kitto- Los griegos
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LOS GRIEGOS
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I H D P. IC.ltto; tnd. por Delfín l.,e(ICadio la ,clici6a en ingl6a de 1951. Buenol Airea:
H. D. F. KITI'O
o LOS GRIEGOS
EUDEBA
LECTORES
EDITORIAL UNIVERSITARIA DE BUENOS AIRES
Título de la obn original: Tlle Greeb Pu.,licado por Penguin Booka Ud. Hasmondsworth, Middl-x, Inglatma, 19S1 © JlD.F. Kitto, 1951
INTRODUCCIÓN
Traducida por
Delfín Leocadio Garasa la revisión estuvo a cugo del traductor del departamento técnico de la Editorial t dmoquinta edición: junio de 1985
EUDEBA S.E.M. f undada por la Universidad de Buenos Aires
© 1984 EDD'ORIAL UNIVERSD'ARIA DE BUENOS AIRES Socil!dad de EconomÚI Mixta Rivadavia 1s11n3 Hecho el depósito que marca la ley 11.723 ISBN 950.23-000" IMPRESO EN U ARGENTINA
El lector debe aceptar. por el momento como razonable la afirmación empµica según la cual en una parte del munQo, beneficiada durante siglos por un intenso proceso civilizador, surgió poco a poco un pueblo, no muy numeroso, ni tampoco temible por su poder, ni por cierto bien organi7.ado, que forjó una concepción absolutamente nueva sobre la vida humana y que mostró, por vez primera, cuü debía ser la función del espíritu del hombre. Esta proposición será ampliada, y espero que tambi~ justificada, en las páginas siguientes. Podemos empezar ahora mismo esta ampliación obser· vando que los propios griegos se sintieron, de un modo simple y natural. diferentes de los otros pueblos por ellos conocidos. Los griegos, por lo menos los del período clásico, dividían habituahnente la familia humana en helenos y bárbaros 1 • Un griego preclásico, Homero por ejemplo, no se refiere a los "bárbaros" de esta manera, y no porque fuese más cortés que sus descendientes, sino porque esa diferencia no se babia aún manifestado en su fuerza.
toda
1
Usare el
término
"dúlco"
pam
designar el periodo
que va aproximadamente desde la mitad del siglo vu antes de Cristo basta las conquistas de Alejandio en la última parte
deJ siglo IV. 5
o
En realidad, esto nada tenía que ver con la cortesía. La palabra griega "'bárbaros.. no significa "bárbaro" en su sentido moderno; no es un término que denota aborrecimiento o desdén; no designa a gente que vive en cuevas y come carne cruda. Significa simplemente gente que profiere sonidos tales como "bar, bar'", en vez de hablar en griego. Quien no hablaba griego era "'bárbaro", ya perteneciera a alguna tribu salvaje de Tracia, o a una de las fastuosas ciudades de Oriente, o a Egipto que, como bien sabían los griegos, era ya un pafs organizado y civilizado muchos siglos antes de qoe existiera Grecia. "Bárbaros· no ÍJJlplicaba necesariamente menosprecio. Muchos griegos admiraban el código moral de los persas y la sabiduría de los egipcios. La deuda -material. intelectual y artística- de los griegos con los pueblos de Oriente rara vez fue olvidada. Sin embargo, esos pueblos t ran bárbaroi, extranjeros, y fueron agrupados ( aunque nunca confundidos) con los tracios, los escitas y otros semejmttes. ¿Solo porque no conocían el griego? No, pues el hecho de que no hablaran griego señalaba una separación más profunda: significaba que no vivían como griegos y que tampoco pensaban como éstos. La actitud que tenían ante la vida- parecía ser distinta y, por mucho que un heleno pudiese admirar y hasta envidiar a un "'bárbaro· por tal o cual razón, no podía evitar tener la certeza de esta cliferencia. Señalemos al pasar que otra raza ( aparte de nosotros) -había hecho esta tajante división entre ella y los demás extranjeros. Nos referimos a los hebreos. He aquí dos razas, cada una con plena conciencia- de ser distinta de sus vecinos, dos razas que no vivían muy lejos una de otra y que, sin embargo, se ignoraron casi por completo y no se in7
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participaba en la administración pública -la democracia, según el griego la entendió, llegó a ser una forma de gobierno que el mundo moderno no h conocido ni puede conocer-; mas si no llenaba r. exigencia, él, por lo menos, se convertía en "mkmbro" y no en súbdito dentro del sistema y lo principios por los cuales éste se regía eran cidos. El gobierno arbitrario constituía para I I go una ofensa que lo hería en lo más íntimo. 1 ,r 1 , cuando consideraba los países orientales, civilizados, veía en realidad c6mo un n 11 !11 p 1 o encabezado por un rey abso1 111 1 no ,~gún las normas de los primi, n r r' gos, normas proce4entes de qu 1 l n 1 1 , una ley derivada del r 1 11 ·uc r lu con su voluntad personal, uo 1 11 1, , • 11, ante los dioses, porque 11 , ,,lt ,t, dios. El súbdito de tal amo n l 1 1>ndición de esclavo. I' r 1 utherla -de la cual "libertad" es solo un I traducción incompleta- encerraba una concep1on más amplia que la que da a entender -esta palabra moderna, aun cuando ella significa mucho. La esclavitud y el despotismo constituyen estados que mutilan el alma. pues, como dice Homero, '7.eus despoja al hombre de la mitad de su hombría, si llega para él el dí.l de la servidumbre·. La modalidad oriental de la obediencia chocaba al griego como algo no eléutheron; como algo que a sus ojos afrentaba la dignidad humana. Incluso ante los dioses oraba el griego erguido como un hombre, aunque conocía tan bien como cualquiera la diferencia entre lo divino y lo humano. Sabía que no era un dios, pero tenía, por lo menos, conciencia de ser hombre. Sabía que los di~ se hallaban siempre dispuestos a castigar implaca 10
blemente al hombre que imitase a la divinidad y que entre las cualidades humanas les complacían sobre todo la modestia y la veneración. Recordaba, sin embargo, que el dios y el hombre tenían la misma prosapia: .. l na es la raza de los dioses y de los hombres; le una sola madre 2 obtenemos ambos nuestro 11, nto. Pero nuestros poderes son polos separados, pues nosotros no somos nada y para ellos ~1 refulgente cielo brinda por siempre segura morada . MÍ dice Píndaro en un admirable pasaje, a veces mal traducido por los eruditos que deberían conocerlo mejor, y que le hacen decir: "Una es la raza de los dioses y otra la de los hombres." Pero el pensamiento fundamental de Píndaro es aqui la dignidad y la fragilidad del hombre, lo cual constituye el origen primordial de esta nota trágica l , , resuena a lo largo de toda la literatura griega e1.isica. Y esta conciencia de la dignidad de ser hombre es lo que infunde tal impulso y tal intensidad a la palabra que impropiamente traducimos por "libertad". Pero hay algo más. Existían otros bárbarcn además de los que vivían bajo el despotisllio orien' 11. Estaban, por ejemplo, los pueblos del Norte, q11 ivían en bj.bus, estado del que no hacía mucho l m salido los propios griegos. ¿En qué residía, ntonces, la gran diferencia entre tales bárbarcn los griegos, si ello no se basaba en la superior culura de éstos? Era la siguiente: los griegos habían desarrollado una forma de comunidad que grosera y errónea1nente traducimos por •ciudad-estado•, debido a ¡ue ninguna lengua moderna puede hacerlo mejor. t
La Madre Tlena.
