La Experiencia de Cristo-Centro Estructurador de Moradas
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Actas del Congreso Internacional Teresiano : 4-7 Octubre, 1982
LA EXP-ERIENCIA DE CRISTO, CENTRO ESTRUCTURADOR DE «LAS MORADAS» SECUNDINO CASTRO Madrid
Teresa se halla recluida en el convento carmelitano de Toledo. Es el año de 1577. Gravísimas amenazas se ciernen sobre su obra, sus mejores amigos y sobre ella misma, que, por otra parte, se encuentra ya muy vieja y enferma 1• Dialoga, sin embargo, con el P. Gracián con tal serenidad como si ninguno de aquellos acontecimientos fuera capaz de rozar lo más mínimo la profunda quietud que envuelve su alma. Hablan de la vida espiritual y de pronto ella se lamenta: «¡Oh, qué bien escrito está este punto en el libro de mi vida que está en la Inquisición!». Y el P. Gracián que desconoce esa joya, replica: «Pues que no la podemos haber, haga memoria de lo que se le acordare y de otras cosas y escriba otro librQ»2. Este es el origen inmediato del escrito más sublime de Santa Teresa, quien está convencida de que la visión de la vida cristiana que en esta obra nos ha brindado supera en no pequeña medida la de sus otros libros 3 • Veamos cómo contemplaba ella sus dos escritos mayores: Vida y Moradas. En carta dirigida al P. Gaspar de Salazar, desde Avila, el 7 de diciembre de 1577, pocos días después de haber puesto fin a la redacción de Moradas, escribe: «Sábese cierto que está en poder del mismo aquella joya (la autobiografía), y aun la loa mucho, y así hasta que' se canse de ella no la dará, que él dijo se la miraba de propósito. Que si viniese acá el Señor Carrillo dice que vería otra que -a lo que se puede entender- le hace muchas ventajas; porque no trata de cosa, sino de lo que es El, y con más delicados esmaltes y labores; porque dice que no sabía tanto el platero que la hizo entonces, y es el 1 Cf. F 27,20. Las citas de los textos teresianos las tomamos de Santa Teresa de Jesús. Obras completas. Edición manual. Transcripción, introducciones y notas de EFREN DE LA MADRE DE DIOS Y OTGER STEGGINK. Madrid, BAC, 1974, 4a. edición. Utilizamos las siglas convencionales. Ofrecen abundantes datos sobre los acontecimientos que rodeaban a la Santa por estas fechas, Efrén de la Madre de Dios, Santa Teresa de Jesús. Obras completas. Madrid, 1964, vol. n, p. 308-328; M. HERRAIZ GARCIA, Introducción a las Moradas de Santa Teresa. Castellón, 1981, p. 11-15. 2 Cf. las anotaciones que éste puso a la Vida de Teresa escrita por el P. Ribera, en Antonio de San Joaquín, Año Teresiano, VII, día 7 de julio, p. 149-150. 3 Cf. 1M 2,7; 4M 1,1; 4M 2,7; Cta. 209,10; cf. también la nota siguiente.
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oro de más subidos quilates, aunque no tan al descubierto van las piedras como acullá. Hízose por mandato del vidriero»4. Cuando comienza a elaborarla sufre fuertes dolores de cabeza; apenas si puede escribir las cartas más urgentes 5• Le parece imposible llevar a término el deseo de su amigo Gracián, pero bajo el impulso de la obediencia a su confesor, que también lo quiere, se di~pone a secundarl0 6 . En un primer momento pretende únicamente repetir lo que ya ha dicho en Vida. Incluso piensa que si el Señor no se lo inspira no podrá escribir nada: «Porque así como los pájaros que enseñan a hablar, no saben más de lo que les muestran u oyen, y esto repiten muchas veces, soy yo al pie de la letra»7. Con estas palabras parece aludir a algunos pasajes de Vida, principalmente a aquél tan expresivo en el que se puede leer: «Que muchas cosas de las que aquí escribo no son de mi cabeza, sino que me las decía este mi Maestro celestial; y porque en las cosas que yo señaladamente digo: «esto entendí» o «me dijo el Señof», se me hace escrúpulo grande poner o quitar una sola sílaba que sea; así, cuando puntualmente no se me acuerda bien todo, va dicho como de mío, porque algunas cosas también lo serám)8. En este texto se confiesa abiertamente la inspiración del contenido principal del libro de la Vida. La autora se conformaría en este primer momento con la altura doctrinal alcanzada en la autobiografía. En este sentido se ha de entender la siguiente afirmación: «Su Majestad lo dará o será servido traerme a la memoria lo que otras veces he dicho, que aún con esto me contentaría... que me holgaría de atinar a algunas cosas que decían estaban bien dichas»9. El Castillo interior va a recoger el contenido de Vida, a clarificarlo y a añadirle nuevas experiencias. En muchos aspectos seguirá al pie de la letra la temática y vivencias de la autobiografía, como es el caso concreto de las sextas moradas que parecen calcadas de aquélla. Aun en la inclusión de un capítulo consagrado a clarificar el significado de la Humanidad del Señor en la vida espiritual y más en concreto en la ascensión a la mística, coincide coil la autob iografía 10. 