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JESÚS Y LA MUJER ADULTERA (7,53-8,11) 7,53 Y se fueron cada uno a su casa. 8,1 Jesús, por su parte, se fue al Monte de los Olivos 2 y al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo venía a él. Estando sentado, les enseñaba. 3 Pues bien, los escribas y los fariseos traen a una mujer sorprendida en adulterio y poniéndola de pie en medio ,4 le dicen: “Maestro, esta mujer acaba de ser sorprendida en flagrante delito de adulterio. 5 Pues bien, en la ley, Moisés nos ha prescrito lapidar a ésas (mujeres).Entonces, ¿tú qué dices?». 6 Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Jesús, agachándose, escribía con su dedo en el suelo. 7 Pero, como se quedaban allí interrogándole, se levantó y les dijo: «El que entre vosotros esté sin pecado tírele el primero una piedra». 8 Y agachándose de nuevo, escribía en el suelo. 9 Pero ellos, oyendo (esto), se retiraban uno a uno, empezando por los más viejos, y él fue dejado solo, así como la mujer que se mantenía allí en medio. 10 Levantándose, Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?». 11 Ella dijo: “Nadie, Señor». Y Jesús dijo: « Tampoco yo te condeno. Vete y en adelante no peques más!». Historicidad. Este admirable relato no es joanico1. Ausente de los manuscritos más antiguos2, es ignorado por los Padres de la Iglesia hasta el siglo IV3, a partir de entonces su canonicidad fue defendida por algunos padres latinos4; la primera mención sobre él se encuentra en la Didaskalia, que lo cita para exhortar a los obispos a la clemencia con los pecadores. Por su estilo y por su contenido, este texto está emparentado con los relatos sinópticos, particularmente de Lucas. No se sabe dónde fue recogida en primer lugar esta perla perdida de la tradición antigua ¿en un evangelio no recibido por el conjunto de las iglesias o en el Proto-Lucas? Según numerosos exegetas, el núcleo del episodio es o podría ser histórico, ya que la pena que había que aplicar en caso de adulterio era una cuestión controvertid en el judaísmo del siglo I y la actitud de Jesús está de acuerdo con la presentación de los evangelios sinópticos. Otros autores, sin
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El estilo y el vocabulario («monte de los olivos»,« escribas y fariseos”, “Maestro» en lugar de «Rabí», Jesús enseña sentado) son extraños a Jn. Este episodio Interrumpe de forma poco adecuada la secuencia de los capítulos 7-8 Ya Lagrange, Comm,221-226 indica estas anomalías Sobre el texto en su conjunto, el estudio más amplio es el de U Becker, Jesús un ddieEhebrecherm,Berlín1963. 2 Mientras que el testimonio más antiguo de Jn (P66) data de alrededor del año 200, el primer manuscrito griego que contiene esta pericopa es el Codex Bezae (siglo v) Sin embargo, algunos manuscritos anteriores dejan un espacio en blanco después de 7,52, como si el copista hubiera conocido la existencia del relato Jerónimo (siglo IV) dice que lo encontró en manuscritos griegos y latinos, un pasaje de Didimo (siglo IV), descubierto recientemente, deja suponer su existencia en un manuscrito alejandrino (cf B D Ehrmann, NTS 34 (1988) 24-44) La inserción del relato podría remontarse a finales del siglo III. En latín, figura en la Vulgata (finales del siglo IV) y en varios testimonios de la Vetus latina. En algunos manuscritos posteriores se le sitúa detrás de Lc 23,37s o como un apéndice de Jn; en León Dufour, Xavier. 3 Los primeros comentaristas de Jn (el gnóstico Heracleon, Ireneo, Origenes, Crisostomo, Nonno) no mencionan este relato. 4 Agustín, Ambrosio, Jerónimo. El canon de las Escrituras es el corpus de libros bíblicos reconocidos por los judíos o por los cristianos como inspirados por Dios
