La Escucha en La Historia Oral. Palabra Dada (José Miguel Marinas)

April 30, 2024 | Author: Anonymous | Category: N/A
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Director: José Miguel Marinas

JOSÉ MIGUEL MARINAS

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CAPÍTULO1 Teoría 1. Las paradojas de la narratividad 2. La mirada cualitativa y la palabra dada Palabra dada La letra La estructura La mudanza 3. Lo biográfico: historia oral-historias de vida Dar explicaciones La constitución de los sujetos La memoria y el duelo El marco biográfico de los medios de comunicación CAPÍTULO 2 Metódica 1. El circuito de la palabra y de la experiencia La extrañeza de la palabra Los poderes del relato

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Lo plural de la enunciación La historia como cicatriz 2. La escucha y la producción discursiva La producción discursiva 3. La comprensión escénica La pluralidad de escenas y su internalización El teatro de la intimidad La biografía o la novela familiar La commedia dell'arte CAPÍTULO 3 Ejemplos 1. Trashumancia: identidades del linaje y de trabajo Las historias Los indicios de la construcción de la identidad El análisis de las historias 2. Historias del pequeño comercio De la imagen a la práctica La producción discursiva: Barcelona, Madrid, Sevilla El mito de la identidad

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Expectativas y estrategias 3. Los relatos de migrantes El ejemplo y el método Cómo encarar los resultados Ejemplos y lecciones para el análisis La libertad: su pérdida y su conquista El relato más completo 4. La guerra de mi padre El guerrillero que no pudo bailar La guerra de mi padre o el encabalgamiento de relatos Notas Bibliografía

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1. Las paradojas de la narratividad Este texto se presenta como un material para trabajar y como el testimonio de un proceso de investigación. La importancia de las historias de vida y de la historia oral en el conjunto de los ámbitos de investigación irradia en este momento hacia otros campos y prácticas. Por ejemplo, como podemos observar, contagia, más allá de lo que hemos llamado "síntoma biográfico"', reflexiones teóricas y filosóficas sobre la biografía, la construcción de la identidad, el discurso difícil de la intimidad. Contagio benéfico, podemos colegir, siempre y cuando se quiera trabajar con discursos reales y no sólo con la especulación, fecunda a veces pero escasa en general. El objetivo de este trabajo es mostrar alguna de las dimensiones fundamentales de la historia oral y de las historias de vida, articuladas en torno a la noción de escucha. Arrimando para justificar esta opción al menos dos razones: (a) el desplazamiento, en la indagación y análisis del discurso, del análisis de los mensajes, primero, a las condiciones de producción de los mismos y, luego, de la producción a la recepción de los mismos. La llamada gramática del receptor, hace ya sus buenas décadas que surte efecto no sólo entre filólogos o semiólogos sino entre cualquier estudioso de la palabra socialmente dada; (b) la importancia como procedimiento de investigación de la escucha, traída al contexto de la reflexión interdisciplinar por la teorización que se desprende de la experiencia analítica. Así como el primer desplazamiento nos sensibiliza ante el hecho de ser quien oye quien compone la fábula o el relato y su sentido, el segundo factor nos ayuda a considerar que el discurso del sujeto tiene lugar en el circuito de 8

alguien que habla para alguien en el espacio de la sesión (transferencia) y fuera de ella y de otro modo en otros espacios escénicos. Se trata de un trabajo con material sensible: historias de vida, porque no es la historia sin más la que es maestra sino que la historia de vida es maestra de vida. Se trata de una metódica que se basa en la flexibilidad, en la conjunción inseparable del sentimiento de libertad y del compromiso con los procesos concretos... Por eso hablamos de palabra dada y no de retahílas transcritas en un papel. Hay una prioridad por reflexionar a partir de los varios ejercicios de investigación que hemos ido llevando a cabo a lo largo de un par de décadas al menos. Por ello tratamos de presentar reflexión metodológica y testimonio de los procesos de investigación como dos momentos de un mismo proceso. Hablamos de teoría y metódica para contar cómo se han ido tramando los conceptos y los procedimientos (desde la metodología a las artesanías coyunturales). Y luego recorremos cuatro ejemplos de investigación. Se trata de corpus de relatos que han sido campo y tema de análisis, con objetivos concretos, y que ahora vuelvo a retomar para ir - más allá del encuadre en el que fueron producidos, pero recatándolos con claridad - a pensar conjuntamente con quien amablemente leyere, cómo se trabaja con las historias de vida. Qué pasa cuando se escuchan historias de vida de personas concretas, cuando se cotejan historias de un colectivo en la forma de la que llamamos historia oral. La razón de las historias es atravesar lo dicho, las rutinas y los lugares comunes, para abrir nuevas formas de decir. Y esta tensión nos obliga a considerar el entramado del que surgen en este momento las historias de vida y la historia oral. Es decir, las paradojas de la narratividad.

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La emergencia - en su doble sentido de lo que surge y lo que apremia - de esta temática, la situamos hace unos años bajo el rótulo del síntoma biogrkfico2• En él tomábamos partido en una forma de diagnóstico ante el llamado, por Habermas, déficit de legitimación. Éste implicaba, como recordamos, una escisión mayor en nuestras sociedades: la que se abría entre un mundo de normas, discursos, límites del sistema, cada vez más vuelto sobre sí mismo (autismo, más que autonomía de lo económico y lo político), para el que se generan discursos uniformes, sin duda ni sombra, y, por otro lado, los mundos de nuestra vida cotidiana que se encuentran atravesados por signos, reclamos, mandatos, tendencias sin que podamos dar razón propia y cabal de lo que hacemos, de lo que queremos, de lo que somos. En ese sentido, más que continuar con los debates metaéticos, sobre las condiciones de posibilidad de un discurso normativo o argumentativo, ensayamos la vía de atender al valor moral de los discursos narrativos. En ellos, veníamos diciendo, se intenta elaborar la crisis de legitimación, suturar la distancia de su déficit, proponer nuevos relatos de identificación. Teniendo en cuenta, claro está, las condiciones actuales y la incidencia política de estos procesos en la que seguimos llamando sociedad y cultura del consumo. El punto de partida del diagnóstico es el siguiente. La superación - si ello es posible - de ese hiato tremendo (la esfera de las decisiones sistémicas y su infinita distancia respecto de nuestros espacios vitales, personales, comunitarios) parece adoptar la forma de un síntoma. Síntoma que, sabemos por Freud, es una solución de compromiso (entre lo reprimido y la nueva figura que surge)3. Veamos: lo que se expulsa o reprime - el que nuestras creencias, deliberaciones, decisiones, tengan proyección en nuestra esfera pública - no se oculta del todo, se hace síntoma con la nueva cultura común. Como forma cargada de deseo experimenta una doble metamorfosis: (a) se convierte en forma añorada, originaria, en el discurso: antes era mejor, antes era posible la intimidad y su proyección, la biografía aparece como relato de 10

los orígenes, y (b) se convierte en forma de consumo: las biografías, desactivada su potencia para mover la polis, se han vuelto exótico producto de consumo. Esta versión de los relatos de identidad, revestidos de un valor originario y de un valor de consumo, parecen cumplir aquel lema que Benjamin (Das Passagen Werk) detecta en las primeras exposiciones universales acompañando el nuevo formato de la mercancía como espectáculo: "se ve pero no se toca"4, se consume pero no se protagoniza. Así los relatos biográficos, las narraciones de identificación y de construcción de identidad, o bien son leídos como supérstites, como restos de un origen (sin revelar que el origen es siempre algo que se inventa, es un proton pseudós) o bien son consumidos como objetos fruitivos, consolatorios, melancólicos, como mercancías dotadas de un poder fetiche (poseer relatos es poseer poder). El mercado lo sabe y toma la delantera: ése es el itinerario concreto que va en nuestras sociedades del consumo compulsivo de biografías (en lugar de producir historias y memorias personales y comunitarias) al consumo catártico de talk shows (en lugar de cambiar las condiciones de vida). 1. Éste es el marco paradójico o la paradoja principal: la vía biográfica para salvar el déficit queda neutralizada, o como fundamento o como mercancía. "Salvar" significa precisamente suturar, pero también y previamente analizar, pero antes abrir, no tapar, no cerrar en falso. No estoy diciendo que el remedio del hiato o del hueco (béance), arranque de refranes parecidos a "lo pequeño es hermoso" o "lo privado es lindo" o "lo íntimo es lo verdadero". Si hacemos una lectura fisicalista del hiato (hay quien se ha establecido en lo que llama naturalismo y pretende estudiar la condición humana sin recurrir al conflicto que llamamos cultura) pudiéramos pensar que tanto uno como otro, territorio o ámbito, deben poner de sí para acercarse. Si lo sistémico y 11

los mundos de vida los tomamos en su otra acepción de lo público y lo íntimo, nos encontramos con señales en las que "se intima lo público y se publica lo íntimo"5. Pero eso sería la versión mitopoética que más entretiene que resuelve. Vayamos a la narratividad autobiográfica y entremos en la segunda paradoja. No sin antes recordar que, para la primera paradoja desactivación del valor del relato personal o político y conversión en totem originario o en consumo fugaz - hay, si nos fijamos, una manipulación del tiempo: los relatos, en tanto que son relatos de los orígenes (simulacro), se dan en un tiempo eterno, sin tiempo; los relatos, en tanto que son para consumo (fetiche), se dan en el tiempo suspendido (el tiempo del consumo regido por la norma de la moda - Simmel - no sólo vestimentaria, sino en general: "en cuanto algo se pone de moda, en ese instante comienza a dejar de estar de moda". Éste es el régimen general que nos pone en la segunda paradoja. 2. Los relatos autobiográficos, cuyo sentido ético y político es levantar las represiones y los olvidos (formas ambas del poder político: no hay represiones endógenas, sino políticas), topan con un doble mandato moral contradictorio: (a) recordar para construir, restaurar, progresar; (b) olvidar para no entorpecer lo nuevo que viene y sus posibilidades de mejora. Aquí topamos con una paradoja, con una tensión dolorosa, la que se formula con la oposición siguiente: vivir para contarlo/contarlo para vivir. Vivir para contarlo, asumir la propia condición de testigo tiene un punto de suspensión. ¿Nos hacemos como los libros vivientes de Fahrenheit 451, de suerte que nuestra vida gire en torno al eje del relato y de la memoria y entramos en una posible repetición (relato circular, convertido en relato de los orígenes)? ¿O bien no olvidamos, no cejamos en desenterrar (fosas de León, ríos de América) pero para recorrer los nudos no del mero relato terrible, mesmerizador, sino de lo que los hizo posibles. Como en la película de Sonia Goldenberg, Memorias de Paraíso, pasamos del registro del "esto es 12

exactamente lo que pasó" a la pregunta "cómo fue que llegamos a esos puntos que se anudaron" (guerra civil, conflictos americanos...). Vivir para contarlo es más que sobrevivir. Es la larga tarea de asumir nuestra condición de supervivientes (Fraser, Recuérdalo tú y recuérdalo a otros), de tantas guerras y masacres que no miramos, que leemos, inmunes en apariencia (Bolaño, 2666). Contarlo para vivir hace referencia a la elaboración de ese paso anterior: pues reconoce el valor de relato autobiográfico, pero lo entiende siempre como un material sensible, delicado, no consumible, no soportable. Contarlo para vivir es más que tratar de que no se repita: es suponer que los relatos peculiares, por sórdidos, opacos, amordazados, simulados que aparezcan, enriquecen la razón común. 3. La tercera paradoja tiene que ver con los sujetos y relatos y con la verdad de tales sujetos y relatos. Se trata de detectar la articulación particularidaduniversalidad de los relatos. La constatación de los que narran su biografía es la que la comunidad entendida por Bataille "la comunidad de quienes no forman comunidad", es decir, la de los particulares que aproximan lo peculiar de sus relatos en busca de una ejemplaridad universal. Se puede formular castizamente diciendo "es que siempre recuerdan y narran los mismos, mientras la mayoría consume y calla". En términos más sofisticados, propios de la ética del juicio kantiana, se trata de leer en lo concreto y acotado de cada relato lo que a todos puede aprovechar pues habla de la condición humana, se trata de tomar lo peculiar de juicio teleológico desde su validez ejemplar, universalizable desde lo peculiar. La paradoja, con más precisión, se puede formular así: (a) unos cuentan y transmiten ("yo no digo mi canción sino a quien conmigo va") a los suyos su verdad, su historia, su intrahistoria; (b) mientras que el relato, la biografía de la humanidad, circula por los derroteros del simulacro (sin un receptor ni un 13

emisor personales) sirviendo a la mitificación interesada, pro domo sua (como en el ejemplo de la construcción narrativa y política del eje del mal). Esto plantea una tensión mayor entre las narraciones según su sujeto: de clase, de género, de edad. Queda el problema de cómo formulamos una convergencia narrativa, una traducibilidad de los relatos peculiares, una equivalencia moral de los iconostasios (repertorios simbólicos de cada cual). A condición de no disolverlos en la mera yuxtaposición falsamente irenista, multicultural. Con la exigencia de la verdad (qué y por qué se narra) con la exigencia de la justicia (en función de la continua fundación de la communitas). Para ello hay que comenzar por dar la vuelta a los estereotipos de los sujetos, privilegiar en sus relatos la enunciación (alguien habla, es nuevo, es acontecimiento) más que el enunciado (el entramado de lo dicho). Comenzando por levantar la clausura general del decir: "No pasa nada, y si pasa algo pues... no pasa nada". Es la propia de las sociedades autoritarias que vetan el recuerdo y los relatos comunes y peculiares. Esto implica que recuperar el valor peculiar y universalizable de los relatos comienza con el mandato de no denegar. 4. La cuarta paradoja tiene que ver con la verdad de la autobiografía: la relación entre la verdad y el deseo. Freud descree de la autobiografía: porque sabe de la existencia de la llamada novela familiar de neurótico. En ella elaboramos, racionalizamos, fantaseamos una infancia, unos orígenes que no tienen que ver con la realidad, pero que canalizan nuestra ensoñación. Además del poder estructurante de estos relatos ensoñados (como lo prueban los cuentos fantásticos que analizó Bettelheim), para todo relato posible la verdad se articula en el tiempo de deseo y no sólo en el de la historiografía. Los fenómenos de proton pseudós y del Nachtrüglich: (a) el 14

relato inventa el origen, (b) el relato sólo se entiende cabalmente a posteriori, implican una verdad movediza en la narratividad o, con más precisión, una búsqueda movediza del contenido de verdad de los relatos identificatorios. La verdad de la Lustgeschichte, de la memoria passionis, no implica que nos quedemos en el interior de un supuesto ámbito propio, incomunicable. Lo íntimo y lo éxtimo (Lacan) están comunicados de forma peculiar y, para aclarar esta condición se han ido estableciendo modelos formales (yo y la circunstacia/texto y contexto6/pliegue [Deleuze]/cinta de Moebius/nudo Borromeo [Lacan]) que tratan de imaginar un nuevo modo de representar lo que desde hace tiempo sabemos que no se pueden pintar como dos realidades estancas, incomunicadas. La biografía y la autobiografía quedan, pues, sometidas a la doble tensión: (a) de lo decible y la Spaltung (lo inaccesible del sujeto) y (b) lo que no ceja en el nombrar, no puede dejar de ser nombrado pues en ello va la misma deliberación moral de la comunidad, de la humanidad. Entre estos dos polos circula la conciencia del límite del decir. Límite que no es sólo la enunciación de la imposibilidad de nombrarlo todo, sino la asunción de la verdad que no se puede decir toda y, sin embargo, se busca y se intenta, como condición misma del despliegue, del desarrollo del sujeto moral. 5. La quinta paradoja tiene que ver con la temporalidad del nombrar. Es decir con la inevitable dependencia y facilidad que da pertenecer a determinados códigos o estilos del nombrar. En Los nombres del Quijote? he recorrido y argumentado el paso entre un nombrar "románico" (en palabras de Ortega) que alumbra la narración renacentista sin despegarse aún de su matriz medieval, escolástica, y un nombrar "moderno" (según mi perspectiva) en el que la narración se abre y genera un espacio y un sujeto barroco, del que en cierta forma no nos hemos desprendido.

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El nombrar clásico o románico se basa en los códigos, en la hermenéutica de los mismos, en la convertibilidad de los órdenes óntico, ético y estético, en la verticalidad, en el carácter sacralizado de los nombres (nomen es numen). El ejemplo que allí analizo es el bellísimo y denso libro de Fray Luis de León Los nombres de Cristo. El nombrar moderno, del que El Quijote es semilla, es ¡cónico y no tanto simbólico (en el sentido de Peirce: las relaciones ¡cónicas se establecen en el relato, los símbolos lo preceden y ahorman), se da en un mundo descoyuntado, entiende la horizontalidad del nombrar como proceso común, ciudadano, y del nombre señala la radical responsabilidad personal y no poder numinoso alguno (nomen es o puede ser omen: depende de lo que uno haga). De esa escuela del nombrar, que tiene en Montaigne y en la modernidad del sur su campo de cultivo, surgen motivos para reflexionar sobre la condición ética del relato de vida. El nombrar moderno, anticipado en Cervantes, tiene algunos lugares que él mismo inaugura, figuras de una nueva condición que el relato de aventuras alegoriza, para decir de la nueva condición del sujeto moderno. Al menos estas cuatro, que de algún modo cumplen la definición de figura que Barthes trama en los Fragmentos del discurso amoroso (consistencias o recurrencias del relato que posibilitan un nuevo decir, en un género no del todo estereotipado). (1) Salir para no volver, condición del Quijote que no prevé regreso en cada viaje; (2) Conciencia de que la aventura es la ventura y que, por tanto, no manda la Fortuna, por más que su presencia azarosa obligue al discernimiento y al cálculo, sino lo que está en juego para cada cual, y cómo lo resuelve; (3) No hay nostalgia del origen, sobre todo porque de manera paulatina, en este relato que la modernidad inaugura se perfila una evidencia: el origen se inventa, se recrea, no es un lugar impávido, poderoso, que espera nuestra vuelta atrás. (4) En el Quijote asistimos a un actor que obra a la par 16

que el libro de sus aventuras se va escribiendo, a veces por detrás y a veces por delante: el relato moderno prepara al Quijote, al sujeto, como destinatario un libro no escrito que será su patria. El proceso del nombrar es entender que un nombre, cada nombre, es un relato condensado, un repertorio de escenas, de las que muchas, como el propio sujeto, son inaccesibles (Spaltung), pero otras son ruidosas, nos designan, por su cualidad de síntomas: hay un fragmento visible, claro, otros enigmáticos, como jeroglíficos, como esfinges, como el mismo nombre del caballero lleva el origen (QUIJ) del nombre civil (Quijana) y el destino de la aventura elegida (LanzarOTE del Lago). Así, las paradojas de la narratividad nos ponen en situación de abrir un espacio más claro, que no es una especialidad (la ética narrativa) sino una perspectiva sobre la construcción narrativa del sujeto moral. Por todo ello, en lo que sigue proponemos recorrer dos momentos principales: a)las dimensiones teóricas de la práctica de la historia oral: las bases cualitativas, lo específico de la biografía, la producción, la escucha, la interpretación y la comprensión escénica. b)la reflexión metodológica sobre el modo de trabajar con historias: cinco ejemplos de investigación: relatos de los pastores trashumantes, historias del pequeño comercio, la historia de los inmigrantes en Madrid, relatos de la Guerra Civil española.

2. La mirada cualitativa y la palabra dada La pretensión de los múltiples y variados procesos de indagación cualitativa es rescatar una dimensión de difícil estatuto: los discursos o relatos de

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experiencia. La investigación social, la práctica de la filosofía política, los debates éticos del presente, ponen como campo y tarea común dilucidar la estructura de las práctica de los sujetos, singulares y comunes. La tradición positivista, convertida a la postre en rutinas cómodas, incuestionadas, establece que la significatividad de tales prácticas analizadas vendría como resultado de un largo proceso en el que el sujeto es reducido a individuo (no con sus marcas peculiares sino con las variables asignadas: sexo, edad, estatus, hábitat, etnia) y el discurso es reducido a opinión (en el sentido de conjunto de respuestas a preguntas cerradas de una encuesta de opinión). Solamente tras esa metamorfosis (manipulación epistémicamente correcta según los estándares) es posible convertir las respuestas en un repertorio tabulable de enunciados, traducidos éstos a su equivalente estadístico. Por tanto, la experiencia que (a) surge y se origina en el discurso y (b) revierte sobre el mismo discurso troquelándolo ¿Cómo hacer para tratar ese proceso complejo sin reduccionismos? ¿Qué ocurre cuando el sujeto se enfrenta con su propia experiencia? A la primera pregunta decimos, por costumbre, que la renuncia, la acotación que deja fuera lo peculiar de la experiencia (lo que comporta una limitación cuando no una pérdida) nos proporciona la ganancia de una mayor operatividad en un doble sentido: (a) la manipulación económica o parsimoniosa de lo central, de lo relevante de los procesos; (b) comparabilidad o posibilidad de generalización. De la primera ganancia se sigue una estilización. De la segunda, la posibilidad de hacer investigación acumulativa.

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La segunda pregunta requiere una atención cuidadosa. Para empezar porque, siendo semilla de la investigación cualitativa, implica desvelar al menos tres implícitos mayores; 1.El discurso de la experiencia se puede caracterizar como el discurrir de la vida en cuanto actuada por alguien: es el relato de lo que se hace, de los saberes que implica este hacer, de las imágenes y representaciones que la acompañan y de ella brotan, de las normas que acotan y dan sentido, proyección: es el saber hacer, el porqué se hace y qué le ocurre a uno en ese hacer y saber. El discurso de la experiencia está vedado a la ciencia positiva, está filtrado por el de la ciencia (Walter Benjamin, El narrador). El límite con el que se confronta es el discurso de la ciencia en el que el sujeto es desplazado a una posición impersonal (transpersonal), en una forma peculiar pero consagrada de entender la objetividad. Walter Benjamin advierte de la extensión de ese modelo en la misma ideología y pretensión de los medios. 2.Las condiciones cívicas apuntan a la consagración de SE (se hace, se dice). El proceso de la impersonalización, de la transmisión anónima o mediante un sujeto simulado (el prescriptor que no habla en nombre propio). Con la salvedad que nos muestra el síntoma biográfico (sus rásgos básicos) de que ese sujeto SE - estándar - adaptado (normal) se resquebraja en apariencia para dar paso a su otra cara: lo biográfico como espectáculo y consumo. 3.Las posibilidades desplazamiento.

de

investigar

nos

llevan

a

proponer

un

No nos centramos en el discurso o relato de vida "mondo y lirondo", sino que ya desde nuestro contexto consideramos a la vez el discurso y 19

su trama: el discurso y sus escenas, desde las que se da, a las que alude, las que evita o desconoce. Por eso vamos contra la tecnocracia, incorporando críticamente la tecnociencia. Tratamos de desmontar los tres discursos arrogantes que decía Barthes: ciencia, doxa, política, porque éstos ocultan lo que de verdad está en juego en el discurso de lo político, del vínculo social. Estos discursos, de la política, monopolizan la palabra pública, quedando las historias de vida como discurso al margen, como lenguaje de vacaciones (Wittgenstein), es decir: como anomalía. Detengámonos en este concepto y mapa porque volveremos en los análisis concretos. "Sólo quien ha sufrido siente la necesidad de contarse" (Simone de Beauvoir). Hacer un margen, el de la anomalía, y poner allí la historia de vida no es resultado de la impersonalización (el SE) + el valor de los procedimientos estándar (la tecnociencia) + las metas incuestionadas de la integración: es el contexto del mercado. Las historias valen y tienen precio de mercado en la medida en que aportan noticias del revés de la vida domesticada, rutinaria. Y esto las encarece. He aquí el contexto mercantil que reduce la recepción de los relatos a mero consumo de historias, vidas, biografías, memorias, de personajes más o menos estremecedores. Así, investigar, garantizar el espacio de las historias de vida no puede equivaler a ignorar sus determinaciones, sino a aclararlas. Como investigar la palabra de quien nos narra su historia no equivale a acotar un objeto, sino a entrar en un circuito del don. En la palabra que se da. Palabra dada Palabra dada significa aquí, por tanto, el circuito mismo de la transmisión.

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Existe un romance castellano que contiene dos versos definitivos:

Dar la palabra significa establecer un vínculo en el que la mención del pasado, la experiencia vivida, no se queda en mera notificación: en el mero hacer saber. Significa que quien escucha se hace depositario de la historia y, por consiguiente, ésta le seguirá incumbiendo, importando, aun en ausencia o en el caso de la desaparición del protagonista del relato. La historia sigue obrando en quien escucha más allá del momento de la transmisión. Como, por lo demás, obra en quien habla cuando ya no recuerda exactamente lo que dijo. Porque quien habla es, el algún sentido, el primer (proton pseudós8) destinatario de su decir y de lo que dice. Por eso quien recoge historias, quien es elegido por sus "informantes" para (ser digno de) escuchar y recibir esa historia, recibe no sólo lo dicho en un proceso de rememoración, donde está lo sucedido tal como en el presente pasa: está lo vivido y está el duelo, que supera la repetición y hace que la historia de vida pueda ser moralmente abierta (y no ritualmente cerrada). Esto es lo que aparece, como veremos, en los relatos del linaje y del trabajo. Los pastores que hablan a quien los escucha y lo nombran con la etiqueta de "quien viene a pedir explicaciones", los protagonistas de los relatos de inmigrantes en Madrid, algunos se dirigen nominalmente a quien escucha - su hijo o su hija - e incluso fijan su relato por escrito y lo dicen ante el magnetófono para que no quede duda de lo que están haciendo: poner nombre al relato de los orígenes del destinatario. Por eso hablamos de las distintas posiciones de la escucha y de la enunciación (véase más adelante el capítulo sobre la escucha). Palabra dada tiene valor moral, inseparable del rigor metodológico. Por 21

eso investigar historias de vida es escuchar. Y escuchar es no obturar, no interrumpir ni con saber (del tema) ni con interpretación (de quien habla). Porque quien está hablando concede una palabra dada cuyas dimensiones e implicaciones no conoce en su totalidad ni siquiera parcialmente. Bastante hace con hablar, como para saber además lo que está diciendo. Por eso quien escucha vela porque la palabra no se cierre, no cristalice, no se convierta en lo dicho, sino que quede en ella, en las historias, el acento del sujeto, la actividad siempre novedosa - en algún sentido, arriesgada - del decir. Palabra dada es un compromiso que garantiza el circuito del decir, que el relato no se cierre: siempre podría (y nos causa desazón en los primeros encuentros cuando se para el magnetófono y nos dicen "lo importante" cuando ya no podemos registrarlo). Esto nos hace tener en cuenta que siempre se puede decir de nuevo, decir mejor, porque no somos los únicos que interpelamos - que pedimos "explicaciones" de lo hecho-. Quien cuenta su historia se ve interpelado por ella, por el "núcleo" de lo hecho (si es que esto existe: que es cambiante) y por las dimensiones "periféricas" de lo sucedido. Es la extrañeza ante el propio relato, ante las dimensiones que van surgiendo, ante mí, para mí, y de cuya posibilidad no era yo consciente al poner en marcha la historia. Es la extrañeza de quien, en medio de su relato, exclama, como para su coleto: "Y dice uno: ¡estará uno loco!". Palabra dada es asistir, contribuir, no estorbando al proceso de apropiación. Por eso algún paralelo con el análisis es posible, pero también su radical diferencia, como luego veremos, al tratar de la comprensión escénica: cómo se lee lo que surge y cómo acompaña uno ese surgimiento. La historia oral, desde esta dimensión más densa, reúne varias referencias que en el decir están anudadas: el narcisismo (la composición de una figura "decente", "virtuosa", "ejemplar"), la institución (quien habla no lo hace por sí solo, de manera despojada o presocial, sino de las instituciones que lo 22

atraviesan y constituyen). Es la tensión que hay entre (a) analizar, reconocer los hilos que se anudan (como en el análisis institucional surgen cabos que destrenzan, desmontan la trama del yo instituido: roles, poderes, exclusiones, denegaciones) y (b) no negar sus hechuras, no cerrar del todo la desconstrucción del yo (serio, acartonado, normal). Esa voluntad de ver más lleva a unos a escribir después de hablar (historias de vida) y lleva a otros que no soportan el vértigo de los orígenes a tratar de enmendar lo dicho. Como Stalin, borrando la figura de Trotski en el mitin de Lenin. Como quien lleva una institución (comercial, política, educativa) y no soporta el relato de los orígenes más pacatos - que los sujetos de la historia oral conocen y nombran - que la imagen que se quiere dar en el presente. Palabra dada significa que ya no es de quien habla. Ya no es mía y ya no vuelve a mí sino en el vínculo con el otro. Fraser recupera su infancia cuando asiste, con su hijo, a una manifestación pacifista por delante del castillo en que se crió. Esa manifestación que descoloca es como el relato, siempre en el campo del otro. No vuelvo a lo mío sino a través de la manifestación (la letra de lo que digo) no siempre pacífica. Por eso no podemos acabar de entender lo que significa palabra dada sin tener en cuenta las "determinaciones institucionales" de la escucha. Ésta implica: escuchar lo que no se quiere oír (Derrida), romper lo dicho, tratar la propia experiencia con estilo "como una lengua extranjera" (Deleuze), desde la música, la corteza de la letra, el compás. Para que se logre una transformación. Para que pase algo. En la escucha hay un apartado, el del ritmo del lenguaje, el compás, el acento, lo paralingüístico, las pausas, los silencios. Lo peculiar, la palabra que no se oye bien y se transcribe lo más aproximadamente posible. Para que algo pase.

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Como un conmovedor poema en torno a lo no decible y no escuchable (no soportable). Nos llama a atender a la letra, a lo no traducible, semantizable, sino a lo que nos llama. Por eso nos preocupa dilucidar en qué sentido nos ocupamos de la letra, de la estructura y de la mudanza. La letra La mirada cualitativa implica, como sabemos, un punto de vista. Una perspectiva que elige desde dónde ver y qué elegir. Y esa elección está fundada en la invención de un método (que es camino para tratar de llegar a donde se ha dirigido la vista). Precisamente porque entre los fenómenos sociales, se eligen aquellos aspectos que siguen siendo problemáticos, que no tienen cifra clara y, sin embargo, siguen insistiendo, constantes, cotidianos. Recurrimos a veces al ejemplo del beodo que regresa a su domicilio y, al caérsele la llave, tantea el suelo bajo un farol. Cuando un vecino le advierte de que ha caído en zona de sombra, algo más lejos, se limita a responder: -Ya, pero aquí hay más luz. La mirada cualitativa trata de entrar en la zona de sombra del discurso social y de hacer luz en ella. Y me apresuro a decir que la zona de sombra no es procelosa, inquietante o amenazadora. Es tan plana como lo que está a la vista. No hay -y es una metáfora para desmontar - profundidad alguna. La metáfora de la profundidad9 - tan central en el modelo de la generación discursiva (Chomsky) no ayuda mucho a acertar en qué está el chiste de lo cualitativo-. No hay que ir al fondo, sino mirar la superficie de otra manera, con más cuidado. Como la carta del cuento de Edgar Allan Poe, al que Lacan saca un enorme partido para explicar que lo inconsciente no es íntimo sino éxtimo, las claves que persigue la metodología cualitativa a la vista están. Pero no reparamos en ellas. Las prácticas aplican pero también desarrollan sus 24

propios modos de producción, los mensajes despliegan y modifican sus propios códigos, el contenido va siendo troquelado por sus propios significantes. De ahí que hablemos de la importancia de la letra, no con ningún empaque metafísico o deconstruccionista, sino que sencillamente recomendamos atención a la letra, como quien dice: atención al tren. Si tenemos en cuenta que esta llamada data, para la cultura del análisis y de la interpretación en lengua castellana, de los tiempos de Fray Luis de León, decir de la antesala del barroco. Permítaseme recordar literalmente, citar, en suma, algunos pasajes de su versión del Cantar de los Cantares, la primera versión directa del hebreo que, como es sabido costó - junto con algunas intrigas académicas no especialmente destacables - cárcel y apartamiento. Con lo que, además de recomendar atención a la letra, el ejemplo nos hace parar mientes en la responsabilidad de la interpretación (de la escucha y de lo que de ella decimos al investigar). En el prólogo de este libro Fray Luis compone un perfecto tratado del traductor que, a mi juicio, se aplica cabalmente al ejercicio de analizar estructuralmente el discurso. Para traer a nuestro campo el texto con mayor claridad, destaco las cuatro operaciones de la atención a la letra. a)La corteza de la letra: cuando nos medimos con discursos, no podemos pasar directamente al contenido, ni podemos tratarlos en su valor de indicios o de símbolos de un grupo, de una época, sin antes detenernos en su misma hechura, en la superficie, en la misma entonación: [...] Cosa cierta y sabida es que en estos Cantares, como en persona de Salomón y de su esposa, la hija del rey de Egipto, debajo de amorosos requiebros, explica el Espíritu Santo la Encarnación de Cristo y el entrañable amor que siempre tuvo a su 25

Iglesia, con otros misterios de gran secreto y de gran peso. En este sentido espiritual no tengo que tocar, que de él hay escritos grandes libros por personas santísimas y muy doctas que, ricas del mismo Espíritu que habló en este Libro, entendieron gran parte de su secreto, y como lo entendieron lo pusieron en sus escrituras, que están llenas de espíritu y de regalo. Así que en esta parte no hay que decir, o porque está ya dicho, o porque es negocio prolijo y de grande espacio. Solamente trabajé en declarar la corteza de la letra, así llanamente, como si en este Libro no hubiera otro mayor secreto del que muestran aquellas palabras desnudas y, al parescer, dichas y respondidas entre Salomón y su Esposa, que será solamente declarar el sonido de ellas, y aquello en que está la fuerza de la comparación y del requiebro; que, aunque es trabajo de menos quilates que el primero, no por eso carece de grandes dificultades, como luego veremos. b)La presencia de los afectos y deseos en relación con la letra: cuando investigamos los discursos constatamos que éstos no nos interesan principalmente por la información que contienen, sino por de quién a quién van. El circuito de la transferencia, de la manifestación más o menos transparente del deseo, hace que atender a la letra sea reparar en los efectos que ésta produce el curso del desear. La forma concreta tiene mucho que ver con el afecto y el deseo, a quién se destina implica la forma en que se dice: Porque se ha de entender que este Libro en su primer origen se escribió en metro, y es todo él una égloga pastoril, donde con palabras y lenguaje de pastores, hablan Salomón y su Esposa, y algunas veces sus compañeros, como si todos fuesen gente de aldea. Hace dificultoso su entendimiento, primeramente, lo que suele poner dificultad en todos los escritos adonde se explican algunas grandes pasiones o afectos, mayormente de amor, que, al parecer, van las razones cortadas y desconcertadas; aunque, a la verdad, entendido una vez el hilo de la pasión que mueve, 26

responden maravillosamente a los afectos que explican, los cuales nacen unos de otros por natural concierto. Y la causa de parescer ansí cortadas, es que en el ánimo, enseñoreado de alguna vehemente pasión, no alcanza la lengua al corazón, ni se puede decir tanto como se siente, y aun esto que se puede no se dice todo, sino a partes y cortadamente, unas veces al principio de la razón, y otras el fin sin el principio; que así como el que ama siente mucho lo que dice, así le paresce que, en apuntándolo él, está por los demás entendido; y la pasión con su fuerza y con increíble presteza le arrebata la lengua y el corazón de un afecto en otro; y de aquí son sus razones cortadas y llenas de oscuridad. Parecen también desconcertadas entre sí, porque responden al movimiento que hace la pasión en el ánimo del que las dice, la cual quien no la siente o ve, juzga mal de ellas; como juzgaría por cosa de desvarío y de mal seso los meneos de los que bailan el que viéndolos de lejos no percibiese el son a quien siguen; lo cual es mucho de advertir en este Libro y en todos los semejantes. c)El contexto discursivo original. Lo que hace difícil y apasionante el trabajo de suscitar discursos y trabajar con ellos es precisamente que éstos brotan de un territorio y de una lengua que nos es en cierta forma extranjera. Precisamente porque nos enfrentamos a acentos, a modos específicos de decir, a estilos discursivos, a estrategias de conversación. El otro es extraño en la medida en que canaliza su palabra en el sistema de la lengua común, pero también en los modos propios. Por eso atender a la letra es preservar lo que ésta tiene de original. Y analizar el discurso es acertar a traducirlo al lenguaje común. Lo segundo que pone oscuridad es ser la lengua hebrea en que se escribió, de su propiedad y condición, lengua de pocas palabras y de cortas razones, y ésas llenas de diversidad de sentidos; y juntamente con esto por ser el estilo y juicio de las cosas en aquel tiempo y en aquella gente tan diferente de lo que se platica agora; de donde nace parecernos nuevas, y extrañas, y fuera de todo buen 27

primor las comparaciones de que usa este Libro, cuando el Esposo o la Esposa quieren más loar la belleza del otro, como cuando compara el cuello a una torre, y los dientes a un rebaño de ovejas, y así otras semejantes. Como a la verdad cada lengua y cada gente tenga sus propiedades de hablar, adonde la costumbre usada y recibida hace que sea primor y gentileza, lo que en otra lengua y a otras gentes pareciera muy tosco, y ansí es de creer que todo esto que agora, por su novedad y por ser ajeno de nuestro uso, nos desagrada, era todo el bien hablar y toda la cortesanía de aquel tiempo entre aquella gente. Porque claro es que Salomón era no solamente muy sabio, sino rey e hijo de rey, y que cuando no lo alcanzara por letras y por doctrina, por la crianza sola y por el trato de su casa y corte supiera hablar su lengua mejor y más cortesanamente que otro ninguno. d)El análisis cualitativo del discurso parte de un respeto a la letra que no es fetichista: supone que para lo peculiar hay siempre equivalencias, y encontrarlas es la tarea de la interpretación tras el análisis. Lo que yo hago en esto son dos cosas: la una es volver en nuestra lengua palabra por palabra el texto de este Libro; en la segunda, declaro con brevedad no cada palabra por sí, sino los pasos donde se ofrece alguna oscuridad en la letra, a fin que quede claro su sentido así en la corteza y sobrehaz, poniendo al principio el capítulo todo entero, y después de él su declaración. Acerca de lo primero procuré conformarme cuanto pude con el original hebreo, cotejando juntamente todas las traducciones griegas y latinas que de él hay, que son muchas, y pretendí que respondiese esta interpretación con el original, no sólo en las sentencias y palabras, sino aun en el concierto y aire de ellas, imitando sus figuras y maneras de hablar cuanto es posible a nuestra lengua, que, a la verdad, responde con la hebrea en muchas cosas. De donde podrá ser que algunos no se contenten tanto, y les parezca que en algunas partes la razón queda corta y dicha muy a la 28

vizcaína y muy a lo viejo, y que no hace que corra el hilo del decir, pudiéndolo hacer muy fácilmente con mudar algunas palabras y añadir otras; lo cual yo no hice por lo que he dicho, y porque entiendo ser diferente el oficio del que traslada, mayormente Escrituras de tanto peso, del que las explica y declara. El que traslada ha de ser fiel y cabal y, si fuere posible, contar las palabras para dar otras tantas, y no más ni menos, de la misma cualidad y condición y variedad de significaciones que las originales tienen, sin limitarlas a su propio sentido y parecer, para que los que leyeren la traducción puedan entender toda la variedad de sentidos a que da ocasión el original, si se leyese, y queden libres para escoger de ellos el que mejor les pareciere. El extenderse diciendo, y el declarar copiosamente la razón que se entiende, y el guardar la sentencia que más agrada, jugar con las palabras añadiendo y quitando a nuestra voluntad, eso quédese para el que declara, cuyo propio oficio es; y nosotros usamos de él después de puesto cada un capítulo en la declaración que se sigue. Bien es verdad que, trasladando el texto, no pudimos tan puntualmente ir con el original; y la cualidad de la sentencia y propiedad de nuestra lengua nos forzó a que añadiésemos algunas palabrillas, que sin ellas quedara oscurísimo el sentido; pero éstas son pocas, y las que son van encerradas entre dos rayas de esta manera [...]. La cita es larga, pero no he encontrado mejor equivalente a nuestro oficio que pudiera presentarlo de manera sucinta y atractiva como para despegar. Déjenme repetir que en esto, como en todo, cada cual se busca sus clásicos con la esperanza de hacerse si no merecedor de ellos, por lo menos no distorsionador de su hallazgo. Que es por lo que les seguimos llamando clásicos. Al fin y al cabo, como dice Alfonso Ortí, la mejor metodología es la buena formación del investigador. Nuestra experiencia nos recomienda la atención a la letra en el sentido en que sólo a través de este plano de superficie es como se manifiesta y 29

constituye el sujeto. Sólo detectando, respetando los nudos, las arrugas, las cicatrices del relato concreto que estamos escuchando podemos acceder a los procesos subjetivos, nunca accesibles de modo inmediato a quien habla y a quien escucha. Sólo respetando la forma concreta podemos pensar en generalizar, en leer lo que de general hay en lo particular. Hay un dicho lacaniano, que sitúa la importancia del proceso semiótico (semiosis, según Peirce) en la formación del sujeto del discurso. Éste reza así y nos puede iluminar: el significante representa al sujeto para otro significante. Que es calco del enunciado de Peirce: el signo representa el objeto para un interpretante. La letra del discurso nos indica que éste está formado por significantes (de todo tipo) y que al estar el sujeto representado por ellos engendra la producción de otro significante que traduzca mejor la relación primera (significante-sujeto, síntoma, relato). El sujeto no es accesible de modo directo, sino a través de un (de sus) significante, y este acceder precisa de otro significante que nombre bien tal relación. A la manera peirciana podemos decir: un signo representa un objeto (un proceso, una historia) "para un interpretante", es decir, que precisa que se engendre otro signo en la mente de quien oye. Ese signo es el que llamamos interpretante, ese signo nombra la relación de partida, entonces a medias sabida, ahora más cabalmente comprendida. De estos dos modos - lacaniano, peirciano - trato de indicar que la atención a la letra no es la atención a un fetiche, a algo quieto o misterioso, sino la operación de reconstruir, reconstruir el circuito de la significación. Si nos metemos a dibujos, para dar una versión más rica de las implicaciones de la atención a la letra como característica del procedimiento cualitativo, no nos queda más remedio que acudir al área psicoanalítica. Con libertad y no para tributar a erudición ninguna, quiero indicar algunos 30

rasgos que el concepto de letra lacaniano nos permite importar a nuestro campo del análisis de discurso para matizar lo siguiente: la letra no es como un símbolo de algo ausente, sino una materialidad del lenguaje por la que lo real (ese tercero anudado con lo simbólico y lo imaginario) se manifiesta. De modo breve, pues, establezco y gloso algunos sentidos de la letra. "La letra es el soporte material que el discurso concreto toma del lenguaje" (Lacan, Escritos. "La instancia de la letra en lo inconsciente"). Reparemos aquí en la referencia a la materialidad concreta y no tanto en el recurso a un modelo general (de la lengua, de la escritura). La letra tiene que ver con el gesto y con la concreción del decir en un contexto. Es lo que expresa Lacan en el mismo texto con esta frase: "la letra es la estructura esencialmente localizada del significante" ("La instancia"). El significante está en lo simbólico, inaugura la cadena significante (ese poner un nuevo significante que exprese mejor la relación de partida)... "la letra, por su parte, permite aludir al paso a lo real: se vacían los términos y se sustituyen por letras (S, Si, etc.) se encuentra del lado de lo real' (Seminario XXIII, D'un discours qui ne serait pas du semblant, 1970-1971). Ésa es la idea que nos puede ser útil retener a la hora de abordar el discurso concreto. Se me ocurre plantearlo de esta manera: lo simbólico circula, la letra retiene y expresa lo peculiar, lo no (totalmente) representable de la historia que se narra. Nótese que estoy intentando traer a lo nuestro esta intuición y concepto hecho para la escucha psicoanalítica. Como luego veremos al hablar de la escucha, la importación de conceptos, si bien puede ser fecunda, tiene su límite: en principio que sólo sirve para las formaciones de lo inconsciente. Pero aquí la tomamos como concepto orientativo: para decir de lo imposible (cómo representar lo peculiar y lo fugaz con categorías generales y duraderas), algo. Hay una cierta relación de negatividad entre la letra y lo que representa. Por eso lo peculiar de las historias tiene mucho de lo que la tradición 31

psicoanalítica nombra como una tachadura, como una rebeldía ante lo que es fácilmente traducible, ante lo que se escribe, podríamos decir, "con buena letra". De las historias y, en general, del discurso, nos interesa no sólo lo peculiar que se puede describir, sino rescatar "la instancia de su propia letra inconsciente, lo no-sabido que obra en su gesto ante lo real'. Así, al borde de lo simbólico, la letra es ya, radicalmente, "efecto de un discurso", "surgida del mercado" (Seminario XX, Aún, 1972-1973). Digamos que la dimensión de la letra, el respeto por la letra implica, a la postre, reconstruir la condiciones de producción de lo peculiar del relato. La letra es, radicalmente, efecto de discurso. Lo bueno que tiene lo que les cuento es que siempre es lo mismo, ¿verdad? Y no es que me repita, el asunto no es ése. Es que lo dicho antes cobra sentido después. Que yo recuerde, la primera vez que hablé de la letra - hace por lo menos quince años, en SainteAnne - noté un hecho que conoce todo el que lee de vez en cuando, cosa que no le sucede a todo el mundo, y es que un llamado Sir Flinders Petrie creyó observar que las letras del alfabeto fenicio se encontraban, mucho antes del tiempo de Fenicia, en menudas cerámicas egipcias en las que servían como marcas de fábrica. Esto quiere decir que la letra surgió primero del mercado, que es típicamente un efecto de discurso, antes de que se le ocurriera a nadie usar letras ¿para hacer qué? - algo que nada tiene que ver con la connotación del significante, aunque la elabora y perfecciona. Recapitulado: la letra es el intento de traducir, y, como es expresión del deseo (que apunta al plano vital, radical, de lo que los psicoanalistas llaman jouissance: gozo) participa de una pérdida y de una condición de gozo, y se revela (imposible de traducir) tal cual. Como en el seminario de La carta robada, (Escritos) y en el cuento mismo de Allan Poe, la carta concreta no es detectable porque en ella está depositado lo reprimido de cada cual. Por ello 32

tiene carácter de un significante, es como decía Ferenczi: "no lo comprendo, luego tiene que ser importante". Y antes de salir de la estela psicoanalítica - que al fin y al cabo nos acompaña en el arte de descifrar el relato biográfico - y para no cargar más las tintas, diré que de la atención por la letra retengo la frase que Freud usaba para definir su tarea. Venía a decir: lo que yo hago es tomar los síntomas absurdos, las bobadas, las repeticiones, las banalidades que escucho en mis pacientes con la misma seriedad con que un estudioso trata la Torah (Marinas, La ciudad y la esfinge). La estructura En el lenguaje de la investigación se toman como sinónimos la perspectiva cualitativa o estructural. La razón es clara: lo que se persigue no es la distribución de un rasgo, una posición o un discurso, en una muestra demográfica, sino: 1.establecer cómo esa muestra, construida con criterios estadísticos, se erige en referente que se supone hecho de individuos que profieren opiniones según cuestionario y que tales opiniones colman la posición de los sujetos, y luego 2.ofrecer una alternativa más cabal a ese doble filtro sujeto = individuo, discurso = opinión, es decir, mostrar las articulaciones entre discurso social y sujeto social. Este proceso significa que no sólo nos interesa hacer, como en los modelos funcionalistas clásicos, entre rasgos estructurales sociales y rasgos estructurales discursivos. Por ejemplo considerar la estructura de fonemas y alófonos y ver sus paralelismos con los roles y sus variantes anómalas o peculiares (aloroles, [sic] 10) 33

Más bien lo que está en juego es mostrar cómo se articulan las diferencias que constituyen lo significativo de la estructura (y de la estructuración, como proceso) social con las diferencias que constituyen lo propio del discurso gracias al cual las diferencias de la estructura social se nombran y constituyen. Modelos hemos ido manejando varios, tentativos, orientadores, ninguno satisfactorio. Pero eso no es del todo malo. Nos permite mantener la tensión en la búsqueda de la mejor teorización. Menciono, por mayor presencia entre los implícitos de nuestras investigaciones: a)Los modelos estructurales de la connotación. Bajo este rótulo agrupamos las investigaciones que, siguiendo el propósito de Barthes tratan de construir modelos de procesos discursivos concretos basándose en la característica de los discursos a la que llamamos connotación. Como el propio Barthes formuló en sus Elementos de Semiología, cuando uno trabaja en el plano de la producción y análisis del discurso objetivo del método cualitativo- no lo puede reducir a unidades mínimas de la gramática (sintagma nominal + sintagma verbal o, si se prefiere, "sujeto, verbo y predicado") sino que entiende que por encima de los lenguajes denotativos se extiende una retórica social: un sistema de connotación que hace que en cada mensaje concreto se condensen varios códigos, heterogéneos, de distintos planos de la cultura. Esa connotación es el procedimiento por el que sin perder lo concreto se difunde la ideología, que no es separable de los signos y los procedimientos retóricos que la expresan. De ese modo, investigar equivale a construir un modelo en el que puedan quedar de manifiesto los connotadores que en cada proceso de 34

comunicación se condensan. Y utilizo el término condensación porque, como ocurre con el procedimiento de la condensación (psicoanálisis) o de la metáfora (retórica), en un fragmento concreto de una historia, de un testimonio biográfico, lo que se moviliza a un tiempo son diversos códigos (el habla de género, los localismos, las expresiones de una posición ideológica, la semántica de clase, etc.). Esta pluralidad de códigos en lo concreto del mensaje es algo que el propio Barthes nos enseñó a desarrollar, a partir de dos de sus trabajos fundamentales: Sade, Fourier, Loyola, indicando el componente escénico de todo lenguaje (luego volveremos sobre este punto) y, de manera especial, el comentario de una novela de Balzac, titulado S/Z. En este trabajo mostraba Barthes cómo para leer bien un texto complejo (valga la redundancia) debemos saber desarticular sus diferentes códigos: actanciales, culturales, ideológicos, etc. El ejemplo es más rico en posibilidades, y es el que da lugar a una teoría del texto y de la deconstrucción. No olvidemos que, en esto, Barthes es maestro de Derrida. Recordemos visualmente el esquema barthesiano.

