La Importancia de La Filosofía de La Educación en El Siglo Xxi
November 21, 2023 | Author: Anonymous | Category: N/A
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República Bolivariana de Venezuela Universidad Nacional Experimental de los Llanos Occidentales “Ezequiel Zamora” UNELLEZ-VPDS
LA IMPORTANCIA DE LA FILOSOFÍA DE LA EDUCACIÓN EN EL SIGLO XXI
(Ensayo Académico)
Profesora: MSc. Juan Vicente Fontaines Autor: Rosales Arelys V.-13.399.826
El Cantón, junio 2022
Introducción
Desde culturas muy antiguas, el hombre en su afán por buscar la verdad, se ha planteado interrogantes sobre el origen y el sentido de la vida, de dónde venimos y hacia dónde vamos, es ahí donde nace la filosofía. Actualmente, la educación, es la encargada de que las sociedades encuentren la verdad, que los lleve a vivir una convivencia basada en la práctica de valores y la búsqueda del bien común. Se sabe que la Filosofía de la Educación, tiene como finalidad la comprensión del acto educativo, que encamine a una práctica crítica e innovadora del ejercicio docente, en todos sus niveles y modalidades. Siendo necesario reflexionar y analizar el sentido del quehacer pedagógico, apoyados en la filosofía. Al respecto, Eyzaguirre (2018) refirió que la filosofía: “Permite abordar cuestiones fundamentales para el desarrollo humano y la formación ciudadana, la pregunta por la realidad, la verdad y el conocimiento (epistemología), por el bien y la justicia (ética) y por nuestra propia existencia (antropología filosófica y ontología)” (p. 1). La filosofía de la educación permite la formación de ciudadanos con capacidad crítica, creativa y con una actitud ética; posibilitando al docente la adquisición de conocimientos con el fin de poder transmitirlos a sus estudiantes; por tal motivo, el educador debe poseer capacidades intelectuales que faciliten la comprensión y el análisis, lo que encaminará al desarrollo de su pensamiento crítico y autónomo y el de sus estudiantes.
EL ROL DE LA FILOSOFÍA EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR
En la actualidad, se vive un proceso de cambios estructurales en la investigación científica que viene abriendo nuevos caminos al desarrollo sociocultural. De ahí, la apremiante necesidad de pensar en una educación innovadora que promueva grandes cambios y responda a las exigencias del mundo actual, dejando de lado las actitudes conservadoras y tradicionalistas que limitan el paulatino desarrollo de la ciencia pedagógica. La Filosofía de la educación cumple un papel relevante, porque ilumina la acción humana; por ello, es necesario que en el quehacer educativo se aborden temas filosóficos, como el desarrollo de significados de conceptos, buscando tener una comprensión significativa de lo que el educador enseña (Amilburu, 2014). Asimismo, promueve que el ciudadano se desarrolle integralmente a través de la educación, respetando de manera permanente su medio social y su naturaleza. En este sentido, la educación tiene una tarea histórica en la cual realice la búsqueda de los medios y herramientas adecuados que ayuden a los seres humanos a pensar. El problema actual de la educación superior, radica en determinar qué finalidades debería buscar este nivel educativo. La importancia de este debate estriba en las siguientes razones: primero, en determinar, articular y justificar cuáles son los propósitos más valiosos para promover por el esfuerzo educativo, y segundo, en una clara articulación de las finalidades educativas, que constituyen un punto de referencia crucial para establecer las políticas públicas sobre educación (Lozano et al., 2012). En tal sentido se presenta, por una parte, una educación para el desarrollo de una racionalidad instrumental, cuyos objetivos inmediatos son la formación profesional y el éxito en un puesto de trabajo (Mora, 2011), y su objetivo mediato es el crecimiento económico de un país determinado, es decir:
