Jenna Byrnes - Cattle Valley 2 - Las apariencias engañan.pdf

October 1, 2017 | Author: La Haker Kandj | Category: Nature
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Serie Mujeres de Cattle Valley 2

Libro 2 Las Apariencias Engañan

Jenna Byrnes

Este libro fue traducido por el blog BRAD PACK C para libre lectura solo te pedimos que no cambies nada de él. Nuestro staff realizó mucho esfuerzo para que puedas leerlo. Este libro es de contenido homoerótico, es decir tiene escenas de sexo explícito, si te molesta el tema no lo leas, y si eres débil de corazón no sería recomendable.

¡¡Esperamos que lo disfrutes!!

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Resumen Adeline Murphy cree que la posada Apple Valley es la única cosa que le esperaba en Cattle Valley, y entonces conoce a Melissa Danes quien cambia su manera de pensar. Adeline Murphy se dirige a Cattle Valley, Wyoming en busca de un nuevo comienzo. Ella ha invertido hasta el último centavo que tiene en la compra de la posada cama y desayuno. Al llegar a la ciudad con una amiga de mal humor a cuestas, Addie estaba devastada al descubrir que la posada había sido objeto de vandalismo. Con la propiedad inhabitable, no tiene ninguna fuente de ingresos y una demanda. Melissa Danes tiene una existencia tranquila en Cattle Valley, pero se ve sacudida por la llegada de la hermosa Addie y su tosca amiga, Chloe. Ha sido cautivada por Addie, pero se queda lejos ya que cree que Addie y Chloe se encuentran en una relación estable. Cuando descubre que no, todas las apuestas están echadas. Mel descubre que Addie tiene varias barreras que cruzar, incluyendo la reparación de la posada y una baja autoestima. Cuando Mel mira a Addie ve más allá de la apariencia, pero ella tiene que encontrar la manera de que Addie lo vea también.

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Capítulo Uno Adeline Murphy miró de soslayo la luz del sol que brillaba y bostezó. Buscó por todo el asiento trasero de su viejo Pontiac Le Mans antes de soltar el cabezal de pasajeros, tratando de sentarse. —¿Ya amaneció? —Echó un vistazo alrededor. —¿Hmm? —Murmuró la mujer dormida en el asiento delantero algo ininteligible y se dio la vuelta, lejos de Addie. —Hey, Chloe. —Addie la alcanzó y movió su hombro—. Ya amaneció. ¿Quieres tomar una ducha antes de irnos de Casper? —No quiero estar en Casper —murmuró Chloe, tratando de enterrar su cara en la almohada. Addie volvió a bostezar. —Que tosca. No tenías que venir conmigo, ya sabes. Estoy segura de que puedes tomar un autobús de regreso a Colorado Springs. Chloe abrió un ojo. —Tal vez lo haga. ¿Cuál es el nombre de este pueblo al que vamos, otra vez? —Cattle Valley. —Addie agarró el mal doblado mapa de Wyoming y miró en él. —En algún lugar cerca de Sheridan, en ese estado, es casi tan al norte como puedas ir. —Genial. —Chloe lanzó un brazo sobre su cara—. Está bien, lo que sea. No dejé nada en Colorado, te diré eso más adelante. En cuanto vea que puede ofrecer esa Cow Village.

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—Cattle Valley. —Addie meneó el esqueleto de su compañera con el mapa y lo dejó caer sobre el ancho del tablero frontal—. Vamos, coge tus cosas. Tienen duchas en la parte trasera de esta parada de camiones. Así que, podemos conseguir algo para desayunar. Empujando su almohada y una manta a un lado, Chloe se sentó. —¿Qué tal echarnos un polvo? Así es como me gustaría despertar por la mañana. Addie le sonrió a una revuelta Chloe, con el pelo rubio de punta y maquillaje manchado. Addie le acarició una mejilla limpiando el rimen negro del ojo izquierdo de Chloe. —Vamos a buscar las duchas, a ver si hay alguna privacidad. La cara de Chloe se le iluminó, y ambas salieron del coche. Addie abrió el maletero y hurgó en una de sus maletas de ropa limpia por un par de toallas. Miró a Chloe hurgar en una bolsa de lona vieja de estilo militar y sacar dos camisas arrugadas por igual. Chloe olfateó una y se encogió de hombros, tirándola por encima del hombro. Ella empujó la otra de nuevo en la bolsa. —Tengo champú en alguna parte. —Addie buscó profundo. Encontró el jabón y los otros suministros necesarios y luego miró a Chloe—. ¿Algo más? —Oh, sí. —Chloe tomó un pequeño kit de maquillaje. Addie cerró el maletero, y se dirigieron hacia el interior. La mayoría de los conductores de camiones se fueron antes del amanecer. Ella había oído retumbar sus motores diesel, uno por uno, pero trató de ignorarlos y dormir todo lo que pudo.

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Sólo tenían un par de horas para retomar su viaje de ocho horas, se había quedado exhausta por la noche al tratar de hacer todo el camino. Una gran multitud se había reunido en el comedor para el desayuno. El padre de Addie le decía, que si ella quería una buena comida cuando viajaba debía de comer en una parada de camiones. Donde iban y venían los camioneros con regularidad, siempre supo que ellos eran los mejores lugares para comer. Hizo algunos cálculos mentales rápidos y supo que no podían gastar mucho es sus comidas. Habían derrochado en una gran cena, cuando llegaron la noche anterior se pasaron el resto de la noche defendiéndose de los camioneros que no se dieron cuenta que eran gay. Chloe no mejoró las cosas, tenía la costumbre de dejar que los hombres le compran sus bebidas antes de lanzarles la bomba. A la mayoría les molestaba que hubieran perdido su tiempo y dinero, unos pocos categóricamente se enojaron. Habían conocido un par amables, aunque, les dieron sus cupones de una ducha gratis muchos conductores los acumulaban por un tanque lleno. Después de seguir las indicaciones hacia el área de las duchas, Addie entregó sus cupones y les dieron dos toallas y dos tapetes de papel. Ella y Chloe miraron a cada una de las toallas, las otras estaban sucias y rígidas. —Creo que vamos a tener que pasar de ellas. —los puso en un banco y entró en las duchas. —No está mal. —Chloe salió de su ropa. —Voy a dejar puesto mi flip-flops, por si acaso. —Addie hizo un gesto a sus sandalias de goma.

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—Qué diablos. Probablemente he estado expuesta a todo lo posible, de todos modos. —Su amiga pateo sus zapatos a través del cuarto y se metió en una cabina. —¿Te importaría unirte a mí? Riendo, Addie eligió la ducha junto a Chloe, cerró la cortina de plástico. —No lo creo. Vamos a entrar y salir. Vamos a tener tiempo para descansar cuando lleguemos a Cattle Valley. —No es divertido. —La voz de Chloe sonaba enfurruñada, pero su agua estaba encendida. —Aquí. —Addie pasó el jabón y el champú cuando los uso, entonces se apresuró a secarse con una toalla. Ella no estaba segura sobre el nivel de privacidad, y no quería quedar atrapada desnuda en la ducha en una parada de camiones. Ella se vistió con una camiseta y pantalones vaqueros de corte bajo. Había un secador de pelo pegado a la pared, y fue capaz de secar el cabello corto y negro. No había manera de darle estilo, pero iba a conducir por amor a Dios. ¿A quién le importaría? Chloe estaba en la ducha, y Addie estaba vestida por completo y lista para irse. —¡Vamos, haciendo ahí?

niña!

—Llamó

finalmente—. ¿Qué

estás

—¿No te gustaría saberlo? —Una voz burlona le contestó. —En realidad, me gustaría salir de aquí. ¿Crees que puedas hacerlo en cualquier otro momento y pronto? El agua se detuvo, y Chloe echó la cortina. —Perra, perra, perra. Muy bien, estoy lista. ¿Nos vamos? —Ella levantó las manos.

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Addie miró por encima del cuerpo desnudo de Chloe. Ella tenía los pechos firmes y turgentes con los pezones redondos de forma perfecta. Eran de color marrón oscuro en contraste con su piel blanca. El de la izquierda estaba perforado, y el pequeño aro, de plata coincidía con el anillo que colgaba de sus labios completamente afeitados. Addie echó un vistazo a la carne tentadora luego apartó la mirada rápidamente. Chloe no necesitaba ningún estímulo. Una mirada sugestiva podría hacerlas masturbarse en cada lugar en ese momento. Addie estaba ansiosa por ponerse en marcha. Ella tomó una de sus toallas limpias y secas. —Vamos. —Sí, señora. —Chloe sonaba cooperativa, pero se secó lo más lentamente posible. Se quedó desnuda frente al gastado espejo, lleno de cicatrices y se secó el cabello y luego se detuvo para examinar su rostro de cerca—. Necesito el maquillaje. —Te ves muy bien. Tal vez podrías ponerte el maquillaje en el coche. —Addie miró el reflejo de Chloe en el espejo. Un semental brillante adherido al final de una ceja, y ocho pendientes adornando cada oreja. Ella sabía el número exacto. No podía dejar de contarlos cuando besaba esa parte de la rubia sexy. Chloe resopló con disgusto, pero se alejó del espejo. Vagó por la pequeña habitación, húmeda, al parecer sin importarle que alguien pudiera entrar en cualquier momento. Avanzando a paso de tortuga, recogió sus cosas y, finalmente, empezó a vestirse. No pasó mucho tiempo. Una pequeña tanga azul, pequeños pantalones cortos y una camiseta blanca eran todo lo que tenía. Addie se mordió el labio. Hermosos pezones marrones se veían a través de la delgada camisa.

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¿Tendré que verlos en el transcurso del día? tendría que esperar hasta que llegaran a Cattle Valley.

El sexo

—Muy bien, estoy lista. —Chloe se deslizó en sus sandalias y recogió sus cosas—. Me veo como una mierda, pero creo que puedo ponerme mi maquillaje más tarde. —Claro que puedes. Tenemos dos horas más, por lo menos. Eso si es que no me pierdo. —Addie no pudo resistirse y colocó un ligero beso en la boca de Chloe. Aprovechando al máximo, Chloe agarró la nuca de Addie y empujó la lengua hacia adelante. Se besaron apasionadamente durante un minuto, chupando la lengua como si no hubiera mañana. Las cosquillas deliciosas corriendo por la columna vertebral de Addie eran casi suficientes para hacer que tomara a Chloe y empujarla contra la pared, pero se mantuvo firme. Tenían un lugar para esto. Rompió el beso con pesar. —Vamos, nena. Vamos a tomar algo de comer e irnos. Chloe frotó la nuca de Addie y se quedó mirando fijamente a los ojos antes de liberarla. —No tengo hambre. Addie sabía que no tenía nada de dinero. —Yo pago. Consigue lo que quieras que podamos llevarnos. En el mostrador de la caja registradora, ella optó por una barra de granola y una pequeña caja de cartón de leche. Chloe optó por las patatas fritas de queso y una lata de refresco. Sin comentarios, Addie pagó, y regresaron a su coche.

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—Un par de horas más. —Dio unas palmaditas en la pintura saltada en el capó de color verde oscuro—. Todo lo que pido es llegar a Cattle Valley. —¿Crees que esta bañera no podrá hacerlo? —Chloe tiró sus cosas en el asiento trasero y se subió adelante. —Ha sido un buen coche. Es muy viejo. Algún día, simplemente no va a arrancar. —Hoy no, espero. —Chloe se quitó los zapatos y apoyó los pies en el salpicadero. Tomó sus gafas de sol de la visera y se las puso. Addie sonrió para sus adentros. Su amiga desde luego se acomodaba dondequiera que iba. Personalmente, nunca se sentía tan relajada. Su educación o lo que sea, siempre retenía a Addie para sentirse a gusto en cualquier lugar. Metió la ropa y las toallas mojadas en el asiento de atrás, pensando tratar con ellas más tarde. Luego se subió tras el volante y condujo, siguiendo las indicaciones para tomar la carretera al norte por la I-25 a Buffalo. A partir de ahí fue la I90 a Sheridan y las Montañas de Big Horn. Chloe crujía sus patatas fritas mientras hablaba. —¿En realidad nunca has estado ahí? ¿Compraste el lugar sin verlo? —Así es. —Addie se comió su barra de granola y se bebió la pequeña caja de cartón de leche—. Lo sé, suena raro. Suena loco de mierda, incluso para mí. —Todo lo que Addie sabía era que había estado dando tumbos en Colorado. Si no hubiera invertido el dinero que había heredado tras la muerte de su padre, fácilmente lo habría derrochado.

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—Es una cama y desayuno, ¿verdad? ¿Qué tan grande es? —Chloe movió los dedos de los pies, las pequeñas uñas pintadas atrajeron la atención de Addie. Trató de mantener su atención en la carretera. Pensando en el lugar que recientemente había comprado mantendría su mente lejos de los sexis dedos de los pies en el tablero a su lado. —Sí. Es, este, llamado Apple Valley Inn cama y desayuno. Se ve grande desde el exterior. Hay seis habitaciones para alquilar, sin incluir el ático. El propietario dijo que siempre estaba planeando convertir ese espacio en otra habitación, pero nunca llegó a hacerlo. —Seis habitaciones, wow. Debe ser un lugar muy grande. ¿Dónde vivirás? —Voy a tener una habitación en la planta principal. — Addie hizo un gesto a la guantera delante de Chloe. —Hay una foto del lugar. Mírala, si quieres. Chloe bajó los pies y hurgó hasta que encontró la foto. Ella lo miró y emitió un largo silbido. —Lindo. Eso debe haber costado una fortuna. Addie dio un vistazo a la casa grande, blanca con franja roja. Era de estilo victoriano con un gran porche y una torre redonda, con una ventana. Su corazón se sacudía con orgullo cada vez que miraba la imagen. Ya se sentía como en casa. —Era razonable. El propietario fue motivado a vender. Tengo entendido que era de Jamaica. Su madre se enfermó y necesitaba ir a casa y cuidar de ella. —Jamaica, genial. —Chloe guardó la imagen hacia atrás y cerró la puerta del compartimiento pequeño.

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Ella arrugó su bolsa vacía y bajó la ventanilla lo suficiente como para tirarlo. —¡Oye! —Addie murmuró sorprendida—. Hay multas por tirar basura, ya sabes. Creo que son caras. Así que cuidado. Con una sonrisa pequeña, Chloe se acercó más y tomó uno de los pechos de Addie. —Si tienes que pagar una multa, voy a pagártela. Te lo prometo. —Acarició la carne a través de la camiseta. —¡Detente! —Addie se encogió de hombros para frenar los avances, pero no pudo evitar sonreír—. Vamos a llegar hasta ahí. —Cuanto más cerca estamos, más emocionada me siento. —Estoy muy contenta, también. —Chloe le dio un rápido mordisco al lóbulo de la oreja de Addie y se apartó—. Pero creo que puedo esperar. —Ella se retorcía hacia el asiento de atrás y buscó en sus cosas. Cuando se dio la vuelta, tenía un cigarrillo y el encendedor—. ¿Te importa? A Addie le importaba, pero nunca lo diría. —Baja tu ventana, ¿de acuerdo? —De acuerdo, nena. —Chloe lo prendió y se echó hacia atrás, ajustando el panel para las cenizas. —¿Alguna vez te dije que mi padre murió de cáncer de pulmón? —Addie le lanzó una mirada de soslayo. —No. —Chloe hizo unas bocanadas más para después al parecer, captar el mensaje. Arrojó la colilla por la ventana y levantó el vaso. —¡Deja de tirar basura! —Los nervios de Addie estaban recibiendo lo mejor de ella.

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—Lo siento. —Chloe se acostó hacia atrás y se quedó quieta por un rato. Por último, dijo—. Tengo que hacer pis. —¡Ah, joder! —Estaban a medio camino entre Casper y Sheridan. Addie sólo quería llegar ahí. —Ahí hay una señal indicando que hay una parada de descanso por delante. —Indicó Chloe. —Bueno, está bien. —Addie siguió las flechas y entró en el gran estacionamiento y área de picnic. Estaba contenta de que lo peor del viaje había quedado atrás. Chloe había dormido la mayor parte del día anterior. —Gracias. —Dándole un beso rápido, Chloe trotó hacia el edificio y volvió pronto—. Mucho mejor. —Espero que estés lista ahora. —No creo que pueda. —La mujer la miró con seriedad—. Tengo que tenerte. —Ella alcanzó a Addie y la arrastró a través del asiento delantero. —¡Chloe, detente! —Protestó Addie, pero en el momento que sintió esos dientes acariciar su pezón, incluso encima de su ropa, estaba perdida. —No quiero parar. —Chloe levantó la camiseta y bajó el sujetador—. Quiero seguir. Y quiero que te corras duro. Te ayuda a sacar esa parte de la energía acumulada. —Deslizó su mano por los pantalones cortos de Addie, abriéndolos a medida que ella seguía. —¡Cristo! —Addie descansó la cabeza contra el respaldo del asiento. Una fuerte succión sobre su teta, combinada con los dedos acariciando sus pliegues, era fantástico. De repente, ella quería correrse, también. Tenía que correrse—. Oh, sí. Eso está bien. —Ella empujó sus caderas, animando a la mano.

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—Mmm, mi perra está un poco en celo. —Chloe pellizcó el brote fruncido que había estado chupando. Addie se molestó con las palabras, pero trató de ignorarlo y centrarse en los sentimientos. El toque de Chloe se sentía bien. Condenadamente bien. —Me gustaría tener un consolador que te folle correctamente. Sé que te gusta profundo. Duro y rápido, ¿verdad, nena? —Chloe hundió tres dedos en el húmedo coño de Addie, empujando hacia dentro y hacia fuera. —Esto se siente maravilloso. Tienes una mano con talento. —A mi mano le encanta follar tu apretado coño, caliente. —Su pulgar hacía círculos en el clítoris de Addie y la presión aplicada. Su otra mano tiró de la otra mama libre de Addie, y Chloe se cambió de lado, chupó el pezón seco con su boca y luego lo soltó. —Me encanta cómo puedes llegar con sólo unas pocas pequeñas caricias. —Yo no sé nada de eso... —se tensó el cuerpo de Addie, como Chloe dejó su pezón sensible. Se relajó con la lengua de Chloe que la bañaba, una suave y húmeda, una especie de disculpa. —Ya lo sé —murmuró Chloe, con la boca firmemente contra la mama de Addie—. Vamos, nena. Córrete por mí. Eres tan hermosa cuando te corres. ¡Joder! Addie se rindió a las sensaciones y cabalgó la ola de placer que la rodeó. Los orgasmos por la boca y manos de Chloe nunca dejaban de sorprenderla. Intenso y satisfactorio, de alguna manera hicieron que Addie olvidara todas las pequeñas cosas que la molestaban cuando no estaban teniendo sexo. Las ondas de placer menguaron como las olas desaparecían. Addie cerró los ojos y se entregó a la culminación inminente.

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Ella se puso tensa luego se estremeció, dejándolas ir, como ondas de choque maravillosas que acariciaban su cuerpo. Cuando se calmó, Addie suspiró con satisfacción. —Mmm, eso fue lindo. —Chloe sacó la mano de los pantalones cortos y frotó los dedos pegajosos sobre los labios de Addie—. Dame un beso. Addie se lo agradeció, besándola ávidamente después de que Chloe dejara que los dedos entraran y salieran de cada una de sus bocas. Le gustaba el sabor de su propio almizcle, pero disfrutarlos con el sabor de Chloe era mejor. Lástima que no había tiempo para eso. Su mano se sumergió en los pantalones cortos ajustados de Chloe, empujando la pequeña tanga fuera del camino. Había que corresponder con un trabajo manual y guardar el resto para la fiesta de inauguración de la casa, más tarde esa noche en la posada. —Ahí está. —Más allá del aro de plata que atravesaba la carne, se encontró con el pequeño botón del clítoris de Chloe y lo frotó. —Oh, sí. Sigue besándome. —Chloe abrió las piernas para obtener más atención, y se besaron apasionadamente mientras Addie la acariciaba. La otra mano de Addie se deslizó por debajo de la ligera blusa de Chloe, tirando de los botones abiertos a lo largo del camino. Acarició la carne de un seno y luego el otro. Retorcía el anillo en el pezón izquierdo de Chloe, y su amante se retorció. Su cuerpo se estremeció con cada toque, y Addie sabía que tocaba justo los puntos adecuados de placer.

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Sus dedos se concentraron en el coño de Chloe y se fueron adentro y afuera, dentro de los límites del pantalón corto ajustado de la mujer. —Vamos, dulzura. Ah, te sientes tan bien. Sé que sabes bien, también. Más tarde, te voy a comer. —¡Me corro! —gritó Chloe. Sus temblores sacudieron el coche, fuertes gritos por los jadeos rompieron el silencio de la parada de descanso. Contuvo el aliento mientras su cuerpo se estremeció, y sus rodillas se presionaron, como si trataran de capturar la mano de Addie y mantener las cosas donde estaban. Luchando contra una risita, Addie la miró a través del orgasmo, entonces se echó hacia atrás. —Shh. —Ella tocó la boca de la otra mujer con suavidad—. ¡Maldita sea, chica! Los camiones que pasan por la carretera pudieron oír eso. —¿A quién le importa? —Chloe movió sus pestañas soñolienta—. Eso fue jodidamente hermoso. No me importa quién lo sepa. Al colocar un último beso en la boca de Chloe, Addie sonrió y se movió de nuevo a su lado del asiento. Se ajustó la ropa, puso todo correctamente, y encendió el motor. —¿Podemos irnos ahora? Chloe no se movía, sólo estaba ahí con sus pechos colgando y sus pantalones cortos torcidos. Ella hizo un gesto con la mano en el aire. —Sigue conduciendo. A cualquier lugar donde quieras ir. Resistió la tentación de pinchar uno de los pezones expuestos, Addie condujo alejándose del área de descanso y tomó nuevamente la carretera.

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Tendrían tiempo de parar más tarde y limpiarse, tal vez incluso aplicar un poco de maquillaje. Cattle Valley, allá vamos.

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Capítulo Dos Melissa Danes arrugó un envoltorio de hamburguesa con queso y disparó por encima del mostrador en un bote de basura. —Dos puntos —dijo en voz alta, aunque no había nadie cerca para oírla. A medio día durante la semana, la librería estaba tan silenciosa como un depósito de cadáveres. A veces se preguntaba cómo Naomi, su jefa y amiga, logró mantener abierta Booklovers. Ella se fue detrás del mostrador de ventas. Bebiendo un refresco de dieta de un vaso de papel, Mel mentalmente bendijo a Deb’s Diner por su servicio de entrega. La mayoría de los días se traía un bocadillo y fruta de casa, pero algunos días, nada más con una espesa y grasosa hamburguesa lo hacía muy bien. Y una de las mejores galletas de chocolate del mundo. Ella extendió una servilleta y colocó la gran galleta en él, aspirando el aroma. La puerta de entrada al abrir sonó, anunciando un cliente. Mel miró como un grande, calvo hombre negro entró en la tienda. —¡Hey, Gill! ¿Cómo estás? Sus piernas eran tan largas, que se dirigió al mostrador en tan sólo unos pocos pasos. —Hola, Mel. Kyle dijo que Naomi le llamó ayer sobre algunos libros de cocina que él especialmente ordenó. Le dije que me daría una vuelta y los recogería, pero se me olvidó.

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—Ah, está bien. Déjame ver aquí. —Tecleó algunos botones en el ordenador en el que estaba sentada al lado del mostrador—. No querría enviarte a casa con algo equivocado, ya que llevas un día de retraso y todo eso. —Ni me digas. Se desató el infierno. Ella sonrió, pensando en el guapo Gill que había estado casado por menos de un año. Era difícil imaginar a Kyle Brynn dar a alguien un mal momento. Parecía tan dulce como los panecillos que hacía para su panadería. —No me digas, la luna de miel se terminó. Gill sonrió. —No del todo. Pero esa es otra historia, y odiaría hacerte sonrojar. —Para eso. —Mel hizo un gesto con la mano con buen humor. Sus amigos en Cattle Valley eran algunas de las mejores personas que jamás había conocido, pero ninguno de ellos era tímido al hablar de su vida sexual. A veces, parecía que los grandes y masculinos chicos gay fueron los peores a la hora de avergonzarla. Ella era tan pequeña en comparación con la mayoría de ellos, y les encantaba tomarle el pelo por eso y casi todo lo demás. Se centró en la pantalla del ordenador—. Aquí vamos. Confitería, la Enciclopedia de dulces. Dang, como si el hombre no supiera lo suficiente sobre dulces ya. Gill levantó las manos. —No me preguntes. Sólo hago lo que me dice. Hablando de dulces... —Se inclinó sobre el mostrador e inhaló el aroma de su galleta—. Me huele familiar. Ella asintió con la cabeza.

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—Me alegro de que Kyle empezara a ofrecer al comensal sus productos horneados. Viendo que él no entrega como los hace. —Oh, él hace entregas. —Sonrió Gill—. Sólo tienes que saber cómo pedirlo. —¡Eres horrible! —Mel llegó desde detrás del mostrador—. Voy a conseguir ese libro. Naomi probablemente lo guardó atrás. —Sí, señora. Mel se fue a la sala de almacenamiento y recorrió los estantes antes de que ella viera el libro de cocina. Lo llevó hasta el registro y lo selló a la venta. Gill le entregó una tarjeta de crédito, y ella la procesó. —¿Cómo esta Kyle, de todos modos? Lo veo fuera de su silla de ruedas algunos días, pero de nuevo en ella otras veces. Él asintió con la cabeza. —Es cansado. Todavía hornea en la silla, porque la cocina está diseñada para eso. Después de su accidente años atrás, nadie sabía si volvería a caminar. Sin embargo, su terapia física va bien. Una vez que esté completo, y que esté dispuesto a deshacerse de las ruedas, probablemente levante la encimera. —Eres tan útil. Debe ser agradable ser capaz de hacer esas cosas por el estilo. No puedo mover el martillo ni para salvarme. Gill se rió entre dientes. —Cuando le dije que lo haría, quise decir voy a hacer la llamada a Hal Kuckleman. Él es un buen contratista y un buen amigo. Sé que arreglará la cocina, cuando Kyle lo necesite.

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—Entiendo. —Mel guardó el libro en una bolsa de papel—. Aquí tienes, Gill. Espero que Kyle lo disfrute. —Estoy seguro que sí, gracias. Entonces, ¿cómo va el trabajo de agente de bienes raíces? ¿Cualquier nueva o interesante mudanza a la ciudad? Ella se encogió de hombros. —Hasta ahora, no voy a ganar dinero suficiente como para permitirme hacerlo a tiempo completo. Estoy trabajando con un par de personas que quieren venir a vivir aquí. Nadie tan famoso como tú. —Ella le sonrió. —Mierda. —Gill hizo un gesto con la mano—. Eso parece toda una vida atrás. Fue divertido, jugar a fútbol profesional lo fue todo para mí. Ahora, honestamente puedo decir que no he pensado en eso en años. —Has encontrado algo más importante. —Sí. Claro que sí. La mirada en el rostro de Gill hizo que Mel sintiera un cosquilleo estomacal. ¿Alguna vez encontraré a alguien que hable de mí de esa manera? Incluso en la comunidad homosexual de Cattle Valley, parecía poco probable. Un buen hombre o bien en su caso, una buena mujer, era todavía difícil de conseguir. —Eso es tan maravilloso —reflexionó en voz alta. —Antes de que te pongas melancólica por eso, mejor me voy de aquí. —Se volvió y levantó la bolsa. —Dale las gracias a Naomi de parte de Kyle. Y disfruta de la galleta. —Gil le hizo un guiño y se fue.