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Figura 1.1. Modelo de connotación. El desarrollo de esta perspectiva se basa en un enunciado: el sistema de la lengua es coextensivo al sistema social. La lengua, según el inspirador de estos modelos (Saussure), es un sistema que no se reduce al repertorio de actos de habla, es una institución social. Es un thesaurus que acumula el saber hacer, las representaciones sociales, los códigos de la intimidad y de la identidad, y es como el juego de ajedrez, en el que pocos elementos, que adquieren su valor de la posición que ocupan, permiten infinitas producciones. Y, además, este modelo de la connotación permite visualizar la presencia de la ideología - que según esta formulación temprana, es la forma, es decir, la que configura, el contenido o la sustancia de la cosmovisión, del modo de ver el mundo un colectivo social. b)El lenguaje como trabajo y como mercado. Aludo con este título de la conocida obra de Ferruccio Rossi-Landi a los modelos que heredaron de la perspectiva dialéctica el interés por el lenguaje desde el punto de vida de los procesos de producción. Si se quiere precisar más podemos decir que lo que estos modelos han tomado como objetivo es pensar conjuntamente la actividad lingüística y la actividad de producción y reproducción del sistema social. La metáfora puede parecernos un poco rígida ahora, pero su punto de mira no parece desdeñable: los trabajos sobre las hablas propias de las colectividades (pienso en el trabajo de William Labov sobre el Ghetto, o en los trabajos sobre el habla de los grandes almacenes, o las formas de diptongación según posiciones de identidad territorial de este mismo autor en sus Modelos Sociolingüísticos) indican una implantación social del habla que amplía nuestros modos de tratar los discursos biográficos y la historia oral en sus procesos concretos.

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Además está la implantación del lenguaje en el proceso concreto del trabajo y del mercado. Formulaciones que abren a debates varios. Desde el pseudo escolástico de la pertenencia del lenguaje a la supraestructura - al lugar de la ideología - o bien a la infraestructura, es decir a su cualidad de ser intermediario de los procesos de interacción y trabajo concretos. Hasta el reconocimiento de los procesos lingüísticos e ideológicos como mediados por el mercado, es decir, por ese hecho social total (Mauss) que es el consumo. Las palabras, las imágenes, los lenguajes connotados no circulan por un mundo ideal ajeno al mercado: más bien reciben de él las determinaciones de valor que hacen que un modo de decir o de narrar circule con valor o prestigio o incluso con un precio elevado (pensemos en el síntoma biográfico y la hipervaloración sospechosa de las biografías, memorias, etc.) mientras que otros retórica o lingüísticamente más ricos - se devalúan por la propia lógica del mercado que tiende a la innovación simple y rotunda y evita el matiz y la sutileza. La importancia de los clichés, o de determinados formatos discursivos (el videoclip, el eslogan publicitario) muestran la potencia ahormadora de esta dimensión, de este "laboratorio mercantil" de la producción discursiva. c)La productividad llamada texto. Seguramente se trata de uno de los últimos intentos (de los años ochenta) por articular sujeto, sociedad y signo. El título es de un capítulo del libro de Julia Kristeva, Semeiotiké: Investigaciones para un semanálisis. Y lo tomo aquí en su valor emblemático. Convengamos en que esta línea está (también) cargada de neologismos y, en cierta forma (más bien) de buenas intenciones. Pero me empeño en señalar hasta dónde pretendió llegar este modelo. Sobre todo por lo que deja apuntado o sin resolver, tal vez por la magnitud del 37

intento y seguro que por la naturaleza compleja de las dimensiones del campo discursivo que destacaba. Para empezar, distinguía entre texto como condición de posibilidad del circuito superficial, visible, que es el del discurso (también en el sentido que acabamos de ver). Y su pretensión era - valentía no le faltaba - articular una visión de la producción lingüística no lejana de la generatividad chomskiana. El modelo generativo transformacional, como recordarán, distingue entre dos planos estructurales: la estructura superficial (la que describe la gramática en su división de morfosintaxis, semántica, pragmática) y la estructura profunda (conjunto de reglas estructurales no visibles que permiten engendrar enunciados sintácticamente correctos, semánticamente cargados de sentido y pragmáticamente viables). Esta línea de trabajo se apoya en la crítica a una concepción estática del modelo de signo. Su apuesta por la "productividad" más bien que por el producto u objeto signo está más cerca de la noción de cadena significante (que un signo se abre sobre otro signo y no sobre un objeto [Barthes, El imperio de los signos] y que un signo requiere de otros para poder mostrar su acceso o no al plano del significado [Lacan]) y definitivamente lejos de otras semiologías pragmáticas y reductivas1' Este modelo, que Kristeva publica, que Barthes bendice y que no está alejado de las primeras formulaciones de la deconstrucción (que un texto es desmontable según las junturas de los diversos códigos que en él se han sedimentado) distingue entre un fenotexto (el conjunto de reglas de construcción discursiva que da lugar a los discursos) y un genotexto (conjunto de determinaciones, de condiciones de producción y de posiblidad del genotexto y de los discursos que de él derivan) en el que se articulan lo oculto, inconsciente, implícito del sujeto (sus manifestaciones significantes según las detecta el psicoanálisis) con lo 38

implícito, inconsciente de la episteme social (sus manifestaciones significantes tal como las establece el modelo de la connotación). Difícil y loable empeño, pero no tan inútil como para que no nos deje una inquietud que posiblemente sea su mejor legado, que es la que hace que nos preguntemos ante cada discurso, ante cada historia de vida ¿dónde está aquí el sujeto deseante y sus signos? ¿Dónde está aquí el sujeto social y sus discursos? ¿Dónde están las determinaciones, los códigos, y dónde el desplazamiento de los mismos que hacen a la enunciación, al estilo concreto, al acento con que se dice esto, así y no de otra manera? La mudanza ¿Cómo captar el proceso de cambio, lo emergente y aun las emergencias, con una metodología que usa con naturalidad la palabra estructura, y aun el adjetivo estructural? En mi caso no lo he solucionado, y no tengo especial querencia por un modelo omnicomprensivo, sino más bien por decir un poco mejor lo concreto de nuestra actividad de investigación. Si digo lo que vengo haciendo, creo que sigo adhiriéndome a un marco teórico, macrosocial, que no decae en el sostener la importancia de la praxis y sus determinaciones en los procesos sociales y, al mismo tiempo, la afirmación ética de la autonomía del sujeto de la acción y del discurso. En el plano metodológico, las cosas no son más afinadas ni más rotundas. Intento combinar dos métodos (a) la construcción de modelos de raíz estructural y (b) la atención a los juegos del lenguaje de la corriente interaccionista y de la etnometodología.

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La historia oral y las historias de vida son, a primera vista, útiles para reconstruir la diacronía de los sujetos, su tiempo, sus tiempos. Y al decir sus tiempos estamos abriendo a una estructura peculiar de los modos de interacción de los sujetos que no los deslíe en la abstracción individual (que puede ser útil para determinar los derechos del individuo pero no para comprender lo que hace), sino que trata de captar lo íntimo y lo éxtimo, lo sobredeterminado y la acción de los sujetos, la sujeción a los códigos sociales, culturales y el trabajo de enunciación, de desplazamiento en el interior de tales códigos. Nos enfrentamos aquí con un sentido particular del estudio del cambio, de la mudanza. En primer lugar, como vemos, el que trata de recoger la implicación entre letra (como límite del decir, por donde se da a sentir esto que llamamos, sin poder llenarlo, lo real), estructura (social, discursiva) y la estructura de los tiempos (del discurso, del sujeto). Como vemos, los relatos de los sujetos circulan en una pluralidad de tiempos que los hacen ricos e interesantes, pero también difíciles de abordar en sus determinaciones concretas. Para poder representar esta pluralidad y sus contradicciones echo mano de un modelo de tiempos que vengo empleando en otros contextos vecinos. Mi intención es mostrar que, ante un discurso producido en entrevista, o en grupo y, especialmente, en las historias de vida, puede que no entendamos las tensiones o las incongruencias si no suponemos que existen repertorios diegéticos, narrativos que, al mismo tiempo, son normativos, morales y políticos. Su figura es la siguiente.

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Figura 1.2. Representación de los tiempos en la industrialización. La historia de las historias no es lineal, su tiempo no es único. Disponemos, desde el mismo contexto de la industrialización y del consumo de, al menos cuatro grandes registros temporales o discursivos. El tiempo de progreso, de carácter lineal, acumulativo, proporciona repertorios discursivos basados en lo utópico o en el horizonte de futuro como atractor del presente. El tiempo del instante, circular, es el tiempo y pauta discursiva que se instaura con la venida del modo del capitalismo del consumo. El tiempo de lo inconsciente surge en este contexto, como dotado de una temporalidad especial: el tiempo lógico, el peso de lo a posteriori según Freud (Nachtriiglich). El tiempo de la biografía es el que intenta una síntesis de los otros tres, desarticulados, contradictorios, y que establece un modo peculiar de los sujetos, de los discursos y de sus circuitos concretos. El peso de las vidas contadas, del que hablamos en el siguiente capítulo.

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3. Lo biográfico: historia oral-historias de vida

Testimonio de José Mesa, en La vida real de Miguel Barnet Cuando planeamos el trabajo con historias de vida, en el contexto de la investigación cualitativa, solemos establecer dos criterios básicos para tal opción: que los procesos mismos lo requieran y que los objetivos del trabajo nos lo aconsejen. Así, lo biográfico impone una metódica de historias de vida o historia oral cuando el proceso abarca un tiempo dilatado en el cual tratamos de constatar el cambio, la mutación. Y también cuando queremos tematizar dicho cambio, comprobar no sólo que se da sino que afecta a la identidad de los sujetos, a su transformación. La práctica de la investigación cualitativa toma el problema, el objeto, y trata de adecuarse a él en el supuesto, de raíz hegeliana, de que los hechos tienen su propia teoría. Si se trata de procesos biográficos, la simple cala en las condiciones aquí y ahora (la llamada perspectiva sincrónica) si bien aclara sobre la estructura y dimensiones en juego del problema (la vida de un cimarrón o de un campesino andaluz) no ayuda tanto a dirimir las transformaciones que se han operado. Se requiere que los relatos de los sujetos exploren lo vivido a lo largo de un tiempo, vayan contando, como se dice diacrónicamente, a lo largo del tiempo o de los tiempos, disponiendo los acontecimientos según sus sentidos, tal como estos son percibidos por quien habla, en la medida en que son dirigidos a quien escucha. 42

Cuando se trata de historias de vida, el intercambio, como podemos fácilmente colegir, no es el de una mera transmisión de datos o de noticias. Se trata de una ecuación antropológica: quien escucha - aunque lo hace suspendiendo sus propias referencias, no aludiendo a ellas para sancionar lo que oye - está por entero sopesando con su propia biografía el peso de la vida que le confían, la información vital que le transfieren las más de las veces por vez primera, o por vez primera de ese modo. Esa ecuación antropológica hace que la mejor metodología de escucha, de acompañamiento de la producción de los relatos, sea la misma de la condición humana: es decir, que no se filtra técnica sino éticamente. No se escucha con la utilidad documental del relato (aunque indudablemente y en muchos momentos la tiene: si un pastor trashumante nos cuenta las complejas jerarquías dentro de los que llevan un rebaño a las majadas de Extremadura nos aporta una información antes ignorada por nosotros) sino comprendiendo las cuentas que se echa y que da quien relata su vida. Proceso narrativo que, en la terminología inglesa del interaccionismo simbólico y de la etnometodología se llama accounting: término que designa una rica condensación de tres planos. Quien da cuenta por su relato de lo que hace también alude a por qué lo hace o no y a la manera compartida o comprensible para la comunidad en que la acción transcurre. Dar explicaciones Accounting es, por tanto, (a) dar cuenta de lo que se ha hecho, (b) sopesar o calibrar su justeza, su valor moral, (c) aducir las pautas o normas que están implícitas en lo que se ha realizado. No está tan ajeno del uso espontáneo de la expresión "pedir explicaciones" con que alguno de nuestros interlocutores etiquetaba la propia tarea nuestra. Quien escucha relatos biográficos no está en la posición aséptica de un mero receptor o destinatario, sino que está convocado con derecho a que se le rindan cuentas. Quien cuenta su historia nos deja entrar en su intimidad y con 43

nosotros comparte estas mismas tres dimensiones: sus titubeos en el mero plano de lo ocurrido (a) cuando hablando trata de establecer los hechos y los personajes y los escenarios en que vivió, con la mayor precisión posible; comparte también (b) la valoración que le merecen, el peso que para su vida supuso tal episodio o tal otro y (c) nos toma como testigos y participantes de un marco normativo que es el de la comunidad o la institución en que tales episodios biográficos se han dado, marco normativo que es fuente de sanción y sentido a los hechos pasados. La cautela y la reserva que las historias de vida exigen y merecen de nuestra parte tienen que ver con otra valoración popular acuñada en el refrán "no hay necesidad de dar tres cuartos al pregonero". Si el dar explicaciones es un proceso íntimo, compartido, selectivo (yo no digo mi canción sino a quien conmigo va), se entiende y se pacta que la palabra que se nos transmite, la vida que se nos confía, no es directamente divulgable, sino que ha de haber una justificación moral para que tal cosa ocurra. Y aquí conviene distinguir varios puntos. Publicar lo íntimo es un proceso social y moral que tiene sus exigencias. Como en nuestra investigación Lo íntimo y lo público12 analizamos desde diversas perspectivas, suscitar el relato de vida de una persona aislada o de una comunidad parte de una autorización que conviene hacer explícita cuanto antes y de la manera más diáfana. ¿Qué es lo que nos autoriza a dirigirnos a alguien para pedirle que nos cuente su vida? ¿Qué cláusulas se establecen en ese acuerdo de hablar y de escuchar? ¿Qué efectos previsibles tiene ese proceso personal, peculiar, sobre lo común y general de la sociedad en que vivimos? Nuestra tarea no es la de dar tres cuartos al pregonero, sino la de expresar, de acuerdo con quien nos la confía, una experiencia vital y una rememoración de la misma que puede ser de interés común. Por ello hay en la base de nuestro trabajo una fina tarea de deliberación moral. Partimos de un supuesto 44

que es discutible, pero que puede gozar de alguna aceptación: que es mejor hablar que callar, que ante conflictos y problemas sociales puede ser más valioso compartir los modos de rememorar, de analizar, sacar a flote experiencias que han estado marginadas, reprimidas o sencillamente suprimidas, que no su contrario: silenciar, denegar, prohibir. La historia es maestra de vida, reza el dictum antiguo, que ahora podemos reescribir con mayor propiedad: la historia de vida es maestra de vida. La manera matizada, perpleja, en busca de un sentido, que protagoniza el sujeto de los relatos puede ser más instructiva que la - por otra parte necesaria periodificación o establecimiento de rasgos comunes a una época o a un proceso en su conjunto. Suele aportar razones para la compresión y la empatía o, con su nombre ético: tolerancia. Nos permite ponernos en el lugar del otro concreto, que es quien está detrás del "otro generalizado" (el papel social, el estatus, el tipo de personaje). Por eso el acuerdo no es entre roles (entrevistador-inmigrante) sino, al cabo de un corto tiempo, entre personas que cotejan sus trayectorias vitales. Una habla de ella y otra escucha13 Éste es el hallazgo metodológico que nos cuentan Daniel Bertaux e Isabelle Wiame, en su trabajo conjunto, cuando van encontrándose con paradojas y barreras en la historia oral de los panaderos de Francia. Como en sus artículos aparece14, el curso de una investigación que iba demasiado centrada en los informantes individualmente considerados - los panaderos mismos - experimentó un giro cuando cayeron en la cuenta (ellos que entonces eran pareja) de que junto al panadero había una panadera: ésa fue la puerta para indagar las redes de relaciones que componían eso tan extraño de que los panaderos, oriundos a la sazón de la Francia conservadora de los Chouan (monárquicos en tiempos de la Revolución francesa) sobrevivieran en el París sesentayochista merced a la reproducción en su familia y su trabajo de las relaciones propias del espacio del linaje que, aparentemente, 45

habían dejado atrás al emigrar a la capital. Para establecerse buscaban una mujer de su pueblo, capaz de convivir con un hombre al que no veían: él hacía el pan de noche, ella vendía el pan de día. Este ejemplo, que nos advierte de que el método de las historias de vida tiene como primera cualidad la atención flexible, la atención a los indicios, por menudos y banales que parezcan a primera vista, nos hace apreciar la materia misma de la que están hechas las biografías. La estofa de las historias no es ni brillante ni divertida, está, las más de las veces, hecha de lugares comunes, de redundancias, pero también de sorpresas y de iluminaciones. Como en todo proceso de investigación, programar las historias de vida que se consideran necesarias, establecer sus parámetros, componer - como dice Cristina Santamarina - no la muestra sino el muestrario, el diseño de los sujetos, implica precisión y flexibilidad. Efectivamente, hacemos este diseño de los sujetos partiendo de nuestro conocimiento espontáneo y científico del problema, del proceso que queremos indagar. Partimos de la observación participante, que nos da los primeros perfiles de los diferentes sujetos involucrados en el proceso vital que queremos conocer. Así hemos procedido por lo general, haciendo converger las características estándar o etic con las características emic, es decir, con los tipos de sujetos tal como ellos mismos se nombran en el discurso espontáneo. Éste es el esquema de trabajo que más venimos empleando. En él disponemos las categorías estándar o etic a la izquierda, porque son el punto de partida de la información cuantitativa, demográfica muestral, pero sólo lo tenemos en cuenta en la medida en que nos ayudan a precisar las categorías emic, que son los tipos que reunimos siguiendo los criterios mismos de los sujetos. A veces tales categorías se simplifican por los objetivos mismos de la investigación. Por ejemplo, en Recuérdalo tú y recuérdalo a otros (Blood of 46

Spain) Fraser establece el diseño de los sujetos teniendo en cuenta dos categorías, una etic: la edad, según la cual capta sujetos supervivientes a la Guerra Civil española y otra emic que es la central: sujetos con un grado de conciencia política clara, que se objetiva (etic) con el desempeño de un cargo de responsabilidad en uno u otro bando (dirigentes de partido, sindicales, comisarios políticos...). De esta suerte aprendemos que el diseño de los sujetos está en función del proceso, de los objetivos y también de las peculiaridades de los sujetos: los captamos como formando parte de un tipo que anclamos y concretamos según las categorías etic. Pero nos preparamos para otro paso más: lo peculiar de cada historia como parte que representa el discurso común pero que no se disuelve en él.

Figura 1.3. Diseño de los sujetos. De ese modo, el alcance de un tipo de sujeto y de historia: por ejemplo los que representan a los pequeños comerciantes catalanes frente a los pequeños comerciantes madrileños o sevillanos, se concreta recurriendo a sus perfiles diferenciales de hábitat, o de género o de edad. La historia que nos cuenta tiene enunciados distintos, tiene otro eco, si son varias las generaciones que están detrás del relato, frente a aquellos que inauguran una historia, una 47

institución y, por tanto, un discurso biográfico. De todos modos, la confección del modelo de los sujetos en la historia oral, o la elección de unos u otros sujetos de la historia de vida, está movida por la búsqueda de su posible generalización (exigida metódicamente por el saber sociológico y éticamente por la posibilidad de incrementar el saber común) y, al mismo tiempo, por la captura de lo peculiar, lo propio, de lo que no se contiene en un tipo preexistente, sino que lo inaugura, lo funda. Por ejemplo, en la historias de vida de jóvenes que formaron parte de nuestra investigación Mores y moralidad de la juventud metropolitana madrileñais las cualidades de los relatos nos descubrieron al menos dos elementos altamente significativos. Uno de carácter básico, que tocaba a la propia categoría de jóvenes. Otro de carácter concreto que tenía que ver con la vivencia y el discurso de la sexualidad. Junto a los grupos de discusión y las entrevistas, los relatos biográficos nos aclararon sobre lo mudable de la propia categoría de joven. En aquella formación discursiva, joven tenía tres marcas inseparables, que no se podían captar por la mera aplicación de cohortes de edad (etic): (a) la pertenencia al grupo de entre dieciséis y veinticinco años, (b) no haber conquistado la autonomía económica ni de hábitat, (c) una capacidad de experimentar con el yo, de no atenerse a los roles adultos. Estas tres marcas, que evidentemente han ido cambiando con el tiempo, daban la pauta de cómo se percibía ese colectivo que jamás se llaman a sí mismos "jóvenes". La edad se ha extendido de trece a treintaymuchos, la no conquista de autonomía es entre voluntariamente aplazada e objetivamente difícil, la capacidad de no atenerse a roles adultos sino de experimentar ha sufrido una enorme floración: no es la protesta juvenil, es la pujante oferta del mercado quien parece llevar la pauta de las identidades "lábiles". El otro rasgo descubierto en los propios relatos de los jóvenes tenía que 48

ver con su sexualidad. Acostumbrados como nos tenía el discurso tecnocrático y conductista a contar, medir y pesar (variante de la casuística católica: "cuantas veces, solo o con otros, de pensamiento, palabra, omisión..."), la sorpresa venía cuando en los relatos, sobre todo de ellas, se nombraban las historias como elemento central de la sexualidad. Este término, del habla cotidiana, hacía referencia al hecho de que una relación no tiene sentido alguno si se reduce al mero encuentro, sin que lo preceda y lo acompañe una historia en la que los elementos imaginarios, el juego de papeles, la fantasía, tiene tanta importancia como lo que se comparte físicamente. Posiblemente, este rasgo es más duradero de lo que parece. Y se puede decir que está ya en el amor cortés o en todos los juegos posibles de enamoramiento y de la seducción. Pero la alusión a las historias, más allá de la posibilidad de ser vistas como frames, como guiones de interacción, o con el tecnicismo que se quiera llamar, alude a una construcción narrativa, escénica de la identidad de los sujetos, que tal vez la escucha de historias de vida es la única capaz de suscitar. La escucha suscita y no sólo recoge, como veremos. La constitución de los sujetos En la reflexión metodológica, que es pensar cómo se ha trabajado después de concluida la investigación, se suele distinguir entre historias de vida e historia oral. A la primera expresión - historia de vida - se le reserva la indagación del relato de vida y de sus documentos, esto es, la totalidad de la vida de quien habla desde que nació hasta el momento presente, el de la escucha. La segunda, historia oral, tiene un sujeto plural, aunque las entrevistas se hagan de uno en uno, lógicamente, y no recorren la totalidad de la vida sino

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un proceso social concreto que es común a la totalidad. Historia de vida es Cimarrón o La vida real, ambas de Barnet, o Los hijos de Sánchez, recogida por Oscar Lewis. Historia oral es la que ayudó a producir Vito Camas entre los jornaleros de Bujalance (lo que los une es el trabajo a buen común) o la historia de los dos pastores trashumantes que recogimos Joaquín Bandera y yo, que luego comentaré. De todos modos, esta separación, que tiene interés en la planificación de cualquier estudio, se torna flexible, cuando no continuidad reple gada, como la que hay entre dos mogotes en un campo, que se separan por la cima, pero están unidos por la vaguada que va entre ambos. La razón de fondo es fácil de exponer: la identidad gira, cada vez más y de manera más clara, en las sociedades industriales avanzadas, en torno a los procesos de actividad y no de mera pertenencia. Por ello, aunque las investigaciones que recogemos contienen evidentes referencias a la cultura del linaje están centradas en los procesos de trabajo y de consumo - propios de la fase del capitalismo de producción y del consumo, respectivamente. Si, como vamos viendo, en los relatos que ayudamos a producir, las tramas de la historia de vida, de la perspectiva global que funciona como "espejo de una vida" se entreveran con las de la historia oral, esto nos lleva a señalar otro punto de engarce que es la construcción narrativa del sujeto. Los actantes - nombre estructural semiológico de los sujetos de la acción se constituyen precisamente en virtud de lo que hacen y luego se cierran en una coherencia identitaria. Dicho más claro: por ir haciendo cosas de esta manera un sujeto es designado con un nombre (propio o común, la distinción luego la vemos) del que se predican rasgos y cualidades morales; en un segundo paso tal nombre que identifica moralmente es el responsable de obrar así, a tal nombre (Quijote, villano, seductora) le corresponderá obrar de un modo, con un estilo y no salirse de ellos. Este marco narrativo de la 50

construcción de los sujetos del relato es el que nos sirve de punto de partida para los ejemplos que revisamos crítica y metódicamente. Ese marco está hecho, como bien sabemos, de repertorios discursivos, los propios de la sociedad en que vivimos: repertorios que vienen de los medios, del mercado, del espacio político, de los discursos que Barthes llamó arrogantes (doxa, política, ciencia) porque no establecen una simetría con quien los usa, más bien, decía él, engendran culpabilidad al no poder más que tratar de seguir su férula, su fuerte componente normativo, larvado en propuestas, ofertas, sugerencias, argumentos... Para ilustrarlo propongo considerar algunos ejemplos que tienen suficiente vistosidad y dimensiones como para trabajar con ellos. Esta construcción queda de manifiesto en el monólogo de uno de los primeros capítulos del relato de ficción American Psycho, con el que el joven Ellis nos deleitaba y agobiaba hace una década larga. Aunque se trata de ficción, este texto nos marca, sin embargo, la trama de las biografía de hoy: es una desmesurada relación de todos los ingredientes que copan al sujeto, hasta el punto en que no hay fuera ni dentro, sino que todo se dispone en una superficie plana. Podemos leer, casi escuchar, este monólogo en dos calas diferentes: la primera en la que narra su biotopo (el lugar de su biografía) y el segundo en el que cuenta el autocuidado, y la referencia al cuerpo. Con las primeras luces de un amanecer de mayo, éste es el aspecto que tiene el cuarto de estar de mi apartamento: encima de la chimenea de mármol blanco y granito con fuego de gas, cuelga un David Onica original. Es un retrato de un metro ochenta por un metro veinte de una mujer desnuda - en el que predomina los grises y los verdes oliva apagados - que está sentada en una tumbona viendo la cadena de vídeos musicales. El fondo es un paisaje marciano, un fulgurante desierto malva con peces muertos 51

destripados y varios platos rotos dispersos por él, que se alza como unos fuegos artificiales por encima de la cabeza amarilla de la mujer. Todo ello con un marco de aluminio negro. El cuadro domina un largo sofá blanco y un televisor digital Toshiba de treinta pulgadas; es un modelo de alto contraste y alta definición que tiene incorporado un sistema de vídeo con un tubo de tecnología punta de NEC con sistema de efecto digital imagen a imagen (más congelación de imágenes); el audio incluye un MTS incorporado a su estructura con amplificador de cinco vatios por canal. Un vídeo Toshiba se encuentra en una estructura de cristal debajo del televisor; es un modelo Beta de banda súper y tiene incorporado un sistema de montaje que incluye un generador de caracteres con memoria de ocho páginas, grabadora y reproductora de alta definición y programador temporal para tres semanas y ocho posibles grabaciones. Hay una lámpara halógena en cada uno de los rincones del cuarto de estar. Persianas venecianas blancas cubren las ocho ventanas que van del techo al suelo. Delante del sofá hay una mesa baja con la parte de arriba de cristal y patas de roble de Turchin, con animales de cristal de Steuben situados estratégicamente entre los carísimos ceniceros de cristal de Fortunoff, aunque yo no fumo. Junto a la máquina de discos Wurlitzer hay un gran piano de concierto Baldwin de ébano negro... El sistema de los objetos, en expresión precisa de Baudrillard, está presente en la composición de este relato en el que el protagonista exhibe su hábitat, su entorno. Y, sin embargo, pese a la enumeración, que puede resultar más o menos apreciable, o parecer kitsch (el peculiar narrador, que se tiene por un árbitro de la elegancia no lo soportaría y nos colocaría tal vez en su macabra lista), nos queda una impresión que es común a los relatos biográficos con la dosis de ficción que contengan: la proximidad de marcas, nombres, objetos, usos de los mismos con un hueco que es el que suponemos al actante o sujeto de la acción. Nada sabemos de él, salvo esta descripción a

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medias entre lo moderno y lo estremecedor, y, sin embargo, lo que la historia oral nos propone, nos recomienda es tomar a la letra lo que oímos, sin suponer otra escena, otro plano hermenéutico donde estén las claves, sino oír lo que se va diciendo (leyendo), tomando cada fragmento o, mejor, cada indicio como elemento para componer la estofa del sujeto, su estructura, su consistencia. Ésta evidencia: del sujeto que nos habla, podemos saber o no cosas previas, pero no podemos saltarnos la letra de lo que nos va diciendo, porque en ella está todo el personaje, todo el sujeto. Si se me permite un ejemplo que lo corrobore, aportaré otro, un fragmento de conversación que suelo utilizar para iniciar el trabajo sobre la escucha en la vida cotidiana. Es un pasaje en apariencia anodino, que transcribo a continuación, para luego reflexionar en la línea argumental de la escucha pegada a la letra. -~Ha tenido más perros que otros animales domésticos? -He vivido en varios sitios y he tenido que trasladarme con cuatro o cinco perros y gatos, pero era demasiado. Tengo una casa en Suiza; qué curioso, a todos los animales les encanta Suiza. Se les puede dejar salir porque en las montañas no hay peligro; dan una vuelta y saben cuando deben volver a casa. No hay que preocuparse por ellos. Aquí también se puede hacer eso. -A lo mejor eso es lo que hacen esos veraneantes, figurarse que si dejan a sus animales por aquí terminarán encontrando el camino de vuelta a Manhattan, a ciento cincuenta kilómetros. -(Risas) Mi último perro murió hace dos años. Era perra, la tuve durante dieciséis años y la quería mucho. Cuando murió no podía sobreponerme. No puedo pasar por eso otra vez, de momento. Se les coge tanto cariño... es horrible. Cuando mueren 53

es terrible. Muy doloroso. -Tuvo que matarla? -Sí. Gozaba de una salud perfecta en todos los aspectos, salvo que tenía paralizadas las patas traseras y no podía andar. Pasé un año llevándola a hacer pis y todo. Lo más terrible era que no se sentía infeliz. Tampoco estaba alicaída. Pero llegué a un punto en que no podía hacer más por ella. Hice que se la llevara un amigo, que también era buen amigo de ella. Para mí habría sido espantoso. Ya lo hice una vez antes con otro perro; me puse tan mal que guardé cama durante tres semanas. Ante este texto", la tarea concreta suele consistir en tratar de responder (individualmente o, más bien, en grupo) a tres preguntas: (1) cuántos son los que hablan, (2) dónde están (3) cómo son, con el mayor detalle posible, cada uno de los interlocutores. La consigna se completa con esta otra: tratar de responder a las tres cuestiones sin recurrir a otra fuente más que a la letra del texto. Como se puede suponer, en cuanto empieza la escucha comienzan igualmente las conjeturas. Precisamente porque la escucha de lo que van diciendo (vale a su modo para la transcripción de lo dicho) ensaya líneas de sentido. ¿Serán dos, tres o cuatro las personas que hablan? La cuestión de dónde están parece resolverse con la indicación topoló gica de la intervención del párrafo tres, pero exactamente ¿cómo es el lugar?: hay veraneantes, pero ¿quienes hablan lo son? o ¿son gente que reside en eses lugar y no mira demasiado bien a los vecinos ocasionales, y más si tienen tan poco cuidado con los animales domésticos...? Las respuestas piden pasar de la pregunta uno, a la dos y luego a la tres, que para resolverla exige volver de nuevo a la primera... Puede ensayarse individualmente o en grupo la solución del enigma. Les 54

aseguro que, además de un rato divertido, entrarán de lleno en el meollo de la escucha biográfica. Ésta, como vamos viendo, se mueve entre la acumulación de suposiciones (el saber) y la destitución de las mismas para poder escuchar literalmente lo que dicen y cómo lo dicen. Es decir, para, suspendiendo la interpretación que zanja y resuelve, mantener abierta la atención flotante a los detalles, a todos los indicios. Porque la construcción del sujeto en el relato está hecha de ellos. Y sólo de ellos. Conviene saber de consumo para entender las marcas del relato del joven broker al que hemos dejado en su estupenda madriguera neoyorquina, para saber quién - qué tipo de persona - podría tener una casa en Suiza con tantos bichos. Lo que no nos quita, como dijimos en el capítulo anterior, acerca de la mirada cualitativa: no nos alivia de la tarea principal mantenernos pegados a la corteza de la letra. Esta tarea, que puede ser tildada de un punto fetichista o literalista, no elimina la interpretación (sociológica, ética, semiológica) en la que nos comprometemos generando un discurso propio que trata de dar sentido a lo escuchado. No elimina ese complejo y laborioso momento, simplemente lo aplaza. Nos recomienda que entre lo que vamos oyendo y la imagen mental (Saussure) que de ello nos vamos formando, o sea el nuevo signo (interpretante, según Peirce) que interiormente vamos generando para dar nombre a lo que oímos, entre uno y otro no acumulemos saber, sino vacío, ignorancia. Que lo que sabemos no tape lo que vamos oyendo con etiquetas, filtros, diagnósticos. Aplacemos ese momento. Dediquémonos a escuchar, como si nada supiéramos. Y volvamos a la escena neoyorquina del ejemplo anterior. En este fragmento, que es presentación del proceso de construcción del sujeto, se avanza sobre otra dimensión que es inaplazable, por más que se oculte en muchos relatos: el cuerpo como instancia inconsciente de la que parte el relato, la otra vertiente del relato no extrovertida. Está la construcción narrativa del cuerpo, está el pasaje de las condiciones interiores. Lo que 55

podríamos llamar, hilando con el fragmento primero, la construcción mercantil de la intimidad. Después de cambiarme, poniéndome unos pantalones de boxeador Ralph Lauren y un jersey Fair Isle, y deslizar los pies dentro de unas zapatillas de seda con diseño de lunares de Enrico Hidolin, me sujeto una bolsa de hielo de plástico a la cara e inicio los ejercicios de estiramientos de la mañana. Después me pongo delante de un lavabo de cromo y acrílico Washmobile - con jabonera, sujetavasos y raíles que sirven de toalleros, que compré en Hastings Tile y que utilizo mientras me pulen los lavabos de mármol que encargué de Finlandia - y contemplo mi reflejo con la bolsa de hielo todavía puesta. Echo un poco de Plax fórmula antiplaca en un vaso de acero inoxidable y me enjuago con él la boca durante treinta segundos. Luego pongo Rembrandt en un cepillo de dientes de concha de tortuga falsa y empiezo a cepillarme los dientes (Usé el hilo dental ayer por la noche?), y me enjuago con Listerine. Luego me miro las manos y uso un cepillo de uñas. Me quito la bolsa de hielo y uso una loción limpiadora y dilatadora de los poros, luego una máscara facial de hierba de menta que me dejo puesta diez minutos mientras me observo las uñas de los dedos de los pies. Luego uso el cepillo de dientes eléctrico Probright y el abrillantador Interplak (esto, además del cepillo de dientes) que tiene una velocidad de 4.200 rpm y cambia la dirección cuarenta y seis veces por segundo; las cerdas más largas limpian el espacio interdental y masajean las encías, mientras que las más cortas frotan la superficie de los dientes. Vuelvo a enjuagarme con Cepacol. Me quito la máscara facial con una esponjita renovadora de menta (Bret Easton Ellis, capítulo "Por la mañana" de American Psycho). Como vemos en los ejemplos anteriores, existe un pliegue que separa y que une (separación si nos fijamos en los bordes, unión si tenemos en cuenta en valle entre estas dos prominencias) entre historia oral e historias de vida, 56

sobre todo porque en ambos casos hay un proceso de construcción narrativa de la identidad'7. Unas y otras, unas u otras nos llevan al suelo insoslayable de nuestras producciones discursivas: la construcción narrativa del sujeto consumista. En este contexto, el de la cultura del consumo - que se reparte en cuatro repertorios discursivos heterogéneos: progreso/instante/inconsciente/biografía, como al final de capítulo anterior presentamos - el sujeto exhibe una cualidad importantísima, tanto desde el punto de vista político y moral, como desde el análisis del discurso. El sujeto se construye tratando de tapar todo hueco, no soporta las carencias, los límites. Como los estudiosos de la sociedad de masas y de consumo muestran, aparece un síntoma que tiene directamente que ver con el discurso biográfico. Éste flaquea y sufre el acoso de lo biográfico mercantilizado, precisamente porque no hay límite ni transmisión personal. La dolencia general no es tanto la neurosis, con la opacidad de los signos que nos representan allí donde no podemos o no sabemos decir de nosotros, el proceso es ahora la psicosis culturalmente determinada (Calligaris). La idea de que, mientras participemos en el discurso del consumo (de la política instrumental, tecnocrática que son su otra cara) no nos faltará nada, ni siquiera las palabras para nombrarnos, es la idea central de este marco de lo biográfico hoy. Marco del que participan las historias de vida y la historia oral colectiva. El relato biográfico arranca precisamente de la limitación, de la sensación de carencia, más aún, del atisbo de nuestra manquez radical (le manque del que habla Lacan). Frente a esa condición de límite, las biografías, los relatos de consumo parece que lo cierran todo: es el modelo de la integración fatalista durkheimiana - en el que el discurso y la orientación personal coinciden fatalmente, totalitariamente, con el discurso público - en su versión semiológica, consumista.

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Las historias de vida apuntan a la fragilidad y al recurso de la rememoración. No son completas, porque su límite (su relación con la letra, como vimos) es constitutivo. No son cúmulos de ganancias (modelo del sujeto unidimensional, triunfador, que no mira a los lados, autosatisfecho) sino de pérdidas. Sin estos dos polos de la tensión no se comprenderán las anomalías aparentes de las vidas que se cuentan. No habrá duelo. La memoria y el duelo Ricoeur plantea en su Memoria, olvido y perdón una relación íntima entre procesos de recuerdo y relato que dan otra dimensión a la historia oral y a las historias de vida. Me refiero a la vinculación entre rememoración y duelo. Por lo que hemos planeado, el hondón del que manan los relatos tiene, como la imagen de la fuente nos permite representar: no sólo es el agua, el flujo del discurrir lo que importa, sino (a) su vertiente interior (las fuentes, la manida, la personal, el cuerpo, el de dónde nos sale decir las cosas, las historias de esta manera y no de otra) y (b) su vertiente externa: por dónde discurre el río de la palabra, a quién se dirige, a quién llega de hecho, o no llega, por qué barreras no logra llegar y qué efecto surte. Quien canta - dice otro refrán - sus males espanta. Y este dicho nos acerca con la condensación de una metáfora el que hablar biográficamente no es sólo transmitir información, sino hacer balance. No sólo surge el dato sino el eco que deja en quien habla y quien escucha. Hablar de sí comporta rememorar, pero este trabajo no sólo pide recuerdo sino administrar pérdidas y olvidos. Es decir, recuerdos y duelos. El duelo implica que las historias están cargadas de palabras y también de silencios, olvidos, porque quien habla ya es otro - respecto a lo vivido - y quien escucha también (o ya no está, o ya no es). Esto implica que no tiene

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uno un único lugar de enunciación (éste es circuito, no sólo destino) ni destinatario en la medida de que quien habla deja de sí en quien escucha alguna clave que luego olvida. Ya no te queda quien te decía algo (pérdida real) ya no te queda quien te escuchaba. Por eso los proponemos que la mejor manera de entender la historia oral y las historias de vida es establecer los circuitos en los que nos movemos, las posiciones cambiantes que quien habla y quien escucha vamos adoptando en el proceso del relatar. Esta realidad del duelo, de la pérdida, implica que cuando hablamos de nosotros, con intención de contar nuestra vida, hay una realidad delicada que cuidar. A la superficie del decir (atravesando el cerco de los dientes, como decía Homero) llegan indicios que piden rumiar, rememorar, y en ese trabajo (nota) traer engarzada la escena del circuito de palabra en que se gestó tal enunciado. Es decir: reconstruir el momento de la enunciación y que está agavillado con él. Este intento es estructuralmente imposible, es un límite, según la tradición lacaniana. La que separa entre enunciado/enunciación. La que separa sujeto del enunciado/sujeto de la enunciación. La experiencia del análisis, la escucha, es un gran laboratorio para iluminar la paradoja: "que uno dice es algo que se olvida bajo lo dicho en el decir". Detrás está esta fórmula que separa los dos momentos del sujeto del decir y de lo dicho. Está la Spaltung, la no accesibilidad estructural de sujeto de lo inconsciente, está el sujeto vedado. Pero a nosotros nos puede interesar algo un poco más dinámico, menos estructuralmente visto. Es decir, la diferencia entre el circuito del enunciado y el circuito de la enunciación. Qué elementos se movilizan en nuestro decir (cuerpo, inconsciente, texto) que no se superponen al circuito de lo dicho (significado, recepción, discurso). 59

La rememoración, el duelo, son realidades que están entretejidas con la difícil elaboración de las biografías, de las historias de vida. No se transmite información sobre una vida, sino un cúmulo de pérdidas, logros, gozos, dolores. Saber que el discurso no transmite información (ni en los anuncios) es saber que el lenguaje no nos pertenece, de partida. Hablar puede ser el camino para apropiarnos de nuestra memoria y de nuestra historia. Pero no necesariamente es así. Hay historias que se hacen sin saber esta verdad profunda: que el destino de las historias es fugaz (nuestros rostros breves como fotos) y ésa es la condición para la peculiar apropiación no de los contenidos sino de los límites del decir. El marco biográfico de los medios de comunicación

Las historias de vida nacen, pues, en campo ajeno. No sólo el del linaje o del trabajo, sino en el de los guiones de vida que la publicidad, los relatos de la cultura del consumo con que nos rodean y atraviesan en nuestra vida cotidiana. Esta otredad de nuestra biografía, esta tarea de apropiación de lo que nace en tierra extraña, nos lleva a un paso más radical. No planteamos una condición metafísica (los límites ontológicos del vecino del ser, del que está destinado al mediodecir) sino una condición política de las historias de vida. Éstas se dan en campo ajeno, pero no de un Otro con mayúscula - podemos relajarnos y no decir Gran Otro, no es necesario el galicismo - sino de un texto incesantemente domesticador: el discurso de los medios llamados de comunicación, es realidad de formación de masas. Ésa es la radical alteridad de las historias de vida.

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Los medios y las biografías son cada vez más consustanciales. De suerte que, en apariencia, se contradice el pronóstico benjaminiano de El Narrador. Como recordamos, en este texto brillante y precursor, se advierte de la pérdida de los relatos de experiencia precisamente para dar paso a un discurso abstracto, individualista, que remeda el tecnicismo del discurso de la ciencia. Es un proceso general, con más indicios, del que Barthes advierte en los setenta, y autores que estudian la cultura del cuerpo y de la salud en el consumismo18, nos certifican la separación entre relato personal de la dolencia (está presente la palabra del sujeto) y discurso médico científico, universal, abstracto (está ausente la palabra del sujeto). Parece que vuelve la importancia de la biografía, pero sigue teniendo razón Benjamin: si esta vale es porque se puede consumir, vaciando lo peculiar, adoptando la forma de un relato genuino, cuando en realidad es simulacro. Lo noticioso parece acaparar la historia oral, la prensa del corazón lo hace con las historias de vida. Circulan infinidad de ejemplos de lo semejante y de lo distante: las vidas ejemplares, la domesticación de lo propio, la homologación de los relatos de cada cual como integrado o como desviado. Según eso no sólo circulan fórmulas, retóricas, connotadores, sino sistemas de valores más duraderos de lo que la, tediosamente expuesta, "crisis de valores" hace suponer. El peso de la paja no es una metáfora de una operación narrativa vital. Es la puesta según mercado de las palabras biográficas. Hay infinidad de ejemplos que podemos reunir, pero como estamos argumentando la construcción de la identidad desde el punto de vista del relato biográfico, propongo contemplar tres fragmentos mediáticos, televisivos, de cadenas comerciales, concretamente de la televisión y de la radio de Puerto Rico. La razón de esta elección tiene que ver, como todos los ejemplos de este libro, con un trabajo de análisis de los discursos biográficos de los medios compartido en un curso de doctorado sobre investigación 61

cualitativa (Universidad de Ponce, 2001). El primer fragmento es el relato al modo de una historia oral: un episodio cotidiano cuando el día laboral comienza. Advirtamos en el reparto de personajes y de espacios, en la atribución de valores que este episodio revela: Que ya para esta hora de la mañana los niños, tres menores, tres niños de seis años, cuatro y año y ocho meses se encuentran bajo la custodia del Departamento de la Familia, después de que la policía interviniera a eso de horas de la madrugada en una residencia ubicada en la carretera 844, de C.Bajo, respondiendo a una llamada de un vecino donde supuestamente había ocurrido un robo. Se le acusaba a un menor de 6 años que posteriormente fue encontrado por la policía durmiendo debajo de un vehículo en un callejón al lado del callejón Caribe donde reside la familia. Esta casa donde intervino la policía, donde, para su sorpresa fue encontrada en condiciones deplorables, residía esta mujer: Zoraida N. H., con estos niños, tres de sus hijos - porque tiene otro hijo de 14 años que no vive con ella, que vive con una her mana - en esta casa, como ustedes han podido observar las condiciones son terribles: el piso está totalmente destrozado, ropa tirada por todas partes, ratones hasta en la nevera de la residencia, el baño tiene una conexión de luz porque esta casa no tiene ni luz ni agua, se dice que esta mujer... eh, se dice que esta mujer vive en esa residencia eh con una persona, con el padre de esos niños, sin embargo él no estuvo en esta... en esa área, sin embargo, cuando el Departamento de la Familia de Emergencias Sociales llegó hasta el lugar, el hombre llegó hasta allí y se despidió incluso de la niñita de 4 años que lo acompañaba. El Departamento de la Familia asumió la custodia de estos menores y se espera que durante el día de hoy se ofrezca la ayuda para esta mujer que se dice que tiene problemas de alcoholismo. Ésta es la información que tenemos en vivo aquí en el Departamento de la Familia que, dicho sea de paso, debemos mencionar que ya desde esta hora en 62

la mañana, tempranito, se ha estado organizando, aquí, varias organizaciones sindicales, porque hoy se va a realizar aquí, a partir de las nueve de la mañana, las votaciones de sindicación para los empleados de Departamento de la Familia. Está la Asociación la Asociación, la Au doble U, la unión de... que representa Chino H., está también está Servidores Públicos Unidos que ya están al otro lado del área del Departamento de la Familia para eso de las nueve de la mañana comenzar las votaciones de sindicación. Es la información que tenemos reportando desde el Viejo San Juan, Keila Hernández para Noticentro. -Muchas gracias, Keila, son las siete con treinta y cuatro... El segundo es un anuncio de un producto de consumo de masas, que se publicita fuera de los circuitos y formatos de los anuncios y campañas convencionales. Esta supuesta marginalidad es muy interesante, porque permite detectar una vinculación, una fuerte transferencia con el nombre y la marca. Los testimonios son frames de las historias de vida. El peso de la vida se transmite de forma completa, general, ejemplar. ... de treinta y dos onzas. Ésta es una oferta limitada: Noni, la maravilla del siglo veintiuno... -Me sentí con problema de artritis y por este motivo vine a este país, para hacerme curar acá con los médicos, pero al no obtener resultados, este, conocí el producto Noni. Este producto Noni, mis dedos que los tenía así de doblados por la artritis, me dolían mucho las articulaciones, pues ahora me siento bien fuerte. Y ahora tengo sesenta años y estoy jugando en Garden 2 y estoy entrenando a niños y... estoy muy contento porque mi historia futbolística lo inicie en Perú, jugué en Argentina, en Bolivia y en Brasil. Y me siento muy, pero muy fuerte, como véalo usté: son sesenta años a mi disposición... -Yo he estado malo de alto colesterol, alta presión, los 63

riñones... Desde que he tomado el Noni me he sentido mucho mejor... -Yo tenía problemas para ir al colegio, se me hacía muy pesado y me han hablado del Noni y lo empecé a tomar... me he sentido mejor, me he sentido con energía, me he sentido muy bien y hasta me he conseguido un prize high... y yo de verdad los recomiendo Noni, porque de verdad es muy bueno... -SuperNoniPlus reforzado: es único, el auténtico, el original. No se deje engañar. Ahora con estracto de nopal, regado y cartílago de tiburón. Nosotros lo trajimos para usted desde las islas Hawaianas y lo combinamos con estratos de ferontos medicinales para aprovechar su máximo rendimiento y beneficio. Aproveche los poderes curativos del SuperNoniPlus reforzado, que le ayudará a prevenir enfermedades del corazón, el cáncer, la artritis, la tuberculosis, el asma, la caída de pelo, a mejorar el aspecto de la piel, a vencer el envejecimiento, a perder peso, a mejorar la circulación de la sangre, la función sexual, revitaliza el organismo y mucho, mucho más... llame ahora mismo al teléfono que aparece en pantalla... Y ahora con su orden de tres botellas del poderoso SuperNoniPlus mejorado, usted recibirá completamente gratis una botella extra de 32 onzas de este preciado jugo. El Noni no se vende en ningún supermercado, nosotros somos los únicos y auténticos distribuidores y fabricantes de este preciado jugo, lo que ha sido llamado como la fuente de la eterna juventud. Qué espera: llame en este momento al teléfono que está en pantalla... El tercero de los fragmentos es una interpelación en la forma de plegaria, en realidad es un balance de contacto con los fieles de una secta comunitaria, de oración. El tal predicador, que atiende al evocador nombre de Y.Ávila, no queda relegado a un espacio exótico, caribeño: está entre nuestra oferta televisiva europea. Lo interesante desde este enfoque biográfico es apuntar a la dimensión inmediatamente colmadora, salvífica, que tienen los relatos de 64

consumo. Teniendo en cuenta que tales sincretismos no son restos de un régimen discursivo preindustrial sino que son lo más novedoso de la oferta del consumo. .. .Allá está el Espíritu Santo, allá es poder, usted es una nueva creatura, usted ya no hace acciones malas, usté es un hombre temeroso, usté es una mujer temerosa, bendito sea el nombre del señor ¿usté cree que en todos los santuarios se está declarando esta verdad? Quién sabe: si esta verdad fuera subiendo el mundo no estaría como está, bendito sea el nombre del señor, aleluya... .. .Yo te pido Dios que a mí me glorifiques en esta mañana, que tú hagas siempre milagro para quitar todo poder de enfermedad, aleluya; yo te pido Dios que extiendas tu mano sobre la cabeza, Dios mío, aleluya, Espíritu Santo de Dios y del fiel, ¡alsama!, en el nombre de Jesús, ahora mismo arranca de raíz, quita, Dios mío, quita todo padecimiento que pueda tener ahora mismo, en el nombre de Jesús y lo declaramos sano por el poder de tu palabra, sano ahora mismo Dios mío, todo aquello que ha sido dañado yo te pido Dios que tú lo hagas creativo en este momento, que tú lo formes, Padre, en el nombre de Jesús, te lo pedimos por amor a tu amado Jesucristo, a quien damos toda gloria, ten compasión, son nuestros hijos, Dios mío que has prometido darles salud y salvación a cada uno de ellos... Mira la salud de tu niño en el nombre de Jesús, te sano por el poder de esa palabra, aleluya, mi alma te alaba, José Rodríguez, de T.Recibe a Jesucristo como salvador de tu vida y de tu alma en esta mañana... Padre te damos la gloria y de damos la honra, mira esta vida que te recibe como el salvador de su vida...