4 Cta. 209,10; cf. Cta. 305,12. El Vidriero, por cuanto en seguida diremos es Jesucristo. Cf. V 40,5; 1M 1,1; 1M 2,1; 7M 2,10. 5 Cf. J. V. RODRIGUEZ, en Introducción a la lectura de Santa Teresa (obra en colaboración), Madrid, 1978, p. 311-315; M. HERRAIZ GARCIA, Introducción a las Moradas, a.c., p. 15-16. 6 Cf. nota 2. Confiesa Teresa: «Pocas cosas que me ha mandado la obediencia se me han hecho tan dificultosas como escribir ahora cosas de oración ... Mas entendiendo que la fuerza de la obediencia suele allanar cosas que parecen imposibles, la voluntad se determina a hacerlo muy de buena gana, aunque el natural parece que se aflige muchQ) (M Pról. 1). El confesor, como testifica el P. Gracián, era el Doctor Velázquez; cf. las anotaciones a Ribera, citadas en nota 2. 7 M, Pról. 2. 8 V 39,8; cf. V 18,7-8. 9 M, Pról. 2. 10 Cf. V 22; 6M 7. El capítulp de Moradas está más elaborado que el de Vida. Muchos
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Por ello nos parece conveniente, para descubrir el nervio esencial de Moradas, echar una mirada panorámica a las experiencias teresianas habidas hasta la fecha de su composición. Disponemos al respecto de un texto plenamente clarificador. Está datado el 30 de junio de 1571, en A vila. «Esta presencia de las tres Personas -dice-... he traído hasta hoy ... presentes en mi alma muy ordinario, y como yo estaba mostrada a traer sólo a Jesucristo, siempre parece me hacía algún impedimento ver tres Personas -aunque entiendo es un solo Dios- y díjome hoy el Señor pensando yo esto, que erraba en imaginar las cosas del alma con la representación que las del cuerpo»ll. Como vemos, hasta 1571 la relación de Santa Teresa con ~o divino se verificaba en la realidad de Jesucristo. Este pasaje sería suficiente para afirmar la cristificación de lo religioso en Teresa hasta esa fecha. Para mayor abundancia aduciremos otras comprobaciones. La autobiografía en su primera parte narra el descubrimiento progresivo de Jesucristo hasta culminar en el capítulo nueve: Si, de la segunda parte se desgajan aquellos capítulos referidos a los famosos cuatro grados de oración l2 , se tiene presente que el vigésimo segundo trata exclusivamente de Cristo, que las hablas o locuciones, tan frecuentes, tenían su origen en el Resucitado l3, además de una serie de capítulos claves que se centran en él, para desembocar en el último, en el que se narra su percepción en el centro del yo del hombre l4, debemos concluir que la experiencia religiosa dominante del libro de la Vida es Jesucristo l5 . Por otra parte, si atendemos a los momentos principales de su existencia, todos ellos revisten un carácter erístico muy marcado: su vocación 16, su profesión 17 , su oración l8 , su conversión l9 , su primera visión 20 , las más de las locuciones, la cadena de visiones que s~ abre en el capítulo veintisiete y que vertebra la
espirituales la han acusado de no entender los términos de la cuestión (cf. 4M 3,4; 6M 7,5). Sin embargo, ella defiende cada vez con más contundencia su opinión. Incluso llegará a afirmar aquí en Moradas que se va a esforzar por clarificar aún más su pensamiento, cL 6M 7,5. 11 CC 15. 12 Cf. V 11-21. 13 Cf. 6M 8,2. 14 Cf. V 40,5. 15 S. CASTRO, El pensamiento religioso de Teresa, en Teresa de Jesús. Mujer, Cristianá, Maestra. Madrid, Espiritualidad, 1982, p. 71-72. S. CASTRO, Cristología Teresiana. Madrid, 1978, p. 17-72. 16 Ya desde niña comenzó a sentir germinar en su alma la pasión por el Evangelio; cf. V 30,19; 3,6. 17 Cf. V 4,3; S. CASTRO, Cristo y su misterio, en Teresa de Jesús. Mujer, Cristiana, Maestra. o.c., p. 137, nota 5. 18 Cf. V 4,8; 9,4.6. 19 Cf. V 9,1.3.7-8.10; S. CASTRO, Cristología Teresiana, o.c., p. 41-47. Para las vivencias teresianas que se extienden desde la infancia hasta la conversión, cf. Cristología Teresiana, o,c., p. 17-50. 20 Cf. V 7,6.
