Krugman, Paul - De vuelta a la economía de la gran depresión y la crisis del 2008 (2009) (FR-OCR)
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Paul Krugman DE VUELTA
A LA
D E LA G R A N Y LA C R I S I S
TRADUCCIÓN
ECONOMÍA
DEPRESIÓN DEL
2008
DE B E R N A R D O R U C A M Á N
SANTOS
G R U P O l o i i m m
norma
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Krugman. I'm! It , igst I *»' VIII-II i J IJ Nunomi.I ile la gran depteuón y la KIMN ile " H I'uil KIII IIIIII tuiliui.M I Uri uni. > Recai iwn Santi* I • I«• inn impliatla, rcvivjitj y actualizada. — liogota : Grupo I tlili.irul Nut um. aouv tuo p , j J tin. — (t i »leu ion documentos) I in ilo ungimi I he Kerum ot Depression Economici and the < Irnn of JOOK. ISISN .J7X-./SX-45-1731-0
I ( i IM* I*» i MIÓIIIII i Historia ; Ciclo» económicos llivi'iru ; Crisis financiera 2008 I Recaman Santos, lk in.inlo.lu54 , ir ».Til ill Srnc. ||H i.l il iti. Ai jortay> i i r Banco de Li Republic a-BtbliiMcca l uis Ángel A rango
I ili ilo original: 7V Return of lìtpmsim Unzioni in and tlie Criiti lewf < l'aul Krugman. l'jw. aooy ' W W. Norton & Company Ine , 200K • I * IJ prs'M-nte edú tón p.irj America 1-aiina Grupo Editorial Norma S. A.. Venida FI Dorasti) No. 90-10. Bogotá. ('olombia Primera edición en cipaAoL marzo de zwxj IM«N 'J7*-VÍ8-45-173¿-F» « I ¿FKXIOI JFT
I h«-lio de cubierta: Ignacio Martínez- Villalha I •wgr.miación I ur jazmme Güechá S Impreso por: Cargraphic« S A Impn-so en Colombia l'rinteJ c n Cokvnma Marro de 20U9 Nutguna parte de esta publicación podrá ser reproducida, almacenada o transmitida de ñutiera alguna o por cualquier medio sin permiso previo del Grupo Editorial Norma.
C O N
INTRODUCCIÓN
I I:N I D O
IJ
1
" E L P R O B L E M A C E N T R A L HA S I D O R E S U E L T O "
2
A D V E R T E N C I A I G N O R A D A : LA C R I S I S DF AMÉRICA L A U N A
3
LA TRAMPA IJE J A P Ó N
4
El. D E R R U M B E DE ASIA
5
LA P E R V E R S I D A D Dfc LAS P O L Í T I C A S
O
A M O S DEL U N I V E R S O
7
LAS B U R B U J A S DE G R L L N S P A N
S
LA BANCA DE I AS S O M B R A S
9
LA SUMA Df. T O D O S LOS T E M O R E S
10
nr
21
65 85 109
I2.S U5 I5«> 171
VUELTA A I A E C O N O M Í A I»1 IA CUAN D E P R E S I Ó N
1S7
41
INTRODUCCIÓN
L
a mayoría de los economistas, si acaso piensan sobre el asunto, consideran la Gran Depresión de los años treinta como una tragedia gratuita c innecesaria. Si Herbert 1 loover no hubiera tratado de equilibrar el presupuesto a la luz de un desplome económico; si la Reserva Federal 110 hubiera defendido el patrón oro a expensas de la economía interna; si los funcionarios hubieran inyectado rápidamente dinero efectivo a los baiu o«, amenazados y así hubieran calmado el pan n o bancario que se desató en 1930-31, entonces la caída del mercado bursátil de 1929 hubiera conducido sólo a una recesión menor que pronto habría sido olvidada.Y como los economistas y quienes formulan la política económica aprendieron su lección (ningún secretario del Tesoro hoy repetiría el famoso consejo de Andrew Mellon:"Liqindar a los trabajadores, liquidar las acciones, liquidar a los agricultores, liquidar La finca raíz... purgar el sistema de su podredumbre"), nada semejante a la Gran Depresión podría suceder de nuevo. ¿O acaso si? A finales de los años noventa un grupo de economías xsüucas que eran responsables de cerca de una cuarta pane de la producción mundial y el hogar de mil quinientos millones de personas, experimentaron una depresión económica que tenía una espectral semejanza con La Gran Depresión. C o m o la Depresión, la crisis surgió de la nada al tiempo que la mayoría de los expertos predecían la continuación del
