LA INSACIABLE (Roxenny Bustamante)

November 20, 2023 | Author: Anonymous | Category: N/A
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1- ¡Jódete! La gente podría pensar que tener una gran cantidad de dinero en la cuenta bancaria sería la solución a cada uno de sus problemas, pero lo cierto es que eso no podría estar más lejos de la realidad, pues mientras más dinero tienes más problemas te llegan. Me llamo Emily Carson, y les vengo a contar mi historia como la empresaria más joven y exitosa de la industria publicitaria de mi país, si deseabas tener éxito en tu empresa, debías publicitar conmigo y lo conseguirías. El problema era que para que la sociedad te pudiera considerar una persona exitosa, no solo debías ser joven, inteligente y multimillonaria, también debías tener el peso ideal y una belleza exuberante, como si eso fuera respaldo de tu éxito. Yo solo contaba con la juventud, la inteligencia y el dinero, pero me rehusaba a ser la típica chica insípida de medidas de pasarela, amaba comer, y no me veía haciendo dietas, comiendo ensaladas sin aderezos, o una vida sin pan, así que lucía mis rollitos con orgullo. Sin embargo, había alguien que se levantaba cada día y se creía con el derecho de opinar de mi vida y de mi peso. Dicho personaje misterioso era un periodista de farándula, le encantaba gritarle al mundo mi rutina semanal e incluso llevaba un control de mis calorías. De seguro era un hombre con una panza enorme y que además debía odiar al mundo. Pero como decía mi madre: La vida sigue y la mía siempre se lograba reponer a los ataques tóxicos del hombre sin rostro que me insultaba semanalmente desde una columna del diario con mayor circulación del país, lo irónico del caso es que se podía catalogar como bullying, pero en este caso la gente lo llamaba ―libertad de expresión‖ —Eres la mujer más jodidamente sensual que conozco –me dije a mí misma pasando una mano por el espejo para quitarle lo empañado, cubrí mi desnudez con una toalla y procedí a vestirme. Eran los viernes, el día en que el columnista fantasma hacía su aparición, creyendo que jodería mi fin de semana, pero para mí, lo único jodido debía ser su vida sexual. Luego de aplicarme mis cremas corporales, me puse un pantalón oscuro, con una camisa blanca de una sola manga y unos tacones, bien afilados para pisar a mis rivales. Dejé mi cabello castaño caer sobre mi espalda, me eché una buena capa de maquillaje y salí de mi humilde mansión; claro que no tenía nada de humilde, tenía dinero y si podía llenar mi vida de lujos, lo hacía. —Buen día, señorita Emily. –Me recibió Pedro, mi jefe de seguridad—. Aquí está su periódico, pero no le recomiendo que lo lea.

—Pedro, no te pago para que me recomiendes que hacer, eres mi jefe de seguridad, solo dedícate a eso –le recordé quitando de sus manos el periódico, suspiré al ver el nombre de la columna de hoy—. Peggy. —Se lo dije –murmuró el hombre al ver mi rostro rojo de ira. “El incógnito. Como lo venimos viendo semana tras semana, el peso de Emily se ha ido descontrolando, al parecer mientras crece su fortuna, también lo hace su peso, pero eso no es novedad. La semana pasada reté públicamente a Emily Carson, a que solo por una vez en su vida pasara una semana comiendo de una manera balanceada, pero al ver que el lunes desayunó un gran pedazo de pizza, entendimos que su espíritu animal es un…” Arrugué el periódico y se lo di a Pedro, caminé hasta mi Lamborghini rojo y salí de mi casa con la sangre hirviendo; en pocos minutos llegué a mi empresa, donde cada uno de mis empleados me miraba de reojo. Tomé el ascensor y entré en mi oficina, en pocos segundos mi asistente se reunió conmigo. —¿Ya leyó el periódico? —Claro que lo leí, pero tengo un plan –Saqué mi celular y le marqué a mi jefe de marketing. —Jefa –contestó Miguel. —Poncho, ¿recuerdas esos filtros de perritos? —Si claro. —Quiero que creemos uno de cerdito, ya sabes orejita y naricita tierna. ¿En cuánto tiempo lo tienes? —Dame una hora. —Perfecto. –Colgué la llamada y sonreí. —¿Por qué uno de cerdito? –preguntó Corina. —Para darle un mensaje claro al cobarde que se esconde detrás de una columna de periódico para insultar y agredir a una mujer. —Y ese mensaje es… —¡Qué se joda!

2- Tendencia. Miguel llegó con el encargo que le pedí en menor tiempo del que dijo y eso estuvo perfecto. —He traído varios prototipos para que elijas el que más te funcione. —Me tendió su celular con una app abierta. —Excelente. —Arreglé un poco mi cabello y probé los filtros, fueron 5 en total y el último fue mi favorito. Ponía unas lindas orejitas de puerquito, acompañado de una tierna nariz, además, Miguel le añadió algo de pegas y rubor. —Este. —Le di el celular—. Haremos el lanzamiento del filtro ya mismo. —De acuerdo, solo déjame cargarlo en tu cuenta. —Hizo unas cosas en el teléfono—: Listo, puedes realizar un live en Instagram. Tomé el celular y esperé que el filtro cargara. —¡Hola, mis linduras! Hoy el escritor de la columna ―El incógnito‖ Me llamó Peggy, haciendo burla de mi peso, otra vez. Así que en honor a él, he creado este filtro, porque se debe tener una vida muy deprimente para estar tan pendiente del peso de una mujer. —Los comentarios no se hicieron esperar y me daba gusto saber que sí había gente indignada del acoso que me tenía ―El incógnito‖ —. También aprovecho para decirles, que la marca Peggy ya se está registrando y pronto tendremos productos Peggy. Muchas gracias por estar aquí y nos vemos pronto. Estaré dando like a todo aquel que use el filtro seguido del hashtag Peggy. —Lancé un beso a la cámara y corté la transmisión. Miré a mi asistente y alcé la ceja. —Ya hablé con los abogados, ya están en eso —me informó rápidamente, luego agregó—. También llamó su padre, me dijo que almorzarían juntos porque quería hablar con usted un tema delicado. —Seguro, me presentará un nuevo pretendiente. —Sí, también los Mendoza la están esperando en la sala de reuniones. —Voy para allá, espero que hayan tomado una decisión. —Tomé mi celular y salí a la reunión. Los hermanos Mendoza me esperaban, eran un par bastante peligroso y no lo digo solo por su inteligencia y perspicacia, sino por los músculos que lo acompañaban.

Sé que puede sonar hipócrita de mi parte, pero ¿Quién no ha soñado estar entre los brazos de dos hombres musculosos y que ambos posean tu cuerpo de manera salvaje? Creo que me alejé del tema. —Buenos días. —Saludé a los hermanos estrechando sus manos. —Nos complace informarle que tomamos una decisión —comentó Kevin. —Se tomaron su tiempo, pero que gusto poder llegar a un acuerdo. ¿Cuál les gustó? —La naranja —contestó Leonard—: Se adapta a lo que imaginamos en esta campaña, queremos ver la posibilidad de tener a Andreina de imagen. —¿La influencer en redes sociales? —indagué la chiquilla tenía fama de ser irresponsable y alérgica a los contratos. —Sí, queremos que al menos salga en varias historias con nuestra marca —expuso Kevin. —De acuerdo, puedo contactarla, pero no aseguro nada. ¿Tienen algún paquete que ofrecerle? — preguntó anotando todo en mi libreta. —Sí, todo lo que promocione en sus redes puede quedárselo de manera gratuita más otra de cualquier color que desee. —Miré a Leonard y asentí. —Perfecto, esta misma semana nos ponemos en marcha con su campaña y el lanzamiento será dentro de dos semanas. —Anoté la fecha en mi agenda y la subrayé con marcador rojo. —Quedamos así. —Se pusieron de pie, yo repetí su acción. Estreché sus manos y estos salieron; yo regresé a mi oficina, tenía un proyecto importante que lanzar hoy. —No me lo vas a creer —dijo mi asistente. —¿Qué? —indagué viéndola por encima de mis lentes de lectura. —La etiqueta Peggy es tendencia y no solo en Instagram, también lo está en Twitter. —Increíble, ¿Cómo van con el registro de la marca? —Todo listo. Me puse en contacto con algunas empresas de textiles para trabajar en el diseño de la camisa y con una de estampado, mientras nuestro equipo trabaja con el diseño del logo, pero a lo sumo en dos meses ya tendremos algo en concreto. —No solo quiero camisas, quiero también maquillajes, gorras, bolsos, portacosméticos, en fin lo quiero todo. En el lanzamiento se rifarán 100 kit que llevarán, una camisa, varios labiales, una

paleta de rubores, una de contorno y un portacosméticos. —Corina anotaba eficientemente mis deseos—. Será un lanzamiento espectacular. Fui al almuerzo misterioso de mi padre, no era nada raro que yo llegué tarde a un encuentro con él, pero es que siempre estaba a tope con el trabajo, al entrar al restaurante divisé a mi padre, hablando con otro hombre, suspiré y sorteé las mesas hasta llegar a ellos. —Hola, papito. —Le di un beso en la frente, mi padre era mi todo, desde que perdimos a mi madre, siempre hemos sido nosotros. —Hija, llegas tarde —se quejó él sonriendo—. Me alegra tenerte aquí. —Sí papito, se me complico un poco el trabajo. —Tomé asiento y detallé un poco más al desconocido. ¿Fuerte o definido? Todo dependerá si su camisa se rompía o no durante el transcurso del almuerzo, algo de barba, ojos increíblemente azules, cejas gruesas, mandíbula cuadrada, en fin un hombre varonil de pie a cabeza. ¡Todo un cliché! Un Ardiente cliché, claro está. —Él es Esteban, tu nuevo guardaespaldas —anunció mi padre. ¡Ostia, esto si no me lo esperaba!

3- Rivalidad. Solté una risa divertida, sequé de mis ojos una lágrima de felicidad. —Papito, no sabía que eras comediante. —Me serví un poco de agua y bebí un poco. —No es un chiste, Emily ese hombre al cual no le conocemos rostro o nombre, tienen una fijación en ti, su columna lleva 3 meses funcionando y en casi todas habla de ti —me explicó preocupado—. No puedo dejar que mi princesa ande por allí desprotegida. —Papito, ya no soy una chiquilla, no puedo andar por allí con este refrigerador, solo hará que el idiota barrigón que escribe la columna ―El incógnito‖ se ensañe más en mi contra —argumenté. —Hija no cederé en esto, Esteban será el encargado de tu seguridad y punto, ahora disfrutemos del almuerzo. La conversación no había terminado, pero no haría espectáculo.

—¿Ya saben que van a pedir? —indagó una mujer. —Sí, yo quiero un T-bone, término medio, con papas fritas y vegetales salteados, de beber quiero una cerveza alemana y de postre trufas, pero eso lo pone para llevar —pedí viendo la carta, levanté la vista y mi padre sonreía complacido con la escena. Saqué mi celular y comencé a revisar mis notificaciones, estaba concentrada repartiendo likes, cuando escuché el pedido de Esteban. —Quiero una hamburguesa, también con cerveza por favor —dijo con una voz bastante varonil que iba a la perfección con su aspecto físico. Alcé la vista y nuestras miradas se encontraron, se la sostuve un par de segundos y la devolví a mi celular; Corina no mentía todo el mundo estaba hablando de mí y de mi nuevo lanzamiento, por primera vez me gustó ver que se molestaran con el idiota incógnito, ya era hora que su acoso llegara a su fin. —Señorita Carson, aquí está mi número, necesito que me diga su rutina para poder adaptarme a ella de manera eficaz —mencionó Esteban pasándome una tarjeta donde imaginé que estaba sus datos. —No lo necesitarás, no vas a ser mi guardaespaldas, así que disfruta el almuerzo, y tranquilo pago yo, como una disculpa por la molestia de hacerte venir —recalqué dándole una sonrisa falsa. —Princesa. —Comenzó a decir mi padre, pero Esteban interrumpió su discurso aclarándose la garganta. —Tu padre me ha contratado, por ende quien tiene la potestad de retirarme el cargo es él. Te pido amablemente que dejes la inmadurez a un lado y te comportes como la mujer que alegas ser. — Su voz era amable, pero su mirada era retadora. —No eres nadie para hablarme así —rebatí molesta. —Tranquila, no pienso hacerlo seguido —contraatacó él de manera arrogante. —Vamos a calmar un poco los ánimos —intervino mi papá acto seguido tomó mi mano y me dio un beso en el dorso de ella—. Hija contraté a Esteban para que te cuide, te prometo que será algo temporal, hazlo por tu padre que está viejo y necesita un poco de tranquilidad. “Estoy jodida, jugó la carta del padre viejo” Pensé alzando una ceja. —Si es por tu salud, de acuerdo, pero será algo temporal —le advertí, mi padre sonrió feliz de haberme manipulado. Esteban volvió a estirar su tarjeta, suspiré y me tragué mi irritación. Tomé la tarjeta del arrogante guardaespaldas y la metí de mala gana en mi bolso.

Pasé el almuerzo en silencio, no me gustaba la idea de tener un guardaespaldas, imaginen que me estoy masturbando y pego un gemido y el idiota este entra a mi habitación, pensando que estoy en peligro. ¡Dios mío! Grité en mi mente ¿Se supone que él tendrá que vivir conmigo? —Bueno, papito yo debo volver al trabajo. —Levanté la mano y solicité la cuenta. En seguida una joven asintió y se puso en marcha—. Esteban, te pido de favor, que por hoy te tomes el día libre, prepara tus cosas y mañana a primera hora te hago un espacio en mi casa. —De acuerdo señorita Carson —cedió él. La mujer llegó con la cuenta, pero mi padre se adelantó en tomarla. —Vuelve al trabajo hija, yo invito. —Me levanté de la mesa, tomé mis cosas y le di un beso en la frente. —Gracias papito, te quiero. Salí de allí y subí a mi auto, al ver mi celular estaba que reventaba de notificaciones, conecté el manos libre al auto y llamé a Corina. —Señorita Emily, los clientes de las laptops, la invitaron a la fiesta de celebración que harán esta noche, le te envié la dirección —me informó Corina. —¿A qué hora es la celebración? —indagué parando en un semáforo. —9 de la noche —contestó ella de manera eficiente. Miré la hora, 3:15 de la tarde. —Bien, yo voy a reunirme con el señor Méndez, aquí llevo la propuesta final, quiero coordinar cualquier detalle de último momento, de allí voy directo a mi casa. Así que te puedes ir temprano. —Puse de nuevo el auto en marcha. —Muy bien señorita Emily, nos vemos mañana en el lanzamiento. —Se despidió ella colgando la llamada. En pocos minutos llegué al edificio del señor Méndez, era un hombre que entendía que una buena publicidad era el éxito de cada producto que se sacaba al mercado. También entendía que un buen calzado hacía al hombre. Entré y su secretaría me hizo pasar directo, al parecer me estaba esperando. —Emily, un gusto tenerte aquí. —Me recibió con un beso en la mejilla.

—Bueno mañana es el gran día y quiero que todo salga como lo planificamos —comenté tomando asiento. —Seguro que sí, me recuerdas mucho a tu madre —me dijo una vez más, siempre que venía me recordaba mi parecido con mi madre. Su amistad con la familia duró hasta que murió mi madre, recuerdo nuestro primer contrato me lo dio pensando que perdería dinero, que solo era otra chiquilla mimada con un capricho por cumplir, pero la campaña fue todo un éxito y desde entonces todas las campañas me las confía a mí. Sonreí y le pasé la tablet con todos los detalles de la campaña publicitaria. —Logré hablar con Diego, él accedió a 2 historias y 4 fotos mostrando los zapatos, ya le envié el par que le pedimos mostrar y los que eligió él —le informé con detenimiento. El señor Méndez revisó con detenimiento la información en la tablet e incluso lo corroboró con su agenda, me encantaba ver el rostro conforme de los clientes, ellos me dejaban una gran responsabilidad y contaban con la eficiencia en mi trabajo para el éxito de su producto, por ello, mis servicios eran bien pagados. —Seguro será un éxito —alegó devolviéndome la tablet. —Lo será —aseguré yo. Trabajaba duro para que cada campaña fuera única y sobre todo exitosa. Salí directo a mi casa, necesitaba arreglarme para la celebración de esta noche, pero no podía exagerar con el alcohol pues al día siguiente tenía un gran lanzamiento.

4- Química. Luego de darme un largo baño relajante, enrollé una toalla en mi cuerpo y regresé a mi habitación, cubrí mi cuerpo con mis cremas corporales y me puse mi ropa interior, entré a mi vestidor y comencé a buscar la ropa que me pondría hoy. Era una fiesta que asumo sería elegante, pero sencilla, así que vestirme con Óscar de la Renta no era una opción, pasé de Chanel y Louis Vuitton, pero encontré un viejo conjunto oscuro de Dior, lo compré la semana pasada y desde entonces esperaba usarlo. —Llegó tu hora bebé. Lo saqué del armario estaba algo frío, mientras esperaba que el traje se aclimatara me puse un body blanco sin mangas, deslicé el pantalón viendo como se marcaba la curva de mi trasero, me calcé unos zapatos altos y dejé mi cabellera pelinegra suelta, acomodé el diseño de la chaqueta y me puse el delantal que uso para maquillarme y no manchar mi ropa.

Cuando estuve lista eran cerca de las 9: 30 de la noche, no entendía por qué siempre se me hacía tarde, pero imagino que era como mi marca personal, a los únicos lugares que estaba antes de tiempo eran en los lanzamientos. —Laura. —Llamé a mi Ama de Llaves. —Dígame señorita Emily —contestó ella, saliendo de la cocina. —Avísale a Joss, que prepare el BMW salgo en 5 minutos. —Como ordene señorita. —Ah, también necesito que le busques un lugar a Esteban, será mi guardaespaldas por una temporada, se muda mañana a la mansión —le pedí con amabilidad. —¿Cerca de su habitación? —indagó ella. Pensé un poco, no creo que deba estar tan cerca, pero tampoco creo que deba estar muy lejos. —Ponlo en el ala oeste —respondí al final. —Ya mismo mando a Tamara para que acomode todo. —Dio media vuelta y salió a cumplir las tareas. Entré a la cocina y tomé una botella de agua con gas, me senté y la bebí lentamente. —Señorita Emily se queda a cenar —me preguntó Ana, la cocinera. —¿Hay algo hecho? —Me temo que no, la cena estará lista en media hora —me informó ella, luego añadió—, me aseguraré de dejársela dentro del horno. —Gracias. —Me levanté de la mesa y salí de la casa. Joss ya tenía el auto listo para llevarme. —¿A dónde señorita Emily? —preguntó él detrás del volante. —Al club ―Attraction‖ —contesté, mi chofer pisó el acelerador y salimos de la mansión. -

Joss me dejó frente al club, bajé del auto me puse mis gafas de sol y enseguida una lluvia de flashes cayeron sobre mí, pero el guardia de seguridad del club se interpuso entre los periodistas y yo. —El señor Fernando la espera en el V.I.P —me informó el hombre abriendo la puerta. —Gracias. —Entré al club, esquivé la planta baja del lugar, donde estaba la pista de baile y una gran barra de tragos a un costado del lugar. Pasé la vista por el sitio, vi a personas bailando, otras bebiendo, subí las escaleras para acceder a la zona exclusiva, en seguida una cara muy familiar se me acercó. —Creí que no llegarías. —Me recibió Fernando, dándome dos besos uno en cada mejilla. —Bueno debía arreglarme —me excusé pasando la mano por mi cabello. —Y has quedado fenomenal. Ven te quiero presentar a mi esposa —Me guió entre la multitud y me llevó hasta donde una esbelta mujer, tan delgada y hermosa que daba miedo mirarla—. Alice, ella es Emily, nuestra publicista. —Un gusto —le dije estrechando su mano. —Tú eres la de Peggy —comentó emocionada, sonreí y asentí. —No soy Peggy, pero sí, la dueña de la marca —le aclaré. —Sí, vi tu live, que tipo tan fastidioso, con suerte te dejará en paz. —Esa es la idea —murmuré, buscando una excusa para ponerle fin a la conversación—. Voy por algo de beber —les dije. —Claro, al fondo está la barra y creo que muchos de mis invitados son conocidos tuyos — aseguró Fernando de manera amable Caminé entre la multitud, a algunos en efecto los conocía, me detuve a saludar a unos cuantos y seguí hasta la barra. —Un Cosmo por favor —le pedí al chico detrás de la barra. —En seguida. —Lo vi trabajar en mi trago. Saqué mi teléfono, estos eventos eran aburridos, pero la asistencia es importante para mi empresa, casi siempre salgo con varias citas de trabajo. —¿Sabes cuántas calorías tiene un Cosmopolitan? —comentó un idiota a mi lado.

—Si deseara saberlo, lo buscaría en Google, no esperaría que un desconocido que no tiene más nada que hacer que entrometerse entre una chica y su trago me la dé —contesté sin dejar de ver mi celular. —Aparte de gorda, mal educada —murmuró el idiota. —El burro hablando de orejas —contraataqué yo, giré mi cabeza, pero el cobarde ya no estaba. ¿Qué les pasa a los hombres con las mujeres con curvas? De seguro es por el tamaño de su pene, si lo tienen pequeño seguro no puede estar con una mujer como yo, pues solo harían el ridículo. —Su trago —dijo el joven de la barra sacándome de mis pensamientos. —Gracias —Me bebí el contenido pasando la vista por el lugar, había muchas caras conocidas, pero hoy no tenía ganas de hacer relaciones públicas, solo deseaba bailar y liberarme del estrés del día. Bajé hasta la pista de baile y comencé a mover las caderas al ritmo de la música, tomé mi cabello y lo até en lo alto de mi cabeza, estaba disfrutando la música cuando un desconocido se acercó a mí y comenzó a bailar conmigo. —No sabía que Peggy bailaba —dijo acercando su cara a mi oído para hacerse escuchar. —Tampoco sabía que los micropenes tenían buen gusto, pero aquí estás —contraataqué hablando fuerte. —De seguro no sabes el tamaño de un pene real. —Lo dice el cañón corto. —Me di la vuelta, no necesitaba quedarme escuchando al imbécil este, pero la mano de él me tomó por la muñeca, mi cuerpo giró y choco con su torso. Aún con mis tacones el desconocido era un poco más alto que yo, tuve el ángulo perfecto para fijarme en sus labios provocativos y su mirada seductora. “Qué triste, tan guapo y tan idiota” Pensé arrugando la nariz. —Te daría un par de nalgadas por mal educada, pero estamos en un lugar público —comentó rozando mis labios. Mi piel se erizó y por dos segundos en mi cabeza pude ver con perfección al hombre sobre mí tomando mi cuerpo de forma salvaje. ¡Basta! Pensé con el ritmo cardiaco agitado. La mano del hombre se deslizó por la curva de mi trasero y lo supe esta noche es de sexo y alcohol.

5- Sexo y alcohol —Aquí no —lo reprendí subiendo su mano a mi cadera. Tomé su mano y sin despedirme de Fernando, bajé las escaleras para salir del club, pero antes de abrir la puerta trasera para salir me giré y besé al hombre, después de todo siempre es bueno el control de calidad. Sus labios fueron exigentes, sus manos apretaron mi trasero, pero las mías fueron a su miembro, al comprobar que si tenía un paquete decente, despegué mis labios del hombre. Abrí la puerta, vi a un lado y al otro percatándome que ningún periodista estaba cerca, al parecer esta salida todavía no la conocían, tomé del cuello al desconocido y lo besé de nuevo, entre caricias y besos llegamos al auto, subimos a la parte trasera. —A la mansión —le ordené a Joss. —Si señorita. —Lo vi sonreír por el espejo retrovisor. El camino se hizo largo, lo bueno es que la tensión sexual solo fue en aumento, el desconocido acariciaba mi pierna y tomaba mi cabello, hasta que al fin pasamos el portón de la mansión. Bajamos del auto y entramos a la casa, lo llevé hasta mi cuarto. —¿Esta es tu casa? —Sí, pero no venimos hacer un tour —Tomé su camisa y la abrí pasando mi lengua por los cuadritos en su abdomen. —Cierto. —Sus manos comenzaron a quitarme la ropa y en pocos segundos no hubo barrera alguna entre nuestros cuerpos. Lo empujé sobre la cama y tomé un preservativo, lo abrí se lo puse en la punta de su maravillosa erección y lo deslicé hasta la base con mi boca, de sus labios salió un gemido de placer. Subí a horcajadas sobre él y tomé el control de la situación. —¡Dios mío! —jadeó él mientras yo gemía al sentirme llena. Comencé a moverme despacio, el hombre apretó mi trasero, pero aun con lo grande de sus manos no cubría por completo mis nalgas, el desconocido sonrió y se llevó uno de mis pechos a su boca, dejé caer mi cuello atrás y disfruté del sexo. En un acto de osadía el hombre rodó en la cama y quedó sobre mí, me puso de espalda y yo levanté mi trasero esperando sus embestidas, las cuales no se hicieron esperar.

—¡Joder! —jadeé al sentir lo profundo que llegaba, bueno de micropene no tiene nada. —Eso digo yo muñeca —murmuró el hombre, poniendo las manos en mi cadera y penetrándome con fuerza, alzó una de sus manos y la dejó caer en mi trasero. La lujuria corría por mis venas, las manos del hombre me tocaban disfrutando de cada parte de mi piel, en varias oportunidades hasta me mordió. De seguro, jamás había estado con una mujer como yo. —Voy a correrme —avisé aferrándome a la cama. —Sí, yo también. Sus embestidas fueron en aumento, su mano tomó mi cabello y tiraron de él llevándome a la gloria. Gemí fuerte cuando el orgasmo rompió en mi interior. El hombre cayó sobre mi espalda. —Eres una mujer ardiente —murmuró en la oscuridad de mi cuarto. —Espero te repongas rápido, porque viene el segundo round. Él soltó una carcajada y se subió sobre mí. La claridad en mi habitación me dejó saber que ya había amanecido, mis sienes me latían con fuerza, los recuerdos de mi noche de trago llegaron a mi mente. —¡Joder! No vuelvo a beber de esa manera —me quejé estirando mi cuerpo, de pronto mi mano chocó con algo, abrí los ojos y me fijé que el hombre aún seguía en mi cama. Me levanté de ella y detallé al adonis que aún se encontraba dormido, labios gruesos, nariz recta, pestañas largas, suspiré y decidí dejar de ver. Acerqué una de mis manos a unos de los fuertes brazos y lo toqué con la yema de mis dedos. El hombre abrió los ojos y me miró, me pareció verlo algo asombrado, tal vez borracho me confundió con una mujer delgada, pero ya tendrá tiempo de superar su noche de sexo y alcohol. —¡Gracias, fue una excelente noche! Ahora fuera de mi casa —le dije al adonis desconocido. —¿Así? Sin unos buenos días o un café para despedirnos —rebatió pasándose la mano por la cara, se levantó de la cama y la sábana cayó a sus pies, revelado su nueva erección.

Caminé hasta mi armario tomé mi bolso y saqué un billete de 100 y se lo di. —No sabía que eras un gigoló, quédate con el cambio. —Fui hasta la puerta de la habitación y la abrí—. Bajas las escaleras y giras a la derecha, allí está la salida, no tomes nada por el camino tengo cámaras dentro de la casa. —¡Esto es increíble! —exclamó el hombre, poniéndose su ropa, parecía molesto, tomó su chaqueta de mala gana, caminó hasta la puerta y se detuvo frente a mí—. Nos volveremos a ver. —Probablemente, si me dejas tu número puede que te contrate para alguna fiesta. El hombre me miró y sin mediar palabras me dio un gran beso de despedida y se fue. —Sí que besa jodidamente bien —dije en voz alta, miré la hora—. ¡Mierda! Se me estaba haciendo tarde para el evento de hoy. Me di una ducha rápida, me coloqué un vestido maga larga con escote en V, me gustaba porque los detalles en la cintura disimulaban mis rollitos en esa zona; me puse unos tacones bajos de color beige y tomé una cartera que combinaba con mi vestuario. Me apliqué una fina capa de maquillaje y salí en tiempo récord. —Señorita Emily —Me llamó Laura. —Dime. —El señor Esteban ya se está instalando en su recámara. —Bien, yo debo ir al trabajo te encargo de todo. —Le di un beso en la frente y subí a mi auto. Mi teléfono comenzó a sonar, por suerte era mi asistente, conecté el manos libre y atendí la llamada. —Señorita Emily, el señor Méndez pregunta por usted. —Lo sé, se me hizo algo tarde, pero ya estoy en camino para allá. —Ok, yo le explico —me indicó ella. —Llego en 10 minutos. —Colgué la llamada y aceleré a fondo. No llegué en 10 minutos, pero si a tiempo para el lanzamiento en redes, lo hicimos enlazando un live con Diego y el chico estuvo a la altura. —Necesito comer algo, muero de hambre —me quejé con Corina en voz baja.

—Buenos días, señorita Emily. —Ambas volteamos y allí parado con una ensalada de frutas estaba parado el gigoló. ¡Diablo, me gané a un loco! Pensé sonriendo amablemente.

6- Subestimada. Lo detallé un poco más y me fijé que traía puesta la misma ropa con la que salió de mi casa. —¿Qué haces aquí? ¿Debo llamar a seguridad? —le pregunté cruzándome de brazos. El hombre sonrió y negó con la cabeza. —Me llamo Mark Becker y como usted, fui invitado a la celebración de ayer y a la de hoy. Por dentro estaba muy avergonzada, fui muy grosera con él, claro él tampoco fue un santo. —De acuerdo, no eres un loco acosador, eso es bueno. ¿Te puedo ayudar en algo más? —indagué prepotente. —No, solo vine a enseñarte como se dan los buenos días luego de una noche compartida. — Estiró la mano y me dio la ensalada de frutas—. Es bueno desayunar frutas, ayuda con la resaca. —Gracias. —Tomé el recipiente rectangular—. Lo siento debo seguir trabajando. —También yo. —Lo miré deseando saber cuál era su trabajo, pero saber más información de él no valía la pena. Caminé con Corina a otro lado. —Por Dios, señorita Emily, usted y ese hombre. —Abrió la boca asombrada. —Cierra la boca niña, el que sea una mujer con curvas no me hace una monja, claro que tengo sexo y del bueno —susurré riendo. —Lo sé, pero ese hombre es un 10 y usted… —¿Y yo qué? —pregunté mirándola fijamente. —Usted es un 20, no creo que se haya rebajado a ese tipo. —Terminó de decir. —Te doy un punto por arreglar la metida de pata, pero aquí muere el tema. Gracias a Dios el lanzamiento llegó a su final y eso me daba tiempo de irme a casa y relajarme el resto del fin de semana.

—Emily, una vez más, estoy satisfecho con los resultados —me comentó el señor Méndez. —Yo también señor Méndez. —Por favor, ya a estas alturas deberías tutearme —sugirió. —Bien, Agustín, nos vemos en un próximo lanzamiento. —Me despedí cortés. —Nos contactamos luego. Caminé hasta la mesa donde estaba mi asistente conversando con otras personas, al verme se puso de pie y se acercó a mí. —Yo me voy, tengo hambre y necesito recuperar horas de sueño, nos vemos el lunes, quiero ver todo lo que tengas adelantado hasta ahora sobre el proyecto Peggy. —Sí, señorita Emily. ¿Yo también debo irme? —indagó poniendo cara de niño chiquito. —Tú puedes quedarte todo lo que desees, pero bajo tu propia responsabilidad, no quiero escándalos, problemas o chismes —le advertí seria. —Sí, señorita Emily —repitió contento. Subí a mi auto y pisé el acelerador hasta mi casa, claro por el camino me detuve en una panadería y me compré un par de pastelitos de carne. Al llegar a la mansión me fijé en la camioneta 4Runner negra parada en uno de los puestos de mi estacionamiento, bajé de mi auto y suspiré, de seguro era el auto de Esteban. —Señorita Emily, ya el señor Swift está instalado —me informó Pedro entrando al estacionamiento. —¿Vino solo o alguien lo está acompañando? —pregunté caminando a la casa. —Con una chica. —Vale gracias. Entré a la casa, fui a mi despacho y dejé allí mis cosas, subí al ala oeste, pasaba por allí porque me daba curiosidad saber quién podía soportar a semejante patán, llegué al cuarto y la vi. Era de esas mujeres tan delgadas que solo verlas te daba un hambre atroz, su cuerpo estaba súper entrenado, llevaba un top deportivo de esos que no me atrevería a usar y una licra que moldeaba

sus increíbles glúteos, en resumen su cuerpo era perfecto, sabía que jamás sería como esas chicas y eso estaba bien. —Bienvenido —comenté tratando de no ver a ninguno por mucho tiempo. Cosa que era casi imposible, sentía una profunda admiración por esas personas que entrenan a diario, yo una vez estuve en un gimnasio por 3 días, y luego de ellos pase 3 días comiendo todo lo que encontré, recuperando las calorías que había perdido. —Gracias, ella es Catalina mi novia, Cata, ella es Emily, mi nueva clienta. —Nos presentó Esteban. La chica caminó hasta mí y estrechó mi mano, evaluándome de arriba abajo. —Un gusto —me dice ocultando una sonrisa burlona. —¿Tengo la cara de payaso? —le pregunté seria sosteniendo su mano. —No, ¿por qué? —indagó ella algo prepotente. —Es que no logro descifrar si la sonrisa en tu cara es de burla, o que tienes un problema mental. —Solté su mano, no necesitaba que respondiera, había visto la misma expresión antes. Las personas se creen superiores por el simple hecho de ser ―más bonitos‖ o ―tener mejor cuerpo‖ —Esteban en dos horas saldré, imagino que te pagan para protegerme, no para andar de manitos sudadas. —Me di la vuelta y salí del cuarto, pero la risa de la novia del idiota me hizo quedarme cerca de la puerta. —¡Qué ridícula! —se burló ella. —Cata, eso estuvo mal, hasta yo me di cuenta de que te estabas burlando de ella —la reprendió él. —Claro que lo hice ¿Viste lo gorda que es? —Soltó otra carcajada, mientras yo hacía ejercicios de respiración para no caer en la tentación de enterrarle mi puño en su cara—. Te confieso que sentí algo de inseguridad y temor el que cuidaras a una mujer, pero viendo a esa gorda, se fue todo mi miedo al caño. —Catalina, calla, no puedes juzgar a las personas por su físico, ella está algo gorda sí, pero se da el lujo que tú con tu figura perfecta no puedes —increpó él y por un segundo me agradó el sujeto. —Pero yo al menos… Era inútil seguir escuchando a la idiota, caminé hasta el intercomunicador y llamé a la casilla de seguridad.