embargo5, opinan que este relato es una leyenda nacida en la Iglesia del siglo II (antes del 150); un índice de ello serian ciertas inverosimilitudes del texto, en el que los partidarios de la historicidad ven simplemente algunas lagunas de información que intentan colmar con la ayuda del antiguo derecho en Israel. Sin embargo, el principal problema que concierne a esta perícopa gira en torno a su pertenencia o no al evangelio de San Juan. La mayoría de los comentaristas niegan que perteneciera originariamente al Cuarto Evangelio. Los hay incluso – R. Bultmann, H. Strathmann o C. H. Doddque no la consideran en sus respectivos comentarios; otros como Barrett, Lightfoot, o MateosBarreto, la tratan en un apéndice final. Pero existen razones en favor de su autenticidad, el pasaje es muy antiguo; era conocido por Papías e, incluso por el Pastor de Hermas y el Evangelio de los Hebreos; la mención del pasaje en la Didascalia obliga a situarlo en el siglo I; y su autenticidad ha sido defendida por los escritores latinos como Paciano. La conclusión a la que llegan la mayoría de los críticos es que en su origen esta perícopa no pertenecía al evangelio de San Juan, habiendo siendo insertada posteriormente en él. Su inserción en este lugar se habría debido, según algunos, a que en 8,15 Jesús afirma que él no juzga a nadie, afirmación que habría sido introducida perfectamente por el episodio de la adultera. Sin Embargo, hay que hacer notar que el relato tiene muchos lazos que lo unen a Juan, en cuanto a tema, vocabulario y estilo; además no rompe la estructura de los capítulos 7 y 8, antes al contrario, aparece como una nueva confrontación entre Jesús y la ley de Moisés. Por lo demás, algunos de los testimonios de los Padres que aceptan la autenticidad joanica de la pericopa son más antiguos que los códices griegos que la omiten. Por otra parte, la mayoría de los manuscritos griegos que incluyen la pericopa lo hacen en el lugar en el que la conocemos actualmente, y no parece verosímil que se a una inserción de un material no canónico de un evangelio, pues seria un fenómeno desconocido en la historia de la transmisión del evangelio; más bien parece probable que la mayoría de los manuscritos que contienen la pericopa sean el producto de una larga cadena de transmisión que se remonta muy atrás en la historia, toda vez que la hipótesis de la posterior inserción es poco factible. Es también cierto que los padres griegos no han comentado la perícopa, pero este silencio no es probatorio; la mayoría de los antiguos comentaristas griegos, a excepción de Crisóstomo, son egipcios, y es muy probable que no conocieran la pericopa o se abstuvieran de comentarla por su carácter controvertido. Es mucho más consistente el testimonio de los padres latinos que si la tuvieron en consideración; tal es el caso de Ambrosio, Jerónimo, que vivió tanto en Oriente como en Occidente, y Agustín. Por lo tanto, del hecho de la ausencia de la perícopa en los manuscritos griegos más antiguos, no podemos deducir necesariamente que no sea joanica.6 Por lo que respecta a la historicidad de la perícopa cabe señalar que los datos topográficos son exactos y no hay la más mínima huella de una invención tardía. Es cierto que desde un punto de
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R Bultmann, H Koster, y sobre todo H F von Campenhausen, ZNW 68 (1977) 164-175, en Leon Dufour, Xavier. 6 C.f. Z. C. HODGES, “The woman taken in Adultery”, 331-332. El autor hace una posible reconstrucción de los hechos que determinaron la exclusión y el silencio sobre este episodio, que, aunque no puede ser probada, sin embargo debe colocar a un observador imparcial ante la duda sobre el carácter probatorio de las supuestas “evidencias” externas; cita en Eclesiología Esponsal de DOMINGUEZ BALAGUER, Ramón.
