La Ecuación Del Exito
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La ecuación del éxito Identificar destreza y suerte en los negocios, los deportes y las inversiones Michael J. Mauboussin
RESUMEN EJECUTIVO Buena parte de lo que nos sucede en la vida es el resultado de una combinación de suerte y destreza. Por supuesto, la clave está en determinar cuáles de nuestros éxitos (y fracasos) responden a la destreza o a la suerte. En la mayoría de las áreas de la vida, la suerte y la destreza parecieran estar ineludiblemente entremezcladas. Sin embargo, casi nadie se dedica realmente a distinguir estas dos fuerzas. ¡Qué no podríamos lograr si fuéramos capaces de identificarlas y así tomar mejores decisiones! En el presente libro, el autor nos enseña a desenredar estos complicados hilos con el fin de analizar la importancia relativa de la suerte y la destreza en todo lo que hacemos.
Destreza y suerte El primero paso para distinguir entre destreza y suerte es definir ambos términos. Empecemos con suerte. La suerte es un evento fortuito que influye en una persona o grupo de personas (por ejemplo, un equipo deportivo o una compañía). La suerte puede ser buena o mala. Asimismo, si es razonable asumir que había otro resultado posible, quiere decir que hay diversos niveles de suerte. En este sentido, la suerte está fuera de nuestro control y es impredecible. Pasemos ahora al término destreza. Destreza es la habilidad de usar los conocimientos de manera efectiva al realizar algo. Es muy difícil hablar de destreza en una actividad particular sin hablar a la vez del papel que juega la suerte. Algunas actividades implican poca suerte; por ejemplo, tocar violín o jugar ajedrez. En estos casos, adquirimos destrezas mediante la práctica deliberada de tareas físicas o cognitivas. Otras actividades implican mucha suerte. Por ejemplo, jugar póker o hacer inversiones financieras. En estos casos, podemos definir destreza como el proceso de tomar decisiones. Así pues, la diferencia entre las actividades en las que la suerte tiene poca importancia y aquellas en las que juega un papel preponderante es la siguiente: cuando la suerte ejerce poca influencia, un buen proceso siempre conllevará un buen resultado. Cuando las destrezas tienen una mayor influencia, hay una fuerte relación de causa y efecto. En cambio, cuando la suerte ejerce una mayor influencia, casi no existe una relación de causa y efecto.
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Distinguir entre destreza y suerte Nuestra mente tiene una increíble capacidad de crear una narrativa que explique el mundo que nos rodea. Es una narrativa que funciona muy bien cuando ya conocemos el resultado. Esta capacidad está formada por dos elementos fundamentales: - Nuestro amor por las historias. - Nuestra necesidad de conectar las causas con los efectos. La mezcla de estos dos ingredientes nos lleva, por una parte, a creer que el pasado era inevitable; y, por la otra, a subestimar el resto de las cosas que habrían po dido suceder también. Cuando vemos el pasado, nos suele parecer que las destrezas y la suerte están inexorablemente predestinadas, a pesar de que la historia que hemos vivido no haya sido más que una entre muchas otras posibilidades. Si bien es cierto que solemos ver el futuro como un mundo de posibilidades, en poco tiempo olvidamos que lo que hemos experimentado no es más que otra de las posibilidades. Ejemplo: una persona muy hábil al volante podría concluir que no hay posibilidades de que sufra un accidente. Pero esta es una conclusión muy peligrosa. La necesidad de establecer una relación de causa y efecto está profundamente imbuida en la mente humana. Cuando vemos un efecto, buscamos una causa sin más. Para explicar el pasado, tendemos naturalmente a valernos de los elementos esenciales de las historias: un inicio, un final y una causa. A decir verdad, no sabemos (no es posible saber) lo que está sucediendo mientras están ocurriendo las cosas. Pero una vez que sabemos cuál es el final o desenlace de una situación, nos apresuramos a entretejer una narrativa que e xplique cómo y por qué todo sucedió de tal modo. Así pues, con frecuencia asumimos que si el evento A precedió al evento B, entonces A es la causa de B. Esta asociación defectuosa se conoce como la falacia post hoc , que proviene del latín post hoc ergo propter hoc; es decir, si sucedió después de esto, entonces esto mismo es su causa. Parte del desarrollo científico de los últimos 200 años ha tenido que ver con el i ntento de erradicar esa forma de pensar. Pero el conocimiento del desenlace o final de una historia también nos hace cometer otro error que consiste en percibir que los resultados obtenidos fueron relativamente inevitables. Aunque un evento haya estado rodeado de una neblina de incertidumbre, dicha neblina desaparece apenas conocemos el
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La ecuación del éxito 2 resultado. Y luego nos parece que el camino recorrido fue el único posible. Lo importante aquí es reconocer que, a pesar de que sepamos de antemano que un evento involucra una cierta cantidad tanto de suerte como de destreza, una vez que nos enteramos del desenlace, tendemos a olvidarnos del papel que jugó la suerte. Entrelazamos los eventos para formar una narrativa satisfactoria (que incluye una clara relación de causa y efecto) y terminamos por creer que lo ocurrido fue el resultado absoluto de nuestras destrezas. Una de las grandes razones por las que nos cuesta tanto distinguir entre destrezas y suerte es que tenemos la tendencia natural a asumir que el éxito es el resultado de las destrezas, mientras que el fracaso resulta de la falta de destrezas. Pero esta idea es fuente de conclusiones erradas cuando se trata de actividades en las que la suerte juega un papel importante. Es muy común que las organizaciones (compañías, equipos deportivos, etc.), traten de mejorar su desempeño mediante la contratación de "estrellas" provenientes de otras organizaciones. La premisa es que dicha estrella posee destrezas que son transferibles a la nueva organización. Pero las personas que siguen este razonamiento nunca se detienen a pensar que el éxito de dicha estrella se debe en parte a que tuvo suerte y en parte a las condiciones que propiciaron su desempeño. Atribuirle el éxito a una persona es una excelente narrativa. Pero una historia así no toma en cuenta que tal vez ciertas destrezas no son patrimonio exclusivo de una única persona.
