Jorge Martínez-Pinna - LA ROMA PRIMITIVA

October 3, 2017 | Author: quandoegoteascipiam | Category: Hellenistic Period, Ancient Rome, Archaeology
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Descripción: El problema de los orígenes y primera historia de Roma es sin duda una de las cuestiones más candentes que ...

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Esta historia obra de un equipo de cuarenta profesores de va­ rias universidades españolas pretende ofrecer el último estado de las investigaciones y, a la vez ser accesible a lectores de di­ versos niveles culturales. Una cuidada selección de textos de au­ tores antiguos mapas, ilustraciones cuadros cronológicos y orientaciones bibliográficas hacen que cada libro se presente con un doble valor de modo que puede funcionar como un capítulo del conjunto más amplio en el que está inserto o bien como una monografía. Cada texto ha sido redactado por. el especialista del tema, lo que asegura la calidad científica del proyecto.

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A. C aballos-J. M . S errano, Sum er y A kka d . 2. J. U rru ela , Egipto: Epoca Tinita e Imperio Antiguo. 3. C . G . W ag n er, Babilonia. 4. J. U rru ela , Egipto durante el Imperio Medio. 5. P. Sáez, Los hititas. 6. F. Presedo, Egipto durante el Imperio N uevo. 7. J. A lvar, Los Pueblos del M ar y otros movim ientos de pueblos a fines del I I milenio. 8. C . G . W agner, Asiría y su imperio. 9. C . G . W agner, Los fenicios. 10. J. M . B lázquez, Los hebreos. 11. F. Presedo, Egipto: Tercer Penodo Interm edio y Epoca Sal­ ta. 12. F. Presedo, J. M. S erran o , La religión egipcia. 13. J. A lv ar, Los persas.

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J. C . Berm ejo, E l m undo del Egeo en el I I milenio. A. L ozano, L a Edad Oscura. J. C . Berm ejo, E l m ito griego y sus interpretaciones. A. L ozan o , La colonización gnegtf. J. J. Sayas, Las ciudades de Jonia y el Peloponeso en el perío­ do arcaico. R . López M elero, E l estado es­ partano hasta la época clásica. R . López M elero, L a fo rm ación de la democracia atenien­ se, I. El estado aristocrático. R . López M elero, La fo rm a­ ción de la democracia atenien­ se, II. D e Solón a Clístenes. D . Plácido, C ultura y religión en la Grecia arcaica. M . Picazo, Griegos y persas en el Egeo. D . Plácido, L a Pentecontecia.

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J. F ernández N ieto, La guerra del Peloponeso. 26. J. F ernández N ieto, Grecia en la primera m itad del s. IV. 27. D . P lácido, L a civilización griega en la época clásica. 28. J. F ernández N ieto , V. A lon­ so, Las condiciones de las polis en el s. IV y su reflejo en los pensadores griegos. 29. J. F ernández N ieto , E l m un­ do griego y F Hipa de Mace­ donia. 30. M . A . R a b a n a l, A lejandro Magno y sus sucesores. 31. A. L ozano, Las monarquías helenísticas. I: El Egipto de los Lágidas. 32. A. L ozano, Las monarquías helenísticas. II: Los Seleúcidas. 33. A. L ozano, Asia M enor he­ lenística. 34. M . A. R abanal, Las monar­ quías helenísticas. III: Grecia y Macedonia. 35. A. P iñero, L a civilización he­ lenística.

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J. M artín ez-P in n a, El pueblo etrusco. J. M artín ez-P in n a, L a Rom a primitiva. S. M ontero, J. M artín ez-P in ­ na, El dualismo patricio-ple­ beyo. S. M o n te ro , J. M artínez-P inn a, La conquista de Italia y la igualdad de los órdenes. G. Fatás, E l período de las primeras guerras púnicas. F. M arco, La expansión de R om a por el Mediterráneo. De fines de la segunda guerra Pú­ nica a los Gracos. J. F. R odríguez N eila, Los Gracos y el comienzo de las guerras civiles. M .a L. Sánchez León, R evuel­ tas de esclavos en la crisis de la República.

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C . G onzález R o m án , L a R e­ pública Tardía: cesarianos y pompeyanos. J. M. R oldán, Instituciones po­ líticas de la República romana. S. M ontero, L a religión roma­ na antigua. J. M angas, Augusto. J. M angas, F. J. Lom as, Los Julio-Claudios y la crisis del 68. F. J. Lom as, Los Flavios. G. C hic, La dinastía de los Antoninos. U . Espinosa, Los Severos. J. F ernández U biña, El Im pe­ rio Romano bajo la anarquía militar. J. M uñiz Coello, Las finanzas públicas del estado romano du­ rante el A lto Imperio. J. M. B lázquez, Agricultura y minería romanas durante el A lto Imperio. J. M. B lázquez, Artesanado y comercio durante el A lto I m ­ perio. J. M angas-R . C id, E l paganis­ mo durante el A lto Imperio. J. M. S antero, F. G aseó, El cristianismo primitivo. G . B ravo, Diocleciano y las re­ form as administrativas del I m ­ perio. F. Bajo, Constantino y sus su­ cesores. La conversión del I m ­ perio. R . Sanz, E l paganismo tardío y Juliano el Apóstata. R. Teja, La época de los Valentinianos y de Teodosio. D. Pérez Sánchez, Evolución del Imperio Rom ano de O rien­ te hasta Justiniano. G . B ravo, E l colonato bajoimperial. G. B ravo, Revueltas internas y penetradones bárbaras en el Imperio i A. Jim énez de G arnica, La desintegración del Imperio R o­ mano de Occidente.

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HISTORIA ^MVNDO

A ntîgvo

ROMA

Director de la obra: Julio Mangas Manjarrés (Catedrático de Historia Antigua de la Universidad Complutense de Madrid)

Diseño y maqueta: Pedro Arjona

«No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright.»

© Ediciones Akal, S.A., 1989 Los Berrocales del Jarama Apdo. 400 - Torrejón de Ardoz Madrid - España Tels. 656 56 11 - 656 49 11 Depósito Legal: M -38565-89 ISBN: 84-7600-274-2 (O bra.com pleta) ISBN: 84-7600-485-0 (Tomo XXXVII) Impreso en GREFOL, S.A. Pol. II - La Fuensanta Móstoles (Madrid) Printed in Spain

LA ROMA PRIMITIVA Jo rg e Martínez-Pinna

Indice

Págs. I. Introducción. Los documentos ........................................................................................ 7 II. La cultura lacial ............................................................................................................. 13 III. Topografía de Roina ..................................................................................................... 20 IV. Los orígenes de Roma .................................................................................................. 24 V. Las primeras instituciones .............................................................................................32 1. 2. 3. 4.

El o r d e n a m ie n to gentilicio .............................................. ...................................... 32 El rey ..............................................................................................................................34 C u ria s y tribus ............................................................................................................ 38 La estructura social ...................................................................................................41

VI. La formación de la ciudad ...........................................................................................44 VII. Servio Tulio y el fin de la monarquía romana ......................................................52 Cuadro cronológico ............................................ .................................................................... 61 Bibliografía ............................................................................................................................... 62

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La Roma Primitiva

I. Introducción. Los documentos

El p r o b le m a de los orígenes y p rim e ­ ra historia de R o m a es sin d u d a u na de las cuestiones m ás c a n d e n te s que todavía tiene p la n te a d a la crítica his­ tórica. La bibliografía sobre el tema es a b u n d a n tí s im a y co n tin u a m e n te se e n riq ue c e con nuevos títulos que casi siem pre a p o r ta n algo interesante. Los investigadores se esfuerzan en la a c ­ tu alid a d en u n a b ú s q u e d a in cesante de nuevos d atos arqueológicos, en su sistem atizació n exhaustiva y en p r o ­ c u ra r con tra sta rlo s con el testim onio de los autores antiguos, con la finali­ d a d últim a de p re s e n ta r u n a visión c o h e re n te y d o c u m e n t a d a del devenir histórico de la R o m a primitiva. Sin em bargo , los resultados o b te n id os no g o z a n sie m p re de u n a c o m p le ta a c e p ­ tación p o r p a rte de los especialistas, c u y a s o p i n i o n e s se e n c u e n t r a n en o c a s io n e s , a ú n a p o y á n d o s e en los m ism o s datos, en posicio nes d ia m e ­ tra lm e nte opuestas. La razón de esta situación se e n c u e n tra en el carácter de la docum en tació n disponible, cues­ tión q ue subyaee en general en todos los e stud io s de la histo ria a ntig ua, p ero qu e es todavía m ás d e te r m in a n ­ te respecto a los casos concretos de los orígenes, a los p e río d o s de los p ri­ mordia. Por ello no creo que esté de m ás c o m e n z a r esta breve síntesis de los orígenes de R o m a ofreciendo un p a n o r a m a sobre las características de

nu estras fuentes d ocum entales. Los testim onios de los que d is p o ­ ne m o s son de dos tipos f u n d a m e n ta l­ mente, a rqueológicos y literarios; los textos epigráficos son m uy reducidos, pues a u n q u e la escritura fue in tr o d u ­ cida en el Lacio a c o m ien z o s del siglo VII a.C., su utilización no se g enerali­ zó sino hasta un siglo m ás tarde y los ejem plos c o no cido s son escasos y de difícil in terp retación , de m a n e ra que a u n q u e a p o r t a n d a to s positivos, se pierden ante la m ayor cantidad y tras­ c e n d e n c ia de los arqueológicos y lite­ rarios. C o m e n c e m o s p o r estos últi­ mos. Las trad icio nes sobre la R om a prim itiva son b astante a b u n d a n te s y hasta cierto p u n to co herentes, pero p re se n ta n d e te r m in a d o s aspectos que h acen d u d a r de su veracidad y o b li­ g a n en c o n s e c u e n c i a a p l a n t e a r s e h asta qué p u n to p u e d e n ser utiliza­ das co m o fuente de conocim iento his­ tórico. L1 p rim e r p ro b le m a serio que ofrecen es de n atu ra le z a cronológica, ya que la historia c o m o género litera­ rio nace en R o m a en u n a fecha relati­ v a m e n te reciente. Fabio Pictor, el p r i­ m er histo ria d o r r o m a n o conocido, es­ cribió su o b ra a finales del siglo III a.C., es decir en u n m o m e n to poste­ rior en varios siglos a los aco nteci­ m ientos que n arra, que p a ra nosotros se sitúan, según las fechas tra d ic io n a ­ les, entre los a ñ o s 753 (fu n d a c ió n de

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R om a) y 509 a.C. (fin de la m o n a r ­ qu ía y c o m ie n z o de la República). Este en orm e lapso de tiempo nos c o n ­ duce a su vez a la s e gun da cuestión, el de las fuentes de in fo rm ació n, esto es lo que p o d r ía m o s lla m a r la « p re h is­ toria de la n o ticia», in c lu y e n d o su origen, las co n d ic io n e s de su t ra n s m i­ sión y el tra ta m ie n to q ue le dio el h is ­ to ria d o r c u a n d o ésta llegó a sus m a ­ nos. Pero a q u í no a c a b a n los p r o ­ blemas, ya que p o r d esgracia la o bra de los p rim e ro s h isto riad ores r o m a ­ nos ha llegado a no so tro s e n o r m e ­ m ente inc o m p le ta , d isp o n ié n d o se tan sólo de a lg un os fragm entos incluidos en escritos posteriores que ya c o n o c e ­ mos mejor. A h o ra bien, estos p rim e ­ ros h istoriado res ro m a n o s, cata lo g a ­ dos en su c o n ju n to b a jo la etiqueta de «prim era analística», fueron a su vez utilizados p o r sus c o n tin u a d o re s, la llam ada «segunda analística», que hi­ cieron u n a historia m u c h o m ás c o m ­ p ro m e tid a con la política de su tiem ­ po. a t r i b u y e n d o a é p o c a s p a s a d a s a c o n t e c i m i e n t o s q u e en r e a l i d a d n u n ca sucedieron pero que entonces e n c o n tr a b a n su p le n a ju stificació n. De esta « seg und a a nalística» ta m p o ­ co d isp o n e m o s de n in g ú n re p re se n­ tante com pleto, de m a n e r a qu e c u a n ­ do a cced em os a los p rim e ro s relatos extensos y co he re nte s sobre los p ri­ meros siglos de R o m a , c o nc re ta do s en la o b ra de 'l ito Livio y de D io nisio de H a l i c a r n a s o , h is t o r i a d o r e s a m ­ bos de la época de A ugusto, el p r o ­ ducto q ue nos e n c o n t r a m o s resulta e x tr a o r d in a ria m e n te e la b o r a d o y m a ­ nipu lado . P or ello n o es de e x tra ñ a r que a lgunos investigadores a do pte n postu ra s ra d ic a lm e n te críticas frente al relato tradicional (E. Pais a p rin c i­ pios de siglo, J. Poucet en los últimos años), c o n c lu y e n d o en definitiva que u n a parte im p o rta n te de la tradición, aqu ella referida a la historia de los cuatro prim e ros m o n a rc a s, no es p o r ­ ta d o ra de valor histórico. Todos los historiad ore s c o m e n z a ­ b a n su relato sobre la histo ria de R o ­

m a e leván do se a u n a época m uy a n ­ te rior a la fu n d a c ió n de la ciudad. El p u n to de a r r a n q u e se sitúa en la gu e­ rra de Troya, u n o de cuyos héroes, E neas, h u y e n d o tras la destrucción de su c iu d a d , llegó finalm ente a las cos­ tas del Lacio en Italia, d o n d e se esta­ bleció y murió. Su hijo A scanio fu n ­ dó la c iu d a d de A lba e in agu ró u n a disn a stía de cuyo tro n c o surgieron los dos gem elos R ó m u lo y R em o p r o ta ­ g on istas de la fu n d a c ió n de R om a. Este a c o n te c im ie n to tuvo lugar, se­ gún la cro nolog ía que ac a b ó im p o ­ niéndose. en el a ñ o 753 a.C., y R ó m u ­ lo. v e n c e d o r de su h e rm a n o , a su m ió la c u a lid a d de héroe fu ndacional. A p a rtir de estos m o m e n to s c o m ie n z a el p erío d o m o n á r q u ic o de R om a, repre­ s e n ta d o p o r siete reyes de los cuales los c u a tro p rim e ros form an la lla m a ­ da fase latin o -sa b in a y los otros tres la etrusca. ce rrá n d o s e en el a ñ o 509 con la expulsió n de los reyes y la ins­ ta u ra c ió n de un régim en republicano. La c o n c e p c ió n histórica de los a n ­ tig u o s i m a g i n a b a el d e s a r r o llo de R o m a m e d ia n te la acción in d iv id u a ­ lizada de sus reyes, q uienes se con sti­ tuían en los auténticos p rotagonistas del h ec h o histórico. Así vemos c om o R ó m u lo (753-717), p rim e r rey de R o­ ma. no sólo se limitó al acto en sí de la fu n d a c ió n física de la ciud ad , sino que a d e m á s p ro p o rc io n ó a ésta sus p r im e ra s instituciones políticas e in ­ cluso u n o r d e n a m ie n to social, pues eligió entre la m u c h e d u m b re de todo tipo qu e se conv ocó a su lla m a d a a los cien in d iv id u o s m ás destacados, a los q ue dió el título de patres y c o n sti­ tuyó c o n ellos el p rim e r S e na d o que c o n o c ió la c iu d ad ; el resto de la p o ­ blación q u e d ó relegado a la c o n d i­ ción plebeya. Si R ó m u lo era c o n sid e ­ rado c o m o el c re a d o r político y social de la c iu d a d , su suceso r N u m a P o m ­ pilio (715-673), q uién o cu pó el tro n o tras u n a ñ o de interregno, hizo lo p r o ­ pio en el c a m p o religioso, pues insti­ tuyó los p rin cip ales colegios sac e rd o ­ tales y o rg a n iz ó la vida religiosa de la

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La Roma Primitiva

c o m u n id a d m e d ia n te la creación del c a l e n d a r io . El te rc e r rey de R o m a Tulo H ostilio (672-641), a b a n d o n ó el pa c ifism o y la religiosidad de su a n te ­ cesor y a s u m ió u n c a rá c ter to ta lm e n ­ te guerrero que le a se m e ja b a m ás a Rómulo: su gran acción fue la destruc­ ción de Alba, con lo cual R o m a a s u ­ m ía la h e g e m o n ía sobre el c o n ju n to del p u e b lo latino. F in a lm e n te Anco M a rc io (640-617) p re se n ta en su gesta u n o s ele m e ntos característicos de R ó ­ m u lo y otros de N u m a , con el que es­ tab a e m p a r e n ta d o ; en el p rim e r g ru ­ p o se e n m a r c a su p olítica de c o n ­ quista, que su p u so la extensión del d o m in io de R o m a sobre u n am p lio territorio y el crecim ien to de m og ráfi­ co de la c iu d a d , pero p o r otra p arte observó g ran respeto y dedicació n h a ­ cia las institucio nes religiosas, c o n si­ d e r á n d o s e le c o m o el re g u la d o r del d ere c h o pontifical. A p a rtir de T a rq u in io Prisco, q u i n ­ to rey de R o m a , el to n o del relato analístico cam b ia sustancial mente, se­ Loba Capitolina

ñ a l a n d o la e n t r a d a de u n a n u e v a fase. Este T a rquinio, que reinaría e n ­ tre los a ñ o s 616 y 578 a .C , era un p e r­ son aje de origen etrusco —co m o lo indica su n o m b r e — que se estableció en R o m a d u r a n te el rein a d o de A nco y q u e gracias a sus dotes y a su riq u e ­ za consiguió a lc a n z a r el trono. Sus h e c h o s tien en u n a perspectiva m ás a m p lia que la de sus antecesores: en sus relaciones con el exterior penetra en el e n tr a m a d o político in te rn a c io ­ nal, en el in terior lleva a cabo im p o r­ tantes reform as políticas y finalm ente destaca p o r su la b o r urbanística. To­ dos estos e le m e n to s , d e sa rro lla d o s , nos los e n c o n tr a m o s en el relato de su suc e so r Servio Tulio (577-535), a q uien se a tribuye la cre a c ió n de dos de las p rin c ip a les instituciones de la historia co n stitu c io n a l ro m a n a , el or­ d e n a m i e n to c e n tu r ia d o y las tribus te r rito r ia le s , d e s t a c a n d o a s im is m o p o r sus victorias en el exterior y po r su o b ra de u r b a n iz a c ió n . El m o n a rc a que cierra la serie es T arq u in io el So­

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Akal Historia del M undo Antiguo

berbio (534-509), en cuyo s o b r e n o m ­ bre va im plicito el c a rá c ter tiránico de su gobierno ; en efecto, la tradición se c o m p la c e en recalcar su c r u e ld a d y violencia, c o m e n z a n d o p o r su e n tr o ­ n izació n que se vió p re c e d id a del a se­ sinato de Servio, pero al m ism o tie m ­ po no le niega im p o rta n te s re a liz a ­ ciones, c o m o la r e a firm a ció n de la h e g e m o n ía r o m a n a y la constitució n del g ran tem plo de Jú p ite r sobre el Capitolio. Este breve c u a d r o del relato tr a d i­ cional que a c a b o de e x p o n e r no c o n ­ cu erda sin e m b a rg o con los resulta­ dos que se o b tie n e n a través del tes­ tim o n io arqueológico. Pero a u n sin necesidad de recurrir a este último, pu e d e n descu brirse con facilidad di­ versas in v e n c io n e s y a n tic ip a c io n e s que no re sp o n d en a la realidad. H a y que ten e r presente que este relato c a ­ nónico se form ó a p a rtir de tra d ic io ­ nes de m uy diferente signo (tradicio­ nes po pu lares, familiares, sa c e rd o ta ­ les, escritos historiográticos griegos y e tru s c o s , etc.), c u ya c o n s i d e r a c i ó n co m o fuente histórica era ya un p r o ­ blem a m uy d iscutido en la a n tig ü e ­ d a d ro m a n a . Así, u n a in fluencia d i­ recta de las c o n c ep c io n es históricas griegas se observa en la p rim e ra parte del relato, en la d in a stía a lb a n a y en

la a p a ric ió n de E neas, motivos todos ellos in v e n ta d o s p a r a vin c u la r la h is­ toria de R o m a al m u n d o griego. I n c lu s o el m is m o R ó m u lo es u n p e rso n a je tota lm e n te ficticio, m o d e ­ lado segú n el e sq u e m a griego del oikistés, del héroe fu n d a d o r, figura esta ú ltim a en p rin c ip io totalm en te ex tra­ ña a la m e n ta lid a d r o m a n a e itálica p ero a d m itid a gracias a la fuerte in ­ fluencia helénica. R ó m u lo c u m p le su papel de f u n d a d o r en un doble plano: en p rim e r lugar, m e d ia n te la p ro p ia de finición u rb a n ístic a de la ciudad, f u n d a d a etrusco rilu; p o r otra parte, c r e a n d o las instituciones a p ro p ia d a s p ara el g o bie rn o de la nueva ciudad. Este era el proceso que se seguía en las fu n d a c io n e s coloniales griegas — salvo n a tu r a lm e n te la inclu sió n del ritual e tru sc o —, p e ro en el caso de R ó m u lo su falsificación salta a la vis­ ta, pu es ta n to el rito de fu n d a c ió n uti­ lizado c o m o las instituciones a trib u i­ das al fu n d a d o r son claras a n tic ip a ­ ciones de h ech os qu e c o rre sp o n d e n a otra é p oca m á s reciente. La gesta de R ó m u l o se e n r i q u e c e a d e m á s c o n otra leyenda igu alm en te frau du lenta: la de los sabinos. Según cuenta la tr a ­ d ic ió n , c o m o R o m a se fu n d ó c o n gentes de to do tipo a tra íd a s p o r el asylum in sta la do en el Capitolio, la

1. Fundación de Roma (Plutarco, Ró­ mulo, 11)

de la ciu da d, dá nd ole la form a de un círcu ­ lo. Tras poner a su arado una reja de bro n ­ ce, el fu n d a d o r lo un ció a un buey y a una vaca y lo co n d u jo cavando un surco p ro ­ fundo sobre la línea circu la r que se había trazado. Le seguían unos hom bres en car­ gados de echar hacia adentro los terrones que levantaba el arado, sin dejar ninguno fuera. Esta línea m arca el con tro no de las m urallas y lleva el nom bre de pom erium , palabra sin cop ada que significa «detrás de la muralla». Allí d o nd e se quiere intercalar una puerta, se retira la reja, se levanta el arado y se deja un intervalo. Así se co n si­ dera sagrado todo el m uro a exce pción de las puertas, pues si se tiene a estas por sa­ gradas no se podría, sin tem er la cólera d i­ vina, hacer pasar por ellas las cosas nece­ sarias que entran en la ciudad ni las cosas im puras que se expulsan.

D e spu és de h a be r e n te rra d o c o n ju n ta ­ mente a Remo y a sus padres adoptivos en la Remoria, Róm ulo se dispu so a levantar la ciudad. Para ello hizo venir de Etruria a unos hom bres que le guiaran y enseñaran los ritos y fórm ulas que debía observar, com o en una cerem onia religiosa. Hacia el lugar llam ado hoy C o m icio se cavó una fosa circular, d o nd e se arrojaron las p rim i­ cias de todo cuyo uso está legitim ado por la ley o im puesto por la naturaleza; fina l­ mente cada uno echó un pu ña do de tierra traído de su lugar de origen y se m ezcló todo. A esta fosa le dan el nom bre de m u n ­ dus, el m ism o que en el O lim po. Después se trazó alrededor de este centro la m uralla

La Roma Primitiva

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Privernum

^Antium Lacio protohistórico

c o n tin u id a d de la c iu d ad , p o r lo que to m a n d o c o m o pretexto un a festivi­ d a d religiosa, los Consualia, se p ro ce ­ dió al rapto de las sa b in a s que h a ­ b ía n a c u d id o a trai celebración. Esta afren ta provocó u n a guerra entre sa ­ bino s y ro m a n o s, que te rm in ó con la u n ió n de los c o n te n d ie n te s y la c o n s ­ titución de u n a m o n a r q u ía bicéfala re p re sen ta d a p o r R ó m u lo y Tito Tacio. N ace así la lla m a d a cuestión sa ­ b in a y c u y o s d e f e n s o r e s so s tie n e n u n a c o m p o n e n te de este pu e b lo en la fu n d a c ió n de R om a. Sin em bargo, la arq ueología en n in g ú n m o m e n to d o ­ c u m e n ta la p resen cia de los sa b in o s en la R o m a prim itiva y el relato tra d i­ cional es el resultad o de u n largo p r o ­ ceso e x tr a o r d in a ria m e n te e la b o ra d o (J. Poucet). En re a lid a d m u y p o c o es lo que p u e d e sa lv a rse del relato c a n ó n ic o sobre los orígenes de R om a , ya que la c are n c ia de m ujeres h acia peligrar la

m a y o r parte del m is m o esta fo rm ad o p o r leyendas, reconstrucciones artifi­ c ia le s, a n t i c i p a c i o n e s de a c o n t e c i ­ m ientos que sucedieron m á s a d e la n ­ te, etc. Sin e m b a rg o , esto no d ebe llevarnos a d e sp re cia r en b lo q u e toda la tradición , c o m o se ha p reten d id o en fecha reciente, pues p o r p e q u e ñ o qu e p u e d a ser el nú cleo d e v erd a d que conten ga, d e b e m o s in te n ta r des­ cub rirlo y v alorarlo en toda su m a g ­ nitud. Por o tra parte, estas críticas no p u ed e n extenderse al c o n ju n to del re­ lato tra d icio n a l, sino tan sólo a su p r i­ m era parte, en concreto a a quélla re­ ferida a los cu a tro p rim e ro s m o n a r ­ cas. La fase d e n o m in a d a etrusca m e ­ rece otro tra ta m ie n to , p u e s a q u í la tra dic ió n es m u c h o m á s segura en sus afirm a c io n es, y a u n q u e n o está c a ­ rente de falsificaciones . en el fondo re sp o n d e a u n a situación m u c h o más en c o n s e cu e n c ia co n lo que co n o ce ­ m os p o r otras fuentes.