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La pó'Us estimulaba y satisfacía a la vez )os más elevados instintos y aptitudes del hombre. Mucho tendremos que decir sobre la ·ciudad-estado·; baste sei\alar aquí que éste, en su origen una asociación local para la seguridad común, se con~ó en .el centro de la vida moral, intelectual, estetica, SOC1al y práctica de un nuevo hombre, aspectos que desarrolla y enriquece como ninguna sociedad lo hizo antes o después. Ha habido otras formas de sociedad política de tipo estable; la •ciudad-estado" fue ,1 medio por el cual los griegos se esforzaron en hacer la vida de la comunidad y del individuo más mte que antes. que un griego antiguo hubiese puesto en 1 rnrn r rmmo , 11tr los descubrimientos de sus om 111(l 1tl "º n por cierto, que ellos habían el mo1or modo de vivir. Aristóteles en • 1 1 11 dJ I así, pues la frase suya que hal,i111.1lme-11t se traduce por "El hombre es un animal polf tico'· quiere en realidad decir: "El hombre • un animal cuya esencia es vivir en la ·ciudadestado". Si no vivía así, el ser humano se colocaba muy por debajo de su verdadera co~~ción en cuanto tiene de más elevado y caractenstico. Los bárbaros no alcanzaron este nivel de existencia; en ello residía la valla que separaba ambas concepciones. Al compilar esta reseñ~ de un pueblo sobre el que tantas cosas pueden decirse, me he permitido el lujo de escribir acerca de algunos pun!~s que me interesan personalmente, en lugar de mtentar abarcar el ámbito total de un modo sistemático y tal vez apresurado. Además, me he detenido en Alejandro Magno, es decir, en el periodo de declinación de la· ciudad-estado. Esto no se debe a que considere a la Gr~a de las centurias siguien12
tes como carente de significación, sino por el contrario, a que la creo demasiado importante para resumirla en un somero capitulo final, tal como suele hacerse por lo general. Si los dioses me son propicios, me referiré a la Grecia helenística y romana en el segundo volumen. Mt' he esforzado en hacer hablar a los griegos , sí mismos, siempre que me ha sido posible, y I' ,ro que del conjunto ofrecido surja un cuadro Jaro y ecuánime. No. he querido ideali7.ar, aunque me refiero más a los grandes hombres que a los pequeños y trato preferentemente con los fil6ofos y no con pícaros. Los panoramas deben divir .,· desde las cumbres; los bribones, por lo demás, son casi iguales en todas partes, si bien en la índole del pfcaro griego la dosis de malignidad parece haber sido superior a la de estupidez.
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CAPÍTULo 11 LA FORMACl()N DEL PUEBLO GRIEGO
J, nofontronto los persas se encontraron .. osesión de u~ rcito experim tado con el que nada podían hacer y los :griegos se haUaban a tres meses de marcha de su hogar, sin conductor, sin paga y sin propósito, como un ruerpo no oficial, internacional, ,¡ no debía obeen pudo esta diencia a nadie fuera de sí mism~ de locura y fuerza convertirse en un insttun de muerte, impulsada por la desespe aci(m; ya degenerar en bandas de .ladrones, hasta verse aniqui ¡ir • 1 1111c 111
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Jada, o también pudo incorporarse al ejército y al imperio persas. Ninguna de estas presunciones se cumplió. Los pedícfonarios deseaban regresar a..,sus hogares, no a través del Asia Men9f, que a pesar de 1 nocida ya no era una ruta conveniente.· Resol'I "wn frrumpir hacia el norte, con la esperanza de 1t mzar el Mar Negro. Eligieron general al propio J• nofonte, un caballero ateniense que resultó tanto 1 , idente de la junta de gobierno como comandante de las fuerzas, pues el plan de acción se 11-cidía en común acuerdo. Gracias a la autodisc ,plina que los turbulentos griegos solían a veces 111 l . t 1 , lograron mantenerse unidos, semana tras , mana, y prosiguieron su camino a través de aquellas montañas desconocidas, haciendo buenas migas , m los ·naturales cuando podían y luchando con llo cuando fallaban sus procedimientos conci1, 1 110. • l •, mos perecieron, pero no muchos; pese a todo il , , , u ,on como fuerza organizada. Un día, ··1111 k,:mos en la Anábasis de Jenofonte -un re1 1,, tot 1lmente despojado de la tonalidad heroica-, .1, , hallaba al frente de la retaguardia mientras l t t, 1 , de exploración trepaban hacia la cima 111 ,1, fflnd ll"O. Cuando los exploradores llega' t 111 1 rt , , mpezaron de pronto a dar voces 1 • r • lo I los que venían detrás. l!:stos se 11 , , JI ¡ 11 111d , que tenían ante sí alguna U 11111 hu 111 1 11ro~madamente hasta 1700 a. C. Ya hemos visto 111 los atenienses, con cierta probabilidad, pre11dían ser los habitantes más antiguos, pero hay unbién otra cuestión: Atenas y Argos se distin1 1 an entre las ~~ Jades griegas en la época clásica , tener como deidad principal no a un dios, sino una diosa, Atenea y Hera argiva. Ahora bien, muimágenes del culto han sido descubiertas en , ta y ellas muestran patentemente que este puei1, adoraba a una diosa. Si había un dios, estaba 1 ordinado. La diosa era sin duda una diosa de 1 lturaleza, un símbolo de la fertilidad de la tieLas deidades helénicas fueron preferentemente ulinas. Es por lo menos sugestivo que estos dos l,, , los atenienses y los argivos, que poseían
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mero matrimonio dinástico. Además, ~tía toda zona leos atañían al grupo; aquéllos admitian a u l ¡uiera, esclavo o libre, éstos solo admitian a 1 mi,nbros ·de la colectividad; aquéllos enseña¡ tJoctrinas de reencarnación, de regeneración, 1 111 , 'alidad; éstos no enseñaban n&da: solo les 1 celebraci6n de los honores debidos a e invisibles miembros de la comunide concepci~es religiosas completa111 1 y nos aproximaremos a la verdad si 111 l 1 • :oncepci6n del dios es europea y la , 1 1 diosa mediterránea. Las diosas recta de la Creta minoica. decir algo de esta antiquísima t p II r un confuso recuerdo para los l I lurtoria y una mera fantasía para
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las más extensas genealogías, adorasen deidades femeninas, una de las cuales, y posiblemente las dos, tenian nombres no .helénicos. Zeus ( latín deus, ·dios· ) es puramente helénico. Tenía una consorte helénica muy misteriosa, Dione, cuyo nombre es semejante al suyo propio. Pero en la mitología griega su consorte era la argiva Hera, y un Himno homérico nos asegura-que ésta se había resistido a desposarse con él, no sin raz6n, según se expresa. Una vez m'5 acude una interpretaci6n evidente; se trata de la fusión de dos pueblos de diferentes culturas, en apariencia de distintas lenguas, y posiblemente también de otro origen racial. V irnos, entonces, que de ningún modo deben descartarse de entrada las tradiciones que preten~ den ser históricas. Heródoto, un ávido averiguador que no carec(a de critica, consideraba a los griegos jónicos como un pueblo "bárbaro· que había sido helenizado. Es posible mostrar que tenía razón. En tal caso, no debe sorprendernos comprobar rtantes para estos minoicos como su arte y blemente aún más. En los libros sobre las ci~ icnes pretéritas suele darse al arte un espacio , o. Ello se debe a dos razones. En primer lumás fácil fotografiar un templo o una pintura un credo moral o una filosofía política; y en , ndo lugar, muchos pueblos han sido desar11 I ,dos en todo, menos en su arte. En realidad, , iegos y los judfos fueron los primeros pueblos que no sufrieron tal desmembración. Eso t I sucede también con los minoicos. Su arte lbla directamente; las demás cosas lo hacen fnr , indirecta. mediante inferencias. Sus ves,n abundantes e incuestionables, en ambos de la palabra. Pero lo qu~ pensaban sobre cómo enfrentaban sus problemas, no lo saConocieron por cierto el arte de la escritura; muestras de ello, pero no podemos leerla. que alguien alguna vez .logre descifrarcirla, para decirnos quizás por qué un t
