Jaramillo, Roberto Luis. La Colonización Antioqueña

July 27, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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La colonización Antioqueña

Jaramillo, Roberto Luis. "La colonización antioqueña". En Historia de Antioquia, editado por Jorge Orlando Melo, 177-208. Medellín: Suramericana, 1988.

Roberto Luis Jaramillo

Para mediados del siglo XVI11, la política virreinal se decidió por una variación territorial de' la  ju ri risd sd ic ción ci ón de A nt ntio io qu ia ia,, en enton ton ce cess m uy re redu du cida ci da.. Para citar solo un casa, en los valles de la Marinilla y el Rionegro, densamente poblados, confluían con límites imprecisos las viejas gobernaciones de Popa yán, Antioquia y Mariquita, siendo esto motivo de fraudes a la Real Hacienda, impunidad, disputas por competencia judicial y agrias rivalidades regionales. E! virrey Solís agregó entonces para Antioquia las  ju ri risd sd ic cion ci on es de Ar ma y M ar arin in ill a (1 75 6) 6),, R em edios (1757) y Supía (1759) tratando de solucionar los inconvenientes citados y facilitando el reordenamiento de la población, y la ampliación de nuestra frontera; fue particularmente acertada la anexión de Arma y Marinilla, con sus enormes terrenos baldíos. El aumento poblacional en la América colonial de ese siglo, también fue notorio en la región antioqueña (teniendo en cuenta además las nuevas anexiones), y aunque no está precisamente estudiado, se sabe que su intensidad aquí varió de unas zonas a otras y que la mayoría de los habitantes estaban asentados en la franja central de la gobernación, y

indios fugitivos del Chocó para atarlos a la tierra y fundarles un pueblo al noreste, en la frontera con los indios cunas, entonces territorio de guerra; y Don Cayetano Buelta Lorenzana, quien atrajo más indios y levantó unos necesarios censos de población. Pero fue la segunda administración de Don Francisco Silvestre (17821785) la que más se caracterizó por el impulso dado a la minería , las vías de comunicación, la colonización y el poblamiento: trabajó por la traslación de ia diminuta y decaída ciudad de Arma a los valles de Rionegro, entonces floreciente; con el auxilio de competentes criollos recorrió la gobernación y con ellos elaboró varios informes; tomó útiles medidas en el ramo de hacienda y concibió un plan de desarrollo regional (el primero entre nosotros) que se comenzaba a aplicar cuando fue reemplazado 1. Silvestre puede ser considerado como el más importante funcionario de la Antioquia colonial. El mismo había pedido un visitador, que vino en la  pe rson rs on a de D on Ju an A nton nt on io M on y V elar el arde de el cua l dejó una útil relación del estado de la provincia, y quien durante tres años aplicó drásticamente las pro puest  pu est as de re fo rini ri nism sm o bo rb ón ico ic o plan pl ante tead ad as por Si l-

concentrados en tres escalonados, uno cálido, uno medio y otro fríovalles (habían sido ocupados, históricamente en tal orden). Pobladas en las fértiles vegas del Cauca, el Porce y el Rionegro estaban colocadas la ciudad de Santa Fe de Antioquia, la villa de Me dellín, la ciudad de Rionegro y la villa de Marinilla, todas ellas con importantes anexos y pueblos de indios inmediatos. Ese reordenamiento jurisdiccional tuvo su correspondencia en un grupo de gobernadores de la corriente ilustrada, preocupados por el fomento de varios ramos, entre ellos el comercio, la minería y la agricultura. El primero de ellos, Don José Barón de Chaves, gobernó quince años (17551769), obedeciendo las medidas de agregación y elevando a la categoría de Sitios y Partidos a varias comunidades dispersas o rurales, a la vez que que organiza ndo algunos centros urbanos. Tal política fue mantenida por sus sucesores, en especial por don Francisco Silvestre durante su corta gobernación interina, cuando atrajo

vestre. Cuando los habitantes de Antioquia ya tenían suficiente territorio como para no vivir estrechos, y  po de r em ig ra r y ex pa nd irse ir se,, se po dí an di fe re nc iar ia r cinco “países” o comarcas, para usar la terminología colonial: uno al norte (hoy Bajo Cauca) con los núcleos de Cáceres, Zaragoza y Nechí; al centro los de Antioquia y M ed ellín , y al oriente los de Rionegro y Marinilla. La condición de sus habitantes, sus clases sociales, las relaciones entre grandes, medianos y pequeños propietarios, etc., son aspectos estudiados por Beatriz Patiño en este mismo manual. En esa sociedad de muchos pobres y pocos ricos,

Los trabajos ¡mportanles el ytema sonPalacios. los de James Parsons, Roger Brew, más Guillermo Duquesobre Botero Marco Las visitas de Zea, López de Mesa y Silvestre están en el  Archivo Histórico de An tio quia. El plan de desarrollo del gobernador Silvestre será publicado este año por el profesor D. Robinson, de la universidad de Siracusa, en tanto que la relación de Mon y Velarde se editó hace años por Emilio R obledo.

 

178  La col on iza ció n anl ioq ueñ a

uno que otro pudiente se atrevía a ejercer la arriería, muy riesgosa por los pésimos caminos o trochas de  bu  buey ey;; de en tre tr e los po bres br es sol solo o al algu gu no s “ m on ta ra ce s” o “vaquianos” se habían adentrado en los montes  pa ra ha ce r pe qu eñas eñ as ro za zas. s. Gr ave av e pr ob le lem m a co ns ti tituían los vagos, atados a los centros urbanos o agru pa  pado do s en nú cle os de m en dici di cida da d y de ab an do no en el área rural: en tiempos del gobernador Lorenzana se calcularon cuatro mil en toda la provincia y se  pe ns ó qu e la so lu luci ción ón a ttal al pr ob le m a era er a la e xp ulsi ul sión ón forzada de tales sujetos hacia las tierras recién anexadas o a las nuevas colonias que se habían estado organizando en forma espontánea y en todas direcciones, desde los centros poblados hacia las montañas inmediatas y cercanas, eso sí, sin salirse de la  pr  prop op ia ju ri sd ic ci ón de la ci ciud ud ad o de la villa. vil la. A sí, sí , desde Santa Fe de Antioquia se consolidaba una colonización hacia el “río arriba de Cauca” por los Titiribíes y Anzá para más tarde pasar al valle de Urrao, Abriaquí, Cañasgordas y el Frontino. Al mismo tiempo aumentó la presencia de mineros, agricultores y ganaderos en el frío valle de los Osos. Algunos mestizos y mulatos, sumados a indios libres de los pueblos de Buriticá y Sabanalarga, estrecha ban a los trib tr ib utar ut ario io s, em pu já nd olos ol os m ás al no rte, rt e, en

desordenada población triétnica muy mezclada y unos pocos dueños de cuadrilla, viviendo la totalidad de sus habitantes en condiciones infrahumanas, y hasta donde no llegaba la administración real, por ser los lugares más remotos de las gobernaciones de Cartagena y Antioquia. Tal grupo, de indios huidos, negros libres o esclavos, mestizos, mulatos y zarm  bo s, es tá m uy bi bien en de scri sc rito to en las no tas de vi viaje aje de fray José Palacios de la Vega2. Los antioqueños de entonces no solo buscaban  be ne fi fici ciar ar m in inas as y ab ri rirr ro rozas zas : ta tam m bi bién én qu er ería ía n ex  pl  plot otar ar y co ns tr trui ui r ví as de co m un ic ac ió n co n pu nt ntos os navegables del Atrato, el Cauca, el Nechí y el Magdalena o con los caminos a Supía y Mariquita, todas ellas vías útiles para un lucrativo tráfico comercial sostenido con Cartagena, Santa Marta, Mompox, Tenerife y Magangué en la Costa, y con Honda, Santa Fe, Gir ón, P opayán y otros centros del interior. La Real Audiencia y los virreyes se propusieron además la reunión de varias comunidades dispei'sas que habitaban las orillas del Magdalena, para organizarías en poblados y con el propósito de aumentar la producción de cacao, mercado controlado en Honda y que a veces hasta les servía de moneda. Buenavista, Nare, Garrapatas, Carare, San Bartolo-