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Akal Historia del Mundo Antiguo

Ante la ausencia de fuentes direc­ tas literarias, el testimonio a rqu eo ló ­ gico asum e autén ticam ente esta fun­ ción. p resen tán do se com o el c a m ino m ás idóneo p a ra aproxim arse al p ro ­ blema. La arqueología ofrece un p a ­ no ra m a muy sugestivo de los p rim e­ ros tiem p os r o m a n o s , d escub re los fraudes cometidos p o r la tradición y p ro p o rc io n a bases firmes sobre las que ap oy ar la investigación. Así, gra­ cias a los avances de esta disciplina, se puede d isp o n e r p o r ejemplo de un m arco cronológico seguro; tam b ién m uestra que R o m a no nació m e d ia n ­ te el acto individual de un fundador, sino que es el resultado de un largo p r o c e s o de f o r m a c i ó n , i n d i c a n d o cuáles fueron sus principales fases; fi­ nalm ente a través de la cultura m ate­ rial que nos p ro p o rc io n a preciosos datos sobre la vida económ ica, social e id e o ló g ic a de los p r im itiv o s r o ­ manos. Sin em bargo la arqueología tiene ta m b ié n sus dificultades, que en el caso concreto de R om a se ven acre­ centadas po r la intensa o c upación ur­ b an a a que ha estado sometida: efec­ tivamente los grandes trabajos u r b a ­ nísticos iniciados en la antigüedad, engrandecidos p o r los p a p a s y a m ­ pliados en tiempos m od erno s, h a n al­ te ra d o n o ta b le m e n te la to po gra fía más antigua de la ciudad, destruyen­ do al m ism o tiem po im portantes res­ tos de su pasado. Estas deficiencias

d e b e n s u p lirse in te g r a n d o en este contexto arqueológico los escasos d a ­ tos fiables que nos a p roporciona la tradición, así com o instituciones bien sean de carácter político, m ilitar o re­ ligioso, que el característico conserva­ d u r i s m o r o m a n o m a n tu v o vivas y cuyo origen se eleva a una época m uy antigua. Pero tam bién se debe a c u ­ dir a otros testimonios arqueológicos, esta vez procedentes de otras locali­ dades que p o r seguir u n a evolución sim ilar a la ro m a na , p u eden contri­ b u ir con sus datos a co lm ar las lagu­ nas de la d o c u m e n ta c ió n rom ana. Este últim o p u n to es de una im p o r­ tancia manifiesta, pues la arq ueo lo ­ gía del Lacio ha experim entado en los últim os años u n notable auge. A partir fundamentalmente del año 1974, el p la n te am ie n to metodológico sobre el estudio de los orígenes de R om a ha sido afectado p o r u n cam bio de m ejo­ ra su sta n c ia lm e n te las perspectivas de éxito. En vez de considerar a Roma com o u n caso individual, com o tradi­ cio n a lm e n te se hacía, en la actuali­ d a d se estudia integrada en el contex­ to más general del lacio al cual ló­ gicam ente pertenece, es decir que vie­ ne a ser un ejemplo más, y en ocasio­ nes no el principal, de la historia lati­ na. Por esta razón, vamos a c o m e n z a r p o r la exposición de la cultura lacial, para a d q u irir así u n a base im prescin­ dible que nos permitirá com p re n d e r el p ro ce so de fo rm a c ió n de Roma.

Urna-cabaña

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La Roma Primitiva

II. La cultura lacial

Bajo el n o m b re de Latium, los a n ti­ guos d e s ig n a b a n aq uella región de la p e n ín s u la Itálica situada en la sec­ ción central de la vertiente tirrénica y lim ita d a p o r el río Tiber, los c o n tr a ­ fuertes del A p e n in o y el m a r T irreno desde la d e se m b o c a d u r a de esc río hasta el p ro m o n to r io Circeo. F.l Lacio no pu e d e c o n sid e ra rse co m o u n país rico, pues no poseía recursos m in e r a ­ les c o m o la vecina Etruria, ni u n a fér­ til tierra de labor: a d e m á s pese a te­ ner fa c h a d a m arítim a, ta m p o c o dis­ p o n ía de b u e n o s pu erto s naturales, base im p re sc in d ib le p a ra u na origi­ naria vocación m arinera. No o b s t a n ­ te esta po bre z a de recursos, el Lacio fue de las regiones más a v a n z a d a s de Italia y la ra z ó n h ay que b uscarla en su privilegiada situación. El Lacio era u n a e n c ru c ija d a de c am ino s, d isp o ­ n ie n d o de excelentes vías de c o m u n i ­ cación internas q u e lo p o n ía n en rá­ pid a relación con el in terior y con las regiones vecinas; estas eran a d e m á s los dos p rin c ip a le s polos de d e s a rro ­ llo qu e existían en la p e n ín su la, E tru ­ ria al norte y C a m p a n i a al sur, con lo cual era el Lacio p aso oblig ad o en las c o m u n ic a c io n e s entre am bas, lo que le reportó g ra n c a n tid a d de b eneficio­ sas influencias de todo tipo. La evolución prehistórica del Lacio es sim ilar a la de c u a lq u ie r otra re­ gión de la Italia p e n in su la r, con u n a s

fases antigu as del paleolítico, neolíti­ co y eneolítico y otras m ás recientes, ya en el segu n d o milenio, característi­ cas de la e d a d del b ro nce y co in ci­ dentes con la c ultura ap e n ín ic a pri­ m ero y s u b a p e n ín ic a a con tinu ación . La autentica historia individual del Lacio c o m ie n z a p rá c tic a m en te en el p r im e r m ilenio, en el m o m e n to en que se define u n a cultura p ropia, c o n ­ s e c u e n c ia de la fra g m e n ta c ió n del a p e n ín ic o en diversas fases regiona­ les. La cu ltu ra característica del Lacio recibe el n o m b re de lacial y a ella p er­ tenecen los te stim o n io s a rq u e o ló g i­ cos ro m ano s. La d o c u m e n ta c ió n se lim ita p rácti­ c a m e n te al área funeraria. Las tu m ­ bas son todas de incineración , d e p o ­ sitánd ose las cenizas del d ifu n to en u n a u r n a que n o rm a lm e n te era un gran vaso ovoide y en ocasiones tom a la form a de u n a c a b a ñ a ; el a ju a r es b as ta n te u n ifo rm e y consta de diver­ sos tipos de vasos, o r n a m e n to s perso ­ nales, arm a s, etc., p ero siem pre con la p e cu lia rid a d de que tales objetos son m iniatura s; a lg u n a s veces se a c o m p a ­ ña de u n a estatuilla asexual que re­ presenta al difunto. Todo este c o m ­ plejo está revestido de u n a p ro fu n d a carg a id eo ló g ica y d e n u n c ia una creencia en el m á s allá: el difunto, in­ cinerado, necesita u n soporte m a te ­ rial que se lo p ro p o r c io n a la estatuí-

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lia; la u rn a p a sa a ser su nueva vi­ vienda y p a ra darle u n m a y o r valor a d o p ta la form a de la c a b a ñ a ; final­ m en te los objetos m in ia tu rizados del a ju a r v ie n e n a re p re se n ta r todo a q u e ­ llo qu e el difu n to poseía en vida y que a h o r a sigue u tiliz a n d o en el m ás allá; todo ello se c o m pleta con o fren das de víveres, restos de la c o m id a f u n era ­ ria (silicernium). La d istrib u c ió n topográfica de las tu m b a s nos p ro p o r c io n a a lgunos in­ dicios sobre las co n d ic io n e s de los es­ tablecim ientos h u m a n o s . Estos a p a ­ recen c o n c e n tra d o s en alg u n a s áreas concretas, c o m o ya h em o s visto, y se e s tru ctu ra n a través de grupos de pe­ q u e ñ a s aldeas, s itu a d a s a poca dis­ tancia entre sí y v in c u la d a s p a r a la realización de d e te r m in a d a s activida­ des com u n e s, pero c o n se rv a n d o u n a a u to n o m ía prop ia. La estructura so­ cial parece m a r c a d a p o r los lazos de paren tela, y a u n q u e a lg u n a s tu m b a s d e n u n c ia n a in dividu os con u n papel social m ás destacad o, en general no se observa u n a estratificación p e r m a ­ nente sino m ás bien u n a situ ación so­ cial b asta n te simple. P ara su m e jo r estudio, la cu ltu ra lacial se h a divid id o en fases, c a d a u n a de las cuales con u n a d u ra c ió n deter­ m in ada. La p e rio d iz a c ió n y c r o n o lo ­ gía de esta cu ltu ra ha sido d u ra n te m uc h o s añ os m otivo de discu sión e n ­ tre los in v e s tig a d o r e s , h a b i é n d o s e prop u e sto diversas o p in io n e s al res­ pecto. B a sán d o se en criterios estricta­ m e n te estilísticos de las c e r á m ic a s h a lla d a s en las tu m b a s , la escuela sueca rep re se n ta d a p o r E. Cijerstad y P.G. G iero w lijó la d e n o m i n a d a c r o ­ nología baja, e stru c tu ra d a de la m a ­ nera siguiente: I —800—750; I I = 7 5 0 — 700; 111 = 7 0 0 -6 2 5 ; I V = 6 2 5 -5 7 5 a.C. Este p l a n t e a m i e n t o fue i n m e d i a t a ­ m ente constestado, su rg ie n d o la lla­ m a d a cron olog ía alta, que según uno de su s p r i n c i p a l e s p a r t i d a r i o s , H. Miiller-Karpc, q u e d a b a c o m o sigue: 1= siglo X; 11= siglo IX; 111= siglo VIII; I V = siglo VII a.C. Tras la p r o ­

Akal Historia del M undo Antiguo

pu e sta de alg u n as posturas que p o ­ d r ía m o s calificar co m o in te rm e d ia s (H. R ie m a n n , M. Pallottino), en la a c ­ tu a lid a d la práctica totalidad de los investigadores a d m ite n la cronología e la b o r a d a p o r la escuela italiana, so ­ bre todo p o r los tra b a jo s de G. C olon na, a p a rtir de los presu pu estos de H. M iiller-K arpe; ésta es p re cisam ente la que va m o s a seguir aquí: p e río d o p erío d o p e río d o p erío d o perío do perío do

I IIA IIB III IVA IVB

1000-900 a.C. 900-830 a.C. 830-770 a.C. 770-730/720 a.C. 730/20-630/20 a.C. 630/20-580 a.C.

A p a rtir de esta últim a fecha se si­ túa el c o m ie n z o de la e d a d arcaica la ­ tina, p o n i e n d o fin a la etapa protohistórica. Los restos a rqueológicos cono cid os en el Lacio q u e se elevan a la fase I son escasos, pero basta n te bien c a r a c ­ terizados. La m a y o r c o n c e n tra ció n de los m ism o s se d o c u m e n ta en el área de los Colli A lban i, form ació n m o n ­ ta ñ o sa de escasa altura y origen vol­ c án ico q u e d o m in a la región latina, d o n d e p u e d e n e n c o n tra rse en su for­ ma m ás perfecta las m anifestacio nes cultu rales de este período, así com o u n a m a y o r riqu eza y variedad en el m aterial arqueológico. O tros testim o­ nios se d o c u m e n t a n e n la l l a n u r a ( R o m a ) y en la z o n a costera (Anzio, P ratica di Mare). Los elem entos c o n s ­ titutivos de la cu ltu ra lacial I p ro c e ­ den de diversas fuentes: a lgunos son heren cia de p erío d o s anteriores; otros fueron e la b o ra d o s allí m ism o; fin al­ m en te u n tercer grupo, q uizás el m ás im p o rta n te , resulta de u n influencia directa de las gentes del otro lado del Tiber, de la facies A llu m ie re del protov illa n o v ian o m e rid io n a l etrusco. La siguiente fase HA sigue en g e n e ­ ral con la m ism a tó n ic a que la a n te ­ rior, salvo en sus m o m e n to s finales, c u a n d o c o m ie n z a n a a p a re c e r nuevos e lem entos q ue c a ra c te riz a rá n al p e ­

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ríodo IIB. D u r a n te esta fase el Lacio se ab re m ás a las influencias externas y m a n t i e n e i n te n s o s c o n ta c to s no sólo con la E truria m e rid io na l sino ta m b ié n con C a m p a n i a , d o n d e se d e ­ sa rro lla n las florecientes culturas vill a n o v i a n a s de las t u m b a s de fosa (F ossakultur) re s p e c tiv a m e n te . E sta

ú ltim a c o m ie n z a p a u la ti n a m e n te a ejercer un m a y o r influjo sobre el L a ­ cio, d e s p la z a n d o la influencia villanoviana. Así se p r o d u c e n entonces no sólo im p o rta n te s no vedades en la c u l­ tura material, sino tam bién en la ideo­ logía funeraria: el rigorism o im p u e s­ to p o r la inc ine ra c ió n del p eríodo I se

Ajuar funerario de una tumba de las primeras fases laciales

16 m a n tie n e so la m e n te en el área de los m o ntes A lb a n o s, m ie ntra s q ue en las z o n a s de lla n u r a la c re m a c ió n c o ­ m ien z a a ser sustitu id a p o r la i n h u ­ m a c ió n en tu m b a s de fosa. En c u a n to a las características de los p o b la m ie n to s, no parecen o b se r­ varse g ra n d e s tran sfo rm a c io n e s en su estructura interna: c o n tin ú a la m ism a te n d e n c ia de p e q u e ñ a s a ld eas c o n ­ c e n tra d a s en d e te rm in a d a s áreas, al tiem po que la h o m o g e n e id a d p r e d o ­ m in a n te en los ajuares funerarios in ­ dica u n a p revalen cia de los lazos de p aren tela, sin s ín to m a s claros de u na diferenciación social. Un h echo im ­ p o rta n te viene d a d o p o r el in c re m e n ­ to dem ográfico, perceptible a través del m a y o r n ú m e r o de sepulturas. Este fe n ó m e n o no afectó p o r igual a todas las zonas, sino que resultó m ás b e n e ­ ficioso p a ra las c o m u n id a d e s de lla­ nura, d o n d e se observa un c rec im ie n ­ to en las ya c o n o c id a s y la aparición de o tra s n u e v a s (G a b ii-O s te ria d cll’Osa); p o r el c o n tra rio los m ontes A lb a n o s e x p e rim e n ta n el fe n ó m e n o opuesto, d e te c tá n d o se en estos m o ­ m en to s los p rim e ro s sín to m a s de des­ censo dem ográfico. El pe ríodo TIB su p o n e en el Lacio c a m b io s m u y no tables que ya se in­ tuían en la a n te rio r fase Í1A. La in ­ fluencia de la «Fo ssak u ltu r» c a m p a ­ na es a h o ra p re d o m in a n te , que des­ p laza al v illa n o v ia n o no sólo en el área latina sino ta m b ié n en la falisca, in tro d u cién d o s e incluso en la pro p ia Etruria: un reflejo de la nueva situ a ­ ción lo e n c o n tr a m o s en la definitiva sustitución de la in c in e ra c ió n p o r la i n h u m a c ió n en el rito funerario. Las m ay ores tra n s fo rm a c io n e s se detec­ tan en el c a m p o dem o grá fic o y en las co n d ic io n e s del establecim ien to h u ­ m ano. El crecim iento de la p o b la c ió n e x p erim en ta a h o r a un fuerte em puje, del que n u e v a m e n te se b e n efic ia n las c o m u n i d a d e s de l l a n u r a ' m ie n tr a s que el área a lb a n a sigue su frien do un d e s p o b la m ie n to c o ntin uo. Poco des­ pués del a ñ o 800 a.C., ven la luz n u e ­

A ka l Historia del M undo Antiguo

vos e i m p o r t a n t e s c e n tr o s l a t i n o s (Castel di D ecim a, L au re n tin a , T iv o­ li, y u n poco m ás tarde La Rustica), los cuales n a c e n con gran fuerza y cierta o rg a n iz a c ió n interna. U n ele­ m e n to d e sta c a d o es el clim a de vio­ lencia e in se g u rid a d que se respira a través del te stim o n io arqu eológ ico: tras el pacifism o de la fase anterior, las a r m a s a p a re c e n de nuevo en las tu m b a s , y lo que es m ás im p ortante, a lg u n a s c o m u n id a d e s tratan de p r o ­ tegerse con la c on struc c ió n de u n ag­ ger. primitivo sistema de defensa c o m ­ p u e s to p o r u n foso y u n m u r o de t ie r r a l e v a n t a d o a p r o v e c h a n d o el declive de u n a ladera. U n o de estos aggeres, el de D ecim a, fue con struido de sp ué s de u n a etapa de destrucción e incendio. La o rg a n iz a c ió n in te rn a de las c o ­ m u n id a d e s laciales sigue b a s á n d o se en e s q u e m a s m u y sim ples, a u n q u e un p oco m ás a v a n z a d o s que la fase anterior. La vida ec on óm ic a se basa e se n c ia lm e n te en los recursos locales; la cerám ica, h e ch a a m a n o , es u n a a c ­ tividad d o m é stic a cuya p r o d u c c ió n viene d e te r m in a d a p o r la necesidad. Por el c on trario, la m etalurgia requie­ re e sp e cialización y en este c a m p o sí se p r o d u c e n n o ta b le s in n o v a c io n e s respecto a las fases anteriores, que se p u e d e n resu m ir en el in c re m e n to y e s t a n d a r i z a c i ó n d e la p r o d u c c ió n ; esto significa que el arte sa n o m eta lú r­ gico se ha in te g ra d o en la c o m u n id a d y a s u m e en ella u n no table peso eco­ nóm ico. Por otra parte, la d o c u m e n ­ tación fun e ra ria revela la existencia de u n a e s t r u c t u r a so c ia l b a s t a n t e igualitaria, sin c o n c e n tra cio n e s rele­ vantes de riqueza, com o si esta últim a p e rte n e c iera a la c o m u n id a d en su c on ju nto. T i n sólo al final del p erío ­ do c o m ie n z a n a observarse signos de funciones sociales d istingu id as y de u n a d istrib u c ió n d ife re n c iad a de la riqueza, aspectos q u e serán decisivos en la siguiente fase. El p e río d o III p u e d e c on siderarse c o m o u n a etapa de transición, en la

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cual se a s u m e n las tran sfo rm a c io n es h a b id a s en la fase a n te rio r y al m is­ m o tiem po se p re p a ra el c a m in o p ara la explo sión del oricntalizante. Dos hechos d e te rm in a n te s m a rc a n los c o ­ m ien zo s del período: p o r una parte, vuelve la in fluencia villa novia na de la otra orilla del Tiber, d e sp la z a n d o d e finitivam en te a la «Fossakultur», y p o r otra se p ro d u c e en el sur de la p e­ n ín su la la in stalación colonial de los griegos, q uienes con su c ultura s u p e ­ rior a c tú a n c o m o c a ta liz a d o r en el proceso evolutivo de los p ueblos tirrénicos. Fste ú ltim o f e n ó m e n o tiene u n a especial in c id e n c ia en Etruria, objetivo ú ltim o del interés comercial griego en Italia, in tro d u c ie n d o en esa región im p o rta n te s a d e la n to s de los cuales ta m b ié n se benefició el Lacio. Los p o b la m ie n to s latinos atravie­ san a h o ra u n a fase de c o n so lidación y crecim iento, fu n d a m e n ta lm e n te aquellos situados en la lla n u ra y ju n ­ to a las p rin c ip a le s vías de c o m u n ic a ­ ción. m ie n tra s que los m ontes Alba-

nos e x p e r i m e n t a n a h o r a u n vacío casi total. La vida ec o nó m ic a se ve e m p u ja d a p o r las in n ov acio nes a p o r ­ tad as "desde el exterior, sobre todo en la p r o d u c c ió n a rte sa n a l, d a tá n d o s e de e n to nces la in trod uc c ión del torno del alfarero, que perm itirá fabricar la c erám ica en serie, y nuevas técnicas en el tra b a jo del metal: estos avances no tienen u n a incid encia inm ediata, pero en algunas tum bas pueden ya e n ­ co ntra rse alg un os vasos a torno y de a c u e rd o con los m odelos griegos. To­ das estas in n o vacio nes afectaron ló­ gicam ente a la estructura social, de m a n e r a qu e el igualitarism o an te rio r se r o m p e d a n d o paso a u n a clara d i­ ferenciación social, tra d u c id a en las tu m b a s m e d ia n te la apa ric ió n de ce­ rám ica griega y de im itación, así c o ­ mo u n a m a y o r a c u m u la c ió n de m e­ tal. d a to que indica que sus posesores h a n a lc a n z a d o en vida una posición d e s ta c a d a . A sistim o s pu es al n a c i­ m iento de la aristocracia latina. El p erío d o IVA recibe tam b ié n el

Foro Romano

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n o m b r e de orie n ta liz a n te, pues c o in ­ cide c o n el de sa rro llo en el Lacio de esta c u ltu ra d efin id a p or la a c e p ta ­ ción de m od e lo s orientales, fenó m e­ no q ue se d a al m is m o tie m p o en E truria y en G recia. D u r a n te esta fase se asiste a u n av a n c e g e n e ra liz ad o de todos lo's elem en to s que c o n fo r m a n la c u ltu r a lacial. e s p e c ia l m e n te de aqu ello s que h a b ía n a p are c id o en el períod o anterior. Los ase n ta m ie ntos h u m a n o s e x p e r im e n ta n u n n o ta b le crecimiento, iniciando un c am ino irre­ versible h acia la defin ició n de su c a ­ rácter u rb a n o , h e c h o que se c u m p lirá en el pe ríodo siguiente a finales del siglo VIII a.C. Las relaciones c o n el exterior son a h o ra m u c h o m ás in te n ­ sas y o rg a n iz a d a s , e sp ecialm ente con la Etruria m erid io n a l, cuyos centros de C a e re y Veyes c o m p ite n p o r im p o ­ ner sus respectivas influencias en el Lacio. A sim ism o la p resencia griega se intensifica n o ta b le m e n te , c o m o lo m uestra el a b u n d a n t e m aterial tanto griego c o m o oriental e n c o n tr a d o en las tu m b a s , así c o m o p ro d u c to s de im itació n local que in d ic a n la a d o p ­ ción de téc n ic a s (uso g e n e r a liz a d o del torno) y estilos griegos po r parte de los a rte s a n o s locales. El análisis de las necrópolis con fir­ ma la existencia de un a realidad so­ cial m uy estratificada, m o s tra n d o los diferentes grad os de ap ro p ia c ió n de la riqueza. C o n t i n u a n d o con la ten ­ dencia iniciada en la a n te rio r fase III, la aristocracia latina se m u estra a h o ­ ra con su m a y o r g ra n d io s id a d a tra­ vés de las lla m a d a s tu m b a s p rin c ip e s­ cas, qu e tie n e n sus e je m plos m ás re­ presentativos en las tu m b a s Bernardini y B arbcrini de la an tig u a c iu d a d de Praeneste. Estos sep ulcro s aristo cráti­ cos se distin gu en de los restantes a ve­ ces p o r su a rq u ite c tu ra (túm ulo, c á ­ m a r a , p s e u d o - c á m a r a ) , lo q u e los a s e m e ja a sus c o n t e m p o r á n e o s de Etruria, pero es sobre t o d a en el a ju a r fun erario d o n d e m e jo r se m anifiesta la d ig n id a d del difunto: g ra n c a n ti­ d ad de metal, ce rá m ic a griega y etrus-

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ca de im p o rta c ió n , produ ctos de o ri­ gen oriental, e incluso en ocasiones u n carro, con los distintivos de las t u m b a s aristo cráticas. Al igual que sucede en la vecina Etruria, tam b ié n la aristocracia latina, autentica p r o ta ­ go nista del orientalizante, se b e n e fi­ cia casi exclusivam ente de otras in n o ­ v a c io n e s , c o m o la vid y p r o b a b l e ­ m e n te ta m b ié n el olivo, p r o d u c to s cuyo cultivo y disfrute son c aracterís­ ticos de esta clase social; igualm ente la escritura, in tro d u c id a desde E tru ­ ria. viene a tener el m ism o c arácter qu e en esta ú ltim a región, es decir, q u e se c o n s id e ra c o m o un bien de prestigio y su c o n o c im ien to relegado a la c a p a aristocrática. Esta última controla pues el p oder político y concentra en sus m anos gran parte de la riqueza existente en el L a ­ cio. Las causas y m ecanism os de esto último no es algo fácil de determinar: la tierra debió ju g a r un papel im po r­ tante al respecto, pero no tra nsc e nd e n­ tal. ya que la agricultura latina fue d u ­ rante m u c h o tiem po de subsistencia, sin posibilidades de asegurar c o n sta n ­ temente unos excedentes, pues las c o n ­ diciones naturales no eran óptim as e im pedían utilizar las especies más pro­ ductivas, al contrario de lo que sucedía en Etruria; po r ello se h a n de buscar otras causas, fu nd am entalm ente la ga­ nadería, que todavía d uran te la R e p ú ­ blica constituía la base económ ica de m u ch a s gentes patricias, y el control de las vías de com unicación. Sin em barg o, el disfrute del p o d e r p o lític o y del e c o n ó m i c o n o llevó c onsigo el q u e la aristocracia ejercie­ ra ta m b ié n u n estricto control social. La a r q u e o lo g ía m u e stra u n a s i tu a ­ ción m uy estratificada en el m u n d o funerario, reflejo evidente del m u n d o de los vivos: así, p or d e b a jo de las tu m b a s p rin c ip e sca s, nos e n c o n tr a ­ mos con otras que c o n tie n e n esp a d a y l a n z a y u n a ju a r de riqueza m e d ia ­ na, en el q u e están ausentes algunos p ro d u c to s de im p o rtac ió n ; a su vez, detrás de éstas hay otro gru p o de tum -

