KIT BÁSICO DE SUPERVIVENCIA EMOCIONAL
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KIT BÁSICO DE SUPERVIVENCIA EMOCIONAL [Autor: Antonio Galindo]
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Prólogo Nos encanta tener problemas –depresión, estrés, falta de motivación o de entusiasmo, apatía, frustración- y, si son espectaculares y nadie más los tiene, perfecto. ¡Ya has conseguido lo que querías! Como no te permites hacer lo que verdaderamente quieres con tu vida y ser tú mismo/a, como crees que eso es imposible, te has de inventar problemas para llamar la atención. Tenemos dos alternativas: o te llamas la atención a ti mismo/a –realizas tus deseos y te enfocas en tus objetivos- o tiendes a llamar la atención de los demás. Para mí es casi una ley de la vida. La vida consiste en darte tú la importancia o que te la den. Cuando tú te la das, puedes conseguir lo que llamaremos autonomía emocional. Cuando necesitas que te la den te conviertes en un esclavo/a, dado que dependes de que otros te la den. Nos encanta tener problemas. En este libro se te dan muchas soluciones para enfrentarte a esos problemas pero te avanzo una cosa. No creerás que tus problemas tengan solución. ¿Sabes por qué? Porque si solucionas tus problemas se te acaba el cuento, ¿con qué nos vas a impresionar ahora?, ¿qué historia te habrás de inventar para que tu vida tenga salsa, para que puedas contar algo a tus amigos? Parece que hablo de un , ¿no es verdad?, pero tú te mueres de ganas de que tu vida sea un en toda regla, que venda más capítulos que la serie de televisión más cotizada. En este libro voy a contar que no quieres resolver lo que te produce malestar emocional, que no te da la gana. Sí, soy claro. No quieres resolverlo. Leerás –por lo tanto- este libro, como de reojo, con un pie dispuesto a saltar. Cuando escuches lo más mínimo que te guste, ¡zas!... Dirás que estoy exagerando, que es difícil y que no tiene solución. Y lo exagerado es que no veas lo que hay detrás de tus problemas: te lo digo para avisarte de lo que voy a contarte en el libro. Detrás de tus problemas está que eres tan manipulador, que eres tan rígido, apegado, egocéntrico y
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soberbio que no te da la gana dar tu brazo a torcer y reconocer que quizás podrías cambiar la manera de ver lo que te pasa. La causa de tu malestar emocional eres tú y no lo que te sucede. ¿Te hemos de tirar a la basura, entonces? No eso sería otro problema más. Hemos de revisar tu manera de pensar y de enfocar lo que te pasa. Nada más. Pero creo que no estás muy dispuesto a pensar que has estado haciendo algo que no te llevaba a donde querías. Y yo te digo: lo que es difícil es vivir como vivimos –esclavizados, dependientes, creyendo que los demás nos fastidian, tristes cuando estamos solos, necesitados de compañía, de afecto, de ternura-. Somos como mendigos que buscamos que nos quieran. Esta es la causa de la infelicidad: que crees que necesitas que te acepten, amen o te reconozcan. Mentira. Nadie necesita que lo acepten. Lo que necesitas es aceptarte tú. Y si como consecuencia de ello la gente te acepta, con eso que te encuentras de regalo. El regalo no es el amor de otros sino tu propia aceptación. Desde mi punto de vista, el resto es escribir la carta de los reyes Magos ilusionado con que te traigan un saco lleno de caricias y abrazos de tus amigos. A lo mejor dirás que no te crees nada de esto. Perfecto. Eso significa que no tienes tantos problemas como parecía. Que tienes claro lo que piensas, y eso es importante. Entonces encontrarás en estas páginas situaciones que a ti no te afectan pero que puedes ver cómo afectan a los demás, ¿o no tienes curiosidad por saber cómo se amarga la vida la gente? Si te relajas quizás puedes hasta tomarle gusto. Personas que sufren, que no saben cómo salir de los líos en los que se han metido, chicos y chicas que no consiguen lo que quieren, celos, envidias,… ¿Te parece un buen plan para animarte a leer? Podrás ser testigo de lo que a otras personas les preocupa, como en la televisión…
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Si te seduce mi propuesta, entonces, acabas de descubrir que tienes un problema: te encanta observar los problemas de los demás. El autor www.asesoresemocionales.com
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Introducción Tras varios años de experiencia con personas de todas las edades en sesiones individuales, en cursos y en grupos de inteligencia emocional he ido reuniendo casos, situaciones y problemas que ponen de manifiesto cómo a veces, nos hacemos la vida imposible sin darnos cuenta. Curiosamente los adolescentes y jóvenes han reaccionado muy bien al tipo de trabajo en el que creo y que comparto en estas páginas. Mi punto de partida es éste: que si hemos conseguido estar mal también conseguir estar bien. Para ilustrar mis ideas utilizo una determinada metodología. Como asesor emocional e investigador de cómo podemos llegar a ser nosotros mismos, las técnicas e ideas que maneje constituyen una de los conflictos emocionales que te preocupan. Por lo tanto, lo que planteo a lo largo del libro son sugerencias y pautas de acción que otras personas han utilizado y que, en muchos casos, dicen que les han funcionado. Personalmente no creo en los milagros ni en las soluciones mágicas. Mi intención al compartir contigo el método de trabajo que empleo es que tú mismo/a descubras qué te va bien, qué te funciona y qué te da resultado. Y las cosas que no te funcionen, a la papelera. Cada persona es responsable de saber cómo puede y quiere sobrevivir emocionalmente. Experimenta contigo. Creo que ésta es la clave primordial. Pero tampoco te conformes con que lo que hoy te funciona, tienes que funcionarte siempre. Kit básico de supervivencia emocional está dividido en dos partes: La primera, más corta, pretende ser un recorrido por la utilización de las emociones, que hacemos cotidianamente. El mensaje básico de esta parte es que las emociones de corte negativo surgen como resultado de que las cosas no nos salen como queremos. Se entregan las armas para desentrañar este proceso, describirlo y determinarlo. Con ello presentamos la base de lo que llamaremos
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supervivencia emocional, es decir, situaciones antes las que se hace difícil sobrevivir de una manera estable si no es a costa de que, lo que nos rodea, sea como queremos que sea o que las personas se comporten como queremos que se comporten. Evidentemente esto es algo que proponemos cambiar o ir más allá. Sencillamente hacemos esta presentación con el objetivo de situar la causa del malestar emocional de hoy en día. La segunda parte es aplicada y contextual. Da soluciones concretas a lo que se describe como malestar en la primera parte. Propone un modelo sistemático de supervivencia emocional pasando por las diferentes situaciones de la vida que he extraído de casos reales (familia, estudios, tiempo libre, amistades, pareja, trabajo, enfermedades y muerte de otras personas). Se respeta un esquema básico de redacción en donde es la situación (ejemplos concretos) la que sirve para desarrollar la propuesta de soluciones. La conclusión será la de disponer de un pequeño manual, a modo de Kit, que reúna los elementos mínimos precisos para abordar y afrontar situaciones en las que las personas sienten que han perdido el control emocional y les sobreviene la necesidad de pasar a la acción para restablecer la serenidad personal. Cada capítulo de la segunda parte te ofrece una pequeña prueba para que midas tu capacidad de supervivencia emocional en ese tema. Así podrás determinar el grado de dependencia o autonomía emocional que tienes ante cada ámbito de la vida.
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LAS EMOCIONES CÓMO FUNCIONAN Y CÓMO SE ALIMENTAN
I. ¡Doctor, doctor, devuélvame mi depresión! Aunque a primera vista pueda parecer que todo el mundo quiere gozar de bienestar emocional, que lo lógico es tender a sentirse bien y buscar el equilibrio, mi experiencia con clientes es, a veces, todo lo contrario: en infinidad de ocasiones, más que estar bien lo que buscamos es llevar la razón, tener el poder o salirnos con la nuestra. Y a eso le llamamos bienestar. Pienso que las crisis emocionales reflejan, en el fondo, que nos encanta estar mal, que éste es nuestro firme propósito aunque pueda parecer mentira. ¿Para qué? Para llamar la atención de los demás y la nuestra propia. Se trata de un mecanismo de desvío de la atención pero sin dejar de llamarla: Las cosas no son como yo quiero
Me siento mal
Pienso que mi problema no tiene solución (porque la única solución en la que creo es que todo siga como antes, pero ya nada es lo mismo). [Cuadro 1 Nos encanta quejarnos y estar mal.]
Imagina que se muere el padre de un amigo. Tu amigo se siente fatal. Y como la muerte no tiene solución que tu amigo quisiera –que resucitara- se aferra al sufrimiento, piensa que la vida es injusta y no percibe que la solución no está en que el padre vuelva a vivir, sino que –tarde lo que tarde en aceptarlo—habrá de vivir la vida sin él; se dará cuenta de que ahora las condiciones han cambiado y
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que puede reorientar sus movimientos sin el apoyo del padre. Cueste lo que cueste es lo que hay. Creo que tenemos incapacidad para aceptar lo que sucede, para pensar en estrategias nuevas para abordar las situaciones que va planteando la vida. Las primeras soluciones que se nos ocurren cuando tenemos una crisis o problema suelen ser siempre retomar y volver a lo que ya teníamos. O sea, nos creemos que estaremos bien consiguiendo las condiciones del pasado –la seguridad- y, sólo después, se nos empieza a ocurrir que podemos cambiar algo. El cambio no es algo para lo que estemos preparados. Mi idea es que solemos vivirlo como un mal que tenemos que soportar. La sociedad de las emociones ¿A qué solemos llamar ? A conseguir lo que quiero y, cuando no es así, me siento desgraciado y mi autoconcepto se pierde, se desvanece, no sé quién soy. ¿Por qué? Porque he condicionado mi a conseguir las cosas que quería. Y, si no se producen, si no las consigo, entonces me parece increíble que pueda estar bien. Por lo tanto, propongo que más que al propio bienestar emocional a lo que, n el fondo, llamo estar bien es a una manera de dependencia de las cosas o de otras personas. Es como si consigo mismo tuviera que ver exclusivamente con el nivel de cosas que consigo, más que con un equilibrio personal en sí mismo. Es más, creo que, más allá de un deseo teórico y superficial de querer estar bien con nosotros mismos, lo que nos hace sentirnos vivos es tener, poseer, lograr cosas o dominar. La esencia de sentirnos bien depende del cúmulo de cosas conseguidas o los caprichos logrados. Y atención, porque pueden sobrevenir las ganas de juzgar este proceso. De sentir que es malo ser materialista o egoístas sin reconocemos esto. Que estoy exagerando, que hay gente que se siente bien aunque no consiga cosas. Que si esto es así no vale la pena vivir la vida, que es muy triste este proceso, que somos demasiado egoístas y que tiene que haber otra manera de vivir la vida. Y la hay,
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más allá de las emociones. Mi hipótesis es que, cuando nos sentimos de una determinada manera –lo cual no es bueno ni es malo- es porque algo no ha salido como esperábamos. Si el ser humano no sintiera emociones, entonces yo estaría de acuerdo en hablar de otra manera de vivir la vida. Lo cual significaría que estaríamos en otro momento de evolución. Pero actualmente esto no es así. No pretendo criticar cómo vivimos sino proponer una vía para conseguir bienestar emocional. Si deduces de mis palabras que soy radical y exagerado, déjame acompañarte en lo que quiero ilustrar. Mi intención es que consigamos manejar nuestras emociones. Pero para ello la metodología que propongo consiste en poner nombre a las cosas –sin asustarnos- para saber verdaderamente qué es lo que nos quita la paz. Creo
que
podemos
gozar
de
autonomía
emocional,
para
sentirnos
emocionalmente equilibrados, debemos reconocer la causa de las emociones. Y voy más allá: no hay emoción que sientas que no tenga que ver con lo que consigues o dejas de conseguir. En tanto que la motivación básica del hombre y la mujer de nuestra cultura occidental es la realización de los propios deseos, la causa de nuestras emociones suele tener forma de caprichos inconscientes y frustraciones al no conseguir nuestro objetivo y desarrollar nuestros deseos. Lo cual no es bueno ni malo, es así. Cómo funcionan las emociones Una emoción se produce cuando algo te impide realizar lo que quieres o te impones hacer algo que tú tenías previsto: ves un perro en la calle –no lo tenías previsto- y sientes miedo porque puede morderte, no te lo esperabas o no te gustan (imposiciones de la realidad que no tenías calculadas y te conducen a tener que decidir algo que no querías en ese momento). Suspendes un examen: te sientes agobiado porque esperabas aprobar y no lo conseguiste. Te deja tu pareja y quizás sientes frustración, ¿por qué? Porque tal vez tú querías continuar y eso rompe tus planes.
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La emoción salta a la luz, surge cuando se nos presenta algo en la vida que es contrario a nuestros deseos y objetivos. Para familiarizarnos con un esquema mínimo de emociones concretas te presento el siguiente cuadro (ver Cuadro 2 en la página siguiente). Está adaptado de las teorías de la medicina tradicional china, un enfoque de la medicina que es holístico, es decir, concibe que la mente, las emociones y el cuerpo físico son , no se pueden separar y se afectan entre ellos. Es más, hay incluso una causa que explica por qué nos sentimos como nos sentimos: son las pautas mentales, los pensamientos e ideas que tenemos de lo que nos seduce. Como verás hay cinco subcuadros que están divididos en tres niveles: mental, emocional y físico. Localiza primero la emoción (el nivel emocional), por ejemplo, la rabia. Así, cada subcuadro te indica la posible causa de la emoción –el nivel mental en el caso de la rabia sería la intolerancia, la impaciencia o la soberbia- y las posibles consecuencias del mantenimiento de esa emoción en el nivel físico (en el caso de la rabia: problemas asociados al hígado, a la vista…). También podrás observar que cada subcuadro tiene un nombre de elemento (fuego, tierra, metal…). Esto tiene que ver con los nombres que los chinos dan a ciertos fenómenos de la naturaleza y que representan grandes ciclos de evolución. Pero más allá de esos nombres lo importante son las emociones, sus causas mentales y sus efectos físicos a largo plazo. Atención a no obsesionarte con los efectos físicos de las emociones. No quiere decir que todos los que tengan rabia vayan a sufrir del hígado. Se trata sólo de una referencia para que vayas familiarizándote con la idea de que nuestras decisiones pueden afectar a la propia salud del cuerpo. Esta idea está cada vez más en boga entre nuestros científicos. También es importante señalar que cada subcuadro indica un aspecto a trabajar. Eso significa que el antídoto para el manejo de la emoción tiene que ver con lo que se te recomienda en ese aspecto a trabajar. Por ejemplo, el aspecto a trabajar y que te recomiendo con la emoción de la ansiedad –cuya causa puede
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ser la indecisión- es la intención. Es decir, tener el firme propósito de hacer algo y, pase lo que pase, ir a por ello.
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FUEGO NIVEL MENTAL: Inconsciencia, orgullo NIVEL EMOCINAL: Aburrimiento, apatía. NIVEL FÍSICO: Corazón, intestino delgado, tiroides, pulso, tacto, lengua, cara, voz, sistema circulatorio, sistema nervioso. QUÍMICA: Vitaminas. aspectos a trabajar: alegría, euforia, deseos
MADERA
TIERRA
NIVEL MENTAL: Intolerancia, impaciencia NIVEL EMOCIONAL: Rabia, cólera NIVEL FÍSICO: Hígado, vesícula biliar, uñas, músculos, vista.
NIVEL MENTAL: Indecisión, duda NIVEL EMOCIONAL: Ansiedad, preocupación NIVEL FÍSICO: bazo/páncreas, estómago, boca, gusto, tejido conjuntivo.
QUÍMICA: grasas
QUÍMICA: Hidratos.
Aspectos a trabajar: creatividad
AGUA
Aspectos a trabajar: Intención
METAL
NIVEL MENTAL: Desconfianza, incomunicación
NIVEL MENTAL: Tristeza, depresión
NIVEL EMOCIONAL: Miedo, frustración
NIVEL EMOCIONAL: Apego, paralización
NIVEL FÍSICO: riñón, vejiga, cabello, huesos, oídos, genitales.
NIVEL FÍSICO: pulmón, intestino grueso, vello, piel, olfato.
QUÍMICA: Agua, sales
QUÍMICA: Proteínas
Aspectos a trabajar: propia sabiduría
Aspectos a trabajar: voluntad
[Cuadro 2 Los cinco elementos de la medicina tradicional china.]
Los peligros del trabajo emocional Primer peligro: que nos sintamos mal –culpables- de desear lo que deseamos Yo no estoy diciendo que hayamos de renunciar a los deseos. Sencillamente propongo que no conseguirlos es lo que produce emociones. ¿Significa eso que, para sentirme bien, tendría que desear cosas? No, pero sí distinguir entre lo que te hace dependiente y lo que no. Es la dependencia la que hace sufrir. Una clave para saber si eres dependiente de un deseo (por ejemplo,
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salir con tal persona) es que, si no lo consigues, te sientes fatal, dudas de ti, crees que no vales nada o que nunca vas a conseguir salir con nadie. Cuando pierdes tu equilibrio porque no consigues lo que quieres, eso es la dependencia. Mi propuesta, por lo tanto, consiste en conocer bien el mecanismo emocional: obsérvate e introdúcete en un proceso de investigación personal para saber qué cosas y circunstancias hacen que tengas emociones. Es muy simple: son tus pretensiones no realizadas que, sin saber bien por qué, no son como tú esperabas y entonces el resultado no te gusta. Como consecuencia de no gustarte el resultado –porque no coincide con lo que esperabas- tienes emociones. Segundo peligro: evitar sentir cuando se trata de emociones negativas El problema aquí está en que desarrolles tu sensibilidad sobre lo que sientes cuando las cosas no te salen como tú esperabas. No es malo sentir, es necesario que no evites observar tu frustración, tu tristeza, tu rabia o alegría. De las emociones no puedes pasar porque son una información fundamental sobre ti mismo/a; te están marcando tu siguiente paso: date cuenta de que los deseos te cobrarán factura si no te detienes y miras si los has satisfecho o no. Tus decisiones futuras dependen de cómo valores el resultado de tus movimientos para conseguir lo que quieres. Tercer peligro: rechazar lo que la emoción significa para ti Toda emoción es una cortina de humo que esconde un mensaje para nosotros mismos. Quien siente aburrimiento quiere permanecer inconsciente de algo; el ansioso, no quiere decidir; el miedoso no quiere desarrollar la confianza… Vivimos en el área de las emociones, en un momento evolutivo e histórico en el que las relaciones se dan en función de querer conseguir cosas, pero no somos claros a la hora de comunicarlas a otras personas.
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Cuarto peligro: jugar un doble juego que se reconoce En nuestra cultura existe un doble juego: de un lado se promueve tener cosas y, de otro, tener cosas lo valoramos como negativo pues choca con la moral de la generosidad, la empatía y otros valores que hacen que nos sintamos culpables. Podemos valorar como egoísta y poco humano pensar sólo en tener cosas o controlar personas pero esto es lo que pasa y no lo admitimos. A mí no me parece ni malo ni bueno. Intento describir una realidad. ¿Por qué, si no voy a sentirme deprimido o furioso si mi pareja se va con otro/a? Pues, más claro, agua: porque no me he salido con la mía y estoy fastidiado. Mi hipótesis es que puedes darle más vueltas pero, al final, encontrarás la misma causa: no reconocemos la verdadera razón por la que nos sentimos mal. ¿Existen realmente problemas emocionales? Las crisis emocionales que más estragos causan suelen tener un denominador común: las cosas no nos salen como habíamos pensado, y no somos conscientes de lo dependiente que somos de ellas. ¿Es malo desear cosas? En absoluto. El malestar emocional no está en desear algo sino en ignorar que estoy condicionando mi bienestar a ello, es decir, que inconscientemente el sentido de mi vida me lo da lograrlo, o sea, que dependo de ello sin darme cuenta. Depender significa que, cuando no obtengo algo que espero me siento perdido, podría llegar a perder el sentido de la vida, me enfurezco y tiendo a decir que no sé vivir sin ello (ya sea pareja, trabajo, dinero, días libres, tabaco o sexo). Y me identifico tanto con lo que quiero que, si no lo consigo, entro en una profunda rabia o en una galopante depresión. O sea que llamados problemas emocionales son, en realidad, adicciones no reconocidas, vicios y hábitos que tienen una gran fuerza dentro de nosotros. Y no los admitimos como tales.
