La Importancia de la Eucaristía

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24 de Febrero 2011

La Importancia de la Eucaristía La Iglesia es el legado más maravilloso que nos dejó el Señor, ya que Ella es Su propio Cuerpo Místico. Jesús, Cabeza del Cuerpo Místico, nos ha unido a Ella a quienes formamos la Iglesia Militante (los que aún estamos en la tierra), junto a la Iglesia Purgante (las almas del Purgatorio) y la Iglesia Glorificada (las almas que entraron al Reino). O sea que la Iglesia es Cristo unido a todos nosotros, donde la Misa es la fiesta diaria en la que se celebra ésta unión, unión obtenida por la Sangre derramada, por Su Muerte y Resurrección consumadas diariamente diariamente por medio del Pan y el Vino. De éste modo, la Eucaristía es el centro de la Misa y de la Iglesia, por ende es el centro de éste mundo y también del Cielo. En cada Misa Jesús se hace realmente Presente Presente en el Pan y el Vino, no es una representación o un recuerdo. El se manifiesta allí para Gloria de Dios Padre y Dios Espíritu Santo, para que lo Adoren la Virgen Santísima, los santos y los ángeles. Si pudiéramos ver como se produce en el plano sobrenatural cada celebración de la Eucaristía, ¡caeríamos de rodillas!. Ante el Cuerpo de Cristo se postran ángeles y santos, mientras María, al pie de la Cruz, contempla al Cordero de Dios. ¡En cada Misa, en cada lugar en que se celebra la Eucaristía!. ¿Qué es la Eucaristía?

«El Señor Jesús, la noche en que fue entregado», (1 Co 11, 23), instituyó el Sacrificio eucarístico de su cuerpo y de su sangre. Las palabras del apóstol Pablo nos llevan a las circunstancias dramáticas dramáticas en que nació la Eucaristía. En ella está inscrito de forma indeleble el acontecimiento de la pasión y muerte del Señor. No sólo lo evoca sino que lo hace sacramentalmente presente. presente. Es el sacrificio de la Cruz que se perpetúa por los siglos. ¿Recibimos este sacramento de manos de Cristo?

La Iglesia ha recibido la Eucaristía de Cristo, su Señor, no sólo como un don entre otros muchos, aunque sea muy valioso, sino como el don por excelencia, porque es don de Sí  mismo, de su Persona en su santa humanidad y, además, de su obra de salvación. Ésta no queda relegada al pasado, pues todo lo que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por los hombres participa de la eternidad divina y domina así todos los tiempos. ¿Es un sacramento de amor?

Misterio grande, Misterio de misericordia. ¿Qué más podía hacer Jesús por nosotros? Verdaderamente, Verdaderamente, en la Eucaristía nos muestra un amor que llega «hasta el extremo», (Jn 13, 1), un amor que no conoce medida.

24 de Febrero 2011 ¿Por qué es importante la Eucaristía?

Con razón ha proclamado el Concilio Vaticano II que el Sacrificio eucarístico es «fuente y cima de toda la vida cristiana». «La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de Vida, que da la vida a los hombres por medio del Espíritu Santo». Por tanto la mirada de la Iglesia se dirige continuamente a su Señor, presente en el Sacramento del altar, en el cual descubre la plena manifestación de su inmenso amor. ¿Qué relación tiene con la Iglesia?

Del misterio pascual nace la Iglesia. Precisamente por eso la Eucaristía, que es el sacramento por excelencia del misterio pascual, está en el centro de la vida eclesial. Se puede observar esto ya desde las primeras imágenes de la Iglesia que nos ofrecen los Hechos de los Apóstoles: «Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones» (2, 42). La «fracción del pan» evoca la Eucaristía. Después de dos mil años seguimos reproduciendo aquella imagen primigenia de la Iglesia. ¿Cómo llega hasta nuestros días?

El acontecimiento pascual y la Eucaristía que lo actualiza a lo largo de los siglos tienen una «capacidad» verdaderamente enorme, en la que entra toda la historia como destinataria de la gracia de la redención. Este asombro ha de inundar siempre a la Iglesia, reunida en la celebración eucarística. La Misa es, a la vez e inseparablemente, el memorial sacrificial en que se perpetúa el sacrificio de la cruz, y el banquete sagrado de la comunión en el Cuerpo y la Sangre del Señor. ¿Está realmente Cristo presente en este sacramento?