hr 'in un luso cuando l.i > lida iba tomando Ímpetu: t o m o en los años treinta, l.i medieuu económica convencional no resultó efectiva, sino qui/.is contraproducente 1.1 hecho de que algo asi pudiera suceder en el mundo moderno dehió haberle producido escalofrío a cualquiera con algún sentido de la historia. ( icrtamente a mí me produjo escalofrío. La primera edición de cst.- libro lúe escrita en respuesta a la crisis asiática de los noventa. Mientras que algunos vieron la crisis como un fenómeno específicamente asiático, yo lo vi como un presagio preocupante para todos nosotros, una advertencia de que los problemas de la economía de la depresión no han desaparecido del inundo moderno. Triste decirlo, estaba en lo correcto al preocuparme: en el momento de imprimirse este libro, una gran parte del mundo, incluyendo especialmente a Estados Unidos, está enfrentando una crisis financiera y económica que se parece aún más a la Gran Depresión que los problemas asiáticos de los años noventa. La clase de problemas económicos que Asia experimentó hace una dét ula y que estamos experimentando ahora es precisamente la clase «le cosa que pensábamos que habíamos aprendido a evitar. En los " v i c ios malos tiempos", las economías grandes y avanzadas con gobiernos estables, como la de Gran Bretaña en los años veinte, podrían no haber tenido respuesta a periodos prolongados de estancamiento y deflación; |H-n> en lo que va de John Maynard Kcyncs a Milton Friedman. creíamos que sabíamos lo suficiente para evitar que aquello sucediera de nuevo. Países más pequeños como Austria en 1931 alguna vez pudieron haber estado a merced de las mareas financieras, incapaces de controlar su destino económico, pero hoy en día se supone que expertos banqueros \ funcionarios del gobierno (para no mencionar al Fondo Monetario Internacional) pueden armar rápidamente paquetes de rescate que detengan las crisis antes de que se diseminen. Los gobiernos, como el de Estados Unidos en 1930-31. alguna vez fueron testigos impotentes ante el derrumbe de los sistemas bancanos nacionales, pero se supone que en el mundo moderno los seguros de depósito y la disposición de la Reserva Federal para sunúnistrar efectivo a las instituciones amenazadas deberían evitar esos escenarios. Ninguna persona sensata pensaba que la era de la ansiedad económica había quedado atrás, pero cualesquiera
que lucran li>\ problemas que pudieran surgir en el futuro, estábanlo» seguros de que se parecerían poco a aquellos de iy20 y lyjo. I'ero debimos habernos dado cuenta hace una década de que nuestra confianza estaba mal puesta. Japón pasó gran parte de los años noventa en una trampa económica que a Keynes y a sus contemporáneos les parecía completamente familiar. En contraste, las economías más pequeñas de Asia pasaron del boom a la calanudad de un día para otro, y la historia de su catástrofe se lee como si se hubiera tomado literalmente de una historia financiera de los años treinta. Por esa época pensaba soba* ello de esta manera: era como si una bacteria que solía causar plagas mortíferas pero que se consideraba conquistada por la medicina moderna hacía mucho tiempo, hubiera resurgido en un forma resistente a los antibióticos estándar. I le aquí lo que escribí en la introducción a la primera edición: "Hasta ahora, sólo un número limitado de personas han sido, en efecto, víctimas de la nueva variedad incurable, pero incluso aquellos de nosotros que hasta el momento hemos tenido suerte seríamos insensatos si no buscamos nuevas curas, nuevos regímenes profilácticos, lo que sea necesario para no convertirnos en las próximas víctimas". Y bien, fuimos ilusos, y ahora la peste se cierne sobre nosotros. Buena parte de esta nueva edición está dedicada a la crisis asiática de los años noventa, que resultó ser una especie de ensayo para la crisis global que ahora está en curso. Pero también he agregado mucho material nuevo en un esfuerzo para explicar cómo Estados Unidos ha llegado a parecerse a Japón una década antes, cómo Islandia acabó pareciéndose a Tailandia y cómo los países de la crisis original de los años noventa, para horror suyo, se encontraron de nuevo al borde del abismo.