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—Nos vemos. —Mel lo vio alejarse, sintiendo nostalgia. Fue agradable ver a la gente a su alrededor tan feliz, pero a veces los celos atacaban dentro de su mente. Especialmente cuando Naomi entabló una relación con una autora en la firma en la librería. Al parecer, Courtney Croos se había enamorado locamente de Naomi tanto como su jefa lo había hecho de la linda y rubia mujer. Courtney había arrancado las estacas y se mudó a Cattle Valley, y se suponía que estaba trabajando en una novela basada en su pequeña ciudad. Mel estaba muy feliz por ellas, incluso cuando ella caminaba a la tienda de comestibles a comprar pilas de repuesto para su vibrador. Había sido su única compañía durante demasiado tiempo, en ocasiones no podía evitar sentirse irritada al respecto. La puerta de entrada sonó otra vez, y varias personas entraron, Mel miró su galleta con un suspiro antes de envolverla y hacerla a un lado. Ya habría tiempo para eso más tarde. No siempre era así.

A última hora de la tarde, Mel estaba cambiando el escaparate de la ventana delantera cuando oyó un estruendo en la calle. Miró y vio a un feo coche, descuidado, de color verde oscuro cruzando lentamente por la calle principal. El ruido, el sonido chirriante venía de él, parecía arrastrar algo metálico que pegaba en el asfalto.

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El coche fue más lento en frente de la tienda y luego hizo un giro torpe y se detuvo. Mel se asomó a través del parabrisas sucio, pero era imposible ver al conductor. Nadie de por aquí. Estaba segura de eso. Cuando la mujer salió, se estiró después de lo que aparentemente había sido una buena conducción, ella era difícil de pasar por alto. Sus piernas eran torneadas y bronceadas llevaba unos jeans cortos de corte bajo, con una camiseta encima de ellos. Mel trató de no darse cuenta de la manera sensual en que era llenada esa camisa, en cambio, saltó a la cara de la mujer. Zoing. Su corazón dio un vuelco. La extranjera era sin duda atractiva. Sus mejillas eran tan delgadas como las de una modelo, pero sus labios eran gruesos y tenían un tono bonito de color rosa. Los ojos oscuros se alineaban en gran medida con un lápiz de maquillaje, pestañas largas y gruesas resaltadas con rímel. El pelo corto negro con puntas de color rojo enmarcaba su rostro. Wowza. Mel no había visto a nadie más linda en la ciudad por décadas. No iban muchos extraños a Cattle Valley. La mayoría de los visitantes eran amigos o familiares de los residentes de la ciudad. En el verano, tenían turistas, especialmente durante los días del rodeo, pero eso fue meses atrás. Mel observó a la mujer ajustar su ropa luego inclinarse hacia abajo para ver su rostro en el espejo de la puerta de su coche. Cuando se enderezó y miró hacia la librería, Mel se alejó de la ventana. Ella trató de actuar indiferente, hojeando una pila de papeles, cuando la puerta sonó. Ella levantó la vista con tanta naturalidad como pudo y le ofreció una sonrisa.

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—Hola. ¿En qué puedo ayudarte? La mujer se dirigió hacia ella. Si Mel no hubiera visto el coche, podría haber creído que por la forma sensual de manera informal era una actriz o modelo. Pero nadie, ni siquiera una persona famosa que fuera de incógnito, elegiría esa nave vieja y verde para conducir. Ella le dio un recorrido a Mel, antes de responder. —Estoy buscando a un hombre llamado Mel. Tia Brooks me dijo que tendría las llaves de la posada de cama y desayuno que he comprado. —¿Lo has comprado? —Mel parpadeó, tratando de ocultar su sorpresa. —Sí. Soy Adeline Murphy. Soy la nueva propietaria de la Posada de Apple Valley. —Miró a Mel por un momento y luego preguntó—: ¿Entonces, está cerca? ¿Mel? Los latidos del corazón de Mel latieron tan fuertes que pensó que la otra mujer sin duda lo oiría. Se aclaró la garganta y trató de mantener la calma. —Soy él. Quiero decir, ¡yo soy Mel! Melissa. Melissa Danes. —Ahora estoy balbuceando. Cerró la boca. La expresión de mujer cautelosa cambió a una sonrisa por primera vez. —¿Tú eres Mel? Vaya, lo siento por eso. Supongo que Tia no especificó. Sólo dijo Mel tendrá las llaves, y supuse que... bueno, de todos modos, lo siento. —No hay problema. Tengo las llaves. No te esperaba. Tia, dijo que llamarías.

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—Nunca me dijo eso. O si lo hizo, se me olvidó. Estaba con prisas la última vez que hablamos. Mel asintió con la cabeza. —Su madre estaba enferma. Supongo que te lo dijo. Tia estaba ansiosa por volver a casa. Es de Jamaica, ya sabes. Adeline se rió entre dientes. —Me di cuenta por su acento cuando hablaba por teléfono. No hay lugar a dudas. Así que... —Ella miró alrededor de la tienda y luego dejó que sus ojos se posaran de nuevo en Mel. Las pupilas oscuras parecían mirar a través de ella. Mel se movió incómoda de un pie al otro. Normalmente no era tímida con las personas. ¡Trabajo al por menor, por amor de Dios! Estoy cerca de la gente durante todo el día. Algo acerca de esta mujer la hizo estremecerse, sin embargo. —Linda Librería. —Adeline miró a su alrededor otra vez. —Gracias. Mi amiga es la dueña, yo sólo trabajo aquí. — Mel tocó una pantalla del último best seller colocado en el mostrador—. ¿Te gusta leer? —Cuando yo… —La puerta principal se abrió, el sonido de la campana interrumpió sus palabras. —Pensé que estabas recogiendo las llaves. ¿Decidiste parar y comprar o algo así? —Una mujer rubia con ropa incluso más escasa que la que llevaba Adeline caminó hacia ellas. Miró a su alrededor a los estantes de libros a su paso con una expresión de disgusto en su rostro. —No parece haber mucho para comprar aquí.

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Mel estudió a la recién llegada. Sus pechos apenas eran ocultados por la ligera blusa que llevaba, pero incluso con la sexualidad descarada, Mel no la encontró atractiva. Donde Adeline llevaba un maquillaje ligero, ella llevaba su delineador de ojos hasta el punto de la exageración. Gruesas líneas negras enmarcaba sus ojos azules, dándole un aspecto de mapache. —No he estado aquí tanto tiempo —murmuró Adeline—. Sólo estaba hablando. —¿Ah, sí? —La mujer miró a Mel con desconfianza en sus ojos. Ella buscó en su bolsillo y sacó un paquete de cigarrillos y un encendedor. Mel vio con incredulidad que lo encendía, y sopló una ráfaga de anillos grises hacia el techo. Frunció el ceño, Mel sacudió el pequeño 'No fumar' en el mostrador. —No se puede fumar aquí. —¿Por qué no me sorprende? —La recién llegada giró los ojos, bateó las pestañas para el efecto—. Me lo llevo afuera, entonces. ¿Supongo que está bien que fume afuera en la aldea de Cow? —Cattle Valley —Adeline la corrigió en voz baja—. Ve afuera, ahora voy. —Voy a estar esperando por ti. —Ella le dio a Mel otra mirada mordaz, antes de dar la vuelta lentamente y salir de la tienda, una estela de humo por encima de ella. Adeline agitó la nube gris frente a su cara. —Lo siento. Ha sido un viaje largo y agotador. —Está bien. —Mel llegó detrás del mostrador agarró su bolso y sacó un llavero grande. —Aquí tienes. Has estado en la posada, ¿verdad?

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—No. En realidad, nunca he estado ahí. Sólo imágenes. —Oh. —Mel levantó las cejas. Por lo general no se sorprendía mucho, pero esta mujer hacía precisamente eso. — ¿Compraste algo tan caro sin echarle un vistazo? Adeline se encogió de hombros. —El horario no me permitió venir a verla. Realmente debería ir. Si pudieras dirigirme al lugar... —Por supuesto. Es en la esquina de Nogal y Bower, cerca de Beauregard Park. —Señaló—. Ve hasta el semáforo y gira a la derecha. Es sólo un par de calles. No te puedes perder. —Gracias. —Adeline le arrebató el llavero y se apresuró a la puerta principal. Cuando llegó ahí murmuró—Uh oh. —¿Qué pasa? —Mel siguió, mirando por la ventana. Ryan Blackfeather estaba agazapado detrás del auto grande, verde, examinándolo. —¿Él es un policía? —preguntó Adeline con un suspiro de cansancio. Llevaba una camisa de uniforme, pero con sus jeans gastados y larga cola de caballo, negro, Mel estuvo de acuerdo en que era un poco difícil de decir. —¿Ryan? Bueno, sí, él es el sheriff. Pero está bien. Vamos. Abrió la puerta y miró a su alrededor. No había tráfico el otro lado en la calle. Podía salir de la tienda por un momento. —Hey, Ryan —gritó. Se enderezó y la miró. —Hey, Mel. ¿Cómo va el negocio de los libros hoy?

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—Bastante bien. ¿Cómo está el negocio sheriff? —Lanzó de vuelta como un saludo estándar. —Acabo de recibir una vista muy interesante. —Le sonrió a Adeline y luego se volvió a la otra mujer que se quedó parada fumando su cigarrillo con irritación. Adeline sonrió nerviosamente. —¿Hay algo malo? Se rascó la cabeza y miró hacia el coche. —¿Esto no estaba haciendo un ruido horrible cuando caminaba? —Bueno, algo así. —Ella se ruborizó. La más linda sombra de color rosa. Mel comprimió el cosquilleo en el estómago y trató de hablar con coherencia. —Fue un toque ruidoso. Ryan, ella es Adeline Murphy, la nueva propietaria de la Posada de Apple Valley. Adeline, el sheriff Ryan Blackfeather. —Hola, sheriff. —Ella dio un paso adelante y estrechó la mano del alto nativo americano. Era alto como 1,89 metros, e incluso con sus largas piernas, la empequeñecía. Mel sonrió. Ryan era estrictamente gay no con uno, sino con dos compañeros en casa. Sin embargo, encantaba a las mujeres mejor que cualquier otro hombre que conociera. —Encantado de conocerte, Adeline. —Él asintió con la cabeza cuando se saludaron. —Addie. Y ella es Chloe. —Addie hizo un gesto a su compañera.

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—Chloe —reconoció. La rubia fumaba y lo miró. Él miró a lo lejos, lanzando una mirada divertida a Mel antes de volver a Addie. —El soporte del silenciador se cayó. Seguramente se cayó en medio de la carretera. Te recomiendo llevarlo hasta el garaje de Gill en la misma calle. Hace un buen trabajo a un precio razonable. —Gracias. Voy a tener eso en mente, sheriff. En este momento, sólo quiero llegar a la posada. Hemos tenido un largo viaje, y estamos exhaustas. —Addie se fue al lado de Chloe y sacudió su brazo—. Vamos. —Sí. —Chloe dejó caer su cigarrillo, apagando la colilla con la punta de su sandalia. Dio la vuelta a su lado del coche y entró. Addie encendió el motor y el coche volvió a la vida. Ella asintió con la cabeza a Mel y a Ryan, a continuación, salió raspando el silenciador mientras se alejaba. El sheriff pisó la colilla de cigarrillo lentamente y la miró antes de detenerse junto a Mel. —El silenciador se apagará antes de que ella llegue a la calle Ash. —No estoy segura de haber visto un coche más viejo. Ryan sonrió. —Yo solía tener un Rambler cincuenta y siete de Nash. Pero fue la guinda, no como ese pedazo de mier… —Tosió cortésmente—. Coche. Mel sonrió.

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—Gill es un mago. Mantiene mi pequeño Mazda funcionando perfectamente. Se lo puede arreglar, estoy segura. Ryan miró el viejo coche en camino a un par de manzanas por la calle principal. Negó con la cabeza. —Cuanto antes, mejor.

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Capítulo Tres Addie siguió las instrucciones y terminó directamente en frente de la casa más hermosa que jamás hubiera visto, la posada Apple Valley cama y desayuno. Mi casa. Se dirigió por el camino de entrada y se detuvo, mirando con asombro. —¿Es algo, no? —Es grande. —Chloe salió del coche. —¡Es hermosa! —Addie siguió, agarrando su bolso y el nuevo llavero. El gran porche delantero era acogedor, con sillas de patio y mesas pequeñas, agrupadas en varios lugares. —¿Ellos dejaron los muebles? —Chloe tocó la parte trasera de uno de los asientos de madera. —Sí, Tia accedió a dejarlo todo. Ella tomó sus decoraciones y arte de la pared, pero se dejó el mobiliario, incluyendo ropa de cama y servicio de mesa. —Addie jugueteó hasta que encontró la llave correcta para abrir la puerta principal. El interior estaba oscuro, y ella buscó a tientas un interruptor de luz. Finalmente lo tocó y lo presionó, y una lámpara en la esquina se iluminó—. Bueno, el aparato está encendido. Llamé, pero nunca se sabe. Todas las cortinas y las persianas están cerradas. Tengamos un poco de luz aquí para que podamos ver lo que tenemos. —Ella pasó de una ventana a otra las cortinas y subió las persianas de vinilo. —Oh, mi... —murmuró Chloe. En la última serie de ventanas, Addie se dio la vuelta para ver su nuevo hogar adecuadamente, por primera vez. Su corazón se hundió. Basura, latas de cerveza y envoltorios de comida esparcidos por el suelo.

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—Los últimos propietarios fueron una mierda. —Chloe dio una patada a un montón de basura, y algo corrió fuera de ella—. ¡Oh, Dios mío! —gritó. —¿Qué demonios fue eso? —Addie se acercó—. No era una rata, ¿verdad? —No, sólo una maldita cucaracha grande, creo. Este lugar es asqueroso. No puedo creer que alguien lo dejara así para el nuevo propietario. Addie se acercó a uno de los dos sofás en la recepción de enfrente y zona de estar. Sus cojines estaban torcidos, y ella enderezó uno. Las quemaduras de cigarrillo cubría la parte superior de la almohadilla de espuma en primer lugar. —No creo que Tia lo dejara en esta condición. Mira esto. —Sostuvo la almohada para arriba. —Un pequeño lugar, está bien, los accidentes ocurren. Pero a nadie se le permitiría quedarse en el sofá. Ella habría tenido que recuperar o reemplazar, lo que sea. No, no creo que ella dejara el lugar así. —Vamos a mirar un poco más. —Chloe caminó un poco más por la casa. Encendió otra luz—. Con suerte, la cocina estará en mejor forma… Addie se congeló en sus pasos detrás de Chloe. —Mierda —murmuró. La cocina era peor que el cuarto delantero. Alimentos y basura en todos los rincones. Los insectos habían tomado, obviamente, más. Bordeando las pilas de platos rotos, fue y se paró frente a los aparatos de última generación. La nevera estaba abierta y vacía, básicamente. Parecía que había sido limpiada en algún punto.

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Alguien había derramado las cosas en todo el interior, y no parecía un accidente. La cocina una vez bella de cromo ya no era de plata. El corazón de Addie se hundió. Alguien había creado un incendio en la parte superior. Todo estaba quemado, negro. —Esto es una mierda. —Chloe miró alrededor. —¡El resto de la casa! —Addie corrió de habitación en habitación, corriendo por las escaleras y abriendo todas las puertas de las habitaciones. Estaba llorando en el momento en que vio la última de ellas. Las almohadas habían sido cortadas en rendijas, las plumas cubrían todas las superficies. Malas palabras fueron talladas con un cuchillo, el decorado de madera de los aparadores y cabeceros de las camas y los colchones fueron destripados, sus anillos y el relleno esparcidos por el suelo. Ni una sola habitación estaba intacta. Un ligero olor de orina flotaba en el aire. —¿Se orinaron en los colchones? —Chloe olisqueó con disgusto. Addie mantuvo la cabeza por un momento, luego se volvió y se dirigió escaleras abajo. Ella estaba temblando en el momento en que llegó a la planta principal, las lágrimas caían por la ira. Chloe se quedó dos pasos detrás de ella y gracias a Dios no dijo nada. Addie no estaba dispuesta a tener una pequeña charla. Tenía que llamar a alguien, pero estaba tan enfadada que tenía que tomar un minuto para calmarse. Había un teléfono en el mostrador de recepción. Ella levantó el auricular, sin esperar que funcionara, pero escuchó el tono de marcado.

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Marcó el número universal de información, le pidió a la operadora el número de Booklovers luego dejó que la mujer de forma automática hiciera la conexión por un módico precio. ¿Qué diferencia tiene una pequeña cuota ahora? Miró alrededor de su posada con estupefacción e incredulidad. —Booklovers, soy Melissa, —respondió una voz suave. Esto atravesó a Addie por un momento. Melissa. La morena de profundos ojos marrones y una bella sonrisa. Ella nunca había esperado encontrar a alguien lucir así cuando llegó a Cattle Valley. Addie negó con la cabeza, limpiando la imagen de su mente. Este no era el momento. Miró a su alrededor. Nunca esperé esto, tampoco. —Melissa, soy Addie Murphy. La posada está en mal estado. —Su voz se quebró con la frustración. —Lo siento, Addie. Sé que Tia se fue de prisa. Probablemente podría haber limpiado mejor, pero lo que vi parecía bastante decente. Por supuesto, no revisé alrededor o miré demasiado de cerca. —¿Estuvo acampando aquí, tal vez tuvo una fiesta salvaje o tres, dejó la basura y latas de cerveza por todas partes y se mearon en mis colchones? Ah, y los insectos. Ahora tenemos ratas, también. Pero no hay muebles o almohadas, porque han sido arruinados. —La ira burbujeaba bajo la superficie, y Addie no estaba segura de que pudiera aguantar por mucho tiempo. —Addie, ¿de qué estás hablando? lentamente.

—preguntó Mel

—¡El lugar es un basurero! —gritó—. ¡Es horrible! Oh, Dios mío, es jodidamente horrible. Las lágrimas le ahogaron la voz. Ella sacó el teléfono de la oreja.

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Oyó hablar a Mel en el otro extremo de la línea, pero lo que dijo la mujer no importaba. No debería haberla llamado. La sorprendente mujer de pelo oscuro no tenía nada que ver con la posada, que no sea guardar las llaves. Alguien había entrado en la posada, obviamente. Tenía que llamar a la policía. Addie puso el teléfono en la oreja. —Addie, ¿me oyes? Permíteme colgar el teléfono y llamar a la oficina del alguacil. Estaremos ahí, tan pronto como nos sea posible. —No tienes que venir —protestó Addie. No necesito esa distracción—. No sabía a quién llamar. —Estoy en camino. Voy a llamar a Ryan primero. Cuelgo, vamos a estar ahí. —La línea se cortó. Addie colgó el auricular. Se sintió mejor al saber que Melissa iba a venir, aunque no estaba segura por qué. Las cosas estaba tan mal, que ella estaba buscando a quien pudiera conseguir. —¿Qué está pasando? —Chloe se sentó en una de las pocas sillas que quedan intactas, mordisqueando una barra de chocolate. Intermitente en su incredulidad, Addie frunció el ceño. —¿Cómo puedes comer después de ver esto? Chloe se encogió de hombros. —Tengo hambre. No hemos tenido mucho que comer hoy. El desayuno y el almuerzo eran dos meriendas rápidas en el coche. Espero que podamos conseguir algo mejor para la cena. Abrazando su estómago, Addie miró a su alrededor.

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—No podría comer aunque lo intentara. Espero no enfermar. —Yo también. —Chloe hizo una mueca de disgusto—. Eso sería grave. —Se acabó el dulce y encendió un cigarrillo. —¿Aceptarías salir, por favor? —Addie ordenó. —¿Qué diferencia hay? —Chloe le contestó de vuelta—. Este lugar es un basurero. Una colilla de cigarrillo o dos no van a empeorar las cosas. —Ella echó sus cenizas en una pila de basura. Addie miró con horror, pensando que la cabeza podría explotarle. Se dirigió hacia el porche y se agarró a la barandilla para no caerse. Si hubiera estado de pie en un puente en ese momento, su primer impulso hubiera sido saltar. Trató de ponerse en el lugar de Chloe por un momento. La otra mujer no tenía todo el dinero a su nombre invertido en esta pocilga destartalada. No debería, probablemente, sentirse tan mal como ella se sentía. Esto era su carga, así que la tenía que llevar. Dos vehículos llegaron a la calzada, uno al lado del otro. Una SUV negra con luces en la parte superior de la policía fue el primero, pero el conductor del pequeño Mazda azul, salió antes que el oficial. Melissa ni siquiera cerró la puerta de su coche, sólo corrió hacia el porche delantero de una carrera completa. —Addie —fue su voz entrecortada—. ¿Estás bien? —Estoy bien —dijo Addie amargamente—. Es mi casa, la que necesita el mantenimiento de vida. Mel se asomó a la puerta principal abierta. —¡Oh, Dios mío! ¡Oh, no!

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Addie la miró con sorpresa. ¿Qué ella estuviera tan molesta por el lugar? Tal vez viendo el lugar había sido su responsabilidad. Tia nunca se lo había dicho, pero tal vez ella había dejado a Mel a cargo de la posada. —Buenas tardes, señora. —Un joven, de pelo oscuro, vestido con una camisa de uniforme y pantalones vaqueros, salió al porche. Mel miró hacia atrás por encima del hombro. —Addie, se trata de Roy Jenkins, uno de nuestras autoridades. ¡Roy, mira esto! Él se quitó el sombrero por Addie y pasó por delante, deteniéndose en la puerta junto a Mel. —Mierda. —Él se sonrojó en un tono tenue de color rosa—. Disculpe, señora. Esto es malo. Addie se movió detrás de ellos. —Se pone peor. La cocina está destrozada. Los platos están rotos, los aparatos están destruidos. No hay un mueble que sea servible. —Ella miró donde Chloe estaba sentada en la única silla, fumando—. Bueno, a excepción de la silla. —Maldita sea. —Roy rozó al pasar a Mel y entró. Inspeccionó el daño con Mel a sólo unos pasos detrás de él. Addie no podía soportar subir de nuevo. Ella esperaba en la habitación de en frente, mirando por la puerta abierta. —Obviamente, es el trabajo de vándalos, —anunció Roy cuando llegaron a bajar. —Es probable que sean algunos niños de Sheridan. Tenemos un par de adolescentes de por aquí que pueden hablar acerca de esta mierda. Uno de ellos debe haber mencionado que el lugar estaba vacío, y los otros se aprovecharon.

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—Vernie Adams —anunció Mel, temblando de indignación—. Es una buena pieza, imbécil. Está prohibido en la tienda, porque Naomi lo sorprendió robando en tres ocasiones. No es que no sepa leer, claro está. El pequeño Neandertal, probablemente sólo se mira las fotos. Addie la miró. —¿De verdad crees que podría estar involucrado en esto? —No lo pondría por delante de él. Corre con su coche arriba y abajo de la calle principal cuando sabe que no está la autoridad. —Ahora, simplemente se atiene. —Roy levantó las manos—. Vamos a hablar con Vernie y un montón de personas. Pero nos dejas esto a nosotros. —¡Simplemente me hace estar tan-tan-enojada! —Mel explotó, las lágrimas corrían por su rostro—. Este hermoso lugar en ruinas. No es justo. ¡No es justo! Addie no debería tener que hacer frente a esto en su primer día en la ciudad. —Se dio la vuelta hacia la pared, secándose los ojos con el dorso de la mano. Addie la miró fijamente. No pensaba que algo podría sorprenderle más, después de las cosas que había pasado en su vida. El destrozo de la posada la había sorprendido el infierno fuera de ella. Sin embargo, Melissa, la sexy, mujer de pelo oscuro que nunca había esperado encontrar, continuaba sorprendiéndola. Una figura grande, descomunal llenó la puerta. —Roy, ¿qué tenemos aquí? Addie miró hacia el sheriff que había conocido antes. Ryan algo. Su piel se tiñó un poco, y ella recordó que tenía un nombre nativo americano.

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—Hola, jefe Blackhorse. —Sonrió Chloe, una sonrisa molesta en la cara. Ryan entró en la posada. —Es Sheriff Blackfeather, señora. —Arrastró su mirada de ella y miró a su alrededor, dando un silbido. —Bueno, Sheriff. —Chloe se puso en pie con las manos en las caderas—. No se ve como si tú o Barney Fife aquí se las hayan arreglado para hacer su trabajo muy bien. ¿Cómo pudiste permitir que esto sucediera? Hemos venido hasta aquí sólo para descubrir que nuestra casa está en ruinas. ¿Cómo se supone que vamos a estar aquí? Me parece que su departamento debe asumir cierta responsabilidad. Nos pondrán en un buen hotel por un tiempo hasta que tengamos este lío cubierto. Addie miró y casi podía verlo refrenar su temperamento. ¿Qué demonios estaba pensando Chloe? Tenemos que vivir en esta ciudad. ¿Por qué atacar al sheriff, por el amor de Dios? Dio un paso adelante. —Yo no voy a ninguna parte. Este lugar era mi sueño, es mi casa. Va a llevar tiempo, pero lo voy a limpiar. —Miró a Chloe—. No necesitamos un hotel. —Tienes que estar bromeando. —Su amiga puso los ojos en blanco y soltó un resoplido, causando que su flequillo ondeara. —Escucha. —Ryan se dirigió a Addie—. Roy va a tomar algunas fotos. Así podré llamar a un equipo de limpieza para limpiar lo peor de todo este lío. Debemos ser capaces de sacar la basura, por lo menos. —Y los roedores. —Mel se estremeció. Ryan cogió una caja de pizza con moho y los insectos arrastrándose por todas direcciones.

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—¡Cristo en una muleta! Eso es jodidamente asqueroso. Voy a llamar a Joe Knapp en Sheridan. Es el mejor exterminador por lo que sé. Estoy seguro de que puede estar aquí más tarde y hará la aspersión, una vez que la basura esté fuera. Se volvió a Roy. —Fotografía todo. El polvo para las huellas digitales. —No hay problema. —Roy se fue a trabajar. Addie se acercó a Ryan. —Aprecio esto, pero realmente no puedo pagar mucho en estos momentos. Tengo un cheque procedente de la finca de mi padre, y una vez que lo consiga, voy a estar bien. Pero por el momento… Ryan levantó una mano. —No hay problema. Vamos a hacer lo que hay que hacer, y nos preocuparemos por resolverlo más tarde. Debes verificar tu seguro, también. Habrá un deducible, pero todo esto debe estar cubierto. —¡Seguro! —La mente de Addie corrió. Me había olvidado de eso. ¿Ya había pasado la política en vigor? Por favor, deja que la posada esté cubierta por el seguro. Eso podría salvarla. Le tocó el brazo. —Tienes un seguro, ¿verdad? Addie se echó a reír, haciéndole señas. —Por supuesto, lo tengo. Sólo tendría que llamar a mi agente.

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Sea quien fuera en el infierno. Se acordó de alguien insistiendo en que la cobertura era necesaria, pero no mucho más que eso. —Está bien. —Él la miró una vez más—. Roy, avísame cuando hayas terminado. Voy a reunir a un equipo para empezar aquí con palas. No será perfecto, pero espero que esta noche este más habitable. —Gracias, Sheriff —Addie le dijo con sinceridad. —Llámame Ryan. —Sonrió. Las comisuras de sus ojos se arrugaron, y se dio cuenta de lo bien que se veía. Ella nunca había sido demasiado amable con los policías, pero éste parecía estar bien. Addie asintió con la cabeza hacia él. —Nos vemos más tarde, Ryan —dijo Chloe en voz alta. —Puedes llamarme Sheriff, —murmuró Ryan en voz baja, apenas lo suficientemente fuerte para que Addie y Mel escucharan. Les hizo un guiño y se fue. Addie sonrió mientras lo veía salir. Por primera vez desde que había llegado, se sentía mejor. Podría haber sido el ofrecimiento de ayuda o el recordatorio de su póliza de seguro. No podía evitar la sensación de que tenía algo que ver con la mujer que estaba a su lado. La emoción de Mel la había conmovido profundamente. Vino completamente de la nada, y el sentimiento de mucho más que Chloe parecía tener en esta situación. —Voy a correr a casa y cambiarme —le dijo Mel—. Debería comprobar con Naomi en la librería, pero estaré de vuelta para ayudar a limpiar. —No tienes que hacer eso —insistió Addie.

