Justo Anderson - Homiletica Para Laicos Bw

September 24, 2017 | Author: julioadolfo | Category: Christ (Title), Bible, Catholic Church, Truth, Holy Spirit
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Descripción: Cristianismo...

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MANUAL DE

HOMILETICA PARA LAICOS

J u s to A nderson

Asociación Bautista Argentina de Publicaciones

Casa Bautista de Publicaciones

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© Copyright 1973, Junta Bautista de Publicaciones. Buenos Aires. Argentina. Todos los derechos reservados. La presente edición es publicada conjuntamente por la Casa Bautista de Publicaciones y la Asociación Bautista Argentina de Publicaciones. No se podrá reproducir o transmitir todo o parte de este libro en ninguna forma o medio sin el permiso escrito de los publicadores. con la excepción de porciones breves en revistas y/o periódicos. Ediciones: 1987, 1990, 1993, 1997 Quinta edición: 1998 Clasificación Decimal Dewey: 251 Tema: Predicación 1.2 M 11 98 Printed in U S.A. ISBN: 0-311-42073 7 C B P Art No. 42073 ABAPArt. No. 14522 ISBN: 950 0074 15-X

Indice

INTRODUCCION

A. B.

Una distinción Una definición

EL PREDICADOR LAICO

A. B. C. D.

Su Su Su Su

idoneidad equipo propósito mensaje

9 9

11 15 15

21 25 29

EL SERMON

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A. El texto del sermón B. El tema del sermón C. La disposición del sermón D. La introducción del sermón E. La conclusión del sermón F. La elaboración del sermón G. La programación del mensaje H. La comunicación del mensaje I. La invitación del sermón J. La protección del sermón K. La repetición del sermón

35 41 50 62 65 67 71 75 85 86 86

CONCLUSION

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Prefacio Un nuevo sentido de urgencia dentro de las filas evangélicas latinoamericanas está impulsándonos a abrir nuevas obras de ex­ tensión. Pastores e iglesias están manifestando un nuevo espíritu de avance. La realización de esta visión a veces no puede esperar el largo proceso de preparación teológica que el mundo del día de hoy demanda de los jóvenes que están contestando el lla­ mado del Señor al ministerio. La mayor parte de ellos piensa entrar en los crecientes Seminarios Teológicos de América Latina. Sin embargo, el avance se precisa ahora. Se calcula que hay 150.000 iglesias y puntos de predicación evangélicos en la América Latina. Sin embargo, hay sólo 13.000 alumnos en los seminarios e institutos bíblicos. Por eso, las iglesias evangélicas no pueden depender solamente de estos jóvenes excelentes que se preparan formalmente. Tienen que responder al desafío del momento. ¿Cuál es la solución para este problema?: el predicadorlaico.

Los anales de la historia evangélica nos muestran que varias veces el laico ha tenido que asumir responsabilidades extras para asegurar la buena marcha de la obra: no es una solución ideal, pero sí conveniente. Lo ideal seria un pastor efectivo para todas las iglesias y anexos. Pero, ¿cuál es la situación en la realidad? Hay una gran falta de pastores. Por lo tanto, hasta que la juven­ tud llamada por el Señor responda y se prepare, muchas obras nuevas e iglesias serán atendidas por obreros laicos. ¡Gracias a Dios por ellos! Reconociendo esta realidad, es necesario proporcionar a es­ tos valientes laicos una preparación “relámpago” que consista de unos estudios prácticos en medio de la práctica. Este obrero laico no puede deiar su trabajo secular, ni su trabajo en la nueva obra para inscribirse en el Seminario. Además no siente un lla­ mado al ministerio de la Palabra, por lo que tampoco desearía hacerlo, pero le gustaría tener una avuda que facilitase su ardua tarea, hasta que su iglesia o nueva obra pudiese tener un pastor 7

Entonces, para estos valientes laicos que forman parte de la van­ guardia de las fuerzas evangélicas, se preparó este breve “Manual de Homilética”, con el deseo de que sea útil en los Centros de Capa­ citación de obreros laicos. Se espera también que a los pastoresprofesores en estos cursos, les será de mucho provecho el propor­ cionar un plan de estudio alrededor del cual puedan preparar sus conferencias y lecciones. Este Manual no pretende ser original. Es más bien una com­ pilación de materiales de varios, libros de texto en el campo homilético. Ninguno de estos libros sirve adecuadamente como texto para laicos. Aun el excelente libro de Jaime Crane, El Ser­ món Eficaz, perfecto para las clases en un Seminario, no se adap­ ta fácilmente para un Instituto de laicos. Basándose en el libro de Crane, sacando material de los libros de Broadus, Blackwood, Miller, Morgan, Lenski, De Tivisa, etc., el autor ha confeccionado este Manual que, por lo menos, toca los temas más importantes en el campo de la Homilética, siempre con el predicador-laico en vista. Su única originalidad es la de adaptarse a una necesidad apremiante. El orden de los temas es importante. El autor, como el mis­ mo Crane, fue alumno del profesor H. C. Brown, de Fort Worth, Texas, Estados Unidos, y, por eso, procura presentar los temas homiléticos en el mismo orden que debe guardar un predicador en la preparación de un sermón dado. Por tanto, este método usa­ do por Crane, y en este estudio, se debe al profesor Brown. Por eso, el autor reconoce la valiosa contribución de los profesores Crane y Brown C), además de las secretarias y alumnos que le ase­ soraron en la preparación del manuscrito, y les agradece profun­ damente. Si el Manual sirve para impartir una orientación prác­ tica al obrero laico, el autor considerará que su labor no ha sido en vano Justo C. Anderson

'1) El alumno que desea profundizar más en el estudio debe leer cuidadosa mente el libro de Crane. El Sermón Eficaz (El Paso. Casa Bautista de Pu­ blicaciones, 1959) y la obra magistral de Brown. A Quesf tor Reto-mal’C ' r Preachlng (Waco: Word Books. 1968)

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I. Introducción A.

UNA DISTINCION

El derrumbe de la muralla que separaba al clero de los legos, fue una de las más importantes contribuciones de la Reforma. Los reformadores captaron de nuevo la gran doctrina del sacerdocio del creyente. Este principio se encuentra entre los más preciosos de los evangélicos. Esencialmente, todos los creyentes son iguales delante de Dios, pero, funcionalmente, hay una distinción muy importante que no debe ser olvidada: el llamamiento al ministerio de la Palabra. Este ministerio también es una doctrina distintiva de los evangélicos. Dios sigue llamando y apartando a ciertos hombres para el ministerio de la Palabra. En un sentido, todos los creyentes reciben una vocación a servir al Señor (el ministerio común), pero en otro sentido particular, Dios llama a sus ministros especiales (el ministerio oficial). La respuesta a este llamamiento implica dos cosas: la predi­ cación y la dedicación. La primera quiere decir un ferviente im­ pulso a predicar la Palabra. La segunda, una consagración de todo nuestro tiempo al Señor. El resultado de este llamamiento de Dios y la respuesta del hombre, es el predicador-pastor, el sier­ vo de Dios que dedica todo su tiempo a la obra y que depende del sostén de una iglesia. A pesar de lo que digan algunas denomi­ naciones, el ministerio de la Palabra es neotestamentario. Por eso, como bautistas, utilizamos los términos “pastor” y “laico”. Una iglesia local, al reconocer el llamamiento divino en la vida del hombre llamado, después de un período de prueba y preparación, le ordena al ministerio de la Palabra. La ordenación es nada más que el reconocimiento de la obra de Dios en la vida de tal hombre. Entonces, la iglesia reconoce una distinción que Dios ya ha hecho, i En todo el énfasis sobre la importancia del laico en el desarrollo de la obra, no menospreciemos la importan­ cia del ministerio, ni perdamos de vista el momento cuando Dios 9

M A N U A L l ) K I I O M I l i . l I UA l ' A K A

I . AICOS

nos provee un iii('iis;ijt'io llamado |);ir;i lodos los pulpitos en l;i Obra. El predicador-pastor os (’l ideal, poro la historia nos dormios Ira quo en ciortas etapas dol desarrollo de la obra, las iglesias lienen (pie depender di' la obra de predicadores-laicos. Debido a muchos factores espirituales, económicos y nacio­ nales, el número de predicadores-pastores os muy reducirlo. Hay más iglesias y obras nuevas que pastores y seminaristas. En esta situación se presenta el valiente obrero-laico para ponerse en la brecha. Esta solución temporaria no quita la distinción, sino que mantiene la extensión hasta que Dios levante a los llamados. Es interesante que muchas veces estos mismos obreros laicos son llamados por medio de su experiencia frente a esta responsabl lidad. Quisiera hacer resaltar esta verdad: el mero hecho de tener obreros laicos adiestrados actuando con mucho éxito en la obra, no quita la necesidad del ministerio de la Palabra. Los dos obreros, “pastor” y “laico”, se complementan. Definamos, como resumen, los dos términos: Es el que siente un llamado especial de Dios a predicar v a dedicar todo su tiempo a la obra. Si de­ dica tiempo al trabaio secular es solamente temporario, pro­ visorio. para poder prepararse meior. o sostenerse hasta que la iglesia mieda hacerlo. Su trabajo fuera de la iglesia es así un medio para llegar a un fin, pues debe ser sostenido por la iglesia.

1.

Predicador-oastor:

£

Predicador-laico: Es el que no siente un llamado a dedicar todo su tiempo al ministerio, sino un deseo de servir plena­ mente ni Señor por medio de su profesión, v el fiemno qim le queda, luego de desempeñarse en ella Este hombre predica la Palabra o atiende la obra interinamente hasta nue D;os proporcione un obrero llamado v preparado T,a predicación es en él un medio para llenar a un fin. F l sostiene a la iglesia

En la nrimera categoría se incluirían los hombres míe sientan un llamado a dedicar todo cu fiemno a la música o a la educa ción religiosa ele ]os raíales son predicadores en un spnt'do amplio aunoue no están ordenados romo tales ITn entendimiento claro de eda distinción es nuiv neces.am' Esencialmente n'< ha»' diferencia ñero func;onalmente ■d 'o t” v El pastor debe reconocer la importancia del laico v viceversa 10

INTRODUCCIÓN

Los dos tienen el deber de prepararse. Los dos tienen su lugar en la obra misionera del Señor. El laico que va a predicar debe darse cuenta de lo arriba se­ ñalado. Debe ser un moderno Juan el Bautista, preparando el terreno, anticipando la venida de aquel siervo de Dios, estando dispuesto a menguar cuando convenga. Los dos tipos de predi­ cadores deben tomar muy a pecho la frase paulina, “en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros” (Rom. 12:10). Mientras tanto, el laico predica con fervor el mensaje, reco­ nociendo sus limitaciones y tratando de prepararse mejor. Esto nos trae a una definición muy importante: ¿Qué es la predicación? B.

UNA DEFINICION

Aquí desaparece la distinción, porque el predicador-pastor y el predicador-laico predican el mismo mensaje. Sin embargo, es imprescindible que el laico sepa bien qué es la predicación. Examinemos varias definiciones clásicas: "La predicación es la comunicación de la Verdad por un hombre a los h o m b re s ..., es la presentación de la Ver­ dad a través de la personalidad (Philips Brooks) "La predicación es una manifestación del Verbo En­ carnado desde el Verbo Escrito y por medio del Verbo Hablado". (Bernardo Manning) "La predicación es la verdad divina a través de la per­ sonalidad humana para vida eterna” . (A. E. Garvie) "La predicación es la verdad de Dios proclamada por una personalidad escogida con el fin de satisfacer las necesidades humanas". (Andrés Blackwood) "La predicación es la comunicación verbal de la ver­ dad divina con el fin de persuadir". (T. H Pattison) La predicación es la declaración de la gracia de Dios a la necesidad humana, sobre la autoridad D ivin a '. (Campbe'l Morgan)

Analizando estas definiciones, vemos que tres rasgos del m en­ saje se destacan: 1.

Es una prédica:

¡Basta de pláticas cristianas! Nuestro mensaje no es una plá­ tica sino una prédica Esta diferencia es muy im portante l'n a 11

M A N U A I , DE I l ( ) M 1/ . E T I C A PA R A LAICOS

plática es nada más que una charla formalizada, una conferencia, un discurso. Por supuesto, tiene su lugar en el ministerio total, pero no es la palabra que caracteriza el mensaje cristiano, espe­ cialmente para el laico. La esencia de la predicación es la pro­ clamación. En cambio, una prédica lleva el sentido de publicar, de pre­ gonar y de expresar claramente. Es más fiel el sentido de los verbos que describen la predicación en el Nuevo Testamento, a saber: evangelize y kerusse. El primero significa “traer buenas noticias”, “anunciar alegres nuevas”. El segundo significa “pre­ gonar públicamente como un heraldo, siempre con la sugestión de formalidad, gravedad y de una austeridad que demanda aten­ ción y obediencia”. Esta prédica es netamente religiosa y esen­ cialmente bíblica. Es religiosa porque tiene que ver con las gran­ des realidades acerca de Dios y el hombre, del pecado y la sal­ vación, del tiempo y la eternidad, del cielo y el infierno. Es bíblica porque toma sus temas de la fuente pura de las Sagradas Escritu­ ras. El laico, aun más que el pastor, debe aferrarse a la Biblia como la base de su predicación. No tenemos que buscar la “ver­ dad divina” fuera de la Biblia. 2. Es personal. El mensaje es netamente personal porque depende de un per­ sonaje, de una personalidad v de una persona. Cristo es el per­ sonaje de la predicación. Nuestro mensaje será cristocéntrico Todos los mensajes girarán alrededor del tema “el Verbo Encar­ nado”. Pablo predicaba a Cristo. Martín Lutero buscaba a Cristo en todos los pasajes de la Biblia. El predicador-laico debe incor­ porar a Cristo en todos sus mensajes, v lo hará si sabe basar su mensaje en la Biblia. La personalidad mencionada se refiere a la del mensajero Brooks v Garvie dicen “a través de la personalidad”. Cabe de­ c i r s e anuí que esta personalidad del orador no debe reemplazar al Persona'e Esto sucede muchas veces. Spurgeon solía decir desesperadamente cuando lo alababan: “;A mí no: a Cristo'" Pe­ ro el instrumento humano es importante v el mensaje depende mucho de esta personalidad. El mensajero no es “el parlante de Dios” I,a Palabra de Dios nasa ñor su vida v adopta 1.a forma de su personalidad Fl hombre no es una máquina v por e-o su rnensaie no es mecánico, sino profundamente personal No podemos separar el mensaje del mensajero Este proceso crea 12

INTRODUCCIÓN

una “trinidad” y es incompleta sin la participación del oyente. La persona mencionada arriba es el oyente. Mucha reflexión sobre Cristo y mucha atención a la expresión de este pensamien­ to, no garantizan necesariamente la comunicación, que es una re­ lación del “tú-yo” entre el orador y el oyente. Si la chispa de comunicación no se enciende, esta “trinidad de predicación”, el Personaje-por una personalidad-a una persona, no se completa y fracasa miserablemente. La identificación con esta “persona oyLo­ te” es necesaria. El Personaje, Cristo, se identificó con sus oyen­ tes por medio de su personalidad. Cuanto más se identifica con Cristo, el predicador, tanto más se identifica con el oyente. Su personalidad refleja al Personaje y Cristo es comunicado por él. Implica identificación con Cristo y el oyente. Es persuasiva. “Con el fin de persuadir”, dice Pattison en su definición. Comunicamos el mensaje con este propósito. La persuasión era nota característica de la predicación apostólica. (Hechos 2:40: 20:31; 2:37, 41; 19:26; 2da. Cor. 5:11; 14 y 20; Judas 23). Por lo tanto, nuestra persuasión es autoritativa. El predicador laico debe darse cuenta de esto. No debe pedir disculpas por estar en el púlpito, sino que debe predicar su mensaje con autoridad. Sobre este particular, cabe decir que el predicador-laico tiene el pleno derecho (y el deber) de hacer un llamado después de predicar. No tiene que esperar la venida del pastor o del misionero Si va a ocupar el púlpito, debe cumplir con el propósito del púlpito Morgan dice: 3.

“Toda predicación tiene un solo fin, a saber, el de capturar la ciudadela del alma humana, o sea la voluntad El inte­ lecto y las emociones constituyen vías de acercamiento que debemos utilizar. Pero lo que tenemos que recordar siem­ pre, es que no hemos logrado el verdadero fin de la pre­ dicación hasta no haber alcanzado la voluntad, constnñendola a hacer su elección de acuerdo a la Verdad que pro clamamos”. £1 mensaje es pues una prédica, personal y persuasiva No es la proclamación de una teoría, ni la discusión de una duda Vemos que nuestro análisis de la predicación está de acuerdo con los tres requisitos esenciales de un sermón, señalados por Campbell Morgan V'erdad. claridad y pasión El fiel laico oum 14

M A N U A L DE H O M I L É T I C A PARA LAICOS

plirá con su mandato de predicar cuando predica la Verdad bí­ blica claramente, con el fin de persuadir. P R E G U N T A S 1.

¿Cuál es la diferencia entre un predicador-laico y un pre­ dicador-pastor?

2.

A la luz de la definición clásica de la predicación, ¿cuál es su definición?

i.

¿Cuáles son tres rasgos del mensaje cristiano?

II. El predicador laico A.

SU IDONEIDAD

Habiendo visto la importancia de la personalidad del predica­ dor, es imprenscindible ocuparnos ahora del carácter del men­ sajero. La relación entre el predicador y su mensaje no es me­ cánica, sino vital. Una relación mecánica podría ser ilustrada por la obra del telegrafista. No importa si el carácter moral de éste es bueno o malo. Mientras maneje con exactitud la llave de su aparato, el mensaje será transmitido con entera fidelidad. No es así con el predicador. Está personalmente relacionado a su mensaje. Todo su ser está implicado en su sermón. El ce­ rebro edificará la estructura lógica, el amor la cubrirá con la carne, la experiencia la vestirá con una aplicación pertinente, la imaginación la vivificará, la voluntad la impulsará hacia su fin y la energía divina la hará eficaz. La' predicación verdadera re­ quiere una vitalidad física, una prontitud mental, una pureza espiritual y una energía divina. Esta clase de predicador se ca­ racteriza por: 1.

Cuatro rasgos fundamentales

a) Una profunda experiencia de conversión. El laico idóneo conocerá al personaje de la predicación, Jesucristo, no solamente como su Salvador, sino también como su Señor. Esta experien­ cia será la base de su prédica. Es la experiencia general “del pue­ blo de Dios”, del cual “el laico” es un representante, f1) Siempre, tiene su testimonio como mensaje, aunque no tenga mucha pre­ paración formal. Sobre este particular, es un testigo bien califi­ cado. Con su Salvador, declara que “lo que sabemos hablamos. (1) La etimología de la palabra ‘'laico" revela que viene de! vocab'o gr eqo laós que significa "el pueblo" o "lo común". Más tarde adqu ró una con­ notación de ignorancia o de incompetencia en el latín laicus debido princi­ palmente a la separación no bíblica entre "laico" y "clero".

