control estricto que favorezca una estructura de poder mundano. El símbolo más evidente que tenemos de este funcionamiento interno del ego es la estructura de poder imperante en el mundo. Las corporaciones, los ejércitos, los juzgados y los gobiernos nos venden seguridad contra el caos. Y con la seguridad como bandera, enredan sus lazos de poder y empañan las posibilidades de libertad y confianza. Desde el comienzo de la lucha antiterrorista se ha multiplicado escandalosamente el número de atentados terroristas en el mundo. Si dispusiéramos de cifras reales sería evidente el fracaso. Todo parece apuntar a que la lucha contra el terrorismo es el peor de los terrorismos existentes, si es que se puede hacer tipologías o grados en esto. «Terrorismo» significa la apología del terror. ¡Qué mejor símbolo o logotipo de la mente temor! Los gobiernos justifican su constante apoyo a la guerra, su carrera armamentística —que por cierto jamás mengua— en pro de tu seguridad. Pero los motivos del terror crecen y crecen, y por tanto las medidas de control crecen y crecen. Es el medio por el cual las estructuras de poder obtienen cada vez mayores cuotas de control con el permiso de los ciudadanos, quienes totalmente engañados por el mismo «terrorismo» ¡piden aún mayores medidas de seguridad! Habitualmente, cuando se hace referencia a las estructuras de poder, se acaba encontrando cabezas de turco, culpables y demonios, finalmente se establecen distintos modelos de revolución social y lucha directa contra el poder. La mente luchando contra la propia mente por los siglos de los siglos. Más leña para el ojo por ojo, del cual Gandhi advirtió que nos quedaríamos ciegos. Nada de esto tiene sentido. Nada de esto lo ha tenido nunca, aunque tras milenios los humanos hemos hecho lo mismo en diferentes escenarios. El problema con el poder está en las creencias —la programación—, la estructura de la mente —la dualidad— y el problema de identidad fundamental. La mente es nuestra herramienta y su estructura cambia para ponerse a nuestro servicio cuando nos identificamos con lo Real. La libertad que no ejerce el ego consiste en elegir qué soy a cada instante. Es esencial, no es una libertad de hacer, sino una libertad de ser. Amor o temor, paz o
conflicto, absoluto o concreto, integrado o separado, libre o programado. Nuestro ego no quiere reconocerlo, pero todos somos libres. Mejor aún, todos somos la libertad total —tal como vimos al estudiar el aspecto esencial «sat», la energía real o potencialidad pura. Según la autenticidad y profundidad de nuestra conciencia esencial, expresaremos nuestro ser mediante el pensamiento, la palabra y la acción. El Ser es la causa del hacer. Si bien la libertad —como virus— es el oscuro objeto del deseo del ego independiente, el poder —como abuso— es su herramienta de trabajo y la seguridad —como bloqueo— es su máxima prioridad, pronto uno se encuentra con una de las trampas más complicadas de descubrir de la sociedad ego. La responsabilidad es el ídolo fundamental de la buena persona. Y casi todos los personajes jugamos a menudo a ser «buenas personas». Responsabilidad Tras el sentido de responsabilidad del ego se oculta la obligación, el deber, el «tener que» con respecto a los demás —sociedad, empresa, familia, pareja— como misión en la vida. Es el obligado cumplimiento de un roll social plenamente estructurado, con todas sus exigencias. Es el servilismo de un ego individual a los egos colectivos. Lo colectivo, en términos duales, es más importante porque es más. Ya sabes que para el ego lo cuantitativo domina en cualquier caso, ya que solo tiene importancia lo perceptible. De nuevo se manifiesta la tiranía del ego. El sentido de responsabilidad se basa en la imagen que tenemos de nosotros en relación a cómo nos ven los demás. Si cumples con los roles socialmente establecidos, eres responsable. Si no lo haces, eres un irresponsable y no mereces pertenecer al grupo, no eres digno de confianza. Como curiosidad de este esquema moral subyacente, merece destacar que ni siquiera los criterios con los que somos juzgados son sólidos. Según el lugar, la familia, la época, la moda o básicamente, y según la persona que te observe, serás más o menos responsable. En general, el falso modelo de responsabilidad consiste en ser sacrificado, poco o nada libre —fuertemente programado— y sobre todo imprimir mucha seguridad —mostrar signos de la responsabilidad socialmente aceptada suficientemente vistosos y emocionalmente convincentes—. Por todo ello, normalmente, la responsabilidad se asocia con una dura carga que llevamos como mochila, un impedimento a nuestros verdaderos deseos. Se entiende como el límite de la libertad. Finalmente, la responsabilidad queda directamente asociada con la culpa. La
responsabilidad desde el miedo acaba haciéndote culpable de algo en todo momento. La mayor parte de las personas no comprenden la diferencia entre culpa y responsabilidad. Algunas de ellas saben, más o menos, cuándo deben emplear cada palabra. Básicamente, se emplea la palabra responsabilidad antes de que haya motivo de castigo. Culpa se emplea cuando ya hay motivo de castigo. Culpa a la vez implica una condena, alguna forma de dolor. A parte de la variable temporal, raramente encuentro quien sepa distinguir entre responsabilidad y culpa. Responsabilidad se entiende como una especie de «disponibilidad a cargar con la culpa». En definitiva, para la mente temor aceptar una responsabilidad es aceptar un dolor potencial. Así entendido, parece lógico encontrarnos en un mundo repleto de irresponsables —¿Quién quiere más dolor?— y de infelices —los que sí han aceptado más dolor para ser responsables. Preocupación La preocupación es otro subprograma del miedo con un enfoque de futuro. Se conecta tanto con el miedo como con la culpa. La preocupación surge cuando una mente recuerda el dolor y sabe que puede repetirse, por tanto lo recrea vívidamente en la mente, como una posibilidad para la que conviene sentirse preparado o para la que es necesario encontrar soluciones, aunque sea en medio del temor. También surge desde una mente que se siente fundamental e inconscientemente culpable, y por tanto sabe que tarde o temprano habrá de recibir su castigo. En este sentido la programación ha sido estricta. La preocupación es el acto de hacer presente el miedo en la mente. La sociedad ego es tan compleja que en ocasiones parece un deber estar preocupado y por tanto corresponde con alguien responsable. Si te encuentras en el centro de un problema grave junto a un grupo de personas asustadas, ya sea en una empresa o en cualquier otro grupo, y tu expresión es tranquila y despreocupada, será entendida con toda probabilidad como un síntoma de irresponsabilidad. Aunque estés seguro de la solución y tu mente esté clara en las posibilidades de salida que ofrece el conflicto, si te muestras despreocupado no conectarás con el miedo colectivo. La preocupación es un recurso socialmente aceptado para parecer una buena persona. Habilidad de respuesta La responsabilidad auténtica deriva de la libertad auténtica, y por tanto igualmente es una experiencia interna. Se trata de la habilidad para responder22 ante lo que percibimos con un enfoque mental coherente con lo que somos. A cierto nivel somos responsables de todo lo que experimentamos ya que somos los creadores de nuestra experiencia, pero nuestra creación es tan inconsciente que más
bien podemos decir que nuestra responsabilidad solo alcanza a aquello de lo que somos conscientes. La responsabilidad auténtica es la capacidad de responder coherentemente a la conciencia de lo que uno es, es decir, lo que actualmente cree ser. Se trata de un desarrollo experiencial de lo que somos. Es la coherencia o integridad entre pensar, hablar y hacer. Pero primordialmente, se trata de desarrollar nuestra conciencia esencial, o «ser lo que realmente somos». Este desarrollo de nuestro contacto con la Inteligencia Amor es lo que llamo «responsabilidad mental». Es la habilidad de respuesta en el uso de nuestra mente para percibir de un nuevo modo, fuera de la programación mental, cada situación en sí misma, con tu conciencia presente y profunda. Esto es habilidad de respuesta. 22 La responsabilidad como habilidad de respuesta la explica Stephen Covey, en términos en parte similares, en «Los 7 hábitos de la personas altamente efectivas».
Desde esta perspectiva la responsabilidad es el uso adecuado de la libertad esencial. Cada persona es un ser eterno. El mundo es un sueño cíclico de la mente dual. La mente es un instrumento que se ha hecho nuestro dueño, y toda percepción será reinterpretada —recreada— tarde o temprano con la visión del amor —la Inteligencia del Amor—. Responsabilidad significa comenzar este camino y hacer por fin uso auténtico de nuestra libertad profunda, la libertad de elegir qué somos al manifestarnos o expresarnos. Aquello que hay en nuestro interior pasa a convertirse en nuestro exterior a través del proceso de la creación mental. Si somos Amor, recrearemos amor en cualquiera que sea la circunstancia. No hablo aquí de resolver los problemas del mundo, sino de rectificar cualquier conflicto aparente, por pequeño que sea. Todo se basa en la percepción de lo que eres y de lo que vives. Si vives en la creencia de que eres miedo, actuará tu mente automática programada por el «ego» y aunque creas serlo, no podrás ser auténticamente responsable. No serás libre. El miedo recurre siempre a las maneras de responder ya probadas, los modos del pasado pensado y percibido, recurre por tanto a la mente y al tiempo. O eres responsable o actúas según el programa. La habilidad de respuesta es una apuesta de sinceridad y coherencia, será inteligente y efectiva en ti a partir de que seas consciente, aunque sea tímidamente, de tu esencia. Según te hagas responsable, aumentará tu libertad. Se hará fuerte la idea de lo que eres en tu mente, y extenderás tal percepción a tu alrededor. Seremos verdaderamente responsables de toda experiencia en la que seamos conscientes de que podemos elegir.
La libertad y la responsabilidad auténticas siempre están unidas. Cuanto más responsable eres, más libre te sientes. Cuanto más libre te sientes, más responsabilidad manifiestas. Si eliges ser Amor, sin duda te sentirás libre, liberado de todos tus límites y temores mentales. Sentirás que eres libertad, conectarás con el aventurero que realiza este viaje por el mundo de la mente dual. Al hacer esta elección, ejercerás tu habilidad de respuesta o responsabilidad. La responsabilidad de elegir lo que eres: Amor o miedo, y después compartirte. Esta es la responsabilidad auténtica. Y tras ella no existe culpa alguna, ya que al elegir miedo, como venimos haciéndolo miles de años, lo único que ocurrirá es que habremos generado más tiempo de experiencia en la dualidad. No existe castigo en la Mente Amor. No hay tiempo límite, ni fecha de caducidad del Cielo. Aunque sin duda, para cualquier mente consciente, elegir una y otra vez el miedo es todo un castigo. Poder desde el temor El poder que entiende la mente programada por el ego provee de una ilusión de fortaleza interior basada plenamente en la separación. Cuantas más barreras físicas, alambradas, puertas, cerrojos o murallas mentales como mentiras, juicios y culpabilizaciones, interponemos entre «mi» y los demás, mas separados estamos pero más poderosa se siente nuestra mente automática. Es la separación entre el Amor y nosotros y entre nosotros mismos la gran mentira que crea este falso poder. La separación original del auténtico Poder es la mentira primordial. El ego se aferra a esta mentira para existir y mantenernos identificados con él. Desde la creencia en la separación se forja un modelo de poder del que surge el juego preferido de los seres humanos: la pretensión de que una persona ejerce su poder sobre otra, de que alguien es poderoso y otro alguien lo es menos. De nuevo el elitismo. Las formas de poder se imponen en cualquier organización humana. Nos educamos en la lucha por el poder. Se nos entrena para ello desde pequeños. En la sociedad ego es imprescindible ser más. Y ser más, se identifica con ser más poderoso. El ego atribuye solo valor al poder tal y como lo entiende, en términos de personas dominadas, libertad convencional —derechos—, posición social, cargos reconocidos o cantidad de dinero y propiedades. Estas son las formas de poder disponibles: el poder social, el poder mental o el poder material. El poder social —controlar a cuantos puedas— utiliza argumentos sexuales, de seguridad o basados en responsabilidad. Existen distintas moralidades disponibles
para sustentar todo tipo de justificaciones para hacer uso del poder. Y todas las formas que toma el poder del ego degeneran en privación, combate y aprisionamiento, opresión y explotación. Funciona a nivel de grupos y a nivel personal. Intentamos manipular cada día a otras personas sin darnos cuentas, en mil formas que van desde lo sutil hasta lo evidente. Utilizamos todas las cartas disponibles, atractivo físico, las necesidades ajenas, la información privada, el interés oculto, etc. El juego del poder es el juego de la sociedad ego. Entrenarse en este juego es el arte de ser astuto, o más vulgarmente expresado «ser listo». Si es preciso, inventamos dioses con una personalidad adecuada al verdadero ídolo: el poder falso. El poder mental, o capacidad de hacer que ocurra aquello que te propones, se ejercita bajo diversos disfraces, como médico, juez, periodista, político, chamán, sacerdote, gurú o como cualquier papel al que se le atribuya poderes convencionales al nivel de las ideas. Poder mental es el del que puede extender ideas y hacerlas reales. Las ideas a las que se les concede poder generan diferentes grados de realidad y al extenderse entre muchas mentes, llegan inmediatamente a convertirse en una realidad palpable. También lo ejercemos a nivel personal en cualquier conversación. Jugamos al control de la opinión e intentamos hacer reales y más grandes nuestras ideas al ser aceptadas por los demás. El poder material —«poderoso caballero don dinero23»— es el más evidente. La red de poderes ocultos establecida en el mundo es un símbolo de la red neuronal de intereses materiales que surcan nuestra mente. La mente ha creído en el cuerpo y se ha puesto a su disposición. Banca, política, empresas, lobbies, clubs de élite y en general todo tipo de personas organizadas para intentar sustentar su poder material, son las encargadas de dar forma a las redes de poder —de los tres tipos— establecidas en el mundo. Es un ídolo tan evidente que no hace falta siquiera explicar su funcionamiento. Han hecho creer al mundo que las redes de poder material son los motores del mundo, generando en si misma las otras formas de poder. 23 Como Quevedo lo llama en su poema.
