La esposa del vecino - Georgia Beers.pdf

September 27, 2017 | Author: La Haker Kandj | Category: Hair, Woman, Novels, Nature
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LA ESPOSA DEL VECINO

CAPÍTULO UNO

"¿Qué piensas, cariño?" La emoción en la voz de Eric Wainwright era inconfundible para su esposa, Jennifer. Ella sonrió, ante la expresión de niño pequeño en su cara, abriendo y cerrando los ojos marrones. No era terriblemente a menudo, que él pidiera su opinión sobre algo que estaba buscando para comprar, pero por alguna razón, realmente quería que estuviera tan enamorada de la casa del lago, como lo estaba él. Era importante para él. Esperó, mirándola fijamente. Jennifer había quedado encantada con la casa, pero no quería mostrar demasiado pronto sus sentimientos, así que fingió reflexionar, y vagar lentamente alrededor. Dio una vuelta, en un círculo informal, por el amplio salón, y se detuvo a mirar, desde el suelo hasta el techo. Las ventanas ofrecían una vista impresionante del lago Canandaigua. Las olas lamían suavemente la orilla del patio, que estaba impecable. El jardín, la hierba eran de un exuberante verde casi imposible de encontrar en esta temprana temporada. Sobre su cabeza podía ver las vigas de madera, lo que acentuaban el alto techo y el dibujo de los ojos de la barandilla de la buhardilla que daban al gran salón. Estaba igualmente impresionada con el diseño abierto del dormitorio principal y de los invitados, acentuado con la misma madera que las vigas del techo. A su mente, llegaron diferentes ideas de pintura y decoración. Sabía que, si no le gustaba la casa, Eric probablemente la acabaría por comprando de todos modos, pero ella estaba contenta, ya que parecía ansioso por conocer su opinión. Ella le sonrió de nuevo. "Creo que es hermosa", pronunció. Eric dejó escapar un suspiro de alivio y la abrazó, capturándola con la guardia baja. Se volvió hacia Jake, su primo y agente de bienes inmuebles, y le sonrió. "Ella piensa que es hermosa." "Por supuesto que si”, Jake respondió con facilidad. "Vamos a hacer el papeleo, ¿de acuerdo?" Mientras los dos hombres se dirigían a la cocina, donde podrían utilizar el espacio en el mostrador para escribir, Jennifer abrió las puertas corredizas de cristal y salió a la terraza trasera. Estaba vacía, por eso parecía tan grande. La casa había sido vaciada hacia poco más de una semana, después de la muerte de los ancianos, anteriores propietarios. Apoyó las manos en la barandilla, cerrando los ojos, e inhaló hasta llenar sus pulmones, con el aire fresco del lago, tan diferente del de la ciudad. Así que esta va a ser nuestra casa de verano. No está mal. No está nada mal. Eric había querido una casa en el agua, durante mucho tiempo, y de mala gana admitió, a sabiendas de que era más un símbolo de estatus social, que cualquier otra cosa para él. Habría que añadirla a la lista de las cosas materiales que había adquirido, antes de cumplir los treinta años: el mercedes, el barco, la membresía en Oak Hill, el club de golf más exclusivo de la zona, una enorme casa en el corazón de Pittsford, uno de las zonas más ricos de Rochester, en Nueva York. Despreciaba todo aquel dinero. Había pasado sus veintinueve años, justo en el medio de él, pero odiaba ser ricos. También sabía lo que parecía ser una snob, por lo que no le gustaba nada cómo se comportaba a veces su marido, alardeando de su dinero delante de la gente diciendo. El papel de esposa, de la alta sociedad, no era algo que

le gustara, ni era bueno en ello. Ella era la primera en decirlo. Su madre, así como la madre de Eric, estaban siempre detrás de ella, criticándola. Sin embargo, la casa era preciosa, y ya se sentía la paz de estar de pie en la terraza. También admitió, a regañadientes, lo felizmente que esperaba estar allí sola, con bastante frecuencia. Las oficinas de Eric estaban en la ciudad, a unos cuarenta y cinco minutos de Canandaigua, y últimamente había estado ayudando a crear una nueva división en Buffalo, a unas dos horas de distancia. Sería un gran inconveniente para él, hacer ese viaje todos los días durante el verano, teniendo en cuenta que tendían a trabajar hasta última hora, lo más probablemente, más de una vez, tendría que quedarse en la casa de Pittsford. La idea de pasar un tiempo en la orilla del lago, era muy atractiva para Jennifer. Podía sentir la tranquilidad y la soledad que la llamaba en la brisa frente a la costa. Se volvió para mirar a la casa. El exterior poseía un desvanecido gris, un acabado que hacía que la casa pareciera más vieja de lo que realmente era. Mirando hacia atrás, hacia el agua, suspiró, relajándose ante la preciosa puesta de sol sobre el agua. En la distancia, pudo oír las voces de varios niños riendo, y un perro ladrando. Mientras crecía, nunca había tenido un perro, a pesar de haberlo deseado. Su madre había tenido un millón de razones por no permitírselo. Los perros eran desordenados. Los perros estaban mal. Los perros eran tontos, criaturas que no pertenecían a una casa llena de buenas cosas como las suyas. Algo tenía que quedar roto o manchado… y así siguió hasta que dejó de pedir un perro, simplemente para conseguir que la mujer se callara. Jennifer podía oír la voz de la madre, resonando claramente en su cabeza, como si hubiera sucedido recientemente. Todavía se le ponía dolor de cabeza cada vez que pensaba en DINA Remington Mascotas. A pesar de las estrictas exigencias e la insistencia de su madre, Jennifer nunca dejó de desear un perro. La hizo sonreír el pequeño perro blanco que había notado travesando su nuevo patio trasero. Era adorable, todo peludo, con orejas puntiagudas, piernas cortas, y unos grandes ojos marrones totalmente expresivos. Era evidente que estaba en su gloria, corriendo libre en la hierba de la primavera. Parte de una cuerda deshilachada volaba constreñida detrás suyo, juntó la de su cuello a cuadros, pero nada más. Se detuvo a orinar cada pocos metros, levantando una pata trasera corta con fruición, como si su única misión en la vida. Jennifer rió de sus travesuras. Su risa murió rápidamente cuando tuvo una visión enfermiza de un coche interrumpiendo. No podía soportar la idea de su pequeño cuerpo roto. Tendría que encontrar su camino a la principal carretera, así que se dirigió hacia abajo, al gran patio, ese agachó en cuclillas, y lo llamó, aplaudiendo con una voz juguetona. "Ven aquí, amigo. Vamos. Ven aquí." Dejó de retozar, cuando escuchó su voz e inclinó la cabeza como si estuviera escuchando con atención. Sus pequeños labios negros eran visibles en su rostro de piel blanca, y Jennifer estaba segura de que le sonreía. "Sí, tú". Ella se rió. "Ven aquí". Para su sorpresa, él corrió derecho hacia ella, con la cola de punta hacia arriba y moviéndola ligeramente cuando olió la mano que se le ofrecía. Después de un minuto o dos, decidió que era seguro, y permitió que le rascara la cabeza. A los pocos segundos, fue capaz de captar su collar, acercándolo un poco más, y lo levantó en sus brazos para poder mirarlo más de cerca. De inmediato, le lamió la cara son su lengua rosada. Era sorprendentemente suave, como una madre con su cachorro. Aquello le hizo sonreía. "Oh, estoy sucia, ¿no? Bueno, muchas gracias por limpiarme". Se sintió aliviada, al ver que tenía una etiqueta de identificación que colgaba de su cuello. Había cogido bastantes perros callejeros en su vida, y agradecería cuando podía llamar a su dueño para poder devolver el animal. Una mascota, sin una etiqueta de identificación, era una señal de total irresponsabilidad por parte de un propietario.

Leyó en la etiqueta, que simplemente detallaba, Kinsey y a continuación un número de teléfono local. "¿Es Kinsey tu nombre o es el de tu mamá? ¿Hmm?" El ladeó la cabeza como si estuviera contemplando seriamente la cuestión, pero no ofreció respuesta. "Bueno, ¿qué te parece si llamamos?" Lo llevó a interior de la casa. Podía oír Eric y Jake discutir los detalles de la compra de la casa, por lo que decidió no interrumpir. En cambio, sacó su teléfono móvil de su bolso, que colgaba en su hombro, y marcó el número que aparecía en la etiqueta. Atendieron la llamada después de tres timbrados. "¿Hola?" La voz era femenina, profunda y suave. "Um, hola. Mi nombre es Jennifer Wainwright y llamo para preguntar si usted o alguien de allí, por casualidad, la perdido de un perro". "No… Espera un segundo..." Jennifer escuchó una puerta que se abría, seguida de una maldición ahogada. La mujer volvió a la línea. "¿Un poco de blanco?" preguntó ella con ansiedad. "Sí. Su etiqueta dice Kinsey. ¿Eres tú o él?" "Es él, esa pequeña cosa maloliente. No puedo creer que cortara la cuerda. ¡Te juro que es un artista del escape!" "Es un encanto." Ella se rió cuando Kinsey le lamió la oreja.

"Oh, él es muy suave con las mujeres, eso es seguro." La mujer rió con gusto. "Escucha, no puedo agradecerte lo suficiente por agarrarlo. ¿Dónde estás? Iré enseguida a buscarlo para traerlo de los pelos". "Bueno, vamos a ver." Dio un paso atrás, en la terraza, examinando su entorno, que era completamente nuevo para ella. "Estoy en el lago. Mi casa es nueva... Quiero decir, ni siquiera vivo aquí, así que no estoy muy segura de cómo decirte donde estoy. Um, sé que estamos en East Lake Road. Creo que puede ser el número diecisiete”. Se sentía como una completa idiota, incapaz de dar su dirección por teléfono. "¿Número diecisiete?", Dijo la voz con sorpresa. Jennifer podía oír que la puerta se abría de nuevo. "Creo que sí. ¿Sabes dónde está?" La mujer se echó a reír. "Creo que sí. Echa un vistazo a tu derecha.” Frunció el ceño en confusión, y luego miró a su derecha. A menos de cincuenta metros de distancia, una mujer de cabello oscuro estaba en la terraza de la casa de lado, con un teléfono inalámbrico en el oído. Le hizo un gesto. "Te encontré". Se rió mientras apagaba su teléfono móvil, lo puso en la barandilla de la terraza y se dirigió a su nueva vecina, con Kinsey todavía en sus brazos. Era imposible no darse cuenta de lo atractiva que era la mujer. Dios, espero que Eric pueda mantenerse sin babear sobre ella pensó con una sonrisa. Su pelo oscuro estaba recogido en una floja cola de caballo, agitándose con la brisa del lago. Tenía unos suaves ojos oscuros casi enmarcados en sus negras pestañas y cejas, y una sonrisa fácil, asomando por las esquinas de la boca. Estaba vestida informal, con unos vaqueros y una camiseta negra con escote en v. ¿Cómo es que mis pantalones vaqueros no me quedan tan bien? El cerebro de Jennifer gimió con envidia. - Es tan injusto. La mujer era alta, varios centímetros más que ella. Su estructura facial era casi perfecta, como si hubiera sido tallada en mármol, y luego cuidadosamente pulida hasta que su piel brillara. Se veía visiblemente aliviada al ver a su perro, y sonrió con una sonrisa blanca impecable, ella se acercó a él.

"No has perdido la oportunidad de escaparte ¿verdad, chico rata? Espera ver que tienes que para la cena". Kinsey se puso a lamer la cara de su dueña, en esta ocasión, moviendo rápidamente la cola. Aceptó el tratamiento durante otro minuto, luego lo puso dentro, cerrando la puerta corrediza de cristal de golpe. El perro estaba patéticamente, mirando a través del cristal como un condenado prisionero. La mujer se volvió y le tendió la mano a Jennifer. "Alex Fomentar”. Jennifer puso su mano en la de Alex, sintiendo tanto calor y fuerza que se sorprendió. "Jennifer Wainwright. Mucho gusto". "Muchas gracias por agarrarlo, Jennifer. No es de tomar confianza. Él tiene su mente en el exterior, y cuando pone esa nariz en suelo, es como si fuera un tiro. Habría simplemente seguido su camino y probablemente habría terminado como un perrito panqueque en la calle principal". Mantuvo su tono ligero, pero la preocupación en sus ojos traicionó a su voz. Era evidente su cariño, por el pequeño individuo, y la perspectiva de tal accidente la había entristecido. "No hay problema", le respondió. "Me alegro de haberlo visto. ¿Se ha escapado antes?" "Una o dos veces, sí. Realmente está en su sangre, característico de su raza". "Es un terrier, ¿verdad?" "Así es. Es un Westie, un West Highland White Terrier. Son criados para ser cazadores, así como he dicho, él pone la nariz en el suelo, tratando de rastrear ratones y ardillas y nada… otra parte del mundo existe para él. Sobre todo ahora, en la primavera, cuando todo está saliendo de la hibernación". Jennifer sonrió, ante la imagen del pequeño perro adorable, que tendía a no escuchar cuando su mamá lo llamaba. "Así que, supongo, ¿qué caminar con él sin correa está fuera de toda cuestión?" "Por supuesto. Ya lo he intentado." Alex añadió tímidamente, "Tres veces". “¿Tres veces?" "¿Qué? Pensé que tal vez no era más que un aprendizaje lento". "Suena como un aprendizaje de lo más lento”, comentó con una sonrisa.

"Hey! Me acabas de conocer. No me puedes insultarme, por lo menos no antes de veinticuatro horas." Se echó a reír, al ver la nerviosismo de la otra mujer, que no se había dado cuenta que le estaba hablando en broma. "Así que, ¿dijiste que la acabas de comprar?" Hizo un gesto a la casa detrás de Jennifer. "Sí. Mi marido, Eric, está dentro con los últimos detalles de la compra, en estos momentos. No estoy segura exactamente cuándo nos mudaremos, pero es nuestra. Estoy muy emocionada, así que espero no sonar como una total boba. ¿Llevas mucho tiempo aquí?" Alex sonrió ante el entusiasmo, en la voz de su nueva vecina. "Era la casa de mi tía. Pasé mucho tiempo aquí, cuando era niña, y ahora estoy viviendo aquí." "Bueno, esta es mi primera vez en el lago, así que, ¿tal vez puedas mostrarme los alrededores alguna vez?" "Trato echo, señorita." Sonrió con una deslumbrante sonrisa blanca, y Jennifer se preguntó cuántos hombres habían caído a los pies de Alex, simplemente con esa sonrisa. Se quedaron en silencio, pero nada incómodo, por un par de minutos mirando hacia el agua. Jennifer se sorprendió al sentir una pequeña punzada de decepción al oír la voz de Eric llamándola. Estaba desconcertada, por la pequeña parte de que ella, que no quería la presencia de su marido frente a Alex. Había pasado tanto tiempo desde

que había tenido algo que fuera de ella y sólo de ella, que se sintió un poco posesiva. Quería mantener a Alex sola para ella. Era extraño, puesto que sólo había conocido a la mujer durante diez minutos. Alexandra Foster quedó tan gratamente sorprendida por su nueva vecina, que apenas podía mantener la sonrisa enyesada en su rostro. Se había empezado a sentir un poco sola, en su nueva casa, y estaba emocionada por la perspectiva de una nueva amistad... una mujer muy atractiva. El pelo rubio de Jennifer estaba recogido en una trenza francesa, que le estaba increíblemente sexy. Su blusa verde acentuaba sus ojos. Los pantalones vaqueros, de color beige, se abrazaban perfectamente a su cuerpo, y Alex había tenido problemas para mantener sus ojos fuera del trasero de la mujer más pequeña. No quería asustar a su nueva vecina antes de que su amistad tuviera tiempo para comenzar. Se echó a reír, ante la visión de Jennifer cogiéndola, comiéndosela con los ojos, y luego corriendo a su casa con horror. Con la esperanza de prevenir ese final, desvió la mirada mientras caminaba, seguramente la buscaba para firmar el contrato. En su lugar, comenzaron una pequeña charla y disfrutaron de su mutua compañía. Como encontró a Jennifer tan atractiva, la niña del interior de Alex, tenía muchas ganas de odiar a Eric Wainwright. Era obvio que eran ricos, a juzgar por la casa que acaban de comprar y el Mercedes en la entrada. Él era devastadoramente guapo, se imaginó acercándose y casándose con Jennifer. ¿Qué razón había para no odiarlo? "Haciendo amigos ya, cariño", le preguntó con una sonrisa, mientras daba la mano a Alex. "Eric Wainwright." "Ella es Alex Foster. Estábamos hablando sobre la vida en el lago." los ojos verdes de Jennifer brillaron mientras presentaba a Alex a su marido. Se estrecharon las manos. "Has vivido aquí mucho tiempo”, preguntó, notando que a su mujer le gustaba aquella mujer. "Pasé la mayor parte de mis veranos aquí, cuando era niña." "Esa solía ser la casa de su tía”, Jennifer explicó. "¿Eras amiga de los anteriores propietarios de nuestra casa?" Alex apenas pudo evitar rodar los ojos. "Um, no. La señora Cavanaugh no era exactamente... accesible." Se las arregló, durante mucho tiempo, para mantenerse lejos de su ex-vecina, no quería hablar mal de los muertos. Ethel Cavanaugh había sido una niña rica, toda su vida, que se consideraba más arriba, en la cadena alimentaria que la mayor parte del resto de la humanidad. Apenas se molestó en dar a Alex la hora del día, y siempre la miraba con desaprobación. Alex no se había sentido decepcionada cuando el corazón de la homofóbica mujer había acabado con su vida, y la idea de tener nuevos y jóvenes vecinos fue casi demasiado atractiva. "Te gustaría esto. No hay nada como vivir en el agua”. "Espero tener tiempo para disfrutarlo", murmuró Eric. "Lo disfrutaras”, Jennifer regañó suavemente mientras ponía su brazo alrededor de él. "Tenemos que ir a terminar con Jake", dijo. "Fue agradable conocerte, Alex. Estoy seguro de que nos veremos a menudo. " "Lo mismo digo", respondió. "Y si necesitas cualquier ayuda, solo grita”. Jennifer parecía querer quedarse, pero Eric la tomó de la mano y la arrastró detrás de él. Alex se sorprendió al sentir decepción ante su partida. "Estaré de vuelta en veinticuatro horas, para entregar un insulto adecuado, ¿de acuerdo?" gritó Jennifer por encima del hombro. "No llegues tarde.” Alex se echó a reír. Jennifer se despidió. "Esposa blanca de la alta sociedad ", dijo Alex suavemente. Iba a ser un verano interesante.

Regresó a su casa y Kinsey la miró expectante. "¿Qué? ¿Crees que tienes algún tipo de recompensa por esa pequeña escapada de las tuyas?" Él inclinó la cabeza hacia un lado, como siempre lo hacía cuando su dueña lo regañaba, con las orejas apuntando hacia arriba, y los ojos castaños mirando con atención. Se veía tan malditamente lindo así y él lo sabía. Alex no podía resistirse, y él también lo sabía. Lo levantó en sus brazos, y dejó que le lamiera por toda la cara. Pensó que seguramente serían besos de disculpa.

CAPÍTULO DOS

"Eric, cariño, lo hacen para ganarse la vida. ¿Quieres hacer el favor de relajarte y dejar que trabajen?" Jennifer dijo con los dientes apretados, tratando de no explotar por su marido. Se estaba hartando de él, constantemente tratando de decirle a los repartidores de muebles como hacer su trabajo. Los había estado dirigiendo toda la mañana y ya había tenido bastante de él. A juzgar por el ceño fruncido de enojo en sus desgastadas caras, por todo lo que habían tenido que soportar. "Bueno, está bien, querida. Eso nunca va a pasar a través de la puerta de esa manera." Claire Wainwright había decidido ayudar "con el movimiento, muy a pesar de Jennifer. Su suegra siempre estaba oponiéndose a todo lo que decía o hacía, y estaba cabreando a los pobres repartidores casi tanto como Eric. Entre los dos, estaba a punto de gritar. "¿Qué tal si dejamos que ellos lo intenten?" Gruñó. Vio la mirada de agradecimiento de uno de los tres trabajadores, y que trató de sonreírles. Se quedaron en silencio, mientras los hombres giraban el nuevo sofá, en varias diversas posiciones hasta, efectivamente, encontrar la que les permitiría entrar a través de la puerta principal. Jennifer se mordió la lengua para no hacer una burla, "neener, neener, neener" pensando en su marido y su suegra. Esta le lanzó una mirada, una que claramente decía, lo mucho que odiaba a su nuera cuando tenía razón. Claire Wainwright era una mujer hermosa. Incluso si no tuviera el dinero suficiente para comprarse el peinado perfecto con el perfecto color, las manicuras más caras, y los mejores de diseñadores ropa, todavía habría sido hermosa. A la edad de cincuenta y ocho años, parecía que estaba en sus cuarenta y tantos años. El cabello rubio teñido era impecable, sin un pelo fuera de lugar, rozando suavemente la espalda desde su cuello. Sus ojos eran del mismo color chocolate como los de Eric. Jennifer había logrado evitar poner los ojos, cuando Claire había llegado con su típica vestimenta: un traje pantalón y camisa italiana negra bellamente ajustada. Jennifer tenía cinco años y Eric tenía seis años, cuando su padre se había hecho con parte de la firma de abogados del padre de Eric. Michael y Daniel Remington Wainwright se habían convertido en buenos amigos, al igual que sus esposas, Kathleen y Claire. Ellas hicieron lo mismo, se movían en los mismos círculos, y se convirtieron en miembros del mismo club de campo. Tanto sus familias como su pequeña Jennifer y su hermano, al igual que Eric y su hermana mayor, poco tiempo después se convirtieron en un grupo casi inseparable. Debido a que Eric y Jennifer parecían llevarse muy bien desde el inicio, se convirtió en una especie de destino predeterminado que terminarían juntos. Claire era una madre típica, en el sentido de que nada y ninguna mujer, nunca sería lo suficientemente buena para su bebé. Ella y Daniel nunca habían tenido, lo que podríamos llamar, un matrimonio feliz, por lo que a menudo hacía todo lo posible para controlar el de su hijo. Jennifer entendía este comportamiento, ya que había pasado gran parte de su vida tratando de aceptarlo, pero Claire estaba inacabadamente dura con ella, y de vez en cuando realmente la ponía de los nervios.

Al igual que el día de la mudanza. Claire había supervisado cada movimiento, a pesar de que Jennifer intentaba que se detuviera. Le pareció mal la forma en que Jennifer trató de ordenar sus armarios de la cocina, y dirigió la organización a su antojo. Ella tenía varias opiniones sobre las preparaciones que necesitaban las ventanas, ninguna que a Jennifer le aprecia adecuada. Incluso señaló rayas en el cristal que Jennifer había limpiado. Su irritación había estado burbujeando lentamente, en la boca del estómago, durante todo el día hasta que comenzó a preocuparse de que pudiera decir algo desagradable. Sabía que tenía que huir antes de que su boca se volviera loca sin su permiso. Realmente no quería vivir para lamentar por Claire Wainwright, no podía guardar rencor ya que nadie tenía derecho. "Necesito un poco de aire", fue todo lo que pudo decir antes de salir pisando fuerte por la puerta trasera deslizante, que cerró con tal fuerza que estaba segura que Claire tendría algún comentario. Caminó a través del verde césped del patio trasero directamente hasta el muelle. Para su gran premio, el suave chapoteo del agua, contra la madera, inmediatamente calmó su acelerado corazón y la sangre hirviendo. Tomó una profunda y limpia respiración, mientras hacía todo el camino hasta el final, disfrutando de la tranquilidad del lago. El aire era todavía bastante fresco a esas horas tan temprano en esa temporada. Había crecido en un barrio mucho más cerca de la ciudad y aún tenía que acostumbrarse a la diferencia de temperatura cerca del agua. Sentía la piel de gallina en los brazos, y se los frotó enérgicamente, contra el frío en lugar de regresar al ambiente hostil de la casa detrás de ella. Trató de no pensar en el hecho de que Eric nunca estaría de su lado, y en contra de su madre, algo que la molestaba por supuesto, pero no podía entender su comportamiento. Eric siempre decía sí a todo lo que su madre insinuaba. A ella la hubiera gustado poder hacer lo mismo, pero ese comportamiento el parecía imposible para ella. Decidió esperar, dar tiempo a Claire para que se fuera a su casa, y entonces tendría toda semana para organizar el lugar a su manera. Una vez despejada su mente, dejó que su cabeza se tranquilizara de nuevo para poder absorber la luz del sol radiante en ella. La combinación de la fresca y suave brisa, el olor fresco del lago, y el cálido sol, actuaba como una droga para mitigar su ansiedad. El silencio del momento fue interrumpido por una fuerte serie de ruiditos. Sonrió, dándose cuenta de que tenían que venir de su peludo iluminado amigo que vivía al lado. Volvió la mirada y entrecerró los ojos contra el sol, justo cuando oyó una voz que regañaba suavemente. "Kinsey. Quieto. Nadie quiere que tu opinión". Alex estaba sentada en la parte de su terraza, que daba al agua. Parecía muy cómoda en el sillón que ocupaba. Parecía estar leyendo, pero miraba hacia el agua, más que a lo que tenía en su regazo. Se debatió si debía o no molestarla, pero sabía que no estaba lista para volver a la casa, por el momento. "Hola, vecina”, dijo en voz alta. Alex levantó la vista y se encontró con la mirada de Jennifer, con una amplia sonrisa y un gesto amistoso. "Hola, Jennifer. ¿Cómo va la mudanza?" "Ugh. No preguntes", respondió con un gemido. "¿Necesitas un descanso?" Levantó la copa que había estado bebiendo para incentivarla. Jennifer se estaba moviendo, antes de pensarlo, volvió sobre sus pasos en el muelle, por el césped, y subió las escaleras de la terraza de Alex. Kinsey se emocionó al verla, sus oreja se elevaron y su cola se meneó con furia. Le pegó un buen tirón a la cadena que lo tenía atado a uno de los postes de la terraza, y Jennifer sonrió ante el hecho de que Alex no quería correr ningún riesgo de huida, ese día. Al inclinarse a la altura del perro, éste curvó los labios de una manera torpe, mostrando sus dientes, en un gesto tan cómico que Jennifer rió a carcajadas.

"¿Te está sonriendo?" Preguntó Alex de la silla. "¡Sí!" continuó riendo, por eso fue exactamente lo que estaba haciendo. "Dios, es lindo." "Y él también lo sabe", dijo Alex. "y lo utiliza para su beneficio cada vez que puede. Toma asiento”. Echó un vistazo alrededor de la terraza. Era espaciosa, la madera de color natural, pero bien cuidada, sin grietas, ni partes podridas por verse. Una gran mesa de cristal, con patas y el marco, de color verde oscuro bosque, ocupa una de las esquinas con cuatro sillas que amortiguaban un estampado floral de verdes y burgundies. Un poco más a la derecha, había un par de sillas de salón, con cojines gruesos cómodos que hacían juego con las demás sillas. Varias macetas y jardineras llenaban de la barandilla, pero todas estaban todavía vacías dado que sólo era mediados de Mayo. Pensó lo grande era todo el área, para cuando las flores entraran en sus estaciones, e hizo una nota mental para empezar a pensar acerca de los tipos de vegetación que pensaba poner para hacer lucir mejor su terraza. Eligió la silla a juego y se sentó junto a su vecina, que tenía un cuaderno apoyado en su regazo y un simple bolígrafo bic en la mano. Un gemido de placer, escapó de los labios de Jennifer, cuando sus pies descansaron por primera vez, en varias horas, y se hundió cómodamente en el cojín sorprendentemente profundo. "Oh Dios mío, esto es bueno." Alex sonrió con complicidad.- "Espera hasta que tengas la oportunidad de echar una siesta en uno.” "No me tientes.” "Nunca te marcharías." "He dicho que no me tientes." Sonrió, y cerró los ojos, mientras se deleitaba con el cálido sol de la primavera. Su frialdad ha era historia. "Pareces estresada". "Lo estoy" Abrió los ojos, protegiéndose del sol con una parte, y agregó al ver la expresión de preocupación en el rostro de Alex. "Siempre fui un poco transparente. He intentado trabajar en eso, pero es un defecto de carácter”. Alex se levantó de un salto. "Quédate ahí." Puso su libreta a un lado, y corrió hacia el interior de la casa. Jennifer se dio cuenta de lo increíblemente sexy y accesible, que parecía con sus pantalones ajustados y camiseta roja con mangas recogidas hasta los. No llevaba calzado, apenas unos calcetines blancos de deporte. Parecía estar tan cómoda como solo llevara un pijama. Una vez más, sintió la emoción de tener una nueva amiga, alguien totalmente fuera de su círculo habitual. La mayoría de las mujeres estaban acostumbradas a asociarla con alguien parecido a Claire... esposas de empresarios ricos que pasaban su tiempo entre compras y chismes sobre los demás, que en cualquier otra cosa, y Jennifer realmente no quería ser como esas personas, pero cuando estaba con ellas se comportaba igual. Se alegraba de estar en un ambiente completamente diferente, lejos de todo eso. No sentía la menor incomodidad de relajarse en la terraza de aquella mujer, donde se sentía aliviada. Mientras se acurrucó en el sillón suave acolchado, Kinsey tuvo que saltar sobre sí mismo para llegar a su regazo y colocar su pequeña cola en sus muslos. Su cadena era lo suficientemente larga para permitirle el acceso a la mayor parte de la cubierta, pero no a la mayoría de la vecindad. Se echó a reír a su asertividad y se rascó la cara. Mientras lo hacía, levantó su pata delantera derecha, como pidiendo le rascara. Ella, por supuesto, hizo lo que le pidió y esa es la posición en la que estaban en cuando Alex volvió con un vaso en la mano. "Kinsey! ¡Al suelo!" Le regañó, un poco avergonzada. Él parpadeó hacia ella, inocentemente, con los ojos abiertos, pero no hizo ningún movimiento.

"Oh, no. Está bien, Alex. En serio. No me importa." La verdad era que se sintió halagada por la forma en que había llegado a ella y no estaba dispuesta a renunciar a él. Alex parecía dudar, pero cedió. "Si te molesta, simplemente dile que se baje. Es muy obediente. ¿No es así, chico malo?" dijo ella arañando la parte superior de la cabeza desproporcionada con afecto y entregó a Jennifer un vaso. "Aquí tienes. Garantizada para disipar cualquier tipo de estrés". Parecía un vaso de refresco de cola, pero tenía la sospecha de que había algo más que eso. Tomó un sorbo, e inmediatamente sintió el cremoso, y picante sabor, que se deslizó por su garganta y tarareó su aprobación, levantando una ceja en cuestión. "Capitán Morgan y Coca-Cola”, Alex anunció con una sonrisa. "No hay presión, que el capitán no puede aliviar." Jennifer le devolvió la sonrisa. Hacía mucho tiempo que alguien había hecho algo para alegrar su día, y estaba halagada por ello. Tomó otro sorbo, saboreando la sensación del ron, que se instaló en su estómago y se extendió por todo su cuerpo. Había desaparecido la piel de gallina que tenía. "Por lo tanto, ¿la mudanza no va tan bien?" Alex se aventuró a preguntar. Una pareja de mechones, de su cabello oscuro, se habían escapado de su cola de caballo, y se deslizó a lo largo del lado de la cara, por la suave brisa. "Oh, va bien", respondió. "Sería mucho menos estresante, si pudiera encontrar una manera de conseguir deshacerme de mi suegra". "Ah. ¿Ella es demasiada ayuda?" Jennifer se echó a reír. "Sí, eso es todo. Además, de que todo lo que dice ella está bien y todo lo que digo yo está mal”. "¿Y esto te sorprende? ¿No es eso lo primero que te enseñan en “como ser la nuera 101?" "Creo que estaba enferma ese día." "Y tampoco estudias para el final, al parecer." "Jesús, creo que no." Ambas rieron. "En primer lugar, era absolutamente obvio de que el sofá no iba a pasar por la puerta, a pesar de que los chicos que lo traían no lo veían como un problema”. "¿Y luego?" "Entonces, ella jura que las sillas de gran tamaño no coinciden con él." "¿El sofá?" "De acuerdo." "¿Es cierto?" "¿El juego de sillas de gran tamaño? “ Jennifer sonrió… "Sí, lo hace. Lo elegí yo misma. Por eso, se llama 'juego completo.' " "Ya veo. ¿Cualquier otro mobiliario para darle un rato? " "No, pero también odia mis platos." "Tus platos." "Sí. Ella no puede poner su dedo en la llaga, pero con un… 'no está bien'". Lanzó su mejor imitación de Claire, la cual había mejorado a través de los años, la mezcla de la combinación perfecta entre la soberbia y el egoísmo. Se sentó con la espalda recta, como una vara, con la voz asumiendo el misterioso acento casi-Inglés que Claire tenía afectado a lo largo de los años, sin razón aparente. "Estos... estos platos, Jennifah, ¿en la tierra de donde los sacaste? El patrón es tan... tan... " Agitó su mano en el aire como si no pudiera encontrar la palabra adecuada. ”Ellos simplemente no tienen razón."

"Wow." Alex se echó a reír. "Suena... um... difícil." Jennifer se divertía con el obvio intento de Alex para opinar cuidadosamente, sobre todo una mujer que nunca había conocido y que estaba relacionada con Jennifer. "Oh, está bien. No sea cortés. .Ella es una perra”. "Tengo que presentarte a mi madre”. "¿Sí? ¿Son iguales?" "Sin el brillo o el dinero, sí. Nunca hago nada bien”. "¿Estas casada?" "No". "Bueno, espero que cuando lo estés, tenga una suegra mejor que la mía. Si no, ven a verme y te daré el mejor asesoramiento sobre cómo hacerles frente a las dos." "¿Tú madre también es tan mala?" "Ella está cerca." "Mi Dios, Jennifer. ¿Cómo te mantienes sana?" "¿Quién dice que lo esté?" Se rieron de eso. Jennifer suspiró y tomó otro trago de su vaso. "No pensé que iba a ser tan difícil." "¿Qué? ¿La mudanza?" "Sí”, respondió Jennifer, casi con honestidad. Alex la miró, esperando a que ella elabore. Jennifer no estaba segura de dónde venía, y estaba muy sorprendida de sentirlo, pero no tenía el repentino impulso, casi irresistible a derramar sus agallas, para derramar su corazón a esta completa desconocida. Fue capaz de controlarse a sí misma, para evitar hacer precisamente eso, pero era tal la extraña sensación, que sabía que si las cosas hubieran sido al revés, si Alex hubiera llegado a su casa y empezado a contar sus penas, después de sólo haberse visto una vez, Jennifer probablemente se habría imaginado cómo shoo lejos y habría puesto los ojos sobre Alex más tarde. Sentía tan a gusto sentada allí, que no se atrevía a irse. Alex la miró abiertamente, esperando, con cuidado lo que su nueva amiga estaba a punto de decir, como si realmente estuviera destinada a escucharle. Por primera vez en años, Jennifer sentía que podía ser ella misma y no sería juzgada. "¿Cuánto tiempo llevas casada con Eric?", preguntó Alex. "Casi ocho años. Tengo veintinueve". "Eres un bebé." "Quita esa sonrisa de tu cara. ¿Qué, cuántos tienes… treinta?" "Hace muchas lunas. Estoy mirando el gran tres cinco." Hizo una mueca ante tal pensamiento, sólo medio en broma. "Ouch. Vas a tener que hacerme saber cómo va. Ya estoy horrorizada y tengo cinco años menos". "Eric ¿es de la misma edad que tú?" "Un año más". "Os casasteis jóvenes, ¿eh?" "Sí, supongo que lo hicimos." "Apuesto a que tuviste una hermosa boda." Tenía una imagen de un gran espectáculo, probablemente en Oak Hill Country Club o alguna cosa igualmente hermosa. Comida cara, un montón de invitados, Jennifer luciendo hermosa en un vestido blanco, Eric todo hermoso en su esmoquin a medida.

"Lo fue." Asintió. "Aunque creo que fueron nuestros padres los más emocionados”. Yo no estaba lista para casarme y tampoco era Eric, que quería añadir. "Parece un buen tipo", comentó Alex sinceramente. "Él lo es. Ha estado un poco estresado, últimamente, con su trabajo”. "¿Qué hace?" "Es abogado en la firma de su padre. Él se está preparado para tomar el cargo de socio, cuando su padre se jubile el próximo año. Daniel ha decidido entregar a sus clientes a Eric, poco a poco, y con la apertura de la nueva oficina de Buffalo, creo que Eric esta un poco abrumado. Pero realmente es un gran tipo. Podría ser mucho peor, eso es seguro. Lo conozco desde siempre." "¿Ya erais novios desde el instituto?" "Así es. En realidad, crecimos juntos. Nos conocemos desde…” Hizo un cálculo rápido “Jesús veinte años”. "Wow." "Su familia y la mía están muy unidas. Cuando Eric y yo comenzamos a salir en el instituto, nuestros padres se apegaron a la vinculación y el resto es historia”. "Eso es muy dulce." "Sí, supongo que sí." Apuró el resto de su copa. Miraron de manera constante hacia el agua, viendo el buceo de las gaviotas. Permanecieron en silencio. El silencio resultaba cómodo y acogedor. Kinsey se había acurrucado en el regazo de Jennifer y se retorció inquieto, de vez en cuando, mientras perseguía algo en su sueño, mientras pequeños sonidos emanaban de su pequeña nariz negra. Finalmente, Jennifer rompió el silencio. "¿En qué trabajas?" Hizo un gesto hacia el cuaderno que su vecina había tenido en las manos. "¿Una carta?" "Un esquema, en realidad." Le echó un vistazo y dijo algo tímidamente, "estoy escribiendo una novela." "¿En serio?" no pudo ocultar su emoción. "¿Eres escritora?" "Espero que sí." Se rió, halagada por el regocijo de Jennifer. "Un día Tendremos que ver qué pasa". Jennifer estaba confundida y su expresión lo decía. "Es una especie de una larga historia, pero la corta versión es esta: solía enseñar y ahora estoy intentando ser novelista. He escrito cuentos antes, incluso se han vendido unos pocos, pero nunca he escrito nada más que cincuenta páginas". "Así que te estás dando una oportunidad." "Cierto. Es todo un reto para mí, dada mi poca experiencia y quiero ver si estoy a la altura". Jennifer se moría por preguntarle de qué se trataba, lo que había en el esquema, pero el hecho de que Alex no se lo ofrecerá, le dijo que tal vez para ella, todavía era demasiado raro confiar algo tan personal. Eligió otro tema en su lugar. "¿Qué enseñabas?” "Inglés Freshman." Un destello de emoción apareció a través de su cara, pero no ofreció más de esas dos palabras. Al parecer, la misteriosa Sra. Foster tiene algunos secretos, Jennifer pensó, comprometiéndose a conocer a esta mujer mejor y tal vez descubrir unos pocos de ellos. "Entonces, ¿tú y Eric os trasladáis oficialmente hoy?", Preguntó Alex. "¿Te quedas esta noche?" "Yo sé que sí. No estoy segura acerca de Eric todavía. Recuerdas que te dije que su firma estaba abriendo una nueva oficina en Buffalo? Sé que tiene una reunión mañana temprano, así que es probable que se vuelva a Pittsford y pase esta noche allí. Eso va a cortar media hora de su viaje mañana por la mañana.” "Espera. Tienes otra casa en Pittsford ", preguntó Alex, con sus ojos brillantes. "Sí,” dijo arrastrando las palabras atrás, amando el tono lúdico de la voz de Alex.

"¿Jennifer?" "¿Sí?" "¿Me estás cargando?" "¿Cargando como borracha o cargando como ricos?" "O". "Sí". Ellas se echaron a reír. Kinsey levantó la cabeza y les dio una mirada molesta. Se rieron de él, también. "¿Prefieres otra bebida más ligera?" Alex preguntó con una sonrisa. "Sólo si quieres llevarme a mi casa." Rió, levantando una mano. "No, estoy bien. Gracias”. "¿Tienes el día libre, mañana?" Jennifer se estremeció interiormente ante la pregunta. El hecho de que ella no trabajara, no era algo que normalmente le preocupara, pero en la presencia de su nueva amiga, le molestaba mucho. "Si. Seguramente”. "Bueno, yo estoy aquí la mayor parte del tiempo, así que si necesitas algo de ayuda... moviendo cosas de alrededor o lo que sea... simplemente ven a buscarme nada más”. "Puede que te tome la palabra. Gracias”. "¿Eres una persona mañanera?" "Dormir hasta las ocho ya es suficiente para mí. Eric se queja de que me levanto de la cama muy temprano los fines de semana”. "Kinsey es un madrugador, así que por lo general estamos listos hacia las seis o siete. Te recomiendo tomar tu café o té de la mañana en la terraza, aunque todavía hace un poco frío. Es tranquilo y pacífico. El agua es como el cristal. No hay nadie a la vista, salvo unos pocos pescadores. Es el cielo. No hay nada como la mañana en el lago”. La expresión de su rostro era tan llena de pasión, que Jennifer se prometió seguir su consejo. "Suena maravilloso. Voy a tener que darle una probadita”. Se sentaron en silencio durante varios minutos, mirando al sol que se reflejaba sobre el agua. Jennifer sintió que su curiosidad aumentaba, necesita saber más acerca de esta nueva persona en su vida. "Por lo tanto, ¿no estas casada?" "No." Alex miró con cariño a su perro durmiendo. "Kinsey es el único hombre en mi vida". "¿Nunca te has casado?" "No". Alex no ofreció más detalles, siempre se sentía poco incómoda con ese tipo de interrogatorio. Afortunadamente, se salvó de algún nuevo interrogatorio por el sonido de la voz de Eric. "Jen" le gritó. "Tengo que irme pronto. ¿Puedes hacer algo de comer?" "Estoy aquí", Jennifer gritó de nuevo. "¡Hola, Alex!" "Hey, Eric." Le saludó. "¡Bienvenido al vecindario!" Jennifer suspiró, sin más. "¿Por qué los hombres no pueden cocinar para ellos mismos?” Alex sonrió. "Es una vieja pregunta transmitida de generación en generación”. "Supongo que debería irme." No hizo ademán de irse. "Supongo". "¿Estoy todavía?" Le preguntó después de unos minutos. Alex se echó a reír. "No del todo."

"Maldita sea". Unos minutos más pasaron. "¿Qué tal ahora?" Esta vez, Alex se rió en voz alta. "Um, no." "Es tu culpa, ya sabes." "No digas que no te lo advertí." "Jen" dijo la voz de Eric nuevo. Esta vez, Jennifer sonrió y movió suavemente a Kinsey. "Dios, me tengo que ir”. Alex se levantó y cogió al perro del regazo de Jennifer, para que la dejara ir. "Muchas gracias. Por la bebida, y por la charla. Es justo lo que necesitaba." "En cualquier momento. Ya sabes donde vivo. Eres siempre bienvenida. Insisto sobre mañana, si necesitas algo, no tienes más que llamar, ¿de acuerdo?" "Lo haré.” Dio a Kinsey una caricia más, y se apresuró a bajar las escaleras. "Te veré pronto." "Definitivamente", Alex respondió, mirándola caminar rápidamente lejos, sin poder evitar disfrutar del suave vaivén de sus caderas. Se volvió hacia el perro en sus brazos. "Bueno, ciertamente tenías el mejor asiento de la casa, ¿no? Pequeña cosa maloliente”. Pensó en sus nuevos vecinos, y se preguntó cuál era su vida. ¿Eran felices? Parecían serlo, a pesar de que no los había visto más que un par de minutos juntos. Una idea había surgido en su cerebro. Dejó a Kinsey abajo, cogió su cuaderno, bolígrafo, y empezó a garabatear notas. Se concentró en Eric y en Jennifer, tratando de imaginar cómo debía ser la vida de dos jóvenes jóvenes, ricos y guapos. ¿Era Eric del tipo dulce? ¿Tal vez ella era posesiva y mandona? ¿La amaba? Ella parecía tan dulce y encantadora. ¿Él la amaba como una mujer dulce y encantadora merecía ser amada? ¿Era bueno con ella? ¿Le compraba regalos y traía flores? ¿Le decía lo hermosa que era? ¿Se abrazaban con frecuencia? ¿Qué pasa con ella? ¿Lo quiere? ¿Era feliz? ¿Estaba aburrida? Para su sorpresa, Alex hizo una lista de todas las preguntas que bombardeaban su mente. Arrugó el papel y tiro a un lado del cesto y volvió a lo que había escrito antes de la visita de Jennifer. Necesitaba que sus ideas fluyeran lo mejor que podía. Una idea tomó forma en su cabeza. Había estado teniendo problemas para suavizar los detalles de la historia, que se había planteado escribir, pero ahora todo el asunto tomaba una nueva forma. ¿Era Eric romántico, suave y dulce cuando le hacía el amor a Jennifer? ¿O simplemente tomaba lo que quería, dejándola insatisfecha? Se rió en voz baja, para sí misma, cuando se dio cuenta de que su cerebro estaba pensando rápidamente, siempre intentando mantener a Jennifer muy satisfecha. Una buena fantasía no le hace mal a nadie, dijo ella racionalizado. Siguió trabajando en sus listas y antes de darse cuenta, ya tenía creados dos personajes de ficción, basados no tan libremente en sus vecinos. Un profesor amigo de Alex, una vez le había dicho que un escritor siempre debía saber todo lo que había que saber acerca de lo que provee... lo que haría en una situación dada, ¿cómo respondería a cualquier tema? Creo la personalidad de sus personajes principales y sus familiares. Les dio buenos trabajos, malos hábitos, una vida sexual...y un vecino. Se rió en voz alta. Esto podría ser bueno. Esto podría ser muy, muy bueno.

CAPÍTULO TRES

Alex parpadeó sorprendida, cuando abrió los ojos y ya era de día. Era la mañana del primer picnic anual de la fiesta del verano. El tiempo en el norte de Nueva York era inestable, con menor posibilidad de tener un buen tiempo en verano, en un fin de semana. Cuando ella no organizaba nada el sol brillaba y el cielo era azul, y se preguntó si está soñando. Aunque Kinsey tenía una doble toma por la ventana, bostezó, su lengua imposiblemente largo, e hizo el estiramiento de todas las mañana, primero sus patas delanteras, y luego sus patas traseras. A continuación, se recostaba sobre el pecho de Alex como si él fuera el rey de la montaña, en este caso del lago, y procedía a darle un baño a modo de despertador. Se había convertido en un ritual matutino que ella adoraba, aunque no lo había contado a muchas personas por temor a avergonzarse, no todo el mundo entendía el valor de los besos de un perrito. Kinsey había estado con ella durante cinco años y a veces sentía que él era su único amigo. "Hey, deja mis ojos en las cuencas, amigo”, le regañó sin dejar de reír, cuando él se convirtió en un poco demasiado entusiasta en su lavado. "Tenemos cosas que hacer hoy. Tengo que empezar a moverme." Se levantó de la cama de matrimonio, e hizo un pequeño desvío hacia el baño, y empezó con las tareas de limpieza. A pesar de que probablemente pasara la mayor parte del día en la terraza, sería la primera vez que sus amigas estarían su casa del lago, ya que tenía oficialmente se había convertido en suya, y la lo quería impecable. Era una pequeña casa en el lago, menos de la mitad del tamaño de la de sus vecinos, pero era valiosa por su sola gran ubicación. Décadas antes, había empezando siendo sólo una cabaña, pero poco a poco se fue reformando hasta convertirse en una casa para vivir todo el año. Tenía sólo un nivel. La cubierta en forma de L, con el apoyo de dos entradas, una puerta corredera de cristal en la parte posterior, frente al agua, y una puerta normal desde el lado. Ambas entradas daban a la cocina. La puerta conducía a una sala de estar, de buen tamaño, con una pequeña chimenea. El pasillo fuera de la sala, conducía al dormitorio principal, luego al cuarto de baño, y a la habitación de invitados. Todavía estaba tratando de acostumbrarse a dormir en ambas. Cada vez que visitaba a su tía Margie, dormía en la habitación de invitados, por lo que el ajuste todavía le estaba resultado extraño, después de varios meses había logrado dormir en la habitación principal. Exactamente una hora antes para iniciar oficialmente el partido, Kinsey comenzó a ladrar. Alex, sonriendo, salió de la habitación en frescos pantalones vaqueros y una camiseta blanca. Sabía que serían Jackie y Rita. Siempre llegaban temprano, para que Alex pudiera tener más tiempo con su hija. Kinsey continuó ladrando, con entusiasmo, mientras Alex abría la puerta lateral y recortaba su cadena en el cuello, mientras observaba a sus amigas fuera de su minivan. "¡Chicas!" La voz de su ahijada siempre conseguía derretir su corazón. "¿Ana Banana? ¿Eres tú?" Tan pronto como Jackie colocó a la niña en el suelo, sus pequeños pies le llevaron lo más rápido que pudo hasta su madrina, para que la tomara con los brazos extendidos. Alex la subió dando vueltas, mientras ahogaba su risa llenándole la cara de besos, y aspiró el olor incomparable de la niña: polvo de bebé y dulzura.

"Nada calienta el corazón, como un niño de tres años, que piensa que eres la reina de todas las cosas, ¿verdad?” Jackie preguntó con una irónica sonrisa. "Seguro." "¿Cómo te va, Stretch?" Jackie le besó la mejilla a Alex. "No está mal. No está nada mal en absoluto. ¿Y tu?" "Todo está bien." El parecido entre Jackie y Hannah era notable, a pesar de no compartían la misma sangre. Rita había sido fecundada por inseminación, con el esperma de un donante que ella y Jackie habían elegido juntas. Rita había querido que el padre fuera lo más parecido físicamente a Jackie. Como resultado, la madre y la niña tenía un buen parecido, pelo rubio, grandes ojos azules y largas y delgadas pestañas. Rita, como la mayoría de los hispanos, había dado a Hannah su temperamento fogoso y su pasión por las cosas que amaba. Para Alex, la niña era la mezcla perfecta de sus dos queridas amigas, y no podría haber funcionado mejor si hubieran sido parejas heterosexuales y la hubieran concebido a la antigua. Jackie miró hacia la casa, levantando una bolsa de pañales sobre su hombro mientras Rita se acercaba, desde el vehículo, con un recipiente grande en sus brazos. "Es realmente tuya, ¿eh?" Alex suspiró y dejó a Hannah en el suelo, para que pudiera jugar con Kinsey, que seguía ladrando. "Así es. Toda mío. Todavía no lo puedo creer." "Así que dime cómo ocurrió esto", ordenó a Rita. "Jackie no quiso darme ningún detalle.” "Eh...”, se quejó Jackie. “ La tía de Alex le dio la casa del lago, yo tampoco sé los detalles, mi amor ", dijo con dulzura, mientras le apartaba un rizo rebelde oscuro que se cernía sobre un ojo. "Simplemente fui al grano y al punto", dijo Jackie. "Espero que no seas así en la cama", bromeó Alex. "Muy graciosa". Alex tomó el recipiente de los brazos de Rita y las condujo a la casa. "Como sabéis, yo estaba yendo y viniendo, para vigilar la casa, mientras tía Margie estaba de viaje con Rafael. Al alquilar mi apartamento, a finales del mes de febrero, la tía Margie me sugirió que trasladara aquí mis cosas y viviera indefinidamente. No quería, de verdad, pero después del fiasco en la escuela, las cosas se pusieron un poco complicadas, es te lugar no me costaba dinero. Y a principios de este mes, recibí una llamada de ella diciendo que se iba a quedar en Cancún con Rafael.” Todavía podía recordar el vértigo en la voz de su tía. "¿De forma permanente?" Rita preguntó con incredulidad. "¿La tía Margie en una relación duradera?" "Eso parece." Asintió con una sonrisa. "Parecía tan feliz por eso. De todos modos, dijo que dada mi necesidad de un lugar y ya que no quería molestarse en buscar un comprador, yo debía tenerla." "¡De ninguna manera!" Gritó Rita. "¡Lo sé! No lo podía creer, tampoco. Le dije que estaría encantada de ayudarle con la venta, pero dijo que sabía lo mucho que me encantaba este lugar, cuando era niña, y que quería que yo la tuviera." "Oh Dios mío", dijo Rita. "Traté de discutir con ella”, se volvió hacia Jackie ", pero ya sabes lo que significa discutir con la tía Margie, cuando tiene una idea en su cabeza”. "Sí. Imposible. Pasé bastante tiempo aquí cuando era una niña y lo sé". "Su abogado contactó conmigo, para poner los papeles al día, la escritura fue transferida a mi nombre, y eso fue todo”.

"¿Libre y sin deudas?" Rita preguntó con incredulidad, mientras sacaba alguno de los juguetes de Hannah y los colocaba, en el suelo, junto con sus lápices de colores. "Bueno, tengo que pagar los impuestos y los servicios públicos, pero nada que no pueda manejar." Su tono de voz dejó en claro, que todavía estaba sorprendida. Jackie se sirvió una cerveza de la nevera. "¿Qué piensa Leona de todo esto?" Al oír el nombre de su madre, Alex puso los ojos blanco, una reacción habitual. "¿Qué crees?" Jackie sonrió y bebió de su botella. "¿Qué?" Preguntó Rita. Al no haber conocido a Jackie hasta después de la universidad, se había perdido el placer de crecer alrededor de Alex y su madre. "Está enfadada y molesta porque Margie le dio la casa de Alexy y no a ella”, predijo. Alex golpeó el dedo índice a la punta de la nariz. "Bingo. Imagínate la llamada telefónica… fue muy divertida.” "Chicas, ¿pintan la pizca?" La vocecita dulce de Ana interrumpió la conversación. Alex se sentó en el suelo junto a la niña. "Me encantaría pintar contigo." Alex se tumbó poca abajo y cogió un lápiz de color siena tostado. "tu píntame uno", le señaló la página siguiente, a la que estaba pintando ella. "Sí, señora". Alex levantó la vista y sonrió a sus amigas. La casa fue creada por lo que la cocina se veía a través de la pequeña zona de comedor y la sala de estar. Rita se había instalado en la cocina, cerca del fregadero, mientras cortaba diferentes quesos, verduras y disponía de diversas variedades de galletas. Jackie miraba con cariño a su hija y a su mejor amiga, tomando un sorbo de cerveza mientras se inclinaba en el mostrador que separaba la cocina del comedor, con el pie apoyado en una de las sillas. "Así que, esa cosa que escribes." Siempre se refería a la escritura de Alex como tal. "¿Cómo va eso?" "Muy bien. Se me ocurrió lo que creo que realmente podría ser una buena historia. Algo nuevo. No lo que te conté antes." Se detuvo y continuó trabajando en su dibujo. "¿Sí?" Jackie le indicaba, haciendo movimientos con el brazo. "Un poco de misterio, un poco de romance...” "¿Y?" Alex dio un gran suspiro, tratando de decidir cuánto revelar. "Se trata de un chico que se enamora perdidamente de la nueva chica de la puerta de al lado. El problema es que ella está casada." Jackie parpadeó durante unos segundos, esperando algo más, cuando estaba claro que su amiga no diría nada más, se quejó: "¿Eso es todo? "Por ahora". Sonrió y recordó, cuando Jackie se quejaba una y otra vez acerca de cómo ella era la mejor amiga y que por ello debía recibir un resumen completo de la historia, y así sucesivamente y así sucesivamente. Alex siguió coloreando y sonriente, miando a Kinsey con admiración. Se había instalado junto a Hannah, con su hocico descansando posesivamente en su trasero mientras la niña pintaba. Sus pies se balanceaban sobre su cabeza, pero a él no parecía importarle. Estaba tan enamorado de ella como Alex.

