La Adiccion a La Cocaina

April 13, 2017 | Author: Dani | Category: N/A
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Tratamiento, recuperación y prevención

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PAIDÓS Barcelona

Buenos Aires Mbxico

Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . Capítulo 1. Cocaína: conocimientos básicos . . . Capítulo 2 . ¿Por qué se consume cocaína? . . . . Capítulo 3. El cerebro adicto . . . . . . . . Capítulo 4 . La comprensión del trastorno adictivo . Capitulo 5. Elementos del tratamiento eficaz . . . Capítulo 6. La valoración diagnóstica . . . . . Capítulo 7. Cumplimiento de la abstinencia . . . Capítulo 8. Prevención de recaídas . . . . . . Capítulo 9. Terapia de grupo . . . . . . . . Capítulo 10. Cocaína y familia . . . . . . . . Capítulo 11. Tratamiento en poblaciones especiales . Comentarios finales . . . . . . . . . . . .

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Apéndice A: Evaluación del perfil de consumo de cocaína . Apéndice B: Test de la adicción a la cocaína . . . . . Apéndice C: Cuestionario de compulsiones seniales . . . Apéndice D: Inventario de conductas de juego . . . . . Apéndice E: Cuestionario de adicción al juego . . . . . Apéndice F: Cuestionario de problemas alimentarios . . Apéndice G: Inventario de actitud de recaída . . . . . Apéndice H: Cuestionario de familia . . . . . . . . Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . .

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AGRADECIMIENTOS

Primero y ante todo, estoy agradecido a mi esposa, colega y editora, Nannette Stone, que me inspiró en el trabajo d e escribir este libro. Incluso antes de escribir su propio libro (Cocaine: Seduction a n d Solution, Clarkson N. Potter, 1984) me había estado animando a escribir mis experiencias e ideas sobre el tratamiento de la adicción a la cocaína. Seguí su consejo. Mis hijas Tala y Danae sacrificaron algo más que algunas tardes y fines de semana durante el verano de 1988 mientras yo estaba frente al procesador de textos. Agradezco su paciencia, su comprensión y su voluntad de tolerancia hacia mi intermitente adicción al trabajo. Prometo que no emplearé ningún otro verano escribiendo un libro. Gracias, en especial, a Donna Boundy, que me ayudó a aglutinar las ideas hasta conseguir un proyecto concreto. Finalmente, no es menos importante el agradecimiento que debo expresar a los innumerables adictos, cuyos sufrimientos y exitos han constituido la base de este libro. Ellos me ayudaron a presta ayuda a sus compañeros. Espero que la información que contiene este libro ayude a aumentar la comprensión sobre la cocaína y otras drogas que alteran el estado de ánimo, y también a crear mejores tratamientos para los trastornos adictivos.

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En 1982, cuando trataba adictos a la heroína en una clínica pública de Harlem, empecé a recibir llamadas telefónicas de gente desesperada que nunca había probado la heroína, nunca había usado agujas para su adicción y nunca había tenido problemas con la justicia. Estos individuos no se parecían en nada a los adictos de Harlem. Eran normalmente de raza blanca, trabajadores, gente de clase media entre los 20 6 30 años de edad, con buenos empleos, buenos sueldos, con familias normales, y sin unos antecedentes previos de adicción a drogas o de enfermedad psiquiátrica. Algunos eran ejecutivos de alto nivel, profesionales o agentes comerciales. La mayoría eran jóvenes de familias acomodadas que habían utilizado drogas desde la adolescentia aunque sólo ocasionalmente o de forma recreativa. Nunca pensaron que caerían en la adicción. Pero entonces ya acusaban un serio problema: estaban inhalando cocaína, no podían cesar y no hallaban profesionales que les brindasen tratamiento y consejo. En aquel momento se aseguraba que la cocaína no producía adicción. Algunos médicos opinaron que se igualaba en potencial adictivo a los cacahuetes o a las patatas fritas, que resulta difícil dejarlos de tomar cuando ya se ha comido uno. Dado que los pacientes que llamaban no confesaban experimentar abstinencia de cocaína, su uso no se consideraba dependencia sino obsesión. Sin embargo, se conocían casos de personas que estaban utilizando esta droga y que coincidían en la forma en que habían desarrollado un cuadro de dependencia hacia ella. Estos individuos se sentían absurdos y estúpidos por caer en la adicción a una sustancia considerada como no adictiva, eran rechazados y no sabían dónde pedir ayuda. ¿Cómo podían encontrar un tratamiendo cuando nadie, ni siquiera los médicos expertos, creía que la cocaína fuese adictiva y cuando no existía ningún enfoque terapéutico a su alcance? Algunos acudían a terapeutas privados, aunque entonces, como ahora, pocos terapeutas tenían formación o experiencia en el tratamiento de la adicción a estas drogas. Los terapeutas, en la mayoría de casos, no intervenían directamente en el problema de las drogas, sino que intentaban iniciar una psicoterapia exploratoria, esperando que la solución de los problemas psicológicos subyacentes

