La Coleta Del Barón Munchhausen. Psicoterapia y Realidad

December 14, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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P AUL WATZLAWICK 

LA COLETA DEL BARÓN DE MÜNCHHAUSEN  Psicoterapia y realidad  realidad 

Herder www.herdereditorial.com

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 Diseño de cubierta: A. Tierz aquetación electrónica: José Toribio Barba Versión castellana de JOSÉ A. DE PRADO DIEZ y XOSÉ M. GARCÍA ÁLVAREZ, de la obra de PAUL WATZLAWICK. Münchhausens Zopf oder Psychotherapie und «Wirklichkeit», Verlag Hans Huber, Berna 1988.

© 1988, Paul Watzlawick, Palo Alto © 1992, Editorial Herder, S.A. © 2013, de la presente edición, Herder Editorial, S. L., Barcelona ISBN DIGITAL: 978-84-254-3182-1 La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del Copyright   está  prohibida  prohib ida aall ampa amparo ro de la le legi gislació slaciónn vigente vigente..

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ÍNDICE

Prefacio 1. Esencia y formas de las relaciones humanas 2. El cambio de la imagen del hombre en la psiquiatría 3. Tratamiento de una depresión, cono y centrado en el problema 4. Métodos hipnoterapéuticos en la terapia familiar  5. Tratami Tratamientos entos breves de trastornos esqui esquizofrénico zofrénicoss 6. Comunicación imaginaria 7. ¿Adaptación a la realidad o «realidad» adaptada? Constructivismo y psicoterapia 8. Estilos de Estilos de vida y «realidad» « realidad» 9.  Mana gement  o  o construcción construcción de realidades 10. La coleta coleta de Münchhausen y la escalera de Wittgenstein Epílogo: fía Una perspectiva hacia el futuro comunicativo Bibliogra Bibliografía Índice de fuentes de fuentes Índice de nombres de nombres Índice analítico analítico

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PREFACIO

Esta miscelánea intenta ofrecer una panorámica sobre el desarrollo del modelo de  pensamiento,  pensami ento, que como miembro miembro del Mental Research Institute Institute (MRI) en Palo Alto (California) he conocido de cerca y expuesto en artículos y conferencias. Es un desarrollo que va unido inseparablemente al influjo de cuatro personalidades extraordinarias y determinantes en la orientación seguida. A principios de los años cincuenta, el antropólogo y experto en comunicación Gregory Bateson había comenzado, en el marco de un encargo de investigación de gran envergadura, a sustituir la concepción de causalidad lineal (de causa a efecto), en la que se basa la psicoterapia clásica, por la perspectiva antropológica, circular. Dicho de otro modo: En lugar de preguntar «¿por qué?» (p. ej., «¿Por qué, es decir, en base a qué causas determinantes en el pasado individual este hombre se porta hoy día de esta forma irracional?»), Bateson preguntaba: «¿Qué efectos del efecto tienen influencia sobre sus  propias  propi as causas?» ca usas?» o «¿Cómo « ¿Cómo tiene que estar formado el contexto contexto actual, interpersonal, nterpersonal, en el que el comportamiento en cuestión es adecuado, lleno de sentido e incluso la única reacción posible?» Con este modo de plantear el problema Bateson fue uno de los  primeros  pri meros que introdujeron en la psiqui psiquiatría atría la concepción concepción teórica, teórica, y por consig consigui uiente ente sistémica, de la comunicación. (El capítulo 5 de este libro aborda detalladamente esta temática.) Cuanto más el grupo de Bateson se dedicaba, en el marco de sus investigaciones generales, a los efectos relativos al comportamiento (pragmáticos) de la comunicación e interacción humana, también a los fenómenos perturbados del comportamiento, tanto más crecía la necesidad de la colaboración de un especialista formado en este ámbito. Bateson lo encontró en la persona del psiquiatra y psicoanalista Don D. Jackson, ya entonces famoso internacionalmente. La elección difícilmente habría podido ser más  sis   clásico de las afortunada. Para esa época Jackson ya se había apartado del análi sis causas en el pasado y había empezado a tratar sistemas de relaciones humanas (matrimonios y familias). Lo que tan especialmente le caracterizaba, era su extraordinaria capacidad para comprender en el aquí y ahora modelos de interacción que originaban y afianzaban los problemas y para influir a través de intervenciones terapéuticas atinadas y activas. De la época de su cooperación tiene su origen una serie de publicaciones que abren nuevos rumbos, sobre todo la primera formulación de la teoría del doble vínculo. En el año 1959 Jackson fundaba el MRI. Originariamente fue un Departamento de la Palo Alto Medical Research Foundation y en 1963 se hizo autónomo. El encargo de investigación de Bateson terminó en 1962, y hasta ese momento ambas instituciones estuvieron en una estrecha cooperación; de aquí que con frecuencia fuese considerado  por los profanos como un grupo con el nombre imag imagiinari narioo de «Palo « Palo Alto Alto Group». Group» . Las otras dos personalidades que influyeron mucho en nuestro pensamiento e 5

 

investigación fueron el famoso hipnoterapeuta Milton H. Erickson y el biocibernético conocido internacionalmente, el profesor Heinz von Foerster. En las introducciones a los capítulos 4 y 7 se hace constar la importancia de sus contribuciones, La evolución posterior se va describiendo brevemente en la nota en cursiva que se  pone al princi principi pioo de cada capítulo. capítulo. Mayo 1989 Paul Watzlawick 

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1 ESENCIA Y FORMAS DE LAS RELACIONES HUMANAS

 El capítulo primero se basa en los resultados de la colaboración del llamado «Palo lto Group», descrita en el prólogo, y al mismo tiempo hace una reseña del desarrollo ulterior de los aspectos cibernéticos, teórico-sistémicos y pragmáticos de la comunicación humana y de sus problemas. Cibernética, teoría general de sistemas y pragmática como base del estudio de las relaciones humanas

que ununa inexperto en claramente ajedrez observa en un están país extranjero dos personas queSupongamos están realizando actividad simbólica: moviendoafiguras en un tablero. Puesto que no conoce el idioma del país, no les puede pedir una explicación de su comportamiento. En cambio, a través de una observación suficientemente larga de los diferentes comportamientos entre los dos jugadores (probablemente a lo largo de varias  partidas),  parti das), le es posibl posiblee deducir deducir todas las reglas reglas del juego de ajedrez y reconocer el jaque mate como su meta. Lo conseguirá analizando el comportamiento de los jugadores en su regularidad y constatando de este modo que ciertas formas de comportamiento (jugadas) se producen frecuentemente para determinadas figuras y nunca para otras. Esto le hace suponer que los jugadores siguen determinadas reglas deducibles de la observación. De esto tenemos que retener: el observador sacó sus conclusiones sin tener la  posi  posibi billidad de preguntar preg untarningún directamente. directamente. Consig Consi guió uió esteni resul resultado tado sin sinnada la necesidad necesi dad de atribuir al mismo juego sentido más profundo de explicar en el sentido habitual. El resultado de sus observaciones es más bien un conjunto de reglas sencillas (una «gramática» o un algoritmo, cálculo, código, programa o plan; Miller 1960), que es válido para las miríadas de las posibles variantes de comportamiento entre los jugadores. Y finalmente el observador consiguió esta deducción de las reglas del juego sin necesidad de ninguna comprensión de los motivos, intenciones, sentimientos o personalidades de los jugadores. El intento de una definición del punto de partida de este procedimiento se  puede efectuar según tres puntos de vista vista que se complementan complementan mutuamente: 1. En la medida en que a este respecto se estudia la totalidad de las posibles formas de comportamiento y en la medida en que se analiza la regularidad de la aparición o no aparición de estas formas, el método es cibernético. Lo fundamentalmente nuevo en la cibernética es precisamente el hecho de que no analiza las características de partículas elementales sueltas o de variables aisladas artificialmente, sino las interacciones entre 7

 

estos componentes. Así, por ejemplo, W. A. Ashby (1956, p. 11) en su discusión sobre transformaciones (o sea, cambios de estado) llama la atención sobre el hecho de que desde un punto de vista cibernético no importa ni definir en qué consisten «realmente» las transformaciones ni investigar los motivos del cambio aparecido; sólo es esencial el establecimiento de un conjunto de operadores y la descripción de sus cambios de estado. Por tanto, la transformación se refiere a lo que sucede y no a  por  qué sucede. 2. En la medida en que el observador comprende a los dos jugadores y su comportamiento recíproco como totalidad, su procedimiento es  sistémi  sistémico. co.  Dondequiera que totalidades se conviertan en objeto de análisis, se hace patente que éstas están sujetas a regularidades en cuanto a su estructura, a su éxito y a su eventual fracaso, las cuales son más complejas y cuantitativamente diferentes de lo que se podría deducir de la suma de las características de cada uno de sus componentes. El biólogo von Bertalanffy (1950, p. 134-165) basó su teoría general de sistemas en este hecho fundamental cuyo objetivo, como es sabido, es la investigación de isomorfias en el comportamiento de totalidades sea que estas últimas se compongan de átomos, moléculas, células, grupos de células, organismos, individuos, sociedades, culturas, etc. 3. El orden inmanente a todos los sistemas presupone, sin embargo, que en ellos todas las partes están relacionadas mutuamente, es decir, que comunican entre sí. En la medida en que el observador investiga el comportamiento comunicativo de los jugadores (sus ugadas), es decir, en la medida en que analiza el empleo de signos (las figuras de ajedrez) y la acción de éstos sobre los que los emplean (los jugadores), su comportamiento cae en el ámbito de la pragmática. De las tres disciplinas que acabamos de mencionar, es sin duda la pragmática la más importante para la comprensión de las relaciones humanas. Morris la ha definido como aquella parte de la semiótica (de la teoría general de los signos e idiomas) que trata del uso de signos y de su acción sobre los que los emplean. Morris se apoya, entre otros, en Peirce (1934), Gallie (1966),)ames, (1907), Dewey (1950) y Mead (1968), mientras que  por su parte, su obra influyó nfluyó en el Círcul Círculoo de Viena de los positi positivi vistas stas lóg ógiicos (Kraft 1968), entre los que hay que mencionar ante todo a Carnap (1934, 1942). También para Carnap la investigación de un idioma no consiste sólo en el estudio de su estructura formal (de su sintaxis), sino también de su relación con los objetos significados por ella (semántica) y con los individuos que la emplean (pragmática). Por lo que se refiere a la interdependencia de estos tres ámbitos se ofrece, por su fácil retención, la formulación que hace George de la semiótica (1962), según la cual «es  pertinente,  perti nente, desde muchos puntos de vista, vista, decir decir que la sintax sintaxiis corresponde a la lógi ógica matemática, la semántica a la filosofía y/o a la teoría de la ciencia y la pragmática a la  psicol  psi colog ogía ía y, si sinn embargo, embargo, no se pueden separar claramente claramente estos ámbitos ámbitos unos de otros». Sobre el mismo tema Cherry (1967, p. 263) señala, en su libro sobre análisis de la comunicación que realmente merece la pena leer, que estos tres ámbitos parciales no están separados unos de otrosla«sino que más bien seysuperponen, mismacompletamente forma que se superponen, por ejemplo, química, la geología la física». de la 8

 

Ahora bien, sucede que la escasa literatura sobre la pragmática se ocupa casi exclusivamente de la relación entre el usuario de un signo (es decir, el emisor o el receptor) y el signo mismo. Sin embargo, no nos parece solamente permitido sino imprescindible el concebir la tríada emisor-signo-receptor como la unidad más pequeña de cualquier análisis pragmático y el tratarla como indivisible. No es la intención de este trabajo responder a la pregunta del buen obispo Berkeley si el árbol que se está cayendo en el bosque aislado causa un ruido aun cuando no hay nadie que lo oiga. Creemos que incluso desde el punto de vista de la investigación básica (por no hablar ya desde una  perspectiva  perspecti va de la investig nvestigación ación práctica práctica de la comunicació comunicación) n) es inútil nútil analizar analizar la relaci relación ón entre emisor y signo sin tener también en cuenta al receptor y la reacción de éste, o la relación entre receptor y signo dejando de lado al emisor —de la misma forma que no merecería la pena estudiar el comportamiento (las jugadas) de un jugador de ajedrez sin hacer referencia a las jugadas de su compañero de juego. Ya Peirce (1934) llamó la atención sobre el hecho de que los signos no existen por así decir en el espacio vacío, sino que cada signo produce otro en el receptor como reacción y éste produce a su vez un tercero en el emisor originario, etc. De esta forma se ha dado un paso decisivo: uestra perspectiva se desplaza del individuo hacia la relación entre individuos como un fenómeno  sui generis,  y en el momento en que esto sucede entramos en conflicto con viejas concepciones tradicionales del hombre y de su comportamiento. (El lector notará que mencionamos una relación casi exclusivamente diádica. Esto hay que comprenderlo solamente como una simplificación de nuestras explicaciones y no significa que lo dicho no se pueda aplicar análogamente también a relaciones múltiples. Lo mismo se puede decir del hecho de que casi no mencionamos la comunicación no verbal. Si por ello se da ocasionalmente la impresión de que la pragmática sólo trata sobre las formas de comunicación verbal, hacemos constar explícitamente aquí que en todas las estructuras que se van a describir se pueden producir tanto tipos de comunicación verbal como no verbal. Mencionemos finalmente que nuestras explicaciones se basan principalmente en material angloamericano. Somos conscientes de esta unilateralidad por la que los autores y fuentes europeos no se tienen suficientemente en cuenta.) Fundamentalmente existen dos contenidos bastante diferentes de la percepción humana: objetos y relaciones. Respecto a los objetos en el sentido más amplio, es decir, las cosas en el mundo exterior, es oportuno considerarlos tal vez como mónadas en el sentido de Leibniz y preguntar por las propiedades que los caracterizan. Si en ello se  produjeran diversidades diversidades de opini opinión ón éstas podrían ser contrarrestadas a menudo gracias gracias a investigaciones objetivas, aunque a veces éstas puedan ser sumamente difíciles. Y entonces es además oportuno decir que en esta diversidad de opiniones, una sería verdadera y la otra falsa. La tradición del pensamiento occidental descansa en este fundamento monádico; éste divide el mundo en sujeto y objeto, se refleja en la estructura de los idiomas indoeuropeos y es desde Aristóteles el esquema básico de la lógica clásica. Completamente en oposición a los objetos, las relaciones humanas no son fenómenos que edades existen debería objetivamente, es decir, como cosas porAnte mismas y sobre cuyas  propi  propiedades ser posibl posible e ig igual ualmente mente un consenso. Ansíte todo, en modo alg alguno es 9

 

cierto que, en el caso de diversidades de opinión sobre la naturaleza de una relación humana, uno de los interlocutores tiene razón y el otro no o, para tocar de paso uno de nuestros temas fundamentales, uno es «normal» y el otro está «loco». Las relaciones, los contenidos  de nuestra realidad pragmática interpersonal no son reales en el mismo sentido que los objetos; éstas tienen realidad más bien en la visión del interlocutor y esta misma realidad es sólo más o menos compartida por los otros en el caso más favorable. Si  A  esboza su visión de la relación con  B  con la apreciación: «Yo sé que tú no me  puedes ag aguantar», uantar», a lo que  B replica con la afirmación: «Tú siempre piensas lo peor de mí, como  su  definición de la relación, entonces, de acuerdo con la naturaleza de la comunicación humana, no existe ninguna posibilidad de resolver esta controversia recurriendo a pruebas objetivas. Los datos pragmáticos no se dejan determinar  monádicamente. Sin embargo, si se intenta esto y si los fenómenos relacionales o bien se descuidan o bien se consideran como epifenómenos, es inevitable atribuir a la mónada  propiedades  propi edades hi hipotéti potéticas cas que ésta no titiene ene en absoluto absoluto o que son indemostrables. ndemostrables. Para nuestras consideraciones es de especial importancia que este problema pase a través de las concepciones del hombre y de su comportamiento, por incompatibles que puedan ser  estas concepciones bajo cualquier otro punto de vista. Puesto que la psique no se puede estudiar objetivamente, la mónada humana se presta muy especialmente para la adjudicación de propiedades que no se pueden probar, y en las que con demasiada facilidad incoherencias puramente lógicas, lingüísticas y semánticas pueden hacer de las suyas. Este peligro ya se encuentra omnipresente en las ciencias exactas; basta pensar en la hipótesis aparentemente tan inocente y simple de la astronomía clásica de la simultaneidad de dos acontecimientos como punto de partida de deducciones fundamentales, pero sin valor teórico. Para nosotros profanos resulta cada vez más difícil entender que esta hipótesis deba ser científicamente inútil porque indemostrable. Ayer, simpatizante con el Círculo de Viena, en  Language, Truth and Logic Logi c (s.a., p. 152) llama la atención sobre el hecho de que precisamente la definición de Einstein sobre la simultaneidad hacía evidente «lo necesario que es para los físicos experimentales disponer de análisis claros y definitivos de los conceptos empleados por ellos. Y esta necesidad es aún mayor en los sectores de la ciencia menos evolucionados. Así, p. ej., el fracaso hasta ahora de los psicólogos en la liberación de la metafísica y en la coordinación de sus investigaciones, es en primer lugar una consecuencia de su utilización de símbolos como “inteligencia” o “empatía” o “yo inconsciente”, que no están definidos con precisión. Especialmente las teorías de los psicoanalistas están llenas de elementos metafísicos que serían eliminados con un examen filosófico de sus símbolos». Una vez que se atribuye a la mónada humana determinadas propiedades, es absolutamente razonable invocarlas como principios explicativos del comportamiento. En la perspectiva monádica, el comportamiento tiene un sentido porque detrás está una causa (p. ej., un instinto, una necesidad, un acto de voluntad, una represión, un rasgo del carácter). naturaleza de estos cuanto másenrigurosamente uno los analiza,Lamás confusosilusoria se vuelven, ha conceptos, producido, que especialmente los últimos años, 10

 

un creciente escepticismo. En cambio, la investigación sobre el comportamiento animal ha demostrado que en principio es posible sistematizar desenvolvimientos del comportamiento sin la ayuda de conceptos de este tipo, a saber, en una forma de observación que se basa exclusivamente en redundancias del comportamiento, que no «explica» nada en el sentido tradicional y que responde a la analogía del ajedrez mencionada al principio. Evidentemente, nuestro observador imaginario hubiera podido atribuir al juego en su totalidad, ya cada figura aislada en particular, un sentido muy determinado, «más profundo» o «simbólico», sin embargo, semejante interpretación mitológica o metafísica contribuiría tan poco a la comprensión del comportamiento de los ugadores como las interpretaciones astrológicas a la comprensión de la astronomía. Con esto creemos haber perfilado una diferencia fundamental entre el modo de ver  monádico y el pragmático. En una perspectiva monádica preguntamos por el motivo, el origen, la causa, es decir, ¿por qué?;  en una perspectiva pragmática preguntamos qué sucede aquí y ahora. Con lo dicho hasta aquí parece que hemos echado tierra sobre nuestro tejado y que nos hemos convertido en representantes de una concepción superficial y sin alma, que niega la dignidad y libertad del hombre y con ellos la realidad y la riqueza de su mundo interior. Por supuesto no se pretendía eso. Aquí se trata más bien de un modo de  proceder que trata de no perder de vista vista las restricci restricciones ones propias propias de la natural naturaleza. eza. Exactamente como en la física también aquí todo depende del punto de vista del observador. En la experiencia  propia propia  el punto de vista monádico será siempre el único  posibl  posi ble, e, segui seguirán rán si siendo endo decisi decisivas vas las predisposi predisposici ciones, ones, las experi experienci encias as más tempranas, los sentimientos, las convicciones, etc. En su esfera privada incluso el pragmático más radical estará convencido de su libre voluntad y por tanto de sus deberes éticos. Los filósofos cada vez más han llamado la atención sobre esto; así, por ejemplo, Sartre, para quien la única libertad que no tenemos es la de no ser libres. Para los fines de una investigación científica del comportamiento, sin embargo, todos los conceptos mencionados, a pesar de su respetabilidad, son inservibles, puesto que se sustraen a una investigación objetiva. De aquí que el investigador se debe conformar con un punto de vista totalmente diferente: Él tiene que investigar el comportamiento humano renunciando a todos aquellos criterios que su propia experiencia subjetiva le susurra  permanentemente. Esta restri restricci cción ón nos ayuda no sól sóloo a evi evitar tar las fatal fatales es consecuenci consecuencias as de la confusión de sujeto y objeto, de principios monádicos y pragmáticos, sino que nos ofrece —como se mostrará— perspectivas nuevas y fecundas como es el caso ya hace tiempo en todas las demás disciplinas, que han dado el paso de lo monádico al ámbito de la interacción entre mónadas. Ya Morris (1938, p. 77-137) observa que para la semiótica no es necesario negar «vivencias privadas» de desenvolvimientos semióticos, sin embargo, tiene que ser cuestionado por el punto de vista de la teoría del comportamiento «que tales vivencias sean de importancia fundamental o que el hecho de su existencia haga imposible o incluso sólo defectuoso el estudio objetivo de la semiótica (y, por  consiguiente, de los signos, de los designata y de los interpretadores)». 11

 

 Regularidad, o sea, patología de los sistemas si stemas de relación

El estado actual de nuestro conocimiento sobre la esencia de las relaciones es fragmentario. Por un lado, esto es comprensible ya que la falta de un lenguaje no orientado monádicamente dificulta sobremanera cualquier estudio sobre las relaciones e incluso la reflexión sobre los fenómenos de relación. Pero, por otro lado, si uno considera que la relacionalidad es uno de los aspectos más inmediatos de la existencia humana, entonces el grado de nuestra ignorancia es asombroso y prueba una vez más que lo más inmediato es de lo más difícil de comprender. En el marco de este informe no es posible abordar cuán poco nuestra comprensión de la realidad se basa en los «hechos», y hasta qué punto lo que llamamos «real» es el resultado o bien de las convenciones interpersonales encontradas por uno mismo, o bien de aquellas en las que nosotros, como  pertenecientes  perteneci entes a una determinada determinada cultura, cultura, estrato de sociedad, sociedad, famil familia, etc., somos literalmente introducidos al nacer. Real es, al fin y al cabo, lo que es denominado real por  un número suficientemente grande de hombres. En este sentido extremo, la realidad es una convención interpersonal, precisamente como la utilización de un lenguaje se basa en una convención tácita, la mayoría de las veces totalmente inconsciente, de que determinados sonidos y signos tengan un determinado significado. La «realidad» de un  billete  bil lete de banco, p. ej., no consiste consiste princi principal palmente mente en que es un trozo de papel impreso en diferentes colores, sino en el acuerdo interpersonal de que este objeto represente un valor específico. Bateson (comunicación personal) refiere que los habitantes de una determinada región costera de Nueva Guinea para transacciones importantes se servían de pesadas piedras desbastadas como una piedra de molino (como dinero corriente usaban conchas). En una ocasión para el pago de una compra importante una de esas  piedras  pi edras fue trasportada de una al aldea dea a otra a través de un ancho estuario. estuario. La barca zozobró en el rompiente y la piedra desapareció para siempre en el agua profunda. Dado que el accidente era de todos conocido, esta piedra fue utilizada aún posteriormente como medio de pago, aunque, por así decir, sólo existía en las mentes de todos los implicados. Yalas Epicteto hacía quedenolassoncosas. las cosas por sí mismas las quedesde nos preocupan sino opiniones queconstar tenemos La antropología moderna, Durkheim hasta nuestros días, ha proporcionado material contundente de hasta qué punto estas opiniones son de índole interpersonal. A pesar de las dificultades ya mencionadas, es posible esbozar al menos los principios de una pragmática de la comunicación humana —por tanto, una teoría de las relaciones humanas— y documentar clínicamente los trastornos de lo interpersonal relacionados con ella. (Una exposición detallada del material que sigue a continuación se encuentra en Watzlawick [1964], del que fueron tomados algunos de los ejemplos aquí utilizados.) Los rasgos fundamentales que se presentan en lo que sigue no pretenden ser completos ni ser la mejor formulación posible. 1. Mientras apenas puede dudas hecho de quelaelesencia comportamiento en ón el  presente es determinado determi nado por haber experi experienci encias as sobre vividas vividaselen el pasado, esenci a de una relaci relación 12

 

humana —rigurosamente en el sentido de Wertheimer— es más que y de índole diferente a la suma de todas las actitudes, orientaciones, disposiciones, expectativas, etc., que los artners aportan a la relación a partir de su vida individual anterior. La esencia de una relación se manifiesta como un fenómeno complejo  sui generis   que tiene sus propias regularidades y sus propias patologías y cuyas propiedades no se pueden reconducir ni a uno ni a otro  partner  partner.. Se proponen analogías de otras disciplinas: el agua es más que y algo diferente a la simple suma de las propiedades del hidrógeno y el oxígeno; los  biól  bi ólog ogos os trabajan con el concepto de las cuali cualidades emergentes; emergentes; los economistas economistas hace tiempo que han renunciado a comprender el comportamiento económico de grandes grupos de población a través de la adición o multiplicación del comportamiento de individuos aislados. Está, pues, en la esencia de la naturaleza suprapersonal de los fenómenos de relación el que su estructura parezca sencilla para los observadores de fuera y sin embargo no resulte accesible a los propios  partners, algo así como resulta imposible percibir el propio cuerpo como un todo, porque los ojos en cuanto órganos de esta misma percepción son  parte integrante ntegrante del cuerpo apercibir apercibir. Esto lleva inevitabl nevitablemente emente a que, cuando aparecen conflictos de relación, la culpa de los mismos se achaca a la mala intención o a la locura del otro, pues «evidentemente» ésta no se encuentra en uno mismo y, puesto que no hay más que dos  partners, parece que no puede existir una tercera posibilidad. Por más que desde esta perspectiva sea comprensible este punto de vista unilateral de los conflictos humanos en el caso de los  partners  mismos, éste se vuelve peligroso cuando se hace incluso sobre la base de explicaciones patológicas. Pero esto es inevitable mientras el comportamiento humano se considere desde una perspectiva monádica, y por eso hablamos de «pacientes». de «enfermedades mentales» y cosas por el estilo. Una de nuestras tesis consiste en que existen realmente relaciones perturbadas, pero no individuos perturbados, o dicho más exactamente, que los trastornos del comportamiento son una función de las relaciones humanas, pero no de psiques enfermas. (No es necesario que se ponga especial énfasis en que esta tesis se refiere sólo a los trastornos llamados funcionales y no a los trastornos condicionados orgánicamente.) He aquí dos ejemplos: Cuando tanto  A  como  B  ven su realización esencial en el dar, su relación conducirá con gran probabilidad a un conflicto muy determinado. Ya que todo donante depende de un receptor, cuya existencia le convierte en donante, ambos tratarán de mover al otro a recibir y ambos verán una prueba de frialdad y de repulsa en el intento del otro por  disputar el monopolio del dar. Esta forma de conflicto interpersonal se agudiza especialmente por el hecho de que en la perspectiva de cada uno no se pone claramente de manifiesto la «falta de cariño» del otro, sino que se camufla diabólicamente bajo la fachada intangible de afecto y altruismo. Sin embargo, en «realidad» ambos sienten cuán  poco el otro le le quiere. Una relación que depende más o menos exclusivamente de la ayuda de  A  a  B  queda abierta por su propiaen naturaleza sólolaarelación dos posibilidades desarrollo. O los esfuerzos de   resultan inútiles, cuyo caso fracasará, deporque  A  tarde o temprano se 13

 

sentirá utilizado por  B y desanimado abandonará la relación. En cambio si  A tiene éxito y  por consigu consiguiiente  B  finalmente ya no tiene necesidad de su ayuda, la relación queda  privada  pri vada de su fundamento y se desmorona. De los dos ejemplos hay que retener: por lo que se refiere a la comprensión y, como se mostrará, a la influencia en tales trastornos de la relación, es secundario cómo, cuándo y  por qué se han el elaborado aborado en el pasado estas actitudes actitudes básicas básicas de los dos  partners. Además debiera ser evidente que los conflictos descritos no se pueden reducir a uno o a otro de los partners. Como en química aquí se trata de la unión entre dos elementos; por  sí solos o incluso en relación con  partners de otro tipo no se producen los trastornos en cuestión. Por desgracia saldría de nuevo del marco de este informe mostrar a qué trastornos en el ámbito interpersonal tienen que conducir inevitablemente estructuras de relación básicamente parecidas, pero mucho más complejas. 2. En presencia de otra persona todo comportamiento —activo o pasivo, intencionado o no— tiene carácter comunicativo y es por tanto comunicación. Ya que no existe un no comportamiento, tampoco puede existir la no  comunicación. Esta constatación aparentemente trivial tiene una importancia pragmática capital. No resulta difícil imaginarse situaciones interpersonales en las que sería altamente deseable que uno se  pudiese  pudi ese abstener de cualqui cualquier er particip participación ación en ellas. ellas. Sin Sin embargo, embargo, incluso ncluso esta  posibi  posi billidad, de acuerdo con la naturaleza naturaleza de la comunicació comunicaciónn humana, no se produce, lo cual lleva a soluciones de evitación muy determinadas que denominamos descalificaciones.  Con este término se quieren señalar todas aquellas formas de comportamiento cuya finalidad consiste en privar de un significado claro las propias afirmaciones o las del otro, de manera que uno no puede ser comprometido, y por tanto ser hecho responsable, por el otro de un significado determinado. Hemos descrito en otro lugar (Watzlawick 1964; Watzlawick y otros 1969) estas maniobras (como contradicciones, incongruencias, cambios repentinos de tema, frases incompletas, falsas interpretaciones, frases idiomáticas no claras o idiosincráticas, concretizaciones de metáforas o, al revés, metaforizaciones de afirmaciones que se pretenden concretas, etc.). Muchos individuos diagnosticados como esquizofrénicos ofrecen un ejemplo extremo. Cuando observamos su comportamiento aquí y ahora, es decir, independientemente de las suposiciones etiológicas tradicionales, parece que estas  personas tratan de no  comunicar. Pero dado que el mismo  chapurreo, mutismo, inmovilidad (silencio de postura) y prácticamente cualquier otra forma de evitación o negación de la misma comunicación es una comunicación, ellos se encuentran de este modo ante una regresión de negaciones prácticamente insoluble y teóricamente infinito. Y una vez más es inútil preguntarnos cuáles son los mecanismos psíquicos y las causas en su vida personal anterior que determinan a los interesados a este comportamiento; en una  perspectiva  perspecti va pragmáti pragmática ca lo esencial esencial es que él se comporta así y que un comportamiento semejante debe conducir a este dilema específico. 3. Otra propiedad importante de la realidad interpersonal resulta del hecho de que toda comunicación inevitablemente dos aspectos. En determinada, primer lugar toda comunicación (verbal o no tiene verbal) proporciona una información que representa su 14

 

contenido. Pero, además, tiene también un aspecto metacomunicativo, es decir, una comunicación sobre cómo el receptor debe interpretar esta comunicación. A veces este segundo aspecto se refuerza con una observación adicional, p. ej., «es una orden» o «evidentemente sólo lo decía en broma». Como muestran estos dos ejemplos, la metacomunicación define al mismo tiempo también la manera en que el emisor  comprende su relación respecto al receptor; por esto, la denominamos el aspecto  de relación.  «Es una orden» significa evidentemente que el emisor ve al receptor en una relación subordinada respecto a él. Sólo en contados casos nos servimos de semejantes refuerzos explícitos; las mayoría de las veces es suficiente la definición de la relación contenida en cada comunicación. Así tenemos, p. ej., las dos expresiones: «Es importante embragar de forma suave y rápida» y «suelta sencillamente el embrague, es  bueno para el mecanismo mecanismo de cambio», cambio», titienen enen prácticamente prácticamente el mi mismo smo contenido, contenido, sin sin embargo definen claramente relaciones bastante diferentes entre el monitor de auto escuela y el alumno. Estos dos aspectos de la comunicación humana son, como se comprende, de una importancia trascendental para la esencia de las relaciones. Depende de las formas de relación y sus trastornos muy específicos y claramente definibles, si y en cuál de los dos niveles habrá acuerdo o desacuerdo. Para citar sólo una de las posibles variantes: Supongamos que los  partners están de acuerdo en el nivel de contenido pero no en el de relación. Esta relación será estable durante tanto tiempo como necesidades externas exijan este acuerdo en el nivel de contenido. Tan pronto como éste no es el caso, los dos no podrán hacer la vista gorda durante más tiempo a su conflicto de relación hasta ahora latente. Aquí encontramos a aquellos matrimonios que se rompen precisamente cuando han desaparecido las dificultades externas que hasta ese momento obligaban a los cónyuges a esfuerzos comunes. Lo mismo es válido para las coaliciones políticas o internacionales entre partidos o Estados con diferente orientación ideológica, como, p. ej., las de EE.UU. y la URSS hasta su victoria común en 1945. Finalmente, en este contexto se deberá aludir al papel, con frecuencia tan importante, que para el equilibrio de las familias desempeña un hijo cuyo problema (fracaso escolar, neurosis, psicosis, criminalidad juvenil) obliga a los padres a una acción común y cuyo matrimonio adquiere  prestada una pseudoestabil pseudoestabilidad que en realidad realidad no tiene. tiene. En la práctica clínica clínica se observa frecuentemente que a la mejoría en el comportamiento del hijo le sigue una crisis matrimonial de los padres, que parece forzar al hijo a volver a desempeñar su papel. 4. Aunque acabamos de establecer que toda comunicación tiene dos aspectos, el de relación es con mucho el más sobresaliente. El hecho experiencial de que en el contacto diario con las personas allegadas a nosotros intercambiamos mucha menos información que definiciones de relación (si se exceptúan, al menos en parte, aspectos puramente materiales, como, p. ej., conversaciones profesionales), suscita la pregunta de qué objetivo persigue este comportamiento comunicativo. Tanto la psicología evolutiva como los modernos experimentos con las restricciones de excitación sensorial (sensory deprivation)   nos enseñan las personas no otros. podríanLasobrevivir ni  psíqui  psíquicamente camente la falta falt a total que de comunicació comuni caciónn con afirmaci afirmación ónnidelcorporal misteri misterioso oso

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Kaspar Hauser 1  según la cual se le había retenido solo en un aposento oscuro, tanto tiempo como podía recordar, es sencillamente inverosímil. En cambio, parece totalmente creíble aquella descripción de un temprano experimento psicolingüístico, aunque o tal vez  precisamente  preci samente porque va mucho más al alllá del fenómeno del marasmo y del hospitali hospitalismo, descrito por Spitz  (1960): Según la crónica de fray Salimbene de Parma (1926), el Emperador Federico II quería establecer el lenguaje originario del hombre haciendo criar  a varios niños desde su nacimiento por nodrizas que tenían la orden de cuidar a los niños en todos los aspectos, pero sin hablarles o sin hablar en su presencia. De este modo el Emperador esperaba descubrir si ellos comenzarían a hablar espontáneamente hebreo, griego o latín. Lastimosamente, el experimento no condujo a ningún resultado a pesar del excelente método de ensayo, «fue un esfuerzo inútil, pues todos los niños murieron». Según Seg ún Frey (1965), ya Herodoto informa de un ensayo semejante en Eg Egiipto. Según el estado actual de nuestro conocimiento no se puede responder todavía de una forma terminante  por qué los hombres (y probablemente hasta un cierto grado todos los mamíferos), pase lo que pase, dependen de la comunicación. Que  dependemos de ella, sin embargo, no se pone en cuestión. Si examinamos nuestro comportamiento comunicativo cotidiano, veremos que en éste, por lo que se refiere al nivel de relación, se trata de un proceso continuo de ofrecimiento, aceptación, rechazo, descalificación o reformulación de definiciones de relación. Nuestras propias investigaciones confirman los resultados de muchos otros investigadores (p. ej., Bateson 1960, p. 90-105; Johnson y otros 1956; Laing 1961; Laing & Esterson 1964; Laing y otros 1966; Lidz y otros 1958; Wynne Y otros 1958) según los cuales el reconocimiento de nuestras percepciones interpersonales, por tanto, la aceptación y confirmación de nuestras definiciones de relación a través de nuestros  partners,  es de una importancia fundamental para nuestra salud psíquica. Ser comprendido por otro significa que el otro comparte con nosotros nuestro propio punto de vista de la realidad interpersonal y que, por consiguiente, la ratifica. En las relaciones sanas y estables parece que las personas han encontrado un acuerdo implícito y profundo; en cambio, en las relaciones «enfermas», cargadas de conflicto, las personas se defienden desesperadamente de ser sometidos a la definición de los otros, con lo que para todos los interesados parece que el someterse está literalmente vinculado con la angustia de muerte. Las declaraciones que hacen los esquizofrénicos de estar «vacíos», o de ser «marionetas» o «robots», expresan esto en un lenguaje más que elocuente. 5. Las definiciones de relación, pues, como ya se ha mencionado, no son ni verdaderas ni falsas, sino que en el mejor de los casos son más o menos compartidas. Este «más o menos», si sinn embargo, tiene una importancia importancia profunda. Típicamente sabemos mucho más de las características patológicas que de las características positivas de la comunicación humana en el ámbito metacomunicativo, «en el que la realidad es cosa de fe», por repetir  una atinada formulación de Bateson (1951, cap. 8). Si a continuación tratamos de resumir en tres grupos las formas de comunicación patógenas descalificadoras del yo, esto no de quiere decir que yconsideremos exhaustiva ni que entre estas formas comunicación las «más normales» hayaesta unaclasificación, diferencia cualitativa; como en 16

 

otros lugares, también aquí existen sólo gradaciones y no fronteras nítidas. a)  Cuando  A  reacciona a una comunicación de  B  con una declaración que, por un lado, confirma la recepción de la comunicación hecha por  A,  pero, por otro, descalifica no sólo su contenido sino también su aspecto de relación, hablamos de una tangencialización  en el sentido de Ruesch (1957). En uno de sus ejemplos, un hijo muestra orgulloso a su madre un gusano que acaba de encontrar. La madre le mira y le dice con voz fría, de rechazo: «Lávate enseguida las manos.» De este modo, al fijarse en las manos sucias de su hijo deja, por así decir, en suspenso, la comunicación de éste e introduce, de su parte, un rumbo distinto de comunicación no relacionado con el del hijo. Ruesch observa a este respecto: Si la madre hubiese dicho: «Realmente es un gusano hermoso», y luego intercalada una pausa, habría podido introducir la nueva comunicación: «y ahora ve a lavarte las manos.» Un grupo de investigadores argentinos encabezado por Sluzki (1966) describieron una serie de estructuras semejantes de comunicación, denominadas transacciones descalificadoras.  Su denominador común consiste en que la comunicación de un  partner  es desvalorizada por una declaración del otro cuyo aspecto de relación es ambiguo o no resulta claro y que está en contradicción con el contenido de la declaración del otro o con la situación en que tiene lugar este curso de comunicación. Estas descalificaciones  pueden producir producir risa risa o cólera cólera y más probablemente probablemente perpleji perplejidad, dad, ya que para el  A  está  poco cl claro aro si  B  está de acuerdo con el contenido de su comunicación, lo rechaza, se siente ofendido por ella, se burla de ella o ya la conocía. En uno de los ejemplos el hijo se queja: «Tú me tratas como un niño», y la madre responde: «Pero tú eres  mi niño.» Una respuesta semejante puede producir en el caso dado un efecto francamente  paraliizante; se trata prácticamente  paral prácticamente de una forma de la «técnica de la confusi confusión» ón» en hipnosis descrita por Erickson (1964, p. 183-207). Para superar el efecto de esta descalificación y para reconducir la conversación en cierto modo al sólido fundamento de la lógica, el hijo debería efectuar una interpretación metacomunicativa, no fácil de hacer, y remitir al hecho de que él usaba «niño» en el sentido de «inmaduro», mientras que su madre lo usaba en el sentido de «hijo». Pero especialmente cuando el hijo es un así llamado paciente, podría resultarle bastante difícil esta rectificación, mientras que para la madre sería fácil interpretar, e ignorar cariñosamente, este intento como una prueba más de su enajenación mental. Un ejemplo de este tipo tomado de una de nuestras investigaciones es el de una madre cuyo hijo psicótico comenzó un día a disparar dentro de la casa en todas direcciones. A la pregunta de qué había hecho en esta situación  peliigrosa, respondió ell  pel ella: «Le dije por enésima vez que no debe jugar en la habi habitaci tación.» ón.» b)  En el segundo grupo, las mistificaciones,   se produce la contradicción no entre la comunicación y la respuesta, sino entre la comunicación y el contexto en el que tiene lugar el curso de la comunicación. En la forma más abstracta una mistificación dice: «Lo que tú ves (o piensas, oyes, sientes) es falso. Yo  te digo lo que es verdadero (o sea, lo que tú debes ver, oír o sentir).» En las personas que han aprendido a confiar en sus  propi  propias as percepciones, percepcion es, esto tendráentre un hijo efectoy padres) insig nsigni nifi ficante. cante. Pero en las rel relacio aciones nes de importancia vital (especialmente o en situaciones extremas (como 17

 

 persecución políti  persecución política ca o lavado de cerebro) una misti mistifi ficación cación coloca coloca al receptor en una situación insostenible. Cuando, a saber, le resulta imposible o no le es permitido desmitificar la situación a través de una metacomunicación adecuada, él está prisionero en su dilema y finalmente la trampa puede hacerse totalmente inevitable por el hecho de que la mistificación se hace extensiva a su percepción de la mistificación misma. Como observa a este respecto el psiquiatra londinense Laing (1965, p. 343-363), quien introdujo este concepto en la psicopatología, «toda persona mistificada está confusa;  pero esto no quiere quiere decir que también tiene tiene que sentirse confusa. En sus investigaciones en la Clínica Mayo, Johnson y otros (1956, p. 143-148) encontraron prácticamente esta misma estructura de comunicación en las familias que observaron de pacientes esquizofrénicos: «Si, como sucedía con frecuencia, los hijos  percibían  perci bían la cólera cólera o la hosti hostillidad de uno de los padres, éste neg negaba aba inmediatamente nmediatamente su cólera y se empeñaba en que también el hijo la negase, de manera que el hijo se encontraba ante el dilema si debía creer a sus padres o a las percepciones de sus propios sentidos. Si él confiaba en sus sentidos mantenía su contacto seguro con la realidad; en cambio, si confiaba en sus padres se aseguraba con ello esta relación importante, pero falsificaba su percepción de la realidad.» En otras palabras, las comunicaciones de los  padres colocaban colocaban al hijo en un callej callejón ón si sinn sali salida, por el hecho de que ell ellos creaban un dilema irresoluble entre el aspecto de contenido y el aspecto de relación de sus comunicaciones. Un ejemplo de Laing ilustra cómo en un contexto de este tipo la mistificación intentada (aquí rechazada, sin embargo) por parte de la madre sólo deja a su hija esquizofrénica la elección entre la locura y la mala intención: Madre: Yo no me siento ofendida contigo porque me hables así. Yo sé que tú no quieres decir eso realmente. Hija: Pero es eso lo que quiero decir. Madre: No, yo sé que tú no lo quieres decir así; sencillamente tú no puedes hacer otra cosa. Hija: Pues claro que puedo. Madre: No, yo sé que tú no puedes hacer otra cosa porque estás enferma. Si por un solo momento tuviera que aceptar que no estás enferma, estaría enojada contigo.

Una variación importante de este tema se produce cuando  A define su relación con  B en un primer momento de una determinada manera y, tan pronto como  B  acepta esta definición, A cambia de repente y acusa a  B de locura o mala intención, porque  B no ha visto siempre así la relación. Tan pronto como  B se somete a esta segunda definición,  A  puede condenarl c ondenarlee por no reconocer la defini definici ción ón de la relaci relación ón orig originaria. El primero que describió procesos de este tipo fue Searles (1959, p. 1-18). Éste menciona seis variantes que pudo comprobar con mucha frecuencia en su trabajo sobre esquizofrénicos en su relación con sus padres y / o cónyuges y a veces también con sus psicoterapeutas. Así  A  puede tratar un mi mismo smo tema primero primero de forma graciosa raciosa y lueg luegoo de forma f orma muy seria seria y en consecuencia criticar a  B por no tener humor o por no mostrar la seriedad necesaria. De manera semejante,  A  se puede comportar de manera sexualmente provocadora en una situación que excluye cualquier aproximación sexual y acusar al otro, según sea su reacción, de reprimido o de sinvergüenza. 18

 

c)  Finalmente, hay una forma de comunicaciones que contiene en sí su propia contradicción. Se parecen fundamentalmente a las clásicas  paradojas de la lógica. Parece que fue Wittgenstein (1956) el primero que llamó la atención sobre la importancia  pragmáti  prag mática ca de las paradojas: «Las formas diversas diversas y medio medio chistosas chistosas de la paradoja lógica son sólo interesantes en cuanto recuerdan a uno que una forma seria de la  paradoja es necesaria necesaria para comprender adecuadamente a decuadamente su funci función. ón. La cuestión cuestión ees: s: ¿Qué  papel puede desempeñar un error lógi lógico semejante en un juego lilingüísti ngüístico?» co?» Analicemos primero la clásica paradoja del mentiroso, o sea, la expresión «Yo miento» (una forma simplificada de la famosa autodefinición de Epiménides de Creta, quien se supone que dijo que todos los cretenses eran mentirosos). Esta frase tiene una estructura extraña, pues por un lado enuncia algo («yo miento») y por otro simultáneamente enuncia también algo sobre su propia afirmación, a saber, «Yo miento, por tanto miento también cuando digo: “Yo miento”». Ahora bien, no resulta difícil reconocer que una orden de acción que tenga esta misma estructura, sólo puede ser obedecida por la no ejecución, o que, de acuerdo con una definición de la relación formulada  paradójicamente,  paradóji camente, la relación relación sólo sólo se corresponde con la defini definició ciónn cuando ésta no se corresponde con aquélla y al revés. De este modo ya nada se opone a una extensa confusión de la realidad interpersonal. Es imposible ofrecer aquí ejemplos de tales conflictos de relación bastante complejos, sin embargo, se debe mencionar al menos la  paradoja más común en las relacion relaciones es humanas, la exhortaci exhortación ón «¡sé espontáneo!», una exhortación, pues, a un comportamiento determinado que por su naturaleza sólo puede ser espontáneo. De este modo el receptor llega a una situación insostenible; debería hacer  espontáneamente  algo que le es  solici  solicitado tado  y esto es absolutamente imposible, tanto en lógica como también en el marco de la comunicación humana. Un ejemplo de esto es la situación matrimonial, que se encuentra con frecuencia, en la que la mujer está descontenta, incluso frente a sí misma, por la pasividad y la falta de dominancia de su marido y en la que de una u otra forma le hace esta petición: «Me gustaría ser más dominada por ti.» Superficialmente considerado, esto parece ser un deseo comprensible, pero en la realidad esta petición pone a ambos en una situación insostenible. Sólo quedan abiertas dos alternativas y ambas son poco satisfactorias: si el marido sigue siendo pasivo, ella naturalmente estará descontenta; pero si él se vuelve dominante, ella está descontenta ya que él sólo ha accedido a sus ruegos, en lugar de dominarla. Es cierto que ella desea esta actitud, pero ésta debería producirse «espontáneamente» y no porque ella se lo pide. En otras palabras, él hace lo correcto  partiendo  parti endo de una base falsa. Un ejemplo de paradoja interpersonal de índole algo diferente es el siguiente: Un matrimonio amenaza fracasar debido a los celos de la mujer. Curiosamente el hombre es excesivamente rígido moral y ascéticamente; por tanto, en una perspectiva monádica, un objeto bastante improbable de celos femeninos. Él pone un énfasis especial en la aseveración, a menudo repetida, de que en su vida no ha dado a nadie motivos para

dudar su palabra. mujer, evidentemente unaél,mujer mucho menossin rígida y de vida alegre,de parece haberseSu resignado con la actitud de con una excepción embargo: ella 19

 

no está dispuesta a renunciar a su (bastante moderado) consumo de alcohol, una circunstancia que desde el comienzo del matrimonio, que data de muchos años, ha motivado continuas discordias. Hace casi   dos años, el marido la amenazó airadamente que si ella no renunciaba a este vicio, él por su lado, adquiriría otro y dejó traslucir que con ello entendía relaciones sexuales con otras mujeres. Puesto que no se produjo el efecto intimidatorio esperado, él se decidió unos meses más tarde a permitir oficialmente a su mujer sus cócteles. Pues bien, en ese momento se desencadenaron sus celos, pues, así decía ella, él es totalmente digno de confianza, por lo que él ahora tiene  que cumplir  su amenaza y hacerse digno de confianza (es decir, infiel). Las comunicaciones paradójicas fueron estudiadas por primera vez en los años cincuenta por un grupo de investigadores dirigido por Bateson y fueron denominadas «dobles vínculos» (double binds).  El resultado de estos trabajos fue publicado en 1956 (p. 251-264) en el informe Toward a Theory of Schizophrenia.  En su forma más abstracta, un doble vínculo se puede descomponer en los siguientes elementos: 1) una relación complementaria (p. ej., entre los padres y un hijo); 2) una comunicación cuya estructura presenta una autorreferencia, es decir, que niega lo que afirma y afirma lo que niega; 3) una situación que no se puede evitar, así como la incapacidad o imposibilidad de resolver la paradoja a través de la metacomunicación. En la exposición de las estructuras de comunicación patógenas, presentadas anteriormente, de forma muy esquemática y anecdótica, para evitar malentendidos hay que tener en cuenta especialmente lo siguiente: no se trata de una «calle de dirección única», sino de círculos viciosos, en los que están prisioneros todos los participantes. Sin embargo, como éstos «puntúan» la continuidad de su interacción (o como esto sucede con demasiada facilidad en los intentos de definición debido a la deficiencia de nuestro lenguaje orientado monádicamente), se produce la ilusión de un comienzo que un círculo naturalmente no tiene. Todas las estructuras descritas provocan no sólo una reacción muy determinada en la persona, sino que esta reacción contribuye a la perpetuación de la estructura. Como muestran los dos últimos ejemplos, una vez que se hace una comunicación paradójica, es difícil, si es que es posible, anular su efecto pragmático, de aquí que ambos partners queden prisioneros en ella.  Formas patógenas de comunicación comuni cación

Cualquier intento por ejercer una influencia en sistemas de relación patógenos y  patológ  patol ógiicos, choca contra la tenaz fuerza de inercia de estas estructuras, que parece ser  contraria a toda lógica y que en la perspectiva monádica ha dado lugar a hipótesis de necesidades sadomasoquistas o manifestaciones de un instinto de muerte. ¿Por qué se continúan muchas relaciones, aunque los  partners  son profundamente infelices y están descontentos y por qué no interrumpen la relación sino que hacen posible su  perpetuación  perpetuaci ón por medio medio de constantes adaptaciones adaptaciones dolorosas? dolorosas? De este modo se ha  planteado  pl anteado una vez más la pregunta pregunta « ¿Por qué?» y mientras mientras éste sea el caso, nuestro  pensamiento  pensami ento es guiado uiado casi inevitabl nevitablemente emente por los derroteros monádicos monádicos hacia hacia el 20

 

 pasado. Dos concepciones concepciones modernas contradicen, contradicen, sin sin embargo, embargo, esta forma de pensar. pensar. Von Bertalanffy (1962, p. 1-20) ha postulado la equifinalidad   como una de las  propiedades  propi edades típicas típicas de los si sistemas stemas abiertos abiertos (es decir, decir, de aquell aquellos sistemas sistemas que se mantienen en una relación de intercambio constante con su entorno). Con ella él entiende el hecho de que, en estos sistemas, estados iniciales o condiciones de partida muy diferentes pueden conducir a estados finales idénticos, con lo que, según nuestra experiencia con los sistemas de relaciones humanas, parece que se da también el estado de cosas opuesto: estados iniciales idénticos pueden conducir a estados finales muy diferentes. (No podemos pasar por alto que de esta forma se cuestiona el valor de muchas investigaciones psicológicas en serie y en paralelo, normalizaciones, calibraciones, etc.). La segunda concepción que entra aquí en juego es la ampliación que hace Jackson (1957, p. 79-90) del concepto de homeostasis a los sistemas de relaciones humanas. Según éste, un sistema una vez constituido mantiene su estabilidad por medio de procesos de regulación que son isomorfos con los procesos homeostáticos investigados por Claude Bernard, Cannon y muchos otros en la fisiología, es decir, que tienen su vida propia y obedecen a leyes propias y por consiguiente no necesitan estar en una relación causal manifiesta con el devenir histórico del sistema. Como ya se ha hecho constar reiteradamente, en esta perspectiva es un esfuerzo inútil querer establecer cuándo, por qué y cómo fue introducido en el sistema alguno de estos  procesos de regul regulació ación; n; más bien bien es esencial, esencial, tanto para la investi nvestiggación ación básica básica como  para la influenci nfluenciaa práctica práctica de un si sistema stema semejante, que su comportamiento, comportamiento, vi visto sto desde una perspectiva simplemente empírica, parezca estar dirigido por reglas y que una violación de estas reglas hipotéticas provoque reacciones que sean específicas al sistema y que se puedan predecir después de una larga observación del sistema. Por lo que se refiere a estas reglas, los sistemas que funcionan bien se caracterizan claramente por una mayor flexibilidad y por un mayor repertorio de reglas, mientras que los sistemas «enfermos», es decir, conflictivos, disponen de reglas escasas y rígidas, un hecho de experiencia que no está en absoluto en contradicción con las manifestaciones superficiales, a menudo caóticas, de estos sistemas. Pero además de esta diferencia fundamental, estos sistemas carecen de otra propiedad importante que parece encontrarse en la estructura de los sistemas estables: Los sistemas  patológ  patol ógiicos no di disponen sponen de suficien suficientes tes metarreglas, metarreglas, es decir, decir, de reglas para el cambio  de sus reglas. Debería estar suficientemente claro que semejante sistema, por un lado, no  puede desenvolverse desenvolverse en una si situaci tuación ón para la que sus reglas reglas (su repertorio repertorio de comportamiento) son inadecuadas y que, por otro, tampoco será capaz de crear a partir  de sí mismo nuevas reglas ni de cambiar las reglas existentes, de manera que pudiese así superar la situación en cuestión. Un sistema semejante se encuentra encerrado en un círculo vicioso, que denominamos un  juego sin si n fin. fi n. En estos fenómenos se descubre una vez más una propiedad general que en modo alguno se limita a los sistemas humanos; ésta se presenta de forma análoga, como problema de consistencia en el procedimiento matemático cuando un ordenador tiene que calcular valorvezque halla en el ámbitodedeldecisión programa. Entonces, la calculadora recorre una un y otra deno unaseforma 21