—Señorita Emily —contestó otro de los de seguridad. —Cuando salga la novia de Esteban quiero que revisen que no se lleve nada, le toman los datos y la incluyen en la lista negra. Ella tiene la entrada prohibida a esta casa —ordenó colgando la llamada. Entré a mi despacho y me sumergí en mi trabajo, detestaba esa clase de personas que no comprendían que todos los seres que habitamos este planeta somos diferente y eso está bien, es como si yo pensara que por tener dinero, todos debían tener dinero. ―Toc, Toc‖ Dos pequeños golpes en la puerta de mi despacho me sacaron de mis deberes, alcé la mirada y vi a Esteban en la puerta con traje oscuro, que le quedaba a la perfección. —¿Qué necesitas? —le pregunté mordaz. —Dijiste que ibas a salir —me recordó cruzándose de brazos. —Lo has dicho, iba, ya no —indiqué retomando mi trabajo. —Entiendo. —Entró por completo a mi despacho y se sentó en unos de los sofás del lugar. —¿Qué haces? —lo interrogué, apoyé mi codo izquierdo en la mesa y llevé dos dedos a mi frente. —Mi trabajo —confirmó él. ¡Señor dame paciencia! —La mansión tiene un excelente sistema de seguridad, no necesito, ni quiero que estés aquí. — Apoyé el otro codo y con mis índices hice círculos en el aire—. Este es mi santuario, nadie entra aquí al menos que sea necesario y tú no lo eres, así que te puedes ir. —Sé que los primeros días puede ser incómoda mi presencia, pero puede ignorarme y en pocos días se habrá acostumbrado a que esté a su lado. —Sacó su teléfono y comenzó a revisarlo. —Sí, puede ser estresante tenerte aquí —contesté, pero mi cabeza ya había ideado una forma de correrlo—, ¿sabes cómo me desestreso? —Esteban clavó su mirada en mí—. MAS-TUR-BANDO-ME —revelé, pasé la lengua por mi labio inferior y apreté mis pechos, bajé mi mano a mí entre pierna y toqué mi vagina sobre la tela. Esteban se levantó del sofá y me miró esperando si continuaba o desistía, pero viéndolo allí todo musculoso solo logró ponerme caliente de verdad, con mi mano libre comencé a abrir mi camisa. —Entendí —dijo levantando las manos en señal de rendición y paré todo movimiento—, si necesita algo…

—Pegó un grito —lo interrumpí sonriendo satisfecha. —Exacto —confirmó él saliendo de mi despacho. Me removí en mi silla un poco incómoda, realmente me hacía excitado, después de todo si será interesante tener a Esteban en la casa.

7- ¡Papacito al agua! Decidí parar el trabajo cuando mi estómago reclamó por comida; me levanté de mi silla, estiré mi cuerpo y salí de mi despacho, al menos había adelantado el trabajo de los hermanos Mendoza. —Aquí estás. —Me interceptó Esteban, luego agregó—. Iba a buscarte para comer. Entrecerré los ojos y suspiré. —¿Cocinaste? —¡No creo que Ana suelte el control de la cocina! —exclamó sonriendo. —Cierto. ¿Qué hay de comer? —indagué llevando mis manos a mi cuello. —Lasaña. ¿Te duele el cuello? —No es nada, es por… ¡Ahh! —suspiré cuando las manos de Esteban comenzaron a darme un masaje en esa zona. —Estás muy tensa, debe ser la postura —comentó trasladando el masaje a los hombros, cerré mis ojos y disfruté la sensación de relajación—. O tal vez necesitas inspiración para masturbarte — agregó en un susurró, abrí los ojos y me tensé de nuevo. —Cuidado, no creo que le guste a la anoréxica de tu novia como me tratas —aseguré saliéndome de su agarre. —Ella no es anoréxica, solo le gusta el deporte. —La defendió él. —A mí me gusta follar y comer, pero no ando juzgando a los santos ni a los flacos — contraataqué yo. —¿Escuchaste nuestra conversación? —preguntó con cautela. —Toda la mansión la escucho rebuznar. —Caminé hasta el comedor y me senté a esperar que Ana me sirviera.

Al ver que tardaban, busqué mi celular y comencé a revisar las notificaciones; al fin la comida llegó y Ana dulcemente me sirvió una porción de lasaña, dejó la ensalada a un lado y sirvió el jugo. —Gracias Ana, ve a comer —le pedí. —Ese nuevo muchacho, es algo. —Se quedó pensando en una palabra que lo lograra definir. —Irritante, entremetido, fastidioso. —La ayude yo. —No, ridículamente apuesto —afirmó ella sonriendo. —Eso también, pero tiene novia y todavía no estoy tan desesperada como para ser la amante de nadie —murmuré riendo. —Dices unas cosas niña Emily, me recuerda mucho a su madre, que en paz descanse. —Ana se persignó. —Gracias por la comida. —Cambié de tema, no me gustaba hablar de mi madre, Ana lo sabía así que solo me dejó comer tranquila. Me dispuse a comer gozando del silencio, estos eran los pocos momentos donde podía comer tranquila y disfrutar mi comida sin remordimientos, pero nada es perfecto, mi tranquilidad fue interrumpida por un hombre tan apuesto que te hace doler los ojos. —¿Qué haces aquí? Los empleados comen en la cocina —le indiqué con impaciencia. —Creí que querría algo de compañía. —Creíste mal, estoy muy bien aquí, sola. —Hice énfasis en la palabra sola. —No creo que te guste, solo que es más fácil lidiar con la soledad que con el rechazo —comentó poniendo el plato en la mesa y tomado asiento. —Guardaespaldas y psicólogo, vaya mi padre eligió uno de los buenos —expresé con sarcasmo, ignoré su presencia lo que no fue fácil, pues su celular no dejaba de sonar, suspiré y seguí comiendo. Sin embargo, su comentario me había dado directo en la yugular. ¿Tan fácil soy de leer? Decidí que no existía mejor manera de terminar el día que tomando un poco de sol, así que luego del almuerzo, subí a mi habitación y me puse un bikini de dos piezas de color negro.

Al verme en el espejo me fijé en las dos lonjitas que me salían a cada lado de mi cintura, por instinto metí la barriga, pero eso no ayudó en nada, sonreí por lo tonta que fui y me puse mis sandalias de piscina, tomé una toalla y bajé a tomar un poco de sol. En el camino tuve la dicha de no encontrarme a mi nuevo terapeuta, salí al patio, rodeé la piscina, puse mi toalla en una de las tumbonas, me acomodé mis audífonos y me acosté para que los rayos del sol acariciaran mi cuerpo. En mis oídos sonaba la 4ta sinfonía de Beethoven, amaba relajarme escuchando música clásica, estaba en mi lugar feliz, cuando una sombra perturbó mi paz. —¿Qué quieres? —indagué sin abrir los ojos, sabía a la perfección quién era, la mano fría de Esteban me sacó con cuidado uno de mis audífonos. —Voy a salir a trotar, así conozco el lugar y le echo un vistazo a sus vecinos —me informó estirando sus piernas. Mi mirada viajó por todo su cuerpo, observé como el short y la franelilla dejaban gran parte de su fornido cuerpo a la vista, también noté que su celular no parada de sonar. —¿Vas a salir a trotar en ropa interior? —Me burlé de él. —Se le llama ropa de deporte y sí, voy a salir así —contestó caminando a la salida. Ya estaba casi por entrar a la casa cuando se me ocurrió una forma de joderle el rato, sonreí y me paré de la tumbona. —Pareces muy aburrido, tal vez creíste que al ser mi guardaespaldas habría balas y persecuciones a diario. —Esteban se detuvo y se giró para verme—. Sin embargo, yo en mi infinita bondad, te daré la adrenalina que necesitas. —Caminé hasta el borde de la piscina y mordí mi labio inferior—. Debes saber que no sé nadar —dije antes de saltar en ella. Mi cuerpo entró al agua y me dejé hundir por completo, pero en poco tiempo mi sexy guardaespaldas fue por mí, me tomó por la cintura y me subió a la superficie, una vez allí me alejé de él riendo. —Estás acostumbrada a mandar, es hora de que te enseñen a obedecer —comentó como si nada tomado mi cintura por debajo del agua, temiendo que de verdad no supiera nadar. —¿Y quién me va a enseñar? —pregunté retadora, no parecía molesto, pero sabía que lo estaba, él me miró y alzó una ceja—. ¿Tú? —Solté una carcajada y casi me ahogo de verdad, me tomé del borde de la piscina y recuperé la respiración. —Lo digo en serio, incluso te daré un par de nalgadas de ser necesario —contestó serio.

Dejé de reírme y lo miré seria, nuestros cuerpos chocaban en el agua, haciendo difícil concentrarme. —Igualado, a mí nadie me ha pega… —Su boca cubrió la mía callando mis palabras y nos sumergimos en un apasionado beso acuático. Una de mis manos se sujetó de su cuello y la otra mano tiró de su cabello profundizando el beso, las manos de Esteban estaban sujetándose con fuerza en el borde, presionó mi cuerpo a la pared y sentí su dura erección. Tuvimos que parar el beso para recuperar el aire, Esteban sonrió y tocó mi nariz, el azul de sus ojos era casi inexistente, pues sus pupilas ocupaban todo el espacio. —¿Ves? Si funcionó mi método —presumió arrogante, pasando la lengua por su labio inferior. —Espero que hayas dejado tu celular fuera del agua —rebatí yo sin admitir que me fascino aquel beso. Los ojos de él se abrieron con el horror reflejado en ellos y salió de la piscina, subí mis brazos al borde y me fijé como trataba en vano de secar su teléfono, me despegué del borde y comencé a nadar.

8- Caprichosa. Terminé y salí de la piscina, pero un furioso Esteban me seguía con la mirada, la ignoré olímpicamente y me sequé con la toalla. —Lo hiciste a propósito —reclamó iracundo. —Eso está más que claro —contesté secándome el cabello—, pero… ¿Me puedes culpar? Tu estúpido celular no paraba de sonar. ¿Qué pasó? ¿La tóxica de tu novia no sabe vivir sin ti? ¿O un mosquito la desangró? —Lo miré seria y me crucé de brazos—. Esta es una urbanización, en una zona exclusiva de Manhattan, no puedes ir por allí en pantaletas y sostén. Si deseas hacer ejercicio ve a Central Park como las personas normales, o usa el gimnasio de la casa. —¿Tienes un gimnasio aquí? —indagó incrédulo. —Sí ¿Crees que por ser gorda no tengo gimnasio? Que tierno, pues sí tengo uno, pero dejé las dietas y los ejercicios que solo me mantenían de mal humor y me entregué a la felicidad — aseguré caminando de vuelta a la casa—. Por cierto, en la noche saldré, alístate. Entré a la casa, subí a mi habitación para prepararme, puse a llenar el jacuzzi le añadí un par de gotas de espuma, el aroma a flor de loto llenó el lugar, desnudé mi cuerpo y lo deslicé en el agua templada, cerré mis ojos y en seguida el recuerdo del beso vino a mí erizando mi piel.

—Necesito una noche de buen sexo —murmuré deseando que Esteban irrumpiera en el baño y me tomara. Vi mi reflejo y pasé las manos por mi vestido corto, me quedaba mejor de lo que esperaba, tenía algo de miedo de que el volado de la falda me quedara mal, pero resultó que solo realzaba mis piernas y eso me agradaba, pasé las manos por mi pecho y me aseguré de que las tiras del vestido fueran resistentes, incluso me gustó que mis rollitos quedaban disimulados con la cinturilla de la prensa. Anoté mentalmente hacer una cita con ese diseñador y encargar más prendas. Luego de maquillarme y peinarme, salí de la habitación lista para arrasar en la disco. Bajé las escaleras y al pie de ella me encontré con Esteban, con un jean, una franela y una chaqueta, todo de color negro, lo que realzaba más sus ojos, llegué al pie de la escalera y me fijé lo bien que le quedaba el pantalón. —¿Va a salir así? —preguntó con una mezcla de molestia y deseo. —Sí. —Pasé por su lado y salí de la casa. Me dirigí al estacionamiento, abrí el tablero de las llaves, tomé las del Mustang, caminé a paso seguro y abrí la puerta del auto. —No iremos allí —aseguró él cerrando la puerta. —De verdad que tú no sabes nada de jerarquías, iremos en este auto porque la que manda aquí soy yo. —Puse la mano en su pecho y lo intenté apartar, pero me fue imposible. —Lo siento princesita, pero he dicho que no iremos allí —repitió él como si hablara con su novia. —Ve tú en el auto que te dé la gana, yo iré aquí —le dije cruzándome de brazos. —No negocio con niñas caprichosas —comentó, se acercó a mí y me alzó del suelo como si fuera un saco de papas. —¡¿Qué mierda haces?! —chillé viendo el mundo de cabeza. Pero el idiota de Esteban no me respondió, abrió un auto y me subió al asiento de atrás, cerró la puerta y se fue a su lugar, claro que me lancé a la manilla, pero la maldita puerta tenía seguro de niños. —¿A qué club vamos? —indagó encendiendo el auto.

—Seduction —contesté indignada. —Cinturón —ordenó Esteban, sonrió por el espejo y puso el auto en marcha. Esto es increíble, caí en manos de un inadaptado, es un rebelde sin causa, pero me encargaré de poner en su lugar al desgraciado irreverente. Camino al club varias veces mi mirada se topó con la del guardaespaldas de quinta, pero en cada oportunidad se la sostuve enviándole lanzas imaginarias. Al fin llegamos al club y tuve que esperar que Esteban estacionara el auto y me abriera la puerta, pero claro que no dejaría que él entrara conmigo al club. Bajé del auto y sin pensarlo mucho, lo besé. Sus labios respondieron mi beso con entusiasmo, giré su cuerpo y lo senté en el auto, sus manos pasaron por mi pierna, logrando excitarme a magnitudes peligrosas, pero mi plan no era follarlo aquí, comencé a tocarlo, topándome con una ardiente erección y casi mandé todo a la mierda, pero me obligué a concentrarme, cuando logré quitarle las llaves ya estábamos acostados en el asiento de atrás del auto. Despegué mi boca y la llevé a su cuello, subí su camisa y pasé la lengua por sus cuadritos, desabroché su pantalón y me bajé con disimulo del auto e hice que le quitaba el pantalón para ello, al ver que todo salió bien, cerré la puerta del auto. La cara de Esteban cambió en tiempo récord, pasó de excitado a furioso. —Adiós. —murmuré moviendo mi mano. Caminé hasta la entrada del club, en seguida los periodistas comenzaron a tomarme fotos, sin embargo, pase de ellos y entré al club victoriosa. La música sonaba fuerte, atravesé la pista de baile y llegué a la barra. —Un cosmos por favor —pedí moviéndome al ritmo de la música. La mujer detrás de la barra me sirvió el trago y salí con él a la pista de baile, le di un trago a mi bebida y comencé a bailar, en poco tiempo mi cuerpo estaba sudado y pegajoso, un chico pasó con una bandeja y dejé mi copa vacía y seguí bailando. —Qué casualidad encontrarte aquí —murmuró un hombre a mi espalda. Me giré y me encontré de frente al gigoló, di un paso atrás sospechando que tal vez no era un prostituto, sino un acosador. —¿Me estás siguiendo? —indagué alzando la voz para hacerme escuchar. —No, vengo con unos amigos. —Señaló a una mesa y el grupo de allí alzó sus bebidas brindando con él.

—Eso no prueba nada —repliqué con cautela. —Me llamo Mark Becker —comentó estirando la mano. —No me suena tu nombre, lo siento. —Él tomó mi mano y me condujo a su mesa. —Soy un reconocido periodista —me informó.

9- Invitación. Lo miré pensando que tal vez si me estaba acosando, pues él muy bien podría ser el escritor de la columna ―El incógnito‖ Mark alzó el brazo y llamó al camarero, este se acercó de inmediato. —Tráigale por favor un… —Me miró sin saber que deseaba yo tomar. —Un cosmos —contesté detallando sin descaro al hombre con el que tuve una ardiente noche de sexo y que posiblemente sea un loco acosador. ¡Vaya líos en los que te metes Emily! —Confieso que me duele que no sepa quién soy, pero eso… —¿Eres el hombre qué escribe ―El incógnito‖? —lo interrumpí de manera brusca, necesitaba esa información. —No, él o ella escribe en el periódico y yo dirijo la revista ―Pop‖ —aclaró él sonriendo. Cierto, siempre di por hecho que la persona detrás de la columna era un hombre frustrado, pero ahora que Mark lo menciona, también pudiera ser una mujer. Sin embargo, yo no tengo enemigos declarados. Igual me relajé un poco, no creo que el escritor de esa columna con el asco que me profesa se fuera a involucrar conmigo de manera sexual. —Que suerte —susurré, por suerte la música no dejó que Mark me escuchara. —Por eso no entiendo como no sabes quién soy yo —recalcó acercándose a mi oído. —Culpa a tu publicista —bromeé riendo. —Le diré que se asesore contigo —aseguró él, se me quedó mirando y tocó mi cabello, luego pasó su pulgar por mi mejilla—. Me quedé pensando en ti. —Espero que cosas sucias —mencioné coqueta. —No sabes cuantas velas encendí antes de salir, deseando volver a verte. —Pues se te cumplió —comenté mordiendo mi labio.

—Sí, espera que —Sacó su teléfono y me lo dio, enseguida anoté mi número de celular y se lo devolví—. Oficialmente, este aparato es lo más valioso que poseo. —Se acercó y me besó. Fue un beso dulce y efímero, pues un brazo rodeó mi cintura y me apartó abruptamente de Mark, mi cuerpo voló literalmente por los aires y aterrizó detrás de una espalda ancha a la cual conocía, no tan bien como deseaba, pero sabía de quién era. —¿Estás bien? —indagó Esteban que al parecer no le fue difícil salir del auto y entrar al club. —¿Cuál es tu problema? —Salió Mark a tomarlo por el cuello. —Tú —respondió él empujando a Mark. Sin embargo, Mark se repuso y le lanzó un golpe, pero Esteban lo esquivó hábilmente y estrelló su puño en las costillas de su oponente, Mark se dobló a la mitad por un segundo, luego se levantó y le encestó un golpe a Esteban en su mandíbula, él retrocedió un par de pasos y se le fue encima a Mark. La gente formó un círculo, muchos sacaron sus teléfonos y sin importarme las noticias de mañana, me interpuse entre ellos. —Para, yo lo conozco —le dije a Esteban poniendo las dos manos en su pecho. —¿Lo conoces? —preguntó alterado sin quitarle la vista de encima a Mark. Su mirada era fría y agradecí no ser yo la dueña de su ira. —Claro que me conoce idiota —contestó Mark en mi espalda. —Sí, por favor cálmate —le pedí a Esteban, él me lanzó una fría mirada y bajó la guardia. ¿O tal vez si lo soy? —¿Quién es él? —me interrogó Mark un poco más calmado. —Es… —Miré a Esteban y él alzó una ceja, pero en realidad no éramos nada—. Es mi guardaespaldas, de verdad lo siento mucho. —No pasa nada, no fue tu culpa —aseguró Mark con la vista fija en Esteban. Esteban por su lado, solo subía y bajaba el hombro derecho, tal vez fuese un tic por ansiedad, intercalaba su gélida mirada entre Mark y yo. —Yo debo ir con él, pero nos vemos luego —expresé con seguridad. —Vale, yo te llamo. —Se acercó y me dio un beso—. Cuídate, por favor, ese hombre no me inspira confianza.

—Tranquilo, tengo todo bajo control. —Me di la vuelta y me acerqué a Esteban, pero él me tomó de la mano. —¿Qué fue todo eso? —le reclamé. —Te estaba tocando, creí que te había drogado o estabas ebria y se estaba aprovechando de ti — se excusó él. Tenía algo de lógica su postura, pero fue tan inoportuna. —Solo me he tomado un cosmos y si no lo sabes uno viene a los clubs a ligar ¿Hace cuánto que no sales? —me burlé de él tratando de relajar el ambiente. —Desde que tengo novia —respondió serio. No sé si fue su actitud o que me recordó que tenía novia, pero se me quitaron las ganas de seguir aquí. —Quiero irme a casa —le pedí, Esteban asintió y me sacó del club. El camino de vuelta fue en silencio, yo pensaba en la verdadera razón de la actitud de Esteban, me costaba creer que pudiera ser por celos, después de todo él tenía novia, de solo pensarlo me dolía la barriga y las bilis subían a mi boca. Esteban estacionó el auto y me abrió la puerta, sin decir ni una palabra más entró a la casa y se fue a su habitación, yo hice lo mismo. Al llegar a mi habitación, me desnudé, lavé mi cuerpo, cepillé mis dientes y me puse un pijama de short y camisa de tirantes. Me acosté boca arriba, pero me removí de un lado a otro, no lograba conciliar el sueño, pues cada que lo hacía los ojos de Esteban invadían mis pensamientos. Frustrada me levanté de la cama y bajé a la cocina, necesitaba algo dulce, algo que me hiciera olvidar a Esteban; abrí la nevera y encontré una bandeja de profiteroles, los dejé en la mesa y del gabinete saqué el chocolate. Tomé un cuchillo y unté chocolate en el profiterol, lo llevé a mi boca y suspiré de placer, repetí la acción un par de veces hasta que una presencia masculina me interrumpió. Esteban entró a la cocina llevando solo un chándal de algodón, dejando todo su torso desnudo, el contorno de su pene se marcaba en la fina tela y me pregunté ¿Qué pasaría si ―Accidentalmente‖ lo ensucio de chocolate? ¿Me dejará lamerlo? “Tiene novia” Me recordó mi mente. —¿Puedo probar un poco? —indagó el causante de mi insomnio.

—Seguro. —Le pasé la bandeja de manera inocente, pero Esteban fue a mi boca. Su beso fue exigente, salvaje y excitante, sin embargo, mi mente solo me repetía. “Tiene novia, tiene novia” pero quedó en silencio cuando las manos de Esteban me alzaron del suelo y emprendieron la marcha. —¿A dónde me llevas? —le interrogué rozando sus labios. —A mi cuarto, está noche te haré mía —sentenció él.

10- Duro, más duro. Esteban subió las escaleras conmigo en brazos, hubiera admirado su resistencia, si no hubiera estado devorando su boca, pasé mi lengua por su cuello y disfruté el sabor de su cuerpo. Mi espalda chocó con la pared, creí que Esteban estaba cansado, pero no, él atrapó mi labio inferior y lo mordió, sus manos subieron por mi cadera y se deshicieron de la parte de arriba de mi pijama. —¡Eres… —Miró mis senos y expulsó aire—: hermosa! Se inclinó y se metió uno de mis pechos en su boca, gemí y sin querer choqué mi cabeza con la pared, pero la excitación era tal que no le presté atención. —Cuidado, que aún no te pruebo —comentó Esteban retomando la marcha. Al fin llegamos a su cuarto, mi guardaespaldas, cerró su puerta con seguro y me llevó a la cama. Mis manos pasaban por su pecho disfrutando de su dureza, pero vine a que me follen, así que en un pispas le quité el pantalón dejando libre su erección. Esteban hizo lo mismo con la parte que me quedaba de mi pijama. Tomó mi pie derecho y lo besó con dulzura, le siguió el otro, en pocos segundos había llegado muy cerca de mi sexo, el cual palpitaba reclamando su atención, pero el muy desgraciado lo ignoró deliberadamente, depositó un beso en mi vientre y me sonrió con malicia. —Esta noche conocerás las estrellas —aseguró mirándome fijamente, se llevó dos dedos a la boca los sacó y los deslizó en mi vagina. Abrí la boca y me aferré a la cama. Su lengua se abrió paso por mis pliegues, dejándome petrificada de placer, su boca cubrió mi clítoris y un gemido ronco salió de mí ser, de pronto, sentí los dientes de Esteban en la cara interna de mi muslo derecho. Llevé mi mano a su cabello y tiré de él, su boca volvió a mi sexo y en mi cabeza se formó una pregunta. —¿Qué te hace pensar que no las conozco? —indagué con la respiración entrecortada.

—Un ciego, no conoce la diferencia entre la claridad y oscuridad hasta que Dios le otorga el milagro de ver —murmuró sin apartar su boca de mi vagina. Iba a contestarle, pero justo en ese momento, sus dedos comenzaron a moverse en mi interior robándome el habla, su mano libre apretó la planta de mi pie izquierdo y una nueva sensación fue desbloqueada de mí ser. Sentí un conocido escalofrío recorrer mi cuerpo, levanté la cabeza y miré a Esteban ¡No puede ser! Pero él siguió en lo suyo y sí, claro que sabía lo que hacía. Mis pies se estiraron y mi cuerpo alcanzó el punto máximo del clímax. Sin embargo, Esteban lejos de parar succionó mi clítoris con fuerza, logrando que mis piernas temblaran, mi vagina se contrajo alrededor de sus dedos y jadeé extasiada. —Eso solo fue el aperitivo, ahora viene el plato fuerte —avisó con deseo. Subió por mi cuerpo, besó mi boca y pude sentir restos de mi sabor en su lengua, Esteban estiró el brazo y de su mesa de noche agarró un preservativo; puse mi mano en su pecho y lo tiré sobre la cama, le quité el preservativo y miré la enorme erección que se alzaba justo frente a mí. No solo está bueno, sino que además tiene un buen tamaño; le coloqué el preservativo y subí a horcajadas sobre él. —Mi turno —susurré bajando por su duro miembro en un solo movimiento. —¡Joder, Emily! —exclamó con lujuria, sus manos fueron a mis pechos y los acarició, se apoyó sobre sus codos y se llevó uno a la boca. Levanté mi cadera llegando a la punta de su glande y bajé complacida por la fricción entre nuestros sexos, comencé lento, pero mi apetito no me permitió mantenerlo, así que aumenté el ritmo de mi movimiento. Esteban sonrió antes de girar en la cama, quedando su cuerpo sobre mí. —Lo hacías muy bien, pero aquí las reglas las pongo, yo —declaró. Se arrodilló en la cama, unió mis piernas y las llevó a mi pecho, me tomó por los tobillos y me penetró. Su pelvis se movió hacia dentro y fuera de mí llevándome a la estratosfera, acercó su mano a mi boca y metió dos dedos. El ritmo de sus arremetidas se hicieron más seguidas, profundas y salvajes, mi cuerpo rozó el orgasmo, pero necesitaba más. —¡Duro, más duro! —supliqué perdida en la pasión. —Cuando te corras, gritas —exigió Esteban apretando las plantas de mis pies.

El remolino de sensaciones se desencadenó en mi interior, cerré mis ojos y grité, Esteban siguió entrando y saliendo de mi interior, clavó sus dientes en mi pantorrilla y se corrió, gruñendo palabras en voz baja. Acto seguido cayó a mi lado, nuestros cuerpos estaban sudados, pero eso no pareció importarle a Esteban porque estiró su brazo y tiró de mí hasta quedar acomodada en su pecho. —¡Objetivo logrado! —expresé sonriendo satisfecha. —Yo nunca dudé de mi desempeño —enfatizó y allí en ese diminuto cuarto, fui la dueña de la sonrisa más hermosa con la que me había topado jamás. Me levanté de la cama y tomé la primera prenda que vi, por desgracia era una de las camisas de trabajo de él, me la coloqué, y abroché los botones que pude. —¿A dónde vas? —preguntó extrañado de mi cambio de actitud. —A mi habitación. —Nadie te está corriendo, pasa la noche conmigo —me pidió con sus lindos ojos azules. —No te confundas, esto fue solo sexo, no el inicio de una relación. —Salí de la habitación sintiéndome una mierda, pero mientras tuviera claro que era esto, mi corazón estaría a salvo. “Los hombres fuertes, guapos y con paquetes enormes, nunca eligen a las gordas” Pensé llena de inseguridad. Llegué a mi habitación satisfecha por el postre que me había comido, ese guardaespaldas era todo un adonis, tal vez agarre la costumbre de pasar por su habitación antes de terminar en la mía. Me tiré en mi cama y comencé a recordar, todavía podía sentir las manos de Esteban sobre mi piel, sus labios junto a los míos, mi sabor en su boca. Estaba casi dormida cuando una notificación de mi celular me espabiló; tomé mi teléfono y vi que era un mensaje, de un número desconocido. “Disculpa que te escriba tan tarde, es que no dejo de pensar en ti y se me ocurrió que mañana podemos desayunar juntos. M” Leí el mensaje un par de veces saliendo de mi letargo. “Será un gusto desayunar contigo” Respondí y volví a cerrar mis ojos, no era momento de pensar era momento de relajarme. -

Gruñí de frustración al escuchar como una discusión me sacaba de mis sueños. ¡Espera! Me senté en la cama y comprobé que en efecto fuera de la puerta de mi habitación dos personas estaban discutiendo. Me levanté, caminé hasta la puerta y la abrí. Esteban estaba bloqueando mi puerta, Mark estaba en frente de él, con la cara roja de ira, me fijé lo cerca que estaban y casi me da un ataque de risas. —Si se van a besar lo pueden hacer en otro lado —interrumpí su romántica escena, cada uno dio un paso atrás mirándose con odio, miré a Esteban y agregué—. ¿Me explicas qué pasa? —Este imbécil… —No sigo las órdenes de un idiota —lo interrumpió Mark acercándose de nuevo a Esteban de forma amenazante. Esteban lo tomó por el cuello y por un segundo los pude ver dándose golpes de nuevo. —Esteban. —Su nombre en mis labios salió más sexual de lo que pensaba—. Yo estaba esperando la visita de Mark, no creí que llegaría tan pronto, pero te puedes retirar. Esteban se giró y me lanzó una fría mirada, sin embargo, luego de pasarla por mi cuerpo mostró una pequeña sonrisa, se acercó a mi oído y susurró. —Que bien te queda mi camisa, aunque te prefiero sin ella. No mentiré, se siente jodidamente bien ser deseada. —Recuerda como me queda, dudo que con mi visitante la tenga puesta mucho tiempo —susurré de vuelta. Esteban se separó y negó con la cabeza, pasó su pulgar por mi mejilla, su mirada se endureció y se giró. —Te estoy vigilando —le advirtió a Mark, pasó por su lado y estrelló su hombro con el del mi invitado. —Parece que no le caigo bien —se burló Mark. —Si quieres me esperas en la cocina mientras me cambio —propuse recostándome en el marco de la puerta. —Prefiero ayudarte a quitarte esa horrible camisa. —Su boca cubrió la mía. “¡Este día se pone más interésate”

11- ¡A mi manera!