un proceso colonizador y de poblamiento que llegó hasta Ituango, en la frontera con la gobernación de Cartagena. Por su parte vecinos de Medellín “sin tener con qué alimentarse, ni terreno que poder cultivar, ni casa propia en qué vivir, de lo que resulta andando vagueantes” , iniciaron iniciaron su proceso colonizador por etapas y en dos direcciones: primero salieron al norte, y ocuparon el resto del valle de los Osos,  pa ra pa sa r de sp ué s a las m on ta taña ña s del Te nc he y el Yarumal; luego emigraron al suroeste, especialmente blancos y m estizos, hacia las montañas cercanas de Amagá y Sinifaná, saltando sobre el pueblo de La Estrella, que les estorbaba el paso. Algunas familias de Llanogrande y del valle de Rionegro se habían entablado con éxito en las vertientes de los

mé, Bohórquez y otros lugares fueron agregados, segregados, trasladados o eliminados eliminados en una política titubeante y errada. De las varias concesiones de tierra que se hicieron con tales fines a varios vecinos importantes de Honda y Mariquita, solo muy pocas adelantaron como haciendas cacaoteras, entre ellas las de Buenavista y Fierro Bajo, heredadas por los  je su ít ítas as y qu e al alca ca nz ab an a m ed ir nu ev e y me di diaa leguas de extensión, lindantes con Antioquia3. Tal región, hoy llamada del Magdalena Medio, no formaba parte de nuestra gobernación, sino de Mariquita, y po r su clima malsano y dudosa calidad de suelos no fue punto.de atracción para los colonos antioqueños sino a partir de mediados del siglo pasado, cuando fue anexada a Antioquia. Un grupo de hombres que bien pudiera llamarse “la geneiación del medio siglo XVIII antioqueño” contó con figuras criollas y españolas que, dotadas de influencia y poder, unas y otras, vencieron obstáculos tácul os en la estructura política, económ ica y mental mental de su región, hasta entonces fuertemente dominada  po r fu nc io na ii iios os to rp es , in co m un ic ac ió n, po br ez a casi general, indolencia, rutina diaria, fanatismo y  pe re za m en ta l. A p es ar de tal g en er erac ac ió n, el d es ar ro llo de la agricultura y la colonización, se vio obstaculizada en parte por una discutible política oficial de concesión de tierras para labor. Desde Españ a se dictó la real instrucción de 1754 que no fijaba límites en el tamaño de las mercedes de tierras realengas, casi siempre medidas a ojo y practicando algunas

ríos Miel y El Diez Buey años y para 1777 se vecinos ofrecían de a dotarLauna iglesia. más tarde la nueva ciudad de Rionegro y de Marinilla, como “pobres desvalidos” y, siguiendo esa misma ruta, optaron espontáneamente por retirarse a las montañas de Sonsón, más al sur, y exploraron las tiernas cálidas del río Arma, cercanas a la derruida ciudad de ese nombre. Campesinos de Marinilla también  pi  pidi di er on ti tier erra rass al or ie nt e, bu sc an do el be ne fici fi cio o del camino a Nare, sin tener calabozos “ni fierrito alguno”. Esta colonia fue la menos dinámica de todas y casi fracasó; pasaron algunos a Canoas, lugar más estratégico en el el camino al río Magdalena. Entretanto, en el “país” del Bajo Cauca (que en parte se había agregado a Mompox desde 1777, ya que en lo eclesiástico, lo económico y lo cultural no había dejado de ser costeño) la colonización era inexistente, o por lo menos insignificante. La única actividad actividad económica era la minería temporal ejercida por una

 ^

PALACIOS DE LA VEGA, José, José,  Diario de Viaje.  G. Reichel (Ed.), ABC, 1955. PAEZ COUR VEL, Luis E: Historia de las medidas ag rarias antigu as.   Voluntad, 1940.

 

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diligencias legales: en Antioquia se otorgaron grandes conc esiones, casi siempre hacia donde apuntaban los colonos, los vagos y los desacomodados. Gente  pobre  pob re y sin influ in flu en enci cias as en Santa Sa nta Fe, Fe , cr creí eíaa que con solo hacer la petición y depositar un dinero bastaba; lo loss pudientes, miembro s de las élites, élites, sabían de sobra la manera de adquirir grandes globos de realengos en forma legal, con procedimientos ajustados y asegurándose una buena ganancia, mediante ventas o arrendamientos. Esa real había derogado otra de 1735, gracias a lainstrucción cual muchos propietarios nuevos, para evitarse gastos en compras y trámites,  po  pose seía íann “ vicios vic iosaa y clan cl an dest de stin inam am en te los re real alen engo go s” . Una de las más conflictivas concesiones en Antioquia se hab ía otorgado a Don Felipe Villegas durante la vigencia de la norma de 1754. Esta ley fue sometida a críticas y estudios y se dictó entonces la real cédula de 17H0 que centralizó en la Real Audiencia y eenn el virrey la nueva política de realengos, mirando al desarrollo de la agricultura: daba un plazo a los  po  pose seed edor ores es irreg irr egul ular ares es pa para ra que pre prese sent ntar aran an tít ul ulos os,, so pena de ser expropiados; exigía engorrosos trámites de adjudicación que hicieron desistir a muchos; daba un término legal para ponerlas en explotación, so pena también de perderlas y, en fin, hablaba de “métodos suaves” para que los dueños vendieran  pa  parte rte de los terr te rren enos os.. Pe Pero ro para pa ra los po bres br es,, es esta ta norma prácticamente tenía los mismos mismos inconvenientes de la anterior y por tanto, si querían ser colonos labradores, las tenían que. comprar a los poderosos; si no tenían dinero, podrían ser colonosjornaleros, arrendatarios o agregados. Tanto Silvestre como Mon y Velarde hicieron sugerencias en cuanto a su interpretación y aplicación, para beneficiar a los la brado  br adore ress po bres br es,, en el senti se ntido do de darla da rla s gr grat atis is a quienes las pidieran, con tal.que las pusieran en explotación dentro de un plaz plaz  j  corto, o que la Corona se Jas vendiera al fiado y con intereses bajos; insinuaron además que los grandes globos adjudicados pero no explotados se tuvieran como “vacantes” para re parti  pa rtirlo rlo s en entr tree tale ta less labr la brad ador ores es pobr po bres es,, que co nstins tituían la mayoría de la población. Tantos conflictos se presentaron con la aplicación ción de la norm a de 1780, que para su su cumplim iento se acudió a las instrucciones que el rey dictó para  Nuev  Nu evaa Espa Es paña ña en 1786, 1786 , y doce do ce año s des'pués des 'pués,, ante la polémica formada, la Corona decidió exigir un 2% sobre eí avalúo de las tierras, para evitar así los trámites de lá confirmación de títulos y las encontradas interpretaciones dadas a los citados “métodos suaves”. En la gobernación de Antioquia, no obstante su ampliada jurisdicción, las élites de cada una de las comarcas o “países” de que se ha hablado, se habían amparado háb ilmente en esas normas de 1754 y 1780 1780 adquiriendo grandes extensiones de terrenos, para acapararlos y prepararse para tenían la famosa empresa de la “colonización antioqueña”: una base económica capaz y suficiente, apoyada en un renacer de

