La Etica Epicurea

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LA ETICA EPICUREA

Epicuro (341-270 a.C.) fue el creador de una comunidad denominada “los filósofos del  jardín”, puesto que era en el jardín de una casa que Epicuro adquirió en Atenas donde

un

grupo no sólo de hombres sino también mujeres (cosa novedosa si la comparamos con el Liceo de Aristóteles o la Academia de Platón), se reunía para cultivar la amistad y la Filosofía. Éstas dos eran para Epicuro las claves para conseguir la felicidad y por consiguiente, a ellas dedicó su vida. Y puesto que la Filosofía permitía alcanzar la felicidad, toda persona debía dedicarse a ella. Así lo expresaba el autor: “Ni el joven postergue el filosofar ni el anciano se aburra de hacerlo, pues para nadie  está

fuera de lugar, ni por muy joven ni por muy anciano, el buscar la tranquilidad del alma. Y quien dice: o que no ha llegado el tiempo de filosofar o que ya se ha pasado, es semejante a quien dice que no ha llegado el tiempo de buscar la felicidad o que ya ha pasado. Así, deben filosofar ancianos y jóvenes: aquéllos para enseñar a los jóvenes y éstos para reunir al mismo tiempo juventud y experiencia.”

(Epicuro, Carta a Meneceo, en Caro T.L., De la naturaleza de las cosas, Madrid, EspasaCalpe, 1969, pág. 316; adaptación de M. F. de Gallo.) Pero, ¿qué era la felicidad para Epicuro? La felicidad estaba dada por la conjunción de dos factores: la ausencia de preocupaciones o, en el término griego, “ataraxia”, y por el placer o “hedoné”, en griego, razón por la cual se considera a Epicuro uno de los principales

representantes del hedonismo . Analicemos entonces estos dos factores: En primer lugar, ¿cuáles son las preocupaciones que el filósofo proponía evitar? Son fundamentalmente tres: el temor a los dioses, el temor a la muerte y el temor al futuro.

Contrariamente a lo que muchos detractores del epicureísmo afirmaban, Epicuro no era ateo. Sin embargo, los dioses eran, para él, seres demasiado alejados de nosotros los humanos, y no se preocupaban por nuestras vicisitudes, por lo que carecía de sentido temerles. En cuanto al temor a la muerte, Epicuro lo consideraba un sinsentido, puesto que “todo bien y todo mal residen en la sensibilidad, y la muerte no es otra cosa que la pérdida de la sensibilidad misma”.

También lo expresaba el filósofo en otras palabras, las que se transformaron en una célebre argumentación: “La muerte pues, el más horrendo de los males, en nada nos pertenece, pues mientras

nosotros vivimos no ha llegado y cuando llegó ya no vivimos. Así, la muerte no va contra los vivos ni contra los muertos pues en aquellos todavía no está y en éstos ya no está más.” (Epicuro, op. cit., pág. 317) Esta concepción de Epicuro trasciende el tema de la muerte en sí. Detrás de ella se esconde una valoración de la vida fundamental en su filosofía. Lo que nos propone no es una teoría abstracta sino, como muchos la han considerado, una sabiduría de vida, caracterizada por el optimismo y la admiración ante la existencia misma del mundo y del hombre. Esta afirmación de la vida fue encarnada por el mismo Epicuro, aun en los momentos finales de su vida, cuando afrontó con fortaleza y optimismo la enfermedad renal que finalmente lo llevó a la muerte. Por último, carece también de sentido temerle al futuro, puesto que: “el futuro ni depende enteramente de nosotros ni tampoco nos es totalmente ajeno, de modo que no debemos esperarlo como si hubiera de venir infaliblemente ni tampoco desesperarnos como si no hubiera de venir nunca.”

(Epicuro, op. cit., loc. cit.)

