La Espiritualidad Cristiana en La Acción Social
August 17, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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La espiritualidad cristiana en la acción social Ramón Alfredo Oliveros
1.- PRECISANDO TÉRMINOS Escuela de formación conjunta SDB - Laicos (Salesianos Venezuela Venezuela)) Muchas veces la palabra espiritualidad ha sido asumida y considerada desde una visión negativa. De hecho, para muchos esta palabra viene tomada como algo alejado de la realidad, algo inútil que no tiene nada que ver con la vida, y que por tanto es rechazado, repelido casi de forma inmediata. Puede ser que también sea así en nuestro caso. Esto se debe a que la palabra espiritualidad deriva de espíritu. Y en la manera más común de hablar, el espíritu se opone a la materia, a lo material, a lo concreto. Así, los espíritus son seres inmateriales, sin cuerpo, distintos y opuestos a todo lo que es normal, real… Muy diferentes
a nosotros, los seres humanos, que somos tangibles, concretos, sensibles. En ese sentido, sería espiritual lo que no es material, lo que no tiene cuerpo. Se dirá, entonces, quesin una persona es espiritual”, o que “tiene espíritu”, si vive como interesarse de“muy lo material, ni siquiera de su mucho propio cuerpo, tratando de vivir solamente de “realidades espirituales”.
Lo que pasa es que estos conceptos de espíritu y de espiritualidad, como realidades opuestas a lo material y corporal, provienen directamente de la cultura griega, en la cual se hacía una clara distinción y división de lo que era espiritual y material, llegando a dividir a la persona en dos partes distintas y separables entre sí. La persona era vista, entonces, como la suma de dos partes bien diferenciadas. Esa misma mentalidad “dualista”, propia de la cultura griega, pasó al
castellano, francés, portugués, italiano, e incluso a lenguas y culturas tan diversas a las anteriores, como el inglés y el alemán. No pasó esto, en cambio, con lenguas y culturas ancestrales, como pueden ser nuestras culturas indígenas o la cultura semítica de lengua hebrea. Para el lenguaje en que se escribió el Antiguo Testamento, la primera parte de la Biblia (el hebreo), por ejemplo, “espíritu” no se contrapone a materia ni a cuerpo, sino a maldad,
destrucción, división; se opone igualmente a carne, a muerte y a todo lo frágil que está destinado a la muerte. Se opone también a ley, entendida como imposición, miedo, imposición, miedo, castigo. castigo. De igual manera en el Nuevo Testamento, la segunda parte de la Biblia, el espíritu viene considerado como la dimensión más alta del ser humano, el elemento superior de su vida. No en el sentido de “alma” opuesto a “cuerpo”,
sino la persona entera tendiente a Dios; a Dios; en en cuanto a la acción la acción de de Dios, Dios, que que es a su vez Vida y Espíritu. Igualmente “carne” no significa cuerpo o sexo, como
suele creerse, sino la persona entera, pero en cuanto débil y expuesta al pecado y a sus consecuencias. Como podemos ver, pues, desde esta visión espíritu significa vida, construcción, fuerza, acción, acción, potencialidad, libertad. De tal manera que el espíritu no está fuera de la materia, ni fuera del cuerpo o de la realidad cotidiana, sino que es algo que está dentro, que habita y posee la materia, que le da vida al cuerpo, que le da “personalidad” a la realidad, que le da calidad a
la vida, que hace que las cosas sean lo que son. El espíritu llena de fuerza a las cosas, las llena de vida, las impulsa, las lanza al crecimiento y a la creatividad. Es, de alguna manera, una llamada a la libertad, a la acción, acción, a a la impasividad. De tal forma que el espíritu no es otra vida, ni lo espiritual se realiza en el “más allá”, sino que es lo mejor de la vida, es su esencia, es lo que hac e que la vida
sea lo que es, lo que le da vigor, fuerza. Es lo que sostiene y fundamenta la vida. Hay que dar un paso más. Toda persona humana está animada por una espiritualidad, por uno u otro espíritu. De tal manera que la espiritualidad, como realidad humana, es patrimonio de todos las personas, y se va forjando por las motivaciones que les hacen vibrar, por la utopía y la esperanza que les mueven, por la ilusión que les anima, por la comprensión de la vida que se va consolidando a través de sus experiencias personales. Cuanto más consciente vive una persona de estas realidades, mayor será su espiritualidad y su compromiso con ella. Por otra parte, la espiritualidad es también una realidad comunitaria. Viene a ser la “conciencia colectiva” y la motivació n de un grupo, de un pueblo. Es precisamente esto lo que mueve las luchas colectivas; y no es difícil ver que cuando caen o mueren estas motivaciones “el colectivo” deja de funcionar, la
mística grupal se pierde, las luchas comunitarias dejan de tener sentido y razones. Impera el individualismo y el “carrerismo” personal. En otro sentido, es
también lo contrapuesto a la pura teoría. Ser espiritual no es tanto saber cosas, sino asumir y vivir valores, hacer experiencia espiritual. Nos conviene tener claro y enfatizar una vez más que la espiritualidad no es “otra vida”; no es para vivir otra realidad diferente a la normal de todas las personas, sino que es lo mejor de la vida misma (o en todo caso “esta misma vida otra”); lo que hace que una vida tenga sentido , lo que la hace ser lo que
es, dándole claridad y vigor, sosteniéndola e impulsándola. La espiritualidad engloba, por tanto, toda la realidad humana. No se trata de “una parte” (como ya dijimos, la espiritual contrapuesta a la corporal), sino de
toda la realidad de la persona, incluso lo que tiene que ver con su cuerpo y con
su ser y vivir en relación con los demás. Desde esta perspectiva nosotros queremos entender las palabras espíritu y espiritualidad en esta conversación. Para quienes somos cristianos esa realidad espiritual está íntimamente relacionada con la fuerza que procede del Dios de Jesucristo. Diremos, entonces, que una cosa es espiritual en la medida que ella está habitada por el Espíritu (así, con mayúscula), en la medida que esté inundada por ese Espíritu. Por supuesto, nos estamos refiriendo al Espíritu de Dios, Dios, al al Espíritu del Señor Jesús, que por nuestra nuestra fe sabemos y creemos que está presente en el mundo, en nuestra historia, en las personas y en todas las realidades materiales. A partir de lo que se ha dicho hasta ahora, podemos decir, entonces, que el espíritu de una persona es lo más profundo de su propio ser; sus motivaciones últimas y más fundamentales, sus ideales, la utopía de su vida, su pasión; lo que persigue, la razón por la cual vive, los motivos que tiene para luchar, para esforzarse; es decir, su manera más sincera de ser. Así, por ejemplo, decimos que una persona es una persona espiritual cuando con sus actitudes concretas manifiesta tener un buen corazón, buenas intenciones, persigue objetivos nobles. Diremos, en cambio, que no es una persona espiritual o que tiene un mal espíritu cuando con estásus habitada pornos malas intenciones, dominadacuando por bajas pasiones, o cuando actitudes hace sentir desconfianza; en ella no existen motivaciones y vive sin ánimos, sin ideales, sin entusiasmo, sin fuerzas. La espiritualidad es la comprobación concreta de la presencia del Espíritu en la vida de la persona. Es la realización “en acto” de las virtudes o de las actitudes que adornan la vida de la persona habitada por el Espíritu. Así, una persona será verdaderamente espiritual cuando en ella se compruebe la presencia clara y la acción la acción determinante y “marcante” del Espíritu. Cuando viva realmente con Espíritu. Según cuál sea ese espíritu, así será su espiritualidad.
