La estación del miedo o la desolación dispersa

February 23, 2017 | Author: Lina Fernanda | Category: N/A
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PREMIO PLANETA DE HISTORIA

Mermes Tovar

La estación del miedo o la desolación dispersa líl Caribe colombiano en el siglo xvi

Ariel Historia

Mermes Tovar

La estación del miedo o la desolación dispersa El Caribe colombiano en el siglo XVI

Editorial Ariel Santa Fe de Bogotá

1a edición: noviembre de 1997. © Kermes Tovar Pinzón, 1997. Derechos exclusivos de edición en español reservados para todo el mundo: © Planeta Colombiana Editorial S. A., 1997. Carrera 68A No. 22-55 Santa Fe de Bogotá ISBN: 958-614-601-4 Impreso por Impreandes Presencia S. A. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor. No, Clasificación

Biblioteca

"lünol Proveedor

Fecha ciasíf.

A mi nieta Diana Lucía y a mi madre Consuelo

ÍNDICE

Introducción

....................................................................

15

< '.ipilulol líl sentido trágico del rumor en l.i • D i K j u i s t a de América '

31

rilulo|[

i . ipm< idad y mercantilismo en el Caribe .................... 73 I

ipilMlolll

i i i ....... "u del rescate ala ........ l.i 1 11 el Caribe ............................................... •

137

.r i i u l i > IV

i ' mi 1 1 -i. .. .iiiK-Hiración del mundo prehispánico i tli m u l l o europeo en el siglo XVI ........................ 183 lu i i .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .....229 . ili.i

...241

10

LA ESTACIÓN DEL MIEDO

ÍNDICE

9. Botines obtenidos por Heredia y Vadillo 1533-1537

2. Quintos provenientes de indios esclavos pagados en Santa María la Antigua delDarién, 1514-1515

127

10. Reparto de los botines de Pedro de Heredia (1535) y Juan Vadillo (1536-7), procedentes de las sepulturas del Cenú... 130

ÍNDICE DE CUADROS

1. Rescates hechos por Julián Gutiérrez en Urabá, 1532

11

96

104

3. Valor promedio de los quintos de indios esclavos en Cartagena, 1536

109

4. Precios de algunos productos en Santa María la Antigua delDarién, 1532

110

I I . liolín del conquistador Jiménez de (.hicsada y su hueste

133

I ' Encomiendas entregadas por Pedro de I luvdia en la jurisdicción de Mompox en 1541

160

i '• I íslructura de ingresos fiscales •un la Caja de Cartagena, 1533-1599

170

i i Mmojanla/gos pagados en • irlugcna de Indias, 1564-1568

173

i

Mi oilucio anual que su majestad goza en i«. 1 1 Lis indias, marzo de 1533 a agosto de 1555 .. 191

i • huillín ion de oro en la lili m .. l-spañola, 1521-1529

5. Entradas y cabalgadas a territorios de la actual Colombia, según registros de la Caja del Darién, 1514-1526

120

6. Reparto del botín de San Sebastián de Buenavista: estructura de ingresos, 1534

123

I iliti ilnii h u í i l r l JMSIO de la • il • il< . m u I r , I.S59-1599

7. Reparto del botín de Pocigueica y Boriticá, 1529

124

, • i.

8. Principales rescatadores de oro de las sepulturas del Cenú, 1536-1537

126

i

i i M I . i ilc los egresos según luí i|u di < ,iii;i,vna, 1533-1599

195 205 .207

le c u o ¡i l'spana hechas

Ir S;mia K: 1560-1599 • . . i i i . i . . .1 i ,|MU.i por la Caja de Santa Fe i l,i < i|.Mir r.uiaivna, 1562-1599

216 218

12

LA ESTACIÓN DEL MIEDO

ÍNDICE DE MAPAS 1. Urabá: área de influencia en el primer cuarto del siglo XVI 2. Cajas reales en la Nueva Granada (siglo XVI) Sentido de la succión del oro.

Monedas usuales en el siglo xvi, mencionadas en el texto

ÍNDICE DE GRÁFICOS de oro = 8 tomines = 450 maravedís = 4,6 gramos 1. Caja de Santa María la Antigua del Darién, 1514-1526. Distribución porcentual de los quintos pagados a la Corona 2. Caja de Santa María la Antigua del Darién, 1514-1526. Quintos pagados por concepto de indios esclavos

Un tomín =12 granos Un ducado = 375 maravedís I i n nureo = 5440maravedís = 8 onzas 1 1 na onza = 8 ochavas 1 M.I ochava = 12 tomines

3. Caja Real de Cabo de la Vela y Río del Hacha: Quintos de perlas y almojarifazgos 1539-1572

I IM k i h i u -

20 maravedís

INTRODUCCIÓN

La estación del miedo o la desolación dispersa < iundo los pueblos indígenas del siglo XVI compren• i i - ion lo que había ocurrido con la conquista, desenfundaron u 11 . n i i n ; i , apenas expresado en mensajes breves que, como oí i ios, fueron quedando en escritos anónimos o en noj'.iiiorios que hicieron jueces, religiosos o funciona• !• i * lema colonial. La conquista había sido una época 1 i m u , ilc icmor y de desolación. El mundo había sido i- li • v '.• >l>re sus cenizas, Occidente se lanzaba a consiin i i n i c v ; i sociedad. La misma que hoy tratamos de jilli u i l,i I n / i l e una complicada red de presencias que no II! i rosri los Iondos de nuestra identidad. 1 ' i " i . l í m e n l o interior era el último rescoldo de una • iii ' ni i|iu- había empezado por arrasar el universo l i i i la i opai los linderos de la muerte. Los nativos idos v lobados por las primeras huestes de 1 1 , 1 . , , N I . nesii, Ojcda, Balboa y Pedradas I M I l.i i i < l e l ('aribe, inauguraron el asombro u U i odíela de unos seres que llegaban para i ' ir aldeas y sus cuerpos, hasta desnu1 i ir. u n í . iio\l excavar sus tumbas para id ' i o|leudas. .Sobre el espíritu quedaba ¡ • • i n i i | i u - se di luía y se dispersaba en

16 LA ESTACIÓN DEL MIEDO

torno a los nuevos territorios y a las propuestas que los españoles hacían para reordenar los girones dispersos de las sociedades vencidas. El terror diseminó el miedo, que se diluyó entre el silencio y el aislamiento para asilarse como fantasma bajo los techos de la conspiración y la resistencia1. Los mecanismos más sutiles del contacto estuvieron predispuestos a avasallarlas estructuras étnicas que pasivamente, o mediante la guerra, respondieron a las pretensiones de los europeos de arrancar oro, perlas, piedras preciosas, alimentos, textiles y hombres esclavos de las habitaciones de cuantas comunidades cayeron bajo la sombra de sus espadas y el eco sordo de sus arcabuces. El obispo Quevedo dijo de los hombres de la expedición de Juan de Ayora que penetraron a las tierras de los caciques Tubanamá, Comogre y Pocorosa, en 1515, que dejaron "toda la tierra comida, corrida, robada y puestos todos los indios en huida"2. Según Oviedo, estos vejámenes produjeron la desaparición de más de dos millones de indígenas en el Darién. Y al hacer una relación de los mismos, escribió: "Es menester que diga cómo se acabó tanta gente en tan poco tiempo"3. El mismo Balboa contó en 1515 que el capitán Gaspar Morales ordenó que "hasta cien in-

Para una visión sobre los primeros años de la ocupación del Caribe colombiano puede verse, de Gonzalo Fernández de Oviedo, la Historia general y natural de las Indias, III (Biblioteca de Autores Españoles, Madrid 1959) pp. 131-143 y 204-356. 2 Citado en Pablo Alvarez Rubiano Pedrarias Dávila, contribución al estudio de la figura del "Gran Justador", Gobernador de Castilla del Oro y Nicaragua (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo, Madrid, 1944) p. 147. La afirmación se hizo con respecto a Francisco Dávila. Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia General..cit., III, pp.236 y 241; Pedro Alvarez Rubiano, op. cit., p. 159.

