La acción intencional

July 24, 2017 | Author: osacebrita | Category: Edmund Husserl, Psychology & Cognitive Science, Analytic Philosophy, Perception, Mind
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Descripción: M. Elena Colombo....

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La acción intencional

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La acción intencional

María Elena Colombo

Buenos Aires 2012 2

A Jeremías y Lola

"¿Cómo puede aprender un sistema dotado de algoritmos fijos de computación? ¿Cómo es posible que se incremente el poder representacional de esos algoritmos? Se nos ocurre preguntar: ¿Saben los universales lingüísticos la emoción que produce un vino con un bouquet elegante, muy varietal en nariz, con aromas vegetales y de bosque umbrío?” Angel Rivière. El sujeto de la psicología cognitiva, 1987, p.72. “El propio cuerpo está en el mundo como el corazón en el organismo: mantiene continuamente en vida el espectáculo visible, lo anima y lo alimenta interiormente, forma con él un sistema” Maurice Merleau-Ponty. La structure du comportement, 1942.

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INDICE

Introducción Recuperación de la perspectiva fenomenológica Relaciones entre la intencionalidad en la actividad y la intersubjetividad en el desarrollo humano La organización de la vida mental como un hecho público Las bases biológicas de la intersubjetividad Consideraciones finales Bibliografía

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Introducción El estudio de la acción humana es uno de los temas que ha tenido un escaso desarrollo en la psicología salvo en su perspectiva naturalista, básicamente representada por el conductismo y la reflexología. Llama la atención sin embargo, si uno consulta libros de psicólogos pioneros, como Brentano, Wundt o James, que el tema de la acción y, en especial, la génesis de la acción voluntaria ocuparan un lugar destacado. La acción voluntaria tenía suficiente presencia pues se vinculaba con preocupaciones filosóficas y religiosas de larga data referidas a la acción responsable o la teoría del libre albedrío 1; y en esa época la psicología, o algunas psicologías, intentaban abordar científicamente su estudio que articulaban con el problema de la conciencia humana. En el pensamiento alemán el estudio de los fenómenos conscientes no se asimilaba directamente a las experiencias sensibles como en la tradición inglesa que entendía lo mental –consciente- como derivado o representante de la experiencia sensible. Esta última tradición se continuó en el pensamiento de E. Mach, y E. Titchener en los Estados Unidos, aunque sus posturas se vieron sustituidas rápidamente por el desarrollo de una psicología no mentalista y mecanicista que se propuso estudiar el comportamiento, en términos asociativos entre estímulos, respuestas y también refuerzos, recurriendo a conceptos reductibles a categorías observables. Así es que el siglo XX no vio en su devenir la profundización de los estudios de la acción voluntaria ni de la conciencia, por lo menos en las versiones de las psicologías hegemónicas; recién en las últimas décadas comienzan los estudios empíricos de la conciencia aunque no como acción voluntaria sino como presencia o ausencia de conciencia en el procesamiento de la información, es decir, en términos de disociaciones. El estudio de la acción se derivó en el análisis de la conducta dirigida a metas o motivación a partir del dominio del conductismo, en la década del veinte, continuándose en la psicología cognitiva; ésta ha ido produciendo modelos que, aunque cada vez más complejos, no resuelven el problema de fondo de dichos constructos debido a la explicación causal y mecanicista del comportamiento humano. El abordaje mentalista y mecanicista estudió la acción humana como efecto de un procesamiento mental universal, los procesos psicológicos básicos, y descuidó las relaciones e implicaciones con el mundo y con el cuerpo; asimismo 1

Nota de la autora: La teoría del libre albedrío sostiene que los seres humanos tienen la capacidad de elegir y tomar sus propias decisiones. Esta teoría fue duramente criticada por filósofos como Marx, Spinoza o Schopenhauer.

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hizo pasar al fondo de la escena el tema de la acción para concentrarse en los procesos que serían sus causas. Además, los factores contextuales e históricos del hombre en tanto ser social no encontraron un lugar en los modelos de flujo del procesamiento computacional. En este escrito comenzaré por hacer algo de historia, como también de filosofía, para aclarar cuestiones básicas de partida. Esto será beneficioso para comprender la diferencia que se establece entre una acción definida en forma mecanicista y una acción entendida de manera intencional. Aristóteles estableció una diferenciación sobre el concepto de causa que creo útil recuperar en este momento; me refiero a la distinción entre causas eficientes y finales, además de las materiales y formales. Él pensaba que, a diferencia de sus antecesores, no bastaba con utilizar un solo sentido de causa para explicar un fenómeno, sino que era necesario complejizar la explicación enriqueciendo el concepto mismo de causa. Así discrimina el aspecto motor o de cambio –causa eficiente- del plan u objetivo que se persigue –causa final-, al que integra la materia de la que está hecha la cosa –causa material- y la especie, tipo o clase –causa formal. Estos sentidos de la causa que debían ser abordados integralmente tuvieron distinta suerte en la historia de la filosofía y penetraron en la psicología de manera que, sin ánimo de ser simplista, podríamos vincular el uso de los sistemas de causalidad eficiente a los modelos mecanicistas, ya sean naturalistas o mentalistas, y los sistemas de causalidad final a los modelos mentalistas de corte más teleológicos. En la complejidad de su historia, las psicologías idealistas asumieron más las perspectivas teleológicas, y quedaron enfrentadas a las psicologías experimentales. En este punto se sostiene un debate, entre otros, que ingresa en el siglo XX y quiero recuperarlo, para comenzar a entender el concepto de conducta intencional. Me refiero a la discusión planteada entre Brentano y Wundt, y sus derivaciones en la perspectiva fenomenológica. Este debate acontece en una encrucijada de producción científica que cabe también considerar. Se trata de la aparición de la teoría de Darwin, y el impacto que ésta produjo en la comunidad occidental, que venía sosteniendo la concepción del ser humano como ser racional a diferencia de los animales que no lo eran. Se abría la posibilidad de pensar que estas derivas evolutivas podrían también permitir entender que los animales tenían alguna racionalidad o alguna conciencia, y por lo tanto, no eran autómatas como sostenía Descartes. Este tema no es menor ya que habilitó el desarrollo de los estudios de psicología animal y permitió también preguntarse si los animales tendrían intenciones que movieran su conducta o sólo los seres humanos la tendrían. ¿Qué ha pasado entonces con la diferencia tajante entre la 6

acción voluntaria propia del humano si ahora podemos pensar que los animales poseen alguna capacidad de elección? La psicología hereda estos interrogantes, pero ¿qué hace con ellos? Fueron múltiples las respuestas como ya lo he señalado. Un descubrimiento que vino en ayuda para iniciar algunas líneas de investigación mecanicista y no mentalista en psicología fue el que aportó Sechenov2 (1829-1905) que afirmó que los reflejos senso-motores simples podían explicar el funcionamiento de los sistemas nerviosos centrales de organismos como el ser humano, absolutamente refutado luego por la escuela de Vigotsky y la neuropsicología de Luria. Sin embargo, este descubrimiento es tomado por la escuela de Pavlov en Rusia y por Watson en Estados Unidos, y sus desarrollos tendrán un impacto de varias décadas. Sin ánimo de querer excederme en esta introducción con cuestiones históricas es relevante considerar también los desarrollos de la psicofísica clásica, y en especial en el contexto al que me quiero referir a continuación, es importante tener en cuenta la formulación de la Ley de Weber-Fechner3 que vino a responder a uno de los interrogantes que preocupaban a los hombres de ciencia y que era el de establecer una relación entre los fenómenos físicos y psicológicos, y entre los fenómenos fisiológicos y psicológicos. El entusiasmo que generaron los descubrimientos de los psicofísicos abonaron preguntas que marcaron rutas de investigación; las preguntas que interesaban a los físicos, pero no a los biólogos o psicólogos que pensaban en términos de unidades organísmicas, se referían a los universales de la física clásica o newtoniana como el problema de las constancias perceptivas en todas su modalidades. En esta confluencia de descubrimientos se produce este debate entre Brentano y Wundt que marcará los rumbos hegemónicos en la psicología. Sus continuaciones en la línea de Husserl y, en especial, Merleau-Ponty, influirán en la psicología contemporánea, particularmente en el Embodied Mind, y algunos desarrollos dentro de las ciencias cognitivas y en grupos de investigación en neuropsicología. Sin embargo, en la filosofía analítica y en la ciencia cognitiva hegemónica no resonarán de la misma manera, dado que en esos contextos se realizará una reinterpretación del concepto de intencionalidad afín a un enfoque naturalista y fisicalista4. 2

Fisiólogo ruso autor del famoso libro publicado en ruso en 1863: Reflexes of the brain. Ley publicada en 1860 en el libro de Fechner: Elemente der Psychophysik, en alemán. 4 Fisicalismo es una de las concepciones del positivismo lógico, elaborada por Carnap, Neurath y otros. Los partidarios del fisicalismo sitúan el valor de toda proposición de cualquier ciencia en dependencia de la posibilidad de traducir dicha proposición al lenguaje de la física. Las proposiciones que no son susceptibles de ser sometidas a semejante operación se consideran carentes de sentido científico. Por este camino, el problema de la unidad del conocimiento científico y de su veracidad objetiva se sustituye por la búsqueda de un lenguaje unívoco –o más exactamente, único– de la ciencia. En vez de analizar la conexión objetiva de las distintas ciencias y su unidad, los fisicalistas intentan traducir al lenguaje de la física los tipos específicos del saber 3

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En este trabajo presentaré una propuesta para considerar la intencionalidad desde las relaciones con otras personas, desde la intersubjetividad, como actividad intencional dirigida a otros humanos en escenarios compartidos, siguiendo a autores actuales de la psicología del desarrollo y de la intersubjetividad, y mencionaré sintéticamente algunas investigaciones que se han realizado en este terreno que corroboran esta línea de abordaje sobre el tema. Finalmente me referiré a los aportes de investigaciones de las bases neurales de nuestros comportamientos en el dominio de las neuronas espejo para la comprensión de la empatía5 y el desarrollo del self.

existente y lograr de este modo su unificación. Diccionario Soviético de Filosofía. Montevideo: Pueblos Unidos. 1965. 5 Nota de la autora: el término Einfühlung (empatía) fue acuñado por Robert Vischer (filósofo alemán) en 1873 como” in-sentimiento o sentimiento en”; luego fue retomado por Theodor Lipps en 1884 en su escrito Fundamentos de la vida psíquica.

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Recuperación de la perspectiva fenomenológica Una discusión situada en 1874 en Alemania (Colombo, 2002) puede traer un poco de luz sobre los problemas que aún subsisten en la psicología y que hacen específicamente a la comprensión de la acción intencional6. Se trata de la discusión entre Franz Brentano (filósofo alemán, 1838-1917) y Wilhelm Wundt (filósofo y psicólogo alemán, 1832-1920). En ese año se publican Psicología desde el punto de vista empírico, de Brentano, y Elementos de Psicología Fisiológica, de Wundt. La discusión se centraba en cómo entender el psiquismo y, en consecuencia, cuál sería la metodología adecuada para su abordaje. Brentano, a diferencia de Wundt que consideraba los procesos psíquicos en sí mismos como contenidos, entendía que los procesos psíquicos son actos dirigidos a un objeto o contenido, y por lo tanto, los fenómenos psíquicos contienen intencionalmente un objeto. Así, clasifica “los fenómenos psíquicos en: representaciones, juicios, emociones o fenómenos de amor y odio (que englobarían los sentimientos y la voluntad). Todos ellos tienen por fundamento una representación, son intencionales y se diferencian en la clase de referencia a un contenido7.[…] se habla de representación cuando algo se nos aparece; en el juicio, admitimos algo (como verdadero) o lo rechazamos (como falso). […] Las emociones, donde se toma el objeto como bueno o como malo. Tanto el juicio como las emociones están fundamentados en representaciones, se presentan dos veces como representación y como juicio, y/o emoción. Es importante señalar aquí que Brentano entiende por representación no lo representado, (como contenido)8, sino el acto de representación es decir, la audición de un sonido, la sensación de calor o frío, etc. Las representaciones son por tanto, el fundamento de todos los fenómenos psicológicos, del sentir, juzgar, desear, etc.” (Morgade, 2001, p.259). Así Brentano, en su obra de 1874 (p.25. Cit. en Rivière, 2000, p.193), quiere “dilucidar conceptualmente de forma rigurosa las nociones de ʹmenteʹ y ʹfenómeno psicológicoʹ cuando afirma ʹpodemos considerar como una definición indudablemente justa de los fenómenos psíquicos la de que, o son representaciones o descansan en representaciones que les sirven de fundamentoʹ. Esta definición se profundiza en las dos ʹmarcasʹ características que 6

Nota de la autora: el término intencionalidad proviene del latín intentio, y designa el acto de dirigirse la conciencia a su objeto. Esta noción es muy antigua, ya Aristóteles la usaba, la siguió usando Santo Tomás de Aquino que entiende por ella la acción o efecto de la mente de tender hacia algo sin lo cual ningún conocimiento es posible. 7 Nota de la autora: El concepto de representación en la tradición alemana se diferencia del de la tradición inglesa. Esta última, en tanto considera lo mental como equivalente de experiencias sensoriales de acuerdo con la teoría sensista, entiende la representación como el representante de la cosa del mundo, su doble o copia. 8 Lo expresado entre paréntesis es una aclaración de la autora.