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manual

de h o m il é t ic a

para

l a ic o s

y lo que hemos visto testificamos” 4Juan 3:11). Con Pedro, in­ siste en que “no os hemos dado a conocer la potencia y la venida de nuestro Señor Jesucristo, siguiendo fábulas por arte compues­ tas; sino como habiendo con nuestros propios ojos visto su ma­ jestad” (2 Pedro 1:16). Y con Juan afirma que “lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos” (1 Juan 1:3). Sí, como el mensaje básico de todo predicador es la procla­ mación de la buena nueva de la salvación en Cristo, se sigue que la condición más esencial es la regeneración. b) La posesión de ciertas cualidades indispensables. A la luz de la Biblia, (1 Timoteo 3:8-13), se revelan estas cualidades a saber: la conducta moral, la madurez espiritual y la capacidad natural. (1) La conducta moral del predicador ha de ser “irreprochable”. Debe ser tal que no deje al adversario ninguna base posible para desvirtuar su vocación. El laico que predica debe leer 1 Tesalonicenses 5:22 una y otra vez: “Abstenéos de toda especie de mal”. Ha de ser un “modelo a los que creen en palabra, en comporta­ miento, en amor, en fe y en pureza” (1 Tim. 4:12). Cabe incluir aquí la clásica ilustración de Spurgeon: “Sucede con nosotros y nuestros oyentes lo que con los relo­ jes de bolsillo y el reloj público: Si el de nuestro propio uso an­ duviese mal, pocos se engañarían por su causa, con excepción de su dueño; pero si el de un edificio público, tenido como cronó­ metro, llegare a desarreglarse, una buena parte de su vecindario fallaría notablemente en la medida del tiem po... El predicador es el reloj de la congregación, y muchos regulan su tiempo por sus indicaciones”. Por eso, el ocupar el púlpito aumenta nuestra responsabili­ dad. El apóstol Pablo, reconociendo esto, especifica algunos de los aspectos más importantes. En primer lugar, habla de la vida doméstica. El ministro laico (el diácono, en este caso) manifestará al mundo una fidelidad conyugal y una dirección sabia de sus hijos. Los laicos que tuvieran problemas matrimoniales y domés­ ticos, deben dejar la predicación en manos de otros. Por supuesto, habrá excepciones, pero, como regla general, es mejor que no predique. En segundo lugar, la conducta del predicador ha de ser irre­ prochable fuera del hogar. “Deben ser honestos, sin doblez no dados a mucho vino, no codiciosos de ganancias deshonestas" 16

11, PREDICADOR LAICO

Timoteo 3.8). El laico que ocupa el pulpito debe ser irreprensi­ ble en sus tratos comerciales y sociales. Aparte de la impureza sexual, quizá no hay pecado que desacredite más al ministro que el de faltar a la más completa honradez en cuanto al dinero. (2) Además, el predicador laico debe demostrar madurez espiri­ tual. Es muy peligroso colocar al “recién convertido” en el púlpito. Para poder guardar “el misterio de la fe con limpia con­ ciencia”, el recién nacido necesita un tiempo para interpretar su experiencia, basarla en la Biblia, llegar a sus convicciones pro­ pias, y experimentar la obra del Espíritu Santo en su vida. Al hacer esto, está calificado para ser testigo. Esta madurez espiri­ tual, no se calcula por meses o años desde el bautismo. Algunos crecen más rápido que otros. Sin embargo, se notará por medio del Espíritu Santo obrando en la vida. (3) Por último, el predicador laico tendrá una capacidad natural. Demostrará una aptitud para expresar “ el misterio de la fe”. También estará adquiriendo conocimientos para llenar su capa­ cidad. Spurgeon dijo: “Dios ciertamente no ha creado al hi­ popótamo para que vuele y aunque el leviatán tuviese un fuerte deseo de remontarse con la alondra, ésa sería evidentemente una inspiración insensata, puesto que no está provisto de alas”. Las “alas” que el predicador debe tener son “raciocinio claro, fuertes sentimientos y vigorosa imaginación, así como también capacidad para expresarse”. Es imprescindible que conozca la Biblia, la naturaleza humana, y la cultura general del pueblo al cual predica. c) Un sentido profundo de responsabilidad. El laico que se ofrece para predicar, generalmente tiene una gran visión misionera. Ve una gran necesidad y oportunidad. Se da cuenta de la urgencia de la obra redentora de Cristo, y, cuando un pastor no está disponible para aprovechar esta oportunidad, él se pone en la brecha, reconociendo sus limitaciones. La histo­ ria cristiana nos muestra que estos fieles laicos han mantenido la fe y han extendido la fe. Dios está levantando a nuevos pas­ tores, pero quizás siempre la extensión de la obra evangélica, dependa de estos laicos. Así pues, los laicos que se encuentran en los pulpitos son los que tienen este profundo sentido de res­ ponsabilidad. Este sentido es el que los sostiene hasta que venga el hombre llamado de Dios. Si el laico tiene otro motivo, como el amor a la alabanza, el deseo de mandar, el anhelo de sati-fa. cer una necesidad emocional, etc., debe abandonar el pulpito 17

M A N U A L DE H O M I L É r i C A PARA LAICOS

Debe ser sólo un cristiano dedicado que toma en serio la Gran Comisión del Señor, cumpliéndola hasta que Dios proporcione a otro más capaz para hacerlo. d) La dirección del Espíritu Santo. Todo verdadero creyente tiene el Espíritu Santo (Rom. 8:9; .1. Cor. 3:16; 4:19; 12:13). Los grandes siervos de Dios a través de los siglos, han sido los “llenos del Espíritu Santo”. Dada la completa dedicación de sí mismo, una comunión ininterrumpida con Cristo, y un esfuerzo concienzudo por tener la preparación más completa posible, el predicador puede estar seguro que cuan­ do entregue su mensaje al pueblo, el fuego descenderá de los cielos y consumirá el holocausto, y la gloria de Jehová henchirá la casa” (2 Cor. 7:1). 2.

Ciertas ventajas que tienen los laicos

a) Un contacto más directo con el hombre común: Esta es una ventaja muy grande. El predicador-pastor tiene que esforzarse para mantener este contacto con la realidad, pero el laico, por medio de su trabajo y su identificación, tiene auto­ máticamente este contacto. El conoce bien las inquietudes, los problemas, el lenguaje y las necesidades del pueblo. Por eso, en su predicación, tratará estos asuntos. El buen conocimiento de su congregación es un requisito indispensable para el pre­ dicador. b) Un sentido de necesidad: Debido a la falta de preparación formal, el predicador laico depende más de su Biblia y del Espíritu Santo en su predicación. Esta es una ventaja porque un pastor que no tenga mucho cui­ dado, puede depender demasiado de sus estudios teológicos y re­ tóricos. El profesionalismo es una amenaza constante para el pas­ tor. El laico no se preocupa de esto. c) Su posición provisoria: La congregación, viendo la buena voluntad del hermano, su humildad y el buen desempeño de su trabajo, está dispuesto a perdonarle sus defectos. Esto no debe ser fuente de ociosidad, sino un consuelo al laico que se está esforzando para hacer lo mejor que puede. 18

1,1, PREDICADOR LAICO

3.

Ciertas desventajas que tienen los laicos:

a) La falta de tiempo: Los domingos y los miércoles o jueves vienen con regulari­ dad, y el predicador-laico se encontrará sin el tiempo necesario para prepararse. El laico que tiene que pasar por un tiempo así, nunca olvidará la ardua tarea de la predicación. Apreciará más el trabajo de su pastor después y será un miembro que cuidará el tiempo que su pastor necesita para su preparación. b) La falta de conocimientos: Sin la preparación teológica, faltarán muchas veces los 'co­ nocimientos necesarios para predicar. El laico tendrá que acep­ tar este hecho y limitarse a lo que sabe. No debe predicar sobre ciertos temas muy complicados. Debe limitarse a los principales temas del evangelio, que conoce bien por su experiencia y su estudio. Debido a esto, una congregación bajo un predicador laico, generalmente sufre una falta de equilibrio: mucha evangelización y poco adoctrinamiento. El postre, sin la carne y las papas, no satisface. Esto nos lleva a otra desventaja. c) La tendencia hacia un desequilibrio: No habiendo sido expuesto al campo entero de la teología, el laico tiene la tendencia a dedicarse a un solo aspecto del evangelio. El resultado es que todos sus mensajes tratan el mis­ mo tema y la congregación se cansa. ¡Es el mismo himno con muchas melodías! Como vamos a ver más adelante, la variedad de semana en semana es muy importante. La congregación ne­ cesita una dieta bien balanceada. 4.

Ciertos peligros en el ministerio del predicador-laico:

Es muy importante que el laico se dé cuenta de varios peli­ gros que amenazan el buen desempeño de su trabajo: a) El primero es el deseo de reemplazar al pastor. El pre­ dicador-laico debe recordar que su puesto siempre es complemen­ tario. Ocurre algunas veces que el laico está tan contento en su trabajo, y la iglesia está tan contenta porque no tiene que sostener a un pastor, que los dos estén de acuerdo y no desean buscar a un pastor. Esta es una situación funesta tanto para el laico como para la iglesia. Ocurre también en iglesias donde hay un pastor. 19

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tara

l a ic o s

Algunos predicadores laicos se creen mejores que el pastor (y a veces lo son), y demandan una parte en la predicación. El laico está fuera de lugar cuando toma esta iniciativa. En casos así, el pastor y los predicadores-laicos deben organizarse para la ex­ pansión de la Obra en otros puntos de predicación. b) Otro peligro es el de imitar a un pastor. El laico admira mucho a cierto siervo de Dios y, por eso, trata de hablar como él, orar como él, dirigir el culto como él, etc., ad nauseam. Es mejor que el laico sea natural. La admiración que trae la imita­ ción, llega a ser adoración. Sirvamos a Dios como mejor sepa­ mos tratando de mejorarnos día a día. c) Un tercer peligro es el de inflarse. El neófito, o novicio, siempre tiene esta tendencia, especialmente cuando los ancianos de la iglesia dicen: “¡Oh, qué gran orador!”. La vanagloria entra, poco a poco, y se comienza a creer en estos cumplidos. Nuestro deseo de recibir alabanza puede llegar al punto de que no poda­ mos distinguir entre la adulación superficial y la gratitud sincera expresadas por los hermanos. Sin embargo, Dios sabe todo, y debemos preguntarnos des­ pués del mensaje: ¿Qué pensará Dios? El orgullo espiritual es un gran peligro, tal vez mayor para el laico que para el predica­ dor-pastor. Concluimos diciendo que el predicador-laico, como el predica­ dor-pastor, debe ser un hombre idóneo. La necesidad apremiante de la extensión de la obra requiere la participación de ellos, pero no a costa del alto nivel del ministerio cristiano. La calidad to­ davía es más importante que la cantidad en el cristianismo. La iglesia que aparte a estos obreros, debe hacerlo después de mucha oración y consideración de la idoneidad que demanda el mundo del siglo XX. PREGUNTAS

20

1.

El predicador-laico idóneo se caracteriza por cuatro rasgos fundamentales. ¿Cuáles son?

2.

¿Cuáles son las cualidades indispensables que debe po­ seer?

3. 4.

¿Cuáles son las ventajas que tiene el predicador-laico? ¿Cuáles son sus desventajas?

5.

Señálense cuatro peligros en el ministerio de un predica­ dor-laico.

F I. PREDICADOR LAICO

B.

SU EQUIPO

El predicador-laico, como cualquier artesano, necesita tener sus herramientas. Su “taller homilético” debe estar bien equipado. En este breve capítulo, deseo indicar cuáles son las herramientas esenciales en el equipo del predicador-laico. Contando con la idoneidad del hombre, hay que equiparlo. De la pericia en el uso de estas herramientas básicas, dependerá la eficacia de la preparación. Este punto es de mucha importancia, porque el predicador-laico cargado de la armadura del predicadorpastor, se da cuenta de que no puede caminar ni manejar todo ese equipo. Como el joven David, es mejor que salga con su honda y unas piedras lisas. Con el correr del tiempo, puede agre­ gar otras ayudas, pero al principio, debe adiestrarse en el uso de las siguientes herramientas: 1. La Biblia Por extraño que parezca, nos vemos obligados a hacer resal­ tar esta verdad: el laico que no conoce muy bien su Biblia, no debe llegar al púlpito. La primera tarea, pues, es dominar la Biblia. Este dominio comprenderá el buen manejo de la Biblia, una comprensión de su naturaleza, su historia, el fondo de sus distintos libros, y sus grandes capítulos y textos de la Biblia. El debe saber las principales reglas de interpretación de la Biblia. La lectura sistemática de la Biblia es el requisito previo a la predicación. Por eso, el estudio de la homilética viene después del estudio de la Biblia. El laico que anhela exponer la Biblia, debe expo­ nerse a la Biblia. Debe tener en su biblioteca las distintas ver­ siones de la Biblia y ejemplares en otros idiomas que pueda leer Debe recordar oue la Biblia fue escrita en hebreo y griego ori­ ginalmente. Todas las traducciones aue tenemos son interpreta­ ciones en cierto sentido de la palabra. Por eso. es interesante comparar las distintas versiones, para poder llegar más perfec­ tamente al sentido correcto. El laico puede hacerlo, y es uno de los pasos más importantes en una verdadera exégesis de un pasaie. . Recomiendo que tenga, por lo menos, la versión Reina-Valera en su revisión de 1909 V en la de 1900. la versión de N'acarPnlunea. varias versiones ponulares del Nuevo Testamento como “Dios llega al hombre”, la Versión Hispanoamericana la Versión Taizé v otras disponibles, católicas v evangélicas Pero en el es­ fuerzo por dominar la Biblia, hav otras herramientas que no» son muy útiles. II

M A N I J A I . DE H O M I I . Í . T I C A P A R A

I. A ICOS

2.

Concordancia La Biblia es “la Palabra de Dios” o, en otros términos, “el sermón de Dios”. Por eso, “las palabras” de “la Palabra” son muy importantes. Son los vehículos que transmiten los hechos y los pensamientos de Dios al hombre. El predicador debe in­ terpretar estos simbolos fielmente, porque constituyen los temas de la predicación. La concordancia nos ayuda a hacer esto. Hay dos clases de concordancias: La concordancia alfabética y la temática. La concordancia alfabética más completa es la Concordancia Española, de la Editorial Caribe (1969). El laico debe tener una Concordancia en su biblioteca. O Todas las palabras de la Bi­ blia se encuentran en orden alfabético. Cuando uno estudia un pasaje, puede buscar las palabras del pasaje en otros lugares de la Biblia. De ese modo, vamos uniendo las enseñanzas bíblicas y viendo sus relaciones. Por medio de la comparación de los tér­ minos iguales usados en distintos versículos, comprendemos me­ jor el sentido que el autor quiso dar al primero. Por otra parte, por medio de ella robustecemos nuestros ser­ mones con versículos y pasajes afines. La Concordancia temática es de gran valor también. En or­ den alfabético encontramos todos los temas de la Biblia con sus respectivos pasajes y versículos. Tal vez. la mejor es la de Lambert. "Diccionario de Paralelos, Concordancia y Analogías Bíbli­ cas". Se llama diccionario, pero es más una concordancia tema tica. Es otra herramienta de valor. 3.

El Diccionario Bíblico El valor de esta herramienta es de proveer el fondo histórico la definición de términos arcaicos, y los datos biográficos dr la Biblia. El más conocido es Diccionario de la Santa Biblia, peRand. Otro es el Compendio Manual da la Biblia, por Ha’W F’ laico debe aprovechar estos libros para facilitar su comprensión d» ía terminología de la Biblia En el Compendio se encuentra a** reseña excelente de la historia eclesiástica 1

La Armonía El predicador laico predicará mucho de los evange!1

(1) Generalmente son muy c m 'o ia * pe^o .ion m prest ^ i h 'e i 01*1 * * * m diente seno de 1a Biblia S; el laico no puede comprar * * * 4» una e d ir;rtn de 'a Bib^a {v*ri >*»n de 19801 que tenga c - . v « 1* tanta completa

22

M A N U A L DE ll O M IL É T IC A TARA LAICOS

2.

Concordancia La Biblia es “la Palabra de Dios” o, en otros términos, “el sermón de Dios”. Por eso, “las palabras” de “la Palabra” son muy importantes. Son los vehiculos que transmiten los hechos y los pensamientos de Dios al hombre. El predicador debe in­ terpretar estos símbolos fielmente, porque constituyen los temas de la predicación. La concordancia nos ayuda a hacer esto. Hay dos clases de concordancias: La concordancia alfabética y la temática. La concordancia alfabética más completa es la Concordancia Española, de la Editorial Caribe (1969). El laico debe tener una Concordancia en su biblioteca. P) Todas las palabras de la Bi­ blia se encuentran en orden alfabético. Cuando uno estudia un pasaje, puede buscar las palabras del pasaje en otros lugares de la Biblia. De ese modo, vamos uniendo las enseñanzas bíblicas y viendo sus relaciones. Por medio de la comparación de los tér­ minos iguales usados en distintos versículos, comprendemos me­ jor el sentido que el autor quiso dar al primero. Por otra parte, por medio de ella robustecemos nuestros ser­ mones con versículos y pasajes afines. La Concordancia temática es de gran valor también. En or­ den alfabético encontramos todos los temas de la Biblia con sus respectivos pasajes y versículos. Tal vez, la mejor es la de Lambert, "Diccionario de Paralelos, Concordancia y Analogías Bíbli­ cas". Se llama diccionario, pero es más una concordancia temá­ tica. Es otra herramienta de valor. 3.

El Diccionario Bíblico El valor de esta herramienta es de proveer el fondo histórico, la definición de términos arcaicos, y los datos biográficos de la Biblia. El más conocido es Diccionario de la Santa Biblia, por Rand. Otro es el Compendio Manual de la Biblia, por Hallev. El laico debe aprovechar estos libros para facilitar su comprensión de la terminología de la Biblia. En el Compendio se encuentra una reseña excelente de la historia eclesiástica. 4.

La Armonía El predicador laico predicará mucho de los evangelios.

Pana1

(1) Generalmente son muy costosas, pero son imprescindibles para el estu­ diante serio de la Biblia. Si el laico no puede comprar una, puede comprar una edición de la Biblia (versión de 1960) que tenga concordancia Es bas tante completa. 22

J l, C K ll l I C .V D O R C A I C O

Cl estudio de éstos, es imprescindible usar Una Armonía de los El profesor Robertson nos ha preparado esta valiosa herramienta que hace fácil la compara­ ción de estas versiones apostólicas de la vida de Cristo. Además, üene notas sobre puntos especiales que aclaran ciertos problemas del Nuevo Testamento.

Cuatro Evangelios, por Robertson.

5.

La Geografía Es necesario también ubicarse bien. En las herramientas mencionadas arriba, encontrará muchos mapas, y ayudas. Pero conviene tener un libro sobre la geografía. Recomiendo la Geo­ grafía Bíblica de Palestina, por Pistonesi. No es sólo una geo­ grafía, sino también un libro que trata las costumbres de la edad bíblica. Otros dos libros son Atlas Histórico W estminster de la Biblia por Wright-Filson y Geografía Bíblica por Tidwell. Hay disponible también un juego de mapas buenos bajo el título Ma­ pas Bíblicos de las Tierras Santas.

6.

La Introducción No me refiero a la introducción del sermón, sino a los libros que presentan una introducción al estudio bíblico. Tratan de las fechas, los autores, los destinatarios y los propósitos de los dis­ tintos libros de la Biblia. También incluyen las reglas de inter­ pretación v algo sobre el fondo histórico. Dos excelentes obras son Los Libros de la Biblia, por Angus-Green y Nuevo Auxiliar Bíblico, por Manley, Robinson y Stibbs. Son fuentes de informa­ ción para laicos buscadores de un mayor perfeccionamiento. Para el que quiere profundizar más, agrego la obra de Gillis. Historia y Literatura de la Biblia (en varios tomos!, y las obras de Dana. El Mundo del Nuevo Testamento y Escudriñando las Escrituras.

7.

Los Comentarios El predicador laico debe tener, por lo menos, un comentario. No hay muchos en castellano. El breve comentario de Jamieson. Fausset y Brown en dos tomos, es recomendable. Para el laico que conoce muv bien su Biblia y quiere profun­ dizarla. menciono el comentario de Abingdon v el de Bonnet y Schroeder sobre el Nuevo Testamento. Es necesario saber que los comentarios no son inspirados v no es necesario creer todo lo que en ellos se lee. Sin embargo, son imprescindibles para la exégesis. Hablaré más de esta exégesis en otro capítulo.

M A N U A I . DF. H O M I I , É T I C A TARA I.AlCos

6.

Labros de Sermones e Ilustraciones. ¡Cuidado con estos! Hay pocos predicadores laicos que pue­ den resistir la tentación de usar los sermones tal como son. Al principio, no conviene comprar estos libros. Con más experiencia, estará listo para consultarlos como un paso en su preparación. Su mensaje, por hu­ Pero, ¡cuidado con convertirse en ladrón! milde que sea, es mejor que ese otro mensaje. Dios tomará el suyo y lo multiplicará. Para concluir, recomendamos una biblioteca ideal para el predicador-laico durante el prim er año de su ministerio. 1. 2.

Biblia de Reina-Valera, de Nacar-Colunga y la Revisión de 1909. Nuevo Testamento, Dios llega al Hombre, u otras versiosiones populares.

3.

Concordancia Española.

4.

Diccionario de Paralelos, Concordancia y Analogías Bí­ blicas, Lamber! Una armenia de los Cuatro Evangelios, Robertson.

5. 6.

Geografía Biblica de Palestina, Plstonesi o Tidwell.

7.

Compendio Manual de la Biblia, Halley.

8.

Diccionario de la Santa Biblia, Rand, o McEIrath.

9.

Comentario Exegético y Explicativo de la Biblia, Jamieson. Fausset, Brown.

10.

Nuevo Auxiliar Bíblico, Manley, Robinson, Stibbs.

11.

Historia de la Predicación, Broadus.

12.

La Preparación de Sermones Bíblicos, Blackwood.

13.

Historia del Cristianismo, Muirhead.

14.

Doctrina Cristiana, Conner.

Estos son libros de referencia que serán las herramientas del predicador por muchos años. Son “la leche” que tomamos para poder comer “la carne” después. Tenga dieciséis años o cincuenta años, ningún título o diez títulos, el nuevo predica­ dor laico debe tomar estos alimentos antes de probar otra cosa. El fracaso de muchos predicadores laicos se debe a la "indiges­ tión teológica”. En su afán de mejorarse, pasan por alto los li­ bros básicos, y se alimentan con libros más profundos de teolo­ gía y de homilética y se enferman, homiléticamente hablando. La causa es a menudo una falta de humildad. Recordemos el ejem­ plo de Ignacio de Loyola. Tenía treinta años cuando recibió su 24

EL rR ED IC A D O R LA ICO

visión, pero se dio cuenta que tenía que prepararse. Se humilló al inscribirse en un colegio con muchachos de diez a doce años ¿Tenemos esa humildad? Sin ella, no se debe predicar. PREGUNTAS Y SUGESTIONES El profesor debe proveerse de los libros mencionados en la lección y demostrar su uso en la preparación de un mensaje. Tenga una discusión sobre otros libros que pueda incluirse en el equipo.