INTRODUCCIÓN

17

dios e indias, la mayor parte mugeres y mochachos" que habían traído atados y encadenados del golfo de San Miguel, "les cortasen las cabezas y les diesen de estocadas"4. Esta forma de colonizar el Urabá, el Darién, el Dabaibe y en general la Tierra Firme o Castilla del Oro, constituiría una pedagogía que serviría de eje a las nuevas relaciones entre Mancos e indios, fundadas años después de Urabá en otros ( n i Morios de nuestra América. Por ejemplo, hacia 1524, el • • >iu|iiistador Pedro de Alvarado avasalló a los cakchiqueles • i- < iualemala sin consideraciones de ningún género: "Que• i i i|iic le dieran montones de metal, sus vasijas y coronas". » > i s crímenes y asaltos de este etnocidio genenl u los .silenciosos registros de las cuentas de la 1 illl l i . n donde se hallan nuevas dimensiones de n e u i i o I ,os soldados que salían de Santa l u i t i i IH un u.i .!< I I t.nién retornaban con sus botines de i » i i . i . i >.i| lacayos, cañafístola, telas y alimenI m u í i i y lue^o repartir sus ganancias. Ahí, huí - i . i i i i n e i o , dentro de su hueso, están los i id u los en las almonedas públicas, el pago 1 * u|Mi avasallado por la presencia de la i 1

lili

l«. llistot ni general... cit.,111, p. 220.

'/i . -i |ip. 147-148.

20 ESTACIÓN DEL MffiDO

hueste cristiana, la complacencia o la frustración de unos expedicionarios, cuyos gestos se miden por los botines recogidos, por Jos territorios rastrillados y por la bondad de sus riquezas. Números en cuya piel se ocultan los símbolos del ritual que acompaña la exacción de los recursos de las comunidades que en forma de oro llegaban para ser fundidos en los crisoles de las tesorerías, de donde se remesaban a su majestad católica como testimonio del provecho de sus colonias. El objeto de este trabajo es conocer en parte la naturaleza de este encuentro en las costas y llanuras del Caribe del territorio de la actual Colombia, durante el siglo XVI. Desde Urabá hasta el Cabo de la Vela, los españoles no cesaron de operar con su poder acerado, no sólo para canjear, sino para fundar nuevas formas económicas de extraer los recursos naturales, y para crear políticas y sistemas sociales nunca vistos ni imaginados por los hombres del Renacimiento ni por los que existían en América. El Nuevo Mundo lo era por estas osadías del poder personal, por el desorden social y por los modos de obtener excedentes y recursos económicos. Este es el otro fantástico realismo social de dictadores, justicieros, predicadores, refugiados, asaltados, mutilados, quemados, perdidos y esclavos que brotaban entre la naturaleza exhuberante de nuestros trópicos, cuyas aves, bestias, insectos, peces y monstruos de todo género, ayudarían a construir, en cierta literatura, el culto a una naturaleza sin hombres. Sólo los poderosos y autócratas genocidas, acomodados sobre sus lombardas, arcabuces y espadas, parecían ser los únicos seres divinizados y acatados en territorios habitados por la desolación y el miedo, por refugiados y por hombres de silencio idos y ocultos entre los linderos de una desolación dispersa. Seres vistos como fantasmas del bosque, cual si la vida de los naturales hubiera discurrido en un

21

INTRODUCCIÓN

Piaraíso sin tiranos. "Los yndios están muy recelosos

de los cristianos y labran poco, porque no están de asiento con el inycdo que tienen", escribió Balboa, desde el Darién, apenas en 151511. Pero el realismo social era el universo del dolor al cual se oponían el realismo mágico de la fauna y de los bosques, y el realismo fantástico de los monstruos y mii"de amazonas, riquezas inimaginables e islas de todos los u • u MUS. Estas sustancias del realismo social, mágico y fani i i u-o liicron calando en nuestros genes hasta codificarse • "i l u í . , y carne, nostalgia y frustración, sueño y esperanza, i 11' 11.m sido la alegría, el color y el luto que se hicieron III ! • i i .il»les en nuestro espíritu desde la creación del Nuevo Itlltdn i . mopeos convocaron sus huestes y movilizaron sus jliln . Iminanas de guerra para lanzarse auna confrontan 'i • u donde poco había de honor y de grandeza. i • lid .i n u i l 110 de interés en el oro, las perlas, las especies 1 , i , .. mdios, lodos ellos fundamentos de un solo 1 i '¡ i - ni.iMr la empresa de conquista tanto para 1 i i - . u . i MIS avan/.adas humanas en el Nuevo 1 i IM. i i |". ,il.|. |,i ¡u iniHilaeión que contribuiría al i I m.'p,i, de nuilliplcs empresarios y financistas iililmln y personajes medios y bajos de la sociei i , ,,, i , 1 I lili .milenio a un lema tan complejo I id ln M|. Id < ' . u ibe colombiano a los intereses i n i i l i mi i iiin|iro I hi pi nucí capítulo recuerda la "> ln i oin|insla del Darién en el conjunto > "l>n i".lo MI rol como centro de '(. I 1

.'I

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\u Allr/.ii..., cil.", f. 34r. /.'. / . / , I.'/IC.V V l'Í.Ví/í/.V.... CÍI.,

22

INTRODUCCIÓN

D«n, de hecho cu^T" U "'^ de ü" í*"* """OTOS de mexic»? '"ldea *gta í M y del Pioles fnerS" lncas en '««o a la meMeeI

de, de de los

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23

deshabitados y abandonados como voraces signos de una ralástrofe demográfica. No son sólo números de ingresos y de gastos los que muestran los libros de la Real Hacienda, MMO cuadros de gentes que huyen bajo el humo de sus habita« ii >nes, y círculos de creencias que deambulan hacia fronteras un icrtas. Entre 1510 y 1519, Urabá y el Darién eran un vol• ni cu llamas y una fuente exitosa de negocios y finanzas. l l '.cgundo capítulo llama la atención sobre el rescate, 111 n i. 111»11 a ha y ordenaba la conducta de estos primeros coloI I i escale era el motor que conjugaba todos los ele• If una sociedad de frontera. Especie de modelo •lineo previo a la encomienda, fue este mecanismo de lu el «|iie hi/o posible la obtención pacífica del oro, 1 I» i l i i v los alimentos, ya fuera mediante acuerdos con i ni' " i>or vía del simple intercambio o por la imi i i MCI/a. Hl mecanismo, al final, desataría sus ii' i iones, pues la aceptación de bienes y aba' neiaha compulsión, y la compulsión conu i • i '•- i i i u l y a la servidumbre de los indios. Las i ' | i i ' i u Mslieion al rescate, o que no acudiei linii rapiíanes y soldados, sufrieron cruenMii' ii" ' i . - sus integrantes fueron azotados, 1 i idii o .ihoieailos; otros, deslenguados, 1 iiiml i. .«iiejados. lira la clínica déla tor1 IHM u . - I I M I I . ! ! . |)oi(|tic ella actuó también 1 litluí nliii ildeas, liahilaciones, granjas y ' lie i i' i ' i ' i i i i i i , al recalar la avari1 • i int.Mlel riiual, lodo revuelto y In ii

1

|iie iiiirahan esta cons• I» ion del mal.