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delimitan, para Brentano, el ámbito de los fenómenos psicológicos en contraposición a los meramente físicos: la intencionalidad y la accesibilidad interna. La primera implica que ʹtodo fenómeno psíquico se caracteriza por aquello que los escolásticos de la Edad Media llamaron la inexistencia intencional (o mental) del objeto y que nosotros llamaríamos, aunque con expresiones no totalmente inequívocas, relación con su contenido, dirección hacia un objeto (aunque no ha de ser interpretado como algo real) u objetividad inmanente. Todo fenómeno psíquico contiene dentro de sí algo a modo de objeto, aunque no lo hagan de la misma maneraʹ. La segunda significa que los fenómenos psicológicos ʹson percibidos por la conciencia internaʹ (Brentano, 1874, p.78. Cit. en Rivière, 2000, p.193)”. La concepción de los fenómenos psíquicos como actos que apuntan o se dirigen a un contenido, su intencionalidad, percibidos por una conciencia interna, requería de una metodología diferente de los objetos de la física y, por lo tanto, no se podían utilizar las metodologías de las ciencias naturales. Brentano se alejaba, de este modo, de los enfoques asociacionistas y de la psicofísica que proponían el estudio analítico de la conciencia desde sus elementos más simples, como contenidos de conciencia. Esta perspectiva intencional de los fenómenos psíquicos fue retomada por la escuela de Wurzburgo (Külpe, Bühler), la escuela de la Gestalt, la filosofía de E. Husserl (1859-1938), la filosofía de M. Heidegger (1889-1976), la psicología de M. Merleau-Ponty (1908-1961), y también influyó en el existencialismo de J. P. Sartre (1905-1980). Edmund Husserl retoma el concepto de intencionalidad de Brentano (JorbaGrau, 2011; Morgade, 2001; Pfeiffer, 2002) y lo lleva mucho más allá del dominio psicológico, como propiedad de la conciencia, utilizándolo como fundamento de una ontología del conocer. Para nuestros intereses señalo que Husserl no sólo afirma lo mismo que Brentano, toda conciencia es conciencia de algo, sino que todo “algo” es algo de una conciencia. Esto quiere significar que el sujeto y el objeto se constituyen mutuamente y por lo tanto no hay un a priori de esas categorías por separado. Los actos que nos permiten conocer, la actividad mental de Brentano, son sustituidos por el concepto de vivencia 9; así afirma que nosotros no podemos tener un algo sino a través de una vivencia. La noción de vivencia es la que contiene la intencionalidad, así tener la vivencia de algo, la conciencia intencional de algo, es tener presente ante la conciencia un fenómeno en tanto 9

Nota de la autora: Husserl, filósofo alemán, apela a los psicólogos modernos, como por ejemplo Wundt, para introducir el término “vivencia”. Desde esta perspectiva, vivencias o contenidos de consciencia son percepciones, representaciones, de la fantasía y de imagen, los actos del pensar conceptual, suposiciones y dudas, alegrías y penas, esperanzas y miedos, deseos y voliciones, etc., tal como tienen lugar en nuestra conciencia.

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visto o experimentado. El fenómeno es el dato captado esencialmente y no como experiencia sensible o copia representacional. Para Husserl el accionar de la conciencia es estar conociendo, lo cual significa que la intencionalidad es el acto fenomenológico fundamental mediante el cual conocemos. De este modo, la conciencia siempre es conciencia de algo, es conciencia efectuante, y si no, no es conciencia. Es efectuante en tanto es donde se vienen a dar los objetos intencionales (y no sensibles). La idea original de la fenomenología de Husserl, su aporte fundamental, entonces, es que entiende la intencionalidad de la conciencia como su ejercicio, no es independiente del mundo. Conciencia y mundo se dan a la vez, es un a priori de correlación, y esta correlación afecta a todos los actos de la conciencia que tendrán que ser abordados en estricta dependencia mutua como, por ejemplo, los actos de la voluntad o del juicio. En este sentido, podemos observar que esta perspectiva se opone a todo idealismo que intente situar a la conciencia como soberana sobre el mundo (como Berkeley o Hegel), tanto como a cualquier empirismo, que quiera definir a la conciencia como representación del mundo de la experiencia, como un espectáculo, independiente de los sujetos que actúan sobre el mundo. La subjetividad, para Husserl, se constituye en la actividad y, especialmente, en la actividad con otros. El desarrollo de toda realidad, ya sea compartida o individual, se ve profundamente marcada por la relación con los otros. Maurice Merleau-Ponty (filósofo y psicólogo francés, 1908-1961), influido por Husserl y continuador de las investigaciones de la Teoría de la Gestalt, se posiciona en una franca ruptura con el pensamiento cartesiano, pues no parte del a priori de los dos polos sujeto y mundo u objeto. Esto se revela al afirmar la íntima relación entre intencionalidad y percepción. En el desarrollo de su obra, Merleau-Ponty va a destacar la importancia de considerar la intencionalidad en una forma más originaria, no sólo su direccionalidad como acto hacia un objeto, la conciencia dirigida al mundo, sino la dirección del cuerpo con el mundo. Ésta sería una correlación intencional más originaria. Con esta afirmación Merleau-Ponty quiere focalizarse en las vivencias más simples o fundamentales de la experiencia originaria como el movimiento, la percepción o las emociones que son operaciones básicas del organismo y fundamento de los actos intencionales racionales. Esta intencionalidad originaria, que él llama intencionalidad operante, revela que la unión sujeto-mundo está en obra, pasiva y activamente, en la vinculación del cuerpo y del mundo. Así, la razón y el juicio no son independientes del cuerpo, éste les proporciona el fundamento para su ejercicio. La intencionalidad brinda la certeza del ser en la unión del sujeto con el mundo por 11

medio del cuerpo, previo a todo acto de enjuiciamiento y antes de cualquier toma de posición voluntaria (Arias García, B., 1997). En la actualidad existen recuperaciones de los presupuestos fenomenológicos en distintas direcciones. Una perspectiva que retoma el concepto de intencionalidad se da en el ámbito de las Ciencias Cognitivas y la filosofía analítica10. Se pueden distinguir tres aproximaciones (Jorba-Grau, 2011); en primer lugar la de la filosofía del lenguaje que intenta clarificar la intencionalidad de la conciencia a través del análisis de las propiedades lógicas de las oraciones que son usadas para describir fenómenos psíquicos. Las oraciones que utilizan verbos psicológicos como pensar, creer, y otros, tienen propiedades diferentes a aquellas que se usan para describir estados de cosas del mundo; por ejemplo, en el primer caso podría ser “Cristina piensa que va a ganar la carrera”, y para el segundo caso podría ser “el árbol está en el jardín”. Estas propiedades se denominan inten(s)ionales11. Las ideas de Brentano quedan reformuladas, de este modo, en términos metalingüísticos por lo cual la descripción de los fenómenos psicológicos requeriría oraciones intencionales con propiedades inten(s)ionales. Representantes de este pensamiento son Russell y Frege, entre otros. Una segunda aproximación a la intencionalidad quiere explicar cómo se la puede naturalizar, es decir, cómo puede ser explicada por medio de mecanismos no intencionales. En esta perspectiva se sostiene que la intencionalidad es un concepto oscuro que ha producido confusión en filosofía cuando se pensó en la mente y sus propiedades. Este objetivo de naturalizar la intencionalidad ha adoptado diferentes proyectos que tratan de explicar “el sobre qué de la experiencia” para las ciencias naturales y empíricas. Son representantes de esta línea J. Fodor, W. Quine, D. Dennett, entre otros; Dennett se ocupa de la explicación de la intencionalidad a partir de la teoría de la evolución afirmando que 10

Nota de la autora: La filosofía analítica se desarrolló durante el siglo XX en el ámbito anglosajón. Esta filosofía se caracteriza por el énfasis en la argumentación con base en la lógica formal y el análisis del lenguaje. Sus representantes, entre otros, son B. Russell, G. Frege y el positivismo lógico. Esta filosofía recibió profundas críticas desde los filósofos del lenguaje ordinario, como J. Austin, y Wittgenstein. A mediados del siglo XX la noción de filosofía analítica se desarrolló en la dirección del avance de las ciencias cognitivas; en estos ámbitos las concepciones de Wittgenstein nunca fueron dominantes. Algunos de los campos más prominentes de la filosofía analítica correspondieron en las primeras décadas a la teoría del conductismo que consideraban que toda proposición sobre la mente era equivalente a proposiciones sobre la conducta. En la actualidad los temas preferidos de la filosofía analítica corresponden al innatismo y la modularidad de la mente, un representante es J. Fodor; otro tema es la conciencia representado por D. Chalmers, J. Searle y D. Dennett, entre otros, que desarrollan una filosofía de la mente. 11 Nota de la autora: Inten(s)ionalidad por oposición a extensionalidad. La extensión es una propiedad de las oraciones que corresponden al mundo físico que son pasibles de ser medidas y constatada su existencia y su verdad. La propiedad inten(s)ional de las oraciones con verbos mentalistas no lo son, no se puede constatar cuanta verdad hay en una creencia; se puede creer aunque se falsa o no exista el objeto de la creencia.

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los seres humanos son mecanismos dotados de intencionalidad derivada que ha sido configurada por la evolución biológica. Finalmente, en tercer lugar aparece una aproximación que enfatiza la necesidad de incluir la perspectiva en primera persona12 en la investigación de la conciencia dado que la intencionalidad y la conciencia son esenciales en una teoría de la mente. Representantes de esta línea son J. Searle, G. Strawson, entre otros. Esta aproximación es la que más afinidad guardaría con el enfoque fenomenológico general. En los abordajes citados (Jorba-Grau, 2011) parece asumirse una separación entre intencionalidad y conciencia, como conciencia fenomenológica, y así son tratadas separadamente. De esto modo, los estados mentales con carácter fenoménico como los sensoriales (dolor, sabor, picor, etc.) no son intencionales13, y los estados típicamente intencionales como creencias, pensamientos y deseos, son estados en los cuales tenemos estados mentales intencionales. Así, los caracteres fenoménicos e intencionales son separables. La razón de esta separación puede ser la de separar lo que es más fácil de analizar e investigar. Según D. Chalmers (cit. en Jorba-Grau, 2011) los problemas “fáciles” de la conciencia se ocupan de cómo la mente procesa información, exhibe capacidades de discriminación, categorización o introspección. Estos temas se pueden tratar con la maquinaria estándar de las ciencias cognitivas y se pueden explicar en términos computacionales o neuronales. Con este criterio se pueden naturalizar esos aspectos de la conciencia, y la intencionalidad pasa a ser parte de los problemas fáciles porque es simplemente una característica de la mente que nos permite tener información sobre el mundo; de este modo queda tranquila cualquier perspectiva naturalista o fisicalista. El problema difícil de la conciencia consiste en explicar el carácter fenoménico o cualitativo de las experiencias conscientes. Este es un rasgo subjetivo que supone un problema para cualquier naturalismo o fisicalismo. La separación de la intencionalidad y la conciencia en el ámbito de las filosofías y ciencias cognitivas ha servido estratégicamente para favorecer el 12

Nota de la Autora: la perspectiva en primera persona tiene una larga historia en psicología que llega a la misma introspección como método y como forma de acceder a lo psíquico. Con el avance de las perspectivas objetivistas en psicología esta línea fue desestimada. 13 Nota de la autora: los estados mentales sensoriales no serían intencionales pues no poseen propiedades inten(s)ionales, en cambio los otros sí los poseerían. También la discriminación podría hacerse en base a que hay estados mentales que están en la mente pero no son disponibles para la mente ya que no son objeto de reflexión o análisis. En cambio los estados mentales intencionales sí estarían disponibles para la mente, siendo objeto de procesamientos más profundos. Esta distinción es tomada por Dennett en base a formulaciones de A. Clark y A. Karmiloff-Smith.

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avance conceptual y empírico de la psicología cognitiva (Jorba-Grau, 2011), pero se ha alejado del concepto pionero de Brentano, y sus continuadores, que consideraba la actividad intencional de la conciencia como acto y no como contenido, y por lo tanto, la representación mental no espejaba la realidad sino que ésta, en tanto experiencia fenoménica se constituía en el entrelazamiento del sujeto con el mundo a través del cuerpo, constituyéndose en a priori correlacional y no a priori sujeto-objeto dualista, y realista ingenuo. Se aprecia, entonces, en el dominio de las ciencias cognitivas una recuperación de la intencionalidad en la dirección de las teorías del contenido por medio de las cuales se sostiene que la relación entre la mente y la realidad se da a través de representaciones abstractas14 independientes de las dimensiones contextuales e históricas. Según Morgade (2001) el problema de la intencionalidad en las ciencias cognitivas y la filosofía analítica, si bien ha tenido algún tratamiento en teorías del desarrollo de la mente y comunicación y desarrollo, se ha limitado a discusiones en filosofía de la mente “quedando la psicologia cognitiva a merced de las teorías filosóficas y teniendo, en general, poca repercusión las investigaciones de la psicología sobre el tema en el planteamiento global” (p.261). Existen otros recorridos del término intencionalidad que desarrollaron otras psicologías, no tan hegemónicas como la psicología cognitiva, en el marco de las ciencias cognitivas, y que tienen mucho que aportar sobre este tema a diferencia de lo que ha recogido la psicología cognitiva sobre el tópico. Se trata de los recorridos del desarrollo de la intencionalidad en la actividad y sus relaciones con la intersubjetividad (Morgade, 2001).

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Nota de la autora: en esos modelos se sostiene que la mente procesa la información para sus diversas operaciones de cómputo en representaciones proposicionales. En ellos se entiende que la información que entra al sistema cognitivo es procesada en símbolos primitivos de acuerdo con ciertas reglas que forman una especie de lenguaje de la mente, independiente del lenguaje natural. Estas representaciones capturan los conceptos que están por detrás de una situación. Así las frases "el libro está sobre la mesa" o "the book is on the table", serán representados mentalmente de manera que nos permitan entender la existencia de dos objetos - libro y mesa - y de una relación de posicionamiento entre ambos - sobre. Esto no quiere decir que las representaciones proposicionales sean cadenas de palabras, sino cadenas de algún tipo de símbolos mentales primitivos. Muchos psicólogos han considerado que la representación proposicional es la única forma representacional existente y, más aún, que sus reglas de manipulación, se basan en el cálculo formal permitiendo así que la mente "trabaje" con una lógica formal. El problema de considerar que la mente trabaja lógicamente es la imposibilidad de explicar tanto por qué las personas realizamos sistemáticamente inferencias que no son válidas formalmente así como la fuerte influencia del contenido en las mismas.