 

típica todos los intentos de solución que le son posibles sin llegar a ningún resultado y —  lo que nos parece más importante en estos fenómenos— sin avisar, por otra parte, que el  problema  probl ema es insol nsolubl ublee (Davi (Daviss 1958, p. 10). Problemas muy semejantes se presentan en las relaciones internacionales, como lo pone de manifiesto, p. ej., Osgood (1962, p. 155228): «Nuestros dirigentes políticos y militares en sus manifestaciones públicas están  prácticamente  prácti camente de acuerdo que en la carrera de armamentos tenemos que ser líderes y  permanecer líderes; del mismo mismo modo que se call callan unánimemente unánimemente de lo que puede suceder luego. Suponiendo que alcancemos el estado de la intimidación recíproca ideal… después ¿qué? Ningún hombre razonable se puede imaginar a nuestro planeta dividido  para si siempre empre en dos campos ca mpos armados que están lilistos stos a aniqui aniquillarse mutuamente y llamar  llamar  a esto “paz” y “seguridad”. El punto esencial es que la política de la intimidación recíproca no contiene ningún dispositivo para su propia disolución.» Existen motivos para esperar que la investigación sobre la comunicación pueda ofrecer  a los facultativos, más tarde o más temprano, nuevos caminos para comprender los uegos sin fin de los sistemas humanos. Quisiéramos mencionar en este contexto sólo tres hipótesis respecto a la aparición de determinadas mistificaciones, descalificaciones y dobles vínculos en las familias. Postulamos estas hipótesis en forma tal vez excesivamente simplista e inevitable como si en cada caso existiese un punto de partida totalmente determinado: 1. Quien es criticado en cuanto a sus  per  percepci cepciones ones de la realidad o de sí mismo por  otras personas importantes para él (en la mayoría de los casos, un hijo por sus padres), será propenso a desconfiar de sus sentidos. Debido a esta inseguridad será exhortado  probablemente  probabl emente por los otros a ver las cosas «correctamente», «corre ctamente», con lo que tarde o temprano se da por probado también: «Tú tienes que estar loco si tienes tales apreciaciones.» Consecuentemente le resultará cada vez más difícil orientarse tanto en contextos impersonales como en contextos interpersonales y será propenso a explorar  inútilmente las relaciones de sentido que aparentemente los demás ven muy claramente, y él, sin embargo, no. En una perspectiva monádica y descuidando la situación  pragmáti  prag mática, ca, su comportamiento comportamiento corresponderá al cuadro clínico clínico de la esquizofrenia. esquizofrenia. 2. Quien es criticado por otras personas importantes para él en cuanto al hecho de tener  sentimi  sentimientos entos  que él no debería tener (o, al contrario, de no experimentar  determinados sentimientos que él debería tener), se sentirá finalmente culpable por su incapacidad de tener los sentimientos «correctos», para ser aceptado por los demás. Este mismo sentimiento de culpa puede convertirse entonces en uno de esos sentimientos que no debía tener. Un dilema de este tipo se produce muy a menudo cuando los padres interpretan la tristeza (o depresión o cansancio) normal esporádica de un hijo como una crítica tácita a su valor paternal. Entonces, los padres serán propensos a cuestionar el derecho de su hijo a estos estados de ánimo; por ejemplo: «Después de todo lo que hemos hecho por ti, y de todos los sacrificios que hemos arrostrado por ti, tú deberías estar contento y alegre.» Así, la tristeza se mezcla con ingratitud y ruindad. En sus esfuerzos inútiles por sentir lo que «debería» sentir, el interesado mostrará un comportamiento que en una perspectiva monádica y descuidando la situación pragmática 22

 

corresponde al cuadro clínico de la depresión. Parece que las depresiones se producen de manera semejante también cuando alguien es hecho responsable de algo sobre lo que no tiene ninguna influencia (p. ej., desavenencias conyugales de sus padres, enfermedad o fracaso de miembros de la familia o de las expectativas paternas que superan las capacidades físicas, intelectuales o emocionales del hijo). 3. Quien recibe instrucciones de otras personas importantes para él que piden y, al mismo tiempo, prohíben determinados comportamientos,  se ve colocado por ello en una situación paradójica en la que sólo puede obedecer desobedeciendo. El prototipo de un mandato de comportamiento semejante es: «Haz lo que digo y no lo que me gustaría.» Ejemplos de este tipo los proporcionan los padres que tanto esperan de su hijo que tenga respeto por la ley como que sea temerario. O dan tanta importancia al dinero que para ellos cualquier medio justifica este fin, pero al mismo tiempo recomiendan encarecidamente a su hijo que uno tiene que ser siempre honesto. O una madre que comienza a prevenir a su hija ya en una edad inusitadamente temprana de los peligros y de la fealdad de todo lo sexual, pero al mismo tiempo insiste en que la muchacha sea siempre «popular» entre los jóvenes. El comportamiento que resulta de esto, en una  perspectiva  perspecti va monádica monádica y descuidando descuidando la si situaci tuación ón pragm pragmáti ática, ca, corresponde a la defi defini nici ción ón social de criminalidad o amoralidad. Hasta aquí estas hipótesis. Son un intento de aplicar la perspectiva pragmática a la nosología clínica. Pero precisamente este intento es discutible, pues es probable que nuestra mejor comprensión futura de los fenómenos de relación haga necesaria una revisión radical del concepto de trastornos del comportamiento y de su terapia. Cuán lejos estamos todavía de ello lo demuestra ya el hecho de que nosotros mismos en este informe nos vemos obligados a echar mano continuamente de la terminología monádica monádi ca (p. ej., psicopatol psicopatolog ogía, ía, esquizofreni esquizofrenia, a, neurosis, neurosis, etc.). Conclusiones referentes a la influencia sobre el comportamiento

Con esto tocamos de el aspecto tal vezsobre más elfascinante de la pragmática de la relación humana: la cuestión la influencia comportamiento. Si se concluye que un sistema es patológico en el grado en que no puede crear por sí mismo las reglas para el cambio de sus reglas, entonces es cometido manifiesto de una terapia eficaz introducir  desde fuera estas reglas en el sistema. Mientras los miembros de tal sistema entran en comunicación con un intruso que no está prisionero en su juego sin fin, este sistema, ampliado por así decir desde fuera, puede salir favorecido sobre su estructura originaria y ejercer una influencia transformadora. Lo que convierte un juego sin fin en un círculo vicioso, es precisamente la imposibilidad de ver desde el interior del círculo las alternativas que no están contenidas en él. De nuevo parece ser que fue Wittgenstein (1956) el primero que descubrió este estado de cosas, aunque en un contexto completamente diferente: «Supongamos […] que se trata de [un] juego tal que, quien empieza, puede ganar siempre por medio de un truco determinado y sencillo. Sin embargo, si uno no se da cuenta de ello, entonces es un juego. Ahora bien, alguien nos 23

 

llama la atención sobre ello, y deja de ser un juego… »Esto sin embargo, significa […] que el otro no nos ha llamado la atención sobre algo, sino que nos ha enseñado un juego diferente en lugar del nuestro. Pero, ¿cómo pudo volverse obsoleto el antiguo a través del nuevo? Ahora vemos algo diferente y ya no  podemos segui seguirr jugando de manera ingenua.» ingenua.» Evidentemente, Wittgenstein no trata aquí la cuestión de la influencia sobre el comportamiento, pero lo que señala en el último párrafo de la cita tiene una importancia inmediata para nuestras consideraciones: El otro no nos ha llamado la atención sobre algo, sino que nos ha enseñado otro juego en lugar del nuestro, y ahora ya no podemos seguir jugando el antiguo de manera ingenua. Por muy diferentes que puedan ser entre sí las escuelas clásicas de psicoterapia, tienen una cosa en común, a saber, el efecto terapéutico que atribuyen a la interpretación, a la confrontación, a la explicación —en  breve, al «llamar «llamar la atención» atención» en el senti sentido do de la cita cita menci mencionada— onada— y al insight   que  presuntamente se si siggue de el elllo. Por lo que se refiere refiere a esta columna columna angular angular de todas las teorías psicodinámicas del comportamiento humano, falta, sin embargo, todo tipo de verificación práctica; dicha columna es un dogma y por lo tanto una parte componente de una teoría del hombre, pero no una propiedad de la naturaleza humana. En una perspectiva pragmática es no sólo discutible, como ya se ha mencionado, la  presunta importancia mportancia de la conexió conexiónn causal entre determinados determinados factores en el pasado (patogénesis) y determinados factores diferentes en el presente (sintomatología), sino muy especialmente el postulado del conocimiento de esta conexión (insight)  como condición previa para que se realice un cambio. En la vida diaria, el insight   es difícilmente el acompañante, y mucho menos el precursor del cambio y de la maduración. En el mejor de los casos, en un determinado momento y en una determinada situación, se nos clarifica que nosotros, p. ej., hace medio año en esta situación, habríamos reaccionado de manera muy diferente. Por el contrario, uno encuentra continuamente en la praxis a personas que después de una larga psicoterapia  poseen todo titipo po de insight   que se pueda imaginar sin aprovecharse de ello en lo más mínimo. Evidentemente siempre se puede explicar que el interesado todavía no ha acabado de alcanzar el insight   exacto exacto y que todavía necesita un análisis más detallado. El siguiente ejemplo que hemos conocido hace poco puede ilustrar, sin embargo, de qué manera básicamente diferente se pueden producir cambios espontáneos de la realidad interpersonal: Una niña de cuatro años, el primer día de su asistencia a la guardería, al marcharse su madre rompió a llorar tan desesperadamente que para ella fue inevitable  permanecer aliado aliado de su hija. hija. Todos los días si siggui uientes entes se repiti repitióó la misma misma escena; la madre no podía marcharse y la situación se convirtió para ella en una pesada carga no sólo de tiempo sino también emocional. Después de casi dos meses y todavía antes de que el servicio psicológico escolar tuviese una oportunidad de interesarse por el caso, una mañana, por motivos desconocidos para nosotros, trajo el padre a su hija a la guardería, la entregó y se fue al trabajo. Ciertamente la niña lloró un poco, pero pronto se tranquilizó. A la mañana siguiente, otra vez fue la madre quien trajo a su hija a la escuela;  para su gran asombro no se produjo ning ninguna una escena, como ya había pasado el día 24

 

anterior, y siguió así. Se pueden hacer todas las especulaciones posibles sobre la sencillez de esta solución espontánea; pero queda el hecho fundamental que a este sistema le bastó con una modificación insignificante, y en apariencia totalmente casual, de sus reglas. A posteriori se podría naturalmente decir que aquí «evidentemente» no existía ningún trastorno grave ni profundo. Sin embargo, apenas puede haber ninguna duda de que el caso habría tomado un curso muy diferente si el dispositivo previsto precisamente para estos «casos» hubiese llegado a intervenir. El caso habría recibido el diagnóstico de «fobia escolar» y de acuerdo con la orientación científica del terapeuta, la «fijación pregenital» de la hija, la «necesidad neurótica» de la madre de mantener dependiente a su hija o algunos otros aspectos intrapsíquicos y monádicos se habrían convertido en el objeto tanto de análisis  profundos como iatrogéni atrogénicos. cos. Muy probablemente probablemente a nadie nadie se le habría ocurrido ocurrido hacer  que el padre llevara simplemente a su hija a la escuela, por la sola razón de que esta medida no habría tenido ningún efecto esclarecedor respecto a las causas de una evolución psíquica errónea ya claramente diagnosticada. Las influencias pragmáticas sobre el comportamiento aspiran, por tanto, en el sentido de Wittgenstein, a «enseñar otro juego» en lugar del antiguo. Si a un sistema humano de relación le proporcionan desde el exterior nuevas reglas, se hacen posibles cambios de comportamiento, para los que en una concepción monádica se consideraría indispensable el insight.  Naturalmente, en estas intervenciones se trata de medidas más complejas que de meras declaraciones del cambio deseado, como «sed amables unos con otros» o  parecidas.  pareci das. También También este tema sólo sólo puede ser tratado someramente en el marco de nuestras explicaciones, por lo que de las muchas influencias posibles se ofrecen las  paradojas como los modelos modelos más típicos. típicos. Éstas son las intervenciones ntervenciones más eficaces eficaces que conocemos. Por su estructura son imágenes reflejas de los dobles vínculos patógenos. A saber, en cualquier doble vínculo terapéutico se «prescribe» fundamentalmente aquel comportamiento que los pacientes desean cambiar. Dado que se trata de un comportamiento sintomático y dado que cada síntoma puede ser concebido como un comportamiento espontáneo, es decir, que no se puede controlar, estas llamadas rescripciones sintomáticas representan paradojas perfectamente válidas al estilo de «sé espontáneo». En otras palabras, un doble vínculo terapéutico consta de estos elementos: a) prescribe el comportamiento (espontáneo, sintomático) que debe ser cambiado, b) este mandato de comportamiento se presenta como medio del cambio y c)  se provoca una  paradoja porque se pide pide al paciente que sea espontáneo, por así deci decir, r, bajo mandato. Si uno, p. ej., por desprecio a toda «razón humana sanas propone a un matrimonio encarnizado en continuas disputas que, además de los altercados a los que se entrega más o menos diariamente, tengan deliberadamente una pelea todas las tardes a las ocho, de este modo con toda probabilidad los cónyuges no sólo no pueden provocar esta pelea, sino que al contrario pueden encontrar mucho más difícil el pelear. Terapeutas intuitivos han empleado y descrito desde hace tiempo tales intervenciones, p. ej., Frankl (1966) como intenciones paradójicas, Rosen (1953) bajo el título «repetición de la psicosis» y Jackson (1963, 306-307). 25

 

En general, el mundo de nuestras relaciones está impregnado de paradojas. Así, p. ej., la estabilidad de una relación está asegurada precisamente cuando los  partners toman en consideración de manera realista la posibilidad de su fracaso. Por otra parte, los amantes que creen que no pueden vivir el uno  sin  el otro, muchas veces tampoco pueden vivir el uno con el otro. El esposo que se encuentra bajo las constantes amenazas de suicidio de su mujer, la ayudaría a ella y, por tanto, al matrimonio de una forma más eficaz si él se informara exactamente y en todos sus detalles sobre deseos de ella respecto al entierro, en lugar de horrorizarse de pánico agravando así todavía más la depresión de ella. Conocemos incluso la remisión de una agorafobia, que se verificó por el hecho de que el paciente se impuso a sí mismo el doble vínculo y de este modo hizo saltar el círculo vicioso de su sintomático juego sin fin: La neurosis de este hombre se había convertido en el transcurso de muchos años en una carga cada vez más insoportable. Cualquier  intento por impedir la creciente reducción de su territorio libre de ansiedad, desembocaba en una ansiedad literalmente de muerte. Un día, en su desesperación, se decidió a suicidarse y para ello optó por viajar hasta la vista panorámica situada en la cima de una montaña, que distaba unos 50 kilómetros, convencido de que, al aumentar la distancia de su casa, un ataque cardíaco o algo parecido le libraría. Para su indecible asombro no sólo llegó a la cima de la montaña sano y salvo, sino que por primera vez en muchos años se sintió completamente libre de ansiedad. Su fobia en los últimos seis años no sólo no ha vuelto a producirse ni ha sido sustituida por otros síntomas, sino que mientras tanto ha conseguido (como garantiza el psiquiatra que trabaja con él) ayudar profundamente a muchos otros pacientes gravemente fóbicos con el mismo método. (Al lector  familiarizado con la literatura zen no le debería escapar la similitud entre este ejemplo y la doctrina según la cual la iluminación tiene lugar sólo cuando el que busca ha renunciado a cualquier aspiración a ella.)  Resumen sobre sobre el reciente ecie nte desarrollo desarrollo de la investigación investi gación sobre sobre la comunicaci comuni cación ón

terminar, algunas sobre desarrollo posterior años de la un investigación sobre la Para comunicación. Estamosreflexiones convencidos de elque en los próximos creciente interés  por los fenómenos de la relaci relación ón impulsará mpulsará su in investi vestiggación. ación. De acuerdo con el estado actual de nuestro conocimiento se puede aceptar que este interés debería llevar también a  perspectivas  perspecti vas nuevas y fecundas de índole índole interdisci nterdiscipl plin inar. ar. La meta ideal sería, naturalmente, una sistematización de la pragmática tan amplia que a partir de ella se  pudiera  pudi era desarroll desarrollar una gramática ramática o un cálcul cálculoo de las relacion relaciones es humanas. Esta meta  pudiera  pudi era parecer pare cer utópica, especialm especialmente ente cuando consideramos consideramos que el estudio estudio de la sintaxi sintaxis de un lenguaje natural ofrece grandes dificultades: mientras la esperanza de una sistematización de la semántica choca con un escepticismo creciente. Por consiguiente, ¡cuán poco realista tiene que ser el intento de alcanzar esta meta en el ámbito mucho más complejo de la pragmática! Creemos que el éxito o el fracaso depende aquí de la solución de dos problemas fundamentales. El primero se refiere a la comunicación no verbal cuya comprensión exigirá métodos mucho más complicados y más costosos que el de la 26

 

comunicación simplemente verbal. El segundo problema tiene que ver con el hecho ya mencionado de que no tenemos un lenguaje para expresar y describir fenómenos metacomunicativos. Mientras que, p. ej., los matemáticos disponen de números y símbolos algebraicos para expresar proposiciones matemáticas (es decir, de ecuaciones, fórmulas, etc.) y pueden utilizar los lenguajes naturales para expresar enunciados matemáticos, nosotros poseemos sólo un lenguaje tanto para la comunicación como para la metacomunicación. Esta dificultad es mucho más grave de lo que esta breve nota tal vez deja sospechar. Además hay que esperar que en este caso el problema de la indeterminabilidad en el sentido de Godel (1931, p. 173-198) pueda manifestarse en forma aún creciente. Como se sabe, Godel demostró que ningún sistema formal, cuya complejidad se corresponde por lo menos con la de la aritmética, puede representar su  propiaa consistenci  propi consistenciaa y su propia propia lógi ógica si sinn la ayuda de conceptos que son más generales que el sistema mismo y que, por lo tanto, ya no son parte del sistema. Con ellos, sin embargo, se produce un regreso teóricamente infinito. Pero incluso si estas dificultades se pueden evidenciar como irresolubles, hay que admitir, sin embargo, que también soluciones parciales arrojarán resultados fecundos. Los argumentos presentados son un intento de ilustrar la posibilidad de aplicación de los  princi  pri ncipi pios os pragmáticos pragmáticos para comprender y para influi influirr en las relaciones relaciones humanas. Esto no quiere decir que éstos son sólo válidos en este caso. Estos principios tienen que ser  comprendidos más bien como propiedades sistémicas y por ello también válidos en otros sistemas de relación. La moderna disciplina, conocida como investigación del conflicto o de la paz, se basa ampliamente en ellos. Y, finalmente, tal vez no es superoptimista admitir que la pragmática nos puede abrir nuevas perspectivas sobre la esencia de la realidad que nos circunda y sobre nuestra toma de posición frente a esta realidad.

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2 EL CAMBIO DE LA IMAGEN DEL HOMBRE EN LA PSIQUIATRÍA

Con la transición de una concepción monádica, introspectiva, retrospectiva, intrapsíquica de la escuela clásica de terapia a la visión sistémica se desarrolla también una nueva imagen del hombre. El capítulo 2 trata de presentar esta transición en paralelo con la ampliación histórica de la imagen científica del mundo que, artiendo del concepto antiguo de la materia estática, experimentó un enriquecimiento  sin precedentes precedentes en el momento en que surgió surgió la visi visión ón energ energétic éticaa y que en nuestra época asume dimensiones suplementarias completamente nuevas gracias a la inclusión del concepto de información.

En un manual publicado en 1911, el autor, uno de los representantes más destacados de la psiquiatría europea de nuestro siglo, cita la carta de un esquizofrénico a su madre: Querida mamá: Hoy me encuentro mejor que ayer. Propiamente no tengo ganas de escribir. Sin embargo, te escribo con mucho gusto. Puedo intentarlo de nuevo, si la primera vez no me sale bien. Me habría alegrado mucho ayer domingo que tú, Luisa y yo hubiésemos podido ir al parque. Desde Stephansburg se aprecia una vista tan maravillosa. Verdaderamente es muy hermoso en el Burghölzli. En las últimas cartas, quiero decir en las cubiertas, no sobres, Luisa ha escrito, Burghölzli. Pero yo he escrito Burghölzli donde he colocado la fecha. También hay pacientes en Burghölzli que dicen Hölzliburg. Otros hablan de una fábrica. También se puede considerar como un sanatorio. […] Todos los hombres tienen ojos. También hay algunos que son ciegos. Los ciegos son guiados del brazo por un niño. Debe ser muy horroroso no ver. También hay gente que no ve nada y además de eso algunos que no oyen. Pero yo conozco algunos que oyen demasiado. Uno puede oír demasiado. También uno puede ver demasiado. En Burghölzli hay muchos enfermos. Se les llama pacientes. Uno me ha caído  bi  bien. en. Se llllama ama E. Sch. Él me ens enseñó: eñó: en B Burghölz urghölzlli hay ccuatro uatro tipos de personas personas:: pacie pacientes, ntes, asil asilados, ados, enfermeros. Además hay otros que no están aquí. Todos son gente extraña.

Y el autor del manual, Prof. Eugen Bleuler, concluye: «Un no esquizofrénico que escribiese la cana habría informado de lo que en el entorno influye en su estado de salud, de lo que en cierto modo le agrada o desagrada, o de lo que puede interesar a los destinatarios. Aquí falta un semejante objetivo: la nota común de todas las ideas consiste en que éstas se refieren al entorno del paciente, pero no en que éstas tienen relación para con él. […] Aunque todas las ideas están expresadas correctamente, la carta sin embargo carece de sentido. El paciente tenía el propósito de escribir, pero no de escribir algo.» Hace 70 años, estas conclusiones eran irrefutables y convincentes: la carta es expresión de una mente perturbada. A nosotros, en la actualidad —legos o especialistas— nos resulta difícil interpretar asídeel pensar; sentido estamos de la carta. tanto sea ha un cambio en nuestra manera más Mientras bien dispuestos verproducido en esa carta insinuaciones, sugerencias, que tratan de las relaciones de quien escribía con su madre y, 28

 

en sentido más amplio, con sus semejantes y con el entorno del sanatorio. Este cambio se hace todavía más evidente en este pasaje de un libro publicado en 1970: En él algo no está bien  puesto que no se ccomportaría omportaría así si en él estuviese bien  por tanto, él se comporta así  porque en él algo algo no es está tá bie bienn Él no cree que en él algo no está bien  pues lo que entre otras cosas en él no está bien es que él no cree que algo en él no está bien  por lo tanto debemos ayudarle a que se convenza de que el hecho de que él no crea que algo en él no está bien es entre otras cosas lo que en él no está bien

Se trata de un pasaje del libro aforístico «Nudos» del psiquiatra londinense Ronald Laing (1970)Ci que —con aquí ciertoelhumor— podría calificar asimismo como manualNo de se la  psi  psiqui quiatría. atría. Ciertamente ertamente marco desereferencia es compl completamente etamente di diferente. ferente. trata de las manifestaciones de una mente perturbada, sino de una relación perturbada o, dicho más exactamente, de las suposiciones personales sobre las suposiciones del otro. Estas suposiciones, sin embargo, son simples construcciones y no hechos constatables o verdades platónicas. La forma como una relación es vista por sus  partners se sustrae a cualquier verificación objetiva. En cambio, se puede determinar el grado de armonía que resulta para éstos de una definición más o menos concordante de su relación, o su  Folie à deux, si ésta se desvía demasiado del modo como otras personas definen la relación o, finalmente, las consecuencias de los graves conflictos que resultan de la discrepancia de las definiciones individuales de la relación. En estas pocas se anticipa lo que debe ser documentado más detalladamente parafrases comprender el temamucho de estade conferencia. La imagen del hombre que tenía la psiquiatría, como se sabe, ha estado dominada durante siglos por representaciones religiosas, mágicas, demoníacas o supersticiosas. Estas concepciones que datan de muy atrás no nos deben preocupar aquí, aunque para un cronista familiarizado con la materia habría que presentar de una forma ciertamente sugestiva los paralelos innegables pero dolorosos entre métodos seguros de «tratamiento» de aquellas tristes épocas y las prácticas que aún siguen en vigor. En la época de la ilustración se produce un cambio decisivo por cuanto que en los trastornos psíquicos se procede a buscar razones objetivas. Como es conocido, en lugar  de los demonios reina ahora la  Déesse raison  y reivindica el tono científico. Con esta implantación de la razón como instancia humana más elevada llega consecuentemente el deseo de objetivación del mundo, es decir, de purificar la imagen científica del mundo de los dogmas indemostrables, de los prejuicios, de las conjeturas, de los mitos y de cosas 29

 

 parecidas. El primer paso para la consecución  parecidas. consecución de un orden objetivo objetivo en el caleidoscópi caleidoscópico co caos de la naturaleza consistió en encontrar los aspectos comunes, las semejanzas, los elementos vinculadores y distribuir los objetos de las observaciones en grupos y subgrupos y en ponerles luego un nombre, en una palabra, en clasificarlos. Para tal fin. los objetos fueron aprehendidos en el «ser así» [So-sein] de sus propiedades físicas. Ya riesgo de extender la simplificación de esta exposición por encima de toda medida  permititida,  permi da, se podría tal vez decir decir que por ello ello la materia materia (en el sentido sentido antigu antiguo) o) se convirtió en objeto de investigación, al menos por lo que se refiere a sus propiedades  poco ha mencionadas y a sus manifestaci manifestaciones. ones. Como cualquier otra disciplina, también la psiquiatría descansa en la imagen científica del mundo que tiene cada época. En efecto, salta a la vista que ésta parece que nunca consigue estar en la punta del progreso, sino que sigue aferrada durante más tiempo que otras especialidades a paradigmas ya superados por aquéllas. Por más razón que haya  para el elllo, nos damos cuenta,  gr  grosso osso modo,  de que la imagen del hombre que tiene la  psiqui  psi quiatría atría se reproduce ante todo en el concepto de predi predisposi sposici ción. ón. De acuerdo con esta  perspectiva  perspecti va estamos dotados por natural naturaleza eza de determinadas determinadas propiedades propiedades que sólo sólo llegan a ser realidad y se expresan a lo largo de la vida. Éstas, sin embargo, son como dadas  previamente  previ amente y por lo tanto se consideran consideran como profundamente inmutables. nmutables. Aun Aun cuando en este contexto sólo se puede hablar de la materia metafóricamente, se trata, sin embargo, de propiedades materiales, p. ej., de la constitución. Para comprender a los hombres en su «ser así», se estudia la fisonomía: un procedimiento de clasificación que seguramente remonta a Aristóteles y que en los siglos XVIII y XIX está ligado a nombres como Lavater, Carus y otros. A comienzos del siglo XIX Gall y su discípulo Spurzheim desarrollan un método, la frenología que, como es sabido, deduce las predisposiciones y  por tanto también también el carácter de una persona a partir partir de la forma del cráneo y especialmente de sus irregularidades, extrayendo de éstas ciertas conjeturas basadas en las partes del cerebro que estaban debajo. Algo más tarde Lombroso habla del reo nato, el criminal que ha nacido con una minusvalía orgánica; un hombre, por tanto, cuya manera de obrar está establecida de una vez para siempre, como el color de sus ojos. Mientras la imagen del hombre se seguía buscando en semejantes propiedades estáticas, la imagen del mundo que tenía la ciencia en otros sectores hacía ya tiempo que había abandonado tras de sí este punto de vista relacionado exclusivamente con la materia. El cambio decisivo que por su parte ciertamente tiene también antecedentes ya en los antiguos, se produjo gracias al concepto de energía. Esta evolución, que culmina en la formulación del primer axioma de la termodinámica, es responsable de los  progresos  prog resos vertig vertiginosos de la técnica técnica en los últi últimos mos tres sig siglos. En el funcionami funcionamiento ento combinado de materia y energía, de los datos innatos y sus interacciones dinámicas, se derivaron categorías de comprensión que habían quedado cerradas a la imagen del mundo de la materia estática. Con Freud —si de nuevo queremos prescindir, simplificando, de precursores importantes— el concepto de energía se introduce también en la psiquiatría. Los datos psíquicos son considerados ahora como resultados dinámicos. Como el físico, ahora también el psiquiatra comienza a pensar con conceptos de una 30

 

energía (ciertamente hipotética y metafórica), la libido. Freud habla de una cantidad de libido; aunque la energía psíquica está dada en una determinada medida, puede, sin embargo, pasar por transformaciones de sus manifestaciones. No por casualidad una de las obras de Jung más importantes de aquella época se llama Wandlungen und Symbole der Libido [«Transformaciones y símbolos de la libido»]. El modelo psicoanalítico tiene como padrino la hidráulica: la libido se comporta como un líquido algo viscoso que ya nunca abandona posiciones una vez alcanzadas, pero que puede ser desviado o retenido en su flujo estrictamente determinado por medio de obstáculos. Una tal retención puede conducir regresivamente a reavivar aspectos laterales ya abandonados; pero, por otra  parte, también también es posibl posiblee que por la vía de la subli sublimación mación se activen activen las posibi posibillidades de una compensación superior. La metáfora es de un valor heurístico inaudito. Ella posibilita la imagen de una energética de la psique, que profundiza nuestro conocimiento de las razones del proceder humano y abre posibilidades terapéuticas hasta ahora desconocidas. El hombre se evidencia como más profundo y más complejo, pero también más desgarrado y más determinado de lo que uno se atrevería a imaginar hasta ahora. El mundo sublunar de ilusión y sueño es esclarecido y explicado científicamente. Pero como cualquier metáfora, también la de la psicodinámica tiene sus límites. La imagen del hombre empujado por sus instintos y condicionado causalmente (a la que Jung opuso la imagen del individuo tirado hacia adelante) se demuestra ineludiblemente como poco satisfactoria precisamente en el punto en que la misma imagen científica del mundo, que constituye la base del . psicoanálisis, comienza a dejar sin responder  determinadas preguntas. Estas preguntas afectan, p. ej., al hecho de experiencia innegable que de formas inferiores de organización y de función se originan complejidades superiores. En alguna parte existe una contradicción, falta un principio explicativo que la imagen científica clásica del mundo no puede proporcionar. Bergson intenta una respuesta por medio del postulado del élan vital;  Jung recurre a la idea antigua de la entelequia. Todavía más cerca está el postular precisamente una vez más el imperio de un principio ordenador superior que no esté sometido a sus propias leyes de causa y efecto, exactamente como la omnipotencia de Dios tampoco se pone en cuestión en el patético dilema escolástico si Él no puede crear esa roca fatal, tan gigante que ni siquiera Él puede levantar. Y por supuesto, no sólo era ya conocida la respuesta, sino que incluso durante largo tiempo fue llevada a la práctica; aunque en un ámbito que aparentemente permaneció completamente aparte. Cuando en el siglo XVIII James Watt trabajaba en sus proyectos sobre la máquina de vapor, se le hizo presente que la idea era irrealizable. En la manera de pensar estrictamente lineal-causal de su época, una instancia que estuviese fuera de la máquina, por así decir, un  spiri  spiritus tus rector, ector, habría debido asumir el control de la entrada de vapor. Expresado de forma un tanto prosaica: para que la máquina funcionase parecía necesario un hombre de servicio que cada vez en el momento exacto cerrase una de las dos válvulas de vapor y abriese la otra y que de este modo hiciese posible el movimiento de un lado para otro del émbolo. Como se sabe, Watt resolvió el problema poniendo al servicio de la apertura y del cierre de la admisión de vapor el movimiento del mismo 31

 

émbolo mediante el distribuidor. Aunque hoy día esta solución nos parece evidente, se trata sin embargo de una aplicación muy temprana del principio hoy corriente de la autorregulación, a saber, de un acoplamiento de reacción del efecto sobre su propia causa en forma de una causalidad circular. Al pensamiento de causalidad fuertemente determinista y lineal de aquella época evidentemente le resultaba incomprensible que un efecto pudiese influir en su propia causa y que de este modo se pudiese fabricar un mecanismo al que no se le ha de negar un comportamiento en cierto modo «inteligente». Este principio tuvo una aplicación todavía más asombrosa en el hallazgo de Watt del regulador centrífugo que mantiene constante el número de revoluciones y la prestación de la máquina incluso con carga cambiante. Cuando después de la segunda guerra mundial se hicieron accesibles los resultados de investigación mantenidos secretos hasta entonces, se comprobó que la evolución de los sistemas modernos de armas habían llevado a un cambio mucho más amplio de la imagen científica del mundo. Aun cuando no es exacto, esperamos, que la guerra es el  padre de todas las cosas, no obstante en este caso problemas meramente mili militares fueron el estímulo. Dos ejemplos: el desarrollo de instrumentos de dirección del fuego para la lucha contra los aviones que vuelan alto y rápido, o la necesidad de pertrechar un tanque con un cañón cuya cureña compensa los movimientos irregulares del vehículo en un terreno accidentado posibilitando así apuntar y disparar sobre un objetivo. Los problemas de regulación ligados con esto ya no tienen nada que ver con la energía; a saber, la energía, en estos sistemas complejos, está a disposición en todos los puntos requeridos. Como ya sucediera con el regulador centrífugo, aquí entra en juego un principio totalmente nuevo. Hemos mencionado que se realiza una retroactividad del efecto sobre su propia causa, o dicho más exactamente, una pequeña parte de la consecuencia de un acontecimiento es retrodirigida sobre el mismo acontecimiento, pero no como incremento o pérdida de energía, sino como señal, como información.  De este modo la imagen científica clásica del mundo de materia y energía se amplía a un tercer concepto independiente. Simplificando enormemente una vez más, se puede decir que la revolución electrónica, los principios cibernéticos y de la teoría de sistemas e incluso la investigación de la comunicación humana tiene en esto su origen. Como ya se ha mencionado, la psiquiatría sigue el paradigma científico de la época respectiva con un respetuoso retraso. Pero con todo, las bases para extraer las consecuencias de rigor ya existen desde hace tiempo. La psiquiatría infantil ya hace siglos sabía que el comportamiento del niño perturbado  psíquicamente  psíqui camente no sólo sólo representaba un seri serioo problema problema para sus padres y que, por tanto, influía en toda la familia, sino también que el comportamiento de los padres tenía un influjo innegable y patente en el grado de perturbación del hijo. Esta comprensión se hizo  patente por el hecho de que al menos en el tratamiento de ambulatori ambulatorioo la madre trae al  pequeño a la cl clíni ínica, ca, le espera y vuelve vuelve de nuevo con c on él a casa. Por tanto, mucho más a menudo que con los pacientes adultos, el médico que supervisa el tratamiento tiene la  posibi  posi billidad casi accidental de observar la interacción nteracción entre madre e hi hijo jo y constatar que con bastante frecuencia los desencadenantes de los trastornos proceden de la madre y no 32

 

del hijo. Especialmente por la extrema asimetría de la relación madre-hijo, en la que el hijo depende profundamente de la madre, esta observación llevaba a la conclusión lógica de considerar la madre como provocadora de los problemas del hijo. De este modo,  parecióó al  pareci alcanzado canzado un nuevo punto de vista; vista; en realidad, realidad, sin sin embargo, embargo, sólo sólo se había invertido la dirección del decurso causal, es decir, se habían permutado las posiciones de causa y efecto.  No se había cambiado cambiado nada en el esquema de causali causalidad en que se basa esta concepción; exactamente como en la imagen del hombre de la antipsiquiatría que hizo tanto furor en los años sesenta, simplemente la causa fue transformada funcionalmente en efecto, y el efecto en causa: mientras antes el paciente era considerado como loco y la sociedad como inocente y normal, ahora la sociedad y la familia eran vistas como el mal fundamental y el llamado paciente como el único normal en un entorno enfermo y  productor de enfermos. enfer mos. Tampoco en este caso se había cambiado el modelo modelo fundamental de la manera de pensar y solamente se había invertido la atribución de culpabilidad causal. Sin embargo, con la irrupción del concepto de información, se introdujo un cambio en la ciencia. Demasiado evidentes eran los estímulos de la manera de pensar que llegaban a la psiquiatría de otras ramas de la ciencia. La concepción de la mónada humana, del individuo, como medida de todas las cosas, y por tanto la consideración de sus trastornos  psíquicos  psíqui cos como de índole índole puramente intrapsíquica, ntrapsíquica, poco a poco se hi hizo zo insostenibl nsostenible. e. Incluso cuando un trastorno tuviese su causa exclusivamente en el dinamismo de la energética psíquica, sus repercusiones, sin embargo, serían interpersonales, es decir, éste sólo se podría comprobar a partir del comportamiento del interesado. Así pues, en pocas  palabras,  pal abras, ¿cómo llega, ega, quien quien diag diagnosti nostica, ca, a la hi hipótesi pótesiss de un trastorno psíquico? psíquico? Exclusivamente a través de la observación del comportamiento; donde por  comportamiento se ha de entender también la transmisión de información relativa al lenguaje —por tanto, sueños, asociaciones libres y hasta resultados de tests aparentemente objetivos, como en el Rorschach, el TAT, las medidas de inteligencia y otros por el estilo1 —. Desde el punto de vista vista de la psiquiatría psiquiatría clási clásica, ca, sin sin embargo, embargo, este comportamiento, aunque tan sólo materia prima y punto de partida de toda exploración, se considera meramente como consecuencia de hechos intrapsíquicos. Lo que se ha de explicar, se convierte de improviso en su propia explicación. En cierto modo uno adviene la analogía de Platón, en la que en la pared del fondo de la cueva se reflejan las figuras de lo que fuera sucede de manera causal y primaria. Sin embargo, la razón por la que el  psiqui  psi quiatra, atra, como observador de este juego juego de sombras, no saca la concl conclusi usión ón en sí  pertinente  perti nente de dar un giro de 180 grados y abandonar la cueva en lugar ugar de especular  especular  simplemente sobre los datos, está determinada forzosamente por la concepción del individuo como objeto de investigación en última instancia y como mónada independiente de un contexto. La imagen del hombre como medida de todas las cosas hace inevitable esta acrobacia epistemológica. ¿Dónde, si no en el hombre, se podría encontrar lo humano? Pero precisamente aquí, con esta lógica aparentemente tan evidente de lo interior y lo 33

 

exterior, se abren nuevos horizontes. ¿Hasta dónde llega el hombre? ¿Está nítidamente delimitado por su piel? Utilizando una analogía de Bateson (1981): ¿El punto de contacto del ciego con el mundo exterior es la punta del bastón o la empuñadura que sujeta con su mano? ¿Se encuentra a medio camino entre los dos extremos del bastón? ¿Pertenece el martillo al mundo interior o exterior del zapatero que está martilleando? A partir de estos sencillos ejemplos se esclarece lo discutible de nuestra concepción del individuo y de sus  procesos psíquicos. psíquicos. La orientaci orientación ón espacial espacial del ciego ciego debe engl englobar el espacio espacio mismo mismo y además su bastón como elemento de unión entre él y el espacio. Ni siquiera este sencillo fenómeno se puede explicar con conceptos de la imagen monádica del hombre. Se trata más bien de un decurso circular de información que consta del ciego, del bastón, del adoquinado de la acera, de las informaciones de retorno del repetido andar a tientas del  bastón y probablemente probablemente de muchos otros el elementos. ementos. A ning ninguno uno solo solo de estos elementos elementos le corresponde la supremacía; todos ellos son igualmente esenciales. Juntos constituyen un circuito de conexiones que es recorrido ininterrumpidamente por información y en el que el mínimo cambio cuantitativo o cualitativo en cualquier punto es transmitido enseguida a otros puntos del circuito cambiando la función de éstos. En la imagen del mundo que tiene la ciencia moderna, estos circuitos constituyen las unidades indivisibles más pequeñas. Si uno las quiere descomponer en partes componentes «más simples», sería necesario atribuir a estas partes componentes propiedades que no tienen. De todas formas, no se puede subrayar con énfasis suficiente que fenómenos a los que  por lo menos en el vocabulari vocabularioo del leng lenguaje uaje corriente corriente no se les han de negar negar propi propiedades edades  psíquicas  psíqui cas o intel nteliigentes no necesitan necesitan ni la intervención ntervención del hombre ni la de un supuesto  spiritus  spiri tus rector ector..  Todo lo que en otros tiempos era considerado como una lógica y una orientación a un fin insuflada por Dios a la materia indistinta, hoy día se puede comprender tranquilamente tranquilamente como consecuencias consecuencias necesarias de determi determinados nados procesos de regulación inherentes a la naturaleza en el sentido más amplio. Norbert Wiener a esta orientación y a sus aplicaciones técnicas les dio el nombre de Cibernética. Permítaseme a este respecto un ejemplo que convence precisamente por su trivialidad: Cualquiera conoce el regulador de temperatura (termostato) de las casas modernas. En conceptos de la electrónica moderna se trata de un dispositivo de la sencillez más banal. El termostato mide la temperatura de la casa; cuando ésta se eleva por encima de la temperatura deseada, desconecta la calefacción; cuando desciende por debajo del valor establecido, entonces esta divergencia de la norma provoca de nuevo el encendido de la calefacción. En una reflexión más inmediata, lo asombroso es que este instrumento ridículamente sencillo logra regular las oscilaciones del tiempo, cuya formación está determinada por  algo tan inauditamente complejo y por factores imprevisibles tan numerosos que hasta hoy la meteorología no ha conseguido un modelo matemático utilizable para estas causas complicadas y para sus interacciones. Por tanto, en este caso la manera de pensar  genético-causal fracasa. En cambio, el termostato que no es ni el especialista en meteorología ni ha leído el último parte del tiempo realiza algo a lo que no se pueden negar capacidades inteligentes, «psíquicas»; capacidades que en el ámbito de lo fisiológico, por tanto del cuerpo delimitado por la piel, dicho sea de paso, son 34

 

consideradas como naturales. Y, ¿cómo logra esto el termostato? Tratando de aprehender  no causalmente la astronómica complejidad de los factores que actúan combinadamente, sino capturando una única oscilación, la de la temperatura que se desvía de la norma deseada y —como ya hizo Watt— poniendo esta divergencia al servicio de su propia rectificación. La mayoría de nosotros está dispuesto a aceptar serenamente este estado de cosas mientras se trata de fisiología, máquinas de vapor, frigoríficos, planchadoras y miles de diferentes aplicaciones cotidianas de este principio. Pero tan pronto como se comienza a tocar la imagen del hombre, se conviene en objeto de enérgica controversia. La concepción clásica de la psique así como de los antecedentes psíquicos y mentales en el individuo (el inglés tiene para estos conceptos las expresiones incomparablemente más prácticas de mind   y mental) cuya localización ya causaba dificultades a los filósofos griegos y que en el marco de este ciclo de conferencias ya fue tratada por oradores más competentes, debe ceder en esta visión ante la imagen de una red de información superior a la mónada humana y que la contiene. En este punto, sin embargo, se enciende la oposición. El destronamiento del individuo como centro y última instancia de lo humano es para nuestro amor propio por lo menos tan inadmisible como el hecho de relegar a nuestro planeta de ser el centro del universo a convertirse en satélite de tercera clase del sol en la época de la revolución heliocéntrica. La impresión innegable es la de una degradación y mecanización de todo lo que en el sentido más estricto consideramos humano. Para un filósofo de la ciencia sería sin duda sugestivo hacer comparaciones entre los argumentos doctrinales que dejan a Galilei sólo un susurrado «Eppur si muove…»  como respuesta, y aquellas objeciones que rechazan esta imagen del hombre tildándola de «mecanicista», «sin alma» y «superficial» y que en ella echan de menos la antigua respetable «profundidad». O sea, se entra en lo esencial. Mi extensa introducción se puede reducir a una sencilla fórmula: la diferencia entre las propiedades de la mónada y las de la relación. Permítaseme también un ejemplo trivial a este respecto: La frase «esta manzana es roja» se refiere evidentemente a una propiedad del objeto manzana. Por consiguiente, es reconducible en su totalidad al objeto en cuestión. En cambio, la frase «esta manzana es más grande que aquélla» no es reconducible a esta o aquella manzana; no designa ninguna propiedad individual, sino que hace una afirmación que tiene sentido exclusivamente en la relación entre ambas manzanas. El «ser más grande:. se mueve, por  así decir, en el espacio entre ambas manzanas, se refiere a ambas y no tiene que ver ni con la una ni con la otra separadamente. Volviendo al punto de partida: en el ejemplo citado, Bleuler habla de una patología que existe de forma aislada en la psique monádica del paciente; Laing, en cambio, pone de relieve los enredos que resultan de las trampas de definiciones de relación contradictorias. ¿Qué sabemos de relaciones? En el fondo demasiado poco todavía. A la psicología de la percepción le debemos el conocimiento de que sólo se pueden percibir relaciones. Vemos la figura porque se destaca en el fondo. Un tono constante puede pasar fácilmente desapercibido; de ahí la sirena del cuerpo de los bomberos. Si impedimos que los 35

 

movimientos de nuestras pupilas cambien constantemente el foco de la visión, la  percepción  percepci ón vi visual sual se vuelve vuelve difíci difícill, si no imposi mposibl ble; e; de ahí la fijaci fijación ón de los ojos en un  punto reluci reluciente ente como técnica técnica tradici tradicional onal de la inducción nducción al trance. Si estudiamos estudiamos las  propiedades  propi edades de una superfici superficiee a través del tacto, movemos la yema del dedo de un lug ugar  ar  a otro; tener quieto el dedo no nos facilitaría ninguna información. Aprehendemos el mundo primariamente sólo gracias a las diferencias; secundariamente reificamos luego las diferencias relacionándolas con propiedades de lo percibido. Pero mientras que la diferencia de tamañoestáticas entre manzanas es medible objetivamente, no es posible una definición exacta de relación en el ámbito humano. La esencia de una relación humana, como ya se mencionó al principio, es una simple construcción, una cuestión de opinión, que en el mejor de los casos es más o menos compartida por los artners. Ésta constituye el tema fundamental de la comunicación humana y es el origen de la mayoría de los conflictos humanos. Tal vez sorprende esta afirmación, puesto que estamos acostumbrados a entender la comunicación primariamente como intercambio de información objetiva y real. Sin embargo, incluso en la comunicación aparentemente impersonal siempre se halla implícita la expresión de cómo ve el emisor su relación con el receptor. En el conocido chiste vienés, la sirvienta del Conde Bobby mira por la ventana y dice: «Señor Conde, tal vez vamos a tener lluvia», a lo que Bobby poniéndose de pie, firme, responde con decisión: «Mizzi, tal vez yo voy a tener lluvia y tal vez Usted va a tener lluvia.» En otras palabras, el «vamos» demasiado familiar para el Conde es un atentado de la sirvienta contra la definición de la relación que tiene Bobby como una relación estrictamente formal entre nobles y criados. Todo esto no tiene absolutamente nada que ver con la lluvia. Sin embargo, ¿por qué invertimos los hombres (por lo demás, también los animales superiores) tanto tiempo y esfuerzo en las definiciones de nuestras relaciones con los demás? Precisamente porque no somos mónadas cerradas en nosotros mismos. Como se va a mostrar, los incómodos resultados de la investigación sobre comunicación sugieren que nuestra conciencia no está sentada en la oficina central del ser humano, limitado por  la piel, como un hombrecito, y en su cabeza un hombre todavía más pequeño que tiene conciencia de su conciencia y que no sabe contestar a la pregunta de quién tiene entonces la conciencia de su conciencia de su conciencia. No, precisamente la observación de un comportamiento gravemente perturbado en su contexto natural —por tanto en la familia y no en el entorno completamente extraño del hospital psiquiátrico— no deja ninguna duda de que nosotros los hombres sólo nos sentimos reales y, por consiguiente, «tenemos. una conciencia, en la medida en que nuestras definiciones de la relación respecto a las personas clave de nuestro entorno son aceptadas y, por así decir, ratificadas por aquéllas. En este momento me defino frente a Ustedes como informador y Ustedes parecen aceptar esta definición de la relación comportándose como oyentes. Si Ustedes, señoras y señores, comenzasen a cantar ahora la Marsellesa o a hacer ejercicios físicos, estarían arruinando mi sentimiento de la propia realidad. Mi yo, mi realidad, no se encuentra, por tanto, en mi cráneo monádico —aunque yo la experimente allí o dado el caso en mi plexo solar— sino ahí fuera, entre Ustedes y yo, exactamente como el ser  36

 

más grande de una de las manzanas no se encuentra en esta manzana. Ya Martín Buber (1957, p. 97-102) llama la atención sobre este fenómeno: «En todos los estratos de la sociedad los hombres se confirman unos a otros […] en sus cualidades y capacidades humanas y una sociedad se puede llamar humana en la medida en que sus miembros mi embros se confirman confirman unos a otros.» Y William James parece haber observado en una ocasión: «No se puede inventar un castigo más inhumano el que —si esto fuese posible— dejado abandonado en la sociedad y pasaseque completamente inadvertido por todasuno lasfuese personas.» Semejantes conflictos se producen, sin embargo, en las interacciones de los sistemas humanos; ante todo en las familias e incluso en sistemas más amplios como en el ambiente laboral, en consorcios sociales o políticos más grandes y hasta en las relaciones internacionales. Sea como fuere, dependemos de las ratificaciones de nuestra realidad por   parte de lo loss otros que a su vez exi exigen de nosotros su propia propia expl explicación de la real realiidad. «L’enfer, c’est les autres» es la quintaesencia de la condenación eterna en el drama  Huisclos de Jean-Paul Sartre. A este respecto sirva un ejemplo práctico. En el clásico experimento del psicólogo Asch (1955, p. 31-35) siete personas sometidas al experimento se sientan en semicírculo ante la mesa del experimentador. Su tarea consiste en indicar cuál de tres líneas paralelas dibujadas en una lámina tiene la misma longitud que una única línea dibujada en la segunda lámina. En palabras de Asch: «El experimento inicia de forma totalmente normal. Las personas sometidas a la prueba dan sus respuestas en el orden de los puestos que les habían sido asignados; en la primera vuelta todos indican la misma línea. Se expone un segundo par de líneas y de nuevo la respuesta del grupo es unánime. Los  particip  parti cipantes antes parecen haberse resig resignado a la idea de otros experim experimentos entos aburridos. aburridos. En la tercera prueba tiene lugar una alteración inesperada. Un participante elige una línea que se encuentra en contradicción con la elección de las otras personas sometidas a la prueba. Éste parece asombrado y hasta desconcertado por esta diferencia de opinión. En el paso siguiente él presenta de nuevo una opinión diferente, mientras que la elección de los otros sigue siendo unánime. El disidente está cada vez más desconcertado y perplejo, puesto que la diferencia de opinión se mantiene en las pruebas siguientes; él vacila en su respuesta, habla con voz más baja o hace un esfuerzo por reír embarazosamente.» La explicación de su curioso comportamiento reside en que los otros participantes habían sido instruidos de paso antes de empezar el experimento para que a partir de la tercera vuelta diesen unánimemente una respuesta falsa. El disidente, el único sujeto verdadero del experimento, se encuentra por tanto en la rara situación de que cinco  personas por delante delante de él y otra después de él de manera indiferente ndiferente y natural dan una respuesta que se encuentra en profunda contradicción con sus propias percepciones. A él le quedan abiertas ahora dos posibilidades: o confía en sus sentidos y por tanto entra en conflicto con el grupo, o evita este estigma social, pero para ello debe desconfiar de sus sentidos y de su normalidad. Asch comprobó que en estas condiciones 36,8% de los sujetos se sometían a la opinión del grupo, pero lo hicieron con fuertes sentimientos de irrealidad, despersonalización y angustia. Según una noticia no confirmada, pero no 37

 

increíble, en el caso de un sujeto se llegó incluso a un incidente de esquizofrenia. Prescindiendo tal vez de este sujeto, imaginemos que se trataba de personas clínicamente normales. Entonces, ¿dónde está la patología? ¿En su psique, en las respuestas de las otras personas, en el método del experimento? En todo ello y, por tanto, puntualmente en ninguna parte. Otra propiedad de las relaciones se desprende naturalmente de lo que se acaba de decir  y por esodemismo ser recordado en esta sumaria. Las relaciones carácter forma debe [Gestalt],  es decir, son másdescripción que y de índole diferente a la simpletienen suma de los elementos que los miembros de la relación aportan a ésta. Este fenómeno es conocido desde hace mucho tiempo fuera de la psiquiatría. Especialistas en el ámbito de la investigación celular, de la endocrinología, de la biología molecular, de la neurología y de muchas otras disciplinas saben que la interacción de las partes componentes incluso más simples del mundo orgánico conduce a fenómenos de enorme complejidad; fenómenos que se resisten a cualquier reducción puntual a las partes componentes individuales. Si, a pesar de todo, se intentan tales simplificaciones, hay que atribuir a las  partes componentes en cuestión cuestión unas propiedades propiedades que éstas no tienen, tienen, y el todo desemboca en un absurdo científico. Por consiguiente, aquí no da resultado el fenómeno causal clásico reduccionista, la reconducción de los fenómenos a sus causas. Este hecho desencantador penetra poco a poco también en la imagen del hombre que tiene la  psiqui  psi quiatría. atría. Lo que en una perspectiva perspectiva monádica monádica pudiera pudiera ser consi considerado derado como una enfermedad determinada de una determinada psique, en las categorías de la nueva imagen del mundo que tiene la ciencia se evidencia como el resultado de complejos modelos de interacción entre personas, como uno de los muchos resultados posibles de la causalidad circular de cualquier relación que —una vez establecida—, precisamente debido a su carácter circular, no tiene un punto de partida o un punto final. En ella cualquier causa tiene un efecto y cualquier efecto es una causa. ¿Dónde está la «causa», la «culpa» en el caso del centroeuropeo que al entrar en un restaurante precede a su acompañante americana, le abre la puerta y se la mantiene abierta desde el interior? Ella está ofendida por su falta de educación (en América, incluso en esta situación, el hombre deja que la mujer le preceda), él se enfada por su irritación repentina e inexplicable. Ambos ven la culpa en el otro (mientras ellos se fastidian en silencio, lo que muy probablemente hacen) y no en la naturaleza suprapersonal de su sistema de relación, es decir, como un fenómeno de interferencia de dos normas de comportamiento, en sí normales pero contradictorias, de dos personas normales que provienen de dos ámbitos culturales diferentes. O  A propone algo por carta a  B;  B  responde con una adhesión llena de entusiasmo, pero la carta se pierde en correos. Ahora esperan ambos la respuesta del otro con disgusto creciente y finalmente se deciden a ignorar para siempre al otro por su falta de cortesía. Estos ejemplos son clínicamente triviales, pero no los siguientes que tienen la misma estructura. Cualesquiera que sean las razones que hacen que el melancólico vea el mundo con los colores más sombríos, su comportamiento y el de su entorno humano llevarán ineludiblemente a la elaboración de un circuito regulador que alimenta y profundiza la 38