" ion ... i . i l del modelo de • u n . .1 l e j u n l a d a s a los

LA ESTACIÓN DEL MIEDO INTRODUCCIÓN

europeos. De ahí que se estudie también cómo los diálogos de conviviencia e intercambios generaban botines y rentas jugosas que sustentaban el quehacer de las huestes en Tierra Firme. Oviedo manifestó haber recogido siete mil pesos de oro, y otros rescaíadores del Darién, cincuenta mil, cuando el primero pacificó en 1521, con los rescates de hachas, todos los pueblos alzados desde el Darién hasta La Ramada, en la provincia de Santa Marta14. Para todos los pobladores lo importante eran los negocios, así unos hubieran preferido asolar y otros rescatar en paz. Los defensores del modelo de rescate que defendía la paz no reparaban en consideraciones humanas sino en razones económicas, pues la violencia hacía que se perdieran energías y se alteraran los negocios. Esto lo demostraron hasta la saciedad Balboa, en 1510, Oviedo en 1521 y Julián Gutiérrez en 1532, quienes utilizaron los rescates para pacificar sus zonas. Los que llegaron a robar y a matar tuvieron que enfrentarse a guerras prolongadas contra los indígenas; asilo mostró la historia de Pedrarias Dávila, Bastidas, Heredia y otros (los cronistas tempranos manifestaron que a pesar de los esfuerzos hechos para fundar pueblos, los colonos no vinieron a poblar sino a robar). Pero éste no era el dilema principal. El asunto era el impacto de la paz o de la guerra sobre la economía de un poblamiento. Andagoya escribió que los capitanes enviados por Pedrarias "no yban a poblar sino a ranchear y traer los indios que pudiesen al Darién"15. La guerra y la paz fueron los términos

14 Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general..., cit., IU, pp. 66-70. 15 A.G.I. (Sevilla) Patronato 26 R-5 (9), "Relación que da el adelantad! > de Andaboya de las tierras y provincias que abaxo se ara mención" (ff.66r. a 108v), f. 67v. Transcrito por Kermes Tovar Pinzón en Reln dones y visitas a los Andes..., cit., I, (pp. 103-186), p. 107.

25

constituyentes de la contradicción inmanente a este modelo de rescates que reguló el poblamiento de tierra firme en las primeras décadas del siglo XVI. Un tercer capítulo diseña la transición del rescate a la • M< < unienda en el Caribe colombiano. El establecimiento de i • • 111 ndamentos de un poder civil, al promover la fundación • i' « mdades que hicieran posible el sometimiento de los na1 < » . ;i I >ios, al rey y a los pobladores españoles, creó, con el lili i ' in.-iiio del número de pobladores, una demanda agre• 1 1 di- oro. Esta creciente demanda era imposible de satisi I I I rnómeno condujo al repartimiento.una institución i• I M I . i de los rescates a los nuevos colonos. Es decir, se u .i. ni < omunidades con obligación de rescatar sólo con lln • i'.inok-s nominados para ello. El repartimiento i i < n< omicnda pero no equivale a ella. La futura '"u no solo c ni regaría la energía humana en forma ' | n t l h . .nio que otorgaría ventajas para que los esi mi|i u.i.los por la obligatoriedad del tributo, irrumi . i ' l i . m . i de los indios. 1 ! • i - . 1 1 1 1 1 1 1 . i i i < > .1 I mulo en el monopolio del rescate y i i monopolio de la fuerza de trabajo. Elresiiliihn en In .u i K n l . u ion del intercambio y la reci1 1 i" i i - I K n l . u bienes europeos p o r o r o mi n qiu 1 r í a abierta para todos los españo1 n r| ( m i - los ircs modelos económicos 1 i • i i li •, n-si alr, ix-parí i miento y enco-

i

• . i p i i u l o sr discute la importani i t ' l I imiiii uima-nlo de la economía eu' i . .indi.in los procesos de succión n i i l m n n s l l . i l i v o r o l o n i . i l (|lir lli/O n .). I

. I r n l r s h.r.l.i los p u n i o s

26 ESTACIÓN DEL M,EDO

27

INTRODUCCIÓN

5*taS£*±*s; - - ™- *«.

hasta cion que cumplió Urabá co 'On SC rescata la funGuajira como productora deTer^ S ^ COnqUÍStadores' Ja na como centros de extracción d Y " Maita *Ca**gedavos. Estas regiones S^±T y dis^ución de ft a Inc o»v, llulluieron nmam.o. Jos empresarios 211O

/-Ȓ-vn*-

el Atlántico. Mientras?'? mercanc^ que ernaban sobre los múlti,^^' °tr°s ^es se in1°* vientos, abriendo el Pacffco r 7^ Mgnaba la ros* de ^ mundo de los negocios ' Centr°amé™ay el Dabaibe car su imánela reTatíva'enel !*Cínmada aPu*an a explilos metales americanos " Paraobtenerínfimas nzar sociedades enteas a cuadrados, ^ ^ miles de kiló locales, que S os e injusticias, todo SS T SUSPr°pi°s otros términos, la con^uTsSt^'1^C a C o r o n a e s P . y homicidios, sino ¿ " /Ue U°a tra^ia de goquelehac ana E ^ ^ í ÍOneJadas de « «on de conquista. Toda f?ontera ' ° ^ P°r Ia

~

aun a

vinieron del ¿^(S^^oXV1 ^ &«¿ I o ^ las tasas, tributos y exacciones ^ ^^ J°S reg¡^'

^^

sociales, como indios y gentes de todo color. Se ha querido encontrar en la raquítica y escasa dimensión de un número i « M i i a n o el nudo de las confrontaciones que constituyeron la • 'i ni- y la esencia de su realidad contable. Tras estos registros hay hombres, sueños e intereses. Se han reconstruido i'"l.is his cajas reales en una operación minuciosa; los grani' ve iliinicnes se resumen aquí. La historia fiscal no se refie" u n í . .míenle a los intereses del Estado sino que es también • ! ' I I I - . I I M ia de los fiscalizados y de los encargados de vigiI m H i nni| >|M i nenio de las disposiciones legales. Pero los inte• ! • i i lado y de los funcionarios no alcanzan a explicar • ' is los dramas humanos que generó la presión fisJ i •' ' >hic iici mayores ingresos. Tampoco aplica la aui u i n v i r , i o n social por parte del Estado. El carácter • .!< I ,r,ii in.i fiscal colonial afectó sensiblemente n l i p ' i i . i .il |)u-si:iiulir de la redistribución, otro de MI i d . i i MI i iiales de la organización de las comui" i i Invi i i ; ' < > ci loiulo l'atronato del mismo Ari isicn i i i i | i < M i a i i i ( . - s documentos para los id . I H . I I . I . U M U - S cu el Caribe. Otros fondos 1 " u n ni.-, iiiicnsidad, como el de Aui I n i I \ l u v o do la Real Academia de 1 • I luí u n í i mi-,nítidos oíros documentos, .M;/I///( (í.v al igual que algu1 ' iriiii-s i-n d Archivo Gene1 i M i l u r n es i i n i o (|uc la parte mil « n ' i' n.il..i|o, no es menos n i i . l . t | u . i l.r, • i i . i i u as y otros i ii h h u m i l l o ,1, l i . (|iu- a ulludll • n < 'i i.-

|.i. n

28 LA ESTACIÓN DEL MIEDO

sibles algunas de las hipótesis y problemas planteados en esta investigación. Muchos de los cuadros y las cifras estadísticas se ofrecen por primera vez a los investigadores. La obra permite abrir un campo de reflexión sobre la trascendencia que el Caribe colombiano tuvo para la historia general de América y, de modo particular, para Colombia. Este trabajo no busca únicamente volver sobre el pasado. En esencia, se constituye en una invitación al presente, a la reflexión sobre una estación que sembró el miedo y dispersó nuestra soledad, en medio de un mundo desolado por el fuego y la tortura. Hombres, plantas y animales perecieron en uno de los mayores desastres ecológicos del mundo. En breve tiempo sobre el espíritu de nuestros antepasados quedó la sensación de que nuestra herencia había sido consumida por la llamas. Volver de esas cenizas para reconstruir un mundo de paz y de justicia, fue el eco que comenzó a recorrer por América en leyendas y mitos milenarios. Hacer realidad el pasado sobre el presente, en un ejercicio de catarsis que soñaba el mundo al revés, donde los de abajo volverían al lado de arriba y los de arriba habitarían en el submundo que ellos crearon. Pero el futuro ya no podrá ser la inversión del pasa do sino el espejo que rehaga las cenizas bajo los rostros de* todos los que heredaron dolor y de quienes se empeñan cu forjar siempre otra estación de miedo. Durante cinco siglos de colonialismo, América ha inicn tado llegar al fondo en donde se esconden las huellas de mu identidad nacida en la desolación dispersa. Lograrlo sólo s« i i viable en la pluralidad étnica, lingüística y religiosa. La diversidad y la multiplicidad son conceptos que debemos Icm i en cuenta para afrontar los problemas de nuestras riquc'/.tf cultural no resuelta ni acrisolada en nuestro espíritu. I < ' l i 35-92; Tzvetan Todorov, La conquista de América: la |M i I K I d e l o s pillkus" 5 . Siem-