Y ya que el destino no existe, poseemos algunas cosas por el azar, y otras por obra nuestra, y son estas últimas las que debemos atender. El otro factor para lograr la felicidad, juntamente con la “ataraxia”, es la obtención del

 placer. ¿Debemos entender esto al modo en que lo hicieron los antecesores del epicureísmo, los cirenaicos, encabezados por Aristipo, que sostenían que debe buscarse el placer del momento, sin atender a la tranquilidad y al reposo espiritual? Definitivamente no. Hay dos elementos que permiten diferenciar claramente la propuesta de Epicuro de aquella que había formulado Aristipo. En primer lugar, Epicuro ponía especial empeño en diferenciar tres tipos de deseos: los naturales y necesarios (por ejemplo satisfacer nuestro apetito con el simple y saludable pan de todos los días), los naturales y no necesarios (disfrutar de una comida sabrosa, así como disfrutar de placeres espirituales), y los no naturales ni necesarios (asistir a un opíparo  banquete), a los que también llama vanos o superfluos. Los placeres naturales no sólo son  permisibles sino que son buenos; por el contrario, el deseo de placeres superfluos debe ser evitado. Podemos afirmar por esto que la ética hedonista es una ética naturalista, en tanto identifica lo natural con lo bueno. En las palabras del autor, “todo placer es un bien en la

medida en que tiene por compañera a la naturaleza”. Los placeres vanos no son buenos  porque, a la larga, nos acarrearán dolor; no sólo son más difíciles de conseguir, sino además más fáciles de perder. “Tenemos por un gran bien el contentarnos con lo suficien te, no  porque siempre debamos tener poco sino para vivir con poco cuando no tenemos mucho, estimando por muy cierto que disfrutan equilibradamente de la abundancia y la magnificencia los que menos la necesitan, y que todo lo natural es fácil de conseguir mientras que lo vano es muy difícil de obtener. Asimismo, los alimentos fáciles y sencillos son tan sabrosos como los complicados y costosos cuando se elimina todo lo que puede causarnos el dolor de carecer de éstos. El pan ordinario y el agua producen el mayor de los  placeres cuando llega a obtenerlos un necesitado.

El acostumbrarse pues, a comidas simples y nada magníficas es útil para la salud, lleva al hombre a preocuparse por las cosas necesarias para la vida, lo pone en mejor disposición  para concurrir de vez en cuando a los banquetes suntuosos y lo prepara ante los vaivenes de la fortuna. Así, cuando decimos que el placer es el fin no queremos entender los placeres de los lujuriosos y los que consisten en el goce material como se figuran algunos ignorantes de nuestra doctrina o contrarios a ella o que la entienden erróneamente, sino que unimos el no  padecer dolor en el cuerpo con el tener el alma tranquila.”

Juntamente con esta triple diferenciación de los deseos, Epicuro nos habla de la importancia de poseer una virtud sin la cual es imposible elegir y ordenar los placeres. Esta virtud es la prudencia, y gracias a ella podemos desechar un placer si éste nos ocasionará un mal futuro, aceptar un mal cuando su consecuencia sea un placer superior o no caer en la aceptación ciega de un placer si esto nos impide la adquisición posterior de un  placer mayor o más elevado. “Todo placer es un bien (...) pero no se ha de elegir cualquier goce. También todo dolor es  un

mal pero no siempre se ha de huir de todos los dolores. Debemos pues, discernir tales cosas  por comparación y juzgarlas con respecto a su conveniencia o inconveniencia pues en algunos momentos huimos del bien como si fuese un mal y al contrario buscamos el mal como si fuese un bien.”

El discernimiento de los distintos placeres y la recta prudencia nos permiten, en síntesis, acercarnos a una vida feliz, lo cual constituye el objeto de la filosofía. Sin embargo, esto debe interpretarse en relación con la noción de “ataraxia” antes vista. Epicuro val oraba como

 placer fundamental la tranquilidad del alma y la ausencia de dolor. Si atendemos a la distinción que con frecuencia se hace entre placeres activos y placeres pasivos, podemos afirmar que el filósofo localizaba su búsqueda en los segundos, esto es, en el placer en reposo, a diferencia de Aristipo, que ensalzaba los primeros.

“La ausencia de turbación (ataraxia) y de dolor (aponía) son placeres estables; en cambio, el

goce y la alegría resultan (placeres) en movimiento por su vivacidad. Cuando decimos, entonces, que el placer es el fin, no queremos referirnos a los placeres de los intemperantes o a los producidos por la sensualidad (...) sino en hallarnos libres de sufrimientos del cuerpo y de turbaciones del alma.”  (Citado

por Mondolfo, R., El pensamiento antiguo, Buenos Aires,

Losada, 1983 –  Tomo 2, pág. 103) En suma, una vida en privacía, rodeada de amistades y de placeres moderados, con el mínimo de dolores posibles y tranquilidad en el alma, es lo que nos brindará la felicidad, y hacia eso debe encaminarse el hombre. “Ni la posesión de las riquezas, ni la abundancia de las cosas, ni la obtención de cargos o el

 poder producen la felicidad y la bienaventuranza, sino la ausencia de dolores, la moderación en los afectos y la disposición de espíritu que se mantenga en los límites impuestos por la naturaleza.” (Citado por Mondolfo, op. cit. pág. 10).