implicara una resolución del consumo de drogas. Sin embargo, este efecto terapéutico no aparecía. Algunos prescribieron fármacos también adictivos, como tranquilizantes o hipnóticos, que fueron, asimismo, objetos de abuso, provocándose con ello la agravación del problema. Algunos se negaron a dar ningún tipo de tratamiento, sintiéndose incómodos o quizás atemorizados o mal preparados para tratar con pacientes adictos a esta sustancia. Ni los terapeutas profesionales ni la mayoría de la población general se daban cuenta de la extensión que había alcanzado el uso de cocaína. Aún menos se sabía del gran aumento de adictos entre los consumidores asiduos de esta sustancia. En aquellos momentos no existía ningún programa de tratamiento de adicción al alcohol o a las drogas en la ciudad d e Nueva York que dispusiera de una opción específica de tratamiento de adictos a la cocaína. Naturalmente, tampoco había nadie que intentase captar este subgrupo - c a d a vez mayor- de adictos. Ésta era la situación al final del año 1982, cuando yo creé la primera línea telefónica de ayuda a los consumidores de cocaína en los Estados Unidos, que era utilizada asimismo por las familias de los adictos. En dos meses, esta línea local de ayuda llegó a recibir más de 100 llamadas por día, como prueba de la rápida expansión en el irea metropolitana de Nueva York, debida en buena parte a los anuncios presentados en la radio local y en la televisión. Además d e insistir acerca de la gran necesidad de información fidedigna sobre la 'cocaína y el tratamiento de su adicción, la línea telefónica de ayuda nos permitía recoger datos de investigación durante las entrevistas telefónicas que se seleccionaban de forma aleatoria. Estos estudios mostraron el poder adictivo de la cocaína en datos numéricos, y también su creciente consumo entre la clase media. La mayoría de los comunicantes decían ser incapaces de controlar su uso, habían fracasado varias veces en el intento, y se veían con frecuencia presionados por el intenso deseo de consumo y por la necesidad de obtener la droga. La mayoría ganaban unos 25.000 dólares al año y gastaban más de 600 dólares en cocaína a la semana. Los problemas relacionados con la cocaína que eran motivo d e queja en estas llamadas consistían en depresión, ideas paranoicas, pérdida de la libido, ansiedad larvada y en crisis, cefaleas, infecciones sinusales, agotamiento físico y mental, pérdida de peso y trastornos de memoria, junto con dificultades de tipo económico, fa-

miliar y laboral. Muchos habían empezado a utilizar otras drogas, como el alcohol, tranquilizantes, somníferos, e incluso heroína para tratar y aliviar el crash y otros efectos secundarios del uso intensivo de cocaina. Algunos habían presentado crisis epilépticas o, incluso, habían tenido conductas autoagresivas y autolíticas. Estas primeras experiencias con el teléfono de ayuda captaron el interés de los medios de comunicación social tanto a nivel local como nacional. Pronto aparecí en revistas y programas de noticias, siendo entrevistado por periodistas ansiosos por publicar las dramáticas cifras sobre inhaladores de cocaina, que habían desarrollado la adicción a esta droga, y también sobre la aparente epidemia del uso de cocaina en el seno de la clase media. Cuando se difundió en el país la noticia de la existencia del teléfono de ayuda, mucha gente de otras ciudades y Estados empezó a pedirla, de manera que acusamos estos problemas no solamente en la ciudad de Nueva York sino en otros lugares de los Estados Unidos. Todo ello se hizo evidente a raíz de mi implicación en la línea de ayuda 800-COCXINEque, a veces, recibía hasta 2.000 Ilamadas al día, desde puntos de toda la nación. Desde entonces, en el período de algunos años, el uso de cocaína ha sido reconocido como una epidemia de extensión nacional, altamente peligrosa y adictiva. Su uso se ha extendido al sexo femenino, a los grupos minoritarios, a los más pobres y a gnipos de adolescentes. La cocaína se ha infiltrado en todas las grandes ciudades, en los suburbios, en poblaciones menores y, en definitiva, por todo el país. La que fue en una ocasión llamada =el champaña de las drogas. y #
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