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oficial estaba enojado con su subalterno o cuál era, el precio de la carne en el siglo XVII a. C. Pero, aunque no sepamos nada, excepto por d ducción, sobre sus ideas y experiencias, sabem algo sobre su linaje. Han dejado representado de sí mismos y ellas nos muestran claramente qu pertenecían a esa raza "mediterránea" de hombr delgados, de piel oscura y cabellos negros, que f t: e ron oriundos del norte de África. Estos hombr ya habían pasado la era paleolítica cuando algt de ellos arribaron a la deshabitada Creta. ¿Siguier otros m'5 adelante y se establecieron en region de Grecia? Esto es lo que en realidad desconocem El último arte cretense lleva directamente a l cultura ..micénica" del continente, casi sin interru clones, aunque con el agregado de nuevos rasg El plano del palacio típico era diferente. No sol tenía éste m'5 aspecto de fortaleza ( circunstanc · que explicarían las condiciones más turbulent del continente), sino que los cuartos parecen ha sido menos abiertos, como si el estilo hubiese te do origen en un cUma m'5 riguroso; además, a m dida que se desarrollaba, este estilo logró una si metría sin parangón en la arquitectura creten Otra diferencia es 1a gran importancia que ad quiere la figura humana en la pintura de vas Los artistas cretenses habían utilizado princip mente modelos lineales y dibujos ( sean na listas o estilizados) derivados de la vida animal vegetal; los artistas micénicos continuaron los dº seños lineales, péro utilizaron con más frecuen la figura humana, como ser en escenas de procesi nes y de carreras dt: carros. ¿Quiénes eran los hombres que forjaron esta c tura micénica? ¿Eran artistas y artesanos que ah 28
ron una Creta en decadencia y se establecie11tre los rudos helenos ejerciendo su arte para ' ¿O bien estamos ( lo que parece más proante una población ·predominantemente no ya muy influida por Creta y semejante al cret~ pero dominada por una aristocrar ega de aurigas recién llegados? Si esta última , lción es cierta, ¿es posible que Heródoto ten1 , azón y que la masa de los "micénicos" fuesen , ·os, ya helenizados o no? Estas preguntas po1r 111 responderse algún día. Entre tanto, cualquiera ,1 cuadro que intentemos bosquejar, será pru11 no hacerlo demasiado ordenado, pues, sin dulas inmigraciones casuales y las conquistas lohan proseguido durante largo tiempo. Algún , ,r de. este cuadro debe reservarse para los ..aquel. cabello rubio" de Homero, hombres de cabe1l rojizos (mnthoi), que se distingufañ de los de l lllera negra a q~enes gobernaban. Los reyes idos de Zeus que aparecen en Homero cons1 u1an una aristocracia casi feudal cuyos S1Íbditos 11 tes desempeñaban un pequeñísimo papel en la 11 fTa o en la política, algo así como la aristocracia 11 rmanda que se estableció en la Inglaterra sajona. 1 1 palacio'" que Atreo edific6 en Micenas y legó a 1 hijo Agamenón era más una fortaleza que una , lencia en el centro ºde un sistema de caminos tégicos que brindaban seguro dominio de las lntas partes del Peloponeso y de la Grecia ceni, 1 en estas partes de Grecia había otras for1 · de la misma índole. Las armas aqueas de · habían demostrado ser superior~ a las micéde bronce, pero en general cttltura miera más elevada. Desde este punto de vista, resante señalar una de las inexactihtdes de Ución que siguió Homero tres o cuatro siglos
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r ,gunta importa, sin duda, simplificar demás tarde. En algunos aspectos, esta tradición r~ do la cuestión. Cnossos fue destruida, seguproduce la edad micénica con notable fidelida 11, nte por invasores de ultramar, hacia 1400 y especialmenie en su geografía política. Cuando Ho , 1 1latos egipcios dicen que las "islas del mar" mero escribió -quizás alrededor de 850- la invasió 11 perturbadas y las costas de Egipto invadídoria de 1100 había cambiado por completo el ma " or akhaiwashi, nombre que se aproxima lo de Grecia. La propia Micenas, por ejemplo, era · mtea los akháiooi homéricos como para un lugar de escasa importancia, y la costa de As" (Urar la identificación. Más adelante sabemos patria de Homero, se había hecho griega. Sin e fuentes hititas que existen merodeadores en bargo, la l líada conserva con plena fjdelidad u mandados por un hombre cuyo nombre se descripción de Grecia del siglo xm; nada en e -ce sospechosamente a "Atieo". El padre de denota la Jonia que el propio Homeró conoció e 11:nenón se llamaba Atreo. No hay necesidad de Asia. Pero lo interesante de la .inexactitud es qu ntificarlos. El Atreo que conocemos era el rey el arte y los artículos de lujo que describe Home 1 Micenas, hijo de Pélops que dio su nombre al son atribuidos a los fenicios. Su fabricación naci 1 loponeso ("isla de Pélops"), y tal vez no fuese · nal se había olvidado por completo y hubi parecido algo increíble. Los aqueos eran rudos co 1 persona a propósito para andar cazando hititas , Asia Menor. -Pélops" es un nombre griego que quistadores sin ningún arte y más todavía los d ifica "rostro rojizo·, y él vino desde Lidia, rios que vinieron después. Han sido compara Menor, de modo que el otro Atreo pudo haber con un hombre que recibe una herencia· Y. malg l I de la misma familia. ta todo su capital. 'odo esto sugiere dilatados disturbios durante Otras contradicciones apuntan en la misma siglos xv y XIV, circunstancias en que un rección. En Homero los muertos son quemad 1blo llamado aqueo toma la primacía. Si dapero la costumbre nativa -y también la habi crédito a las genealogías, Pélops ·atravesó el costumbre clásica- era sepultarlos. En Homero e io y se unió por matrimonio con la familia real contramos la religión olímpica de los dioses cel Elis, cerca de Olimpia, en la primera mitad del tiales; no hay huellas de las diosas terrestres lr xm,. en tanto que su nieto Agamen6n conCreta y del Egeo. En Homero hay cacerías a gran hasta Troya a los aqueos unidos muy a copero ni rastros de luchas con toros, tan impo ' 11zos del siglo XII ( tradicionalmente, 1194). tes en el arte micénico. Podrían citarse más eje ás, si las genealogías son de fiar, durante el plos. La tradición homérica es exacta hasta don 1no siglo decimotercero se fundaron otras dinasllega, pero es la tradición de una pequeña el queas. conquistadora, separada por un abismo de la vi 1 ro todas ellas sucumbieron y la decadente de los sojuzgados más civilizados, aunque no d micénica llegó a su fin, al concluir el siglo truyese bruscamente ni siquiera modificase e t Otros conquistadores, los dorios, bajaron de vida superior. · ' recia septentional y central. Esta vez no se ¿Cuándo llegaron los aqueos? La formulación 1