El continuo suerte-destreza El continuo suerte-destreza es un modelo que nos permite establecer el papel relativo que juegan la suerte y las destrezas en una actividad dada. Se trata de una línea que simboliza una serie de actividades y en cuyos extremos podemos ubicar, por una parte, las actividades que dependen únicamente de la suerte; y, por la otra, las actividades que dependen únicamente de las destrezas. La mayor parte de las veces, establecer qué está sucediendo en los extremos es sencillo. Ejemplo: es imposible predecir el resultado de una máquina tragamonedas o de lanzar una moneda al aire. Estas son actividades completamente fortuitas. Por otra parte, el nadador más veloz siempre ganará la carrera. El resultado depende casi por completo de las destrezas del nadador, si bien la suerte puede intervenir en alguna medida (por ejemplo, el nadador más veloz se puede sentir mal en medio de una carrera y, en consecuencia, perderla). Los extremos del continuo albergan solo una pequeña porción de todo lo que sucede en la vida real. La mayor parte de los eventos yacen en algún punto entre los extremos de la línea. Y saber más o menos dónde está dicho punto nos da una cierta idea de qué decisiones debemos tomar. Más adelante veremos cómo colocar una actividad en el continuo.
Una vez que hayamos identificado qué papel juegan la suerte y las destrezas en una cierta actividad, debemos tomar en cuenta el tamaño de la muestra que estemos usando. Cuando las destrezas dominan la situación, podemos valernos de una muestra pequeña para entender lo que está sucediendo. En cambio, en las actividades que dependen principalmente de la suerte, usar una muestra pequeña es inútil y a veces incluso peligroso. Nos inclinamos naturalmente a pensar que las muestras pequeñas representan a cabalidad al mundo en su totalidad. En otras palabras, esperamos ver lo que ya hemos visto. Esta falacia tiene dos vertientes. Por una parte, observamos una muestra pequeña y terminamos creyendo, falsamente, que conocemos todas las posibilidades. Este es el clásico problema de la inducción; es decir, sacar conclusiones generales a partir de casos particulares. Pero también podemos cometer el error inverso; es decir, asumir que hay una especie de justicia cósmica pendiente de equilibrar la situación. Esto es lo que se conoce como la falacia de apostador. Digamos que estamos viendo el lanzamiento de una moneda al aire. Sale cara tres veces seguidas. ¿Qué saldrá la siguiente vez? La mayoría de l as personas dirán cruz. Pero esto no es necesariamente así. Hay un 50 por ciento de probabilidad de que salga cara o cruz en cada lanzamiento. Además, ningún lanzamiento influye en el lanzamiento subsiguiente.
