La educación y el arte en La república de Platón

November 9, 2017 | Author: vaneglez | Category: Plato, Imitation, Poetry, Truth, Republic
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La educación y el arte en La república de Platón Fruto del descontento y la insatisfacción de la democracia, el régimen en el que nació Platón, este filósofo propone en La república la construcción de un sistema de gobierno aristocrático, en el cual para garantizar el bien común cree necesario que las funciones rectoras del Estado sean desempeñadas por un cuerpo especializado de ciudadanos especialmente instruidos en el conocimiento filosófico. El grueso del cuerpo social queda fuera de esta comunidad, desposeído de todo poder político, ocupado sólo de vivir una vida corriente de familia, propiedad y trabajo, practicando la virtud, la templanza y la justicia; el conocimiento filosófico no puede ser alcanzado por la multitud, razón por la cual, ésta no puede tener injerencia en las funciones rectoras del Estado. Ya Sócrates había tenido por capital empeño el convencer a los hombres de su tiempo de la necesidad de la filosofía, el arte de tratar a los hombres, de conducirlos a su bien. Platón confiaba en que el demo puede ser convencido de la bondad y conveniencia del régimen filosófico para terminar con los males de la ciudad. Por ello continuó en la línea de Sócrates y supuso que la justicia y la felicidad de la ciudad son consecuencia del conocimiento filosófico del gobernante. Señaló también la función

edificante del arte en la formación de la clase gobernante y es

precisamente a explicar esta formación y el consiguiente vínculo entre el arte y lo político, a lo que dedicó gran parte de La república. En un primer término, Platón cree que para garantizar el bien común de la pólis sólo los hombres más aptos debían ocupar el poder. En otras palabras, lo que hace es sobreponer la idea del bien común por sobre cualquier otra, incluso, por sobre la de clase. En consecuencia, de no ser aptos, los hijos de las clases superiores pueden ser relegados a una clase inferior y viceversa. Pero ante todo el que sea destinado para filósofo-gobernante debe poseer un alma noble, exenta de bajeza y dotada de facilidad para aprender. Estas cualidades, no obstante, han de ser perfeccionadas por la educación. En este sentido, Platón supeditó las tres partes de la educación ateniense, gimnástica, letras y música, a dos ya que incluyó las letras dentro de la música. Consideraba que la gimnástica y la música eran provechosas para el alma, ya que ayudan a la formación del carácter y colaboraban en la adquisición de hábitos buenos. Sin embargo, condenaba la poesía mimética, aquella en la que el poeta hace hablar a sus personajes, apoyándose en dos fundamentos. En primer lugar, planteó un argumento moral: Platón pretendía darle al Estado una base teológica. Su idea de Dios como algo simple y verdadero en hecho y en palabra, incapaz de causar daño a los hombres, era inversa a la

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visión tradicional brindada por la poesía de Homero y Hesíodo. Hasta entonces la obra de estos poetas,

transmitida oralmente, había jugado un rol capital en la educación de los griegos

sosteniendo modelos y creencias religiosas; pero atribuía a los dioses una serie de cualidades de un bajo nivel moral, por lo que Platón consideraba que esta poesía y sus falsos modelos no podían sino hacer a los hombres más perversos. En segundo lugar, condena la poesía imitativa porque se opone al principio de la técnica que sostiene que cada cual ha de practicar un solo y particular ejercicio. La imitación es condenada en la poesía y por consecuencia en la vida; mímesis es para Platón una mera imitación de imitaciones, un falseamiento del propio ser. Como tal, debe ser alejada de los hombres cuya educación aspira a la verdad. Esta idea envuelve un pasaje del capítulo IX de La república. En él, el filósofo plantea la idea de que de presentarse en su ciudad un “hombre capacitado por su inteligencia para adoptar cualquier forma e imitar todas las cosas… con intensión de exhibirse con sus poemas”, lo reexpedirían hacia otra ciudad y “se contentarían, por su bien, con escuchar a otro poeta o fabulista más austero…que no imitara más que lo que dicen los hombres de bien ni se saliera en su lenguaje de las normas establecidas al comienzo de la educación de los soldados”. Subyace en este pasaje la idea de que aquel que sea capaz de imitar todas las formas y todas las cosas, puede imitar tanto lo bueno como lo malo, lo verdadero como lo falso, lo edificante y lo corruptor. Por ello Platón se inclina por una poesía que imite sólo lo que dicen los hombres de bien y transmita, por ende, sólo las ideas edificantes que encaminen al hombre hacia la verdad. Así, marca su repudio por la poesía imitativa oponiéndola a la poesía simple, ésta es aquella en la que el poeta habla directamente y no por medio de los personajes (imitaciones de imitaciones). Platón, por ello, destierra radicalmente de su ciudad toda poesía imitativa, dado que considera que lejos de hacer mejores a los hombres los había hecho más perversos con la presentación de sus abominables modelos. Puesto que el filósofo se hace apto para gobernar el Estado por la contemplación del Bien, la poesía debe mostrar la recompensa del justo y la expiación del injusto y no la inversa. El bien está en las Ideas y en las cosas que se conforman con ellas y que en consecuencia se hacen aptas para desempeñar su función específica. La del arte, para Platón, debe ser representar el Bien y no salirse de las normas establecidas para la educación de los ciudadanos.

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