C.

SU PROPOSITO

El laico idóneo, bien equipado, está listo para comenzar la preparación de su mensaje. Como el pastor, dará mucha aten­ ción a su propósito. Por ‘^propósito” queremos describir el obje­ tivo, el blanco, la meta, el para qué. Muchos predicadores “apun­ tan a la nada, y dan en el blanco”. La precisión del propósito es el primer paso después de la preparación ^espiritual del predica­ dor. Consideremos lo que dicen algunos eruditos en la materia: “Las palabras se las lleva el viento, o sólo hacen ruido, cuan­ do no' instruyen ni tienen fin determinado”. “Analizando las cualidades que contribuyen a la eficacia del sermón, pongo en primer lugar la precisión del propósito... An­ tes de sentarse a preparar su discurso, el predicador siempre debe preguntarse ¿cuál es mi propósito en este sermón? Y no debe dar un solo paso más, sino hasta haber formulado en su mente una contestación a esta pregunta”. “Antes de subir al pulpito es preciso que definamos nuestro propósito en términos sencillos y exactos... Si en el momento de subir al pulpito nos detuviese un ángel exigiéndonos la declara­ ción de nuestra misión, debemos ser capaces de contestarle in­ mediatamente, sin demora ni titubeos, diciendo: Este o este otro es el mandato urgente de mi Señor que cumplo”. Tenemos que aprender a “hacer puntería” con nuestros men­ sajes. Con un propósito bien definido, el predicador se da cuenta de que su mensaje es un medio y no un fin: depende más de la dirección del Espíritu Santo; se mantiene en un camino directo, y, finalmente, espera frutos de su mensaje. Así se cumplirá la promesa de Dios: “Así será la palabra que sale de mi boca No volverá a mí vacía, antes hará lo que yo quiero, y será prospe­ rada en aquello para que la envié” (Isaías 55:111. »

M AN UAL DE 1IOMILF.TICA PARA LAICOS

Para poder fijar un propósito, es necesario saber los pro­ pósitos generales de la predicación. Es una buena idea guardar una lista de estos propósitos en su escritorio, para que nos re­ cuerde el deber de incluirlos a todos en la predicación. I.

Los propósitos generales de la predicación. a) El propósito evangelístico, o sea el de persuadir a los perdidos a recibir a Cristo como su Salvador personal. Estos sermones se caracterizan por tres rasgos fundamentales, a saber: (1) Declarar que el hombre natural está muerto en sus pe­ cados. (2) Proclamar los hechos verídicos de la obra redentora de Cristo. (3) Insistir en la necesidad de una manifestación pública de fe en Cristo seguida por el bautismo y la comunión en una iglesia del Señor. Este tipo de sermón hace resaltar los grandes temas del evan­ gelio; el pecado del hombre, la gracia de Dios, el arrepentimiento, la entrega de la vida, la confianza en Cristo, y el peligro de re­ chazarlo. Es la clase de sermón más cerca del kérygma de los apóstoles. En el anuncio de las “buenas nuevas”. b) El propósito doctrinal: Es el propósito didáctico, o sea el de instruir a los creyentes, haciéndoles ver el ignificado de las grandes verdades de la fe cristiana. Es la “comida” para la “nue­ va criatura en Cristo”. Estos sermones doctrinales aplican los principios cristianos a la vida cotidiana. La predicación de Cris­ to se caracterizaba por este propósito. Los apóstoles dedicaron mucho tiempo a este tipo de predicación. (Hechos 2:42: 4:1-18: 5:17-42; 11:26; 20:20; 28:31). La predicación doctrinal sacia el hambre espiritual e intelec­ tual del creyente, derrota las doctrinas falsas, anima a la activi­ dad, y desafía al mismo predicador. La congregación y el predi­ cador van creciendo en su fe cuando se predican sermones doc trinales. El laico no debe menospreciarse y decir: “No tengo capacidad para predicar esta clase de sermones”, porque tiene una gran contribución que hacer en este sentido. Debe esforzarse para comprender las principales doctrinas v principios cristianos Li bros de autores como Conner (Doctrina Cristiana) y los textos de historia de la Iglesia le ayudan a hacerlo. Por otra parte expone 26

M A N U A L I)E M O M I L É r i C A PARA LAICOS

Para poder fijar un propósito, es necesario saber los pro. pósitos generales de la predicación. Es una buena idea guardar una lista de estos propósitos en su escritorio, para que nos re­ cuerde el deber de incluirlos a todos en la predicación. I.

Los propósitos generales de la predicación. a) El propósito evangelístico, o sea el de persuadir a los perdidos a recibir a Cristo como su Salvador personal. Estos sermones se caracterizan por tres rasgos fundamentales, a saber: (1) Declarar que el hombre natural está muerto en sus pe­ cados. (2) Proclamar los hechos verídicos de la obra redentora de Cristo. (3) Insistir en la necesidad de una manifestación pública de fe en Cristo seguida por el bautismo y la comunión en una iglesia del Señor. Este tipo de sermón hace resaltar los grandes temas del evan­ gelio; el pecado del hombre, la gracia de Dios, el arrepentimiento, la entrega de la vida, la confianza en Cristo, y el peligro de re­ chazarlo. Es la clase de sermón más cerca del kérygma de los apóstoles. En el anuncio de las “buenas nuevas”. b) El propósito doctrinal: Es el propósito didáctico, o sea el de instruir a los creyentes, haciéndoles ver el ignificado de las grandes verdades de la fe cristiana. Es la “comida” para la “nue­ va criatura en Cristo”. Estos sermones doctrinales aplican los principios cristianos a la vida cotidiana. La predicación de Cris­ to se caracterizaba por este propósito. Los apóstoles dedicaron mucho tiempo a este tipo de predicación. (Hechos 2:42; 4:1-18: 5:17-42; 11:26; 20:20; 28:31). La predicación doctrinal sacia el hambre espiritual e intelec­ tual del creyente, derrota las doctrinas falsas, anima a la activi­ dad, y desafía al mismo predicador. La congregación y el predi­ cador van creciendo en su fe cuando se predican sermones doc­ trinales. El laico no debe menospreciarse y decir: “No tengo capacidad para predicar esta clase de sermones”, porque tiene una gran contribución que hacer en este sentido. Debe esforzarse para comprender las principales doctrinas y principios cristianos la­ bros de autores como Conner (Doctrina Cristiana) v los textos de historia de la Iglesia le ayudan a hacerlo. Por otra parte expone 26

j-K F.D IC A D O R

I.A le o

CSÍ3S doctrinas en sus propias palabras, haciéndolas más claras para la congregación. No sabe muchos términos teológicos y ésta es una gran ventaja. Las doctrinas salen de su boca en el vo­ cabulario del hombre común. Es más probable que sus sermo­ nes doctrinales sean sencillos, prácticos y positivos. Esta clase ¿e predicación es indispensable en un ambiente católico romano y especialmente en las iglesias o nuevas obras atendidas por un laico. Siga el consejo de Broadus: “Predicad la doctrina, predicad cuanta doctrina sepáis y procurad aprender siempre más y más doctrina, pero pre­ dicadla siempre, no para que los hombres la crean, sino para que creyéndola sean salvos”. La iglesia que sabe de su doctrina y de su herencia, es una iglesia que actúa. c) El propósito devocional: Es el de intensificar y profun­ dizar en los creyentes el sentimiento de amorosa devoción para con Dios, así como guiarles en la expresión apropiada de la adora­ ción que El se merece. No se trata de un sentimentalismo vacío, sino de una profunda devoción delante de Dios. El conocimiento de lo que es Dios y el aprecio de lo que ha hecho por nosotros, fomentan esta sincera devoción. Entonces estos sermones de de­ voción ensalzan la gloria y majestad de su ser y la grandeza y perfección de su obra redentora. ¡Cuánta falta hacen estos men­ sajes en el día de hoy, cuando el mundo no hace caso de su Creador! d) El propósito de consagración: Es el propósito de esti­ mular al creyente para que dedique sus dones, tiempo e influen­ cia al servicio de Dios. Hay una relación estrecha entre los ser­ mones de devoción y los de consagración. En aquél se enfatiza el amor para con Dios que el creyente guarda en su corazón. En éste, el énfasis está sobre el servicio cristiano mediante el cual comprueba la sinceridad de su amor. Esta clase de sermones ani­ ma al creyente a actuar en la obra del Señor. De modo que to­ dos los mensajes sobre la mayordomía. la obra personal, la vida mora], la vocación, etc., son sermones de consagración Segura­ mente, un gran número de nuestros mensajes serán de este tipo e) El propósito de promoción: Hay una afinidad entre es­ tos mensajes y los de consagración, pero hay una pequeña dit’e27

M A M 'A I . 1)F; IIO .M IL É T ÍC A P A R A I.A IC n s

renda que es muy importante en nuestras iglesias bautistas. Los sermones de consagración tratan de la experiencia personal. En cambio, estos sermones de promoción tratan de la experiencia colectiva. Se refieren a los proyectos de la iglesia, de las asocia­ ciones y de la Convención. Están incluidos en esta categoría también, los sermones que quieren estimular a toda la iglesia a emprender grandes tareas, tales como la apertura de obras nuevas, la celebración de cam­ pañas evangelísticas simultáneas, la construcción de un nuevo templo, la aprobación de un presupuesto unificado que la desa­ fíe y la determinación del porcentaje designado al Programa Coo­ perativo. Este propósito merece encontrarse en una lista que in­ cluye sólo los más importantes. f) El propósito moral: Este es el propósito de ayudar al creyente a ajustar su conducta diaria y sus relaciones sociales a los principios cristianos. El mundo contemporáneo demanda una palabra del púlpito sobre las cuestiones sociales y morales. Nues­ tra predicación debe tener un “tenor moral”, sin caer en el moralismo. La Biblia nos proporciona mucho material sobre el particular. Temas como el matrimonio, el divorcio, las relaciones obrero-patronales, el racismo, el alcoholismo, la veracidad, la hon­ radez. la gratitud, son tratados en la Biblia. Sin embargo, la Biblia no menciona algunos de los males generalizados en el día de hoy, a saber: el baile, el uso del tabaco, la costumbre de co­ piarse en los exámenes, etc. Para estos temas, el predicador bus­ cará los principios cristianos generales y procurará mostrar cómo estas prácticas violan dichos principios. Antes de predicar sobre estos temas, tenga la seguridad de que merecen su consideración desde el púlpito.

g) El propósito alentador: Este es el propósito de fortale­ cer y animar al creyente en medio de pruebas y de crisis de su vida personal. La vida está llena de dudas, dolores, tentaciones, temores, persecuciones, miseria y muerte. Nuestra predicación no debe ser “el opio” que trae la resignación, sino “un tónico” que trae la comprensión y el consuelo. Estos siete propósitos pueden reducirse a dos: la evange!’.zación. y la edificación. Nuestro propósito supremo es anunciar el evangelio a los perdidos V alimentar a los creyentes Los sor mones evangelísticos cumplen con el primero, y los de edificador con el segundo. ¡Qué gran tarea tiene e] predicador! 28

F L PREDICADOR LAI CO

2.

El propósito específico. Un conocimiento de los propósitos generales, no garantiza necesariamente una prédica “con rumbo”, que “da en el blanco”. El predicador tiene que limitarse más y aplicar estos propósitos a una situación local. El resultado de esto será el propósito es­ pecifico del sermón. Crane define el propósito específico como: “la aplicación particular del propósito general respectivo a la más apremiante necesidad que una congregación determinada pueda tener en un momento dado”. Por ejemplo, cuando yo era pastor en Texas, tres de los diáconos más fieles de mi iglesia fallecieron en un período de seis meses. Fue un golpe grande para la iglesia y para el pastor. Dos fallecieron de repente, por ataques de co­ razón. y eran bastante jóvenes. La iglesia sufría de desaliento. Decidí predicar dos sermones con esta situación en mente. Uno con el propósito específico de alentar a los familiares y a la igle­ sia. Otro, con el propósito de desafiar a los jóvenes a vivir de tal manera que pudiesen reemplazar a aquellas “columnas” de la iglesia. Por eso, yo tenía dos propósitos específicos en una si­ tuación real y viva. El primer sermón sería clasificado como un mensaje alentador y el segundo, de consagración. De modo que "la formulación del propósito específico exige un conocimiento de los propósitos generales de la predicación, un conocimiento de su congregación y la autodisciplina de limi­ tarse a un solo fin. La predicación tiene una afinidad con el deporte de la caza de perdices: si uno apunta a todas, no le pega a ninguna. Pero si apunta a una sola, es probable que voltee a varias. PREGUNTAS Y SUGESTIONES 1. 2. 3.

D.

¿Cuáles son los siete propósitos generales de la pre­ dicación? ¿Qué es el propósito específico? Téngase una discusión sobre la diferencia entre el propó­ sito general y el propósito específico.

SU MENSAJE

Quisiera hacer hincapié, en este breve capítulo, en dos carac­ terísticas especiales del mensajes cristiano que deben estar pre­ sentes en la predicación de los laicos: su mensaje debe ser bí­ blico y actualizado.

M A N U A L DE M O M IL É T IC A PARA LAICOS

1.

Bíblico: Juan Knox (no el reformador), en su libro "La Integridad de la Predicación", dice: “Somos testigos, en nuestros días, de una nueva insistencia en que la predicación debe ser bíblica. Nada caracteriza mejor las discusiones contemporáneas de la predicación que este én­ fasis. El mensaje del predicador debe derivarse, no de los sucesos del día, ni de la literatura contemporánea, ni de las tendencias populares de una u otra clase; ni tampoco de filó­ sofos, estadistas y poetas; ni siquiera, en último caso, de las experiencias y reflexiones del propio predicador, sino de las Escrituras. Todo esto significa que la predicación se ha apar­ tado en este respecto de su propia tradición... La predica­ ción en los primeros siglos, así como en todos los períodos más vitales y productivos en la historia de la iglesia, fue siempre una predicación bíblica”. El laico que procura predicar, debe darse cuenta de esta verdad. Debe aferrarse a la Biblia, y basar sus mensajes en ella. Definamos ahora un mensaje bíblico: “Un mensaje bíblico es el que está basado en la recta inter­ pretación de un texto de la Biblia, tomando del texto su tema, desarrollándolo de acuerdo con la enseñanza general de las Escrituras, y aplicándolo a las necesidades actuales de los oyentes”. Es imprescindible que aprenda de memoria esta definición Ahora, hay dos clases de sermones bíblicos, de acuerdo con esta definición: Sermones de texto y Sermones de asunto. a) Sermones de texto (a veces llamados expositivos): Son los sermones cuyo punto de partida es un texto bíblico. Sin embargo sobre la definición de un sermón de texto hay una diversidad do opiniones. La misma definición ha venido evolucionando Antiguamente fue definido así: (1) “La predicación expositiva (sermones de texto) es *'• método de discurso en el pulpito que consiste en la interpre­ tación consecutiva y la aplicación prado a de algún libro de canon sagrado” (Taylor). Sin embargo, luego se definía así (2) ' I-a predicación expositiva se basa en un pa.saie un P1'

M A N U A L DE U O M I I .É T I C A PARA LAICOS

1.

Bíblico: Juan Knox (no el reformador), en su libro "La integridad de la P redicación", dice: “Somos testigos, en nuestros días, de una nueva insistencia en que la predicación debe ser bíblica. Nada caracteriza mejor las discusiones contemporáneas de la predicación que este én­ fasis. El mensaje del predicador debe derivarse, no de los sucesos del día, ni de la literatura contemporánea, ni de las tendencias populares de una u otra clase; ni tampoco de filó­ sofos, estadistas y poetas; ni siquiera, en último caso, de las experiencias y reflexiones del propio predicador, sino de las Escrituras. Todo esto significa que la predicación se ha apar­ tado en este respecto de su propia tradición. . . La predica­ ción en los primeros siglos, así como en todos los períodos más vitales y productivos en la historia de la iglesia, fue siempre una predicación bíblica”. El laico que procura predicar, debe darse cuenta de esta verdad. Debe aferrarse a la Biblia, y basar sus mensajes en ella. Definamos ahora un m ensaje bíblico: “Un mensaje bíblico es el que está basado en la recta inter­ pretación de un texto de la Biblia, tomando del texto su tema, desarrollándolo de acuerdo con la enseñanza general de las Escrituras, y aplicándolo a las necesidades actuales de los oyentes”. Es imprescindible que aprenda de memoria esta definición. Ahora, hay dos clases de sermones bíblicos, de acuerdo con esta definición: Serm ones de texto y Serm ones de asunto.

a) Sermones de texto (a veces llamados expositivos): Son l sermones cuyo punto de partida es un texto bíblico. Sin embargo, sobre la definición de un sermón de texto hay una diversidad do opiniones. La misma definición ha venido evolucionando. Antiguamente fue definido así: (1) “La predicación expositiva (sermones de texto) es o' método de discurso en el pulpito que consiste en la interpre­ tación consecutiva y la aplicación práctica de algún libro Je;. canon sagrado” (Taylor). Sin embargo, luego se definía así: (2) “ La predicación expositiva se basa en un pasaje un pe 30

f [, VREDICADOR I.A ICO

co extenso de la Escritura. (Johnson).

El objeto principal es explicar”

Aun en nuestra época, el profesor Blackwood sostenía esta misma definición. En las décadas más recientes, la mayor parte de los “homiléticos” concordarían con lo expresado por Sangster: í3) ‘‘La palabra exposición ha sido empleada de diversas maneras en relación con sermones. Hubo tiempo en que era reservado para aquellas ocasiones cuando el predicador no se limitaba a un texto breve, sino que hacía comentarios sobre un pasaje más extenso. A tal predicación se le apli­ caba el calificativo de “expositiva” para distinguirla de la anterior, la cual se llama “textual”. Pero tal uso del tér­ mino era indebido. La exposición significa simplemente “poner delante de” o sea “explicar”, y si el predicador está explicando un texto breve, o todo un capítulo o aun un libro entero de la Biblia, en todo caso se debe calificar su trabajo como exposición” (Sangster). La opinión prevaleciente entre los autores modernos en el campo de la homilética, es que “toda predicación verdadera es predicación expositiva”. Pero, por conveniencia, preferimos usar esta definición: “Un sermón de texto es aquel cuyo tema es encontrado di­ rectamente en un texto bíblico, sea un trozo breve o un pasaje extenso; tal tema será desarrollado con material pro­ visto por la recta interpretación del texto, para lograr un propósito que armonice con el significado original del texto" En otras palabras, este sermón de texto (a veces llamado expositivo), no solamente deriva su tema del texto, sino que tam­ bién desarrolla su tema de acuerdo con el contenido del mismo. Por lo tanto, en el sermón de texto, el punto de partida es el texto bíblico, sea éste un versículo, un capítulo, un libro o toda la Biblia. El tema es el siervo del texto. La forma más antigua de estos sermones fue la homilía clásica. b)

Sermones de asunto: En el sermón de asunto, el punto de partida es el tema,

K!

texto es el siervo del lema, pero no es forzado por el Kn re ración con esto, es muy importante que recordemos la defina ion di

. , VREDICADOR l a i c o

co extenso de la Escritura. (Johnson).