No pasó mucho tiempo antes de que escucharan las puertas de un vehículo cerrase, y Kinsey saltó a ladrar al oír el sonido. "Más clientes", comentó Jackie. "Whoa! ¿Qué tienes aquí?" Alex levantó la vista y trató de seguir la mirada de Jackie, pero no podía ver desde el suelo. Se puso de pie para mirar. Al otro lado, Jennifer estaba en su terraza llevando algunas macetas. Llevaba una camiseta roja, de cuello redondo, y un ajustado pantalón gastado. Su cabello rubio estaba recogido en una floja y casual cola de caballo. Parecía lo suficientemente buena para comérsela. Alex tragó saliva, preguntándose por qué no podía recuperar el aliento. "Esa es Jennifer. Mi nueva vecina”. "¿Vecina casada?" Jackie le sonrió con complicidad. Alex odiaba la sensación de que Jackie podía ver exactamente lo que estaba en su cabeza. "Bueno, al menos tendrás un poco de inspiración para tu historia, ¿hmm? “ Alex sintió que se ruborizaba en un profundo color rojo oscuro. El día se las había arreglado para mantenerse hermoso, que era un milagro en sí mismo. Alex y sus invitados se sentaron para comer en la terraza, bebieron, mientras absorbían los rayos del sol y planificaron el próximo verano. Además de Jackie y Rita, estaban otras buenas amigas como Steve y su Shelley. Así como la ex de Alex, Nikki, y su novia Diane. El ambiente era de diversión y risas. A lo largo de la tarde, por el rabillo del ojo, Alex había seguido la pista, no intencional, de Jennifer, que prácticamente estaba trabajando en el jardín, por todo su patio. Estaba segura de que Jackie la había descubierto una o dos veces, pero sabiamente no dijo nada. También estaba segura de que su amiga lo usaría en contra de ella más tarde. "Hey, el voleibol comienza en un par de semanas." Era Steve, uno de los amigos más queridos de Alex. Los dos habían trabajado juntos, mientras estaban en la universidad haciendo pizza en Vito, en un intento de cubrir los gastos inesperados de la vida universitaria, como la comida y la cerveza. Tenían muchas cosas en común y se convirtieron en amigos al instante. Fue durante esa época que Alex había luchado con su sexualidad, y cuando el pobre Steve la había perseguido románticamente. Ella se escapó gritando como una mujer en una película de terror, dejándolo aturdido y confuso. Afortunadamente había aceptado fácilmente las cosas, y Steve fue el primer amigo con quien ella había salido del armario. Siempre había sido dulce y de mucho apoyo, por lo que no podía imaginar su vida sin el "Debemos empezar a entrenar para evitar las torceduras." Su pelo rebelde y oscuro, siempre parecía necesitar un corte nuevo, y regularmente movía la cabeza a un lado, lanzando temporalmente su flequillo de los ojos. "¿Torceduras?" Jackie bromeó. "¿Te estás volviendo viejo, Stevie?" "Me temo que sí", respondió con una sonrisa fácil. "el paso del tiempo se extiende mucho más en estos días”. "Esos primeros treinta años eras un asesino", comentó Rita. “A los treinta y nueve años eres el mayor del grupo.” Alex sonrió. "Al parecer, Shelley no le da el suficiente entrenamiento.” "Hey!" Shelley protestó. Era una pequeña rubia, que llevaba con Steve tres años, y simplemente lo adoraba. "Le doy un montón de entrenamiento. No es mi culpa que no sirva para nada más." Con lo que Steve se ganó un par de palmaditas en el hombro y muchas miradas lastimosas. Se sonrojó, aunque sabía que Shelley sólo le estaba tomando el pelo. Era tan fácil de avergonzar. "Todavía tenemos que cubrir un puesto”, dijo Alex mientras volcaba una hamburguesa en la parrilla. "No creo que tres días, después de dar a luz, sea tiempo suficiente para que Tina puede volver a jugar, ¿verdad?” Jackie sonrió ante la mención de su compañera de trabajo.

"¿Me estás tomando el pelo? Hablé con ella ayer por teléfono. Está tan enamorada de su hijo, que es posible que nunca vuelva a verla. ¿Estás segura de que no quieres jugar con, Di? Podríamos usarla". Alex se encogió, pero lo ocultó bien, fingiendo estar ocupada con la hamburguesa. Diane volvió la cara hacia Jackie mientras se sentaba en el salón, con los pies en el regazo de Nikki. "Nah. Yo no lo creo”. Kinsey se acercó a ellos, oliendo. Diane descaradamente lo apartó y se lo trasladó a Nikki, que le rascó la cabeza dulcemente. "Serías un gran jugador, cariño", le dijo a Diane, sonriendo suavemente. "Sí, sé que lo sería. El voleibol simplemente no es lo mío, nunca lo ha sido. Ellos querían que yo jugara en la escuela, pero no era buena. Es un poco aburrido”. Alex puso los ojos. Sí, Puedo ver cómo un juego en el que no se golpea físicamente a tu oponente sería aburrido para ti, Pensó, y se las arregló para mantenerse la calma. Le lanzó una mirada a Jackie. La expresión de su amiga la hizo callar, por el amor de Nikki. Pasó otra hamburguesa y apretó los dientes con fuerza. Jennifer estaba teniendo dificultades para explicarse, por qué sintió una punzada en el estómago como cuando se dio cuenta que Alex tenía una especie de fiesta. Después de todo, sólo había conocido a la mujer hacia muy poco tiempo, así que no debía esperar ser invitada. Después de mucho tiempo de escuchar las risas y bromas, que venían de la terraza de su vecina, mientras trabajaba en sus plantas, decidió que era simplemente era una reunión de amigos que estaban teniendo un buen momento Pensó en las fiestas que ella y Eric había tenido en el pasado, no habían sido muchas: la fiesta de inauguración de la casa cuando se habían mudado a su casa en Pittsford. Habían invitado a algunos de sus amigos de la escuela y lo habían pasado bien, pero desde entonces, se había ido poco a poco alejando de ese grupo. El trabajo de Eric requería largas horas y el contacto constante con el mismo grupo de personas en su oficina, por lo que Jennifer pensó que podría ser bueno llegar a conocer a algunos de ellos, en un nivel más personal. Ella decidió tener un tipo de hora feliz en su casa, diciéndole a Eric que invitara a sus colegas de la oficina y sus cónyuges después del trabajo de un viernes por la noche. Había resultado ser una de las cosas más aburridas que alguna vez había hecho en su vida. La gente era demasiado simple, hablando sólo de dinero y de sus clientes. El grupo fue casi increíblemente constante. Al final resultó una sala llena de gente estirada. Fue una fiesta de lo estéril. Cuando el último invitado se había marchado, ella y Eric había estado en el vestíbulo, mirándose el uno al otro con incredulidad. "Wow”, él había dicho, con los ojos muy abiertos. "Eso fue... aterrador." "Me alegro de no ser la única que lo piensa”, le había respondido. "¿Trabajas todo el día con ellos?" Él asintió con la cabeza. "Si, da miedo. ¿No tenemos que volver a organizar nada verdad?" "No por favor." Todavía había habido algunas ocasiones en las que tuvieron que relacionarse con los colegas de Eric, pero no habían invitado a ninguno de aquellos. La fiesta de al lado no era, obviamente, así en absoluto, y es ahí de donde la punzada de envidia venía. Se reían. Se reían mucho. Logró mantenerse sin mirar demasiado hacia la casa de su vecina, no quería que la vieran husmeando. Pero aquella alegría parecía llevarla más allá del descanso y era contagioso. Más de una vez, se sorprendió a sí misma sonriendo ante el sonido de la fiesta. Viendo que era difícil mirar desde el exterior por así decirlo, se concentró en sus flores. Había llenado varias macetas y cajas con flores, y diferentes plantas anuales, añadiendo un toque de satisfacción de color. Esa mañana,

siguiendo el consejo de Alex, había salido a la terraza con su café, disfrutando de la zona. Alex tenía razón: el aire era fresco y crujiente, el lago suave y silencioso. Era muy tranquilo y había podido visualizar lo que quería hacer en su terraza y patio. Decidir qué colores irían mejor y dónde, cómo arreglaría las cosas, donde cavar. Era relajante y estimulante al mismo tiempo. Tener un plan para el día era un poco lo que siempre tuvo en su curso y la ayudó a mirar hacia adelante. Había pasado casi dos horas en la tienda de jardinería, recogiendo las plantas anuales en diferentes tonos pero gratuitos y jurando volver en otoño, para algunas plantas perennes. Tenía todo el diseño esbozado en su cabeza, podía ver exactamente cómo quedaría cuando terminara El día era frío, pero soleado y alegre. Trabajó durante varias horas sin interrupción, creando tres flores a partir de cero. Había decidido seguir con pasteles y blancos, por lo que plantó petunias y alegrías, en diferentes tonos de rosas y púrpuras. Forró de las fronteras con alyssum blanco y lavanda, y tenía la intención de utilizar algún abono triturado como toque final. Se sentó sobre los talones después de acariciar la suciedad alrededor de la última planta y sonrió con satisfacción. "¡Eso es fantástico!" La voz de Alex la sorprendió en su estrecha proximidad, pero fue una agradable sorpresa. Levantó la vista para ver a su vecina sonriéndole, sosteniendo una botella de Labatts. "Has estado trabajando sin parar durante horas. Pensé que podrías necesitar esto". Jennifer sonrió cálidamente, aceptando la cerveza. "Gracias, Alex." "Escucha, estamos haciendo una pequeña fiesta para festejar el principio del verano. Tenemos toneladas de alimentos. ¿Por qué no te unes a nosotros? A comer algo. Te debes estar muriendo de hambre." Jennifer se puso al instante nerviosa, ante la perspectiva de conocer a nuevos amigos, sintiéndose fuera de lugar, y preocupada por la impresión que podría dar. Si embargo, la suave sonrisa de bienvenida de Alex, echó sus preocupaciones lejos. "Tienes razón. Me estoy muriendo de hambre”. Se puso de pie, se quitó los guantes de jardinería, y se dio cuenta con espanto sus parduzcas rodillas. Trató en vano de limpiarlas. "Por favor." Alex se rió entre dientes, agarrándola del brazo y tirando de ella hacia el encuentro. "No te preocupes por eso. Te ves muy bien”. Los temores de Jennifer resultaron ser infundados, los amigos de Alex le dieron la bienvenida con los brazos abiertos, y se alegró de haber aceptado formar parte de ellos. Cuatro de las mujeres, obviamente, formaban dos parejas, que a Jennifer hizo preguntarse sobre la sexualidad de Alex, pero decidió que abordaría ese tema en otro momento. "Aquí. Siéntate. "Alex la hizo pasar a la mesa junto a Steve. "Te daré un plato." Se sintió halagada por el entusiasmo de Alexy sonrió cuando ella se deslizó a la cocina. "Por lo tanto, Jennifer. ¿Alex dice que eres nueva por aquí?" Jackie se sentó frente a ella, equilibrando la barbilla en la mano, con sus ojos azules amables y curiosos. "Nos acabamos de mudar hace un par de semanas." "¿Nosotros?" Esto vino de la esquina, donde Nikki y Diane estaban miró abiertamente, esperando una respuesta, pero Jennifer se movió incómoda mientras estaba segura de que detrás de sus gafas de sol, Diane le estaba dando una valoración muy lasciva. "Mi marido y yo, sí."

Alex regresó desde el interior con un plato, y se lo puso delante de ella. Estaba lleno con una buena porción de ensalada de papas, frijoles, pasta, ensalada, encurtidos, y los pedazos de fruta fresca. Le sonrió agradecida, al darse cuenta en ese momento de lo hambrienta que estaba. "Te puedo preparar un perro caliente o una hamburguesa a la parrilla, también, si lo deseas". "Esto es suficiente, Alex. En serio. Estoy bien. Gracias". De repente, Kinsey ladró alegremente, desde la esquina de la cubierta y una voz de hombre amable se oía hablar con él. Segundos después, un hombre extremadamente guapo apareció para el deleite de toda la multitud. Era muy alto, de amplios hombros y ojos sonrientes. Llevaba gafas de montura metálica, pantalones cortos, y una camiseta azul marino, de manga larga. Jennifer no podía quitarles los ojos de encima. "Hey, chico grande." Jackie se levantó para abrazarlo. Ella era bastante alta, pero la altura del recién llegado la hacía parecer normal. Alex fue la siguiente. Prácticamente desapareció en su abrazo, y su rostro le dijo a Jennifer que se preocupaba mucho por ella. "Hey, ¿dónde está la red de voleibol?", se preguntó. Alex se echó a reír. "Todavía es un poco temprano para la temporada", respondió mientras hacía su ronda, saludando al resto de los asistentes de la fiesta. "Estábamos hablando acerca de practicar un poco. ¿Crees que podrías conseguir que algunos chicos jueguen con nosotros?" Sus ojos recorrieron la cubierta, se posaron en Jennifer, y sonrió alrededor de su tenedor. "Por supuesto. ¿Es este nuestra nueva adquisición?" Alex siguió el dedo que señalaba y se echó a reír de nuevo. "Oh, no. Esta es mi nueva vecina, Jennifer. Jennifer, este es mi querido amigo David". David le tendió la mano y Jennifer la tomó, agradecida. "Hmm. Niza, manos fuertes." Se volvió hacia Alex. "¿Estás segura?" "No juega al voleibol, ¿verdad, Jennifer?" Alex preguntó "No desde hace un buen tiempo, no", respondió con aire de suficiencia. Los ojos y las cejas de Alex se alzaron por la sorpresa. "¿Quieres decir que jugabas?" Jackie miró a Alex. Luego a Jennifer, con los ojos chispeantes. "Bueno, lo hice en la escuela. Ha pasado mucho tiempo y estoy muy oxidada.” No era una mala jugadora, pero tampoco algo excepcional, y no quería avergonzarse a sí misma o a Alex diciendo ser mejor de lo que era. "Eso podemos solucionarlo de inmediato." Jackie sonrió. "Sólo necesitas practicar un poco. No, ¿Alex?" Esta sonreía, también, y Jennifer pronto se dio cuenta de en donde se había acabado de meter. Alex sintió su inquietud, al ver la expresión de su rostro suave y se sentó junto a Jennifer. "¿Por qué no vienes a entrenamiento? Es sólo diversión. Nos gusta jugar, pero no estamos fuera de la sangre. Nos gusta divertirnos. Ven a vernos y te lo que piensas. ¿De acuerdo?" Sus ojos castaños eran suaves y amables y Jennifer sintió la incapacidad total y absoluta para decirle que no. "Un entrenamiento." Levantó un dedo para enfatizar su punto. "Perfecto.” Alex parecía increíblemente satisfecha y Jennifer sonrió a su vez. "¿En qué posición jugabas en la escuela?", preguntó Jackie. La sonrisa de Jennifer creció un poco más. "Delantera."

CAPÍTULO CUATRO

El jueves siguiente, el tiempo no parecía exactamente el mejor. Era lo suficientemente caliente, pero el cielo estaba nublado, con algunas nubes negras amenazantes, de vez en cuando. Miró a su alrededor, lista para salir en cualquier momento. La inminente lluvia no impidió que el equipo de Voleibol se juntara como escusa para hacer ejercicio. Eran casi el único grupo de gente en la playa. Jennifer asumió que las personas inteligentes de la ciudad estaban en realidad bajos techos de algún tipo. Se sentó en la arena con Rita y Hannah, alternando entre ver el partido del equipo y ayudar a la pequeña niña rubia que construía un castillo de arena. Se resistía a entrar de lleno en el juego, y Alex parecía entender cuando Jennifer le dijo que prefería observarles un rato. Quería saber exactamente donde caería su nivel de habilidad. El equipo era bastante bueno. Alex y Jackie eran sin duda las jugadoras más fuertes. Jackie hizo un salto vertical, que fue impactante, a pesar de su cuerpo delgado y larguirucho. Golpeaba la pelota con una fuerza sorprendente. Jennifer apostaría que engañaba a muchas oponentes de la misma manera. Alex no era tan fuerte como Jackie, pero era increíblemente consistente y supuso que el equipo la buscó para mantenerlas juntas. David también era muy bueno y se impresionó al saber que no había estado jugando desde hacia tiempo. Parecía un poco inseguro de su posición en la cancha, pero una vez que lo descubrió, era sólido como una roca. Steve era enjuto y rápido, sobre todo en la arena. Jennifer se echó a reír, más de una vez, mientras le veía hacer estiramientos para calentar, antes del partido. Rita se refirió a él como el "fregona". Nikki era definitivamente el eslabón más débil. Ella hacía todo lo posible, pero tenía un toque muy rígido, y a menudo mandaba el balón a toda velocidad fuera en lugar de a su bateador. Se frustraba rápidamente, pero Jennifer estaba segura de que si pudiera simplemente relajarse y concentrarse, podría ser muy buena. Alex estaba constantemente tranquilizándola, recordándole que era sólo un entrenamiento, el primero de la temporada. La interacción entre las dos era muy interesante para Jennifer, que las observaba con atención. Alex parecía muy pendiente, preocupada por Nikki, pero había una línea obvia de no cruzar. Era física de una manera fraternal, acariciándola el brazo o palmeando su hombro, cuando Nikki parecía molesta. Nikki, por su parte, miraba a Alex con total amor y devoción. Era absolutamente inconfundible y la reacción inmediata de Jennifer, fue a que habían sido amantes, pero nada más. O eso, o Nikki quería algo que Alex no le daría. O las dos cosas. Fue en ese momento, cuando Jennifer se dio cuenta, con certeza, que Alex era gay. Al otro lado de la red eran cuatro hombres. Ninguno de ellos era muy bueno, pero todos ellos ponían el ciento diez por ciento en sus esfuerzos. Jennifer predijo que si seguían trabajando juntos, con el tiempo serían un oponente formidable para Alex y su equipo. La mejor parte era, que todo el mundo se estaba divirtiendo. Un montón de risas llenaba el aire, con bromas juguetonas. "Por lo tanto, Jennifer." La voz de Rita la sacó de sus especulaciones. "¿A qué te decidas?"

Jennifer parpadeó varias veces, tratando de averiguar por qué se despreciaba respondiendo la pregunta" Estoy... entre puestos de trabajo en estos momentos. ¿Y tu?" burlándose de sí misma pero esta vez tuvo que re direccionar el enfoque. "Soy ama de casa." Lo dijo con orgullo, que apreció Jennifer. Rita miró amorosamente a Hannah y Jennifer sintió su cálido corazón. "¿En serio? Qué suerte para Hannah", comentó. "Jackie y yo lo discutimos largo y tendido, antes incluso de quedar embarazada. Yo era la vicepresidente de un banco, tenía un buen salario pero... "Su voz se apagó, y no se debía a la pérdida de clientes. Volvió su mirada marrón de nuevo a Jennifer, que se encogió de hombros y sonrió. "Recuerdo que mi mamá siempre estaba allí, cuando mis hermanas y yo llegábamos a casa de la escuela. La casa estaba siempre brillante, siempre había galletas, ella siempre fue capaz de ayudarnos con nuestras tareas o proyectos escolares. Quería lo mismo para mis hijos ¿sabes?" Jennifer asintió, sonriendo a su vez. "Es difícil hacer eso ahora, tanto por el alto costo de vida como por la actitud que la sociedad tiene hoy, sobre las mujeres que no trabajan." Lo sabía demasiado bien. Ella era una de esas mujeres. También era una de esas personas con la misma actitud. "Jackie tiene un buen trabajo, y es capaz de hacer algo inteligente, mientras yo cuido de la familiar, así que lo hacemos bien.” "¿Va a tener más hijos?" "Oh, por supuesto." Lo dijo con tal entusiasmo que hizo que Jennifer se riera. "¿Qué hay de ti? ¿Quieres niños en el futuro para ti y tu marido?" La pregunta hizo que la risa muriera en la garganta de Jennifer. "Oh, no sé... “Tuvo un flashback rápido, de su más reciente conversación con Eric, sobre ese mismo tema. Pensó que estaban listos, pero para ella, el pensamiento de los niños era como el portazo de la puerta de una prisión resonando en su cabeza. "Bueno, estás muy bien con Hannah." Rita señaló el hecho de que Jennifer se había sentado cerca de la niña, y estaba hasta los codos de arena. "Eso es porque ella es una muñeca." Sonrió, guiñándole un ojo a la niña. "¡Jennifer! ¡Vamos!" Levantó la vista hacia Alex, cuando le hizo un gesto hacia el atrio, eternamente agradecida por haber sido salvada de la conversación. Sonriendo se disculpó con Rita, se levantó, dispuesta a dejar el tema morir en la arena, y corrió hacia la cancha. "¿Seis cuatro?” -Preguntó mientras miraba a su alrededor. "Casi parece justo”. "Tienes razón”, estuvo de acuerdo Jackie. "Nikki, ¿por qué no ayudas a los muchachos? Te necesitan". Nikki parecía la menos encantada de cambiar de equipo, pero se fue. "Aquí." Alex lanzó la pelota a Jennifer. "Pensé que te gustaría tocarla antes de jugar." Jennifer se la lanzó, haciendo que las cejas de la morena se levantaran. "No es necesario", dijo ella, con voz arrogante. "¿Es eso cierto?" "Así es. ¿Crees que puedes golpear?" "Si crees que puedes impedírmelo." "Oh, yo te puse." "En serio".

"¿Estás lista?" "Cariño, yo nací lista”. Se sonrieron alegremente, mirándose hasta que sintieron como si el resto del mundo desapareciera. Jackie se aclaró la garganta. "¿Puede el resto de nosotros jugar, también?" Preguntó burlonamente. Alex suspiró. "Supongo". "¿Qué te dije acerca de coquetear con chicas heterosexuales?" Alex hizo un mohín. "Ella empezó." "Quizás." Ambas sonrieron, y Alex tiró la pelota a Jackie para que hiciera el saque y el juego comenzó en serio. Jennifer estaba sorprendida por la rapidez con que todo volvió a ella. No había jugado en varios años, desde su primer semestre en la universidad y, sencillamente, se había olvidado de lo mucho que le gustaba el juego. Ella y Alex jugaron como si hubieran sido compañeras durante años. Jennifer instintivamente sabía exactamente dónde poner a la mujer más alta, con el fin de conseguir un golpe más eficaz. Alex fue a clavar matando por la izquierda y por derecha, tanto para igualar su propia sorpresa. El otro equipo se dejó esparcir en la arena, en más de una ocasión. Todos ellos disfrutaron, hacía un tiempo fantástico y la lluvia en realidad no se presentó, hasta justo antes de que decidieran terminar el día. Rita lo había visto venir, y metió a Hannah en el coche, cuando vio a los jugadores recoger sus pertenencias. La pobre estaba totalmente agotada, y se había quedado dormida, en el asiento del coche, en cuanto Rita la había atado en su silla. Ella también deseaba meterse en su propia cama. Sabiendo Jackie que Rita había recogido a Alex, Jennifer se ofreció para llevarla a su casa. "¿Estás segura?" Preguntó. "No quiero incomodarte." "Por supuesto que estoy segura. Alex, vive al lado. ¿Cuál es el inconveniente?" Alex sonrió con una sonrisa tonta. "Está bien. Te lo agradezco." Corrió hacia el coche de Rita, y se apoyó en la ventana, del lado del pasajero, para hablar con Jackie. Esta le dio un puñetazo juguetón en el brazo, como una madre regañando a un niño. Alex le dio una bofetada en devolución, y luego se apresuró a regresar a donde Jennifer, mientras sus amigos se alejaron. Se metió en el coche, justo cuando el cielo se abrió y unas gotas de lluvia, del tamaño de pelotas de ping pong cayeron. "Maldita sea”, murmuró Jennifer. "No puedo ver nada." "Está bien. Sólo debemos sentarnos aquí un rato. Esto no va a durar mucho tiempo". Sólo tomó unos minutos para que la combinación del calor del cuerpo, en el interior del coche, y la lluvia que caía afuera, fuera la causa de que las ventanillas del coche para empañaran. Al darse cuenta de ello, Jennifer miró a su alrededor. "La gente va a pensar lo que estamos haciendo aquí", Alex dijo, meneando las cejas. Jennifer sonrió. "O que van a asumir que saben qué estamos haciendo aquí." Limpió el parabrisas, y se quedaron sentadas, en un cómodo silencio, mirando las nubes rodar sobre el lago. Jennifer no se sentía por lo general bien, con una falta total de conversación, pero con Alex todo era muy relajante. Se deleitaba en la simplicidad de sólo estar en la presencia de la otra mujer, de tener una amiga que esperaba por ella. Era la mayor paz, que había sentido en mucho tiempo. "Así que, ¿te has divertido?", Preguntó Alex, rompiendo el silencio. Jennifer sonrió ampliamente. “Me lo pasé genial. Tus amigos son una maravilla". "¿Eso significa que lo consideras, al menos, convertirte en una regular? Estamos seguros de que nos serías de gran ayuda”. "Ni siquiera tengo que considerarlo. Me encantaría”.

"Perfecto". Permanecieron en silencio, otra vez, hasta que la lluvia amainó, y Jennifer hizo girar la llave en el encendido y arrancó el coche. "¿Puedo hacerte una pregunta?", Se aventuró, esperando no estar a punto de salirse de la línea. "Por supuesto." "¿Qué pasa contigo y con Nikki?" Alex sintió que su corazón dejo de latir, como solía hacer cuando alguien abordaba ese tema. "Um... ¿qué quieres decir?" "Parece un poco... posesiva es la palabra adecuada..." Jennifer buscó aire."Ella parece aferrarse a ti. ¿Eres su pareja?" El rostro de Alex palideció visiblemente y Jennifer escondió su sonrisa. Divertida por su timidez, dejó que Alex tartamudeara y balbuceara, por un minuto o dos antes de tratar de ayudar. "Eres es gay, ¿verdad?” "¿Yo?" "Sí, tú." Se aclaró la garganta con torpeza. "Sí". Jennifer frunció el ceño. "¿Qué te pasa?" "Yo... um... sorprendida. Eso es todo." "¿Sorprendida por saberlo o porque te lo he preguntarlo?" "Sí". "Alex." Se rió. "Es el siglo XXI, para que lo sepas. Will & Grace. Ellen. Queer as Folk No es algo muy raro”. Sonrió tímidamente. "No, supongo que no lo es." "Entonces, ¿qué pasa con Nikki?" "Nikki". Respiró hondo, como si tratara de decidir cuánto revelar. "No quiero entrometerme", dijo Jennifer, de repente preocupada por si había ofendido a su nueva amiga. "No es de mi incumbencia. Es solo curiosidad”. "No, no. Está bien. Nikki es mi ex. Estuvimos juntas durante un corto período de tiempo”. "Oh. ¿Y todavía hacéis planes juntas?" "Si. La maldición del lesbianismo. Estás condenada a permanecer como amigas de todas sus ex novias”. “Puack." Pensó en lo incómodo que puede ser.” ¿Por qué?" "Nadie lo sabe." Alex sonrió. "En realidad, Jackie y Rita le tienen mucho cariño a Nikki, así que siempre es invitada a las mismas reuniones que yo". "Eso debe ser difícil para ti." "Me acostumbré a ello, supongo." "¿Cómo es que terminaste?" "Simplemente no funcionó, ¿sabes?" "Si. A veces es así. ¿Está saliendo con alguna otra mujer de a fiesta?" "Diane? Sí, está saliendo con ella." Alex frunció el ceño mientras respondía, y Jennifer se echó a reír en voz alta. “Veo que no te gusta mucho".

Alex se rió también. "Ella es una perra y una fanática del control." Jennifer seguía riendo. "No, no. No lo endulces por favor”. Alex suspiró y se apresuró a corregirse a sí misma. "¿Sabes qué? No debería decir eso. Ella es muy amable conmigo. Nikki la quiere a pesar de todo, y Nikki es mi amiga, así que no debería decir cosas como esas. No sé, no me gusta Diane." "Mucho más que eso" Jennifer elogio. "Ella no es muy amable con Nikki, ¿verdad?” "Te has dado cuenta, ¿eh?" "En la fiesta. No tienes más que observarlas durante unos minutos. Diane se sentó alrededor de mí todo el tiempo que estuve allí, y Nikki estaba pendiente de ella todo el tiempo. No creo que le dijera una palabra agradable o algo bueno, en el tiempo que estuve presente". "Sí, bueno, eso resume muy bien su relación." "Pobre Nikki". "Es una lástima. Ella es una buena chica”. Se detuvieron en la calzada de Jennifer, justo cuando el sol se rompió a través de las nubes. "Que extraño lo del clima", comentó Jennifer. "Ya te acostumbrarás." "Hey, ¿ya sabes que cenaras?", Preguntó Jennifer mientras abría la puerta. "No." “Eric pasará la noche en Buffalo, así que estoy sola. Estaba pensando en preparar una ensalada. ¿Quiere venir conmigo? ¿Quieres ser mi compañía?" Alex sonrió ampliamente. "¿Puedo correr a casa y darme una ducha primero? Creo tener arena en los lugares donde la arena no tiene nada que hacer”. "Si, Yo también… ¿Nos vemos aquí dentro de media hora?" "Suena muy bien" Jennifer vio que Alex correr por el camino de su propia casa. "Y trae a Kinsey" le gritó, sonriendo mientras le devolvía el saludo. No podía recordar haber conectado con otra mujer con tanta rapidez. Bueno, al menos no desde... literalmente, se sacudió esa idea con su mano y corrió hacia su propia casa. No voy a ir allí, se dijo. Varias veces.

CAPÍTULO CINCO

Mientras Alex se acercó a la terraza trasera de la casa de Jennifer, se detuvo y pasó los dedos por el pelo por última vez. La invitación fue totalmente inesperada, pero había estado más feliz de lo que podía aceptar. Se encontraba a sí misma, cada vez más excitada con esta nueva amistad, y estaba a la espera de llegar a conocer mejor a su vecina mejor. El hecho de que Jennifer había vinculado su sexualidad la puso un poco nerviosa, aunque no estaba segura de por qué. No era un gran secreto ni nada. Jennifer había parecido tan recta, nada afectada por el asunto; que Alex la encontró refrescante y extraña al mismo tiempo. Como había sucedido en el pasado, comenzó a sospechar que tal vez el colgar sobre su homosexualidad era más su propios miedos y nada más Miró a Kinsey, que estaba sentado a sus pies, con el ceño fruncido apenas disfrazado de impaciencia. "¿Cómo me veo?", Le preguntó en voz baja. Podría haber jurado que puso los ojos marrones en ella. "Oh, muchas gracias. Vamos." Lo condujo por las escaleras, maniobrando con su correa y una botella de vino en una mano, mientras golpeaba suavemente la puerta corredera de cristal con la otra. Jennifer apareció momentáneamente, saltando hacia la puerta. Se la veía feliz de verlos mientras deslizaba la puerta abierta. "Hola. Cuánto tiempo sin verte." Parecía fresca como una flor y olía muy dulce. "Hey. ¿No acabas de terminar de jugar durante más de una hora de voleibol en la arena? ¿No estabas tan sucia y sudorosa que el resto de nosotros? ¿Cómo es estas tan bien, en tan poco tiempo?" Jennifer se sonrojó y Alex hizo una nota mental porque su nueva amiga se ruborizaba tan a menudo como era posible. Fue adorable. Enseñó el vino. "Vengo con regalos." "Ya lo veo. No tienes que hacer eso, lo sabes”. "Y tú no tienes que invitarme. Fue muy amable de tu parte. Realmente nosotros íbamos a comer cereales." Alex miró tanto a Kinsey como Jennifer, mientras se reía. "Ella piensa que estoy bromeando", murmuró a su perro. "Hola, guapo." Jennifer se agachó y le dio a Kinsey la atención que había estado esperando pacientemente. Alex tuvo la oportunidad de estudiar a su nueva vecina más a fondo. Su cabello aún estaba húmedo. Lo había recogido, de nuevo, en una rápida trenza que le llegaba un poco más allá de los hombros, y Alex se dio cuenta por primera vez que varias rayas de color rojo corrían a través de él. Llevaba pantalones baggy y un chándal gris, adornados con NYU en la cadera, una camiseta de mangas cortas de color marrón, que mostraba unos hombros sorprendentemente musculosos. Los ojos de Alex se detuvieron allí durante varios deliciosos segundos, antes de deslizarse hacia abajo tomando nota del resto de sus suplicases formas. Kinsey lamio suficientemente el rostro de Jennifer, pero ésta aparentemente no se cansaba y lo recogió en sus brazos, para su deleite. Era el turno de Alex, de poner los ojos, cuando el chucho le lanzó una mirada de alegría pura. "Eres un mujeriego", le acusó, riendo. "No es más que un muñeco." Jennifer evidentemente estaba tanto en su gloria como Kinsey.

Alex les dio unos minutos más antes de interrumpir juguetonamente "No me gustaría interrumpiros en vuestro pequeño festival de amor, pero algunos de nosotros vinimos aquí a comer”. Jennifer rió, con su sonido musical dulce, que hizo que Alex sonriera. Finalmente bajo a Kinsey, y desabrochó la correa de su collar. "La reina ha hablado", le susurró. "Vamos." Cogió la botella de vino de la mesa, donde la había colocado, y se la entregó a Alex. "Puedes abrirla." Alex siguió a Jennifer y a su perro a la cocina, no podía mantener los ojos a la deriva sobre el extremo posterior de la mujer rubia. Sonrió para sus adentros, fingiendo reprenderse a sí misma por sus ojos errantes. Me encanta mirar a las mujeres. ¿Es eso tan malo? pensó con una sonrisa. Jennifer abrió un cajón y le entregó a Alex un sacacorchos. Cuando se puso a trabajar en la botella, dejó que sus ojos vagaran por la habitación. Se esforzó por mantener su mirada neutral, aunque no estaba segura acerca de su éxito. No estaba acostumbrada a estar rodeada de cosas tan caras. La cocina era el sueño de un cocinero, que sorprendió a Alex, a medida que se acercaba y no le gustaba Mrs. Cavanaugh. Alex no sabía mucho de cocinar, pero el diseño moderno de la sala no era indistinto para ella. Todos los aparatos de la cocina estaban allí, las encimeras eran de Corian, el suelo de baldosas de cerámica con dibujos de color negro y gris, con todos los electrodomésticos de acero inoxidable. Tenía una cocina muy profesional y cara. Se preguntó si Jennifer era tan buena cocinera como su cocina hacía creer, o si solo trataba de mostrarlo. Saco el corcho y Jennifer entregó dos vasos de cristal para el vino. Cuando sirvió, dijo: "¿De verdad te lo pasaste bien hoy?". Jennifer hizo un ademán desdeñoso ante el cumplido. "No había jugado en años." "Bueno, nunca se sabe. Tenías razón sobre el balón, sin juego de palabras destinado. Y tu posición es justo donde mejor se te da y eso me gusta". "Me di cuenta de eso." Jennifer asintió. "Trabajamos bien juntas." "Tienes toda la razón, lo hicimos bien. No he tenido una compañera que diera tal precisión en años". Jennifer levantó su copa. - "He aquí a una temporada llena de precisión en sus juegos y arrasadora". Con una sonrisa, Alex tocó su copa, gratamente. Jennifer le sostuvo la mirada durante varios segundos antes deliberarla para beber. "Entonces, ¿qué tipo de condimento te gusta en tu ensalada?" "¿Quién hubiera pensado que una persona puede ser llenada, al punto de explotar, sólo con comer ensalada?" Alex gimió y se dejó caer en el sofá. La pregunta acerca de si Jennifer podía o no cocinar, había sido contestada con un sí rotundo y algo más. La ensalada estaba desbordada de... aceitunas, tanto negras como verdes, griego y espinacas con queso, tres tipos, con las que Alex no contaba, repollo, nueces, piñones, jamón picado. Comió como una cerda total. Fue divino. Se sentó en la sala de estar, en el sofá de cuero, perfectamente contenida para relajarse y esperar a Jennifer, antes de volver a rellenar sus copas de vino. Nunca había entendido el atractivo de los muebles de cuero hasta ese momento. Siempre le había parecido indeciblemente frívola con ella. “¿Dos mil dólares por un sofá? ¿Me estás tomando el pelo? En serio, ¿cómo mucho más cómodo puede ser que cualquier otra tela?”

Luego se sentó y ella estaba segura de que su suspiro fue bastante audible. No tenía el menor problema en absoluto, enclavada hacia abajo en la esquina y metiendo sus cansados pies debajo de ella. El cuero la envolvía alrededor de ella como abrazándola. "Es tan cómodo como una cama”, dijo ella. Dad se estaba asentando en el lago como una suave manta. Jennifer había encendido varias velas alrededor de la habitación. La floración sobre la luz suave borgoña del cuero, dio a toda la habitación un brillo cálido y acogedor, y lo hizo parecer más como, a principios del otoño y finales de la primavera. Mientras yacía la cabeza hacia atrás, Alex dio un buen vistazo a la habitación. La mesa de centro y las mesas auxiliares hacían juego. Eran de un rico y oscuro cereza, obviamente muy costosas. La pintura abstracta era unos de sus más grandes adornos en la pared y coincidía con los colores de la tierra, en el área de la perfección. Logrando realmente hacerte sentir como en una casa, en el lago. Se sentía como una cálida y acogedora biblioteca o una cabaña en el bosque, un lugar al que quiso agazaparse con un buen libro. Las paredes eran de un tono suave y ricamente agradable color crema... Inclinó la cabeza hacia un lado, tratando de decidir si era la luz de las velas, la que le jugaba mala pasada o tal vez su fondo de pantalla. Sin poder entenderlo, se puso de pie, cruzó el cuarto, y puso su mano contra la pared, por encima de la sobre silla de cuero, esperando sentir un patrón de algún tipo. Era suave bajo su palma. "Es la pintura”, Jennifer comentó con una sonrisa, sorprendiendo a Alex con una sonrisa avergonzada. "Lo siento. No estaba segura. Parece tener textura”. "Lavado de color", dijo Jennifer. "Estaba experimentando. Salió mejor de lo que esperaba." Alex abrió los ojos. - "¿Hiciste esto?" Jennifer asintió. “Wow. ¡Es precioso! Creaste un perfecto ambiente para toda la habitación. Estoy muy impresionada”. Era el turno de Jennifer, de sentirse avergonzada, y a Alex le pareció, que se sonrojaba. Logró sofocar una sonrisa. "Gracias. Me gusta este tipo de cosas, el diseño de interiores. Acabo de hacer esta sala, la semana pasada. Es lo único, en la casa, que tengo completamente terminado, pero tengo planes para casi todas las demás habitaciones." Se rió. "Eric piensa que estoy loca." "De ninguna manera". Alex negó con la cabeza. "Tienes talento en serio. Tal vez me podrías ayudar con algunas decisiones de color, en mi casa alguna vez." "Me encantaría." Le dio a Alex su vaso y volvió al sofá, sentándose una en cada extremo, una frente a la otra. Kinsey, inmediatamente saltó al regazo de Jennifer y se acurrucó en una bola de satisfacción. Alex sacudió la cabeza con fingida indignación, pero Jennifer se limitó a sonreír. "Por lo tanto, háblame de ti, Alex. " "Me temo que no soy realmente tan emocionante." Sonrió mientras se tomaba un sorbo de vino. No era la clase de persona que se habría con facilidad, especialmente con alguien que acababa de conocer. Jackie, a menudo bromeaba sobre lo difícil que podía ser para extraerle alguna información. Con Jennifer, sin embargo, no sentía ese sentido premonitorio de vulnerabilidad, que por lo general le impedía revelar mucho de nada. La expresión del rostro de la joven era simplemente de curiosidad y el deseo de conocer a su nueva amiga. Fue muy halagador y Alex se sintió cómoda al instante. "¿Qué quieres saber?” "¿Qué escribes?"

"Eso es fácil. Escribo ficción, sobre todo. Historias de todos los días. Siempre me han gustado los misterios, suspense, acción y aventura, pero nunca he sido capaz de escribirlas. Me encantan las historias sobre detectives privados y policías femeninos, pero no las conozco. No tengo experiencias en esas." Sonrió tímidamente. "Y soy vaga, por lo que la investigación no es mi cosa favorita en el mundo. Tiendo a escribir sobre lo que sé. Las personas que podrías conocer en la calle o en el mercado local, en la tienda de comestibles. La gente que vive al lado." Le guiñó un ojo por encima del borde de su vaso. Jennifer sonrió. "Así que te gusta el misterio, ¿no?" "Oh, Dios. Me encantan. ¿Has leído a Sue Grafton? A ¿es para Alibi? B ¿es ladrón?" "No. No puedo decir que yo los tengo”. "Bueno, entonces. Tengo una misión para ti este verano, la Sra.Wainwright. Tengo toda la serie. Te la prestaré. Yo empezaría por “A es para Alibi” y luego quiero saber lo que piensas. Si puedes con él, podrá disfrutar del resto. Grafton es una escritora fantástica, una de mis favoritas. De ahí es donde Kinsey obtuvo su nombre." "¿En serio?" Jennifer le rascó al perro entre sus orejas. "Así es. Kinsey Millhone es el protagonista de todas sus novelas. Es una mujer, que cría sólo los cachorros machos que le quedaban." Alcanzó y se levantó para cubrir las orejas del perro. "No le digas que su nombre es de una chica, ¿de acuerdo?" "Será nuestro pequeño secreto." Jennifer rió. "¿Escribes historias de lesbianas?" La pregunta la tomó por sorpresa. "Um, no. Por lo general no.” “Bueno, no es para el consumo público de todos modos”. "¿Por qué no?" "No lo sé. Simplemente no lo hago." Rápidamente trató de llegar a una razón, sin haber una respuesta honesta a la pregunta, incluso para ella misma. "No son tan comercializables.” Casi se encogió ante su comentario. Jennifer frunció el ceño. "Pero has dicho que escribes sobre lo que conoces”. "Uh-huh." Alex tomó un sorbo de vino, sintiéndose acorralado. Jennifer la estudió durante varios segundos, algo le estaba quemado la punta de la lengua. Finalmente decidió referirse a ello en un futuro, y decidió cambiar de tema. "¿Eres de aquí originalmente?” El alivio fue evidente en el rostro de Alex, mientras contestaba. "East Rochester". Jennifer sonrió. "Lucha, lucha, marrón y blanco." Alex se echó a reír. "Bomberos". "¿Qué tipo de colores son el color marrón y blanco para una escuela? ¿Quién decidió al respecto?" “Brown no es un color favorecedor para la mayoría de la gente. ¿Qué tal estás? ¿Cuál es tu lugar de origen?" "Pittsford, nacida y criada." Miró la cara de Alex y luego rió. "Adelante. Puedes decirlo." "¿El qué?" Alex fingió inocencia. “Ew! Pittsford. Si. Todos los ricos presumidos viven allí”. Alex se echó a reír, provocando que Jennifer casi volcase su vino. "¡Hey, tu dijiste eso, no yo!" "Sí, pero lo estabas pensando. Admítelo." "Tienes razón. Yo. Lo siento". "No seas." Jennifer sonrió. "Es cierto, en su mayor parte." Alex suspiró dramáticamente. "No es fácil ser rico".

"No siempre, no." "¿Fuiste a la escuela en Pittsford?" "No. Gracias". "Ah. Privada, todas las niñas de la escuela eran católicas." Alex movió sus ojos y cejas. "Me temo que sí." "¿Qué pasa con la universidad?" Alex hizo un gesto a sus sudores. "¿Fuiste a la universidad de Nueva York?” "No, Eric lo hizo. “ Una sombra pasó sobre el rostro de Jennifer. "Pasé dos semestres en la Escuela de Diseño Parsons, pero no duró". "Entonces, eso es porque eres tan buena con estas cosas de la decoración." Alex asintió. "¿Por qué no seguiste? ¿Estabas enferma?" Había conocido a un par de personas diferentes en su vida que habían dejado la universidad, sólo para descubrir que no era para ellas. Su nostalgia había sido casi catastrófica y que había terminado cayendo rápidamente, y regresado a casa, por lo general era muy embarazoso. De repente se preguntó si ella estaba siendo insensible por preguntar. "Algo por el estilo." Alex sabía que eso era todo lo que iba a conseguir, sobre ese tema. Ella se había cerrado a Jennifer sobre el tema lésbico escrito. Aquello le parecía justo. Volveremos a esto, pensó. "¿Qué tal tu familia? ¿Algún hermano?" "Un hermano mayor", respondió Jennifer. "Él trabaja en WallStreet”. "Wow." "Sí, es bastante impresionante", respondió, sonando menos impresionada. Bebió un sorbo de vino, cuidadosamente, antes de añadir: "No me mal intérpretes. Es impresionante. Y Kevin es un gran tipo... "Su voz se apagó y Alex sintió como si pudiera leer la mente de su amiga. "Pero ha dejado un listón muy alto." Jennifer miró sorprendida, y luego avergonzada. "Sí. Mi mamá piensa que camina sobre el agua”. "¿Y tu padre?" "Él falleció el año pasado." "Oh, Jennifer. Lo siento." Se sintió muy mal por tocar un tema algo triste. "No, está bien. Me gusta hablar de él. Nos llevamos muy bien". "Niña de papá, ¿eh?" "Por supuesto. Cuando mamá se puso demasiado dura, papá venía a mi rescate. Ahora, que se ha ido, me veo obligada a luchar mis propias batallas con ella. Sé que soy una niña grande y no debería tener problemas con ella, pero siempre se las arregla para hacerme sentir como si de nuevo tuviera doce años”. Alex resopló ante esa descripción tan familiar. "Créeme, sé lo que se siente. Tengo problemas muy similares en mi familia, sólo que sin hermano mayor. Soy hija única y mi padre dejó a mi madre, cuando tenía nueve años. Nunca ha vuelto a saber sobre él y, aunque nunca lo admitiría, tiene problemas para estar cerca de mí, porque me veo igual que él”. "Y apuesto a que es excepcionalmente difícil para ti", aventuró Jennifer. "Con carácter excepcional. Es tan difícil a veces." Tomó un sorbo de vino, con la mirada perdida en el espacio. "Ella está tan amarga, enojada y herida porque mi papá no le dio ninguna explicación. Él sólo se fue. Eso fue todo. Entiendo por qué eso sería difícil, de superar. Pero Jesús, se fue hace más de veinte años. ¿No es hora ya de

salir de ese infierno? ¿Seguir con su vida? Ya no sé que más hacer. No sé lo que espera de mí. A veces, sólo tengo ganas de gritarle para que entiendan que debe seguir adelante, por duro que parezca”. "No es duro. Es comprensible y perfectamente normal que te sientas así." "¿Eso crees?" "Parece que nuestras madres son muy, muy similares." Alex sonrió. "Extrañamente así. Aunque tengo que admitir que estoy ligeramente aliviada al descubrir que no se quedan con el único loco". "Ditto". Se quedaron, cómodamente, en silencio durante varios minutos. Alex estaba tan contento con la forma en que la noche había avanzado, que no quería que finalizara. No había conectado tan sólidamente con alguien, desde que había conocido a Jackie, y estaba teniendo un buen momento. Por desgracia, todas las cosas llegaban a su fin. Cuando Jennifer trató de reprimir su cuarto bostezo, Alex se compadeció de ella, mirando descaradamente a su reloj. "Oh, Dios mío, ¿es casi medianoche ya?"

Jennifer parpadeó, y miró al reloj Eddie Bauer montado en la pared. "Wow. Si". "Debemos dejarte descansar un poco." Sacudió la cabeza, con afecto, levantando el cuerpo blanco peludo que se había torcido entre las rodillas de Jennifer. Kinsey estaba de espaldas, con las cuatro patas, dando la cara en el aire cuando roncaba suavemente. "Creo que le gustas más que yo. ¿Sabías que muestra seguridad cuando un perro duerme en tus faldas?" "¿En serio?" "Uh-huh. Esa es la posición más vulnerable en la que puede estar. En este momento, él te está diciendo que se siente perfectamente seguro aquí contigo". La expresión de Jennifer se suavizó, y se sonrojó ligeramente, por el comentario. "Bueno, él es bienvenido aquí, en cualquier momento. Como tú. Lo he pasado muy bien”. Alex se levantó y acarició suavemente el estómago de Kinsey, que no quería que lo despertaran. "Yo también. La próxima vez, cocinaremos para ti." "¿Cocinar?" Jennifer se burlaba. "Oh, sí. Te sorprenderás. Vamos, amigo. Es hora de ir a casa.” El Westie se retorció de nuevo hacia su posición normal, extendiendo su cuerpo entero. Alex miró con incredulidad mientras él y Jennifer bostezaron exactamente al mismo tiempo. "Odio tener que decirte esto”, dijo mientras ajustaba la correa del perro. "Pero creo que es tu alma gemela en un West Highland White Terrier”. Jennifer se encogió de hombros, rascándose la cabeza. "Bueno, supongo que podría ser peor". "Buen punto." Se dieron sus buenas noches, y Alex salió, a través del patio, con la sensación esa euforia vertiginosa, que sólo una vez había sentido, cuando había conoció a alguien… sabía que iba aquella mujer sería parte de su vida durante mucho tiempo.

CAPÍTULO SEIS

Si había un cementerio hermoso, ese era el White Haven Memorial Park. Se mantenía virgen y protegido por una elegante verja de hierro forjado, que se extendía por varios kilómetros, fuera de Marsh, la Carretera en la frontera, entre la zona residencial de Pittsford y Fairport. No había lápidas, sólo pequeños marcadores, junto a la hierba verde. Si uno no supiera que era un cementerio, uno podría haber asumido que era simplemente un magnífico parque, salpicado de antiguos y majestuosos árboles y racimos esporádicos de flores de colores, con una hermosa fuente brotando en el centro. El día era un poco sombrío y todavía fresco, incluso para principios de junio, que parecía apropiado para una visita al cementerio. Jennifer aminoró la marcha de su coche, a lo largo del sinuoso camino pavimentado, siguiendo una ruta que se había aprendido muy bien, en los últimos nueve meses. Se deslizó hasta detener el coche en el parque, y se sentó por un momento o dos, simplemente mirando hacia la extensión de césped perfectamente cuidado. Michael Remington había muerto el agosto anterior de un masivo ataque al corazón. Aunque hacia casi un año ya, Jennifer todavía tenía dificultades con el hecho de que nunca más volvería a verlo, y le resultaba difícil aceptar que ya no estaba disponible para dar sus consejos. Él era el único miembro de la familia que parecía entenderla. Sabía que sonaba a cliché, pero era cierto. Ellos eran muy parecidos, por lo que tendían a estar de acuerdo en la mayoría de las cuestiones. Había trabajado duro para tener éxito, así como dinero, y nunca se había dado por vencido. A través de los años, tristemente viviendo junto a la madre de Jennifer, que no hacía más que envolverse en su imagen y riqueza. No sabía de qué manera habían iniciado su relación, ni si alguna vez sus padres habían estado enamorados uno del otro. Con el paso del tiempo sus padres se habían ido distanciando, pero se habían mantenido juntos, más como compañeros que como un matrimonio… y Jennifer se preguntó si eso era porque ya no se gustaban en sus últimos años. No tenía idea de por qué nunca se divorciaron. Eso era algo que nunca sabría. Se bajó del coche, cogió la pequeña bolsa Ziploc, su bolso y se dirigió hacia los últimos marcadores hasta que llegó a la suya. Frunció el ceño mientras estaba allí, mirando el pequeño ramo de margaritas blancas que adornaban su trama. Obviamente eran frescas, aportando un toque de belleza al día, que de otra manera sería aburrida. Sabía que su madre sólo había estado allí una o dos veces, desde la muerte de Michael, por lo que las flores eran un pequeño misterio. Se puso en cuclillas, se sorprendió al encontrar la hierba seca, y se sentó. "¿Quién trajo las margaritas, papá?" Le preguntó en voz baja. La brisa sopló delicadamente. A veces juraría que oía su voz viajar en ella. Cogió unas hojas sueltas de hierba de su marcador y una vez más, pasó los dedos por las letras cinceladas. Recogió un puñado de alpiste, de la bolsa Ziploc, y roció uniformemente a su alrededor. Dudaba que nadie más, en su familia, tuviera alguna idea de que le encantaba observar las aves. Era su propia conexión especial con él ahora. En lugar de traer flores, que es lo que casi todo el mundo hacía, le trajo alpiste, de modo que incluso cuando no tuviera visitantes humanos, él tendría animales. Se sentó cómodamente y parloteó, contándole sobre su vida. Era algo que hacía varias veces al mes, algo parecido a una sesión de terapia para ella. No creía que a su padre le importara. "Las chicas vienen a almorzar hoy." Su voz le dijo exactamente cómo se sentía al respecto.

“Qué triste para mí." Ellas quieren ver la nueva casa del lago. Espero que sea fácil para mí. No estoy segura de que sea su “estilo”. Hizo las comillas en el aire para demostrar el sarcasmo. "Probablemente no sea lo suficiente artificial para ellas. Pero a mí me encanta, papá. A ti también te gustaría. Es tranquilo, hermoso y estar en el agua es tan increíblemente relajante. He estado trabajando en el patio trasero, en el interior. El anterior propietario lo tenía todo en rojos y dorados, ya sabes, ese estilo oriental. Ugh. Demasiado pesado para mí. He estado pintando, y probando algunas cosas nuevas, que he estado leyendo acerca de ese libro que me regalaste por mis cumpleaños, el año pasado. ¿Te acuerdas? El salón ha quedado fantástico. Te encantaría. Y el color lava en las paredes da calidez, en tonos terroso. Sin duda no fue un proceso fácil, pero creo que lo hice bien. Se ve bastante bien. Se parece mucho a tu guarida. Ya sabes, acogedor e invitador, ¿como si quieres sentarte y leer un libro o algo? Alba va a odiarlo. Ya sabes cómo es. Ella va a decir que parece una guarida, en lugar de una sala de estar, y que no es apropiado para los invitados de una cena." Suspiró, sintiendo el miedo. Sabía que no debía estar tan preocupada por lo que otras personas pensaran, pero parecía que siempre estaba buscando la aprobación de los demás. Al parecer, era su maldición en la vida. "Pero a Alex le gustaba. Mucho". Esa frase sólo trajo una sonrisa a su cara, y pudo realmente escuchar la voz de su padre, coloreada con una sonrisa de los suyos. ¿Alex? ¿Quién es Alex? Siempre había dejado su trabajo para saber quiénes eran los amigos de Jennifer, y tenía su propia opinión de cada uno de ellos. Él habría querido a Alex, Jennifer estaba segura de ello. "Ella es mi nueva vecina. Vive al lado de nuestra casa del lago, y es muy dulce. Nos hemos convertido en buenas amigas. Me convenció para jugar en su equipo de voleibol este verano. ¡En la arena! No había jugado desde hace mucho tiempo, pero, ¡me he sentido muy bien! Mis piernas están aún doloridas." Podía oír su carcajada. Un poco fuera de forma, ¿calabaza? "Sí, un poco. Pero Alex estaba dolorida, también. Fue el primer entrenamiento de la temporada y todo eso, así que no me hicieron sentir muy a gusto. Le ha gustado la sala de estar, papá. Mucho. Lo consiguió, ¿sabes? Ella consiguió sentir lo que yo esperaba que sintiera al verlo. Fue muy guay. Me hizo sentir como si realmente aprendí algo, durante el tiempo que estuve en la escuela, como si supiera lo que estaba haciendo". Se quedó en silencio durante un rato, viendo como la suave brisa barría gradualmente las nubes del cielo. El sol seguía mirando a través de ellas, como si tratara de decidir si era seguro hacer su aparición en toda regla. "Parece que va a aclarar, papá. Supongo que debería volver y hacer algo de apropiado como bocadillos para mis visitantes." Suspiró ante la perspectiva de la tarde. "Kayla y Dawn no hacen nada. Es un poco raro. Cuando ella está cerca, Kayla casi absorbe su personalidad. Al igual que el mundo necesita de dos amaneceres." Se estremeció ante la idea. "Desearía que Kayla viniera sola. Esa es la única vez que actúa como ella es." Se encogió de hombros, dando un profundo respiro de aire limpio y fresco. Se besó los dedos y llevó hacia el marcador de la tumba de su padre. "Vendré otra vez pronto, papá. Te echo de menos." Se puso de pie, sacudiendo la hierba y la suciedad de su trasero, arrugó la bolsita y se la metió en el bolsillo, esperando que las lágrimas que empañaban sus ojos, cada vez, se retiraran. Se inclinó una vez más para enderezar las margaritas, preguntándose de nuevo, quien las podría haber traído. Luego caminó lentamente hacia su coche, sacudiendo la cabeza con disgusto por el hecho de que estaba a punto de tener que recibir a sus amigas, para mostrarles su nueva casa del lago. En ese momento, el sol se abrió por completo, como si se riera de ella.

"Es muy bonito..., Jen."

