Kofler, Leo - Historia y Dialectica.pdf
March 13, 2017 | Author: Manu Leguizamon | Category: N/A
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Historia y dialéctica Leo Kofler Amorrortu editores
Historia y dialéctica Leo K o tie r
Amorrortu editores Buenos Aires
Director de la biblioteca de filosofía, antropología y religión, Pedro Geltman Geschichte und Dialektik, Leo Kofler © Hermann Luchterhand Verlag, 1972 Primera edición en alemán, Kogge-Verlag, Hamburgo, 1955: segunda edición, Marxismus-Verlag, Darmstadt, 1970; tercera edición, Hermann Luchterhand Verlag, Darmstadt, 1973 Traducción, José Luis Etcheverry Unica edición en castellano autorizada por Hermann Luchterhand Verlag, Darmstadt v Neuwied, y debidamente prote gida en todos los países. Queda hecho el depósito que pre viene la ley n° 11.723. © Todos los derechos de la edición castellana reservados por Amorrortu editores S. A., Esteban de Luca 2223, Buenos Aires. La reproducción total o parcial de este libro en forma idén tica o modificada, escrita a máquina por el sistema multigraph, mimeògrafo, impreso, etc., no autorizada por los editores, viola derechos reservados. Cualquier utilización debe ser pre viamente solicitada. Industria argentina, Made in Argentina.
A Ursula, mi m ujer.
Prólogo a la tercera edición alemana
Aconsejo al Uctor poco ejercitado en la comprensión de tex tos difíciles comenzar por la lectura del capítulo 5, «La es tructura dialéctica del entendimiento»; seguir con los capítu los 3 y 4 — «El materialismo de Feuerbach» y «El método de la dialéctica concreta»—, y por fin, después de estudiados los capítulos 6 a 8, abordar los dos primeros, que tratan de «La transición del idealismo subjetivo al idealismo objetivo» y de «Las bases de la lógica dialéctica de Hegel». Leo Kofler Setiembre de 1972
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Introducción
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No puede dejar de percibirse la profunda inquietud que hoy conmueve la ciencia histórica. Como sucedió a menudo en el pasado, también ahora están en juego el sentido, los límites y el método de aquella ciencia, que otra vez se ve forzada a escoger entre descriptivismo v conocimiento de lo esencial. j*erola ciencia histórica positiva no puede señalar por sfsola tT camino correcto: únicamente podrá lograrlo si se Íntegra con una teoría epistemológica de lo social, cjue fundamente el método historiográfico justo. Pero a su vez esa teoría no pue de prescindir de una fundamentación general nroporcionaSa por la teoría del conocimiento v la filosofía. Ahora bien, cual quier ensayo de fundar epistemológicamente la ciencia histó rica se presenta como una tarea en extremo ardua. Dentro del marxismo existen todas las premisas para resolverla, y aun su solución. Pero no se la ha emprendido de manera sistemática. Si~se tiene en cuenta el carácter complejo y multidimensional del sistema marxísta no cabe asombrarse de que, pese a los enjundiosos esfuerzos de los teóricos marxistas, queden toda vía sin descubrir muchos tesoros, y aun aspectos esenciales. Tengo cabal conciencia de la dificultad de la tarea que me he impuesto, así como del carácter provisional de los resultados obtenidos. Aliento la esperanza de que pensadores mejor com penetrados del marxismo alcancen una formulación y una so lución definitivas de los problemas aquí planteados.
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1. La transición del idealismo subjetivo al idealismo objetivo «Lo verdadero es el todo», Hegel. En ningún momento de su vida modificó Fichte su subjetivis mo radical. Los diversos intentos que hizo para fundar su sis tema sobre nuevas bases, y que apenas difirieron entre sí, no pudieron exhibir una tendencia perceptible hacia la superación de los límites subjetivistas. Y aun allí donde Fichte. con su idea de la sucesión del ser inconsciente v del ser consciente, que aparece en él de manera esporádica, procura dar una ex plicación de la naturaleza prghumana. es decir, parece acer carse a la concepción de que la realidad existe fuera de la con- ( ciencia, ello sucede sdlo de modo muy incidental y en defi nitiva contradice las bases teóricas de su sistema. Sólo en lo exteriorTy no de hecho, anticipó con ello la solución del problema del conocimiento propuesta más tarde por el idealismo objetivo, Y que apuntaba en ese misino sentido. En efécto, aun esta idea de la existencia de una naturaleza anterior al hombre es construida por Fichte como contraposición de con ceptos dentro de la esfera del acaecer trascendental, es decir, de la conciencia del yo. de la cual, a su juicio, es imposible salir. También al ser carente de conciencia lo piensa como puesto «en general» por la actividad del espíritu suprapsicológico, sustancialmente ajeno a la historia. Sería un error entender este subjetivismo consecuente de Fichte como un mero capricho idealista o como el extravío en un vano juego de ideas metafísicas. Sí se toma a Kant por base —y él se propuso la tarea de completar el sistema kantiano— , el camino que fichte transito es de Pecho el único posible! En fe primera Introducción fl su escnto miliar, Über den Begriff der Wissenschaftslehre (Acerca del concepto de la doctrina de la ciencia )*aparecido en 1764 y reditado en 1798 en versión corregida, reprocha Fichte al “«dogmatismo» o, como también dice en otros lugares, al «realismo», que-él, con su afirmación de la existencia de una cosa-en-si, no está en con diciones de explicar el modo en que esta llegaría a la concien-
