La Iglesia Católica Durante Los Primeros Años de La República

September 10, 2018 | Author: LisethSimonArmas | Category: Catholic Church, European Colonization Of The Americas, Peru, Bishop, Freedom Of Religion
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LA IGLESIA CATÓLICA DURANTE LOS PRIMEROS AÑOS DE LA REPÚBLICA

La Iglesia Católica tuvo un papel fundamental en la historia de nuestro país. Si bien esta llegó como brazo de los conquistadores para ayudarlos a evangelizar a los indígenas y ayudar a asentar la colonia española, durante la época de la independencia y los inicios de la república jugó un papel importante en la historia del Perú. Durante las campañas de la independencia, hubo una gran tendencia a rechazar todo aquello que estaba relacionado con la monarquía española. Muchas instituciones impuestas en la época colonial fueron desbaratadas sin tomar en cuenta si serian útiles para la nueva república del Perú. La Iglesia Católica fue también considerada de la misma forma, tanto así que muchos Obispos siendo fieles a los Realistas (La Colonia) o manteniendo una posición neutral hacia la independencia fueron deportados de vuelta a España básicamente porque su investidura representaba la autoridad española en tiempos de la colonia. Sin embargo, algunos obispos como el obispo de Arequipa y el obispo de Cuzco apoyaron abiertamente la independencia y lograron mantener su posición en la nueva República. En el caso del clero secular, a pesar de también mantener un favoritismo hacia ambos bandos, este jugó un papel más activo en la independencia, dando apoyo espiritual y material a ambos bandos y también apoyando con propaganda proveniente desde Argentina y Chile a favor de la independencia. Una vez establecida la República, se decidió mantener a la Iglesia como institución ya que este ayudaba como un medio de control hacia los indígenas y ayudo a mantener cierto sentido de autoridad en los lugares más alejados. Por otra parte, la Santa Sede tampoco quería entrar en conflicto con los nuevos gobiernos, por el bien pastoral en estos países. Pio IX concedió oficialmente al Perú el Patronato en el año 1874. Esto fue solo una formalidad, ya que en el Perú se seguían las reglas del patronato hasta ese entonces. En resumen, la iglesia paso por momentos difíciles durante la Independencia. Varias diócesis quedaron sin obispos y había escases de sacerdotes. La educación católica era pobre e insuficiente, hubo un gran dominio del laicismo, y el liberalismo y la masonería tomo impulso. Las guerras de la independencia empobrecieron de forma grande a la Iglesia. Tanto los realistas como los patriotas expropiaron propiedades y confiscaron bienes de la iglesia para usarlos a favor de sus campañas.

1. HISTORIA La llegada de los conquistadores al Perú significó la introducción de la religión católica en esta zona poblada de aborígenes de diversas etnias, los cuales seguían religiones animistas muy emparentadas. Mediante un proceso largo de adoctrinamiento y prácticas entre los pobladores prehispánicos, los frailes españoles hicieron de la fe su tarea más importante. Los colonos españoles que llegaron al Perú siguieron con sus prácticas católicas españolas, entre ellas impartir doctrina a "los infieles". La ciudad de Lima, capital del Virreinato del Perú, se convirtió en el siglo XVII en una ciudad de vida monástica donde surgieron Santos como Rosa de Lima y Martín de Porres y la más grande manifestación religiosa del Perú a nivel nacional e internacional: el Señor de los Milagros. El 5 de diciembre de 2015 se beatificó a tres sacerdotes asesinados por Sendero Luminoso en el año 1991.

2. IGLESIA EN TIEMPO REPUBLICANO 2.1. PROBLEMAS Y DIFICULTADES DE LA IGLESIA DURANTE LOS PRIMEROS AÑOS DE LA REPÚBLICA La situación de la Iglesia durante los años de la República en el siglo XIX no fue fácil. Varios motivos contribuyeron a originar situaciones donde su desempeño no careció de obstáculos y dificultades. La mayoría de esos factores se sitúan dentro del contexto del rompimiento independentista respecto a España. Muchos obispos y sacerdotes debieron ir forzosamente al exilio, por hallarse identificados con la causa realista, lo cual devino en una insuficiencia de personal eclesiástico para la atención pastoral de los fieles cristianos. Por otra parte, la identificación que algunos representantes del gobierno republicano hacían entre España y la Iglesia creó no pocas dificultades para la presencia pública de la Iglesia en la vida social. Todo ello iba unido frecuentemente a una ideología liberal predominante entre gobernantes e intelectuales del nuevo régimen republicano, que consideraba lo religioso como un asunto insuficiencia de personal eclesiástico para la atención pastoral de los fieles cristianos. Por otra parte, la identificación que algunos representantes del gobierno republicano hacían entre España y la Iglesia creó no pocas dificultades para la presencia pública de la Iglesia en la vida social. Todo ello iba unido frecuentemente a una ideología liberal predominante entre gobernantes e intelectuales del nuevo régimen republicano, que consideraba lo religioso como un asunto exclusivamente privado y, por lo tanto, sin derecho a tener presencia en la vida pública. Todo esto llevaba a actitudes de desprecio o subvaloración de todo lo relacionado con la Iglesia y sus representantes. Si bien este anticlericalismo no se plasmó en una persecución abierta y violenta —como fue el caso de México, o como ha ocurrido también frecuentemente en la historia de España —, si creó un clima poco favorable a la labor de la Iglesia.