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bas m a sc u lin a s c a racterizad o por c o n t e n e r s o l a m e n t e la la n z a y u n a ju a r m á s b ie n m odesto. Todo ello p arece in d ic a r q ue en general los b ie­ nes de p r o d u c c ió n p r im a r ia e staban b a sta n te repartid os y que las dife re n ­ cias entre los diversos estratos se m e ­ d í a n e s t r i c t a m e n t e en c u a n t o a la c a n tid a d de riq u e z a a c u m u la d a po r otros m edios, ofrecien do u n p a n o r a ­ m a m u c h o m á s a rtic u la d o que el que existía c o n te m p o r á n e a m e n te en E tru ­ ria. F in a lm e n te e sta b a n los artesanos, cuyo n ú m e r o d eb ió ser b a sta n te n o ta ­ ble, p uesto q ue la m a y o r parte de las ac tiv id a de s q u e les e s ta b a n ligadas eran ya propias de especialistas, a b a n ­ d o n a n d o m u c h a s de ellas su antiguo ca rá c ter dom éstico. L la m a d o ta m b ié n orientalizante re­ ciente, el perío do IVB p o n e té rm in o a la cu ltura lacial. A p e sa r de su breve­ dad, este p e río d o es de excepcional im p o rta n c ia , sobre todo en la a rtic u ­ lación in te rn a de los a se n ta m ie n to s h u m a n o s , q u e p u e d e n d e fin irse ya co m o u rb a n o s: asistim os entonces al n a c im ie n to de la c iu d a d en el Lacio. Este fe n ó m e n o se prese n ta co m o el resultad o de u n largo proceso, que se inicia con las p rim e ra fases de la c u l­ tura lacial y que se vió acelerad o a p artir de m e d ia d o s del siglo VII a.C. Allí d o n d e la a rq ue o lo gía lo permite, p u e d e n o b s e r v a r s e las im p o r ta n te s tra n sfo rm a c io n es qu e tienen lug ar en los p o b la m ie n to s: la a n tig u a a r q u i­ tectura de c a b a ñ a s c o m ie n z a a ser sustituida p o r otra con cim ien to s de p iedra, p a re d e s de ladrillo y cubiertas de tejas, que en los edificios públicos se com p le ta con ele m e n to s de c o ra ti­ vos fab ricad os con terracota; a sim is­ m o se p ro d u c e u n a p rim e ra p la n ific a ­ ción ub an ístic a , d e lim itá n d o se las d i­ ferentes áreas fu nc iona le s (religiosas, políticas, residenciales, eco n ó m ic a s, viarias, etc.). La defin ició n del a sp ec­ to u r b a n o se c o m p le m e n ta c on la del territorio, de m a n e r a que las ciu dades vienen a c on stitu ir u n co m p lejo c o m ­ puesto p o r u n centro cívico, d o n d e se

e n c u e n tra la sede de todas las in stitu­ ciones, y u n c o n ju n to de estableci­ m ientos m e n o re s ('pagi), qu e p o r su m e n o r v ita lid a d fu e ro n a b s o r b id o s p o lític a m e n te p o r la m a y o r p u ja n z a de sus vecinos sin llegar a a lc a n z a r p o r ello el g ra d o c iu d ad a n o . La estructu ra social sigue la m ism a te n d e n cia del perío do anterior. A la c a b e z a se e n c u e n tra u n a clase aristo­ crática que a d q u ie re a h o ra u n m arco más a p r o p ia d o p a ra ejercer su s u p e ­ rioridad: en el am b ie n te c iu d a d a n o utiliza la casa de piedra, q u e d a n d o la c a b a ñ a relegada a los estam entos m e ­ nos privilegiados; su estilo de vida se caracteriza m á s con la a d o p c ió n de algunas costum bres tom adas del m u n ­ do griego, co m o la un ción del cuerpo c o n aceites p e rfu m a d o s y la práctica del b a n q u e t e . Sin e m b a r g o , en el m u n d o funerario se asiste a u n a tra n s­ fo rm ación notable: a p a rtir del a ñ o 600 a p r o x im a d a m e n te , las tu m b a s se e m p o b re c e n n ota ble m en te , hasta tal p u n to que a lg u n a s se p re s e n ta n total­ m en te p riv a d a s de ajuar; esto sucede en todos los en te rra m ien to s, a u n q u e la clase aristocrática sigue o ste n ta n d o su s u p e rio rid a d m e d ia n te la utiliza­ ción de la tu m b a de c á m a r a frente a la m á s c o m ú n de fosa. La inte rpre ta ­ ción de este fe n ó m e n o se ha dirigido p r e fe re n tem e n te h a c ia la existencia de leyes s u n tu a ria s que, a im agen de las c o n t e m p o r á n e a s l e g is la c io n e s griegas, p r e te n d ía n lim ita r la ex h ib i­ c ión de lujo en los funerales (G. Col o n n a , C. A m p o l o ) ; p e r o t a m b i é n p u e d e in terp retarse co m o un reflejo del c a m b i o de id e o lo g ía ; s e g ú n el cual la aristocracia no destinaría su riq u e za a su p r o p ia tu m b a sino hacia el m u n d o de los vivos, lo cual explica­ ría el e n riq u e c im ie n to de los d e p ó si­ tos votivos y el de sa rro llo de la activi­ d ad edilicia en las ciudades. Sea lo que fuere, lo cierto es que a m b a s in ­ te rp re ta c io n e s c o n d u c e n h a c ia u n a m is m a co nclu sió n: la c o n so lidación de la estructura u r b a n a y de la ideolo­ gía que lleva consigo.

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III. Topografía de Roma

Es en cl contcxto de la cu ltu ra lacial que a c a b a m o s de ver d o n d e debe si­ tuarse el estudio sobre los orígenes de R om a. Pero a ntes de e n tra r en este ú l­ timo p u nto, es m uy c o nv en ie n te a m ­ pliar los c o n d ic io n a m ie n to s básicos m e d ia n te la exposición de la to p o g ra ­ fía de R om a, es decir, de aquellos ele­ m entos que c o n f o r m a b a n el paisaje físico sobre el cual se levantó po ste­ riorm ente la ciud ad. Los estudios so­ bre topografía antigua, bien sea u r b a ­ na o física, se h a n revelado en los ú ltim o s a ñ o s c o m o f u n d a m e n t a le s p a ra un a m e jo r c o m p r e n s ió n de la historia de R om a, y p a ra los efectos que p e rseguim os, este c a p ítu lo sera de e n o r m e u ti lid a d p a r a e n t e n d e r m ás c la r a m e n te las c o n d ic io n e s de los prim eros a s e n ta m ie n to s h u m a n o s así c o m o su p osterior evolución hasta la form ació n definitiva de su asp e c ­ to urb a n o . El sitio sobre el qu e nació R om a estaba c o n stitu id o p o r un c o n ju n to de colinas de m e d ia n a a ltu ra situadas en la o rilla i z q u ie r d a del T ib e r, a unos 30 km. de su d e s e m b o c a d u ra . Ya los antiguos re c o n o c ía n las ventajas de esta situación: « N o sin motivo los dioses y h o m b re s eligieron este lugar p a ra f u n d a r n uestra ciu d a d , con sus sa lu d a b le s colinas, su o p o r tu n o río, p o r el cual p u e d e n llegar las cosechas de las regiones del in te r io r e im p o rta r

m e r c a n c ía s e x tra n je ra s ; su m ar, lo b a sta n te p ró x im o para utilizarlo, no nos e x p o n e sin e m b a rg o a los p eli­ gros de las flotas enem igas» (Livio, V.54.4). R o m a sigue pues la tend encia casi general de las c iu dades etruscas y latin as de no situarse d irectam en te en la orilla del mar, sino un poco hacia el in te rio r, a u n q u e sin p riv a rse de cierta c o n d ic ió n m arítim a. Esto últi­ m o se lo p r o p o r c io n a b a a R o m a el río Tiber, u n a de las vías m ás im p o r ta n ­ tes de la Italia central y de cuya naveg ab ilid a d R o m a era de las, p r in c ip a ­ les beneficiarias, sobre todo a partir del desarro llo del com ercio tirrénico en el siglo VIII a. C. Pero a d e m á s R o m a se a p ro v e c h a b a asim ism o de su c o n d ic ió n de p u e n te sobre el río, p o r lo que en ella c o nflu ía n rutas te­ rrestres m uy tra n sita da s que e n la z a ­ b a n E truria c o n C a m p a n ia . Las c o lin a s de R o m a son en d e fin i­ tiva la ú ltim a e xpresió n de las cola­ das v olcánicas de los m ontes Albanos. C u a n d o estos esta b a n en e r u p ­ ción pro yectaron a su alrededor, a ve­ ces a g r a n d e s d is ta n c i a s , e n o r m e s c a n tid a d e s de cen iz a s que luego se solid ificaron f o r m a n d o las llam a d a s «p o z z o la n c » y las tobas. Las p r im e ­ ra s , m e n o s c o h e r e n t e s , s u f r i e r o n p r o n t o la a c c i ó n e je r c id a p o r los agentes erosivos, ofrecien do u n p a is a ­ je dulce y o n d u l a d o co m o se puede

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a p re c ia r en la C a m p a g n a di Rom a. Las tobas, p o r el co n tra rio , a c a b a r o n co n stitu y e n d o im p re s io n a n te s riscos que de vez en c u a n d o sa lp ic a n la lla­ n u ra y cuyo ejem p lo m ás característi­ co lo e n c o n tra m o s en el paisaje de R om a. D esd é el p u n to de vista topográfi­ co, en R o m a h ay q u e d istingu ir entre las c olin as y las partes bajas. Según la s is te m a tiz a c ió n tra d ic io n a l, las p r i­ m e ra s c o m p r e n d í a n el P a la tin o , el C a pitolio, el Q u irin a l, el V im inal, el E squ ilin o, el Celio y el Aventino. El P ala tin o o c u p a b a respecto a las res­ tantes c o lin a s u n a po sició n central; presenta un aspecto m acizo, en form a de gran d a d o con las c a ra s co rta d a s casi a pico. E n la a c tu a lid a d su s u p e r­ ficie e stá m á s o m e n o s a p l a n a d a , pero en los tie m p o s antiguo s se p o ­ d ía n d istin g u ir dos c u m b re s opuestas, el G e rm a i (51 m.) al oeste y el P a la ­ tium (51,2 m.) al este; c o m o p e rte n e ­ ciente al c o n ju n to , h a y q u e situ a r a la Velia (30 m.), de m e n o r altitud pero

v in c u la d a c o m o un a p é n d ic e al P a la ­ tino, a u n q u e en la a c tu a lid a d ap e n a s tiene en tidad. Al noroeste del Pa la tin o y se p ara d o de él p o r la de presión cenagosa del Velabro, se alza el Capitolio, con un ú n ic o acceso natu ral (el clivus Capito­ linus, que p a rtía del Foro) y p e n d i e n ­ tes m u y e scarp ad as , co nd ic ion e s que le valieron ser la acrópolis de la c iu ­ dad. E n esta co lin a se distinguen tres partes: el A rx o c iu d a d e la al norte (49,2 m.), el C a p ito liu m p r o p ia m e n te d ic h o al su r (46 m.) y u n a depresión in te rm e d ia d e n o m i n a d a Asylum o in­ ter duos lucos (36,5 m.). Parece que en origen el C a p ito lio estaba u n id o al Q u irin a l, pero el p e q u e ñ o relieve que servía de u n ió n entre a m b o s se ro m ­ pió d e fin itivam en te en el siglo II d. C. p a ra la c o n stru cc ió n del Foro y los m e rca d o s del e m p e r a d o r Trajano. El Q u irin a l (altitud m á x im a 61 m.), que c on el V im inal (altitud m á x im a 56 m.) fo rm a b a u n c o n ju n to q ue recibía el n o m b r e de Colles, c o n sta b a de c u a ­

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Velia

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/ M on s A ventinus

1 S e p tim o ntiu m Restos arqueológicos de las fases l-IV A

Límite de la ciudad de las cuatro regiones ■M uru s terreus Carinarum Plano topográfico de Roma

22 tro crestas (Latiaris, M ucialis, S a lu ta ­ ris y Q u irin a lis) que p r á c tic a m e n te d e s a p a r e c i e r o n e n el s ig lo X V II, c u a n d o el p a p a U r b a n o VIII tran sfo r­ m ó s e n s ib le m e n te la fiso n o m ía del lugar. El E sq u ilm o , o Esquiliae, era u n a especie de m eseta qu e cerra b a el p erí­ m etro de la c iu d a d hacia el este. En el c o n ju n to co nv iene d isting uir los si­ guientes elem entos: el C ispio (54 m.), a ltura situ a d a en la sección m ás sep ­ tentrional y se p a ra d a del V im inal po r la dep resión del vicus Patricius; el O p ­ pio (53 m.), situ ad o al s u r y pro yecta­ do hacia el valle del Foro; el Fagutal (46 m.), in serta d o en el O ppio; la S u­ bura, que constituye la falda s e p te n ­ trional del O p p io y del Fagutal y fi­ n a lm e n te las C a r in a s , n o m b r e que recibía la ladera m e rid io n a l y occi­ dental del O p pio. E n ú ltim o lugar y en volviendo al Pa la tin o p o r el este y el sur. se e n c u e n tr a n respectivam ente el Celio, lla m a d o ta m b ié n Q uerquetu­ lanus mons, y el Aventino, c olina m a ­ ciza q ue se levanta b ru s c a m e n te des­ de la m ism a orilla del Tiber. E n tre estos m o n tíc u lo s se e x te n ­ d ía n u n a s d e p r e s io n e s a tr a v e s a d a s p o r p e q u e ñ o s cursos de agua trib u ta ­ rios del Tiber. La p rin c ip a l de todas ellas era la del valle del Foro, que con el tiem p o llegaría a convertirse en el centro de la c iu d a d y al cual se a so ­ m a b a n las p rin c ip a le s colinas; el Fo­ ro era recorrido p o r u n arroyo, el Velabro, que tras recoger las aguas del Q uirin al, V im inal y E sq uilino, p a s a ­ ba entre el Palatin o y el C a p ito lio y d e s e m b o c a b a en el Líber en el Foro Boario. Otro arroyo, éste de n o m b re descono cido , se u n ía al T ib e r cerca de la d e s e m b o c a d u r a del Velabro des­ pués de atra ve sa r la vallis Murcia, que se p a ra b a el Pa la tin o del A ventino, y la depresión del Coliseo, entre el Pa­ la tin o , el E s q u i l i n o y el C elio. El C a m p o de M a rte era la· z o n a b a ja más extensa de R om a; situ ad a entre el Q uirin al, el C a p ito lio y el Tiber, es­ taba dividida p o r el Petronia am nis,

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a rroyo q ue n a c ía en la fo n s Cati, en las faldas del Q uirinal. Todas estas depresiones eran zonas p a n ta n o s a s , expuestas c o n s ta n te m e n ­ te a las in u n d a c io n e s del Tiber. El Velab ro se e sta n c a b a ya en el Argileto y a c o n tin u a c ió n en el prop io Foro, y el lug ar d o n d e m u c h o después se le v a n ­ taría el Coliseo, en origen estaba for­ m a d o p o r u n p e q u e ñ o lago; de igual m a n e r a en el C a m p o de M arte existía u n a g ra n laguna, el Lacus Caprae, al p a re c e r un antig uo m e a n d r o del T i­ ber. E sta s i t u a c i ó n se c o m p l i c a b a e n o r m e m e n te c u a n d o se p r o d u c ía n los d e s b o r d a m ie n to s del Tiber, río de régim en m e d ite rrá n eo que en p r i m a ­ vera lleva aguas altas y que con m u ­ c h a frecuencia rebasa fácilm ente su c auce i n u n d a n d o las áreas próxim as. A p e s a r de todos los trabajos de c o n ­ ten ción realizad os ya en la an tigü e­ dad, el agua a lc a n z a b a a cu b rir todc el C a m p o de Marte, la val lis M urcia e incluso el p ro p io Foro, lo q ue sirvió de motivo al poeta P ropercio p a ra d e ­ cir q ue «en otro tiem po p o r aq uí el T ib e r hacía su c a m in o , y c u e n ta n que se e sc u c h a b a el ruido de los rem os al b a tir las aguas» (Propercio, IV.2.7-8; tam b ién IV.9.5-6, y Tibulo, JI.5.33-34). E ntre las co lin a s y las partes bajas existía u n claro con traste paisajístico. Las p rim e ra s e ra n form aciones escar­ p a d a s, de acceso difícil pero fácil d e ­ fensa; esta característica p ro p ic ia b a el a s e n ta m ie n to h u m a n o , qu e se veía a d e m á s favorecido p o r los en o rm es recursos hídricos del lugar y p o r las extensiones boscosas. De esto últim o te n e m o s a b u n d a n te s noticias, no sólo de los tiem pos históricos, sino t a m ­ bién de la época primitiva, c o m e n ­ z a n d o p o r la p ro p ia to p o n im ia que en té rm inos co m o Querquetulanus, Fagutalis, inter duos lucos, etc., indica c la ­ ra m e n te la a b u n d a n c ia de diferentes especies a rb ó rea s que crecían en el suelo de R om a. Por el contrario, en las z o n a s b a ja s p r e d o m i n a b a n los p a n t a n o s y las m a rism a s , c o n g r a n ­ des superficies de aguas e sta n c a d a s y

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La Roma Primitiva

Necrópolis de la Sacra Via, Foro, Roma

b a j o l a c o n s t a n t e a m e n a z a de la in u n d a c ió n . Por ello las c on dic io ne s p a ra el a s e n ta m ie n to del h o m b re se h a c ía n s u m a m e n te difíciles en estas áreas, y así vem os c ó m o los prim eros estab lecim ientos p e r m a n e n te s tuvie­ ron que acogerse en las cum bres: la m ism a tradición reconocía sin p a lia ­

tivos esta im po sic ió n de la natu raleza y en c o n s e c u e n c ia situó la p rim era ciu d a d surgida sobre el suelo de R o ­ ma, la le g e nda ria Palantea, fu n d a d a p o r el griego E vandro , en el Palatino, lugar que luego repetiría esta función prim o rd ial al a lb e rg a r la R o m a fu n ­ d a d a p o r R óm ulo.

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IV. Los orígenes de Roma

T o m a n d o c o m o base io expiiesto en los dos a p a r ta d o s anteriores, vam os a e n tra r a h o ra en la p ro b le m á tic a sobre los orígenes de R o m a , y p a ra ello n i n ­ guna guía m ejo r q ue la d o c u m e n ta ­ ción arqueológica, a la vista de que la in fo rm a c ió n literaria deja m u c h o que de se a r sobre su c o n te n id o histórico. La arq ueolog ía r o m a n a es p o r defini­ ción e x a c ta m en te igual a la latina, en cuyo contexto n e c e sa ria m e n te se in te­ gra. Sin em b arg o, nos e n c o n tra m o s co n a lg u n o s p r o b l e m a s específicos que dificultan e n o rm e m e n te el estu ­ dio de la R o m a prim itiva, cuales son todos aquellos de rivados de la o c u p a ­ ción p lu rim ile n a ria de la ciud ad, que ha pro v o c a d o la d estrucció n de un ri­ q u ís im o p a t r i m o n i o h istó ric o . Por ello todavía no existe u n acu e rd o ge­ n era liz a d o entre la investigación so­ bre c ó m o se llevó a c a b o el n a c im ie n ­ to de R om a, y la ra z ó n se e n c u e n tra in d u d a b le m e n te en las características de la d o c u m e n t a c ió n a rq u eo ló g ica , su escasez y las g ra n d e s dificultades de i n t e r p r e t a c i ó n . P o r e je m p lo , el Q u irinal, colina que según la tra d i­ ción d e se m p e ñ ó un p ap e l de p rim e r o r d e n en los p r im e r o s tie m p o s de R o m a , ta n sólo ha p r o p o r c i o n a d o un a parte m ín im a de sus secretos y quizás el resto se h a y a p e rd id o p a ra siem pre víctima de las c o n tin u a s re­

m o d e la cio n es urba nístic a s del p a s a ­ do; el C ap ito lio es otro caso d r a m á ti ­ co, pues tras h a b e r p e r m a n e c id o m u ­ do d u r a n te d é c a d as, tan sólo ú ltim a ­ m ente parece h a b e r desvelado un te­ nue recuerdo sobre su m ás lejano p a ­ sado; finalm ente, el Celio no ha p r o ­ p o rc io n a d o todavía el m ás m ín im o dato arqu eo ló gico y sólo a través de alg u n a s tradicio nes de diferente sig­ no p o d e m o s in tu ir cuál fue su papel en esta función histórica. H a sta hace poco m ás de u n a d é c a ­ da, los estudiosos sobre los orígenes de R o m a se e n c o n tr a b a n divididos en dos te n d e n c ia s fu n d a m en ta le s, c o in ­ cidentes con las dos o p in io n e s c r o n o ­ ló g ica s ya m e n cio n a d a s. Por una p a r ­ te, e s ta b a n los defensores de la teoría lla m a d a «sinecística», u n o de cuyos m ás fervientes expositores, el sueco E. G jerstad , sostenía que en un p rin c i­ pio R o m a estaba p o b la d a p o r diver­ sas aldeas situ a d a s en sus diferentes c u m b re s (Q uirinal, E squilm o, Celio. Palatino), las cuales llegado un m o ­ m e n to — que este investigador co lo ­ c aba en el a ñ o 575 a. C .— m edian te un fe n ó m e n o de sinecism o, se u n ie ­ ron co nstitu y e n d o la ciudad; a partir de esos instan te s c o m e n z a ría la fase u r b a n a de R om a. Esta reco nstru ció n l e v a n tó i n m e d i a t a m e n t e las voces c o n tra ria s de otro im p o rta n te sector

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de la investigación (H. M üller-K arpe. I| m ás com p le ja y soluciones m ás di tu­ G. C o lo n n a ). que a d e m á s de e la b o ra r mi n a d a s de aq u éllas re u n id a s en la un nuevo sistem a cronológico, id ea­ sim ple opo sición de la tesis sinecísti­ ron otra hipótesis sobre la form ación ca de G je rsta d y de la tesis u n ita ria de de R om a , la lla m a d a teoría « u n ita ­ M ü lle r-K a rp e . A m b o s pro cesos, de ria»: ésta consiste fu n d a m e n ta lm e n te fusión y de crecim iento, p u e d e n h a ­ en q ue los p r im e r o s p o b la d o re s de b e r c o n c u r r i d o a la f o r m a c ió n de R o m a o c u p a b a n el área del PalatinoR o m a en c irc u n sta n c ias y en m o m e n ­ Foro y q u e a partir de a q u í el poblatos distin to s» . Los h e ch o s p a r e c e n m i e n t o fue e x t e n d i é n d o s e p o r los c o n c e d e r la razón a Pallottino y así otros m ontes, pero sin p e rd er su u n i­ las ú ltim as ten den cias sobre el origen d ad o rig in a ria , h a sta c o n stitu irse de la c iu d a d en Etruria a d m iten que c o m o c iu d a d a finales del siglo Vil ésta se p r o d u jo m e d ia n te un proceso sinccístico y u n ita rio sim u ltá n e a m e n ­ a. C. te (M. Torcí 1i ). La c ontroversia m a n te n id a d u ran te m ás de diez a ñ o s entre estas dos pos­ T e n ie n d o lo d o esto en c u e n ta y turas o p uestas te rm in ó con el triunfo siendo conscientes de la e x tra o rd in a ­ de la seg un da, sobre todo p o r sus m e­ ria fra g m e n ta rid a d de los d o c u m e n ­ tos y m ovilid ad en nuestros c o n o c i­ jo re s ap o y o s cron ológ ico s. Sin e m ­ mientos, v a m o s a in te n ta r p rese n ta r bargo, si bien es cierto q u e tal com o era p r e s e n ta d a la teoría sinecística un c u a d r o c o h e re n te de los p rim ero s tiem po s rom anos. Para ello nos servi­ ofrecía m uy serios p ro b le m a s p ara su total aceptació n, no lo es m enos que remos fu n d a m e n ta lm e n te de los testi­ m o n io s a rqu e ológ ic o s y su in teg ra­ la u n i t a r i a t a m p o c o e stá lib re de ellos, y las investigaciones realizadas ción en el contexto m á s general de la c u ltu ra lacial, y c u a n d o ello sea p o si­ sobre otros centros del Lacio y de la Etruria m e rid io n a l no a v a la n en n in ­ ble c o n tra stá n d o lo s con datos de d i­ ferente n a tu ra le z a sacado s de la dogú n m o m e n to sus conclusion es. Ya en 1972, c u a n d o la discu sió n m e n c io ­ cu m e n tació n lile r a r i a . Los testim onios m ás antiguo s de la nada estaba llegando a su fin. M. Papresencia h u m a n a en R o m a se ele­ llottino a f irm a b a q ue los dalos d is p o ­ nibles «p a re c e n sugerir u n a realidad van a las eta p a s finales de la e dad del

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bronce, pertenecientes a la llam a d a c u ltu ra su b a p e n ín ic a . C o n siste n en un o s c u a n to s fragm entos cerámicos, e n c o n tra d o s en el valle del Foro y en un estrato de relleno en el área del Foro B oario , q u e in d ic a n u n a fre­ c ue n ta c ión del lug ar pero sin visos de e s t a b l e c i m i e n t o p e r m a n e n t e ni de c o n tin u id a d con las fases siguientes. El a s e n ta m ie n to definitivo no suce­ de en R o m a h asta la p rim e ra fase la­ cial. en el siglo X a. C . pcrído d o c u ­ m e n ta d o sobre todo p o r restos de c a ­ rácter funerario. Pertenecientes a esta fase y a la siguiente IIA d isp o n e m o s de u no s c u a n to s g ru po s de tum bas, situados en distintos lugares del valle del Foro (Foro de Augusto. T em plo de A n to n in o y Faustina. Arco de A ugus­ to) y en el Palatino («casa de Livia»). y en p ro p o rc ió n m u c h o m e n o r de al­ gunos restos de z o n a de h a b itac ió n ( F o r o - A r c o d e A u g u s to , P a l a t i n o D om us Augustana, Capitolio-Asylum). Todos estos testim o nios ind ican una situación que p o r en to nces es general en el Lacio; existencia de p e q u e ñ o s a se n ta m ie n to s, p o s ib le m e n te de c a ­ rácter p arental, esp arcido s p o r el va­ lle del Foro y sobre todo en las alturas p ró x im a s (Capitolio, Palatino. Q u iri­ nal). Los p r o b l e m a s c o m i e n z a n a ser m ás serios a p a rtir del p e río d o IIB. El p o b la m ie n to no se in te rru m p e ni en el Palatino (c a b a ñ a s b ajo la D o m u s F la v io ru m ) ni en el C ap itolio , pero ya

no ocurre lo m ism o en el Q uirin al: las tu m b a s del Foro de Augusto, que a se g u ra n p a ra las fases anteriores la ex istencia de u n a aldea en la collis L a tia ris , no tie n e n c o n tin u id a d en este período, d e n u n c ia n d o la d e s a p a ­ rición de este p o b lam ien to ; la ú nica in fo rm a c ió n que p ro p o rc io n a el Q u i­ rinal consiste en u n c o n ju n to de h a ­ llazgos esp orá dic os dispersos p o r el h in te r la n d de las colles, lo que parece in d ic a r la presencia de p e q u e ñ ísim o s g ru p o s de h a b i t a c i ó n d is e m in a d o s p o r la z o n a sin llegar a u n a o c u p a ­ ción p e rm a n e n te . M ás so rp re n d e n te es lo q ue sucede en el valle del Foro, que d u r a n te la fase IIB deja de ser el lugar h a b itu a l de ente rra m ien to , c a ­ racterística q u e h a b ía go z ad o en los pe ríodos anteriores, y cesa p o r el m o ­ m e n to de p r o p o r c io n a r inform ación alguna: el últim o testim onio al res­ pecto lo constituye la tu m b a infantil M ’, d a ta d a en las p ostrim erías del p e ­ ríodo IIA o todo lo m ás en los co­ m ien zo s del IIB. La d o c u m e n ta c ió n funeraria es p r o p o r c io n a d a a h o ra de form a m a yo rita ria p o r el Esquilino, z o n a c o n s id e r a d a a p a r tir de estos m o m e n t o s c o m o la n e c r ó p o l i s de R om a. La situ a c ió n c o n tin ú a con la m ism a tónica d u r a n te el siguiente p e ­ ríodo III y ta n sólo a finales del m is­ mo y c o m ie n z o s del IVA p u ed e o b s e r­ varse u n c a m b io notable: el valle del Foro es rco c u p a d o , pero en esta o c a ­ sión no p o r los muertos, sino p o r los

2. Organización sacerdotal de Numa (Dionisio, 11.64-73)

por los dioses y determ inan lo que presa­ gian tanto a los privados com o al Estado; estos......son llam ados augures por los ro ­ m anos y nosotros les llam aríam os oión op o lo i o «adivinos por m edio de los pája­ ros»; son expertos en todo tipo de adivin a­ ción en uso entre los rom anos, bien sean signos que aparecen en el cielo, en m edio del aire o en la tierra. La quinta la asignó a las vírgenes que guardan el fuego sagrado y que son llam adas vestales por los rom a­ nos, del nom bre de la diosa a la que sir­ ven, ha biend o sid o el m ism o Num a el p ri­ m ero en e d ifica r un tem plo en Rom a a Vesta y en d e sig n a r vírgenes co m o sa ­ cerdotisas...