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la minería y en una habilidad especial para el comercio legal o clandestino, y para el transporte. Tierras incultas, explosión demográfica, hambre, sometimiento, leyes contra la vagancia, legislación agraria tolerante y otros factores, decidieron la salida de muchos hombres hacia las nuevas tierras, con el fin de labrarlas. Pero ahí estaban las trabas legales puestas por las habilidosas clases dirigentes de entonces que planteaban a los campesinos pobres una alternativa: optan por comprarnos o son nuestros arrendatarios, o jornaleros. Negociantes de tierras, pues, hicieron el recorrido de la “selvate nencia” a la terra tenencia, sin mucho esfuerzo. Tal vez el término no agrade, pero lo considero ajustado a tales conductas y circunstancias (en el mapa se señalan algunas de las grandes concesiones en la región antioqueña). Se ha escrito mucho sobre olas, rutas, etapas, líneas y períodos de nuestra colonización. Para contribuir a tal caos, la he dividido en tres períodos, tentativamente: Temprano, Medio y Moderno. El  pr  prim im er eroo abar ab arca ca desde de sde los comi co mien enzo zoss del sig siglo lo X V Il Ilii hasta sus últimas décadas; el segundo, desde finales de tal siglo hasta casi cerrarse el XIX; y el tercero, que abarca todo el siglo XX. Del primero, poco estudiado por los historiadores, se sabe que los valles de Ebéjico, Aburrá, Rio negro y Marinilla habían sido ocupados desordenada y totalmente, llegando a afectar seriamente a los  pu  pueb eb los de indios ind ios vecinos vec inos'1 '1.. En la juri ju risd sd icci ic ción ón de Santa Fe de Antioquia, para mostrar un caso, solo un reducido número de vecinos se había atrevido a establecerse como colonos al occidente de la ciudad,  bu  busc scan ando do los valle val less de Ur Urrao rao y M ur urrí rí,, haci ha ciaa el C ho có4 có 455;; pero partí mediados del siglo XV1I1 unos pocos  blan  bl anco coss se habí ha bían an ra radi dica cado do en el occi oc cide de nt nte, e, ex plopl otando ojos de sal, minas y pequeños hatos, casi siempre ubicados a orillas del camino que llevaba al asiento de Antioquia “la vieja”, y tal vez con el  pr  prop opós ósito ito ocult oc ultoo de bu scar sc ar rut rutas as al co nt ntra raba band nd o en Urabá;/nás allá era territorio cuna, peligroso o im pe  pene netra tra bl blee para par a co lon os. os . Cu ando an do vino vin o el go bern be rnad ad or Silvestre, tomó medidas para que a los indios cho 4 Para dar una una idea, nada más, del estado estado de ocupación de los los valles valles de Aburra y R¡onegro, se sabe que cuando se tramitaba la elevación del sitio de Aburrá a la categoría de Villa de la Candelaria (Medellín), los vecinos de Santa Fe de Antioquia se opusieron alegando, por ejemplo, que entre esa ciudad y el valle de Rionegro “...no hay un  palmo de tierra tier ra de desocup socup ada, sin du eñ eño.. o.. .". El surgimie su rgimiento nto de la nueva Villa afectó las rentas del cabildo y del cura de Santa Fe de Antioquia;  por esa razón la juris dicció n de Meitellín fue tan redu reducida cida y sus habitantes vivieron estrechos desde entonces. Ver: PIEDR PIEDRAH1TA AH1TA E., Javier:  Docu mento s y estudio s pa ra la historia de Med ellín .  Colina, 1983. ^ , Desde comienzos del siglo XVIÍI se había frustrado un plan de anexi anexión ón de parle de) Chocó, con varias entradas de pacificación y exploración,  buscando  busca ndo minas y fundando funda ndo poblados como Fuem ia, Murrí Murr í y otros,  para después despu és alegar alega r el mando de la gobernación gober nación de Antioquia Antio quia en esas tierras. Patrocinador de esa política fue el gobernado r López de Carvajal, quien hizo esas “entradas” so pretexto de buscar el tesoro de Se ha que ese fracaso poblacional y político se debió aDobaibe. la crueldad dedicho los misioneros franciscanos para con los indios, que se alzaron. La antropóloga Patricia Vargas tiene varios trabajos sobre el Chocó colonial.

 

180  La co lo niz aci ón an tio qu eña

"Aserradores ” , óleo de Humberto Chávez (co lección  Historia del transporte, Fabricato).

 

l.n colonización nnlioqucña  

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Pobladores de la región de Manizales en 1852,  cuando ésta hacia parte de la Provincia de Cor elova (Album de la Com isión Cor ográfica).

"El barequ ero". fresc o de Pedro Nel Gómez. (Mur (Mural al  del antiguo Palacio Municipal, MedeUin). MedeUin).

 

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 La co lo niz aci ón an iio qu eña

coes atraídos (y cuya matrícula había fracasado en Buriticá) se les misionara y fundara en Sitio, más ;arde ;arde Pueblo de Cañasgordas, cuya enorme jurisdicción servía de frontera con el Chocó y el Darién6. El segundo períod o es tal vez el más importante y difícil de estudiar, dada la abundantísima y dis pe rs a do cu m en ta ci ción ón , po r el m on ta taje je de dell m ito antio an tio  queño y, quizá lo más importante, por lo dinámico

y controvertido del proceso. Las m igraciones espontáneas o forzosas, presionadas por el hambre, el cebo de las políticas sobre tierras baldías y otras causas, hicieron que las migraciones de futuros colonizadores rompieran en todas direcciones. En el tercero tercero y último último perío do, aunque continuaron los procesos de apertura de frontera agrícola, se inició el desarrollo de colonizaciones en el occidente

Jurisdicción de Antioquia a mediados del siglo XVIII.

6 i Silvestre pensaba que antes de hacer una colonia había que construir caminos que comunicaran a Antioquia con la Costa, Santa Fe, Popayán y el Chocó. En efecto, promovió reuniones con sujetos de las élites y les insinuó construir caminos por valorización, repartiendo el costo entre los vecinos. Propuso además distribuir tierras realengas a cambio de la apertura de esos caminos, prefiriendo a los pobres, a quienes se darían retazos de tierra a orillas de las vías, evitando que los ricos capitularan la construcción de las obras y acapararan grandes globos de tierra. Esa modalidad tenía la ventaja de no cubrir al fisco derechos de conducción, que sí se pagaban al traficar poi el Magdalena. De ahí el interés de Don José Mesa Armero, Don Juan Blas Aranzazu y Don Felipe Villegas (de Honda, Mariquita y Rionegro, respectivamente) en abrir caminos a su costa, que comunicaran con Honda, por 

Arma, San Carlos, o Sonsón. Otras sugerencias importantes fueron fueron:: la descentralización de trámites para adjudicación de realengas; la «atracción de los indios salvajes, con pequeños regalos, para fundarles  pueblos muy cerca nos unos de otros; la eliminación del tributo indíg ena y ei reparto de las tierras de los pueblos indígenas entre sus propias familias famili as para tratar así de “españolizarlos” (este experimento se debía  practicar primero en Antio quia). Por su parte, el visitado r Mon y Ve larde, en relación que hizo, se mostró satisfecho con los resultados de los planes de Silvestre y de sus propias ejecutorias, diciendo que las nuevas colonias “...han sido la redención de Antioquia”, y agregando que “de unos pobres pobres mendigos que eran antes, se contemplan contemplan hoy como vecinos honrados”.