2.- ESPIRITUALIDAD CRISTIANA Ya hemos dicho que la espiritualidad está intrínsecamente relacionada con la LIBERTAD y con el AMOR. AMOR. La espiritualidad, en su sentido más hondo y estricto, es el dominio del Espíritu. Si la verdad nos hace libres (Jn 8,32), el Espíritu que nos llevará a la verdad completa (Jn 16,3), nos conducirá a la libertad plena. A la libertad de todo lo que nos impide realizarnos como personas, varones y mujeres hijos e hijas de Dios; Dios; y a la libertad para amar, para luchar, buscar alternativas, para discernir caminos nuevos y entrar en comunión con Dios y con los demás. De tal manera que libertad de todo egoísmo y alienación y libertad para amar y luchar son dos conceptos clave en el tema de espiritualidad.
Desde la perspectiva cristiana esto significa vivir la propia vida con Espíritu. Es una forma de ver e interpretar la realidad desde los criterios del Evangelio y del seguimiento de Jesús. También Jesús. También aquí se ve comprometida toda la persona y en todas sus manifestaciones: cuando trabaja, camina, ora, come, descansa; en sus deseos, pensamientos, acciones; en su dimensión personal y colectiva. Dios se nos ha revelado plenamente en Jesucristo (Heb 1,3), por eso no hay mejor modo de buscar y encontrarse con Dios sino conociendo y siguiendo a Jesucristo. Y ya lo hemos conversado muchas veces, a Jesucristo se le conoce en la medida en que se asumen su causa y sus actitudes: se le sigue (Jn 14,511). Por eso el seguimiento de Jesús es la dimensión más fundamental y original que identifica la espiritualidad cristiana; es la categoría que define la espiritualidad cristiana. Seguimos a un Dios un Dios que asumió la condición humana. Que tuvo una historia como la nuestra; que vivió nuestras experiencias; que hizo suyas nuestras opciones; que se entregó a una causa justa por la cual sufrió, tuvo éxitos, alegrías y fracasos. Ese hombre, Jesús de Nazaret, humano como nosotros, en el cual habitaba la plenitud de Dios de Dios en su Espíritu, es el modelo único de nuestra vida humana y de nuestro ser miembros de una sociedad. Por eso, el punto de partida de nuestra espiritualidad cristiana es el encuentro con la humanidad de Jesús, con su manera peculiar y especial de ser persona. Eso le da a la espiritualidad cristiana todo su realismo. Al hacer al hombre Jesús el modelo de nuestra vida, la espiritualidad auténticamente cristiana nos arranca de toda ilusión “espiritualista”, de un cristianismo “idealista”, de valores
abstractos y ajenos a experiencias y exigencias concretas de nuestra realidad personal y comunitaria. Nos arranca también de la tentación de hacernos un Jesucristo a nuestra imagen, a nuestra medida, y de acuerdo a nuestros caprichos, nuestras ideologías y nuestros intereses. Jesús de Nazaret es el mejor camino que tenemos para conocer a Dios, Dios, sus palabras, sus hechos, sus ideales y sus exigencias. Sólo en el hombre Jesús podemos conocer realmente los valores de nuestra vida cristiana. Puede ser que en nuestra vida exista el peligro de formular estos valores partiendo de ideas y definiciones preconcebidas. Puede ser que tengamos un concepto de oración, de pobreza, oración, pobreza, de humildad, humildad, de pureza, de sexualidad, de castidad, castidad, de amor fraterno, y muchos otros aspectos de nuestra vida y de nuestra fe que parten de una definición teórica y de una visión ficticia que tal vez nada tiene que ver con el Evangelio. Así como nunca conoceremos quién es Dios es Dios sino es a partir del seguimiento que hagamos de Jesucristo, de la misma forma no sabremos lo que son cada uno de esos valores de nuestra fe nuestra fe sino es a partir de la manera como Jesús encarnó y realizó estos valores. Pero Jesús no es sólo un modelo de vida para nosotros, sino que él mismo es la raíz de todos los valores de la vida humana. Así, pues, todo seguimiento todo seguimiento de
Jesús comienza por el conocimiento y la comprensión de su humanidad, de los rasgos característicos de su persona y de su actuación en medio de su comunidad, que comunidad, que constituyen, como hemos dicho, exigencias para nuestra vida cristiana y humana. Porque Jesús no nos enseña sólo a vivir como cristianos y en comunión con Dios Padre. También nos indica el camino que debemos seguir como seres humanos. Jesús es también nuestro ideal de hombre. El nos enseña a amar, a trabajar, a sufrir, a luchar por el bien colectivo, a entregarnos a un buen propósito, a tener esperanza, y también a morir como verdaderos seres humanos. La espiritualidad cristiana es entonces espiritualidad humana, es la manera más digna de ser persona. Es bueno que nos demos cuenta que hasta ahora hemos venido hablando de seguimiento de Jesús más que de imitación de Cristo. Aunque las dos expresiones pueden ser correctas (o al menos se han usado ambas en el discurso espiritual cristiano tradicional), sin embargo, preferimos “seguimiento”
ya que nos parece más dinámico, como una tarea que no se acaba en el transcurso del camino de la vida. Además, la vida de fe no consiste tanto en imitar a Jesús literalmente hablando: no todo lo que Jesús vivió e hizo en su tiempo se puede realizar al pié de la letra en nuestra realidad histórica, ni estamos llamados a reproducirlo tal cual en todas nuestras situaciones. Se trata más bien de identificarnos con sus actitudes, con su espíritu, con sus motivaciones, con su causa, con los valores que Jesús encarnó en las circunstancias concretas de su tiempo, y que ahora nosotros debemos encarnar y actualizar (seguirlo) en nuestra propia realidad histórica. Así, pues, la espiritualidad cristiana es una forma de estar en el mundo, interpretando todo cuanto acontece desde la fe, y fe, y actuando por inspiración del Espíritu que libera y transforma. Se trata de caminar según el Espíritu de Jesús, estar llenos de él, y estarlo de una