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existencia teresiana en torno a ella 2I . Toda esta larga y fuerte experiencia finaliza con la visión inaudita y gozosa del último capítulo de la autobiografía 22 , en el que describe cómo el alma de manera admirable se incrusta en Cristo y Cristo en ella, al modo como la imagen se refleja en el espejo en una unidad de luz y de claridad difíciles de expresar. Este último. dato, reviste gran importancia porque, a nuestro juicio, constituye el origen literario-espiritual de Moradas. He aquí sencillamente esbozada la trayectoria cristológica de Teresa previa a la composición del libro de sus predilecciones. Es cierto que ya en Vida y sobre. todo algunos años después gozó de altísimas experiencias trinitarias, lo que ha hecho suponer erróneamente a la generalidad de los teresianistas que el Dios de Moradas es la Trinidad, sin habeT tenido presente que en este libro 'pretende describir el camino que la había conducido hasta esta experiencia, pasando por alto el sentido pedagógico de Teresa que narra lentamente las etapas de la vida espiritual sin saltos, el hecho de que considera su existencia como una historia de salvación paradigmática, y el entramado literario religioso del mismo libro. Al final veremos que en la consideración teresiana el cristoncentrismo absorbente no obstaculizará la vivencia profunda de la realidad trinitaria de Dios. Pero no adelantemos resultados y adentrémonos ya en el cometido directo de nuestro estudio. Posiblemente lo más conveniente fuera empezar el análisis por la última morada, donde Teresa desvela plenamente su secreto y, además, porque cae de su peso que la meta prejuzga la trayectoria. Pero prefiero seguir paso a paso el desarrollo gradual del pensamiento de la autora, que, aunque sabedora del final, estructura la marcha acomodándose al lector y- a su propia andadura. Comienza fijando el misterio del hombre, en cuya hondura se esconde Dios en la realidad de Jesucristo resucitado. Manifiesta esto a través de una alegoría: «QUe es considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos»23; un paraíso adonde él tiene sus deleites 24 . Funda su pensamiento además de en la propia experiencia en la afirmación bíblica de que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios 25 . En un pasaje paralelo se referirá al palacio interior con estas palabras: «Este castillo tan resplandeciente y hermoso, esta perla oriental, este árbol de vida que está plantado en las mismas aguas vivas de la vida, que es Dios»26. La imagen del Castillo se confunde con la del Paraíso, junto a cuyo río 21 Cf. V 27,2. S. CASTRO, Ser cristiano según Santa Teresa. Madrid, Espiritualidad, 1982, p. 97-98. 22 Cf. V 40,5. 23 Cf. 1M 1,1; para los aspectos literarios, V. GARCIA DE LA CONCHA, El arte literario de Santa Teresa, Barcelona, 1978, p. 264-274. 24 Cf. 1M l,!. 25 Cf. 1M l,!. 261M 2,!.
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o, mejor, en sus mismas aguas está el árbol de la vida que es el alma; el río es de agua viva. No olvidemos que Teresa aludirá frecuentemente al agua viva que el Señor prometió a la Samaritana27 • Pero veamos qué acontece cuando el hombre rompe su amistad con Dios: «No hay tinieblas tan tenebrosas ni cosa tan oscura y negra, que no lo esté mucho más. No queráis más saber que, con estarse el mismo Sol que le daba tanto resplandor y hermosura todavía en el centro de su alma, es como si allí no estuviese para participar de El con ser tan capaz para gozar de Su Majestad como el cristal para resplandecer en él el Sol»28. Para esclarecimiento de estos pasajes debemos acudir a otro paralelo del libro de la Vida, ya aludido: ({De presto se recogió mi alma -dice- y pareció me ser como un espejo claro toda, sin haber espaldas ni lados, ni alto ni bajo que no estuviese toda clara y en el centro de ella se me representó Cristo nuestro Señor como le suelo ver. Parecía me en todas las partes de mi alma le veía claro como en un espejo, y también este espejo -yo no sé decir cómo- se esculpía todo en el mismo Señor. .. Dióseme a entender que estar un alma en pecado mortal es cubrirse este espejo de gran niebla y quedar muy negro, y así no se puede representar ni ver este Señor, aunque esté siempre presente dándonos el sen>29. Comparando estos tres lugares se evidencia que desde uri punto de vista literario-espiritual el Sol, la fuente y la luz simbolizan la presencia de Cristo resucitado que sustenta y da vida al hombre, cuya alma, a modo de un espejo refleja a Cristo. La fijación de este dato es clave30 , porque todo el esfuerzo del bautizado va a ir dirigido entrar en contacto con el Rey que se halla en el centro del Castillo, el alma, en cuyo claro cristal o diamante se mira 3l . La meta se halla en la transformación en Cristo o matrimonio espiritual, narrado en séptimas moradas, cumbre del proceso, y consiste en un encuentro vital y esponsal con el Resucitado visualizado en el centro del hombre 32 • Oigámosla a
a
27 «El agua viva recorre gran parte' de las obras teresianas. La imagen se hace especialmente vibrante en el Camino de Perfección (30-32); en Vida los cuatro grados de oración se expresan mediante el simbolismo del agua (11-21); en }vforadas, la oración es como una fuente que mana (4M 2,4) Y crece hasta hacerse mar (6M 5,3), para terminar anegando a la avecica del alma y saciando a la cierva herida (7M 3,13). El agua del Señor llega hasta embriagar, como le acaeció a la Samaritana de quien Teresa escribe: «Iba esta Santa mujer con aquella borrachez divina dando gritos por las calles ... » (MC 7,7) (Jesucristo y su misterio, a.c., p. 137, nota 2); cL también 6M 11,5; la fuerza de este agua encuentra su culmen en 7M 2,7. 281M 2,1. 29 V 40,5. 30 Los teresianistas no han puesto de relieve suficientemente esta experiencia en el conjunto de la espiritualidad teresiana. Me he referido a ella en Cristología Teresiana, a.c., y en Ser cristiano según Santa Teresa,. a.c. 31 Cf. 7M 2,10; V 40,5, 32 CL CC 25; 7M 2,1-7.