Características generales de la Filosofia Epicurea

La filosofía de Epicuro puede ser claramente dividida en tres partes, la Canónica, que se ocupa de los criterios por los cuales llegamos a distinguir lo verdadero de lo falso, la Física, el estudio de la naturaleza, y la Ética, que supone la culminación del sistema y a la cual se subordinan las dos primeras partes. Antes de examinar cada una de estas partes podemos afirmar que la filosofía de Epicuro, en líneas generales, se caracteriza por situarse en el lado opuesto a la filosofía platónica: afirma que no hay más que una realidad, el mundo sensible, niega la inmortalidad del alma y afirma que ésta, al igual que todo lo demás, está formada por átomos, afirma el hedonismo en la teoría ética y como modo de vida y rechaza el interés por la política y, frente a la reestructuración de la sociedad que, afirmaba Platón, era el objetivo del filósofo, prefiere un estilo de vida sencillo y autosuficiente encaminado a la felicidad en el que la amistad juega un papel fundamental.

Veamos ahora con más detalle cada una de las partes de la filosofía de Epicuro:

 La canónica.

La canónica es la parte de la filosofía que examina la forma en la que conocemos y la manera de distinguir lo verdadero de lo falso. Según Epicuro la sensación es la base de todo el conocimiento y se produce cuando las imágenes que desprenden los cuerpos llegan hasta nuestros sentidos. Ante cada sensación el ser humano reacciona con placer o con dolor, dando lugar a los sentimientos, que son la base de la moral. Cuando las sensaciones se repiten numerosas veces se graban en la memoria y forman así lo que Epicuro denomina las "ideas generales" (diferentes a las platónicas). Para que las sensaciones constituyan una base adecuada, sin embargo, deben estar dotadas de la suficiente claridad, al igual que las ideas, o de otro modo nos conducirán al error. Diógenes Laercio, además de las sensaciones, los sentimientos y las ideas generales, menciona un cuarto proceso de conocimiento: las proyecciones imaginativas, por las cuales  podemos concebir o inferir la existencia de elementos como los átomos, aunque éstos no sean captados por los sentidos. Todos esos aspectos, sin embargo, son sólo los principios que rigen nuestro modo de conocer la realidad. El resultado de su aplicación nos lleva a concluir la concepción de la naturaleza que se detalla en la física, segunda parte de la filosofía epicúrea.  La física.

Según la física de Epicuro toda la realidad está formada por dos elementos fundamentales. De un lado los átomos, que tienen forma, extensión y peso, y de otro el vacío, que no es sino el espacio en el cual se mueven esos átomos.

Las distintas cosas que hay en el mundo son fruto de las distintas combinaciones de átomos. El ser humano, de la misma forma, no es sino un compuesto de átomos. Incluso el alma está formada por un tipo especial de átomos, más sutiles que los que forman el cuerpo, pero no  por ello deja el alma de ser material. Debido a ello, cuando el cuerpo muere, el alma muere con él. Con respecto a la totalidad de la realidad Epicuro afirma que ésta, como los átomos que la forman, es eterna. No hay un origen a partir del caos o un momento inicial. Tal y como leemos en la Carta a Herodoto: "Desde luego el todo fue siempre tal como ahora es, y siempre será igual." Toda esta concepción atomista procede claramente de Demócrito, pero Epicuro no duda en modificar la filosofía de aquel cuando le conviene, pues no quiere aceptar el determinismo que el atomismo conllevaba en su forma original. Por ello introduce un elemento de azar en el movimiento de los átomos, una desviación de la cadena de las causas y efectos con lo que la libertad queda asegurada. Este interés por parte de Epicuro en salvaguardar la libertad es fruto de la consideración de la ética como la culminación de todo el sistema filosófico al cual se han de subordinar las restantes partes. Estas son importantes tan sólo en la medida en que son necesarias para la ética, tercera y última división de la filosofía.  La ética.

La ética, como ya se ha dicho, es la culminación del sistema filosófico de Epicuro: la filosofía como el modo de lograr la felicidad, basada en la autonomía o autarkeia y la tranquilidad del ánimo o ataraxia. En la medida en la que la felicidad es el objetivo de todo ser humano, la filosofía es una actividad que cualquier persona, independientemente de sus características (edad, condición social, etc.) puede y debe realizar.