/,i-, . ,iiniiii.\i U7-339, Pedii i liM,.oi;i, 1981-1982. i n u i l . .1. i d i l u í a Econóinlli>t;ni. p. 83,

\6 LA ESTACIÓN DEL MIEDO

pre hombres extraños y el fuego presente en los anuncios de todas las culturas, como si se tratase de una evocación profética. Las explicaciones de los xeques, adivinadores y predicadores de turno sobre la aparición de hombres extravagantes que llegaban como la peste asolando cuanto encontraban, debían de fundamentarse en los relatos de quienes huían hacia Mesoamérica empujados por la intolerable fuerza de las múltiples expediciones de Balboa, de Pedradas Dávila y de sus huestes, entre 1510yl516. Eran relatos que los trajinantes y espías convertirían en rumor. Con seguridad los mexicanos supieron de oídas lo que estaba sucediendo en las islas del Caribe, y sobre todo lo que hacían los españoles en his costas de Santa Marta, Cartagena, Cabo de la Vela y el Darién''. Desde 1501 la acción sobre estas regiones fue sistemática y prosiguió después de 1504 y 1508, cuando se quiso fuml;n San Sebastián de Urabá. No es posible, entonces, que el po der depredador de centenares de hombres hubiera terminado por ser un mudo huracán cuyo eco congelado se diluye ni entre los labios agonizantes de los pueblos centroamcrica- I nos, sin haber subido las cordilleras y selvas para alimentar de noticias y especulaciones los caminos que las el man prehispánicas llenaban de intercambios. Entre los mexiuui,j los pochtecaconsiderados "correos y espías reales", esi;il>¡m para "acechar" la gente, mientras andaban "recatados |uifj cuevas comerciando"7.

EL SENTIDO TRÁGICO DEL RUMOR EN LA CONQUISTA

No es una casualidad que los primeros presagios que dei i i - n o n la llegada de nuevas gentes correspondan a 1509, n.indo los conquistadores estaban actuando contra el caciI»' Matarap en la provincia de Cartagena y contra los inlln «le Urabá, antes de aprestarse a fundar una ciudad en •leí cacique Cemaco a orillas del Río Táñela en el lili xli- U raba, en la actual Colombia8. r > l o se fundó Santa María la Antigua del Darién, y i i i i 011 Pedrarias Dávila, nuevos centenares de soldaII' f . n o n a reforzar la incansable búsqueda de oro, in' i l < s y alimentos, bienes que habían sido rescatados II i i i n ule por los hombres de Balboa, quien ya en 1513 lu lli u i< > MIS huestes hasta el Mar del Sur o mar Pacífii 1 1 n i | . i i | < - . l e Pedrarias hacia Nicaragua lanzaba pueblos liin l i i i i >"M i nyos destinos y refugios aún desconocemos, i • i I Y 1515 Pedrarias Dávila despachó diecisiete Iti • !' idee! Darién, con un promedio de 120 homilu i ' M I , las euales rastrillaron sistemáticamente i • " i n . l l I'anaína, logrando recoger más de 125 o y e i nlenares de esclavos que fueron conduIllli 1111 a •. < n ie oíros fueron degollados, arcabu< i - • • Uní

i 1 ' i Ani'.rl María Garibay, Vida econó• • / . . nvotl (Arte de Traficar), p. 39, Uni'

6 7

Cari O. Sauer, The early Spanish main, University of C:ililnilw Press, Berkeley and Los Angeles, 1966. Miguel Acosta Saignes, "Los pochteca, ubicación de los IIICH KM res en la estructura social tenochca" en Acta Antropolóy.n ,i. \«\. ¡

37

II II, Mrxu-u, 1961.

un r "'. 2, pp. 817-818; G.Baudoty 1 () /. H.ilhiiii, descubridor del Pacífi1 ii, ,i I'I ;i/u y .hiñes Editores, Botu. . < , ' i|iit| se incrustó en la tradición y fue visto posteriormente rotffl

10 Pablo Álvarez Rubio, op. cit., pp.142-193; K. Romoli, op. c/ÍJ 11 Tzvetan Todorov, Las morales de la historia, p. 44, Edicii>nr» l*| dos, Barcelona, 1991.

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i'i'moniciones fatales de los aztecas, mayas e incas, era en > • .1 lulad la expresión de unos conocimientos que circulaban ubre lo que estaba aconteciendo en Tierra Firme desde 1500. 1 > ospecha de que "sin ninguna duda, todos seremos •%IMS por estos dioses y los supervivientes se convertirán h i • 1.1 vos y vasallos suyos", devuelve la historia a los años 1111 >or, cuando se filtró lo que había ocurrido en las AnIlllli rsiaba ocurriendo en Urabá y en el Darién. Estas i» las no constataban sólo el hecho de la llegada de id i Mrxico, sino que abrían la historia a otros interroin.r profundos relacionados con la dimensión del i i un ial que manejaban las culturas prehispánicas y i' i i Ir penetración en territorios lejanos a sus ceni •• •• i, i I ,as premoniciones en torno a una realidad no i ' l,i i "iilronUición brutal con lo anunciado y lo que 1 I i i i r - , dr llegados los españoles, se unieron para Illin u i"ii .il rumor que explotó su círculo de fatalii • i ' i n a n i a , tal como los sabios indígenas lo i i i n l u i l r n i i o de los universos de sus augurios, mii i n i r viniesen los españoles desta tierra pa1 iHu un.i rusa maravillosa y espantosa, y es que u ' l< 11 logo muy grande, y muy resplande1 ll Un r refiere a 1509 y el fenómeno duró 1 u i i ' i ' i ' H), manifestándose cada día. Cuando JH ni lin ni» he la ¡-ente "gritabay se espantaba, i l i - i i . ni i p i , n a una señal de un gran mal"12, i • I i nliu I r . n i o que significó la conquista, hii M •!' ' lihieron su sorpresa frente a 1 • i i n l • lur haciendo más precisa a meItii n i ñ e a n d o a sus aldeas: 1

ili i| •

/' i u . .', pp. 817-818.

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Del Oriente vinieron cuando llegaron a esta tierra los barbudos, los mensajeros de la señal de la divinidad, los extranjeros de la tierra... inhumanos serán sus soldados, crueles sus mastines bravos"13. Los escritos estructuran lo sabido y lo presentido, pero lo trágico de los hechos vividos se oculta en la aceptación de lo inevitable. ¿Pero por qué sabían que eran barbudos e inhumanos y bravos sus mastines? Cuando los mexicanos por fin los vieron llegar a su territorio, la sorpresa giraba en torno al ambiente de su parafernalia, de sus buzos de guerra, de sus armas, de sus animales y del ruido extraño que les acompañaba. La impresión de sus lanzas, sus petos, sus perros y sus equinos la dejó un testigo avasallado por la ruidosa marcha del invasor hacia México. La mudez se convierte en metáfora para ilustrar y descifrar la novedad de los objetos, de los animales y de los vestuarios de los hombres: la brutalidad incontrolable es el trasfondo de esta seca y repetida descripción: Vinieron en grupo, vinieron reunidos, vinieron levantando polvo. Sus lanzas de metal, sus lanzas en forma de murcié lago, era como si lanzaran rayos. Y sus espadas de nidal como el agua ondeaban. Era como si resonaran, sus cuei pos de metal, sus cascos de metal. Y otros vienen incluso todos cubiertos de metal, vienen enteramente hechos de metal, vienen lanzando rayos... Y sus perros vienen con duciéndolos, vienen colocándose al frente, vienen j a d í a n do; su baba cae en gotitas14.