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trataba de aventureros prósperos que capturab o saqueaban pequeños reinos. sino de un destruct alud de hombres, que terminó súbitamente con una larga civilización e inició una Edad Oscura, treii siglos de caos, después de la cual empieza a surgí(' la Grecia clásica. Los jónicos buscaron refugio l otro lado del mar ( con excepción de los atenienses); el nombre ·Acaya,. se 'redujo a la estrecha planici a lo largo de la costa meridional del golfo de rinto, y los aqueos ·de cabellos rojizos,. -junto coQ los dorios que los tenían de igual tono, si es que er de ese color- - fueron absorbidos por el tipo de ca bello oscuro que produce Grecia, del mismo mod como los celtas rubios de Galia se convirtieron los morenos franceses. Hace cien años esta Edad Oscura era completa mente desconocida, a no ser por el subitáneo e inex plicable resplandor de Homero; y la Era Clási que siguió representaba el milagroso florecimi to de la civilización y el arte en Europa. Ahora es oscuridad es menos densa, ya que podemos obser var a través de ella las artes del~ alfarero y el for jador de metales. Este último arte realiz6 verdad ros progresos, estimulado por la introducción de lúerro y la pintura de la alfarería; aunque ésta per dió la elegancia, libertad e invención de la prim época, produjo en el siglo IX los excelentes va sos Dípylon de Atenas. Como la antigua a1f reria minoica, estos vasos están decorados co modelos geométricos; pero, además, descubrimos u motivo que no era tan común en Creta: la fi humana. Así encontramos temas tales como guerr ros con sus carros, escenas fúnebres, hombres r mando en naves de guerra. Las figuras son esti · zadas, con finas lineas en lugar de brazos y piern un cfrcolo en lugQr de cabeza y un triángulo e 3
de torso; todo muy primitivo en cuanto a su t, naca, pero en extremo logrado en el diseño ge-
' ral, que muestra, como algu,ios vasos micénicos, 1 Interés típicamente helénico en el hombre y sus uhras. 1.o que antecede ha sido un examen externo y
1· 11 cierto inconcluyente, pero ha puesto de relieve 1111 punto importante: que el arte de la Grecia clási, no era una creación totalmente nueva. sino más 111 n un Renacimiento. Un Renacimiento en conditones muy diferentes y de índole muy diversa. AJr, ha sido·agregado al arte primitivo; la confusión 1 • acabamos de describir produjo una fusión: un 1, tlVO pueblo con los dones de sus dos progenitores. sugerido, quizás un tanto temerariamente, que 1 1 •mos indicios de esto en la predilección que 111cstran los pintores micénicos en primer lugar y 1 go los atenienses, por las actividades humanas m duda esta simpatía por el hombre es una de 1 aracterísticas dominantes del pensamiento griePero tal vez podamos calar más hondo. La gran' del arte griego -la palabra está usada en su ntldo más amplio- reside en que concilia acaba11 , ,mte dos principios que a menudo se oponen: 1 r una parte dominio, claridad y una fundamental 1 -dad y por la otra, esplendor, imaginación y pai II Todo el arte clásico griego posee en grado su11 , ,, cualidad intelectual que se manifiesta en la 1; 1 y la certidumbre de su construcci6n. A nosh f d intelectualismo en el arte nos sugiere cierta 1 i pero el arte griego -sea el Partenon. una trah 1 le Esquilo, un diálogo ¡>)atónico, una pieza de , f 1 , ía. la pintura que la adorna o un pasaje d~ l análisis en Tucídides- posee, con todo su 1 tu11lismo, una energía y una pasión que se 33
destacan precisamente por estar regidas con tanta inteligencia. Ahora bien, si comparamos el arte de la Grecia clásica con el arte minoico o egeo, hallamos una significativa diferencia. Lo mejor del arte minoico posee todas las cualidades que el arte puede tener, menos este consumado intelectualismo. Es difícil imagin(U'se un arquitecto griego que conciba. ni aun por accidente ~ bajo pena de muerte, un edificio de plano tan caótico como el palacio de Cnossos. El arte griego obtuvo algunos de sus triunfos más brillantes en la más rigurosa y seria de todas sus pr · n : la escultura de gran tamaño; y no es casual que, hasta el presente, entre las obras pertenecientes a la escultura minoica sólo se hayan encontrado obras pequeñas. Por cierto que todo arte digno de tal nombre debe ser serio y reflexivo; sin embargo, uno se siente inclinado a atribuir estas cualidades al arte griego y no al minoico. A este arte parecen convenir otros adjetivos tales como brillan te, sensitivo, elegante, alegre, pero no "intelectuar. Esta condición intelectual del arte griego n remite a los helenos, y no sin pruebas. Cuan bajaron de las montañas del norte, no traían consig arte alguno, pero sí traían un idioma y en este idi ma griego -en su íntür.a estructura- se encuentr esa claridad, ese equilibrio y esa exigencia de rig que advertimos primordialmente en el arte clási y echamos de menos en el anterior. En primer término, el gr!ego, como su primo el latín, es un idiom rico en inflexiones, con una sintaxis elaboradfs· y delicada. Cuando más nos remontamos en la hi~toria del lenguaje~ lo más elaborado son las inflexi nes y ( en muchos aspectos) lo más delicado es sintaxis. La sintaxis griega es mucho más varia mucho menos rígida que la latina. El estudiante d
1, nguas clásicas, no tarda en descubrirlo, con alegría · on pena, segun su temperamento. Por consiguien1 está en. la naturaleza del griego expresar con urna exactitud no s6lo la concordancia entre ideas, lno también matices de significación y de senti1 1 ,nto. Pero más cerca de nuestro punto está una >nsecuencia de esto -a no ser que se trate de una usa-: e~ estilo peri~co. Tanto en griego como • latín, s1 una expresion es compleja, por constar una ,o más ideas principales, acompañadas de 1o numero de ideas explicativas o modificadoras, > el complejo expresivo puede formularse, y así hace normalmente, con la mayor claridad en una 1 oración. Esto significa que ambos idiomas pon ~a cualidad señaladamente arquitectónica, ro existe entre ellos una importante diferencia. 1 romanos parecen haber obtenido el estilo perió'O a fuerza de emp~o y denuedo; los griegos ieron con él. No solo posee el griego muchas • 1 formas para deslizarse dentro de una cláusula 1I,ord~ada -1>'.°~ ~jemplo, el -verbo regular griego diez participios ( si he contado bien} y el tres- sino que también se halla este idioma provisto de pequeñas palabras -conjuncionesfuncionan en parejas o en grupos y cuya única es hacer clara la estructura sintáctica. €stas 11 según puede verse, (."Omo hitos indicadores. tor habrá tenido más de una vez la molesta mcia siguiente. Al leer en alta ,·oz una oración l, , llega ~n punto en que. baja la voz, creyenla oracion llega a su termino, pero en ese 11 111 crítico no encuentra un punto, sino un coma o una coma, de modo que tiene que • · r un~ o dos palabras,, retomar aliento y , roaegutt. Esto no le pasar1a nunca en griego l escritor griego habrá puesto al comí~ 3.5
la palabra te, la cual significa: "'Esta oraci6n ( cláusula o frase) va a tener por lo menos dos miembros coordinados, y el segundo ( y los siguientes, si los hay) será una simple adición del primero", o bien la palabra ,nin, la cual significa lo mismo, salvo que esta vez el segundo (y los siguientes) miembros no serán una continuación, sino una oposición. En inglm puedt; .por supuesto, empezar una oración con ·Mientras, por otra parte ... " Pero el griego hace esto con mayor facilidad, por instinto y siempre. No poseemos transcripciones directas de la conversación en griego antiguo, pero hay pasajes, en los dramaturgos y en Platón, en que el escritor se esf"Jerza en dar la impresión del habla improvisada y en ellos no es ucepcional una estructura periódica magníficamente elaborada; pero, aunque no encontremos esto, hallamos un ordenamiento de la oración perfectamente nítido y libre de toda ambigüedad como si el hablante viese en un destello el plano de su idea, y por consiguiente de su expresión, antes de empezar a formularla en palabras. Está en la naturaleza de la lengua griega el ser exacta, sutil y clara. La imprecisión y la falta de claridad en que ocasionalmente suele incurrir el inglés 1 y de la cual a veces sale a flote el alemán, es en absoluto ajena al griego. No quiero con esto decir que no puedan expresarse desatinos en griego, pero el desatino se hace patente en seguida. El vicio griego en lo que respecta al idioma no es la vaguedad o la borrosidad, sino una especie de claridad artificial, un trazo firme donde no hay distinciones.