 

depresión. Su tristeza despierta en los otros el deseo de animarle, de llamarle la atención sobre el hecho de que el mundo y la vida no son tan trágicos y de sugerirle que se esfuerce un poco. Estos consejos bien intencionados le llevan exactamente a lo contrario del efecto deseado, a saber, a un sentimiento reforzado de desesperación, de inferioridad y sobre todo de ingratitud para con sus personas queridas que tan desinteresadamente se empeñan por ayudarle. Si nota que el fracaso de la ayuda deja perplejos a los demás, a su melancolía se está asocia el grave sentimientoendelaculpa de arrastrar los embargo, demás al abismo. ¿Dónde la todavía patología? Aparentemente mónada paciente.aSin el estudio de los modelos de comunicación en familias con un hijo depresivo sugiere que no se trata de una depresión ya dada naturalmente desde siempre, sino de que en estos sistemas humanos se atribuye una significación profunda a cualquier forma, incluso la más normal, de tristeza o de disgusto pasajero. Es como si el sistema tuviese una regla suprapersonal que adjudica a esos disgustos un valor especialmente negativo. Con ello no se debe negar que precisamente en la depresión el concepto vago de predisposición y factores fisiológicos pueden desempeñar un papel decisivo. Sólo que bajo el término  predisposi  predi sposició ciónn son entendidas entendidas con demasi demasiada ada frecuencia normas de comportamiento comportamiento transmitidas de generación en generación que se sustraen a la observación monádica (precisamente porque son normas sistémicas y no individuales). Por lo que respecta a factores fisiológicos, metabólicos o endocrinológicos, también aquí se trata de circuitos reguladores, de los que no se puede decir con seguridad si los procesos fisiológicos tienen consecuencias afectivas o si por el contrario lo psíquico condiciona los procesos fisiológicos. En una perspectiva cibernética esta cuestión carece de importancia; la dicotomía cuerpo-psique pertenece a la imagen del mundo de la mónada. El segundo ejemplo está tomado de una obra que tiene 100 años, cuyos autores anticipan la concepción moderna e interactiva de las imágenes psiquiátricas de la enfermedad, extendiendo el marco de observación más allá de los pacientes individuales. Se trata de los estudios clásicos de Lasègue y Falret (1877) sobre  La folie foli e à deux; en los que en primer lugar describen a los pacientes y luego concluyen más ampliamente: «La descripción antes mencionada es la de un enfermo mental que provoca la situación del délire à deux.   Su  partner   es mucho más difícil de definir y, sin embargo, estudios cuidadosos nos han enseñado a reconocer las reglas que sigue el segundo participante en la locura comunicada. […] Una vez conseguido el acuerdo tácito que vincula a ambos locos, el problema consiste no sólo en estudiar el influjo del  partner   enfermo en el  presuntamente normal, normal, si sino no también también lo contrario, contrario, a saber, saber, en estudiar estudiar el infl nflujo ujo del artner  sensato   sensato en el perturbado y en comprobar cómo se borra la diferencia entre ellos mediante la transigencia mutua». Para evitar malentendidos, en cuanto a los ejemplos que se acaban de mencionar hay que decir que no están pensados como «explicaciones» de la depresión o de la esquizofrenia. Se trata más bien de la descripción de modelos de interacción que, únicamente cuando se reducen al paciente identificado, hacen significativa la denominación de depresión o esquizofrenia y luego exigen su explicación genético-causal. o se puede abordar aquí la gravedad de esta manera de proceder, es decir, las 39

 

consecuencias personales y sociales decisivas para el llamado paciente. Con todo esto, surge ahora la pregunta de hasta qué punto se puede definir el concepto de los trastornos psíquicos o mentales. La psiquiatría clásica tiene una respuesta terminante: La salud mental o el trastorno mental resultan del grado de adaptación del interesado a la realidad. Pero, a más tardar desde Kant sabemos que la realidad real no nos es accesible, sino que vivimos siempre únicamente con interpretaciones o imágenes de la realidadreales. de las que aceptamos de manera este ciertamente ingenua objetivamente Resulta, por tanto, insostenible pretendido saber que sobreson la realidad objetiva y la consecuencia que se deriva lógicamente de ello, que las personas mentalmente normales perciben correctamente el mundo y viven adaptadas a la realidad, y los locos no. Este tema es de gran importancia tanto para el investigador como para el clínico. Cuando hablamos de la realidad, la mayoría de las veces nos imaginamos, sin darnos cuenta, dos cosas diferentes. Ante todo tomamos por verdaderas las propiedades físicas de los objetos: forma, color, estado, etc., etc. Llamamos a esto la realidad de rimer orden  y sostenemos que las disparidades de opinión en este punto —al menos teóricamente— pueden ser siempre clarificadas objetivamente. Una ballena no es un pez, ya que entre otras cosas es un mamífero y tiene respiración pulmonar. Si un objeto es rojo o verde, se puede decidir espectroscópicamente mediante las longitudes de onda de la luz reflejadas por este objeto. Ciertamente no necesita explicaciones que todo esto es  posibl  posi blee sólo sólo entre personas para quienes quienes las emisi emisiones ones de voz «pez», «pez» , «ballena» «ballena»,, «r «rojo», ojo», «verde», y respectivamente su traducción simbólica mediante letras, tienen el mismo significado, es decir, entre personas que hablan el mismo idioma. No podemos ocuparnos aquí con más detalle de este presupuesto fundamental de toda comunicación. Pero al lado de las propiedades meramente físicas de los objetos de nuestra percepción se coloca luego otro aspecto de realidad, a saber, el sentido, el significado y el valor que atribuimos a estos objetos. Este universo de los significados atribuidos a las cosas, de su sentido y de su valor sería lo que denominamos la realidad de segundo orden. Y aquí, en este universo, no existen —como ya se ha aludido respecto al tema de las definiciones de relación— criterios objetivos. La realidad de segundo orden es más bien el resultado de  procesos de comunicaci comunicación ón muy complejos complejos (Watzl (Watzlawick awick 1976). Nacemos sumergi sumergidos en esta realidad y suponemos ingenuamente que ésta es la realidad real, hasta que tal vez la experiencia de otra cultura nos libra bruscamente de este supuesto demasiado cómodo. Entonces reconocemos con asombro —y la mayoría de las veces con menosprecio—  que en otros países existen otros modos de ver la realidad, y la conclusión habitual es: «Eso es absurdos, exactamente como las personas de aquellos países por su parte consideran absurda nuestra forma de ver la realidad. En la antigua Grecia la homosexualidad era considerada como una forma especialmente sublime del amor  humano; en la India puede ser tenido por santo quien en Occidente sería diagnosticado como catatónico. Sin embargo, la extravagancia, la locura, la mala intención ya no son,  por tanto, propiedades propiedades de la mónada, si sino no el resul resultado tado de realidades realidades incompati ncompatibl bles es de segundo orden y de la reducción inadmisible del conflicto a un individuo descuidando el contexto interpersonal. Con esto no se puede negar que trastornos psiquiátricos pueden 40

 

englobar en una crisis especial también la realidad de primer orden y conducir en ese caso a una deformación de la percepción. Sin embargo, mucho tiempo antes de que esto suceda, existen ya graves divergencias en la imagen del mundo, en la realidad de segundo orden y en el sistema de interacción en cuestión. Además, hay que pensar que las  perturbaciones  perturbaci ones de la realidad realidad de primer primer orden no existen existen en un vacío sino sino que irremisiblemente tienen también repercusiones interpersonales decisivas. Y ante todo no hay pasar por alto que precisamente aquellos síntomas que son considerados como muyque especialmente psicóticos, pueden ser producidos hipnóticamente sin dificultades especiales en personas clínicamente normales, capaces de contacto y maduras, así, p. ej., alucinaciones positivas o negativas, desdoblamientos de la personalidad, amnesias, trastornos de la orientación en el espacio y el tiempo y otras cosas más. Estos hechos conocidos desde hace tiempo son de importancia particular por cuanto que en la hipnosis se trata de una interacción entre dos personas. Otra objeción contra esta concepción del hombre es de naturaleza ética. ¿No lleva ésta a la relativización de toda moral, no abre las puertas de par en par a antiguos determinismos o fatalismos? ¿Qué queda entonces de mi responsabilidad, qué resta de mi libre albedrío? Este problema, sin embargo, no es nuevo y por tanto en modo alguno es la responsabilidad exclusiva de la imagen del hombre aquí trazada. Como muchos  pensadores antes que él él,, Max Pl P lanck (1969, p. 360) también también le dio una clara clara defi defini nici ción: ón: «Vista desde fuera, la voluntad es determinada causalmente; vista desde dentro, la voluntad es libre. Con la constatación de este estado de cosas se resuelve el problema del libre albedrío. Éste se produjo sólo por haber descuidado el establecer expresamente y atenerse al punto de vista de la observación.» Parece haberse cambiado poco en el contenido de esta concepción. Por el contrario, la comprensión profundizada de la interacción humana nos enseña que existe una diferencia fundamental en esto, si el observador se encuentra dentro o fuera del sistema a observar. Dentro de la relación le resulta imposible aprehender su totalidad, del mismo modo que tampoco podemos abarcar nuestro cuerpo en su totalidad porque el ojo mismo es parte del cuerpo a aprehender y no sólo no puede ver nuestra espalda, sino ni siquiera a sí mismo. «La vida es como un ojo que no se puede ver a sí mismo, como una espada que no se puede herir a sí misma», parece que ha dicho un maestro zen. Por consiguiente, dentro de la relación somos monádicamente responsables y lo seremos siempre. Desde fuera del marco de una relación, sin embargo, ésta se puede abarcar en su casi totalidad. Y el psicoterapeuta está fuera de la relación —o por lo menos debería estar fuera— para no perder la visión global y su capacidad de intervención. Ahora bien, ¿a qué imagen del hombre lleva todo esto? Para intentar responder a esta  pregunta,  preg unta, es necesari necesarioo ampli ampliar el marco de nuestra investi nvestiggación ación y esta ampli ampliaci ación ón nos lleva forzosamente al ámbito de la epistemología, a la teoría de la naturaleza y del origen de la ciencia. En otras palabras, ya no se trata de la cuestión clásica sobre la naturaleza del mundo que existe objetivamente, del que en cumplimiento del dogma científico de la objetividad absoluta debe ser desterrado todo lo subjetivo. A partir de Heisenberg sabemos que la división entre sujeto que observa y objeto observado es imposible y que 41

 

un universo totalmente objetivo y sin sujeto sería totalmente inobservable. La cuestión relativa a la esencia del hombre, la cuestión central de la psiquiatría, se complica suplementariamente porque aquí el hombre es tanto sujeto como objeto, observador y observado, descritor y descrito. Así, la psiquiatría cae de cabeza en el problema de la autorreflexividad (Watzlawick 1979) y aquí la pregunta ya no es «¿qué sabernos?», sino «¿cómo sabemos?», epistemología, por tanto. Cuando se aludió ciego yAallabastón, ya se planteó cuán tiempo fluctuantes las fronteras entre el hombre y el almundo. epistemología de nuestro y a lasoncibernética les corresponde el mérito de haber indagado ya hace tiempo esta complementariedad. El cibernético Heinz von Foerster (1974, p. 401-407) la esboza como sigue: «y así llegamos a la perogrullada de que la descripción del mundo presupone a alguien que lo describe (lo observa). Por tanto, lo que necesitamos es la descripción del “descritor” o, en otras  palabras,  pal abras, necesitamos necesitamos una teoría del observador. Sin embargo, embargo, dado que, de acuerdo con el estado actual de nuestra ciencia, son considerados observadores sólo seres vivos,  parece que esta tarea le toca al biól biólog ogo. o. Pero él mismo mismo es un ser vi vivo vo y esto signi signifi fica ca que su teoría debe englobarle no sólo a él mismo, sino también la circunstancia de que él formula la teoría.» Y en las conclusiones de su Calculus for Self-Reference  [«Cálculo de la autorreflexividad»] el biólogo y cibernético chileno Francisco Varela (1975, p. 5-24) escribe: «El punto de partida de este cálculo […] es la fijación de una indicación. Con este acto originario de la separación distinguimos, unas de otras, manifestaciones que entonces tomamos por el mundo mismo. Partiendo de esto nos empeñamos en el  primado  pri mado del rol del observador que el elabora abora sus di disti stinci nciones ones en una posici posición ón arbitraria. arbitraria. Estas distinciones que, por un lado, crean nuestro mundo, por otro, sin embargo, ponen de manifiesto precisamente esto: a saber, las distinciones que hacemos —y éstas se refieren tanto al punto de vista del observador como a la verdadera naturaleza del mundo que como consecuencia de la separación entre observador y observado sigue siendo siempre incomprensible. Percibiendo el mundo en su “ser así” determinado nos olvidamos de lo que tratamos de hacer para encontrarlo en este “ser así”; y cuando remontamos a los orígenes de cómo se llegó a esto, difícilmente encontramos más que la imagen refleja en el espejo de nosotros mismos en y como mundo. En oposición al supuesto muy extendido, el estudio minucioso de una observación descubre las  propiedades  propi edades del observador. observador. Los observadores nos di diferenci ferenciamos amos precisamente precisamente por la distinción de lo que al parecer no somos, a saber, por el mundo.» En estas frases que proceden de una área que no tiene nada que ver con la psiquiatría, se esboza una nueva imagen del hombre que al mismo tiempo es la imagen del mundo. En esta imagen el hombre y el mundo son fenómenos complementarios. El mundo ya no es objeto en el sentido original del término, es decir, algo que está frente a nosotros. Esta complementariedad de hombre y mundo desde un punto de vista intelectual es tan difícil de comprender como la complementariedad heisenberguiana de ondas y partículas. Esta imagen nos parece simplemente inadmisible debido a su naturaleza casi mística,  pues hasta ahora era reservado a los místicos místicos ex experi perimentar mentar di directamente rectamente la uni unidad dad de 42

 

sujeto y objeto en circunstancias especialmente excepcionales y querer describir entonces con el lenguaje inadecuado precisamente de aquel mundo que trascendían con la experiencia mística. Por supuesto —desde el Tractatus de Wittgenstein hasta el Calculus de Varela se alienta un espectro de posibilidades de expresión que luego se reproducen en el lenguaje y, por consiguiente, en la imagen del hombre que tiene la psiquiatría. Ciertamente a los poetas nunca les fue extraña la imagen. En uno de los  Four Quartets [«Cuatro cuartetos»] de T.S. Eliot encontramos esta sencilla descripción:  Nunca cesamos c esamos de busc buscar  ar  y, sin embargo, al final de toda nuestra búsqueda volveremos a estar en el punto de partida y aferraremos aquel lugar por primera vez.

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3 TRATAMIENTO DE UNA DEPRESIÓN, CORTO Y CENTRADO EN EL PROBLEMA (con la colaboración de JAMES C. COYNE)

¿Qué métodos específicos de tratamiento se pueden derivar de la orientación  sistémica?  sistémi ca? En el capítulo que sigue si gue intentar i ntentaremos emos dar respuesta a esta pregunta.  Nadie debe poner en duda que la imagen clínica de la depresión depresión es el resultado resultado de actores convergentes, entrecruzados e interdependientes, de las procedencias más dispares. Pero precisamente esta variedad parece ofrecer un abanico de diferentes osibilidades terapéuticas, ninguna de las cuales puede pretender una validez universal. El capítulo que ahora sigue informa sobre la aplicación práctica del modelo  sistémi  sistémico co en (el el marco mar co del del tratamiento depresión. depresión. A pesaren de las que sesiones el paciente identificado portador síntoma)deseuna resistió a participar de terapia familiar, la modificación de la dinámica familiar al influir activamente sobre la conducta de los restantes miembros de la familia introdujo una mejora esencial.

El grupo de investigadores del Mental Research Institut (MRI) de Palo Alto (Watzlawick, Weakland y Fisch 1974; Weakland, Fisch, Watzlawick y Bodin 1974, p. 141-168) desarrolló una técnica de terapia breve orientada específicamente hacia el  problema  probl ema ag agudo, udo, terapia terapia que contempla contempla las manifestaci manifestaciones ones clíni clínicas cas como aspectos de  procesos dentro del sistema sistema de relaciones relaciones interpersonales nterpersonales del enfermo. Desde este punto de vista se postula que las situaciones psíquicas críticas y sus síntomas se derivan de una asimilación errónea de reveses de la fortuna o de otras perturbaciones en el sistema relacional del paciente. La «sintomatología» aguda refleja tal vez un aumento de las dificultades iniciales para hacerse con el control de la situación con esfuerzos sin duda  bieni  bi enintenci ntencionados onados e inclu incluso so aparentemente razonables, razonables, pero en realidad realidad inadecuados tanto por parte del mismo paciente como por parte de su entorno. El trabajo terapéutico se concentra especialmente en los intentos de solución ya emprendidos —es decir, en lo que ya se hizo para afrontar las dificultades que presenta el  paciente—  paci ente— y no en las difi dificul cultades tades mismas mismas (Watzl (Watzlawi awick, ck, Weakland y Fisch Fisch 1974, p. 51ss). Se trata de medidas cuidadosamente sopesadas, que deben prevenir una conducta que únicamente conseguiría mantener vivos los problemas. Se plantean y se redefinen los  problemas  probl emas en un contexto contexto disti distinto, nto, y, por lo mismo, mismo, también también el objeti objetivo vo ini nici cial al y la  postura de las personas partici participantes, pantes, lo que puede llevar a un comportamiento comportamiento totalmente modificado. Lo primordial en este caso reside en mover a todos los  particip  parti cipantes antes hacia hacia nuevos modos de comportamiento, comportamiento, incluso ncluso dentro del hogar, hogar, por  44

 

medio de sugerencias directas o indirectas o a través de instrucciones paradójicas. El terapeuta coloca su punto de mira intencionadamente sólo en cambios de conducta  pequeños y perfectamente deli delimitados mitados pero con la intenci ntención ón de consegui conseguirr un cambio cambio de carácter general (Watzlawick 1977). Dos aspectos importantes del método de tratamiento basado en el campo de interacción son con frecuencia interpretados erróneamente. En primer lugar, este tipo de  procedimi  procedi miento ento pone de relieve reli eve continúa que núa terceras personas partici partir cipan pannoendebe el comportamiento comportami  probl  problemáti emático co que de este modo conti existi existiendo. endo. Al decir deci esto entenderseento que estas terceras personas obtienen de ello cualquier clase de beneficio personal, sino simplemente que modelos de interacción ya fijados tienen la tendencia a mantenerse a sí mismos como consecuencia de su función homeostática (es decir: mantienen en pie el sistema en su forma actual). Además, la experiencia clínica sugiere la conclusión de que en el caso de sistemas que funcionan defectuosamente (disfuncionales) el modelo de comportamiento vigente representa siempre un intento de solución fracasado. En segundo lugar, este método no exige de ningún modo que todas las personas que configuran el sistema tomen parte en las sesiones de terapia. Si se consigue alcanzar en un subsistema (por ejemplo, en un miembro de la familia) un cambio positivo, esto  podría generar cambios importantes importantes en todo el sistema. En el caso que nos ocupa aquí el  paciente  paci ente depresivo depresivo no tomó parte en ning ninguna una de las cinco cinco sesiones, sesiones, como ya hemos indicado. Pero aún tenemos que poner de relieve que este caso fue seleccionado porque la depresión del paciente identificado era una consecuencia de su estado corporal (ataque apoplético). La terapia familiar no se limita únicamente a problemas psíquicos, sino que tiene un campo de aplicaciones mucho más extenso así como también repercusiones sobre la evolución y el nivel de gravedad de una enfermedad originariamente sólo corporal. Para denominar este procedimiento o método Weakland (1977, p. 263-272) acuñó la expresión de «somática familiar».  Exposici ón del problema  Exposición Doce meses antes del inicio del tratamiento, el Sr. B., un antiguo ingeniero de 58 años, sufrió su segundo ataque apoplético. Después de someterse a una fisioterapia y a una terapia del lenguaje quedaron sólo unas pocas secuelas: una cierta falta de claridad al hablar y una cierta dificultad para usar la mano y el pie izquierdos. Pero no podía seguir  trabajando y, de este modo, comenzó a quedarse acostado en su cama hasta 14 horas diarias y a ver la televisión. Raramente salía de casa y ello sólo cuando su mujer le obligaba a dar un corto paseo alrededor de la manzana. Para la familia todo su comportamiento era un simple «vegetar». Sin embargo, alguna que otra vez volvía a ser  totalmente «el de antes» cosa que se observa con cierta frecuencia en este tipo de casos.

Así, por ejemplo, en su fiestasededirigió jubilación se levantó y pronunció un discursoy absolutamente correcto, después cordialmente a todos los que le felicitaban les dio la mano. En otra ocasión en que su mujer en lugar de sus pastillas tranquilizantes 45

 

tomó por error un somnífero bastante fuerte y él la encontró semiinconsciente en el suelo, tomó enseguida las medidas correctas; avisó telefónicamente a uno de sus tres hijos al tiempo que le aseguraba que su madre se encontraba bien dentro de las circunstancias. Sin embargo, después de estos breves episodios, recaía rápidamente en su apatía y dejadez. En compañía de su mujer y sus hijos acudió a la universidad de Stanford para una entrevista, quedepresión fue grabada en detenido vídeo. Ellaencuentro permitió observar claramente hastae qué punto su había posible recuperación del ataque apoplético incluso había anulado algunos logros de recuperación anteriores. Su mujer y sus hijos  particip  parti ciparon aron muy activamente activamente en la discusi discusión, ón, haci haciendo endo un buen pronósti pronóstico co o rel relatando atando que él se había encontrado mejor inmediatamente después del ataque que ahora, cosa que el paciente rechazó taxativamente. Cuando él quería decir algo, con frecuencia ellos acababan las frases por él y alguna que otra vez respondían en su lugar. Pero lo más frecuente y más llamativo eran sus esfuerzos conjuntos por animar al Sr. B. a que tomase fuerzas de flaqueza, confiase más en sí mismo y viese su estado con mayor  optimismo. Ante esto él reaccionaba regularmente con muestras aún mayores de abatimiento y hacía hincapié en lo poco que ellos comprendían la verdadera dimensión de su impedimento físico y de su abatimiento. Sus familiares le respondían de nuevo con un optimismo  y unos consejos todavía más fuertes y sin duda bienintencionados. La familia se encontraba visiblemente encerrada en un típico círculo vicioso, en un callejón de interacción sin salida: cuantas más «soluciones» ofrece uno que no hacen más que  perpetuar el problema, problema, tanto más reacci r eacciona ona el otro de un modo relativamente relativamente igual ual.. Para los observadores este modelo de conducta resultó claro de inmediato, pero no así para la familia misma. Ésta sólo advirtió que no tenía suerte en su pronóstico. Cuando se les hizo la propuesta de una terapia familiar, al Sr. B. le pareció que era algo útil,  pero él  personalmente  personal mente no quería partici participar par en el ellla. Con su aprobación aprobación se remi remititióó a la fami famillia a la sección de terapia breve del MRI.  Proceso de tratamiento  Proceso tratami ento A la primera sesión acudieron la Sra. B. y dos hijos. Ninguno de los tres hijos vivía ya en el hogar familiar, pero aún visitaban a sus padres con la frecuencia suficiente como  para poder tomar parte activa en los esfuerzos para la curaci curación ón de su padre. El terapeuta solicitó en primer lugar una descripción detallada de todo lo que la familia había emprendido para solucionar el problema. Inmediatamente después del ataque la Sra. B. se había esforzado por consolar a su marido y por atenderlo en la medida de sus  posibi  posi billidades. Cooperó en una terapi terapiaa del lenguaje lenguaje y en los tratamientos tratamientos fisi fisioterapéuti oterapéuticos cos hasta que él perdió interés en ambos. Cuando él rompía a llorar, ella intentaba levantarle el ánimo, pero con frecuencia se ponía a llorar ella también. Continuamente volvía a

asegurarle médicoel creía segura pronta total recuperación y que por lo tanto él volvería que a serelpronto hombre «queuna había sidoyantes». El informe dejaba ver también que la Sra. B. y sus hijos habían pasado de un extremo 46

 

a otro en su juicio sobre la recuperación de su padre. A veces estaban llenos de esperanza y le daban ánimos, pero cuando los progresos que él efectuaba no respondían a sus esperanzas, recurrían a medidas más estrictas para obtener algún resultado. Esto le irritaba y deprimía aún más y ellos perdían la esperanza. En aquellos momentos de resignación ellos apenas esperaban nada más de él y hacían por él cosas que él sin duda habría sido capaz de hacer por sí solo. Este ciclo de esperanza y desánimo ya se había repetido varias veces, en el que la resistencia y el malhumor del Sr. B. ante todo influjo exterior se fue acrecentando. Aunque el mismo Sr. B. reducía muchas de sus actividades, el influjo de la Sr. B. seguía siendo claro. Ella contó, por ejemplo, que había sido ella la que no había querido volver a salir a comer fuera porque sólo se sentía incómoda al ver que otras parejas se divertían y no tenían una carga como la suya. Además, ella había observado que muchas deficiencias de su marido se limitaban al marco de su interacción con ella. Ella misma y sus hijos hablaban de cambios sorprendentes en cuanto había visitas visitas en casa. Por otra parte, la familia era consciente de que sus modelos de conducta contribuían «de algún modo» a los problemas del Sr. B., pero ni aún así sabía qué hacer: todo esfuerzo para moverlo a realizar una actividad normal parecía que sólo empeoraba su estado. Al llegar a este punto, al terapeuta le pareció oportuno hacer referencia a lo que había quedado claro en la conversación grabada en vídeo. Aunque precisamente las mismas personas presentes se habían referido a ello, se extrañaron sin embargo al observar cuántas veces y con qué previsibilidad el Sr. B. había reaccionado negativamente al optimismo que ellos habían representado. A partir de aquí fue relativamente fácil obtener de ellos que, para ayudar al Sr. B. a superar estas dificultades sin duda reales, sustituyeran por otro este comportamiento de ayuda, condenado al fracaso. Se les pidió que se imaginasen alguna modificación concreta pero pequeña que quizá pudiese introducir un cambio en el comportamiento del Sr. B. Para el objetivo que se pretendía no tenía que tratarse necesariamente de una tarea doméstica, sino de algo que se repitiese diariamente y que él hubiese hecho con anterioridad. En ningún caso debían hacer ellos mismos esa pequeña tarea. La familia aceptó de buen grado este objetivo inmediato. Esas modificaciones mínimas en el comportamiento del Sr. B. deberían conducirlo de nuevo a una actividad razonable. Sin embargo, el objetivo del terapeuta era, ante todo, impedir los esfuerzos que ellos hacían por ayudarle. ayudarle. Entre esta y la siguiente entrevista sucedió el percance de los somníferos antes mencionado. De este modo se le presentó al terapeuta una magnífica oportunidad para subrayar el modo totalmente distinto en que el desvalimiento de la Sra. B. había repercutido sobre su marido y sobre su comportamiento, comparándolo con todos sus esfuerzos por convencerlo y darle ánimos. El terapeuta pudo mostrar a la Sra. B. que ella normalmente era la parte activa y que cuando el Sr. B. no hacía nada tenía que pasar a depender de ella. Sin duda, ella quería ayudarle y animarle, pero cuanto más trataba de hacerle ver que él no estaba en absoluto tan disminuido como creía, tanto más había

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obtenido el resultado contrario. En el caso del percance con los somníferos ella no era la  persona fuerte, que le daba ánimos a él —sin —sin embargo, entonces, había tenido final finalmente mente éxito—. En el transcurso de la discusión que siguió, la familia se esforzó seriamente por  imaginarse situaciones en las que no quería proceder como hasta entonces. La Sra. B. estaba dispuesta a preparar un buen desayuno a la mañana siguiente y luego a «adormecerse» de nuevo enella el debería salón antes llamar disculpas. a su marido. Cuando finalmente él apareciese para desayunar, pedirdemuchas Naturalmente, no debería en ningún caso revelar el acuerdo que se había tomado, pero podría confesar  tranquilamente que se encontraba agotada. Se estudiaron algunas otras situaciones para escenificar premeditadamente: ella debería «olvidar» recoger la mesa después de comer y también preparar el café de la sobremesa. Además debería poner sobre la mesa con cierta frecuencia asado de cerdo, cosa que su marido no apreciaba nada. Como explicación debería decir que tenía dificultades para discurrir cada día un menú distinto y que recientemente había caído en la cuenta de que en los últimos tiempos sólo habían comido comi do asado de cerdo en contadas ocasiones. ocasiones. En la tercera sesión la familia pudo hablar de algunos logros parciales, conseguidos gracias a estas recomendaciones. La verdad es que la Sra. B. no estaba segura de que aquello fuera ya una consecuencia directa de las medidas adoptadas, pero contó que su marido acudía a desayunar sin que ella lo llamase y que también había ayudado a ordenar la cocina, había preparado el café y había hecho propuestas para la cena. También le había dado espontáneamente un beso una vez que salía a dar un paseo, algo que no había sucedido desde hacía tiempo. El terapeuta resaltó de nuevo la importancia —y la dificultad— de no recaer en el viejo esquema y la dificultad también para el Sr. B. de olvidar cómo lo habían tratado hasta entonces. A medida en que el terapeuta insistía en que probablemente estaba exigiendo de ella un esfuerzo excesivo, ella insistía también por su parte cada vez más en que su voluntad era hacer todo lo que el terapeuta considerase correcto para ayudar a su marido. Sin duda, la Sra. B. fue comprendiendo poco a poco hasta qué punto ella le había quitado la responsabilidad a su marido: ella le exigía que saliese a pasear, que se abrigase  bien,  bi en, ella decidía a qué hora él tenía que acostarse por la noche, etc. El punto siguiente a modificar fue el acostarse. El Sr. B. se quejaba de dolores frecuentes y por esto quería retirarse temprano a su habitación. Cada vez se producía un fuerte intercambio de palabras por este motivo. A partir de ahora la Sra. B. no debería contradecirlo más, sino compadecerse de él y, dentro de lo posible, ayudarle a acostarse. Como es natural, la Sra. B. o sus hijos informaban a veces de una recaída en sus intentos de acuerdo con «el sentido común» para influir positivamente en el Sr. B. Llegados a este punto, el terapeuta aplicó una de las reglas básicas de la terapia de interacción: hablar a sus clientes en su «lenguaje» (Watzlawick 1977). Utilizó una formulación que incluso a simple vista ejerció notablemente más efecto, especialmente en la Sra. B., que todas las explicaciones y consejos dados hasta aquel momento. Partiendo de que ellos inicialmente sólo habían hablado y comprendido el lenguaje del ayudante se

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esforzó en hacerles comprender que el Sr. B. era un hombre orgulloso y obstinado y que  precisamente  preci samente estas personas se desaniman desaniman fácil fácilmente y se sienten sienten inúti nútilles cuando otros les quieren ayudar. Resumió sus explicaciones con la fórmula paradójica: «¡Ustedes tienen que animarle desanimándole!» La cuarta sesión comenzó con un informe sobre nuevos progresos. El Sr. B. colaboraba con mucha naturalidad en las tareas domésticas; había realizado tres paseos largos; elainteresado. Sra. B. describió su comportamiento en las con visitas familiares comounaalegre, locuaz Su marido volvía a relacionarse su de antigua empresa, gran firma industrial. Antes de su ataque apoplético había asesorado a la empresa en su  políti  pol ítica ca de racionali racionalizaci zación, ón, pero si sinn que existi existiese ese ni ning ngún ún acuerdo escrito escrito sobre los honorarios que le corresponderían. Aunque tenía pocas esperanzas de que todo pudiese arreglarse satisfactoriamente, le parecía que el caso merecía como mínimo ser aclarado yeso ya sería motivo de una cierta satisfacción. Sintió un verdadero placer en dictar una extensa carta de reclamación a la empresa. El terapeuta volvió a insistir en que no se debía tener una confianza excesiva en las energías del Sr. B. y también en que la Sra. B., paradójicamente, debía animar a su marido sobre todo con la duda razonable. Evidentemente ella podría agradecerle su ayuda creciente en el hogar, sin embargo sería mejor todavía que frenase sus esfuerzos con un «no lo hagas; sería demasiado para ti». La Sra. B. comenzó a hablar  espontáneamente sobre la obstinación como uno de los rasgos de carácter de toda la vida de su marido y dijo que él en general reaccionaba positivamente ante este tipo de  provocaciones.  provocaci ones. En la quinta y última sesión la Sra. B. contó que ellos, después de meses, habían acudido por primera vez a los servicios religiosos y, a continuación, habían ido en coche a cenar a un centro turístico bastante distante. El Sr. B. había puesto orden en su despacho y había comenzado a utilizar de nuevo sus instrumentos. Además, él había alquilado una embarcación con sus hijos y hablado de la venta de la pequeña embarcación que poseía actualmente. Una vez más el terapeuta puso de relieve lo trabajoso que resulta el evitar cuidadosamente viejos modos de comportamiento y lo importante que era por otra parte el desanimar cariñosamente como por casualidad y ugando. También elogió la lealtad de la familia en su complicidad con las «tareas. que había propuesto el terapeuta. En la entrevista de evaluación que tuvo lugar tres meses más tarde la Sra. B. expuso que durante un mes su marido se había encontrado muy bien, pero después le había dado un tercer ataque apoplético y que ahora sus médicos tenían muy pocas esperanzas en una recuperación básica. Pero durante aquel primer mes algunas veces se levantaba antes que ella, se vestía solo, salía a dar un paseo y conversaba con sus vecinos. Habían ido varias veces a comer fuera y él se había comprado una nueva embarcación junto con sus hijos.  Discusión  Discusi ón

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 No hace mucho titiempo empo una investig nvestigación ación prospectiva prospectiva demostró en qué buena medida medida la recuperación de personas depresivas depende de la influencia del entorno (Vaughn y otros 1970, p. 125-137). Sin embargo el modo tradicional de tratamiento ha prestado hasta ahora poca atención, si es que ha prestado alguna, a este punto. «Se mantuvo obstinadamente la opinión de que el apoyo y la información a disposición de las personas depresivas son incompatibles con su depresión y de que, por lo tanto, la aparición continuada de sus síntomas era un indicio de su imagen desfigurada del mundos (Coyne 1976 a, p. 186). En el caso presente se partió de otro punto de vista, es decir, de las interacciones. El  paciente  paci ente depresivo fue tratado únicamente a través del contacto y la col colaboraci aboración ón con c on su familia. Nosotros tampoco partimos del supuesto de que toda la familia fuese a cooperar  en la recuperación del paciente ni tampoco de que en su conjunto fuese a adoptar una  postura de rechazo ante ella. ella. Por el contrari contrario, o, partimos partimos del supuesto de que el modo especial de ayuda al que la familia se había habituado le dificultaba al paciente la reanudación de su actividad habitual y que por esto mismo todos ellos estaban decepcionados. Por lo tanto, mientras que por una parte intentábamos impedir estos métodos inadecuados, de la otra, al mismo tiempo poníamos el acento en el reconocimiento de las buenas intenciones de sus familiares próximos y en su utilización  práctica  prácti ca para un cambio. Aunque el paciente no tomó parte en el proceso, el caso ilustra las características típicas de la terapia breve orientada hacia el problema. En realidad, el terapeuta se limitó sólo a seleccionar los modos de comportamiento de su entorno favorables para el  paciente,  paci ente, que luego uego fueron asimi asimilad lados os por la famil familia e introduci ntroducidos dos en su estrategi estrategia de  presión  presi ón ya ini nici ciada. ada. En realidad realidad la metodolog metodología ía de la terapi terapiaa breve presupone esto como  probablee y por esta razón se limita  probabl mita a reestructurar los elementos elementos clave de la situaci situación ón  problemáti  probl emática, ca, de modo que se modifi modifique que el comportamiento comportamiento de las personas determinantes en todo el entramado. Queda aún por aclarar si la eficacia del  procedimi  procedi miento ento en el caso expuesto expuesto se ha de atribui atribuirr inmediatamente nmediatamente a las situaci situaciones ones nuevas que se le ofrecieron al paciente como resultado de los esfuerzos de su familia o al hecho de que el modo de proceder anterior de la familia fue abandonado, de modo que el  paciente  paci ente no tenía ya la necesidad necesidad de oponerse al mi mismo. smo. Es posible que desde una posición tradicional se lancen objeciones contra la propuesta de unirse con un grupo para modificar el comportamiento de un tercero. Nosotros no ignoramos esto, pero le oponemos el argumento de que la mayor parte de las formas de comportamiento clínicamente relevantes surgen en el contexto de relaciones importantes, de tal modo que los cambios en estas formas de conducta están directamente relacionados con modificaciones en las relaciones. Una terapia eficaz —y esto también según métodos tradicionales centrados en el individuo conlleva siempre cambios en el comportamiento de personas que no están presentes. Raramente hablamos de los aspectos éticos y la terapia convencional ha evitado siempre enfrentarse con este tema y ha formulado las responsabilidades con conceptos miopes que no toman en consideración el entorno (Coyne 1976b, p. 1015-1017) o «jugó y no jugó» (Laing 1970, p. S). La vía

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interaccional, por el contrario, parte del principio de que el paciente identificado y su entorno se interaccionan recíprocamente de un modo inevitable. De aquí que el terapeuta no puede hacer nada más que asumir su responsabilidad y decidir cómo se puede tratar  este hecho de la manera más humana, ética y eficaz posible.

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4 MÉTODOS HIPNOTERAPÉUTICOS EN LA TERAPIA FAMILIAR 

 Esta forma de terapia basada en pr prescripci escripciones ones activas de conducta se la debemos rincipalmente al conjunto de la obra de aquella otra personalidad cuyo influjo fue también decisivo para el desarrollo del modelo del MRI, el famoso hipnoterapeuta y  siquiatra  siqui atra Milton H. Erickson. Ya al final de los años tr treinta, einta, después de haber  observado estados de trance espontáneos en el curso de danzas rituales de los templos de Bali, Bateson se había dirigido a Erickson. En 1953 Bateson renovó sus contactos con Erickson, que posteriormente serían mantenidos especialmente por los colaboradores de Bateson, John Weakland y Jay Haley.  Erickson trabajaba ya entonces ampliamente con Esmedidas terapéuticas, recisamente con las ya citadas prescripciones de conducta. importante señalar en este contexto que él ya no daba estas prescripciones como sugestiones hipnóticas o osthipnóticas, sino simplemente como invitaciones a un comportamiento diferente al  recedente en la situación problemática correspondiente. Valiéndose de innumerables ejemplos demostró que de este modo se pueden obtener éxitos terapéuticos duraderos asombrosos, incluso en casos clínicamente muy graves.  No debería sorpr sorprender ender el hecho de que estas intervenciones intervenci ones activas tengan una estructura de lenguaje distinta a las de las escuelas terapéuticas clásicas, que se basan casi exclusivamente en la descripción, explicación y especialmente en interpretaciones. El capítulo 4 ofrece una visión de conjunto de algunas de estas ormas de lenguaje que se pueden trasladar de la hipnoterapia a la terapia general. El título de este capítulo podría dar la impresión de que se va a tratar de la hipnoterapia de familias enteras. Más bien lo que se quiere presentar aquí son unas reflexiones sobre el tema lenguaje y realidad en la terapia familiar; sobre todo en relación con los efectos, relativos al comportamiento, de ciertas formas de lenguaje que se vienen utilizando en la hipnosis desde hace mucho tiempo. No será necesario que insista especialmente en que estas reflexiones, en el mejor de los casos, sólo podrán dar una descripción de conjunto. De todos es bien conocido que la hipnosis es el enfant terrible  de las escuelas terapéuticas tradicionales. Por una parte, los éxitos a veces sorprendentes de intervenciones hipnóticas son innegables; por otra, estos mismos éxitos son de muy difícil inclusión, si es que lo son en absoluto, dentro de las teorías clásicas del cambio terapéutico. En el modelo psicodinámico, la hipnosis encarna precisamente el anatema

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del tratamiento meramente sintomático. El dilema más pequeño se da todavía en la aplicación retrospectiva, reveladora y conciencian te de la hipnosis; como cuando se pone al servicio de la revitalización de contenidos psíquicos reprimidos, por ejemplo, a través de la regresión temporal hasta volver a la fase vital correspondiente, y por tanto al servicio del insight.  Pero precisamente de esto no vamos a tratar aquí. De lo que aquí queremos tratar es más bien del hecho de que existen diferentes formas de lenguajee cuyo significadoque parasean la terapia descubriendo a poco. Por muy diferentes irreconciliables entre sívamos las escuelas y teoríaspoco terapéuticas clásicas, aún tienen como denominador común el uso del lenguaje como medio de descripción, de explicación y sobre todo de interpretación. Esta modalidad de lenguaje se denomina indicativa, a veces también denotativa o —en la terminología de la teoría de la asimetría del cerebro— del hemisferio izquierdo, y hasta muy avanzado nuestro siglo fue considerado como el lenguaje de la ciencia por antonomasia. Allí donde se emplea este lenguaje se alcanza, en el mejor de los casos, una comprensión cerebral, intelectual de un conjunto de relaciones hasta ahora no comprendido o de algo semejante. Ya sólo sobre la  base de estas reflexi reflexiones se comprende que esta forma de lengu lenguaje aje es poco apta para la comunicación de aquellos ámbitos de experiencia que por su naturaleza no permiten una descripción indicativa. Galin de (1974) una casi ocasión, de este contexto, comparóEllainvestigador experiencia del de cerebro un concierto pianoen(que no esdentro posible «describir») con el sentido de la frase: «La democracia exige una participación informada» (que sólo se puede transmitir indicativamente). Está perfectamente claro que en la terapia se trata con mucha mayor frecuencia de transmitir calidades vivenciales antes que conocimientos intelectuales. Un buen chiste  puede aportar considerablemente considerablemente más que una expli explicación cación exhausti exhaustiva, va, a pesar de que —o quizás justamente porque— el punto culminante de todo chiste entre otras cosas desbarata las reglas del lenguaje indicativo y de la lógica. El famoso hipnoterapeuta Milton H. Erickson era conocido por revestir muchas veces sus sugestiones con una forma «falsa» gramatical, sintáctica y semánticamente, por hacer conscientemente juegos de palabras que desde un punto de vista clásico pasarían por errores y que generaba confusión con maestría para sus objetivos terapéuticos. Por otra parte, desde hace siglos se conoce la fuerza de ciertas formas lingüísticas en las representaciones de misterios, en la tragedia y en el ritual, como transmisora de experiencias inmediatas de un tipo muy específico. Recordemos, por ejemplo, las últimas líneas del poema de Hölderlin «La mitad de la vida» (Hälfte des Lebens): Los muros se alzan mudos y fríos. En el viento chirrían las veletas.

O recordemos por un instante aquello que Leopardi hace resonar al principio de su  poema «La noche del día de fi fiesta» esta» (La notte del dì di festa),  cuya belleza pervive aún en la traducción: La noche es apacible y clara, no corre el viento

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y sobre los tejados y en el verde de los jardines descansa silenciosa la luna y en la lontananza asoman desnudas las montañas.

Y, ¡qué diferencia entre un análisis técnico y cerebral de unas intenciones suicidas y las  palabras  pal abras del poeta Mombert!: Un eterno canto de pájaros inunda las selvas vírgenes. Muere cinco veces y resucita: cantan sin cesar. Por eso el morir no vale la pena y no te conduce a aquello que tú buscas. Quiero atarme a la cima pensativa de un monte, entre astros argénteos. y si el cansancio me invadiera, aún así quiero estar en la cumbre.

Este lenguaje que transmite vivencias totalmente diversas, que ha conseguido resultados completamente diferentes, ha encontrado siempre su aplicación en la hipnosis. Pero ello no significa en modo alguno que se limite sólo a este campo. Queremos sostener aquí la opinión —a la que deberían sumarse los colegas expertos en hipnosis—  de que el conocimiento de la hipnoterapia, mucho más que cualquier otra disciplina en nuestra profesión, nos ofrece, en un sentido totalmente general, nuevas aplicaciones para la solución de problemas humanos, el trato con resistencias y la influencia sobre conductas. No es necesario insistir especialmente en que esto es válido también para la terapia familiar. Detengámonos al menos en alguna de estas aplicaciones: ¿Qué es una sugestión? Aunque las opiniones sobre este particular difieren mucho entre sí, se puede decir con seguridad que se trata de una comunicación por la que se modifica, aunque con frecuencia sólo transitoriamente, la forma en que uno se ha explicado hasta ahora su mundo. En el fondo toda sugestión dice: Compórtate como si   el caso fuese esto o aquello. Por consiguiente, ella es una prescripción de un comportamiento; con frecuencia, aunque no necesariamente, en una forma muy larvada. Así, por ejemplo, la sugestión: «Imagínese usted que hinca el diente en un rollizo y jugoso limón» provoca en muchas personas un flujo inmediato de saliva, es decir, una reacción fisiológica que de otro modo no se podría obtener por la fuerza de la voluntad. El elemento decisivo está en el carácter como si  de la situación. La persona en cuestión es, por decirlo así, estimulada a crear en su imaginación otra realidad y esta imaginación conduce a un resultado concreto. Esto puede parecer a primera vista algo corriente y poco interesante, y sin embargo aquí se abre una perspectiva de iniciativas importantes. En todo caso, esta  perspectiva  perspecti va no es nueva. Ya en el año 1911 1911 el fil filósofo Hans Vaihi aihinger nger presentó su «filosofía del como si» (Philosophie des Als Ob) en una obra de 800 páginas que ejerció una influencia duradera, entre otros, en Alfred Adler. Con innumerables ejemplos documenta en todosy especialmente los ámbitos prácticos de nuestra vidasiempre —el individual, el científico, elque humanístico el ideológico— actuamos sobre la base de supuestos «como si» no demostrados e indemostrables, sin que seamos conscientes

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necesariamente de ello. Aunque estos supuestos ciertamente no pueden presentar  ninguna pretensión de «verdad» o «realidad», son ficciones más o menos útiles que dan lugar a resultados concretos más o menos deseables, después que la ficción —en la terminología de Vaihinger «se cae fuera». ¿Qué consecuencias prácticas se pueden extraer de todo esto para la terapia? Como  primera  pri mera se «c «cae» ae» el supuesto ingenuo ngenuo de que una interpretaci nterpretación ón —en el caso de que tenga efecto tiene que ser en un cierto sentido Si objetivo que la teoría algún en que se apoya es considerada verdadera. se me«verdadera», permite unapuesto observación marginal, diría que esta ilusión de «verdad» marca inevitablemente como falsas a todas las demás teorías o hipótesis y de este modo lleva a debates «científicos» interminables y estériles. La ciencia moderna no busca la verdad, sino la efectividad. Por consiguiente, aquí como en cualquier otro lugar, no se trata de interpretaciones y explicaciones cuanto tales,  sino de supuestos imaginarios que tiendan puentes ficticios para resultados  prácticos.  prácti cos. Pero, ¿en qué circunstancias pueden lograrlo del mejor modo? Tengamos presentes una vez más las características básicas de toda sugestión: ésta es una invitación a imaginarse como si  el caso fuera algo que en la imagen del mundo que tiene el sujeto no «es» ficci caso. embargo, a su vez,por estaasí visión sólo está  por fielcciones onesSin«como si si», »,dado se que construye, decir, decidel r, mundo una nueva realidad realiformada dad —   presuponiendo,  presuponi endo, naturalmente, naturalmente, que la fi ficció cciónn es aceptable aceptable para el sujeto—. Esto sig signi nifi fica ca ni más ni menos que ésta no se debe contradecir demasiado frontalmente con la construcción de la realidad del sujeto. De esta evidencia emerge una de las reglas básicas de la propuesta de Erickson: Aprenda y utilice el lenguaje del paciente. Mientras que en las formas clásicas de tratamiento la primera fase por lo general consiste en enseñarles a los pacientes un nuevo «lenguaje», es decir, los conceptos de la escuela terapéutica respectiva, de manera que comiencen a verse a sí mismos, sus problemas y sus causas, su entorno, etc. de este modo nuevo, en la hipnoterapia sucede lo contrario: El hipnoterapeuta aprende tan rápido como puede el «lenguaje» de sus pacientes, es decir, la forma específica de su construcción de la realidad. Con la madre que mima e infantiliza a su hijo de 17 años se habla el lenguaje de la responsabilidad y el desprendimiento maternales; con el ingeniero o el experto en informática se utiliza el lenguaje cristalino de la lógica binaria (en lugar de querer ayudarle a comprender el mundo de sus sentimientos —cosa que ya lleva años intentando inútilmente su mujer—); con el joven iluminado de esoterismo se utiliza el lenguaje de la mística oriental. Entendámonos: El lenguaje utilizado es sólo la forma, la envoltura de la que se sirve el terapeuta para transmitir en ella la función «como si» correspondiente. Por otra parte, quien practica la hipnosis, aprende muy pronto a evitar las negaciones, es decir; frases que contienen palabras como no, nunca, en ninguna parte, imposible y muchas más. Según una muy convincente hipótesis paleolingüística, la negación sería una conquista relativamente tardía del lenguaje humano (digital). Por esto mismo con frecuencia no es captada en la situación regresiva del trance hipnótico. Los educadores saben también que los niños tienden más a olvidar la instrucción: «no olvides…» que la

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formulación positiva: «recuerda.» Trasladando esto a la terapia general se comprueba continuamente que manifestaciones negativas (y por tanto también críticas en el sentido más amplio) del terapeuta pueden tener efectos opuestos, generar resistencia innecesaria y de este modo dificultar el paso a la aceptación de la ficción del «como si» de la intervención terapéutica. Por consiguiente, en lugar de criticar como contraproducentes ciertos esfuerzos de solución por parte de los pacientes, se recomienda, p. ej., la observación incomparablemente másresolver efectiva:este «Parece que tal usted hecho realmente todos los esfuerzos imaginables para problema; vezha encontremos juntos algo adicional que pueda ayudar.» Muy estrechamente unida a esto está el uso de la resistencia  en la hipnoterapia. En lugar de explicarla, y así reforzarla, se la prescribe. Una resistencia prescrita, convertida en imposición, deja de ser una resistencia, puesto que a los sujetos afectados sólo se les ofrecen dos posibilidades: o bien continúan con su conducta de resistencia en cuestión,  pero ahora en el marco de la prescripci prescripción ón terapéutica terapéutica —l —loo cual, en e n ese momento, ya no es una resistencia, sino un cumplimiento—; o bien renuncian a la conducta en cuestión,  precisamente  preci samente para oponerse a la exig exigencia encia del terapeuta. Para expresarlo expresarlo con términos de la teoría de la comunicación, se trataría entonces de un doble vínculo terapéutico. creación  de más la  resistencia del cambio terapéutico deLa comunicación complejo  al aún.servicio Esencialmente en este caso seconstituye presenta aunla modelo familia aquella estrategia, que según las circunstancias concretas parece la más indicada, como una solución que podría conducir a la meta, pero que para el paciente con toda seguridad le debería resultar imposible. Cuanto más decididamente, más absolutamente y con mayor pesimismo presente el terapeuta esta propuesta, tanto más probablemente los miembros de la familia querrán rechazarla y demostrarle cuán erróneamente les juzga. El punto siguiente trata de la reestructuración  (reframing).  Para describirlo, aunque sólo fuese aproximadamente, sería necesaria toda una disertación. La reestructuración es la aplicación práctica más inmediata de una ficción «como si». La familia define el  problema  probl ema desde su punto de vista. vista. El terapeuta da a esa misma situaci situación ón otra expli explicación, cación, que se corresponde igualmente o incluso mejor con los hechos. Un ejemplo típico tantas veces citado es aquel pasaje de Tom Sawyer de Mark Twain, en el que Tom reinterpreta ante sus amigos como privilegio especial un castigo que le había sido impuesto (el pintar  una valla) y éstos (que en un primer momento se burlaban de él) acaban peleándose por  el derecho a participar en aquel privilegio, llegando incluso a pagar a Tom por ello. Los poemas citados al principio de este capítulo quizás pudieran dar la impresión de que sostenemos que el terapeuta debiera actuar poéticamente. Ciertamente, no era ésta nuestra intención. La narración de historias sin embargo es una antiquísima técnica de la influencia, del cambio. Las historias, especialmente las historias humorísticas y las de tipo sapiencial, no sólo son capaces de despertar interés, sino también identificación. Además, dado que las historias siempre tratan de otras personas, épocas y circunstancias, le queda siempre al oyente la discreción de qué parte de la historia él quiere aplicarse a sí mismo. Él se identifica, por así decir, a distancia, es decir, aparentemente sin ninguna clase de compromiso y con una postura mínima de resistencia. Hacia el final de su vida Erickson

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utilizó cada vez con mayor frecuencia historias —tanto extraídas de su propia vida como inventadas ad hoc— para crear una sugestión dentro de este «embalaje» interesante y nada comprometedor que en forma inmediata probablemente habría sido rechazada o desvalorizada. A quien desee profundizar en el terreno de estas historias terapéuticas arquetípicas podrían serie de utilidad libros como «El mercader y el papagayo» de Peseschkian o los de Idris Shah que no podemos enumerar aquí por ser demasiado numerosos. Todas las intervenciones citadas tienen en común que en ellas y a través de ellas el terapeuta interviene activamente, aunque en ocasiones —como en la narración de historias— de una forma muy mediata. Esto queda especialmente claro en el caso de las rescripciones   de conducta  directas.  Cuando, en el caso de una sugestión, se le comunica al receptor otra ficción «como si», la prescripción de conducta busca inducir al sujeto a que actúe como  si   viviese en una realidad diferente a la que él construyó; por  ejemplo, como si su problema ya estuviese resuelto. En este contexto no insistiremos nunca suficientemente en que aquí sólo se trata (o debería tratarse) de simples cambios de conducta. Su simplicidad a menudo banal explica la eficacia desconcertante —se diría casi mágica— de estas intervenciones. Es decir, se trata de una conducta que los sujetos habrían podido ya mucho que ellos aplicaron porque no tenía sentido ni cabidaadoptar en la realidad porantes, ellos pero construida. Por no la misma razón, tampoco los terapeutas toman en consideración su utilización. Sin embargo, tales soluciones bruscas, no planificadas, pueden producirse también espontáneamente en el curso de un tratamiento. La célebre voltereta de una paciente de Michael Balint es un ejemplo verdaderamente clásico de esto. Así describe el caso Balint (1970): Para aquella mujer  era muy importante mantener la cabeza siempre erguida y los pies sólidamente apoyados al suelo. A este respecto comenta ella que desde su más tierna infancia no había conseguido dar una voltereta, aunque lo había intentado numerosas veces y se quedaba totalmente desilusionada cada vez que no lo conseguía. Balint la interrumpió: «Bueno, ¿y ahora?», a lo que ella se levantó del sofá y ante su propia sorpresa realizó sin más una impecable voltereta sobre la alfombra. Esto se reveló como una verdadera ruptura. A la vista de esto, Balint consagra casi dos páginas de su libro a explicar que esta ruptura, sin embargo, se puede integrar en su teoría y que un acontecimiento de estas características puede darse «complementariamente a —por lo tanto, no en lugar de— lo que sucede en el análisis “clásico”». Lo que se aplica en prescripciones de conducta es otro aspecto del lenguaje terapéutico; a saber, aquellas comunicaciones para las que sólo existen las horribles denominaciones de «inyuntivo» y «performativo» y a veces también «deóntico». Sin  pretender con ello ello tratar en profundidad profundidad estas denominaci denominaciones, ones, quede dicho dicho que «inyuntivo» procede naturalmente de la palabra latina iniunctio (disposición, orden) y en este sentido es utilizada por George Spencer-Brown (1973) para aquella clase de comunicaciones que exigen por parte del receptor una determinada acción y que a través de su ejecución le transmiten una experiencia inmediata. La denominación «performativo» procede del filósofo del lenguaje, el inglés John Langshaw Austin (1962),

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quien introdujo la importante distinción entre actos del habla que constatan o explican algo (que él llama «constatativos») y aquellos por medio de los que se hace o se realiza algo. Así, por ejemplo, la frase de un presidente: «Se abre la sesión», no es una constatación, sino más bien un acto del habla (speech  act) a través del cual se crea una situaci situación ón perfectamente determi determinada, nada, concreta. Final Finalmente, mente, «deónti « deóntico» co» es el término que Ernst Mally (1926) acuñó para su lógica de la voluntad, un sistema lógico que trata de la estructura demanda. y de las consecuencias para las relaciones interpersonales de frases de Estos tres ámbitos de significación se entrecruzan aunque, si los examinamos más de cerca, parecen tomar rumbos diferentes, altamente interesantes. interesantes. En cualqui cualquier er caso, tienen tienen en común su eficacia pragmática, creadora de realidad, de la que la hipnosis ya se ha servido continuamente, pero que también es muy bien aplicable a sistemas relacionales humanos, como parejas y familias. Las intervenciones empleadas en el modelo de terapia breve del Mental Research Institute son también de este tipo. En ellas se llega a la inversión del principio clásico del como condición previa de modificaciones de conducta, de solución y de cambio. insight   como El primado se lo lleva aquí la acción bajo la forma de una ejecución de prescripción de conducta porlosparte de la  famili familia. aplicaciones más elegantes de este p.principio ciertamente   descritos por Selvini-Palazzoli (1977, 445-454)sony rituales  familiar ares esLas Van der Hart (1983), cuya realización lleva a la vivencia de una nueva «realidad». Por  consiguiente, el insight  es   es aquí una consecuencia de una conducta modificada, tal como lo entiende Heinz von Foerster (1981, p. 39-60) con su imperativo estético: Si   quieres conocer,  aprender  a actuar.