(11.64) La prim era división de los ritos re li­ giosos la asignó a los 30 curiones, quienes realizaban los sacrificios p ú blicos de las curias. La segunda, a aquellos llam ados por los griegos ste p h a n é p h o ro i o «porta­ dores de la corona» y por los rom anos fla­ mines, ... La tercera, a los com andantes de los celeres, quienes servían corrio guardia de los reyes y com batían tanto a caballo com o a pie; para estos tam bién ordenó al­ gunos ritos específicos. La cuarta, a a q u e ­ llos que interpretan los signos enviados

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vivos; asim ism o , el Q u irin a l vuelve a ser p o b la d o en su sector m ás m e rid io ­ nal y ofrece p o r otra parte el p rim e r testim o nio de u n lu g a r de culto a tra­ vés del dep ósito votivo de Sta. M a ria della Vittoria; p o r últim o la n e c ró p o ­ lis del E s q u ilin o c o n tin ú a p r o p o rc io ­ n a n d o in fo r m a c ió n funeraria. Los seguidores de la teoría un itaria in te rp re ta n todos estos d atos c o m o la e xpresión de la d ila ta c ió n del poblam ie n to a p a rtir del núcleo originario del P a latin o . El c r e c im ie n to d e m o ­ gráfico q ue ex p e rim e n tó el Lacio en este p erío d o IIB afectó po sitivam ente a R o m a, lo cual obligó a u n re p la n ­ te a m ien to en la d istrib u ció n de los es­ pacios; el Pa la tin o y el valle del Foro q u e d a r ía n reservadas c o m o zonas de h a b ita c ió n , m ie n tra s que la n e c ró p o ­ lis se situaría, co m o o c u rre en otras localidades laciales, en u n a altura ve­ cina, el E squilino, en este caso c o n ­ creto. A d em ás, y al igual q u e en otros lugares del Lacio, este prim itivo pob la m ie n to r o m a n o ta m b ié n se p r o c u ­ ró un sistem a defensivo, del cual si bien no existen restos arqueológicos, sí d is p o n e m o s p o r el c o n tra rio de una tra dic ió n topográfica que h a b la del m urus terreus C arinarum (Varrón, De lingua latina, V. 48), esto es un agger de tierra que corría a lo largo de las C a rin a s y cuyos restos todav ía se c o n ­ se rva b a n en época histórica. La p ri­ m era R o m a así defin id a entra en el c o nc e p to de lo p ro to -u rb a n o , es decir,

que constituye u n a e n tid ad perfecta­ m ente u n ific a d a y «si todavía no es u n a c iu d a d en el se ntido urbanístico del térm ino, y qu izás ta m p o c o en el sen tido jurídico-sacral..., sí lo es cier­ ta m en te bajo el aspecto económ ico, social y político» (G. C olon na). Esta in te rp re tació n c hoca sin e m ­ bargo con serios inconvenientes. Por u n a parte, es b astan te pro b le m ática la o c u p a c ió n del valle del Foro d u ­ rante el pe ríodo IIB, pues tras la m e n ­ c io n a d a tu m b a M ’ de la necrópolis del tem plo de A n to n io y Faustina, el siguiente d o c u m e n to lo e n c o n tra m o s en la tu m b a M. situ a d a en la m ism a n ecrópolis y fechada en los m o m e n ­ tos finales del perío d o III. Por lo que respecta a la necrópolis del E squ ili­ no, los p ro b le m a s son de dos órdenes f u n d a m e n ta lm e n te : u n o topográfico, pues no está situ ada en la prop ia m e ­ seta e squilina, sin o en la depresión que se p a ra b a el Cispio del O ppio; y en seg u n d o lu g ar cronológico, ya que no sucede in m e d ia ta m e n te a los en te­ rra m ie ntos del Foro, sino que su c o ­ m i e n z o se f e c h a en u n m o m e n t o a v a n z a d o d e la fase I I B, es decir, p r á c t i c a m e n t e s i m u l t á n e o al n a c i ­ m ien to de im p o rta n te s p o b la m ic n to s latinos. Las c o in c id en c ias entre el caso ro­ m a n o y la situación general en el L a ­ cio no se ag otan en esta últim a c o n s­ tatación. C o m o ya h e m o s te nido o c a ­ sión de ver, el p erío d o IIB se caracte-

(11.70.1) La sexta división de las institu­ ciones religiosas la asignó a aquellos que los rom anos llam an Ss¡¡¡; el m ism o Numa los reclutó entre los pa tricio s, elig ie n d o doce jóvenes de la m ejor presencia. Estos son los sarios, cuyos objetos sagrados es­ tán depositados en el Palatino y por ello son llam ados S alii Palatini; los Agonales, llam ados por algunos S alii Collini, cuyos objetos se guardan en el Q uirinal, fueron creados después de Num a por el rey H os­ tilio, com o cu m p lim ie n to de un voto hecho en la guerra contra los sabinos...

de los fetiales; estos pueden ser llam ados en g rie g o e iré n o d ik a i o «á rbitro s de la paz». Son elegidos entre las mejores fam i­ lias y ejercen su sag rad o o ficio de por vida; el rey N um a fue tam bién el prim ero que instituyó esta sagrada m agistratura e n ­ tre los rom anos... (11.73.1) La últim a sección de las o rd e ­ nanzas de Num a referidas a los oficios sa­ grados pertenece a aquellos que poseen el más alto sa ce rd o cio y el m ayor poder entre los rom anos. Por una de las fu n cio ­ nes que realizan, la reparación del puente de m adera, son llam ados en su lengua p o ntifice s, pero tienen ju risd icció n sobre los asuntos de m ayor im portancia...

(11.72.1) La séptim a división de las insti­ tuciones sagradas fue asignada al colegio

28 riza, entre otras cosas, p o r un clim a generalizado de violencia, y de ello existen ta m b ié n testim onios en R o­ ma. Por ejemplo, el p o b lam ie n to del Capitolio fue destruido p o r un in c e n ­ dio, y a u n q u e por el m o m e n to este dato no puede valorarse en toda su magnitud, no p o r ello deja de ser sin ­ tomático: el propio a b a n d o n o del va­ lle del Foro y de las cu m bres m erid io ­ nales del Q u irin a l so n he c h o s que a b u n d a n en la m ism a idea, esto es, que el centro de la futura R om a se ha convertido en los añ os iniciales del siglo VIH en u n lugar poco frecuenta­ do y b astante inseguro. M ás a p r o p ia ­ da me parece la opin ió n según ¡a cual la necrópolis del E sq u ilm o no debe consid e ra rse c o m o p e rte n e c ien te al po bla m ie n to del Palatino, sino m ás bien a uno situado en el pro pio Es­ quilm o y cuyo origen vend ría a c o in ­ cidir con el de otros ase ntam ie ntos la­ tinos; la pre se n c ia de estas nuevas gentes en R om a significó un factor de desestabilización y, en consecuencia, se generó ese clima de violencia. El análisis de alg un as tradiciones to pog ráficas pa re c e c o n f ir m a r esta impresión. E n p rim e r lugar tenem os la ya conocida sobre el m urus terreus Carinarum, interpretado c o m o el sis­ tema defensivo del Palatino. Sin e m ­ bargo, razones p u ra m e n te topográfi­ cas inducen a p e n s a r justo lo c o n tr a ­ rio, va que, p o r u n a parle, es m uy p r o ­ bable que al m enos cl agger a b ra z a ra casi lodo el O ppio, inclu yen do el Fagutal, y. p o r otra, estando situado en la ladera de un monte, la protección que p uede ofrecer a la parte inferior del m is m o es c i e r t a m e n t e e s c a s a , m ientras que, po r el contrario, sí o p o ­ ne serias dificultades a un a taq u e d es­ de abajo. Otro c o n ju n to de tradicio­ nes nos c o n d u ce a c o n sid e ra r la exis­ tencia de un p o b la m ie n to circ u n scri­ to al Palatino, con exclusión de la Ve­ lia: así. el pom erium Romuli, que lim i­ taba la extensión de la c iud ad f u n d a ­ da p or R ó m u lo exclusivam ente al P a ­ latino; el festival de las Lupercalia,

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a n tiq u ísim o rito de lustración v in c u ­ lad o a esta m ism a colina; las antiguas pu e rta s del Palatino, la R o m u n u la y la M og on ia, sím b o lo de se pa ra ción de este m o n te fren te al e x te r io r y m uestra indirecta de u n sistema d e ­ fensivo propio. E n su co n ju n to , estos dos grupos de tradicion es nos h a b la n de la existen­ cia en la futura R o m a de dos c o m u n i­ dades diferentes y e nfrentadas, situ a ­ das resp ectiv am en te en el Palatino y en el E s q u ilm o . O tra tradición nos h a b la a h o r a de la realidad de tal cli­ m a de violencia: el E quus October, fes­ tividad del m á s a n tig u o c a le n d a rio ro m a n o . El día 15 de octubre se cele­ b ra b a e n el C a m p o de M arte u n a c a ­ rrera de bigas y el ca b a llo de la d ere­ cha del carro ven ced or era sacrifica­ do a M a rte , llev á n d o se i n m e d i a t a ­ m ente su cola a la Regia, en el Foro R o m a n o , p a ra que diese tiem po a que alg u n a s gotas de sangre cayesen en el hogar, m ie n tra s que la cab e z a era o b ­ jeto de d isp u ta entre los h a b ita n te s de la Sacra Via y los de la S u bu ra, de m a n e r a qu e si g a n a b a n los prim ero s la c o lg a b a n en la Regia y si los vence­ dores e ra n los S u b u r a n e n ses h a cían lo p ro p io en la turris M am ilia. Esta dispu ta entre u no s y otros 110 era un co m b a te ritual, pues los térm in os que se e m p le a n p a ra describirla in dican un a a u té n tic a lucha basta n te violen­ ta. lo d o in d u c e a p e n s a r que el c o m ­ bate entre Sacravienses y Suburanenses es la supervivencia, redu cida a su es­ cala religiosa, de u n conflicto real que e n fre n ta b a a dos grup os de p o b la ció n con intereses opuestos, u n o p e rte n e ­ ciente al á m b ito topográfico del E s­ q u ilm o (S u b u ra) y otro al del Palati­ no (Sacra Via). La tradición referente al Septim on­ tium ofrece un nuevo c u a d ro histórico-topográfico de la R o m a primitiva. La festividad del S e p tim o n tiu m c o n ­ sistía en la celeb ració n, el día 11 de diciem bre, de un sacrificio en o cho m ontes r o m a n o s en h o n o r de su ge­ nius respectivo. Estos m ontes eran los

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siguientes: P a la tiu m , Velia, Fagutal, S u b u ra , G e rm a i, Celio, O p p io y Cispio. A d e m á s del sacrificio, se realiza­ ba ta m b ié n u n a p roc e sión que iba re­ c o rrie n d o estos lugares c o n u n c a rá c ­ ter m u y claro de lustración, esto es, q ue d ib u ja b a u n circuito con el p ro ­ pósito de p u rific a r el territorio situ a­ do en el interior. A sim ism o , de a n ti­ guo origen, esta festividad indica u n a nueva fase en el proceso de fo rm a ­ ción de R o m a , en la cual u n o s c u a n ­ tos p o b la m ie n to s p are c en unificarse p a ra c o n stitu ir u n a realidad política m á s a m plia. E n la lista no figuran ni el Q u irin a l ni el C a p ito lio y, sin e m ­ bargo, a p a re c e un nuevo elem ento to­ pográfico del cual n o se tenía noti­ cias h asta el m o m e n to , el Celio. Nos e n c o n tr a m o s a q u í a n te u n ejem plo m ás de la p o b re z a de nuestra d o c u ­ m e n tac ió n , pero a p e sa r de ello no existen r a z o n e s de peso p a r a creer

que esta R o m a septim ontial no c o m ­ p re n d ía a la totalidad de los p o b la ­ m ie n to s r o m a n o s : la e xc lusió n del C a p ito lio y del Q u i r in a l q u iz á s se d eba a m otivos religiosos (Capitolio?) o m á s p r o b a b le m e n te a que en virtud de los conflictos de los a ñ o s a n te rio ­ res, al ser dos áreas m ás castigadas, no se e n c o n tr a r o n con fuerzas sufi­ cientes p a r a igualarse a los dem ás; p o r otra parte, en la lista tam p o c o fi­ guran otras zonas habitadas cuya exis­ tencia está atestig uada p o r la a r q u e o ­ logía (Foro R o m a n o , Foro Boario). La situ a c ió n cro nológica de esta es­ tructura política presen ta a lgunas d i ­ ficultades, pero el c u a d r o que m ejo r se a d a p ta a la re a lida d topográfica del S e p tim o n tiu m es de los c o m ie n ­ zos del perío d o IVA. En efecto, la a r ­ q u e o lo g ía n o s m u e s t r a q u e en los a ño s finales del siglo VIII a. C. el va­ lle del Foro se ve p a u la tin a m e n te c u ­

Terracota arquitectónica, perteneciente a la

Regia, Foro, Roma

30 bierto p o r grupos de c a b a ñ a s, id e n ti­ ficados h a sta el m o m e n to en las áreas del Equus Domiticmi, del tem plo de C é s a r y Arco de Augusto, de la Regia y de la Sacra Via, y en otros lugares de R o m a apa rec e p o r prim e ra vez d o ­ c u m e n ta c ió n arq ueológica fiable en la Velia y en el Foro Boario, al m ism o tiem p o que la necrópolis del E sq u ili­ no se d e sp la z a ya d ecisivam ente h a ­ cia el este, sin ser b a rre ra de s e p a r a ­ ción entre el C isp io y el Oppio. Por otra parte, la c e re m o n ia de lustración septim ontial puede ponerse en c o r r e s p o n d e n c ia c o n otra tra d ic ió n religiosa que, con el m ism o c arácter p u r i f i c a t o r i o , m u e s t r a t a m b i é n la existencia de u n a c o m u n id a d un id a , a u n q u e en esta o casión ya no se refie­ re d ire c ta m e n te al p o b la m ie n to , sino al territorio que servía de m arc o a la actividad política, e c o n ó m ic a y reli­ giosa de sus habitan tes. D u r a n te la festividad de los Ambarvalia, los p o n ­ tífices c u m p lía n u n o s sacrificios en un os lugares situ a d o s entre los m ilia ­ rios V y VI y c o n sid e ra d o s c o m o la fron tera del territorio de R o m a , si­ g u ie n d o u n a p r o c e s ió n de c a rá c te r purificatorio qu e establecía u n a e sp e­ cie de « circunferencia m ágica» p a ra proteger su interior. Este territorio es c o n s id e ra d o co m o el agger R om anus m ás antig uo y su existencia es c o n fir­ m a d a p o r otras festividades, ta m b ié n de an tigu o origen y con u n c arácter de p ro tección y fertilidad de la tierra, q u e se c e l e b r a b a n a u n a d is ta n c ia m u y sim ila r de R om a. En resum en, la tra d ic ió n sobre el S ep tim o n tiu m y su c o rre sp o n d e n c ia con los indicios del p e río d o IVA nos indica que R o m a ha c on seg uido ya u n a cierta u n id a d y s u p e ra d o los c o n ­ flictos anteriores. Sobre có m o se p r o ­ d u jo esta u n ific a c ió n , la v erd a d es que p o r el m o m e n to n a d a p u e d e afir­ m a r s e c o n to ta l s e g u r i d a d . C o m o m era hipótesis reconstructiva se p u e ­ de p e n s a r en q ue q u iz á s fuese el re­ su ltad o de u n fe n ó m e n o de sinecismo. p ero en to d o c a so h a b r í a que

A ka l Historia del M undo Antiguo

re c on oc e r siem p re u n a cierta p re e m i­ n e n c ia al Palatino. A p a rtir de estos m o m e n to s la c o­ m u n i d a d r o m a n a p u e d e d e f in ir s e a b ie rta m e n te c o m o p ro to -u rb a n a . En térm in o s de cron olog ía tradicional, la c o nstituc ión de la R o m a septim ontial c oincid e con las fechas que la a n a lís ­ tica c o nc e día al rein ado del m o n a r c a N u m a Pom pilio. C o m o ya h em o s vis­ to, a este rey se le atrib uía u n a im p o r ­ t a n t e r e f o r m a r e lig io sa , t r a d u c i d a f u n d a m e n ta lm e n te en la re o rg a n iz a ­ ción de los colegios sacerdotales y en la institució n del c alendario. Según h a n in te n ta d o d e m o s tra r a lgunos in ­ vestigadores m o d e rn o s (E. M. H o o ­ ker, L.-R. M e n a g e r y el q ue suscribe estas líneas), la o rg a n iz a c ió n sa c e rd o ­ tal de N u m a no se configura com o u n a a u té n tic a carta política, e x p re ­ sión del c o m p ro m is o a c o rd a d o p o r las diferentes c o m u n id a d e s en su vo­ lu n ta d u nificadora. D e igual m a n e ra , la institució n del c alendario, a u n q u e tal co m o ap a re c e en el relato a n a líti­ co s u p o n e u n a a n ticipación, ya que fue in tro d u c id o p o r los etruscos, es un reflejo de la nueva situación, pues con ello se p re te n d ía sim b o liz a r el in ­ te n to p o r r a c io n a liz a r la o r g a n iz a ­ ción del tiem po, elem ento básico en la vida de toda c o m u n id a d perfecta­ m ente constituida. A p a rtir de estos m o m en to s, la vida en R o m a ya no se ve alterada y sigue un desa rro llo sim ila r a la de los otros c e n tr o s latinos. La d o c u m e n ta c ió n arqueológica, a u n q u e no m uy a b u n ­ d a n te respecto a períodos anteriores, c o n f ig u r a la e sta b ilid a d y el c re c i­ m ie n to de R om a. Por desgracia, en R o m a no se h a n e n c o n tr a d o tu m b a s del o rie n ta liz a n te ta n ricas co m o las de P r a e n e s te o D e c im a , h e c h o sin d u d a a lg u n a d eb id o a la ya m e n c io ­ n a d a de struc c ión del p a trim o n io a r ­ q u e o l ó g ic o a q u e se vio" s o m e ti d a R o m a. A p e s a r de ello, la necrópolis del E sq u ilin o p ro p o rc io n a gran c a n ­ tidad de c e rá m ic a griega y otros p r o ­ ductos de im p o rta c ió n , lo que no deja

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lugar a d u d a s sobre la presencia en R o m a de u n a aristocracia sim ila r a la latina y cuya existencia h a b ía sido en ocasiones p u e sta en entredicho. La fase IVA coincide c ron ológ ic a ­ m en te con los re in a d o s de Tulo H o s ­ tilio y de A nco M arcio , a d e m á s del de N u m a Po m p ilio que in a u g u ra el p e­ ríodo, todo ello n a tu ra lm e n te en tér­ m in o s de cro no lo gía tradicional. Sin em bargo, las acciones a trib u id a s a es­ tos m o n a rc a s n o e n c u e n tra n u n a es­ tricta c o n firm ac ió n en la d o c u m e n ta ­ ción arqueológica. La tradición hace de R o m a la c a b ez a de la heg em onía latina p r á c tic a m e n te desde Róm ulo, pero, en todo caso, a p a r tir de la des­ trucción de A lb a p o r el rey Tulo H o s ­ tilio. N a d a de ello p u e d e afirm arse con total s e g u rid a d : la arq u eo lo g ía tan sólo m u e stra q u e R o m a es un o m ás entre los centros p ro to -u rb a n o s latin o s, a u n q u e c i e r t a m e n t e de los m ás p róspero s e im po rta nte s, com o lo p ru eb a , entre otras cosas, la exten ­ sión que a lc a n z a su área h abitad a, m u y su p e rio r a la de c u a lq u ie r núcleo latino c o n te m p o rá n e o . E n las postrim e ría s de este período la situació n c o m ie n z a a c a m b ia r, d e­ n o tá n d o s e los p rim e ro s sín to m a s del proceso de u rb a n iz a c ió n . En R o m a esta o b serv a c ió n se c o n sta ta en los p r im e r o s t r a b a jo s re a liz a d o s en el Foro, consistentes en u n a p rim e ra p a ­ vim e n ta c ión de tierra batid a, im p li­ c a n d o la d e m o l i c i ó n de c a b a ñ a s , poco d espu és de m e d ia d o s del siglo VII: se in ic ia n de esta m a n e ra las p ri­ meras o b ra s de u r b a n iz a c ió n que se i n c r e m e n t a r á n d u r a n t e el ú l t i m o c u a rto de siglo, p a ra a lc a n z a r un os a ñ o s más tarde, en torno al 600 a. C , a p r o x im a d a m e n te , la p le n a realiza­ ción u r b a n a , c o m o te n d re m o s o c a ­ sión de ver. E n esta r á p id a tra n sfo r­ m a c ió n qu e se está llevando a cabo, no parece que todas las c o m u n id a d e s latinas h ay an seguido un curso p a r a ­ lelo, s in o q u e m á s p r o b a b l e m e n t e aq u é lla s c on m ay o re s posib ilid a d e s de desarrollo vieron ace le rad o el p r o ­

ceso, m ie n tra s que otras q u e d a r o n re­ legadas a u n s eg u n d o p la n o sin llegar a c o n s u m a r su definitiva e n tra d a en el estadio u rb a n o , según u n m e c a n is­ m o ya c o n o c id o en Etruria. E n este contexto hay qu e situ ar u n a noticia del relato tra d ic io n a l según la cual el rey A n c o M arcio destruyó al­ gunos estab lecim ientos latinos situ a ­ dos no lejos de R o m a y a c o n tin u a ­ ción tra sla d ó a su p o b la c ió n p a ra in ­ c re m e n ta r los recursos dem ográficos de R o m a . E n t r e las c o m u n i d a d e s afectadas se m e n c io n a n a F ic a n a y a Politorium , pero en a m b o s casos la arqueo lo gía d e m u e stra — si v erd ad e ­ ra m e n te Politorium ha de id entificar­ se al p o b l a m i e n t o e n c o n t r a d o en Castel di D e c im a — que la vida co nti­ nu ó a lo largo del siglo VI, lo que se ha c o n sid e ra d o c o m o p ru e b a de la falsedad de la tradición. Sin e m bargo, y a q u í es d o n d e está el hecho signifi­ cativo, n in g u n a de estas c o m u n id a ­ des, y sin lu gar a d u d a s F'icana, llegó a convertirse en u n a civitas, es decir, qu e su pro ce so de u r b a n iz a c ió n se vio in te r r u m p id o an te s de llegar a cristalizar, lo cual n o p u e d e d e ja r de p o n e rse en relación con la gesta de A nco M arcio. G o m ó ya h e m o s visto, el Lacio b a s a b a su desarrollo sobre todo en su estratégica situación en el m a p a de las c o m u n ic a c io n e s y en es­ tos m o m e n to s del siglo Vil el c o m e r­ cio e n tre E t r u r ia y C a m p a n i a era muy intenso; d e n tro de este contexto, F'icana ju g a b a u n papel de gran im ­ p o rta n c ia p o r su c o n d ic ió n de p rim e r pu e n te sobre el Tiber, y de ahí el inte­ rés de R o m a p o r hacerse con el c o n ­ trol de u n a p elig ro sa rival e in c re ­ m e n ta r así sus prop io s recursos. N a ­ tu ra lm e n te la tradición analística no se i m a g i n a b a este h e c h o m á s q ue c o m o lo narra, es decir, en té rm inos bélicos m uy radicales, pero no p o r ello d e b e m o s d e s p r e c i a r el n ú c le o histórico que contiene, esto es, la ex­ p a n s ió n de la influ encia ro m a n a p o r u n a zo n a del Lacio con g rand es pers­ pectivas e conóm icas.