Recordemos la doctrina siempre válida del Concilio de Trento: «Por la consagración del pan y del vino se realiza la conversión de toda la sustancia del pan en la sustancia del cuerpo de Cristo Señor nuestro, y de toda la sustancia del vino en la sustancia de su sangre. Esta conversión, propia y convenientemente, fue llamada transubstanciación por la Iglesia Católica». Verdaderamente la Eucaristía es un misterio que supera nuestro pensamiento y puede ser acogido sólo en la fe. «No veas —exhorta san Cirilo de Jerusalén — en el pan y en el vino meros y naturales elementos, porque el Señor ha dicho expresamente que son su cuerpo y su sangre: la fe te lo asegura, aunque los sentidos te sugieran otra cosa». ¿Cómo descubrimos a Cristo en la Eucaristía?

Contemplar a Cristo implica saber reconocerle dondequiera que Él se manifieste, en sus multiformes presencias, pero sobre todo en el Sacramento vivo de su cuerpo y de su sangre. La Iglesia vive del Cristo eucarístico, de Él se alimenta y por Él es iluminada.

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La Eucaristía es misterio de fe y, al mismo tiempo, «misterio de luz». Cada vez que la Iglesia la celebra, los fieles pueden revivir de algún modo la experiencia de los dos discípulos de Emaús: «Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron», (Lc 24, 31). ¿Y qué pasa cuando comulgamos?

La eficacia salvífica del sacrificio se realiza plenamente cuando se comulga recibiendo el cuerpo y la sangre del Señor. De por sí, el sacrificio eucarístico se orienta a la íntima unión de nosotros, los fieles, con Cristo mediante la comunión: le recibimos a Él mismo, que se ha ofrecido por nosotros; su cuerpo, que Él ha entregado por nosotros en la Cruz; su sangre, «derramada por muchos para perdón de los pecados», (Mt 26, 28). La Eucaristía es verdadero banquete, en el cual Cristo se ofrece como alimento. ¿Cómo debemos recibir la comunión?

El Catecismo de la Iglesia Católica establece: «Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar». El Concilio de Trento ha concretado que, para recibir dignamente la Eucaristía, «debe preceder la confesión de los pecados, cuando uno es consciente de pecado mortal». Como regla general la Iglesia nunca obliga a recibir al Señor en la mano, sino que es algo que se permite bajo determinadas condiciones a cumplir, siendo la regla general la de recibirlo en la boca. ¿Cómo nos ayuda en nuestra vida cristiana?

Una consecuencia significativa propia de la Eucaristía es que da impulso a nuestro camino... poniendo una semilla de viva esperanza en la dedicación cotidiana de cada uno a sus propias tareas (y así contribuir con la luz del Evangelio a la edificación de un mundo plenamente conforme al designio de Dios. ¿Fuera de la Misa cómo debemos encontrarnos con la Eucaristía?

El culto que se da a la Eucaristía fuera de la Misa es de un valor inestimable en la vida de la Iglesia. La presencia de Cristo bajo las sagradas especies que se conservan después de la Misa, deriva de la celebración del Sacrificio y tiende a la comunión sacramental y espiritual. (Hay que) animar el culto eucarístico, particularmente la exposición del Santísimo Sacramento y la adoración de Cristo presente bajo las especies eucarísticas. ¿Cómo visitar el Santísimo Sacramento?

Es hermoso estar con Él y, reclinados sobre su pecho como el discípulo predilecto, palpar el amor infinito de su corazón. Si el cristianismo ha de distinguirse en nuestro tiempo sobre todo por el «arte de la oración», ¿cómo no sentir una renovada necesidad de estar largos ratos en conversación espiritual, en adoración silenciosa, en

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actitud de amor, ante Cristo presente en el Santísimo Sacramento? María y la Eucaristía