El objeto principal es explicar”

Aun en nuestra época, el profesor Blackwood sostenía esta misma definición. En las décadas más recientes, la mayor parte de los “homiléticos” concordarían con lo expresado por Sangster: Í3) “La palabra exposición ha sido empleada de diversas maneras en relación con sermones. Hubo tiempo en que era reservado para aquellas ocasiones cuando el predicador no se limitaba a un texto breve, sino que hacía comentarios sobre un pasaje más extenso. A tal predicación se le apli­ caba el calificativo de “expositiva” para distinguirla de la anterior, la cual se llama “textual”. Pero tal uso del tér­ mino era indebido. La exposición significa simplemente “poner delante de” o sea “explicar”, y si el predicador está explicando un texto breve, o todo un capítulo o aun un libro entero de la Biblia, en todo caso se debe calificar su trabajo como exposición” (Sangster). La opinión prevaleciente entre los autores modernos en el campo de la homilética, es que “toda predicación verdadera es predicación expositiva”. Pero, por conveniencia, preferimos usar esta definición: “Un sermón de texto es aquel cuyo tema es encontrado di­ rectamente en un texto bíblico, sea un trozo breve o un pasaje extenso; tal tema será desarrollado con material pro­ visto por la recta interpretación del texto, para lograr un propósito que armonice con el significado original del texto” . En otras palabras, este sermón de texto (a veces llamado expositivo), no solamente deriva su tema del texto, sino que tam­ bién desarrolla su tema de acuerdo con el contenido del mismo. Por lo tanto, en el sermón de texto, el punto de partida es el texto bíblico, sea éste un versículo, un capítulo, un libro o toda la Biblia. El tema es el siervo del texto. La forma más antigua de estos sermones fue la homilía clásica. b)

Sermones de asunto:

En el serm ón de asunto, el punto de partida es el tema. El texto es el siervo del toma, pero no es forzado por él En re­ dición con esto, es muy importante que recordemos la definición 31

M A N U A L D E H O M I L É T I C A P A R A LA IC O S

de un mensaje bíblico, porque a menudo se ha hecho objeción a los sermones de asunto, declarando que no son tan bíblicos como deberían ser. Tal crítica es justa sólo cuando el sermón de asunto “es secular en espíritu o en sustancia”. Pero cuando el tema (que ha surgido tal vez primero) se ajusta a un texto, sin violar su sentido correcto, y cuando dicho tema es desarrollado en conformidad con las enseñanzas generales de la Biblia, el ser­ món que resulta es bíblico, no importa si el tema rige el desa­ rrollo. El ideal, según este autor, es el mensaje bíblico de texto, pero el mensaje bíblico de asunto tiene su legítimo lugar en el repertorio homilético. Es tan bíblico como aquél. Volveremos sobre esto en otro capítulo. 2. La otra característica es: Un mensaje actualizado. Hay que desarrollar la habilidad de “actualizar” a las Sagradas Es­ crituras. Actualizar quiere decir hacer comprensible la Biblia en la actualidad. Muchos mensajes “muy bíblicos” no son escuchados, y no hacen ningún impacto porque no sabemos “actualizar” la Biblia. La Biblia es un libro muy antiguo y fuera de moda. Por favor, ¡que se me entienda! En su esencia, no lo es, pero en sus formas, sí lo es. Tenemos que tomar los textos, principios y te­ mas de la Biblia, y “actualizarlos”. Es preciso buscar los para­ lelos, o sea la analogía en el día de hoy. Por ejemplo, las dispu­ tas en la Iglesia de Corinto deben transformarse en divisiones en la iglesia actual: la parábola del buen samaritano debe transfor­ marse en una parábola sobre el prejuicio racial en la actualidad: el libro de Jonás en una lección sobre las misiones modernas; el ruego de los apóstoles “enséñanos a orar” en nuestra oración personal, el ataque de Amos contra la injusticia social, en nues­ tro ataque contra la injusticia, etc. La predicación bíblica tiene vida cuando hacemos vivir la Bi­ blia “actualizándola”. El gran contraste entre el número crecido de los madianitas y el número reducido de Gedeón y sus soldados, interesa poco a una congregación contemporánea. Pero este contraste, comparado con el marcado contraste entre el número de evangelistas en la América Latina y la gran cantidad de per­ sonas que ignoran o que se oponen al evangelio, eso sí interesa, y la aplicación es importante. “Si Dios es por nosotros, -quien contra nosotros?”. Busque siempre la aplicación. A través de su texto, mire a su congregación, y el resultado será la actualización 32

E l, P R E D IC A D O R L A IC O

¡Pruébelo! El ideal por lo tanto, es un mensaje bíblico, bien “ac­ tualizado”, que llega al corazón del oyente.

A esta altura de nuestro estudio, tenemos al laico idóneo, bien equipado, con un propósito definido, y un mensaje bíblico. Nos ocuparemos ahora de la confección de este mensaje. PREGUNTAS 1.

¿Qué es un mensaje bíblico?

2.

¿Cuáles son las dos clases de mensajes bíblicos?

3.

¿Qué es un sermón de texto?

4.

¿Cuál es la diferencia entre un mensaje de asunto y uno expositivo?

III. El Serm ón A.

EL TEXTO DEL SERMON

1.

La definición del texto: ■C■

Campbell Morgan dice que el texto es “aquel párrafo, ver­ sículo o porción de un versículo en el cual se basa el sermón”. Según Broadus, “es la trama de un discurso”. Crane amplía el sentido un poco, al decir que es el “pasaje de las Escrituras, sea breve o extenso, del cual el predicador deriva su tema” o, en otras palabras, “la raíz del tema”. Por lo tanto, el texto no es solamente el punto de partida, sino también una raíz que está entretejida en el mensaje. No es una tabla para zambullirse, sino un trineo sobre el cual el predicador descansa en camino a su destino. Los que se zambullen del texto al agua del mensaje, si no son oradores extraordinarios, generalmente se ahogan. En otras palabras: es necesario depender del texto todo el transcurso del mensaje. Como la raíz de la planta influye en su crecimiento, así también el texto nutre el desarrollo del mensaje. 2.

Las razones para t£ner un texto:

a) Contribuye a darle autoridad: El auditorio respeta “la Palabra de Dios, más que las -patabras nuestras”. Para cumplir con nuestra responsabilidad como mensajeros, tenemos que en­ tregar el Mensaje. Cuando basamos nuestro mensaje en un texto, y cuando leemos un texto, al comenzar el mensaje, captamos la atención y el respeto de la congregación. Después, es importante mantener ese interés, pero, por lo menos, contamos con él en los primeros momentos. El texto, pues, es el mensaje con autoridad que proclamamos Si encontramos un tema para el cual no existe un texto apropia­ do, no vale la pena que sea desarrollado. Como dice Crane Si no está expresado en algún pasaje de las Escrituras, o si no se encuentra en algún principio de ellas, o si no queda sobreenten 35

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I I O M I I . Í I ICA P A R A

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dido en relación con alguna narración, parábola, acontecimiento o personaje de las Escrituras; o si ningún lenguaje escritural lo sugiere mediante una legítima asociación de ideas, entonces, es de dudar que el predicador deba perder el tiempo con la dis­ cusión de semejante tema”. - Sin un texto, el mensaje carece de autoridad. No tiene lugar en el pulpito cristiano. b) Contribuye a darle exactitud: El texto, sea un pasaje, un versículo o una frase, debe constituir una unidad completa de pensamiento. Pero fuera de esta estipulación, no es posible es­ tablecer ninguna regla con respecto a la extensión del texto. El predicador tendrá que usar su sentido común y buscar esta uni­ dad de pensamiento. Sin embargo, el uso de un texto asegura la exactitud del mensaje. Morgan dice que “la limitación crea poder”. Nos limitamos cuando tomamos el párrafo, el versículo o la frase. Un pecado cardinal de los predicadores es el de ge­ neralizar. Elegir un texto define y limita el tema y contribuye a la recta interpretación y a la comunicación del texto. Alimenta a la congregación y se alimenta a sí mismo por esta feliz costumbre. c) Contribuye a darle variedad: L o s temas se agotan, pero la Biblia no. El predicador que depende de sus textos no se agota. Siempre tendrá nuevos temas que predicar. La “fres­ cura” de la Biblia es eterna. La Biblia nos proporciona los men­ sajes “al día”. El laico que depende de la Biblia tendrá los men­ sajes para esa misma congregación, domingo tras domingo. Por eso, recomiendo, al principio, una biblioteca que le ayude a in­ terpretar la Biblia, y no una que le proporcione sermones escri­ tos, bosquejados, etc. ¡Conozca su Biblia y a sus oyentes no les cansarán sus mensajes! Este mensaje con autoridad, exactitud y variedad, es lo que los oyentes esperan de nosotros. La práctica de basar cada men­ saje en algún trozo definido de las Sagradas Escrituras, contribuye poderosamente a la eficacia de la predicación. Un párrafo de un libro de texto católico, nos sirve bien como conclusión: “El fondo de toda predicación es la Sagrada Escritura, y sin su conocimiento no es posible que pueda desempeñarse de­ bidamente esa sublime función de anunciar a los hombres la divina palabra, de cumplir el precepto de Nuestro Señor Jesucristo, de anunciar la verdad por todo el mundo, ni de esperar los dones vinculados a la divina palabra, porque entonces sólo sería palabra de los hombres y no la de Dios, 36

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SERM ÓN

pues la predicación no es más que la palabra de Dios ex­ plicada por sus m inistros". 3 . La elección del texto:

Todos los predicadores, laicos y pastores, se enfrentan con la tarea de preparar varios mensajes todas las semanas. ¡Es algo impresionante! Por eso, la cuestión de la elección de los textos es muy crítica. ¿Cómo podemos hacerlo? Consideremos algunas reglas generales que nos ayudarán en esta ardua tarea: a) El predicador no debe descuidar habitualmente ninguna porción de las Escrituras. Trate de equilibrar sus textos. Hay que predicar “todo el consejo de Dios” y para esto, se Tequiere toda la Biblia. Los evangélicos ponemos mayor énfasis sobre el Nuevo Testamento, pero esto no debe quitar la predicación del Antiguo Testamento. Está lleno de diversas enseñanzas acerca de Dios, su carácter y actuación en el mundo, y su propósito re­ dentor; de prefiguraciones del Señor, e ilustraciones de la vida. Es menester predicar de toda la Biblia, interpretando el An­ tiguo Testamento a la luz del Nuevo Testamento. Para cumplir con esta tarea, debe tener en cuenta lo que ya ha predicado ante su congregación. En otras palabras, un sermón debe depender de otros sermones recién predicados. La congregación necesita de una ración equilibrada. Al pensar en su texto, debe decordar los propósitos generales, y procurar incorporarlos en textos to­ mados de todos los libros de la Biblia. Esta variedad quitará la monotonía de la predicación. b) El predicador no debe predicar sobre un texto que no pueda dominar. Este dominio se trata de lo espiritual y lo inte­ lectual. Espiritualmente hablando, debe escoger un texto que se apodere de su propio corazón. De vez en cuando, esto es una experiencia espontánea, pero, generalmente, viene del estudio y la meditación constante. Todos los predicadores experimentan estas “ráfagas de iluminación”, cuando un texto se apodera de nosotros y el sermón se hace enseguida. ¡Ojalá que siempre fue­ ra así! Pero no lo es. Sin embargo, al leer y estudiar el texto, éste nos toma, y lo que impartimos llega a ser una experiencia La oración y la meditación hacen factible la siguiente definición “Predicar significa sacar de tu corazón algo que arde, y luego meterlo en mi corazón”. 37

M A N U A L DK I I O M I I . K M C A CARA LAICOS

Pero la parte intelectual es importante también. El laico no puede predicar sobre un texto que no comprende. Debe recono, cer su limitación. Hay muchos pasajes oscuros que requieren mucho estudio. Vamos a confundir en vez de exponer si los lle­ vamos al púlpito sin dominarlos. El próximo punto aclarará esta parte. Los textos deben ser claros. c) El predicador tomará en cuenta la más apremiante nece­ sidad de su congregación. Nuestra meta no es deleitar al ser humano, sino satisfacer sus necesidades. Crisóstomo dijo. “El amor de la vanagloria enerva en gran manera nuestro espíritu, en lugar de combatirlo. Somos como padres que dan a sus hijos enfermos golosinas nocivas, en vez de medicinas amargas, pero saludables; esto hacemos cuando os predicamos, no para ins truiros, no para mejorar sus costumbres, sino para halagaros, para causaros admiración vana, para agradaros, para arrancaros aplausos y alabanzas”. Debemos diagnosticar y después aplicar el remedio necesitado y su habilidad de “actualizar” el texto, junto con su conocimiento de la Biblia, permitirá al predicador fiel cumplir con su trabajo. d) El predicador no debe cortar un texto porque sen fami­ liar. En su afán de mostrar algo diferente y nuevo, algunos pre­ dicadores buscan los textos raros con resultados funestos. El laico no puede hacer eso. Al principio, debe predicar sobre los textos más familiares, procurando presentarlos de una manera interesante. e) El predicador debe evitar la elección de textos que pue­ dan parecer chistosos. El humor en la predicación debe ser una cosa incidental. Puede ser útil, pero no hay cosa más seria que la predicación. El esfuerzo por divertir y los chistes calculados son incompatibles con la solemnidad. Hay algunas expresiones de las Escrituras que parecen curiosas, y que, sin embargo, pue­ den emplearse provechosamente, pero como regla general, el esfuerzo por divertir es incompatible con la seriedad de la pre­ dicación. f) El predicador debe limitarse a un solo texto, especial mente al principio de su ministerio. El manejo de textos múltiples es difícil, sobre todo para el servicio. La única excepción a esta regla es lo que se llama en el campo de la homilética. ' la lectura bíblica”. Según lo expuesto arriba, se clasificará como un ser­ món de asunto En el mensaje tipo “lectura biblica”. el tema 38

j;1, SERMÓN

rige en el desarrollo. El predicador toma su tema y busca los pasajes paralelos sobre el asunto. Sus puntos principales son estos pasajes leídos en el curso del mensaje. Implica, pues, di­ versos textos. Incluyo esta excepción porque considero que puede ser muy útil al nuevo predicador laico al principio de su minis­ terio. Un mensaje así contiene mucha Escritura y poco comen­ tario. El peligro mayor es que resulte muy largo. El predicador laico, pues, irá eligiendo sus textos de sus lec­ turas acostumbradas, de acuerdo a las necesidades de su con­ gregación o de acuerdo a su plan de predicación (que menciona­ remos más adelante), pero siempre bajo la dirección del Espíritu Santo. g) El predicador debe tener algún plan sencillo de conserva los textos bíblicos que le impresionan. Consideremos algunas su­ gestiones en cuanto a esto: (1) Debe andar provisto de pluma y papel para poder anotar ideas y textos. (2) Debe anotarlos en el momento que se le presentan. Si no, se le olvidan. (3) Debe guardar estos papelitos en una carpeta o en un cajón. De vez en cuando, debe ordenarlos según su pro­ pio sistema de archivar. Puede hacerlo según los libros de la Biblia; sin embargo, lo más importante es que ten­ ga algún sistema. 4.

La interpretación del texto: Aquí llegamos a la parte más interesante y más difícil en la preparación del sermón: la recta interpretación del texto, o lo que llamo “la lucha” con el texto. Se compara a la lucha entre Jacob y el ángel, porque es larga, y nos deja fatigados, pero, al mismo tiempo, transformados. Cada texto es un desafio. Es necesario atacarlo, luchar con él y dominarlo. Tracemos los pa­ sos en esta “lucha de interpretar”, indicando los verbos claves: a) Orar: Sin esta preparación, es inútil seguir. A solas con Dios, con el texto delante de nosotros, pidamos la dirección del Espíritu Santo. El tiempo necesario dependerá de nuestra con­ dición espiritual. b) Leer: Preferiblemente, varias veces en su propio idioma y en varias versiones. (Si puede leer versiones en griego o hebreo, 39

M A N U A L DE IIO M IL É IIC A

PARA

l a ic o s

o en otros idiomas, hágalo). Mientras lee, anote sus pensamientos en un papel. Trate de anotar todos los puntos principales de] pa. saje, marcando el tema principal. Es imposible dejar de enfati­ zar la importancia de esta etapa de la preparación. Al leer el pasaje una y otra vez en varias versiones e idiomas, el Espíritu Santo nos ayuda a comprenderlo y a derivar los posibles temas. Así, ponemos por obra nuestra doctrina protestante del “testimo­ nio del Espíritu Santo” en la “interpretación de la Palabra escri­ ta”; lo que queda en la hoja será nuestro y debe formar el cora­ zón del sermón después. c) Estudiar: El fondo histórico y el contexto inmediato, de­ ben ser conocidos y dominados por el predicador. Alguien ha dicho que un texto sin su contexto es un pretexto. Utilizando la concordancia y el diccionario bíblico, el predicador aprende lo que dicen los pasajes paralelos de la Biblia sobre el mismo tema. Por medio de un diccionario y la introducción podrá averiguar el propósito del libro, etc. Así podrá colocarse en su situación histórica. También, determinará los detalles literarios (si es un trozo histórico, poético, profético, parabólico, epistolar, apocalíp­ tico, etc.). Hay ciertos principios de interpretación que rigen para cada clase de literatura. Para esta parte de la preparación, la lectura de libros de hermenéutica, o sea la ciencia de la in­ terpretación bíblica, ayuda mucho. d) Actualizar: Ahora llega el momento de transición y de creación. Aplicamos el pasaje a nuestra situación. Anote las di­ ferencias y las cosas paralelas. Anote sus ideas y su propia apli­ cación. Pregúntese: “¿Qué tiene que ver con nuestra iglesia, nuestro pueblo, nuestro país, la situación mundial, etc.?”. Es lo que Crane llama un “sentido de pertinencia”. Dos hechos garan­ tizan una correspondencia. Son los siguentes: la inmutabilidad del carácter de Dios, y la naturaleza esencial del hombre. Dios nos ha cambiado. Es “el Padre de las luces, en el cual no hay mundanza, ni sombra de variación”. El hombre tampoco ha cam­ biado. La correspondencia está si la buscamos. Meditando en el texto y en su congregación, y conociendo bien a los dos. la aplicación será evidente. e) Investigar: Solamente después de hacer lo expuesto arri­ ba, debe irse a los comentarios. Al formar sus propias ideas y pensamientos, estará listo para investigar lo que dicen los otros acerca del mismo. Debe anotar nuevas ideas y conceptos junto 40

EL SERMÓN

con los suyos. Puede leer, al llegar a este punto, otros libros de sermones, etc., sobre el pasaje. Después de hacer todo esto, debe saber bien el contenido del texto, su fondo histórico y su aplica­ ción actual. Habrá descubierto el sentido exacto de lo que dijeron los autores inspirados, y discernido la aplicación práctica del men­ saje para nuestros días. Dale dijo: “La Biblia no es meramente un libro de textos, sino un libro de texto. Contiene las verdades del texto, las cuales tenemos que ilustrar en relación a las vidas de nuestro pueblo y las premisas divinas por las cuales hemos de conservarlo en el amor y el poder de Dios”. Ganemos esta lucha con el texto. Nos será de mucho prove­ cho. ¡Interpretemos correctamente nuestro texto! PREGUNTAS Y SUGESTIONES 1. 2. 3. 4. 6.

B.

¿Gué es un texto, homllétlcamente hablando? ¿Por qué es necesario tener un texto para su sermón? ¿Cómo elegimos un texto? ¿Cuáles son los pasos en la Interpretación del texto? En clase, elija varios textos de la Biblia y trate de ac­ tualizarlos.

EL TEMA DEL SERMON

Llegamos ahora al corazón de la preparación del sermón: al estudio del tema. Si hemos cumplido bien nuestra interpreta­ ción del texto, ya tenemos un tema. Pero nos preguntamos: ¿Qué es lo que entendemos por la palabra “tema”, en relación con esto? 1.

La definición del tema

El tema es, simplemente, la idea central del mensaje, o el asunto presentado en el sermón. Este tema asume dos formas en la preparación del sermón, a saber: el título, v la proposición. Es importante distinguir entre estos términos. El mensaje tendrá un solo tema, pero tal tema se expresará parcialmente en el tí­ tulo y ampliamente en la proposición. El título es el nombre que se le da al sermón. Es una frase que indica “el rumbo” del sermón. Procura despertar el interés 41

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H O M I L É T I C A P A R A l a ic o s

sin revelar el contenido del sermón y sin caer en el delito del sensacionalismo. Por regla general, no debe contener más de cinco vocablos importantes. Es el medio de propaganda del ser­ món. Se usa en el boletín semanal, en los diarios o en el indi­ cador de la iglesia. Más importante es la proposición. El título sirve al auditorio. La preparación aclara el tema para el predicador. La proposi­ ción es una declaración en la forma más concisa posible y, por medio de una oración gramatical completa, del tema. Es una síntesis del sermón. Es el mensaje en m iniatura'. La distinción entre el título y la proposición puede ser ilus­ trada por el siguiente ejemplo: TEXTO: Juan 3:1-18. TEMA: El nuevo nacimiento. TITULO: El requisito indispensable. PROPOSICION: "El requisito indispensable de la salvación es tener la experiencia personal que Cristo llama el nuevo na­ cimiento".

Vemos que el título es una oración, mejor dicho, una frase, en la cual nada se afirma o se niega. Es una expresión parcial del tema, confeccionada con el fin de captar la atención del au­ ditorio en perspectiva. En cambio, la proposición es una oración gramatical que resume todo el mensaje. La proposición envuelve pues, el plan del sermón, v éste desenvuelve la proposición. El tema es la “columna vertebral” del mensaie. Corre a tra­ vés del mismo, desde su encabezamiento (título! hasta su con­ clusión. El bosquejo es “el armazón” que se levanta sobre la base del tema Por eso. es importante que el tema sea vital, per­ tinente v bíblico. Para aue sea bíblico, su derivación del texto debe ser legítima. 2

La derivación del tema

En el estudio de la homilética. hay tres maneras legitimas de hacer esta derivación: da! el tema puede” ser encontrado direc­ tamente en ?! texto; ib! el tema puede ser inferido del texto pe procedimientos lógicos, v (el el tema puede ser sugerido p*1r texto Para evitar la confusión v para animar a los laicos a * prediquen mensajes más bíblicos vamos a limitarnos en e*¡’' librito a la primera manera El novicio que no ha tenido much» estudios teológicos, puede perderse entre las finas distinción** 42

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Vemos que el título es una oración, mejor dicho, una frase, en la cual nada se afirma o se niega. Es una expresión parcial del tema, confeccionada con el fin de captar la atención del au­ ditorio en perspectiva. En cambio, la proposición es una oración gramatical que resume todo el mensaje. La proposición envuelve, pues, el plan del sermón, y éste desenvuelve la proposición. El tema es la “columna vertebral” del mensaje. Corre a tra­ vés del mismo, desde su encabezamiento (título) hasta su con­ clusión. El bosquejo es “el armazón” que se levanta sobre la base del tema Por eso, es importante que el tema sea vital, per­ tinente v bíblico. Para que sea bíblico, su derivación del texto debe ser legítima. 2.