SOBRE
ESTE
LIBRO
P
ermítaseme admitir desde un principio que este libro es, en el fondo, un tratado analítico. N o es tanto sobre lo que sucedió sino
sobre por qué sucedió. Creo que las cosas importantes que hay
que entender son: cómo pudo ocurrir esta catástrofe, cómo se pueden
recuperar las víctimas y cómo podemos evitar que suceda de nuevo. Esto significa que el objetivo final es, como dicen en las escuelas de administración, desarrollar una teoría del caso, averiguar cómo pensar sobre este asunto. Pero he intentado evitar hacer de esta una exposición teórica seca. N o hay ecuaciones, ni diagramas inescrutables, ni (espero) jerga impenetrable. Como cualquier economista de prestigio, soy capo/ de escribir cosas que nadie puede leer I )e hecho, tal material ilegible, mío y de otros, desempeñó un papel clave para llegar a las opiniones que se presentan aquí. Peno lo que el inundo necesita ahora son acciones bien informadas, y para conseguir esa clase de acciones las ideas deben presentarse de una manera accesible para el público en general, y no sólo para aquellas personas con doctorados en economía. I)e cualquier forma, en la mayoría de los casos las ecuaciones y diagramas de la economía formal 110 son más que un andamiaje utilizado para ayudar a construir una edificación intelectual. Una vez esa edificación lu sido levantada hasta cierto punto, el andamiaje se puede retirar, dejando sólo el lenguaje sencillo a la vista.
va dio un dist UIMI sor prenden teniente optimista ton el ilttilo"L.I gran iuotlt t.it ion ". en el que argumentaha.de la misma manera que Lucas, que l.i politica tnarroet onómica moderna había resuelto el problema del cit lo de negocios o, de uuncra más precisa, que había reducido el problema hasta el punto que era más una molestia que un asunto de primer orden. Mu,indo en retrospectiva sólo unos años después, con buena pane del mundo en medio de la angustia de una crisis financiera y económica ipit reí uerda l.i tic los años treinta, estos pronunciamientos optimistas suenan i asi increíblemente presuntuosos. Lo que era especialmente i \ti.nio acerca de este optimismo era el hecho de que durante los años nmi'iiia los problemas económicos que recordaban la Gran Depresión hiibi.ui, tle hecho, aparecido en un número de países, incluyendo al Japón, la segunda economía más grande del mundo. I Vn» en los primeros años de esta década, los problemas de tipo • Irpn sivo no habían golpeado todavía a los Estados Unidos, mientras que la inflación, el flagelo de los años setenta, parecía finalmente estar iiui\ bajo »onrrol.Y las noticias relativamente tranquilizantes estaban ni .i nadas en un contexto poliuco que estimulaba el optimismo: el mundo parecía estar más a favor de las economías de mercado de lo >|iu había estado por casi noventa años.