El poder inverso En la mentalidad del miedo, el poder surge desde lo material y después se extiende a lo mental, inversamente al modo como funciona el universo, donde todo surge en lo mental y acaba siendo material. La sociedad ego cree en el materialismo. Esta creencia es denominada por Deepak Chopra, la superstición del materialismo, y es el paradigma actual de la sociedad ego. La mayor parte de los científicos creen que los pensamientos surgen del cerebro, concretamente desde la estructura neuronal, de algún modo mágico. Es decir, que la mente surge de la materia. La mayor parte de
la gente cree que así funcionan las cosas. Tal creencia fundamenta su «realidad». A esta teoría de la generación basada en la materia lo llamo poder inverso. Es la creenciaa de que el poder opera en el sentido contrario del que lo hace a la hora de construir realidades. La dualidad en combate consigo misma Sin embargo, como todos los conceptos duales, pronto entra en conflicto este poder sin sentido. La separación produce una sensación de debilidad interior conectada con el sentimiento primordial de carencia, aunque sea a nivel inconsciente. Esto provoca la lucha por el poder que produce en nuestro mundo crímenes, guerras, explotación, etc. El rey ha tomado su poder prestado de sus súbditos. Si un día los súbditos se dan cuenta de la ilusión del poder, se acabó el poder. Por eso el rey ego vive en constante temor, sabe que su poder puede venir tal como se fue. Desea poseer, controlar y defender. La necesidad de control nace del reconocimiento de que es efímero y morirá. Nace de la inseguridad. «Somos parte de todo lo que hay, no hay diferencia entre tú y yo, no hay nada más que una cosa que es todo lo que es. Este conocimiento es una fortaleza, y esta fortaleza es el mayor poder que existe».24 El poder surge de la fortaleza interior. La fortaleza interior surge de saberse unido a lo real, de saberse Amor, uno con Dios. Nadie que se sepa Amor, nadie que viva en esta realidad puede ser afectado por el «falso poder». El verdadero poder es interior, es el Poder del Amor. Significa no tener temor alguno, ni siquiera al dolor. Significa no tener nada que perder y nada que ganar. Este es el mayor poder que existe, ya que no hay limitación alguna para quien no teme, para quien no necesita nada y se sabe Amor. Éxito desde el temor El éxito en el guión del ego consiste en obtener el máximo reconocimiento social a todos los niveles que la sociedad lo ofrece: riqueza, privilegios, presencia en los medios, responsabilidades o cargos, derechos o libertades, poder en cualquiera de sus categorías. El reconocimiento que ha fabricado el ego consiste en que alguien te atribuya una forma ideal efímera basada en cualquier disfraz o roll social, mental o material. Es temporal y delicado, por tanto se asienta en el miedo. 24 Conversaciones con Dios 1, de Neale D. Walsch.
El reconocimiento auténtico sucede cuando el observador descubre la Verdad en el
otro y en sí mismo. Tal reconocimiento es verdadera vuelta al Conocimiento y solo reconoce la esencia en el ser que percibes. Éxito El éxito del aventurero libre es la fortaleza interior, también llamada integridad, plenitud, autorrealización o encuentro con uno mismo. Es llegar a conocerse como Amor. Es re-conocer todo lo que es como amor. Es el re-conocimiento. Es un camino de evolución cuyos frutos aparecen paulatinamente, son permanentes y van trasformando profundamente a la persona. Este extraño tipo de éxito puede no ser percibido en absoluto desde el exterior, ya que su naturaleza es interior. No esperes encontrar mucho sobre este éxito en los medios de comunicación. Perdón desde el temor Por supuesto, el sofisticado programa del ego también ha fabricado un concepto de perdón. Está muy relacionado con el esquema del premio y el castigo. El perdón del ego es un proceso repetitivo, como todo lo que genera este programa. Primero viene el juicio. Esto sucede cuando he catalogado a una persona como «mala» a partir de su acción, actitud o palabras. Entonces espero que se me «pida perdón». La primera defensa es mental, es el gesto interior del juicio. Esto es muy subjetivo, va en relación con la programación concreta o personal recibida, el dolor que se experimente, el miedo que se tenga o la culpa que se perciba. A todos nos ofenden e incomodan cosas distintas. Es algo parecido a tener un hobby. Hay personas que disfrutan subiendo extenuantes montañas. Otros ven la televisión. Otros se emborrachan hasta el amanecer. Otros meditan sin descanso. Otros se enclavan frente a ordenadores. Otros leen libros. Y todos ellos se sienten estupendamente con sus hobbies. Si a cualquiera de estas personas le enseñas algún ejemplo de otros hobbies de los que no comparten, lo miran con extrañeza y piensan «Vaya una manera de divertirse». Con las ofensas ocurre algo parecido. Es muy personal. La fase del castigo es la más sufriente de este juego a menudo llamado «perdón». En el castigo me muestro molesto, dolido o enfadado. Ante estos sentimientos hay una parte de nosotros que se siente en todo derecho de hacer daño, castigar y someter hasta rebajar al otro ser, como mínimo, al mismo dolor que yo. Lo que se expresa se propaga. El resentimiento es una herramienta de expresión y propagación del dolor que, en la sociedad ego, a la vez sirve como herramienta de manipulación de alta efectividad y como un interminable generador de historias de venganza. El resentimiento es en sí mismo un germen de dolor.
En esta fase del falso perdón, manifestamos nuestra debilidad y dependencia ejerciendo castigo por aquello que hemos considerado «inaceptable», en la pretensión de cambiar o rectificar aquello exterior que me hace daño o me amenaza. A veces el perdón llega porque el castigo se ha hecho tan intolerable que un atisbo de luz en alguna mente ha encontrado la manera de acabar el proceso de dolor. Lo más normal es que el perdón del ego llegue de mano del sometimiento. Si logro que me pidan «perdón» en una situación de suficiente auto humillación, me enternezco. Entonces puedo «concederlo» o no. Si no lo concedo, prolongo el castigo. Si lo concedo, me sitúo en un lugar superior y disculpo por fin. Me atribuyo la capacidad de la absolución de los pecados. Evidentemente, esto no tiene nada que ver con el Perdón. Es una fórmula programada, uno de los famosos juegos de repetición del programa ego, que todos y cada uno de nosotros conocemos. El Perdón auténtico es el efecto ineludible de la conciencia Amor impactando en la mente como una expansión de paz. Es la unión o acercamiento de las mentes separadas o alejadas. La humildad desde la mente temor Existen construcciones conceptuales —modelos— en el programa ego para cada una de las cualidades que la mente temor tímidamente refleja de la Mente Unificada. Terminaremos el recorrido con una muestra curiosa, el concepto anti-ego por naturaleza: la humildad. También existe una versión para esta actitud en el guión del ego. No darse amor ni comodidades, no desear «lo bueno para mí», reprimir toda satisfacción y alegría. Es la pobreza. Se relaciona frecuentemente con la frase de la Biblia «Bienaventurados los pobres de espíritu…». Es el miedo a la vanidad, el miedo a Ser, el miedo a vivir lo pleno, el miedo a lo grande, el miedo al poder y el miedo a la imagen negativa que los demás puedan albergar de mí. Es el miedo que el ego ejerce sobre sí mismo, sus modelos y todas sus creaciones. La falsa humildad es el miedo al miedo. Como ídolo del ego funciona estupendamente, ya que realiza su labor de control y martirio apropiada para los juegos típicos del programa dual. Y tiene el suficiente buen nombre para que este ídolo se incorpore inmediatamente al desafío de parecer buenas personas. La alegría y la austeridad juntas hacen buena imagen, pero en realidad es una idealización de la pobreza. La alegría es amiga de la abundancia, tal como el Amor es abundante sin fin. La alegría auténtica y duradera se inclina finalmente hacia lo simple o lo sencillo, pero de ninguna manera es pobre o carente. La alegría gusta
más bien de lo divinamente grandioso. La Alegría y el Amor existen plenamente en lo eterno. Ciertamente, lo eterno no necesita nada, y esto puede interpretarse como cierto estilo exagerado de «austeridad». Pero tal interpretación es una mezcla de niveles. La alegría esencial es la naturaleza que el Vedanta identifica como Ânanda. Goce, éxtasis y beatitud. Una cualidad del Ser es la alegría de Ser. De modo que «Ser y carencia» es una oposición de conceptos, algo así como «eterno y poco». Son ejemplos en los que se han unido palabras cuyo significado profundo es contrario. La carencia es el invento básico de la mente para mantener su poder bajo el programa ego. La humildad auténtica es la actitud que surge de la inocencia esencial, una mente inofensiva y servicial. La humildad es síntoma de una mente unificada, entregada al Amor y al goce de su sencillez. Muy a menudo, bajo la confusión del ego, intentamos imitar los síntomas que inferimos en la Mente Unificada. Jugamos a ser humildes y libres de deseos, jugamos a ser libres y poderosos. Pero sin una conciencia esencial pronto se hará manifiesta la dualidad. La imitación de la humildad, la libertad o el poder auténtico solo producirá frustración. No se puede esperar ni por asomo que la pobreza voluntaria o la renuncia a lo material hagan aumentar tu conciencia esencial. Lo que sí es posible que desde una conciencia esencial renuncies a ciertos aspectos de la materialidad, sencillamente porque ya no los necesitas. El camino que aquí se propone no es imitar los síntomas de la Inteligencia del Amor, sino directamente elegirla en cada instante al elegir tu Identidad. Es solo una cuestión de responsabilidad mental.
PARTE III
Ser
CON LA CORONA PUESTA
El Amor verdadero no depende de los objetos, es eterno e inmutable, y no puede transformarse en otra emoción porque no es una emoción. Es la esencia de la existencia misma mucho más allá de lo perceptible. Es la esencia divina y por tanto nuestra única posibilidad existencial auténtica. Hay personas que creen que el amor en algún momento muere, pero lo que muere es una emoción. Las emociones están en constante transformación como energías que son. El Amor está mucho más allá de toda energía. El Amor es la constante invitación a lo pleno e ilimitado, y por ello la muerte es un antónimo del Amor. Pensar que el amor puede morir es asignarle una forma concreta que finaliza y se transforma, como una más entre miles. El hecho de que fácilmente perdamos la conciencia esencial no es atribuible al Amor, sino a nuestra propensión a olvidar consecuencia de la estricta programación del ego. En cuanto a las cantidades, si hablamos de Amor verdadero no tiene sentido «amar mucho» ni «amar poco». Cualquier cantidad es opuesta a lo eterno, o eres eterno o tienes alguna cantidad. Las cantidades pueden tener que ver con tu cuerpo, pero nunca con tu esencia. El Amor es eterno, como tú. El único objetivo de la experimentación relacionado con nuestra esencia es amar, que significa manifestar lo que verdaderamente somos y hacerlo siempre. Eso es el Amor: la Verdad y la eternidad. El desafío para el humano no es amar mucho ni poco, sino amar siempre. El amor proviene de nuestro más profundo interior; es nuestro más profundo interior. Si el Amor —sustantivo— es lo que somos, amar —verbo— es la expresión de lo que somos. No es una transacción, ni un sentimiento, amar es una expresión o dicho de un modo preciso un compartirse. Como toda expresión profunda y esencial, tiene infinitas maneras de manifestarse según la situación y el nivel de conciencia de los observadores involucrados. No hay reglas ni recetas. No podemos establecer «el decálogo del Amor». Si esto fuera posible, te aseguro que me hubiera encargado de incluir un folleto adjunto a este libro. Amar es compartirse desde una conciencia esencial. Solo es posible que en la intimidad de tu conciencia, conozcas algo sobre el amor en ti y en toda persona que veas. Y normalmente lo harás a través del miedo, es decir, atravesando el miedo. No es posible amar mucho o poco, pero si puedes amar siempre. Es una cuestión de Inteligencia. Es una cuestión de Inteligencia amar en cualquier circunstancia, porque, para
empezar desde lo más evidente, produce gozo y paz inmediata. Si se ama profundamente, será gozo pleno. Si solo se ama hasta el nivel de la aceptación plena de la situación, producirá como mínimo paz. Hay por tanto dos indicativos claros: paz y gozo. Y en seguida se aprecia un tercero, la libertad. Cuando estamos amando nos sentimos libres y poderosos. Hay una profunda sensación de estar en lo correcto como consecuencia de los anteriores síntomas inequívocos. En muchas ocasiones el verdadero amar no produce gesto, no se nota, no se ve. El Amor no necesita propaganda, se manifiesta en su mayor pureza con la mayor sencillez. De hecho, seamos conscientes o no, el amar se expresa muy a menudo precisamente desde el no hacer. Dejando ser. Sencillamente cambiando la percepción, el modo de observar, hasta ver lo perfecto. Entonces el Amor se manifiesta sin ser visto, como un milagro en la conciencia. Amor personal como vía para amar Mediante el amor personal tenemos la increíble oportunidad de re-orientar nuestra mente hacia el verdadero Amor y los resultados de esta aventurera exploración los vemos ahí, claramente reflejados en el espejo de la persona que amamos. La pareja es para muchas personas la máxima experiencia de relación debido a la riqueza en profundidad y detalle, aunque por supuesto, existen posibilidades idénticas en cualquier otra relación humana. Amor en pareja El amor en pareja se expresa desde seres completos que desean compartirse (a), en lugar de seres incompletos que desean completarse (b).