vista penal, hay en el texto algunos detalles que resultan poco verosímiles7, pero la intención del autor no es la de presentar una controversia judicial, sino la de anunciar el Kerigma: mostrar que Jesús trae a los hombres el perdón gratuito de Dios. Y el evangelista selecciona los datos más útiles para su propósito. De hecho aunque la mayoría de los críticos niegan la paternidad joánica de la perícopa, casi todos ellos avalan su carácter histórico, tratándose de un episodio de la vida de Jesús, ya que la cuestión planteada estaba candente entonces, el Maestro de Nazaret se pronuncia abiertamente contra la aplicación implacable de la Torah y contra quienes la defienden, perdonando con plena autoridad y sin condiciones. La perícopa proviene, por tanto, de la tradición apostólica, por eso fue conservada e insertada en el evangelio de Juan, si es que no formaba parte de él. Porque también es posible que procediera en sustancia del mismo Juan o de un discípulo suyo, o de las tradiciones que dieron origen a los evangelios sinópticos. Hay una pregunta que nos debemos formular: ¿Por qué este relato, tan profundamente evangélico, fue sometido al ostracismo? La mayoría de los comentaristas se inclina a pensar que su contenido creaba dificultades a la práctica penitencial de la iglesia primitiva, ya que el adulterio, juntamente con la apostasía y el asesinato, era uno de los pecados que se juzgaban incompatibles con la condición de bautizado, y excluía de la comunidad. Esto explicaría su ausencia de tantos testigos antiguos, ya que la actitud de Jesús resultaba difícil de conciliar con la rígida disciplina penitencial de la iglesia primitiva, siendo significativo el hecho de que Tertuliano, conocido por su rigorismo, lo silencie por completo. Posteriormente, la evolución de las prácticas penitenciales permitió reintegrar a los pecadores públicos en la comunidad, quedando eliminada la dificultad que creaba esta perícopa. Interpretación La perícopa de la mujer sorprendida en adulterio está situada en el marco de la Fiesta de las Tiendas, más en concreto después del último día de la fiesta (7,37), al amanecer del octavo día, que, aunque no era parte integrante de la misma, estaba dedicado a la exaltación de la Ley, norma suprema del pueblo de Israel8. Es pues importante tener en cuenta esta festividad y las diversas manifestaciones cristológicas insertas en la misma para encontrar el sentido de esta perícopa. Precisamente toda esta conmemoración, tan importante como la Pascua, y ciertamente la más popular en tiempos de Jesús, celebraba el encuentro de Dios con su pueblo en el desirto y la ratificación de la Alianza en el Sinaí, en donde Dios hizo entrega de la Ley a Israel. Parece lógico suponer que el autor tiene presente este momento fundamental de la historia del pueblo. Hay 7
Para tratarse de un hecho concreto, faltan algunos elementos en el relato, y sobran otros: nada se dice del marido de la mujer ni de su amante, y el sometimiento del caso a Jesús por parte de los escribas y fariseos, es poco verosímil; por otro lado, se insiste en detalles aparentemente superfluos y poco claros, como la reiteración en el agacharse y levantarse de Jesús y el escribir con el dedo en la tierra; todo ello nos lleva a considerar el episodio en su dimensión simbólica; cf. X. LÉON – DUFOUR, Lectura del Evangelio de Juan II, Salamanca 2000, 251-252. 8 La Fiesta de las Tiendas duraba siete días, del 15 al 21 de Tisri. Posteriormente se celebró también el día octavo. Coincidiendo con la octava se ha celebrado más tarde la fiesta de la Shimhat haTorah, alegría de la Ley, para festejar la terminación de la lectura cíclica sinagogal de la Torá; C. DEL VALLE, La Misná, 355. En el octavo día tenía lugar una asamblea solemne (Lv 23,36; Nm 29,35; Ne 8,18).
algunos detalles que avalan esta suposición: por una parte, la Ley era considerada como luz que ilumina al hombre en su caminar por esta tierra (Sal 19,9); Jesús, por su lado, aparece en el templo al amanecer, viniendo desde el Oriente, y acto seguido va a realizar una solemne declaración en la que se presenta como luz del mundo, identificándose de algún modo con la Ley (8,12), de modo que a partir de ese momento él, y no la Ley es la luz que guía al hombre; por otra parte, al determinar la suerte que ha de correr la mujer sorprendida en adulterio, se va a establecer una especie de confrontación entre la ley de Moisés y la ley de Jesús; éste, en lugar de responder directamente a la pregunta de los escribas y fariseos, escribe con el dedo en la tierra, gesto que repetirá dos veces y que evoca fácilmente a Dios escribiendo con su dedo la Ley en tablas de piedra por dos veces, antes y después de la idolatría del pueblo con el becerro de oro, considerada como un adulterio del pueblo de Israel (cf. Ex 31, 18; 34,1). Jesús se está equiparando, prácticamente, al mismo Dios (cf. Ex 13,21; Sal 27 , 1;36, 10 ; 89, 16; Sb 7,26; Is 9,1; 60,19, 1 Jn 1,5), el evangelista ya había preparado