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V. Las primeras instituciones

1. El ordenam iento gentilicio La d o c u m e n ta c ió n arq u eo ló g ica de las p rim e ras fases de la c ultura lacial indica q ue los p o b la m ie n to s se es­ tru c tu ra b a n en b ase a las relaciones de parentela. Esta realidad no es c a ­ racterística del Lacio, sino q u e en ge­ neral se en c u e n tra en todos los p u e ­ blos itá lic o s y se e n g lo b a b a jo el concepto de o r d e n a m ie n to gentilicio, sin d u d a a lg u n a p rim e r sistem a de organ ización que c on oc ie ro n los la­ tinos. La gens significa ante todo una re­ lación de p aren tesco , aspecto que está im plícito en el p ro p io térm ino, y se d e fin e c o m o el c o n j u n t o d e tod os aquellos individu os (gentiles) que d e s­ cienden o creen d e s ce n d e r de un a n ­ tepasado c o m ú n , g e n e ra lm e n te m íti­ co, po r línea m asculin a. C o m o c o n ­ secuencia in m e d ia ta se d e sp re n d e el ca rá c ter de o r g a n is m o c e rra d o q u e tiene la gens, en el sen tido de que la p e rte n e n c ia a u n a de ellas im plica necesariam ente la condición de extra­ ño para todas las d em ás. Se entra a form ar p arte de u n a gens p o r n a c i­ miento d entro de su seno, p o r un voto de los gentiles o p o r a d m is ió n en u n a familia que p ertenece a esa gens; ta m ­ bién p o r m a trim o n io , pero sólo en el caso de la mujer. La so lidaridad gentilicia se m a n i ­

fiesta en diversos cam p os, siendo uno de los p r in c ip a le s el religioso, q ue c on stitu ía u n o de los elem entos a g lu ­ tinan tes de m a y o r im portancia. Este e le m e n to viene re p re sen ta d o p o r el culto a los a n te p a sa d o s difuntos y p o r aq u e l d e d ic a d o a u n a divinidad p a r ti­ cular, fondo de reclu tam ien to de los cultos pú blicos con el desarrollo de la religión estatal. Tales prácticas reli­ giosas eran exclusivas de los gentiles y c u a n d o un a familia e n tra b a en u na gens distinta a la suya de origen, era im p re sc in d ib le que renegara de sus cultos anteriores (detestatio sacrorum). O tro aspecto que re m a rc a la c o h e ­ sión de la gens lo e n c o n tra m o s en el c a m p o eco nó m ico , en concreto en el c a rá c ter colectivo de la p ro p ie d a d de la tierra. A h ora bien, en origen esto no d ebe to m arse co m o un sim ple d e ­ recho de p ro p ie d a d , sino m ás bien del p o d e r so b e ra n o del grup o sobre el suelo, al objeto de asegurarse la s u b ­ sistencia y el ejercicio del culto; este origen no estaba d e stin a d o a satisfa­ cer n e c e s id a d e s m e r a m e n te in d iv i­ duales, sino qu e servía a los intereses del grupo. J u n to a la tierra en régi­ m en de colectividad existía otra, lla­ m a d a heredium, que se o rg a n iz a b a a p a rtir de un r u d im e n ta rio sistem a de p r o p i e d a d p riv a d a . E r a n p e q u e ñ a s parcelas, de dos yugadas de extensión (m edia hectárea, a p ro x im a d a m e n te).

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34 cuya titu la rid a d c o rr e s p o n d ía a los patres fam iliarum y tran sm itib le a los herederos, pero con la p ro h ib ic ió n de e n a je n a rla fuera de la gens. T anto las prácticas culturales com o la explo tación colectiva de la tierra requ ieren o b lig ato ria m e n te u n a o rg a ­ nización, que todavía se hace más ne­ cesaria b a jo las con d ic io n e s en q ue se p r o d u jo el p o b l a m ie n to de los n ú ­ cleos latinos. En u n m edio hostil, a merced de la a m e n a z a de las bestias y de otros grup os h u m a n o s , las necesi­ d ades de ord e n y de defensa se i m p o ­ n en c o m o im perativo de sup erviven ­ cia. A p a rtir de estas prem isas se ha d e sa rro lla d o la lla m a d a teoría políti­ ca de la gens (P. Bomfante), según la cual esta aso c ia c ión p are nta l c o n sti­ tuía en sus orígenes u n g ru po perfec­ ta m e n te e s tr u c tu ra d o y o rg a n iz a d o , con u n a s instituciones internas que a se g u ra b a n su fu n c io n a m ie n to p ara la co n se c u c ió n de los fines p ro p u e s ­ tos: con su p ro p io territorio, sus c u l­ tos y sus instituciones, la gens se c o n ­ figura c o m o u n p e q u e ñ o E stado con u n a s n o r m a s aplicab les a todos sus m iem bros. U n o de los p ro b le m a s relativos a la gens que m ás d iscusión ha p ro v o ­ cado y sigue p ro v o c a n d o es el de la existencia de un jefe p e r m a n e n te de la gens. E n realidad, si se acepta la teoría política que a c a b a m o s de ver, la respuesta h a de ser positiva, pues a d e m á s no faltan en los autores a n t i­ guos m e n c io n e s de este p e rso n a je . Sin em bargo, sobre las características de su poder, sus funcion es y el m o do de elección, m u y p o co es lo que p u e ­ de decirse. Su presen cia está ase g u ra ­ da p o r las fuentes en diferentes h e ­ chos, c o m o la dirección de los cultos (el magister de c a d a u n o de los cole­ gios Luperci) y la dirección de la gens en u n m o v im ie n to m igra to rio (Atta Clausus). La vida de la gens no se'd e sa rro lla al azar, sino q u e e stab a regida po r u n a s n o rm a s en p arte here d e ras del p a s a d o {mores) y p a r te in s ta u r a d a s

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p o r c o m ú n a c u e rd o {decreta), que se erigieron en p a u ta de c o m p o r ta m ie n ­ to p a r a todos los m ie m b ro s de la gens. Precis-a-mente el he c h o de que los de­ creta se d i c t a m i n a r a n p o r a c u e r d o Cconsensus), h a llevado a p e n s a r en la existencia de u n a especie de a s a m ­ blea re sp o n sab le de la to m a de d eci­ siones, a u n q u e ya no se puede preci­ sa r si en ella p a rtic ip a b a n tan sólo los patres de las diferentes familias que c o m p o n ía n la gens, o si p o r el c o n tr a ­ rio e staba abierta a todos los gentiles. D e to d a s m a n e r a s su a c tu a c ió n se deja ver en otros asuntos, c o m o la vi­ gilancia p a ra el c u m p lim ie n to de las n o rm a s y la im po sició n de p enas a los infractores. Estos últim os p o d ía n llegar a ser e xp ulsad os de la gens o c u a n d o m e n o s ser advertidos con u n a nota gentilicia; la p e n a po dría en o c a ­ siones e n tr a r en el á m b ito religioso, con la p ro h ib ic ió n al cu lp a b le de p a r ­ ticipar en los sacra gentilicia e incluso negarle el culto q ue la gens pra c tic a ba a sus m ie m b ro s difuntos.

2. El rey T odas n u e s tra s fuentes c o n c u e r d a n en q ue desde el m ism o m o m e n to de su fu n d a c ió n , R o m a estuvo g o b e r n a ­ da p o r reyes; pero ta m b ié n p a ra los tiem p os m ás antiguos, aquéllos repre­ se n ta d o s p o r la d in a stía a lb a n a y p o r E neas, la m o n a r q u ía era el ún ico sis­ tem a político conocido. Los antiguos r o m a n o s i m a g i n a b a n p u e s al régi­ m en m o n á r q u ic o co m o algo original, es decir, no p r e c e d i d o p o r n in g ú n otro y c o n n a tu r a l a los prim itivos lati­ nos. Sin em barg o, la cuestión del o ri­ gen de la m o n a r q u ía ro m a n a y de los poderes del rey constituye u n o de los p r o b l e m a s m á s d e b a tid o s en tre los juristas. La o p i n ió n q u e en la a c tu a lid a d cu en ta c o n m a y o r n ú m e r o de p a rti­ darios es la qu e defiend e el princip io c o n tra c tu a l de la realeza. Esta teoría prese n ta al rey co m o u n m agistrado, a u n q u e de c a rá c ter vitalicio, al cual el

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c o n ju n to de los patres investía de sus p o d e r e s , q u e en n i n g ú n m o m e n to p u e d e n calificarse de absolutos: el rey sería e n to nc e s c o m o u n a especie de p rim us inter pares, y su acción c o n tro ­ l a d a p o r la c la s e a r is to c r á tic a , de cuyo seno surge el m o n a rc a, a través de su ó rg a n o de rep rese n ta ció n p olíti­ ca, el S enado. C ie rta m e n te es ésta la im ag e n q ue m ejor se refleja en el p a ­ n o r a m a arq ueológico latino a partir de m e d ia d o s del siglo VIII a. C . esto es, c u a n d o c o m ie n z a a percibirse u n a d iferenciación en el reparto de la ri­ qu e z a y q ue c o n d u c irá a la explosión de la aristo c ra c ia o ric n ta liz a n te: la m era existencia de esta últim a es un fuerte a r g u m e n to c o n tra los que ven en el rey la tin o un m o n a rc a de n a t u ­ raleza absolutista, o p in ió n que ta m ­ poco cu e n ta con un g ran apoyo en la trad ició n literaria. P or otra parte, la institución real c on tie n e algunos c im p orta n te s ele­ m en to s de c a rá c te r religioso que ele­ van su origen a u n a época m uy a n te ­ rior a la r e p re se n ta d a p o r R ó m u lo y N u m a . Así ocu rre p o r ejem p lo con el p ro p io té rm in o que los latinos utili­ z a b a n p a ra d e sig n a r el título real, rex. Esta p a la b r a deriva de la raíz in d o e u ­ ropea reg-, q ue se e n c u e n tra ta m b ié n en el rajan de la In d ia védica y en el rix de los p u e b lo s celtas; incluso entre los p u e b lo s in d o e u ro p e o s de Italia, en los que la institu ción m o n á rq u ic a n o a l c a n z ó g r a n e x te n s ió n , se e n ­ c u e n tra n restos de esta raíz, a d e m á s de en el Lacio, entre los sículos, q uie­ nes en el siglo V a. C. se g o b e rn a b a n p o r u n rhesós. En su estudio sobre las instituciones in d o e u ro p ea s , E. Benveniste llega a la c o n c lu sió n de que el reX in d o e u ro p e o es m á s religioso que político, ya que la raíz reg- indica en el fon do u n a o p e ra c ió n con fuerte c a ­ rá c te r m ágico-religioso: se trata de tra z a r la línea, la vía a seguir. Sin e m ­ bargo, la exacta u b ic a c ió n de este rey en el m a rc o arq ueológico e histórico de los p rim itivos latin o s es u n p ro b le ­ m a de m uy difícil solución, así com o

explicar satisfactoriam ente su poste­ rior evolución h asta llegar a la d efini­ c ió n m o n á r q u i c a qu e e n c o n tra m o s en la trad ició n literaria. Nosotros va­ m os a fijarnos ex clusivam ente en esta ú ltim a situación, es decir, a partir de la un ificació n de R o m a c on la fase septim ontial. La m o n a r q u ía r o m a n a no era h e re d i­ taria, a u n q u e la p e rte n e n c ia a la gens del rey p u d ie ra constitu ir u n a reco­ m e n d a c ió n p a r a a lc a n z a r el tron o, pero n u n c a un requisito im p re sc in d i­ ble; tan sólo en el últim o siglo de la m o n a r q u í a p u e d e o b serv a rse cierta te n d e n c ia d in ástic a . R e c ie n te m e n te se ha p ro p u e sto que la sucesión era exogám ica p o r vía uterina, de m a n e ra que en n in g ú n m o m e n to p o d ía n rei­ n a r los hijos del rey, sino el yerno, el hijo de la hija, el hijo de la h e rm a n a , etc.; según esta teoría, la sucesión era a uto m á tic a , pues el rey, que ya hab ía d esig n a d o a su sucesor, antes de m o ­ rir le a so ciaba al trono, sin que ésto signifique u n a d ia r q u ía o c u alq u ier otro tipo de colegialidad, sino tan só­ lo u n fácil m e c a n is m o de a p ren d iz a je en el p o d e r (P. M. M artin). Sin e m ­ bargo. la tra dic ió n literaria nos tr a n s ­ mite u n sistema sucesorio que en n a ­ da c o in c id e con esta o p in ió n , pues define a la m o n a r q u ía ro m a n a com o electiva, a u n q u e co n a lg u n a s p a r ti­ c ularidades. Según el relato p rá c tic a m en te u n á ­ nim e de la tradición, a la m uerte del rey se d e c la ra b a cl interregnum, c a ra c ­ teriz ad o p o r la fórm ula auspicia ad patres redeunt: el p o d e r p a s a b a e n to n ­ ces a ser d e te n ta d o p o r los senadores (patres), pero no colectivam ente, sino que eligiendo grupos de diez y p o r tu rn o s de cin co días, el interrex se p e r ­ sonificaba en c a d a u n o de ellos; este proceso se d e sa rro lla b a h asta el m o ­ m e n to en q u e se e n c o n tra b a al c a n d i­ dato m ás id ó n e o p a r a o c u p a r el tro­ no. La se g u n d a fase consistía en p r e ­ se n ta r el c a n tid a to a la a p ro b a c ió n p o p u la r, de form a qu e el pueblo, reu ­ nido p o r curias, vo ta b a la que poste-

36 n ó rm e n te se d e n o m in a r á lex curiato de imperio y cuyo significado último es de carácter militar, es decir, el reco­ nocim iento de su nuevo jefe p o r parte de los arm ados; a c o n tin u a c ió n el Se­ n a d o c o n firm a b a la a p r o b a c ió n de las curias. La últim a etap a del p ro c e ­ so de en tron ización era la investidu­ ra, en la que se d istinguen dos ritos que c um plía u n sacerdote especiali­ zado, el augur: el p rim e ro de ellos re­ cibía el nom b re de auspicatio y se d e ­ fine co m o la c o n s u lt a de los a u s ­ picios, esto es, la observación del v u e ­ lo de las aves y de otros signos e n v ia ­ dos por la divinidad, la cual m a n ife s­ taba de esta m a n e ra su c o n fo rm id a d con el acto a realizar; el segundo rito era una o peració n augurai, la inaguratio, m ed ia n te la cual el a u g u r c o m u ­ nicaba al rey la fuerza so b renatural que le perm itiría g o b e rn a r de acuerdo con la divinidad. U n a vez investido de su poder, el rey se convertía en el jefe abso lu to de la c o m u n id a d , e x tendién do se su a c ­ ción a los ca m p o s político, militar, j u ­ dicial y religioso. Las funciones reli­ giosas del rey son quizás las m ejor conocidas, y entre ellas de sta c a ba la de dictar el c a le n d a rio al pueblo, in s­ titución de cuya im p o rta n c ia ya se ha h e c h o m en c ió n . Los a n tig u o s a t r i ­ bu ían a R óm ulo la creació n de u n c a ­ lendario de diez meses, que fue in m e ­ d ia ta m e n te o b je to de r e fo r m a p o r parte de N u m a , qu ien in trod ujo otro de doce meses, en vigor h asta la refor­ ma de C ésar en el siglo I a. C. Sin e m ­ bargo, esta reconstrucción trad icion al ha sido con razó n re c h a z a d a p o r la crítica m od e rn a , pues el c a le n d a rio lu n a r de doce meses lla m a d o nu m aico fue introducido en R o m a en el si­ glo VI y fue el antecedente del lunisolar establecido p o r los decenviros h a ­ cia el 450 a. C. En R o m a existía un calendario en época de N u m a , pero era el d e cam ensual, cuyo origen p o r otra parte se pierde en el tiempo. El rey d e se m p e ñ a b a en este c a le n d ario un papel fu n d a m en ta l, c o m o lo h a rá

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ig u a lm e n te c o n el de doce meses. Era el au té n tic o protago nista de la o rg a ­ n iz a c ió n del tie m p o : c o m o dice J. H e u rg o n , «el rey no sólo a n u n c ia b a el c a le n d a rio , ta m b ié n lo vivía». El rey interven ía dire c ta m e nte en los ri­ tuales s e ñ a la d o s con su nom bre, co­ m o el Regifugium (24 de febrero) y el de los días 24 de m a rz o y 24 de mayo, m a r c a d o s en el c a le n d a rio con las si­ glas Q. R. C. F„ esto es, quando rex co­ mitiavit fa s\ a d e m á s p a rtic ip a b a ta m ­ b ién en la festividad de los Consualia, el día 15 de diciem bre. Pero d o n d e m ejo r se m anifiesta su im p o rta n c ia es en la fu n c ió n de a n u n c ia r el c a le n d a ­ rio al p ueb lo , co m o ya se ha dicho: al c o m ie n z o de c a d a mes, en las c a le n ­ das, el rey c o n v o c a b a al pu eb lo p a ra c o m u n ic a rle en qué día de ese mes c a e ría n las no na s, p a ra llegado ese día a n u n c ia r los días fastos y n efas­ tos, es decir, los aptos o no p a ra la a d ­ m in istra c ió n de justicia y, en general, p a ra todo a s u n to público. El p apel p r e p o n d e r a n te del rey en tem as religiosos q u e d a ta m b ié n p a ­ tente, al m e n o s d u r a n te la p rim e ra fase de la m o n a r q u í a ro m a n a , en su p apel del augur, pues, a u n q u e no p e r­ tenecía al colegio sacerdotal de los augures, poseía la m is m a fuerza que estos p a r a e n ta b la r dire c ta m e nte c o n ­ tactos con la d iv in id a d y llevar a cab o p rácticas augurales. De igual m a n e ra h ay que e n te n d e r la especial relación que m a n te n ía con aquellos sa ce rd o ­ tes de m a y o r im p o rta n c ia y que luego no c o n se rv a rá n los m agistrad os re p u ­ b licanos. Así sucedía con el flam en Dialis, sac e rd o te sacrificad or a quien G. D u m ézil califica com o «el doble del rey», el cual atraía hacia sí todos los ta b ú e s e in c o m p a tib ilid a d e s de la fu n ció n sacerdo tal lib e ra n d o al rey de los m ism o s; el colegio de las vesta­ les, cuyo tem p lo y culto sim boliza el h o g a r c o m u n a l, estaba en íntim a re­ lación con el rey, qu ien se en c a rg a b a d ire c ta m e n te de elegir a las nuevas sacerdotisas e im p o n e r las p e n a s p e r ­ tinentes a las que v io la b a n su férreo

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estatuto, a c tu a n d o en definitiva com o su «esposo»; fin a lm e n te el rey m a n te ­ nía u n a estrech ísim a relación con el pontifex m a x im u s, qu ien se con figu ra­ ba c o m o su segu n d o p a ra todos los a su ntos relativos a la a d m in istra c ió n de la religión pública. C o n a n te rio rid a d veíam os que el p o d e r del rey no era a b soluto y que su g o biern o era vigilado p o r el Senado. C o n v ie n e a h o ra m a tiz a r estas p a la ­ b ras y lo h a re m o s m e d ia n te la exposi­ ción de las características de esta in s­ titución. C o m o su m ism o n o m b re lo in dica (Senatus, derivado de sen ex, a n ­ ciano), el S e n a d o rep resenta lo que los etn ólog os d e n o m i n a n a sa m b le a de los a n c ia n o s, institu c ió n que a p a ­ rece ya en p ue b lo s de m u y bajo nivel cultural. Por ello, la a sa m b le a s e n a to ­ rial tiene u n origen p r o b a b le m e n te m uy a n te rio r al del p ro p io rey y en la época de las p rim e ra s aldeas o c u p a ­ ría un lugar de excepción en la p rim i­ tiva o rg a n iz a c ió n política. Sin e m b a r ­ go, en el m o m e n to en q u e se co n sti­ tuye la c o m u n i d a d septim on tial, su im p o rta n c ia q u e d a relegada a u n se­ g u n d o térm ino, to ta lm e nte a b so rb id a p o r la p re p o n d e r a n c ia del rey. Teóri­ c a m e n te el S e n a d o carece de c u a l ­ q u ie r poder; es u n m ero ó rg a n o c o n ­ sultivo, y de ah í el n o m b r e de consi­ lium regium con el que ta m b ié n se le conoce d u r a n te la época real; sus d e ­ cisiones no e ra n vinculantes, de m a ­ nera que el m o n a r c a requería su o p i­ n ió n pero no tenía p o r qué seguirla. In c lu s o en el r e c lu ta m ie n to de los m iem b ro s del S e n a d o se percibe su d e p e n d e n c ia , pues esta fu nción c o ­ rre sp o n d ía igu a lm e n te al rey, quien elegía a los nuevos senadores, p o r c u ­ na s, entre los patres fa m ilia ru m m ás distinguidos. Sin em barg o, en el ejercicio de la práctica política, el S e n a d o tenía u n a gran auto rid a d , a u n q u e n o poder. En definitiva, su c o m p o s ic ió n reflejaba la p e rte n e n c ia de sus m ie m b ro s a la clase e c o n ó m ic a m e n te d o m in a n te y su o p in ió n tenía qu e c o n ta r c o n cier-

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Minerva. Sant’Omobono, Roma

to peso en la decisión ú ltim a que to ­ m a b a el rey. A lg u n a s a n tiq u ís im a s in s t itu c i o n e s no s d e l a t a n p o r otra parte el peso político del Senado. Así la fó rm ula de d e c la ra ció n de guerra que Livio po n e en boca de los feciales (Livio, 1.32.5-14), a u n c o n t e n i e n d o m u c h o s elem entos a nacró nico s, en su parte m á s arcaica se h ace m e n c ió n del Senad o, a u n q u e la respo nsab ili­ d a d ú ltim a es de exclusiva c o m p e te n ­ cia del rey. D e igual m a n e ra , la a u to ­ ridad del Sen ado , la auctoritas patrum, está c a rg a d a de u n fuerte con tenido religioso, c o m o se p o n e de manifiesto en el m e c a n ism o del interregnum, in s ­ titución cuya im p o rta n c ia basta p o r sí m ism a p a r a p r o b a r el verd a d e ro papel político del Senado.

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3. Curias y tribus T oda la tra d ic ió n c o n c u e r d a que a efectos ad m inistrativo s los prim itivos ro m a n o s esta b a n divididos en tres tri­ bus y en treinta curias, a razón de diez curias p o r tribu; esta o rg a n iz a ­ ción regía desde los p rim e ros tiempos de la ciu d a d y su creación es en c o n ­ secuencia a trib u id a a R ó m u lo , co m o en general ocurre con todas las insti­ tuciones de an tigu o origen. La finali­ dad de estas divisiones era de n a tu r a ­ leza política y militar, pues servirían de b a s e p a r a el r e c lu ta m ie n to del ejército c o m o de otras instancias p o ­ líticas. Todos estos d atos son en m a ­ yor o m e n o r m e d id a ciertos excepto uno, p re cisam en te el de su creador, pues la curia es sin d u d a algu na m u ­ cho m ás an tigu a que la tribu. A p esar de todas las críticas de que ha sido objeto, la teoría p r o p u e s ta hace a ño s p o r P. K re tsch m e r sobre la etimología de la p a la b r a curia sigue siendo válida: según este investiga­ dor, curia derivaría de un té rm in o in ­ doeuropeo, kowiriya, que d aría en la ­ tín co-uiria, y a c o n tin u a c ió n curia. El significado de la p a la b r a se perfila to­ davía más a p a rtir de su segu n d o ele­ mento, -uir, té rm in o que se refiere al h o m b re d e s ta c a n d o sus funciones vi­ riles, c o n lo q u e v ie n e a d e s ig n a r prin c ip a lm e n te al soldado. Así pues, curia significa en sus orígenes la reu­ nión de todos a quellos capaces de lle­ var arm as, y de a q u í p asó ta m b ié n a designar el lugar d o n d e se llevaba a cabo tal reunión. D esde este p u n to de vista, la curia es pues u n a institución a n tiq u ís im a y m u y g e n e ra l, p u es to que la asa m b le a de los guerreros a p a ­ rece en general en todas las culturas proto-históricas. Si a plicam o s esta d efin ició n al caso rom ano, vemos c o m o la curia existe desde el m o m e n to de las p rim e ra s al­ deas, siendo u n a in stitu c ió n f u n d a ­ mental en su prim itiv a organizació n. En un prin cipio h a b ía u n a curia p o r cada aldea y c o n fo rm e iba a v a n z a n ­

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do el p o b la m ie n to ro m a n o , siem p re a base de p e q u e ñ o s g rupos de c a b a ñ a s, de la m is m a m a n e r a se iba in c r e m e n ­ ta n d o el n ú m e r o de curias: p o r ello co n r a z ó n se ha llegado a decir que R o m a se form ó m e d ia n te u n a agrega­ ción de curias. C u a n d o p o r las ra z o ­ nes ya vistas se p ro d u jo la rcagrupac ió n secto rial del p o b la m ie n to , las curias c o n se rv a ro n c a d a u n a su in d e ­ pe n d e n c ia , pero al m ism o tiem po se u n ie r o n en un p u n to concreto p a ra c u m p lir aq uellos ritos que les e ra n c o m u n e s: la tradición nos ha c o n s e r­ va d o el recuerdo de este h ech o a tr a ­ vés del edificio de las curiae veteres, si­ tu a d o en el Pa la tin o y lugar de reu ­ nión de los curiales v inculado s a este á m b ito topográfico. Posterio rm ente, e n el m o m e n t o d e la u n i f i c a c i ó n c o m p le ta de R o m a y p a ra alb ergar al c o n ju n to de las curias, se creó u n a nueva sede, las curiae novae, situada esta vez en la ladera del Celio. Res­ pecto al n ú m e r o de las curias, p o r las c o n d ic io n e s del desarro llo de R om a, es po sib le q ue fuese in d e te rm in a d o ; la cifra final de treinta y p o r c o n s i­ guiente su a d a p ta c ió n p ro p o rc io n a l a las tribus, se conseguiría c om o c o n se ­ cue n c ia de u n a p r o fu n d a reform a del sistem a a dm in istrativo , así c o m o del p l a n t e a m i e n t o u rb a n í s tic o , lo c u a l sólo es p osible con el rein ad o de Tar­ q u in io Prisco, c o m o en seguida te n ­ d re m o s o c a sió n de c o m p ro b a r. E n la R o m a de la prim e ra fase m o ­ n á rq u ic a , la curia se presenta co m o la auté n tic a p ie d ra a n g u la r del sistema político y adm inistrativo : es u n a e n ti­ d a d de n a tu ra le z a diversa, con c o n ­ nota c io ne s en el c a m p o de la religión, de lo m ilita r y de la política. La curia era p o r otra p a rte el p u n to de referen­ cia m á s firme de q u e d isp o n ía un ro­ m a n o de c ara a sí m ism o y a la c o m u ­ nid ad , y p o r ello p r á c tic a m e n te todos los h a b ita n te s de R o m a , salvo las m u ­ jeres y los niños, g o z a b a n de la c o n d i­ ción de curiales, esto es, de m iem b ro s de u n a curia. Al frente de c a d a curia h a b ía u n p re sid e n te lla m a d o curio y