ab
En la figura (a) he simbolizado el hecho de dos seres que se siente completos y se comparten. El hecho de mezclar sus identidades, su mente, sus experiencias, su tiempo y su vida no impide en absoluto que renuncien a su completitud. A la vez, cada uno de ellos siente una parte del otro. Han un espacio mental común. Existe cierta comunión. Se comparten. Para vivir este estado de conciencia es necesario que se haya transcendido la percepción de la pareja como algo que necesitas para ser feliz. La necesidad de una pareja está reforzada culturalmente como algo necesario y deseable para la sociedad —requisito para la producción y crianza de cuerpos— y como algo que te completa, pero solo «te hará feliz» la pareja si tú ya eres feliz y completo con o sin pareja. Tener pareja puede producir al principio una cierta sensación de enamoramiento y un
furor sexual durante cierto tiempo, pero más tarde florece el ego que se había ocultado entre el torrente de química y las maneras cuidadosas. El sentimiento de «ser especial» es una poderosa droga más de las que emplea nuestro ego en relación a la pareja. Y el contraste con la sensación de soledad puede significar la droga más dura. Nada de ello significa gran cosa cuando sabes qué eres. Para vivir una pareja desde la Inteligencia del Amor se debe de haber alcanzado cierto grado de madurez y de autoestima, un lugar desde el que ves a tu pareja más bien como a un compañero en el camino que como a un complemento necesario para llenar tus carencias y sin el cual la desgracia se cierne. Tras la madurez personal el compartirse pasa entonces a ser la prioridad. Compartirse El verbo compartir, empleado del modo que yo lo empleo —compartirte—, significa compartir aquello que eres en esencia, expresar Amor al dejar que tu mente se rija por la Inteligencia del Amor, permitiendo que toda tu expresión sea coherente en la medida que sepas —ser auténticamente responsable—. Al enseñar el Amor que eres, haces fuerte en tu mente la idea de que eres Amor. Esto significa «enseñas lo que necesitas aprender25». Cuando los demás ven el Amor que eres, se hace fuerte la conciencia esencial en la mente de todos, a la vez que en la tuya se profundiza. Al fin y al cabo, solo hay una mente. Cada idea compartida, crece y se expande. En este sentido, las mentes siempre funcionan unidas, y cuando comparten las ideas, éstas se hacen grandes —tanto si son ideas del pensamiento ego o del pensamiento Amor—. Habrás observador que cuando te comunicas y compartes cualquier pensamiento, ese mismo pensamiento se hace fuerte en tu mente. En realidad comenzamos a superar las barreras personales que hemos inventado al compartir nuestras ideas. La comunicación es el primer paso hacia la unión. La toma de conciencia es cada paso en la comprensión. El cambio de percepción es el paso de gigantes. La Inteligencia Amor es el modo de vida en la unión. La comunicación es el primer paso hacia la unión. Nuestras mentes son solo una, una gran mente creadora, con una parte consciente y otra inconsciente regida en gran medida por un software «ego». Está invariablemente impregnada por una Inteligencia Amor que te guiará cuando tu se lo pidas, cuando te reconozcas en Ella. Ella es tu seguro de regreso a casa. Puedes emplear todo el tiempo que quieras. La libertad básica de que gozamos, como mentes separadas, es que podemos negarnos a
regresar a casa aplazando la decisión de aceptar nuestra esencia. Lo difícil es explicarse porqué decidimos una y otra vez aplazar el Goce y el Amor. Cuando ves en los demás que son Amor, haces fuerte la idea de que eres Amor en tu mente. Empiezas a corregir la percepción que finalmente nos verá a todos iguales y más allá, a todos lo mismo. Entonces todo será perfecto como siempre lo ha sido en realidad. 25 Se trata de una frase de un Curso de Milagros muy reutilizada.
El camino de la progresiva toma de conciencia del amor que somos es mucho más difícil hacerlo a solas, y no me refiero a estar en pareja o no estarlo. El camino en solitario es el intento de encontrar el ser auténtico en ti mismo sin ejercitar el cambio de percepción en cada persona que ves. El camino en solitario es miope y está lleno de trampas. El camino efectivo reside en la misma relación humana, que es donde existe mayor perspectiva para desarrollar una nueva percepción que rectifique la mente. Por esta causa, el perdón se convierte en un recurso inmediato para la rectificación del error, al tratarse básicamente de un cambio de percepción. Para que una persona «se comparta» verdaderamente hacen falta una serie de requisitos. Para empezar, hay que verse o sentirse como un ser completo, independientemente de las vulnerables formas materiales y mentales que efímeramente tomamos. Si te sientes incompleto y carente, tendrás problemas para compartirte, ya que creerás que compartirte es perder. También, hay que verse o sentirse como algo que se puede compartir, y en este sentido, es fundamental lo avanzada que este tu conciencia de Identidad Amor. Ser consciente de que uno es Amor incluye sentirse algo real —Ser auténticamente—, algo sano, algo verdadero y limpio, algo claro y luminoso, algo bello y bueno. Este es el estado mental deseable, naturalmente inocente. En la medida en que te sientas erróneo o inconscientemente culpable, tendrás problemas para compartirte —comunicar, mostrarte, entregarte al momento—. Finalmente, hay que ver al otro como un igual, incluyendo las dos últimas características —completo e inocente—. Si persiste en ti la creencia en el elitismo no terminarás de compartirte auténticamente al no ver a las otras personas como iguales. Cuando te sientes esencialmente amor es muy fácil transferir la visión de lo esencial a las otras personas. Dicho de otro modo, cuando realmente ves el amor que tú eres, inmediatamente ves el Amor que es cada persona. Estás compartiendo una visión, estás extendiendo una conciencia de Amor. Ver el amor en la esencia de los demás a la vez ayuda a entrar poco a poco en la conciencia esencial. Al principio tal vez sea tan solo un juego mental. Pero si conectas con tu Inteligencia oculta, pronto tendrás intuiciones directas —e irrebatibles— de que lo esencial en cada ser es Amor. Finalmente se llega a hacer
consciente el hecho de que esta percepción esencial funciona en un grado idéntico hacia el propio ser y hacia los demás. La percepción esencial afecta por igual a todos los seres percibidos. Por ello, el perdón es el campo de depuración de la percepción esencial. En cada conflicto, en cada persona o en cada situación que hayas sentido una ofensa, y por tanto hayas juzgado y declarado culpable, te aguarda la oportunidad de depurar tu conciencia esencial. Con estas preguntas comienza el proceso de perdón ¿Es posible percibirlo de otro modo? ¿Para qué ocurre todo esto? ¿Qué soy en esta oportunidad? ¿De qué me habla esta lección de Amor? El cambio de percepción En relación al proceso del perdón, que es el viaje del temor al Amor, con cambio de percepción me refiero a la conciencia esencial o percepción del amor en todo lo que es. Consiste en ver el Ser esencial de luz y Amor en cada persona más allá de los disfraces que lleva, los papeles que interpreta, los dolores emocionales en los que la mente se encuentra presa, la falsa culpa de la que parezca estar intentando deshacerse o el falso temor que haya acumulado. Ver más allá de tanta cosa hace que sea una verdadera disciplina de reentrenamiento mental el constante cambio de percepción. Disciplina porque requiere ser consistentes y persistentes al atravesar nuestro tiempo de experiencia, no porque suponga un esfuerzo. En realidad, solo es un gozoso recuerdo que nos va llevando a la paz y a la libertad. Por supuesto, nuestra mente dual se rebelará a menudo y mostrará resistencias a niveles conscientes e inconscientes. Es la resistencia al trabajo, y no el trabajo en sí, lo que produce desgaste de energía. Tal vez sea un tipo de trabajo poco reductible a reglas y modos. Es un trabajo interno, un pensamiento particular y muy personal el que puede llegar a ser efectivo para ti, el que te puede llevar a la paz que transmite y produce un verdadero cambio de percepción. Hijos: el reflejo de la inocencia Los niños, esos aventureros novatos en el mundo, llegan desde un «lugar» donde la conciencia no estaba tan limitada o restringida como lo está la de los adultos, mucho más adiestrados por la sociedad ego. Su identidad no estaba tan restringida como en un cuerpo con todos sus disfraces mentales añadidos, aunque la dimensión de la que vienen pertenece al gran sueño —o viaje mental— al igual que nuestro mundo.
Por supuesto, lo primero que unos padres deben aprender a ver en un niño es un ser eterno. Una terminal de la conciencia o un alma —según elijamos la perspectiva del aspecto Inteligencia o el aspecto Sentir— en cuya Esencia está la plenitud y la eternidad. Los padres que creen ser un cuerpo encuentran en sus hijos cierto «sentido de trascendencia» corporal. Al fin y al cabo, la genética ofrece un sentido de continuidad a unas formas, unos rasgos y unos caracteres determinados. Los contrasentidos son típicos del programa ego, tal como anhelar trascendencia desde lo que no puede tenerla —las formas corporales y rasgos mentales—. La crianza de los hijos proporciona a la mente ese pálido reflejo de trascendencia, esas migajas de eternidad típicas de los regalos del ego. El entrenamiento que produce el hecho de tener que cuidar sistemáticamente el cuerpo y la mente —se haga mejor o peor— de un hijo pequeño produce dos espejismos: el primero es el de que «aquel ser te necesita constantemente». El segundo espejismo es: «aquel ser es tuyo». El sentido de propiedad viene dado por la continuidad de la forma tan especial que se produce entre padre o madre e hijo. Instintivamente, los padres sienten que sus hijos son una extensión de sí mismos, ya que perceptivamente observan sus similitudes, y además, el cuerpo del niño ha surgido de los otros cuerpos en unión. Para la madre, la extensión se experimenta totalmente durante el embarazo. En los animales sucede lo mismo. En cualquier especie, el sentido de protección de la prole viene dado porque el animal adulto siente que la cría es parte de sí mismo. El parto simboliza la separación de la esencia, y es la puerta de entrada a nuestra experiencia en el mundo. Todos pasamos por esta primera separación a modo de recordatorio e iniciación en el mundo de la dualidad. En la programación del ego, cuando sientes que algo está muy unido a tu identidad mental —te identificas— pero no forma parte de tu cuerpo, se le asigna propiedad. El tener es un espejismo del ser. Esta es la causa por la que hay personas que llegan a pelearse violentamente por causa de un pequeño abollón en el coche. Es como si defendieran su yo. Los niños pronto reciben de la sociedad ego los impactos educativos que les harán sentirse dependientes y limitados. La sociedad, al igual que hace la publicidad con los consumidores, insiste en hacerlos necesitados de bienes, de recursos, educación, de tecnología, de experiencias alucinantes, de lujos, de viajes, de cualquier cosa que suponga un ídolo social. Re-conocimiento Los niños, como los adultos, requieren básicamente el re-conocimiento de que son amor. Si son tratados como seres libres y eternos, en la confianza en su perfección
esencial, sin miedo ni culpabilización, su mente se desenvuelve del modo más sano posible. Y con ella toda su experiencia. El cambio de percepción funciona en las relaciones de padres e hijos del mismo modo que en cualquier otra relación. La diferencia básica es que los padres deben de trascender los espejismos sociales que les transfieren responsabilidades complejas, como impedir a toda costa que el niño sufra. Normalmente se usan mecanismos de control o supresión de libertad para conseguir esa evitación del dolor desde el temor. Cada vez que me solicitan consejo sobre el modo de tratar a los niños, siempre digo que lo mejor que podemos hacer es reeducarnos los adultos. Si insistimos en el trabajo con el cambio de percepción, ellos gozarán de todas las bondades que les producirá nuestra visión esencial. Básicamente, lo mejor que podemos hacer por ellos es… ¡cambiar nosotros! Solo después del cambio de conciencia hacia lo esencial tendrá sentido pensar en los modos de hacer escuela, las maneras de comunicarse con ellos o cualquiera de los aspectos que consideramos educativos. Nuestro cambio de conciencia funciona al nivel fundamental de la creatividad mental. Lo mejor que podemos hacer por los niños es verlos como seres esenciales de amor, eternos y gozosos. Entrenando el cambio de percepción con los niños, cada adulto se encuentra con sus mejores lecciones de Amor. Y las lecciones de Amor, aunque algunos crean lo contrario, llevan al gozo y a la paz. Son las lecciones de ego, cuando expresas tu temor y tu culpa con los demás, las que llevan al sufrimiento. Tal vez, antes de aprender una lección de amor, que es una lección de perdón, la resistencia del ego te haga sufrir, pero una vez rectificada la percepción, todo lo que llega es liberación y paz. Enseñar culpa Los niños son espejos de la inocencia. No han sufrido aún la programación básica como personalidad-cuerpo que la sociedad ego acabará imponiéndole, y su mente viene indudablemente más limpia, lo que da como resultado un espejo limpio. En él se refleja nuestra propia mente adulta totalmente programada, llena de creaciones y distorsiones. Los niños sobre todo reflejan nuestras pretensiones de dominio, propiedad y control. En este asunto suelen ser unos auténticos maestros. También dejan claro, a quien quiera verlo, los complejos y sofisticados métodos con los que culpabilizamos a los demás. Gran parte de lo que muchos padres de hoy día llaman educación, se reduce a una sistemática culpabilización al niño por un sinfín de causas perdidas. Los niños deben de aprender a «ser» tantas cosas —disfraces— en
tan poco tiempo, que tarde o temprano acaban «siendo culpables» de algo. Por ser algo o por no serlo. Y los adultos que sistemáticamente culpabilizan, ni siquiera son conscientes de que lo hacen. En el fondo los niños son tan inocentes como los adultos, ya que no existe culpabilidad alguna en ningún caso. Sin embargo, a nuestros ojos, su ausencia de programación nos recuerda la inocencia fundamental de nuestro ser esencial. En los niños percibimos una especie de inocencia perdida. Las culpabilizaciones que inventamos contra ellos son creídas inmediatamente en ausencia de otros marcos de referencia. Casi no disponen de recursos mentales para rechazar las culpabilizaciones externas y pronto se convierten en internas, parte de su personalidad o «yo idea». De este modo, el proceso de programación en la culpa se transmite generación tras generación, hasta que en algún momento las personas contactan con la Inteligencia del Amor. La culpa es la anfitriona del miedo, ya que tras la culpa siempre llega el castigo. El castigo es el símbolo del dolor asociado a una causa. Culpa, miedo y dolor es la trilogía con la que el ego nos programa. Nadie es culpable por definición, ya que culpable significa merecedor de castigo, y ese es el error fundamental, la creencia en el dolor que sencillamente llamamos «miedo». De modo que culpa y miedo funcionan como subprogramas asociados junto al ídolo dolor. Resulta liberador darse cuenta de que ni siquiera nadie es responsable de todas sus distorsiones mentales. No se puede responsabilizar a alguien de lo que no es consciente. Solo quien se hace consciente de sus programaciones adquiere la responsabilidad de elegirlas o no. Tras elegir la desprogramación llega paulatinamente la paz, la libertad y la conexión con la mente superior o mente unificada. Todos somos capaces de apreciar a simple vista el reflejo de inocencia en los niños, la inocencia fundamental que algún día habremos de recordar todos. Los niños suponen una contradicción para la mente temor: recuerda la esencia y se admira, pero automáticamente queda barrida en pro del adiestramiento en el temor. Por eso los adultos estamos obsesionados en modelar a los niños, aunque lo disfracemos con nuestra intención de evitar su sufrimiento.