el terreno para esta declaración presentando a Jesús en la escena de la adúltera, no sólo como intérprete, sino como Señor de la Ley. El autor comienza presentando la escena. Inmediatamente después de señalar la marcha de Jesús y de la gente, se nos indica que él “de madrugada se presentó otra vez en el Templo” y que “todo el pueblo acudía a él”. Hay una insistencia en señalar unos detalles sin importancia; el relato tendría que empezar normalmente en 8,2, pero el comienzo actual tiene que tener una explicación. El interés por reseñar este ir y venir puede responder al deseo de presentar a Jesús como uno más de entre la multitud, que se retira al término de la jornada, pero, a diferencia de los demás, no vuelve a su casa, sino al monte de los Olivos. La indicación de este lugar aporta un elemento simbólico al relato, como notó ya San Agustín: el monte de los Olivos es un lugar donde abunda el aceite con el que se debía ungir al Mesías9; por otro lado, sólo en otro momento aparece Jesús por la noche en el monte y en actitud de oración: la noche de su Pasión (Jn 18,1; cf. Jn 6,15). ¿A qué va Jesús al monte de los Olivos? A orar, y mientras él está orando, una mujer, en la oscuridad de la noche, está pecando. En cualquier caso, Jesús se presenta otra vez en el Templo en donde había estado enseñando durante los días anteriores (Jn 7,14). La noche y la madrugada son, en el Cuarto Evangelio, tiempos de peligros y de pecado; en la noche están los discípulos a punto de perecer (6, 16SS; CF. Mc 6,48), y en la madrugada, Pedro niega a Jesús (Jn 18, 17.25.27-28). Pero de madrugada, cuando sale el sol, se abren las puertas del Templo, que miran a Oriente; la luz del sol penetra en el interior del Templo y se inicia el culto. Pues bien, de madrugada, viene Jesús desde el monte de los Olivos que está al oriente del Templo: el evangelista está poniendo las bases para presentar a Jesús como la luz verdadera (cf. 8,12) que entra en el Templo. La parte introductoria de la perícopa se cierra con la indicación de que Jesús “se sentó y se puso a enseñarles” (8,2b). Presentar a Jesús “sentado” no es habitual en el Cuarto Evangelio, que en sus diálogos con los judíos o con la gente lo presenta por lo general de pie (7,37) o caminando (9,1;10,23). La indicación de que “se sentó” para enseñar al pueblo parece preparar la contraposición de las dos interpretaciones de la Ley, la de Moises y la del propio Jesús. Jesús aparece como el maestro por excelencia, como reconocerán sus interlocutores, cuando más adelante le 9
S. AGUSTÍN, In Ioann. Evang., 33,4 (PL 35, 1648 – 1651, en especial 1648); Tratados I, 763: cf. F. ROUSSEAU, “La femme adultére”, 473.
llamen, maestro; por eso aparece sentado, como maestro. En la misma postura había aparecido ya en el dialogo con la mujer de Samaría (4,6) y aparecerá, más tarde, en el juicio ante Pilato (19, 13). En un segundo movimiento, frente al requerimiento de sus interlocutores, Jesús no responde directamente sino que hace un gesto extraño: escribe con el dedo en la tierra. Más allá de las muchas interpretaciones que se han dado a esta acción10, tal vez convenga descubrir en ella un gesto cargado de simbolismo. En esa línea nos orienta la mención del monte de los Olivos al principio de la perícopa, la entrada de Jesús en el Templo de madrugada y la postura en la que enseña, es decir, sentado: sentar a Jesús como la luz que se derrama sobre el Templo, porque llega al amanecer desde el oriente, y porque proclama una Ley que es nueva, no porque sustituya a la anterior, sino porque la lleva a su plenitud. En este contexto, parece lógico descubrir una dimensión simbólica en la acción de Jesús de escribir con el dedo en la tierra. Y lo primero que se debe tener en cuenta es que el evangelista señala simplemente que escribe en la tierra, sin referirse para nada a lo que escribe; de acuerdo con ello, el intérprete debe fijar su atención en el hecho de que escribe; sin preocuparse de identificar lo escrito por Jesús. Para poder entender el significado que el evangelista quiere dar a este gesto, hemos de tener en cuenta el contexto en el que ha situado esta perícopa: la intención primordial del evangelista es de carácter cristológico; tanto en el evangelio en general, como en esta sección en particular el autor nos quiere mostrar quien es Jesús. Pues bien, en el marco de la Fiesta de las Tiendas y del don de la Ley que Dios escribió con su dedo en tablas de piedra, al indicar que escribió con su dedo en la tierra cabe suponer que Jesús está haciendo lo mismo que Dios; por tanto, que lo que haga él tiene más importancia que lo que mandó Moisés. La antigua Ley estaba escrita en tablas de piedra por el dedo de Dios (Ex 31,18); ahora el dedo de Jesús escribe esta Ley en la tierra, es decir, en el corazón del hombre, hecho con polvo del suelo
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Cf. Nota de la Biblia de Jerusalén a Jn 8,8.
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