Su beso fue suave, pero exigente, su mano fue a mi trasero y subió por dentro de la camisa, su toque era sensual, sin embargo, yo estaba satisfecha y no iba a borrar el recuerdo de Esteban en mi cuerpo. Puse la mano en su pecho y me aparté de sus labios. —Gracias por la oferta, pero me temo que declinaré. —¿Hice algo mal? —indagó algo avergonzado. —Ahora que lo mencionas, esta es mi camisa favorita, no me gusta levantarme temprano los domingos y no me gustan las discusiones. Esteban en mi guardaespaldas y aunque se caigan mal, él está haciendo su trabajo, así que deberías mostrar respeto —le dije irritada—. Espérame en la cocina yo bajo en un rato. —Como ordene mi bella dama. —Tomó el dorso de mi mano y la besó. Lo observé hasta que se desapareció escaleras abajo, suspiré y entré a mi habitación. Siendo honesta no deseaba quitarme la camisa de Esteban, caminé hasta el baño y me detuve frente al espejo, el cabello alborotado, con ojeras, mis kilitos de más y aun así ese hombre me dio la mejor noche de mi vida. Me quité la camisa y la dejé sobre el cesto de ropa. Entré la ducha y me di un baño rápido, por supuesto no me lavé el cabello, de hacerlo tardaría más en la ducha, salí y enrollé una toalla en mi voluminoso cuerpo, miré la camisa de Esteban en el cesto y la tomé. Abrí la puerta y me encontré a Esteban sentado en mi cama, con una hermosa sonrisa en la cara y cruzado de brazos. —¿Tu camisa favorita? —presumió él. —Estúpido. —Le tiré su camisa—. ¿Qué haces escuchando mis conversaciones? —¿En serio te gusta ese tipo? —Mírate, una sola noche conmigo y ya me haces escenas de celos. —Me acerqué a él y me senté a horcajadas en sus piernas. —No pasamos la noche juntos, me usaste y te fuiste —contraatacó muy cerca de mi boca. —Brindaste un excelente servicio, digo por si necesitas referencias —murmuré viendo esos hermosos zafiros. —Me fascinas —aseguró antes de besarme.

Se dejó caer sobre la cama y rodó para quedar sobre mí, sus manos me quitaron la toalla, mi cuerpo ardió ante su tacto, deslicé mis manos por debajo de su franela y toqué su pecho, bajé disfrutando de su firmeza. —Él no te hará sentir ni la mitad de lo que yo te hago sentir —murmuró mordiéndome el cuello. Abrí los ojos y lo aparté de encima de mí, me acomodé la toalla y me levanté. —No puedo creer lo descarado que eres, celoso de un hombre que hasta ahora se ha comportado como un caballero conmigo —le restregué en la cara. —Por favor. —Esteban se levantó de la cama y en dos pasos ya estaba frente a mí y agregó —. Él solo se quiere aprovechar de ti. —Te tengo noticias, ya se aprovechó de mí y sigue aquí, al menos él no tiene novia —le reproché y luego de que las palabras abandonaran mi boca, me di cuenta de que yo también estaba celosa. Esteban me miró con una mezcla de furia y dolor, se acercó a mí y me tomó del cuello y me pegó a la pared, su boca se posó sobre la mía y se abrió paso de manera posesiva, su lengua exploró mi interior dejándome saber que él me conocía, terminó el beso mordiendo mi labio. —Sabes bien lo que te hago sentir, te quieres engañar, adelante, pero sé que volverás a mí, por más y yo estaré listo, para tomarte de mil y una maneras —aseguró en mi boca. Se alejó de mí, pero yo estaba excitada y necesitaba más, sin embargo, Esteban se soltó de mí agarré—. Anda, atiene a tu visita, yo estaré cerca por si me necesitas. —Idiota, me excitas y te marchas ¿Qué eres el calentador particular de Mark? —lo provoqué deseando que me tomará allí mismo. —Él jamás podrá apagar el fuego en tu vagina, eso solo lo hago yo. —Pasó su lengua de forma provocativa por su labio y dejó la habitación. Con la respiración agitada regresé a la cama, nada de bajar excitada, yo resolvería mi calentura a mi manera, abrí mi gaveta, saqué a Thor y dejé que con el poder de su martillo me llevara al clímax. Bajé las escaleras arreglándome el vestido Dior, era sencillo, estilo veraniego, con mangas cortas, no vi por ningún lado a Esteban y por extraño que parecía me sentí ansiosa, caminé a la cocina con paso decidido, al entrar me encontré una hermosa escena, Mark estaba a un lado del mesón hablando con Ana y del otro lado estaba Esteban, ninguno se quitaba la vista de encima. —Buenos días, Ana. —La saludé dándole un beso en la frente.

—¡Qué hermosa has quedado! Valió la pena cada segundo que esperé por ti —comentó Mark alimentando mi ego. —Lambiscón —murmuró Esteban, pasé de su comentario aguantando la risa. —¿Dónde vamos a desayunar? —pregunté ignorando al idiota que tengo por guardaespaldas. —Hay un lugar no muy lejos de aquí, me gustaría llevarte allí —expresó Mark con ánimo. —Perfecto andando. —Pasé las manos por mi vestido estirando arrugas invisibles. Mark se levantó y tomó mi mano, se me hizo raro que él actuara de manera tan posesiva conmigo, pero lo dejé porque Esteban estaba viendo. Mi acompañante me condujo a su auto un Mercedes-Benz plateado, él amablemente me abrió la puerta de copiloto y me ayudó a subir al auto. Miré a Mark rodear el auto y subirse en él, me sorprendió ver que Esteban no estaba rondando por allí, expulsé el aire que estaba reteniendo y me permití relajarme, ya había entendido que estar rondando no serviría de nada. —Que tipo tan pesado —murmuró poniendo el auto en marcha y añadió—. Al menos ya nos dejará en paz. Sin embargo, yo no estaba tan segura, después de todo él era mi guardaespaldas, literalmente se le paga para que esté a mi lado, pero no arruinaría el buen humor de Mark. —Esto es increíble —se quejó Mark viendo por el espejo retrovisor—. ¿Él pretende venir a la cita con nosotros? —Él sigue siendo mi guardaespaldas —contesté riendo por dentro. —Ni modo, vamos a ver que tan bien maneja. —Salimos de mi casa y enseguida Mark piso el acelerador. Salimos quemando caucho, aceleró y tomó una curva bastante cerrada, lo cual me hizo golpearme con la puerta. —Mark por favor detén el auto —pedí seca. —Princesa no dejes que ese imbécil nos dañe a salida —me insistió él deteniendo el auto. —Esteban no dañó la salida, lo hiciste tú, él solo hace su trabajo. —Abrí la puerta y bajé del auto—. No me malinterpretes, me agradas, pero aprecio mi vida y no permitiré que manejes como un loco solo para probar no sé qué y no sé a quién. —Tienes razón, perdóname. —Cerré la puerta, él enseguida bajó el cristal.

—Estás disculpado —le aseguré sonriendo desde la ventana. —¿Vas a subir? —No, volveré a mi casa y me relajaré el resto del día. Esteban llegó a mi lado, pero no me tocó, solo se detuvo a un par de pasos detrás de mí. —¿Todo bien señorita Carson? —Asentí y di un paso atrás. Mark ignoró a Esteban y se marchó; me giré y vi la gran sonrisa que presumía mi guardaespaldas, sonreí y le di un manotazo en el pecho. —Hombre, llévame a casa, todo esto me dejó un dolor de cabeza. Subí a la camioneta de Esteban y él subió detrás de mí poniendo el vehículo en marcha, pero me percaté que no íbamos devuelta. —¿A dónde vamos? —indagué sorprendida. —No dijiste por favor, así que te llevó a otro lado. Deberías decir por favor y gracias, ¿no te enseñaron que son palabras mágicas? —Por favor me llevas a mi casa —ordené con falsa dulzura. —¡Lo siento, ya es muy tarde! Te llevaré a un lugar donde te sentirás mejor y sobre todo lograras relajarte. —Me miró y me otorgó el precioso regalo de su sonrisa. —¿Sabes? Tienes un serio problema con respetar a la autoridad —refunfuñé. —Anotado —contestó logrando desconcertarme. —¿Qué has anotado? —indagué con auténtica curiosidad. —Que debo darte un par de nalgas para enseñarte quien manda aquí.

12- Pasado doloroso. Esteban estiró la mano y colocó algo de música, pero eso no fue lo que me sorprendió, lo que me asombró, fue que pusiera música clásica, la sonata número 16 de Mozart, básicamente mi sonata favorita. Luego de un corto trayecto Esteban detuvo el vehículo frente a Central Park, se bajó de la camioneta la rodeó y me abrió la puerta. —Señorita. —Me tendió la mano con una media sonrisa.

—¿En serio? Tantos lugares en New York y me traes a un parque —reproché tomando su mano. —Sí, es un buen sitio para caminar, hablar y despejar la mente. ¿Quieres que pasemos por un café? Me quedé allí parada perdida en su mirada, deseaba poder acercarme y besarlo, pero no se podía, me obligué a asentir. —Cierra la boca, ninguna mujer respetable ve así a su guardaespaldas —comentó apartando el cabello de mi cara. —Por favor —bufé girándome, luego añadí para provocarlo y en tono de burla—, ni que fueras tan guapo, hasta mal polvo saliste, no, todo un desperdicio de tiempo. —Sigue provocándome y te follo en la camioneta —respondió poniendo su mano en mi cintura. —Promesas, los hombres están llenos de promesas vacías —le seguí provocando. Esteban me jaló, mi cuerpo chocó con la camioneta, su mano subió por mi vestido y llegó a mi vórtice de placer, retuve el aire esperando ser tocada, pero eso no sucedió, él se acercó a mi boca y la abrí llena de lujuria. —No caigo en provocaciones de niñas malcriadas —susurró rozando mis labios. —Deberías hablar con tu amiguito, al parecer él no concuerda contigo —rebatí sintiendo su erección. —Eres tan desesperante, logras sacarme de mis casillas y el problema no es ese, el maldito problema es que aun así me fascinas —admitió rozando mis labios, con cada palabra que salía de su boca, lograba que mi corazón latiera más fuerte—, ahora vamos, quiero un café. No dije más nada, él sonrió satisfecho, tomó mi mano y me guió, lo seguí como una oveja esperando ser trasquilada. Cruzamos la calle y entramos a un Starbucks, Esteban pidió dos cafés; esperamos el pedido en silencio y regresamos al parque. —¿Por qué te volviste guardaespaldas? —pregunté cuando teníamos al menos unos 20 minutos caminando por el parque. —No hay una gran historia detrás, al cumplir la mayoría de edad, me enrolé en la marina aun en contra de la voluntad de mi padre, así que cuando cumplí todas las misiones que me asignaron, al poco tiempo me encontraba buscando empleo y un amigo me ofreció ser guardaespaldas y me gustó, la paga es buena, la clientela exclusiva, por ende llevo dos años en este negocio. Me quedé analizando su corta, corta historia, me pregunté ¿cuántas veces habrá repetido esa historia? Parecía muy ensayada.

—¿Tú por qué a los 30 años, exitosa y hermosa sigues soltera? —me preguntó. —Aprendí de la peor manera que las chicas de curvas grandes, no nacieron para tener esas bodas de ensueño, donde el esposo es guapo y su vestido es perfecto —expliqué, mi voz salió apagada y maldije mentalmente por mostrar debilidad, crucé los dedos para que Esteban no lo notara. Sin embargo, Esteban se detuvo de golpe lo que me decía que logró notar mi desánimo, miró a todos lados y me llevó debajo de un árbol que nos brindaba una buena sombra. —¿Qué te hicieron? —indagó serio. No deseaba contarle lo que me había pasado, era infantil de mi parte, pero era lo mejor, ya me bastó con ser humillada de aquella forma para ahora andar por allí echando el cuento. Esteban tomó mi mano y besó cada uno de mis nudillos. —Cuéntame por favor —pidió con dulzura, lo miré y suspiré ¿cómo le puedo negar algo a ese hombre con esa mirada? —Tampoco es una historia larga —le advertí, rápidamente en mi cabeza hice un mega resumen— , fue en la universidad, me gustaba mucho un compañero de clases. —Como es normal —me interrumpió Esteban. —Exacto, pero cometí el error de decirle a mi compañera de cuarto, ella le dijo a su amiga y su amiga a otra y se fue haciendo una bola gigante hasta que llegó a los oídos de él, sin embargo, al poco tiempo él comenzó a buscar excusas para pasar tiempo conmigo, no creía que un chico como él, le fuera a gustar una chica como yo, sin embargo, al poco tiempo me invitó a salir, yo estaba feliz, él me fue a buscar a mi casa y me llevó a un restaurante elegante, la pasamos estupendo. »Los meses pasaron y nuestras citas fueron en aumento, me sentía tan bien con él, hasta que una noche organizó una cita, estábamos sobre el capó del su auto cuando nos comenzamos a besar, estaba lista para entregarme a él, cuando saltó del capó, unas luces se encendieron y todo el campus me estaba viendo en ropa interior, las risas y las fotos no se hicieron esperar, esperaba que él dijera algo, y lo hizo, pero solo para decir ―Bájate de mi auto gorda‖ se llevó mi ropa y tuve que regresar a mi habitación en ropa interior. Humillada dejé la universidad al día siguiente, duré todo un año sin salir de mi casa, estudié en línea y me gradué en tiempo récord. —Suspiré terminando mi relato. Nos quedamos en silencio, no uno de esos que son incómodos, sino de esos que son compartidos, donde logras conectar con tu acompañante sin necesidad de emitir palabras. Vimos a las personas pulular y vivir su vida. —Quiero el nombre del tipo —me pidió Esteban luego de un buen rato. —¿Para qué? —le interrogué riendo.

—Para enseñarle personalmente como se trata a una dama —aseguró, su mandíbula estaba tan tensa que temí que se rompiera un diente. —Tranquilo, el karma se te adelantó, hace unos meses llegó a mi empresa buscando trabajo, yo misma lo entrevisté y le di la opción de elegir si concluía la entrevista o se retiraba con su dignidad intacta. —Sonreí y humedecí mi labio inferior—: Ahora, trabaja para mí, sabe cómo me gusta el café y hasta besa el piso por donde paso. Era increíble, como aún después de tantos años contarlo me hacía sentir mal, lo peor era que conocía el final de esa historia, pero la humillación, el dolor y la traición son cosas que jamás se olvidan. —Ya comprendo por qué ―El incógnito‖ no ha logrado destruir tu autoestima —afirmó él mirándome con orgullo, pero siendo honesta ni siquiera yo sabía la respuesta, así que solo alcé una ceja esperando que argumentara sus palabras—. No se puede destruir a alguien que nació para triunfar. “Maldita sea, ¿por qué es tan jodidamente perfecto”

13- ¡Trágame tierra! Debía dejar de mirarlo, pero no podía, mi cuerpo se resistía a esa simple orden, estábamos peligrosamente cerca y al parecer ninguno era capaz de retroceder. —¿Pastelito? —nos interrumpió alguien, ambos giramos en simultáneo y no sé Estaban, pero la vergüenza cubrió mi cara, Catalina al confirmar que en efecto era su novio se puso roja de ira—. ¿Interrumpo algo? —No, ya nos íbamos a un lugar más íntimo —contesté sin pensar, Esteban se volteó a verme y casi suelto una carcajada. —¿Disculpa? —indagó iracunda. —¿Con esas orejas y no escuchas bien? Que desperdicio de recursos —comenté con una sonrisa. —Gorda estúpida —dijo antes de lanzarse encima de mí, claro Esteban la tomó de la cintura y no dejó que me tocara. —Cata, por favor no hagas una escena —le ordenó mi guardaespaldas apartándola de mí. Ella se volteó y comenzó a golpearlo. —¿Te pones de su lado? —preguntó entre la ráfaga de golpes que le daba a su novio en el pecho —Literalmente le pago para eso —indiqué echándole más leña al fuego. —Tú cállate —me gritó y yo subí las manos en son de paz.

—Catalina, no puedes andar por allí haciendo espectáculos —le reprendió Esteban. —Por favor, dime que no te la follaste —reclamó a viva voz. “Trágame tierra y escúpeme en Londres” Le imploré al universo dentro de mi cabeza —Basta Catalina, baja la voz. —El tono de voz de Esteban se hizo imponente, su nariz y sus orejas se pusieron rojas. Sin embargo, Catalina no estaba dispuesta a dar su brazo a torcer. —Solo dime que no cogiste con la marrana esta. —Esa fue la gota que derramó el vaso. —Mira mal educada, deja la escena ridícula y date tu puesto, Esteban es un excelente hombre, ojalá un día de estos se dé cuenta del ancla que eres y te cambie, mientras solo disfrútalo que no sabes hasta cuándo será. —¿Cambiarme a mí, por ti? —preguntó con una sonrisa burlona. —No, debe buscarse una mejor que tú, yo estoy en un nivel superior —le aclaré, harta de la escena me di vuelta y me encaminé al auto. Claro, se me había olvidado toda la caminata que habíamos realizado, tenía hambre, estaba furiosa y deseaba reiniciar este día que estaba empeñado en irse a la mierda. Sin detenerme a respirar salí del parque, necesitaba tomarme un respiro y sabía justo a donde debía ir. Lo bueno de vivir en New York es que sobran los rascacielos y los restaurantes chinos, además no existe mejor combinación que, una buena comida a una gran altura. Entré al edificio y saludé al vigilante con la mano. —Señorita Emily. —Me saludó Martín. —No estoy —le comenté. Él se pasó la mano por la boca como si tuviera una cremallera y botó la llave. Subí al ascensor y asentí en agradecimiento, una vez arriba apagué mi celular y me senté en el sofá que dispuse para mis momentos de relajación, el techo me tapaba del sol y la brisa refrescaba mi día. Odiaba sentirme así, creo que no importa cuánto me dijera o creyera, que no me afectaba, siempre lo hacía y al final del día, siempre terminaba deseando ser otra persona, pero rápidamente yo misma me animaba y volvía a recuperar mi confianza, claro era un bucle sin fin. -

Siempre me ha hecho bien desconectarme de todo y de todos, de hecho, cuando compré este edificio lo hice por la terraza, solo utilizo los dos últimos pisos, los demás pisos solo sirven para pagar el mantenimiento del lugar. Suspiré disfrutando del ocaso, era tan hermoso, tan esperanzador, recogí mi desorden, tomé mis cosas y subí al elevador. Llegué al vestíbulo boté la basura y me despedí de Martín; salí del edificio y detuve un taxi. Le dije la dirección y miré por la ventana todo el trayecto. —Me puede dejar aquí —le indiqué al conductor tendiéndole más de la cantidad que marcaba el medidor—, guarde el cambio. —Gracias señorita, feliz noche. Bajé de auto y entré caminando a mi casa, creo que jamás en mi vida lo había hecho así, sonreí cuando vi la cara de Pedro, salió de la cabina y me miró como si fuera un espectro. —Sí soy yo, anda regresa a trabajar —le ordené entre risas. Caminé lentamente hasta mi casa, estaba a pocos pasos de la entrada cuando la puerta se abrió, Esteban salió y juro que casi me desmayo al verlo, que hombre tan sexy e imponente. —¿Dónde estabas? —me interrogó. —Por allí —contesté sin ánimos. —¡¿Por allí?! Estuviste desaparecida toda la tarde, apagaste el celular, no puedes solo irte por allí, debiste esperarm… —Esteban, eres mi guardaespaldas, no mi padre —lo corté, entré a la casa y quedé frente a él—. Tuve que irme avergonzada porque tu novia no dejaba de insultarme, pasé la tarde fuera de mi casa porque no deseaba verte, me vine en taxi y por primera vez en mi vida entré a mi casa por mis propios pies. No estoy para tus reproches, soy dueña de mi vida y hago lo que me venga en gana, encárgate de tu ―pastelito‖ y dame mi espacio. —¿Es todo? —Asentí retomando mi camino—. ¿Crees que te paras allí dices cuatro cosas y te vas? —Siempre ha sido así, no entiendo por qué deba cambiar, después de todo, tú solo eres un empleado más —le aclaré terminado de subir las escaleras. —Tienes razón, solo soy un empleado —repitió ofendido—, ah, dejemos en claro que todo se salió de control porque tú incitaste a Catalina.

Es cierto, en ese momento me ganaron los celos, por eso debo poner mi distancia, yo no soy plato de segunda mesa de nadie. —Tamara. —Llamé a mi chica de servicio. —Diga señorita. —Apareció ella al pie de la escalera. —Dígale a Ana que cenaré en mi habitación —le ordené, ignorando por completo al adonis que se erguía frente a mí. —Sí, señorita —dijo y se retiró. Entré a mi habitación y cerré la puerta con seguro, me tiré en mi cama y unas ganas de llorar me invadieron, le eché la culpa a mi periodo por ponerme tan sensible. Este día no pudo terminar peor, por suerte mañana era lunes y volvería a mi rutina de trabajo, lo mejor era llenarme a tope de trabajo. —Emily. —Me llamó Ana desde el pasillo, me levanté de un salto de la cama y le abrí—. Mi niña ¿Estás bien? —Siempre —contesté pasando la mano por mi nariz. Detestaba que me vieran llorar, eso me hacía sentir débil, tal vez lo era, pero nadie lo sabía, más que mi almohada. —Ahora mando a Tamara a recoger la bandeja —dijo Ana, que bendita sea esa mujer que sí sabía darme mi espacio. —Gracias. Cerré de nuevo la puerta, esta vez sin seguro, me senté en la cama y por primera vez en mi vida apenas toqué la comida, de haber sabido que la mejor dieta era el desamor sin duda lo hubiera intentado antes.

14- Todo cambió. No recuerdo cuándo me quedé dormida, pero el sonido de la alarma como cada lunes fue una pesadilla, igual me levanté de la cama, duché mi cuerpo, lavé mis dientes y salí regia a trabajar. Entré a la cocina y claro allí ya estaba Esteban, listo para su jornada laboral, tomé una de mis tazas la llené de café y sin saludar a nadie salí; caminé hasta el estacionamiento y tomé las llaves de mi Lamborghini. —Buen día, señorita Carson —dijo Esteban, su aliento rozo mi cuello y erizó mi piel. —Buen día, señor Swift. Le agradezco que respete mi espacio personal —le pedí seca.

—Vaya humor nos gastamos los lunes. Le pido que suba a mi camioneta. —No, usted es mi guardaespaldas, por ende, usted en su auto y yo en el mío, si le sirve el trabajo es suyo, sino, me busco otro que lo reemplace. Abrí la puerta de mi auto y subí, Esteban me miró de forma severa, pero me dio igual, una noche de sexo no le cede mi autoridad como jefa ¿O sí? En tal caso, me daba igual, él tenía a su desnutrida novia y yo no era pasatiempo de nadie. Puse mi taza de café en el portavaso y puse mi auto en marcha, no me gustaba llegar tarde a mi trabajo y esta no sería la primera vez. Entré a mi oficina con Corina detrás de mí. —Dentro de una hora, tiene reunión con los hermanos Mendoza, luego tenemos una reunión con Martina Fox. —A Martina la voy a recibir aquí. Llama al resto del equipo para organizar el proyecto de los Mendoza ¿Tienes respuesta de Andreina? —No, le escribimos, le llamamos, pero ella no ha dado una respuesta. —De acuerdo, le preguntaré a los Mendoza si tienen a otra persona en mente. —Le aviso cuando lleguen los hermanos. Corina salió de mi oficina, yo me senté detrás del escritorio y encendí mi computadora, tomé un sorbo de café cuando mi puerta se abrió de nuevo, pasé mis dedos medio y anular por el arco de la nariz clamando paciencia. —Señorita Emily, este hombre no… —Tranquila, él es Esteban, mi guardaespaldas —le expliqué. Esteban tomó asiento en el sofá frente a mí—. Corina, tráele un café por favor. —Claro señorita Emily. —Corina salió de la oficina dejándome sola con Esteban. —Esteban, no puedo tenerte todo el día pegado a mis talones. Tal vez puedes buscarte otro trabajo, algo de medio tiempo —sugerí. —Gracias, ya tengo un empleo y mira como disfruto de él —comentó Esteban.

—Seguro que sí, bueno puedes salir por allí y dedicarle más tiempo a tu ―pastelito‖ —repliqué irritada. —¡Estás celosa! —exclamó divertido. —No tengo motivos para estar celosa, ahora, tampoco permitiré que por una noche de sexo te creas con el poder de dominarme. Aquí la jefa soy yo. ¿Quieres mandar a alguien? Ve con tu novia. —Me puse de pie y tomé mi taza. Caminé hasta la puerta, pero Esteban se interpuso en mi camino. —Te deseo, me deseas ¿Por qué te rehúsas a lo que sientes? —preguntó muy cerca de mí. —Esteban, soy joven, billonaria y exitosa, comprenderás que no me rebajaré al nivel de amante, ahora hazte a un lado, tengo una reunión importante. —Pasé por su lado y salí a la sala de juntas. Como era de esperarse Esteban me siguió un par de pasos atrás, vi que ya estaban los hermanos Mendoza allí lo que me facilitaba mi trabajo. —¿Con ellos tienes la reunión? —indagó Esteban serio, miré sus orejas y estaban rojas. —No, ellos son un par de novios que tengo, hoy tenemos cita y necesitamos coordinar cuál de los dos va arriba —murmuré disfruté un par de segundos la cara que puso Esteban y entré a la sala de juntas. Los hermanos Mendoza se pusieron de pie y me recibieron con un besazo en la mejilla. —Me temo que les tengo una mala noticia, aún no recibí una respuesta de Andreina, pero estamos sobre ello —les expliqué de entrada. —La verdad por ello hemos venido —comentó Leonard—. Creemos que Andreina ya no es lo que necesitamos. —Sí, hemos puesto el ojo en otra influencer —intervino Kevin. Me preparé mentalmente para otra misión imposible—. Tú. Los miré asombrada, sin creer la locura que salía de sus bocas. —Es un honor, que me tomen en cuenta, pero hay dos problemas: 1- No soy influencer. 2- Su marca es para mujeres de talla pequeña a desnutridas —alegué con honestidad. —¿Desde cuándo no revisas tú Instagram? —me preguntó Kevin. Hice memoria, no he visto mis redes desde que salí el sábado del lanzamiento de Fernando y solo llegaba a unos pocos cientos de miles de seguidores. Suspiré y abrí la app, casi me desmayo. “Tengo 3 millones de seguidores” Grité en mi cabeza.

—Con respecto a la talla, estamos trabajando en una talla más real, estoy seguro de que para el lanzamiento estarán listas —afirmó Leonard. —De acuerdo, lo haré, solo les pediré que me devuelvan el favor cuando lance la marca Peggy. —Creo que tenemos un trato —aseguró Kevin. —Pasemos a los otros detalles. La siguiente media hora fue mostrándoles la planificación, el diseño de la campaña, le expliqué a detalle, respondí cada una de sus preguntas. Al fin la reunión llegó a su fin; regresé a mi oficina y esta vez Esteban se quedó fuera de ella. —Señorita Emily. —Corina entró a la oficina, le echó una buena mirada a Esteban, pero este solo la ignoró—. Martina llamó para cancelar, dijo que reprogramaría para la semana que viene. Empiezo a creer que no desea reunirse con nosotros. —Ella se lo pierde, la próxima que llame, asegúrate de darle cita para dentro de un mes. Por cierto, ya no es necesario contactarse con Andreina. ¿Tenemos alguna otra reunión para la tarde? —No. —Corina caminó hasta la puerta y se giró—. Señorita Emily ¿Qué perfume usa? La miré sin entender de qué iba su pregunta. —Mon París, Eua de parfum —contesté, las cejas de Corina se alzaron un poco. —Si me trae hombres como su guardaespaldas, valdrá cada dólar. —Solté una carcajada, ni en mil años imaginé que ese era el fin de su pregunta—. ¿Me pasa el número de la agencia donde lo contrató? —Anda a trabajar —le pedí riendo. Corina salió sonrojada, la puerta no llegó a cerrarse pues Esteban entró a la oficina, rodeó mi escritorio y me tendió la mano. —Te invito a almorzar —propuso, miré su mano y luego a él—, por favor, déjame demostrarte que no eres mi segundo plato, te quiero como mi menú completo y no deseo visitar otros restaurantes. Mi corazón latió de prisa, las palmas de mis manos comenzaron a sudar, sin poder evitarlo sonreí, pero ¿Quién me puede culpar? —Creo que es la peor analogía que he escuchado —indiqué entre risas. —Sí, pero el mensaje es claro. —Sonreí y tomé su mano.

Más que nada por curiosidad.

15- Una oportunidad. Tomé mis cosas y salí de la oficina con Esteban a dos pasos detrás de mí. —Corina, mantenme al tanto de que te digan las empresas de textiles, quiero saber cómo van con el diseño de Peggy. Quiero el informe completo del proyecto de los Mendoza y los próximos lanzamientos. —Sí señorita Emily ¿La veo en la tarde? —No, me tomaré el resto del día. —Feliz día. —Me deseó con una gran sonrisa. Subí al elevador con Esteban, el cual se mantenía peligrosamente cerca de mi cuerpo, presioné el botón e ignoré el aliento que rozaba en mi cuello y erizaba mi piel. Al fin las puertas del ascensor se abrieron en el estacionamiento, bajé y caminé directo a mi auto. —Lo siento, a donde vamos, no puede ir tu auto —me explicó Esteban. —¿Por? —pregunté cruzándome de brazos. —¿Tienes que llevar la contraria siempre? —rebatió él, se acercó y me descruzó los brazos—. Confía en mí. No llevaba la contraria siempre, solo cuando era requerido, tal vez, solo tal vez hoy y solo hoy podía ceder el control a Esteban, suspiré y dejé caer mis hombros. —Tienes razón, pero si me llevas a Central Park juro que… —Su mano cubrió mi boca y pegó su frente a la mía. —Confía. Me llevó a su camioneta, me ayudo a subir y me colocó el cinturón, tener su boca cerca fue una tentación y me sentí orgullosa de mantener el control. Esteban rodeó el vehículo, subió a su interior y lo colocó en marcha. Condujo por la ciudad y se metió a un estacionamiento, lo cual me sorprendió un poco, se bajó del auto y me abrió la puerta. —A partir de aquí es a pie —explicó tomando mi mano. Luego de un par de calles, llegamos al vibrante Time Square, llegar a este punto de la ciudad siempre te llenaba de energías, Esteban me miró y me regaló una hermosa sonrisa.

—Eres de New York ¿No? —preguntó llevándome a través de las calles. —Sí, conozco este lugar como la palma de mi mano —contesté riendo. —Hoy lo verás desde los ojos de un turista —declaró él. Nos detuvimos frente a una de las pantallas de anuncios y nos tomamos un par de fotos, luego fuimos a un Starbucks, después de media hora salimos con un par de cafés helados. Estaban transmitía una energía tan positiva, sonreía y se tomaba fotos seguro de sí mismo. —Espérame un segundo aquí —pidió, me dio un beso casto en los labios y se acercó a un grupo de artistas callejeros. Los chicos asintieron y le dieron una guitarra acústica, Esteban se la colgó y se colocó frente al micrófono. “En un restaurante la conocí, su presencia me cautivo Su mirada un misterio fue y su sonrisa mi adicción En las curvas de esa mujer, me encontré Pensando en las curvas de esa mujer. De rodillas me encontré rezando por tener Una oportunidad con esa mujer…” Sus dedos se movían con destreza y a pesar de tener muchas personas alrededor, él solo me miraba a mí; de tanto en tanto me sonreía y podía sentir como mis piernas fallaban, Esteban allí parado me demostró que no solo era bueno en el sexo, sino también era un romántico empedernido. La canción llegó a su fin y me aseguré de ser la que más duro aplaudió, mi sexy guardaespaldas, dejó un billete de 20 en el sombrero de la pequeña banda, les agradeció y se acercó a mí. —Vaya que eres toda una caja de sorpresas —le comenté con el corazón latiendo fuerte en mi pecho. —¿Te gustó la canción? —preguntó, pasó su pulgar por mi labio inferior y me aseguré de darle un beso. —Pues a mí y a todas las mujeres presentes —afirmé. —Sí, pero la cantaba para ti —aseguró besándome al fin.