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—Sé que no tengo que hacerlo. —Mel le apretó el brazo—. Quiero hacerlo. —Bueno, gracias. —Ella quería decir más, pero Mel ya se había vuelto y se había ido. —Snippy pequeña perra. —Chloe encendió otro cigarrillo mientras veía a Mel irse—. Todo esto es culpa de ella. —¿Cómo puede serlo? Ella sólo guardaba las llaves, no montar una guardia de 24 horas en el lugar. —Addie se frotó las manos sobre sus brazos—. Ella es realmente agradable. Chloe tomó la barbilla de Addie y acercó la cara para un beso. —Te voy a mostrar lo agradable que puedo ser, una vez que por fin estemos solas en este tugurio. No puedo esperar para poner mis manos sobre ti. —Ella acarició uno de los pechos de Addie a través de su camiseta. El sexo era la última cosa en la mente de Addie. ¿O esto? Una imagen de Mel flotó en su mente y parpadeó. Tal vez sexo con la cada vez más molesta Chloe no era lo que quería. Melissa Danes, ella era otra historia.

Roy terminó con el cuarto delantero y se trasladó a la cocina. Inseguro por dónde empezar, Addie agarró una bolsa de basura y comenzó a guardar las cosas en ella. La tarea parecía abrumadora, pero se obligó a no pensar de esa manera y siguió trabajando. Chloe no estaba por ningún lado, que era casi una bendición.

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La última vez que Addie la había visto, ella tenía sus pies apoyados en la barandilla del porche delantero, fumando y quejándose. Addie escuchó el tráfico en frente de la casa, pero trató de ignorarlo. Si ella se detuviera a mirar cada vez que alguien pasaba, nunca haría nada. —¿Addie, estás aquí? —Sonó la voz de Mel. —En el comedor —respondió ella y se limpió el sudor de la frente con el dorso de la mano. —¡Hey! —Mel caminaba con un grupo de personas detrás de ella—. Addie Murphy, se trata de Rance Benning, Jeremy Lovell y Bo Lawson son del rancho Back Breaker. Un hombre alto, de pelo negro de vaquero retiró la bolsa de basura de la mano de Addie y le dijo: —Cómo está, señora. Ella arqueó las cejas, sin saber qué decir. Más personas llegaron al lugar. —Se trata de Nate Gills y Río Adega. —Mel se acercó a ella—. Son los compañeros de Ryan. —Lindo, ¿no? —Más fuerte, agregó—. Ella es mi jefa, Naomi Rivers, y su novia, Courtney Cross. Naomi cerró la tienda temprano para venir a ayudar. Addie miró desde el hombre guapo con el pelo corto al igualmente guapo con cabellos largos y sueltos. ¿Compañeros de Ryan? Cattle Valley, sin duda va a ser interesante. Las dos mujeres le sonrieron, una rubia y una pelirroja, y Addie no tenía idea de cuál era cuál. Pero parecían amables, y vinieron aquí. Eso significó mucho, por lo menos, pensó. Se volvió a Mel y le susurró: —¿Por qué toda esta gente está aquí? Mel sonrió.

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—Se trata de Cattle Valley. Esto es lo que hacemos. No lo dudes, sólo un paso al costado, y vamos a ir a trabajar. —No voy apartarme a un lado. ¿Dónde va ese tipo con mi bolsa de basura? El hombre de pelo corto entró detrás de ella. —Ya lo ha llenado y está trabajando en otro. Soy Nate, por cierto, en caso de que lo perdieras en esa ráfaga de presentaciones. Cuando todo esto esté dicho y hecho, me encantaría ayudarte a decorar este lugar. Ahora que Tia y sus muñecos de vudú de Jamaica se han ido, esta casa tiene un potencial real. Addie logró una sonrisa incierta. —Yo también lo creo. Gracias, Nate. Sus ojos brillaron, y se trasladó junto a su pareja. Río, Addie, recordó. Nate parecía estar dando instrucciones más que trabajar, y Río parecía estar dándole una mierda al respecto. La mirada en sus ojos cuando se miraban el uno al otro era una de las cosas más increíbles que jamás había visto. Addie notó que tenían algo especial, no importa cuánto se burlaban uno del otro. Anduvo a la sala y vio al menos a seis personas más trabajando ahí. El lugar se veía mucho mejor, y Addie sintió una oleada de alegría en su corazón. —Esto es tan bonito de parte de todos ustedes —le dijo a nadie en particular. —Fue una canallada lo que te ha pasado. —Otro guapo, de pelo oscuro le sonrió—. Soy Matt Jeffries, el fisioterapeuta de la clínica. Tenía una hora entre las citas y pensé en echar una mano.

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—Eso es tan amable. —Estaba sorprendida por el apoyo que estaba recibiendo de la gente que ni siquiera conocía. ¿Un tipo con una hora entre las citas vino a ayudarme? Es asombroso. No hay otra palabra que pareciera encajar.

Addie paseaba por las habitaciones limpias y pulidas de su posada. El mobiliario aún estaba arruinado, pero lo que quedó brilló y brilló. Los vaqueros habían arrastrado todos los colchones a un camión, que alguien les había enviado. Había visto a un par de personas llevar un colchón diferente, junto con un montón de ropa de cama, para hacerla utilizable en la habitación. Después Mel y otras dos mujeres terminaron en la suite del propietario, Addie se acercó y encontró la cama hecha con sábanas y un edredón muy azul que sabía que no había estado ahí antes. Incluso hubo dos almohadas enormes, una vista agradable teniendo en cuenta lo cansada que de repente estaba. —Esa fue una buena pizza. —Chloe la siguió, una botella de cerveza en la mano. —¿De dónde sacaste eso? —Addie se sentó en el borde del colchón. Chloe se encogió de hombros. —Quien trajo la pizza trajo la cerveza, también. Hay un montón de otros alimentos en la nevera. No tengo idea de dónde vinieron.

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Addie trató de recordar a quien había visto cargando bolsas. Mel. Por supuesto. Cuando la limpieza fue completada, el grupo se había movido hacia el porche para que el exterminador pudiera hacer lo suyo. Él había rociado a fondo y prometió a Addie que volvería dos veces por semana, hasta que estuvieran seguros de que el problema estaba bajo control. Mientras estaban fuera, Ryan había vuelto con un montón de cajas de pizza y bebidas. Addie estaba tan agradecida que hubiera alimentado a todo el mundo. Era exactamente lo que ella habría hecho si hubiera podido. De alguna manera, encontraría una manera de devolver la ayuda a Cattle Valley. Una vez que abriera la posada, y el dinero fuera regular. Ella sonrió ante la agradable idea. —Ellos trajeron galletas con chispas de chocolate, también. —Chloe comía una, y las migas caían al suelo. —¡Hey! Acaban de limpiar aquí. —Addie agarró la galleta de la mano y recogió las migajas—. Ve a comer a la cocina, por favor. Usa una toalla o un plato o algo así. —Mira quién es la señorita pantalones Snotty esta noche. —Chloe le arrebató su galleta y se fue pisando fuerte en dirección a la cocina. Addie suspiró. Sacó su ropa y se dirigió al cuarto de baño. No había desempacado del todo, pero sus maletas estaban abiertas, y era fácil encontrar lo que necesitaba. Jabón, champú y una toalla lo haría por esta noche. Quería asearse e ir a la cama. Se metió en el combo de la ducha-bañera y corrió la cortina de plástico. Hubo una buena presión, y el agua se sentía agradable y cálida. Esta noche, estaba agradecida por los pequeños favores. Estaba de pie con el rostro vuelto hacia el chorro cuando algo se movía detrás de ella.

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Aterrorizada, Addie se dio la vuelta y vio a una desnuda Chloe subir a la ducha. —¿Qué estás haciendo? —Justo lo que prometí. ¿Recuerdas lo que dije acerca de estar solas? —Chloe, yo… —la protesta de Addie se cortó con un beso. La lengua que se clavó en la boca con sabor a cerveza y chocolate, sabores no del todo desagradables. Ella trató de apartarse, pero dos manos la estrecharon con firmeza, amasando sus pechos y corriendo por su piel resbaladiza y húmeda. —No discutas —murmuró Chloe, sus bocas se seguían tocando—. Voy a hacer el amor contigo. Necesito hacer el amor contigo. Addie se retorció cuando una mano anduvo a tientas en su entrepierna, abriéndose paso entre sus piernas. Los dedos abrieron los labios y la punta abriéndose paso, pinchando su coño. Bueno, tal vez. Ella no estaba interesada, pero de repente fue demasiado tarde para volver atrás. Apoyada contra la pared de azulejos, Addie abrió las piernas para permitir un mejor acceso. Chloe se aprovechó. Sus dedos unidos en la forma de un cono, ella la folló agresivamente. Ella bajó sus labios hacia los pechos de Addie y amamantó un nudo mojado, arrugado. —Esa es mi chica. —Sus dientes rozaron el pezón—. Le gusta a la intemperie. Sí te gusta que te follen duro y rápido. Addie se quejó, formando un cosquilleo en su región inferior. Chloe siempre le decía que le gustaba lo fuerte y rápido. Eso era lo que a Chloe le gustaba. No se sentía mal, sólo intenso.

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Definitivamente esto la sacaría muy rápidamente. Ella empujó sus caderas por lo que la mano que empujaba afectaría a su clítoris. Chloe cambió de pezón, aprovechándose del segundo dentro de su boca. Lo chupó con firmeza, con una fuerte presión. La sensación se convirtió en incómoda, y Addie hizo una mueca. —¡Ay! —Lo amas. No fastidies. Tú eres mi perra en celo, y te gustan las cosas duras. La charla fue un poco desagradablemente dominante, pero en ese momento, las sensaciones fueron suficientes para enviar a Addie sobre el borde de todos modos. En espiral hacia un clímax que, por unos momentos, le permitió olvidar los problemas del día. Se apoyó contra la pared de la ducha, jadeando y respirando para recuperar el aliento. Chloe le seductoramente.

sonrió,

todavía

lamiendo

el

pezón

—¿Ves lo bueno que era? —Fue agradable —admitió Addie—. Tienes una boca sucia, pero eres buena. Levantando su cara hacia la de ella, Chloe presionó sus cuerpos juntos. —Ven a besar mi boca sucia. Entonces dime lo que me vas a hacer. Necesito tanto, nena. Necesito que me lo hagas.

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—Puedo hacer eso. —Addie le sonrió. Chloe era muy linda cuando no estaba siendo desagradable—. Vamos a salir de la ducha y llegar a la cama. Voy a extender tus piernas y lamer cada centímetro de ti. —¡Ooh, voy en camino! —Chloe cerró la llave del agua y cogió dos toallas. Ella se secó y se dirigió a la cama. Addie se movió más lento, tratando de racionalizar las cosas en su mente. Tengo que estar aquí con Chloe. Habían recorrido todo este camino juntas. Esto era lo correcto. Pero mientras se arrastraba entre los muslos impacientes, Addie cerró los ojos. Tal vez si no la miraba, podía fingir que era Melissa.

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Capítulo Cuatro Mel deslizó una mano por el vientre plano y rodeó el pubis cuidadosamente recortado. Ella pensó en descansar en la cama ya que estaba en su día de descanso del trabajo, pero realmente no quería hacer eso. Imágenes de Addie pasaron por su mente. La hermosa mujer que a Mel la tenía más caliente y más irritada de lo que lo había estado en mucho tiempo. Abrió sus labios cálidos, ligeramente con vello, Mel se centró en su clítoris. Sus dedos frotaron las asas de su alrededor, acariciando, aún sin tocar. Con la otra mano, condujo dos dedos en el coño, cerrando los ojos por lo que su imaginación podía volar. Addie se elevaba por encima de ella, con los ojos lleno de lujuria. Pechos desnudos se balanceaban cuando ella se sentó a horcajadas seduciendo a Mel. Sus pezones marrones oscuros destacaban en la carne pálida y sin curtir de sus pechos. El vello de color oscuro de Addie estaba afeitado en una delgada franja, apenas cubriendo los tesoros escondidos. Ella se retorció por el cuerpo de Mel, moliendo su coño en la pierna de Mel y el roce de su piel juntos cuando ella se vino. Cuando llegó a la cúspide, se instaló en el medio, estirando los muslos. Ella sopló su aliento cálido en la zona más sensible de Mel antes de abrir los pliegues y sumergir la lengua para probarla. La imagen, junto con la manipulación de las manos, envió a las nubes a Mel en un orgasmo delicioso. Su cuerpo se estremeció y tembló antes de retroceder a una cierta apariencia de normalidad.

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El punto culminante ha sido agudo e intenso, pero alcanzó su punto máximo y se disipó demasiado rápido. Ellas nunca duraban lo suficiente cuando estaba sola. La idea de la cara de Addie enterrada en su coño era probable que le permitiera otro orgasmo pequeño y encantador, pero Mel se relajó. Cuando estaba pensando con claridad, fantasear acerca de la sexy trigueña la hacía sentir culpable. Addie tenía una novia, a pesar de que Chloe era insolente y grosera francamente, estaban juntas. Mel era muchas cosas, pero una rompe-relaciones no era una de ellas. Salió de la cama y corrió a su ducha. Si se quedaba, Mel estaba segura, teniendo en cuenta los pensamientos que tenía acerca de Addie, que acabaría en la cama, el vibrador en la mano, o en algún otro lugar. Sonriendo ante la idea, terminó su ducha con poca fanfarria. Realmente no tenía ganas de complacerse de nuevo. Quería ver a Addie. Vestida con pantalones vaqueros y una blusa de color rosa, se aplicó un toque de maquillaje para el rostro ligeramente bronceado. Tirando de su pelo hasta los hombros hacia atrás mientras todavía estaba húmedo, Mel se tejió una trenza francesa que normalmente usaba para el trabajo. Los mechones que caían sobre la frente eran largos, pero no alcanzaban para la trenza, así es que los cepilló a un lado. Se roció una niebla ligera de colonia sobre su pecho y luego salió hacia su sala de estar. No fue una larga caminata. Su apartamento era pequeño, pero se había adaptado bien desde su llegada a Cattle Valle hacía unos años. Dos años de estudios universitarios y la fiesta en la Universidad Estatal de Iowa la habían dejado con pocos créditos y un montón de confusión acerca de lo que quería hacer con su vida. Sus padres fueron farmacéuticos, y su hermano seguía su camino.

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Estaba a medio camino del curso agotador de estudios. Mel sabía que no sobreviviría a seis años de la universidad, ni a todas las matemáticas y la ciencia que se requería. No estaba segura de querer pasar los días dispensando pastillas detrás del mostrador de la farmacia de alguna caja de un gran almacén, de todos modos. Cuando ella había oído hablar de Cattle Valley a unos amigos que habían pasado las vacaciones ahí, ella y Sarah, su novia de entonces, habían decidido visitarlo. Mel se había enamorado de la ciudad y aprovechó la oportunidad cuando vio un Se requiere ayuda firmado en la librería. Sarah, más centrada, había regresado a la escuela para terminar su licenciatura en contabilidad. Todavía se mantenían en contacto, tarjetas de Navidad, principalmente. Mel sabía que su ex mejor amiga era feliz con un nuevo trabajo y una nueva amante en su ciudad natal de Ames. Mel hizo tostadas y comió, de pie en el fregadero, pensando. No había realmente ninguna razón para que fuera a la posada de Addie, que no sea su preocupación por cómo se sentía después del traumático día anterior. Y su necesidad de verla. Mel no podía explicarlo y realmente no quería averiguarlo. Ella sólo quería ver a Addie Murphy. Mel había dejado su refrigerador decentemente surtido la noche de antes, así que sabía que no estaban desesperadas por alimentos. Sin embargo, rollos de canela de la panadería de Brynn, que no eran comida, que eran un placer. Podría recoger algunos y usarlos como una excusa para pasar por la posada. La panadería estaba llena los sábados por la mañana, por lo que esperó pacientemente en la fila. Cuando ella llegó a la parte delantera, Gill volvía de la cocina.

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—Hola, Mel. —Él asintió con la cabeza en su camino, se inclinó para plantarle un beso en la mejilla del hombre en su silla de ruedas detrás del mostrador. —Y buenos días para ustedes, también, guapos. Kyle, el apuesto marido de Gill, lo miró y sonrió. —Hola, cariño. Mel pensaba que eran una pareja romántica. Ella les dio un momento y luego dijo: —Hola, Gill, Kyle. Pensé en tomar algunos rollos de canela para la nueva propietaria de la posada Apple Valley. Cuatro debería. No, mejor seis. —Ella movió las cejas. —No hay problema. Me enteré de lo que sucedió ahí. Lo sentimos, por no estar ahí. —Kyle guardó los rollos en las cajas. —No hay problema. Shep envió un montón de chicos del rancho Back Breaker y con algunas otras personas, tuvimos el lugar limpio con bastante rapidez. —Miró a Gill—. Puede ser que haya algo que tú puedas hacer. El coche de Addie es viejo, y el silenciador se arrastra por el suelo, literalmente. ¿Crees que puedas ayudarla? —No he conocido un silenciador que no pueda arreglar todavía. Tendría que ir corriendo a Sheridan para las piezas si es viejo el coche, pero puedo hacer eso. —Es viejo. —Mel asintió con la cabeza, recordando la antigua bestia verde—. Muy viejo. Le diré que irás a echar un vistazo. En realidad, Ryan ya lo hizo, pero voy a recordárselo. — Ella pagó su cuenta y recogió la caja—. Gracias, chicos. Nos vemos más tarde. —Seguro, gracias. —Kyle asintió con la cabeza hacia ella. —Más tarde, caimán. —Gill le guiñó un ojo.

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Mel sonrió y se marchó. De vuelta en su coche, se dirigió a la posada y esperaba que Addie estuviera despierta. Realmente no disfrutaría ver a las dos mujeres todavía en la cama dormidas, o haciendo algo más. Mel frunció el ceño ante la imagen y la puso fuera de su mente. Se acercó a la puerta principal y llamó en voz alta. Para su consternación, Chloe respondió de inmediato. Al menos ella estaba vestida. Un cigarrillo colgaba de la comisura de su boca. —Buenos días —dijo Mel con cautela. Ella no se había dado cuenta ayer del número de perforaciones que llevaba la mujer, pero ahora veía que las orejas de Chloe estaban forradas con una gran cantidad de joyas diferentes. El piercings de la ceja parecía doloroso. Trató de no mirar, recordó por qué estaba ahí—. ¿Está Addie por aquí? —Ella está ocupada ahora mismo. —Chloe entornó los ojos—. ¿Necesitas algo? —Yo, eh... —Mel pensaba sobre el ofrecimiento de la caja de rollos, pero Chloe no parecía darle especialmente una bienvenida. —¿Quién es? —La voz de Addie emanaba de la parte trasera de la casa. —Nadie —Chloe dijo hacia atrás, mirando a Mel cuando ella dio una calada de su cigarrillo. Esto es el colmo. No dar la bienvenida es una cosa, pero ser grosera es otra muy distinta. Ella alzó la voz y llamó por encima del hombro de Chloe, —Soy yo, Mel. Te he traído algo para desayunar. —¿En serio? —Addie entró en la sala, vistiendo pantalones vaqueros y una blusa blanca. Su cabello había sido estilizado con estilo.

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Se veía diferente del día anterior, cuando sólo había estado suelto simplemente. Su maquillaje era todavía bastante fuerte en el delineador de ojos, pero nada comparado con los ojos de mapache de Chloe. Mel sonrió a Addie. Ella lucía caliente. Más temprano, el pensamiento la había hecho sentirse culpable. Ahora bien, darle a Chloe algo de su actitud, ahora no le importaba. —Sí. Rollos de canela de la panadería local. Son realmente buenos. —¡Me encantan los rollos de canela! —Los ojos de Addie se iluminaron—. Ven aquí. —Cogió el brazo de Mel y tiró de ella alrededor de Chloe. —Esperaba que te gustaran. —Mel fue arrastrada por Addie a la cocina. —No tenías que hacer esto, lo sabes. —Addie la miró—. La última noche con la comida, tampoco. Es demasiado. No puedo pagarte ahora, pero quizás cuando mi cheque venga en... Mel se sentó con cuidado en una de las sillas reparadas. —No espero que lo devuelvas. Sólo estoy tratando de ser una buena vecina. Chloe habló a sus espaldas. —Nunca he tenido vecinos así antes. La gente no hace las cosas sin ninguna razón. Siempre quieren algo. Mel no se molestó en mirar a la cínica mujer. Ella miró a Addie.

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—No todo el mundo es así. Las personas son diferentes aquí en Cattle Valley. Son más tolerantes, y más relajadas. La vida es más sencilla, y hace que una persona quiera hacer las cosas de otra persona, especialmente cuando lo necesitan. Addie se hundió en la silla frente a ella. —Nunca me habían ayudado otras personas. Mi padre me enseñó a ser autosuficiente. Él dijo que la vida era bastante difícil, y era peor si estaba siempre a la espera de alguien más. —Lamento escuchar eso. —Pensó que el padre de Addie sonaba amargado. Ella se sentía feliz de tener dos padres quienes la amaban y aceptaban incondicionalmente. —Pero ayer... —Addie negó con la cabeza—. Necesitaba ayuda. Cuando llegué aquí y vi la posada, casi me perdí. —Creo que deberíamos dar la vuelta y salir disparadas del lugar. —Chloe se acercó a la mesa y cogió un rollo de canela—. Aún creo que deberíamos. Addie rodó los ojos. Ella le dijo a Mel. —He invertido todo lo que tengo en este lugar. En este momento, no tengo otro lugar adonde ir. Si nos quedamos o no aún está por verse. Pero tendré que averiguar las cosas del seguro y arreglar el lugar, si aún decido venderlo. Mel rápidamente parpadeó para contener las lágrimas de decepción, que amenazaban con formarse. Apenas conocía a la mujer, por amor de Dios. ¿Qué diferencia habría si se quedaba? Buscó en la cara de Addie por la respuesta que no estaba ahí, fue en el corazón de Mel. Hay alguna diferencia. —¿Podrías vender la posada? —No lo he decidido. —Addie tomo un trozo de su rollo y lo mordisqueó—. ¡Maldita sea, estos son buenos!

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—Esto debería ser algo por lo que quedarse. —Mel sonrió esperanzada. Addie sonrió. —Creo que puede haber muchas razones para quedarse. Tendré que ver cómo va.

Mel se sentó con Addie, mientras comían, y hablaban. Chloe finalmente se sentó y estaba sociable, no amable. —Podría ayudarte a entender el papeleo del seguro, si quieres —se ofreció Mel. —Yo puedo hacer eso. —Chloe la miró fijamente. —Sólo me estaba ofreciendo —dijo Mel a Addie—, porque me ocupo de eso en mi trabajo todo el tiempo. Soy un agente de arrendamiento de Cattle Valley y James Beauregard Trust, es quien posee toda la tierra por aquí por kilómetros. —¿Toda la tierra? —Chloe le hizo una mueca a Mel luego se volvió a Addie—. Pero acabas de comprar la posada. Seguramente eres dueña de la tierra. Mel sacudió la cabeza. —En realidad, no. La gente compra los edificios, y hace los pagos anuales a la autoridad. El dinero se utiliza para las mejoras de la comunidad, según lo decidido por los administradores. —Esto es una mierda. —Frunció el ceño Chloe.

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—Ya sabía eso. —Asintió con la cabeza Addie—. Me había olvidado, pero eso estaba en los papeles que firmé. No importa, la casa es mía. —Casa sin suelo debajo de ella —murmuró Chloe. Mel no le hizo caso y miró a Addie. —Así que estoy bastante familiarizada en materia de seguros, por si quieres algo de ayuda. Antes de que pudiera responder, Chloe se puso de pie. —Te lo dije, Voy a ayudarla. No somos unas completas idiotas, ya sabes. Podemos hacer algunas cosas por nosotras mismas. Retrocediendo en estado de shock, Mel se puso de pie. —Nunca quise dar a entender… —No le hagas caso. —Addie se puso de pie, agitando una mano—. Muchas gracias por los rollos de canela, y todo lo que hiciste ayer. Realmente lo aprecio. —Claro. —Mel la miró una vez más. Había algo tan dulce y vulnerable en Addie, que sólo quería envolverla en sus brazos y salir adelante. Sonó un teléfono desde algún lugar de la habitación del frente, y Addie se dirigió hacia él. —Voy a contestar. —Te acompaño a la puerta —Chloe le dijo a Mel. —Está bien. —Ella caminó más allá del mostrador de recepción donde Addie seguía con una conversación. La mujer se despidió con la mano y sonrió luego se volvió hacia la pared para seguir hablando.

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Mel salió al porche delantero y no iba a hacer una pausa, pero Chloe la agarró del brazo. —Creo que puedes ayudarnos mejor si te mantienes alejada, perra. —Chloe apretó las uñas en bíceps de Mel. Ella trató de dar un tirón libre, pero el agarre era firme. —¿Te hice algo? —Mel miró a Chloe—. ¿Quiero decir algo malo que yo no epaé? Porque si lo hice, lo siento. —Tú sabes lo que hiciste. Veo que pones los ojos en Addie como si fuera tuya si yo no estuviera aquí. Bueno Addie es mía. Hemos venido aquí juntas, y nosotras vamos a estar juntas. Te agradecería si te alejas de una puta vez. Los ojos de Mel se abrieron en estado de shock, pero ella trató de controlar sus emociones. —Sólo trato de ser una buena vecina. —Sí, bueno, no necesitamos vecinos como tú. Toma la indirecta, o voy a tener que darte una más permanente. —Ella clavó las uñas en el brazo de Mel y la agarró con fuerza antes de empujarla lejos. Furiosa y avergonzada, Mel se precipitó desde el porche a su coche. Ella conducía tan rápido como pudo para llegar a casa y se sentó jadeando en su plaza de aparcamiento, tratando de controlar su respiración. Bajó la mirada hacia las marcas de uñas rojas en el brazo. Chloe no había roto la piel, pero las feas marcas ya se estaban formando. Ella tomó su bolso y se dio cuenta de que las manos le temblaban. Se sentó ahí un momento, recuperando la compostura. Chloe estaba parcialmente en lo cierto. Probablemente había echado un vistazo a Addie de la forma incorrecta.

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Ningún cónyuge agradecería eso, hombre o mujer. Addie estaba involucrada con alguien, y Mel no tenía nada que ver en su relación. Estaba avergonzada que incluso lo hubiera pensado. Ella se mantendría alejada de Addie. No porque Chloe la amenazara, había tratado con matones en la escuela secundaria, cuando la gente se enteró de que era gay. Ella se defendía, no era el problema. Hacer lo correcto era más importante. Al mirar hacia abajo en su brazo, Mel sacudió la cabeza. Sí, habrá moretones. Se llevó una mano a su corazón. Aquí, también.

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Capítulo Cinco Addie miró a su alrededor en la posada, que se veía en el peor estado que nunca. Había tenido la brillante idea de que podía reparar el mobiliario de madera dañado. Había ayudado a su padre hacerlo una vez, y no recordaba que fuera tan difícil. Después de mover las piezas dañadas al comedor y salón, Addie se había ido a la tienda local y compró un montón de suministros. Había pagado por ellos con su tarjeta de crédito que ya estaba sobrecargada, y contuvo el aliento para que la transacción fuera procesada. Parte del proceso era lijar primero la cabecera, un pedazo de nuez encantadora con las palabras talladas que decían ‘Jódete’, atravesadas enfrente, Addie había hecho un descubrimiento. Las marcas de cuchillo eran profundas. Algo simple de renovación no las borraría. Tenía que encontrar una manera de deshacerse de la escritura, rellenarlo con masilla o algo así, antes de que pudiera seguir adelante. Pero la idea de la masilla no parecía estar funcionando. Se dejó caer en el sofá destartalado y suspiró. Habían estado en Cattle Valley ya una semana. No había visto a Mel desde el sábado, cuando la mujer le trajo los rollos de canela. Se sorprendió un poco. Por alguna razón, había pensado que Mel estaba interesada en una amistad. Los habitantes de la ciudad también seguían sorprendiéndola. Dondequiera que iba, ellos parecían saber que era la nueva dueña de la posada y lo que había sucedido. Todos le dieron sus condolencias y apoyo si había algo que Addie necesitara. En el fondo, sentía que necesitaba un montón de cosas. La ayuda de extraños bien intencionados simplemente no estaba en la lista.