La mentalidad de un pueblo se expresa tal vez .~s directamente er. .a estructura de su idioma que n cualquier otra de sus realizaciones, pero en toda tbra griega encontraremos esta firme compresión de 1 idea y su enunciado en forma cl,¡u-a y económica. Junto con esta lucidez, poder constructivo y seriei&d, descubriremos también una aguda sensibilid y una invariable elegancia. He aquí el secreto lt• lo que se ha llamado "el milagro griego", cuyo larecimiento -o una buena parte de él- reside n la -fusión de culturas, si es que no también de ¡>ueblos. ·.
l Cuando digo uinglés" DO me refiero a la lengua de Jos empleados, los políticos y la gente importante que envía carta a Tlae Tmle6. En este lenguaje la imprecisi6o Alele ser la cualidad saliente, debido a Al fatigosa pomposidad y
su Infantil complacencia en metáforas tontas. 36
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atenienses, más inteligentes, solían apodar a sus ,cinos "cerdos beocios". Grecia es una región de gran variedad. Las condiCAPmJLO 111 ' tones mediterráneas y subalpina existen a pocas millas de distancia entre sí; llanuras fértiles alternan EL PAIS •'On zonas de abruptas montañas. Más de una eml'rendedora comunidad de marinos y comerciantes llene por vecino a un pueblo de tierra dentro, agri' Dltor, que apenas si conoce el mar y el comercio, un pueblo tan tt:&dicional y conservador como lo son l trigo y el ganado. Los constrastes en la Grecia Tal vez sea ~e el lugar adecuado para consid hoy pueden resultar sorprendentes. En Atenas 1 brevemente la geografía de Grecia. ¿Cuál es la na el Pireo, uno tiene a su disposición -o tenía, antes turaleza del pafs que atrajo a estas sucesivas b,andlalll 1, la guerra- una amplia y moderna ciudad eurode rudos nórdicos, alguna vez de orientales, y qu 11 con tranvías, ómnibus y taxis, aviones que llegan hizo por ellos? on intervalo de pocas horas y un puerto atestado • El lector se hallará sin duda familiarizado co I, buques que se dirigen a los más diversos rumbos: , la configuración general de Grecia -tierra de mo • Egina, al otro lado de la bahía, a la costa oriental. tañas callzas, valles angostos, golfos extensos, es la costa occidental o, a través del canal, a Alejan, sos ríos y numerosas islas-, elevaciones sobrevivi li 1 , a los principales puertos de Europa. a América. tes de un sistema de montañas sumergido, se ' 1 ll'O pocas horas después uno puede encontrarse sugiere una ojeada sobre el mapa de lá penínsu n zonas de la Grecia central o del Peloponeso, donHay unas pocas llanuras, no muy extensas pe 11, en muchas millas a la redonda los únicos caminos extremadamente importantes en la economía y l •• las huellas de las cabalgaduras y el único vehistoria del país. Algunas de éstas son costeras, t Wculo rodante es la carretilla. En Calamata, me como la angosta y fértil llanura de Acaya que traron un grande y moderno mollno harinero, extiende a lo largo de la costa meridional del Golf ,1 que llegaba el grano directamente, por succión, otras se hallan en el interior, como Lacedemo · 1, las bodegas del buque que lo habíá traído. Dos (Esparta); otras quizás casi totalmente aisla ll.1 antes, a menos de veinte millas de allí, babia del mar por cadenas de montañas, como las llanur to hacer la trilla al estilo del Antiguo Testamento, de Tesalia y Beocia. La llanura beocia es e5Jlleclalll n caballos o mulas corriendo alrededor de una 1 mente feraz , y con una atmósfera muy carga circular en un rinc6n del campo y el ahecho t, tuado en el mismo lugar con la infaltable ayuda l El nombre Beocia significa "tierra de vacas·. No e 1, 1 viento. En la antigüedad los contrastes tal vez muy abundantes en Grecia las buenas tierras de pasto para estos animales. fuesen tan grandes, pero Sdn también sorpren1
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!entes. Tr_opezamos con la variedad por doquier y to ,...;t· ., T" constituye. un hecho de gran 51•~1caeton. iene ~an lDlportancia para el desarrollo de la cultura gnega el hecho de que la mayoría de los lados tuviese su franja de llanura fértil, de tierras ,ltu ,1. pastoreo• de laderas boscosas Y d e cumbres :.ufomás en muchos casos acceso al mar. , ,. t td1, .rse que fracasado, pero para ser verdadero este juicio dereferirse no tanto al sistema político como a las ptitudes de la naturaleza humana. Pericles murió pocos meses después, porque no 197
alcanz6 a reponerse de un ·ataque de la peste. Tuct.l dides a continuación, en su modo tan conciso, rind11 un magnífico tributo a este auténtico gran hombr Oponiéndolo a sus sucesores, quienes desoyeron el consejo de Pericles de no extender el imperio duran la guena, ·e hicieron todo lo contrario; llevados la ambición personal y las ganancias particular siguieron una mala política tanto en Atenas 001 mo con los aliados, en puntos que nada tenían qu ver con la guerra, la cuaJ, si marchaba bien, redUJh, daba en honra y provecho para los particular pero, si salía mal, el daño recaía sobre la pólú". Debemos detenemos en otro "debate parlamenta rio". En el año 428, Lesbos se levantó en armas. Esta extensa isla, que tenía por capital a Mitilene, era uno de los pocos aliados "independientes", y la rebelión constituía para Atenas una mortal amenaza. Los de Lesbos habían confiado en la ayuda espartana, pero ésta nunca Degó. El levantamiento fve aplastado, Jos lesbianos quedaron sometidos a la merced de los atenienses. ¿C6mo debían ser tratados? A la Asamblea le correspondía decidir. Ahora ese cuerpo se · hallaba dominado por un curtidor que se llamaba Cleón ( a quien Aristófanes satirizó cruelmente como un payaso violento e igno.. rante). No le faltaban condiciones a este político y sobre todo hablaba bien -aunque no según la tradición de Pericles- pues de otro modo no hubiese influido sobre la Asamblea, pero era un hombre de carácter tosco y mente vulgar. Persuadió a los atenienses de que debían proceder con dureza y aque,. lla tarde fue enviada una nave a Mitilene, cuyo capitán tenía instrucciones de I!latar a todos los hombres y vender como esclavas a las mujeres y a los niños.