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ella misma: «En todo lo que se ha dicho hasta aquí parece que va por medio de los sentidos y potencias, y este aparecimiento de la Humanidad del Señor así debía ser; mas lo que pasa en la unión del matrimonio espiritual es muy díferente. Aparécese el Señor en este centro del alma sin visión imaginaria sino intelectual ~aunque más delicada que las dichas~, como se apareció a los Apóstoles sin entrar por la puerta, cuando les dijo: "Pax vobis»33. Después de explicar la sublime naturaleza (fe esta unión en la que no entra para nada la corporeidad terrena, concluye: «Así me parece puede decir aquí el alma, porque es adonde la mariposilla que hemos dicho, muere, y con grandísimo gozo, porque su vida es ya Cristm)34. Los capítulos siguientes de esta última morada tendrán por objeto describir cuanto surge de esta nueva vida en Crist035 , y explicar la causa por la que Dios se derrama tan abundosamente sobre algunas personas, que se resume en fortalecerles para que se sientan capaces de imitar a Cristo en el mucho padecer36 • Si a esto añadimos el que en sextas moradas reserva tres capítulos 37 para Jesucristo como único camino de santidad y objeto preferente de experiencia religiosa, se podrá concluir que el libro del Castillo Interior se halla trenzado en él; Cristo es la piedra angular del edificio, la savia del árbol, la fuente que riega el vergel, la luz del espejo y la imagen que se esculpe en él. Pero retornemos a la marcha evolutiva del discurso teresiano. Aunque en el abismo del hombre se esconde el misterio de Dios, aquél no capta esa realidad que le invade y funda por haber vivido afectivamente lejos de él, y ahora cuando quiere regresar «aún no llega casi nada de luz que sale del palacio donde está el Rey»38. Teresa, audaz, les exhorta como redimidos que han sido por la sangre de Crist0 39 a que, quitada la pez y negrura del cristal de su alma que no deja transparentar la luz que alumbra en el centr0 40 , y fijos los ojos en Cristo 41 , se encaminen y dirijan a la morada central. Allí les esperan la fuente de vida y el S 0142 , de donde le viene al árbol del alma la frescura, el fruto y resplandor4 3 • Tres textos bíblicos sirven de engarce al pensamiento de Teresa, llenando los espacios de la primera morada del perfume de Cristo: el ciego de 337M 2,3. 34 7M 2,6. 35 CL 7M 3. 36 Cf. 7M 4,4-5. 37 7,8 Y 9. 38 1M 2,14; ef. 1M 2,1.3. 391M 2,4. 40 Cf. J M 2,4. 41 CL 1M 2, JI; R. LLAMAS, Santa Teresa y su experiencia de la Sagrada Escritura, en Teresianum. Ephemerides Carmeliticae 33 Ü982), p. 479-480. Recalca el autor la existencia de dos textos que pudieran hacer el oficio de inclusión en el libro de Moradas: 1M 2,11 Y7M 4,9. 42 Cf. 1M 2,1.3. 43 Cf. 1M 2,2-3.
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nacimient0 44,el paralítico de la piscina45 y la afirmación del Señor: «Donde está tu tesoro, allí está tu corazóm)46. La alusión a Pablo y a la Magdalena 47 , a quienes Cristo se manifestó cuando se hallaban lejos de él, acentúan todavía más el señorío del Resucitado en este estadio que pudiéramos calificar de previo a la marcha y seguimiento de Jesucrist0 48 . A medida que el espiritual se va acercando al centro del castillo empieza a sentir la voz de su Señor. Refiriéndose a los protagonistas de las segundas moradas, dice: «Entienden los llamamientos que les hace el Señor; porque como van entrando más cerca de donde está Su Majestad, es muy buen vecinm)49. Teresa fijará la fuerza de la marcha en un texto vibrante con el que concluye la morada segunda y que por su significado e importancia transcribo casi íntegro: «El mismo Señor dice: "Ninguno subirá a mi Padre sino por mí" (... ) y «quién me ve a Mí, ve a mi Padre". Pues si nunca le miramos, ni consideramos lo .que le debemos y la muerte que pasó por nosotros, no sé cómo le podremos conocer ni hacer obras en su servicio ... Plega a Su Majestad nos dé a entender lo mucho que le costamos y cómo no es más el siervo que el Señor; y que hemos menester obrar para gozar su gloria, y que para esto nos es necesario orar, para no andar siempre en tentacióm)50. También determina nuestra autora claramente la pretensión que debe llevar quien se ha decidido a seguir este camino y dirigiéndose a sus hermanas las carmelitas las exhorta: «Abrazaos con la cruz que vuestro Esposo llevó sobre Sí y entended que ésta ha de ser vuestra empresa; la que más pudiere padecer que padezca más por El y será la mejor librada»51. Las alusiones al hijo pródig0 52 , a los Zebedeos 53, y a la paz que el Señor ofreció a sus Apóstoles el día de pascua 54, reafirman todavía más la vertebración de lo religioso en Jesucristo. En el estadio al que acabamos de referirnos se había comenzado a entablar el diálogo oracional, en el que vamos a entrar, éste ha crecido considerablemente; el hombre comienza a sentirse religios0 55 ; pero le acecha la tentaci6n de creer que la religiosidad puede ser un simple barniz. N os presenta
Cf. 1M 1,3. Cf. 1M 1,6-8. 46 Cf. 1M 1,8. 47 Cf. 1M 1,3. 48 Decimos previo, porque en él se limita a determinar el sentido del camino espiritual que el hombre emprende una vez convertido a Dios. 49 2M 1,2. 50 2M 1,12. 51 2M 1,7. 52 Cf. 2M 1,4. 53 Cf. 2M 1,8. 54 Cf. 2M 1,9. 55 Cf. 3M 1,5. 44
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como ideal evangélico de este tipo de espirituales al joven rico. «Desde que comencé a hablar en estas moradas -dice-, le traigo delante»56. Ahora ya Teresa identifica la perfección cristiana con el seguimiento del Señor y la figura de Jesucristo sigue siendo el norte de sus miradas. Escuchemos un texto precioso: «Qué podemos hacer por un Dios tan generoso, que murió por nosotros y nos crió y da ser, que no nos tengamos por venturosos en que se vaya desquitando algo de lo que le debemos por lo que nos ha servido (... ) que no hizo otra cosa todo lo que vivió en el mundo»57. Este deseo de respuesta a Cristo provoca el anhelo de identificarse y estar con él; dice: «Nosotros (el cuidado) de sólo caminar aprisa por ver a este Señon)58, para lo cual es necesario estar dispuestos a morir con él: {{Muramos con Vos, como dijo Santo Tomás -exclama Teresa-»59, y no queramos que se haga nuestra voluntad sino la suya60 . Con estas disposiciones se asume el seguimiento del Señor a fondo, el Evangelio toca la raíz de la persona, obligándola a confrontar sus actitudes con las de Cristo: «Pruévenos el SeñoL .. Porque si le volvemos las espaldas y nos vamos tristes como el Mancebo del Evangelio, cuando nos dice lo que hemos de hacer para ser perfectos, ¿qué queréis que haga Su Majestad?»61.