Sólo Chamber Dawn podría hacer un sonido para complementar su pobre alago. Se puso de pie, en la sala de Jennifer, observando las paredes, los muebles, el arte, girando en un círculo lento. Su desaprobación estaba escrita por toda su perfecta cara, a pesar de que sus labios decían todo lo contrario. "Mm hmm. Muy bonito... ", repitió. Jennifer tuvo que luchar para no hacer rodar sus ojos. Dawn era la hermana mayor de Eric. Con su cuerpo bronceado, el cabello oscuro y grandes ojos verdes, enmarcados por pestañas increíblemente oscuros, y cejas. Era increíblemente hermosa. Necesita toda la ayuda que podía conseguir pasa soportarla. Dawn trataba a las otras personas como si no fueran tan dignos de la vida como ella. Era sin duda la hija de Claire. Si Jennifer no estuviera relacionada con ella, nunca, nunca habría tenido ningún tipo de contacto con ella. "Bueno, estoy muy contenta con la forma en que me ha quedado”, ofreció, tratando de no dejar que la condena obvia de Dawn la molestara. Esta es mi casa, maldita sea. ¿Por qué me importa lo que piensas? "Es un poco... informal ¿no crees? ¿Es eso lo que has querido hacer?" Aquí vamos, pensó Jennifer, cómo lo haría su padre. Probablemente mirando y riéndose cuando llegara a la misma idea. "Quiero decir, ¿qué pasa si tienes invitados para cenar o, Dios no lo quiera, una fiesta? ¿No quieres tener un espacio un poco más… formal?” Reprimió el impulso de sacarle la lengua a su cuñada. Dawn se encogió de hombros y llevó su Chardonnay a la terraza. Eso era todo lo que tenía que decir acerca de la sala de estar, de la cual Jennifer estaba tan orgullosa. Se puso de pie, en el centro de la sala, sosteniendo su propia copa de vino y tratando de no parecer completamente abatida, que era cómo realmente se sentía. Dawn había tenido exactamente la reacción que esperaba, así que no estaba segura de por qué le molestaba tanto. Trató de no hacer un show de la decepción en su rostro, mientras se quedó allí sola con Kayla, esperando que su amiga, más antigua, diera su opinión como la de Dawn. "No sé, Jen. Creo que…" Los ojos azules de Kayla se movieron lentamente por la habitación, fijándose en cada detalle. "Se siente algo de...cálido. Invitador”. El cumplido hizo que Jennifer se sintiera tan feliz que decidió ignorar el hecho de Kayla había esperado hasta que su cuñada estuviera fuera del alcance de su oído, para dar su opinión. "Gracias, Kay. Me gusta, también." Kayla y Jennifer se habían graduado de la Misericordia juntas y se conocían desde que tenían doce años. Se habían sido inmediatamente cercanas, y Kayla era de Jennifer la única constante a lo largo de la escuela. Ella sabía más de los secretos de Jennifer que nadie, incluyendo a su padre. Sus familias eran muy parecidas, y se habían enfrentado a muchos de los mismos problemas. Al igual que Jennifer, Kayla también batalló con su deseo de ser ella misma, y no lo que pensaba su familia que debía ser. Desafortunadamente, Jennifer estaba segura que Kayla estaba perdiéndose. Parecía que como Jennifer, Kayla tendía a inclinarse a ser más como Dawn, diciendo cosas que sabía que irían a favor de ella, con la esperanza de permanecer en el lado correcto, pero lo estaba haciendo más y más a menudo. Estaba segura de que su cuñada se había dado cuenta también, y le gustaba jugar con Kayla, mirándola desde una esquina con su mirada burlona, porque lo que Dawn decía era lo que ella realmente pensaba o sentía. Fue doloroso para ella, así como para Kayla. Hubo innumerables de veces en la que quería gritarle para que abriera los ojos y viera lo que realmente estaba sucediendo. Kayla nunca lo hizo, por ello, le entristecía. Lo único que la salvaba era que de vez en cuando, Kayla podía mirar, y decir algo dulce o expresar un pensamiento similar, algo verdadero, como su comentario sobre la sala de estar, y Jennifer sabría que ella todavía estaba allí. Jennifer le tocó el brazo y sonrió. "¿Quieres un poco más de vino?”

"No, estoy bien." Sonrió y siguió a Dawn a la terraza, mientras Jennifer se terminaba su copa, con la esperanza de adormecerse lo suficiente como para aguantar el resto de la visita. Cuando finalmente se unió a ellas en la terraza, se rió de la vista en el patio trasero. La vista hacia el agua era como la de una foto. Enseguida desvió la mirada para ver a Alex, que venía de la dirección contraria, corriendo hacia su casa. Al parecer, había estado persiguiendo a Kinsye, desde hacía algún tiempo. El tono de su voz confirmó esa suposición. "Maldita sea, Kinsey! Cuando le ponga las manos encima...” Jennifer se alegró de que dejara la frase sin terminar. Alex lo estaba buscando con el más mínimo placer. Dejó rápidamente su copa de vino y para el horror de su arrogante cuñada, salió rápidamente por las escaleras hacia el patio, aplaudiendo con fuerza. "Ven aquí, Kinsey! ¡Aquí, muchacho!" Para sorpresa de todos, Kinsey se detuvo en su carrera. Alzó sus orejas, y volvió la cabeza en la dirección de Jennifer. "Eso es. Ven aquí, guapo. Vamos." Se puso en cuclillas, llamándole. Se metió la cola y corrió a toda velocidad hacia ella. Puso sus patas delanteras sobre las rodillas y procedió a lamerle por toda la cara con su lengua. "Oh, Dios mío", oyó murmurar a su cuñada disgustada. "Buen chico. Eres un buen chico." Le acarició con atención, mientras lo sostenía firmemente del cuello esperando a que su dueña se acercara, sin aliento, despeinada, y muy cabreada. "Parece que compraste una casa, con una vecina de clase baja, querida cuñada”, Dawn murmuró en voz baja. Jennifer palideció ante el comentario, orando que Alex no lo hubiera escuchado. "Gracias, gracias, gracias”, dijo Alex, poniendo sus manos en las rodillas, sus pulmones aún palpitando. "Saltó la puerta y al parecer no lo había atado con suficiente fuerza. Estaba fuera antes de que tuviera tiempo para pensar." Sacudió la cabeza con tristeza, la preocupación en sus ojos afirmaba, claramente que no era divertido, que estaba seriamente preocupada. "Creo que tenemos que construirle una pequeña caseta, con una puerta para perros, así no tendrás que seguir persiguiéndolo cada vez que se escape”. Alex la miró parpadeando. "Sabes, eso no es una mala idea." "Por supuesto que no lo es." Se sonrieron la una a al otra. El claro repentino sonido, de una garganta, les recordó que no estaban solas. Jennifer cerró los ojos un instante. El movimiento no se le escapó a Alex. Cogió Kinsey en brazos, no muy dispuesta a renunciar a él, y se dirigió a sus invitados. "Alex Foster, esta es mi cuñada, Chamber Dawn, y mi amiga, Kayla Prince. Alex vive al lado".Alex, sonriendo, extendió la mano y estrechó la mano de cada uno de ellos, a través de la barandilla. "Encantada de conoceros". "Y este chico malo es Kinsey”, Jennifer sonrió cariñosamente erizando la piel del perro. "¿No tienen una ley de correa por aquí?" Dawn preguntó como un punto importante. Alex sonrió con fuerza. "Sí. Se escapó accidentalmente”. "Mm". Kayla sonrió a Kinsey y se inclinó sobre la baranda de la terraza para rascarle la cabeza. "Él es adorable."

Alex sonrió agradecida. "Bueno, hay algo que no te da toda la razón, y el caso es que obedece más a la vecina que a su mamá”. Jennifer se rió e hizo un comentario acerca de su buen gusto. Dawn puso los ojos. Alex decidió disfrutar de sus vacaciones, intentando escapar de Dawn con suficiente rapidez. La estaba haciendo sentir muy incómoda, si seguía mirándola. Tomó suavemente a Kinsey de los brazos de Jennifer, mirándola a los ojos azules. "Gracias de nuevo", dijo en voz baja. “Te debo una.” Mirando hacia arriba y levantando un poco la voz, asintió con la cabeza. "Mucho gusto. Disfrutar de la visita”. Dawn tuvo la decencia de esperar a que Alex estuviera fuera del alcance del oído, antes de que comentara: "Bueno. Eso fue... interesante. "Su voz goteó con censura y Jennifer sintió el repentino impulso de saltar en defensa de su nueva amiga. "Alex es genial. Es escritora. Está trabajando en una novela”. "¿Escritora? ¿Estás segura?" Su cuñada arrugó la frente como si quisiera recordar algún pequeño detalle. "Se ve tan familiar... Estoy seguro de que la he visto antes. Foster... Foster... " "Ella es muy bonita", reiteró Jennifer. "¡Oh, Dios mío!" Exclamó Dawn. "¡Ella es la maestra!" "¿Qué maestra?" Kayla y Jennifer preguntaron al mismo tiempo. "La maestra de la escuela de los niños. La que despidieron hace un par de meses". "¿Ella fue despedida?" La pregunta salió de la boca de Jennifer, antes de que pudiera atraparla. Dawn estaba absurdamente contenta de tener la suciedad de la nueva amiga de Jennifer y tuvo el gran placer de no dejarlo pasar. "Al parecer, intercambió notas de amor con una estudiante. Una chica estudiante. Uno de los padres trajo las cartas a la directora. Fue un escándalo”. Jennifer se sentía mal del estómago. "Estoy segura de que había una explicación lógica", dijo, irritada por el regocijo en la voz de Dawn. "¿Quién sabe? Se fue tan rápido que nadie tuvo la oportunidad de hacerle preguntas. Ý eso la hace parecer terriblemente culpable, ¿no es así?" Jennifer tenía ganas de cambiar de tema. Dawn estaba disfrutando y para Jennifer era demasiado, no quería saber nada más de sus opiniones sobre Alex. "¿No vamos a entrar? Tengo el almuerzo listo." Los condujo a través de la puerta, haciendo una pausa para mirar hacia atrás, en la dirección de su vecina. Algo dentro de ella no podía permitirse creer la historia de Dawn. Había algún tipo de explicación. Estaba segura de ello.

"Wow", comentó Alex en voz alta mientras dejaba a Kinsey abajo, una vez que estuvieron a salvo dentro de la casa, después de comprobar el pestillo de la puerta. "¡Qué perra, ¿eh, amigo?! Debemos hacer que se crucé con Diane. Tal vez tendríamos suerte y que se matarían la una a otra." Estaba segura de que la temperatura había bajado unos diez grados en la terraza de su vecina. Negó con la cabeza mientras se sentó de nuevo en el mostrador para recoger lo que había dejado cuando Kinsey había decidido salir corriendo. No podía entender cómo alguien tan dulce y amable como Jennifer podía soportar estar cerca de una persona tan superficial y grosera. ¿No lo ve? ¿Acaso no creía que se merecía algo mejor? Miró hacia el espacio de un minuto, dejándose llevar por ese pensamiento.” Eh," dijo hablando sola, Aurora es su propia

realización. ¿Qué, si creo que ella se merece algo mejor? Kinsey se sentó junto a su silla, ladeando la cabeza, las orejas puntiagudas la animaron como si realmente la estuviera escuchando. Cogió un bolígrafo y garabateó varias notas, describiendo el personaje que había nombrado Kristen. Tomó la idea de una mujer joven, que carecía de la confianza y autoestima necesaria. Creó una historia de fondo, que hablaba de Kristen con una dominante madre, un padre ausente, y la importancia de las apariencias, en cuanto al nombre de la familia y de la imagen. Pobre Kristen, apenas podía pensar por sí misma, y mucho menos elegir una dirección en la vida. Era una buena chica e hizo lo que le dijeron, sin dudar, y muchas veces sin ninguna consideración de cómo realmente se sentía. Se las arregló para escapar a la universidad, pero algo sucedió allí, algo a cerca de algún tipo de escándalo, que hizo que se viera obligada a volver a casa, antes del fin de su segundo semestre. Cuando su novio de la secundaria, Raymond, le propuso que se casaran, sabía que debía decir que sí, sin importar el hecho de que no estaba enamorada de él. Eso nunca tuvo la más mínima importancia.

"Por lo tanto, eso es todo, ¿eh? Realmente vas a hacerlo. Eres muy joven para casarte." La voz de Meg parecía incómoda, pero Kristen trató de fingir que no se daba cuenta, mientras esperaban en la nupcial tienda a la vendedora. Meg la conocía muy bien, y muchas veces Kristen sintió que era su mejor amiga, que podría ver dentro de su alma, que podía ver exactamente lo que estaba pensando. Ella acepto lo que esperaba, dejándose convencer con una sonrisa en su rostro. "Raymond es un hombre maravilloso. Soy muy afortunada, Meg " Esta la miró fijamente hasta que Kristen se movió incómoda. "¿Lo quieres?” "Por supuesto que lo quiero", respondió ella, indignada. "¿Sabes lo que quiero decir? ¿Estás enamorada de él?" Kristen abrió la boca para responder, pero no salió nada y la cerró de nuevo. Las dos amigas se sostuvieron la mirada, lo que pareció una eternidad, sabiendo que la respuesta era demasiado obvia. "¿Ms. Stoddard? Estamos preparadas para ti. "dijo la vendedora cuando la muchacha sonrió ampliamente y le hizo señas para que la siguieran.

Alex parpadeó rápidamente, bajo la luz menguante, como si despertara de un trance. Se sorprendió por la oscuridad, que había crecido en la casa, y se sorprendió cuando miró el reloj de la pared. Cuatro horas habían pasado desde que se sentó para empezar a escribir. Kinsey estaba acurrucado, como una bola, en el extremo del sofá, roncando suavemente y ella se echó a reír ante el hecho de que él se había dormido antes de ser alimentado. Al parecer, la carrera lo había cansado demasiado. Después de grabar las ocho páginas en su ordenador portátil, se enderezó, orgullosa de ese logro. Por lo general, sólo podía trabajar un par de horas seguidas, por un total de unas tres páginas. Pero, las cosas fluían, y el carácter de Kristen se estaba desarrollando muy bien. Era hermosa, triste y Alex quería salvarla. Esperaba que sus lectores se sintieran de la misma manera. Antes de darse unas palmaditas a sí misma, su estómago gruñó en voz alta, recordándole que se había saltado el almuerzo y que era hora de cenar. Se puso de pie lentamente, estirando sus músculos por haber estado durante varias horas en la misma posición. Kinsey levantó la cabeza para mirarla, irritado por el poco ruido que hacía. "No me mires así. Todavía está en mi lista negra." Él bostezó ampliamente, diciéndole exactamente lo mucho que le importaba su lista negra. "¿Quieres algo de comer?"

Sus oídos se animaron, como sabía que lo harían. Se deslizó lentamente del sofá, donde se extendía como solo él lo hacía, y la siguió hasta la cocina, para verla tirar de algunos de los ingredientes de la despensa y de una nevera. Oyó un ligero golpe en la puerta lateral, justo mientras dejaba a Kinsey un cuenco. Sonrió ante el ladrido de Kinsey, cuando reconoció a Jennifer para que la dejara entrar "Hola. Vamos, entra" Jennifer miró alrededor de la cocina. "¿He interrumpido tu cena? Lo siento. Puedo volver en otro momento." Hizo un movimiento hacia la puerta, pero Alex la agarró del brazo. "No, no. Por favor. Estaba a punto de hacer un poco de queso a la parrilla. ¿Por qué no te unes a mí?" La miró con escepticismo. "No quieres que cenamos solos, ¿verdad? Además, te prometí que íbamos a cocinar para ti." Eso hizo que Jennifer sonriera. "Bueno, la verdad iba a comer sola, también, y realmente no estaba deseando hacerlo". "Muy bien. Toma asiento”.

Sacó un taburete de la barra del desayuno, y con un gesto hizo que Jennifer se sentara, mientras ella cocinaba. Jennifer se había cambiado de ropa, y ahora parecía mucho más cómoda con esos viejos y desgastados jeans y una camiseta blanca. "¿Mucho queso o un poco?" "¿Es una broma? Mucho”. Sacó la sartén y comenzó a hacer la cena. "Quería disculparme por el comportamiento de antes, de mis amigos." Jennifer cambió de tema incómodamente. "Ah, ¿sí? ¿Qué significa eso?" "Bueno, Dawn no siempre es... tan atento como debería ser." "¿En serio? No me había dado cuenta”. "Joder". Alex se echó a reír. "El ciertamente no ganó el premio de Miss Simpatía". "No, supongo que no. Sólo quería decirte que lo siento”. "Mm. Está bien. No es gran cosa." Puso dos rebanadas de mantequilla, en el pan al lado de la mantequilla, en la sartén caliente. "¿Dijiste que Aurora era tu cuñada? preguntó mientras ponía un vaso alto de leche frente a Jennifer. "Es la hermana de Eric." "¿Y es siempre tan perra con las personas que acaba de conocer?" Jennifer se quedó callada por un momento, antes de responder en voz baja. "No siempre, no." Se mordió el labio inferior, y se miró las manos. Sabiendo que había hecho que se sintiera mal, la ira de Alex se disipó y decidió dejarlo ir, por el momento. "¿Y cómo es la otra? Kayla, ¿verdad?" "Si. Fuimos juntas a la escuela". "¿La escuela secundaria o la universidad?"

"Las dos cosas. Pero se quedó en la universidad y se graduó. Trabaja para una agencia de publicidad en la ciudad”. Sonaba un tanto orgullosa de Kayla y celosa a la vez. Ese pensamiento le resultó de lo más interesante a Alex. "¿Diseño gráfico?" "Ventas". Alex asintió con la cabeza, moviendo de un tirón los sándwiches, y sonriendo al ver el perfecto brownness de oro con pan. "¿Esta es la primera vez que han visto tu nuevo lugar?" "Así es." "¿Qué piensan?" "Exactamente lo que yo pensaba que pensarían”, respondió con una mueca amarga. "¿Significa...?" deslizó una plato con su bocadillo frente a ella. "Dawn dijo que la sala era demasiado informal." Alex hizo una mueca. "¿Qué demonios se supone que significa eso? Es una casa en el lago, por el amor de Cristo. Informal es lo que debe ser”. "Sólo significa que no es lo que Aurora habría hecho”. "¿Y? ¿Por qué importa lo que piense Dawn?" Se miraron la una a la otra, como si Jennifer pudiera absorber la pregunta, mientras masticaba lentamente, y a continuación, tragó. Alex volvió a intentarlo. "Es un ambiente fantástico, Jennifer. Has hecho un gran trabajo en él." Asintió con la cabeza y tomó otro bocado. Alex puso sus codos sobre la mesa y la miró fijamente. "Es tu casa. ¿A quién le importa lo que los demás piensen?" "¿De verdad crees que es una habitación estupenda?" Su voz sonaba como la de una niña, y Alex tuvo que hacer su mayor esfuerzo en no envolverla en un abrazo grande y cálido... "Por supuesto. Aurora no sabe de qué demonios está hablando". Jennifer sonrió entonces, y Alex sintió absurdamente complacida con ella. "Gracias, Alex”, dijo en voz baja, dando otro mordisco. "Cuando quieras".

CAPÍTULO SIETE

"Me siento como si no te he visto en días." Jennifer sonrió a través de la mesa a Eric. "Lo sé, cariño. Lo siento. Las cosas han sido una locura en la oficina." El atractivo rostro de su marido mostraba unas ojeras debajo de los ojos. "Te ves tan cansado. ¿Estás durmiendo lo suficiente? " "Por supuesto que no. ¿Qué piensas?" Su voz fue más dura de lo necesario, para ser una burla, Jennifer hizo una mueca. La camarera apareció con sus bebidas, lista para tomar sus pedidos. Eric estaba innecesariamente brusco, lo que era obvio por la expresión en su rostro. Ella trató en vano de compensarlo utilizando un tono dulce extra. Eric recogió su whisky, lo hizo girar una vez, y luego lo bebió todo de un solo trago. "No sé cuánto tiempo más podré seguir con lo que estaba previsto", murmuró, más para sí mismo que para Jennifer. "Me siento como un maldito zombi." Levantó el vaso vacío y lo movió en dirección a la barra, en silencio y con rudeza para solicitar una recarga. Jennifer se vio impotente, sin ganas de continuar hablando. "¿Puedes tomarte un poco de tiempo libre? Tal vez un par de días de descanso ayudaría. ¿Estar conmigo en el lago y relajarte un poco? Apenas has estado". Resopló. "¿Me estás tomando el pelo? Jen, no tienes ni idea de lo que ha estado sucediendo en la empresa. Las cuentas están cambiando, como arena, los abogados están luchando por ellas. Papá ha estado amontonando más y más mierda para mí. Un tiempo de vacaciones ahora está fuera de toda cuestión." El tono condescendiente y recortado de su voz hizo que se callara. Odiaba esa actitud, odiaba cuando hablaba con ella como si no tuviera la menor idea sobre el mundo laboral. Habían discutido sobre eso en el pasado, pero decidió que hacerlo en ese momento sería inútil. Comprendió que estaba estresado, así que se limitó a asentir con la cabeza, dejar pasar unos momentos de silencio, y trató de cambiar el tema. "Tengo mi primer partido de voleibol esta semana. ¿Tal vez si tienes tiempo, podrías venir a vernos? No es hasta las siete y es sólo en la playa”. Eric gruñó sin comprometerse, cuando la camarera dejó la bebida hacia abajo. Jennifer se negó a ser arrastrado por su mal genio. "El equipo está muy bien. Lo estoy disfrutando mucho. Ha pasado mucho tiempo desde que jugué". Él levantó la mirada de su vaso, y se encontró los ojos de Jennifer. Casi podía ver el hilo de sus pensamientos, en su hermoso rostro. Volvió a mirar hacia abajo, a su bebida, luego su rostro se suavizó considerablemente. Aspiró profundamente y exhaló muy lentamente. "Eso está muy bien, cariño." Sonrió mientras trató de no mostrar la sorpresa que sentía por su cambio de actitud. "Solías ser muy buena, por lo que recuerdo. No sé si voy a ser capaz de hacerlo, pero lo intentaré. ¿Qué noche?" "El miércoles".

Él asintió con la cabeza, tomando un sorbo más pequeño de su bebida en esta ocasión. "Siento que he sido un idiota por ejemplo, Jen. No lo he dicho en serio." "Sé que no lo haces, Eric. Lo sé. Estoy un poco preocupada por ti, eso es todo. Estás trabajando tan duro, que me temo que vas a explotar”. "He pensado en lo mismo. No va a ser mucho más largo. Sólo tengo que estar en ello durante unos meses más”. Jennifer asintió, sintiéndose menos asegura de lo que había esperado. "Está bien. Voy a tratar de ser paciente”.

"Gracias, cariño." Parecía aliviado. "Entonces, háblame de tus compañeros del equipo”. Había pasado tanto tiempo desde que había tenido el tiempo para sentarse juntos, tener una buena cena, y hablar, que estaba momentáneamente aturdida por la idea de tener una simple cena, sin que interrumpieran su conversación con su marido. Él le sonrió y ella sospechaba que él sabía exactamente cómo se sentía. Antes que nada, eran amigos. Buenos amigos. Se preocupaban el uno del otro y, lo importante, que en realidad se gustaban entre sí. "Bueno, ya conoces a Alex. Es una jugadora increíble, muy buena compañera de juego. Es una goleadora y creo que hemos formado una buena pareja en el equipo. Somos un buen equipo. Su mejor amiga Jackie es otra gran golpeadora. Es más potente". "He conocido a Jackie?" "No, todavía no, pero estoy seguro de que lo harás. Conoce a Alex desde hace mucho". "¿Es ella la novia de Alex?" Jennifer parpadeó. "¿Qué?" "Jackie. ¿Sí es la novia de Alex?" "Um, no." "Sabías que Alex es gay, ¿verdad?" "Sí, pero ¿cómo lo sabes tú?” "Tengo mis fuentes", respondió, con una sonrisa alrededor de su tenedor. Jennifer lo pensó por un segundo, no sabía por qué pero la inquieto. Negó esa la sensación alejándola y continuó. "Jackie tiene a su pareja Rita, y juntas tienen una pequeña hija de dos años de edad, adorable." "Eh. ¿Hay alguien en este equipo de los tuyos?" Mantuvo el tono ligero, sonriendo con la esperanza de ocultar el temor que sentía. Él vio un destello de la cara de algo transversal en Jennifer, pero se había ido demasiado rápido para poder identificarlo. "Sí, tonto. Yo, por mi parte." Le sonrió irónicamente. "Y Steve. Juega como tú." Se echó a reír al recordar cayendo a la arena una y otra vez. "¿En todo el equipo?" "Por todo ello." Se rieron, aliviando la tensión ligera. "Él es muy dulce. Y luego está David. Él es nuevo, pero está constantemente mejorando y creo que va a ser muy bueno con el tiempo”. “A natural, ¿eh?" "Por supuesto." Dio unos golpecitos con el dedo en los labios. "Estoy olvidando alguien Oh, sí. Nikki. Ella no habla mucho. No estoy segura de que me guste”.

"¿Por qué no?" "No lo sé. Sólo una de esas cosas. Me mira con cara de pocos amigos”. "No seas tonta, Jen. ¿Qué más se puede pedir?" Sus ojos brillaban de manera sincera "Eres una chica muy agradable”. Ella sonrió, avergonzada. Este Eric era con el que se había casado, no el estresado ejecutivo de negocios mal agestado del comienzo de la cena. A pesar del éxito de sus padres y la imagen de su familia, que debían proyectar a la comunidad, Eric había sido siempre dulce y con los pies en la tierra. Esa fue la razón principal por la que Jennifer estaba tan preocupada, por las largas horas que había estado trabajando y por la repentina presión puesta sobre él, por parte de su padre. En el fondo, no creía que Eric realmente quisiera hacerse cargo de la empresa, pero sabía que él haría lo que pudiera con el fin de complacer a su padre. Él y Jennifer eran muy parecidos en eso. Él haría lo que se esperaba de él, pero bajo la tensión que había estado, en realidad estaba alterando su personalidad, a menudo haciéndolo insolente, abrupto, e incluso insultante. Ella estaba decidida a agarrar esta idea del hombre con quien se había casado, mientras pudiera, porque estaba segura de que no iba a durar mucho tiempo.

Se quedó allí, mirando el techo durante mucho tiempo, completamente despierta, la mente de hilatura. Aunque Eric se había relajado considerablemente durante la cena, una onda de tensión continuó fluyendo a través de él. Tratando de aliviar su mente, Jennifer se había centrado en lo bueno que era, finalmente tenerlo en casa por la noche, por primera vez en semanas, en lugar de permanecer en Buffalo o Pittsford. Parecía apreciar su entusiasmo. Apenas habían conseguido entrar por la puerta de la casa del lago, antes de que comenzara a desvestirla. Sus manos eran insistentes, tenía la boca exigente y ella sabía que era algo que necesitaba. Apenas había tenido tiempo para llegar a las escaleras antes de que le ahuecara el trasero, para levantarla del suelo y llevarla arriba a su dormitorio, su lengua ya estaba totalmente enterrada en su boca. El sexo con Eric generalmente era bastante agradable, aunque nunca estremecedor. Consideró algo que debía hacer por él, casi llegando a utilizar la antigua y absolutamente política frase "deber conyugal”. Era cierto que ella había escuchado a las mujeres, como su cuñada, hablar de lo mucho que despreciaban dormir con sus maridos y cómo tenían mucho mejor sexo cuando estaban solas, pero por cada Dawn, había otra mujer con la reacción opuesta. Siempre había tenido envidia de sus amigas, que tenían un sexo fabuloso con su marido y ella no entendía por qué no era una de ellas. No era como Dawn, ella no odiaba dormir con Eric. Él por lo general, era un amante bastante atento. No era perfecto, tenía que fingir el orgasmo, más de una vez, con el fin de escapar de su tenaz intento de hacerla venir, pero él no era de ninguna manera egoísta en la cama. Había empezado a pensar que debía ser ella, y aquello le daba un poco de miedo. Había notado un cambio en él, recientemente también. Si tenía que identificarlo, diría que fue cuando su padre le pidió que comenzara a tomar las riendas del negocio familiar. La frecuencia de su vida sexual había disminuido considerablemente después de eso, que en realidad no era por ella. Jennifer simplemente lo atribuyó al nuevo Eric. Ese que estaba bajo estrés y lo dejó así. Sin embargo, en los últimos tiempos, cuando habían hecho el amor, Eric se había ocupado de Eric y sólo Eric. Le parecía que, por su parte, se tomaba todo y no daba nada, algo muy raro en él. Jennifer había oscilado entre el alivio de la cantidad corta de tiempo que llevaba a cabo su "deber", y no preocupaba saber que si a Eric le apetecía compartir cama con ella o no. Esa noche, él había actuado por su cuenta, y ella intentó no tensar cada músculo de su cuerpo. Había cerrado los ojos y había hecho todo lo posible para moverse con él. Mientras él había empujado dentro de ella, bombeando furiosamente, con sus ojos cerrados con fuerza, con el ceño fruncido de la concentración, aunque no estaba segura de que realmente estuviera

tan concentrando. Sus cuerpos estaban tan cerca como podrían estar, pero sus mentes estaban en planetas completamente diferentes. No sabia dónde estaba su marido, pero estaba segura de que no estaba en la cama con ella. Cuando hubo terminado, se había separado de ella, jadeando y sudoroso. Había rodado sobre su espalda con un suspiro y en pocos minutos, había empezado a roncar. Ella siguió mirando al techo, tratando de decidir si debía seguir culpando, de este problema, a la cantidad de horas de trabajo y estrés de Eric, o si era el momento de mirar más de cerca las cosas, para profundizar si debían hablar de ello. No era completamente inconsciente, sabia que tenía sus propios problemas. Sabía que en el fondo no debía culparlo de todo a él, pero ella no estaba segura de estar lista para mirarse en el espejo y realmente ver lo que había detrás. Eric resopló, y rodó sobre su costado, lejos de su esposa. Ella miró a su espalda, sus ojos errantes sobre su piel blanca como la leche, su mente pensando en cómo había sido encerrado en su oficina, durante mucho tiempo. Pasó sus dedos ligeramente, a través de sus anchos hombros, con un profundo suspiro. Luego deslizó las manos entre sus muslos, explorando y acariciando, buscando su liberación. Llegó al clímax en silencio a su lado. Mientras él dormía.

Eran apenas las seis y media de la mañana, cuando Eric Wainwright maniobró su vehículo, Mercedes plateado, a través de la cabina del peaje de Nueva York State Thruway, en dirección oeste, hacia Buffalo. Odiaba esta hora del día, odiaba estar atrapado en su coche durante casi dos horas. Tenía demasiado tiempo para pensar, algo que había estado tratando de evitar últimamente, ya que no le gustaba la dirección de sus pensamientos. Por eso había optado por quedarse en Buffalo, con tanta frecuencia. El tiempo a solas, en el coche, era demasiado desalentador. Volvió a pensar en la noche anterior y en la mañana. La cena con Jennifer había sido agradable, una vez que él había pateado a su mal humor. Había sido una gran ayuda sacarlo con ella. Ella siempre había sido así. Sabía cómo cambiar el tema o como morderse el labio para no romperse frente a él, que por lo general se lo merecía. Había continuado hablando de su nuevo equipo de voleibol y lo emocionada que estaba de jugar. Una vez más, lo había alejado de las cuestiones del trabajo, algo que había agradecido. Y ella parecía muy feliz de tenerlo en casa... su voz había sido un poco coqueta y había un brillo en sus ojos. Lo había tomado, erróneamente, como señal de lo que siempre anhelaba ver, algo que cada vez era menos frecuente desde que se habían casado. Se habían dirigido a casa y de inmediato la había desnudado, y besado con avidez. Hizo una mueca al recordar el resto de la noche. Parecía ser una habitual ocurrencia, cada vez que hacían el amor, algo que casi nunca pasaba. No hizo ningún sonido, ella apenas podía contener su deseo de estar en otro lugar. Una pequeña parte de él estaba avergonzado de su propia conducta últimamente, su incapacidad para hacer absolutamente nada para ayudar a encontrase mejor. Dios no permita que quiera hablar de ello. En cambio, él simplemente tomó lo que quería, lanzándose dentro de ella, y luego se había quedado dormido. Estaba dispuesto a reconocer que se había convertido en un amante tan indiferente, como su mujer. Si no está dispuesto a probar, ¿por qué habría de hacerlo? Su conducta era totalmente pueril y él lo sabía. Tampoco podía quedarse sin hacer nada al respecto. Cuanto más pensaba sobre el estado de su matrimonio, más enojado y amargado se sentía. Miró al móvil, sobre en el salpicadero, y vaciló. Después de sólo un ligero debate interno, marcó el número que estaba avergonzado de admitir que sabía de memoria. Incluso a esa hora temprana, alguien atendió su llamada. "Sensaciones", respondió una voz femenina agradable y familiar. Su tono sonaba íntimo y afectado incluso en el altavoz "Buenos días, Stacy. Soy Eric Smith".

"Buenos días, Sr. Smith. ¿Qué puedo hacer por usted?" "Me gustaría concertar una reunión para esta tarde, si es posible." "Por supuesto, señor. ¿Será con su contacto habitual?" "Si está disponible, eso sería genial." "Lo está. ¿En su lugar habitual?" "Si, por favor." "¿A qué hora le viene bien, señor?" "¿A las dos?" "A las dos entonces ¿Debo usar la tarjeta en el archivo?” "Eso está bien. Muchas gracias." "Gracias a usted, Sr. Smith. Disfrute de su reunión”. Apretó el botón para desconectar la llamada. Simultáneamente, se sentía culpable por su propia falta de honradez y emocionado por su "reunión”. Inminente. El pensamiento de la joven, bien proporcionada, físicamente como Jennifer, pero dispuesta a hacer mucho más, se retorcía debajo de él y llamándolo por su nombre, le excito a tal punto que casi era doloroso. Pisó el acelerador, pasando a un camión de dieciocho ruedas, a toda velocidad aumentando su excitación.

La mañana era hermosa y clara en el lago, y Jennifer tomó su té en la terraza para respirar el aire puro y escuchar el chapoteo del agua. El aire estaba un poco frío, pero el sonido era calmado y se dejó arrastrar sobre él, calmando algo del estrés de sus preocupaciones. Eric se había levantado, duchado, vestido, y marchado camino a su trabajo muy temprano. Había estado distante y tranquilo, durante todo el desayuno, que ella había preparado. El Eric que había visto la noche anterior se había desvanecido, tal como ella había sospechado. Se negó a detenerse en los crecientes problemas de matrimonio, aunque en realidad, sabía que debería haberse concentrado más en ellos. Evitarlos, era el camino equivocado para manejar un dilema, pero eso es lo que siempre había hecho. Esto era muy difícil de tratar, por lo que sólo... no. De alguna manera, el hecho de saberlo, no parecía ayudar o facilitar su intento de cambiar las cosas. A menudo se sentía frustrada por su propia terquedad. Sabía que la mejor manera de evitar un problema era centrarse en algo completamente diferente. Así que, esa mañana, contempló su casa, la única cosa en su vida que la hacía feliz, lo único con lo que ella sentía algún tipo de placer. Fue adentro y decidió que su próximo proyecto sería el dormitorio principal. “Infierno”, Pensó. Si me voy a pasar la mayor parte de mi tiempo sola, al menos puedo decorar lo que me gusta. Como era su modus operandi, se acercó una silla y se sentó en la puerta, simplemente a estudiar la sala, para conseguir una sensación del tamaño, alcance, posibilidades... tratando de imaginar lo que le gustaría que fuera, cómo le gustaría que se viera desde la puerta del lugar, cuando alguien lo viera por primera vez. Era un gran rectángulo con un baño principal a la izquierda. Esa habitación, después de haber sido recientemente remodelada, estaba en muy buenas condiciones, le encantaba mucho, para su sorpresa, no necesitar ninguna ayuda. Su bañera de hidromasaje, la bañera y suelos de baldosas de cerámica blancos eran precisamente lo que haría con ese lugar. La habitación en sí, sin embargo, era muy sosa: de color blanquecino en las paredes, molduras de color blanco, con unas mini-persianas de color blanquecino.

La madera del suelo era del único que redime, lo único que no mantenía ningún cater. Jennifer ya había decidido que le gustaba la idea de variar tonos morados, y ya lo había utilizado como un acento de color en el baño. Le gustaba la idea de llevar esto en la recamara para atar las dos salas de juntas, de modo que examinó el espacio cuidadosamente, previendo lo que pensaba que podría funcionar y descartando las ideas que no parecían encajar. Mientras estaba allí sentada, recordó haber visto una habitación en la que había caído enamorada, uno de los muchos diseños y mejoras para el hogar, de las revistas que se había comprado en su adicción. Se levantó de un salto y corrió escaleras abajo, abrió los armarios inferiores, de un estante de la sala de estar, y gimió al ver que tenía como veinticinco o treinta revistas. Sacó todas, las colocó en el suelo, y fue revisando una página tras otra hasta que gritó con alivio, cuando finalmente encontró la que estaba buscando. Miró el reloj, sorprendida, al darse cuenta de que había pasado dos y horas y media, desde que había empezado su búsqueda. Sus piernas se quejaron, cuando se levantó del suelo. Cuidadosamente marcó la página correcta, en la revista. Se desperezó lentamente, permitiendo a la sangre reintroducirse en sus miembros privados. Con una imagen clara en la cabeza, sobre la manera en que quería ver su habitación, salió a la terraza a tomar fresco. Todavía no era estaba claro, pero la temperatura había aumentado considerablemente, y el sol caía cálidamente. Podía ver a tres barcos a la deriva, perezosamente en el agua, cañas de pescar que sobresalían en el aire. Apoyó los antebrazos en la barandilla de la terraza, y los vio mecerse suavemente en las olas, dejando que la paz del lago la abrazarla. El silencio fue interrumpido por el estruendo de metales procedentes de su derecha. Miró en esa dirección y vio a Alex, de pie con las manos en las caderas, y un montón de suministros que había tirados en el suelo, al lado de su garaje. La observó durante varios minutos, mientras miraba el montón, y luego hacia el lado del garaje, a continuación, otra vez a ella. Entró en la casa, pero reapareció unos minutos más tarde con una caja de herramientas y una gran hammer. Jennifer sonrió mientras su curiosidad pudo más que ella. "¿La construcción es una adición?" Gritó con una sonrisa irónica. Alex se volvió y sonrió, feliz de ver a su vecina. "Así es. Decidí cumplir mi sueño de toda la vida, de ser una casera, así que estoy añadiendo un apartamento”. "¿Necesitas ayuda?" Le preguntó esperanzada, mientras se acercaba. "Cuatro manos son mejor que dos, o eso me han dicho." "He oído lo mismo. ¿Qué tipo de vivienda vamos a hacer?" Miró la pila, que consistía en seis grandes estacas de acero y un rollo considerable de cercas de alambre, todo verde. "El tipo cercado. Seguí tu consejo y me he decidido a hacer una especie de caseta por Kinsey. Como una perrera, pero un poco más grande, más o menos como su fuera su propia zona de juegos en miniatura. De esta manera, puede estar fuera todo el maldito día, si quiere, y no voy a tener que preocuparse por encontrar su pequeño cuerpo aplastado en la carretera". "¿Y cómo lo hace a él sentir acerca de esta cosa de la perrera?" Jennifer bromeó. "Bueno, verás, eso es lo bueno de esta relación. Soy el humano y, por tanto, el jefe. Él no tiene nada que decir y lo sabe”.

La perrera de ninguna manera sería extravagante. El equipo que Alex había elegido era similar a los elementos que había que comprar si uno estuviera buscando una cerca para el jardín o proteger un arbusto. Para un perro pequeño como Kinsey, con sus patas cortas y rechonchas, sabía que sería perfecta. Sólo necesitaba algo para

contenerlo, lo suficientemente alto, para que no pudiera saltar sobre ella, y algo lo suficientemente resistente para no derribarlo si saltaba. La cerca que había elegido era adecuada y se sentía bien por ello. Ambas mujeres estaban sorprendidas por lo bien que trabajaban juntas, especialmente Jennifer. Pensó en cómo ella y Eric rara vez hacía proyectos en torno a la casa, ya que nunca parecían estar en la misma longitud de onda. Nunca fue capaz de ver su visión de las cosas, y se sentía frustrada por sus caminos excesivamente perfeccionistas. Por lo general, terminaban en la garganta del otro, por lo que había decidido evitar ser ese tipo de parejas. Jennifer hacia la decoloración, Eric hacia el trabajo de reparación, y eso parecía ser la solución adecuada. Pero las cosas eran diferentes con Alex. Era como si sólo fueran una mente. Le entregaba las herramientas a Alex antes de que se la pidiera. Alex asintió con la cabeza antes de que Jennifer incluso terminara sus sugerencias. Debido a la ausencia de conflicto, el sentido de la realización parecía mucho más fuerte, cuando finalmente se enderezó y estudio el producto terminado. "No está mal, Sra. Foster. No está mal en absoluto." "No podría haberlo hecho sin usted, Sra. Wainwright. Y gracias." "Es un placer." "¿Vamos a presentarle al rey su nuevo castillo?" "Por supuesto." Alex fue a buscar a Kinsey, que miró de cerca con cautela. Incluso habían construido una puerta primitiva de fácil acceso, pero desde la valla tenía sólo cuatro metros de altura, Alex simplemente se inclinó sobre ella y le colocó en su lugar. Él paseaba un poco, olfateando el suelo, levantando una pierna varias veces, a regañadientes marcándolos como cosa suya. Después de tres o cuatro minutos, se sentó directamente en el medio de la zona, frente a las mujeres, y simplemente se quedó mirando a su dueña. Alex apretó los labios, junto con la preocupación y Jennifer tuvo que reprimir una carcajada. "Oh, él no es feliz conmigo. No le gustó nada". "¿Eso crees?" Jennifer bromeó. "Ves cómo sus oídos están de vuelta y él me mira, pero no ¿en serio? ¿Al igual que no me merezco esa mirada? Eso es lo que puedo decir. Aquellos son signos seguros". Jennifer estaba sonriendo por la obvia angustia de Alex. "Signos seguros de ¿qué?” "Está enojado conmigo." Jennifer presionó su dedo en los labios, la risa que amenaza con estallar, y se limitó a asentir. Alex cogió el visto bueno y se quedó allí, asistiendo con la cabeza. "Oh, sí. Él está molesto." Se volvió hacia Jennifer, levantando una ceja al ver la expresión en su rostro. "¿Te ríes de mí?" El tono de su voz era ligera, era muy consciente del humor dela situación. "Sabes", Jennifer respondió cuando pudo dejar de reír, "He oído hablar de una persona que es azotada, pero la idea de ser poochy-batida es totalmente un nuevo concepto para mí." Alex se quedó en silencio durante unos segundos. Cuando por fin habló, se esforzó por "baja la voz y sonar amenazadora”. En cambio, salió más como" tratando de no estallar en una carcajada histérica”. "¿Estás diciendo que estoy gobernada por mi perro?"

"Bueno, déjame pensar un minuto." Se dio un golpecito con el dedo contra sus labios, mirando hacia el cielo. "Um, sí. Yo diría que eso es exactamente lo que pienso". Alex dejó caer la cabeza, sacudiéndola vergonzosamente, con la voz llorosa.” “¡Es cierto! ¡Es cierto! Mi perro es mi vida. Soy una patética ser humano. Por favor, ayúdame".

Las dos rompieron a reír. Kinsey, obviamente, no estaba divertido, mientras seguía mirándolas a ellas, sólo servía para hacerlas reír más fuerte. Una vez que dejaron de reírse, observaron más de cerca la perrera, sólo para asegurarse de que no necesitaba ningún ajuste final. "Hm. No sé si me gusta esto." Alex estaba cerca de la pared del garaje, donde había impulsado una estaca en el suelo. Estaba a un metro y media de distancia, dejando un espacio entre el juego y la pared. "Está tan cerca cómo se pude, pero me temo que él puede abrir el paso por aquí. Él es muy inteligente". "Apuesto a que hay algún tipo de soporte thingie para eso", Jennifer ofreció. "¿Sabes lo que quiero decir? Al igual que una pieza en forma de herradura de alambre o algo parecido, de la que pueda tirar para tener más sitio y no se rompa". Alex asintió mientras visualizaba el elemento que Jennifer le había descrito. “Creo que debería hacer un viaje a Chase-Pitkin. ¿Quieres venir conmigo?"

CAPÍTULO OCHO

Chase-Pitkin tenía su versión local, de Rochester de Home Depot. Había uno en casi cada barrio y se disponía de toda clase de equipos de madera, jardinería, muebles, etc. Definitivamente habían sentido el efecto desde que Home Depot llegó a la zona, unos años antes, pero para sorpresa de muchas personas del pueblo, Chase-Pitkin logró mantener su posición y permanecer en el negocio. A pesar del hecho de que Home Depot era una cadena nacional, y que tenía mejores precios en muchos artículos, Chase Pitkin tenía cientos de personas locales como empleados, y Alex trataba de darles su apoyo siempre que podía. Poder ir con Jennifer, en este viaje, fue una agradable sorpresa. Cuando Alex se despertó esa mañana, y decidió construir una perrera para Kinsey, no esperaba tener ayuda o compañía y ciertamente no tan encantadora compañía. Se dio cuenta de que cuanto más tiempo pasaba con su vecina, más tiempo quería pasar con ella. Era divertida e inteligente, y no había disfrutado simplemente estar con alguien en un largo, largo tiempo. La única persona que estuvo cerca fue Jackie, y habían sido su mejor amiga durante más de diez años. Sentía un poco de cosquilleo, que la hacía feliz, cuando pensaba que podía llegar a ser tan buenas amigas. "Está bastante vacío", comentó Jennifer al entrar en la Caza Pitkin. "Supongo que eso cambiará en un par de semanas, una vez que la escuela acabe y empiece oficialmente el verano, ¿eh?" Alex sintió una aguda punzada por su pérdida cuando pensó en sus amigas maestras. Echaba de menos su antiguo puesto de trabajo, más de lo que quería admitir. No había pensado en ese ambiente desde entonces, con la emoción y anticipación de los estudiantes y profesores, ellos estarían contando sus días. Los estudiantes pensando en divertirse, dormir hasta el mediodía, y vagar frente a la televisión, el ordenador o la PlayStation. Los profesores estarían soñando con su primera escapada, desde las vacaciones de Pascua, casi babeando con las expectativas. Jackie a menudo le preguntó si echaba de menos la enseñanza y ella siempre le respondía con un gesto desdeñoso con la mano y una mirada que decía: ¿Me estás tomando el pelo? ¡No seas tonta! Era una gran mentira. Suspiró en silencio mientras caminaban por los pasillos, pensando que todos hacemos nuestras propias camas y luego tenemos que mentir por ello. Además, ¡estoy escribiendo una novela! ¿Cuántos de mis amigos maestros pueden decir eso? "Aquí vamos". La voz de Jennifer rompió su pensamiento, y Alex parpadeó. "Lo siento, ¿qué?" "Algo como esto es lo que estaba hablando. Pienso que estos funcionarán" Levantó algunos soportes semicirculares que parecían lo que necesitaban. "Creo que va a ser perfecto." Agarró un par de paquetes en descuento. "¿Necesitas algo mientras estamos aquí?" "Bueno..." Los ojos de Jennifer vagaron hacia la zona de pinturas. "Estoy en el proceso de reformar el dormitorio principal, al menos en mi mente." Sonrió encantadoramente y Alex sintió que no tenía otra opción sino devolverle la sonrisa. "¿Te importaría mucho si?" Perdía su voz mientras señalaba con suerte en la misma dirección. "No, en absoluto." Le sonrió. “¿Qué tienes pensado?”

Jennifer le contó la historia de esa mañana, y cómo había mirado a la habitación, y luego pasado por montones y montones de revistas hasta localizar lo que quería. Alex decidió entonces, que le encantaba escuchar a Jennifer hablar de sus visiones de diseño. Era muy estructurada y estaba segura de lo que quería. Era muy similar, a la forma en que ella desarrollaba una historia en la cabeza o en el esquema en el papel, antes de empezar a escribir. Le explicó que no había sido capaz de decidirse a tirar las revistas de diseño, que tenía guardadas, y Alex recordó haber visto unas cuantas esparcidas por la casa, durante su visita. Ella tenía libros de investigación y materiales, artículos sobre escritura que significaban lo mismo para ella. Los ojos verdes de Jennifer brillaban de entusiasmo, mientras caminaban, le contó lo que había pensado sobre los cojines decorativos berenjena, la alfombra que había visto en el catálogo de Pottery Barn, que tenía la combinación correcta de varios tonos púrpura, y su deseo de pintar una pared, en la habitación de un profundo y rico color ciruela, aunque estaba recelosa de la primera pincelada. "¿Y qué?" Alex se burlaba de su renuencia. "¿Qué es lo peor que podría pasar?" "¿Lo peor que podría pasar? Podría parecer una completa y total mierda." "Una vez más, ¿y qué? Es pintura. Se puede pintar sobre ella". "Lo sé, pero..." "Pero, ¿qué?" "No quiero que la gente piense que no sé lo que estoy haciendo, incluso si no lo hago". Alex entrecerró los ojos, tomando nota de la genuina preocupación en sus ojos. "Jennifer. Tienes un serio problema ¿Qué pensara la gente?, ¿te importa?" "Sí, lo creo." Entonces tomó el brazo de Alex y la atrajo a la pantalla a color, evitando limpiamente el tema. Juntas, recogieron lo que le parecía a Alex una enorme pila de muestras de cuadrados de pintura en innumerables matices de púrpura. Se rió ante la idea de Jennifer de probar a todos fuera del suelo o en la cama, que era exactamente lo que pensaba hacer con ellos. Luego miró un cuadrado de pintura y resopló. "Monster Mash? Son… ¿Me tomas el pelo? Quiero saber cuánto se le paga a alguien para poner esos nombres tan ridículos." Cogió otro.” Bueno, supongo que es introspección." Jennifer frunció el ceño. "Um... ¿verde?" "Púrpura". "Mierda. Bueno, ¿qué hay un Caperucita Roja?" "Si eso no es rojo, hay algo seriamente malo con las personas en Glidden". "Es de color rojo." "Mi turno. Maestra". "¿Maestra? ¿Al igual que en director de orquesta?" "Eso es lo que dije." "¿Azul?" "No. Púrpura”. "Mierda. Bueno, aquí hay una. Malabar”. "Esa es una barra de chocolate, ¿no es así? Tiene que ser de color marrón". "No. Cereza. Estas pensando en una Mallomar".

"Eh. Está bien, aquí vamos. Flair". "Naranja". "Púrpura". "Maldita sea". Alex la observó por el rabillo del ojo, sonriendo y esperando... esperando... "Hey!" Y tenemos el despegue, pensó con una sonrisa. "Eran todos de color púrpura." "Bueno, sí. Sí, lo eran." Se rió mientras Jennifer le dio un manotazo, con la muestra en las tarjetas que tenía en la mano. "Palo de golf", dijo ella, uniéndose a la risa. Siguieron en su alegría, poniendo los ojos en el casi todo lo discernible entre Sutil Heather y Verano Orchid, cuando una voz femenina los interrumpió. "¿Jennifer? ¿Jennifer Remington? ¿Eres tú?"

Alex la miró fijamente, pero la voz de la mujer que procedía de detrás de ella las interrumpió. Era un sonido bastante agradable, lleno de alegría, y Alex se sorprendió al ver a su amiga enrojecerse. Había leído la descripción más de una vez en los libros, pero en realidad nunca lo había visto suceder hasta ese momento. Jennifer se quedó pálida como un fantasma. Realmente pensó que Jennifer podría estar sintiéndose enferma allí, en mitad del pasillo. Se volvió a la fuente de la voz y se encontró con una atractiva y sonriente morena, que le resultaba vagamente familiar, aunque no podía ubicarla. Era más o menos de la misma altura que Alex, con la piel muy clara, aceitunada y ojos verdes deslumbrantes acentuados por sus muy oscuras pestañas y cejas. Estaba vestida casualmente en vaqueros y una camiseta blanca, con unas llaves colgando de los dedos cónicos y largos. "Sarah". Jennifer habló con su voz apenas audible. Se aclaró la garganta. "Sarah. Hola". "Wow. Te ves... " Sarah dio a Jennifer una evaluación visual y Alex levantó una ceja, sorprendida de sentir el inicio de unos celos.” Te ves fantástica." "Gracias." Asintió con la cabeza, sin dejar de mirar vagamente, y sintiendo náuseas. "Tú también." "Dios, ¿qué posibilidades había de volver a encontrarnos? ¿Vives ahora por aquí?" "Tenemos una casa de verano en el lago”, respondió en voz baja. "Eso está muy bien. Es hermoso, ¿eh? " "Sí". La conversación se tambaleó, con Sarah mirando con aprensión a Jennifer, y de Jennifer saltando sus ojos en torno a la cintura de Sara a sus zapatos y viceversa. Alex intervino rápidamente. "Hola. Soy Alex Foster." Metió la mano y Sarah la tomó, con una sonrisa agradecida. "Sarah Evans." "Encantada de conocerte, Sarah. ¿De qué conoces Jennifer?" Los ojos de Sarah derivaron de nuevo a Jennifer. "Oh. Um. Fuimos juntas al colegio por un tiempo. Parece que fue hace mucho tiempo." Se rió nerviosa. Entonces su expresión pareció cambiar ligeramente y volvió su atención completamente en Alex, por primera vez.

"¿Y vosotras?" Sarah se esforzó, pero sin éxito, por sonar como una pregunta completamente inocente. Bueno, ¿no es esto interesante? Alex pensó, preguntándose exactamente lo que estaba pasando entre las dos mujeres. "Somos vecinas." "Oh. Ya veo." Sarah asintió, sin ver nada. Alex se volvió hacia Jennifer, preguntándose si alguna vez iba a hablar de nuevo. Finalmente levantó la vista, pero a Alex y no a Sarah. "Nosotras deberíamos continuar con algunas cosas.” "Fue genial volver a verte. Cuídate, ¿de acuerdo?" Sin decir una palabra, tomó los soportes de las manos de Alex, y se dirigieron hacia las cajas registradoras. Alex y Sarah se quedaron mirándose, torpemente, durante varios segundos, si estar seguras de qué hacer. Antes de que pudiera decir una palabra, otra mujer se acercó desde detrás de Alex, y tocó a Sarah en su brazo. Era pequeña y delgada, con el pelo rojizo y una cara amable.

"¿Encontraste los disolventes de pintura?" Su voz devolvió a Sarah al presente, y parpadeó varias veces. Sonrió a la pelirroja, pero sus ojos tenían un dejo de tristeza en ellos. "Um, sí. Estaba justo aquí." Señaló a su izquierda, y luego miró a Alex. "Fue un placer conocerte, Alex". "Lo mismo digo", le respondió, observándola de pie, con la mano en la parte baja de la espalda de Sarah. Alex se apresuró a ponerse al día con Jennifer. Estaban a mitad de camino a casa, antes de que el color comenzara a resurgir, bajo la piel de Jennifer. Estaba completamente en silencio, y se limitó a mirar hacia fuera, a través de la ventana. Alex no era el tipo de persona a la que se molesta por el silencio, pero empezó a sentirse incomoda, e inquieta, así que se esforzó por romperlo. "¿Jennifer? ¿Estás bien?" "Mm hmm." "¿Quieres hablar de ello?" "No." "¿Estás segura?" "Mm hmm." Bueno, esto funciona muy bien, Alex pensó, entonces decidió tomar un enfoque diferente. "Remington, ¿eh? ¿Es tu apellido?" Jennifer se volvió y la miró por primera vez, desde que habían salido de la tienda. "¿Qué?" "Ella te llamo Jennifer Remington." "Oh. Si. Es mi apellido de soltera." Volvió a mirar por la ventana. "Te das cuenta de que ahora me veré obligada a hacer interminables referencias a Remintgon Steele, ¿no?" "¿Perdón?" Esta vez, cuando miró a Alex, hubo un destello de diversión en su rostro. "Ya lo sabes. Remington Steele. Sólo uno de mis programas favoritos. Dios, tuve un flechazo con Stephanie Zimbalist." Dejó su voz a la deriva en sueños. La esquina de la boca de Jennifer tembló levemente, y Alex sonrió, viendo que estaba empezando a salir de su transe. "Me temo que no hay manera de que ahora pueda saber que tu apellido era Remington y no hacer referencias a ello. Es totalmente imposible".