manera plena, viva, constatable, ya que la fuerza del Espíritu de Cristo invade toda la realidad de la persona y todas sus acciones. De esta forma, JESUCRISTO y su conducta histórica es la referencia fundamental, el criterio de juicio y la garantía de autenticidad de la espiritualidad cristiana. Es Jesús de Nazaret y su seguimiento el motivo, la razón y la causa por la cual vivir y comprometer la propia vida. Esto no es otra cosa que la experiencia del discipulado. Vemos ahora más claro que el valor fundamental de la espiritualidad es hacernos discípulos de Jesús, cristianos. Esto es lo más importante del evangelio y de toda la sabiduría espiritual que la Iglesia nos ha transmitido desde sus orígenes. Las diversas perspectivas, las diferentes escuelas de espiritualidad, las diversas vocaciones y ministerios son secundarios. Tal forma de espiritualidad, tal vocación o ministerio dentro de la Iglesia, Iglesia, por muy importante que sea, no puede sustituir la llamada fundamental que Dios que Dios hace a toda persona: seguir a
Jesús, para ir aprendiendo, poco a poco, a ser cristiano. Es esto a lo más que puede y debe llegar a ser cualquier persona: seguidor de Jesús, cristiano plenamente. Ninguna vocación ni ningún ministerio dentro de la Iglesia debe dar esto por descontado. Así, pues, el encuentro inicial con el Señor es el punto de partida del seguimiento y del discipulado. Es lo que se llama “caminar según el Espíritu”
(Rm 8,4) Es lo que corrientemente llamamos espiritualidad. Seguir a Jesús bajo la acción del Espíritu Santo significa que se pone en marcha toda la persona y, por lo tanto, quedan involucradas todas sus dimensiones en un estilo de vida unitario, que se dirige hacia la libertad en la verdad. Se trata, como decía la gran Teresa de Ávila, de darle todo al Señor para que el Señor se nos dé todo a los creyentes. No hay, por tanto, ningún aspecto de la existencia humana, personal y comunitaria que no esté en tensión hacia Jesús y su Reino. Es un estilo de vida que da unidad profunda a nuestro orar, pensar y actual. La globalidad viene en que estamos ante un camino movido por el Espíritu que, y esa es nuestra certeza, nos llevará hasta la verdad completa (Jn 16,13). La verdad que informa todo el conjunto de nuestra vida ysenos hacelalibres (JnDe 8,32). La espiritualidad es,plena, en efecto, terreno donde realiza libertad. esa libertad que por ser mueveely nutre nuestra opción por la vida y contra la muerte.
3.- LA ESPIRITUALIDAD SE VIVE HISTÓRICAMENTE A la visión de la espiritualidad que hemos dado en modo general, sigue la afirmación de que ésta se debe dar de manera histórica, encarnada en una realidad concreta que la convierte también a ella en una espiritualidad específica. La encarnación (concretización) de la fe, la fe, la la esperanza y el el amor amor que nos vienen del Espíritu de Jesucristo y de su manera histórica de vivir, es rasgo r asgo esencial y original de la identidad cristiana. La búsqueda de Dios, Dios, el seguimiento de Jesús y la vivencia del Espíritu Santo deben realizarse y actualizarse en una historia personal y colectiva. La encarnación, concretización o actualización de la espiritualidad es un elemento importante de toda vida cristiana, ya que la historia de las personas y de los pueblos, los signos, las personas mismas, los acontecimientos y aun la naturaleza son los medios por los que Dios nos habla y actúa. Por tanto, la experiencia de Dios que hacemos los cristianos se realiza dentro de las experiencias humanas y de las situaciones históricas. Así, pues, la espiritualidad es una forma concreta e histórica, movida por el espíritu, de vivir el Evangelio. Una manera precisa de vivir ante el Señor en solidaridad con todos los hombres; con el Señor y ante todos los hombres. De
tal manera que esta espiritualidad específica significa una reordenación de los grandes ejes de la vida cristiana (diferentes aspectos de la vida) en función de la realidad que se vive en el presente. La novedad está en la síntesis vital que se realiza; en provocar la profundización de ciertos temas; en hacer saltar a la superficie aspectos que hasta ahora habían estado olvidados o que sencillamente eran desconocidos. Sobre todo la novedad se advierte en los retos históricos y los desafíos que se imponen desde la realidad histórica. La diferencia por tanto entre una espiritualidad y otra la establece no tanto la exclusividad que se le pueda dar a uno u otro aspecto de la vida cristiana, sino los retos históricos de cada época y de cada momento en los que se vive. Esto nos lo reafirma el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez en su famoso libro Teología de la liberación. Perspectivas: “Sucede que una determinada espiritualidad significa siempre una reordenación de los ejes fundamentales de la vida cristiana, respondiendo siempre a las necesidades y exigencias de su tiempo. Toda espiritualidad es un camino ofrecido para el mejor servicio de Dios y de los demás: libertad para amar. Lo que establece la diferencia entre una espiritualidad y otra no está en los ejes mencionados, que son normalmente los mismos, sino en el orden nuevo que se crea entre ellos; En el modo de hacer la síntesis. En cada caso, sin embargo, el resultado final es esa globalidad propia de toda gran espiritualidad. Un estilo de vida que da una personalidad distinta a una manera de ser cristiano. Un modo determinado, en realidad, porque ninguna espiritualidad puede pretender ser la manera (única y exclusiva) de ser cristiano. Se trata sólo de un camino entre otros”. Por tanto, en la realidad actual de América Latina y especialmente de Venezuela, con todas sus características de lucha y esfuerzo por lograr la liberación y el protagonismo de nuestros pueblos, se puede y se debe hablar de una espiritualidad específica que se está viviendo, que está naciendo.