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Addie recogió los guantes y se puso en pie, regresó a trabajar. Un poco de ayuda de Chloe le haría ser amable. La mujer se pasaba el día bronceándose y haciéndose las uñas, leyendo revistas sensacionalistas y viendo la pequeña televisión que Addie había traído de Colorado. Había hecho un gran espectáculo frente a Mel que ella sería la que apoyaría a Addie. Sin embargo, no se había ofrecido a ayudar ni una vez. —Estoy aburrida. —Chloe se inclinó contra la puerta por la que acababa de entrar—. ¿Qué estás haciendo? La voz sorprendió a Addie, y saltó. Miró hacia abajo. Inclinada sobre la cabecera, con voluminosos guantes de goma amarillos, un olor a trementina en el aire, asumió que era bastante obvio que ella se dedicaba a restaurar los muebles—. Estoy tomando el té con la reina —replicó ella con amargura. —Lo que sea. —Se encogió de hombros Chloe—. Quería saber si estabas lista para perder el tiempo. Lo que más me gusta hacer cuando estoy aburrida es comer coño. Eso es lo último que quería en ese momento. Chloe solo pensaba en sexo, y hacían el amor todas las noches. Pero incluso la idea de esa lengua talentosa trabajando por encima de ella no le apetecía en ese momento. Se sentía frustrada, y nada parecía ir bien. —Estoy ocupada. —Ella rozó el cabello de la frente con el dorso de su brazo. —Tú siempre estás ocupada. No eres divertida. —Chloe entró pisoteando por la habitación, revisó las pilas de revistas—. ¡Maldita sea! ¡He leído todo esto! Addie suspiró. Ella bajó la mirada hacia la cabecera, que todavía gritaban jódete. No estaba haciendo grandes progresos. Por desgracia, había mordido más de lo que podía masticar con este trabajo.

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—Vamos a salir de aquí —decidió. —¿Y a donde? —Chloe parecía recelosa. —Vi un bar en la calle principal. Brewster, creo que era. Se podría conseguir algo para comer y tomar unas copas. —¿En serio? —Los ojos de la rubia se iluminaron. Addie lanzó sus manos al aire. Había sido un día horrible, rematando una semana horrible. No quería pensar más en el dinero, el seguro o el mobiliario cutre esa noche. —En serio. —Ella asintió con la cabeza—. Necesito una ducha. —Cuando vio los ojos de Chloe brillar otra vez, ella levantó la mano—. Sola. Voy a ir más rápido de esa manera. ¿Por qué no te vas a encontrar algo agradable que ponerte? —Tendrá que ser algo tuyo. No he traído mucho. —Lo sé. —Addie se quitó los guantes y los arrojó a un lado. Todo lo demás podía esperar. Todo iba a estar ahí para ella al día siguiente. Se encaminó hacia el cuarto de baño, sólo para detenerse—. ¡Mierda! Se me olvidaba, mi coche está en el garaje, conseguí un nuevo silenciador. —El sheriff siempre hablaba con ella cuando la veía en la ciudad, por lo que finalmente lo había llevado al mecánico que le había recomendado. —Podemos caminar. —Ofreció Chloe—. He caminado a la ciudad antes, no está lejos. —Está bien. —Addie asintió con la cabeza. Caminar sonaba como una buena idea. Tenía la intención de tomar una copa o diez, y pensaba que si el sheriff siempre estaba presente, probablemente tendría algo que decir acerca de tratar de conducir después de beber—. Caminar. —se dirigió a la ducha.

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El Bar y Grill Brewster estaba lleno en una ciudad pequeña, incluso si se trataba de un viernes por la noche. No había mesas, por lo que Addie y Chloe bebían en el bar, comiendo nachos y solo Addie y la tarjeta de crédito. Si esta no era rechazada, se sorprendería. El tipo negro en el garaje le había sorprendido, también, cuando trató de facturar. Ella no sabía cuántos de estos pequeños cargos se permitiría, pero Addie estaba segura de que la reparación del coche sería demasiado. ¿Qué puedo hacer? Se ceñía a su historia de tener un cheque próximo, y con suerte algo de dinero surgiría de alguna parte. En un principio había pensado que la posada sería su fuente de ingresos. No había tenido ni idea de que sería inhabitable cuando ella llegó. Y el seguro que todo el mundo le decía que la ayudaría a salir de esta, ella ni siquiera había pensado en eso. Era tan ingenua cuando se trataba de negocios. —Voy a querer otro vodka de vainilla y cola —le dijo al camarero, sacudiendo el hielo mientras él pasaba. Se detuvo y sonrió. —¿Conduces esta noche? —No. Entramos aquí, y vamos a caminar a casa. Un hombre con el pelo largo, negro y una barba puso su brazo en la barra detrás de ella, tocando la parte posterior de Addie.

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—Podría darte un aventón. Se había fijado en él cuando se sentó en el taburete junto a Chloe, y los dos habían entablado conversación. Addie trató de concentrarse y decidir si ella lo conocía. Había conocido a tanta gente la semana pasada, que había sido un rostro masculino guapo detrás de otro. Este tipo parecía radiar lo que otros tenían, y sin duda que no estaba familiarizada. —Podemos caminar, no hay problema. No estamos listas para irnos, todavía. —Ella tomó su bebida fresca y bebió. Se inclinó, pasando un dedo por encima de su antebrazo. —Cuando estés lista, solo di esa palabra. Addie había perdido la cuenta del número de bebidas que había pedido y no sentía ningún dolor. Miró al hombre a los ojos. —Te das cuenta de que nosotras somos gay, ¿no? Nosotras no lo hacemos con hombres. —Ah, eso no es muy divertido. Tengo una mujer conmigo. ¿Ves a Gina ahí? —Señaló a un par de taburetes, donde una pelirroja con un peinado hippie y un vestido de flores estaba sentada—. Tu amiga me dijo que una acción en grupo no puede estar fuera de la cuestión. —Él pasó la mano por la espalda de Addie. Su toque le repugnaba. —Mi amiga no podría estar más equivocada. —Addie la sacó de inmediato. Ella agarró el hombro de Chloe y le dijo con dureza: — ¿Qué estás haciendo? no estaremos llevando a éstas personas a casa con nosotras.

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—Cálmate. —Chloe se movió fuera de su alcance—. Sólo estábamos hablando. Ven conmigo, Del. —Ella asintió con la cabeza al hombre. Con una mirada despectiva a Addie, regresó a su lugar entre Chloe y la pelirroja. Addie respiró por un momento, controlándose. Tal vez había bebido suficiente. Chloe ciertamente estaba bebida, si realmente había considerado lo que le ofreció a Del. Antes de que hubiera decidido si ellos irían, Chloe se volvió hacia ella. —Escucha —Chloe anunció con voz entrecortada—. Del y Rita se dirigen a San Francisco. Me han estado hablando de esa calle acerca de una feria, llamada: How Weird Street Faire. Supongo que es en la calle Howard, ¿no es gracioso? De todos modos, habrá música, comida y vendedores, todo acerca del jazz. Del dice que las personas usan trajes, y están bailando en las calles desde la mañana hasta la noche. ¿No suena genial? —No sé. —Addie se encogió de hombros con irritación—. California está como a mil kilómetros de aquí. ¿Te das cuenta cuánto tiempo llevaría hacer el viaje? Te estabas quejando desde Colorado Springs. Chloe hizo una mueca severa. —Sé que fui una zorra. Sinceramente, si hubiera sabido lo que me esperaba, nunca se me habría ocurrido. Esta ciudad es una mierda. No hay vida nocturna, y la gente es metiche como el infierno. —Agradables —corrigió Addie—. Buenos vecinos. —¿Quién necesita vecinos? ¡Yo quiero tener diversión! Voy a la Feria de la calle, que anuncian. Tú puedes venir conmigo o no, pero yo voy. Addie parpadeó con incredulidad.

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—¿Sólo puedes irte así? ¿Recoger e irte con extraños? Chloe se encogió de hombros. —Lo he hecho antes. Esta declaración le cayó a Addie como una tonelada de ladrillos. En ese momento, no le importaba si Chloe se quedaba o se iba. —Que se diviertan. —Ella sacudió la cabeza. La mujer parecía insegura. —¿Seguro que quieres que vaya con ellos? —Positivo. Ve tú, y que pases un buen rato. Que tengas una gran vida. Fue un placer conocerte. —La ira se levantó en la voz de Addie. —Nos vamos muy pronto. Tengo que sacar mis cosas. Addie miraba de Chloe a Del y Rita, que se encontraban con sonrisas artificiales próximos a ella. Ella no tenía ninguna intención de entrar en un coche con esas personas, y no estaba segura que pudiera caminar hasta su casa en ese momento. Metió la mano en su bolso, sacó las llaves, uno de los varios curiosos llaveros de la posada. —Aquí. —Ella presionó la llave en la mano de Chloe—. Basta con sacar tus cosas, ¿Chloe? Hazme una cortesía. He sido sincera contigo en este viaje, y he pagado por todo, sin decir una palabra. —Ella se inclinó para que nadie más pudiera escucharla—. Y ambas sabemos que yo no tengo ni un maldito centavo. Así que no regreses ahí y dejes que tus 'Amigos' limpien al salir. Muéstrame algo de respeto, podrías, ¿por favor?

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Chloe le arrebató la llave, una mirada ofendida en su rostro. —Nunca haría una cosa así. Tú me conoces mejor que eso. —Ella colocó un ligero beso en los labios de Addie. Addie se echó hacia atrás y sonrió con tristeza. —No estoy segura de que te conozca en absoluto, Chloe. Ah, y deja la llave sobre la mesa. Con otro giro de sus ojos por el insulto, Chloe barrió la barra y salió con Rita y Del pisándole los talones. Addie pensó que podría estar cometiendo un error muy grande al dejarla ir a su casa sola. Pero ir con ellos, en su condición, parecía un error más grande. Ahora, ella sólo quería olvidar. —¡Uno más, camarero! —gritó. El hombre detrás de la barra la miró con escepticismo, pero le sirvió la bebida. Addie resopló, y el líquido le salpicó el rostro, una forma conveniente para ocultar las lágrimas que de pronto no pudo contener.

El amable camarero se ofreció a llamar a alguien para llevarla a su casa, pero Addie se negó. No tenía dinero, Cattle Vallet no tenía un servicio de taxi, de todos modos.

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Probablemente llamaría a Ryan Blackfeather, y ella tendría que escuchar el regaño del “hermano mayor” por cuatro cuadras. Sí, podía prescindir de eso. Garabateando un consejo sobre el fondo de su comprobante de pago, Addie contuvo el aliento mientras el hombre la procesaba. Le entregó un recibo. Uf. Ella empujó el trozo de papel en su bolso. —¿Estás segura de querer ir caminando? Cattle Valley es un pueblo tranquilo, pero he notado a algunos de nuestros clientes esta noche, tenemos visitantes de otros lados. —Voy a estar bien. En serio. —Addie le sonrió. Siempre había oído que era fácil hablar con los camareros. Una noche, cuando la herida no estuviera tan fresca, podría volver y explicárselo todo a este tipo. Agarrando su bolso, se puso de pie tambaleándose—. Buenas noches. —Buenas noches. Ten cuidado. Addie se tambaleó en el aire fresco de la noche. Olía a limpio y bueno. Ella respiró hondo y empezó a caminar. Esta fue una buena decisión. Era muy agradable para disfrutar una tranquila soledad en su nueva localidad, siempre y cuando pudiera quedarse en la acera. Ella se tambaleó, se dirigió a la derecha. A dos calles de su casa, un coche pequeño, azul, se detuvo a un lado del camino junto a ella. La ventana bajó, y una voz dijo: —¿Quieres un aventón? Addie se inclinó y miró en su interior. —¡Melissa Danes! Bien, ¡lo sabes! ¿Qué estás haciendo por aquí de noche?

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—Podría hacerte la misma pregunta. Estoy afuera, porque Brewster el del bar me llamó y me dijo que estabas caminando a casa sola. No se sentía bien por eso, pero dijo que no aceptarías un paseo. —Estoy bien. —Addie hizo un gesto con la mano. Ella estaba secretamente encantada de que Mel hubiera aparecido, pero tuvo que recordarse que la mujer había estado ausente toda la semana. No debería leer demasiado en el aspecto de Mel. —Entra. —Mel asintió con la cabeza hacia el lado del pasajero de su auto. Una ola de mareo invadió a Addie, y ella decidió que subir sonaba como una buena idea. Caminó hasta el coche y se deslizó en el interior. —Gracias. —No hay problema. —Mel se inclinó sobre ella, alcanzando el cinturón de seguridad y sujetándolo sobre el pecho. Hizo una pausa para mirar a los ojos de Addie por un momento, luego se enderezó y se alejó. —Estoy un poco cansada. —Addie dejo caer la cabeza contra el reposacabezas—. Ha sido una larga noche. Un día largo. ¡Ah, un infierno de semana! —Estoy segura que sí. —Mel se acercó a la entrada de la posada y se estacionó. Ella levantó la vista hacia la casa a oscuras—. Está, eh, Chloe ahí, ¿o te gustaría que te ayude a entrar? —No, Chloe no está ahí. —Addie abrió la puerta y cayó hasta la mitad antes de que algo la atrapara. —Espera. —Mel la arrastró de vuelta al coche y liberó el cinturón de seguridad—. Vamos. Te voy a ayudar.

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—No tienes que hacerlo. —Addie tropezó por las escaleras hasta el porche. Ella dio unas palmaditas en los bolsillos, preguntándose dónde estaban las llaves. —¿Llaves? —dijo Mel detrás de ella, sosteniendo su bolso. —Oh. —Se rió Addie y agarró la bolsa. Después de encontrar las llaves, abrió la puerta y entró. Mel siguió, activando la luz. —Ah, retocando los muebles. Parece un gran trabajo. —Demasiado grande. No puedo hacerlo. —Addie tiró su bolso sobre el mostrador y se dirigió directamente a la cocina por algo de beber. En la nevera, se dio cuenta de que los seis paquetes de cerveza que había comprado habían desaparecido, pero una botella permanecía oculta en la parte trasera. Abrió la cerveza y se tambaleó hacia atrás a la habitación del frente— Lo siento, es la última. Puedo compartir. —Ella sostuvo la botella. Mel hizo un gesto con la mano. —Estoy bien. Debes sentarte. Addie se dejó caer en el sofá. —Estoy bien, también. Buen polvo color de rosa. —Ella tomó un trago de su cerveza. Sentada a su lado, Mel preguntó en voz baja, —¿Dónde está Chloe? Levantando su muñeca para mirar a un reloj imaginario, Addie murmuró. —Probablemente, alrededor de Utah, por ahora. A menos que ella tenga que parar y orinar cada hora, como hizo conmigo. —¿Utah? ¿Qué hay en Utah?

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Pensamientos tontos giraron en su cabeza por el vodka, y dijo lo primero que se le vino a la mente. —El Coro del Tabernáculo Mormón. —Ella se rió de la broma divertidísima. Mel se echó hacia atrás con una mirada confusa en su rostro. —Nunca tuve la impresión de que Chloe fuera mormón. Entonces, ¿hay otra razón por la que se fuera a Utah? Addie tomó un trago de su cerveza y se limpió la boca con el dorso de la mano. —Va a San Franshishko. San Franshih-ka-bob. —Ella se echó a reír otra vez, sosteniendo su estómago. —Está bien. —Mel echó el pelo de la frente de Addie hacia atrás—. Podemos hablar de esto mañana. Si estás bien, me voy. —¡No! —El miedo apuñaló a través del corazón de Addie. Ella apretó la mano de Mel—. Por favor, no te vayas. No quiero estar sola. Una expresión extraña cruzó el rostro de Mel, como si estuviera tratando de decidir. —Creo que podría quedarme. No tengo que trabajar mañana. —¡Bien! —Addie dejó ir un suspiro de alivio. Se tomó lo último de su cerveza y dejó la botella en el suelo—. Porque realmente quiero que te quedes. —Ella se volvió de nuevo a Mel. Antes de que tuviera tiempo de pensar en lo que estaba haciendo, lanzó una pierna por encima y se sentó a horcajadas en Mel, frente a ella. —¡Guau! —Mel contestó, la sorpresa en su rostro.

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—No te preocupes. Voy a ser amable. —Addie se inclinó hacia adelante y la besó.

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Capítulo Seis Los ojos de Mel se abrieron como platos cuando la boca de Addie tocó la suya. Pensó en corresponder al beso y dar vida a la fantasía que había albergado durante más de una semana. Sin embargo, la sexy mujer, desaliñada sabía a cerveza y algo más fuerte, y Mel no iba a aprovecharse de eso. —Whoa, disminuye la velocidad, no. —Ella presionó a Addie hacia atrás suavemente. Addie levantó sus caderas y se molió a sí misma en el regazo de Mel. —¿No me quieres? Yo lo quiero mucho. —Um, sí. —Mel no sabía cómo responder a esa pregunta. Diablos, sí, te quiero. Pero no va a suceder así. Agarró los hombros de Addie—. Esta noche no, cariño. No en el estado de ánimo en el que estás. —Estoy en el estado de ánimo perfecto. —Addie le sonrió, un intento desigual de seducirla. —Sí, ya lo veo. Vamos, ahora. —Mel empujó el cuerpo delicioso fuera de ella y la puso en el sofá. —¡Oh, infiernos! —Addie comenzó a llorar. Grandes gotas bajaron por sus mejillas, manchando su rostro por la máscara de pestañas. Mel la miró y se dio cuenta, a juzgar por su estado, que no era la primera vez que había llorado esa noche. Alargó la mano y apartó un mechón de pelo de la cara de Addie.

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—No llores, mi amor. Tal vez sólo tenemos que hablar. Parece que tienes un montón sobre tus hombros en estos momentos. —No puedo hablar de esto. —Addie sacudió la cabeza—. No puedo pensar en esto. Es demasiado. Demasiado. —¿Qué es demasiado? Vamos, Adeline. Dime lo que está pasando contigo. Addie abrió los ojos y miró a Mel. Ella sollozó, se limpió la cara y sonrió. —Está bien, Melissa. Te lo diré. Nada está saliendo bien. Mi padre no se supone que muriera, mi madre no se suponía que me haya negado... —Disminuye la velocidad. —Mel podía ver que Addie tenía mucho que sacar de su pecho—. Empieza por el principio, por favor. ¿Cuándo murió tu padre? Addie tuvo que aclararse la garganta para aclarar su pasado. —Hace unos pocos meses. Tenía cáncer de pulmón. Fumó toda su vida. Trataron de operarlo, pero los médicos descubrieron que estaba demasiado avanzado. Vivió un año desde el diagnóstico, pero era bastante miserable. —Lo siento. —Mel vio a Addie relajarse, recostándose en el sofá, y ella hizo lo mismo. —¿Qué pasa con tu madre? ¿Ella te repudió? —Hace varios años. Estaba terminando la escuela secundaria. Ella siempre había sospechado que era diferente, pero cuando cumplí los dieciocho años y me uní a un grupo activista por los derechos gay, ella explotó. Me echó de casa y todo eso. Estaba feliz de irme, pero no tenía nada de dinero.

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—¿Fuiste a la universidad? —Nop. Nunca imaginé que quería ser cuando fuera mayor. Aún no, supongo. De todos modos, mi padre me puso en un apartamento, lo que molestó a mi madre al final. Tuve un trabajo de camarera, y a él también lo echó de la casa como a mí. —¡Estás bromeando! —Mel nunca había oído hablar de tal cosa. Sus padres eran amantes de la diversión y fáciles de llevar. Mejor que eso, eran los mejores amigos. Habían estado casados veinticinco años, y su relación no mostraba signos de envejecimiento. —No es broma. Papá estaba bien. Era un fontanero con su propio pequeño negocio. Nunca hubo escasez de trabajo. A decir verdad, no creo que él fuera lo suficientemente bueno para mi madre. Ella era la ayudante administrativa caliente del banquero, el pez gordo. Esa es una palabra elegante, de culo de fantasía para la secretaria. He oído a la gente decir que ella no podría haber sido todo lo que ella era para el chico, pero no quiero entrar en detalles. Colorado Springs es un lugar muy grande. Vivió su vida. Papá y yo vivimos la nuestra. —Por lo menos estabas cerca de tu padre. —Mel trató de ver lo positivo. —Sí, fue genial. Hasta el final, cuando él sabía que no podía trabajar más, vendió su negocio y consiguió el dinero suficiente para seguir en el camino. Dejé de trabajar para cuidarlo durante los últimos tres meses de su vida. Luego pasé los siguientes tres tratando de enderezar las cosas. Él tenía una voluntad muy grande pero no teníamos mucho, por lo que no debería haber sido tan complicado. —¿Pero? —Mel podría decir por el sonido de su voz que había algo más.

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—Pero mi madre se volvió loca cuando se enteró de que había heredado su dinero. Ella me demandó por su patrimonio. —¡Oh, Dios mío! —Mel sacudió la cabeza. No era de extrañar que Addie estuviera deprimida. Si alguien tenía una razón para estarlo, era ella—. ¿Qué pasó? Addie se encogió de hombros. —Contraté a un abogado desde el principio para que manejara las cosas para mí, entonces gaste el resto del dinero lo más rápido que pude. En este lugar. —Ella echó un vistazo alrededor—. Tal como está. Mi propia pirita de hierro. —¿Perdón? —Mel no la estaba siguiendo. Addie agitó una mano alrededor de la habitación. —Por lo del oro. Mi padre solía hablarme acerca de los mineros que dieron todo lo que tenían y se mudaron al oeste, en busca de oro. Algunos de ellos encontraron la pirita de hierro, que se veía bastante en el exterior, pero no vale la pena en el interior. Lo han perdido todo persiguiendo un espejismo del oro. Al igual que hice con esta posada. —¡Esto no es así! —Insistió Mel—. Este hotel era un lugar hermoso con un gran negocio. Lo será de nuevo, espera a verlo. Addie se encogió de hombros. —Voy a esperar, si puedo. Hay que ver cómo sale la demanda. —¿Demanda? ¿Qué quieres decir? ¿Qué tu madre está persiguiendo esto? —Sí. No está decidido todavía, que yo sepa. Supongo que el abogado va a ponerse en contacto conmigo. Mel parpadeó.

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—Pero te gastaste el dinero. —Sí. —Addie sonrió—. Así que si ella gana, me veré obligada a vender este lugar y pagarle. —No creo que se pueda reunir lo suficiente… —Melissa, ahora mismo no puedo reunir dinero ni para la leche. Me estoy quedando en los humos. No literalmente, porque cuando ese gran hombre en el garaje se entere de que no puedo pagar mi coche, él se lo quedara. Mel pensó en Gill conduciendo el viejo Pontiac verde y reprimió una sonrisa. —¿Qué? —Addie la miró. No pudo resistirse a hablar de su pensamiento, con la esperanza de aligerar el estado de ánimo en lugar de mear fuera de tiesto. —¿Crees que Gill querrá el coche? Addie la miró fijamente y se echó a reír. —¡Hey, que eso va a tener un nuevo silenciador! Mel se rió hasta que le dolió el estómago. Ella le dio un codazo a Addie. —Mira, siempre hay un punto brillante. Sólo tienes que saber dónde encontrarlo. —¿Ah, sí? —Addie perdió la alegría—. Encuentra el punto brillante en el sol, pequeña Mary. Gracias a los consejos de mi abogado, tenía un seguro en la posada. Pero él me dijo, que ya que era un negocio, debe ir con un deducible más alto para bajar mis pagos. Con el fin de tener este lugar listo, voy a tener que pagar miles de dólares.

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Mel la miró atentamente. —Lo siento. ¿Así que supongo que realmente no tienes un cheque por venir? —Uh, no. No estoy orgullosa de decirlo, pero mentí. Mel suspiró. —No es de extrañar que estuvieras tratando de olvidar tus preocupaciones. —Lo estaba. —Addie asintió con la cabeza—. Le ofrecí a Chloe ir al bar y relajarnos durante una noche. En el bar, se encontró con un tipo llamado Del y su novia Rita, que quería tener sexo de tres vías con nosotras. ¡No, espera! Eso sería de cuatro vías, ¿no es así? Como sea, me negué, y Chloe se marchó con ellos. Se dirigen a una feria en la calle de San Francisco, donde quiera que sea eso. —Ella sacudió la cabeza—. Ya sabes a que me refiero. —¿Chloe se ha ido? —Mel no daba crédito a sus oídos. —Sí. No he comprobado mis cosas. La casa y los muebles de mierda todavía están aquí, así que tengo que… —Chloe se ha ido. —Mel repitió en voz baja. Las palabras eran demasiado buenas para ser verdad. Sin embargo, Addie tuvo que sufrir, y los primeros pensamientos de Mel debieron ser para ella y su bienestar—. Lo siento mucho, Addie. Eso es simplemente horrible. —Sí, lo es. —Addie cerró los ojos soñolientos. —¿Cuánto tiempo estuvieron juntas? —¿Hmm? —murmuró Addie. Mel no podría decir si estaba pensando o se había quedado dormida. Esperó.

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—Casi tres semanas, supongo. —¿Tres semanas? —Mel casi gritó de emoción. ¿Por qué había pensado que habían estado juntas mucho más tiempo? Addie abrió los ojos. —¿Qué? ¿Qué pasa? —No pasa nada. —Mel se apoderó de los hombros de Addie, tirando de la cabeza de la mujer en su regazo. Ella le acarició el pelo—. No es una bendición. Addie levantó la vista hacia ella. La mirada de sus ojos era acusadora. —Nunca regresaste. Viniste por esa primera mañana, pero nunca volví a verte. —Chloe. —Mel tocó la cara de Addie—. Me advirtió que me mantuviera alejada. No le tenía miedo, el infierno, podría llevarla a cabo, pero me sentí culpable, por los pensamientos que tenía acerca de ti. Supuse que estaban en una relación comprometida, y no quería interferir. —Una de nosotras era la que se había comprometido, está bien. —Addie frunció el ceño—. No puedo creer que Chloe te amenazara. —Ella fue, digamos, una persona interesante. Pero, lamentablemente, se ha ido ahora. —¿Lamentar? —Addie batió sus pestañas. —Bueno, no tanto. —sonrió Mel.

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Mel despertó y miró a su alrededor, para tomar sus cojinetes. Recordó hablar con Addie hasta altas horas de la noche, y en algún momento, se habían movido a una habitación utilizable en la posada. Habían continuado hablando en voz baja, sin mirarse la una a la otra, pero mirando hacia el techo. No había tomado mucho tiempo para que Addie se durmiera, la respiración rítmica era un sonido reconfortante. Mel se había dado la vuelta y la miró por un rato antes de que finalmente se quedara dormida también. Fragmentos de la luz del día se filtraron por las ranuras entre las persianas, iluminando la cama vacía. Mel escuchó el sonido del agua corriendo en el cuarto de baño contiguo. Se estiró cómodamente y esperó. El agua se detuvo, y siguieron los pasos acolchados alrededor del cuarto de baño. Un secador de pelo llegó en un instante y luego se detuvo. Addie apareció en la puerta, vestida con una toalla grande, blanca. —Hola. Estás despierta. —Sí. Lo siento por dormir tanto tiempo. —Mel se frotó la cara. —No, es temprano. Me sentí sucia cuando desperté y quise tomar una ducha. Además, soy yo la que debe disculparse. Siento lo de anoche.