 Lo que se debe evitar

Para exponer la ética de Epicuro podemos fijarnos en dos grandes bloques. Por un lado todo aquello que su filosofía pretende evitar, que es, en definitiva, el miedo en sus diversos modos y maneras, y por otro lado, aquello que se persigue por considerarse bueno y valioso. La lucha contra las diversos miedos que atenazan y paralizan al ser humano es parte fundamental de la filosofía de Epicuro; no en vano, ésta ha sido designada como el "tetrafármaco" o medicina contra los cuatro miedos más generales y significativos: el miedo a los dioses, el miedo a la muerte, el miedo al dolor y el miedo al fracaso en la búsqueda del  bien: 1a. - El miedo a los dioses. Es absurdo, nos dice Epicuro, pues éstos en nada intervienen en los asuntos humanos y no se mueven por la ira ni la cólera ni tantos otros sentimientos que comúnmente se les atribuyen. Por el contrario, los dioses deberían ser un modelo de virtud y de excelencia a imitar, pues viven en armonía mutua manteniendo entre ellos relaciones de amistad. 1b. - El miedo a la muerte. Es igualmente absurdo e irracional. Es un temor que se produce  por dos motivos: o bien la imaginación nos lleva a pensar que existen cosas terribles tras la muerte o bien es fruto de la consideración de que yo, como individuo, voy a dejar de existir  para siempre. Ambas pensamientos, sin embargo, son infundados. Por un lado Epicuro es un materialista, y lo único a lo que le concede una vida eterna es a los mismos átomos, pero no al producto formado por las combinaciones entre ellos. Por otro lado la muerte no es un mal. Siendo como es la pérdida de la capacidad de sentir, Epicuro afirma: "La muerte no es nada para nosotros. Cuando se presenta nosotros ya no somos". No siendo un mal en el momento en el que se presenta, menos daño puede hacer mientras estamos vivos y sólo la presentimos. En ese caso es el temor y la angustia que  produce la fuente del sufrimiento, y no la muerte. Deberá ser el razonamiento el que nos

muestre lo infundado de tal temor. La actitud del sabio es la de vivir razonablemente en lugar de desperdiciar el tiempo que tenemos anhelando un tiempo de vida infinito que nunca lograremos alcanzar: "El recto conocimiento de que la muerte nada es para nosotros hace dichosa la mortalidad de la vida, no porque añada un tiempo infinito, sino porque elimina el ansia de inmortalidad.  Nada temible, en efecto, hay en el vivir para quien ha comprendido que nada temible hay en el no vivir." 1c. - El miedo al dolor. es otro de los objetos de ataque de Epicuro. Se trata de un miedo infundado ya que todo dolor es en realidad fácilmente soportable. Si se trata de un dolo intenso su duración será breve sin duda, mientras que si el dolor es prolongado, su intensidad será leve y podrá ser fácilmente sobrellevado. 1d. - Finalmente el miedo al fracaso. en la búsqueda del bien y de la felicidad en la vida está relacionado con el ideal de autonomía del sabio epicúreo. Quien considera que la felicidad depende de factores externos equivoca su juicio y se somete a cosas que están fuera de su control, como la opinión de los demás, las recompensas externas, etc. Por el contrario, gozando de la autonomía propia del sabio, es posible para cada uno lograr un estado de ánimo equilibrado y gozoso con muy pocos medios (no debe olvidarse que la mayoría de las filosofías helenísticas surgen como respuesta a un mundo en continuo cambio y conflicto y  pretenden proporcionar al individuo la coherencia e independencia que la polis clásica había  perdido). Con respecto a aquello que la filosofía de Epicuro considera bueno y valioso no puede ensalzarse lo suficiente el placer y la amistad. En la búsqueda del placer es necesario distinguir aquellos deseos que son naturales y necesarios (como el placer de calmar el hambre o la sed), de aquellos que son naturales y no necesarios (como el placer de seguir comiendo y bebiendo aunque el hambre y la sed hayan