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5 TRATAMIENTOS BREVES DE TRASTORNOS ESQUIZOFRÉNICOS

 Más aún que la depresión, la esquizofr esqui zofrenia enia es considerada consi derada como un trastorno mental  en el que, en todo caso, sólo se puede influir mediante un tratamiento a largo plazo. Sin embargo, este punto de vista presupone que este cuadro clínico (como cualquier  otro) es objetivamente comprensible y que asimismo se pueden extraer de él  conclusiones objetivas para la terapia. De esta opinión procede también el rechazo de métodos terapéuticos que se contradicen con estos hechos aparentes y que, como consecuencia de ello, «tienen que» ser falsos. Pero este juicio sólo es posible en base a la convicción, nunca puesta en duda, de que la realidad sobre la que se asienta el  origen y la solución los punto problemas humanos existe se objetiva de los hombres. Segúndeeste de vista tampoco trata edeindependientemente uno de los muchos aradigmas posibles en el sentido de Thomas Kuhn, sino de la creencia firme de haber  comprendido finalmente los hechos verdaderos, «científicos».  El capítulo que sigue se ocupa de esta pr problemática. oblemática. No sólo pone en duda el  carácter definitivo de todo supuesto dogmático (y de la declaración de falsedad de cualquier punto de vista que se opone a él), sino que trata las posibilidades terapéuticas que se presentan cuando una premisa en sí misma (y no únicamente sus derivaciones y aplicaciones) es sometida a un examen crít crítico. ico.

Parece algo absurdo pronunciar en un mismo contexto esquizofrenia y terapia breve,  porque las esquizofrenias esquizofrenias por lo general son consideradas consideradas como trastornos graves, cuyo tratamiento es largo y cuyo pronóstico es inseguro. La presente exposición intenta demostrar que las dificultades del tratamiento de la esquizofrenia son, al menos en parte, la consecuencia de las opiniones que se tienen sobre la esquizofrenia y que en este sentido no tiene nada que ver de modo inmediato con la naturaleza del trastorno.  Mi  propuesta se basa en los trabajos de investig nvestigación del grupo grupo de Bateson en los años 50 y sobre los desarrollos posteriores de este modelo en el Mental Research Institute de Palo Alto en los años sucesivos. Además hay que observar que el concepto de terapia breve aquí utilizado está en relación con una forma  sui   generis generis  de tratamiento derivada de este modelo y, por lo tanto, se aparta de su significación general como una aplicación simplificada, superficial y relativa a las crisis, de una técnica tradicional de tratamiento (Watzlawick y otros 1974).  Introduction oduction   to El célebre cibernético Ashby (que era también psiquiatra) escribe en su  Intr Cybernetics,  publicada en el año 1956: «… Supongamos que estoy en casa de un amigo

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y, al pasar un coche por allí, su perro se precipita hacia una esquina de la habitación y se acurruca atemorizado. Para mí este comportamiento es infundado e inexplicable. Entonces dice mi amigo: “Hace seis meses fue atropellado por un coche”. Con esta referencia a un acontecimiento ocurrido seis meses antes se explica el comportamiento del perro. Cuando decimos que el perro muestra una “memoria” nos referimos en sentido amplio al mismo hecho, es decir, que su comportamiento no se explica por su estado momentáneo, sinomemoria por el adey seis antes. Si ,uno es cauto, decir queuna el  perro “tiene” “tiene” una memori luego uegmeses o podría pensar, pensar por no ejemplo, ejempl o, quepodría el perro tiene tiene cosa, del mismo modo que tiene quizás una mancha en su piel. Esto podría inducir a uno a buscar esa cosa; y en determinadas circunstancias uno descubre entonces que esa “cosa” posee ciertas características características muy especial especiales.» es.» Y Ashby continúa: «Evidentemente, la “memoria” no es algo objetivo, que un sistema  posee o no posee; es un concepto que el observador util utiliza para llenar el agujero agujero que  provoca la no observabil observabilidad del si sistema. stema. Cuanto menor sea el número de variables variables susceptibles de ser observadas, tanto más se verá obligado el observador a tener en cuenta el efecto de acontecimientos pasados en el comportamiento del sistema.» Y en la frase siguiente extrae la única conclusión lógica: «No existe la menor duda de que todo este complejo de cuestiones necesita una revisión radical» (Ashby 1963, p. 117). La simplicidad de esta conclusión es desconcertante. En realidad, por el contrario, los científicos tienen en común con todos los demás animales superiores la incapacidad o la falta de voluntad de revisar «radicalmente» sus premisas. Si esto no fuese así, entonces tampoco habría ninguna neurosis generada experimentalmente en un animal de laboratorio, cuya «imagen del mundo» se desmorona cuando el director del experimento invierte repentinamente la estructura de apetencia-aversión y castiga al animal por la reacción que hasta entonces era correcta; no habría tenido lugar el destino de un Galileo Galilei, ni tampoco probablemente se habría llegado a las interminables controversias sobre el éter, el flógiston, la herencia de características adquiridas y muchísimas más cosas, «hechos semejantes, que se encuentran situados entre los extremos que acabamos de mencionar. Además, hay que considerar que con ello no se trata únicamente de una incapacidad para la revisión crítica de los propios supuestos, sino de la exclusión francamente categórica de la posibilidad, de todos modos plausible, de que las propias  premisas  premi sas no sean precisamente precisamente ni más ni menos que premisas, premisas, es deci decirr, supuestos,  paradiggmas, en el sentido  paradi sentido de Kuhn (Kuhn 1973), y no verdades eternamente vál váliidas y descubiertas descubi ertas de una vez para siempre. Esta tendencia es posiblemente aún más acentuada en el caso de teorías psiquiátricas. La cuestión de qué ha de considerarse como normal y qué debe considerarse como anormal y cómo se ha de volver lo anormal a la normalidad se complica por el entusiasmo casi religioso de los autores y defensores de estas teorías. No se trata aquí de hechos relativamente impersonales —como, por ejemplo, en física, biología o economía  — si sino no de intereses tan in inmedi mediatamente atamente humanos y, por lo mismo, mismo, personales personales que a la tolerancia de los que piensan de modo distinto se le ponen unos límites muy estrechos.

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Tomemos como ejemplo el libro  Fr  Freud  eud   or   Jung?  del conocido psicoanalista Edward Glover (1956). Este autor llena 195 páginas para demostrar lo que se podría decir con una sola frase, es decir, que las ideas de Jung no coinciden con las de Freud 1. Esto no tendría sentido si el autor y sus lectores no viesen en las ideas de Freud el fundamento de la explicación definitiva y verdadera del comportamiento humano. Bajo estas condiciones, pero sólo bajo éstas, tiene entonces sentido declarar discrepantes y falsas otras concepciones (lo la mismo puede decirse del marxismo o de cualquier otraexplicación ideología que, únicamente sobre base de un poder político, fuese elevada al rango de científica y, por consiguiente, definitiva, correcta y siempre verdadera de las leyes sociales y económicas que determinan la existencia y las escalas de valores de los hombres). Si uno se mantiene aferrado a esta concepción, se sigu siguee necesariamente que, en el caso del fracaso de medidas que fueron tomadas siguiendo la teoría, el punto débil se buscará en las aplicaciones prácticas de la teoría, pero no en la teoría misma  —  —  puesto   puesto que ésta es sacrosanta—. Esto, por otra parte, significa que si las circunstancias lo exigen, la terapia tiene que salvar la teoría psiquiátrica en cuestión, pero no al paciente. Y, finalmente, esto significa que, en el marco de una teoría semejante, algunas medidas se corresponden con das las premisas, son aplicables, mientras que de otras, pordeel lacontrario, no  pueden ser asumi asumidas por su inconsistenci nconsi stenciaa desde el punto vi vista sta teoría. Un tratamiento puramente sintomático es, p. ej., incompatible con el modelo psicodinámico y «por ello» antiterapéutico. Puesto que nosotros, como terapeutas practicantes, no estamos formados también como filósofos de la ciencia, permanecemos ciegos ante el hecho de que la limitación ahora mencionada reside en la naturaleza de la teoría y no en la naturaleza del alma humana. En la hipnoterapia, en la terapia del comportamiento, en ciertas formas de la terapia familiar y en una serie de iniciativas de terapia breve se pone en práctica con éxito aquello que en el sistema conceptual psicodinámico es considerado y rechazado como tratamiento sintomático. Cuando en el año 1904 una comisión de 13 destacados sabios constató que un caballo semental (que desde entonces entró en la historia bajo el nombre de «el inteligente Hans», cf. Pfungst 1907) era capaz de las operaciones intelectuales más extraordinarias, se presentaron unas circunstancias análogas. En aquel curioso aborto del pensamiento científico se trataba de simples interacciones no verbales entre el caballo y el director del experimento. Sin embargo, estos procesos de comunicación eran desconocidos para el  pensamiento  pensami ento científi científico co de aquell aquella época y, por consig consigui uiente, ente, los observadores estaban obligados —totalmente en el sentido de Ashby— a refugiarse en una explicación absurda «para llenar el vacío que la no observabilidad del sistema produce» o, dicho más exactamente, que nacía de la ceguera del observador. Si un caballo resuelve problemas aritméticos y si se puede excluir un fraude, entonces este caballo es un genio —así o de un modo semejante deben haber contemplado la situación los miembros de la comisión de investigación—. Con esta conclusión (para ellos) ineludible (que, por cierto, tres meses más tarde fue reducida al absurdo por un candidato al doctorado en filosofía que estaba aún lo suficientemente libre de prejuicios como para mantener sus ojos abiertos) la

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comisión incurrió en el mismo error que Moliere 250 años antes había ridiculizado en una de sus comedias: un grupo de sabios doctores se pregunta por qué el opio adormece. Después de sesudas investigaciones concluyen finalmente que el efecto producido por el opio procede de un principio inmanente a él, el «principio dormitivo». Una simple  palabra  pal abra es reificada, reificada, es decir, decir, convertida convertida en una cosa (res) y, por citar de nuevo a Ashby, «esto podría incitar a uno a buscar la cosa y eventualmente uno descubre entonces que esta “cosa” posee ciertas de una manera  parece evidente que, si exi excaracterísticas iste un nombremuy para singulares». al alggo, la cosaOasísea, denominada también tambiingenua én tiene que existir. Que un nombre pueda revolotear totalmente por sí mismo en nuestro universo conceptual, como esos angelitos incorpóreos de las pinturas barrocas, es una idea poco menos que insoportable —y ello a pesar de que Alfred Korszybski, insistió una y otra vez en que el nombre no es la cosa nominada y el mapa no es el territorio (Korszybski 1933). ¿Qué tienen que ver estas reflexiones con el concepto de esquizofrenia? Cuando en el año 1911 Eugen Bleuler publicó su célebre monografía  Dementia   praecox praecox  oder   Gruppe der   Schizophrenien,   introdujo la expresión esquizofrenia porque la denominación entonces en uso, dementia  praecox,  le parecía que podía inducir a error 2. Como es sabido, el nuevo tuvo una rápida aceptación Asimismoconsistía lo que en se aceptó con él fuetérmino la reificación no cuestionada, segúninternacional. la cual este trastorno una división mental o en una forma de enfermedad semejante. Esto estaba perfectamente en consonancia con la concepción monádica entonces dominante en la psiquiatría. Pero no significa que, por ello, existiese (o al menos exista hoy) un acuerdo sobre la naturaleza de la cosa a la que hace referencia este término diagnóstico3. Puesto que, como se sabe  por ex experi periencia, encia, bastante poco se puede hacer para curar la supuesta di divi visi sión ón mental, mental, no debe sorprender en demasía que los defensores de la herencia o de la constitución, de las causas endocrinas o cardiovasculares, de los procesos biológicos, neuropatológicos o degenerativos o de un gran número de hipótesis psicológicas o de otro tipo continúen  peleándose.  pel eándose. Sin embargo, de vez en cuando se encuentra en la literatura especializada un caso como el siguiente (referido por Carlos Sluzki  ,,  otrora director del Mental Research Institute): Un hombre de 29 años, diagnosticado desde hacía seis años como esquizofrénico, acude en compañía de su madre y de dos hermanos a la primera entrevista. Sale a la luz, entre otras cosas, que su padre abandonó a su mujer y a sus hijos cuando el paciente tenía seis años de edad. El paciente, un hombre muy pasivo y tímido, estaba casado y tiene tres hijos. Desde hacía más de seis años, a causa de una relación extramatrimonial, su mujer lo echó de casa o él abandonó su familia. En todo caso, poco después empezó a tener ideas fijas y alucinaciones así como formas extrañas de comportamiento (p. ej. masturbación en público o defecación en su habitación). A partir de ese momento su vida consiste en una serie de hospitalizaciones, remisiones, altas y recaídas. En el transcurso de la entrevista se pone de manifiesto que sus familiares se partan de él cuando se encuentra en estado psicótico y en cambio lo oprimen con una atención infantilizante cuando no está trastornado, para volver a alejarse inmediatamente de él cuando se comporta de acuerdo con los síntomas. Al final de la entrevista el psiquiatra le explica: «Evidentemente es de suma importancia que usted y sus familiares hagan una clara distinción entre su padre infiel y que le abandonó, y usted mismo, puesto que usted se hace pasar por loco y, por tanto, no responsable de las acciones por las que podría parecerse a su padre. Por esta

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razón no trataremos de curarle, puesto que su comportamiento es necesario para usted y para sus familiares.»  No se fijó fijó ni ninguna nguna otra sesión de terapia famil familia iarr y se interrumpió la terapi terapiaa indi ndivi vidual dual del pacie paciente. nte. Pero se le dejó la libertad de pedir los psicofármacos diariamente «puesto que la necesidad de tomarlos es una prueba tan convincente de su locura como sus síntomas». Un mes después de esta entrevista, el paciente pidió su alta y actualmente lleva doce meses sin síntomas, lo que para él representa una duración de la remisión nunca alcanzada hasta entonces (Sluzki 1981, p. 278-279).

Estamos aquí ante el resultado de un tratamiento que no se puede explicar a partir de las vigentes teorías y terapias de la esquizofrenia, por muy diferentes y contradictorias que éstas sean. Por esta razón, la afirmación de haber conseguido, en una sola sesión familiar, una remisión a largo plazo de un paciente esquizofrénico, debería ser rechazada unánimemente. Este rechazo se fundamenta probablemente en una reflexión ex-postfacto: puesto que es por todos conocido que en el caso de la esquizofrenia estamos ante una enfermedad mental grave de génesis desconocida y de carácter refractario, este  paciente  paci ente no puede haber si sido do esquizofréni esquizofrénico co4, precisamente porque pudo ser influido  posititivamente  posi vamente en una intervención ntervención breve después de aquell aquellaa única sesión. sesión. La historia de la ciencia está plagada de estas acrobacias conceptuales. «Si los hechos no coinciden con la teoría, peor para los hechos», parece haber dicho Hegel. Con otras  palabras:  pal abras: si en un momento dado se acepta una teoría como «verdadera», «ver dadera», entonces los hechos que la contradicen tienen que carecer de importancia o bien ser falsos o —lo que todavía es más peligroso— tienen que desembocar en un refinamiento de la teoría, pero no en su revisión «radical». Sólo una «revolución científica» en el sentido de Kuhn (1973) hace posible una revisión semejante. Quisiera exponer aquí la tesis de que la controversia sobre la esencia y el tratamiento de los trastornos esquizofrénicos (y, en general, de todos los trastornos funcionales), es  precisamente  preci samente de este titipo. po. Se empl emplean ean cantidades cantidades ilimi mitadas tadas de tiempo tiempo e innumerables nnumerables libros y artículos para probar de una vez por todas que una determinada teoría es verdadera y por lo tanto todas las demás son falsas. Pero el objetivo de la investigación científica no es ni puede ser el descubrimiento de la verdad. Para la verdad eterna no hay ningún lugar en la ciencia —y menos en un terreno tan impenetrable como el de las vivencias y psíquicas humanas—. único criterio utilizable es el de la mayor  un remedio en comparación con El otro. eficacia dementales Todo esto tiene poco que ver, en apariencia, con la temática de esta exposición. Parece que aquí se trata más bien de una incursión de aficionado en el terreno de la epistemología en lugar de tratar de la descripción de una forma de tratamiento que  pudiese  pudi ese ser de util utilidad para lo loss facultati facultativos vos que se ven enfrentados con las manifestaciones estrafalarias de la esquizofrenia. Sin embargo, esta objeción toca precisamente el núcleo del problema. Éste exige indicaciones concretas de medidas prácticas y no se puede perder ningún tiempo en la revisión de las premisas en las que se basan las medidas. En este sentido, la objeción tiene algún parecido con la anécdota del juez que pregunta al acusado: «¿Ha dejado usted finalmente de maltratar a su almujer? ¡Responda “sí” explicarle o “no”!» y que que, ni además, amenaza con acusarle de desacato tribunal si intenta «sí» ni «no» corresponden a la realidad, porque él nunca ha maltratado a su mujer.

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Con otras palabras: si se acepta que una de las teorías existentes sobre la esquizofrenia explica este trastorno, entonces no hay ninguna razón para seguir buscando y los resultados insatisfactorios del tratamiento son entonces claramente debidos a métodos de tratamiento deficientes. Pero, si se acepta que todas estas teorías son conceptos «que el observador utiliza para llenar el vacío que produce la no observabilidad del sistema» o, lo que es aún más probable, si hechos observables son considerados carentes de importancia críticamente.e incompatibles con la teoría, entonces la teoría misma tiene que ser revisada Un caso como el descrito por Sluzki o bien se elimina directamente por ser  incompatible con la teoría o bien puede ser considerado como ejemplo de un tratamiento eficaz, que se hace posible, si hechos experimentales no son censurados a priori sobre la  base de su relevancia relevancia o irrelevanci rrelevanciaa teóricas. teóricas. Este úl últitimo mo proceder es esencial esencialmente mente una  postura antropológi antropológica y no psi psiqui quiátri átrica. ca. En comparación comparación con la formación formación del psiqui psiquiatra, atra, la del antropólogo es casi diametralmente distinta. El psiquiatra ha aprendido a acercarse a la problemática de sus pacientes con ayuda de sus conocimientos de psicopatología. Él trata de aclarar las causas del trastorno. El antropólogo procede inversamente: Para estudiar una cultura que le es extraña, se esfuerza por mantener su pensamiento tan libre como le sea de ideas supuestos preconcebidos y de comprender cultura en cuestión en posible su ser así y no ycon conceptos que documentan su carácterla diferencial respecto a los que le son familiares. Procura comprender lo más objetivamente posible y aquí y ahora los efectos de aquellos modelos culturales específicos de conducta en lugar  de investigar sus causas en el pasado. Este procedimiento fue introducido en la psiquiatría por el antropólogo Gregory Bateson y su grupo de investigadores en el año 1956 dentro de su ya clásico ensayo «Hacia una teoría de la esquizofrenia» (Bateson y otros 1969, p. 11-43). En él, como es sabido, se define el concepto del doble vínculo. En resumen, este trabajo se puede considerar verdaderamente como una revisión «radical» en el sentido de Ashby. Nos saldríamos del marco de esta disertación si quisiéramos analizar más de cerca esta teoría; nos limitaremos a enumerar sus principales conclusiones: 1. A pesar de su título, el artículo no contiene tanto una teoría de la esquizofrenia cuanto una nueva comprensión del surgimiento de los problemas humanos. Trabajos  posteriores  posteri ores descubrieron descubrieron dobles dobles vínculos vínculos no sólo sólo en los otros grandes cuadros clíni clínicos cos (Sluzki & Veron 1971, p. 397-410; Sluzki & Ransom 1976; Watzlawick 1969, p. 44-53), sino que probaron también la aplicabilidad terapéutica de los modelos de comunicación (Berger 1978; Watzlawick y otros 1974). 2. Estos modelos son verificables en la situación actual, es decir aquí y ahora, sin necesidad del recurso al pasado. Se trata de procesos interpersonales de acción-reacción en sistemas de relaciones humanas. Con ello no se pretende negar la importancia del  pasado como orig origen de estas peculiari peculiaridades dades del sistema; pero en cambio cambio sí se di discute scute el supuesto tradicional de que el conocimiento de las causas sea la condición previa para que se produzcan los efectos. 3. La forma circular de estos procesos (en los cuales la reacción ejerce su efecto

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retroactivo sobre su propio agente impulsor y lo modifica —un fenómeno «imposible» dentro de la concepción clásica causal-lineal)— tiene sus propias características suprapersonales, en cuanto sistémicas. Estas últimas no se pueden reducir a una cualquiera de las miríadas de causas que contribuyeron a la formación del sistema en su ser así. En el sentido del concepto clásico de Gestalt  estos   estos sistemas son más y de índole diferente que la suma de sus partes. 4. Ladentro pregunta porsistema qué el de llamado paciente identificado se la comporta uno udeotro modo de un relaciones humanas (es decir, cuestióndecentral la concepción tradicional, reduccionista y lineal) es sustituida por la pregunta «¿qué es el asunto aquí y ahora?». 5. Preguntar qué en lugar de  por  qué es un modo de ver cibernético. Ashby en sus trabajos sobre el fenómeno del cambio y sobre las transformaciones que entran en juego en los cambios del sistema enuncia la diferencia esencial entre los dos interrogantes: Téngase  en  cuenta  que  la  transformación  no   se  define  haciendo referencia a lo que el   caso  es  «realmente»,   ni   a  una  causa  física física   del   cambio,  sino sino   más bien  por  por   el   hecho  de que  se se  da  un  grupo  de operandos  y  respecto  a  esto  se  establece qué cambio experimenta  cada uno de ellos.  La La transformación tiene que ver   con  lo  que  se produce,  También produce, en no la conbiología  porqué  se produce  se  produce  el  porqué  (Ashby 1963, p. 11).decreciente de la búsqueda moderna se refleja la importancia de las causas. En este campo se ha comprobado que el agente impulsor decisivo, que  puede poner en marcha un desarroll desarrollo completamente completamente nuevo y complejo, complejo, en alg algunas circunstancias es un acontecimiento puramente casual, totalmente indeterminado. Sin embargo, los procesos puestos en funcionamiento por este acontecimiento son, entonces, extremadamente complejos y poseen su propia regularidad. Así, p. ej., el famoso biólogo francés Jacques Monod (1971) habló del azar y de la necesidad como los dos grandes  princi  pri ncipi pios os interdependientes nterdependientes de la evoluci evolución. ón. En los úl últitimos mos 25 años se multi multipl plicaron icaron los estudios interdisciplinares, profundos, de investigación de la llamada autopoiesis, es decir  «de aquella categoría, que cada día va precisando más sus contornos, de paradigmas que tratan de cuestiones de la autoorganización y de los fenómenos espontáneos en el interior  de sistemas físicos, biológicos y sociales» (Zeleny 1981, p. 15). Esta línea de investigación, que hoy todavía no ha alcanzado en modo alguno un denominador común, sobre la estabilidad, procesos de desarrollo y trastornos sistémicos está unida a los nombres de investigadores como Francisco Varela, Humberto Maturana, Ricardo Uribe, Ilya Prigogine, Henri Atlan, Gordon Pask y muchos otros. Cuando investigamos las circunstancias inmediatas de la aparición de una crisis  psicóti  psi cótica ca y resisti resistimos mos la tentación de llenar los vacíos en nuestra comprensión comprensión de la crisi crisiss recurriendo a los «principios dormitivos» de una teoría existente, entonces conseguimos encontrar analogías con los postulados de los investigadores que acabamos de citar. Esto se refiere sobre todo al efecto verdaderamente catalítico de acontecimientos casuales sobre el nacimiento de crisis aparentemente monolíticas y autónomas. Aquí se encuentra el punto de partida para intervenciones de terapia breve y no sólo con esquizofrénicos, sino además en general en casos de trastornos considerados

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funcionales. Éste consiste en un análisis cuidadoso de las circunstancias prácticas, concretas, que coinciden temporalmente con el inicio  de la crisis o que la preceden inmediatamente. De esta exploración se puede suponer con seguridad que dicho análisis conducirá a un suceso o a una serie de incidentes concatenados, que, o bien se  presentaban por pri primera mera vez o, lo que es más probable, probable, representan la repetició repeticiónn de una  problemáti  probl emática ca muy específica específica en cuya soluci solución ón el sistema relacio relacional nal humano en cuestión cuestión ya Ilustraremos con el ejemplo lo que sepuede, quiereendecir  confracasó una talrepetidas cadena deveces. circunstancias y cómo un siguiente simple suceso imprevisto este caso, hacer aún más intrincada la situación. Una mujer joven, que se encuentra bajo psicoterapia intensiva, tiene la sospecha de que su terapeuta ha encomendado a un colega suyo que la siga. Resulta que este colega ha de ser un psiquiatra que ocasionalmente sustituye a su terapeuta los fines de semana. Por esta razón ella conoce su nombre (Dr. F.), pero no le ha visto nunca. En una sesión de terapia ella, furiosa, se queja de que éste la haya vuelto a seguir recientemente durante un  paseo por el parque parque.. El terapeuta llee propone llllegar egar al fondo de ssuu sospecha, s ospecha, pidie pidiendo ndo ccita ita pa para ra una cconsulta onsulta con el Dr. F. y entonces podrá comprobar si el Dr. F. es realmente aquel hombre. La paciente acepta la propuesta, pero  para ahorrar dinero decide sentarse si s impl mplemente emente en llaa sala de espera del Dr Dr.. F. y obs observarl ervarloo en el momento en que despide a un paciente e invita al siguiente a entrar en su despacho. Pero resulta que el Dr. F. para el día y hora en cuestión ha anotado a una paciente nueva que él todavía no conoce personalmente y que se retrasa un poco. Cuando abre la puerta que da a la sala de espera y ve allí a la oven sentada, naturalmente cree que se trata de la nueva como si fuese ladecosa más natural del mundo: «Ah!, es usted; por favor, espere un momento .» Lapaciente pacientey sedice, va inmediatamente la consulta. Por una parte, a ella le resulta ahora claro que el Dr. F. no es el hombre que vio en el parque, pero, por otra, la observación del Dr. F. «demuestra» que él ya la conocía y la estaba esperando. La sospecha de una fatal complicidad entre los dos terapeutas es ahora decididamente más fuerte y se complica aún más por los esfuerzos de ambos médicos por convencerla de lo fortuito del incidente.

El ejemplo siguiente es esencialmente muy semejante al anterior, con la diferencia de que en este caso un intento de solución emprendido con la mejor intención sustituye al incidente casual. Una señora mayor se encuentra bajo tratamiento a causa de las constantes dificultades que tiene con su hija y su yerno, con los que convive. Ella tiene la persistente sospecha (y también pruebas plausibles y otras discutibles) de que ambos, por razones inexplicables, la importunan y espían. Sobre todo sospecha que su yerno ha instalado recientemente micrófonos ocultos en la parte de la casa (muy grande) que ella habita. Ahora se siente invisiblemente vigilada, aun manteniendo cerradas puertas y ventanas. Si protesta y quiere saber lo que pasa, sólo obtiene respuestas evasivas. En lugar de ver en este caso los síntomas, bien conocidos para el facultativo, de un trastorno involutivo, el  psiquiatra  psiqui atra se decide por una entrevi entrevista sta con el jove jovenn matri matrimoni monio. o. Ambos, sin que ffuesen uesen interrogados interrogados sobre el ello lo,, comienzan en seguida a hablar de su preocupación por el estado de salud de la vieja señora. Sobre todo temían la  posibillida  posibi idadd de que se cayera y se pudiera romper una ccadera adera o una pierna pierna y de que a lo mejor permanecie permaneciese se caída durante horas en su parte de la casa, sin nadie que acudiese en su ayuda, hasta que el accidente fuese finalmente detectado. Por esa razón el marido, que es ingeniero electrónico, tomó la decisión de instalar micrófonos en las habitaciones de la señora. Para no intranquilizarla «innecesariamente», decidieron ambos no decirle nada de todo aquello.

Este ejemplo no es otra cosa que la versión moderna de aquellos numerosos casos, conocidos por todo facultativo, del origen de ideas «obsesivas» de envenenamiento en  pacientes  paci entes de ambul ambulatori atorio, o, que se niegan niegan a tomar sus medicamentos medicamentos y, luego luego,, su famil familia  preocupada se los sumini suministra stra mezclados mezclados con su comida; comida; la mentira mentira supuestamente

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«compasiva» con la que se convence al paciente identificado a dar un paseo en automóvil y después aterriza en la clínica psiquiátrica; no digamos ya nada de lo que ahora sabemos sobre el famoso caso Schreber y de las fuertes, nada alucinadas medidas coercitivas, adoptadas por su padre (Niederland 1974; Schatzman 1974). En todos estos casos la atribución de patología a una persona en el interior de un sistema relacional humano sólo se puede efectuar si simultáneamente se atribuyen «principios dormitivos» a este concreto. A loindividuo que acabamos de decir se podría objetar que se trata de situaciones anómalas, que ya existían antes de la aparición del acontecimiento desencadenante, puesto que en las circunstancias «normales» ninguna familia tendría dificultad alguna para controlar un incidente de este tipo. Pero con el mismo tipo de lógica se podría argumentar igualmente que la crisis nunca habría existido sin el desencadenante. Además, esto significa que el objetivo de la intervención terapéutica tiene que ser precisamente este acontecimiento y sus efectos prácticos, inmediatos, si es que se pretende restablecer el funcionamiento adecuado de esa familia. La meta de una terapia consciente de su responsabilidad y realista no puede ser la utopía de una vida sin problemas, sino el dominio suficiente de los problemas constantes de la vida: con esto nos referimos a la capacidad de arreglárselas sencilla y llanamente con crisis los altibajos de la vida. La experiencia práctica con estas nos enseña que, la mayoría de las veces y desde hace tiempo, existía de antemano una situación difícil que no requirió ninguna ayuda exterior hasta que un acontecimiento desencadenante, del tipo descrito anteriormente, introdujo una complicación. Después, todos los agentes participantes intentan resolver de una manera típica las consecuencias prácticas, inmediatas de este acontecimiento, de un modo que complica aún más el problema. Estos intentos de solución exacerban aún más el acontecimiento causal inicial y sus consecuencias prácticas hasta convertirlo con frecuencia en un caos de fantásticas dimensiones. Desde esta  perspectiva  perspecti va la diferencia diferencia entre trastornos agudos y crónicos es relativa: relativa: llos os casos crónicos crónicos se caracterizan esencialmente porque en ellos los intentos de solución generadores de  problemas  probl emas son utili utilizados durante un período de tiempo mayor que en los agudos. La consideración de estos puntos de vista permite al terapeuta intervenir eficaz y rápidamente. Un ejemplo de lo dicho es la siguiente descripción de un caso, ya publicado en otro lugar y en un contexto diferente: Una madre de 50 años pedía consejo sobre cómo debía comportarse con su hijo de 25, esquizofrénico crónico y que parecía hallarse ante una nueva recaída. Desde los 15 años había frecuentado clínicas y se encontraba de manera casi ininterrumpida bajo tratamiento psicoterapéutico intensivo. Se le pidió a la madre que lo llevase consigo a la segunda sesión. A pesar de que su lenguaje estaba lleno de expresiones crípticas, de juegos de  palabras  pal abras metafóri metafóricos cos y otras formas de expresión esquizofréni esquizofrénicas, cas, después de un interrogatorio interrogatorio insistente ssobre obre aquel problema, dio su opinión en forma comprensible: él vivía solo en una habitación miserable y era sostenido económicamente por sus padres. Por lo que se refería a estas aportaciones económicas, nunca podía estar seguro ni de la cantidad ni de la fecha en que las recibiría de ellos. La madre expuso este problema, por su parte, explicando que tanto ella como su marido no consideraban aconsejable proporcionarle con regularidad una determinada a su hijo porque estaban preferible persuadidos de que éste malgastaría el dinero inmediatamente y luego exigiría más.suma Por consiguiente, les pareció darle a intervalos de tiempo irregulares sumas pequeñas de dinero, sin hacerle saber previamente la cantidad en cuestión. Daba la impresión de que, la mayoría de las veces, el importe dependía del grado de comportamiento psicótico del hijo, pero que, a la inversa, precisamente esta

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imprevisibilidad de las decisiones de sus padres contribuía a fomentar el comportamiento psicótico del hijo. El terapeuta intervino contra esa falsa solución, que mantenía vivo el problema, insinuando al hijo que utilizara intencionalmente su conducta psicótica en provecho propio. El terapeuta le explicó (como ya se ha dicho, en  presencia de su s u madre) que la rígida negati negativa va de sus padres a darle más dinero, dinero, indudabl ndudablemente emente tenía que hacerle sentir más inseguro y que, por lo tanto, él tenía el derecho a defenderse contra esto con la amenaza de causarles a sus padres gastos aún mucho mayores con una nueva estancia en una clínica. Le aconsejó al hijo que se comportase de una forma que en lo esencial reproducía la conducta extravagante que ya venía practicando, sin referirse, naturalmente, a esta semejanza ni tan siquiera con una palabra. El hijo rechazó la propuesta de modo  brusc  brusco. Eno.la encuesta posterior, unos meses más tarde, se pudo observar que a partir de aquella entrevista la madre se había sentido mucho menos intimidada por la conducta de su hijo y que había comenzado a pasarle con regularidad una suma de dinero mayor, dejándole bien claro que con aquel dinero él podía hacer lo que se le antojase, siempre que no se hiciese ilusiones de recibir ninguna otra ayuda. Ella expuso, además, que el hijo había conseguido ahorrar la cantidad suficiente de aquel dinero como para comprarse un automóvil usado, lo cual le hacía de nuevo considerablemente más independiente de su madre, que hasta entonces había tenido que llevarlo a todas partes en su coche (Watzlawick y otros 1980, p. 417-418).

Está claro que aquí no se trata de la «curación» de una esquizofrenia. Pero entonces, ¿en qué consiste —así hay que preguntarlo— una curación? El resultado del tratamiento aquí obtenido es la modificación práctica y esencial de una situación que sin la intervención terapéutica probablemente habría desembocado en un nuevo ingreso en un centro tratamiento todas sus consecuencias materiales, y sociales. A muchosdeterapeutas no con les parece suficiente una mejora pequeña,psicológicas concreta, limitada y con mucha probabilidad no definitiva de una situación bloqueada. Sin embargo, quien se  propone metas más grandiosas randiosas la mayor parte de las veces obti obtiene ene resultados resultados menos grandiosos o, como lo expresaba en una ocasión el antropólogo Robert Ardrey (1970, p. 3) «mientras pretendemos lo inalcanzable, impedimos la realización de lo posible». Algo semejante dice Karl Popper (1979) en el campo de la filosofía: «Nada parece ser menos deseado que una solución fácil para un viejo problema filosófico.» La eficacia del método aquí expuesto no fue investigado a gran escala en el Mental Research Institute, sino de modo totalmente independiente por un grupo de facultativos e investigadores que habían llegado a conclusiones semejantes. Estos trabajos fueron iniciados el año 1964 en la sección de terapia familiar del Hospital Psiquiátrico de Colorado de Denver bajo la dirección del psiquiatra Donald Langsley (1968, p. 145-158). El objetivo básico que se perseguía era evitar la hospitalización rutinaria de pacientes  psicóti  psi cóticos cos agudos. agudos. Se intentó consegui conseguirl rloo por medio medio del estudio y de la modifi modificación cación de las circunstancias que parecían ser responsables de la aparición de la crisis. Esta exploración se efectuaba en la primera entrevista, a la que se convocaba a todos los miembros de la familia que eran asequibles y ésta, según las circunstancias , duraba varias horas. La asignación de los pacientes al grupo de Langsley se hacía sobre la base de un método aleatorio. Todos los demás pacientes eran admitidos rutinariamente y eran tratados en la clínica. Las citas que siguen están tomadas de publicaciones del grupo de Denver: «Damos por supuesto que la solicitud de hospitalización de un miembro de una familia es el fruto de una cadena de acontecimientos. Un suceso crítico como, p. ej., una muerte o incluso la entrada de un niño en la edad adulta, un cambio de trabajo o la simple acumulación de problemas “normales” de la vida, exige una nueva adaptación. La

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mayor parte de las familias consiguen superar estas situaciones de estrés sin trastornos serios. Sin embargo, cuando uno de sus miembros es especialmente lábil o cuando la familia se ha acostumbrado a solucionar sus problemas por el recurso a las clínicas  psiqui  psi quiátri átricas, cas, pueden surgi surgir de este modo las condici condiciones ones previas previas para la aparici aparición ón de trastornos psiquiátricos» (Langsley y otros 1968, p. 146). En 1968 el grupo de Denver publicó los resultados del tratamiento de los primeros 75 casos, que le habían sido remitidosen sin selección así de como la comparación de estos resultados con los obtenidos el trabajo conprevia, un grupo control también de 75  pacientes  paci entes que habían si sido do admiti admitidos dos ruti rutinari nariamente amente para el tratamiento tratamiento en la misma misma clínica: «De los 75 casos de terapia familiar no fue hospitalizado ningún paciente identificado en el curso del tratamiento de emergencia. En lugar de hospitalizar al  paciente,  paci ente, estas famili familias as eran tratadas ambulatori ambulatoriamente, amente, con una media media de 4,2 sesi sesiones. ones. Se efectuaron 1,6 visitas a domicilio , se llevaron a cabo 4,5 conversaciones telefónicas y se produjeron 1,3 contactos con otros centros asistenciales. Los 75 pacientes del grupo de control fueron hospitalizados y permanecieron un total de 1959 días en la clínica, lo que representa una estancia media de 26,1 días por paciente. En otras palabras: Sobre la  base del estado patológi patológico co que se presentaba y del método de tratamiento tratamiento util utiliizado ni uno solo los pacientes del grupodel experimental se convirtió en enfermo mental hospitalizado y sí elde100% de los pacientes grupo de control» (Langsley & Kaplan 1968, p. 161). El experimento demuestra además que no se trata de que el grupo de Denver retrasase sine die o aplazase el internamiento clínico, sino que la cuota de recaídas del grupo experimental se situaba sensiblemente por debajo de la del grupo de control: «… 13  pacientes  paci entes (es decir, decir, 17%) del grupo de control tuvieron que ser internados de nuevo en la clínica en el plazo de un mes después de su alta médica. Durante los cinco meses siguientes fueron internados otros tres. Después de seis meses habían sido hospitalizados de nuevo el 21% del total inicial de pacientes. »De los 75 pacientes de la sección de terapia familiar sólo 5 tuvieron que ser  hospitalizados en el primer mes; esto significa el 7% frente al 17% del grupo de control. Después dedecisiva seis meses sidogrupos. hospitalizado 14%. Según esto no parece una diferencia entrehabía los dos Podría elproducirse la impresión de queexistir nosotros retrasábamos, pero no impedíamos, la hospitalización. Sin embargo, aunque sólo la hubiésemos retrasado, la cuota de hospitalización que siguió a nuestro tratamiento tendría que ser mucho más alta que la del grupo de control. De hecho, sin embargo, es más  baja» (Langsl (Langsley ey & Kaplan 1968, p. 162). El procedimiento aquí descrito conduce necesariamente a ciertos cambios fundamentales en la praxis clínica que mencionamos brevemente resumidos y sin  pretensión  pretensi ón de ser exhausti exhaustivos. vos. 1. Si es cierto que —como este informe ha tratado de mostrar— el primer contacto con un nuevo paciente es decisivo, entonces éste debería ser realizado por un terapeuta de la máxima experiencia. Sin embargo, en la práctica clínica tradicional casi siempre sucede justamente lo contrario: la entrevista de admisión es considerada una formalidad de segundo orden, que se confía a los colaboradores más jóvenes y menos

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experimentados. Este procedimiento no tiene en cuenta el enorme potencial terapéutico del primer contacto clínico para todo el curso sucesivo del tratamiento y no digamos nada de las consecuencias personales, familiares, sociales y económicas que se derivan del hecho de que uno sea declarado oficialmente enfermo mental. Como ha demostrado, p. ej., Rosenhan (1981, p. 111-137), la etiqueta diagnóstica que se cuelga a cada nuevo caso construye su propia realidad, la cual se autoconfirma y se hace cada vez más «real» asetravés de las interacciones que ella misma provoca. vezlodeclarado es esquizofrénico para siempre, pues todo el mundoUna «sabe» que esto esquizofrénico, significa. 2. Cuando no es posible prescindir totalmente de calificaciones diagnósticas, al menos deberían ser utilizadas como adjetivos y no como substantivos. Es mucho menos heurístico representarse la esquizofrenia como una cosa  que pensar en la suma de las formas de comportamiento correspondientes en base a conceptos como «parecer  esquizofrénico» o «comportarse de modo esquizofrénico». Por más bizantina que  parezca esta di disti stinci nción, ón, el pensar en sustantivos sustantivos conduce irremisi rremisibl blemente emente a reificaci reificaciones ones que son tomadas por hechos con demasiada facilidad. 3. Si es cierto que la oportunidad de una intervención rápida y decisiva se pierde irrecuperablemente en el marco de la aplicación rutinaria de un procedimiento estandari estandarizado zado deen internamiento, nternami ento, entonces, consecuentemente, se sig sigue ue que elyterapeuta se debería centrar la actualidad inmediata. Entonces, son consecuencias no causas aquello de lo que se trata. Cualquier tentativa de indagar el origen ya muy lejano de las causas en la vida del paciente identificado, tiene poco o ningún valor práctico. Una anamnesis detallada sólo tiene sentido en el pensamiento de causalidad lineal de los métodos de tratamiento orientados hacia lo intrapsíquico, pero no en la posición interaccional, orientada hacia el sistema. Incluso se podría llegar a suponer que el único efecto de una anamnesis precisa consiste en trasladar al terapeuta casi al mismo estado de abandono y desesperación en que se encuentra su paciente y dificultarle, de este modo, aprovechar los datos decisivos que se presentan en el aquí y ahora y sus  posibi  posi billidades terapéuticas . preguntaseque se debedeformular yaaquel no esmodo?), el tradicional ¿Por qué? decir, qué4. elLapaciente comporta este o de sino ¿para qué? (es Dicho de ¿por  otro modo: ¿Qué función específica tiene la llamada conducta patológica del paciente en el correspondiente sistema de interacción? Con ello estaría implícito que es posible que cualquier conducta parezca extraña y patológica en el aislamiento artificioso de la concepción monádica intrapsíquica y, en cambio, en la perspectiva sistémica podría resultar como la mejor adaptación posible, o incluso la única posible, a un contexto  patológ  patol ógiico. La comprensión de esta función función lleva lleva por tanto a la comprensión de la misma situación patógena. 5. Una vez lograda esta comprensión, la tarea evidente de la terapia consiste en aportar, desde el exterior, al correspondiente sistema humano de relación aquellos modos de conducta nuevos que ese sistema no es capaz de generar por sí mismo. Como ya hemos expuesto detalladamente en otro lugar (Watzlawick 1977; Watzlawick y otros, 1974) estas intervenciones son activas, es decir, no se basan en los métodos clásicos de

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la explicación, la confrontación y la interpretación, sino en prescripciones de conducta directas, dobles vínculos terapéuticos y connotaciones positivas del síntoma. 6. El objetivo de estas intervenciones son cambios concretos, prácticos, pragmáticos y no conceptos poco claros, por ser difícilmente definibles, como autoestima, solidez del yo, catarsis emocional, concienciación o la descodificación de la interpretación simbólica  profunda de formas de comportamiento comportamiento y de verbali verbalizaciones psicóti psicóticos. cos. Confieso Confieso que esto significa alejamiento radical dogma establecido, el cual el conocimiento de causa es launcondición previa del del cambio terapéutico. Ensegún esta perspectiva es válido el axioma que el cibernético Heinz von Foerster postuló: «Si quieres conocer, aprende a actuar» (Foerster 1981, p. 60).