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1. El circuito de la palabra y de la experiencia Analicemos ahora, una vez establecidas las dimensiones principales de lo biográfico como matriz de las historias de vida, cuáles son sus condiciones de posibilidad. Me refiero al hecho de que de las historias de vida contadas por personas concretas o de la historia oral de un colectivo (de oficio, de mudanza) no sólo nos interesamos por la materialidad del relato, por lo que se puede transcribir, acotar. Más bien de las historias nos llama la atención "de dónde salen", qué registros del sujeto, protagonista o no, se movilizan para vencer el hermetismo o la discreción y hacer surgir un relato nuevo, una nueva manera de decir un episodio puede que ya sabido. Y nos llama también "adónde van" a quién se dirigen en realidad, qué peso les da quien cuenta y qué le sucede a quienes escuchan, de modo que ya no vuelven a ser exactamente iguales que antes del encuentro y de las explicaciones. Y nos atrae detectar qué efecto surten en quien las profiere y sabe que lo hace exponiéndose, embarcándose en una singla dura que no conoce del todo y en quien las recibe, las escucha, las guarda, las recuerda, vive de ellas. En la historia oral uno es elegido como interlocutor y, en ese momento, pareciera que suceden cosas que no van en la dirección correcta de lo que investigación pretende. Más bien se viven como anomalías, como ruidos o, lo que es más difícil de dilucidar, como frases a medias, no del todo claras, no del todo redondas, porque quien habla las suelta así, sin rematar, sin sentido pleno. Lo que sí es evidente es que las historias crean un circuito que desborda el mero relato y que - paradójicamente - sólo es reconstruible a partir de la letra de este mismo relato. La convulsión del relato se condensa en la letra, en lo enigmático, en lo poco claro o no traducible. 66

Como Fraser indica en su excelente trabajo La formación de un entrevistador, cuando alguien habla sobre su vida para alguien se movilizan otras cosas. Se bloquea al hablar de la Guerra Civil, como jesús el pastor lo hace cuando preguntamos qué recuerda de su padre. Como titubean los emigrantes a Madrid si se trata de hablar de las razones que realmente les movieron a emprender tal aventura. Cuando de vida se trata se remueve lo de dentro y lo de fuera. Lo íntimo, incluso aquello que no controlamos, a lo que no accedemos (por eso llamamos lo inconsciente) y también lo éxtimo, porque los demás - los que asisten a nuestra mudanza - nos ven distintos, nos acaban viendo no como éramos sino como vamos siendo al relatarnos. En ese sentido quien cuenta su historia no está preso de los estereotipos que se le cargan encima. Quien cuenta su historia - persona o grupo - pone las bases de otra relación con la palabra: no es palabra heredada, no es lugar común, sino intento de mejor decir y de modo más apropiado (a la vez: más exacto y más mío) lo que nos viene sucediendo. Nombrar este proceso como un circuito significa atender a él como a un recorrido que va de alguien a alguien (no sabremos del todo precisar de quién a quién: y no hablamos de "psicofonía" o de "inefalibilidad"), y en ese proceso se constata, da tiempo a reparar en las hechuras del material que nos traemos entre manos, que nos intercambiamos y compartimos. Así nos da tiempo a constatar (1) la extrañeza de la palabra (no nos alcanza para decirnos, no podemos decirnos sin ella), (2) los poderes del relato, es decir la capacidad de llegar a lo no dicho, y su permanencia en una situación, como dice Lacan, de medio-decir, (3) lo plural de la enunciación, es decir, que no sólo habla uno a uno, sino que hay variadas posiciones de decir y de recibir lo dicho, y (4) la historia como cicatriz, en la medida en que extraña y todo, poderosa a medias, plural en sus circuitos, la historia de vida que se nos destina no es nunca un tipo o un caso. 67

Solemos decir que trabajamos, en la investigación cualitativa, a base de tipos de relatos. Que escuchar historias de vida y, más, recoger relatos de una historia oral colectiva tiene, como punto de llegada, componer un modelo de tipos de discursos, de tipos de enunciación. Según ese procedimiento - que ya hemos caracterizado como el propio de la mirada cualitativa - las historias adquieren sentido pleno cuando encajan en un modelo teórico que no fuerza sus dimensiones, sino que las respeta, nos ayuda a componer un mapa de las posiciones de los sujetos de un colectivo en una época dada. Y sin embargo, no es del todo así. Quiero decir que una historia concreta no es un ejemplo o un caso de un modelo. Es un proceso de enunciación y, en esa medida, es una experiencia de llevar la contraria a los códigos que posibilitan y que, con todo, limitan el decir. Si algo aprendimos de los maestros de la sospecha (según la acertada expresión de Ricoeur) fue precisamente a tomar en serio lo que se enuncia y no lo que prende y se hace lugar común. Nietzsche nos enseñó que el sentido de la historia, o de una argumentación filosófica, se encuentra mirando al sujeto, al cuerpo de quien lo enuncia (no se puede separar ya en adelante lo peculiar, lo frágil o lo poderoso, de la enunciación respecto de lo que a partir de ella se deposita en el foro o en el mundo). Marx nos suscitó el interés por el valor poético (de poiesis: fabricación) de la acción humana, que incluye el decir, y nos indicó que estudiar sus no evidentes, distorsionadas, condiciones de posibilidad no eliminaba el momento individual del narrar: por eso hablamos de las determinaciones de lo concreto, de la dialéctica de lo concreto, de que cada acontecimiento tiene su cifra propia. Freud plantea la tensión radical entre el esfuerzo por hacer una nueva etiología que considera la hipótesis de lo inconsciente, pero a sabiendas de que la palabra de un sujeto - por más que sea susceptible de clasificación, de categorización - no es simplemente un caso de un modelo etiológico (por eso no hay cosas como "inconsciente colectivo" o "arquetipos", por más que siguen circulando, con más o menos fortuna, para intentar nombrar el paso de lo propio a lo común). 68

Hablemos, pues, de esos cuatro cabos del circuito de la historia oral. La extrañeza de la palabra El primer rasgo que destacan quienes narran sus historias es que el lenguaje no es un instrumento que utilizan para contar sino un medio en el que viven. Una forma de decir las cosas que equivale a un modo de vida. Pero esta aparente familiaridad tiene un límite que es quién es el propietario del relato, del medio, de los códigos con que se narra. En los relatos de migrantes, una pareja que es entrevistada a simultáneo, muestra además, cómo lo dice uno u otro (son personas de más de setenta años, entrevistadas a mediados de los noventa). Entre corchetes, las intervenciones de ella; en texto corrido, las de él. Yo vine el año... [voz de ella: di el año, 32] eso, en 1932, era un crío, tenía por entonces trece años. Llegué a Madrid y aquel día pues estaba lloviendo. Me fueron a buscar, Benito B. [di quién era] un amigo de mi padre, que ya se ha muerto, era comisario de policía. Fui a casa de la hermana del jefe que yo tuve, comía allá y empecé a trabajar en la tienda esa, [pero di donde está, di la calle] en la calle Toledo [qué numero] eso... número 44, entré allí interno, una tienda de ultramarinos y potajes, era el chico de los recaos. Total que allí estuve dieciocho años, estuve hasta que vino la Guerra Civil, una vez terminada la Guerra Civil volví a la tienda, en el año cuarenta y tantos, cogimos la tienda entre otro socio y yo y al año o así nos casamos. El relato de los acontecimientos exige una veracidad, que no se puede alcanzar sin entrar en la retórica dominante de clase, de género, de época. La pretensión de objetividad que comanda el discurso social recibe en las historias de vida una determinación especial. Por eso hay siempre un temor a no decir la verdad, a no recordar exactamente, a no saber cómo se tratan las 69

cosas para que resulten inteligibles, para que uno las diga bien. Esta sensación de inseguridad, de una cierta extrañeza respecto del relato nos ha aparecido en varias de las investigaciones realizadas. Especialmente en la investigación en curso acerca de la historia oral de quienes fueron colegialas de un determinado Colegio Mayor. La entrada en materia tiene en muchos casos la frase hecha "eso lo recordarán mejor otras personas". Cláusula que, más allá del lógico temor a la imprecisión cuando las acciones que se narran son de hace décadas, está apuntado a una externalidad del discurso respecto de la experiencia concreta de la persona: a la suposición de que existe una manera, la manera de nombrar, objetiva, correcta. Y todo lo que no alcance esa manera es erróneo. Esta característica - esta tensión entre vivir el relato como gobernado por uno como dependiendo de lo ajeno - plantea otra dimensión central en la cualidad misma de discurso: su valor denotativo o su valor expresivo. Lo digo con un ejemplo que he utilizado en varias ocasiones y que tiene una gran potencia explicativa. Se trata de una anécdota narrada por el escritor leonés julio Llamazares. Éste, en un relato de viajes, cuenta el paso por un pueblo de la montaña en cuyo centro destacaba un puente visiblemente romano. Por cortesía, o por eso que llaman "pegar la hebra", se dirigió a un grupo de mayores que sentado en la plaza contemplaba dicho puente, o lo fingía. El escritor viajero, tras el saludo de rigor, les interpeló diciendo: -Qué puente tan hermoso. Seguro que es muy antiguo. Por lo menos será de cuando los romanos... A lo que los lugareños replicaron: -Qué va, qué va: es mucho más antiguo. Es cuando los moros. Semejante entrega al mito o, por decirlo en plan rudo, semejante caída en 70

el error, ha de tener algún sentido. Nos causa la misma sensación de extrañeza, de imprecisión, cuando no de embuste más o menos voluntario que Fraser nos transmite cuando comienza sus historias de supervivientes de la Guerra Civil española. (Recuérdalo tú y recuérdalo a otros) recibe puntualizaciones a todas luces erróneas, según la documentación que él mismo ha incorporado. Ante tales falsedades no cabe, viene a decir Fraser, sino pensar que o no estuvo allí donde dice, o bien está mintiendo. Pero... si como parece no hay voluntad de mentira, si como parece tal dato está incorporado en el relato de quien habla, deberemos cambiar nuestra percepción: no se trata de una mentira o de un error sin más, sino más bien de una ficción orientativa, de un elemento mítico, de algo falso que da paso a la verdad del sujeto. Esas ficciones orientativasi9 son la sal de las historias de vida y nos muestran tanto la difícil adecuación al supuesto discurso objetivo - ideal regulador del relato, de su verdad en el sentido de que lo que se dice sea adecuado a los hechos - como la difícil adecuación al supuesto discurso subjetivo - el ideal de verdad como veracidad-. Por ambos lados, la extrañeza en el sentido literal. Y, sin embargo, el relato surte efecto pese a sus ingredientes míticos, redundantes, pese al modo decir las cosas o de decirse el sujeto, que se espera que no caiga como un cuerpo extraño, que se confía en dominar, precisamente hablando. La extrañeza de la palabra tiene, en la historia oral, una dimensión que podemos nombrar con mayor radicalidad. Me refiero a la experiencia de nombrar el sufrimiento, la pérdida, la confusión o, en general, aquellas vivencias que no alcanzan un sentido cabal, ni encuentran la palabra plena para ser dichas. En ese sentido, el relato del sufrimiento muestra la externalidad, debiera decir definitivamente la extrañeza del discurso respecto de la experiencia. Entre lo incompresible de lo que nos ocurre y el sentido que vamos dando: discurso aparece como un esfuerzo, como una tentativa continua, que surge de un vacío, que nace de un hueco, la experiencia del 71

sinsentido (nonsense) y la urgencia de construirlo, aunque sea con materiales ficticios. La enunciación de la historia de vida se mueve entre cuatro polos: (a) decirlo todo, (b) el silencio, (c) la palabra plena, (d) la palabra vacía. a)El primero, decirlo todo, tiene el carácter de un ideal y de un riesgo. Quien habla quiere y teme decirlo todo. Hambrea decirlo para poder liberarse, cumplir con su cometido, descubrir y descubrirse las claves de tanto como lleva dicho sin saber muy bien del todo cómo, ni por qué... ni para qué. El todo del relato implica un ideal de plenitud: quien cuenta no deja ningún cabo suelto, todas las anécdotas recobran por fin el carácter de categorías necesarias. Siempre queda, de una sesión para otra en las que suelen encontrarse quien narra su historia de vida y quien se queda escuchando, una sensación de que algo se va llenando. Como en la expresión latina para cuando moría una persona joven valiosa: consummatus in breve implevit multa. No tiene que ver con el tiempo que se dedica al relato, tiene que ver con la capacidad de éste para hacerse cargo de lo vivido. Y aquí, como veremos, encuentra su principal límite y también su principal logro. b)El silencio es el otro gran regulador de las historias. Quien habla sale de la condición silente y rompe una barrera tan invisible como poderosa. De la misma manera que cuando se inicia un grupo de discusión, una vez formulada la tarea, quedan todos en silencio. Conticuere omnes intentique ora tenebant, que dijo Virgilio en la Eneida, y es que ésa es la actitud: todos se mantienen en suspenso pero 72

tienen el rostro atento, en tensión. Ese tiempo breve, esos segundos que para quien coordina el grupo suelen ser eternos: teme que el silencio engulla tarea o grupo - se precipitan cuando alguien dice, resuelto: -Bueno... parece que toca a mí romper el hielo. -Nadie le ha dicho ni sí ni no. Pero otros emplean la fórmula: -Vaya... parece que me toca a mí abrir fuego. Nadie autoriza tal cosa. Por eso otros usan la expresión: -Bien... yo... antes de hablar quiero decir algo... Expresiones todas que revelan la barrera invisible, el enorme hiato entre el silencio y la palabra. Sobre todo porque, insisto, nadie autoriza ese salto. Quien toma la palabra sabe que lo hace autorizándose a sí mismo. Y esa experiencia es radical, extraña, difícil. c)La palabra plena es precisamente la cualidad de decir que la historia de vida tiende a alcanzar cuando quien narra - como el ya mencionado pastor trashumante decide que ya es el momento de "dar explicaciones". Pero no es una cualidad del todo premeditada. Eso equivaldría a suponer que uno es el que manda en el lenguaje, y que uno es quien gobierna el trabajo de rememoración. Es un proceso que se alcanza a veces de manera indirecta. Quien cuenta su historia se encuentra con un cabo inesperado o con una expresión que le resulta especialmente verdadera. Y asiente con verdad, con todas sus ganas, porque encuentra que ese detalle, en la manera de decir está una de las claves que llevaba tiempo persiguiendo sin lograrlo. O, mejor, se da cuenta, al alcanzar a decir de manera plena, 73

que llevaba tiempo persiguiendo decir así, nombrar eso así. d)Pero las más de las veces nos encontramos en el otro polo, que llamamos de la palabra vacía: el relato tiende su red para cazar recuerdos, acota episodios y lo que sale resulta ser indirecto, pobre, alusivo. Quien habla no lo confiesa, pero se detecta ésta que tantas veces llamamos insatisfacción semántica. Como una condición básica que hace que digamos "más o menos", "aproximadamente", "así es la cosa... o no", "éstos son los hechos... de alguna manera". Tocamos aquí el límite del decir. Algo que es necesario saber o colegir, a fuerza de historias, para poder escuchar de manera más verdadera, más prudente, y más abierta. Se trata de la propia condición del sujeto en relación con la historia que le va constituyendo. Y esa vaciedad no tiene que ver con que los enunciados tengan referente historiográficamente demostrable, o siquiera mostrable. Tiene que ver con que el lenguaje hace de las suyas (nunca mejor dicho) y nos envía a los lugares comunes de la palabra de todos. Queremos decir algo especial y nos sale un tópico. Le ponemos énfasis pero seguimos sabiendo que es un tópico, un lugar que está hecho para domesticar, para neutralizar lo que de propio tenemos. Es la brutal paradoja de los shifters: YO puede decirlo cualquiera... cualquiera menos yo mismo. Que no alcanzo a decir lo que quiero cuando lo digo. Éstas son las paradojas acerca de las que nos ilustra el recorrido que, en sus reflexiones sobre el circuito del decir y de la palabra, hace el psicoanálisis. Especialmente las reflexiones de Jacques Lacan. Para ilustrar 74

estos pasos me permito una excursión breve a unos cuantos pasajes de Lacan sobre el medio decir y la palabra plena y vacía. Con la advertencia ya realizada de que el sentido propio de estos fragmentos no es pensar la historia oral, sino la situación del análisis. ¿Qué me autoriza a presentarlas a la reflexión de lector? Pues el hecho de que uno de los regímenes discursivos que nos constituyen (como sujetos) entre los que media el discurso biográfico es precisamente el régimen discursivo de lo inconsciente (véase capítulo 1). Siendo esto así, no dejo de manifestar mi cautela para no extrapolar (traducir) más de lo oportuno. Subrayo en cada párrafo los enunciados que tienen que ver con el punto en que estamos. La primera apreciación que sugiero es que, hablando del sujeto en el análisis, Lacan desliza una expresión que nos puede ser de ayuda. Se trata de la no concordancia del sujeto (que enuncia) consigo mismo: El único objeto que está al alcance del analista, es la relación imaginaria que le liga al sujeto en cuanto yo, y, a falta de poderlo eliminar, puede utilizarlo para regular el caudal de sus orejas, según el uso que la fisiología, de acuerdo con el Evangelio, muestra que es normal hacer de ellas: orejas para no oír, dicho de otra manera para hacer la ubicación de lo que debe ser oído. Pues no tiene otras, ni tercera oreja ni cuarta, para una transaudición que se desearía directa de lo inconsciente por el inconsciente. Diremos lo que hay que pensar de esta pretendida comunicación. Hemos abordado la función de la palabra en el análisis por el sesgo mas ingrato, el de la palabra vacía, en que el sujeto parece hablar en vano de alguien que, aunque se le pareciese hasta la confusión, nunca se unirá a él en la asunción de su deseo. Hemos mostrado en ella la fuente de la depreciación creciente de que ha sido objeto la palabra en la teoría y la técnica, y hemos tenido que levantar por grados, cual una pesada rueda de molino caída sobre 75

ella, lo que no puede servir sino de volante al movimiento del análisis: a saber los factores psicofisiológicos individuales que en realidad quedan excluidos de su dialéctica. Dar como meta al análisis el modificar su inercia propia, es condenarse a la ficción del movimiento, con que cierta tendencia de la técnica parece en efecto satisfacerse ("Función y campo de la palabra", Escritos). Esa no-concordancia estructural viene como corolario del hecho de no poder pensar los límites de lo inconsciente. No es acotable el sujeto de lo inconsciente, el sujeto que habla, más allá de lo que dice en su historia. Como argumenta en el Seminario Les non dupes errent del 15 enero 1971: En consecuencia, ese saber inconsciente no se sostiene por el hecho de que insiste, sino por las huellas que esa insistencia deja. No de la verdad, sino de su repetición en tanto ella se modula como verdad. Aquí debo introducir lo que funda la vecindad como tal. La vecindad como tal se funda en la noción de "abierto". Y, de inmediato, la topología muestra sus cartas, pues se basa en conjuntos abiertos. Y por eso nos permite ver lo siguiente: que la clase no se cierra. Es decir, que acepta la paradoja - que sólo es paradoja para una lógica predicativa- a saber: que si la lógica renunciara sencillamente a serlo, es decir, que si pura y simplemente se eliminara la lógica proposicional, no habría problema pues el problema, si lo hay, problema designado como paradoja, es solamente éste: que la clase Hombre, no es un hombre. Todas las paradojas se reducen a esto. ¿Qué queremos decir sino que, en rigor, lo que podamos designar como Hombre es un conjunto abierto, lo cual salta a la vista? Fijémonos en esto: la verdad tiene un límite por un lado, y por eso ella es medio-decir (mi-dire) Pero por el otro carece de límite, es abierta. Ypor eso puede habitarla el Saber Inconsciente, porque el Saber Inconsciente es un conjunto abierto. 76

Incluso en lo que enuncio, que yo no digo todo, eso es otra cosa, ya lo dije y tiene que ver con que la verdad sólo es mediodecir (De un discurso que no sería apariencia, 13 de enero de 1971). Medio-decir es la condición de partida del sujeto que pretende contar no sólo cosas que son verdaderas, sino su verdad. Es lo que se discute en el temprano Seminario 1, Los escritos técnicos de Freud (1954) y que marca de manera muy sugerente la diferencia entre palabra llena y palabra vacía. Poco después aparecerá la seducción. Y más adelante aún, el intento de captar al otro en un juego donde la palabra adquiere incluso - la experiencia analítica nos lo ha demostrado - una función más simbólica, una satisfacción instintiva más profunda. Sin tomar en cuenta el término último: desorganización total de la función de la palabra en los fenómenos de transferencia, situación en la que el sujeto - señala Freudse libera totalmente y consigue hacer exactamente lo que le da la gana. En resumidas cuentas, ¿no nos conduce esta consideración al punto del que partí en mi trabajo sobre las funciones de la palabra? A saber, a la oposición entre palabra vacía y palabra plena; palabra plena en tanto que realiza la verdad del sujeto, palabra vacía en relación a lo que él tiene que hacer hic et nunc con su analista, situación en la que el sujeto se extravía en las maquinaciones del sistema del lenguaje, en el laberinto de los sistemas de referencia que le ofrece el sistema cultural en el que participa en mayor o menor grado. Una amplia gama de realizaciones de la palabra se despliega entre estos dos extremos. Esta perspectiva nos conduce exactamente al siguiente punto: la resistencia de la que hablamos proyecta sus resultados sobre el sistema del yo, en tanto el sistema del yo no puede ni siquiera 77

concebirse sin el sistema - si así puede decirse - del otro. El yo es referencia al otro. El yo se constituye en relación al otro. Le es correlativo. El nivel en que es vivido el otro sitúa el nivel exacto en el que, literalmente, el yo existe para el sujeto. En efecto, la resistencia se encarna en el sistema del yo y del otro. Allí es donde surge en tal o cual momento del análisis. Pero parte de otro lado, a saber, de la impotencia del sujeto para llegar hasta el final en el ámbito de la realización de su verdad. Según un modo, más o menos definido sin duda para tal o cual sujeto en función de las fijaciones de su carácter y estructura, el acto de la palabra siempre viene a proyectarse a determinado nivel, en determinado estilo de la relación con el otro. A partir de aquí, observen ustedes lo paradójica que es la posición del analista. Es en el momento en que la palabra del sujeto es más plena cuando yo, analista, podría intervenir. ¿Pero sobre qué intervendría?: sobre su discurso. Ahora bien, cuanto más íntimo le es al sujeto su discurso, más me centro yo sobre este discurso, más me siento llevado, yo también, a aferrarme al otro, es decir, a hacer lo que siempre se hace en ese famoso análisis de las resistencias, buscar el más allá del discurso, más allá, piénsenlo bien, que no se encuentra en ningún sitio; más allá que el sujeto debe realizar, pero que justamente no ha realizado y que está entonces constituido por mis propias proyecciones, en el nivel en que el sujeto lo realiza en ese momento. Tengamos en cuenta que en los debates de este seminario hay una intervención del P Beirnaert que aporta una definición clásica de la palabra plena. Podríamos decir: de la función significante de la palabra, ya que más adelante tenemos un texto en el que significatio tiene en efecto este sentido. Aquí, palabra está empleada en sentido amplio: es el lenguaje que funciona en la elocución, incluso en la 78

elocuencia. No es la palabra plena, tampoco la palabra vacía, es la palabra en su conjunto. ¿Cómo traduciría en latín palabra plena? [Beirnaert: Hay una expresión: sententia plena. El enunciado pleno es aquel donde no sólo hay un verbo, sino también un sujeto, un nombre.] Más detalles, en este mismo seminario (sesión del 7 de julio de 1954), concretamente matizando la temporalidad del sujeto. No todo en esta concepción es falso puesto que, en efecto, en un análisis existe un factor tiempo. Por otra parte, es lo que siempre se ha dicho, aunque de modo indudablemente confuso. No hay analista que deje de percibirlo en su experiencia: hay cierto despliegue del tiempo - para - comprender. Quienes asistieron a mi comentario sobre El hombre de los lobos percibirán algunas referencias a este problema. Pero, este tiempo - para- comprender también está en los Escritos técnicos de Freud a propósito de la Ducharbeiten. ¿ Es esto acaso algo del orden de un desgaste psicológico? ¿O más bien, como dije en lo que escribí acerca de la palabra vacía y la palabra plena, es algo del orden del discurso, del discurso como trabajo? Sí, sin duda alguna. Es preciso que el discurso prosiga un tiempo suficiente como para comprometerse enteramente en la construcción del ego. A partir de ese mo mento, puede culminar de golpe en aquel para quien se edificó: es decir, el amo. Al mismo tiempo, su propio valor se degrada, y ya no aparece sino como trabajo. ¿A qué nos conduce esto sino a plantear nuevamente que el concepto es el tiempo? En este sentido, podemos decir que la transferencia es el concepto mismo del análisis porque es el tiempo del análisis. Concluyo con dos apreciaciones que nos vienen especialmente bien en el 79

caso de escuchar historias de vida. Me refiero, en primer lugar, al hecho de que en el relato se moviliza siempre una antigua situación que determina (al hablar de la comprensión escénica lo matizaremos) la enunciación de la situación presente. Volvamos pues a nuestro ejemplo: ¿por qué el análisis se transforma desde el momento en que se analiza la situación transferencial evocando la antigua situación, en cuyo transcurso el sujeto estaba ante un objeto totalmente diferente, que no puede ser asimilado al objeto actual? Porque la palabra actual, como la palabra antigua, está en el interior de un paréntesis en el tiempo, dentro de una forma de tiempo, si me permiten la expresión. Siendo idéntica la modulación de tiempo, la palabra del analista tiene el mismo valor que la palabra antigua. Este valor es valor de palabra. No hay aquí ningún sentimiento, ninguna proyección imaginaria y el Sr. Nunberg, quien se agota en la tarea de construirla, se coloca así en una situación inextricable. Para Loewenstein, no hay proyección, sino desplazamiento. Es ésta una mitología que presenta todas las apariencias de un laberinto. Sólo podemos salir de él reconociendo que el elementotiempo es una dimensión constitutiva del orden de la palabra. Si efectivamente el concepto es el tiempo, debemos analizar la palabra por capas sucesivas, debemos buscar sus sentidos múltiples entre líneas. ¿Esto nunca acaba? Sí, tiene un final. Pero lo que se revela en último lugar, la palabra última, el sentido último, es esa forma temporal de la que estoy hablando, que es por sí sola una palabra. El sentido último de la palabra del sujeto frente al analista, es su relación existencial ante el objeto de su deseo. Este espejismo narcisista no adquiere en esta ocasión ninguna 80

forma particular, no es más que lo que sostiene la relación del hombre con el objeto de su deseo y que siempre le deja solo en lo que llamamos el placer preliminar. Esta relación es especular y coloca a la palabra en una especie de suspensión, puramente imaginaria, en efecto, en relación a esa situación. Esta situación no tiene nada que sea actual, nada que sea emocional, nada que sea real. Pero, una vez alcanzada, cambia el sentido de la palabra, revela al sujeto que su palabra no es más que lo que he llamado, en mi informe de Roma, palabra vacía, y que en tanto tal carece de efecto. Todo esto no es fácil. ¿Me siguen? Deben comprender que el más allá al que somos remitidos, es siempre otra palabra, más profunda. En cuanto al límite inefable de la palabra, éste radica en el hecho de que la palabra crea la resonancia de todos sus sentidos. A fin de cuentas, somos remitidos al acto mismo de la palabra en tanto tal. Es el valor de este acto actual el que hace que la palabra sea vacía o plena. En el análisis de la transferencia, se trata de saber en qué punto de su presencia la palabra es plena. (Escritos técnicos de Freud, 16 de junio de 1954). Es lo que formulará movilizando la diferencia entre significado y sentido en el Seminario De l'unbevue, 15 de marzo de 1977: Lejos de que tengamos dos cosas concéntricas, tenemos al contrario dos cosas que juegan una sobre la otra. Lo que esclarezco por esta manipulación, es lo que he llamado palabra plena y palabra vacía. La palabra plena es una palabra plena de sentido. La palabra vacía es una palabra que no tiene más que significación [...] Lo propio de la poesía cuando ella falla, es no tener más que una significación, ser puro nudo de una palabra con otra. No queda 81

menos que la voluntad de sentido consiste en eliminar el doble sentido, lo que no se concibe más que al realizar esta figura, es decir haciendo que no haya más que un sentido, el verde recubriendo al rojo. ¿Cómo el poeta puede realizar esta hazaña, de hacer que un sentido esté ausente? Reemplazándolo, a este sentido ausente, por la significación. La significación no es lo que un vano pueblo cree. Es un término vacío. Es lo que se expresa en el calificativo puesto por Dante sobre su poesía, a saber, que ella sea amorosa. El amor no es nada más que una significación, y se ve bien la manera en que Dante la encarna, a esta significación. El deseo, tiene un sentido, pero el amor - tal como ya lo he puesto de manifiesto en mi Seminario sobre la Ética, o sea tal como el amor cortés lo soporta - el amor es vacío. La segunda y última consideración está en los Escritos, en el mencionado capítulo "Función y campo de la palabra". Y creo que ilustra muy bien cómo reaccionamos en la escucha ante la palabra vacía. Y cómo no acertamos en este eco que le prestamos. La teoría nos recuerda la tríada: frustración, agresividad, regresión. Es una explicación de aspecto tan comprensible que bien podría dispensarnos de comprender. La intuición es ágil, pero una evidencia debe sernos tanto más sospechosa cuando se ha convertido en lugar común. Si el análisis viene a sorprender su debilidad, convendrá no conformarse con el recurso a la afectividad. Palabra-tabú de la incapacidad dialéctica que, con el verbo intelectualizar, cuya acepción peyorativa hace mito de esa incapacidad, quedarán en la historia de la lengua como los estigmas de nuestra obtusión en lo que respecta al sujeto. Preguntémonos más bien de dónde viene esa frustración. ¿Es del silencio del analista? Una respuesta, incluso y sobre todo aprobadora, a la palabra vacía muestra a menudo por sus efectos 82

que es mucho más frustrante que el silencio. ¿No se tratará más bien de una frustración que sería inherente al discurso mismo del sujeto? ¿No se adentra por el sujeto en una desposesión más y más grande de ese ser de sí mismo con respecto al cual, a fuerza de pinturas sinceras que no por ello dejan menos incoherente la idea, de rectificaciones que no llegan a desprender su esencia, de apuntalamientos y de defensas que no impiden a su estatua tambalearse, de abrazos narcisistas que se hacen soplo al animarlo, acaba por reconocer que ese ser no fue nunca sino su obra en lo imaginario y que esa obra defrauda en él toda certidumbre? Pues en ese trabajo que realiza de reconstruirla para otro, vuelve a encontrar la enajenación fundamental que le hizo construirla como otra, y que la destinó siempre a serle hurtada por otro. Concluyamos esta excursión que, con mucho cuidado, repito, estoy sugiriendo en la medida en que nos muestra - desde la escucha analítica - la especial caída que el discurso (máxime sino no ignora la escena de lo inconsciente) tiene hacia el artefacto, el simulacro, la apariencia: la semblanza. Faire semblant es fingir, simular. Recordemos que semblanza es el nombre que tienen las vidas ejemplares de héroes, próceres: por lo general convierten el relato de los hechos y su sentido en hagiografía (significación según la ideología dominante). Los poderes del relato Por lo que acabamos de ver, los relatos biográficos están hechos de elementos internos en continua tensión, en continuo desplazamiento. En primer lugar motivado por la tarea primordial que pone a prueba lo que llamamos los poderes del relato, es decir, la capacidad de llegar a lo no dicho, y, en el otro polo, y su permanencia en una situación, como dice Lacan, de medio-decir (cuando se trata de acceder directamente a los contenidos inconscientes: tarea vana, que muestra al sujeto como sujeto vedado) en búsqueda de la palabra 83

plena que incorpora - aunque sea en anamorfosis - la suposición de lo inconsciente, y que permite salir de la palabra vacía (hecha de lo común, espacio de repetición). Analicemos alguno de esos limitados y sin embargo evidentes "poderes". Hablamos del componente síntoma que incorpora toda historia de vida en su hacerse; del componente simulacro en la medida en que la historia por muy viva que sea siempre es una ficción, un artefacto, de suyo -y mientras el trabajo con lo reprimido no aparezca - una semblanza (que es una simulación y una versión, a la vez); del componente reproducción del discurso que tiene en la medida en que hablar para ser entendido, compartido, tiene mucho de alimentar lo dicho, no dejar que asome el decir y sus riesgos; del componente invención por cuanto en toda historia queriendo contar lo sucedido surge siempre un hecho (de vida, de lenguaje) nuevo que no es esperado, que puede sorprender y transformar el punto de partida. a)En la historia de vida hay un progresivo desvelamiento, desanudamiento de los enredos, de los silencios ominosos, de la pala bra, que por su intensidad y progresiva consistencia podemos calificar de síntoma. Como hemos constatado en otras prácticas de la investigación cualitativa, el desencadenamiento de la palabra es literal. De suerte que ya no nos resulta extraño que, al terminar un grupo de discusión y despedirnos de los participantes, alguien diga: "Qué bien ha estado: tendrían que venir a darnos más charlas de éstas". Y lo dicen precisamente en una sesión en la que uno habrá abierto la boca en tres o cuatro intervenciones muy breves. En la entrevista en profundidad sale el reconocimiento de la capacidad que uno tiene "para captar los pensamientos de quien habla" (uno no hace sino señalar lo que no sabe, pedir que amplíen lo que dicen a medias, a fin de cuentas: no dar nada por supuesto). El síntoma - variante del síntoma biográfico que hemos caracterizado en varios trabajos - consiste en la activación de una compulsión a contar, a narrarse, a decir la verdad, en la medida de lo 84

posible, ante alguien que "pone la oreja" con un interés no fingido. Situación - hemos colegido muchas veces - que no es la común en la vida cotidiana del o de la protagonista de la historia. El síntoma se da como una solución de compromiso: entre una palabra que aparece, que se comunica a quien entrevista, que se graba y se trascribe y, por otra parte, una fuerte represión, olvido, silencio, practicados durante mucho tiempo por razones - dicho rápidamente tanto exógenas (la represión política que sigue a la Guerra Civil y dura más décadas de lo que parece) como endógenas (el efecto de dicha represión en la formación de lo inconsciente del sujeto)20. Esa solución de compromiso que es el síntoma hace que las historias deban ser leídas tanto por lo que dicen como por lo que se escucha que ocultan. b)El componente simulacro es la mera dependencia del relato de un género biográfico, el de la ficción: lo que se cuenta nunca es lo que me ha sucedido, lo que he sentido (y eso que la ficción es el camino de lo verdadero). Ese carácter de ficción es el mismo que le hizo sospechar a Freud de toda biografía: porque en todas se detecta la presencia de una racionalización que siempre actúa pro domo sua (aunque dejemos, de momento, en la ambigüedad quién es el propietario de la casa: si el sujeto o la ideología común). Ese carácter es el que le hizo a Barthes colocar en su biografía21 este acápite sobrio y enigmático (pero también irónico). Simulacro es la condición de prótesis, de añadido que tiene el relato respecto del sujeto que se ensaya a sí mismo al hablar. Es una andadera que le pone al hablante en condiciones de tirar las muletas al suelo y tratar de proferir lo que realmente está en juego en su relato. En ese sentido la propia historia de vida, como todo producto de la cultura, tiene un momento en que se convierte en cuerpo extraño. Por más que haya salido de uno, por más que sea vehículo de lo más íntimo 85

de la vida vivida, se vuelve contra el narrador y adquiere consistencia. Uno quisiera haber dicho las cosas de otra manera, o incluso rectificar. O añadir. Pero lo dicho, dicho está y ahora más que nunca quien habla siente lo incompleto, lo incorrecto, lo artificioso, de lo que le refleja como una foto que cada vez se distancia más de lo que uno es y, sobre todo, de lo que uno recuerda haber vivido o haber sentido cuando fue tomada. Como las fotos, las historias adquieren vida propia. Pero no es del todo nuestra vida. Ellas quedan - se trascriben y pueden releerse porque permanecen en la memoria de quien la escuchó - pero nosotros ya no estamos (ahí). Ese peso de simulacro tiene que ver con la actitud ante el extrañamiento del que antes hablamos. Jesús, el pastor, tiempo después de haber concluido las sesiones, los encuentros que generaron su magnífica historia de vida (en Palabra de Pastor. Historia oral de trashumancia) dio dos señales de lo que decimos. Una fue la confidencia clara de que no había contado muchas cosas, especialmente una que le gustaría haber dicho: las celebraciones que hacían los pastores trashumantes cuando remataban la campaña, en ellas cantaban, bailaban y hasta representaban "pasillos", ésa fue la palabra que empleó. Muchas veces he recordado ese término y su relación con los pasos del teatro popular renacentista y barroco. Y me pregunto por qué no dejamos espacio para que ese pasaje se contara... La otra fue más chocante, porque se dio a distancia. Fue un eco traído por terceras personas y se llama, en cierta forma, desencanto: parece que el pastor de habla maravillosa, de una precisión notable, no estaba de acuerdo en la trascripción tan literal que habíamos hecho de su acento, de sus modismos personales, idiolectos, de suerte que ahora... ¡se había puesto a escribir sus memorias! Para empezar, movido por el interés en mostrar cómo él escribía bien, y disipar los posibles equívocos que pudiera suscitar en el distraído lector su habla castiza. 86

c)Que las historias son espacio de reproducción resulta evidente en la primera escucha de un corpus de relatos. Si nos atenemos a los de los inmigrantes en Madrid, ya sea que los repartamos por generaciones o por niveles socioculturales, las diferencias afloran pero sobre todo se ven alzarse los grandes perfiles de la redundancia: aquello que todos dicen, que sienten que tienen que decir, que se espera que digan... y esto pesa más que lo que de por sí ellos querrían comunicar. Que alguien cuente la sorpresa al llegar a un barrio madrileño, desde un pueblo pequeño de Extremadura en los primeros años cincuenta, tiene unos cauces que hacen diferente el relato de éste por contraste con el de quien viene décadas después del norte de Palencia. Lo que no es obviable es que estos dos más otros dos de otros tiempos y lugares, se ven nombrando de semejante modo que su sorpresa pasa por los transportes duraderos, pesados y que su deslumbramiento pasa de igual forma por los monumentos que vienen en las guías turísticas. Se dice lo que conviene, del modo adecuado, sabido, con sus adjetivos y nombres tantas veces oídos, tantas veces escritos como con letras de molde (¡no se va a inventar todo!), y sobre todo no se va a decir lo inconveniente. Y así se reproduce, se robustece el discurso social. A veces pensamos que eso sucede más en las prácticas argumentativas del grupo de discusión y de la entrevista. E incluso los disponemos para que así sea: para obtener el discurso común de una experiencia. Pero en la historia oral se tejen los modos de expresar y guardar la memoria que luego se hará común. Las expresiones que acaban teniendo más fortuna como voces del común se generan en los espacios peculiares, como confidencias o como hallazgos casuales, ocurrencias de quien habla. Como queriendo decir que debajo de la palabra de uno está el bastidor de la lengua 87

común que todo lo recoge y lo atesora. La extrañeza del relato se dirá: "cómo se me ocurren estas cosas... dice uno: ¿estará uno loco?", la inseguridad del emigrante se expresará diciendo poco más o menos: "yo llevaba en la frente escrito de dónde venía, de pueblo, y la gente lo veía", la sensación de lanzar una botella al agua de quien cuenta su historia se acaba por nombrar así: "y esto que se sepa, para que no se vuelva a repetir esta salvajada, para que nadie sufra más...". d)Pero hay un poder de innovación, de invención que resulta indudable, que es sorprendente y que es una de las secretas (o no tan secretas) motivaciones de quienes trabajamos con estos materiales tan sensibles. A veces, por efecto o por defecto del modo común de contar las cosas surgen expresiones sin par, en las que quien habla y quien escucha siente que se ha dicho algo de mejor manera, y eso surte efecto. No se trata sólo de modismos o de estilos de dicción o de mayor o menor competencia léxica. Es la cualidad que tiene narrar con voluntad de verdad, como quien va gobernando barca que no es del todo propia y lleva un ojo en el horizonte al que aún no ha llegado y otro en la estela que deja el propio transcurrir, cercano, inmediato. La mayor novedad está en contar una historia en contra de lo dicho y de lo establecido. En la mayoría de los relatos -y los ejemplos de las investigaciones que luego comentamos son muy elocuentes - hay como dos momentos: uno en que se cuenta lo común, lo que sucede en general, e incluso se pone en circulación la verdad convencional, establecida, acerca de lo narrado, y otro segundo momento en el que quien habla cambia el registro. Ya no es cualquiera el destinatario del relato y se entiende que no le basta con lo trillado de los acontecimientos. En ese segundo momento, en el que por lo común se 88

baja la voz, se mira de frente, hay a veces signos de construir una intimidad (mirar alrededor como controlando, a veces el gesto de acercar la mano al brazo del que oye), surge un tipo de palabra que no se sujeta a los cánones. Es una palabra que ensaya un modo, por fin, más independiente, y eso se ve no sólo en lo narrado sino en el modo de transferirlo a quien escucha. Tan de verdad es ese segundo momento que a veces quien habla nos pide que apaguemos el magnetofón. Porque lo que va a decir se sale del marco de la historia de vida, porque es una confidencia demasiado íntima o es delicada, o porque siente que lo tiene que decir de una manera directa y sin tapujos. A veces, éste que estoy llamando el segundo momento tiene que ver con la sorpresa que el recuerdo produce en el hablante. -Bueno, mira... la cosa es así, y no hay que darle más vueltas... -Esto que te estoy contando es lo que se dice, pero yo ahora te voy a contar lo que pasó de verdad... -Fulano siempre aparecía como un santo, pero de eso... Posibilidad de invención, de transgresión que la historia oral conlleva quizá en mayor medida que otras prácticas de investigación y que se trata de cuidar en la escucha para que pueda darse. No es mecánico, es sólo posible. Depende, digámoslo de nuevo, de la escucha. De la calidad y atención de la escucha. Como en la vieja cábala de Luria se nos enseñaba, para que haya proceso creativo, para que haya mundo de vida, hace falta que quien todo lo llena haga un movimiento de vacío (tikun), de hueco, de dejar surgir. Si llenamos todo con lo que creemos saber, no habrá sitio para la palabra. Lo plural de la enunciación 89

Como en otro sitio hemos mostrado, quien habla no habla siempre desde el mismo sitio, en la misma posición y disposición, ni habla siempre en la misma dirección, sino que por la misma lógica del relato, por el alcance de su circuito, en el sentido que venimos estableciendo, moviliza unos y otros recursos, se coloca en distintas posiciones de enunciación. Y, por consiguiente, esto nos hace pensar que la relación con el otro del discurso22 es también polimorfa, no hay otro - salvo como campo, como otredad constitutiva del lenguaje - sino que hay otros, interlocutores reales o figurados, anticipados o recuperados en el proceso de narrar. Digamos de esto una palabra. El hallazgo de esta polifonía viene dado a partir de un hecho relativamente simple. Y es que a lo largo del relato de vida observamos que quien nos cuenta sus andanzas, de vez en cuando muda y no sólo de registro en el sentido retórico. A veces parece que cambia incluso de habla, de recursos de palabra, de intencionalidad. En principio quien narra lo hace a petición nuestra, aceptándonos como interlocutor silencioso, como depositario de los hechos, las confidencias y los sentidos de unos y otros. Hay por tanto dos posiciones básicas de enunciación y de recepción.

Figura 2.1. Posiciones básicas de enunciación y recepción. Supongamos que un propietario de un comercio de Barcelona (capítulo 3, "Ejemplos") nos confía el sentido y la trayectoria de su negocio, boyante ferretería, posiblemente una de las principales del ramo. Cuando la conversación empieza estamos él (gerente general) y yo mismo (entrevistador acreditado, mediante mis palabras y mediante una tarjeta de visita como académico). Ésas son El-Rl. 90

Pero, a medida que el relato se diversifica y crece, surge una nueva situación de enunciación, E2, en la que quien habla retoma su rol, sus percepciones, incluso expresiones del momento en que la hoy poderosa ferretería era una estación de servicio. Correlativamente, mi posición se desplaza a E2 en la medida en que yo represento muy posiblemente el destinatario de aquella oferta, uno de los primeros clientes de la gasolinera. Cuando el relato continúa, aparece una decisión comercial que afecta a todo el conjunto de lo que me va transmitiendo. E3 es el momento de enunciación en que alguien facilita a nuestro testigo la entrada al negocio de importación de plásticos y, por tanto, la apertura a un nuevo universo de términos y de prácticas. Yo, que sigo escuchando, ya no soy el cliente de la gasolinera (propietario de un Balilla o de un Ford Taunus) sino R3 alguien que de la modernidad individual elitista, pasa a la posición de un cliente interesado por su oferta de plásticos para el hogar. Yo soy el que instala, soy el ama de casa, soy un colegio que necesita adecuar un comedor al desgaste diario de doscientos alumnos... La posición más reciente es llamativa: E4 es la responsable de la actual ferretería, no sólo él en concreto, sino el portador de un discurso diverso, de anticiparse a la demanda, por muy rara que ésta sea, desde los hules, a los plásticos industriales, el material metálico de instalación, la grifería... Y yo estoy en la posición de cliente ya educado por semejante oferta R4, sé que puedo pedir cualquier cosa y que ese establecimiento (del que orgullosamente habla mi interlocutor) la tendrá con toda seguridad. Para concluir, me encuentro con una nueva posición de enunciación, E5, en la que quien habla se presenta a sí mismo, entre la sor presa y la satisfacción, como proveedor de una escuela de arte celebérrima, que está precisamente en la acera de enfrente del establecimiento. Yo soy desplazado de nuevo a otra posición R5 cuando escucho este comentario: -Quién me lo iba a decir a mí: toda la vida teniendo como 91

clientes a los fontaneros y las amas de casa que compran hules, y precisamente ahora recibo artistas plásticos de la Fundación de aquí enfrente, que vienen aquí a comprar sus materiales. Esto para mí es motivo de una gran satisfacción, comprenderá usted... Por lo tanto, en la escucha, y en el análisis de los relatos voy descubriendo que hay que tener en cuenta no sólo el relato que hay "entre medias" del enunciante y del receptor, sino que este mensaje va cambiando en virtud del cambio de posiciones de enunciación y de recepción.

Figura 2.2. Posiciones de enunciación y de recepción, en relación a los mensajes. Si retomamos el ejemplo anterior podemos constatar dos cosas: (1) que los diferentes modos de relato (mensajes M1... M5) son el resultado del acuerdo entre quien habla y quien escucha, y (2) que los desplazamientos de uno a otro no son decisión sólo de quien habla (ni de quien escucha) sino que tienen que ver con aperturas en la posición de escucha (R1) o con huecos en el mensaje (M1).