sido satisfechos), y también de aquellos que no son ni naturales ni necesarios (como el placer de obtener glorias, honor, etc.). Epicuro siempre sostuvo la importancia de distinguir entre los placeres aquellos que eran verdaderamente beneficiosos de aquellos que podían generar una dependencia y que terminaban por causar insatisfacción, bien porque fuesen irrealizables o bien porque eliminaban la autonomía del individuo. "Reboso de placer en el cuerpo cuando dispongo de pan y agua, y escupo sobre los placeres de la abundancia, no por sí mismos, sino  por las molestias que los acompañan." Finalmente Epicuro exalta la amistad entre los seres humanos como una de las mayores virtudes y uno de los mejores placeres de los que se puede gozar. La amistad proporciona un apoyo en un mundo hostil y extraño. Es una ayuda no tanto por lo que los amigos hagan efectivamente por uno, como por el hecho de saber que podamos contar con ellos, en caso de ser necesario. La amistad llevó a Epicuro a fundar su propia escuela entendida como un lugar de encuentro, de disfrute, de diálogo y de estudio así como de recuerdo gozoso de los amigos que ya han desaparecido. La clave del modo de vida epicúreo, de tener que ser resumida en tres palabras, vendría a ser: gozar, saber y compartir. Esos tres factores, como nos muestran las palabras de Epicuro, están íntimamente relacionados: Gozar el placer de estar vivo, saber discernir lo que es verdaderamente valioso, y compartir en la amistad tanto la vida como el conocimiento. LA TEORIA EPICUREA:

La teoría epicúrea del conocimiento es inspirada en el materialismo atomista, es sumamente sencilla. La única fuente de conocimiento es la sensación, producida por unos efluvios compuestos de átomos sutilísimos y sumamente veloces que se desprenden de las superficies de los cuerpos y que penetran por los poros en los órganos de los sentidos, produciendo en ellos impresiones. Las pasiones versan sobre cosas presentes, en cuanto producen

sensaciones de placer o de dolor. Este es el criterio del bien y del mal, y de las cosas que se deben aceptar o rechazar. Ésta nos ayuda a librarnos de los temores de las supersticiones y falsas creencias acerca de los dioses y de la muerte. El atomismo muestra los elementos eternos, constitutivos de todas las cosas: la materia (átomos), el vacío (espacio) y el movimiento. La materia esta compuesta por un número infinito de átomos invisibles cuya existencia se afirma porque así lo exige la razón, aunque no puedan ser percibidos por los sentidos y el vacío, o espacio, es el que separa y distingue unos átomos de otros. El alma humana se compone de átomos esféricos lisos, sutiles y sumamente móviles, extendidos por le cuerpo a manera de una red. Carta a Meneceo:

‘’Cuando se es joven, no hay que vacilar en filosofar, y cuando se es viejo, no hay que

cansarse de filosofar. Porque nadie es demasiado joven o demasiado viejo para cuidar su alma. Aquel que dice que la hora de filosofar aún no ha llegado, o que ha pasado ya, se  parece al que dijese que no ha llegado aún, el momento de ser feliz, o que ya ha pasado. Así  pues, es necesario filosofar cuando se es joven y cuando se es viejo: en el segundo caso para rejuvenecerse con el recuerdo de los bienes pasados, y en el primer caso para ser, aún siendo  joven, tan intrépido como un viejo ante el porvenir. Por tanto hay que estudiar los métodos de alcanzar la felicidad…’’

Toma a la filosofía como el saber, para llegar a la felicidad. Aunque se sea viejo o joven igual se puede aprender a filosofar. No se justifica el no filosofar. La filosofía lleva a la felicidad, que es la puerta para llegar a la Ataraxia, la felicidad del alma (no tener dolor corporal). Reconoce que la edad no es obstáculo para ser feliz.

‘’ En primer lugar, debes saber que Dios es un ser viviente inmortal y bienaventurado, como indica la noción común de la divinidad,… Porque los d ioses

existen, tenemos de ellos un

conocimiento evidente; pero no son como cree la mayoría de los hombres. No es impío el que niega los dioses del común de los hombres, sino al contrario, el que aplica a los dioses las opiniones de esa mayoría. Porque las afirmaciones de la mayoría no son anticipaciones, sino conjeturas engañosas. De ahí procede la opinión de que los dioses causan a los malvados los mayores males y a los buenos los más grandes bienes. La multitud, acostumbrada a sus  propias virtudes, sólo acepta a los dioses conformes con esta virtud y encuentra extraño todo lo que es distinto de ella’’.