y llegamos al recogimiento adquerido al que Teresa alude como de pasada en cuartas moradas62 ; aunque su lugar se encuentre mejor en las precedentes63 . Casi no se detiene en su explicación, porque, como dice expresamente, se ha referido a él en otra parte. Alude indudablemente a Vida y Camino. En esos lugares el objeto preferente de este recogimiento es Cristo. Veamos algunos textos: «Puede representarse delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada Humanidad y traerle siempre consigm)64. «Este modo de traer a Cristo con nosotros aprovecha en todos (los) estados y es un medio segurísimo para ir aprovechando en el primero y llegar en breve al segundo grado de oración y para los postreros andar seguros de los peligros»65. Y en Camino declara: «Llámase recogimiento" porque recoge el alma todas las potencias y se entra dentro de sí con su Dios ... Porque allí metida consigo misma puede pensar toda la Pasión y representar allí al Hijo y ofrecerle al Padre y no cansar el entendimiento, andándole buscando al monte Calvario y al Huerto y a la columna»66. El cristiano al final de esta marcha ascética se 56
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3M 1,5. 3M 1,8. 3M 2,8. 3M 1,2. Cf. 3M 2,6. 3M 1,7. Cf. 4M 1,6-7. Cf. 3M 1,6. V 12,2. V 12,3. CE 47,1; cf. 48,3.
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experimenta unificado en Cristo. Ahora será Dios mismo quien gratuitamente va a intervenir en su santificación. El primer síntoma que denota su presencia se refiere a una llamada misteriosa que nuestra Santa describe con primor: «Visto ya el gran Rey, que está en la morada de este Castillo, su buena voluntad, por su gran misericordia. quiérelos tornar a El y como buen pastor con un silbo tan suave que aun casi ellos mismos no lo entienden, hace que conozcan su voz y que no anden tan perdidos, sino que se tornen a su morada, y tiene tanta fuerza este silbo del pastor, que desamparan las cosas exteriores en que estaban enajenados, y métense en el castillm)67. ¿Quién pudiera imaginarse que el mismo recogimiento infuso habría de quedar tan cristificado? La voz o, por mejor decir, silbo, es del Rey-Pastor que mora dentro. Veamos otra experiencia de estas cuartas moradas: la oración de quietud. Aquí no se dice expresamente que tenga su origen en Jesucristo, aunque se deja' entrever por el simbolismo del agua. En lugares paralelos la referencia al Señor es segura68 . Oigamos primero las palabras de la misma Teresa para pasar en seguida a su interpretación: «Esta fuente viene el agua de su mismo nacimiento que es Dios; y así como Su Majestad quiere, cuando es servido hacer alguna merced sobrenatural, produce con grandísima paz y quietud y suavidad de lo muy interior de nosotros mismos ... vase revertiendo este agua por todas las' moradas y potencias hasta llegar al cuerpo, que por eso dije que comienza de Dios y acaba en nosotros... todo el hombre exterior goza de este gusto y suavidad 69 . Y en seguida precisa que todo esto surge de algo muy interior, del fondo del corazón o de más allá, del centro del alma 7o . En ese mismo lugar, en séptimas moradas identificará a Jesucristo 71 , con quien se une y transforma. Ciertamente en el surtidor que mana con ímpetu ve Teresa aquella fuente que estaba en el paraíso interior dando vida al árbol del alma; ahora su savia recorre a raudales el árbol entero. En sextas moradas, cuya orientación será totalmente crística esta fuentecilla se convertirá en un mar impetuoso 72 • Aquí percibe el alma la llamada del Pastor, cuyo silbo amoroso embelesa73 ; se siente conducida por él, hacia las fuentes que sacian la sed y reparan sus fuerzas. Teresa comenta: «Como comienza a producir aquella agua celestial de este manantial que digo de lo profundo de nosotros, parece que se va dilatando y ensanchando todo nuestro interior y produciendo unos bienes que no se pueden decin)74. Tiene razón nuestra autora: «Como ya estas 67 68
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4M 3,2. Cf. CE 53,2; MC 4,3. 4M 2,4. Cf. 4M 2,5. Cf. 7M 2,3. Cf. 6M 5,3. Cf. 4M 3,2. 4M 2,6.