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Relaciones entre la intencionalidad en la actividad y la intersubjetividad en el desarrollo humano Anteriormente enfaticé que para Husserl el sujeto, la subjetividad, se constituye en la actividad sobre el mundo, y en particular destaco, el mundo humano; en esta experiencia intersubjetiva se da el desarrollo de la conciencia efectuante y del sujeto de experiencia, y con ello se constituye la realidad, como objetividad, de nuestro conocimiento del mundo (Morgade, 2001). El concepto que introduce Husserl para referirse a la relación intersubjetiva que da cuenta de la experiencia compartida es la empatía15. A través de la empatía se constituyen las primeras experiencias con los otros. Este concepto es de especial importancia en psicología y ha sido recuperado especialmente por algunos ejes de trabajo en psicología del desarrollo, los cuales consideran que las formas comunicativas iniciales del infante humano con el mundo social se dan, fundamentalmente, a partir de las emociones. Merleau-Ponty continúa la línea de Husserl por la cual considera el contacto empático con los otros humanos como previo a la constitución de un sujeto de experiencias. Esta afirmación es también de suma importancia para una concepción psicológica del desarrollo humano pues el contacto empático es la condición de posibilidad de que un sujeto emerja. Y como ya señalé en el apartado anterior, para Merleau-Ponty no es posible entender el vínculo con el mundo si no es con relación al propio cuerpo. Desde esta consideración, no cabe pensar una mente que conoce el mundo separada de su propio cuerpo. Esto supone comenzar a tratar el desarrollo del sujeto desde el desarrollo de las acciones más sencillas como intencionalidad operante. Así, para entender la actividad psicológica tendremos que partir, de la intencionalidad de la acción. Por ello afirma Merleau-Ponty que debemos comenzar a investigar el desarrollo de la percepción, el movimiento y las emociones, que son operaciones básicas del ser humano y fundamento de los actos intencionales racionales, como la razón y el juicio, no siendo éstos últimos independientes del cuerpo. La idea importante de Merleau-Ponty que, como expresé antes, se recupera en algunos enfoques dentro de la psicología del desarrollo y de la intersubjetividad, es la comprensión de la constitución del sujeto y del mundo a partir de la acción, la percepción como acción, con sus tonalidades afectivas. En las relaciones de un sujeto, pensemos en un bebé, que se relaciona con un objeto, 15

Nota de la autora: empatía es un vocablo que proviene del griego y significa sentir en común. Husserl introdujo este concepto entendiéndolo como la experiencia de la conciencia ajena y de sus vivencias, a diferencia de la experiencia que hace la propia conciencia de sí.

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el biberón, pueden encontrarse multiplicidad de conductas intencionales; asimismo ese bebé que se relaciona con otros, a los cuales percibe a partir de sus movimientos y expresiones, conforma una dimensión de experiencia de los otros y de sí mismo que constituyen una primera forma de experiencia intersubjetiva a partir de la emoción, la percepción y la motricidad. Esto quiere significar que toda conciencia de mí mismo y de los otros son interdependientes y por lo tanto la intersubjetividad se revela como prerrequisito necesario para la experiencia de mí mismo y de los otros. Resulta llamativo que estas ideas ya habían sido desarrolladas por psicólogos pioneros, y no tan pioneros, salvando las posibles diferencias entre ellos, como la escuela de Wursburgo, Kurt Lewin, James Baldwin, la escuela de Moscú, Martín Buber y actualmente son defendidas por autores como Colwin Trevarthen, Andrew Meltzoff, Daniel Stern, M. J. Moore y Peter Hobson, entre otros, en el dominio de la psicología de la intersubjetividad, Gibson en el dominio de la psicologia de la percepción ecológica, el Embodied Mind, y en el psicoanálisis, la perspectiva psicoanalítica intersubjetiva con figuras pioneras como Winnicott, Bowlby, Bion, Hartman y en Argentina, Enrique Pichón Riviere y José Bleger. Sin embargo, como señala Morgade (2001), existe una gran controversia respecto de la necesariedad de tener experiencia intersubjetiva para poder tener experiencia de mí mismo a partir de los actos perceptivos intencionales. En gran medida, los problemas giran en torno a las capacidades que se otorgan a los bebés en el punto de partida como también los modelos teóricos que se construyen para interpretar los comportamientos de los neonatos. ¿Podemos atribuir una conciencia de sí-mismo y del otro en el comienzo del desarrollo a partir de las experiencias perceptivas, motrices y emocionales? Desde la intencionalidad operante y originaria, de la que hablaba Merleau-Ponty, podemos afirmar que sí, pues la intencionalidad debe ser considerada no sólo como una conciencia que se dirige al mundo sino también, y básicamente, un cuerpo que se dirige al mundo. Pero en psicología se suele reclamar un sentido más unificado e integrado de las experiencias perceptivas, motrices y emocionales para afirmar la organización de un sí mismo, y este hecho sólo podemos observarlo hacia el final del primer año de vida. En este contexto, Jean Piaget (1991) entiende la intencionalidad como conducta inteligente, en tanto el sujeto discrimina entre medios y fines. Las conductas intencionales definidas como acciones que utilizan determinados medios para llegar a un fin recién son observables a partir del cuarto sub-estadio de la inteligencia sensorio-motora, es decir entre el octavo y doceavo mes. 16

Sin embargo, diversos científicos de psicología del desarrollo y de la perspectiva psicoanalítica de la intersubjetividad plantean que desde el comienzo existen mecanismos, pre-constituidos (programas de armonización y sintonización, proto-conversaciones y proto-imitaciones) para la vinculación intersubjetiva que operan como un sistema intersubjetivo básico de motivación. En continuidad con esta concepción, Daniel Stern (1985) defiende la idea de un sentido de sí mismo desde el comienzo de la vida en desarrollo al considerar que son las experiencias de organización y no sólo los resultados de la organización de las experiencias perceptivas, motrices y emocionales, las que posibilitan la emergencia del sentido de sí mismo, y es por ello que introduce el concepto de sí-mismo-emergente. ¿Qué evidencias tenemos acerca de las competencias iniciales de los bebés que avalen la conceptualización de una pre-formación para las experiencias intersubjetivas? Se han realizado numerosas investigaciones en esta área que muestran que los bebés parecen experimentar un mundo de unidad perceptual; pueden tomar información recibida por una modalidad sensorial y de algún modo traducirla a otra modalidad sensorial; esto es conocido como percepción amodal. Los conocidos experimentos de Meltzoff y Moore, en 1977, demostraron que los infantes de tres semanas imitaban un modelo adulto al sacar la lengua y abrir la boca con lo cual pusieron en evidencia que los bebés son capaces de realizar, de forma innata, correspondencias entre movimientos y sensaciones de modalidad propioceptiva. En otro experimento de 1979, Meltzoff y Borton “vendaron los ojos de infantes de tres semanas y les dieron para succionar uno de dos chupetes diferentes. Uno de los chupetes tenía una tetina esférica, y la del otro presentaba protuberancias en diversos puntos de su superficie. Después de que el bebé tuviera alguna experiencia tocando la tetina con la boca solamente, se le retiraba el chupete y se colocaba junto al otro. Al quitarle la venda de los ojos, y después de una rápida comparación visual, el bebé miraba más la tetina que acababa de succionar” (Stern, 1985, p.68). Esta experiencia mostraba que el bebé era capaz de establecer una correspondencia de forma a partir de la exploración táctil y su comparación con la exploración visual; el reconocimiento visual se hacía a partir de información que se había obtenido de manera táctil. Se han demostrado otras equivalencias al explorar las cualidades de intensidad y tiempo; Lewcowicz y Turkewitz en 1980 (Cit. en Stern, 1985) se plantearon la pregunta de si eran capaces los bebés de tres semanas de establecer correspondencias entre intensidad luminosa y ciertos niveles de intensidad sonora. “El infante era habituado a un nivel de sonido, y se realizaban intentos de deshabituación con diversos niveles de luz, y viceversa. En esencia, los resultados revelaron que esos infantes pequeños encontraban que ciertos 17

niveles absolutos de intensidad sonora correspondían a niveles absolutos específicos de intensidad luminosa” (Stern, 1985, p.69-70). Este experimento demostró que los bebés poseen capacidades para establecer correspondencias transmodales audio-visuales del nivel absoluto de intensidad. Stern (1985, p.70) afirma que “entre todas las transferencias de propiedades entre los modos, la más difícil de imaginar es la transferencia de información sobre la forma entre modos visual y auditivo. La forma no es usualmente concebida como un hecho acústico; la transferencia de la forma es más fácil de imaginar entre los modos táctil y visual. Ahora bien, el habla misma, en una situación natural, es una configuración tanto visual como acústica, porque los labios se mueven. La inteligibilidad se acrecienta considerablemente cuando se están viendo los labios. Hacia los seis meses, los bebés tienden a mirar con más atención a los rostros que hablan (Haith 1980). Además, cuando el sonido producido real está en conflicto con el movimiento visto de los labios, la información visual prevalece inesperadamente sobre la auditiva. En otras palabras, oímos lo que vemos, no lo que se dice (McGurk y MacDonald, 1976)”. Estos trabajos parecen confirmar que los bebés son capaces de establecer correspondencias entre los sonidos del habla presentados visual y auditivamente. Como señala Stern (1985), los resultados de estas investigaciones, en el dominio de la percepción amodal, contradicen la explicación piagetiana; ésta exigiría que los bebés primero construyeran un esquema para cada modalidad sensorial o de movimiento, y después coordinaran ambos esquemas (asimilación recíproca) para organizar un nuevo esquema por dicha coordinación. Sólo así el bebé podría solucionar las tareas que se le pedían en los distintos experimentos. Los descubrimientos en percepción amodal muestran que los bebés no tienen que construir los esquemas, no tienen que pasar por los pasos de construcción de los que hablaba Piaget. Los infantes “saben” inmediatamente que lo que exploran por una modalidad sensorial es lo que antes exploraron por otra modalidad sensorial. Estos hechos tampoco podrían explicarse por aprendizaje asociativo pues los bebés no tuvieron experiencias previas como para establecer esas asociaciones. ¿Qué nos aportan los estudios de percepción amodal al conocimiento de las relaciones intersubjetivas en los primeros momentos de la vida? Parece ser que los infantes poseen muchas más capacidades innatas de discriminaciones perceptivas para vincularse intersubjetivamente con el otro humano. Stern (1985, p.73) se pregunta acerca de la experiencia que tiene un bebé del seno de la madre “¿Experimenta el bebé inicialmente dos ʹpechosʹ no relacionados, el ʹpecho succionadoʹ y el ʹpecho vistoʹ? Desde el punto de vista piagetiano se respondería 18

que sí; lo mismo sostiene la mayoría de las descripciones psicoanalíticas […]. Pero […] habría que contestar que no. El pecho surgiría como una experiencia ya integrada del otro (de una parte del otro), a partir de la vinculación no aprendida de sensaciones visuales y táctiles. […] Los infantes no necesitan tener experiencias repetidas para empezar a formar algunas de las piezas de un sí-mismo y otro emergentes. Están pre-constituidos para forjar ciertas integraciones. Otras líneas de investigación, en psicología de la percepción, se preguntan si tenemos experiencias perceptivas intencionales del ambiente a través de complejos procesos cognitivos, o bien, organizamos experiencias intencionales de manera directa y sin mediación de procesos de representación. Los trabajos experimentales de Gibson en percepción ecológica entienden que las percepciones son al mismo tiempo exteroceptivas y propioceptivas, por lo cual debe entenderse que el sujeto tiene experiencia del mundo a la vez que de su propio cuerpo en los actos perceptivos; esta experiencia es directamente organizada sin que medien procesos cognitivos inicialmente. Las investigaciones de Gibson permitieron el desarrollo de experimentos acerca de la discriminación entre percepción de movimientos intencionales y movimientos mecánicos (Johansson, 1973; Hobson, 2000). La pregunta que se plantea es: ¿Tenemos competencias para detectar en forma directa los movimientos intencionales y diferenciarlos de los movimientos mecánicos? O bien, ¿Esta diferenciación se realiza de manera indirecta a través de complejos procesos de mediación cognitiva? Estos problemas de investigación son muy relevantes pues darían evidencias acerca de las capacidades para discriminar el mundo físico –movimientos mecánicos-, del mundo humano –movimientos intencionales- en infantes. Johansson y su equipo realizaron un programa de investigación sobre la percepción visual de patrones de movimiento característicos de los organismos vivos en la locomoción. Ellos ubicaron puntos luminosos en distintos lugares del cuerpo y luego los actores fueron filmados en ambiente oscuro. Los videos fueron proyectados con control del tiempo de exposición a los sujetos de experimentación. Se estudió el reconocimiento de los patrones de movimiento, y la rapidez de dicho reconocimiento. Los resultados mostraron que el reconocimiento era muy rápido con sólo 5-10 combinaciones de puntos de brillo; cinco puntos eran suficientes para reconocer las piernas en movimiento. Los autores analizaron el papel del aprendizaje previo de los patrones de movimiento y concluyeron, de acuerdo con los resultados experimentales, que la velocidad de reconocimiento no era por aprendizaje previo. Más bien, parecía actuar un mecanismo automático de 19

tratamiento de los datos visuales que organizaba los elementos (puntos brillantes) en organizaciones visuales que se identificaban como movimientos humanos (caminar, saltar, correr, bailar, etc.)