4.- LA ESPIRITUALIDAD CRISTIANA: MÍSTICA DE COMPROMISO Y EXPRESIÓN CONCRETA DE LA FE Ya hemos dicho que la espiritualidad cristiana tiene a Jesús de Nazaret y su Evangelio como la motivación global, imprescindible y dominante. Es la expresión explícita de la relación con Dios. Sin Dios. Sin embargo el creyente de hoy es más sensible a las actitudes de fondo que a las prácticas sistemáticas y mecánicas. Por ejemplo, valoriza la fe como actitud de compromiso con los demás, y a la vez tiende a desvalorizarla como práctica religiosa. Valoriza la caridad como actitud concreta de amor, de amor, como como compromiso que engloba toda la vida, pero a la vez la desvaloriza como los “actos de caridad” que se venían
realizando tradicionalmente en la Iglesia. la Iglesia. Valoriza Valoriza las virtudes cristianas como actitud interior, más que su práctica por medio de ciertas leyes y normas impuestas.
De cara a todo esto, ¿qué decir?… Es cierto que centrar la espiritualidad
cristiana en la disposición del corazón y en actitudes concretas expresadas en la propia vida es, por lo menos, sano. Se evitan los peligros del formalismo vacío y de la “pantallería espiritual”. Esto es verdad. Pero por otra parte, se
debe recuperar una práctica renovada de la fe cristiana que sea fiel a los ejercicios concretos de oración y de vivencia según el Evangelio, si no queremos correr el riesgo de vivir una fe puramente “ideológica” o a base de ideas, ya que una espiritualidad de actitudes sin ejercitarse ni explicitarse termina, en último término, por evaporarse; termina siendo una práctica sin Espíritu. Es por eso que el cristiano debe descubrir la espiritualidad como mística y actitud, y al mismo tiempo como práctica y ejercicio, apoyándose y potenciándose mutuamente. Nos encontramos de momento con estos dos elementos. La mística es la motivación, la inspiración para vivir, para trabajar sin egoísmos ni intereses dobles, luchar por los demás y, también, morir de manera digna y humana. Es la motivación que impregna los proyectos y compromisos de la vida. Hay espiritualidad, entonces, cuando la experiencia de Dios y de su Palabra es suficientemente densa y viva como para constituirse en inspiración y motivación consciente de las diversas formas de entrega a un compromiso radical y a un ideal mayor. No se trata, por tanto, de la sola entrega al bien de los demás, sino de la motivación y de la mística que empapa e inspira el compromiso. Por otra parte, la mística que mantiene viva la fuerza y la radicalidad de nuestras opciones y compromisos, necesita renovarse permanentemente. Necesita de una fuente no contaminada que la nutra. Para ello no basta mantener unos ideales o una causa ideológica, sino una práctica de fe de fe que sea experiencia vivida que refuerce en vitalidad y en densidad la mística que se tiene. La fuente de toda mística de compromiso cristiano es una clara experiencia de fe de fe vivida. Se trata de la expresión y la celebración de la fe la fe en prácticas concretas propias de ella, autónomas e irreductibles a cualquier otro tipo de práctica o compromiso. De ahí, que lo que sustenta un compromiso cristiano es una clara experiencia de encuentro con el Señor Jesús en momentos bien concretos y precisos. El compromiso de fe de fe (una práctica concreta al servicio al servicio de la liberación y el protagonismo de nuestros pueblos, de nuestros niños nuestros niños y jóvenes) no sólo no excluye otras experiencias religiosas, sino que las reclama y las exige. De tal manera que la espiritualidad cristiana tiene dos dimensiones inseparables y orgánicamente articuladas: Es la mística y la inspiración; las motivaciones que facilitan y están presentes en el modo de vivir, en el compromiso y en la entrega;
Es la práctica de fe: fe: frecuencia a los sacramentos, oración personal y comunitaria; expresiones típicamente religiosas. Estas dos dimensiones de la única espiritualidad cristiana están llamadas a vivir juntas en la vida del creyente. Si no sucede así, es que estamos cayendo en un lamentable error que terminará por hacernos más daño de lo que pensamos. Prácticas de de fe que no se nutren con la fuerza de una mística y de un compromiso cada vez mayor, sonarán a vacías; luchas e ideales que no se viven en prácticas explícitas de fe, de fe, se se hacen ambiguas.
5.- ESPIRITUALIDAD QUE TRANSFORMA Y LIBERA La acción transformadora por la justicia La acción la justicia y el protagonismo de nuestros pueblos, niños y jóvenes constituye una manera nueva de vivir la fe; fe; una manera alternativa (diferente) de ser cristiano, que comporta retos y exigencias antes no conocidas, y que es preciso afrontar. Esto significa que en América Latina, de hecho, se ha ido gestando una espiritualidad que ya es patrimonio de todos los cristianos que trabajamos a favor de los desposeídos y de los más explotados. Es decir, una reordenación de los ejes principales de la vida cristiana, en función del compromiso transformador (liberador). Las características de esta nueva espiritualidad son: La conversión La conversión al prójimo oprimido, vivida como exigencia de solidaridad. La gratuidad de la comunión, como clima de eficacia. La alegría La alegría pascual en medio del del sufrimiento, sufrimiento, vivida vivida como victoria. La pobrezaLa pobreza-solidaridad solidaridad como compromiso espiritual. Podemos decir, entonces, que el carácter espiritual de la experiencia de muchos cristianos de América Latina y de Venezuela, asume como punto de partida o experiencia original el proceso de transformación y de liberación. El punto de partida histórico del seguimiento de Jesús que asumimos y de la reflexión sobre él, se halla en la experiencia suscitada por el Espíritu el Espíritu Santo en cada persona, en cada grupo, en cada comunidad. Eso comunidad. Eso es lo que expresaba hermosamente Bernardo de Claraval cuando decía que en materia de espiritualidad cada cual debe beber de su propio pozo. En la inserción en el proceso de liberación de nuestros pueblos, en la identificación con nuestros niños y jóvenes, vivimos el don de la la fe, la fe, la esperanza y el amor el amor que nos hace discípulos del Señor. Esta experiencia debe constituir nuestro pozo de alimentación. Es bueno comprender que las grandes espiritualidades en la vida de la Iglesia la Iglesia se mantienen volviendo una y otra vez a sus fuentes originales.