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moradas se llegan más adonde está el Rey, es grande su hermosura y hay cosas tan delicadas que ver y que entender. .. »'75. Es fácil ir comprobando que en cada morada Teresa remite al lector, al centro o a lo muy interior del hombre como origen de toda la fenomenología de la misma, donde se halla el Castillo encantado, el Paraíso, la fuente, el árbol de vida, el cristal y la imagen efe Cristo o, mejor, Cristo mismo, maravillosamente reflejado en él. Cuando el alma tiene la suerte de tocar este fondo, se siente ebria. «Es un glorioso desatino -exclama Santa Teresa-, una celestial locura, adonde se desprende la verdadera sabiduría, y es deleitosísima manera de gozar el alma»76. Pero la actitud del cristiano ha de seguir siendo la misma y sus ansias también: «Sólo servir a su Cristo crucificado, que no sólo no le piden gustos ni los desean, mas le suplican no se los dé en esta vida»77. En quintas moradas se aborda el tema de la oración de unión que puede presentar una doble modalidad: unión regalada 78 o sintonía con la voluntad de Dios sin ningún tipo de experiencia concomitante 79 . La unión fundamental se reduce a la obediencia al Evangelio, para lo cual -explica Teresa- «no ha menester el Señor hacernos grandes regalos ... , basta lo que nos ha dado en darnos a su Hijo que nos enseñase el camino»80. Es la primera orientación cristo lógica de este grado oracional. Pero también nos brinda nuestra autora un texto donde se preanuncia la meta de la transformación consumada. Sirviéndose de la tradicional imagen del gusano de seda que se convierte en mariposa, dice del espiritual que va recorriendo este camino: «Comienza a labrar la seda y edificar la casa adonde ha de morir. Esta casa querría dar a entender aquí, que es Cristo»81. Después utiliza otra imagen: la de la bodega, en clara alusión al Cantar de los Cantares. Aquí la bodega se identifica con el centro del Castillo o del alma. Dice: «Su Majestad nos ha de meter y entrar El en el centro de nuestra alma ... Como entró a sus discípulos cuando dijo «Pax vobis», y salió del sepulcro sin levantar la piedra}}82. Evi91. Al describir el proceso de sextas moradas dedica nuestra autora más páginas que a todo el conjunto de las restantes. La situación espiritual es idéntica a aquélla en que se encontraba al finalizar el libro de la Vida. Aparece sin la menor sombra de duda que el centro de las referencias del alma en este grado oracional es Cristo Resucitado. Lo dice expresamente su autora. El capítulo séptimo es la clave de lectura. En él se plantea el sentido de la Sagrada Humanidad de Cristo en la vida espiritual. Rechaza de plano la postura de quienes aconsejan el abandono progresivo de la representación de lo corpóreo en la oración -incluida la Humanidad del Señor- al aproximarse a la
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5M 2,13. Cf. 5M 2,14. MC 4,4. 5M 4,3. 5M 4,4. 5M 1,9. 6M l,!.
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contemplación sobrenatural92 , como mera preparación para la misma; ya que todos los autores suponían que era algo absolutamente gratuito. La razón de su postura la funda en que de otro modo no se salva la mediación universal de Cristo, que debe extenderse según ella hasta la representación psicológica93 , en las afirmaciones de algunos textos bíblicos 94 , y en los inconvenientes para la ortodoxia de las vivencias cristianas que podrían derivarse de seguir esos pareceres, entre los que señala: la pérdida de la ejemplaridad de Cristo en todos los momentos de la vida cristiana, disminución de la devoción a la Virgen, los santos, y la Eucaristía95 . Su propia experiencia le había enseñado que después de haber escalado las más altas cumbres de la contemplación había gozado de indecibles comunicaciones con Cristo vivo en su Humanidad. Al narrar estos encuentros con el Señor dedicará dos capítulos 96 ; si a éstos añadimos el séptimo, consagrado enteramente a determinar el sentido del Señor en el existir y vivir cristianos 97 , nos encontramos con que sólo en las moradas sextas reserva para Cristo tres extensos capítuJos. Sobre la presencia del Señor en las séptimas afirmará ya aquí mismo: «Verdad es que a quien mete ya el Señor en la séptima morada es muy pocas veces... las 'que ha menester hacer esta diligencia.,.; mas es muy continuo no se apartar de andar con Cristo nuestro Señor por una manera admirable, a donde divino y humano junto es siempre su compañía»98. En este capítulo séptimo afronta brillantemente la problemática espiritual de entonces; en él abre la mística a dimensiones nuevas, no disociando lo humano y lo divino en Jesucristo, y como derivación lo espiritual y lo corporal en el hombre. De manera admirable trenza en torno al Resucitado (Divinidad y Humanidad gloriosa) la experiencia de la liturgia99 , y la meditación. Su pensamiento se manifiesta nítido: los primeros estadios de la vida espiritual han de tener como objeto preferente de consideración y reflexión la persona del Señor y sus misterios. El ascenso a la mística se deriva de una gracia «sobrenatural», absolutamente gratuita; para alcanzarla no se ha de sucumbir a la tentación de prescindir de la representación de lo corpóreo y mucho menos de la sagrada Humanidad del Señor. En los grados superiores de la mística surgirá de nuevo, pero en intensidad más acusada aún, la experiencia de la realidad humana del Dios hombre. 92 Cf. S. CASTRO, Cristología Teresiana, a.c., p. 293-308; S. CASTRO, Ser cristiano según Santa Teresa, a.c., p. 104-108; 139-142; S. CASTRO, Aproximación al pensamiento religioso de Teresa, o.c., p. 71-76; S. CASTRO, Cristología teresiana y nueva espiritualidad, en Surge 40 (1982), p. 276-293. 93 Cf. 6M 7,5. 94 Cf. 6M 7,6. 95 Cf. 6M 7,6. 15. 96 CaDítulos 8 v 9. 97 Teresa le considera la clave para la comprensión de su obra. 98 6M 7,9. 99 6M 7,11.