Johansson, 1973, p.202

Este tipo de investigaciones entusiasmaron a científicos interesados en explorar la génesis del autismo. Ellos querían comprender, al igual que MerleauPonty, las relaciones primarias entre percepción, movimiento, intencionalidad y sentimientos que se encuentran profundamente alteradas en el autismo. Peter Hobson (2000) utilizó la misma metodología que Johansson para comprobar si niños autistas podían detectar significados en la percepción de puntos de luz que correspondían a personas que se movían. Lo que quería hacer Hobson era pedir a los niños que juzgasen las emociones de las imágenes de puntos en movimiento. Basándose en los resultados de Johansson, Hobson entendía que cuando se miran los puntos luminosos es muy difícil que lo que se vea sean sólo puntos. Lo que se ve es una persona haciendo algo. Esto es así porque según Johansson un ser humano necesita ver sólo breves exposiciones de una representación de este tipo de puntos en movimiento para darse cuenta que lo representado es una persona, y esto lo hace de manera rápida y automática y no con esfuerzo y lentamente. Por ello no es necesario realizar ningún tipo de juicio consciente. La pregunta de Hobson era, entonces, si esta forma de percibir podría estar actuando desde el nacimiento y si los bebés podrían percibir de la misma manera. Hobson (2000, p.30) comenta que se hicieron “experimentos que mostraron que 20

niños de cinco meses preferían mirar a las cintas de video de personas de puntos de luz andando que mirar a puntos de luz moviéndose al azar”. Basándose en estos resultados Hobson y su equipo iniciaron una investigación acerca de cómo las personas con y sin autismo perciben aspectos significativos del mundo social, sabiendo, de acuerdo con el estado del arte, que las personas autistas tienen dificultades para interpretar el significado de las expresiones emocionales. En las pruebas realizadas por Hobson trabajaron con trece niños y adolescentes con autismo y trece niños y adolescentes no autistas con retraso mental, igualados en edad y nivel verbal; también incluyeron un tercer grupo equiparable de niños de desarrollo normal de igual capacidad pero que eran más jóvenes que los de los otros participantes, entre seis y ocho años. El experimento consistió en tres partes: Experimento 1: ¿A qué están pegados los puntos? El objetivo era comprobar si los sujetos eran capaces de ver los puntos en movimiento como personas. Se mostraron objetos y personas (bicicleta, pelota, persona, silla, tijera, persona, en movimiento) con tiempo de exposición en aumento hasta 5 segundos. Los resultados mostraron que no hubo diferencias entre los sujetos autistas y no autistas, casi todos pudieron reconocer objetos y personas en las exposiciones de los puntos de luz. Experimento 2: ¿Dime qué está sucediendo? Se presentaron secuencias de cinco segundos de duración de puntos de luz de personas haciendo gestos de sorpresa, tristeza, miedo, enfado y alegría respectivamente. La consigna fue: “Quiero que me digas algo sobre esta persona. Dime que está sucediendo”. Las predicciones para este experimento eran que los niños autistas se fijarían más en las acciones que en las actitudes emocionales de la persona dibujada con puntos de luz. Los resultados confirmaron la predicción ya que todos los niños no autistas, menos uno, hicieron un comentario espontáneo acerca del estado emocional de la persona. En cambio, diez de los trece niños autistas no hicieron ninguna referencia a los estados emocionales. La diferencia no se debió a la falta de respuesta, pues todos hicieron comentarios sobre lo que veían; la diferencia fue que los niños y adolescentes con autismo informaron más sobre los movimientos y acciones de las personas que sobre sus sentimientos. Por ejemplo, la figura triste se percibía como “caminando y sentándose en la silla; la figura asustada se percibía como “de pie sobre las puntas de los pies… andando hacia atrás…como saltando”. Las respuestas no eran incorrectas pero no había descripción de los estados emocionales.

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Experimento 3. ¿Qué está sintiendo la persona? Se quiso explorar con cuánta exactitud los niños y adolescentes podían poner nombres a las acciones y emociones. En este experimento se agregaron cinco expresiones emocionales a las anteriores, estados de dolor, aburrimiento, cansancio, frío y calor. La consigna fue: “Quiero que me digas lo que la persona está sintiendo”. Al mismo tiempo que esta prueba, que incluía emociones y otras actitudes, había otra prueba para el reconocimiento de acciones no emocionales como levantar, cortar, saltar, dar patadas, empujar, cavar, sentarse escalar y correr. En esta prueba la consigna fue: “Quiero que me digas qué está haciendo la persona”. Los resultados dieron puntuaciones que no mostraron diferencias significativas entre sujetos con y sin autismo en la prueba de acciones. En cambio, en la prueba de emociones y actitudes las diferencias fueron muy marcadas. Los sujetos con autismo parecen tener verdaderas dificultades para leer los estados subjetivos de una persona, pero esta dificultad no se extiende a la comprensión de las acciones. Por ejemplo un sujeto autista respondía ante una “persona irritada” diciendo “rascándose…muchas pulgas”. Esta descripción capta el componente de la acción y no de la emoción, lo que puede sentir la persona. En este punto del trabajo de investigación, Hobson (2000, p.35) se plantea la siguiente reflexión: “Estos experimentos nos podrían ayudar a captar un aspecto muy profundo y complejo de la percepción humana. ¿Percibimos una sonrisa como una boca curvada hacia arriba y después, a través de un proceso intelectual, decidimos que la forma de esa boca ʹsignificaʹ que la persona está contenta? O ¿percibimos directamente16 el significado de la sonrisa? ¿Vemos una boca curvada hacia arriba o tan sólo vemos una sonrisa?”. Una consecuencia de esta reflexión, que realiza Hobson, es que los sujetos autistas son incapaces de compartir sentimientos de la manera en que lo hacen los no autistas; y este compartir es vital en el desarrollo humano pues el déficit en la relación intersubjetiva tiene efectos a largo plazo para empatizar y entender la mente de los otros. Otra consecuencia muy importante que podemos señalar a partir de estos trabajos es que las relaciones que establecemos con el mundo son experiencias directas de senso-motricidad, intencionalidad y sentimientos que permiten establecer un mundo de experiencias intersubjetivo. En esta forma de tener experiencia se organiza el sí-mismo y la otredad, cobrando sentido las acciones de los otros y las propias. En el comienzo del desarrollo podemos, entonces, 16

Nota de la autora: el resaltado es mío. Lo he remarcado para que se entienda que lo que plantea Hobson es el gran problema acerca de la percepción, directa o mediada por procesos de inferencia.

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afirmar que el bebé cuenta con competencias para la organización de un mundo de experiencias intersubjetivo como un mecanismo intersubjetivo básico para la intersubjetividad o como lo denomina Trevarthen: intersubjetividad primaria. La recuperación de la tradición fenomenológica nos ha permitido presentar una explicación posible de la intencionalidad desde sus orígenes a partir de un enfoque evolutivo e intersubjetivo. Sin embargo, sabemos que en este punto no hay acuerdos. Nuevamente recupero la definición de Piaget para considerar que, desde muchas líneas de investigación, la acción intencional se presenta como diferenciación entre medios y fines, y esto sólo se evidencia a partir del cuatro sub-estadio de la inteligencia sensorio-motora. Pero, y de acuerdo con la línea argumentativa que vengo defendiendo, la intencionalidad es un tema que en ningún caso puede ser abordado por fuera de la relación entre sujetos. Desde el momento que asumimos que el sujeto es un ser intencional, estamos aceptando que el sujeto es un ser activo orientado hacia un objeto –otro humano principalmente- que no es él mismo. Esto implica entender que en el espacio de la intersubjetividad se estructuran las acciones intencionales, desde el nacimiento, dentro de los sistemas de actividades históricamente determinados. Así cabe entender la acción intencional desde una perspectiva genética en psicología que dé cuenta de dicha acción dentro de los sistemas dinámicos que la organizan en su desarrollo. Como afirma Morgade (2001), no se trata de defender unas áreas por encima de otras sino reconocer la implicancia estructurante de las relaciones intersubjetivas históricamente determinadas. Cuando se asumen enfoques no genéticos sólo se hacen descripciones estáticas que aportan más confusión que solución al problema de la intencionalidad; así puede aparecer la intencionalidad como propiedad o estado de la mente. Morgade (2001) señala que estos enfoques nos brindan pocas explicaciones sobre la diversidad de acciones de los sujetos desde su nacimiento. Instintos, pulsiones, motivos, y otros, no son términos que alcancen a abrazar la complejidad del fenómeno si se lo aborda descriptivamente y de manera no evolutiva. Ahora bien, la pregunta que se plantea en este punto es: ¿Qué tipo de conductas tienen los bebés antes del cuarto sub-estadio? Si el criterio de definición de la acción intencional es la discriminación entre medios y fines, de acuerdo con Piaget, las primeras conductas no serían intencionales. ¿Qué serían? ¿Conductas instintivas, hábitos, impulsos, reflejos? Así aparece un problema que enfrenta a la psicología con la biología en el límite inferior del desarrollo humano. Cuando se toman enfoques no genéticos aparecen aun más estos problemas y se 23

recurre a una suerte de explicación en esos términos. Inclusive desde una perspectiva cognitiva se discrimina entre causas y razones para enfatizar la diferencia entre las acciones intencionales que tienen razones para actuar, de las conductas reactivas que tienen causas pero no razones para actuar y por ello son reguladas en forma externa por el ambiente. Por supuesto que este no es el enfoque que adopta Piaget (1991) pues la acción intencional tiene su génesis en acciones no intencionales que por coordinaciones sucesivas (esquemas) tienden a la generalización de las acciones hacia nuevas situaciones y objetos. En este sentido Piaget tomó de J. Baldwin (1861-1934) el concepto de “reacción circular” que da cuenta del movimiento progresivo de la coordinación de las acciones en el desarrollo. También Jerome Bruner (1986) entiende la intencionalidad como acción dirigida a metas pero en un contexto intersubjetivo 17; los cuidadores sostienen en la actividad conjunta las acciones dirigidas al uso de la cultura como el lenguaje, el juego funcional y simbólico, las convenciones, etc. Bruner, al igual que Piaget, destaca el carácter organizado y no caótico de las acciones desde el inicio de la vida; así señala que las mismas tienen propiedades que habilitan al infante para usar la cultura; éstas son: la transaccionalidad, pues los infantes muestran que son sensibles para establecer intercambios comunicativos con los progenitores; la coordinación medios-fines, dado que los infantes rápidamente comienzan a establecer coordinaciones de conductas dirigidas a un fin; la sistematicidad, esto es que las conductas de los bebés van mostrando que no son desorganizadas sino que poseen coherencia; y finalmente la abstracción que significa que las acciones están regidas por reglas que subyacen al nivel fenoménico. De este modo, Bruner (1986, 1990) afirma que los bebés están pre-formados para vincularse con el mundo humano y usar la cultura, poseen facultades originales que los habilitan para establecer experiencias intersubjetivas. La concepción de intencionalidad de Brentano y sus continuadores, Husserl y Merleau-Ponty, era direccionalidad hacia un objeto, como intencionalidad efectuante y operante, y la concepción de Piaget era conducta que discrimina medios para llegar a un fin. Convendría plantearnos el siguiente interrogante ¿Es lo mismo plantear la intencionalidad como acción que discrimina medios para llegar a un fin que plantear la intencionalidad como dirección a un objeto? La respuesta indudablemente es no, pues la acción puede tener direccionalidad 17

Nota de la autora: Es importante mencionar que Jean Piaget no desconoce la importancia del ambiente social y cultural, y las influencias educativas; estos son factores del desarrollo también. Pero Piaget está interesado en investigar el sujeto de las estructuras cognoscitivas, el sujeto epistémico, en cambio Bruner se ocupa, lo mismo que Vigotsky, del sujeto psicológico.

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aunque no presente la discriminación entre medios y fines. Este hecho lo hemos podido advertir a partir de los experimentos sobre percepción amodal y percepción directa. En función de lo que he desarrollado hasta aquí, ya podríamos acercar una definición de intencionalidad; la podemos entender como dirección hacia un objeto que no es el ser mismo, recuperando el sentido de Brentano, Husserl y MerleauPonty, y en consonancia con las investigaciones actuales de la psicología del desarrollo de la intersubjetividad (Morgade, 2001). “Se hace necesaria esta reorientación para dar cuenta posteriormente de las acciones dirigidas a metas en las que ya media una representación de un estado de cosas […] Antes de este tipo de acciones el bebé orienta ya sus comportamientos hacia la realidad según y cómo la va estableciendo (incluido su propio cuerpo) Ya orienta sus acciones con la suficiente previsión temporal como para seguir un objeto en movimiento y alcanzarlo, ya dirige sus acciones hacia otros elementos que va encontrándose en el ambiente y éste lo irá reconociendo según va experimentando” (Morgade, 2001, pp.279-280). Esta precisión del concepto de acción intencional permite clarificar cómo entender el mundo inicial del infante. Las investigaciones de la infancia temprana, en especial de los primeros meses de la vida, muestran que las acciones de los bebés no son azarosas ni reactivas sino, al contrario, muestran un orden de organización progresivo de coordinación con el ambiente físico y humano apoyado en capacidades de discriminación perceptiva innatas. En este proceso las acciones dirigidas a objetos se coordinarán con las acciones dirigidas a los humanos generando experiencias intersubjetivas nuevas que permitirán comprender las intenciones de los otros como una experiencia intersubjetiva secundaria18. En el mismo sentido, Rivière destaca la importancia fundamental de los mecanismos interpersonales y de comunicación con personas, desde el marco del interaccionismo vigotskyano; ellos son la “matriz fundamental del mundo simbólico y del sujeto, entendido como identidad configurada por la aplicación a uno mismo, como objeto, de las pautas de interacción originales en la relación con los otros” (1986, p.111). Lo dicho no implica que niegue los componentes innatos de preparación para la relación con humanos. Como lo afirma también Stern, los bebés están pre-constituidos, cuentan con programas de sintonización y de 18

Nota de la autora: el término intersubjetividad secundaria corresponde a Trevarthen y da cuenta de la coordinación intencional de las interacciones entre el sujeto, el otro humano y los objetos. En este triángulo aparecen las primeras conductas gestuales declarativas e imperativas.