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Muchas personas dicen: a mí me da igual si fulano/a me deja, él o ella se lo pierde. ¡No vayas tan rápido! A lo mejor te importa más de lo que te permites reconocer. La dependencia no se quita por dentro ley. Mi hipótesis es que está muy incrustada en todos nuestros movimientos, tanto, que adopta formas insospechadas de las que luego te quieres arrepentir y quizás sientas, entonces, que es demasiado tarde. Veamos algunas formas e dependencia: o
Carolina siente tanta angustia en su trabajo que necesita urgentemente unos días libres.
o
Antonio se siente relajado en casa cuando percibe un silencio sepulcral.
o
Jaime se siente triste cuando deja a su familia el fin de semana porque ha de viajar por razones del trabajo.
o
Santiago siente rabia porque ha suspendido la prueba de informática y debe esperar un año más para volver a examinarse.
o
lidia no encuentra el trabajo que desea. está desesperada.
o
Paco no puede soportar que Laura le haya pedido dejar la relación.
o
Marta siente un alivio enorme cuando llega el fin de semana porque no tiene que verle la cara a sus colegas de facultad. [Cuadro 3 Formas de dependencia que no suelen verse.]
¿En qué se parecen todas estas situaciones? En que imponen una condición para sentirse bien. Lo cual, insisto, no es ni bueno ni malo. Sólo lo describo. Estoy radiografiando lo que considero que es un proceso inconsciente de dependencia como causa de las emociones. ¿Para qué? Para hacerlo consciente. Y, en la medida de lo posible, aumentar nuestra capacidad de elección.
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Veamos las condiciones de estas personas. En cada caso aporto una posible fuente de dependencia: EMOCIÓN
SITUACIÓN
¿DE QUÉ DEPENDE?
Angustia
en el trabajo
de tener días libres
Tranquilidad
en casa
del silencio
Tristeza
al viajar
de estar con la familia
Rabia
al suspender
de un título
Desesperación
en búsqueda de trabajo
de encontrar lo que le gusta
Agobio
al quedarse sin relación
de tener pareja
Alivio
en el fin de semana
de evitar a los colegas
[Cuadro 4 ¿De qué dependemos?]
Observa que todas las situaciones marcan una condición: para sentir tranquilidad, la condición es el silencio; para sentir alegría la condición es estar con la familia; para sentir estabilidad, un título; para sentir alivio, estar en pareja o evitar a unos colegas… Vivimos llenos de condiciones. Y ello nos hace percibir que tanto la estabilidad, como el alivio, la tranquilidad o el bienestar dependen de cosas externas a nosotros. Recuerda que esto no es ni malo ni bueno. Funciona así, nada más: condiciono mi estabilidad a tener un título jamás es nada estable. Como no es estable otra persona. La reflexión que quiero compartir contigo es ésta: en tanto que percibamos que la estabilidad o el bienestar me lo producen las cosas externas mantendré la tendencia a pensar que, sólo consiguiendo lo que digo que me produce equilibrio – lo externo: título, pareja, trabajo, silencio…- podré ser estable, estar tranquilo o tener bienestar. Y eso es depender de lo externo para conseguirlo. Jamás podrá haber equilibrio en una pareja cuando un miembro percibe que su propia estabilidad se la da el otro. Se le puede llamar equilibrio pero creo
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que es confundir las cosas. Como jamás podrá darte estabilidad un trabajo pensando que es para toda la vida. El equilibrio, la estabilidad, la tranquilidad… pueden tener esa lectura de lo externo pero, que yo sepa, el equilibrio, o es interno, o entonces se llama apoyo. Por eso te propongo que vayamos más allá de esa sensación. Centrémonos en la idea que puede tener nuestra sociedad de que estar en pareja proporciona equilibrio. No es posible que hables de conseguir tu equilibrio condicionándolo a otra persona. Eso no es equilibrio en sí, dado que estás condicionándolo a sujetarte en alguien. Es aparentar que estás equilibrado cuando no lo estás. ¿A quién quieres engañar? Date cuenta de que conseguir el equilibrio a través de otro es un espejismo que te producirá siempre una falsa sensación de estabilidad: porque si el otro no se comporta como tú esperas, te caerás al suelo. Te animo a cambiar el nombre de esta sensación. Más que equilibrio es un robo o una usurpación inconsciente: te aprovechas de lo que el otro te da para sentirte equilibrado, pero, en el fondo, tú sabes perfectamente que no es tuyo. Por eso luego sientes emociones que no te gustan cuando dejas de tener a ese alguien a tu lado: porque se pone de manifiesto que no eres nadie solo, que has robado algo a alguien y, al irse, te sientes traicionado/a, como si te hubieran arrancado un brazo. Se pone en evidencia lo dependiente que eres y esa sensación no te gusta nada y quieres taparla. Porque te compromete a que te busques la vida, a hacerte responsable de ti mismo/a; pero prefieres seguir en la ignorancia, esperando que vuelvan los Reyes Magos para regalarte otra nueva persona sobre la que apoyarte. Y quizás puede volverte a pasarte lo mismo. En el fondo de esta situación está, acaso, que nunca llegaste a estar equilibrado por ti mismo/a y eso, cuando no se hace consciente, es algo que no puedes soportar. Necesitas la droga que anestesie tu sensación de abandono. Quieres recuperar las muletas que sientes que te apoyaron. Y puede que te produzcan provisionalmente la sensación de equilibrio (como quien se pone
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tacones para parecer más alto/a), pero las muletas te hacen dependiente. Te hacen creer que has conseguido el equilibrio cuando, en realidad, lo que sucede es que lo estás obteniendo porque otro (persona o cosa) te lo está dando. ¿Y cómo puedes saber que esto es así? Porque, cuando se va quien estaba a tu lado, sientes emociones que te hacen sufrir, te desdibujas, no sabes quién eres, sientes pena, resentimiento o angustia, o a lo mejor alegría si deseabas que se fuera y no te atreverías a decírselo. En cualquier caso, la ausencia del otro está poniendo al rojo vivo tu dependencia: dependías del equilibrio que te proporcionaba el hecho de que él o ella estuvieran a tu lado.
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II. ¡Ya no aguanto más! Ventajas e inconvenientes de ser dependientes de las cosas, las circunstancias o las personas ¿Es mala la dependencia? No es ni buena ni mala, pero te propongo que la consideres la causa del malestar emocional, siempre y cuando no la hagas consciente te está haciendo creer que el sentido de tu vida, tu autoconcepto, tu valoración personal, tu propia aceptación como persona, no existen si no se dan una serie de condiciones fijas. Si no reconoces la dependencia, sentirás malestar, porque creerás que necesitas muchas cosas –condiciones- para vivir, para sentirte vivo. Cuando sientes malestar emocional esta sensación es sólo un aviso, una alarma de tu dependencia. Ésta te hace creer que las cosas no te salen como tú quieres cuando lo que sucede es que tú no te adaptas a las cosas y estás empeñado en que sean únicamente como tú quieres. Curioso debate, ¿no te parece?: ¿son las condiciones las que han de darse para que tú te sientas bien o eres tú quien, para conseguir bienestar, puede adaptarse a lo que hay? No niego que es importante movilizarte para satisfacer los propios deseos pero cuidado con vivir tiranizados por éstos. Los deseos son un arma de doble filo. Te animo a entender cómo funcionan en relación con las emociones: cuando tienes un arrebato emocional1 te propongo que esta situación tiene ver con que no ves más allá de ti mismo y te empeñas en forzar la situación a tu antojo. A veces puedes tener la sensación de que los hechos siguen su curso independientemente de tu voluntad, que por mucho que lo intentas, no consigues lo que quieres. ¿Por qué? Porque observas lo que te sucede desde un solo punto de vista y no ves más posibilidades.
1 hace referencia a la explosión que tenemos cuando algo nos molesta o nos saca de quicio. Es irreflexivo, impulsivo y automático.
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En igualdad de condiciones externas, no todas las personas que tienen un accidente en circulación valoran de la misma manera el accidente; no todos los que se quedan sin trabajo o no lo encuentran muestran la misma actitud. Quien recibe la noticia de que tiene un cáncer puede actuar de manera más tranquila que quien le diagnostican una bronquitis. Es decir, no todo el mundo siente ni hace lo mismos hechos. Presuponer que todo el mundo encaja la muerte de una madre de la misma manera es desconsiderar el poderoso valor de las actitudes, el precioso tesoro del ser humano. Que haya actitudes diferentes ante los mismos hechos de la oportunidad a los seres humanos de descentrarnos de nuestra manera de ver las cosas y nos brinda la posibilidad de entender por qué hay emociones: su causa son las actitudes y enfoques que las personas tienen sobre los mismos hechos. CONDUCTA
ACTITUD
(Argumentos normativos)
(Emociones y sentimientos) [Cuadro 5 La causa de cómo actuamos es que tenemos unas actitudes determinadas]
Puede parecer que es la sociedad en la que vivimos la que marca y otras condiciones: debo de tener un trabajo, coche y casa a una determinada edad y, si no lo consigo, es terrible y entonces seré un bicho raro. Pero llamo la atención sobre el hecho de que los condicionamientos sociales, existe la decisión personal de todos y cada uno de nosotros: si nos damos cuenta de que estas condiciones – aparentemente impuestas socialmente- puedo elegirlas o no, entonces habré empezado a abordar mi propia autonomía como persona. Por lo tanto y, en términos generales, nadie me impone nada que yo no haya elegido. Sólo que, a lo mejor, no soy consciente de ello. Y precisamente esa inconsciencia es la que hace
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que me sienta mal, porque puedo creerme que no tengo otras alternativas, cuando sí las hay. La necesidad de aprobación es una droga La causa última que explica lo dependiente que somos es que queremos que nos quieran. Y esto en múltiples modalidades; es decir, queremos ser: o Reconocidos o Valorados o Apreciados o Alabados o Considerados o Nombrados o Queridos o Amados
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o Tenidos en cuenta Ya lo tenemos: la dependencia se alimenta de la comparación. Queremos ser iguales a todos los demás porque deseamos ser aceptados por otras personas. Te presento, por lo tanto, lo que llamaré el círculo vicioso de las emociones, que sitúa el malestar emocional como producto de una causa primordial: la necesidad de aprobación y de reconocimiento. Este esquema te plantea que, en la medida en que no necesitarás de la aprobación de los demás, podrías reconocerte a ti mismo y no depender de la mirada de los otros para sentir bienestar. Los números hacen referencia a cuándo se produce cada una de estas emociones o fenómenos en un caso que te plantearé a continuación:
Necesidad de aprobación (1) Venganza consciente
culpa (2)
o inconsciente (4) Resentimiento (3)
[Cuadro 6 El círculo vicioso de las emociones]
Da igual la manera personal de perseguir este objetivo de ser aceptados. Cada cual tiene la suya. Puede ser en la familia, en el grupo de amigos, en la pareja o en el trabajo. Y sentimos que la manera de conseguirlo es comportarnos como lo hacen los demás. No soportaríamos ser diferentes. Ser diferentes se confunde con ser rechazados. Te propongo un caso que te puede ayudar a trabajar tus emociones en tus propias situaciones reales: En un centro de enseñanza, Javier, un joven profesor recién titulado de 23 años, muestra serias dificultades para mantener la disciplina de sus clases de matemáticas. No tiene experiencia docente y, cada vez que realiza una sesión, el ruido que causan los alumnos es ensordecedor para el resto de colegas del centro. El director ha hablado con él para informarle de que la situación no puede continuar así y que ha de tomar serias medidas de control de los grupos de alumnos. Javier, incomodado por el consejo (1), comienza entonces a extremar las normas de la clase (2): envía trabajos adicionales a los alumnos, castiga a toda clase obligándolos a salir más tarde en la hora del patio y hace responsables a todos los alumnos de lo que hacen individualmente cada uno de ellos. Pero con los días las medidas adoptadas por Javier empiezan a tener eco entre los padres de los alumnos y el presidente de la asociación ha solicitado al director que intervenga en el asunto. Javier se muestra cada vez más irritado y le dice al director que está actuando a favor de los padres (3), cuando lo que debería un director es apoyarle a él y no darles la razón a aquéllos. Al poco tiempo Javier empieza a sentirse físicamente muy débil. Se queja de que está muy cansado y llega a ausentarse de clase, obligando a otros colegas a hacerse cargo de su asignatura. Más tarde un médico le diagnostica una anemia severa que ha de empezar a cuidar y, finalmente, la situación llega al extremo de
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pedir la baja. Cuando solicita apoyo psicológico el terapeuta le informa de que tiene todos los síntomas de una depresión (4).
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Discusión del caso Aunque puede parecer una víctima –que no ha hecho nada para merecer lo que le sucede- Javier hace lo que hace porque obtiene algo a cambio. No hay nada que Javier haga que no lleve implícita una intención y un beneficio, por extraño que pueda parecer. O lo que es lo mismo, los conflictos siempre tienen un mismo origen: nuestra manera de responder ante las situaciones, sólo que somos inconscientes de las razones por las que nos introducimos en las complicaciones de las que nos quejamos. ¿Para qué mantuvo Javier una situación como ésa? ¿Cuál fue su margen de responsabilidad? Para empezar Javier sino que creó de alguna manera la situación. La raíz puede hallarse en su necesidad inconsciente de ser aceptado o reconocido (1). La inexperiencia por él percibida puede servir de punto de inicio de lo que luego sucede. La reacción de Javier puede parecer lo más normal del mundo. Pero lo que quiero poner de manifiesto es que, cuando hacemos algo esperando ser reconocidos o aceptados, es cuando el círculo emocional resulta imparable. Es entonces cuando Javier se siente culpable (2) porque cree que no está acometiendo su función como profesor. Pero lo hace de manera drástica, como queriendo compensar su percepción de falta de autoridad y la urgente necesidad de adaptarse al centro educativo. Una medida de este tipo comúnmente no conlleva sino un resultado contradictorio. De hecho –y según se desprende de la narración del caso- lo que intenta que sea un remedio no es bien acogido por los padres de los alumnos. Y lo peor es que Javier no está preparado para asumir las consecuencias de lo que decide hacer. Indefectiblemente toda la culpa no consciente lleva al resentimiento (3). En nuestro caso se sitúa en el momento en el que Javier increpa al director porque no está de su lado. Visto así el resentimiento se alimenta de cierta mezcla de
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incapacidad para tomar las riendas de la situación y exceso de orgullo para reconocer que no le sirvió lo que intentó hacer. Llegados a este punto la reacción básica de Javier es la de justificarse, en vez de actuar correctivamente (que hubiese sido emocionalmente inteligente). Dicho sea de paso, la necesidad de aceptación (1) sigue estando ahí y Javier todavía no la ha visto, con lo que su probabilidad de tomar decisiones de carácter aparentemente irresponsable es muy alta. Depender de los demás nos hace irresponsables ya que esperamos que sean los otros quienes nos resuelvan nuestros problemas. Y tras el resentimiento, la venganza (casi siempre inconsciente). La manera de vengarse de Javier utiliza es autoinfligida y aparece, primero, como un malestar físico (4) y luego en forma de depresión. La venganza no es un concepto malo ni bueno en sí mismo sino un automatismo del círculo emocional cuando no se hace consciente: es sencillamente un mecanismo de expresión que vuelve a abrir la herida de la necesidad de que nos quieran. La rueda a abrir le herida de la necesidad de que nos quieran. La rueda de las emociones se abre y cierra con una causa (la necesidad y carencia inconsciente de reconocimiento) que jamás puede encontrar alivio a través der otras personas. O te reconoces a ti o cavas tu propia tumba si utilizas la aprobación de los demás para sentir bienestar. Como la venganza suele ser algo que, al principio, no se entiende muy bien, paso a darte una serie de preguntas que te darán las pauta de cómo, sin darte cuenta, te puedes estar vengando aun a pesar de que tu voluntad sea otra (ver Cuadro 7 en página siguiente). No te desanimes. Sé crítico/a contigo mismo/a y aprende a no depender de los demás manejando otros mecanismos que no sean la revancha o la venganza. Toda la segunda parte de este libro te ofrece soluciones alternativas que te conducirán a ir manteniendo tu autonomía emocional y mental.
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La venganza es el medio de reacción más automático que tenemos. Veamos algunos ejemplos simples: o
Si alguien no te saluda cuando tú le saludas, tú dejas de saludarle. Si haces eso quizás te estés vengando: te molestó que no te saludará y la causa de no saludarle es tu fastidio y tu intolerancia, por eso te vengas.
o
Si alguien queda en hacer algo –y no lo hace como tú quieres- dejas de contar con él.
En el primer caso una alternativa a la venganza sería preguntarle a la persona >. La venganza es lo contrario de la comunicación y requiere el propio autorreconocimiento. En el segundo caso podrías hablar con esa persona y decirle cómo quieres que te haga lo que estás buscando. La venganza no es mala ni buena. Su peligro está en que nos hace dependientes de los demás sin darnos cuenta. Por eso, para la supervivencia emocional, este libro te propone alternativas no vengativas: no tienes que decidir nada en función de los demás sino en función de ti mismo/a. Esto requiere una práctica y un entrenamiento continuo porque nuestra primera tendencia suele ser la de exigir el . ¿Cómo saber de quién y cómo te has vengado? o
Si has dejado de hacer algo importante para ti
o
Si has tirado la toalla en algún aspecto
o
Si has sido infiel a tu pareja y cómo
o
Has dejado de llamar a alguien por indignación, desidia o desacuerdo con él o ella
o
Has dejado de ir a algún lugar por vergüenza
o
Si desististe en algún empeño por que presentiste que ya no podías hacer nada
o
Si has cortado por lo sano una relación, aun a sabiendas de que no era esa la solución
o
Has hecho daño a alguien
o
Si no hablas con alguien desde hace tiempo (padres, hermanos, hijos. colegas, amigos…)
o
Si no tienes dinero y no sabes cómo conseguirlo [Cuadro 7 Cómo detectar venganzas inconscientes que nos hacen dependientes.]