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da y se volvería cognoscible. Fichte formula aquí lapídea, re- | petida después con frecuencia, de que el pensamiento sólo I puede moverse dentro de la conciencia y le es imposible n> / tuir de manera directa la realidad existente fuera de esta. | Y admitida la premisa teórica de que partía el pensamiento de Fichte, le asistía toda la razón; pero esa premisa, como hemos de nroharlo. es falsa. Descartes había enseñado a la filosotía moderna el modo en que se puede obtener por destilación, di gamos así, el fenómeno de la conciencia a partir de la totali dad del mundo fenoménico, con miras a su estudio sedicente más preciso y «crítico»; es decir, el modo en que se puede arrancarla de su conexión natural y procurar estudiarla en su funcionamiento «puro». Y ese desgarramiento de la realidad unitaria en conciencia y mundo exterior importa va el paso de cisivo hacia aquella «revolución copernicana» de Kant, me diante la cual la naturaleza fue incorporada a la conciencia. . Péro todos los intentos subjetivistas hechos después de Kant para demostrar que la realidad es una función del pensamien to. en cuanto «producida^ per este, fracasaron ante la tozu dez de la cosa-en-sí. La realidad se mantuvo siempre «fuera», pese a los esfuerzos desplegados para dar una explicación verosímil de la identidad de sujeto v objeto del conoce^. Por cierto que el idealismo subjetivo conoció un desarrollo vigo roso y se afinó cada vez más. De la idea, al comienzo enten dida ingenuamente, de la legalidad autónoma de una concien cia que se asimilaba la realidad de un modo determinado se pasó, en el apogeo de la filosofía clásica, a la «producción» de la realidad por las condiciones formales de la conciencia. hn el subjetivismo moderno, que ha resurgido en el Q¿okantismo, esta posición se llevó hasta el extremo en el sentido ciegue aquí la conciencia solo cumple ya una función pura mente «lógica». que produce los objetos de la expenenciá~en la medida en que estos son aprehendidos dentro de un orden suieto a' ley, ¿.sta virtud «Idgica» de la conciencia se discier ne en el hecho de que los fenómenos sensibles, dados en una sucesión caótica, solo mediante la conrienriTnueden ser liga dos entre si de urTmodo determínadp, condición esta de po sibilidad Te la experiencia en general, que en este sentido, coincide en lo sustancial con la experiencia científica. Baste recordar aquí eme'para los positivistas de la escuela de Mach «experiencia» equivale a ligazón ordenadora de los «elemen tos» producidos en el interior de la conciencia, es decir que para e^ta mnreprirtn el entendimiento «piensa» el fenómeno, tal como Kant lo sostenía, dentro de las formas «puras» del
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espacio, el tiempo v la causalidad, que son exclusivas de la conciencia. En el neokantismo la naturaleza pierde toda sus~tantividad, para lo cual el propio Kant había proporcionado los elementos. Kant realizó esto del siguiente modo: primero definió la lev de la naturaleza como la ligazón de lo múltiple bajo leyes necesarias y umversalmente válidas por phra deTá actividad lógica de la conciencia, v después definió la propia naturaleza como «lo que existe, en cuanto que está determi nado por leyes universales». Asi se explica, por ejemplo, qne el neokantiano Bruno Bauch pueda expresarse en estos térmi nos: «La sustancia por lo tanto no es una cosa u objeto, sino la condición lógica [!] del objeto, en la medida en que ella condiciona la síntesis de una multiplicidad en sí cambiante, en una unidad de lo múltiple». La cosa es «más que la mera reunión y el agregado de sus propiedades. En efecto, es (.. .) la unidad lógica de sus propiedades». Esta idea se inserta en los esfuerzos hechos por el neokantismo para eliminar la cosa en sf, supresión que Kant no fiabía podíaóTograr. ~ Pero justamente en esta depuración extrema de lo trascenden tal o, lo que es lo mismo, de la infinita contraposición de mun do interior y mundo exterior, se volvió reconocible con claridad el límite con que tropieza el idealismo subjetivo. Este lí mite reside en la renuncia —si bien no confesada— a la cog noscibilidad del mundo exterior. Pero como al mismo tiempo ésta filosofía se deslindó del agnosticismo y procuró velar su renuncia en materia de teoría del conocimiento por medio de un sistema más o menos ingenioso de deducciones subjetivis tas, se enredó en contradicciones que los neokantianos de nuestro siglo se empeñaron vanamente en salvar. Para nuestro propósito baste señalar que Kant pretende discernir en la cosaen-sí sólo un concepto límite que el pensamiento necesaria mente'encuentra; pero por otro lado no pudo evitar la intro ducción de un concepto nuevo, que no solo amplía el de cosaen-sl sino que entra con él en una profunda contradicción: un concepto que implica nada menos que admitir la ex¿stenria de una realidad independíente de la conciencia, qué se acaba ba de rechazar por contradictoria con el sistejjna
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