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armonización19 de la propia conducta con respecto a la de los otros que le permiten preferir selectivamente los parámetros estimulares del medio que por sus características físicas definen perceptivamente a las personas. Rivière (1986, p.111) señala que así como el bebé va construyendo el mundo físico a partir de las coordinaciones de acciones, así también “el mundo social y la noción de los otros y la propia identidad son construcciones que se originan en la coordinación y asimilación recíproca de los esquemas de relación e interacción”. Pero también señala que el desarrollo evolutivo de los esquemas de acción y de interacción no es idéntico, sino que tienen desfases horizontales a favor de los esquemas de interacción; como ejemplo de esto tenemos la precocidad de la permanencia objetal referida a personas. De acuerdo a cómo planteé, siguiendo a Piaget, la emergencia de una conducta intencional franca, que tenemos que ubicarla alrededor del octavo mes y a la pregunta que entonces realicé ¿qué tipo de conductas tenemos antes?, notemos que Rivière señala que los bebés tienen programaciones que les permiten dirigir sus comportamientos selectivamente al mundo humano, pero esa selección es perceptiva. Esto quiere decir que si bien hay una orientación primaria, innata, desde la posición constructivista que defiende Rivière (1986, p.113), “las propias personas como agentes sociales y objetos del conocimiento social del niño son construcciones genéticas muy posteriores”. En el comienzo tendríamos, entonces, vinculaciones inespecíficas hacia los humanos determinadas por preferencias perceptivas innatas. Así el autor relativiza la concepción lineal de las explicaciones innatistas y propone pensar el proceso, que es complejo, de manera dialéctica. Al bebé no puede atribuirse objetivamente conductas intencionales en los primeros meses de vida, afirma Rivière, pues no cumplen con los requisitos que definen la acción intencional (según Piaget), que son: componentes de tensión de meta, representación anticipatoria de meta, construcción de un programa de acción para obtenerla, diferenciación entre medios y fines, persistencia de la conducta hacia la meta y construcción de programas alternativos. Por este motivo Rivière discute con aquellos que sostienen concepciones innatas para la comunicación, como Trevarthen, concibiendo las conductas desde el inicio como intencionales. Rivière indica que estas conductas aún no poseen todas las características de intencionalidad, sólo poseen en el comienzo la inter-relación expresiva y afectiva 19

Nota de la autora: dentro de estos programas, Rivière (1986) menciona la sincronía interactiva, la proto-imitación en neonatos, la armonización de ritmos mutuos, y la emisión de pautas de conducta de estructura peculiar ante los estímulos proporcionados por personas frente a los proporcionados por objetos no-personas.

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pero falta que se desarrollen e integren los otros aspectos de la conducta intencional. Sin embargo, a continuación, Rivière (1986) introduce un planteo vigotskyano de suma importancia cuando afirma que los padres y otros agentes de crianza sí interpretan las conductas del bebé como intencionales, aunque no todas. “Esta atribución de intención a determinadas conductas, que carecen objetivamente de carácter intencional […] va a tener una importancia decisiva para el desarrollo: la de servir de molde y ʹmarco humanoʹ para el desenvolvimiento posterior de ʹverdaderasʹ intenciones, objetivamente atribuibles a la conducta del niño” (p.121) a partir del octavo mes de vida. Sería una estrategia de optimización del desarrollo que utilizan los padres. Así la significación intencional de las interacciones del bebé con personas no sería un requisito previo, sino que la intencionalidad sería la construcción resultante del propio hecho de la relación, de la inclusión de las acciones del bebé en un contexto de interacción e interpretación humano. Rivière plantea que los padres, al optimizar el desarrollo, “se sitúan así en lo que Vygotsky ha denominado ʹzona de desarrollo potencialʹ, que define el espacio de desarrollo próximo del niño a partir de su desarrollo actual, por una parte, y de sus relaciones con adultos, por otra. Esto significa que la ʹestrategia de atribución excesivaʹ, tan frecuente en las relaciones educativas y de crianza, es una herramienta fundamental para favorecer el desarrollo” (p.122) y hacer aparecer la intencionalidad objetiva. El estudio de las acciones intencionales en las interacciones, como lo ha presentado Rivière, permite comprender cómo éstas emergen, posibilitadas por competencias innatas, en el juego cotidiano de atribuciones de sentido que los agentes de crianza realizan para potenciar el desarrollo. Lo que es importante destacar es que, en tanto Rivière toma la definición de conducta intencional de Piaget, no considera las conductas anteriores como intencionales, desde la perspectiva del bebé, pero esto no quita que sí podamos afirmar que ellas no son azarosas y que procesualmente tienen direccionalidad. Es la intencionalidad originaria de la que hablaba Merleau-Ponty; esta intencionalidad originaria está posibilitada biológicamente y andamiada por los agentes de crianza que sí interpretan las acciones como intencionales. Un aspecto específico de nuestra especie se muestra cuando al observar las conductas tanto de niños como de adultos, siempre nos parecen que persiguen un propósito o finalidad, se hacen para algo. Rivière (1996/2003) destacaba que difícilmente nos resulten sin sentido pues las entendemos en relación con los contextos en los que ellas se realizan y en función de los intereses de los sujetos 27

en cuestión. Justamente esta propiedad inherente a las acciones, la del sentido o direccionalidad, es la que carecen las conductas de sujetos con Trastornos del Espectro Autista –TEA-; el problema del sentido se muestra en toda su crudeza por “la falta de proyección de la acción propia hacia metas encajadas en jerarquías de motivos” (1996/2003, p.125). El sentido de la acción, que es una categoría un tanto difusa en psicología, para Rivière es absolutamente necesario para entender el desarrollo normal como, también, el TEA. Se podría precisar el concepto de sentido, siguiendo a Rivière (1996/2003), con las cuatro notas que brinda para comprenderlo. La primera hace referencia a algo situado en el futuro; remite a una actividad prospectiva y anticipatoria de un organismo. Rivière (1996-2003) afirma que la posibilidad de anticipar y trabajar con el futuro debe estudiarse en el desarrollo neuropsicológico de las funciones frontales y prefrontales; asimismo subraya que “las concepciones actuales sobre la función de los lóbulos anteriores del cerebro están muy estrechamente relacionadas con la idea de Luria, según la cual cabría distinguir entre un bloque cerebral posterior, encargado principalmente de la codificación, recepción y almacenamiento de la información, y otro anterior, implicado en la organización de intenciones y planes, en la confección de programas de acción y en el control de la conducta” (pp.127-128). De acuerdo con investigaciones recientes el periodo crítico de nueve a dieciocho meses en el desarrollo psicológico normal también lo es para la aparición de los primeros síntomas de autismo y coincide con el desarrollo de las funciones frontales y prefrontales; por esto considera Rivière que estas funciones son el sustrato neural que permite desligar la acción del presente inmediato otorgándole a las mismas el carácter propositivo y prospectivo. La segunda caracterización entiende que el sentido es algo que da coherencia a una acción o a una representación. Rivière sostiene que el sentido es esencialmente una fuerza de cohesión que posibilita no sólo dar sentido a la acción propia sino fundamentalmente a la acción ajena, de la que se aprende; este hecho permite que nuestra especie pueda ir más allá de la mera observación empírica de lo que acontece en el mundo sino que permite interpretar la acciones como acciones intencionales. Rivière recurre al constructo de Teoría de la Mente, en tanto que con él se refiere al conjunto de capacidades que sirven para dar coherencia a la acción, propia y ajena, y entenderla en su dirección y en los deseos e intereses que la mueven. La alteración de estas capacidades señala “es una de las consecuencias más dramáticas del autismo: la de la propia vida (que) sólo puede articularse como una totalidad coherente mediante la imposición rígida de rutinas externas, y no a través de la organización biográfica de la experiencia 28

de un yo. La consecuencia más obvia es que, al no tenerse una experiencia propiamente biográfica, esa experiencia se ve, en gran parte, despojada de sentidos internos incluso en los autistas con capacidades cognitivas más altas” (p.129). El tercer aspecto del sentido tiene que ver con la relación entre acción y contexto, por esto tendemos a decir que carecen de sentido las acciones completamente ajenas a los contextos. Rivière señala que en los autistas aparece una anomalía de las capacidades de cálculo contextual y de adaptación de las acciones a los contextos. Para este autor, el concepto de sentido tiene un carácter esencialmente relacional, entre acción, contexto y lenguaje; así las emisiones autistas pueden entenderse como falta de adecuación de la emisión al contexto mental al que se refiere. Finalmente, la cuarta nota considera que el concepto de sentido es esencialmente un concepto semiótico. Rivière recupera un concepto de G. Bateson20 que luego fuera utilizado por un teórico de la Teoría de la Mente, Alan Leslie21, que es la noción de suspensión; así afirma que la suspensión es “el núcleo de la capacidad humana de dar sentido, especialmente en las capacidades de relación y juego, las más afectadas en los niños autistas” (p.130). La idea seminal de este concepto es que habría una analogía entre los juegos de ficción como jugar a que “una cuchara es un avión” y los enunciados mentalistas como “Juan cree que va a llover” pues en ambos casos se suspenden relaciones ordinarias de existencia y verdad; estas relaciones son las que se utilizan en lógica para diferenciar los enunciados mentalistas, o de creencias, de los que no lo son, proposiciones propiamente dichas que dan cuenta de juicios de existencia o de verdad acerca de un estado de cosas del mundo. Rivière señala que si se trata a una cuchara como si fuera un avión, se están suspendiendo las propiedades literales de “cuchara” por otras que son imaginadas. Lo mismo ocurre con el enunciado mentalista que no se refiere a una declaración acerca de un estado de cosas del mundo sino a una creencia de Juan, así se suspenden los juicios de verdad o existencia pues la creencia puede ser verdadera (para Juan) aunque el estado de cosas del mundo no lo sea.

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Bateson, G. (1955). Pasos hacia una ecología de la mente. Cit. en Rivière, A. (1996/2003) p.130. Leslie, A. (1988). Some implications of pretence for mechanisms underlying the childʹs theory of mind. Cit. en Rivière, A. (1996/2003), p.130. 21

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Los actos de suspensión, para Rivière, permiten comprender los actos de comunicación y las capacidades de ficción pues ambos se basan en actos de suspensión. Señala que las primeras actividades comunicativas de niños normales de nueve a doce meses ya tienen esta propiedad de suspender la acción propia para dirigirla al otro humano como gesto con relación a un objeto (Intersubjetividad secundaria de Trevarthen); este comportamiento no aparece en niños autistas de esa edad en la gran mayoría de los casos. Un comportamiento típico de niños autistas es llevar al adulto hasta el objeto deseado y poner la mano de él sobre el mismo mediante un acto instrumental con personas pero no son capaces de crear un gesto para el otro acerca de algo. En el desarrollo normal se va produciendo un desacople progresivo, que va dejando en suspenso, primero la acción de tocar o asir un objeto, generando los gestos pues no se realiza la acción completa sobre el objeto; a continuación se suspenderán las acción instrumentales para producir símbolos pues no se utiliza el objeto para realizar una acción específica sino para jugar con su función; luego se suspenderán las propiedades habituales de los objetos produciendo los juegos de ficción pues los objetos son interpretados según el sentido atribuido por el sujeto y no por su significación canónica; y finalmente se suspenderán los significados literales del lenguaje para poder producir y comprender metáforas e ironías penetrando así en los significados figurativos y poéticos. Este es el curso normal del desarrollo de la semiosis por suspensión que plantea Rivière para el niño normal y que se encuentra profundamente alterado en el autismo. De acuerdo con el abordaje que realiza Rivière sobre el sentido de la actividad y su alteración o falta en el autismo, puede apreciarse el tratamiento diferente que realiza al presentar el desarrollo de la actividad en relación con el sentido y así diferenciarla del concepto de conducta desde una perspectiva mecanicista. Rivière sitúa la actividad con relación al sentido que ésta pueda tener para el propio sujeto y para los otros y cómo esta actividad con sentido emerge en el mundo interpersonal; este es el punto central del desarrollo psicológico normal que está afectado en el autismo. Si bien la función de semiosis, como lo ha planteado Jean Piaget (1991, p.60), implica “la evocación representativa de un objeto o un acontecimiento ausentes y que supone, en consecuencia, la construcción o el empleo de significantes diferenciados, ya que deben poder referirse a elementos no actualmente perceptibles tanto como a los que están presentes”, Rivière (1984) señala que esta coordinación de representaciones, de significantes y significados, se realiza con fines comunicativos; los actos semióticos tienen siempre una dirección a otro humano. Por esto Rivière afirma que la definición de Piaget es correcta pero parcial; estos actos tienen que ser entendidos desde el contexto dialógico en el cual se realizan y es en función de 30

esta particularidad que siempre van a ser interpretados de alguna manera por los adultos. Las cuatro notas de las acciones intencionales que he presentado, siguiendo el pensamiento de Angel Rivière, brindan una comprensión sintética acerca de la fundamental consecuencia del establecimiento de estas acciones con sentido al entender que posibilitan la organización de las acciones propias y ajenas desde la perspectiva de mismidad y otredad. La organización del self, como narrativa biográfica (Bruner, 1990), muestra su importancia al entender que permite el aprender de los otros en un mundo de afectos, sentidos e intenciones y no sólo en el mundo presente de la percepción. Esta es la particularidad propia de nuestra especie: aprender de otros, es decir, aprendizaje indirecto. El periodo crítico señalado por Rivière, entre los nueve y dieciocho meses, muestra la organización manifiesta de estas acciones pero esto no quiere decir que no tengan una historia de construcción y preferencias perceptivas innatas.