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Yo/ Claves para reconocer las dependencias emocionales La necesidad de aprobación –cuando no somos conscientes de ella- hace que nos comparemos constantemente: vivimos la necesidad de reconocimiento con rivalidad, es decir, no creemos que haya amor para todos sino que, si mi amigo está con otro amigo, yo sufro porque me comparo y siento que no me querrá a mí. Veamos, llagados a este punto, cuáles son algunas de las condiciones que hacen que nos estemos comparando inconscientemente. Recuerda: cada vez te que te comparas te haces dependiente. Y ello te hace sentir lo que sientes. Aunque el objetivo de reconocer las propias dependencias es que encuentres tus propias condiciones, te sugiero la siguiente relación. Se trata de ideas que pueden ayudarte a encontrar las tuyas propias. En cada una de ellas parto de un caso real e identifico la posible condición o dependencia subyacente y
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elaboro una discusión sobre la misma. Caso 1. Guzmán siente agobio porque no consigue trabajo en tres meses y cree que debería haberlo hecho en ese tiempo. -Condición: Si no he conseguido trabajo a los 22 años no lo conseguiré nunca. -Depende de: la rapidez y el éxito inmediato. Discusión. ¿Quién ha dicho que un trabajo, o se encuentra en tres meses o ya no se encuentra? La emoción de Guzmán esconde eludir su responsabilidad, su rigidez y su tremendismo fuera de lugar. Quizás no se está enfrentando a la realidad. Prefiere concluir que nunca lo conseguirá antes que hacerse responsable de mirar en otros lugares o cambiar de rumbo. Puede estar utilizando su necesidad de ser rápido para esconder que realmente no quiere trabajar y está motivado por el resultado inmediato. Si no, seguirá buscando, intentando descubrir dónde y cómo mejorar. [Caso 1]
Caso 2. Lourdes siente desolación y ansiedad porque no tiene pareja. Tiene 40 años y piensa que ya es demasiado tarde para conseguirla. -Condición: El sentido de la vida es compartirla con alguien. Sin pareja nunca podré ser feliz. -Depende de: estar con alguien para ser feliz y de ser joven. Discusión. Primero, ¿quién ha dicho que la felicidad consiste en estar en pareja? Segundo, ¿quién dice que no la puede conseguir a pesar de su edad? Estas dos fuentes de dependencia, aunque puedan ser comunes, propongo trabajarlas desde la obcecación y el miedo. Hay millones de maneras de vivir acompañado sin tener pareja. Si el sentido de la vida es compartirla, ¿por qué no comparte su vivienda? Evidentemente Lourdes esconde otra cosa tras su condición: quizás no le interesa estar con cualquiera sino con alguien tal como ella lo tiene en su cabeza –obcecación y rigidez-, o no está dispuesta a aceptar a muchas personas y por eso está sola. O tiene un miedo atroz a compartir. Además utiliza como excusa su edad. ¿Realmente crees que eres mayor para algo?... No estoy insinuando que si tienes 40 años empieces a hacer ballet clásico. Pero observa que, en cuestiones afectivas, no hay una edad para nada. ¿Sabes de parejas que se conocen a partir de los 60 años? Pues sí, también existen. Pero Lourdes prefiere evitar reconocer sus dependencias porque probablemente; en el fondo, no quiere pareja, ni la toleraría, ni está dispuesta a aceptarlo. [Caso 2]
Caso 3. Mario siente ansiedad si no resuelta algún chiste o gracia en una conversación; piensa que pasará por una persona aburrida si no lo hace. -Condición: Si no resuelto algún chiste no puedo integrarme en el grupo y no contaré para ellos. -Depende de: ser el centro de atención y gustar a los demás. Discusión. ¿Qué necesidad tiene Mario de ser gracioso si no le sale? La de aliviar un protagonismo que quizás no asume por otros mecanismos y cree que, haciéndose el gracioso, lo conseguirá. Mario puede depender de su vanidad y de la adulación. Su sensación de pasar por aburrido le hace terriblemente manipulador, poco claro y taimado ya que pretende llamar la atención por un medio (chistes) que fabrica, que no le sale de forma natural. Por eso digo que manipula. Es como un títere o bufón que ni siquiera lo es pues ha de fabricarlo. Se compara con otros porque quizás no soporta pasar desapercibido. [Caso 3]
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Caso 4. Ángel se siente culpable de jugar al fútbol los fines de semana porque su pareja se queda sola en casa. -Condición: Si hago lo que quiero soy egoísta y no estoy cumpliendo con mi rol de pareja. -Depende de: complacer a su pareja y sentirse imprescindible… Discusión. ¿Por qué el espacio de pareja se convierte, a veces, en una excusa para renunciar a lo que decimos que queremos? Bajo la falsa razón de la generosidad podemos estar obviando nuestra necesidad personal. Y eso, tarde o temprano, se cobra en forma de resentimiento hacia el otro o desmotivación personal. No es malo ni bueno hacer lo que queremos, ni en pareja, ni en familia, sencillamente porque siempre hacemos lo que queremos por razones que no contemplamos. Acaso Ángel quiere ser imprescindible para su pareja y necesita contarse el cuento de que, si dejará el fútbol su pareja estaría más contenta. ¿Y quién le ha dicho a él, que su pareja quiere que sea él la fuente de su contento? A lo mejor ella es feliz los fines de semana cuando él se va a jugar. La sensación de culpabilidad, de sentirnos egoístas pone sobre la mesa un tema fundamental: hace que nos sintamos mártires, redentores de personas que, gracias a nosotros, son felices… Por nuestra causa los demás se sienten mejor. Como ves, todas estas sensaciones, en el fondo, son tremendamente egoístas… O sea, pretendemos evitar hacer lo que queremos cuando, en realidad, lo hacemos o conseguimos para igualmente sentirnos bien; no por los demás, sino por nosotros mismos. Conclusión: no te asustes de lo que voy a decir. Todo lo hago egoístamente –en el sentido de para sentirme bien yo, sea por la razón que sea- sólo que la palabra egoísmo suena mal e induce a sentirme culpable de ello. Nadie conoce mis necesidades como yo mismo y yo soy el primer interesado en satisfacerlas. Mi felicidad es responsabilidad mía y no de mi vecino. Ser egoísta sólo quiere decir aceptar esa responsabilidad. No te engañes pretendiendo ser generoso/a de manera forzada. Así sólo te convertirás en una persona manipuladora, que exige recibir pero no se lo reconoce. [Caso 4]
Resúmenes de las condiciones y dependencias que hemos tratado en los casos expuestos CONDICIÓN 1. Si no he conseguido trabajo a los 22 años no lo conseguiré nunca DEPENDENCIA 1. Necesidad de ser rápido y tener éxito inmediato
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2. El sentido de la vida es compartirla con alguien. Sin pareja nunca podré ser feliz. 3. Si no resuelto algún chiste no puedo integrarme en el grupo y no contaré para ellos. 4. Si hago lo que quiero soy egoísta y no estoy cumpliendo con mi rol de pareja. DEPENDENCIA 2. Necesidad de estar con alguien para ser feliz y ser joven para estar con alguien. 3. Necesidad de ser el centro de atención y gustar a los demás. 4. Necesidad de complacer a la pareja y sentirme imprescindible.
30 Como puedes observar en la columna de la derecha, es el concepto de necesidad el que da la pauta de las dependencias. Seamos realistas: ¿crees verdaderamente que necesitas hacer algo de lo que en esa columna se expone para estar bien contigo mismo/a? Si vuelves a mirar con detenimiento irás observando que ser trata de exigencias muy estrictas que, quizás, más que necesitarlas, esconden profundas ganas de llamar la atención. Para mí aquí está la clave de las dependencias: que digo que las necesito cuando, en realidad, podría prescindir de ellas pero no quiero dejar de prescindir de las mismas porque, renunciar a ellas, me hace sentir un don nadie. Vayamos a la segunda creencia, por ejemplo; ¿realmente consideras –si es éste tu caso- que, para ser feliz y estar satisfecho/a, necesitas estar en compañía de una pareja? ¿Y que sólo los jóvenes tienen posibilidad de estar en pareja, porque, cuando se llega a una determinada edad, ya no hay nada que hacer? No tengas reparos en observar bien estas condiciones tan exageradas.
Veamos otras exageraciones similares: o
Si no tengo una casa y un piso a los treinta años he fracasado en la vida.
o
Si no salgo los fines de semana no podré ligar.
o
Si no dejo propina no se me atenderá igual la próxima vez.
o
Si no me sacrifico por alguien no estoy demostrando lo mucho que lo quiero.
o
Si me enfado es que soy una persona destructiva.
o
Si no encuentro mi pareja ideal es que no sé lo que es el amor.
o
Si no cuido a mis padres es que soy un mal hijo.
o
Si me va mal en la vida es preferible no vivir. [Cuadro 8 Condiciones que nos hacen dependientes de las cosas o las personas.]
Así
funcionamos,
sacando
de
quicio
las
cosas,
radicalizando,
generalizando, haciendo un drama de asuntos que no son los que son y, de esta manera, nunca llegamos al verdadero fondo de las cosas. Cuando alguien dice que no puede ser feliz si no encuentra pareja… ¿qué está queriendo decir realmente? Mi hipótesis es que tiene que haber un trasfondo. Si no, estarían inevitablemente condenados a ser felices todas las personas que no tienen pareja. Y eso no es verdad: hay personas que no tienen pareja. Y eso no es verdad: hay personas sin pareja que pueden ser felices y otras que no lo son. Pero la causa del bienestar o malestar no es estar en pareja. Como tampoco lo es necesitar ser joven para estar en pareja. Se trata de otra excusa. Estamos escondiendo algo tras esas exigencias. ¿Qué? Tras tus condiciones para sentirte bien, lo que se esconden son tus problemas y carencias personales no resueltos. Y es un problema que así sea porque, mientras no te des cuenta de que escondes algo, creerás que gozar de bienestar es cuestión únicamente de obtener aquello que dice necesitar. Y esto, desde mi experiencia, no es así. Es sólo una tapadera, una distracción, una cortina de humo para no ver lo que hay en el fondo.
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En el siguiente capítulo abordaré cómo, tras el aparente malestar emocional,
escondemos
pequeñas
o
grandes
manipulaciones.
Estas
manipulaciones explican por qué nos sentimos como nos sentimos.
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III. Malestar emocional y supervivencia emocional ¿Tenemos derecho a estar mal? Sí, pero también a estar bien y eso se nos olvida. Estamos tan centrados en lo que nos preocupa que no nos ocupamos de lo fundamental: o Que somos responsables es nuestro y de nadie más. Te fastidie o no, eres tú quien lo tiene. o Que si no haces nada por manejar tu malestar el malestar seguirá. Cuando
estamos
amargados
por
algo,
como
es
una
sensación
desagradable y quisiéramos no tenerla, sin darnos cuenta nos volvemos manipuladores. Manipulación quiere decir que no somos claros y, en vez de detectar lo que nos pasa, exigimos cosas a otras personas y sometemos a las personas a nuestras mortíferas emociones. Estamos tan fastidiados que queremos llamar la atención de otros. Nos volvemos reclamantes, mendigos, necesitados de ayuda y de apoyo, unas pobres víctimas de las circunstancias. Y ambiguos porque no somos claros en lo que queremos.
Manipulaciones, mentiras y el camino de hacerse la vida imposible Tomando como referencia las condiciones que aparecen en el cuadro 8 del capítulo anterior te animo a revisar lo que se esconde tras diferentes casos de malestar emocional. Como irás observando mi propuesta es que las emociones nos informan de lo taimados, falsos, corruptos y poco directos que somos. Como no nos atrevemos a decir verdaderamente lo que queremos, preferimos sentir emociones y manipular. Pero quien se manipula, en el fondo, eres tú porque llegará un momento en el que no sabrás lo que quieres.
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Condición A Si sientes malestar porque… o
Si no tengo una casa y un piso a los treinta años he fracasado en la vida.
…es porque crees que, si tienes el piso a los treinta, es que controlas la situación. Propuesta de problema de fondo No es el piso en si lo que te preocupa sino tu afán de controlar, de conseguir lo que quieres. Eres dependiente del logro.
Condición B Si sientes ansiedad al pensar que… o
Si no salgo los fines de semana no podre ligar.
… es porque quizás no te relacionas con honestidad durante la semana. Propuesta de problema de fondo: No es salir los fines de semana, por lo tanto, lo que te preocupa sino tener trofeos en forma de . Dependes del cúmulo de personas más que la calidad de los encuentros.
Condición C Si te preocupa que… o
Si no dejo propina no se me atenderá igual la próxima vez.
… es porque probablemente crees que es necesario dar dinero para recibir un trato justo. Propuesta de problema de fondo: Tras el dinero lo que puede clamar por salir a la luz es tu necesidad de ser considerado. Porque tú no te consideras a ti mismo y necesitas rodearte de un mecanismo –el dinero- para sentirte tú mismo/a. Depende de comprar la consideración de un camarero.
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Condición D Si te hace sentir inquietud que… o
Si no me sacrifico por alguien no estoy demostrando lo mucho que lo quiero.
… es que tal vez estás dando sin recibir, pero necesitas recibir. Por eso tiendes a pregonar tu acción, para que se note que te sacrificas. Propuesta de problema de fondo: Tras la necesidad de mostrarte abnegado/a para una gran insensibilidad: necesitas grandes sacrificios y cruzadas para que se note que amas. No te enteras de que amar es simple, sencillo, sin ornamentos. Dependes de recibir lo que das y no te estás enterando. Tu amor es condicional y nada gratuito, lo cual no es malo, es tu necesidad. Acéptala.
Condición E Si te preocupa pensar que… o
Si me enfado es que soy una persona destructiva
… es porque quizás crees en la perfección, que existe una manera ideal de ser, cuando el enfado, si es esporádico, no tiene por qué ser destructivo. Propuesta de problema de fondo: Tras tu aparente necesidad de no mostrarte como destructivo/a puede haber una gran irresponsabilidad personal dado que esperas ser perfecto/a para tomar decisiones. No toma decisiones quien es perfecto sino quién está vivo, aun a riesgo de equivocarse. Dependes de tener éxito en lo que haces.
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Condición F Si sufres porque piensas que… o
Si no encuentro mi pareja ideal es que algo falla en mí
… es a lo mejor, porque esperas un ideal que no existe. Propuesta de problema de fondo: Puedes estar ocultando tu horror a aceptar a las parejas con las que has estado o estás y te cuentas el cuento del ideal para nunca llegar a conseguirlo. O sea que, en el fondo, no es verdad que quieras una pareja ideal sino cargarte tus parejas exaltando un amor ideal que no se halla en ninguna parte. Dependes de la perfección para no comprometerte verdaderamente con alguien.
Condición G Si te hace sentir angustia pensar que… o
Si no cuido a mis padres es que soy un mal hijo
… es porque quizás temes que a ti no te cuiden otras personas cuando seas mayor. Propuesta de problema de fondo: Lo que, en el fondo, te puede estar preocupando es que no recibas lo que no estás dispuesto/a a dar en este momento. Dependes de que te ves frágil y eso te hace tremendamente chantajista.
Condición H Si percibes que… o
Si me va mal en la vida es preferible no vivir
… es que quizás no te salen las cosas como quieres, no te conformas porque el capricho te ciega y decides vengarte inconscientemente. Propuesta de problema de fondo: Tras lo mal o bien que te vaya en la vida observa que son tu orgullo o tu soberbia los rasgos que están explicando cómo te sientes. Si eres honesto/a verás que, tras las ganas de quitarte de en medio lo que hay es una intolerancia sublime a que las cosas no te salgan como tú habías pensando y no tienes la humildad para reconocerlo. Dependes de tener razón.
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Resumamos: A. Tras la sensación de fracaso por no tener un piso a los treinta lo que, en el fondo, puede esconderse, es tu afán de control, y no tanto el fracaso por no tener piso. Tu emoción salta porque te fastidia no controlar y no porque no tengas piso. B. Tras la sensación de ansiedad por no salir para ligar lo que puede causar tu malestar es, más bien, que no puedes alardear de la enorme lista de que te exiges conseguir para sentirte bien. Tu emoción se produce porque te fastidia no aumentar la lista y no porque no salgas el fin de semana. C. Tras la preocupación de dejar propina es tu afán de controlar lo que está en juego y no tanto dar al camarero dinero por su buen servicio. En el fondo lo que te preocupa es comprar el trato justo que sientes que no puedes conseguir si no es a través del dinero. D. Tras la inquietud por demostrar amor mediante el sacrificio lo que puede haber debajo es tu necesidad de que se te devuelva lo que das. Eres un chantajista empedernido y lo ves. Y lo que es peor, utilizas el amor como excusa para descubrir tu chantaje. E. Tras la necesidad de que no se note tu enfado escondes tal vez tu intolerancia a los errores de los demás y a los tuyos propios. Ello puede llevarte a crear, poco a poco, una tendencia a no intervenir, a quedarte en la retaguardia, contándote el cuento de que el enfado es destructivo. En el fondo quizás eres muy cómodo/a y te conviene inventarte la historia de que el enfado es malo para justificar tu . F. Tras la necesidad de la pareja ideal puede haber una tendencia a no querer mezclarte con según qué personas y una negativa inconsciente a compartir. Te justificas en el amor perfecto para eludir que no quieres cuestionarte, que no quieres renunciar a tus comodidades de soledad y que tienes un miedo atroz a comprometerte con otra persona.
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G. Tras tu temor a parecer mal hijo por no cuidar a tus padres lo que tal vez está en el fondo es tu temor a no conseguir lo que quieres en el futuro. Si te permitieras mostrarte como realmente eres podrías ver que hay personas generosas que no condicionan cuidar a otros a nada. Pero tú necesitas justificarte porque te sientes culpable de ser egoísta. H. Tras tu angustia porque te va mal y prefieres imaginar la muerte, son tu soberbia o tu orgullo los que están heridos. ¿Todavía no te has dado cuenta de lo caprichoso que eres? Observa cómo el problema no está en que las cosas te vayan mal sino que no tienes el coraje para enmendar tu camino. No eres lo suficientemente humilde como para aceptar tus errores ni lo suficientemente responsable como para cuestionar tus elecciones y tomar otra decisión. Como verás todas estas situaciones de fondo no salen a la primera, no las dejamos ver sino tras un análisis. Lo cual quiere decir que tendemos a actuar de manera encubierta, y ello –como he indicado- nos hace manipuladores. quiere decir que decimos que nos sentimos mal por una razón cuando hay otra de fondo. Manipular no es bueno ni malo, es lo que hasta la fecha hemos aprendido y así hemos vivido años y años: sintiendo que son los demás o las circunstancias las causas de nuestro malestar, sin saber que son nuestras condiciones y exigencias las verdaderas responsables de nuestro malestar y lo revestimos de razones que involucran a los otros. Necesito que me quieran, tener un piso para tener madurez o tener pareja para ser feliz… Mentiras… Cuando reconocemos los verdaderos motivos de nuestras acciones podemos creer – falsamente- que las causas de nuestras emociones son cosas externas cuando, insisto, hay otra posibilidad: son nuestras carencias internas las causas de que sintamos malestar. Y, hasta que no las reconozcamos plenamente, seremos dependientes de conseguir cosas externas para sentirnos bien.
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Cómo funciona la manipulación inconsciente Existe por lo tanto, otra manera de abordar tu bienestar: considerar que, aquellas cosas de las que sientes que dependes, son condiciones que te crees que son necesarias –cuando no lo son forzosamente- y que impones al mundo bajo un falso concepto de sentirte bien. El reconocimiento de que la causa del malestar emocional son tus carencias te convierte en una persona poco clara y, desde este contexto, manipuladora: inconscientemente empiezas a actuar como los niños pequeños quienes, al no conseguir inmediata y directamente lo que quieren, utilizan otras vías para llamar la atención de los padres o los adultos. No pretendo descalificar a los niños, sencillamente llamo la atención de cómo funcionan a veces. Observa el siguiente caso: Jaime, Pedro, Rosa y Carlos son cuatro niños que han acabado de comer en este instante. Son hijos de dos parejas que hoy se han reunido para comer juntos. Por cierto, la comida fue copiosa, abundante y los niños comieron de todo hasta la saciedad. Los padres aún están comiendo el postre pero los niños, que tienen entre 4 y 7 años, se han ido a jugar a otra habitación de la casa. Tras diez minutos de juego los padres escuchan que Jaime está llorando pero no van a la habitación. Cinco minutos después Jaime entra en el comedor, llorando a viva voz. Se acerca a su madre pero esta no la presta mucha atención. Jaime se va un momento y vuelve llorando, esta vez acercándose al padre… Tampoco éste le hace mucho caso, así que, cinco minutos después Jaime se acerca a la madre y le dice: . Su madre, ante esto, presta súbitamente toda la atención a su hijo y le dice: … Y el niño responde: . La madre, toda preocupada, le prepara un bocadillo y se lo da. Cinco minutos después Jaime deja el bocadillo encima de la mesa y se va a jugar otra vez.
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Su madre, enfadada, le pregunta: >. Y él contesta: … y se va. Lamentablemente la madre de Jaime ha caído en la trampa de la manipulación inconsciente de su hijo: Jaime no tenía hambre, sencillamente, como no consiguió llamar la atención de sus padres cuando lloraba, desvió sus esfuerzos hacia un tema en donde la madre sí que le iba a prestar atención: el tema de la comida. Quizás Jaime sabía inconscientemente que su madre reaccionaría ante el tema de la comida. Y precisamente este es el efecto que causó en ella. Enseguida, su madre, se inquietó –quizás se sintió culpable de pensar que su hijo no había comido lo suficiente- y ello causó que se levantara inmediatamente, dedicara unos minutos a Jaime –lo que el pequeño deseaba con toda su alma- y le preparara el bocadillo. Pero la prueba de la manipulación es que Jaime no tenía hambre sino necesidad de ser consolado, cogido en brazos, atendido y, al no conseguirlo con el llanto, utilizó inconscientemente otro mecanismo que le llevó al mismo resultado. ¿Es bueno o malo este mecanismo? Mi objetivo no es juzgarlo sino describirlo. Y además propongo que los adultos funcionamos exactamente igual: sustituimos nuestras necesidades con justificaciones y motivos falsos, bajo una frenética necesidad de llamar la atención de otras personas. Pero el proceso es, en la mayoría de los casos, inconsciente. Si Jaime hubiese tenido palabras para definirlo podría haber dicho a sus padres que necesitaba cinco minutos de consuelo. Pero, al ser pequeño, utilizó otra vía. El problema es que nosotros, los llamados adultos, aun teniendo la posibilidad de utilizar el lenguaje como mecanismo, a veces tendemos a usar vías manipuladoras para intentar conseguir lo que queremos. Es una herencia de nuestro pasado de la ignorancia que tenemos sobre cómo sentirnos enteros y nosotros mismo. Otras manipulaciones posibles serían siguientes: o Para conseguir que tu pareja no salga cuando tú no quieres te enfermas.
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o Para conseguir que un amigo te acompañe, en vez de decirle claramente que te gustaría que te acompañara, dices que se lo pasará, que será bueno para él… o Tu amigo te dice que quiere salir contigo y tú le dices que para qué, que seguro que él está muy ocupado. La verdadera razón es que a ti no te apetece y no eres capaz de decirlo. o Alguien te pide participar en una actividad –salir el fin de semana- y tú dices que hará frío, que lo dejarías para otro momento. En el fondo, no te apetece pero no lo dices con claridad. o Hacer regalos para conservar una amistad que te conviene tener aunque ya no haya amistad.