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Figura 2.3. Desplazamientos en las posiciones de enunciación y recepción. Este fenómeno, que remite a lo plural de la enunciación, es decir, que no sólo habla uno a uno, sino que hay variadas posiciones de decir y de recibir lo dicho, nos remite a otras dimensiones o poderes del circuito de las historias y que conviene recordar y tener en cuenta. El primero de estos elementos es el que separa estructuralmente enunciación/enunciado. Como ya hemos indicado anteriormente, tanto las apreciaciones de la pragmática como las reflexiones psicoanalíticas insisten y demuestran la conveniencia de reconocer la diferencia entre el decir y lo dicho. Qué se dice - de nuevo Lacan en L'étourdit - se oculta bajo lo dicho en el decir. El punto de vista es importante y toca no sólo a la historia oral sino a otras modalidades de la investigación cualitativa. Y es que quizá se ha abonado largo tiempo la idea de que la objetividad de la indagación radica en la materialidad de un texto, es decir del blablablá trascrito tal como éste ha surgido en el grupo, en la entrevista, en la historia de vida. Cuando se empiezan a ver la pluralidad de dimensiones y de circuitos se puede barruntar el sentido profundo de este hallazgo pragmático y analítico: que no se confunden sujeto de lo enunciado y sujeto de la enunciación. Uno (sujeto del enunciado) está depositado, rescatable por indicios, el otro (sujeto de la enunciación) es inaccesible, pero está ahí, es un cúmulo de posiciones desde las que emite. Es, como decía el otro (creo que Anzieu) cuando hablaba de investigar lo inconsciente: no es una cosa, es algo que habla, es un lugar de enunciación. De estas diferencias y tensiones sale esta idea, más matizada (y lo que te rondaré) de la pluralidad de posiciones del enunciador y del receptor. Este modelo más complejo - que en realidad pretende ser más concreto 93

para analizar los ejemplos en los que trabajamos - se puede decir que viene exigido por la polifonía del emisor. Y no son sólo los cambios en los roles o en las funciones (prácticas y discursivas), o incluso en el estatus de los hablantes. Se trata de colegir, por entre las variaciones que vemos en lo que se dice, pero también en el decir - silencios, entusiasmos, uso de determinados términos que actualmente no circulan, prefiguración de un interlocutor concreto - que hay no sólo una polifonía del emisor sino de circuitos. Se trata de una politopía (por decirlo en griego, más que nada), es decir, de entrar en el fenómeno más radical y apasionante que la historia oral nos enseña: que el sujeto se constituye en el relato de muchas maneras, y que éstas forman una pluralidad de escenas que son efectos y condición del lenguaje. La historia como cicatriz Decimos esta metáfora - que no lo es cuando escuchamos fragmentos, tanteos, discursos entrecortados o doloridos - en la medida en que, extraña y todo, poderosa a medias, plural en sus circuitos, la historia de vida que se nos destina no es nunca un tipo o un caso. Es la marca o el rastro de un sujeto concreto que busca saber decirse. Y deja ver que ese deseo (de saber) es su acento más propio. No aseguramos que lo logre, no lo logramos tal vez nunca, pero en esa búsqueda de una mejor manera, de más claridad, de mejor decir tratamos de encontrar el norte y salir de nuestra situación de pérdida (de-siderium, deseo es estar sin orientación y por eso en búsqueda). Por eso volvemos a hablar de material sensible, frágil cuando exponemos las enseñanzas de la historia oral, porque son relatos de experiencia y éstos - como Barthes decía en los fragmentos de un discurso amoroso - como el lenguaje del amor es frágil y circula entre discursos arrogantes. 94

La experiencia es una cicatriz: lugar de la anomalía, lugar del ensayo y error, lugar del acontecimiento sin códigos cerrados, lugar de la apropiación. Por eso las historias de vida nos plantean cómo testimoniar de lo oscuro, de lo anómalo... ¡qué es lo más normal! Debo recuperar una vez más el dicho de Italo Calvino que me descubrió Cristina Santamarina: "La experiencia que es la herida más la huella que deja en mí y que me ha hecho diferente". La familiaridad con las historias de vida nos enseña un factum definitivo, del que quizá no hemos sacada lección bastante. Que la vida, y su discurso, no circulan según modelo, sino según la excepción de ese supuesto modelo. Según eso quien narra su historia cuenta una leyenda de honestidad y también de trapicheo. Somos en eso, como decía Goffman, los traficantes de la moralidad. Hacemos apaños narrados de lo que son difíciles escenas de supervivencia. Nuestro relato nos cuenta a pesar de todo, incluso de nosotros mismos, educados para decir lo correcto. Goffman lo nombra así para expresar el peso de lo propio en su choque con los grandes relatos y códigos. "Los que están fuera del poder y son legión tienen que robar palabras y maquillarlas, disimularlas, como se hace con un pan robado" (Barthes). Las historias concretas son estrategias para evitar el gran despojo del lenguaje que practica con los hablantes la gran máquina de palabras a la que llamamos sociedad de consumo. Esta manera de nombrarlo, de hace unas décadas, nos pone en contacto, sin embargo, con una situación verdadera: no se transmiten contenidos, se pelea por las maneras de decir, por apropiarse de ellas. Por eso los circuitos de la palabra en las historias son tan inquietantes como decisivos. "El enunciado pleno - volvemos a recuperar la reflexión de Beirnaert- es el que no sólo tiene un verbo es el que tiene un sujeto, un nombre." Si queremos precisar más, la historia que pretende palabra plena es la que no 95

tapa la relación (difícil de formular, desde el nudo borromeo a la cinta Moebius)23 con las escenas que configuran lo inconsciente. La exploración del circuito de la palabra en la historia oral nos familiariza con cuestiones abiertas, que son, en síntesis, las cuestiones del sujeto. Los códigos implícitos y la experiencia subyacente convergen en la relación que el sujeto tiene con su relato para poder ponerle, de la manera más plena y no vacía, nombre propio. Veremos a continuación la relación con el otro: cómo la escucha suscita modos de producción del relato (escucha-producción). Y luego concluimos con una dimensión importante que, superando la hermenéutica lineal, relaciona sujeto-escucha-producción: la compresión escénica.

2. La escucha y la producción discursiva Escuchar forma parte de la estrategia de los pobres Josep Pla Por lo que llevamos dicho, la experiencia de las historias de vida, la entrada en su circuito - que comienza en el circuito de la palabra, en la escena en que alguien cuenta su vida para alguien, con alguien como testigo - tiene en la escucha su fundamento. Como en el grupo, o en la comunidad, o incluso en los espacios societarios no hay vínculo que no esté ligado a una tarea (la tarea hace al grupo), así en la historia oral el principio y fundamento es la escucha. La escucha hace a la historia de vida. Pero además de las dimensiones mencionadas me interesa destacar, por su valor práctico en el trabajo con las historias de vida el vínculo entre formas de escucha y producción discursiva. Me refiero a que el uso diverso de las 96

historias en los objetivos de investigación viene precedido por el tipo de escucha que diseñamos para cada una de ellas - o para una serie en la historia oral - y, por lo tanto, por el tipo de producción de relatos que de esta situación, plural y compleja, surge. Podemos distinguir tres niveles de escucha: uno comunicativosocial, otro psicoanalítico, otro estrictamente biográfico. (1) En el primero nos preparamos para percibir aquellos elementos que forman parte del entramado discursivo (comunicación-significación) en que vive quien emite: de las historias y su función significativa. (2) En el segundo nos hacemos eco de algunas precisiones que de la escucha analítica pueden ayudarnos a esclarecer la escucha de las historias: de las historias y su relación con la otra escena, con lo implícito. (3) En el tercero, puntualizamos qué tipo de escucha requiere el específico traslado de los relatos de vida: de las historias y su valor para los sujetos y la comunidad en que se producen. 1. Que las historias de vida establecen y se dan en un circuito comunicativo es una obviedad a la vista de los puntos que hemos ido recorriendo en los capítulos anteriores. Pero esto no equivale a que, pese a que las historias se transmiten, su principal cometido, el principio que las prefigura, sea el de comunicar. Sobre todo si comunicar equivale a que hay un contenido estable que quien oficia de emisor transmite al receptor. Sujeto, mensaje, receptor aparecerían así como tres entidades enterizas, indudables, definitivamente estables. Nada que ver con la realidad de las historias concretas, en las que cada cual, tantea los modos de decir, y la manera de llegar a quien interesa. Nada que ver con esta realidad y sí mucho que ver, mucha dependencia del modelo informacional de la comunicación, que parece superado en los modelos académicos, pero se resiste a cejar en el entendimiento de la interacción biográfica. Como Saussure comenzó su legado, el propósito de su semiología, estructural, a partir del circuito de la comunicación, que es el circuito del 97

habla, pareciera que en ella se encierra el sentido del habla y de la narración. Este prejuicio, o estrechamiento del legado saussureano, fue desmontado por Barthes cuando cuestionó que del lenguaje interesa lo que se transmite y no qué relación tiene "eso" con quien emite y quien recibe. Lo cual muestra la vinculación entre relaciones horizontales (emotivapoética-conativa) y dimensiones verticales (código-mensaje). En efecto, el primer modo de escucha tiene que ver con las funciones sociales de las historias en la medida en que se entiende que están hechas para poner en comunicación a los sujetos de una colectividad, la que comparte dichas historias. Pero este sentido de la comunicación dista de poder ser reducida a la mera transmisión de información o de datos. Como venimos mostrando la historia oral comporta otras muchas dimensiones que no la de establecer circuitos de transmisión de noticias. Sería como si nos empeñásemos en afirmar que los anuncios, la publicidad, tienen como cometido transmitir información acerca de los productos o marcas que aparecen en ellos. Sin reconocer, como en realidad sucede, que los anuncios, como mensajes connotados que son, transmiten en realidad, relatos, estilos de vida, constelaciones de metamarcas e imágenes corporativas. La verdadera escucha de la historias comienza con el supuesto básico: que se habla porque alguien escucha. Pero esta escucha no es la construcción de un destinatario informacional, sino el despliegue de la función conativa: se habla para conmover, para pedir ayuda, para poner en orden el propio puzle o el propio laberinto. Esa anticipación del interlocutor que toda historia pone en marcha nos interesa sobremanera porque supone romper la evidencia del connecting people: de la generalización de la función que Jacobson llamó función fática. Según ella todo discurso tiene una función mínima, en cuanto a la transmisión de un contenido pero máxima en la vinculación de los 98

miembros de la interlocución. La función fática es el contacto sin más que el relato permite entre emisor y receptor. En la cultura del consumo, como prueban estudios recientes24, se produce el fenómeno de una generalización mecánica -y sintomática- de semejante función. En la investigación social, que detectó la función expresiva o la función conativa como esencial, y con ello la horizontalidad de las funciones, se da esa restricción del intercambio a la mera función de contacto. Así es en el plano espontáneo de las palabras de la tribu, mientras que la comunicativa se sigue manteniendo (que una historia comunique, que una vida "transmita" o conmueva) como cobertura ideológica de un vacío comunitario real. El comunicativismo como ideología sigue manteniendo la idea de que de las historias - como de todo discurso social - interesa sopesar "para qué sirven". Idea que resulta evidente en el circuito del consumo de las historias de vida y de las biografías (de personajes o de gente común). En realidad este plano deja oculto el plano de qué significan las historias, cómo se gestan, qué hay del sujeto y de la comunidad en ellas. Bajo la ideología comunicativista, bajo la consagración de la función fática, la atención al delicado proceso de significación no se ve. Y por ello, interesa rescatar la dimensión significativa: escuchar cómo se forman las historias. En términos de nuestros ejemplos de investigación: ¿cuál es el proceso de formación de historias cuyo "valor comunicativo" es aparentemente escaso? Si comenzamos con las más alejadas de la facilidad de transmisión o de comunicación, las historias de vida de las personas con discapacidad intelectual, nos muestran un difícil proceso de elaboración de una palabra propia y llena de sentido para la propia persona que quiere, ante todo, salir de la etiqueta del disminuido.

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-Además ya desde pequeña, antes de que me dijeran que me tenían que operar, cuando iba..., que fuimos un día ahí arriba a que me viera el oculista porque decían que no tenía nada en la cabeza, que era todo puro mimo mío, y me miraron por el ojo y fue cuando me vieron lo que tenía en la cabeza... Le dijo el oculista a mi madre: "Si puede hoy mejor, y si no puede hoy de mañana que no pase nada"... Porque le preguntó a mi madre que si tenía algún hermano más pequeño que yo, y dijo mi madre que sí, y estaba pues..., le sacaba yo cinco años, y le dijo: "Eso es puro mimo y puro consentimiento de ella. La tenéis muy consentida. Lo que tenéis que darla es jarabe de palo"... No. Al final mira lo que era, un quiste. Mi madre me llevó al oculista... No se lo había pedido nadie... Que me mareaba en clase... Me pasaba la mitad de la clase dormida, con un dolor de cabeza... Que tenía algo en la cabeza... Y es que lo que me hacían... Unas pruebas que me hacían al principio era el escáner, me hacían el TAC pero sin ponerme contraste... Bueno, si lo haces sin contraste da que no tienes nada... Ahora, hasta que me lo hicieron con el contraste, ya fue cuando lo vieron... Un quiste... tempoparietal izquierdo; porque el dolor lo tenía aquí, pero el mal estaba aquí... Porque lo que está en un lado repercute en el otro. Este fragmento ejemplifica el proceso de nombrar y poner nombre propio, en medio de los lenguajes arrogantes de la ciencia y de la ideología. Por hallar una significación a la propia historia tan llena de trabas. Lo mismo ocurre en este fragmento tan particular, tan frágil y tan íntimo que es difícil situarlo como un estándar o un prototipo de historia para comunicarlo. El viaje a Madrid conocí a la que ahora es mi mujer, ya que de repente el tren se paró por casualidad, la máquina tuvo una avería y aproveché la ocasión para hablar con ella. Porque tuvimos de bajarnos del tren y esperar otro tren que viniera. Llegamos a 100

Madrid y ella se fue a su casa. Y yo, como comprenderás, al cuartel ya que me tenía que presentar esta misma noche. Por lo tanto el primer día que llegué a Madrid no fue muy agradable, no. Pero no nos olvidamos de darnos la dirección y el teléfono, y así pudimos vernos continuamente. 2. Otro elemento que aparece en la escucha de las historias son las "noticias del otro lado", es decir, las resonancias de procesos que han sido reprimidos, enviados a la otra escena a la que llamamos, con la tradición psicoanalítica, lo inconsciente. Lo advertimos una vez más: aunque la escucha en la historia oral no tiene los rasgos de la escucha propiamente terapéutica o analítica, sigo pensando que hay rasgos que el psicoanálisis ha pensado y que iluminan las relaciones de escucha y transmisión "más allá de la sesión". La experiencia del psicoanálisis y su extrapolación meditada fuera del entorno terapéutico nos hace pensar de plano en dos dimensiones del todo relato de vida: quién escucha y el llamado lugar del otro. En efecto, si seguimos el proceso de constitución de la experiencia analítica éste se constituye como la experiencia de escucha por antono masia. Más allá de las intenciones del hablante, más allá de las formas premeditadas y preparadas "para comunicar", el análisis propone una escucha en la que la atención - flotante, no premeditada, no fija en un tramo de la historia o en otro - es el correlato de una manera de contar también impremeditada por parte de quien habla. A quien habla se le pide que hable "a tontas y a locas", que diga como el niño o el borracho - según expresión de un informante asturiano - "lo primero que tiene en el papu". La pretensión es, como sabemos, que puedan circular las señales distorsionadas de lo inconsciente (inaccesible de otro modo). Del psicoanálisis creo que la historia oral puede aprender no a analizar sino a detectar los procesos inconscientes. Los lapsus, actos fallidos, repeticiones, medio-decires que vienen de las escenas 101

reprimidas. La dimensión del otro del discurso se pone de manifiesto en el análisis y, principalmente, el valor de la transferencia, el a quién se habla, de quien se supone que sabe. En la historia oral no podemos recomendar del todo algo así, pero es cierto que la historia da de sí cuando el plan de contar más o menos preconcebido cede el paso a la palabra en flotación, en libertad. Sólo sin plan ni tiempo surge lo que de la historia de vida rompe lo trillado y comunicable. Sólo de ese modo se logran efectos de iluminación y de apropiación de una historia que, por lo demás, tiene tanto de sometido y ajeno. Como todas. Si recorremos algunos pasos de la experiencia analítica podemos sacar lección al final de ellos. El diccionario de psicoanálisis, destaca estos rasgos iniciales. En el plano clínico, es también el único que sitúa la transferencia como formando parte de esa misma universalidad, y que propone su análisis en el interior mismo de la cura, como prototipo de las relaciones de poder entre el terapeuta y el paciente y, más en general, entre maestro y discípulo. En este sentido, el psicoanálisis remite a la tradición socrática y platónica de la filosofía. Por ello ha aplicado el principio iniciático del análisis didáctico, exigiendo que quien quiera convertirse en psicoanalista se someta a su vez a una cura. En la historiografía oficial se ha dado una versión legendaria del nacimiento del psicoanálisis, atribuyendo su origen a dos mujeres: Bertha Pappenheim y Fanny Moser. A la primera, atendida por Josef Breuer, se le ha atribuido la invención de la cura por la palabra, y de la segunda, tratada por Freud, se ha dicho que hizo posible una clínica de la escucha al obligar al médico a renunciar a la observación directa y a mantenerse retirado, detrás del paciente. Esta leyenda, en la que se mezclan los nombres de los dos autores de los Estudios sobre la histeria, vehiculiza una 102

genealogía del psicoanálisis que no es extraña a los enunciados freudianos. Freud, en efecto, fue el iniciador de un cambio total de la mirada médica, un cambio consistente en tomar en cuenta en el discurso de la ciencia las teorías elaboradas por los propios enfermos sobre sus síntomas y su malestar. Con ese cambio, el psicoanálisis originó los grandes trabajos históricos del siglo XX sobre la locura y la sexualidad. Freud empleó por primera vez la palabra psicoanálisis en un artículo de 1896, redactado en francés y titulado "La herencia y la etiología de las neurosis": "Debo mis resultados al empleo de un nuevo método de psicoanálisis, el procedimiento de exploración de Josef Breuer, un poco sutil pero irreemplazable, a tal punto ha demostrado ser fértil para aclarar las vías oscuras de la ideación inconsciente". Ocho años más tarde - continúa el diccionario - en un texto destinado a una obra colectiva, proporcionó una excelente definición de su propio método, hablando por otra parte en tercera persona y refiriéndose siempre a Breuer: "El método catártico había ya renunciado a la sugestión y Freud dio un paso más, rechazando también la hipnosis. Trata por igual a sus enfermos de la manera siguiente: sin intentar influirlos de ningún modo, los hace tender cómodamente sobre un diván, mientras él, sustraída su mirada, se sienta detrás de ellos. No les pide que cierren los ojos y evita tocarlos o emplear cualquier otro procedimiento que pueda recordar la hipnosis. Este tipo de sesión se desarrolla a la manera de una entrevista entre dos personas en estado de vigilia, a una de las cuales se le ahorra cualquier esfuerzo muscular, cualquier impresión sensorial capaz de apartar su atención de su propia actividad psíquica". No sólo nos permite atender de una manera especial al valor de la palabra como la que organiza (canaliza y oculta, palabra llena, palabra vacía), sino que en un texto clásico - Fragmento de análisis de un caso de histeria (1912) 103

nos señala el peculiar modo de presencia de lo inconsciente en la pura forma de la palabra. Se trata del caso Dora y selecciono este trozo por su especial significatividad. Ninguna otra clase de "Sí" se escucha desde el inconsciente; un "no" inconsciente no existe en absoluto. Dora, pues, estaba enamorada de su padre, pero durante varios años no lo exteriorizó; más bien mantuvo en ese lapso la más cariñosa armonía con la mujer que la había desalojado (verdrüngen) del lugar que ocupaba junto a él, y aun favoreció su relación con éste, como sabemos por sus auto-reproches. Entonces, ese amor se había renovado en fecha reciente, y si esto fue así, tenemos derecho a preguntarnos con qué fin sucedió. Manifiestamente, como síntoma reactivo para sofocar alguna otra cosa que, por tanto, era todavía más poderosa en el inconsciente [...] El "No" que se escucha del paciente tras exponer por primera vez a su percepción consciente los pensamientos reprimidos no hace sino ratificar la represión y su carácter terminante; mide su intensidad, por así decir. Si uno no entiende ese "No" como la expresión de un juicio imparcial, del cual por cierto el enfermo es incapaz, sino que lo pasa por alto y prosigue el trabajo, enseguida se obtienen las primeras pruebas de que "No" en estos casos significa el deseado "Sí". Esa atención a la mera forma tiene una importancia decisiva en la actitud de escucha, que exige una atención "desorientada", es decir, el máximo de sensibilidad para con los fenómenos de distorsión, repetición, síntoma, consistencia... propios del sujeto de lo inconsciente. Es lo que anota claramente en sus Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico (1912). Desautoriza todo recurso auxiliar, aun el tomar apuntes, según luego veremos, y consiste meramente en no querer fijarse (merken) en nada en particular y en prestar a todo cuanto uno 104

escucha la misma "atención parejamente flotante", como ya una vez la he bautizado. De esta manera uno se ahorra un esfuerzo de atención que no podría sostener día tras día a lo largo de muchas horas, y evita un peligro que es inseparable de todo fijarse deliberado. Y es éste: tan pronto como uno tensa adrede su atención hasta cierto nivel, empieza también a escoger entre el material ofrecido; uno fija (finieren) un fragmento con particular relieve, elimina en cambio otro, y en esa selección obedece a sus propias expectativas o inclinaciones. Pero eso, justamente, es ilícito; si en la selección uno sigue sus expectativas, corre el riesgo de no hallar nunca más de lo que ya sabe; y si se entrega a sus inclinaciones, con toda seguridad falseará la percepción posible. No se debe olvidar que las más de las veces uno tiene que escuchar cosas cuyo significado sólo con posterioridad (nachtrüglich) discernirá. Como se ve con estas anotaciones mías, estoy, en apariencia, volviendo a los orígenes fundacionales de la metodología cualitativa, cuando se sugería que los grupos de discusión fuesen coordinados por un terapeuta de orientación analítica porque sabría escuchar mejor entre líneas... Lo que no quiero dejar de señalar es el carácter radical y valioso, como interlocutor de nuestro esfuerzo de escucha de historias de vida, de este mandato de no ir sabiendo demasiado, sino permitiendo que el relato mismo hable de lo que tiene que decir. Y nosotros a no poner barreras entre quien habla, el mensaje, y nuestra recepción genuina, no docta. Déjenme que concluya con otra anotación más que a mí personalmente me parece esclarecedora de lo que está en juego. Mientras uno toma apuntes o traza signos taquigráficos, forzosamente practica una dañina selección en el material, y así liga un fragmento de su propia actividad espiritual que hallaría mejor empleo en la interpretación de lo escuchado [...] Todas ellas 105

pretenden crear el correspondiente, para el médico, de la "regla analítica fundamental' instituida para el analizado. Así como éste debe comunicar todo cuanto atrape en su observación de sí atajando las objeciones lógicas y afectivas que querrían moverlo a seleccionar, de igual modo el médico debe ponerse en estado de valorizar para los fines de la interpretación, del discernimiento de lo inconsciente escondido, todo cuanto se le comunique, sin sustituir por una censura propia la selección que el enfermo resignó; dicho en una fórmula: debe volver hacia el inconsciente emisor del enfermo su propio inconsciente como órgano receptor, acomodarse al analizado como el auricular del teléfono se acomoda al micrófono. De la misma manera en que el receptor vuelve a mudar en ondas sonoras las oscilaciones eléctricas de la línea incitadas por ondas sonoras, lo inconsciente del médico se habilita para restablecer, desde los retoños a él comunicados de lo inconsciente, esto inconsciente mismo que ha determinado las ocurrencias del enfermo. Ahora bien, si el médico ha de estar en condiciones de servirse así de su inconsciente como instrumento del análisis, él mismo tiene que llenar en vasta medida una condición psicológica. No puede tolerar resistencias ningunas que aparten de su conciencia lo que su inconsciente ha discernido; de lo contrario, introduciría en el análisis un nuevo tipo de selección y desfiguración mucho más dañinas que las provocadas por una tensión de su atención consciente. Para ello no basta que sea un hombre más o menos normal; es lícito exigirle, más bien, que se haya sometido a una purificación psicoanalítica, y tomado noticia de sus propios complejos que pudieran perturbarlo para aprehender lo que el analizado le ofrece. No se puede dudar razonablemente del efecto descalificador de tales fallas propias; es que cualquier represión no solucionada en el médico corresponde, según una certera expresión de W.Stekel (191 la: 532), a un "punto ciego" en su percepción analítica. Como Fraser indica en el texto ya citado - La formación de un 106

entrevistador - cuando escucha a alguien contar su vida, sea el testimonio de los supervivientes de la Guerra Civil o la historia de vida de un "topo", un alcalde republicano que se encierra nada más acabar la Guerra Civil, detecta algo especial: lo que entrelíneas se muestra, cuando escucha como los psicoanalistas dicen con "atención flotante", es la presencia de los fenómenos no conscientes. Él no tiene como tarea analizarlos - ni nosotros - pero dice algo que me resulta muy ilustrativo: no puede menos que detectarlos. 3. La escucha en la biografía tiene un modo específico, porque no permanece en los procesos comunicativos sociales, ni tampoco en la urdimbre que el discurso social proporciona a la fabricación del sentido de las historias. La escucha biográfica se atiene a lo peculiar, a lo, en primera instancia, no generalizable. Recoge, pues, lo más pertinente tras la crítica a la ideología comunicativista y progresa respecto de la especificidad analítica de la escucha de las formaciones de lo inconsciente. Ambos polos tiene en cuenta pero inventa un terreno propio, constituido especialmente por tres procesos concretos. Me refiero a (a) la elección del destinatario o interlocutor (proceso de transferencia, o de acuerdo narrativo), (b) el proceso de evaluación moral de los relatos (el balance de la vida vivida), (c) la articulación de lo propio y lo común de los relatos biográficos (la dimensión política de la historia oral). a)El proceso de elección del destinatario (El-R1) representa una de las dimensiones más interesantes de la escucha. Porque, en su núcleo, supone rastrear el proceso de confiar en alguien, comenzar el tanteo de la narración y la escucha y la progresiva alianza, sin fusión, que se da entre quien habla y quien escucha. Tiene que ver con un procedimiento lento y cuidadoso en el que quien habla tiene delante a alguien, cuyos intereses claros ha podido someter a criba, y cuya escucha puede parecerle conveniente. Más allá de este itinerario se da otro más fuerte, por así decir. Se 107

trata de que quien recuerda su historia para irla contando ante alguien, para con él o ella, descubre que ese interlocutor, con su cara concreta, con su silencio atento, o, por decirlo claro, con su despiste inicial y su aparente capacidad de aprender, esa persona a quien se destina el relato en primer término se convierte en imprescindible. Y en un facilitador eficaz de la rememoración. Por encima de continuar el hilo de la historia (en realidad construirlo) lo que se da es un verdadero proceso de transferencia, en la medida en que hablar para alguien se convierte en destinar a él o ella lo que no se sabe decir, aún, o ni siquiera. Entre una sesión y otra, como sabemos por experiencia, quien habla ha hecho un enorme trabajo interior. O, por decirlo con más claridad, da testimonio de un trabajo que en él o ella se opera. Como el trabajo del sueño, incluyendo el trabajo del sueño, la rememoración que lleva a tomar un cuaderno y apuntar cosas "para que no se olviden, para luego", obra más allá de la intención del hablante. Lo que será bueno es aprovechar las notas de ese recuerdo para ir más allá de ellas: para encontrar el acento o el decir especial, nuevo, que puede surgir con ese motivo, lo que implica la recuperación del sentido, del valor moral del relato que se logra, si se logra, a posteriori. b)El proceso de evaluación moral de los relatos, del relatar equivale en términos clásicos al balance de la vida (cuatro posiciones al menos). Como ya hemos visto no hay transmisión sin posición personal, sin evaluación continua de lo que se narra. En la terminología que exponemos en La historia oral: métodos y experiencias, aportada por Hasskins, quien habla de su pasado, tiene una axiología que se estructura en torno a estas cuatro figuras.

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Figura 2.4. Valoración respectiva del pasado y el presente en los relatos. Es decir, la valoración correlativa de pasado y presente. Hay relatos de la primera figura, valoración positiva de un presente logrado porque la valoración del pasado es congruentemente alta. La segunda representa la posición deprimida o nostálgica según la cual nada de lo que se vive puede equipararse al pasado inmejorable. La tercera es la de quien se ha construido a sí mismo con esfuerzo y ha sido capaz de enderezar condiciones adversas que, muchas veces, se viven como fatalidades. La cuarta es la congruencia en la postración: cómo va a haber algo bueno en mi vida actual, dice el sujeto, si vengo de un pasado deprimente... Más allá de estas figuras, con lo que nos topamos en la historia oral es la consideración de la historia como proceso (esquema de los tiempos del capítulo 2) que no es lineal y que está formado por diferentes lógicas, más propiamente, por diferentes códigos éticos que pugnan entre sí. De esa procesualidad compleja queda la idea del paso del tiempo como "juez" del hacer y de lo hecho. Seguramente uno de los postulados morales más apropiados que aporta el psicoanálisis a la tradición de la ética: "no cejar en cuanto al deseo" (Seminario sobre Ética del psicoanálisis) implica, no dejar de 109

analizarlo, de tenerlo en cuenta, de no silenciarlo. Éste es el valor que tiene la Ética del psicoanálisis: si uno mira la vida en su conjunto, lo que entiende como bueno o malo, como logro o fracaso es haberse engañado a sí mismo. c)La articulación de lo propio y lo común en los relatos de vida tiene una gran importancia en la interpretación de la escucha y en su ejercicio. Implica la dimensión política de las historias. Voy a poner un ejemplo de nuestro entorno que puede aclarar este punto. Se trata de una pintada que había hasta hace unos ocho años en la facultad en la que trabajo. La pintada decía: -Carlos, hermano, nosotros no olvidamos. Este documento y testimonio hacía referencia a un estudiante, Carlos González, que fue asesinado por un grupo fascista, en los albores de la transición española, en una céntrica calle de Madrid. Resulta que cada vez que yo pasaba delante de esta pintada recordaba episodios comunes: Carlos había sido alumno mío, y recordarlo era recordar su vitalidad e inteligencia, pero al tiempo la tensa y difícil "llegada" de la democracia, la construcción más lenta de la misma, la generosidad de los y las estudiantes de la Universidad. Pero también venían los recuerdos personales. Especialmente uno tan vívido como fugaz. Una noche en que acababa de llegar de viaje en tren, me encontraba haciendo la cola para los taxis, cuando Carlos González y una compañera suya que venían también de viaje, me pidieron que los "colará' para no tener que ir al final de una hilera enorme y lenta de personas que esperaban taxi. Sentí mucho su muerte, me parece uno de los hechos más negros y mas injustos de la larga mano de la dictadura. Sentí también que, hace unos ocho años, la pintada desapareció con motivo de una limpieza de las fachadas de ladrillo de la facultad. Me parecía que yo debía hacer 110

algo para mantener ese "Carlos, hermano, nosotros no olvidamos". Hace unos días, en un acto académico que tenía que ver con un trabajo de historia oral en el que estoy ocupado en la actualidad, el rector de la Complutense, lo nombró, recordando precisamente otra pintada que había en la facultad de Económicas. Me pareció que esa evocación, esa misma, sin mayor elaboración, tejía bien las redes que unen lo propio y lo común: las historias que van de individuo a communitas. La producción discursiva Una vez planteados los recursos y las dimensiones de la escucha, propongo ahora reflexionar sobre el proceso de producción de las historias. Cómo surgen, qué dimensiones tienen, cómo tratarlas según, precisamente esas dimensiones. En las historias de migración, por ejemplo, hay relatos enteros, o fragmentos amplios de las historias, que nos hablan de los pasos que fueron dando los protagonistas. Del sistema de vinculaciones. De las formas de adaptación, promoción, ascenso, o bien de los fracasos, los retornos más o menos vergonzosos: no todos los indianos, los emigrantes del norte de España a América regresaron "ricos y poderosos"25. Pero hay también numerosos fragmentos donde el motivo y el estilo tiene que ver con la escenificación de la intimidad: cómo se sentía quien llegó a Madrid, a la vista de las calles, del tráfico, de la luz eléctrica... Cómo se sentía quien pudo poner una tienda que mejoraba el sueño de sus padres. Cómo se veía a sí mismo quien, desde una situación etiquetada como "discapacidad intelectual" va siendo consciente del paso del tiempo, de una cierta soledad, aun en medio de las condiciones institucionales de acogida. A veces los sentimientos, las sensaciones son el motivo del relato, el tema de la historia.

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Por eso proponemos un modo de entender las historias de vida y, en general, la historia oral, atendiendo a su forma de producción, a las dimensiones que subraya. Este modelo fue compuesto hace algunos años y aparece el trabajo teórico que realizamos Cristina Santamarina y yo con el título "Historias de vida e historia oral'. Ahora lo retomo para ampliar sus categorías y para dar peso específico a cada una de ellas.

Figura 2.5. Análisis del discurso en la historia oral: producción e interpretación. Comencemos por el proceso de producción de las historias que, como ya se ha indicado, tiene que ver con la disposición de escucha. Naturalmente, los objetivos del trabajo marcan esta actitud, en el sentido de inclinar más o menos hacia una forma u otra la escucha y la espera de la producción del relato. Diremos después algunas palabras del que aquí llamo proceso de 112

interpretación que, como puede verse, es un segundo momento de escucha. La producción de las historias, su generación, desde quien habla, no tiene una inclinación especial de por sí. Quien habla de su historia cuenta con todos los detalles que le vienen, con toda la precisión de que es capaz lo sucedido. Hay, empero, dos categorías - dos dimensiones: en el centro del cuadro que sirven de grandes selectores de las formas narrativas. Son dos categorías que vienen de la sociología funcionalista y que, en medio de diversos avatares, han llegado a formar cuerpo con perspectivas críticas (Habermas, Lorenzer) o con modelos más proclives al interaccionismo. Me refiero al par socioestructurallsociosimbólico. El plano socioestructural es el que hace que de las historias se subrayen -y que la producción de las mismas se oriente hacia - los elementos de la organización, los componentes institucionales. Lo hacemos sinónimo de las posiciones que ocupan los sujetos del relato. En nuestros ejemplos puede verse con claridad: los pasajes en que los pastores trashumantes hablan de las jerarquías de pastores, de los modos de pago y reparto de ganancias; en el ejemplo del pequeño comercio, los detalles topológicos, organizativos, de volumen de ventas, de selección de clientela, etc. La dimensión o plano sociosimbólico hace referencia a los modos de representación, simbolización, formas de lo imaginario compartido. Las motivaciones narradas, lo que constituye un aliciente o una barrera es motivo de una forma de relato especial y diferenciable de plano estructural. Lo hacemos equivalente de las representaciones con las que se explica y legitima lo que se hace. Si establecemos esta diferencia es porque puede resultar de utilidad a la 113

hora de formular nuestros propios objetivos y conducir las sesiones de escucha y aun la interpretación de manera clara. No tanto porque creamos que tal división sea nítida en la práctica. De hecho, los primeros ejemplos en los que esta división aparece (Bertaux y Wiame, Estudio sobre los panaderos en Francia) nos muestran la labilidad de ambas categorías. Como puede verse en los textos, ambos investigadores, empeñados en comprender la organización del gremio de panaderos (perspectiva estructural o posicional) llegan a un callejón sin salida en el que no entienden las razones de tal sistema de tareas (por género, con fuerte peso del lugar de origen), hasta que caen en la cuenta y cambian de registro (perspectiva simbólica o de las representaciones) y se dedican a preguntar y a escuchar las razones tradicionales por las que un panadero cuando se instala por su cuenta ha de ir al pueblo de origen a buscar mujer... Con esta indicación, podemos ver ahora las diferencias en las formas de producción que clasificamos según se acercan a una u otra de las dimensiones: Positivista: abstracción-enunciación. Interaccionista: abstracción-enunciado. Dialéctica: historia en sistema. Hay procesos narrativos en los que, por los intereses de la misma investigación no nos detenemos en otra cosa que en la información que nos transmiten los enunciados, en las circunstancias que rodean los acontecimientos, entendidos estos como fuente de datos. Hablamos entonces de una perspectiva más bien "positivista", puesto que retenemos los hechos y no tanto sus motivaciones o su modo de representarlos. Fraser descree, en cierto modo, de esta perspectiva pues, aun yendo a establecer lo que vivieron los supervivientes de la Guerra Civil española, se topa con la mostrenca inseparabilidad de hechos y significación: hay acontecimientos que llegan a ser distorsionados, desde el punto historiográfico, pero que si no es por esa distorsión y la pregunta que nos formula, no 114

entenderíamos el verdadero sentido. Digamos, en síntesis, que la perspectiva que privilegia "positivistamente" los hechos, lo verdaderamente sucedido nos resulta útil en la exploración de instituciones o prácticas que no conocemos o que no conocemos bien. A sabiendas de que nunca hay hechos "mondos y lirondos". En el otro extremo hablamos de una perspectiva más bien "interaccionista", a la vez que indicamos que en ella no reparamos tan directamente en los hechos, en lo enunciado, sino que nos interesa ver cómo se representan, simbolizan, comparten en el discurso los sentidos atribuidos a los acontecimientos. Los trabajos sobre los pescadores de Torrox (Pedro Pascual) o sobre los jornaleros de Bujalance (Vitoriano Camas) o sobre las personas con discapacidad (Matilde Fernández-Cid) han desembocado en un momento u otro en la necesidad de rescatar específicamente -y, por tanto, de suscitar la producción de relatos en la dirección de la interacción, de los procesos de simbolización, en los mitos que avalan la práctica. Junto a la división del trabajo en el mar, interesa mucho cómo se negocia la manera de nombrar y representar - porque no es única - los espacios, el mar, las distancias, faenar en una zona u otra... Junto a la forma peculiar de trabajar la oliva está la gran justificación ética que llaman "trabajar a buen común". Junto a las formas de trabajo en las que las personas discapacitadas se emplean con intensidad y dedicación está la reivindicación de una autonomía posible, respecto de la cual lo que hacen no es una mera "ocupación" sino que se pide que sea un "medio de vida". Con una cierta intención situamos la perspectiva que llamamos "dialéctica" como en el fiel de la balanza. Como queriendo decir que cabe una posición no equidistante, ni neutral, sino que recoja y 115

supere ambas perspectivas. Ésta supone que en la escucha del proceso de darse las historias guiamos la entrevista, o sea, formulamos nuestras indicaciones esperando que las historias concretas, el modo de darse en lenguaje concreto sin perder de vista su implantación, su anclaje en un sistema social de relaciones y de sentido. Las historias de los que llegan a Madrid, las historias que narran sus pasos en la guerra, la historia oral de trabajo que subyace a las entrevistas sobre el pequeño comercio llevan de por sí a espacios de relato en que cabe esta mirada dialéctica. En ellos, la vida concreta, sin vaciarse de contenidos específicos, de lo peculiar insoslayable, nombra el contexto, los hechos generales con los que está tejida la "pequeña historia" de cada cual. Concluyamos diciendo que estas tres modalidades son formas de producción discursiva, que surgen espontáneamente según el interés que el discurso tiene para quien narra. Pero también - no podría ser de otro modo según lo dicho en el capítulo anterior - ese interés no es solipsista: tiene que ver con la transferencia respecto de quien escucha, tiene que ver con la mediación del discurso del otro, con la mirada ajena que se hace propicia para narrar en una dirección más bien que en otra. Este triple modo de producción tiene su correlato en el triple modo de interpretación que prefigura y que es, como ya se ha dicho, un segundo momento específico de escucha. Ésta, más allá de sus procesos concretos en los que se regula y se actúa esto que venimos llamando "transferencia" (y, si afinamos, podemos hablar de "contratransferencia" porque hay cosas que oímos y otras que "misteriosamente" no...) pasa por avatares en que quien escucha, como no va armado inflexiblemente de un cuestionario, tiene una tarea de apertura. Quien 116

escucha suele proceder de tal modo que, mediante sus réplicas cognitivas (ampliar, explicitar lo que se dice) o afectivas o simpáticas (acompañar el decir con sus dificultades, parones, aceleraciones) logre que lo implícito se despliegue, que lo guardado salga a la luz, que lo dicho a medias se diga lo mejor posible. Durante la realización de las entrevistas solemos decir que uno deja en suspenso la interpretación. Pues al fin y al cabo interpretar es detener el sentido. Es proponer (prestar) un sentido entre (inter) los fragmentos que se dan en el circuito que ambos, oyente y hablante, han ido trenzando cuidadosamente. Esto se dice como consigna mayor, y resulta de la mayor importancia aplazar, suspender el momento de cierre interpretativo, porque si éste se da de manera abrupta (si uno dice demasiado pronto: "ajá, ya te tengo") puede que no se capte el sentido que se está elaborando con tiempo y esfuerzo que no son los de la escucha. Llamo la atención sobre este punto porque en la práctica de las entrevistas de historia oral, o en las historias de vida, suele haber una disonancia fuerte al principio, hasta que uno cae del guindo - entre lo que va diciendo quien habla y la prisa que uno tiene como oyente por ir atando cabos. Quien habla se mueve como en un circo de tres pistas: tiene que conjugar los tiempos de la producción y su lógica, los espacios instantáneos regidos por la ética del consumo, y tiene que gobernar o hacerse eco de los signos que vienen del otro lado, de la otra escena. Así que quien escucha no puede descerrajarle una interpretación del tipo "sí, sí; a ti lo que te pasa es que..." o "tú lo que tenías que haber hecho era...". Es una evidencia, un descubrimiento importante, ir viendo cómo quien habla elabora lo que dice. Con su tiempo propio, que no es el nuestro. Es central en el proceso de escucha y de interpretación. Lo digo en numerosas ocasiones: investigamos no para verificar sino para descubrir. Por eso la apertura a los ritmos y tiempos de quien habla. 117

Esto nos lleva a matizar las diferencias entre las tres modalidades de la interpretación: estructural (documento), hermenéutica (texto), escénica (conflicto). La interpretación estructural tiene como objetivo producir un modelo que dé cuenta del valor documental de lo narrado. De entre lo dicho hay un subrayado de lo que es constatable, de lo que prueba una hipótesis previa, de lo que se equipara a las formas de la historiografía. Solemos decir un tanto polémicamente, en nuestros intercambios con los historiadores, que éstos piensan que hasta que ellos intervienen no hay propiamente historia: lo que llamamos historia oral o de vida son para ellos "fuentes orales", pero la elaboración de una interpretación, correcta o menos, es cosa de la ciencia histórica. Sin negar el fondo de este aserto solemos señalar que los protagonistas no esperan a que llegue el historiador para elaborar un sentido de los acontecimientos vividos con el que orientarse en la vida. Pero la oposición puede ser ficticia: el tipo de interpretación estructural tiene que ver con el uso documental de los relatos. Hágala el particular o el académico, establecer los datos con los que leer un acontecimiento resulta un paso indispensable. Con tal de que no se piense que ahí se agota el sentido. La interpretación hermenéutica trata de ir al plano sujetivo (que no individual) de la construcción del sentido. Si hablamos de hermenéutica es para dar a entender que ese sentido no preexiste al proceso interpretativo, que éste se produce en la interacción, que es el resultado de una "negociación" entre hipótesis de lectura. Interesa menos el fijar los datos que asistir al proceso de construcción de sentidos. 118

Si empleo la palabra "texto", es en el mismo sentido que introdujimos al presentar las bases de la investigación cualitativa. Llamábamos texto a la estructura que subyace a los diferentes discursos. Y en ese sentido lo retomamos aquí: Del relato nos interesan más sus hechuras, sus límites, qué nombra y qué no, cuál es su circuito... que el cúmulo de acontecimientos que "vehicula". La interpretación escénica, la compresión escénica - que desplegaremos en el capítulo siguiente - pretende nada menos que incorporar el conflicto. Es decir, reconocer en cada relato concreto que la elaboración no es transcripción lineal de los dictados de una supuesta mente que pacíficamente recuerda y narra. Además de la guerras públicas, de la escena política, están las guerras intestinas, las contradicciones que quien habla no puede soslayar cuando habla. Porque puede suceder, cuando así pretenda proceder, que el propio discurso (léase: el propio inconsciente) actúe en su contra. Y que cuando diga "no, si no voy a hablar de esto", "no, si no fue por esta razón" que lo que diga a partir de ahí desmienta sistemáticamente o trabe seriamente (eso hace lo inconsciente, sale a flote disfrazado y traba el recto decir) lo que se pretenda ir diciendo. Si no hay inconveniente, nos podemos asomar, para concluir este punto a un par de reflexiones psicoanalíticas sobre la interpretación. Teniendo en cuenta que las tomamos aquí como sugerencias para pensar y no como recetas para trasplantar. Leer no cuesta, pero no nos exime de construir modelos lo más ajustados a lo nuestro. Como se verá en el intento del próximo capítulo. Vayamos ahora con los textos. Al hablar de la interpretación, Lacan en el Seminario XI, Los cuatro 119

conceptos fundamentales del psicoanálisis, advierte sobre el tiempo específico de la interpretación. Habla de un tiempo lógico (que no es el histórico ni el biográfico) en el que se dispone la interpretación. El tiempo lógico está constituido por tres tiempos. Primero el instante de ver, que no deja de ser misterioso, pero que se define bastante bien en esa experiencia psicológica de la operación intelectual que es el insight. Luego el tiempo para comprender, en fin, el momento de concluir, esto no es más que un simple repaso. Para discernir qué es el tiempo lógico, hay que partir de lo siguiente: la batería significante está dada desde el comienzo. Sobre esta base hay que introducir dos términos, requeridos, como veremos, por la función de la repetición: Willkür, la arbitrariedad, y Zufall, el azar, así Freud examina qué consecuencias tiene para la interpretación de los sueños el azar de la transcripción y la arbitrariedad de las conexiones, ¿por qué relacionar esto con aquello, en vez de con cualquier otra cosa? Indiscutiblemente, Freud nos lleva al corazón de las cosas de la pregunta que plantea el desarrollo moderno de la ciencias, en tanto demuestran lo que podemos fundar en el azar. En efecto, no puede fundarse nada en el azar - cálculo de probabilidades, estrategias - que no entrañe una estructuración previa y limitada de la situación en términos de significantes. Cuando la teoría moderna de los juegos elabora la estrategia de dos contrincantes, ambos se enfrentarán con las posibilidades de ganar si cada uno tiene la posibilidad de razonar como el contrario. ¿Qué da su validez a una operación de esta índole? Pues sencillamente que el mapa ya está trazado, en él están inscriptos los puntos de referencias significantes, y la solución no podrá nunca rebasarlos. Pues bien, en lo tocante al inconsciente, Freud reduce todo lo que llega a sus oídos a la función de puros significantes, a partir de 120

esta reducción se da la operación, y así puede aparecer, dice Freud, un momento de concluir, un momento en que él siente que tiene el coraje de juzgar y de concluir. Esto forma parte de lo que llamé su testimonio ético. La experiencia le demuestra luego que, en relación al sujeto, se topa con límites: la no convicción, la resistencia, la no curación. La rememoración entraña siempre un límite. Y es indudable que podía obtenerse una rememoración más completa por otras vías que las del análisis, pero son las inoperantes en cuanto a la curación. Debemos distinguir aquí el alcance de estas dos direcciones, la rememoración y la repetición. Entre ambas no hay ni orientación temporal ni reversibilidad. No son conmutativas, sencillamente. No es lo mismo comenzar por la rememoración y vérselas con las resistencias de la repetición, y comenzar por la repetición para obtener un esbozo de rememoración. Esto nos indica que la función-tiempo es aquí de orden lógico, y está ligada a una instauración significante de lo real. En efecto, la no-conmutatividad es una categoría que pertenece sólo al registro del significante. Percibimos aquí dónde aparece el orden del inconsciente. ¿A qué lo refiere Freud? ¿Qué responde de él? Freud lo logra resolver, en un segundo tiempo, elaborando la función de la repetición. Veremos más adelante cómo podemos nosotros formularla, remitiéndonos a la Física de Aristóteles. En el llamado Seminario O, El mito individual del neurótico indica el lugar que tiene en la interpretación la construcción, la movilización de una palabra antigua para dar salida a la palabra nueva, es decir, verdadera. Se trata de algo que intentaremos expresar en una fórmula 121

esencial que muestra cómo en el seno de la experiencia analítica se encuentra algo que hablando con propiedad, se denomina, mito. El mito es precisamente lo que puede ser definido como otorgando una fórmula discursiva a esa cosa que no puede transmitirse al definir a la verdad, ya que la definición de la verdad sólo se apoya sobre sí misma, y la palabra progresa por sí misma, y es en el dominio de la verdad, donde ella se constituye. No puede ser apresada ni apresar ese movimiento de acceso a la verdad como una verdad objetiva, sólo puede expresarla en forma mítica, y es exactamente en ese sentido que se puede decir que, hasta cierto punto, aquello en lo que se concretiza la palabra intersubjetiva fundamental, tal como se manifiesta en la doctrina analítica, el complejo de Edipo, retiene en el interior mismo de la teoría analítica un valor de mito. Así se puede entender más claramente el valor heurístico del puente que narra el escritor Llamazares. Que interpretar es hacerse con el mito que traduce lo que ha ocurrido. Sin olvidar que el mito cierra y el relato (la propuesta de interpretación que ofrecemos a quien habla, sometiéndola a su rectificación) como no es definitivo ni culpabilizador, puede abrir, compartir, ganar en saber y en moralización. Esa misma es la idea de la palabra vieja que moviliza las nuevas, que aparecía en el capítulo anterior. En el Seminario II, El yo en la teoría de Freud (16 de febrero de 1955) desliza una idea que me parece interesante para esclarecer: cómo interpretamos el conjunto de una historia y nos quedamos con lo que deja pasar que es una "cierta palabra", como del sueño nos quedamos no con las imágenes sino con su versión en palabra. Comentamos a Freud, e intentamos aprehender la función del sueño en tanto inconsciente. Una de las dimensiones del deseo del sueño es hacer pasar una cierta palabra. A Freud siempre le basta con poner esto en evidencia para ratificar el hecho de que su teoría 122

se confirma. No le hace falta llegar hasta el recuerdo infantil ni pensar en la regresión. ¿Por qué le es necesaria a Freud la teoría de la regresión? El paso siguiente lo demostrará. Por ahora concluimos que Freud sólo queda satisfecho, sólo reencuentra su camino y estima habernos demostrado lo que nos quería demostrar, cuando puede mostrarnos que el deseo principal de un sueño era hacer pasar un mensaje. [...] El hombre está siempre en posición de no comprender nunca por completo la ley, porque ningún hombre puede dominar en su conjunto la ley del discurso. Nos queda, pues, la idea de que el discurso no se da a conocer en su pleno sentido. Como vimos, es medio-decir - desde el punto de vista de transmitir la verdad del sujeto - y esa idea de límite, el contar con este borde o límite del decir nos puede ilustrar en la escucha y en la interpretación de los relatos de vida. Lo bueno es que la historia "deja pasar una cierta frase". Ese jeroglífico es el que nos interesa en la interpretación. Para concluir, afinemos un poco más los tiempos de la interpretación leyendo y extrapolando, sin exceso, este fragmento de Lacan (Seminario XII, Problemas cruciales para el psicoanálisis [1964-1965]). El instante de ver es siempre un cuadro. Afirmo contentarme con un estadio constructivo, una marcha de nuestro progreso, en suma de este manejo, de lo que hay de propiamente espacial en nuestra experiencia del sujeto, y si ustedes quieren de la res extensa, tal cual ella puede traducirse para nosotros. Entiendo, en la medida en que estamos forzados a hacer su purificación, su extracción por vías diferentes a las de Descartes, no ya a tomar este pedazo de cera, tomado de tal modo en lo maleable, informe y accesible a la reducción de todas sus cualidades, pero de lo cual puede ocurrírsenos la duda, si estamos menos seguros que aquél de la ausencia de trama común entre res cogitans y res extensa, si 123

pensamos que la res cogitans nos libra un resto dividido dispuesto bajo el golpe de los efectos del lenguaje, si ya en esta esquizia, esta división, no estamos llamados a hacer intervenir un esquema que no es de ningún modo extendido, pero que es pariente de ello. Hablando propiamente: el esquema topológico, por el contrario, es algo que nuestra experiencia nos ordena introducir y justamente en la medida en que ella anuda para nosotros, estrechamente, al fundamento del sujeto, el lugar que le es propio. Si, en efecto, en la relación al lenguaje que él determina, su estructura es el lugar del Otro, el campo del Otro quien va a comandar esta estructura ese campo del Otro, que enuncio aquí como el incentivo de lo que ofreceré este año - ese campo del Otro se inscribe en coordenadas cartesianas, en un espacio de tres dimensiones, no ya de espacio, sino de tiempo. Pues en la experiencia creadora del sujeto en el lugar del Otro, tenemos que tener en cuenta, verdaderamente, un tiempo que no puede, de ningún modo, resumirse en el indicativo; en la estética trascendental de elementos recibidos, tentativa de describir el conjunto del mundo en términos de acontecimientos. Estas tres dimensiones en lo que su lugar - en un artículo que espero será puesto al alcance de los que quieran leerlo: "El tiempo lógico o la función de certeza anticipada" - viene a ligar su instancia, a aquello de lo cual se trata en ese punto privilegiado de la identificación. En toda identificación, hay lo que yo llamo "el instante de ver", "el tiempo para comprender" y "el momento de concluir". Reencontramos allí, lejos de ser idénticas, las tres dimensiones del tiempo. El instante de ver no es quizá más que un instante. No es de ningún modo, sin embargo, enteramente identificable a lo que he llamado el fundamento estructural de la superficie del cuadro. Es otra cosa en eso que hay de inaugural. Se inserta en esta dimensión que el lenguaje instaura como sincronía, que no es de ningún 124

modo confundible con la simultaneidad. La diacronía es el segundo tiempo donde se inscribe el tiempo para comprender que no es función psicológica, pero que si la estructura del sujeto representa esa curva, esa aparente solidez, ese carácter irreductible que tiene una forma, como la de la botella de Klein. El término comprender, está, por nosotros, en aprehender por el gesto que se llama aprehensión, que permanece irreductible a esta forma de la superficie que las manos pueden tomar, y que es la forma de aprehensión más adecuada. No es suficiente creer que ella está allí, groseramente imaginaria, reductible o tangible, seguramente, no. Pues si es allí que puede llevarse la noción de Begriff, de concepto, que yo deba contentarme con ello para tal aspecto de la experiencia, verán que es un modo de abordaje infinitamente más sutil que el de la oposición de los términos: extensión-comprensión. El tercer tiempo, o la tercera dimensión del tiempo en la cual conviene que veamos lo que tenemos que localizar, a dar las coordenadas de nuestra experiencia, lo que llamo el momento de concluir, que es el tiempo lógico que signa expresamente, que se encarna, en el modo de entrada en su existencia de aquello que se propone a todo hombre, alrededor de ese término ambiguo, en tanto que no está en absoluto agotado el sentido y que más que enuncia, vive ese sentido vacilante: "Yo soy un hombre". Más aún al nivel de la experiencia analítica, hasta en esta identificación, la vista a partir del semejante, la experiencia que se lleva por los caminos contorneados sobre ellos mismos, los ciclos que cumple en proseguirse alrededor de esta forma teórica, de la cual la botella de Klein es una forma privilegiada.