 

 Lo col oni zac ión am ioq ue ña  

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Para ¡os funcionarios de la Corona y partí los “patricios” que acapararon y negociaron con las tierras era relativamente fácil hacer planes o gestionar la adquisición de terrenos realengos. Lo verdaderamente difícil era el acto en sí de colonizar: generalmente se comenzaba con una “entrada” o exploración exploración  pre via pa para ra co no ce r la l a clas c las e y calid ca lid ad de los ter terren ren os: dentro de la terminología colonial y republicana los colonos diferenciaban los “realen gos” (de propiedad propiedad de la Corona) de las tierras "vacas” que habían tenido dueño anterior; y para la república es casi común la denominación de baldíos ti los terrenos de propiedad de la República, el Cantón, la Provincia o el Estado. Estado. Clasificaban los terrenos en: a) fértiles o estériles, según la frondosidad del bosque, al tiempo que detectaban si un temperamento era sano o malsano,  pr ef efiri iri en do las tie rra s fr ía s, cons co nsid id erad er ad as de buen

ya socolado y que denotaba que allí habían estado los indígenas con sus rocerías y técnicas de cultivo y vida; d) cosa distinta eran los terrenos de “rastrojo” en donde encontraba el rastro y desmonte de un colono anterior, y en los cuales era muy fácil hacer un “claro”; e) las “lomas” eran realengos o baldíos muy apetecidos: (por ser terrenos pendientes y de escasos árboles). Muchos se establecían primero en lomas como las de San Vicente y Maitamac, que fueron puntos de atracción para las futuras colonias de Abejorral y Sonsón, por ejemplo. También era común que hablaran de sabanas, llanos, vegas, vertientes, pie de montes, tierras sobrantes, holgadas o estrechas, etc. Estas diferencias hacían que una colonización fuera más o menos difícil que otra, o que unos colonos lograran más ventajas que otros. Y lo que en la Colonia llamaban tierras “de pan y caballería”, en el siglo pasado nombraban tierras “de labor y pasto”. Una vez explorada y adentrada la zona, venían los preparativos para sembrar rozas, casi siempre salteadas y alrededor de una primitiva vivienda, método distinto al de los indios del occidente, por ejem pl  plo, o, que ha cí cían an sus ro ce cerí rías as fre nt ntee al ra nc ho , per pero o siempre río de por medio.

temperamento, frente a las calientes o situadas en las vegas de ríos, pues las tenían por enfermas. Casi siempre, en fin, buscaban ubicarse como colonos en un temperamento igual o parecido al del lugar de vecindad u origen; b) "montaña áspera” era lo mismo que monte espeso o tierra “eriaza”; c) por su parte “monte claro o andable” era aquel que tenía el bosque

Vale la pena preguntarse qué comían los colonos mientras estaban en el monte. La dieta inicial era  prep  pr epar arad adaa en el lu luga ga r de or orig igen en , y lle va vaba ban n a sus exploraciones bizcocho, carne en tasajo, algo de miel de caña o troncos de panela, y bolas de chocolate. Al agolarse estos mantenimientos, adoptaban recursos muy similares a los que cita Richard Price

del departamento, a partir de la salida al mar, con la anexión de Urabá, haciendo la salvedad de que tanto en este período como en el anterior hubo im po  porta rta ntes nt es proce pr oce sos so s co lo niza ni za do res re s que reb asa ron ro n las  pro pia s fro nte ras de A nlio nl ioqu quia. ia.

Montes y colonos

"Una misa en Sate mo en las man lañas ¿l ¿leí eí Qn Qn in dio , di dibujo bujo de Rioit, 1869 (Geografía Pintoresca de Colombia.  Bogotá . 1971).

 

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 La co lon iza ció n an tio que ña

Países o comarcas en la segunda mitad del siglo XVIII   antioqueños

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 La col on iza ció n an tio qu eña  

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 Detalle de un ma pa de las tainas de Río Chico.  1815 (colección particular).

 Rancho s en la zona de Río Chico, fragm ento del  mapa de las minas de Redro Londoño, 1815 (co (co lección particular).

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186  Lo col on iza ció n onti oqu eñci

 pa ra los ne gros gr os cim ci m ar arro ro ne s, y se de di dica ca ba n a la l a caz a de aves como gallineta, guacharaca, pava, perdiz, torcaza y tórtola, muy apetecida esta última por su carne y fácil captura (madrugaba el colono a los ojos de sal, adonde acudían en bandada las tórtolas y con un solo disparo lograba varias libras de carne). Otros animales de monte que cazaban en tales salados o con trampas, eran el saíno (parecido al cerdo), la tatabra, el conejo, la guagua, el gurre y el venado. Al tiempo, comían frutas silvestres o “de la tierra”

tas, se ahorraban muchas faenas con el método de la quema: el fuego era la única arma eficaz contra insectos, culebras y demás animales ponzoñosos, además de que alejaba tigres, osos, micos, ardillas y  pá jaro ja ro s, an anim im ales al es ca rn ív oros or os o fr uc tívo tí vo ro s qu e c on stituían gran peligro para sus cortos ganados, huertas o rozas. El fuego también se usaba como defensa en tiempo de plagas. Tal proceso de tumba, quema y cosecha está descrito con la precisión de colono conocedor y el sentimiento algo bucólico en la  M e

como guamas y guayabas. Como almíbar buscaban, entre troncos huecos, panales de abejorro, y les extraían un producto azucarado; en tanto que de las colmenas de abejas tomaban una miel de sabor distinto a la del abejorro. Cuando tenían sed, sacaban del roble un “vinete” que semejaba el sabor del vino (también del roble cog ían una fruta útil para engordar cerdos y que servía de sustituto mientras crecía el maíz de la primera roza). Una vez establecidos en colonia, la dieta de carnes, frutas silvestres y de arepa, natilla, huevos de monte, etc., cambiaba con variedad de platillos prepa rados con base en animales domésticos introducidos al monte y de fácil adaptación, como gallinas, ganado vacuno y cerdos, pues establecidas las primeras rozas era fácil conseguir el grano, el pasto y otros vegetales; también con semillas llevadas, se alimentaban con breva, cidra,  plát  pl átan an o, gr an ad a, gr an ad illa il la , ciru ci ru ela, el a, na ra ranj nj a, lili món, aguacate, chirimoya, guanábana y piña. Era corriente el consumo de raíces como yuca, arracacha  pap a (en las co lo loni nias as de or orie ient ntee llam ll am ad a ta tam m bi bién én turma); y siempre según el clima, comían legumbres como fríjol y alverja, u hortalizas como repollo, col, lechuga, cebolla, ajo, que eran muy comunes entre los colonos que de Rionegro y Marinilla migraron al sur. En tierras frías cultivaron algo de trigo y cebada; en las calientes sembraron especialmente cacao. También eran abundantes las yerbas aromáticas y medicinales. En cuanto a variedades, sembra ban fríjo fr íjo l co m ún , fríjo fr íjo l bl blan anco co y “f ríjo rí jo l de añ o” ; el maíz era el “indio”, y la variedad Cuba; de las regio-

moria sobre el cultivo del maíz  de Gregorio G utiérrez González. Por lo que toca a la dificultad inicial de los colonos, es útil la declaración de los vaquianos y montaraces José María y Mateo Quintero a propósito de una migración marinilla hacia el río Cocorná, en 1791. Como expertos en agricultura y rocerías describían las primeras entradas afirmando que, primero había que facilitar los tránsitos y luego “hacer alojamientos y planta”; seguidamente, dice José María, conducir “mantenimientos y trastes, pues hay muchas partes en que hasta la piedra de moler hay que llevarla y luego, si no es hombre de posibles el que allí se va a plantar, apenas podrá hacer uno o dos almudes de roza y ésta si no la cuida y pajaría, se la comen los animales, de suerte que considera que en este primer entable no le alcanza a sufragar la dicha rocita a lo que en ella ha costeado”. Agrega ban ad adem em ás qu e “ ab rir ri r los l os cam ca m in inos os y m ed io plan pl an tars ta rsee cuesta buenos tomines y crecidos sudores”. Un colono pobre solo podía hacer rozas de uno a tres almudes por año. Cada cuadra era capaz con un almud de sembradura; 12 almudes hacían una fanega, y 833 fanegas cabían en una legua, aproximadamente7. Esto para los colonos pobres, que solo  po dían dí an po se er las tie rra s en fo rm a irre ir re gu la lar, r, ya qu quee los trámites legales eran largos y costosos: petición al juez de tierras, reconocimiento y citación de vecinos lindantes, avalúo, pregones, depósito de su valor, env ío de documentos a la Real Audiencia para el concepto del fiscal, aprobación y confirmación.