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La organización de la vida mental como un hecho público A partir de lo que he desarrollado hasta aquí hemos podido advertir que el infante humano, en la matriz interactiva, va organizando el mundo físico y social apoyado en preferencias perceptivas innatas y andamiado por los agentes cuidadores que favorecen una optimización del desarrollo. También pudimos comprender que las acciones intencionales tienen una génesis desde las primeras acciones que son activas y dirigidas a los objetos del mundo, en especial al mundo humano, hasta las francas acciones intencionales que se expresan hacia el final del primer año de vida. Ahora bien, es importante también entender que las acciones que realizan los bebés en contextos interactivos son recíprocas, es decir, tienen consecuencias en los otros y en ellos mismos; cabe mencionar las expresiones faciales o posturales y diversos patrones conductuales que son percibidos directamente como significativos. Este carácter de reciprocidad, de doble vía, está posibilitado porque la percepción opera a la vez como propiocepción y exterocepción, también por su funcionamiento transmodal y como desarrollaré más adelante por la integración multimodal sensorio-motora del sistema de neuronas espejo. Esta reciprocidad de las acciones es la primera forma comunicativa del infante. Nuevamente recurriré a la historia de la filosofía y la psicología para vincular lo expresado en el párrafo anterior con profundas intuiciones de investigadores pioneros. Comenzaré con un ejemplo: imaginemos que estamos en un circo observando cómo un acróbata se desplaza sobre una cuerda floja. Seguramente experimentaremos emociones y modificaciones en nuestro estado corporal acordes a la observación de las expresiones afectivas y los movimientos del acróbata; si nos concentramos en lo que sentimos podremos advertir esta vinculación recíproca con el otro humano, tan propia de nuestra experiencia cotidiana. Este ejemplo fue utilizado hace ya mucho tiempo por Theodor Lipps (1851-191422) para explicar el concepto de Einfühlung que en 1909 Titchener tradujo como empatía. El término fue acuñado por Robert Vischer (1847-1933), filósofo del arte alemán, y extendido posteriormente por T. Lipps para referirse a la participación afectiva ante una obra de arte o un fenómeno de la naturaleza. 22

Nota de la autora: T. Lipps, filósofo alemán. Obtuvo la cátedra de Filosofía en Bonn en 1884 donde escribió un informe exhaustivo sobre psicología: Fundamentos de la vida psíquica. En su tesis doctoral de 1873, On the Optical Sense of Form: A Contribution to Aesthetics, Lipps desarrolló una teoría de la empatía para explicar las ilusiones ópticas siguiendo el punto de vista de von Helmholtz que consideraba que las ilusiones eran errores de juicio y no errores perceptuales; los errores de juicio según Helmholtz, se formaban sobre la base de la experiencia personal anterior del sujeto por analogía e inferencia inconsciente. Lipps quería desarrollar una teoría acerca del mecanismo estético que explicara todo tipo de ilusiones geométricas.

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Einfühlung implicaba la fusión entre el observador y el objeto observado, y el proceso de Einfühlung era entendido como un proceso inconsciente basado en una imitación interior que permitía la comunicación entre los seres humanos. Einfühlung, como teoría estética, se fundamentaba en el concepto de sentimiento que abarca todas sus manifestaciones, como placer o dolor, éstas son tonalidades de una única realidad y no se comporta de acuerdo a las reglas del pensamiento lógico sino que es independiente de él (Martín-Montoliu, 2011). Sigmund Freud quedó impresionado con la lectura de un trabajo sobre lo inconsciente que Lipps llevó a un congreso de psicología en 1897 al que dedicó una larga discusión en el último capítulo de La Interpretación de los Sueños; también le interesaron a Freud otros dos libros de Lipps: Los fundamentos de la Vida Psíquica (1884) y Lo Cómico y el Humor (1898) que, como él mismo afirmó en las cartas a su amigo Fliess, contribuyeron a generar conceptos como el de identificación. Lamentablemente la obra de Lipps quedó opacada por el avance de la psicología no mentalista, a comienzos del siglo XX, aunque sus contribuciones influyeron en filósofos como Husserl, Dilthey y Weber. En el enfoque de Husserl, de acuerdo a lo que presenté anteriormente, se entiende que la subjetividad se constituye en la actividad sobre el mundo humano, en una experiencia compartida, y por lo tanto intersubjetiva, que Husserl denomina empatía. En la actualidad, a partir del avance experimental en psicología del desarrollo y neurociencias, se pueden establecer puentes entre las ideas pioneras de imitación interior o empatía, y los conceptos actuales de percepción-acción, percepción exteroceptiva-propiocepción, percepción amodal, imitación y neuronas espejo, que veremos en el siguiente apartado; también han comenzado a realizarse acercamientos con el psicoanálisis dado el interés despertado por las dimensiones no-verbales, implícitas e interactivas, la empatía y la organización del self. En trabajos actuales dentro del psicoanálisis se viene sosteniendo una perspectiva relacional para dar cuenta de la emergencia del psiquismo, en oposición a los modelos pulsionales-estructurales; así recuperan o continúan los enfoques de psicoanalistas como Donald Winnicott, John Bowlby, Ronald Fairbain, Erik Erikson, Hartman, entre otros (Mitchell, 1988). Desde la perspectiva psicoanalítica intersubjetiva, Stolorow & Atwood (1992) consideran que los fenómenos psicológicos no se pueden comprender aislados de los contextos intersubjetivos de los que toman forma; ellos son construcciones emergentes de la interacción entre dos o más subjetividades en relación. Para ellos el núcleo afectivo y motivacional del self deriva de la historia de transacciones intersubjetivas; los estados afectivos y motivacionales se conforman dentro del sistema de regulación mutua (recíproca) que constituyen el 33

infante y su cuidador. La motivación hacia el otro surge solamente de la experiencia vivida, esto significa que la vitalidad de las experiencias motivacionales depende de la forma en que se fueron desplegando los intercambios en la regulación intersubjetiva. Hugo Bleichmar, psicoanalista, (2001) sostiene que no basta con considerar la intersubjetividad como el marco en el que se estructura el sujeto, sino que es necesario repensar cómo el otro humano interviene en la estructuración del sujeto; Bleichmar afirma, alejándose de cualquier explicación endogenista, que un verdadero modelo intersubjetivo de la organización del psiquismo debe abarcar el contexto de génesis del mismo –el papel del otro- y, además, es importante entender que en esa organización dinámica el sujeto produce efectos en el otro. Así, el psiquismo se va organizando “por” el otro y “para” el otro, teniendo el “para” la doble significación de: al servicio del otro y, también, como orientado a movilizar afectivamente a ese otro. En continuidad con el planteo anterior, Angel Rivière (1993, p.80) realiza la siguiente reflexión que, además de bella, es profundamente sabia; desde la perspectiva de la psicología del desarrollo Angel plantea en primera persona: “Creo obligado empezar a hablar […] de esa mente rebelde a la objetivación, de la mente subjetiva, de la mía. Y lo primero que quiero hacer, con respecto a ella, es una pregunta sorprendente, pero fundamental: ¿es realmente sólo mía? Creo que una buena manera –una forma alternativa- de comprenderla es la que consiste en cuestionar, cuando menos en forma de metáfora, ese axioma de la mente como mónada tan entrañado en las intuiciones psicológicas de nuestra cultura, ese supuesto de la permanencia singular, o, por decirlo más poéticamente, de la ʹsoledad esencial de la menteʹ. En este aspecto la psicología cognitiva clásica no representa, de hecho, ninguna ruptura: propende a concebir también una mente ʹmonológicaʹ, solipsista, una mente-monja encerrada en su claustro. Este principio se cuestiona y niega desde una alternativa cuyo recuerdo considero pertinente para comenzar este diálogo: se trata de la que se ha llamado precisamente ʹla alternativa dialógicaʹ (por ejemplo, Heen Wold, 1992) formulada y desarrollada por autores como Rommetveit (1992), Wertsch (1992), Braten (1992) y Trevarthen (1992), y cuyos precursores serían, entre otros, Vygotski (1987), Bakhtin (1986) y Mead (1934). En esencia, todos estos investigadores proponen que la mente no es esa instancia solitaria que solemos imaginar, sino más comparable a un ámbito abierto, lleno incluso de ʹgenteʹ (…esa mente ʹa la que habitan muchedumbresʹ, en la luminosa metáfora de Whitman). Una mente semejante a un medio ruidoso, cargado de ʹvocesʹ, en que se realizaría un diálogo infatigable, a veces implícito, pero siempre presente. Como dice Rommetveit (1992, p.19), ʹese paradigma representa una alternativa constructiva, muy necesaria, con relación a los modelos representacionales-computacionales, que constituyen la corriente principal de la 34

psicología y la ciencia cognitiva. Estos modelos… tienen un fundamento monológico y coinciden en una imagen del hombre como un artefacto de procesamiento de la información esencialmente asocial, aunque muy complejo.” Esta alternativa dialógica que trae Angel acerca de la actividad mental, intersubjetiva, abierta a una pluralidad de voces, es la concepción que está primando en la psicología actual. Así, se rechazan las explicaciones endogenistas y solipsistas que aíslan a los seres humanos de su vinculación afectiva con los otros y encierran la actividad mental en la cabeza, o bien, la explican a partir de sus competencias biológicas solamente. En los últimos años se han abierto nuevos campos de investigación en las ciencias cognitivas hacia temas no abordados por la tradición computacional que permiten establecer nuevos diálogos con otras disciplinas, sociales y biológicas. En esta dirección se destacan los enfoques que recuperan la vinculación de la actividad mental con el cuerpo, el entorno y su deriva temporal: son ejemplo de ello los trabajos de Andy Clark; Clarck & Chalmers; Anderson; Hutchins; Lakoff & Johnson; Varela, Thompson & Rosch; entre otros23. Sin embargo en la psicología cognitiva del desarrollo actual, puntualmente, (Español, 2010) no hay total acuerdo entre los investigadores respecto a cómo concebir la vida mental, la constitución del yo y del otro, y en definitiva, cómo entender la intersubjetividad. Algunos autores vinculan el surgimiento del yo y del otro con la adquisición de conceptos que en filosofía de la mente se relaciona con la adquisición de la capacidad de atribuir estados mentales a los demás y a uno mismo. Así aparecen nuevos interrogantes: ¿Qué hay antes de tener conceptos de yo y de otro? ¿Hay proto-conceptos? ¿Hay experiencias compartidas no conceptuales? Perez, Español, Skidelsky, & Minervino (2010, p.19-20) señalan que “el debate se estableció entre aquellos que piensan que nuestros conceptos de lo mental se adquieren a través de un proceso inferencialista-teórico y aquellos que 23

Clark, A. (1996). Being There. MIT Press, Cambridge, MA, 1996. Clark, A. (1999). Embodied, situated and distributed cognition, in: W. Bechtel, G. Graham (Eds.), A Companion to Cognitive Science, Basil Blackwell, 1999, pp. 506–517. Clark A. & Chalmers D. (1998). The extended mind en Analysis, 58: pp 10-23. Anderson, M. (2003). Embodied cognition: A field guide. En Artificial Intelligence, 149, pp 91-130 Hutchins E. (1995). Cognition in the Wild. The MIT Press, Boston. Lakoff, G. & Johnson, M. (1980). Metaphors We Live By, University of Chicago, Chicago, IL. Lakoff, G. & Johnson, M. (1999). Philosophy in the Flesh: The Embodied Mind and Its Challenge to Western Thought, Basic Books, New York. Varela, F.; Thompson, E. & Rosch, E. (1992) De cuerpo presente. Barcelona: Gedisa.

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suponen un proceso de simulación. La idea de un acceso inferencialista-teórico al mundo mental, propio y ajeno, corresponde a una concepción general del desarrollo conocida como teoría de la teoría cuya hipótesis central es que el desarrollo cognitivo es una suerte de desarrollo teórico sobre dominios específicos de conocimiento. Acorde con ella, se postula que nuestro conocimiento de otras mentes se debe a operaciones de mecanismos que concentran el conocimiento acerca de la subjetividad de manera similar a las teorías científicas. La versión opuesta –la simulacionista- cuestiona que sean habilidades de naturaleza teórica las que subyacen a las capacidades mentalistas y considera que lo que está en juego son procesos de acceso interno a la propia mente y proyección simulada en la de los demás. Según Gomila (2002), la controversia, en esencia, gira en torno a si la atribución mental depende de la mediación de un conocimiento teórico implícito o consiste más bien en la activación de los propios mecanismos mentales off-line, para proyectar el resultado a quien tratamos de interpretar24. Pese al debate existente entre la ʹteoría de la teoríaʹ y la ʹteoría de la simulaciónʹ muchos autores tienen un punto de vista híbrido”, como Andrew Meltzoff. Este investigador sostiene que sin conocer cuál es el punto de apoyo inicial sobre el cual están montados los modelos de atribución de estados mentales, todo modelo que se haga será inestable. Por esta convicción propone la investigación en el punto de partida del desarrollo para poder comprender cómo los bebés interpretan a los otros con propiedades psicológicas equivalentes a las propias. Las discusiones entre las dos versiones, también llamadas perspectiva en tercera persona –teoría de la teoría- y primera persona –simulacionista-, se dirime (Español, 2007; Gomila, 2002; Thompson, 2001) en la siguiente diferencia: en la perspectiva en tercera persona la atribución de mente a los otros se basa sólo en 24

Nota de la autora: para una ampliación de este tema y su disputa se puede consultar: Goldman, A. (1993). The Psychology of Folk Psychology. En Behavioral and Brain Sciences, 16, pp. 15-28. — (1995). Interpretation Psychologized. En Davies & Stone, pp. 4-99. Gomila, A. (1996). From cognitive systems to persons. En Ford, K.; Hayes, P. & Glymour, C. (eds.), Android epistemology, Cambridge, The MIT Press. Gopnik, A. (1993). How we know our minds: the illusion of first-person knowledge of intentionality, Behavioral and Brain Sciences, 16, 1, pp. 1-14. Gordon, R. (1996). Radical simulation, en Carruthers & Smith. — (1995), Simulation without introspection or inference from me to you, en Davies, M. & Stone, T., 1995, pp. 53-67. — (1979). The simulation theory, Mind and Language, 7, pp. 11-34. — (1987). The Structure of Emotions, Cambridge, C.U.P. Stich, S. & Ravenscroft, I. (1994), What is Folk Psychology?, Cognition, 50, pp. 447-468.