Los dioses están en su mundo y no intervienen en la vida de los seres humanos; en cambio el vulgo (pueblo), creen que los dioses están constantemente con ellos, castigándolos, etc. “En segundo lugar, acostúmbrate a pensar que

la muerte no es nada para nosotros, puesto que

el bien y el mal no existen más que en la sensación, y la muerte es la privación de sensación. Un conocimiento exacto de este hecho, que la muerte no es nada para nosotros, permite gozar de esta vida mortal evitándonos añadirle la idea de una duración eterna y quitándonos el deseo de la inmortalidad. Pues en la vida nada hay temible para el que ha comprendido que no hay nada temible en el hecho de no vivir. Es necio quien dice que teme la muerte, no  porque es temible una vez llegada, sino porque es temible el esperarla. Porque si una cosa no nos causa ningún daño con su presencia, es necio entristecerse por esperarla. Así pues, el más espantoso de todos los males, la muerte no es nada para nosotros porque, mientras vivimos, no existe la muerte, y cuando la muerte existe, nosotros ya no somos. Por tanto la muerte no existe ni para los vivos ni para los muertos porque para los unos no existe, y los otros ya no son. La mayoría de los hombres, unas veces teme la muerte como el peor de los males, y otras veces la desea como el término de los males de la vida. El sabio, por el contrario, ni desea ni teme la muerte, ya que la vida no le es una carga, y tampoco cree que sea un mal el no existir. Igual que no es la abundancia de los alimentos, sino su calidad lo que nos place, tampoco es la duración de la vida la que nos agrada, sino que sea grata. En cuanto a los que aconsejan al joven vivir bien y al viejo morir bien, son necios, no sólo porque la vida tiene su

encanto, incluso para el viejo, sino porque el cuidado de vivir bien y el cuidado de morir bien son lo mismo. Y mucho más necio es aún aquel que pretende que lo mejor es no nacer, «y cuando se ha nacido, franquear lo antes posible las puertas del Hades. Porque, si habla con convicción, ¿por qué él no sale de la vida? Le sería fácil si está decidido a ello. Pero si lo dice en broma, se muestra frívolo en una cuestión que no lo es. Así pues, conviene recordar que el futuro ni está enteramente en nuestras manos, ni completamente fuera de nuestro alcance, de suerte que no debemos ni esperarlo como si tuviese que llegar con seguridad, ni desesperar como si no tuviese que llegar con certeza’’.

Si vivimos pensando en la muerte, no seríamos felices, o sea que no llegaríamos a la Ataraxia, que no es mas que la privación de lo que podemos, sentir, cuando morimos dejamos absolutamente todo, ni el alma nos queda porque esta también se desintegra junto con el cuerpo, a esto el lo explica por el concepto atomista de Epicuro. Al contrario con la muerte estamos alejados de todo, los dolores tristezas, pasiones y amarguras de la vida. ‘’En tercer lugar, hay que comprender que entre los deseos, unos son naturales y los otros

vanos, y que entre, los deseos naturales, unos son necesarios y los otros sólo naturales. Por último, entre los deseos necesarios, unos son necesarios para la felicidad, otros para la tranquilidad del cuerpo, y los otros para la vida misma. Una teoría verídica de los deseos refiere toda preferencia y toda aversión a la salud del cuerpo y a la ataraxia del alma, ya que en ello está la perfección de la vida feliz, y todas nuestras acciones tienen como fin evitar a la vez el sufrimiento y la inquietud. Y una vez lo hemos conseguido, se dispersan todas las tormentas del alma, porque el ser vivo ya no tiene que dirigirse hacia algo, que no tiene, ni  buscar otra cosa que pueda completar la felicidad del alma y del cuerpo. Ya que buscamos el  placer solamente cuando su ausencia nos causa un sufrimiento. Cuando no sufrimos no tenemos ya necesidad del placer.(…).Por ello decimos que el placer es el principio y el fin de

la vida feliz. Lo hemos reconocido como el primero de los bienes y conforme a nuestra naturaleza, él es el que nos hace preferir o rechazar las cosas, y a él tendemos tomando la sensibilidad como criterio del bien. Y puesto que el placer es el primer bien natural, se sigue de ello que no buscamos cualquier placer, sino que en ciertos casos despreciamos muchos

 placeres cuando tienen como consecuencia un dolor mayor. Por otra parte, hay muchos sufrimientos que consideramos preferibles a los placeres, cuando nos producen un placer mayor después de haberlos soportado durante largo tiempo. Por consiguiente, todo placer,  por su misma naturaleza, es un bien, pero todo placer no es deseable. Igualmente todo dolor es un mal, pero no debemos huir necesariamente de todo dolor. Y por tanto, todas las cosas deben ser apreciadas por una prudente consideración de las ventajas y molestias que  proporcionan. En efecto, en algunos casos tratamos el bien como un mal, y en otros el mal como un bien’’.