PROYECCIÓN Y PERDÓN Es habitual entre los manuales de desarrollo personal actuales ver la comparación de una mente personal con un iceberg. Ambos muestran solo una pequeña parte de la totalidad. En esta parte a la vista, por encima de la línea de flotación, se asienta el
consciente. Lo inconsciente es la parte sumergida de la mente. El consciente tiene que ver con aquello de lo que nos damos cuenta, mientras que en el inconsciente o subconsciente26 se acumulan todas las experiencias, recuerdos y programas que afectan a la vida sin percatarnos de ello. Pero hay otra parte del iceberg de la que no se habla tanto: la parte en la que cada uno de ellos se une con todos los demás icebergs en un gran compacto bloque de hielo. Es el inconsciente colectivo que intuyó Jung. Esos icebergs están todos conectados ya que todos pertenecemos a una misma mente que organiza el juego de la vida. El inconsciente colectivo hace referencia al núcleo de la mente dual fabricadora de mundos con la que interactuamos. La realidad que percibimos es toda ella una secuencia de símbolos del inconsciente colectivo. El inconsciente colectivo está programado por el ego. 26 Para los efectos, uso ambas palabras para un mismo concepto. Otros autores hacen distinciones interesantes pero nada clarificadoras en este contexto.
Hew Len, el chamán hawaiano que difunde el Ho’oponopono27, define al ego con términos clarificadores: las memorias dolorosas que residen en nuestro subconsciente. Según él, nuestro trabajo consiste en limpiar nuestra mente de esta programación, de estas memorias dolorosas. El subconsciente crea nuestra experiencia de vida y solo limpiando el programa que lo hace funcionar desde la decisión consciente, podremos alcanzar la paz. Otro maestro, esta vez occidental, llamado Eckhart Tolle28, llama «cuerpo dolor colectivo» al residuo energético que generan las memorias dolorosas. La idea es la misma, ambos son términos muy clarificadores. El dolor colectivo parece una identidad propia gobernando a la mente desde la profundidad del inconsciente. Según Tolle, nuestro trabajo es hacerlo consciente observándolo sin juicio. Esto es el perdón. En mis palabras, me refiero al mismo proceso diciendo que la percepción desde el Amor que eres —conciencia esencial— disuelve el dolor. La mente inconsciente guarda dentro de sí un gran dolor, una gran culpa y un gran temor. Nada de esto tendría por qué ser así, pero la mente colectiva y la de cada uno así deciden que sea una vez tras otra. La mente subconsciente se encarga de la repetición de los comportamientos aprendidos. Los programas repetitivos generados desde ese cuerpo de dolor inconsciente vuelven a cumplir su misión, y aparentando querer salir del sufrimiento, producen más sufrimiento en la persona y en el entorno. En cada momento que luchamos, atacamos, ofendemos o simplemente juzgamos a alguna persona o situación, nuestra mente en realidad está reproduciendo ataque hacia lo que ella misma ha creado. La parte inconsciente de la mente, que sabe que
se está atacando a sí misma, genera energía dolor, culpa y miedo. El dolor, la culpa y el miedo facilitan la disposición a un nuevo ataque. Este bucle o subprograma cíclico es un sistema de funcionamiento sustentable para el ego hasta que la conciencia decide salir del juego. 27 El Ho’hoponopono Autoidentidad es una filosofía chamánica actualizada y una técnica de limpieza mental. 28 “El Poder del Ahora” Eckhart Tolle
El autoataque constante produce un acumulado energético guardado cuidadosamente en una memoria dolorosa o cuerpo dolor. Esto viene sucediendo hace milenios, que sepamos. No tenemos idea de lo inmensamente complejo y grande que es este juego, no sabemos la inmensidad de lo que no sabemos. El universo comienza por desbordarnos con sus dimensiones. Si miramos el cosmos en una noche clara, y alejados de la luz artificial, veremos el bellísimo mar de estrellas, como un gran cartel anunciador que dice «la mente es grande». El cielo es la imponente promesa del Universo en cuanto a infinitud se refiere. El cielo es el símbolo natural de la gloriosa eternidad. El cielo simboliza al Cielo en la mente. Y todo está en la mente. La tecnología mental es la única tecnología existente. Y al margen de la tecnología operativa, el Amor es. No le afectan nuestras ilusiones. Está más allá de nuestra capacidad de destruir. La mente colectiva tiene en su núcleo, en la dualidad o falla de percepción primordial, una identificación con el error o culpa profunda que justifica tanta recreación de dolor en el mundo, como reproducción de este dolor, pena o culpa original. La mente se reproduce a sí misma, y desde un núcleo de dolor, genera más dolor y separación. Funciona así a cualquier nivel, personal o universal. En una discusión con tu hijo y en la explosión de una supernova. Según Un Curso De Milagros, los conceptos emocionales profundos que producen el dolor, la culpa y el temor se asientan en el origen de la percepción, que es la base de la manifestación. Es necesario corregir esta percepción y existe ayuda específica para esta labor. La corrección de la percepción es la base del trabajo del Curso. Se trata de un entrenamiento específico para cambiar la percepción y entregarse poco a poco a la mente superior. Cuando atacamos creamos dolor, como ya hemos visto. Al atacarnos a nosotros mismos como mente dual creadora de la realidad construida, el dolor generado «fuera» también se experimenta «dentro» tarde o temprano de un modo holográfico. El dolor se perpetúa a sí mismo en todos los patrones del programa ego. El mejor modo de salir de estos programas consiste en aceptar un cambio de
percepción, lo que implica disponer del coraje de «cambiar». En realidad consiste en cambiar la mente que empleas para percibir, porque tú no cambias, eres eterno e inmutable. Es muy complicado cambiar nuestra mente mediante el cambio de nuestro comportamiento, es un proceso de adiestramiento lento e ineficaz, el conductismo ya lo demostró disfuncional en la dimensión humana. Es un método de programación exhaustivo. Es cierto que la mente dual funciona con automatismos, pero la Inteligencia de Amor funciona desde lo unificado, de dentro a afuera. No puedes hacer consciente a una persona haciendo que imite como un mono lo que una persona consciente haría. ¿Desear o no desear? He aquí el dilema. Existe una interesante dialéctica en los círculos de lo que se llama trabajo espiritual29. Por un lado existen comunicadores, entre los que me incluyo, que hablamos de abundancia y prosperidad, del poder de nuestros deseos y de la ley universal de la atracción. Es el camino de la expansión de la mente personal para que amplíe su conciencia y abarque finalmente la responsabilidad por todo lo que experimenta. Como mensajeros, en este camino debemos tener cuidado de no confundir el poder de la mente con el poder espiritual. La ley de la atracción habla del poder de la mente. Lo espiritual sucede, si es que algo espiritual puede suceder, cuando dejas de jugar con la ley de la atracción y tan solo la usas con naturalidad. Sabes que eres una terminal de la mente dual, pero decides no verte arrollado por el juego y hacer uso de tu libertad sagrada. Eliges ser amor, pero eres consciente de las leyes mentales en las que temporalmente pareces estar. Mediante la ley de la atracción, lógicamente tu mundo personal se hace grande al expandirse tu conciencia de unidad y recuperar ciertas capacidades olvidadas. Se te posibilita dejar de crear pesadillas para empezar a crear paraísos en tus estados mentales o experiencias de la vida. El primer problema del sueño es que se había convertido en una pesadilla, pero no tiene porqué ser así. Igual que has creado pesadillas, puedes experimentar la gloria. Por otro lado tenemos a los mensajeros que suprimen al ego y nos invitan a que meditemos constantemente, nos callemos y nunca demos gran importancia a nuestros deseos, ya que pueden ser o no ser. Entre estos también me incluyo a veces, con la salvedad de que nunca menosprecio a la experiencia de la vida ni a los deseos. Uno de los riesgos principales de los que recorremos este camino es, tal vez internamente influenciados por ciertos subprogramas que invitan a rechazar al cuerpo y al mundo, el de llegar al extremo de despreciar la vida por ser demasiado corriente e imperfecta y de considerar la existencia del pecado en desear más de lo necesario. Buscamos una mente recta, una disciplina en la voluntad de fundirse con el todo. Muchos de los descubrimientos de estos mensajeros son profundos, auténticas investigaciones de la mente en su proyección hacia el espíritu. Pero influir en la creación no tiene nada de malo. Precisamente, lo ideal es transformar el sufrimiento
en conciencia. Y esto afecta a la creación —a la mente colectiva. Por supuesto, despreciar el cuerpo no tiene nada que hacer con la enfermedad o estructura mental que rige el mundo. No va a ayudar para sanarla, sin duda, pero además al despreciar el cuerpo has caído en una trampa del ego. Un subprograma pseudoespiritual de sufrimiento y dolor. Una «experiencia espiritual» demasiado compleja para ser cierta. ¡No hay goce! El sufrimiento es la expresión de la culpa subconsciente. Por tanto, atacar, excluir o rechazar al cuerpo definitivamente no ayuda. Un sano respeto por tu cuerpo y un cuidado responsable es una condición evidente de un aventurero libre con una mente integrada. No se rechaza la experiencia desde la Inteligencia del Amor. Sencillamente se ama. Y si la mente se equivoca, se perdona. Tal vez no sea tan importante ser exageradamente cuidadoso con el cuerpo, sino más bien ser sencillamente responsable de él. El cuerpo es una herramienta que hemos de cuidar, no castigar o despreciar. Al igual que todo lo que existe. Amar es amar sin importar el objeto amado. Ambos caminos generales de difusión de ideas van en busca de la expansión del ser y operan de acuerdo a una lógica, son sinceros y respetables. Y en ambos caminos se encuentran personas algo desorientadas mirando a la vez con recelo y una secreta admiración a los del otro camino. Es como si hubieran elegido dos hobbies distintos, dos modos distintos de realizar su trabajo espiritual y sospechan que tal vez los «otros» tengan algo interesante que ellos no pueden ver. En mi opinión, el deseo es una energía que opera desde las posibilidades que tu camino te ofrece. A «las posibilidades que tu camino te ofrece» se le podría llamar tu libro de ruta, o tu inconsciente personal. También se podría llamar karma. Incluso se podría llamar escenario de tu alma. El deseo a menudo corresponde con construcciones de la mente dual en pleno subprograma del ego, por supuesto. A veces deseamos caprichos, salirnos con la nuestra, controlar el mundo que vivimos desde lo que creemos ser. Como programa, guión o proyecto, el ego ofrece alternativas muy variadas a nivel fenomenológico. No olvidemos que la tecnología mental es cósmica. Resultará interesante preguntarse si lo que deseas es un capricho o lo consideras necesario, importante, de tu alma o propio de tu camino. El deseo es algo con lo que nos identificamos. Si estás identificado con tu deseo, creará realidad. Puede que tu deseo corresponda con tu cambio de percepción y funcione como lección de Amor, de Gozo o de Verdad. O puede que no. Pero la experiencia en el mundo dual es paradójica y misteriosa. Arrojarse al misterio de la paradoja es parte del entrenamiento mental. Lo que, aun siendo inevitable tarde o temprano, no está escrito en ningún guión es tu cambio de percepción. El deseo interactúa con la mente inferior muy a menudo, pero también llega desde la inteligencia superior a veces para guiarte hacia aquello que te puede hacer aprender algo definitivo. El deseo es una de las llaves con las que este mundo se fabricó. En los deseos está escrito el devenir, las claves con la que tu inconsciente regulará el tiempo y la vida según tu evolución consciente. El devenir es el conjunto de probabilidades que, bajo el programa ego, la mente dual creará en
nuestra experiencia vital. Tiene forma arbórea. De un deseo surgen cientos de posibilidades de expresión o más, según la mente en donde se desarrolla la experiencia. Y frente al deseo y su desenlace se dibujan mil posibilidades de percepción y de respuesta. El cambio de percepción requiere de la experiencia para hacer su trabajo en la sanación de la mente. Es necesario utilizar la herramienta mental al sanar la propia mente, pero no puede regir ella misma su sanación. Debe de ser liderada por la Inteligencia del Amor, y todos tenemos esta conexión. Es esencial. Hay un campo de trabajo excepcional para el re-entrenamiento mental. Lo cierto es que cuando una persona va unificando su mente y avanza en su sencillez, va necesitando cada vez menos cosas, pudiendo disfrutar y aprender de cualquier momento sin hacer uso de muchos deseos, energía, o movimiento. Al aprender a vivir sin dolor, ni miedo, ni culpa, la experiencia de la vida se convierte en el gozo de conocer y el gozo de compartirse, principalmente. Sin embargo, muchas veces se pretende que siguiendo un camino bajo la consigna «abandona tus deseos», se te lleve a un estado de conciencia en el cual no tengas deseos. Eso no funciona. Cuando los deseos son reprimidos, esta energía se reproduce y crece. No se puede agarrar a alguien por las solapas y decirle «hazte más consciente». La toma de conciencia no funciona sin la libre voluntad. No llega a implantarse en el programa de tu vida. Si la letra con sangre no entra, la verdad requiere un alto grado de voluntad para ser aceptada. La verdad debe de ser integrada en el propio ser. Los deseos están ahí para indicar un mensaje de tu actual estado de conciencia en relación con tus posibilidades vitales, que cuantitativamente son muchas y muy variadas. El deseo es una posibilidad idolatrada, porque aún ves muchas diferencias entre que pase una cosa o pase otra. El deseo te habla de tu nivel de apego, de tu necesidad de control, de tus identificaciones temporales. El deseo es el filo de la navaja. El deseo también te guía hacia intuiciones maravillosas. El deseo es algo más de la experiencia, y por tanto es posible amarlo y perdonarlo —limpiar cualquier juicio sobre él—. Es un mensaje auténtico y hay que descifrarlo en la experiencia vital. En el deseo está el sendero del aprendizaje. En la alegría está tu guía en la vida, siempre de acuerdo a tu nivel de conciencia o a tu estado de cambio de percepción. El Rig Veda30 dice del deseo que es lo que une el no ser con el ser. El hilo de la creación. Cuando vives la vida como el sueño que es, comienzas a renunciar a muchos de los juegos del ego porque ya no quieres jugar, como el niño que abandona sus juguetes, efectivamente, los deseos van cayendo y haciéndose más sencillos. Aún así, los deseos constituyen el tamiz con el que se forja la experiencia. No se pude reproducir el estado de goce, propio del contacto con la Inteligencia del Amor, sencillamente imitando los síntomas y «dejando de desear». El inconsciente crecería igualmente aprovechando los recursos del deseo reprimido. Recordemos que el inconsciente es aquella parte que no conocemos y que comprende todo lo que no se expresa, lo que se rechaza y guarda en la mente oculta. Se manifiesta en esa parte de la vida que no podemos comprender. Te puedes imaginar que el inconsciente es muchísimo mayor que el consciente, por supuesto, el inconsciente
conecta de alguna manera con lo infinito. La mente separada en vez de crearse más límites, necesita integración en sí misma — en el consciente— para acceder a integrar lo inconsciente. La misión del consciente es elegir. De modo que ante estos dos caminos, la respuesta es como siempre si y si. Ambos caminos utilizan herramientas que pueden funcionar para distintas conciencias. Y en ambos debe imperar la Mente Unificada para ser fructíferos. El no-deseo, el desapego, y la sencillez suelen ser un síntoma de la mentalidad unificada, sin embargo no suele funcionar como un camino a ella. Aún así, la diversidad, que es una impronta de la mente creadora del universo, garantiza cierto grado de imprevisibilidad cuántica. Esta imprevisibilidad es tan grande que parece total para muchas personas. Así se hace cierto el «todo es posible» en el limitado, aunque inmenso, mundo de las formas en donde todo existe ya creado y simplemente se repite una y otra vez. Cualquier camino puede funcionar para una mente determinada durante cierto tiempo. La libertad auténtica consiste en elegir qué eres. En definitiva existen dos opciones, y una de ellas es el Amor. La auténtica libertad solo se expresa en esta opción. Y para elegirlo también hay que desear lo elegido, como una expresión de voluntad. El deseo es un mecanismo dual de libertad y de opresión. No es negativo, simplemente, pertenece a las leyes de la mente. Uno de mis deseos es que nadie jamás logre hacer que menosprecies tus deseos y los de los demás. Ellos son la llave de tu «realidad». Otro de mis deseos es que los deseos no se adueñen de ti ni borren tu voluntad más profunda. Estarías preso en tu propio sueño. Y eso no es libertad. 29 El trabajo espiritual encierra una contradicción, ya que lo espiritual no es del «hacer», luego el trabajo no le puede pertenecer. Ciertamente se trata de entrenamiento mental. Sin embargo son términos clarificadores para muchas personas, y trabajo espiritual pueden ser interpretado como «trabajo para aumentar la conciencia de lo espiritual». 30 Una de los cuatro libros Vedas. Una recopilación de himnos a los dioses.