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las inferencias acerca de otro representado con el cual no es requisito establecer contacto interpersonal; en la perspectiva en primera persona la subjetividad encerrada e interna es la condición para acceder a la subjetividad de los otros. Ambas versiones coinciden en entender que la adquisición de habilidades mentalistas es una secuencia que parte de la comunicación intencional pre-verbal; también se reconoce la importancia de las experiencias intersubjetivas de los primeros meses de vida. Desde el ámbito filosófico, Thompson (2001) y Gomila (2002) entre otros, han realizado críticas a ambos enfoques pues en los dos casos la atribución mental al otro parece implicar una comprensión reflexiva de los conceptos mentales involucrados y las emociones se conciben como estados mentales internos tratados unilateralmente (Rivière, 2000; Español, 2007, 2010). Frente a estas dos posturas se presenta una tercera, que se denomina perspectiva en segunda persona; la misma recoge las tradiciones de la fenomenología, Wittgenstein y Austin. Español (2007, p.124) señala que “la perspectiva en segunda persona, supone que los modos de estar y comprender a los otros, y a uno mismo, se basan en un conjunto de habilidades para la comprensión recíproca que se desarrolla y expresa en contextos interactivos, por ende públicos y sociales. Se asume que en la vinculación con el otro intervienen componentes que tienen una directa expresión pública, como expresiones faciales o posturales y diversos patrones conductuales. Y se considera que los aspectos expresivos – como el tono de voz o la configuración facial- son percibidos como directamente significativos y constituyen la base de una reacción correspondiente que tiene pleno sentido dentro de la situación de una interacción que se despliega en el tiempo. Lo que un sujeto hace tiene una respuesta sensible en el otro, de tal suerte que acciones y reacciones tienen los rasgos de la reciprocidad. Se destaca también que la atribución mental en contextos interactivos no sólo es recíproca sino que además los participantes se percatan de su mutua atribución, lo cual condiciona el contenido de la atribución. Lo mental no es, por lo tanto, considerado algo privado sino público, expresivo y dinámico”. Español (2007) considera que en la actualidad la mayoría de los investigadores que trabajan en la ontogénesis de las habilidades mentalistas acuerdan en el papel genético de los estados primarios de intersubjetividad como la capacidad de expresar emociones darwinianas y la capacidad de imitación neonatal25. 25

En la actualidad los autores que han contribuido a formular los principios de la perspectiva en segunda persona son entre otros: Reedy, V. (1996). Omitting the second person in social understanding. En Behavioral and Brain Sciences, 19, pp. 140-141. ___ (2008). How infants know minds. Cambridge, Harvard University Press.

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En esta perspectiva de segunda persona, Evan Thompson26 (2001, 2007), entiende que la conciencia humana individual en la interacción dinámica con los otros humanos, es inherentemente intersubjetiva, por lo cual no puede concebirse como confinada dentro de la cabeza sino que se extiende por todo el cuerpo vivo e incluye el mundo, sobre todo interpersonal y social. El encuentro concreto entre dos seres y la propia conciencia de uno mismo como persona encarnada en el mundo es entendida por Thompson como basada en la empatía; ésta es la única e irreductible clase de intencionalidad. Thompson realiza un análisis del concepto de empatía en profundidad siguiendo el pensamiento fenomenológico por lo cual me resulta muy valioso incluirlo en el marco del tema que estoy tratando que es la constitución del self y del otro desde la intersubjetividad asumiendo que desde el comienzo se establecen relaciones comunicativas de carácter básicamente emocional. En este sentido la empatía sería un buen punto para comenzar a analizar este problema, y al mismo tiempo también comprender cómo se posicionan algunas teorías actuales en este tópico. Thompson (2001, 2007) considera que la empatía es una evolucionada capacidad biológica de la especie, y que tal vez sea compartida con algunos mamíferos como los primates. En su intento por articular los desarrollos de la fenomenología y las ciencias cognitivas propone entender la empatía como la condición de posibilidad para una ciencia de la conciencia y así hacer frente a los problemas duros de la conciencia que según Chalmers son muy difíciles de solucionar. Thompson distingue tres sentidos de la empatía: a) como capacidad intencional, b) como un tipo único de acto intencional y c) como un proceso intencional general. En el primer caso la empatía es la habilidad básica para comprender otra experiencia individual a partir de los propios sentimientos y sensaciones. En el segundo caso la empatía se entiende cuando se puede generar un correlato desde una persona hacia la experiencia y comportamiento de otra fundado en la percepción que se construye a partir de la presencia corpórea del otro; este sentido de la empatía no es una mera inferencia intelectual a partir Hobson, P. & Hobson, J. (2008). In the beginning is relation… and then what? En U. Müller, J. Carpendale, N. Budwig & B. Sokol (Eds.), Social life and social knowledge. Toward a process account of development, NY, Lawrence Erbaum, pp. 103-122. 26 Nota de la autora. Evan Thompson, nacido en 1962, escribió junto a Francisco Varela y Eleonor Rosch el libro Embodied Mind. Es profesor de filosofía en la Universidad de Toronto. Escribe sobre ciencia cognitiva, fenomenología y filosofía de la mente. Es autor de numerosas publicaciones científicas.

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del comportamiento observable del otro sino que implica situarse de manera integral en la perspectiva del otro. En último lugar, la empatía se entiende como experiencia personal de producir un estado o situación propia a partir de un estado similar o equivalente al estado del otro; es decir sentir con el otro. De acuerdo con estas diferencias semánticas pueden distinguirse tres dimensiones de la empatía: 1) sentir lo que el otro siente, 2) conocer lo que el otro está sintiendo y 3) responder con comprensión a la situación de la otra persona. Algunos investigadores, en este dominio, prefieren reservar el concepto de empatía para cuando median los procesos cognitivos y así explican el desarrollo anterior introduciendo otros conceptos; por ejemplo, D. Stern (1985) utiliza el concepto de entonamiento para dar cuenta de una sincronía afectiva, intencional y atencional automática e inconsciente entre el infante y su cuidador y reserva el concepto de empatía para cuando ya hay mediación de procesos cognitivos. Según Stern (1985, p.126-127) la “empatía consta por lo menos de cuatro procesos distintos y probablemente secuenciales: 1) la resonancia del estado emocional, 2) la abstracción del conocimiento empático a partir de la experiencia de la resonancia emocional, 3) la integración del conocimiento empático abstraído en una respuesta empática, y 4) una transitoria identificación del rol”. Indudablemente, si se plantean todos estos requerimientos, un bebé no los posee en los primeros meses de su desarrollo. Como puede apreciarse sólo a partir de esto que acabo de señalar, los investigadores comienzan a diferir en sus conceptualizaciones y en su forma de entender la intersubjetividad. La fenomenología actual ha ido más lejos en la comprensión de la empatía según Thompson (2001, 2007) y ha propuesto cuatro aspectos centrales en el proceso de empatizar dentro de la especie humana. Estos aspectos se estructuran desde: a) el involuntario apareamiento de la corporeidad de una persona con la corporeidad de otra en la percepción y la acción; b) el movimiento imaginario de mí mismo dentro de tu espacio; c) la interpretación del tú como otro hacia mí y del mí como otro hacia el tú; y d) la percepción ética y moral del tú como una persona. El primer tipo de empatía no es iniciado desde un proceso de pensamiento sino que el mismo se inicia desde la vinculación entre personas. Esta vinculación empática se despliega en todo el actuar de la persona y adquiere un estatus de percepción-acción. Desde las neurociencias esta vinculación se explica por la activación automática de nuestras propias áreas de la corteza cerebral en sintonía con el comportamiento que se está observando en el otro humano. Así Thompson entiende a este fenómeno de empatía como un acoplamiento sensomotor y afectivo o resonancia afectiva. 39

El segundo tipo de empatía es más activo e intervienen ya dimensiones cognitivas que requieren recursos generados en la historia personal y social de los sujetos inmersos en la relación; en este sentido la empatía permite ubicarme imaginariamente en el espacio vivencial del otro en una situación particular. El tercer tipo de empatía corresponde a la capacidad de entender mi propia situación desde la perspectiva del otro que está en la relación y viceversa. De este modo, la extrapolación es desde el tú para entender el mí. En el tipo anterior se podría considerar que la empatía es proyectiva, en cambio en este tipo sería más bien introyectiva de la mismidad. Finalmente, el último tipo de empatía corresponde al reconocimiento del otro como legítimo otro, digno de consideración y respeto. Por lo tanto este tipo de empatía se traduce en la capacidad de comprender que el otro es tan digno como yo para estar en el lugar que habita y su presencia no es prescindible. Este proceso se vincula con los mecanismos que permiten entender a los otros como agentes intencionales y mentales. Al identificar las intenciones de una acción, también se identifican los valores que siempre están contextualizados y responden a una historicidad. De esta manera, la empatía constituye la capacidad emocionalcognitiva-corpórea básica sobre la cual se construyen las emociones y sentimientos que se pueden tener por el otro como el amor, el respeto, la admiración, la compasión, etc. La perspectiva que introduce Thompson resulta por demás valiosa para el trabajo que vengo realizando y en consonancia con él podemos advertir que el concepto de empatía se constituye en una noción primordial para entender la constitución del sí mismo y de los otros como seres intencionales y mentales en la dimensión intersubjetiva. A continuación brindaré algunos aportes que realizan las neurociencias para la comprensión de las bases biológicas de la intersubjetividad.

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Las bases biológicas de la intersubjetividad Los modelos psicológicos que explican la organización de la vida mental desde una perspectiva intersubjetiva han recibido un fuerte apoyo con el descubrimiento de las neuronas espejo. Se ha localizado en la corteza cerebral pre-motora de los monos macacos un grupo de neuronas que tienen la propiedad de descargar impulsos tanto cuando el sujeto observa a otro realizar un movimiento como cuando es el mismo sujeto quien lo realiza. Estas células forman parte de un sistema de percepción/ejecución de modo que la simple observación de movimientos de la mano, de la boca o del pie activa las mismas regiones específicas de la corteza motora como si se estuvieran realizando esos movimientos. Los investigadores en este dominio afirman que este sistema integra un circuito que permite también entender las intenciones y emociones de los otros. El descubrimiento de las neuronas espejo se realizó a comienzos de los años 1990 en el Instituto de Fisiología de la Universidad de Parma dirigido por Giacomo Rizzolati; estas neuronas que fueron originariamente descubiertas en la corteza pre-motora de los monos macacos se activan tanto cuando son ejecutadas acciones dirigidas a una finalidad, como cuando se observan acciones cumplidas por otros. La acción que, una vez observada, activaba las neuronas espejo del observador tenía que suponer la interacción entre la mano de alguien que actuaba y el objeto. La importancia de este descubrimiento radica en que modificó la manera de concebir los mecanismos subyacentes a la comprensión de las acciones observadas. ¿Por qué? Si la observación de una acción induce la activación de un mismo circuito de control de la ejecución habría una simulación corporizada, automática, en el cerebro del observador de la acción. Gallese, Migone & Eagle (2009) consideran que este mecanismo de simulación estaría en la base de una forma implícita de comprender a otras personas. Las evidencias empíricas permiten considerar que “la integración multimodal sensorio-motora conseguida por el sistema de neuronas espejo contenido en el circuito parietalpremotor crea simulaciones de acciones que son utilizadas no sólo para la ejecución de las acciones mismas, sino también para su comprensión implícita cuando son realizadas por otros” (Gallese et al, 2009, p.531) Rizzolatti & Craighero (2004, p.176) afirman que “el sistema de neuronas espejo en humanos posee importantes propiedades no observadas en monos. En primer lugar los movimientos intransitivos sin significado activan las neuronas espejo en humanos (ejemplo: puño cerrado debajo de la barbilla) mientras que no se activan en los monos. En segundo lugar, las características temporales de la excitabilidad cortical, durante la observación de una acción, sugieren que el 41

sistema de neuronas espejo codifica también la formación de movimientos para la acción y no sólo la acción como lo hace el sistema de neuronas espejo en los monos. Estas propiedades del sistema de neuronas espejo en humanos debería desempeñar un importante papel en la determinación de la capacidad de imitar las acciones de los otros”. Gallese et al (2009) señalan que en los últimos años ha habido un retorno al diálogo entre neurociencias y psicoanálisis a partir de los recientes descubrimientos que se produjeron en el ámbito de las neurociencias, los cuales han aportado a la comprensión de problemas teóricos, en el área de la intersubjetividad, que desde la obra de Freud: Proyecto de una psicología para neurólogos de 1985, quedaron interrumpidos por el escaso conocimiento que se poseía en la época como también por las carencias y dificultades metodológicas. Fenómenos como la empatía, la identificación, entender las intenciones ajenas, el autismo, la resonancia afectiva, la co-regulación del comportamiento y estados internos pueden ser comprendidos de mejor manera a partir del descubrimiento de las neuronas espejo. Además, el modelo emergente del funcionamiento de las neuronas espejo se corresponde con un segundo rasgo del núcleo de la experiencia intersubjetiva: el hecho de que a medida que nos encontramos con los otros, éstos son tomados a la vez, como parecidos y diferentes de uno mismo. Para Gallese et al (2009), como para los fenomenólogos, ambas cosas son inseparables, el encuentro con el mundo es un encuentro con la intersubjetividad. Los desarrollos en la investigación de las neuronas espejo produjeron evidencias experimentales en el dominio de la cognición social: imitación, intenciones, empatía, conocimiento del yo y del otro, entre otros; ellos muestran la pre-constitución del humano para la organización de una experiencia intersubjetiva como así también el desarrollo de estos sistemas de neuronas por la interacción intensiva con humanos en contextos de crianza (Iacoboni, 2010). La imitación ha sido considerada por mucho tiempo un aprendizaje tardío del infante, alrededor del segundo año de vida. Sin embargo, sabemos que los bebés realizan imitaciones desde muy temprano, como lo ha demostrado Meltzoff. Según señala Iacoboni (2010, p.54), “dado que los cerebros de los recién nacidos no tienen habilidades cognitivas altamente sofisticadas, el hecho de que puedan imitar sugiere que el mecanismo de imitación depende de mecanismos neuronales relativamente simples”. Los cerebros de los bebés y niños pequeños son muy eficientes en capturar los comportamientos de otras personas por medio de la imitación. Pronto, no sólo capturan los movimientos sino también las intenciones y metas de los mismos. Iacoboni (2010) ha realizado experimentos que fortalecen la 42