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c o m o c o o r d in a d o r general de las acti­ vidades religiosas de todas las curias, u n curio m a x im u s; el cu rión era el jefe político, m ili ta r y religioso de la curia, a u n q u e en época histórica se vio rele­ g a d o e x c lu s iv a m e n te a esta ú ltim a función; en sus actividades era a y u ­ d a d o p o r otros personajes, c o m o el flam en curialis —sacerd ote sacrificad o r de la c u r ia — y el lictor curialis, q u e se e n c a r g a b a de l l a m a r a los m ie m b ro s de la curia e jecu tando la convocatoria o rd e n a d a p o r el curión. L a c u r ia r e p r e s e n ta b a la u n id a d militar. Así lo reconocía la tradición que confería a la curia la fun ción de célula de re clutam iento, ya que c ada u n a d e b ía p r o p o r c io n a r cien s o ld a ­ dos a la infantería. Sin em bargo, la existencia de un n ú m e r o fijo en el re­ c lu ta m ie n to es to ta lm e n te im p e n s a ­ ble p a r a esta época, no sólo en térm i­ nos absolutos, sino ni siquiera com o cifra de referencia. Todavía no existía un v e rd a d e ro ejército, perfectam ente o r g a n i z a d o c o m o in s titu c ió n , sin o ta n sólo u n a s fo rm as tu m u ltu o s a s en las que la c u a lid a d de guerrero se m e ­ día exclu sivam en te p o r el a rm a m e n to

que a p o rta b a . El papel de la curia no d e ja b a p o r ello de ser fu n d a m e n ta l, pues era a su través p o r d o n d e se c a ­ n a liz a b a toda la energía bélica de la c o m u n id a d , e m p e z a n d o p o r la p r o ­ pia se le c c ió n de los g u e rre ro s m e ­ d ia n te ritos de iniciación a las arm as, en virtud de los cuales el jov en p a s a ­ ba a ser h o m b r e in tegránd ose en la curia; esta últim a ase g ura ba ta m b ié n la p re sen c ia de los a r m a d o s a la c o n ­ vocatoria del rey y fin a lm e nte p r o ­ p o r c i o n a b a u n jefe en la p e r s o n a del curión. F u e p r e c i s a m e n t e g ra c ia s a esta fu n c ió n m ilitar el que las curias d e sa ­ r r o lla r a n ta m b ié n otra política, los com icios p o r curias (comitia curiata). Estos e ra n u n a a sa m b le a p o p u la r en la q u e c a d a i n d iv i d u o p a r tic ip a b a de n tro de su curia; la a sa m b le a repre­ se n ta b a pues al c o n ju n to de los a r m a ­ dos, era la expresión política del ejér­ cito, y p o r ello el p rinc ipa l acto que tenía lu gar en su p resencia era de c a ­ rácter m ilitar: m e d ia n te la a p r o b a ­ ción de la lex curiata de imperio, los guerreros investían al rey de su po der m ilitar y re c o n o c ía n su jefatura. Sin

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Planta del Lapis Niger

40 em bargo, no fueron estos los únicos com icios que conoció la R o m a p r im i­ tiva. La tra d ic ión m e n c io n a tam bién a los lla m a d o s comitia calata, c o n v o ­ cados p o r el rey en las ca le n da s y n o ­ nas de c a d a m es p a ra c o m u n ic a r al pu e b lo el c a le n da rio ; an te estos c o m i­ cios se lle v a b a n a lg u n a s cuestiones referentes a la vida de las gentes y la inauguratio del rey. Este últim o c o n ­ vocaba y presidía los comicios, que le e sta b a n totalm ente s u b o rd in a d o s . La a s a m b le a carecía de toda iniciativa; su ú n ic a m isión consistía en asistir, sin n in g u n a c a p a c id a d delib eran te y a p r o b a r lo que se le p r o p o n ía ; ta m p o ­ co h a b ía votación, sin o que las p r o ­ puestas se a p r o b a b a n m e d ia n te a c la ­ m ación: el té rm in o latin o suffragium (voto) deriva de la p a la b r a /ragor, que significa estrépito, ruido, etimología que m uestra m u y c la ra m e n te c ó m o se d e s a r r o l la b a n las p rim itiv a s a s a m ­ bleas rom an as. F in a lm e n te las curias ten ía n t a m ­ bién u n c arácter religioso. Esta fu n ­ ción se m a n if e s ta b a a nivel ind iv i­ dual, pues c a d a curia rendía culto a su prop ia d iv in id a d y d isp o n ía para este servicio de u n sacerdote específi­ co. Pero ta m b ié n a lg u n a s festvidades exigían la partic ip ac ió n c o n ju n ta de todas las curias, c o m o las Fordicidia y las Fornacalia, a m b a s de n aturaleza agraria y de g ra n antig ü e d a d . La últi­ m a de estas dos c eleb racio nes p re s e n ­ ta cierto interés. Las Fornacalia eran u n a fiesta móvil que co ng regaba a los m ie m b ro s de c a d a curia p a r a la torre­ facción del g ra n o en el h o r n o c o m u ­ nal; el curio m a xim u s d e te r m in a b a la fecha de reu n ió n de c ada curia, pero p a ra todos aquello s que no h a b ía n po d id o o que d e s c o n o c ía n cuál era su curia, el día 17 de febrero, c o in c id ie n ­ do con las Quirinalia, p o d ía n c u m p lir c on su ob ligación de curiales: este día era ta m b ié n lla m a d o Stultorum Feriae, es decir, «fiesta de los necios». Este h e c h o indica que el sistem a de las c u ­ rias era de n a tu ra le z a m u y laxa, que a dm itía a todo tipo de individu os y

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qu e en definitiva m uy pocos q u e d a ­ b a n al m a rg e n de la vida c o m u n a l rom ana. S obre el origen y na tura le z a de las tribu s la investigación m o d e rn a no lo g ra to d a v ía p o n e r s e de a c u e r d o , d i s c u t i é n d o s e si s o n r e p a r ti c io n e s gentilicias, distritos territoriales, refle­ jo de las diferentes c o m p o n e n te s é tn i­ cas q ue c o n trib u y ero n a la form ació n de R o m a , o incluso n e g a n d o todo v a ­ lor a la trad ició n a le g a n d o que es u n a sim ple invención. Por otra parte, los pro p io s n o m b re s de las tribus (Tities, R am nes y Luceres) ta m p o c o a y u d a n a resolver el pro b lem a . En el estado a c ­ tu a l d e n u e stro s c o n o c im ie n to s , lo ú n ico qu e p ued e tenerse p o r seguro respecto a su origen es que son m ás recientes q ue las curias; adem ás, p o r las fun ciones que realizab an , se p u e ­ de s u p o n e r que su a p a ric ió n en R o ­ m a no es a n te rio r a la fo rm ació n de la c o m u n id a d septim ontial. La fu n c ió n de las tres tribus viene a lim itarse a u n a división de la p o b la ­ ción o del territorio con la finalid ad de serv ir c o m o c u a d r o de re c l u ta ­ m ie n to p a ra los m ie m b ro s de a lg unas instituciones. P o r ejem plo, d e te r m i­ n a d o s colegios sacerdotales, co m o el de los a ugures y el de las vestales, se a r tic u la b a n p ro p o rc io n a lm e n te a las tribus, de m a n e r a que c ad a u n a de es­ tas contribuía con el m ism o n úm e ro a la c o m p o sic ió n ternaria del.colegio. Las tribus d e s e m p e ñ a b a n tam bién , al igual que las curias, un a función m ilita r al c onstituirse c o m o u n id a d de re c lutam ien to de la caballería, ya qu e c a d a tr ib irp r o p o r c i o n a b a cien j i ­ netes, lla m a d o s celeres^ y su c o m a n ­ dan te, el tribunus celerum . Sin e m b a r ­ go, la im p o rta n c ia tactica de la c a b a ­ llería era m á s bien sec u n d a ria , pues carecía de u n a rm a m e n to a d e c u a d o q u e e n cierta m e d id a c o m p e n s a b a p o r la s u p e rio rid a d que le po d ría p r o ­ p o r c io n a r la ca b a lg a d u ra: p u e d e d e ­ cirse q u e h asta finales del siglo IV a. C. el ejército r o m a n o 110 llegó a dis­ p o n e r de u n a a u té n t ic a c a b a lle r ía

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c o m o a r m a decisiva de com bate; h a s ­ ta e n to n c e s el p e so de las b a ta llas siem pre fue so p o rta d o p o r la in fa n te ­ ría. La im p o r ta n c ia de la caballería prim itiva es m ás de o rd e n social que militar, c o m o lo d e m u e stra n diversos elem entos. E n p rim e r lugar, la p o se ­ sión del ca b a llo siem pre ha sido c o n ­ sid e ra d a en sociedades de este tipo co m o sím b o lo de distinción, y el testi­ m o n io arqu eo ló gico ac u d e en nuestra ayuda, pues las tu m b a s d o n d e a p a re ­ cen restos pertenecientes al aparejo del c a b a llo c o r r e s p o n d e n a in d iv i­ duos so c ia lm e n te c onsiderados. C o n idéntico sentido h ay que in terp retar la noticia según la cual las centurias ecuestres fueron c rea d a s p o r R óm ulo c o m o u n a g u a r d i a p e r s o n a l, y así m ism o el h e c h o de que tales c e n tu ­ rias fueran so m e tida s a la inauguratio. E n síntesis, la caba lle ría se presenta en sus orígenes c o m o la e x pre sión m ilitar de la clase aristocrática, que m e d ia n te la p osesión del c aballo m a ­ nifestaba su su p e rio rid a d ante el res­ to de la población .

4. La estructura social C o m o vim os con anterioridad, la últi­ m a fase del perío d o III y la prim e ra del siguiente su pu sieron , entre otras cosas, u n notab le crecim iento de los a se n ta m ie n to s de lla n u ra e i m p o r ta n ­ tes tr a n sfo rm a c io n es en la vida eco­ n óm ica. A m b o s h echo s vienen d a d o s p o r las favorables circ u nsta n c ias del contexto itálico, con la presencia de los griegos en el su r y el e n o rm e d e sa ­ rrollo q u e e n to n c e s e x p e rim e n ta b a E truria. El Lacio resultó e x tra o rd in a ­ riam ente ben eficiado con esta nueva situación y sobre todo aquellas c o m u ­ n id a d e s situ adas en la llanu ra y más abiertas al m u n d o exterior. Por sus c o n d ic io n e s favo rab les, a lg u n a s de ellas se convierten en polos de a tra c ­ c ió n de c o rrie n te s m ig ra to ria s que a c u d e n lla m a d a s p o r u n a m ejor p ers­ pectiva. R o m a se inscrib e perfecta­ m ente en esta nueva din á m ic a , g ra­ cias, sobre todo, a su estratégica si­ tuació n geográfica de cara a las c o ­ m u n ic a c io n e s c o n E truria: la p re se n ­

León de marfil con inscripción etrusca. Sant’Omobono, Roma

42 cia atestiguada de c om erciantes grie­ gos en R o m a a p a rtir de m e dia do s del siglo VIH, es p ru e b a p a lp a b le de su im po rtancia. La nueva situ ación econ ó m ic a p r o ­ vocó lógicam ente alteraciones en la estructura social, a rq u e o ló gicam ente d e m o strad a s p o r la ru p tu ra del igua­ litarism o a n te rio r y la a p a ric ió n de claras diferencias en el reparto de ri­ queza. Este d ato significa que alg u­ nas gentes sup ieron aprov echars e en m a y o r m ed id a que otras y c o m ie n z a n a m o n o p o liz a r g ran parte de la riqu e­ za disponible, co n lo cual m an ifies­ tan su v o lun ta d de convertirse en u n a clase d o m in a n te (C. A m polo). Poco tiem po después, a c o m ie n z o s del si­ glo VII, se situaría la in tro d u cc ió n en R o m a del se g u n d o m ie m b r o en la fórm ula o no m ástica, del nom en g enti­ licio, reservado en esta época exclusi­ v a m e n te a las p rin c ip a le s familias, que de este m o d o tra ta n de d isting uir­ se a firm a n d o su c o n tin u id a d de g en e­ ración en g e ne ra c ió n (G. C o lo nn a). U n elem ento de g ran im p o rta n c ia que ilu m in a m a g n ífic a m e n te la situ a ­ ción de p o d e r de estas gentes es la in s­ titución de la clientela. Su origen p u e ­ de sin d u d a elevarse a u n a época m uy antigua, pero es a p a rtir de estos m o ­ m entos c u a n d o su p resen cia c o m ie n ­ za a hacerse sentir. La clientela es u n a relación entre dos perso n a s, el p a tro n o y el cliente, q ue conlleva d e ­ rechos y obligaciones p o r a m b a s p a r ­ tes; el vínculo entre a m b o s se fo rm a li­ za con total libertad y se basa en las fieles, fuerza religiosa q ue asegura al cliente la p ro te cc ió n del p a tr o n o a ca m b io de su ob ediencia. Las o blig a­ ciones del p a tr o n o se p u e d e n sim p li­ ficar en la asistencia ju r íd ic a y social y en el m a n te n i m ie n to e c o n ó m ic o , pa ra lo cual entre g a ba al cliente u n a parcela de tierra en precario; p o r su parte este ú ltim o se veía c o n stre ñ id o a ciertas prestaciones h a c ia su p a tro ­ no, f u n d a m e n t a l m e n t e d e c a r á c te r militar, ju ríd ic o y pec u n ia rio . De esta m a n e ra , el cliente p a s a a e n g ro sa r el

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3. Trabajos urbanísticos de Tarquinio Prisco (Livio, 1.35.8-10) A esta época se rem onta la e lecció n del em plazam iento para el c ir­ co que hoy se llam a M áxim o. A los sena­ dores y caballeros se les asignó lugares para construirse palcos particulares d e n o ­ m inados fon: asistían a| espectáculo desde sus palcos sostenidos por un andam io de do ce pies de altura. Se presentaron ca b a ­ llos de c a rre ra y p u g ilista s, casi tod os etruscos. Desde entonces cada año se c e ­ lebraron estos juegos solem nes llam ados Juegos Rom anos o tam bién G randes Ju e ­ gos. Este m ism o rey asignó igualm ente a los particulares terrenos para edificar en los alred edo res del Foro; allí m ism o co n s­ truyó pó rticos y tiendas. (Livio, 1.3 8 .6 -7 ) Se propuso term inar las partes in co n clu sa s del m uro de piedra, obra in te rrum p ida en sus com ienzos por la guerra con tra los sabinos. Adem ás había distritos bajos en el Foro y en los valles e n ­ tre las colinas en los que la falta de pe n­ diente hacía difícil el correr de las aguas: los desecó m ediante un sistema de can a­ les que iba desde los puntos elevados has­ ta el Tiber. Finalm ente repecto al tem plo que durante la guerra sabina había p ro m e­ tido con stru ir a Júp iter sobre el Capitolio, estableció sus cim ientos presintiendo en su ánim o la futura grandeza de estos lu­ gares.

c o n tin g e n te h u m a n o de la gens y de las fam ilias qu e la c o m p o n e n , a u n ­ que en u n a situ ac ió n de d e p e n d e n c ia, pero sin que esto signifique la p é rd i­ da de la libertad, pues posib le m e n te e ra n a d m itid o s en las curias. El de sa rro llo de la clientela es otro indicio de las tra n s fo rm a c io n e s so ­ ciales q u e tien en lu g a r en R om a. Por u n a parte, m u estra la existencia de elem entos desc la sad os y sin recursos que p a r a p o d e r subsistir se v in c u la n a u n g ru p o m á s p ode roso ; pero ta m ­ bién in d ic a la r u p tu ra de u n a socie­ d a d igualitaria y la a p aric ió n de in d i­ viduos destacad os, los cuales a c u m u ­ la n g ra n p arte de los m edios de p r o ­ d u c c ió n y p u e d e n en c o n se c u e n c ia entregárselos a sus clientes. C u a n to m ás g ra n d e sea el n ú m e r o de éstos,

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m a y o r será el p o d e r y el prestigio del p a tro n o . F in a lm e n te , se p ued e c o n si­ d e ra r ta m b ié n u n a cierta relajación de los lazos gentilicios, desde el m o ­ m en to q ue u n a s c u a n ta s familias a s u ­ m e n u n p a p el p r e p o n d e r a n te que trae c onsigo u n c a m b io en el régim en de la p r o p ie d a d de la tierra, que pierde el c a rác ter c o m u n a l a v a n z a n d o rá p i­ d a m e n te h a c ia su total privatización (G. Diósdi). E n r e s u m e n , to d o s estos h e c h o s c o n d u c e n hacia u n a m ism a c o n c lu ­ sión: la fo rm ación de u n a aristo cra­ cia que tiend e a ser hered itaria y que posee u n a clara s u p e rio rid a d e c o n ó ­ m ica y social, tra d u c id a en u n a m a ­ yor a c u m u la c ió n de riqueza y en la e xten sió n de las clientelas, respectiva­ mente. Sin em b a rg o, esta situación de h e c h o se tra n sfo rm ó en u n reconoci­ m ien to de d erecho, su rg ien d o e n to n ­ ces el p r im e r nú c le o de familias p a tri­ cias. Según h a p uesto de relieve J.-C. R ic h a rd , estas fam ilias aristocráticas m a n ife s ta ro n in m e d ia ta m e n te su a m ­ bición de c o n s o lid a r su p o d e r en el te rr e n o político, p r e s io n a n d o sobre los reyes p a r a c on se g uir el privilegio

de p e r p e t u a r h e r e d i t a r i a m e n t e su c o n d ic ió n de senadores, de m iem b ro s de los princ ip a le s colegios sa c e rd o ta ­ les y de base de reclu tam iento de las c en tu ria s ecuestres. El resto de la p o b la c ió n se articula según su gra d o de riqueza, pero j u r í­ d ic a m e n te pertenece en c o n ju n to a la categoría de quirites, es decir, de ciu­ d a d a n o s m ie m b ro s de las curias, si­ tua c ió n que ju ríd ic a m e n te es, asim is­ mo, ex tensible a las fam ilias p a tr i­ cias. C o m o ya h e m o s visto, la a rq u e o ­ logía m uestra d u r a n te el p erío do IVA u n a situació n social m u y estratifica­ da, c o n diversos grados de a p ro p ia ­ ción de la riqueza. A lgun os in divi­ d uo s destacados, a ú n sin en c u a d ra rs e en el grup o de los patricios, llegaron ta m b ié n a o c u p a r puestos públicos, pues no toda familia senatorial tenía n e c e sa ria m e n te p o rq u é ser patricia. Por d e b a jo nos e n c o n tra m o s con un c o n ju n to m uy v ariado de elem entos d ed ic a d o s a la vida agrícola y pastoril y a actividades artesanales y c o m e r­ ciales, todos ellos indiv id uo s libres e integrado s perfectam ente en el siste­ ma de las curias. 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 1 1. 1 2.

Capitolium Collis Q urinalis Collis V im inalis M ons Cispius M ons Oppius Fagutal M ons Caelius M ons Palatinus Velia M ons A ventinus Tiberis fl. Forum

AConstr. religiosas • Constr. públicas ■Constr. privadas o M o n u m e n to s "fuentes literarias" “ '" M u r o serviano ----- Cloaca M axima

La Roma arcaica

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VI. La formación de la ciudad

Es todavía frecuente en c on tra r en al­ gunas obras recientes sobre la historia de Roma la opinión de que esta ciu­ dad, y, en definitiva, todo el Lacio, fue conquistada p o r los etruscos a finales del siglo VII, perm a n e c ien d o bajo su poder durante u n siglo, a lte rna nd o en esta situación de poder diversas ciu d a ­ des según la potencia que en esos m o ­ mentos dom inase en Etruria (A. Alfóldi). N a d a hay de cierto en todo ello. Es verdad que la cultura lacial d u ran te la fase IVB se etrusquiza notablem ente y que la presencia de elementos etruscos es a partir de estos m o m entos más in­ tensa que nunca; hasta un personaje de origen etrusco llegó a ser rey de R o m a . Sin e m b a rg o , n a d a de esto quiere decir que el Lacio fuese someti­ do a una conquista militar o que un a m inoría de etruscos a lc a n z a r a n p o r doquier el dom inio político en esta re­ gión. Roma fue siempre un a c o m u n i­ dad latina, h abitada p o r4 a tin o s a u n ­ que abierta a elementos extranjeros y con una cultura latina, pero partícipe de la llam ada Icoiné cultural etruscolatina, esto es que sin perder su identi­ dad comparte m u ch os elementos co­ munes a una am plia zo na de Italia. Por ello la historia de R om a a partir de estas fechas se integra en la de Etruria, recibiendo de esta última u n a nueva savia que contribuyó decisivamente a su desarrollo.

El período IVB, al m eno s su fase m ás característica, coincide con los años que la tradición atribuye al reina­ do de T arquinio Prisco, quien in a u g u ­ ra la m al lla m a d a etapa «etrusca» de la m o n a r q u ía rom ana. Según la tradi­ ción, T arquinio era hijo del griego D e ­ m a ra to y o riu n d o de la ciudad etrusca de Tarquinia; po r cuestiones políticas y sociales tuvo que a b a n d o n a r su p a ­ tria y se dirigió a Rom a, d on de fue a d ­ mitido entre el patriciado, in tegrándo­ se perfectam ente en su nueva socie­ dad, h asta tal pu nto que a la muerte de A nco M arcio fue elegido rey, siguien­ do los trámites en vigor. Este relato tra­ dicional, e x tra o rd in a ria m e n te ela b o ­ rado, h a sido consid erad o com o m ues­ tra de esa conquista etrusca de Rom a, hecho ocultado p o r la analística m e ­ diante narraciones ficticias que inten­ ta b a n escon der la auténtica historia. Sin em bargo, la explicación que se da en la actualidad es m u c h o más simple y perfectamente ajustada a los d o c u ­ mentos: se trata, en definitiva, de un ejemplo m ás de la movilidad social ar­ caica, p le n a m e n t e c o n s ta ta d a en la epigrafía etrusca, según la cual un in ­ dividuo de rango destacado es acepta­ do sin n in g u n a dificultad en u n a so­ ciedad ajena a la propia, pero m uy sim ilar en su estructura interna, sin que ello im p liq u e c o ndic ió n de ex­ tranjero. C u a n d o T a rq u in io oc u p ó el

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46 trono ya no era etrusco, sino ro m an o, y com o tal, p erfectam ente legitim ado para ello. La trad ició n a tribuía a T ar­ qu in io im p o r ta n te s refo rm as, pero, ante todo, le presen ta co m o el p rim e r u rb a n iz a d o r de R o m a y la a r q u e o lo ­ gía parece confirm arlo. Com o ya vimos al h a b la r de la cul­ tura lacial, el período IVB se caracteri­ za fundam entalm ente por la u rb a n i­ zación, de m anera que los principales centros proto-urbanos llegan a conver­ tirse en auténticas ciudades, en civita­ tes. De todos ellos R om a constituye el ejemplo mejor conocido, gracias, so­ bre todo, a los avances arqueológicos logrados en los últimos años. El valle del Foro se convierte definitivamente en el verdadero centro de la ciudad y es adaptado a las diferentes funciones que tiene que albergar. C o m o trabajo previo, se llevan a cabo im portantes obras hidráulicas p a ra la desecación y canalización de las aguas que periódi­ camente an egaban el lugar: el arroyo Velabro, que c o n fo rm a b a el paisaje del valle del Foro, es canalizado, lo mismo que algunos de sus pequeños afluentes, con lo cual se evitaron posi­ bles estancamientos así com o el rápi­ do fluir de las aguas en caso de in u n ­ dación. La sección occidental del valle fue liberada de cab a ñ as y a c o n tin u a ­ ción cubierta de diferentes pavimentos sucesivos, siguiendo los trabajos ini­ ciados en el período anterior. A partir a prox im a d a m e nte del año 600 a. C. el paisaje de R o m a se trans­ forma de m anera radical. En la esqui­ na noroccidental del valle del Foro se situó el Comitium, con la prim era C u­ ria Senatus, co nfig urán do se co m o el centro político de la ciudad. También en el valle del Foro, pero en su parte central, se levantó un im p ortante c o m ­ plejo político-religioso com puesto por la Regia, donde el rey cu m plía sus fun ­ ciones en tanto que jefe religioso de la com unidad, y el tem plo de Vesta, con la adyacente casa de las vestales, sacer­ dotisas que como ya h em o s visto esta­ ban en unión mística con el rey. Junto

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a la Sacra Vía, en el m ism o lugar que sirvió de necrópolis a los primeros p o ­ bladores de Rom a, se alzan ah ora c a ­ sas con cimientos de piedra que susti­ tuyen a ca b a ñ a s construidas u n siglo antes; viviendas privadas con la m is­ ma estructura arquitectónica se d o c u ­ m e n ta n tam bién en la Velia y p ro b a ­ blem ente en el Palatino. En esta últi­ ma colina se construyó u n a gran cis­ terna c o n la finalidad de proveer de agua a la zona. Fin alm ente todavía se pu ed en detectar otras dos áreas sagra­ das de gran importancia: la prim era en el Capitolio, d o n d e se elevó u n pri­ m er tem plo a Júpiter; la segunda en el Foro Boario, lugar o c u p a d o p o r u n grupo de c a b a ñ a s que fueron dem oli­ das y consagrad o a continuación, p ara finalm ente ser solar de u n a edificación religiosa. A partir del año 575 Rom a aparece ya totalm ente definida com o c iudad desde el p u n to de vista urbanístico. Es­ tos prim eros trabajos son fu n d a m e n ­ tales, pues a u n q u e no de gran enverga­ dura, p r o p o rc io n a ro n la base sobre la cual se apoyaría el inm ediato desarro­ llo urbanístico de la ciudad. Los suce­ sores de Tarquinio, a cuya acción se pu ed en atribuir las obras m e n c io n a ­ das, con tin u a ro n las líneas m arcadas por éste, y así la arqueología muestra sucesivas reconstrucciones de la Regia y del C o m id o . A Servio Tulio a p a re ­ cen especialmente vinculados el s a n ­ tuario del Foro Boario en su segunda fase, con la construcción de los tem ­ plos de Fortuna y M ater Matuta; el lla­ m ado «m u ro serviano», sistema defen­ sivo en el que a lte rn a b an un agger y lienzos de piedra; los Saepta del C a m ­ po de Marte, com plejo político en ínti­ ma relación con la asam blea c enturia­ da cre a d a p o r este m o n a rc a . F i n a l­ mente Tarquinio el Soberbio destacó po r la construcción de la Cloaca M á ­ xima y, sobre todo, po r el gran templo de Júpiter sobre el Capitolio, sucesor del m ás p e q u e ñ o elevado por Tarqui­ nio Prisco. A ho ra bien, m o n u m en taliz ac ió n no