El capitalismo triunfante I ste !•• un libro sobre economía; pero la economía inevitablemente IH mu en un contexto político y uno no puede entender al mundo tal i orno era hace unos pocos años sin tomar en cuenta el hecho político liiin lamenta) de los años noventa: el colapso del socialismo, no solamente t orno una ideología de gobierno, sino como una idea con el poder para mover 1,LS mentes de los hombre*. I >e manera algo extraña, ese colapso comenzó en China.Es todavía des» i>ncertante darse cuenta de que Deng Xiaoping lanzó a su nación en lo que terminó ser el camino hacia el capitalismo en 1978. sólo tres años después ile la victoria comunista en Vietnam y sólo dos años después tlt la derrota interna de los maobtas radicales que querían retomar la
Revolución l .uliiii.il. Probablemente Deng nu se dio cuenta del todo de qué tan lejos lo llevaría el camino. Ciertamente le tomó al resto de inundo un tiempo largo darse cuenta de que mil millones de personas habían abandonado silenciosamente el marxismo. D e hecho, tan tarde como el comienzo de los años noventa, la transformación de la China no había sido registrada del todo por las clases que hablaban del tema. Para los libros de mayor venta de la época, la economía mundial era el escenario de una lucha "cuerpo a cuerpo" entre Europa, los Estados Unidos y Japón, y se pensaba que China era, si mucho, un jugador de segunda, quizá parte del bloque emergente del yen. Sin embargo, todo el mundo se daba cuenta de que algo había cambiado y ese "algo" era el colapso de la Unión Soviética. Nadie entiende realmente qué sucedió con el régimen soviética C o n la ventaja de poder mirar en retrospectiva, hoy pensamos en toda la estructura como una especie de destartalado asunto condenado al fracaso final. Sin embargo, éste era un régimen que había mantenido su control a lo largo de una guerra civil y una hambrona, que había podido derrotar a los nazis a pesar de tener todo en contra, y que había podido movilizar los recursos científicos e industriales para competir con la superioridad nuclear de los Estados Unidos. C ó m o pudo ello terminar tan de repente, 110 con un estallido sino con un quejido, debe considerarse como uno de los grandes enigmas de la economía políuca. Quizás ello e n simplemente cuestión de tiempo: parece que el fervor revolucionario, sobre todo la disposición para asesinar a sus oponentes en nombre de un bien superior es algo que 110 perdura más que un par de generaciones. O quizás el régimen poco a poco fue socavado por la terca negativa del capitalismo a desplegar el nivel apropiado de decadencia.Tengo una teoría personal, que no está sustentada en ninguna evidencia, y es que el ascenso de las economías capitalistas de Asia desmoralizaron de manera sutil pero profunda al régimen soviético al hacer cada vez menos verosímil su argumento de que tenia la historia de su lado, Una guerra debilitante c imposible de ganar en Afganistán ayudó al proceso en el camino, así como la incapacidad del régimen soviético de equiparar la acumulación de armamento de Ronald Reagan. Cualesquiera fueran las razones, en 1989 el imperio soviético en
I'atropa ilrl I Me de icpente se drvhtzo y en 191JI lo nnsnio ocurrió t o n l.i Unión Soviética. I «is efectos del derrumbe se sintieron alrededor del mundo de malicias obvias v sutiles. Y todos los efectos fueron favorables al donuiuo político e ideológico del capitalismo. IMI pt iiner lugar,por supuesto, varios cientos de millones de personas que habían vivido bajo regímenes marxistas se hicieron de repente ciudadanos »le listados dispuestos a darles a los mercados una oportunidad. Sin embargo, algo sorprendente es que de cierta manera esta resultó sel la consecuencia menos importante del colapso soviético. Contrario a lo que la mayoría de la gente esperaba, las "economías en transición" de I uropa del liste no se convirtieron rápidamente en una importante tuerza del mercado mundial