Jamás, jamás en toda mi vida pensé que algún día sería besada en Time Square, abrí mi boca y recibí su lengua con gusto. Me separé de su boca. —¿Qué quieres de mí? —pregunté nerviosa. —Lo quiero todo —contestó sonriendo de esa manera tan única. Retomamos la marcha, nos dimos cuenta de que se nos hizo tarde para almorzar, así que entramos a un restaurante de comida japonesa. —¿Tienen reserva? —nos preguntó una mujer en el recibidor. Su mirada fue a Esteban, se mordió el labio y comenzó a jugar con su cabello. —No, pero pediremos para llevar —contestó él de manera seca. Quería echarle un jalón de cabello por descarada, literalmente pasó de mi presencia y oye, yo no soy una mujer fácil de ignorar. Es como si una mujer con grandes curvas no pudiera tener a un papacito de nov… De amigo con derecho. —Bien, pasen por aquí. —La seguimos y por un segundo creí que la pobre dama se desarmaría, pues la manera de contonearse no era nada sutil—. Sí necesitas algo más, solo avísame. —Mi amor, ¿qué vas a pedir? —me preguntó Esteban hablando con el chico detrás de la barra e ignorando a la mujer. Mi diablillo por dentro se burló y hasta le sacó el dedo medio a la resbalosa esa. La mujer se dignó a mirarme, yo alcé una ceja y me acomodé el cabello, tomé el menú y comencé a leerlo. Escuché a la mujer refunfuñar e irse —Pediré un fuji roll y un Alaska roll especial —dije devolviendo el menú. Amaba comer sushi, pero siempre quedaba con hambre. —Bien, yo pediré un California roll, un sensei roll y un Tokio roll. —El chico detrás de la barra anotó todo en la pantalla de la caja. —¿Desea algo de beber? —indagó. —Sí, una botella de vino —contestó Esteban, le tendió su tarjeta y pagó. —¿Dónde vamos a comer? —pregunté tomando la mano de mi guardaespaldas. —Ya verás. Espera la comida, yo iré por la camioneta. Suspiré y me senté en la barra a esperar la comida, aproveché el tiempo para revisar mi celular y muchas personas se sentían identificadas con Peggy, en ese momento me di cuenta de que Peggy

era una manera de realzar a la mujer con curvas, e incluso a la mujer con pocas, pues cada mujer es única y no debe ser definida por su cuerpo, sino por su talento y carisma. —Señorita aquí está su pedido. —El chico me tendió dos bolsas de papel con aza, me miró, abrió los ojos y añadió—. ¿Eres Peggy? —Sonreí y asentí—. ¿Me puedo tomar una foto contigo? —Seguro —respondí, era algo extraño. El chico rodeó la barra y con mucha efusividad se acercó a mí, sacó su celular y nos tomamos un par de selfie, sin embargo, las personas comenzaron a rodearme, no sé si porque me reconocieron o solo son llevados por una curiosidad primitiva. “Yo también quiero una foto contigo” “Yo quiero un autógrafo” “Yo, quiero una foto” “Sonríe Peggy” “Qué hermosa eres” “Firma mi camisa” Las personas me tomaban fotos, otras me tendían hojas y lápices, miré alrededor abrumada, era la primera vez que me sucedía esto y si la verdad me puse nerviosa, por desgracia no logré localizar a Esteban. ¡Bendito guardaespaldas! ¿Dónde está cuando se necesita?

16- Escape. Comencé a retroceder presa del pánico, no sabía cómo todo se había descontrolado tanto, jamás creí que alguna persona me pidiera una foto o un autógrafo, ahora entendía la adrenalina que vivían los influencers y por qué hacían tanto drama, esta atención podía ser algo adictiva, aunque en mi caso me parecía algo aterradora. Mi cuerpo chocó con la barra, una mano me tomó por la cintura, en un rápido movimiento, un hombre quedó frente a mí. —Señores por favor, dejen pasar. —El hombre me miró por encima de su hombro y me quedé paralizada—. Hola, Emily. —Hola, Mark —contesté un poco asombrada, no esperaba verlo de nuevo y menos aquí. —Permiso, señores. —Mark me tomó de la mano y comenzó a llevarme entre la multitud. Con cada paso que dábamos sentía como las personas me tomaban fotos, me daban papeles y hasta me tocaron el cabello, fue la experiencia más incómoda de mi vida. Bajé un poco la cabeza y atravesé la multitud entre apretones; llegamos a la entrada del restaurante y por suerte afuera no había personas esperando. —Sana y salva —murmuró Mark retirando un mechón de cabello de mi cara. —Muchas gracias por ayudarme. ¿Cómo sabías que estaba allí?

—Estaba haciendo un artículo sobre este lugar cuando a la cocina llegó el ruido —me explicó, me tomó por los hombros y me sonrió—. ¿Dónde está tú guardaespaldas? —Él —balbuceé, no quería dejar mal a Esteban, sin embargo, la llegada de la camioneta de mi guardaespaldas me animó—. Lo mandé por el auto. Esteban se bajó de la camioneta y se acercó a nosotros. —Te dejé 2 minutos sola y los zamuros ya comienzan a asecharte —comentó mordaz viendo como Mark me tenía agarrada. Mark se giró y quedó frente a Esteban. —Que hombre tan desagradecido. —Le dio una palmada en el hombro a Esteban, sé que el golpe fue duro por el sonido, sin embargo, Esteban ni se inmutó—. Yo solo cuidé de tu clienta. —¿Siempre metes la cuchara en plato ajeno? —indagó Esteban en tono amenazante, antes de que se pusiera peor me interpuse entre ellos. —Esteban, sácame de aquí, por favor —le pedí mirándolo a los ojos, él suspiró y asintió, le lanzó una última mirada a Mark y se fue a la camioneta, me giré y añadí en tono de agradecimiento—. Gracias por ayudarme allí dentro. —Siempre que lo necesites estaré allí para ti —aseguró—, debo volver allí dentro, pero me gustaría poder quedar otro día y comer algo. La verdad no deseaba salir con Mark, pero si algo sabía era que siempre es bueno tener contactos en todos lados. —Mañana tengo libre la hora del almuerzo —mencioné de manera casual, me encaminé a la camioneta y subí a su interior. —¿Qué sucedió allí dentro? —preguntó Esteban con cautela. Puso el auto en marcha y se incorporó al tráfico de manera calmada. —No estoy segura —respondí tratando de analizar la situación. Comencé a narrarle lo sucedido, luego le expliqué como me sentí, era algo que hasta ahora no entendía muy bien. Sí, en algún momento como todos deseé ser famosa, luego entendí que no tenía el tiempo que se requiere para ser influencer, no me gusta tomarle foto a mi comida, sino comerla, ahora esta nueva etapa de mi vida, la disfrutaré todo lo que dure y claro la usaré para ganar dinero. —Lamento mucho no haber estado allí —dijo comprensivo, detuvo la camioneta frente al río Hudson—. Por suerte el día no termina y yo me encargaré de borrar todo ese mal recuerdo.

Besó el dorso de mi mano y fue cuando me fijé que milagrosamente seguía sujetando las bolsas con la comida. Esteban bajó del auto y me hizo señas para que lo esperara allí dentro. Aproveché y saqué mi celular y por primera vez en mi vida, comencé a prestarle atención a mis redes, tenía miles y miles de etiquetas en Instagram, todas del momento vivido hace unos minutos. Contemplé las fotos a detalles, en muchas aparecía Mark sacándome del lugar. Agradecía aquella casualidad de estar en el mismo sitio, no me gustaba que Esteban y él se llevaran tan mal y la verdad me cuesta creer que el motivo soy yo. Dos golpecitos en la ventana captaron mi atención, sonreí y guardé el teléfono. —Nuestro transporte está listo —me indicó Esteban apenas salí de la camioneta. —¿Quién diría que el señor Swift sería todo un romántico? —ironicé. —No lo soy, pero tú haces que quiera serlo —admitió sonriendo de esa manera tan única que tanto me encantaba. Deseaba besarlo, era lo que más anhelaba en el mundo y me dio igual donde estuviéramos o quien nos viera, me acerqué y uní mis labios a los suyos. Fue un beso tímido, pero cargado de mucha pasión. Esteban rodeó mi cintura y me apretó contra su cuerpo, su mano libre se posó en mi nuca y profundizo el beso, un gemido suave se escapó de mi boca, mi adonis mordió mis labios y pegó mi cuerpo a la camioneta, nos separamos cuando tuvimos que llenar nuestros pulmones de aire. —Emily, en serio me gustas —comentó él pegando su frente a la mía—, ahora vamos, quiero que nuestra cita sea perfecta. —¿Cita? —pregunté sonriendo. —Sí, aquí frente a la Estatua de la Libertad comienza nuestra historia —aseguró mirándome fijamente. En ese momento tuve la certeza de que Esteban era el hombre que toda mi vida había esperado, ese con el que soñé de niña y al que creí que jamás llegaría a conocer. Obviamente me daba miedo ser parte de una treta de la vida, por eso andaría con cuidado, después de todo ya sé que un corazón roto duele. Bajamos la comida y caminamos hasta la pequeña marina, al llegar alquilamos un bote y zarpamos. Esteban manejó con destreza, hasta situarse frente a la Estatua de la Libertad. —¿Sabes? De pequeña le tenía miedo a las estatuas —confesé viendo el enorme monumento frente a nosotros. —¿Ya no? —indagó soltando el ancla.

—Todavía y creo que hasta más que antes. —admití riendo. Esteban también se rio, cuando el bote estuvo estable, se acercó y se sentó frente a mí. —Me gustas y lo sabes, no estoy seguro de qué pasará mañana, pero hoy te quiero a mi lado — murmuró en sus increíbles ojos azules, pude ver que sus palabras eran sinceras y eso me tranquilizó. La brisa movió mis cabellos y varios taparon mi rostro, pasé mi mano y retiré el cabello, me encantaba todo lo que me decía, pero estaba muy lejos de ser una tonta niña ingenua. —También me gusta Esteban, pero hay algo que debemos hablar. —¿De qué? —De tu novia, Catalina ¿La recuerdas? Su expresión cambió un poco, pero como dije, no seré el segundo plato de nadie.

17- Amantes. Mi mirada era serena, esperaba con expectación eso que Esteban debía explicarme, mi sexy guardaespaldas suspiró y pasó frustrado una mano por su cabello, parecía estar organizando sus ideas, mientras yo por dentro era un mar de nervios. —Cata, es una persona importante para mí, ella estuvo allí apoyándome desde que decidí enrolarme. —Comenzó a decir él. Me preparé para lo peor, nada bueno le sigue a la frase “Ella es importante para mí” Realicé un par de ejercicios de respiración que aprendí en mi primera y única lección de yoga. —Sin embargo, tu llegada ha cambiado las cosas. —No quiero ponerte en la incómoda posición de tener que elegir —aseguré teniendo una arritmia cardíaca. —Le pedí un tiempo, no por ti, sino por mí y lo que siento cuando estoy a tu lado. —Expulsé el aire de mis pulmones lentamente por miedo a desmayarme—. Sé que entre Cata y yo hay amor, pero creo que hay más costumbre que amor. Soy un hombre ocupado, pasé 10 años como marine y eso deterioró mucho la relación, cuando me fui ninguno hizo promesas por miedo a no cumplirlas. Cuando regresé ella estaba en una relación nada sería y la terminó por mí, pero yo no estaba emocional ni psicológicamente estable, así que lo que debía ser el paraíso fue un infierno. Luego John me presentó la oportunidad de ser guardaespaldas; al principio fue como una terapia, pero los celos enfermizos de ella me hacían perder los empleos, mi clienta antes de ti era una chiquilla malcriada, se la pasaba viajando y comprando, sin embargo, descubrí que Cata tenía una aventura con uno de los hombres a los que entrenaba.

»Renuncié a ese cliente y tomé la oferta de tu padre con la idea de arreglar nuestra relación, pero lo que me haces sentir tú, nunca lo sentí por ella —concluyó. Para ese momento tuve que revisar varias cosas: 1- Estar respirando. 2- No estar dormida. 3- No estar muerta. 4- Que mi cara no demostrara mis emociones. —¿Pero…? —indagué, siempre hay un pero. —Sin peros, estoy decidido a conquistarte —comentó atravesándome con su mirada. ¿Cómo le explico qué ya lo hizo? Igual nunca, nadie lo había hecho, así que será interesante ser la chica a la que conquistan. Además tengo curiosidad de saber los métodos que Esteban usará para conquistar mi corazón.

—Me agrada como piensas, entenderás que no deseo verme envuelta en chismes, así que por ahora, me gustaría que viviéramos este romance solo nosotros. —No estaba segura de si me hacía entender. No me gustaba ser el centro de las cámaras y por desgracia tenía meses estando en el ojo del huracán. —Déjame ver si entendí. ¿Me estás proponiendo ser tu amante? —Sonreí y mordí mi labio. Sí, lo había entendido. —Eso me temo mi querido guardaespaldas. Me subí a horcajadas sobre él y uní mis labios a los de él, disfrutando esa sensación de libertad que solo se consigue en el río Hudson lejos de cámaras y chismes. Las manos de Esteban acariciaron mi cuerpo como si fuera la primera vez que lo tocaba, yo me permití gozar su tacto. Los labios de mi adonis descendieron de mi boca al cuello y llegaron al vórtice de mis pechos, apreté su cabeza anhelando más. —Me vuelves loco —murmuró sobre mi piel. Mis manos se deshicieron de su camisa con premura, agradecí que el día estuviera llegando a su fin.

—Esteban —gemí, mis caderas comenzaron a moverse, su erección tocó mi sexo y mi cuerpo se tensó ante la expectativa. —Lo sé mi vida, te haré mía frente a la Estatua de la Libertad —gruñó apretando mi trasero. Mi adonis estiró la mano y por primera vez me fijé en el pequeño maletín dentro del bote. Mi adonis me acostó en el suelo del bote, se colocó entre mis piernas y con suavidad me quitó la camisa, pasó su mano por mi piel expuesta, me miró al descubrir que mi sostén se abría por delante, tomó el broche y liberó mis pechos. Se inclinó y se llevó uno a la boca, lo saboreó como si fuera el manjar más exquisito del mundo, cerré mis ojos y llevé mis manos a su nuca, me encantaba sentir esos vellitos de esa zona. —Soy adicto a tu sabor —indicó besado mi piel. Me tensé un poco cuando llegó a mi barriga—. Adoro que tu piel tenga rasgos únicos. Comenzó a besar cada una de mis blancas estrías y cómo tenía un par de docenas se tardó un poco. Levanté mis caderas y dejé que Esteban quitara mi pantalón. Me dio un suave beso en la cima de mi sexo, yo me senté y comencé a desnudarlo. Besé su pecho y desabotoné su pantalón, lo bajé liberando su imponente erección, tal vez aquel día nos ganó la lujuria, pero aquí con la claridad para nosotros ver su tamaño me hizo tragar grueso, pasé mi mano por la boca temiendo que se me cayera la baba. Esteban se puso un preservativo y apoyó la espalda en uno de los costados del bote, tomó mi mano y me sentó sobre él, deslizó su duro miembro en mi interior y esperó a que mi cuerpo se adaptara a su irrupción. —Muévete morena, que te quiero sentir —ordenó, puso sus manos en mi hombro y comenzó a mover su pelvis con impaciencia. —Tócame el culo —le pedí con lujuria. —Como ordene mi reina. —Con una mano separó mis nalgas y con la otra colocó uno de sus dedos en mi ano. Esteban me miró y agregó una promesa—. Pronto me correré allí. —¡Sí, por favor! —supliqué en su boca. Jamás me habían besado fuera de mi casa o de mi carro y ahora estaba follando en el río Hudson como testigo fiel a nuestro encuentro. Esteban me acostó en el suelo del bote y comenzó a arremeter con fuerza haciéndome perder el control, clavé mis uñas en su espalda y abrí las piernas recibiendo cada embiste con placer. Abrí los ojos y me topé con la azul mirada de Esteban, sus ojos combinaban con el cielo, me sonrió de esa manera que me gustaba creer que era únicamente para mí y me besó con pasión.

—Me gustas tanto Emily, me vuelves loco —murmuró rozando mi boca—, tu aroma, tu sabor, tus curvas, todo de ti me fascina. —Es un sentimiento compartido —respondí de vuelta. Su boca comenzó a darme pequeños besos por mis hombros, me encanta ese contraste de penetrarme con ferocidad, pero besarme y acariciarme con dulzura. Sus atenciones llevaron a mi cuerpo al límite, me aferré a su espalda esperando que el caos se desatara en mi interior, Esteban aumentó el ritmo de sus embestidas, su mirada estaba fija en la mía, había algo más que solo sexo. —Grita mi amor, grita, quiero que la Estatua de la Libertad sienta celos de ti. —Sus palabras me catapultaron al clímax. Mi vagina se contrajo y mi alma se expandió llegando a lugares que hasta ahora no había conocido. Un par de segundos después, mi adonis se corrió, pegó su frente a la mía y murmuró palabra en mis labios. Se acostó a mi lado y me abrazó. —Ahora si tengo hambre —comenté viendo el cielo. —¿Quieres comida o sexo? —preguntó él, se acomodó de forma que nuestros rostros se vieran y quitó mi cabello de la cara. —De todo —contesté pícara. Esteban miró al monumento detrás de mí y soltó una carcajada. La noche nos cubrió con su manto nocturno y el frío caló mi cuerpo, tomé la camisa de mi adonis y me la coloqué, Esteban se colocó su ropa interior y abrió la comida. —Es una suerte que el sushi se coma a temperatura ambiente —comentó Esteban acomodándose a mi lado. —Es una suerte que tu apetito no se vea afectado por el hambre —dije tomando los palillos de madera. —Mis ganas de ti son insaciables.

18- En boca de todos.

Hicimos de nuevo el amor, pero esta vez bajo las estrellas. Desafortunadamente debíamos regresar, yo tenía juntas importantes y Esteban tenía… Debía cuidarme. —Quiero llevarte a un lugar a cenar —le comenté a Esteban subiendo al auto. —¿Dónde queda ese lugar? —indagó poniendo el auto en marcha. —Es un lugar nuevo cerca del Empire State, es de un cliente mío y he encontrado la excusa perfecta para ir —le expliqué, pero lo noté tenso—. ¿Te pasa algo? Sin embargo, él solo puso el auto en marcha y condujo en silencio, le fui indicando donde era hasta que llegamos al imponente lugar, las luces brillaban hasta el cielo, las personas se tomaban fotos en la entrada, creo que jamás entenderé eso de las selfies. —Parece ser un lugar elegante —comentó al fin mi adonis. —Lo es, considerando que estamos en una buena zona, aquí menos que esto parecería un bar de mala muerte —le expliqué. —Sí, pero no estamos vestidos para entrar allí —rebatió él. Miré su ropa, si la camisa estaba hecha polvo y su chaqueta estaba arrugada, en efecto el guardaespaldas tenía razón. —¿McDonald’s? —indagué riendo. —Parece un excelente plan —indicó mi chico poniendo el auto en marcha. Nos detuvimos en el primer McDonald’s con AutoMac, nos detuvimos a ver el menú cuando la voz chillona de la cajera se dejó escuchar por el parlante. —¡Hola, bienvenidos a McDonald’s! ¿Me puede indicar su orden? —Sí, me vas a dar una Big Mac con papas grandes y té de limón —pidió Esteban con voz varonil, se giró esperando que yo pidiera. —Yo quiero una McNífica con papas grades, más otras extras, una salsa BBQ y una Cocacola —ordené viendo el menú. La chica repitió el pedido, nos dijo el monto a pagar, Esteban luego de pagar puso el auto en marcha y avanzamos hasta la siguiente ventanilla, donde nos entregaron la comida en esas bolsas de papel tan peculiar de esta cadena de comida rápida. —¿Ahora a dónde? —indagó Esteban. —A casa, tú serás el postre.

—Promesas, las mujeres están llenas de promesas vacías —repitió mi frase. —Aliméntate bien, no quiero excusas a la hora de responder en la cama. Esteban soltó una carcajada y puso el auto en marcha; llegamos a mi casa en pocos minutos, dejé que mi adonis guardara la camioneta mientras yo subía a ponerme algo más cómodo, no me gustaba comer en los cuartos, pero comer en la sala no era muy discreto que digamos. Me di una ducha rápida y me coloqué un pijama de seda, me senté en la cama y mientras esperaba a Esteban, me dispuse a revisar mi correo. Sin embargo, no me dio tiempo, pues un atractivo guardaespaldas entró a mi habitación. —Señor, usted debe tener alguna clase de poder telepático, justo estaba por llamarlo —comenté de forma coqueta, pasando la yema de mis dedos por el contorno de mi cuerpo. —¿Y para qué soy bueno? —indagó él, de manera pícara dejando las cosas en el suelo. —Necesito que me alimente —contesté gateando en la cama—, me gusta que el corte de carne sea grueso y que este duro. —Señorita, tengo justo lo que requiere. —Se llevó una mano a su miembro presumiendo de su erección. —Señor Swift, yo hablaba de la hamburguesa. Que mente tan sucia la de usted. —Me burlé pasando la mano por su pecho desnudo. —Eres una provocadora de primera, pero te saldrá caro tu jueguito —me advirtió, subiendo a mi cuerpo—, espero estés lista, porque me urge estar dentro de ti. —Para ti siempre estaré lista —declaré gimiendo en su boca. Mi despertador sonó, estiré mi mano sin ánimo, estaba realmente muy agotada, no podía creer que apenas fuera martes, claro no me quejaba de como terminó la noche. Me estiré y me percaté de que mi chico musculoso no estaba en la cama, me desperecé y comencé a prepararme para ir al trabajo. Luego de una buena ducha y ponerme ropa interior, me vestí con un diseño exclusivo de Versace, era un conjunto de color crema de chaqueta y falta, lo combiné con un body café y unos tacones divinos, me coloqué mi delantal y me maquillé.

Esteban me hacía sentir radiante, deseada y sexy ¿Qué más puede uno pedir? Así que solo me apliqué una ligera capa de maquillaje, ate mi cabello en lo alto de mi cabeza y sintiéndome una reina salí de mi habitación. Entré a la cocina, tomé una taza y le vertí café; me sorprendió que no estuviese nadie, pero se me hacía tarde, así que solo agarré mi bolso y salí de la casa. —Buen día, señorita Emily —Me saludó Pedro con esa voz que pone cuando ―El incógnito‖ hace su aparición. —¿Qué pasa? —le pregunté, pero él solo negó con la cabeza—. Pedro —le advertí impaciente. —Usted salió en primera plana del periódico —anunció. ¡Mierda, me vieron follando! Fue lo primero que pensé ¡Dios no permitas que mi padre lo vea! Clamé avergonzada. —El señor Swift está iracundo en el estacionamiento. —Y debe estarlo, por su culpa pasó todo esto. —Caminé hasta el estacionamiento y entre furiosa—. ¿Me explicas como terminé en primera plana? Estaban me atravesó con su gélida mirada, tenía las orejas rojas y el ceño fruncido. —Mejor explícame ¿Cómo fue que te dejé 2 minutos sola y tú te caes a besos delante de todo el mundo con el periodista ese? —Su voz era aún más fría que su mirada, pero sus palabras me desconcertaron. Tomé el periódico de sus manos y miré la portada, “Bueno al menos era mi cara y no mi cuerpo desnudo” Pensé evaluando la foto que en efecto según su ángulo parecía que Mark me estaba besando, pero el titular era un asco “¿Peggy consigue novio o pagó por uno?” Suspiré dejando que la paz viniera a mi cuerpo, era muy temprano para estos sustos. Claro frente a mí estaba un adonis celoso y creo que hasta cierto punto me gustaba, jamás nadie sintió celos por mí. —No puedo creer que hagas todo un drama por una foto sacada de contexto, te creí más inteligente —comenté pegándole el periódico en el pecho—. Ahora, sube al auto, debo ir a trabajar.

19- Pisando fuerte. Llegamos a mi edificio y me sorprendió la cantidad absurda de reporteros esperando en la entrada.

—Esto debe ser un chiste —murmuré furiosa, pero me iban a escuchar—, estaciona afuera, hoy entraremos por el frente. —No creo que estés preparada para enfrentar a la prensa —rebatió Esteban. —No se te paga para que creas, entraré por el frente. —Se me paga para velar por tu seguridad, así que no vas a ir por el frente. —Ellos vienen a verme y les daré un motivo para no volver —sentencié. Esteban apretó el volante tan fuerte que sus nudillos se pusieron blancos. —Espero por ti —dijo molesto bajando del auto. No entiendo como en la cama podemos congeniar tan bien y fuera de ella chocar tanto, bajé del auto acomodé mi ropa y tomé el periódico de hoy. —Estoy lista. Caminé hasta mi edificio con Esteban detrás de mí, al llegar me tomó de la cintura, me cubrió con su cuerpo y me abrió paso entre los periodistas. —¿Es cierto que le pagaste a Mark para salir contigo? —¿Estás usando la influencia de Mark para obtener seguidores? —¿Lo haces para demostrarle a ―El incógnito‖ que puedes conquistar a un hombre? La mano de Esteban se aferró tan fuerte en mi cadera que por un segundo creí que traspasaría mi piel; llegamos a la entrada del edificio y me giré para enfrentar a los buitres. —Buenos días, dicen llamarse periodista, pero solo andan rebuscando entre la basura para ver si encuentran algún trapo sucio y hacer un chisme de ello. Soy una mujer de 30 años, que levantó un imperio en marketing, que es acosada por un desconocido, sin embargo, a ustedes solo les interesa si una mujer con grandes curvas es capaz de tener sexo con un hombre. Les tengo noticias, tener sobre peso no me hace discapacitada, ser gorda no me hace bruta ni torpe, al contrario me hace ser un ser humano mejor que ustedes, porque no ando juzgando a nadie por su físico —concluí mi discurso, me giré, pero una periodista osada me hizo una pregunta que me detuvo en seco. —Eso quiere decir ¿Qué estás soltera? —¿Mantienes un amorío con Mark? —indagó otro a gritos. —Peggy queremos respuesta —exigió uno.

—Deja mucho que desear como profesional, si llegas hasta este edificio y no sabes que la dueña de llama Emily. —La voz de Esteban sonó intimidante. —¿Es amante de Emily? —preguntó el hombre. Pero era ridículo quedarse, yo ya había dicho lo que quería, así que solo tomé la mano de Esteban y entré al edificio, me acerqué a Martín. —Sí alguno intenta entrar al edificio llamas a la policía. —Él asintió y yo seguí mi camino. —Te dije que hablar con ellos era mala idea. Como odiaba esa frase de «Te lo dije» pensé con desprecio. —Lo sé, pero igual me han escuchado, no puedo creer como todo lo tergiversan. —Suspiré y subí al ascensor—. Es como si solo escucharan lo que desean oír y listo. —Seguro Mark está detrás de todo esto —insinuó molesto. Le iba a responder, pero a mi celular le entró una llamada, que casualmente era de Mark. —Pon el alta voz —exigió Esteban. —Eso es invasión a la privacidad —rebatí cruzándome de brazos. —Soy tu guardaespaldas así que eso no aplica conmigo. —Me quitó el celular y contestó poniendo el alta voz. —Hola, Mark —dije viendo a Esteban con los ojos entrecerrado. —Emily, te juro que no tenía idea que saldríamos en los periódicos —se apresuró en aclarar, levanté una ceja y Esteban negó con la cabeza. —Tranquilo, mañana sale otra noticia y nosotros seremos historia pasada —le aseguré cruzando los dedos y deseando tener razón. —Entonces ¿Quedamos para almorzar? —Esteban negó con la cabeza y silencio la llamada. —No puedes ir, eso solo traerá más chismes. —Eso no lo decides tú. —Le quité el teléfono y quité el silencio—. No creo que hoy se pueda. —Por favor, el resto de la semana tengo la agenda muy apretada, incluso estoy dispuesto a comer en tu oficina. —Este tiene un máster en lambiscón —susurró Esteban con los dientes apretados.

—¿Cómo? —Que, está bien. Yo me encargo del almuerzo —propuse. —Por mí está bien, yo llevo el vino para los dos. —Para los tres —le aclaré, la cara de Esteban cambió radicalmente. —¿Tres? —indagó Mark, pero su voz y estado de ánimo también cambiaron. —Claro, mi guardaespaldas también se alimenta con comida. —Es tan insignificante que me había olvidado de él, de seguro está escuchando nuestra conversación. —Al fin dices algo medianamente decente —respondió Esteban. —Nos vemos al mediodía —comenté, colgué la llamada y añadí en tono de queja—, hombres, siempre actúan como cavernícola. —Y más si hay una mujer hermosa de por medio —declaró con zalamería. —No guapo, esta vez no te vas a librar de esta con palabras bonitas. —Lo tomé del cuello, pero las puertas del ascensor se abrieron. Dejé caer mis manos y salí de allí, solo esperaba que el almuerzo transcurriera en paz. —Buen día, señorita Emily. —Me recibió Corina, caminó varios pasos a mi lado y le susurró a Esteban—, buenos días, papacito. —Corina, recuérdame ¿Cuál es tu puesto en la empresa? —indagué entrando a mi oficina. —Soy su asistente —contestó confundida. —Exacto, no deseo verte, ni oírte coqueteando. —Me senté detrás de mi escritorio y encendí mi computadora—. Organiza un almuerzo, algo sencillo para 3 comensales. —¿Qué tipo de comida encargo? —preguntó lista para anotar, miré a Esteban, pensado qué le gustaría comer. —Yo te ayudo —se ofreció él. Corina me miró y yo asentí viendo las claras intenciones detrás de ese noble gesto. —Bien, Te veo afuera —expresó en tono coqueto.

Esperé que Corina saliera y solté una enorme carcajada, no tenía en claro el plan de Esteban, pero estaba segura de que arruinaría el almuerzo de Mark. —Eres malvada —comentó apoyando las manos en mi escritorio. —Castígame por serlo —sugerí provocándolo a gusto. —Lo haré, aquí mismo sobre ese escritorio, te daré un par de nalgadas —sentenció, mi vagina se contrajo excitada y me removí en el asiento—, nos vemos luego, mastúrbate pensando en mi linda. Me guiñó un ojo y se fue. Irónicamente él era la horma de mi zapato. La mañana se fue entre reuniones y papeles, lo único bueno es que pude trabajar sin la presencia arrolladora de Esteban, no lograba imaginarme que sería el almuerzo, pero de seguro a Mark no le agradaría. Me descubrí esperando ansiosa la hora del almuerzo y esta vez no era por la comida, ¿o sí? La puerta se abrió y mi sexy guardaespaldas se asomó por ella. —El almuerzo está servido y nuestro invitado en el elevador —anunció muy animado.

20- Doble ración. No entendía la insistencia de Mark de invitarme a salir, nunca había acaparado la atención de un chico y menos de dos, así que no sabía muy bien cómo actuar para no herir sus sentimientos, me gustaba Esteban y aunque no sabía que nos depararía el futuro, quería tomarme el tiempo para conocerlo y averiguar si éramos compatibles. Mi relación con Mark solo fue un encuentro casual y no deseaba algo más que una simple amistad. Por eso podía parecer algo malvado de mi parte dejar que Esteban se encargara del almuerzo, más aun intuyendo sus verdaderas intenciones, pero me gustaba ver a Esteban celoso. Salí de mi oficina sin estar preparada para lo que sucedería en el almuerzo, vi a Corina, estaba recogiendo sus cosas, nunca la había detallado más allá de su desempeño en el trabajo, pero la verdad lleva 1 año trabajando a mi lado y siento que me agrada su desempeño. —Señorita Emily, ya está todo listo —me informó, tomó su bolso y me sonrió—, nos vemos en una hora. —Ve con cuidado. Caminé hasta la sala de junta y en efecto Esteban ya se encontraba allí, sentado con una enorme aura positiva, entré y alcé una ceja. —¿Y Mark? —le pregunté.