3. La comprensión escénica

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El propósito de este capítulo es reflexionar sobre algunos aspectos comunes de la experiencia del análisis y de la investigación social que realizamos mediante las historias de vida o la historia oral. El inicio de esta problemática tiene numerosos antecedentes, unos más cercanos a lo biográfico que otros, y pretende, en lo que a mí se me alcanza, contribuir a la reflexión sobre la potencia de los préstamos entre campos de saberes que tienen en común, para empezar, el que no eliminan la referencia al sujeto y sus avatares. En efecto, estas concretas reflexiones sobre métodos y procedimientos pudieron bien comenzar cuando - a principios de los años ochentaalguien me formulaba la siguiente pregunta: en el grupo terapéutico, quien coordina, terapeuta, ejerce un tipo de escucha que va de lo patente a lo latente, que trata de establecer tanto los juegos de poder como de identificación, que trata de construir un ecro (esquema conceptual referencial operativo) o esquema perceptivo del alma del grupo concreto, si se me permite recurrir a esa imagen. Eso hacemos nosotros, vosotros, en la investigación social, cuando hacéis grupos de discusión para captar el discurso social del grupo ¿qué es lo que escucháis? Ésta es la pregunta, repetida luego en varias ocasiones, reflexionada en algunos artículos que hemos compartido (sobre el discurso social del grupo 1 y II). Pero la perplejidad o la desazón que me produjo me remontaba, si se trata de no ocultar lo biográfico, a otra escena sucedida en tiempos de la carrera. Participábamos en un seminario sobre filosofía de la ciencia con estudiantes de Físicas y, después de una intervención mía en la que intentaba explicar nada menos que la ciencia es un lenguaje (todo a base de denotación, connotación, metalenguajes, etc.) un compañero físico, supongo que abrumado por lo que para él era una nueva jerga, me sometió a esta prueba: -Mira, Miguel - me dijo-, yo soy físico, y si tiro una piedra por esa ventana sé lo que va a ocurrir, que en virtud de la ley de la gravedad, caerá con una aceleración continua de 9,8 m por segundo. Tú, como filósofo, coges la piedra, la tiras y ¿qué 126

ocurre? La perplejidad por la pregunta me dura todavía ahora, que hace ya años que alterno las tareas de la filosofía y me doy, con irregular éxito a estudiar la sociedad, sus variantes últimas en la cultura del consumo, y a intentar tender puentes o pasadizos entre diferentes versiones del sujeto. Ahora, tras el recorrido por las dimensiones de la palabra y su producción, quisiera centrarme en un problema concreto que es la proximidad metodológica entre la escucha de relatos en la historia oral y aludir, con toda la cautela posible, a la escucha del relato en el contexto del psicoanálisis. Siento que, en este campo, siempre estoy con los deberes medio hechos en el sentido en que no pretendo presentar un modelo cerrado y rotundo, por la sencilla razón de que no tengo las cosas tan claras. La cosa parte de algunas lecturas y reflexiones de hace años que poco a poco, al hilo de algunos trabajos de historia oral y de la elaboración teórica que de ellos fue surgiendo, cristalizó en este rótulo de la comprensión escénica, que a continuación explicaré, para mostrar osadamente cómo, una vez más, se puede descubrir el Mediterráneo y encima tener la osadía de venir a explicárselo a navegantes de largo cabotaje. Yo cojo la piedra y qué pasa... es decir: cómo puedo formular el problema concreto. La intuición parte de una línea de investigación de tipo cualitativo o estructural - al decir de jesús Ibáñez - que trata los discursos sociales como no separables de los sujetos que los portan y enuncian y en ellos desarrollan sus identificaciones. En una de las maneras de trabajar en la práctica cualitativa que es la historia oral, o las historias de vida - en las que se trata de suscitar un relato de un sujeto en el que se va elaborando el sentido de un fragmento o una práctica social concreta (la crianza, el trabajo, la relación con los objetos del consumo, etc.) o la totalidad de la vida, nos encontramos con la experiencia de que en el intercambio, en el proceso de comunicación desigual que allí surge - pues el que lleva la voz cantante es el llamado 127

informante o entrevistado y el llamado entrevistador es el que escucha aparecen distintas posiciones de quien habla y de quien escucha. Como hemos visto, hay distintos sujetos que enuncian (quien está hablando como es ahora, pero también su recuperación del sujeto que era a tal edad, etc.) y distintos destinatarios de los fragmentos de relato que van surgiendo (se dirigen a mí con mi pinta concreta, pero también a los de su quinta, también a los contemporáneos, a otros sujetos implicados con él o ella), con lo que la comprensión de esos relatos no es meramente lineal, no se deja reducir a los contenidos de tipo informativo o valorativo que surgen sino que piden otro modelo. Que tenga en cuenta esta pluralidad de posiciones de enunciación. Un modelo que el psicoanálisis ha venido desarrollando y que, en palabras de Jürgen Habermas en su momento de colaboración con un curioso psicoanalista alemán Alfred Lorenzer, en los primeros años de la década de los setenta, nombran como comprensión escénica. El logro de la interpretación consistiría en saber establecer las escenas y consiguientemente los juegos no sólo de roles - que son repertorios que nos vinculan al menos de dos en dos - sino también las fábulas que han recubierto tales escenas, hasta el punto de hacerlas des aparecer y ser retomadas, bordeando, es decir, traduciendo los significantes tachados o desfigurados por la represión. Por ello me interesa especialmente ver cómo desde la historia oral se tienden puentes o pasadizos en dirección del análisis y cómo se puede hacer desde la experiencia del análisis algo equivalente. A sabiendas de que, como en los ejemplos que he puesto, seguramente tiramos piedras distintas o, mejor, escuchamos de manera distinta relatos que en sí son una misma cosa. Permítaseme introducir este esquema para, sobre él, clarificar las nociones que implica la comprensión escénica.

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Figura 2.6. Modelo de la comprensión escénica. La comprensión escénica implica entender el relato no como una historia lineal, acumulativa, sino como un repertorio de escenas. De ellas, la primera (El) es la que reúne en la escucha, al narrador y al entrevistador. En ella suceden fenómenos que remiten tanto a la lógica de lo íntimo (transferencia) como a la de las condiciones sociales y discursivas (reproducción o ruptura del discurso dominante, e innovación). Las escenas 2 son las que forman parte de la vida cotidiana de quien narra, sus posiciones como emisor y receptor atraviesan de vuelta la escena 1 en la medida en que en ella se actualizan. En ese juego entre las escenas 1 y 2 se da el posible paso o emergencia de las escenas reprimidas u olvidadas (3). Este modelo, que expongo lo más sencillamente que puedo, implica varias dimensiones que conviene detallar para poder (cada cual) trabajar y adecuarlo a los cometidos y campos específicos de la investigación.

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Detallaré estas dimensiones y aportaré las citas para la "fabricación" de modelos más adecuados a los procesos narrativos concretos. La pluralidad de escenas y su internalización En efecto, la pluralidad de escenas está puesta de manifiesto en las reflexiones metodológicas y biográficas de Fraser. Hay dos lugares especialmente fecundos en reflexiones que nos pueden interesar. Uno es su obra autobiográfica titulada En busca de un pasado. En ella, Fraser muestra la articulación significativa entre su modo de relatar la historia de vida, en este caso, la de su familia, y las formas de intervención (de emerger) los procesos psíquicos íntimos que no dejan de tener relación con el esfuerzo de reconstruir la historia familiar. Por este libro sabemos que Fraser simultanea o alterna la experiencia de su propio análisis, con la indagación de historia oral de los personajes reales que formaron parte de las historias olvidadas o reprimidas de su propia biografía. Reprimidas no quiere decir lo mismo que olvidadas, si apuramos los sentidos. Pero creo que se pueden aproximar por cuanto que - bien de forma estructural (pertenecen a lo inconsciente y no surgen sino como "representación de una representación") o bien de forma coyuntural (pertenecen a lo preconsciente y son recuperables en la anamnesis que el recorrido de las escenas cotidianas ejerce sobre la propia situación de entrevista) - ambas ofrecen resistencia al rememorar del relato. El hilo que Fraser muestra es que cabe la posibilidad de articular, de manera propia, estos dos escenarios, junto con un tercero: la historia política de la región en la que sucedieron los hechos (que reconstruye en el análisis, que reelabora de otro modo con la historia oral) y en la que ahora hay una serie de manifestaciones antinucleares en las que participa. La otra ya la he citado: es La formación de un entrevistador donde la

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pluralidad de voces que presencia no tiene obviamente nada que ver con la psicofonía o con casos de personalidad múltiple, sino con la conexión de escenas del pasado (3), a medias soportables, con el juego de las identidades que las escenas cotidianas (2) permiten reconstruir. De modo semejante, por poner un ejemplo con el que trabajé en La fábula del bazar, el escritor madrileño Gómez de la Serna en su sorprendente artículo "Las cosas y el ello" (1923), da un ejemplo de la multiplicidad de escenas, olvidadas, reprimidas, como los objetos, y los mundos que cada uno de ellos evoca, que pueblan ese desván al que se puede llamar "ello". Como veremos a continuación en los ejemplos, cada relato acumula y dispone en una fórmula peculiar diversas escenas, de modo que ya no tratamos aquí de hermenéutica (los efectos de sentido desde el sujeto) sino de las tramas de espacios y tiempos, personajes, acciones que forman con desigual valor e intensidad el teatro de la intimidad: hablamos de compresión escénica. El teatro de la intimidad Voy a tender algunos pasos hacia el sentido de esta comprensión escénica en Freud, Lacan y en el texto de Habermas-Lorenzer que es donde literalmente "pillé" el término para llevarlo a otros derroteros. El primero es el texto celebérrimo de Freud, Personajes psicopáticos en el teatro (1905). Si lo traigo a colación es por mostrar que la lógica que rige la articulación de las historias y de sus diferentes registros discursivos y afectivos, es la lógica del deseo y del reconocimiento. Dimensión que nos puede ilustrar enormemente sobre la vigencia y el consumo de historias que hemos caracterizado como síntoma biográfico. Si el fin del drama consiste en provocar "terror y piedad", en producir una "purificación (purga) de los afectos", como se supone 131

desde Aristóteles, ese mismo propósito puede describirse con algo más de detalle diciendo que se trata de abrir fuentes de placer o de goce en nuestra vida afectiva (tal como a raíz de lo cómico, del chiste, etc., se las abre en el trabajo de nuestra inteligencia, el mismo que había vuelto inaccesibles muchas de esas fuentes). A este fin cabe mencionar en primera línea, no cabe duda, el desahogo de los afectos del espectador. Y el goce que de ahí resulta responde, por una parte, al alivio que proporciona una amplia descarga, y por la otra, acaso, a la coexcitación sexual que, según cabe suponer, se obtiene como ganancia colateral a raíz de todo desarrollo afectivo y brinda al hombre el sentimiento, que tanto anhela tener, de una tensión creciente que eleva su nivel psíquico. Ser espectador participante del juego dramático significa para el adulto lo que el juego para el niño, quien satisface de ese modo la expectativa, que preside sus tanteos, de igualarse al adulto. El espectador vivencia demasiado poco; se siente como "un mísero desecho a quien no puede pasarle nada"; ha tiempo ahogó su orgullo, que situaba su yo en el centro de la fábrica del universo; mejor dicho, se vio obligado a desplazarlo: querría sentir, obrar y crearlo todo a su albedrío; en suma, ser un héroe. Y el autor-actor del drama se lo posibilitan, permitiéndole la identificación con un héroe. Y al hacerlo le ahorran también algo que el espectador sabe: esa promoción de su persona al heroísmo no sería posible sin dolores, sin penas, sin graves tribulaciones que casi le cancelarían el goce; bien sabe que sólo posee una vida, que podría perder en uno de esos combates contra la adversidad. Por eso la premisa de su goce es la ilusión; o sea: el penar es amortiguado por la certeza de que, en primer lugar, es otro el que ahí, en la escena, actúa y pena, y en segundo lugar, se trata sólo de un juego teatral que no puede hacer peligrar su seguridad personal. En tales cir cunstancias puede gozarse como "grande", entregarse sin temor a mociones sofocadas, como lo son sus ansias de libertad en lo religioso, lo político, lo social y lo sexual, y desahogarse en todas direcciones dentro de cada una de las grandiosas escenas de 132

esa vida que ahí se figura. [...] Por tanto, tema del drama son todas las variedades de sufrimiento; el espectador tiene que extraer de ellas un placer, y de ahí resulta la primera condición de la creación artística: no debe hacer sufrir al espectador, ha de saber compensar la piedad que excita mediante las satisfacciones que de ahí pueden extraerse. Una regla que infringen con particular frecuencia autores recientes. Pero este sufrir se restringe muy pronto a lo anímico, pues, en cuanto a sufrir físicamente, no lo quiere quien sabe cuán rápido la sensibilidad corporal así alterada pone fin a todo goce del alma. Quien está enfermo tiene un solo deseo: sanar, abandonar su estado; que vengan el médico y el medicamento para hacer cesar la inhibición del juego de la fantasía, que nos ha malcriado al punto de hacernos extraer un goce de nuestro propio sufrimiento. Si el espectador se pone en el lugar del que sufre un achaque físico, no encuentra ni goce ni productividad psíquica en su interior; por eso el individuo corporalmente enfermo es posible en la escena sólo como requisito (dramático), nunca como héroe, a menos que determinados aspectos físicos de su condición de enfermo posibiliten el trabajo psíquico (por ejemplo, el desamparo del enfermo en Filoctetes o la desesperanza en las piezas en que aparecen físicos). [...] Pero los seres humanos conocen las penas del alma esencialmente en conexión con las circunstancias que las provocan. Por eso el drama precisa de una acción que engendre esas penas, y empieza introduciéndonos en ella. No son sino excepciones aparentes muchas piezas que nos presentan penas 133

anímicas ya provocadas, como Ayax o Filoctetes. En efecto, en el drama griego, por ser notorio su asunto, el telón se levantaba, podría decirse, en mitad de la pieza. Y bien; es fácil exponer exhaustivamente las condiciones de esta acción: tiene que poner en juego un conflicto, incluir un esfuerzo de la voluntad y una situación adversa. La lucha contra los dioses significó el primer cumplimiento de esta condición, y el más grandioso. Dijimos ya que ésta es una tragedia sublevada: autor y espectadores toman partido por los rebeldes. Pero después, a medida que se descreía de los dioses, ganaba en importancia el orden humano, al que una penetración creciente hacía más y más responsable del sufrimiento. Así, la próxima lucha es la del héroe contra la comunidad humana, social: la tragedia burguesa (tragedia de la sociedad civil). Otro cumplimiento (de la condición mencionada) es la lucha entre seres humanos, la tragedia de caracteres, que posee todas las excitaciones del agon (conflicto) y se juega con ventaja entre personalidades sobresalientes, no restringidas por las instituciones humanas; tienen que presentar por ello más de un héroe. Son desde luego admisibles las combinaciones entre estos dos últimos casos: la lucha del héroe contra instituciones encarnadas en caracteres fuertes. A la tragedia de caracteres pura le falta la rebeldía como fuente de goce; pero esta última reaparece, y con potencia no menor que en los dramas reales de los clásicos griegos, en las piezas sociales, por ejemplo en lbsen. Si el drama religioso, el social y el de caracteres se distinguen esencialmente por la liza en que se despliega la acción generadora del sufrimiento, ahora el drama nos lleva a una nueva liza, que lo convierte en totalmente psicológico. Es en el alma misma del héroe donde se libra la lucha engendradora del sufrimiento; son mociones encontradas las que se combaten, en una lid que no culmina con la derrota del héroe, sino con la de una de tales mociones. Tiene que terminar con la renuncia a una de ellas. Son posibles, desde luego, todas las combinaciones entre esta 134

condición y las que presiden al drama social y al de caracteres: en tales casos, es la institución misma la que provoca el conflicto interior. Aquí tienen cabida las tragedias de amor; en efecto, la sofocación del amor por la cultura social, por instituciones humanas, o el conflicto - notorio en la ópera - entre "amor y deber", constituyen el punto de arranque de situaciones conflictivas susceptibles de variación infinita. Tan infinita como la de los sueños diurnos eróticos de los seres humanos. Ahora bien, la serie de las posibilidades se amplía, y el drama psicológico se vuelve psicopatológico, cuando la fuente del sufrimiento en que debemos participar y de la que extraeríamos placer no es ya el conflicto entre dos mociones dotadas de un grado de conciencia aproximadamente igual, sino entre una moción conciente y una reprimida. Condición del goce es, aquí, que el espectador sea también un neurótico. Sólo a él, en efecto, puede depararle placer y no mera repugnancia la revelación, la admisión en cierto modo conciente de la moción reprimida; en el no neurótico, ella tropezará meramente con una repugnancia, y lo predispondrá a repetir el acto de la represión. En él, en efecto, este último se logró con éxito: de un golpe, mediante un gasto único de represión, la moción reprimida quedó plenamente neutralizada. En cambio, en el neurótico la represión siempre está en trance de fracasar; es lábil y requiere un gasto siempre renovado, gasto que justamente le es ahorrado por aquella admisión. Sólo en él persiste una lucha como la que puede ser asunto de esta clase de drama; pero ni siquiera en él provocará el autor solamente un goce por liberación, sino también una resistencia. Freud advierte de la presencia del conflicto en el relato. El recorrido vital que la historia representada supone obra como el relato de las peripecias desgarradas o apacibles que quien cuenta su vida experimenta. De aquí infiero y subrayo el carácter de personaje, de actante, que tiene quien habla y quien es sujeto de las diferentes escenas, que no logra armonizar. Por eso 135

interesa la tragedia, por eso la identificación con el héroe trágico. El primero de estos dramas modernos es Hamlet. He aquí su tema: Un hombre hasta entonces normal se vuelve neurótico por la índole particular de la tarea que se le encomienda; un neurótico en quien una moción hasta entonces reprimida con éxito procura imponerse. Hamlet se singulariza por tres características que parecen importantes para el problema que trata mos: 1) El héroe no es un psicópata, sino que se vuelve tal en la acción considerada. 2) La moción reprimida se cuenta entre aquellas que lo están en todos, nosotros por igual; siendo su represión uno de los fundamentos de nuestro desarrollo personal, lo que la situación pone en entredicho es esa represión misma. Estas dos condiciones nos facilitan reencontrarnos en el héroe; somos susceptibles del mismo conflicto que él, pues "quien en ciertas circunstancias no pierde su entendimiento, es que no tiene ninguno que perder". 3) Pero parece condición de la plasmación artística que a esa moción que pugna por llegar a la conciencia, pese a ser ciertamente notoria, no se la llame por su nombre; así el proceso se consuma de nuevo en el espectador cuya atención ha sido distraída, y él es presa de sentimientos, en vez de darse cuenta de lo que ocurre. De ese modo se ahorra, sin duda, una cuota de resistencia como la que vemos en el trabajo analítico, donde los retoños de lo reprimido, por provocar una resistencia menor, llegan a la conciencia, lo cual es rehusado a lo reprimido mismo. Y en Hamlet; en verdad, el conflicto está tan oculto que yo pude colegirlo apenas. Es posible que, por no tener en cuenta estas tres condiciones, muchas otras figuras psicopáticas se hayan vuelto tan inservibles para la escena como lo son para la vida. En efecto, nosotros no podemos penetrar en el conflicto del neurótico cuando él ya lo lleva acabado dentro. A la inversa: cuando conocemos ese conflicto, olvidamos que es un enfermo, del mismo modo como él, al tomar conocimiento de su conflicto, deja de estar enfermo. La 136

tarea del autor sería ponernos en el lugar de la enfermedad misma, y el mejor modo de conseguirlo es que sigamos su curso junto con el que enferma. Ello es particularmente necesario en los casos en que la represión no está ya dentro de nosotros, y por tanto es preciso producirla primero; esto implica dar un paso más allá de Hamlet en cuanto al uso de la neurosis en la escena. Toda vez que nos topemos con una neurosis ajena y acabada, llamaremos al médico (como en la vida real) y juzgaremos que el personaje es inapto para una escenificación teatral. La biografía o la novela familiar Otra dimensión de la comprensión escénica tiene que ver con la formación de un mito en el que los elementos deslavazados, difíciles de armonizar encuentran acomodo, no sólo lógico sino afectivo, consolatorio o compensador. Los materiales de nuestras escenas incluyendo la referencia postulada a las escenas reprimidas (E3), están hechos de fábulas, de mitos. Gracias a ellos, como mostró Bettelheim para el caso de la formación afectiva del infante mediante los cuentos de hadas. He aquí el texto de Freud, La novela familiar del neurótico (1908): En el individuo que crece, su desasimiento de la autoridad parental es una de las operaciones más necesarias, pero también más dolorosas, del desarrollo. Es absolutamente necesario que se cumpla, y es lícito suponer que todo hombre devenido normal lo ha llevado a cabo en cierta medida. Más todavía: el progreso de la sociedad descansa, todo él, en esa oposición entre ambas generaciones. Por otro lado, existe una clase de neuróticos en cuyo estado se discierne, como condicionante, su fracaso en esa tarea. Para el niño pequeño, los padres son al comienzo la única 137

autoridad y la fuente de toda creencia. Llegar a parecerse a ellos vale decir, al progenitor de igual sexo-, a ser grande como el padre y la madre: he ahí el deseo más intenso y más grávido en consecuencias de esos años infantiles. Ahora bien, a medida que avanza en su desarrollo intelectual el niño no puede dejar de ir tomando noticia, poco a poco, de las categorías a que sus padres pertenecen. Conoce a otros padres, los compara con los propios, lo cual le confiere un derecho a dudar del carácter único y sin parangón a ellos atribuido. Pequeños sucesos en la vida del niño, que le provocan un talante descontento, le dan ocasión para iniciar la crítica a sus padres y para valorizar en esta toma de partido contra ellos la noticia adquirida de que otros padres son preferibles en muchos aspectos. Por la psicología de las neurosis sabemos que en esto cooperan, entre otras, las más inten sas mociones de una rivalidad sexual. El paño donde se cortan tales ocasiones es evidentemente el sentimiento de ser relegado. Hartas son las oportunidades en que al niño lo relegan, o al menos él lo siente así, y en que echa de menos el amor total de sus padres, pero en particular lamenta tener que compartirlo con otros hermanitos. La sensación de que no le son correspondidas en plenitud sus inclinaciones propias se ventila luego en la idea, a menudo recordada concientemente desde la primera infancia, de que uno es hijo bastardo o adoptivo. Muchos hombres que no han devenido neuróticos suelen acordarse de tales oportunidades en que tramaron - las más de las veces influidos por lecturas - esa concepción y esa réplica respecto del comportamiento hostil de sus padres. Ahora bien, aquí se muestra ya la influencia del sexo, pues el varoncito presenta inclinación a mociones hostiles mucho más hacia su padre que hacia su madre, y se inclina con mayor intensidad a emanciparse de aquél que de ésta. Puede ocurrir que la actividad fantaseadora de la niña pequeña resulte harto más débil en este punto. En tales mociones concientemente recordadas de la infancia hallamos el factor que nos posibilita entender el mito. 138

Rara vez recordado con conciencia, pero casi siempre pesquisable por el psicoanálisis, es el estadio siguiente en el desarrollo de esta enajenación respecto de los padres, estadio que se puede designar como novela familiar de los neuróticos. Es enteramente característica de la neurosis, como también de todo talento superior, una particularísima actividad fantaseadora, que se revela primero en los juegos infantiles y luego, más o menos desde la época de la prepubertad, se apodera del tema de las relaciones familiares. Un ejemplo característico de esta particular actividad de la fantasía son los consabidos sueños diurnos, que se prolongan mucho más allá de la pubertad. Una observación exacta de ellos enseña que sirven al cumplimiento de deseos, a la rectificación de la vida, y conocen dos metas principales: la erótica y la de la ambición (tras la cual, empero, las más de las veces se esconde la erótica). Pues bien, hacia la edad que hemos mencionado la fantasía del niño se ocupa en la tarea de librarse de los menospreciados padres y sustituirlos por otros, en general unos de posición social más elevada. Para ello se aprovechan encuentros casuales con vivencias efectivas (conocer al señor del castillo o al terrateniente, en el campo, o a los nobles, en la ciudad). Tales vivencias casuales despiertan la envidia del niño, envidia que luego halla expresión en una fantasía que le sustituye a sus dos padres por unos de mejor cuna. Para la técnica de llevar a cabo tales fantasías, que desde luego son conscientes en esa época, interesan la destreza y el material de que el niño disponga. También importa que se las haya realizado con mayor o menor empeño por obtener verosimilitud. A este estadio se llega en una época en que el niño no tiene aún noticia de las condiciones sexuales del nacimiento. Luego viene a sumarse la noticia sobre las condiciones sexuales diversas de padre y madre; si el niño llega a aprehender que pater semper incertus est, mientras que la madre es certissima, la novela familiar experimenta una curiosa limitación, a saber: se 139

conforma con enaltecer al padre, no poniendo ya en duda la descendencia de la madre, considerada inmodificable. Este segundo estadio (sexual) de U novela familiar tiene por portador, además, un segundo motivo que faltaba en el primer estadio (asexual). Con la noticia sobre los procesos sexuales nace una inclinación a pintarse situaciones y vínculos eróticos en que entra como fuerza pulsional el placer de poner a la madre, que es asunto de la suprema curiosidad sexual, en la situación de infidelidad escondida y secretos enredos amorosos. De esta manera, aquellas primeras fantasías, en cierto modo asexuales, son llevadas hasta la cúspide del actual discernimiento. Por lo demás, el motivo de la venganza y la represalia, situado antes en el primer plano, también se muestra aquí. Es que son las más de las veces estos niños neuróticos los que han sido castigados por sus padres a raíz del desarraigo de malas costumbres sexuales, de lo cual se vengan mediante tales fantasías. Muy en particular son los niños nacidos después que otros hermanos quienes mediante esas imaginerías (Dichtung) arre batan la primacía sobre todo a los predecesores (exactamente como en las intrigas que registra la historia), y a menudo no les arredra inventar (andichten) a la madre tantos enredos amorosos como competidores haya. Una notable variante de esta novela familiar consiste en reclamar el héroe fantaseador (dichtend) para sí mismo la legitimidad, a la vez que así elimina por ilegítimos a sus otros hermanos. Y en todo esto es posible todavía que un interés particular gobierne la novela familiar, que, por su carácter polifacético y su múltiple aplicabilidad, puede establecer transacción con toda clase de afanes. De este modo el pequeño fantaseador puede eliminar mediante ella el vínculo de parentesco con una "hermana" que acaso lo atrajo sexualmente. Quien aparte la vista horrorizado ante esta corrupción del ánimo infantil, e incluso pretenda impugnar la posibilidad misma 140

de que existan tales cosas, debe observar que todas estas imaginerías al parecer tan hostiles no llevan, en verdad, intención tan maligna y, bajo ligero disfraz, acreditan la ternura originaria del niño hacia sus padres, que se ha conservado. Sólo en apariencia son infieles y desagradecidas; en efecto, si uno escruta en los detalles las más frecuentes de esas fantasías noveladas, esa sustitución de ambos progenitores o del padre solo por unas personas más grandiosas, descubre que estos nuevos y más nobles padres están íntegramente dotados con rasgos que provienen de recuerdos reales de los padres inferiores verdaderos, de suerte que el niño en verdad no elimina al padre, sino que lo enaltece. Y aun el íntegro afán de sustituir al padre verdadero por uno más noble no es sino expresión de la añoranza del niño por la edad dichosa y perdida en que su padre le parecía el hombre más noble y poderoso, y su madre la mujer más bella y amorosa. Entonces, se extraña del padre a quien ahora conoce y regresa a aquel en quien creyó durante su primera infancia; así, la fantasía no es en verdad sino la expresión del lamento por la desaparición de esa dichosa edad. Por tanto, la sobrestimación de los primeros años de la infancia vuelve a campear por sus fueros en estas fantasías. Una interesante contribución a este tema proviene del estudio de los sueños. En efecto, su inter pretación enseña que aun en años posteriores el emperador y la emperatriz, esas augustas personalidades, significan en los sueños padre y madre. Por consiguiente, la sobrestimación infantil de los padres se ha conservado también en el sueño del adulto normal. La commedia dell'arte Lacan en su texto "Más allá del principio de realidad" (Escritos) da un paso yo creo que muy sugerente en la dirección del teatro y de la ficción (la noción de fantasía o, como otros traducen, de "fantasma" está en la base de la sugestión). Lo que nos enseña a partir de la descripción fenomenológica de la escucha en el análisis es que lo que está en juego, lo que se moviliza 141

precisamente porque quien escucha no se apresura a dar respuesta - son imagos que son otros tantos ropajes escénicos afectivamente cargados, de los personajes y las escenas en las que nos criamos. Léase con atención porque debajo de su tono expositivo, casi neutro, hay más cosas útiles para la compresión escénica que en textos más explícitos. En esta realidad específica de las relaciones interhumanas es donde una psicología puede definir su objeto propio y su método de investigación. Los conceptos que implican este objeto y este método no son subjetivos sino relativistas. Al ser antropomórficos en su fundamento, estos conceptos, si su extensión indicada más arriba a la psicología animal se revela como válida, pueden desarrollarse en formas generales de la psicología. Por lo demás, el valor objetivo de una investigación se demuestra como la realidad del movimiento: por la eficacia de su progreso. Lo que mejor confirma la excelencia del camino que Freud definió para abordar el fenómeno, con una pureza que le distingue de todos los demás psicólogos, es el avance prodigioso que le ha colocado "en punta" de todos los demás en la realidad psicológica. Demostraremos este punto en una segunda parte de este artículo. A la vez manifestaremos el empleo genial que supo hacer de la noción de imagen. Que si con el nombre de imago no la ha separado del todo del estado confuso de la intuición común, es para emplear magistralmente su alcance concreto conservando por entero su función informativa en la intuición, en la memoria y en el desarrollo. Esta función, la ha demostrado descubriendo en la experiencia el proceso de identificación: muy diferente del de imitación que se distingue por su forma de aproximación parcial y titubeante, la identificación se opone a ella no sólo como la asimilación global 142

de una estructura, sino como la asimilación virtual del desarrollo que implica esta estructura en el estado aún indiferenciado. Así sabemos que el niño percibe determinadas situaciones afectivas, por ejemplo la unión particular de dos individuos en un grupo, con una perspicacia mucho más inmediata que la del adulto: éste, en realidad, pese a su mayor diferenciación psíquica, está inhibido tanto en el conocimiento humano como en la conducta de sus relaciones, por las categorías convencionales que las censuran. Pero la ausencia de estas categorías le es menos útil al niño al permitirle percibir mejor los signos de lo que le permite la estructura primaria de su psiquismo impregnándole de golpe del sentido esencial de la situación. Pero no es ésa toda su ventaja: lleva, además, con la impresión significativa, el germen que desarrollará en toda su riqueza de la interacción social que en ella está expresada. Por eso el carácter de un hombre puede desarrollar una identificación parental que ha dejado de ejercerse desde la edad límite de su recuerdo. Lo que se transmite por esta vía psíquica son los rasgos que en el individuo dan la forma particular de sus relaciones humanas, dicho de otro modo de su personalidad. Pero lo que la conducta del hombre refleja entonces no son sólo esos rasgos, que sin embargo están entre los más ocultos, es la situación actual en la que se encontraba el progenitor ( parent), objeto de la identificación cuando ésta se produjo, situación de conflicto o de inferioridad en el grupo conyugal, por ejemplo. De este proceso resulta que el comportamiento individual del hombre lleva la marca de un determinado número de relaciones psíquicas típicas en las que se expresa una cierta estructura social, o como poco la constelación que en esta estructura domina más especialmente los primeros años de infancia. Estas relaciones psíquicas fundamentales se han revelado en la 143

experiencia y han sido definidas por la doctrina con el término de complejos: en él hay que ver el concepto más concreto y más fecundo que se haya aportado en el estudio del comportamiento humano, en oposición al concepto de instinto, que se había revelado en este campo tan inadecuado como estéril. Si la doctrina ha referido realmente el complejo al instinto, parece que la teoría se aclara mejor por el primero que si se apoya en el segundo. Por la vía del complejo es como se instauran en el psiquismo las imágenes que informan de las unidades más vastas del comportamiento: imágenes con las que el sujeto se identifica de continuo, para representar, como único actor, el drama de sus conflictos. Esta comedia es una commedia dell'arte pues cada individuo la improvisa y la hace mediocre o altamente expresiva, según sus dones, es cierto, pero también según una ley paradójica que parece mostrar la fecundidad psíquica de toda insuficiencia vital. Commedia dell'arte también porque se representa según un guión o bastidor (canevas) típico y papeles tradicionales. En ella se pueden reconocer los mismos personajes que ha tipificado el folclore, los cuentos, el teatro para niños o para adultos: la ogresa, el latigante, el avaro, el padre noble, que los complejos expresan con nombres más sabios. Se reconocerá en una imagen que nos va a llevar a la otra dimensión de este trabajo, la figura del arlequín26. Concluyo, antes de entrar en la parte de los ejemplos de investigación, con el texto del que surgió este modelo que aquí estoy proponiendo. Se trata del texto de Jurgen Habermas, "La comunicación sistemáticamente distorsionada' (1970) "On sistematically distorted communication" (en P Connerton, Critical Theory, Penguin, 1970). Su contexto es el de exponer cómo los síntomas pueden ser entendidos como formas de comunicación distorsionada tanto hacia el espacio del lenguaje como hacia el territorio interior. Podemos situarlo, como vemos, en 144

la misma línea de los autores que proponen una articulación más realista entre los fenómenos íntimos y éxtimos, sin recurrir a un reparto de negociados que puede resultar tranquilizador a los distintos "jefes de negociado" pero que aclara bien poco. He aquí el fragmento: Alfred Lorenzer ha examinado la conversación analítica entre el médico y el paciente desde el punto de vista del psicoanálisis como análisis del lenguaje. Considera el proceso mediante el cual los significados de manifestaciones específicamente incomprensibles son descodificadas como comprensión de escenas vinculadas por analogía con aquellas en las que los síntomas ocurren. La pretensión de la interpretación analítica es explicar el significado incomprensible de las manifestaciones sintomáticas. Cuando las neurosis están implicadas, esas manifestaciones son parte de un juego del lenguaje deformado en el que paciente "actúa" es decir, representa (lays) una escena incomprensible al violar las expectativas de rol de una manera rudamente estereotipada. El analista intenta hacer comprensible la escena sintomática asociándola con escenas análogas en la situación de transferencia. Éste tiene la clave de la relación codificada entre la escena sintomática, que el adulto representa fuera de la consulta del doctor, y una escena original experimentada en la temprana infancia. En la situación de transferencia el paciente fuerza al doctor a ocupar el rol de la persona de referencia definida en el conflicto primario. El doctor, en el papel de participante crítico o reflexivo, puede interpretar la situación de transferencia como una repetición de las experiencias de la primera infancia; puede entonces construir un diccionario para los significados idiosincrásicos ocultos de los síntomas. La "comprensión escénica" se basa en el descubrimiento de que el paciente se comporta de igual modo en sus escenas sintomáticas y en determinadas situaciones de transferencia; tal comprensión pretende la recons trucción, confirmada por el paciente en un acto de autorreflexión, de la escena originaria. 145

Éste es, pues, sencillamente expuesto, el recorrido. Pasemos ahora, con las ideas que nos hayan resultado más fecundas e interesantes (mi carácter incorregiblemente optimista me hace suponer que habrá alguna), a las investigaciones comentadas.

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1. Trashumancia: identidades del linaje y de trabajo El propósito de realizar una historia oral que recogiese las experiencias de los pastores trashumantes tuvo una razón y un pretexto. Se trataba de aprovechar la proximidad de personas ligadas a un proceso de vida y de trabajo que ya no tenía vigencia en el momento de comenzar la investigación. El contexto venía etiquetado, en un principio, por la expresión que utilizamos en nuestra reflexión teórica y metodológica (Santamarina y Marinas, 1995), es decir, la perspectiva conservacionista. Ésta consiste fundamentalmente en recabar relatos de aquellas personas cuya vida ha transcurrido largo tiempo entre prácticas que en la actualidad ya han periclitado. Como en la hermosa gavilla de historias que el novelista Miguel Delibes reunió, con un oído extraordinario y una trascripción exacta, bajo el nombre de Castilla habla, las profesiones y los oficios en trance de desaparición sólo pueden permanecer en la memoria de la gente si alguien las cuenta. Los buhoneros, las oreanas de río Sil, los tramperos, componedores y un buen etcétera pasan de las gargantas de sus protagonistas a las páginas de Delibes por la voluntad de escuchar que el ilustre escritor, andarín y cazador puso en práctica. Una vez más la escucha suscita el relato. Pero aquí el envite era especial: que se trataba de recoger noticias del desempeño como pastores trashumantes de dos antiguos caminantes delante de los rebaños, pero al tiempo se ponía en evidencia que los relatos de trabajo (los que explican de una manera muy precisa los pormenores del oficio, su organización, sus jerarquías y tareas) eran al tiempo, y sobre todo, historias de vida. Como ya hemos indicado y suele apreciarse en numerosas 147

investigaciones los pasadizos que unen el relato de uno que forma parte de un colectivo con quien realizamos una historia oral y los elementos de la historia de vida que va hilando al hablar son numerosos y evidentes. Pero aquí las historias de dos pastores resultaron ser de una viveza, de una vitalidad singular, por sus modos de contar, por el acento de cada una de ellas, como para no dejarse recluir en la categoría de relatos del pasado desaparecido. Por tanto, el primer aprendizaje de la investigación, resultó ser la evidencia de encontrar en todo relato de vida no sólo el componente documental (la noticia del pasado) sino el poder de configurar la identidad completa del narrador que es, en sentido propio, su portavoz. Esta combinación de historia de trabajo y de historia de vida nos mete de lleno en uno de los problemas que la metodología cualitativa encara cuando se ocupa de historias de vida cuyo desarrollo se remonta a casi un siglo atrás: me refiero a la transición (y a las tensiones) entre el peso específico del linaje y el peso del trabajo. Es decir, los derroteros que recorre la construcción de la identidad entre la adscripción a un linaje, a un origen familiar y local inscrito en la cultura del antiguo régimen y, por otra parte, la pertenencia activa a la cultura del trabajo en el contexto de la industrialización. Como se trata de una reflexión que no pretende sustituir nuestro trabajo de establecimiento del texto y su análisis, institucional (la estructura de la trashumancia, redactada por Joaquín Bandera) o textual (la transmisión oral de las memorias y la construcción de las identidades, redactada por mí mismo) haré tres comentarios específicos que pueden ayudar a aclarar el sentido del trabajo. Me referiré a las historias, a los indicios que éstas aportan a la construcción oral de las identidades y, por último, algunas pistas de análisis. Las historias El pastor habla. La vida del pastor está, estaba, llena de 148

silencios, porque el pastoreo es actividad solitaria, o de esa soledad acompañada proclive a la atención de la labor y el ensimismamiento. Hay trabajos que profesionalizan la soledad y, con ella, la nostalgia, la melancolía de los recuerdos y las distancias. El pastor trashumante va y viene en una especie de perpetuo desarraigo, cumpliendo la diáspora de los rebaños en las estaciones establecidas27. El pastor habla habitualmente, en lo que a su condición pertenece, con palabras de supervivencia, convencido de que sólo en su voz se fragua su memoria, la memoria de su trabajo de su vida. Así comienza el prólogo al trabajo sobre los relatos de los pastores que escribió tan generosa como pulcramente Luis Mateo Díez. Con ella se abre una transmisión que es el acontecimiento por el que comenzamos. De la soledad consciente y voluntaria salieron nuestros dos informantes, uno conocido y tratado, el otro sólo en efigie, es decir en texto. Jesús, pastor del norte de León, se aproximó a nuestro compañero Joaquín Bandera, para confiarle - debido a su interés por la institución del pastoreo un relato que llevaba escrito, con el nombre de Memorias de un zagal, según él obra de un compañero, Ángel, que acababa de fallecer. Este texto fue grabado y leído, de suerte que - como decimos en el libro que recoge la investigación28 - uno sirve de voz del otro. Jesús dejó el pastoreo en los años sesenta, y entró en una fábrica de cartonaje en Madrid, y Ángel un poco antes para hacerse maestro nacional. De modo que el primer elemento importante del estudio radica precisamente en cómo se encabalgan las variantes de la historia y su circuito: 1.Un relato del pastoreo compuesto, al hilo de los acontecimientos, por Ángel, en forma de romance. Su estructura tenía que ver con su fácil memorización.

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2.La puesta en texto de esa versión corregida por su autor en los años sesenta. 3.La transmisión de jesús a Ángel de toda la historia que Jesús graba en una cinta magnetofónica. 4.La historia de jesús, resultado de las entrevistas tenidas con nosotros a lo largo de varios meses entre 1993 y 1996. Estos cuatro registros coinciden en la construcción de una historia oral de la trashumancia (memorias de Ángel) con muchos elementos autobiográficos, que se solapa con una historia de vida de los zagales. Pero, una vez más (en este caso por primera vez con tanta claridad) tuvimos ocasión de comprender que la división historia oral/historias de vida no es tajante. Y también comprendimos la razón: la construcción de las identidades del linaje y de trabajo, por más que se articulan en forma de disonancias o de hiato, mantienen nexos entre sí. Linaje remite a las pautas de la identidad que tienen que ver con el arraigo, con la pertenencia (a un género, a una edad, a un clan, a un lugar), mientras que identidad del trabajo hace referencia a las formas de conocer y de presentarse que giran en torno al rol profesional, a la ocupación. El linaje actúa en ambos casos como condición de posibilidad. Pero no es un determinante fatal. Si miramos los dos relatos, el paso del origen al desempeño del pastoreo se nombra así. La primera contraposición está en la construcción de la voz del narrador. En el caso de Ángel hay una voz genérica, casi anónima, que representa la institución de los pastores, en la de jesús, una en primera persona que representa su itinerario personal inscrito en la historia de su linaje. Veámoslo con detalle. 150

a) En el relato de Ángel:

Como se ve, una entrada en materia resguardado en un sujeto del relato colectivo, con una formulación teológica católica, de corte barroco (por el verso) y tradicional (por el contenido) que daría para pensar en una historia edificante, en la que los avatares personales quedarían subsumidos en una especie de plan salvífico para la humanidad. Pero el giro final de esta entrada en materia supone una especie de desmentido:

Lectura teológica del sentido del mundo y del sentido del progreso. Un modelo utópico convencional (que la tierra se parezca al cielo). Y de manera abrupta, que rompe la métrica y el ritmo, el mensaje que se quiere transmitir, para que nadie se engañe: se trata de una historia, de unas memorias de trabajo... porque no hay otras posibles.