A esto hay que añadir el empobrecimiento económico que originó en la Iglesia las guerras de Independencia. Tanto los realistas como los patriotas obtuvieron, ya sea voluntariamente, ya sea a la fuerza, imponiendo contribuciones, los bienes que pertenecían a las diócesis, parroquias e instituciones eclesiales. Incluso los bienes raíces pasaron a otras manos ajenas a la Iglesia. Fue común la confiscación de los bienes pertenecientes a la Iglesia. Las fuerzas armadas de Bolívar, por ejemplo, llegaron a requisar en el Norte del Perú una cantidad de plata equivalente entonces a medio millón de pesos. La guerra con Colombia significó también un número cuantioso de contribuciones obligatorias, a las que se sumó las de otras disposiciones gubernamentales a lo largo del siglo XIX. A cambio, muy poco fue en lo que el Estado ayudó a la Iglesia. Eso contribuyó a que, junto al desprecio y burla con que se miraba el ejercicio del sacerdocio, tampoco resultara muy atractiva una ocupación que no contaba con los medios adecuados de subsistencia para una vida digna. Si bien el sacerdocio no tiene una finalidad lucrativa, de hecho merece una remuneración mínima para la subsistencia digna del candidato. Este fue uno de los factores que dieron como consecuencia el que muchas parroquias no contaran con sacerdotes que las atendieran. Esta falta de personal eclesiástico es uno de los males que se ha arrastrado a lo largo de la vida republicana del Perú, sin que la situación se haya solucionado del todo hasta ahora. Si bien el Estado se fue desembarazando de muchas instituciones ligadas a lo hispánico, mantuvo el Patronato, no por afecto a la Iglesia precisamente, sino como medio de control y opresión. La Santa Sede se hallaba ante un serio dilema: conceder el Patronato a gobiernos de corte liberal conllevaba un riesgo bastante elevado para la autonomía de la Iglesia en esos países, además de significar un rompimiento con España, que vería con esa acción de la Santa Sede un reconocimiento por parte de ella de las nuevas Repúblicas surgidas en tierra americana. Por otra parte, la Santa Sede tampoco quería entrar en conflicto con los nuevos gobiernos, por el bien pastoral de los fieles cristianos en esos erritorios. Pasarían varios años hasta que Pío IX concediera oficialmente al Perú el Patronato por medio de la bula Praeclara inter beneficia, del año 1874. En la práctica, esto no añadió nada a la forma como se estaba manejando las relaciones entre el Perú y la Santa Sede, puesto que, aunque no reconocido, se habían regido de acuerdo a las normas del Patronato hasta ese entonces. El Perú mantendría este tipo de relación con la Santa Sede hasta el año de 1980, en que se firmó un Acuerdo, bajo el gobierno del General Francisco Morales Bermúdez. 2.2. LA FALTA DE OBISPOS Y DE ATENCIÓN PASTORAL SUFICIENTE Y ADECUADA Faltando quienes realizaran la labor directiva en las funciones de gobernar espiritualmente, enseñar y santificar por medio de la administración de los sacramentos, no puede decirse que la Iglesia pudiera desarrollarse normalmente durante esta etapa convulsionada. La misma España agravó la situación, puesto que movió influencias en la Santa Sede para que no se nombrase nuevos pastores para las diócesis vacantes.

Después de la partida del obispo Las Heras, el deán Francisco Javier Echagüe asumió el gobierno eclesiástico de Lima como Vicario General, no siendo obispo. Todas las demás diócesis se hallaban en la misma situación, bajo la administración de prelados que no habían sido ordenados obispos. Sólo Arequipa y Cuzco estaban gobernadas por sus obispos, Goyeneche y Orihuela. Podemos decir, pues, que durante este período, iniciado con la Declaración de la Independencia del Perú en el año 1821, la Iglesia tuvo como problemas fundamentales la escasez de obispos; el hecho de las iglesias administradas por eclesiásticos de jurisdicción dudosa, impuestos por el gobierno o elegidos sin autorización por los cabildos eclesiásticos; y, junto con eso, otro mal que se venía arrastrando desde el siglo pasado: la relajación de los religiosos, que buscaban más los beneficios y el provecho que iban unidos a los cargos antes que dar testimonio del Evangelio, además de otros vicios peores. Una de las mayores dificultades de esta época fue la dificultad para encontrar alguna forma de vincularse con Roma, y esto debido a la inestabilidad de los nuevos gobiernos.