—Bajando del ascensor. —Apuntó detrás de mí y giré viendo a Mark con un gran ramo de rosas y una botella de vino. —Ninguna de estas flores se comparan con tu belleza, pero si la realzan —comentó dándome un beso en cada mejilla. —Gracias, la verdad no soy chica de flores, pero el detalle es muy lindo —le dije tomando el ramo. Me hice a un lado y lo dejé pasar, su postura cambió cuando miró a Esteban. —De verdad lamento mucho toda la confusión con las fotos, yo solo trataba de ayudar — comentó Mark tomando asiento frente a Esteban. —Tranquilo, así es esto —aseguré acercando la mesa con las bandejas de comida, tenía ganas de quitar la tapa y ver que era el menú, pero me aguanté. Esteban se levantó de su asiento y me ayudó a poner cada bandeja en su respectivo lugar en la mesa, Mark se levantó y descorchó el vino, lo sirvió y volvió a su lugar. —Buen provecho —declaró Esteban quitando la tapa de su comida. En seguida el olor a comida mediterránea llenó el lugar y con algo de decepción vi que no había nada malo en la comida. Sin embargo, la cara de Esteban cambió cuando Mark destapó su comida y olió con gusto. —¿Cómo sabías que era mi comida favorita? —me preguntó, yo sonreí ampliamente—; creo que tenemos una conexión especial. —¿Solo porque le atino a la comida que te gusta? —intervino Esteban con las orejas rojas. —Es más que eso, pero no creo que logres entenderlo —contestó Mark. —Cree que no lo entiendo. —Se burló mi adonis. —Vamos chicos, coman tranquilo, me comienzo a sentir la intrusa en un viejo matrimonio — comenté, por suerte los hombres presente se concentraron en su comida. Quité la tapa de mi comida y la probé, un gemido de gusto salió de mí ser y no fui la única en disfrutar la comida, lo que no pareció agradarle a Esteban. —Emily, me gustaría poder hablar contigo sobre las fotos y como actuar frente a la prensa — comentó Mark. —¿Cómo que como actuar? Mark, entre nosotros no hay nada, la prensa puede decir lo que quiera y a mí me seguirá dando igual. Después de todo soy una mujer soltera y a nadie le debo

explicaciones de mi vida —le dije, pero si existiera un curso de como enojar a dos hombres a la vez de seguro sería la ganadora. —Que directa —murmuró Mark rasgándose la oreja. —Lo siento, pero no pretendo darte falsas esperanzas. —Cosa que agradezco, aunque no entiendo como siendo una mujer tan bella y estando soltera, te empeñas en hacerme a un lado —insistió Mark. —Ella no necesita darte explicaciones, te dijo que NO, acéptalo como hombre y déjala en paz — puntualizó Esteban irritado. —Tampoco necesito que hablen por mí. —Me apresuré en aclarar mirando a Esteban, regresé mi mirada a Mark y le pregunté—. ¿Qué es lo que realmente estás buscando? —Emily, eres una mujer increíble, talentosa, ningún hombre con dos dedos de frente te dejaría escapar. —La voz de Mark era segura y su mirada estaba fija en mí «¿Quién lo diría? Luego de no tener a nadie, ahora tengo a dos hombres dispuestos a todo por mí» Pensé sonriendo, la verdad era genial sentirse deseada. —Esto fue todo. —Esteban se levantó de su silla y sujetó a Mark del cuello de la camisa. —Quítame las manos de encima imbécil. —Mark lo apartó de un empujón—. ¿Por qué temes? —¿Saben? Viéndolos allí tan cerca uno del otro, de nuevo, creo que hasta hacen una linda pareja —comenté con sarcasmo, me levanté de la mesa y añadí con irritación—. Veo que la única que sobra aquí soy yo, disfruten su almuerzo muchachos. Dejé el almuerzo en la mesa y salí, no solo de la sala de reunión, sino del edificio, caminé por las calles, estaba roja de ira, sí era genial sentirse deseada, pero ellos pasaban más tiempo viéndose entre sí, que conquistándome. Entré a un restaurante italiano y me senté en una mesa, tomé el menú y me fui a la sección de postres, iba a pedir cuando recordé que no tenía mi cartera conmigo, así que con toda la vergüenza del mundo me puse de pie. —¿No le gustó algo de menú? —Me interceptó el gerente del lugar. —Todo parecía delicioso, pero no traje mi monedero —le expliqué con calma. —Pida con confianza, la casa invita —me informó el hombre. —No, lo siento, me da mucha vergüenza —admití regalándole una sonrisa amable.

—Insisto, regrese a su mesa y pida, pero eso sí, no olvide recomendarnos en sus redes. —El hombre me dejó en mi mesa y me dio el menú—. ¿Qué le traigo? —Una panna cotta, por favor. —En seguida, señorita Emily. —El hombre se retiró. Ok, ya comenzaba a ver los beneficios que te trae ser influencer, saqué mi teléfono y abrí mi Instagram. —¡Hola, mis criaturas! Les cuento que me encuentro en el restaurante «Opportunità» y es un buen lugar para almorzar o como yo para comer un buen postre...

21- Influencer A veces los humanos, así como los Smartphones también necesitamos actualizaciones, la mía fue justo en ese restaurante italiano, allí fue cuando realmente me di cuenta del poder de las redes sociales. Iba a subir una story, pero luego decidí que se vería más auténtico si daba la recomendación en vivo y vaya que muchas personas se conectaron y para el momento de finalizar la transmisión, la habían visto, 18 millones de personas. «¡18 millones!» pensé viendo la pantalla, revisé mi perfil y la cantidad de seguidores había aumentado de 4 millones a 20 millones, no sé qué estaba haciendo, pero lo que haya sido funcionaba y muy bien, tal vez era hora de ser más activa en mis redes. —¡Muchas gracias, señorita Emily! —comentó el hombre —Gracias a usted, el postre estaba exquisito. —Me alegra que le gustara, aquí le traigo uno para que se lo lleve. —Me tendió una copa redonda con tapa—. No deseo importunarla, pero muchas personas se han comenzado a reunir en la entrada, le aconsejo que salga por la parte trasera del restaurante. Me giré y en efecto, no solo el lugar se veía más lleno, sino que a través de la puerta se lograba ver muchas personas reunidas. —Gracias por avisarme... —No sabía el nombre y él no tenía colocado el porta nombre. —Marcell. —Marcell, dije, hago una llamada y en unos minutos busco el postre antes de irme. —El hombre asintió y se retiró.

Era increíble el impacto que se lograba siendo influencer y aquí era donde venía una decisión importante que tomar. ¿Qué tipo de influencia iba a dar una positiva o una negativa? Tomé de nuevo mi teléfono y le marqué a Esteban, estaba molesta por como terminó el almuerzo, pero igual necesitaba su ayuda. El celular repicó y enseguida se fue a buzón. Expulsé todo el aire de mis pulmones y me levanté de la mesa. —¿Hay por aquí una damisela en apuros? —susurró a mi espalda, su buen humor era palpable, lo que me irritó más. —Parece que tu cita terminó bien —me burlé, agarrando mi postre—; ¿ya son novios? —De hecho, me propuso ser su amante, pero como ese puesto no estaba vacante lo rechacé, así que el pobre se marchó con el corazón desecho —contestó con una enorme sonrisa en la cara, pero su actitud me hacía sospechar que entre ellos si paso algo, nada romántico claramente y la verdad preferiría mantenerme alejada de esas aguas—. Debemos irnos. —¿Trajiste la camioneta? —indagué viendo mi celular. —No, vine a pie, pero saldremos por la parte de atrás y evitaremos pasar por el frente del restaurante —me explicó. —Es una excelente idea —comenté con sarcasmo. —Yo siempre tengo buenas ideas, ahora andando. Marcell nos hizo señas detrás de la entrada de la cocina, Esteban tomó mi mano y me llevó hasta ella, pasamos por la cocina y salimos por un callejón —Espero verla de nuevo por aquí señorita Emily. —Se despidió Marcell. —Seguro, vendré por más panna cotta —aseguré, me acerqué y lo abracé— espero que mi recomendación le sea útil. —Seguro que sí. —Debemos irnos. —Me apresuró Esteban. Mi adonis personal se quitó la chaqueta y me la puso sobre los hombros, sacó unos lentes oscuros y también me los puso, me tomó por la cintura y emprendimos la marcha como dos enamorados cualquiera. —Quería pedirte disculpa —comentó él cruzando la calle. —¿Por? —Me hice la desentendida.

—Todo salió mal en el almuerzo y eso te puso en riesgo. —Espera ¿Qué el almuerzo saliera mal no fue tu plan desde el inicio? —indagué con falsa inocencia, pues sí, yo era tan responsable como Esteban de todo, pero no lo admitiría jamás. —Sí, pero la idea era fastidiar a Mark no a ti —dijo con honestidad. Sabía que sus acciones fueron conducidas por los celos, pero él no necesitaba celarme, yo de verdad quería estar con él. —Esteban no quiero que caigas en ese juego infantil, no debes tener celos de Mark, él solo es un amigo —le aclaré. —No, tú lo ves como amigo, él te desea y busca tener algo contigo —rebatió. —Puede esforzarse todo lo que desee. —Me detuve, miré sus ojos y acuné su rostro en mis manos—. Al único que deseo en mi cama es a ti. Él tomó mis manos y besó el dorso de cada una. —Me gustaría poder besarte —confesó con sus labios cerca de los míos. —Bésame —le pedí en un susurró. Sin dudarlo un segundo, su boca cubrió la mía, su lengua se abrió paso por mis labios y su sabor me invadió, jadeé excitada y fue entonces cuando recordé que estábamos en la calle, me despegué de sus labios y sonreí. —Terminamos esto en casa —propuse borrando mi labial de su boca. —¿Por qué tan lejos? Puede ser en tu oficina. —Mejor lleguemos allá antes que una horda de personas me encuentren. Caminamos las pocas calles que faltaban tomados de la mano, a pesar de ir de incógnita, me gustaba la sensación de seguridad que me ofrecía Esteban; claro, la magia se vio empañada cuando llegamos al edificio y tuve que soltar su mano. Sin embargo, pospuse la propuesta de Esteban, pues mi escritorio estaba al tope de trabajo, miré y le pedí una disculpa silenciosa y me sumergí en trabajo. Me di cuenta de que posiblemente teníamos todo listo para el lanzamiento de los Mendoza y de ser cierto, podíamos adelantar la fecha. —Corina por favor ven —comenté por el teléfono interno. A los pocos segundos mi asistente estaba atravesando la puerta con su blog de notas en la mano.

—Dígame señorita Emily. —¿Cómo va la publicidad de los Mendoza? —Bueno ya ellos enviaron las camisas que usted debe subir a sus historias y falta que se impriman algunos pendones todavía, del resto todo está listo. —Bien, tráeme las camisas y supervisa la impresión. Ve realizando la lista de invitados y confirma su asistencia al evento, quiero hacer ese lanzamiento esta misma semana, incluso hasta en la pantalla gigante de Times Square saldrá su marca. —Corina anotó asintiendo, revisé mi lista mental y añadí—. ¡Ah, por favor, no se te olvide alquilar el club! —¿Para qué día lo aparto? —El viernes —afirmé serena, escondiendo mis verdaderas intenciones quitarle público a la columna de ―El incógnito‖.

22- Amenaza. La semana estuvo llena de trabajo, de reuniones ultimando detalles, de estrés porque los pedidos se retrasaron, pero llegó el viernes y todo marchaba muy bien. —Señorita Emily, ya se instaló la vitrina con los productos. —¿Le pusieron las luces neón? —Sí, los músicos acaban de llegar y están acomodando los equipos. —Van con algo de retraso, pero al menos ya están aquí ¿Los del catering? —Listos para comenzar a repartir las bebidas y los bocadillos cuando usted lo ordene. —Bien, ve a ponerte la camisa y esperemos la llegada de los invitados. —Sí. —Corina Salió y yo me quedé dando vueltas por el lugar, verificando que todo estuviera en orden. Caminé entre las mesas altas, este lanzamiento iba a ser un poco más interactivo, todo el que comprara una camisa de la colección Lemonade se llevaría unos lentes y un ticket con un número dentro, el ganador de ese número se llevaría un kit completo con la colección que se estaba lanzando. —Aquí estás —comentó Esteban poniéndose en mi camino—, van a venir muchas personas y debemos tener cuidado.

—Esteban, el evento tiene su propia seguridad, no creo que nadie pueda colarse y ―El incógnito‖ suele ser menos invasivo a la hora de meterse conmigo. ¿Ya leíste su columna hoy? —Sí, no habló de ti. —Exacto, ¿por qué una columna desaprovecharía la oportunidad para humillarme en un día donde todo debe salir perfecto? Es una conducta contradictoria, ¿no? —Lo mismo pensé, por eso me preocupa hoy más que nunca tu seguridad. —Esteban, si de verdad deseas cuidarme, tienes que averiguar quién escribe ―El incógnito‖ —Ya estoy en eso. —Vaya, hoy sí que estamos conectados —comenté pícara. —Pues si necesitas carga extra aquí está tu enchufe —insinuó llevando una mano a su miembro. —Quien va a necesitar energía eres tú. —Lo miré y me mordí el labio inferior. —Me encanta lo provocadora que eres —susurró pegándose a mi cuerpo. —Mal pensado, lo digo porque ya comenzaron a llegar las personas. Le guiñé un ojo y caminé a recibir a los hermanos Mendoza, los cuales estaban vestidos casual, pero ni así dejaban de ser atractivos. —Emily, me gusta como está quedando todo, elegir este lugar creo que fue la cereza del pastel. —Me recibió Leonard. —Me alegra que les guste —contesté sonriendo satisfecha. —Solo hay un detalle —intervino Kevin. —¿Cuál? —indagué sin entender a que se refería. —No llevas tu camisa puesta. —Bajé mi rostro y en efecto tenía razón. —Eso se arregla fácil —aseguré, pasé la mirada por el lugar y mi mirada se posó en un adonis y una chica que se suponía no estaba invitada al evento—. Ahora mismo me la pongo, ya les mando a traer algo de beber. Me retiré, era mi evento, claro que no me rebajaría al nivel de ella y hacer un espectáculo, pero si me aseguraría de pasar muy cerca de ellos para escuchar un poco. —¿Me dices que solo terminamos por qué sí? —preguntó ella llena de rabia.

—Cata, no es el lugar ni el momento para discutir eso —le reprendió él. —Esteban yo te amo, te juro que Pablo no significó nada, podemos arreglar esto juntos —suplicó ella. —Flaca, déjame trabajar y luego lo hablamos —le dijo con dulzura, ella le tocó el rostro y le dio un beso casto en los labios. Eso fue más que suficiente para mí, me alejé de ellos reprimiendo las ganas de llorar o agarrarla de los cabellos; fui al lugar que había reservado para poner mis cosas. Entré y me puse la camisa con el logo de Lemonade, para mi sorpresa y crédito de los hermanos Mendoza, el diseño me gustaba, estaba terminando de retocar mi maquillaje, cuando alguien tocó mi puerta, suspiré y caminé hasta ella. Sin embargo, al abrirla no había nadie allí, bajé la mirada y vi una caja con un hermoso lazo rojo, me agaché y la cargué, me sorprendió lo pesada que era, la coloqué sobre el escritorio. A pesar de tener curiosidad por saber su contenido, me terminé de arreglar. Al ver mi reflejo en el espejo y estar satisfecha con mi look, saqué mi teléfono y me tomé una foto. «Ya estamos listo para presentar la colección Lemonade de los hermanos Mendoza» La subí a mi feed en Instagram. La enorme caja volvió a captar mi atención, sin más nada que me impidiera abrirla caminé hasta ella me deshice del lazo y quité la tapa, un grito escapó de mi boca y retrocedí de forma brusca, tropecé con la alfombra y caí al suelo.

23- Explosión. Rápidamente me puse de pie y me acerqué de nuevo a la caja, su contenido me asustaba, pero necesitaba verla con más detenimiento. Miré la cabeza de cerdo, tenía un cuchillo enterrado en la frente sujetando una nota que decía «Muere». Esteban entró corriendo y más atrás la insípida de su exnovia, ambos observaron el interior de la caja y me miraron. Respiré profundamente tratando de calmarme, pero las manos me temblaban involuntariamente, Estaban lo notó y no dudó en abrazarme. —Todo va a estar bien —susurró pasando su mano por mi espalda—, ¿viste a alguien salir de aquí? —No —murmuré con un hilo de voz.

—Voy a cancelar todo —anunció él. —No, este lanzamiento es importante, solo... Debemos ser cautelosos y llamar a la policía —dije nerviosa. —Es obvio que lo hiciste a propósito, solo para hacerte la víctima y tener a mi novio encima de ti —nos interrumpió Catalina. Cierto, ella seguía aquí, es que era tan insignificante que me olvidé por completo de ella. —Catalina —le advirtió Esteban. —No necesito hacer este tipo de numeritos para tenerlo encima —aclaré. —Patética, solo pierdes tu tiempo, él jamás me cambiaría por una gorda como tú —dijo, pero la inseguridad en sus palabras la delató. —Lo dice la mujer que viene al trabajo del exnovio a rogar por una oportunidad. —Hice un falso puchero. —¿Ex? —preguntó la chica y todos mis sentidos se alertaron—. Qué mal informada estás. —Catalina, ya lo habíamos hablado por favor —le recordó él con paciencia. —En fin sus problemas me dan igual, debo llamar a la policía y si tú no te vas ahora mismo hago que te lleven por invasión a propiedad privada —le advertí, miré a Esteban y salí de mi propia oficina. —Emily —me llamó Esteban, me detuve porque no deseaba más espectáculo. —Creo que tu novia no estaba informada de que habían roto —le reproché con la sangre hirviendo. —Escucha si lo sabe, pero llevarle la contraria solo dañaría tu evento —me explicó. —Gracias por tu consideración, si no hubieras estado con ella, habrías visto quien dejó semejante regalo en mi oficina. —Lo sé, lo siento de verdad. —No se te paga para que pidas disculpas, sino para que cuides de mí y ya ves, no estás haciendo muy bien tu trabajo. Me giré y seguí mi camino, no me gustaba tratarlo así, pero odiaba que jugaran conmigo.

Divisé a Corina en la entrada recibiendo a los invitados, eran más que nada compradores y periodistas, así que sí ―El incógnito‖ había sido convocado de seguro estaba en la lista; me acerqué a los de seguridad. —¿Ha llegado alguno de los periodistas? —indagué. —Solo uno —comunicó revisando la lista—. Mauricio Smith Pero el nombre no me sonaba ni de casualidad, le hice señas a Corina y ella se acercó de inmediato a mí. —¿Conoces a un periodista Mauricio Smith? —Sí, es del periódico ―Good Morning New York‖, pero hace un rato me llamó y me dijo que lo borraran de la lista, pues su esposa comenzó el trabajo de parto. —Sí él no vino ¿Quién ocupó su lugar? —le pregunté al de seguridad, pero él no tenía respuesta alguna, miré a mi asistente y agregué—. Llama a la policía, que entren por la parte trasera, los llevas a mi oficina y le notificas que recibí una amenaza. Corina perdió el color de su rostro, mientras que el hombre de seguridad se puso serio. —Quiero que averigüe quién tomó el lugar de Mauricio —le exigí al hombre de seguridad, miré a Corina esperando que actuara. —Ya llamaré a la policía, pero primero. ——Me tomó las manos. No me había dado cuenta de que seguían temblando—. Vamos por agua y me dices, ¿cómo te sientes? —Después, no quiero que el lanzamiento se vea afectado. Fui de mesa en mesa dándoles la bienvenida a los invitados, varios me pedían tomarse una foto conmigo y aunque no estaba de ánimo igual necesitaba que el que hubiera enviado esa nota tan asquerosa supiera que no arruino mi día. Por suerte, nadie notó mi humor y todo salió como se había planificado. Estaba realmente agotada, así que me acerqué a la barra y me tomé un shot que resultó ser de tequila, su fuerte sabor quemó mi garganta, pero era justo lo que necesitaba. —La policía se acaba de ir —Me informó Corina poniéndose a mi lado—. Han dicho que investigarán y en cuanto tengan algo te avisarán. —Esperar, suena tan fácil aunque no lo es. —¿Dónde está su guardaespaldas?

—Por allí, arreglando la situación con su novia —contesté tomando otro shot. —Le gusta —insinuó Corina. —¿Cuántos tragos llevas? —indagué viéndola. —Ninguno —declaró ella. —¿Entonces porque dices incoherencias? —Si no lo quiere admitir, no lo haga, pero la conozco y sé que ese hombre le gusta —insistió, la miré y negué con la cabeza—. No la juzgo, ese hombre se forjó en las llamas de la lujuria, seguro debe tener una polla grande y gruesa. Solté una carcajada. —En serio debes buscarte un novio —me burlé. —Bueno debería presentarme uno, usted últimamente tiene unos especímenes de hombres que le generarían envidia a cualquier miss—comentó con una sonrisa en la cara. —Creo que le pediré a mi padre que me cambie el guardaespaldas —murmuré tomando otro shot. —¿Por qué? Yo creo que el que tiene está bien. —Le pediré uno que este soltero —aclaré soltando una risa, Corina comenzó a reírse conmigo, pero de pronto se puso seria—. ¿El idiota está detrás de mí? —No, pero allí viene y no parece feliz. —Tal vez su novia lo dejó —bromeé, giré mi cara y me topé con el pecho de Esteban—. ¡Llegaste! Ven tomate un shot con nosotras. —Emily, debemos irnos. —La seriedad de sus palabras me asustó un poco. —¿Por qué? Me dejaron otro espantoso regalo. —No, recibimos una llamada anónima de que dejaron una bomba en el lugar. Ahora entendía su cara, parece que después de todo ―El incógnito‖ si iba a joder mi lanzamiento. —Corina saca a todos no des mucha alarma, yo iré por los hermanos Mendoza, nos vemos afuera —ordené con calma. —No, no, no. Tú vas a ir conmigo y los de seguridad van por los hermanitos —rebatió Esteban.

—Tú, puedes hacer lo que te venga en gana, yo voy por mis clientes. —Me di la vuelta y comencé a caminar. Claro, el señor guardaespaldas me alcanzó y levantó mi cuerpo como si fuera un saco de papa. —¡Maldita sea, Esteban! ¡Bájame ahora! —Golpeé su espalda, pero no prestó atención. —Has silencio, comienzas a llamar la atención —me informó poniendo la mano en mi trasero. Levanté mi cara y vi a las personas observarme. —Haré lo que me pidas por favor bájame —supliqué, Esteban se detuvo. —Te bajaré, pero déjame ponerte a salvo, ya el escuadrón antibombas viene en camino. —Me colocó con cuidado en el suelo y me miró. —¿Saben dónde está la bomba? —indagué. —Dentro de la cabeza del porcino —reveló. Todo era tan irreal. ¿En qué momento todo se torció? Los siguientes segundos pasaron muy muy lentos. Escuchamos una explosión, Esteban se tiró sobre mí y me protegió con su cuerpo y un montón de escombros cayeron sobre nosotros.

24- Calma. Los oídos me pitaban, el mundo me daba vueltas, pero lo único que me importaba era el hombre que pasaba sus manos por mi cuerpo, su mirada era severa. —¿Te duele algo? Ya viene la ambulancia —gritó. —¿Todos están bien? —indagué, pero no estaba segura si me había escuchado. Esteban me miró y suavizo la mirada, sonrió de medio lado y se acercó a darme un casto beso en los labios. —Todos están bien —me aseguró y solo allí me permití relajar el cuerpo. Ambulancias, periodistas, bomberos y policías caminaban de un lado a otro por el lugar, Corina llegó a mi lado y se sentó. —Los hermanos Mendoza quieren saber cómo vamos a manejar esta situación. —Todo es publicidad, asegúrate de que el logo de los Mendoza este en cada lugar que no haya foto donde no salga su marca.

—Ya podemos irnos —me informó Esteban tendiéndome una taza humeante—, la policía quiere hablar con ambas, pero arreglé todo para que vayan mañana a la estación. —Gracias, la verdad no sé que voy a decir, todo fue muy confuso, yo era la que estaba más cerca y no tengo idea de cómo salí ilesa —indicó Corina. —La bomba no era para causar daño, era para crear caos —nos explicó Esteban—. Se les llama bombas acústicas, con suerte el equipo especial de bombas podrá encontrar al que la armó. Las palabras de mi guardaespaldas me erizaron la piel, quien puso la bomba, solo deseaba crear caos, miré a mi alrededor y vi con tristeza que en ―El incógnito‖ logró su objetivo. —Debo ir a declarar a la prensa —indiqué poniéndome de pie, sin embargo, mis piernas fallaron y casi caigo al suelo de nuevo, pero las grandes manos de Esteban me sujetaron—. Oficialmente, lo que ocurrió fue que: ―Se dañó el mecanismo de los fuegos artificiales para cerrar el evento‖ —Sí señorita, yo comenzaré a despedir a todos con una disculpa —comentó Corina, se levantó y se puso en marcha, su camisa estaba sucia y sentí vergüenza por exponer a todos a este momento tan incómodo. —¿A dónde vas? —indagó Estaban tomándome de la cintura. —A declarar ante la prensa, pero sigo muy mareada. —Apoyé mi cabeza en su hombro esperando que pasara mis males, sin embargo, al ver que todo seguía igual o incluso peor, comencé a hablar de nuevo—. De niña practiqué natación y eso me produjo otitis, lo que hace que mis oídos sean más sensibles de lo normal. No sabía muy bien por qué le contaba eso, tal vez porque en sus brazos me sentía a salvo —Vamos, debes descansar —sentenció Esteban, me sujetó de la cintura y me ayudó a avanzar. Evité abrir los ojos, ya sabía el desastre que había a mi alrededor, Esteban me llevó con cuidado hasta la camioneta, me colocó en su interior con cuidado y cerró la puerta. Esteban rodeó el vehículo y subió a él, fue a poner el auto en marcha, pero lo detuve. —No puedo solo irme, debo declarar a la prensa, hablar con los Mendoza, despedir a todos, en fin, debo dar la cara —resumí. —¿Sigues mareada? —Un poco, pero es mi trabajo, debo ir —le expliqué con calma. —Bien, traeré a un paramédico —notificó bajando del auto.

Estaban bajó y se perdió entre la multitud, para aparecer a los pocos minutos con un hombre detrás de él. En seguida el hombre me colocó un tensiómetro y me comenzó a revisar. Me molestaba que una persona desconocida me atacara de una manera tan personal, no sabía qué le había hecho, pero el odio que esa persona me tenía no podía ser causado solo por unos kilos de más. —El mareo le va a durar unos días, del resto está bien, igual le aconsejó que fuera con su médico de cabecera —me indicó el paramédico. —Muchas gracias. —Me levanté y me sujeté de Esteban—. Será algo rápido, daré algunas indicaciones y nos vamos. Después de revisar que nadie hubiera salido herido, di una pequeña declaración a la prensa, la mano de Esteban me sujetaba con fuerza por la cintura, mientras apoyaba mi mano de su pecho. —¿Teníamos entendido que la explosión fue causada por una bomba? —insistió un periodista. —Le puedo asegurar que si hubiera sido una bomba real los daños hubiesen sido mayores, hasta ahora las únicas víctimas son las camisas de la colección Lemonade —le dije evaluando su rostro. —Sí, pero se dice que recibió una amenaza —rebatió él. —Parece tener más información que yo, la exhorto a ir a la policía y hacer una declaración formal, tal vez incluso resuelva usted el caso. —Y usted ¿Qué opina de todo esto? —le preguntó una mujer a Esteban. —Creo que ustedes son una molestia, pero nadie los juzga, es su trabajo y ahora haré el mío. — Comenzó a abrirse paso entre la multitud—. Permiso, gracias, gracias. Llegamos al auto y allí estaba Corina, abrazándose a sí misma y con cara de preocupada, al vernos se puso recta y cambió su expresión. —Ya está todo listo, los hermanos Mendoza se fueron y por increíble que parezca están encantados con la atención recibida, los periodistas invitados andan por allí haciéndole preguntas a todos, el resto se fueron a penas pudieron caminar, el detective Jensen nos verá mañana en la delegación. —Sus palabras salían apresuradas y no la culpaba, ella al igual que yo deseaba terminar con este día. —¿Quieres que te llevemos a tu casa? —le propuse.

—Si no es mucha molestia, no me siento en condiciones para manejar —confirmó ella. —Suban —nos pidió Esteban Subimos a la parte de atrás de la camioneta y Corina le dio las indicaciones para llegar a su casa. El camino fue en silencio, yo me dediqué a mirar por la ventana, la verdad no sabía dónde vivía Corina y me sentí egoísta por no saber algo tan esencial como la dirección de la casa de mi asistente. —Gracias por traerme, por favor cuídese mucho. —Se despidió Corina. Esteban amablemente esperó a que la chica entrara a su edificio, me fijé y estábamos cerca de la 5ta avenida, lo cual me pareció muy inteligente por parte de Corina, pues mi edificio no estaba lejos de su departamento. Esteban puso el vehículo en marcha, pasado unos minutos me di cuenta de que no íbamos a mi casa, de hecho, estábamos muy lejos de ella. —Creo que la bomba acústica te hizo daño, mi casa está para el otro lado —le recordé. —Vamos a la mía, no creo que sea buena idea ir a la tuya, todo el mundo sabe dónde vives, haciendo que seas un blanco fácil allí —me explicó con tranquilidad. —¿Entonces, a dónde vamos? —indagué. —A mi casa, allí estarás a salvo.

25- En sus dominios. Se detuvo frente a un edificio, cerca de Central Park. —Mi departamento es pequeño —me advirtió él cómo si el tamaño de su departamento me fuese a causar claustrofobia. —No me importa si vives en una caja de zapatos, solo me basta con que estés tú —le aclaré bajando de la camioneta. De pronto a mi mente le vino una pregunta—. Espera ¿No vives con tu novia? —Realmente nunca hemos vivido juntos del todo —contestó él—: yo vivía viajando por mi trabajo y en mis días libres me gustaba tener mi propio espacio. —Si tú lo dices —murmuré. Según lo que me cuenta, él y Catalina, no se llevaban muy bien y tampoco compartían mucho, entonces... ¿Por qué estaban juntos?

Estaban me abrió la puerta de su edificio y la verdad el lugar superó por muchos mis expectativas, era bastante sobrio, caminamos por el vestíbulo, pero no subimos al ascensor, sino que tomamos las escaleras. —¿En qué piso vives? —indagué poniendo el pie en el primer escalón. —Sexto. —¿El ascensor no sirve? —pregunté de nuevo. —Sí, pero me gusta tomar las escaleras siempre que puedo. —Gracias por preguntar que deseaba yo —me quejé subiendo las escaleras. —Hubieses dicho que no. «¿Cómo lo adivinó?» Pensé reservándome el comentario. Subimos poco a poco y creo que yo era la que lo retrasaba, pero me dio igual, él eligió por mí, ahora yo elegí ir lento. Al fin mi adonis se detuvo frente a la puerta con un gran 6 al frente. —Dame un segundo, mis pulmones vienen dos pisos abajo —bromeé secándome el sudor. Esteban se acercó, tomó mi rostro y me besó. —Juro por Dios que me encantas, pero hacer ejercicio o cuidar tu alimentación no es una violación a tus ideales, más allá de lo que diga un imbécil detrás de una computadora, está tu salud. —Volvió a besarme como si sus besos fueran la anestesia a sus duras palabras—. Tu padre me dijo que desde el instante que ―El incógnito‖ inicio a meterse con tu peso, tú solo por llevarle la contraria comenzaste a comer más. —¿Por qué me dices esto? —le pregunté molesta. —Porque en serio me importas y no quiero que nada malo te pase. —Lo miré fijamente sin creer del todo lo que decía. Entramos al pasillo, pero sus palabras se quedaron en mi cabeza, hablaba con ese tono condescendiente que tanto odiaba. Metió la llave en la cerradura y la puerta se abrió ante él, pasamos y miré el lugar. Una cama, un sofá, una mini cocina ¿Comedor para qué? Y claro un baño. —Te dije que era pequeño —me recordó él. —Y te dije que no me importaba el tamaño —comenté buscando una ventana, pero al parecer no vino en el contrato de alquiler.

—¡Qué alivio! —se burló. Me acerqué a la cama y me gustó la firmeza que tenía, de pronto, me di cuenta de algo muy importante. —No me puedo quedar —declaré en un murmullo. —Por favor, tampoco debemos exagerar, sí, es algo pequeño, pero la vista es genial —mencionó Esteban camino a la cocina, movió una cortina y abrió una ventana. —No tengo ropa aquí —dije para tranquilizarlo, él se giró y me miró con esos ojos que me volvían loca. —Aquí no vas a necesitar ropa —aseguró acercándose a mí de una manera bastante provocadora. —Debo ir al trabajo mañana y no puedo ir vestida así. —Señalé mi ropa. —Emily no se caerá el mundo si vistes dos días igual —rebatió él quitándose la camisa. —Da igual, avisaré que llegaré tarde y listo —analicé en voz alta, sabía que era sábado y tenía una reunión con unos nuevos clientes, por suerte venían recomendados. —Pasemos a lo que de verdad importa —susurró mi adonis subiendo a mi cuerpo. —¿Qué es? —indagué provocándolo. —Tú, yo, una cama y una noche de sexo. Su boca cubrió la mía, mis manos fueron a su cuello y clavé mis uñas en su nuca, deseaba tenerlo dentro de mí, olvidar este día de mierda. Su boca descendió mi cuerpo y le prestó una atención especial a mis pechos, su lengua jugó con mis pezones poniéndolos duros, su erección tocó mi sexo llevando oleadas de calor por todo mi ser. Los dedos de mi adonis recorrieron mi cuerpo, sus yemas ejercían cierta presión en mi piel, sus manos abrieron mis piernas y su cuerpo se colocó entre ellas; su pulgar comenzó a estimular mi clítoris en una lenta y calculada tortura. —Esteban por favor —gemí arqueando la espalda. —Dame un segundo, princesa. —Inclinó su cuerpo hacia delante y retuve mi respiración—. Quiero disfrutarte. —Su aliento rozó mi sexo y mi alma vibró ante ese simple gesto. Su boca se apoderó de mi sexo, mis piernas temblaron ante sus caricias y grité de placer. Mis manos se aferraron a las sabanas y mi cadera se alzó exigiendo más.