Bueno, si recuerdo bien a Remington Steele, ¿significa eso que puedo llamarte Laura Holt?", preguntó Jennifer, fastidiando a su amiga. "Tendrías que ser mi fiel compañera" "¿Compañera?” Alex gritó de horror. "¡Ah! ¿Cómo te atreves a insultarla? Laura era el cerebro de la operación, ya lo sabes. Steele en realidad era la compañera". "Sólo para los ojos de Laura. Por lo que todo el mundo estaba preocupado, Steele era el jefe." Inclinó la cabeza hacia un lado como si contemplara algo. "Hmm. Sí, está bien. Creo que puedo vivir con el bienestar del jefe y pedir que te rodeen. Estoy de acuerdo con eso". Alex se quejó y murmuró para sí misma, lo que hizo a Jennifer se riera. El sonido trajo gran alivio para los dos y Alex se libró de su preocupación. Mientras se detenía en el camino de entrada y metía el coche en el garaje, se volvió hacia Jennifer. "Hey, señorita Steele?" "Sí, la señora Holt?" "Si alguna vez decides que necesitas hablar de Sarah, estoy aquí, ¿de acuerdo?" Los ojos de Jennifer se suavizaron. El agradecimiento estaba escrito claramente en el azul de sus ojos. "Lo tendré en cuenta."

CAPÍTULO NUEVE

Cenar en casa de Jackie y Rita era algo que Alex esperaba a cada momento. Rita era una maga absoluta en la cocina, cocinando delicias culinarias que eran saludables y deliciosas al mismo tiempo. Eso era algo que Alex calificaba como imposible, al menos en su cocina. El manejo en la cocina no era una de sus mejores cualidades, ni era aficionada a ella. Prefería ser alimentada por amigas como Rita, personas que realmente conocían su camino alrededor de una cocina, y se compadecían de ella. Sólo cuando había cumplido los treinta, Alex había empezado a darse cuenta de ello. Nadie le dijo, cuando era joven ni cuando se hizo mayor, que no debía permitir que sus relaciones importantes se fueran a la deriva porque había estado demasiado absorta en cosas como el trabajo. Su amistad con Jackie significaba demasiado para dejar que eso sucediera. Cuando las cosas habían vuelvo caóticas en sus vidas, las dos mujeres hicieron un pacto para garantizar que se mantendrían en contacto, incluso cuando la vida las volviera locas. Cenar juntas era una manera regular de ayudar a cumplir con esa promesa. Así, una vez a la semana o dos, Alex cenaba con la familia de su mejor amiga. Mientras conducía, pensó en cómo pasar el tiempo con Hannah, era otro de los beneficios de sus cenas. Aunque Alex era la madrina de la niña y podría verla en cualquier momento que quisiera, nunca le parecía suficiente. Sabía que los niños crecían rápido, que si ella parpadeaba, la podría perder. En un minutos, ella tiene dos años… y yo soy la persona más cool que conoce, aparte de sus mamás. Al siguiente, tiene diez… y no me deja abrazarla delante de sus amigos. Alex se prometió a sí misma que, mientras pudiera, pasaría cada segundo con Ana, cuando aún fuera lo suficientemente cría para ser vista. Temía positivamente el día en que Ana elegiría a sus amigos sobre ella. Jackie y Rita tenían un hogar modesto, pero hermoso, en Victor, entre Canandaigua y Rochester. Sólo le llevó unos quince minutos llegar allí, en lugar de los cuarenta y cinco que tardaba desde la ciudad, por lo que tener una cena, con ellas, una noche en la semana era factible. Se detuvo en la entrada, observando, con aprobación y un poco de celos, que Rita había estado trabajando en el jardín... Apenas eran junio, pero sus perennes mostraban en una amplia variedad de colores brillantes, por lo que su vida hogareña en ese sector, era mucho más atractiva. "Dame de comer”, Alex ordenó al entrar en la casa de sus queridas amigas. La cocina olía divino, con el delicioso aroma de ajo flotando en el aire. "No te preocupes, cariño. Que te alimentaré." Rita besó a Alex en los labios mientras hábilmente quitaba la botella de merlot de sus manos. "Hola, amor". "Hola, preciosa." Dijo Alex. Jackie había elegido muy bien, y a Alex le gustaba recordarle, cada vez que podía, que Rita era impresionante, y si Alex no hubiera pensado en ella, como una hermana, muy bien podría haber tenido una o dos fantasías sobre ella. Su aspecto era el clásico hispano, ojos oscuros seductores y sexy. Sus oscuros rizos naturales, le llegaban más allá de los hombros, pero con el nacimiento de Hannah, se había encontrado con que no tenía tiempo para arreglárselo y había sido más fácil cortarlo un poco. Aun así, era grueso, ondulado, y se deslizaba a lo largo de sus hombros, con su color marrón cacao. Tenía una maravillosa figura, plenamente femenina, y no había perdido un ápice de su atractivo, después de Hannah. Incluso durante su embarazo, había permanecido muy hermosa y sexy.

"Hey, ¿qué te dije acerca de andar comiéndote con los ojos a mi esposa?", preguntó Jackie desde la puerta. "Lo siento. No puedo evitarlo. Lo he intentado. Pero es imposible no echar una ojeada. Si te atropella un autobús mañana, ella es mía". Rita negó con la cabeza y puso los ojos, sonriendo con sólo el menor atisbo de vergüenza. "Toma esto y ve a sentarte. Necesito otra media hora más o menos. Vaya par." La echó fuera de la cocina, entregándole a Alex la botella de vino que había tomado de su mano hacia tres minutos antes. Jackie cogió un sacacorchos y dos copas de la encimera, y las dos amigas se dirigieron a la sala de estar, donde Hannah estaba sentada en el suelo, absorta en un vídeo. Le entregó la botella a Jackie, luego se arrastró detrás de la niña y la envolvió en sus brazos, provocando esa risa adorable de la niña. "Que estamos viendo", preguntó, sentada al estilo indio al lado de ella. "Koos de Boo”, Hannah respondió, sus ojos azules clavados en la pantalla. El chico de la serie llevaba camisa con rayas de rugby verde, y se enfrentaba horriblemente con el fondo azul brillante en la pantalla, pero él no pareció darse cuenta, tampoco Hannah, y se puso a cantar alegremente, invitando a Hannah a ayudar a los perros azules, a encontrar el elemento que estaba insinuando. Hannah se unió a ellos sin perder el ritmo, cantando un poco fuera de tono, al igual que su madre .Jackie dio a Alex un vaso de vino. "¿Qué hay de nuevo?" "No mucho, la verdad. Jennifer me ayudó a poner una cerca para Kinsey." "¿Una cerca?" "Sí, una especie de perrera. Como un gran parque infantil, en el rincón cerca del garaje. Para mantenerlo fuera de problemas. "¿Le gustó?" "lo odia". Jackie se rió. "Ese perro es peor que un niño." Alex le acarició el pelo rubio y sedoso a Hannah. "Sí, pero es casi tan suave." "¿Qué tal la escritura?" "Se trata de un libro, Jackie." Le sonrió. "Dilo. Puedes decir 'libro'." Jackie puso los ojos. "Libro. ¿De acuerdo? ¿Cómo está la cosa libro?" Sabía lo importante que era para su amiga escribir y le gustaba comprobar su progreso, de vez en cuando, para asegurarse de que estaba desalentada sin escribir. "Es bueno. Se mueve a lo largo. Realmente no estoy segura de lo que esté pasando todavía, pero la semana pasada he podido avanzar mucho. He estado totalmente sumergida. Me sentí tan bien. Estuve perdida en la historia, por más de cuatro horas. Increíble". "Bueno, Rita se muerde las uñas para verlo, así que muévete." "Pronto". Alex sonrió. Rita había demostrado ser una excelente prueba, como lectora para ella, en el pasado. Era inteligente, le encantaba una buena historia, era genial, con la ortografía y la puntuación, y no tenía miedo de señalar cuando algo no funciona o no fluía. Alex le había pedido a principios de año, si haría pruebas en el libro para ella. Rita había sido increíblemente amable y halagada, y Alex se sintió muy confiada de dejar en manos de Rita su escritura. "Entonces, ¿qué hay de nuevo con vosotras?"

Jackie tomó un sorbo de vino, y Alex estaba segura que vio algo parecido a una sombra sobre el rostro de su amiga. "No mucho. Lo mismo de siempre." Fue sólo un parpadeo, pero Alex lo descubrió y preguntó con un movimiento de cejas. "¿Quieres intentarlo de nuevo?" "¿Qué?" "¿Qué te preocupa?" "¿Qué quieres decir?" “¿Qué, vamos a jugar de nuevo a este juego?” Jackie odiaba cuando su amiga jugaba al no puedo quedarme callada sin preguntar. "Jackie. ¿Crees que no te conozco como un libro?" Ante la repentina expresión de nerviosismo de su amiga, Alex miró hacia la cocina y bajó la voz. "¿Qué te pasa?" Jackie suspiró, estudió el contenido de su copa de vino, nublando sus ojos azules, y empujó su pelo rubio detrás de la oreja. Lanzando una mirada a su hija, para asegurarse de que estaba suficientemente absorta en su programa, su mirada finalmente se encontró en su amiga. "Rita está lista para otro bebé", dijo en voz baja. "¡Eso es genial!" Alex sonrió con entusiasmo. Ante la completa falta de tal entusiasmo, en la cara de su mejor amiga, se corrigió. "¿No es genial?" Jackie suspiró de nuevo, echando una mano en el aire. "No lo sé, Alex. Quiero decir, me encanta ser mamá. De verdad. Y quiero tener más niños. Pero... “Bajó la voz aún más, muy consciente de la proximidad de su hija. Alex se deslizó lejos de la niña, y más cerca de Jackie. "Apenas tengo a Rita para mí y eso va a empeorar si tenemos otro bebé. Hannah es finalmente lo suficientemente mayor, para que se entretenga viendo un video y mantenerla ocupada por un corto tiempo, para que nosotras realmente podamos hablar la una con la otra como adultas. He echado tanto de menos eso… y ahora que lo tenemos, lo quiere tirar todo por la borda y volver al punto de partida". "Jackie..." "Lo sé. Sé que estoy siendo totalmente egoísta aquí. Y soy consciente de no poder evitarlo." Se dejó caer en la esquina del sillón. "Apenas tenemos sexo, Alex. Dios, solíamos hacerlos un par de veces a la semana. Ahora, si tenemos la energía suficiente para una vez al mes, tenemos suerte." Se sentí miserable y su mejor amiga sonrió cálidamente. Alex era una de las únicas personas que sabían, que el mayor temor de Jackie era el legendario lecho de muerte de las lesbianas. La idea de que ella lo sufriera la asustaba. "¿Has hablado con Rita sobre esto?" le preguntó con suavidad. "¿Sobre el sexo?” Alex contuvo una risita. "Bueno, sí, eso. Pero quiero decir todo. De cómo te sientes acerca de otro bebé". "Otro bebé, en este momento”, corrigió Jackie. "Hemos tocado muy poco el tema”. Alex arqueó una ceja y miró hacia otro lado. "Muy poco… Creo que tienes que tocar de nuevo. Y pronto". Jackie asintió a sabiendas e hizo una mueca. "Soy mala para eso,” "Lo sé. Pero, cariño, Rita tiene casi cuarenta años. No va a querer que esperar mucho más tiempo para otro niño. Necesitas hablar de esto. Ahora. Si no lo haces, te vas a pudrir y sólo te quedara resentimiento. Y no quieres que el resentimiento esté en tu relación. Las dos lo sabemos. Habla con ella.” Jackie apoyó la cabeza en el respaldo de la silla y dio un gran trago de su vino.

"Tienes razón. Voy a hablar con ella." "Bien." "Oh sabia mujer.” Alex soltó un bufido. "Sí, esa soy yo. Puedes decírselo al amor de mi vida, cuando este de pie a mi lado”. "Sucederá, cariño. Aparecerá aparecer tarde o temprano”. "Bueno, será mejor que se de prisa de una puta vez. Una no se está tan joven, ya sabes." Tomó un sorbo de vino, y miró hacia la televisión durante unos segundos, mientras la niña cantaba. Jackie se levantó para volver a llenar los vasos. "Así que hiciste un corralito para Kinsey hoy". "Así es." "Y Jennifer ayudó." "Así es. Se acercó cuando estaba empezando a poner las cosas y me ofreció sus servicios, así que nos mantuvimos ocupadas. Trabajamos muy, muy bien juntas. “Oye, ¿qué es eso que cuenta? " "Ofreció sus servicios, ¿eh?" Jackie movió las cejas burlonamente "Desafortunadamente, no esos servicios”. "Tal vez la Sra. De tu vida está más cerca de lo que crees, ¿eh? ¿Tal vez en la puerta de al lado?" Alex soltó un bufido. "Sí, claro. Obviamente estás olvidando una cosa muy importante. ¿Cuál es la palabra? Déjame… mmm… creo... Oh, sí. Un marido”. "Es una pena." "Y que lo digas. Aunque hoy ha pasado una cosa extraña, mientras estábamos en la tienda." Le contó el encuentro con Sarah, y cómo extrañamente Jennifer se había comportado. "Su cara me suena. Creo es de alguna jugadora de alguno de los equipos de voleibol contra los que hemos jugado o algo así. Estoy segura de que la he visto antes". "¿Familia?" "Por supuesto. Su novia vino a buscarla después de que Jennifer se escapara". "¿Dijo algo después?" "¿Jennifer? No. Se quedó muy intranquila y estaba como un poco cortada. Traté de conseguir que se abriera, pero no hablo. La situación con Sarah la asustó totalmente". "Eh. Si que es extraño." Estuvieron en silencio durante un minuto antes de que Jackie sonriera. "Tenerla a tu lado debe vencer a la mierda de la vieja Lady Cavanaugh, ¿eh?" Alex se echó a reír. "Tienes toda la razón." "Y es más divertido de ver." "Mucho. Mucho más divertido de ver”. "Ella tiene un gran culo." "Dios mío, sí." Se quedaron en silencio por un minuto, hasta que se miraron fijamente y empezaron a reírse, como en su época nostálgica de la universidad. Entonces Rita anunció que la cena estaba lista, y las dos amigas tuvieron que crecer de nuevo.

CAPÍTULO DIEZ

Hacía frío, y estaba nublado, antes del inicio de su primer partido de voleibol. Jennifer llegó a la playa muy temprano, sabiendo que necesitaría hacer una gran cantidad de estiramientos. A pesar de que había estado practicando con el equipo, todavía se consideraba a sí misma bastante oxidada. No quería sufrir ninguna lesión grave. Además, necesitaba todo el tiempo posible, para calmar las mariposas revoloteando en su estómago. Estaba terriblemente nerviosa. Se habían colocado tres tribunas, justo en la playa, cada una con una torre de madera en la que el funcionario correspondiente haría de árbitro. La arena era suave. Parecía limpia y acogedora. Recordó la advertencia de Alex, de no fiarse de ello. A pesar estar limpia y lisa, seguía siendo arena de playa y siempre podía haber objetos extraños enterrados. "Dios mío”, murmuro una oración. "Si puedes, me gustaría mucho que no pisar vidrios rotos". Cuando se sentó en la arena para estirar sus músculos, se dio cuenta de que había varios jugadores, que parecían ser tan nuevos como ella, y se preguntó quienes estarían jugando. Había un par de mujeres, que golpeaban una pelota, de un lado a otro, entre ellas, con suficiente competencia como para parecer que sabían lo que estaban haciendo, pero no tanto como para parecer amenazantes. Las dos jóvenes, en la mitad del patio, eran otra historia. Una de ellas estaba gruñendo, con ira, cada vez que golpeaba la pelota en el suelo. Uff. Espero que no juguemos hoy contra ellas. Pensó con temor. Alex le había asegurado que la liga era estrictamente recreativa, y que estaban allí para divertirse. Eso, por supuesto, no era garantía de que sus competidores pensaran lo mismo. Apartó los ojos de la mujer gruñendo, y se concentró en sus estiramientos de hombros y espalda. Ambos podrían ser áreas problemáticas para ella, ya que lo habían sido en el pasado, y lo último que quería era salir con una lesión durante su primer partido. Cuando pensaba que ya había estirado lo suficiente, se estiró un poco más, sólo para estar segura, y esperó a que sus compañeros de equipo llegaran. Jackie fue la primera. "Hola, extraordinaria jugadora”, saludó con una gran sonrisa. "No me des mala suerte”, le regañó. Jackie rió. "No te preocupes, cariño. Vas a jugar muy bien". Se apartó un mechón de su pelo rubio corto, detrás de la oreja, y sacó de su bolsa de deporte una botella de agua de color amarillo brillante, sellada con el logotipo de Kodak. "¿Dónde están Rita y Hannah?" "Nuestra sección de animadoras estará aquí en poco tiempo. Toda la tarde, es un poco largo para Hannah, así que Rita la traerá más tarde. Así podrán quedarse hasta el final, y Rita puede ver cómo lo hacemos. Prefiere ver el final que el principio". "No la culpo. ¿Ella no juega?"

"Ya no." Jennifer detectó un dejo de tristeza en la voz de Jackie. "Siempre ha tenido algunos problemas en las rodillas y fue a peor durante el embarazo. Su médico le sugirió, suavemente, que renunciara al juego y buscara algo que castigara menos sus articulaciones". "Vaya fastidio". "Eso seguro. Era una maldita buena jugadora. Se la echa de menos." Continuaron estirando, durante varios minutos, discutiendo cómo si las lesiones comunes de rodilla fueran algo normal en mujeres atletas. Steve y Nikki aparecieron poco después, tras haber topado el uno con el otro en el aparcamiento Steve llevaba, pantalones cortos a cuadros en tonos azules y verdes y blancos, camiseta con un pequeño logo, ilegible en el pecho izquierdo. Nikki estaba vestida de rojo, pantalones cortos de lycra, que acentuaban sus largas y bien formadas piernas, Jennifer puso sus ojos antes de que se quedara atrapada mirando. Su camiseta de color amarillo pálido en forma suelta. Las gafas deportivos de sol ocultaban sus ojos, lo que era un poco más desconcertante para Jennifer, que no podía decir si Nikki la estaba mirando o no. Unos tres minutos más tarde, David se unió a ellos. Parecía que había salido directamente de una revista. Su traje de baño, color naranja brillante, mostraba sus musculosas piernas y sus ojos azules con una camiseta que se aferraba a sus enormes hombros, como si estuviera mojada. Se sentó junto a Jennifer en el círculo y todos charlaron sobre su respectivo día. "Bueno, ya era hora”, Jackie reprendió en broma cuando Alex se acercó. "Lo siento. Perdí la noción del tiempo ", dijo Alex sin aliento. Tenemos el equipo más guapo en la playa, Jennifer pensó, suprimiendo una risita avergonzada cuando se sentó en la arena y observo a su amiga. Alex llevaba pantalones cortos de algodón negros y una camiseta de manga larga estampada en la parte delantera con la palabra "Provincetown" en letras finas y blancas. Su pelo oscuro estaba recogido en una coleta, aunque varios mechones de pelo se le escapaban. Sus mangas estaban dobladas hasta en centro de los antebrazos, revelando sus músculos y el comienzo de un verano broceado. La miró a la cara, sintiendo una inmediata sacudida, al darse cuenta de que Alex también la estaba mirando. Rápidamente miró hacia abajo y se puso a mover la arena de los pies. "Hola, vecina. ¿Estás lista?" Jennifer asintió. "Creo que sí. Lo sabremos muy pronto, ¿no?" Alex reconoció el nerviosismo en su voz, se puso en cuclillas junto a ella, y coloco una mano cálida, en la espalda. "Relájate. Vas a estar bien. Esto debe ser divertido, ¿recuerdas?" Su tranquilidad sonó dulce, y Jennifer sintió que su hoja de ansiedad bajaba una o dos puntos. "Diversión. Cierto." Asintió con la cabeza. "Estoy contigo." "Bueno." Sonrió, agarró la mano de Jennifer y tiró de ella para que se pusiera de pie. "Vamos." Se unieron al resto del equipo, que ya se había trasladado a su zona para hacer calentamientos. Se pasaron el balón, aflojaron los brazos y dedos. Luego se alinearon para hacer un poco de saltos. Jennifer se situó junto a la red, estudiando a sus compañeros de equipo uno a uno. Después de un rato, vio a Nikki retroceder y regresar al banco, donde hizo sus últimos estiramientos. Recordó que Alex le había dicho lo difícil que era encontrar una liga femenina de voleibol sobre arena. Simplemente no era tan interesante, y por ello en su mayoría las ligas eran masculinas o mixtas.

Dijo que en la mayoría de las ligas mixtas, un equipo formado por mujeres estaba permitido, pero un equipo formado sólo por hombres no lo estaba. Jennifer se estremeció al darse cuenta de que el equipo que estaba a punto de jugar incluía a la mujer gruñona, y que eran todos hombres, excepto una. Todos parecían muy jóvenes. Pensó ya que ninguno de ellos parecía tener más de veintidós años. El único jugador que tenía más años, era la chica, y la boca de Jennifer se abrió cuando vio a su salto vertical. Alex de repente se acercó a Jennifer, alcanzando su brazo izquierdo hacia arriba y detrás de la cabeza, estirando sus tríceps. "Joder. Estos chicos no parece que se estén divirtiendo, ¿verdad?" "Estaba esperando que dijeras que ya habías jugado con ellos antes, y que parecen más intimidantes de lo que realmente son". "Lo siento, cariño. Son nuevos este año." Oyó de nuevo el gruñido y vio a la mujer tirar la pelota hacia la arena, rugiendo con satisfacción. "Y un poco demasiado serios, si usted me lo preguntas." "Esto debería ser divertido", comentó Steve con sarcasmo, uniéndose a las dos mujeres al ver a sus oponentes. "¿Qué son, seis adolescentes?" "Chicos universitarios, apuesto", agregó Nikki, acercándose a ellos con un fruncir el ceño. "No me gusta jugar contra los universitarios. Son pendejos." Jackie y David terminaron su calentamiento y se unieron a los otros cuatro. Jackie asumió el papel de entrenador y sacó a los jugadores en un apiñamiento sólo con el sonido de su voz. "Está bien, escuchar. Estos cabrones van a ser difíciles. Pero eso es todo lo que son. Pequeños cabrones que piensan que lo saben todo. La mala noticia para ellos, es que saben todo sobre el poder y no saben nada acerca de la habilidad y la consistencia. Es por eso que vamos a ganarles. No nos dejemos intimidar. Ya jugábamos a este juego cuando ellos todavía estaban en la escuela primaria, así que los vamos a mandar de nuevo a clase, y enseñarles una cosa o dos. Manteneos alerta. No dejemos de moveros. ¿De acuerdo?" Su charla pareció despertar el equipo, llenándose de confianza. Se juntaron en un círculo. Hicieron una ovación rápida y el juego ya estaba en marcha.

Cuando Rita y Hannah llegaron, el partido estaba en la mitad del segundo juego. Habían ganado el primer juego, pero había sido una lucha y estaban agotados, seis de ellos empapados en sudor. Las cejas oscuras de Rita se levantaron por la sorpresa. Era inusual para el primer partido, de la temporada, fuera tan intenso. El cansancio ya había hecho mella, y les separaban ocho puntos. "¡Limpio!" Jackie gritó, al ver que el otro equipo había lanzado el balón por encima. Steve lo recibió con facilidad y lo envió con gracia, a Jennifer en la primera fila. Se fijó en Alex, pero el enfoque de la mujer de cabello oscuro estaba apagado y el monstruo de dos metros, en el otro lado de la red, no dejaba de gritar con deleite y a sus compañeros. "Lo odio", Alex murmuró mientras se alejaba de la red, sintiéndose derrotada. Jennifer la agarró del brazo, acercándose, para hablarle rápidamente en su oído. "Escúchame. Está sólo a un paso afuera y te está bloqueando por el interior. Ponte un paso más cerca de la red, de lo que estás, y golpea por la línea en lugar de por el centro de la cancha. Nadie está cubriendo esa zona." Vio como Alex absorbía la información, y luego lidiaba consigo misma. Se deslizó por la red, acercándose más, lo que obligaba a Nikki a jugar una fracción de segundo más tarde, de lo habitual. Cuando un saque golpeaba la red,

se daba como tanto muerto, y se llamaba salida lateral. Así fue como Jennifer lo recordaba. Pero al parecer, esa norma había cambiado. Una bola de red en el saque era ahora legal, para su sorpresa. No sólo parecía que se perdía un punto, con el cambio de esa regla, pero la gente que había estado jugando, por más de diez años, se le hacía difícil tenerlo en cuenta. Como testimonio de ese hecho, el pase de Nikki no fue muy bueno, pero Jennifer consiguió llegar a ella y servírselo a Alex otra vez. Este tiempo, era un enfoque perfecto. El monstruo de dos metros quería bloquearla de nuevo, gruñendo amenazadoramente, pero Alex mantuvo la calma cómodamente. Hizo lo que Jennifer había sugerido, clavando limpiamente el balón hacia abajo. Sonó el silbato. Punto. Alex gritó alegremente, en una imitación inconfundible de su bloqueador. Jennifer no pudo evitar sonreír. "Bonito Set", comentó Alex. "Bonito golpe”, Jennifer respondió, golpeando la mano levantada de Alex. "Ahora hay que prestar atención. Probablemente tendrán que bloquear allí y dejar algo más de espacio abierto.” Sonrió con una sonrisa deslumbrante y Jennifer sintió que su estómago hacía flip-flop. Cinco minutos antes, Alex se había sentido miserable y ahora estaba sonriendo. La parte egoísta de Jennifer quiso tomar el crédito por eso... y lo hizo. Jackie pidió tiempo muerto para descansar. Todos los miembros del equipo tomaron sus botellas de agua o Gatorade y bebieron profundamente. "Dios, me alegro de que no salta mucho", comentó Steve, limpiándose la cara con una toalla. "Nos hemos pasado a estas alturas." Estaba cubierto de arena de pies a cabeza, al igual que David. Los seis estaban empapados. "Buen trabajo, Alex”, Jackie la elogió. Saludó a Hannah, que estaba ocupada construyendo un castillo de arena. "Mantén los ojos bien abiertos. Sobre qué lugar están dejando sin cubrir". "Jennifer fue lo suficientemente amable para señalármelo." Sonrió a Jennifer. "Bueno, pues funcionó. Estamos consiguiendo enojarlos. No creo que les de igual perder, contra un equipo, en su mayoría de mujeres. Sin ánimo de ofender, chicos". "Ni hay problema" Steve respondió. "Ten cuidado con el tipo de la camisa roja", Nikki sugirió, señalando al hombre gruñendo con los ojos. "Él acaba de llegar a la primera fila. Lo he visto jugar por el interior. Él no es muy consistente, pero si obtiene un conjunto perfecto, su pique es tan rápido que ni siquiera se ve hasta después de que rebote". Jackie asintió y llamó la atención de David. Él era el más alto y el jugador más fuerte, por suerte quiso estar en la primera fila durante la próxima rotación. "Es todo tuyo, cariño." "En realidad no es mi tipo..." le respondió con una sonrisa irónica, y con un acento decididamente femenino en su voz. Jackie le dio una palmada juguetona. "Hey, él tiene un pene, ¿no?" "Buen punto." Hicieron su alegría cuando sonó el silbato, marcando el final del tiempo muerto, y volvieron a la cancha. Estaban de nuevo en apenas siete minutos, después de haber abandonado el segundo juego-set, por doce puntos. Se sentían abatidos cuando empezaron el tercer set. La oposición del otro equipo era poco menos que insoportable. Argumentaban, cada llamada de atención del árbitro, de forma completamente miserable. Eran descuidados en sus aproximaciones y aterrizajes. Bajaban peligrosamente debajo de la red, sacando de quicio a

Jackie y a Steve. No tenían espíritu deportivo alguno, y jugar con ellos simplemente no era divertido en absoluto. Pero eran buenos. Alex estaba cerca perdiendo los nervios. Jennifer se dio cuenta del ardiente disgusto en su rostro. Estaba siendo bloqueada de izquierda a derecha y la ponían nerviosa a la hora de golpear. De hecho, había pedido a Jennifer que, durante un tiempo, sirviera el balón a David, para poder recomponerse. Reflejando su última conversación en la cancha, Jennifer se acercó a Alex para hablarle. "No puedes ir a través. Debes rodearlo y será tuyo". Alex asintió con la cabeza, apretando su mandíbula y tragando saliva mientras se preparaba para recibir. Se arrancó por la red y Steve recibió. Su recepción fue mucho mejor, Jennifer presintió un cosquilleo de alivio cuando el saque se dirigió hacia él. Significaba que conseguiría un bonito pase fácil, lo que aumentaría, en gran medida, las posibilidades de conseguir una buena jugada con Alex y David. Puso la pelota en Alex, quien siguió el consejo de su vecina, golpeando alrededor de sus bloqueadores. No fue un golpe muy fuerte, pero lo consiguió, así como el fallo del bloqueador gruñón y eso le gustó. Recibió el balón y se lo envió a su compañero. Lo puso a la perfección para el hombre del gruñido, que subió de una forma impresionante, casi a cámara lenta, bloqueando a Alex y a David. Jennifer no vio su balanceo de brazos en absoluto. En realidad, no vio el balón, en absoluto, hasta que lo golpeó de lleno en la cara. No recordaba caer, pero cuando todo lo que vio fue el cielo. Todo lo que podía oír era el rumor de la sangre en sus oídos. Parpadeó rápidamente y todo se volvió oscuro. La siguiente cosa que supo, era que todo el equipo estaba inclinado sobre ella.

El rostro de Alex era en lo único en lo que podía concentrarse, la preocupación claramente estaba grabada en ella. Rozó suavemente flequillo de Jennifer. "Rita" Jackie gritó. "Hielo" Bueno, Pensó Jennifer. Lo he oído. Las orejas están trabajando de nuevo. Eso es una buena cosa. "¿Jennifer?", preguntó Alex. "¿Estás bien? ¿Cómo te sientes?" "¿Quieres que te diga cuál es la matrícula de mi coche?" Respondió Jennifer. Alex sonrió con alivio, y Jennifer se encontró pensando en aquella hermosa sonrisa. "Me siento como una idiota. Lo siento". "¿Por qué? Esa pelota habría bajado a cualquiera de nosotros. Vamos a ponerte un poco de hielo para reducir la hinchazón." Una bolsa de hielo apareció de la nada. Alex puso una mano en el lado de la cabeza de Jennifer, y apretó la bolsa de hielo sobre el ojo y la mejilla, con la otra. Apretó ligeramente cuando Jennifer se estremeció por el frío, su pulgar acariciando suavemente la sien de Jennifer. "Hey, ¿podemos terminar el juego?" Llamó una voz desconocida. Jennifer observó, con fascinación, como la cara de Alex se endureció, las aletas de su nariz y sus labios se convirtieron ligeramente en una línea delgada y recta. "Nikki, ¿podrías sostener esto por un momento?" Hizo un gesto con la bolsa de hielo. Nikki tomó su lugar, sorprendiendo a Jennifer con su suave tacto. Alex se puso en pie y desapareció. "¡Alex, no lo hagas!" Los gritos de Jackie brillaron a través de Jennifer, que no podía ver más que unas piernas moverse. Levantó la cabeza para ver lo que estaba pasando.

Eso fue un gran error. El mundo se inclinó sobre ella y apretó los ojos cerrándolos, gimiendo mientras se volvía a recostar. "¿Qué está pasando, Nikki?" Nikki lanzó al cabeza para mirar. "Ese fue el gran hombre gruñón que quiere terminar el partido. Alex fue a cantarle unas cuantas verdades en su cara. Jackie y David, afortunadamente, estaban cerca para alejarla, si se descontrolaba el asunto”. Había una sonrisa clara en su voz, que trajo una sonrisa a la cara de Jennifer también. Sólo podían escuchar fragmentos y pedazos de lo que se decía. Oyeron la voz de Alex gritando cosas como "divertido, que mierda" y "espíritu deportivo”. La idea de Alex saltando a su rescate hizo que se sintiera caliente. "Está bien, Jackie está tirando de ella", le informó Nikki. Entonces se echó a reír, con una risa de sorpresa. "El hombre en realidad parece que se siente mal. Al igual que un niño que acaba de ser regañado." Su voz tenía un tono de diversión. "Creo que debería salir de la cancha", dijo Jennifer, retirando la bolsa de hielo en su cara. De repente se sintió estúpida y avergonzada por todo el asunto. "¿Estás segura?" "Uh-huh. Tenéis que terminar y hacer tres puntos”. Nikki resopló. "Pero, ¿te golpearon en la cabeza no?" Jackie, Steve y David todos se unieron a ellas. Alex estaba a la defensiva, y era difícil mantenerla en su lado de la red. El rostro de Alex estaba rojo y sus ojos brillaban. "¿Cómo vamos?" Preguntó. Jennifer, estaba visiblemente calmada, con la sustitución de Nikki a su lado. "Mi héroe", Jennifer bromeó. "Ella quiere moverse fuera de la cancha para que podamos terminar el partido" Dijo Nikki. "Así podréis ganar el set", corrigió Jennifer. "Eso es lo que yo llamo espíritu de equipo." Jackie rió, tomando el brazo de Jennifer, para ayudarla a levantarse. "Whoa. Okay. Espera." Jennifer estaba entre Jackie y Alex, agarrándose fuertemente a las dos y esperando que el mareo disminuyera. No pasó mucho tiempo. "Está bien. Eso está mejor” .Las tres caminaron lentamente hacia donde estaba Rita, y se sentó en una silla de playa, con su ceño fruncido por la preocupación. Hannah se acercó corriendo, mirando a Jennifer, mientras se acomodaba detrás, abajo en la arena, con su bolso del gimnasio, apoyada detrás de la cabeza para que pudiera ver el juego. "¿Tienes mucho daño?" la niña preguntó con preocupación, cayendo de rodillas junto a Jennifer. "Sí, pero sólo un poco." Entrecerró los ojos grandes y azules, mientras inspeccionaba la herida. Se inclinó hacia delante, su fino pelo rubio cepillado estaba en el rostro de Jennifer, y le dio un beso tan dulce, en el pómulo, que hizo crujir su corazón, provocando la salida de lágrimas. "¿Mejor?" "Mucho mejor," susurró Jennifer, realmente tocada. "Gracias, Hannah". "Tú eres la cosa más dulce del mundo", dijo Alex a la niña, con el rostro radiante de orgullo. "¿Sabes que?" Hannah se limitó a sonreír, y se deslizó de nuevo, hacia sus juguetes en la arena. Alex tomó la mano de Jennifer colocando la bolsa de hielo en ella, presionando suavemente en la cara.

"Sólo veinte minutos más, ¿de acuerdo? Rita, mantendrás un ojo en ti, ¿verdad?" "Ir patearles el culo", ordenó a Jennifer. "Sí, señora". Jennifer gruño suavemente, y luego Alex se fue corriendo de nuevo a la cancha. Jennifer se fijó en que Rita la había estado observando todo el tiempo. La morena parecía demasiado divertida para su propio bien.

"Este es un coche muy bonito", comentó Alex, asintiendo con incertidumbre mientras conducía el Volvo de Jennifer desde la playa a su casa. Después de mucha persuasión, y más que un poco de insistencia, el plan había sido resuelto. Conduciría el coche de Jennifer y Jackie el de Alex, mientras que Rita las seguía para recogerla y llevarla a su casa. En una noche de voleibol normalmente, sin incluir lesionados, el equipo salía a tomar unas copas para celebrar su victoria o fruncir el ceño por su pérdida. En esa noche, como nunca, el equipo había acordado, en su conjunto, que a pesar de que habían ganado, no podían salir de fiesta sin Jennifer. Ella había protestado, como se esperaba, pero se decidió que definitivamente irían la semana siguiente, ganaran o perdieran. También estaban algo preocupados por una posible conmoción cerebral. Ella juró que estaba bien, sólo un poco confusa, y se negó a ir a urgencias. Alex y Jackie estaban de acuerdo, con su evaluación, pero Alex era reacia a dejarla sola, al menos por un tiempo. Cuando Jennifer mencionó que Eric iba a pasar la tarde en Buffalo, Alex se ofreció a llevarla a casa, para conseguir que se sintiera cómoda, y sentarse, con ella, durante el tiempo necesario, hasta asegurarse que no se durmiera hasta que estuvieran seguras de que estaba bien. Una vez llegaron, se detuvieron en el camino de entrada a casa, mientras veía a Jennifer cómodamente el asiento de pasajero. "Eric quería que me comprara un Cross Country. ¿Sabes a cuáles me refiero?" "¿Es la camioneta que parece un SUV? Son muy buenas". "Él cree que sí, también." "Y no es así." "Para mí, sigue siendo una camioneta. En mi opinión, conduces una camioneta o un minivan y todo el atractivo sexual se va por la ventana". Alex se rió entre dientes, mientras miraba el camino, donde estaba Rita en su minivan. Pensó en lo mucho que Jackie había luchado para no comprar una, por exactamente la misma razón que Jennifer tenía. Sin embargo, después de conducir durante dos días, había caído enamorada de ella y cantaba sus alabanzas, cada vez que tenía la oportunidad. Decidió mantener ese comentario de Jennifer para sí misma. Saltó del coche y se acercó a abrirle a Jennifer la puerta, antes de que tuviera la oportunidad de hacerlo por sí misma. "Mi señora”, le dijo con su mejor acento británico. "Hemos llegado. ¿Me permitís que le acompañe?" Le tendió una mano. "Alex, estoy bien", dijo con una risa silenciosa. "En serio. No tienes que hacer esto.”

A pesar de sus protestas, deslizó su mano en la de Alex, sintiendo el cosquilleo cálido de su piel. Sus ojos azules se encontraron con los de Alex, en un silencioso gracias, y Alex se encogió interiormente ante el profundo color

púrpura, que comenzaba a mostrar alrededor de su ojo, pensando en lo tierna que parecía. Entonces, sonrió ante la idea de Jennifer con un ojo morado. "En serio", dijo, como si Alex no la hubiera oído la primera vez. "Me preocupo. ¿De acuerdo?” Jackie llegó corriendo por el patio para dar las llaves a su amiga. "¿Cómo vamos?" "Estoy bien”, Jennifer le aseguró. "Aunque estoy aquí con la Dra. Foster, que parecer se un buen dolor en el culo". Jackie miró a Alex, fingiendo seriedad. "¿Ella no tiene ni idea, de cómo esta?" "No tengo idea", Alex dijo sin expresión. "Sí, muy graciosas, las dos." Apretó la mano a de Alex. "Vamos, doc., llévame dentro. Me siento un poco mareada". "Voy a poner Kinsey en su sitio, ¿de acuerdo? Puedes usar mi llave. "Jackie ofreció.” "Eso sería genial, Jack. Gracias". "Llámame si necesitas algo. Y vendré en un instante". "Gracias, Jackie”, dijo Jennifer con sinceridad. "Y dale las gracias a Ana por mí. Dale que su beso me hizo sentir un millón de veces mejor". "Lo haré." Los ojos de Jackie se reunieron a los de Alex, en un trance silencioso. Después de más de una década de estrecha amistad, las dos se podían leer una a la otra, con sólo mirarse. Alex le dijo con sus ojos que estaría bien. Jackie estaba satisfecha con eso y se fue. Alex y Jennifer saludaron a Rita, estacionada frente a la casa de Alex, luego entraron a la casa de Jennifer.

"¿Cómoda?" "Inmensamente". Acercó un vaso de té helado, sobre una montaña en la mesa de café, para que Jennifer pudiera alcanzarla. Estaba tendida en el sofá de cuero, con una camiseta rosa limpia y pantalones cortos blancos con peluches. Olía a talco de bebé. Los bordes de su golpe estaban húmedos tras haberse lavado la cara, mientras su cabello colgaba alrededor de sus hombros. El ligero adormecimiento en sus ojos, la hizo adormecerse, y Alex pensó que era simplemente adorable a más no poder, incluso con la magulladura desagradable, no estropeaba el panorama general. Mientras bebía de su propio vaso, examinando sus opciones de asientos y deseando poder tomar una ducha rápida. Jennifer levantó las piernas un poco y señaló el extremo del sofá con la barbilla. "Toma asiento". "Estoy llena de arena", le advirtió. "Siéntate". ¿Voy a discutir con una orden directa? Alex pensó. Creo que no. Se sentó, obediente, hundiéndose en la piel deliciosamente suave, y Jennifer llevó los pies en su regazo y eso fue todo. Alex no tenía intención de volver a moverse de nuevo. No eres más que una tonta, por una bonita chica, se reprendió. Una hermosa, y casada chica. "Hey, pensé que Eric iba a venir al partido."

Tomó un sorbo de su té, tratando de pensar en cualquier cosa menos en la suave piel de las pantorrillas firmes, que descansaban contra su pierna. Jennifer suspiró suavemente y una nube oscura pasó sobre su cara. Tomó un sorbo de su copa. "Sí, iba a hacerlo. Al parecer, se quedó atascado en la oficina. Una vez más." Hizo una mueca al recordar el mensaje de correo de voz, que le había dejado en su móvil. Le habría gustado que estuviera allí, para verla jugar, pero obviamente, una vez más, había tenido cosas más importantes que hacer que pase tiempo con su esposa. Como de costumbre, Alex la observó con atención, preocupada por su repentino cambio de comportamiento. "¿Estás bien?" "Si. Ni siquiera sé más, Alex." "Dime". Volvió a suspirar, sopesando los pros y contras, de abrirse con aquella mujer. Estaba segura de que el golpe en la cabeza la había dejado débil, por lo que decidió que tenía que hablar con alguien, totalmente imparcial, de lo que pasaba en su familiar. Lo había estado pensando durante mucho tiempo, pero nunca había dicho nada. Decir las palabras lo haría más real, y no sabía si estaba lista para ello. Levantó la vista y se encontró con la mirada suave y marrón de su vecina, una mujer que se estaba convirtiendo rápidamente en la mejor amiga que había tenido, y eso le hacía sentir segura. Respiró hondo, preparándose para el impacto del sonido que las palabras tendrían, y habló. "Creo que está engañándome.” Ya está. Lo dije. Esperó que las paredes se vinieran abajo, pero se mantuvo en silencio, el suave chapoteo del agua era el único sonido. Sintió una sensación de casi aliviado. "Oh, vaya”, dijo Alex suavemente. "¿Estás segura?" Se frotó su ojo sano, asintiendo con la cabeza lentamente. "No soy estúpida. Debe pensar que lo soy, pero no. He llamado a la oficina de Buffalo en varias ocasiones, por la noche, cuando se supone que debe estar allí, y solo salta la centralita o su correo de voz, pero nunca lo localizo. Lo he intentado en su móvil, pero él afirma que la recepción va misteriosamente mal, y que no recibe mis llamadas. Siempre está hablado de lo duro que está trabajando, pero he oído mencionar a su padre que está preocupado por su falta de atención.” Tomó otro sorbo de té, con cuidado para no mirar a Alex. "Casi nunca tenemos sexo, y cuando lo hacemos, siento como si fuera por mí." Ninguna de mis amigas tiene relaciones sexuales. Fue el primer pensamiento de Alex. No estaba segura de qué decir o hacer, y que se encontró un poco sorprendida por la falta de ira, en la voz de su amiga. No parecía muy enojada, sólo triste y sorprendentemente aliviada, así que era algo que había estado pensando desde hacía bastante tiempo "¿Qué vas a hacer?" Finalmente preguntó, con voz suave. Jennifer miró a su copa como si buscara la respuesta. "No tengo ni idea". Se sentaron en silencio durante varios minutos, cada una perdida en sus pensamientos. Alex se dejó caer un poco más en el cuero, apoyó los pies descalzos sobre la mesa de café, y descansó su mano suavemente sobre Jennifer, como muestra de apoyo. Intentó no prestar atención a lo bien que se sentía al tocar la piel de la joven mujer entre sus dedos. Mientras miraba a la cara de Jennifer, se dio cuenta que su vecina parecía más cansada que triste, y sabía que debía mantener la conversación, con el fin de mantenerla despierta, al menos durante un tiempo más. Eric era un tipo definitivamente fuera de sus límites, pero quería animar a su amiga. "Hey, ¿cómo va la decoración?"

El rostro de Jennifer iluminó ligeramente. "Muy bien. Creo que por fin tengo todos los pequeños detalles pensados para el dormitorio principal. Y adivina lo que hice". El brillo de sus ojos había vuelto y Alex sabía inmediatamente que esta era la pasión de su amiga. Le resultaba entrañable y halagador que decidiera compartirlo con ella. "¿Compraste nueva pintura?" "No. Todavía no, de todos modos". "¿Has empezado a rascar la pared?" "No." Se echó a reír. "Me rindo." "Me rompí pintado la pared. Esa pared." Alex frunció el ceño y sacudió la cabeza. "Esa pared, ¿qué pared?" "La pared de color púrpura." "La pared de color púrpura." Negó con la cabeza, y le dio un codazo para que recordara. “Oh! ¡Las muestras de pintura para la pared! ¿Pintaste la pared de color púrpura? ¿Púrpura?" "Así es." La cara de Jennifer estaba radiante, positiva. Alex la encontró intoxicante con sólo mirarla. "Al final qué, ¿oscuro púrpura? ¿Igual que los morados que estuvimos viendo?" "Así es." "Al igual que, ¿morado como tu ojo?" "Hey! Cállate." Le dio una patada a Alex juguetonamente. "Se llama profundo berenjena." "¿Y? ¿Estas satisfecha con ello?" "Es un color increíblemente sensual. Me encanta." "Ooo, sensual, ¿verdad? Yo diría que es más bien apropiado para un dormitorio, ¿no?". Alex meneó sus cejas con fingida aflicción. "¿Sí? ¿Quieres verlo?" Le sostuvo la mirada de sorpresa de Alex, sin lugar a dudas estaba coqueteando de nuevo, superando a Alex en su propio juego. "Mañana." Jennifer sonrió, saboreando su victoria, a pesar de que sus ojos parecían nadar un poco fuera de foco. "Profundo Berenjena, ¿Eh?” "Uh-huh. El tipo de ventas, que me atendió, fue genial. ¿Sabías que hay una cosa llamada imprimación tintada?” "¿Tintada? Pensé que era imprimación en blanco". "No tiene por qué serlo. Está teñido, y así la pintura cubre mejor. Estaba en lo cierto. Se ve muy rica y suave. Tuve que pintar menos capas y mucho menos esfuerzo del que esperaba". "Entonces, ¿es seguro asumir que tu más reciente viaje a Chase-Pitkin fue mejor que la anterior?” Alex sabía que era un delicado tema, para su amiga recién llegada y más, con un golpe en la cabeza. Quería que pudiera hablar más abiertamente, pero su comportamiento era demasiado tentador para resistirse a insinuar su pregunta. Quería aprovechar la oportunidad y ver si podía encontrar más información sobre la misteriosa Sarah. "Dios, eso se siente bien”, Jennifer murmuró, casi para sí misma, cerrando los ojos. Alex frunció el ceño, preguntándose a qué se refería, entonces casi jadeó en voz alta cuando miró hacia abajo. Para su horror, estaba amasando suavemente los músculos de la pantorrilla de Jennifer con sus dedos. En

respuesta, Jennifer estaba empujando su trasero hacia abajo en los cojines. Se obligó a parar, pero sus manos se negaron a obedecer. A cambio, se decidió seguir hablando. "Entonces, ¿no hay patrones de miedo que te envíen corriendo a la salida de nuevo?" Jennifer se echó a reír, con los ojos todavía cerrados. "Sarah. ¿Qué demonios estaba haciendo allí?" "Parecía feliz de verte." Resopló Jennifer. "aunque tú no parecías muy feliz de verla, ¿verdad?” "Teniendo en cuenta que la última vez que la vi, ella estaba haciendo estragos en mi corazón, no." "¿Perdón?" Whoa! ¿Qué demonios? pensó Cautelosamente, tocó su ojo hinchado, hizo una mueca, y luego suspiró. No había querido entrar en ese tema. Nunca había hablado de ello con nadie, pero el efecto de ser golpeada en la cabeza, la dejó sintiéndose casi borracha, y no podía dejar de andar diciendo cosas que no debería. Y la verdad era que le debía una explicación a Alex, por lo que había sucedido ese día. Volvió a respirar hondo. "Sarah y yo... no era esto... teníamos algo." "¿Algo?" Alex parpadeó. "Sí, algo", replicó ella, más bruscamente de lo que había pretendido. "No sé cómo le dicen." Sostuvo la mirada de Alex. "¿Qué?" Le espetó con expresión de total asombro. "Nada. Nada. Sólo estoy... “Su voz se fue apagando. "¿Sorprendida?" "Bueno. En una palabra, sí." Jennifer se encogió de hombros. "Sí, bueno, por lo que era yo"

Se quedó en silencio, absorbiendo el hecho de que Jennifer había tenido "algo" con una mujer. De repente, inexplicablemente, y de forma inesperada, todas sus percepciones de su amiga habían cambiado. Deseaba presionar sobre el tema, para obtener más información. Obviamente, era un tema delicado, pero no quería que terminara así la conversación. Jennifer no parecía estar muy dispuesta a ofrecer más, o al menos por el momento. Por mucho que Alex quería explorar, decidió respetarla, y dio marcha atrás, al menos por un rato. Se quedaron ambas en silencio. "¿Cómo está tu cabeza?" preguntó finalmente. "Todavía estoy un poco atontada. Creo". Alex se rió entre dientes, mirando sus manos que aún viajaban como si tuvieran pequeñas mentes propias. Se trasladaron por los fuertes músculos de Jennifer, masajeando sobre sus tobillos, y luego se asentaron en sus pies, amasando, frotando, y presionando con fuerza en el arco, hasta que Jennifer gimió, retorciéndose ligeramente. "¿Demasiado fuerte?", preguntó Alex. "No Perfecto ", susurró.” Tienes unas manos increíbles". El tono de su voz era baja y sexy, e hizo que Alex tragara saliva, mientras oía sonido de los latidos de su corazón golpeando en la cabeza. Tuvo un repentino destello de Jennifer, con esa voz ronca y áspera, diciendo su nombre en su oído mientras violada su cuerpo con las manos, la boca y lengua.

La mente de Alex le gritó, advirtiéndole de que las cosas estaban yendo demasiado lejos, y que Jennifer simplemente estaba disfrutando de su atención física. Negó con la cabeza un poco, luego deslizó una uña por la planta del pie de Jennifer, lo que la hizo que saltara de la sorpresa y tirara el momento a la basura. "Hey”, se quedó sin aliento, un poco molesta. "Sólo me aseguro de que estás despierta", respondió inocentemente, palmeando la pierna de Jennifer en un gesto que le dijo desear levantarse. Para ella era necesario levantarse rápido. "Estoy despierta", bostezó Jennifer. "No me quiero ir, pero lo estoy". Alex miró el reloj, habían pasado tres horas desde su lesión. "¿Todavía estás mareada o desorientada?" "Me siento bien. En serio. Un poco de un dolor de cabeza, pero creo que estoy bien". Alex estudió su rostro por la sinceridad y la encontró. "Yo también. Aun así, No quiero que estés sola. ¿Qué tal si voy a sacar a Kinsey, vuelvo aquí para pasar un poco más de tiempo? ¿Te parece bien?" Jennifer sonrió dulcemente desde el sofá. "No tienes que quedarte, pero no voy a rechazar tu oferta. Me gusta cuando estás aquí." La honestidad entrañable de su declaración calentó el corazón de Alex, y ella le sonrió. "¿Volverás?." "Volveré". Una vez fuera, Alex respiró hondo, varias veces, en la noche fría, moviendo sus manos errantes mientras cruzaba hacia su casa. Jesús, Foster, también podrías arrancándole la ropa con los dientes. ¿Qué diablos te pasa? Poniendo los ojos, se distrajo de su auto desprecio por los estridentes ladridos entrecortados de su Westie. Se inclinó sobre la pequeña valla y lo recogió. "Oye, amigo,” susurró cariñosamente, aceptando sus besos. Abrió la puerta y lo puso en el suelo de la cocina. Su peluda cola blanca agitó continuamente mientras juguetonamente le regañaba por llegar tan tarde a la cena. Se habría sentido mal si realmente no fuera tan condenadamente lindo, con sus pequeños labios negros en forma de O." "Lo sé, lo sé. Lo siento." Llenó su copa, divagando con su explicación, como si hablar con un padre irritado. "Lo habría hecho cuando llegamos aquí antes, pero Jennifer se lesionó y nos preocupaba que pudiera tener una conmoción cerebral, por lo que me ofrecí a quedarme con ella un poco." Kinsey le miró con suspicacia mientras comía. - "Para mantenerla despierta, sabes. Sólo para asegurarme de que estaba bien. Deja de mirarme así." Apartó la mirada con aire de culpabilidad, y se ocupó de los platos que había dejado en el fregadero, del desayuno, con la mente vagando de nuevo a la anterior conversación. ”Tuvimos algo”. Y eso sólo podía significar una cosa... ¿no? La frase -Tener algo- era una evasiva bastante común, ¿no? Jennifer y Sarah habían sido amantes. Jennifer había estado con otra mujer. "¿Y qué?", Dijo Alex en voz alta, molesta por el camino que su mente estaba tomando, pero no pude evitarlo. Una gran cantidad de mujeres habían estado con otras mujeres. ¿No era una gran cosa si Jennifer tenía…? Sonrió mientras sintió un calor familiar extendido por todo su cuerpo, seguido de un ligero cosquilleo en el estómago. Siempre había pensado que había algo increíblemente sexy y erótico en una mujer "hetero", que de vez en cuando bateaba en el otro equipo. Se echó a reír, sacudiendo la cabeza para librarse de la idea, y entró en el dormitorio para cambiarse de la ropa, sacarse la arena, y tomar infusión. Algún día, voy a conseguir que me cuentes todo sobre Sarah. Con todo detalle. "Vamos”, llamó y agarró su correa. "Vamos air a ver a tu novia, y asegurarnos de que no ha comenzado sin nosotros".

Alex estaba segura de que no haberse ido más de veinte minutos, pero cuando abrió la puerta de la terraza abierta de Jennifer, no pudo hacer otra cosa que sonreír cariñosamente. Jennifer se había quedado dormida, su respiración profunda y regular. Uno brazo estaba colocado descuidadamente sobre su cabeza y colgaba, sobre el extremo del sofá. El otro estaba sobre su estómago. Una pierna la tenía inclinada, por lo que su parte inferior del cuerpo parecía la letra 'p' Alex se detuvo y la estudio por lo que pareció mucho tiempo. Vio algo diferente, que le tomó varios minutos averiguar por qué. Finalmente se dio cuenta de que parecía infinitamente más relajada. Nunca pensó en su joven amiga, como una mujer tensa, de no haber sido por el tan dramático cambio mientras dormía. ¿Qué te tiene tan estresada? pensó, deseando poder hacerlo mejor. Se inclinó para desenganchar la correa de Kinsey y lo dejó vagar. "No te metas en problemas ", advirtió en voz baja mientras se puso a trabajar con su ordenador. Se debatió entre si despertar a su amiga o llevarla arriba. Apoyó su mano en la frente de Jennifer, y luego en sus mejillas. La sentía perfectamente normal, fresca y suave. Exhaló un suspiro de alivio que no tenía, y se dio cuenta de que se había estado conteniendo. Tiró de la manta, en la parte posterior del sofá, y la colocó suavemente sobre el cuerpo dormido. Sin pensar, se inclinó hacia delante y le dio un beso tierno en la frente. Se sonrojó de vergüenza cuando se puso de pie y reconoció lo que había hecho. Ten cuidado, Foster. Te estas metiendo en un profundo... Hizo una mueca al oír la voz en su cabeza, preguntándose por qué no estaba presa del pánico, ante la posibilidad de enamorarse de una chica hetero. La miró con nostalgia, pero sabía que regresar a ese lugar ya no era una opción. Entrecerró los ojos mientras observaba a Kinsey que saltó, sobre el cuero, y se hizo una bola colocándose en el hueco de la rodilla de Jennifer, y de forma posesiva apoyó la cabeza en su muslo. Alex estaba segura de que le estaba sacando la lengua. "Pequeño bastardo", murmuró Encontró una segunda manta, y supuso que podría usarla para sí misma, miró a través de la habitación, y se acomodó en las sillas de gran tamaño. Frunció los pies, y apoyó la cabeza en su mano, observando a su amiga mientras dormía, sintiendo una mezcla de frustración, excitación, afecto y tristeza.

