La Condicion Etica Del Ser Humano
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LA CONDICION ETICA DEL SER HUMANO -Una dimension inexcusable La moralidad es una dimension constitutiva del ser humano.Somos morales aunque no lo queramos.Somos morales porque somos humanos. -La moral es una creacion de la inteligencia:el ser humano nace mas necesitado y menos adaptado que ningun animal.Los instintos animales ceden el paso en el ser humano a las respuestas inteligentes,que son ams flexibles,pero tambien mas inciertas y arriesgadas.. -La moral es una creacion colectiva:es resultado de una interaccion en la que nuestra subjetividad se amplifica reflejada en el otro,quien ya no es un mero estimulo ni una simple cosa a escoger o rechazar,sino un sujeto con quien crear. La dignidad es este modo de ser persona nacido en la intersubjetividad y de la liberacion.Para unos se basta a sí misma;para otros se funda en Dios.En todo caso,es la razon del respeto incondicional al ser humano. -La estructura moral Elementos que hay que analizar para comprender las teorias eticas y sus ddescripciones de la bondad: -Toda accion moral consta de motivacion e intencion:los afectos,deseos y tenfdencias nos mueven a obrar desde nuestro interior(talante). -Hay que prestar atencion al proceso de deliberacion y eleccion:la conciencia moral analiza la conveniencia de lso fines y los medios y los valora de acuerdo con unas normas(morales) y desde la constatacion del temperamento de cada persona y de sus circunstancias. -Es primordial el resultado y las consecuencias de la accion:una buena eleccion puede producir efectos contrarios a los pretendidos,aunque inseparables entre ellos. -La accion humana va acompañada de sentimientos que nos ayudan en el reconocimiento del bien. -La accion etica transforma a quien la realiza.La continuidad de los actos crea en nosotros un habito.El conjunto de estos habitos es el caracter moral. -Relativismo y exigencia de universalidad Desde la perspectiva dibujadapor el relativismo moral se considera que o hay ningun valor universal,absoluto,por encima de las normas particulares de cada persona o de cada pueblo. El relativismo encuentra un limite en los valores basicos universales que subyacen a la pluralidad,y,desde una perspectiva subjetiva,en la voluntad de que nuestra accion sea universalizable.
Desde hace tiempo se suceden las reediciones de los libros de Trías y su presencia es frecuente en foros de opinión y en la Prensa. Sin embargo, no es un filósofo de moda sino fiel a un proyecto que recorre una extensa obra y del que se hace eco en cada nueva entrega. El atractivo radica en esto: en no renunciar a una obra de gran
comple-jidad intelectual y en mantener un compromiso con los problemas del hombre actual. Su éxito se debe no sólo a la filosofía que ha hecho sino a su forma de hacer filosofía. Mantiene una concepción unitaria de la misma, lejos de la fragmentación disciplinar o la fijación en una de sus partes. Lo que da como resultado una arquitectónica en la que todos sus nervios confluyen en la clave de bóveda que es la idea de límite. Idea que constituye el centro de una onto-logía, pero siempre entendida como topología. Lo que pretende Trías es instalarse en el límite frente al proceder de una filosofía tradicional que o bien se ha pasado de la raya en su uso dogmático o en su uso crítico ha retrocedido ante la frontera. La suya es una razón fronteriza, ilustrada, que dialoga con sus propias sombras y en la que ser es saber estar. Por ello advierte de los malentendidos sobre esa topo-logía: no es que la razón se tope con el límite, es que nace de él. La ética del límite no es sino un saber estar en el límite a través de hábitos que lo hacen habitable. La felicidad y la “buena vida” (en sentido aristotélico), que son sus objetivos, sólo se consiguen siendo, no tanto lo que “debemos” ser, sino lo que ya somos, seres fronterizos, coincidiendo ser con estar, es decir, con nosotros mismos. El límite, nos dice Trías, tiene un carácter reflexivo, y ya en la tradición clásica los imperativos délficos y pindáricos exigían el “conócete a tí mismo” para “llegar a ser el que eres” pero “nada con exceso”. La ética del límite es una ética del punto justo en su justo punto. A lo largo del libro se analiza la proposición ética, pero se trata de una propuesta de más largo alcance: “Esta filosofía del límite, en su enlace intrínseco de reflexión sobre la humana conditio con la elaboración de una propuesta ética que encierra dentro de sí una nueva concepción ontológica (del ser del límite), constituye la base de un humanismo de nuevo cuño que se avanza aquí como reto reflexivo cara al próximo siglo y milenio”. En este texto, al mismo tiempo que nos da la clave ya mencionada de su filosofía, nos avanza algo sobre su estilo: es un humanista e ilustrado de nuevo cuño. Lo ha precisado más: un humanista latino y un ilustrado crítico. El matiz resulta indispensable para entender el rasgo distintivo de su obra: es un análisis, pero también una propuesta. En el análisis dialoga con Platón, Aristóteles, Kant y Wittgenstein, pero no se queda en una labor exegética de “textos eminentes”, sino que propone un humanismo latino en un momento de colonización cultural y lingöística. Este punto me parece de la máxima importancia en un momento en el que los que se dedican a historiar la filosofía española no saben lo que es y los que la hacen no se lo creen. Puntualiza que no se trata de un humanismo del “individuo”, sino de la persona. Somos personas, es decir, una “máscara” a través de la cual resuena una voz, la del imperativo que nos conmina a asumir nuestra condición fronteriza. Se trata de un humanismo fuerte, sin la beatería platónica servida por intérpretes anglosajones. No renuncia a la universalidad del imperativo, y en ese sentido se trata de una “ética trascendental”, pero también es prudencial, es decir, se tiene que actualizar en cada persona y según las circunstancias. Hay una universalidad en la propuesta, pero singularidad
en la respuesta y entre ambas existe un territorio de la decisión que garantiza la libertad. ésta es la palabra clave de la obra junto con la de felicidad, y que le diferencia radicalmente de otras éticas, como las de la “autenticidad”, palabra sintomáticamente ausente en el libro. Se extrae la conclusión de que en esta época nadie puede ser “auténtico”, pero sí libre e independiente. La distinción no es baladí ya que la experiencia de las éticas de la autenticidad es que acaba saliendo malparada la libertad. Porque en este humanismo latino, no se trata de una libertad “trascendental”, del ser, sino de la acción, ya que la proposición que expresa el imperativo es una propuesta y exige una respuesta en una acción que se argumenta con “juegos de lenguaje”. Pero sin excesos. Es un tópico decir que los libros nos enseñan a ser libres. En este caso la conclusión es que todo acto ético es un acto de inteligencia, de saber leer a fondo nuestra condición humana. Y es verdad que hay un imperativo de presencia, a través de lo que debería ser, de lo que puede ser, y de denuncia de su ausencia, porque lo que es no es como debería ser. Pero no se confundan, no estamos ante una ética idealista.
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