o en un destino favorito para la inversión extranjera. Ptor el contrarío, en su mayor parte tuvieron dificultades para hai er la transición:Alemania oriental, por ejemplo, se ha convertido en el equivalente del Mezzogiorno italiano, una región permanentemente deprimida y fuente continua de preocupación social y fiscal. Sólo ahora, casi dos décadas después de la caída del comunismo, algunos pot os países como Polonia, Estonia y la República Checa, conuenzan i revelarse como historias de éxito.Y la misma Rusia se ha convertido en una sorprendentemente poderosa fuente de inestabilidad financiera v política para el resto del mundo. Peto reservemos esa historia para el ( apitulo 6. t )tro efecto directo del colapso del régimen soviético hie que otros gobiernos que dependían de su generosidad ahora se quedaban solos. ("orno algunos de estos Estados habían sido idealizados y convertidos en ídolos por los opositores del capitalismo, su repentina pobreza y la correspondiente revelación tic su anterior dependencia ayudaron a Mu avar la legitimidad de ules movumentos. Cuando Cuba parecía una nación heroica, al enfrentarse sola y con el puño cerrado a Estados Uní «los. era un símbolo atractivo para los revolucionarios en toda América I atina y, por supuesto, mucho más atractivo que los grises burócratas de Moscú. La ruuiosa situación de la Cuba postsoviética no sólo es una desilusión en sí misma, sino que muestra clara y dolorosamente que la heroica postura del pasado sólo fue posible gracias a los enormes subsidios de esos mismos burócratas, |)e manera similar, ("orea del Norte,
J pesar de MIS atrocidades, conservaba cierto halo de misterio para los radicales, especialmente entre los estudiantes surcoreanos. Ahora que su población está literalmente nutriéndose de hambre porque ya 110 recibe ayuda soviética, el entusiasmo ha pasado. Otro efecto más o menos directo del colapso soviético fiie la des.íparición de muchos de los movimientos radicales que, cualesquiera que hieran sus afirmaciones de que representaban un espíritu revolucionario más p u m . d e hecho sólo podían funcionar porque Moscú suministraba Ixs armas, los campos de entrenamiento y el dinero. A los europeos les gusta señalar c ó m o los terroristas de los setenta y ochenta - e l BaaderM c i n h o f en Alemania y las Brigadas Rojas en Italia—. afirmaban todos ser marxistas verdaderos,sin conexión alguna con los viejos comunistas corruptos en Rusia. Sin embargo, ahora sabemos que dependían profundamente de la ayuda del bloque soviético y que tan pronto esa ayuda desapareció, desaparecieron también los movinúentos. Más que cualquier otra cosa, el humillante fracaso de la U m ó n Soviética destruyó el sueño socialista Durante un siglo y medio la idea del socialismo (la cual pasó de ser "cada cual de acuerdo con sus habilidades", a "cada quien de acuerdo con sus necesidades") sirvió c o m o un f o c o intelectual para aquellos a quienes no les gustaban las cartas que el mercado les liabia repartido. Los líderes nacionalistas invocaban los ideales socialistas mientras bloqueaban la inversión extranjera o repudiaban la deuda externa; los sindicatos usaban la retórica del socialismo para exigir mayores salarios, c incluso los hombres de negocios acudían a principios vagamente socialistas para exigir aranceles o subsidios. Y aquellos gobiernos que de todos modos adoptaron mercados más o menos libres lo hicieron cautelosamente, un poco avergonzados, porque siempre temieron que un compromiso tota] con permitir que los mercados actuaran a su manera hiera visto c o m o una polínca brutal, inhumana y antisocial. Pero, ¿quién puede hoy utilizar las palabras del socialismo sin m o rirse de la risa? Siendo un baby lhH>mcr1, puedo recordar cuando la idea de revolución, de hombres valerosos que impulsaban la historia hacia 1. MieiiiLmi Je U JKÍIICI JI 1 ót 1 iLKidi inmediatamente dopues de U segunda guerra mundial. (N. dcIT.)