La derivación del tema

En el estudio de la homilética, hay tres maneras legítimas de hacer, esta derivación: (a) el tema puede ser encontrado direc­ tam ente en el texto; (b) el tema puede ser inferido del texto por procedimientos lógicos, y fe) el tema puede ser sugerido por el texto. Para evitar la confusión v para animar a los laicos a que prediquen mensajes más bíblicos, vamos a limitarnos en este librito a la primera manera. El novicio que no ha tenido muchos estudios teológicos, puede perderse entre las finas distinciones 42

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Vemos que el título es una oración, mejor dicho, una frase, en la cual nada se afirma o se niega. Es una expresión parcial del tema, confeccionada con el fin de captar la atención del au­ ditorio en perspectiva. En cambio, la proposición es una oración gramatical que resume todo el mensaje. La proposición envuelve, pues, el plan del sermón, y éste desenvuelve la proposición. El tema es la “columna vertebral” del mensaje. Corre a tra­ vés del mismo, desde su encabezamiento (título! hasta su con­ clusión. El bosquejo es “el armazón” que se levanta sobre la base del tema. Por eso, es importante que el tema sea vital, per­ tinente y bíblico. Para oue sea bíblico, su derivación del texto debe ser legítima. 2.

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En el estudio de la homilética, hay tres maneras legitimas de hacer esta derivación: (al el tema puede ser encontrado direc­ tamente en el texto; ib) el tema puede ser inferido del texto por procedimientos lógicos, y (c) el tema puede ser sugerido por el texto. Para evitar la confusión v para animar a los laicos a que prediquen mensajes más bíblicos, vamos a limitarnos en este librito a la primera manera. El novicio que no ha tenido muchos estudios teológicos, puede perderse entre las finas distinciones -J2

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Vemos que el título es una oración, mejor dicho, una frase, en la cual nada se afirma o se niega. Es una expresión parcial del tema, confeccionada con el fin de captar la atención del au­ ditorio en perspectiva. En cambio, la proposición es una oración gramatical que resume todo el mensaje. La proposición envuelve, pues, el plan del sermón, y éste desenvuelve la proposición. El tema es la “columna vertebral” del mensaje. Corre a tra­ vés del mismo, desde su encabezamiento (titulo) hasta su con­ clusión. El bosquejo es “el armazón” que se levanta sobre la base del tema. Por eso, es importante que el tema sea vital, per­ tinente y bíblico. Para que sea bíblico, su derivación del texto debe ser legítima. 2.

La derivación del tema.

En el estudio de la homilética, hay tres maneras legítimas de hacer esta derivación: (a) el tema puede ser encontrado direc­ tamente en el texto; (b) el tema puede ser inferido del texto por procedimientos lógicos, v (c) el tema puede ser sugerido por el texto. Para evitar la confusión v para animar a los laicos a que prediquen mensajes más bíblicos, vamos a limitarnos en este ’ibrito a la primera manera. El novicio que no ha tenido muchos estudios teológicos, puede perderse entre las finas distinciones 42

E L SERM ÓN

de las otras dos. Hay que entender que no estoy diciendo que los temas inferidos no tienen valor, pero es mejor que el laico domine la primera manera y después profundice más das otra* maneras son tratadas por Crane en “El Sermón Eficaz”, pp. 300106). Es dudoso que los temas sugeridos por el texto tengan va­ lor inclusive para el pastor. Hay tantos temas que se encuentran en la superficie de la Escritura, que el novicio no tiene que bus­ car temas inferidos y sugeridos, hasta que tenga más experiencia. Todos los autores destacados en el campo de la homilética dicen que la manera directa es indudablemente mejor. Lo es porque el tema corresponde con la mayor exactitud posible a la verdad histórica del texto. Anteriormente recomendé el método bistóricoliterario de interpretar el texto, utilizando las sencillas herramien­ tas recomendadas. Siguiendo este método, el predicador descubre cuál fue el significado de su texto para las personas a quienes originalmente fue dirigido. Luego discierne que éste es, preci­ samente, el mensaje que sus propios oyentes necesitan. Su tema entonces se encuentra de una manera directa en el texto y es idéntico al significado verdadero de su texto. Vemos algunos ejemplos: Texto

Gálatas 6:7-8 . . . . Juan 16:31-32 . . . . Juan 8 :3 2 ............. Juan 7-17............. 2 Cor. 7 :1 0 ............

Tema:

La ley de la cosecha espiritual. La soledad de Jesús. Libertad por medio de la verdad. La obediencia, órgano del conocimiento espiritual. El doble poder del pensar.

En estos ejemplos, el tema abarca el significado total del texto. Sin embargo, hay muchos textos, extensos y cortos, que contienen más de un tema. El predicador los encuentra en su estudio y, después, elige uno para su mensaje. El usa el mismo método de derivación: El tema se encuentra explícitamente en el texto, pero no abarca todo el significado del texto. Entonces, textos así se prestan para varios sermones sobre distintos temas Por ejemplo, Phillips Brooks predicó un sermón basado en 1 Juan 2:16. Su tema es: “La soberbia de la vida”. Este tema se encuen­ tra directamente en el texto, pero no lo agota. Hay por lo menos tres temas más en el texto: “la concupiscencia”, “el mundo peca dor” y “el origen del pecado”. ¿Qué diremos de Juan 3 16'’ -t-i

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Cada palabra y frase es un tema: “El amor de Dios”, “La vida eterna". "La salvación por gracia”, “La fe del hombre”, “El al­ cance del evangelio”, “La deidad de Cristo”, “La perdición” son algunos de los temas que se encuentran directamente en ese versículo. En resumen, el predicador laico debe olvidarse de los te­ mas inferidos o sugeridos, y debe enfocar su atención en los temas directamente encontrados en la recta interpretación de un texto. Algunos textos proporcionan un solo tema, otros más, pero no hay peligro de que se agote. 3.

El desarrollo del tema:

Volvamos a nuestra definición de un mensaje bíblico: “Es el que está basado en la recta interpretación de un texto de la Biblia, tomando del texto su tema, desarraJIando el tema en conformidad con la enseñanza general de las Escrituras, y aplicándolo a las necesidades actuales de los oyentes". A esta altura de

nuestra preparación ya hemos interpretado el texto y sacado el tema, pero nos falta el desarrollo del mismo. Ya mencionamos que hay dos maneras de desarrollarlo: (1) de acuerdo con el texto, o (2) de acuerdo con el tema. Así, surgen las dos maneras, a saber: (a) el desarrollo textual, cuando las divisiones principales del bosquejo son tomadas del texto: (bi el desarrollo tem ático, cuando las divisiones son derivadas del tema. El resultado de la primera manera es el sermón de texto (o expositivo, ya mencio­ nado). El resultado de la segunda, es el sermón de asunto. (a) El desarrollo textual del tema: Hay dos clases de desa­ rrollo textual: el analítico y el sintético. (1) El desarrollo textual analítico del tema: Este método de desarrollar el tema tiene dos características. En primer lugar, el tema del sermón es idéntico a la idea cen­ tral del texto. En segundo lugar, las distintas partes del texto son empleadas en el sermón de la misma manera y en el mismo orden en que se encuentran en el texto. Los siguientes ejemplos aclararán el punto. Ejemplo N9 1: Tema: I. La primera ras (29b).

44

Texto: Mateo 22:29 Las causas del error religioso

causa consiste en la (alta de conocimiento de las Escritu­

EL SERM ÓN

II.

La segunda causa consiste en la falta de una experiencia poder de Dios (29c).

personal del

El tem a ha sido encontrado directam ente y las divisiones principales del bosquejo siguen el orden del texto que en este ejem plo es un solo versículo.

Ejemplo N9 2: Texto: Deuteronom io 33:29 Tema: El gozo del pueblo de Dios I. El pueblo de Dios tiene gozo por causa de su redención (29c). II. El pueblo de Dios tiene gozo por causa de su protección (29d). III. El pueblo de Dios tiene gozo por causa de su poder conquistador (29e). El tem a se deriva de la frase “ Bienaventurado tú, oh Israel. ¿Quién como tú ? " y después, siguen las divisiones basadas en las últimas tres fra­ ses del versículo en el mismo orden del texto.

Ejemplo N9 3: Texto: 1 Juan 2:12-13 Tema: C a racterísticas del cristiano verdadero I. El cristiano verdadero ha experim entado el perdón de sus pecados (12). II. El cristiano verdadero tiene un conocim iento íntim o y personal de Dios (13a y 13c). III. El cristiano verdadero vive una vida de victoria sobre el maligno (13b). Una vez más, vemos los dos requisitos del desarrollo textual analítico: el

tema se encuentra directam ente manifestado en el texto y las divisiones si­ guen el orden de las frases textuales en que se basan.

Ejemplo N9 4: Texto: Mateo 28:18-20 Tema: La gran comisión I. Encontram os aquí una autoridad inapelable (18). II. E ncontram os además, una tarea de gran am piltud (19-20a). III. E ncontram os tam bién, una promesa alentadora (20b). En este caso, vemos que el tema es idéntico al del texto y las tres d,visiones siguen el orden de las divisiones del texto. Es netamente analítica

Ejemplo N9 5: Texto: Lucas 15:17-24 Tema: El retorno del pródigo I. R econoció

cuál era su condición (17)

45

M A N U A L l i l i I I O M I L L 1 I C A J ' AKA L A I C O S

!l !'í ’V. V

Resoiv.ó volver al Padre (18, 19). Contesó su pecado (21). R ecbó un perdón completo (22-24). Gozó de la abundancia de la casa paterna (24c). En este caso el texto es un relato de una experiencia personal. El texto es una parte de la parábola del hijo pródigo. El tema se ha encontrado di­ rectamente y las divisiones siguen el orden del texto.

En todos estos ejem plos, venios las dos características del desarrollo textual analítico. La m ism a idea del te x to y el m ism o o rd e n del texto. En el desarrollo textual analítico, el texto no solam ente proporciona el tem a, sino tam bién el orden de su desarrollo.

(2) El desarrollo te x tu a l sin té tico del tema: D ifiere del an­ terio r en dos particularidades, en cuanto al orden de las partes y en cuanto al tema. El desarrollo analítico sigue al orden del texto; el sintético no lo sigue. Es cambiado por otro que al predicador le parece más conveniente. Otra diferencia es que el d e sa rro llo sintético no adopta necesariam ente la idea ce ntral como tem a, pero suele elevar a la categoría de tema una de las partes del te xto , subordinando las demás partes al tema. En otras palabras,

el desarrollo textual sintético no se som ete al tem a y al orden del texto, sino reserva el derecho de cambiarlos. Hay dos clases de desarrollo sintético. (a) Síntesis elem ental: Cuando el tema es idéntico- a la idea central del texto, pero el orden de las partes del te x to es a lte ­ rado en el orden de las divisiones del sermón, tenem os un caso de síntesis elemental. Veamos algunos ejemplos: Ejem plo N ° 1: Tema: I.

El hijo pródigo

Veámosle en la pocilga (15, 16). 1. Su condición descrita. 2. Su condición contrastada

con

su

estado

anterior.

I.

Investiguem os las causas de su degradación (11-14). 1. Se debió a su insensatez. 2. Se debió a su ingratitud. 3. Se debió a su rebeldía.

III

Conozcamos los pasos de su restauración (17-24). 1 Reconoció su condición y su culpa. 2. Resolvió dejar la pocilga y volver al padre. 3. Recibió el perdón y la abundancia de todo lo necesario.

46

EL SERMÓN Ejemplo N9 2:

Texto: Mateo 28:18-201 Tema: La gran comisión I. Un poder que nos respalda (18). II. Una presencia que nos fortalece (20b).

III. Un programa que nos desafia (19-20a).

Se nota que hemos usado los mismos textos y temas, pero hemos cambiado en el sermón el orden de las divisiones en el

texto con el fin de seguir el orden de la experiencia cristiana. Esta es síntesis elemental. El tema del texto es el mismo; el orden del texto cambia según el propósito del predicador. (b) Síntesis avanzada: Esta clase de síntesis entraña más que un simple cambio de orden. Implica nada menos que un cambio de tema. El predicador eleva una de las partes del tema general, a la categoría de tema. Esta porción o parte se encuen­ tra de manera directa en el texto, pero no es la idea central del mismo. El procedimiento ese así: Primero, el predicador hace una lista de todos los pensamien­ tos encontrados directamente en el texto. A la luz de las nece­ sidades de su congregación, y después de meditar sobre las ideas, elige el pensamiento que más le impresiona y lo hace su tema. Vuelve a considerar los otros pensamientos y, omitiendo lo que no viene al caso, toma los otros y los arregla en torno al tema, en la forma que le parece más conveniente. ¡Es una aventura homilética! Y como todas “las aventuras” es peligrosa. Sin em­ bargo, puede dar también buenos resultados, si el laico que lo usa conoce e interpreta bien el texto. Veamos una ilustración. Ejemplo: Texto: Lucas 15:11-24 Tema: Cuando el hombre vuelve en si I. Cuando el hombre vuelve en sí, comprende que el mundo siempre de­ cepciona. 1. Sus riquezas son pasajeras. 2. Sus placeres son huecos. 3. Sus amistades son falsas. 4. Su libertad es engañosa.I. II. Cuando el hombre vuelve en si, comprende 1 . Que en su disciplina hay sabiduría.

que

sólo

Dios satisface.

]TL

s er m ó n

Ejemplo N9 2:

Texto: Mateo 28:18-201 * Tema: La gran comisión I. Un poder que nos respalda (18). II. Una presencia que nos fortalece (20b). III. Un programa que nos desafía (19-20a).

Se nota que hemos usado los mismos textos y temas, pero hemos cambiado en el sermón el orden de las divisiones en el

texto con el fin de seguir el orden de la experiencia cristiana. Esta es síntesis elemental. El tema del texto es el mismo; el orden del texto cambia según el propósito del predicador. (b) Síntesis avanzada: Esta clase de síntesis entraña más que un simple cambio de orden. Implica nada menos que un cambio de tema. El predicador eleva una de las partes del tema general, a la categoría de tema. Esta porción o parte se encuen­ tra de manera directa en el texto, pero no es la idea central del mismo. El procedimiento ese así: Primero, el predicador hace una lista de todos los pensamien­ tos encontrados directamente en el texto. A la luz de las nece­ sidades de su congregación, y después de meditar sobre las ideas, elige el pensamiento que más le impresiona y lo hace su tema. Vuelve a considerar los otros pensamientos y, omitiendo lo que no viene al caso, toma los otros y los arregla en torno al tema, en la forma que le parece más conveniente. ¡Es una aventura homilética! Y como todas “las aventuras” es peligrosa. Sin em­ bargo, puede dar también buenos resultados, si el laico que lo usa conoce e interpreta bien el texto. Veamos una ilustración. Ejemplo Texto: Lucas 15:11-24 Tema: Cuando el hombre vuelve en si I. Cuando el hombre vuelve en sí, comprende que el mundo siempre de­ cepciona. 1. Sus riquezas son pasajeras. 2. Sus placeres son huecos. 3. Sus amistades son falsas. 4. Su libertad es engañosa.I. II. Cuando el hombre vuelve en sí, comprende que sólo Dios satisface. 1. Que en su disciplina hay sabiduría.

47

M \ \ I 1Al I » l l i . M I I í I l( \ I A«A I 3

Mi i .,

Que »n su andado hay sulidoncin Que en su amor hay perdón.

l:; Cuando el hombre vuelve en si, comprendo que su destino estA en sus propias manos ' Que solo OI es culpable de su ruina. C\ Que debe arrepentirse y volver a Dios.

El tema general es el hijo pródigo, como hemos visto en los otros ejemplos, pero el autor de este sermón ha hecho hincapié en la experiencia de “volver en sí”. Esta expresión llegó a ser su tema. En otras palabras, elevó este pensamiento subordinado a la categoría de tema y todos los otros pensamientos giran a su alrededor. Vemos cómo tomó los otros materiales del texto y los incluyó en su bosquejo Es un caso de síntesis avanzada. El laico capacitado, después de dominar el desarrollo analítico y la síntesis elemental, también debe probar este método. Es de mucho valor porque deja lugar para las verdades secundarias del texto, para la obra del Espíritu Santo y para la aplicación a las necesidades más apremiantes de la congregación. Nos damos cuenta, por medio de los ejemplos, que el mismo texto puede ser desarrollado de distintas maneras. Esto quiere decir que el mismo pasaje se presta para varios sermones y le asegura al predicador laico una fuente inagotable de temas. b)

El desarrollo temático del tema

Como se ha dicho arriba, cuando las divisiones principales del sermón, o sea el bosquejo, son derivadas del tema mismo, te­ nemos un desarrollo temático, y el mensaje que resulta es cla­ sificado como un sermón de asunto. En sermones así, el texto proporciona el tema, pero el desarrollo del tal tema no depende del texto. Más bien, responde a una división lógica del tema. Algunos de los sermones más famosos de la historia son de esta clase, pero el predicador laico debe dar preferencia a los sermones de texto. En ocasiones especiales, querrá emplear este método y por esto, incluimos un ejemplo. Santiago Stewart, famoso predicador escocés, predicó un fa­ moso sermón sobre el texto “ ¡Aleluya! porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina” (Apocalipsis 10:6). Su lema, “El Se­ ñor Dios Omnipotente Reina”, se encuentra de una forma directa en el texto. Pero el Dr. Stewart no parle de su texto en el de­ sarrollo. En cambio, parte de su tema, y el mensaje resulta así: •3j< e> muy im portante, porque re p resen ta nuestros pensamien­ t o básicos Sirve como base para la com posición posterior. Al determinar el texto y el tema, es necesario ocuparnos de la dis­ posición o sea el arreglo del serm ón. Hay tres cualidades esenciales de una buena disposición lionnlética. según Lenski y Crane, a saber: la unidad, la organiza­ ción y el movimiento progresivo. 1

La unidad.

para lograr esta unidad es necesario te n e r un solo tenia y un solo propósito específico. Ya hem os trata d o esta necesidad, pero falta otra cosa, a saber: la elim inación de todos los materiales de elaboración que no sean apropiados o necesarios. Más ade­ lante, en el capítulo sobre la elaboración, hablarem os de este problema. Volvamos a pensar en un solo tem a. Tenga cuidado con los temas muy generales v con los tem as m últiples. El no­ vicio tiene la tendencia de usar tem as m últiples como óste de un predicador puritano: Tema. i

M.-ctr r a) La definición es una ilustración y tiene por función de­ limitar con precisión lo definido, separándolo idealmente de to­ do lo demás. Hay que incluir definiciones en nuestros sermones, especialmente cuando hablamos a nuevas personas en una ter­ minología evangélica. Apela al entendimiento. Si empleamos términos teológicos, es necesario usar sinónimos de tales térmi­ nos para que el oyente entienda nuestra jerga. Si no lo hacemos, estamos “hablando en lenguas” sin un intérprete. b) La narración apela al entendimiento y a los afectos. Quien oye o lee el relato, participa imaginariamente, como si fue­ ra propia, de la experiencia narrada. Cristo fue un maestro de este método y sus parábolas son clásicas hasta el día de hoy. Uno de los principios didácticos que pregona la moderna pedagogía, es el del aprendizaje indirecto. La narración responde eficazmen­ te a ello. La Biblia es un ejemplo por excelencia de la narración. c) La descripción apela al entendimiento por medio de la imaginación. Ruskin dijo: “La cosa más grande que el alma humana jamás puede hacer, es contemplar algo, y luego contar lo que vio de una manera sencilla... Contemplar claramente es poesía, profecía y religión”. Los tres requisitos de la descripción son: mirar bien, re­ tener bien y reconstruir bien. Aquí cumplimos con la función de ser testigos. Saber pintar “imágenes mentales” con palabras es un don que debemos cultivar. La práctica de escribir textual­ mente algunos sermones enriquece nuestra agilidad en la des­ cripción. d) La ejemplificación: El público demanda un ejemplo con­ creto. El predicador no debe dejar su elección para el último 68

M ANUAL

1)1-. I I O M I l Í'.T IC A P A R A

L A IC O S

sermón, por las cuales los oyentes observan la estructura. “Ilus­ trar”, según la etimología de la palabra, quiere decir “arrojar luz” sobre un asunto. Pero como material de elaboración en la predicación, las ilustraciones se usan para explicar, probar, adornar, convencer, conmover e imprimir ideas. Entonces, son materiales que sirven como “resortes” para mover la voluntad. Es la parte del sermón que ayuda a la congregación a ver a tra­ vés de los ojos de la mente. Estos materiales asumen ciertas formas en el sermón. 1.