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Parece que en la quietud y la unión la percepción religiosa es un tanto abstracta, aunque Teresa ha tratado de cristologizarla, como hemos visto. En los grados superiores la experiencia de la Humanidad es fundamental. Pero más que de Humanidad, habría que hablar, si queremos entrar en lo Íntimo del lenguaje teresiano y su significación, de Cristo glorioso con quien se hace el desposorio y se une en transformación nupcial y mística el cristiano. Asentado que Cristo constituye el núcleo de esta morada o, en otros términos, que el encuentro con Dios tiene lugar en el Resucitado, volvamos ahora al principio de la misma para seguir de cerca su desarrollo. Al comienzo el alma se siente «herida» de Cristo por el mismo Cristo 100. La herida le viene producida por aquella mirada o «vista» del Señor a la que nos hemos referido en las quintas. Va en aumento a causa de los innumerables requiebros que desde el fondo del yo le envía el Esposo. «Son unos impulsos -comenta- tan delicados y sutiles, que proceden de lo muy interior del alma, que no sé comparación que poner que cuadre¡¡lol. La experiencia es tan intensa e intransferible que nuestra autora no se siente capaz de poder comunicarla 102. En algunos momentos toman forma de locuciones; ella las contempla así: «Son unas hablas con el alma, de muchas maneras; unas parece vienen de fuera, otras de lo muy interior del alma, otras de lo superior de ella, otras tan en lo exterior, porque se oyen con los oídos, que parece es voz formadm¡103. Ya hicimos mención en cuartas moradas de las llamadas o silbos del Pastor que ahora vemos convertidos en hablas. Esta experiencia fue muy frecuente en la vida de Santa Teresa. A ella alude aquí. En un principio desconocía su origen, pero con la entrada en estas sextas moradas descubrió o, mejor, le fue revelado el secreto: esas misteriosas voces tenían su origen en los labios de Cristo. Comentando este gozoso hallazgo, dice: «Mas entendía muy claro que era este Señor el que le hablaba muchas veces¡¡104. Cuando estos sucesos alcanzan un determinado grado de intensidad pueden producir el éxtasis l05 u otro tipo de fenómenos místicoslO 6 . La fuente que en cuartas moradas surgía del centro del alma e inundaba al hombre entero, se hace mar l07 . Después se sucederán altísimas experiencias de Jesucristo; algunas -las intelectuales- duraran hasta más de un año, como expresamente dice la Santa: «Sé que estando temerosa de esta visión (porque no es como las imaginarias, que pasan de presto, sino que dura muchos días, y
100 101 102 103 104 105 106 107
ef. 6M 1,1. 6M 2,1. ef. 6M 2,2.4. 6M 3,1. 6M 8,2. ef. 6M 4,2. ef. 6M 5,1. ef. 6M 5,3.
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aun más que un año alguna vez)>>108. La duración de las imaginarias como acaba de decirnos, es menor, pero se imprimen en la persona con mayor fuerza y viveza. Hablando de ellas, escribe: «Muéstrale claramente su sacratísima Humanidad de la manera que quiere, o como andaba en el mundo o después de resucitado; y aunque es con tanta presteza, que la podríamos comparar a la de un relámpago, queda tan esculpido en la imaginación esta imagen gloriosÍsima, que tengo por imposible quifarse de ella hasta que la vea adonde para sin fin la pueda gozaf»109. y prosigue la descripción de estas comunicaciones de Jesucristo antes de narramos el ascenso a la Divinidad: «De muchas maneras se comunica el Señor al alma con estas apariciones; algunas cuando está afligida, otras cuando le ha de venir algún trabajo grande, otras para regalarse Su Majestad con ella y regalarla»llO. Verdaderamente el alma se siente herida por Cristo, así, advierte Teresa: «Acaece muchas veces por un pensamiento muy ligero o por una palabra que oye de que se tarda el morir venir de otra parte ... un golpe, o como si viniese una saeta de fuego; no digo que es saeta ... ; tampoco es golpe, aunque digo golpe; mas agudamente hiere»lll. Estos fenómenos pueden poner en peligro la vida de quien los padece, como le sucedió a ella misma ll2 . En cierta ocasión, después de haber pasado algunos días en gran sequedad espiritual, al escuchar un canto a Cristo de una de sus religiosas: «Fue tanta la operación que me hizo -nos dice- que se me comenzaron a entumecer las manos y no bastó resistencia, sino, que, como salgo de mí por los arrobamientos de contento, de la misma manera se suspende el alma ... Quedó tan quebrantado el cuerpo, que aun esto escribo con harta pena, que quedan como descoyuntadas las manos y con dolof»ll3. Esta pena y esta sed de Dios ya no se le quitará, «ni quiere que se le quite -observa- sino es con la que dijo nuestro Señor a la Samaritana»114. Las alusiones alas Zebedeos y a la Magdalena concentran nuestra mirada aún más, si cabe, en Jesucristo 11 5, que es quien desde la morada principal -el fondo del alma- hace notar su presencia con hablas, impulsos, arrobamientos y raptos. Tiene razón Teresa: «De estas mercedes tan grandes queda el alma tan deseosa de gozar del todo al que se las hace, que vive con harto tormento, aunque sabroso ... »"6. Y, finalmente, alcanzamos la meta: séptimas moradas, cuyo epicentro se halla en el así llamado matrimonio espiritual, al que preceden algunas gracias
108 109 110 111 112 113 114 115 116
6M 6M 6M 6M _Cf. CC 6M Cf. 6M
8,3. 9,3. 10,1. 11,2. MC 7,2; CC 13,1. 3; 6M 11,8. 13,1. 3. 11,5. 6M 11,12. 6,1.