¿Por qué no somos claros? Porque tenemos que cuando la otra persona nos escuche quizás pueda dejar de salir con nosotros o dejar de contar con nuestra presencia. Como temes perder algo –lo quieres todo para ti- te vuelve manipulador, no lo dices y llega un momento en el que te crees que así son las cosas. Pero las cosas no son así; así las haces tú porque no quieres hacerlas de otra manera, querido manipulador. Propongo que los mecanismos más usuales de intercambio entre adultos son tres: la venganza, el vampirismo emocional –necesitar que nos quieran y sentirnos queridos a costa de los demás- y el chantaje. La segunda parte del libro está repleto de casos y situaciones que utilizan estos mecanismos.
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Supervivencia emocional aplicada Para reconocer, aplicar y explicar cómo funciona la supervivencia emocional en cada uno de los ámbitos de la vida, esta segunda parte del libro utiliza casos y experiencias de una familia a la que irán sucediendo cosas. Aprovecho para presentártelos: Ana y Juan son los padres. Roberto y Laura son los hijos. Ana, la madre, trabaja como directora de promociones en una agencia de publicidad. Tiene 48 años. Juan, el padre, es representante en una empresa de embutidos. Tiene 50 años. Roberto, tiene 20 años, vive con sus padres porque aún estudia. Está en segundo de derecho. Laura tiene 22 años. Ha dejado los estudios de informática para dedicarse a estudiar piano. Está en cuarto y asiste al conservatorio.
Cada tema que trataremos consta de las siguientes partes, aunque hay algunas variaciones en algunos capítulos: 1. Un caso que presenta una situación de emergencia emocional. 2. Las emociones posibles de la/s persona/s que aparece/n en el caso. 3. Discusión sobre el caso. 4. Alternativa emocional inteligente: la segunda oportunidad. 5. Condiciones para la supervivencia emocional. 6. Otros casos y situaciones relacionados. 7. Conclusiones finales.
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¿Hay que soportar a la familia? Supervivencia emocional en: o
Relaciones con los padres.
o
Relaciones con hermanos.
Roberto quiere irse el fin de semana próximo fuera de la ciudad ya se había comprometido con sus padres para echar una mano en la mudanza que realizarán en esa misma fecha: ROBERTO: Papá, unos cuantos amigos queremos alquilar un coche para ir a la costa el fin de semana… PADRE: Uy, recuerda que contamos contigo para hacer la mudanza el sábado. ROBERTO: Lo sé, pero ha surgido este tema y no podré estar… PADRE: Hombre, Roberto, que ya habíamos quedado… Seguro que podéis aplazarlo para el próximo fin de semana. ROBERTO: Papá, que ya no soy un niño para que me digas lo que tengo que hacer, hombre… PADRE: Pues parece mentira que, sabiendo lo importante que es para nosotros, hagas planes cuando ya habías quedado con nosotros. Me parece de una irresponsabilidad alarmante… Te pido que le digas a tus amigos que no podrás ir, que ya te habías comprometido con nosotros. ROBERTO: Ya estás dándome órdenes y comiéndome la moral… ¿Es que en esta casa no puede hacer uno lo que quiere?
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PADRE: Mientras vivas bajo mi techo te pediré que seas fiel a lo que prometes. Si no, tu parte de las cosas se van a quedar aquí hasta que no te las lleves tú mismo a la nueva casa. ROBERTO: Pues haz lo que te dé la gana pero irme, me voy a ir… ya hemos pagado entre todos y, porque mi padre sea un sargento no voy a cambiar de opinión…
Posibles emociones sentidas por Roberto Ansiedad al comentar al padre el cambio de planes. Rabia por no encontrar apoyo inmediato a su idea.
Discusión del caso El tema que se plantea es básicamente la responsabilidad: Roberto cambia de idea respecto del fin de semana cuando otra persona –su padre- contaba con él para hacer la mudanza. No estoy diciendo que a Roberto no se le pueda ocurrir cambiar de planes. De hecho, si se plantea una alternativa que para él es mejor, está en su pleno derecho de dar los pasos para conseguirlo. Pero, al involucrar a otras personas, el tema se complica. Por lo tanto, ¿tiene alguna responsabilidad Roberto en esta situación? Por supuesto, y el manejo de las emociones propuestas (ansiedad y rabia) pasa por reconocer y saber utilizar esta responsabilidad. 1. Si se ha comprometido para hacer una mudanza no tiene por qué extrañarse de que su padre piense que haya de cumplir su palabra. 2. ¿Por qué paga el alquiler del coche antes de consultar con quien se había comprometido –su padre- sobre la posibilidad de un cambio de planes? 3. Si, por encima de todo, le urge irse con sus amigos, puede expresar su necesidad al padre para encontrar una vía de solución que beneficie a
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todos. Pero Roberto no aborda el tema directamente por posible temor a no conseguirlo. Manipula inconscientemente.
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La segunda oportunidad ROBERTO: (antes de pagar el coche de alquiler): Papá, ya sé que me he comprometido el fin de semana a apoyar en el tema de la mudanza, pero me ha surgido la posibilidad de una salida con mis amigos y quiero ver la manera de poder marchar sin causar perjuicio en el traslado. PADRE: Roberto, te comprometiste y ahora ya es imposible. Habrás de quedar otro fin de semana con tus amigos… ROBERTO: Yo podría dejar recogidas mis cosas y te propongo que antes del sábado, empaquetemos lo más duro, pero el fin de semana quiero irme. PADRE: Hombre, Roberto, lo más importante es el propio día de la mudanza… ROBERTO: ¿Qué es lo que más te preocupa de ese día? PADRE: Tiene gracia… Pues qué va a ser… Controlar todo, que todo se vaya en el camión, que no rompan nada… Y yo ya estoy muy mayor para tanta historia. ROBERTO: Puedo, en último, decirle a Luis Miguel (un amigo que la familia conoce) que venga a supervisar todo eso. PADRE: Claro, pero tú a lo tuyo… No piensas nada más que en ti. ROBERTO: Es muy importante para mí irme el fin de semana. Y el resto creo que tiene solución. PADRE: Eres tan egoísta… ROBERTO: Creo que, ante todo, estoy pensando en mí, pero también me preocupan tus necesidades y que el sábado no es un buen día para que yo me vaya. Pero seguro que, si buscamos soluciones, las vamos a encontrar…
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¿Qué hace falta emocionalmente para mantener un diálogo así? 1.
Hacernos responsables de la situación que hemos generado y pensar que no tenemos por qué renunciar a lo que queremos sino saber negociar o proponer soluciones a las personas.
2.
Distinguir entre responsabilidad y culpabilidad: responsabilidad es salir al paso de la situación –sin esconder nada y asumiendo que hemos cambiado de opinión- y culpabilidad sería que quiero irme el fin de semana pero temo que mi padre se lo tome mal y entonces voy a la defensiva, por si acaso.
3.
Ser asertivos: es decir, expresar lo que pensamos y sentimos sin temor al qué dirán, escuchando lo que ya la otra persona necesita pero son renunciar a lo que queremos o sin sentirnos cuestionados o atacados.
Otras situaciones con padres Situación
Posible emoción
Quiero salir el sábado hasta tarde
Ansiedad, agobio
pero mi padre no me deja Cómo actuar: 1.
Expresar lo importante que es para ti salir, da argumentos aunque tu padre no los entienda. Aunque te parezca ridículo, si das argumentos, adquirirás más seguridad ante ti mismo/a.
2.
No dudes en mantener tu propio punto de vista.
3.
Detecta los inconvenientes que pone tu padre para que salgas: que te roben, que te vayan a hacer daño… A partir de descubrir puedes proponer mecanismos para que esté tranquilo.
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4.
Hazte responsable de tu decisión. Pacta la hora y asúmela. No prometas nada que no vayas a cumplir ni juzgues sus preocupaciones: sus necesidades son de él y las tuyas son tuyas.
5.
Atención a enfrascarte exclusivamente en lo que te ofende de las palabras de tu padre. Sé resolutivo/a y oriéntate en función de los resultados. No quieras cambiar a tu padre. Céntrate en conseguir lo que quieres.
Situación
Posible emoción
Quiero salir con una persona que a
Culpa
mis padres no les gusta Cómo actuar: 1.
No te tomes la negativa de tus padres como una afrenta. Atención a ofenderte.
2.
Que ellos tengan sus razones no quiere decir que tú no tengas las tuyas.
3.
Entérate bien de lo que piensan tus padres, aunque no te guste del todo.
4.
Si, cuando los escuchas, dudas de ti, es que quien duda de estar con esa persona eres tú.
5.
Puedes evitar escuchar lo que tus padres opinan pero lo que no puedes pretender es que estén de acuerdo con tus gustos.
6.
No impongas esa persona a tus padres. Vive la relación sin necesitar que tus padres aprueben la relación.
Emociones en la relación con los padres: el síndrome del fastidio Puedes sentir que este tipo de situaciones tienen un denominador común: que tus padres te quieren fastidiar, pero nada más lejos de la realidad. Tu padre o tu madre pueden querer convencerte de su idea cuando expresan su punto de vista, como tú lo intentas cuando hablas con ellos o con otras personas.
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El problema no está en que quieran convencerte, sino en que, cuando tú los escuchas, te sientes cuestionado/a, dudas de ti mismo/a y, como quisieras que estuvieran de acuerdo contigo –pero no lo están- tú percibes que te quieren fastidiar, cuando lo que pasa es que, sencillamente, no están de acuerdo con tus gustos. Necesitas aprender a mantener tus acuerdos con tus gustos. Necesitas aprender a mantener tus preferencias sin sentirte cuestionado/a. puede suceder que ello cause, transitoria o permanentemente, mal ambiente en las relaciones, pero suele suceder que si sabes argumentar tus gustos, los negocias o sabes encontrar razones, la situación tienda a estabilizarse. Te animo a romper esta idea ya que, en el fondo de la cuestión, el problema es que no sabemos asumir las diferencias: las personas pensamos de forma distinta unas y otras, pero dudamos de lo que pensamos cuando, al querer que ―nos entiendan‖, otras personas piensan cosas diferentes a lo que nosotros pensamos.
Los celos y la envidia empiezan en casa: Emociones con los hermanos Laura estudia piano, así que, de vez en cuando, necesita material de estudio. Cuando están cenando todos juntos, surge el siguiente tema: LAURA: Mamá, necesito 30 euros para comprar el nuevo método de piano. MADRE: Pues sí es caro… ¿No hay forma de fotocopiarlo? LAURA: Está prohibido, ya lo sabes y, además, las fotocopias no son nada consistentes. Ya sabíamos que, tarde o temprano, habría que comprarlo. ROBERTO: Pues yo debería cortarme el pelo esta semana… MADRE: Roberto, hijo, creo que eso puede esperar.
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ROBERTO: Eso, y el método de la señora Laura, sin problema… ¡Qué morro tienes; Laura! MADRE: Roberto, no es tan necesario que te cortes el pelo esta semana… ROBERTO: Y ella, ¿por qué no puede esperar? LAURA: Hombre, que llevo tres meses esperando… ROBERTO: Me parece tan injusto que tengo la sensación de ser el último mono de esta casa… MADRE: Roberto, ¿es que no se puede llegar a un acuerdo contigo? ROBERTO: ¿Acuerdo quiere decir quedarme sin lo que yo quiero? ¡Venga ya, mamá! Que ya sabemos a quién prefieres en esta casa… (E, indignado, se va).
50 Posibles emociones de Roberto Indignación por no conseguir lo que quiere. Celos de Laura porque percibe que ella es la preferida de su madre. Discusión del caso Suele suceder que las primeras personas de las que envidiamos algo son nuestros hermanos. ¿Por qué? Porque son aparentemente iguales en condiciones de relación con respecto a los padres pero, indefectiblemente, las necesidades son diferentes.
Si Roberto siente celos de Laura porque percibe mejor trato o favoritismo hacia ella es por varias causas: o Se compara con ella y no se permite reconocer lo que quiere. o No expresa lo que necesita sino cuando otra persona lo hace. o Rivaliza con su hermana –compite- porque siente que quizás ésta es la única manera de conseguir lo que quiere. o No se atreve a reconocer sus necesidades o no puede soportar que éstas no se resuelvan inmediatamente (lo que se llama incapacidad para demorar la gratificación). Ya tenemos, por lo tanto, una posible vía de resolución: 1.
Expresar lo que quiere, aun a riesgo de que no , de que no lo consigamos en el momento o de que nos critiquen por hacerlo.
2.
No esperar a que haya otras personas para pedir lo que se quiere.
3.
Reconocer que somos competitivos: Roberto cree que, para que Laura gane, él tiene que perder. Más que de competición se trataría de negociar las propias necesidades.
4.
La sensación de suele deberse a lo poco claros que somos. En el fondo, no nos atrevemos a pedir porque esperamos, en silencio, que se nos adivine el pensamiento, que den con nuestros gustos sin que haga falta expresar lo que queremos. Y eso es un tipo de manipulación inconsciente hacia otras personas.
5.
Los celos y la envidia, por lo tanto, se alimentan y crecen con la incomunicación de Roberto hacia sus padres: da muchas cosas por supuestas y tiene muchas ilusiones en su cabeza que espera pasivamente que se las adivinen.
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La segunda oportunidad ROBERTO: (sin esperar a que Laura esté y a que ninguna otra persona reclame nada): Mamá necesitaría cortarme el pelo esta semana. MADRE: Eso puede esperar hijo, que tu hermana Laura tiene que comprarse el nuevo método de piano. ROBERTO: ¿Tan caro es? MADRE: Creo que 30 euros. ROBERTO: ¿Cuánto podríamos gastar esta semana entre unas cosas y otras? MADRE: Uy, no sabría decirte… Son tantos los gastos… ROBERTO: Puedo buscar entonces un sitio que no salga muy caro si el problema es económico… MADRE: ¿No te puedes esperar, hijo?, ¿tan importante es? ROBERTO: Hombre, si no es está ha de ser la próxima semana. Según dices, creo que no es cuestión de esperar, mamá. ¿El lunes tendrás el dinero? MADRE: Roberto, mira que insistes, ¿eh? ROBERTO: Pues sí, porque quiero cortármelo lo antes posible, pero podría esperar si me dices cuándo podría disponer del dinero. Así puedo planificarme. MADRE: Hasta el lunes no cobro… ¿Puedes esperarte al martes? ROBERTO: Sí… pero te pido que sea de verdad el martes.
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Situaciones para mantener este diálogo y no ofenderse Evidentemente la historia de Roberto y su madre no es la tuya y, para proporcionar una solución al caso, es necesario tener en cuenta la historia entre las personas y, por supuesto, la dinámica generada entre ellas. Pero, por encima de los detalles particulares, veamos lo que el caso pone de manifiesto para favorecer la supervivencia emocional: 1.
Antes que nada, es necesario reconocer las propias necesidades y entender que nunca, nadie, percibe lo que es necesario para mí como yo mismo. De ahí que Roberto necesite darse el permiso interno de que, cortarse el pelo, es importante para él en esa semana.
2.
Si tenemos esto claro, el siguiente paso sería abordar, a quién le pedimos algo, en privado y sin la presencia de otras personas. Si Roberto, ya de por sí, tiene la sensación de que su hermana es la favorita, es mejor que recurra a no estar en presencia de ella para permitirse pedir lo que desea por sí mismo, no a través de Laura.
3.
Roberto puede detectar y localizar en su madre cuál es el verdadero problema; en la segunda oportunidad, se ha puesto de manifiesto que la razón básica de su madre es que no tiene dinero en esa semana. Gracias a sus preguntas Roberto posibilita que tanto madre como hijo se aclaren y muestren sus intereses.
4.
Roberto acceder a demorar la gratificación –decide esperar a conseguir lo que quiere- pero no pasivamente, sino teniendo muy claro que lo posterga. Dentro de sí mismo siente que no renuncia a su objetivo sino que, al contrario, parece que lo garantiza. Si el martes la madre no le diera el dinero, entonces Roberto podría permitirse indagar por qué y expresar su emoción ante la madre, pero ya estaríamos en un caso distinto. Sólo pretendía señalar que existe también esa posibilidad.
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Otras situaciones con hermanos Situación
Posible emoción
Tengo envidia de mi hermano mayor.
Rabia, envidia
Siempre consigue lo que quiere y no sé cómo. Cómo actuar: 1.
Reconoce la envidia: envidiar quiere decir que percibes que otros tienen o consiguen lo que tú quisieras conseguir pero no logras.
2.
Que no logres ahora no significa que no lo vayas a conseguir nunca. Tu envidia es un aviso de tu capacidad en potencia.
3.
Tras el deseo de conseguir lo que otras personas consiguen puede esconderse tu impaciencia –que quieres las cosas inmediatamente-, tu pereza –que no te esfuerzas lo suficiente- o tu comodidad –que quisieras que las cosas se te dieran resueltas sin esfuerzo por tu parte-.
4.
Si tu hermano consigue lo que quiere es porque tiene una manera de conseguirlo. Tú, a lo mejor, lo conseguirás de otra. Atención a la comparación: si te camparas pierdes la oportunidad de ser tú mismo/a.
5.
Proponte un plan de acción para conseguir lo que quieres y no desfallezcas en el intento. Date tiempo.
Situación
Posible emoción
Mi hermana tiene muchos amigos y yo ninguno.
Angustia, envidia
Cómo actuar 1.
Observa que, a lo mejor, la causa de tu envidia, más que los amigos, es el que no te permite hacer lo que los amigos posibilitan: salir, quedar, ligar…
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2.
Si sientes que no ligas, que no sales o que estás demasiado en casa…piensa si lo que te está preocupando es quedar por encima de tu hermana –te inquieta tener el poder o realmente salir o ligar.
3.
No tienes por qué compararte en las cosas que hace tu hermana: ella sale y tú, a lo mejor, cantas, o escribes… En el fondo, lo que puede preocuparte es ser reconocido/a, porque te ves un bicho raro si no sales como ella.
4.
Pero salir o ligar no son cosas que todo el mundo haya de hacer forzosamente para sentirse equilibrado.
5.
Hay otra posibilidad: que la envidia te esté diciendo que puedes aumentar tu apertura ante la gente, que te muestras demasiado reservado/a y que, si lo que es salir, puedes ir enfrentándote al miedo que te da exponerte a que te reconozcan.
Conclusiones sobre las emociones con los hermanos Celos y envidia son las emociones que nos acercan y alejan de las primeras que tenemos en nuestra vida: los hermanos. Antes de novios, novias, esposos o amantes, los hermanos suelen constituir las primeras fuentes de comparación. Es a través de ellos como empezamos a aprender lo que los padres valoran o no valoran de nosotros mismos. La lucha por el amor de los padres –que hemos de aprender a repartirlo – nos vuelve competitivos y usurpadores. Creemos inconscientemente que, para obtener el amor y la atención del padre o la madre, el único mecanismo existente es quitárselo a mi hermano. Y el mismo esquema lo traslado luego a los amigos, a las parejas y a los colegas de trabajo. Pero esto es puramente una sensación, dado que nunca podremos obtener ese amor arrebatándose a nadie. El amor no se arrebata, se da gratis. Y si no, no es amor, sino posesión.
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Por eso creo que, tras la envidia y los celos las verdaderas motivaciones suelen ser el poder, el control de los demás, llevar la razón o querer ser el centro de atención. La gran enseñanza de las relaciones entre hermanos es aceptar nuestra propia diferencia, no compararnos y elegir el propio camino, aun a riesgo de que el hermano sea más aplaudido socialmente que yo. Nunca su camino será el mío, como su ropa no puede encajarme –aunque sea de la misma talla. Conozco innumerables historias de hermanos que se han intentado imitar, vestir de la misma manera, usar las mismas cosas y casi tener las mismas parejas… Todo ello bajo una pretensión: lo de creer que, a través de parecerse o poseer al hermano, iban a conseguir sentirse aceptados. Pero esto es como si una persona pudiera vivir con partes de otras personas: la boca de su amigo, los brazos de su tío y las piernas del vecino del quinto. Es una usurpación, un intento fallido de robo, que lo que está reflejando es la enorme incapacidad para aceptarnos tal y como somos. El envidioso tiene una preciosa oportunidad para detenerse y empezar a descubrir lo que quiere. Puede esforzarse por encontrar sus verdaderos puntos de referencia, dejando de vampirizar a otras personas y asumiendo su vida como propia. Puede resultar duro –porque no estamos acostumbrados a hacerlo- pero es la táctica que facilita la supervivencia emocional a largo plazo.
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V.
Inteligencia emocional en el ámbito académico
Supervivencia emocional en: o
Cómo afrontar los errores en la elección de carrera.
o
Aburrimiento y falta de motivación a la hora de estudiar.
o
Conflictos en torno a los exámenes.