Formas de elaboración:

a) La definición es una ilustración y tiene por función de­ limitar con precisión lo definido, separándolo idealmente de to­ do lo demás. Hay que incluir definiciones en nuestros sermones, especialmente cuando hablamos a nuevas personas en una ter­ minología evangélica. Apela al entendimiento. Si empleamos términos teológicos, es necesario usar sinónimos de tales térmi­ nos para que el oyente entienda nuestra jerga. Si no lo hacemos, estamos “hablando en lenguas” sin un intérprete. b) La narración apela al entendimiento y a los afectos. Quien oye o lee el relato, participa imaginariamente, como si fue­ ra propia, de la experiencia narrada. Cristo fue un maestro de este método y sus parábolas son clásicas hasta el día de hoy. Uno de los principios didácticos que pregona la moderna pedagogía, es el del aprendizaje indirecto. La narración responde eficazmen­ te a ello. La Biblia es un ejemplo por excelencia de la narración. c) La descripción apela al entendimiento por medio de la imaginación. Ruskin dijo: “La cosa más grande que el alma humana jamás puede hacer es contemplar algo, y luego contar lo que vio de una manera sencilla... Contemplar claramente es poesía, profecía y religión”. Los tres requisitos de la descripción son: mirar bien, re­ tener bien y reconstruir bien. Aquí cumplimos con la función de ser testigos. Saber pintar “imágenes mentales” con palabras es un don que debemos cultivar. La práctica de escribir textual­ mente algunos sermones enriquece nuestra agilidad en la des­ cripción. d) La ejemplificación: El público demanda un ejemplo con­ creto. El predicador no debe dejar su elección para el último 68

jiL S E R M O N

momento. Debe esmerarse en buscar los que con la mayor propie­ dad posible hagan resaltar el punto que se desee aclarar. No se pierda en los detalles del ejemplo. Utilícelo para ilustrar una sola cosa. > e) La comparación: Esta incluye también el contraste. La necesidad de su empleo frecuente como medio de explicación obe­ dece a una de las leves fundamentales de la enseñanza. Para apreciar mejor “lo blanco”, tenemos que compararlo con “lo negro”. La yuxtaposición de conceptos aclara mucho. Estas formas de elaboración son de mucho valor en este tiem­ po “televisionado” y de medios de comunicación en masa. Los “pensadores abstractos” se encuentran en minoría en este siglo. Como Tomás, el mundo ouiere “ver” al Señor. Nuestro deber es hacer esto posible por medio de “las imágenes mentales” que pintamos con nuestros mensajes La educación por medio de ayu­ das audiovisuales es muy popular. El cine y la televisión son fuentes de la recreación y las revistas que tienen más circula­ ción son las que publican el mayor número de cuadros gráficos. Los hechos de la fe todavía interesan a la gente, pero ésta desea verlos iluminados. Nos vemos obligados a “abrir las ventanas”. Podemos hacerlo con estos medios: 2.

Medios de ilustración: a) Figura de lenguaje. Jer. 23:29; Juan 15:1. b) La analogía: Juan 3:14. c) La alegoría: Gálatas 4:21-31. d) La parábola, (treinta y tres en los evangelios). el La fábula: 2 Reyes 14:9-10. f) La alusión histórica: Juan 4:25-27. g) El incidente biográfico: Hechos 11.

h) La experiencia personal:

1 Timoteo 1:2-15.

E s t o s tipos, incorporados en el texto del sermón, fortalecen los argumentos, proporcionan descanso mental para los oyentes, conmueven los sentimientos, ayudan a la memoria y conservan la atención del público. 3.

Las cualidades de una buena ilustración.

El laico debe tomar en cuenta estas cualidades en la elección de su ilustración: 69

MAN I I A I . 1)1- I I O M I l i I u : A l' AKA

i .a i c o s

a) Debe ser comprensible: Si tiene que explicar el signifi­ cado de la ilustración, entonces no sirve para nada. La fuente de la ilustración debe ser el contexto en el cual viven tanto el predicador como sus oyentes. Un misionero una vez procuraba emplear la descripción de un baño japonés como ilustración en su mensaje a una congregación norteamericana. Resultó un fracaso porque gastó treinta minutos describiendo el método del baño y no hubo tiempo para aplicarlo a su mensaje. b) Debe ser interesante: Alguien ha dicho que mucho in­ teresa saber algo extraño acerca de cosas que se ven todos los días o algo familiar respecto de cosas que no tienen la más re­ mota conexión con su propia vida diaria. Tanto “lo común” como “lo exótico” interesa a nuestros oyentes. c) Debe ser gráfica: Por medio de la buena elección de pa­ labras, el predicador pinta un cuadro sobre la mente del oyente. Es muy necesario leer mucho para robustecer nuestro repertorio de palabras que llamamos nuestro vocabulario. Son los vehículos que usamos para comunicar el evangelio. d) Debe ser breve: Si no son breves, llegan a dominar el sermón y cesan de ser ilustraciones. En el día de hoy, cuando el mensaje no puede durar más de treinta minutos, es impres­ cindible que abreviemos las ilustraciones. Lo ideal es: menos ilustraciones extensas, pero más ilustraciones breves. e) Debe ser honesta: No queremos decir que tiene que ser un hecho auténtico, porque hay lugar legítimo para la ilustración hipotética. Pero cuando una ilustración es un hecho histórico, el predicador tiene la obligación de comprobar cada dato y presen­ tarlo sin exageración. La documentación breve de citas, de su­ cesos, etc., aporta al sermón una autenticidad deseable. Esta credibilidad homilética hace falta en un mundo que tiende a “desacreditar” la predicación. f) Debe ser fresca: En otras palabras, tiene que tener una “frescura propia”. Las ilustraciones de “libros de ilustración” carecen de esta frescura. También las “ilustraciones extranjeras” son inútiles. Este mal se encuentra entre nosotros. Muchos pas­ tores nacionales buscan ilustraciones de Moody y Spurgeon, en vez de citar a sus propios autores españoles y criollos. Las ilus­ traciones “criollas” son mejores. Sé que faltan libros evangélicos escritos en castellano, pero el idioma castellano y la literatura, castellana son ricos e inagotables. El laico debe leer literatura, 70

M A N U A I . 1)1

I I D M l l . í I I CA l ' AKA I .A ICOS

ai Debe sor comprensible: Si tiene que explicar el signifi­ cado de la ilustración, entonces no sirve para nada. La fuente de la ilustración debe ser el contexto en el cual viven tanto el predicador como sus oyentes. Un misionero una vez procuraba emplear la descripción de un baño japonés como ilustración en su mensaje a una congregación norteamericana. Resultó un fracaso porque gastó treinta minutos describiendo el método del baño y no hubo tiempo para aplicarlo a su mensaje. b) Debe ser interesante: Alguien ha dicho que mucho in­ teresa saber algo extraño acerca de cosas que se ven todos los días o algo familiar respecto de cosas que no tienen la más re­ mota conexión con su propia vida diaria. Tanto “lo común” como “lo exótico” interesa a nuestros oyentes. c) Debe ser gráfica: Por medio de la buena elección de pa­ labras, el predicador pinta un cuadro sobre la mente del oyente. Es muy necesario leer mucho para robustecer nuestro repertorio de palabras que llamamos nuestro vocabulario. Son los vehículos que usamos para comunicar el evangelio. d) Debe ser breve: Si no son breves, llegan a dominar el sermón y cesan de ser ilustraciones. En el día de hoy, cuando el mensaje no puede durar más de treinta minutos, es impres­ cindible que abreviemos las ilustraciones. Lo ideal es: menos ilustraciones extensas, pero más ilustraciones breves. e) Debe ser honesta: No queremos decir que tiene que ser un hecho auténtico, porque hay lugar legítimo para la ilustración hipotética. Pero cuando una ilustración es un hecho histórico, el predicador tiene la obligación de comprobar cada dato y presen­ tarlo sin exageración. La documentación breve de citas, de su­ cesos, etc., aporta al sermón una autenticidad deseable. Esta credibilidad homilética hace falta en un mundo que tiende a “desacreditar” la predicación. f) Debe ser fresca: En otras palabras, tiene que tener una “frescura propia”. Las ilustraciones de “libros de ilustración” carecen de esta frescura. También las “ilustraciones extranjeras” son inútiles. Este mal se encuentra entre nosotros. Muchos pas­ tores nacionales buscan ilustraciones de Moody y Spurgeon, en vez de citar a sus propios autores españoles y criollos. Las ilus­ traciones “criollas” son mejores. Sé que faltan libros evangélicos escritos en castellano, pero el idioma castellano y la literatura, castellana son ricos e inagotables. El laico debe leer literatura, 70

£L SERMÓN

diarios, novelas, historias, poesías, siempre con su “ojo homilético” abierto, convirtiéndolo en material de elaboración. Como dice un pastor argentino: “A semejanza del molino, nuestro pensamiento toma el trigo contenido en noticias, sucesos y experiencias, de toda índole, y lo convierte en la harina de meditaciones varias”. 4.

Advertencias oportunas en cuanto a las ilustraciones:

a) b) c) d) e)

Nunca debemos construir un sermón en torno a una ilus­ tración. Es un medio y no un fin. Debemos evitar la monotonía en las ilustraciones emplea­ das de semana en semana. No es necesario ilustrar lo obvio. No nos hagamos el héroe de nuestras propias ilustracio­ nes. Deben glorificar a Cristo. Nunca debemos emplear una ilustración que quite la atención de los oyentes del asunto principal del sermón.

No se puede poner demasiado énfasis sobre la necesidad de tener buenas ilustraciones en nuestros sermones. La observación es la mejor fuente de las ilustraciones. Hay una regla: observar y anotar. El laico que predica debe andar “en busca” de las ilus­ traciones, eligiéndolas de todas las ramas de la vida. El trabajo y la vida diaria le proporcionarán una fuente inagotable de ilus­ traciones. PREGUNTAS Y SUGESTIONES 1. 2. 3. 4. 5. 6.

G.

¿Qué es una ilustración? ¿Cuáles son las formas de elaboración? ¿Cuáles son los tipos de ilustración? ¿Cuáles son las cualidades de una buena ilustración? Señálese algunas advertencias oportunas en cuanto al uso de ilustraciones. Traiga a clase cinco ilustraciones y tenga una discusión sobre ellas.

LA PROGRAMACION DEL MENSAJE

No me refiero a la programación de un solo mensaje, sino a un programa de predicación. Más y más los pastores se ven obli71

iX SERMÓN

diarios, novelas, historias, poesías, siempre con su “ojo homilético” abierto, convirtiéndolo en m aterial de elaboración. Como dice un pastor argentino: “A semejanza del molino, nuestro pensamiento toma el trigo contenido en noticias, sucesos y experiencias, de toda índole, y lo convierte en la harina de meditaciones varias”. 4.

Advertencias oportunas en cuanto a las ilustraciones:

a) b) c) d) e)

Nunca debemos construir un sermón en torno a una ilus­ tración. Es un medio y no un fin. Debemos evitar la monotonía en las ilustraciones emplea­ das de semana en semana. No es necesario ilustrar lo obvio. No nos hagamos el héroe de nuestras propias ilustracio­ nes. Deben glorificar a Cristo. Nunca debemos emplear una ilustración que quite la atención de los oyentes del asunto principal del sermón.

No se puede poner demasiado énfasis sobre la necesidad de tener buenas ilustraciones en nuestros sermones. La observación es la mejor fuente de las ilustraciones. Hay una regla: observar y anotar. El laico que predica debe andar “en busca” de las ilus­ traciones, eligiéndolas de todas las ramas de la vida. El trabajo y la vida diaria le proporcionarán una fuente inagotable de ilus­ traciones. PREGUNTAS Y SUGESTIONES 1. 2. 3. 4. 5.

6.

G.

¿Qué es una ilustración? ¿Cuáles son las formas de elaboración? ¿Cuáles son los tipos de ilustración? ¿Cuáles son las cualidades de una buena ilustración? Señálese algunas advertencias oportunas en cuanto al uso de ilustraciones. Traiga a clase cinco ilustraciones y tenga una discusión sobre ellas.

LA PROGRAMACION DEL MENSAJE

No me refiero a la programación de un solo mensaje, sino a un programa de predicación. Más y más los pastores se ven obli71

M A M Al

1)1 I I O M I l I I ICA CARA I . AI COS

gados a seguir algún plan para poder proveer a sus oyentes de “un menú balanceado”. El laico que predica tendrá más necesi­ dad de hacerlo. Debido a sus muchas ocupaciones en el trabajo, no puede esperar hasta el sábado, su día libre, para determinar su texto o tema. Si ya tiene en mente un texto o tema en términos generales, esta preparación de último momento se pue­ de hacer. En el día de hoy, hay que proyectar un programa de predicación digno del nombre de Jesús. Toda organización tiene un programa y un calendario de actividades. Así también el pre­ dicador debe tener su “calendario de sermones”, siempre que sea suyo. El laico en su trabajo se sienta con sus colegas, su pa­ trón o sus empleados, para proyectar los planes de la empresa. El laico que predica hará lo mismo en cuanto a su predicación. De lo contrario, su congregación se morirá o de hambre o de in­ digestión. 1.

La necesidad de un programa de predicación La predicación merece un buen programa. La magnitud de la tarea lo demanda. El predicador laico que atiende un anexo, predicará, por lo menos, cien veces durante un año. Gastar un poco de tiempo para hacer su plan, facilitará su tarea y asegura­ rá su éxito. Es necesario hacerlo.

2.

La naturaleza de un programa de predicación Será un programa flexible y general o, en otras palabras, se adaptará a cambios. El arreglo del plan dependerá de las ne­ cesidades de su situación. Será un plan complementado por la oración, el estudio bíblico y la preparación concienzuda semana a semana. Contribuye a prestar estabilidad a la vida de la igle­ sia. Es muy razonable y natural, pero, sobre todo, es muy espi­ ritual. Se basa en la convicción de que el Espíritu Santo le guia­ rá en la preparación del programa como lo hace en la preparación de cada mensaje.

3.

El método de un programa de predicación

Nos hacemos la pregunta: ¿Cómo encarar un programa así? Procurando contestarla, consideramos los siguientes pasos. a) Primer paso: Estudiar el calendario (preferiblemente el denominacional que se puede conseguir en la sede de la denomi­ nación, y marcar los días especiales durante el período proyecta­ 72

T I. S E R M Ó N

do. (Este puede ser un trimestre, un semestre o un año. El laico debe experimentar primero, con un período de tres meses, y, si le resulta bien, con un período más largo). En tales días, podemos (si nos parece bien) utilizar el tema del día como ilustración, como introducción o, como la base del sermón del día, los días especiales, como año nuevo, día de la patria, comienzo de las clases en los colegios, día misionero, día de la madre, etc. Estos días nacionales, denominacionales y locales, son importantes en la vida del pueblo. Inmediatamente tenemos la atención del público cuando los usamos. Varios temas surgirán de este estudio. Les marcará sobre su “calendario de predicación”. Por ejemplo: 1. 25 de mayo... Día patrio... Tema “La libertad del creyen­ te”. Texto: Gálatas 5 2. 10 de marzo... Comienzo de clases... Tema: El desarrollo cristiano del joven. Texto: Lucas 2:52 Así, vamos teniendo en mente un tema y un texto para un día predeterminado. '—.^ b) Segundo paso: Repasar bien los propósitos generales de la predicación, pensando en la congregación y en sus necesidades más apremiantes. El fin de este repaso es fijar el tanto por cien­ to de mensajes para cada propósito. Por ejemplo, si se es en­ cargado de una obra nueva, un 50% de los mensajes serán evan­ gelísticos. Si se está predicando a una mayoría de nuevos con­ vertidos, el 40% de los mensajes serán doctrinales, etc. Es un trabajo parecido al Programa Cooperativo Financiero de las Convenciones bautistas. La comisión estudia las necesida­ des de la obra en general y fija los porcentajes según las prio­ ridades. Será diferente en todas las situaciones, pero miremos un modelo: Situación: Un laico frente a una nueva obra que cuenta con un núcleo pequeño de creyentes. Podrá llegar a las siguientes proporciones, para un trimestre de doce domingos (dos mensajes por semana, o sea un total de 24 mensajes). 12 evangelísticos 2 para dar aliento 4 doctrinales 1 devocional 2 de consagración 1 de promoción 2 de problemas éticos Este sencillo programa abarca los siete propósitos generales y proporcionan una dieta muv equilibrada para los oyentes. ¡Basta de la idea de que el laico debe predicar mensajes evangelísticos 73

M A N U A L l)K I I O M I L K I I L A

CARA LAI COS

solamente' Aun los grandes evangelistas de la historia cristiana predicaron un porcentaje alto de mensajes de edificación. el Tercer paso. Al fijar el tanto por ciento, conviene pre­ parar una hoja para cada mensaje del trimestre, escribiendo el propósito general y específico, el tema, el texto y la fecha en que se predicará. Guarde estas hojas en una carpeta o en un sobre grande. Le servirán como lugar para anotar ideas, ilustraciones, etc., mientras los mensajes están en formación. Es una buena ma­ nera de conservar su material y la hoja servirá como guía en su preparación específica después. - d) Cuarto paso. Es la preparación y "resurrección" del men­ saje particular. Siguiendo las reglas homiléticas antes menciona­ das. semanalmente, el predicador irá preparando cada mensaje. Ya tiene su plan, pero no quitará la importancia de la prepara­ ción. Al terminar el bosquejo, es necesario “recalentarlo” antes de predicar. Si termina su preparación el jueves, o el sábado, no importa, el Dredicador debe repasarlo o sentirlo de nuevo an­ tes de predicarlo. Es lo aue llamo “la resurrección del sermón”. Me refiero a estos momentos, una hora antes del culto, cuando repasamos el sermón cuidadosamente, mientras oramos. Es muy necesario subir al pulpito con el mensaie “resucitado” . El bosqueio o mensaie que ha estado en el archivo por meses vale mu­ cho sólo si es resucitado ñor el predicador antes del culto. Es necesario que el mensaie toque su corazón antes de que procure tocar el corazón del oyente. El programa de predicación v los mensaies nreparados de antemano son buenos cuando son luego “resucitados”. El predicador que sigue un programa así, ganará el apoyo de su congregación, porque se notará que está esforzándose para alimentarla bien. El predicador mismo tendrá más confianza, por­ que sabrá a dónde va V ñor qué. Se gozará de una tarea bien hecha v se dará cuenta de que el mismo programa está contri­ buyendo a su desarrollo personal' el estudio y la disciplina de un programa tienen su impacto. ¡Pruébelo! PREGUNTAS Y SUGESTIONES 1. 2

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Realice un in'ercambio de ideas y opiniones sobre la im­ portancia de un programa de predicación. Busque cinco temas y textos para cada uno de los p ro ­ pósitos generales de la predicación.

E L SERMON

H.

LA COMUNICACION DEL MENSAJE

Podemos cumplir cuidadosamente con todos los requisitos mencionados hasta este punto, pero esto no garantiza el éxito del sermón. El laico consciente que ya tiene su mensaje bíblico pre­ parado, su texto bien desarrollado y sus ilustraciones bien elegidas, puede fracasar si no aprende a comunicar su mensaje. La comunicación es ponernos en contacto con el oyente. El momento creativo de la entrega del sermón ha llegado. Subimos al púlpito en nombre de nuestro Señor para elevar “la hostia evan­ gélica” que el “sacramento” evangélico: la predicación. Dios ha­ bla a través de nosotros y, por eso, es necesario vigilar bien el vehículo. La corriente eléctrica demanda un cable sin impedi­ mentos y el agua corriente una cañería abierta y limpia. Así tam­ bién. la predicación de Dios demanda un predicador limpio y li­ bre de impedimento. Me doy cuenta de que Dios puede usar a toda clase de hombres, pero ei laico aue predica debe darse cuenta de una cosa: la buena preparación del mensaje no asegura una comunicación exitosa. La comunicación tiene que ver con varios aspectos de la vida del predicador. Comuniquemos, en primer lugar,1 1. Por medio de una buena presentación personal. Con es­ to queremos decir la presentación personal del predicador en el púlpito. El laico no debe menospreciarse diciendo: “No sov pastor, por eso, no tengo que presentarme tan bien en el púlpito”. Esta es una equivocación. Es necesario dar atención a dos aspec­ tos de esta presentación. a) El aspecto físico: No es exagerado poner gran énfa­ sis en este punto. Es una vergüenza ver a ciertos pastores y laicos en el púlpito. porque descuidan este aspecto. Hav una sola regla: Estar impecable. Esto quiere decir que se tendrá el ca­ bello peinado, el cuerpo bañado, la barba afeitada, el traje plan­ chado. la camisa lavada, la corbata centrada v asegurada. Una mi­ rada en el espejo antes de subir a la plataforma le conviene. Treviño dice: “Producto de la preparación física es la buena apariencia, pero también es el producto de la educación v de los buenos mo­ dales. El predicador se pone al frente de un auditorio más o me­ nos numeroso, que tiene los ojos fijos en él. v su aspecto llama­ rá la atención antes que su sermón. Si aquél es agradable, dis75

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pondrá al auditorio para escuchar con provecho su predicación. Si no lo es. hay riesgo de que fracase en ésta”. La falta de cuidado sobre este particular indica descortesía y falta de respeto a la congregación. b) El aspecto emocional: En la definición de la predicación, nos dimos cuenta de que “es la comunicación a través de la per­ sonalidad".