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Mel trató de ignorar el hecho de que Addie llevaba nada más que una toalla. Cada vez le resultaba más difícil. Ella apartó la mirada rápidamente y agitó una mano. —No es gran cosa. Tenías muchas cosas en tu mente. Te entiendo completamente. Addie dio un paso más cerca de la cama. —Me parece recordar que eres muy caballerosa. Recuerdo que me lance sobre ti. Mel sonrió. —No fue fácil. Pero estabas bastante... —buscó la palabra adecuada—, alegre. No me iba a aprovechar. —Estaba ebria. Fuiste muy amable. No sabía si era porque no estabas interesada. —¡Diablos, no! —La cara de Mel se calentó, el calor poco a poco extendiéndose más abajo—. Todo lo contrario. —¿En serio? —Addie dejó caer la toalla. Mel parpadeó. El cuerpo desnudo delante de ella era más hermoso que cualquier cosa que ella hubiera imaginado. Los pechos de Addie estaban llenos y redondos, sus pezones marrones perfectos, acentuando la carne más pálida. Su estómago era plano, que llegaba hasta el pequeño parche de vello púbico bien recortado. —Yo, eh... Jesús. Tengo que hacer pis. Addie se echó a reír y le indicó al cuarto de baño. —Sírvete. Voy a estar aquí. Su corazón se aceleró, Mel se apresuró a entrar en el lavabo de bonito color melocotón, y a utilizar el inodoro.

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Echó un vistazo a la ducha con nostalgia y decidió unos minutos más no la mataría. —Me voy a duchar muy rápido, ¿está bien? —gritó. —Está bien. Las toallas limpias están en el armario. —Gracias. —Mel vio el armario de mimbre decorativo y tomó una toalla, poniéndola al alcance. Se recogió el pelo en una coleta y se subió a la tina, se lavó lo más rápido que pudo. Se apresuró a secarse, pero mantuvo la toalla alrededor cuando regresó a la habitación. Addie había tirado las sábanas con cuidado y estaba tumbada en la cama a su lado. —Ah, no es justo. He perdido mi toalla. Tu turno. Mel sonrió, dejando que el algodón esponjoso cayera. —Maldita sea. —Fue la expresión de la cara de Addie una de pura lujuria—. Tú eres una chica caliente. Ven aquí, ahora. — Ella dio unas palmaditas en el colchón. Mel se fue a un lado de la cama y se sentó lentamente. Se acordó de su cola de caballo y arrastró la banda elástica de su pelo. Al llegar arriba, Addie pasó una mano por los mechones oscuros de Mel antes de bajar más abajo. Ella le tomó la mejilla suavemente. —Eres tan hermosa. Casi no puedo creer que estés aquí. —¿Por qué dices eso? —Mel movió la cara en la mano—. Tú eres absolutamente preciosa. Soy la que está incrédula. Addie sonrió.

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—Entonces tenemos una sociedad de admiración mutua. Acércate más, para que pueda admirarte un poco más. Mel estuvo a su lado e inhaló cuando las manos de Addie comenzaron a explorar. Con un ligero toque, la seductora mujer acarició cada centímetro de piel que podía. Las yemas de los dedos casi se fusionaron en la carne cuando Addie se movió deliberadamente, evitando las zonas erógenas habituales. Sus labios tomaron el mismo camino, y Mel gimió. —¿Se siente bien? —susurró Addie. —Eso es decir poco. —Mel se retorcía en la cama. Addie continuó su exploración, sin dejar ningún lugar sin tocar. Cuando ella había besado un camino en las piernas de Mel y de vuelta otra vez, se detuvo en el vértice, lo que permitió un aumento de tensión y luego sé quedó a unos centímetros con el más ligero toque, ella abrió los labios inferiores de Mel y sopló su cálido aliento sobre ellos. —Hermosa —murmuró. —Tócame. —Mel apenas podía soportar la tortura. Cada terminación nerviosa hormigueaba por las ligeras caricias, y sus entrañas se sentían como si fueran a explotar—. Por favor. Addie se rió entre dientes y uso la lengua a lo largo de la tierna carne. Ella hizo movimientos largos y lánguidos en los pliegues y en el clítoris de Mel. Las sensaciones fueron despertando y exasperando, al mismo tiempo. —Eres malvada —susurró Mel, su cuerpo protestó arbitrariamente con el deseo.

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—Sí. —Addie se aferró a cada uno de los muslos de Mel con firmeza y los extendió de par en par—. Pero puedo ser muy agradable, también. Sólo quería asegurarme de que estuvieras lista. —¡Estoy lista! —Jadeó Mel con fuerza. El toque de Addie ya no era gentil. Era agresivo, insistente, como si la mujer supiera lo que quería y estaba decidida a tomarlo. Mel no se le ocurrió nada mejor. La lengua de Addie fue al coño de Mel y entró lo más profundo que pudo. Tiró hacia atrás, siguió sumergiéndose en la carne, no con cautela como antes. Sus movimientos eran con un propósito, eran determinados. —¡Oh, sí! —El interior de Mel se estremeció por la construcción de un orgasmo. De alguna manera, quería prolongar esas sensaciones maravillosas, pero por otro lado, no podía esperar a sentir la liberación. Dejó que las olas de placer aumentaran, envolviéndola en un clímax que era tan dulce que quería llorar. —Mmm —los dedos de Addie entraban y salían del coño de Mel—. Genial —murmuró, sus labios aún presionados en su piel. —Mejor que genial —estuvo de acuerdo Mel—. No estoy segura de haberme sentido tan bien alguna vez. —Bien, yo no he terminado todavía. Un poco de paciencia, pequeña. —Addie se echó hacia atrás y agarró las piernas de Mel, la obligó a rodar sobre el estómago. Ella se reposicionó con las piernas separadas, y volvió en medio de ellas. Mel sintió las manos amasando sus nalgas y separándolas. Hundió la cara en la almohada, ansiosa por la idea que tuviera su amante.

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—Eres hermosa, desde este ángulo, también. —Addie mordió una de las mejillas carnosas lo suficientemente fuerte como para que Mel lo sintiera. Arrastró la lengua hasta el pliegue del culo de Mel y rodeó su ano. Addie se detuvo—. ¿Está bien así? —Todo lo que quieras hacer. —Mel sacó la cabeza de la almohada para hablar y después la volvió a meter. Ella nunca había estado frente a un juego anal, aunque su última novia no lo había disfrutado. Mel inhaló cuando la lengua de Addie entró en el estrecho agujero, ella se apretó en la almohada. Su siguiente orgasmo estaba por venir, y sería intenso. —Mmm —Addie murmuró, la lengua seguía enterrada. Ella trabajó con los dedos en el coño de Mel que bombeaba hacia dentro y hacia fuera, moviendo su clítoris mientras ella se movía. —¡Oh Dios! —Jadeó Mel cuando su orgasmo explotó con toda su fuerza, enviando escalofríos por todo su cuerpo. Esta terminó rápidamente, pero se dio cuenta que realmente cada terminación nerviosa estaba en estado de máxima alerta, lista para recibir cualquier nueva sensación que su amante le ofreciera. Addie se movió hacia adelante, permitiendo que sus pechos a balancearan contra Mel. Sus dedos, resbaladizos por la lubricación natural, se abrieron camino en su ano, uno a la vez. —Tan caliente y apretada. —Ella la abrió, entrando hasta el nudillo, hacia atrás y añadió un tercero.

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Mel empujó su culo hacia atrás en la mano. La presión se sentía fabulosa, y se quedó en el precipicio de otro clímax. El siguiente haría volar su mente, podría decir que estaba lista. —Eso es, nena. Recibe mis dedos. —Addie presionó dentro y fuera, y el meñique se arrastró por el coño de Mel. Se inclinó hacia adelante, golpeando sus pechos en la espalda de Mel y pellizcó el omóplato. Mel se hizo añicos. Su cuerpo se estremeció y se sacudió por las sensaciones que estaba recibiendo por todas direcciones. Este orgasmo no terminó, la mantuvo temblando y jadeando unos momentos preciosos y largos. Las ondas de placer la enviaron a órbita, para después regresar a la realidad. Cuando finalmente pudo hablar su voz sonó ronca. —Oh, Dios mío —fue lo único que pudo decir. —Eso estuvo bien. —Addie retiró sus dedos y se limpió rápidamente con una toalla de la mesita de noche. Mel rodó sobre su espalda y vio a la hermosura hacer todos los movimientos. —Vuelve aquí. Necesito tus besos. Montones y montones de besos. Addie se arrastró hacia ella y envolvió a Mel en sus brazos, y se quedaron quietas en la cama. —Puedo hacer eso. —Ella mordió el labio inferior de Mel con sus dientes y luego la besó con avidez. Mel vio el profundo deseo en los ojos de su amante. Un estremecimiento le recorrió la columna vertebral al caer en la cuenta que esa mirada era por ella, debido a ella. Estaba experimentando un caso fuerte de lujuria, a sí misma. Ahora tenía a Addie en sus brazos, no quería dejarla ir nunca.

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Ellas se envolvieron con sus piernas alrededor de la otra, presionando sus coños entre sí. Sosteniéndose con fuerza, rodaron en la cama, compartiendo besos largos y húmedos. Mel estaba en el cielo. Sintió la urgencia en el cuerpo de Addie, ya que ella empezó a presionarse en ella. Mel estaba saciada, Addie no, por el momento. Se haría cargo de eso. Apartó su boca el tiempo suficiente para murmurar. —Tu turno. Voy a hacerte correr como nunca antes. —Quiero eso más que nada. —Respondió Addie, aplastando su boca con la suya por última vez en un beso desgarrador hasta el alma. —Sobre tu espalda, lindura. —Mel presionó a Addie sobre la cama. Se colocó frente a los hermosos senos redondos que habían sido tan tentadores para ella—. Mmm, he querido probar esto desde siempre. —Señaló a un pezón en la boca. —Sí, ¡oh sí! —Addie atrapó la nuca de Mel y la urgió a seguir. Cuando el pezón estaba húmedo y con forma de cono, Mel cambió de lado, rodando el primero entre sus dedos pulgar e índice. Addie se sacudió en su caricia, pero un momento después estaba suspirando y haciendo pequeños gemidos de placer. Sus caderas se presionaban más y más alto de la cama a la espera. Mel apretó las deliciosas tetas por última vez antes de deslizarse entre las piernas de Addie. Un hilo de néctar brillaba en un muslo, y ella lo disfrutó con entusiasmo. Era almizclado, pero sabía deliciosamente dulce, y Mel supo en ese momento, que anhelaba más.

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Saborearla, una hora más tarde, una semana más tarde, lo que ella pudiera conseguir. Partiendo el vello fino en el vértice, Mel se zambulló en el primero con su lengua, y luego la boca entera. El sabor, junto con la manera sensual de Addie al retorcerse debajo de ella, fue casi suficiente para hacer que se corriera de nuevo. Pero había llegado el momento de Addie, y Mel quería que fuera perfecto para ella. Metió un dedo en el coño empapado, dentro y fuera, mientras mordisqueaba el clítoris hinchado de Addie. Podía decir por la forma en que su amante se retorcía que ella estaba cerca, y mantuvo sus atenciones. —¡Me corro! —Jadeó Addie, y su cuerpo se sacudió. Mel sostuvo las piernas y continuó acariciando y atormentando la rosada carne. Antes de que Addie se detuviera temblorosa de su primer orgasmo, otro surgió. —¡Sí! —Sollozó ella, su voz áspera. Después de unos minutos, Mel cedió y se retiró. Frotó las manos sobre los muslos de seda y sopló en el área sensible de Addie. —Me estás matando. —Addie alcanzó las manos de Mel y la acercó a sus brazos. —Necesito un minuto. Tal vez dos. Dios, fue increíble. Y no uso esa palabra a la ligera. La única vez que recuerdo haberla usado fue hace poco y estaba pensando en ti. Mel se acurrucó y arrastró una sabana sobre ellas.

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—Estoy tan feliz de escucharte. Porque estaba pensando, que este día no será suficiente. Quiero más tiempo contigo. Necesito más tiempo. Addie besó la parte superior de su cabeza. —Tenemos tiempo.

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Capítulo Siete Addie intentó hacer una lista de los elementos que debían ser reemplazados en la posada. Los muebles del dormitorio era negociable, ya sea cambiar o retocar, pero cada habitación necesitaba un colchón nuevo, el suyo incluido. La cama prestada había sido un salvavidas, pero Addie entendía por qué se había dado libremente. Bultos sobresalían cada vez que trataba de ponerse cómoda. Las habitaciones, necesitaban ropa nueva como, almohadas y edredones. La habitación del frente requeriría un sofá, sofá de dos plazas y una silla, además de café y finalmente mesas. Las mesas de comedor estaban rayadas, pero podría usarlas, ya que estarían cubiertas con telas. Ella definitivamente necesitaría sillas nuevas. Comprar una cocina para la cocina principal. Los otros artefactos estaban bien, una vez que fueron limpiados. Había que comprar más platos y vasos, los cubiertos de plata, pero parecían estar bien. Las paredes estaban intactas, lo cual era una bendición. La pintura había sido siempre una de las tareas no favoritas. Todo lo que tendría que preocuparse sería de los toques decorativos. Sin embargo, los suelos de madera necesitaban tareas importantes, y la mayoría de las alfombras estaban arruinadas. Addie empujó la lista a distancia y lanzó un suspiro. Había pensado escribirlo todo para ayudarse a organizarse. Por el contrario, sólo se sentía más deprimida. —¿Hey, Addie? ¿Tienes una llave para el ático? —Mel llamó desde el descanso del segundo piso.

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—Sí —respondió Addie ausente. Ella había mirado en el ático una vez y encontró que estaba llena de cajas y basura. Al no haber sido afectado por la irrupción, no había pensado en eso. Agarró su llavero y se dirigió hacia las escaleras—. ¿Por qué? —Estaba buscando por todas las habitaciones, averiguar lo que había que hacer. Nunca he visto el espacio del ático. Addie movió las llaves frente a Mel y se dirigieron hacia abajo a la puerta cerrada con llave. —No hay mucho que ver. Polvo, cajas y más polvo. —Addie abrió la puerta. —¿Has visto que hay en esas cajas? —Mel dio un paso, mirando a su alrededor. Tiró de la cadena en el centro de la habitación, y una bombilla de luz se encendió—. ¡Mira este lugar! ¡Es hermoso! —No, no lo vi, —dijo Addie, respondiendo a la pregunta sobre las cajas—. ¿Y que es hermoso? —Trató de ver lo que Mel se refería, pero parecía un desván sucio, viejo para ella. —¡Techos con vigas con espacios abiertos y la ventana de la torreta! ¡Esta habitación es una preciosidad! Está llena de posibilidades. —Bueno, tal vez. —Addie era escéptica—. Las paredes no están ni siquiera terminadas. Se necesita una construcción mayor antes de que sea útil. —Supongo. —Mel siguió con entusiasmo—. Pero seguro que es genial.

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—Tengo grandes preocupaciones en este momento. — Addie puso las manos en las caderas—. Tengo que encontrar la manera de poner este lugar en funcionamiento para que pueda obtener algo de dinero. —No tengo ni un centavo para gastar. Dejó que el pensamiento no saliera de sus labios. —Estaba pensando en eso. —Mel se dirigió de regreso a la escalera. Addie la siguió, apagando la luz y cerrando la puerta del ático. Al final de las escaleras, Mel comentó. —Si te ayudó a pagar el deducible, entonces podrías hacer el trabajo… —No. —Addie la interrumpió. Ella y Mel habían pasado tres noches juntas. Tres de las mejores noches de su vida, no había duda, pero era demasiado pronto para empezar a hablar de mezclar el dinero—. No voy a dejar que hagas eso. Voy a encontrar una manera de hacer este trabajo por mi cuenta. Mel se detuvo en la planta baja y se volvió para mirarla. —¿Qué pasa si quiero ayudarte? No tienes que hacerlo todo sola, ya lo sabes. A veces está bien apoyarse en otras personas. —Ella puso sus brazos alrededor de la cintura de Addie. Addie apoyó la frente contra la de Mel. —Quiero tu ayuda. No podía comenzar a manejar esto sola. Pero me niego a tomar tu dinero. Esa no es la mejor manera de empezar una relación. Sostuvo a Addie por las caderas, Mel la atrajo aún más cerca.

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—Esta relación ya ha comenzado, bebé. No lo puedes negar. Quiero ayudarte. Me parece que, hasta que puedas conseguir algunos de estos cuartos de atrás listos no serás capaz de abrir la posada. Addie besó suavemente sus labios y se retiró. —La trampa perfecta. No puedo ganar dinero hasta que arregle las habitaciones. No se puede arreglar las habitaciones sin dinero. —Pero si me dejaras… —No. —Ella presionó dos dedos contra la boca de Mel—. Por favor no lo traigas de nuevo. Voy a encontrar otro camino. Mel entornó los ojos, dando una mirada de exasperación en respuesta. El teléfono sonó, y Addie sonrió. —Salvadas por la campana. —Quitó los dedos y le dio un pequeño beso en su lugar antes de ir a contestar—. Posada Apple Valley, así como lo oye. Una risa profunda cruzó la línea. —Buenos días, Addie. Soy Gill. Terminé el coche. Pensé que podría estar listo para tener unas ruedas nuevas. —Oh, hola, Gill. Sí, claro, gracias. —Ella sabía que su voz sonaba vacilante y trató de proyectar agradecimiento—. Te lo agradezco. Tengo mucho que hacer aquí ahora, pero pasaré a recogerlo en algún momento. —Podría llevarlo, si eso te es más fácil. —Cielos, no. Por favor, no te molestes. Me daré prisa. Estaré ahí lo antes que pueda.

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—Muy bien, entonces. Hasta pronto. —Adiós. —Ella colgó el teléfono y miró a Mel, que se había unido a ella en la habitación de en frente. —¿Está listo tu coche? —Sí. —Addie agitó una mano con indiferencia, o al menos esa fue la impresión que ella esperaba. En el interior, su corazón latía violentamente a causa de la decepción—. Como le dije a Gill, me pasaré en algún momento. No hay prisa. —Podemos recogerlo de mi camino al trabajo. Y ahí te dejo. Addie la miró fijamente. Ella era tan linda, tan inocente acerca de los problemas fuera de la pequeña aldea de Cattle Valley. Addie amaba la ingenuidad de Mel. Chloe había sido pesimista y cansada desde el primer día que se conocieron. —Cariño, escucha. No puedo ir por mi coche ahora mismo, porque no tengo dinero. Gill va a tener que esperar. Los ojos de Mel ojos se iluminaron. —Déjame hacer eso por ti. Puedo… —No. —Addie se acercó, resbalando sus brazos alrededor de Mel—. Creo que la única manera de hacerte callar es darte un beso. —Ella forzó sus bocas juntas, consiguiendo que su lengua tocara las comisuras de Mel. Cuando se separaron, se condujo más profundo, disfrutando el sabor de su amante cada vez más. Mel le devolvió el beso y gimió, echándose hacia atrás. —Tengo que ir a trabajar. Ojalá pudiera quedarme aquí un poco más. Addie alcanzó el culo de Mel.

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—No tardaremos mucho tiempo. En un minuto, retiraré tu ropa y sumergiré mi cara entre tus piernas. —Mmm. —Mel se retorció en su contra—. Tal vez debería llegar tarde. Riendo, Addie la soltó. —O tal vez deberías ir a trabajar y volver aquí tan pronto como puedas. Mejor aún, pasa por tu casa y trae contigo algo de ropa para que puedas quedarte. Los ojos oscuros de Mel brillaron. —Lo haré, gracias. Tengo un turno corto hoy, así que no voy a llegar tarde. Cenaremos juntas. —Me parece bien. —Después de inclinarse por otro apasionado beso, Addie la vio marcharse. Dio la vuelta, pensando en la posada. Era extrañamente tranquilo estar ahí sola. No estaba segura si alguna vez llegaría a acostumbrarse. Cerró ambas puertas, la delantera y la trasera, de forma segura y se dirigió hacia las escaleras. La curiosidad de Mel había conseguido filtrarse en su mente, preguntándose que era lo que había en las cajas. No había tiempo como el presente para averiguarlo. Volviendo a la oscuridad, abrió la habitación, tiró de la cadena, y la bombilla se iluminó. Addie se arrodilló junto a la primera pila y abrió la de arriba. Una nube de polvo se levantó, lo que le hizo estornudar. Buscó en la caja y sacó una pieza cubierta que parecía que podría ser un plato de algún tipo. Quitó el envoltorio de papel y cartón, se encontró una placa preciosa, de marfil con un patrón de color de rosa. Parecía ser viejo, porcelana china. Lo puso a un lado y cogió otro pedazo. Era similar a la primera, y varias más que había debajo de ella.

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Las demás cajas contenían muchas tazas del mismo material, los platillos y tazones, todos intactos. Addie desempaquetó todos ellos para comprobar su estado, y luego colocó cada pieza cuidadosamente y puso todo de vuelta donde lo había encontrado. Ella dejó el primer plato afuera, decidió llevárselo escaleras abajo. Las demás cajas estaban medio llenas de basura o vacías, más o menos lo que había esperado encontrar en todas ellas. La porcelana fue una verdadera sorpresa. Tal vez no tendría que comprar platos nuevos, después de todo. Addie cerró el ático y se dirigió hacia el comedor. Había encontrado veinticuatro piezas de porcelana china, además de dos de cada uno de los tazones y platos. ¿Será suficiente? Si la posada estaba llena, podía tener un máximo de doce ocupantes. La porcelana podría ayudar. Ese pensamiento impulso su espíritu por el resto de la mañana, y decidió hacer frente a la renovación del acabado de los muebles de nuevo. Ella estaba sumergida hasta los codos en el removedor de pintura cuando Mel regresó. —¿Qué estás haciendo aquí tan pronto? —¡Qué asco! ¿Puedo tener un poco de aire? Esa cosa es fuerte. —Mel abrió dos ventanas en la sala. —Sí, y esto no va bien, tampoco. Mira esta cabecera. Se ve como una mierda. —Se refirió a la pieza que había tratado de reparar. Mel se mordió el labio. —Eso no se ve bien. ¿Estás segura de que estás utilizando el material adecuado?

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—No —admitió Addie y se dejó caer en el sofá. Se quitó los guantes de goma y exhaló su aliento que alborotó el flequillo. —Te he traído un bocadillo para la cena. Naomi estaba en la tienda, así que decidí irme para mi hora de almuerzo de hoy. Addie la miró acusándola. —Tengo comida, Melissa. No voy a morir de hambre. —Lo sé. ¿Y qué si sólo quería verte? —Mel se sentó a su lado y le dio un codazo a sus rodillas juntas. Le entregó un emparedado y desenvolvió otro para ella. —Planeas algo. Reconozco esa mirada en tus ojos. Mel sonrió. —Uh oh. ¿Soy tan transparente? Bueno, tal vez lo soy. Escucha, Gill tiene este amigo, Hal Kuckleman. Él es un contratista y, por lo que he oído, uno muy bueno. Me gustaría que lo llamaras para que viniera a echar un vistazo a la posada. Ya sabes, hacer los suelos es una tarea demasiado grande para que puedas manejarlo sola. Addie masticaba pensando. Tal vez el hombre trabajaría con ella hasta que el seguro de sus finanzas se resolviera. La única manera de conseguir que el dinero entrara era arreglar la posada. Tenía que empezar por alguna parte. —Tienes razón. —Ella asintió con la cabeza mientras comía—.No puedo hacer los suelos. Demonios, ni siquiera puedo hacer los muebles. Necesito ayuda profesional. —¿Así que puedo llamar a Hal? —preguntó Mel con entusiasmo. —Sí puedes. Gracias por pensar en eso.

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—Ya lo creo. —Mel recogió su sándwich—. Tengo otra idea. Tal vez, mientras que Hal está aquí, pueda echar un vistazo en el ático. Me encantaría ver si se puede convertir en otra habitación para alquilar. —Mel. —Addie sacudió la cabeza con desaliento—. No puedo permitirme ese lujo en este momento, y lo sabes. No me gusta, pero estoy empezando a sonar como un disco rayado. Mel le apretó el brazo. —Simplemente deja que Hal diga el precio. De esta manera, lo sabremos. Para un futuro, quiero decir. Addie contemplaba la dulce expresión en su rostro. ¿Por qué sabía que iba a ser difícil decirle "no" sobre cualquier cosa? Estaba del todo cómoda en su relación y sabía que, con su futuro tan incierto, debería retroceder o al menos reducir la velocidad. Ella encontró a Melissa Danes demasiado atractiva como para hacerlo bien. Suspiró. —¿Siempre te sales con la tuya, o es sólo que me has envuelto alrededor de tu dedo meñique? —Sólo por ti. —Mel sonrió y se inclinó para darle un beso —. Gracias. Voy a llamar a Hal cuando vuelva a trabajar. Addie robó otro beso rápido antes de que terminaran sus sándwiches. En la cocina, lavando los platos, se dio cuenta de la pieza de porcelana sobre el mostrador. —¡Oh! ¡Nunca vas a creer lo que encontré en el desván! — Ella desenvolvió el plato y lo sostuvo en alto. —Hey, eso es bueno. —Mel lo tomó y lo inspeccionó—. ¿Hay más?

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—Mucho más. Veinticuatro platos con sus piezas de juego. ¡No lo podía creer! Supongo que no compraré platos después de todo. —Si lucen como este. —Mel estudió atentamente el plato. —¿Qué? —¿Hmm? Oh, nada. ¿Puedo tomar esto? A Naomi le gustan los platos viejos. A ella le encantaría verlo. —Supongo. —Addie se encogió de hombros y lo envolvió. Mel lo apretó contra su pecho con un brazo y abrazó la cintura de Addie con el otro. —Ten una buena tarde. Te veré más tarde, cosa sexy. —¡Ven aquí! Bromeas. —Addie besó a Mel, un estremecimiento de emoción presionó en su espina dorsal. Sólo escuchar las palabras—. Te veré más tarde —fue suficiente para que su motor se pusiera en marcha. Tal vez ella estaría esperando por Mel en el dormitorio después del trabajo, vestida sólo con una sonrisa. Tomó el culo de Mel y apretó. —Más tarde. Mel movió el culo, sonrió dulcemente y se fue.

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Capítulo Ocho Mel se detuvo en Antigüedades Bronwyn antes de volver a la librería. La pequeña tienda estaba a un bloque de la calle principal, y conocía al dueño, Ryan Bronwyn, hizo un buen negocio, porque era justo y de buena reputación. Ella tomó el plato y salió, donde una pequeña campana en la puerta anunció su llegada. —Hola, Ryan. —Sonrió a su vecino de negocio. Siempre había sido muy aficionada a él. Su pelo castaño claro, gafas, alto, delgado, le recordó a Mel a su padre. Mientras que Ryan era más joven, probablemente a mediados de los treinta, todavía tenía ese aire mismo de la sabiduría y la confianza que a ella le gustaba de su padre. —Hola, Mel. ¿Cómo te va hoy? —No está mal. Tengo un plato y me preguntaba si podrías verlo. Se ve viejo para mí, pero no soy juez de antigüedades. — Lo colocó sobre el mostrador. —Vamos a echar un vistazo. —Desenvolvió la porcelana China y estudió cuidadosamente la parte de atrás—. Nunca he visto esta marca antes, lo que me sorprende. Me gustaría investigar más a fondo. ¿Podría quedármela? Te escribiré un recibo. —Por supuesto. No necesito un recibo. —Insisto. —Escribió un recibo y se lo entregó a ella—. ¿Te puedo llamar en cuando sepa algo? Puede tomar un día o dos. —No hay problema. Gracias, Ryan. —Ella dejó su tienda y volvió a Booklovers.

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Naomi estaba colocando un nuevo título cuando Mel se apresuró, hablando sin aliento. —Hola, siento llegar tarde. —No hay problema. —Su hermosa, pelirroja jefa, miró de vuelta a Mel, una expresión divertida en su rostro—. Recuerdo aquellos días, corriendo a casa para un rápido almuerzo. Mel fingió sorpresa. —¡No tuvimos un rato de placer! Comimos bocadillos y tomé una porcelana China. Addie encontró todo un conjunto en el ático. Es algo muy lindo. Naomi colocó el último de los libros en el estante. —¿Por qué dejaría Tia un juego de porcelana? Eso suena extraño. ¿Si ella no podía llevárselo pudo haberlo vendido? Encogiéndose de hombros, Mel empujó su bolso bajo el mostrador. —Tal vez se olvidó de él. El ático es polvoriento como el infierno. No parece que alguien hubiera estado ahí desde la edad de un mapache. —Siempre me he preguntado exactamente cuánto tiempo será la edad de un mapache. Debería entrar en Internet y buscar eso. —Naomi hizo una expresión divertida cuando paso a Mel, llevando una caja vacía a la trastienda. —Oh, cállate —Mel bromeó de regreso—. Eres una sabelotodo. Tenía la esperanza de que Courtney te curara, pero creo que no ha hecho más que empeorar. Naomi asomó la cabeza por la parte trasera.