Sentí como la lengua de mi adonis se abría paso por mis delicados pliegues y dos de sus poderosos dedos me poseían con delicadeza, su boca y su mano se movían con estudiada sincronía, pero yo necesitaba más, deseaba que su presencia me llenara y me llevara a conocer galaxias infinitas. Esteban sintió mi deseo pues dejó mi sexo y subió por mi cuerpo dejando pequeños mordiscos a su paso lo que hacía que me excitara mucho más. —Adoro tu sabor. —Pasó su nariz por mi cuello—, tu olor, lo suave de tu piel... —Acomodó su duro miembro en mi entrada—. Y lo cerradita que es tu vagina —enfatizó deslizándose dentro de mí. —No es que sea cerradita, es que nadie la había llenado como tú —admití con lujuria. Sus embestidas no se hicieron esperar, fueron profundas y salvajes, sus codos estaban apoyados en cada lado de mi cara y sus ojos me miraban fijamente. Con él, no solo era sexo, era poseerte en cuerpo y alma. Acariciaba su espalda con mis manos, mientras clavaba mis dientes en su hombro, Esteban arremetía en mi contra sin piedad y sin pausa, sus fuertes brazos me dieron la vuelta colocándome boca abajo en el colchón. Su miembro volvió a deslizarse en mi interior, una de sus manos me tomó por la cintura y la otra azotó con fuerza una de mis nalgas, me encantaba el equilibrio que había entre delicadeza y rudeza. —Hoy acabaré aquí —sentenció introduciendo uno de sus dedos en mi ano. —Sí por favor —rogué excitada. Sus arremetidas fueron en aumento y el dedo en mi parte trasera comenzó a moverse también. Sabía que no iba a durar mucho, yo estaba al límite, la sangre en mis venas era lava y mi cuerpo estaba listo para recibir el clímax. —Córrete para mí. —Sus palabras desencadenaron un huracán en mi interior que arrasó con todo a su paso. Esteban se salió de mi vagina y como lo prometió, hizo un poco de presión en mi culo y dejó que la punta de su miembro entrara para dejar sus fluidos allí dentro. Su cuerpo sudado cayó a mi lado en la cama y me acomodé para ver su rostro, sus ojos me miraron con algo más que deseo y lo supe, lo de nosotros no era solo físico, pero a pesar de que ambos lo sabíamos debíamos guardar este secreto, incluso de nosotros mismos. —Descansa, yo cuidaré de ti —susurró besando mi nariz.

No existía mejor sensación que bañarse por la mañana con tus cosas, ponerte tu ropa y estar en tu casa a salvo. Cosa que no sentía en este momento en mi propia casa por culpa de Esteban que miraba por la ventana de mi cuarto cada 5 minutos. —¿Puedes deja de hacer eso? Me pones nerviosa —me quejé terminado de peinarme. —Toma una maleta y empaca ropa —me pidió él en tono exigente. —¿Cuánta paranoia? —Emily, trato de mantenerte a salvo ¿Me ayudas? —Bien —cedí por esta vez—, pero sigo creyendo que exagera. Una cosa decía mi boca y otra diferente era lo que sentía, la verdad desde que entré en mi casa he tenido el presentimiento de que algo malo va a pasar, sabía que solo era sugestión, pero allí estaban y no se iban. Saqué varias maletas, en una mis zapatos y en la otra ropa, en una más pequeña mi maquillaje. —Estoy lista —anuncié aliviada. —¿Te vas a mudar? —¿Es una proposición? —rebatí yo en broma. —Necesitaríamos algo más grande, me gusta mucho esa zona de Central Park, pero conozco a alguien que puede ayudarme con eso, solo dame un par de días. —Lo miré con una mezcla de emociones, sorpresa porque no pensé que se lo tomaría en serio, incredulidad porque pensaba que me estaba gastado una broma y felicidad porque no sabía que en serio si deseaba formalizar mi relación con él—. Ah, ya, no hablabas en serio. La misma decepción que él mostró la sentía yo, pues ambos sabíamos que aún era muy pronto, pero yo tal vez más que él, sabía que no podía tener abierto muchos frentes de batalla, ya tenía al periodista loco fastidiando mi existencia, lo que menos deseaba era que mi padre se enterara de lo nuestro y se opusiera, eso me llevaría a defender mi posición y serian dos contra uno, así que en poco tiempo acabaría sin energía. —Lo siento, aún debemos conocernos mejor —murmuré al final. Salimos en silencio y así mismo llegamos a la delegación, creo que Esteban entendía mi posición, pero no la aceptaba del todo y yo lo entendía, también quería gritarle al mundo que me gustaba mi guardaespaldas, sin embargo, él también debía terminar de una vez por todas con Catalina.

Encontró un lugar en el estacionamiento, abrí la puerta de la camioneta cuando al celular de Esteban le entró un mensaje y luego otro y otro, no necesitaba preguntar quién era. —Ese es otro tema que debes resolver. —Bajé del auto—. No entiendo qué clase de relación tienes con la anoréxica, pero llegó el momento de elegir. Cerré la puerta del auto y entré a la delegación. —Señorita Carson, la estábamos esperando. —Me recibió un detective. —Aquí estoy —comenté siguiendo al hombre hasta un cubículo al final del primer piso. —Sé que es una mujer ocupada, así que trataré de ser breve. ¿Vio algo o a alguien extraño? Pensé, pero por más que deseaba colaborar no recordaba nada, todo me pareció muy normal. —No. —De acuerdo. ¿Fueron todos los invitados? —Sí, no, en un principio creímos que sí, pero luego nos dimos cuenta de que no, porque uno de los periodistas invitados se comunicó con mi asistente y aviso que no iría, pero su entrada ya estaba marcada —le expliqué o eso traté. —¿En el lugar no hubo cámaras de circuito cerrado? —No, nuestra mejor cobertura era las redes de los asistentes, pero ellos llegaron luego de que el paquete con la cabeza de cerdo estuviera en mí ―oficina‖ —contesté. Esteban se sentó a mi lado y me tomó de la mano—. Faltaba un par de dinámicas para terminar el evento cuando mi guardaespaldas me aviso de la nota con la amenaza de bomba. El detective miró mi mano y la mano de Esteban entrelazadas y me apresuré a soltarla. —¿Dónde está la nota? —interrogó —Se la di a la policía cuando llegó —respondió Esteban. —¿Dónde encontraron la nota? —preguntó de nuevo el detective. —Me la dio uno de los de seguridad, me dijo que una mujer le pidió entregarme la nota, yo la guardé en mi bolsillo sin verla, porque creí que era de mi exnovia, pero luego de un rato fui al baño y la nota cayó al suelo y la tomé, la iba a botar cuando la curiosidad me ganó y la abrí. Enseguida dimos alerta a la policía.

—¿Saben que es lo que creo? —indagó el detective y yo negué con la cabeza, pero dejé caer hombros, sospechando la conclusión del detective—. Pienso que todo esto no es más que un acto publicitario, así que solo lo dejaré pasar. —Increíble —murmuré furiosa, me levanté de la silla y miré fijamente al detective—, vine creyendo que ustedes se tomarían en serio su trabajo, pero veo que fui engañada. —Señorita Carson estamos haciendo nuestro trabajo. —Nunca lo han hecho, no puedo esperar que comiencen a hacerlo ahora. Salí de la delegación furiosa. —Emily. —Me llamó Esteban, pero seguí caminando—. ¡Espera! —exclamó llegando a mi lado. —Sabía que solo me harían perder el tiempo, no entienden que hay una persona allí afuera que sabe todo de mí y yo no conozco ni su nombre —comenté impotente. —Lo sé, pero no puedes enloquecer por eso, me tienes a mí y te juro que te protegeré con mi vida. —Eso es justo lo que debo evitar. —Suspiré frustrada y subí a la camioneta, esperé que Esteban estuviese en su interior para hablar con más privacidad—. Lo que pasó en el lanzamiento de los Mendoza, solo fue una advertencia, ¿quién me dice que no volverá a hacer una tontería como esa? ¿Y sí la próxima vez no solo desea crear caos, sino heridos? Son muchas cosas Esteban que no se pueden tomar a la ligera. —Te entiendo a la perfección, vamos a ver cómo se desarrolla esta semana, tengo unos amigos que están sobre este asunto —dice mi adonis tomando mis manos. —No sé que le hice a ese ―incógnito‖ —expresé con tristeza. —No hay nada que moleste más a un pequeño grupo de la sociedad que una mujer segura de sí misma, con talentos propios y una mente ágil para eludir cualquier ataque. —Sí, pero eso está haciendo que todo el que esté a mi lado corra peligro de ser herido y eso afectará mi negocio. —Lo resolveremos, te lo prometo. —Esteban puso el auto en marcha y me llevó a su edificio. Nunca he sido una mujer que se esconda, pero con los eventos sucedidos en las últimas 24 horas solo deseaba meterme debajo de las sábanas y no salir en un tiempo, obviamente eso era lo que buscaba ―El incógnito‖ y no debía darle el gusto.

27-Enemigos.

Subimos al departamento en silencio y por la escalera, entré al piso de Esteban bañada en sudor e irritada por no usar el ascensor. —Date una ducha y cámbiate, vamos a trotar —sentenció quitándose la ropa. —Lo siento, no iré. —Escucha, solo trota conmigo un par de kilómetros, si no te gusta paramos ¿Trato? —Extendió su mano y la miré como una cruel rival—. No puedes decir que no, si no lo has intentado. Suspiré derrotada y estreché su mano. —Vamos antes de ir a trotar quiero ver el agua correr por tu piel —insinué quitando mi camisa. Una hora después ya estábamos saliendo del departamento de Esteban, lo bueno era que estaba cerca de Centra Park, mi adonis no paraba de verme y eso me ponía un poco nerviosa. Sin embargo, evité decirle algo y solo me concentré en todos los ejercicios de precalentamiento; luego comenzó la tortura, Esteban se apiadó de mí y comenzó con un paso lento, pero poco a poco lo fue subiendo. —¡Para por favor! —pedí a punto de morir. Me senté en el pasto y traté de recuperar el aire de mis pulmones. —Ven, no puedes parar de golpe, debemos caminar y recuperar aire. —Me ayudó a ponerme de pie. Comenzamos a caminar; sentía como el sudor mojaba mi cuerpo, me fijé que de nuevo la mirada de Esteban no se apartaba de mi cuerpo. —¿Qué tanto me ves? —pregunté al fin algo incómoda. —Lo jodidamente bien que te ves vestida así, juro que muero por llevarte de vuelta y follarte de manera salvaje. —Basta, haces que me sonrojé —dije riendo. —No quiero que te sonrojes, quiero que te mojes —murmuró pegando su cuerpo al mío. —Excitada estoy desde que salí del departamento —contesté de vuelta. —Eres tan hermosa. —Su pulgar acarició mi labio inferior.

Su boca se acercó peligrosamente a la mía y aunque sabía que estábamos en un lugar público no tenía la fuerza para rechazarlo. —¿Esto es algún tipo de clase experimental? —nos interrumpió Catalina. Atravesé a Esteban con la mirada y me aparté de él. —¿Siempre eres tan inoportuna o solo naciste un miércoles? —le pregunté cruzándome de brazos. —No, solo aparezco cuando una resbalosa desea aprovecharse de mi pastelito —replicó ella. —Catalina, por favor. —intervino Esteban. —¿Por favor qué? —le retó ella. —Sí, Esteban, ¿por favor qué? —pregunté cruzándome de brazos. Era hora de que él aclarara todo de una vez por todas. Esteban me miró y miró a su novia o ex ya no sabía qué diablos eran este par, pero la duda en el rostro de mi adonis me hizo entender todo, suspiré y levanté mi rostro. —Te espero en el café de... —No, esto será rápido —me cortó Esteban y me tomó de la mano—. Catalina, te pedí un tiempo, para organizar mis ideas, mis sentimientos, pero lo cierto es que no había nada que aclarar, hace mucho sabemos que lo único que nos unía era ese sueño de dos jóvenes, pero que en realidad no somos nada compatibles. Te quiero, siempre te querré, sin embargo, no te quiero de la manera en que tú esperas que lo haga. La sonrisa en la cara de Catalina se borró y dio paso a un ceño fruncido, me miró con asco. —¿Te gusta la gorda? «No soy gorda, solo tengo más pechos y trasero que tú» pensé, pero no dije nada para no arruinar este momento. —Adiós —le respondió él. Juro que evité sonreír, porque igualmente era un momento muy triste... para ella, pero estaba segura de que algún asomo de sonrisa tuve que haber mostrado. Esteban se giró y nos marchamos de allí tomados de la mano. Tuve que recurrir a cada átomo de autocontrol de mi cuerpo y evitar girarme para sonreírle. -

Creí que sería una semana lenta, pero fue una semana realmente extenuante, tuvimos varios clientes nuevos y todos querían fuegos artificiales, sonreí satisfecha al cerrar varios contratos de publicidad. Resultó que después de todo si me gustó trotar, era una manera de conectar conmigo misma, claro el domingo tuve que comprar ropa más adecuada para trotar, pero el lunes lo hice gustosa, lo mejor de todo era que al terminar Esteban y yo hacíamos un poco más de cardio en la ducha. Sin embargo, pasé la semana en tensión, pues no hubo otra amenaza y no estaba segura si eso era algo bueno o algo malo, pero finalmente llegó el viernes. —Corina. —Llamé a mi asistente. La misma entró con premura a la oficina—. ¿Nada? —Nada, le escribí al periódico y solicité una cita con Alastor, pero aún no he tenido respuesta. —¿Lograste hablar de nuevo con Mauricio? —De hecho, está afuera. —Hazlo pasar junto con Esteban, por favor. —Claro —respondió ella, pero se detuvo en la puerta y me miró de nuevo—. Señorita Emily, disculpe mi osadía, pero ¿Puedo estar yo también? La miré, sí era osado de su parte, pero la entendía, su vida también estuvo en riesgo. —Puedes quedarte. Ella salió y yo exhalé todo el aire que tenía en mis pulmones, era agotador tener que estar averiguando cuál era el siguiente paso de un loco al que no conocía y no deseaba conocer. La puerta se abrió nuevamente, me acomodé en mi asiento para recibir al hombre que hasta ahora era desconocido para mí. —Señor Smith, tome asiento por favor. ¿Cómo sigue su esposa e hijo o hija? —Lo recibí con amabilidad. —Gracias, mi esposa está bien, de hecho, sigue en estado. Miré a Corina sin entender del todo lo que había revelado el hombre, pero su expresión era igual a la mía. —Creí que no había podido ir al lanzamiento porque su esposa estaba dando a luz.

—Sí, eso creí yo, pero al llegar al hospital ella no estaba lista y como ya había cancelado mi agenda, solo me dediqué a pasar el día en casa. Tal vez ni el mismo Mauricio sabía lo importante que era su revelación, quien fuera ―El incógnito‖ se había tomado el tiempo de planificar esta jugada, lo que me decía que tal vez ese desconocido no fuera tan desconocido, tal vez era alguien cercano a mí. Miré a Corina, ella tenía acceso a la lista de invitados, al lugar que dispuse como oficina, sabía que comía, que vestía, en resumen sabía mi vida entera. Me negaba a creer que Corina, mi asistente podía ser ―El incógnito‖, claro podía ser lo que busca el maldito detrás de la columna. —Creo que es todo, muchas gracias por venir, suerte con su esposa. —Lo despaché irritada con mis conclusiones. —Espero haber sido de ayuda —comentó Mauricio poniéndose de pie. —Esteban, acompáñalo hasta el ascensor —le pedí sin apartar la vista de Corina. Esperé que mi adonis saliera con el periodista para levantarme de mi silla y rodeé el escritorio, me apoyé de él y me crucé de brazos, tratando de definir si Corina era una enemiga o una aliada. Ella se acercó con cautela hasta mí y me miró con ojos tristes. —Sé lo que piensas, pero te juro que no soy yo —aseguró nerviosa. —¿Por qué debo creerte? —le pregunté seria. —No lo sé —admitió bajando la cabeza. Yo tampoco sabía por qué no debía desconfiar de ella, tal vez porque señalarla sería lo más lógico o tal vez por el lazo que habíamos formado. —Corina, he llegado hasta donde estoy por muchos factores, trabajo duro y constante fue una parte, pero lo más poderoso fue la intuición, rara vez en mi vida me he equivocado y aunque todo esté en tu contra, creo que debo darte ese voto de confianza, después de todo, llevamos un tiempo trabajando juntas. —Me acerqué y tomé sus manos—. Confío en ti, pero ya la duda está allí y eso pone en riesgo nuestra relación, espero me entiendas. —Sí, y agradezco mucho su sinceridad, la verdad pese a todo lo que dicen de usted, siempre la he admirado —comentó ella con sinceridad. La puerta se abrió y por ella pasó mi adonis. —Gracias por su confianza —murmuró Corina y salió de la oficina.

—No creo que debas desconfiar de ella —aseguró Esteban acercándose a mí. —Lo sé, pero todo es tan complicado —admití rodeando su cuello con mis brazos. —Ven, deja que yo te cuide.

28- Sugerencia. 2 meses después. Me desperté mucho antes del amanecer, me acomodé de lado y observé al hombre con el que llevaba viviendo dos meses, pasé mi mano por su cabello y disfruté su suavidad, le di un delicado beso en los labios y me levanté de la cama. Era increíble el cambio que había sufrido mi cuerpo solo trotando por las mañanas, claro mi enorme trasero y mis grandes pechos seguían siendo la parte más destacada de mi cuerpo, me gustaban esos cambios, sobre todo cuando estaba desnuda frente a mi adonis. Abrí el agua y dejé que ella despejara mi mente, la cual estaba muy dispersa desde que cancelaron la columna de ―El incógnito‖. Después de aquella bomba, dejó de salir, nadie sabe el por qué, pero el director del periódico nunca me recibió. —¡Buen día, preciosa! —exclamó mi adonis entrando a la ducha conmigo. —Veo que despertaste muy animado —murmuré al sentir su erección en mi trasero. —Estás tensa ¿Sucede algo? —indagó llevando sus manos a mi nuca y comenzando a masajear mi cuello. —Que suspendieran la columna de ―El incógnito‖ fue un gran éxito, pero me siento muy ansiosa por tanto silencio, sé que no debo sentirme así. —Suspiré pensativa—. Creo que me aterra pensar que afuera hay una persona que no conozco asechándome desde las sombras esperando algún error mío para volcar de nuevo su odio hacia mí. —Ya sé lo que necesitas —aseguró mi adonis, giró mi cuerpo y me hizo mirarlo—. Debes tomar unas vacaciones. —No puedo, estoy organizando el lanzamiento de Peggy. —A donde vamos hay internet, puedes decirle a Corina que se encargue de todo. Era tentador, sus labios cubrieron los míos, sabía que era una vil distracción de su parte, sus manos bajaron por mi cuerpo y llegaron a mi zona íntima, gemí al sentir como el punto más sensible de mi cuerpo era estimulado, la boca de mi adonis fue hasta mi oído y mordió un poco mi lóbulo.

—Dime que sí —susurró. —No puedo tengo trabajo —dije recurriendo a cada gramo de sensatez de mi cuerpo. Esteban volvió a mi boca, mi espalda chocó con la pared, las fuertes manos de mi adonis me elevaron del suelo, mis piernas rodearon su cuerpo. —Te sacaré ese sí —declaró penetrándome. Su cuerpo entró y salió de mí, mis gemidos no se hicieron esperar, mis pechos fueron atendidos por su lengua, una de sus manos fue a mi trasero y se adueñó de mi ojete. Sus embestidas se hicieron más y más salvajes volviéndome loca de placer. —Vayámonos de vacaciones —susurró, pasó su nariz por mi cuello y negué con la cabeza. Esteban sacó su pene y lo restregó en mi ano. Lo introdujo de nuevo en mi vagina, para ese momento ya no estaba en mis casillas y él lo sabía. Volvió a colocar su pene en mi ano. —Esteban por favor —supliqué perdida en la lujuria. —Ven conmigo de viaje —repitió con lentitud. No respondí, no podía hacerlo, hasta que de pronto, mi adonis paró todos sus movimientos, sabía que debía decir y no iba a posponerlo más. —Iré contigo al fin del mundo si es necesario, por favor fóllame el culo —pedí con descaro. Presionó un poco y relajé mi cuerpo esperando su intrusión, pasó sus brazos por debajo de mis piernas y se deslizó tan malditamente lento que casi me desmayé. —Ese culo es mío —expresó pegando su frente a la mía. —Gózalo —jadeé tirando de su cabello. Bajé mi mano libre hasta mi vagina y acaricié mi clítoris. —¡Nena me vuelves loco! —exclamó comiéndome con la mirada. No sé como lo hacía, pero Esteban lograba sacar a la mujer morbosa que habitaba en mí ser y que hasta ahora no conocía, pero que me gustaba cada vez más. Mi cuerpo entró en la espiral del placer, tracé círculos más rápidos en mi clítoris y metí dos de mis dedos en mi vagina, el clímax reclamó mi cuerpo y fui testigo de uno de los orgasmos más arrolladores que he tenido en mi vida.

Esteban me tomó del cuello y me penetró con más fuerza, mordió mi labio interior y se corrió dentro de mi cuerpo. Lentamente volvimos a la realidad, Estaban bajó mi cuerpo y me sostuvo con cuidado, me metió en la ducha y talló mi cuerpo con jabón. Pasé mis manos por su cuerpo y disfruté de su dureza. Salimos de la ducha y comenzamos a vestirnos, aún debía organizar varias cosas antes de irme con Esteban, pero ¿Qué debía empacar? Me acerqué a él y me subí a horcajadas en su regazo. —¿A dónde me quieres llevar? —indagué rodeando su cuello con mis manos. —Texas —contestó él sujetándome por el trasero. —¿En serio? —Miré su rostro evaluando si mentía, pero no hablaba muy en serio. —Sí, mi padre tiene un rancho. Crecí entre caballos, vacas, ovejas y armas, amaba mi vida de cowboy, de pronto cayó en mí el peso de heredar la hacienda, los juegos pasaron a ser responsabilidades y los cumplidos de mi padre se convirtieron en exigencias. Harto de tantas discusiones, me fui. Se suponía que sería por poco tiempo, pero me enamoré de mi nueva vida y decidí disfrutarla y cuando quise volver, mi padre dolido me dio la espalda. Analicé la historia y su postura, sus hombros estaban ligeramente caídos y sus palabras salían con melancolía. —Entonces, sí había una gran historia detrás de volverte guardaespaldas —comenté viendo sus ojos. —No me gusta hablar de eso, fui un mal hijo. —Creo que ambos deben hablar con la madurez que tienen hoy, pues ambos no supieron cómo actuar en aquel entonces —le aconsejé—: ¡espera! Si estás alejado de tu padre, ¿a dónde vamos a llegar? —Compré el rancho vecino. —Ingenioso, en el mismo instante que arreglen todo, ya su rancho vale el doble. —Exacto. —Su mano subió por mi cuello y me tuvo sobre la cama—. Te necesito —susurró pegando su erección a mi cuerpo. —No creo que más de lo que te necesito yo —contraataqué tumbándolo en la cama y subiendo sobre él.

29- Cowboy Me senté en la cama frustrada, toda mi ropa era de ciudad, no tenía jean o ropa que no fueran de Versace, Praga, Louis Vuitton, Dior, etc. —Debo comprar ropa de campo —declaré viendo mi maleta vacía. —Allá puedes comprar ropa —aseguró Esteban con su maleta en la mano. —Cierto, bueno déjame llamar a Corina. —La llamas camino al aeropuerto, ya tengo los boletos y no quiero que perdamos el vuelo. —Me apresuró él. —Bien —murmuré poniéndome de pie—. Solo dame un par de minutos. Metí sin ningún orden en la maleta mi caja organizadora de maquillaje, ropa interior la más sexy que encontré, mis productos de higiene y un par de pijamas. Llegamos a tiempo para hacer el checklist. —En 45 minutos comenzaremos a abordar, estén pendiente del aviso —nos comunicó la azafata. —Gracias —respondí. Esteban me guió a un asiento, enseguida mi adonis puso su pierna sobre las mías. —¿Cómodo? —indagué sonriendo. —Sí. Saqué mi celular y le marqué a Corina. —Señorita Emily, estaba por llamarla —contestó al primer tono. —¿Está todo bien? —Me apresuré a preguntarle. —Eso le pregunto yo a usted. ¿Ha visto la hora? Usted jamás se retrasa. —Lo sé, lo siento, voy saliendo de viaje, de hecho, para eso te llamaba. Comencé a dictarle la lista de pendientes que debía resolver esta semana. —¿Cuándo regresas? —preguntó mi asistente. —La verdad no tengo idea —admití viendo a mi adonis.

—Espero que ambos la pasen bien. —Sonreí ampliamente. —Que observadora. —Siempre. —Bueno te dejo, me mantienes informada de todo. —Despreocúpate de eso, solo ve y ten mucho sexo ardiente con ese papacito, pídele que te espose a una cama y... —Corina —la interrumpí. —Perdón, me dejé llevar. —Te dejo. Ah por cierto. Lo de las esposas ya lo hicimos —confesé colgando la llamada, pero la imaginé con la boca abierta. 5 horas después estábamos aterrizando en el aeropuerto de Texas. No estaba segura de que esperaba encontrar al llegar a Texas, tal vez algo como las películas de vaqueros, donde las personas van a caballo y los hombres tienen una pistola en la cintura, pero lo cierto es que nada de eso era así. De hecho, era una ciudad muy linda y muy moderna. Esteban cargaba mi maleta a medio llenar y su maleta, pero de lejos se notaba el cambio en él, se veía más radiante, además, que bien le quedaba estar vestido tan informal. Incluso me creaba cierto morbo ver que las mujeres a nuestro alrededor desnudaban a Esteban con la mirada, sonreí y caminé al lado de mi hombre. Llegamos a las afueras del aeropuerto, lo primero que captó mi atención era un hombre con un enorme cartel donde se leía el nombre de Esteban, dicho espécimen de hombre estaba recostado en una camioneta Toyota Tacoma 4x4. —Llevo una hora con este cartel en la mano —se quejó el hombre acercándose a nosotros. Esteban y él se abrazaron y se dieron un par de palmadas en la espalda. —¿Cómo va tu búsqueda? —le preguntó mi adonis. —Lo dejé ir —contestó el hombre, me miró y se rascó la barbilla—. Creo que te quedaste corto al decir que tu novia era bella.

Yo abrí los ojos y Esteban lo miró con cara de «La has cagado tío» —Emily, te presentó a Yuri, lo conocí hace un par de años y nos hemos hecho buenos amigos. —No solo soy su amigo, sino su jefe —lo corrigió Yuri—. Emily, un gusto, este hombre no para de hablarme de ti, me alegra saber que al fin se libró de su pastelito. —Conclusión, me caes bien —dije estrechando su mano—. No eres de por aquí ¿Verdad? — pregunté notando su marcado acento. —Me descubriste soy ruso, pero ahora vivo aquí. —Vamos que aún queda un largo viaje en auto —nos interrumpió mi adonis. Los hombres subieron las maletas al auto y subimos a su interior. —Yo necesito detenerme en un centro comercial para comprar ropa —le informé a Yuri. —Tranquila puedes salir de compras en el pueblo —afirmó Yuri poniendo el auto en marcha. —¿Cuánto tiempo será el viaje? —indagué sacando mi celular. —Hora y media, si quieres descansa un poco —sugirió mi adonis. —No quiero descansar, quiero ver todo —comenté riendo. Comencé a ver por la ventana y admirar el paisaje. —¿Entonces lo dejaste ir? —preguntó mi adonis rompiendo el silencio. —Sí, he visto a toda clase de Alishas, altas, bajas, ojos verdes, azules, flacas, rellenitas, pero no a la que realmente estoy buscando. —Bueno en mi opinión particular tardaste mucho. —Sí, solo que me negaba a darme por vencido. —¿Ahora qué harás? —Concentrarme en mi empresa, hay varios chicos tomando el curso incluso un par ya están trabajando. Son buenos, pero ninguno como tú. —Debes dejarme ir —se burló Esteban. Analicé un poco su conversación y algo no me terminaba de cerrar. —¿Cómo qué dejarte ir? —pregunté, pero ambos hombres se quedaron en silencio—. Esteban.

—Hace unos dos meses le pasé mi renuncia a Yuri —comentó, alcé una ceja sin entender, él seguía haciendo su trabajo. —Pero tú sigues trabajando para mi padre —dije en un murmullo sin entender nada. —Seguía cuidándote, porque... —En un ágil movimiento se deslizó a la parte de atrás conmigo y me tomó las manos—. Me importas, ya te lo he dicho mil veces, no quiero que nada malo te pase. —Pero si renunciaste no cobras y eso afecta tu economía —balbuceé confundida. —Emily no soy pobre, tengo mis ahorros, además, no soy un hombre derrochador. —Sí, eso lo he notado —respondí con el corazón grandote de la emoción. Subió las piernas a las mías y me abrazo. Sin embargo en mi cabeza se formó otra pregunta. ¿Por qué mi papito no me dijo nada de la renuncia de Esteban? Dejé a un lado la pregunta y metí la mano en el pecho de mi adonis, cerré mis ojos escuchando latir su corazón.

30- Chica vaquera. Después de todo me quedé dormida, pero ¿Quién no lo haría? Con semejante almohadón que me gastaba, además, el muy listillo comenzó a acariciarme el cabello y ese es mi punto débil. —¡Bienvenida al rancho Swift! —exclamó mi atractivo hombre abriendo la puerta de la camioneta. Bajé de la camioneta y observé la casa frente a mí, no entendía por qué le llamaba rancho, si por fuera era así de hermosa no quería imaginarla por dentro. —Yo los dejo, debo hacer un par de cosas. —Se despidió Yuri y se perdió dentro del rancho. —¿Estás cansada o quieres dar un paseo? —indagó Esteban sonriendo. —Quiero un paseo —contesté emocionada. —Pero será a caballo —me advirtió él sonriendo. —Excelente, porque no vine de tan lejos para andar en camioneta —comenté acercándome a Esteban, lo tomé de la cintura y apreté su trasero—, vine a cabalgar hasta que me duelan partes del cuerpo que ni conozco. —Me gusta tu actitud. -

Por desgracia tuvimos que posponer el recorrido pues en mi maleta no había ropa adecuada para ir de paseo sobre el lomo de un caballo. —Preciosa ¿Te importa ir al pueblo con Nina? —preguntó Esteban entrando a la habitación. —No sé quién es —contesté viendo por la ventana. —Cierto, Nina es la hija de Josefina, las mujeres que contraté para mantener la casa en orden — me explicó besándome el cuello. —De acuerdo. —Gracias debo revisar un par de cosas y... —Ir a conversar con tu padre —lo interrumpí. —Sí, aceptó verme y no quiero hacerlo esperar. —Ve, ya me dirás como te fue. Esteban se acercó y me dio un apasionado beso, pasé mis manos por su cabello y tiré un poco de él profundizando el beso, sus manos subieron por mi cuerpo y me apartó con renuencia de su lado. —Debo parar —susurró en mis labios. —Lo sé, vete, si no, no respondo por mis sucios actos. Esteban me dio un último beso en la boca y salió de la habitación, suspiré deseando que todo con su padre resultara bien. Tomé mi bolso de mano y salí a comprar ropa de vaquera. Bajé las escaleras de la casa grande «Así me gustaba llamarla, porque en serio lo era» y al pie de ellas me encontré a una chica, era muy menuda, me paré a su lado y tuve que bajar la mirada. —Hola, soy Nina. —Se presentó la chica. —Un gusto yo soy... —Sé quién eres, todos en el rancho lo sabemos —afirmó ella sonriendo. —¿Eso es bueno o malo? —indagué viendo a la chica. —Muy bueno, porque usted es un gran cambio para el patrón. —¿Catalina conoce este lugar?

—Sí, pero siempre se le notó que no le gustaba estar aquí. Vamos en el camino le voy contando. Salimos de la casa y cuando dijo que caminaríamos, creí que solo serían un par de cuadras, pero no, cuando llegamos al dichoso pueblo los pies me ardían y las piernas me temblaban, por suerte la conversación estuvo buena. Era increíble la cantidad de cosas que hizo esa mujer en tampoco tiempo, por lo que entendí, Esteban compró el rancho hace unos 6 meses y Yuri junto a otro amigo llamado John le echaron una mano. —¿Y a ella no le gustó que él comprara este rancho? —pregunté secándome el sudor con la mano. —Yo llegué unas semanas después de la compra, pero los escuché discutir sobre el rancho, ella le decía “Pero si en New York nos va bien, ¿por qué dejar todo y venirnos a este pueblo de porquería?” Las discusiones siguieron, ella cuando salía a trotar evitaba hablarnos, pero luego uno de los capataces nos dijo que ella nació en un rancho vecino. —Qué hipócrita —murmuré. —Sí, pero ella se negaba a dejar al señor Esteban. Eso lo sabía yo, que todavía le enviaba mensajes a mi adonis e incluso lo llamaba, pero siempre en horas de la madrugada. Nos detuvimos frente a una pequeña tienda. —Llegamos. —Eso veo. —Abrimos la puerta y un par de campanillas notificaron de nuestra llegada. —¿En qué les puedo ayudar? —Nos preguntó una señora saliendo detrás del mostrador. —Busco algo de ropa para mí —respondí acercándome a ella. —Tengo justo lo que necesitas —me indicó ella—, ven por aquí. Me miró de arriba abajo y comenzó a traer cosas de la tienda, en un par de minutos el mostrador estaba lleno de ropa. Fui seleccionando lo que me gustaba, pero resulta que todo me gustaba. —Aquí está este par de botas con las que puedes combinarte a diario —comentó la señora con amabilidad. —Gracias. —No te quedes allí, pasa a probarte la ropa —manifestó la señora amablemente. —¿Aquí? —dije con duda.