En la espiritualidad desde la perspectiva de la liberación hay una serie de constantes que queremos acentuar por formar el núcleo fundamental de la vivencia de la fe en América Latina y en Venezuela, por grupos y personas comprometidas cristianamente en el trabajo con los más pobres de nuestra sociedad. Apuntamos los de mayor significado: a. La profundidad personal La espiritualidad de la liberación es verdadera espiritualidad. Consiste principalmente en vivir con Espíritu (como lo hemos dicho en repetidas ocasiones), y no se reduce a prácticas externas ni a razonamientos teóricos. Se sitúa en la profundidad de la experiencia humana y de las motivaciones que animan a la persona, al grupo, a las comunidades. Es mística, característica, fuerza, inspiración, “espíritu”. b. El seguimiento El seguimiento de Jesús de Nazaret Se acentúa la humanidad de Jesucristo, el Jesús del Evangelio, que es fuente de vida para los cristianos de hoy y lugar privilegiado de aprendizaje en el seguimiento. La espiritualidad de la liberación recupera así la dimensión esencial del cristianismo como seguimiento de Jesús, Jesús, en sus actitudes, sus luchas, sus opciones; e impulsa a un compromiso cada vez más radical por el pobre y por el marginado. c. La centralidad en el Reino de Dios de Dios La espiritualidad de la liberación es una espiritualidad del Reino de Dios. Dios. El Reino de Dios es la base fundamental de todo su edificio, ya que es considerado como lo único absoluto frente a todas las demás cosas. Lo más importante para un cristiano debe ser buscar el Reino de Dios y su Justicia; Justicia; todo lo demás es añadidura. Por ser seguimiento seguimiento de Jesús, Jesús, la la espiritualidad de la liberación hace del Reino de Dios de Dios su centro, su misión, su esperanza, y en torno a él concibe toda la vida cristiana. d. La experiencia del pobre, del excluido y del desfavorecido La espiritualidad de la liberación está marcada decisivamente por la opción por los pobres, los pobres, con con todo el sentido cristiano que esto conlleva. Asume sus causas, comparte sus luchas y los eleva a la condición de sujetos y protagonistas de los procesos que desde ellos se realizan en la Iglesia y en la sociedad. Se deja guiar por la lógica de las mayorías, y ante cada nueva situación en que se exige su fidelidad se pregunta : ¿qué dice el Evangelio?, ¿qué tiene que ver Dios con todo esto?, ¿cómo quedan los pobres los pobres de cara a esto?.
El pobre y su situación se convierte así en lugar en donde Dios habla, lugar bíblico. El desafío de los pobres, los pobres, el el compromiso y la opción por ellos tiene que ver con la esencia del cristianismo, con la evangelización y con el Reino de Dios. El Dios Dios. El Dios que descubrimos en la Biblia es el Dios de los pobres, los pobres, Su Su reino hace causa común con su clamor de liberación. li beración. e. La acción La acción transformadora Es también una constante en la espiritualidad de la liberación la primacía que tiene la acción la acción liberadora. Ya sabemos que su único objetivo es la llegada del Reino de Dios, Dios, que se traduce en la progresiva y total transformación de la realidad histórica y caminar siempre hacia la utopía querida por Dios, Dios, que que es justicia, paz, justicia, paz, alegría alegría y fraternidad. La injusticia oculta la verdad y construye la mentira. La verdad cristiana se realiza y “se hace” en el el amor . Seguir a Jesús es “practicarlo”. Este debe ser el ideal de todo cristiano en nuestro continente y en nuestra patria. Ese es el deber que se nos impone y al que estamos llamados.
6.- ALGUNOS ELEMENTOS QUE EVIDENCIAN LA EXISTENCIA EN NOSOTROS DE UNA ESPIRITUALIDAD PARA LA ACCIÓN SOCIAL TRANSFORMADORA a. La pasión por la realidad contemplada Consiste en tener la realidad como referencia fundamental y permanente de nuestra propia acción. acción. Se trata de tener los pies bien afincados en la tierra. Esta actitud de realismo elemental es la primera de las actitudes necesarias para vivir esta espiritualidad. Partir de la realidad y volver a ella se convierte en una función de referencia constante. Partir de la realidad significa también partir de abajo hacia arriba, de abajo geográficamente, socialmente, económicamente. Se trata de un movimiento inductivo, desde la experiencia de la realidad, por la participación desde la base; no deductivamente, ni desde el laboratorio intelectual, ni de la mesa de trabajo, trabajo, ni desde las decisiones verticales e inflexibles de la autoridad. autoridad. Significa Significa también partir de dentro hacia fuera, es decir, por un procedimiento concientizador que busca el desarrollo autogestionario de las personas y de la comunidad, comunidad, no de forma autoritaria, impuesta, compulsiva. Se trata de mantener siempre una actitud de respeto y de honestidad para con la realidad, es decir, respetar la verdad de la realidad, contemplarla con criticidad y veneración, ser fieles a ella y dejarse llevar por lo real… Nunca
ignorar, distorsionar ni mucho menos, falsificar la realidad.