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6 COMUNICACIÓN COMUNI CACIÓN IMAGINARIA

 En los capítulos primero y segundo ya tratamos del hecho experimentado de que la esencia de toda relación es más y de índole distinta que la simple suma de sus componentes, y que, por tanto, tiene un carácter de «Gestalt».  Pero hasta ahora nos referimos únicamente a miembros humanos de una relación. o obstante, las interpretaciones y «Gestalten» resultantes de la índole mencionada  son también posibles sobre sobre una base puramente imagi imaginaria naria —y no sólo en la forma de antasías delirantes de relación, clínicamente bien conocidas—. La comunicación imaginaria con un «partner» que no existe «en realidad» puede tener también el   signi  significado ficadoconcretos de un que «experimento heurístico que posibilite posibi litecientífico. «insights» «insi ghts» y resultados sean útiles mental» tanto en un sentido filosófico como

En este capítulo del libro querría aducir algunos ejemplos de contextos de comunicación que son del todo imaginarios, pero que a pesar de ello —o acaso  precisamente  preci samente por el ello lo— — nos llevan a contradicci contradicciones ones prácticas prácticas sumamente extrañas extrañas e insolubles. Al hacerlo así, pretendo para mí el mismo derecho de que disfruta el matemático, cuya tarea consiste, como dijeron Nagel y Newman (1958), en «deducir  teoremas a partir de postulados dados, sin que el matemático tenga que preocuparse por  demostrar que los axiomas de que parte son verdaderos». Este género de experimentación mental, en el que primero se establecen unos  postul  postulados, es decir, decir, unos datosnoimagin mag arios, s, y luego ueg o seal los analiza analiza extraer extraer sus últimasados, consecuencias lógicas, se inario circunscribe sólo ámbito de hasta las matemáticas. Condillac, por ejemplo, lo utilizó para deducir su psicología de la asociación. Comenzó  por imagi maginarse una estatua, que luego uego iba adquiri adquiriendo endo rasgos rasgos progresi progresivamente vamente más humanos a medida que este autor la iba dotando, con absoluto rigor lógico, de facultades sensitivas y perceptivas cada vez más complejas. Un ejemplo clásico particularmente célebre de utilización de un modelo imaginario es el «demonio» de Maxwell. Se trata aquí de una minúscula criatura a quien compete la tarea de abrir y cerrar la válvula de comunicación entre dos recipientes llenos del mismo gas. Es sabido que las moléculas de un gas se mueven desordenadamente y con diversas velocidades en el espacio. El demonio abre o respectivamente cierra la válvula, de modo que sólo deja pasar del recipiente  B  al  A  las moléculas de más alta velocidad (mayor  energía), mientras que, en la dirección contraria, sólo pasan de  A a  B las moléculas lentas (es decir, con velocidad más baja). La conclusión necesaria es que de este modo aumenta

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la temperatura en el recipiente  A, aunque al principio el gas tenía la misma temperatura en los dos recipientes. Y esto está en crasa contradicción con la segunda ley de la termodinámica. Aunque no se trataba «más que» de un juego intelectual, este demonio  proyectó durante mucho titiempo empo su sombra perturbadora en la físi física ca teórica, teórica, bajo el nombre de «paradoja de Maxwell». Sólo se descubrió la solución cuando Léon Brillouin  —apoyándose en un artícul artículoo de Szil Szilard— demostró que la observación observación de las moléculas moléculas  por el demonio demoni o supone un aumento exactamente de información nformación dentro del sitemperatura stema y quequeeste aumento de información corresponde al aumento de sistema el demonio había, al parecer, generado. Mientras que a nosotros, profanos en la materia,  puede antojársenos sumamente absurda a bsurda y acientífi acientífica ca la idea de una tal criatura, lo cierto cierto es que proporcionó a los físicos importantes descubrimientos en el campo de la interdependencia entre la energía y la información.  Paradoja de Newcomb

El año 1960, el doctor William Newcomb, físico teórico del Laboratorio de radiación de la Universidad de California, en Livermore, topó con una nueva paradoja. A través de varios intermediarios, el problema llegó a conocimiento del profesor de filosofía Robert ozick, de la Universidad de Harvard, quien en 1970 habló de ella en un artículo filosófico, publicado, junto con otros ensayos, en un volumen en homenaje a Carl G. Hempel (Nozick 1970, p. 114-146). En 1973, el matemático Martin Gardner hizo una recensión de este artículo en Scientific  American American  (Gardner 1973) y desató tal oleada de cartas de los lectores que, de acuerdo con Nozick, publicó un segundo artículo (Gardner  1974, p. 102-108) sobre este mismo problema y sobre las soluciones propuestas en la correspondencia recibida. La significación básica de esta paradoja para la temática que aquí nos ocupa reside en el hecho de que se apoya en un intercambio de comunicación con un ser imaginario, con un ser dotado de la facultad de predecir, con casi un cien por cien de seguridad, las decisiones humanas. Nozick define esta facultad (y se ruega al lector que preste el máximo interés a esta definición, porque de su correcta comprensión depende que pueda entenderse lo que sigue), con las siguientes palabras: «Usted sabe que este ser ha  predicho  predi cho muchas veces correctamente las deci decisi siones ones que usted ha tomado en el pasado (y que, a cuanto usted sabe, nunca ha hecho  falsas  predicciones sobre sus decisiones). Usted sabe, además, que este ser ha predicho también muchas veces con acierto las decisiones de otras personas […] en la situación que ahora vamos a describir.» Destaquemos de forma expresa que las predicciones son casi totalmente seguras, pero sólo casi. Pues bien: el ser le muestra a usted dos cajas cerradas y le explica que, bajo cualquier  circunstancia, en la caja número 1 hay mil dólares y que en la caja número 2 o bien hay un millón o bien no hay nada.que Usted dos oposibilidades  puede abrir abrirdelasdólares,   dos  cajas y ganar el dinero haytiene en ellas, puede abrir de sóloelección: la caja número 2 y es suyo el dinero que contiene. El ser le sigue explicando que ha tomado las

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siguientes medidas: por si usted elige la primera alternativa y abre las dos cajas, el ser  (que ha previsto naturalmente esta elección) ha dejado la segunda caja vacía y, por tanto, usted gana sólo los mil dólares de la primera caja. Pero si se decide usted por abrir sólo la caja 2, el ser (basándose también en su previsión de esta decisión), ha puesto en ella el millón. Así pues, los acontecimientos toman el siguiente rumbo: el ser ha comenzado por  hacer sus propias y no comunicadas predicciones sobre las decisiones que usted puede luegono tomar;o bien   — pone y a tenor lo que lehacomunica previsto— o bienlaspone el millónY,enenlafin, segunda caja, nada;dey luego a usted condiciones. ahora le toca decidir a usted. En las líneas que siguen damos por supuesto que usted ha comprendido perfectamente la situación y las condiciones en que se desenvuelve; que el ser sabe que usted las comprende; que usted sabe que él lo sabe, etc., etc. Lo inesperado de esta situación imaginaria es que tiene dos soluciones igualmente lógicas y totalmente opuestas entre sí. y la consecuencia de esta contradicción es que —  como Nozick descubrió muy pronto y confirmó la avalancha de cartas dirigidas a Gardner— es muy probable que usted mismo se incline de inmediato por una de las dos decisiones, considerándola como la «correcta» y «evidente. y que, con su mejor  voluntad, no acierte a comprender cómo es posible que haya quien se incline en serio,

aunque encontrarse sea un solorazones instante,igualmente a favor la otra. A para pesarlas lo decisi cual, ones. lo cierto es que  pueden ual mentede convincentes lasdedos decisiones. El primer argumento dice: las predicciones del ser son casi totalmente seguras. Si,  pues, usted opta por abrir abrir las dos cajas, titiene ene que contar con una elevadísi elevadísima ma  probabillidad de que el ser ha previsto  probabi previsto exactamente esta decisión decisión y ha dejado vacía la caja número 2. En este caso gana usted los mil dólares que, bajo cualquier circunstancia, contiene la caja número 1. Pero si usted prefiere abrir sólo la segunda caja, también es sumamente probable que el ser haya previsto esta decisión y, respetando las reglas del uego que él mismo ha establecido, haya puesto en ella el millón. De donde se sigue con lógica al parecer irrebatible que usted sólo debe abrir la segunda caja. ¿Dónde está, pues, el supuesto problema? problema en quealternativa. también tiene unayaférrea que desemboca en la El elección de laestá segunda Como se ha lógica dicho, el proceso ser comienza por hacer sus  propias  propi as prediccio predicciones nes y toma sus decisi decisiones después  y como consecuencia de las  prediccion  predi cciones es hechas. Y esto si siggnifi nifica ca que en el instante temporal en que usted toma su decisión, el millón o  ya ya está o  ya ya no está en la  segunda segunda caja. Ergo, si el millón está ya en esta caja y usted se decide por abrir las dos, gana usted 1 001 000 dólares. Si la caja 2 está vacía y abre las dos, gana por lo menos los 1000 dólares de la caja 1. En los dos casos tiene usted, por consiguiente, 1000 dólares más de lo que ganaría si se decide por  abrir sólo la caja número 2. De ningún modo, replica de inmediato el partidario del primer argumento: precisamente en razón de estas reflexiones —que el ser ha previsto acertadamente— la caja segunda está vacía. Ése es vuestro error, replica exaltado el defensor de la segunda alternativa: el ser ha hecho ya sus predicciones, ha actuado de acuerdo con ellas y el millón está ya (o no está)

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en la segunda caja. Así pues, independientemente de lo que elijáis, el dinero está ya (o no está), hace una hora, un día o una semana antes de vuestra decisión. Y vuestra decisión no va a lograr que el dinero se materialice en la caja 2, caso que no estuviera en ella de antemano, ni que se volatilice en el aire si es que ya estaba. Los partidarios de la primera alternativa cometéis el error de suponer que actúa aquí una especie de causalidad de efectos retroactivos, de suponer, por así decirlo, que el millón puede surgir de la nada o desaparecer en uno el vacío. dineroinsensato está ya ahí o nosólo está,  de caja. que toméis vuestra decisión. Y en y otroPero casoelresulta abrir la antes segunda Si contiene el millón, ¿por qué habríais de renunciar a una ganancia adicional de mil dólares? Pero, sobre todo, si la caja número 2 está vacía, ¿por qué no habríais de embolsar al menos los mil dólares de la caja número 1?  Nozick  Nozi ck invita nvita a sus lectores a someter a prueba esta paradoja en el círculo círculo de sus amigos, conocidos o estudiantes y predice que las opiniones se dividirán aproximadamente en dos partes iguales a favor de cada uno de estos dos argumentos. Además, la mayoría de los partidarios de un argumento estarán convencidos de que los  partidari  parti darios os del otro si simpl mplemente emente no saben discurri discurrirr con lógi ógica. Pero Nozick Nozick previene previene «que no es suficiente conformarse con saber ya lo que hay que hacer. Y tampoco es suficiente limitarse repetir una y que otra se vez, con alta y paciente voz, ad  uno  absurdum de los dos argumentos». Pide, acon toda razón, intente reducir lógicamente   el argumento del contrario. Sólo que esto, por ahora, no lo ha conseguido nadie. Es posible —aunque, a cuanto sé, nadie lo ha propuesto hasta ahora— que este dilema se apoye en la confusión de las dos significaciones radicalmente diferentes de la  proposició  proposi ciónn condicional condicional lóg lógiica (al (a l parecer tan in inequívoca equívoca y clara) clara)  si-e  si-entonces. ntonces. En la frase «Si  Pedro es padre de Juan, entonces Juan es hijo de Pedro», el  si-entonces  expresa una relación atemporal, independiente del tiempo, entre estas dos personas. Pero en la frase «si  toco este botón, entonces  suena el timbre», se trata de una pura relación causal de causa y efecto; ahora bien, todas las relaciones causales incluyen un factor temporal, aunque sea tan mínimo como los microsegundos que invierte la corriente eléctrica para fluir botón al timbre. Es,desde pues,elperfectamente posible que el primer argumento (abrir sólo la caja número 2) se apoye en la significación lógica atemporal de la verdad contenida en el concepto  sientonces: «Si  me decido por abrir sólo la segunda caja, entonces contiene el millón» Los defensores del segundo argumento (decidirse por abrir las dos) parecen apoyarse, por el contrario, en la significación causal, temporal del  si-entonces:   «Si  el ser ha hecho ya su  predicción  predi cción,, entonces  el millón está ya (o no está) en la caja segunda y, tanto en uno como en otro caso, mis ganancias aumentan en mil dólares al abrir las dos cajas.» Este segundo argumento razona a partir de un proceso temporal: predicción —colocación (o no colocación) del dinero en la segunda caja mi decisión. Yo tomo mi decisión después de la predicción y colocación (o no colocación) del dinero en la segunda caja, de modo que mi   decisión no puede ejercer ningún influjo retroactivo sobre lo que ha sucedido antes. Es totalmente evidente que esta solución de la paradoja de Newcomb requiere un

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cuidadoso análisis desde los principios mismos que, por desgracia, desborda los límites de mi personal competencia, pero que podrían ofrecer a un estudiante de filosofía materia adecuada para una interesante disertación disertación1. Llegados a este punto, los hilos que se han venido trenzando a lo largo de este libro,  pero que han ido quedando sueltos, sueltos, comienzan comienzan a juntarse y anudarse para perfilar perfilar la textura de un tejido de formas perceptibles. Hemos visto que el problema de la posible existencia de un orden en el fondo de la realidad, de un ordencapital. que seaSeademás accesible nuestro conocimiento, tiene para nosotros una importancia han perfilado tresa  posibl  posi bles es respuestas: 1. El mundo no tiene ningún orden. Pero en tal caso la realidad sería lo mismo que confusión y la vida equivaldría a una pesadilla de esquizofrénicos. 2. La realidad sólo tiene el orden en la medida en que nosotros mismos ponemos orden en el curso de las cosas (las puntuamos) para suavizar o amortiguar nuestro estado de desinformación existencial, pero sin advertir que somos nosotros quienes atribuimos este orden al mundo; al contrario, vivimos nuestras propias atribuciones como algo que «está ahí fuera» y a lo que llamamos realidad. 3. Existe efectivamente un orden independiente de nosotros. Se trata de un orden creado por un ser superior, delurgente que nosotros dependemos sin que él dependa de nosotros. En tal caso, nuestra tarea más sería ponernos en comunicación  con este ser. Afortunadamente, la mayoría de nosotros ha conseguido ignorar la primera de estas tres posibilidades. Para los que fracasan aquí, se considera competente la psiquiatría. Pero nadie puede evitar tener que decidirse definitivamente (sin que importe ahora el grado de conciencia) por la segunda o la tercera alternativa. Ésta es, a mi parecer, la consecuencia a que nos empuja la paradoja de Newcomb, con rigor implacable: Puede admitirse que la realidad (y a una con ello también el curso de la vida) esté fijada ya de una vez por siempre e inevitablemente, y en este caso debe elegirse, por supuesto, sólo la segunda caja. Pero quien se apunta a la segunda alternativa, es decir, quien admite que es capaz de adoptar decisiones libres e independientes, que sus decisiones no están determinadas de antemano y, sobre todo, que no existe ninguna «causalidad con efectos retroactivos» (en virtud de la cual los acontecimientos del futuro podrían repercutir en el  presente e incluso incluso en el pasado) este tal optará naturalmente naturalmente por abrir las dos cajas. Como ya Gardner (1973) advierte, este problema vuelve a resucitar la antiquísima controversia entre determinismo y libre arbitrio. Comprobamos ahora que este inocente experimento intelectual, estas reflexiones y disquisiciones al parecer tan absurdas y tan alejadas de la realidad, sobre lo que sucedería si hubiera un ser dotado de una presciencia casi perfecta, nos reconduce a uno de los más antiguos e insolubles problemas de la filosofía. En resumidas cuentas, se trata simplemente de lo siguiente: cuando me encuentro ante la diaria necesidad de tomar una decisión —fuera cual fuere— ¿cómo tomo esta decisión? Si creo realmente que mi decisión, como cualquiera otro suceso, está ya determinada por todas las causas que la preceden, entonces la idea del libre albedrío (y, a

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una con ella, de la libre decisión) es absurda. Es totalmente indiferente cuál sea mi elección, porque sea lo que fuere lo que elijo, es la única elección que puedo tomar. No existen alternativas, y aun cuando crea que las hay, esta creencia es sólo consecuencia de alguna causa del pasado. Todo lo que me acontece y todo lo que yo mismo hago está ya  predeterminado  predetermi nado por lo que, según según como prefiera (perdón, según según como determinen determinen las inamovibles causas de mi pasado), acostumbro llamar causalidad 2, esencia, ser, experimentador metafísico, destino, Pero si creo, por el contrario, queetc. mi voluntad es libre, entonces vivo en una realidad totalmente distinta. Soy dueño de mis destinos; mi realidad está formada por lo que yo mismo hago aquí y ahora. Sólo hay un contratiempo: que las dos concepciones son, por igual, insostenibles. adie, por muy «en voz alta y paciente» que defienda una u otra alternativa, puede vivir  conforme a ella. Si todo está estrictamente predeterminado, ¿qué sentido tiene esforzarse, o asumir riesgos? ¿Cómo puede hacérseme responsable de mis acciones? ¿Por qué tomar sobre mí deberes éticos o morales? El resultado es el fatalismo. Ahora  bien,  bi en, aun prescindiendo prescindiendo de su absurdo general, el fatalismo fatalismo padece de una fatal paradoja:  para apuntarse a esta concepción concepción de la realidad, realidad, es preciso preciso tomar una decisi decisión ón no con un predeterminado acto de eleccióny libre, fatalista.sucede Es decir: inclinarme, idea no de que todo cuanto estádebo ya total y plenamente que, por por latanto, existe la libertad de elección. Pero si soy el timonel del barco de mi vida, si el pasado no me determina, si en cualquier momento puedo elegir con libertad, ¿en qué fundamento mis decisiones? ¿En un «randomizador» alojado en mi cerebro, como pregunta con gran acierto Martin Gardner? Ya en páginas anteriores pudimos degustar los extraños dilemas del azar y la indiscriminación. Ya vimos que eran tan perturbadores como la hipótesis de un experimentador metafísico, que ha establecido las reglas que debemos descifrar y obedecer, si estimamos en algo nuestras vidas.  Nadiee parece conocer la contestación  Nadi contestación definiti definitiva, va, aunque eenn los dos úl últitimos mos mileni milenios os se

han intentado respuestas, desdemodernas: Heráclito Según y Parménides Einstein.es Para mencionar sólovarias algunas de las más Leibniz, hasta el universo una gigantesca maquinaria de relojería, a la que Dios ha dado cuerda de una vez por siempre y que ahora mantiene eternamente su tic-tac, sin que ni siquiera el relojero divino pueda alterar su marcha. Por entonces, ¿por qué adorar a un Dios que se encuentra impotente frente a su propia creación, y concretamente frente a su causalidad? El más célebre representante de la concepción determinista extrema es Pierre Simon de Laplace (1932, p. 1-2): «Debemos, pues, considerar el estado actual del universo como el efecto de su estado anterior y como la causa del que vendrá. Si   admitimos por un instante que haya una inteligencia que pueda comprender todas las fuerzas que actúan en la naturaleza y la situación respectiva de los elementos que la componen, y que fuera además capaz de someter a análisis todas estas magnitudes, abrazaría en una misma fórmula los movimientos de los más grandes cuerpos del universo y de los más diminutos átomos; nada habría incierto para ella, el futuro y el pasado estarían presentes a sus

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ojos.» Pero, a cuanto yo sé, no existe la menor prueba biográfica de que Laplace ajustará su vida a esta filosofía y extrajera de ella la única conclusión posible, a saber, el fatalismo. En realidad y verdad, era un científico y un filósofo genial, sumamente activo y  profundamente interesado interesado por el progreso soci social al.. Monod (1971) intenta, por el contrario, buscar una solución basada en la complementariedad depronunciada azar y necesidad. En una conferencia en julio de 1946 en el Instituto de Física de Gotinga, el célebre físico Max Planck (1969, p. 360) intentó elaborar una vía de escape a este dilema al postular una dualidad entre el punto de partida externo, científico, y el interno, el perteneciente al mundo de los sentimientos y las voliciones. De este modo, según él, la  pugna  pug na entre determini determinismo smo y lilibre bre al albedrío bedrío sería sólo sólo un problema problema aparente en el campo científico: «Desde una perspectiva externa, la voluntad está causalmente determinada,  pero desde una perspectiva perspectiva interna es libre. Con la constataci constatación ón de esta real realiidad, queda resuelto el problema de la libertad de la voluntad. Se trata de un problema que ha surgido  porque se ha ol olvi vidado dado establecer establecer con cl claridad aridad el punto de partida partida de las reflexi reflexiones ones y atenerse a él con fidelidad. Tenemos aquí un ejemplo clásico de un problema aparente. Y aun cuando verdad se uridad siga desde diversas mi  parte tengo tengo esta la absoluta absol uta seguri seg dadimpugnando de que es todavía sólo sólo cuestión cuesti ón de tiempo tiempoposiciones, que llegue eguepora ser  admitida por todos.» Han pasado ya más de treinta años desde que se pronunciaron estas palabras y nada  parece indicar ndicar que la soluci solución ón del problema del lilibre bre albedrío albedrío sea un hecho admiti admitido do por  todos. Si se trata de un problema aparente, parece ser que Planck le dio una solución también aparente. En cambio Dostoievski —de quien Nietzsche afirmó una vez que era la única persona que le había enseñado algo de psicología— se limita a presentar el problema ante nosotros, en toda su desnuda claridad. Jesús y el inquisidor general encarnan respectivamente la libre voluntad y el determinismo, y ambos tienen tanta razón como sinrazón. Creo que el moderno, cadadevez másKaramazov: rechazado hacia sí mismo, halla en el punto exacto enhombre que acaba el poema Iván incapaz tanto deseseguir  con libre sumisión la paradoja del «sé espontáneo» de Jesús, como la ficticia ilusión del hormiguero feliz que le ofrece el inquisidor general, aunque esta última posibilidad es celebrada hoy en amplios círculos de la juventud como aquel primigenio estado de felicidad. Lo que hacemos siempre, y lo que continuaremos haciendo cada día y cada minuto, es ignorar los extremos del dilema, cerrándonos frente a la eterna contradicción y viviendo como si no existiera.  El  resultado es  aquel   extraño  estado  que  se se  llama  «salud  mental» o  —con —con humor  aún más  forzado—  forzado—  «adecuación  a la realidad».  Planolandia

Hay un pequeño libro, escrito hace ya casi un siglo, del que es autor el entonces director de la City of London School, reverendo Edwin A. Abbott. Aunque compuso más

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de cuarenta obras, todas ellas relacionadas con los temas de su especialidad, es decir, la literatura clásica y la religión, esta obrita, al parecer insignificante, titulada  Flatland.  A  Romance  in   Many Many  Dimensions Dimensi ons  (Abbott 1952; Planolandia. Historia fantástica en varias dimensiones), es, por decirlo con la lapidaria observación de Newman (1956), «su única  protección  protecci ón contra el olvido olvido total».  No puede negarse negarse que  Planolandia está escrito en un estilo más bien llano; pero aun así, se trata dede un libro muyfísica singular. no sólo anticipaintuición ciertos conocimientos la moderna teórica,Singular sino sobre todo porque por su aguda  psicol  psi cológ ógiica, que ni si siqui quiera era su proli prolijo estil estilo victori victoriano ano consig consigue apagar. apagar. Y no parece exagerado desear que esta obra (o una versión modernizada de la misma), se convirtiera en libro de lectura obligatoria para la enseñanza media. El lector comprenderá pronto por  qué razón.  Planolandia  es una narración puesta en boca del habitante de un mundo  bidi  bi dimensi mensional onal,, es decir, decir, de una realidad realidad que sólo sólo tiene longi longitud y anchura, pero no altura. altura. Es un mundo plano, como la superficie de una hoja de papel, habitado por líneas, triángulos, cuadrados, círculos, etc. Sus moradores pueden moverse libremente sobre (o,  por mejor decir, decir, en) esta superficie, superficie, pero, al igual gual que las sombras, ni pueden ascender   por encima encimaporque ni descender poruna debajo dedimensión el ellla. No hace fal falta ta deci decir r que ell ellos ignoran gnoran esta limitación, la idea de tercera les resulta inimaginable. El narrador de nuestra historia vive una experiencia totalmente conturbadora,  precedida  precedi da de un sueño si sing ngul ular. ar. En este sueño, se ve trasl trasladado adado de pronto a un mundo unidimensional, cuyos habitantes son puntos o rayas. Todos ellos se mueven hacia adelante o hacia atrás, pero siempre sobre una misma línea, a la que llaman su mundo. A los habitantes de  Linelandi  Linelandiaa  les resulta totalmente inconcebible la idea de moverse también a la derecha o a la izquierda, además de hacia adelante o hacia atrás. En vano intenta nuestro narrador, en su sueño, explicar a la raya más larga de Linelandia (su monarca) la realidad de Planolandia. El rey le toma por loco y ante tan obtusa tozudez nuestro héroe acaba por perder la paciencia: «¿Para qué malgastar más palabras? Sábete que yo llamada soy el complemento de tu incompleto Tú eres una infinitamente línea, yo soy superior una líneaa de líneas, en mi país cuadrado. Y aun yo yo. mismo, aunque ti, valgo poco comparado con los grandes nobles de Planolandia, de donde he venido con la esperanza de iluminar tu ignorancia» (Abbott 1952, p.64). Ante tan delirantes afirmaciones, el rey y todos sus súbditos, puntos y rayas, se arrojan sobre el cuadrado a quien, en este preciso instante, devuelve a la realidad de Planolandia el sonido de la campana que le llama al desayuno. Pero aquel día le tenía aún reservada otra molesta experiencia: El cuadrado enseña a su nieto, un exágono3, los fundamentos de la aritmética y su aplicación a la geometría. Le enseña que el número de pulgadas cuadradas de un cuadrado se obtiene sencillamente elevando a la segunda potencia el número de pulgadas de uno de los lados. «El pequeño exágono reflexionó durante un largo momento y después dijo: "También me has enseñado a elevar números a la tercera potencia. Supongo que 33  debe tener  algún sentido geométrico; ¿cuál es?” “Nada, absolutamente nada” repliqué yo, “al menos

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en la geometría, porque la geometría sólo tiene dos dimensiones”», y luego enseñé al muchacho cómo un punto que se desplaza tres pulgadas genera una línea de tres  pulggadas, lo que se puede expresar con el número 3; y si una línea de tres pulg  pul pulgadas se desplaza paralelamente a sí misma tres pulgadas, genera un cuadrado de tres pulgadas, lo que se expresa aritméticamente por 32. »Pero mi nieto volvió a su anterior objeción, pues me interrumpió exclamando: “Pero si un punto, pulgadas, una línea de tres paralelamente pulgadas, quea se representa poralel desplazarse número 3, ytres si una recta, algenera desplazarse tres pulgadas sí misma, genera un cuadrado de tres pulgadas por lado, lo que se expresa por 3 2, entonces un cuadrado de tres pulgadas por lado que se mueve de alguna manera (que no acierto a comprender) paralelamente a sí mismo, generará algo (aunque no puedo imaginarme qué), y este resultado podrá expresarse por 3 3.” »”Vete a la cama”, le dije, algo molesto por su interrupción. “Tendrías más sentido común si no dijeras cosas tan insensatas”» (Abbott 1952, p. 66). Y así, el cuadrado, sin haber aprendido la lección de su precedente sueño, incurre en el mismo error de que había querido sacar al rey de Linelandia. Pero durante toda la tarde le sigue rondando en la cabeza la charlatanería de su nieto y al fin exclama en voz alta: 3 «Este chico es un alcornoque. Lo una aseguro;  nochico puedenotener ninguna correspondencia geometría.» Pero de pronto oye voz: 3«El tiene nada de alcornoque y en es evidente que 33 tiene una correspondencia geométrica.» Es la voz de un extraño visitante, que afirma venir de Espaciolandi  Espaciolandia, a, de un mundo inimaginable, en el que las cosas tienen tres dimensiones. Y al igual que el cuadrado en su sueño anterior, el visitante se esfuerza  por hacerle hacerle comprender la reali realidad dad tri tridi dimensi mensional onal y la limitació mitaciónn de Planolandi Planolandiaa comparada con esta realidad. Del mismo modo que el cuadrado se definió ante el rey de Linelandia como una línea compuesta de muchas líneas, también ahora este visitante se define como un círculo de círculos, que en su país de origen se llama esfera. Pero naturalmente el cuadrado no puede comprenderlo, porque ve a su visitante como un círculo, aunque ciertamente dotado de muy extrañas e inexplicadas cualidades: aumenta y

disminuye, a veces a un que punto hastanodesaparece todo.ular Con extremada  paci  pacienci enciaa le se va reduce ex expl pliicando la esfera todoy esto tiene tiene nadadel de singul sing ar para él: él: es un número infinito de círculos, cuyo diámetro aumenta desde un punto a trece pulgadas, colocados unos encima de los otros para componer un todo. Si,  por tanto, se desplaza a través de la realidad bidimensional de Planolandia, al principio es invisible para un habitante de este país, luego, apenas toca la superficie, aparece como un punto y al fin se transforma en un círculo de diámetro en constante aumento, para, a continuación, ir  disminuyendo de diámetro hasta volver a desaparecer por completo.

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Esto explica también el sorprendente hecho de que la esfera pueda entrar en la casa del cuadrado aunque éste haya cerrado a ciencia y conciencia las puertas. Entra, naturalmente, por arriba. Pero el concepto de «arriba» le resulta tan extraño al cuadrado que no lo puede comprender y, en consecuencia, se niega a creerlo. Al fin, la esfera no ve ninguna otra solución más que tomar consigo al cuadrado y llevarlo a Espaciolandia. Vive así una experiencia que hoy calificaríamos de trascendental: «Un espanto indecible se apoderó de mí. Todo era oscuridad; luego, una vista terrible y mareante que nada tenía que ver con el ver; vi una línea que no era línea; un espacio que no lo era; yo era yo, pero tampoco era yo. Cuando pude recuperar el habla, grité con mortal angustia: “Esto es la locura o el infierno.” “No es ni lo uno ni lo otro” , me respondió con tranquila voz la esfera, “es saber; hay tres dimensiones; abre otra vez los ojos e intenta ver  sosegadamente”» (Abbott 1952, p. 80). A partir de este instante místico, los acontecimientos toman un rumbo tragicómico. Ebrio por la formidable experiencia de haber penetrado en una realidad totalmente nueva, el cuadrado desea explorar los misterios de mundos cada vez más elevados, de mundos de cuatro, cinco y seis dimensiones. Pero la esfera no quiere ni oír hablar de semejantes dislates: «No existe tal país. Ya la mera idea es totalmente impensable.» Pero como el cuadrado no ceja en sus deseos, la esfera, encolerizada, le devuelve a los estrechos límites de Planolandia. En estesepunto, la moraleja la historia cobratarea perfiles sumamente realistas. El cuadrado siente llamado a la de gloriosa y acuciante de predicar en Planolandia el evangelio de las tres dimensiones. Pero cada vez le resulta más difícil despertar en sí el recuerdo de aquella realidad tridimensional que al principio tan clara e inolvidable le  parecía; además, fue muy pronto encarcelado por el equival equivalente ente de la inquisi nquisició ciónn de Planolandia. Pero en vez de acabar sus días en la hoguera, es condenado a cadena  perpetua y encerrado en una cárcel que Abbott describe, describe, con admirabl admirablee intui intuici ción, ón, como fiel contrapartida de ciertos establecimientos psiquiátricos de nuestros mismos días. Una vez al año, le visita en su celda el Círculo Supremo, es decir, el sumo sacerdote, para averiguar si mejora su estado de salud mental. Y cada año, el pobre cuadrado no puede resistir la tentación de intentar convencer al Círculo Supremo de que existe realmente una tercera siguiente.dimensión. Pero el sacerdote menea la cabeza y desaparece hasta el año Lo que Planolandia presenta es simplemente la relatividad de la realidad. Y por esta

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razón sería deseable que los jóvenes hicieran de esta obra su libro de lectura. La historia de la humanidad enseña que apenas hay otra idea más asesina y despótica que el delirio de una realidad «real» (entendiendo, naturalmente, por tal, la de la propia opinión), con todas las terribles consecuencias que se derivan con implacable rigor lógico de este delirante punto de partida. La capacidad de vivir con verdades relativas, con preguntas  para las que no hay respuesta, con la sabiduría sabiduría de no saber nada y con las paradóji paradójicas cas incertidumbres de la tolerancia existencia, frente todo esto puede ser laDonde esenciaesta de lacapacidad madurez humana y de la consiguiente a los demás. falta, nos entregaremos de nuevo, sin saberlo, al mundo del inquisidor general y viviremos la vida de rebaños, oscura e irresponsable, sólo de vez en cuando con la respiración aquejada  por el humo acre de la hoguera hoguera de al alggún mag magnífi nífico co auto de fe o por el de las chimeneas chimeneas de los hornos crematorios de algún campo de exterminio.

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7 ¿ADAPTACIÓN A LA REALIDAD O «REALIDAD» ADAPTADA? CONSTRUCTIVISMO Y PSICOTERAPIA

Tanto para los profanos como para los profesionales la adaptación a la realidad por  arte de una persona es considerado como una medida de su salud o enfermedad  mental. Esto presupone evidentemente que existe tal realidad establecida objetivamente o —dicho más exactamente— que ésta, si existe, está al alcance de la investigación humana. Pero, ¿qué pasaría, si esto no fuera así?  Aquí empieza el influjo de nuestro nuestro cuarto mentor, mentor, el Prof. Prof. Heinz von Foerster Foerster,, el  anterior secretario de aquellas memorables conferencias de Josiah-Macy (de las que  surgió  sur gió la ci cibernética bernética como nueva epistemología) y posteriormente fundador y director  del Bioiogical Computer Laboratory de la Universidad de Illinois. Su relación con el   RI comenzó en 1976, cuando presentó en la 2ª Don D. Jackson Memorial Memori al Conference una de las ponencias principales y expuso los principios del llamado constructivismo radical en su significado para la psicoterapia. Expresado de manera muy sucinta, el  constructivismo moderno analiza aquellos procesos de percepción, de comportamiento   de comunicación, a través de los cuales los hombres forjamos propiamente, y no encontramos por casualidad —como todos ingenuamente suponemos—, nuestras realidades individuales, sociales, científicas e ideológicas. Esta construcción de la realidad, que Jean Piaget ya había estudiado detenidamente para la infancia, pone atas arriba en su significado para psicoterapia el supuesto fundamental de las escuelas clásicas; a saber, que tenemos que tener «intuición» («insight») de la realidad, antes de que podamos comportarnos de forma diferente. La formulación más exacta del principio constructivista la expresa von Foerster en su imperativo estético (al que ya se aludió en las conclusiones de los capítulos 4 y 5): Si quieres conocer, aprende a actuar.  Este capítulo tiene su origen en un ci ciclo clo de confer conferencias encias or organizadas ganizadas por la  Fundación Siemens.

Al final de un tratamiento breve eficaz la paciente, una señora joven, esboza con estas  palabras  pal abras el cambio fundamental en la relació relaciónn confli conflicti ctiva va con su madre: «Tal « Tal como veía la situación, ésta eraafirmació un problema; ahoradecir, la veo forma diferente yantaesencia no es una  probl  problema.» ema.» De esta afirm aciónn se podría decir , pordeununa lado, que describe descri be lay qui quintaesenci del cambio terapéutico; por otro, alguien podría muy bien objetar que no había cambiado

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nada «realmente» —salvo, en el mejor de los casos, algo tan subjetivo como una «opinión» «opini ón» o una « valoraci valoración». ón». El hecho de que ambas afirmacio afirmaciones nes sean contradictori contradictorias, as, y sin embargo razonables, abre el camino para la problemática que quisiera tratar esta  potencia.  potenci a. En 1973 el psicólogo americano David Rosenhan publicaba un llamativo estudio con el título: «On being sane in insane places» («Acerca de estar sano en un medio enfermo»; vers. cast. en Watzlawick informe final de un proyecto de investigación en cuyo 1990, marcop. 99-120). RosenhanTratay delvarios colaboradores solicitaron voluntariamente ingresar en clínicas psiquiátricas, dado que presuntamente oían voces y con tal motivo deseaban tratamiento psiquiátrico. Inmediatamente después de su ingreso declararon que ya no oían voces y a partir de este momento se comportaron de una manera que habría sido considerada como normal fuera de una clínica psiquiátrica. La duración de su «tratamiento» osciló entre 7 y 52 días y todos fueron dados de alta con el diagnóstico «esquizofrenia remitente»; ninguno de ellos fue descubierto como falso  paciente;  paci ente; antes bi bien, en, cada uno de sus comportamientos comportamientos fueron valorados valorados como una  prueba más de la ex exacti actitud tud del diagn diagnósti óstico. co. En lug lugar de orientarse orientarse a los hechos observables, de este modo el diagnóstico creó una «realidad»  sui   generis,   que por su  parte hacíacomo necesarias necesari as y justifi justificaba caba todas medi das que clíni clínicas. cas. Es de señalar, señalde ar, esta sin sin embargo, especialmente curioso, que las los medidas únicos no participaban construcción de la realidad fueron varios pacientes «reales»: «Tú no estás loco; tú eres un periodista o un profesor»: estas observaciones y otras parecidas fueron hechas a menudo y en parte de forma vehemente. En la vida de la joven señora mencionada al principio había tenido lugar claramente el mismo proceso, sólo que aquí en sentido positivo en vez de en sentido patógeno. La situación como tal no había cambiado, pero sí la atribución de sentido y significado a los datos de su relación con su madre. Tales atribuciones de sentido, sin embargo, no son el reflejo de verdades que existen objetivamente, por así decir, platónicas, de las que ciertas personas son más conscientes que otras,sesino quepresentar en general sólo swami, son concebidas dentro de un que contexto determinado. En India puede como  como santo, a alguien en Occidente sería diagnosticado como esquizofrénico catatónico. Ni una valoración ni otra es verdadera o real en un sentido objetivo, sin embargo, las consecuencias de estas valoraciones  producen resultados resultados concretos de naturaleza naturaleza personal y social. social. En sus lecciones, Gregory Bateson mencionaba frecuentemente un fenómeno análogo que le había sido comunicado en el marco de sus estudios antropológicos en el sureste asiático y que tiene que ver con una patología específicamente cultural, el amok.  Como es sabido, se trata de que alguien de repente coge un puñal (el kris),  corre a la calle y empieza a apuñalar a diestra y siniestra a los transeúntes. Para evitar un baño de sangre todavía mayor, el loco homicida es matado lo más rápidamente posible. Por tanto, se  puede suponer que se trata de una forma larvada del suicidi suicidioo contra el que en el Isl Islam am subsisten fuertes escrúpulos religiosos. En lugar de suicidarse, el loco homicida crea una situación que hace necesario y justifica su homicidio. En el curso de la colonización de

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esta religión por los holandeses el fenómeno del amok   experimentó lentamente una reestructuración: en vez de una forma de posesión se le atribuyó el significado de un trastorno mental que requería tratamiento. Esto dio lugar a que, por lo menos en las ciudades que contaban con servicios sociales modernos como policía, ambulancias, clínicas psiquiátricas y otros servicios de urgencias, la frecuencia del amok  disminuyese   disminuyese notoriamente. Con toda reserva frente a las deducciones «post hoc, ergo propter hoc», especialmente en la antropología, queda pie elestancia hecho que homicidacerrada en lugarque de una muerte rápida ahora le espera unaenlarga en al unaloco institución  probablemente  probabl emente se parece más a una cárcel que a un sanatorio. sanatorio. Una vez más el «si « simpl mple» e» cambio en la atribución de sentido a un comportamiento determinado dio lugar a un cambio esencial y práctico. Estos ejemplos que se podrían multiplicar a discreción están en rotunda contradicción con el criterio generalmente aceptado de la adaptación a la realidad como medida de la salud o perturbación mental de una persona. Según esto se trata de un supuesto aparentemente natural de que hay una realidad real, es decir, objetiva, independiente del hombre, de la que las personas normales se dan cuenta más claramente que los llamados  perturbado mentales. La idea de una reali realidad semejante es filosófi filosóficamente camente insosteni nsostenibl blee a más tardarladesde Hume de y Kant; asimismo de científicamente que se de ha impuesto evidencia que eles cometido la ciencia noinsostenible puede ser desde el hallazgo verdades eternas. Por lo que yo conozco, el supuesto de una realidad «real», se ha mantenido solamente en la psiquiatría. En este contexto, parece provechoso establecer una diferencia fundamental entre dos aspectos de realidad que se pueden mostrar con un ejemplo sencillo utilizado con frecuencia: las propiedades físicas del oro son conocidas desde muy antiguo y es improbable que éstas (exactamente como muchos otros resultados de investigación en las ciencias naturales) puedan ser puestas en tela de juicio o enriquecidas  por nuevos descubrimi descubrimientos entos fundamentales. fundamentales. Por consig consigui uiente, ente, si dos personas tuviesen tuviesen diferencias de opinión sobre las propiedades físicas del oro, sería relativamente fácil aportar ciencias según de ellos tiene y por  tanto elpruebas otro nodela las tiene. Estas naturales propiedades dellasorocuales seríanuno denominadas su razón realidad de  primer  pri mer orden1. Junto a ésta, sin embargo, existe evidentemente una realidad de segundo orden del oro, a saber, su valor. Éste no tiene en absoluto nada que ver con las  propiedades  propi edades físicas físicas del metal si sino no que es una atribuci atribución ón hecha por el hombre. Admiti dmitido do esto, también esa realidad es por su parte una vez más el resultado de otros factores como, por ejemplo, de la oferta y la demanda o de las últimas declaraciones del ayatollah Jomeini. A todos estos factores les es común el que son constructos humanos y no el reflejo de verdades independientes del hombre. Por tanto, hay que decir que la llamada realidad, con que tenemos que ver sobre todo en psiquiatría, es siempre una realidad de segundo orden y es construida por medio de la atribución de sentido, a la realidad en cuestión primer orden. diferencia entre estas de dossignificado realidadesosevalor expresa con el chiste de la de diferencia entre La un optimista y un pesimista: el optimista  — así así suena la respuesta— dice de una botella de

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vino que está medio llena y el pesimista, que está medio vacía. La misma realidad de  primer  pri mer orden, pero dos realidades realidades diametralmente diametralmente opuestas de segundo orden. Sólo si metemos estas dos «realidades» en un saco, el criterio de la adaptación a la realidad mantiene su validez. Si nos preservamos de esto, vemos que, p. ej., la situación mencionada al principio entre la madre y su hija había permanecido inalterada en su realidad de primer orden y en este plano no había cambiado nada «realmente» mientras que, cambio, la realidadésta de era segundo orden seahora habíalaefectuado un forma cambiodiferente decisivo:y «Tal en como veía laensituación, un problema; veo de una ya no es un problema.» Pero ni la primera forma de ver por parte de la joven mujer ni la nueva es en un modo objetivo «más verdadera» o «más correcta» que la otra: lo concreto en la nueva forma de ver es que ésta produce menos dolor. Los ponentes de las dos tardes precedentes han ilustrado con todo detalle desde sus  puntos de vista específicos específicos los procesos de la construcci construcción ón de la realidad. realidad. En relación relación con mis reflexiones suplementarias quisiera emplear una cita de la introducción al constructivismo radical de Ernst von Glasersfeld (1981, p. 16-38), a saber, aquel pasaje en el que el autor muestra que de la llamada realidad «real» en el mejor de los casos sólo  podemos saber lo que no es: «El saber es construido construido por el organi organismo smo vi vivi viente ente para ordenar, ampliamente como sea posible, el flujo, informe en seguras sí y por entre sí, deéstas. lo queLas se vive, en tan experiencias repetibles y en relaciones relativamente  posibi  posi billidades de construir construir un orden semejante, están siempre siempre determinadas determinadas por los pasos que preceden a la construcción. Es decir, que el mundo «real» se da a conocer  exclusivamente donde fracasan nuestras construcciones. Sin embargo, puesto que  podemos descubrir descubrir y expli explicar car el fracaso si siempre empre sólo sólo precisamente precisamente con aquell aquellos conceptos que hemos empleado para la construcción de las estructuras que fracasan, esto nunca nos puede proporcionar una imagen del mundo a la que podríamos hacer  responsablee del fracaso.» responsabl Aplicado al surgimiento y a la solución de problemas humanos, significa que nos sentimos en armonía con la vida, con nuestro destino, con la existencia, con Dios, con la naturaleza o con por cualquier queenempleemos, la Glasersfeld, realidad de es segundo orden construida nosotrosnombre se ajusta el sentido demientras Ernst von decir, en ninguna parte causa dolor. Mientras tengamos este sentimiento, nos encontramos en la situación de arreglárnoslas con cierta tranquilidad incluso con grandes adversidades. En cambio, si falta este sentimiento de ajuste, entonces caemos en la desesperación, la ansiedad, la psicosis o pensamos en el suicidio. Señálese sólo de paso que las grandes obras intelectuales y artísticas de la humanidad están ciertamente inspiradas por esta ansia ardiente de armonía y certeza. El error en el que todos estamos enredados es, sin embargo, el supuesto de que una construcción de la realidad que de algún modo se ajusta daría la certeza de que el mundo sería «realmente» así y de que de esta forma se habría alcanzado una certeza y seguridad definitivas. Las posibles consecuencias de este error  sonrealidad graves: (y Éstas nosposible inducena acombatirlas) declarar como falsasimposibilitan todas las demás la si es y nos tomarconstrucciones incluso sólo de en consideración realidades alternativas  si   nuestra imagen del mundo es anacrónica y, por 

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consiguiente, se ajusta cada vez menos. Resumiendo: La realidad de segundo orden que condiciona nuestra visión del mundo, nuestros pensamientos, sentimientos, decisiones y acciones es el resultado de un determinado orden en el que, por así decir, encorsetamos la diversidad caleidoscópica y fantasmagórica del mundo y que, por consiguiente, no es el resultado de la comprensión del mundo «real», sino que construye en el sentido más propio un mundo totalmente idiosincrático. somos conscientes de de esta construcción ingenuamente Sin que embargo, ella existenoindependientemente nosotros. El modoy suponemos en que se construyen estas realidades es del más grande interés tanto para el investigador como  para el clíni clínico. co. Recuerdo una vez más los trabajos básicos de Piag P iaget et (1937). Aproximadamente por esta época también Wittgenstein se ocupaba de este tema. Al comienzo de su obra póstuma Über   Gewissheit  (1969)   (1969) se encuentra la frase: «El hecho de que a mí —o a todos— esto parezca así, no se sigue que sea así» [pár. 2]. Y más adelante: «Pero yo no tengo mi imagen del mundo porque me haya convencido de su veracidad; tampoco porque esté convencido de su veracidad. Sino que es el trasfondo recibido, en relación al cual yo diferencio entre verdadero y falso» [pár. 94]. Y, finalmente, todavía de forma más explícita: «No aprendemos la praxis del juicio empírico, reglas; seunnos enseñan juicios, así como su conexión con otros uicios. Seaprendiendo nos hace comprender todo de juicios. »Cuando empezamos a creer algo, no creemos una frase aislada, sino todo un sistema de frases. (Se va haciendo la luz paulatinamente sobre el todo.) »No me convencen los axiomas aislados, sino un sistema en el que los resultados y las  premisas  premi sas se apoyan mutuamente» [pár. 140-142]. El reconocimiento de estos sistemas en los que los postulados y los resultados se apoyan y se refuerzan mutuamente (por tanto, reflexivamente) es uno de los objetivos  princi  pri ncipal pales es de la investig nvestigación ación sobre la comunicación comunicación.. En el sentido sentido de lo di dicho cho hasta ahora, la realidad de segundo orden se evidencia como resultado de la comunicación. ingún ser viviente podría sobrevivir si estuviese obligado a comprender el mundo, por  así decir, completamente solo sin depender de nadie. Las formas de vida inferiores llevan consigo, por así decir, unas «instrucciones para el uso» genéticas y son borrados implacablemente por la muerte, cuando un programa genético ya no se ajusta. Como es sabido, en el hombre la predisposición está muy relegada a un segundo plano frente a la socialización. Sin embargo, la socialización depende de la comunicación, es decir, de las instrucciones sobre cómo hay que ver el mundo. Todo esto en ningún modo se aplica sólo a la realidad de segundo orden. Piénsese cómo estaríamos, si también en el ámbito de la realidad de primer orden sólo tuviésemos a disposición nuestras propias percepciones inmediatas. ¿Qué certeza tendría yo de que aquello cuya existencia todavía no he constatado por mí mismo es también real? De una ciudad todavía desconocida para mí acepto a pies juntillas que existe realmente porque figura en los mapas, porque otras personas estuvieron allí y me hablaron de ella, porque mi agencia de viajes me expidió un billete de avión con ese destino y en base a miríadas

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de «pruebas» semejantes completamente ficticias. Y si todos nosotros cerrásemos los ojos y excluyésemos también las restantes percepciones sensoriales, ¿seguiría siendo igualmente «real» esta sala de conferencias, como lo era efectivamente hace un momento? Éstas son preguntas a las que ya trató de responder Dschuang Dsi con su ejemplo de la mariposa, así como Calderón de la Barca en  La vida  es  sueño. sueño. En el siglo XVIII el obispo Berkeley formuló su famosa pregunta sobre si el árbol que cae en un  bosque intransitado ntransi tado orig ori«¿Qué gina unrazón ruido, ruido, aunyocuando all allí no no veo haylosnadie nadi e para oírlo. oírlo.pies Y Wittgenstein pregunta: tengo ahora que dedos de mis  para suponer que tengo tengo cinco dedos en cada pie?» pie?» [1 [11, 1, pár. 429]. ¿Significa esto que a nosotros nos sigue sucediendo como al bebé del que Piaget de forma tan airosa probó que para él sólo existe «realmente» lo que en cada momento se encuentra en su camino visual; que la creencia de que los objetos que ya no vemos siguen existiendo objetivamente es una de las piezas esenciales de todas las construcciones de la realidad? Sea como fuere, en estas reflexiones aparentemente inútiles hay una cosa ciertamente importante: con la presunta sobrevivencia física del mundo se relaciona una vez más la realidad comunicada de segundo orden. Es decir, que en nuestro mundo interior no sólo siguen existiendo los objetos (en elalsentido amplio) ycomo sinoobjetos. también las atribuciones que hicimos en cuanto sentido,más significado valor tales, de estos Visto de este modo, vivimos en una realidad imaginaria que de forma sorprendente nos  posibi  posi billita, sin embargo, embargo, decisi decisiones ones y acciones concretas. Pero, ¿es esto sorprendente? Sí y no. Sí, si detenemos nuestra mirada en la ya extensa literatura pragmática, de las ciencias sociales y del comportamiento que se esfuerzan en vano en poner orden en el universo alucinante de proposiciones paradójicas, reflexivas e imaginarias y de sus repercusiones prácticas. No, si constatamos que en otras ramas de la ciencia semejantes proposiciones no son problemas porque allí uno incluía siempre de manera impasible su carácter ilógico, ficticio e imaginario en las consideraciones y cálculos respectivos y a pesar de ello (o precisamente por ello) conseguía resultados concretos. «Si construimos y botes», el filósofo polaco Kolakowski (1977, p. 143) en su ensayobuques  Das  Suchen   nachdeclara   der   Gewissheit    («La búsqueda de la certidumbres») «nos debemos comportar como si el principio de Arquímedes fuese válido, en caso contrario nos ahogaríamos. Sin embargo, tenemos tan pocas razones hoy como antes para afirmar que el mundo contiene algo así como el principio de Arquímedes como una cualidad permanente en sí.» Esta cita contiene las palabritas cargadas de significado, «como si», de las que nos ocuparemos muy pronto de forma aún más detallada. Un ejemplo más evidente todavía que el principio de Arquímedes es el número imaginario i  al que se llega, como se sabe, a través de la igualdad aparentemente inocente de x2 + 1 = 0. A saber, se traspasa el uno a la otra parte de la igualdad, de este modo se 2

 x =según  x  = -1 y conlaello √-1. Este resultado, sinmagnitud, embargo, sea es nopositiva sólo inconcebible, obtiene sino que contradice regla la cual ninguna o negativa, dividida por sí misma, puede dar un valor negativo. No obstante, esto no impide a

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matemáticos, físicos o ingenieros incluir el número i  en sus cálculos y llegar a resultados absolutamente prácticos. La fascinación de esta interacción inconcebible entre lo imaginario y lo concreto encontró una expresión literaria en las palabras del personaje de la novela de Robert Musil (1978, p. 74), el joven Törless, quien en la clase de matemáticas descubre por   primera  pri mera vez las propiedades propiedades del número i:   «¿Cómo podría expresarlo? Piensa un momento en esto: En una operación semejante al comienzo hay números muy sólidos, que pueden representar metros o pesos o cualquier otra cosa concreta y por lo menos son números reales. Al final de la operación se encuentran números del mismo tipo.  Sin Sin embargo, ambos se relacionan entre sí por algo que no existe en absoluto. ¿No es esto como un puente del que sólo existen los pilares del comienzo y los del final y que sin embargo uno lo atraviesa tan seguro como si estuviese completo? Para mí una operación semejante tiene algo de trampa; como si un trozo del camino sabe Dios dónde va. Lo especialmente inquietante para mí, sin embargo, es la fuerza que está escondida en semejante operación y que a uno le retiene de manera que aterriza de nuevo  perfectamente.» El estudio más detallado sobre las repercusiones prácticas de supuestos imaginarios Philosophi Als sigue siendo   Philosophie  des  Als  Ob («La filosofía del como si»)por de lo Hans En esta obra Die monumental eleautor ofrece una infinidad de ejemplos queVaihinger. se refiere a la relación mencionada entre supuestos de la realidad, o sea, atribuciones de sentido, ficticios y completamente indemostrables, y sus resultados concretos. No sé si Musil conocía la filosofía de Vaihinger. En cualquier caso es sorprendente que la pregunta del oven Törless se encuentre ya en Vaihinger: «¿Cómo sucede que, a pesar de que hagamos cálculos en el pensamiento con una realidad falseada, el resultado práctico, sin embargo, embarg o, se evidencia evidencia correcto? [p. 289]. Por entresacar del libro de Vaihinger de la plétora de ejemplos que retrocediendo llega hasta los Antiguos sólo dos especialmente significativos: «El punto como una figura de dimensión nula es una idea completamente llena de contradicciones en sí misma, pero tipo espero igualmente como absurda. Una figura dimensión dede ningún unalasnada en sí misma.necesaria […] Aquí hacemos cálculos con nosincosas en lugar con cosas, no cosas son necesarias e indispensables. Nosotros consideramos estas no cosas como cosas  porque estamos acostumbrados a considerar considerar como real todo aquello aquello a lo que damos un nombre sin pensar que podemos fijar con nombres no simplemente lo real, sino también lo irreal» [p. 508]. Y en otro lugar una reflexión parecida sobre el libre albedrío como ficción: «El juez de lo criminal utiliza esta ficción simplemente para lograr una sentencia condenatoria. La meta es la sentencia condenatoria que será alcanzada a través de la ficción de que el hombre, en suma, el reo in   specie,   es libre: si el hombre es efectivamente libre, es indiferente. […] El juez concluye: Todo hombre es libre y por tanto, si contraviene a la  A culpable. ley, culpable. es es un hombre, hombre libre bajo y haelcontravenido la ley:libre, por  consiguiente, Primero un  A  es subsumido concepto del ahombre luego debido a ello, bajo la culpabilidad. Pero de este modo se desecha el concepto de

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libertad. Sólo ha servido para hacer posible el juicio. Pero la premisa si el hombre es libre no es examinada por el juez: efectivamente esta premisa es una ficción que sirve para la deducción de la conclusión; pues sin la sanción de los hombres, de los criminales, no hay ningún orden en el Estado: la ficción teórica de la libertad está creada para este fin  práctico»  prácti co» [p. 198]. Finalmente, el siguiente ejemplo de esta «técnica» resolutoria de problemas y creadora de realidad no procede del libro de Vaihinger, sino de la sabiduría de las parábolas orientales: Un padre había dispuesto que la mitad de sus bienes fuesen para el hijo mayor, una tercera parte para el segundo y una novena parte para el más joven. El total de la herencia, sin embargo, constaba de 17 camellos y por más vueltas de los hijos dan al problema después de su muerte no encuentran ninguna solución, salvo el descuartizamiento de algunos animales. Un mullah, un predicador ambulante, cabalgaba  por allí allí y le pi piden den consejo. Éste dice: dice: « He aquí la sol soluci ución: ón: yo añado mi camell camello a los vuestros; así son 18. Tú, el mayor, recibes la mitad, es decir, nueve. Tú, el segundo, recibes una tercera parte, es decir, seis. A ti, el más joven, te toca una novena parte, es decir, dos camellos. En total son 17 camellos y sobra uno, a saber, el mío.» Dice esto, monta y se aleja cabalgando. Ahoray la bien, tiene las queescuelas ver tododeesto coneslaelpsicoterapia? El objetivo toda terapia meta¿qué de todas terapia cambio terapéutico. En eldemarco de lo presentado hasta aquí, la concepción tradicional, según la cual el llamado paciente  padece una carente adaptación adaptación a la realidad realidad y por tanto debe ser ayudado provocando una comprensión de las conexiones «verdaderas» grabadas en el pasado, es insostenible. En cambio, el constructivismo sugiere que las consecuencias dolorosas de una determinada ficción «como si» actual (que naturalmente tuvo su origen en algún momento en el pasado) deben ser sustituidas por las de otra ficción «como si» que  producen una realidad realidad tolerabl tolerable. e. Así pues, en lugar ugar de adaptación adaptación a la realidad realidad en el sentido de una mejor adaptación a la hipotética realidad «real» se coloca la mejor  adaptación de la correspondiente ficción de la realidad a las metas asequibles y concretas. En otras palabras: del tratamiento que  parece irresolubl rresol ublee en el el punto marco de de partida la fi ficció cción n respectiva respecti va deesla una realidad. realisituación dad. Éstedolorosa es el pri primer  mer   pillar del puente del que habla el joven Törless. PPues  pi ues bien, entre este pi pillar y el que está en la otra orilla se encuentra el puente irracional de la ficción «como si», la realidad de segundo orden. En el sentido de Vaihinger esto puede ser algo como el supuesto totalmente indemostrable de la libertad personal que luego «se desecha» después del trabajo hecho; en el sentido de Heinz von Foerster es la fisura sináptica en la que —  metafóricamente hablando— desemboca otra sustancia transmisora; en el sentido de la historia del camello, aquel camello que es utilizado durante un minuto y luego ya no es necesario; en el sentido del constructivismo es otra construcción de la realidad que puede reclamar justamente tan poco de realidad, de autenticidad o verdad como cualquier otra. Si el primado la utilización depodría las ideas de Vaihinger en la terapia no recayese Alfred Adler, ladetécnica descrita se denominar la «psicoterapia del “cómo si”». en Estas consideraciones parecen sencillas, pero para muchos son desconcertantes  si   se