objetivos señalados por intereses claramente externos al ámbito de la Educación Superior, como son el mercado y el incremento de la riqueza .Ya que coloca y da por hecho que los bienes principales para la vida humana y social son los útiles y los económicos, y se eclipsa así la importancia con la necesidad de los bienes éticos, sociales y culturales, indiscutiblemente necesarios para promover un desarrollo integral de los estudiantes y sus requerimientos de alcanzar una vida buena. El educador sigue –y seguirá– siendo decisivo en la construcción de conocimiento de las nuevas generaciones. No alcanza con tener la información al alcance y la brecha de conocimiento no se acorta por simplemente colocar una computadora, un dispositivo digital en las manos de los jóvenes. Ayuda en el acceso, pero lo que en definitiva va a generar una posibilidad real de aprendizaje en el sujeto es la mediación con el mundo de la cultura que representa el docente, la familia, el entorno en el cual está inserto ese individuo. Las tecnologías por sí solas no generan conocimientos ni aprendizajes. Para Gary D. Fenstermacher: “la buena enseñanza es aquella que promueve el desarrollo personal, profesional y social de los sujetos, además de la autonomía de pensamiento y acción”. También se dice que la enseñanza debe estimular el compromiso y la responsabilidad ética hacia la tarea y la capacidad de aprendizaje permanente. Pero la buena enseñanza implica necesariamente la “intencionalidad pedagógica” de una institución, de sus docentes, de sus estudiantes. En este caso el acto de enseñar y también el de aprender incluye otras dimensiones. Así, como lo menciona Pérez Esclarín (2005) "Se necesita una educación que cultive en nosotros la cultura de la cooperación y la solidaridad" (p.53) Con frecuencia mencionamos la importancia del trabajo en equipo, del apoyo de unos con otro pero la realidad se impone en el campo laboral cuando entra la participación de la competencia, el individualismo, de ahí, la necesidad de analizarnos nosotros mismo y dar lo mejor que podamos, en nuestras manos está el cambio y el desarrollo de todos los programas y planes que se nos
presenten en la transformación y en la formación tanto del docente, comunidad y estudiantes; así como de la universidad que queremos construir. La transformación, forma parte de la misión social de la alta institución, encaminada a preservar los valores contenidos en la sociedad en todos los sentidos de la vida económica, social, política, cultural y la extensión de los servicios a todo el pueblo. En otras palabras, el profesor universitario debe reflexionar colectiva y permanentemente su acción académica y social, para programarla, reprogramarla y para valorar sus logros, con el fin de incidir en la realidad educativa que involucra a sus estudiantes, a sí mismo y a la comunidad donde actúa socialmente. El docente debe abrirse para comprender el impacto de sus acciones más allá de sus intenciones. Considero que uno de los grandes desafíos de esta etapa es construir una universidad articulada con los intereses y problemáticas de su territorio, para esto es necesario construir nuevas capacidades en el diseño, implementación y acompañamiento de las políticas públicas estratégicas para la ampliación y restitución de derechos. Anclada en su comunidad de pertenencia, que aporte a la Cabe resaltar el conocimiento y la formación superior representa un bien social generado, transmitido y recreado, en beneficio de la sociedad, la universidad es un servicio público. Por lo tanto, la institución de educación superior debe asumir un compromiso público, es decir un compromiso con los intereses generales de la sociedad en la esta insertada ha de ser un instrumento critico que ayude a la sociedad a reflexionar, comprender y actuar. La nueva visión que se tiene de la universidad se hace necesario generan redes de articulación entre todos los actores que hace vida en un determinado territorio para que asocien, enfrenten conflictos, compartir el conocimiento y sus experiencias, generar nuevos modelos de gestión articulados con la nueva institucionalidad del Poder Popular y del Consejo Federal de Gobierno, contribuyendo con la transferencia del poder al pueblo, a través de los consejos comunales, mesas técnicas, núcleos endógenos y presupuesto participativo, reforzar sus competencias en pos del desarrollo económico, social y el bienestar colectivo.