El espejo La propiedad especular de las relaciones humanas es algo bien conocido hoy día en la psicología, en el desarrollo personal y en la experiencia cotidiana de un sinfín de personas que se auto-observan y por tanto, saben percibirla. De alguna manera, la experiencia reproduce símbolos «reales» de nuestras íntimas creencias e identificaciones inconscientes. Las personas que nos encontramos funcionan como una especie de «espejos experimentales». No es que sean como una imagen del espejo, se trata de una metáfora, lo que se ve son diversos y distintos aspectos… de mí mismo o mejor dicho, de la mente que mira. En las relaciones nos encontramos con las experiencias necesarias para aprender más sobre aquello que está oculto en el inconsciente y es importante para nosotros sacarlo al consciente. No
es preciso recrear el dolor que se produjo en la programación personal o colectiva, no es preciso que tu mente vuelva a pasar por ello. Está ahí y basta con hacerte consciente, simplemente darte cuenta del juego. Por supuesto tampoco puedes negarte a mirarlo. Esa negación es precisamente elegir el miedo. Todo aquello relacionado con nuestra evolución a nivel de consciencia, trae cierta carga emocional, se hace muy patente a nivel del sentir. Jung descubrió cómo funciona nuestra sombra. En ella residen nuestras culpas y miedos en forma de cuerpo dolor. El cuerpo dolor personal está conectado con el cuerpo dolor colectivo, ya que el inconsciente es como un gran iceberg que en lugar de acabar en su zona inferior está unido a un gran bloque de hielo, para bien o para mal. Cuando decidimos venir a este canal específico de la mente dual, en este programa concreto que es nuestro camino personal, lo que hacemos es elegir una especialización para tomar conciencia de cierto aspecto específico del ego colectivo. Cada conflicto, cada momento de rabia y confusión que experimentas refleja un aspecto del ego colectivo que estamos trabajando y que en el libro de ruta de nuestra alma nos corresponde experimentar. Este trabajo de toma de conciencia es el famoso «conócete a ti mismo». Enseguida que uno va conociendo su herramienta mental y vislumbra lo que hay más allá de ella, pronto comienza a tomar decisiones en cada segundo. De algún modo, la toma de conciencia requiere un entrenamiento mental posterior para que se implante —o implemente— como una parte de tu experiencia. Este es el trabajo, nuestra responsabilidad como aventureros libres. Cada vez que elegimos ser amor, estando presentes, guiados por nuestro sentir consciente, con la mente lo más limpia posible de obstáculos o subprogramas, estamos produciendo perturbaciones al guión principal, estamos desinstalando el programa principal. No le atacamos, simplemente le restamos realidad, le retiramos del ámbito de aplicación de mi mente. Dejamos de creer en el ego. La mente dual cree hacerse más pequeña, no se da cuenta de que la mente superior está reintegrándola. Y si se da cuenta, probablemente lo interprete como un ataque. Todos participamos de esta auto-programación mental constante. Para ello, utilizamos la experiencia vital como si fuera un juego de espejos. Pistas para entrenar, para aprender cómo funciona nuestra mente e irla depurando hacia programas superiores, más sencillos y gozosos, más inteligentes y amorosos. Cada persona con la que tienes una relación estrecha te sirve en el juego de la atracción de las emociones y los retos inconscientes. En este juego siempre puedes, en compatibilidad siempre con las posibilidades de tu guión o programa, aprender y crecer hacia una mentalidad que te permita vislumbrar lo espiritual en tu experiencia. Recuerda que solo mediante la mente se puede ver. Solo con ella se puede fabricar y
experimentar realidad. En cada relación, cada momento, cada pensamiento y cada silencio jugamos en el juego de los mil espejos simbólicos, emocionales, conceptuales, energéticos y fenomenológicos. Los espejos los has puesto mediante la mente siguiendo siempre su ruta, propósito o alma. El sentir es quien realmente te ha traído hasta aquí, siempre modulado por su inteligencia. La verdadera Creatividad es amar, extender o compartir Amor. Esta creatividad está fuera del juego de espejos, la trasciende. Pero cuando su principio es aplicado en esta realidad mediante la mente, la afecta en lo fundamental. Todos trascendemos la realidad, la afectamos y la aceptamos, la perdonamos y la conocemos, la amamos y la creamos. Fuera del tiempo todos hemos hecho esto inocentemente. En el mundo del espíritu de donde provenimos como seres de Amor, no tiene consecuencias nada de lo que hagas, porque allí nada necesita ser hecho. Recordar el espejo en la vida cotidiana es una de las principales herramientas para ir gozando de una mente unificada. El espejo recuerda en ti que lo que vives es producto de tu creación mental. Ya sé que no es de fabricación consciente, pero has visto que existe y que funciona. Sabes que es verdad sin más pruebas que la que la vida te ofrece cada día, es decir, desde la sabiduría. Al recordar el espejo y aplicar el cambio de percepción, permites atajos en los tiempos de tu proyecto o guión personal. Permites acortar tu gran aventura, y también permites que se eleve. La decisión y la voluntad Podríamos decir que cada uno de nosotros, más que nada, vive en una mente. Una mente en sí misma es un mundo separado, un programa complejo, un universo. El universo personal se relaciona con otros universos creando complejas relaciones y estructuras. Se crea el cosmos. Nosotros vivimos en una mente y recorremos el cosmos vestidos con un cuerpo, disfrazados con una personalidad basada en un programa inconsciente, del alma, que se hace consciente en la experiencia misma. A veces confundimos nuestra identidad, otras veces reconocemos nuestra esencia, y abrimos una salida interior al guión. Nos independizamos del guión al no percibirlo de un modo que lo haga real y perdurable. Esto nos ahorra tiempo de aprendizaje y facilita una experiencia menos adicta, más pacífica, más auténtica y gozosa. Esta experiencia a la vez reverbera en el programa del ego colectivo. Esta perturbación, como podría llamarse en relación a los fundamentos del ego, es la misma implosión de paz que la Inteligencia del Amor produce en ti. Evidentemente, la creación de la mente dual no es eterna. Lo eterno solamente es lo espiritual. Todos producimos una onda de perturbación al gran programa —el programa es tan complejo que abarca muchísimos algoritmos— cuyas consecuencias son imprevisibles. La voluntad de ser Amor es la decisión de Ser, y este pensamiento
hecho voluntad afecta a las mismas estructuras de la mente dual. Esta decisión ineludiblemente produce la experiencia del final de la experiencia, tarde o temprano según su integridad. Una decisión íntegra produce resultados inmediatos, como muestran todas aquellas personas que han podido conectar con una experiencia trascendente. Solo la paciencia infinita produce resultados inmediatos.31 31 Cita literal de Un Curso de Milagros.
Proyección El espejo de las mil formas sirve de pantalla para nuestras proyecciones o creaciones mentales. Hew Len, el doctor hawaiano que difunde la enseñanza del Ho’oponopono, dice que nuestra mente es un proyector, y la vida física es una pantalla. Lo que está en el interior de nuestra mente, sale ahí fuera convertido en efecto perceptible para «el mundo real». Intentamos cambiar las cosas de mundo con grandes esfuerzos o intentamos que los demás hagan lo que yo quiero. Esto sucede en la ilusión de que soy un cuerpo y de que solo como cuerpos podemos abordar soluciones. Pero en realidad, todo está en la mente. La mente es la que proyecta la realidad. En sus propias palabras «si no te gusta la película, cámbiala y ya está». Nuestra obsesión por intentar cambiar la pantalla —lo físico— en lugar de cambiar la película —la programación e estructura de la mente— produce resultados efímeros y patéticos. De hecho, los principales problemas del ser humano siguen inalterados desde que tenemos conocimiento histórico, por muy defectuoso que éste sea. Puede que disfrutemos de GPS, usemos los rayos gamma y tengamos trajes de neopreno. Pero las luchas de poder, los asesinatos y las agresiones, los ataques mentales, emocionales y físicos, la carencia, la codicia, las enfermedades y el hambre, las desarmonías sociales, la lucha de sexos, el racismo, la opresión y la intolerancia, los desastres naturales y la incomprensión sobre la vida perduran en nuestra experiencia desde el principio del Cro-Magnon. Se podría decir que no hemos salido de esta etapa al no haber sido capaces aún de dar un salto cuántico cultural. Lo importante sigue igual. Eso sí, la tecnología y las maneras de disfrazarnos han cambiado mucho. Aparentan ser muy sofisticadas, escondiendo lo evidente y haciendo creer a todo el mundo que la evolución continua en toda su efervescencia. Pero socialmente seguimos proyectando los guiones pre-programados por el ego, seguimos ignorando al espejo de la vida, y seguimos viviendo como «cuerpos y personalidades» basados en el pasado. Por este motivo, se habla de proyección como el efecto producido en la experiencia de los observadores por su propia mente. Es un holograma de la mente colectiva creadora de mundos.