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• Al día sigui!?Dte se arrepintieron, considerando 198
el decreto y pareciéndoles injusto matar a toda na pólis y no solo a los culpables." Los enviados de fltilene aprovacharon esta ocasión y, con la a~da algunos atenienses, persuadi~on a_ las autonda1 s de que debía reunir'ie mmed1atamente la amblea. Después de algunos discursos de ambas partes ( ?º •feridos por Tucídides ), se levantó Cleón. Su d1Surso puede resumirse así: 1uel
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• que confirmarme creencia . en .mi Vuestros Este debate no hace mas _...,:i_ un JDJpeno. . no ~ le que una democracia gusto • por diados no se sienten unidos a vosotrohos mostráispor su. a}c,,,~compoder de modo que si a ra "no obt~réis fiU gratitud, sino Jeque ~~=raq: . de debilidad, y otros se vaDUUllll >mo un s1p rebelarse impunemente. De todas las faltas poliposible la r es la incertidumbre. Es mejor tener leyes malas -as, peo b"ándolas continuamente; lo que se resuelv~ 1ue estar cam ~ El ciudadano tardo de ingenio admina vez debe q · él siente contento lstra mejor que el agudo, pues aqud se d modo ' los iscursos e un 1 obedecer a las leyes Y juzga si·L- los discwsos ...&..NAn mientras que éste con ueril onesto .y r·--rias ue como tales debeu ser criticadas. >mo piezas orato q han bierto este debate; sin :tos son los hombres que rea han hecho un luda intentarán probar que los de Mitilene n: · · en vez de una afrenta. La culpa vuestn, pues i~c10 blea deliberante como si fuera una rensideráis una asam _ _.,.i_ más ninesentaci6o teatral. Mitilene os ha ofeuuauo que . . dad. Su rebeli6a ha sido vergomosa, no n· tiene una otra cru su cusa ni justificación. Castiguémoslos como se merece ' '9l'to fue deliberado y solo lo involuntario debe perdonane.ple' ha áJs distinciones estúpidas entre aristócratas y plebeyos ,e unieron a los demás contra nosotros. 1 no hubiese triunfado, ellos hubiesen apro~gúnl o como fracasó, deben pa~r o no os q u ~ con iliado. La piedad debe ejen:erse con los con los 1 enemigos jurados. La moderación debe edan nciliarse con vosotros, no con ,¡ue en el futu~!':to ~ y en cuanto a este tercer imcuyodt>1 11npeno, . . el .J ..- . de la oratoria -y la oratol ¡uellos .Jimento r---•
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ria puede oo?nprarse- dejemos que los oradores hábileil desplieguen su talento en cosas de pequeña importancia.
Un discurso hábil, con ]a dosis de verdad suf· ciente para ocultar, en parte, su haJago a] vulgo y su incitación a la violencia; pero ¿se hubiera atreví Cleón a hablar así en presencia de Pericles? Le respondió un hombre que no se menciona en ninguna otra parte, pero cuyo nombre merece vivh1. como Tucídides lo ha dispuesto: Diodoto, hijo dct tucrates. El ap~nu:niento es hermano de la locura; la pasión, de la vulgandad y de la mezquindad de pensarniento; amboll son enemigos de la prudencia. El que sostiene que los hechOIII no de~n. ser ~estos en discursos es estúpido o deshonesto; estúpido S1 piensa que uno puede ezpresarse de otro l modo sobre el futuro e Jncierto, deshonesto sf deja de defen.i der una causa desacreditada y en cambio trata de confundk a su adversario y a ~ oyentes con calwnnia.s. Los más perversos de todos son los que insinúan que los oradores son sobornados. La imputación de ignorancia puede tolerarse. pero no la de soborno, pues si el orador biunfa. es sospech?so y, si es derrotado, se lo juzga incapaz y deshonesto. Así es como los hombres buenos se sienten acobardados y no brindan a la ciudad su consejo y así es corno el buen consejo, ofrecido con honestidad, ha llegado a ser tan sospechoso como el mal consejo. Pero yo no nte he levantado para defender a los mitilenes¡ ni para a ~ a nadie. No está en discusión su cuJpa. sino nuestros mtereses, y no estamos deliberando sobre el pre,. sente y lo que ellos merecen, sino sobre el futuro, y el modo como pueden semos más útiles. Cleón afirma q matarlos nos será de más provecho, pues escannentará otros que quieran rebelarse. Yo soy contrario a este parecer. En muchas ciudades existe la pena de muerte para distintos delitos. y a pesar de ello hay hombres que los cometen, con la esperanza de escapar de ella. Ninguna ciudad se ha. re~do jamás sin la convicción de que su rebeli6n saldría biunfante. Los hombres tienden naturalmente a obrar maJ, en su vida pública o privada, y las penas cada vez más severas no han logrado impedirlo. La pobreza engendra te200
ridad a travk de 1a aecesidad, y la riqueza engendra snbición a través de la hybm y el orgullo, Y otras situaines de 1a vida despiertan también sus pasiones. La Espenza impulsa a los hombres; el Deseo asiste a la Esperanza; Suerte es lo que más lnc1ta, al brindar a veces &itos oesperados, y as{ anima a los hombres má.~ allá de sus posi,Oidades. Ademú, todo individuo, unido a otros mú, lleva Ideas a los extremos. No debemos. en consecuencia. caer la simpleza de confiar en la pena de muerte, y quitar asl ,,da oportunidad de anepentirse a quienes se han levantado oatn nosotros. Suponed que ahora una ciudad se r e ~ ontra nosotros y que se diese cuenta de que ne puede ~ r en tal caso capituJará mientras pueda pagamos una m• le~izaci6n· pero la política de Cleón obligará a h. ciudad twbelde a ~ hasta el final y a dejarnos solo ruinas. Adenw, en ]a actualidad los plebeyos de ~ ~dades estm bten dispuestos para con vosotros; si los anstocratas se reielan no se unirán a ellos o lo harán de mala gnna. En Miti1"lle pueblo no ayudó a la rebelión, y, cuando obtuvo armas, os entregó la ciudad. Si ahora matáis a los plebeyos. les haréis el juego a los arist6cratas. Yo tampoco deseo que os de~ guJar solo por la compaJ6a. y la piedad, pero os pido que hagáis un jwcio severo los cabecillas y no castiguéis a los demás. ltsta es una política conveniente y una política fuerte, porque el partido ·lile juzga prudentemente a su enemigo es más tem~Je que ,11 que actúa con una violencia rayana en la temendad.
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Se rea1i7.6 Ja votación y ganó Diodoto. En seguida enviaron otra galera con premma, para que o enc.'Olltrase la ciudad ya completamente destruida, pues 1 primera llevaba un dia y una noche de ventaja. Los endos de Miti1ene la abastecieron de vino Y p ~ ara la tripulación y les prometieron grandes recompensa.~ s1 ,gaban antes que la otra. La tripulad6n ~ suma ~ • -ocia, comiendo mientras remaba y dunnicndo por ~ omo no tuvieron viento de frente y como 1a primera babia uvega.do sin ap~uramiento debido a la triste misi6n que llevaba. la segunda llegó cuando Paques ( el capit.6n atelt'DSe) había ya leído el decreto y se disponía a ejecutado. 1 se libró Mitileoe de la destrucción.