Cada vez que una persona se levanta para hablar, está comu­ nicándose en dos idiomas simultáneamente: el de la mente y el de los afectos. ¡Estos dos idiomas no dicen necesariamente la misma cosa! Pueden contradecirse. Por eso, es muy importante que el pre­ dicador cuide su salud emocional, para que sus ideas y sus afec­ tos concuerden. Lo ideal es que sus afectos apoyen sus ideas, pero a veces pueden cancelar sus ideas. En otros palabras, el predicador debe ser sincero. Este don de la sinceridad cubre “una multitud de pecados” homiléticos. Tenemos que vivir lo que decimos. Ciertas actitudes tienen que caracterizar nuestra vida. Es necesario tener una buena actitud para con la congrega­ ción. Debemos respetarla, comprenderla y amarla. Debe ser algo espontáneo que surge de nuestra experiencia cotidiana al iden­ tificarnos con nuestros semeiantes. Es necesario tener una buena actitud para con el mensaie. Debemos estar convencidos de que es un mensaie de Dios. El sentirnos mensaieros de Dios profundiza nuestro sentido de ur­ gencia e importancia. También cuando sabemos que este mensa­ je de Dios suple la necesidad más apremiante de la congregación, nos sentimos satisfechos. Es necesario tener una buena actitud consigo mismo. El “sa­ cramento de la predicación” demanda que el mensajero sepa men­ guar. Se pierde a sí mismo en su mensaie. El fin es la gloria de Dios, no la vanagloria personal. Si es ésta, ¡váyase del púlpito cuánto antes! Estas actitudes del predicador representan el producto espon­ táneo de una disciplina constante en la oración, en la meditación de la Palabra y en el trato íntimo con las personas a las cuales tiene que predicar. 2.

Por medio de la lectura del texto.

¡Hemos descuidado tanto esta parte de la comunicación! La buena lectura en voz alta del texto es esencial. El laico, en toda 76

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SERM ÓN

la preparación para predicar, no debe pasar por alto su lectura bíblica. El autoditorio respeta la Biblia y el predicador tiene el deber de leerla bien. Después de la buena interpretación del texto, él lo entiende bien y hace falta solamente la práctica de leerla oralmente. En difícil leer la Biblia en voz alta. Por eso, recomiento las siguientes prácticas: a)

En sus lecturas devocionales diarias, lea un pasaje en voi

alta, tratando de interpretarlo bien. (Si tiene un grabador, escú­ chese a sí mismo después.). b) Lea su texto en voz alta tres veces antes de subir al púlpito. c) Anuncie bien su texto (si quiere que los oyentes lo si­ gan) y deje tiempo para que encuentren el pasaje antes de em­ pezar su lectura. El orden del anuncio es: libro, capítulo y ver­ sículo d) Lea el texto con expresión y ánimo. No es un canto llano o un responso. e) Dé atención a las palabras claves poniendo más énfasis sobre ellas. f) Aproveche las pausas. La lectura no es una carrera, sino una interpretación. La mayor parte de los predicadores leen de­ masiado rápido. g) Tenga seguridad en cuanto al significado y la pronuncia­ ción de todas las palabras. En otras palabras, es necesario ensayar esta lectura tan im­ portante en los primeros momentos de la predicación. 3. Por medio del buen uso de las notas. La mayor parte de los laicos usarán notas en el púlpito. Hay tres formas de usar notas: 1 — Llevar el manuscrito del sermón y leerlo. Hay pocos que pueden hacer esto con éxito. 2. — Lle­ var un bosquejo del sermón y referirse a los puntos principales. La mayor parte de los predicadores hacen esto. Y, por últtmo, 3. — Llevar el bosquejo en la mente (aprendido de memoria) y recitarlo. Son también pocos los que pueden hacerlo. Las tres formas crean “una barrera” entre el predicador y su auditorio. Sin embargo, el laico que se ha preparado bien, pue­ de llevar su bosquejo al púlpito al principio, tratando de re77

MA N II A l , 1)1' I I O M I I . Í I I C A CARA I.AICOS

currir a el lo menos posible. Cada vez que baja la cabeza, rom­ pe el contacto con su congregación. Todos los predicadores tie­ nen la tendencia de mirar sus notas cuando no necesitan hacerlo. Reconociendo este problema, sugiero un ideal que llama “impro­ visación preparada” o sea la improvisación basada en una debida preparación. El vocablo “improvisación” implica algo espontáneo, no bien pensado, del último momento. Lógicamente, no estoy re­ comendando la improvisación con respecto a la preparación, sino la “improvisación" en el momento de la entrega del mensaje. En otras palabras, el laico, siguiendo el sistema recomendado arriba, prepara su mensaje. O confecciona un bosquejo adecuado o un manuscrito, lo estudia debidamente, pero no el momento de subir al pulpito, deja sus notas en su escritorio (o lleva sólo sus divi­ siones principales tal vez) y presenta el mensaje. Habrá una im­ provisación al presentarlo, porque el mensaje no saldrá como una recitación, sino como una improvisación inspirada por su presen­ tación anterior por su dependencia inmediata del Espíritu Santo. Si el predicador realmente se ha preparado, puede probar este método. Su valor descansa en la facilidad del contacto visual durante la comunicación. No surge “la barrera” de las notas en­ tre él y el oyente. El contacto se establece y se mantiene. Es un ideal, pero un ideal razonable y a nuestro alcance. Por supuesto, el laico que jamás ha predicado debe llevar sus notas, pero lo más pronto posible, debe probar este método. Hay una libertad de expresión que se nota enseguida. ;Pruébelo! 4.

Por medio del buen uso de la voz.

Este punto constituye un estudio en sí mismo. El laico que tiene algún problema con su voz (débil, áspera, aguda, etc.), ten­ drá que buscar ayuda adicional de los libros sobre la oratoria o sobre el canto. Sin embargo, muchos de los laicos ya tienen una buena voz. Es necesario cultivarla y cuidarla si uno predica fre­ cuentemente. Algunos laicos, siguiendo el ejemplo de algunos pastores, pien­ san que predicar es gritar. Parece que piensan que todo depende del volumen y la potencia de la voz. ¡Deje esa idea! Predicar no es gritar, aun cuando se predique al aire libre. Beecher decía: “Siempre grito cuando no tengo nada que decir”. Es una señal de desesperación y no de buena expresión. Otro error es la monotonía. La predicación es, para algunos, 78

m anual

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currir a el lo menos posible. Cada vez que baja la cabeza, rom­ pe el contacto con su congregación. Todos los predicadores tie­ nen la tendencia de mirar sus notas cuando no necesitan hacerlo. Reconociendo este problema, sugiero un ideal que llama “impro­ visación preparada” o sea la improvisación basada en una debida preparación. El vocablo “improvisación” implica algo espontáneo, no bien pensado, del último momento. Lógicamente, no estoy re­ comendando la improvisación con respecto a la preparación, sino la “improvisación11 en el momento de la entrega del mensaje. En otras palabras, el laico, siguiendo el sistema recomendado arriba, prepara su mensaje. O confecciona un bosquejo adecuado o un manuscrito, lo estudia debidamente, pero no el momento de subir al pulpito, deja sus notas en su escritorio (o lleva sólo sus divi­ siones principales tal vez) y presenta el mensaje. Habrá una im­ provisación al presentarlo, porque el mensaje no saldrá como una recitación, sino como una improvisación inspirada por su presen­ tación anterior por su dependencia inmediata del Espíritu Santo. Si el predicador realmente se ha preparado, puede probar este método. Su valor descansa en la facilidad del contacto visual durante la comunicación. No surge “la barrera” de las notas en­ tre él y el oyente. El contacto se establece y se mantiene. Es un ideal, pero un ideal razonable y a nuestro alcance. Por supuesto, el laico que jamás ha predicado debe llevar sus notas, pero lo más pronto posible, debe probar este método. Hay una libertad de expresión que se nota enseguida. ¡Pruébelo! 4.

Por medio del buen uso de la voz.

Este punto constituye un estudio en sí mismo. El laico que tiene algún problema con su voz (débil, áspera, aguda, etc.), ten­ drá que buscar ayuda adicional de los libros sobre la oratoria o sobre el canto. Sin embargo, muchos de los laicos ya tienen una buena voz. Es necesario cultivarla y cuidarla si uno predica fre­ cuentemente. Algunos laicos, siguiendo el ejemplo de algunos pastores, pien­ san que predicar es gritar. Parece que piensan que todo depende del volumen y la potencia de la voz. ¡Deje esa idea! Predicar no es gritar, aun cuando se predique al aire libre. Beecher decía: “Siempre grito cuando no tengo nada que decir”. Es una señal de desesperación y no de buena expresión. Otro error es la monotonía. La predicación es, para algunos, 78

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SERM ÓN

un canto llano. Emplean el mismo tono y el mismo ritmo, y el auditorio se duerme. Esto solemos llamar “el tono ministerial”. Cabe incluir una descripción de este tono que me dio un estu­ diante: “Es el tono más monótono que jamás el mundo haya conocido; es el tono más triste que jamás el universo haya oído; es el tono que induce a los dormilones; es el tono que los cuer­ vos envidian y a los canarios no les gusta. ¡Ah! es ese tono de cura que nos viste a todos de negro manto”. Debemos dejar este “tono” en manos de los que hacen en­ dechas fúnebres. Es absolutamente necesario eludirlo. Otro error es imitar. Quizás admira mucho a cierto pastor y trata de hablar exactamente como él. Generalmente imitamos los malos hábitos y ademanes de nuestro ídolo. Sí, podemos apren­ der mucho de los grandes predicadores, pero no debemos imitar­ los. Es mejor ser natural y desarrollar nuestro propio estilo. Otro error es correr. Hay laicos que piensan que el éxito de la predicación depende de la rapidez. A alta velocidad va con su sermón y, al final, él y su congregación están completamente agotados. A veces, el laico gana al pastor, porque está mejor entrenado, pero en verdad así ninguno se gana la atención del auditorio. La predicación no implica rapidez en el hablar. Veamos las cualidades de una buena voz: a)

Las cualidades de una buena voz

(1) Una buena voz tiene volumen. Esta debe ser suficiente para que el orador sea oído por las personas que están sentadas en el último banco del salón. Esto no indica que la voz lastime el tímpano de los desdichados que están en la primera fila. Es necesario hacer llegar la voz hasta el último banco sin hacer vo­ lar el salón. La voz debe tener suficiente potencia, pero una po­ tencia bien regulada. (2) Una buena voz tiene pureza de tono. Esta pureza es un término medio entre el tono ronco, áspero y el tono chillón o gangoso. La voz forzada cansa al auditorio. Aprenda a modular su voz, buscando este término medio. (3) Una buena voz tiene claridad. Esta se relaciona con la pronunciación y la velocidad. Una voz clara pronuncia cada pala­ bra correctamente, no descuidando ni una sola sílaba. Tenemos la tendencia de dejar caer algunas sílabas, especialmente la últi­ ma, pero la voz clara no hace esto. Termina la pronunciación de cada palabra. 79

MANI'Al

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También la voz clara regula la velocidad cuidadosamente. No habla con demasiado rapidez, como para que se impida a los oyen­ tes captar fácilmente lo dicho. Una voz “ametralladora” hiere y confunde al oyente La fluidez es mucho mejor que la rapidez Una pausa oportuna entre las frases proporciona un lapso breve cuando el oyente puede asimilar lo oído. i4> Una buena voz tiene naturalidad. En otras palabras, una buena voz comunica fielmente todos los diversos matices de sentimiento que embargan la mente y el corazón del que habla. Es mejor ser natural. No trate de hablar como los grandes y elo­ cuentes oradores. La elocuencia se logra por medio de su propio estilo. Sea natural. ¡Por pobre que sea su estilo, es mejor que una copia barata del de otro! Es como el refrán español, “nuestro vino es agrio, pero es nuestro". bj

La producción de la voz.

El cultivo de la voz exige un conocimiento práctico del pro­ ceso fisiológico de la producción de la voz. En este manual, no nos atrevemos a un estudio de tal proceso. Sin embargo, cabe mencionar el movimiento inicial en el proceso, que determina en gran manera todo lo demás. Un defecto en este primer paso es un problema en el 80% de los casos. Es el problema de la res­ piración. Este autor piensa que la buena respiración es la clave de todo el proceso. Lo demás viene naturalmente en una persona normal. Veamos brevemente lo que atañe a la respiración. (1) Los tres tipos de respiración: (a) La respiración clavicular (de la parte superior del pe­ cho). Se caracteriza por un movimiento que eleva la parte su­ perior del pecho. En este tipo de respiración se descuidan mu­ cho los lóbulos inferiores de los pulmones, y el aire que está en la parte superior del pecho está en constante fluctuación. Cuando se respira así, el orador tiene poca habilidad para gobernar la res­ piración. Eli caudal de aire no puede ponerse bajo la deseada comprensión, y la calidad de la voz resultante es ligera y acompa­ ñada por un exceso de aliento. (b) La respiración abdominal: Esta se caracteriza por el hun­ dimiento de la parte superior del pecho, y por el levantamiento y el descenso de la pared abdominal a medida que el aliento entra y sale de la base de los pulmones. Es el método natural de res­ pirar del individuo que está dormido. 80

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(c) La respiración diafragmática intercostal se caracteriza por la expansión del área de las costillas flotantes, mientras que la parte superior del pecho permanece elevada y en quietud. Este es el tipo de respiración requerida para el orador y el cantor. Es exactamente como una bolsa de papel que se llena de aire, y al ser apretada, expele el aire. (2) ¿Cómo podemos saber cuándo respiramos así? Por me­ dio de una sencilla prueba podemos sentir lo que es esta respira­ ción, para poder practicarla mientras predicamos. Esta es la prueba: (a) Acuéstese de espaldas, en posición horizontal. (b) Cuando esté en completo reposo, observe su respiración. Será normalmente la respiración abdominal. (La pared abdominal se levanta y desciende). (c) Si ahora levanta la caja toráxica (la parte superior del pecho) y la sostiene en esa posición, los actos de inhalar y exha­ lar inmediatamente cambian. La pared abdominal inferior se aquieta y el movimiento de expansión y contracción se verifica en el área de las costillas flotantes y se siente a los lados y precisa­ mente bajo del esternón: es la respiración diafragmática. Quéde­ se en la posición un rato para que las sensaciones de este tipo de respiración se graben en la mente. (d) Levántese y procure respirar de la misma forma, levan­ tando la parte superior del pecho y manteniéndola quieta. Esta manera de respirar guarda una reserva de aire en los pulmones para sostener la voz. Por medio de la inhalación, la suspensión del aliento y la exhalación, se produce “un colchón de aire” para apoyar la voz. La clave es la buena posición. Un predicador bien erguido, no tiene mayor dificultad para respi­ rar así. En cambio, un predicador apoyado en el pulpito o encor­ vado, no puede respirar así. Comenzando bien, el laico puede depender de su organismo para hacer lo demás. Practique este tipo de respiración. Por supuesto, si esto no da resultado, hay que recurrir a un especialista en la materia. Aconsejo la lectura de libros sobre la educación de la voz. 5.

Por medio de la buena elección de las palabras. Las palabras son vehículos de los pensamientos y de pa­ siones de los hombres. El predicador debe ir aumentando su vocabulario, porque las palabras son armas. Un cwrigrama es 31

M A M A!

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un pasatiempo útil para el predicador. El que predica mucho debe desarrollar un programa de lectura variada para nutrir su vocabulario. Veamos tres sugestiones en cuanto a la elección de palabras: a) Palabras cortas: Nunca utilice una palabra de cinco síla­ bas, si hay otra del mismo significado que no tiene más que dos o tres sílabas. Es un hecho probado que el material presentado verbalmente es más difícil de comprender que el material escrito. El oyente no puede retrasar el curso de pensamiento tan fácil­ mente como el lector. Generalmente, el uso de palabras exten­ sas indica pereza u orgullo de parte del predicador. O no quiere buscar una palabra corta más efectiva, o quiere demostrar lo amplio de sus conocimientos. Alguien ha dicho que mientras la Iglesia Católica Romana manifiesta la pompa en las procesiones y las ceremonias, los protestantes la incluyen en su predicación... procesiones de palabras pomposas. La aplicación de este principio dependerá del nivel cultural de nuestro auditorio. b) Palabras expresivas y personales: Busquemos palabras que viven. Emerson, hablando de las palabras de los obreros en el puerto de Boston, dijo: “Sus palabras son tan vivas y ricas, que si fuesen cortadas, sangrarían”. La buena comunicación depende de esta terminología actual. El laico tiene una ventaja aquí. No debe cambiar las palabras vivas que usa día tras día, por términos teológicos y muertos. Por supuesto, eliminaremos lo grosero y mucho de lo que llamamos “popular” de nuestro vocabulario de “pulpito”. Sin embargo, no debemos hacerlo a expensas de la claridad. Una vez más, la integración del auditorio influye mucho. c) Palabras que toquen los sentidos de los oyentes: El pre­ dicador elige sus palabras como el pintor elige sus colores; los dos para pintar un cuadro. Debemos buscar las palabras que llevan er. sí mismas una imagen mental o sean palabras gráficas de co­ sas vistas, oídas, tocadas, gustadas. Por ejemplo, podríamos em­ plear la palabra “casa” en vez de “hogar”; es más gráfica. El verbo “exclamar” es más expresivo de “decir”; “charlar” que “ha­ blar”, etc. Sin caer en un lenguaje vulgar, debemos poner el evan­ gelio en estas palabras gráficas. 6.

Por medio del buen uso de los ademanes. Los ademanes son los movimientos del cuerpo que ayudan

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a expresarse. Sí, el predicador debe predicar también con el cuerpo. Estos movimientos de las manos y del cuerpo tienen la intención de respaldar lo dicho. El predicador realmente comien­ za su sermón cuando se sienta en la plataforma. El auditorio lo mira, y por eso, debe tener mucho cuidado de sentarse bien, man­ tenerse bien (sin abrir las piernas), y mirar al autditorio. Después, al acercarse al púlpito, no debe saltar ni temblar, sino ponerse detrás del púlpito, mirar a su congregación y predicar. a) Las manos: Hay que saber usar sus manos en la predi­ cación. No deben estar sujetas a su lado; no deben estar en los bolsillos, sino que deben ser usadas. Las manos nerviosas, arre­ glando la Biblia o las notas, distraen. El que tiene este proble­ ma puede tomarse del púlpito durante los primeros instantes del mensaje hasta que pasa el nerviosismo. El predicador no debe ser un director de orquesta, pero los movimientos de las manos pueden apoyar (sin robar la atención) lo dicho. Por supuesto, los ademanes exagerados no son útiles. b) El cuerpo: El cuerpo puede portarse de tres maneras en el púlpito; puede ser un pasajero, un rebelde, o un colabora­ dor. El cuerpo “pasajero” no participa en la predicación. La cabeza trabaja, pero del cuello para abajo no pasa nada. El cuer­ po está no más ¡y parece estar muy aburrido! El cuerpo “rebelde” acompaña la predicación como un niño muy gracioso acompaña a su papá, sólo para molestar y llamar la atención a sí mismo. En este caso, hay mucho movimiento y agitación, pero no apoya o fortalece lo que dice el orador. El cuerpo “colaborador”, en cambio, ofrece a la voz ha­ blada toda su colaboración. Los movimientos del cuerpo concuerdan con los pensamientos y contribuyen a la comunicación. Cuando el predicador sabe hablar por medio de su cuerpo, su mensaje será como una composición de música transportada a la actualidad por una orquesta. c) Los ojos: Los ojos también pueden hablar. Querrán apo­ yar las palabras habladas, si el predicador mira a la congregación. Hay que establecer un contacto desde el comienzo del mensaje. No debe tener miedo a la congregación. Antes de subir al pulpito, aproveche esos momentos sentado en la plataforma, para mirar bien al auditorio. Así, no estará asustado al subir y ver al público. La congregación respeta al hombre que le mira y no respeta al que no lo hace. 83

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a expresarse. Sí, el predicador debe predicar también con el cuerpo. Estos movimientos de las manos y del cuerpo tienen la intención de respaldar lo dicho. El predicador realmente comien­ za su sermón cuando se sienta en la plataforma. El auditorio lo mira, y por eso, debe tener mucho cuidado de sentarse bien, man­ tenerse bien (sin abrir las piernas), y mirar al autditorio. Después, al acercarse al púlpito, no debe saltar ni temblar, sino ponerse detrás del púlpito, mirar a su congregación y predicar. a) Las manos: Hay que saber usar sus manos en la predi­ cación. No deben estar sujetas a su lado; no deben estar en los bolsillos, sino que deben ser usadas. Las manos nerviosas, arre­ glando la Biblia o las notas, distraen. El que tiene este proble­ ma puede tomarse del púlpito durante los primeros instantes del mensaje hasta que pasa el nerviosismo. El predicador no debe ser un director de orquesta, pero los movimientos de las manos pueden apoyar (sin robar la atención) lo dicho. Por supuesto, los ademanes exagerados no son útiles. b) El cuerpo: El cuerpo puede portarse de tres maneras en el púlpito; puede ser un pasajero, un rebelde, o un colabora­ dor. El cuerpo “pasajero” no participa en la predicación. La cabeza trabaja, pero del cuello para abajo no pasa nada. El cuer­ po está no más ¡y parece estar muy aburrido! El cuerpo “rebelde” acompaña la predicación como un niño muy gracioso acompaña a su papá, sólo para molestar y llamar la atención a sí mismo. En este caso, hay mucho movimiento y agitación, pero no apoya o fortalece lo que dice el orador. El cuerpo “colaborador”, en cambio, ofrece a la voz ha­ blada toda su colaboración. Los movimientos del cuerpo concuerdan con los pensamientos y contribuyen a la comunicación. Cuando el predicador sabe hablar por medio de su cuerpo, su mensaje será como una composición de música transportada a la actualidad por una orquesta. c) Los ojos: Los ojos también pueden hablar. Querrán apo­ yar las palabras habladas, si el predicador mira a la congregación. Hay que establecer un contacto desde el comienzo del mensaje. No debe tener miedo a la congregación. Antes de subir al pulpito, aproveche esos momentos sentado en la plataforma, para mirar bien al auditorio. Así, no estará asustado al subir y ver al público. La congregación respeta al hombre que le mira y no respeta al que no lo hace. 83

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Aprovechemos todos estos ademanes para una mejor comu­ nicación. 7.