2.3. LABOR DE LA IGLESIA DURANTE LA GUERRA DEL PACÍFICO La guerra con Chile (1879-1883), una de las peores crisis que sufrió el Perú en su historia, fue una ocasión en que la Iglesia en el Perú manifestó su honda preocupación social, no solamente a través de enseñanzas y exhortaciones, sino también mediante ayuda concreta. El entonces arzobispo de Lima, Monseñor Francisco Orueta y Castrillón, en una carta pastoral, dispuso que se había de realizar «una colecta para los gastos de la guerra, en la cual tomarán parte, según sus recursos, todos los curas y sacerdotes de nuestra jurisdicción, que pueden hacerlo; como igualmente las instituciones religiosas y establecimientos piadosos». La nueva Vicaría General del Ejército, dirigida por el presbítero Antonio García, se encargó de enviar capellanes al escenario de las operaciones bélicas. Las ambulancias de la Cruz Roja fueron organizadas por Monseñor José Antonio Roca y Boloña, quien, al frente de este servicio, no vaciló en protestar ante el Comité Internacional de la Cruz Roja en Suiza por el atropello cometido por los soldados chilenos al atacar los hospitales de sangre en la batalla de San Francisco (noviembre de 1879), contraviniendo así el derecho de guerra, consignado en los pactos internacionales sobre hospitales de sangre. Debido a su enérgica denuncia de ésta y de otras injusticias que pisoteaban el respeto debido al vencido, cuando el ejército chileno ocupó Lima (enero de 1881), Mons. Roca y Boloña optó por refugiarse en la serranía para evitar las represalias en su contra. Con la firma del Tratado de Paz de Ancón (20 de octubre de 1883) y el retiro de las tropas chilenas de la capital peruana (enero de 1884) pudo regresar a Lima. Convocado al Congreso Constituyente para aprobar la paz, fue elegido diputado por la capital; partidario de la paz, aun a costa de un doloroso sacrificio, hizo que los ánimos se resignaran a la cesión de territorio peruano que eligió el vencedor. Durante la guerra, aunque muchos de los capellanes realizaron una labor abnegada, incluso algunos de ellos llegando a ser hechos prisioneros o muriendo a causa del furor del enemigo, sus esfuerzos no siempre fueron apreciados por algunos jefes y oficiales del Ejército, adictos a un anticlericalismo de origen liberal.

Luego de la ocupación de Lima por los chilenos, muchos sacerdotes prestaron ayuda desinteresadamente en los hospitales de sangre de San Pedro, la Exposición, Santa Sofía, San Bartolomé y otros. Además, acudieron a la isla de San Lorenzo para auxiliar a los prisioneros peruanos que habían sido repatriados por Chile. En las siete parroquias de Lima (del Sagrario, Santa Ana, Huérfanos, Cercado, San Marcelo, San Sebastián y San Lázaro) se siguió prestando ayuda espiritual y sacramental a los fieles, pero, además de esto, unas 60 casas particulares obtuvieron permiso para tener misa en oratorios privados. La política seguida por el gobierno chileno en los territorios ocupados intentó en 1901 reemplazar a los curas peruanos por otros de nacionalidad chilena, pero, al no obtener esto de la Santa Sede, se procedió a la expulsión de los clérigos peruanos de los territorios de Tacna y Arica. Los sacerdotes salieron de sus parroquias llevándose consigo a Arequipa los libros parroquiales. En un momento dado Chile no respetó la jurisdicción eclesiástica cuando pretendió crear una Vicaría General castrense en la zona en litigio, ante lo cual respondió Monseñor Mariano Holguín, obispo de Arequipa y responsable eclesiástico con autoridad sobre Tacna y Arica, poniendo en entredicho todos los templos de los territorios mencionados. Luego del Tratado de Lima de 1929, los clérigos peruanos pudieron regresar a las provincias de Tacna y Arica.