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~ste debate, sus circunstancias y sus resultad sugieren muchas reflexiones: sobre ]a ferocidad • pero e Uos resolvieron intentar la c n y a erarse de la ciudad de com' pensando que dte era el mejor método p UD acuerdoc hicieron una pmclama según la cual todo . or consiguiente ser aliado de los beoc""' d rdo aquel que q u ~ nal tra· --. e acue con los usos tradicioiese sus armas y se uniese a ell es, Cuando los pla . os. la ciuda..1 fue tenses supieron que los tebanos estaban en u, ron presa del te Co en la oscurida..1 · · rror. mo no podían vedas u, imagmaron que sumaban más en realidad eran, y aceptaron su petición sin q_ue ~ que que los tebanos no hact'an viol enc1a . a nadie presístencaa. ya · estahan en tratos com roba . ero, mientras chos, y pensaron • u p ron que aquéllos no eran mumayoría de los ~ : ~ n vencerlos fácilmente. pues la con At D fd. no deseaba abandonar su alianza . enas. ec1 ieron hacer una tentativa Em redunuse, después de hacer huecos en las par.e d e s ~ por e .sus casas• de modo que no fuesen vistos desde m eras fuera. pusieron carretas atravesadas en las call viesen de trincheras f! hicie" es para que les sir. . ron otros aprestos Cuando estu VJeron listos, ~yeron sobre Jos..tebanos antes· del ama • s cuales se vieron en dew ta'necer, lo en una ciudad _..._ en ,.... puesto que se hallaban ....u .. na. Cuando los tebanos ñados estrecharon filas com . Probaroo que habfan sido enga' e mtentaron rechazar el ta o tres veces tuvieron éxito 1 a que. Dos al ' mas os platenses los acometieroo con gran esttépito esclavo, desde Y m~ tiempo las mujeres los ,_.1__ techos. chillando e insultando les .. p-.ma,i y teioic • -·-,-· hannoche de incxi;' Y una espesa lluvia cayó durante toda la que los tebanos fJiemn presa del pmúco h • ~ ur_eron· por toda la ciudad. Pero muchos de ellos no la ir U:·la la ~dad Y el barro, no sabfan ad6nde ~ uel yona encontró la muerte. Un platense cerró por donde habfan entrado los enemi .,1,___ do P e1 mango de una jabalina como tran gos. UUIU.iW ese lado no podían escapar Al ca. de modo que por salta · gunos treparon a las murallas y ro~; muchos de ellos fueron aniquilados en esas cunstancias. Unos pocos huyeron por una salida . clrpues una mujer les dio UD hacha con que cortaroosmelguardas. Los más fueipn a parar todos juntos a un edificio
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uvas puertas estaban abiertas, y ellos creye~ que por ,111 se llegaba al exterior. Viendo entonces los platenses trapados a sus adversarios. deliberaron si pegarían fuego 11 edificio y los quemarian donde estaban; pero por fin 1ceptaroo la rendicioo incondicional de éstos y de otros tebanos que andaban por la ciudad.
Estos desdichados fueron utilizados como rehenes para obligar al ejército tebano sitiador a que abandonase Platea; luego los mandaron matar sumariamente. El consejo más prudente de Atenas llegó demasiado tarde. El fin de esta historia y el fin de Platea puede ser contado en forma breve. La ciudad fue bloqueada par los pelopanenses. Al promediar el sitio, una parte de los habitantes huyó audazmente a través de las líneas enemigas y se refugió en Atenas. Por fin, el resto se entregó, con la condición de que "aceptarían a los espartanos como jueces. quienes castigarían a los culpables, sin cometer nada contrario a la justicia". La concepción espartana de la justicia consistía en preguntar a. cada platense en particular si durante la guerra actual habia hecho algo para ayudar a Esparta o a sus aliados. Un vocero platense señaló que no tenían par qué haberlo hecho, pues ellos tenían un tratado de alianza con Atenas; recordó los notables servicios que su ciudad prestó a Grecia durante las dos guerras médicas y un servicio posterior prestado a Esparta; advirtió también a los espartanos que incurrirlan en la infamia y el odio a los ojos de toda Grecia, si destruían una ciudad tan renombrada como Pfatea, pero todo fue en vano. Los espartanos repetían su pregunta: "¿Has prestado a Esparta alguna ayuda en esta guerra?"' Los hombres que contestaban negativamente eran ejecutados y las mujeres vendidas como es clavas. "Tal fue el fin de Platea, a los noventa y tres años de su alianza con Atenas."
. Tudd~des, clcií~radan_iente, describe este cpis~ d10 homble a contmuacion del de Mitilene. El con~ trac:te es notable. En Atenas, había podido escucharse una ,·oz lmmanitaria, tanto en la ..\samblea como en el teatro. Esparta no tenía poetas por entonces. Es probable que este trato de los espartanos con l~s platenses movió a Eurípides a escribir su And~omaca, una tragedia sobre la esposa de Héctor cautiva, que el poeta convierte en un vehemente ataque a la crueldad y la doblez espartana. Sin embargo,. hast~ tal punto los atenienses se entregaron a ~ filo~of1a de la pura fuerza que ellos mismos, unos diez anos después, cometieron un crimen peor, cuando atacaron a la neutral e inofensiva isla de Mel?s. y mataron o esclavizaron a sus habitantes. Tucidides, de un modo antihistórico, expone en forma de diálogo los resultados políticos y morales que se deducen. No hace ningún comentario pero pasa inmediatamente a la locura, tal como él l~ veía, del desastroso ataque ateniense a Sicilia. Tuddides, co~o la mayoría de los artistas griegos, es interpretativo, no representativo, y expresa sus pensamientos más profundos en la disposición arquitectónica de su material.
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CAPÍTULO
IX
LA DECADENCIA DE LA "PóLIS''
La guerra del Peloponeso significó virtualmente el fin de la ciudad-estado como una fuerza creadora que adaptaba y conformaba la vida de todos sus miembros. Durante el siglo IV Grecia se desplaza con firmeza hacia nuevos modos de pensar y de vivir. Tanto fue as{ que a los nacidos a fines del siglo la época de Pericles debió parecerles, desde el punto de vista intelectual, tan remota como a nosotros la Edad Media. La historia política de Grecia durante este siglo es confusa, tediosa y deprimente. Un brevísimo resumen será suficiente. Esparta había ganado la guerra, no tanto debido a su propio esplendor, sino a los errores de los atenienses y a que tuvo más suerte que Atenas en obtener la ayuda persa, cuyo precio fue el abandono de Jonia. Lo que Atenas y Esparta juntas habían ganado a Jerjes, Atenas y Esparta en guerra se lo devolvieron a Artajerjes. El Imperio ateniense llegaba a su término, pero la "liberación• prometida por los espartanos hacía añorar a muchos griegos la "tiranía.. ateniense, pues implicaba casi t?n todas partes la imposición de oligarquías, con un ~obemador espartano para mantener el orden. Es .·n este período cuando vemos a Esparta mostrar , 1 peor aspecto de su carácter. El espartano no aprendió nunca a conducirse en el extranjero. En 209