EL SENTIDO TRÁGICO DEL RUMOR EN LA CONQUISTA

El pánico de los mexicanos era indescriptible. Se reunían cu grupos, se consultaban, se saludaban llorando, mientras ' I ni- otros se animaban y acariciaban los cabellos de los nin» >s. I luiremos o "¿qué hacer?", se preguntaban los macehuai' ' La destrucción del mundo y la fundación del nuevo » 1110 de los desastres fue definido con precisión por el es• ' i i < >i del Chilam Balam, quien constató desde su nostalgia i ' inauguración de otra vida cotidiana: Solamente por el tiempo loco, por los locos sacerdotes, fue i pie entró a nosotros la tristeza, que entró a nosotros el crisiiamsmo. Porque los muy cristianos llegaron aquí con el Vi i da< UTO Dios; pero ese fue el principio de la miseria nuesn a el principio del tributo, el principio de la limosna, la uisii de que saliera la discordia oculta, el principio de las i" l. i . oii armas de fuego, el principio de los atropellos, • i i u limpio de los despojos de todo, el principio de la esi ' i i u d por deudas, el principio de las deudas pegadas a i > • i>.ilda.s, el principio de la continua reyerta, el princiI' I |>adr< lilliento 1 6 .

I IHIM auieiiza categorías sociológicas y económii 11 la les en las nuevas relaciones de poder consi i H i ni;ilismoenMesoaméricacomoentodala • i • «n. . l . i I ,os nuevos sistemas de trabajo y sus forla vida de los naturales y de sus herederos n i- . h i é l e n l e s centros de producción que desa1 M olomal, mientras que la religión avasalla1 i d i a u a i - a i a legitimar no sólo el nuevo orden

13 El libro de los libros del Chilam Balam, México, 1948.

14 G. Baudot y T.Todomv, Relatos aztecas... cit., pp. 85-86; lamí

citado en T. Todorov, Las morales ..., pp. 46-47.

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1

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i i i .

R,-lnii>\ cit., p p . 7 9 y 9 0 . . / ( 'liiliim tlalam.

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económico y social, sino para avalar la conquista de las almas17. El fatalismo, el estupor y el temor se conjugaron también en la descripción de estos personajes extraños cuando los incas supieron de su presencia: llevan tres cuernos puntiagudos / igual que las tarukas, I y tienen los cabellos / con blanca harina polvoreados, / y en las mandíbulas ostentan / barbas del todo rojas, semejantes / a largas vedijas de lana, / y llevan en las manos / hondas de hierro extraordinarias, / cuyo poder oculto / en vez de lanzar piedras / vomita fuego llameante, / y luego en los pies tienen / extrañas estrellas de hierro / que en resplandores se deshacen.. ,18. Esta visión calca las formas que describieron otros autores de Mesoamérica. Tres elementos les asombran en la marcha de estos seres: los rasgos físicos, las vestiduras y sus armas. Sobre todo el poder de estas últimas, implícito en las metáforas que esconden temor y terror. Entonces, la lectura del fatalismo que se redistribuyó por los reinos indígenas antes de la llegada de los europeos, no puede reducirse a u n simple atributo mágico de los brujos y prestidigitadores incas, mayas y aztecas. Una lectura así prescindiría de la peno:,.i

17 Hermes Tovar Pinzón, Hacienda colonial y formación MU / < / / Sendai Editores, Barcelona, 1988. Para otras regiones de Ama i< i puede verse Arnold J. Bauer "The Church and spanish agniniin structure; 1765-1865" TheAmericas 28, #1, julio de 1971, pp. 7H« 98; Susan E. Ramírez, Patriarcas provinciales: la tenencia viajes del Almirante y su testamento, M.i.lnd, 1977.

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México y Perú fue de fatalidad. Ingenuidad y fatalidad: he ahí dos conceptos que integran el discurrir de los europeos en América en los primeros treinta años del siglo XVI. Pero lo que los europeos consideraron ingenuo no era más que una actilud de expectación de pueblos que siempre habían mantenido contactos con otras etnias. Estos hombres podían ser miembros de una nueva comunidad no codificada hasta entonces. Colón escribió en su Diario, el 13 de octubre de 1492, que tenía la impresión de que había una relación con Tierra Firme, pues pensaba que desde allí venían a cautivarlos. La afirmación sugiere al menos un contacto de estas islas con el continente20. La idea de un aislamiento de las culturas americanas no parece haber sido un hecho cierto. Un ejemplo de integración y de cómo los pueblos indígenas no tuvieron que ver a los españoles para saber de su presencia, surge del testimonio de un cacique de Urabá, quien en 1505, cuando las gentes de Juan de la Cosa desembarcaron y entraron a su pueblo, se limitó a decirles a sus subditos: "He aquí los barcos de los que os hablé hace X años". Se trataba de 1495. Apenas tres años después del descubrimiento de América ya en Urabá se sabía que "algunos b;u eos llegarían del Este, de un gran rey desconocido por ellos, quien les tendría a todos como sus servidores, y que los ex tranjeros estaban dotados de vida inmortal y adornaban sus personas con variadas vestiduras". El testimonio es asom broso, y aunque Romoli duda de su contenido, no ofro e una explicación alternativa. Debe tenerse en cuenta que cu los textos mexicanos las premoniciones comenzaron a pie sentarse diez años antes de la llegada de Cortés, los misiium

20 Cristóbal Colón, Los cuatro... cit., pp. 31-32.

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i* / anos a que hace referencia este señor de Urabá. Iguali i i - ule, en uno y otro lugar el mito de los dioses que venían i< i lisie está presente, con lo cual uno se pregunta si todas i i . historias no pertenecen más a los prejucios de Occi• i ' n i r 14 y que las guerras y conflictos entre los mismos i - moles fueron feroces en Centroamérica en tiempos de i 11 mas Dávila. i > i MI-moniciones de incas, mayas, muiscas y aztecas lililí l.i > oiujuista se transforman en testimonios de cómo la III '" i i i áulica de otras regiones circulaba a lo ancho y a 1 l i i i j ' c i « I r nuestra América como una pesadilla incierta. (¡u n i i . r , |>.il;il>ras, la diáspora de pueblos prehispánicos y 11' 11111 il >i es encontraron solidaridad en el pánico con i i m i n o el conocimiento de este dolor distantee invi1 1 No i la derrota lejana lo que asombra, sino el poder luí - i - .1-1.11 ias que avanza amenazadoramente sobre la l i l . t - I I - - | >iu| nos mexicas, mayas e incas. 1 iii|Mi m i n i a así, la visión de los vencidos mexicanos se • < h i r n r n la icgión deliraba, cuy a conquista tuvo • ' i" ' i < «u esa historia ilegible que se abrió entre Mu m i l i p - i i a s como un período de tristeza, desilu1 ii mu lisie lenguaje de pesimismo era nada más 1 |ur la solidaridad lejana de quienes esperai n i . i v a l de muerte no llegara hasta ellos y se i « ' "Mihras de la misma agonía que cubría a i .«i 1 1 i Minina del Darién, convertida en una cruz

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de dolor sobre Tierra Firme. Centenares de españoles vistieron allí sus escudos y sus petos, para escupir los fuegos de sus arcabuces y lombardas y para abatir con la geometría de sus espadas, los cuerpos de los hombres y de las sociedades que se levantaban sobre la llanura caribeña y en las selvas de Centroamérica. Los hispanos animaron sus perros y sus picas para extenderlos como remolinos salvajes hasta Nicaragua. Los barcos alzaron sus velas primitivas sobre el río Atrato y sobre las costas del Pacífico trazaron una ruta hacia el Perú. Inventaron la leyenda de El Dorado y envueltos de valor subieron hasta las primeras estribaciones de los Andes colombianos, buscando la matriz del dorado metal25. Urabá fue el reino del sudor que abrió la esperanza en Tierra Firme, en donde Santa María la Antigua del Darién encarnaría el sueño de oro, perlas, indios esclavos, alimentos y tejidos. Este punto de penetración fue, con las Antillas, con México y Perú, un mundo de contradicciones, de empeños y de frustraciones. Durante dos décadas el Darién alimentó de ilusiones a quienes marcharon a Mesoamérica Sobre sus costados se forjaron quienes irían posteriormenle al Perú y al interior de la Nueva Granada. Pero Urabá fue al mismo tiempo un ejemplo de contactos entre dos mundo', que no siempre opusieron la fuerza entre sí. La lógica de l;i reciprocidad manejada por los nativos permitió que el principio del intercambio, propio del mercantilismo, enconIraní en el Caribe un camino para el rescate de abalorios por oro,

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Juan Gil, Mitos y utopías del descubrimiento: 3. El Dorado, AI i n n /M Universidad, Madrid, 1989. Beatriz Pastor Bodmer, of conquest-spanish accounts ofthe discovery of America, / 1589, Stanford University Press, Stanford, California, 1992.