nes de viejo poblamiento llevaron caña “antigua” o criolla de la cual sacaban miel sencilla para consumo directo, y también desde finales del siglo XVIII y comienzos del XIX sembraron la “caña hotaite” que no era otra que la variedad Tahití o Tahitense, de donde sacaban miel para fabricar panes de azúcar o  pa ne la. So lo se co no cían cí an tres tre s clas cl ases es de pláta pl áta no nos: s: el hartón, el dominico y el guineo. El pescado lo consumían los indios del monte o los habitantes ribereños del Cauca, en toda su extensión. Mucho se critica a los campesinos por la agricultura de quema, practicada explicablemente desde antiguo hasta hoy. Los colonos, una vez realizados algunos trabajos de socolado y desmonte, hacían tumba de uno que otro árbol; y troncos, varejones,

La colonización antioqueña revistió en sus primeros períodos dos modalidades: la espontánea y la  pl  plan anea ea da ; ha cia ci a do nd e los cam ca m pe sino si no s po br es y fu tu ros colonos apuntaban espontáneamente, allí mismo las élites compraban calculadamente los terrenos. Unos y otros colonizaron con distintos esfuerzos, los primeros para subsistir y los segundos para invertir en una empresa prevista, calculada y lucrativa (a veces estos patricios, desde sus posiciones burocráticas, señalaron hacia dónde se deberían dirigir los colonos pobres o los vagos expulsables). Colonizar, pues, no era empresa fácil ni romántica, como nos la han descrito tantas veces los for ja d or es de la “e po pe ya ” an tio qu eñ a. Es conveniente mostrar otra alternativa y otra cara del asunto, reconociendo que aunque en Colom

muñones, espinas y rastrojos queComo estorbaban, eran quemados y reducidos a cenizas. al comienzo casi todos los colonos carecían de herramientas ap-

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Archivo Nacional. Tierras de Anlioquia. tomo IV.

 

 La col on iza ció n anti cn/n eña  

18?

 bia ha hab ido otros otr os pr oc oces esos os co lo niza ni za do re s, el antio an tio  queño ha sido el más significativo y estudiado hasta ahora. Se ha montado una novela rosa acerca de! tema, desde el mismo período de la Independencia: el éxito ganado por nuestros hábiles comerciantes se generalizó con la osadía y prosperidad de nuestras colonias hacia el sur. Aún hoy tiene vigencia tal novela, como compuesta para teatro, cuyo protagonista es un antioqueño típico, guapo, blanco y titán

También, como acaparador de tierras, negoció algunas porciones en ventas que superaron los 8.000  pes os. Los co m pr ad or ores es fu fuero ero n co lo lono no s qu quee se es ta  blec  bl ecier ier on entre ent re las ve rt rtien ien tes de La Mi Miel el y El Bu ey ey,, que pueden ser considerados como los primeros colonos libres en salir de los hacinados valles de Rio negro. Villegas compartía con la élite rionegrera una grave preocupación: sus bienes y actividades estaban

del trabajo: tiple, camándula, escapulario, trova, machete, carriel, ruana, muía, perro, zurriago y “mi morena”, junto con la bendición de una madre, el hacha y un bambuco, eran elementos adecuados para que las fieras se apartaran, los árboles del monte cayeran, el maíz naciera y la familia modelo se multiplicara, surgiendo, en fin, una raza superior con cultura de alpargata. También es cuento, puro cuento,, que el título de propiedad fuera un premio caído del cielo, o actitud generosa de algún vecino terrateniente, con ánimo cívico. El mito del pueblo antioqueño como el único que ha pujado en Colom bi  bia, a, deb e ser revi re visa sa do , pue s tal in ve venc nció ión n ha ten ido más fuerza que la verdad: los propagadores de la leyenda deben pensarlo más de dos veces antes de

En el valle de Rionegro estaba radicado desde hacía años Don Sancho Londoño con extensas pro pi  pied edad ad es y una ric a fo rtu na ; tres años añ os ant antes es de mo rir (1762) obtuvo cuatro leguas de terrenos realengos en el extremo del valle y en vertientes del río La Miel, lindando con las suyas propias y con las de su yerno, el español Don Felipe Villegas, también dueño de rocerías y minas en el río Piedras. Este último, logró formar un dilatado globo de tierras,

regidos por la diminuta y decaída ciudad de Arma. Pensaban con ahínco en el traslado físico y jurídico de los habitantes y títulos de la ciudad, al Llano grande o al Sitio de San Nicolás, en donde se estaba formando urbanamente Rionegro; aunque movieron todas sus influencias, la Real Audiencia ordenó el traslado... a las montañas de Arma Viejo, región en donde estuvo asentada la ciudad en tiempos de la Conquista. La diminuta ciudad tenía asiento y planta en terrenos de propiedad particular (en cercanías del actual corregimiento de Damasco); su situación de plor  pl or ab le hi hizo zo qu e al algu gu no s se pa sara sa ra n co m o co lo lono no s al otro lado del río, viniendo a quedar dividida la ciudad en dos: Arma y Arma Viejo, única manera de defender la propiedad común para todos, de los  prop  pr op ósit ós itos os cl clar aros os de las él élite ite s de R io ione ne gr gro. o. Es ne ce sario que quede clara y explicada la vía crucis de los armeños para entender el desarrollo de las colonias antioqueñas del sur. Una cara de la historia nos ha presentado un Rionegro rico, importante y floreciente, cuando Arma era todo lo contrario. Pero la otra cara nos muestra que Rionegro no tenía título alguno y que apenas era un Sitio dependiente de la decadente Arma, que sí tenía título de ciudad. Pero si se hacía el traslado y eliminación, las élites quedarían con un poderoso cabildo de españoles y criollos ilustrados, controlando una enorme jurisdicción entre Rionegro y el Chinchiná, con inmensas y formidables tierras. También ellas solucionarían los  prob  pr ob le lem m as de es tr trec ec he z del valle, val le, pu pues es m uc ho s de

entre 1763 y 1768, adquiriendo, mediante negocios viciados procesalmente, una propiedad que hoy abarca parte de los los municipios de La Unión , El Retiro y Montebello, y la casi totalidad de Abejorral y Sonsón: en la vastedad de su propiedad c abían desde los páramos hasta las ardientes riberas del Arma. Este globo se conoce como “Concesión Villegas” y, como se dijo antes, fue una de las más conflictivas. Claro que no fue quieta y pacífica su posesión, pues afrontó varias demandas: la de un blanco, Don Miguel Arango Vélez, que alegaba que parte de ellas las había ganado su abuelo desde 1707; la otra, la interpuso un colono cuya abertura quedó comprendida en la concesión y que juzgaba que sus rocerías y ganados valían más de500 pesos, cuando Don

los habitantes eran vagos o vivían en tierras ajenas en calidad de agregados, jornaleros, jornaleros, desacomodados o simp lem ente de “p or Dios ’.’ Los here dero s de Don Sancho Londoño, el propio Villegas y otros sujetos importantes concibieron la forma de suprimir la diminuta ciudad, iniciándose pleitos que durarían cerca de 80 años. Uno de ellos declaró en un juicio sobre un peligro inminente, hablando del cabildo de Arma, “pues los pocos que ocurren son pardos los que, si su excelencia no pone remedio, se apoderan de la ciudad”8. También hacían burla de la penuria de los armeños, mirados como pobres, mulatos, sin comercio, y atormentados por fiebres terciarias y cuartanas. Por lo demás padecían una enfermedad muy parienta de las venéreas: el carate. Un cura