Esta pasión por la realidad se convierte así en piedra de toque para evitar la abstracción estéril y entrar en lo concreto; no quedarse en la teoría y venir a lo práctico; superar la mera interpretación y llegar a la transformación; abandonar todo idealismo y espiritualismo y poner los pies en el suelo, con un compromiso práctico. b. La indignación ética Toda gran síntesis de pensamiento, de valores, de sentido, toda espiritualidad se basa en una experiencia humana fundamental, que le sirve de vehículo y de catalizador. En nuestro caso se trata también de una experiencia humana fundamental que unifica y da cohesión a la vivencia que compartimos tantas personas, comunidades, pueblos. Esta experiencia fundamental es algo que marca toda la persona en todos los niveles de su vida. Se queda en la base de nuestra estructura espiritual, nos define, nos constituye. Establece empatías y antipatías. Los que tienen en común esta experiencia sienten una afinidad espiritual más allá incluso de las fronteras f ronteras de la la fe. fe. A A veces, hasta los cristianos sentimos que las distancias que nos separan de nuestros hermanos en la fe que no comparten esta experiencia es mayor que la que les diferencia de los no que sí la comparten. EstaÉTICA. experiencia humana fundamental es lo quecristianos estamos llamando INDIGNACIÓN Para una mayor comprensión trataremos de descomponerla teóricamente, distinguiendo en ella varios elementos: En primer lugar, Se da en nosotros una percepción de la realidad fundamental, que es la realidad más cruda y radical. La persona llega a captar en la realidad algo que parece afectarla en lo más sensible de la existencia. Situaciones que se ponen al descubierto ante el sujeto, dimensiones sumamente sensibles, esenciales, que comprometen los valores absolutos cuya integración es necesaria para la captación del sentido de la propia vida, y que provoca en nosotros una reacción incontenible. Captar la realidad de una manera diferente debido a factores históricos, culturales, políticos y sociales que han formado parte de nuestra vida, nos lleva a sentir, comprender e interpretar el mundo y la histórica de una manera diferente. Esta es la indignación ética. Es una vivencia radical, es decir, que viene de lo más profundo de nosotros mismos; y es tan irresistible que no nos permite quedarnos quietos y pasivos ante ella, y ni siquiera nos deja comprender cómo pueden no sentirla de la misma forma otras personas. Esta indignación no es algo que se queda en sí mismo, como un sentimiento estéril que no engendra dinamismo alguno. Se trata en cambio de una indignación radical que comporta una exigencia ineludible. Nos afecta, nos sacude,en nos conmueve imperativamente. sentimos de cuestionados en lo más hondo, nuestro mismo ser. Nos vemosNos interpelados una forma ineludible:
sentimos que no podemos transigir, tolerar, convivir o pactar con la injusticia, porque sería una traición a lo más íntimo y profundo de nosotros mismos. Ahí aviene inevitablemente una toma de postura del sujeto. Una opción inaplazable, porque, ante una exigencia ineludible, la misma omisión o el desinteresarse ya es una toma de postura. Y es a la vez una opción fundamental, ya que se hace en función de esos valores fundamentales de la existencia que han sido percibidos como comprometidos definitivamente en la realidad concreta percibida. Se trata, pues, de la opción fundamental de la persona. Esta toma de postura también puede ser opuesta: la actitud contraria a la indignación ética es la cerrazón del corazón, la falta de sensibilidad, la indiferencia. La indignación ética es también compasión, en su sentido más etimológico. Es sentir como propio el dolor de los demás, de las comunidades, de los pueblos, padecer con ellos. Es consolador que con esta indignación ética estamos imitando y continuando con la indignación de Dios, Dios, descrita descrita inicialmente en el Ex 3, tantas veces leído y compartido por muchos de nosotros. Y es lo que está al origen de toda búsqueda (UTOPÍA??) revolucionaria. Cada día estoy más convencido que una persona no se hace revolucionaria por la ciencia (porque sepa mucho) sino por indignación… por esta indignac ión. c. El pueblo debe seguir siendo sujeto Hace unos años hablábamos de la irrupción del pueblo, de la opción por los pobres. La situación, no obstante, ha cambiado mucho en la actualidad. La pobres. situación del pobre como sujeto se ha tornada sumamente compleja. En ciertos espacios de nuestro país y de nuestro continente, el movimiento popular, como expresión de la conciencia, organización, revindicaciones y esperanzas de los pueblos ejerce una conducción hegemónica. En otros, el pueblo sigue estando todavía oprimido y sometido, o anestesiado e inerte. En otros lugares el pueblo está recomponiendo sus fuerzas, reacomodándose a las situaciones cambiantes, adoptando nuevos frentes y nuevas estrategias, en una línea muy fecunda de creatividad alternativa. Ha habido indudablemente desánimos y pasividad en su seno; pero el ungimiento del pueblo como sujeto histórico sigue constituyendo un paso irreversible y una necesidad permanente desde nuestra acción concreta. El pueblo sigue siendo el lugar social adecuado y una clave fundamental para nuestra interpretación de la realidad y para nuestra acción nuestra acción transformadora. d. La penitencia liberadora Como hemos dicho, la espiritualidad que estamos presentando se caracteriza por ser realista, por querer vivir en la verdad, por partir de la realidad y volver
efectivamente a ella con una acción transformadora. Y realidad Es que existen en nuestra realidad estructuras y situaciones de pecado (por estar al margen de la perspectiva y voluntad de Dios), Dios), y que nosotros mismos también somos pecadores. Por eso la penitencia y la conversión son formas fundamentales de reconocimiento de la realidad. Nuestra manera de vivir, o sea nuestra espiritualidad no ha perdido el sentido del pecado, pecado, al contrario lo tiene muy presente y debe luchar denodadamente en su contra, tanto n le plano social como en el personal e individual. La penitencia entonces se convierte en una forma de lucha contra el pecado, pecado, que que consiste no solo en combatir el pecado personal y personal (negativamente), sino también t ambién en construir esforzadamente las virtudes personales y sociales que todos queremos. Estamos claros que la teología actual nos permite redimensionar la categoría pecado a ese centro al que todo debe ser referido, es decir, el reino de Dios de Dios y su su justicia. justicia. Todo Todo pecado pecado es contra el reino de Dios. de Dios. y y es pecado en la medida en que va contra el reino. nada es pecado por el simple hecho de estar prohibido por algo o por alguien, sino por estar positivamente en contra del reino de Dios de Dios y de los valores que el nos propone construir. El hecho mismo de ser cristianos, seguidores de ellos: Jesús, conlleva, además otros elementos penitenciales. Señalamos algunos de El esfuerzo (a veces doloroso pero positivo) de controlar nuestras propias pasiones personales (autoestima, autoafirmación, ira, sexualidad) para que no degeneren (en orgullo, egoísmo, violencia, lujuria…) Una primera y elemental
ascesis consiste en esforzarse por encauzar estas energías nuestras hacia el bien, hacia el Reino de Dios de Dios y su su justicia. justicia. La asunción de la causa de Jesús, la causa del Reino con toda la dimensión penitencial que implica el vivir y luchar por esta causa: la formación la formación de la vida y del amor, amor, el rechazo incondicional de la injusticia y de la muerte, el sostenimiento de la esperanza contra toda esperanza. El seguimiento El seguimiento de Jesús en lo que tiene de rebajamiento y de encarnación. Ello implica en algunos casos un elemento de ruptura que se expresa en un “cambio de lugar físico y geográfico”, muchas veces también ideológico, en
salir al encuentro del otro, en ir a la periferia, en identificarse con el mundo de las mayorías empobrecidas y excluidas, con un talante de transformación y de liberación. La opción por los pobres los pobres y excluidos como solidaridad activa con sus luchas y prácticas populares, como defensa activa de sus derechos, como compromiso por su liberación integral.