CAPÍTULO ONCE

Dios, me duele la cabeza. Fue el primer pensamiento que cruzó su mente, mientras salía desde las profundidades de un sueño. El rayo de luz solar, que la despertó, la sintió como una lanza que hacia un corte sobre su párpado e hizo una mueca dolorosa, llevando su mano como un escudo. Por una fracción de segundo, se sorprendió por el movimiento cerca de sus piernas. Pronto se dio cuenta que era sólo Kinsey y sonrió con afecto. "Oye, guapo”, susurró mientras se acercó cautelosamente a su torso, asegurándose de tocar todos sus puntos más sensibles. Así, lo que la hizo gruñir cómicamente. Le lamio su rostro con su suave lengua rosada. Era algo que Jennifer normalmente lo encontraría un poco desagradable, pero era tan suave y tenía tanto cuidado, con sus ojos, que no tenía el corazón para detenerlo. Él era como una madre que cuidaba de su cría, y se sintió conmovida por su bondad. Volvió la cabeza hacia la izquierda y se preguntó qué hora era. Cuando entornó los ojos para ver el reloj, su mirada cayó sobre Alex, que estaba profundamente dormida en el sillón al otro lado de ella, y su corazón se derritió cuando se dio cuenta de que Alex había elegido ese lugar para poder cuidar de ella durante la noche. Jennifer miro con fascinación como el pecho de Alex se levantó y cayó relajado por el sueño. Su brazo derecho sostenía la cabeza, con los dedos acurrucados en su alborotado, y oscuro pelo. La manta tapaba su cuerpo, pero sus pies y piernas desnudas estaban expuestas, siguió la longitud visible de ellos, a partir de la uñas de los pies, pintadas de color burdeos, y lentamente fue observando hacia arriba, con sus ojos acariciando la piel de Alex, se acordó de cómo las manos de Alex acariciaban su piel la noche anterior. Mientras su mirada se deslizó sobre ellas, que eran de apariencias lisas y bien definidas, su mente repetía la sensación de los dedos fuertes y seguros, apremiantes, experta en su piel. Recordó vívidamente su propia incapacidad para impedir retorcerse y la repentina, e inesperada humedad en su ropa interior, por Alex. Jennifer se humedeció los labios secos de repente, mientras sus ojos continuaban su recorrido. Se detuvo abruptamente en el borde de un par de pantalones cortos negros, la tela se extendía a través del muslo de Alex, tan duro y fuerte, como un ladrillo de la pared. Volvió la mirada hacia el techo y dejó escapar un largo y frustrado aliento. "Mierda", susurró, asustada y excitada a la vez por la reacción erótica de su cuerpo, causada simplemente por observar a Alex. Esto no es bueno. No está bien. Le faltaba el aire. Necesitaba despejar la cabeza, quitarse el torpe y palpitante dolor. Su cabeza era un torbellino con demasiados pensamientos. Tomo la correa del suelo, junto a la puerta, para Kinsey, logró llegar por sí misma al perro y sin despertar a Alex. Deslizó sus pies descalzos en los Nikes de Alex, que eran dos tamaños más grandes para ella, para protegerse del rocío de la mañana, y ella y Kinsey se dirigieron hacia el acogedor sol. "Hasta aquí la teoría de fase", - murmuró mientras ella y el perro paseaban por la hierba mojada. Se sentía como si hubiera sido golpeada con un 4x4, en más de un sentido. De repente, tenía otra cosa que admitirse, a sí misma, la verdadera naturaleza de su atracción por Alex. No era admiración, como había sospechado

inicialmente. No era el culto al héroe, de alguien que estaba haciendo exactamente lo que quería en la vida. Ni siquiera era simple amistad. Lo que era cierto, era que tenía envidia de la confianza de Alex y que disfrutaba siendo su amiga, pero aquello parecía absolutamente una minúscula, cuando la sombra de la real verdad aparecía. Volvió la cara hacia la cielo, dejando que el calor del sol callera sobre ella para absorberlo. La verdad era que no quería ser amiga de Alex. Quería más, mucho más que eso. Quería tocar su piel, para medir la suavidad y la temperatura de la misma, con los dedos. Quería probar los labios de Alex con los suyos. Quería deslizar su lengua en la boca de la otra mujer y por cada centímetro de su cuerpo y quería oírla decir su nombre. Se sentó pesadamente en el extremo del muelle cuando su propia realidad finalmente comenzó a ser asimilada. Parpadeó ante el agua, aunque en realidad no estaba mirando, y dejó escapar un largo y lento suspiro de derrota. Como si sintiera su estado, Kinsey se sentó en silencio a su lado, esperando pacientemente a su próximo movimiento.

Esto no le había sucedido desde Sarah. Casi se había convencido, así misma, que lo vivido con Sarah en realidad había sido una fase, una experiencia universitaria. Claro, todavía se fijaba en las mujeres, todavía pensaba que eran atractivas y sexys. Había incluso, ocasionalmente, preguntado cómo sería dormir con una mujer de nuevo, si le gustaría, pero en su mayor parte, lo tenía asumido como sólo una cosa pasajera, un capricho pasajero, un sueño erótico. No había habido una mujer que la golpeara con tal intensidad de fuego como con Sarah. No hacía demasiados años. No hasta que Alex. "¿Qué diablos voy a hacer, Kinsey?" Él la miró expectante, sus oídos aguzando como listos, pero no ofreció soluciones. Pensó en decirle a Eric. Él sabía de Sarah, al menos después de los hechos. Lo había tomado sorprendentemente bien, encontró un lugar aceptable, entre sus celos y su excitación. Ayudó que aquello no hubiera entrado en gran detalle emocional. No tenía ni idea que había estado totalmente enamorada de aquella mujer, Jennifer no se lo había dicho. Él, al igual que su madre, había asumido que ella estaba experimentando y nunca lo había corregido. Nunca se había sentido tan amenazado como probablemente debería haberlo hecho. En aquel entonces, le había dicho, por respeto, que no quería manchar su amistad o iniciar su matrimonio con una mentira. Las cosas eran diferentes ahora. Ahora, estaba pensando en contárselo por despecho, poner su dolor en represalia, por lo que estaba haciéndole a ella. La charla con Alex, sobre sus sospechas la noche anterior, había sido la primera vez que lo había hablado en voz alta, la infidelidad de su marido, la primera vez que se había atrevido a decir algo en voz alta. Y ahora, estaba enfadada. Porque definitivamente, su matrimonio no era perfecto, y ambos lo sabían, pero había una línea que Jennifer siempre asumió que ninguno de ellos cruzaría. En lo que a ella se refería, él la había cruzado. El resentimiento ardiente de violencia que sentía, se convirtió en un ojo por ojo. Había cruzado la línea, ¿por qué no iba a hacerlo ella? ¿Si para él era aceptable por qué no para ella? ¿Qué pasa si vuelvo, tomó a Alex de la mano, la llevó escaleras arriba, a la habitación? Lo justo sería justo, ¿no? El movimiento de Kinsey no pudo haber sido mejor. Él pateó suavemente sobre ella, para descarrilar su tren de pensamiento. Ella negó con la cabeza, asqueada con el cambio que sus sentimientos habían tenido. Nunca había pensado, en sí misma, como el tipo de persona que podría engañar a su cónyuge. Siempre había estado absolutamente en contra de semejante traición, pero en ese momento, estaba comenzado a entender, que tal vez en realidad había razones por las que la gente hacia tales cosas. Tal vez, cuando faltaba algo en una relación, podría tener sentido, que la mitad pudiera ir a buscar en otro lugar. No estaba particularmente encantada con esa forma de pensamiento, pero tuvo que ceder a la lógica. Se puso de pie, tomó otra profunda respiración, llenado de aire fresco del lago a sus pulmones, y luego llevó a Kinsey hacia la casa. Justo al llegar al

escalón superior de la terraza, la puerta se abrió y fueron recibidos por la mirada soñolienta de Alex. Su pelo oscuro, colgaba alrededor de sus hombros, alborotado y adorable. Jennifer sonrió. "Buenos días, dormilona”, dijo ella, tratando de evitar sus ojos, cuando Alex llegó por encima de su cabeza y se estiró lentamente con un bostezo. La elegancia de su cuerpo, resultó ser demasiado grande, pero Jennifer estaba agradecida de que Alex, hubiera cerrado los ojos, mientras ella flexionaba, porque iba a ver la dirección del seguimiento de sus ojos, por todo su cuerpo. Alex se frotó los ojos, y luego se centró con su amiga. "¿Cuánto hace que te has levantado?" "Tal vez una media hora." Entró en el espacio de Jennifer y antes de que tuviera tiempo para reaccionar, sus dedos cálidos se posaron suavemente alrededor de la herida del ojo. Hizo una mueca de dolor, sólo una vez, en lugar de encontrarse a sí misma deleitándose con el tacto. "Se ve bien", finalmente anunció Alex. "Un poco negro y azul, pero la hinchazón más o menos se ha ido." "¿Seguro? Tenía miedo de mirar". “Tu rostro se ve tan bien como siempre, pero con un toque de... ". "¿Un toque de color?" "Exactamente". Se rieron un minuto. Cuando se detuvieron, sus ojos se encontraron y de repente, fue como si fueran las únicas dos personas en el mundo. Jennifer no podía haber desviado la mirada si hubiera querido, y no lo hizo. Se sentía tan segura en el marrón de aquellos ojos. Todos los sonidos del mundo exterior se desvanecieron, sólo sentía su sangre en sus oídos. No fue hasta que comenzaron a moverse los labios de Alex, que se dio cuenta de que había vuelto a centrar su mirada en la boca de Alex. Parpadeó varias veces, tragando saliva. "Lo siento. ¿Qué? “Sinceramente esperaba que su voz no sonara tan chillona como pensaba que lo hizo. "El teléfono. Está sonando el teléfono”. Como por arte de magia, el sonido exigente del teléfono sonó a través del aire. "Oh. Supongo que será mejor que conteste". "Sí". Le entregó la correa de Kinsey, y entró en el interior. Cogió el teléfono, de la mesa de café, mientras que su amiga la miraba sonriendo al darse cuenta de que sus propios zapatos estaban en los pies de Jennifer. "¿Hola?" Sonrió tímidamente, mientras se sacaba las zapatillas de deporte "Hola, cariño. ¿Cómo te va? " Sintió el ceño cruzar su cara al oír el sonido de la voz de su marido. "Estaría mejor si hubieras venido al partido de anoche, como pensé que ibas a hacer". Lo que vio, con sorpresa, al encontrarse con la mirada de Alex, fue cómo la alegría desaparecía de su rostro, lo que provocó que ella misma se mareara ligeramente. Alex cogió sus zapatos y empezó a ponérselos. Jennifer desvió la mara hacia los cojines del sofá. "Lo sé, cariño. Lo siento. Me quedé atrapado. Saunders rompió su trato y tuvimos que conseguir otro para esta mañana. No tenía otra opción. Ya sabes cómo funciona." Su voz era sincera, muy cargada con un sabor de disculpa "hubiera preferido estar allí contigo. Ya lo sabes." En contra de su voluntad, sintió que su ira se derretía como un copo de nieve bajo el sol, a pesar de que se esforzaba por quedarse con él. "Lo sé. Realmente quería que estuvieras allí. Me dijiste que lo harías." "Te dije que iba a intentarlo. Lo siento, cariño. ¿Ganaste? ¿Cómo estuvo el partido?" Jennifer miró hacia arriba para ver a Alex en la puerta, con Kinsey detrás. Para su sorpresa, ella se asustó.

"No, quédate. ¿Por favor?" "¿Qué?", Preguntó Eric, confundido. "Me tengo que ir a casa", dijo Alex, sin detenerse en su salida. "Pero no he podido darte las gracias”, se quejó, luego hizo una mueca, ante el sonido de su propia voz. "¿Con quién estás hablando?" Eric preguntó con perplejidad. "No fue nada. Me alegro de que te sientas mejor." Parecía tener demasiada por irse, y Jennifer no sabía cómo detenerla, quería arrojándose alrededor de los tobillos de la mujer. "Te veré más tarde, ¿de acuerdo?" Con eso, cerró la puerta. Jennifer la vio saltar por los escalones de la terraza y siguió su cabeza a través del patio. Sintiendo un agudo sentido de pérdida. "¿Jen? ¿Estás ahí?" Ella suspiró en el teléfono. "Sí, estoy aquí." "¿Con quién estabas hablando?" "Con Alex". "¿Ha pasado muy temprano?" "Ella pasó la noche aquí." "¿Perdón?" Su tono era bastante juguetón, pero la implicación estaba allí. Jennifer jugaba con la idea de no decirle nada, de hacerle pensar lo que sea que él quería. Entonces decidió ser una adulta, de nuevo, y se sentó a contarle la historia del partido y la bola golpeándola. Eric tragó saliva mientras dejaba la parte posterior del teléfono en su soporte. La preocupación, que se había instalado en la boca del estómago, amenazó con expulsar el desayuno que había pedido al servicio de habitaciones una media hora antes. Se dejó caer sobre la cama king-size del hotel y suspiró, dejando los extremos de la corbata colgando de su cuello. Apoyó los antebrazos en las rodillas y agachó la cabeza. ¿Justicia poética? ¿Es eso lo que era? El hecho de que se despertara, por sí solo, no quitaba que en realidad había pasado otra noche con una mujer que no era su esposa. A su vez, ella había pasado la noche con una lesbiana. No, no en el sentido bíblico, no como él, pero habían pasado la noche de todos modos. Por supuesto sabía, a través de Dawn, de su jocosa advertencia sobre su nueva vecina. Sacudió la cabeza, reprochándose que nunca debió contarle a su hermana sobre Jennifer y Sarah, porque en todo momento, ella había dejado su deber de velar para él. ¿No había sido una fase? ¿No había sido Sarah simplemente un experimento? ¿No era eso lo que algunas chicas hacen en la universidad? Se habían aferrado a esa esperanza, a esa idea, desde el primer día de su matrimonio. Se había prometido no reprimir, pero él la observaba con atención, prestó atención a las personas con quienes se asociaba. Para su sorpresa, no había muchas. No tenía muchos amigos, aunque nunca entendió por qué. Ella era muy agradable. Amable, inteligente e ingeniosa, pero de alguna manera él sólo podía pensar en un par de mujeres con las que pasó el tiempo. Tenía a Kayla, Dawn y ahora tenía a Alex.

La agitación en su estómago continuó, mientras se pasaba una mano por el rostro recién afeitado. Por primera vez en años, se permitió pensar en lo que había estado evitando durante tanto tiempo. Mi matrimonio se está desmoronando. Cerró los ojos frente a la amenaza de las lágrimas.

"Maldita sea." Tiró la correa de Kinsey al suelo, y luego se quitó los zapatos, violentamente. "Maldita sea. Maldición. Dios maldito, maldita seas." Sacudió la cabeza con disgusto y miró perro. "¿Cómo puedo hacer esto? ¿Cómo es posible que después de tantos años, todavía siga siendo una maldita estúpida? ¿Puedes darme una pista? Porque no lo sé." Cuando escucho su tono de voz, los oídos de Kinsey se volvieron contra su cabeza. La miró parpadeando, puso el rabo entre las piernas, preguntándose qué podría haberla hecho enojar tanto. Ella inmediatamente se sintió culpable y lo recogió en sus brazos, abrazándolo con fuerza. Como respuesta él le lamió la cara. "Lo siento, amigo. No estoy enfadada contigo. Estoy enfadada conmigo misma.” Lo había hecho de nuevo. Había dejado que la simple atracción física, de alguna manera, le permitiera vislumbrar un extra. ¿Qué pasa si...? El problema era, no habría un… ¿Qué pasa si...? Jennifer estaba casada y Alex podía ser un montón de cosas, pero nunca rompería una pareja. Simplemente no podía dejar las cosas como estaban, ¿verdad? “Creo que es hermosa y sexy." Su voz destilaba sarcasmo de reproche. "Tenía que saber que hay otras cosas de ella que me gustan. Está casada, Dijo la pequeña voz.” ¡Lo sé!". Jennifer lo había sentido, también. Allí, de pie en la cubierta, y lo había sentido él, también. Alex estaba segura de ello. La atracción. Podía ver la cara de Jennifer, fue demasiado obvio. La había mirado exactamente como Alex se había sentido. Había estado mirando su boca, y había tomado cada gota de la fuerza de Alex para no agarrarla y comerla a besos. "¿Cuándo sucedió esto?", Se preguntó Alex. "¿Cómo?" Se sirvió en el mismo un vaso de jugo de naranja y reflexionó sobre la cuestión. "Ayer, ella era mi amiga. Hoy en día, quería matar a su marido por tener lo que quiero". Su reacción, cuando llego a la conclusión de que había sido Eric, el del teléfono, la había sorprendido. Había sentido repentinamente náuseas. Se había sentido totalmente expuesta, sin mencionar que se sintió culpable y furiosamente celosa. Había tenido dificultades para respirar y sentía que tenía que salir de allí, lo más rápido que le fuera posible. Sabía que era grosero, pero no creía que pudiera permanecer allí, en la presencia de su vecina, por un minuto más, mientras la otra mujer hablaba con su marido, sin volverse completamente loca. Ese sentimiento la había asustado mucho. Está casada con él, su voz interior volvió a decir.” Ya lo sé. ¡Cállate!" Se dirigió hacia su escritorio y encendió su ordenador, decidida a canalizar su ira en algo más creativo, que discutiendo consigo misma. Se sentó y comenzó a escribir sin parar durante más de una hora.

"Debes venir a cenar en una noche, Paul. Kris Diez es un gran cocinero. Sino podemos tirar la mierda y hablar política corporativa". "Por supuesto. Eso sería genial." Paul no creía que fuera posible decir algo con menos entusiasmo. Apretó los labios con fuerza, mientras los veía caminar de regreso a su propio patio y subir las escaleras de atrás. El brazo de Ray rodeaba a Kristen como si fuera de su propiedad, como si fuera una cosa y no una persona. Le hacía hervir la sangre. Regresó a los arbustos que había estado podando y cortando con ella. ¿Alguna vez había conocido a alguien tan falso como Ray Daniels? Él no lo creyó. ¿Alguna vez había conocido a alguien menos merecedor de algunos cuerpos como el de Kristen? No podía ser. Ray no tenía idea de lo que le pasaba con Kristen. Ninguna. No sólo era hermosa e inteligente. Era divertida, dulce y compasiva. Se merecía a alguien que le agradecería esas cualidades. Necesitaba a alguien que la respetara y cuidara. Se limpio el sudor de la frente, y continuó trabajando

con las tijeras de podar, pretendiendo que cada pieza que cortaba fuera algo del cuerpo de Ray Daniels. Kristen se merecía mucho más. Era especial. "Se merece a alguien como yo", murmuró, y luego, con un suspiro, dejó las tijeras a sus pies. Esta casada con Ray. Paul sintió un fuerte dolor, como una puñalada de tristeza, a través de su corazón. Se mantuvo, acomodándose, en el dolor sordo del deseo insatisfecho, no correspondido de amar a alguien prohibido. Estaba casada con Ray. Nada iba a cambiar eso. Por ello se sintió enfermo y enojado. Muy enojado. No era justo. No estaba bien, él era un buen hombre que nunca llegaba a ninguna parte. Sería por lo menos bueno con ella. ¿No sabía eso? ¿No podía ver eso? La trataría como a una reina, porque eso era lo que se merecía. Algunos hombres como Ray no tenían idea de lo que era. Él no era digno de ella. No era más que un estúpido egoísta, y desde luego no era una garantía para una esposa como Kristen. Todo el emparejamiento estaba mal. "Y voy a arreglarlo", murmuró.

Alex asintió satisfecha, mientras releía las cuatro páginas que había escrito. Eran buenas. La historia era sólida. Los personajes parecían reales. Alex se preocupaba por sus personajes, y sabía que esa era la clave. No había tenido la intención de que fuera una novela de suspense, pero parecía encaminarse en esa dirección, y aquello resultó una grata sorpresa. "A Rita va a encantar", dijo, después de una buena sesión de escritura. Imprimió lo que había escrito hasta ahora. Echó un vistazo al reloj, levantó el teléfono y marcó el número directo de la oficina de Jackie, el que le permitía saltarse a la secretaria de su amiga. Si Jackie estaba, respondería, ya que sólo Alex y Rita utilizan este número. "Jackie McCall”, respondió alegremente. "Hey". "Hola, Stretch. ¿Cómo está tu vecina?" Jackie sin saberlo, inmediatamente tocó el tema que estaba intentando evitar. "Ella está bien. ¿Todavía tiene un poco de morado, pero es normal?". "Mierda. Tendría que haber evitado ese pequeño accidente tirándose a la derecha, para no echar a perder ese rostro tan hermoso, ¿eh?" la falta de respuesta de Alex no le pasó desapercibida. "¿Qué pasa?" "Estaba pensando en dar un paseo. ¿Puedes almorzar conmigo?" "Déjame ver..." Alex podía oír los pitidos de Jackie usando el lápiz contra su Palm Pilot, para revisar su horario. "Sí, ¿estoy libre a las 11:45?" "Conforme. Te veré en el Empire. Tengo un poco de material de lectura para Rita”. "Ella estará encantada. Nos vemos entonces."

Era un día soleado y Sheryl Crow cantantaza, mientras Alex abrió el techo solar en su Acura, y entró en la autovía hacia la ciudad. Echaba de menos la ciudad, pensó mientras aceleraba, recordando la pequeña casa, que le pertenecía, en la parte noreste de la ciudad de Rochester. Era pequeña y los vecinos estaban cerca, pero no había nada como estar a cinco minutos de exactamente todo. El museo, restaurantes, tiendas, gimnasios, estaban todos a un paso fácil de llegar. Su casa tenía dos dormitorios y Kinsey podía caminar por todo el lugar. Podía visitar a sus amigos, para la hora feliz, y estar en casa en un par de minutos. Había un cierto sentido de conexión al vivir en el centro y, por mucho que amaba su nueva vida en el lago, todavía no había perdido ese sentimiento. Jackie trabajaba en la ubicación del centro de Eastman Kodak, así que Alex tomó la 490, hacia el oeste, pasando por St. John Fisher College, murmurando con disgusto, al ver los conos de color naranja que comprimía el tráfico a

un miserable carril, sin razón aparente, ya que no había trabajadores por el lugar. Una broma local decía que sólo había dos temporadas en Rochester: el invierno y la construcción. Si no luchabas contra la nieve, estaba luchando contra esos malditos conos anaranjados, pensó con irritación. Se preguntaba seriamente, si el departamento de carreteras cerraba los carriles sólo por el placer de poder hacerlo, o por alguna otra razón. Tomó una calle interna y salió en la calle State, deslizándose detrás del edificio de la televisión pública WXXI, para situarlo en la zona de visitantes de Kodak. Necesitaría un código para salir y ella en silencio se reprendió a sí misma por no recordar el de Jackie.

El Empire Brewing Company tenía una ubicación privilegiada. Entre la calle Frontier Field y la oficina principal de Eastman Kodak, lo que casi garantizaba una clientela constante, especialmente durante el verano. Casi siempre estaba lleno. Llegó antes del mediodía y su camarero se presentó como Jay, preguntándole dónde prefería sentarse. Era un hombre joven con gafas de montura de alambre, pantalones caqui negro. Parecía alegre, sonreía plenamente con su camiseta de Empire Brewing Company y gorra de béisbol a juego. La acompañó hasta una mesa junto a la ventana, sacó su libreta de su delantal negro, y escribió su pedido de una copa de la casa, llena de su elaborada cerveza. Desde su asiento, junto a la ventana, miró buscando a su amiga, que simplemente se deslizaba a través de la calle, desde su oficina Kodak. Allí no había ni rastro de su amiga, así que aprovechó el tiempo mirando el menú del restaurante, que tenía un ambiente abierto y cálido al mismo tiempo. El alto techo era de madera, y acero inoxidable, la decoración de cristal daba sensación de amplitud. Los suelos de madera, sillas de madera gruesas, y los tonos tierra, suministraban calor. Los grandes depósitos de acero inoxidable eran visibles, a través de las paredes de cristal, y en una pizarra, que colgaba del techo, se podían leer las diferentes opciones de sus cervezas de barril. Los nombres eran siempre coloridos y creativos, y Alex sonrió al leer las opciones del mes: Red Mulligan, Scotch Ale, y el Purgatorio. Si no hubiera sido la hora del almuerzo, podría haberse aventurado a darle una oportunidad. El menú era ecléctico, con un toque especial. Tales especialidades como Big Easy Gumbo y jumbalaya destacaban como favoritos, combinando alimentos con cerveza, chorizo, alitas de pollo y perritos calientes, y acompañado, siempre, por el más increíble plato de ajo asado, puré de patatas que Alex había visto alguna vez en su vida. Jay volvió con una taza de helado y una botella de cerveza de raíz. "¿Necesitas unos minutos más?" "Sí. Ella debería estar aquí pronto", dijo en tono de disculpa. "No hay problema. Volveré". Apenas se había instalado el taco de pollo a la tailandesa, vio a su amiga corriendo por la acera de enfrente. Le resultaba siempre sorprendente, ver a su amiga en traje de negocios, especialmente durante el verano. Se había acostumbró a verla en pantalones cortos y camisetas, tanto que verla en pantalones de vestir negros y una blusa de seda color crema, le paralizaba la vista. En cuestión de minutos, Jackie sacó la silla frente a ella y se rozó la cabellera rubia, detrás de las orejas, con sus aretes de oro brillando. Se la veía muy profesional. "Hey”, saludó con una sonrisa. "¿A qué le debo esta agradable sorpresa?" "¿Echaba de menos tu cara sonriente?" respondió deslizando su menú. Jackie resopló. "Sí. Okay”.

Jay volvió a tomar el pedido de Jackie. Mientras continuaba estudiando el menú, Alex le entregó un sobre de papel manila. "Aquí tienes. Antes de que me olvide. Dale esto a Rita que no hay prisa, pero que se dé prisa." Jackie rió en silencio y miró el sobre, impresionada por la pila. "Wow. Has estado muy ocupada". "Cincuenta páginas", dijo con orgullo. "Los jugos están fluyendo están fluyendo". "Entonces parece que tenemos jugo flowage en nuestras dos casas." Lo dijo con aire de suficiencia, y luego volvió sus ojos a su menú. Alex frunció el ceño. "Flowage... ¿qué?" la vio sonriendo. Sus ojos brillaban. "¡Jackie! ¡Te has reconciliado!" Jackie miró por encima del menú. "Un poco más fuerte, ¿por qué no? Creo que la gente en el otro lado de la barra no te ha oído". Alex se echó a reír, al ver la expresión de su amiga, que le mostró que estaba más feliz que molesta. "¿Qué pasó?" Buscó en su mirada. "Dime que realmente hablasteis de la situación, y que simplemente no dejasteis que vuestras hormonas pasarán a ebullición". Jay llegó con la cerveza de raíz, de Jackie, y les sirvió sus pedidos. Alex se dio cuenta que el restaurante se había llenado, un poco, desde que su amiga había aparecido. "¿Y?" Insistió una vez que Jay se había largado. "Hablamos. Hablamos de todo." Se detuvo dramática. "Y entonces dejamos que nuestras hormonas en ebullición se hicieran cargo". "¡Detalles, maldita sea! ¡Dame detalles!" Jackie se rió entre dientes, y luego respiró hondo, tratando de decidir por dónde empezar. "Ella empezó a hablar de otro bebé más. Estaba tan entusiasta con ello que no sabía qué decir, pero creo que vio en mi cara que yo no lo estaba tanto. Se dio cuenta y me preguntó. Así que simplemente decidió que necesitaba saber cuáles eran mis preocupaciones para que no interfieran. Pensó que era lo más justo, para las dos". "Bueno." Alex asintió. "Bien por ti. ¿Cómo se lo tomó?" "Mejor de lo esperado", respondió, con una pizca de asombro en su voz. "No creo que se sorprendiera. Dijo que tenía una especie de sospechaba de que me sentía como lo hacía, y estaba preocupada por ello. En realidad me pidió disculpas por no preguntarme antes de soltarle lo del segundo hijo." "Wow." "Si. Por lo tanto, hablamos y saqué todas mis preocupaciones para ponerlas sobre la mesa". "¿Todas ellas?" preguntó con escepticismo. "Todas ellas. Le dije que me encantaba ser madre, que Hannah era lo más importante en nuestras vidas, pero que casi no teníamos tiempo para nosotras. Le dije que echaba de manos hacer el amor con ella y que tenía miedo de que la situación empeorará si teníamos otro bebé". "¿Y?" "Dijo que lo entendía porque tenía las mismas preocupaciones." "¿En serio?" "Eso me dijo. Parece que se ha estado perdiendo nuestro tiempo a solas, tanto como yo, y de hecho es un poco peor para ella porque está con Hannah todo el día. Nunca miré desde ese ángulo antes. Al menos, yo tengo la oportunidad de hablar con adultos durante el día, ¿sabes? Mientras ella está atrapada por el reloj, las pistas de Bluey PB, J Nutriay la lectura de Dr. Seuss." Ambas rieron. "Nos reímos, lloramos y nos pusimos de acuerdo en que ambas queremos tener otro hijo, pero sólo si podemos hacer un esfuerzo extra para pasar un tiempo a solas. Nosotras dos, ya

sea poniendo una noche de cita semanal o espontáneamente enviando a Hannah con Mila madre, para que podamos ir a las Cataratas del Niágara, un fin de semana, o lo que sea. Ambas necesitamos pasar más tiempo juntas". Alex sonrió, impresionada con su amiga, después de haber tomado el toro por los cuernos. "¿Sabes qué más, Alex? Durante toda esa discusión, he aprendido algo que creo que es muy valioso". "¿Qué es eso?" Su rostro se puso serio, y Alex sabía que estaba a punto de decirle algo a lo que debía prestar mucha atención, posiblemente para archivar su referencia para su futuro. "Me di cuenta que me encanta Rita más que nada en el mundo, y que soy muy afortunada de tener lo que tengo con ella. Y... " Se miró las uñas, buscando las palabras adecuadas. ”Hacer el amor con ella es muy importante para mí. Pero... tenemos mucho más que eso... y no sé si vale la pena poner en peligro todo el conjunto, porque creo que deberíamos estar teniendo más sexo. ¿Entiendes lo que estoy diciendo?" Alex miró a su amiga, a la que conocía desde tantos años. Nunca la había visto tan seria. "Creo que sí", respondió ella con honestidad. "Tú y yo siempre hemos sentido lo mismo sobre el sexo en una relación, y la muerte en la cama de lesbianas y todas esas cosas. Estoy diciendo que tal vez... tal vez no deberíamos estar tan preocupadas por ello. No quiero decir que no es un tema importante, y no me refiero a que es una cosa que está bien conmigo. Es que tal vez... vez cuando tienes algo real, como Rita y yo lo tenemos, tener relaciones sexuales dos veces a la semana, dos veces al mes o dos veces al año, en realidad esa no es la cuestión. Tal vez le damos más importancia de la que debe tener. ¿Sabes?" Alex se vio superada por la extraña sensación de que Jackie verdaderamente había crecido, y sonrió a su amiga con un gran afecto, y sus ojos se llenaron de lágrimas. "¿He mencionado que últimamente lo estoy loca de celos por ti?" Jackie sonrió con una sonrisa realmente halagada y agradecida. "¿Últimamente? No, no lo creo". "¿Y qué te dijo Rita cuando le contaste tu teoría, sobre estar dando demasiada importancia al sexo, esta acuerdo? Porque supongo que también lo hablaste con ella, ¿verdad?" "Sí, lo hice. Ella dijo: "Ya lo creo que es una gran cosa. ¿Cuándo dejamos de hacer el amor, nos volveremos compañeras de habitación? Y luego añadió: ni tú ni yo queremos una compañera de habitación. Queremos una pareja y un amante." "Wow. Creo que la quiero". "Lo siento. Ella es mía". "Así que supongo que no tienes que preocuparte por si desaparece por completo, ¿eh?" Jackie dejó escapar un suspiro de alivio gigante. "No puedo explicarte lo bien que me sentí después de oírla decir eso. Jesús". "No quiero nada más en el mundo que tener lo que tienes con Rita. Sois mis modelos a seguir, ya sabes." Jackie sonrió a su mejor amiga durante un largo rato. "Gracias. Seguro que algún día, más pronto que tarde, encontrarás a la mujer de tu vida". Cuando la conversación se detuvo, Jay se acercó a servirles sus platos. "Que lo disfrutéis". Jackie lo observó mientras se alejaba. "¿Familia?", preguntó Alex. "Por supuesto."

"Entonces, déjame preguntarte”, dijo en torno a un bocado de su taco, sus ojos estaban brillantes de malicia. "¿Cómo vas a decirle a tu gigante libido que el sexo con Rita ya no es una gran necesidad cómo piensa?" Jackie se inclinó hacia delante y bajó la voz con complicidad. "Se llama vibrador, cariño. Deberías conseguirte uno." Alex casi escupió la comida, sobre la mesa, mientras se echaba a reír. "Oh, ya tengo uno, amiga mía, y creo que está teniendo demasiado uso. Ha pasado más de un año desde que Nikki y yo terminamos. Hay necesidades, ya sabes”. Jackie masticaba un bocado de su ensalada. “Hablando de tu ex, creo que se ha metido en una situación… ". "¿Qué quieres decir?" "Tengo la impresión de que no es nada feliz con Diane." "Ohh que escándalo". "Ahora, no nos pongamos maliciosa". "Hasta ahora no he sido maliciosa, Jackie. Esa mujer es una puta de primera, que no hace nada, pero Nikki siempre está pendiente de ella, y con ello no hace nada para remediarlo, sino todo al contrario". "Lo sé. No digo que te equivoques. Sólo estoy diciendo que creo que podría ser un poco más serio de lo que pensamos". Alex dejó de masticar. "¿Qué se supone que significa eso?" Jackie suspiró. "Quiero decir que Nikki quiere dejarlo, pero no sabe cómo. Nos ha pedido un poco de ayuda. Tiene miedo". "¿Miedo?" Estudió el rostro de su amiga. "¿Crees que Diane se capaz de golpearla?" "No lo sé”, Jackie respondió rápidamente, sosteniendo su mano, en un gesto conciliador. "No vayamos a sacar conclusiones precipitadas. Nosotras no sabemos nada, a ciencia cierta, y podríamos estar fuera de lugar. Nikki no lo ha admitido, pero si ese fuera el caso... " "Yo mato a esa puta." Alex dijo con determinación de acero. "Relájate. Yo me siento igual, pero no podemos ir a por ella. Podríamos estar equivocadas". "Nunca me gustó Diane. Desde el principio, había algo en ella que no me cayó bien." "Lo sé. Lo has dejado muy claro para todas nosotras, en numerables ocasiones." Jackie le dirigió una pequeña media sonrisa. "La sutileza no es mi especialidad, ¿no?" "Por supuesto que no." "Entonces, ¿qué hacemos?" "Rita va a hablar con Nikki, y vera qué puede averiguar. Luego, vamos a ver cuál será el siguiente paso. Quiera sacar sus cosas del apartamento de Diane, y preguntó si podíamos ayudarle. Me imagino que tú, yo, y David deberíamos ser suficientes. Te daré los detalles después de que Rita hable con ella." Alex asintió. Rita era sin duda la figura materna y la voz de la razón, en su pequeño grupo. Si Nikki se podía a abrir a alguien, esa sería Rita. "Me parece bien." Jackie hizo una pausa, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus próximas palabras. "Sabes, que Rita y yo somos conscientes del hecho de que no estabas muy contenta con que nosotras fuéramos amigas de Nikki, y con que la invitáramos a nuestros partidos".

Alex asintió de nuevo, no estaba segura de cómo responder, porque era la verdad. "Ella es una buena chica, Alex. Sabíamos que tenía sus problemas, y por eso las cosas no funcionaron, pero Nikki no es una mujer fría. Es dulce, amable y se merece algo mejor que Diane". Alex luchó contra la oleada infantil de celos que le brotó, y decidió actuar como la adulta que era. "Lo sé. Tienes razón. Supongo que he retrocedido un poco, a mi gran personalidad de niña." Jackie le dio una sonrisa irónica. "Yo sólo quería que aborrecieses las mismas personas a las que odio". "No odies a Nikki". Alex suspiró. “No la odio.” Jackie miró su reloj. "Mierda. Ha sido divertido, muñeca, pero tengo que volver". Hizo un gesto hacia el camarero, pidiendo la cuenta. Agitó la cabeza, cuando Alex sacó con su cartera. "Pago esta, nena." Golpeó el sobre. "Eres una artista muerta de hambre. Y yo sólo soy una empleada importante de Kodak. Cuando consigas que este libro sea publicado, me puedes llevar a cenar a algún lugar fino. "Trato echo."

CAPÍTULO DOCE

En Julio llegó una ola de calor, que era un poco inusual para esa la parte del estado de Nueva York. Durante junio, una empezaba a acostumbrarse al verano. Julio era cuando una realmente lo disfrutaba. Entonces agosto llegaba, y poco a poco una se deprimía ante la perspectiva del fin del verano. Era el ciclo de la naturaleza, del norte del estado, y aunque Jennifer había vivido allí toda su vida, nunca se acostumbró a ello. Rara vez salía de su casa en el lago. Pasaba todas las noches allí, con o sin Eric, en su mayoría trabajando sin parar en el interior de la casa. Fue poco a poco haciendo que cada habitación quedara exactamente como ella quería. Nunca se había sentido tan satisfecha en su vida. Normalmente, corría las cosas, cambiaba los colores y los patrones para conseguir la aprobación de Eric, pero había decidido que dada su continua ausencia, había perdido su capacidad de decir. Si a él le gustaban sus diseños o no, no habría ninguna diferencia. Esta casa era de ella. Arreglarla a su gusto era una experiencia liberadora. Desde la aceptación de la verdadera naturaleza de sus sentimientos hacia Alex, pensaba en ella constantemente, pero trató de no pasar demasiado tiempo pensando en ello. También se preguntó si esos sentimientos podrían ser mutuos, porque tuvo la clara impresión de que Alex la estaba evitando, fuera del voleibol. Todavía jugaban muy bien juntas, pero las bromas y el coqueteo habían llegado a su fin, de manera abrupta. Jennifer tenía sus propias sospechas de por qué, pero estaba siendo demasiado cobarde para explorar, incluso en su propia cabeza. Ese lunes, a mediados de julio, era un magnífico caliente y soleado día con una ligera brisa... perfecta para estar al aire libre. El lago estaba lleno de gente. Barcos, motos de agua, niños nadando, personas pescando. Era vigorizante sólo estar en la zona. Llevaba una camiseta blanca sobre su traje de baño, con toda la intención de pasar el día bronceándose bajo los rayos del sol, dando como resultado el mejor bronceado de su vida. Salió a la terraza, toalla en la mano y cerró los ojos, dando un gran suspiro, a la vez que absorbía la esencia misma del lago. No tenía palabras para describir la paz que sentía. Abrió los ojos cuando oyó el ladrido ahogado de Kinsey. Él estaba dentro y Alex estaba fuera, lo que explicaba su irritación. Jennifer había visto unos días antes de que Alex hubiera sacado una moto de agua azul y amarilla, con aspecto deportivo esquí, fuera de su casa en la zona de botes, pero simplemente no le había prestado atención hasta ese día. Jennifer la estudió. Alex había sacado la máquina, así que estaba medio en la orilla y la otra mitad en el agua, con un chaleco de color amarillo brillante en el suelo, a sus pies. Estaba inclinada sobre el vehículo, haciendo algo que Jennifer no podía entender, pero asumió que Alex se disponía a llevarlo a dar una vuelta. Sonrió mientras su mente evocaba una imagen de la morena descremada, sin esfuerzo sobre el agua, con una sonrisa de felicidad en su rostro y el viento contra el pelo. Alex capturó los ojos de Jennifer y los sostuvo. Hizo un gesto con incertidumbre, preguntándose si Alex era consciente de que había estado mirándola fijamente. Para alivio de Jennifer, ésta le devolvió el saludo con una sonrisa. Se detuvo por un momento, como si estuviera debatiendo algo. Entonces miró la moto de agua y el chaleco salvavidas en el suelo. Sacó un chaleco idéntico de debajo del asiento y lo alzó señalando a Jennifer, dejándolo oscilar de un dedo. "¿Quieres ir a dar un paseo?" Le gritó.

Era una pregunta inocente, pero para Jennifer, era una tentación que no podía rechazar. La emoción se apoderó de ella, escuchando el sonido de esas seis palabras simples. "Me encantaría." Se arrastró fuera de la cubierta y se dirigió a través del patio, mientras Alex se inclinaba sobre la moto de agua nueva. Jennifer trató de no comérsela con los ojos, mientras su amiga se acercaba, pero no fue fácil. Su pelo oscuro estaba recogido en una coleta descuidada. Sus largas piernas bronceadas, al igual que los brazos, se intensificaban sobre la parte superior de su camiseta, de color amarillo pálido, que le llegaba hasta las caderas y Jennifer echó un vistazo rápido a Alex sobre su parte trasera. Su bañador negro era de un diseño elegante. Levantó la vista cuando Jennifer se acercó. Sus ojos marrones eran demasiado sexys. El sol del verano había salpicado distintas líneas de color rojo, en su pelo oscuro, habiendo que Alex pasara por alto como Jennifer se movía. "Hola." "Hey. ¿Éste es tu juguete de verano?" "Lo es ahora. Solía ser de la tía Margie. Venía con la casa". Extendió su mano sobre la moto de agua como una modelo de precio alto "Te presento a Jessica." "¿Jessica? ¿Tiene un nombre?" "Ella tiene un nombre”, Alex corrigió, riendo. "Dos buenas amigas, como Lynda y Anne, decidieron que necesitaba un nombre. Como si fuera un barco". "Pero... Jessica? ¿Es eso una ex? o ¿algo parecido?” bromeó Jennifer con una sonrisa. Alex negó con la cabeza. "No sé dónde o por qué vinieron con ese nombre, pero así se llama. Ella ha sido Jessica desde entonces.” Extendió en las manos de Jennifer uno de los chalecos salvavidas. Entonces, ésta observó, con una sequedad en la boca y los ojos muy abiertos, como Alex, de espaldas a ella, se quitaba su camiseta sin mangas, de color amarillo, por la cabeza. Su traje de baño negro era realmente elegante, y como esperaba, de una sola pieza, que abrazaba su cuerpo y acariciaba sus curvas como un amante. La boca de Jennifer dejó de secarse y se llenó de anticipación, ante la idea de probar una piel sin manchas, mientras desliza las palmas de sus manos hacia abajo de la fuerte espalda de Alex. Ella estaba allí boquiabierta, como una chica de quince años de edad, hasta que Alex se volvió para enfrentarla. "Está bien, ven aquí. Tu conducirás". Jennifer parpadeó, las palabras le golpearon bruscamente fuera de su pequeño mundo de fantasía. Alex estaba en el agua, empujando la moto de agua lejos de la orilla. “¿Yo qué?" “Tú la conducirás." "Pero, yo no sé cómo". "No seas tonta. Ponte ese chaleco salvavidas que te voy a enseñar". En ese momento, Jennifer se hizo plenamente consciente de la frase "ojo por ojo", una lección que le hizo comprender que Alex era muy consciente de su mirada fija. En represalia, ésta esperó pacientemente para que hiciera lo propio con su chaleco salvavidas, sin apartar su mirada ni una sola vez. Cuando se sacó su camiseta, pudo sentir los ojos de Alex casi tan intensamente como si hubieran sido sus manos. Sabía que su bikini, color verde oscuro, dejaba muy poco a la imaginación y las manos le temblaban ligeramente mientras se ponía el chaleco, tratando de cerrar los clips, sintiéndose tan expuesta como si se hubiera

desnudado completamente delante de su amiga. Se metió en el agua después de que Alex, bajara la mirada, esperando que su rostro no estuviera tan enrojecido como se sentía. Agradeció a Dios por la temperatura fría del agua, haciendo una mueca cuando alcanzó sus muslos. "A ver, déjame que te apriete esto o lo vas perder." Alex estaba en su espacio, tirando de las correas del chaleco. "Creo que Jackie llevaba este la última vez que fue usado”, dijo ella, pero Jennifer apenas había oído. Estaba demasiado ocupada, mirando hacia abajo, centraba en las manos de Alex, en los dedos largos y afilados, las uñas sin problemas presentables y las venas azules intrincados que se entrecruzan hacia la espalda. Se maravilló de lo fuerte que eran y a la vez tan femeninas. "Está bien." La voz de Alex la trajo de vuelta. "Es muy sencillo". Dijo ella recortando un cable largo, en espiral para el chaleco de Jennifer, mostrando una llave que colgaba del final. "Esto es por si te caes, la llave se sale y de la moto de agua se detiene. Vamos sube". "Te vienes conmigo, ¿verdad?" "Se puedes conducirlo, Jennifer. Es fácil. No me necesitas". "Sí, lo creo." Su tono fue un poco más de lo que había sido su intención, pero era dolorosamente consciente del doble significado de aquellas palabras. Alex la miró parpadeando. "¿Por favor?", Agregó en voz baja. Tragó saliva y sostuvo la mirada de Jennifer. Luego asintió con la cabeza y se rió. "Muy bien. Pero si me caigo, te mato." "No te tiraré. Al menos, no intencionalmente. Lo prometo." La ayudó a subir a bordo, y utilizó el manillar para deslizarse hacia adelante y hacer espacio para que Alex se situada detrás de ella. Era como si montara una motocicleta, sorprendentemente cómoda. Alex se subió, de manera que estaba justo detrás de ella. Fácilmente se deslizó desde el final de la cola, mientras lanzaba algún que otro gruñido, durante el proceso y levantó las cejas de manera burlona. "No puedo decir cuánto tiempo me llevó aprender a hacer eso. Es realmente difícil conseguir hacerlo el en agua, sin que esté firme". Se deslizó por detrás de Jennifer, que se encontró casi sin poder concentrarse, en sus palabras. La boca de Alex estaba tan cerca de su oído, que despertó un escalofrío erótico por su espina dorsal. "Bueno, como he dicho, es muy simple. Lo primero es arrancar el motor. Está en la palanca de aquí, controla el gasoil y, por tanto, su velocidad". Jennifer hizo todo lo posible para mantener el control durante tan dulce tortura. Era más que consciente del cuerpo de su amiga, presionando a su espalda y agradeció, a sus estrellas, que por suerte ambas estuvieran usando chalecos salvavidas. Estaba segura de que el sentimiento de los senos de Alex apretados contra su espalda, la harían perder el control. Los muslos de Alex estaban ardiendo contra la ella. Alex la rodeó, insertando la llave, y la ayudó con el acelerador. El vehículo se sacudió hacia adelante, tirando tanto a las mujeres con el mismo. Jennifer rió nerviosamente. "Está bien", dijo Alex. "ahora ya sabes cómo funciona. Inténtalo de nuevo." Tenía razón. En cuestión de minutos, pudieron cruzar el lago, en un buen ritmo, era fácil. Jennifer se sintió poco a poco más cómoda y cada vez más consciente de la palma de la mano de Alex, descansando contra su estómago desnudo, bajo del chaleco salvavidas, y Jennifer sintió la protección sentir del cuerpo de Alex, cuando se apretó contra ella, por lo que le estaba resultando una lucha constante, hasta que ella decidió dejarse ir y disfrutar de la sensación.

El rugido del motor hizo que fuera difícil llevar una conversación y estaba agradecida por ello. No quería hablar, sólo quería sentir. Apenas podía notar la presencia de alguna persona en el lago. De vez en cuando, Alex le recordaba algo, inclinándose más cerca y hablando directamente al oído para que pudiera oírla. Jennifer no tenía idea de todo lo que le decía y lo único que podía hacer, para evitar cualquier cosa, era acabar en el muelle de algún vecino. A pesar de que la velocidad, se mantuvieron cómodas en el asiento. En realidad no era necesario que Alex se aferrara a ella, pero ese gesto, hacía que se le acelerara el corazón. Sentía un hormigueo en otras partes del su cuerpo, sabiendo que Alex mantenía un brazo envuelto firmemente alrededor de su cintura, guante todo el viaje. En un momento, la otra mano de Alex se dejó caer en el muslo de Jennifer, después de señalar una casa particularmente especial. Jennifer tomó aire ante el contacto, con la esperanza de su amiga no se diera cuenta. La mano se mantuvo durante varios minutos hasta que Alex se dio cuenta de ello, y la retiró como si la piel de Jennifer la hubiera quemado. Reprimió una sonrisa, ante la idea de que tal vez Alex estaba tan afectada por su cercanía como lo estaba ella. Habían dado tres vueltas al lago, cuando Jennifer se dio cuenta que el indicador de gasoil estaba cerca de la "E”. Tratando de evitar quedarse paradas, la dirigió a su casa. Había una lección más en su clase de ese día: la parada. Cuando se enteró, que detener una moto de agua requería de una ubicación precisa no fue fácil tarea. "No hay ningún freno, por lo que sólo busca un lugar donde desea que termine, y suelta el pie del acelerador", explicó Alex. La idea era ir a la costa, sin mucha velocidad, pero se estaban moviendo demasiado rápido. "Whoa..." fue todo Jennifer pudo. Se dirigían directamente hacia la orilla, y Jennifer se asustó al oír el sonido del raspado inevitable de la parte inferior de la embarcación. Alex llegó a su alrededor y le sacudió el manillar bruscamente a la izquierda, deteniendo eficazmente su progreso, mientras lanzaba a las dos al agua. Chisporrotearon y se rieron. El agua era lo suficientemente profunda para cubrirlas, pero sin duda no lo suficientemente profunda para que no se dieran cuenta de lo fría que estaba. "Wow!" Exclamó Alex, tosiendo y riendo al mismo tiempo. "Esto te despierta, ¿eh?" Empujó su flequillo, ahora húmedo, de la cara. "Jesús, ¿no podía estar el agua un poco menos fría?" "No, es terrible. Hasta casi finales de agosto no se calienta". Jennifer vio que Alex sujeta la moto de agua en el muelle. "Gracias, Alex." "¿Por qué?" "El viaje. El tour. Todo. Fue genial". "Tendremos que volver a hacerlo de nuevo para que puedas mejorar tu aterrizaje." Jennifer sonrió tímidamente. "Si. Lo siento por eso." "Hey, no te preocupes. ¿Ves esto?" Señaló un punto en el muelle, que al parecer le faltaba un pedazo grande de madera. "Es el resultado de mi primer aterrizaje". Jennifer se echó a reír. "Ahora no me siento tan mal." "Bien." Una voz profunda y masculina las interrumpió antes de que la conversación pudiera continuar.

"Ahí estas, Jennifer." Daniel Wainwright, el padre de Eric, estaba de pie en el muelle de Jennifer. Tenía un aspecto muy profesional, pero incómodamente fuera de lugar en traje de negocios. Jennifer apreciaba verlo un poco más que a su suegra, especialmente en la mitad del día. Salió del agua mientras se daba la vuelta hacia ella, y consciente del hecho de que no tenía toalla y llevaba muy poca ropa. Decidió que a Alex no le importaría si ella se quedaba con el chaleco por un tiempo. "Daniel", dijo a modo de saludo mientras se acercaba.” ¡Qué agradable sorpresa!". "Tus puertas estaban abiertas, supuse que estarías cerca. Me estaba empezando a preocupar." Su voz tenía una preocupación genuina y ella lo sintió. "Lo siento. Fui a dar un viaje improvisado por el lago con mi vecina". Movió su brazo en un gesto integrando a Alex, que la había seguido fuera del agua, después de atar la moto de agua al muelle. "Alex Foster, este es mi suegro, Daniel Wainwright." "Mucho gusto, señor Wainwright”, dijo Alex, sacudiendo la mano cortésmente. "Ms. Foster." Sus ojos se registraron algo así como un reconocimiento y Jennifer se preguntó si la habían conocido antes. "¿Y a qué se debe esta visita inesperada?", preguntó Jennifer a la ligera. A diferencia de su esposa, nunca importaba la compañía de Daniel. Siempre había sido amable y sincero. "Me preguntaba si podría hablar contigo acerca de algo." Ella frunció el ceño ante su tono grave. "Por supuesto." Alex tomó eso como su señal. "Tengo que entrar. Fue un placer conocerlo, señor." "Lo mismo digo", respondió con una sonrisa vigilada. "Gracias por el paseo, Alex. Nos vemos más tarde, ¿de acuerdo?" Ella asintió con la cabeza y se fue. Jennifer llevó a Daniel al interior de la casa. A continuación, se excusó para correr escaleras arriba y cambiar rápidamente el chaleco por una camiseta y unos pantalones cortos de color rojo. Era muy extraño él apareciera de forma inesperada, por no hablar de su deseo de "hablar". No podía decir que tuvieran una estrecha relación, pero siempre lo había respetado. No estaba segura de qué pensar. Cuando regresó a la sala, él seguía de pie delante de las ventanas. "¿Quieres tomar un trago? Hice un poco de té helado esta mañana". "Me encantaría. Esta es una vista fantástica", comentó, a continuación, miró a su alrededor. "Has hecho un buen trabajo con el lugar, Jennifer. Parece mil veces mejor que la primera vez que la vi, cuando la comprasteis. Estoy impresionado". Estaba sorprendida por el cumplido, y le sonrió, mientras le entregaba la bebida. Eric apenas se había dado cuenta de todo su trabajo, y supuestamente compartía la casa con ella. "Gracias." Lo vio un poco inquieto, algo muy poco característico en él. "¿Paga algo malo, Daniel? ¿Hay algo que te preocupa?" Suspiró profundamente y se sentó en el sillón. "Necesito hablar sobre Eric". "Está bien", respondió ella, con preocupación en su voz. "Y necesito que seas honesta conmigo." Ella tragó saliva, sintiéndose incómoda.

"Muy bien." Tomó un largo trago de su té y lo puso cuidadosamente en la mesa. Luego se miró las manos como si buscara un lugar adecuado para comenzar. "Eric ha estado... bastante tenso últimamente en la oficina. ¿Has notado algo él?" Jennifer asintió, escogiendo las palabras con cuidado. "Sin duda, ha estado bajo mucha presión. Realmente no lo veo muy a menudo, pasa más tiempo en Buffalo, que aquí… ¿Crees que está demasiado estresado?". "Yo también lo pensé. Es por eso he aligerado su carga de trabajo." Le sostuvo la mirada, durante unos segundos, como si estuviera tratara de transmitirle algo sin decirlo. "Tenía miedo de que fuera demasiado para él". Jennifer estudió sus propios pies durante varios minutos, esperando que cayeran las lágrimas que llenaban sus ojos. Daniel también, más o menos confirmó sus sospechas. “¿Qué, has aligerado la carga de Eric? ¿Has hecho retroceder un poco su cantidad de trabajo? Entonces ¿por qué nunca viene a casa?” Ella sabía por qué. Lo había sabido desde hace mucho tiempo. "Cuando eso no pareció ayudar," Daniel continuó: "Empecé a pensar". Hizo una pausa y Jennifer se tomó el tiempo para estudiar realmente su cara. Daniel era un hombre guapo, distinguido y elegante, y el envejecimiento le sentaba sorprendentemente bien. Su cabello plateado era grueso y su rostro rugoso, pero no demacrado. Sus ojos verdes, así como Dawn, normalmente brillaban con alegría, pero ahora estaban apagados. Había líneas en su cara, las líneas que no había notado antes. Parecía más viejo. Y preocupado. "¿Pensar qué?" "Jennifer, ¿crees que Eric realmente quiere dirigir la empresa? Sé que esto es para lo que lo he estado preparando gradualmente, pero ahora no estoy tan seguro de ello". Ella vaciló, su lealtad hacia su marido estaba en guerra con el deseo de ser honesta con su suegro. Levantó una mano con la palma hacia Jennifer. "Sé que te estoy poniendo en una posición muy incómoda e injusta. Normalmente no te pediría que traicionar su confianza." Él miró al suelo. "Ya no sé a quién más preguntar". "¿Has intentado hablar con Eric?", preguntó en voz baja. Le sonrió con una sonrisa de complicidad y Jennifer estaba segura de que vio a un destello de orgullo en sus ojos. "Sabía que me lo preguntarías. Honestamente, ¿crees que él me diría la verdad o simplemente lo que quiero oír?” Tenía su punto de razón. Trató de ponerse en los zapatos de Eric. En realidad, no estaba segura de lo que habría hecho, cómo habría contestado. El miedo de decepcionar a su suegro siempre era especial, y esa enorme carga le había estado persiguiendo desde su infancia hasta su vida adulta. Sabía que Eric se sentía de la misma manera y de repente estaba enfadada, tanto con ella como con su marido, por no poder superar ese estigma. Respiró hondo. “Eric nunca ha dicho… en pocas palabras…que él no quiera dirigir la empresa. No a mí." "Tengo la sensación de un" pero "en esa afirmación." Ella asintió con la cabeza. "Pero..." Ella dudó un buen rato. "Creo quesería demasiado para él. No creo que él fuera feliz. Esto, por supuesto, es simplemente mi opinión". Cerró la boca antes de que se soltar más información, contenta de tener las cosas encima de la mesa, pero no estaba segura de que había hecho un correcto análisis de los sentimientos de su marido. En algún lugar de su mente, cuestionó su propia motivación para hacerlo. Las posibilidades que la asustaban. Daniel apretó los labios. Jennifer

tuvo la impresión que no estaba en absoluto sorprendido por lo que le había dicho. Dio un largo trago a su té y se levantó. "Gracias, Jennifer. Te agradezco que hayas sido sincera conmigo." Suspiró con resignación. "Sólo quiero que mi hijo sea feliz. No creo que él sufra". "Tal vez deberías darle algo de tiempo." "Tal vez debería." Sonrió torvamente hacia ella. "Gracias por el té". Ella lo vio marcharse en el coche, preguntándose qué le había impulsado acudir a ella, en primer lugar, y el sufrimiento que pudo ver apenas había abierto la caja de Pandora.