Felipe había Villegas adquirido todo tumbas el globo por solo con 50 castellanos. inició y rocerías  jo rn al er os , y be ne fici fi ció ó m ina s y sa sala lado do s (de antig an tig ua explotación) con sus esclavos y agregados.

importante tal vezcon se toda contagió en sigilo por“pro descuido—declaraba propiedad que yeste

hacer efectistas y exageradas, que suelen serafirmaciones discriminatorias o risibles. La ocupación de tierras por parte de los antioqueños fue un proceso muy diferente.

Colonias deí sur

o

Archivo Nacional. Tierras de. Anlioquia.  tomo X.

 

188

 La col on iza ció n an íio qu eña

Pueblos de indios y algunas grandes concesiones coloniales  y adjudicaciones republicanas de baldíos.

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 La co lon iza ció n am ioq ue ña  

189

“Horiz ontes”, óleo de Francisco Antonio Cano. “Nip ap el sellado,  ni mayor sonante en sus morrales; el capital que intervenía en la  aventura está inventariado en el cuadro 'Horizontes' (...). No iban   a comprar tierras; iban a ocuparlas, las más de las veces arreba tándolas al poseedor excluyeme” (colec (colección ción partic particular). ular).

“Transporte de caña”, óleo de Hum berto Chaves, 1948. (colección   Historia del Transporte, Fabricato).

 

190  Lo col on iza ció n on tio qu cña

duce una rascazón de día y de noche”; en tanto que el español Don Juan Prudencio Marulanda (cuñado de Villegas) era más detallista, diciendo que los armeños sufrían “una lepra o mancha que llaman carate que los coje de pies a cabeza y los transmuta de colores, porque el que es negro se pone blanco, azul o colorado, y al contrario, y de tal manera que no les permite llegar a viejos”9. Pardos, pobres y de sobremesa caratejos, como si este último “privilegio” no cobijara a todas las clases por igual, pues

tenía Don Felipe Villegas, pues allí no tenía rozas, ni minas, ni camino...  No ob stan st an te , ví ctim ct im as de las en co ntra nt ra da s inter in ter  pr  pret etac acio ione ne s de las ley leyes es ag ra raria ria s, se of re recie cie ron ro n a comprarlas “evitando por este medio los pleitos que se nos pudieran originar, como ha sido en las demás fundaciones...”. Querían poblarse solamente con  pobr  po br es y m es tiz os y, ad em ás , h ab ía n re refo forz rzad ad o su  po sici si ción ón con co n el de sc ub rim ien to de l ca mi no an antigu tiguo o que comunicaba con Mariquita. Una división entre

esta era la señal fija que dejaban los amoríos sin higiene. Volvieron a insistir los de Rionegro en tal traslado, apoyados por los gobernadores Silvestre y Lo renzana (aliado nato e incondicional de Villegas); con un sonad o y escandaloso pleito en que no faltaron las declaraciones falsas, el atropello y hasta el soborno, se decidió el traslado de los títulos para la nueva ciudad de Rionegro, en 1783. De los armeños ninguno pasó a Rionegro, alegando que en tal valle solo se cogía una regular cosecha de maíz anual, en tanto que en la caliente Arma alcanzaban a dos; algunos se dispersaron para pasar a Arma Viejo y unos pocos, manipulados por Villegas, engrosaron la nueva y pobrísima parroquia de Santa Bá rbara (el (el visitador Mon y Velarde no estuvo conforme con el traslado y supresión: se enfrentó a llas as élites rionegre rionegre ras por el asunto de las imágenes, dijo de la buena ubicación de Arma como enlace con la gobernación de Popayán y atacó duramente al cura de Rionegro, doctor José Joaquín González, por haber dado so bo rno rn o al cu ra de A rm a pa ra que qu e ab an do na ra a sus feligreses). Villegas, sus cuñados y yernos habían ganado por punta y punta: en lo económico y en lo  po lít ic ico o . Sus de sc en di en tes te s in inm m ed ia to tos, s, B em al es , Marulandas, Llanos, González, Campuzanos y Villegas entroncados con las viejas familias de Aran gos, Jaramillos, Uribes, Londoños, Mesas, Echeve rris, Mejías, Boteros y otras pocas, son tenidos como modelo por su espíritu espíritu colonizador y como empres arios del agro.

los quebró la unidad del colonia cabildocon de Rionegro:colonos unos eran partidarios de una pobres y mestizos, y otros la querían formar incluyendo ricos y blan co s10 s10. En 1792 los partidar ios de la primera modalidad, a pesar de críticas como la de que “si se fundab a de solo pobres no se ría sino un palenq ue” , compraron a Don Juan José Villegas, hijo del concesionario, las tierras abarcadas entre los ríos Aures y Arma, para repartirlas entre todos; acusados y calumniados, en medio del negocio, apareció un  blan  bl an co de Ri on eg ro y m iem ie m br o de las élite él ite s, Don José Joaquín Ruiz y Zapata, quien ofreció el doble  po r ell as , p ar a re repa pa rtirla rti rla s a su s u mo do (las co com m pr ó por po r 1.000 castellanos pero nunca las pagó totalmente).  N  Nom om br brad ad o ju ez po bl ad or , hi hizo zo ve nir ni r de R ione io ne gr gro, o, Llanogrande y Medellín a sus allegados y parientes, adjudicándoles las mejores tierras (que aún hoy gozan sus descendientes), y repartió el resto a los colonos pobres. Este repartimiento solo se afianzaría ocho años después de la compra, en vista de los enfrentamientos de los colonos con el tal juez poblador y cuando al fin logró organizar para ios pobladores un centro urbano, con mercado y cura. La colonia, en sus formas rural y urbana prosperó rápidamente: un padrón levantado en 1808 arrojó 315 cabezas de familia y 2.143 pobladores que ya declaraban su propia posesión, estancia, trapiche, ganado o mina. Por el desigual reparto de terrenos y por el dinamismo de la colonia, se sintieron estrechos, y como cada quien quería tener lo propio, pidieron más tierras al oriente, pasando los páramos, pues ya

Una vez ganado el título de ciudad, muchos campesinos que v ivían en las condici condiciones ones de pauperismo enunciadas atrás, vieron la posibilidad de ser al fin propietarios libres en unas tierras nuevas, y más fértiles que las de Rioneg ro y Marinilla: ya otros habían salido de primeros y se habían mantenido. En 1787 muchos desesperados sociales, acosados, se adentraron en las montañas más al sur de las colonias dé La Miel y El Buey; se ubicaron primero en la “loma” de Maitamac, camino de Supía. Des pués  pu és de alg un as de sa ve ne nc ias ia s y ju n to con algu al guno noss armeños, exploraron las tierras frías que les eran de más confianza (los “valles altos” de Sonsón). Se decidieron por una nueva colonia y pidieron una limitación sobre el dominio que en aquellas tierras

tenían camino hasta el río Samaná: se encontraron con que esas tierras tierras adonde apun taban tenían dueño y pertenecían a la “Concesión Zu luagaDuque” . Solicitaron otro globo entre los ríos Samaná y La Miel, vertientes al Magdalena, lindando con las posesiones que fueran fueran de los jesu itas". Conce didas, les nombraron el mismo juez poblado r, que volvió a ser acusado de repartir mal en su propio beneficio y en el de sus  pa rie nt es , am igos ig os , clie cl ient ntes es y co m pa dr es .  No en tod os los ca sos so s los co lono lo no s m ar arch ch ar on a las montañas espontáneamente: el procurador de Rionegro, doctor José María Montoya, obedeciendo claras clar as disposiciones reales sobre la vagancia, se que ja b a de la situ si tuac ac ión ió n de pl or ab le de la ciud ci ud ad , en vista vi sta ' ' '