El hecho de que no te funcione lo que estudias puede tener dos causas: o Que verdaderamente lo que elegiste no tenga nada que ver con tus intereses o aptitudes (capacidades reales). Aquí se impone, por lo tanto, clarificar qué quieres hacer, expresarlo a las personas de tu contexto más inmediato y atreverte a pasar a la acción en tu nuevo enfoque. o Que, por mucho que lo intentes, no consigues motivarte en el estudio. a Sientes que estudias lo que quieres pero te aburren soberanamente las asignaturas, no las comprendes o percibes mucha dificultad a la hora de aprobarla. Pasaremos a revisar situaciones que involucran ambos tipos de causas en los dos epígrafes siguientes: ¡Socorro! No me gusta lo que estudio Laura estuvo compaginando la carrera de informática con el piano durante dos años. aunque a ella siempre le había gustado más la música, sus padres habían insistido en que las profesiones artísticas eran más inestables y no proporcionaban seguridad económica para el futuro. a los 19 años, cuando hacía segundo de piano, Laura accedió a matricularse en informática y compaginar ambas cosas. pero el experimento, desde su punto de vista, nunca funcionó. El primer año se mostraba muy dispuesta a ir a la facultad sin problemas. Casi pensaba que piano y computador eran dos oportunidades para ejercitar los dedos. Intentó tomárselo con deportividad y talante constructivo, pero su pasión por la música iba acrecentándose por momentos. Las razones que, en un principio, le sirvieron para afrontar las asignaturas de informática –seguridad económica, tener un trabajo estable, apostar por un futuro profesional-, poco a poco le dejaron de servir. Sobre todo cuando iba percibiendo que su habilidad pianística aumentaba y que, además, se
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trataba de una dedicación que le fascinaba y no le cansaba. El segundo y último año que estuvo en la facultad Laura vivió en continuas emergencias psicológicas. Veamos que sucedió un día en que su madre la vio triste y deprimida. MADRE: Laura, últimamente estás tan callada que no sabe una a lo que atenerse contigo. LAURA: No sé qué me pasa… pero no tengo ganas de nada… MADRE: ¿Quieres ir al médico? LAURA: No, que va… Y además, no tengo ganas de hablar. Déjame, por favor… MADRE: Si sigues así no sé yo si aprobarás algo… LAURA: (Se pone a llorar): Te pido que te calles y tú, dale que te pego… MADRE: Mira, te estás poniendo como tu padre, que no se puede hablar con él… Qué carácter tenéis… (La madre se acerca y la abraza mientras Laura llora sin parar.) MADRE: Si no me lo cuentan diría que estás enamorada… LAURA: Dale con tus historias… Para enamorarme estoy yo… MADRE: Anda, que esta noche te voy a preparar tu plato preferido…
58 Posibles emociones de Laura Tristeza infinita sin saber por qué. Culpa inconsciente al no reconocerse que quisiera dejar la facultad y dedicarse exclusivamente a tocar el piano. Discusión del caso Ojalá fuésemos tan claros, de antemano, que pudiésemos abordar el tema cara a cara. Laura podría dedicarle a su madre: . Pero nunca suele ser así de claro, sino que las emergencias emocionales se caracterizan porque no sabemos bien lo que nos pasa; tenemos una leve idea de lo que no nos gusta, pero no sabemos exactamente lo que queremos o no nos atrevemos a hacerlo. Entonces entramos en períodos de
depresión, de angustia, de preocupaciones continuas. ¿Por qué? Porque sentimos que hemos de decidir algo y no lo hacemos. Desde mi punto de vista ésta es la principal causa de la falta de Motivación: no nos atrevemos a reconocer lo que queremos por temor a que opinen sobre nosotros –padres y otras personas en general- y que su opinión tenga más peso que la nuestra. Por lo tanto, esa emoción que nos pesa dentro (querer decir algo pero no atrevernos a reconocérnoslo) se llama culpa. Lo que puede sucederle a Laura es que quiere dejar la facultad pero se siente culpable de contárselo a sus padres –y a ella misma- porque tiene miedo de defraudarles o de realmente ser irresponsable –con ella misma- por dedicarse a la música. Muchas personas piensan, en nuestra sociedad, que es una locura dedicarse a lo artístico porque sólo unos pocos llegan a ser alguien en ese mundo. Laura, en el fondo, quizás pueda tener la creencia inconsciente de que la música es fuente de inestabilidad, inseguridad económica o vida de precariedad. Y desea dedicarse a ello pero no acaba de permitírselo. Esa doble sensación suele generar la emoción de culpa. Por lo tanto, Laura puede: 1. Reconocer que se siente culpable de desear lo que desea. 2. Detectar sus creencias más profundas sobre los riesgos de dedicarse a la música. 3. Permitirse realizar lo que quiere si lo hace de manera responsable y poniendo los medios para ello. 4. Compartirlo con su familia, sin esperar que estén de acuerdo con ella, pero comprometiéndose con seriedad y firmeza al llegar al final de lo que quiere hacer. 5. Pedir la ayuda necesaria para llevar a cabo lo que quiere y, si no la consigue, no desfallecer sino continuar buscando otros medios para realizar el propio objetivo.
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La segunda oportunidad MADRE: Laura, últimamente estás callada que no sabe una a lo que atenerse contigo. LAURA: Me está costando mucho darme cuenta de lo que me pasa. MADRE: ¿Pero te pasa algo? LAURA: Me da una vergüenza enorme decírtelo, mamá (empieza a llorar), pero me estoy dando cuenta de que no tiene sentido para mí continuar estudiando algo que… MADRE: No volvamos con el tema del piano o la informática, hija… Ya estaba todo decidido. LAURA: Me encantaría que me escucharás, por favor… MADRE: Hija, que no es para tanto… LAURA: Pues, aunque te parezca ridículo para mí es fundamental… Llevo dándole vueltas a la cabeza desde el inicio de curso y cada vez lo veo más claro. Sé que os había dicho que iba compatibilizar la facultad con el conservatorio, pero quizás valga la pena cambiar de rumbo. MADRE: Vaya por Dios, hija. A tu padre no le va a hacer gracia lo que estás diciendo. Estamos trabajando para vosotros todo el día y… LAURA: Soy la primera que está hecha un lío, pero tengo una ansiedad y un malestar que tengo que resolver y, aunque sea duro, durante un año, voy a probar a meterme a fondo con el piano. MADRE: Ay Laurita, a tu padre le va a dar algo cuando te escuche… LAURA: Quiero que lo hablemos con calma, pero siento que será mejor. Así no puedo continuar…
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Condiciones emocionales para abordar este diálogo Evidentemente este proceso no es sólo de los hijos, sino que los padres también han de cambiar progresivamente sus exigencias y manera de ver la situación si quieren apoyar el desarrollo de los jóvenes. Pero mi experiencia es que solemos ser muy rígidos a la hora de enfocar una crisis vocacional o un cambio de carrera. Lo vivimos como un fracaso, un atrevimiento excesivo o un capricho. Y, en este punto, muchos padres pueden decir que a ellos tampoco les gustan. Pero que hay que hacerlo. Particularmente considero que estas opiniones esconden otra realidad: los padres se quedan sin argumentos ante los hijos y utilizan la obligación como medida de fuerza y entonces los problemas empiezan a venir uno detrás de otro. No dudo que las creencias de cada persona. Sencillamente indico que, cuando un hijo plantea una situación como ésta, la flexibilidad es uno de los requisitos básicos para enfrentarse a ella. Necesitamos ser flexibles para encontrar soluciones al gusto de todos, no empeñarnos en tener la razón y en caer en amenazas que, para colmo, luego ni se cumplen. Otras condiciones necesarias para afrontar estas situaciones: 1. Reconoce claramente lo que quieres. 2. No esperes que esté de acuerdo contigo en lo que quieres. Si lo sabes de defender y argumentar ante tus padres u otras personas, es suficiente. 3. Pon los medios y sé serio: si cambias de carrera por algo que igualmente sientes que dejará más tarde, el problema entonces es que estás queriendo perder el tiempo. 4. Aclárate de verdad: piensa en qué hacer en los próximos meses, qué acciones acometerás y qué pasos tomarás.
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5. Piensa que, si no lo tienes claro, involucras a otras personas en tus decisiones: informa a quienes te rodean –y si te dan dinero o apoyo, todavía más- de por dónde vas pasando.
Otras situaciones con los estudios Situación
Posible emoción
Ya es la tercera vez que cambio de
Angustia, agobio,
Estudios y sigo sin saber lo que quiero.
Culpa.
Cómo actuar 1. Mi hipótesis es que siempre sabemos lo que queremos pero no nos atrevemos a reconocérnoslo. 2. Lo que quieres, además, no tiene por qué ser una sola cosa para toda la vida. A veces, lo que quieres es para ahora, en este momento de tu vida y no tienes por qué angustiarte con que haya de ser para toda la vida. Observa si tienes creencias que te limitan a este respecto: por ejemplo, pensar que, y cosas por el estilo. 3. En cuanto a las preocupaciones por el futuro, no digo que no las hayas de tener, pero estar agobiado por lo que serás dentro de unos años es una manera de boicotear tu desarrollo profesional. 4. Céntrate en el presente y siente qué es lo que puedes dar de ti, a través de qué dedicación. Busca un ámbito en el que te sientas seguro. Muchas veces optamos por estudios o trabajos que están por encima o por debajo de nuestra capacidad personal y ello es fuente de estrés y falta de motivación. 5. Cuando cambies de estudios sin sentido piensa que quizás estás queriendo complacer a otras personas más que a ti mismo, introduciéndote falsamente en lugares que no te corresponden. Quizás pretendas realizar el
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sueño de alguien que no eres tú. Intenta expresar –a las personas que te rodean- tus inquietudes y necesidades.
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6. Probar cosas no es ni bueno ni malo, sólo que quizás, cuando dudamos tanto de lo que queremos, es que no somos claros por temor a perder nuestras fuentes de seguridad actuales: dinero o aprobación de los padres, sensación de equilibrio que nos da la familia, la posición o nivel de vida que tenemos estando en casa todavía… 7. Arriésgate a elegir lo que quieres, aunque momentáneamente te haga sentir que renuncias a lo que te da equilibrio. Si temes perder algo es que el equilibrio que tienes es precario, es mentira. Sólo tú te puedes dar equilibrio a ti mismo, ¿recuerdas? Acepta el riesgo de vivir la vida que tú quieres. No seas un muerto viviente. Situación
Posible emoción
Mi problema es que estoy tirado todo el día en la cama, no quiero estudiar
Depresión
nada. No sé por qué me pasa esto. Cómo actuar 1. No seas tan blando contigo: descubre lo que esconde tu depresión. mi experiencia es que, tras las aparentes depresiones, se esconden frustraciones, decepciones, cosas que no te salen como tú quieres y decides inconscientemente deprimirte. 2. Lo malo no es estar tirado todo el día en la cama, sino que te creas que no puedes hacer nada por mejorar tu situación. La depresión puede estar creándote la idea de que eres una víctima, de que no has hecho nada para merecer esto, de que todo está en tu contra… y nada más lejos de la realidad. 3. Asume que la responsabilidad de sentirte bien es tuya. No creas que nadie puede salvarte. Independientemente de que las cosas no sean como tú
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desearías, si te desentiendes de tu bienestar, estás renunciando a tener el control de tu vida. 4. Quéjate, túmbate, pero empieza a ver que es más cómodo estar tumbado que resolver lo que te sucede. No es malo que quieras estar tumbado, pero luego no te quejes de que nada es como quisieras porque no haces nada para que sea distinto.
Conclusiones sobre la pérdida de referentes en los estudios Las personas solemos olvidar que tenemos, dentro de nosotros, una serie de cualidades, o sea, capacidades que yo y sólo yo las tengo. Esas cualidades constituyen el instrumento personal que puede servirme para desenvolverme y conseguir lo que quiero. ¿Quiere esto decir que no existen cualidades que se repitan en más de una persona? No, lo que quiere decir es que el modo de organización personal de esas cualidades es tuyo y sólo tuyo. Que dentro de ti hay, aprovechadas o potencialmente, una serie de capacidades que te sirven para estar en la vida y hacer aquello que más tenga que ver con esas cualidades. Cuando las personas conectamos con nuestras cualidades y estudiamos o nos dedicamos
a
algo
que
tenga
que
ver
con
ellas,
entonces
estamos
desarrollándonos según lo que queremos y no según lo que otras personas quieren para nosotros. Descubrir las propias cualidades es fundamental para aumentar el propio bienestar emocional y recuperar el norte perdido. Porque, haciendo cosas que se adapten a lo que tiene que ver con mis cualidades, disfrutaré del estudio, del trabajo o de las propias relaciones de pareja. Este es el secreto que comparto contigo; estudiar, trabajar, enamorarse, no tienen por qué ser cosas que no disfrutemos. En la medida en que asumes la responsabilidad de encontrar una carrera o unos estudios en lo que desarrolles tus propias capacidades personales –y disfrutes- irás sintiendo cómo aumenta la motivación y cómo los problemas de indecisión van desapareciendo. Pero has de comprometerte con descubrir tus
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verdaderas cualidades. Es una tarea que, al principio, puede parecerte dura o ridícula, pero te aseguro que, a la larga, la garantía para gozar de bienestar emocional con los estudios es realizar aquello que tiene que ver contigo: tus gustos, deseos, lo que sabes y quieres hacer. Para que te entrene en cuáles son tus cualidades y cómo esas cualidades, si las respetas, te llevarán a localizar tu trabajo óptimo, te presento, al final de este capítulo, una guía que sirve para descubrir lo que llamaremos tu propósito de vida, es decir, aquello que tú quieres y sabes hacer.
Cómo combatir el aburrimiento en los estudios A Roberto se le ha atravesado la asignatura de derecho canónico. Por más que lo intenta, no hay manera: suspendió el año pasado en septiembre y en los exámenes de febrero volvió a suspender. No sabe qué pasa. Para empezar piensa que el profesor no sabe explicar. Además, los exámenes son de tipo test y muy difíciles de aprobar para él. Pero, por encima de todo, cuando intenta estudiar, se aburre soberanamente. No le ve ninguna utilidad a la asignatura y los ojos se le cierran. No hay manera de que le entren en la cabeza las que, según él, dice el manual. Como consecuencia de esta situación, la ansiedad y el agobio de Roberto van en aumento; hasta el punto de que se está obsesionado tanto con la asignatura que piensa que nunca la va aprobar. Posibles emociones de Roberto Aburrimiento ante el derecho canónico Frustración porque piensa que no aprobará. Discusión del caso
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Cuando percibo aburrimiento ante una asignatura, puedo verlo desde dos enfoques diferentes: o Que es la asignatura en sí la que me resulta aburrida o difícil y no voy a poder aprobarla. o Que lo que está en juego es mi habilidad para superar las dificultades, más allá de lo pesadas o aburridas que éstas sean. Es decir, la primera alternativa –que suele ser la más común nos hace víctimas de la asignatura, nos crea la sensación de que la asignatura es un enemigo invencible ante el que no podemos hacer nada por dominarlo. La segunda me hace responsable en tanto que, si desarrollo más habilidad, podré darme cuenta de dónde están exactamente mis dificultades y los medios que puedo crear para irlas superando. Si te crees que el problema es de la asignatura en sí estas perdido. Ello te generará la sensación de que las cosas no dependen de ti, de que el éxito de aprobarla está más allá de tus posibilidades, lo cual es mentira. Sencillamente prefieres la comodidad de no enfrentarte a encontrar la manera de salir adelante. Esta actitud hace que eludas la responsabilidad de aprobarla. Si cambias de percepción y lo interpretas como falta de manejo por parte, a la larga podrás aprobarla. Aprobar una asignatura que no te gusta no es cuestión de que la materia sea imposible estudiarla, o de falta de capacidad tuya, dado que, mientras no te demuestres lo contrario, tienes un nivel mínimo de inteligencia. Te animo a descubrir que, tras tu aparente aburrimiento, lo que puede estar haciendo que no apruebes es que no estás dispuesto a hacer todo lo que tengas que hacer para aprobarla. Es decir, en el fondo, no quieres aprobarla. Te fastidia, te molesta enormemente, tener que invertir tiempo, no sólo en estudiar, sino en pensar un método para los conceptos en la cabeza. Te puede estar produciendo tal fastidio emplear tiempo en estudiar , que hace que no te metas en la lógica de la asignatura y desperdicies la posibilidad de hacerle frente porque tienes juicios sobre lo útil o inútil de su contenido. Porque piensas
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quizás que se te debería enseñar de otra manera. Porque, en el fondo, tal vez no te da la gana de invertir tu tiempo en ver la manera de aprobar una asignatura tan estúpida. Por tanto, son tus prejuicios sobre la materia los que hacen que llegues a aburrirte. Y no tanto el contenido de la asignatura en sí. Compruébalo. Te reto a pensar que no hay asignatura que no puedas aprobar, si realmente estás en algo que te gusta, te interesa y tienes un mínimo de aptitud. Los problemas no suelen estar en las asignaturas –en que sean aburridas o divertidas- si no en nuestras creencias, pensamientos, juicios y prejuicios sobre las mismas. Ante una asignatura que te cueste aprobar, actúa. No pienses tanto en lo posible de aprobarla como en que tiene que haber una manera de asimilar esos contenidos. Hay métodos mnemotécnicos, de visualización, de acumulación de información que puedes emplear. Pero estas técnicas rebasan el objetivo de este libro. Mi labor no es la de ofrecerte ahora técnicas de estudio específicas sino la de encontrar mecanismos de manejo emocional para abordar las situaciones, en este caso el aburrimiento y la posible frustración de Roberto ante el derecho canónico. Y la respuesta que te hago es ésta: 1. Cuando te aburras ante una asignatura: busca cómo te resistes a estudiarla. 2. Localiza tus juicios sobre la asignatura: busca por qué te parece una estudiarla, la sensación de pérdida de tiempo…Haz conscientes tus prejuicios, sin temor. 3. Una vez acorralados tus prejuicios observa que lo que te separa de aprobar la asignatura no es la asignatura en sí sino que no paras de juzgarla. No estudias para juzgar una asignatura –también podrías hablar con tu profesor y expresarle tus dificultades para que te apoyase en la manera de estudiarla- sino para entender la materia en el contexto de la carrera y superarla como lo que es: un requisito más en tu objetivo de tener un título.
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4. Tienes todo el derecho a que te gusten unas materias más que otras, pero sé realista: que no te guste algo no quiere decir que sea insuperable, sino que no has desarrollado la actitud ni los medios que te benefician para aprobarla. 5. Sé afectivo/a. No pierdas tiempo dándole vueltas a que es justo o injusto que haya asignaturas o profesores así. Céntrate en descubrir la manera de superar la asignatura. 6. Si te enfocas en la resolución se te ocurrirán soluciones (actitud proactiva). Si te enfocas en las dificultades se te hará y te costará mayor esfuerzo y aburrimiento (actitud reactiva).
La segunda oportunidad Roberto ha hecho una lista de sus creencias –prejuicios- sobre el derecho canónico: o No debería estar en derecho canónico porque es antiguo. o Los curas no tienen por qué meterse en cuestiones de legalidad. o Los temas no son útiles, no los puedo aplicar a nada actualmente. o Tantos conceptos de memoria suponen un esfuerzo para el que no estoy dispuesto. Roberto ha hablado con su profesor para pedirle como estudiar la asignatura. Y aunque no ha obtenido grandes soluciones, no había tenido en cuenta que la asignatura tiene cuatro partes y que las leyes y fechas –cuando se encajan en esas cuatro partes- ayudan a recordar toda la información. Un colega de asignatura le ha dicho que él estudia sólo media hora al día derecho canónico. Que, en el momento en que empieza a sentir que se aburre, lo deja y pasa a otra cosa pero que así ha conseguido –en pequeñas dosis- ir memorizando los datos.
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Desde que se movilizó Roberto ha conseguido ver, por lo menos, que el problema con la asignatura lo pueden tener también otras personas, pero que esas personas se quejan menos que él, le dan menos importancia a lo aburrida que pueda ser. 1 Te recomendamos para esto el libro de Pauk, W. (2002), Estrategias de estudio, Madrid, Prentice Hall.
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Ha descubierto también que le cuesta mucho llevar a cabo un esfuerzo que no quiere hacer: que prefiere la comodidad de que alguien le dé resuelto el estudio antes que ponerse a imaginar métodos de estudio específicos para una materia que requiere mucha información y gran capacidad memorística.
Condiciones que son necesarias para abordar este tipo de situaciones 1. Actuar más que darle vueltas al asunto. 2. Hacer el esfuerzo de buscar técnicas de estudio para memorizar información. 3. Es más cómodo creerse inútil o incapaz para estudiar algo que verse perezoso. Por lo tanto, es necesario cambiar la creencia en que con una asignatura: más bien, no nos da la gana poder con ella porque preferimos la comodidad. 4. Si, a pesar de nuestros esfuerzos, suspendemos, podemos tener la humildad de aprender de nuestros errores. Suspender no quiere decir que seamos incapaces o inútiles sino que no hemos descubierto, al cien por cien, la manera de abordar la asignatura. 5. No tires la toalla tan rápidamente. Tirar la toalla alimenta la frustración.