CAPÍTULO TRECE

"Creo que eso es todo." La voz de Nikki sacudió levemente mientras entregaba una caja a Jackie, que hablaba con David. Se secó las manos sudorosas, en las piernas de sus pantalones cortos, aterrorizada de que Diane llegara a casa antes de que ellos se hubieran ido. Si bien era cierto, que se sentía mucho más fuerte, con el apoyo de sus amigos, sabía que Diane no la entendía, y la sola idea de tener que explicar, una vez más, por qué se iba era casi imposible de soportar. "¿Estás segura?" Alex estaba a su lado. "Creo que sí." "¿Qué hay de esto?" Alex cogió un pequeño cactus dentro de una olla púrpura, mientras una sonrisa de complicidad cruzaba su cara. "¿No es tuyo?" Nikki le devolvió la sonrisa. La primera desde que habían llegado allí, y tomó la planta de la mano de Alex. "Sabes que sí. La compraste para mí". "Me alegra ver que no la mataste en represalia."

"No es culpa de la planta que seas una idiota." "Cierto." El tono lúdico de la voz de Nikki, en ese comentario, la volvía pícaro, pero Alex seguía sintiendo una oleada de culpa. Permanecieron juntas en silencio. "Bueno. Esto es un poco raro, ¿no?" Nikki se rió entre dientes. "¿Qué, que mi ex me ayude a dejar a mi novia?” “Eso es un comportamiento típico de lesbianas, ¿no es así?" La risa de Alex murió en su garganta cuando se volvió hacia el frente de la puerta y vio a Diane de pie. "¿Qué demonios es esto?" Preguntó ella, claramente consciente de lo que era. Nikki se puso blanca como un papel. "Diane". "¿Qué diablos está pasando, Nick?" Alex se sintió aliviada al ver tanto a Jackie como a David aparecer, en la sala, detrás de Diane. Se quedaron callados por respeto, sabiendo que Diane y Nikki necesitaban aclarar algunas cosas, pero prefirieron quedarse, en el interior de una sala, por si las cosas se ponían feas. "Me voy." La voz de la joven apenas fue audible, mientras se miraba a los pies. "No, no lo harás." Los ojos de Diana brillaron y parpadeó repetidas veces. Fue un poco desconcertante. Alex había estado pensando en deslizarla por la puerta, pero decidió quedarse junto a su ex novia. "Sí, Diane. Me voy". "Pero...” "Has estado yendo y viniendo durante mucho tiempo. Lo sabes".

Los ojos de Diana se llenaron de lágrimas. "¿Por qué? No lo entiendo.” “¿Por qué? " Su voz se quebró. Los hombros de Nikki se desplomaron más allá, y se cubrió la cara con las manos, totalmente frustrada. "Dios, Diane. Ya hemos hablado de esto, cientos de veces. ¿Por qué nunca me escuchas cuando te hablo?" "Lo siento. Tienes razón." Diane habló rápidamente, acercándose más a Nikki. "Tienes razón. Te voy a escuchar. Te lo prometo. Voy a ser mejor. Puedo ser mejor”. Nikki negó con la cabeza. "No, no lo harás. Ni siquiera quieres intentarlo". "Lo haré. Lo intentaré." La voz de Diane se agrietó con desesperación. "Prometo que lo intentaré". Nikki parecía que iba a vomitar allí mismo, en el suelo. Esta era la Diane de la que había estado enamorado. Esa mujer, que la había protegiendo, era la que parecía haber desaparecido. "No puedo continuar haciendo esto nunca más", dijo en voz baja. "No puedo." "Lo entiendo," dijo Diane frenéticamente. "Lo entiendo. ¿De acuerdo? Haré lo que quieras. Tú me has hecho verlo. Me has asustado. Te escucho. Puedo cambiar. Voy a arreglarlo. Puedo cambiar". La voz de Nikki apenas era un susurro. "No, no puedes." Alex observó el cambio en el rostro de Diane, con horrorizada fascinación. Pasó de súplica patética a inflexible ira, en cuestión de segundos, sus ojos se endurecieron, sus fosas nasales se dilataron ligeramente. Cuando habló, fue un gruñido amenazador en voz baja. "Tu ingrata perra." Nikki se paralizó y empezó a temblar. Esta era la mujer por la que se iba. "Vamos, Nikki," dijo Alex rápidamente, agarrándola del brazo. "Vamos." "¿Y quién diablos crees tú?" Diane escupió a Alex. "¿No fue suficiente rómpele el corazón una vez, que ahora tienes que destruir lo que tiene conmigo?" "No creo que yo haya creado esta situación." "Alex no tiene nada que ver con esto, Diane. Lo sabes". Nikki estaba visiblemente temblando. La risa de Diane era escalofriante y su voz era venenosa y burlona. "¿Crees que no sé qué siempre la has querido a ella? Cuado te conocí, no eras más que un despojo de persona. Algo fácilmente desechable. Eras patética." Escupió la palabra con disgusto. Nikki se estremeció como si le hubiera dado una bofetada y trató de tragarse el dolor de aquellas palabras. "Te tomé como una puta. Te he amado, después de que ella te destruyera." Señaló a Alex con un dedo. "¿Y esta es tu forma de agradecérmelo? ¿Me dejas por ella? ¿Cuánto tiempo ha pasado, maldita vagabunda?" Alex había escuchado suficiente. Después de meses de aguantar a Diane, por el bien de todo el mundo, después de la infinidad de ocasiones en que se había simplemente mordido la lengua o reprimido un comentario, ya había tenido suficiente. "Oh, por el amor de Cristo, Diane. ¡Deja de pensar en ti! ¿Acaso no lo ves? Ella no se va conmigo. Se marcha de tu lado. ¿Por qué no tratas de entenderlo? ¿De metértelo en tu dura cabeza? ¿No entiendes que ya no te soporta?" Tiró del brazo de Nikki. "Vamos, Nick. Es hora de irse." Los ojos de Diane se movieron una vez mientras miraba a Alex. Empujó violentamente a Nikki “Vete, pequeña puta frígida". Nikki tropezó, mientras trataba de mantener el equilibrio, y el cactus resbaló de sus manos, estrellándose ruidosamente en el suelo de madera, rompiéndose en varias piezas.

Alex sintió una ráfaga de ira sobre ella como un tsunami. "¡No lo hagas, perra psicótica no la toques! No te atrevas nunca a ponerle una mano encima ¿me oyes?" David, rápidamente, se puso entre Alex y Diane, al ver que su amiga se lanzaba sobre la otra. Los improperios volaban mientras él trataba de mantenerlas separadas. Jackie corrió al lado de Nikki, de modo protector, colocado un brazo alrededor de sus hombros, y la acompañó hasta la puerta. "Retrocede, Diane," dijo David, mostrando un fuego intermitente en sus ojos, normalmente amables. "Tengo una regla, la de no golpear a mujeres, pero con mucho gusto haré una excepción contigo.” Él físicamente dirigió a Alex a la puerta. "Vamos, Alex. Vamos." "Vete a la mierda", Diane escupió, con la cara enrojecida, totalmente furiosa. "¡Iros todos a la mierda!" Alex la señaló a ella cuando David la empujó por la puerta. "Esto es sólo culpa tuya. Tú la perdiste. No eres más que una cobarde y no tienes ni idea de lo que has perdido."

El interior del vehículo de David estaba en silencio mientras conducían. La parte de atrás estaba lleno de las que pocas posesiones que Nikki habían optado por mantener con ella, cuando se mudó con Diane. El resto de sus cosas estaban en un almacén. El cuarteto estaba en total silencio, mientras circulaban fuera de la ciudad y hacia el este. Jackie estaba en el asiento del copiloto mirando por la ventanilla, Nikki y Alex sentadas en la parte de atrás, el brazo de Alex envolvía con comodidad una vez más sobre los hombros de su ex. La cabeza de Nikki se apoyaba sobre ella. Sus sollozos se calmaron, mientras silenciosas lágrimas corrían por sus mejillas. El corazón de Alex sufría por ella. Cuando Alex contempló el paisaje que pasaba, empezó a pensar en sus relaciones. Al verlas caer ante sus ojos, ya sea provocado o por accidente, siempre la hacía detenerse y tratar de poner sus propios sentimientos en perspectiva. Se consideraba bastante cautelosa con las persona, tanto que a menudo se preguntaba si lo era demasiado. Nikki tendía a ser todo lo contrario. Ella saltaba con ambos pies, siempre, y siempre lo haría, lo sabía. Una vez le había dicho a Alex, que no sabía cómo hacerlo de otra manera. Había dicho que la vida era demasiado corta para estar preocupada por todo. Admitió que se había sentido dolorosamente quemada por esa filosofía, en más de una ocasión, estaba segura de que volvería a sentirse así otra vez, pero había valido la pena cada vez. Cuando se sorbió la nariz, Alex se preguntó si todavía se sentía de la misma manera. Mientras conducían, Alex encontró sus pensamientos girando en torno a Jennifer, algo que parecía ocurrir a menudo. Se preguntó si su vecina se considera a sí misma como del tipo mirar antes del saltar o si simplemente saltaba. Se preguntó acerca de ser cuidadosa, de haber perdido o dejado pasar oportunidades en la vida, sólo por el hecho de estar tomando demasiadas precauciones. La idea, de hecho, la hizo sentir incómoda y apretó su agarre sobre Nikki, que levantó la cabeza y tomó una respiración profunda. "Gracias, chicos," dijo, rompiendo el silencio. "Siento el desorden. Nunca está en casa a la hora del gimnasio. Qué suerte la mía, ¿eh?" David se echó a reír. "No hay problema, Nick. Me recuerda lo mucho menos estresante que es ser un hombre gay, a quien acabo de joder, cada vez que quiero, y sigo mi camino. Nada de apego emocional ni una mierda". Todos sabían que David estaba hablando completamente en broma. Jackie y Alex se rieron. Nikki dijo: "Me pregunto si es la forma en que quiero hacer las cosas".

"¿Lo que el sexo casual?", preguntó Alex. Nikki asintió. "Nunca podría hacerlo. Siempre quise ser capaz de hacerlo, pero nunca pude llevarme alguien a dormir que no me importaba mucho. Y una vez que dormía con ellas, siempre me enganchaba". "Lo mismo digo", dijo Nikki. "Lo mismo digo", agregó Jackie. "Lo mismo digo," David intervino y todos rieron. "Por lo tanto, el Sr. Fóllame y Vete, ¿realmente esa etapa tiene nombre? “ Nikki bromeó. "Me temo que sí", admitió. "Soy un romántico empedernido. Yo que debería haber sido un dique". "En tus sueños, bebé," dijo Alex, sonriendo a su reflejo en el espejo retrovisor. "¿Estás segura de que a Rita no le importa que me quede con vosotras hasta que mi nuevo hogar esté listo?" Nikki preguntó Jackie. "Cariño, fue idea de Rita. Te aseguro que yo no te quiero allí." Los ojos de Jackie brillaron mientras trataba de animar a Nikki con bromas. "Con un vaso de vino y la cocina de Rita, estarás como nueva, "Alex le aseguró. "Te prometo que no serán más que unos pocos días", dijo Nikki rápidamente, seguía preocupada sobre su intromisión. "El arrendador dijo que podría enterar la próxima semana". Jackie se dio la vuelta y agarró la barbilla de Nikki con la mano. "Tranquila. Está bien. Eres bienvenida en nuestra casa, siempre y cuando no sea permanente. ¿De acuerdo?" La joven sonrió agradecida. "Está bien. Gracias". La mirada de Jackie pasó a Alex. "Antes de que me olvide, Rita quiere tomar algo contigo en algún momento. Quiere hablar del libro hasta el momento”. El corazón de Alex saltó. "Muy bien. Hazme saber qué noche es mejor" Sus nervios iban en alerta roja, siempre se ponía muy nerviosa, antes de recibir los comentarios de Rita, sobre todo porque era dolorosamente honesta. Tenía el poder de manejar el ego de Alex, alzarlo como un águila en vuelo o aplastarlo como a un insecto debajo de su talón. "¿Y cómo es el libro?" Preguntó Nikki. "Sí, eso, ¿cómo va?" David pregunto "¿Estoy en ello? Todavía no puedo decir nada, aún es pronto", respondió, con un ligero tinte de rubor sobre sus mejillas. "Sólo os puedo decir que la historia se está moviendo muy bien. Mejor de lo que esperaba." "Seguro que algo te estará inspirando", Dijo Jackie, guiñando un ojo. Alex la miró. "La editorial que compró mi cuento, el otoño pasado, está interesada en verlo cuando esté terminado". Nikki le apretó el hombro, sonriendo con orgullo. "¡Alex, eso es fantástico!" "Sí, bueno, todavía tengo que acabarlo." "Lo harás."

Nikki siempre ha sido un gran apoyo en su amor por la escritura, cuando habían estado juntas. Quería decirle una serie de cosas a su ex pareja y amiga, cosas como lo estúpida que era Diane por dejarla ir, sobre la suerte con la que correría su próxima pareja al tenerla a ella. Nada de esto parecía apropiado, dada su condición de alguien que la había abandonado. En cambio, simplemente sonrió y dijo: "Gracias, Nikki." Nikki le devolvió la sonrisa.

Jennifer había pasado la mayor parte del día bronceándose bajo los rayos del sol y tratando de relajarse. Su mente era un torbellino, desde hacía varios días. Había pasado una semana desde la conversación con su suegro, así como su estimulante y excitante recorrido por el lago con Alex. Los pensamientos de los dos eventos, junto con sus pensamientos sobre Eric y Sarah, le estaban volviendo loca. Parecía no poder conseguir que cualquiera de esos pensamientos la dejara sola. Estaba agotada, y deseó más de una vez sólo poder convertir su cerebro en cualquier electrodoméstico, simplemente para tener un poco de paz y tranquilidad. Había tratado de apaciguar algo de su ansiedad, dándose una ducha. Cuando salía del cuarto de baño, escuchó su propia voz en el contestador automático de la cocina. Maldijo en voz baja, se envolvió el cuerpo mojado, con una toalla gruesa púrpura, y trató de llegar al teléfono, al lado de la cama. La máquina sonó justo cuando cogió la extensión, y juró nuevamente, cuando el tono de marcado agredió su húmeda oreja. Caminó de vuelta al baño y terminó de secarse. Se puso un par de pantalones cortos de algodón negros y blancos, y una camiseta de manga larga. Se estremeció involuntariamente, por el contraste de sol que había tomado. Tenía frío, a pesar de la temperatura, y se frotó los brazos, con fuerza, mientras se dirigía abajo para escuchar el mensaje en su contestador automático. "Hola, Jen, soy yo. Todavía tengo un montón de cosas en el trabajo, así que creo que voy dormir sólo por aquí esta noche". Eric se había ido a Buffalo, por la mañana, después de estar en la casa del lago, con ella, al menos la mitad de un día. "La batería de mi teléfono móvil está a punto de estirar la pata, y tan pronto cuelgue, lo voy a poner en el cargador. Así que seguramente no podrás comunicarte conmigo, probablemente estaré de vuelta mañana, y trataré de llegar pronto, ¿de acuerdo? Que tengas un buen día, nena.” La máquina dio un clic para anunciar su fin. Se quedó mirando a la pared durante mucho tiempo. "Mentiroso", murmuró en voz baja. Lo que la sorprendió más, fue su completa falta de ira, de indignación, y se dio cuenta de que necesitaba examinar a fondo su vida. Debería estar furiosa. Tenía noventa y nueve coma nueve por ciento de seguridad de que su marido le era infiel, y en realidad no parecía estar preocupada. Con él, constantemente lejos y durmiendo fuera de casa, realmente aquello ya había dejado de importarle. ¿Qué diablos está mal conmigo? pensó, horrorizada. ¿Qué clase de mujer soy? La respuesta llegó de inmediato, clara como una campana, y el peso de ella la dejó en el sillón, forzando el aire de sus pulmones en un profundo suspiro. "El tipo que no quiere estar casada", dijo. El pensamiento tenía mucho para absorber, a pesar de su simplicidad. No debería haberse sorprendido, pero lo estaba... no por la respuesta en sí, sino por el hecho de que le había llevado tanto tiempo aceptarlo. Obviamente, Eric tenía preocupaciones propias sobre su matrimonio, dado que prefería dormir en otro lugar. Resultaba deprimente y triste, no tanto por el estado en que se encontraban, pero si por el hecho de que lo habían ido dejando pasar, y ninguno había dicho nada. "Bienvenido a la Tierra sin comunicación." Se frotó frente, tratando de frenar el tifón de pensamientos que volaban en círculos por su cerebro.

Se preguntó si Eric se había sentido tan atrapado como ella. En ese momento, sabía que tenían que sentarse, y tener una charla. Sabía que era la única manera de aliviar el estrés que habían estado sufriendo, pero no era un pensamiento reconfortante, más bien inquieto. Se quedó mirando fijamente hacia el exterior, durante tanto tiempo que no sabía si había pasado unos minutos o unas horas. Ya no estaba segura.

Cuando por fin se dio cuenta de que estaba teniendo problemas para ver, que el atardecer había caído y que no se había dado cuenta, decidió que necesitaba salir. Quería hablar con alguien, estar rodeada de gente que la hiciera reír y decirle que todo iría bien. Se puso de pie y se asomó por la ventana trasera, observando con una sonrisa de alivio y pasión, que las luces de Alex estaban encendidas. Se sorprendió de lo que una persona, en un instante, podía hacerla sentir cómoda y segura. Aquello estaba pasando sin que se diera cuenta. Sólo conocía a Alex desde hacía un par de meses, pero sin pararse a pensarlo demasiado, aquella mujer le hacía sentirse bien. Sentía que su relación con Alex era diferente. Sabía, sin lugar a dudas, que su vecina sería tan feliz de verla como ella estaría a ver a Alex. Sacó una botella de Chardonnay frío de la nevera. Cortó rápidamente un poco de queso cheddar fuerte, y lo metió en bol, junto con algunas galletas de trigo entero. Con todo ello en las manos, se dirigió al lado.

Alex la vio acercarse a través de la puerta corredera de cristal, sonrió y saludó. Ser la encargada de hacer que su sonrisa surgiera era algo que para Jennifer resultaba agradable, y le devolvió la sonrisa, sosteniendo la botella de vino. Alex cogió a Kinsey en sus brazos y abrió la puerta. "Hola," dijo alegremente. "Vengo con regalos." "Ya lo veo. Entra. Todos los portadores de regalos son bienvenidos aquí, especialmente aquellos que traen comida y vino. Kinsey y yo estábamos pensando en sentarnos en la terraza y relajarnos. ¿Quieres unirte a nosotros?" "Me encantaría." Jennifer entró, viendo los papeles esparcidos por el escritorio de la sala de estar. "No interrumpo tu escritura, ¿verdad?" "Nah. ya se ha hecho de noche, y de todos modos mi cerebro está frito". Jennifer esperaba que su alivio no fuera demasiado visible. "Bueno, entonces, ¿por qué no salimos con Kinsey y nos ponemos cómodas? Voy a abrir el vino y llevar a cabo el deseo de picar algo. ¿De acuerdo?" Los ojos marrones brillantes de Alex sostuvieron la mirada de Jennifer, durante unos segundos. Jennifer podía sentir los latidos de su corazón en la boca del estómago. "Sí, señora", dijo Alex suavemente. Esto debe ser lo que quieren decir, cuando dicen que dos personas tienen química, Jennifer pensó con un leve movimiento de cabeza. El zumbido en sus oídos empezaba a ser un poco molesto. Sirvió dos copas de vino, luego encontró una pequeña bandeja, donde colocó los trozos de queso y las galletas. Apagó las luces en el interior, y se dirigió hacia fuera, a la terraza. Una gruesa vela ardía en el centro de la mesa. Alex estaba tumbada en el sofá, con las piernas largas, bronceadas y con los tobillos cruzados. Kinsey estaba sentado al lado de su rodilla y atado a la silla. Se veían increíblemente cómoda, vestida con una camisa y unos pantalones cortos. Se esforzó por no mirar los hombros expuestos, a la vez agradecida y maldiciendo por la falta de luz. Alex había movido una de las pequeñas mesas junto

con una silla para ella. Jennifer le entregó una copa, tomó la suya y colocó el queso sobre la mesa, luego se puso cómoda, apoyando sus pies descalzos en el extremo de Alex, muy cerca de sus pantorrillas. La noche era hermosa. La brisa era cálida y soplaba suavemente. Los suaves sonidos eran calmantes y relajantes. Alex suspiró con satisfacción. "Es totalmente imposible repetir en una noche como esta". "Yo creo que este sería el lugar perfecto para vivir si uno fuera un ocupado ejecutivo de una empresa o algo así", dijo Jennifer, pensativa. "Si tu trabajo no es más que estrés durante todo el día, este sería el lugar para relajarse, me imagino". "Bueno, ¿qué piensa Eric? Su trabajo es muy estresante, ¿no?" "Sí..." Dejó su voz a la deriva en el aire de la noche. "Lo siento", dijo Alex suavemente. "Tema delicado, ¿eh?" Jennifer respiró hondo y soltó el aire lentamente. "¿Alex? ¿Alguna vez has hecho algo de lo que más tarde te diste cuenta que nunca debiste haberlo hecho? Y que lo sabías en ese momento, también, pero ¿fuiste demasiado cobarde para tomar la decisión correcta? Así que, ¿acabas por hacer lo que se espera de ti?" Esperó unos momentos antes de mirar a Alex. Los ojos de Alex se centraron en ella y sonrió con tristeza. "Oh, sí. Sé exactamente lo que quieres decir. " "¿En serio?" La miró por un tiempo tan largo, tan intensamente, que Jennifer podía sentirla, a pesar de la creciente oscuridad. Parecía tener una especie de debate interno, y luego suspiró y apoyó la cabeza contra la silla. "Mi madre me ha marginado en la escuela, donde enseñaba". Jennifer no se lo podía creer. "¿Tu madre?" "Sí". "Wow. Ouch”. "Eso es un eufemismo. Lo peor es que me fui de mi trabajo, sin siquiera intentar luchar. Me fui como una cobarde". Su voz de autocrítica le cogió a Jennifer completamente sorprendida. Alex no parecía del tipo de persona que salía de una batalla. "¿Por qué no luchaste?" "En ese momento, me dije que era porque tenía miedo. La escuela, las facultades pueden arruinar la vida de las personas, de forma muy rápida si una los deja, incluso algunos de los padres. Tienen demasiado poder" "Oh, Alex. Eso debió haber sido terrible. Cualquiera habría tenido miedo en esa posición. Sin apoyo, ¿qué podías hacer?" "De eso se trata. Tuve apoyo. El principal era el chico más grande en el mundo. Él dijo que no tenía intención de dejar que me fuera. El, en comparación con los demás, no era ruidoso, pero ese grupo contrario no tenía apoyo, mi portada era más grande. Creo que podría haberme quedado sin problema". "Pero... ¿Por qué te fuiste?" "Por mi madre." "No entiendo." "Sí, lo haces. ¿No me dijiste, casi al principio de conocernos, que tus padres estaban casi más emocionados sobre su boda que tú y Eric, porque querían que te cases?"

"Sí". "Bueno, mi madre, obviamente, pensaba que no debería estar enseñando. Así que debía ser una niña buena y darle el gusto a mamá". "¿Qué pasó... exactamente?" No podía olvidar lo que Dawn le había contado. Sólo quería saber la versión de Alex. No quería hacer casos a los cotilleos. Alex suspiró con cansancio, como hubiera contado la historia una y mil veces. "Tuve una chica estudiante, que sospechaba que estaba preocupada con su sexualidad. Me envió un par de poemas. No eran de ningún modo explícitos o eróticos, pero eran obviamente sobre amar. Yo se lo había mencionado a mi madre, pero nunca le dije que eran de una chica. Los tenía en mi apartamento, en mi escritorio porque había estado tratando de averiguar qué curso de acción tomar, cuando mi madre apareció en una visita inesperada. Entré en la cocina por un minuto y no me di cuenta de que ella había cogido los poemas, cuando se fue. Al parecer, había visto que se estaban dirigidos a "Ms. Fomentar " y estaban firmadas con el nombre de una chica, así que decidió tomar cartas sobre el asunto, en sus propias manos sin siquiera hablar conmigo. Al día siguiente, las entregó en la escuela. Si ellas hubieran acabado en manos de mi director, las cosas se habrían guardado en silencio, pero ella no lo hizo eso. En cambio, estuvo mantenido un debate, en profundidad sobre ellos, con tres auxiliares administrativos en la oficina del distrito. Simplemente hizo una montaña de una bola de nieve y todo fue sacado de proporción. Empezaron a circular hasta diez versiones diferentes de lo ocurrido, incluso tenía una aventura con la chica". Resopló con fuerza. "Por favor. Mis alumnos tenían entre catorce y quince años. ¿Cómo de enferma podría estar para hacer algo así?" "Así que tu madre fue la que inició todos los rumores". "Si." Alex dio a Jennifer una mirada sospechosa. "¿Entiendo que tú también has oído los rumores?"

Jennifer hizo una mueca de culpabilidad. "Dawn hizo un comentario el día que ella y Kayla vinieron de visita. Te reconocieron. Sus hijos van a la escuela". "Ah." Alex asintió. "Es por eso que no dejaba de mirarme". Se sentaron en silencio durante un buen rato, bebiendo su vino y mirando al lago. "Alex, ¿podrías volver a tu trabajo? ¿Si quisieras?". Alex parpadeó sorprendida. "No sé, yo nunca pensé al respecto. Tal vez”. "Mm." Se quedaron en silencio de nuevo. Entonces Jennifer se levantó para recuperarla botella de vino, del interior. Kinsey se levantó también, Alex lo desató y se lo traspaso a Jennifer, sin decir una palabra. Lo llevó adentro, como si lo hubiera hecho un millón de veces, como si también se tratara de su perro, y todos vivieran juntos. Kinsey inmediatamente se acurrucó en el sofá y Jennifer amorosamente le rascó la cabeza antes de regresar a la cubierta con la botella. Volvió a llenar los dos vasos. "Creo que ambas deberíamos hacer un pacto." "¿Qué tipo de pacto?" "A partir de ahora, haremos lo que nosotras queramos hacer, no lo que debemos hacer, ni lo que piensen nuestras madres. No lo que piensen nuestros amigos". ¿En qué tipo de situaciones?"

"En todas. En cualquier tipo de situación". "¿En cualquiera?" "Mm hmm." "Eso es mucho." "Así es." Se quedó mirando hacia el agua, pensativa. Cuando miró a Jennifer, había un brillo en sus ojos, donde se reflejaba la luz de la luna y el parpadeo casi indiscernible de la vela. Cuando sonreía, el corazón de Jennifer se ponía de rodillas. Alex alzó la copa. "Por el ejercicio de nuestro libre albedrío." Brindaron y bebieron. La brisa pateó un poco y Jennifer se estremeció involuntariamente. Aquello no pasó desapercibido para Alex. "¿Tienes frío?" Una tímida sonrisa cruzó el rostro de Jennifer. "Creo que he estado demasiado tiempo bajo el sol." "Ven aquí." Alex dijo sin pensar. Dejó el vaso, se incorporó y abrió los brazos y piernas para hacerle sitio. Banderas de advertencia aparecieron por todo el lugar, pero Jennifer se negó a reconocer su existencia. Tomó solo tres segundos que su cuerpo reaccionara sobre su mente. Su cabeza le gritaba alarmada, pero su cuerpo se movía acuerdo, instalándose cómodamente delante de Alex. Cuando ésta suavemente la atrajo hacia ella, Jennifer no pudo contener el suspiro de satisfacción. Se sentaron en silencio durante mucho tiempo, sólo escuchando el viento soplar y el zumbido ocasional de algún barco a lo lejos. No recordaba jamás haberse sentido tan cómoda en toda su vida. Al mismo tiempo, se sentía como si cada terminación nerviosa de su cuerpo estuviera en una posición firme y su sistema nervioso pudiera entrar en corto en cualquier momento. Se sentía tan bien que no quería que la noche terminara. Las piernas desnudas de Alex eran mucho más cálidas que las de ella. Sus rodillas se doblaron, las piernas de Alex la rodearon, manteniéndola segura. Cuando echó los brazos alrededor de Jennifer, la mujer más pequeña se sentía como si estuviera protegida y cuidada. "¿Mejor?", preguntó Alex, sus labios tan peligrosamente cerca del oído de Jennifer que se sintió un aumento inmediato en su vientre. "Mucho." Su voz fue tan baja que desapareció. La barbilla de Alex descansaba sobre el hombro derecho y Jennifer se volvió para mirarla a los ojos.

Ese pequeño movimiento resultó ser su perdición absoluta. El rostro de Alex estaba enrojecido, sus ojos oscuros y sus labios húmedos. Podía sentir el calor que salía del cuerpo de Alex y parecía que no podía hacer nada para lo que venía Se estiró hacia atrás, con el brazo derecho conectándose con todo el cuello de Alex, moviendo la cara. Sin detenerse a pensar dos veces, sin detenerse a pensar en absoluto, apoyó su boca sobre la de Alex. Dos gemidos escaparon de cada una de ellas, en el momento contacto. No hubo incertidumbre provisional. Ni toma de tiempo para acariciar suavemente los labios de la otra. Sólo hubo hambre y miseria, y no sólo por parte de Jennifer. Alex lo sintió, también. Campanas de advertencia volvieron a sonar en voz alta, pero ninguna de las dos les prestaron atención. Se había vuelto simplemente demasiado físico, tan

cerca la una de la otra, y toda la voluntad, que habían estado utilizando para resistir a la tentación, se había quedado básicamente perdida en ellas. Jennifer se guió por puro instinto. Por primera vez en su vida, hizo lo que sentía desde hacía ya un tiempo. Los labios de Alex eran los más suaves que jamás había sentido, y no perdió el tiempo empujando su lengua entre los exigentes labios. Alex se echó hacia atrás y se enfrentó a un lado y a otro, con Jennifer torcida en sus brazos, tratando de ganar a sí misma un mejor ángulo para poder explorar el increíble cuerpo de su amiga con sus manos. Hubo un fuerte chasquido y el respaldo de la silla se sacudió, hacia abajo con dureza, a una posición plana, dejando a Jennifer extendida directamente en la parte superior de Alex. Sus ojos se encontraron con diversión, sobre su nueva posición, y Jennifer levantó una ceja incrédula, antes de descender en la boca de Alex nuevamente, causando estragos de delicia. Se sentía como una adolescente. Sus manos tantearon los botones de la camisa de Alex, mientras disfrutaba de la piel de su mejilla, de su oído, y de su cuello. Se moría de ganas de tocar, de sentir con sus dedos la piel que había estado burlándose de ella por semanas. Las manos de Alex estaban en el cabello de Jennifer, con su respiración entrecortada. Acercó la cara de Jennifer y sumergió su lengua posesivamente en su boca, gimiendo mientras lo hacía. Jennifer deslizó a un lado, la camisa abierta, y acercó su palma al sujetador de encaje que cubría los pechos. Cautivada por la sensación, y el peso de los mismos, pasó el pulgar por el pezón, causando en Alex una tormenta de sentimientos. "Oh, Dios", gimió, de repente, en la desgarradora la boca de Jennifer. "Espera". Jadeando, se movió debajo de Jennifer. La deslizó a un lado y se sentó. "Jennifer, espera. Por favor." Trago fuerte, recuperando el aliento. "Espera". Jennifer la miró parpadeando, todavía inmersa en una nube de sexo. "¿Qué?" Preguntó sin aliento, tratando de incorporarse. "¿Cuál es el problema?” "¿Qué estás haciendo?" Alex abrió la boca, tratando de aclarar su mente.” ¿Qué estás haciendo?" "¿Qué?" "No puedo... no puedo hacer esto." "Alex..." Jennifer la cogió de nuevo, besando su cuello, murmurando contra su piel. "Por favor. Sé que quieres hacer esto, tanto como yo. Está bien." Deslizó su mano hacia atrás, bajo de la camisa de Alex, en voz baja acariciando el mismo seno. Alex cerró los ojos un momento, disfrutando del aura de esta mujer, que parecía saber inexplicable cómo tocarla. Sentía las piernas como si estuvieran hechas de gelatina y el dolor en su ingle era insistente. Era vagamente consciente de la mano de Jennifer deslizándose por detrás de ella, buscando a tientas el broche de su sujetador; aquello fue suficiente para volverla a la realidad. "No." Agarró las manos de Jennifer y las sostuvo, tanto con sus propias manos. Mirando a los ojos con dificultad, ella dijo: "No podemos hacer esto". "¿Por qué no?" Jennifer se sintió como si hubiera perdido toda capacidad de pensar claramente. Alex cerró los ojos, dejando escapar un suspiro largo y lento. La ira se filtró lentamente y se cubrió los ojos con las manos. "Mierda, Jennifer, " dijo con los dientes apretados.” Maldita sea". Jennifer le acarició las manos. "Alex... habla conmigo." Apretó suavemente sus dedos, su voz era suave y dulce.

"Vamos. Vamos, cariño. Por favor". "Basta," dijo Alex, bajando sus manos. Su voz era casi imperceptible. "Deja de persuadirme. No puedo... no puedo... No puede ser así." Sus ojos se llenaron de lágrimas. "No quiero que sea así." El corazón de Jennifer se llenó de temor al ver la reacción de la otra mujer.

"Alex", dijo de nuevo en el mismo tono cariñoso. Apartó un mechón de pelo de la cara de Alex, sorprendida cuando su mano fue empujada más o menos de distancia. "¡Basta! Deja de tocarme y dejar de decir mi nombre así. Por favor. Dios, ¿por qué no lo entiendes? ¿Por qué no puedes entender lo que me haces? ¿No tienes idea de lo que haces sentir?" Jennifer parpadeó cuando Alex se levantó y puso distancia entre ellas. Se apoyó en la barandilla de la terraza con sus manos, mirando hacia el agua. Lágrimas silenciosas corrían por su rostro. Jennifer no tenía idea de qué decir, así que esperó a que Alex finalmente hablara. "Está casada, Jennifer." La voz de Alex fue apenas perceptible, en el aire de la noche. "Lo sé." "No quiero ser tu experimento." "También lo sé." "¿Crees que esto te hace mejor que Eric?" Jennifer dio un respingo, sorprendida por la acusación en la pregunta. "¿Perdón?" Alex se volvió hacia ella. "¿Crees que dormir conmigo no es nada diferente a tener un romance en tu vida?" ¿Qué?" Sintió que se ruborizaba con irritación. "Perdóname, Miss Little Voy a entrar en calor, ven aquí y siéntate entre mi piernas. ¿Qué fue eso, una prueba?" Alex miró hacia otro lado, la culpa estaba escrita por toda su cara, visible incluso en la oscuridad cuando Jennifer continuó. "Por si no te has dado cuenta, tu lengua estaba en mi boca con la misma frecuencia como la mía en la tuya. No soy la única culpable aquí." “¡Pero tú eres la única casada!" Alex gritó. "Jesús, Jennifer, toma una decisión. Deberías ir a comprar un poco de coraje. No estás con tu marido por amor, cualquiera puede verlo. Si no es feliz, déjalo. Haz algo. Tienes las agallas para hacer que las cosas cambien". La furia de Jennifer se hizo tan oscura que ensombreció lo oculto del mensaje que Alex le estaba dando. Sus ojos crujieron de rabia. "Déjame ver si lo he entendido bien. ¿Tú vas a juzgarme? ¿Tú? ¿La autora lesbiana que solo escribe sobre heterosexuales? sin orgulloso gay, ¿la mujer que dejó que su propia madre la hiciera salir de un trabajo, sin el más pequeño de los gemidos? ¿Tú me vas a decirme que tengo que encontrar el valor para ser quién soy?" Ambas mujeres estaban sin aliento y la tensión de enojo en la terraza era tan espesa que se podía cortar con un cuchillo. Alex juró que podía oír el corazón de Jennifer golpeando tan fuerte como el suyo. Kinsey había dejado su sofá y estaba de pie en la puerta mirándolas. Jennifer fue la primera en romper el contacto visual. Lo hizo cuando sintió la ira retroceder y las lágrimas empiezan a salir. Miró sus pies por un minuto. Luego, al notar, con enojo, sus mejillas mojadas, se volvió, y caminó por las escaleras de la terraza, y se fue. Alex la vio marcharse, incapaz de moverse, sintiendo todavía los restos de su propio resentimiento, aunque fueron eclipsados rápidamente por la culpa y el deseo de borrar las lágrimas de Jennifer. Se frotó la mano por la cara llena de frustración. "Mierda".

CAPÍTULO CATORCE

"¡Chicas!" Un pequeño cuerpo rubio, con cabeza, corrió hacia Alex y ella la recogió. Besó el rostro de Ana, olió su pelo, cerrando los ojos y disfrutando del dulce, aroma del champú de bebé Johnson. A veces, sólo la abrazar a Hannah era todo lo que necesitaba para hacer para que el mundo no pareciera tan malo, después de todo. "Hey, Stretch. ¿Cómo va la vida?", Preguntó Jackie, entregándole a su amiga una copa de Merlot. "Ahí", Alex respondió, tomando un sorbo demasiado largo del vino, bajando a Hannah al suelo. "A veces es sólo ahí… eso es todo." Jackie la miró un poco rara, como si quisiera explorar el comentario. En cambio, asintió con la cabeza. La cocina de Rita era luminosa y soleada, llena de amarillos y diseños florales. Alex siempre pensó en ella como "la cocina de Rita", porque Jackie despreciaba absolutamente cocinar y rara vez pasaba tiempo en ella, yendo a buscar para sí misma una cerveza de la nevera. Alex miró, con una mezcla de asombro y envidia, a su mejor amiga cuando abrazó a Rita por detrás, mientras la mujer morena removía el contenido de una olla en la cocina. Se quedaron así, balanceándose juntas lentamente, haciendo un contraste llamativo. Jackie era alta y rubia, Rita era pequeña y morena. No podía dejar de pensar cómo ella y Jennifer crearían una dicotomía similar. El amor de sus amigas era tan evidente, que en realidad podía sentirse en el aire. Eso le hizo a la vez feliz por ellas y triste consigno misma. "¿Puedo poner la mesa?", preguntó de repente, sin poder casi respirar. "Por supuesto." Sabía dónde estaba todo, así que lo cogió y lo llevó al comedor, lejos del aura enfermiza de amor que amenazaba con asfixiarla. Más tarde, ella se recostó en su silla y dio unas palmaditas en su vientre lleno. "La cena fue deliciosa, como siempre, aunque sólo esperaba las bebidas." Dejó escapar un gran suspiro. "Honestamente, no sé cómo las dos no pesáis 300 kilos." Jackie se levantó y recogió los platos. "Encontramos maneras creativas de quemar calorías." Sonrió, besó la mejilla sonrojada de Rita, y se dirigió a la cocina. Muchacha, obviamente, las cosas han cambiado en el área de relaciones sexuales por aquí, pensó Alex, sorprendida de encontrarse a sí misma con esa sensación amarga. "Todo he comido", dijo Hannah desde su asiento junto a Alex. "Eso está muy bien", le contestó. "Así es." Su plato estaba casi vacío y Alex se preguntó, no por primera vez, cómo Rita tenía la suerte de haber dado a luz a una niña que se comía casi todo. "Muy bien." Obteniendo el visto bueno de aprobación de Rita, Alex limpió a la niña, desabrochó la correa de su babero y de seguridad, y la bajó al suelo. "Ve y asegúrate que su mamá esté lavando bien los platos", le ordenó, juguetonamente palmeando su trasero.

"Así que," empezó Rita, bebiendo su vino. "Vamos a hablar acerca de tu libro". El corazón de Alex saltó. "Está bien." Debe haber sido su frágil ego de escritora que siempre la ponía tan nerviosa, cuando estaba a punto de recibir comentarios de su amiga. Siempre estaba aterrorizada de que alguna vez, Rita se convertiría en alguna criatura vestida de negro, como las brujas que se pasan por encima de ella con palabrería, riendo y apuntando, acusando a Alex de no tener absolutamente ningún talento para escribir en absoluto. La imagen le provocaba un escalofrío, que se estremecía a lo largo de su espina dorsal de vez en cuando y tomó otro sorbo de vino, con la esperanza de calentar su sangre. "En primer lugar, estás desarrollando la historia muy bien", comenzó con una sonrisa.” Me gustan los personajes, mucho, especialmente Paul. Siento como si lo conociera". Alex asintió. "Bueno. Así es como quiero que lo sientas". "¿Y Kristen? Ella parece muy familiar". "¿Ella?" Rita tomó un sorbo de su copa de vino y estudió su contenido. "Mm, hmm. ¿Está basado en alguien que conocemos?"

La pregunta fue planteada en un tono de voz perfectamente inocente, pero Alex sabía que la pregunta de su amiga tenía algo oculto. Alex se encogió de hombros. "Podría ser. A veces, ni siquiera soy consciente de eso". Rita asintió, mirándola a los ojos. Alex, por supuesto, miró hacia otro lado, no era buena con el contacto directo, cuando estaba mintiendo. Rita parecía estar buscando las palabras adecuadas. "Estamos muy preocupadas por ti, Alex." Los ojos de Alex se abrieron de golpe. “¿Nosotras?” ¿Qué quieres decir?" "Tú eres la que siempre me decía que un escritor escribe desde sus propias experiencias, ya sea intencionadamente o no". Intentó disimular lo que sentía, optando por tomar otro sorbo de vino, en vez de una respuesta verbal. “He visto algunas similitudes evidentes entre tu libro y tu vida. Me preocupa. Y Jackie me lo ha aclarado un poco. Ambas estamos acuerdo”... No podía decidir cómo se sentía acerca de la participación de su mejor amiga, en este tipo de cosas. Aunque claro está que Rita, por su parte se había reservado el derecho para hacerlo. El corazón le latía con fuerza, pero trató de mantener la calma. Estaba aterrorizada de lo que Rita podría ver a través de ella. "¿Qué, De qué hablas?" "Vamos, Alex." La voz de Rita era suave y gentil. "Tu historia trata de un hombre, de treinta y cinco años, que se ha enamorado, sin mencionar, que se ha vuelto peligrosamente obsesionado con el marido de la vecina de al lado... la vecina de al lado, que es pequeña, rubia,

que se acaba de mudar ¿de qué crees que estoy hablando?"

Jackie entró en la habitación lentamente, estaba claro que había estado escuchando. Alex pensó que las dos probablemente habían ensayado la conversación entera. "¿Cuál es el problema con Jennifer y contigo?"

"¿Jennifer y yo? ¿De qué estás hablando? No está pasando nada." Trató de sonar inocente, pero no estaba segura de que si lo había logrado. "Estoy preocupada por ti, Stretch. No quiero verte mal por esto. Ella es hetero y está casada." Puso su mejor rostro tranquilizador. "No hay nada. Jennifer y yo somos amigas. Eso es todo." Podía sentir los ojos de Jackie sobre ella, y sentía como su amiga podía ver dentro de su cerebro, sabiendo exactamente lo que estaba pensando. "¿Sientes algo por ella?" "¿Qué?" Sintió que su paciencia se acababa. "Te conozco, Alex. Sé lo fácil que es enamorarse para ti. Has pasado mucho tiempo con ella. Ella es una mujer, una mujer casada, casada, una mujer con un marido rico y exitoso. Es sólo que no quiero que quedes atrapada en una situación, que no resultará ser nada más que malas noticias y dolor, eso es todo." Sonrió para aliviar la tensión de las circunstancias. "Es mi trabajo como tu mejor amiga cuidar de ti." Alex sonrió, decidiendo tranquilizar a sus amigas, y no dejarlas entrar en el hecho de que estaban mucho más cerca de la verdad de lo que incluso sospechaban. "Tú me conoces, Jackie. Probablemente tengo una fascinación fuerte por ella. Quiero decir, ¿la has visto? ¿Puedes culparme? “ Esperaba que su sonrisa fuera lo suficientemente divertida. "Tomé la situación y la utilice como inspiración para mi libro. Va a pasar. Siempre lo hace". Tanto Jackie como Rita la miraron, buscando la verdad. Alex tuvo la suficiente fuerza de voluntad para no desplazar la vista hacia abajo. Mientras volvía a beber otro sorbo de vino. "No estarás pensando en matar a Eric, ¿verdad?" Preguntó Jackie suavemente. La pregunta la tomó completamente por sorpresa, provocando que tosiera el trago de vino. Recuperando la compostura, miró con incredulidad a su amiga. “¿Qué?" "Sólo me estoy asegurando", dijo, dándose cuenta de lo tonta que había sido su pregunta.

"Te dije que no preguntaras eso." Rita la fulminó con la mirada a su compañera. "Jack..." Alex tomó un momento, limpiándose la barbilla y tratando de no estallar en carcajadas. "Por favor. Os agradezco vuestra preocupación. Pero, no, no estoy pensando en matar a Eric. ¿Es eso realmente lo que pensabais?" "Por supuesto que no", dijo Rita, de pie. "Te queremos y no queremos verte sufrir. ¿De acuerdo?" "Está bien." Terminó su vino. La conversación había terminado en ese punto, pero tenía la sospecha de que no le habían creído del todo, tal y como esperaba. Como siempre, estaba segura de que sus mejores amigas podían ver a través de ella, como si fuera un libro abierto. Si ese fuera el caso, tendrían sin duda que ver el nombre de Jennifer en su corazón.

Cada vez que Jennifer estaba confundida, no había una sola persona a la que podía acudir. Sólo una persona que podría ayudar a poner las cosas en perspectiva, ayudarla a mirar a su situación desde otro punto de vista, por lo general un ángulo que nunca se había dado cuenta de que existía. Si yo hubiera ido a él unos años antes, pensó con tristeza mientras conducía, podría haber evitado la situación en la que estaba ahora. Si hubiera ido a él, cuando Eric

le había propuesto matrimonio, tal vez su vida desde ese momento habría sido más satisfactoria y menos decepcionante. Tal vez, ahora no tendría ningún problema en ordenar el revoltijo de emociones que llenaban su corazón y su mente, respecto a todo lo que sentía sobre Alex. El hecho de que tenía que ir a un cementerio a ver a esa persona, sólo la hizo suspirar con tristeza mientras maniobraba el Volvo en el estacionamiento familiar. El día era hermoso, ventoso y soleado, así que, en vez de seguir el camino empedrado y sinuoso, en torno a la tumba de padre, optó por aparcar simplemente en el aparcamiento y caminar. Sentir el aire fresco, a veces, la ayudar a despejar la cabeza. Puso sus llaves en el bolsillo de sus pantalones cortos, y comenzó la caminata. White Haven era tranquilo como pocos lugares. No habías más personas a la vista, y encontró la soledad increíblemente tranquila. Llego a la lápida de su padre con facilidad y se sentó en la hierba. "Hola, papá. Tus margaritas están en las últimas. ”Recogió las flores caídas en el suelo y las puso a un lado, deseando tener algo con qué cambiarlas. Suspiró, se recostó sobre sus manos y miró a las nubes flotando. "Hoy no hay alpiste, papá. Esta es una especie de visita improvisada. Tengo que hablar contigo". ¿Qué pasa, cariño? Podía oír su voz llegar con la brisa suave. ¿Qué te preocupa?

"Tengo un problema. En realidad, no es un problema nuevo. Es un viejo problema. Es algo que ha estado dando vueltas, durante unos cuantos años, y que debería haber tratado con él hace mucho tiempo. Temo que dejé que mamá se hiciera cargo en su momento. No hice caso a mis sentimientos, simplemente deje que desaparecieran. Al parecer no desaparecieron del todo." Se echó a reír amargamente. "Bueno, funcionó para mí, durante un tiempo. Pero ahora han vuelto". Recogió algunas briznas de hierba, para jugar con ellas, hasta que se dio cuenta de su propia técnica de estancamiento y puso los ojos en blanco. Estoy perdiendo el tiempo, así que no tengo que explicar las cosas en un punto muerto. Brillante. "probablemente no te va a gustar", continuó, "pero no creo que tampoco te sorprenda". Respiró hondo - "¿Recuerdas a Sarah de la universidad? ¿Niña bonita, cabello castaño, ojos avellana? Solías llamarla “Sarah sonrisa” cada vez que la veías y la hacías sonrojar. Mamá la odiaba." Hizo una pausa, recordando el desprecio inmediato de su madre hacia Sarah, probablemente su madre se había dado cuenta de la sexualidad de Sarah, y de su vinculación, antes incluso, de que ella misma se diera cuenta. "Bueno, ella no la odiaría sin una razón. Sarah se convirtió en mi novia. Quiero decir amante, tuvimos una aventura." Trató de imaginarse la expresión su padre de, y tropezó con sus palabras. "Sé que debería habértelo dicho, haber acudido a ti, pero estaba muy asustada y sólo traté de hacerlo frente, por mi cuenta. Y entonces Sarah me dejó." Hizo una mueca, casi en voz alta, mientras recordaba el dolor de su corazón roto por primera vez. "Mira, fue mi primer amante femenina, como si fuera mía. Me mostró la posibilidad de una alternativa de estilo de vida. Aquello me atraía. Quería explorar ese tipo de vida, pero no lo hice. Estaba poco menos que aterrorizada y quería esconderme literalmente en un armario. Le di la espalda, ahora lo sé. La idea de que me vieran con ella era asfixiante. No puedo culparla por haberme dejado. Empecé a hundirme en una depresión. No quería salir. Apenas iba a clase. Lo pasé muy mal, papá. La pobre Kayla estaba tan preocupada por mí, que no sabía qué más hacer, así que llamó a mamá." Le había llevado mucho tiempo perdonar su amiga de toda la vida, pero por fin había comprendido que Kayla solo quería lo mejor para ella. "Mamá estaba completamente asustada. Dijo que sólo había sido una fase, que era una cosa que pasaba en la universidad, y ahora que todo había terminado que era mejor que no perdiera a Eric para siempre. No paraba de hablar acerca de lo que la gente podría pensar si se enteraban, de lo embarazoso que sería para

ella. Sé que ella te lo ocultó todo. Dijo que estarías decepcionado, y la creía como una idiota.” Sacudió la cabeza con disgusto consigo misma y con la mirada hacia el cielo, de nuevo recordó las intimidaciones, sin fin, que había soportado de su madre por culpa de sus perjuicios. "De todos modos, en pocas palabras, lo empujé hacia un pequeño y oscuro rincón, cerré la puerta, y pensé que nunca tendría que lidiar con eso otra vez." Resopló. "Debería haber sabido más. “ Su expresión era clara en su mente, esta vez, con los ojos verdes y su atención fija en ella, haciéndola sentir como la única persona en el mundo. ¿Qué ha pasado? Le preguntaría con preocupación. "Alex llegó, eso es lo que pasó. Dios, papá, ella sólo... ella consigue eso de mí, ¿sabes? Es cálida y amable. Es talentosa, hermosa. Cuando estoy con ella, me siento como que puedo ser quien quiero ser. No hay papeles que jugar, no hay imágenes que sostener. Sólo puedo ser yo misma. Es tan... " - Buscó la palabra correcta. ”Es liberador, papá. Ojalá lo hubieras tenido con mamá o con alguien, porque es el sentimiento más increíble del mundo". Y ¿qué pasa con Eric? Decía sin acusación, pero cuestionando seriamente el punto. No tenía respuesta para eso. Suspiró profundamente y se sentó en silencio, disfrutando del aire fresco y del calor del sol. Los pájaros cantaban cerca y las hojas de los árboles crujían suavemente, pero los sonidos pacíficos no hicieron nada para relajar su mente. "No sé qué hacer, papá." Su voz era pequeña, apenas audible. Era evidente que no esperaba una respuesta de su padre muerto, pero se encontró esforzándose por escuchar su voz de todos modos. Después de un largo rato, respiró hondo y se levantó para irse, agradeciendo a su padre por escuchar y prometiendo volver de nuevo pronto.

Estaba casi llegando a su coche, cuando revisó su bolsillo para sacar las llaves y se dio cuenta de que no estaban. "Maldita sea", murmuró en voz baja, mientras volvía sobre sus pasos. Cuando se acercó a la parcela de su padre, se dio cuenta de que había una mujer morena y delgada, en cuclillas cerca de él. Estaba poniendo margaritas frescas en el soporte. El corazón de Jennifer se aceleró, estaba segura de no haber visto nunca antes a esa mujer. Se acercó lentamente, sin querer entrometerse en la privacidad de la mujer, a pesar de que la curiosidad, de quien podría ser, la estaba matando. La mujer se enjugó una lágrima errante de su cara, y sus hombros se convulsionaron en lo que sólo podría haber sido un sollozo silencioso. Jennifer se detuvo, avergonzada por estar espiando a la pobre mujer. Ella bajó la mirada al suelo. Sus llaves estaban sobre el césped a sus pies. Se agachó para recogerlas cuando la mujer besó sus dedos con los labios y los llevó sobre la lápida. El hecho de que ella había amado a su padre era tan dolorosamente obvio, que le dio qué pensar a Jennifer. Se quedó clavada en el lugar, mientras la mujer se levantaba y se dirigía hacia Jennifer. La miró por un corto segundo, luego bajó los ojos enrojecidos como disculpándose, limpiando sus humedecidas mejillas. Jennifer sonrió y, para su sorpresa, habló a la mujer. "Lo siento. Obviamente él le importaba mucho." La mujer se detuvo y asintió con la cabeza, nada sorprendida de que una perfecta desconocida le hubiera hablado. Estudió a Jennifer cuidadosamente como si le preguntara que fuera a reconocerla. "Mucho. Era un hombre maravilloso." Incluso de cerca, era desconocida para Jennifer. Era una mujer sin características espectaculares, excepto la bondad notable en sus ojos color avellana.

"¿Era su marido?" No podía creer estar preguntándoselo, pero por alguna razón, sentía la necesidad de obtener más información sobre la relación de aquella mujer con su padre. La mujer sonrió con tristeza. "Oh no. Sólo en mis sueños." Desvió la mirada, con nostalgia, hacia atrás en la tumba. "Yo nunca logré hacer que siguiera a su corazón." Jennifer la miró parpadeando. La falta de respuesta no pareció perturbar a la mujer. Suspiró con tristeza, y siguió su camino, dejando a Jennifer de pie en el cementerio, absorbiendo el hecho de que su padre había tenido una amante y ella no había sabido nada.