adelante, tenia cierto ¿JX7. por ejemplo, el inervado burútil de los l a u d o s Unidos H* derrumbó con un desplome en un día que toe tan severo como la caída del primer día en la crisis de 1929. Pero la Reserva Federal le inyectó efectivo al sistema, por lo cual la economía re.il ni siquiera. $c dcNaceleró y el índice l )ow pronto se recuperó. A finales de ty8o los banqueros centrales, preocupados por un pequeño incremento en la inflación, no vieron las señales de una recesión en desarrollo y se demoraron en combatirla Aunque la nrcesión le costó el empleo a (íeorge H . W . Bush. finalmente la economía respondió a la m e d i a n a usual y Estados Unidos entró en otro periodo de expansión sostenida. Para finales de los años noventa parecía seguro afirmar que si el ciclo económico n o se había eliminado, al menos se le había domesticado decisivamente Buena p a n e del crédito de esa domesticación corresponde a los administradores de) dinero: nunca en la historia un banquero central ha disfrutado del halo de misterio que rodea
Alan Círeempan. Pero había
también la sensación de que la estructura subyacente de l.i economía había cambiado de maneras que hacían mas probable que continuara la prosperidad.
La tecnología c o m o
salvadora
P-ii un sentido estrictamente tecnológico, podría decirse que la era moderna de la información c o m e n t ó cuando Intel introdujo el microprocesador. las entraña-, «leí computador, en un único chip en 1971. A principios de los años ochenta se estaban extendiendo los productos que hacían un uso muy visible de esta tecnología: las máquinas de fax. los juegos de video y los computadores personales lVro por esa época 110 se sentía que aquello fuera una revolución La mayoría de la gente supuso que las mdustria.s de la. información seguirían siendo dominadas
por » ompaiuas i'.ramles y burocrátn as i oom IHM.O que todas las nuevas I» • NOTORIAS «.•iinm.iu.in tomando el CAMINO «I * -1 fax O el video» que «i» IMII iiKí'iItml.is ]>ur estadounidense* innovadores. pero convertidas rn pindwctns rentable* sólo por .inónimos íabrít antes japoneses. I li '.ul i 1.» dét ada de los noventa, ^iíi embargo, era claro que las MMIU-.III.I-. de la informa« ion cambiarían profundamente e) aspecto y • u H ter vlr nuestra economía todavía es posibli ser excéptico .1 cerca de qué u n grandes serán IIÍMIIIU NFI ION bcnelu IOS de la tecnología de la información. Lo qui: un puede nerarse «A que las nuevas tecnologías han tenido un impacto ni r. ."i'/Wr en l.i manera como trabajamos cjue cualquier otra cosa en li>. ulluno. v i i u c o treinta años. Después de todo, hoy el tipien tra|.i|adtn c.i.idnuuidcmc m. sienta en utu oficina. Desde íyoo hasta los irt" "«I»' nta. I.i apariencia básica y el funcionamiento de una oficina |J r, IH,I.|UIII.I'. ilc e\< ribir, los archivadores lijemos y las reuniones) 1 unluaron poco. (Si. la fotocopiadora eliminó el papel de carbón). I u< r.«v ' n un lapso de tiempo bastante corto, todo cambió; aparecieron I«» I oinpuc.idorcs personales en red eii nulos los escritorios,el correo • l. . tu'mti u \ l.i Intei net. las videoconferencias y el trabajo 3 distancia. I i- luí un cambio cualitativo inconfundible que creó la sensación de mi p m ^ u s o importante tic una manera en que las mejora* cuantitativas ni» K» h.ibnan podido hacer Y esa semación de progreso contribuyó a 1 m 11 m u nueva sensación de optimismo en torno al capitalismo. I v m.is. 11\ nuevas industrias generaron de nuevo Ui que podríamos Ihm.11 el ntjhancc del capitalismo: la idea del empresario heroico que . '»n iiiive una ratonera mejor y por ello se hace, en forma merecida, ni o r.v.i lisura heroica se había vuelto cada ve/ más minea desde los días de I lenry Ford en b medida en que la economía estaba controlada . ,!• l.i ve/ más por corporaciones gigantescas manejadas no por innov.nlnres románticos sino por burócratas que bien Iwbrian podido ser luii' mil.1 ríos del gobierno. í:n 19O8John Kennedi Galbraith escribió "1 011 el surgimiento de la . orporación moderna, la aparición de la • »1 aur/ación requerida por la tecnología } planeación modernas, > la iepar.n ion del dueño del capital del control de la empresa, el empresario de-.ap.irec¡ó Como individuo de la empresa industrial madura". - Y quién