Tal como lo señalan en esa situación “la red se constituye por medio de interacciones que tocan a la comunicación, al intercambio y a la ayuda mutua y emerge a partir de intereses compartidos y de situaciones en un experimentadas en agrupaciones locales –el vecindario, la familia, el parentesco, el lugar de trabajo, la vida profesional, entre otras”. De igual manera hacen vida activa el mismo ámbito de acción, donde se interrelacionan por características y necesidades comunes, profundizando en la transformación de la Educación universitaria avanzando en el terreno del debate, la construcción de una Nueva Universidad. Algunas acciones para fortalecer redes
se aspira contribuir con el
desarrollo integral del territorio; en consecuencia, se deben desprender aristas donde la producción del conocimiento y los saberes que se produzcan sean puestos a la disposición de lo individual y del colectivo académico- del poder popular, de manera que se pueda contribuir con la activación y mejora del área socio- productiva, disminuyendo la dependencia tecnológica, ideológica, política, entre otros aspectos que no han permitido el desarrollo de este sector. La universidad debe convertirse en el brazo articulador y ejecutor entre el saber académico, el saber popular, el saber productivo y la formación, Conectar la práctica académica- investigativa con las empresas: públicas y privadas, las universidades, el sector comunal y otros entes de la región, y así, estar en sintonía con las necesidades técnicas- científico- sociales del territorio, Crear alternativas socio productivas, técnicas, científicas, ecológicas y humanísticas que permitan tener mayor
autonomía económica en la universidad y que
beneficien a todos los colectivos que la integran, más al poder comunal, Generar espacios de encuentros donde los diversos colectivos que integran la comunidad Universitaria más el poder comunal puedan interactuar para producir alternativas, que nos unan en la idea donde se exprese: Amor, solidaridad, participación desinteresada, respeto mutuo, identificación con el trabajo e institución- sociedad, y por la consolidación de una universidad transformadora, críticas, emancipadora, productiva e innovadora y sobre todo humanística.
Las educación superior adquieren un papel trascendental en las sociedades del conocimiento debido a la dinámica creativa de dichos saberes objeto de intercambio (Didrikson, 2000) y en el cual, trascendiendo hacia un campo de desarrollo estudiantil, los estudiantes se integran en comunidades de aprendizaje o semilleros de investigación que promueven la búsqueda de nuevos conocimientos a través de la investigación y desarrollan nuevas formas de ver el mundo ante las problemáticas que se desenvuelven ante los diferentes espectros culturales, sociales y económicos que se despliegan en las diferentes regiones del mundo. Tunnermann (1999) reflexiona acerca del rol de la Universidades ante las sociedades del conocimiento y observa que las mismas deben “transformarse” bajo los conceptos de justicia social, equidad, calidad y relevancia ante las demandas sociales. A su vez, Rengifo (2015) menciona que autores como Carnoy y Castell (2011), López Segrera (2003 – 2006), Abeles (2008), Mundy (2005) y Tomas (2003) observan la necesidad de que las Universidades se adapten a los cambios que la dinámica contemporánea está desarrollando a través de sus cambios estructurales. Al respecto, Delgado (2003) menciona que es necesario una “Reforma Universitaria” en la cual, la Universidad se ajuste a las dinámicas actuales de la sociedad del conocimiento y de esa forma, reformule procesos académicos y administrativos que giren en torno a una visión institucional innovadora y adecuada a la realidad contemporánea. Las Universidades deben “transformar” su visión formadora consolidando los procesos formativos a la generación de investigación y su ajuste a las nuevas realidades que las sociedades de conocimiento están exigiendo, solo de esta forma la verdadera se cumplirá con su misión universal de construir sociedades a través de la Educación. Dicha “transformación” debe girar en torno a cambiar la forma de ver al sujeto que aprende como un mero recipiente de contenido programáticos de un currículum preconcebido por una institución universitaria o por los diferentes órganos estatales encargados de la temática educativa. Los estudiantes son más que simples recipientes, son seres
humanos que pueden y quieren solucionar los problemas de la sociedad en la que viven y esto, solo se genera con planteamiento derivados de investigaciones en las que la Universidad juegan un papel fundamental como constructoras de realidades de sociales. La responsabilidad social universitaria contribuye a clarificar y fortalecer la relación Universidad-Sociedad. Las cuatro funciones universitarias: gestión, docencia, investigación y extensión, cuando son ejercidas con una perspectiva ética, contribuyen a poner de manifiesto esa responsabilidad, de la que deben ser
protagonistas
todos
los
estamentos
universitarios:
directivos,
administradores, docentes, investigadores, extensionistas y, principalmente, los estudiantes.