Si queremos descubrir en toda su riqueza la relación íntima que une Iglesia y Eucaristía, no podemos olvidar a María, Madre y modelo de la Iglesia. Efectivamente, Ella puede guiarnos hacia este Santísimo Sacramento porque tiene una relación profunda con él. Vivir en la Eucaristía el memorial de la muerte de Cristo implica también recibir continuamente este don. Significa tomar con nosotros —a ejemplo de Juan — a quien una vez nos fue entregada como Madre. Significa asumir, al mismo tiempo, el compromiso de conformarnos a Cristo, aprendiendo de su Madre y dejándonos acompañar por ella. María está presente con la Iglesia, y como Madre de la Iglesia, en todas nuestras celebraciones eucarísticas. En el humilde signo del pan y el vino, transformados en su cuerpo y en su sangre, Cristo camina con nosotros como nuestra fuerza y nuestro viático y nos convierte en testigos de esperanza para todos. Si ante este Misterio la razón experimenta sus propios límites, el corazón, iluminado por la gracia del Espíritu Santo, intuye bien cómo ha de comportarse, sumiéndose en la adoración y en un amor sin límites. Ahora bien, si el mismo Dios se manifestara ante ti en éste momento, en Cuerpo y Alma, ¿qué harías?. Sin dudas que caerías de rodillas, postrado ante el Santo de los Santos. ¡Piedad, Hijo de David!, le gritaban a Su paso los leprosos. Los ángeles se postran, rodillas en tierra, ante Su sola mirada. Los coros celestiales cantan y alaban al Trono de Dios, sin cesar. No hay medida para el anonadamiento que invade al alma de la criatura cuando contempla a Su Creador, Puro Amor y Misericordia. En la Aparición de Fátima, San Miguel Arcángel se aparece a los tres pastorcitos varios meses antes que la Madre de Dios se empiece a manifestar. Y allí el príncipe de la milicia celestial le da la Eucaristía a Lucía (que ya había tomado la primera Comunión) y el Cáliz a Jacinta y Francisco (que todavía no habían recibido al Señor). Pero, ¿de que modo lo hace?. El Angel dejó suspendido en el aire el Cáliz, sobre el cual flotaba la Hostia, de la cual caían gotas de Sangre. Y postrándose en Adoración, invitó a los tres pastorcitos a imitarlo. Así, los cuatro adoraron el Cuerpo Eucarístico del Señor. No fue casual que Dios enviara Su Cuerpo y Sangre a los Pastorcitos en Fátima. El cuadro del Angel Miguel Adorando la Eucaristía y dando el Pan y el Vino a los tres humildes niños es todo un símbolo de la importancia de la Eucaristía y de nuestra debida Adoración al Dios Vivo. Nosotros, con nuestros limitados ojos humanos, no podemos ver el mundo sobrenatural que desciende en cada Celebración Eucarística, como lo vieron los tres

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pastorcitos en 1917 en Cova de Iría. Pero sí lo podemos ver con los ojos de la fe, ya que sabemos muy bien que sobre el Altar está Presente el Señor, realmente Presente. Hagamos todo lo posible por dignificar tan importante acto de la vida cristiana, ya que la Eucaristía es el centro de nuestra vida. La Iglesia nos deja un campo de acción para buscar, en cada templo, hacer lo mejor al alcance de nuestras manos para asegurarnos de recibir al Señor del modo más digno posible. Y así, de a poco, iremos difundiendo en otros la importancia de la Eucaristía, con nuestro testimonio, con nuestro amor a Cristo.

Reconciliación Si Dios nos ama a todos y nos acepta tal y como somos. ¿por qué para tomar la sagrada Hostia se supone que debemos estar sin pecado alguno? 

El Catecismo (n. 1384) nos recuerda que 'El Señor nos dirige una invitación urgente a recibirle en el sacramento de la Eucaristía: 'En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros' (Jn 6, 53)'. Pero también nos dice a continuación (n. 1385): 'Para responder a esta invitación, debemos prepararnos para este momento tan grande y santo. San Pablo exhorta a un examen de conciencia: 'Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma entonces del pan y beba del cáliz. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo' (1 Co 11, 27-29). Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar'. Usted dice que Dios nos ama a todos, y en esto tiene razón. Pero añade a continuación 'y nos acepta tal y como somos', y en esto se equivoca. Dios nos quiere santos. Jesucristo no comenzó su predicación diciendo 'quédense como están porque yo los acepto así', sino: 'convertíos y creed en el Evangelio'. Y dio su vida por nosotros en la Cruz para que cambiásemos de vida. Si Dios nos quiere a todos tal como somos, debemos respetar a los ladrones y a los homicidas porque Dios los quiere tal como son, ¿quiénes somos nosotros para obligarlos a cambiar o para meterlos en la cárcel? San Pablo mismo dice (y está citado en el texto del Catecismo) que quien come el Cuerpo o la Sangre de Cristo 'indignamente' será reo y come y bebe su propio castigo. Por esta razón añade el Catecismo (n. 1386): 'Ante la grandeza de este sacramento, el fiel sólo puede repetir humildemente y con fe ardiente las palabras del Centurión: 'Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme'. En la Liturgia de san Juan Crisóstomo, los fieles oran con el mismo espíritu: A tomar parte en tu cena sacramental invítame hoy, Hijo de Dios: no revelaré a tus enemigos el misterio, no te daré el beso de Judas; antes como el ladrón te reconozco y te suplico: ¡Acuérdate de mí, Señor en tu reino!'.

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Fuete: http://www.teologoresponde.com.ar/respuesta.asp?id=123, http://verdadescristianas.blogcindario.com/2009/11/01693-la-importancia-de-laeucaristia-real-presencia-de-jesus-en-el-sagrario.html, http://es.catholic.net/aprendeaorar/32/398/articulo.php?id=21363 Catecismo de la iglesia católica: http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/index_sp.html

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