Iuniría mm un seguidot • 1 * un i apitahsino que se parece más t» menos .1 un socialismo sin justicia? I..a industria de la información, sin embargo, sacudió el orden industrial C o m o en el » x i x . la historia económica volvió 1 ser la historia de individuos extraordinarios: de h o m b r o (y. por lo menos ocasionalmente, mujeres) que tuvieron una mejor idea, la desarrollaron en su garaje o en la mesa de la cocina y se hicieron ricos. Las revistas de negocios se volvieron interesantes de leer y el éxito en los negocios llegó a parecei admirable de una manera en que no lo habia sido por más de 110 sigjo. Y esto se convirtió en terreno ierril para las ideas del mercado liba*. Hace cuarenta años los defensores del libre inercado.de las virtudes del espíritu empresarial libre de ataduras, tenían un problema de imagen: cuando se dccia "empresa privada", la mayoría pensaba en General Motors, cuando se decía "hombre de negocios", la mayoría jx: usaba en hombres vestidos con trajes de paño gris. En los a/ios noventa reapareció la antigua idea de que la riqueza e$ el producto de la virtud, o por lo menos de la creatividad. Peni lo que realmente alimentó el optimismo de la economía fue la extraordinaria expansión de la prosperidad, no sólo en las naciones avanzadas (donde.de hecho, los beneficios no se ditundieron tanto como uno habría deseado; sino en muchas naciones a las que hacía no mucho tiempo se las había considerado sin esperanzas económicas.
L o s f r u t o s d e la g l o b a l i z a c i ó n El propósito original del término "Tercer M u n d o " fue un signo de honor: Jawahnrial Nehru lo acuñó para referirse a Aquellos países que mantenían su independencia, sin alinearse con Occidente ni con la Unión Soviética. Pero muy pronto el propósito político fue apabullado por la realidad económica:"Tercer M u n d o " llegó a significar retrasado, pobre, menos desarrollado.Y el término llegó a tener una connotación, no de exigencia justificada, sino de desesperanza. La globalización cambió todo esto, gracias a la transferencia dc tccnología y capital de los países de salarios altos a los de bajos salarios
\ i-I i n i uiiiriiii» i! nli uire de las exporucioiu s intensivas n i UI.UK» tic DÍII.I 11V 11. KA-I Mundo. I.s un p o t o d i l ñ il reiordar cónto era s países de la cuenca del Pacífico e incluso en países « orno Bhngladesh Estas mejoras no ocurrieron porque gente bien mtcin tonada en Occidente contribuyera para que sucedieran. La ayuda exivanjeia, que nunca fue grande, se comrajo prácticamente a nada en los anos noventa.Tampoco fueron el resultado de las benignas poli tu as de los gobiernos locales que. c o m o pronto nos lo recordarían .1 I» ln avan/ada* tenían problemas.Japón no había logrado recuperarse de b explosión de su "economía burbuja" al < omienzo de Im novenm y Europa seguía sufnendo de"euroesclerosis > \es decir.de la persistencia de altos índices de desempleo, especialmente entre los jóvenes, incluso durante las épocas de reactivación económica, l a m p o c o cu Estados Unidos todos Compartían los beneficios de la prosperidad general. Los beneficios del crecimiento eran repartidos de manera desigual: la desigualdad, tanto de riqueza como de ingresos,había aumentado a niveles que no se veían desde 1unnte generaciones, los países de América Latina estuvieron sujetos de manera casi única a Las crisis de la moneda, las