Esa noche de voleibol, el partido fue un desastre. Fue la primera vez, que Alex y Jennifer, habían estado juntas desde el fiasco en la terraza de Alex, hacia algunas noches. Aparte de un movimiento de cabeza, la una a la otra, y un tranquilo hola, fueron las únicas palabras que intercambiaron entre las dos. Jackie lo notó de inmediato, y entrecerró los ojos con recelo, pero no dijo nada. Alex no jugó bien, estaba distraída o frustrada y esa noche, no era capaz de golpear o picar la pelota limpiamente para salvar su puesto. Sus saques fueron disparados fuera de pista. Sus bloqueos malos. Sus rebotes directamente a la red o fuera de límites, el equipo contrario tenía que correr evitar que la pelota rebotara en el agua. Su nivel pésimo de juego, sólo sirvió para frustrarse más y lo pagó con sus compañeros de equipo, cuando intentaban animarla. Jennifer también jugó mal. Sus dedos estaban rígidos y no conseguía tomar altura. Sus piernas parecían no querer cooperar y sus movimientos, en la cancha, parecían débiles y lentos. Cada vez que intentaba pasarle la pelota a Alex, y no llegaba, ésta lanzaba un bufido de fastidio, que sólo amortiguaba en Jennifer y la hacía jugar peor. Sus oponentes no eran tan grandes. La victoria no debería haber sido difícil, sino fuera porque a mitad del segundo juego, los seis jugadores estaban empapados en sudor y completamente estresados. Jackie estaba frustrada por su equipo. Mientras miraba a su mejor amiga, y a la más reciente miembro del equipo, se apresuró a sumar dos más dos, y supo de inmediato lo que estaba sucediendo entre la pareja, era más complejo de lo que Alex les había hecho creer, a ella y a Rita. Jennifer nunca había jugado tan mal con ellos, algo obviamente le estaba molestando. Alex tenía sus estados de ánimo, pero por lo general era capaz de dejarlos fuera, con la ayuda de sus compañeros de equipo. Ahora, parecía estar provocando a los demás, en lugar de tratar de ayudar a solucionarlo. Es más, Jackie pensó en ello, en el hecho de que Alex les había mentido, y eso la hacía sentir más enojada. Steve hizo un hermoso saque. El otro grupo recibió limpio, y luego lo hicieron picar. Mientras Alex se acercaba para bloquear, Jennifer se agacho detrás de ella para cubrirla. Tal como había sido a lo largo del partido, el movimiento de Alex fue un poco lento. La pelota pegó en sus manos y luego dribló por sus brazos. Jennifer estaba cerca de los pies de Alex para guardar el punto, pero cuando lo hizo, Alex dio un paso hacia atrás, agitando también la pelota. Se dejó caer sobre Jennifer y las dos acabaron tumbadas en la arena, jadeando y molestas, con las piernas enredadas como espaguetis.

"Deberías quedarte en tu lugar de la cancha, ya sabes," Alex murmuró.

"Sí, bueno, si no fuera que tus bloqueos, obviamente, necesitaríamos toda la ayuda que pudiéramos" Jennifer replicó. Jackie se acercó a ellas, y se puso de cuclillas. Sus ojos brillaban de ira y cuando habló, su voz no fue más que un silbido indignado. "No sé qué demonios está pasando con vosotras dos, pero os sugiero que dejéis vuestros problemas fuera, porque estáis haciendo que nos enfademos todos. Dejar fuera vuestra mierda y poneos a jugar como miembros de este equipo, maldita sea." Alex y Jennifer se miraron avergonzadas y se pararon, limpiándose la arena de sí mismas, buscando adecuadamente sus lugares. El juego continuó. Las malas hierbas no perdían oportunidad, mientras el estado de Jennifer era pésimo Había llegado directamente a casa desde la playa, cubierta de arena, sudor y llena de energía nerviosa de su frustración con Alex en la cancha. Todavía había luz y necesitaba hacer algo o estaba segura de que simplemente iba a explotar. Había descubierto que la jardinería le resultaba muy terapéutica y divertida, además podría aprender a hacer algo ella misma, en lugar de contratar a un tercero para hacerlo en su lugar. Como lo hacía su familia cuando ella era pequeña. Siempre habían contratado jardineros. Hacer algún tipo de trabajo manual, sin duda no era algo en lo que se había interesado su madre, por su parte, ella había pasado este verano dándose cuenta de que clavando los dedos en la tierra, oler el rico olor del suelo, y ayudando a la belleza de la naturaleza era una de las actividades más relajantes en las que alguna vez había participado. Así que se sentó en su cama de flores, tirando de las malezas y aflojando el suelo alrededor de las flores prósperas, tratando de tranquilizar su cerebro. Entre la mujer del cementerio, su dilema sobre Alex, y el desastroso partido de voleibol, su cabeza estaba a tope, apunto de gritar en voz alta, y lo único que deseaba era un interruptor para su mente de encendido / apagado. Tenía tantas preguntas que sólo podían ser contestadas por la mujer con las margaritas. ¿Cuánto tiempo había sido la amante de su padre? ¿Estaba enamorado de ella? ¿Lo sabría su madre? Dios, ¿y si habían tenido hijos? Tiró violentamente a un diente de león confiado, sin saber cómo sentirse. Por un lado, estaba furiosa con su padre, por engañar a su madre. Siempre había pensado en él como un hombre honorable y noble. Esto hizo una gran grieta en su armadura. Por otro lado, sabía que sus padres no tenían una cálida y difusa relación. Sabía que su madre podía ser fría y distante, con sus emociones, así que había una parte de Jennifer que en realidad aplaudía a su padre por encontrar a alguien que se merecía y eso le encantaba. Levantó la mirada y respiró hondo para calmar sus nervios.

Fue entonces cuando se dio cuenta de Alex estaba en su terraza. Ella, obviamente, tampoco había decidido salir con el equipo. Sus ojos hicieron contacto, durante apenas una fracción de segundo, ambas desviando sus miradas en la distancia, al mismo tiempo. Otra hierba fue víctima de la ira de Jennifer. Antes de que tuviera tiempo de profundizar en el cuadrante de su cerebro etiquetado como "Alex", Jennifer fue interrumpida por la voz de su marido. "Jen" Él estaba casa y no parecía feliz. "Genial", murmuró ella. No tenía ningún deseo de verlo. Continuó con las malezas. "Jen", gritó otra vez cuando salió a la terraza y vio a su esposa. Sus pasos eran firmes mientras se acercaba. Ella vio el ceño fruncido en su rostro, e hizo que los pelos de sus brazos se erizaran. Se puso de pie, sintiendo que tendría una mejor oportunidad de manejar su enojo evidente si estaba de pie. "Hey," saludó.

"No ni 'hey' ", le espetó, lo que la hizo estremecerse.” ¿Hablaste con mi padre?" Sus ojos brillaban de furia y su rostro estaba enrojecido. Oh, mierda, Pensó Jennifer. Aquí vamos.

"Um..." ella se detuvo, tratando de averiguar cómo iba a obtener gracia a través de éste. "¿Has hablado con mi padre recientemente?" Pronunció cada palabra lenta y cuidadosamente con los dientes apretados. Nunca antes había tenido miedo de su marido, pero su enojo era tan intenso que provocó una pequeña chispa de miedo en la boca del estómago. Tragó saliva. "Sí". "¿Y le dijiste que no quería hacerme cargo de la firma?” Ella hizo una mueca. "¿Sí?" "¡Jesucristo, Jennifer!" Él levantó las manos en exasperación. "¿Qué diablos estabas pensando? ¿Qué estás tratando de hacer conmigo?" "Eric, yo-" "¿Estás tratando de destruirme? ¿De destruir mi futuro?” La estaba gritando, su ira estaba alimentando el volumen de la parte superior de sus pulmones. "No, por supuesto que no." La chispa de miedo se había convertido en un completo soplo de fuego en ese momento, e intento tomar sutilmente un paso atrás de él. La expresión de mirada salvaje, en su rostro, correspondía con el nivel máximo de su voz, y ella se debatía entre ser avergonzada por el barrio que estaba escuchando y se asustó de él. "Mi padre piensa que tienes razón. Está de acuerdo contigo, Dios te maldiga. Ahora está explorando otras alternativas". La miró y se sintió inferior, traicionado. "No tenías derecho, Jen. No tenías derecho". "Solo estaba tratando de ser honesta con él, Eric. Estaba preocupado por ti. Pensó que estabas demasiado estresado. Temía que fuera demasiada carga para ti." Su voz fue suplicante, pero Eric no la miraba. "No has sido feliz desde que empezó todo esto, desde que empezó a entrenarte para que te hicieras cargo de todo. Sólo quiero que seas feliz". "¿Quieres que yo sea feliz? ¿Estás segura de que esto no tiene nada que ver contigo? ¿Que no tienes segundas intenciones?” Su voz destilaba acusación. "¿Qué?" "No soy tonto, Jen. Yo veo las cosas. Sé cosas." El estómago de Jennifer se revolvió. La sensación de temor que sentía era casi demasiado para soportar. "¿De qué estás hablando?" Estaba de espaldas a la casa de Alex, pero señaló con el dedo pulgar en esa dirección. "¿Crees que soy consciente de tu noviecita allí? Conozco su historia. No te olvides de eso." Los ojos de Jennifer endurecieron. "¿De verdad quieres hacer esto? ¿Tú realmente quieres entrar en el tema de la infidelidad, Eric? Porque yo tampoco soy estúpida."

Su rostro mostró sorpresa, entonces apareció la culpa, que sólo parecía alimentar su ira y rápidamente dirigió la conversación hacia su tema original. "Me has arruinado. Has arruinado mi carrera”. "No, Eric. Eso no es cierto" Tenía que conseguir poder explicarle por qué le había dicho a Daniel la verdad. "¡Me has arruinado!” -gritó-. "No, hablemos de esto" "Ahora soy el hazmerreír de la empresa. Todo el mundo piensa que no puedo con el cargo, que me rompí por la presión del puesto". Él la miró. La rabia en sus ojos ardía en un agujero de su corazón. "¡Tú me hiciste esto! ¿Por qué no has mantenido la boca cerrada? ¡Es tu culpa!" Se dio la vuelta para marcharse, pero Jennifer lo agarró del brazo. "Eric, por favor. No te vayas. Vamos a hablar de esto. Por favor... "

Con un gruñido, tiró violentamente, soltando el agarre y la golpeó en la cara. Ella se quedó sin aliento por el miedo, apretando los ojos, esperando un nuevo golpe. Cuando no llegó, abrió un ojo para ver por qué. Eric seguía allí, pero estaba mirando a su propia mano con horror, con los ojos llenos de incredulidad y odio a sí mismo. "Oh, Dios", murmuró. "Oh, Dios mío." Sus ojos se llenaron de lágrimas y parpadeó varias veces, bajando el brazo. "Lo siento", le susurró a la pared, en voz tan baja que Jennifer apenas podía oírle. "Lo siento, Jen." Luego se volvió y corrió lejos como un niño de diez años. Jennifer escuchó el golpe la puerta del coche y el motor del coche. Luego desapareció. No tenía idea de cuánto tiempo estuvo de pie en su patio, parpadeando en el césped, temblando, incapaz de asimilar lo que acababa de suceder. Todo lo que sabía era que estaba a punto de convertirse en un día muy importante en su vida. Cuando por fin levantó la mirada, sus ojos se encontraron con los de Alex, en su propia terraza, con las manos en la barandilla, mirando completamente alarmada y sin saber qué hacer. Jennifer sintió el primer sollozo llegar, y puso una mano sobre su boca. Se dio la vuelta y corrió hacia el interior de la casa.

Las voces estaban tan lejos. Estaban apagadas y distantes, como si les estuviera escuchando desde debajo del agua. Había perdido la pista de cuánto tiempo había estado tumbada en la cama, entrando y saliendo de un intermitente sueño. No parecía tener la energía para moverse, ni siquiera para levantar la cabeza. En cambio, sólo estaba allí, tratando de distinguir las palabras procedentes del contestador automático, de la cocina, sin cambiar la posición de la cabeza en la almohada. Beep. "Jennifer, soy Daniel. Escucha, me preguntaba si habías visto esta noche a Eric. Me temo que se fue de aquí un poco molesto. He probado a localizarlo en su teléfono móvil, pero sigue saltando su buzón de voz. Estoy preocupado por él". Beep.” Jennifer Elizabeth, ¿te morirías por llamar a tu madre de vez en cuando? Una invitación a tu casa en el lago sería un bonito gesto, ya sabes".

Beep. "Hey, Jennifer. Um, soy Alex. Escucha, sé que hemos tenido nuestra cuota de problemas, pero quería ponerlos a un lado y comprobar que tú... En cierto modo... escuché tu discusión con Eric. Fue bastante intensa y quería asegurarme de que estás bien... " Eso había sido interesante, pero Jennifer todavía se encontraba allí mirando a la pared. La noche había caído. Rodó para mirar a la pared de enfrente. El teléfono volvió a sonar a las 10:00en punto. Beep.” Jennifer, soy Alex de nuevo. ¿Estás ahí? Contesta. Por favor" A las 10:15, sonó el timbre de la puerta. Sabía que era Alex y estaba casi decepcionada consigo misma por haber bloqueado todas las puertas. Por razones que no era capaz de captar en su momento, los brazos de Alex parecían ser el único lugar seguro para ella. Puso la almohada sobre su cabeza para bloquear el sonido insistente. Al mediodía, se las arregló para levantarse y caminar los cinco pasos para ir al baño, a hacer sus necesidades. Después de eso, se quedó en la cama, su nivel de energía era tan bajo que estaba sorprendida de estar respirando. Suspiró, mirando al techo, incapaz de mantener todo bajo control. Dejó que su cerebro abriera la puerta a todos los sentimientos confusos que había tratado de encerrar o ignorar. Eric, Sarah, Alex, la mujer de las margaritas. Uno por uno, examinó a cada uno, dejando que su mente entendiera a su corazón y viceversa. Tardó más de veinte y cuatro horas. Mientras el teléfono seguía sonando.

CAPÍTULO QUINCE

Habían pasado ya tres días desde que Alex había sido testigo de la discusión en el patio trasero, de la casa Wainwright. También habían pasado tres días desde que había visto a Jennifer. Al principio, se había preocupado terriblemente. La pelea había sido muy desagradable, por no hablar de ruidosa, y Eric había estado tan cerca de golpear a Jennifer, momento en el que Alex había estado a punto de explotar de horror, desgarrada de pie en su terraza. Hasta cuando ella miró a los ojos de Jennifer, llenos de una combinación de miedo y humillación, su piel había perdido color. No tenía ni idea de qué decir o hacer y antes de que pudiera tomar una decisión, Jennifer dio media vuelta y huyó al interior de la casa. Tres días habían pasado. Había dejado una docena de mensajes en el contestador de Jennifer, también había ido a su casa, tres veces, a golpear la puerta y justo cuando estaba a punto de llamar a la policía, porque su preocupación era que Jennifer podría haberse hecho daño a sí misma, llegó el alivio. Vio luz, en la cocina, y se dio cuenta del movimiento de las cortinas de tela, sobre las enormes ventanas de la habitación del fondo. Sabía que Eric no había sido. Había estado vigilando la casa, sin quitar los ojos de encima, así que dejó escapar un suspiro de alivio, ante la sombra que se movía detrás de los paneles transparentes. Seguía observado cuidadosamente hasta que se hizo evidente que la sombra iba a hacer algo de comer. Sólo entonces, sintió que unos cincuenta kilos de estrés despejaban sus hombros. La había resultado difícil dormir. Estaba tan agotada de su vigilancia y preocupación constante, que al parecer estaba también demasiado cansada como para ir a enfrentarse con la realidad. Se había pasado las últimas horas dando vueltas sin cesar, sintiendo un calor sofocante, propio de esa parte del estado de Nueva York en pleno verano. No había brisa, nada salía del lago. El aire era denso y pesado, por lo que conseguir poder dormir era casi imposible. A pesar de que estaba convencida de que Jennifer estaba bien, su mente continuó girando en torno a la situación, finalmente llegando al punto de estar a punto de gritar de locura por todo. Kinsey gimió molesto mientras lanzaba fuera las sábanas y balanceaba sus pies sobre el borde de la cama. "Oh, cállate", le espetó mientras alcanzaba su bata. Las sencillas bragas de algodón blanco, a juego y su camiseta de tirantes, que llevaba para dormir, parecían mucho más tela de lo que realmente podía soportar con tanto calor. Echando un vistazo al reloj y dándose cuenta de la hora tardía, decidió no ponerse nada más. "A la mierda," murmuró "si el barrio consigue su espectáculo, que así sea.” Kinsey bostezó y volvió a su casi constante jadeo. La casa tenía aire acondicionado central, pero Alex siempre se mostraba reacia a utilizarlo. Odiaba la forma en que sus senos se secaban, y se creaba una atmósfera que se volvía rancia. Odiaba cerrar las ventanas durante el verano. La brisa entrando desde el agua siempre le resultaba pacífica y relajante. Aunque la falta de aire para Kinsey le hacía pensar seriamente en la posibilidad de encenderlo. "Vamos, amigo," ella dijo, rascándole la cabeza con cariño. "Necesito un poco de leche y te pondré un poco de agua fría, ¿de acuerdo?" Él parpadeó varias veces, luego se deslizó lánguidamente de la cama para seguirla. "Y no te hagas ilusiones", advirtió "son la una y media de la mañana. No vas a salir." La luna estaba brillante, lo que hacia que no necesitara encender las luces, mientras se paseaban por la cocina, su mente seguía en Jennifer. No podía recordar la última vez que una mujer le había afectado tan intensamente... y en

contra de su voluntad. Nunca quiso sentir nada más que amistad, por su vecina, y constantemente se reprendió por enamorarse, tan rápida y completamente, de una persona inalcanzable. Jackie siempre le decía que todo sucede por una razón, y en muchas ocasiones, Alex se había inclinado a estar de acuerdo. En este caso, sin embargo, no podía entender la razón por la que Jennifer había entrado en su vida, haciendo que se enamorada. Supuso que si la razón era romper su alma o hacerla sentir miserable, entonces lo estaba consiguiendo. De lo contrario, simplemente no lo entendía. Nunca había querido tanto algo, algo que simplemente no podía tener. Era insoportable. Volvió a llenar el tazón de agua de Kinsey y dejó caer un par de cubos de hielo dentro. El perro los olió, y luego procedió a empujarlos con su pata delantera. Estaba haciendo un poco de lío, pero era tan lindo, que a Alex no le importó. Se sirvió un vaso de leche y se apoyó en el mostrador, sonriéndole.

El golpecito en la puerta corredera de cristal era tan suave, que incluso Kinsey no estaba muy seguro de haberlo oído. Él y Alex volvieron la cabeza sorprendidos en la misma dirección. Su cola empezó a menearse inmediatamente. Una oleada de alivio se apoderó de Alex, cuando se encontró con ojos azules de Jennifer a través del cristal. Casi voló a la puerta para dejarla entrar. "Sé que es tarde," espetó mientras entraba. "Lo siento. Vi la luz del frigorífico y yo solo...tenía de verte". Llevaba un par de pantalones cortos azul claro de algodón, con la marca de Victoria Secret bordado sutilmente en la cintura. Una camiseta rosada, que le cubría la parte superior, destacando su intenso bronceado a la luz de la luna. Su pelo rubio, atado en una coleta muy floja, dejaba ver el vello rizado en la nuca y cuello húmedo. Sus pequeños pies estaban desnudos. Alex espera ver algunos signos físicos de la agitación emocional, dadas las circunstancias en las que la había visto, la última vez, con los ojos rojos e hinchados, las mejillas enrojecidas, algo. En cambio, Jennifer parecía tranquila, fuerte, segura, e increíblemente sexy. Alex parpadeó sorprendida, más que un poco curiosa. "No, no te disculpes," le reprendió con suavidad. "No me importa lo tarde que es. Me alegro de que estés aquí. Estaba preocupada por ti." "Lo sé. Lo siento. Escuché tus mensajes, simplemente, no podía enfrentarte. No podía enfrentarme a nadie. Tenía mucho en qué pensar". "Me lo puedo imaginar." Estudió el rostro de Jennifer bajo el claro de la luna.” ¿Estás bien?" Jennifer contempló esta cuestión, a fondo antes, de contestar "Si." Asintió con confianza. "Por primera vez en mi vida, lo estoy.” Sostuvo la mirada de Alex. -Es increíble cómo las cosas que alguna vez estuvieron tan borrosas, pueden aclararse con el tiempo. De repente, todo se vuelve muy claro." Sus ojos se alejaron de Alex y se deslizaron por su cuello para descansar momentáneamente en sus pechos. Pasó lentamente su lengua por su labio superior, y Alex sintió una sacudida a través de su cuerpo. Sólo entonces pudo tomar conciencia de lo que llevaba puesto o más exactamente, lo que no llevaba puesto. Toda la humedad de la boca de Alex voló al sur y terminó en sus bragas. La mirada de Jennifer era inquebrantable, mientras la miraba una vez más a los ojos, y ella se dio cuenta de que nunca había visto la mirada de la mujer tan atractiva, de pie en la cocina, bañada por la luz azul de la luna. Su voluntad de permanecer lejos de Jennifer fue disminuyendo a una alarmante velocidad. Parecía que el momento de audacia de Jennifer era directamente proporcional al nerviosismo de Alex. Cuando Jennifer dio un paso hacia ella, Alex dio un paso atrás hasta que, muy a su pesar, se encontró contra el mostrador, atrapada. Los ojos de Jennifer nunca dejaron los de ella. Estaban demasiado cerca, la una de la otra. De repente, Alex quería más que simplemente pasar el rato y ver de qué iba esto. Quería saber a dónde la llevaba

Jennifer. Se obligó a relajarse y a calmar el pánico que amenazaba por salir a la superficie. En vez de disculparse y salir corriendo a buscar algo más de ropa, se echó hacia atrás y se apoyó, con una mano, sobre el borde de la encimera, plenamente consciente de que su camiseta se estaba subiendo dejando poco a la imaginación. "Atrapada en el enfoque, ¿eh?", Dijo en voz baja. "¿De qué estamos hablando? “ Tuvo el gran placer de ver a Jennifer tragar saliva mientras sus ojos azules se deslizaban de nuevo. Esta vez no se pararon en los pechos de Alex, sino que su mirada continuó viajando por la totalidad de su cuerpo. Alex estaba sudando y temblando, al mismo tiempo. Se agarró el mostrador con tanta fuerza que sus nudillos se volvieron blancos. "Cosas de la vida. Decisiones. Expectativas. Felicidad.” dijo Jennifer con voz ronca, mientras daba un nuevo paso hacia Alex, y luego otro. "Necesidades." Cubrió a Alex con los ojos. "Deseos". Era el turno de Alex de tragar saliva. La otra mujer estaba tan cerca, que podía oler su aroma. "Jennifer... "

Se suponía que sonaría como una advertencia pero en su lugar, salió como una súplica susurrada. Se sintió como si estuviera colgada, al borde del sentido común. Los dedos, de Jennifer, estaban moviéndose peligrosamente como la brisa. "He tomado algunas decisiones, Alex." Su voz fue muy suave. Cerró el espacio que queda entre ellas, y puso su mano izquierda en la cintura de Alex. Esta estaba segura de que si se soltaba del mostrador, podía ser arrasada a olvidarse de todo, por lo que se agarró lo más fuerte que pudo. Sintió los dedos de la otra mano de Jennifer, en su muñeca y luego deslizándose por su brazo. "¿Decisiones?" Apenas pudo ahogar la palabra, su cuerpo estaba a punto de traicionarla. Jennifer asintió. "Mi matrimonio ha terminado, solo que me llevó un poco de tiempo darme cuenta." Alex miró la mano en su cintura, sorprendida al no ver ninguna señal de su anillo de matrimonio, salvo por la línea que se destacaba por su bronceado. "Es hora de dejar de hacer lo que se espera de mí. Es hora de dejar de hacer lo que se supone que debo hacer." Sus dedos rozaron el hombro de Alex, poniéndole la piel de gallina, por todo el cuerpo, a pesar del calor de la noche "con el tiempo he entendido que está bien querer lo que quiero". Alex se humedeció los labios secos, como en el desierto de Sahara, con la lengua y apenas fue capaz de encontrar su propia voz." “¿Y qué es lo que quieres, Jennifer? “Hmm?” “¿Qué quieres?" "A ti". Sin decir una palabra más, deslizó su mano por la parte trasera del cuello de Alex y tiró la cabeza hacia abajo, besándola con tal certeza y con tanta confianza, que hizo que a Alex le temblaran las rodillas de tal manera que estuvieron a punto de perder el equilibrio. Jennifer la había empujado contra el mostrador, su lengua era profunda en la boca de Alex, mientras su mano derecha agarraba un puñado de pelo oscuro, y su mano izquierda hábilmente se

dirigía hasta la parte superior, para tomar posesión del pecho derecho de Alex. No había absolutamente ninguna duda, en la mente de Alex, que la otra mujer estaba llevando el control de la situación. ¡Dios mío, un poco de dulce feminidad con una racha butch! Pensó. ¿Quién lo hubiera pensado? Era todo lo que podía hacer para aferrarse a salvar su vida. Se sentía como perdida dentro de una fantasía, el tipo de fantasía que solía tener en la universidad, cuando estaba empezando a entender su sexualidad. Todas fueron muy similares: a mitad de la noche, bajo la luz de la luna por la ventana, teniendo una hermosa mujer frente a ella. En algún lugar profundo de su cabeza, había una vocecita tratando de llamar su atención Sólo podía distinguir algunas palabras aquí y allá... parar... lamento... pero en ese momento, las manos de Jennifer se deslizaban ágilmente por sus bragas, por sus muslos desnudos y la voz fue completamente ahogada por el sonido de su propio corazón latiendo con fuerza en su pecho. Después de bajar la ropa interior de Alex hasta alrededor de sus tobillos, Jennifer se enderezo y la besó otra vez. "Dios, sus labios son tan suaves." Deslizó sus dedos entre las piernas de Alex y ambas gimieron ante la humedad que descubrió allí. "He estado soñando con esto durante mucho tiempo," susurró contra la boca de Alex. "Sólo se puso peor después del primer beso. Quería más, mucho más." Entonces se puso de rodillas, provocando que la mujer morena saltara ligeramente ante tal movimiento repentino. Mirando hacia arriba, los ojos de Jennifer casi pedían disculpa. "Tengo que saber. Quiero saber cuál es tu sabor.” Con algo parecido a la desesperación, empujó los muslos de Alex, apartándolos lo suficiente para deslizar la parte plana de su lengua a lo largo de la piel hinchada. "Oh, Dios mío."

Las palabras se vieron obligadas a quedarse en su garganta, mientras continuaba aferrándose, con más fuerza, a la encimera, de lo contrario estaba segura de que se habría deslizado hasta el suelo. Se dio de pronto, sorprendentemente para Alex, que Jennifer había hecho esto mismo antes. Su boca era mágica, y cuando usó los pulgares para separar los empapados pliegues, permitió un mejor acceso con su lengua. Pasó las manos hacia arriba, por la parte posterior de los muslos de Alex hasta su trasero, y tiró con más fuerza contra su boca. Al mismo tiempo, gruñía de placer. Era evidente que la estaba disfrutando a fondo. Alex logró soltar una mano de la encimera, y la puso cuidadosamente en la parte superior de la cabeza de la otra mujer, tratando de mantener sus propios gemidos de satisfacción bajo control, para que no despertar a todo el vecindario. Podía sentir acercarse su clímax. Al mismo tiempo, sus piernas se estaban debilitando sin control. "Jennifer", jadeó. "Yo no... no creo que pueda soportarlo más". Simplemente colocó la palma de su mano contra el vientre sudado, debajo de su parte superior de Alex, sosteniéndola allí. "Sí, si que puedes."

Era una orden, suave pero firme. Alex tragó saliva, sabiendo que se quedaría de pie, mientras con la lengua, Jennifer aumentaba tanto la presión como el ritmo de sus movimientos. Apenas tenía más tiempo para prepararse para su inminente orgasmo. A pesar de que sabía que no tardaría en llegar, la tomó por sorpresa, golpeándola con fuerza antes de que estuviera lista. Su cabeza cayó hacia atrás, con los ojos fuertemente cerrados. Apretó los dientes, gruñendo a través de ellos. Se aferró a la cabeza de Jennifer con fuerza, a la vez que se aferraba a la encimera con la

otra mano. Jennifer es quedó abrazada a su estómago, ayudándola a mantenerse de pie. Alex se las arregló para mantener la compostura mientras se deslizaba hasta el suelo, con los ojos cerrados, para terminar sentada con Jennifer de rodillas. Cuando finalmente abrió los ojos, Jennifer sonrió un poco avergonzada. Por primera vez, en la noche, vio a una Jennifer tímida e ingenua. Le devolvió la sonrisa, extendiendo sus brazos y atrayéndola hacia ella. "Hola," dijo Alex mientras la abrazaba fuertemente. "Hola." "Eso fue..." Alex suspiró mientras su voz se apagaba. "No tengo palabras". "Te lo dije". "¿Me dijiste qué?" "Que podrías mantenerte de pie." Alex sintió que se sonrojaba en la oscuridad. "Tenías razón". "No lo olvides." Se acurrucó en el pecho de Alex. "No, señora. No lo haré." Permanecieron así durante lo que pareció una eternidad. Alex tenía tantas preguntas que hacer a su nueva amante, tantas preocupaciones. Era simuladamente éxtasis y terror. Sabía que debía dar voz a sus pensamientos, pero la cercanía del cuerpo de Jennifer, la escasa cantidad de ropa, el olor de su sudor y de la propia excitación de Jennifer en la cara... toda esa combinación era demasiado. Se inclinó, acarició el rostro de Jennifer con los dedos, y cubrió la boca con la suya. No quería lidiar con los detalles de sus vidas o lo que sentía por esta mujer. Sólo quería perderse en ella y así lo hizo.

¿Había sido un sueño? Jennifer tenía miedo de abrir lo ojos. Tenía miedo de que no fuera verdad, pensaba que iba a ver las hojas de color púrpura en un entorno familiar, y que estaría tumbada en su cama sola, relajada con la sensación maravillosa en su cuerpo simplemente después de un sueño muy vívido. Estaba en su estómago y estaba desnuda, dos hechos que comprobaba que no eran un sueño. Estaba húmeda y su pierna derecha acurrucada alrededor. Respiró profundamente, inmediatamente consciente de que las sábanas no olían a detergente para ropa, sino a que había otro distintivo olor en la habitación. Sonrió, con los ojos todavía cerrados, y respiro hondo oliendo el olor a sexo.

¿Puede haber un olor más embriagador? Pensó. Se desperezó lentamente, haciendo una mueca al notar un cierto dolor en varios de sus músculos. Movió sus brazos deslizados debajo de las almohadas, y luego se estiró por todo el resto del colchón, dándose cuenta de que estaba sola. Al instante, escuchó el ruido del traqueteo de los platos en la cocina. El sonido fue extrañamente reconfortante. Rodó sobre su espalda y por fin abrió los ojos. Parpadeando al techo desconocido, recordó la anterior noche. El recuerdo del calor, los sonidos, olores y toques de Alex hizo que su piel se sonrojara. No podía precisar el momento, en que sentada sola en su casa, por tercer día consecutivo, se había dado cuenta de que esto era lo que quería. Alex era lo que quería desde el principio, y la aceptación de ese hecho fue repentina e inequívocamente correcta. No le había importado que fueran más de la una de la madrugada. Se había puesto algo de ropa y dirigió, a través del patio, para reclamar lo que sentía que era legítimamente suyo. Fue la primera cosa, realmente egoísta, que recordaba haber hecho jamás y se sentía fantástica.

El sol asomaba entre las rendijas de las persianas y Jennifer se dio cuenta de que nunca antes había estado en la habitación de Alex. No había visto mucho de ella la noche anterior, así que aprovechó la oportunidad para ver nada más. Estaba decorada con muy buen gusto, de color caqui y azules oscuros, pero con gran variedad de acentos florales, manteniendo los colores terrosos de aparente masculinidad. La sábana que cubría el cuerpo de Jennifer era azul marino. El caqui de la colcha estaba amontonado al pie de la cama, cerca de la rejilla de tablero de pies. El suelo de madera estaba cubierto por una media docena almohadones en varias combinaciones de colores beige y azules. La los pies, dos aparadores juntos y un armario independiente, con un espejo de cuerpo entero, con igual acabado en un roble claro. Había dos gorras de béisbol que colgaban de cada lado del espejo. Una era del Hard Rock Café en Toronto y la otra bordada con el logotipo de X-Files. Sonrió al pensar en Alex como fan de un espectáculo peculiar. A la izquierda, montado en la pared, había una gran pieza con tres estantes. Los tres estaban llenos de objetos de adorno. Los estantes eran seis cuadros, tres a cada lado. Jennifer se levantó y cruzó la habitación para tener una mejor vista, observando con placer el dolor en sus músculos del muslo. Las chucherías eran de varios tamaños y colores, y pero todos tenía el mismo tema. Todos eran sobre enseñanza, y eran obviamente regalos de antiguos alumnos de Alex. Había una miniatura de un Pitufo escribiendo en una pizarra. Una pequeña cerámica con pila de libros. Una hermosa pluma en una caja transparente. Una pequeña, máquina de escribir de hierro fundido. Cada estante estaba lleno de esos tesoros. Pasó su mirada a los marcos. Cada uno de ellos era un certificado de algún tipo. Algunos eran de los estudiantes, algunos eran del personal de la escuela donde enseñaba Alex. Todos eran favorecedores e impresionantes. No estaba sorprendida por la capacidad de enseñanza de Alex, o por el hecho de que sus alumnos, obviamente, la adoraban. El que mantuviera todos los regalos, era como un testimonio de lo mucho que los amaba. Se llenó de orgullo. Sonriendo, decidió que estaba hambrienta y que quería ver el rostro de Alex de nuevo. Los olores mezclados de café y tocino, flotaban en la casa, por lo que Jennifer tragó salivar. Mientras se movía, vio su cuerpo desnudo reflejado en el espejo y se quedó sin aliento ante lo que vio. Apenas se reconoció a sí misma. La mujer que le devolvía la mirada, parecía totalmente diferente a la que estaba acostumbrada. Ésta estaba sonriendo como un idiota. Su piel estaba enrojecida y su pelo rubio alborotado. Sus ojos brillaban, con un secreto, y tenía varias marcas rojas furiosas, a lo largo de su cuerpo; uno en el hombro, uno en la cadera y otro en el interior de su muslo derecho. Ahogó una risita y señaló al espejo. "Te han jodido, ¿no?" Le preguntó en voz baja. "Al parecer, bastante bien." En vez de una respuesta, su cerebro le dio un flash back-rápido, de cuerpos sudorosos desnudos, lenguas, dedos, labios, dientes; sonidos que no había escuchado o hecho en mucho tiempo. Tragó saliva, ante el ataque de los recuerdos, emocionada y avergonzada a la vez por su propia audacia insólita. Una vez más, recordó haber tomado la iniciativa por primera vez en su vida. La conmoción y la expresión inequívoca de la excitación, en el rostro de Alex, había valido la pena.

Miró a su alrededor para ver si encontraba su ropa. Tenía el vago recuerdo de sus pantalones cortos, en algún lugar de la sala de estar y no tenia ni idea del paradero de su camiseta. Vio una bata en un gancho, la agarró y se la ató alrededor de su cuerpo. Era demasiado grande, y realmente era demasiado caliente para ella, pero Jennifer se imaginó que sería simplemente como si pidiera prestado algo de ropa. En ese momento, sólo quería ver a Alex. Tenía

que poner los ojos en ella, saber que la noche anterior había sido real. Hizo una breve parada en el baño, y luego se dirigió a la cocina. Llegó hasta la zona de comedor. Alex trabajaba afanosamente, tarareando en voz baja para sí misma mientras cocinaba. Llevaba el pelo recogido en una cola de caballo. Llevaba puesto un desgastado pantalón rojo y una camiseta blanca, con un paño de cocina sobre su hombro. Jennifer no podía verla desde la parte de atrás, pero fue suficiente para hacer que se detuviera en seco. Fue un placer indescriptible, ver a su nueva amante, mientras ella, no estaba al tanto del examen. Alex estaba sacando el tocino de la sartén y apagó la cocina. Luego tomó uno huevos de la nevera y metió un poco de pan en la tostadora. Jennifer se apoyó en la mesa, cruzó los brazos sobre su pecho, y disfrutando de la vista, durante todo el tiempo que pudo, se quedó completamente tomada con el resplandor de la piel de Alex, y las curvas de su cuerpo. Una vez y otra vez, se sintió gratamente asaltada por los retrocesos periódicos de la noche anterior, y se preguntó cuánto tiempo su cuerpo se podía mantener en ese estado de excitación perpetua, con la que parecía estar afligida. No estaba preparada para el temblor que se disparó a través de todo su cuerpo, cuando Alex finalmente se volvió y sus ojos se encontraron. Alex se limpió las manos en el trapo de cocina y lo lanzó a ciegas en el mostrador. Luego lentamente cruzó el espacio entre ellas, sin apartar sus ojos de los de Jennifer. Se detuvo a escasos centímetros de ella. Mirando hacia abajo, y sonrió dulcemente, deslizando sus dedos por el rubio y alborotado cabello de Jennifer. Antes de que pudiera pronunciar una palabra, la boca de Alex bajó duro sobre ella y se besaron profundamente, como si nunca se hubiera ido a la cama, la noche anterior. La diferencia de altura entre ellas era insignificante, y Jennifer se encontró rodeada por Alex. Lejos de sentirse encerrada o sofocada, se sentía segura y amada. Deslizó sus manos hasta el pecho de Alex, y alrededor de su cuello, tirando de la cabeza abajo con más fuerza. Alex empujó dentro de ella, dirigiendo su espalda a la sala, hasta que el borde de la mesa del comedor golpeó en su trasero. Al instante siguiente, estaba de espaldas sobre la mesa del comedor, con la bata totalmente abierta, su cuerpo completamente expuesto a Alex. Sus piernas se abrieron, donde fueron enterrados los dedos de Alex. Gimió el nombre de Alex en jadeos, y se corrió con fuerza, como había hecho, una y otra vez, la noche anterior. Le faltaba aire, con el pecho agitado y sus músculos tensos como rocas. Tuvo que desenredar literalmente sus dedos del cabello de Alex, mientras ambas sonreían con diversión. Alex le acarició el rostro con el cuello, y la besó suavemente, luego la empujó para arriba en sus manos para poder inclinarse sobre su amante. Dejó las palmas de las manos contra la mesa. Las piernas de Jennifer colgaban a cada lado de sus muslos. "Buenos días." Jennifer sonrió. "Lo es, ¿no es así?" "Esta es una manera absolutamente hermosa de empezar el día." "De eso se trata, ¿no?" Alex parecía que quería decir más, pero en cambio, se puso de pie, le tendió la mano, y la ayudó a ponerse de pies. "¿Tienes hambre?" Jennifer cerró la bata, ató el cinturón y trató de controlarse, a pesar de continuar pensando en lo que acababan de hacer. "Estoy hambrienta". "Sígueme." Alex se dirigió a la cocina y cogió a los platos donde se había quedado. "¿Cómo te gustan los huevos?" Preguntó, mirando a Jennifer. Luego se volvió, presa del pánico, "Te gustan los huevos, ¿verdad?" "Revueltos, por favor. ¿Puedo ayudarte en algo?"

Alex se acercó a ella y le besó la parte superior de la cabeza. "No. Sólo siéntate allí y ponte sexy". Jennifer se sonrojó. "Sí, señora". La observó, en silencio, durante unos pocos minutos. "¿A qué hora te levantas?" "Kinsey me levantaba a las seis y media, que es cuando lo saco afuera. Cuando volví a la habitación, se veía... " Se volvió a Jennifer con una tímida sonrisa. “Quería que pudieras dormir un poco, pero no puedo decirte lo mucho que quería despertarte". Jennifer se sonrojó un poco más, mientras sonreía. "Al final he pensado que era mejor si me marchaba de la habitación. Sería menor la tentación." Apagó la cafetera en marcha, y sirvió una taza. "Así que estuve leyendo el periódico y tomando un poco de café." Dejó la taza enfrente de Jennifer. "Necesitaba que mis hormonas en ebullición se enfriaran un poco, ¿sabes? Aunque tengo que decir que el cinturón de la bata me está dando ideas muy traviesas.” Le guiñó un ojo, la besó a la boca rápidamente, y luego regresó a su trabajo. Jennifer tragó, cuando una sacudida erótica cayó sobre la parte baja de su cuerpo. Cada vez era más evidente, para Jennifer, que Alex no estaba dispuesta a hablar de nada más sobre su orientación sexual y su conexión en ese punto. Tal vez tenía razón, después de toda la conexión las había llevado al punto en el que estaban. Jennifer quería hablar de ello, sabía que era necesario hablarlo, pero había pasado mucho tiempo desde que se sintió deseada por alguien, alguien a quien ella deseara, y todo lo que quería hacer en ese momento era sentarse y tomar el sol... Podía entender que Alex evitara el tema. Siempre podrían hablarlo más tarde. Tendrían que hablarlo más tarde. Bebió un sorbo de café.

Alex y Jennifer pasaron todo el día en diferentes etapas para desnudarse. Como dos niñas, con un nuevo juguete, no podían tener sus manos fuera la una de la otra. Alex estaba encantada de la resistencia de Jennifer. En las relaciones del pasado, siempre había sido la que mayor impulso sexual había tenido, y sus parejas inevitablemente acababan rechazándola, en algún momento, murmurando, "no más" cuando el agotamiento se hizo cargable. No era así con Jennifer. Ella correspondía a Alex, sensible para el tacto, bastaba un movimiento por accidente para tener un orgasmo durante el orgasmo, y siempre estaba lista para más. Cuando la oscuridad se hizo presente, optaron por regresar al dormitorio, en lugar del sofá, los mostradores de la cocina o el baño. La cruda e intensa pasión fue reemplazada por ternura. Hicieron el amor lentamente, deliberadamente, manteniendo los ojos en contacto y la emoción, aunque evitando las palabras que harían las cosas que fueran muy reales. Jennifer no estaba acostumbrada a este nuevo lado de ella, la audacia, la agresión. La única vez que perdió ventaja fue cuando Alex se la quitó, por su diferencia de tamaño. Ella revertió su posición, para mover de un tirón a Jennifer, colocándola abajo de ella y fijando sus brazos sobre su cabeza. Jennifer luchó débilmente siguiéndole el juego. "Ten cuidado," Alex advirtió contra su boca. "No querrás que tenga que sacar el cinturón de la bata y atarte a la cama." Jennifer se quedó sin aliento al oír aquellas palabras, sintiendo la intensidad de subir a otra categoría, cuando la lengua de Alex se hundió posesivamente en su boca. Se besaron con avidez. La ternura se transformó de nuevo en una pasión animal como la de antes.

Alex usaba su boca para recorrer la longitud del cuerpo de Jennifer. Se colocó entre las piernas que se abrían para ella espontáneamente. Jennifer estaba ya muy cerca del clímax, y casi de inmediato, su orgasmo la golpeó sin previo aviso. Cuando por fin llegó a la cabeza de Alex, para empujarla suavemente, ésta la tomó de ambas muñecas y las mantuvo sin soltar, evitando que Jennifer escara la lengua, y sus labios aún pudieran explorar su piel hipersensible, obligándola a sobrellevar la sensación de "demasiado". Sus gemidos de protesta cambiaron rápidamente a exclamaciones de choque, eróticamente placenteros, cuando una segunda oleada recorrió su cuerpo, provocando la explosión en un nuevo orgasmo.

Alex dejó de acariciarla, y esperó a que su amante se relajara, sin soltar sus muñecas más pequeñas, deleitándose con los gemidos, jadeos y más gemidos mientras sentía a Jennifer recobrar el aliento lentamente. "Dios", Jennifer murmuró con asombro. "Yo nunca he hecho esto antes... no de esta manera. Nadie jamás... Jesús." "Bien", respondió Alex, feliz de tener una memorable sensación de pertenencia sólo a ella. Lentamente se arrastró por el cuerpo de Jennifer, con una ducha de besos. Recogió y organizó el cuerpo de Jennifer en una posición cómoda. "Eres como una muñeca de trapo", se rió cuando los miembros de la mujer rubia se dejaron caer inútilmente. "No me puedo mover. Me siento como uffff." "Me lo tomaré como un cumplido." Se quedaron abrazadas juntas por mucho tiempo, escuchando el chapoteo del agua contra la orilla, como el sonido que deriva en el dormitorio una brisa suave, haciendo cosquillas en las persianas. Jennifer con la cabeza escondida bajo la barbilla de Alex, apoyada en su pecho. "Me encanta el sonido de los latidos de tu corazón," dijo en voz baja. Alex besó la parte superior de su cabeza y se apretó con más fuerza. Kinsey saltó sobre la cama y se sentó con un suspiro, con la cabeza descansando en el tobillo de su ama. Estaba allí, repitiendo el verano, sorprendida por la forma en que las cosas habían terminado. Su mente se detuvo en el momento en que había presenciado la discusión entre Jennifer y Eric, la imagen de Eric levantando la mano para golpear a su esposa todavía estaba grabada en su cerebro. "¿Jennifer?" murmuró, preguntándose si su amante se había dormido. "Hmm?" Sorprendió a Alex respondiendo. "¿Lo que pasó esa noche? ¿En el patio trasero con Eric?" Jennifer se quedó en silencio durante tanto tiempo, que se preguntó si había estado fuera de lugar hacer esa pregunta, tal vez no querría responder. Finalmente, Jennifer respiró hondo y habló en voz baja. "No estoy totalmente segura, no realmente, pero tengo mis propias ideas. Creo que él probablemente acaba de tener un día pésimo".

"¿Por qué?" "Por todo. Eric y yo somos muy parecidos. Ha estado tan estresado, tratando de hacer lo que se espera de él, hacerse cargo de la empresa familiar, estar felizmente casado con su novia de la secundaria, tener los vehículos adecuados, la casa justo en el barrio correcto. Él ha estado trabajando muy duro para mantener esa imagen, la imagen del buen hijo. Honestamente pensé que le estaba haciendo un favor. Mi intención era buena, te lo juro". "¿Qué quieres decir?", le preguntó, señalando el tono de culpa que se había deslizado en su voz. "¿Recuerdas cuando el padre de Eric vino a verme? ¿El día que salimos con la moto de agua?" Vio que Alex asentía. "Parecía muy preocupado sobre el nivel de estrés de su hijo. Dijo que estaba preocupada por él. Francamente, yo estaba muy emocionada de que alguien, por fin, acudiera a mí. Cuando me preguntó si yo pensaba que Eric quería hacerse cargo de la empresa, le di mi pensamiento con honestidad, creí que era lo mejor.” Suspiró. "Le dije que no”. "Oooooh," Alex arrastró las palabras, haciendo una mueca de comprensión. "Si. Probablemente no es mi mejor maniobra”. "Y Eric lo descubrió." "Si." Jennifer se apoyó sobre un codo para poder mirar a la otra mujer. “Mira, Alex, sé cómo te sientes acerca de él". Alex la miró, pero no dijo nada. "Él no me habría golpeado. El no es así."

Alex se enfadó ante la idea de que estuviera defendiendo a su marido, no le gustaba esa sensación. No sabía si estaba de acuerdo con Jennifer sobre la evaluación de sus acciones, pero sentía que no era el momento ni el lugar para discutirlo. En cambio, se limitó a asentir. "Está bien." "Él es un buen hombre. Los dos hemos acabado tomado algunas malas decisiones en nuestras vidas” Alex se tensó aún más, esperando que Jennifer no se diera cuenta. No quiera hablar de Eric, pero sabía que era un tema que no iba a desaparecer. "Está bien", repitió. Retomó su lugar anterior en el hombro de Alex apoyando su cabeza. No había vuelto a su casa desde que había aparecido en la puerta de Alex, hacía ya más de veinticuatro horas antes. No había hecho ningún intento de localizar a su marido, y no tenía idea de si había estado tratando de ponerse en contacto con ella o no. Por mucho que le hubiera gustado refugiarse en casa de su amiga, y olvidarse del resto del mundo, sabía que eso nunca iba a suceder... que no podía suceder. Permanecieron en silencio durante varios minutos antes de que Alex volviera a hablar, suavemente. "Vas a tener que volver y enfrentarte a él tarde o temprano." Esperaba no sonar tan aterrada, como se sentía. Pensar en la posibilidad de que Jennifer y Eric volvieran a estar juntos le hizo sentir náuseas. "Lo sé", respondió Jennifer, con su voz casi en un susurro.

CAPÍTULO DIECISÉIS

Después de más de tres días juntas, haciendo nada más que hablar, hacer el amor y comer, finalmente lograron darse, a sí mismas, un poco de distancia la una de la otra. No fue fácil, pero sus cuerpos estaban doloridos y sus contestadores llenos. Sus amigos y familiares estaban preocupados. Alex envió a Jennifer de regreso, a través del patio, a media mañana del miércoles y se las arreglaron para no estar pendientes del teléfono la una de la otra. Esa noche, era el último partido de voleibol de la temporada. Alex apenas podía creer que fuera ya finales de agosto. El verano pasa tan rápido, pensó mientras calentaba, con pases de pelota controlada con Jennifer. Miró a través de la red a sus oponentes, señalando los puntos débiles. La humedad del fin de semana disminuyó, y una brisa refrescante soplaba fuera del agua. Era una hermosa noche. Jennifer vestía de negro, pantalones cortos de lycra y una camiseta blanca, que había tomado prestada de Alex. "Quiero mantenerla cerca para mí", le había dicho cuando había robado un pase de Alex. Esta sonrió, mientras sus ojos seguían las líneas del cuerpo de su amante, elegante y tan flexible, mientras sus músculos se movían. Todavía podía oler el aroma de su piel, sentir la suavidad bajo sus dedos. Todavía podía escucharla jadear su nombre mientras se corría, rogándole que no parara. "Hey." Jackie chasqueó los dedos en la cara de Alex. Esta sacudió cabeza y volvió rápidamente a la realidad. "¿Estás bien?” Le pregunto con voz contundente. "Por supuesto. Lo siento." Jennifer sonrió con complicidad, lo que la hizo ruborizarse. "Sólo estaba pensando." El equipo jugó bien en su conjunto. Alex y Jennifer estaban totalmente una sincronía, era casi irreal. Todas las jugadas les estaban saliendo muy bien. Mejor que nunca. Habían boqueado por izquierda y derecha, dejando al otro equipo tumbado en la arena en varias posiciones incómodas. Jennifer sonrió, y Alex estaba prácticamente a su lado en cada uno de sus movimientos. Se chocaron palmas con frecuencia, y no fue sino hasta la mitad del tercer y último juego, cuando Alex se dio cuenta de las sutiles miradas y frunce del ceño que tenían tanto Jackie como Nikki. En un momento, Jennifer le lanzó un gesto, haciéndole saber que también se había dado cuenta. Alex se encogió de hombros. Estaban jugando bien, y el partido estaba resultando tan bueno que ganaron.

Cuando sus opositores les saludaron, una vez terminado el partido, todo el mundo fue a buscar sus botellas de Gatorade o agua, y bebieron con avidez. Alex siguió a Jackie a su pila de pertenencias, cerca de donde estaba Rita y se sentó en la arena mirando a Hannah. "Hey," dijo Alex. "¿Estás bien?" "Estoy bien." Jackie no la miró, sólo tomó su botella de la mano de Rita y bebió. Alex sabía que Jackie le ocultaba algo, y su tono "bien" decía todo lo contrario. "Háblame, Jack."

"He dicho que estoy bien." "Y yo digo que sé que está mintiendo. Me ha estado observando toda la noche. ¿Algo que quieras decirme?" Jackie finalmente la miró a los ojos y la hostilidad no tomó por sorpresa a Alex. "¿Hay algo que tú quiera decirme?" Alex parpadeó y tragó saliva, sabiendo muy bien lo que su amiga quería saber. "Te conozco, Alex. Puedes pensar que estás siendo sutil, pero no es así. No para mí." Su voz fue dura y nada más un susurro. "Veo la forma en que la miras. Se te caen las babas por ella. Nos dijiste que erais sólo amigas". "Nosotras." Alex dijo en voz baja, con los ojos en la arena. "Lo éramos, pero ahora de repente es más que eso" "¿Sí? y exactamente, ¿dónde crees que va esto?" Alex tragó. "No lo sé", respondió con sinceridad. "En serio. Bueno, permíteme que te ayude con ello. En general las cosas son más o menos así: ella va a esperar hasta que te enamores de ella, si es que ya no ha ocurrido ya, y a juzgar por la expresión de tu cara, diría que ya lo estás. Va a dejar que pienses que ella está enamorada de ti, también, al menos por un tiempo. Entonces se casará de experimentar y decidirá que era mucho más fácil y menos controvertido vivir en Boston. Regresará allí y tú, mi amiga, vas a terminar al otro lado de las vías, llorando a más no poder, en el Hotel Corazones rotos, y tus amigas tendrán que consolarte a pesar de que te lo habían advertido, a pesar de que te dijeron lo que pasaría. Que era un gran error”. Sus ojos se clavaron en Alex, destellando con frustración. “Jesús, Alex, sabes ya has visto esto un millón de veces. ¿Qué te hace pensar que esto vaya a ser diferente?" Tragó saliva. Había visto, una y otra vez, a una lesbiana enamorarse de una chica hetero. Sabía las consecuencias reales de algo así. Tenía amigas que habían acabado con el corazón roto por mujeres como Jennifer. Su estómago se revolvió, ante el temor de haber estado ignorando esas mismas consecuencias. Se enderezó y simplemente miró a Jackie, sin tener una respuesta. Jackie echó la botella de la arena y asintió. "Espero que sepas qué diablos estás haciendo." Se dio la vuelta y se dirigió de nuevo a la zona de juego, sin esperar a su amiga. Alex miró a Rita, que las había estado observando. De alguna manera, se las arregló para aparecer tan simpática como siempre, al mismo tiempo, como una madre. Alex suspiró y se unió a su equipo, sonriendo ante el interrogatorio de Jennifer con la mirada.

Las bebidas de celebración no duraron mucho. Aunque el tercer puesto fue un buen final, teniendo en cuenta que había una docena de equipos, la tensión era bastante obvia. Jackie estaba tranquila. Alex estaba preocupada y Jennifer estaba confundida. El grupo se dispersó rápidamente. El partido había sido temprano, terminó y en menos de una hora. Cuando Alex y Jennifer regresaron a la casa de Alex, el sol no parecía querer esconderse, pero las dos mujeres estaban muertas de hambre. Alex dejó el hambre a un lado, el tiempo suficiente para envolver por detrás con sus brazos a Jennifer, y abrazarla con fuerza, hundiendo la nariz en el pelo rubio, cerrando su ojos y perdiéndose en su aroma.

"Todo bien con Jackie esta noche?", preguntó Jennifer. Alex tragó. "Si. Ella ha tenido un momento difícil. No era nada" La mentira se deslizó tan fácilmente, que la sorprendió.