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A estas entradas en materia le sigue, como hacemos constar, un detallado relato en romance que abarca: la preparación del viaje desde la fiesta de San Miguel, la disposición de los rebaños, los roles de los pastores, la composición de la dehesa, las formas de comida, los tiempos en el sur y los tiempos en el norte. Mas de tres mil versos cuidados, con imperceptibles defectos métricos, y ninguno de rima y ritmo. Con ese lugar de enunciación que podemos llamar emboscado, pero no oculto en absoluto. Como prueba este pasaje de la subida al norte, en la tercera parte:

Notemos las cualidades de esta posición de enunciación: su carácter 152

ritualizado (volver a empezar), el subrayado de la pena ... ajena, no hay lamento en primera persona, y la construcción de un sujeto comunitario que es la asamblea de pastores, la vida del clan familiar y el retorno al mismo. b) En el relato de jesús: la posición de enunciación no es épica, como en el caso del romance del compañero. Hay un sujeto concreto que no se esconde, es decir, que se construye como repartido por entre lo avatares que le tocan pero que lleva el gobernalle de la vida (en lo posible) y del relato, explícitamente. Desde las primeras formulaciones de autopresentación: la cultura del linaje deja paso a la del trabajo. Obsérvese la condensación de esta obertura: Yo salí de mi casa a los catorce y estuve catorce de pastor y después estuve siete en casa, en Mariña, y luego pues me vive para Madrid y en Madrid llevo treinta y dos... o treinta y uno, bueno va a hacer treinta y dos, es igual... [...] Catorce veces peor que cuando yo bajé en el cuarenta. Mucho peor. En primer lugar tenían peores atavíos para los caminos, pal agua y pa todo eso. Mi padre nació en el ochenta y tres y bajó a los once años: mi padre empezó a bajar el año mil ochocientos noventa y cuatro y por el año treinta o por ahí dejaría de bajar... [...] -Estuve en Tumilloso, padre - Dice: -Adónde estuviste? - Digo: -Estuve en Peñalobar y el Esparragal, y tal, en Malpasillo. Y 153

dice: -Hombre, el Esparragal fue la primer dehesa, allí estuve yo el primer año que bajé a los once años, allí estuve yo en el Esparragal ¡No se me olvidó, no!... [...] Mi padre no lo fue toda la vida. Mi padre se quedó en casa cuando tenía cuarenta y pico de años, porque enviudó. Mi padre enviudó y le quedó una niña de cinco años. Y se casó de segundas con mi madre y entonces cuando enviudó se quedó en casa y no volvió a trabajar. Después ya se quedó en casa a trabajar el capitalillo, lo que había. Pero sí, bueno, mi padre, debió bajar treinta y cuatro años. Pues si tenía once, treinta y cuatro y once cuarenta y cinco justo. Sí, sabía lo que era subir y bajar... Esta personificación tan expresiva y tan detallista marca la excelencia del relato: la pertenencia del linaje que se reconstruye en los detalles de la vida del trabajo. El padre que queda dibujado como un personaje de autoridad y de leyenda (como luego vemos, tarda en hablar del padre como cercano y... perdido), y desde ese ideal se prefigura la talla de un pastor como jesús. ¡Mi padre contaba unas faenas! ¡Nos ponía los pelos de punta! Pasaba por ahí, por los Montes de Toledo, ahí salían los bandoleros. Le quitaban las ovejas, le hacían trampas - chorcos que llamaban - y caían las ovejas, salían ellos y les robaban el dinerillo que traían. Los reales, que entonces todo era en reales. Los indicios de la construcción de la identidad Nos encontramos, en segundo lugar, con los rasgos de la construcción de la identidad en la medida en que la historia oral de la trashumancia vivida por los dos pastores, lleva poco a poco a las escenas de construcción de la 154

identidad. Y estas escenas no están todas dadas, no son evidentes ni programadas. Hay que aprender a leerlas con ellos, porque no son sistemáticas sino indiciales. La guerra, la entrada en el trabajo, las mutaciones de la España de posguerra reciente que aparece como una serie de escenas entreveradas con la vida de quien habla de su oficio. De la guerra hay relatos impresionantes, que prueban la presencia del desastre aun en un entorno tan retirado como la montaña del norte de León. Pero la guerra se siente, quien habla lo siente enormemente, que invade todo, rompe todo y deja en una zozobra que un niño apenas puede nombrar. Aquél es Fonso. Sí, sí, aquél es Fonso. Y empezó: -Fonsooo, Fonso... Y Fonso no contestaba y ya se quedó parado él. Baja p'allá el tío, con una mirada más mala... y dice: -~A quién llamas tú? Y él ya se dio cuenta que no era Fonso y dice: -Hombre, perdone, estoy esperando al relevo y de que le vi con esa gabardina creí que era él... Y echó allí unos cagamentos, unos juramentos, y dice: -No me molestes más porque saco la pistola y te pego dos tiros. ¡Se quedó el pobre hombre, Gerardo, se quedó cortao! Por eso digo que era el treinta y cinco, que estaba revolucionao aquello. Andaban fugitivos ya, lanzaos, levantaos... [...] 155

En el treinta y siete tenía once años, y entonces estuve allí en Sartas. Estuve de motrilillo con dos pastores, todo el verano allí, con ellos. En la parte la umbría, según subes a la derecha, según baja el agua de Lleva a juntarse con el Esla, lo que hay al otro lado del río, ahí estaba yo. [...] Al año siguiente también estuve de motril en los puertos... Estaba eso en plena guerra. El treinta y ocho en agosto: en plena guerra... Digo yo: una criatura con doce años y con el miedo que yo traía, y allí al pie del muerto aquel... [...] Una vez fui a la fiesta de Millo y se me presentó y me dice: -~Te acuerdas de la noche de Cabañuelas? -Y me quedé un poco así y le digo: -La noche de Cabañuelas ¿qué noche? -Bueno - dice - la noche que te visitaron aquellos de las seis ovejas... Y la mujer empieza a reírse y digo: -Ya entiendo, ya sé por dónde vas... Y me dice la mujer: -Era él. -Y digo: -Eras tú? Y no me contestó. No dijo nada. No tenía por qué callarlo... ¡Si esto era hace poco años y aquello ocurrió en el año cuarenta y tres!... Había maquis, estaban el Juanín y el Bedoya que eran famosos... El entorno es el lugar de los cambios respecto de los cuales el relato cobra sentido propio. Son cambios en las condiciones de trabajo, desde las más exóticas (en un momento dado se pone de moda llevar botas de goma... lo que da ocasión a la autoironía por los sufrimientos que implica llevarlas día 156

tras días con sol y lluvia...) hasta las más decisivas, como el salario o el trabajo siempre a pie. Entonces me dijo él: "Sabes lo que me da a mí Paco Casto?" Que era el amo de él... Digo, "pues no sé". Dice: "me da tres mil pesetas". Yo entendía que era al mes, porque al año me parecía ya un... Yo me quedé así y le digo: Al mes". Dice: "Qué al mes, qué coño: al año". Pues el que me quedé blanco era yo: ¡Tres mil pesetas al año!... Que daban pal tabaquillo (ríe). ¡Pa na! Ciento diez pesetas no era nada... Luego después, claro, yo vendía todavía otras cinco o seis ovejas viejas por San Miguel aquí arriba... que también era un ingreso... Si eran cinco ovejas, son mil quinientas, entonces era algo: hoy se han quedado así pequeñinas... O sea que te quiero decir que para el que tuviera que salir de casa forzosamente, porque la vida se lo exigía, casi era el mejor sitio pa traer a casa unos ingresos, era lo mejor... La vida era mala. Y era lo que te iba a decir del criado ese, este criado trabajar trabajaba catorce veces más que yo: arar tierras, guardar vacas, ir al ivernal, que lo tenía allá en el valle de Riosol, segar la hierba, bueno, trabajar, trabajar, físicamente, catorce veces más que yo. Y las innovaciones de la técnica y los profundos cambios de vida con la llegada del ferrocarril. Después, yo al fin y la cabo, conocí el andar en tren, que ya era muchísimo, Ya era una ventaja tremenda poder suspender caminos. Que yo anduve poco en el tren, porque no sé, después ya me cogió la cosa de que entré aquí con las yeguas, que andaba siempre con las yeguas. Que tampoco era andar con un rebaño de tres mil ovejas como teníamos nosotros: bueno, mi amo, yo no era nadie, era un pastor, pero bueno tenía que arrealas... El análisis de las historias 157

El tercer elemento que me permito destacar, para ver cómo se trabaja con las historias de vida, tiene que ver con la afirmación metódica que antes fundamentamos, a saber la atención "a corteza de la letra". Desde esta precaución, que es más que una consigna procedimental o técnica, un cuidado con el material que nos traemos entre manos, todos los detalles que tienen una significación en el orden institucional, en la reconstrucción del discurso social que es el bastidor de la historia oral, comienza -y aquí está la riqueza de este procedimiento de escucha y análisis a surgir y constituirse un sentido. En estos detalles está el sujeto del relato, está más de lo que él mismo supone (como lo está en su entonación, en su manera de hablar, por más que trascrita literalmente no le guste mucho): está lo que quiere transmitir - digámoslo a la manera del siglo de oro - no su yo sino su sujecto, su cuerpo, su intimidad no gobernada del todo por la intención de relatar. Una de las claves analíticas más interesantes se produjo cuando, además de la exposición ordenada de los contenidos: la entrada en el oficio, los ascensos, las subidas y bajadas, las relaciones con el entorno y con otros oficios, las perspectivas de futuro de la trashumancia y el duelo por su desaparición, además de estos contenidos reparamos, por casualidad, en la mera forma del relato. Como antes indicamos, en varios momentos, la atención a la corteza de la letra nos permitió obtener resultados analíticos que, de otro modo, hubieran resultado prácticamente imposibles. Precisamente porque en estos pasajes aparece cómo la forma, la elección de una manera concreta de decir, no es una opción estética, estilística en el sentido del ornato. Tiene una razón de mayor peso: la presencia del interlocutor, es decir, la progresión de la relación de transferencia. Analicemos brevemente estos pasajes. He aquí cuatro ejemplos. a)El primer pasaje forma parte del relato de jesús, y destacamos en él que 158

lo llama "historia de un pastor". Esta denominación tiene un alcance diferente de las "memorias de un zagal", en las que Ángel cuenta un tránsito por un oficio del que diríase que tiene intención de salir, para poder realizar el sueño de su vida, hacer maestro. Ángel, por tanto, se nombra como aprendiz, o como anclado, desde el relato en un tiempo, al filo de la Guerra Civil y de la inmediata posguerra en el que su edad era la adolescencia y la juventud y sus intereses los propios de un muchacho sin posibles que tiene que ganarse la vida. Pero su destino en el sentido de la valoración que hace Hankiss de la articulación cuádruple de pasado y presente - es superar el episodio desde una superación de los logros. Jesús, en cambio, llegó a recorrer todos los escalones del oficio, y se convierte en, y se asume como, un "pastor". En la transmisión del texto y grabación del relato de Ángel, jesús ha firmado de su puño y letra "suscritas por otro ex zagal'. Pero no sólo es que lo fue y luego fue otra cosa, es que dejó de ser zagal (y antes motril, el ayudante menor de edad) para ser miembro de la profesión, como si dijéramos un oficial en un gremio. Este eje narrativo y analítico tiene importancia para calibrar los modos de hablar de uno y otro. Las reivindicaciones, moderadas en la forma, indudables en el fondo y en el balance cuando nos narra su historia, de mejor salario, de mejores condiciones... b)El segundo pasaje es relativo a la estructura misma de la marcha del pastoreo. Y de él, de manera sorprendente, en apariencia, se nos ofrece una clave interpretativa de primera calidad. Fijémonos que la atención que reclama el detalle central, la expresión "deteniendo", nos lo hace aparecer como significativo precisamente la reiteración. Eso y la pregunta no trascrita en la versión final: "¿Sabéis cómo se lleva un rebaño?", "¿dónde creéis que van los pastores: delante o detrás de 159

rebaño?". La llamada de atención la pone esa interpelación, dirigida en tono irónico a quienes con más o menos emboscamiento de los estudios y las lecturas llevan ya meses preguntando cosas de la vida pastoril. El pastor quiere movilizar los tópicos urbanos, de los que los que escuchan son participantes acríticos, y enseñar la verdad del oficio. Pero ade más de hablar de oficio nos habla de la transferencia de su historia. No sé si os habéis dado cuenta - podemos colegir ahora que nos quiso decir pero si os sigo confiando mis cosas ello es a pesar de que no tenéis ni idea del oficio... como no tenéis ni idea del juego que estoy jugando con vosotros. Éste es el pasaje de marras: Sí. El Compañero va delante, que es el que detiene. Porque un rebaño nunca se lleva arreando. Un rebaño arreando no se lleva nunca, se matan las ovejas y los pastores. El rebaño se lleva deteniendo. Deteniendo. Sujetando. Y después va la Persona, por una lada y el Sobrao por otra. Y el Zagal. Sujetando. Sujetándolas. Sobre todo, deteniendo. Un rebaño se lleva deteniendo. El cuidado aquí es, como desde el punto de vista de la significación queda bien de manifiesto, que todos los roles, la división del trabajo pastoril se aplica, cuando el rebaño va en orden de marcha, a contenerlo. Que no se pierda ninguna oveja, que los hatajos (pequeños grupos de ovejas propiedad de los pastores, que no son los dueños del rebaño grande) y las recién paridas con sus crías no se incomoden... Pero desde el punto de vista del sentido la lección es mayor: una historia, como un rebaño, se lleva conteniendo. Ése es el sentido de los tanteos, de las dosificaciones, del volver otra vez a establecer los puntos básicos de la organización de la trashumancia. El sentido - la presencia del sujeto que habla y se va dando a conocer, también, un poco más, de otra manera, para sí mismo 160

- llega cuando se nombra como el que dosifica no la información que entrega, sino su propia persona que hace balance de su vida. Esa contención - luego caímos en la cuenta - está muy cerca, en el folclore de pastores, que se extiende metafóricamente, alegóricamente, a otras facetas de la vida, como el amor, el deseo, lo conveniente, lo prohibido. Como en esta canción castellana (que tal vez conocía, aunque no era necesario que así fuera, el pastor narrador):

Contención para que las cabras no se vayan (expresión del deseo que no se sujeta a norma) e invadan el sembrado de lo conveniente. c)A este propósito de la conveniencia se dio el tercer pasaje que nos ayuda a entrar en el análisis del relato. En la dosificación del "conteniendo", surge una manera de designar la tarea de la escucha y de la producción de las historias. Quien habla es consciente del interés que suscita en quienes vienen a escucharle. Incluso, como su otro compañero el maestro Ángel, su modo de relatar, de componer en prosa o en verso, resulta atractivo para la concurrencia. Del maestro sabemos por sus hijos (Alicia y Ángel) la enorme facilidad para rimar y versificar con ocasión de las fiestas, o de los cumpleaños... 161

Pues bien, este reconocimiento es vivido por Jesús como las ocasiones en que alguien "vino a pedirme explicaciones". Nombrar la transmisión de las historias de vida como el momento de "dar explicaciones" encierra, por lo que vimos en los primeros capítulos, una gran verdad de la investigación con historia oral. Lo que los pastores cuentan, y lo saben muy bien, no es el mayor o menor tipismo de una profesión ahora marginal unida a la melancolía de la pérdida de ese modo de trabajar y de sus formas de vida concomitantes. Lo que confían a la escucha es el balance de esa vida, la mudanza, la transición del que fueron al que ya no son. La metamorfosis, nada espectacular en apariencia, pero muy llena de detalles, de experiencias, de intemperies, mojaduras, partos de ovejas, subidas y bajadas, rituales, en tiempos y espacios medidos como por un reloj, el calendario de los pastores, pero no por ello menos fatigosas. Así, surge en varios momentos del relato la alusión a que, ante la escucha, insistente, tolerada, por supuesto, querida, pero que indudablemente tiene un aire involuntario de pesquisa, de inquisición, ante eso conviene que se diga la verdad. Elijo un botón de muestra bien inocente, casi tierno, en el que el atezado andarín cuenta que se aliviaba la soledad escribiendo a algunas "amiguillas"... Antes que vosotros vinieron otros a pedirme explicaciones, a que les contara, y bueno, hasta ahora hay cosas que no he dicho, pero siento que ya es hora... No había querido aclararlo antes por... no sé, pero ya hay que aclararlo: que tenía amiguillas por ahí. Dar explicaciones es una oferta de rol que quien se dedica a la historia oral debe poder asumir. Precisamente, como veíamos en el capítulo relativo a las posiciones de enunciación y de recepción, porque quien oye en cierta forma es el enviado de la comunidad (del relato común), o por lo menos - nunca nadie nos envía literalmente a nada de 162

esto - y su escucha no se agota en la persona concreta que es. Así puede que haya veces, como nos sucedió en otras investigaciones, que quien habla se vea movido a dar explicaciones, a decir la verdad en la medida en que puede, pero, al mismo tiempo, percibe que la declaración de tal o cual acontecimiento (ciertos pasajes delicados para la familia que aún vive, o para la memoria de un antepasado, porque se vieron envueltos en reyertas o en episodios violentos que nadie sabe) debe ser conocido por quien ya lleva tiempo trabajando con él en la reconstrucción de su memoria. Pero por nadie más. d)El cuarto fragmento tiene que ver con "lo bueno de lo malo". Es decir con la constatación, a posteriori (como hemos visto el sen tido se construye a posteriori en un tiempo que no es el histórico, ni el consumista, ni el de lo inconsciente, sino el biográfico) de que un fallo aparente en la escucha produce efectos positivos. Me refiero a este pasaje como el lapsus del padre, porque ésta fue la palabra que irrumpió en el relato - que yo introduje precipitado, ansioso-. Quien hablaba contaba escenas de la vida de antaño y yo reparé en el hecho de que a pesar de los muchos meses que llevábamos hablando de lo suyo, nunca se nos había ocurrido (a mi compañero y a mí) inquirir directamente por la figura paterna. Sabíamos que con él había arreglado el ir de motril, de chavalillo que ayuda y va a los recados cuando los rebaños están por el norte y es verano... También sabíamos que el padre autoriza su primera bajada a Extremadura con apenas catorce años, con un capotillo de hule y más ilusión que la mar... Pero no sabíamos nada del padre en sí, qué hacía, cómo era, qué tenía que ver con la historia del hijo. Y allá que te va. En un momento de silencio (de esos en que conviene callar por más que los segundos parezcan meses...) le formulo así, precisamente así, la pregunta: 163

-Oye, Jesús, ¿qué recuerdas de tu padre?... Decirlo y producirse un silencio denso, cargado, en que el rostro de quien habla cambia de expresión, se reconcentra y se emociona. Y al cabo de un tiempo largo responde con voz baja: - Recuerdo tanto... tanto... tanto... La sensación de torpeza, de incumplir las indicaciones que yo mismo había señalado a quienes estaban en formación conmigo, era estruendosa. Tanto como que no sabía yo cómo salir del trance. Jesús se rehizo, concluyó el relato del pasaje en el que estaba y luego... ¡se puso a hablar de su padre! Y no sólo de su padre, y sus años de pastor, sus aventuras en un medio de finales del diecinueve, principios del veinte en el que los ladrones salían a los caminos y los pastores tenían que llevar el dinero oculto en los cencerros mismos de las ovejas... No sólo de su padre, sino de su abuelo (de quien él heredó el nombre Jesús Pascual - no está mal para un pastor - y que falleció y quedó enterrado en una localidad del recorrido), con lo que probamos una vez más que la historia oral compone de manera propia el tiempo. En unos minutos estábamos escuchando un relato detallado de la vida de los pastores a finales de siglo, del nacimiento de la fotografía (de una foto en que su abuelo aparece al frente de un gran rebaño de cabras...). He de advertir, como cuestión formal, y también como opción interpretativa, que preferimos en la versión dada del relato de jesús no hacer patentes nuestras preguntas o comentarios. Y, en segundo lugar, reordenamos los tramos, los escenarios del relato, sin forzar ni pretender lograr una linealidad que no se da en la realidad misma (de la vida, de la rememoración). De suerte que las noticias del padre, las condiciones de trabajo, que aparecen antes del momento de la "pregunta 164

abrupta", en realidad se dan después, en el tiempo de la escucha. Veamos ahora otro ejemplo de estudio con historia oral, en un espacio distinto: se trata de la historia oral de la formación de los pequeños comercios, en varias localidades españolas. En él se da un proceso formalmente semejante: la historia oral da pie a los relatos biográficos.

2. Historias del pequeño comercio ¿Cómo se construye hoy la imagen (autoimagen e imagen pública) de los comercios llamados minoristas? ¿Con qué ingredientes? ¿Cómo se relaciona esta imagen con la práctica aún cambiante que estos llevan a cabo diariamente? ¿Qué peso específico tiene el relato fundacional en los procesos actuales? En este capítulo presentaré, en síntesis, puntos principales de una investigación en la que la historia oral nos sirvió de vehículo para comprender los componentes que llamamos sociosimbólicos de los relatos. De la reconstrucción de la propia historia que los responsables de estos comercios iban haciendo surgía no sólo la formación de una identidad subjetivamente sentida o vivida, sino también una articulación con los componentes estructurales, de organización e imagen corporativa. Por ellos doy noticia de este campo concreto atendiendo a las dimensiones de su vertiente subjetiva, lo que no quiere decir individual ni caprichosa. Se trata de las formas comunes de autopercepción del comercio y su entorno, de lo que va y de lo que puede ser y es causa del conflicto (caída del pequeño comercio y auge de las grandes superficies) de redefinición de la propia actividad y de la propia imagen y de elaboración de las nuevas estrategias. Así este plano supuso una ganancia en el conocimiento de las dimensiones discursivas presentes en el pequeño comercio. Pues, además de su imagen en 165

la prensa, en los medios, está la palabra que circula en la vida cotidiana. Es muy llamativo que se trate de un discurso producido casi al margen de los discursos dominantes, especialmente del lenguaje tecnocrático del marketing y las estrategias comerciales. Quien habla cuenta más bien un relato de orígenes, es decir de fundación y desde él comenta las percepciones de quien siente ahora cambiada su identidad (por la presión del mercado, por la elaboración de una nueva oferta, por los cambios en las normas y reglas de juego). Eso es lo que permitió comenzar por trazar un marco conceptual. En síntesis, de diferenciar los discursos: a)El propio de las tiendas, que es el conjunto de impresiones, opiniones, formas de intercambio cotidiano en el que se van viendo las expectativas, los problemas, las formas de solucionarlos, etc. b)El mediático acerca del sector, es decir, lo que la prensa y demás medios dicen no sólo cuando anuncian, sino cuando se hacen eco de los problemas de los minoristas: cómo influyó el tratamiento en la prensa del problema de los horarios comerciales, cómo se forma una opinión pública respecto del presente y futuro de las tiendas de siempre cuando llegan las grandes superficies... c)El publicitario, que es el conjunto de imágenes y de textos en los que recomendar productos, es siempre algo más que eso. Es el repertorio de nuevos escenarios de compra, que inculca a los compradores nuevos estilos posibles que luego llevan en la cabeza a la hora de salir a la calle a elegir dónde buscar lo que quieren o lo que necesitan. d)El normativo, o legislativo en general, el mundo de los reglamentos, los acuerdos explícitos o tácitos en el nivel de las cámaras locales, del propio gremio..., todo un mundo de términos y de prácticas convencionales que acota lo que se puede hacer y lo que no... 166

De estos cuatro discursos recogimos y analizamos especialmente el (a) en la medida en que confluían en él los otros tres, pero éste es el plano de elaboración personal que los sujetos cultivan (aunque no suelen comunicar) para exponer sus dudas y trazar sus líneas de salida. De la imagen a la práctica Digamos que en primer lugar se recogió y analizó el lugar que el pequeño comercio frente a las grandes superficies tenía en el discurso de los consumidores. Una vez que se hubo mostrado cómo en el conjunto del discurso social que configura el comercio minorista pesan los medios y las imágenes mediáticas, se trata de explicitar el peso propio del discurso de la oferta. Qué dicen de sí, cómo se presentan, qué categorías les sirven para orientarse a los propietarios, empleados, profesionales que le dan un rostro concreto a la función abstracta que es la demanda en este sector. La mirada cualitativa se centra en la configuración de la propia imagen del comercio, vista desde los propios profesionales y, según ello, atender al discurso de los clientes - que pide un desarrollo específico y es tema para otra investigación posterior - no por ello es una dimensión aquí obviada. Pues tenemos la posibilidad de descifrar la imagen del cliente en las categorías del discurso de alguien a quien se le atribuye que lo conoce bien: el vendedor. Pero también vemos dicha ima gen en las constantes referencias de éste al mundo de los objetos, a los productos, las marcas, los modos de comunicarlos y presentarlos. La necesaria especialización y la búsqueda de calidad. Así, se puede considerar un itinerario que va desde el conocimiento y formación de la imagen general de comercio minorista a los escenarios concretos de su práctica. El discurso profesional, el de los profesionales del sector, tiene, como vemos, varias dimensiones que marcan el conjunto de problemas cotidianos.

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Aquí son recogidos y analizados siguiendo sus propias palabras, respetando el orden y jerarquía con que los establecen. Este itinerario de la imagen a las dimensiones de la práctica tal como la narran los responsables del sector, nos permitirá no sólo anticipar las relaciones concretas entre las formas de la oferta y la demanda potencial o real vista desde aquélla, sino precisar el alcance de algunos procesos que atraviesan la práctica del mercado. Así, podemos acercarnos a describir si no a explicar la diferencia entre configuración de la oferta, los estilos de consumo y las pautas de compra. En el sentido, dicho en numerosas ocasiones desde la teoría, de que consumo no es compra. Es algo más. Algo que tiene que ver con hechos muy precisos que aparecen en nuestro trabajo de campo cuando los que venden, de generación en generación, saben distinguir en medio de componentes caprichosos en apariencia, los estilos de compra que se van gestando. El discurso general, la argumentación oscila entre formas desiguales: el mito y el marketing. Lo que prueba que ambos estilos discursivos cumplen una función narrativa que justifica la construcción de la propia posición enunciadora. Así, el que una vendedora atribuya, irónicamente, a "la Luna" y sus cambios el que un día vende más bien ropa de cama y al día siguiente todo el mundo compra mandiles, no responde a una categorización distinta de la que, en el lenguaje del marketing, habla de segmentación entre la clientela de un gran almacén. Se han diferenciado esos edificios en segmentos distintos y ofertas absolutamente diferenciadas según los gustos de cada consumidor. La imagen es una, evidentemente, y El Corte Inglés en eso tiene mucho ganado, la imagen es uno; pero lo que se pre tende es que el consumidor por ejemplo, juvenil rappero, más en la ola NBA, no sé qué, no sé cuántos y tal, pueda acercarse a El Corte Inglés y que, evidentemente excusa comprar nada más en El Corte Inglés que para comprar la visera, el pantalón este amplio de 168

no sé qué y el último compact de no sé cuántos y que se especialice en unos departamentos concretos. Esa imagen de Corte Inglés familiar en la que el núcleo familiar entraba en el almacén y todo era "bienvenido", me imagino que más va a producirse el efecto contrario ¿no? Al final de año el núcleo familiar, si se mantiene, habrá consumido igual, de la misma manera que consumía en años anteriores, pero no habrá sido un acto único de compra. Esa segmentación y especialización es una tendencia general que marca como un gran trazo la entrada en el discurso: es innegable, todo el mundo lo da por supuesto. Ya no se compra como antes, porque ya no se consume como antes. Es decir, que la relación con los objetos no está regida por las mismas pautas de utilidad o de necesidad que antes, ya no se entienden si se acotan desde los sujetos tradicionales de la compra: vistas desde una segmentación familiar del consumo (digamos, desde los apartados, por lo demás, de las utilísimas encuestas de los Presupuestos Familiares de Consumo). El proceso de la escucha en las entrevistas, a partir de aquí, se acota, según los objetivos - la imagen fundacional, la historia y su peso específico en el estilo actual - desde la imagen a la práctica. El primer rasgo común de este proceso tiene, como en otras investigaciones hemos destacado, el bastidor del discurso social. La manera de abordar los interrogantes que surgen en la situación de entrevista, incluso puesto que se trata de entrevistas con una parte directiva - respuesta a las preguntas formuladas tienen un campo común de indagación: el discurso social. Lo que dicen de lo que hacen, lo que se dice que hay que hacer, lo que se reglamenta como lo pertinente legalmente o no, lo que se recomienda técnicamente como más conveniente para salvar o mejorar un negocio..., todo esto se expresa en el discurso que hablan y escriben y publican o no los diferentes agentes sociales que conforman este campo de la actividad 169

socioeconómica. Por eso en las entre vistas se ha pretendido suscitar y captar el discurso de los propios comerciantes respecto a todas estas dimensiones del discurso social sobre los minoristas. Se trata de un discurso propio, en situación, en el contexto de uso cotidiano, lo que da una mayor riqueza y precisión al trabajo, pues además de lo que dicen, se puede ver dónde lo suelen decir. El discurso en el que las personas de este sector dicen qué hacen, cómo lo ven, qué dificultades se les han ido planteando y qué hacen para solucionarlas, está atravesado de otros códigos que forman parte de la estructura misma de las actividades económicas, pero también de las representaciones culturales de nuestra sociedad en este momento. El discurso recogido habla de ellos mismos y de su historia, habla de cómo les ve la clientela y la competencia, de cómo les representan los medios de comunicación, la publicidad, esa reserva de imágenes que da modelos para vivir. Pero el discurso de la oferta (es decir de los profesionales del sector) además de reflejar otros discursos y, como se dice al principio, la imagen mediática, hace otras cosas, tiene otras dimensiones. Además del discurso externo, del contexto, también hay un discurso propio (de la tradición y experiencia del establecimiento, del sector...) que define los elementos: actores, tareas, conflictos... Este discurso que da sentido al propio establecimiento es el que se detecta en las entrevistas. Una de sus dimensiones es la de reflejar (reelaborar estrategias ante) otros discursos poderosos, que son los ya aludidos pero que ahora podemos diferenciar según su grado de vigencia confesada por los hablantes, por los entrevistados. Ese discurso fundacional se hace cargo de los otros tres modos discursivos que las historias de los comercios articulan: -Uno latente pero eficaz, porque define las reglas de juego: el normativolegislativo. 170

-Otro explícito que da ideas e imágenes: el que presenta e inculca los escenarios de compra según los medios y la publicidad. -Otro semipúblico: el de las estrategias comerciales del propio sector, el de lo que se sabe en las trastiendas y el cliente no adivina. Estos discursos trenzados en el habla cotidiana (como puede verse en las transcripciones) dan a la situación de transición un carácter específico. De esta manera variada de hablar y de expresar los criterios propios de los vendedores parte la interpretación para ver cómo entienden los tiempos y espacios, los modos de trato y las expectativas ante la crisis. Veamos ahora los criterios de selección de la muestra, las condiciones de realización en las que han ido circulando nuestras primeras categorías interpretativas y los primeros mapas cognitivos resultantes que orientan el análisis del discurso. La producción discursiva: Barcelona, Madrid, Sevilla Destacamos aquí los rasgos de lo que antes hemos llamado, al hablar de otras investigaciones, la posición de enunciación: quiénes son, desde dónde hablan, cuál es su manera básica de mirar y de nombrar. Para mayor claridad - pese a los evidentes trazos comunes - destacamos las diferencias según el discurso de cada localidad. 1. La elección de Barcelona y su entorno resulta de natural interés por dos razones fundamentales: la gran tradición del pequeño y mediano comercio catalán y el alto grado de innovación que en la situación de crisis están desarrollando los minoristas catalanes. Esta combinación de tradición y renovación da un perfil muy peculiar al contexto barcelonés que, por lo demás no tiene un carácter cerrado sobre sí 171

mismo, ni excesivamente metropolitano. Queremos decir que el comercio catalán está abierto realmente a las provincias - por la gran cantidad de gente que compra y viaja a Barcelona y por constituir un modelo que poco a poco se va expandiendo hacia otras localidades-, ya que bastantes de las tiendas consolidadas en Barcelona han ido abriendo sucursales en determinados puntos próximos. Pero, aunque los componentes tradicionales pesan - existe un modo de aprender a ser "botiguer", tendero, que es una mezcla de sentido familiar del negocio, dedicación de tiempo y esfuerzos sin contar horarios - entre los ingredientes de la innovación está el carácter explorador, curioso, de apertura a las tendencias exteriores a Cataluña y a España, desde bien pronto, es decir, desde el período de entreguerras. Así Comillas (ropa), Pinzón (cosas de casa) pero también otras tiendas más pequeñas y especializadas (Dos y dos) alardean de haberse montado con un espíritu viajero: sus primeros propietarios o socios viajaban a Europa, a ferias en las que no eran siquiera considerados (ni bien ni mal), para ver innovaciones: Quizá un poco antes porque mi abuelo ya era mayor, estaba nuestro padre, J. y nuestro tío G. y ellos habían empezado a tener inquietud, incluso nos podemos vanagloriar en que somos los primeros en empezar a movernos por el extranjero. Yo todavía recuerdo de pequeñito que fui a la estación de Francia a despedir a mi padre, porque era cuando estaban todavía las fronteras cerradas, no salía nadie de España, pues sería el año cincuenta y poco y se fueron a Francia a buscar producto, cómo lo traían ahí ya no me quiero meter, pero que lo compraban seguro. En aquella época había prendas de éstas que eran productos muy buscados, cuando se iba al extranjero y traía una prenda de éstas era... (Barcelona, tienda de ropa.)

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El diseño de los establecimientos se ha realizado teniendo en cuenta el doble eje: sectores comerciales/ áreas urbanas. Por ello se han combinado los grandes almacenes y las grandes superficies de última fundación (Bulevar Rosa), con los establecimientos de corte más tradicional y de barrio, y, finalmente, las tiendas que aparentemente continúan con una oferta casi inmutable. Todos ellos están, según testimonios propios, en un proceso de cambio relativamente esperanzador, en el sentido de haber tenido que hacer apuestas radicales, estar siempre muy vigilantes respecto de las tendencias del mercado y subrayar la atención a una clientela que, por estilo general, tiende a mantener la fidelidad a una marca o comercio, más que a sucumbir a un experimentalismo o fragmentación tan del día en otros lugares o sectores. La construcción de la imagen, es decir de la posición de enunciación (de historias, pero también de eslóganes, de formas de comunica ción con los clientes hoy) se basa en la excelencia del nombre y la capacidad de competencia. Con todo, la cultura comercial catalana tiene una cierta peculiaridad en la medida en que competencia y apoyo mutuo son dos cualidades que suelen ir juntas. La búsqueda de una excelencia, de una selección que eleve el listón pero que no aleje de la clientela es el resultado de generaciones que se han ganado a pulso, como muchos de los entrevistados exhiben con orgullo, la confianza y la notoriedad. Existe, pues, un valor que es muy antiguo en el contexto del mercado (incluso hay un trabajo histórico del joven Habermas "Estructuración de lo público' que lo destaca en el surgimiento de la Europa protomercantilista): el valor del nombre, que cada uno de los establecimientos refuerzan, estilizan, reciclan pero con la intención de no decaer en la notoriedad y la confianza. Junto a ello, va la forma de conocer y controlar la competencia. La estructura gremial muy asentada en el contexto catalán, barcelonés sobre 173

todo, permite que en la actualidad el ritmo de las innovaciones, de la información confidencial, de las medidas globales que conviene conocer y gobernar, sea patrimonio común de un sector de propietarios de tercera o cuarta generación. Se apoyan aunque compitan. Y viceversa. Éste es, pues, otro de los elementos que da una cierta solidez al conjunto del comercio minorista: calidad, entendida como la búsqueda de un segmento, más en sentido clásico (clase + estatus + edad) que posmoderno, un segmento que establezca una relación de confianza y asiduidad. Este doble elemento marca incluso la línea de expansión de las grandes firmas, las grandes superficies. No pueden ser especialistas en todo. Pero aquello en lo que son, lo son de verdad. Esta evolución basada en la confianza y la seriedad forma parte del repertorio de símbolos que reúnen al comercio actual: es preferible una forma de comunicación personal, boca a boca, incluso una nota en La Vanguardia, antes que una campaña de marketing siguiendo procedimientos estándar y descontextualizados. Es lo que permite sintetizar este relato, de gran concisión, en el que están encerrados los dos ejes tradición-modernización de los que venimos hablando. .. .Pues en 1870 vinieron de Vic mis abuelos, mi bisabuelo trabajaba en la banca y al llegar aquí monta la tienda en el casco antiguo de Barcelona. Después mi bisabuela dejó, marchó de Barcelona porque ya era mayor, dejó el negocio a mi abuelo, esto fue en el año 1920 o una cosa así. A continuación entraron sus hijos, que dos somos los que estamos aquí, y el otro fue nuestro tío, hasta que mi padre falleció en 1964, mi tío falleció en 1981 y ya estamos los tres hermanos: María, Guillermo y yo, que soy Julio, que llevamos el negocio, llevamos el negocio... En el 81 teníamos dos tiendas, una que estaba en Paseo de Gracia y la otra 174

estaba aquí en Sol y a partir del 81 empezamos la expansión importante, para lo que son nuestros recursos, siempre se ha basado en recursos propios, y entonces montamos otro Guillermo Comillas más, o sea que tenemos tres Guillermos Comillas. Después iniciamos, montamos una sociedad que se llama 4G, puesto que la casa Guillermo Comillas es una casa formal de aspecto, creímos que se nos escapaba un determinado sector, el público juvenil, que se nos escapaba. Entonces montamos dos o tres tiendas muy informales, con ambiente más propio de la juventud ¿no? Entonces estas tres ahora mismo siguen, por cierto. Después iniciamos contacto con la marca Armani y montamos una tienda de franquicia Armani, que posteriormente montamos la segunda más grande en Diagonal. Después montamos una sociedad que se dedica a la explotación de tiendas en el aeropuerto. En el aeropuerto de Barcelona ya tenemos tres, y la cuarta que vamos a montar ahora. Y así estamos ahora... con el avance de los tiempos. (Barcelona, tienda de ropa.) 2. Los rasgos que definen la posición de enunciación de los sujetos entrevistados en Madrid, quedan de manifiesto en los siguientes fragmentos. Pues esto surgió hace mucho tiempo y este señor, Pablo Reyes, es el que al entrar en esta empresa, que lleva diez años, pues vio que en el almacén central que estaban se quedaba pequeño y personal y público, todo el mundo necesitaba más amplitud. Entonces empezó a hilar, empezó a pensar, empezó a salir al extranjero y empezó a ver las necesidades del mundo, no las necesidades solamente de los españoles. Entonces empezó a ver todo, vino a aquí, lo propuso al dueño, porque él es el jefe comercial, el jefe personal, pero el dueño es otra persona que se llama Mariano Andrés. Entonces se lo propuso, le dijo de hacer este cambio para que las tiendas estuvieran en un lado y los colegios en otro. Nosotros tenemos divididos a Fergomia en dos ángulos: en tienda y en colegios. Entonces vino aquí, vinieron 175

aquí, cogieron este local al lado del otro y empezaron a idearlo, la forma y la atención al cliente en cuanto a colegios, sólo en cuanto a colegios. (Madrid, tienda de material didáctico.) Los relatos de Madrid, aparecen como formados por una memoria empresarial de menor duración y alcance que los de Barcelona. Los sectores de especialización, sin embargo, tienen una mayor aplicación como para captar una clientela que va formando una demanda especializada. En este relato fundador aparece muy clara la necesidad de entrar en el terreno de los clientes potenciales por encima de otras consideraciones de "fidelización" o tradición. En cuanto Pablo vio que en cuanto a personas, las profesoras y las personas que venían aquí, tenían sus necesidades también aparte del colegio, él empezó a pensar que esto también podría ser también como una empresa pública puesto que ya no íbamos a vender sólo a los colegios, sino al personal. Entonces empezó a poner la tienda, a poner las necesidades que necesitaba esta tienda y cogió a unas personas, nos cogieron a dos personas, de mujeres y dos chiquitos, se puso a pintarla por áreas, por lo que vosotras, las profesoras nos pedíais y entonces era la atención al cliente y de colegios. Para mayor satisfacción de Pablo, pues al ver que esto marchaba bien en cuanto a las ideas que él había planteado pensó haceros unas tarjetas personales a vosotras las profesoras para que pudierais ayudaros a venir un poco más, a beneficio vuestro y beneficio nuestro, con unos pequeños descuentos que os hacemos y a la vez, entenderos las necesidades vuestras, las necesidades de los niños, porque aunque nosotros somos vendedores necesitamos muchísimo aprendizaje de vosotros, de todo lo que nos pedís. Entonces todo lo que vosotros nos pedís se le transmite a él, porque él ha estado en tienda las 24 horas seguidas casi, pero ha llegado un momento en que ha tenido que salir o por ejemplo tiene que ir fuera, él tiene que ver, tiene que hacer cosas y bueno, él es el responsable, a él se le comenta, "Pablo, falta tal cosa o nos han 176

pedido esto" y él lo busca, él lo hace, él lo tramita, él lo compra, él lo... todo, por eso te decía que la persona más adecuada era él porque es él el que lo ha inventado todo. Bueno, pues hemos estado cinco años y pico, como tú nos has conocido, con nuestro almacén, ha ido agrandando áreas, ha ido agrandado esquemas, ha ido agrandando todo. Público, porque el público cada vez más no viene solo, sino que trae a sus familiares, trae a sus amigos, que eso es muy agradable porque les gusta nuestro material, les gusta nuestra forma de vender, pues les gusta casi todo ¿no? Y entonces él sigue pensando, que no ha parado nunca, sigue pensando y vio que se estaba quedando pequeño y volvió a proponer al dueño hacer esta nueva área, este nuevo almacén que tenemos abierto, de 150 metros más como atención al cliente y así se ha hecho. En un mes, claro, lleva mucho tiempo dibujando, haciendo planos, hablando con todo el mundo y así en un mes lo ha conseguido todo. Así, las personas que estamos como colaboradoras de él le ayudamos a lo que él nos va diciendo, lo que él nos va proponiendo y aportamos un poco de ayuda a lo que él hace. O sea, que el dueño es una persona, no es sino el dueño es una persona que invierte todo el dinero, la verdad es ésa, invierte todo el dinero que esa persona gana y nos ayuda a nosotros al personal, con nuestro propio de trabajo. Y en cuanto a la atención al cliente nos dan especies de cursillo, nos dan información, nos dan cosas para poder... (Madrid, tienda de material didáctico.) El carácter peculiar, particular, privado de quienes arriesgan y emprenden en las pequeñas empresas de Madrid, contrasta con sus equivalentes barceloneses. Tal vez nos ayude a pensarlo lo que decía Josep Pla de la escisión entre una manifestación externa seria, razonable y una vida íntima más dada a lo fruitivo.

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¿Que cómo surgió esto? Mira, yo te cuento. Nosotros nos dedicábamos a máquinas recreativas, teníamos máquinas recreativas. Una empresa de explotación y llegamos aquí a la urbanización porque yo ya la conocía de cuando era pequeñita que aquí no había nada y veníamos a hacer misa con el cura y cantar a la cafetería. Entonces llegamos un día, nos sobraban dos máquinas y no teníamos dónde colocar y llegamos aquí a la cafetería y hablamos con el dueño, se acababa de quedar con la cafetería y con el supermercado. Y... dijo: "Pues, ah, venga, metéis las máquinas. Y al año o así de estar trabajando en... con las máquinas en el bar, le surgieron problemas y decidió vender el supermercado y la cafetería. Y nosotros, pues... nos lo pensamos y le dijimos que nos podía interesar el supermercado. Que si quería hablábamos y él no quería porque decía que era mucho trabajo, que éramos una pareja muy joven. Yo tenía 23 años. Entonces... no quería. "No, que esto es muy duro para vosotros, que sois muy jóvenes...". Y nos empeñamos, porque a lo de las máquinas le veíamos un futuro un poco negro con una empresa pequeña como la nuestra. Y decidimos quedarnos con ello, ayudados por toda la familia (ríe)... A base de avales de toda la familia, y de préstamos de dinero particular de todos. Y entonces nos quedamos con ello. Y así surgió... Llevamos trece años con él abierto y luego seguimos con las máquinas durante los cinco primeros años, que tuvimos unos pagos muy fuertes. Pues entonces nos ayudaron mucho las máquinas a pagarlo, no salió todo de aquí desde luego... Luego dejamos las máquinas en un momento también bueno... Cuando hablo de "nosotros" es... (ríe) de José, mi marido y yo... Sí, los dos. Lo que pasa es que los primeros años tuve aquí a dos hermanas ayudándome para sacarlo adelante. (Madrid, supermercado de alimentación.) El horizonte de contraste lo marca el discurso de los grandes almacenes. Éste se consolida adoptando paradójicamente los modos y expectativas del pequeño comercio existente en la zona. No hay que olvidar, que, con todo, y 178

tal como aparece en las entrevistas, entró en el mercado precisamente para proporcionar una atención personalizada. Pues empezó como hace 50 años, era una tienda muy pequeña que había en Galerías Preciados y... a ver de qué me acuerdo yo. Pues, el que lo fundó, me parece que era familia de Ramón Areces y Ramón Areces estaba de encargado. Eran muy pocos los trabajadores que había allí. Y luego, pues nada, había competencia porque estaba Cortefiel, estaba Sepu y muchos almacenes que había antes, estaba Galerías Preciados. El Corte Inglés era el segundo, Galerías Preciados estaba antes que El Corte Inglés, lo que pasa es que El Corte Inglés, por su manera de llevar las cosas o por los trabajadores o por lo que fuera, empezaron a poner tiendas en todos los sitios... Pues yo creo que es por la técnica de empresa, pues eso, aparte de los accionistas, aparte de que hubiera gente que pusiera el capital, pero yo creo que es por el servicio que daban, por la calidad de los productos, pues bueno... .. .Además ellos le daban mucha importancia al trato con el cliente ¿sabes? que el cliente no pareciera que iba a comprar a una tienda, sino a un sitio donde le conocían, donde él se sentía muy a gusto y además que en el momento que pusieron el eslogan ese de "si no queda satisfecho le devolvemos el dinero", yo creo que eso fue ya lo que colmó el vaso. Se basa en el servicio al cliente, el trato al cliente. Además, yo no creo que haya nadie que no haya comprado ninguna prenda ni nada en El Corte Inglés, entonces da una calidad, cobra un precio, pero da una calidad al producto y da una garantía que si te a ti no te queda bien, si a ti se te estropea te lo van a devolver siempre... [...1 Yo creo que se basa en eso, en la atención al cliente, es lo que diferencia a El Corte Inglés de cualquier otra gran superficie, 179

porque Cortefiel a lo mejor no es igual y a lo mejor es igual o moda lo que es moda es mejor, los trajes más bonitos, cualquier producto, pero se diferencia en eso. Yo creo también en la formación de los empleados, están muy pendientes, por ejemplo, nosotras aunque llevemos mucho tiempo aquí, de vez en cuando nos dicen "oye, que os vamos a dar una conferencia sobre las tendencias de moda que hay este año", entonces nos llevan a una sala, nos ponen un vídeo con los desfiles y todo esto que sale en la televi Sión cuando es la pasarela Cibeles, pues a nosotras te lo explican. Están muy pendientes de los empleados, por ejemplo, ahora que han quitado las cajas centrales y que nosotras empaquetamos para regalo, porque había unas señoritas cuya función era ésa, pues nos han hecho ir a todas a un cursillo para que cuando empaquetes el cliente no vea que haces un churro, que sigan teniendo la imagen de siempre de que en El Corte Inglés te ponen el paquete muy bonito y tal. O sea, siempre nos están formando. Hay una manera de empaquetar en El Corte Inglés que no empaqueta nadie, es la forma de poner el papel, pero no son iguales. Tú te vas a una papelería y el libro siempre te lo envuelven en cuadrado, pues aquí siempre se envuelve en pico, o sea, son pequeños detalles, pero que hacen que te distingas de los demás. 3. Sevilla supone un peculiar modo de elaborar la tradición, la transmisión de la cultura comercial y el modo de diagnosticar la crisis y sus soluciones. La concentración demográfica y los hábitos de compra aparecen incluidos en la imagen de una profesionalización familiar. Ese arraigo parece garantía para mantener el rumbo en medio de la crisis. Este negocio tiene ya sesenta años. Empezó mi abuelo en el año 36, continuó mi padre y mi padre falleció en Agosto pasado de una cosa repentina, sin comerlo ni beberlo, de un infarto; y tuve 180

que hacerme yo cargo de la empresa. Estaba estudiando Derecho y me tuve que hacer cargo de la empresa, pues gracias a Dios que yo ya llevaba un año y medio con él. Porque una cosa de éstas asusta a un estudiante de Derecho. Sin embargo, esto es lo que más me gusta. En cualquier caso yo lo he vivido desde siempre. En mi casa, desde pequeñita, he vivido el espíritu del comerciante ha estado patente siempre, en cualquier momento; porque mi abuelo era, además, un empresario nato. Mi padre también y mi tío también, o sea mi tío también pertenece al gremio he de decirlo y es algo que como lo he vivido desde pequeña, es lo que me ha gustado. Entonces, pues yo, se puede decir que, accidentalmente, tuve que hacerme cargo de la empresa. Por mala suerte, también, he llegado en un momen to en que la crisis es algo absoluto, sobre todo en este gremio de la confección, porque yo, una cosa que tengo muy clara es que los bienes perecederos es algo que a la gente no le importa consumir, o sea el consumo, incluso, puede ser alto. Aun habiendo bajado es alto, en la hostelería..., en las cosas que son necesarias. Sin embargo una persona, pues, una chaqueta o una camisa puede aguantar con ella. Si yo puedo aguantar un año, aguanto un año con ella. Referente a cenar por la noche, lo mismo, antes que gastarse este mes en ropa más dinero. Entonces el consumo ha bajado notablemente. (Sevilla, confección.) La comparación con otros sectores y, sobre todo, con otras áreas, se argumenta desde la propia identidad, como si cada territorio estuviese marcado por un estilo. Especialmente en uno de los ejes que más importan que es la defensa del pequeño comercio frente a las grandes superficies. Y luego aquí en Andalucía tenemos algo que se puede decir que a la gente de fuera le puede resultar más raro; y es que aquí viene el calor o viene el frío. Verano o invierno, nosotros no tenemos una temporada de primavera, que podamos lucir la manga larga o la chaqueta de caballero, se pone se vende bien... O puede ocurrir en Madrid o en Valladolid - que también hay muchas 181

pequeñas empresas, muchas, muchísimas-, y las grandes superficies, incluso, yo creo que no hacen tanto daño en el sector como aquéllos, porque los conozco, y allí hay mucha boutique, mucha mucha pequeña empresa, y la gente está más a favor de ellas. Aquí la gente tiende más a las grandes superficies, sí, sí, sí..., no sabemos por qué... La gente de la periferia de los pueblos, cuando viene a Sevilla no viene a la pequeña empresa, vienen a El Corte Inglés o a Los Arcos, van a Alcampo, porque es algo donde ellos encuentran aparcamiento, su aire acondicionado, allí pueden encontrar cosas para toda la familia de golpe, tanto comestibles como confección, como juguetes, perfumería... Sin embargo, en el norte la gente defiende a capa y espada la pequeña empresa, participando, evidentemente, en el consumo en ella. (Sevilla, sector servicios.) El mito de la identidad A partir de estas posiciones de enunciación, desde las que se hace el diagnóstico y la promesa de innovación, es posible ver el papel de gran legitimador que el que venimos llamando discurso fundacional tiene en la construcción de las identidades. Con todo, la identificación tiene una parte que mira al relato de los orígenes (de dónde venimos, qué sello se dio a este establecimiento desde un principio) y otra parte no menos importante que mira a las prácticas. A la luz de esta vertiente aparece más claro el componente mítico de la primera dimensión. En el sentido de que la solución de problemas y el trazado de líneas de actuación depende de las autodefiniciones no esenciales sino prácticas. Esas autodefiniciones tocan de cerca el núcleo de las historias de vida como quehacer. No todo está dado en el origen. La respuesta a la pregunta por qué son (el repertorio de autodefiniciones según tamaño, área geográfica, 182

sector), remite directamente a la cuestión de qué hacen, qué hacían y ya no hacen, qué hacen y no hacían, qué siguen haciendo. Es la biografía como quehacer. Antes era... había... era... era... había muchos dependientes, era de mucho movimiento esta tienda porque claro, Barcelona era distinta hace cuarenta años atrás ¿no? No había ni El Corte Inglés fundado... todavía. Y... pues... y... ni había el metro de Paralelo ni nada de esto. Y la gente pues se quedaba más por el barrio. Sí... Y había mucho movimiento. No sé si habían cuatro dependientes o yo qué sé... es decir que mucho movimiento había. Sí... (pausa) Y después, hummm... vino mi padre. Se murió mi tío, vino mi padre, había un cuñado mío también por aquí así... luego ya, mi padre murió y ya, ya me puse yo... con mi madre. Mi madre ya es mayor ya. Ya no está... (Barcelona, Poble Sec, tienda de retales.) Entender la historia como secuencia de decisiones, talante emprendedor, migraciones, alianzas y especializaciones, hace - como en el frag mento anterior con su sequedad aparente - que no haya un mito de la abundancia o de la fatalidad, sino la adopción de un estilo personal, concreto frente a los mitos generales. Pues mi empresa son cuatro hermanos, que vienen del norte de España, que se afincaron aquí hace ya unos años con su padre, que era una tiendecita de comercio tradicional lo que por lo visto montaron; y, poco a poco, los hijos fueron haciendo un poco más grande esa tienda. De hecho lo que fue una tienda de comercio en principio se convirtió en un pequeño supermercado y, poco a poco, habrá unos señores que trabajaban, pues esto, en la hora del día y de la noche, sin parar. Porque se dedicaban por las noches a ir a los mercados a comprar lo que era, los materiales..., para poder después venderlos en el supermercado. Pero se lo hacían ellos todo, ellos lo hacían todo, porque contaban con poco material y con poca economía evidentemente. Y, a raíz de eso, fueron 183

montando uno detrás de otro pero en bastantes años, o sea digamos, como que [...] en un período de quince años abrirían como seis comercios un poquitillo más grande, y ahora es un supermercado y ahora harán autoservicios muy pequeñitos y de ahí han ido cada vez a más; porque, claro, está claro que lo que han ido haciendo es invirtiendo todo el capital, que iban cogiendo, para ir abriendo más, para ir montando lo que era una cadena de supermercados. O sea, que más que menos llevará unos quince o veinte años en el mercado, y ya hoy en día somos cuarenta y cinco supermercados. (Sevilla, supermercado.) Esa capacidad de resolver y de ampliar, o de especializarse para concentrar esfuerzos forma parte de una conducción práctica de la identidad, o de la imagen corporativa. Que no está dada. Por eso nos interesó indagar las autodefiniciones de "cómo está la cosa" (ideologemas) o mejor dicho: lo que tienen en la cabeza como elemento principal para definir lo que ocurre: "van tirando", "han hecho reconversión", "han diversificado", "han recortado personal, recursos"... Dos modelos básicos: innovación/inmovilismo, aparecen en los discursos, aunque con diversos orígenes y alcances. a)la búsqueda de innovación. El modelo de la innovación que aprende de la dinámica familiar, aunque con contenidos distintos, parte siempre del reconocimiento de momentos históricamente decisivos en la historia del comercio (de los períodos de entreguerras y la posguerra civil española, amén de los años sesenta, que son hitos comunes). Por supuesto que nuestra tienda está en una zona popular. ¡Fíjese al lado de la puerta Osario! Por eso, el cliente nuestro de toda la vida nos sigue viendo como eso, como una segunda casa, incluso diría yo. Antes era casa, su nombre era casa, no almacén. Evidentemente pudo decir que nosotros tenemos suerte, que ya hay mucho hecho, entre otras cosas por la cantidad de años que 184

tiene esto. Si mi padre hubiera mantenido esto como mi abuelo pues seguiría siendo una quincalla. Pero mi padre ha sido una persona que cada año ha hecho algo. O sea, [...] era continuamente renovándose, reformando, cambiando escaparates, poniendo la fachada de una manera, puertas..., pues él consideraba que eso formaba parte de la empresa. Él decía que a la vaca había que darle de comer bien para que diera buena leche. (Sevilla, almacén de ropa.) La innovación tiene consigo un componente interesante de resaltar. Porque a veces supone el mantenimiento de la tradición, como criterio, como estilo. Esto implica no la regresión hacia fórmulas rutinarias, sino captar un sentido de la practicidad y de la estrategia que se puso a prueba en momentos anteriores con éxito. Desde ese punto de vista, la dinámica de innovación tiene hoy otros contenidos que pueden en apariencia vaciar el sentido de una tradición. Si me tuviera que embarcar en algo sería el negocio de franquicias. Por ejemplo como Prenatal, aunque hay muchas, como Santiveri... es que las franquicias es algo tan grande que no podemos hacernos la idea de lo que puede abarcar... Para mí ése es el negocio del futuro y entonces la preocupación sería el logo, el color, y ya está. Y si el cliente sabe que va a encontrar a través de ese logo y de ese color lo mismo que busca en este negocio pues va al fin del mundo. Las grandes superficies de hecho están notando la fuerza de las franquicias a nivel nacional. Bueno, habría que hacer un estudio muy detallado del paso de este negocio a una franquicia... (Sevilla, almacén de ropa.) b)El modelo de inmovilismo tiene dos perspectivas argumentales y motivacionales: -una que afirma que el producto funciona a pesar de la modernización (la pequeña tienda que vende un producto de siempre: pan, retales, etc.). 185