‘’Los alimentos más sencillos producen tanto placer como la mesa más suntuosa, cuando está

ausente el sufrimiento que causa la necesidad; y el pan y el agua proporcionan el más vivo  placer cuando se toman después de una larga privación. El habituarse a una vida sencilla y modesta es pues un buen modo de cuidar la salud y además hace al hombre animoso para realizar las tareas que debe desempeñar necesariamente en la vida. Le permite también gozar mejor de una vida opulenta cuando la ocasión se presente, y lo fortalece contra los reveses de la fortuna. Por consiguiente, cuando decimos que el placer es el soberano bien, no hablamos de los placeres de los pervertidos, ni de los placeres sensuales, como pretenden algunos ignorantes que nos atacan y desfiguran nuestro pensamiento. Hablamos de la ausencia de sufrimiento para el cuerpo y de la ausencia de inquietud para el alma’’.

Epicuro define al placer como el no sufrir dolor en el cuerpo, ni turbación ni intranquilidad en el alma. Su posición frente a los excesos y el cálculo en la razón, en la elección del placer es la prudencia. La razón ayuda pero la prudencia es mas apreciable que la filosofía (filosofía = saber racional). La prudencia lleva a la vida feliz, la vida sensata y la vida justa. La virtud está unida a la felicidad, igual que para Aristóteles y Platón. En este fragmento se rescata la autarquía personal, y la importancia de elegir racionalmente, pero mas importante es elegir  prudentemente. En conclusión la prudencia es el principio fundamental de toda vida feliz. ‘’Por tanto, el principio de todo esto, y a la vez el mayor bien, es la sabiduría. Debemos

considerarla superior a la misma filosofía, porque es la fuente de todas las virtudes y nos enseña que no puede llegarse a la vida feliz sin la sabiduría, la honestidad y la justicia, y que

la sabiduría, la honestidad y la justicia no pueden obtenerse sin el placer. En efecto, las virtudes están unidas a la vida feliz , que a su vez es inseparable de las virtudes’’. Los valores mas grandes que fomenta son los de la amistad, ya que es la única relación humana que no nos lleva al exceso, sino que nos llevaría a la Ataraxia. El placer esta dado  por el concepto materialista de la realidad, el fin del hombre queda reducido a lograr la felicidad posible en este mundo y conseguir la mayor cantidad posible de placer, que es el único bien. Así lo atestigua la experiencia. Todos los seres vivientes buscan los placeres y huyen de los dolores. Este es el único criterio que debe presidir la conducta humana, o sea que la felicidad esta en la satisfacción del deseo, en la consagración del placer. “Yo no sé,

como puedo concebir el bien, si prescindo de los placeres del gusto y los placeres del amor, y los del oído y la vista y elimino las emociones placenteras causadas por la visión de una hermosa forma”

La virtud consiste en el medio de evitar el dolor y de conseguir la mayor cantidad posible de  placer. No todos los dolores son absolutamente malos, sino que a veces son preferibles a los  placeres, pues pueden reportarnos un bien mayor. Ni todos los placeres son deseables, pues  pueden ser causa de dolores. El sabio deberá moderar la satisfacción de sus apetitos mediante la virtud de la templanza, puesto que el abuso de los placeres puede ocasionar dolor. Debe saber calcular las sensaciones y distinguir su duración, su intensidad y sus consecuencias.  La Posibilidad de la ética Epicúrea en la sociedad contemporánea

La ética de Epicuro es conocida por su intención del goce de la vida con el fin de hacer que el hombre pueda alcanzar la felicidad en esta vida única, por la cual, pasamos temporalmente. Lo fundamental, para nosotros, es conocer la probabilidad de que esta ética sea aplicable en una sociedad que se encuentra en un proceso de liberación, señalando paso  por paso la probabilidad de que ésta se adapte a la sociedad contemporánea.