3. LA EVANGELIZACIÓN Y LA CONQUISTA. La cristianización y la conquista del Perú, como en otras partes de América, fueron dos hechos simultáneos, pues desde la perspectivas de los Papas y de la Corona Española, la conquista de estas tierras sólo se justificaba por el hecho evangelizador por el que muchas almas idólatras en poder del maligno serían liberadas de la idolatría al entrar en conocimiento del verdadero Dios, mientras que desde la perspectiva de los colonizadores, los fines de la conquista con independencia de la fe de los mismos, era conseguir nuevos territorios, riquezas, dominio y prestigio social. Esta unidad se patentizaba por diversos hechos, por ejemplo por el dato de que los conquistadores iban acompañados de capellanes, clérigos o religiosos, que aunque atendían espiritualmente a los soldados, también, cuando se presentaban ocasiones propicias, bautizaban a los indígenas; al fundar una ciudad, a la que en muchas ocasiones se les adjudicaban nombres cristianos, entre los primeros terrenos que se adjudicaban para la construcción de edificios de uso público se encontraba un lugar para la iglesia, que una vez construida se convertía en un lugar de cristianización y a partir de la creación de parroquias se terminaba creando una diócesis.

4. LA EVANGELIZACIÓN Y LAS ÓRDENES RELIGIOSAS.



Dominicos.

La primera orden religiosa en llegar al Perú fue la orden de santo Domingo. Durante el proceso inicial de la conquista, la orden de los Predicadores o de Santo Domingo se encontró representaba por Fray Vicente Valverde, aquel religioso que hiciera el requerimiento al inca Atahualpa y que posteriormente fuera obispo de Cuzco y Protector de Indios frente a los abusos españoles. Fueron dominicos también, Juan de Olías, Jerónimo de Loayza (arzobispo de Lima) y Gaspar de Carbajal, religioso que acompañó a Francisco de Orellana en el descubrimiento del Amazonas en 1542. Las órdenes religiosas que llegaron al Perú tuvieron diferentes métodos para evangelizar a los indígenas: Los dominicos se caracterizaron por difundir las enseñanzas escolásticas, centrando la difusión del evangelio a través de colegios y centros superiores de enseñanza. Uno de los más grandes logros de esta orden fue la creación de la Universidad de San Marcos en 1551 por Fray Tomas de San Martín. Los dominicos también pusieron énfasis en el conocimiento de las lenguas autóctonas y de las costumbres locales para una adecuada evangelización. Fruto de esta preocupación fue el “Lexicón o Vocabulario general del Perú llamado quechua”, de fray Domingo de Santo Tomas publicado en 1560.Esta obra fue un aporte importantísimo pues ayudó al entendimiento de las formas gramaticales y conceptuales de los indígenas. Los dominicos rápidamente erigieron monasterios por todo el territorio del virreinato peruano, aunque siempre mantuvieron su línea educativa dedicándose durante todo el virreinato a la enseñanza de la fe católica.



FRANCISCANOS.-

Otra importante orden religiosa que llegó en los primeros años de la conquista fue la franciscana. La orden llega al Perú en 1542. Esta orden destacó entre las demás por su vocación misionera. Los franciscanos llegaron hasta los lugares más recónditos del virreinato con la finalidad de llevar la palabra de Dios a todos los indígenas, ya que no se conformaban con los centros de enseñanza ubicados en las parroquias o en las reducciones. La labor franciscana no se centró solo en la evangelización, sino también en la enseñanza de labores agrícolas y al aprendizaje del castellano. En 1553 los franciscanos tenían ya 18 casas en Sudamérica, desde Tierra Firme hasta Tucumán. Aunque sus conventos se establecían en ciudades españolas, se dedicaron sobre todo a evangelizar a los indios.

5. LA IGLESIA PERUANA DESPUÉS DE LA INDEPENDENCIA. La libertad religiosa en el Perú fue una conquista de liberales, evangélicos y católicos. Tal vez la mención de “católicos” en este contexto parece extraña, pues aparentemente era la misma Iglesia Católica la que más se opuso a la libertad de cultos en el Perú. Sin embargo, es preciso recordar que existía una larga tradición de regalismo desde la época de los Reyes Católicos que legitimaba la injerencia del Estado en los asuntos de la religión y la Iglesia. En el siglo XIX y el XX también los liberales y ciertos grupos anticlericales propusieron legislación que, según las normas universalmente aceptadas en el mundo occidental, violaban los derechos civiles de los católicos. Por lo tanto, el tema de la libertad religiosa abarca no sólo a evangélicos, sino a católicos también. El 11 de noviembre de 1915 el Congreso de la República acordó modificar el artículo 4 de la Constitución que reconocía a la Iglesia Católica como religión del Estado y que prohibía el ejercicio público de cualquier otra religión. Se suprimió la frase que decía: “y no se permite el ejercicio público de alguna otra”. Con este acto quedó establecida la libertad de culto en el Perú. Esta conquista fue fruto de una larga historia anterior que conviene traer a la memoria.

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