La autonomía del profesorado (1)
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La autonomía del profesorado. J. Contreras. Los valores del profesionalismo y la profesionalidad de los docentes La profesionalidad docente y las cualidades del oficio educativo El profesionalismo puede identificar la autonomía con el aislamiento y la no intromisión, a la vez que puede ser una demanda que se hace al profesorado para obtener su colaboración y obediencia. Al defender la profesionalidad de los docentes se está reclamando mayor y mejor formación, capacidad para enfrentar a nuevas situaciones, preocupación por aspectos educativos que no pueden venir descriptos en normativas, integridad personal, responsabilidad en lo que se hace, sensibilidad ante situaciones delicadas, compromiso con la comunidad, etc. Esto da sentido a la cualificación o autonomía de los docentes. La educación requiere responsabilidad y no se puede ser responsable si no se es capaz de decidir. Autonomía, responsabilidad, capacitación son características ineludibles a la profesión docente. El profesionalismo es una manera de defender los derechos de la educación. El término “profesionalismo” transmite la idea de status y privilegios sociales y laborales a los que se aspira. En contraposición, profesionalidad, rescata lo que de positivo tiene la idea de profesional en el contexto de las funciones inherentes al oficio de la docencia. Hoyle define el término como “las actitudes hacia una práctica profesional entre los miembros de una ocupación y el grado de conocimiento y destrezas que aportan”; Gimeno, como “la expresión de la especificidad de la actuación de los profesores en la práctica, es decir el conjunto de actuaciones, destrezas, conocimientos, actitudes y valores ligados a ellas, que constituyen lo específico de ser profesor”. A partir de estas definiciones se podría acordar que la profesionalidad se refiere a las cualidades de la práctica profesional de los enseñantes en función de lo que requiere el oficio educativo. También representa expresar valores y pretensiones que sería deseable alcanzar y desarrollar en esta profesión. Las cualidades de la profesionalidad hacen referencia a aquellas que sitúan al profesor en condiciones de realizar una buena enseñanza. Las cualidades profesionales estarán en función de la forma en que se interpreta lo que debe ser la enseñanza y sus finalidades. La enseñanza es un juego de “prácticas anidadas”, con factores históricos, culturales, sociales, institucionales, laborales e individuales. Los docentes son vehículos a través de los cuales se concretan lo que generan todos estos factores; son creadores de respuestas adaptativas o críticas a esos mismos factores. Hay tres dimensiones de la profesionalidad a tener en cuenta para concebir el problema de la autonomía desde una perspectiva educativa: 1. La obligación moral Se sitúa por encima de cualquier otra obligación contractual. El profesorado está obligado con todos sus alumnos en su desarrollo como personas. La enseñanza como un oficio moral, se basa en dos motivos: *se actúa en relación de desigualdad con el alumnado (la parte débil) para que puedan desarrollar recursos y capacidades que les hagan mas independientes;
*se ejerce una influencia sobre otros, pretendiendo enseñar cosas deseables por su valor moral. Casi todo tiene consecuencias morales. El deseo de una buena enseñanza, o sentirse comprometido con ciertos valores y aspiraciones educativas, es la demostración de que el compromiso moral es también un impulso emotivo, un sentimiento, e incluso una pasión. Esta conciencia moral sobre su trabajo docente lleva emparejada la autonomía como valor profesional. La profesionalidad docente reclama del profesorado su conciencia y desarrollo sobre el sentido de lo que es deseable educativamente. 2. El compromiso con la comunidad La moralidad es un fenómeno social, producto de la vida en comunidad. No es solo una cuestión personal, sino también política (Hargreaves). La educación es una ocupación socialmente encomendada y que responsabiliza al profesional docente públicamente. La deliberación moral implica interpretar lo que significan los valores y principios a la luz del caso, y el caso a la luz de los principios. Por tanto, no puede realizarse sino desde la moralidad de los que realizan tales deliberaciones. Esta doble conciencia de que los enseñantes deben ser necesariamente autónomos en sus responsabilidades profesionales y, a la vez, públicamente responsables, suele presentar un conflicto entre la autoridad de los profesionales y la de la sociedad (Zeichner), originando problemas relacionados a las formas en que se instituye la participación pública en la educación, cuáles son las formas por las que la sociedad interviene en las decisiones sobre el contenido de la enseñanza y el control sobre la responsabilidad de los docentes, modelos de participación pública, sistemas de burocratización como forma de control sobre la responsabilidad de los docentes (Rizvi). La estipulación del curriculum de las escuelas reduce la participación de la sociedad a procedimientos burocratizados, con profesores en el papel de funcionario obediente, y el resto de la sociedad como espectadores. Los docentes deben mediar para que la escuela realice su misión, sin seguir irreflexivamente directrices, mandatos, corrientes o presiones del exterior. La educación no está reducida a las aulas, sino que tiene una clara dimensión social y política. La profesionalidad puede significar un análisis y una forma de intervenir en los problemas sociopolíticos que le competen al oficio de enseñar. Las instituciones educativas suponen una preparación para las vidas futuras de los estudiantes. Los docentes asumen y realizan contenidos políticos que forman parte del propio hecho de enseñar; las experiencias que ponen en marcha en la escuela reflejan las oportunidades de análisis sobre la vida y sobre sus alternativas y esperanzas para ella. Al ser la escuela una institución que desempeña funciones de regulación social y de selección, la practica docente puede reflexionar en torno a las prácticas de inclusión o exclusión, en relación a la formación en actitudes y valores básicos ciudadanos. La escuela es la encargada de proporcionar oportunidades sociales por medios educativos. Se puede plantear el valor real que la práctica profesional en la enseñanza tiene para el alumnado como oportunidad educativa. Este compromiso social de la práctica docente supone acción colectiva y organizada y la intervención en aquellos lugares que restringen el reconocimiento de las consecuencias sociales y políticas del ejercicio profesional de la enseñanza. 3. La competencia profesional La tarea de enseñar necesita cierto dominio de habilidades, técnicas y recursos para la acción didáctica que trascienden el sentido puramente técnico, hacia
competencias profesionales complejas, que combinan habilidades, principios y conciencia del sentido y de las consecuencias de las prácticas pedagógicas. Para que el docente pueda realizar juicios y decisiones profesionales, debe disponer de un conocimiento profesional que es en parte individual (reelaborado a partir de la propia experiencia), en parte compartido (socialización), y en parte diversificado (diferentes tradiciones y posiciones pedagógicas). Es un saber de dimensión práctica, que tiene a la acción e intuición como principales referentes. La enseñanza es de naturaleza dual: espacio de liberación que permite el desarrollo de determinadas capacidades, y mecanismo institucional de regulación que desempeña funciones de reproducción y legitimación social. Sólo reconociendo su capacidad de acción reflexiva, y de elaboración de conocimiento profesional en relación al contenido de su profesión, así como sobre los contextos que condicionan su práctica, pueden los docentes desarrollar su competencia profesional, como una competencia intelectual. Intuición, improvisación y orientación son sentimientos propios y ajenos, parte de competencias complejas que requiere la profesionalidad didáctica. La competencia profesional, dimensión necesaria para el desarrollo del compromiso ético y social, es lo que capacita al profesorado para asumir responsabilidades, pero para desarrollarla es necesario ejercitarla, tener autonomía profesional. Estos tres aspectos o exigencias de la profesionalidad docente, pueden concebirse y combinarse de distinta manera en función de la forma en que se entienda la enseñanza, su contexto institucional, su propósito y su realización. Y éstas darán lugar a distintas formas de entender la autonomía profesional del docente.
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