"Se comportó un poco fría conmigo." "Se pone así cuando está estresada. No lo tomes como algo personal". Jennifer pensaba en darse la vuelta y mirar a Alex a la cara, pero decidió no hacerlo. "Está bien. Creo que me voy dar una ducha. " Alex la besó en el cuello. "La ducha, ¿eh?" Susurró en su oído, provocando un escalofrío a través de todo su cuerpo. "Uh-huh." Se dio la vuelta en los brazos de Alex y sus bocas se encontraron. Después de varios minutos, se apartó. "Está bien. Estoy lista para la ducha”. Alex la siguió todo el camino hasta el baño. Cuando llegaron a la puerta, Jennifer se volvió y le puso la mano en el centro del pecho y le dio un suave empujón, sabiendo muy bien lo que pasaría si se duchaban juntas. "No," dijo ella con una sonrisa. "No quiero estar aquí durante días y días. Ve a pedir una pizza. Tu puede darte tu ducha cuando haya terminado." Y con eso, cerró la puerta y le echó llave. "¿Me estás echando llave?" Alex exclamó, fingiendo dolor. "No confío en ti", dijo Jennifer a través de la puerta, con una risa clara en su voz. "Chica inteligente", murmuró mientras salía y buscaba algo de dinero. Las palabras de Jackie volvieron a ella, en cuando colgó el teléfono, unos pocos minutos más tarde. Cogió una Heineken de la nevera y se apoyó contra el mostrador, tratando de no pensar en lo que su amiga había dicho, pero no podía olvidar su preocupación. Realmente sería mucho más fácil para Jennifer quedarse en su vida actual, con Eric, ¿no es así? ¿Por qué iba a querer sacrificar todo lo que tenía? ¿Me lo merezco? En serio, ¿verdad? De repente sintió el peso del mundo presionando sobre ella. ¿Quién demonios se creía que era? Jennifer tenía dinero, status y una vida normal. ¿Quién era Alex para preguntar eso? Cerró los ojos y exhaló lentamente, deseando que su mente parara, para no volverse completamente loca. El agua se había detenido, por lo que fue a buscar unos platos y unas servilletas a los armarios. Cuando sonó el timbre, miró el reloj del microondas, sorprendida por la rápida entrega. "Voy yo" Jennifer dijo antes de que Alex pudiera hacer un movimiento. "El dinero está ahí en la mesa," Alex contestó, mientras llevaba los platos a la mesa. Alex había oído la frase "el tiempo se detuvo" en muchas ocasiones, pero nunca realmente lo experimentado hasta ese momento. Jennifer estaba en la puerta, con el pelo mojado y peinado hacia atrás. Iba vestida con un par de pantalones cortos de Alex y su camiseta. Todo era obviamente demasiado grande para ella. En el otro lado de la puerta estaban Dawn, y Kayla. Parecía que las cuatro simplemente se habían quedado allí mirando las unas a las otras, por una eternidad. Por último, Kayla habló con una ráfaga de palabras cuando los ojos de Dawn se centraron en su cuñada. "Jen, ¿dónde has estado? Hemos estado muy preocupados. No has contestado a nuestras continuas llamadas. Traté de llamar a Eric al trabajo, pero alguien me dijo que ya no trabajaba allí, y no contesta a su móvil. Vinimos aquí porque pensamos que tal vez tu vecina podría decirnos si te había visto". Pasó sólo un segundo, antes de que Dawn abriera su boca, cuando Alex se dio cuenta de la situación. La camiseta de Jennifer estaba ligeramente ladeada sobre ella, el cuello colgando a un lado, dejando al descubierto una marca roja brillante en su piel, que Alex había puesto allí con sus propios dientes, justo después de volver del partido de Voleibol. Dawn se burló. "Veo que teníamos razón. Tu vecina, obviamente, te tiene completamente vista." Jennifer se dio cuenta a lo que se refería, se sonrojó, y deslizó la camiseta por encima de su hombro. "¿Experimentando de nuevo, Jen?"

El rostro de Jennifer mostró horror y vergüenza. Era evidente que ella no sabía que Dawn era consciente de su situación con Sarah. "Correcto. Estoy al tanto de tu actividad extracurricular. Toda la familia lo sabe. Eric es mi hermano pequeño, después de todo. Es mi deber de cuidar de él." Era dolorosamente obvio que Dawn había tenido el gran placer de exaltar a Jennifer. Apenas podía contener su alegría. "Pensé que ya te había advertido sobre ella." Señaló con la barbilla en dirección de Alex. "Te dije que debías ser más cuidadosa, especialmente después de su fiasco en Nueva York. Veo que tenía razón.” Lanzó una mirada desdeñosa en dirección a Alex, y ésta al instante le recordó cuál de sus antiguos alumnos era hijo Dawn. Jennifer no había pronunciado una sola palabra. Alex se preguntó si estaba en estado de shock. Estaba muy visiblemente afectada por la ofensa de Dawn y también estaba temblando; Alex podía ver sus manos temblorosas. Al mismo tiempo, sintió que las suyas propias hacían lo mismo. Dejó rápidamente los platos y utensilios en la mesa, haciendo un ruido fuerte. Se acercó a la puerta, y trató de enfocar toda su concentración para mantener su voz constante. Lo último que quería era que Dawn supiera que la había petrificado y aterrorizado, con las repercusiones de esta inesperada visita. Aterrorizada por lo que pudiera estar pasando por la cabeza de Jennifer, en ese mismo momento, aterrorizada al punto de querer salir corriendo y no volver. "No fui despedida de mi puesto de profesora. Yo Renuncié." Gracias a dios, su voz no vaciló. Echó una mirada a Jennifer, que se quedó mirando al suelo. Cuando volvió a mirar a la pareja en su puerta, puso su mirada en Kayla. "Has venido aquí para buscar a Jennifer. La encontraste. Ahora, por favor vete de mi casa.” Guió suavemente a Jennifer hacia atrás, para que poder cerrar la puerta, cerrar con triunfo ante la expresión fría, del hermoso rostro de Dawn. Alex apoyó la frente contra la madera, tratando de no derrumbarse bajo el ataque de preocupación que amenazaba con enterrarla como una avalancha. La puerta vibró contra la frente de Alex como si la hubieran golpeado. Levantó la cabeza, preguntándose si Dawn habría vuelto por otra ronda, preguntándose donde se había ido Jennifer, preguntándose cómo todo esto, se había convertido en un desastre tan rápidamente. Abrió la puerta con cautela y fue recibida por un niño, con la cara llena de granos, que llevaba una sucia gorra de béisbol y que sostenía una caja de pizza. El olor de la comida le provoco náuseas. Entró en la cocina con la cena, en busca de Jennifer, que estaba de pie con Kinsey acunándolo en sus brazos, mirando hacia el agua. Después de dejar la pizza en el mostrador, se acercó a Jennifer en voz baja, y la envolvió con sus brazos por la espalda. La besó en la parte superior de la cabeza, y la sintió temblar levemente. Alex trató de tragarse su preocupación. "¿Estás bien?" "No sé," susurró. "Viste la cara Dawn. Nunca la había visto así antes. Y sé que no he dicho nada de nada, pero me enfrenté a ella". "Es el equivalente hacer frente a Satanás, si me preguntas," murmuró, tratando de inyectar un poco de humor a la situación, pero fallando miserablemente. "Pero, ahora ella lo sabe. El gato está fuera de la bolsa y puede estar segura de que todo el mundo, incluido su hermano lo sabrá pronto. Dawn no podrá callarse esta primicia" Su voz la sacudió levemente, ya fuera por la ira, el miedo o el terror, Alex no podía estar segura. Jennifer suspiró en voz baja. "Dios, mi madre va a enloquecer." "Todos lo hacen, nena." Se quedaron en silencio durante varios largos minutos, antes de que Jennifer hablara de nuevo, su cuerpo se ajustó a la atención con una repentina reacción. "Tengo que hablar con Eric." Salió de los brazos de Alex, bajando a Kinsey al suelo, y miró alrededor de la habitación.

El corazón de Alex dio un vuelco mientras seguía a su frenética amante con los ojos. "¿Ahora?" "Tengo que encontrarlo. Él no puede oír esto de Dawn, no es justo para él, y puedes apostar que va a querer ser él el que le dé la buena noticia". Localizó sus sandalias y se las puso. "Él necesita escucharlo de mí." Alex tragó saliva y asintió con la cabeza, incapaz de encontrar las palabras, segura de que si ella abría la boca, se echaría a llorar y le rogaría a Jennifer que no se fuera. "Él tiene que saberlo de mí, Alex", repitió mientras abría la puerta corrediza de cristal. "Está bien." Alex la vio escabullirse a través del patio, hacia su propia casa, sabiendo que esto era algo que Jennifer tenía que hacer, pero tratando de aplacar el sentimiento enfermizo que estaba empezando a sentir, como si aquello fuera a acabar.

CAPÍTULO DIECISIETE

Jennifer y Eric habían hablado una sola vez, por teléfono, después de su discusión en el patio trasero. Agradeció a los dioses del cielo que hubiera sido capaz de ponerse en contacto con él, lo más pronto posible, aunque no estaba segura de poder permanecer por más tiempo, sin explotar, en un estado de mayor pánico. Habían quedado en encontrarse en un lugar neutral, al día siguiente, y hablar. No estaba muy segura de qué esperar, pero anhelaba un territorio familiar, al Eric que conocía. Sentía que había abandonado bruscamente a Alex, demasiado abrupta, lo sabía. Hizo una mueca al pensar en la forma en que había dejado a su nueva amante de pie en la cocina, la noche anterior, totalmente confusa, pero sentía que no había ninguna otra opción. Había pensado que Eric le echaría en cara, cualquier cosa que su hermana le hubiera contado. La traición que seguramente sentiría. La vergüenza que sentiría porque su familia se había enterado antes que él, y ella no podría soportarlo. Se merecía más respeto por parte de ella. Sabía que al menos le debía eso. Se había vuelto frenética intentando localizarlo. Una vez que habían hecho el contacto y establecido una reunión, Jennifer se había obligado a permanecer en su propia casa, a dormir en su propia cama, a estar sola. No había sido fácil saber que Alex estaba a pocos metros de ella. Sus cálidos ojos, su voz, su cuerpo llamando a Jennifer, suplicando, pero había logrado mantenerse firme la noche entera. Por precaución, había descolgado el teléfono y cerrado todas las puertas. Probablemente la he asustado, por completo, al salir como lo hice, pensó, mientras dirigía su Volvo hacia una plaza de aparcamiento. Sintió una tremenda culpa por la forma en que la había abandonado, sin siquiera un beso en la mejilla, así como también sentía una intensa culpa por la inminente discusión con Eric. Se frotó las sienes, con las yemas de los dedos, tratando de evitar el dolor de cabeza que empezaba a sentir. ¿Qué diablos estoy haciendo? Se preguntó. Ella y Eric habían acordado reunirse en el parque Kershaw, para que pudieran pasear por el lago y no estar atados a una mesa, ya que así sería más fácil, que si lo hacían en un restaurante, rodeados de más gente. Jennifer llegó y, al no ver a Eric, empezó a pasear por el borde del agua. Respiró hondo y trató de relajarse, pero cada pensamiento, el miedo y la emoción parecían golpearla una y otra vez. Las preguntas volaban hacia ella desde todas las direcciones. ¿Qué pasa si le lastimo a Eric, sin posibilidad de reparación? ¿Y si no puede manejar esto? ¿Es esto realmente lo que quiero? ¿Y si no lo es? ¿Qué pasa si no le he dado la suficiente oportunidad a mi matrimonio? ¿Estoy haciendo lo correcto? ¿Cómo se siente Alex acerca de mí? ¿Ella me ama? ¿Podría hacerlo? ¿Y si no soy lo que quiere? ¿Qué sucedería si dejo Eric y Alex me deja? ¿Dónde estaré entonces? "¿Qué diablos estoy haciendo?" se dijo de nuevo. Cogió su cabeza, con ambas manos, y ordenó a su cerebro calmar el torbellino de pensamientos. Se dijo a sí misma respirando de manera constante, mandado a su corazón que redujera su velocidad. Después de unos minutos, las preguntas se aliviaron y empezó a sentirse un poco mejor. Abrió los ojos y miró hacia el agua. Era un día hermoso y soleado, con el cielo azul y una ligera brisa, que movía su pelo. Inhaló profundamente como cuando lo había con el aire del lago. "Hey". Se sobresaltó cuando escucho la voz de Eric.

"Hola.” Estaba vestido con la comodidad de unos jeans y una camisa vieja de Eddie Bauert, a la que se le había desvanecido el color rojo oscuro. No estaba afeitado y el pelo oscuro era arrastrado por el viento. A pesar de los círculos oscuros, que se habían formado bajo sus ojos, parecía sorprendentemente a gusto y sintió el repentino deseo de decírselo. "Te ves bien, Eric.” Sonrió. "Estaba a punto de decir lo mismo." "Gracias."

Se quedaron mirando hacia otro lado, torpemente, durante varios minutos, y luego comenzaron a pasear lentamente a lo largo del camino. "Se rumorea que has dejado la empresa," Jennifer finalmente se aventuró. "El rumor es correcto. Renuncié la semana pasada”. "Wow." Jennifer asintió, impresionada. "Eso es grande. ¿Cómo se lo tomó tu padre?" "Sorprendentemente bien, aunque no lo creas." "Lo creo". "Jen...” Eric se detuvo, la miró y le puso suavemente una mano en el brazo. Él, normalmente, era muy suave y sabía exactamente qué decir, en cualquier situación dada, pero ahora lo veía muy inseguro, como si estuviera buscando las palabras adecuadas. "Tengo que pedirte disculpas. Por ese día, la semana pasada, en la parte posterior del patio". Jennifer quería detenerlo, para salvarle de la incomodidad y decirle que le entendía, pero asintió con la cabeza para que continuara. "Lo siento mucho", continuó. "Nunca te hubiera golpeado... yo no quería… Se supone que debería haber hablado de forma civilizada contigo, pero no lo hice. Yo sólo... Todo se estaba derrumbando sobre mí, ¿sabes? Mi carga de trabajo en la oficina era tan grande y estaba tan estresado, y luego nosotros... Cuando mi padre me preguntó, a quemarropa, si realmente quería la empresa, sólo até clavos. Terminé agarrándomelas contigo y estoy muy, muy apenado por asustarte de esa manera". Su sinceridad provocó lágrimas en sus ojos. Ella inhaló profundamente, haciendo que le llegara la filtración de alivio en sus huesos. "Está bien," dijo en voz baja.” Disculpa aceptada. Sabía que no eras tú. Me siento mal por haber hablado con tu padre, pero creo que hice lo correcto para ti". "¿Sí?" "Si. No eras feliz practicando la abogacía". "No, no lo era." Se detuvieron a un lado, con vistas a las tranquilas aguas del lago Canandaigua. Después de un largo silencio, Eric tragó saliva y se miró a los pies. Su voz era apenas audible. "Quiero el divorcio, Jen." Ella sabía que iba a llegar ese momento, incluso pensó que podría tener que decir ella misma esas palabras. Pero al escuchar que provenían de su esposo fue como un puñetazo en el estómago. Todo el aire abandonó sus pulmones, y se esforzó por respirar, con los ojos muy abiertos. Fue una de las sensaciones más extrañas que había experimentado alguna vez, la combinación de alivio y terror. Por un lado, sabía que no podían mantener la farsa de

su matrimonio. Por el otro, estaba dejando ir a la persona, con quien había pasado más de una década de su vida, y sintió un pánico inexplicable. Las lágrimas se desbordaron y corrieron libremente por sus mejillas. "¿Estás seguro?" Le preguntó con voz de niña. Eric volvió a tragar, se podía ver el dolor de cerrar su corazón en su puño. Tomó la mano de Jennifer y la llevó a un banco cercano, donde se sentaron. Le rozó suavemente el flequillo de los ojos. "Creo que los dos sabemos que esto es lo que hay que hacer. Traté de fingir y lo hice." "Pero...” "Tú no quiere estar conmigo, Jen. Lo sé desde lo de Sarah". Jennifer se tragó el nudo de su garganta. "Sólo pensé..." Él miró hacia otro lado y soltó un bufido." Pensé que podría cambiarlo. Tú conoces el viejo dicho. ”-Ella no ha dado con el hombre adecuado todavía.- Ese puede ser el caso, pero la persona correcta no soy yo. Y tú lo sabes tan bien como yo." "Eric, yo..." Ella buscó en su mente, así como en su corazón, las palabras correctas para hacer lo mejor, pero no encontró ninguna. En lo profundo de su corazón, sabía que su marido tenía razón. A pesar del pánico y la desesperación, aferrarse a la única vida que ella conocía, sabía que no era lo correcto.

Darse cuenta de ello fue desgarrador y a la vez un alivio. Las lágrimas se abrieron camino desde sus entrañas, que estallaron hacia fuera, alrededor de la mano que había le tapado su boca. Un mar de lágrimas sobre el que no tenía absolutamente ningún control siguió. Eric cerró los ojos, la angustia llenaba su corazón, y tiró de Jennifer para sostenerla en su pecho, mientras ella lloraba. Sus propios ojos se llenaron de lágrimas, por primera vez, desde que todo este lío había comenzado. Jennifer era su piedra de salvación, su anclaje en un mundo de maremotos y piscinas. Dejarla ir era la cosa más difícil que había hecho en su vida, y estaba aterrorizado de estar sin ella. A pesar de que era consciente que iban a hacer lo correcto, el dolor no era menos insoportable. La sostuvo durante mucho tiempo, hasta que sus sollozos cesaron en pequeños hipos, y luego se quedaron en silencio. Ella se quedó con la cabeza en su pecho, sabiendo que era la última vez que estaría allí, y reacia de dejarlo. Eric mantuvo su brazo apretado alrededor de sus hombros. Tampoco quería dejarla ir. Habló en voz baja, sin moverse. "Me gusta mantener la casa del lago, si eso está bien para ti." Él respiró hondo y asintió. "Por supuesto. No veo por qué no. Voy a hablar con Jake sobre ello, para que la ponga exclusivamente a tu nombre. El fondo en común, deberá servir para pagar los gastos." Hizo una pausa y añadió suavemente “le diré que también venda nuestra casa en Pittsford. ¿Te parece bien?" "Si. Tiene sentido." Se incorporó, secándose los ojos y la nariz con las manos e inhalado profundamente para serenarse. Se sentaron en silencio durante un largo rato. "Esto es un poco raro, ¿no?", Comentó Eric. "Si así es." Ella sacudió la cabeza, estirando su estrés agarrotado en los músculos del cuello, y luego miró al agua. "No puedo creer que esto esté pasando." "Lo sé. Yo tampoco”.

Se quedaron en silencio de nuevo. "Probablemente debería ponerme en marcha", dijo Eric finalmente. "Sí, yo también." "¿Vas a estar bien, Jen?" La sinceridad de la preocupación en su voz la hizo llorar de nuevo. Ella asintió con la cabeza. "Creo que sí." Se aclaró la garganta mientras se levantaba, lanzando sus ojos lejos de ella. "Si... si ella... es lo que tú desea, haz que funcione, ¿de acuerdo?” Su mirada se posó sobre la de ella. "Haz que funcione” Él la atrajo en un fuerte abrazo, antes de que tuviera la oportunidad de decir una respuesta. Luego, tomando la cabeza en sus manos grandes, colocó un gentil beso en la frente. "Cuídate, Jennifer. Estaré en contacto." Con eso, se alejó rápidamente antes de que sus emociones se desbordaran. Jennifer lo miró mientras se alejaba por el parque, con sus pies todavía estaban clavados en el suelo. Viendo a lo lejos como con un movimiento rápido, se metía en su Mercedes, y salió a toda prisa a la calle, sabiendo que la persona con quien había pasado la mayor parte de su vida se alejaba para siempre. Volvió a sentarse en el banco, y pasó la siguiente hora simplemente mirando fijamente el agua, en silencio, dejando que sus lágrimas rodaran constantemente por sus mejillas.

Alex llegó a Chille, antes que Nikki, y se sentó en un pequeño reservado junto a la ventana. Se había sorprendido por su llamada de teléfono, y su invitación para almorzar. Nikki tenía cita con el médico esa mañana, y había decidido tomarse el día libre, dándose un tiempo de descanso. Le había dicho a Alex que quería darle las gracias por su ayuda, cuando decidió dejarlo con Diane, el mes anterior y deseaba poder comer con ella. Alex se sintió halagada, y aceptó la invitación. Pensó en la comida, como una distracción muy bienvenida, ya que seguir pensando en Jennifer y Eric la estaba volviendo cola de terror. Estaba haciendo lo mejor que podía para darle el tiempo y el espacio que parecía necesitar Jennifer, pero le resultaba muy difícil. Aún estaba conmocionada por la salida rápida de su amante, la noche anterior, y no podía luchar contra la sensación de malestar que la llevaba a pensar que estaba a punto de llámala en cualquier momento, contando que ella y Eric iban a darse otra oportunidad. Gracias por los momentos divertidos, Alex. Fue genial. Se tragó la bilis que se le subió a la garganta, casi podía escuchar la voz de Jennifer en su cabeza, junto a un grupo de “yo te lo dije” por parte de sus amigos. Se obligó a concentrarse en su entorno, y en los aromas del lugar, quesos, especias, el aroma de la verdura recién colocada sobre la parrilla. Volvió a la realidad cuando vio a la camarera acercarse llevando una bandeja de humeantes ingredientes. Chille tenía una gran ubicación para que Alex se reuniera con los amigos, que vivían en la ciudad. El restaurante estaba en Víctor, debajo de la carretera cerca de Eastview Mall y justo al lado del New York State Thruway. Era un buen punto a mitad de camino y las margaritas eran fantásticas. Se pidió un “Presidente Margarita” y una ración de tortillas de Tilla con salsa, para ocupar su tiempo mientras esperaba su comida. La camarera le trajo su bebida, en un pequeño recipiente de plástico azul. Le mostró cómo servirse sin derramar todo. Ella sonrió, pensando en tomarse más de una margarita. Tomó su primer trago salado picante, suspiró con alivio y miró a su alrededor. La multitud era bastante buena, en su mayoría mujeres con niños pequeños, seguramente después de una mañana en el centro comercial. El suelo era un mosaico de terracota y de diseño abierto, con colores tierra que daban una sensación evocadora del sudoeste. Alex sacó el menú Tex-Mex de su soporte en la mesa y leyó detenidamente las selecciones, tratando de

no dejar que su mente volviera a pensar en Jennifer, y en lo que podría estar pasando en ese momento. Suspiró ante los sentimientos de impotencia y frustración mientras cogía una patata frita, dejando que la salsa picante robara su atención. Mirando por la ventana, vio el Toyota de Nikki entrar en el aparcamiento. La vio genial y Alex se encontró sorprendida por admitirlo. No es que no se hubiera fijado bien antes, pero había algo diferente en ella desde que había dejado Diana, aunque no podía poner absolutamente su dedo en la llaga. Viendo a su ex, a través de la ventana, mientras caminaba hacia la puerta principal, parecía caminar más orgullosa. Levantó su cabeza, sonrió y saludó con la mano. Lo que sorprendió a Alex, en ese momento, fue darse cuenta de lo poco que había visto esa sonrisa, en los meses anteriores, Ahora parecía mucho más feliz. Nikki se deslizó en el reservado, frente a Alex, dejando su bolso, y agarró una patata frita de la taza. Miró su bronceado y sus saludables ojos marrones, ahora brillantes. Sus rizos rubios eran brillantes, a la luz alta del sol del verano. Sus pantalones cortos, de color caqui, y camisa blanca de campamento se adaptaban muy bien a cuerpo, y Alex no podía dejar de sonreír mientras la miraba. "¿Qué?", Preguntó Nikki, de pronto consciente de sí misma. "¿Llego tarde?" Miró su reloj. "No." Alex seguía sonriendo. "Es sólo que... lo siento. No lo quería hacerte sentir incómoda. Sólo... te ves bien. Eso es todo. Te ves muy bien, Nick.” Ésta se sonrojó, mientras se metía un mechón de pelo detrás de la oreja, centrándose en el menú. "Gracias." La camarera se detuvo junto a la mesa. No necesitaba mucha persuasión, por parte de Alex, para conseguirle a Nikki una margarita como la de ella. "Para celebrar el día", dijo. "Eres una mala influencia", reprendió Nikki. "¿Estás lista para pedir o te gustaría esperar un poco?", preguntó la camarera. Habían estado allí suficientes veces como para saber lo que querían, por lo que se adelantó y pidió. "Estoy siendo una buena chica", dijo Nikki, pidiendo la parrilla de ensalada de pollo. "Yo no", respondió Alex. "Prefiero sentir como mis arterias se endurecen. Voy a pedir nachos, por favor." Su boca se hizo agua de solo pensar en todo ese queso sofocando en el plato. Cogió su vaso cuando que la camarera se alejó con sus pedidos. "Entonces," dijo mientras bebía. "¿Cómo te va en el nuevo trabajo?” "Bien. Me encanta. Estoy muy bien". "Tienes todavía problemas con Diane?" "En realidad no. Tuve un montón de llamadas telefónicas, durante un tiempo, por lo que lo desconecté.” Alex hizo una mueca. "Ahora está bien", aseguró a Nikki, con un ligero toque de actitud defensiva arrastrando en su voz. "No es que fuera un psicópata o algo así, dame un poco de crédito. Ella sólo estaba herida, eso es todo." Alex asintió, sorbiendo de nuevo. "Nunca te gustó." Era una afirmación, no una pregunta, pero la sonrisa en el rostro de Nikki la suavizó. "No me gustaba la forma en que te trataba", le respondió con sinceridad. Nikki estudió su bebida, pensativa, como si buscara las siguientes palabras. "Alex, ¿sabes lo que me gustó de Diane?" Alex soltó un bufido. "No tengo ni idea." "Lo digo en serio." "Yo también." Nikki le sostuvo la mirada.

"Diane quería pasar tiempo conmigo. Ella deseaba estar cerca de mí. Tal vez no por las razones correctas, pero nunca me sentí como si estuviera demasiado necesitada o demasiado asfixiada con ella." Alex tragó, haciendo que su estómago se encogiera por la culpa. "¿Así es como te sentías conmigo?” "Sí". Alex examinó la mesa. "Lo siento, Nick." "No quiero que lo sientas," respondió con vehemencia. "No estoy aquí para forzar una disculpa de tu parte. Sólo quería darte las gracias. He aprendido mucho del tiempo que estuvimos juntas." Tomó un sorbo y sonrió ante la mirada de incertidumbre de Alex. "La terapia es una cosa maravillosa. ¿Lo sabías? Comprender lo que te hace bien o lo que te daño es poder". "¿Lo es?" Alex tenía sus dudas, pensando que había momentos en que no tenía ningún deseo de saber lo que realmente estaba pasando dentro de sí misma. Permanecieron en silencio, mientras la camarera traía sus platos. Una vez que ella se había ido, Nikki reanudó la conversación. "Estoy aprendiendo mucho sobre mí misma, Alex. Te sorprenderías por cuánto de nuestra personalidad se puede atribuir a nuestros padres. " Alex dio una risa sarcástica. "Oh, genial." Nikki se echó a reír, ya que con la madre de Alex, había estado en más de una ocasión, y sabía a que se refería. Luego se puso seria. "Creo que lo más importante, es el descubrimiento de que lo hecho hasta ahora es por la absoluta necesidad de decir lo que pienso. No hacerlo, es algo que he descubierto que he aprendido de mi madre. Ella es del tipo mártir. A ella le encanta quejarse a otras personas, cuando algo le molesta, pero ella no se queja a la persona adecuada. Nunca tiene el coraje de enfrentarse con quien está molesta. Alex asintió con la cabeza mientras comía sus nachos. Se quedó impresionada por la determinación con la que Nikki hablaba. Estaba realmente haciendo muchos descubrimientos sobre ella, y ella lo sabía, por eso fue a abrazarla. Alex sintió extrañamente envidia. "Y yo caí en lo mismo", Nikki continuó. "Siempre fui muy feliz manteniendo la boca cerrada cuando importaba, y luego hablaba de ello más tarde, por lo general con las personas que no podían hacer una maldita diferencia de todos modos. No hablé contigo", dijo en voz baja, mirando a Alex a los ojos. "Sabía por qué te ibas, pero era más fácil fingir que era por mi culpa, que hacer que te enfrentaras a tus inseguridades y miedos, así que eso es lo que hice. " "¿Lo sabías?" Alex se sorprendió. Nikki se rió de la cara sorprendida de su ex. "En realidad no eres un gran misterio, Alex. No me gusta ser la que te lo diga. Pero tú no contribuiste o tomaste mucho de nuestra relación, ya que te sentías demasiado vulnerable para hacerlo. Por supuesto, traté de compensarte contribuyendo demasiado. Eso me hizo quedar como una especie de patética. Cuanto más te daba, menos tomabas. Tenía esa visión de que te entregaba las cosas y tú las empujabas de nuevo hacia mí. Y sospecho que no fue la primera vez que actuabas así". Alex sintió que se sonrojaba, al ser tan fácil de leer, cuando ella incluso no se había dado cuenta de lo que estaba haciendo en ese momento. "No lo sabía entonces,” dijo en voz baja. "No fue mi intención hacerte daño."

"Oh, Alex, lo sé. No estoy tratando de culparte, por favor, no creas eso." Dejó el tenedor, puso su mano sobre la de Alex, y agachó la cabeza para atrapar la mirada abatida de ésta. "Por favor, no lo hagas. Todo esto suena un poco duro, tal vez porque hay una parte de mí que todavía está resentida por ello, y me disculpo. No te estoy acusando. Sólo estoy compartiendo mis sentimientos. ¿De acuerdo?" Alex asintió y tomó otro sorbo de su margarita, sintiendo disminuir la angustia por los comentarios de Nikki. "¿Qué pasa con Diane?" Nikki cogió el tenedor y lo apuñaló un pedazo de pollo. "Traté hablar con Diane. Le dije cómo me sentía y lo que no me gustaba de ella. Ella no entendía por qué estaba triste. Traté de explicarle que me sentía como un ama de casa, de los años cincuenta, pero no lo vio. No podía comprenderlo. Era tan completamente diferente a lo que tú eras ". Se rió entre dientes, parcialmente con humor y en parte con resentimiento. "Pasé de estar con alguien que no quería nada de mí, a estar con alguien que lo quería absolutamente todo". "Ahora sólo tienes que encontrar a alguien en el término medio." "Exactamente. Y lo haré." Sonrió con confianza. "Sí, lo harás. Estoy segura de ello." Alex negó con la cabeza ante lo mucho que había hecho con la autoestima de su ex, pensando en lo afortunada que sería su siguiente pareja. "Estoy impresionada con esta nueva Nikki". "Oh, no es nueva. Ella acaba de ser... descubierta." "Bueno, tu terapeuta merece su dinero." "Peter es el más grande. Ahora estoy tratando de compartir todo mi descubrimientos con mis amigas, para que todos pueden evitar terminar en su oficina." Se echó a reír con encanto, con sus ojos bailando. Luego se volvieron un poco más sombríos, ante la mirada aburrida en Alex. "Abre tu boca, Alex. Esa cosa que tienes con Jennifer no va a ser fácil, como parece, si no puedes ser honesta con ella, sobre cómo vas a sentirte o sobre lo que estás pensando, te estarás condenado. Creo que ya lo sabes” "Ella piensa que no te gusta." Alex trató de dirigir el tema fuera del tono serio de Nikki. "Lo sé." Sonrió con malicia. "Estaba muy celosa de ella y quería que lo supiera. Todos estábamos recelosos. Algunas de nosotras todavía lo estamos". "¿Algunas de nosotras?” La miró boquiabierta. - “Nosotras” ¿quiénes?" "Voy a decirlo una vez más. Tú no eres un gran misterio, querida. Tus amigas te pueden leer como un libro abierto". "Jesús." Vació su vaso, y luego volvió a llenarlo con desde recipiente. "Haz que funcione, Alex. Si la amas y es lo que quieres, hace que funcione.” Estudió s su ex durante un largo tiempo. "¿La amas?" le preguntó en voz baja. Alex tragó el nudo que se le había formado en la garganta. Estaba molesta por las lágrimas en sus ojos marrones. Asintió con la cabeza. "¿Se lo has dicho?" Negó con la cabeza y miró por la ventana. "¿Por qué no?" Respirando de nuevo y tras limpiarse la cara con la mano, contestó en tono ahogado. “Tengo miedo." "¿Por qué?" "Tengo miedo. Ella está hablando con su marido en estos momentos, y si no ¿lo va a dejar? Temo que vaya a decidir que es más fácil ser heterosexual. Tengo miedo de haber sido sólo su experimento, su diversión por un tiempo. Me da miedo que no me quiera de vuelta. Tengo miedo de estar con ella y tengo miedo de perderla".

Nikki sonrió suavemente. "Eso es un montón de miedo." Alex soltó un bufido. "Sí". "¿No crees que necesitas hablar con ella acerca de esto?" Alex respiró hondo, para calmar su acelerado corazón. "Probablemente. Tú me conoces, Nick. No soy buena para abrirme". "Tienes que decidir si esto es lo que quieres, si ella es lo que deseas. Si lo es, es necesario abrirte. Esa es la única manera. Habla con ella.” Su voz estaba implorando. Alex asintió, sintiendo una extraña sensación de alivio. Sostuvo a Nikki la mirada, durante mucho tiempo. "Desde cuándo eres tan sabia, hmm?" "Ella es una mujer con suerte, Alex." "Gracias, Nikki."

Jennifer se sentía pesada, escurrida, y simplemente gastada. Se sentía como si hubiera atravesando a través de la melaza, cuando hizo su camino de vuelta a casa y entró por la puerta trasera. Ya era casi de noche. El aire se había enfriado considerablemente y agarró una camiseta de su perchero. Se arrastró hasta el sofá, de dos plazas de estilo Adirondack, que había colocado cerca de sus flores y se sentó dando un suspiro de cansancio. El color de la noche reflejaba su estado de ánimo. El cielo era de un azul pizarra, gris, con las estrellas que empezaban a brillar a la vista. El agua estaba en calma, lo que refleja el lado sombrío del cielo, y estaba tranquilo. Jennifer volvió a suspirar e inclinó su cabeza hacia atrás y cerró los ojos contra el mundo. Sintió una depresión inminente que pesaba sobre ella. Sabía muy dentro, que ella y Eric estaban haciendo lo correcto, pero también sabía que algunas personas no lo verían de esa manera. Pensaba en toda la mierda inevitable que pronto se le vendría encima, Dawn, el resto de la familia de Eric, su propia madre, y sus amigos. No habría suficiente para todos, y eso la hizo sentirse cansada. Una parte de ella se preguntó si no sería más fácil quedarse en su antigua vida. Pretendía ser hetero. Tragó saliva, maldiciendo el hecho de por qué todo tenía que ser tan difícil. ¿Por qué tiene que ser así de duro? Pensó enojada. Si soy feliz, ¿por qué debería importarles con qué género prefiero dormir? ¿Por qué es importante? porque le importaría mucho, sobre todo a su madre. Pensó en su vida hasta ese momento. Siempre había sido una buena chica. Había hecho todo lo que se suponía que había que hacer, obedecido en todas las reglas puestas para ella, por lo que pensaban que tenían el derecho de hacerlo. Cuando se había deslizado fuera de línea con Sarah, había tratado de corregir las cosas para volver a la pista, donde se esperaba que siguiera. Porque ella era una buena chica. Dios, ser una buena chica me ha desgastado. Para su gran sorpresa, y por primera vez, sintió que su estómago se revolvía. Se dio cuenta de que las personas que habían hecho sus reglas, tenían en su mayor parte, también reglas hechas para ellos mismos. Recordaba la ira de su madre sobre Sarah, y finalmente se dejó de aceptar el hecho de que ella no estaba preocupada por Jennifer, ella estaba preocupada por ella misma. Por su propia imagen. Estaba aterrorizada de lo que podría pensar su gente, no su hija. En ese momento, Jennifer sintió el impacto total del egoísmo con que su madre había actuado. El dolor fue nauseabundo. Dawn había hecho lo mismo, al igual que Kayla y Eric. Incluso Sarah, hasta cierto punto, porque, no era una parte de Jennifer, porque siempre sintió que Sarah no se esforzaba lo suficiente para quedarse con ella. Estaba tan ocupada regocijándose en su sexualidad, recién descubierta, que no tenía el tiempo para tratar de ayudar a Jennifer a salir del armario. Dejó que me quedara allí, viendo como mi madre cerró la puerta, clavado tablas sobre ella.

Respiró hondo, y trató de obligarse a relajarse. Con conocer la amargura no conseguiría nada. Pronto, la ira fue dando paso a la emoción de volver. Jennifer no podía decidir qué era peor, estar cabreada o llorando a moco tendido. Se dijo a sí misma, que el pasado era el pasado y no había absolutamente nada que pudiera hacer para cambiarlo ahora. Todo lo que podía cambiar era el futuro. Seguía cantando el mantra en su cabeza, cuando escuchó unos pasos rayados por la hierba, cubierta de rocío. Vio a Alex que llevaba a Kinsey con una correa. Era casi de noche, y por lo que no podía distinguir la expresión en el rostro de su amante. Su corazón comenzó a martillear. Estaba peligrosamente cerca del borde, si se trataba de un debate emocional, no sabía si sobreviviría. "Hola," dijo Alex suavemente, como si no quisiera perturbar la pacífica noche del crepúsculo.

Se sentó en el muro de piedra, al lado de la silla. La cola de Kinsey se movía rápidamente y puso sus patas delanteras mojadas arriba, en las rodillas de Jennifer. Olas de afecto se apoderaron de ella y se inclinó hacia adelante, permitiéndole a él, besos pródigos en su cara. "Hola", respondió ella, con su atención aún en el perro. Se quedaron en silencio. "¿Cómo van las cosas?" Alex preguntó por fin, su voz teñida de aprehensión. Esa cualidad de preocupación fue suficiente para iniciar las lágrimas de Jennifer, de nuevo. Se dejó caer en silencio, durante todo el tiempo que pudo, antes de que sus sollozos salieran hacia afuera. Alex parpadeó al ver su corazón roto y su implicación. No estaba segura de si su presencia física sería bienvenida, pero decidió correr el riesgo. Se acercó y se sentó junto a Jennifer, poniendo un brazo alrededor de ella con suavidad. "Oh, cariño. Está bien. Todo va a estar bien. " Jennifer se sintió aliviada por el contacto. Podía sostenerla el tiempo que fuera necesario. Toda la emoción llegó en grandes sollozos. Jennifer lloró en los brazos de Alex, mientras la mecía suavemente, murmurando palabras de consuelo, besando la cabeza rubia, tratando de tranquilizarla, al mismo tiempo sintiendo la aguda sensación de pérdida instalándose en ella. Pasó mucho tiempo antes de que los sollozos de Jennifer se fueran calmando. Aun así, Alex la abrazó, acariciándole la cabeza. Cuando Jennifer finalmente habló, su voz estaba agrietada de tanto llorar. "¿Crees que podemos hacer esto?" "¿Tú y Eric? Sí os queréis, estoy segura”. Jennifer levantó la cabeza y parpadeó ante Alex. "¿Eric y yo?" Alex parpadeó hacia ella. "¿No es eso lo que quieres decir?" "¿Crees que Eric y yo estamos juntos de nuevo?" "Yo... he asumido, que sí." "¿Por qué? ¿Por qué supones eso? " "No lo sé. Es que... tú estabas tan molesta. Pensé que tal vez... no sabías cómo decírmelo". La molestia fue sustituida por la emoción en el estómago de Jennifer. Se sentó recta y miró Alex a los ojos. "Alex, ¿me amas?" Allí estaba. La gran pregunta. Alex tragó con fuerza, sintiendo como si el tiempo estuviera congelado. "¿Me amas?" le preguntó de nuevo. Alex escuchó la voz de Nikki en su cabeza. Si esto es lo que quieres, haz que funcione. "Sí.” Su voz era apenas un susurro. "Más de lo que sé."

"Dios, eres tan insegura", dijo Jennifer, su voz llena de una combinación de frustración y pena. "¿Por qué? ¿Es porque tus amigas me desaprueban? Tú eres maravillosa, increíble, y una mujer muy sexy, Alex. ¿Por qué asumes automáticamente que yo elegiría ira tras Eric?" De pronto Alex sabía que era hora de tomar una decisión. Por primera vez en su vida, se obligó a ser completa y absolutamente honesta. Estaba aterrorizada por las consecuencias, pero sabía que tenía que decirle a Jennifer todo lo que estaba pensando, sintiendo y lo que la asustaba. Respiró hondo. "Jennifer, yo... yo sé lo difícil que es para ti. Sé que el miedo puede abrazar un estilo de vida alternativo. Sé lo que se siente al decepcionar a una madre, y ponerse rara ante la gente que alguna vez pensamos que eran tus amigos. No quiero eso para ti. Y tienes razón. Soy terriblemente insegura. Es un problema que he tenido toda mi vida y me gustaría echarle la culpa a mi madre, pero estoy aprendiendo que es tanto mi culpa como de ella.” Se miró las manos por varios minutos. "Estaba segura de que Nikki terminaría dejándome, que se daría cuenta de que yo era un gran fraude, y se iría. Así, que me fui primero. Ella nunca lo entendió, pero ahora lo hace. Le hice lo mismo a mi primera novia y a la segunda. Ninguna de ellas entendió porqué, ¿cómo podrían hacerlo?" Miró a Jennifer, que la estaba viendo y escuchando atentamente. "Pero entonces llegaste tú y viste a través de mí. Sólo así… ¿Sabes que eres la única persona a la que no le molestó una mierda que dejara mi trabajo? La única. Creo que Jackie y Rita me conocen muy bien, pero no les hice saber que me di por vencida, sin luchar. Tenías razón. No podía entender por qué soy gay, por lo que solo escribo sobre gente heterosexual. Tenías razón otra vez." , Jennifer sintió un nudo formándose en su garganta ante la gratitud suave voz de Alex. Alex le tomó la mano y la tocó con sus dedos, mientras seguía abriendo su corazón. "Sí, mis amigas están preocupados por mí. No están contentas sobre nosotras. Para ellas, eres la niña bien. Una de esas chicas heterosexuales que lastiman a chicas como yo que caen en sus redes. Es un procedimiento estándar.” Le guiñó un ojo y Jennifer sonrió. "Pero eso no cambia lo que siento, Jennifer. Todas sus advertencias y sus discursos, no hacen una maldita diferencia en mi corazón. Estoy aterrorizada de que tengan razón. Me asusta como un infierno que hayas pasado el día fuera con Eric y que me dejes por él, y realmente quiero decirte que deberías tomarte un tiempo para ti, que tomemos distancia para que puedas ordenar tus cosas. Tengo muchas ganas de decírtelo. Pero no puedo. Te quiero mucho y tengo tanto miedo de perderte que no puedo evitarlo". Las lágrimas empezaron a resbalar por las mejillas de ambas mujeres. Jennifer quería hablar, pero su garganta se había cerrado sobre ella. Estaba segura de que no podría tener más que llorar, pero estaba confundida. Envolvió en sus brazos alrededor del cuello de Alex y la mantuvo impenetrablemente. "Te quiero, Alex," susurró. "Tenemos que trabajar en tú inseguridades. Quiero ayudar”. Alex apretó su agarre, el alivio se sentía a través de la totalidad de cuerpo. "Ya he decidido dar un gran paso." "¿Sí?" Jennifer se echó hacia atrás para mirarla. "¿Cuál?" "Voy a llamar a mi viejo director mañana, para ver si hay cualquier cosa, incluso como suplente." Suspiró. "Echo de menos la enseñanza, Jennifer". Jennifer la abrazó de nuevo. Su entusiasmo fue contagioso. "¡Alex, eso es genial! Estoy tan orgullosa de ti." Se quedó en silencio, sosteniendo firmemente a su amante. Luego habló en voz baja. "Sé que no será fácil. De hecho, estoy segura de que será muy difícil la mayor parte del tiempo. Habrá un montón de baches y puedo garantizarte que no los voy a manejar todos bien. Va a ser un camino difícil, por un tiempo, pero no hay nadie más con quien prefiera pasarlos que no sea contigo." Alex se apartó para mirarla a los ojos. "¿Estás segura?" Jennifer asintió. "¿Qué pasa con Eric?" Alex se mordió el labio inferior.

"Eric y yo hablamos. Nos entendemos. Mañana iré a ver a un abogado. Fue mucho más amigable de lo que esperaba." Se centró en la boca de Alex, sintiendo una punzada golpeándole en su bajo vientre. "Y Deja de hacer eso con tu labio o no voy a ser responsable de mis acciones". Alex sonrió. "Yo ciertamente no te haría responsable". Jennifer se inclinó hacia delante para besar a Alex y en voz baja sobre sus labios dijo. "Ahora te quiero dentro de mí... "

CAPÍTULO DIECIOCHO

Los copos de nieve caían suavemente al suelo. No tenía una buena cobertura, sólo un centímetro o dos, pero sólo era principios de Diciembre. Nunca se extendía tan fácilmente por aquí, pensó Alex. A pesar del hecho de que había muy poca nieve, se había reducido bien frío glacial cuando Alex se sentó en su coche con el motor en marcha. El calor volaba sobre sus pies mientras esperaba a Jennifer hacer lo suyo. Se sopló las manos heladas. Tenía los dedos cruzados en su interior. Sabía que Jennifer estaba nerviosa, pero Alex tenía una buena sensación. Después de hablar de ello durante semanas, Jennifer había trabajado realmente en el coraje de tener más que una conversación superficial con la mujer Daisy. Así era como las dos amantes que se referían a la misteriosa mujer del cementerio, hasta que finalmente se enteró que su nombre era Carol. Jennifer le había contado a Alex la historia de cómo se había encontrado con Carol, por primera vez en el cementerio, y vio que había puesto margaritas frescas en la tumba del padre de Jennifer. Le contó su teoría. Que su padre había tenido una aventura con esa mujer, y cómo ella era el punto de partida para obtener más información. Sabiamente esperó hasta que su ira por ella y los demonios sobre la infidelidad de su padre, se habían reducido hasta casi desaparecer. Había usado su relación con Eric y su atracción con Alex como una comparación, finalmente, la comprensión de cómo su padre podía haber pasado por algo similar, hizo que finalmente dejar que su ira se fuera. Alex recordó el día en que Jennifer habló con Carol, durante más de sesenta segundos. En realidad tuvieron una mini conversación acelerada. Había vuelto a casa tan altamente emocionada, que hizo a Alex sonreír sólo con oír su relato animado de la conversación. Ella había vuelto a ver a Carol de inmediato, lo cual fue un alivio para Alex. Había tenido miedo de que Jennifer no le dijera a la mujer exactamente quién era, algo que sólo sería perjudicial en el futuro. Se conocían muy poco, era obviamente muy incómodo para las dos, pero Jennifer dijo que había sentido una conexión real, al igual que Carol había encontrado alguien con quien podría ser amiga. Buenas amigas. Les tomó un tiempo confiar entre sí. Todavía sólo hablaban en el cementerio, pero Jennifer estaba a punto de dar un gran paso. Mientras Alex la esperaba en el coche, ese sábado por la mañana de diciembre, en el estacionamiento del cementerio, Jennifer iba a invitar a Carol a cenar con ellas. "Ella no tiene a nadie," le dijo a Alex tristemente, a principios de semana. "Estará sola en Navidad. Eso es simplemente erróneo". "No tienes que convencerme, nena. Creo que es una gran idea". "¿Estás segura? ¿No crees que será una intromisión en nuestros días juntas?" "La Navidad es para compartir, y tienes razón. Nadie debe estar solo. Invítala. Será grandioso".

El acercamiento de las fiestas despertaba, en cada una de ellas, una sensación de dolor por el rechazo de su propia familia, y las mentiras, eran aún muy dolorosas. Jennifer había cortado por completo su relación con su madre. Alex no hablaba con la suya. Ninguna de las dos madres podría manejar la relación de sus hijas. Alex se dejó caer en su asiento, y pensó de nuevo, en los últimos tres meses y medio. Leona Foster estaba asombrada de que su hija tuviera el valor para volver a la misma escuela, en la que todo el mundo sabía que era lesbiana. Casi podía oír su voz, cuando se burló de ella. Había llegado a reprender a Alex,

hacerla entender lo humillante que era, y aunque Alex podía sentir la culpa, en la boca del estómago, se las arregló para colgar el teléfono y luego desconectarlo. Había estado intentando arreglar las cosas con su madre desde entonces, desde casi hacia ya dos meses. Estaba segura que Leona, cansada de ser ignorada, se presentaría en la puerta de entrada para asegurarse de que su opinión era oída, pero eso no había ocurrido todavía. Vivía a unos cuarenta y cinco minutos del lago y no le gusta conducir, por lo que con el invierno instalándose, las posibilidades de su desagradable visita eran pocas, y eso era un alivio para Alex. Sin embargo, se sentía como si estuviera constantemente preparándose para el enfrentamiento. Sería feo, eso era una certeza, pero con Jennifer a su lado, encontraba las fuerzas necesarias, y estaba casi segura de que podría sobrevivir. La madre de Jennifer era mucho más audaz que la de Alex. Ésta sacudió la cabeza, todavía sorprendida por la audacia de la mujer. Al oír las cosas de Dawn, Kathleen Wainwright había conducido directamente a la casa del lago, arrestada por la furia, y pasó más de una hora gritándole a su hija, diciéndole lo inútil que era, la terrible elección que había hecho, qué cosa tan horrible que le había hecho a Eric, sin mencionar una sola vez que Eric también le había sido infiel. Al parecer, eso no era lo mismo, Alex lo pensó amargamente mientras recordaba aquellas palabras tan duras. Se había quedado en su casa, durante el tiempo que pudo, tratando de respetar su espacio, sabiendo que se trataba de algo que tenía que su amante debía enfrentarse. Pero era una tarde cálida, y las ventanas de Jennifer estaban abiertas. Después de escuchar nada más que insultos crueles, sobre la mujer que amaba, no pudo soportarlo más. Había andado por el patio, entrado por la puerta corredera de cristal, para gran sorpresa de las dos mujeres, y simplemente se quedó detrás de Jennifer, tratando de no mostrar alarma en su cara. Jennifer parecía tomar fuerza frente a los comentarios en presencia de Alex. Se enderezó un poco más, alzó la barbilla, y tomó un profundo aliento. Dio un paso atrás, junto a su pareja, y tomó la mano de Alex, entrelazando sus dedos. "Me gustaría que te fueras ahora, mamá." Su voz la había hecho sacudir ligeramente. "¿Perdón?" Kathleen se enfermó al mismo tiempo que veía sus manos entrelazadas, temerosa de que su hija realmente la echara. "Sal".

Parpadeó ante la pareja, aturdida, luego disparó mientras giraba la perilla de la puerta principal. "Tu padre estaría tan decepcionado de ti, Jennifer.” Alex sintió que su amante se ponía rígida, mientras observaban la salida de Kathleen. Alex había pasado las dos horas siguientes sosteniendo a su amante, mientras sollozaba como una niña. El único punto brillante, de la vida anterior de Jennifer, era Kayla. Había llegado unos días después de la visita de Kathleen, y aunque las cosas estaban inicialmente tensas entre las dos, las ex compañeras de habitación aligeraron rápidamente las cosas y pronto estaban riendo como niñas. Alex rió mientras recordaban el pasado. Ella las había dejado solas. Parecía que Kayla, también sufría la enfermedad de hacer lo que se espera de vosotras. Se esperaba que ella se enfrentara a Jennifer, como una patata caliente, al igual que el resto de sus amigos y familiares. “Bendito su corazón”, sin embargo, ella tenía problemas para hacerlo, Alex la recordó con una sonrisa. Le había dicho a Jennifer que su amistad era demasiado vieja y significaba mucho. A pesar de que era duro, estaba tratando de alejarse de las garras de su asfixiante familia, y de sí misma, para variar. Jennifer estaba eufórica la hora de contar su historia con Alex, ésta sabía que estarían viendo a Kayla en el futuro. A mediados de otoño, para gran sorpresa de la pareja. Alex había comenzado a trabajar, como maestra, a tiempo parcial, pero al igual que su director le había advertido, tomó posición por tiempo completo rápidamente. Alex había olvidado lo mucho que amaba enseñar. Le dio tanta energía y confianza, que en realidad comenzó a escribir más rápido y más a menudo de

lo que lo hacía cuando no estaba trabajando. Fue muy, muy difícil para ella, pero Jennifer finalmente la convenció para que cambiara su protagonista, Paul, por una Paula y escribir lo que ella sabía. Resultó ser que Jennifer sabía de lo que estaba hablando aproximadamente. La historia estaba mucho mejor y Alex se sintió mejor escribiéndolo. Se aseguró de que Paula consiguiera a la chica, sin matar a nadie. Los amigos de Alex se encontraban cada vez más cómodos con la relación. Aunque todos eran cautelosos, pero Alex comprendió que era para protegerla. Conforme fue pasando el tiempo, sus amigos comenzaron a entender, que tal vez no era sólo una aventura, que tal vez Alex no era simplemente un experimento para Jennifer. David organizó una fiesta de Halloween, una fiesta de disfraces.” Por supuesto", Alex se lo había contado a Jennifer cuando habían recibido la invitación. "¿Porque todos los hombres gay que conozco tienen que tener un tema cuando organizan una fiesta?". "¿Por qué?" Jennifer le había preguntado inocentemente. "No tengo ni idea.". Con su colorido y la diferencia de altura, era una obviedad para las dos mujeres, ir disfrazadas de dos grandes personajes como Xena y Gabrielle. Habían sido una gran sorpresa. Además, Alex había la encontrado, tan increíblemente sexy con su disfraz, que al volver a casa, era como si la guerrera y su compañera, finalmente consumaran a la relación que muchos fans del programa de televisión creían existía, justo en el suelo de la sala de Alex. Noviembre había llegado y el lago parecía un desierto. Alex y Jennifer habían pasado Acción de Gracias con Jackie y Rita, quienes finalmente entendieron lo que la relación significaba para Alex. Una vez que vieron lo feliz que era con Jennifer, la abrazaron, tirando de ella con cariño de boyeras. Aparte de un pastel de calabaza, algunos nuevos libros para colorear para Hannah, y un par de botellas de vino, Alex y Jennifer habían traído otros dos importantes artículos para la casa. Alex trajo el primer borrador de su libro, que se lo entregó a Rita con orgullo. Jennifer llevó sus muestras de pintura, para que sus amigas pudieran elegir la más adecuada, para la habitación del nuevo bebé. La pareja había decidido, que después de las vacaciones, tratar de tener su segundo bebé, y se habían quedado tan impresionadas con la forma en que Jennifer había decorado su casa, que le pidieron que las ayudara con las suyas. A pesar de que se resistió a ello, insistieron en pagarle, como si pagaran a cualquier otro diseñador de interiores. También le dieron, dos números de teléfono, de unos amigos que necesitan algunos consejos de decoración.

Alex recordó que Jennifer las había mirado, con tanta alegría en sus ojos, que se le calentó el corazón. Había lanzado una mirada de agradecimiento a su mejor amiga, Jackie, que simplemente le guiñó un ojo, y se puso a sacar el corcho del Chardonnay. Pasar unos día en Turquía con sus amigos, había sido maravilloso, y había ayudado a olvidar el dolor del rechazo familiar, las mentiras, aunque Jackie y Rita pasarían la Navidad con la familia de Rita.

Alex y Jennifer fueron abandonadas a su suerte por ellas. Eso no era necesariamente algo malo, les encantaba pasar tiempo juntas. La parte más difícil fue, a pesar de su desordenada vida familiar, que siempre habían estado con sus familias para Navidad, y el hecho de que no iba a ser de esa manera, esta vez, era un hecho difícil de absorber para ellas. Alex se dio cuenta de por qué pedir a Carol unirse a ellas, era una cosa tan fácil de hacer, ya que no se trataba de ninguno de sus familiares. Ninguna de las dos dijo, nada de nada, sobre la media docena de regalos que estaban sobre la cama de la habitación de invitados de Jennifer, todos con etiquetas de sus madres.

Alex se sopló las manos enguantadas, mirando por la ventana los copos de nieve esporádicos que caían del cielo color piedra. Le resultaba extraño sentirse tan contenta en una relación. Nunca había experimentado esa sensación antes. Siempre había sido una especie de nube que colgaba sobre ella y su respectiva pareja. Se dio cuenta entonces que se trataba de una nube de su propia creación y que de alguna manera, había logrado crecer y llegar a un acuerdo. Ahora, reconocía lo que significaba simplemente aceptar el amor de su pareja, y saber en su corazón que era algo que se merecía, no un golpe de suerte, y que serían arrancados tan pronto como los dioses descubrieran que ella realmente no se lo merecía. De repente se acordó de la noche anterior, de ella y Jennifer haciendo el amor en la cama. Recordó lo bien que encajan entre sí, lo bien que sabían del cuerpo de la otra, los sonidos, los olores, los sabores. Sintió una repentina oleada de adrenalina, sonriendo al ahora familiar vientre, y maravillada por el hecho de que después de casi cuatro meses juntas, su vida sexual se había hecho más fuerte, en lugar de disminuir como en sus relaciones anteriores. Jennifer conocía las miradas de Alex, y ésta las de ella. A menudo, ni siquiera tenían que decir nada. Ellas solo captaban su mutua atención, y treinta segundos después, estaban desnudas. Estaban completamente en sintonía, totalmente en sintonía con entre sí, como si estuvieran destinadas a estar juntas. A Alex le gustaba la forma en que sonaba aquello, a pesar de su cursilería, y le gustaba la forma en que se sentía. Todavía estaba sonriendo por la ventana cuando vio la capa verde de Jennifer, que se acercaba por el camino del cementerio hacia el aparcamiento. Una alta, sofisticada y amable mujer caminaba junto a ella y, a juzgar por cómo se movían las manos de Jennifer, estaba hablando animadamente con ella. Seguramente sobre su famosa historia, supuso, Alex. Cuando Jennifer miró hacia el coche, y se encontró con los ojos de Alex y su brillante sonrisa, supo que todo iría bien. Papá Noel había llegado temprano. Alex no podía recordar la última vez que había sido tan feliz por Navidad.

THE END

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