quiebras baitcanas. los brotes de luperirillación y todas las demás calamidades monetarias conocidas por el hombre moderno. Unos gobiernos democráticamente elegidos pero débiles alternaban con jegíroenes militares fuertes, ambos dedicados a comprar el apoyo popular con programas populistas que no tenían cómo pagar.Con el fin de financiar estos programa*.Jo* gobiernos acudían ya lucra al endeudamiento con negligentes banqueros extranjeros cuyo resultado final era una c rivis de la balanza de pagos y el no pago de la deuda, o bien a la imprenta, generando como resultado bu al una hiperintlaciómAun boy, cuando los economistas relatan parábolas sobre los peligros del "populismo macrocconónuco" y sobre las muchas
III.UUM.I-. »MI que EL dinero puede estropearse, la moneda hipotética por i oiivención se llama "peso". Peco hacia finales de ]a década de Jos ochenta parecía que América Latina por tiu bahía aprendido la lección. Pocos latinoamericanos admiran la brutalidad de Augusto Püiochet, pero las reformas económicas que llevó a cabo en C h i l e demostraron ser muy exitosas y se coacervaron intactas cuando el país finalmente regresó a la democracia en tyfcy. El regreso de (-hile a las virtudes victorianas, al dinero taño y a los mercados libres comenzó a verse cada vez más atractivo a medida que la lasa de crecimiento del país aumentaba. Es más, las antena 1 , políticas económicas por (iu parecían haber llegado al final del camino: la crisis de l.i deuda que comenzó en 1982 se alargaba mis y mas,y se hizo cada ve/ más claro que sólo dgún cambio radical en la política económica reai tiv iria di nuevo i la región. I 'utoin es América I atina >e reformó. Las compañías estatales fueron pnv.uizadas,la% ivstrii iones a las importaciones se levantaron.los delicies presupuéstalo se redujeron. El control de la inflación se volvió prioi uario, I u algunos casos, c o m o veremos, los países adoptaron drásticas un dulas paia recuperar la confianza en sus monedas.Y estos esfuerzos s. ion premiados rápidamente no sólo con una mayor eficiencia sino i o n la louti.in/a renovada de los inversionistas extranjeros Países que habían vivido los .utos ochenta corno parias financieros (recientemente, • n i»jyo, ,u leedores que querían salir de la deuda latinoamericana y v lidian MI< derechos a inversionistas menos adversos al riesgo recibían, en promedio,sólo treinta centavos porcada dólar) se convirtieron en los i onsentidos de los mercados internacionales y recibieron unos Hu |o\ de dincio al lado de los cuales incluso los préstamos bancarios que on^m.irou la crisis parecían pequeños. La prensa internacional comen ••ó a h.iblai de la "nueva' América Latina y en particular del "milagro iii'' sii ,111o" l-.n septiembre de ]*){;ulo melieieutc •ip.ii i- di la-. maquiladoras lúbrica?. unfnt.iil.ns hacia l.i exportación .i las que -*ólo si- les permitió operar en una estrecha zona cerca de la frontera ( OII I ATADOS Unidos), M e x u o no supo aprovechar la creciente ola de la globali/at ion. Pero una s e / instaurada, la política de desarrollo de M é x i c o se afianzó profundamente en el sistema político y social de) país, defendida por el triángulo de hierro formado por las oligarquías industr tales (que tenían acceso preferencia! al crédito y a las licencias de importación) J o s políticos (que recibían obsequios d e los oligarcas) y los sindicaros (que representaban una "aristocracia obrera" de trabajadores de las industrias protegidas y relativamente bien pagados). Hasta los años setenta, debe decirse, M é x i c o se cuidó de n o extralnmtnr sus finanzas: el n e c n u i e n t o era desalenudor. pero no había crisis. Sin embargo, hacia ti najes de los años setenta la cautela tradicional se fue por la borda. I .1 economía c u n ó en un ¿
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