Otras situaciones relacionadas Situación
Posible emoción
Estoy al borde del colapso. He agotado
Frustración
todas las convocatorias y sigo sin
Angustia
aprobar.
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Cómo actuar 1. La sensación de colapso –desesperación o angustia- no te la produce haber agotado las convocatorias sino la frustración. Frustración quiere decir que te crees que lo has intentado todo, pero el resultado es que no te ha salido como tú esperabas. 2. Centrarte en tu frustración sólo sirve para que no resuelvas el tema. Sé resolutivo. Mira dónde te equivocas, . Ten la humildad de cuestionar tu manera de hacer las cosas. 3. Comprueba si lo has intentado todo (seguro que no). A lo mejor, no te has enterado de dónde están tus errores: si en la comprensión de la materia, en que no asimilaste conceptos fundamentales… 4. Situaciones como ésa suelen pasar cuando nos obcecamos en tener razón y no pedimos ayuda para ver que hay otras maneras de enfocar el tema. 5. Pregunta qué hicieron otras personas para superar la dificultad con la que ahora te encuentras. 6. Habla con tus profesores para que te otorguen la posibilidad de que en las actas figure un y que no corra la última convocatoria. Pero, más que eso, piensa detenidamente en encontrar la manera de aprobar: academias, técnicas de estudio, consultas a expertos…
Situación
Posible emoción
Todo esto es pura palabrería, porque,
Rabia contenida
en el fondo, la culpa es del profesor que me ha tocado, que quiere fastidiarme. Cómo actuar
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1. Te encanta pensar que la culpa es de otras porque eres tan soberbio que no quieres responsabilizarte de nada. La responsabilidad es tuya y sólo tuya. Y aunque te moleste, es también tu responsabilidad manejar la relación con un profesor como el tuyo. 2. ¿Qué harás cuando necesites algo fundamental para tu vida y tengas que relacionarte con personas que, para ti, son difíciles de tratar? ¿Dirás también que quieren fastidiarte? Permíteme un consejo: cuando percibas que alguien es que has llegado a tu límite como persona, nada más. Pero eso no quiere decir que no puedas ampliar ese límite. Vivimos con una idea muy estrecha de nosotros mismos: a donde hoy pensamos que no podemos llegar mañana quizás podremos. Es sólo cuestión de desarrollar una nueva cualidad dentro de nosotros. 3. Entérate de las condiciones que marca tu profesor. Antes de juzgarlo intenta ir más allá de su persona. Más allá de su carácter y más allá del tuyo están los resultados: aprobar. No te obceques en que necesitas el apoyo de tu profesor para aprobar. Confía en que, haciendo un buen examen (el medio de aprobar) llegarás a un buen resultado (aprobar). 4. Pide la ayuda que creas necesaria para superar la asignatura, pero no te centres en que tu profesor te hace la vida imposible. Esto es excusa para distraerte de tu objetivo: aprobar.
Conclusiones La ansiedad, el agobio, la angustia o la desesperación que puedes sentir a raíz de enfrentarte a una materia que te parece aburrida o imposible de superar esconden otra emoción más grande: la frustración. Y la frustración tiene una causa: que te crees que, por mucho que lo intentes, no conseguirás aprobar (es lo que se llama indefensión aprendida). Por tanto, si crees que has llegado al límite de lo que puedes hacer te sentirás frustrado. Con lo cual, ya tienes la causa de tu frustración: no es que no te salgan las cosas a ti, pobre víctima, sino que tienes un límite que no te atreves a saltar: crees que, a pesar de tus esfuerzos, nos das para más en ese momento. Y no es verdad. Cuando llegues al límite de tu paciencia
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piensa que otras personas también llegaron al mismo límite y supieron ir más allá de
esos
límites.
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Lo que crees que es un límite, en realidad no lo es. Los límites personales sólo están en nuestra cabeza, no son reales, nos los autoimponemos porque nos conviene permanecer en la comodidad antes de cuestionarnos a nosotros mismos y de reconocer que estamos en un error. La causa de tu frustración es que quizás eres muy rígido/a y no te permites ir más allá –ser más flexible de lo que eres- por orgullo, comodidad o pereza. Si pones remedio a tu orgullo –asumiendo los errores-, o a tu comodidad y pereza – actuando-, habrás resuelto tu frustración.
El conflicto de ser evaluado Laura tiene el examen de cuarto de piano ante un tribunal. Son tres personas: su profesora, el director del conservatorio y el catedrático de piano. Ha de interpretar tres obras que eligen los miembros del tribunal de entre diez principalmente que ha trabajado a lo largo del año. Laura se siente ansiosa, los nervios ocupan su estómago, se le seca la boca y percibe rigidez en los dedos. Le han dicho que el catedrático de piano es un y está preocupada por hacer un examen a la altura y nivel que el catedrático quiere. La primera y la segunda obra fluyen más o menos, pero, en la tercera, comete un pequeño error al principio y, desde ese momento, ya no puede controlar su emoción: el agobio empieza a apoderarse de ella, el sudor es cada vez mayor y, antes de acabar la obra, siente que será un calvario llegar al final con decencia. Pero, a duras penas, lo consigue, volviendo a cometer algunos errores. Tras escuchar un silencio sepulcral y un leve por parte de su profesora, Laura se levanta de la banqueta y abandona la sala sin mirar a nadie a la cara.
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Cuando salen las papeletas ve un aprobado en la suya y se echa a llorar de angustia: hubiera querido una calificación más alta pero, sobre todo, lo que más le preocupa es haber demostrado ante el tribunal un nivel por debajo de lo esperado. Y eso no se lo puede perdonar: >, Se repite sin cesar, .
Posibles emociones de Laura Ansiedad ante la prueba. Vergüenza y culpa por no estar a la altura de lo que ella hubiera querido. Discusión del caso Esta situación pone al descubierto cómo, a la hora de examinarnos, más que querer hacer algo bien hecho, lo que nos preocupa, en el fondo, es dar una imagen. Es decir, la preocupación de Laura no es tanto hacerlo bien –que también- como salvar su reputación. Lo que estoy diciendo es que Laura siente ansiedad y vergüenza, no por lo que ella cree –hacer un buen examen- sino porque no quiere quedar mal. Cuando mi preocupación es quedar mal ante otras personas, forzosamente tendré la emoción de vergüenza o culpa, dado que lo primero que deseo es que mi imagen quede a la altura que yo quiero. Otro tema es hacerlo bien o mal. Si la preocupación de Laura hubiese sido tocar con placer, hacer lo que se sabe hacer, sin preocuparse por la imagen que va a dar, no habría sentido esas emociones, sino otras: quizás rabia porque no le sale como ella quiere. Pero es importante situar cada cosa en su lugar. Por lo tanto: o La causa de su ansiedad es que se siente insegura cuando quisiera hacerlo perfecto.
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o La causa de la vergüenza es que no quiere defraudar al tribunal por temor al qué dirán (apego a la aprobación y necesidad de reconocimiento externo). El manejo emocional que propongo es: 1. No centrarnos en querer hacerlo perfecto sino en hacerlo como lo sabemos hacer. 2. Hacer los exámenes por el placer de hacerlos. Dar lo más de nosotros mismos, no porque queramos impresionar a los demás sino porque hacemos las cosas como sabemos hacerlas. 3. Si no sacamos la calificación que deseamos, o si suspendemos, podemos negociar con los profesores, eso sin duda. Pero más todavía te apoyará que no saques las cosas de quicio. Suspender no es ninguna deshonra. Si has dado el cien por cien de ti mismo/a en una prueba y el resultado es que no apruebas, investiga qué ha pasado, sin dramas ni grandes sensaciones de . 4. Suspender o aprobar no es cuestión de merecimiento personal sino de adaptarte a la lógica que se te pide. 5. Desapegarnos de la aprobación de los demás: si suspendemos, nuestra imagen puede quedar mermada. Pero, tras esa sensación, lo que se esconde es el orgullo de que no hemos dado la imagen que hubiésemos querido dar. 6. Tu imagen no eres tú. Tú estás más allá de lo que se espera de ti. No apruebes o suspendas para complacer a otros, sino por y para ti mismo/a.
La segunda oportunidad Cuando Laura se presenta al examen de junio reconoce que quisiera hacerlo perfecto pero que eso la situará en una tensión y una ansiedad que no la beneficiará para realizar la prueba. Así que se centra en tocar como ella toca.
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Pero, al saber que el catedrático estará como miembro del equipo evaluador, se da cuenta de que quisiera , lo cual le va a generar sentimientos de culpa si no consigue causar esa impresión en el catedrático. Aprovecha, entonces, para centrarse en sí misma y decide tocar por placer. Piensa que, si como consecuencia de tocar como ella toca, al catedrático le gusta, genial; pero que si su ejecución no agrada al catedrático, eso no es problema para tocar como ella toca. En la tercera obra que interpreta comete error al inicio. Se da cuenta, mientras continúa tocando, de que está más preocupada por complacer al tribunal que por acabar decentemente la obra. Así que respira hondo y vuelve a centrarse en hacerlo lo mejor que ella sabe. Con ello consigue reducir la ansiedad y percibe cómo los dedos fluyen más o mejor hacia el final de la obra. Cuando recibe la calificación la profesora le dice que el catedrático valoró especialmente cómo supo superarse en la última parte de la pieza. Que esa es la clave del artista, su afán constante de superación.
Condiciones para sobre vivir emocionalmente en este tipo de situaciones 1. Humildad: quiere decir ser tú mismo/a; a no querer aparentar más de lo que eres ni menos de lo que eres capaz. Esta difícil combinación de cualidades te hará sentir autónomo y libre emocionalmente. 2. Entrega: dar de ti lo mejor, mostrarte tal y como eres, sin grandes exhibiciones, sin grandes apariencias. 3. No querer impresionar a nadie: es fundamental romper la imagen que queremos que los demás tengan de nosotros. Si estamos preocupados por nuestra fachada y la reputación seremos títeres, marionetas de las personas porque dependemos de crear siempre esa imagen para sentirnos bien. 4. Hacer lo que sabemos sin esperar nada más a cambio: no estamos acostumbrados a que nos motive la sencilla satisfacción de hacer las cosas
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como sabemos hacerlas. Nos interesa más tener éxito, impresionar, cautivar a los profesores o ser los primeros en lo que sea. Pero el precio que pagamos por depender de estas cosas externas es el malestar emocional (ansiedad, culpa, rabia, envidia…). 5. Actuemos como quienes somos y no una imagen de nosotros.
Otras situaciones relacionadas Situación
Posible emoción
Mi profesor es injusto: he aprobado
Impotencia,
una parte de la asignatura y suspendido otra.
Rabia.
Dice que la condición era tener aprobadas Ambas partes. Por eso suspende. Cómo actuar 1. Antes de nada, si no estás de acuerdo, puedes hablar con él para mostrarle tu punto de vista. Pero atención a utilizar el argumento de la justicia o injusticia porque el tema no es ese. ¿Para qué enfrascarte en juzgar lo justo o lo injusto lo que estás es fastidiado porque no quieres volver a estudiar la materia? 2. La justicia es un concepto tremendamente relativo y, si el sistema de calificación consiste en que, para aprobar, ambas partes tenían que aprobarse, céntrate en hablar de lo que falta –según tu profesor- en la parte que no aprobaste. 3. Recuerda las condiciones iniciales: si sabías que era imprescindible aprobar ambas partes para poder aprobar la asignatura. Antes de juzgar a tu profesor, hazte responsable de si tenías esa información. No falsees la realidad a tu antojo. 4. Negocia con él posibles maneras de compensar o recuperar la parte no aprobada. A veces funciona detectar lo que el profesor valora como
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fundamental para dar por aprobada una asignatura. No menosprecies su opinión, sino entérate de lo que es importante para él. 5. Sí, de todas formas, tienes la calificación que tienes, para que no vuelva a pasarte lo mismo la próxima vez. 6. Acepta la situación –cuando hayas hecho todo lo que podías hacer- y deja de perder fuerza en insultar a tu profesor. Hazte responsable de hacerlo mejor la próxima vez. Situación
Posible emoción
Desde luego a mi profesor le han tenido
Indignación
que dar el título en una tómbola. No sé cómo ha podido llegar a donde está. Cómo actuar 1. Tu indignación te ciega y te hace opinar de manera infundada: eso que te dices de que , ¿no será que, sencillamente, él tiene un criterio distinto al tuyo y tú eso no lo puedes soportar porque no quedas por encima de él? 2. ¿No será que te encantaría llevar la razón y no lo has conseguido? A veces nos indignamos porque queremos imponer nuestro criterio y no lo conseguimos y, entonces, nuestro orgullo se hiere, y, para evitar dar nuestro brazo a torcer –porque nos sentimos cuestionados, dudamos de nosotros mismos, pero queremos aparentar lo contrario- atacamos a quien está de acuerdo con nosotros y lo criticamos sin piedad. Pero observa, criticamos como un modo de protegernos a nosotros mismos. El esquema sería el siguiente:
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Quiero conseguir algo de mi profesor y doy mi opinión.
El profesor tiene una opinión diferente a la mía y no puedo convencerlo.
Me siento cuestionado porque sus razones pesan más que las mías.
Dudo de mí mismo como resultado de querer quedar por encima.
Me siento herido en mi orgullo ().
Pero no quiero que se me note (porque quiero mantener una imagen ficticia de poder).
Me protejo y lo crítico: .
[Cuadro 9 Esquema de la indignación.]
3. No te protejas a ti mismo: reconoce tu parte de responsabilidad y no quisieras cambiar a tu profesor. Si es tremendamente difícil que tú cambies, ¿cómo esperas que él cambie de actitud? 4. Céntrate en lo importante: no se trata de que tú opines sobre si es válido o no tu profesor, sino que hay una lucha de poder de ti hacia él. Rivalizas con él porque no te haces responsable de tu parte.
Conclusiones En una sociedad en la que queremos ser reconocidos a costa de lo que sea (por nuestro cuerpo, por lo que pensamos, por la casa que tenemos, por los amigos con los que vamos, por el puesto que ocupamos) no es de extrañar que la evaluación nos genere conflictos. Fíjate qué contradicción: queremos ser reconocidos y valorados por lo que hacemos pero nos fastidia que nos evalúen.
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Es imposible resolver este dilema si no es
utilizando otra fuente de
reconocimiento que no sea la imagen que queremos mantener ante otros o la opinión de los demás. Pero el juicio y la evaluación de un profesor es un requisito necesario, por ahora, si asumimos unos estudios. Forma parte de lo que es real. No fantaseemos: ha habido, hay y habrá profesores que pongan exámenes que tengamos que aprobar. O aceptas esta condición o te toca pelearte con el sistema de evaluaciones que impera en nuestra cultura. Eso no quiere decir que no puedas denunciar cosas, negociar alternativas o expresar tu punto de vista. A donde quiero llegar es a que inviertas tus esfuerzos en donde realmente puedes ser efectivo: la parte de responsabilidad que puedes asumir es la de aceptar estas reglas del juego, pero ir cambiando, dentro de ti, la importancia tan grande que le das a que se te reconozca por cosas externas: lo que haces, tienes o eres capaz de realizar. Aunque te parezca mentira, si estás preocupado por ser aprobado, reconocido o valorado por estas cosas te haces dependiente de los demás. Preocúpate más por lo que eres y no tanto por lo que has de conseguir, lo que has de hacer o los resultados a los que has de llegar. En la medida en que cambies tu prioridad y te centres en mostrarte de manera natural ante los demás y ante ti mismo, irás observando cómo te sientes mejor y, al suspender un examen, no te preocupará tanto la imagen que das o el esfuerzo que has de hacer, sino cómo detectar dónde has fallado para volverlo a intentar. Te volverá poco a poco más práctico y menos rencoroso.
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VI.
Amistades y situaciones de riesgo emocional
Supervivencia emocional en: o
Situaciones de dejarnos llevar por los demás.
o
Problemas a la hora de quedar con amigos.
o
Personas que no soportamos o que no nos eligen.
En el ámbito de las amistades las emociones de más riesgo personal suelen tener una causa común: las influencias, es decir, el grado en el que soy yo quien decide por mí mismo o si decido dejándome llevar por los demás. A lo que, en muchas ocasiones, le llamamos problemas de falta de personalidad, son, en el fondo, situaciones en las que estas personas no saben dónde empiezan y acaban sus propios límites, tienen temor a decidir por sí mismos y prefieren dejarse llevar por lo que la mayoría o unos cuantos deciden, antes de dar a conocer su punto de vista propio. Si con los hermanos decíamos que las emociones más predominantes son los celos y la envidia, y en el ámbito de los estudios el aburrimiento o la ansiedad, con los amigos suelen ser la culpa y el resentimiento –sin que dejen de existir otras-: culpa cuando no conseguimos ser reconocidos y tenidos en cuenta por los amigos o resentimiento cuando los demás no hacen lo que queremos. Quien manda en dónde: emociones, luchas de poder y amistad Al salir de clase, Roberto ve cómo los tres colegas de la facultad con los que normalmente queda para tomarse algo, se van rápidamente sin avisarle de dónde se dirigen. Casi sin tener tiempo para darse cuenta, cuando está en la puerta, los amigos se han ido sin decirle nada. Ipso facto piensa que qué habrá hecho para que no le avisen (culpa).
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Entre inquieto y rabioso, va al lugar en el que normalmente suelen estar pero allí no hay nadie del grupo. Pregunta a un par de conocidos si los han visto y nada. Al cruzar un semáforo para coger el metro ve a Jorge, uno de ellos y Roberto lo aborda, algo excitado porque necesita una explicación: ROBERTO: Jorge, ¿dónde estábais? Os he estado buscando… JORGE: Vaya, no esperaba verte… Pues en … ROBERTO: (Intenso y enfadado): ¿Y los demás? JORGE: Se han ido a casa. ROBERTO: (dudoso pero sin querer dejar el tema): ¡Qué rápido os habéis ido! ¿no? JORGE: Como siempre… ROBERTO (con ganas de comérselo porque se ve rechazado): ¿Tú crees? JORGE: Oye, tengo que irme, Roberto, ya nos veremos… ROBERTO: ¿Vas en metro? JORGE: Creo que hoy iré en bus… Adiós. ROBERTO (con la palabra en la boca): Hasta mañana…
Posibles emociones de Roberto Culpable de verse rechazado –fuera del grupo- sin saber por qué. Resentido por no conseguir lo que quiere (enterarse de lo que pasó). Discusión del caso En mi opinión, el tema central del caso es que Roberto se imagina lo que sucede cuando, en realidad, no tiene ni idea de ello. Como verás el caso da pocos
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datos, precisamente porque este tipo de situaciones solemos contar con esos pocos datos y, en cambio, nos hacemos unos montajes mentales exagerados y sacamos de quicio lo que está pasando: ¿por qué? Porque no nos atrevemos a preguntar algo tan sencillo como: . Pero Roberto no pregunta eso, sino que prefiere imaginar que lo rechazan antes de conocer todos los datos. Y ¿por qué no hace la pregunta? Porque tiene miedo de escuchar la respuesta. Su temor al rechazo le hace estar vendido:
en
vez de enfrentarse a lo que puede pensarse sobre él prefiere disimular y plantear con Jorge una conversación nada directa, poco clara, que lo que le hace es causarle todo tipo de emociones que lo limitan y que alimentan su sensación de rechazo. ¿Sabemos de buena tinta que haya sido rechazado? Para nada, si somos fieles a la narración del caso. Y aunque así fuera, ¿Qué hay en Roberto que no pueda soportar que no se cuente con él? Orgullo. Roberto prefiere no preguntar para preservar su orgullo. Siente la herida pero no la quiere mostrar. Eso es lo que hace ser débil emocionalmente: que no se enfrenta a su propia imagen. Su orgullo le hace estar vendido, apegado a la idea de que los demás lo acepten. Y los demás pueden disponer de él a su antojo –no porque sean personas malintencionadas- sino porque Roberto les da el poder de que así sea, no abordado claramente la situación. Cuando un grupo de personas o una persona en concreto, un día, de repente, no se comporta contigo como lo ha hecho –según tú –hasta entonces, la emoción que viene a visitarte puede ser la culpa: puede sentir que algo habrás tenido que hacer para que ahora como antes. Y la culpa se maneja desapegándote de la aprobación de los demás.