9  Archivo Histórico Histórico de Antioquia,  volumen 75.

ZAPA ZAPATA TA CUENCA CUENCAR, R, He He rrii be be rrtt o: o: Sonsón.   Centro de Historia de Sonsón (Ed.), 1980. URIBE ANGEL, Manuel: Geografía general y compendio histórico   del Estado de Antioquia, en Colombia   (edición crítica ), 1985. 1985.

 

 La co lo ni za ci ón cin iii x/u cíu i  

191

de las malas y pobres cosechas. Apelando pues a la  po lí líti tica ca espa es paño ño la co ntra nt ra “ vag os y mal en tret tr eten en id os ” ,  prom  pr om ov ió ante el ca cabi bild ldo o un unaa co loni lo niza zaci ción ón forzo fo rzo sa hacia.el sur, sobre todo a las tierras calientes del Buey y del Arma, para sembrar el maíz, caña, plátano.y cacao que necesitaban para el consumo de la ciudad, abaratando al tiempo sus costos. En tono enérgico sentenció que sobraban brazos y tierras fértiles y que el origen de los males estaba en “tanto

al llegar al remate, su propio cuñado obrando como  proc  pr oc urad ur ad or de Ar m a, se op uso a la ve venta nta , al alega ega nd ndo o el perjuicio para los colonos; las remató para todo el vecindario, pero nunca finiquitó los trámites; los colonos comenzaron a poseer de hecho y a levantar rozas desordenadas; cuando las iba a medir dijo que “no hay en dichas tierras estancias que se puedan medir, porque las rocerías que forman en ellas los habitadores son móviles, pues cada cosecha mudan

holgazán y vagabundo que vive abandonado a expe nsas de los los pocos que trabajan; estos miembros corruptos, que debían cortarse del cuerpo político, son los que destruyen las repúblicas” . E Ell cabildo le respondió, con todo el candor posib le, que los acaparadores y negociantes de tierras “como buenos patriotas concederán el permiso y auxilio suficiente para que logren, los que se dedicaren a la siembra, el fruto de su trabajo”'. Los citados "patriotas” no acataron la sugerencia, pero sí constan en muchos documentos del archivo de Rionegro los listados de vagos con la nota “que salga”, “debe salir a los montes” y otras, como en una especie de reclutamiento. 25 años más tarde, ya avanzada la colonización hacia el sur, se ventilaba en el mismo cabildo el proyecto de acabar con con vagos y ladrones, forman do una población en Sabanalarga, camino de Herveo: con esos colonos forzados se dieron los primeros pasos para la fundación de Salamina. Vagos eran los que no tenían rentas, ni bienes, ni sueldo, ni oficio, ni beneficio, ni ocupación; ser hijo travieso o jornalero sin estabilidad en una finca ajena constituía vagancia. Ser pobre o desadaptado social era delito. Lindando con la nueva colonia de Sonsón se entabló ¡a de Abejorral, propiciada por los hijos y nietos de Villegas, que compartían los costos del mantenimiento de caminos, cura y oficios con los demás colonos. También muy próspera, pronto se vieron estrechos y, junto con los de Sonsón, pasaron a Arma Viejo, en donde ya había varios parajes con colonos, dispersos en las montañas. Se reunieron

de terreno, y las viviendas son unos ranchos de poco valimenlo, y el mejor huerto hará una pucha de sem bra dur a” 11.

Años más tarde el comerciante español Don José María A ranzazu . al igual que su su padre y otros otros parientes de Mariquita, intentaba construir un camino que  pa sa nd o p or el pá ra m o de H er ve o sa li lier er a a S u p ía y torciera a Rionegro: ¡os colonos de Sonsón lo criticaron porque temían la competencia y por ser éste más largo que el que ellos estaban abriendo; en 1799 Aranzazu acusó de rebeldía al procurador de Arma ante la sordina frente a este proyectado camino que estaría fuera de todo control y facilitaría el comercio ilícito (Aranzazu estaba casado con Doña María Antonia González Villegas, y aportó al matrimonio 37.000 pesos; tenía intereses comerciales en Cuba y Puerto Rico, ex portaba quin a, café y cacao a Cádiz,  po se ía una go leta let a y tra fi fica caba ba adem ad em ás ent entre re Ho nd ndaa y Rionegro). Era evidente que también buscaba capitular tierras, entre los ríos Pozo y Pacora; aunque nunca recibió título, su viuda y heredero heredero único siem pre m an anif ifest est ar aron on que a ellos ell os pe rt rten en ec ía la “c on ces ió ión n Aranzazu”, claro que con una amplitud mayor que la denunciada inicialmente. En 1803 un tal Pablo Giraldo, marinillo vecino de Supía, pedía tres leguas de tierras en el nuevo “sitio de Moná”, entre esta quebrada y la de Maybá: alegaba tener ya una estancia de cacao, y caudal

con otros en una colonia que llamaron “Las Aguadas”, que fue fomentada al poco tiempo por el go bier  bi erno no “p “par araa re un ir a va varia ria s fam fa m ili as en an te s po r los montes, imitando a las fieras, viviendo en el idiotismo sin ley y sin sin rey” . Les quiso estorb ar el proyecto un rionegrero vecino de'Abejorral, Don Salvador Isaza, alegando que las tierras de la futura población de Aguadas eran suyas: pidió la expulsión de más de 200 colonos, pero el nuevo gobierno republicano los protegió, y nombró como poblador a Narciso Estrada, sobrino del cura sobornado de Arma. Pronto tendrían más problemas estos colonos al sur del río Arma: las enormes y fértiles tierras que abarcaban hasta el río Chinchiná eran apetecidas por las inquietas élites. Desde finales del siglo XVIII, el cura sobornado de Arm a denunció com o realengas realengas 15 leguas entre el río Arma y la quebrada Maybá;

suficiente para explotarlas. Amojonadas y avaluadas, se opusieron los de Arma pues perjudicaría a más de 150 cultivadores ubicados ahí cerca. Pedían además a Don Tomás Valencia, payanés y esclavista residente en Supía y también peticionario de tierras, “que no los molestara ni violentara durante los pleitos”. La Corona, al fin, declaró que esas tierras no estaban baldías, dejando a los de Arma en quieta  per o n no op pac ac íf ífic ic a p pos osesi esión ón:: Do n M an anuel uel Ville Vi lle ga gass B er na!, que había sido procurador de Rionegro, pidió un inmenso globo desde las cabeceras del Arma hasta las de la Moná, aduciendo que los vecinos, como pobres que eran, no tenían “potencia” para cultivarlas. Más al sur de Aguadas, un sobrino del fundador de Sonsón exploró tierras y pretendió esta ble ce cerr una nu ev evaa co lo loni niaa con ca cam m pe sin os po pobr bres es de

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La concesión Aranzazu

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 Map a d e unas minas d e oro situa das e n las cer canías de Santa Rosa de Osos, 18)5 (colección    particu lar).