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 ponderan bi bien en sus consecuencias. consecuencias. A saber, entonces resulta resulta que no depende de las explicaciones como  tales el que hipótesis y teorías tengan un significado sólo en cuanto tienden puentes para resultados concretos. El marciano proverbial que estudiase aquí en la tierra nuestras teorías clásicas del cambio terapéutico. se echaría las manos a la cabeza (o su equivalente) y preguntaría cómo es que nuestras principales escuelas de terapia han inventado sistemas muy complicados de explicación y defienden su verdad exclusiva con rigidez dogmática en vez de estudiar concretamente cómo se genera el cambio diariamente en miles de formas de manera espontánea. Una excepción ese enfant   terrible  de la ortodoxia, a saber, la hipnosis, que desde siempre utiliza lo ficticio, es decir, la sugestión, en claro reconocimiento de su carácter  como si para resolver problemas humanos de manera concreta y relativamente rápida.  No obstante, incluso ncluso la hipnosi hipnosiss es, por así decir, decir, un caso especial especial,, comparado con esas manifestaciones, sin duda interesantísimas, de las construcciones de la realidad cotidiana, es decir, con las profecías que se autocumplen (Watzlawick 1981). Como se sabe, se trata del poder creador de realidad que tienen los temores, las expectativas, las suposiciones o las convicciones sobre acontecimientos futuros que se cumplen realmente sólo porque su cumplimiento es fuertemente creído o esperado. Las profecías que se autocumplen parecen las leyes fundamentales de la determina realidad: elUnpresente; efecto imaginado produce una revolver causa concreta; el futuro (y no el pasado) la profecía del acontecimiento da lugar al acontecimiento de la profecía. Cuán poco depende de la «precisión» hipotética de la profecía, lo demuestra un caso referido (pero  por desgracia desgracia no documentado detall detalladamente) por Gordon Allport (1964, p. 7-21), que se basa en un malentendido que salva una vida: En un hospital regional austríaco se encuentra un enfermo grave a punto de morir. Los médicos le han comunicado conforme a la verdad que ellos no pueden diagnosticar su enfermedad, pero que probablemente  podrían ayudarle ayudarle si conociesen conociesen el diagn diagnósti óstico. co. Le han di dicho cho además que un famoso médico especialista en diagnósticos visitará el hospital los próximos días y que tal vez sería capaz de diagnosticar la enfermedad. Efectivamente, un par de días más tarde llega el especialista y hace suyvisita. al lecho le echa un vistazo susurra «moribundus» se va.Llegado Algunos años del másenfermo, tarde, esta persona va a rápido, ver al especialista y le dice: «Ya hace tiempo que le quería dar las gracias por su diagnóstico. Los médicos me habían dicho que yo tenía posibilidades de salir con vida  si  usted podía diagnosticar mi enfermedad y en el momento en que usted dijo “moribundus” supe que lo conseguiría.» El poder creador de realidad de las profecías que se autocumplen puede, pues, no sólo  provocar a un Edi Edipo po de tomar aquell aquellas medidas medidas de precaución precaución que llevarían al cumplimiento del oráculo: ellas pueden ser puestas —  simi  similia lia   similibus—  simi libus—  al   al servicio de la curación y de la solución. Las formas de tratamiento desarrolladas en el Mental Research Institute en Palo Alto y que se basan en intervenciones directas sobre la comunicación de segundo orden representan una aplicación del pensamiento constructivista (Watzlawick  1977). Sin poder entrar, evidentemente, en detalles y mucho menos en discusiones de casos,

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conviene esbozar al menos brevemente la esencia de esta técnica. Para producir un cambio orientado en la construcción de la realidad de una persona por de pronto uno tiene que conocer en cierto modo esta realidad. Pero aquí la pregunta directa apenas sirve de ayuda. Toda descripción presupone precisamente un salir del marco del que ha de describir. En otras palabras: para poder hacer la descripción, la persona en cuestión debería estar fuera de la realidad construida por ella y, por consiguiente, verla ya como una de las muchas posibles. Sin embargo, precisamente a este respecto todos somos ciegos. Lo que, en cambio, el llamado paciente puede precisar claramente la mayoría de las veces son los intentos que ha hecho hasta el momento para resolver el problema. Entonces, a partir de estas soluciones intentadas el terapeuta puede sacar conclusiones  bastante precisas sobre la realidad realidad de segundo segundo orden en la que estos intentos de soluci solución ón son aparentemente los únicos posibles, significativos, lógicos o permitidos. Y si hasta ahora éstos no han conseguido el resultado deseado, entonces todos nosotros —hombres o animales— empleamos la receta desafortunada del «más de lo mismos y de este modo nos procuramos más del mismo dolor. Un simple ejemplo: Quien es nervioso intentará de manera típica hablar con voz firme y evitar agitar las manos. Cuanto más intente esto, tanto más fuerte será la tensión nervioso y cuanto más nerviosa esté, tanto más intentará dominarse. Las soluciones intentadas son, pues, aquellos mecanismos que no sólo no resuelven el  problema,  probl ema, sino que más bien lo mantienen mantienen y lo hacen más profundo. Ahora bien, ¿cómo procede el terapeuta en nuestro modelo para romper este círculo vicioso y para introducir en el mundo del paciente nuevas formas de solución? Aquí se ofrece sobre todo la técnica de la reestructuración, que desde hace mucho tiempo (aunque no bajo esta denominación) es conocida por hábiles negociadores y diplomáticos. Esta intervención construye un nuevo aspecto de la realidad en lugar del anterior, de manera que el nuevo concuerda con los hechos prácticos igual o todavía mejor que el antiguo. Un ejemplo de los más divertidos tomado de la literatura mundial es y sigue siendo aquella escena de Tom Sawyer en la del quesábado, Mark Twain describe cómosus su  protag  protagoni onista sta está castigado casti gado a pintar pintar una val vall la la tarde mientras mientras que todos amigos tienen vacaciones y van a nadar. ¿Cómo puede afrontar esta vergüenza y  preservar su imagen? magen? Lo hizo hizo cambi cambiando ando radical radicalmente mente el sentido a la situaci situación ón para los amigos que se burlaban de él, presentando el pintar la valla como un privilegio extraordinario y deseable. En un primer momento cosecha escepticismo: «¡Caramba! ¿Tú me vas a hacer creer que lo haces por diversión?» Tom sigue pintando y finalmente dice con indiferencia: «¿Por diversión? Pues no veo por qué no. ¿Puede acaso gente como nosotros pintar todos los días una valla?» Silencio. Y luego el más pequeño dice: «¡Eh, Tom, me dejas pintar un poco!» Al final la valla tiene tres capas de barniz y Tom nada en la riqueza. Un chico tras otro le ha comprado el privilegio de poder pintar una  parte de la valla. clínico: La frigidez es vivida la mayoría de las veces por la mujer  valla. O un ejemplo interesada como una inhibición personal, como una incapacidad y en esta perspectiva la

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frigidez se refuerza por medio de un nutrido catálogo de explicaciones «científicas» variadas y en parte contradictorias; p. ej., inmadurez, una realización poco satisfactoria de la naturaleza femenina, envidia del pene, homosexualidad latente, agresión inconsciente contra lo masculino. Especialmente la última «explicación» agrega la idea de una mala intención a la de una patología personal. Apenas se puede uno imaginar  ficciones «como si» más eficaces para la inhibición práctica de una reacción completamente normal y natural. Una ficción esencialmente más adecuada consistiría, p. ej., en dar al problema una interpretación y un significado completamente diferente,  presentándoloo como una protección  presentándol protección ex exag agerada erada del cónyug cónyuge. e. ¿Acaso cree ell ella que él no  podría dar respuesta a la pasión pasión de su sensual sensualiidad? ¿Acaso tiene tiene ell ella moti motivos vos para temer  que él se escandalizaría si ella diese rienda suelta a su sexualidad en la relación con él? ¿Acaso se volvería él entonces impotente y por eso no le ahorra ella la angustia de no  poder dar respuesta a sus demandas natural naturales? es? Por tanto, ¿no sería tal vez mejor  mantener inalterada provisionalmente la situación? Si la nueva interpretación es eficaz, entonces ella bloquea la actitud fundamental a menudo desesperanzada: «Tengo que reaccionar, pero no puedo.» Una vez más se ha de llamar la atención sobre el hecho de que tanto ésta como las interpretaciones tradicionales no son más que ficciones y en modo alguno tener prácticos pretensiónque deprovoca verdad una y autenticidad; sino que aquísi». lo importante son pueden los resultados determinada ficción «como Y una vez que ha alcanzado el resultado práctico deseado, entonces la ficción se desecha, utilizando la expresión de Vaihinger; ya ha cumplido su cometido como el camello número 18. Aliado de las reestructuraciones, también las llamadas  pr  prescripci escripciones ones  de comportamiento  tienen un sólido puesto en el conjunto de instrumentos de la terapia constructivista. Como indica la expresión, se trata de la ejecución de acciones muy determinadas que el terapeuta propone a su cliente. En la mayoría de las veces no se da ninguna explicación, por ejemplo como el médico da a su paciente sólo en casos singulares las razones precisas para la prescripción de un preparado y sus efectos farmacológicos. El paciente lo toma que en el en ámbito la medicina existen razones para esta receta. El estáporque muchosupone menos interesado estas de razones que en el resultado práctico. La toma del medicamento da inmediatamente un salto, por así decir, de un pilar del puente de Musil al otro y la parte central queda libre. Lo mismo sucede en la prescripción del comportamiento: el comportamiento prescrito es ya el resultado de la ficción «como  si»  que está situada en medio, que como tal, sin embargo, en absoluto llega a discutirse. Ésta produce más bien efecto retroactivo —si es que lo  produce— a partir partir de la anticip anticipación ación del resultado. Por consig consigui uiente, ente, el llamado llamado paciente paciente se comporta como si el problema ya estuviese resuelto y por medio de esto llega a un cambio esencial de la construcción de la realidad que tenía hasta entonces. Por ejemplo: a un licenciado en filosofía extremadamente perfeccionista sólo le falta la tesis para conseguir el título de doctor. trabaja desde hace más de tres añosclaro y la universidad le ha fijado un último plazo En queella vence dentro de cuatro meses. Él tiene que le es imposible poder entregar el trabajo en el plazo determinado si sigue trabajando

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como lo viene haciendo hasta ahora. A saber, la solución que ha intentado consiste en escribir la tesis de forma tan completa y perfecta que nadie pudiese encontrar en ella el más mínimo motivo de crítica. Sin ni siquiera intentar examinar esta actitud en el sentido clásico en cuanto a sus razones en el pasado, sin dar lugar a una lenta comprensión de las «verdaderas» causas del problema y sin indicar ningún tipo de razones para la  prescripci  prescri pción ón del comportamiento, comportamiento, el terapeuta le pi pide de que, sea como sea, se pong pongaa en ridículo en público de la manera más inocua posible hasta la próxima sesión dentro de siete días, una vez al día. Él vuelve e informa: «La primera vez fui a un restaurante mexicano, pedí un egg   roll  [una   [una especialidad de la comida china]. Y añadí: “Es una especialidad mexicana, ¿no?” Tuve que hacer acopio de valor para seguir adelante, pues, el asunto me resultaba extremadamente penoso. La segunda vez fui a una calle, cuyo nombre conocía y pregunté a un transeúnte dónde estaba aquella calle, pero entonces ya no me resultó tan penoso y no tuve que esforzarme tanto. A medida que iba aumentando estas estúpidas preguntas, me iba resultando más fácil y, ¡ ah!, fui viendo cada vez más claro con cuánta seriedad me tomaba a mí mismo y qué ridículo es esto [breve risa] y, ¡ah!, soy hombre caviloso por  temperamento y he especulado muchas veces hasta qué punto esto tiene relación con mis dificultades con mi vida, mienpasado mi infancia, pero, de Fue lo que realmente sepersonales, trata: me tomo demasiado serio yy ahora lo hagoetc.; menos […]. un excelente ejercicio para mí —quiero decir que el resultado fue totalmente inmediato—, comencé a tomarme menos en serio y a preocuparme menos de si producía buena o mala impresión…» (Watzlawick 1977, 109). En la visita de seguimiento, un año más tarde, resultó que el joven había entregado su tesis en el plazo establecido y mientras tanto se había doctorado. Otro cliente se lamenta de su soledad y de que sus compañeros le evitan y le menosprecian. Por consiguiente, él se pone en guardia y no se espera nada bueno. Su expresión facial no es propiamente triste, sino más bien desconfiada, despectiva, colérica. o parece desacertada la sospecha de que los demás le hiciesen el vacío. Él es completamente inconsciente de contra esta profecía que se autocumple. Él se sigue preguntando más bien qué tienen realmente él. La prescripción del comportamiento consiste en encomendarle que en presencia de otras personas tire hacia arriba de una forma determinada el ángulo de los labios tan a menudo como le sea posible y que observe con detalle la reacción de los demás. Viene a la siguiente sesión e informa que en la última semana tanto personas conocidas como desconocidas habían sido mucho más amables con él y más interesadas en él. Estas intervenciones se basan en lo contrario de las concepciones clásicas del cambio terapéutico: en lugar de adquirir primero insight   en la naturaleza del problema y poder  luego finalmente comportarse de una manera diferente debido a esta comprensión, el factor determinante en aquella prescripción eficaz del comportamiento es un determinado comportamiento nuevo otra ficción «como sí». que sólo en un segundo momento, y no necesariamente, lleva a Basta de ejemplos. Nos encontramos en los comienzos de darnos cuenta de las

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 posibillidades que el constructivi  posibi constructivismo smo nos ofrece para la praxi praxis de la vi vida. da. Estas  posibi  posi billidades superan con mucho la psicoterapia. psicoterapia. Su apli aplicabil cabiliidad a ámbitos ámbitos mucho más amplios, p. ej., en la teoría del management,  a los problemas en otras grandes organizaciones y sistemas ya está demostrada. Hoy día ya no nos parece una utopía que mutatis mutandis éstas sean aplicables a las relaciones internacionales. De importancia asimismo grande es, sin embargo, la posibilidad de que el constructivismo algún día pueda tender el puente entre las ciencias naturales y las ciencias filosóficas. Y, finalmente, el constructivismo nos ofrece a cada uno de nosotros una posibilidad muy personal. En una carta de Wittgenstein de 1917 a su amigo Paul Engelmann (1967,  p. 9) hay una frase que describe describe este hecho fundamental de nuestra vi vida da mejor que mi laborioso informe: «En nuestros mejores momentos nos despertamos tanto del sueño, que reconocemos que soñamos.»

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8 ESTILOS DE VIDA Y «REALIDAD»

 En la primavera de 1985 se reunieron especialistas especiali stas en literatura, lingüistas, lingüi stas, ilósofos, sociólogos, psicólogos, teólogos, historiadores y arqueólogos de nueve países en un Coloquio convocado por la Universidad de Siegen en el Centro  Interuniversitario  Interuniversi tario de Dubrovnik Dubrovnik para discutir discuti r el significado signi ficado actual del concepto de estilo en las ciencias filosóficas. Partiendo del postulado clásico de un estilo de vida de Alfred Adler, la siguiente ponencia trata de presentar la fuerza creadora de realidad  or parte de los estilos de vida inspirándome en algunos ejemplos literarios.

mi contribución absolutamente de laderespuesta a la pregunta deLasi relevancia se puede de hablar de un estilodepende   de vida   y, en el caso que la respuesta sea afirmativa, de si este concepto después de todo cae todavía dentro de la definición clásica de estilo. Mi competencia en todo caso sólo me permite dar cuenta de cómo los hombres tratamos de dar sentido, de poner orden a la multiplicidad amorfa, fantasmagórica y caleidoscópica de nuestras vidas, y por tanto de tener la posibilidad de preverla, y cómo a  partirr de ahí vi  parti vivi vimos mos y experim experimentamos entamos nuestra existenci existenciaa en formas totalmente totalmente específicas. En mi especialidad se habla de estilos de vida a más tardar a partir de Alfred Adler, el fundador de la psicología individual. Adler, bajo este concepto, resumía ante todo aquellos comportamientos típicos con los que el individuo trata de conformarse a las condiciones vida efectos y sobre todo a los cambios deefectivas ésta. En este contexto oél supuestas estudiaba especialmentede los de «inferioridades» (orgánicas) (neuróticas) que por su parte se convertían, en la vida del interesado, en el punto de  partida  parti da para pautas de percepción. percepción. Quien, Quien, como el clíni clínico, co, se ocupa de los efectos  prácticos  prácti cos de semejantes pautas, difíci difícillmente puede evitar evitar la sensación de que el modo en que los hombres intentan ordenar y vivir su vida depende también en gran medida de datos suprapersonales, p. ej., de normas culturales, religiosas, ideológicas, éticas y filosóficas dominantes. Según esto, «uno» tiene que vivir de una y otra forma hasta que finalmente se imponga otra forma de vida como la «correcta» y «natural». Pero esto lleva ya al observador muy cerca del concepto de «épocas de estilo», tanto más cuanto que en esta perspectiva se perfilan innegables «umbrales de épocas» (en el sentido de Luhmann).en Y después de su surgimiento se formula pregunta: para ¿El estilo de vida de un individuo un momento dado se convierte en la paradigma muchos o, por el contrario, él es caracterizado, y por consiguiente también limitado, por una configuración

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de estilo suprapersonal? Pero con esta forma de plantear la cuestión incurrimos en un pensamiento causal lineal ya no defendible hoy día. Evidentemente existen relaciones inmediatas entre causa y efecto, pero éstas en cualquier caso sólo son una pequeña parte de la estructura global del efecto del que ellas se pueden separar y absolutizar sólo al precio de reificaciones completamente abstrusas. El hecho de que el genio y la locura proverbialmente aparecen semejantes y al mismo tiempo incompatibles, es un ejemplo clásico por lo que se refiere a la problemática del pensamiento lineal. En cambio, en una perspectiva moderna el orden y el caos se presentan como interdependientes: el orden necesita el desorden y el desorden proviene de un orden demasiado rígido. Se condicionan recíprocamente y conjuntamente llevan ellos (y no un  spiri  spiritus tus  rector   que está por encima de ellos) a la autoorganización (autopoiesis) de sistemas de todo tipo. Francamente esta visión es tan  poco nueva como cualquier cualquier otra cosa bajo el sol; sol; ésta ya se encuentra en los Upanishad, en el Taoísmo y en Heráclito. Y que el mundo de la ciencia no es el reflejo de una verdad eterna, ya lo constató Giambattista Vico en 1710: «Entonces el saber (la ciencia) no sería nada más que atraer unas a otras las cosas en una relación bella» (Vico 1858). El constructivismo moderno se basa en reflexiones de este tipo. En este sentido se  pronunci  pronuncia a también tambi én Schröding Schrödi nger: er: « Cualqui Cualno quier er imagen magser en del mundo es sig sigue siendo siendo una construcción mental; su existencia puede justificada de yninguna manera» (Schrödinger 1958). Todas las construcciones, sin embargo, están inseparablemente unidas con el concepto de un estilo —sea éste tan involuntario como por ejemplo en el contexto condicionado técnicamente de los elementos de una estructura de un simple edificio funcional, o tan evidentemente único como en el ser así y no de otra manera de una obra de arte. Entre este concepto de estilo y el del estilo de vida existe, sin embargo, esta diferencia, que  puede hacerlo inaceptable naceptable para muchos: que hay innumerables nnumerables estil estilos en el senti sentido do tradicional, es aceptado tranquilamente; en cambio, el estilo propio de vida es experimentado subjetivamente casi siempre como la única visión posible, «normal» del mundo, porque el constructivista mundo «es» asídel y no de otra Comoprecisamente alegoría de una visión mundo se manera. ofrece el Teatro  Mágico Mágico  de Hermann Hesse. El protagonista de la novela, Harry Haller, se siente como un lobo estepario, como «el animal perdido en un mundo extraño e incomprensible para él, que ya no encuentra su patria, su aire y su alimento». Una tarde de vuelta a su triste habitación, el lobo estepario tiene una vivencia extraordinaria. En un muro viejo, en una callejuela desierta del casco antiguo de la ciudad, ve de repente letras de colores en movimiento: «Teatro Mágico. Entrada no para cualquiera. ¡Sólo para locos!» Este «saludo de otro mundos le lleva a buscar el teatro. Se acumulan otros encuentros y vivencias singulares que ponen en duda siempre más su imagen precedente del mundo. Finalmente, después de un baile máscaras, por suqueráis: psicopompo Teatro Mágico: «Mi teatrito tiene de tantas puertas es de llevado palcos como diez o Pablo ciento al o mil, y detrás de cada puerta os espera precisamente lo que vosotros estáis buscando. Es

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una bonita galería de vistas, caro amigo; pero no le serviría de nada recorrerlo así como está usted. Se encontraría atado y deslumbrado por lo que viene usted llamando su  personaliidad. Sin  personal Sin duda ha adivi adivinado nado usted hace mucho que el domi domini nioo del tiempo, tiempo, la redención de la realidad y cualesquiera que sean los nombres que haya dado a sus anhelos, no representan otra cosa que el deseo de desprenderse de su llamada  personaliidad. Ésta es la cárcel que lo aprisi  personal aprisiona. Y si usted, tal como está, entrase en el teatro, lo vería todo con los ojos de Harry, todo a través de las viejas gafas del lobo estepario.» En uno de los muchos palcos en los que entra el lobo estepario y de los que cada uno contiene una realidad libremente elegida, le explica por ejemplo un maestro de ajedrez: «La ciencia tiene […] razón en cuanto es natural que ninguna multiplicidad pueda dominarse sin dirección, sin un cierto orden y agrupamiento. En cambio, no tiene razón en creer que sólo es posible un orden único, férreo y para toda la vida, de los muchos sub-yos. […] »Nosotros completamos por eso la psicología defectuosa de la ciencia con el concepto de lo que llamamos arte constructivo. A quien ha experimentado la descomposición de su yo, le enseñamos que los trozos pueden acoplarse siempre en el orden que se quiera, y que con se logracon unaunilimitada diversidad del construi juego demos la nosotros vida. Lo con mismo queuras el  poeta creaellos un drama puñado de figuras, figuras, así construimos las figuras fig de nuestros yo separados constantemente grupos nuevos, con distintos juegos y  perspectivas,  perspecti vas, con si situaci tuaciones ones eternamente renovadas. […] »Luego pasó la mano con un gesto sereno por el tablero, tumbó suavemente todas las figuras, las juntó en un montón y fue construyendo, artista complicado, con las mismas figuras un juego completamente nuevo, con grupos, relaciones y nexos diferentes en absoluto. El segundo juego se parecía al primero; era el mismo mundo, estaba compuesto del mismo material, pero la tonalidad había variado, el compás era distinto, los motivos estaban subrayados de otra manera, las situaciones situaciones colocadas de otro modo. »Y así fue construyendo el inteligente artífice con las figuras, cada una de las cuales era un pedazo mí mismo, numerosos juegos, todos como parecidos entre sí desde cierta distancia, todosdecomo pertenecientes al mismo mundo, comprometidos al mismo origen, cada uno, sin embargo, enteramente nuevo» (Hesse 1970). Lo que Hermann Hesse sólo insinuaba en  Demian,   aquí, ocho años más tarde, lo expresa claramente. Está en nuestras manos configurar nuestra vida a partir de una infinidad de posibilidades, como el artista su obra de arte. Como parábola de esta visión constructivista del mundo se propone también la novela de John Fowles The  Magus Magus en la que a través de recursos estilísticos muy semejantes se desarrolla la idea de que es real lo que consideramos real y de que esta relativización de la realidad —también ella, por su parte, un estilo de vida tiene consecuencias existenciales imprevisibles. El mago un griego nombre Conchis, entretiene la imaginaria Phraxos en es el Egeo con eldeGodgame,  un juegoque queseconsiste en en hacer temblar de isla raíz de la comprensión de la realidad de los profesores ingleses que, cada uno por espacio de un

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año, enseñan en el Gimnasio de la isla. Como «explica» en un pasaje a su manera típicamente paradójica al joven inglés Nicolás, él lo denomina Godgame porque no hay ningún Dios y el juego no es un juego. En su comentario de la novela Ernst von Glasersfeld hace constar entre otras cosas: «Fowles llega al punto central de la epistemología constructivista cuando hace explicar la idea de la coincidencia que tiene Conchis. Éste cuenta a Nicolás dos historias dramáticas; una de un rico coleccionista de arte cuyo castillo en Francia quedó destruido una noche por el fuego junto con todas sus  pertenencias;  pertenenci as; la otra de un lo loco co campesino campesino norueg noruegoo que como un ermitaño ermitaño espera desde hace años la venida de Dios. Una noche tiene la visión esperada. Conchis añade que eso acontecía la misma noche en la que se incendió el castillo. Nicolás pregunta: “No querrá usted decir con ello…” Conchis le interrumpe: “Con ello no quiero decir absolutamente nada. Entre los dos acontecimientos no existe ninguna relación. Ninguna relación es  posibl  posi ble. e. O di dicho cho de otro modo, yo soy la relación, relación, yo mismo mismo soy el sign signiificado de la relación.” Ésta es una paráfrasis, aplicada a la vida cotidiana, de la comprensión revolucionaria de Einstein de que en el mundo físico no existe simultaneidad alguna sin un observador que la produce» (Glasersfeld 1979, p. 444-448). Conchis, con sus posibilidades ilimitadas, crea para sus «víctimas» desprevenidas mundos una lavezpretendida en un estilo, otra de vezlaen sólo lentamente se le va aclarandopor  a icolás que realidad islaotro de yPhraxos es una realidad construida Conchis expresamente para él. El número de estos mundos es infinito. Según el modo en que nosotros creamos las relaciones y así nos convertimos nosotros mismos en el significado de la relación, «somos», p. ej., el campesino nórdico que finalmente ve a Dios cara a cara o Macbeth para quien la vida es un juego de sombras, «contado por un idiota, lleno de sonido y de furor, que no significa nada». Con esto no se ha dicho nada todavía sobre cómo se llega a la formación de estos estilos de vida creadores de realidad. Para responder a esta pregunta se ofrece un tipo de experimentos con la denominación difícilmente traducible de non-contingent   reward  experiments.   Se trata de métodos de ensayo probatorios en los que entre el comportamiento y el del del castillo, experimentador relaciónel como la visión de Dios ydelelsujeto incendio y en losexiste que,tan sinpoca embargo, sujetoentre como icolás, es llevado a crear esta relación (contingency).   Esto se consigue prácticamente  poniendo  poni endo al sujeto la tarea de comprender lentamente a través de ensayo y error un estado de cosas que en un principio le es completamente desconocido. Lo que esta  persona no sabe hasta la conclusi conclusión ón del experi experimento mento es la no contingenci contingenciaa de la situaci situación ón que consiste en que entre sus respuestas y los comentarios de correcto o falso a las respuestas por parte del experimentador no existe ninguna relación causal. En un experimento semejante, el sujeto tiene que averiguar si pares de números de dos cifras, de los que el experimentador le ofrece una larga lista, concuerdan o no. A la pregunta inmediata del sujeto en qué sentido deben «concordar» o «no concordar» estos números, el experimentador responde la tarea en descubrir  esta relación. Él empieza entonces con que la lectura de consiste la pareja precisamente de números, por ejemplo, «48 y 12». Al sujeto se ofrece una serie de relaciones «evidentes»: son números pares,

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ambos son múltiplos de 2, 3,4 y por tanto también de 6 y de 12; si se tratara de minutos, entonces juntos formarían una hora, y así sucesivamente. El sujeto, por consiguiente, dice «concuerdan» y el experimentador responde «falso». En base a estas respuestas, las  posibi  posi billidades tomadas justamente en consideració consideraciónn ya son exclui excluidas das con seguri seguridad. dad. El siguiente par de números podría ser «17 y 83». El sujeto piensa entre otras cosas que esta vez el número menor precede al mayor; que ambos números no sólo son impares sino que también son números primos y además juntos suman 100. Entonces se decide  por «concuerdan», «concuerdan» , lo que de nuevo el experimentador experimentador declara declara «f «fal also». so». Se sig sigue así durante algún tiempo hasta que poco a poco las respuestas son correctas cada vez más a menudo y el sujeto ha formado finalmente una hipótesis sobre la «concordancia» de estos números, aunque todavía no perfecta pero aparentemente en gran parte correcta. Llegados a este punto el director interrumpe el experimento, se deja explicar estas hipótesis (la mayoría de las veces muy complicadas) y sólo entonces comunica al sujeto que él dio sus respuestas positivas de acuerdo con la mitad ascendente de una curva de Gauss, es decir, primero muy raras veces y luego cada vez más frecuentemente y que,  por consig consigui uiente, ente, entre los dos acontecimi acontecimientos entos (la (la respuesta del sujeto y la reacción del experimentador) no existió relación de ningún tipo. Para la mayoría de los sujetos esto es de momento inaceptable. Quien con construido orden ena un mundo sin sentido y sin reglas, sólo un ya trabajo por esoímprobo no está ha dispuesto a renunciar su construcción porque considera este orden como una realidad encontrada y no inventada (cf. Watzlawick 1981). En algunas circunstancias esto puede llegar a tal extremo que el sujeto trata de convencer al experimentador de que su lista de pares de números se basa en un orden que a él —al experimentador— se le pasó por alto. En las circunstancias dadas en cada caso, un estilo de vida no es considerado como una posibilidad entre infinitas posibilidades según las cuales puede ser ordenado de uno u otro modo el material amorfo de la «realidad». El orden, el estilo, «es» la realidad. La filosofía se ha liberado de este modo de ver a más tardar desde Hume y Kant; la ciencia a más tardar desde Einstein y desde su famosa respuesta a Heisenberg: «Es absolutamente tratar sucede de construir una teoría basándose sólo determina en magnitudes observables. En falso la realidad precisamente lo contrario. La teoría lo que  podemos observar.» observar.» Pretender declarar expresamente que el estilo acuña la esencia de lo creado equivaldría a una tautología. Que esta declaración sea también válida para el estilo de vida, es menos evidente y —al menos a primera vista— parece aguar por completo el concepto de estilo. o obstante, el fenómeno de las llamadas profecías que se autocumplen nos desengañan. La némesis de la construcción práctica de esta realidad corre pareja con el convencimiento, una vez adquirido, de que el mundo es así y no de otra manera. La Pitonisa de Delfos había profetizado que Edipo mataría a su padre y se casaría con su madre. Este mito generalmente es visto como una alegoría de la propensión libidinosa, considerada fundamental respecto a ytodos los problemas que por el niño tiene hacia el padre de sexo contrario, de los sentimientosemocionales, negativos que tanto le acompañan respecto al padre del mismo sexo. En cambio, como Karl Popper (1979)

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 propuso, el mito también también se puede interpretar de manera muy diferente: lo que los padres y el mismo Edipo —horrorizados por el presagio del oráculo, considerado indudablemente cierto— hicieron para evitar la predicción, condujo a su autocumplimiento. Ésta es precisamente la esencia de toda profecía que se autocumple. Rumores sobre la inminente escasez de un artículo de consumo importante para muchos (p. ej., gasolina), llevan a las compras acaparadoras que de la noche a la mañana  provocan la escasez —y ciertamente incluso incluso cuando el rumor carece de todo fundamento «real» o «verdadero»—. Basta con que un número suficientemente grande de personas lo tome en serio. Quien —por las razones que sean está convencido de que alguien lo menosprecia, debido a este supuesto, provoca una realidad interpersonal que «ratifica» cada día este convencimiento. Su modo de comportarse desconfiado, fácilmente vulnerable y hostil provocará en los demás el comportamiento esperado por él, lo que le «demuestra» que el mundo es así. «A menudo, la profecía es la causa principal del acontecimi aconteci miento ento profetizado», escribi escribióó ya Thomas Hobbes en su Behemot. Sin embargo, con ello no se pretende dar la impresión de que por lo que se refiere a las consecuencias de un estilo de vida creadoras de realidad se trata exactamente de una «dirección únicas de relaciones lineales entre causa y efecto y no de interacciones circulares. Precisamente el fenómeno de la profecía se autocumple muestrapues que el supuesto creador de realidad puede provenir tanto de que «dentro» como de «fuera», si el origen de la profecía tiene lugar en la mente de la Pitonisa o en la mente propia, si es la imagen guía de una determinada época cultural, si uno sólo «cree» que los otros lo menosprecian o si ellos lo hacen «realmente», es indiferente en el momento en que se ha construido el círculo de interacción en el que el efecto condiciona la causa y la causa condiciona el efecto. En este sentido, las conclusiones del biólogo chileno y teórico de sistemas, Varela, respecto a su tema «El círculo creativo» (Varela 1981), son  perfectamente váli válidas por lo que se refi refiere ere a la comprensión comprensión de los estil estilos de vi vida: da: «Es « Es fascinante que el mundo sea así de plástico, ni subjetivo ni objetivo, ni unitario ni separable, ni dual e inseparable. Esto apunta tanto a la naturaleza  del proceso, que  podemos percibi percibirr en lade totalidad totali dad deque su podemos calidad calidad formal y materi material al así como mismos también también ya del los límites  fundamentales aquello comprender de nosotros mundo. Demuestra que la realidad no está constituida sencillamente a nuestro antojo,  porque esto si siggni nifi ficaría caría suponer que podemos eleg elegiir un punto de sali salida desde adentro. Prueba además que la realidad no puede entenderse como algo objetivamente dado, como algo que recogemos, porque esto significaría suponer un punto de partida externo. Demuestra de hecho una ausencia de  fundamento sólido de nuestras experiencias, en las cuales nos son suministradas determinadas regularidades e interpretaciones, fruto de nuestra historia conjunta como seres biológicos y sociales. Dentro de estas áreas de historia común que reposan sobre acuerdos tácitos, vivimos en una aparentemente interminable metamorfosis de interpretaciones que se suceden.»

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9 «MANAGEMENT» O CONSTRUCCIÓN DE REALIDADES

 El hecho de que no sólo personas indivi indi viduales duales sino muy especialmente sistemas humanos de relaciones desarrollan su propio «estilo» y lo mantienen tenazmente con recuencia incluso con el cambio de las condiciones del entorno y con la presión del   sufrimiento,  sufrimi ento, hasta que se llega al derrumbe del sistema, es conocido por cualquier  observador de las relaciones familiares, sociales, económicas y, especialmente, internacionales. Ya hace tiempo que en las ciencias empresariales se habla de la «corporate identity» de una empresa y cada vez se presta más atención a los problemas que se producen a partir de esa identidad (que ya no se puede reducir a las personas individuales). El capítulo que sigue procede de un homenaje al profesor Hans Ulrich, miembro eminente y de muchos años del Instituto de Teoría económica de la empresa en la Universidad de St. Gallen. We define management, more abstractly than usual, as a class of necessary activities for the design, control and development of purposeful social systems Hans Ulrich

Si un clínico tiene algo que aportar al tema de la teoría sistémica del management, entonces sólo es porque la moderna psicoterapia, basada en la interacción y en la comunicación, se ocupa necesariamente de patologías y busca soluciones que tienen que ver con la peculiaridad de sistemas humanos y no de mónadas individuales. En este sentido, la definición de Ulrich citada anteriormente sobre el management   es totalmente acertada. No es necesario subrayar que la teoría propia del management   se ocupa de estructuras incomparablemente más complejas de lo que lo es el pequeño sistema de la familia o una relación entre dos personas. De aquí resulta también que mis alusiones son relativamente primitivas y se refieren, por así decir, al redescubrimiento de hechos que  para la manera de pensar del management   ya no son nuevas. Por el contrario, apenas  puede haber alguna alguna duda de que entre ambos ámbitos no sólo sólo existen existen isomorfi isomorfias as de gran valor heurístico, sino que la aplicación clínica de principios sistémicos es el caso especial  provechoso de una epistemolog epistemología ía mucho más amplia, amplia, de un cambio cambio de pensamiento pensamiento que, esperamos,uciones, se concretice aplicaciones mucho más casprácticas de enen que  pseudosol  pseudosoluci ones, que hace en titiempo empo se han vuelto vuel to anacrónicas anacróni pero queantes se mantienen manti tercamente, «resuelvan» todos los problemas de la humanidad a través de la guerra y la

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 pestilencia.  pestil encia. Frederic Vester (1980, p. 456) ha formulado de forma muy concisa tanto la necesidad como las dificultades de este cambio de manera de pensar: «A un cambio de nuestra manera de pensar y de actuar […] se opone menos la carencia de recursos intelectuales y técnicos que un enorme lastre de tradiciones y tabúes, de teorías y dogmas. Aunque éstos en modo alguno están cimentados genéticamente, son transmitidos,  sin   embargo, de generación en generación como “verdades” definitivas. Por consiguiente, una de las tareas más importantes en la dirección de una nueva manera de pensar será analizar la naturaleza específica de cada una de aquellas normas. Es preciso reconocer las constantes de probabilidad entre ellas, que —prescindiendo del hecho de que han contribuido en parte a nuestra situación atascada— ya no tienen que ver lo más mínimo con nuestra realidad actual.» Así está ya esbozada una propiedad de los sistemas que se contrapone a cualquier  intento de resolver un problema: la tendencia de todo sistema a defenderse contra la introducción de cambios en su organización o en sus reglas. La experiencia nos enseña que incluso —o precisamente— cuando tienen lugar perturbaciones máximas, los sistemas propenden a emplear la receta contraproducente de «más de lo mismo» y a  producir  produci r mediante irremisi rremi sibl blemente emente de los mismos problemas. probl Para Parde a ello ellni ongún existen, exi  por lo menos, dosesto buenas razones. En más pri primer mer lugar, ugar, no está alemas. alcance ning únsten, ser  viviente (y los sistemas son ciertamente seres vivientes  sui   generis) generis)   «crear» el mundo,  por así decir, decir, di diariam ariamente; ente; en segundo segundo lug ugar, ar, la mayoría de las veces no exi existe ste ni ning nguna una razón evidente sin más para plantear de nuevo una solución elaborada con grandes dificultades, experimentada y de eficacia acreditada. Aquí no hay nada que añadir a las  brillllantes  bri antes exposicio exposiciones nes de Thomas T homas Kuhn (1973) respecto a este tema. Ya simplemente el cambio en la manera de pensar del individuo como instancia última a la comprensión del individuo como sistema parcial produce una resistencia que sin exageración se puede comparar con la resistencia contra el tránsito de la visión geocéntrica de nuestro sistema solar a la visión heliocéntrica. Es el rechazo del destronamiento talo,vez también real) del individuo« natural» mediante manera de  pensar si sistémi stémica caaparente y, unido unido (o a ello, ell el seguir segui r aferrado al supuesto natural » delaque la causa de problemas de tipo social o empresarial habían de reconducirse al mal funcionamiento  personal de un  individuo determinado. En este sistema conceptual, ¿en qué otro lugar  que en la mónada habría que buscar la causa? El hecho de experiencia de que la causa  puede residi residirr en las propiedades propiedades suprapersonales suprapersonales del sistema comienza a imponerse sólo sólo lentamente. Un ejemplo puede ilustrar este estado de cosas: en una empresa de medianas dimensiones se crea un nuevo puesto de vicedirector y se otorga a un colaborador  considerado como muy competente. Después de casi medio año se pone de manifiesto que el nuevo contratado no está a la altura de su cometido y debe ser sustituido por un  profesional  profesi onal considerado todavía más competente. Tampoco éste cumpl cumplee las expectati expectativas vas  puestas él. . La plaza plaza  analizan es cubierta cubierta de nuevo por en tercera vez. deAllamismo mi smo tiempo tiempo los expertos en en él management    analizan la posición misma el marco empresa y resulta que ésta es insostenible porque a la persona en cuestión se le carga con una gran

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responsabilidad sin la necesaria autoridad y libertad de decisión. Los efectos patológicos de tales contextos de comunicación (responsabilidad sin una suficiente libertad de acción) son bien conocidos por la psicoterapia orientada sistémicamente como parte integrante de depresiones. La dificultad de aprehender los problemas en términos sistémicos explica, entre otras cosas, también por qué cualquier sistema plantea a los solucionado res de problemas en última instancia una única pretensión, a saber, la estereotipada: devuélvanos al momento antes de presentarse el problema; entonces para nosotros todavía estaba todo en orden. Parece que apenas se necesita señalar que eso es lo único que el solucionador de  problemas  probl emas no logrará logrará hacer. Existen dos causas para el fracaso, que tendrá lugar más pronto o más tarde (la mayoría de las veces más tarde), de la receta «más de lo mismos. La primera es evidente y reside en el continuo cambio de las condiciones ambientales. Ninguna adaptación se realiza de una vez para siempre; en la naturaleza son eliminadas despiadadamente con la muerte formas de vida que no disponen del necesario equilibrio homeostático; en la familia se producen psicosis, divorcio, asesinato o suicidio; en los grandes sistemas humanos se producen trastornos cada vez más amenazadores y más extensos. No existe ninguna más mortífera que la ilusión de todas las ideologías de haber encontrado la solución idea definitiva. La segunda razón es inmanente al sistema y, por tanto, significativamente menos evidente que la primera. En la manera de pensar tradicional no hay ninguna razón manifiesta por la que estructuras elaboradas en un momento y que funcionan satisfactoriamente no se puedan reproducir y extender a discreción. Sin embargo, desde hace tiempo el teórico de sistemas conoce que a la multiplicación o al incremento cuantitativo no sólo le son puestos límites materiales (así, p. ej., falta de dinero, materias  primas,  pri mas, espacio, espacio, etc.) si sino no que, contrario contrario a toda experien experiencia, cia, se pueden verifi verificar  car  imprevisibles discontinuidades de tipo cualitativo. Así, la historia evolutiva del cerebro no enseña que el lenguaje humano (digital) sólo se hace posible con un peso del cerebro de aproximadamente 1400 gramos de desarrollarse lentamente en parece sistemasexistir nerviosos centrales menos complejos. Enenlavez construcción de superpetroleros una frontera crítica, situada en unas 400 000 toneladas, produciéndose cambios esenciales en la gobernabilidad de estos barcos cuando se alcanza dicho tonelaje, a los que en general hay que atribuir colisiones inexplicables con visibilidad clara y mar tranquilo. Vester  (1980, p. 69) ofrece para el mismo tema el ejemplo del paciente cuya temperatura corporal sube de 37 a 40 grados; una señal de que está enfermo. «Sin embargo, si la temperatura aumenta tres grados más, la persona no está doblemente enferma, como algunos economistas extrapolarían de manera cortante, sino que está muerta hace tiempo.» El empleo tal vez más divertido lo facilita John Gall (1978, p. 42) de la estación espacial americana de Cabo Kennedy. Para proteger los cohetes altos como campanarios de las influencias especialmente la lluvia ydel de mundo. los rayos,¿Qué se construyó un hangar que es unaatmosféricas, de las construcciones más de gigantescas más natural que aplicar los principios conocidos hace tiempo y las experiencias de la construcción de

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hangares, multiplicadas a tal fin? Lo que se puso de manifiesto después de la conclusión de la inmensa estructura fue que un espacio de tales dimensiones tiene su propio clima interno —a saber, aguaceros y descargas de electricidad estática, y de este modo produce  por sí misma misma precisamente precisamente aquell aquellos factores contra los que debía proteger proteger.. (El cambi cambioo repentino de cosas que, empujadas al extremo, se convierten en lo contrario de lo que se  pretendía, ya era conocido por Heráclito Heráclito que le había dado el nombre de enantiodromía.) Lo difícil en esta problemática es su ya mencionado carácter imprevisible. Deberíamos disponer de una comprensión suficiente de las propiedades de los grandes sistemas para  poder actuar profil profilácticamente ácticamente con eficacia. eficacia. Habida Habida cuenta de la compleji complejidad dad de tales tales sistemas que supera con mucho dimensiones astronómicas, por el momento existe un total escepticismo sobre si en un tiempo no lejano será incluso sólo posible hallar las  preguntas  preg untas correctas c orrectas —ni hablar hablar si siqui quiera era de las respuestas «correctas»—. «correctas» —. En el epílog epílogoo a su libro sobre hipótesis de las leyes cibernéticas Gilbert Probst (1981, p. 363ss) resume las razones de este sano escepticismo. Su demostración no excluye por supuesto, que una confrontación reiterada con efectos al momento imprevisibles, puede posibilitar por  lo menos medidas en cierto modo profilácticas, pero ciertamente, en el mejor de los casos, pueden poner en claro regularidades sólo puntualmente. (También aquí se da un  paral  paralel eliismo el ámbito ámbi to cl clíni ínico, co, en el que laspero mani manifestaci festaciones onesserá concretas de un patolog patol ogías ías son en ciertocon modo claramente comprensibles, nunca nos asequible cuadro completo de la persona y de su problemática.) En qué medida se pueden deducir regularidades, al menos en parte, de una situación  básica  bási ca determinada, determinada, lo prueba un estudi estudioo fascinante fascinante de Serge Serge Kolm Kolm de la  Maison  des Sciences  de  I’Homme  en París (1979, p. 61-69), que se ocupa de las consecuencias económicas de las tomas de posesión de gobiernos socialistas, y comprueba que sorprendentemente tienen lugar resultados estereotipados que son diametralmente opuestos al programa bien intencionado del gobierno, poco importa si se trata de Chile, Portugal, Australia o Brasil. La evolución de la economía francesa desde la toma de  posesión  posesi ón del gobierno obierno por parte de los social socialiistas en 1981 parece segui seguirr con demasiada demasiada exactitud «plan» de Kolm. Ashby el y Beer —por nombrar solamente a dos representantes de la manera de pensar  sistémica— han llamado continuamente la atención sobre otra regularidad: el funcionamiento de un sistema depende fundamentalmente de  si  cumple con la ley de la necesaria diversidad, es decir, de si su complejidad es por lo menos tan grande como la de su entorno, y no  de  si   puede predecir correctamente todas las posibles evoluciones ambientales basándose en experiencias anteriores. Con ello no se niega la importancia de la experiencia de cara a la decisión y la planificación, pero se llama la atención sobre el  peliigro que resulta  pel resulta de una imagen magen del mundo que se basa princi principal palmente mente en la experiencia. En esta visión de la realidad no hay lugar para lo que no ha sucedido hasta ahora. Las consecuencias pueden ser abruptas, como, p. ej., en el caso del embargo árabe petróleo o —lolargo, que es másen probable— permanecer de latentes durante un tiempodelengañosamente como el inicio pueden casi imperceptible la muerte ahora catastrófica de los bosques.

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También aquí se pueden observar paralelismos ricos de enseñanza con el pequeño sistema de la familia. La experiencia clínica sugiere la hipótesis de que las familias que se las arreglan sencilla y llanamente con los problemas vitales, evidentemente poseen la capacidad de producir, a partir de sí mismas, las adaptaciones necesarias a los cambios de las realidades internas y externas. En cambio, en una familia llamada patológica parece faltar esta capacidad de elaborar a partir de sí misma nuevas reglas de comportamiento. El sistema, por tanto, recorre una y otra vez su repertorio (la mayoría de las veces muy limitado) de modelos de actuación, reacciona a la problemática que se agrava lentamente con la receta catastrófica de «mas de lo mismo» y de este modo no llega ni a una solución ni a la comprensión de que la solución se encuentra fuera de las pautas de comportamiento que están a su disposición. En la teoría de la comunicación esta situación se denomina un  juego  sin   fin,   dado que el comportamiento del sistema en cuanto sistema, por un lado, está sujeto a unas reglas, pero, por otro, no existen reglas  para el cambio cambio de las reglas reglas (es decir, decir, no ex exis isten ten metarregl metarreglas)1. En los albores de la técnica de los ordenadores esta fatalidad era conocida con el nombre de «problema del alto». La expresión hacía referencia a la situación que se producía cuando a la computadora se le presentaba un problema que no estaba comprendido en el llamado ámbito de su programa (expresado de forma vulgar: en el ámbito de aplicación) y, por  consiguiente, era irresoluble. Entonces la computadora recorría ininterrumpidamente el círculo vicioso de todos los procesos de cálculo que le habían programado sin llegar a la conclusión de que el cálculo en estas circunstancias era irresoluble. Todo «programa» (en el sentido más amplio) «produce» una realidad determinada en la que determinadas cosas son posibles y otras son imposibles y eso, no porque la posibilidad o imposibilidad se halla en cierta forma en la esencia de las cosas mismas, sino porque ésta se produce forzosamente a partir de la imagen que se tiene de la realidad. Sin embargo, el que no se trate de un mundo real, sino solamente de un orden construido en el mundo, resulta muy difícil de reconocer una vez que este orden está establecido y de este modo se ha creado un círculo vicioso semejante al problema del alto. Estaspara reflexiones la ley fundamental necesaria diversidad. Asícomo pues, para hay razón suponer superan que el sensorio del hombredeeslasuficientemente complejo recibir 10000 impresiones sensoriales por segundo. Este número debería corresponder en cierta medida a la diversidad de nuestro entorno interno y externo. Sin embargo, es totalmente imposible procesar estas percepciones en su totalidad por medio de los centros cerebrales superiores y ponerlas así como base de decisiones conscientes. Por esto, es necesaria una drástica selección que reduce esta abundancia de información a un mínimo utilizable prácticamente; un filtro, por así decir, que solamente deja pasar lo importante, y que nos defiende contra la incapacidad de acción debido a la inundación de información. Cómo llega uno a estos criterios de selección, a la formación de este «filtro», qué es considerado «importante», tampoco es el resultado de decisiones racionales, sino el resultado deomiles de millares de acontecimientos casuales en el curso del desarrollo caprichoso del individuo del sistema en cuestión.  Nos encontramos así ante el hecho ya conoci conocido do por los estudiosos estudiosos de la evoluci evolución ón y

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 por lo loss bi biól ólog ogos os de que todo titipo po de vida vida es el resultado resultado de azar y necesidad necesidad (Jacques Monod 1970). A saber, lo que se forma casualmente en el ámbito de la vida, se convierte en un orden que; por su parte —naturalmente siempre sólo en el marco de lo viable—  construye situaciones en las que en ese mismo momento ciertas cosas son reales y otras no. Bien entendido: estas limitaciones no se encuentran, por consiguiente, en el «ser así» del mundo, pretendidamente independiente del hombre, sino que son el resultado de un orden construido en el mundo. En esta perspectiva, no es en modo alguno exagerado decir que toda interpretación o atribución de sentido crea reflexivamente su propia realidad «llena de sentido». Uno de los ejemplos más conocidos por lo que se refiere a la actuación de este mecanismo en el ámbito científico fue la controversia de la concepción ptolemaica (geocéntrica) y copernicana (heliocéntrica) de nuestro sistema planetario. Como se sabe, a lo largo de los siglos se habían presentado inconsistencias en el sistema geocéntrico que se podían incorporar a esta concepción cada vez con más dificultad; así, ante todo, los epiciclos (la retrogradación) de determinados planetas, que contradecían lo que durante largo tiempo era conocido sobre la mecánica del movimiento de los cuerpos celestes. Ahora bien, cuando el sol fue «declarados centro del sistema, estas «anomalías» desaparecieron. Por tanto, éstas se encontraban en la esencia de la teoría en cuestión, no en la esencia de los planetas2, Se podría también decir que la referida dotación de sentido  produce una determi determinada nada realidad, realidad, pero que esta «rea «reallidad» se conci concibe be de una manera típica como existiendo objetiva e independientemente del hombre.  No es necesario necesario abordar aquí las resistenci resistencias as emocional emocionales es a la degradaci degradación ón de nuestro  planeta  pl aneta a un satélite satélite de tercera cl clase. ase. En cambio lo importante para nuestro tema es que también el directivo —vea así su cometido o no— es un dador de sentido y, por consiguiente, entra en la misma  problemáti  probl emática ca circular circular que se acaba de esbozar. esbozar. En cuanto dador de sentido sentido él mismo se encuentra metido en el sistema, se confronta con los efectos de sus propias actuaciones que con demasiada facilidad puede considerar como causas independientes de él. ¿Actúa oteología reacciona? Evidentemente la pregunta está malsiplanteada. Recuerda aellasdilema de su la escolástica que se peleó con el problema Dios está sometido leyes de  propiaa creación  propi creación o por encima encima de el elllas y, por tanto, si puede hacer también también lo imposibl mposiblee  —loo que, según  —l según una fábula, fábula, aprovechó el diabl diabloo para pedir pedir a Di Dios os que crease una roca que fuese tan enorme que ni siquiera Dios pudiese levantarla—. Pero —escolástica aparte— de importancia todavía más trascendental para el tema de dotación de sentido son las llamadas profecías que se autocumplen. Como es sabido, se trata de determinados supuestos (y/o expectativas o convicciones) que exclusivamente  por el hecho de ser formulados formulados consig consiguen que se realice realice el acontecimi acontecimiento ento supuesto. En otras palabras: la profecía del acontecimiento lleva al acontecimiento de la profecía (Watzlawick, 1981, p. 91-110). En una consideración superficial, las profecías que se ad  absurdum autocumplen llevarclásica  la manera de Mientras en la maneraparecen de pensar de la causalidad el pensar presentelineal-causal. es condicionado porque el  pasado, en este caso un suceso esperado con seguri seguridad, dad, a saber, que ya ha tenido tenido lugar  ugar 

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«realmente» por así decir en el futuro, determina el acontecimiento en el aquí y ahora. Sin embargo, ambos casos tienen en común su estar profundamente ligados a un modelo de causalidad al que es todavía ajena la manera de pensar cibernética debido al concepto del efecto retroactivo de las consecuencias sobre sus propias causas. Las consecuencias que de esto se derivan son harto conocidas. Construyen situaciones que, en primer lugar, nunca se presentarían sin el supuesto base en cuestión y que, en segundo lugar, para su solución parecen clamar una aplicación reforzada de las medidas ya tomadas. Los planes quinquenales soviéticos con su rigidez dirigista, condicionada ideológicamente, y la realidad económica y social por ellos construida, son un craso ejemplo y recuerdan la apodíctica apreciación de Hegel: «Si   los hechos no concuerdan con la teoría, —tanto  peor para los hechos.» Ya Ashby (1956, p. 43) fundamentalmente postulaba la diferencia importante para nuestro tema entre dos tipos de cambios sistémicos: «Por un lado, está el cambio de un estado (interno) a otro […], que corresponde al comportamiento de la máquina en base a su dinámica interna y, por otro, está el cambio de transformación en transformación […], que es un cambio de su comportamiento global producido arbitrariamente por el experimentador o por cualquier otro factor externo. La diferencia es fundamental y no se  puede descuidar en ning ninguna una circunstancia.» circunstancia.» Con ello, sin embargo, no se ha enunciado todavía cómo podría presentarse una tal intervención conducente a la producción de un cambio de segundo orden. En general,  para poder intervenir, ntervenir, un soluci solucionador onador de problemas problemas debería proveerse, en primer primer lug ugar, ar, de una total claridad sobre todos los detalles de la situación global, prescindiendo totalmente de que debería poseer una estrategia de solución, de la que —como ya se ha mencionado hoy sólo consta con seguridad que todavía no existe. La caótica complejidad de cualquier problemática, incluso en sistemas relativamente pequeños, que además es una función de la visión general de la que carece el observador del sistema y que en cierto modo se potencia reflexivamente, parece excluir provisionalmente cualquier   posibi  posi billidad de intervención. intervención. Estas yapariencias engañan. Justamente, como es posible, ausencia una teoría general definitiva de sistemas, no sólo identificar modelos en positivos de de intervención, sino preverlos, también se pueden utilizar estrategias positivas de solución que asimismo no pueden pretender ser completas, sino sólo útiles. Mencionemos aquí brevemente dos de éstas. 1. La desviación al servicio servici o de su pr propia opia rectifi rectificación cación