-otra que le echa la culpa al modo de ser de la clientela, que no sabría apreciar las innovaciones. No, no me entiende, pues mi preocupación son los clientes. La imagen que quiero dar es un buen sentido, que haya variedad. Y eso ya lo doy, ¡otra cosa o así es que la gente venga aquí y se plante como un árbol a contemplar el aire! Llevo 23 años en Sevilla y me estoy planteando si irme a Pamplona, porque allí ves librerías superatómicas ¡eh! Aquí pues no, nada. La gente que entra y sale como si entrara o saliera de no sé qué sitio... (Sevilla, librería.) Expectativas y estrategias Concluyo con algunos rasgos que nos hacen ver la relación entre mito o relato fundacional y dimensiones pragmáticas de la propia imagen corporativa, en la medida en que ambas dimensiones del discurso prefiguran las expectativas y lo que hay que hacer. Esto implica o bien una actitud analítica o bien entregarse a una especie de fatalismo borroso, en el que parece decirse que en relación con los clientes, nadie sabe qué puede suceder. Sí, pero no es tan fácil. De alguna manera somos una tienda especializada. No es tan fácil, no sé cómo decirle. Además, la especialización en este sector es enorme y yo no creo que interese. Éste es un negocio de envergadura, y buscar la especialización es mucho más complicado que entrar en una franquicia, donde encuentras más facilidades. Aquí vendemos desde un sombrero de caballero hasta un pelele de niño. Vendemos todo lo que lleva un señor, todo lo que lleva una señora, todo lo que lleva un niño y todo lo que lleva un bebé. Llevar la gestión de todo eso es muy complicado, lo puedo decir yo. Muy complicado, muchísimo. Entonces especializarse en señora o en caballero, también, a la 186

larga, es muy complicado. Hay que buscar la solución, todavía no sabemos cuál es, pero estamos buscándola. Es una crisis, ya se lo dije antes, muy profunda. El año 92 fue un año floreciente, un año estupendo, se facturó un momento, y desde ahí para abajo, en picado. Hemos podido sobrevivir, nosotros, gracias a Dios; otros ya no existen y otros están... a punto de desaparecer. Entonces el que tiene la suerte o la vista... y mira el toro y lo torea con el capote... (Sevilla, sector textil.) Pero, además, fíjese usted... ¡nadie sabe nunca lo que va a entrar en la tienda! (Sevilla, librería.) Entre el fatalismo y la búsqueda de una vía razonable cabe el ejercicio de la lucidez, aunque éste tenga los perfiles de un análisis desazonante, pero que, al menos, no se vive como autoengaño, sino como el comienzo de una solución. Claro, claro, yo estoy de acuerdo, por ejemplo, en que si tú eliges este modelo, pues yo elijo el otro, a mí no me interesa tu modelo porque no tenemos el mismo gusto... Si yo pregunto a cien fabricantes que me hagan cien pares, doscientos pares, yo te apuesto lo que quieras, que noventa y ocho me dicen que no, en esa proporción... Pero es bestial porque por otro lado, con todo el mogollón este que ha habido el año pasado con la ley de comercio y todo esto, daba la sensación de que el comercio mediano, pequeño, el futuro era la especialización ¿no? Pero a lo mejor la especialización, por lo que tú dices, el nivel de distribución o de fabricantes, horrible ¿no?... Es horroroso. Claro, yo veo zapatos por ahí y dices: bueno este zapato a mí me costó lo mismo que me vale otro número, y digo, estos no valen, y a mí por pedir cinco pares me costó igual que un zapato bueno, y ahora te cobra tres mil y menos que me costó, pero porque me hicieron uno, y después, de hecho, te lo comes y no tiene nada que ver con lo que me enseñan a mí. 187

Hay relatos en los que las expectativas pasan por pegarse a los hábitos y gustos de los clientes, porque en ellos se encuentra casi dibujada la tendencia de futuro a la que hay que responder, o, si se puede, anticiparse a ella. Hay de todo, hay gente muy maniática, de hecho hay diferentes tipos de plumines para diferentes tipos de escritura y para diferentes inclinaciones y formas de escribir. O sea, sí hay gente que va buscando, "¿qué plumín es éste?, ¿lo puedo probar?", pero hay personas que van buscando una marca, en plan tipo regalo, si es una persona lógicamente mirará todo este tipo de cosas, pero si es un regalo normalmente miran la marca y todo lo que conlleva esa marca, la garantía de la marca... Sí, son los mismos plumines, pero de diferente grosor entonces, o de diferente inclinación que el punto, que realmente es lo que hace que escriba de una forma o de otra, pues lo hacen con una cierta inclinación, por ejemplo, para zurdos... Se tiene en cuenta evidentemente y hay la posibilidad, eso, de cambiar el plumín en función de si una persona quiere escribir más grueso o más fino, con más cantidad de tinta en el momento de escribir, entonces, sí hay personas que lo miran mucho, y ésas son personas que realmente la utilizan, los que no la utilizan les da igual... Sí, hay personas que vienen para el marido o para el jefe y dicen, "sé que le gusta esta marca, quiero un artículo de esta marca". Entonces ya van sobre seguro, luego pueden comprar un complemento en piel o un estuche o "dame también el bolígrafo, me llevo el portaminas". Si vienen ya vienen buscando la marca claramente. (Barcelona, artículos de escritorio.) La construcción de expectativas y de formas de anticipar el futuro inmediato cuenta con un componente que ya hemos señalado, que es la presencia de un discurso normativo: aquel en el que se elabora la respuesta a la administración. La regulación del horario no me parece mal, aunque la legislación nos defiende poco. Yo desconozco las ayudas al sector 188

minorista, -ya le he dicho antes lo de los bancos-; y sé lo que pasa con esas ayudas para informatizar... ¡el ordenador lo tengo yo en la cabeza! y yo no quiero dinero para comprar ordenadores, porque yo se de gente que utiliza ese dinero para otra cosa. No quiero que la Administración me dé nada, para que no me quiten nada. Pero ¡a ver si esta gente ayuda un poco a la pequeña empresa! Yo, como le dije antes, soy una empresa familiar, y si viene la inspección, pues ¡soy una empresa familiar y qué más! (Sevilla, librería). Otro factor de anticipación es la relación con las tendencias del mercado en el sector. Aquí nos encontramos con un abanico de filtros de respuesta no ponderados, donde se elige desde uno a todos ellos y, en resumen, se formulan como sigue: Lo que pesa es la tradición (siempre se hizo así y funciona). Lo que pesa es el sector. Lo que pesa es Europa. Lo que pesa son las multinacionales. Lo que pesa es la diferente formación y expectativas profesionales. Las formas de financiación pesan, pero parecen pesar más las formas de comunicación. La construcción de una buena imagen corporativa, de una clara imagen de marca selecta parece un buen salvavidas en tiempos de crisis. Sí: el rótulo en la tienda es como una etiqueta en una buena prenda. (Barcelona, textil.) Las formas de preparación de los nuevos profesionales pasan por el contacto directo y el conocimiento de la realidad. No se desdeñan las técnicas 189

de venta, o el discurso del marketing. Pero se intuye que, en tiempos de crisis la atención tiene que estar pegada a los nuevos tipos de hábitos de consumo, tipos de clientes, tipos de compra que detectan desde su sector, lugar, etc. Cada día es distinto, porque hoy les da por el delantal... y ayer les dio por las sábanas. Todo el mundo venía a por sábanas y hoy por delantales. Quiero decir que esto... decimos nosotros que son las lunas no sé por qué... (Barcelona, Poble Sec, tienda de retales.) No, en Barcelona es muy diferente al resto de España, porque en Barcelona hay una cultura de arquitectura de hace mucho tiempo, la gente es bastante culta aquí en Barcelona y la gente lo tiene muy claro desde hace muchos años, quizás por lo que hicimos en los años 60 y otros que lo hicieron. La gente lo tiene muy claro. En Barcelona es muy diferente, por ejemplo, en Madrid la gente no sabe lo que quiere, no hay una tendencia clara en el mercado. Es decir, esto es lo contemporáneo, esto es lo clásico, la gente se hace las casas y hace unas combinaciones muy raras, la gente no tiene una tendencia clara, no sabe por dónde ir, porque quizá en Madrid no hay nadie que te diga por dónde van las cosas, por aquí o por allá, si te gusta esto por aquí y lo otro por allá. No hay nadie que diga por donde ir, y esto pasa en toda España. Entonces, claro ya te digo que aquí es diferente, porque aquí la gente lo tiene clarísimo, lo que quiere, viene aquí y compra porque sabe lo que quiere exactamente, para ponerlo en este sitio con aquel color y con tal tornillo. En el resto de España van y miran... (Barcelona, tienda de menaje del hogar.) Esto, con especial cuidado de una de las grandes tendencias del mercado que rompe con el mito de los orígenes: un buen comercio para un sector, para un público. La tendencia acelerada más allá de lo razonable es la segmentación. Nos da la impresión que se va a dispersar ¿no? y en ese sentido, 190

la idea, la idea es que si El Corte Inglés tiene un departamento de discos, por lo menos en Barcelona y seguro que en el resto de España, pues sea la tienda especializada en discos de Barcelona. Si tiene un departamento de audiovisual e informática sea la tienda de informática en Barcelona. Un poco ésa es la línea, me parece que ése es el camino, que la empresa, incluso internamente lo tenga asumido o que el consumidor tenga clara esa referencia por parte de El Corte Inglés ése es otro tema. Yo te diría que por parte del consumidor no existe aún esa conciencia, o sea, existe ya una conciencia de que en El Corte Inglés encuentras de todo, pero esa conciencia de que "si quiero los mejores discos los tengo en El Corte Inglés", no sé si aún existe esa perspectiva y lo que también es más complicado es qué gente es, además tú sabes que en El Corte Inglés los directivos y puestos intermedios son trabajadores que llevan muchos años en la casa, con lo cual ese cambio de mentalidad es más difícil por parte interna que no externa, porque en última instancia externa recibe lo que se le transmite internamente. Si internamente chirría el mensaje, puede ser que no llegue con comodidad al exterior, pero a mí me da la impresión que la línea es ésa, es más, hay algún experimento. Es decir, con la absorción de Galerías Preciados, El Corte Inglés se ha encontrado con centros con capacidades muy distintas y dimensiones muy distintas en toda España. (Barcelona, grandes almacenes.) Las estrategias de futuro tienen, pues, que ver con el relato fundacional en el sentido en que definen bien el estilo, identifican, aunque no sea ése el nivel que ha alcanzado la demanda. Sí, sí la tiene mira. Esto es Fergovia, centro de primer aprendizaje y entonces es para material didáctico, todo material didáctico. Al no ser venta a público, como te he comentado antes que no era venta público, no era más que una especie de almacén central o proveedor o entrega a los colegios del material, era una venta evidentemente. Ahora al hacerse más grande ha habido que 191

ampliar, no es un supermercado puesto que eso, ni en la mente de Pedro Rubio ni en mi mente ni en ninguno de nosotros entra un supermercado. Un supermercado para nosotros no es que sea menos, al contrario, un supermercado es una maravilla, pero nosotros no lo empleamos así, lo empleamos como tienda especializada y como tienda especializada es lo que va a ser. Es y va a ser tienda especializada. Al ver cuatro cajas y un carrito, pues efectivamente, viene una profesora, viene un colegio y no se lleva dos bolígrafos, se lleva 20 bolígrafos, 20 carpetas, ¿qué pasa? que tienes que ayudarla a transportar toda la mercancía... Eso es, si tú fueras a un Corte Inglés que te pudieras llevar lo mismo, que aun así ya se está haciendo de planta a planta como en Estados Unidos, tú compras todo... no sé si has estado... Pues compras todo y ya lo ves que te puedes ir con ella a todos los lados. Aquí en España todavía la mente no está educada, porque desgraciadamente hay muchos robos y no se puede hacer, pero nosotros aquí nos permitimos el lujo de dar esas confianzas para que el cliente que venga llene el carro, o lleve dos cosas o lleve 20, sin ninguna atadura, sin que nosotros tengamos que estar con ellos ni tengamos que estar transportando todo el material. (Madrid, tienda de material didáctico.) Se trata de la atención a lo concreto y la prudencia y arrojo del viejo refrán barcelonés que campea en la tienda de Poble Sec, no lejos de la casa en la que no hace mucho vivía la madre de Joan Manuel Serrat:

3. Los relatos de migrantes No hay casa en tierra ajena José Martí 192

En el conjunto de las historias de vida, los relatos de migración ocupan un lugar privilegiado porque tienen en sí una cualidad que irradia y es la de ser metáfora y metonimia del curso vital. Representan y actúan la metamorfosis que hemos venido considerando como central en la historia de vida que se nos destina, que escuchamos. Metamorfosis por cambio de tiempo y de espacio, metamorfosis por cambio de identidad, en "ser identificado"29 (quien migra es el "extranjero" en lugar al que llega y es "el del lugar al que emigró" cuando regresa a su casa: "ni madrileño ni de provincias" es la fórmula de la identidad nómada) y metamorfosis en la autoidentificación: "de dónde se siente uno", "quién se siente uno que es" son dos preguntas íntimamente ligadas, de suerte que la relativa importancia de la primera (al fin y al cabo uno acaba siendo del lugar en que vive) se magnifica al deslizarse hacia la segunda (la identidad del linaje, del origen ya no es recuperable del todo en el curso vital, en el desplazamiento: cambia el lugar en que estoy, cambia el "lugar" que soy, que ocupo, que represento, que significo). La otra cualidad es la de la pérdida y la ganancia. No se trata del mero relato de acontecimientos. Sino de un verdadero e inevitable "balance". Como aquel jubilado de ferrocarriles que escribía sus memorias en un viejo libro de contabilidad, quien narra su experiencia de migración (desde el viaje por poco tiempo a la condición de trasterrado) escribe sobre las columnas del "debe" y el "haber". Como el jubilado en cuestión escribe seguido, indistintamente, sin separar los relatos según el encabezamiento de las hojas, pero el "debe" y el "haber" están en el fondo, son el bastidor del relato. El ejemplo que voy a comentar es un peculiar ejercicio que vengo haciendo con estudiantes desde hace casi ya dos décadas. Se trata de producir historias de vida bajo el rótulo "El día en que llegué a Madrid". Veremos primero en qué consiste este ejemplo como metódica; después, 193

qué produce como resultado y, en tercer lugar, qué pistas de análisis se desprenden de este ejemplo para la historia oral. El ejemplo y el método El punto de partida de este trabajo, que produjo la formación de un modesto archivo de relatos, era habituar a jóvenes estudiantes universitarios a la práctica de la historia oral. Como siempre, la metodología y la solución de objetivos manifiestos encierra alguna referencia más, algún anhelo más o menos confesado por parte de quien emprende la tarea. En este caso, eran al menos dos los objetivos latentes (a) conocer y reflexionar sobre la condición migrante de la mayoría de la población española, empezando por la de los propios implicados en la tarea (estudiantes y profesores) y (b) propiciar un espacio de transmisión de experiencias entre personas de diversas generaciones. Estas dos pretensiones - ni siquiera objetivos claramente formulados fueron apareciendo más nítidamente a medida en que el trabajo se hacía más problemático y daba, paradójicamente, sus primeros frutos. El ejemplo - la recopilación de historias de vida que tenían por objeto narrar las migraciones - comenzó propiamente a mediados de los años 80, momento en que los flujos migratorios procedentes de fuera de España no eran tan copiosos como en esta última década y media. Por eso el trabajo se limita a la experiencia de migraciones internas de antes. El contexto es toda la serie de procesos de llegada (de la periferia a Madrid), desde comienzos del siglo XX hasta finales del mismo. Como la pretensión era desarrollar la capacidad de escucha de estudiantes acerca de experiencia de las que podía tener una noticia apagada - pese a ser 194

en su mayoría hijos o, al menos, nietos de no madrileños30 - la consigna que desencadenó la investigación era tan simple como: entrevistar a una persona no nacida en Madrid, mayor que quien la entrevista, para que cuente lo que recuerda del día en que llegó a Madrid. No había, en principio, ni un diseño de los sujetos que considerase rasgos etic, como edad (salvo en sentido dicho), género, estatus, ni siquiera los aparentemente más afectados por los procesos migratorios, como hábitat de procedencia o subcultura (grupos étnicos o grupos de actividad). Que fueran genéricamente "mayores" que quien entrevistaba se basaba en la suposición de que habría una experiencia bastante en el proceso migratorio que podía ser transmitida con cierto interés. Sin embargo, la calidad de los relatos, desiguales en extensión y en detalle, suscitó desde el principio el interés y la sorpresa. ¿Cómo era posible que personas que habían emigrado a Madrid hacía cuarenta años recordasen con tanta intensidad y precisión detalles de una cena (años sesenta), que en Madrid regaban de madrugada (años treinta), o las sensaciones un tanto agobiadas y expectantes que despertaba en ellos su primer paseo por la Gran Vía (años setenta)? La sorpresa venía de los propios relatos, en la medida en que parecían reunir, con estilos narrativos simples, la intensidad de un proceso de desarraigo, al que de manera sistemática no se solía prestar atención en los llamados estudios sociológicos sobre migraciones31 Éstos consideraban, en efecto, los elementos cuantificables, con especial predilección de cuántos, cuándo, de dónde, adónde, y un quiénes acotado en las variables funcionalistas (edad, sexo, estatus, hábitat, nacionalidad), pero solía haber silencio, o relegación a las notas o a las introducciones, de la propia palabra de quien hacía y sufría el proceso.

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Como Daniel Bertaux e Isabelle Wiame mostraron en sus canónicos estudios sobre los panaderos provincianos en París y en general sobre los migrantes de provincias en la capital del Sena, el relato en primera persona, e incluso la forma del relato era de principal importancia para aproximarse a lo complejo, desarticulante, novedoso del proceso migratorio. Así que, alentados por la vivacidad de estos testimonios pusimos en marcha un procedimiento de escucha que no tenía más tarea formulada que la dicha: "¿qué recuerda del día en que llegó a Madrid?", no tenía más condición previa que reclutar inmigrantes ("personas no nacidas en Madrid", rezaba la consigna, de más edad que las y los entrevistadores) y no tenía más recomendación que la de escuchar y procurar interrumpir lo menos posible a la persona que narraba algo tan importante para ella que convenía no cortar con comentarios y sí acompañar en silencio "ese proceso de elaboración". Puesto que un proceso complejo no viene de súbito a la memoria y a la palabra. Requiere tiempo. De ese modo fuimos juntando relatos, variados en extensión, en interés documental, ricos en interés biográfico e identitario. Éstos fueron quedando más o menos ritualmente archivados, en casetes, en unos clasificadores sobrios... hasta que llegó el momento de intentar analizarlos. Cómo encarar los resultados Al reflexionar sobre el proceso de este trabajo no puedo sino destacar el carácter abierto - tal vez en exceso en un principio - del mismo. Y sin embargo al transcribir o leer o escuchar las primeras decenas de entrevistas aparecía una cierta regularidad que no quedaba más remedio que tener en cuenta. Y aquí se operaba el primer cambio de perspectiva. Seguramente la fundación de un método de escucha, que luego generalizamos o extendimos a

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otros campos de trabajo. Diré que años antes habíamos realizado una investigación sobre redacciones escolares en torno a los derechos humanos (cómo niños y niñas nombran, explican y dibujan los derechos humanos): se trataba de una convocatoria de la sede española de Amnistía Internacional, quien puso en nuestras manos unos quinientos textos y dibujos sobre el particular, de niñas y niños de toda España. Pues bien, nuestra aproximación entonces - nuestro primer sistema de clasificación - nos llevaba un tanto irreflexivamente, pues una cierta rutina tomada como indiscutible, a dividir los relatos según las comunidades autónomas de procedencia, como si éste fuera el primer rasgo que destacar. Por qué no elegimos edad o género o tipo de centro (pronto consideramos esas variables, naturalmente) si contemplamos la comunidad, era una doble opción (no elegir aquello, en cambio sí esto) que se apoyaba en el implícito de que la pertenencia a una comunidad y no a otra revelaba el espacio de socialización política y ética de los escolares y las escolares. Luego se vio que no era exactamente así. En el caso de los relatos de migrantes intentamos un procedimiento semejante para empezar, mas pronto se vio que el relato particular - en realidad que la captación era azarosa y no por provincias o regiones - quitaba peso a esa forma de adscripción. Y al tiempo nos confrontaba a una peculiar forma de identidad: la de quienes no son de aquí ni de allí, o son - en un esfuerzo imposible de armonizar - deaquíydeallí. Ésa es su tierra de pertenencia: aquíyallí. La condición migrante no era pasajera, nunca lo es, ni siquiera a lo largo de las generaciones inmediatas a quien narra. Y eso lo vimos por el azar de la captación aleatoria: los sujetos eran captados entre las redes de relaciones de los estudiantes. En realidad sólo con una acumulación de bastantes relatos de igual origen podría aventurarse alguna hipótesis parcial (lo peculiar de los gallegos frente a los extremeños, por ejemplo). Lo 197

que este trabajo, imperfecto y apasionante, así como los anteriores nos iba enseñando es algo que la mirada cualitativa establece como fundamento: no se puede pensar sólo una variable, es decir: no se puede primar el lugar de origen como principio explicativo, sino algo más complejo pero más verdadero: qué lugar ocupa el origen, la procedencia, en la estructura del relato. Además de nacer en un sitio, quien emigra (la mayoría de la humanidad) hace muchas cosas a lo largo de su vida. Y sin embargo, el desmontaje de la naturalidad (es la realidad) de la vida cotidiana en la socialización primaria abre a otras dimensiones de quien deja atrás mucho y no sabe qué se lleva de ello, para descubrir ingredientes cuyo lugar en la fórmula final, en el relato de lo que ahora soy, no está claro. El proceso llevaba por otro lado que la asignación de significatividad a la comunidad de origen, y éste aconsejaba dar más peso específico a la estructura misma del relato. Qué elementos lo componían, qué había de común y de específico en todos los relatos, tomados éstos como un corpus. Considerarlos así podía parecer que nos llevaba a primar lo que en ellos había de historia oral (de las migraciones) sobre lo que todos tenían de historia de vida (del curso vital de cada migrante). Como ya indicamos más arriba, esta distinción, que ha sido fecunda en muchas investigaciones, muestra -y en este caso con más rotundidad que en otros - que entre una y otra modalidad hay pasadizos ocultos y a veces galerías a cielo abierto. Así fuimos armando un modelo de lectura y de análisis hecho de los ingredientes comunes a todos. Éstos equivalían a la estructura narrativa del corpus y sus figuras mínimas fueron formuladas como sigue. 1.Los orígenes: la mención del punto de partida. Lo que (en el relato) se deja atrás al iniciar el viaje. 2.Las

motivaciones

del

viaje: 198

que

incluiría

razones

comunes,

racionalizaciones personales e, incluso, la mezcla de ambas (por ejem plo, la carencia de recursos en una zona, nos emigran y otros no, quienes lo hacen usan lo común como razón mayor, quienes no lo usan como pretexto). 3.El viaje: las circunstancias y condiciones del desplazamiento, sus espacios y tiempos. Los compañeros de viaje. 4.Las redes de acogida: quién espera a quien emigra. Redes familiares, de compatriotas, ofertas de trabajo, quién ofrece qué. 5.Las imágenes de la ciudad: cómo era Madrid a los ojos de quien llega, qué se ve, qué se nombra y cómo, qué no se ve de momento y sí más tarde. 6.El monólogo interior: cómo se siente quien llega, qué recuerda de su estado de ánimo, de su manera de ser en ese momento, sus expectativas y temores. 7.Los primeros días: qué hacen al llegar, qué pasos van dando para sobrevivir. La primera línea de interpretación vino del cotejo de las diversas historias detectando la presencia o ausencia de fragmentos pertenecientes a cada una de estas figuras narrativas. Simplificando, se puede contraponer el relato de quienes no miran atrás (ausencia de referentes o escasez de los puntos 2, 3) o hacen alguna alusión justificatoria (mencionando las condiciones de 1, del lugar de origen) por oposición a los que insisten en los primeros tipos de fragmentos y se alargan nostálgicamente en el canto del pueblo de origen o en los detalles del sujeto que eran. En los ejemplos que hemos seleccionado, procuramos ilustrar con detalles 199

y matices estas dos grandes posiciones y sus variantes. Ejemplos y lecciones para el análisis Los relatos más antiguos, de llegadas en torno al tiempo de la Guerra Civil, reúnen sobre todo el valor de contar los logros, difíciles, más bien que el punto de partida. Es como la condición de emigrante que silencia los puntos 1, 2 y 3 del esquema de las páginas 181 y 182 para subrayar los siguientes (47), indicante con ello lo conquistado más bien que lo que queda atrás como punto de partida. Este primer ejemplo tiene el interés de incluir un primer párrafo que no es infrecuente en los relatos de inmigrantes y que se atiene a la fórmula untes de venir (definitivamente) ya había venido (por poco tiempo)': Pues la primera vez que yo vine a Madrid, en el año 40, me busqué una colocación (antes había estado con el tío Chaparro, tenía quince años, nada más que ocho días). Venía yo sola. Me busqué una colocación con una señora viuda que vivía en la calle de Serrano, número 25, con la cual estuve 18 meses de sirvienta con ella, y luego me fui porque mi padre se puso enfermo y me tuve que ir al pueblo para asistirle. Y allí estuve dos años. [...] Sobre todo el parque del Retiro donde iba a pasear muchas tardes y algún cine y algún teatro que también iba, y me gustaban mucho toas las calles, y todos los comercios y todos los escaparates que había muy bonitos y que me dio mucha pena tenerme que marchar... Y luego ya volví cuando nos casamos, por lo menos dos años o tres [...] Me levantaba, hacía la limpieza, iba a misa todas las mañanas, veníamos de misa, desayunábamos, y empezaban las tareas de la limpieza de la casa. Luego servía la mesa a la señora, que era una señora muy buena, muy católica y 200

una señora muy buena, muy considerada con la servidumbre, con ella estuve, ya digo, dieciocho meses [...] Me daba la comida y me pagaba un sueldo quince duros, buen quince duros entonces, bueno, madre mía... eso es lo que hacía con ella. Cosía también, algunas prendas que me mandaba. Estaba todo el día en su casa y allí dormía y todo. Y luego ya después de casada pues eso ya. (Mujer, 77 años, nacida en Valladolid.) Este segundo fragmento tiene el mérito de la condensación. En pocas líneas nos traza con mucha viveza las condiciones de la llegada, el ambiente de trabajo, los primeros tiempos hasta lograr una cierta autonomía. De resaltar la precisión "y aquel día pues estaba lloviendo", ejemplo de muchos relatos en los que la fijación de un recuerdo sensible dura a través del tiempo. Yo vine el año 1932, era un crío, tenía por entonces trece años. Llegué a Madrid y aquel día pues estaba lloviendo. Me fueron a buscar, un amigo de mi padre, que ya se ha muerto, era comisario de policía. Fui a casa de la hermana del jefe que yo tuve, comía allá y empecé a trabajar en la tienda esa, en la calle Toledo número 44, entré allí interno, una tienda de ultramarinos y potajes, era el chico de los recaos. Total que allí estuve 18 años, estuve hasta que vino la Guerra Civil, una vez terminada la Guerra Civil volví a la tienda, en el año cuarenta y tantos, cogimos la tienda entre otro socio y yo y al año o así nos casamos [...] Estaba todo el día, yo comía y todo en la tienda, yo estaba interno, y cuando yo llegué que llegué el 18 de setiembre del año 1932 hasta enero no ganaba nada más que la comida y a partir del uno de enero empecé a ganar dos duros, diez pesetas al mes, y cuando tenía pues eso 16 años o 15 años pues ganaba 45 pesetas al mes. Y luego nada más terminarse la guerra que empecé allí a trabajar ganaba 215 pesetas pero sin derecho a comer ni nada, con esas 215 pesetas tenía que pagar la patrona y todo. Total que te levantabas a lo mejor a las 6 de la mañana y te acostabas a la una 201

de la madrugada. Estábamos trabajando en la tienda y cuando había que llevar un pedido, pues a llevar un pedido. Tostando almendras, lo mío ha sido. En el pueblo no me gustaba la cosa de la agricultura y por eso... Como era un crío lo que gustaba era andar por la calle con la bicicleta, a repartir por ahí, nos daban cinco o diez céntimos, la propina la teníamos que echar en una hucha y después cuando teníamos que comprar o zapatillas o cosas por el estilo pues teníamos que romper la hucha y el jefe pues teníamos que darle las vueltas, nos daba una peseta y le teníamos que dar las vueltas los domingos... Un bocadillo de anchoas, cinco céntimos, ¿es que usted puede permitirse el lujo de comprar diez céntimos de pitillos? (Varón, 73 años, nacido en Burgos.) Los relatos se dedican a quien los escucha, en este caso a los jóvenes entrevistadores. El efecto que produce esa relación de confianza, de transferencia, es notable en todos los grupos y cursos en los que se recogieron historias. Téngase en cuenta que en muchos casos, como hemos dicho, no hay noticias de los procesos de migración de las generaciones anteriores. En otros se sabe vagamente como leyenda familiar, pero las razones y los motivos se diluyen en una especie de épica fatal, mítica, que no hace justicia a los ancestros de los que los jóvenes vienen, ni a las decisiones que, a largo plazo, hicieron que nacieran en la periferia de Madrid (en los barrios o ciudades satélite del sur si son extremeños o andaluces, más bien en el norte si son gallegos o asturianos). Hay casos en los que la voluntad de transmisión, la necesidad o el deseo de dejar claro el linaje nómada, de sostener ante los jóvenes la sencilla dignidad de los procesos vitales, hace que este legado se haga por escrito. Y se lea ante el magnetófono.

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Éste es el caso del testimonio de un hombre, nacido en Aranjuez y que llegó a Madrid en 1971. Su texto, leído y grabado con enorme solemnidad y afecto, es un testimonio escrito dedicado a su hija. Destaco las frases principales. Todo me parecía distinto, nosotros vivíamos en Aranjuez, y aunque no disponíamos del suficiente dinero para comprar un pisito, no vivíamos mal... Ése fue el motivo, pero no toda la culpa la tuve yo [...] Recuerdo que vinimos a Madrid, porque un amigo me proporcionó un trabajo en un concesionario de coches... De todas formas yo tuve bastante suerte gracias a Dios. Había bastante gente en paro deambulando por las calle madrileñas. En primer lugar es que te sientes aislado en una ciudad. A pesar de que tu familia la tienes contigo... Mientras que en el pueblo pues estás bastante arropado por la gente que conoces. Disponíamos de pequeñas parcelas de tierra. Aquí hay que tener un dinero manejable a mano. Porque los gastos se multiplican... Así los gastos de transporte, de las letras, de la ropa... Otro de los gastos que si la comida, la gasolina, muchos gastos que si vivieras en el pueblo no tendrías... En Madrid hacía frío y las calles estaban desiertas... Pero ahora realmente puedo decirte que la vida en ciudad es mejor que la del pueblo... Ya que la vida ha cambiado y nosotros también. Se trata como se ve, de un texto en el que 5 y 6 - el monólogo interior y 203

las imagenes de la ciudad - tiñen la totalidad del relato, melancólico, como pocos. La referencia al origen (1) es breve pero definitiva. Veamos ahora otro relato en el que predominan las impresiones y la descripción moros del tiempo y del espacio nuevo que supone la capital. El predominio de los fragmentos 5 y 7 lo convierten en un tipo, claro y modesto, de la conquista mutua: de la ciudad por el inmigrante y del inmigrante por la ciudad. Bueno, Manolo, pues mira: Yo vine a Madrid aproximadamente en junio de 1970. Vinimos mis padres, mi padre, mi madre, mis hermanos y yo. Vinimos todos juntos en un autocar que al efecto había alquilado mi padre y la primera impresión le sucede a uno que viene de un pueblo como es el mío, Jaraíz de la Vera, Cáceres. ¡Tendría entonces, cinco mil habitantes y Madrid dos millones o algo más!... Llegamos a 12:30 de la mañana, a un piso que mis padres habían comprado en el distrito de Carabanchel, el primer día estuvimos de mudanza... trasladando todos los muebles que habíamos traído del pueblo, y ese día prácticamente no sucedió nada llamativo, nada más que lo que he dicho al principio, el contraste, la impresión que te causa el entrar en una población tan grande como Madrid. Ya el segundo día lo que intentas es tomar contacto con el distrito, con la calle, recuerdo que lo que hacía mucho era recorrer las calles más céntricas del barrio como podía ser la calle la Oca, el camino de la Laguna, son calles de mucho comercio, te llamaba mucho la aten ción los grandes establecimientos que en estas calles había, por la variedad de artículos, de tiendas, etc... Y luego también lo que te llamaba mucho la atención quizás eran también los cines por la diversidad y cantidad de películas que te echaban. Mientras que en pueblo una el fin de semana, aquí todos los días abiertos y te echaban dos 204

en cada uno. El tema del trasporte, mientras no sales de distrito. Si tienes que hacer algunos trámites, o ir a un museo o al Palacio Real... (Varón de Cáceres, llega a Madrid en 1970.) Si damos un paso atrás en el tiempo de los relatos nos encontramos con los que se dieron en los tiempos (y con motivo de) la Guerra Civil. Sin entrar en la temática bélica - que será objeto del capítulo final - nos percatamos de una construcción narrativa más dramática, más intensa (si cabe). Sobre todo por el carácter azaroso que vincula los acontecimientos. Véase este sorprendente ejemplo. Cuando terminó la Guerra Civil que fue en el 1939, yo tenía veinte años. Franco mandó hacer el servicio militar a todos los que estuvimos en la zona roja durante la guerra. Yo vivía en Barcelona, porque tú sabes que yo soy catalán. Me destinaron en automovilismo en el pueblo de Fuencarral de Madrid, durante un período de unos tres años. El viaje a Madrid conocí a la que ahora es mi mujer, ya que de repente el tren se paró por casualidad, la máquina tuvo una avería y aproveché la ocasión para hablar con ella. Porque tuvimos que bajarnos del tren y esperar otro tren que viniera. Llegamos a Madrid y ella se fue a su casa. Y yo, como comprenderás, al cuartel ya que me tenía que presentar esta misma noche. Por lo tanto el primer día que llegué a Madrid no fue muy agradable, no. Pero no nos olvidamos de darnos la dirección y el teléfono, y así pudimos vernos continuamente. Ella venía al cuartel de vez en cuando a verme. Y cuando me licenciaron, arreglamos inmediatamente los papeles y nos casamos. Y así fue como decidí quedarme en Madrid. A pesar de que el primer día no fue de una gran alegría para mí. La libertad. su pérdida y su conquista

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Uno de los ejes más importantes de los relatos es el que contrapone la libertad originaria con la pérdida de ella y el disciplinamiento que supone adecuarse a la vida de Madrid. Hasta el punto que algunos terminan volviéndose al lugar de origen. El primer ejemplo está contado por quien llegó siendo un niño y, pese a la brevedad del ejemplo, condensa con precisión los indicios que más le afectaron. En el momento de realizar la entrevista tiene algo más de cuarenta, pero establece con nitidez la sensación de pérdida que el proceso migratorio trae consigo, y los augurios de esta situación para el futuro. Me llamo Juan, tengo 42 años, llegué a Madrid con 11 años, hace treintaiún años. Yo procedía del campo. El primer día que llegué a Madrid era sobre el mediodía. La primera impresión que me llevé es que era muy grande, todo lleno de edificios y coches, cosa que yo nunca había visto en el campo. Yo en mi pueblo tenía mucha libertad y había mucho campo. Y al llegar al piso, era un piso pequeño, muy estrecho, con nueve hermanos que éramos con cuatro habitaciones muy estrechas y con literas. Era un agobio para mí. Aunque era grande, era pequeño. Y la primera impresión que me llevé era de mucho agobio. Era una ciudad muy grande y muy bonita, pero yo tenía poca libertad porque mi padre no me dejó salir ni a mis hermanos tampoco el primer día en que llegué. Gracias por la entrevista, Roberto, y hasta otro día. El segundo ejemplo es un relato más abundante de alguien que pese a catar las posibilidades de la gran ciudad acaba por volverse a su lugar de origen. La mirada, bienhumorada y detallista, es propia de quien no vivió traumáticamente el proceso, sino que en cierta forma lo disfrutó. Cuando fui a Madrid por primera vez, en el año cincuenta y uno, lo primero que me impresionó fue la entrada a Vallecas, que parecían chabolas de gitanos. Luego cuando paró el tren, cuando 206

entró el tren en la estación me impresionó mucho la estación que era muy grande, porque aunque había visto la de Zaragoza, aquello, aquello era muy grande ya, y cuando salimos por Atocha, las calles eran tan anchas, fui por la Infanta Isabel, fuimos a la Puerta de la Plaza Mayor, y nos fuimos a Cuatro Vientos, y allí en Cuatro Vientos, y allí en Cuatro Vientos fuimos al cuartel una compañía que había servido en Italia, hacía un frío que pelaba, por eso lo llamaban Cuatro Vientos, nos hacían hacer instrucción, gimnasia, cantar y toda esa leche. Había allí un cuartel de aviación que estaba pegado a un cuartel nuestro, cuatro casas de paisanos y algunas de militares, los cuales nos hacían trabajar aprovechando que hacíamos la mili, y casi todo lo que había allí eran todo montes desiertos, todo era monte desierto. A dos kilómetros estaba Campamento. Campamento era un barrio de Madrid, pequeño, y el transporte que había en la Estación del Norte a Cuatro Vientos era un tranvía que había por allí, allí formábamos fila los domingos pa cogerlo, una fila grande, los paisanos y los militares, porque había muchos cuarteles de aviación de militares, y por aquello estaba todo medio desierto, medio desierto, porque había cuatro casas por la carretera y todos esos líos. Lo que más me gusta de Madrid: la Puerta del Sol, y había por allí una calle un bar que le llamaban El Abuelo, íbamos allí, era típico de Madrid, vino bastante bueno, aceptable. También ibamos a coger entradas pal teatro de La latina, las primeras filas, las de "la cla", pa ver a las artistas cuando salían y cuando terminaba la función. Y también me gustó mucho la Castellana, la Cibeles, vi también el museo de Guerra, El Retiro, el Palacio de la Moncloa, La Puerta del Ángel, Chamberí, en Madrid hay edificios bonitos, calles muy anchas, Los madrileños decían:

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Y tenían mucha razón que era aquello muy bonito todo. Pero en aquel Madrid, había menos libertad, no había tanta droga, pero no había tantos maleantes como hay ahora, y ahora vas por la calle y cuando menos te lo esperas te dan un navajazo. Yo estaba en Madrid, estaba el cuartel y estaba en Madrid, Cuatro Vientos y estaba aborrecido, hacíamos muchos servicios, hacíamos muchas guardias, nos llevaban también a trabajar a las casas nos llevaban a hacer instrucción por las mañanas, de cuanto en cuanto el que no iba formao le daban alguna torta: si iba mal uno a lo mejor el que iba detrás pues lo pagaba, eso no había derecho el pegar a un hombre así por las buenas, así sin ton ni son... Teníamos poco tiempo, pero el tiempo que teníamos libre lo aprovechábamos, éramos una cuadrilla de amigos, bueno, de paisanos, cuando recibíamos algún paquete, nos lo comíamos de una sentada, matábamos el hambre de una sentada, y así pasábamos los tragos de mili. Dice porque cuando nos llegaba el paquete, lo comíamos todos. No me quedé en Madrid, porque yo tenía mi porvenir en el pueblo, y a mí me gustaba la vida más tranquila, aunque Madrid pues eso, a lo mejor quién sabe... a lo mejor hubiera progresao más de lo que progresé en Calatayud... por eso me gustó bastante, no me quedé allí a trabajar, yo tenía mi trabajo: te lo repito otra vez, pero prefería la tranquilidad del pueblo. Un relato característico de viaje, en el que se ve el juego entre la autonomía y la sensación de libertad. Como todas las narraciones en las que el punto 3 (el viaje [véase página 182]) está desarrollado, nos ayuda a captar cuál es el entorno preciso, cuál es el ritmo de descubrimiento de la ciudad, cuáles son las referencias que van tomando para orientarse, cuál es, en suma, el mundo en el que realizan esta inmersión definitiva. 208

Elegimos éste por su vivacidad y por lo completo de sus ingredientes. En invierno... Aproximadamente sobre el mes de febrero de un pueblecito que se llama Monleón. Salí porque allí el sistema de vida era muy duro. Y yo estaba ya cansao y mi familia también. Nosotros vivíamos allí de la agricultura, mis padres, y yo estaba trabajando en un taller de cerrajería en el pueblo de al lado que se llama Linares. Estuve trabajando allí tres años y yo aquel trabajo lo veía ya muy duro. Y decidimos para solu cionar el tema familiar pues venirnos a Madrid, porque aquí a lo mejor el medio de vida podía ser mucho más fácil que en una zona rural. Entonces pues bueno, mi padre se vino primero, buscando un trabajo, luego fuimos escalonando, yo fui el segundo y luego la familia vino ya más posterior. Entonces yo salí por la mañana de allí, salí en un servicio de autobuses que iba desde Monleón-Salamanca, en unos autobuses muy viejos por cierto, pero bueno, llegué allí trasborde y partimos pa Madrid y recuerdo como cosa anecdótica que mi padre me había dicho, dice "bueno pues hijo cuando vengas a Madrid, tienes que bajarte del autobús en la primer parada, que es la Estación del Norte, y bueno pues yo como no había entrado nunca en Madrid, pues llegué a la Estación del Norte y tiré palante y cuando ya llegamos llegamos allí al paseo María Cristina bueno, yo iba mirando las cosas y digo joé anda que no es bonito esto, qué grande, qué de gente, tal, me pareció bueno una alucinación, venir de una zona tan pequeña y aparecer en Madrid con tanta gente ¡bueno¡, pues a mí me parecía maravilloso, en el autobús viendo las calles, los coches, las cosas, que entonces los coches nos gustaba verlos más ahora, porque igual que los odiamos ahora antes estábamos deseando verlos, pues a mí me pareció estupendo, y yo llegué al paseo de María Cristina y allí que finalizaba en la terminal de autobuses y allí ya no me quedó más remedio que bajarme, bueno, pues como yo ya sabía la dirección donde mi 209

padre vivía, pues bueno cómo me voy yo de aquí hasta allí, pues menudo problema a ver cómo voy yo... Pues muy fácil: un taxi. Agarré allí salió pues un taxi, yo le di la dirección donde vivíamos que era Fernández de los Ríos y bueno, llegué antes que mi padre. Al rato llegó mi padre, porque como no eso, como no había parado ni me había parado ni me había bajado ni nada. Llego él y bueno pues ya recuerdo que nada más llegar pues me echó la bronca. Así quedó todo. Y como era media tarde cuando yo llegué y mi padre conocía a unos chavales que estaba allí trabajando donde él vivía pues entonces cogimos y nos fuimos al teatro esa noche. Cogimos bajamos hasta la calle Fuencarral, la glorieta de Bilbao y nos fuimos al teatro Martín. Así que tú verás: ¡como para no gustarme! Bueno, luego ya pues llegamos a la tres de la mañana y ya pues claro: pa la cama. Luego tenía que buscar trabajo que me costó bastante organizarme, aproximadamente un mes o mes y pico, y eso que entonces estaba fácil, ibas buscando trabajo, te admitían y ya estaba. Encontré trabajo en una empresa importante, aproximadamente un mes después. Me hicieron los controles médicos y unos exámenes, y desde ese momento quedé en un período de pruebas para la empresa para trabajar, hasta un período de pruebas de ocho meses, y ya pasé fijo a la empresa. Este ejemplo se completa con los enunciados que siguen, que apuntan a una situación de llegada (4) en la que la importancia de las redes humanas de acogida - como vimos en el fragmento anterior - es mayor que las condiciones de vida. Yo vine a vivir y era una portería, que tenían vivienda. El equipaje era bastante reducido: una maleta y un poco de dinero suelto, una maleta corriente de material de sesenta centímetros... No me esperaba una ciudad tan grande... Sólo conocía Salamanca que era una capital pequeñita... Masificación sí había... Pues en aquel momento me gustaba... Mi casa en Madrid era una casa 210

corriente, que no daba más que a dos patios. Más bien maulla. Porque la ventilación... no era un patio muy grande... La luz cuando llegaba abajo, pues era poca... El relato más completo El que sigue es un relato especial, también por razones azarosas. Se trata de la historia de una mujer que cuenta su llegada a Madrid a un nieto, a mediados de los noventa. Lo especial del texto es su extrema condensación y la cantidad de escenas que relaciona. Con él he trabajado en no pocas ocasiones para tratar de mostrar la relación entre letra y contenido, texto y discurso, sentido y significación. Bueno, yo vine a Madrid en el año 1950, de un pueblo muy pequeño de la provincia de León. Vine en tren con un primo de mi madre. Llegamos a la Estación del Norte, por la noche. Entonces me llamó muchísimo la atención la estación en sí, que era enorme; tenía muchísima luz, muchísima gente (hay que tener en cuenta que yo venía de un pueblo que no había luz en aquella época, la pusieron precisamente ese año). Salimos, cogimos un taxi, me imagino que debimos pasar por la Cuesta de San Vicente, Plaza de España, Gran Vía porque íbamos a la calle Serrano. Saludó mi primo al sereno y me llamó mucho la atención, porque no sabía yo quién era ese señor. Luego también me llamó mucho la atención que mis tíos tenían una tienda y no tenía entrada por el portal. Entonces había que entrar por la entrada de la tienda, y el cierre metálico me impresionó muchísimo. Luego entramos y me llamó mucho la atención el teléfono, que yo creía que era un reloj. Pregunté que qué era, y me dijeron que era el teléfono. Llamamos a otro tío para que yo viera cómo funcionaba aquello, y entonces me llamó muchísimo la atención la casa, los techos altísimos, también el cuarto de baño 211

era aseo - porque en mi pueblo no lo había. Y, bueno, al día siguiente me sacaron para que viera un poco por ahí. Me llevaron al cine, y había una película de submarinos, que no me acuerdo qué película era, claro. A mí aquello no me gustaba. Entonces me puse en pie en la butaca. Empecé a chillar. Mis primos me dijeron que me callara. Y, bueno, pues son los primeros recuerdos que tengo de mi llegada a Madrid. El reloj, el sereno, una casa que no es casa... sino tienda... Una estación con luz, un cine agobiante, excitante, con una película ¡de submarinos! Realmente la emigración a Madrid era entrar en un mundo al revés.