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—Hablando de nuestro Amor Verdadero, ¿tiene planes Addie de contratar a algunas personas para trabajar en la posada? Sería un trabajo bastante grande para una persona. Tia tenía un asistente de recepción y un cocinero por la mañana. Mel sacudió la cabeza. —Ella no ha llegado tan lejos, todavía. El hotel necesita mucho más trabajo antes de que pueda estar abierto. Es duro, porque Addie está un poco atada. Ella pensó que iba a venir aquí para hacer dinero. Hasta el momento, sólo ha sido un devorador de dinero. —Espero que atrapen a los bastardos que lo hicieron. Ellos deben ser obligados a pagar. Deberían haber tenido que limpiar, también, pero supongo que no podía esperar tanto tiempo. —No, necesita que esto funcione ahora. Hablando de eso, me ofrecí a llamar a ese amigo contratista de Gill para ver qué podía hacer con los suelos. —Cogió la libreta de teléfonos. —¿Hal? Él es un buen tipo. —Naomi regresó al mostrador—. Sólo quería mencionarlo, si es que estás pensando en renunciar aquí para ir a trabajar en la posada, trata de avisarme antes ¿de acuerdo? No me entusiasma la idea de trabajar largas jornadas sola. Cuando el verano llegue, Sally Meadows estará de regreso de la universidad, y ella ya me ha preguntado para que la contrate por algunas horas. Pero hasta entonces. —No voy a ninguna parte. —Mel le dio un codazo al brazo de Naomi a la ligera. La idea de trabajar en la posada no se le había ocurrido. Era un pensamiento tentador, pero podía oír a Addie usando balística si ella lo mencionaba. Era demasiado temprano para ese tipo de planes.

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—Dices eso ahora —Naomi asintió con la cabeza a sabiendas—. Pero por si acaso, en alguna parte bajo la línea... — Ella arqueó las cejas—. No estoy siendo curiosa. Tengo mis razones, y necesito saberlo. —Ya te he oído. No te preocupes por mí. Me encanta mi trabajo, y lo necesito. Ahora vete para que pueda hacer mi llamada. —Ella procedió a buscar el número del contratista. —Claro, adelante. —Naomi se dirigió a la parte delantera de la tienda, murmurando en tono de broma—: Para alguien que ama su trabajo, seguro que no tiene mucho trabajo hecho. —Cinco minutos más, eso es todo lo que necesito. Te lo prometo. Naomi se rió y agitó una mano.

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Hal Kuckleman vivía con el reverendo Casey Sharp cerca de la iglesia en Cattle Valley. Eso fue todo lo que sabía del hombre, con excepción de que era un amigo de Gill. Hal pareció muy servicial por teléfono, accediendo a pasar por la posada después del trabajo para comprobar lo que había que hacer. Mel corrió a su apartamento por un poco más de ropa, llegó a la posada, al mismo tiempo que Hal en su camioneta blanca. Dejó sus cosas en el coche y salió, acercándose a Hal. —Hola, Hal. Soy Melissa Danes. Creo que te he visto por la ciudad. —Ella le tendió la mano. Él la estrechó y sonrió amablemente.

—Sí, en la boda de Gill, tal vez. No entro en la librería. Ojalá tuviera más tiempo para leer, pero siempre hay algo que hacer. —Lo entiendo. Bueno, vamos a entrar. Mi amiga acaba de comprar este lugar, y estamos tratando de averiguar lo que hay que hacer después del robo. —Ella lo condujo al interior—. ¿Addie? Estoy aquí con el contratista. Addie venía de la cocina secándose las manos. —Hola. —Addie Murphy, Hal Kuckleman. —Mel los presentó y dio un paso atrás. Era la posada de Addie, ella debía seguir desde aquí. Se estrecharon las manos, y Hal miró la habitación llena de muebles de madera marcados. —Esto es una maravilla, —Hal dijo con sarcasmo, sacudiendo la cabeza. —¿Verdad que sí? No se salvó ni una sola pieza. Ah, a excepción de una silla. Tengo una silla del comedor, y unos vaqueros me ayudaron a armarlas para mí. Somos cuidadosos cuando nos sentamos en ellas. Sonrió, todavía mirando a su alrededor. —Odio tener que decirte esto, pero estás usando las cosas mal sobre el mueble. No necesitas removedor de pintura. —Se refirió a la pieza en la que Addie había estado trabajando—. Ese de ahí esta arruinado. El resto podría ser rescatable, pero es un trabajo muy laborioso. No estoy seguro si el precio valdría la pena. Puedes ser capaz de comprar cosas nuevas por no mucho más.

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—Eso es lo que me temía. —Asintió con la cabeza Addie—. Olvídate de los muebles. Los suelos son mi mayor preocupación. Tienen un bello acabado en la madera. Hal andó arrastrando las botas. —Sí, pero nada es permanente. Estos pueden ser pulidos y se verán como nuevos. Podría ser capaz de ahorrarte un hombre para hacer esto. —Estaría muy agradecida. —Addie lo miró—. Estoy tratando de arreglar el sitio para hacerlo funcionar. El dinero es un poco escaso, porque había contado con los ingresos procedentes de la compra, cuando llegué aquí. Hal se rascó la cabeza. —Deberíamos ser capaces de resolver algo. Deja que mire arriba, ver cuantos metros es en total, antes de decirte el presupuesto. —Por supuesto. —Addie le llevó hasta la escalera. Mel los siguió. —Cuando haya terminado, hay una cosa más que me gustaría mostrarte, Hal. El ático. —Eso puede esperar, —dijo Addie. —Me gustaría tener una idea, —insistió Mel—. Aún no está terminado, pero es un hermoso espacio. Me pregunto cuánto costaría acabar con él. —Voy a echar un vistazo. Mel le sonrió a Addie. Addie entornó los ojos, pero no pudo resistirse y le devolvió la sonrisa.

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Hal y Addie se pusieron de acuerdo en el precio de renovación del acabado de los suelos. Estuvo de acuerdo en enviar a alguien para empezar a trabajar al día siguiente. Después de examinar el ático, se ofreció a terminar un presupuesto y hacérselo llegar pronto. Mel estaba satisfecha y pensó que Addie parecía aliviada, también. —Es un comienzo —Mel comentó después de mostrarle a Hal. —Sí, es bueno. Sigo preocupada acerca de dónde sacaremos el dinero. Pero necesito hacer esto. Gracias por proponerlo. —No hay de qué. —Mel se movió más cerca, dándole a Addie un beso—. Me parece que te prometí la cena. —No tengo mucha hambre. —Addie corrió sus manos sobre los hombros de Mel—. Para comer, de todos modos. He estado pensando en ti toda la tarde. Es algo muy bueno que me llamaras y me advirtieras que el contratista iba a venir. Él habría recibido una gran sorpresa. —Sus ojos brillaban. —¿Ah, sí? —Mel se lamió sus labios, un hormigueo en aumento provocado por la lujuria—. ¿Qué estabas pensando?

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—En realidad... —Addie alcanzó el dobladillo de la camisa de Mel, la jaló sobre su cabeza y la arrojó a un lado—. Pensé en esperarte desnuda sobre la cama. —Desabrochó el sostén de Mel y lo envió volando—. Entonces pensé sobre tomar un buen baño caliente en una de las grandes tinas que tenemos arriba. Creo que me gustaría verte rodeada de burbujas. Mel se quitó los zapatos, cuando Addie arrastró sus pantalones y las bragas. —Un baño de burbujas suena divertido. Addie la apretó contra la pared en el pasillo fuera de su dormitorio. —Simplemente decidí que soy demasiado impaciente para eso. Tengo que probarte ahora. —Ella cayó de rodillas y separó las piernas de Mel, colocando una pierna sobre su hombro. Aferrándose a la pared detrás de ella, Mel se quedó sin aliento cuando Addie se movió rápidamente y con determinación. Abriendo los labios del coño de Mel, Addie dirigió su lengua hacia adelante. No hubo caricias gentiles, no rodeó los bordes está vez. Ella parecía saber lo que quería y lo obtuvo. —Oh, Señor. —Mel acunó la nuca de Addie con una mano—. No voy a durar mucho tiempo con este tratamiento. —Bien. —La voz de Addie sonaba amortiguada y entrecortada, pero no se detuvo en lo que estaba haciendo—. Quiero sentir cuando te corras. Quiero tu sabor al correrte. Mel gimió cuando Addie llegó más profundo, más rápido con las caricias. Ella jadeó y trató de mantenerse en pie, tirando accidentalmente del pelo de Addie. —Lo siento.

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—No hay problema, —Addie se rió entre dientes—. Tal vez deberíamos ir a la habitación. —Ella dejó la pierna de Mel y se levantó, tirando de la mano hacia la cama y la acostó de espaldas. Mel alcanzó la cabeza de Addie y la animó a regresar al trabajo de la mano. Su excitación parecía instar a Addie. La mujer persistente mordisqueaba y lamía con abandono hasta que finalmente Mel gimió y se estremeció. Un clímax intenso en espiral la envolvió, encendiendo cada fibra de su ser. Se dejó caer en el colchón cuando Addie chupó lo último de los jugos que había logrado obtener. Addie se arrastró a lo largo de Mel, mirando fijamente a los ojos. —Eso fue jodidamente increíble. Se besaron, y Mel deslizó sus brazos alrededor del cuello de Addie. —Estoy totalmente de acuerdo. Ahora a descansar. Quiero hacerte el amor, y podría tomarme algún tiempo. Addie la besó de nuevo, sus lenguas luchando entre sí por el dominio. Por fin, ella se echó hacia atrás y sonrió. —¿Me lo prometes?

Mel estaba con la cabeza en el vientre de Addie, una mano trazando las curvas de su pecho. Ella estaba totalmente a gusto, más cómoda de lo que nunca se había sentido con nadie.

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Si nunca tuviera que moverse de nuevo, esto no sería demasiado pronto. Addie tocó el aro de plata en el oído de Mel. —¡Oh! Me olvidé de decirte, mi abogado llamó hoy. —¿En serio? —Mel la miró—. ¿Alguna novedad? —Sólo que mi madre no se echa para atrás. Tenemos una cita en el juzgado en dos semanas. —¡No! —Mel frunció el ceño—. ¿Has intentado hablar con ella? —Lo intenté una vez. No quiso hablar conmigo. —Addie tocó la mejilla de Mel—. Creo que un juez decidirá mi destino. —¡Addie, no! —Mel trató de levantarse, pero Addie le agarró del hombro. —No te levantes. Esto se siente demasiado bien para moverse. —Yo también lo creo. —Mel se quedó donde estaba, pero una sensación de malestar se extendido sobre ella. El pleito entre Addie y su madre le preocupa. —Todo esto es simplemente horrible. No puedo creer que tu madre te demandara. —Lo sé. —Suspiró Addie y cerró los ojos—. Sólo hago lo que tengo que hacer, trato de no pensar en eso. Era más fácil decirlo que hacerlo. Mel quería que Addie decidiera su propio destino, no un juez. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal, y abrazó a su amante más cerca.

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Capítulo Nueve Addie movió todos los muebles dañados al porche antes de que el empleado de Hal se presentara para trabajar con los suelos al día siguiente. Jason. Él era otro de Cattle Valley con el pelo corto oscuro, ojos melancólicos y un físico apuesto y musculoso. Cuando empezó a trabajar, casualmente mencionó a su pareja, y cayó en la cuenta que era gay. Ella aún no estaba acostumbrada que la mayoría de la gente en la ciudad se apoyara en esa dirección. Este tipo, como la mayoría de los demás, era más caliente que un cohete. Si ella fuera hetero, encontraría la forma de molestarlo como el infierno. Se acomodó en una silla en el porche. Jason había levantado una nube de polvo en la habitación de enfrente, y ella quería mantenerse al margen. Mientras estaba decidiendo qué hacer, Mel se detuvo en la entrada. Addie se digirió a su encuentro. —¿Qué estás haciendo? Si estás en casa al mediodía para un polvo rápido, odio tener que decírtelo, pero el chico del suelo ya está aquí. Jason. Mel no salía de su coche. —Ojalá pudiera, pero no hay tiempo. Sólo tengo treinta minutos, ya que Naomi tiene una cita con el médico. Pero quiero llevarte a una parte. Sube. —No puedo salir —protestó Addie, mirando hacia atrás a la posada. —No vamos a estar fuera mucho tiempo. Dile a Jason que vuelves y vamos —insistió Mel.

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Addie se debatía, luego corrió a la casa y transmitió el mensaje. Tomó su bolso y se apresuró a subir al coche de Mel. —Está bien. —Ella se abrochó—. ¿Adónde vamos? —Ya lo verás. —Mel sonrió misteriosamente. Addie la observó conducir, dándose cuenta cada vez más, cada día, cómo se estaban apegando con el tiempo. Fue maravilloso y aterrador al mismo tiempo. Mel se detuvo frente a una tienda de antigüedades y Addie miró. —¿Qué está pasando? —Vamos. —Mel hizo un gesto hacia la tienda, y las dos salieron para entrar al interior. La puerta de entrada sonó, y un hombre asomó la cabeza desde la trastienda. —Hola, Mel. —Hola, Ryan. Me gustaría que conozcas a Addie Murphy, la nueva propietaria de la Posada de Apple Valley. Addie, él es Ryan Bronwyn. Es dueño de este lugar. —Hola, —Addie asintió con la cabeza. Él colocó un plato en el mostrador, delante de él, y ella se dio cuenta de que era el de su colección recién descubierta del ático. —Mel trajo esto ayer, y he estado como loco tratando de seguirle la pista. Finalmente lo conseguí. Es bastante raro y es producida por una buena compañía, una compañía francesa. —¿En serio? —Addie parpadeó sorprendida—. Eso está bien. Supongo que va a hacer que la posada se vea bien, entonces. Voy a bajar las cajas y empezar a lavar todo antes de usarlo.

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Ryan sonrió. —No creo que lo hayas entendido. Esto es raro, antiguo, una porcelana francesa. No se trata de las cosas más caras que he visto, pero esto cuesta. No creo que desees utilizarlo en la posada. Echó una mirada de él a Mel y regresó. Ambos tenían enormes sonrisas. Sus palabras se estaban hundiendo cuando Mel se apresuró y le dijo. —¿No lo entiendes? Ryan puede vender esto por mucho dinero. Puedes comprar los platos prácticos, algo que puede ir en el lavavajillas. Algo que no importaría si se rompe. —Ah. Eso tiene sentido. —Ella no tenía intención de pasar el tiempo lavando los platos a mano todos los días. Miró el plato, luego de nuevo a Ryan. —¿Cuánto crees que valga? —Ahí reside el problema. Lo que vale, y lo que puedo conseguir por ellos, son dos cosas diferentes. Estoy seguro de que es un valor de miles, pero no hay mucho que se le llame porcelana fina en la zona rural de Wyoming. Si me tomara tiempo para encontrar un comprador, probablemente podría conseguir un mejor precio para ti, menos una comisión modesta, por supuesto. El corazón de Addie se hundió. —El tiempo y el dinero, dos cosas que no tengo, señor Bronwyn. ¿Podría darme algo para la porcelana? Mel le tocó el brazo. —Yo tenía una idea mejor. Ryan tiene un almacén lleno de muebles. Voy a dejar que él te lo diga. Él asintió con la cabeza.

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—Adquiero toda clase de cosas en subastas y mercados de segunda. A veces se trata de un montón, y adquiero más de lo que realmente quería. Sólo puse las antigüedades aquí. Guarde las otras cosas hasta que pueda en algún momento colocarlas. El interés de Addie se despertó. —¿Qué tipo de cosas? —Camas, cómodas, mesitas de noche, todo excepto colchones. Probablemente tengo seis u ocho de cada uno. Ella sonrió. —Sólo necesito seis. Apretándole el brazo, Mel estuvo de acuerdo. —¡Eso es lo que yo pensaba!

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Ryan levantó la mano. —Te diré por adelantado, que no coincidirán. Pero están en buenas condiciones. No tengo espacio para almacenar basura. Yo lo tiro. También tengo algunos sofás y mobiliario de sala de estar. —¿Sillas esperanzada.

de

comedor?

—Addie

cruzó

los

dedos,

—Sí, un montón. No puedo prometer que coincidan, pero podría tener varios grupos de cuatro que sí. —Su comedor necesita cuatro asientos —dijo Mel emocionada y miró a Addie. —Podría tener sillas similares en cada mesa. Toda la habitación no tiene por qué coincidir. Addie se encogió de hombros. —Lo ecléctico no es malo.

—Ecléctico es, en estos momentos. —Ryan dio unas palmaditas en el mostrador—. Si estás interesada, te voy a dar en muebles lo que tú quieras de mi almacén a cambio de la porcelana. Vamos a ir ahí por la noche después de haber cerrado, y podrás hacer tu selección. Vamos a marcarlos, y te lo llevaré. —¡Oh, Dios mío! —Addie no podía creer lo que él le ofrecía—. ¡Eso es increíble! Muchísimas gracias. —Ella abrazó a Mel, riendo, y se inclinó sobre el mostrador y abrazó a Ryan. —Gracias —murmuró a su oído. Él le devolvió el abrazo con afabilidad, y se separaron. —Es un gran negocio para mí, también. Estaré encantado de liberar algo de espacio del almacén. Mel le tocó el hombro. —Tengo que volver al trabajo. ¿Por qué no te llevas mi coche y me recoges más tarde? —Puedo caminar. Es un día hermoso. No estoy segura de que mis pies tocaran el suelo todo el camino. Con una sonrisa y un beso en la mejilla, Mel regresó a trabajar. Ryan envolvió el plato y lo dejó a un lado. —Entiendo que Jason está rehaciendo tus suelos. ¿Por qué no me llaman cuando estén listos y nos reunimos entonces? Sé que quieres que las cosas estén listas lo antes posible. Addie se rió entre dientes. Pequeña ciudad. Todo el mundo lo sabe todo. En ese momento, no habría optado por estar en otro lugar.

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La restauración de los suelos tardó el resto de la semana. Addie pasó varias noches en el apartamento de Mel para alejarse del polvo del lijado. Pero cuando Jason terminó, se sorprendió de lo limpio que dejó el lugar y estaba encantada con el trabajo que había hecho. Ryan Bronwyn había sido fiel a su palabra. Tan pronto como ella le había llamado, él estaba dispuesto a reunirse con ella en el almacén, para que pudiera elegir sus muebles. Addie estaba indecisa, pero finalmente reunió el valor suficiente para llamar a un amigo de Mel, Nate, para preguntarle si iba con ellos para recoger el material. Él se había ofrecido para ayudar en la decoración, pero en secreto se había preguntado si sólo había sido cortés. Nate deshizo sus preocupaciones. Parecía realmente complacido de ayudar y cambió sus planes para esa noche para su encuentro con Ryan. El mobiliario era mejor de lo que Addie había esperado. Se llevó a Mel, Nate y con poco tiempo para seleccionar lo que querían. Ryan prometió que se lo entregaría. A la tarde siguiente, de pie en la sala de estar cuando dos hombres llevaban sus cosas, Addie estaba emocionada. Cada habitación recibió una cama doble, una mesita de noche y un armario de buen tamaño y un espejo. Ella también había elegido un cómodo sillón para cada habitación, un pequeño escritorio y una silla de respaldo recto para sentarse en ella.

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Eran más muebles de los que las habitaciones habían tenido anteriormente, pero todo encajaba muy bien, y pensó que sería perfecto. —Los muebles de la habitación se ven muy bien. —Nate siguió a los repartidores por las escaleras por última vez y los vio partir. —Gracias —les dijo. —¡Sí, gracias! —Addie les dijo. Ellos asintieron y se fueron, Nate cerró la puerta. —Las habitaciones ya se sienten más cómodas que como estaban. Las cortinas y las persianas están muy bien, por lo que sólo necesitas mantener sus colores en mente cuando elijas la ropa de cama y sea una extensión. Un par de las habitaciones son de color azul, dos son de color malva y dos tienen unas interesantes, cortinas color mostaza. —Él hizo una mueca. Addie sonrió. —Van a estar bien. He visto ya telas bonitas con ese color con unas aplicaciones muy lindas. Si puedo encontrar algo así, se verán fantásticas. Voy a usar edredones en lugar de colchas. Él asintió con la cabeza. —Y colchones. Necesitas algunos, por supuesto. —Gracias. —Ella le hizo una mueca—. Realmente, quería dejar a la gente dormir en el suelo dentro del marco de la cama. Linda y firme para la espalda, ya sabes. —Puedes atender a un par de invitados, aunque no estoy seguro de que tipo de gente estamos buscando.—entró en la sala comedor—. ¡Estas sillas se ven geniales! —Casi ninguno de ellos son del mismo. —Ella siguió su mirada y se mordió el labio nerviosamente.

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—¿A quién le importa? Por todo lo que uno sabe, ¡lo planeaste de esta manera! Son atractivas y resistentes. Mézclalo todo. En lugar de tener dos mesas con sillas a juego, y los demás sin igual, simplemente muévelos a su alrededor. Se verá más natural de esa manera. —Si tú lo dices. —Addie y Nate cambiaron las sillas de lugar hasta que las cuatro mesas estuvieran llenas. Tocó las palabras talladas de una de las mesas y sacudió la cabeza. —¿Tienes ropa para las mesas o necesitas conseguirlas? —Las tengo. Al parecer mis invitados indeseables no revisaron el armario de ropa. Nate pasó la mano por la parte superior. —Pon una almohadilla de mesa primero y luego la tela. Nadie sabrá nunca lo que hay aquí abajo. —Eso es lo que pensaba hacer —estuvo de acuerdo—. Se verán bien. Entró en la habitación del frente. —Esta cosa esta mejor que bien. Me encanta el sofá de brocado de color rojo oscuro y el sillón blanco de brocado sencillo. Aunque, el sofá de dos plazas con rayas rojas y blancas une todos los elementos. —Es una tela muy diferente. —Ella tocó el sofá de dos plazas de algodón. Era moderno, mientras que los otros dos eran antiguos y más clásicos. Pero tenía razón, se veían increíbles juntos. Empezó a contestar, cuando un golpe sonó en la puerta principal. Ella levantó la vista y vio a la pareja de Nate, Ryan, con otro hombre.

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—Debe ser un asunto oficial del sheriff. —Nate cruzó la habitación y abrió la puerta—. Hola. —Sonrió a su hombre. —Hola, Nate. —Ryan Blackfeather miró junto a él a Addie y asintió con la cabeza—. Addie. Él es Taylor Adams. ¿Podríamos entrar por un minuto, por favor? —Por supuesto. —Ella se movió para dejarlos entrar. Nate miró de arriba abajo a Adams. —Usted es el padre de Vernie, ¿no? —Sí —respondió el hombre. Era corpulento y parecía bien metido en su traje de negocios. No era el típico residente del Cattle Valley, por lo que Addie podría decir. Ella miró y esperó a que Ryan hablara. —El señor Adams se ha marchado varias noches a la semana por sus negocios. Su esposa falleció hace un tiempo, lo que deja solo a Vernie más de lo que es prudente. El hombre sacó un pañuelo del bolsillo y se secó la frente. —Asumí, que ya que el chico tenía diecisiete años, podría cuidar de sí mismo. No era consciente del tipo de personas con las que se relacionaba en Sheridan. Todo el mundo en Cattle Valley es tan agradable y abierto. Es difícil darse cuenta, que a pocos kilómetros por la carretera, hay gente que todavía no acepta a los gays y sólo piensan en causar problemas. Es la actividad de la tarde más divertida. Addie parpadeó. —¿Este fue un crimen de odio? Ryan se encogió de hombros.

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—Principalmente, se trataba de un grupo de niños con demasiado tiempo en sus manos y la supervisión no es suficiente. —Yo diría que es bastante odioso —Nate habló levantando la voz. Ryan levantó la mano. —Estoy de acuerdo, pero no creo que los chicos estuvieran para hacer daño a nadie. Al parecer, se quedaron aquí un par de noches, y la última, se filmaron destrozando el lugar. Todavía tiene el vídeo, aquí en el teléfono móvil de Vernie que confisqué. —Lo levantó. —¡Vamos a ver eso! —Nate estaba junto a Ryan cuando pasó el vídeo de corta duración. Addie miró por encima del hombro de Nate por un segundo, pero cuando la acción comenzó, se dio cuenta de que no quería verlo. Todo esto le revolvía el estómago, y ella miró hacia otro lado. —Chicos tontos —exclamó Nate—. No puedo creer que lo filmaran. No lo podrán negar. Ryan cerró el teléfono. —Vernie no ha dado nombres todavía. Pero sospecho que será después de que su padre hable con él. Verás, el Sr. Adams ha ofrecido pagar por los daños y perjuicios. Y Vernie va a trabajar este verano para devolver el dinero. Por lo tanto, si él no quiere ser el único que pague, estará dispuesto a decir algunos nombres. Addie miró a Adams sacar su chequera. Ryan la miró.

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—Él va a cubrir el deducible del seguro, además de unos pocos miles de los ingresos perdidos y las molestias. Por lo tanto, si nos das un número, por favor... Ella arqueó las cejas con sorpresa. —Yo, eh, caramba. No lo sé. Nate se inclinó y le susurró. —El chico va a pagar por esto. Que sea un número suficientemente alto como para darle una lección. Ella hizo un rápido cálculo en su cabeza. —¿Diez mil? —sugirió Nate. El número la impresionó. Una parte de ella se consumió por su deducible del seguro, pero que no esperaba conseguir nada, y menos aún mucho. —Oh, no podría. Siete u ocho mil, ¿tal vez? —Ocho mil, —dijo Ryan con firmeza, asintiendo con la cabeza. Adams escribió el cheque, mientras Addie lo miraba. —¿A pagar? —preguntó sin levantar la vista. —Addie Murphy. Adeline Murphy —corrigió rápidamente. —Dulce Adeline. —Nate cantaba en voz baja al ritmo de la melodía Barbershop Quartet. Ella lo miró, entonces miró a Adams. Arrancó el cheque y se lo entregó a ella. —¿Supongo que esto paga todo? No quiero oír más tarde que debo más dinero.

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—Por supuesto que no. —Ella frunció el ceño, aceptando el pago. Como se veía en el papel, su ceño se desvaneció lentamente. Ocho mil dólares. Finalmente tuvo el dinero otra vez. Mejor aún, ahora que tenía la franquicia, podría recoger el pago del seguro y volvería a colocar la cocina y los colchones. — Gracias, señor Adams. Le agradezco al tomar la responsabilidad en esta materia. Él murmuró algo incomprensible y se volvió para irse. Ryan sonrió y le dio un rápido guiño. Él miró a Nate y sacudió un dedo, lo que de inmediato agarró a Nate. Ryan lo liberó con buen humor y con otro guiño, este dirigido a su pareja y se fue. Addie y Nate se miraron en silencio hasta que oyeron a Ryan marcharse con Adams. —Oh, Dios mío —susurró. —¡Oh, Dios mío! —gritó en voz alta, y ambos estallaron en carcajadas. La abrazó, y dio la vuelta en un círculo. —¡No puedo creer esto! Un par de días atrás, no tenía ni un centavo o cualquier cosa con la esperanza de la restauración de esta posada. Ahora, hoy... —Ella se secó una lágrima de su ojo. —¡Lo tienes! —gritó Nate. Ella se echó a reír. —No es exactamente que lo tenga. Pero sí quiere decir que puedo terminar de arreglar este lugar. —Y recoger tu vehículo. —Nate asintió con la cabeza. Ella entrecerró los ojos en él. —¿Qué sabes acerca de mi coche?