Los factores que participan en la formación de un tiempo atmosférico determinado son de una variedad tal que a la meteorología todavía no le es posible formular un modelo matemático en cierto modo seguro de la formación del tiempo (y por tanto de su  previsi  previ sibi billidad). En cambio, cambio, un mecani mecanismo smo tan sencil sencillo como el termostato no tiene tiene dificultad alguna para mantener estable la temperatura de una casa a pesar de las

oscilaciones de temperatura. Como se sabe, esto se consigue porque el dispositivo 108

 

selecciona solamente un factor de la infinidad de factores meteorológicos, a saber, la desviación de la temperatura de una norma deseada y a través de la inversión de su signo matemático (menos en más y, respectivamente, al revés) pone esta desviación al servicio de su propia rectificación. La comparación parece cojear, puesto que se podría objetar  que la temperatura en el interior de la casa, si es que lo tiene, tiene un efecto retroactivo infinitesimal sobre el tiempo atmosférico y, por tanto, no se trata de una auténtica interacción. La objeción es en sí sólida; pero, por otra parte, no se puede pasar por alto que es suficiente un número relativamente pequeño de tales procesos homeostáticos en nuestro cuerpo para nuestra supervivencia física. En el pequeño sistema de la familia, p. ej., esta estrategia puede ser completamente suficiente. Su punto de partida es una definición clara y concreta del problema y el descubrimiento de la pseudosolución contraproducente hasta ahora intentada. Entonces, en este momento se inicia la intervención. Ésta intenta romper el círculo vicioso entre los intentos de «más de la misma solución» y «más de la misma problemática», introduciendo en el sistema una instancia que neutraliza los intentos de solución realizados hasta ese momento y que los convierte en su contrario. Este procedimiento replica el efecto del termostato por cuanto que también aquí, bajo el aparente descuido de la enorme complejidad de la situación global, sólo se toma en consideración un aspecto del problema. Esta «insignificancia» a menudo da a la intervención la apariencia de una solución asombrosa y paradójica, en tanto que ésta —para subrayar esto una vez más— sólo se basa en el conocimiento de los intentos de solución precedentes, no eficaces, y reacciona contra ellos. Además, la experiencia práctica enseña que cuando la intervención no tiene éxito, precisamente su relativa insignificancia no suele acarrear  consecuencias graves. Evidentemente, en cada caso particular, el solucionador de problemas se debe  preguntar  preg untar si una perturbación perturbación que se le ha comunicado, comunicado, se ha de considerar como tal. tal. La forma de vida óptima de todo sistema (y, por tanto, también la meta de las soluciones de  problemas)  probl emas) es aquel estado que Ashby (1954, p. 90ss) denomina como ultraestabilidad. Como los el cibernéticos subrayanpuede una yentender otra vez,pores ella. una Se forma estabilidad, muy alejada de lo que sentido «común» tratademás bien de un equilibrio dinámico que para su mantenimiento necesita paradójicamente de continuas oscilaciones internas. Cuando éstas son aprehendidas como perturbaciones que deben ser suprimidas  para que el sistema sistema funcione funcione si sinn fri friccio cciones, nes, entonces se produce el equivalent equivalentee de lo que Ashby ilustra con el ejemplo del funámbulo: Si   alguien agarrara su balancín para «suprimir» su oscilación aparentemente desordenada, provocaría la caída inmediata del funámbulo. En el sentido del constructivismo, se podría decir que ,el intento de construir  un mundo sin perturbaciones produce una realidad extremadamente perturbada. Aplicado a la praxis de la dirección de una empresa, significa que mejoras bien intencionadas, en determinadas circunstancias, pueden confirmar el viejo adagio que el remedio es peor  queA lamenudo enfermedad. la conmutación de la desviación en su contrario es una solución suficiente;  pero no titiene ene por qué serlo. serlo. Si no lo es, entonces produce, por lo menos, un estado de

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fluctuación o labilidad que hace más fácil al solucionador del problema el introducir desde fuera aquel cambio que el organismo por sí mismo no podría producir. En el sentido de la cita de Ashby mencionada anteriormente, aquí se trata, por tanto, de «cambio de transformación en transformación», es decir, de una solución de segundo orden (Watzlawick y otros 1974, p. 99-115). Lo sorprendente en estas soluciones es no sólo el carácter casi mágico ya mencionado, sino también el hecho de que se trata de medidas que en modo alguno presuponen descubrimientos especiales o conocimientos nuevos. La razón por la que no fueron utilizadas por parte de los interesados desde el principio y de forma totalmente evidente es que éstas no encajan en su imagen de la realidad y, por  tanto, son rechazadas inmediatamente, inmediatamente, si es que son tomadas en consideración. consideración. 2. Pensar lo inimaginable

Parece proceder de Santayana la sentencia de que quien ignora el pasado está condenado a repetirlo. Esto es sin duda exacto —salvo en todos aquellos casos para los que el pasado no proporciona ninguna enseñanza porque el problema en cuestión jamás se ha producido—. Sin embargo, el solucionador de problemas tiene que vérselas con frecuencia con estos casos. ¿Se puede soportar sin recursos un futuro imprevisible o se  puede pensar de algún algún modo lo ini inimag magiinable? nable? En la teoría del management,  especialmente en el ámbito de la planificación, se ha acuñado el concepto de escenario. Un escenario se basa en una hipótesis por el momento absolutamente arbitraria sobre la verificación de una determinada situación en el futuro. Se acepta, por tanto, la contingencia como un dato inevitable de nuestro mundo. En contraposición a los análisis de tendencias o a los pronósticos que son necesariamente cuantitativos, el escenario se basa en una imagen cualitativa del mundo. Aplicando la técnica del escenario, el manager   se pregunta cómo debería ser la organización aquí y ahora para poder arreglárselas con la situación del futuro arbitrariamente supuesta. Evidentemente hay innumerables situaciones imaginables semejantes. De acuerdo con la experiencia se recomienda trabajar, en la medida de lo posible, sólo con dos escenarios que se basan en dos hipótesis completamente diferentes. A partir de estas dos situaciones no se supone que se verificarán, sino que se pueden verificar. Por consiguiente, el escenario no es ninguna profecía que se autocumple; éste proyecta e investiga posibles «realidades», en lugar de entregarse desvalido a «la» realidad. Así, p. ej., Shell International, en oposición a otras empresas, comenzó ya en 1979 a fundamentar su  plani  pl anificaci ficación ón para la mitad mitad de los años ochenta en dos escenarios, escenarios, uno de los cuales  postulaba  postul aba un preci precioo del petróleo de 15 $ y el otro, un precio precio de 50 $, y los los convertía en  base de preparativos preparativos prácticos (Lorenz 1980). ¿Sería exagerado exagerado afirmar que la técnica de los escenarios es una forma de aplicación práctica del constructivismo, es decir, la «construcción» consciente de realidades, de las que se pueden derivar decisiones  prácticas?  prácti cas? Esta pregunta abre perspectivas que superan el marco de un corto ensayo. Volvamos a

una aplicación menos ambiciosa y futurista de este concepto (en el sentido de una 110

 

realidad postulada) en el ámbito de estrategias de solución. Junto a la definición de un problema (del estado actual no deseado) la mayoría de las veces se encuentra ya en alguna medida una idea clara de la meta deseable. El solucionador del problema es en este sentido como un alpinista que mira del valle a la cumbre y trata de fijar la ruta de la escalada. El principiante propende a considerar en qué dirección debe partir. El alpinista experimentado, en cambio, se pregunta a qué punto inmediatamente debajo de la cumbre debería llegar, para poder escalar desde allí los últimos metros hasta la cima. Como paso siguiente examina dónde se debería situar  inmediatamente antes para alcanzar aquel punto inmediatamente debajo de la cumbre y así sucesivamente, paso a paso hacia abajo hasta llegar a su punto de partida en el valle. Por tanto, él recorre, por así decir, el camino inverso, desde la cumbre hasta el valle, en lugar de subir desde el valle y tal vez darse cuenta sólo después de horas de fatigosa escalada que no puede seguir avanzando en esta dirección. Esta técnica puede servir también como ejemplo para ver cómo una manera de  proceder que contradice contradice el sentido sentido común —a saber, saber, el camino camino de la sol soluci ución ón del  problema—  probl ema— puede muy bien bien tener éxi éxito al alllí donde fracasan los los intentos de soluci solución ón realizados hasta ese momento. Hay que decir, sin embargo, que el verdadero talento de un solucionador de problemas reside en la capacidad de conseguir que sus clientes incluso tomen simplemente en consideración «la posibilidad de ser diferentes» (la expresión procede de Aristóteles). Así, este ensayo ha llegado de nuevo a su punto de partida, pues sin la tendencia de todos los seres vivientes a agarrarse fijamente a algo que en alguna ocasión se ha ganado a fuerza de trabajo, no se tendría necesidad ni de la psicoterapia ni tal vez de muchos aspectos de la teoría del management.  Los contemporáneos de Galilei se negaron simplemente a mirar por su telescopio puesto que lo que él afirmaba ver en el firmamento, no «podía» ser cierto. Quien está convencido de que su realidad es la única verdadera, la defiende hasta el fin porque (como lo expresaba Christian Morgenstern tan acertadamente) «así él concluye tajantemente que no puede ser lo que no debe ser».

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10 LA COLETA DE MÜNCHHAUSEN Y LA ESCALERA DE WITTGENSTEIN

Sobre el problema de la reflexividad  Ya hemos hablado en varias ocasiones de los efectos que las paradojas tienen sobre la conducta y de los círculos viciosos que pueden crear en las relaciones humanas. Si  —como se atribuye a Epiménides— Epiméni des— todos los cretenses cretenses son mentirosos, entonces él, como cretense, es mentiroso ya su vez y por ello es mentira que todos los cretenses son mentirosos. Así pues, la afirmación se refiere a sí misma: Si es cierta, es mentira y, si es mentira, es verdad. Si esta reflexividad se limitase únicamente a estos juegos, entonces los espíritus prácticos podrían dedicarse tranquilamente a los problemas de índole práctica. Pero que esto no es así y que el problema de la reflexividad impregna nuestras estructuras mentales y nuestras concepciones de la realidad, es el tema de una conferencia que pronuncié ante la Fundación Siemens.

«En otra ocasión», así comienza una de las conocidas aventuras del barón de Münchhausen, «me proponía saltar sobre una ciénaga que inicialmente no me pareció tan ancha como la encontré en cuanto me vi en medio del salto. Suspendido en el aire, di media vuelta y regresé al punto de partida, para tomar un mayor impulso. Pero también  por segunda segunda vez hi hice ce un salto salto demasiado demasiado corto y caí, no lejos de la oril orilla, hundiéndome hundiéndome en la ciénaga hasta el cuello. En este punto, habría muerto irremisiblemente, si la fuerza de mi brazo, asiendo mifirmemente propia coleta, nomis me rodillas.» hubiese sacado de allí, juntamente con el caballo, que yo apretaba entre De una forma algo menos novelesca Arquímedes expresa ya la misma idea, cuando  busca el punto de apoyo sobre el cual podría levantar levantar la tierra de sus goznes. Peter P eter Wei Weiss ss hace llegar a su Marat a la misma conclusión: «La cuestión es / elevarse a sí mismo tirando del propio cabello / darse la vuelta de dentro hacia fuera / y verlo todo con ojos nuevos.» Estas citas contienen los elementos fundamentales de una característica curiosa, tan universal como difícilmente perceptible, de nuestra concepción del mundo, a saber: la idea de un punto fijo desde el cual se podría abarcar y modificar el mundo en su totalidad; la pregunta acerca de la posibilidad de superar los límites de un marco aparentemente y, finalmente, unido a esto, el problema de la dicotomía lógicauniversal; del «dentro» y «fuera» estrechamente en lugar de la oposición clásica entre verdadero y falso.

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Aquí se tratará, pues, cómo —y, sobre todo, si —    es posible, ante la innegable carencia  —  es de un punto arquimédico, salir, asiéndose a su propia coleta, del marco del mundo en el sentido más amplio y verlo entonces desde fuera, «con ojos nuevos». Se mostrará, además, que no estamos ante un juego intelectual, filosófico, sino ante una realidad, con la cual uno tropieza en los terrenos más diversos, irremisible e inmediatamente, cuando intenta alcanzar tan sólo un modesto grado de verdad, carencia de contradicciones, calculabilidad, consecuencia y, por lo mismo , previsibilidad. Todos los seres vivos dependen para bien o para mal de un conocimiento suficiente del medio en el que viven. Ya la ameba que observamos a través del microscopio busca en su gota de agua aquel punto que reúne en modo óptimo los factores para ella vitales (temperatura, luz, oxígeno, etc.). Si  observamos nuestros gatos y nuestros perros, no nos resultará difícil comprobar que ellos también llevan consigo una muy compleja imagen de la realidad y que reaccionan con temor, e incluso con pánico, cuando acontecimientos exteriores no se integran en su imagen del mundo, sino más bien parecen contradecirla. Por lo que se refiere a la esfera humana —gracias a nuestra capacidad de informarnos reflexivamente sobre nuestra imagen del mundo o sobre nuestras categorías vivenciales—  es totalmente patente la necesidad ineludible de una imagen del mundo completa y fiable. Cuando las visiones del mundo se revelan insuficientes pueden producir aquellas catástrofes personales para las cuales la psiquiatría se juzga competente o, a nivel sociopolítico, aquellas turbulencias sangrientas reflejadas en el proverbio: plus ça  change, lus c’est  la méme chose. En un caso como en otro, uno se inclina a pensar que tanto el individuo como la sociedad están en principio capacitados para una comprensión suficiente del mundo y que, por lo tanto, las crisis mencionadas tienen su origen en fallos humanos. En consecuencia, la persona mentalmente sana ve el mundo como es «realmente» y el mentalmente enfermo lo deforma y para el conjunto de los hombres de buena voluntad el único orden social verdadero y justo es algo evidente. Trataremos de mostrar que esta opinión es insostenible y que el mantenerse aferrado a ella conduce a patologías  sui eneris en social, y existencial. La clave de estos problemas nos la  proporci  proporciona onalos el terrenos fenómeno de lacientífico reflexi reflexivi vidad. dad. Insistamos una vez más: para poder subsistir biológica, psicológica y socialmente, necesitamos una imagen del mundo no contradictoria, una explicación sólida de la realidad, tal como «realmente» es. Ya Hume y Kant y muchos otros después de ellos advirtieron que no podemos hablar del mundo, sino sólo de imágenes del mundo y que,  por citar a Jaspers (1947, p. 627) «el « el mundo es como es. No el mundo, sino sino únicamente nuestros conocimientos pueden ser ciertos o falsos». Ya Schopenhauer (1912, p. 346) advierte en Über   den  Willen  in   der   Natur  Natur  («Sobre   («Sobre la voluntad en la naturaleza») que el sentido y el orden fueron puestos en el mundo por un acto de atribución humana y que sólo entonces son descubiertos «ahí fuera» como supuestos hechos, «que la utilidad es

introducida en la el entendimiento cual,permiten en consecuencia, admira tan de una maravilla quenaturaleza él mismoporcreó. Le sucede (siel me ilustrar unse objeto

elevado con una metáfora trivial) como cuando se admira de que todos los productos de 113

 

la multiplicación del número 9 siempre den, por adición de cada una de sus cifras, 9 o un número cuyas cifras sumadas den 9; esto sucede a pesar de que él mismo preparó esta maravilla con el sistema decimal». O imaginémonos el ejemplo de los números primos. Como legos en matemáticas suponemos ingenuamente que las propiedades tan especiales de estos números representan una clara prueba del «orden del mundo independiente del hombre pero accesible a él». De hecho y en realidad este enormemente complejo (es más: aparentemente divino) orden es creado por nosotros, cuando postulamos que hay números que sólo son divisibles por sí mismos y por uno. Por consiguiente, lo que llamamos realidad no lo descubrimos nosotros, sino que lo creamos completa y  propiamente  propi amente nosotros mismos. mismos. Si Sinn embargo, embargo, no somos conscientes conscientes de este acto de la fijación de una realidad; una vez que esta realidad fue fijada, se derivan de ella conclusiones aparentemente sólidas, fatales. Ahora ya nos encontramos en condiciones de dar el siguiente paso. Una vez que esta imagen del mundo fue fijada y se creó una realidad, surge inconteniblemente para el creador inconsciente de esta realidad la necesidad urgente (diría aún más: vital) de su comprensión más total y absoluta posible. ¿Dónde están sus límites?, ¿cuáles son sus leyes?, ¿su causalidad?, ¿cómo me tengo que adaptar?, ¿dónde y cómo tengo que intervenir modificándola?, ¿qué debo aceptar como seguro?, ¿qué tengo que temer como  poco seguro? seguro? No se trata, por lo tanto, únicamente, únicamente, de que el ser humano —como Schopenhauer exponía con respecto al sistema decimal«admire una maravilla que él mismo ha creado», sino de que esta maravilla tanto le puede dar alas para los más altos logros como precipitarle en la desesperación más profunda. Con otras palabras: aquí nos encontramos ante la pregunta sobre el sentido del mundo. Pero esta pregunta es reflexiva, puesto que en cierto sentido es el resultado lógico de una respuesta ya dada desde siempre, es decir, de una atribución de sentido, de una fijación de sentido de la cual surge realmente ya en primera instancia la pregunta por el sentido. Sin la fijación apriorística de un sentido no habría tampoco una pregunta por el sentido. La serpiente se muerde la cola y se levanta ante nosotros el arcano símbolo del Ouroboros. Yo mismo llevadopor a enfrentarme pregunta sino por elademás sentidopor no mi solamente, como cualquier otrafui persona, el hecho decon mi laexistencia,  trabajo como  psicoterapeuta  psi coterapeuta y el consig consiguiente uiente contacto cotidi cotidiano ano con las tragedi tragedias as y tragi tragicomedi comedias as de otros hombres y no únicamente de mi propio Ouroboros. Quien sufre emocionalmente, sufre precisamente no por la realidad «real», sino por su imagen de la realidad. Sin embargo esta imagen es para él la realidad y su sentido es el auténtico sentido de la vida. Para el melancólico este sentido en un cuento «contado por un idiota, lleno de sonido y de furor que no significa nada». El paranoico con sus así llamadas ideas fijas se establece un sentido y de esta única idea básica se sigue para él todo lo demás, dentro de una lógica de acero, inquebrantable. Los que sufren (individuos, parejas, familias, o sistemas humanos más amplios como, p. ej., naciones) son prisioneros de su propia imagen del mundo. lo que nosotros del ninguna terreno de la para comunicación llamamos un uego sinJuegan fin, es adecir un juego quedentro no posee regla la modificación de sus

 propias  propi as reglas reglas o para su concl conclusi usión. ón. Un jueg juegoo cuya primera primera reg reglla es en palabras palabras de Alan 114

 

Watt: esto no es ningún juego; esto es muy serio. Es un universo autorreflexivo que se va renovando con dolor ininterrumpidamente, en la misma forma, en su «estar vuelto a sí mismo», «puesto que en este universo», como en una ocasión formuló Koestler (1954) «el tiempo comienza a contarse de nuevo después de cada discusión y después de cada reconciliación y la historia se encuentra siempre en el año cero». Cada vez que el que padece consigue —espontáneamente o por terapia— abandonar el marco aparentemente universal de su realidad, es el fruto de un admirable y casi indescriptible salto por encima de los límites de este marco, de un izarse a sí mismo, que no desmerece en nada la habilidad del barón de Münchhausen. Yo me atrevería incluso a sostener que la esencia de una terapia eficaz radica en la aportación de esta habilidad, por  muy escandalosa que las corrientes escolásticas ortodoxas encuentren esta forma de intervención terapéutica y en consecuencia intenten aniquilarla semánticamente. Permítanme, sin embargo, aproximarme al problema de la reflexividad desde un punto de vista totalmente diferente, a saber, desde una perspectiva menos fácilmente corroída  por las pasiones, pasiones, que atrae casi inevi nevitabl tablemente emente hacia hacia sí, tanto en el lego ego como en el  profesional  profesi onal,, la discusión discusión de datos psiqui psiquiátri átricos. cos.

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Un hombre, en su búsqueda, alcanzó el fin del mundo y atravesó los límites entre el interior y el exterior del mundo. Emocionado, mira hacia fuera y comprende el mundo como realmente es (este gravado medieval o, a lo mejor, sólo apócrifo) expresa una de las añoranzas arquetípicas de la humanidad: la experiencia de la trascendencia, que conduce a la visión de la verdad pura. Lo que se entiende por «puro» debería estar claro: un conocimiento en su objetividad absolutaclaramente y, por eso, libreel de toda contaminación por del partemundo del observador. Con ello aparece trazado objetivo

de la ciencia. Pero lo que aquí queda por decir es de enorme importancia para nuestro 116

 

tema. Como  si  de un truco de prestidigitación totalmente imprevisto se tratase, se da por   probado que el mundo titiene ene un orden fi fijo, jo, defini definititivo vo y que este orden se nos presenta si efectuamos las preguntas adecuadas; pero este supuesto es una  petiti  petitioo  principii princi pii,, puesto que anticipa lo que por medio de ella se ha de probar y entre este supuesto y la idea fija, anteriormente mencionada, del paranoico de que «se» le está persiguiendo (y esto él lo «sabe», no necesita probarlo) no existe ninguna diferencia esencial. En ambos casos, a  partirr de una premisa  parti premisa dada, se derivan aquellas aquellas consecuenci c onsecuencias as aparentemente apare ntemente ineludi ineludibl bles, es, que son atribuidas a la realidad y no a la premisa. Examinemos estas consecuencias en el terreno de la ciencia. Para comprender el mundo objetivamente y llegar así a un conocimiento del mismo sin contradicciones, coherente, es necesaria una absoluta distinción entre objeto (mundo) y sujeto (el observador). Dejando totalmente aparte que Einstein con su concepto de la relatividad y Heisenberg con su principio de indeterminación ya demostraron de una vez  por todas la imposibi mposibillidad de este procedimi procedimiento, ento, también también para un profano resulta resulta claro claro que un mundo, del cual fue eliminada toda subjetividad en virtud de la exigencia científica de objetividad absoluta, simplemente ya no sería perceptible. Todo esto es conocido desde hace mucho tiempo, pero pese a ello en nuestro proceder  científico ha cambiado poco, lo que lleva a resultados que desde luego son científicamente irreprochables en sentido ortodoxo, pero relativamente estériles. Lo ilustraremos sólo con un ejemplo tomado de las ciencias de la conducta: en la moderna investigación animal en parte se toman las más complicadas medidas de precaución para eliminar lo más posible el influjo del observador sobre la conducta de los animales que son objeto de la observación. Cuando esto tiene por objeto el estudio de la conducta animal salvaje, en su ambiente natural, ciertamente éste es el método de investigación a elegir. Pero cuando en los últimos años se renunció conscientemente al principio de la división sujeto-objeto y el investigador entró en interacción intensa con los animales, se  produjeron resultados resultados no imagi maginados cuya si sign gniificación, ficación, en mi opini opinión, ón, todavía es demasiado pronto para valorar. Pienso concretamente en los trabajos de investigación de la comunicación delfines yComo en elustedes aprendizaje del lenguaje de señales (sordomudos) por con los primates. seguramente saben, sehumano comprobó que, p. ej., los chimpancés disponen de capacidades lingüísticas y cognitivas muy superiores a las que necesitan para su vida en la selva. Este potencial está normalmente de barbecho en el animal y es activado únicamente por el contacto «innatural» con el ser humano. De aquí se derivan para nosotros muchas cosas, ante todo la interesantísima pregunta por las capacidades que un adiestrador superhumano podría despertar en nosotros. De modo semejante, el abandono de la pasividad y neutralidad tradicionales —del ideal clásico del analista como un espejo vacío— desembocó en el campo de la psicoterapia y abrió la  puerta a métodos de tratamiento tratamiento innovadores, innovadores, efectivos efectivos y economizadores de tiempo. Pero regresemos a mi  propio tema. Teniendo en cuenta la reflexividad de toda premisa científica, se ha trazar la permítanme frontera entreunsujeto objeto, entredeel los interior y el exterior?¿por Endónde aras de la de brevedad, salto ypor encima pasos

intermedios hasta el resultado que Schrödinger (1958, p. 52) delimita con precisión en su 117

 

libro  Mind   and   Matter: Matter: «La razón por la cual nuestro yo, que siente, percibe y piensa, no puede ser encontrado en ninguna parte dentro de nuestra imagen científica del mundo, se puede expresar fácilmente con seis palabras: porque él mismo es esta imagen. Es idéntico con el todo y por ello no puede estar contenido en él como parte.» A este respecto hemos de citar especialmente al cibernético alemán Gotthard Günther  (1958), que en un artículo sobre la lógica no aristotélica de la reflexión llama la atención sobre el hecho de que el proceso de la reflexividad jamás podrá desarrollarse dentro del esquema sujeto-objeto, puesto que en él, al ser consciente de sí mismo, se hace a sí mismo objeto, pero al mismo tiempo es consciente de que a pesar de esta distinción como sujeto y como objeto es idéntico. Pero, ¿cómo puede algo que es distinto ser al mismo tiempo idéntico? En la lógica clásica ciertamente es una contradicción que, por  una parte, el yo como sujeto tenga que ser distinto del yo como objeto y que, por otra, sea idéntico a él. Aunque con esto el problema de la reflexividad queda ya prácticamente delimitado con  bastante claridad, claridad, aun así, en esta forma, sig sigue siendo siendo una abstracción abstracción teórica. teórica. Permítanme entonces que les presente otros ejemplos, que van desde lo sublime hasta lo irrisorio, para ilustrar cómo este problema hace de las suyas secretamente en todos los contextos posibles posibles e imposibles. imposibles. Tomemos el problema del determinismo. Como se sabe, se trata de una imagen del mundo que concibe todo acontecimiento como causalmente condicionado en sentido estricto y en consecuencia excluye la posibilidad de una decisión libre. En el marco del determinismo el supuesto de la existencia del libre albedrío mismo es uno más entre la infinidad de efectos que un acontecimiento —naturalmente, a su vez rigurosamente determinado ejerció en el pasado sobre el sujeto en cuestión, determinándolo a pensar  que posee una voluntad libre. De este modo, el mundo aparece como comprendido sin contradicciones en su ser así y en su totalidad, y todo perfectamente ordenado, siempre que uno no se plantee —reflexivamente— la cuestión del origen de la idea misma del determinismo. Por muchas vueltas que le demos, esta idea, sobre la base de nuestra lógica aristotélica sólo puede ser o bien determinada indeterminada.   es determinada, se presenta inmediatamente la pregunta de siosubien propia determinaciónSiestá determinada y así sucesivamente, en un progreso infinito y, por lo mismo, indemostrable. Pero, si, por el contrario, no es determinada, entonces toda la visión del mundo del determinismo se apoya sobre una premisa que se contradice a sí misma y que desemboca  por lo esencial esencial en el supuesto totalmente totalmente arbitrari arbitrarioo e indemostrable ndemostrable de que todo está determinado. De modo semejante, Karl Popper denomina muy justamente el racionalismo una fe irracional en la razón y, mucho antes que él, Soren Kierkegaard inició desde este punto su ataque al racionalismo y su defensa del absurdo. El racionalismo es necesariamente limitado, puesto que la veracidad de un sistema nunca es demostrable, sino que  presupone vez un no presupuesto dogmáti dogmático, co, ninguna una decisi deci sión ón deabsurda deci decir, r, irracional), cada cuya elección es demostrable por clase criterio(es racional.

Kierkegaard llegó incluso a sostener que la justificación del irracionalismo se origina en 118

 

las conclusi conc lusiones ones del racional rac ionalismo. ismo. Así pues, para demostrar reflexivamente su propia carencia de contradicción y su lógica, todo sistema aristotélico cae en el dilema de, o bien intentar producir otra prueba dentro de su propio marco, lo que desemboca en un juego sin fin (paradoja de Russell), o  bien,  bi en, para poder presentar esta prueba, se ve obl obliigado a refugiarse refugiarse en premisas premisas que se encuentran fuera de su propio marco y que, por ello, para demostrar su propia verdad, su consistencia, etc., necesitan un marco aún más amplio, más completo y a su vez no demostrable. Con ello no se resuelve el problema, sino tan sólo es desplazado cada vez más lejos. Pero este desplazamiento tiene límites muy estrechos. En la investigación de la comunicación, por ej., ya fracasamos en el estudio de la metacomunicación, es decir, de la comunicación sobre la comunicación. Toda comunicación dirigida a otra persona transmite algo, pero al mismo tiempo dice algo sobre sí misma, a saber cómo la ha de entender el receptor, por ej., como orden, como chiste, como consuelo. Este segundo aspecto, el metacomunicativo, tiene una importancia extraordinaria, puesto que expresa y a la vez determina la esencia de las relaciones humanas. Por esta razón, el estudio de los efectos (pragmáticos) de la comunicación sobre la conducta y especialmente de los conflictos y patologías que genera, exige una investigación de la metacomunicación. De este modo, por ej., mientras que el matemático tiene a su disposición el lenguaje de las matemáticas (números, símbolos algebraicos, etc.) para las matemáticas mismas y los lenguajes naturales para la expresión de la metamatemática, nosotros sólo disponemos de nuestro lenguaje natural para la expresión tanto de la comunicación como de la metacomunicación. Por lo tanto, está en la naturaleza de la investigación de la comunicación que ella precisamente no puede recurrir a un sistema de expresión más completo, que no puede sacarse a sí misma de la ciénaga asiéndose al propio moño. Pero aun suponiendo que llegásemos a desarrollar un lenguaje para la metacomunicación, de  poco nos serviría. serviría. En ese caso seríamos ci científi entíficamente camente casi tan impecables mpecables como los matemáticos, pero como es sobradamente conocido, Gödel les criticó severamente cuando en susistema célebrecuya trabajo sobre proposiciones demostró que ningún complejidad equivalga formalmente al menos a laindeterminables de la aritmética, jamás  podrá ex extraer traer de sí mismo mismo su propia propia cohesión cohesión y su propia propia lógi ógica (es decir decir sin sin recurrir recurrir a los axiomas, a su vez también indemostrables, de un sistema aún más amplio). Tampoco sucede de otro modo en la teología. Una vez que existe la fe en la verdad y en la obligatoriedad de la revelación di vina, se deriva de ella una visión aparentemente armónica del mundo, en la cual el creyente obtiene respuestas a sus preguntas ya sus dudas. Pero, ¿qué sucede con la fe misma?, ¿dónde se fundamenta?, ¿y de dónde  procede? Para la dog dogmáti mática ca cris cristitiana ana la fe es un acto de la gracia di divi vina, na, por el cual se hace reflexiva. Aún más, ¿Dios en su perfección está situado por encima de las leyes de su propia creación o está él mismo  sometido a ellas? No se trata aquí ya de un juego escolástico de palabras ej., bien la cuestión el lanúmero de ángeles que pueden caber en la punta de unacomo, aguja.p.Más se trata sobre aquí de penetración de la paradoja de

la reflexividad en la metafísica. Por esta vía en la teología del siglo XI se llega al 119

 

movimiento antidialéctico, que intenta liberar totalmente el concepto de  Dios   de los límites de la razón y, al hacerlo, sólo repite la paradoja de Tertuliano al que se atribuye erróneamente, pero no desatinadamente, la frase: Credo  quia  absurdum  est   (de hecho dijo: Certum  est   quia  impossibile  est).  Tertuliano ciertamente no cayó en la cuenta de que también la paradoja, aunque negativamente, depende de la lógica y de este modo contribuye a consolidarla más. O tomemos el ejemplo de la creencia en la transmigración de las almas y la conclusión que se deriva de ella, infinitamente consoladora para un ser humano que sufre. Si mis reveses de fortuna son la consecuencia de acciones u omisiones en mi vida anterior, mi vida cobra de pronto sentido, se vuelve depuración, solución y ya sabemos que el dolor  que tiene un sentido es mucho más llevadero que el dolor absurdo. Además ahora se me hace posible configurar de modo más feliz y más hermoso mi próxima existencia a través de obras buenas en el presente o —el más elevado de los deseos— evitar definitivamente la reencarnación. Así, todo cuanto me sucede encuentra una explicación, excepto el sentido mismo, es decir, la hipótesis de la transmigración de las almas, que no ofrece ninguna explicación de sí misma. Así pues, una vez más nos encontramos con un espacio vacío; exactamente como en la retina del ojo el punto de salida del nervio óptico, aquel punto, en el que confluyen la totalidad de las impresiones visuales, es una mancha «ciega». Roger Garaudy (1972) en su libro  L  L’alternative ’alternative  muestra con claridad probablemente no premeditada el dilema de la reflexividad en las estructuras políticas. Garaudy, cabeza ideológica del partido comunista francés (pero desde 1968  persona  non  grata  en el Kremlin por sus ácidas críticas contra la entrada de tropas soviéticas en Checoslovaquia) esboza en esta obra el modelo de la autogestión, de la autoadministración de los trabajadores. Si  este modelo llegase a ser puesto en práctica, no sólo estarían en manos de los trabajadores los medios de producción, sino también la decisión sobre su modo de utilización. «¿Tienen los trabajadores la capacidad de dirigir empresas?», pregunta Garaudy. «¿Será capaz el funcionario de la ventanilla de la estación de tren de Austerlitz de tomar unaentre decisión sobre la construcción de un tren de vía única? ¿Podráplazo?» decidir Para este funcionario aumentos inmediatos de salario e inversiones a largo Garaudy éstas son «preguntas tontas» con las cuales no sólo la clase dominante desde los tiempos de la aristocracia relegaba a los trabajadores a un eterno infantilismo, sino que desgraciadamente también son planteadas por comunistas y socialistas. ¿Por qué medios se libera la clase trabajadora de esta minoría de edad y llega a la autodeterminación? La respuesta de Garaudy es altamente interesante para nuestro tema,  puesto que él constata escuetamente que « el paso hacia hacia la autodetermi autodeterminaci nación ón también también tiene que ser “autodeterminado”». Por lo tanto, éste se presupone a sí mismo y de este modo surge de nuevo la imagen del barón de Münchhausen. La autodeterminación se convierte en un Ouroboros o —por citar de nuevo literalmente a Garaudy— «la autogestión se convierte escuelapor de autogestión». la prácticadeestoingenieros se puede llevar cabo por medio de la en elección parte de los En trabajadores y otrosa

especialistas, los cuales, a su vez, pueden ser destituidos por los trabajadores. Los 120

 

especialistas tienen que informar, aclarar, convencer, pero la decisión final reside en los trabajadores. Sin embargo, esto significa ni más ni menos que, por una parte, los trabajadores tienen conciencia de la insuficiencia de sus conocimientos especializados y  por esta razón reclutan reclutan expertos, pero que, por otra parte, deciden deciden en cierto sentido sentido como metaespecialistas sobre los logros de los especialistas. Mientras Garaudy critica la omnisciencia de la dirección en el centralismo estalinista, burocrático, en este modelo la base debe desempeñar claramente la función rectora. Así surge ante el lector el déjà  vu de la idea platónica del Estado gobernado por los sabios, con todas sus consecuencias  paradójicas,  paradóji cas, contraproducentes, que Popper describi describióó en  La  sociedad   abierta   y   sus enemigos. Lamentablemente la situación de la democracia tampoco es mejor. Precisamente en nuestros días se plantea de forma cada vez más aguda la cuestión sobre el modo en que la democracia se puede proteger democráticamente contra un comportamiento antidemocrático. También en este caso tenemos que remitir a la obra de Popper, sobre todo a las paradojas sobre la libertad, la democracia y la tolerancia, que él expuso con  precisi  preci sión. ón. ¿La toleranci toleranciaa titiene ene que tolerar tolerar a la intoleranci ntolerancia? a? En caso afirmati afirmativo, vo, ¿cómo  puede evitar evitar la reintroducci reintroducción ón del derecho del puño como su consecuencia consecuencia propia, propia, inmediata? En caso negativo, ¿de qué modo puede evitar conducirse a sí misma, reflexivamente, al absurdo? Detengámonos en una de las columnas de la libertad democrática: el derecho al debate  parlamentari  parl amentarioo si sinn cortapisas. cortapisas. El abuso de esta libertad por un partido partido de oposició oposiciónn de talante antidemocrático podría paralizar totalmente al parlamento por medio del ejercicio ininterrumpido de este derecho. Pero la introducción democrática de esta limitación está sujeta al mismo derecho al debate ilimitado cuya limitación pretende obtener y, por ello,  puede ser retrasada indefini ndefinidamente. damente. De este modo la maquinari maquinariaa de gobierno obierno queda encerrada dentro de un círculo vicioso. Se produce una situación básicamente idéntica cuando alguien quiere persuadir a otra  persona de que todos los hombres, con independencia ndependencia de su orig origen, relig religión o sexo, sexo, son iguales. Esto reviste con frases ocomo «ellos sonsemejantes. igual que nosotros», «entre negros no haysediferencia alguna» afirmaciones Para destacar establancos igualdady es necesario hacer distinción entre «ellos» y «nosotros», aunque sólo fuese para comprobar que la diferencia no es una diferencia. En este sentido se neutralizan expresiones autorreflexivas por el hecho de ser pronunciadas. Como ven, llegamos en muchos respectos a Wittgenstein, que en su Tractatus (4.442) constata: «Es imposible que una frase proclame de sí misma que es verdadera.» Pero por  desgracia sucede que incluso esta misma frase es una frase que dice algo sobre sí misma, exactamente como la frase que yo acabo de pronunciar. Nivel y metanivel, comunicación y metacomunicación se entremezclan paradójicamente y uno tiene de nuevo ante  sí   la imagen del perro que persigue su cola o la de aquel bromista que dice de sí mismo: «¡Cuánto alegro de no poder tragar la espinaca; porque,  si  me gustase, la comería, y yo odio esameporquería!»

Esta forma de búsqueda de sentido, vuelta hacia sí misma, como una pesadilla, es para 121

 

Rudolf Breuer uno de los temas principales en la obra de Samuel Beckett, p. ej. en la novela Watt.   «La novela» —escribe Breuer (1976)— «se asemeja al intento del esquizofrénico de no decir nada (es decir, comunicar) y al mismo tiempo evitar que su silencio sea comprendido como comunicación; o al intento del matemático que quiere fundamentar su lógica consigo mismo, para no caer en un círculo vicioso; o al intento de un hombre que se siente llamado a ratificar una promesa, de cuya seriedad se duda,  prometiendo  prometi endo mantener su promesa; o al dilema dilema del político político que tiene tiene que lograr ograr objetivos  buenos por medi medios os malos malos o fracasar (p. ej., hacer una guerra para la aboli abolición ción de la guerra); o incluso al simple problema del miope que busca sus gafas.» En nuestra infancia, cuando se prolongaba la parada del tren en una estación, los adultos nos daban el consejo de poner el tren en marcha empujando contra el tabique del compartimiento. Algún tiempo más tarde leí algo sobre la propuesta de un inventor  excéntrico para dotar a los barcos de vela con grandes ventiladores con objeto de que, si se calmaba el viento, el barco pudiese generar por sí mismo el viento que necesitase. Más tarde aún, hallé una respuesta en la máxima de un maestro zen: «La vida es como la espada que hiere, pero no se puede herir a sí misma; como el ojo que ve, pero no se  puede ver a sí mismo»; mismo»; o, expresado expresado de un modo mucho más banal: banal: uno  se puede hacer  cosquillas a sí mismo, pero el efecto nunca será el mismo que cuando nos las hace otra  persona. Espero que no se ofendan si en el marco de un acto científi científico co me aventuro a hacer la escabrosa referencia de que la buena pornografía puede resultar más excitante que nuestras propias fantasías sexuales, esencialmente del mismo  tipo. De alguna manera, lo decisivo en esto es el hecho de que la imagen o .la descripción llegue a nosotros desde el exterior. Un tercer ejemplo, menos chocante: la hipnosis inducida por   parte de otra persona es normal normalmente mente más efectiva que la autohipnosi autohipnosis, s, aun cuando en ambos casos se utilice la misma técnica de inducción. Lo exterior (y sin duda también la interacción) vuelve a jugar un papel decisivo. Inversamente, en la formación de hipnoterapeutas tropiezo continuamente con el fenómeno paradójico, autorreflexivo, de que la seguridad y la confianza del hipnotizador en sí mismo son la condición más importante para el éxito, y de que también, por el contrario, sólo el éxito repetido puede generar seguridad y confianza en sí mismo. La pregunta sobre cómo uno, ante este círculo vicioso, puede llegar a ser un hipnoterapeuta competente imitando así la proeza de Münchhausen, nos conduciría de nuevo, a pesar de su aparente trivialidad, al enigma de la reflexividad. Este enigma aparece en las artes plásticas como uno de los temas del famoso grabador  holandés Maurits Escher. Este interesantísimo hombre había, por decirlo así, redescubierto y representado únicamente a partir de elementos gráficos diferentes  problemas  probl emas muy compli complicados de alta alta matemática. Observemos su dibujo a pluma, del año 1920, que representa la catedral de San Bavo. En la esfera ornamental del candelabro situado en el centro de la nave de la catedral se refleja el interior de la iglesia y también el artista sucreador, caballete. el dibujo sólo  se a sí elmismo, tambiéncon a su quePor se consiguiente, encuentra en medio delno trabajo de contiene crearlo. Así, exteriorsino se

vuelve hacia el interior, de modo que los problemas de la reflexividad no solucionados en 122

 

lo que anteriormente hemos citado, parecen resolverse aquí de algún modo (fig. 2).

La esencia de este problema sin duda ya se conocía antes de Escher y concretamente en la forma de la botella imaginada por el matemático Felix Klein y que lleva su nombre. Como ustedes ven, se pero trataque aquí de una figura ytopológicamente muyuna curiosa, que claramente está cerrada, carece de interior exterior y sólo posee superficie superior. Si uno se imagina a sí mismo de pie en la botella y luego avanzando, finalmente alcanzará el otro lado sin haber cruzado ningún límite o borde. Uno tiene que imaginarse, en cierto sentido, el paso de dentro a fuera, que, además, no es ningún paso, en el punto en el que la botella, por decirlo así, entra en sí misma (fig. 3).

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Comparen ahora con esto la litografía de Escher titulada galería de cuadros, del año 1956 (fig. 4) y la explicación que Ernst le dio: «Aproximémonos a este grabado inicialmente como observadores que no sospechan de nada. En el ángulo inferior derecho descubrimos la entrada a una galería de arte en la que hay gráficos expuestos. Nos dirigimos hacia la izquierda y nos encontramos con un joven que contempla uno de los cuadros colgados de la pared; en él ve un barco y más arriba, en otras palabras, en el ángulo superior izquierdo, algunas casas en un muelle del puerto. Sin embargo, si continuamos ahora mirando hacia la derecha, vemos que la línea de las casas continúa y en el extremo derecho bajamos la mirada y descubrimos en el ángulo inferior una casa que hace esquina, con la entrada a un galería de arte en la cual están expuestos gráficos… Consecuentemente, nuestro joven  se  encuentra dentro del cuadro que él mismo mi smo contempla» (Ernst 1976).

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Escher cuenta en varios pasajes de su obra que hubo matemáticos que acudían a él  para que les ex expusi pusiese ese los compli complicados teoremas pl plásti ásticamente camente representados en sus gráficos y que éstos simplemente no lo podían creer cuando les aseguraba que él era un ignorante absoluto en«Dos matemáticas. el cuadro que acabamos de comentar escribe él mismo lo siguiente: eruditos, elSobre profesor van Dantzig y el profesor van Wijngaarden intentaron en una ocasión convencerme de que yo había diseñado una superficie de Riemann. Yo no sé si ellos están en lo cierto, aunque parece ser que una de las  propiedades  propi edades de una superficie superficie de este tipo es que el punto central siempre siempre está vacío. De cualquier modo, yo no comprendo a Riemann y todavía menos las matemáticas teóricas, y no digamos ya nada de la geometría euclidiana» (Ernst 1976). De este modo queda explicado el espacio en blanco —en la reproducción posiblemente no fácilmente identificable— en el centro de la ilustración en el cual el artista estampó su firma. Al igual que en la botella de Klein, se trata aquí del punto ciego, de aquel lugar casi mítico, en el cual interior y exterior se interpenetran casi imperceptible e incomprensiblemente. Permítanme un ejemplo más, abstracto, que se ha de comprender como una analogía

y que, sin embargo, como toda analogía certera, comunica intuitivamente. He citado a Wittgenstein cuando dice que es imposible que una frase diga de sí misma que es 125

 

verdadera. Pero se puede demostrar con relativa facilidad que tales frases existen, y las conclusiones que de ello se pueden derivar lo son todo salvo sencillas… Más bien desembocan en una lógica de la cual está eliminada la paradoja de la reflexividad, que, efectivamente, se saca a sí misma de la ciénaga, asiéndose de su propio moño. Siguiendo la lógica recursiva (por lo tanto reflexiva) de von Foerster, intentemos formular una frase que contenga una afirmación definitiva sobre el número de letras que la componen. Intentémoslo con «Esta frase contiene 35 letras». El recuento da como resultado que contiene treinta y seis. Obtenemos así el esquema casi arquetípico de una afirmación que sólo tiene sentido en el marco de un sistema conceptual más amplio, a saber: La frase «“Esta frase contiene treinta y cinco letras” contiene treinta y seis letras» Con otras palabras, la frase original, aquí entrecomillada, cobra un sentido en el conjunto de la frase ampliada, pero la nueva frase no emite ninguna declaración definitiva sobre su propio número de letras. Tenemos que intentar de nuevo, recursivamente, la misma operación. Obtendríamos la frase:La frase «“Esta frase contiene treinta y cinco letras” contiene treinta y seis letras» contiene sesenta y dos letras. Sin embargo, de este modo el problema vuelve a ser aplazado de nuevo, pero no es solucionado. Uno puede imaginar sin dificultad que un loco podría continuar acumulando estratos cada vez más altos de frases, pero que probablemente nunca alcanzaría la «verdad». Pero en lugar de un número escogido al azar, estudiemos todos los números de letras en cuestión,enp.elej.enunciado los comprendidos entre el 27 fin traslademos el número contenido de la frase sobre el Y ejeel x37.  de Auneste sistema de coordenadas y el número real de letras sobre el eje y (fig. 5).

126

 

Si existe la frase cuyo enunciado y cuyo número real de letras son idénticos y que, en este sentido, realiza una declaración verdadera sobre sí misma, tendría que estar situada sobre la diagonal que se encuentra entre el eje  x y el eje  y. Como vemos, esto es así con el número 30, mientras que todas las demás frases no cumplen esta condición. «Esta frase contiene treinta y cinco letras» tiene, como vemos ahora gráficamente, 36 letras, y,  por el elllo no coinci coincide de sobre la diago diagonal nal.. Tenemos entonces que treinta treinta es el valor   pr  propio opio de la frase, lo que significa que la frase «Esta frase contiene treinta letras» contiene efectivamente treinta letras. En inglés la misma frase tiene dos valores propios (31 y 33), en italiano también dos (28 y 29) mientras nos podemos imaginar fácilmente que existen lenguas en laslegos cualesennomatemáticas, tiene ningún valor propio. En cuanto el valor propio sólo se nos hace perceptible de un modo intuitivo y únicamente es transmisible a otros terrenos vitales a modo de comparación. De este modo se vuelve a poner en cuestión, p. ej., la prueba aparentemente definitiva de Kurt Gödel, según el cual ningún sistema es demostrable por  sí mismo. En este contexto tenemos que mencionar la obra  Laws  of   Form,  de George Spencer-Brown, así como los trabajos del cibernético Heinz von Foerster y del neurofisiólogo Francisco Varela sobre la reflexividad. Muestran que un sistema se trasciende en su valor propio y puede demostrar su lógica propia, por decirlo así, desde fuera, pero sin recurso a la ayuda de un sistema mayor y a su vez no cerrado. Sin embargo, de este modo el sistema —dicho de manera muy profana— ha realizado la  prueba habil de aquí Münchhausen. Yo nodeséhabili si loidad hasta expuesto ha demostrado, aunque sólo fuese a grandes rasgos,

los problemas de la reflexividad. Pero estoy seguro de que con ello aún no está ni mucho 127

 

más claro por qué razón yo les he empujado a realizar este tour   de  for  force ce ni hacia donde debe dirigirse esta excursión. ¿Lo dicho contiene alguna analogía práctica, filosófica, ideológica, o bien se queda en simple diversión? En caso afirmativo, ¿cuál es este sentido? Y ¿qué se puede aprender de ello? Sin embargo, yo creo que, con todo, una cosa está clara: el sentido que nosotros recibimos depende de la pregunta por el sentido que formulamos. Pero esta pregunta no  puede darse a sí misma misma ning ningún ún sentido. Ella Ella no es su propio propio sentido; se queda vacía en el instante mismo en que se interroga reflexivamente sobre sí misma. Con otras palabras: mientras no sea formulada la pregunta por el sentido del sentido, el mundo  puede ser  vivido como libre de contradicción, pero incluso esto no es necesariamente así. Quisiera describir este hecho por medio de la historia de la mujer de Bath, relatada en los Cuentos de Canterbury,  de Chaucer. En ella un caballero de la Tabla Redonda del rey Arturo, cabalgando hacia su palacio al regresar de la caza, encuentra en su camino una oven de maravillosa hermosura, sentada al borde del mismo, y no puede resistir el impulso de violarla. La repugnancia que este acto provoca es tal que el rey Arturo dispone que el caballero sea ajusticiado; sin embargo, la reina y las damas de la corte intervienen en favor del caballero y obtienen del rey Arturo que deje en sus manos el destino del caballero. Ellas deciden concederle la gracia si en el plazo de un año y un día encuentra la respuesta a esta pregunta: «¿Qué es lo que las mujeres persiguen con más ahínco?» Con la pena de muerte como alternativa, el caballero se decide, como es natural, por este mal menor y sale al mundo con su caballo. Transcurre el año, se inicia el último día; el caballero está regresando al castillo y a la muerte, puesto que no consiguió encontrar la respuesta. Esta vez encuentra en su camino una anciana con aspecto de  bruja tan fea que uno apenas se lo puede imagi imaginar. El cabal caballlero entabla conversación con la vieja, le habla de su penosa situación, a lo cual ella responde con toda naturalidad que conoce la respuesta y que también está dispuesta a revelársela si él promete «por tu honor hacerme aquello que de ti deseo si de algún modo está en tu poder». De este modo el caballero se encuentra de nuevo ante una doble alternativa —ser decapitado o  prometerlee a la bruja la satisfacción  prometerl satisfacción de su deseo, sea cual fuere—, naturalmente, vuelve a decidirse por el mal menor y así se hace con el conocimiento del (bien banal) secreto: «… por lo general reside el deseo de las mujeres por la soberanía en que al amante o al marido preso ellas mantienen bajo su dominio.» La reina y sus damas quedan totalmente satisfechas con esta respuesta. Entonces la bruja, que había mantenido su parte de lo  pactado, da a conocer su deseo, exig exigiendo que el caballero caballero la tome por esposa. Llega Llega la noche de bodas; el caballero, desconcertado, yace al lado de su esposa, incapaz de superar su repugnancia para con ella. Una vez más la bruja le ofrece dos posibilidades a escoger: o bien la acepta tal cual ella es , y en este caso ella será para el resto de su vida una esposa fiel y obediente, o bien ella se transformará en la más hermosa de las mujeres, pero nunca le será fiel. El caballero reflexiona largamente sobre este nuevo la elección dilema, hasta que yfinalmente rechaza de optar por instante una de las dos posibilidades rechazar la otra. Chaucer nos misma, cuenta en quelugar en aquel mismo la

 bruja se transforma en la más hermosa de las doncell doncellas y le permanece fiel el resto de su 128

 

vida. Evidentemente la historia no sólo es galante, sino que además contiene un profundo significado filosófico. ¿Durante cuánto tiempo aún hemos de continuar en el error hasta que finalmente ya no sólo continuemos haciendo lo mismo en la creencia de que esta acción es la única alternativa posible, sino que pongamos en cuestión nuestra misma creencia? ¿Durante cuánto tiempo tenemos que seguir buscando inútilmente hasta que ya no creamos no haber buscado todavía en el lugar justo, sino que nos preguntemos si lo que buscamos existe en realidad? Karl Kraus halló la respuesta en el principio de que él, cuando tenga que decidir entre dos males, no elegirá ninguno de los dos. Mucho más hermosa aún es la frase extrañamente consoladora que el inglés Chesterton cita de la obra de Pope: «Bienaventurado sea quien no espera nada, pues él será espléndidamente sorprendido», es decir, no que el desesperado «no será decepcionado» como la mayoría de las veces se cita falsamente a Pope, sino que « … será espléndidamente sorprendido». Chesterton continúa escribiendo: «Una de las miles y miles de verdades chistosas es que nosotros no sabemos nada hasta que no sabemos nada.» Aquí nos encontramos ya en presencia de un círculo vicioso, cuya complejidad pronto supera la capacidad de reflexión del cerebro humano. Aquí se produce una situación fundamentalmente nueva, en la cual la pregunta desaparece y con ella la necesidad de una respuesta. Queda patente entonces que la búsqueda, la pregunta, constituye el  problema,  probl ema, del mismo mismo modo que —dicho sea de paso— en la modali modalidad de terapia terapia breve que nosotros hemos desarrollado en el Mental Research Institute la solución intentada es considerada como el verdadero problema. Pero precisamente aquí tropezamos con la dificultad más tenaz, puesto que las  personas que se encuentran en dificul dificultades tades emocional emocionales es ciertamente ciertamente se declaran declaran la mayoría de las veces dispuestas a hacer todo lo que pueda contribuir a la disminución de su dolor, con una única, determinante y decidida excepción: el abandono de la premisa misma generadora de dolor y de los intentos de solución que en apariencia se derivan naturalmente de ella, pero que de hecho y en realidad son perpetuadores de los  problemas.  probl emas. Esta renunci re nunciaa y abandono a bandono de la premisa premisa es propiamente propiamente un think  crime en el sentido de Orwell y es interesante observar que en las ideologías totalitarias es también considerado consi derado y tratado consecuentemente como tal. tal. A primera vista es casi imposible no malinterpretar este estado de cosas. Tenemos que comprender que en todo lo hasta aquí dicho se produce un salto a un nivel lógico superior —no una síntesis hegeliana de los contrarios que por su parte una vez más es sólo un polo de un par de contrarios— y que por medio de este salto se deshace la contradicción de los contrarios y la reflexividad cobra sentido. Mientras nuestro  pensamiento  pensami ento permanezca aprisi aprisionado onado en la dicotomía dicotomía aristotél aristotéliica de los pares de contrarios, de lo que hemos dicho sólo  se  podrá extraer una conclusión, a saber: desesperación y resignación apática. Precisamente en la praxis psicoterapéutica nos encontramos excesivadefrecuencia humanos paraylos el conocimiento supuestamentecon definitivo la carenciacon de seres sentido del mundo de que la vida es motivo de

suicidio. ¿Dónde queda aquí la espléndida sorpresa de Chesterton? Es cierto que la 129

 

situación en estos casos es totalmente diferente. El que se desespera ante el absurdo del mundo es cautivo de la ilusión de que tiene que existir un sentido, que, sin embargo, no hay. A partir de entonces el mundo y la vida se hace insoportable para él. Por esta razón, se ve también claramente el absurdo y el efecto contrario del «estímulo» del paciente, que con la mejor intención es intentado continuamente (incluso por parte de psiquiatras). Por el contrario, este momento trágico está ausente de la observación del rey en  Alici  Aliciaa en el   país país  de las  maravillas,  quien, después de la lectura del absurdo poema del conejo  blanco,  bl anco, lleg egaa a esta conclusi conclusión: ón: ««Si Si esto no contiene contiene ni ning ngún ún sentido, sentido, ell ello nos ahorra una  buena porción de trabajo, puesto que entonces no necesitaremos necesitaremos buscar ning ninguno.» uno.» A mi juicio, la lección que nos da el fenómeno de la reflexividad es que el mundo ni tiene sentido ni deja de tenerlo —que la pregunta por el sentido no tiene sentido—. El mundo no puede retener lo que no contiene. Ya Wittgenstein decía (Tractatus 6.5): «No existe el enigma» y «La solución del problema de la vida uno la ve en la desaparición del  problema»  probl ema» (6.521). El mundo posee un val valor or propio propio que a fin fin de cuentas es nuestro  propio.  propi o. Se di dice ce de los maestros zen que a la pregunta pregunta por el recto camino camino hacia hacia la iluminación respondieron que mientras uno busca el  satori  no lo puede tener. El conde Dürckheim (1954) relata lo siguiente: En una ocasión en que preguntó al viejo maestro Suzuki «con respecto al Ser, por el hombre siempre buscado y que, además, le envuelve y penetra, si sucede algo así como con el pez, que busca el agua, él respondió con una ligera sonrisa: “Es aún más: es como cuando el agua busca el agua”». El taoísmo habla de wuwei,  la carencia intencionada de intencionalidad. Sobre el enigmático fondo del  Proceso  Pr oceso  de F. Kafka existen innumerables interpretaciones,  Last   but   not   least,  una que intenta demostrar que el relato ha de leerse desde el final hacia el comienzo. Y aun así la respuesta parece estar contenida en la observación final del reli gioso  gioso   en la catedral. Después de haber intentado sin resultado positivo alguno ayudar a Josef K. con la  parábolaa del portero, ex  parábol expresa presa el absurdo de la búsqueda de senti sentido do por parte de K. definitivamente en una única, muy clara observación que extrañamente no parece desempeñar ningún papel (al menos que yo sepa) en la investigación sobre la obra de Kafka: «El tribunal no quiere saber nada de ti. Te acepta si vienes y te despacha, si te vas.» Josef K. escucha, pero no comprende y perece en su búsqueda de una certeza definitiva. «Es verdad que existe lo indecible», dice Wittgenstein (Tractatus,   6.522), «Esto se muestra; es lo místico.» Y finalmente: «Mis frases comunican por el hecho de que aquel que me comprende, al final las reconoce como absurdas,  si  a través de ellas —en ellas—  se elevó por encima de ellas. (Por así decirlo, tiene que arrojar la escalera después de subir por ella.) Tiene que superar estas frases y entonces podrá ver el mundo correctamente» (6.54). y a esto sigue una frase de silencio.