En esencia, todos somos semillas de Amor que libremente florecen en la conciencia. El amor se manifiesta en el tiempo como perdón. El Amor no proyecta. El Amor perdona. El cambio de percepción primero se hace consciente de que todo es proyección. Es el primer paso del perdón, como un modo de ver necesario para reinterpretar el erróneo y doloroso programa del ego. Finalmente, el trabajo consiste en perdonar a la proyección misma con todos sus contenidos. Esta es la reestructuración mental a la que te invita poco a poco la Inteligencia del Amor. Sonríe El enfoque mental es la llave de tu experiencia. La emoción es la guía que te da información válida para saber si tu enfoque mental está favoreciendo opciones pacíficas para ti. Si permaneces enfocando tu energía —tu atención— en el mal ambiente que vives en cualquier escenario de tu vida, seguirá creciendo en ese área mental. El mal ambiente no tiene pinta de ser muy agradable, yo creo que es buen momento para elegir otras cosas en las que centrarte. El conflicto —una zona oscura de tu mente— sobre el que actualmente hay mucha energía emocional es tu área de trabajo. La emoción es tu guía para enfocar conscientemente tu atención. En esa zona estás desarrollando en este momento cierto tipo de elecciones mentales de importancia —trascendencia— para tu Yo profundo. Es una zona que puedes utilizar para perdonar o para crear más tiempo. Si creas más tiempo, es decir, si has elegido el miedo, el dolor o la culpa, las situaciones de conflicto típicas del ego se repetirán una vez tras otra hasta que elijas perdonarlas. Si perdonas, acortarás tu tiempo de trabajo y obtendrás paz. El ideal es estar presente para observar cada pensamiento negativo sobre mi área especial de trabajo. Y cuando llegue cualquiera de estos pensamientos… ¡sonríe! Esta será la señal de tu presencia. ¡Le has pillado! No te juzgues, no digas «maldito pensamiento», ni «eso está mal». Sencillamente sonríe y después respira varias veces, ofreciéndote al momento. Con estas dos señales estás anulando su efecto sobre tu mundo emocional. Estás reprogramándote. Una vez que comprendas el ejercicio, te darás cuenta de que la sonrisa quita peso y seriedad al ego y su monopolio emocional. El ego desea que todo sea «muy importante». Para el ego en cualquier momento podemos arruinarlo todo. Todo es peligroso, imposible o muy difícil para él. Recuerda que es el programa del miedo. Se encarga de traer «problemas» a tu mente, para que pensando y pensando busques una solución. ¿Qué tipo de solución? Adivina: confrontación, lucha, maledicencia, ataque, revancha… Como suele hacer, el ego crea problemas que no pueden ser resueltos jamás. De este modo establece funcionamientos que prolongan el tiempo en busca de una vana eternidad, entendida como una gran cantidad de tiempo, en lugar de ausencia de tiempo, que es el estado del Ser. Con la sonrisa te dices por un momento: la vida es un juego, elijo que el juego no me
haga sufrir, sino que sea divertido, alegre y amoroso, no un montón de problemas. Y me entrego a ello, lo permito. La triple respiración es la manifestación de tu conciencia en el presente, tu control sobre ti mismo y la expresión sencilla de tu deseo de paz por encima de todas las cosas. En la triple respiración vuelves a tu centro y dejas de estar alterado, cambia tu energía. Así que, mantente atento, como un silencioso testigo que escucha a tu mente, y en cuanto llegue un pensamiento negativo sobre alguno de los temas especiales de tu vida ¡sonríe! Y después respira lentamente algunas veces. Si lo haces con la conciencia y las causas que aquí explico, y para ti son reales, entonces estarás actualizando lo que eres. No te preocupes por nada, ni por quien pueda estar mirando. Pensarán que estás en tus cosas. Que no sea un impedimento. Puede ser liberador mostrarse en paz. Elige la paz como tu máxima prioridad en cada momento. Y conocerás la paz, a fondo, en todo momento. En qué consiste el perdón El perdón comienza por una expresión de la verdadera identidad. Se trata de ponerse en el lugar del Ser, del Yo Profundo. Y desde ahí trascender las apariencias y descubrir que no estamos separados, que somos lo mismo, extensiones del Amor aprisionadas temporal y aparentemente en una mente dual, cuyas creaciones constantes combinan temáticas de un pasado colectivo en distintas formas casi inagotables. El perdón parte de la conciencia de que todo lo que sucede es una oportunidad que se nos brinda para crear amor, aunque tenemos la libertad de seguir creando dolor. La libertad es obligatoria, es una condición esencial de la experiencia. No necesitamos nada, no podemos ser heridos en lo más auténtico, es nuestro ego el herido. La situación la hemos creado nosotros —mejor dicho nuestra mente alejada de su esencia—, hemos participado en su creación y en su desarrollo cada día con todos los pensamientos que han sumado ingredientes energéticos, la hemos permitido de muchos modos y hemos colaborado con ella. Somos responsables mentalmente. El perdón es el supremo acto por el cual recordamos quienes somos por encima de nuestro dolor, recordamos la verdad. Y descubrimos el juego en nuestra percepción. El perdón es el triunfo mental del Amor sobre el dolor. Hablando con más precisión, es la percepción correcta de la vida. Es la decisión de abandonar el juego del miedo, el experimento de la culpa. Nuestras creaciones mentales Nuestra creación se realiza a varios niveles. Desde un nivel mental de alma, distinto
al actual como mente separada y embotellada en un cuerpo, establecimos los parámetros, los límites y las características globales de nuestro guión personal antes de venir con algunos deseos o propósitos experienciales. El alma, como cúmulo o memoria sentimental con la que seleccionamos —al nivel del sentir— ciertas opciones sobre las existentes en el guión de guiones, nos plantea un escenario en su ruta sentimental. La mente da forma a los requisitos del alma, el alma es la ruta de la mente —su causal. Creamos al elegir cada estado mental, cada orientación de pensamiento, y finalmente cada pensamiento con toda su consecuencia experiencial. Nuestro estado de ánimo, nuestra experiencia psicoemocional es una consecuencia de decisiones a nivel personal y transpersonal, que vivimos como experiencias internas o sucesos externos. También «creamos» como mentes separadas, una vez dentro del escenario, al elegir cada una de las opciones que presenta el guión, según un amplio abanico de variables con las cuales aparentamos estar separados y ser «libres» en un fluir aparentemente caótico y azaroso. En este nivel la creación es bastante aparente, pero también tiene variedad y posibilidades. Son decisiones que afectan al hacer y a sus modos. Cada decisión está de algún modo relacionada con la libertad esencial, con el nivel de conciencia, de alguna manera estamos eligiendo en cada momento desde qué identidad percibimos, actuamos, pensamos o hablamos. Si mientras ocurre todo esto, profundizamos en nuestra identidad y expresamos con autenticidad, si conectamos con nuestra Inteligencia del Amor, comenzaremos a hacer una creación interna de auténtico valor, al ser una re-creación de Amor o un re-conocimiento. La creación inconsciente El inconsciente produce mucha más cantidad de energía, pensamiento, comportamiento y realidad que el consciente. A un nivel fenomenológico, el inconsciente es el que realmente decide los parámetros de funcionamiento, a falta de una decisión consciente. En esto se basa la mente automática para re-crear eternidad a base de tiempo. Como mente separada, poco podemos hacer contra la creación inconsciente colectiva. Por muy evolucionados que estemos, la realidad tiene sus reglas y estas operan desde el inconsciente colectivo, del mismo modo que en una vida o camino personal, también las reglas se definen desde el inconsciente. En el inconsciente hay culpa, dolor y temor, además de un sinfín de creencias, programas, rutinas y subrutinas que siguen operando impunemente hasta ser llevadas al consciente.
Hay veces que nos saboteamos a nosotros mismos porque nos sentimos culpables e intentamos atenuar la culpa autocastigándonos. A veces atacamos al cuerpo, como en la manifestación de enfermedades. En otras ocasiones castigamos a otros como un intento de autocastigo del inconsciente colectivo. Hacemos todo esto desde distintos niveles mentales, normalmente inconscientes. Cuando ataco fuera ataco dentro. La mente opera en modo holográfico, al hacer daño fuera, hace regresar al dolor en forma de culpa inconsciente. Con tu ataque has hecho real la culpa que has percibido. Aquello que se comparte o se hace común —en este caso la culpa—, se hace grande, del mismo modo que las ideas compartidas se hacen grandes y finalmente, se hacen realidad. De alguna manera, se hace real la idea de que está justificado el ataque y el castigo sobre aquellas personas a las que has atacado como sea. En la mente a la que todos reportamos, reverbera la idea de que el ataque tiene sentido. Por lo tanto, estás preparado para recibir ataque. A esta disposición se le se llama vulgarmente «culpa». Te sientes inconscientemente digno de ser atacado. Todo empezó cuando percibiste un ataque sobre ti mismo y elegiste el miedo. Y entonces respondiste según el programa del ego: al ataque le corresponde una defensa. La primera defensa es el juicio, que en si ya es un ataque. Las siguientes defensas consisten en otros modos diversos de ataque. La culpa inconsciente se manifiesta como probabilidades del guión o camino personal. Mayor culpa inconsciente produce mayor miedo y mayor dolor. El miedo expresado extiende el dolor y la culpa. El dolor expresado hace real la culpa y la comparte. El modo básico de creación de la mente consiste en reproducirse a sí misma. Estos son los virus principales que operan en la mente haciendo la dualidad perpetuarse. Miedo, dolor y culpa. Proceden del origen de la experiencia, proceden de la creencia en la separación hecha una realidad. Con ellos creamos el sufrimiento en el mundo. Solo haciéndote consciente del sueño puedes conseguir que no te afecte. Esta incondicionalidad es la que te permite amar verdaderamente. ¿Te ha sucedido alguna vez que te hayas dado cuenta de que lo que estás experimentando es un sueño? Los gnósticos y los budistas trabajan este estado de conciencia desde hace siglos, lo llaman sueño lúcido. Recuerdo claramente la última vez que me di cuenta de que estaba en un sueño. No me preguntes porqué, pero en mi creación mental tenía que realizar un trabajo con rapidez recorriendo de arriba a
abajo un edificio atestado de gente. En el primer atisbo que tuve de darme cuenta de estar viviendo un sueño, decidí hacer el trabajo con mayor facilidad y ligereza. Inmediatamente me deslizaba por el suelo, casi volando. Cuando me sentí seguro en el nuevo modo de moverme, aún tomé mayor confianza en mi participación e influencia sobre el sueño y comencé a volar. Estaba volando aún preocupado por cumplir con el trabajo que se suponía que debía hacer cuando de repente me pregunté ¿para qué? ¡Si esto es un sueño! No tengo porque hacer trabajo alguno. Entonces cambie de estado de conciencia y no recuerdo más. Cuando te das cuenta de que vives en un sueño de la mente, todo cobra una importancia relativa. Tu involucración con el mundo es más suave, lo que principalmente cambia tu experiencia es tu enfoque mental. Tomar conciencia de que los cuerpos son cuerpos, que el ser que existe es Amor puro, que la que mueve las fichas es la mente, hace que dejen de interesarte tanto las mil formas que surgen del juego. Ahora quieres saber sobre lo que hay más allá del sueño. Para ti cobra un interés preferencial el gozo del ser, el amor y lo esencial. Saber que lo que ves es solo lo aparente, y que todo funciona bajo la tecnología mental, te ayuda a dirigir tu energía emocional hacia su verdadera función como guía interna. Entonces pones la mente al servicio de la intuición. Solo este gesto ya permite la llegada de comprensión a tu vida. Es una especie de sincero «no sé». Vivir en la conciencia de que la percepción es un sueño, hace tu trabajo o proceso de cambio de percepción mucho más fácil, al no estar cegado por las emociones de temor, culpa o dolor y limitado por tu «situación personal». La situación personal deja de ser la causa de todo. Puedes concentrarte en aplicar tu atención al entrenamiento que supone percibir el espejo y la proyección. Puedes dedicarte a tu camino interno. Más allá del papel que interpreta la persona que interactúa conmigo, ella es Amor igual que yo lo soy. Dado que en realidad estamos en una misma mente, nuestra situación responde al esquema de espejo y proyección. Solo el cambio de interpretación de lo que ocurre puede mantener mi mente en paz. Ver el Amor en los demás Cada persona es Amor, igual que yo, algo aprisionada en la posición sobre el gran tablero de juego en la que se ha situado ella misma desde otro nivel mental. Me doy cuenta de ello, y entonces miro a esta persona de otra manera. Compartimos mente, si claro, pero algo aún más importante. Somos lo mismo e iguales. No tenemos porque seguir el guión del ego. No hay motivo para protegerlo más.
Nuestro destino es lo ilimitado. Cada uno de nosotros puede salir del programa —el guión proyectado— y regresar a la esencia. Eso es Vida. Y es lo que anhela tu alma desde siempre, lo que no ha podido encontrar en el Universo. Tampoco puedes luchar contra él, ni evitar la vida. Precisamente, el entrenamiento primeramente debe realizarse en la vida, en la relación con los demás seres, mediante las herramientas interiores de que dispones (atención, emoción, razón e intuición básicamente). De algún modo, cuando trabajas en intentar profundizar en el conocimiento del ego estás dando muestras de amarlo sin miedo ni adicción. Desde el amor pretendes conocerlo, comprenderlo, aceptarlo y perdonarlo. Una vez integrado, puedes trascenderlo. Entonces reintegras la mente que lo usa. Una vez que amas al ego, puedes perdonarlo, perdonar la experiencia y perdonar tu expresión. Puedes trascenderla. El perdón es el proceso por el cual tomamos conciencia de todo esto en una situación, un conflicto o un aspecto concreto del ego. Se parte de un ataque mental. El ataque mental precisamente es lo que hace necesario al perdón. El ataque mental es una condena, una percepción de error en el otro y por tanto inconscientemente en mí. El ataque hace el error real. Cree en la separación y crea separación. Esta conversión [retorno a Dios, según la etimología bíblica, y dar una vuelta completamente, según la etimología latina] de la percepción sobre la otra persona, de un ser condenado a un Ser de Amor —inocente—, es la parte esencial del perdón. Es la percepción de ti mismo como un Ser de Amor y pleno en tu inocencia. En la medida que este proceso sea auténtico, ocurre realmente el perdón. Cuando el perdón se experimenta, cuando se siente la paz y la libertad que le caracteriza, se transforma en un camino de trabajo interno completo en sí mismo. La proyección de la culpa Cuando cualquier persona mantiene en la mente el concepto de que es un error, es pecaminoso, es malo o está mal, se siente culpable y pinta el lienzo de su alma con culpa. La culpa es una mezcla de dolor y miedo. La culpa es insoportable porque produce un sentir distorsionado, una contradicción con la naturaleza gozosa del Ser. No es ni vital, ni sentimental, ni inteligente. Es tan conflictiva en sí misma, y tan insoportable, que el ser humano la proyecta. Proyectarlo aquí significa crear una realidad externa, tal como hace un proyector en la pantalla. Crea un guión mental por el cual algo externo es culpable, y esto según el ego, apacigua temporalmente el sentimiento de culpa. Cuando somos niños contestamos sencillamente «¡Y tú más!» cuando nos hacen sentir culpables más allá de lo que podamos soportar. Eso es proyectar. El ser humano puede imaginar que su acción no produce ningún efecto sobre la atmósfera ni sobre la naturaleza considerada como un todo, y explicar la confusa desarmonización climática mediante los «caprichosos ciclos naturales». Eso es
proyectar. Puede ser que sientas que en tu interior hay algo que es malo, y entonces lo ves en una persona que participa de tu experiencia. Esto te hace sentir mal, y deseas atacarlo, aunque solo sea mentalmente. Esto es proyectar. Puede ser que te sientas total y decididamente malo, y veas un mundo total y decididamente malo. Esto es proyectar. Puede ser que no te hayas perdonado por algo, y allí fuera encuentres cosas íntimamente relacionadas que no puedas perdonar fácilmente. Esto es proyectar. Puede ser que no soportes un rasgo de ti mismo, y ni siquiera seas consciente de cuál es el rasgo. Entonces te enfureces o perturbas cada vez que lo ves fuera. Te parece inaceptable. Esto es proyectar. Todos estos son los medios mediante los que proyectamos la culpa, el cuerpo dolor o la sombra, según elijas un lenguaje. Cuando te dedicas a la observación de la proyección en tu propia vida, cuando te das cuenta del espejo holográfico psicoemocional que reproduce tu experiencia, el entrenamiento ha comenzado y pronto producirá efectos en tu conciencia. La luz interna Si todo lo que percibimos es falso, es una ilusión creada por la mente, entonces ¿solo nos queda el vacío? El ego percibe el vacío como algo inexistente, está relacionado con la muerte, el final de la existencia. Sin embargo, tal como está simbolizado en la realidad mediante la energía punto cero —en cuyo vació existe una energía infinita, autoequilibrada y no perceptible—, tras lo que aparenta ser el vacío mental reside la plenitud, el infinito y lo eterno. El vacío mental o silencio interior, como estado meditativo cumbre, aunque efímero es profundamente significativo. Es un estado voluntario en el que nos entregamos a una verdad más allá de la percepción. Es en sí mismo, una plegaria sublime. En tal estado muy a menudo ocurre algo, una explosión de gozo que surge precisamente desde el fondo de ese vacío. Es la conexión con la mente superior o Inteligencia Amor. Hay otras plegarias en la vida en las que puede explotar este goce, además de la meditación. La experiencia en si es un entrenamiento mental y una plegaria, ya que el entrenamiento mental no se debe hacer «a solas» como una mente que intenta autorepararse. La autosanación lo es tal no porque la realice la mente autónomamente, sino porque la mente la participa al eligirla. A partir de ahí, la mente entrena su comprensión, su compartirse, su entrega y su servicio al Amor o a Dios.