Estamos claros que el seguimiento el seguimiento de Jesús es la primera penitencia a la que estamos llamados. La ascesis no es sólo para profesionales, para curas o monjas: “si alguien quiere venir en pos de mi… tome su cruz” e. La santidad política santidad política Todas estas afirmaciones antes hechas nos conducen a vivir nuestra vida desdelola que perspectiva del para Reino,que aportando lo que y tenemos, y haciendo todo podemos ese reino seasomos verdadero. Es eso lo que queremos llamar SANTIDAD POLÍTICA. La santidad política santidad política la entendemos como nuestra forma tradicional de vivir la fe cristiana con sus principios y devociones, pero expresándola de manera que encauce las virtudes ético-políticas que el Espíritu de Dios de Dios suscita en medio de nosotros, dentro y fuera de las Iglesias. La santidad política santidad política es extrovertida. Sale de sí misma y busca a los hermanos, a los otros; no pone su objetivo en alcanzar la perfección propia, sino en conseguir y construir “la vida en abundancia” para nuestros hermanos del pueblo. Es una santidad volcada toda ella fuera de sí, hacia el proyecto que Dios tiene para nuestra historia. Una santidad que no huye de la lucha sino que la afronta desde y con la fuerza que viene del Espíritu de Dios. de Dios. Si Si éste pudo en Egipto, también podrá en cualquier otro lugar …. en Valera, V alencia, Caracas, Ayacucho. La santidad de las grandes virtudes y de las grandes causas. Una santidad que hace de la veracidad, de la lucha por la justicia la justicia y por la paz, paz, por por los derechos humanos, por el derechos internacional y la autodeterminación de los pueblos, por la transformación de la realidad y de la situación que viven los hijos de Dios, por la creación de estructuras nuevas de fraternidad, virtudes mayores Dios, que corrijan o complementen aquellas virtudes clásicas más domésticas, individualistas, conventuales o espiritualistas. No es una santidad que encierra a las personas en pequeñeces o en perspectivas chatas. Es la santidad de las grandes causas: la justicia, la justicia, la la paz, paz, la la igualdad, la fraternidad, el amor plenamente realizado y socialmente estructurado, el hombre nuevo, la mujer nueva, el mundo nuevo. Es una santidad contemplativa. La fe le da una visión contemplativa de la realidad; le hace descubrir en ésta la presencia de Dios. de Dios. En En la oscura maraña de la realidad social y política y política de nuestro mundo, sabe contemplar la presencia de Dios que dirige la historia… sabe ver en la historia diaria la historia de la liberación de nuestros pueblos. Es una santidad que afronta los pecados del mundo. Los mira de frente y sin temor, los afronta con valentía y audacia, audacia, los denuncia proféticamente y se compromete a buscar soluciones que permitan su enmienda. Entra en el
mundo, lo mira con realismo, se embarra las manos y se las llena de sangre, de llanto y de dolor.. Se trata de cargar con el pecado de este mundo y de erradicarlo lo más acertadamente posible. Es una santidad que no huye de la ambigüedad. Una espiritualidad que no exige una pureza angelical de la realidad y de las situaciones histórica para comprometerse con su transformación; que no exige que todos hayan alcanzado el máximo nivel de santidad para poder hacer las opciones concretas entre las que hemos de movernos. para poder hacer las opciones concretas entre las que hemos de movernos. Esto porque en política no hay nada definitivo ni perfecto. Esta santidad de la que hablamos no rehuye optar por las causas que de por sí no son perfectas ni enteramente santas, y que no pone la limpieza de su propia imagen por encima de todo lo demás. Es una santidad que no rehuye el conflicto, sino que se siente desafiado por él; y en el conflicto se decide siempre, inequívoca e indefectiblemente por el menos favorecido, por el que es víctima del poder que oprime, del más pobre y desamparado. Es una santidad marcada por una gran sensibilidad hacia las mayorías, que piensa según la lógica de las mayorías y que sabe mirarlas en todos sus aspectos y en todas sus dimensiones. Sin que impida con la beneficencia urgente, ni la justicia necesaria ni el el amor amor eficaz. Una sensibilidad crítica que sabe ver al pobre como colectivo y como una mera suma de individualidades. Como un conjunto orgánico como clase, como pueblo, como raza marginada, como cultura oprimida, como sexo sometido, según los casos que se puedan presentar. Es una santidad inteligente, que pretende practicar un amor un amor inteligente y eficaz. Que analiza las situaciones valiéndose de herramientas analíticas y de mediaciones ideológicas y metodológicas, utilizadas siempre con profundo sentido crítico. Es una santidad que intenta ir a las causas y busca desentrañar las estructuras y los andamiajes ideológicos; que no se queda sólo en los síntomas o en las coyunturas; y que no quiere dar o lograr por caridad lo que es de justicia. de justicia. La santidad política es también explícitamente política. política. No se pretende apolítica, ni cae en el engaño de la neutralidad imposible. Vence el tabú que sobre la política había sido vertido en los años y siglos pasados. Es una santidad que descubre el vinculo entre fe y política, política, y y que la entiende a ésta última como una de las formas f ormas más profundas y legítimas de amor de amor cristiano. f. La fidelidad diaria - El hoy de Dios en nuestro hoy humano nos exige orar cada día, sin interrupción. Es incomprensible, y terminaría siendo fatal, que un cristiano por
las urgencias de la acción o por los múltiples compromisos que le impone su propia entrega, dejara un día tras otro la oración…. las formas y modalidades, sin dudas, dependen de cada uno. - El hoy de Dios de Dios en nuestro hoy humano, nos pide abrirnos cada día más, con entrañas de misericordia y de justicia, de justicia, a a toda necesidad de nuestros hermanos, a todo clamor que ellos nos puedan hacer, a toda reivindicación y luchas que se impongan por necesidad ética y por exigencia de nuestra fe. nuestra fe. - El hoy de Dios se va haciendo nuestro hoy humano a medida que nos formamos integralmente como personas en cuanto tales; como personas en relación con los otros, y como personas en la sociedad a la que pertenecemos. - El hoy de Dios, de Dios, como como seguidores de Jesús, nos pide que vayamos realizando el ecumenismo diario y concreto en la convivencia con otros hermanos y hermanas cristianos; en las obras conjuntas entre las diferentes iglesias y religiones; en la acción la acción solidaria con cualquier persona de buena voluntad que busca los mismos objetivos comunes. - El hoy de Dios, Dios, en en cuanto sociedad humana que somos, exige y espera de nuestro compromiso político en empeño por buscar y construir la alternativa social (el nuevo orden social que soñamos para el mundo) en las realizaciones concretas que favorecemos en la animación de nuestros barrios, pueblos, comunidades. Y en eso como en ningún otro aspecto de nuestra vida, la inclaudicable fidelidad diaria dará razón de nuestra fe y de nuestra esperanza…. Solo hace revolución el que la va haciendo. Dice Ignacio de Loyola. “como si todo dependiera de nosotros, pero sabiendo que todo depende de Dios de Dios”.