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lisia operación de canjes fue lo que se llamó rescate y sir• i. T pjira penetrar y herir el rostro y el cuerpo de nuestra Améii. U

l -monees, la primera agresión contra los naturales proviU- un intercambio de conceptos, que se materializaba en • i 11 no |iie de metales preciosos y perlas por cuanta baratija ' i i i d•. indígenas buscaron convertir este inmuí niodr defensa y de contención. Por ejemII i | n i sio al canje, al rescate cuando llegaron ' " • • i " " • "i" Andagoya. Pero se equivocaron, 1 i u ion oro, sin retribuir nada a cami i.i .1 •.nniicron los naturales de Tumbes ' • > ' m i ó al tawantinsuyu. Es decir, los 11,non en principio a los indígenas,

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pero cuando cambiaron las bases del rescate por exigencias e imposiciones, cundió el desconcierto y la estupefacción. Los nativos estaban preparados para un modo de actuar de los europeos, el rescate, tal vez porque con él se evitaba la superioridad de las armas26. La reciprocidad y el intercambio podían mantener la convivencia y el equilibrio, pero ello no siempre fue así. Muy pronto llegaría la sangre a iluminar la operación de saqueo en que se empeñó España a través de sus conquistadores y colonos. Esta fue en parte la historia vivida en Urabá, en donde se luchó por el oro, las perlas y los esclavos indios. Cuando ya no fue posible extraer el metal, se lanzaron sobre los símbolos religiosos, sobre las figuras que ornamentaban los cuerpos y se buscaron las habitaciones y los espacios públicos para terminar cavando el fondo de las almas y dejar a los espíritus sin el ajuar que iluminaba los caminos míticos del reino eterno de las sombras. En los años que siguieron a 1535 centenares de colonos continuaron abriendo fosas que, al vaciarse, precipitaron los últimos rescoldos de las civilizaciones nativas a un ostracismo eterno. Allí, en la llanura limpia de hombres y cementerios, creció luego el ganado vacuno y el caballar. El ganado se esparció sobre las ruinas no sólo del hombre, sino de sus recursos animales y vegetales. Los bosques, con sus aves y sus venados, y los ríos con sus manatíes y caimanes, fueron cediendo el paso a la nueva civilización que luchaba poi extinguirlos. Así como las llanuras se cubrieron de hacia i das y estancias, los ríos se llenaron de caravanas de canoas

26 A.G.I. (Sevilla) Patronato 26, R-5 (9): "Relación que da el ¡«Ir lantado de Andaboya [sic.]..." ff. 87r. y 88r.

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.ilutas de mercadurías que subían y bajaban de un puerto a otro, hasta consumir a miles de bogas indígenas agotados de cortar las aguas con sus remos. La guerra, el trabajo, la • i i.r.pora, el hambre, la peste y el trauma desquiciaron la poI i l a c i ó n indígena por las cuestas críticas de una pendiente in"i lal. Tales son algunos de los elementos de los desastres '|n. se diseminaron sobre el Caribe a lo largo del siglo XVI, • MIC sirvieron para fundar una nueva estación de miedo en lari torios a medida que el mal invadía la geografía de lili i u .1 A. A sangre y fuego lo asolaron todo i • • instrucción de esta visión fatalista que realizaron los li u n i . y los peruanos tuvo su contrapartida en los texi rulos por los españoles que vivieron los tiempos de • i ' u 1,1 I ''nerón los tiempos de Urabá, de Cartagena, SanI u 11 a R i o Hacha. Los europeos habían logrado penei i i i i n e i i i e e imponían con fuerza y con violencia los 111 < • , t le un nuevo orden. Toda una generación escui i . . llanuras, ríos inmensos y logró llegar al mar u l u í .i a de riquezas. El voluntarismo y los efectos i n i ¡u niiiccimiento dejó testimonios apasionados y i los 11 u i ñas de contar y medir esta tragedia que 1 ' ' ido no sólo en las crónicas, sino en las cuentas • ! i i i i ' m í a I ,a historiografía posterior ha desatado |iln i u. condenando o aceptando el desastre, - i mn rosa o negra de este fenómeno. No es i. i en este maniqueísmo, sino explicar los I I I H i r . c|ne orientaron las actividades deloseu11.1 nliii IH mu de rentas. Este espíritu incluyó en i ni i i un patrimonio que no fue sólo de Es' de I colonialismo en general.

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El rescate como modelo de extracción de riquezas fue propio del Caribe. Cuando sus mecanismos no se pusieron en práctica, la guerra y la voluntad particular de saquear alteraron la paz y la convivencia en los territorios expoliados por los españoles. Balboa escribió al rey en 1515 que... Cada uno sigue por donde cree que más interés le puede venir [...] Y a acaecido de traer en veces un cacique ocho mil pesos de oro y enviar el capitán por otra parte y tomarle otros tres mil pesos de oro y las mujeres y hijos y naborías, y hazerles esclavos. Y todas estas cosas y otras muy graves se pasan sin castigo por donde ha sido cabsa que ya no hay cacique ni indio de paces en toda la tierra sino es el cacique de Careta...27. Así, las huestes hispanas desgajaban del horizonte sus reliquias de esperanzas. Extenuadas y abatidas por el cansancio, regresaban hasta los fundidores de oro a hacer el balance de su sudor. Hombres y jinetes calcaban su marcha y su galope por los caminos apenas diluidos entre el bosque y la llanura. Perdidas sus rutinas entre los escombros que amurallaban la ilusión de otros días, los descubridores dejab;m arrastrar sus ojos por entre las ruinas y el naufragio inimaginable. Casas abandonadas, sementeras incendiadas, el mundo sitiado de silencios: este fue el paisaje que debieron tolcí ai los soldados de Balboa, de Andagoya, de Robledo, de Vadilio y de cien capitanes más que habían llegado con Pedradas Dávila o que acompañaron a Bastidas, a García de Lerina o a Heredia en sus acaloradas correrías por las tierras del Caribe. 27 A.G.I. (Sevilla) Patronato 26, R-5 (5) ff. 33r. y v.: "Asu Alkv., .1. Vasco Núñez de Valvoa 16 de octubre de 1515".