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La segunda oportunidad Roberto, al ver salir a sus amigos, piensa que, a lo mejor ha pasado algo, pero que, hasta que no lo verifique con ellos, no puede concluir nada. Eso le hace mantener su rabia a raya. Así, tras visitar los sitios a los que normalmente van, piensa que llamará por teléfono a uno de ellos para recabar información. ROBERTO: Hombre, Jorge…Como
os habéis ido he pensado que quizás ha
pasado algo entre nosotros… JORGE: No, nada, teníamos prisa… ROBERTO: Normalmente vamos los cuatro, esperaba que me hubieseis esperado… JORGE: Venga, que somos ya para esperarnos. ROBERTO: Para mí es desagradable esta situación. ¿Te habría gustado que te tocara a ti que no te esperáramos? JORGE: ¿Esto qué es, Roberto? ¿Un interrogatorio? ROBERTO: Me encantaría tener una explicación y no me la das. JORGE: Pregúntale a Nacho, yo no tengo nada que ver en esto. ROBERTO: Bueno, por lo menos ahora sé que puedo hablar con Nacho para aclarar el tema. JORGE: Eso es cosa entre vosotros… A mí no me metas. ROBERTO: Sólo una pregunta, ¿por qué tú no me has esperado? JORGE (ruborizado): Bueno, los malos rollos no me interesan… ROBERTO: ¿Y esperarme hubiera sido un mal rollo?
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JORGE: Ya sabes cómo es Nacho… Prefiero no llevarle la contraria. ROBERTO: Gracias, Jorge, no es que me hayas dicho mucho pero sé a qué atenerme. ¿Vamos juntos en metro? JORGE: Creo que no… ROBERTO: ¿Por qué? JORGE: Déjame que me aclare con todo esto… ROBERTO: De acuerdo… y gracias. Condiciones para hacer frente a situaciones como ésta 1. Abordar directamente el tema, sin culpas ni miedos. 2. Culpabilidad sería no atreverte a preguntar por temor a que se te cuestione. Entonces te entran ganas de proteger tu imagen, sentir que algo malo has debido hacer y dejar el tema sin enterarte de nada. Por injusto que te pueda parecer, si alimentas este sentimiento de culpabilidad –y aunque no te consideres el responsable de lo sucedido- no te enterarás de nada. Y emocionalmente hablando, cuando no te enteras de lo que pasa, puedes tender a imaginarte cosas infundadas que te producirán más malestar emocional y más limitaciones personales. 3. Gracias a que Roberto se atreve a romper su sentimiento de culpabilidad abordado el tema con claridad y directamente, va haciendo con elegancia las preguntas que te llevan a desenredar la situación. Al menos obtiene un dato de una persona, no para creérselo al cien por cien, sino para verificar la información con otras personas. 4. En este tipo de situaciones, cuando involucran a más de una persona, lo idóneo es tener la opinión de todos, uno a uno. No hagas caso de lo que los demás dicen de otros, sino que sé tú la fuente de la información directa. 5. El objetivo, en estos casos, no es tanto buscar un culpable como enterarte de lo que piensan y sienten las personas para, si te interesa, aclarar tu responsabilidad.
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6. No te sientas una víctima diciendo que no has hecho nada para merecer esto. Estas cosas pasan entre amigos cuando hay intereses ocultos, luchas de poder no manifiestas o relaciones poco claras que mandan más de lo que te crees. Tómatelo como una experiencia para aprender de ti mismo y un proceso mediante el que conocerás a tus amigos. 7. La condición última sería que te interese más llegar al fondo de las cosas que defenderte. Porque ¿sabes? No eres ni más malo, ni más bueno, ni mejor ni peor persona porque te veas envuelto en este tipo de . Nunca hacemos nada malo ni nada bueno en sí –esos son juicios morales- sino que hacemos cosas que otras personas no esperan de nosotros –o nosotros no esperamos de ellos- y tendemos a ofendernos antes de aclarar lo que ha pasado ahí.
Otra situación relacionada Situación
Posible emoción
Siempre se tiene que hacer la santa
Rabia,
Voluntad de mi amigo Salva. O vamos
resentimiento
a donde él quiere o no se sale. Cómo actuar 1. El problema no es que Salva quiera imponer su criterio sino que tú accedes, al final, a su deseo y lo consientes. Recuerda: no hay mayor respaldo a una acción que su consentimiento: si permites algo, luego no te quejes de que no te gusta. Es tu responsabilidad permitirlo. 2. Probablemente podrías negarte a ir donde Salva dice, pero tienes que hacerlo una vez para que tengas la sensación de control y dejes de sentir que todo depende de Salva. A lo mejor temes quedarte solo/a, que se deje de contar contigo, que se te pueda marginar si no accedes a los deseos de alguien que tiene muy claro lo que quiere hacer. Pero la emoción no te
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causa que Salva imponga su idea, sino tu capacidad para ser firme y determinado/a en lo que quieres. 3. Lo que puede estar pasando es que te estás comportando como un/una veleta que se deja influir por el deseo de Salva. Y ello te genera rabia y sensación de pérdida de referentes. Normal. Si no te arriesgas a quedarte solo/a, a ser tú mismo –aun sabiendo que puedes ser criticado o cuestionado, no aprenderás lo que es la supervivencia emocional, la autonomía, la autonomía o ser tú mismo/a. 4. Para que sientas que se considera tu punto de vista es fundamental que, primero, tú te lo consideres. Lo contrario genera dependencia. Es decir, si esperas pasivamente a que se reconozca lo que quieres para sentirte reconocido/a, estás creyendo que tu reconocimiento no tiene valor si te lo das tú. O, lo que es lo mismo, que sólo vale tu punto de vista si alguien está de acuerdo contigo. 5. Además, si aceptas el reto de decidir por ti, verás que lo que te preocupa es más ruido que realidad, ficciones y temores tuyos que te dan vueltas en la cabeza. El resultado que obtendrás puede ser que nadie dejará de contar contigo, o nadie te marginará sino que, sencillamente, podrán considerarte de manera diferente, dado que estás mostrando una nueva faceta tuya. Dales tiempo para que te reconozcan en este nuevo período de tu vida. 6. En el fondo, lo que más puede fastidiarte es el poder que tú quisieras tener que no consigues ejercer sobre Salva, por eso te molesta lo que hace él: él lo consigue y tú no. Este tipo de fenómenos se maneja renunciando al poder por encima de nadie y centrándote en hacer lo que quieres – expresando tu deseo pero no forzando a nadie a acatarlo- aun a riesgo de estar, a veces, solo. 7. No temas la soledad: hablaremos de ella en el capítulo cuarto. Céntrate en conseguir tus objetivos por ti mismo/a y no a costa de los demás.
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Conclusiones Debajo de la rabia que te da no lograr ir a dónde quieres ir con tus amigos y del temor a sentirte marginado/a –si no cedes ante Salva- lo que puede haber es un afán de control que no te reconoces y una soberbia de la que no te das cuenta: si te fastidia que los demás quieran imponer su criterio es porque quizás tú desearías hacer lo mismo pero no lo consigues. Este proceso no es negativo ni positivo. Sencillamente, no te lo reconoces, creerás que sientes malestar por su culpa de los demás y no a causa de ti: porque tú quieres imponer tu criterio pero no lo haces. ¿Por qué tanto interés en situar siempre la causa de los problemas emocionales en ti y no en los demás? Porque así podrás hacerte una persona autónoma: no depender de que cambien los demás para que tú te puedas sentir en paz, sino que tú, sin depender que nadie, puedes empezar a conseguir el bienestar que quieres para ti. Es una cuestión de cambio de perspectiva. Una vez reconozcas que el deseo de poder es tuyo podrás decidir entre dos alternativas posibles: 1. Hacerle la guerra a Salva porque quieres tener tú el poder, lo cual puedes conseguir siendo consciente de tus capacidades reales. Sólo que esta alternativa, desde mi punto de vista, te ata a Salva y te hace dependiente de quererlo derrocar. 2. Encontrar, aunque te motive el poder, otra motivación más personal que tenga que ver contigo: hacer por fin lo que siempre has querido, sin esperar que se esté o no de acuerdo contigo, pero que, por temor a destacarte del grupo, no lo habías hecho nunca. Esta alternativa te dará, a la larga, una gama emocional que apoyará tu autonomía y libertad como persona.
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No soporto que Marta hable tanto Laura sale normalmente con un par de chicas, Marta y Gloria. Y una noche, dos chicos del conservatorio se apuntan a tomar algo con ellas. A decir verdad, a Laura le gusta Alfredo. Además de que se llama como el protagonista de la ópera La Traviata, hay algo en él que le atrae mucho. Es tenor y lo ha acompañado alguna vez al piano mientras él cantaba en audiciones del conservatorio. En la conversación hace rato que marta no para de hablar, sobre todo con Alfredo. Laura percibe como si No para –según piensa Laura- de pavonearse, contonearse y seducir al chico. Es cierto que una amiga a la que le gusta mucho hablar, pero esa noche, no sabe bien porqué, sus intervenciones le están empezando a fastidiar. Hasta que, cuando no puede más, Laura participa en la conversación: LAURA: Bueno, tendrás la boca seca, ¿no, guapa?... MARTA: ¿Qué dices, Laura? LAURA: (irascible): Que no sé qué pasa esta noche, parlanchina… MARTA: ¿Te ha picado alguna mosca o quieres molestarme por algo? LAURA (ofendida y acorralada): A mí no me ha picado nada, pero tú, se ve que hoy has comido lengua de gato… ALFREDO: A mí me encantan las lenguas de gato, por cierto. MARTA: No hace falta que intervengas, Alfredo… A Laurita se le ha atravesado que esté hablando contigo. LAURA (a punto de agarrarse al cuello de Marta porque piensa que está revelando algo que no quiere dar a conocer): ¡Eres la enemiga más charlatana que tengo! Perdonadme, chicos, pero tengo que irme…
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(E, indignada, se levanta y se va sin decir más palabras).
Posibles emociones de Laura Culpa porque Alfredo pueda saber que a ella le gusta él (por eso lo esconde). Resentimiento contra Marta porque la está dejando en evidencia. Discusión del caso Marta puede ser habladora empedernida pero este rasgo no tiene por qué sacar de quicio a nadie. El problema es que saca de quicio a Laura porque quizás ésta no se permite reconocer que Alfredo le gusta más de lo que cree y lo quiere tapar o disimular por ahora. Pero le delata su emoción ya que percibe que Marta se pavonea, quiere seducir o se cantonea ante Alfredo. ¿No será que Laura ve eso en Marta porque, en el fondo, es ella la que quisiera seducir a Alfredo pero no se lo permite? ¿Qué más da que Marta hable tanto? Laura siente que, especialmente esa noche, Marta está hecha una cotorra. ¿Por qué? Porque a lo mejor quisiera ser ella la que estuviera hablando con Alfredo pero se lo reprime, disimula su deseo, lo quiere tapar pero ahí está, proyectando en Marta. Le fastidia la actitud de Marta porque ella quisiera hacer lo mismo pero no se atreve: no vaya a ser que Alfredo se dé cuenta y no sienta lo mismo por ella, y se vea rechazada. Vaya de fondo: el sentimiento de culpa es esa emoción que nos hace disimular lo que sentimos por temor a sentirnos rechazados, ¿recuerdas? El deseo de Laura quizás hubiese sido tener todo el terreno libre para abordar una posible conversación con Alfredo, a su ritmo, poco a poco, pero Marta está fastidiando el plan de Laura, y Laura, en vez de reconocérselo y expresarlo con elegancia, está resentida y ataca a Marta. Y, cuando Marta se defiende revelando la posible atracción de Laura por Alfredo, Laura salta porque puede estar en evidencia algo que ella no quiere que
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se sepa. Se siente doblemente atacada y contraatacada a Marta hasta con un insulto al final de la conversación.
La segunda oportunidad Laura es consciente de que le gusta Alfredo, se lo ha comunicado a sus amigas pero les ha dicho que prefiere que no se sepa por ahora. Antes de llegar al lugar donde van a tomar una copa, Laura le pide a Marta que, por favor, la deje al lado del chico. Aunque se percibe tímida, quiere ser congruente con ella misma y si le gusta Alfredo, quiere intentar intimar más con él, a ver qué pasa. Marta ha protestado algo porque dice que Laura es mandona, pero entiende que su amiga quiera estar cerca de alguien que le gusta. En la conversación Marta tiende a hablar más que Laura, pero ésta sabe que, si se reprime de hablar con Alfredo, luego se lamentará de no haber intentado saber más cosas de él. Así que, consciente de su inquietud, de que se le pueda ver , toma la palabra: LAURA (nerviosa por salir al paso): Marta, ¿crees que a Alfredo le gustaría venir el domingo? ALFREDO: ¿De qué habláis? LAURA: (ruborizada al mirar a los ojos a Alfredo, pero consciente de que quiere hacerlo): Hay un concierto el domingo: canto y piano. ALFREDO: ¿Quién canta? LAURA: Creo que es un tenor alemán… Y le acompaña nuestra profesora de piano. ALFREDO: Puede ser una buena oportunidad para escuchar canciones alemanas. ¿Me dirás el programa? LAURA: Cuando llegue a casa te lo digo. ALFREDO: Apúntate mi teléfono… o si quieres te llamo yo.
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LAURA: Me encantaría que pudiésemos ir… ALFREDO: Hablamos, si te parece.
Condiciones para enfrentarse a este tipo de situaciones 1. No dar nada por supuesto: no suponer que tus amigos han de saber que a ti te gusta alguien. 2. Aclara y avisa lo que quieres. Si estás dudoso/a, también lo puedes decir. Expresa tu duda o tu inquietud, pero aclara a las personas tus pretensiones. Si no, creerás que la gente luego no tiene en cuenta, cuando eres tú quien no te comunicas. 3. Revela tus intenciones sin culpa ni vergüenza o incluso a pesar de ellas. Rompe el temor al qué dirán de ti si se enteran de que vas a por un chico o una chica que te gusta. 4. Actúa de manera congruente con tu objetivo. Si tu objetivo es acercarte a alguien, búscate las posibilidades y medios que te lleven a ello. 5. Expresa tus deseos y, si no hay más personas que los compartan, basta con que tú lo desees. Desapégate de la aprobación de los demás. 6. Dale tiempo a las personas si no entienden lo que quieres o si lo censuran. Cada persona tiene un proceso para entender, sentir y situar sus propias emociones.
Otra situación relacionada Situación
Posible emoción
Cuando quedo con Carlos no puedo
Rabia
soportar que siempre llegue tarde. Cómo actuar
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1. La emoción que te produce que Carlos llegue tarde no te la produce lo que tú crees. Tú piensas que te da rabia –te molesta- porque a nadie le gusta estar esperando, o porque es un . Pero te animo a ver que el malestar te lo creas tú: te puede estar dando rabia porque Carlos no hace lo que tú quieres –ser puntual- pero tú no haces nada por dejar de permitirlo. 2. ¿Has pensado alguna vez que Carlos vive de que tú permites que llegue tarde? Y te preguntarás: ¿qué puedo hacer? Primero, decírselo a él: que te molesta tenerle que esperar. Segundo, decide hacer algo al respecto: no lo esperes más de diez minutos, y luego te vas. Puedes avisarle de que así harás cuando vuelva a suceder; lo de avisarle te servirá para manejar un posible sentimiento de culpabilidad que puedas tener al hacer este tipo de cosas al principio. 3. No pretendas cambiar a Carlos. Tu objetivo no es forzarle a que llegue a la hora porque tú lo digas, sino evitar sentir rabia tú. Céntrate en tu emoción pero no confíes en que Carlos cambiará. Has las cosas por ti, informa a quien involucres de que así lo harás pero no creas que lo que tú haces es lo mejor para todo el mundo. Sólo es lo mejor para ti. 4. ¿Por qué no te atreves a hacer este tipo de cosas –irnos si con quien hemos quedado no se presenta-? Porque temes perder a Carlos. Por la razón que sea –que estás sola y deseas compañía, que temes perder su amor o apoyo, que te preocupa lo que pueda pensar de ti- te conviene esperarle. Por lo tanto, tienes un problema: te molesta que llegue tarde pero no estás dispuesta a hacer nada por manejar tu emoción porque estás vendida a lo que Carlos haga. Permites que Carlos dirija y tú le das el poder. Pero esto es una manera de hablar porque Carlos no tiene que ver nada en todo este proceso. 5. Eres tú quién maneja los hilos de la relación con Carlos. No te quejes porque tu emoción te la da el hecho de que consientas –porque te conviene inconscientemente- que Carlos llegue tarde.
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6. A lo que le llamas es, en realidad, una carencia tuya: que no te muestras con firmeza ni determinación ante él. ¿Por qué? Porque, a lo mejor, tienes horror a que deje de contar contigo. 7. No necesitas a Carlos para nada que no quisieras para ti. Si temes perder su amistad es que, en alguna medida, dependes de él. Y quizás va siendo hora de que seas más autónoma.
Conclusiones Con los amigos las dependencias emocionales saltan a la vista. Bajo la forma de que alguien me gusta, de que necesito salir, de que es bueno hablar… se esconden problemas personales: temor a la soledad, necesidad de que me reconozcan y valoren, problemas de autoestima… Y, por suerte o por desgracia, a la primera de cambio, cuando un amigo no hace lo que yo espero que haga, saltan mis emociones como leones hambrientos informándome de que mis carencias y mis problemas personales están ahí. Cuando te da rabia, ansiedad, te molesta o te enfada un amigo porque hace algo que a ti no te gusta, piensa que no es porque se trate de personas malas, caraduras, maleducadas o imbéciles, sino que, en el fondo, lo que está pasando, es que tienes dependencias que no has resuelto dentro de ti. Dependencia quiere decir que crees que necesitas que los amigos se comporten como tú deseas para poder sentirte bien. Es dependencia porque pones una condición a una relación, pero no eres consciente de ello; y autonomía sería que, o bien eres consciente de la condición o bien no hay condiciones. Lo que suele fastidiar es que no conseguimos obtener lo que deseamos y creemos que es porque los demás no nos dan aquello que decimos que necesitamos. Pero el reto de la supervivencia emocional está en no depender de los demás para tener lo que dices que necesitas. Y eso se hace enfrentándote al miedo a la soledad. No es malo estar solos, es incluso recomendable para tu autonomía emocional. Pero nuestra sociedad tiene demasiados prejuicios en este tema. Lo abordaremos en el siguiente capítulo.
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VII.
Ocio emocionalmente inteligente
Supervivencia emocional en: o
Consumo de drogas y alcohol
o
Uso de Chats y móvil.
o
Situaciones de dependencia sexual y abusos sexuales
o
Cómo sobrellevar la soledad.
Se suele decir que vivimos en la sociedad del ocio. Mi propuesta es que es mejor hablar de la sociedad del . Intenta responderte a estas preguntas para delimitar si el uso que haces de tu tiempo libre es de libre elección o de : o ¿Sales con quien quieres salir o sales con quien tienes aunque no te guste? o ¿Sabes estar solo cuando hace falta? o ¿Se te hace un mundo aguantarte en casa el fin de semana? o ¿Necesitas frenéticamente quedar con gente por las tardes? o ¿Si dejas de tomarte tu cerveza tienes de ella? o ¿Necesitas para pasártelo bien? o ¿Te desmoronas si quieres ligar y no lo consigues? o Etc… En la medida en que, para sentirte bien, necesites siempre y en todo lugar salir, ligar, tomar algo o llamar a alguien… podríamos considerar que tienes una tendencia a depender de cosas externas para rellenar tu ocio. En la medida en que, si consigues estas cosas externas bien, pero si no lo consigues, sabes hacer otras cosas, montártelo por tu cuenta y estar automotivado sin necesidad exclusiva de salir, ligar, tomar algo, ver tele… podríamos considerar que muestras una tendencia a no depender de lo externo para tu ocio.
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La diferencia entre la dependencia y la no dependencia es, a veces, sutil, y eres tú quién ha de desarrollar la sensibilidad dentro de ti al respecto. ¿Es malo depender? No es malo ni bueno. El riesgo, para mí, está en que no te des cuenta de tu dependencia. Entonces es cuando eres adicto inconsciente. Media sociedad es adicta a miles de cosas (el éxito, el dinero, las comodidades, la fama, el poder…). El problema no está en que te motiven esas cosas sino en qué condiciones el sentido de tu vida a ellas. Es decir, que, cuando no las tengas, te desdibujes, no te reconozcas y te sientas fatal. Para mí, eso –sin juzgar que sea malo ni bueno- sólo sería un síntoma de dependencia. , por lo tanto, sería que sientas que, para pasártelo bien, hayas que estar permanentemente con otras personas, el chat o la propia lectura. Es decir, cuando percibas que es exclusivamente a través de los demás o de hacer cosas como te sientes equilibrado. La fina línea que separa estar o no estar la marca la diferencia entre que tú seas el dueño de tus gustos o que tus gustos te dominen a ti.