Consecuente con este criterio y de la necesidad de una
integración creativa Universidad-Sociedad, existe la posibilidad de hacer de la responsabilidad social el eje de la acción universitaria. La Universidad es un espacio privilegiado para el desarrollo de la reflexión crítica, la formación de ciudadanos y profesionales conscientes de sus responsabilidades cívicas y comprometidos con el desarrollo humano y sostenible de su nación. Para ello, el oficio universitario debe inspirarse en los valores democráticos, la inclusión, la interculturalidad y el análisis de la problemática de su contexto para contribuir a la solución de los grandes problemas nacionales. La cultura democrática, como forma de vida, debe practicarse al interior de la Universidad. La comunidad académica debería promoverla hacia su entorno, actuando como agente clave de su vigencia y respeto en el seno de la sociedad. Las Universidades están en posición privilegiada, como sede de la inteligencia del país, para contribuir al diseño de un Proyecto de Nación. Para ello, deberían también propiciar los grandes consensos que sirvan de base a tal Proyecto y a las políticas de estado, de largo plazo, que del mismo se desprendan. Esto conduce a repensar la autonomía universitaria y pasar, de un concepto que se limita a la de defensa de la libertad académica, a otro de presencia activa en el escenario nacional y en la vida social, sin perder su
carácter de centro independiente del pensamiento. No olvidemos que las sociedades miran hacia la Universidad en busca de guía y orientación. Autonomía no significa volver por antiguos fueros medievales. Autonomía y silencio son, en mi opinión, incompatibles. Si la Universidad goza de autonomía es para ejercerla y aprovechar su disfrute de libertad para opinar responsablemente. La Universidad que guarda silencio ante su problemática, menosprecia su autonomía. Sin el ejercicio proactivo de la autonomía se frustran buena parte de los fines más nobles de la Universidad.
Conclusión En tal sentido, los aportes de algunos autores que señalan la necesidad de una educación pensada en el entorno de la formación del ciudadano reflexivo como tarea clave del intelectual, sobre todo en los espacios institucionales de educación. Parte del rol del intelectual es trabajar desde el espacio educativo para poder surtir a la sociedad de individuos pensantes, con capacidad de discutir con sutileza, con una buena base argumentativa, y para esto hay que trabajar fuertemente con el ámbito digital, esa ágora del siglo XXI, donde se están dando algunas situaciones no muy saludables para la democracia. Por ejemplo, me pregunto si las redes sociales –que utilizo mucho, por cierto, y que bien encauzadas son una herramienta fantástica– están habilitando o no un sano ejercicio de democracia directa. La tarea del intelectual en el siglo XXI pasa en buena medida por el contribuir en enriquecer el diálogo de ideas en nuestra sociedad, por colaborar activamente en la construcción de una democracia fundada en el debate y la ética argumentativa. Un desafío de siempre, con las particulares características de una época de comunicación masiva, global, digital, donde hemos caído fácilmente en prácticas donde la adjetivación aparece como sustituto del argumento. En revertir este panorama nos jugamos buena parte de nuestro futuro.
Referencia
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Tünnermann , Carlos . LA EDUCACION SUPERIOR FRENTE A LOS DESAFIOS
CONTEMPORÁNEOS
file:///F:/Etica%20y%20Docencia/ponencia_carlos_tunnermann_berheim.pdf
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