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EPÍLOGO. UNA PERSPECTIVA HACIA EL FUTURO COMUNICATIVO

La expresión comunicación  está en la boca de muchas personas desde hace unas décadas; se ha convertido en una palabra de moda, que tiene un significado opalescente y  por tanto muy poco consistente. consistente. P. ej., en lugar ugar de « no nos entendemos» o «nos  peleamos»,  pel eamos», hoy se ha vuelto vuelto mucho más ci científi entífico co decir decir, sobre todo en mi profesión, profesión, «no nos comunicamos». De este modo el conflicto parece claramente esbozado. Comunicativo  estaría aquí como calificativo de ese aspecto de nuestro mundo cuya realidad es producida por el hecho de que «entidades», en el más amplio sentido, sobre todo naturalmente las personas humanas, empiezan a relacionarse entre sí y a influenciarse recíprocamente. El resultado de esta interacción o, expresado más sencillamente, la esencia de toda relación, a pesar de su inmediatez y cotidianidad, es difícilmente comprensible. Lo que se sustrae, incluso al pensamiento clásico lineal-causal de la ciencia (ni que decir tiene de nuestro descuidado pensamiento vulgar), es lo que los  biól  bi ólog ogos os denominan denominan el fenómeno de la cualidad cualidad emergente. emergente. Con ello ello se quiere quiere deci decirr que la esencia de toda relación (y, por tanto, de toda interacción y comunicación) es siempre más que y de naturaleza diferente a la simple suma de los elementos que los comunicadores aportan a la relación. Aquí una causa no sólo produce un efecto, sino que todo efecto, por su parte, ejerce un efecto causal retroactivo sobre su propia causa. De aquí surgen complejidades que  se  sustraen a cualquier reducción a sus elementos aislados. El agua es más que y de naturaleza diferente a la simple suma de las  propiedades  propi edades de dos átomos de hidrógeno hidrógeno y un átomo de oxígeno. oxígeno. En la medida en que a través del desarrollo de la electrónica moderna, del vínculo científico cada vez más estrecho de todas las partes del mundo y de muchos otros factores semejantes, el mundo moderno está atravesado por redes cada vez más densas (y por tanto se vuelve vuelve más «comuni «c omunicati cativo»), vo»), se incrementa la compleji complejidad dad que acabamos de mencionar en una medida para cuya superación los modelos clásicos de pensamiento nos han dejado en la estocada ya hace mucho tiempo. Un ejemplo ilustrará de que nuevas dimensiones se trata: Cuando en 1946 fue instalado el primer gran ordenador en la Universidad de Illinois, en ese momento se duplicó la capacidad de cálculo de nuestro  planeta.  pl aneta. Y en comparación, comparación, p. ej., con un moderno superordenador Cray,  ese primero era un dinosaurio. Así pues, ¿qué perspectivas se abren para nuestro futuro comunicativo? Ante todo debemos hacer constar que hemos alcanzado una frontera casi   desconocida para

nuestros padres, a saber, ese punto en el que el ingenuo incremento o la multiplicación de 131

 

lo deseable o de lo bueno muy frecuentemente se convierte en su contrario. Y así nos encontramos desconcertados frente a este vuelco aparentemente imprevisible de la cantidad a la calidad, y nos preguntamos cómo es posible que los progresos vertiginosos de la medicina provoquen problemas desconocidos hasta ahora, que los métodos de enseñanza cada vez «más científicos» parezcan proporcionar cada vez menos formación, que medios de transporte cada vez más rápidos nos dejen cada vez menos tiempo y que más y mejores servicios sociales «de alguna manera» parezcan tener como consecuencia hombres cada vez más necesitados necesitados y dependientes. dependientes. Frente al hecho, por tanto, de que nos encontramos ante una complejidad sistémica,  para cuya superación superación nuestras experi experiencias encias en el pasado no nos ofrecen soluci soluciones, ones, no debería sorprender que procedimientos útiles tienen siempre algo de paradójico y de francamente inaceptable. He aquí un ejemplo en este sentido, a saber, la consideración sólo aparentemente absurda que, en el ámbito de la terapia sistémica ha resistido su  prueba a título título de ensayo: e nsayo: ¿Qué debería hacer yo para provocar lo temido? En el ámbito ámbito de la medicina, p. ej., la pregunta: ¿Cómo podría yo matar a este paciente? Semejantes estrategias de solución producen en muchas personas una resistencia inmediata y son rechazadas como pesimistas y nihilistas. Problemas importantes y generales hay que resolverlos aparentemente sólo a través de medidas igualmente importante y generales. Pero el pensamiento de la utopía feliz del pasado respecto al  progreso,  prog reso, en nuestro presente comunicati comunicativo, vo, ya hace tiempo tiempo que se ha convertido convertido en la ilusión del progreso, que curiosamente por su parte ha degenerado en enantiodromía. Frente a las espléndidas utopías técnicas y sociales se encuentra ya como una sombría amenaza lo que Hermann Lübbe (1986) denomina tan acertadamente utopías del horror. Obsérvese sólo de paso que ésta tiene una semejanza asombrosa con lo que fuentes históricas nos informan sobre el estado de ánimo en las postrimerías del primer milenio. Como se sabe, los números perfectos, redondos, tienen un significado especial para muchas personas. El 60 cumpleaños, p. ej., está mucho más cargado de significado que el 59 y de un año que acaba en tres ceros se puede esperar todavía mucha más desgracia. Exactamente como hoy, entonces se esperaba, en las cercanías del año 1000, el fin del mundo por el fuego y la pestilencia, espadas centelleantes rasgaban el cielo aún sin provocar agujeros de ozono), cultos militantes trataban de conseguir la salvación del mundo una vez más de una forma rápida con la violencia, mientras que otras comunidades de creyentes exaltadas se retiraban a un lugar aislado para prepararse allí introspectivamente al final. Permítaseme, sin embargo, entrar en algunos aspectos más inmediatos y menos históricos respecto al tercer milenio que se aproxima. En este sentido a uno le viene a la mente ante todo la amenaza nuclear sobre la que desde hace años parece que ya se ha dicho lo decible y lo indecible. Sin embargo, un aspecto ha quedado en el aire, a saber, el hecho innegable de que precisamente la existencia de las armas nucleares y sus efectos impensables un influjo estabilizadorLanomención sólo en su propio ámbito, sino tambiénhasta en laahora esferahandetenido la estrategia convencional. explícita de este

estado de cosas a muchas personas les parece francamente inmoral. Pero quien, como el 132

 

 psicoterapeuta, titiene  psicoterapeuta, ene que ocuparse de utopías personales personales de horror, horror, difíci difícillmente se log ogra ra salvar de la impresión de que la angustia ante el fin atómico del mundo ya casi se ha convenido en la racionalización de un «malestar en la cultura» (como lo denominó Freud) mucho más difuso, que en determinadas situaciones hace posible ignorar otros  problemas  probl emas más apremiantes, apremiantes, p. ej., la rápida rápida superpoblación superpoblación de la tierra tierra y la contaminación de la biosfera. O: ¿Ha agotado ya el hombre el potencial de sus  posibi  posi billidades genéti genéticas cas (como se preguntan preguntan seriamente seriamente muchos bi biól ólog ogos os eminentes)? eminentes)? ¿Durante cuánto tiempo aún podemos vivir impunemente del capital para financiar  socializaciones cada vez más grandiosas? (Francia, Grecia, Portugal y Austria son en todo caso ejemplos graves); y ¿durante cuánto tiempo aún el investigador interesado en las patologías de los grandes sistemas puede contentarse con que dichos sistemas se reorganicen sólo bajo la presión de sus fracasos (de los sistemas) y con que con tal motivo un cieno grado del fracaso sea la condición previa para el hallazgo de nuevas formas de superar los problemas? ¿Y si entonces fuera ya demasiado tarde? Sin embargo, incluso estas consideraciones son todavía demasiado generales y abstractas. Precisamente con vistas al papel de la comunicación en el próximo futuro se  perfillan problemas  perfi problemas mucho más concretos que ciertamente ciertamente parecen desvanecer en importancia frente a esos problemas globales. Uno de estos problemas se esconde en la expresiva frase de Lord Kelvin:  Everything   that   exists,  exists  in   a  quantity  and   can, therefore,  be  measured.  Con ella, él se convirtió, por así decir, en el representante de la creencia (que ciertamente existía ya hace tiempo antes de él) en la cuantificación de nuestro mundo y, relacionado con ella, en la abolición definitiva de todo lo ilógico e irracional. El ordenador moderno parece haber llevado esta esperanza a los umbrales de su realización. En la actualidad no es posible medir ni siquiera con aproximación el influjo de la informática en la estructura de nuestra sociedad; pero ya son visibles los primeros síntomas de este desarrollo que el escritor rumano Virgil Gheorghiu ya describió en 1950: «Una sociedad que se compone de millones de millones de esclavos mecánicos y sólo de 2000 millones de hombres, tendrá las propiedades de su mayoría proletaria, aun siendo dominada por los hombres. […] Los esclavos mecánicos de nuestra civilización conservan estas propiedades y viven según las leyes de su naturaleza. […] Para poder  utilizar sus esclavos mecánicos, el hombre tiene que aprender a comprenderlos e  imitar  sus costumbres y sus reglas. […] Los conquistadores, si son inferiores numéricamente a los conquistados, adoptan el lenguaje y las costumbres de la nación dominada sea por  razones de simplicidad o por razones prácticas y esto, aunque ellos sean los amos. El mismo proceso está en marcha en nuestra propia sociedad, aunque no queramos reconocerlo. Nosotros aprendemos las reglas y la jerga de nuestros esclavos para poder  darles órdenes. Y poco a poco e imperceptiblemente renunciamos a nuestras propiedades humanas y a nuestras leyes. Nosotros nos deshumanizamos al adoptar los hábitos de vida de nuestros esclavos. El primer síntoma de esta deshumanización es el menosprecio de lo humano.» Quien pisó ya adulto este «nuevo mundo de cero y uno» (Kreuzer 1985) debería

haber traído consigo de su pasado la inmunidad todavía suficiente contra esas infecciones 133

 

a las que uno parece estar expuesto en la comunicación con los compañeros ordenadores. Sin embargo, ya incluso entre la población adulta del «Silicon Valley» global-trátese de matemáticos, físicos, ingenieros, u otros especialistas de informática— se empiezan a  perfillar notables  perfi notables cambios cambios de personali personalidad, cuyo denominador denominador común es la escasa disposición o hasta la incapacidad de arreglárselas con aspectos «irrazonables», es decir, ilógicos, irracionales y emocionales de la convivencia humana, también o incluso especialmente en el ámbito puramente personal y en la esfera íntima. Con ojos radiantes estos hombres esperan con impaciencia y muy seriamente el día en que finalmente todo lo «análogo» (cómo  se dice en su lenguaje) sea abolido y el mundo y los hombres sean comprendidos con los conceptos de la lógica objetiva y «digital». La digitalización se convierte así en la visión moderna de un paraíso terrestre. De este desarrollo hay que temer que crecerá como una avalancha cuando los niños de ocho o diez años alcancen la edad adulta —lo que nos lleva con bastante precisión a los comienzos del tercer milenio—. El mundo de los niños, al menos en EE.UU. ya está ampliamente digitalizado. Por tanto, hay que decir que el ordenador personal de uso doméstico (sin olvidar la violencia de los juegos electrónicos que se pueden cargar) hoy día ya se ha convertido en cientos de miles de familias en el juguete más importante y que estos niños aprenden a comunicar con una máquina sin alma y a acomodarse a sus exigencias, mientras que antes el primer objeto de relación no puramente familiar bien  podía haber si sido do un gato o un perro. Cuán sutil sutil es esta atrofi atrofiaa y cuán fácil fácilmente puede influir en la imagen del mundo de un niño, lo da a entender un ejemplo en sí insignificante: No sólo la calculadora de bolsillo quita a estos niños la necesidad de la comprensión representativa del mundo de los números, sino que el reloj digital ya no deja llegar a la cultura la imagen del transcurso temporal que los relojes (análogos) pasados de moda proporcionaban con el movimiento de sus manecillas. Por eso, el significado de la hora «las 12 menos 10» ya es incomprensible para muchos de estos niños, sin hablar del uso del cuadrante como indicador de dirección, p. ej., en la navegación o en la orientación en el espacio. (Esto no quiere decir que la representación del tiempo como de un transcurso circular tenga  per   se  una importancia especial; el ejemplo sólo pretende mostrar qué sutiles cambios se pueden producir en la imagen del mundo de innumerables  personas a través del empleo empleo de objetos de la vida vida cotidiana.) cotidiana.) Otro augurio de la informática es un cambio radical de las condiciones laborales, denominado «telecomuting». Según éste, para millones de hombres será posible en un tiempo no lejano, no tener ya que ir a la empresa o a la oficina y volver de nuevo a casa  por la tarde en medi medios os públi públicos de transporte abarrotados o en el propi propioo coche con carreteras atascadas, sino que les será posible realizar su trabajo en casa, tranquilamente sentados en zapatillas ante la pantalla del ordenador, precisamente en el momento del día que más les conviene, y, sin embargo, estar en comunicación electrónica con los demás trabajadores ca domicilio» y con los jefes. Todavía no se puede uno imaginar  aproximativamente  pudi  pudiera era hacerse realid reallas idad. ad.repercusiones personales y sociales de este cambio, si alguna vez

Otro síntoma más ya incalculable de nuestro futuro comunicativo son las 134

 

consecuencias de la inundación de información en todo los campos. Las posibilidades técnicas de almacenamiento y, por consiguiente, también de la disponibilidad inmediata de información han alcanzado dimensiones de las que los profanos tampoco podemos hacernos una idea aproximada. Presentamos aquí la opinión de un profesional, el filósofo Jürgen Mittelstrass (1986): «Actualmente se habla mucho, sobre todo por boca de los  políti  pol íticos, cos, de una sociedad sociedad de la información información a la que estaría abierta la sociedad sociedad civil civil. Con este eslogan se adorna la política de los medios de comunicación y la idea de un futuro tecnológico en el que las racionalidades sociales  se deben acomodar a las ocurrencias de los ingenieros. Lo que […] se pasa por alto es la oposición entre información y saber, es decir, el hecho de que se trata de colocar la información en el lugar del saber y de este modo se habla en favor de una especie de existencia superficial. Mientras que el saber es lo contrario de necedad, esto no es válido en todos los casos por lo que se refiere a la información. Se quiere decir que cada vez entrevemos menos lo que está a nuestra disposición en forma de informaciones. […] Uno puede acercarse al saber sólo como científico, las informaciones uno las debe creer.» De este modo nos hemos acercado ya a otra maravilla de la digitalización: la televisión. La televisión produce una sumisión voluntaria y una uniformización del pensar y del sentir mucho más amplias de lo que hasta ahora han conseguido los Ministerios de Propaganda de los Estados totalitarios, algo único en la historia de la humanidad —no  porque los hombres de épocas anteriores anteriores estuviesen estuviesen tal vez inmunes, inmunes, sino sino porque la moderna tecnología todavía no había conseguido hacer chochear y envilecer a millones de individuos—. La televisión sobre todo nos enseña cómo debemos hablar, actuar y vestirnos, qué problemas debe tener el hombre elegante y moderno y cómo puede resolverlos (la mayoría de las veces violentamente). También aquí ofrecemos sólo una cita de una fuente profesional, a saber, del libro Wir   amüsieren  uns   zu  Tode  [Nos divertimos a tope] de Neil Postman (1985): «Huxley ha mostrado que en la era técnica la desolación cultural lleva la máscara de la irónica diligencia mucho más frecuentemente que la de la desconfianza o del odio. En la profecía de Huxley el Gran Hermano no está en absoluto ansioso de vernos. Somos nosotros quienes estamos ansiosos de verle a él. o son necesarios vigilantes, cárceles o Ministerios de la verdad. Cuando un pueblo se deja distraer por trivialidades, cuando la vida cultural es definida de nuevo como una serie ilimitada de organizaciones de entretenimiento, como una gigantesca industria de diversión, cuando el discurso  público   se convierte en palabrería uniforme, en breve, cuando los ciudadanos se convierten en espectadores y sus quehaceres públicos descienden al nivel del número de varieté, entonces la nación está en peligro, la extinción de la cultura se convierte en una amenaza real.» La atrofia sin límite de todo lo que durante milenios pasaron por ser las más ilustres cualidades y posibilidades del hombre, deja la sensación, ya mencionada al principio, del vacío y de la vaga amenaza y da lugar a intentos la mayoría de las veces sin apoyo y sin  pl  planes para de llenar de algunas alg maneraValley este vacío. No sería, pues, ni ning nguna una elevado casuali casualidad que elanes consumo cocaína enunas el Silicon californiano sea especialmente —para

la satisfacción no sólo de los traficantes de drogas, sino también de los espías de 135

 

empresas y de armamento—. En su libro  Neue  Jugendreligi Jugendreligionen onen [Nuevas religiones de los jóvenes] el psicoanalista Johannes R. Gascard (1984) describe muy bien una oscilación entre «ansia y manías de los jóvenes de hoy (ya menudo también de los ya no tan jóvenes). Embriaguez y éxtasis estaban ciertamente siempre más unidos con la esperanza de evadirse a una realidad distinta, transfigurada. En oposición a lo dicho anteriormente parece que aquí se trata de  problemas  probl emas para los que el pasado nos ha ofrecido una sol soluci ución ón para el presente. Con una mirada más cercana, las maravillosas «ideas» de los modernos bienhechores del mundo se demuestran, prácticamente sin excepción, como ya proclamadas en épocas anteriores y pronto reconocidas y rechazadas como inútiles, cuando no completamente inhumanas.  Plus  ça  change,  plus plus  c’est   la  méme  chose,  dice la sabiduría del proverbio francés. Por  tanto, también en este sentido, toda la información estará disponible, pero su mera disponibilidad no es sinónimo de saber. Basta de pesimismo cultural, pensarán ustedes, señoras y señores. ¿Qué nos queda como perspectiva hacia el futuro comunicativo del año 2000? Las respuestas que hasta ahora han dado a esta pregunta intelectuales más importantes que yo, parecen decepcionantemente pobres. Pero ahí reside su importancia. Como ya se ha mencionado, uno siempre es propenso a suponer que problemas complejos exigen estrategias de solución por lo menos igualmente complejas. La naturaleza, sin embargo, nos enseña algo mejor. Como se sabe, la vida se desarrolla con pasos muy pequeños, mientras que todos los grandes cambios son catastróficos. También en la vida del individuo parece que no es de otro modo: son pequeños pasos, con relativa frecuencia incluso acontecimientos casuales imprevisibles, los que pueden convertirse en punto de partida de nuevos e importantes adelantos. El haber aclarado esta relación entre azar y necesidad es mérito de la biología moderna y sobre ella se construyen estrategias de solución que ya han demostrado su utilidad tanto en el reducido marco de la psicoterapia como en la interacción de grandes sistema. La suposición parece no rechazar en absoluto que en un tiempo no lejano tal vez podamos penetrar en las leyes fundamentales de una ciencia del cambio como de un fenómeno  sui   generis.   La moderna futurología científica debería desempeñar un papel decisivo en ello. Todo esto es provisionalmente un inicio a tientas que, sin embargo, por su modestia, debería estar inmune contra utopías y, además, trata de evitarlas activamente. Pero nada  produce una resistenci resistenciaa más viva viva y una indign ndignació aciónn moral como precisamente precisamente una filosofía de los pequeños pasos, ya recomendada por Karl Popper. Y con él le viene a uno a la mente también el filósofo Robert Spaemann en el sentido de que tiene el valor  de llamar la atención sobre el hecho de que la única definición humana de la paz sólo  puede ser una defini definición ción negati negativa, a saber, saber, la ausencia  de violencia;  y de que toda definición positiva tiene que conducir eo  ipso  a la violencia y a la barbarie. La píldora demasiado amarga para muchos idealistas e ideólogos es: quien aspira al  summum bonum, apuesta ya por ello también al  summum malum.

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Watzlawick, P.,  Das   Kriteri  Kriterion on  der   Wirklichkeitsanpassung,  en Janzarik, W. (dir.),  Psychopathologische  Konzepte Konzepte der  Gegemoart, Enke, Stuttgart 1982. Watzlawick, P., Beavin, J.H.; Jackson, D.D.,  Menschliche  Kommunikati  Kommunikation. on.  Formen, Storüngen,   Paradoxien,   H. Huber, Berna 1969, 31972; vers. cast., Teoría  de la comunicación humana, Editorial Herder, Barcelona 1989. Watzlawick, P.; Weakland, J.; Fisch, R.,  Lösungen,   Zur   Theorie  und    Praxis menschlichen   Wandels,   H. Huber, Berna-Stuttgart-Viena 1974; vers. cast., Cambio, Editorial Herder, Barcelona 1989. Watzlawick, P. y otros, Gegen   Revisi  Revisionismus onismus   und    Devi  Deviation, ation,   en Watzlawick, P.; Weakland, J. (dirs.), Interaktion,  H. Huber, Berna 1980. Weakland, J.,  Family    somatics.    A  neglected   edge,  «Family Processs 16 (1977). Weakland, J.; Fisch, R.; Watzlawick, P.; Bodin, A.;  Brief   Therapy:  Focused   pr  problem oblem resolution, «Family Processs» 13 (1974). Wittgenstein, L., Bemerkungen über  die  Grundlagen der   Mathematik, Mathematik,  Blackwell, Oxford 1956; vers. cast., Observaciones   sobre sobre  los  fundamentos fundamentos  de las  matemáticas,   Alianza Editorial, Madrid 1987. Wittgenstein, L., Über   Gewissheit,  en Anscombe, G.E.M., Wright, G.H. von (dirs.), Blackwell, Oxford 1969; vers. cast., Sobre  la  certeza,  Editorial Gedisa, Barcelona 1987; vers. cat., De la certeza, Edicions 62, Barcelona 1983. Wynne, L.C., Ryckoff, I.M.; Day, J.; Hirsch, S.,  Pseudomutuality  i n  the   family relations of   schizophrenics, schizophrenics,  «Psychiatry» 21 (1958). Zeig, J.G. (dir.),  Meine   Stimme  begleitet   Sie   überall   hin.   Ein   Lehrseminar   mit   Mtlton  H.  Erickson, Erickson,  Klett/Cotta, Stuttgart 1986. Zeleny, M. (dirs.), Autopoiesi  Autopoiesis, s, Elsevier, North Holland-New York-Oxford 1981.

143

 

ÍNDICE DE FUENTES

 Esencia   yy  formas formas  de las  relaciones  humanas,  primera publicación en H.-G. Gadamer y P. Vogler (dirs.), Neue  Anthropologie, Anthropologie,  vol. 7, Thieme, Stuttgart 1975, p. 103-131.  El   cambio  de la  imagen  del   hombre  en  la  psiqui  psiquiatría, atría,  conferencia pronunciada en la Fundación Carl Friedrich von Siemens, primera publicación en  Repr  Reproduktion oduktion   des  Menschen,  vol. 5 de las publicaciones de la Fundación Carl Friedrich von Siemens, Ullstein, Berlín 1981, p. 174-200. Tratamiento  de una depresión, corto  yy  centrado  en  el   problema, problema, primera publicación en « Famil Familiendynamik», endynamik», año cuarto, p. 148-157, Klett-Cotta, Stuttgart Stuttgart 1979. étodos  hipnoterapéuticos   en  la  terapia  famili  familiar ar,,  primera publicación en H. Stierlin,  Familiar aree  Wirklichkeiten  —  Der    Heidelberger  F.B. Simon y G. Schmidt (dirs.),  Famili  Kongress,  Kongr ess, Klett-Cotta, Stuttgart 1987, p. 68-77. Tratamientos  breves  de trastornos  esquizofrénicos,  primera publicación en H. Stierlin, L.E. Wynne y M. Wirsching,  Psychotherapie und   Sozialtherapie  der   Schizophbrenie, Springer, Heidelberg 1985, p. 247-261. Comunicación  imaginaria,  primera publicación en P. Watzlawick, Wie   Wirklich  ist   die Wirklichkeit?,   Piper, Munich 1976, p. 205-219; vers. cast., ¿Es  real   la  realidad?, Herder, Barcelona Barcelona 41989, p. 212-226. Constructivismo  yy  psicoterapia, psicoterapi a, conferencia pronunciada en la Fundación Carl Friedrich Siemens, primera publicación en  Einführung   i n  den  Konstruktivismus, Konstruktivi smus,  vol. 10 de las  publiicaciones  publ caciones de la Fundación Fundación Carl Friedrich Friedrich Siemens, Siemens, Verlag erlag Oldenburg Oldenburg,, Munich Munich 1985, p. 69-83.  Estilos  de vida  y  realidad,  primera publicación en H. U. Gumbrecht y K.L. Pfeiffer  (dirs.), Stil:  Geschichten  und   Punklionen  eines  kulturwissenschaftlichen   Diskurses, Suhrkamp, Francfort 1986, p. 673-681. anagement   o construcción   de realidades, primera publicación en G.J.B. Probst y H. Siegwart (dirs.), Integriertes   Management, Management, Paul Haupt, Berna 1985, p. 365-376.  La coleta  de  Münchhausen  yy la escalera  de Wittgenstein, conferencia pronunciada en la Fundación Carl Friedrich Siemens, primera publicación en  Der   Mensch  und   seine Sprache,  vol. 1 de las publicaciones de la Fundación Carl Friedrich Siemens, Propyläen, Berlín 1979, p. 243-264. Una  perspectiva perspectiva   hacia  el   futur  futuroo  comunicativo,  conferencia pronunciada en el Prognos Forum de Basilea, primera publicación en H. Alfheldt (dir.),  Erfolge  mit 

 Dienstleistungen  Die nstleistungen —  Initi  Initiativen ativen   für  für  neue  Märkte, Märkte, Horst Poller, Stuttgart 1988.

144

 

ÍNDICE DE NOMBRES

Abbott,A.E.A. Adler, Allport, G.W. Ardrey, R. Arieti, S. Aristóteles Arquímedes Asch, S.E. Ashby, W.A. Atlan, H. Austin, J.L. Ayer, A.J. Balint, M. Bateson, G. Beer, S. Berger, M.M. Berkeley, G. Bernard, C. Bleuler, E. Bodin, A. Breuer, R. Brillouin, L. Buber, M. Calderón de la Barca, P. Cannon, W.B. Carnap, R. Condillac, E. de Coyne, J.C. Chaucer, G. Chery, C. Chesterton, G.K. Davis, M. Dewey, J.

Dostoievski, F.M. Dschuang Dsi 145

 

Dürckheim, K. conde de Einstein, A. Eliot, T.S. Engelmann, P. Epicteto Epiménides Erickson, M.H. Ernst, B. Escher, M. Esterson, A. Falret, J. Falret, Federico Fisch, R. Foerster, H. von Fowles, J. Frankl, V.E. Freud, S. Frey, G. Galilei, G. Galin, D. Gall, F. Gall, J. Gallie, W.B. Garaudy, R. Gardner,, M. Gardner Gascard, R. George, F.H. Gheorghiu, C.V. Glasersfeld, E. von Glover, E. Godel, K. Günther,, G. Günther Haley, J. Han, O. van der  Hauser,, K. Hauser Hegel, C.W C. W.F. Heisenberg, W

Heráclito Holderlin, F. 146

 

Hume, D. Jackson, D.D. James, W. Jaspers, K. Johnson, A. M. Jung, C.G. Kafka, F. Kant, I. Kelvin, W.T. Kierkegaard, S. Klein, F. Koestler, A. Kolakowski, L. Kolm, Kol m, S.C. Korszybski, A. Kraft, V.K. Kraus, Kreuzer, F. Kuhn, T.S. Laing, R. Langsley, D.G. Laplace, P.S. de Lasegue, C. Lidz, T. Lombroso, C. Lorenz, C. Lübbe, H. Mally, E. Maturana, H. Maxwell, C. Mead, G.H. Miller, G.A. Mischel, W. Mittelstrass, J. Moliere, J.P. Mombert, A. Monod, J.

Morris, C. Musil, R. 147

 

agel, E. ewcomb, W. ewman, J.R. iederland, W.G. ozick, ozi ck, R. Orwell, G. Osgood, Osg ood, Ch.E. Pask, G. Peirce, C.S. Peseschkian, N. Pfungst, O. Piaget, J. Planck, M. Platón Pope, A. Popper, Postman,K.R. N. Prigogine, I. Probst, G. Rosen, J.N. Rosenhan, D.L. Rosenthal, R. Ruesch, J. Russell, B. Salimbene de Parma Salzman, Santayana,L.G. Sartre, J.P. Schopenhauer, A. Schrodinger, E. Searles, H.F. Selvini-Palazzoli, M. Shah, I. Sluzki, C.E. Spaemann, R. Spencer-Brown, G. Spitz, R.A.

Spurzheim, G. Szilard, L. 148

 

Tertuliano Twain, M. Ulrich, H. Uribe, R. Vaihinger, Varela, F. H. Vaughn, C.E. Vester, F. Vico, G. Watt, A. Watt, J. Weakland, J. Weiss, P. Wertheimer, M. Wiener, N. Wittgenstein, L. Wynne, L.C. Zeleny, M.

ÍNDICE ANALÍTICO

Acoplamiento de reacción licia en el país de las maravillas lternative, ltern ative, 1’  mok  Amoralidad Analogía, análogo del ajedrez del alpinista digital Anamnesis Antipsiquiatría

Antropología Autoorganización 149

 

utopoiesis Azar y necesidad  Behemot  Biología

Callejón Camellossin salida véase Juego sin fin Cantidad-cualidad Caos y orden, interdependencia nterdependencia Caso Schreber  Causalidad circular  lineal Cerebro, asimetría asimetría Cibernética Ciega, mancha (punto) Círculo de Viena vicioso véase Juego sin fin Cocaína Coleta Col eta de Münchhausen Complacencia Comunicación imaginaria investigación metacomunicación no verbal  patógena  patóg ena Comportamiento influencia sobre el metarreglas modelo  prescripci  prescri pción ón reglas de terapia del Conferencias de Josiah-Macy Conflicto Confusionismo Consistencia Constructivismo, construcciones

Corporate identity Criminalidad

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Cualidad(es) -cantidad emergentes Cuantificación de nuestro mundo Cuentos de Carterbury, los Cultura  Demian Democracia Demonio de Maxwell Deóntico Depresión Descalificación Destrucción del mundo Determinismo Digitali Dig italizac zación, ión, digital digital Dinámico, equilibrio

Diversidad, necesaria Doble vínculo  patógeno  patóg eno terapéutico Dormitivo, principio Edipo  Élan vital  vi tal   Enantiodromía Entelequia Entrevista de admisión Epistemología Equifinalidad Equilibrio dinámico homeostático Es como si Escenario Escolástica Esquizofrenia Estético, imperativo Familiar  situación

somática terapia 151

 

Fisonomía Fobia  Folie à deux Frenología Frigidez Funámbulo Gestalt  véase  véase Relaci Relación(es) ón(es) humana(s); Sistema Gobierno de los sabios Hemisferio izquierdo Hipnosis, Hipnosi s, hipnoterapia técnica de la véase Técnica de la hipnoterapia Historia(s) de camellos narración de Homeostasis, equilibrio homeostático Horror  Hospital Psiquiátrico de Colorado Ideología Imagen, imaginario comunicación del mundo número Imperativo estético Información y saber  Inquisidor general  Insight  Inteligente Inteli gente Hans Ha ns Interacción Internacional véase Relación(es) humana(s) Investigación de la paz del conflicto Inyuntivo, lenguaje Irracionalismo

Juego sin fin  Laws of Form

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Lenguaje de negación del hemisferio izquierdo denotativo deóntico digital indicativo inyuntivo  performativo  performati vo  poético  poéti co tratamiento del paciente Libertad Libido Libre albedrío Lobo estepario agus, the

Malestar en la cultura anagement  autodeterminado Máquina de vapor  Marxismo Más de lo mismo Materia Mentiroso Metacomunicación Metamatemática Metarreglas véase Comportamiento; Sistema ind and Matter  Mística Mistificación véase también Relación(es) humana(s) MRI 7 modelo de terapia breve Mundo cuantificación del destrucción del imagen imag en del ecesidad y azar

ecesidad y azar  egación on-contingent reward experiments 153

 

uclear, amenaza úmero imaginario Omnipotencia de Dios Orden y caos, interdependencia nterdependencia Ordenador moderno Ouroboros ¿Para qué? Paradoja de la omnipotencia de Dios de Maxwell Maxwell de Neucomb de Russell de Tertuliano del mentiroso sé espontáneo Patógeno comunicación doble vínculo Paz Performativo, lenguaje Planolandia Poesía, poético efecto de la lenguaje ¿Por qué? Pragmática Predisposición  Pr  Proceso oceso Profecías que se autocumplen Ps Psicoanáli icoanálisis sis (psicodinámica) (psicodinámica) Psicología individual Psicoterapia del «como si» Psíquica, energía energía ¿Qué? Racionalismo Reacción

Realidad adaptación (adecuación) concepto 154

 

construcción de primer orden de segundo orden ratificación Reestructuración Reflexividad Reificación Relación(es) humana(s) aspecto de las aspecto del contenido carácter de Gestalt  de  de las internacional mistificación modelo  patolog  patol ogía ía Religiones nuevas de los jóvenes Resistencia creación de uso de Sabios, saber  Sabios, e información Sé espontáneo Somática Semiótica Sentido Sintaxis Síntoma, sintomático connotación positiva  prescripci  prescri pción ón Sistema carácter de Gestalt  metarreglas supra personales propiedades teoría ultraestabilidad Socialismo Sociedad abierta y sus enemigos, la Solución y estrategia de solución de segundo orden

diversidad, ejemplo delnecesaria funámbulo escenario 155

 

intento de más de lo mismo Somática familiar  Sueños de complacencia interpretación de los Sugestión véase también Hipnosis, hipnoterapéutica Superpoblación Suprapersonales, Suprapersonal es, propiedades propiedades Tangencialización Técnica de la hipnoterapia confusionismo función de la negación lenguaje del paciente narración de historias reestructuraciones resistencia creación de la uso de la Telecomuting  Televisión Teoría, formación formación Terapia  breve véase MRI del comportamiento familiar  Tractatus Transmigración de las almas

Ultraestabilidad Utopías del horror  Valor propio Verdad Vida, estilo Voltereta, ejemplo (Balim) Voluntad en la naturaleza

Zen

156

 

157

 

 NOTAS  NOT AS

OTAS CAPÍTULO PÍT ULO 1 1 Apareció el 26 de mayo de 1828 en Nuremberg con una carta anónima de presentación a las autoridades, declaraba que había nacido en 1812 y no podía dar, sin embargo, indicación de ningún tipo sobre su pasado con la excepción del recuerdo de haber sido detenido en un calabozo oscuro. Pronto se convirtió en el objeto de mucha muchas teorías románticas y el misterio se perpetuó el 14 de diciembre de 1833 cuando volvió a su casa con varias heridas de arma blanca que  presuntamente  presuntamente le había habíann sido oca ocasionada sionadass por un desconoc desconocido ido y murió tres días más tarde.

OTAS CAPÍTULO 2 1 Así, p. ej., un sueño relatado no es simplemente el relato de un sueño. Es más bien el relato del sueño de una persona, que sabe que debe relatar sueños a su  psiquiatra, que sa s a be ademá además, s, o por l o menos l o supone, que deter determinados minados sueños en cieno sentido son considerados considerados como posi positivos tivos y otros, en cambio, como negativos, que el psiquiatra reaccionará a ellos de una u otra forma, que él, el que sueña, deberá luego reaccionar a esta reacción, etc., etc. El fenómeno ya era ien conocido por Freud, quien denominó estos sueños «sueños de complacencia». No sucede de manera muy diferente con los tests proyectivos, que durante mucho tiempo fueron considerados como instrumentos mediante los cuales se proyecta hacia fuera el mundo interior. Investigaciones más recientes (p. ej., Rosenthal 1966  1966  y Mischel 1968) demuestran que las interpretaciones de las personas que se someten a los tests están profundamente condicionadas por los datos interpersonales de la situación del test y que las actitudes, expectativas y prejuicios del experimentador se pueden convertir demasiado fácilmente en  profecía  prof ecíass que se autocumplen.

OTAS CAPÍTULO 5 1  En la página 190 también Glover hace esto mismo: «Como hemos visto, la característica principal de la psicología de Jung es la negación de cualquier  elemento importante de la teoría de Freud.» 2 En su  Lehrbuch  der   Psychiatrie Psychiatrie explica: «Puesto que la enfermedad no necesita llegar a la demencia y ésta no siempre se presenta  praec  praecociter ociter,,  es decir, en la  pubertad  puber tad o poco después, el término esquizof esquizofren renia ia es más adecuado. adecuado. (Bleuler 1923, p. 280). 3  Arieti (1959, p. 501) dice: «Aunque confieso que lo que denominamos síndrome esquizofrénico es todavía indefinido, cambiante, inestable y accesorio, no obstante opino que existe un núcleo más o menos homogéneo, que nos permite reconocer al paciente esquizofrénico como tal y nos lleva a algunas conclusiones de utilidad pragmática. El hecho de que la esencia de este núcleo no esté todavía definida de manera completa e incontestada, no prueba sin embargo que se trate de una suposición errónea.» 4 Salzman, p. ej., defiende esta forma de conclusión lógica en su crítica a un libro que trata del empleo eficaz de principios de la terapia del comportamiento sobre las fobias: «El autor define las fobias de un modo que sólo es asumible por los teóricos del condicionamiento, pero no satisface los criterios psiquiátricos de este síndrome. síndrom e. Por  Por lo tanto sus declaraciones no se refieren a las fobias, sino a otra situación. (Salzman 1968, p. 473-476).

OTAS CAPÍTULO 6 1  No es preciso insistir en que mi exposición se limita sólo a presentar, de forma harto superficial, los aspectos más importantes del problema. El estudio de  Nozick (1970) es, por supuesto, mucho más profundo  Nozick profundo e incluye una serie serie de refllexiones exiones adic adicionales ionales y de intentos de solución sum sumamente amente inter interesa esantes. ntes. 2 El concepto científico que en la paradoja de Newcomb aparece en primer término es, por supuesto, el de causalidad. Tal vez el lector se habrá preguntado por  qué Newcomb y Nozick insisten tanto en que este ser posee un poder de predicción o presciencia casi perfecto. Aunque, a cuanto yo sé, estos autores no lo han mencionado expresamente, creo que es innegable la analogía con la causalidad. Y es bien sabido que el moderno concepto de causalidad no es absoluto, sino que se refiere sólo a probabilidades relativas, estadísticas. Si arrojo mi pluma al aire, cae al suelo y así espero que lo haga (al igual que cualesquiera otro objeto más pesado que el aire), porque hasta ahora y en estas mismas circunstancias siempre se ha comportado así y nunca (ni en mi caso ni, que yo sepa, en ningún otro), se ha elevado hasta el techo de la habitación. Pero tal como la moderna teoría científica entiende las cosas, no existe ninguna razón para que, efectivamente, la próxima vez en vez de caer al suelo no ascienda al techo. 3 El narrador nos hace saber que una de las leyes naturales de Planolandia es que todo niño varón tenga un lado más que su progenitor, siempre que éste sea al menos un cuadrado y no sólo un triángulo, que se encuentra en el peldaño más bajo de la escala social. Cuando el número de lados llega a ser tan grande que la figura ya no se distingue del círculo, ingresa en la casta sacerdotal.

OTAS CAPÍTULO 7 1  Por esto, para simplificar, queremos dejar de lado el hecho de que incluso este aspecto de la realidad es el resultado de una construcción fantásticamente compleja en el ámbito neurofisiológico y, además, que presupone un único e idéntico universo lingüístico y semántico.

OTAS CAPÍTULO 9 1. Para  Para simplificar, no queremos entrar aquí en el hecho de que estas reglas no existen por sí mismas sino que son, por así decir, «leídas» por un observador  1.

158

 

«penetrando» «penetra ndo» dentro del comporta comportamiento miento del sistema. 2. 2.   Curiosamente, en la navegación interplanetaria a menudo se sirven hoy día de nuevo de la imagen ptolemaica del mundo puesto que en ella los cálculos inauditamente complejos de la trayectoria de las sondas espaciales se simplifican considerablemente.

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I NFORM  NFORMA ACIÓN AD ADICIONA ICIONAL L

P AUL WATZLAWICK (1921-2007), psicólogo y filósofo estadounidense de origen austriaco, es una de las figuras clave en el desarrollo de la Teoría de la comunicación humana y del constructivismo, así como una referencia en el campo de la terapia familiar y sistémica. Doctorado por la Universidad de Venecia, tras su paso por el Instituto C.G. Jung en Zúrich y la Universidad de El Salvador, fijó definitivamente su residencia en EE. UU., donde colaboró en el Mental Research Institute de Palo Alto y fue profesor en la Universidad de Stanford. Herder ha publicado en castellano la mayor parte de su obra, entre la que destacan Teoría de la comunicación humana  (escrita con Janet Beavin y Don D. Jackson), Cambio  (escrita con John Weakland y Richard Fisch), ¿Es real la realidad? y  El arte de amargarse amargarse la vida vi da SÍNTESIS >> Los distintos capítulos de este libro de Paul Watzlawick se ocupan de la realidad de «estilos de vida» que impiden que no sólo individuos sino también sistemas enteros de relaciones humanas puedan ver posibilidades alternativas. Con muchos ejemplos el autor  muestra cómo mediante reestructuraciones constructivas se desvanecen imágenes anticuadas del mundo y surgen «realidades» nuevas.

Desde aquí puedes acceder a la ficha del libro y libro y a la ficha del autor .

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Otros títulos de interés en ebook: Paul Watzlawick 

"El arte de amargarse la vida" (ebook) "Lo malo de lo bueno" (ebook) "El lenguaje del cambio" (ebook) "El sinsentido del sentido" (ebook) "¿Es real la realidad?" (ebook)

Paul Watzlawick/ John H. Weakland/ Richard Fisch "Cambio" (ebook) Giorgio Nardone Nardone/Paul /Paul Watzlaw atzlawick  ick 

"El arte del cambio" (ebook) "Terapia breve: filosofía y arte" Paul Watzlawick/Janet H. Beavin/ Don D. Jackson

"Teoría de la comunicación humana" (ebook)

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El hombre en busca de sentido Frankl, Viktor  9788425432033 168 Páginas

Cómpralo y empieza a leer  * Nueva traducción* El hombre en busca de sentido es el estremecedor relato en el que Viktor Frankl nos narra su experiencia en los campos de concentración. Durante todos esos años de sufrimiento, sintió en su propio ser lo que significaba una existencia desnuda, absolutamente desprovista de todo, salvo de la existencia misma. Él, que todo lo había perdido, que padeció hambre, frío y brutalidades, que tantas veces estuvo a punto de ser ejecutado, pudo reconocer que, pese a todo, la vida es digna de ser  vivida y que la libertad interior y la dignidad humana son indestructibles. En su condición de psiquiatra y prisionero, Frankl reflexiona con palabras de sorprendente esperanza sobre la capacidad humana de trascender las dificultades y descubrir una verdad  profunda que nos orienta y da sentido sentido a nuestras vi vidas. das. La logoterapia, método psicoterapéutico creado por el propio Frankl, se centra  precisamente en el sentido  precisamente sentido de la existenci existenciaa y en la búsqueda de ese sentido por parte del hombre, que asume la responsabilidad ante sí mismo, ante los demás y ante la vida. ¿Qué espera la vida de nosotros? El hombre en busca de sentido es mucho más que el testimonio de un psiquiatra sobre los hechos y los acontecimientos vividos en un campo de concentración, es una lección existencial. Traducido a medio centenar de idiomas, se han vendido millones de ejemplares en todo el mundo. Según la Library of Congress de Washington, es uno de los

diez libros de mayor influencia en Estados Unidos. Cómpralo y empieza a leer  163

 

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La filosofía de la religión Grondin, Jean Grondin, 9788425433511 168 Páginas

Cómpralo y empieza a leer  ¿Para qué vivimos? La filosofía nace precisamente de este enigma y no ignora que la religión intenta darle respuesta. La tarea de la filosofía de la religión es meditar sobre el sentido de esta respuesta y el lugar que puede ocupar en la existencia humana, individual o colectiva. La filosofía de la religión se configura así como una reflexión sobre la esencia olvidada de la religión y de sus razones, y hasta de sus sinrazones. ¿A qué se debe, en efecto, esa fuerza de lo religioso que la actualidad, lejos de desmentir, confirma? Cómpralo y empieza a leer 

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La sociedad del cansancio Han, Byung-Chul 9788425429101 80 Páginas

Cómpralo y empieza a leer  Byung-Chul Han, una de las voces filosóficas más innovadoras que ha surgido en Alemania recientemente, afirma en este inesperado best seller, cuya primera tirada se agotó en unas semanas, que la sociedad occidental está sufriendo un silencioso cambio de  paradiggma: el ex  paradi exceso ceso de positivi positividad dad está conduciendo a una sociedad del cansanci cansancio. o. Así como la sociedad disciplinaria foucaultiana producía criminales y locos, la sociedad que ha acuñado el eslogan Yes We Can produce individuos agotados, fracasados y depresivos. Según el autor, la resistencia solo es posible en relación con la coacción externa. La explotación a la que uno mismo se somete es mucho peor que la externa, ya que se ayuda del sentimiento de libertad. Esta forma de explotación resulta, asimismo, mucho más eficiente y productiva debido a que el individuo decide voluntariamente explotarse a sí mismo hasta la extenuación. Hoy en día carecemos de un tirano o de un rey al que oponernos diciendo diciendo No. En este sentido, sentido, obras como Indignaos, Indignaos, de Stéphane Hessel, no son de gran ayuda, ya que el propio sistema hace desaparecer aquello a lo que uno  podría enfrentarse. Resul Resulta ta muy difícil difícil rebelarse rebelarse cuando víctima y verdugo, explotador explotador y explotado, son la misma persona. Han señala que la filosofía debería relajarse y convertirse en un juego productivo, lo que daría lugar a resultados completamente nuevos, que los occidentales deberíamos abandonar conceptos como originalidad, genialidad y creación de la nada y buscar una mayor flexibilidad en el pensamiento: "todos nosotros deberíamos jugar más y trabajar  menos, entonces e ntonces produciríamos más".

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La idea de la filosofía y el problema de la concepción conce pción del mundo Heidegger, Martin 9788425429880 165 Páginas

Cómpralo y empieza a leer  ¿Cuál es la tarea de la filosofía?, se pregunta el joven Heidegger cuando todavía retumba el eco de los morteros de la I Guerra Mundial. ¿Qué novedades aporta en su diálogo con filósofos de la talla de Dilthey, Rickert, Natorp o Husserl? En otras palabras, ¿qué actitud adopta frente a la hermeneútica, al psicologismo, al neokantismo o a la fenomenología? He ahí algunas de las cuestiones fundamentales que se plantean en estas primeras lecciones de Heidegger, mientras éste inicia su prometedora carrera académica en la Universidad de Friburgo (1919- 923) como asistente de Husserl. Cómpralo y empieza a leer 

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Decir no, por amor  Juul, Jesper  9788425428845 88 Páginas

Cómpralo y empieza a leer  El presente texto nace del profundo respeto hacia una generación de padres que trata de desarrollar su rol paterno de dentro hacia fuera, partiendo de sus propios pensamientos, sentimientos y valores, porque ya no hay ningún consenso cultural y objetivamente fundado al que recurrir; una generación que al mismo tiempo ha de crear una relación  paritari  pari tariaa de pareja que tenga en cuenta tanto las necesidades de cada uno como las exigencias de la vida en común. Jesper Juul nos muestra que, en beneficio de todos, debemos definirnos y delimitarnos a nosotros mismos, y nos indica cómo hacerlo sin ofender o herir a los demás, ya que debemos aprender a hacer todo esto con tranquilidad, sabiendo que así ofrecemos a nuestros hijos modelos válidos de comportamiento. La obra no trata de la necesidad de imponer límites a los hijos, sino que se propone explicar cuán importante es poder decir  no, porque debemos decirnos sí a nosotros mismos. Cómpralo y empieza a leer 

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Índice Portada Créditos Índice Prefacio 1. Esencia y formas de las relaciones humanas 2. El cambio de la imagen del hombre en la psiquiatría 3. Tr Tratam atamie iennto de un una de depr presi esión ón,, con conoo y cen centr trad adoo en el pr prob oble lem ma 4. Métodos hipnoterapéuticos en la terapia familiar 5. Tratamientos breves de trastornos esquizofrénicos 6. Comunicación imaginaria 7. ¿Adaptación a la realidad o «realidad» adaptada? Constructivismo Constructivi smo y psicoterapia 8. Estilos de vida y «realidad» 9. «Management» o construcción de realidades 10. L Laa ccooleta ddee Mü Münchhausen sen y llaa esc escaalera de de Wi Wittgenst steein Epílogo: Una perspectiva hacia el futuro comunicativo Bibliografía Índice de fuentes  Notas Índice de nombres Índice analítico Información adicional

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