La Inteligencia Amor reside en cada uno de nosotros, ya que es parte de nosotros. Está latente, esperando a que hagamos uso de nuestro verdadero libre albedrío, la libertad fundamental que nos permitió separarnos aparentemente de Ella. Esa misma libertad está disponible para regresar a Ella. La Inteligencia Amor se elige. No basta decirlo, debe ser una elección presente, consciente, una elección hecha estado de ser. Esa elección corroborada cada día en forma de entrenamiento expande y actualiza en nosotros lo que aquí llamo una Mente Unificada, es decir, un camino de regreso al Amor. La Mente Unificada produce paz, disminuye el sufrimiento, armoniza las relaciones, multiplica las sonrisas, libera, sana en definitiva, es inofensiva y presta un servicio. Te sana a ti y sana a la mente colectiva. - Pero si el impacto que producimos a nuestro alrededor es… tan falso como todo lo demás ¿para qué hacer nada? - El impacto producido alrededor es la consecuencia de un cambio de percepción que te ha llevado a una mente unificada, el impacto alrededor en ningún momento podría ser un objetivo. Solo el ego cree en el impacto alrededor como objetivo para su identidad. En este sentido, tu ejemplo sin duda producirá impacto, pero no enfoques tu vida al impacto de tu ejemplo. No entrenamos nuestra mente para producir un impacto alrededor. Este tipo de búsqueda del éxito exterior solo puede imprimir realidad al sueño. Realmente, el entrenamiento mental se centra en mí mismo, y aprovecha las relaciones y toda la vida como entrenamiento. Como observador, mi interior es la verdadera medida de mi realidad. El cambio en el exterior es tan solo una consecuencia, no la causa de nuestro entrenamiento. La unificación mental es un proceso, la Mente Unificada no se puede medir, pero el único criterio por el que puedes percibir tu éxito interior, es la paz, la libertad, la lucidez y el gozo sereno que sientes. Es tu grado de felicidad profunda. Cuando dispones de, por decirlo de algún modo relativo, una parte importante de la mente ya unificada32, es decir, cuando has conseguido cierta integridad, tienes más fácil acceso a la Inteligencia Amor. Has creado más canales libres de las interferencias del programa ego. Has limpiado la conexión natural con tu esencia de barreras y obstáculos, que en definitiva son tu creencia en la separación. Esa conexión con la conciencia esencial te hace saber que eres Amor, que cada persona que ves es Amor. Entonces, y como por arte de magia, en tu situación concreta, en ese momento preciso de la experiencia cotidiana, ocurren milagros. El resentimiento se convierte en comprensión. El dolor en conciencia. La separación en
unión. El Amor no abriga resentimientos33 De nuevo se hace relevante aclarar que no deben imitarse las consecuencias de una Mente Unificada. Contra el resentimiento la mente dual o inferior poco puede hacer. La Mente Unificada se despoja de él como si fuera polvo sobre la chaqueta, porque sabe que no es nada. Imitar esto sería reprimirlo, y esto alargaría el proceso de toma de conciencia. Sería el reflejo del miedo. «Puede que el Amor no abrigue resentimiento…», dice una mente separada, «…y puede incluso que yo sea Amor. ¡Pero el resentimiento está aquí y lo siento claramente!». 32 Al emplearlo en modo relativo, como un grado, escribo en esta ocasión mente unificada en iniciales minúsculas. 33 Extraído de UCDM
Entonces es la mente dual la que está limitando tu sentir, la que está negando el sentir. El dolor hace que tu percepción pase por un estrecho filtro. Es algo mucho más pequeño que tu verdad lo que te muestra ésta emoción. El resentimiento parece encerrar una única solución para apaciguarse. Es como una energía que necesita salir. Quiere producir dolor además de reproducirlo dentro. Es dolor en busca del dolor. Dolor que desea compartirse para crecer. Cuando el resentimiento se hace presente, se trata de un momento clave del entrenamiento. El momento del entrenamiento Cambia la percepción. Recuerda qué eres. Recuerda qué es ese Ser al que juzgas. Hazte responsable de tu mente. Observa tu juicio. Reconoce el programa. Acepta la proyección y el espejo. Perdónate. Siente el aquí y el ahora. No desprecies la experiencia. Mira en tu interior. Siente. Siéntete Amor. Entrega tu conciencia al Amor. El momento de entrenamiento es siempre este momento.
La oración del único sentir Siéntete inocente. Recuerda desde tu más profundo interior, que no eres culpable. Estás en el amor auténtico que tú eres. Estás en los brazos del Cielo, y sin culpa, nada puedes temer. Si eliges la inocencia de tu ser, nada puede pasarte que no esté en la dirección correcta. Sé el amor que eres, y luce como un sol brillante. Así estarás descubriendo el verdadero sentir y el auténtico sentido de la existencia: lucir como una luz, como el sol y las estrellas. «Sed de un mismo sentir34», en la Biblia, se refiere al sentir pleno del Amor de Dios, el Amor en ti que define tu existencia al más profundo de los niveles que tu mente puede abrazar. Acepta este sentimiento como el único digno de ti. Has descubierto el gran secreto del ego: si limpias tu culpa, limpias tu miedo, y sin miedo no puede existir dolor, porque sin él tan solo queda amor. Recuerda esta inspiración: Si limpio mi culpa, deshago el miedo, y sin miedo no puede existir dolor, porque tan solo queda amor. Me siento inocente, recuerdo desde mi más profundo interior que no soy culpable, tampoco por aquellas historias que inventa mi mente. Estoy en el Amor que soy. Estoy en los brazos del Cielo. Y sin culpa, nada puedo temer. Elijo la inocencia de mi ser, nada puede pasarme que no esté en la dirección correcta. Soy el Amor y luzco como un Sol brillante. Como el Sol y las Estrellas, soy de un mismo sentir. El vibrar del Amor en mí es sentir mi existencia en lo más profundo que mi mente puede abrazar. Acepto este sentimiento como el único digno de mí. 34 La Biblia: Pedro 3:8, Romanos 15:5, Corintios 13:11
La confianza es mi destino La única manera de imaginar una posible manifestación del Amor entre los seres humanos es mediante la manipulación consciente de confianza. La confianza es el trabajo de cada día en la dimensión humana. La confianza es tu destino. No es posible encontrarse con un destino digno de ti que no esté estructurado, al nivel mental, como un sistema basado en la confianza. El amor se desenvuelve adecuadamente en los mundos mentales bajo el escenario de
la confianza. La confianza es un estado requerido en una mente humana que se dirige a la mentalidad Amor. La confianza es mi destino. La reestructuración La confianza produce una reestructuración conceptual a la hora de elegir como desenvolverse en cada momento en la vida práctica. Es el escenario mental que elige el amor para manifestar su luz en tu vida. Y si sientes su luz en tu vida, no necesitarás más. ¡No podrás imaginar nada más! El Amor está más allá de la mente en grandiosidad y esplendor, en plenitud y realidad. La Mente Unificada o Mente Amor funciona con la ley de la confianza. Ella favorece tu comunicación con los demás y entre las distintas áreas de tu conciencia. La confianza es el caldo de cultivo para que tu conciencia eche raíces en la vivencia del ahora. Con ella como directora asociada de todas tus operaciones, las cosas se dirigirán hacia su lado más vital y completo, hacia tu expansión sin lugar a dudas. Si suscribes a tu mente en el programa de la confianza, una vez instalado y manteniendo las sucesivas actualizaciones, las cosas en tu vida cobrarán color y luz. Por fin se aclararán. Es el efecto de la luz del Amor: conciencia clarificante, la amplitud y la unidad mental. Pero si haces la suscripción, asegúrate de hacerlo en el sistema de pensamiento principal y unificado, no en los mil subprogramas duales que imitan al primero de modos más discretos. Sáltate a los intermediarios y acude exclusivamente a la confianza auténtica. Es necesario estar presente y tener una aguda auto-observación entrenada para descubrir los sofisticados razonamientos, justificaciones, asesoramientos e intereses secundarios del miedo en cualquiera de sus formas. Es fácil reconocerla porque significa un portazo al miedo, porque tu alma sonríe y tu mente es calma. Porque ves, sientes y oyes. Porque es real, exigente con respecto a tu dirección de regreso a Casa, pero auténtica, es el camino que ineludiblemente llega a donde quieres llegar en este laberinto mental donde estamos viviendo. Una vez instalada, si la confianza llega a constituir la base de un paradigma automodelado, entonces acepta sus consejos, escucha su guía, escucha sus constantes exigencias de verdad. Ve integrándolo sin prisas y sin presión alguna, pero recuerda su importancia, su prioridad, su nivel de funcionamiento en tu vida. ¿Quién querría aplazar su sanación? Puede que tu mente todavía mantenga reticencias por aquellos detalles que considera arriesgados, que exigen deshacer algún estado del ego.
Pregúntate… ¿La confianza está por encima de mi rol en este instante? ¿La confianza ha sido elegida en este momento para configurar mi percepción mental de esta situación? ¿Está la confianza por encima de mi inseguridad económica? ¿Por encima de mi posición temporal en algún esquema mental? ¿Está en una prioridad verdaderamente alta? ¿En esta decisión he elegido confianza? ¿Sigo manteniendo en mente la alta prioridad de la confianza en mi responsabilidad mental? Responsabilidad mental El trabajo que te lleva a identificarte con el Amor que eres pasa por hacerte responsable de tu mente miedo. No se trata de que te juzgues o te sientas culpable, partimos de un sistema de pensamiento que te recuerda que nunca puedes ser culpable, sea cual sea la circunstancia. Solo partiendo de la premisa de que yo soy Amor, en la última instancia mental encuentro las respuestas redondas a cualquier cuestión. Es el ineludible sabor de la verdad: universal, intemporal y se siente vibrar en armonía con tu profundidad. La responsabilidad es habilidad de respuesta. La responsabilidad es una disposición, capacidad y voluntad de responder adecuadamente a un estímulo que te involucra. El miedo ha creado sus redes de programación en tu mente. En cuanto has entrenado tu auto-observación, descubres fácilmente al miedo como base de gran parte del comportamiento. Es algo en lo que tú si puedes hacer algo. La confianza nunca te pide riesgos más allá de los que con naturalidad puedas afrontar, pero sin embargo si te pide que Tú estés aquí y que tu mente deje paso libre a la Inteligencia del Amor. Puedes re-entrenar a tu mente. Puedes re-programar tu paradigma. Puedes elegir el sistema de pensamiento del Amor. No se trata por tanto de grandes sacrificios, ni de grandes retos o desafíos. El verdadero crecimiento personal no es admirado por los demás, no es una responsabilidad social, más al contrario, suele ser temido por tu entorno. En realidad solo se percibe internamente, como paz, libertad y certeza. Tampoco implica que hagas lo que se supone que debes hacer, ni que hagas lo imposible. Solamente aquello en lo que tengas conciencia, solo aquello de lo que te has dado cuenta. Solo esa parte del miedo es tu responsabilidad, esa de la que tienes conocimiento propio, solo puedes ser responsable de lo que eres consciente. Nunca puedes tener responsabilidad de lo que no conoces. Es una aberración que alguien imagine la «responsabilidad inconsciente». ¡Solo el ego fabricaría algo así!
La responsabilidad es un requisito de la libertad, del crecimiento en tu conciencia del Ser auténtico. Aún sigo llamándola «tu conciencia» porque tu percepción actual representa la limitación temporal en el mundo de las formas. Y en el mundo de las formas siempre hay limitaciones, en él no existe lo perfecto, sino lo aparente. Procede de la mente dual. Solo una reinterpretación puedo hacerlo internamente perfecto. Solo una percepción desde la mente del Amor. La mente dual fabrica mundos, la Mente Unificada solo extiende amor, solo brilla con luz propia. Es mente realizada, hecha real, convertida en Amor. Es la Mente gozando de su Ser. El objetivo de tu conciencia no es conocer, sino ser el Conocimiento. El objetivo de tu alma no es sentir, sino ser el único sentir o gozo. El objetivo de tu Ser no existe, porque ya es. Tu destino como conciencia es la Mente gozando de su Ser. El tiempo que te lleva alcanzar tu destino depende de tu libertad esencial. ¿Qué es lo que quieres ser?
TERMINOLOGÍA A modo de referencia, me ha parecido adecuado localizar una zona en donde poder refugiar la mente en momentos de confusión. A medida que el tema del Amor y su Inteligencia se hace complejo y se pone en relación con sabidurías milenarias y arquetipos universales, es conveniente clarificar en una especie de glosario lo que intento expresar con cada término, de modo que se pueda regresar aquí en cualquier momento para clarificar el uso aplicado a una palabra determinada. Alma Estructura mental separada que contiene la experiencia acumulada por una terminal de la conciencia–algo parecido a lo que se ha llamado «cuerpo causal». Se puede decir que es como la memoria de todo lo sentido, el almacén de sentimientos que constituye la identidad por la que mira la terminal de la conciencia —el observador. Contiene todo lo que has experimentado en tu viaje, es tu libro de bitácora del sentir. La conciencia, el alma y el ser los pongo en relación con los 3 aspectos del ser según la filosofía Advaita35 —inteligencia, sentir y existencia. El alma corresponde con el aspecto del sentir. 35 La doctrina advaita [aduaita – no dualidad] es una rama del hinduismo y de la filosofía que afirma la unidad entre las almas (atman) y la divinidad (Brahman).
Finalmente es una estructura mental ya que está separado, es individual y simula una identidad.