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Se tapó la boca con una mano. —Ups, lo siento. No debí haber dicho eso. Pero hay que tener en cuenta, Adeline, que esta es una pequeña ciudad. Casi todo el mundo sabe de todos los demás negocios. Tenemos suerte de que sabíamos que no tenías el dinero para pagar a Gill. Personalmente, habría dejado que Mel lo pagara, pero esa es sólo mi opinión. Me gusta todo para mantenerme en forma, pero prefiero no usar la caminata como mi método de transporte en caso de que no tenga que hacerlo. Ella hizo una mueca. —¿Has visto mi coche? Si hay algo que podría hacer que prefieras caminar eso es mi coche. —Bueno, sí, —sonrió. —Tienes un punto, Adeline. Nunca hubiera dicho eso en primer lugar. —Eres muy amable, Nate. Pero si sigues llamándome Adeline, podría derribarte de un golpe. Así que, dime, ¿sabes de un buen lugar para comprar una cocina?

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Capítulo Diez Mel se dio la vuelta y miró fijamente a Addie, todavía dormida a su lado. Era temprano, y no había ninguna razón para despertar a su compañera. Desde que ella había reemplazado los colchones en la posada, Addie dormía como un tronco. Mel no estaba segura si era debido a la falta de bultos en la nueva cama o, más probablemente, la disminución de estrés. Las cosas estaban finalmente en camino para Addie. Nate se había lanzado a Sheridan en la camioneta de Ryan, con la larga lista de Addie de los elementos que necesitaba para la posada. Entre los tres, se las arreglaron para encontrar de todo y dispuso que los objetos grandes fueran entregados. Mel no podía recordar haber visto a Addie más feliz esa noche. Ahora, con todo en su lugar, la posada estaba lista para los negocios. Simplemente necesitaban a los clientes. Los padres de Mel vendrían para quedarse el fin de semana siguiente, y ella sospechaba que podían ser los primeros clientes de Addie. Vio la expansión del pecho de Addie y bajar lentamente con cada respiración. En cuestión de unas pocas semanas, Mel se había enamorado totalmente de la orgullosa y bella mujer. Addie tenía sus peculiaridades, ya las conocía: el peinado en punta, un tono color rojo con líneas en el pelo y los ojos muy delineados, pero Mel pensaba que era lindo. La verdadera belleza venía de dentro, y Addie tenía el más cálido corazón y alma que Mel hubiera visto en su vida, especialmente teniendo en cuenta todo lo que había pasado en su vida. Pensando en eso, Mel se sintió ansiosa por ver a sus padres. Siempre supo que tenía suerte de tener un sistema de apoyo maravilloso.

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La situación familiar de Addie lo confirmaba. Sus parientes amarían a Addie, lo sabía, porque amaba a Addie. La idea salió de la nada y le sorprendió, al principio. Pero a medida que analizaba a conciencia, sabía que era verdad, bueno y justo. —Te amo —le susurró a la figura dormida a su lado. Addie murmuró algo y se dejó caer encima sobre su estómago. Mel miró las suaves líneas de los omóplatos y la parte posterior de Addie desnuda, y una agitación creció en su interior. Addie ya había dormido suficiente. Es hora de despertar. Ella levantó las sabanas y las apiló en los pies de la cama. Empezando por la parte tierna, Mel colocó pequeños besos en Addie, empezando por lo más alto. Le acarició las mejillas de su culo redondo, y Addie se agitó, pero no se despertó. Mel sonrió y siguió su camino. Besó un sendero hasta la línea recta de la columna vertebral de Addie, moviéndose a un lado y luego el otro para husmear por los hombros y el cuello. Para el momento en que Mel estaba completamente boca abajo en la parte superior de ella, Addie abrió los ojos. —Estaba teniendo un sueño hermoso —murmuró—. La mujer más bella del mundo me estaba haciendo el amor tan suave y con tanto cuidado que pensé que estaba en el cielo, acostada en una nube. Mel se inclinó para hablar al oído. —El cielo no exactamente, pero la cama con encanto propio y desayuno en una posada. Y en cuanto a la otra parte, ¿Qué haré?

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Addie volvió la cabeza para sonreír. —¡Tenía razón! Eres tú. La mujer más bella del mundo. Dame un beso, belleza, y demuéstrame que estoy despierta. Mel se agachó y le dio un beso suave en los labios a Addie. —¿Necesitas orinar o algo así? Porque no he terminado aún. —Estoy bien. —Addie se acomodó en la almohada. —Sí. Cierra los ojos, vuelve a dormir. Voy a jugar aquí un poco. Ella se deslizó más abajo en el cuerpo de Addie. —Sí, señora. Como si realmente pudiera volver a dormir... Mel sonrió y se movió más bajo, extendiendo los muslos de Addie y escalando entre ellos. Su culo redondo y liso estaba pálido y perfecto en la luz de la mañana. Mel iba a saborearla, conduciría a Addie hasta el mismo borde de la euforia, antes de alcanzar el doble consolador que había escondido debajo del colchón y follaría a la dulce chica hasta dejar su mente en blanco. Ella abrió las mejillas carnosas y sumergió la cara entre ellas. El agujero arrugado en medio era demasiado tentador como para ignorarlo, y Mel lo rodeó con su lengua. Addie se retorció, y Mel sonrió. Su tormento sólo acababa de empezar. Ella deslizó su lengua en la apertura y se movió dentro. El primer anillo se resistió, pero Mel siguió. El esfínter cedió y lo chupó con su lengua con una pasión que hizo que Mel se volviera salvaje. Deseaba que su lengua fuera larga y poder ir más profundo.

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Cuando ella había entrado lo más que pudo, Mel se echó hacia atrás y observó los músculos tensarse y cerrarse a medida que se retiraba. Espera. Aún no había terminado. Arrastró un dedo al coño de Addie, lubricándolo con los jugos. Con la cantidad justa de presión, ella introdujo otro dedo donde su lengua había entrado y empujó hacia adelante. Addie gimió y empujó sus caderas. Mel lo reconoció como un gemido de placer y siguió su camino hasta que su dedo estaba bien asentado. —Tierno —murmuró. —Se siente tan bien. —Sí, sí. —Lo sacó poco a poco y penetró de nuevo, trabajando a un ritmo de vaivén. Rápidamente entró otro segundo dedo mojándolo en los jugos del muslo que se derramaban, Mel lo añadió al agujero y empezó a acariciar a su amante con profundos empujes. —Ay, Dios. Tan jodidamente bueno. Me corro. —Adelante —alentó Mel. Addie hundió la cara en la almohada y gritó en voz alta, su cuerpo tembló y se estremeció por su clímax. Mel se inclinó hacia adelante y tomó la mejilla del culo, chupando con fuerza para dejar un delicioso tono rojo, un chupetón. —¡Maldita sea! —Addie levantó la cabeza, hablando por encima del hombro—. Eso fue jodidamente increíble. No habría pensado que el sexo contigo podría ser mejor, pero de alguna manera, cada vez, lo es.

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—Dulces palabras. —Mel retiró sus dedos del ano apretado y se limpió con una toalla, antes de agarrar los muslos de Addie y moverla de un tirón encima de ella. —A tú espalda, mujer. Estás a punto de ser extremadamente jodida. —¿Ah, sí? —Los ojos de Addie se iluminaron. Mel sonrió y metió la mano bajo el colchón, sacando el doble dildo de goma. —Oh, sí. Tú y yo. —Abriendo las piernas de Addie más separadas, facilitando la entrada de la polla en el coño húmedo de su amante. Mel estaba tan mojada que ella no tuvo problemas para levantarse a sí misma y empalarse en el otro extremo. Sus coños se reunieron en el centro, ambas gimieron. —Mi señor —los ojos de Addie giraron—. Nada se ha sentido mejor que esto. —Pensé que te gustaría. —Mel acercó las caderas más cerca—. Acabábamos de usar los dedos y la lengua hasta ahora. Probablemente debí haber preguntado, a algunas mujeres no… —Yo no soy algunas mujeres —la cortó Addie—. No me importan los hombres, pero me encanta ser follada por una mujer y su magnífica polla gruesa. Mel se rió entre dientes. —Bueno. Tengo un cinturón, que es sexy. Vamos a tratar eso la próxima vez. Además, permite una follada salvaje. Pero pensé que esta primera vez, ambas lo deberíamos disfrutar.

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—Salvaje, no lo es todo. —Addie la miró a los ojos—. Esa es una cosa que me encanta de tener sexo con otra mujer. No hay un macho dominante: Voy a tomarte ahora, tonterías. Esto es suave y delicado... hasta que no queremos ser más suaves y delicadas. —Ella alcanzó los brazos de Mel y la jaló hasta tenerla cerca—. Dame un beso. La boca de Mel capturó la de ella, y su beso era el alma dolorosa y apasionada. Cuatro manos exploraron cuatro pechos, ya que poco a poco movieron sus pelvis juntas, cuando la acumulación era demasiado intensa, Mel soltó y sonrió. —Voy a tomarte ahora. Addie se pasó las manos por el pelo y estiró los brazos sobre su cabeza. —Adelante, cariño, y la próxima vez, yo te tomare. —Suena perfecto. —Mel mantuvo el contacto visual mientras conducía su cuerpo hacia abajo en Addie. El consolador de goma frotó sus clítoris, y Mel sabía que estaba haciendo un buen trabajo. —Estoy cerca. —Yo también. —Addie miró fijamente a Mel—. Muévete, y terminaremos juntas. Mel se levantó, empujó por última vez y vio a Addie hacer una mueca por el placer. Estaba ahí. Dejando de lado su propio control, echó la cabeza hacia atrás cuando en forma de ondas las sensaciones rugieron en ella. Sus terminaciones nerviosas vibraron deliciosas, y un intenso orgasmo sacudió su sistema. Cada vez era diferente y siempre mejor. Las emociones se apoderaron de ella, y cuando ella no podía respirar, fue alcanzada por Addie y la besó con firmeza.

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—Te amo —repitió una y otra vez entre beso y beso. Addie jadeó en su cara y la sostuvo de sus mejillas mientras se besaban, y luego la besó un poco más. Mel no tenía ninguna prisa por terminar. Pasó las manos sobre la espalda de Addie, tocando y acariciando todo lo que pudiera alcanzar. Eventualmente, ella tuvo que mover su cuerpo. Liberó a Addie, se levantó con cuidado y puso el consolador de goma a un lado. Se dejó caer en la cama junto a su amante y colocó la cabeza sobre el hombro de la mujer. Addie la abrazó. Ella no había hablado, y el silencio fue creciendo ensordecedor. —Te amo, Addie. —Mel repitió, lo que obligó a la mujer a hacerle frente. —Gracias. —Addie besó su frente—. Tengo sentimientos muy fuertes por ti, también, Melissa. No estoy segura si deberíamos hablar de amor. Mi vida es tan incierta en estos momentos. —¿Por qué tiene que serlo? —Mel miró la pared, parecía más fácil que enfrentarse a Addie—. Si te refieres a la demanda, tienes una buena oportunidad de ganar. Pero si por alguna razón no, todavía tienes opciones. Podrías hipotecar la posada. —¿Y cómo lo pagaría? Los huéspedes no se han presentado desde que abrí las puertas. Sé que necesito hacer publicidad, y el negocio va a mejorar en el verano. Sin embargo, una hipoteca es una cosa para todo el año. Sin ella, como puedo sobrevivir a los meses de escasez. Si estoy de deudas hasta mis orejas, me preocuparé por eso todos los días.

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—Por lo tanto, en el peor de los casos, tienes que vender la posada. Vivir conmigo y buscar otro trabajo aquí en Cattle Valley. Queremos estar juntas, Addie, y creo que eso es lo más importante. —No estoy segura de que pudiera hacer eso —contestó en voz baja Addie—. Mi energía y concentración ha estado en la posada todo el tiempo, ahora, si la pierdo, voy a tener que averiguar qué será lo próximo para mí. No es un paso que podría tomar a la ligera. —Eres muy terca —lanzó Mel. Trató de parpadear las lágrimas, pero no estaba funcionando. —Hey —Addie la miró, secándole las lagrimas con el pulgar—. No llores. No estamos seguras de lo que va a suceder. Sólo necesitamos más tiempo. Mel se sentó. —Yo sé lo que me gustaría que sucediera. Me gustaría deshacerme de mi apartamento y mudarme aquí. Pago una renta, que bien podría ser para la posada. Y tal vez mi contribución sería suficiente para terminar el espacio del ático. Me encantaría hacer de mi habitación, un lugar para todas mis cosas, y un santuario al que tú y yo podríamos retirarnos cada vez que quisiéramos. —¡Guau! —Se sentó Addie y se volvió hacia ella—. ¿Es por eso que querías que Hal viera el ático? —Así es. —Mel asintió con la cabeza—. Había pensado en venir a trabajar contigo. Pero Naomi me dijo ayer que está embarazada. Ella va a tener que reducir sus horas y me necesita más que nunca en la librería. Addie parpadeó, una expresión de incredulidad cruzando su cara.

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—¿Quieres trabajar aquí? ¿Y vivir aquí? Santo cielo, niña, has dado un salto de una montaña que ni siquiera he subido todavía. ¿Y Naomi está embarazada? Pensé que ella vivía con esa mujer Courtney. Mel sintió más lágrimas en sus ojos. Ella sollozó y asintió. —Ella lo hace. Utilizó un donante y la fertilización in vitro. Creo que el esperma puede provenir de alguien que conocemos, alguien de por aquí, pero ella no me lo dirá. Sólo sonríe. —Wow, eso es realmente serio. Nunca he pensado en nada de eso. ¿Y tú? —No lo sé. Naomi y Courtney hablaron de eso desde el principio. Me dijeron que la próxima vez Courtney quiere tener al bebé. Así que supongo que quieren más de uno. —Mel se puso de pie y empezó a recoger su ropa. —¿Qué estás haciendo? —Addie la miraba. —Necesito salir de aquí. He hecho el ridículo, y me siento humillada. Tengo que irme. —Oh, detente. —Addie se puso de pie y la tomó de la mano—. No has hecho tal cosa. Estabas pensando en el futuro, y no he sido capaz de hacer eso. Con esta demanda que tengo que enfrentar… —Es más que sólo la demanda. —Mel sacudió el brazo para alejarse—. Te dije que te amaba y quería estar contigo. Al parecer no puedes decir lo mismo, realmente fui a la parte más profunda. —Rápidamente se vistió y salió de la habitación. Addie cruzó de brazos sobre el pecho. —Te dije que tenía fuertes sentimientos por ti, Melissa. Me gustaría poder decir más, pero no voy a mentirte. Mel le disparó una mirada de irritación.

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—Oh, no, no harías eso. Nunca mientes. —Se dio la vuelta y se marchó.

El resto del fin de semana apenas pasó para Mel. Su teléfono nunca sonó, y estaba demasiado humillada para regresar y admitir que fue algo precipitada. Sólo se conocían desde hacía unas pocas semanas. ¿Y qué si Addie no saltaba al primer amor con cada mujer con la que salía? Eso era una buena cosa. Pero Mel había sentido la profunda conexión que compartían y no podía entender cómo Addie no se dio cuenta. Se habían convertido en grandes amigas y se divertían juntas. Había más en la relación que sólo un tiempo de dinamita que compartían en la cama, pero había eso. Hizo su jornada de trabajo el lunes y, por la tarde, había determinado que no importaba cuánto alardeara que tenía que comer, Addie valía la pena. Iría a la posada y se disculparía por dejarse llevar. Condujo hasta ahí inmediatamente y se detuvo en la puerta principal. Se sentía incómoda entrar sin previo aviso, por lo que llamó al timbre y esperó, su corazón se aceleró. La puerta se abrió, y el corazón de Mel dio un vuelco a la boca del estómago. Chloe se quedó ahí vistiendo un pijama transparente un baby doll y una sonrisa en su rostro. —¿Qué quieres?

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Capítulo Once Addie se lavó las manos en la cocina y se apresuró a secarlas. —Estaré ahí mismo, —dijo en voz alta, pero cuando llegó a la habitación delantera, se encontró con que Chloe ya había respondido a la puerta. —No hay nadie —le dijo Chloe. —Oh, santo cielo. —Addie rodó sus ojos a la irritante rubia y golpeado un lado de la cadera. —Adelante, Mel. Chloe, te dije que la posada está abierta, ahora. No puedes ir caminado así alrededor. —¿Mucha ropa? —Chloe se quitó la parte superior y movió sus pechos a ellas—. Tienes razón. Así es más probable que consigas más negocio, si abro la puerta de esta manera. Los ojos de Mel eran tan grandes como platos. Ella balbuceó un momento y luego se quedó en silencio. Addie agarró la camisa del pijama de la mano de Chloe y se la puso a ella. —Ponte esto, por amor a Cristo. ¿No puedes encontrar algo que hacer durante un rato? Tengo algunos asuntos que discutir con Mel. —Me quedaré. —Chloe levantó sus manos y permitió que la prenda de seda bajara a su lugar—. Me gustaría aprender más sobre el negocio de la posada ya que estoy aquí. Frustrada, Addie agarró el brazo de Mel y la jaló hacia la cocina.

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—No es asunto de la posada, es otra cosa. Estaremos de vuelta. Por favor, quédate aquí. —Ella arrastró a Mel antes de que Chloe pudiera responder. En la cocina, Addie se aseguró que la puerta de vaivén estuviera cerrada antes de dar la vuelta para hacer frente a Mel. Mel parecía como si estuviera a punto de explotar, pero Addie no podía decir si la expresión era de enojo o dolor. —Te iba a llamar. —¿Para decir qué? ¿Qué Chloe está de vuelta? —Mel parpadeó rápidamente. Por favor, que no llore. Addie odiaba ver a Mel llorar. —No, por supuesto que no. Quería llamarte ayer, pero ella apareció de la nada. Alguien la dejó, y ella no tiene dinero y no tiene lugar para quedarse. —Así que viene aquí. Addie sacudió la cabeza con disgusto. —Dios sabe por qué. Hemos estado separadas tanto tiempo como estuvimos juntas. No pretendo entender cómo funciona su mente. Todo lo que sé con certeza es que ella se aburrió en San Francisco y tomo un aventón de vuelta. —¿La quieres aquí? —dijo Mel con inquietud. —¡Por supuesto que no! —Addie abrió sus brazos hacia Mel y la abrazó—. Ella se está quedando en una de las habitaciones. Te quiero aquí. Te extrañé tanto. Mel se derrumbó en su contra. —Yo también te extrañé mucho. Lo siento mucho.

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—No. —Addie le besó en la sien—. Tenías razón. Tengo que tomar algunas decisiones en mi vida. Tal vez soy demasiado deliberada y pienso las cosas muchas veces, no sé. Eso es lo que soy. Por favor, ¿puedo tener un poco más de tiempo para resolver esto? No me abandones. —Sácala de aquí —susurró Mel. —Quiero. Pero si me ofrezco a comprarle un billete a algún lugar, sabrá que tengo dinero. Estaba tratando de evitar eso, porque si se entera de que tengo algo... Mel asintió con la cabeza. —Ella va a drenarte si se queda. Entiendo. Sólo la quiero lejos de aquí. Dile que me pediste prestado algo o algo por el estilo. Addie la giró para enfrentarla. —Creo que lo haré. Esto es una mierda, sé que ella realmente no quiere quedarse. Me dijo que Cattle Valley es demasiado pequeño para ella. Pero a menos que pague su salida, se quedara aquí hasta que venga algo mejor. —Pagarle el pasaje es mejor a que se quede. Te voy a dar el maldito dinero si lo deseas. —Mel la abrazó con fuerza. —Me ocuparé de eso. —Addie cubrió la cara de Mel y la besó en los labios. Era más feliz de lo que había sido durante los últimos días, e incluso tratar con Chloe no parecía como una carga—. Estoy tan contenta de que estés aquí. —Yo también. —Mel le besó profundamente y después se apartó—. Y ahora me voy. Chloe no me gusta. Creo que va ser mejor sin mí. Es decir, siempre y cuando sea seguro de que la pueda tener en la habitación de invitados.

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—Estoy absolutamente segura. Cuando ella se fue con Del y Rita, se cerró para mí. No quiero tener nada que ver con ella. —Te creo y confío en ti. —Mel puso una mano en el hombro—. Buena suerte. ¿Me llamas mañana? —Por supuesto. Con suerte, voy a tener algo resuelto para entonces. —Ella le dio un beso rápido. —Voy a salir por la puerta de atrás y caminar hacia mi coche. —Mel movió la nariz. —Pollo. —Addie le sonrió. —Realmente no quieres que le dé un puñetazo. Podría sangrar por todo el nuevo mobiliario. —Es cierto. Nos vemos. —Addie la vio marcharse. Ella podía golpearse para no comprometer a la hermosa mujer y alejar todas las preocupaciones de Mel. No sería tan difícil de decir 'Te amo', y su significado. Pero hay algo que no se sentía bien. Una última preocupación inquietaba a Addie. Ella estaba segura de que no había oído la última palabra de su madre y la demanda. Volviendo a la habitación delantera, se encontró con Chloe acurrucada en el sofá leyendo una revista. Una vista familiar. Si Chloe se quedaba aquí, ella se convertiría en parte del mobiliario permanente en este lugar, la lectura, el chasquido de la goma y vicio de fumar en lugar de ayudar. ¡Por supuesto, que no se quedaría! ¿Qué estaba pensando? Addie no sabía cómo hacer que se fuera. —Me voy a comer un sándwich. ¿Quieres algo? Chloe miró y abatió sus pestañas. —¿Que me ofreces?

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—Un sándwich, Chloe. Nada más. Chloe se puso de pie y se acercó a Addie. —¿Está segura? Lo que solía ser tan agradable entre nosotras. Puede serlo otra vez. Todo lo que Addie podía ver cuando miró el pelo salvaje, rubio y el maquillaje excesivo era una imagen de Del y Rita sonriéndole. Probablemente Chloe había estado agradable con un mundo de personas desde que se fue. Addie se estremeció. Tal vez debería hacerse un chequeo en la clínica ahora que podía permitírselo. Sólo podía rezar que la mujer no la contagiara de alguna enfermedad y ella sin darse cuenta se lo pasara a Mel. —Pensándolo bien, no tengo hambre. Limpia después de que hagas un lío, ¿de acuerdo? —Addie se fue a su dormitorio y cerró la puerta, en el caso de que su cliente decidiera dar un paseo en medio de la noche. Ella no quería correr ningún riesgo.

Chloe estaba todavía durmiendo cuando Addie se preparó un enorme desayuno a la mañana siguiente. Llamó por teléfono a Mel y tocó la base, luego se dedicó a limpiar con la aspiradora y limpiar el polvo en la habitación principal. Había hecho un programa y estaba decidida a ajustarse a él, invitados o no. Tenía que mantenerse ocupada. Así cuando terminó y guardó la aspiradora de nuevo en el armario, la puerta se abrió.

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—¿Hay alguien en casa? —Una familiar voz masculina llamaba. Addie sonrió y caminó alrededor de la esquina. —¡Hola, Nate! ¿Qué te trae por aquí? Levantó una pequeña pintura de un niño jugando en un campo de flores amarillas. —He encontrado esto y pensé que iría perfectamente en el dormitorio de mostaza. Tú sabes que hay una pared desnuda. Ella se acercó y examinó la imagen. —Prefiero dorado, si no te importa. Pero esto es hermoso y es perfecto. ¿Quieres ayudarme? Él arqueó las cejas. —Siempre y cuando no tengas a alguien durmiendo en esa habitación. Addie negó con la cabeza. —Así que has oído que Chloe está de vuelta. No, ella está en el dormitorio de atrás, lo más alejada de mí. Bajó la voz. —Tienes que deshacerte de ella. ¿Qué vas a hacer? —No estoy segura. —Ella se encogió de hombros—. Estoy trabajando en eso. —Saca su culo de aquí. No le debes nada. —No podría hacer eso. Además, no quiero que ande vagando en Cattle Valley. Me gustaría comprarle un billete de avión a alguna parte.

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—Autobús —corrigió Nate—. Todo lo que necesita es un billete de autobús. —Y una manera de llegar a Sheridan para coger el avión o el autobús... Nate parecía pensar en eso. Addie sonrió. —Si bien las ruedas pequeñas son un comienzo, voy a conseguir un martillo y un clavo. —Perdóname —Nate siguió—. Nada de lo mío podría ser considerado pequeño. —Oh. Lo siento. Aquí vamos. —Ella encontró exactamente lo que estaba buscando, y subió las escaleras hasta el dormitorio dorado. Ella colocó la pintura, y Nate dio su aprobación, y Addie levantó el martillo. Ellos dieron un paso atrás y lo admiraron. —Es simplemente precioso —murmuró Addie. —En el momento que lo vi, supe que sería perfecto. Ella le apretó el brazo y colocó un pequeño beso en la mejilla. —Has sido una gran ayuda para mí. No sé cómo puedo llegar a darte las gracias. —Tenía una idea acerca de eso. —Levantó una ceja. Addie se rió entre dientes y luego se detuvo cuando Chloe entró en la habitación usando nada más que el pijama baby doll. —Hey, Chloe.

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—Buenos días. —Ella bostezó e inspeccionó la parte superior hasta la parte inferior de Nate—. Te he visto antes. —Afortunada. —Él se volvió a Addie—. ¿Así que todas tus habitaciones estarán disponibles mañana por la noche, cuando las señoras lleguen a la ciudad? Habrá al menos una docena de personas. Se quedaran en las camas que tienes. Ella lo miró con sorpresa, sin tener idea de lo que estaba hablando. Nate le guiñó un ojo. —El festival del tulipán es siempre tan divertido. La señora Cavendish es tan divertida. Ella tiene unos setenta y es pura energía. Sus amigos también lo son. Ten cuidado, o te mantendrán despierta hasta tarde en la noche jugando a la canasta. La posada lo vale, te lo aseguro. —El Festival de los Tulipanes —repitió Addie, al estar de acuerdo con su relato, evidentemente artificial. Él asintió con la cabeza. —Un gran atractivo para el conjunto de alto nivel. La ciudad será arrasada por ellos este fin de semana. —Oh, Dios mío —Chole arrastró las palabras—. ¿Ellos se quedaran aquí? Alguien que me mate, ahora. Nate sonrió amablemente. —Tal vez podría arreglar eso. O podría conseguirte una habitación en la casa de campo en la orilla de la ciudad. Es mucho más tu estilo. Estoy seguro de que estarías muy cómoda ahí. Sólo necesitarías unos pocos cientos para permanecer el fin de semana.

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—No me mudaré a un albergue. —Chloe miró a Addie—. Me quedaré en la habitación contigo. Me necesitas aquí para ayudar a cuidar a todos los invitados. Cocinar, limpiar… —No te he visto hacer eso. —Addie la miró fijamente—. Además, este es una posada cama y desayuno, ¿recuerdas? Habría que hacer la comida al día, y puedo manejar eso. Lo que no puedo manejar es la idea de que duermas conmigo en mi cama otra vez. Y no puedo mantener el buen acto más, Chloe. Lo siento, pero no eres bienvenida aquí. Tienes que irte. La boca de la mujer rubia se quedó boquiabierta. —¡Adelante, chica! —Nate dio un codazo a Addie. Ella lo miró y continuó. —No tengo mucho dinero, pero puedo juntar lo suficiente para un billete de autobús. Estoy dispuesta a hacer eso por ti. Chloe parpadeó, pensativa. —Si yo espero hasta después de la convención que te paguen, tendrás más dinero. Entonces me podrás comprar un billete de avión. Addie dio un paso más cerca de ella. ´ —Pero no puedes esperar, ¿no lo entiendes? Quiero que te vayas de aquí. Mañana, antes del mediodía, cuando mis invitados lleguen. —El único autobús que he visto es en Sheridan. ¿Cómo voy a llegar? —La voz de Chloe pronto fue quejumbrosa. Nate tomó la palabra.