4. La guerra de mi padre Concluimos con las reflexiones suscitadas por la experiencia de dos relatos de vida que tienen un carácter - también - peculiar. Pareciera que lo estándar, lo común, sólo se alcanza en la investigación cualitativa desde los nudos y las tramas de lo concreto, de lo que no es como lo de todos... y sin embargo sí lo es. Me refiero a la experiencia que desencadena la memoria y el relato: se trata de un acontecimiento traumático y general como una guerra. Como en los casos anteriores, migrar como pastor que vuelve en primavera y baja en otoño, o como trabajador que se queda en el lugar de llegada, o ajustar el curso vital a la manera de llevar una discapacidad que afecta a toda la persona, nos las estamos habiendo con acontecimientos anómalos que condicionan la "normalidad" de la vida posterior. Recapitulamos ahora con la experiencia de recoger relatos que se originan precisamente en torno a un episodio que trunca la vida y su previsible desarrollo: ya nada es como antes, como en los casos analizados, pero es que además lo que queda aquí es un legado de dolor y de muerte, de supervivencia en condiciones peligrosas, de pérdidas familiares y comunes, y, en general, de asistir, como protagonistas a la vivencia de la sinrazón. 212

En ese caso se trata de dos relatos desiguales en modo de producción y de escucha, con un campo semántico común: la Guerra Civil española. Un relato breve y fragmentario en el que un superviviente de la guerra comenta, a petición del entrevistador, un documento escrito: los acontecimientos básicos que vivió anotados en un breve cuadernillo escrito en los años inmediatos al fin de la contienda32. Otro relato más largo en el que otro superviviente narra con detalle sus peripecias vitales con ocasión de una investigación de los jornaleros del sur33 La razón de considerar estos trabajos como punto de llegada de este libro es doble: por un lado se trata de una situación de relato de vida que no se agota en la noticia documental (es, como dice Bettelheim, el peso de una vida) y, por otro, es un campo de investigación clásico en los estudios cualitativos. Fraser nos ilustró sobremanera con su Recuérdalo tú y recuérdalo a otros (Spanish Blood). El rasgo común es (además) salir del propósito de una investigación con objetivos inmediatos (el pequeño comercio, la vida de los pastores, las experiencias de la limitación y la discapacidad) que convergen de un modo u otro en la intervención a corto o medio plazo. Aquí los relatos son historias de vida, que salen del marco común (historia de los jornaleros realizada por Vito Camas; historias de la Guerra Civil, al modo de Fraser). Son dos relatos que surgen y se confían a quien escucha. Son historias de vida, a partir de historia oral de un acontecimiento: la Guerra Civil española. El guerrillero que no pudo bailar Los rasgos de esta investigación, en realidad, de esta magnífica historia de vida recogida por Vito Camas, confluyen en una cualidad central en la indagación a base de historias de vida: la relación con la observación participante. Quien realizó la historia de los jornaleros de Bujalance 213

(Córdoba) con el título A buen común, repara en esta historia peculiar, de un personaje más del fresco coral de los jornaleros, que fueron anarquistas en la Guerra Civil, y cuya tradición cultural y política es uno de los ejes del relato y del estudio. Así trato de describir la relación entre experiencia cotidiana, llena de trato común, de observación participante y de participación observante. Puesto que se trata de hacerse cargo de la pasión del testimonio y de su razón. Como Camas recoge en su libro -y en sus reflexiones metodológicas se trata de hacerse cargo de los acontecimientos que nos narra el protagonista. Pero también, y en no menor medida, de las razones, de la búsqueda de racionalidad que quien se pone a contar precisa para lograr, al menos, dos cosas importantes: poner en orden acontecimientos convulsos, y, en no menor medida, encontrar la razón personal de su entrada en los mismos, de modo que en la actualidad su relato, su razón vital, aparezca más clara, más plausible. Así reconstruimos, en el prólogo que compuse para el libro, el arranque de la narración: ¿Cómo se compone una vida? Posiblemente y sin quererlo a partir del momento en que uno sueña con alguien que escuchará lo que uno cuenta. No es necesario que lo veamos con todos sus rasgos o en una situación determinada, por ejemplo, con los brazos apoyados en la mesa recogida, después de comer, o mejor después de cenar y que, cuando empieza nuestro relato, un episodio que quien narra sopesa como una piedra, o como un buen trozo de algo rico... En ese momento los ojos de quien escucha se posan en los de quien habla, o tal vez sea al revés: quien habla sale de su cueva interior, la que ha logrado al menos unos segundos antes, cerrando o entrecerrando los ojos para concentrarse, para traer a la boca algo de las impresiones que sabe que están ahí, que estuvieron ahí otras veces que pensó en ello y lo contó o estuvo a punto de 214

contarlo a alguien, y en ese momento, cuando desmesura los ojos para darse seguridad, para decirse eso, eso era así, en ese momento se topa con la mirada de quien escucha ante la que se despierta una sensación que no estaba prevista en quien empezaba a darle a la lengua: quien le mira le asegura, le impone, le extraña, le da confianza y le hace tomarse en serio lo que dice, pero no tanto porque teme que quien escucha se sonría un poco si se pone demasiado solemne, y tampoco es cosa de agobiar, pues bastante agobio hubo ya cuando pasó, que no acababa nunca la cosa como para que ahora yo que lo estoy contando... La trama de este relato abarca la vida entera de este hombre mayor, andaluz, que comparte sus fatigas antes y durante la guerra, enrolándose como anarquista. Siendo éste el núcleo principal, los episodios abarcan la totalidad hasta el presente en el que se revela un enigma o secreto: el cambio de nombre para preservar la identidad (y la vida), con la consiguiente alteración en los descendientes que descubren su apellido verdadero y no entienden del todo el trueque, se sienten engañados. En estas historias - como luego veremos en La guerra de mi padrehay una dominancia de uno de los ejes generales del relato que indicamos en el comienzo de este libro: me refiero al que va del decirlo todo al silencio. En la escucha hay numerosas advertencias, calibrados, dosificaciones, tal vez sea común a un país que pasó por una larga dictadura. Como lo es advertir que los mayores, los supervivientes, tienen aún una especie de reflejo que les impide hablar en voz alta, sin mirar previamente alrededor de temas que pudieran ser comprometidos (política, religión, sexo). Es como si la oscilación se produjera entre continuar en el silencio ominoso y la posibilidad cercana, liberadora de decirlo todo (el ideal de quien narra su historia) y que, por fin, puede abrir las compuertas de lo reprimido de fuera adentro (la persecución, el orden dictatorial, que, como decía Barthes, no es que prohíba "es que obliga a decir las cosas de una manera") o 215

de dentro afuera (la cautela, la protección de sí de quien pudiera escuchar: los hijos, la familia, los de ahora). Sigo en el prólogo: Luego está lo que se dice. Aquí está "la madre del cordero". Porque acostumbramos a decir que uno es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios. Pero si lo pensamos un poquito se ve claro que es al revés: cuando uno habla, si alguien escucha -y mira que quien escucha, el destinatario de lo que digo puede estar borroso o lejos en este momento - pues resulta que al hablar vamos dominando lo que queremos decir, lo vamos haciendo claro: es como escoger un cabo de hilo en uno de esos amasijos de los costureros: uno busca el hilo blanco, un suponer, y está entreverado con cabos negros, o grises o unos rojos que nadie sabe cuándo ni por qué se usaron, y luego muchos pajizos, pardos, marrones, que ya no tienen brillo ni entidad. Pues bien: cuando uno va tirando del hilo y lo va sacando se alegra porque saca de aquel que quiere, del que le va a dar juego. Pero si se calla, de dueño nada. Cuando uno está callado está preso de lo que han dicho, de todas las frases hechas con las que ha visto y oído que se describe lo que estaba viviendo. Cuando uno calla está prisionero. Eso le pasa al jornalerillo despierto. Habla como entrando en calor, empieza a describir su vida con muchas frases hechas - que no es que sean falsas sino eso, que están hechas: "el sistema", "la sociedad es injusta y corrupta", "nos inculcan el respeto a los mayores", "han dado la victoria al más vil tirano de todos los tiempos". Eso es el arranque del hablar. Pero poco a poco vemos las propias hebras salir haciendo efecto: el hablar, el nombrar lo vivido causa sorpresa a quien habla. Trata de decirlo de una manera y esa manera queda chica, no cuadra: porque la vida es más rara, enrevesada, retorcida, es esto y también lo otro y lo de más allá. "Nos crían en una pobreza feliz, si es que eso existe...". "El ideal libertario que me causa tanto sufrimiento...". "Nos abrazamos sin saber si reír o llorar...". Eso, como el hilo del relato: la historia de un guerrillero que no 216

podía bailar. Eso, dicen los gramáticos, es un oxímoron, como una contradicción en la que las dos partes se tienen de pie a la vez. Un guerrillero que baila, o, como vemos a lo largo del relato, un guerrillero que lo único que lamenta a la hora de la verdad es no haber podido bailar. Del qué decir estamos pasando al cómo se dice, porque en realidad no se puede separar el qué del cómo. Hay mucha acción, muchas acciones, muchos escenarios a la vista, muchas posiciones de los actores, muchos modos de nombrarse el protagonista: con los suyos de linaje, con la cuadrilla, con la clase, con los pobres, con los libertarios... un sujeto que es como un coro, como una legión no uniforme pero es una voz de varias gargantas. El cuerpo, el linaje, la vida, la muerte. Hay como cuatro puntos cardinales sobre los que se tienden siempre, como sobre cuatro postes, las historias. Los quehaceres de uno, de ahora, se tensan siempre sobre la referencia enormemente repetida, aun silenciosamente, del linaje, del "mi padre se portó", del "mi madre nos criaba", del "mis hermanos no me fallaron" o... Luego viene el tiempo del amor y uno nota que el cuerpo heredado, el de las trazas, la pinta, el parecido se pone, como el hablar, al servicio de uno, o mejor de la fantasía de uno a la que voy llamando ya mi vida. El despierto jornalero traba relación de amores, tiene hijos, los pierde, los recupera. El nombre se muda, el nombre que oculta se pega a la carne de aquellos a los que ha protegido. Y mientras tanto el cuerpo del trabajo, de la solidaridad, el cuerpo que pasa todo tipo de hambres en el despoblado, el cuerpo que ríe por no llorar, que se tensa, finge, mira a las mozas pero como si no... La vida es el puntal que causa sorpresa en las elecciones a veces poco realistas que el protagonista de esta historia va desgranando y asumiendo. "La vida es más grande aunque sea áspera, y le dejé al tío con dos cojones preguntando qué hay de mi pensión". Ya se sabía el consejo de José Buenaventura Durruti, libertario leonés, hirsuto y recto, cuando le ofrece su pistola a quien, careciendo de todo, le mendiga una ayuda en una terraza de Barcelona. La Barcelona libertaria hecha de leoneses y manchegos, de andaluces y de gente 217

del barrio de Gracia: sabiendo qué jugarse, a qué jugárselo, con quién jugárselo. La vida, dice, el inquieto solidario que no duda en contar una trola a un amigo para salvar su vida. Después de la guerra la vuelta a la paz. He leído en Antonio Machado cuando escribía ya en la Guerra Civil que veía rostros de gente en los que se expresaba como un estar viviendo una pausa. Lo que habría de venir, con su cierre o su apertura, su liberación o su condena, se esperaba inexorablemente, como si fuera un tiempo justiciero ante el que no cabía más que irse preparando. Pero mientras tanto, creo que Machado lo percibe en Barcelona, ya es un derrotado él, lo son los demás, le lleva a recapacitar sobre que estar, vivir en guerra, es una pausa, un plazo entremedias. Aunque no sé bien si esto lo dice exactamente don Antonio o yo lo he llevado ya a mi terreno de lector, de hijo de superviviente de la misma guerra. ¿Cómo era padre cuando hacía la guerra? Padre que pudo haber muerto y no ser padre ni yo nada. "¡Hemos de usar el dinero para comprar viandas y silencio!". Quien lee, que es como quien escucha, sobre todo si, tal que aquí, a través de lo escrito se acaba componiendo la voz, el tono, la manera de respirar, los gestos que acompañan la palabras, quien lee se sorprende también por la belleza de lo dicho. Es más que precisión, es que no hay mejor manera ni más eficaz, pensando en lo que dura. Decir la propia vida es esperar con tino para, cuando salga lo vivo, decirlo con la mayor belleza y exactitud. Nada falta, nada sobra y quien escucha puede seguir hilando con ello, decir lo suyo a otros. Como dicen en los pueblos de Toledo: ha hablado usted muy recortao. La historia de la vida se la lleva el viento de la memoria. Y sin embargo, como ya hemos señalado, la historia de vida es verdaderamente la maestra de la vida. Historia magistra vitae, se dijo entre los antiguos para llevar la cuenta de que al caer los humanos en nudos y trampas, de mucho o poco riesgo, y al examinar la nervadura de los lazos se pudiese aprender a aflojarlos si se volvían a repetir. Es verdad que las historias escritas, la historiografía, es 218

fuente inagotable de saber y de prudencia. E incluso de gusto, porque se pasa bien leyendo una buena explicación de un episodio que a uno le llama o le intriga por algo personal o por curiosidad, como se dice. Pero las historias de vida son verdaderamente - lo dice José Jiménez Lozano - los grandes relatos. No hay peso tan grande como el de una historia, como esta que empezamos ahora a leer, que se confía en la intimidad de un acuerdo: tú me escuchas, Vito, ya veo cómo lo haces, con qué atención y yo voy hablando, te voy poniendo en la mano un ser vivo. Cuídalo. Mientras tanto, de la medio melancolía que puede entrar cuando escuchamos lo que fue, se puede sacar lección de los juegos, las encrucijadas, los afanes, los logros, el dolor y la muerte presentida y evitada tantas veces, de quien es ya, con sus sombras, aciertos, errores, escaseces, con la gloria de una palabra que es una maravilla escuchar, la palabra de este que es ya un maestro de vida. Este jornalerillo inquieto a quien la guerra, la voluntad de exterminio de una casta, convierte en un hombre hecho y derecho. A quien el recuerdo del dolor y la muerte no logra callar, no sólo de palabras y saliva, sino de miradas, manos que se frotan una con otra antes de tenderlas para abrazar o despedirse. La guerra no le quitó lo no bailado. Porque seguramente no hay imagen más libertaria, más libre, que la de un guerrillero que baila. Un sufriente, entregado a la causa de los sufrientes, a quien nada le arrebata las ganas de bailar. La guerra de mi padre o el encabalgamiento de relatos Este material, no analizado, ni objeto de un estudio concienzudo aún, tiene el interés de mostrar la interacción entre distintos tipos de relatos y soportes. Se trata de unas memorias de la Guerra Civil realizadas por una persona de más de noventa años en la actualidad. En este relato, historia oral de la Guerra

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Civil, pero también historia de vida se encabalgan diversos soportes: a)Las notas que el protagonista iba tomando "de memoria" en el curso de los acontecimientos. b)La redacción de unas cincuenta páginas al acabar la guerra (19391940) tomando como guía la crónica escrita del batallón en el que estuvo y en el que concluyó la guerra (transcribimos en cursiva). c)La lectura a finales de los años 80 de esas páginas a quien escucha la historia, con intención de producir un relato más completo. Como primer paso para un relato futuro en el que se puedan incorporar datos nuevos (transcribimos entre "comillas"). d)Los comentarios añadidos, producidos por la lectura c) y las aclaraciones que el protagonista realiza a petición de quien escucha. Propiamente se trata de la historia oral que se genera en la comunicación de lectura, rememoración y transmisión que el documento b) permite (transcribimos en texto normal). Esta pluralidad de relatos y registros no enmascara sino que muestra con una gran claridad el proceso de producción de una historia de vida. Los titubeos, los diversos modos de nombrar los mismos episodios, los préstamos discursivos (de la jerga oficial, militar, del lenguaje del trabajo, del lenguaje local, de la relación con el interlocutor). Lo sintetizo en unos pocos fragmentos que, pese a su valor provisional, pueden servirnos de colofón para muchos temas ya desarrollados. Esto lo escribí cuando terminó la guerra allá en el treinta y nueve, por ahí. En el treinta y nueve, tenía yo escrito otra cosa. Y más que iba apuntando en la mente. Pero esto después cuando terminó en el año 39 estábamos en Fermiñán, cogí el libro de la compañía de operaciones y fui sacando las fechas. Me dejó el libro 220

el que estaba allí lo llevé no sé si estaba donde las estanqueras hospedado, y las fui copiando. Pero hay cosas que yo me acuerdo que no están puestas aquí. Otra cosa es que yo hubiera hecho memoria, pero esto está copiado por un libro. Los detalles por ejemplo que me pasaron a mí. Esto es que lo quiero meter. Vamos leyendo... Estuve en el sexto batallón de Burgos, cuando escribo esto estoy ya en el octavo. Hay cosas mías de memoria, lo del sexto. Me incorporé el 19 de noviembre en León, el día 20 me trasladaron a Astorga hasta el día 20 de diciembre. "Estando en este punto preparando con instrucciones y esas cosas"... Yo era cabo efectivo de la otra vez. No te digo que si me incorporo en Valladolid me hubiera retirado cadáver o me hubiera retirado comandante, como algunos que encontré yo. Entonces era terrible porque como había tanto voluntario pues copaban esos puestos. Pero yo... me gustaba cuando fui a la mili a Valladolid dije me voy a quedar. Pero liaron unos de León a tocarme los c... "Coño, cómo te vas a quedar, coño bue bue". La intención era quedarme, no ves que yo estaba en la contrata tirando sacos y pala como un cabrón. En prueba es que puse tanto interés en esto que salí cabo efectivo y era jodido pa salir, ya ves que yo sé poco pero claro (ríe) las cosas que yo veía y tocaba... Yo me incorporé en León y me trasladaron a Astorga estando en este punto hasta el veinte de diciembre... Aquí hay mucho más: "Nos llevaron a la escuela magisterio en la cual nos dieron una ropa... un uniforme de procedencia portugueses que era blanco con rayas negras como azules, que debía ser de los soldados de las colonias portuguesas y para tapar en frío nos dieron unas pellizas que habían requisado en los comercios de León". 221

Allí estaba Demetrio conmigo, cuando, oyes... Bebía el vino ese gachó como el capitán. Como coincidieron en que soplaban pues le hizo asistente de él. Era un fulano muy bueno, tenía dotes... ése era de los militares de cuchara, que si vas a mirar (baja la voz) les importaba tres huevos lo de Franco y todo eso... Allí fue donde nos vistieron y nos dieron el armamento, el fusil Mauser, tiene el cañón más largo que el mosquetón. Bueno allí estuvimos en preparación y estas cosas. Yallí estuvimos en preparación hasta el día uno que salimos al frente de León, sector de La Robla (Cascantes me parece que era). La ampliación adquiere tintes técnicos: En Astorga hacíamos instrucción, preparando a los soldados, yo me sabía todo, había aprendido, lo aprendí tanto que me sabía todo el reglamento (ríe)... Hacíamos instrucción en el patio y salíamos fuera a hacer despliegues de táctica... Ahora todo se concentra en ir detrás de los tanques: ocho o diez soldados detrás de cada tanque, entonces iban las escuadras escalonadas, el fusil ametrallador delante y los otros separaos para que si dispara un cañón no joda a diez o quince. El arranque del relato engarza varios cabos de relato: Allí una que era prima de la señora María de la calle Santa Cruz donde vivíamos nosotros, pues puso una especie de bar y como la mujer no anda tal, yo empecé a hablar con ella nos conocimos tal, pues después en ratos mientras no hacía nada pues iba yo a despachar y a comer bocadillos (ríe) era una cantina grande, no me acuerdo si se lo dije yo: "Coño, por qué no traes un garrafón de vino y unas latas y cacahuetes...". Algo la debí decir, es que yo... pues nada, yo te ayudo, y cuando no tenía yo guardia (no estábamos todos desplegados, había 222

unas avanzadillas pero el resto estaba descansando y cuando te tocaba, pues salíamos, pero si no estábamos de reserva, y claro podías ir a estas cosas... No me acuerdo cómo se llamaba la joía aquella... Hay cosas que no se pueden. Porque allí se fugaron unos cuantos de León que estaban de guardia, y cuando nos dimos cuenta se habían fugado ocho o nueve... Cada uno llevó dos o tres cerrojos, los que pudo coger, si yo estaba durmiendo y tenía el fusil así y me hubieran dicho "no, si es que creí que era el mío". Estando en dicho frente hasta el once fe brero de 1937 en que fui trasladado para formar en la preparación y formación del octavo batallón. Estaba preparado el batallón, en el cuartel que había allí, y se veía por la ventana a los presos... Santocilde. Presos de toda la provincia... Los de San Marcos eran de primer grado y esos... La variedad de posiciones, dentro de un mismo grupo familiar, la confusión... se ve en encargos. Donde estuvimos tres días, saliendo para León, donde permanecimos ocupando los locales del antiguo Hospicio. Requisao y ocupao. Y ahí te podría yo contar... fue cuando Carlos que era de Alameda... No eso fue después, fue después... Fue cuando este fue a ver a los padres ¡no te digo nada!, porque como no estaba el hermano no lo pudieron coger, fueron allí falangistas excitaos, desgraciaos porque como en todas las guerras, que sea fascistas o no lo sean... Pues se asoma el padre o un hermano ¡plas!, se asoma el padre ¡plas!, allí en la misma puerta. Porque el hermano se había fugado, y éste estaba incorporado y estaba casado con una chica en la plaza de abastos, pa la parte esta de la izquierda que da a las escaleras de la calle Ancha, que llaman 223

bar Morata, y estaba ella sirviendo. Esto no va en orden... pero fue a su casa y claro salió la madre llorando y las dos hermanas, el tío reaccionó y fue a donde estábamos en el Hospicio y lo primero que hizo fue coger el fusil y cartuchos, y metió cinco o seis bombas: "Cagüen la madre que los parió, voy a deshacer el pueblo, me van a matar, pero deshago medio pueblo, porque yo sé quién son los cabrones" y empece y a darle: "Pero hombre, no seas tonto, coño, que estás casao y tal" y ya la convencimos con otro, no sé si era Fortunato y (pausa) porque Fortunato estuvo en el octavo... (duda) después Demetrio se quedó en el sexto con el capitán ese... En febrero en que fui trasladado. Las tremendas contradicciones que vivió aparecen en la narración de los primeros momentos, cuando se está formando el ejército por las dos partes. En el entorno inmediato ha habido un intento de control por parte de un contingente de mineros asturianos a quienes las autoridades republicanas de León, temerosas de darles armas, les meten en un encerrona al darles fusiles con el percutor limado, que no funcionan. Si lo hubieran logrado, la guerra no habría ido por donde fue. Se hubiera controlado todo el norte. En las palabras del protagonista hay una mezcla de admiración y de fatalismo, como dirá más tarde respecto de la República: el miedo de la pequeña burguesía a que los trabajadores tomaran el poder. Y luego sufrirían en sus carnes su pusilanimidad: muchos fueron los primeros fusilados por las derechas. Hacer la instrucción y... y... (baja la voz) fusilar a los tíos. Estaba este que era amigo de Mariano, mi hermano, que vivía en la calle esa y yo lo conocía mucho y llegaban "fulano, fulano y fulano". Y me dice este dice "métete en el retrete y no salgas hasta media hora o más que va a escoger unos cuantos para... para fusilar"... No sé si era abogado y era brigada de complemento y me dijo: "Escóndete, Salinas, que no te vean". Y luego pues marcharon p'allá. Al Puente Castro. Yo te lo digo de corazón. Si 224

me toca yo no hubiera tirado a dar. Tuve dos ocasiones a lo largo de mi vida, digo: si me obligan así en vez de tirar pongo el fusil debajo y me levanto la tapa de los sesos. Te lo digo de corazón. Igual que cuando estábamos en Teruel y el otro me pegó, era un cabrón, estaba de cabo enlaces con él, y digo: este tío pega, digo, como me pegue cojo el fusil y pon, pon, pon, y después me marcho y si me matan en el camino tal... pero otras veces venía la imagen de Fermina, mi madre, y joder (ríe) así que si te pega... echa a correr para que no te pegue más (ríe)... Era un animal, además como veía que yo le contestaba seco, que siempre estaba serio, algo vio que no... Y sin embargo "Salinas, te he propuesto pa sargento", en el frente, que yo no fui a academias, vamos fui a academias después... Dice el tío "Coño pon esa cara más alegre, ya ves lo que te he hecho". Y yo le dije: "Gracias, se lo agradezco". Y dice: "Coño, ríete, dame un abrazo". Y le voy a dar un abrazo... con pocas ganas, pocas... La evocación de las figuras familiares aparece entreverada en los relatos de guerra y movilización. Estábamos haciendo ejercicios de preparación... Me había preparado Fermina un macuto... Cuánto sentí aquello. Había echao mi madre allí la hiel pa hacer... me hizo un macuto... cuado veía pues eso... porque es que después, claro, decían que tenía mala leche ¡cómo no va tener una mujer que siempre fue poderosa de cuerpo, de tal, y de repente verse ciega, pues a ver! Mariano entró joven en la Renfe. Y Habilio pues tenía ocho años menos, trabajaba en una forja. Bárbara, se había casado antes de la guerra, cuando vivíamos en Murias de Paredes. Luego ellos vivían en San Claudio, en una casa de un ferroviario, donde la fábrica de toldos, en un bajo. Y ya en el treinta y seis hicieron la casa esa la de la familia en el barrio de la Sal... El batallón octavo de Burgos fue destinado al frente de 225

Santander. Ya mí me mandaron a una expedición a jaca y a Huesca para preparar "Y a mí me ordenaron a llevar una expedición con soldados a distribuirles entre las plazas de Jaca y Huesca." "Al pasar hacia Jaca se pasaba por un punto muy batido, estaba la carretera cubierta con sacos de arena." "Dejando de Huesca la mitad de los reclutas, continuando con otra mitad hacia Jaca." Llegamos en tren hasta Ayerbe y luego a Huesca en camiones. Se tardaba mucho, era un tren que no tenía prisa. Iban otros con formaciones ya hechas, o con material. Por esa zona no se podía en trenes normales. En otras sí... Mi padre que era ferroviario, le tocó llevar material al frente. El primer "baile" es como se llama a la entrada en combate por vez primera. El término duplica irónicamente el primer relato de este capítulo. El guerrillero que lamenta no haber podido aprender a bailar, que lamenta no haber tenido tiempo para el cortejo del amor y, en cambio, vive en continuos "bailes" de bombas y balas. Aquí se narra el primer baile de fuego, la inexperiencia, lo absurdo, la supervivencia... Permaneciendo cuatro días y regresado a León "donde me facilitaron pasaporte para incorporarme al citado batallón" que estaba destacado en Escalada, Santander... No sé si pone "destacado" o "descansando". Porque a éstos en los días que yo tardé en llevar a esa gente allá los metieron tan deprisa al frente que les dieron leña de c... "Con el fin de completar dicho descanso. Descanso y reserva." Se veía la gente normal y corriente, la gente de los pueblos, los que quedaban, unos salían palante y otros salían patrás. Donde permanecí hasta el día doce a las cuatro de la tarde. Lo sé porque yo llevaba algo, unos papeles, 226

y apuntaba. Salimos para Campo... Campino... en unos camiones, siendo cañoneados fuertemente por el enemigo al pasar enfrente de la venta de Orbaneja. Salimos todo el batallón. Orbaneja está donde se ensancha el curso del río Ebro. "Llegamos por la noche y permaneciendo... no pudiendo continuar." Debido a que la carretera para entrar al pueblo de Bricia estaba batida por fuego de ametralladora siendo imposible pasar en pleno día. Era la primera vez que "bailábamos". Yo sí... ellos no, ellos ya habían tenido varias refriegas... Nos bajábamos de los camiones, a las cunetas, si había árboles y si no a las cunetas. Era de contención. Las tropas nuestras avanzaban desde San Sebastián hasta Cantabria. Nosotros de Burgos a Santander. La ametralladora es un arma terrible porque como te pongan dos en un sitio... te hacen una escabechina que no hay dios... ¿La gente qué decía? ¡Qué va a decir!: "Cómo tiran estos hijos de puta". Otros "nos van a coser". Todo el mundo tiene miedo, de arriba abajo todos tienen miedo. El que tiene culo tiene miedo. Y también la vivacidad de las escenas del frente en las que se detecta, por vía documental indirecta cuál pudo ser el nivel de desajustes y de contradicciones entre unas y otras fuerzas. Prestando servicios, trece, catorce, quince y dieciséis... el dice¡siete por la mañana después de un intenso bombardeo del enemigo para quitarnos las posiciones, cosa que no consiguieron a pesar del gran número de atacantes. No nos lo quitaron porque había niebla. Entraron en el pueblo. Yo estaba en un pajar, en un bocarón ahí con el fusil ametrallador allí y tal y tal y uno y otro. Pero tenían que entrar los de la CNT por aquí, los comunistas por allí. Pero los comunistas no fueron y la CNT pagó el pato. Se retiró la niebla, les veíamos. Ellos estaban en el Castro Grande y nosotros en el Chico. Como nos veían que éramos soldados no tiraban. Cuando nos veían que salíamos del pueblo a estas 227

posiciones, si eran soldados no tiraban. Pero si eran falangistas, tiraban, tiraban. La operación era buena, la de ellos, si llegan a atacar nos cogen a todos... Pero luego se comentó, y por algunos heridos... La experiencia de la muerte inminente es motivo de algunas viñetas muy centrales en el relato. No duda en el modo de contar. No duda en la manifestación del riesgo. No duda en lo incomprensible de la propia supervivencia. Estábamos en la trinchera, vino un morterazo, estaba un chico así, ¡tas! se le metió por aquí y se quedó como un pajarín. Menos mal que no explotó porque estaba la tierra blanda, había llovido, porque si no a mí que estaba al lado y a otros dos o tres más, nos mata a todos, si hay terreno duro, a él le deshace y a los demás nos mata a todos. Quedó así: daba pena. El amanecer del 38, estaba comiendo una lata de sardinas, con otro, en Teruel. Como llovía algo nos tapábamos con una manta, así con dos fusiles, como si fuera un techo. Tiraron un mortero y saltaron piedras, un cacho de pizarra le entró por detrás y le abrió un boquete así... yo quedé medio atontonao, con heridinas por aquí por la frente y la cabeza de las esquirlas... No sé por qué no me dio a mí. Hoy es el día que... no lo sé. Salvé a Sarmientos. Le había dejado tirado en una camilla, como venía dando le dejaron tirao. Y él rompió la documentación de sargento y se quitó los galones. Yyo que paso y "Salinas, Salinas, que me han dad". Y yo me le echo al hombro y coño: se quejó y fui despacio. Y vi un tanque, pedí ayuda y le metí en el tanque, no querían parar y metí el fusil por la mirilla. Iba el comandante y todo... Y le puse allí con la camilla debajo del cañón y puse a uno: tú atento a éste. Pasó el tiempo y me le volví a encontrar... Luego nos hemos tratado toda la vida...

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Cómo recuerdo a aquel gallego que se llamaba Avullina Avulleira: que cayó en Teruel y decía: "Ay miña nai, eu morro". Las experiencias un tanto tragicómicas se intercalan en un espacio narrativo suspendido por los apuros, las batallas, las refriegas, las contradicciones de los movilizados, los voluntarios, los fanáticos y los emboscados. Aquí conocí al cura del batallón que era paisano, un tipazo elegante, pero putero como la madre que lo parió. Y luego ya, cuando nos dimos a conocer. Y yo le decía: "Ay, don Teodoro, que se está ganando el infierno". Y él me decía: "No te preocupes, Salinas que después hago ocho días ejercicios espirituales y todo salvad". Como era el párroco se metía por allí y raro es que no se machacara dos o tres. Jugamos un partido de fútbol. Que bajamos, que no bajamos, que bajamos, que no bajamos. Bajaron ellos primero. El Prado ese que estaba mandando la compañía pues dejó. Ellos tenían balón. Bajaron más de veintitantos. El Prado era provisional, porque un efectivo no deja. Así que dieron parte. Mandaron retirarse a los nuestros, y empezaron a disparar... Al capitán lo castigaron, lo mandaron a la legión, creo... No pensábamos que fueran a bajar, pero es que había allí un campo y resulta que bajaron. Jugamos un partido (yo no, no estaba tan loco) y no sé si terminó o lo cortaron antes. El capitán fue castigao. Pero te digo para que veas las cosas que pasaban. Yo siempre he dicho: Tonín no te mojes, si tienes paraguas, vale más salir capeando, porque es así la vida y no hay más que darle vueltas. Por junio del treinta y siete... A mí me jodía estar todo el día serio. Estaban los días tranquilos. Alguna nos vestíamos con ropa de mujer y hacíamos el bobo por la trinchera. Estaba Quiterio el que era limpiador, que tenía un hermano, que vivían cerca de nosotros. Había uno en la otra parte éste debía ser teniente o capitán, y Quiterio cantó, y yo 229

canté varias de estas cosas del norte. Y al tío le gustó. Un día empezó a cantar Quiterio y dijo: "Callaos, cabrones: dejad que cante el leonés". Él cantaba también, era asturiano, me acuerdo que un día decía: "He venido de América, me habéis matado a un hermano pero al que coja le desuello". Luego empezó Quiterio a cantar y otros, canciones asturianas, y él decía: "Bah, vamos a cantar, aunque mañana nos matemos o dentro de un rato, ahora vamos a cantar". Hubiera dado no se qué por haberle visto y además se le veía que era un tipo que sería como yo, pero sólo la expresión que tenía y la alegría que demostraba... me hubiera dado gusto verle. Yo no sé si aquél influyó para eso de que no nos tiraran a nosotros, a los soldaos. Y como tenían anteojos nos veían y no sé si fue Quiterio el que le dijo: "No nos tiréis, hostia, que somos soldaos". Tenía que ser eso porque a veces metes la pata y te podían haber dao... Otro episodio era el de dos curas en un pueblo que ninguno quería ceder al otro su lugar preeminente. Uno era el veterano y el otro uno que había llegado nuevo. Y los dos querían oficiar el entierro de una persona a petición de la familia. Ninguno de los dos quería enterrarle por ese litigio y el capitán les dijo: "Piden los auxilios de la religión. Entonces para qué venís vosotros". Acuden unos hijos o familiares. Y los otros dos, uno por otro la casa sin barrer. "Así que me voy y os encomiendo que lo hagáis bien, como queráis, uno de cura y otro de monaguillo. Si no, vuelvo, os fusilo y os entierro en el cementerio a los dos". Cuando empezó la guerra en León. Lo que hicieron. Las ametralladoras donde las pusieron... Además te digo una cosa... El sindicato nuestro nos metíamos en nada. No estábamos en la Casa del Pueblo ni nada. Aunque nos habían dicho en aquellos últimos días... No sé si nos habíamos afiliado a UGT o no porque nos había prometido que si nos afiliábamos nos hacían fijos ferroviarios. Claro pues a lo que estamos todos. En aquel momento cuando empezó la guerra era yo el secretario ¡fíjate qué secretario! 230

(ríe). El tío Municio, el policía, cuando iba allí enfrente de la catedral, que tiraron las casas e hicieron otras, pues el tío Muñiz iba a las juntas nuestras y claro se reía jajajá, porque soltaba cada uno cada cosa... Yo cogí algo de miedo. Digo yo a ver si... Porque en cierta ocasión fui a Madrid a un congreso, nada: a tomar apuntes y decir que trataron de esto y trataron de lo otro. Y como a nosotros lo que nos interesaba... que fue lo que dije: "~Y esa promesa que nos han hecho que si nos afiliamos nos hacen ferroviarios, qué pasa con eso? porque eso es lo que nos interesa, a mí y yo creo que a todos los que estamos aquí". Había dos representantes de UGT, digo: "Porque si no es eso, aquí sobramos todos, porque nosotros no venimos aquí a discutir política ni nada", así lo dije, "yo vengo a discutir de que nos habéis dicho una cosa, ¿hay algo de esto o no hay nada? Porque si no hay nada aquí sobramos todos". Hostia: no le gustó a uno. "Coño es que..." Digo: "Hablando claro, para qué vamos a estar aquí sentados que si yo o tú o tú o yo". Tres o cuatro meses antes de la guerra. Sí creo que estábamos ya en la casa del pueblo. Porque es que yo cuando empezó esto, (ríe) claro, de estas cosas que haces que te entra pánico, te entra esto... Yo cogí la llave. Teníamos poco, no más la afiliación de todos los que éramos cuarenta entre las dos contratas o sesenta. Pues yo dije pa mí: "Tonín, si esta gente gana cogen todas estas fichas y nos joden a todos". Cogí la llave y me metí y pimpán pimpán pimpán (ríe) y después me parece que lo metí en la caldera o lo tiré a un pozo que había allí o algo, o lo saqué y lo..., pero allí no dejé ni una ficha ni nada... No sabes, a lo mejor no pasa nada, nunca se sabe... Sólo dos - y además por burros fueron los que fusilaron. El Pedrines que era ferroviario y Jaminón, un animal, que tenía una fuerza como un toro ¡uoooo! Pues se habrían mamao, porque fueron a la casa del cura y le quisieron tirar por la ventana, el cura de Trabanco, y empezó a chillar el hombre, si no le tiran... Las pasé moradas, nada más me arrimé entre unas piedras y 231

unas matas estuve allí clavao más de media hora, y pasaron como los caballos cuando van al galope, ni miraban, yo llevaba dos bombas, y ni tiré ni nada... y digo... si al retirarse me pillan, yo decía si yo tiro, me cargo a uno o dos pero luego, pero luego me escabechan... me entraban unos escalofríos... claro, te ves solo... estuve diez minutos, no sentía, no sentía, no sentía y ya fui pas pas pas, y cuando llegué les digo: las he pasado más putas que en vendimias (ríe)... En la guerra no se puede uno vengar... se mata o no se mata, pero no se puede uno vengar. La masa obrera no puede triunfar porque somos ignorantes, y la base fundamental es instruirse, aprender, instruirse. Somos como un hatajo de borregos, no pensamos más que en beber y pasarlo bien. Y así no puede ser. Eso es lo que saco yo en limpio al cabo de los años. Miles de escenas. La comida, sardinas de Vigo comidas en Santander, latas de leche condensada, una caja de ciruelas que se cambian a una paisana por un par de botas, y la intendencia que da de comer caliente, por donde van. El desengaño de la República. La decepción por el fracaso de lo que fue tan esperanzador. La frustración porque a los de abajo no les llegaba la hora de una vida un poco más digna. Empezando por las contratas de la estación que no logran ser fijas. Entre frases despaciadas sale lo demás: la crisis de creencias, radical, duradera, sólo superada por un vitalismo y por un sentido del deber ligado a las obligaciones del trabajo. Y la escena no contada. En los comienzos de la guerra, se pasa al norte. Su amigo Fonsines le esperaba en Gijón, para pasar unos días de vacaciones y, de repente, el alzamiento militar. Pasa hacia Asturias con un grupo, para incorporarse allí. Pero a medio camino, se tira una noche entera deliberando: había oído que a los que se fugaban mataban a los familiares. No puede soportar la idea y decide, con evidente riesgo, volver atrás e incorporarse en León, en el llamado bando nacional. Porque era "cabo efectivo", desde los 232

años treinta cuando hizo la mili en Valladolid, y se escapaba del cuartel para ver los combates de boxeo.

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1.Marinas y Santamarina (1993); Santamarina y Marinas (1995). 2.Las primeras formulaciones en Cristina Santamarina y J.M.Marinas, "Historia oral e historias de vida" en VV AA: Métodos y técnicas cualitativas de investigación en ciencias sociales, Síntesis, Madrid, 1995. Las más recientes, en J.M.Marinas La razón biográfica. Ética y política de la identidad, Biblioteca Nueva, Madrid, 2004. 3.S. Freud, Carta 61 (2 de mayo de 1897): "Ahora, en perspectiva, advierto que las tres neurosis - histeria, neurosis de angustia y paranoia - muestran los mismos elementos (junto a idéntica etiología), a saber: fragmentos mnémicos, impulsos (derivados del recuerdo) y poetizaciones protectoras; pero la irrupción hasta la conciencia, la formación de compromiso (y por tanto de síntoma), acontece en ellas en lugares diferentes; lo que bajo una desfiguración de compromiso penetra en lo normal son, en la histeria, los recuerdos, en la neurosis obsesiva, los impulsos perversos, en la paranoia, las poetizaciones protectoras (fantasías)". 4.Las exposiciones universales fueron la escuela superior en la que las masas excluidas del consumo aprendieron la identificación con el valor de cambio. "Verlo todo, no tocar nada." (W Benjamin, Das Passagen Werk, G 16, 6.) 5.J. M.Marinas (coord.): Lo íntimo y lo público. Una tensión de la cultura política europea, Biblioteca Nueva, Madrid, 2005. 6.Puede verse mi texto "Lo íntimo de lo público, lo público de lo íntimo". En J.M.Marinas (coord.): lo íntimo y lo público, o. c., cap. 1. 7.J. M.Marinas: Los nombres del Quijote. Una alegoría de la ética moderna, Calamar, Madrid, 2005. 234

8.La expresión es de Freud, como es sabido. Aquí tiene el sentido de que quien habla a otro se oye a sí mismo decir lo que dice y cómo lo dice. 9.Piaget en los años sesenta admiróse de que en España hubiese cátedras de Psicología profunda y más aún - como rezaba en la tarjeta que le tendió un colega barcelonés - de Psicología "racional o superior". Véase su delicioso libro Sabiduría e ilusiones de la filosofia. 10.Modelos Sociolingüísticos. Mouton, 1975. Versión española, Cátedra, 1985. 11.En su tiempo de las semiologías de la comunicación en el sentido banal (polémica con el literalista Mounin). En nuestros días con la comercialización tecnocrática de los modelos de análisis que hacen buscar afanosamente esquemas de ocurrencias semáticas y llamarlos "semiológicos" con todo el aplomo posible. 12.J. M.Marinas (coord.): Lo íntimo y lo público. Una tensión de la cultura política europea, Biblioteca Nueva, Madrid, 2005. 13.Como luego veremos al hablar de la escucha, en el contexto psicoanalítico se dice que quien está en el lugar del analista escucha con lo inconsciente. En la historia oral podemos decir que se nos pide escuchar con nuestra biografía toda, pero en sordina. 14.J. M.Marinas y C.Santamarina (eds.): La historia oral.- métodos y experiencias, Debate, 1993. 15.Dirigida por Andrés Tornos, y realizada para el Instituto Fe y Secularidad entre 1982 y 1983. 16.Publicado por primera vez en mi trabajo "El discurso social del grupo: nuevos problemas", Revista Clínica y Análisis Grupal, n.° 50, Quipú, Madrid, 1995.

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17.Puede verse "La construcción narrativa de la identidad", capítulo de mi libro La razón biográfica. Ética y Política de la identidad, Biblioteca Nueva, Madrid, 2004. 18.J. Clavreul: L'ordre médical, Seuil, 1985. 19.En la historiografía las he visto emplear a Iman Fox en su libro sobre la España liberal. 20.En otro lugar he sostenido que toda represión es política, no, prima facie, endógena, o ajena a la polis: J.M.Marinas: La ciudad y la esfinge. Contexto ético del psicoanálisis, Síntesis, 2004. 21.Roland Barthes par Roland Barthes, v. original, Seuil, 1975. 22.El discurso es siempre discurso del otro, es decir, discurso que brota en el campo del otro. Lacan se inspira en una cita, digo yo que agustiniana (porque él no suelta prenda al respecto), de alio in oratione tu res agitar: cuando hablas se trata del otro (genitivo objetivo). 23.No estamos, por lo que hemos visto, ante una superficie de dos caras: sujeto - escucha - escena se vinculan como las caras engendradas por una misma línea (Moebius) o como los tres anillos del nudo borromeo, o como el pliegue que sugiere Deleuze. 24.L. E.Alonso y E Conde: Política y Sociedad, n.° 50, 2004. 25.La canción popular asturiana es lo suficientemente expresiva:

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26.J. Lacan: Au-delá du `principe de réalité"', Écrits, Seuil, pp. 88-90. trad. J.M.Marinas. 27.Luis Mateo Díez, Prólogo a Palabra de Pastor. Historia oral de la trashumancia, de Joaquín Bandera y José Miguel Marinas, Instituto Leonés de Cultura, Breviarios de la Calle del Pez, León, 1996. 28.J. Bandera y J.M.Marinas (o. c., 1996). 29.En la construcción de la identidad se condensan en tensión tres procesos: ser identificado, identificar, identificarse. Véase J.M.Marinas, La razón biográfica. Ética y política de la identidad, Biblioteca Nueva, Madrid, 2004. 30.Una prueba simple con los estudiantes para ilustrar este fenómeno era pedirles que levantasen la mano los nacidos en Madrid (en torno al 80% de la clase), que la dejasen levantada los de padres madrileños (un 20%), y que, por fin, mantuviesen la mano alzada los de abuelos madrileños (un 2%). 31.Evidentemente distinguimos entre perspectiva emic y etic. Es la diferencia que existe, comparando los datos, entre, por ejemplo, los análisis que aparecen en la revista Migraciones, a cargo de Rosa Aparicio y Andrés Tornos, y los datos demográficos del informe FOESSA.

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32.Este material inédito lleva por título provisional La guerra de mi padre. Las transcripciones y grabaciones de este trabajo en curso nos fueron proporcionadas por Balbino Salinas, de León, a partir de las conversaciones con su padre, Antonio Salinas. Desde aquí nuestro agradecimiento. 33.Se trata de la investigación realizada por Victoriano Camas Baena sobre los jornaleros del sur (Bujalance). Suyo es el libro posterior El guerrillero que no pudo bailar, Silente, 2005.

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92,

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monográfico

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Índice CAPÍTULO1 Teoría 2. La mirada cualitativa y la palabra dada Palabra dada La letra La estructura La mudanza 3. Lo biográfico: historia oral-historias de vida Dar explicaciones La constitución de los sujetos La memoria y el duelo El marco biográfico de los medios de comunicación CAPÍTULO 2 Metódica La extrañeza de la palabra Los poderes del relato Lo plural de la enunciación La historia como cicatriz 2. La escucha y la producción discursiva La producción discursiva 3. La comprensión escénica La pluralidad de escenas y su internalización El teatro de la intimidad La biografía o la novela familiar La commedia dell'arte CAPÍTULO 3 Ejemplos Las historias 248

7 17 20 24 32 39 41 43 49 58 60 65 69 83 89 93 96 110 125 129 130 137 141 146 148

Los indicios de la construcción de la identidad El análisis de las historias 2. Historias del pequeño comercio De la imagen a la práctica La producción discursiva: Barcelona, Madrid, Sevilla El mito de la identidad Expectativas y estrategias 3. Los relatos de migrantes El ejemplo y el método Cómo encarar los resultados Ejemplos y lecciones para el análisis La libertad: su pérdida y su conquista El relato más completo 4. La guerra de mi padre El guerrillero que no pudo bailar La guerra de mi padre o el encabalgamiento de relatos Notas Bibliografía

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154 157 164 166 171 182 185 192 193 196 199 205 210 211 213 219 233 238

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