Cambio de percepción Empleo la expresión «cambiar la percepción» en general para referirme a cualquier cambio mental en la visión de un aspecto, situación o concepto, y en particular para un cambio muy concreto en la visión de lo que uno es y lo que es cualquier ser. A veces lo llamo trabajo, re-entrenamiento mental o re-conocimiento. Está implicado al nivel fundamental en el proceso del perdón. Conciencia y mente Conciencia muchas veces lo empleo simplemente como enfoque mental, o capacidad de percepción. Conciencia y consciencia los uso igualmente como capacidad de darse cuenta. Conciencia dual es equivalente a mente dual, y conciencia unificada es de igual modo la mente unificada. La Mente Unificada es la mente que piensa con la Inteligencia del Amor, la gran mente del Zen, el océano sin formas del que procede toda realidad. En las tradiciones de oriente se suele llamar Conciencia a la Mente Unificada o Conciencia Una, y a menudo se reserva el término mente para la percepción dual desde la mente separada. Conciencia esencial Conciencia esencial es el modo de ver de alguien que funciona desde la mente unificada. Puede ser que la conciencia esencial se tenga temporalmente o puede ser que una persona esté en estado de conciencia esencial la mayor parte del tiempo. Nadie es perfecto en este plano, la dualidad suele dirigir lo fenomenológico, y siempre se manifiesta en alguna situación. También se puede definir conciencia esencial como visión o mirada del Amor. Es una contemplación sin juicio, una percepción que sana desde la integridad de la paz. Una mirada repleta de Inteligencia esencial o Inteligencia Amor. En ocasiones la he referido como Conciencia-Amor. Conocimiento También llamo en ocasiones, tal y como lo hace el Curso de Milagros, Conocimiento a la Inteligencia Amor. Para distinguirlo de un conocimiento dual, uno de los contenidos efímeros de la mente, igualmente emplearé minúsculas para aquel conocimiento susceptible de ser plural. Ego
El ego colectivo es el guión global de funcionamiento de la mente dual. La mente dual es la que crea al mundo o realidad construida. El ego es el programa, guión o proyecto. Ha sido creado por la mente dual como herramienta de supervivencia. Ego tiene varios significados, pero todos ellos están en mutua relación. Para empezar, es el sistema de pensamiento con el cual la mente dual justifica su modo de pensar y crear. Es una especie de programa —más bien un sistema operativo— que nace de la interpretación que hace una parte de la mente como separada del Ser. El ego no tiene entidad propia, pero se esfuerza en construirla mediante tu identificación con él. En realidad, solo es un software, una memoria de dolor. También se llama ego a la falsa identidad. Una identidad, cuando nos define, nos impone ciertas características, nos llena de adjetivos y etiquetas, es decir, cuando hace algo concreto, es finalmente una identidad falsa. Es una identidad pequeña y limitada, un yo mucho más pequeños que nuestro verdadero Ser. Como vemos, hay una relación sustancial entre ambas definiciones. La primera se refiere a identidad de la mente colectiva y la segunda a identidad de la mente personal. Ego es para muchas personas el equivalente al diablo. El problema de esta interpretación es que suele invitar a algún tipo de lucha, combate o juicio que finalmente hace real la identidad del ego. Lo que era una identidad falsa, se convierte en verdadera si la consideramos tan en serio como para luchar contra ella. Solo el ego lucha, luego cualquier combate contra el ego serán dos cabezas del mismo dragón en una patética autodestrucción. Emoción amor Emoción que resulta de tomar conciencia del Amor. Se identifica con alegría, agradecimiento, unidad, certeza, gozo y belleza. Se experimenta dentro de la relatividad o dualidad como grados, existiendo como emoción su opuesto, el temor en cualquiera de las formas que tome, incluida la de odio. Inteligencia del Amor Inteligencia —capacidad de ver la verdad— que sabe percibir y compartirse desde la Verdad. Es una semilla que está en nuestra mente y asegura que tarde o temprano, cuando nosotros decidamos, regresaremos a la esencia. A veces ha sido llamada Espíritu Santo, nos guía mientras nos creemos mentes separadas hacia el regreso a Casa o reunificación. Libertad esencial No es una libertad de hacer, sino una libertad de ser. Consiste en elegir lo que eres
en cada instante. Es la libertad de elegir ser Amor o temor, paz o conflicto, Gozo o sufrimiento. La libertad esencial es la puerta de acceso al regreso al hogar, la misma puerta por la que «se fugó» una parte de la mente. Mente Amor La Mente de Dios o la Mente Amor, solo ve lo que Realmente existe, la Verdad. Solo percibe Amor y lo comparte o crea. Es la Casa o el Hogar al que regresamos. El Brahman. Esencialmente todas las mentes son de la Mente Amor, pero todas ellas están dotadas de libre albedrío. Las que se sienten separadas pertenecen a la mente dual. La Mente Unificada sabe que es una extensión o parte de la Mente Amor. Mente dual o mente temor Es la mente programada por el ego. A veces la denomino también mente automática. Está fragmentada en un sinfín de mentes limitadas o terminales de la conciencia, que es lo que percibimos como nuestras mentes separadas o terminales de conciencia. La mente o conciencia dual es la mente creadora de mundos, de pensamiento, de energías y formas, que es en definitiva el maya o ilusión descrito en las escrituras hindús. Está a su vez contenida en lo Mental o la Mente Amor, que incluiría la Mente Unificada y esta pequeña parte dual que se cree separada. La mente dual se relaciona tanto con el ego colectivo que a veces se identifica con él, del mismo modo que se identifica una persona con la historia de su vida. Resultará curioso para algunos que la mente dual sea referida en este texto a menudo también como conciencia. Cuando menciono conciencia o mente en minúsculas, me refiero a percepción mental de un aparente ser separado y siempre en el marco de la dualidad. Mente Unificada La gran Conciencia o la Mente Unificada corresponde con Cristo o Buda. Está en nosotros como canal de la Inteligencia del Amor. Una parte de nuestra mente ya está unificada y nos permite percibir y compartirnos desde la Verdad. El Cielo y el único sentir. Sociedad ego Resultado de la influencia del programa ego en la sociedad humana. Experimentable en cualquier lugar del mundo. Triángulo de la comprensión
Esquema triangular metafórico en el que se expresa la proyección consciente de la mente dual hacia la Mente Unificada, y con ella la disolución, comprensión o integración de todas las dualidades así como de todos los sentimientos polares. Es el esquema del viaje del miedo al Amor.
ESQUEMA DE LO REAL Y LO ILUSORIO Nombre
• Ser •Esencia •Lo Absoluto •Espíritu •Conciencia Total •Amor / Dios / Inteligencia
Existencia • Real •Verdad •Supramental •Imperceptible •No tiempo •En oriente «la nada»
• Mundo o universo •Danza de las formas •Universo relativo •Mente dual •Plano de la experimentación •Niveles de consciencia •Energías •Mundo físico • Falso o ilusorio •Fabricado •Mental y energético •Perceptible •Tiempo •En occidente «la creación»
Aspectos • El Uno •No existe el hacer •Tener es Ser, no existe diferencia •Lo múltiple o las formas •Hacer como consecuencia del ser •Tener como intento de prolongación del ser
Sentido • Ser Amor •Conocimiento •Plenitud •Gozo •Compartirse
• Experimentar y re-crear según un guión complejo y pre-establecido •Terminales de la conciencia libres para regresar a su esencia
CITAS PARA MEDITAR Recopilación de las frases seleccionadas ordenadas según su aparición en el libro: Enseña solamente amor, pues eso es lo que eres. El vacío que hemos dejado entre nosotros, cada cual con su pielfrontera, inunda nuestro corazón de soledad y reclama Amor a gritos, un regreso a casa que nuestra alma anhela. Tú no eres cuerpo, ni emoción, ni mente. Somos esencialmente Amor. La particularidad de la dualidad proviene de la mente que ordena la energía. Inteligencia es la capacidad de ver la verdad. El Amor es la Verdad. Su Inteligencia es el Conocimiento auténtico. Para conocer auténticamente es preciso amar. Amar es la percepción correcta. El amor crea valor al cambiar la percepción. El miedo es una parte básica de nuestra creación, no podemos luchar contra él. Somos aventureros, y el miedo es nuestro servidor de aventuras. La mente nos permite crear nuestra experiencia, el cuerpo nos permite sentir lo creado. El temor es el gran experimento humano. El sentimiento de alegría es la consecuencia de la conciencia subjetiva del Amor. La alegría de ser no es una emoción sino el sentir original, el único digno del Amor. La mente no es mi esencia. La Mente Unificada unifica todo lo que ve y genera integridad. Esta es la mirada del Amor. El Amor nos permite ir al estado de comprensión elevado cuando queramos, el gozo y la paz que nos produce nos invita a intentar estar allí el mayor tiempo posible y en el mayor número de ocasiones. El miedo es la negación del sentir. El Amor solo crea Amor. La conciencia es la dualidad primordial. La culpa es la identificación con el error.
La culpa es el origen de la mentalidad miedo. El alma es actualmente una estructura mental. El alma es potencialmente esencia. Todo el juego de la vida solo sirve para que te conozcas profundamente. Y para conocer tienes que elegir amar. La mente crea mediante la percepción. JORGE LOMAR
Todo aquello que llamas realidad es tu mente. Y todo aquello que llamas imaginación es igual de real. El Amor no es dar. El Amor no tiene que ver con hacer nada en concreto. El amor sacrificado es una plaga de dolor en nombre del amor. Siempre hago todo por y para mí mismo. La libertad auténtica no puede obtenerse, ni concederse, ya que es interna. Consiste en una mente libre de sus propias limitaciones. La preocupación es el acto de hacer presente el miedo en la mente. La libertad y la responsabilidad auténticas siempre están unidas. Cuanto más responsable eres, más libre te sientes. Cuanto más libre te sientes, más responsabilidad manifiestas. Somos parte de todo lo que hay, no hay diferencia entre tú y yo, no hay nada más que una cosa que es todo lo que es. Este conocimiento es una fortaleza, y esta fortaleza es el mayor poder que existe.36 El Perdón auténtico es el efecto ineludible de la conciencia Amor impactando en la mente como una expansión de paz. Es la unión o acercamiento de las mentes separadas o alejadas. La humildad auténtica es la actitud que surge de la inocencia esencial, una mente inofensiva y servicial. La humildad es síntoma de una mente unificada, entregada al Amor y al goce de su sencillez. El desafío para el humano no es amar mucho ni poco, sino amar siempre. Amar es compartirse desde una conciencia esencial. No es posible amar mucho o poco, pero si puedes amar siempre. Es una cuestión de Inteligencia. La comunicación es el primer paso hacia la unión. 36 Conversaciones con Dios 1, de Neale D. Walsch.
Lo mejor que podemos hacer por los niños es verlos como seres esenciales de amor, eternos y gozosos.
Lo eterno solamente es lo espiritual. Solo la paciencia infinita produce resultados inmediatos.37 El amor se manifiesta en el tiempo como perdón. Elige la paz como tu máxima prioridad en cada momento. Y conocerás la paz, a fondo, en todo momento. Cuando ataco fuera ataco dentro. Solo haciéndote consciente del sueño puedes conseguir que no te afecte. Esta incondicionalidad es la que te permite amar verdaderamente. El cambio en el exterior es tan solo una consecuencia, no la causa de nuestro entrenamiento. El Amor no abriga resentimientos.38 Si limpio mi culpa, deshago el miedo, y sin miedo no puede existir dolor, porque tan solo queda amor. La confianza es mi destino. La responsabilidad es habilidad de respuesta. Tu destino como conciencia es la Mente gozando de su Ser. El tiempo que te lleva alcanzar tu destino depende de tu libertad esencial. ¿Qué es lo que quieres ser? 37 Cita literal de Un Curso de Milagros. 38 Extraído de UCDM
BIBLIOGRAFÍA Un Curso de Milagros (editado y firmado por la Fundación para la Paz Interior, 1972). Conversaciones con Dios, volumen 1 (Random House Mondadory, 1997), primera edición en 1995, volumen 2 (Mondadory, 2000), primera edición en 1997 y volumen 3 (Random House Mondadory, 2000), primera edición en 1998, de Neale Donald Walsch. Ser: Curso de Psicología de la Autorrealización (Ediciones Índigo, 1993), Antonio Blay Fontcuberta. La Revolución del Silencio (Gaia Ediciones, 2002) y El Arte de la Contemplación (Gaia Ediciones, 2007), de Consuelo Martín. La Desaparición del Universo (Editorial Sirio, 2002), Gary R. Renard. Los 50 Principios del Milagro (Foundation for «A Course in Miracles», 1994), Kenneth Wapnick.
El Poder del Ahora (Gaia Ediciones, 2002), primera edición en 1997, y La Nueva Conciencia (Gaia Ediciones, 2007) de Eckhart Tolle. El Camino de la Sabiduría (Martínez Roca, 1996), primera edición en 1995, y Libertad, Poder y Gracia (Gaia Ediciones, 2006), ambos de Deepak Chopra. Perdonar (Ediciones Urano, 2005), Robin Casarjian – primera edición en 1992. Los siete hábitos de la gente altamente efectiva (Editorial Paidos, 1997) Stephen Covey – 1989. El líder resonante crea más , (Random House Mondadory, 2003), primera edición en 2002, por Daniel Goleman, Richard Boyatzis y Annie McKee. El Poder de la Kabbalah (Martínez Roca, 2007), primera edición en 2004, Yehuda Berg. La Matriz Divina, (Editorial Sirio, 2007), Greg Braden. La Teoría de Dios , (Gaia Ediciones, 2007), primera edición en 2006, Bernard Haisch. Jorge Lomar es licenciado en Ciencias de la Información
por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Psicología Transpersonal por la Escuela Superior de Técnicas y Estudios Avanzados de Barcelona. Presidente de la Asociación Conciencia para el Crecimiento Humano, desde el año 2003 facilita grupos de crecimiento y talleres y cursos de desarrollo personal, entre los que destaca el «Taller del Perdón», el «Curso de Ecología Mental», y «El Poder del Ahora». Sus cursos profundizan en nuevos puntos de vista para abordar la vida, introducen a la meditación, a la autoobservación y a las relaciones conscientes. Durante dos años, ha sido el coordinador nacional del movimiento internacional Huamnity’s Team fundado por Neale D. Walsch. Es conferenciante especializado en las claves de la evolución personal tomando como referencia tanto la filosofía perenne como la más moderna investigación
científica y a los autores contemporáneos. Consultor empresarial desde 1998 hasta la actualidad, entre sus clientes cuentan grandes multinacionales, fundaciones y organismos públicos. Entre sus labores de consultoría, desarrolla cursos y eventos en el ámbito del crecimiento personal, concretamente en las áreas de liberación del estrés, liderazgo y relaciones humanas.
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