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singulares y altísimas. «Primero que se consuma el matrimonio espiritual -aclara nuestra autora- métela en su morada, que es esta séptima»117. Así el alma llega a la estancia central del Castillo. Aunque ya a partir de las quintas se percibe que la vida surge de dentro del hombre, aquí se descubre el misterio con mayor luminosidadl1 8 • Y como a Pablo en el camino de Damasco, se le caen las escamas de sus ojos y «ve» a la Santísima Trinidad. Este grandioso suceso es previo a la concesión de la gracia del matrimonio. Es como si las otras personas divinas quisieran intervenir en la preparación del alma para su unión nupcial con Jesucristo, segunda Persona de la Trinidad, connotada por su Humanidad. Y después de estos encuentros con el resucitado el cristiano queda más predispuesto para el diálogo y la experiencia trinitarias. Pero Teresa parece que tiene prisa en narramos el hecho central hacia el que se encamina: «Pues vengamos ahora a tratar -escribe- del divino y espiritual matrimonim)119. Y prosigue: «La primera vez que Dios hace esta merced, quiere Su Majestad mostrarse al alma por visión imaginaria de su sacratísima Humanidad»12o. A ella «se le representó el Señor, acabando de comulgar, con forma de gran resplandor y hermosura y majestad, como después de resucitado»l2I. Tuvo lugar este hecho en el centro de su alma; Cristo la transformó en él, la declaró su esposa y la vinculó a su misterio para siempre. Oyó de él aquellas palabras que se le quedaron grabadas: «Mi honra es ya tuya y la tuya mía»122. Así fue la primera vez, pero en adelante le contemplará en visión intelectual: «Aparecese el Señor en este centro del alma sin visión imaginaria, sino intelectual-aunque más delicada que las dichas-, como se apareció a los Apóstoles sin entrar por la puerta, cuando les dijo: «Pax vobis»l23. Nótese la conexión entre resurrección, pascua y matrimonio. La experiencia es inaudita. Se trata de una unión tan estrecha entre Cristo y el alma que en palabras de la misma autora es «como si cayendo agua del cielo en un río o fuente, adonde queda hecho todo agua, que no podrán ya dividir ni apartar cuál es el agua del río o lo que cayó del cielm)124. Es una auténtica transformación «porque... la mariposilla que hemos dicho muere, y con grandísimo gozo, porque su vida es ya Cristo»l25. A partir de este momento el cristiano transformado siente emerger de él la fuerza del «Resucitado»; se experimenta vivo en Dios; una gran paz inunda todo su ser. Pero Teresa no olvida a Cristo y de nuevo vuelve sus ojos a él para
117
7M 1,3; ef. 7M 1,6.
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ef. 7M 1,6.
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120 121 122 123 124 125
7M 2,l. 7M 2,l. 7M 2,1; ef. ee 25. 7M 2,3. 7M 2,6. 7M 2,6.
ee
25.
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aludir a la paz que dio a sus Apóstoles en el cenáculo el día de la resurrección l26 , ya la Magdalena l27 • Después de esto, nos invita discretamente a mirarnos en el espejo en el que nos hallamos esculpidos. Escribe: «Mas como faltamos en no disponernos y desviarnos de todo lo que puede embarazar esta luz, no nos vemos en este espejo que contemplamos, adonde nuestra imagen está esculpida»128. Pasa a continuación a fijarse en los frutos que tiene que producir este árbol plantado en Cristo. He aquí sus palabras: «Que así como el árbol que está cabe las corrientes de las aguas, está más fresco y da más fruto, ¿qué hay que maravillar de deseos que tenga esta alma, pues el verdadero espíritu de ella está hecho uno con el agua celestial que dijimos?»l29. Retorna, como vemos, a la imagen de la primera morada. Ello deja suponer que el hombre se ha hecho una cosa con Cristo l30 . Seguidamente dedicará un capítulo a señalar los efectos de esta unión nupcial. Entre otros señala los siguientes:
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