—Claro muchacha, allá está el probador. No mentiré, probarse ropa teniendo grandes curvas y con calor nunca ha sido fácil y claramente esta vez tampoco lo fue, pero poco a poco me fui probando la ropa, salía y les mostraba como me queda y ellas aplaudían o negaban con la cabeza. —Este es el último —anuncié saliendo, el vaquero me quedaba pegadito y hacía que mi trasero se viera redondo y sensual—. ¡Esté me lo llevo puesto! —Concuerdo —dijo Nina. —Úsalo con las botas —sugirió la señora. —Buena idea, aquí está mi tarjeta, me llevaré todo lo que está aquí —destaqué. Volví al probador para ponerme las botas. Estas a pesar de todo eran muy cómodas, solo esperaba que no fuera a cambiar de opinión a mitad de camino porque juro que me las quitaba y caminaba descalza. Salí con una sonrisa en la cara y llegué al mostrador, donde mi sonrisa fue sustituida por una mueca de fastidio. —Ya decía yo que olía mal por aquí —comentó Catalina. —Eso es porque tienes la boca cerca de la nariz, pero si usas un poco de enjuague bucal y te cepillas bien debe mejorar —respondí cruzándome de brazos. —Pareces saber muchos trucos, dime ¿Cuál usaste para quitarme mi pastelito? —preguntó de manera amenazante. —Le di algo que tú jamás le podrás darle. —¿Qué? —indagó confusa, me acerqué a ella y susurré en su oído. —Un buen polvo, de esos que te voltean los ojos y terminas con el cuerpo bañado en sudor. — Me alejé de ella sonriendo—. Te diría que practiques, pero todas aquí sabemos que te encanta meterte en la cama de los hombres casados. —Estúpida. —Levantó su mano, pero yo se la detuve. —Crees que tenía un guardaespaldas porque no me sabía defender, lo tenía para protección de las demás personas, porque cuando me sacan de mis casillas me vuelvo loca y la vida de mi oponente corre peligro —susurré apretando su mano, luego la solté de mala gana y el cuerpo de Catalina se tambaleó—. Ahora permiso, interrumpes mi día de compras.

—Aquí tiene su tarjeta, si quieres me dejas la dirección y le envió los paquetes —propuso la señora. —Claro, envíelas al rancho Swift. —Tomé mi tarjeta y salí de la tienda. Caminé segura por las calles del pueblo con Nina pegada a mis talones. —¿Señorita a dónde va? —No tengo idea —admití deteniéndome. —Podemos ir por unas cervezas y celebrar la arrastrada que le dio a esa. —Me parece una excelente idea. Entramos a un bar y Nina pidió dos cervezas. —Salud por como pusiste en su lugar a la egocéntrica de Catalina —brindó Nina. Alcé mi cerveza y brindé con ella, no era algo para celebrar, pero era agradable hablar con alguien que no tenía filtro. Luego de un par de bebidas más decidimos que era mejor regresar, pues el camino era largo y no era recomendable andar por allí con las estrellas en la cabeza.

31- Luna de miel Llegamos al rancho con el atardecer llegando a su fin, a penas entramos a la casa vimos los paquetes que había comprado en la tienda del pueblo. —Vaya eso es ser eficiente —puntualicé tomando un par de bolsas. Nina también tomó un par de bolsas y comenzó a subir las escaleras conmigo. —La señora Nelly es muy cumplida con su trabajo, su hijo Kent la ayuda cuando puede, es un ejemplo de buen hijo —declaró suspirando y supe que el tal Kent le gustaba. Abrí la puerta de la habitación y coloqué las bolsas en la entrada para ir a buscar más, Nina imitó mi acción, pero al devolvernos vimos a mi galán subir las escaleras con los paquetes restantes. —Veo que la pasaron bien —murmuró besando mi boca. —Yo me retiro —dijo Nina con las mejillas rojas. —Me gustó mucho conocerte, de pronto luego podemos seguir conversando —le propuse.

—Búsqueme en la cocina, allí siempre estoy ayudando a mi madre. —Asentí y ella bajó las escaleras Entramos de nuevo a la habitación y miré expectante a mi hombre, pero el muy atrevido solo se quitó la ropa y se dejó caer desnudo en la cama. —¿Me vas a contar como te fue o te lo debo sacar a punta de polvos? —indagué subiendo a su regazo. —Me fue terriblemente mal —me informó con una sonrisa en la cara. —Pareces muy feliz. —Lo estoy, mi padre es un viejo muy tozudo, pero también es un hombre muy sabio así que solo necesito tener paciencia, lo importante es que ya sabe que soy su nuevo vecino —me contó emocionado. —Creo que dentro de nada lo vas a tener por aquí. Por cierto, ya tengo ropa adecuada para salir a montar. —Eso lo haremos mañana, por ahora solo cabálgame a mí —dijo estrujando mi trasero. Sin pensarlo dos veces me coloqué sobre él y comencé a besarlo, las manos de mi adonis subieron por mi cuerpo y se deshicieron de mi camisa, levantó su torso de la cama y se llevó uno de mis pezones a su boca, arqueé mi espalda excitada. Bajé mi mano a su entrepierna y tomé su duro miembro en mis manos y lo estimulé, mi hombre gimió entre mis pechos y sentí como mis fluidos mojaban mi ropa interior. Me bajé de su regazo y me arrodillé para darle la atención que se merece a esa parte del cuerpo de mi adonis que logra hacerme perder la cordura. Rodeé su esponjoso glande con mis labios y lo metí completo en mi boca, «O lo que me cabía de él» Esteban lujurioso presionó mi cabeza en su pene logrando causarme arcadas. —¿Estás bien? —preguntó, lo miré y pasé mi lengua por todo su tamaño. —Hazme tuya —susurré, pero no le di tiempo a nada, pues metí uno de sus testículos en mi boca, mi adonis gruñó, pasé mi lengua por toda la zona. —Detente, sé lo que quieres y no te lo daré —murmuró y me sujeto del cabello impidiendo que me acercará a su zona prohibida. Sonreí y pasé la lengua por mis labios. —Eres una pequeña traviesa —declaró subiendo a mi cuerpo—. Ahora te voy a castigar.

—No quiero palabras, quiero acción. —Lo reté arañando su espalda. Esteban se acercó a mi boca y me besó de manera salvaje, tomó mi labio inferior y lo mordió, sus manos se libraron de mi pantalón y dos dedos invadieron mi cuerpo. —¡Aaahhh! —suspiré complacida por la sensación de tenerlo parcialmente dentro. Esteban comenzó a marcar un delicioso ritmo en mi interior, mientras su boca jugaba con mis pechos, yo solo podía removerme buscando más fricción, pero él solo se tomaba su tiempo para volverme loca. —¡Maldita sea Esteban! —reclamé frustrada. —Maldiciendo no conseguirás nada —indicó, sus manos salieron, me tomaron por la cintura y me pusieron boca abajo—. Que culo tan bello te gastas. —Lástima que no le des uso —repuse molesta, pero la mano de Esteban se dejó caer en él y de mí salió un gritó de placer. —La paciencia es una virtud —rebatió él poniendo un dedo en la entrada de mi ano. Mi respiración se volvió irregular y mi cuerpo se sentó esperando su intrusión. —La clave está en darte lo que mereces y no lo que crees merecer. —Solo dame y listo —le rogué. Esteban dejó caer de nuevo su mano y el picor se extendió por todo mi cuerpo. —Eres mi mujer —sentenció, su pene me penetró con fuerza al mismo tiempo que enterraba su dedo en mi trasero—. Hasta los vecinos escucharán tus gritos. Sus palabras vinieron acompañadas de fuertes arremetidas y claro que mis gemidos completaron la escena, con una mano en mi cabello y la otra en mi culo, Esteban se apoderó mi cuerpo. Su sudor comenzó a mezclarse con el mío, mi cuerpo reaccionaba a sus embestidas, mi vagina se contrajo y mi alma chocó de frente con un increíble orgasmo, mis espasmos llevaron al clímax a mi adonis, este cayó sobre mi cuerpo extasiado y con la respiración entre cortada. Mis ojos se cerraron y el cansancio reclamó mi conciencia. Ahora entiendo cuando mis amigas en la universidad me decían «Ese hombre me dejó muerta». Mi estomagó rugió y me desperté, me encontré en medio de una habitación oscura, me tomó un par de minutos reconocer en donde estaba, pasé mi mano por la cama buscando el cuerpo de mi galán, pero su lado de la cama estaba vacío.

De pronto, la puerta se abrió y por ella apareció un sexy vaquero con una bandeja de comida, miré un poco al hombre y no estaba segura si deseaba la comida o ser devorada de nuevo por mi adonis. —Venía a despertarte —comunicó poniendo la bandeja en mis piernas. —¿Tan temprano? —A esta hora se levantan los vaqueros —bromeó dándome un pedazo de queso en la boca—, debo dar un recorrido por mis tierras y creí que era buen momento para ir a cabalgar juntos. —Sí, solo dame 5 minutos y me visto —anuncié, dejé la bandeja de un lado y comencé a vestirme. Sí, despertar desnuda se había vuelto tan deliciosamente normal para mí, que hasta tenía una pequeña rutina hecha. Tomé la bata que dejaba sobre el respaldar de la cama y caminé al baño, me di una ducha rápida. Salí y me vestí con un vaquero oscuro, con una camisa a cuadros y las botas, me miré al espejo y decidí que dejaría mi cabello suelto. —Espera —comentó mi adonis buscando algo en su closet, salió y me colocó un sombrero beige en la cabeza—. Creo que ahora entiendo la obsesión de las mujeres con los vaqueros. —Me gusta estar aquí, conocer esta parte de ti —confesé viendo sus increíbles ojos negros, sí, desde hace un tiempo cada vez que lo veo sus pupilas están tan dilatadas que ahora veo el azul de sus ojos cuando está descuidado. —Vamos te quiero llevar a un lugar. Me tomó de la mano y me sacó de la casa grande y con el manto de la madrugada me llevó al establo donde 2 caballos ya estaban ensillados y listos para nosotros. Miré a los sementales, me acerqué a uno y toqué su cabeza. —Hola ¿Listo para dar un paseo? —El caballo bufó y movió los cascos, acaricie su cuerpo y subí a él. —¿Sabes montar? —preguntó Esteban. —Sí, tomé clases en una época de mi vida. —Azucé el caballo y lo puse al trote. —Qué hermosa vista —gritó mi adonis llegando a mi lado—, sigue el camino de la derecha.

Asentí y aceleré el ritmo, era emocionante correr con Esteban a mi lado, el amanecer rompió justo cuando llegamos a la cima de una colina. Detuvimos los caballos en el borde y contemplé la vista. —¡Wow! —exclamé ante la majestuosa vista—. ¿Todo lo que toca el sol es tuyo? —Casi ¿Ves esos dos árboles que se enroscan entre sí? —Asentí viendo el lugar que me decía Esteban—. Allí comienza el rancho de mi padre, sembró esos árboles cuando se casó con mi madre. —Oficialmente estoy asombrada. —Me siento honrado, ahora vamos a la colina que está en frente —me indicó señalando el lugar, miré y sonreí. —Veamos quién llega primero —dije poniendo a mi caballo a galope. Elevé un poco mi trasero, doble mis rodillas y me incliné hacia delante. Mi cabello se alborotó con el viento y el sombrero cayó al suelo, pero no me detuve seguí avanzando veloz, escuchaba a Esteban reír a carcajadas detrás de mí. —¡Te gané! —exclamé deteniendo al caballo, lo giré y contemplé por un par de segundos la cabalgata de mi adonis. Bajé del caballo de un salto y lo até a un árbol cerca de un riachuelo y besé su enorme cabeza—. Gracia, amigo. —Eres una tramposa de primera —expresó mi cowboy atando su caballo. —Qué mal perdedor —me burlé sujetándolo del cuello. —¿Quién dijo que perdí? —indagó besándome la boca, se separó un poco y atravesándome con la mirada agregó—. Por todo el camino tuve una perfecta vista de tu trasero. —Exijo otra carrera —pedí rozando sus labios. —Vamos a desayunar —dijo de pronto. Se acercó a mi caballo y abrió la forja, de ella sacó una manta y unos envases de plástico. Tomé la manta y la coloqué bajo una sombra de uno de los árboles cercanos, mi adonis se acercó y fue dándome los envases llenos de frutas y los acomodé; luego se sentó y se quitó la camisa y las botas, se acomodó en la manta y me sonrió. —Buenos días, mi belda —susurró abriendo el envase y dándome un pedazo de manzana. —Buenos días, mi adonis —contesté recibiendo la fruta.

—¿Te gusta este lugar? —preguntó contemplándome. —Sí, me gusta mucho tu rancho. —Em, he cometido el error más grande que puede cometer un guardaespaldas —comentó y mi corazón comenzó a latir deprisa. Esteban tomó mi rostro en sus manos, pero no habló, así que hice la pregunta que él esperaba. —¿Cuál error? —Mi voz salió temblorosa y me reprendí por dejarme llevar por los sentimientos. —Me involucré y me enamoré de una cliente —confesó. Una lágrima de felicidad cayó de mis ojos—, pero en estos momentos, mi corazón está dividido. Debo atender mis tierras y ponerlas a producir, pero la mujer que amo tiene su vida establecida al otro lado del país.

—Yo también te amo, pero... —No te quiero hacer elegir —me interrumpió—, pero te quiero pedir que si de verdad me amas, vamos a darnos una oportunidad plena aquí, lejos del caos de la ciudad, desde aquí puedes manejar tu compañía. —Sí —dije sin pensar, es que la verdad no había nada que pensar, él era mi vida, lo amaba y ya era hora de gritarlo al mundo. «¡Sí, Emily se enamoró y el hombre al que ama, la ama!»

32- Si algo puede salir mal, saldrá mal. No creí que fuera posible hacer un lanzamiento estando tan lejos, pero no solo se pudo sino que fue un éxito ver a Peggy con un cerdito en la mano y bajando de un caballo. Estás dos semanas Corina y yo nos hemos vuelto cercanas, siempre que hablábamos lo hacíamos por horas y descubrí que era agradable tener una amiga. —Sí, hasta el momento se han vendido 2 millones de kits Peggy, 3 millones de franelas y más de 5 millones en productos de maquillajes y cuidados de la piel —me informaba Corina a través de la pantalla. —¿Todo eso en menos de 48 horas? —indagué viendo las cifras en mi portátil. —En menos de 24 horas, por el momento tengo las líneas abiertas de los distribuidores, pues no deseo que ningún producto se agote, pero no creo poder lograrlo.

—Es bueno que un producto se agote, eso hace que los demás deseen tenerlo. No pares las líneas de producción, solo espera tener más de la cantidad inicial del producto y cuando se agote me dices, para informar por un live. —Tranquila, eso está bajo control ¿Cuéntame cómo te va con Esteban? ¿Ya se lo dijiste a tu padre? —No, he evitado esa conversación —admití con vergüenza. —Sé que te da miedo decirle, pero en algún momento debes hacerlo. —Lo sé, debo hablar con él. —Al teléfono le entró una llamada y suspiré—. Lo hemos invocado. —Aprovecha y dile, lo importante es que eres feliz. —Vale, te llamó luego, deséame suerte —comenté. —¡Suerte guapa! —dijo y colgó la videollamada. Expulsé todo el aire de mis pulmones y tomé aire de nuevo. —¡Hola, papito! —exclamé con mi tono alegre. —Hola, mi princesa. ¿Cómo estás? —Bien papito, trabajando mucho. —No era del todo mentira. —Sí, eso vi, no me dijiste que ibas a viajar —reclamó con ese tono que me hacía sentir culpable. —Fue algo de último momento —mentí como una cobarde, suspiré y reuní todo el valor que pude—. En realidad papito, tengo aproximadamente 3 meses teniendo una relación con un hombre —solté en un acto de valentía. —¿Lo conozco? —preguntó cauteloso. —Sí, de hecho, me lo presentaste tú —revelé con el corazón latiendo fuertemente en el pecho. En la línea se quedó en silencio, podía escuchar la respiración de mi padre y la mía. —¿Puedo saber su nombre o será un misterio? —exigió mi padre con otro tono. —Esteban. —¿El guardaespaldas? —indagó mordaz. —Sí, padre, pero no solo es un guardaespaldas, él también es un...

—Un imbécil —me interrumpió mi padre—. ¿Cómo se le ocurrió meterse con mi princesa? ¿Qué no ve que estás fuera de su alcance? —¡Papá, basta! Nos amamos y eso es lo único que importa. —¿Se aman? —Mi padre soltó una risa que me hizo enfurecer aún más—. ¡Por favor, Emily! Tienes 30 años para caer en las manos de un vividor. —No te permito que hables así de Esteban. —No, claro que no ¿Seguro qué dentro de poco te pedirá matrimonio? Solo para poner las manos en tu fortuna. —Papito —dije con dulzura, no quería estar peleada con él—, estás equivocado, él no es así. —Ya sabes dónde encontrarme cuando te rompa el corazón y te deje sin fortuna —refunfuñó él y colgó la llamada. Dejé mi cabeza caer sobre mis manos, no me gustaba discutir con él. Sí viera como me trata Estaban tal vez cambiaría de opinión. Los días siguieron avanzando y mis días aquí seguían siendo increíbles, en las mañana me iba a recorrer las tierras de Esteban en nuestros caballos, Trueno y Odín. Era muy feliz en este lugar, bebiendo café recién colado, ayudando a Josefina en la cocina, recorriendo el pueblo con Nina y haciendo el amor con mi adonis en cada rincón del rancho y hasta descubrí un lugar donde las estrellas se ven más brillantes. —Sabía que aquí estarías —murmuró Esteban acostándose a mi lado—. ¿En qué piensas? —En muchas cosas. —Los brazos de mi adonis me rodearon y me acomodé en su pecho. Hallé este lugar el día que discutí con mi padre, no quería o mejor dicho, no podía seguir en mi oficina revisando número, así que dejé todo y caminé con la mente en blanco y llegué a este lugar, lloré libremente pues no quería discutir con él, pero tampoco podía dejar que se metiera en mi relación con Esteban. Sin embargo, al día siguiente volví a este punto y solo vi las estrellas y pronto se volvió una costumbre, Al terminar el día me quedaba aquí contemplando el cielo nocturno. Claro, Esteban al descubrir que pasaba tiempo aquí, mandó a poner una cama hecha de troncos y mando a regar con repelentes la zona, un colchón hecho de paja y una par de mantas completaban el regalo.

—¿Qué tal tu día? —le pregunté a mi adonis en voz baja. —Movido, ya está listo el corral y en un par de días llegan las cabezas de ganado que compré, también está lista la cochinera, además, hablé con un grupo de trabajadores, para poner a producir la tierra, quiero sacarle el máximo potencial al rancho. —Amo como amas este lugar. —Es nuestro futuro, aquí tendremos a un par de niños corriendo, aprendiendo a montar caballos, trepando árboles y bailando debajo de la lluvia —comentó y mi corazón no pudo ser más feliz. —¿Hijos? —le provoqué. Esteban tomó mi rostro en sus manos y pegó u frente a la mía. —Te amo, amo cada segundo que comparto mi vida contigo, amo como duermes, como ríes, como te levantas en las mañanas, amo amarte, amo ser tuyo y amo verte feliz aquí, amo la mujer que eres a mi lado, te amo, te amo, te amo. Besé su rostro y subí a su cuerpo. —Yo también te amo y amo tus listas tan larga de porque me amas. Moví mis caderas seduciendo a mi cowboy, sus manos fueron a mi trasero y lo estrujaron, sentí su dura erección rozar mi sexo, las manos de Esteban tocaron mis pechos sobre mi camisa, mis pezones se endurecieron ante su tacto, los dientes de mi adonis se clavaron en mi hombro y gemí. Abrí su camisa y admiré su duro pecho, pasé mi dedo por el contorno de uno de sus tatuajes, acerqué mi rostro a su cuello pasé mi lengua por él hasta llegar a su oreja. —¡Esteban! ¡Esteban! —Escuchamos a Yuri gritar. Detuve todo mis movimientos y me bajé de su cuerpo. —Aquí —respondió mi adonis arreglándose la camisa. —El rancho de tu padre se está quemando —nos avisó Yuri. Esteban me miró con la preocupación marcada en su rostro. —Corran —le apresuré. —Vete a la casa por favor —me pidió mi adonis y yo asentí. Observé a los dos hombres salir corriendo y en seguida mis manos comenzaron a temblar, esto sin duda era nuevo para mí. Me levanté de la cama y caminé de prisa a la casa.

Entré en ella y Nina me recibió con una sonrisa, pero al ver mi cara se le borró. —¿Sucede algo? —El rancho de Ernesto se está quemando —anuncié. —¡Válgame Dios! —exclamó llevándose las manos a la boca. —Yuri y Esteban fueron a ayudar, pero no sé qué tan grave sea el fuego. —Pensé que tal vez necesiten ayuda—. Reúne a los hombres del rancho, que carguen la cisterna y vayan a ayudar — ordené retorciendo mis manos. —Ya mismo lo hago ¿Quieres un té? —Sí por favor, llévamelo a mi despacho —pedí con gentileza, desde mi oficina podía ver por la ventana como iba todo. —Claro. —Nina se retiró y yo seguí a mi despacho. Puse la mano en la perilla y la abrí, mi silla giró y reveló a una desagradable sorpresa. —¡Vaya, al fin llegaste! —exclamó Catalina. —¿Qué haces aquí? —pregunté harta de ella y su maldita actitud infantil.

33- Víbora. Me crucé de brazos y la detallé un poco más, estaba más delgada, los huesos de su mandíbula se le marcaban más, tenía unas profundas ojeras y su mirada era una mezcla de serenidad y tristeza. —¿Sabes? Yo quería todo esto. —Alzó sus manos y señaló la habitación. —Lo tuviste y lo perdiste —rebatí acercándome a la ventana, desde aquí no podía ver lo que sucedía con el rancho de mi suegro, pero todavía se veía las llamas y el humo. —En eso te equivocas —murmuró ella llena de ira—, cuando Esteban se fue, era un joven dulce, amable, conversador y altruista, pero cuando regresó era un hombre perturbado, traumatizado, malvado y estaba casi al borde de la locura, fuimos a muchas terapias que no sirvieron de nada, era horrible vivir con él, una noche me desperté con sus manos en mi cuello, él estaba ido y casi me mata, allí decidimos que a pesar de amarnos, lo mejor era vivir en lugares separados. Me quedé analizando, si eso es cierto, eso explica por qué Esteban conservaba su departamento, claro sería muy estúpido de mi parte creerle a esta loca obsesiva. —Es muy agradable estar con un hombre que ya superó su tortuoso pasado ¿No? Pero Esteban no es el hombre que crees.

Tomé asiento frente a ella y sonreí. —Admito que esta es mi parte favorita de la historia, cuando la ex dolida aparece y derrama su veneno, pero eso sí, trata de hacerlo rapidito que llega mi hombre y lo quiero atender. Ella me miró con odio, tal vez esperaba que le tuviera compasión o algo, pero la verdad solo la quería fuera de mi vida. —¿Tú hombre? ¿Al menos te das a la tarea de conocer a los hombres que te llevas a la cama? —Bien, ya reemplacé a tu psiquiatra por un rato, la verdad no logro descifrar porque no te recibió, pero es hora de que te vayas —dije con sarcasmo viéndola enfurecer más. —Entiendo que con tu aspecto te sea difícil mantener un hombre a tu lado y admito que tener a Esteban en tu vida te ha sentado bien, estás más delgada y se le ve más feliz, lástima que compartes tus días con tu enemigo más cercano. ¿Tan necesitada estabas que no te diste cuenta de que los ataques de ―El incógnito‖ cesaron cuando Esteban llegó a tu vida, que el escritor de la columna renunció cuando su amorío se hizo más fuerte? —¿Vienes aquí para hablar mierda de Esteban y no tiene ni una prueba? Que bajo has caído. — Estallé llena de rabia. Catalina me tendió un sobre que siempre estuvo a mi vista. —Emily, él no nos merece a ninguna, yo me voy lejos de él y tú deberías hacer lo mismo. —Se levantó de la silla y caminó hasta la puerta. Sin embargo, una pregunta se vino a mi cabeza, es mucha casualidad que justo el día que se incendia la casa de Ernesto, Catalina aparezca en mi oficina. —¿Tú tienes algo que ver con el incendio? —Esa misma pregunta debes hacérsela a tu hombre, después de todo ¿Qué mejor manera de arreglar una mala relación con tu padre, que teniéndolo bajo tu techo? Abrió la puerta y salió. Me levanté de mi silla, me negaba a creer las tonterías que ella me decía, solo era una exportadora de miseria, rodeé el escritorio y miré el sobre con curiosidad, sabía que no debía abrirlo, pero la ansiedad me ganó. Caí en mi silla con lágrimas en los ojos, eran intercambios de correo entre Esteban y el periódico, los leí uno por uno, las fechas cuadraban con el día que se publicaron. Cerré mi portátil, tomé algunos de los papeles más importantes que tenía en mi oficina y subí a mi habitación, tiré la maleta en la cama, con la voz rota compré un boleto, por más que intentaba

no paraba de llorar, así que solo metí todo lo que me había traído de mi casa y salí de la habitación para no volver jamás. —Emily ¿A dónde vas? —preguntó Nina al pie de la escalera. —Debo volver a New York, por favor, dile a Esteban que su camioneta estará en el aeropuerto. —Terminé de bajar las escaleras y tomé las manos de Nina—. Gracias por tu amistad, realmente la pasé bien contigo, despídeme de tu madre. Agarré mi maleta y salí de la casa, pero mi maldita suerte era tan jodida que Esteban, Yuri y un hombre al que no conocía, pero que estaba segura de que era Ernesto se acercaban con caras largas. —Em, él es mi padre, se quedará un tiempo con noso... —Ya lo sé —lo interrumpí mordaz. —Te veo adentro —dijo Ernesto le dio una palmada a su hijo en la espalda y se metió a la casa. —¿Estás bien? —Esteban se acercó, pero yo retrocedí. —No me toques —le exigí reteniendo las lágrimas—. ¿Qué te hice para que me odies tanto? —Yo no te odi... —Cállate, Esteban lo sé todo, Catalina me lo dijo y me trajo pruebas de quien eres, ahórrate las mentiras, espero no verte jamás —sentencié. La cara de Esteban pasó de confusión a ira, entró a la casa y cerró la puerta de un golpe seco, Yuri se me quedó viendo sin entender nada, pasé por su lado y subí mi maleta en la parte de atrás de la camioneta, rodeé el frente y me apoyé en la puerta de piloto. Me tomé un segundo para despedirme de este maravilloso lugar, yo también me había imaginado teniendo una familia con Esteban, sin querer las lágrimas vinieron a mí, pero no podía arriesgarme a que Esteban saliera y me convenciera con sus mentiras de que estaba equivocada. —No sé qué demonios sucede, pero no puedo dejar que manejes así —comentó Yuri tocando mi hombro. Asentí, pues yo tampoco creía que pudiera manejar, subí a la parte de atrás y lloré en silencio todo el camino, Yuri no hizo más preguntas y se lo agradecí en el alma, no deseaba ser yo quien destruyera la farsa de amigo que tenía. Llegamos al aeropuerto y solo bajé mi maleta, no me despedí, no di las gracias solo me fui sin mirar atrás, entré a la primera tienda que vi y compré un par de lentes.

Esteban.

Entré corriendo a la casa, entré al despacho de Emily y vi los papeles en su escritorio, los tomé y comencé a leer, sí era mi correo, pero nunca envié esos mensajes, saqué mi celular y comprobé que en efecto jamás había recibido esos correos. —Creo que llegué en mal momento —dijo mi padre desde el marco de la puerta. —No sé como todo se fue a la mierda tan rápido, cuando me fui a tu rancho ella estaba feliz, ahora me odia por cosas que no hice —expresé frustrado. —¿Quién le llenó la cabeza de basura? —Catalina, ella tomó algo que siempre había perturbado a Emily y lo usó en mi contra. —Salí tal vez ella aun estuviera fuera. Abrí la puerta de la casa y me encontré a Nina llorando, se giró y me miró con rabia. —¿Qué le hizo? —me reclamó, la tomé por los hombros y le pregunté. —¿Viste a Catalina por aquí? —N-n-no —tartamudeó ella. —¿Dónde está Yuri? —indagué buscándolo con la mirada. —Se fue con Emily, la pobre no podía ni conducir. Regresé al interior de la casa y me senté en la sala, el dolor calaba en mi pecho, vi los minutos pasar con la esperanza que ella regresara, pero al amanecer solo entró por la puerta Yuri, negó con la cabeza y se sentó frente a mí. —¿Qué fue lo que pasó? —preguntó serio. —Perdí al amor de mi vida —declaré. —De eso fui testigo, quiero saber el por qué. —¿Recuerdas el favor que te pedí de averiguar sobre la identidad de un hombre que escribía una columna? —Claro, el periódico jamás me respondió nada.

—Catalina le dijo a Emily que ese psicópata era yo. —Qué mujer tan malvada —murmuró con odio—, pero aún puedes recuperarla. —No, cuando Emily dice no, no hay vuelta atrás. Estoy jodido, realmente jodido. —De verdad lo siento. —Yo también.

34- Muriendo lentamente. Ya había amanecido cuando el taxi se detuvo frente a mi casa, la miré asombrada, no recordaba que fuera tan grande, arrastré mi maleta hasta su interior, estaba rota, desecha y sin posibilidad de curarme. Llegue a mi enorme habitación y me tiré en la cama, una vez allí dejé salir todo mi dolor, los sollozos y las lágrimas mojaron mi cama, lloré hasta que perdí la consciencia. —Emily. —Abrí mis ojos y vi a Corina dentro de mi habitación. —Vete, hoy no voy a trabajar. —Emily, debes levantarte —insistió ella—, hablé con Esteban y me contó lo que pasó. ¿En serio le vas a creer a la anoréxica esa? —Yo vi los correos —murmuré llena de dolor. —Pasa —gritó ella y me senté en la cama pensando que Esteban estaba aquí, pero por la puerta entró fue Mark. Lo miré sin entender que hacia aquí, pero él siguió al interior de la habitación y se sentó cerca de Corina. —Dile lo que me dijiste —le pidió ella con dulzura. —Esteban no es ―El incógnito‖ —manifestó él—, no negaré que aposté todas mis fichas a que él lo fuera y luego de aquel almuerzo, salí al periódico, hable con Alastor de colega a colega y aunque no reveló el nombre del escritor de la columna me dijo que era un hombre que pasaba los 50 años. Cerré los ojos y me llené de paciencia, suspiré y los abrí.

—Que ingenuo eres, él no te puede revelar nada pues debe haber un contrato de confidencialidad y tal vez los datos que te dio, solo fue algo para que dejaras de preguntar —rebatí con la voz ronca. —Yo opino lo mismo —dijo Corina. —Yo confío en su palabra. —Yo no, los seres humanos mienten y resulta que la que pensé que mentía, me dio pruebas irrefutables de una maldita verdad. —Allí no estoy de acuerdo ¿Quién te dice que no fabricó las pruebas? —No quiero ser grosera, pero quiero estar sola. —Me acosté de nuevo y me arropé hasta la cabeza. —Entonces si de verdad crees que Esteban es ―El incógnito‖ no gastes ni una maldita lágrima más por él, levántate y retoma tu vida —susurró Corina, quitó la manta de mi cabeza y me dio un beso en la frente—. No estás sola, yo estoy contigo. —Gracias —susurré. Corina salió y quedé sola en mi habitación. «1 mes después» No fue fácil, pero logré salir de la cama, pese a lo que me dijo Catalina, seguí trotando, más que por estar delgada, era porque me gustaba hacerlo, era el único momento donde el dolor en mi pecho se calmaba lo suficiente como para dejarme respirar, pero dejé de asistir a eventos de lanzamientos, de eso se encargaba Corina y yo estaba feliz así. Evité comer y hasta hablar con mi padre, no quería verlo y que me dijera «Te lo dije» así que solo lo evité. —Señorita Emily —me llamó Laura. —En mi despacho —grité sin apartar la vista de mi portátil. Mi ama de llaves abrió la puerta y entró. —Señorita Emily, en el horno tiene la cena y dentro de la nevera algo de comida hecha, ya nos vamos. —me informó dulcemente.