Colocar actividades en el continuo suerte-destreza Existen varios métodos para colocar actividades en el continuo suerte-destreza. Pero el más eficaz consiste simplemente en pensar un poco cuál es la naturaleza de una actividad y cuáles son los resultados que producirá. Esto se logra si respondemos tres preguntas básicas. Primero, debemos preguntarnos si es posible identificar una clara relación de causa y efecto. Veamos un ejemplo. Un jugador de tenis plantea la hipótesis de que, si mantiene la vista en la pelota todo el tiempo, su desempeño mejorará con creces. Así que, le hace seguimiento a esta idea y descubre que, en efecto, es posible regresar más pelotas si constantemente mantenemos nuestra vista en la pelota. Conclusión: no tiene nada que ver con tener o no suerte. La segunda pregunta tiene que ver con cuál es el retorno a la media (fenómeno estadístico según el cual cuando una variable es extrema la primera vez que la medimos, tenderá a acercarse al promedio la segunda vez que la midamos). Para responder esta pregunta, debemos buscar la manera de medir el desempeño. Ejemplo: podemos anotar la cantidad de juegos ganados y perdidos de un equipo deportivo. O podemos anotar las ganancias de una compañía a lo largo del tiempo. En ambos casos, es posible calcular los resultados y hacernos una idea de qué tan rápido se están moviendo hacia el promedio. Un retorno lento suele estar más relacionado con aquellas actividades en las que las destrezas juegan un papel más importante. La tercera y última pregunta es: ¿podemos valernos de la
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La ecuación del éxito 3 opinión de los expertos? La respuesta a esta pregunta tiene que ver con lo que opinen los expertos de un área dada. Cuando la opinión de los expertos tiende a ser uniforme y exacta, estamos en presencia de una actividad que depende principalmente de las destrezas. En cambio, cuando los expertos no están de acuerdo o no son capaces de hacer predicciones, la suerte toma el papel principal. Las áreas que implican una gran predictibilidad son: la ingeniería, algunas áreas de la medicina y ciertos juegos como el ajedrez. Por su parte, las predicciones de los expertos suelen fallar en áreas tales como la política y la economía.
trezas. Por ejemplo, si practicamos (y recibimos una retroalimentación oportuna) el violín, nuestra ejecución del instrumento mejorará con el tiempo. En cambio, cuando las actividades tienen más que ver con la suerte, lo mejor es que nos enfoquemos más en el proceso que estamos aplicando. Por ejemplo, nuestros resultados al jugar póker variarán constantemente porque el juego depende en gran medida de la suerte. Pero, a medida que aumentemos nuestra experiencia, aumentaremos nuestras posibilidades de ganar en el futuro.
Enfrentar la suerte
El envejecimiento de las destrezas Hasta ahora hemos visto a las destrezas como algo estático. Este es un buen supuesto a corto plazo. Pero lo cierto es que las destrezas cambian a lo largo del tiempo. Este es un hecho comprobado en los deportes, las tareas cognitivas y los negocios. De hecho, estas tres áreas siguen un mismo patrón: el envejecimiento no es nuestro mejor amigo. Estudios revelan que mientras más envejecemos, más solemos guiarnos por aproximaciones o reglas poco precisas. Esto sugiere que nuestros procesos cognitivos decaen con el tiempo. Así pues, las personas pierden destrezas con la edad. Lo interesante es que esto mismo sucede con las organizaciones. La lógica que hay detrás de esto es que, por ejemplo, los equipos deportivos están integrados por individuos que inevitablemente terminan por envejecer. Esto mismo sucede con la alta gerencia y el personal de una compañía longeva. Por tanto, la compañía termina dependiendo de métodos que funcionaron bien en el pasado y evita cualquier novedad. En otras palabras, las destrezas de las compañías también envejecen.
Desarrollar destrezas Podemos convertirnos en expertos si hay una clara relación de causa y efecto en lo que hacemos, y si practicamos intensamente y recibimos una retroalimentación precisa. El enfoque que asumamos para desarrollar nuestras destrezas dependerá del lugar que ocupe la actividad en el continuo suerte-destreza. Cuando se trata de actividades que tienen lugar en un entorno estable donde la suerte tiene poca cabida, basta con practicar deliberadamente para mejorar nuestras des-
La historia bíblica de David y Goliat es quizá la batalla más famosa entre alguien poderoso y alguien débil. David no cuenta más que con un casco, una armadura y una espada. La idea es que David debía enfrentarse a Goliat en los mismos términos de este último. Dada su debilidad, esto no le gustó a David. Así que dejó el casco y la espada atrás y decidió llevar una honda y algunas piedras al campo de batalla. Los dos guerreros se pararon un frente al otro e intercambiaron amenazas. Luego, David hizo algo que nadie había previsto. Cargo su honda, le lanzó una piedra a Goliat y se la pegó en la frente. Goliat cayó muerto. Lo esencial de esta historia es que David no se enfrascó en la pelea tal cual como esperaba Goliat. David sabía que acercarse al gigante sería fatal. Así que cambió de estrategia. Pero la historia de David y Goliat nos deja una lección aún más general. Si somos el favorito, debemos simplificar el juego. En cambio, si somos el que tiene todas las de perder, debemos complicar el juego. La aleatoriedad y la suerte son el resultado de no contar con suficiente información. En otras palabras, resultan de no poder identificar una relación de causa y efecto. Sin embargo, los avances tecnológicos permiten en ciertos casos establecer una relación de causa y efecto que de otro modo sería muy difícil (cuando no imposible) de identificar. En este sentido, la tecnología permite reducir los efectos de l a suerte. Otro valioso recurso para lidiar con la suerte es usar estadísticas. Sin embargo, es importante saber interpretar e identificar las limitaciones de las estadísticas. De lo contario, los resultados pueden ser catastróficos.
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