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Ellos mismos quemaban caciques y echaban sus caballos sobre los maizales como si fuesen yerba. Vadillo lo dejó "todo quemado", mientras que Andagoya pensaba que era conveniente destruir "a fuego y a sangre"28 a todos los naturales 'i .idos que irrumpían con su guerra en las cordilleras y vallrs que había desde Cali hasta Bogotá y Popayán. Esta po111 ii a no era ajena a las disposiciones de la Corona española. KM 1532 la reina había autorizado a García de Lerma, gobern i. !• n (lo Santa Marta, y al obispo de esa ciudad para que de1 >i > a los indios del Pueblo Grande, Betonia y el valle 1 « ' u i o "por rebeldes e inobedientes a nuestra religión crisHNIIÍI • oino tales hacerles y hagáis guerra a fuego y a san1 , ' < a u t i v a r los dichos indios y tomarlos por esclavos y lidi ilos y llevarlos donde quisiereis...", si los indios no 1 ilo I N I oí requerimiento de sujetarse a la Corona españo1 i l.i ¡olición cristiana29. I • • - 'Mados de los alemanes que llegaron a las tierras de Muí i a. ha jo las órdenes de Alfinger, atravesaron el valle ' I ii|nii i lia:,la oí extremo sur de la provincia, destruyendo Hil • i n. i . n i i a h a n a su paso. Tomaban muchos indios e Hili'i i- l l i vahan "alados y con cargas"-muchos morían INI I "'unos-, "asolando y quemando toda esta tierra" IM II 'i .1 l . i j i i o v i n c i a de los Putos y luego aTamala|H i ..n i l l i > ahí iaii rulas y caminos aotros conquistadoiii I . . M . I ! (M-M\v\á) Manuscritos de América No. 19.267:

•(.). i.mi.uld l'ascual Andagoya dirigida al emperador ilni u i > . i i i i ( l ; i de Panamá y prosecución de su viaje y h.r.ui Cali; Cali, 15 de septiembre de 1540", f. • mil. ni,i\ cit., II, pp. 351-352. Illuí i',in,>iniii> 21, R-9: "Relación del descubrimiento I i ¡32, !'. 6v.

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res30, que desde Santa Marta llenaban sus ojos con el desperdicio que quedaba de estas rápidas entradas, mientras el trópico quemaba y deshacía en la fría soledad de los húmeros podridos, las últimas fronteras del hombre americano. Cuando los jinetes de García de Lerma y su gente de a pie se detuvieron para poner un secante a su sudor, encontraron que el verbo asolar sintetizaba la pesadumbre que se amotinaba sobre sí. No obstante, ellos mismos asolaron cuanto pudieron en las llanuras que rodeaban la Sierra Nevada de Santa Marta y se montaron sobre ella en un rosario de pacificaciones que incluía el incendio sistemático de pueblos. En una de las guerras con que los tayronas respondieron a los españoles, un indígena preso confesó que los once caciques que habían retornado heridos a sus casas después de la refriega, habían muerto al pie de los últimos pasos que marcaron su retorno agonizante31. Cada entrada que se hizo desde 1526 a Bonda, La Rama da y Posigueica estuvo ahita de presagios funestos. Los españoles aceleraban la fatalidad al incendiar pueblos, en muí especie de ritual que exorcizaba el temor que les crecía con las cotas de la sierra. Por ejemplo, el capitán Muñoz y otro» soldados de García de Lerma no quisieron trepar la Sin' > Nevada, recelosos de la luz del día que les delataba. La piromanía era, pues, una reacción al temor, un sentimiento de a u n sar toda sombra que pudiera oponerse al capricho blaiu < > Con su respiración cortada y su ansiedad de venen. I»., españoles pusieron "fuego en las casas de los indios don,i. comenzó el fuego a arder muy bravamente y se qucm...

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muchas casas y mucha gente en ellas". Así se castigaron los pueblos de Posigueica. Los cristianos, entre la confusión que • medaba el humo y los lamentos, se aferraron a un extraño • u 11 o de victoria y huyeron cuesta abaj o para esquivar la masa • i • n a t i i rales insurrectos salidos de las cenizas y de la monta" . i ' n a seguirles, aupados por su afán de venganza32. i r espadas de la ambición y el odio habían sido capaces •i- INI .1,11 lo todo como si fuego pasara. Las huestes no habían Mido a poblar sino a asolar, exclamó un cronista, mientras -• ' 'i • i ns recuerdos para la posteridad. Habían sembrado i' i /a la I ierra y sobre el horizonte no habían dejado otro 111" de su paso que las lanzas del dolor y de la muer" ilhua ai usó a Gaspar Morales de haber ordenado el 1 u . u u . n i o de más de cien indios, mujeres y muchachos i hubia a. ado de la isla de las Perlas33. Robledo denunr- • n la provincia de Nori los españoles habían quemal l n .1 n < i i c s que salieron en son de paz, después de 1 i • niicga de oro34. Más hacia el sur, un capitán " i il' ' u e n i i o en un pueblo de ochocientas casas a u los indios que salieron pacíficamente35. li |iil i . u l o i c s lo habían hecho aquí y allá, sobre los Ijli ¡ i . ni abiiendo al dominio europeo. elación de la conquista de Antioquia, de i I vio no pudo dejar de decir que Vadillo y 1 • ni iodo, porque no vinieron a poblar sino i . i i..do desiruydo e abrazado por las arma-

.'7, R-9: "Relación del descubrimiento

H

A (¡.I. (Sevilla) Patronato 27, R-2: "Relación del desciihmiiMi

!6, K 5 ( 5 ) , f . 33v. 'K i; 66, f. 37r.

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das de Cartagena que por allí avían pasado". Pero lo que asombraba a estas huestes no era sólo la soledad del paisaje, sino el "ver las arboledas y frutales y asientos de bohíos y fuentes hechas a mano que todo estaba destruido". Todo esto apenas a 30 leguas de Antioquia en la ruta hacia Urabá36. Fray Gerónimo de San Miguel, en su afán por detener los innumerables abusos generados con la conquista y dispuesto a denunciar los malos tratos de sus coterráneos, se quejaba desde Santa Fe de que... ...en este Nuevo Reino, aunque es poca tierra, se han hecho tantas y tan grandes crueldades que si yo no las supiera de raíz y tan verazmente, no pudiera creer que en corazón cristiano cupieran tan crueles y fieras inhumanidades. Porque no hay tormento tan cruel ni pena tan horrible que de estos, que de muy servidores de vuestra alteza se precian, no hayan experimentado en estos tristes y pobrecitos naturales. Porque unos los han quemado vivos; otros, les han, con muy grande crueldad, cortado manos, narices, lenguas y otros miembros, otros es cierto haber ahorcado gran número de ellos así hombres como mujeres; otros, se dice, que han aperreado indios y destetado mujeres y hecho olí .1. crueldades que en sólo pensarlo tiemblan las carnes u los que algo de cristianos tienen. Estos son los servicios que acá a vuestra alteza se hacen y por los cuales piensan M remunerados37.

36

A.G.I. (Sevilla) Patronato 28 (66): "Relación de lo que suU . al magnífico señor capitán Jorge Robledo". 37 J. Friede (compilador): Fuentes documentales para la hisioi ;./.' Nuevo Reino de Granada, Banco Popular, Bogotá, 1975. I , ! • • 1552, p. 35,

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Este testimonio directo y escueto podría parecer exagerado para los escépticos. Sin embargo, los cronistas que acompañaron a los soldados que devastaban el continente americano describieron los más inusitados cuadros de fuery,a y de violencia. Las peticiones de méritos de muchos de estos soldados ratificaron con ingenuidad su crueldad en una li uniera en donde tales gestas fundaban la moral, la solidaridiul, el servicio a Dios y al rey y, por ende, el derecho a un rcri u lucimiento y a unas consideraciones valorativas de sus i •• i .on;is y de sus herederos. El colonialismo convirtió cierIci ' i mimes en méritos y sobre ellos estructuró en parte la i . i l de I aprecio y la discriminación38. i i a I uc parcialmente la historia de la primera mitad del ij i . - X V I m Colombia, en las Antillas y en Centroamérica, 1 di- al Real Consejo de Yndias de lo que toca a la provincia do1'. i| H 1582.