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—Rio y yo iremos a Sheridan mañana para recoger algunos suministros para el gimnasio, nuestro gimnasio. Te llevaremos. —¿Estás seguro? —Addie lo miró a los ojos, preguntándose si realmente tenía que conducir a la ciudad, o si se trataba de algo más que Nate estaba haciendo para ayudarla a salir. —Seguro. Sin embargo, Rio debe de estar de vuelta temprano, así que nos vamos a las nueve. —Él miró a Chloe—. Vamos a pasar a recogerte. Estate preparada. Chloe miró como Nate se dirigió a las escaleras. Addie le siguió hasta la puerta principal y, cuando hizo una pausa, le echó los brazos alrededor de su cuello. —¿Cómo podré agradecértelo? —Iba a hablar contigo acerca de eso. Pensé que una casa abierta aquí la noche del sábado para los residentes del Cattle Valley. Puedes proporcionar el vino y los aperitivos, y así ellos podrían entrar y ver lo que has hecho con el lugar. Una vez que todo el mundo vea lo bonito que es, tu negocio despegará. Y tendrás la oportunidad de conocer a la gente y agradecer a aquellos que te ayudaron. —¿Sábado por la noche? —Se mordió el labio—. Los padres de Mel estarán aquí. Sus ojos se iluminaron. —¿Los farmacéuticos? ¡Los padres de Mel son grandiosos! Les encantará ayudarte con una fiesta. —¿Eso crees? ¡Entonces está bien! Sábado por la noche. — Ella le apretó el brazo—. Siempre y cuando que todas mis imaginarias viejitas se hayan ido para entonces. Nate sonrió.

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—Funcionó ¿verdad? Vendremos por la mañana a las nueve. Chloe tiene que estar lista y esperar en la puerta. —Lo hará —coincidió Addie, excitada y sin aliento de todas las cosas maravillosas que estaban pasando, y ni siquiera era mediodía aun. Un día más con Chloe, entonces ella podría concentrarse en lanzar la mejor fiesta de la posada que Cattle Valley haya tenido nunca.

Addie abrió la puerta principal, precisamente, a las nueve de la mañana siguiente. Nate estaba en el porche, con los brazos cruzados sobre el pecho. —Será mejor que esté lista. Río no está contento conmigo, por esto. —Lo siento. —Addie formó las palabras en los labios—. ¿Crees que puedas hacer las paces con él? Él sonrió. —Es probable que pueda pensar en algo. En cuanto a ti, algunos bocadillos de cangrejo para el sábado por la noche puede ayudar. —Bocadillos de cangrejo para Rio, lo tengo. —Ella le entregó un sobre con dinero en efectivo suficiente para comprar el billete de Chloe a la luna—. Dondequiera que ella quiera ir, no me importa. Él asintió con la cabeza y miró a Chloe que llevaba una bolsa e iba hacia ellos sin decir nada.

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Una sensación de alivio la inundó al verla irse finalmente. —Cuídate. —Lo haré. —Chloe sonrió, batiendo sus pestañas. —Podría volver a verte. —No lo hagas. Tuvimos nuestros momentos, pero es hora de ir por caminos separados. Por favor, Chloe. —Addie la miraba fijamente. Ella no quería que regresara cada fin de semana como una moneda falsa. Chloe le dirigió una mirada de irritación, antes de que Nate le agarrara del brazo y señaló en dirección a la camioneta de Rio. —Es hora de irse —ordenó—. Nos vemos más tarde, Addie. —Adiós —murmuró para los dos y cerró la puerta. Esperó hasta que oyó el coche alejarse luego se derrumbó en el sofá. Se acabó. Las cosas finalmente estaban cayendo en su lugar. Ahora, podría centrarse en la fiesta y planearla, además de servir bocadillos de cangrejo. Pero primero... Addie se levantó y fue al teléfono. Había escrito el número de la clínica en la ciudad en un trozo de papel. Había oído que era bastante fácil conseguir una cita. Ella quería un examen, sólo para estar segura. Había pensado que Chloe había estado limpia, pero ahora se dio cuenta de que no había tenido ninguna razón para suponer eso. Era una locura para sentarse y preocuparse por eso, que iba a asegurarse de que todo estuviera bien. Cuando sonó el teléfono, Addie casi saltó de su piel. Cogió el auricular y habló con voz entrecortada, su corazón latía con fuerza. —Posada Apple Valley, habla Addie.

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—Señorita Murphy, soy Dominic Nielson. Por fin tengo una noticia acerca de su demanda. —Hola, Sr. Nielson. —Addie no le gustó el tono de la voz de su abogado. Ella se echó a reír nerviosamente—. No pareces feliz. —Se olvidó decirme que sus padres nunca se divorciaron. —¿Ellos qué? —Su corazón dio un salto en su garganta—. Por supuesto que sí. Mi padre me dijo… —Lo siento, realmente no importa lo que su padre le dijo. Es lo que hizo, o en este caso no hizo, lo que cuenta. Él nunca presentó los documentos. Su madre insiste en que aún estaban casados en el momento de su muerte, y los registros están en el juzgado para respaldarla. —Pero, él escribió un nuevo testamento dejándome sus bienes. Que lo tenía. Se lo di. —Por desgracia, nunca se consiguió la documentación necesaria para presentar eso, tampoco. No sé cuál fue el error, pero la nueva voluntad nunca fue validada. Su original deja todo a Jean, y eso es lo que el tribunal decretó. Tienes treinta días para transferir el dinero a su cuenta. Soy capaz de realizarlo por usted, si lo desea. Addie se apoyó en el mostrador, que luchaba por mantenerse en pie. —Tendré que devolverle todo. —Lo siento, señorita Murphy. —Sí, gracias. —Ella colgó el teléfono, tratando de procesar lo que le había dicho.

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Después de todo lo que había pasado con su padre, ambos expulsados sin contemplaciones de la casa de la familia, su enfermedad y la muerte definitiva, que nunca en un millón de años había pensado que él no presentara los papeles de divorcio. Su madre siempre la había lastimado. La idea de que su padre había sido tan descuidado fue como si le cortaran con un cuchillo. Tomó unas cuantas respiraciones profundas. Dejar de culpar a los demás. Tenía que ponerse de pie y asumir la responsabilidad de su propia vida. Este lío no era culpa de su padre. Ni siquiera era de su madre. Jean Murphy hizo lo que era mejor para ella. Siempre lo hacía, siempre lo haría. Addie debería usar eso. Pero en ese momento, tener un padre a quien recurrir hubiera sido tan agradable. Sus brazos estaban rígidos apoyados en el mostrador de la entrada en un esfuerzo por mantenerse en pie, en un agarre. Addie se puso de rodillas. Grandes sollozos, escaparon y enterró el rostro entre las manos. Cuando lloró lo suficiente, se acurrucó en una bola y cerró los ojos.

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Capítulo Doce Mel se apresuró a entrar por la puerta de la posada. —¿Addie? Ella había escuchado a Nate que habían puesto a Chloe en un autobús hacia el oeste. Cuando le había dicho que había intentado llamar a Addie y no había contestado, Mel colgó y marcó el número. No obtuvo respuesta, tampoco. Convenció a Naomi en adelantarle la hora del almuerzo y se dirigió a la posada. El coche de Addie estaba ahí, así que estaría en alguna parte en la posada. —¿Addie? —Aquí —la voz de Addie sonó en la habitación. Mel sonrió. —¿Me esperabas? Sólo tengo una hora, pero si nos damos prisa… —Ella se quedó paralizada. Addie estaba acurrucada en la parte superior de la colcha, el pelo torcido, la cara llena de lágrimas. —¿Qué pasó? ¿Te encuentras bien? —Mel se precipitó a su lado—. Alguien… Addie se apartó. —Estoy bien. No ha pasado nada, en realidad, salvo que mi vida ha terminado. —¿Qué diablos se supone que significa eso? —Mel se sentó a su lado.

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—Mi abogado me llamó. Al parecer, mi padre nunca pidió el divorcio, y su nuevo testamento nunca fue validado, por lo que mi madre ganó el caso. Tengo treinta días para pagar el dinero que pensé que había heredado. —Oh, mierda. —Mel se paró y caminó—. Está bien, podemos resolver esto. Vamos a tomar una hipoteca. Tengo algo de dinero. —¡Mel, ya basta! —Addie se sentó—. Esto no es algo que se pueda arreglar. No tienes la cantidad de dinero que necesito, y no estoy segura de que lo tomara si lo tuvieras. Ya te he dicho lo que siento por una hipoteca. No tengo huéspedes. Cero. ¿Cómo puedo pagar una factura mensual con un ingreso tremendamente irregular? —¡Vende la posada! Vive conmigo, y vamos a averiguar lo que quieres hacer para seguir viviendo. Podemos hacer esto, Addie. Mientras estemos juntas, tú y yo podemos hacer que esto funcione. Addie tomó un pañuelo de papel de la caja en su cama y se limpió la nariz. —No vale la pena, Mel. Lo mejor que podría hacer sería dejar Cattle Valley y nunca mirar hacia atrás. —Se acercó a la mesa y miró su reflejo en el espejo—. Falso. Salvo en este caso, no me veo tan caliente en el exterior. La ira burbujeaba dentro de Mel. Se levantó y se puso detrás de Addie, agarrando sus hombros y ambas se miraron en el espejo. —Vales mucho. Y sí, has tenido días mejores, apariencia de lujo, pero maldita sea, te lo he dicho varias veces, eres la mujer más hermosa que he conocido.

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Mel colocó su cara al lado de Addie y siguió mirándola a través del espejo. —Siento lo de tus padres. Es un asco, y no es justo. Pero tu vida está lejos de terminar. Te amo, Addie Murphy. Quiero pasar el resto de mi vida contigo, si vivimos aquí, en la posada, o en mi apartamento de un dormitorio o en un lugar totalmente diferente a Cattle Valley. Lo haría por ti, porque te amo. Las lágrimas corrían por la cara de Addie de nuevo. —No. Por favor, no lo hagas. Esto está sucediendo demasiado rápido. Necesito tiempo para entender las cosas. Mel la abrazó. —Entiendo que necesitas tiempo. Pero por favor, no me dejes fuera. Déjame ayudarte a decidir qué hacer. —No puedo. —Addie se encogió de hombros y se alejó—. Lo siento, Melissa. No sé lo que tengo que ofrecer, en estos momentos. Necesito estar sola. Por favor, toma tus cosas y vete. —Se dio la vuelta y salió de la habitación. Mel se quedó mirando la puerta vacía. No podía terminar así. —Addie, —gritó. —¡Por favor, sólo vete! —La voz de Addie sonó ahogada por los sollozos. No estaba segura si era porque estaba herida o enojada, Mel metió las pocas cosas personales que tenía en la habitación en una bolsa que había dejado ahí y se marchó. Reconsiderando, echó un vistazo a la sala para ver si Addie iba a venir. No había ni rastro de ella, por lo que Mel se apresuró hacia el cajón donde sabía que Addie guardaba algunos documentos personales.

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Mel buscó en el hasta que encontró lo que estaba buscando. Copió la dirección y colocó todo de nuevo en su lugar. Volviendo a la habitación delantera, se encontró a Addie mirando por la ventana. —Me voy ahora mismo. Sabes que si me necesitas, puedes llamarme a cualquier hora de día o de noche, y voy a estar aquí. —Lo sé. —Addie no la miraba. En el poco tiempo que se habían conocido, Mel había llegado a entender que Addie necesitaba su espacio. Se iría por el momento y oraría porque Addie no la odiara por lo que estaba a punto de hacer, pero Mel no veía otra opción. —Adiós —dijo en voz baja y se fue.

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El vuelo de Sheridan a Colorado Springs tomó casi seis horas, a causa de una parada larga en Denver. Mel se fue el jueves por la mañana, con la esperanza de encontrar a la madre de Addie en su casa después del trabajo esa noche. Si no, tenía la dirección de Jean del trabajo y volvería el viernes. Pero encontrar a la mujer en casa, sola, sería preferible. Mel viajó con solo equipaje de mano, y tomó un taxi, justo en frente del aeropuerto. Le dio la dirección al taxista, y estimó que tomaría veinte minutos para llegar ahí. Miró su reloj. El momento era perfecto, si Jean fue a su casa después del trabajo. Sí, sí, sí... Mel se preguntó si estaba haciendo lo correcto. En su corazón, sentía que lo era.

El conductor se detuvo en frente de una casa de ladrillo de tamaño mediano con tulipanes surgiendo a lo largo de la acera. El Festival de los Tulipanes. Mel sonrió para sus adentros, recordando lo que Addie le contó sobre el engaño de Nate para deshacerse de Chloe. Echaba de menos a Addie. Un infierno, echaba de menos a Nate. Echaba de menos Cattle Valley y, en ese momento, deseaba desesperadamente regresar ahí. —Aquí es, señora. ¿Quiere que le espere? Mel echó un vistazo a la caja de cobro y le entregó algo de dinero. —¿Podría esperar un par de minutos, por favor? No estoy segura de si hay alguien en casa. Él hizo un gesto con el dinero en efectivo. —Esto va a llegar para cinco minutos. —Gracias. —Alzó su bolso y salió, caminando lentamente por la acera. Tomó una respiración profunda, tocó el timbre y esperó unos segundos muy largos. Se mareó y entonces se dio cuenta que había olvidado dejar salir el aire. Ella suspiró y volvió a inhalar lentamente, tratando de calmarse. Cuando se abrió la puerta, la mujer delante de ella la tomó por sorpresa. No era tan intimidante como ella esperaba, Jean Murphy era baja y regordeta, con los ojos cansados y delineados, con el pelo teñido de negro. No había ninguna duda acerca de quién era ella, tenía los mismos ojos marrones pintados con rímel que Addie. —¿La señora Murphy? —Sí —respondió la mujer gratamente.

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—Yo, eh, soy Melissa Danes. Una amiga de Addie en Wyoming. Los ojos de la mujer se estrecharon. —¿Wyoming? ¿Es ahí donde está? No había oído hablar de ella. —Sí, ahí está. Esperaba poder hablar con usted. Por favor. Jean estuvo insegura por un momento, pero finalmente se hizo a un lado e hizo un gesto a Mel para que entrara. Mel hizo señas al conductor del taxi y se fue. —¿Mi hija sabe que estás aquí, señorita Danes? —No. —Mel dejó la bolsa en el suelo—. Probablemente no estaría feliz. —Estoy de acuerdo con usted. Ella y yo nunca miramos con los mismos ojos, tan duro como lo intenté. —Jean le hizo un gesto hacia el sofá—. Tome asiento. ¿Quiere tomar un café o té? —No, gracias. —Mel se sentó, observando los restos de una vez cena congelada, en la mesa de café. Un concurso de preguntas resonaba desde el televisor. Jean tomó el control remoto y lo silenció. —¿Qué puedo hacer por ti? —Quería contarle un poco sobre la vida de Addie. ¿Sabía que compró una posada? Es una hermosa posada de cama y desayuno. Pero algunos chicos la destrozaron antes de que ella llegara a la ciudad, por lo que ha tenido que pasar semanas reparando el lugar. Ya está lista para trabajar, y parece simplemente preciosa. Addie ha hecho un trabajo maravilloso. Jean miró fijamente.

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—¿Y? Mel se movió incómoda. —Simplemente pensé que si supieras lo bien que Addie lo está haciendo, usted pueda estar feliz por ella. —Lo que Adeline haga ahora es de poco interés para mí. Hice lo mejor que pude por ella, pero era una adolescente voluntariosa y luchó conmigo a cada paso. Una vez que llegó a la mayoría de edad, se fue, casi me eliminó de su vida. Si esa es la forma en que ella lo quiere, esa es la manera en que será. Los dos lados de una historia. Los padres de Mel siempre le decían eso. Ella tomó una respiración, esperando que estuviera haciendo lo correcto, y le dijo. —Addie piensa que la echó porque descubrió que era lesbiana. —¿Qué? ¡Ridículo! —Jean jugaba con los dedos y miró nerviosamente a su alrededor. —¿En serio? —Mel no estaba segura si creerla, pero eso fue en el pasado. Era lo que Jean dijera e hiciera ahora, lo que contaba—. Si eso no es un problema, entonces tal vez usted y Addie podrían hablar en algún momento. Estoy segura de que realmente le gustaría eso. —No lo sé. —La madre de Addie no parecía convencida. Mel tenía problemas para entender el punto de vista de Jean, pero Mel sintió que ese no era el problema, ella estaba ahí por Addie. Jugando su última carta, explicó el motivo de su visita. —Addie invirtió hasta el último centavo de la herencia de su padre en esa posada. Si usted toma el dinero, ella lo va a perder todo.

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Las cejas de Jean se elevaron. —Ah, el meollo del asunto. ¿Estás segura de que mi hija no te envió? Esto parece como algo que haría. Ella siempre pedía limosnas, teniendo todo lo que alguien tiene que ceder. Sabía que no se separaría de mi herencia con facilidad. ¿Addie pedía limosnas? Mel se preguntó si realmente estaba en la casa correcta. Jean y Addie Murphy aparentemente alejadas en sus puntos de vista el uno del otro. Ella sacudió la cabeza. —Addie no sabe que estoy aquí. Me preocupo por ella, señora Murphy. No quiero verla perder la posada. Parece que por fin es feliz por primera vez en quién sabe cuánto tiempo. —¿Y me está culpando de eso? —Gritó Jean—. ¡Hice lo mejor que pude por esa niña! Nada era lo suficientemente bueno. Ella se fue de casa cuando tuvo la edad legal, y yo apenas la vi después de eso. Peor aún, tomó a mi marido. —Mel la miró fijamente, obligando a su boca a permanecer cerrada. Jean hizo un gesto con la mano—. Oh, no, no de esa manera. Horacio siempre tuvo debilidad por Adeline. No podía soportar que se fuera, por lo que se fue, también. Los dos me sacaron de sus vidas. Yo sé que ella cuidó de él hasta el final. Supongo que quiere algo por eso. Mel suspiró. En ese momento, sabía que había sido un viaje inútil. —Addie no quiere nada, señora Murphy. Creo que ella quería un poco de amor, pero veo que es demasiado tarde para eso. Jean saltó, la furia ardía en sus ojos.

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—¿Cuándo me quiso? Ella estaba ahí por su padre, ¿pero alguna vez estuvo para mí? No he vuelto a verla desde su funeral y no a menudo antes de eso. —¿Alguna vez le dijo a ella lo que necesitaba? Porque si lo hubiera hecho, estoy segura de que hubiera estado ahí para usted, también. —No pretenda saber acerca de una relación que se extendió por más de veinte años. No tienes idea de lo que hemos pasado, lo que yo pasé. No ha sido una vida fácil, te lo aseguro. Mel miró a su alrededor. La casa donde vivía se veía bien y podría arreglarla, pero era más de lo que Addie tenía. Addie no tenía nada. Mel cuadró sus hombros y corrigió su pensamiento. Addie tiene amor. En el libro de Mel lo era todo. Ella volvería a Cattle Valley y convencería a Addie para permanecer y hacer una vida con ella. Los padres de Mel iban a llegar al día siguiente. Sabía que amarían a Addie tanto como ella, cuando llegaran a conocerla. Tal vez, sólo tal vez, el amor sería suficiente. Mel se puso de pie. —No debería haber venido aquí. Lo siento, señora Murphy. Puedo ver que necesita más la herencia de lo que necesita una hija. Addie lo entendía en ese momento, pero yo no lo hice, hasta ahora. ¿Puedo usar el teléfono para llamar a un taxi?

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El vuelo de regreso fue agotador, pero más corto fue su viaje a Colorado. Ir ahí, había estado lleno de esperanza y posibilidades. Ahora, al regresar por la carretera entre Sheridan y Cattle Valley, sus esperanzas se habían desvanecido. Temía regresar y decirle a Addie dónde había estado. Sólo sería reforzar los sentimientos sin valor que su novia parecía tener. No iba a guardarle secretos a Addie, pero Mel haría lo que fuera necesario para mantener a su único y verdadero amor y alejar la sensación de no tener ningún valor. Nadie debería sentirse de esa manera. Ningún padre debería hacer sentir de esa manera a sus hijos. La idea hizo que estuviera ansiosa por ver a su madre y a su padre y dar a cada uno un abrazo grande, muy grande. Un coche raro con las etiquetas de alquiler se encontraba estacionado en frente de la posada. ¡Mamá y papá! Mel aparcó y salió precipitada por las escaleras que conducían a la terraza. Ella abrió la puerta y vio a sus padres, sentados en el sofá hablando con Addie. —¡Mamá! ¡Papá! Los tres se volvieron, y sus padres se levantaron para abrazar a Mel. —¡Lo lograste! —Hola, cariño. —Su padre le dio un abrazo—. Estábamos hablando de ti. Nos detuvimos en la librería en el camino hasta aquí, pero Naomi nos dijo que estabas fuera. —Pero no estabas en casa. —Su madre le acarició la mejilla—. Addie trató de localizarte.

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—Lo sé. —Ella asintió con la cabeza, apretando a su madre de pelo oscuro con fuerza. Todo el mundo decía que la madre y la hija tenían el mismo aspecto, lo que la hizo más feliz. Esperaba verse tan bella como su madre cuando llegara a esa edad. —Tuve que hacer un encargo. Su padre la sujetaba con el brazo extendido. —Te ves como un perro cansado, jovencita. Debieron ser varios recados. Mel le sonrió. Lo miró cariñosamente, parecía el mismo de siempre, con pelo arena-gris y gafas pequeñas, de montura metálica. —Fue. Quiero contártelo todo. —Yo realmente no quiero. La idea de lastimar a Addie era como conducir una estaca en su alma. Addie se levantó y se unió a ellos. —¿Puedo decir algo, en primer lugar? —Claro. —Mel la miró. Ella no pudo resistirse y le dio un rápido abrazo a Addie—. Te extrañé —susurró. Addie se echó hacia atrás, un rubor color rosa tiñó su cara. Ella miró a sus pies, avergonzada. —Yo también te extrañé. Pero tienes que escuchar esto. ¡A que no adivinas lo que pasó hoy! Mi abogado me llamó de nuevo. ¡Al parecer, mi madre cambió de opinión y no está pidiendo la herencia de vuelta! —¿En serio? —El corazón de Mel saltó. Tal vez su largo viaje no había sido en vano después de todo. Miró a su gente, quienes asintieron con la cabeza alegremente. —Addie nos ha estado contando todo sobre ella —dijo su madre—. Toda una historia.

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—Eso es decir poco. —Addie se rió. Mel la miró. —¿Dijo tu madre por qué cambió de opinión? —No. —Addie tenía una mirada de asombro en su rostro—. Él sólo dijo que quiere que la llame en algún momento. Eso fue todo. Él no podía entenderlo, tampoco. —Oh, wow. —Mel abrazó a Addie, con lágrimas goteando por su rostro—. Estoy tan feliz por ti. —Sabía que lo estarías. —Addie dijo en voz baja al oído— Tú has sido mi campeona a través de todo este asunto. Desde el momento en que te enteraste de los vándalos, has estado aquí para mí, Mel. No sé por qué me tomó tanto tiempo ver de lo que te habías dado cuenta antes. Addie se apartó y la miró a los ojos. —Te amo. Te necesito en mi vida. Ya lo había averiguado antes de que me enterara de lo del dinero, no estaba segura de lo que íbamos a hacer. Esto hace las cosas mucho más fácil. Addie bateó sus pestañas con timidez. —Si todavía estás interesada. Sé que puedo estar de mal humor, y la necesidad de tener un tiempo anormalmente largo para hacer que mi mente entienda las cosas, pero… Mel le plantó un beso en los labios a Addie para hacerla callar. Cuando se separaron, le limpió una lágrima de la mejilla a Addie con el pulgar. —Te amo. No soy perfecta, y no espero que lo seas. — Sonrió—. A pesar de que estás muy, muy cerca. Addie sonrió, todavía hablando con rapidez.

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—Quiero vivir contigo. Cualquier cosa que quieras hacer a la habitación del ático ya que es tuya, puedes hacerla. Va a ser tu espacio. —Es una habitación muy bonita —dijo el padre de Mel. Ella lo miró, sorprendida. —Nos fijamos en cuando llegamos aquí, y Addie nos la mostró. La posada es más hermosa ahora que la última vez que estuvimos aquí. Una vez que se corra la voz que está funcionando de nuevo, creo que será un negocio muy bueno. Su madre agregó. —Pero arreglar ese espacio va a costar algo de dinero, sin embargo. Creo que querrás un cuarto de baño arriba, por lo que no estarás compartiéndolo con los invitados. —Sin duda un cuarto de baño —él estuvo de acuerdo. Mel abrió mucho los ojos. —¿Puedo tener un cuarto de baño? ¡Eso sería genial! Addie la abrazó. —Puedes tener lo que quieras. —Vamos a ayudarles a pagar por eso —dijo su padre—. Y tienes el resto del dinero para la universidad que puedes gastar. —¿En serio? —gritó Mel—. Me di cuenta desde que dejé la universidad que perdería el dinero. —¿Qué perderías? —Su madre se encogió de hombros—. Esta familia no es un negocio. El hotel parece una buena inversión para ti. Siempre y cuando Addie te quiera como socia. Mel miró a la mujer que amaba más que la vida misma y levantó las cejas.

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—¿Qué piensas, Adeline? ¿Quieres una socia, que incluye la aceptación de lo que hagas con mi dinero? —Absolutamente. —Addie le tocó la cara—. Definitivamente te quiero como socia, con dinero o sin él. El padre de Mel dijo. —¿Por qué no se limpian niñas? Vamos todos a comer en el restaurante del Canoe. Podemos hablar más sobre sus planes para la posada durante la cena. —Eso suena maravilloso. —Mel puso sus ojos con gratitud—. Estoy muerta de hambre. Necesito lavarme la cara. —Voy contigo. —Addie pasó su brazo encima de Mel, y se dirigieron hacia el baño principal. —Ah, por cierto —gritó la madre de Mel al momento—. ¡Naomi nos dijo que ella está embarazada! Su madre tendrá nietos. Mel miró por encima del hombro. —Pero la madre de Naomi está muerta, mamá. No creo que ella esté preocupada por sus nietos. —Eso no significa que nosotros no lo estemos. —Su madre sonrió con dulzura. —No tardamos. —Mel le sonrió. Empujó a Addie en el dormitorio y cerró la puerta detrás de ellas. Addie y Mel se presionaron contra la puerta con un besó apasionado. Sus lenguas batiéndose de ida y vuelta, con las manos a tientas y explorando. Cuando se despegaron por aire, Addie murmuró. —Tus padres quieren sus nietos.

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Mel besó su cuello. —¿Crees que hay que destacar que no se puede conseguir de forma natural? —Nah. —Addie atrapó la boca de Mel en otro beso cálido y húmedo—. Somos mujeres independientes. Podemos hacer lo que queramos. Acabo de recibir un certificado de buena salud de uno de los médicos locales, así que tal vez una vez que tengamos nuestros pies asentados financieramente, vamos a querer hablar de niños. —Me encantan los niños, —Mel acordó con una sonrisa—. Y por ahora, a seguir practicando, y ver qué pasa. —Suena bien. —Addie la abrazó con fuerza.

FIN

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Sobre la Autora Jenna Byrnes podría utilizar más espacio en el armario y más horas en un día. Podría llenar la cocina con las compras de artefactos del marido, apagar el televisor y dejar que cocine para ella a sus anchas. Podría pasar como la brisa a través de los días, añadir horas de sueño, y más tiempo para escribir romance caliente y erótico, le encanta leer. Jenna piensa que todo el mundo merece un final feliz, y le encanta ofrecer a la mayor cantidad de gente posible a las personajes gays, lesbianas y heterosexuales. Su frase favorita, desde una valla publicitaria pro-gay, es "Ten cuidado con a quien odias. Puede ser alguien a quien amas. Para conocer las últimas noticias, visite el sitio Web de Jenna en:

http://www.jennabyrnes.com/

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Coordinación del proyecto Cinty

Traducción Joseline

Corrección/Revisión Mila/Visionepica

Edición, Diseño y formato Visionepica

Limpieza de Portada Clau ¡Y no olvides comprar a los autores, sin ellos no podríamos disfrutar de todas estas historias!

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