—¿Se van a dónde? —indagué trabajando. —Es nuestro fin de semana libre. —Alcé la cabeza y me le quedé mirando—. Si lo desea podemos quedarnos. —No, no, vayan y disfruten su fin de semana. —Gracias, hasta el lunes. Salió y yo solo volví al trabajo. Eran las 12 de la noche cuando me dio algo de hambre, así que di por terminada mi jordana laboral. Me levanté de la silla y caminé hasta la cocina, abrí el horno y saqué la comida, pero no deseaba comer lasaña, metí esa comida en la nevera y miré lo que en ella había. Saqué un pote de yogurt y unos pepinillos, me senté en la isla de la cocina a comer mi triste comida, pero allí sentada me di cuenta de que esta casa era muy grande fácilmente cabrían una familia de 8 miembros, con 7 primos y 10 mascotas. No creo que necesite tanto espacio para vivir. Dejé a un lado el yogurt y el pepinillo cuando unas fuertes ganas de comer tierra invadieron mi ser, me levanté de la isla y subí a mi habitación, no quería pasar el fin de semana sola, así que hice una pequeña maleta y subí a mi auto. La idea era irme a un hotel, pero por alguna razón me estacioné frente a la casa de mi padre, suspiré, mientras el jefe de seguridad abría el portón, estacioné y bajé del auto. Atravesé el camino de mármol que conducía a la puerta principal y entré a la casa, las luces estaban apagadas, así que las encendí, este hombre era tan adicto al trabajo como yo. —¡Papito! —Lo llamé camino a su despacho, toqué un par de veces en su puerta y abrí, pero el lugar estaba vacío y oscuro. Iba a cerrar la puerta cuando la pantalla de la computadora se iluminó, bufé y caminé a ella, mi padre no debería desperdiciar energía así. Me acerqué para apagarla, me incliné y casi me muero. «El nacional te ha enviado un correo» ¿Por qué un periódico le enviaría un correo a mi padre? Sabía que no debía revisar nada, pero me ganó la curiosidad y con esa triste abrí el correo. «Para: Peter Carson De: El nacional Asunto: Incumplimiento de contrato.

Señor Carson, su posición ha quedado más que clara, pero el contrato que firmamos estipula que la duración de la columna “El incógnito” Seria de 40 artículos publicados, sería un promedio de 10 meses y usted solo cumplió con 5 meses, por ende si no retoma la columna nos veremos en la obligación de demandarlo. Esperamos su pronta y afirmativa respuesta. Atte. Alastor». Me quedé viendo el correo y lo releí un par de veces antes de darme cuenta de lo que realmente pasaba, mi padre, mi propia sangre, fue el verdadero hombre detrás de ―El incógnito‖ Las preguntas se fueron acumulando en mi cabeza, necesitaba hablar con mi padre, necesitaba entender por qué me hacía esto, tomé mi celular y le marqué, pero el tono de su celular sonó dentro de esta misma habitación. —¿Qué haces aquí? —preguntó mi padre dulcemente y encendió la luz. —Muriendo lentamente —murmuré con una lágrima rodando por mi mejilla.

35- Confianza destruida. Mi padre se acercó lentamente a su escritorio, mis lágrimas no paraban de caer mojando mis mejillas y la mesa. —¿Por qué lo hiciste? —pregunté en un murmullo. —¿Hice qué? —contraatacó él con cautela. —Traicionarme y luego destruir mi vida —declaré viéndolo a la cara. —Ya lo sabes —susurró. —Peter Carson, dime ¿Por qué? ¡¿Por qué?! —solloce rota. —¡POR TI! —gritó furioso—. Ese hombre te quería apartar de mi lado, eres mi bebé y desde que ese imbécil llegó, nuestra relación comenzó a distanciarse. —¡Mentira! El maldito incógnito salió mucho antes de que Esteban llegara a mi vida —recalqué recurriendo a toda mi paciencia. —Cuando tu madre murió, yo estaba deshecho no supe cómo lidiar contigo, pero cuando fui a hacerlo ya tú habías encontrado un refugio, «la comida», así que solo me hice tu amigo, éramos tan unidos. Luego te graduaste y te juro que jamás creí que tu negocio prosperaría y cuando lo hizo me sentí orgulloso —comentó, sus manos buscaron las mías, pero yo las alejé—, sin

embargo, eso hizo que nuestro tiempo juntos se redujera, así que necesitaba hacer que volvieras a mí. —¿Así que me jodiste la vida solo por egoísmo? —No fue egoísmo, tu peso estaba fuera de control, escuché como mis amigos y socios se burlaban de ti. Entonces un día fui a tu trabajo y en el elevador me encontré a un hombre que dijo conocerte, me contó una historia donde te habían humillado y por dos meses cuidaste de tu dieta. Así que se me ocurrió usar el mismo método, por eso siempre mi blanco fue tu peso. —¿Por qué me pusiste un guardaespaldas? —Era lo que debía hacer un padre. —¿Por qué pusiste la bomba acústica? —Creí que te asustarías tanto que vendría a mí como cuando te asustabas en las noches por ver una película de terror. —Se pasó las manos por la cabeza y se rascó la barba—. Le di instrucciones a Esteban de traerte a mi casa, pero en cambio te llevó a su casa y te alejó de mí. —Papito no supimos lidiar sin mamá y tú has desarrollado un apegó enfermizo hacia mí. —Tomé sus manos—. ¿Cómo diste con Catalina? —En cuanto Esteban te llevó a su casa contraté un investigador, pensé que lo de ustedes sería una aventura pasajera, pero de pronto te llevó hasta Texas y allí perdí la cabeza. —Usaste a Catalina como un peón —opiné riendo de lo estúpida que fui. —Esa chica es una narcisista, solo quería dinero y hacer daño. Me levanté y rodeé el escritorio. —Tú has jodido tanto mi vida, que no solo me dañaste emocionalmente, sino que destruiste toda base de confianza en mi vida, no sé cuánto tiempo me lleve perdonarte, pero no quiero que me busques, ni que me llames. —Hay algo más —declaró tomando mis manos—. Antes de que tu madre cayera en cama yo tenía una amante. Solté sus manos y me alejé de él, herida. —Pero pasó lo de tu madre y solo me alejé de ella, hace unos meses me llegó una carta de Camila, diciéndome que tuvimos una hija, llamada Corina y me mandó una foto, no sabes lo que sentí cuando vi que era tu asistente. —¿Esto es verdad o solo es otra mentira tuya para manipularme?

—Es verdad, si ella lo sabe no lo sé, pero sé que se llevan bien. Me incliné sobre su cabeza y le di un beso en la frente, caminé hasta salir de la casa, estaba rota, nunca ni en mil años imaginé que mi propio padre fuera el autor de ―El incógnito‖ Es que cada artículo publicado iba cargado de odio. Tampoco podía creer que mi padre estuviera detrás de mi separación con Esteban. Tenía demasiadas cosas en que pensar, así que solo manejé por la ciudad. ¿En qué momento mi vida se había torcido tanto? Odiaba no tener el control de mi vida, odiaba que mi madre muriera y odiaba que mi padre me traicionara de esta manera. De manera inconsciente terminé en el edificio de Esteban, solo necesitaba una noche de calma, una noche de paz, una noche para organizar mis ideas. Bajé del auto y subía al sexto piso, abrí la puerta y un increíble olor familiar llegó a mis fosas nasales, cerré la puerta y me tiré sobre la cama. Pesé a saber que debía conversar con Esteban así sea para pedirle una disculpa, sencillamente no lograba reunir el valor suficiente. Obviamente no me quedé solo una noche en el departamento de Esteban, pasé el fin de semana allí y no tenía intenciones de moverme de ese lugar. Total él no lo necesitaba. —¿Qué tal tu fin de semana? —preguntó Corina asomándose por la puerta. —Prefiero no hablar de ello —comenté haciéndole señas para qué entrará, ella lo hizo y se sentó frente a mi escritorio—. Sabes que estuve viendo tu hoja de vida y me di cuenta de que no aparece el nombre de tu padre. —Sí, eso. Ese fue un secreto que mi madre se llevó con ella. —Lamento mucho oír eso. Te dijo al menos ¿Cómo era o dónde encontrarlo? —No, solo me dijo que era un buen hombre y muy guapo. —Sonreí ante ese comentario. —¿No te da curiosidad saber quién es? —Claro, pero creo que lo necesité más cuando estaba en crecimiento, ahora solo sería un extraño. —¿Y si tienes más hermanos? ¿Te gustaría conocerlos?

—Nunca me lo había preguntado —respondió arrugando él entre ceño—. ¿A qué se debe tantas preguntas? —Curiosidad, quiero volcar mi atención en otra vida que no sea la mía —bromeé, no era del todo mentira. —Yo sigo pensando que Esteban no es ―El incógnito‖ —murmuró con cautela. Bajé la mirada con vergüenza. ¿Cómo le explicas a las personas que tu padre es ese ser que tanto te humillo? —¡Me estás ocultando algo! —exclamó victoriosa. «Algo no, muchas cosas» pensé sonriendo. Ella dijo que no quiere conocer a su padre y jamás se había planteado el tener un hermano ¿Será bueno decirle la verdad? Yo hubiera preferido la verdad y si quería arreglar las cosas debía hacerlo bien. Tomé las manos de Corina y le sonreí. —Este fin de semana para mí ha sido revelador... —Comencé a narrarle lo sucedido. Ella se mantuvo serena, cuando le dije quién era el incógnito, pero su expresión cambio cuando le dije lo que mi padre me había contado, de sus lindos ojos cafés brotaron un par de lágrimas y me abrazó cuando terminé de contarle todo. —Yo no quería trabajar contigo, pero mi madre me insistió que era una buena manera de hacer curriculum —confesó llorando—, era su manera de acercarme a mi hermana. —Sí. —¿Vas a buscar a Esteban? —No, es muy tarde, he pensado en escribirle una carta, pero no me sale nada, así que algún día será. —No seas tonta, ve búscalo, él te ama. —Quiero que contrates una agente de bienes raíces y pongas la mansión en venta, quiero comprar el departamento de Esteban, dile que se encargue de ambas cosas. —Cambié de tema. —Entiendo, no esperes demasiado, porque allí sí será muy tarde —me advirtió. —Lo tendré presente, gracias.

—Y también deberías ver a un médico, estás pálida, puede que tengas anemia o hayas pescado un resfriado. —Sí, pídeme una cita de ser posible para hoy mismo, la verdad no me he sentido bien, pero han pasado tantas cosas que lo he pospuesto. —Claro, ya mismo me encargo. —Se levantó y salió de la oficina. Suspiré claro que deseaba ver a Esteban, pero siendo muy honesta él tampoco me ha buscado, lo que quiere decir que sigue molesto o que lo herí tanto que me odia

36- Positivo. Decidí que mejor pasaba del tema emocional y me concentraba en los nuevos lanzamientos que tenía por delante, varios negocios en expansión deseaban un video corto de publicidad para los medios tradicionales y otro para las redes. Corina había implementado una sección para dictar un curso de diseño y marketing, lo que me pareció una idea excelente. El teléfono interno sonó y atendí la llamada. —El doctor Jaspe te recibirá a las 10:15 de la mañana. —Miré la hora 9:45 am. —Voy saliendo entonces, te envío lo que tengo adelantado de la empresa de yogurt. —¿Quieres que almorcemos juntas? —Sí, te aviso cuando salga. —De acuerdo, te paso la dirección. —Colgó la llamada. Envié el correo y salí de la oficina. No creo que me diera tiempo de llegar a la hora, pero por primera vez el tráfico de New York, me ayudaba a llegar a tiempo. Seguí las instrucciones del GPS y llegué a la clínica dónde tenía la cita. Estacioné y entré al elegante edificio. —Buen día, señorita Emily, el doctor Jaspe la está esperando. —Me recibió la recepcionista. Debo darles un 10 por ese recibimiento, claro últimamente era una mujer conocida. —Gracias.

—Siga mitad de pasillo puerta 3 —me indicó. Caminé viendo el número de las puertas y me detuve en la número 3, di un par de toques y giré la perilla. —Pasa por favor —me instó el doctor, pasé y me senté frente a su escritorio—, ¿qué la trae por aquí? —Creo que estoy resfriada, no soy de enfermarme, pero... —¿Tiene congestión nasal? —No. —¿Fiebre? —No. —¿Cuáles son específicamente sus síntomas? —Fatigas, náuseas, dolor de cabeza y esta mañana amanecí con mareos —le expliqué llevando la cuenta en mi cabeza. —De acuerdo, voy a realizarle un examen de sangre y le enviaremos a su correo los resultados. —¿Eso es todo? —pregunté casi que indignada por su frialdad. —Sí, dependiendo de los resultados le enviaré al especialista correspondiente. —Me levanté de la silla—, mi asistente le tomará los datos. ¿Tiene alguna otra duda? «No tengo una duda, pero si una lista de malas palabras que deseo decirle» pensé entrecerrando los ojos. —Ninguna, muchas gracias. Salí de la oficina pensando que por esta cita dejé a un lado mis actividades, subí a mi auto y conduje de vuelta a mi trabajo. Me detuve en un semáforo y me quedé viendo al vacío. De pronto, se me antojó comer tocino, pero no frito sino crudo. Avancé con el cambio de luz y me detuve en un supermercado, bajé del auto y caminé hacia el área de congelado, tomé una bandeja de tocino y la abrí y me comí cada tira como si mi vida dependiera de ello, suspiré satisfecha y me dirigí a la caja, o eso traté, porque las ganas de vomitar interrumpieron mi camino. Me acerqué a un bote de basura y vacié todo el contenido de mi estómago, sentí como una señora se acercó y me dio un par de palmaditas en la espalda.

—¿Estás bien? —Yo asentí y le mostré el envase vacío y ella soltó una risa—. Yo también tuve antojos raros en mi primer embarazo. Saqué mi cabeza y ella me tendió una botella de agua, la tomé y me enjuagué la boca. —No estoy embarazada, debe ser algo viral —respondí sonriendo amablemente—. Gracias por el agua. —Siempre es un gusto ayudar. Fui a la caja a pagar, pero claro la duda ya estaba allí. Subí a mi auto y llamé a Corina. —Te necesito —dije nerviosa. —¿Te pasó algo? —preguntó alarmada. —Sí, pero nada grave solo... Estoy a 2 cuadras del edificio en el estacionamiento de un supermercado, me acabo de comer una bandeja completa de tocino crudo y luego lo he vomitado. Creo que... —¿Estás embarazada? —me interrumpió ella. —Eso creo —murmuré incrédula por mi mala suerte. —¿Qué te dijo el médico? —Que me haría unos análisis de sangre y me los enviaría por correo. —Y como si lo hubiera invocado me llegó la notificación de un nuevo correo—. Llegaron los resultados del doctor. —Espera, estoy cruzando la calle —dijo Corina con la respiración agitada. Miré por la ventana y allí estaba ella con su cabello negro esperando la luz, puse el altavoz y abrí el correo. «Positivo» Fue todo lo que leí. —¡Dios mío! —exclamé llevando una mano a mi vientre. —Aquí estoy. —La voz de Corina salió del celular, pero la puerta del auto se abrió y pasó ella—. ¿Qué dice? —Que seré mamá. —Y comencé a llorar.

Mi padre me quitó la posibilidad de tener una familia feliz, imaginé como se hubiera puesto Esteban al saber la noticia y lloré más fuerte. —Le dirás a Esteban ¿Verdad? —Negué con la cabeza—. ¿Por? —Sí le digo, él correrá a quedarse a mi lado, pero no lo hará por amor, sino por deber —respondí cuando al fin logré calmarme. —Vamos a cambiar de lugar, te llevaré a tu casa —sentenció Corina. —Me estoy quedando en el departamento de Esteban —admití con vergüenza. Bajé del auto y subí de nuevo, pero esta vez por la parte del copiloto. —Bien, solo dime donde queda. Nunca imaginé pasar sola mi embarazo y mucho menos sabía que se podía vomitar tanto con solo 2 meses de gestación, pero ambas cosas las estaba viviendo sola. El hombre de bienes raíces, me ha dicho que Esteban no quiere vender, así que le encomendé la tarea de buscarme un departamento igual al de él, me ha dicho que es difícil, pero no imposible y quedó en llamarme. Si antes de saber del embarazo me era difícil escribirle una simple carta a Esteban estando en mi estado, deseché esa posibilidad, así que solo continué con mi vida, después de todo siempre tendría una parte de él. —¿Qué haces aquí? —preguntó Corina entrando a mi oficina. Nos hicimos un examen de ADN para descartar que fuera otra mentira de mi padre y gratamente descubrimos que sí, siempre fuimos y seremos hermanas. Todavía la idea de tener una hermana era extraña, así que solo la trataba normal. —Trabajando. —Ya es hora de irnos. Debes descansar y ahora por dos. —Es viernes, sabes cómo odio los viernes. —Puedes quedarte conmigo —sugirió ella sonriendo. —Gracias, pero no. Los vómitos matutinos son desagradables y prefiero hacerlo en mi casa. — Me levanté de la mesa y recogí mis cosas.

—Bien, pero ya sabes dónde encontrarme si cambas de opinión. Salí del edificio y comencé a caminar por las calles de New York, hace un mes había descubierto que el departamento de Esteban no estaba lejos de mi edificio y que en el camino quedaban varias tiendas de comida y hasta ahora me ganaba los antojos de comer tocino frito con chocolate. Salí con mi bolsita y comí disfrutando de la combinación de sabores, subí los malditos 6 pisos y al fin llegué al departamento, puse las llaves en la mesa y me percaté de que no estaba sola. —¿Qué haces aquí? —le pregunté a Esteban. —Vine a investigar porque había recibido 3 jugosas ofertas para vender mi piso, sobre todo porque yo jamás lo he puesto en venta y aquí veo la razón —comentó sereno. Puse una mano en mi boca y levanté un dedo, pidiendo un segundo, tal vez si no hubiera tenido ganas de vomitar me desmayo, pero... —Lo siento. —Logré decir camino al baño. —¿Qué sientes Emily? —preguntó él interceptando mi camino. —Haberle creído a tu ex y de ocupar tu departamento sin tu conocimiento, ahora. —Lo aparté de forma brusca y corrí al baño. Claro que solo me dio tiempo de llegar a la taza y vaciar el contenido de mi estómago, era una extraña y agotadora rutina, pero siempre era así, después de un gran antojo, así terminaba. —¿Estás bien? ¿Llamo a una ambulancia? —Negué con la cabeza. —Solo vete —pedí. —No me iré a ningún lado. ¿Estás enferma? —Negué de nuevo con la cabeza—. Dime que tienes ¿Por qué vomitas? ¿Te puedo ayudar en algo? —Dios, solo estoy embarazada, ahora largo —pedí agobiada, era la peor manera de dar una noticia así, pero no me dejaba en paz y responder preguntas mientras vomitas no era agradable. Cuando estuve segura de que no iba a vomitar más le di al gancho y me puse de pie, me acerqué al lavamanos y enjuague mi boca, pasé agua por mi cara y me preparé para enfrentar a Esteban que lejos de irse se había quedado de brazos cruzados en la puerta. —¿Estás embarazada? —preguntó viendo mi vientre. —No creo que este sea el mejor lugar para hablar, vamos para afuera —le pedí. Él asintió y se apartó dejando que pasara, caminé hasta la cama y me senté en la cabecera.

—¿Es mío? —indagó y lo miré con rabia. —¿De quién más? —contraataqué mordaz. —No sé, porque tengo poco más de 2 meses que no hablo contigo —comentó alterado, se acercó a la cama y me miró con tanta intensidad que sentí como si me atravesará con ella—. 2 meses que no sé nada de ti, que de lo poco que me entero es por medio de la prensa y aunque no es suficiente te doy tu espacio, no importa si muero cada día que no estás a mi lado, pero igual sigo esperando que me busques, me llames, me mandes una señal algo que me indicará que lo de nosotros no acabó aquel día. —Es tuyo —declaré llorando. —Bien —afirmó, se pasó la mano por la cara y suspiró—. Te juro que no soy ―El incógnito‖ No sé quién es todavía, pero no descansaré hasta... —Yo sé quien es —lo interrumpí, él me miró con una mezcla de emociones que no logré descifrar, pero sí sabía que Esteban deseaba un nombre—, y no eres tú. —¿Hace cuánto lo sabes? —1 mes a lo mucho. —¿Por qué no me buscaste? —Por idiota —respondí viéndolo—, traté de llamarte, luego de escribirte, pro no reuní el valor suficiente, luego me enteré de mi estado y tú pasaste a segundo plano. —¿Puedo...? —Señaló mi barriga, que seguía siendo la mía, de hecho, estaba más delgada de tanto vomitar, tomé su mano y la llevé a mi vientre. Sentí como algo dentro de mí se movió y Esteban me miró fascinado. —Em, vuelve conmigo, allá las cosas están marchando bien y te juró que... —Te amo —susurré—: te extrañé desde el mismo momento que me fui del rancho, no deseo pasar un segundo más lejos de ti. —Te amo —declaró Esteban besando mi boca. No había más nada que decir, yo fui engañada y manipulada, era el error con el que viviría el resto de mi vida, pero era mío y no debía afectar a mi familia.

Epílogo. «5 años después» Me despedí de mis hijos a través de la ventana del auto, Corina tenía en brazos a Stella, mientras Mark cargaba a Elliot, sus manitos regordetas nos decían ―adiós‖ y a mí se me rompía el corazón. —Yo también, pero Alisha y Yuri llegan en un par de horas —me recordó mi vaquero consagrado. —Lo sé, pero igual los voy a extrañar, nunca hemos estado lejos de ellos y ahora nos vamos por una semana, creo que es mucho tiempo —tercié con el corazón arrugado. —Estaremos a 2 horas de ellos, pero quiero tiempo de calidad con mi mujer. —Siempre tenemos tiempo de calidad y Stella es la prueba de ello. —Me reí, mi hijo solo le llevaba 11 meses a su hermanita, porque fuimos incapaz de guardar la cuarentena. —Cierto, pero quiero más tiempo de calidad, tal vez podamos darle a Elliot y Stella unos hermanitos más. —No, la fábrica de bebés se cerró —sentencié. —Yo tengo la llave —se burló Esteban su mano subió por mi pierna y las apreté con fuerza—, no te resistas a la llave. —Espera llegar al menos al hotel —le reprendí, pero solo gané que mi hombre detuviera el auto. —Voy a usar la llave aquí y ahora. Me acerqué a la ventana del departamento cerca de Central Park, aquel que fue testigo de los inicios de una relación, nunca lo vendimos, pero si le hicimos un par de arreglos. Han sido 5 años muy largos, mi padre fue a terapia y aunque lo incluyo en muchas cosas de mi vida, la mayor parte del tiempo lo evito, una vez casi me costó mi felicidad. Nunca enfrentó la demanda porque retomó la columna, pero como nunca se habló del contenido de dicha columna él la volvió un espacio para reseñas de restaurantes y aún la escribe. Antes del nacimiento de Elliot, le revelé a Esteban la identidad del hombre detrás de la columna, él no dijo nada, pero sé que solo fue por respeto a mí.

El rancho ha tenido momentos buenos y otros no tan buenos, pero lo hemos resuelto juntos, Corina se quedó frente a la empresa y yo las dirigía desde mi oficina en la casa grande. Fuimos testigos de grandes historias de amor como la de Nina y Kent, o la de Yuri y Alisha, me alegró estar allí para ellas y poder decir que somos amigas. La seguridad de una persona no debe depender de los comentarios de otras, la seguridad viene cuando uno mismo nutre el amor propio, cuando te ves al espejo y puedes decirte a ti misma «Te amo» yo las primeras veces no pude, terminé llorando frente a mi reflejo, pero trabajé en mi autoestima y cultivé mi amor propio. Hoy por hoy lo primero que hago al levantarme de la cama es decirme te amo y lo hago de verdad. El mundo está lleno de personas malintencionadas, que por envidia o solo por maldad desearán pisotearte, pero eso solo demuestra lo dañados que están, tú solo sigue avanzando haciendo un trabajo honesto y verás como ellos se quedan atascados creyéndose sus mentiras. —¿En qué piensas? —preguntó mi adonis abrazándome por la espalda. —En que ha valido la pena esperar 30 años de mi vida para encontrarte. —A mí me llevó un par de años más, pero también estoy agradecido de tenerte conmigo. ¡Soy el hombre más afortunado del mundo! —gritó por la ventana. —¿Quieres ser mi esposo? —pregunté viéndolo sonreír. —Espera ¿Eso no debo preguntarlo yo? —Da igual quien lo haga, solo responde. ¿Quieres ser mi esposo? —Contigo quiero todo. «6 meses después» A pesar de que deseábamos una ceremonia íntima, no fue posible, después de todo, yo era dueña de una de las empresas más exitosas de mi país, además de ser la persona con mayor número de seguidores en las redes sociales a nivel mundial. Así que puse todo mi equipo en marcha y usé casi todas nuestras tierras para la ceremonia, solo nos llevó 6 meses organizar la boda que según la prensa era llamada la boda del siglo. —¿Llegaron todos los invitados? —pregunté mientras me peinaban.

—Quédate tranquila, hoy solo preocúpate por caminar al altar y decir acepto —Me animó mi hermana. —Estoy algo nerviosa, lo que sé es que es ilógico pues llevo viviendo con Esteban más de 5 años, pero... —Lo entendemos —me interrumpió Alisha, se acercó y me tomó las manos—. Solo respira eso te ayudará mucho, eso y un buen trago de whisky. —Yo tengo Champaña, cuando me casé con Mark estaba que me desmayaba de los nervios y eso que fue en las vegas —dijo Corina a mi lado. —Lista futura señora Swift —anunció la estilista. Giré la silla y observé mi reflejo, estaba deslumbrante, a pesar de estar en liguero. —Es hora del vestido —declaré. Mi hermoso vestido de diseñador europeo se amoldaba completamente a mi cuerpo, realzando esas zonas poderosas, me acerqué a mi armario, saqué mis botas y mi sombrero. —Dios no puedo creer que te cases en botas y sombrero —murmuró Alisha—. Me hubiera gustado tener tu temple en ese entonces. —Sí, pero entonces no conocerías a Yuri —le recordó Corina. —Cierto, por eso no me quejo, él ha sido lo mejor que me pudo pasar —confirmó ella. —Salud, chicas porque somos afortunadas de tener los hombres que tenemos —dijo Corina alzando su copa. Tomé una copa y toqué la de ella, Alisha hizo lo mismo, soltamos una risa no sabía muy bien él por qué, pero allí con mis amigas no podía ser más feliz. Dos golpecitos en la puerta nos indicaron que era hora de la ceremonia Corina abrió la puerta y mi padre pasó por ella, se vieron un par de segundos y mi padre continuó su camino. Sí, entre ellos la relación jamás funcionó y menos después de todo lo que ―El incógnito‖ me hizo, nunca nadie se enteró, de que mi padre era el hombre detrás de esos artículos hirientes, y solo esperaba que jamás se supiera. —Eres la viva imagen de tu madre —murmuró acuñándome el rostro—, seguro estaría muy orgullosa de ti. —Lo sé papito.

—Nunca me cansaré de pedirte perdón por todo el daño que te causé —susurró avergonzado. —Lo importante es que pudimos resolver ese tema. Ahora vamos. No quería que se pusiera sentimental, ese no era su día, sino el mío y claro que lo iba a disfrutar. Salimos de la casa y con ayuda de varios hombres subí a Trueno, tomé las riendas del caballo y lo guié hasta el altar, me pareció una idea original no ser entregada por mi padre, como es la tradición, sino entrar por mi propia voluntad, al fin y al cabo era mi vida y yo, solo yo podía elegir con quién estar. Detuve al semental justo donde comenzaba el camino de pétalos y esperé a mis dos damas de honor; juntas a paso lento llegamos al altar, donde tres hombres en traje nos esperaban, claro que mis ojos se posaron en el hombre de traje oscuro y ojos azules que me miraba como si el resto del mundo no existiera. —¡Mami! ¡Mami! —Escuché a mis hijos, volteé y los vi junto al abuelo Ernesto y josefina que luchaban por mantenerlos quietos. Llegué al altar y las fuertes manos de Esteban me ayudaron a bajar del caballo. —Solo dime que llevas debajo —pidió en un susurró. —No llevo nada —contesté sonriendo con malicia. —Tú me quieres matar —murmuró tocándose disimuladamente el pene. —Sí, y ya imagino el titular ―Muere hombre en su boda por mantener una erección por más de dos horas‖ —solté en voz baja riéndome. —Entonces digámosle al juez que no se tarde —sugirió él. Caminamos frente al altar y nos detuvimos frente al juez, él nos miró serio, como cuestionándose nuestra actitud. —Queremos una versión resumida de la ceremonia —demandó Esteban. —No estoy seguro de que entiendan bien el concepto de matrimonio —rebatió el juez. —Ah, sí lo sabemos, tenemos 5 años viviendo juntos, dos hermosos hijos y uno en camino. El juez me miró y examinó lo ceñido de mi vestido. —No parece estar embarazada —cuestionó. —Y no lo estará si no hace un resumen de la ceremonia —le aclaró Esteban.

El juez soltó una risa y asintió. —Solo diga la parte de acepto y nos daremos por servidos —le sugerí sonriendo. —Cosas raras se ven en estas épocas de ahora —refunfuñó, tomó el documento del matrimonio y miró a los invitados—. Con el poder que me da el estado de New York los declaro marido y mujer. Me tendió un bolígrafo y me indicó donde firmar, luego fue el turno de mi adonis y nos intercambiamos los anillos. —¿Qué les pasa? Se están tirando mi boda —se quejó Corina llegando a nuestro lado para firmar como testigo. —Que te digo cuñada, tenemos la urgencia de procrear otro heredero —se regocijó Esteban. —Parecen conejos —intervino Alisha. —Yo me uní a su grupo y reservé una habitación en el segundo piso —nos interrumpió Yuri. —Corina, debemos conversar en privado —le pidió Mark. Miré a mis amigas y alcé una ceja. —Pueden pasar a la recepción está en el granero del frente —anuncié sonriendo. Sí alguien notó nuestra ausencia, la verdad me dio igual, desaparecí dos horas en mi propia boda y claro que llegué con un peinado ligeramente diferente, pero fue el mejor día de mi vida. Hasta ahora. «Meses después»

Me senté en la grama bajo el sol de verano y miré a mis dos hijos correr, jugando con su padre a mojarse, Elliot acababa de cumplir 6 años y nos estábamos organizando para el cumpleaños de Stella. Amaba ver a mis hijos correr felices, ambos son una hermosa fusión de Estaban y mía, sacaron mi cabello azabache y los ojos azul cielo del padre. Aunque físicamente se parecían mucho, de carácter eran muy diferentes, Elliot, era autoritario y serio, en cambio Stella era dulce y sonriente, claro muy pocas personas tenían la oportunidad de ver sus personalidades, pues eran muy odiosos con los nuevos rostros; era increíble que solo se llevaran 11 meses de diferencia, pues parecían un par de gemelos. Esteban atrapó a Stella y la mojó de pie a cabeza, ella lo miró con el ceño fruncido y se cruzó de brazo, mi adonis la tomó en sus brazos y besó su pancita haciendo que ella soltara una risa, Elliot

corrió y comenzó a mojar a su padre defendiendo a su hermanita. Esteban cedió y dejó a la niña en el suelo y llegó a mi lado. —Son las dos personitas más perfectas que he visto —murmuró lleno de felicidad. —Lo son, por eso otro solo haría un mal tercio —respondí sonriendo. —Bueno podemos esperar un par de años y tenemos dos más —sugirió él alzando las cejas. —Eres todo un caso —balbuceé. Esteban subió a mi cuerpo y comenzó a besarme en la frente, de pronto me miró y sonrió pícaro. —¡A mamá! —gritó y un par de traicioneros y corrieron a mojarme. Grité y me removí, pero Esteban no me dejó escapar de su agarre. Stella y Elliot se lanzaron sobre Esteban, este rodó en la manta y los niños subieron a él. —¿Qué pasó pensé que teníamos un plan? —les preguntó. —Sí, papi, pero tengo hambre y mami nos da comida —razonó Stella. —Vamos a comer —ordenó Elliot acercándose a la canasta. Comimos entre risas, Stella en las piernas de su padre y Elliot apoyado en mí. Era feliz, escuchando las risas de mis hijos, viendo como Esteban amaba a sus hijos y justo allí en medio de la grama, sobre una manta de cuadros, me sentí la mujer más afortunada del mundo.

FIN

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