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equivale necesariam ente a u r b a n iz a ­ ción, sino que en la antigüedad una ciudad se define ante todo por los ciu­ d a d a n o s y p o r las funciones que estos realizan c o m o m iem b ros de u na co­ m u n id a d política, condición que se su­ perpo ne a cu alquier otra de índole fa­ m iliar o gentilicia. En este aspecto el reinado de T arquinio Prisco supone tam b ién u n a transform ación notable, estableciendo las bases sobre las que se articulará la nueva R om a y que se­ rán perfeccionadas p or sus sucesores, principalm en te p o r Servio Tulio, a cu ­ ya figura va un id a la m ás im portante de todas las reformas. E n el c a m p o religioso esta nueva si­ tuación se aprecia sobre todo en la ins­ titución del culto a u n a divinidad c o n ­ sid e ra d a c o m o políade, Júp iter O p ti­ mo M áxim o, cuyo tem plo se levantó en el Capitolio; a partir de ahora toda la c o m u n id a d se po ne bajo la protec­ ción de Júpiter, garante de la existen­ cia de la c iudad y protagonista de to­ dos los actos públicos. E n la vida polí­ tica las transform aciones fueron muy profundas, c o m e n z a n d o p or la propia institución m onárqu ica. El rey se secu­ lariza y pierde parte de sus atributos religiosos, d eja nd o de ser un rey-augur p ara someterse al estricto control de los augures; pero al m ism o tiempo se convierte en jefe de un a co m u n id a d política y el concepto de su poder c a m ­ bia, tendiendo a distanciarse de la n o ­ bleza: este rey se rodea de unos nuevos sím bolos del poder, influencia directa de la vecina Etruria; n o m b ra diversos magistrados laicos (magister; quaestor) que cum p len dete rm ina d as funciones p or delegación suya; y, sobre todo, re­ fuerza su posición militar al modificar radicalm ente la estructura del ejército, de m a n e ra que las. antiguas form acio­ nes tu m u ltu o sa s con base gentilicia son sustituidas p or un auténtico ejérci­ to ciu dadan o, con cuadros fijos de re­ c lu ta m ie n to y a d a p t a d o a la nueva táctica hoplítica. Por fin la articula­ ción interna es tam bién objeto de re­ forma, aco plán dola a la nueva situa­

ción urbana. Este hecho tiene un pri­ m er reflejo en la obra de Tarquinio Prisco, quien llevó a cabo u n a reforma del sistema curiado, ya en abierta cri­ sis, con la adaptación proporcional de las curias a las tribus, m odificando el r e c lu ta m i e n to del S e n a d o y, so b re todo, p r o p o rc io n a n d o u na mejor base al ejército. Pero la transform ación de­ cisiva al respecto tiene lugar con Ser­ vio Tulio, quien, m ediante la creación de las nuevas tribus, identificó el terri­ torio con el núcleo urbanizado. La nueva situación que se crea en R om a tiene lógicamente un reflejo in­ m e d ia to en la vida económ ica. Los grandes trabajos urbanísticos que aca­

Estatua de Hércules. Sant’Omobono, Roma

48 bo de rese ñ a r no p o d ía n llevarse a efecto sin el concurso de u n a m a n o de o b ra e sp e c ia liz ad a, que R o m a tuvo que b u sc a r en la vecina Etruria; así lo dice la tradición, p a ra la construcción del gran tem plo de Júpiter, en el que colaboró el artista veyense Vulca, pero la arqueología lo descubre tam bién en otros tr a b a jo s a rq u ite c tó n ic o s, y lo m ism o p uede decirse de las obras hi­ dráulicas, en las que los etruscos eran c o n su m a d o s maestros: la tradición re­ lativa al vicus Tuscus constituye u n fiel reflejo de la masiva presencia etrusca en la R o m a del siglo VI a. C. Todas las actividades artesanales a lc a n z a ro n a lo largo de este m ism o siglo u n a n o ta ­ ble im po rtancia económica, pla sm a da en la institución de los collegia opifi­ cum po r parte de Servio Tulio. Al m is­ m o tiempo R o m a se convierte en un gran centro de redistribución de pro ­ ductos, pues a u n q u e no llegó a in se r­ tarse to ta lm e n te en las g ra n d e s co­ rrientes del tráfico m e d ite rrá n eo , sí exigió la parte que le correspondía en el c om ercio del T irreno: la e n o rm e c a n tid ad de cerám ica griega, p rin c i­ palm ente ática, e n c on trad a en la ciu­ dad, la construcción de un área « e m ­ pórica» en el Foro Boario, la apertura hacia Ostia son ejemplos entre m u ­ chos que ilustran el deseo de R om a p or conseguir u n a posición de fuerza en el com ercio itálico. El desarrollo económ ico de R om a no se c o m p re n d e bien si no se acude a sus relaciones con el exterior. C o m o ya h em os visto, R o m a se integró en la koiné etrusco-latina, pero no s o la m e n ­ te a nivel cultural, sino tam b ién en sus aspectos económ ico y político. La tra­ d ición p re te n d ía h a c e r de R o m a la ciudad hegem ónica del Lacio prácti­ cam ente desde su fundación, lo que no deja de ser un o de los m u c h o s elem en­ tos anacrónicos con que los analistas a d o r n a b a n el relato de los orígenes. Sin embargo, a partir de A nco M arcio la situación com ien za a c a m b ia r y con Tarquinio Prisco se nota que entram os en un terreno m u c h o más seguro. Este

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últim o m o n a rc a trató de extender la in flu e n c ia r o m a n a p o r u n a a m p lia z o na del Lacio con u n objetivo clara­ m ente comercial: no se trataba de in­ c re m e n ta r el territorio, sino de c ontro­ lar estratégicos p untos de la red viaria, p r in c ip a l m e n te a q u e llo s situ a d o s a orillas del Tiber. Los mismos motivos im pulsaron, tanto a Tarquino com o a sus sucesores, a invervenir en los a s u n ­ tos de E tru ria , p a r t ic ip a n d o R o m a com o u n a más en los conflictos que entonces e n fre nta ban a las ciudades etruscas; en este contexto los dos Tar­ quinios b u sca b a n la alianza de Caere y Servio Tulio la de Vulci. En el plano m e d ite rrá n eo la presencia de R om a ta m b ié n se hace sentir, a u n q u e la ca­ rencia de u n a auténtica política m a rí­ tim a la sitúan en u n lugar po r debajo de sus c o n te m p o rá n e as de Etruria. La am istas con los griegos de Massalia, la actual Marsella, se eleva p rácticam en­ te al m ism o m o m e n to de la fundación de la colonia, en torno al 600 a. C. Pero el he c h o f u n d a m e n ta l lo constituye, s in d u d a , el p r i m e r t r a t a d o e n tr e R om a y Cartago en el año 509, que a un qu e , según Polibio (III.22.1), se fir­ mo ya b ajo el régimen republicano, re­ fleja u n a situación m uy anterior en la que la a lian za con Caere jugó u n p a ­ pel trascendental al respecto. T odas estas tra nsform a cion es, que en p o co tiem po elevaron a R o m a a la categoría de c iudad, de civitas, no se llevaron a c a b o sin contrastes. El sis­ tema tra d ic io n al de las curias h a b ía e n tr a d o en p ro f u n d a crisis y no se a d a p t a b a a la o r g a n i z a c i ó n cívica qu e se estaba e lab o ra n d o , tanto desde el p u n to de vista u rb a n ístic o c o m o el dem o gráfico o el político. Por ello la p rim e ra m e d id a q ue tom ó T arq uinio Prisco se centra en u n a reform a de las curias, cuya estructura se a d a p tó a la de las tribus, en ra z ó n de 10/1; este p a s o sign ific ó u n p r im e r e n f r e n t a ­ m ien to del rey c o n la aristocracia p a ­ tricia, h e c h o q u e m a rc a r ía todo su re in a d o y sería ca u sa decisiva de su muerte. Las gran d e s fam ilias d om i-

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4. La constitución serviana (Livio, 1.43.1-11)

Los que poseían 100.000 ases o más fo rm a b a n 80 ce n tu ria s, 40 de hom bres m ayores (s e n io re s) y 40 de jovenes (iuniore s ): el con ju nto era llam ado prim era c la ­ se. Los seniores se encargaban de la d e ­ fensa de la ciudad, los jóvenes de las gue­ rras exteriores. Su arm am ento constaba de yelm o, escu do redondo, grebas y co ra ­ za, todo de bronce, com o arm as defensi­ vas, y ofensivas lanza y espada. A esta cla ­ se se añadieron dos centurias de artesa­ nos, que no llevaban armas y se encarga­ ban de las m áquinas de guerra. La seg un­ da clase exigía un censo entre 100.000 y 75.000 ases y estaba form ada por 20 ce n ­ turias en total. Su arm am ento com prendía el escu do alargado en lugar del redondo, pero no la coraza; las otras armas eran las mismas. Para la tercera clase fijó un censo de 50.000 ases y estaba form ada por idén­ tico núm ero de centurias y tam bién con discrim in ació n de edad; ningún cam bio en el arm am ento, excepto la pérdida de las grebas. En la cuarta clase la fortuna se es­ tableció en 25.000 ases, con el m ism o nú­ m ero de ce n tu ria s, pe ro el a rm a m en to cam biaba, d isp o n ie n d o sólo de lanza y ja ­ balina. La quinta clase era más num erosa y la form aban 30 centurias; estaba arm ada

de hondas, piedras y objetos arrojadizos y com p ren día tam bién los cornetas y tro m ­ petas repartidos en dos centurias; el censo de esta clase era de 11.000 ases. Los que tenían un censo inferior a éste constituían una sola centuria y estaban exentos del servicio m ilitar. Una vez que hubo arm ado y organizado la infantería, reclutó entre los p rincip ales de la ciudad 12 centurias de ca b a lle ro s; tam bién a m p lió a 6 las tres centurias instituidas por Rómulo, con ser­ van do los nom bres con los que habían sido inauguradas. Para com p rar el caballo ord e n ó que el erario les entregara 10.000 ases por año y para su m antenim iento g ra­ vó a las viudas con un im puesto de 2.000 ases anuales. De esta m anera todas las cargas pasaban de los pobres a los ricos, pero los honores les iban unidos. Efectiva­ mente, rom p ien do con la tradición estable­ cid a por Róm ulo y conservada por sus su­ cesores, no m antuvo el sufragio universal según el cual cada ciu da dan o indistinta­ m ente tiene los m ism os de rech os, sino que creó grados que sin excluir aparente­ mente a nadie, ponía todo el poder en m a­ nos de los princip ales de la ciudad: los c a ­ balleros votaban los prim eros y a co n ti­ nuación las 80 centurias de la prim era cla ­ se; así era necesario un de sacuerdo entre ellos, lo que era raro, para acudir a la se­ gunda clase; casi nunca se llam aba a las clases bajas.

n a b a n las curias, puesto que era a tra­ vés de ellas c o m o p o d ía n c o n tro la r los p r i n c i p a l e s re so rtes del p o d e r, co m o el S e n a d o y el ejército, y co n se r­ var u n a fuerte c o hesió n interna. La acción de este m o n a r c a no se detuvo aquí, sino que ta m b ié n in tentó a m ­ pliar las tres tribus de los Ramnes, Ti­ ties y Luceres; pero en esta o casió n la oposición, c o n d u c id a p o r el a u g u r Attus Navius, c onsig uió triu n fa r c hizo desistir al rey de sus propósitos. A p e sa r de este últim o fracaso, la tra n sfo rm a c ió n del sistem a de las c u ­ rias p e rm itió a T a rq u in io a c o m e te r con seguridad otras reform as, c o n la fin a lid a d de a s e g u r a r el p o d e r del m o n a r c a y d i s m i n u i r la fuerte i n ­ fluencia de la aristocracia gentilicia, y p a ra ello dirigió sus m iras re fo rm a ­ d o r a s h a c ia a q u e l l a s i n s t itu c i o n e s

que servían de base p a ra la c o n stitu ­ c ió n del p atriciado: en p rim e r lug ar el S en ad o, cuyo n ú m e r o fue in c r e m e n ­ ta d o a trescientos m ie m b ro s co n la inclusió n de los lla m a d o s patres m i­ norum gentium ; el m ism o criterio de d u p lic a c ió n se aplicó a las cen tu rias ecuestres q u e p a s a r o n a un total de seis, las d e n o m in a d a s con p osteriori­ d a d sex suffragia, d isting uiénd ose entre eq u ites y e q u it es p o s t e r i o ­ res, de m a n e r a q u e c a d a tribu p ro p o r ­ c io n a b a al c o n ju n to u n a cen tu ria de c a d a clase; fin a lm e n te a lgunos sacer­ docios, en c o n c re to los colegios de vestales, a ugures y pontífices, in c re ­ m e n ta r o n a sim is m o sus c o m p o n e n ­ tes p a s a n d o de tres a seis. C o n estas m e d id a s T arq u in io in tr o ­ d u jo en los p r in c ip a le s o rg a n ism o s de la c iu d a d a fam ilias e individuos

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m ás favorables a sus p la n te a m ie n to s políticos y a m e n a z ó el m o n o p o lio del p atric ia d o trad icio nal: sin d u d a sus p artid a rio s e ra n g rupos m e n o s p o d e ­ rosos e c o n ó m ic a m e n te , con clientelas m ás reducidas, a u n q u e con u n a es­ tructura in te rn a similar, pero que, so­ bre todo, se veían m a rg in a d o s cad a vez m á s p o r la te n d e n cia exclusivista de las fam ilias p atricias a o c u p a r p e r ­ m a n e n te m e n te los p rincip ales p u e s­ tos de la vida política de la c o m u n i­ dad. T a rq u in io c o n ta b a a d e m ás con el ap oy o de las nuevas «clases u r b a ­ nas», es decir, ese c o n ju n to de ele­ m entos que atraídos p o r el desarrollo e c o n ó m ico de R om a , se establecían c o n tin u a m e n te en la c iu d a d con u n a especial v o c a c ió n h a c ia actividades a rte s a n a le s y m erc a n tiles; este m o ­ narca d e fe ndió sus intereses e c o n ó ­ micos al tiem po q ue prop ició su p e r ­ fecta in t e g r a c i ó n j u r í d i c a , a u n q u e ciertam ente el peso político de estas clases era todavía m uy escaso. Las g ra n d e s fam ilias se o p usie ro n c o n s ta n te m e n te a la política de Tar­ q u in io Prisco. El relato tra dic io na l n o s p r o p o r c i o n a i n d i c i o s de e llo p rá c tic a m en te desde la m ism a e n tro ­ n iz a c ió n del rey, q u ie n es pre se ntad o c o m o el p r im e r hom o am bitiosus de la historia de R om a: las circ u nsta n c ias que llevaron a T a rq u in io al trono le a n e je n a r o n la aversión de un im p o r ­ tante sector de la aristocracia, p e rso ­ n a liz a d o en los hijos de su antecesor A nco M arcio, q uien es se creían con derecho s a suc e d e r a su padre. Esta e n e m ista d se m a n tu v o a lo largo de to d o el r e i n a d o , i n c r e m e n t á n d o s e c o n fo rm e se iba a v a n z a n d o en la p o ­ lítica de reformas, y a lc a n z ó u n m o ­ m e n to c u lm in a n te en los a ñ o s finales del mism o: la misteriosa desaparición del a u g u r Attus N a v iu s, u n o de los m á x im o s o p o n e n te s a T arquinio, y el a s e s in a to del m is m o rey a in s tig a ­ ción de los hijos de A nco, son a c o n ­ tecim ientos que p o n e n de m anifiesto la i n e s t a b i l i d a d p o l í t i c a y el e n ­ f r e n t a m i e n t o a b i e r t o e n tr e las d i ­

ferentes fuerzas. U n tanto a b r u m a d o p o r la perso­ n a lid a d de los dos reyes que le suce­ dieron, T arq u in io Prisco nos es p re ­ se n ta d o p o r la analística en u n a si­ tua c ió n m uy inferior, h a sta tal p u n to que u n a corriente m o d e rn a de no p o ­ co peso científico ha llegado incluso a negarle toda historicidad, c o n sid e ­ rá n d o le sim p lem e n te c o m o u n a «fic­ ticia redu p lic a c ió n » del otro T arq ui­ nio, del Soberbio, cuyo re in a d o cierra el p e r í o d o m o n á r q u i c o de R o m a . A f o r tu n a d a m e n te la investigación a r ­ queológica ha salido en su defensa, situ án d o le co n justicia en el lugar que le corresp o n d e , y al m ism o tiem po ha im p u e sto co n sus d e sc u brim ie ntos la n ecesidad de u n a a p ro x im a c ió n m e ­ todológica diferente p a r a el estudio de este pe rso n a je y de su época, cuya im p o rta n c ia aflora c a d a día con m a ­ yor nitidez. E n efecto, T arq u in io Prisco se p re ­ senta c o m o u n a de las figuras con m a y o r peso en la historia de la R om a arcaica, c o m o u n a pieza clave en el proceso de form ación de la ciudad. U n ta n to e sc o n d id a en los recovecos de la literatura antigu a, su o b ra políti­ ca y social co bra excepcional relieve al s e n t a r las b a s e s d e u n a n u e v a R o m a , a la que elevó al rango de p o ­ te n c ia en el m u n d o etru sc o -la tin o . A u n q u e la tra d ic ió n hace b a s c u la r esta época de la m o n a r q u ía ro m a n a sobre sus dos sucesores, Servio Tulio c o m o c r e a d o r de la nueva co n stitu ­ ción y T a rq u in io el Soberbio c om o el tira n o que c o n d u jo al régimen m o ­ n á rq u ic o a u n callejón sin salida, lo cierto es qu e ta n to u n o c o m o otro es­ tán en d e u d a c o n la o b ra del p rim e r T a rquinio, pu e sto que p a r a c o m p r e n ­ der sus respectivos reinados, p revia­ m ente hay qu e c a p ta r el significado p r o fu n d o de la política de T arquinio P risc o . S in e m b a r g o , la a n a l ís t ic a prefirió c o n c e n t r a r todos sus elogios en Servio Tulio, h a c ie n d o de él u n se­ g u n d o R ó m u lo y la figura d o m in a n te de esta fase de la R o m a arcaica.

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VII. Servio Tulio y el fin de la m onarquía rom ana

Toda la tradición c o nc ue rda en que T arquinio Prisco fue sucedido en el tron o de R o m a p o r Servio Tulio, y a u n q u e los acontecim ientos que según la analística c o n du je ron a este hecho no resisten el m e n o r análisis crítico, no po r ello hay que desechar este dato e inventar un a nueva historia de Ro­ ma, com o todavía se defiende p or p a r ­ te de u n im portante sector de la inves­ tigación. Al c o m e n z a r con el relato del reinado de Servio, los analistas se e n ­ contraro n con un grave problem a, ya que al h acer derivar el no m bre del rey, Servius, del term ino utilizado para de ­ signar al esclavo, servus, tenían que ex­ plicar cóm o un esclavo llegó a ser rey de Roma. Esta com prom etedo ra situa­ ción provocó diversas variantes en la tradición, sobre todo a propósito de su padre, pero, en definitiva, todas ellas trataban de coincidir en el principio y en el final: Servio nació en un a m b ie n ­ te de esclavitud, pero pron to salió del m ism o por v oluntad divina para c u m ­ plir los objetivos que le estaban pre­ destinados, esto es, o c u p a r el trono de Rom a, al que llegó p or designación de la propia casa real, y establecer la li­ bertad de los ciudadanos. Sin embargo, Servio n q era conoci­ do solam ente por las tradiciones ro­ manas, sino ta m b ié n p or las etruscas, que ofrecen u n a versión bastante dife­ rente de las anteriores. La tradición

etrusca la co n o c e m o s f u n d a m e n t a l­ m ente a través de un discurso del e m ­ p e ra d o r Claudio, conocido p or su gran dedicación etruscológica, y por unas p in tu ra s que a d o r n a b a n la lla m a da tu m b a François, en la ciudad etrusca de Vulci. Según la oratio Claudiana, S e m o Tulio, conocido en Etruria con el n o m b re de M astarna, a c o m p a ñ ó a los h e rm a n o s Vibenna, de Vulci, en d i­ versas expediciones, con suerte alter­ na, hasta que finalmente consiguió es­ tablecerse en Roma. Por su parte, las p inturas de la tum ba François repre­ se n ta n un e n fre n ta m ien to entre dos grupos de guerreros, u no compuesto, entre otros, po r los hem an o s Cacle y Aule V ibenna y u n personaje de n o m ­ bre M acstrna, y el segundo por indivi­ duos de los que se indica su lugar de procedencia y entre ellos se m enciona a un tal Cnenve Tarchunies Rum ach, esto es, C n e o Tarquinio de Roma, es decir, u n m ie m b ro de la familia rei­ n ante en Roma. C o m o puede observarse, el c onteni­ do de la versión etrusca difiere consi­ derab lem en te del relato tradicional ro­ m a n o , m ás p re o c u p a d o p o r ofrecer una visión lineal de su historia sin ne­ cesidad de a c u d ir a n in g ú n tipo de ruptura: Servio sucede a Tarquinio con la única dificultad de salvar el clima de desestabilización consecuencia del asesinato del rey. A hora bien, la ma-

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yor fiabilidad de la versión etnisca no debe obligarnos a adm itir que Servio era etrusco (R. Thom sen), pues incluso el no m b re con que era conocido en esa región d e n un c ia su origen latino, ya que m acstm a no es sino la etrusquización del térm ino latino magister [mac(i)st(e)rna], título desco no cid o en la epigrafía arcaica etrusca. Esta versión indica que entre Servio Tulio y los Tar­ quinios existió u n enfrentamiento, en el cual se m e zc la ro n los intereses de la política exterior r o m a n a y m uy posi­ blemente tam bién en estrecha relación c on los sucesos q u e p r o v o c a r o n la muerte de Tarquinio. Si todo ello lo un im os a las condiciones de la entro­ nización de Servio, no exentas de ile­ galidad, y el brusco c a m bio de la polí­ tica exterior de R om a, ahora abierta­ mente favorable a Vulci, se destaca un c uadro muy sugerente y rico en c o n ­ trastes en el que la oposición ScrvioTarquinios se convierte en el prisma m ás idóneo para c o m p re n d e r la histo­ ria de la R om a arcaica. La política reformista de Servio Tu­

lio se centra según el relato tradicional en dos aspectos fundamentales, sobre los cuales existe una total conform i­ dad entre los investigadores, salvo en cuestiones de detalle que en ocasiones revisten gran importancia. Estos son la creación de las nuevas tribus y la insti­ tución de la organización centuriada, reformas am b a s que tienen en Tarqui­ nio Prisco un antecedente inmediato. U n a perfecta definición de ciudad en el m u n d o antiguo greco-rom ano re­ quiere com o condición necesaria la to­ tal identificación cam po-ciudad, esto es, que a efectos políticos y religiosos el territorio se englobe en la m ism a es­ tructura que el núcleo u rbanizado, de m anera que los habitantes de este últi­ mo sean en todo iguales a los del terri­ torio cívico. Es m uy prob able que Tar­ quinio intentara una prim era acción en este sentido, pues es la única m a n e ­ ra de c o m p re n d e r su propósito de d o ­ blar las tribus, pero chocó con la o p o ­ sición representada p o r Attus Navius, quien finalmente le im pidió llevar a térm ino su proyecto.