hipótesis de partida: las neuronas espejo parecen mucho más interesadas por las metas de los movimientos que por los movimientos en sí. Cuando imitamos una acción de otro actuamos como si estuviéramos frente a un espejo. Este hecho lleva a que Iacoboni (2010, p.72-73) se plantee: “cuando usted y yo nos miramos de frente y nos imitamos, mi mano derecha se halla en el mismo sector del espacio que su mano izquierda. ʹCompartimosʹ este mismo espacio y, por lo tanto literalmente nos acercamos. Creo que uno de los objetivos principales de la imitación puede ser, precisamente, la posibilidad de tener una ʹintimidadʹ corporeizada entre el yo y los otros en las relaciones sociales. La tendencia de la imitación y de las neuronas espejo a volver a capturar tal intimidad puede representar una forma más primaria y originaria de intersubjetividad a partir de la cual el yo y el otro cobran forma”. Los datos empíricos demuestran que las neuronas espejo codifican las intenciones asociadas a los movimientos observados por lo cual es de suponer que incorporan el contexto al movimiento. Iacoboni (2010, p. 80) explica el procedimiento de estas células para entender la intención asociada al movimiento con la siguiente hipótesis: “nosotros activamos una cadena de neuronas espejo, de modo tal que estas células pueden simular una secuencia completa de acciones simples –alcanzar una taza-tomarla-llevarla a la boca- lo cual es, nada más y nada menos, la simulación que se produce en el cerebro de la intención del ser humano que estamos observando”. Estas células se activan no a causa del movimiento mismo, sino de otros que están lógicamente relacionados; un movimiento prensil de la mano y dado que el contexto sugiere beber, esto activa otra serie de neuronas que codifican el movimiento de llevar a la boca. Según Gallese, Eagle & Mignone (2006, p.6) “en contraste con lo que afirmaría la corriente principal de la ciencia cognitiva, la predicción de la acción y la atribución de intenciones –al menos de intenciones simples- no parecen pertenecer a campos cognitivos diferentes; más bien, ambas pertenecen a los mecanismos de simulación corporizada apuntados por la activación de cadenas de neuronas espejo lógicamente relacionadas”. Así como estas neuronas brindan las bases para tener experiencia de los movimientos intencionales, también colaboran en la comunicación para la comprensión primaria de gestos, vocalizaciones y emociones. Parecerían operar como los precursores evolutivos del lenguaje por medio de una forma de funcionamiento refleja y especular; así las investigaciones en neuronas espejo, sistema motor y comprensión del lenguaje sugieren una hipótesis alternativa a los modelos computaciones y representacionales. La hipótesis supone que la comprensión del lenguaje se basa en la “teoría de la incorporación”, de acuerdo 43

con Lakoff, Lakoff & Johnson, Barsalou, Gallese, Gallese & Lakoff, Glenberg27, entre otros. “De acuerdo con la teoría de la incorporación, para las frases relacionadas con la acción, las estructuras neuronales que presiden la ejecución de una acción también deberían desempeñar un papel en la comprensión del contenido semántico de dichas acciones cuando se describen verbalmente. La evidencia empírica demuestra que así es” (Gallese et al, 2006, p.7). Varios experimentos de imagen cerebral demostraron que al procesar información lingüística para captar su significado se activan regiones del sistema motor congruentes con el contenido semántico procesado; por ejemplo escuchar frases que expresan acciones realizadas con la boca, la mano o el pie activan sectores de la corteza pre-motora que se corresponden con aquellos activos durante la observación de las acciones de la mano, la boca o el pie. Estos datos permiten considerar que las neuronas espejo están implicadas en la comprensión de acciones presentadas visualmente y también en la comprensión de frases relacionadas con acciones presentadas auditivamente. Las neuronas espejo parecen, también, constituir las bases biológicas para especularizar las emociones; éstas son uno de los primeros vehículos de la comunicación y el conocimiento de uno mismo y del otro. Antonio Damasio (1996, 2005) había anticipado la hipótesis acerca del papel que juega el sistema sensorio-motor en la reconstrucción de lo que se sentiría como estar en una emoción concreta mediante la simulación del estado corporal relacionado; el bucle “como si” sería responsable de tal función de simulación. Parece ser que la vinculación neural entre el sistema de neuronas espejo y el sistema límbico estaría en la ínsula (Iacoboni, 2010; Gallese et al, 2006; Gallese et al, 2009) y permitiría sentir las emociones asociadas con las expresiones observadas. No se trata de un reconocimiento previo de la expresión y luego la emergencia de la emoción, sino de un procesamiento automático e inconsciente que precede a cualquier reconocimiento. El reconocimiento implicaría un procesamiento más deliberado y explícito que no parece que actúe en los primeros momentos de la vida cuando se 27

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dan ya las primeras comunicaciones emocionales. El experimento de Wicker y otros28 (cit. en Gallese et al, 2009) demostró que tanto sentir disgusto subjetivamente como ser testigos de la misma emoción expresada por la mímica facial de otro activan el sector del lóbulo frontal: la ínsula anterior. Por ello, cuando observamos una expresión facial, esta percepción nos lleva a identificar de manera directa y automática la emoción en el otro que reconstruimos por medio de una simulación corporizada produciendo un estado corporal compartido. Según Gallese et al (2009, p.535), este estado corporal comprende la activación de mecanismos víscero-motores neurovegetativos; “entonces, es la activación de un mecanismo neuronal compartido por el observador y por el observado lo que permite la comprensión experiencial directa de una emoción dada de base.” Gallese prefiere diferenciar, como también Iacoboni, las conceptualizaciones de las simulaciones explícitas para el conocimiento del otro y de sí mismo29 de las implícitas y pre-reflexivas, y plantea el concepto de simulación corporizada para destacar la simulación como experiencia automática e inconsciente. Este mecanismo funcional utiliza el resultado de las acciones, emociones o sensaciones simuladas para atribuir este resultado a otro organismo como un objetivo real que está intentando alcanzar o como una emoción real que está sintiendo. Así, cuando vemos una expresión facial, esta percepción nos hace sentir un estado afectivo concreto y no mediado por procesos de inferencia. La simulación corporizada permite producir un estado corporal compartido. En la misma dirección, Iacoboni (2010) manifiesta que el término simulación “no le gusta mucho” pues implica un cierto nivel de esfuerzo consciente que no se corresponde con la actividad de las neuronas espejo que es pre-rreflexiva y automática; prefiere el término “acoplamiento” utilizado por Husserl o bien el de “interdependencia”, para así dar cuenta del papel de las neuronas espejo en el moldeamiento de las relaciones existenciales entre las personas. Estudios realizados con infantes pequeños muestran la capacidad de reproducir movimientos que no están basados en ningún proceso inferencial como los trabajos de Meltzoff y Moore, ya mencionados anteriormente. Este hecho sugiere la existencia de redes neuronales compartidas de un mecanismo neuromotor de simulación corporizada automática presente desde el nacimiento; 28

Wicker, Keysers, Plailly, Royet, Gallese &Rizzolatti (2003). Both of us disgusted in my insula: The common neural basis of seeing and feeling disgust. Neuron, 40: 655-664. 29 Nota de la autora: Gallese et al diferencian la versión de la simulación estándar de la corporizada, pues la primera se refiere a la comprensión de las mentes de otros por medio de procesos de introspección o inferenciales; en cambio la simulación corporizada sería automática. La primera acepción corresponde a los teóricos de la Teoria-Teoría de los cuales se diferencia.

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también sugiere una base neuronal para un proceso intersubjetivo que comienza al principio de la vida y se expresa en actividades mutuamente coordinadas durante las cuales los movimientos, las expresiones faciales y las interacciones de la voz del infante y de la madre se sincronizan (Reddy, 1997 cit. en Gallese, 2007). Gallese (2007) considera que este proceso se continúa a lo largo de toda la vida. La imitación y la sincronía son los mecanismos básicos para nuestra vida social y las neuronas espejo son necesarias en esta actividad pues nos permiten entender las acciones, intenciones y emociones de otras personas. Iacoboni (2010) se pregunta ¿cómo hace este sistema de neuronas espejo para diferenciar entre la acción propia y la acción que imita o con la que se sincroniza? La pregunta planteada está hecha en la dirección de abordar la constitución del yo y del otro y en qué medida este sistema neuronal participa. En este punto Iacoboni asume una posición fenomenológica al considerar que no se puede separar la explicación de la construcción del yo de la construcción del otro, son interdependientes. La respuesta a la pregunta es, entonces, la siguiente: “la tasa de activación de las neuronas espejo no es la misma para las acciones del yo que para las acciones del otro. […] La descarga es mucho más fuerte con las acciones del yo que con las del otro. Así, las neuronas espejo encarnan tanto la interdependencia del yo con el otro (al activarse con las acciones de ambos) como la interdependencia que al mismo tiempo sentimos y necesitamos, al activarse con más potencia con las acciones propias” (Iacoboni, 2010, pp.133-134). En la constitución del yo participan diversos factores dada su complejidad, además de las capacidades de imitación y sincronización. Un paradigma experimental que se utiliza mucho para dar cuenta de dicha constitución es el auto-reconocimiento en el espejo. Investigaciones realizadas con monos muestran que incluso los orangutanes no sobrepasan la prueba de auto-reconocimiento. Los orangutanes que sí pasan la prueba son los que han sido criados en un contexto con un alto componente humano (Iacoboni, 2010). Iacoboni (2010, p.138) destaca que “el hecho de que el contexto social tenga una importancia fundamental en el desarrollo de la capacidad de autoreconocimiento de los simios es revelador. El aislamiento parece inhibir la capacidad de desarrollar el auto-reconocimiento; un contexto social enriquecedor la facilita. ¿Cuál es la principal diferencia entre ambos entornos? La presencia de los otros, las relaciones e interacciones continuas que debemos mantener con otros individuos.” Es de suponer que otros animales con habilidades comunicativas y sociales muestren signos de auto-reconocimiento; se ha demostrado esto con delfines y elefantes que poseen comportamientos sociales 46

complejos y empáticos. Todos ellos poseen interacciones prolongadas madre-hijo. “Parece ser que esta capacidad de auto-reconocimiento de los primates, delfines y elefantes -linajes separados hace mucho tiempo en términos de evolucióndemuestra una evolución convergente que puede derivar de la interacción de factores biológicos y ambientales” (Iacoboni, 2010, p.138). Además, Iacoboni (2010) afirma que las ricas interacciones madre-hijo que permiten las imitaciones recíprocas, la sintonía y sincronización de las acciones entre ellos puede ser una de las formas claves para moldear las neuronas espejo y el sentido del yo. Así, plantea que la mayor parte de las neuronas espejo se forman durante la intersubjetividad primaria y secundaria, y se ven moldeadas por ella, aunque puede ser que existan algunas pocas que ya estén preformadas y faciliten las primeras interacciones. El planteo de Iacoboni, como también el de Gallese (2007, 2009), entre otros neurocientíficos, es muy valioso y se encuentra en la dirección del pensamiento de Lev Vigotsky -zona de desarrollo próximo-, de Angel Rivière –optimización del desarrollo- y de Jerome Bruner –andamiaje que se presentaron más arriba.

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Consideraciones finales El estudio de la acción intencional que he desarrollado permitió esclarecer y a la vez recuperar el planteo original de Brentano del siglo XIX que penetró en el siglo XXI a través de nuevos desarrollos teóricos en la psicología de la intersubjetividad y en las investigaciones empíricas, en el dominio de la psicología del desarrollo y las neurociencias. Como hemos podido advertir, el atributo propio de lo mental es la intencionalidad, la direccionalidad a un objeto, especialmente el otro humano; este relacionamiento con el otro es primario, es la matriz intersubjetiva donde un yo y un otro son posibles. En el contexto de las teorías actuales hay acuerdo en establecer los fenómenos intersubjetivos primarios como condición de posibilidad para la comprensión del sí mismo y del otro como seres intencionales y mentales. Sin embargo aún no aparecen suficientes convergencias teóricas respecto de cómo conceptualizar los mecanismos básicos que posibilitan la atribución de la mentalidad propia y de los otros. Los modelos más cognitivos han cedido frente a las evidencias empíricas acerca de las íntimas relaciones entre las acciones, las emociones y las percepciones desde el comienzo de la vida. Estos hechos permiten sostener modelos que consideran las primeras experiencias intersubjetivas como directas, automáticas e inconscientes; asimismo, el descubrimiento de sistemas neuronales que operan sobre la base de la simulación ha fortalecido a estas últimas líneas teóricas (Brunsteins, 2011). También resulta importante destacar el acercamiento que está produciéndose entre algunos enfoques dentro del psicoanálisis, la psicología del desarrollo de la intersubjetividad y las neurociencias; este interés creciente está posibilitando el replanteo de conceptos en función de las evidencias experimentales. Las competencias intersubjetivas, que están facilitadas biológicamente y desarrolladas en la interacción con humanos, nos permiten realizar comportamientos intencionales comunicativos y sociales; el déficit de estas competencias, como hemos podido apreciar en el autismo, produce una profunda alteración del conocimiento intencional de las acciones; esto implica un trastorno severo y crónico del desarrollo que se traduce, con grados variables de gravedad, en la incapacidad para entrar en comunicación con los demás y en comprender sus pensamientos, emociones y sensaciones (Gallese et al, 2009). Todo esto significa un déficit del conocimiento intencional. De acuerdo con recientes investigaciones, según Gallese et al (2009), el autismo puede explicarse por la no activación de las neuronas espejo; la falta de simulación corporizada sería responsable de la no atribución de intencionalidad. Esta hipótesis cuestiona a la 48

que hasta ahora estaba muy acreditada: el déficit en Teoría de la Mente. Este hecho se corrobora con estudios realizados con sujetos autistas de alto rendimiento que no muestran alteraciones en Teoría de la Mente y sí lo tienen en la activación de neuronas espejo. Si lo propio de lo humano, lo que lo realiza plenamente es el vivir en un mundo público, de significados, en una intersubjetividad regulada por emociones, intenciones y sentidos, entonces, podemos sostener, luego de lo que ya hemos comprendido, que lo que hace a un comportamiento genuinamente humano es la experiencia fenoménica de encontrarse frente a frente con otro humano y mirarse cara a cara. “Vivo en la expresión facial del otro, como lo siento a él vivir en la mía”30

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Merleau-Ponty, Fenomenología de la Percepción, citado en Iacoboni, M. (2010). Neuronas Espejo, Buenos Aires: Katz, p.251.

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