Situaciones de riesgo emocional por consumo de drogas y alcohol Antes de salir el domingo con Alfredo para ir al auditorio éste llama a Laura por teléfono y le pregunta si fuma y ella dice que de vez en cuando; pero Alfredo le pregunta si estará dispuesto a que disfruten de un concierto en , si bien Laura no lo entiende. Alfredo le dice que le promete el mejor concierto de su vida con una condición, que se limite a gozar del mejor cigarrillo antes del recital. Qué él lo llevará todo, que ella no ha de preocuparse de nada, sólo de disfrutar de lo que él le ofrezca. Laura, encantada como está por haber conseguido que Alfredo acceda a ir al concierto, interpreta que es un riesgo de seducción y le dice decidida: >>contigo al fin del mundo, señor tenor>>… sin saber bien a qué está accediendo. Cuando se ven en el auditorio Alfredo le ofrece un cigarrillo que ella fuma seductoramente, como asumiendo la promesa que había hecho por teléfono a
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Alfredo. Y pasan a la sala. Laura, en cinco minutos, se pone a reír sin parar y, progresivamente, se va echando en los brazos de Alfredo, quien, igualmente alegre, la invita a salir del espectáculo. Ella no sabe qué le pasa pero está alucinada, risueña, ha perdido de repente la timidez, y le pregunta a Alfredo que qué tenía el cigarro. Él le dice que es secreto de la casa y la besa en la frente. Laura, muerta de emoción, calla y se siente la mujer más feliz del mundo. Así que accede a fumar tantos cigarros como Alfredo le va ofreciendo en sus salidas. Al principio uno, luego dos y hasta tres en una hora… Cuando sale con sus amigas Laura está triste, amargada y la timidez se apodera de ella, pero, al salir con Alfredo, se siente la … Aunque nunca se atrevió a preguntar qué tienen los cigarros ya no puede pasar sin ellos y es la primera en pedírselos a Alfredo. Cinco meses después siente que hasta el piano le ha dejado de gustar y necesita frenéticamente encontrarse con Alfredo para que le pase más cigarros y se va convirtiendo en una fumadora empedernida. Y, llena de angustia, por mucho que lo intenta con su voluntad, depende de los cigarros como de beber agua para apagar su sed.
Posibles emociones de Laura Sentimiento de culpa por no querer defraudar a Alfredo al principio de la situación. Angustia por no poder desengancharse a pesar de su voluntad.
Discusión del caso Laura tiene una necesidad tan grande de que la quieran que es doblemente adicta: al amor y, luego, a lo que fuma. Pero su gran dependencia es la de ser amada, reconocida, valorada y aceptada. Su dependencia de la droga es una consecuencia de emocional.
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Al principio parece ser que acepta fumar porque juega con la seducción: con tal de no defraudar a Alfredo –porque lo requiere conseguir y quizá siente que ella no se lo merece- está dispuesta a hacer lo que sea, hasta el punto de fumar lo que le den sin medir el riesgo de la adicción. Está obsesionada por complacerle. Lo que puede pasar es que, como se siente insegura, no dice que no al cigarro por temor a perder a Alfredo: se ella misma le resulta –inconscientemente- demasiado duro. No requiere enfrentarse a que puede verse fea, o con complejos físicos o con problemas de valoración personal. Además poder ser que la droga le produce lo que ella, por sí misma, no sabe o no quiere producirse: mostrarse abierta, habladora, relajada ante el mundo. Con la droga consigue un estado de conciencia que le encanta. Sustituye sus carencias –los rasgos que no le gustan de sí misma: timidez, distancia, reservacon los cigarros. Por lo tanto, vive en un mundo artificial, irreal, ya que consigue con la droga lo que no se permite conseguir por sí misma. Este mecanismo no puede sino proporcionarnos una dependencia atroz y un profundo malestar emocional. Reconocer tus carencias y afrontarlas, así como utilizar tu libre elección –no estar vendidos antes los demás- son los únicos medios para ir consiguiendo la propia autonomía emocional.
La segunda oportunidad Cuando Alfredo le invita a fumar, Laura le pregunta qué tiene ese cigarro tan misterioso y él le dice que ha de probarlo sin preguntar. Ella –consciente de que quiere seducirlo pero también reconociendo sus propios límites como persona- le dice: LAURA: El encanto a mí me lo da el profundo conocimiento de las cosas… ALFREDO: No quieras romper la magia de lo desconocido, Laura. Atrévete a saltar a la piscina. LAURA: Te agradezco tu invitación, pero si me revelaras el secreto podría acompañarte en el salto…
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(Alfredo calla y la invita a entrar en la sala del concierto. Al salir Alfredo vuelve a encender otro cigarro ya confeccionado y Laura le pide . Tras fumarse casi medio cigarro siente cómo todo se le mueve y le sobreviene esa euforia que no es suya): LAURA: Bueno, no creo que pueda acompañarte a saltar a la piscina. Esto cuelga al más santo. ALFREDO: Pues no sabes lo que te pierdes. LAURA: Prefiero que nos perdamos en algún lugar para hablar… ¿te parece? Y aquí podrían pasar varias cosas: o Que, como consecuencia de las intervenciones de Laura, Alfredo sienta que Laura no es la mujer con la que quiere estar o que Laura sienta que Alfredo no es el hombre de su vida y, entonces, no se llame más. Aunque esto sea duro para Laura, si es la consecuencia de las decisiones de uno y otro, más vale que cada cual haga su camino, sin dependencias ni manipulaciones. o Que, a pesar de que Laura elija no fumar, Alfredo siga haciéndolo, y pueda establecerse una relación de tolerancia: cada cual respeta al otro sin imposiciones. o Que Laura se dé cuenta de que la única manera de estar con Alfredo sea la de fumar y rechace conscientemente esa posibilidad. En cualquier caso, las tres posibilidades se parecen en algo: son elecciones libres que no responden a la necesidad urgente de ser queridos a costa de unas migajas de amor.
Condiciones para enfrentarse emocionalmente a situaciones como ésta 1. Tener reconocidas las propias carencias, sino te meterás en cualquier lugar donde se te prometan cosas para compensar lo que no te gusta de ti mismo/a. las carencias que solemos tener son: inseguridad física,
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complejos físicos o mentales, sentirnos culpables de ser como somos, no tener dinero y pensar que sólo estando con otros lo podemos conseguir… 2. Reconocer que queremos que quieran y estamos dispuestos a vendernos por unas miserables monedas de aprobación y de reconocimiento, por temor a estar solos, a que se deje de contar con nosotros, a que no nos llamen para participar en algo… 3. No pretender rellenar siempre nuestras carencias con personas o cosas – sean
drogas,
juegos,
sexo…-
sino
proporcionarnos
medios
de
automotivación: salir solos, leer, escribir, pintar… Más que renunciar a las cosas externas o a las personas, se trata de que sean un recurso más a tu alcance y no el único recurso que haga que te sientas bien. 4. No sustituir lo que sentimos que nos falta –alegría, marcha, apertura, simpatía, buen ambiente- con sustancias sino con apoyo psicológico de un profesional, una buena conversación con un amigo o con tus padres. 5. Mirar cara a cara la soledad: no huirla. Enfréntate a ella: aguantarte solo durante un par de días puede ser un ejercicio bueno para demostrarte a ti mismo/a que no dependes de cosas externas.
Otra situación relacionada Situación
Posible emoción
Si no bebo mi par de cervezas no llego
Ansiedad
a ese que me hace sentir libre y ser como soy. Cómo actuar 1. La emoción –ansiedad en este caso- te la produce tu inseguridad y tu necesidad de hacer algo para evitar mostrarte tal y como eres. De tal manera que no eres como crees. Ni eres libre ni nada de nada. Y depositas en el alcohol lo que no quieres desarrollar en ti.
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2. Muéstrate tal y como eres. Si no se te acepta, si no se te valora, si no se te reconoce, reconócete tú. El alcohol con el que tapas lo que hay en ti te hará creer que, sólo tomando alcohol, puedes conseguir mostrarte más relajado o divertido. Y eso no es verdad. 3. El problema no está en el par de cervezas sino en que estás confundido: crees que las cervezas te dan algo, pero ese es mentira. Eres el único que te puedes dar lo que necesitas. El alcohol no te da nada. Sólo te hace creer que te lo da. 4. Ser como eres no es bueno ni malo. Así eres tú. Si no te gustas es porque quieres impresionar a los demás con tu mejor imagen. Y ya estamos con querer complacer a otras personas. 5. Empieza a aceptarte. Si no puedes conseguirlo, habla con alguien, pide ayuda psicológica, pero el alcohol no es el único recurso para alcanzar ese que dices que necesitas. Hay otras tácticas: hacer cosas, desarrollar tus cualidades, ser sincero y honesto contigo, tener amigos de verdad, confiar tus secretos a personas de confianza… 6. Al principio, nada de eso te dará la sensación que te da ahora el alcohol, pero, con el tiempo, podrás ir descubriendo cómo vibras y obtienes esa misma sensación. Las sensaciones son sólo eso, sensaciones y pueden sustituirse.
Lo caro y lo barato de los chats y el móvil Roberto lleva varios días sin salir con los colegas porque, el hablar con Nacho, ambos mostraron sus desacuerdos y se han distanciado. Así que lleva un fin de semana solo, aburro, sin saber qué hacer, agobiado porque tiene unas ganas enormes de hablar con alguien y no sabe con quién. Después de llamar a un par de amigos de hacía tiempo y saber que están fuera de la ciudad, su ansiedad se está convirtiendo en un infierno.
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Se pone los cascos para escuchar música y hasta eso le aburre; ve la televisión pero no aguanta delante de ella más de diez minutos. Con Laura intentó hablar pero se han peleado. En fin, que, desesperado, se conecta a internet y, como quien no quiere la cosa, se mete en un chat y siente cómo, poco a poco, su sensación de agobio se va pasando porque está con gente. Cree que el chat es una manera fantástica de contactar con personas que están como él, e incluso puede intercambiar información de todo tipo. Los problemas, sin embargo, empiezan realmente cuando Roberto quiere conectarse por las tardes y su padre dice que ni hablar, que es caro, que la línea está ocupada todo el tiempo y que le está quitando tiempo de estudio. Roberto, entonces, ha decidido decir que se va a estudiar a la biblioteca de la facultad cuando, en realidad, se va a un lugar público de internet a conectarse. En los exámenes de final de cuatrimestre aprueba sólo una. Sus padres le advierten que, si esto sigue así, tendrá que trabajar y él, lleno de culpabilidad, confiesa que no puede parar de conectarse a internet y que no ha estudiado nada en los últimos meses, desde la ruptura con sus amigos.
Posibles emociones de Roberto Agobio y angustia ante la soledad. Sentimiento de culpa al esconder que se conecta a internet fuera de casa. Discusión del caso ¿De dónde viene la ansiedad que siente Roberto cuando está solo en casa y no sabe qué hacer con su tiempo? Probablemente del que siente de estar con gente, de que el sentido de su ocio había sido hasta entonces salir y entrar y, al haber discutido con los amigos, hace que tenga que replantearse cómo se divierte. Pero, en vez de replanteárselo, se agobia, no es consciente de que había desarrollado cierta adicción a estar con los colegas y ahora, al no tenerlos,
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le parece que el fin de semana no tiene sentido. Se siente perdido, extraño, desconocido… ¿Por qué? Porque dependía de sus colegas para pasárselo bien. Fíjate qué rígidos nos hace la dependencia: sentimos que, cuando no tenemos aquello que nos gusta, no somos los mismos, nos preocupamos y agobiamos, casi hasta dejar de ser quienes éramos. E insisto: no es malo ni bueno salir con amigos, el peligro es no ser consciente de si usamos o abusamos de ellos, eso es todo. Tú quieres beber, comer, salir, conectarte a internet conocer lo que quieras… No hay nada malo en todo ello. El problema no es de bondad o de maldad sino de dependencia: de que abuses de algo sin darte cuenta y, cuando no lo tengas, te creas que nada vale la pena, que no tiene sentido la vida ni el tiempo, si no es para tener aquello que echas de menos. El echar de menos algo que ya tienes –amigos, pareja, salidas, sexopuedes interpretarlo de dos maneras: o Como una situación para apegarte más a ello, es decir, buscar un sustituto inmediato que amortigüe la sensación de carencia que sientes al no tener ya lo que tenías. o Como una maravillosa oportunidad que te ofrece la vida para cambiar o ampliar tus gustos o buscar otros medios para proporcionártelos, sin apegos ni dependencias. Si lo tienes, bien; y si no, . Por lo tanto, la dependencia del chat en el caso de Roberto, tiene un mensaje para él: que tiene miedo a enfrentarse a sus propias carencias, y las quiere sustituyendo los amigos por el chat. Modo de tratar las propias carencias: 1. No taparlas o ignorarlas. 2. Verlas, reconocerlas por desagradables que nos parezcan.
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3. Hacer cosas por mí mismo –salir solo al cine, escribir pensamientos, hacer deporte, hablar con un profesional de la psicología, hacer relajación…- y no usar a los demás para realizarlas.
La segunda oportunidad Roberto se da cuenta de que no se aguanta solo, de que tiene una necesidad enorme de hacer algo para paliar la ansiedad que tiene. Así que decide irse a correr para desfogarse y descargarse. No es que le guste correr pero, todo lo que se le ocurre que le apetecería hacer, involucra a otras personas. Y ha intentado contactar con gente pero no ha podido. Así que no se va a suicidar ni a darle más importancia de la que tiene. Reconoce que desearía estar con gente pero está dispuesto a hacer algo por él sin depender de los demás. Corre quince minutos y se cansa; entonces decide comprarse una revista y llevársela a casa. No es que aguanta mucho tiempo leyéndola pero en la revista lee que hay una película que él quiere ver y decide ir al cine por la tarde. Al querer comprar las entradas por internet descubre un chat. Está media hora conectado y luego lo deja. Para su sorpresa llega su hermana y le dice que le acompañará al cine, con lo cual, cuando ya tenía decidido ir solo, la vida le regala compañía. Con Laura puede hablar de lo solo que se siente a causa de lo de Nacho y sus amigos y se da cuenta de que quizás ha sido excesivamente rígido con ellos. El lunes piensa volver a hablar, a ver si avanza el tema. Al día siguiente habla con su padre de que quiere conectarse un rato a internet todos los días y, entre ambos, llegan al acuerdo de que media hora sería lo idóneo.
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Condiciones para que pueda darse esta situación 1. Es fundamental que reconozcas tu dependencia de los demás: de que crees que la única manera de pasártelo bien es con gente. Lo cual es falso, es sólo una sensación. Si tienes gente a tu alrededor, bien, pero si no la tienes, ¿te vas a morir? 2. No tengas miedo de ver que te encanta depender de tus amigos o de las relaciones. Eres un inconsciente que, por lo que sea –tus carencias personales-, o estás con gente o no te reconoces a ti mismo. 3. Nuestra sociedad ha generado una necesidad de estar frenéticamente con gente para poder sentirnos equilibrados. Te animo a cuestionar esta creencia, que es sólo eso, una creencia. Tú puedes elegir y creer que hacer cosas por ti mismo es pasárselo bien también. 4. Avisa a los miembros de su familia si el uso del chat los involucra, ya sea económica o temporalmente. Negocia tus necesidades ANTES de satisfacerlas, no después. 5. Habla, comunícate, comparte tus necesidades: si te has peleado con amigos, si necesitas apoyo, si te sientes desatendido. Habla desde ti, en primera persona, expresando lo que sientes. verás Como la sensación de carencia se alivia.
Otra situación relacionada Situación
Posible emoción
Mi padre ha dejado de pagarme el
Rabia
móvil porque dice que gasto mucho entre llamadas y mensajes. ¡Qué más le dará a él con lo que gasta en otras
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cosas! Cómo actuar 1. Se ve que el problema trae cola entre tu padre y tú, pues sobre esas tú te atreves a opinar. Y yo me pregunto: ¿lo has hablado con tu padre? 2. No des cosas por supuestas: habla. Comunica tu necesidad a tu padre, pero no desanimes su punto de vista, sencillamente porque es suyo. Las cosas que decimos valen en tanto que las decimos nosotros. Las tuyas y las de él. 3. El problema es que aún dependes económicamente de tu padre y, si no negocias tus necesidades, te creerás que, imponiéndoselas, lo conseguirás. Eso nunca funciona. 4. Puede fastidiarte que tu padre sea tacaño o piense poco en ti. El problema no se arregla criticando sino comunicándose. 5. Otro tema: el propio móvil. ¿Usas o abusas de él? Para aclararte sobre esto, piensa en si lo utilizas excesivamente, sin darte cuenta, por ejemplo. Quizás podrías quedar con la gente o hablar con ella a través de otros medios. 6. Si lo usas porque no tienes por qué caer en la trampa de responder siempre. Atención a cuando la diversión se te convierte en adicción (cuando no puedes parar de hacerlo por mucho que lo intentas). 7. Se tú quien maneja el móvil y no dejes que el móvil te maneje a ti.
¿Eres sexodependiente? En sus navegaciones por internet Roberto descubre una serie de páginas que le invitan a todo tipo de aventuras sexuales: desde ver fotos a conectar con chicas para mantener relaciones. Al principio no les hace mucho caso, pero la curiosidad se va apoderando de él a medida que descubre cosas que no sabía y que le hacen excitarse y sentirse en otra dimensión.
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No sólo navega sino que llama también a teléfonos eróticos donde se siente seducido, alucinado y maravillado. Siente cosas que nunca antes había sentido y percibe que esas conversaciones lo trasladan a un mundo fantástico. También empieza a fijarse en revistas pornográficas en los quioscos. Siempre de manera escondida, compra la que puede y se ha enterado de varios lugares donde, a bajo precio, puede conseguir lo que quiere. Con lo cual también está conociendo a otros chicos que hacen lo mismo que él y ya no se siente solo. Cuando quiere darse cuenta no tiene un céntimo, pasa las horas embelesado en pensamientos sexuales y obsesionado por conseguir revistas en donde las fotos y las ideas sean cada vez más sofisticadas y más excitantes.
Posibles emociones de Roberto Ansiedad por conseguir más y más. Culpa por esconder sus gustos y hacerlo clandestinamente. Discusión del caso Lo que pone de manifiesto este caso es una nueva tendencia a la adicción, vistas todas. Como observarás todas tienen el mismo esquema: Necesidad o carencia que se quiere tapar con gente o cosas externas.
Búsqueda compulsiva de placer y bienestar.
Llego al límite y entonces necesita más.
Hago lo que haga falta para conseguir más bienestar con cosas externas. [Cuadro 10 Las adicciones tienen un esquema]
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Roberto vive , enajenado y embelesado por un mundo de sensaciones que no encuentra en su vida cotidiana. ¿Por qué? Porque no se lo permite con su estudio, su trabajo o su dedicación. Han de ser cosas externas las que le llenen. Esto genera inevitablemente ansiedad, dado que nunca es suficiente lo que sentimos que conseguimos: el cubo sigue siempre con agujeros en el fondo y no somos conscientes. ¿Es malo buscar placer? No. Lo que propongo es que te hace dependiente cuando no sabes que lo buscas evitando enfrentarte a tus problemas. Nada más. Y además Roberto siente culpa: ¿por qué no se permite, sin esconderse, el gusto por el sexo?, ¿por qué lo quiere disimular? Porque quizás no se vería aceptado por sus padres u otras personas. Y como busca la aprobación y el cariño de los demás, entonces ha de fabricarse un mundo paralelo de aceptación irreal, un mental para refugiarse. La sexodependencia esconde, desde mi punto de vista, el temor al enfrentamiento con lo que hay. Quien elige este tipo de salidas a sus insatisfacciones prefiere vivir en las ideas, no involucrarse con otras personas. Y curiosamente, lo que excita todo el rato, es ver a personas que tratan sexualmente con otras personas. Se sustituye la involucración mental (el compromiso) por la física (sexo). Es posible que Roberto no quiera pasar a la acción porque quizás no soportaría un posible rechazo. Por lo tanto, su valoración física o como persona está en la base de su problema de adicción o dependencia sexual. Recuerda: no están en cuestionamiento ni el sexo, ni el placer, ni la búsqueda de bienestar personal. Lo que discuto es la dependencia: el abuso compulsivo e irrefrenable de Roberto, es lo que le lleva a no ser dueño de sus actos. Esto se ve, sobre todo, cuando empieza a hacerlo clandestinamente, cuando llega la emoción de la culpa.
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La segunda oportunidad Cuando Roberto percibe que le atrae y excita la oferta sexual de internet se detiene un momento y se dice:
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