7.- FUENTES Y MANIFESTACIONES DE LA ESPIRITUALIDAD CRISTIANA Entre las variadas fuentes que nutren la espiritualidad cristiana quisiéramos apuntar algunas que nos parecen de mayor frecuencia y de importancia trascendental. La alimentación frecuente de estas fuentes hacen que su ejercicio se conviertan también en manifestación espiritual , e indica, de cualquier manera, que en las personas que las practican hay un principio espiritual de cierta profundidad. a. La Palabra de Dios y el Evangelio La Palabra de Dios de Dios es la fuente primordial de la espiritualidad cristiana porque ella genera la fe. fe. Ya Ya dijimos que la experiencia de fe es la médula (el núcleo fundamental) de la espiritualidad cristiana. La Palabra de Dios de Dios es la raíz de la fe. Todasla fe fe. demás fuentesa (los celebran lalas fe que ha nacido partirsacramentos, de la Palabra.por ejemplo) suponen la fe o
Es claro que la experiencia de muchas personas nos dice que lo que nos mantiene y enfervoriza en la fe, la fe, es es escuchar, con las condiciones adecuadas, la Palabra de Dios de Dios en cualquiera de las formas tan variadas en que la Iglesia la Iglesia nos la ofrece. Se desprende de aquí una cosa de gran importancia: la iglesia la iglesia es el lugar habitual y la instancia necesaria para la alimentación y crecimiento de la fe, y fe, y que la Palabra de Dios de Dios es palabra dicha en la Iglesia, la Iglesia, en en la la comunidad comunidad de creyentes e Hijos de Dios. de Dios. En la lectura cristiana de la Palabra de Dios, los Dios, los evangelios ocupan un lugar central. Ellos son la Palabra de Dios de Dios en el sentido más denso y real, ya que ahí se recogen las palabras y actitudes de la persona misma de Jesús. Un cristiano podría ignorar otros libros de la Biblia, pero no los evangelios. Es más, su lectura y proclamación frecuente y respetuosa son un verdadero signo de la presencia del Espíritu de Jesús entre nosotros; leer los evangelios con actitud de discípulo es encontrarse con el mismo Jesucristo. Junto con la eucaristía, la eucaristía, la la lectura y meditación de la Palabra de Dios de Dios constituye la experiencia de Jesús más intensa de la vida cristiana. b. La vivencia frecuente de los sacramentos Hemos repetido de diversas formas que la humanidad de Jesús, habitada por el el Espíritu Espíritu Santo es la fuente primordial de la espiritualidad cristiana. Por eso mismo, y debido a la manera histórica y real como Jesucristo quiso quedarse entre nosotros, los sacramentos (especialmente la eucaristía y la penitencia), son también para nosotros una fuente y una manifestación de la vivencia del Espíritu. Podemos decir que los sacramentos son la forma más auténtica con que hoy nos encontramos con Jesús, por el efecto que éstos tienen en nosotros. El mismo encuentro y el mismo efecto del encuentro de Jesús con sus discípulos en Palestina. En la medida en que los sacramentos son encuentro auténtico con Jesucristo, en esa medida son realmente liberadores y santificadores, y vuelcan sobre nosotros el Espíritu y la misericordia de Dios. Dios. De consecuencia, cuando no existe este encuentro con Cristo y con su Espíritu, nuestras posibilidades de liberarnos y santificarnos se reducen casi a la imposibilidad. Así, pues, el encuentro sacramentalLos sacramentales son signos sagrados que han sido instituidos por la Iglesia Católica para que imitando de alguna manera los sacramentos, se expresen efectos, sobre todo espirituales, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Iglesia. De acuerdo con la teología católica, estos sacramentales infunden la gracia por intercesión de la Iglesia y permiten la santificación de las diversas circunstancias de la vida. con Jesucristo no admite sustitución ni paralelo con ninguna otra forma personal, social, psicológica ni política) de política) de liberación humana. Ellos cambian y liberan la raíz misma de nuestra vida, ahí donde se juega la libertad, la opción entre el bien y el mal, el egoísmo
y el amor, amor, donde sed deciden las orientaciones fundamentales de nuestra existencia. Cambian y liberan las experiencias límites y frustrantes del ser humano, incluida la experiencia de culpa, de mal y de pecado. de pecado. Esto se realiza de manera especial y particular en los sacramentos de la eucaristía y de la penitencia, verdaderos encuentros de Jesucristo con lo más íntimo de nosotros mismos. c. El rostro de nuestro hermano Nuestro prójimo es la otra fuente indispensable de la espiritualidad cristiana. Todas las otras fuentes de la espiritualidad y de vida cristianas quedarían deformadas si no nos llevaran al encuentro con nuestros hermanos y hermanas, a la práctica del amor fraterno. De tal manera que la prueba y el parámetro más decisivas de nuestro seguimiento de Jesús y de que vivimos según el Espíritu de Dios de Dios es que amamos a nuestros hermanos y que vivimos para hacerles el bien (1Jn 2,7-11; 4,7-16). Más aún. El prójimo es fuente y manifestación de vida espiritual no sólo porque es la mejor verificación de que vivimos según el Espíritu de Jesús, sino también, y sobre todo, porque él es un lugar privilegiado de nuestro encuentro y experiencia de Dios. Dios. Al amar al prójimo amamos a Dios, y Dios, y nuestra entrega y servicio al prójimo por un “amor mayor funda una auténtica experiencia espiritual. Desde que Dios se reveló como Padre de todos los hombres, y Jesús se identificó con cada uno de nuestros hermanos y hermanas, mi prójimo no puede ser para mí otra cosa sino un sacramento de Dios. En Dios. En el rostro de mi hermano encuentro el rostro del mismo Jesús. Y desde que Dios que Dios se manifiesta de manera preferencial como el Dios el Dios de los los pobres, pobres, y y desde que Jesús quiso identificarse con los pobres los pobres y optar por ellos, en el rostro de mis hermanos más pobres encuentro el rostro de Jesús de una manea privilegiada.
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