Uno de los temas trascendentales que ha estudiado la filosofía, la cual ha abarcado en gran  parte la historia del hombre, es el relacionado con el tema de la ética, tema del cual muchos  pensadores han querido entregar respuestas del cómo se fundamenta y cuáles son los  principios que la guían a ser lo que es. Sin embargo, no hay ninguna concepción que pueda dar respuestas precisas a lo que el mundo de la filosofía quiere determinar. Una de las razones de esta indeterminación corresponde a los diferentes períodos en que se ha tratado de explicar lo ético, lo cual quizás explica ciertas concepciones de una sociedad determinada,  pero no explica lo ética en sí. Esto ocurre a causa de los distintos períodos de la historia del hombre, en donde se entregan enfoques diferentes en cada momento, dependiendo de la sociedad. Lo social es un factor muy importante, pues es lo que determina el comportamiento de los individuos y con ello, también determina todo lo relacionado con lo ético. Entonces, la ética estaría determinada en gran parte por lo social, pero al contrario, tiene su propia esencia y eso es lo que hace que las éticas de ciertos períodos pasados puedan ser aplicadas hasta hoy en día. Es por eso que la pregunta fundamental que nos realizaremos corresponde a la aplicabilidad de una cierta ética de antaño a la realidad social que se vive hoy en día, realidad en donde la sociedad nos muestra una mutabilidad descontrolada, mutabilidad que no nos entrega muchas señas de querer algo bueno, sino que todo lo contrario. Aunque dicen que esto sucede en todos los tiempos, es recomendable disponernos a analizar y experimentar  personalmente a través del intelecto y de la imaginación. Es por eso que, fundamentalmente, trataremos de aplicar una ética del placer, basada en Epicuro, a la sociedad llena de mutabilidad que se nos está mostrando en la contemporaneidad. A través de sus principios queremos demostrar que a causa de la esencia de lo ético, cualquier tipo de ética es aplicable a cualquier sociedad habida y por haber a lo largo de los tiempos, pero hay algunas que son más aplicables que otras porque representan más el comportamiento social de un cierto momento. Para ser más exactos en la explicación de nuestra investigación, vamos a corroborar que la ética epicúrea puede ser aplicada a nuestra sociedad como a cualquier otra, y con ello, vamos a determinar los beneficios y las consecuencias que esto conlleva. Para comenzar, es necesario explicar en parte la ética de Epicuro, en donde analizaremos sus  principios fundamentales y su respectiva aplicabilidad a la sociedad actual.

La ética epicúrea se basa, fundamentalmente, en el “llevar una vida buena”, que

 podemos explicarla, por el momento, como una vida que es guiada por el placer y que se aleja del dolor: El placer nos parece bueno a todos, mientras que el sufrimiento, creemos que debemos rechazarlo… La prueba de que el placer es la meta es que, desde la infancia, le

estamos sujetos instintivamente; si lo hemos probado, no buscamos nada más y no huimos nada tanto como su contrario, el sufrimiento ( Schlanger, 2000. Pág. 124-125). Al hombre le es necesario buscar el placer y evitar el dolor, esos dos son los principios fundamentales de la ética epicúrea, que explicaremos más adelante con más atención, los cuales se relacionan también con la vida y la muerte. De estos dos principios, el dolor tiene un prejuicio instaurado en la sociedad, el temor de su fin último, el temor de la muerte. Dentro de la Filosofía de Epicuro, es necesario explicar la concepción que tiene acerca del alma. Para Epicuro, el alma es corpórea, nace y muere junto al cuerpo con el cual tienen una unión desde su creación, durante toda su existencia, hasta su fin. Es por eso que Epicuro manifiesta que Quienes afirman que el alma es incorpórea no saben lo que dicen puesto que, si así fuese, no podría ni realizar nada ni sufrir nada, y en cambio está claro que ambas contingencias son  propias del alma (Henao, 2006. Pág. 178). A través de la refutación de la corporeidad del alma, podríamos concluir que Epicuro se equivoca y por lo tanto su ética es inválida; pero eso sería un gran error. Epicuro intuye el alma como corporal con el fin de explicar el movimiento del cuerpo, el sentir y el pensar para dar a conocer la recepción de la aisthesis  por ambas partes: cuerpo y alma. Pero esta incompatibilidad de concepción no daña la ética  porque no tiene mayor importancia en los resultados, ya que de igual forma se entiende que el alma como intelecto, recepciona las sensaciones del cuerpo, por lo tanto, no influyen en nuestro objetivo de introducir esta ética en la sociedad actual. Por lo tanto, sea el alma corpórea o no, podemos aplicar igualmente la ética epicúrea en la actualidad a través de sus dos principios fundamentales.

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