Muro de los cimientos del templo de Júpiter, Capitolio, Roma

54 Sin embargo, allí d o n d e fracasó Tar­ quinio triunfó Servio. Según el testi­ m onio u n á n im e de la tradición, este m on a rc a extendió el sistema de las tri­ bus al territorio y lo perfeccionó en el núcleo urbanizad o. Este último fue di­ vidido en cuatro distritos o regiones, las lla m ad a s tribus u rban as, a saber, la Palatina, la Esquilm a, la S u b u ran a y la Collina, c o rre sp o n d ie n d o las tres p rim e ra s a las m ás antig u as de los Ramnes, los Tities y los Luceres — a u n ­ que sin la m e n o r posibilidad de h acer correspondencias exactas—, mientras que la cuarta englobaba el Q uirinal y el Viminal. El territorio fue asim ism o dividido en tribus, d e n o m in a d a s esta vez rústicas. Si en cu anto al núm e ro de las tribus u rb a n a s no existe la m en o r du d a de que eran cuatro, ya no ocurre lo m ism o respecto a las rústicas, sien­ do e xtra ordina riam en te difícil po der precisar c uán tas de las treinta y una existentes c u a n d o el proceso finalizó varios siglos más tarde, corresponden a la reforma serviana, pues ni siquiera los a u to r e s a n t i g u o s se p o n e n de acuerdo al respecto. De todas m a n e ­ ras, el hecho co nstatado es que la insti­ tución de las tribus rústicas se eleva a la época de Servio, q u ie n e n m a r c ó todo el territorio cívico bajo u n m ismo esquem a organizativo. C o n la constitución serviana, las tri­ bus vienen a sustituir a las curias en las principales funciones que estas de­ sem peñaban. Las curias no desapare­ cieron, puesto que el tradicional c o n ­ servadurismo ro m a n o no permitía la elim inación de antiguas instituciones, pero perdieron toda su relevancia. El pueblo siguió reuniéndose por curias p ara a p ro b a r la designación del rey — com o du rante la República h ará con los m agistrados cuín imperio— el S ena­ do continuó reclutándose curiatim, es decir, p o r curias, y estas últimas se­ guían celebrando sus tradicionales fes­ tividades religiosas; pero si p rev iam en ­ te todos estos actos e ra n p uras fo rm a­ lidades, ah ora lo son con m ay or razón. Las curias se vieron privadas de sus

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dos principales funciones, esto es, la representación de la c iu da d a nía y su papel militar. A partir de estos m om entos la c o n ­ dición de c iu d a d a n o va u nida a la p er­ tenencia a u n a tribu. Este sistema re­ fleja el interés de facilitar la integra­ ción de los nuevos c iud a da no s a los que el sistema curiado, a u n q u e no los rech a z ab a tam p oco ofrecía faciliades, com o lo dem uestra la festividad de las Stultorum Feriae. Pero tam bién se rele­ vó c o m o un m ecanism o acertado para ejercer un estricto control sobre el c o n ­ ju n to de los ciudadanos, com o lo p ru e ­ b a n la prohibición de c a m b ia r de tri­ bu y las obligaciones que co m p ortaba el cum p lim ie n to de los rituales de las Paganalia, fiesta instituida po r Servio y que le perm itía con ocer a n u a lm e n te todos los movim ientos naturales de la población (G. Piéri). E n la actualidad ya nadie dud a que R o m a conoció la táctica militar hoplítica en el siglo VI, to m a n d o com o bue­ na la tradición según la cual este siste­ ma de c om bate fue introducido desde Etruria y que corresponde al rey Ser­ vio la p a te r n id a d de este h echo en R om a. La táctica hoplítica se formó en G recia a p artir del antiguo com bate a risto c rá tic o , p u d ié n d o s e e n c o n t r a r perfectam ente establecida a m ediados del siglo VII; la táctica consiste en c o m b atir en falanges cerradas con un a rm a m e n to pesado y supone la sup e­ ración del com b a te individual practi­ cado en tiem pos homéricos; ademas, el sistem a hoplítico tuvo en G recia u n a vertiente política de gran im p o r­ tancia, pues representa la expresión militar del espíritu c iu d a d a n o y al m is­ m o tiempo señala u n a m arcad a ten­ dencia dem ocratizante al a m p lia r la base de representación popular, esto es, al ab rir las filas del ejército a n u e­ vos elementos ciudadanos. A u n q u e la tradición concede u n á n i­ m e m e n te a Servio Tulio el papel de in­ troductor en R o m a de la falange h o ­ plítica, es m u y pro b a b le que Tarquinio hubiese ya contribu id o a este acontecí-

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miento. C o n la reforma de las curias, Tarquinio no sólo pretendía pro p o r­ cion ar u n a m ejor estructura interna a la ciudad, sino tam bién construir un nuevo ejército que se ada p tara a su p o ­ lítica, ro m p ie n d o la fuerte cohesión gentilicia que existía en las formacio­ nes guerreras anteriores. Por otra p a r­ te, la intervención m ilitar que practicó no sólo en el Lacio, sino tam bién en Etruria, exigía un ejército m oderno y concorde a las circunstancias del m o ­ m ento, sim ila r al que ya existía en Etruria. A dem ás sabem os que algunos elementos de la p a n o p lia hoplítica ya existían en el Lacio en el añ o 600, a u n ­ que ello no sea pru e b a directa de la existencia de la táctica. E n mi opinión, el sistema hoplítico se estableció en R o m a en dos fases: u n a prim era con Tarquinio, consistente en la mejora del a r m a m e n to y en la constitu ció n de cuadros fijos de reclutamiento, con un ejército de 3.000 infantes primero, a m ­ pliado a 6.000 a c o ntinuación; la se­ gunda, referida a Servio Tulio, supone la estabilización del sistema al pro p o r­ cionarle el a rm a z ó n político y social que necesitaba. Todas nuestras fuentes atribuyen a Servio u na constitución centuriada c u ­ yos detalles co rrespo nden al estadio fi­ nal de u n largo proceso, no a sus co­ m ienzos. Según la tradición. Servio ideó u n a nueva distribución de los ciu­ d ad an os, en clases y centurias, en la que la posición de cad a u n o se medía según su fortuna. El cu a d ro resultante es el siguiente (Livio, 1.43; Dionisio, IV. 16-22):

Este esq uem a responde a u n a organi­ zación tanto política, pues constituye el d e n o m in a d o comicio por centurias (comitia centuriata), com o militar, y p or ello a cada clase se le exigía u n a r m a ­ m ento determ inado, m ás completo en la prim era y con pérdida sucesiva de elementos conform e se desciende en la tabla; a d e m á s las centurias de cada clase se dividían equitativamente entre los iuniores, aquellos que prestaban un servicio militar activo, y los seniores, quienes po r su edad sólo eran llam a­ dos en ocasiones de extrema necesi­ dad. N a tu ra lm e n te un cuadro com o este no encaja en la época de Servio, co­ m e n z a n d o por las estimaciones de ri­ queza, im posibles de m edir en térmi­ nos m onetarios a m ediados del siglo VI. N o obstante, su significado profu n­ do sigue siendo válido y un indicio de u n a situación plen a m e nte serviana lo e n c o n tra m o s en algunos anticuarios que h a b la n de u n a primitiva división en clasis e infra classem a efectos milita­ res. En el c u a d ro anterior se observa u n a clara diferencia entre las tres pri­ meras clases y las dos últimas, puesto que unas poseen a rm a m e n to defensi­ vo y ofensivo y las otras tan sólo ofen­ sivo, de m anera que estas no pueden e ncuad rarse en un sistema hoplítico; si tenem os en cuenta que tan sólo las centurias de iuniores pa rtic ip a ba n acti­ vam ente en el ejercito, resulta en to n ­ ces un total de 60 centurias (40+10+10), cifra que se m a ntuvo inalterable en el esquem a de la legión rom ana; estas 60 centurias constituían entonces la clas-

Centurias Caballería (equites) Infantería 1.a clase 2.a clase 3.a clase 4.a clase 5.a clase

Fabri (adscritos 1.a) Musici (adscritos 5.a) A ccensi

A se s ce n so mínimo

18 80

100.000

20 20 20

75.000 50.000 25.000

30

11.000 capite sen si

56 sis y las restantes la infra classem. Esta teoría, propuesta p o r P. Fraccaro, tuvo un a notable incidencia en la investiga­ ción, adh irién do se a ella autores de to­ das las tendencias fascinados p o r la satisfactoria explicación de tan c ontro­ vertido tema. M ás recientemente J.-C. Richard, ba sá ndo se en que el elem en­ to m ás característico de la p anoplia hoplítica. el escudo re dondo (clipeum ), tan sólo lo llevaban los m iem bros de la prim era clase, concluye que la cíassis estaba c om pu esta exclusivamente por las 40 centurias primeras, pertene­ ciendo las d em ás a las infra classem. El hecho definitivo es la constitu­ ción de un ejército hom ogéneo en el que las m ism as responsabilidades in­ c u m b ía n a todos los combatientes. Es­ taba com puesto por un núcleo de in­ fantería pesada, la classis. compuesto po r 40 ó 60 centurias, que com b atían según el sistema hoplítico y apoyado en caso de necesidad por contingentes arm ado s más a la ligera reclutados en­ tre las infra classem. A dem ás existían 18 centurias de caballería, los supra classem, doce m ás que en el reinado anterior, pero con m uy escasa función táctica, ya que la falange hoplítica. tanto en R om a com o en Grecia y en Etruria, es la auténtica protagonista de la guerra. Los ciu d a d an o s contribuían con sus propios recursos a la form a­ ción del ejército, de m an e ra que según su riqueza eran situados en uno u otro grupo de la infantería, pues los equites seguían siendo designados po r el rey entre los primores civitatis. Esto último nos c onduce a otro im ­ p o r ta n te aspecto de la c o n stitu c ió n serviana, el censo, criterio m ed iante el cual se procedía a la clasificación de los ciudadanos. Desde el m om e n to de su creación, la tradición asim ilaba el censo a la estim ación monetaria, atri­ buyendo a cada clase u nas cantidades m ínim as. A u n q u e ya en el siglo VI existían trozos de b ronce cün un valor premonetal. la evaluación en metal de patrim onios com puestos p o r elem en­ tos de m uy diferente n aturaleza se h a ­

Aka! Historia del M undo Antiguo

ce e n o r m e m e n te difícil, p o r lo que hasta m ediados del siglo V, com o m uy pronto, no se introdujo la aestimatio monetaria. Todos los intentos realiza­ dos para restituir esos valores origina­ les en el m arco de una econom ía pre­ monetal. resultan extraordinariam ente h ip o té tic o s e i n f u n d a d o s ; ta n sólo existe u n a total c onform idad en que el criterio de riqueza em pleado se b a sa ­ ba en la tierra, com o sucedía en el c o n ­ te m p o rá n e o o rd e n a m ie n to censitario instituido p o r Solón en Atenas. En un estudio sobre la naturaleza del censo, G. Piéri ha establecido el auténtico va­ lor de esta institución en su estadio primitivo partien do de conceptos to­ talm ente diferentes, y concluye en que el verbo censere im plica u n a acción creadora de jerarquía, « p ro n u n c ia r la situación de cada uno y su rango en la sociedad» (E. Benveniste). En la R o m a primitiva la operación del censo tenía lugar m ediante la convocatoria a to­ dos los c iu d a d a n o s en el C a m p o de Marte, quienes tenían que presentarse arm ados: Omnes quirites pedites armatos, era la fórmula oficial que se e m ­ pleaba (Varrón, De lingua latina, VI.86), con la que se especifica que tal convo­ catoria era sólo obligatoria para la in­ fantería, no para la caballería, cuya co n stitu ció n co rresp o n d ía directa­ m ente al rey. Esta operación no tenía com o finalidad conocer la fortuna in ­ dividual de los c iudadanos, sino ap re­ ciar la calidad del a rm a m e n to presen­ tado y a tenor del m ism o e n c u a d ra r a cada u n o dentro o fuera de la classis. La constitución centuriada implicó a d e m á s u n n u e v o e s q u e m a social. A u n q u e el c o n ju nto del cuerpo cívico se en c o n tra b a inm erso en un m ism o sistema organizativo, el de las tribus, sin posibilidad de distinción entre las u rb a n a s y las rústicas, a efectos milita­ res, y, en consecuencia, ta m b ié n socia­ les y políticos, se produce en su seno u na diversificación que rom pe el teóri­ co igualitarismo im puesto p or la ante­ rior organización curiada. A partir de a hora los c iu d a d a n o s se dividen en ad-

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La Roma Primitiva

sidui y proletarii. El prim er grupo está com puesto p o r el conjunto de todos los propietarios de u n a tierra que ocu­ p a n p e rm a n e n te m en te y son los ú n i­ cos que pueden acceder a la función militar, reclutándose entre ellos tanto la classis c o m o las infra classem. Por el contrario, los proletarios son aquellos que. com o su m ism o n om bre indica, no poseen m ás que prole, o. en térmi­ nos de derecho rom ano, los que care­ cen de fa m ilia y pecunia, en definitiva, de tierras: a este grupo pertenecían los comerciantes, los artesanos y. en gene­ ral. las llam adas clases urbanas, a las cuales les estaba v ed a d o el ejército centuriado. im m unis m ilitia. según dice Livio. La nueva estru ctura social q ueda pues señalada p or la existencia de gru­ pos perfectam ente delimitados, a u n ­ que no cerrados, ya que. teóricamente, se dejaba la puerta abierta a la posibi­ lidad de prom o ció n social si se c u m ­ plían los requisitos exigidos para el ac­ ceso al escalón superior: es pues un a estructura censitaria. En la cúspide se e n co n tra b an los caballeros, que, pese a ser de designación real, existía en su

seno un a fuerte tendencia a hacer he­ reditaria la situación; este grupo se re­ clutaba entre los elementos m ás desta­ cados y constituía u na fuente del patriciado. A c o n tin u a c ió n ven ía n los e n c u a d r a d o s en la classis, es decir, aquellos que d ispo nían de suficientes recursos económ icos para procurarse p o r su cuenta el costoso arm a m en to hoplítico; constituyen u n grupo de ri­ cos propietarios rurales cuyo escalón superior deb ían tener u n poder muy similar al de los caballeros. En tercer lugar aparecen las infra classem, esto es, el resto de los propietarios rurales, gran m asa de cam pesinos poseedores de las m edian as y pequeñas prop ied a­ des, y en el último grado, los proleta­ rios. U n pro blem a al respecto surge so­ bre la situación de los clientes, sobre los cuales algunos autores piensan que estaban englobados en la clasis arro p a ­ dos po r sus patronos, quienes de esta m anera reforzaban su posición (A. Momigliano); po r el contrario, otros criti­ c a n esta p o s tu r a , a l e g a n d o q u e el cliente poseía a título individual tan poca tierra que no le permitiría cos­

Moneda de Bruto (?)

58 tearse el a rm a m e n to necesario, p o r lo que habría que situarles entre las infra classem (J.-C. Richard). Sin embargo, hay que tener presente que la tierra pertenecía al pater fam ilias y p or ello sus hijos no eran propietarios, lo que no les impedía presentarse en el censo y entrar en la classis c u a n d o los recur­ sos familiares lo permitían, y que ta m ­ bién el cliente form aba parte de la fa­ m ilia. Todo p a re c e in d i c a r q u e no existía u na no rm a fija sobre la cues­ tión y que la situación debía ser muy variable a tenor de las circunstancias. Según u n a o p in ió n m u y extendida ú ltim a m e n te (J. H eurgon, F. De M artino, R. M. Ogilvie, J.-C. Richard), la nueva o rg a n iza c ió n que Servio p r o ­ c uró al ejército tuvo u n in m e d ia to re­ flejo político m e d ian te la institución de u n a nueva a sa m b le a c iu d a d a n a , los comicios p o r centurias. Esta no constituía todavía u n au téntico com i­ tiatus, tal co m o se definirá la a s a m ­ blea p o p u la r en el siguiente pe ríodo republicano, es decir, a ú n carente de toda iniciativa y facultad de decisión. Su existencia se justifica p o r el h e c h o de ser la re p re se n ta ció n del nu evo ejército, al igual que antes las curias, y co m o tal era c o nv ocada p o r el rey a propósito de las cuestiones referentes a la defensa .de la ciu dad, pero se ha de su p o n e r que el m o n a r c a no se ve­ ría obligado a ello. Sin em bargo, no todos los c iu d a d a n o s e ra n lla m a d o s a pa rticipa r en la asam b lea; solam ente g o z a b a n de este privilegio aquellos que c o n trib u ía n d ecisivam ente a la fo r m a c ió n del ejército, esto es, los m iem b ro s de las centurias ecuestres y de la classis: p o r el contrario, las infra classem y, sobre todo, los proletarios estab an excluidos de esta asam blea, a u n q u e no de los comicios p o r curias. Las reformas de Servio Tulio son in terpretadas gen eralm en te c om o la expresión de ciertas tend en cias isonóm icas surgidas en Ronici y que e n ­ co n tra ro n u n a p rim e ra expresión en la ob ra de T arquinio Prisco. Servio es presentad o com o u n pe rsona je de o ri­

Akal Historia del M undo Antiguo

g en etrusco, un «condottiere», q ue re­ p re s e n ta b a los intereses de las nuev as clases q ue a p a re c iero n con el n a c i­ m ie n to de la ciud ad, tanto en E tru ria c o m o en el Lacio, y en consecuencia, op u e s to a las aristocracias gentilicias q u e p o r d o q u ie r i n te n ta b a n c o n so li­ d a r su poder. Esta o p in ió n es, en g ra n m e d id a , c o m p a r tid a p o r los p ro pios h is to ria d o r e s a ntiguos, que a d o r n a ­ ro n a Servio Tulio co n todas las v irtu ­ des tra d ic io n a le s del c iu d a d a n o ro ­ m a n o , situ a c ió n qu e todavía se hace m á s relevante en la inevitable c o m p a ­ ra c ió n entre Servio y T arq u in io el So­ b erb io . Sin em b a rg o , u n a reflexión d e te n id a de los prin c ip a le s p u n to s en 5. La tiranía de Tarquinio el Soberbio (Livio, 1.49.1-7) Entonces com enzó el reinado de Lucio Tarquinio, llam ado el S oberbio por sus he­ chos, ya que com o yerno pro hibió la se­ pultura a su suegro (Servio Tulio), dicien do que «R óm ulo tam po co había sido enterra­ do», y a los p rin cip a le s senadores, por creer que habían, favo re cid o los asuntos de S ervio, les m a n d ó matar. Pensando que su usurpación crim inal era un pre ce­ dente que podía volverse contra él, se ro ­ deó de una guardia arm ada, pues no tenía otro d e rech o al trono que la fuerza, ya que ni el voto del pueblo ni la ap rob ació n del S enado le habían hecho rey; adem ás, no pu d ie n d o contar con el apoyo de los c iu ­ dadanos, no le qu edaba otro m edio para de fend er su poder que el terror.· Para in­ fun dirlo en m ayor m edida, instruía p ro ce ­ sos capitales por sí m ism o, sin asesores, y por este cam ino hacía ejecutar, enviar al exilio y privar de sus bienes no sólo a sos­ p e c h o s o s o e n e m ig o s, sin o ta m b ié n a aquellos que no hacían más que esperar los despojos. Después de haber diezm ado al S enado d e cid ió no nom brar otros sen a­ dores, a fin de desacreditar esta institución incluso por su d e bilid ad num érica. Fue el prim er rey que rom pió con la tradición de som eter todo al S enado; con consejeros privados adm in istra ba los asuntos p ú b li­ cos: hizo y discutió sobre la guerra, la paz, los tratados, las alianzas por sí m ismo, con quienes quería, sin la opinión del pueblo ni del senado.

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La Roma Primitiva

r?

Alzado del tem plo de Júpiter, sobre el

Capitolio (según E. Gjerstad)

que se a rticula la o b ra de Servio, nos c o n d u c e a c o n c lu s io n e s to ta lm e n te diferentes, y al m ism o tiem po, nos ay u d a a c o m p r e n d e r m e jo r la figura de T a rq u in io el Sob erb io y en gen e­ ral, la h isto ria de R o m a en el siglo VI a. C. C o m o h e m o s visto con a n te rio ri­ dad, Servio accedió al tron o de R o m a en c o n d ic io n e s difíciles y tras u n e n ­ f re n ta m ien to a r m a d o con T arquinio Prisco. Este ú ltim o se h a b ía de sta c a ­ do co m o firme o p o n e n te a las a m b i ­ ciones de p o d e r de la aristocracia p a ­ tricia, llegando a p a g a r con su vida el éxito de su política reformista. Po r el contrario, Servio Tulio consiguió rei­ n a r c o n el a poyo de esa m is m a aristo­ cracia y su política sirvió en general a sus intereses, p ro p o r c io n á n d o le un os nuevos c u a d ro s a d a p ta d o s a las cir­ c u n sta n c ia s de la ép oca y sustitutivos de a quellos m ás antig uo s que T a rq u i­ nio h a b ía tr a n s f o r m a d o . La p ie d ra a n g u la r de todas las reform as servian a s, la c o n s ti tu c ió n c e n tu r ia d a , es q uizás la m a n ife sta c ió n m ás se ñ a la ­

da de los propósitos de este monarca. E n p r im e r lugar, el in c rem e n to de las ce n tu ria s de caballería significa u n a fia n z a m ie n to de las fam ilias p a ­ tricias, t r a t a n d o de d is o lv e r la i n ­ fluencia que c o n la creación de los equites posteriores h a b ía in tro d u c id o T a rq u in io Prisco en esta institución. Pero es en la estructura de la classis, así c o m o en la a sa m b le a que llevaba consigo, d o n d e m e jo r se aprecia la te n d e n c ia aristocrática de Servio, ya que descargó todas las resp on sab ili­ d a d e s en los g r a n d e s p ro p ie ta rio s , m ie n tra s que los m e d ia n o s y p e q u e ­ ños, a u n q u e en u n a ocasión se dice que fu eron protegidos p o r el rey, lo cierto es que se les exigían deberes m ilitares sin los corresp on dientes de­ rechos políticos; p o r lo que respecta a los p r o le t a r io s , su m a r g i n a c i ó n es p rá c tic a m e n te total, pues se les c o n ­ virtió en c iu d a d a n o s de segunda, p ri­ vados de deberes m ilitares pero ta m ­ b ién de d erecho s políticos. E n sínte­ sis, en la o r g a n iz a c ió n de Servio Tulio el p atric ia d o e n c o n tró u n m arco ideal

60 d o n d e f u n d a m e n t a r sus asp iracion es de p od er, y así lo d e m o s tró u n o s años m ás tard e c u a n d o so brev in o el régi­ m e n rep u b lica n o . Por ello, no es de e x tr a ñ a r q ue la analística, te n d e n c io ­ s a m e n te c o n se rv a d o ra y aristocrática, s a lu d a r a a Servio c o m o aquél qui li­ bertatem civibus stabiliverat (L. Accio, e n C icerón, Pro Sextio, 123). Pero p o r lo m ism o ta m p o c o d e b e m o s s o r p re n ­ d e rn o s de qu e Servio fuese v io len ta­ m e n te s u c e d id o p o r u n m o n a rc a que reviste to d a s las a p a rie n c ia s de un tirano. Los histo riad o re s antig uo s d e d ic a n a la figura de T a rq u in io el Soberbio la s p á g i n a s m á s n e g r a s d e to d a s c u a n ta s p u e d e n e n c o n tr a r s e en sus escritos. Todos los vicios y defectos posibles son sin m ás atribu id os a este personaje, q u ie n recibió a d e m á s to­ d o s a q u e l lo s q u e la h is to r io g r a f ía griega del siglo IV a. C. u tilizaba p a ra definir a sus tiranos. La perversidad de T a rq u in io se m an ifiesta e n los m is­ m o s c o m ie n z o s del relato, c u a n d o inicia el c a m in o h a c ia el tro n o c o m e ­ tiendo varios crím e ne s y c u lm in a n d o c o n el del p ro p io Servio co m etid o a la luz del día, a q u ie n a d e m á s negó la sepultura. A p a rtir de este m o m e n to todos los actos v inc u la do s a T arq ui­ nio se c a ra c te riz a n p o r u n a s c o n s t a n ­ tes de c ru e ld a d e injusticia q ue o c u l­ ta n el verd a d e ro significado que c o n ­ tienen, de m a n e r a que no resulta fácil e n c o n tr a r tras este relato estereotipa­ do el recuerdo de h e c h o s históricos. C i e r t a m e n t e T a r q u i n i o llegó a ser o d ia d o d u r a n te su rein ado , pero sólo p o r aqu el sector al q u e c o m b atió, la aristo c ra c ia p a tric ia , qu e co n sig u ió cristalizar en su p e r s o n a el odium reg­ ni y tra n sm itir este espíritu a la a n a ­ lística posterior. Es m u y p r o b a b l e q u e T a r q u i n io hu b ie se u s u r p a d o el trono, p ero al a c ­ tu a r de esta m a n e r a n o h a c ía sino c o n t in u a r u n a te n d e n cia in ic iad a p o r Servio. Si éste h a b ía c o n ta d o en su m o m e n to c on el ap oy o del p a triciado, la e n tro n iz a c ió n de T a rq u in io el So­

Akal Historia del M undo Antiguo

b e r b io su p o n e u n a vuelta al reinad o de su a b u e lo , el p r im e r T a rq u in io , a u n q u e a h o ra la situació n se p re se n ­ ta b a m u c h o m ás radicalizada. D e s ­ g ra c ia d a m e n t e , p o r el m o m e n to es im p o sib le establecer en qu é m e d id a el fu n c io n a m ie n to de la constitu ción se rv ia n a se vio afectado p o r el gobier­ no de Tarquinio. Todo parece in d ic a r q ue éste m a n tu v o todas las in stitucio­ nes en suspenso, p r a c tic a n d o u n a p o ­ lítica p erson alista, sim ilar a la de los tira n o s griegos c o n te m p o r á n e o s , en beneficio de los elem entos p o p u la re s y e n c o n t r a de los inte re se s de la aristocracia. La tra d ic ió n acusa a Tarquinio de h a b e r d ie z m a d o el S e n a d o y de go­ b e r n a r sin consultarle, pero ta m b ié n de o b lig a r al p u eb lo a tra b a ja r g ratu i­ ta m e n te en las gran d e s ob ras p ú b li ­ cas q u e proyectó. Si la p rim e ra a c u s a ­ ción refleja con to d a p r o b a b ilid a d el h e c h o h istó ric o d e la o p o sic ió n de T a rq u in io a los primores civitatis, la se­ g u n d a es to ta lm en te in fu n d a d a , pues este m o n a r c a d e m o stró u n a especial d e d ic a c ió n hacia todos aquellos m a r ­ g in a d o s p o r la c o nstituc ió n de Servio, favoreciendo el desarro llo de las acti­ v i d a d e s m e r c a n tile s y a r te s a n a le s , c o m o q u e d a p a te n te en el a c u e rd o c on C a rtag o del a ñ o 509 y en la c o n s ­ tru c ció n del m ag nífico tem plo de J ú ­ p iter sobre el C apitolio, realizaciones a m b a s qu e in ju sta m e n te los a nalistas tr a ta r o n de a r r e b a ta r le s itu á n d o lo s e n el p r im e r a ñ o de la República. Según c u e n ta la tradición, T a rq u i­ nio fue d e s tr o n a d o c o m o c o n se c u e n ­ cia de u n a revuelta de pa la c io p r o v o ­ c a d a p o r u n a nu e v a c ru e ld a d , esta vez c o m e tid a p o r u n o de sus hijos. I n ­ m e d ia ta m e n te a su expulsión, la m o ­ n a r q u ía fue r e c h a z a d a p o r o dio al m o n a r c a y su stituida p o r u n a res p u ­ blica c o n s titu id a ex com entariis Ser. Tullii (Livio, 1.60.4), es decir, a p a r tir de las in d ic a c io n es de Servio Tulio. Este a c o n te n c im ie n to tuvo lug ar en el a ñ o 509 a. C. y c o n él se cierra el p ri­ m e r ca p ítu lo de la historia de Roma.

61

La Roma Primitiva

Cuadro Cronológico: Fases de la cultura lacial

Pinza

Gjerstad

1.000

M. Karpe 1

1

850 800

1

750

11

700 650

Pallottino

IA

1

11

III

I1A

11A1

IIB

IIA2

111

IIA3

II

111

IIB1

III

IVA

IIB2

IV

IV

IV

1

I1A IIB

V

600

1

550

Comienzo de la época arcaica

500

Colonna

IB

950 900

Peroni

IVB

Rómulo Numa Tulo Anco Tarquinio I Servio Tarquinio II República

62

A kai Historia d el M undo Antiguo

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