Por medio de la preparación del medio ambiente.

Esta preparación depende de tres cosas: el orden del culto, el arreglo del salón y el cumplimiento del horario. a) El orden del culto: No necesitamos seguir un orden fijo. Sin embargo, el predicador laico (si es encargado de una obra nueva) debe planear su orden de culto antes de llegar a la plata­ forma. Este orden debe incluir el canto, la lectura bíblica, los anuncios, la oración, la ofrenda, el sermón y la invitación. Todos estos elementos deben estar relacionados con el tema del día. Va­ rias copias deben estar disponibles para los otros participantes. Todo esto contribuirá a la comunicación. Sin embargo, hay que dejar lugar para lá espontaneidad y pa­ ra la variedad. La hora ha llegado cuando las iglesias evangéli­ cas deben innovar mucho en la forma del culto público: la mayoría de nosotros hemos caído en la rutina. Una variedad de semana en semana es necesario. b) El arreglo del salón. (1) La ventilación. Spurgeon dijo que: “la mejor cosa como auxilio del predicador, después de la gracia de Dios, es el oxigeno en abundancia”. Hablando a sus estudiantes dijo: “Rogad que estén abiertas las ventanas del cielo, pero empezad por abrir las de vuestros templos”. La buena ventilación es necesaria. Si hay falta de oxígeno, no se sorprenda cuando tenga que predicar a un audito­ rio dormido. (2) La limpieza. Es imprescindible que el salón esté limpio y atractivo. Si no hay otra persona, el mismo predicador se ocupará de esta tarea. Es tan importante como medio de comunicación que no puede ser descuidado. (3) La iluminación. Es difícil predicar sobre “Dios es Luz” en un salón oscuro. Coloque las lámparas por encima de la congre­ gación y no por encima del predicador. Una luz detrás del púlpito o por encima de él, molesta los ojos de los oyentes y corta el contacto visual.

(4) La acústica. En lo posible, hay que corregir los defectos acústicos. Si no se pueden corregir, el predicador tendrá que ajus84

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tar su voz a la acústica. El laico que predica domingo tras domin­ go en un salón, pronto conocerá su acústica y procurará eliminar los defectos o ajustar su voz al ambiente. c) El horario. Hablamos mucho de “la hora bautista” (o “meto­ dista”, o lo que sea) en la América Latina. Quiere decir: la hora se­ ñalada ¡más quince minutos! Es un chiste, pero también una reali­ dad. ¿No sería mejor seguir “la hora inglesa?”. El predicador no debe predicar más de treinta minutos en el día de hoy. El culto no debe durar más de una hora. El tiempo de “los sermonazos” de una hora y media ha pasado. El laico debe ser tan cumplidor sobre este particular como el pastor. Cumplamos el horario. Así comu­ nicaremos mejor el mensaje. PREGUNTAS Y SUGESTIONES 1.

¿Cuáles son los factores que entran en la buena comuni­ cación? 2. Hágase una discusión de la importancia del aspecto físico en la- buena presentación. 3. ¿Cuáles con las tres actitudes que caracterizan la buena salud emocional del predicador? 4. ¿Por qué importa tanto la lectura bíblica? 5. ¿Cuáles son las cualidades de una buena voz? 6. ¿Qué tipo de respiración debe usarse cuando se habla7 7. ¿Cómo debe elegir sus palabras? 8. ¿Cómo se puede arreglar el medio ambiente para la co­ municación? 9. Practique la buena respiración diafragmática.

I.

LA INVITACION DEL SERMON

Todo sermón debe concluir con una invitación. El predicador laico debe darse cuenta de esta verdad. Esta invitación debe re­ lacionarse con el propósito específico del mensaje. Es una pér­ dida de tiempo predicar treinta minutos sin instar a los oyentes a que pongan por obra el deber que el sermón inculca. Sin em­ bargo, es necesario distinguir entre una “invitación” y una “ma­ nifestación pública”. Aquella debe hacerse siempre; ésta depen­ de del propósito general del sermón y de las circunstancias par­ ticulares de la congregación. Todos los sermones evangelísticos de­ ben concluir con una invitación a tomar una decisión pública. Pero los otros sermones deben incluir una invitación, pero no 85

M A N I1 A I. I)F. IIO M II.f'.T IC A PARA I.AICOS

siempre una manifestación pública. Las características de una buena invitación son: 1. Debe ser clara. Una invitación vaga no sirve. Hay que explicar bien el costo de la salvación. De ninguna manera tene­ mos que engañar a los oyentes. Es mejor tener menos manifes­ taciones que tener muchas sin sinceridad. 2. Debe ser positiva. En vez de decir “¿No habrá aquí al­ guien dispuesto a entregar su vida a Jesucristo?”, sería mucho mejor decir: “¿Cuántas personas aquí presentes tendrán el valor de entregar su vida esta noche al Señor Jesús?”. Extienda la invi­ tación positivamente. 3. Debe ser insistente. No se refiere al tiempo gastado o las estrofas cantadas, sino al espíritu de amor o de sinceridad del predicador. Debemos esperar resultados de nuestra predi­ cación. 4. Debe presentar una oportunidad para escoger entre dos contrastes bien marcados. Hay que delinear bien las opciones para que elijan . 5. Debe depender del Espíritu Santo. Después de todos nuestros esfuerzos, es El quien da los resultados. J

LA PROTECCION DEL SERMON

Después de gastar tanto tiempo y tanta energía en la pre­ paración y presentación del mensaje, conviene conservar los re­ sultados. El bosquejo, la exégesis, el manuscrito del sermón de­ ben ser archivados. Para el laico ocupado conviene un sistema muy sencillo. Debe comprar sobres grandes o carpetas sencillas y poner toda la preparación del sermón en el sobre. En él, debe te­ ner el tema, el texto, la fecha en que fue preparado, el lugar y la clasificación del sermón según los propósitos generales de la predicación. Cada sermón tendrá un número dentro de su clasificación. De ese modo, el laico va aumentando su repertorio de sermones bajo cada clasificación. También se da cuenta de cómo está cum­ pliendo con todos los propósitos. Lo importante es que tenga su propio sistema de archivo que le sirva adecuadamente. K

LA REPETICION DEL SERMON

Un buen sermón puede ser repetido. No es un crimen ir al 86

EL S E R M O N

archivo, sacar un sermón y predicarlo de nuevo. El laico ocupado que predica en varios lugares, puede hacerlo o, mejor dicho, ten­ drá que hacerlo muchas veces. Es mejor hacer esto que impro­ visar. El secreto de la repetición de un sermón es la “resurrec­ ción” que ya hemos mencionado. Es imprescindible “recalentar­ lo”, resucitarlo, antes de predicarlo de nuevo. Hay que sentirlo de nuevo en nuestro propio corazón, antes de compartirlo con una nueva congregación.

IV. Conclusión Hemos terminado nuestro breve estudio. Hemos visto al predicador laico y su mensaje. Terminamos diciendo que nuestra predicación debe estar caracterizada por un profundo sentido de urgencia. El tiempo es corto. No sabemos cuando volverá el Se­ ñor, pero puede ser en cualquier momento. Debemos seguir el consejo de Cotton Mather cuando dijo: “El predicador es un mo­ ribundo, predicando a moribundos”. La dignidad de nuestro Maestro exige de nosotros este sen­ tido de urgencia. Cristo era el Dios-hombre que murió por noso­ tros. Su obra redentora nos salvó. ;Ay de nosotros si no procla­ mamos esta obra a un mundo perdido! La condición del mundo exige de nosotros este sentido de ur­ gencia. Es un mundo de rápidos cambios sociales y políticos. Es un mundo revolucionario. Pero en medio de toda esta revolución y cambio, hay una ignorancia del verdadero evangelio del Señor Jesucristo. El problema básico es espiritual. Solamente la acep­ tación y la aplicación del evangelio puede producir el cambio deseado. Tenemos el mensaje de Dios, de salvación para todos los que creen. Dios está repitiéndonos estas palabras: “Hijo del hombre, yo te he puesto por atalaya... y oirás la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte”. (Ezequiel 33:7). ¡Qué res­ ponsabilidad! Sin embargo, no es suficiente saber que debemos sentir la urgencia de nuestra tarea. ¡Hay que sentirla! No obstante, este sentimiento será despertado sólo cuando nuestro estudio bíblico bajo la dirección del Espíritu Santo y nuestro conocimiento de las necesidades del pueblo sean fusionados por la acción catalítica de la comunión constante con el Cristo resucitado. Entonces, sen­ tiremos la urgencia de ganar a la América Latina para Cristo y nos propondremos hacerlo a pesar de todo. Recuerden, Dios está obrando por medio de su pueblo ¡Ade­ lante. hermano laico! ¡A predicar el evangelio'

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IV. Conclusión Hemos term inado nuestro breve estudio. Hemos visto al predicador laico y su mensaje. Terminamos diciendo que nuestra predicación debe estar caracterizada por un profundo sentido de urgencia. El tiempo es corto. No sabemos cuando volverá el Se­ ñor, pero puede ser en cualquier momento. Debemos seguir el consejo de Cotton Mather cuando dijo: “El predicador es un mo­ ribundo, predicando a moribundos” . La dignidad de nuestro Maestro exige de nosotros este sen­ tido de urgencia. Cristo era el Dios-hombre que murió por noso­ tros. Su obra redentora nos salvó. ¡Ay de nosotros si no procla­ mamos esta obra a un mundo perdido! La condición del mundo exige de nosotros este sentido de u r ­ gencia. Es un mundo de rápidos cambios sociales y políticos. Es un mundo revolucionario. Pero en medio de toda esta revolución y cambio, hay una ignorancia del verdadero evangelio del Señor Jesucristo. El problema básico es espiritual. Solamente la acep­ tación y la aplicación del evangelio puede producir el cambio deseado. Tenemos el mensaje de Dios, de salvación para todos los que creen. Dios está repitiéndonos estas palabras: “Hijo del hombre, yo te he puesto por atalay a... y oirás la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte” . (Ezequiel 33:7). ¡Qué res­ ponsabilidad! Sin embargo, no es suficiente saber que debemos sentir la urgencia de nuestra tarea. ¡Hay que sentirla! No obstante, este sentimiento será despertado sólo cuando nuestro estudio bíblico bajo la dirección del Espíritu Santo y nuestro conocimiento de las necesidades del pueblo sean fusionados por la acción catalítica de la comunión constante con el Cristo resucitado. Entonces, sen­ tiremos la urgencia de ganar a la América Latina para Cristo y nos propondremos hacerlo a pesar de todo. Recuerden, Dios está obrando por medio de su pueblo. ¡Ade­ lante. hermano laico! ¡A predicar el evangelio!

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B I B L I O G R A F I A Aclaración. Para facilitar la impresión de este librito, decidí suprimir las notas al pie de página. Por eso, quisiera aclarar que Manual de Homilética para laicos es mayormente una adaptación del libro El Sermón Eficaz de Jaime Crane. Hay párrafos enteros tomados de ese libro y los ejemplos empleados son de la misma fuente. Además del libro de Crane, usamos citas de los otros libros incluidos en esta bibliografía y materiales de los bosquejos usa­ dos en el Seminario Bautista de Buenos Aires. Las citas aparecen entre comi­ llas y son de los siguientes libros: 1.

Broadus, J. A., Tratado sobre la Predicación, Casa Bautista de Publica­ ciones, El Paso, Texas, 332 páginas.

2.

Crane, Jaime, El Sermón Eficaz, Casa Bautista de Publicaciones, El Paso, Texas, 306 páginas.

3.

De Tivisa, Melchor, Compendio de Elocuencia Sagrada, E. Subirana, Bar­ celona, España, 316 páginas.

4.

Campbell Morgan, G., Preaching, Fleming H. Revell Company, New York, 90 páginas.

Otros libros de C asa B autista de Publicaciones y de E d ito rial M undo Hispano p ara el Pastor-Predicador

P ara e l P astor 1. EL EXITO SEGUN DIOS: Conceptos b íblicos del éxito en el m inisterio. Kent y Barbara H ughes. Artículo Núm. 42081. Trata de la presión que sienten todos los que sirven al Señor y buscan el éxito, medido muchas veces según los conceptos del mundo. Describe qué es el éxito según la Biblia y la manera de obtenerlo. 160 págs. 2. CUANDO LOS SANTOS SE PELEAN. L eslie E. Flynn. Artículo Núm. 17033. Donde hay vitalidad es fácil que surjan las disensiones. La cuestión es si esas diferencias llegarán a dividir y perjudi­ car el cuerpo de Cristo, o lo llevarán a unirse en un compromiso y entendimiento más profundo. En este libro encontrará sugerencias para que las diferencias en la iglesia se transformen en victorias para el reino de Dios. 176 págs. 3. LOS PASTORES TAMBIEN LLORAN. L u cille Lavender. Artículo Núm. 42075. Presenta las vivencias, los dilemas y necesidades del pastor y su familia. Un libro excelente tanto para el pastor como para la congregación. Los miembros que lean este libro comprenderán mejor al pastor, gozarán de una relación más sana con él y podrán apoyar su ministerio con mayor efectividad. 144 págs. 4. DE PASTOR A James E. Giles. Enfoca en forma responsabilidades

PASTOR: Etica pastoral práctica. Artículo Núm. 42076. sencilla pero efectiva las relaciones y singulares del pastor: Sus requisitos

morales, su conducta con su familia, iglesia, denomina­ ción, otros grupos religiosos cristianos y la comunidad. 128 págs. 5. LA IGLESIA COMO COMUNIDAD SANADORA. A lberto D . G andini. Artículo Núm . 17032. Presenta la realidad de que una comunidad de fe y amor, que vive con sinceridad el señorío de Cristo, es una com unidad que transm ite salud y los participantes experi­ m entan sanidad del alma y del cuerpo. 96 págs. 6. LIDERAZGO QUE PERDURA EN UN M UNDO QUE CAMBIA. John H aggai. Artículo Núm. 46110. Libro sólido en su enseñanza y, a la vez, inspirador. Describe los doce principios del liderazgo que deben caracterizar a los líderes de hoy. 224 págs. 7. LA DEVOCION A DIOS EN ACCION. Jerry Bridges. Artículo Núm. 46119. Libro de fuerte motivación para una vida de devoción a Dios sólida y profunda. No es una disertación teórica sobre el cristiano ideal, sino un camino experimentado para el creyente real de aquí y ahora. 208 págs. 8. CUANDO EL SIDA LLEGA A LA IGLESIA. W illiam E. A m os. Artículo Núm. 42080. Inform a y aconseja a pastores e iglesias sobre cómo entender y ministrar efectivamente a las personas afecta­ das por el SID A y a su familia. El autor expone sólidos conceptos bíblicos y comparte experiencias de acción pastoral. 112 págs. 9. EL CUIDADO PASTORAL DESDE LA CUNA HAS­ T A LA TUMBA. J. E. H ightow er y otros. Artículo

Núm. 11045. C om bina los aspectos psicológicos y pedagógicos de cada etapa de la vida, juntam ente con sólidas bases bíblicas,

para mostrar cómo realizar un ministerio más efectivo con cada persona según su edad. 192 págs. 10. ANTES DE DAR EL “SI”, Manual de orientación prematrimonial. José Luis Martínez. Artículo Núm. 46118. Abarca los temas propios de esta área del aconsejamiento pastoral. Lo hace en forma amena, con sano contenido bíblico y sentido práctico. Muy útil para los novios, el pastor y el consejero familiar. 112 págs. 11. TRAS LAS MASCARAS: Desórdenes de la personali­ dad en el comportamiento religiosos. Wayne E. Oates. Artículo Núm. 46116. Este prestigioso profesor, pastor y sicólogo describe siete trastornos de la personalidad que se ocultan tras sus correspondientes máscaras, y muestra cómo ayudar usan­ do la Biblia, el consejo pastoral y la asistencia profesional. 144 págs. 12. COMO EMPEZAR Y TERMINAR BIEN SU MINIS­ TERIO. D . L. Lowrie. Artículo Núm. 42088. Un manual de orientación para pastores e iglesias sobre cómo empezar y terminar un pastorado y hacerlo feliz­ mente. 112 págs. 13. HOMOSEXUALIDAD: Lo que es, lo que hace y cóm o superarla. Tim LaHaye. Artículo Núm. 46126. Un enfoque amplio y profundamente bíblico sobre este tema, sin dejar a un lado el punto de vista sicológico, médico y social. 144 págs. 14. LOS DONES ESPIRITUALES. Kenneth S. Hemphill. Artículo Núm. 09134. Dirigido a pastores, estudiantes de teología y líderes cristianos, es un estudio serio de los dones espirituales y su uso en las iglesias del N .T ., con fuerte énfasis en la capacitación de la iglesia para el servicio. 208 págs.

15. ¡ELIGE SER FELIZ! Manual sobre los síntomas y curación de la depresión. F Minirth y P. Meier. Artículo Núm. 46113. Pautas para vencer la depresión teniendo en cuenta el punto de vista médico y bíblico. 208 págs.

Para el Predicador 1. BOSQUEJOS DE SERMONES PARA CELEBRA­ CION DE BAUTISMO Y CENA DEL SEÑOR. Varios autores. Artículo Núm. 43040. Nuevos y originales bosquejos para sermones sobre estos temas de vital importancia para la iglesia. Aporta también ilustraciones apropiadas y otras ayudas renovadoras para estos cultos tan significativos. 112 págs.

2. BOSQUEJOS DE SERMONES PARA BODAS Y FU­ NERALES. Varios autores. Artículo Núm. 43042. Bosquejos de mensajes fruto del estudio y la experiencia de 14 predicadores hispanos reconocidos, con buena base bíblica, sana doctrina y bien elaborados. Es una ayuda excelente para la renovación del predicador. Contiene, además, ayudas complementarios. 112 págs.

3. ILUSTRACIONES SELECTAS, Tomo 1. José Luis Martínez, Recopilador. Artículo Núm. 42074. Anécdotas e ilustraciones originales, aportadas por auto­ res del mundo hispano. Servirá de apoyo ai pastor y al maestro en su ministerio. Además, será de inspiración e instrucción para el lector en general. 176 págs.

4 ILUSTRACIONES SELECTAS, Tomo 2. José Luis Martínez, Recopilador Artículo Núm. 42077.

5 MENSAJES PARA LOS SIERVOS DE DIOS. Warren y David Wiersbe. Artículo Núm. 43041. Cuarenta mensajes bíblicos de inspiración, edificación y estímulo para obreros cristianos. Aporta pensamientos e ideas para pláticas en reuniones de líderes. 144 págs. 6. EL HUMOR EN LA PREDICACION. John W. Drakeford. Artículo Núm. 42085. Ayudas sobre cómo usar el buen humor en la predicación para establecer una mejor relación con la congregación, en una forma apropiada y eficaz. 7. OBJETOS QUE ENSEÑAN DE DIOS. Cecil McConnell. Artículo Núm. 44007. Novedosa colección de 74 mensajes breves que usan objetos para comunicar una enseñanza espiritual a los niños. Excelentes para sermones infantiles en los cultos, retiros, concentraciones y otras actividades de niños. 112 págs. 8 . MAS OBJETOS QUE ENSEÑAN DE DIOS. José Luis Martínez. Artículo Núm. 44008.

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