im patria, era por fuerza obediente y frugal; en el extranjero, no se le podía confiar mando o dinero. La "'libertad.. que ahora imperaba en Cr~ia era la libertad que tenía Esparta de provocar a quien Je pareciese. La verdadera beneficiaria de la gue era Persia; había recobrado Jonia, y Grecia desuní jamás podría rescatarla. Por consiguiente, todOll deseaban la plena autonomía de cada ciudad helena, Lo deseaban los mismos griegos y, además, Esparta, y Persia. Entre las oligarquías establecidas o sostenidas por Esparta hubo en Atenas un grupo cruel y sanguinario, conocido por los "'Treinta·, dirigido por un tal Critias, que había sido compañero de Sócrates. Gobernaron por el terror unos pocos meses, pues la oligarquía no podía durar mucho tiempo en el Ática. La democracia fue restaurada, v con un valor y una moderación que compensó u~ tanto la locura y la ocasional violencia que ella había mostrado durante la guerra. Es cierto que esta democracia restaurada fue persuadida, en el año 399 a. C., de que había que condenar a muerte ~ Sócrates, pero éste distó mucho de ser un acto de brutal estupidez. Recuerde el lector Jo que había visto y soportado el jurado que juzgó esta causa: su ciudad derrotada, maltratada y desmantelada por los espartanos; la democracia derrocada y el pueblo asolado por una cruel tiranía. Piense que el hombre que causó más daño a los atenienses v prestó más importantes servicios a Esparta fue el aristócrata ~teniense Alcibíades y que éste habu,. sido compañero permanente de Sócrates y que el temible Critias había sido otro. Piense que, aunque Sócrates había sido un ciudadano eminentemente leal, resultó también un franco critico del principio democrático. No es de sorprender que muchos atenienses simples pensaran 210
que 1a traición de Alciolades Y la furia oli~árquica de Critias y sus secuaces fuesen consecuencia. de la nseñanza de Sócrates. y no pocos que atribuían no sin razón las calamidades de 1a ciudad al derrumbe de las normas tradicionales de conducta y moralidad achacaban parte de la responsabilidad a] inter:ogatorio rontinuo y público sobre t~o lo existente que formulaba Sócrates. En tales cucunstancias, ¿habría sido hoy Sócrates absuelto por ~na encuesta popular del tipo de la de Callup, especialmente después de su intransigente def~nsa? Dudamos que las cifras le hubiesen favorecido ~ ; '-?1 total de 60 sobre 501. La pena de muerte que Slgtll~ dependió en gran parte de él mismo; se rehusó deliberadamente a proponer el destierro y, tambi~. en forma terminante, se negó a ser sacado de la p11S16n. Nada es más sublime que la paciencia de Sócrates durante y después del juicio y esta sublimidad no debe ser dramatizada representando a Sócrates como una víctima del populacho ignorante. Su muerte fue algo así como una tragedia hegeliana. un conflicto en el cual ambas partes ti~en su der~. El dominio de Esparta no duro mucho; su violencia despótica suscitó con~a ella una coalición de otras ciudades cuya lucha se conoce como la Guerr~ de Corinto. La paz se restableció en 387 en _la d~cbada forma de un edicto del rey ~e Persia, ~ el cual, una vez más, todas las cmdades _gnegas debían disfrutar de autonomía. Las tres cmdad~ rincipales eran ahora Atenas, Esparta Y Tebas; ~os cualesquiera de ellas estaban dispuestas a unirse para impedir que la tercera llegase a ser demasiado poderosa. Atenas se reponía lentamente, en lo económico y en lo politico. Incluso llegó a formar una segunda Liga; tan necesaria era para los estados egeos alguna forma de autoridad central. En 211
371 ocurrió un acontecimiento que sacudió a Grecia hasta sus cimientos. Tebas derrotó al ejército espartano en abierta lucha en Leuctra. Había en ese mome~to aJgo que era raro en Tebas, dos hombres de gemo, Pel6pidas y Epaminondas, y estos hombres habían inventado una nueva y audaz táctica militar. En lugar de formar la infantería pesada en una hilera de ocho hombres ( con la caballería y los guerrilleros en los flancos), ellos reducían un aJa v el centro y formaban la otra ala con una profundídad .extraordinaria de cincuenta hombres. Esta masa de infantes, actuando c.-omo un scrum de rugby, se abría paso por las filas espartanas por su propio peso Y así sucedió lo increíble. Pero Tebas no tenía uu~ nueva idea política para ofrecer. Epaminondas se encamin6 cuatro veces a1 Peloponeso a fin de crear oon~a Esparta, una nueva póli, centralizada con Jo; habitantes de las montañas de Arcadia. En la última campaña gan6 otra batalla campal en Mantinea pero pereció en ella, y se derrumbó preeminencb de Te~. Había dado a Esparta su merecido, pero a Grecia no le convenía este tipo parciaJ de justicia, pues por el. norte surgía una amenaza inesperada. Macedonia nunca había sido considerada como ~eneciente ~ Grecia. Era un país agreste y priDUtivo, precanamente unido por una familia real con pretensiones de ascendencia helénica -proclamaban tener por antecesor nada menos que a Aquiles- Y poseía una corte que llegó a ser Jo bastante civilizada como para tentar a Eurfpides hacia el fin ~e su vida. En 3.59 a. C. llegó al trono Filipo II mediante el procedimiento habitual, una serie de asesinatos !amiliares. Era ambicioso, enérgico y astuto. Hab1a pasado parte de su jUYentud en Tebas Y allí pudo ver c6mo se había debilitado Grecia, ; también aprendi6 algo sobre las tácticas militares 212
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Pe16pidas. Las adopt6 y las perfeccionó; y así ació la famosa falange macedonia que dominó el -ampo de batalla hasta que fue batida por la legión omana. El designio del joven Filipo era clomiuar ol mundo griego, con Atenas si era posible, sin ella li era necesario. Mirado superficialmente, esto parecía imposible. Macedonia estaba amenazada desde el noroeste por las salvajes tribus ilirias; era un país atrasado; est...ba separada del Egeo por un circuito de ciudades griegas y la escuadra ateniense era insuperable otra vez. Pero Filipo tenía grandes ventajas. Entre ellas el amplio material humano disponible y una mina de oro recién descubierta, pero, junto con esto, contaba con otros recursos que están siempre a favor del aut6crata: el secreto, la rapidez y la falta de escrúpulos. Trató con los ilirios y aseguró así las espaldas de Macedonia en muy poco tiempo; se apoderó de la ciudad griega de Anfípolis, la cual hubiese obstruido su paso hacia el sur. Anfípolis era la colonia ateniense que Tucídides no había podido defender frente a Brasidas; Filipo, naturalmente, la conquistó solo para evitar disgustos a los atenienses; pues se la entregaría en seguida o dentro de poco. Estuvo atento a otras ciudades griegas, especialmente a Olinto. Esta ciudad había sido el centro de una formidable confederación, pero Esparta no gustaba de las confederaciones. Al disolver la Liga olintia, facilitó las cosas para Filipo. Comienza ahora un largo y trágico duelo entre dos grandes figuras de la política en el siglo xv, el propio Filipo y un ciudadano ateniense, un escritor profesional de discursos, un patriota formado en Tucídides, quizás el más grande orador de todos los tiempos, Demóstenes. Advirtió el peligro, un tanto tardíamente, y no en toda su magnitud al principio, pero al fina] lo vio y, en discurso tras discurso, con 213
creciente desesperación, rogó a los atenienses que adop~ una firme actitud. La Atenas de] 350 for. ma un triste contraste con la de] 450. Entonces las fuerzas atenienses estaban en todas partes, sus ciu.dadaoos dispuestos a cualquier sacrificio; abo~ Den:ióstenes tenía que suplicarles que defendier sus mtereses más vitales, e implorarles que enviasen una fuerza, integrada al menos en parte, por ciucla.. ~os -pues ya era común el empleo de mercenanos- Y obligar aJ ejército a permanecer en el lucra!' de ~ guerra, para que no se fuera a cualquier ,~a tegi?n a una campaña más lucrativa. Tenía que pedir~. que no enviasen más ejércitos "nominales·, COnstitu1dos po~ un general comisionada para emplear mercenanos, los cuales con cierta frecuencia s~ quedaban sin paga. "Vuestros aliado$, expresa, tiemblan de pavor por esta clase de expediciones "' Pero Jos atenienses no ~tabao dispuestos a ver J~ verdades desagradables y sí a creer a Filipo ·-"os aseguro que es mi última exigencia"'-; dispuestos 1a creer a. los prudentes ministros de finanzas, v a os consejeros menos honestos
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