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las estadísticas disponibles, se estableció para 1532 un total de 16.871.408 habitantes, cifra que continuó su curva desrrndiente de tal modo que 16 años después, en 1548, los indígenas se habían reducido a 6.300.000, y en 1595 sobrev i v lan apenas 1.372.22840. Charles Gibson, quien estudió esta misma región y dejó una obra pionera en los estudios • innliistóricos, sostuvo que los mismos cronistas españoles • ii'-iilaron la pérdida de la población aborigen entre la con• IMC.I.I y 1570 en más de la mitad. Estudiando el fenómeno a h I • i i < >i • ¡ 11, encontró que durante el siglo XVI hubo comunii . . i> 'i |iic vieron desaparecer su población, pasando de 8.000 • I I " ' * Ir 6.000 a 200 y de 4.000 a 150 indígenas41. I n < I I Vi u y en otras regiones de América ocurrió un fe.mular. David Cook calculó la población del Perú millones hacia 1520 y consideró que luego de la 11 i.Imli I 'i/.a no, las primeras pestes acabaron con un 25% II id 1.1 pohlación 42 . NathanWachtelconsiderólapérdi' i i . p..N.irin del Perú e n un 49%, entre 1561 y 1630, i < " > n d I ícnador entre 1561 y 1591 la población i un (>!%•". Estudios más recientes sobre el MI i" • ii i|iie "en las décadas posteriores a la con-

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quista, la población nativa siguió disminuyendo en forma drástica, más de prisa en la costa que en la sierra. El descenso documentado del 85% en la comunidad de Saña, entre 1562 y 1563 es probablemente representativo de la región"44. Por su parte, Moya Pons estableció que en las Antillas la población indígena era en 1494 de 377.559 nativos, mientras que en 1510 llegaba apenas a 33.523. Es decir que en 16 años la población desapareció en un 91%45. Los cálculos para Centroamérica revelan una caída de la población entre 80% y 90%. En otras partes desapareció completamente 150 años después de la conquista. Guatemala, la zona más poblada de esta región, vio caer su población, entre 1520 y 1600, de dos millones a 133.200 habitantes, según los cálculos de Lovell y Lutz46. Después de revisar cifras disponibles sobre la población indígena de Panamá en el tiempo de la conquista, Alfredo Castillero sugiere que hacia 1522 los cacicazgos ubicados entre Azuero y el Darién ha bían quedado reducidos entre un 12% y un 7%, y que ros pecto a los cueva, "su población había quedado disminuida al 3%" una década después de iniciada la conquista47.

44 Suzane Ramírez, Patriarcas... cit., pp. 47-49. 45 Frank Moya Pons, Después de Colón: trabajo, sociedad y ¡xiliiínt en la economía del oro, Alianza editorial, Madrid, 1987. 46 W. George Lovel and Christopher H. Lutz, "Demography nnd empire: a guide to the population history of spanish Centnil Anré rica, 1500-1821", Dellplain Latín American Studies, No U, Westview Press, Syracuse University, Syracuse, 1995. 47 Alfredo Castillero, Conquista, evangelizarían y resistencia. , / > fo o fracaso de ¡apolítica indigenista?, Instituto Nacional il> • tura, Dirección Nacional de Extensión Cultural, pp. 37-53, I'.... .,. 1995.

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En Colombia, en donde los estudios de demografía histórica no han recibido mayor atención, los estimativos realiy.udos hasta ahora muestran una tendencia similar a la de las demás regiones de América. Cálculos burdos que hemos reai i . .ido nos dan unos 8.284.264 habitantes hacia 1500, los ...lies quedaron reducidos a menos de un millón a fines del ' •• i" XVI 4 8 . El cuadro regional no es menos dramático, pues i- «jiiimbayas, que eran unos 100 mil indígenas hacia 1540, 1.11 on reducidos a menos de 70 en 162849. M t aso de la provincia de Pamplona es bien singular, pues 11 poní- de una "visita" de población muy temprana, reai . .. 1 1 1 . 0 1 ( ' i istóbal Bueno en 1559. Singular, porque se rei los hombres y mujeres casados que llegaron hasta i ' 11 i. loi. los ausentes, las mujeres con niños en brazos y n i n a s y muchachos según diferentes grupos de luí I I M información, que deja conocer con cierto detalle un. i demográfica, así como los recursos disponii ' IM I M ir.ai cu una población superior a los 200 mil llili i u c| tiempo de los primeros contactos con los U i I n 25 anos, entre 1534-1559, esta población se I I ilm nlo a de vandalismo generó una mayor represión por parle «le I"N europeos. Testigos españoles declararon contra Fernán I V

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Archivo General de la Nación, Bogotá: Visitas Suninn.i 709v. a881v. William M. Denevan, "Estimating the unknown", cu / / i . r,-i',l.iia y otras riquezas seguían circulando hacia las 11 u u Mes y e asas de fundición que registraban sus volú1 • > i ne re ¡antes, prestamistas y vendedores de Sevilla "i,i,u|¡-s españolas no discutían problemas huma"•• !" i íesj'.os y sus costos. Era el círculo complemenI IM Isiun eufórica de una América de color y fantasía, |l| i n v u l v e í , por un lado, la tragedia de sus habitani ' 1 1 M i < i |;i sai isfacción de quienes convirtieron este 1 II "i" > i i una oportunidad económica. Las cajas IMH i ii-.ii .le fundición dejaron registros de lo que IM i ni n i . i 11 n control que si no lo apuntó todo, i" n l i e i e n t c como para hacer más sólida

u,iin l'»S,doc. 12: "Información recibida en • ihrc d mal tratamiento que recibieron los '!"• i|iic lúe justicia mayor Fernán Pérez de ' H i|r i n l i t i de 1543.

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la versión del luto. Las cuentas de la real caja de Santa Fe y la de Cartagena, y por supuesto las de Santa María la Antigua del Darién, Río Hacha y Cabo de la Vela registraron lo pagado a la Corona española por concepto de impuestos, tributos y exacciones. Esta selva de números constituye un abierto desafío a la imaginación. Allí sólo hay una difusa masa de registros que esconde dramas en una contabilidad simple que refuerza el valor del rumor y de la tragedia, implícitos en los estrechos sacos de un maravedí, un peso, un ducado o un catellano. Estas monedas medían la gloria de unos y el dolor de otros. En sus valores nominales se ocultaban la tortura, el incendio y las mutilaciones. Las remesas de particulares y del imperio no contenían los meros signos de las rentas, sino la tragedia de centenares de comunidades. Es indudable que la historia económica esconde las silenciosas comentes de la historia social.

la llamada provincia de Río Hacha con sus riquezas de perlas; Santa Marta y la Sierra Nevada, y los pueblos de las lanuras que se extendían hacia Valledupar y Tamalameque; ^Cartagena, junto con las llanuras del Sinú y las estribaciones donde agonizan los Andes colombianos; Urabá y todo el 1 ucrpo del Atrato y del Darién. Estas regiones se vieron contrapuestas a los núcleos urbiinos desde donde operaban mercaderes, administradores, i - IIJMOSOS y soldados enviados por la Corona española para Nomeler unas difusas regiones de jurisdicción imprecisa. 1 u n i d o los europeos comenzaron a actuar sobre estos terrise abrieron avenidas de tesoros incalculables y las i > • 11 - l a s naves se izaron repetidamente sobre el mar Caribe JMII 1 1 1 .uisportar remesas de perlas, oro y esclavos indios con 1 '|iu d Imperio y los nuevos comerciantes pagaban sus ' ias c incrementaban sus patrimonios y haciendas. n i >i MC • l logaban vinos, aceites, baratijas y otras mercade• I ' I .|>.III;L

C. Los múltiples espacios del desastre 1

El conocimiento del siglo XVI no puede reducirse a simple relación de fuerza, en donde unos recursos mililarcN pudieron primar sobre la fragilidad de sus oponentes. Del mismo modo, el siglo XVI en el Caribe colombiano ciisrilH que hubo diferentes formas de penetrar el territorio, de ¡ir ceder a la apropiación de sus riquezas y, en últimas, d i - 1 « > u trolar sus espacios, de dominar a sus habitantes y de gañi los metales y piedras preciosas. Entre todas las variedades espaciales y étnicas carihfiinii, los europeos centraron sus actividades de conquista y •
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