 

La colonizaci colonización ón antiuqueña 

19?

Sonsón: su tío, como poblador, y Tomás Henao, el cura, se ¡o atajaron, porque pe rjudicaría a la la rec reciente iente colonia de Sonsón y a los emolumentos de su cura; este último le aconsejó que se radicara en la nueva colonia de Aguadas que solo comenzaba a organizarse por su propio cuñado Estrada. El conflicto con la enunciada “concesión Aran zazu” comenzó tal vez por 1822, según versión de Don Elias González Villegas; “Cuando se planteó

una de las etapas del pleito, el doctor Aranzazu logró una autorización del presidente, general Santander,  pa  para ra fund fu ndar ar la co colo loni niaa de Sa lam ina, in a, en tie rra s que eran objeto de un litigio: esto constituía una ventaja legal que lo igualaba con los colonos. Procedió a repartir algunos lotes entre sus parciales, vendió otros, y desmontó otros para sí. Pero la justicia le ordenó restituir las tierras a los de Arma, quienes quisieron anular los repartos de Aranzazu, y hasta

en Provincia el gobierno colombiano, pretendieronesta comprarle dicho terreno los señores Uribe, Os  pina  pi na y co m pa ñí a; ac ep eptó tó el go be rnad rn ad or , co coron ronel el Francisco Urdaneta, la propuesta de compra y fijó carteles e hizo medir el terreno para acelerar la venta y arreglar el contrato según lo disponía la ley; se hallaba en este estado el negocio cuando representó a dicho gobernador mi hermana María Antonia González pidiéndole que suprimiera la venta hasta que su hijo hijo Juan de Dios de Aranzazu p robara legalmente que los terrenos le pertenecían por herencia de su  p  pad ad re ” 14. ¿De quién o de quiénes eran las tierras al sur del río Arma? ¿de los pobladores de Arma Viejo?, ¿de los nuevos pobladores de Aguadas?, ¿del doctor Aranzazu y sú madre? Suspendida la venta a Uribe, Ospina y compañía, la viuda y el hijo del comerciante Aranzazu lucharon en lo jurídico y en lo político, cada uno, desde Rionegro la primera y desde Bogotá el segundo, pues era representante antio queño al Congreso de 1824 (allí formó filas en el “partido” del general Santander); con tales conexiones logró que el intendente de Cundinamarca refrendara con su firma la supuesta concesión a su padre, tal vez obtenida en ¡801. Esta extraña p ieza jurídica chocaba precisamente contra lo actuado en ese Congreso que había suprimido los mayorazgos y las vinculaciones: era la Re pú bl blic icaa pr ol on ga nd o los pr iv ivile ile gi os co loni lo ni ales al es . El doctor Aranzazu declaró e hizo declarar a otros que esas tierras sí estaban cultivadas, pero no dijo por

derrumbar la pr im era de la un unaaiglesia ca de nadedeSalamina, riv alid al idad ades esnaciendo en tre lasasí co lolo nias del sur. Aranzazu amenazó a los jueces y apeló ante la Corte de Cundinamarca (de mayoría santan derista) la cual dictó sentencia favorable al joven  po lít ico. ic o. Sa laza la za r y los ar arme me ños ño s pr ot es taro ta ro n, y más tarde apelaron ante la Alta Corte (de mayoría boli variana y en donde ejercía influencia el doctor José María Gómez de Salazar, tío del apoderado de los armeños y antiguo protector de Bolívar); esta Alta Corte dictó sentencia definitiva y favorable a la posesión de los los arme ños, además de cond enar en costas costas  p  pro ro ce sa le s. .. a los m ag agist ist ra rado do s de la Co rte de C un dinamarca. Pero para entonces ya Aranzazu, su madre, sus tíos, primos y otros parientes se habían establecido, como dueños o como poseedores en las tierras frías, medias y calientes, destinando las medias a la agricultura y las altas y calientes para la ganadería. Además habían iniciado una especulación fundiaria, vendiendo montañas a colonos que los habían apoyado durante el pleito. Pero todo parecía fallar para los armeños, porque cuando Salazar recibió su parte en tierras, de inmediato se asoció con sus antiguos enemigos y surgió entonces “González, Salazar y compañía” una de las más importantes empresas colonizadoras en la Colombia del siglo XIX. (Aranza zu nunca quiso que su apellido figurara en la razón social, prefiriendo que apareciera el de su madre doña M aría Antonia Antonia González). A ranzazu, siendo gobernador de Antioquia, ordenó otro traslado de Arma hacia las cabeceras del río Pacora por

quiénes. Su declaración fue una verdad a medias,  pue s es ta taba ba n sie nd o ex pl plot otad ad as de sde sd e 60 añ años os atrá atráss  por  po r los m ulat ul atos os de Ar m a Vi ejo y m ás tar de po r los colonos de Aguadas y los de la reciente colonia de Sabanalarga Sabanalar ga (Salamina). (Salamina). Cuando se le posesionó posesionó ju rídicamente de las tierras, los colonos afectados protestaron inútilmente; pasaban de 300 los despojados de sus labranzas; consiguieron un apoderado de la élite rionegrera, aparentemente enemigo de los Villegas y Aranzazu; era Don Luis Gómez de Salazar,  pe rte ne cien ci en te a un a an tig ua y noble no ble fam ilia cri oll a. El pond ría los g astos en el futuro litigio y los los afínenos le pagarían... con tierras.  No sé si p or co in inci cide de nc ia las dos do s p art es litiga liti ga nte s otorgaron poder a dos sujetos importantes de Mecle

lo que estalló un motín contra tal decisión: despo bl an do a A rm a, sus tierra tie rra s qu ed ar ían ía n libres lib res pa ra los nuevos socios. Divididos los campesinos, unos obedecieron el traslado y otros fueron obligado s a vender sus posesiones a Don Ambrosio M ejía Villegas, futuro socio socio de la compañ ía y pariente pariente del doctor Aranzazu (muchos años más tarde fundaría otra sociedad colonizadora y de cultivos en grande escala, para la exportación: “Mejía, Gaviria y compañía”). En las primeras etapas unas colonias fueron más dinámicas que otras: una colonia agraria bien organizada era indispensable para lograr una colonia ur b  ban an a, pu es to que qu e és ta se co ns tituí tit uí a en ce ntr o pa ra el mercado, transacciones de toda índole, ejercicio de las prácticas religiosas y lugar de contacto con

llín, comerciantes, hermanos y futuros colonizadores: Don Antonio y Don Juan Uribe Mondragón. En

las autoridades. Aunque es innegable que se produjeron cambios en la distribución espacial de la provincia de Antioquia, no es del todo cierto que se hubiera logrado

14  Archivo Histórico de Antioquia, Antioquia,  Volumen 2539.

 

194  La co lon iza ció n an tio que ña

una sociedad democrática. La riqueza o pobreza de las ciudades y villas de finales del período colonial se proyectó también en las zonas colonizadas por sus vecinos: las colonias de los rionegréros y mede llinenses fueron más dinámicas y ricas que las de los vecinos de Marinilla y Antioquia.Tampoco, como se ha dicho por otros historiadores, se logró una sociedad igualitaria, de pequeños propietarios. Esto tal vez se hubiera logrado en el sur, de haberse fundado la colonia de Sonsón solo con pobres y

naturales, provenientes del Chocó) y por lo demás los suelos, todos vertientes al Cauca, eran fértiles; adentrados en la Cordillera Central de la República,  pr onto on to ab rir ían ía n co m un icac ic ac ione io ne s ter res tre s y co m er cio entre el occidente y el oriente: oriente: su prime r mercado fue la zona minera de Marmato y Supía, ruta que también les servía para tratos comerciales con los caucanos, incluyendo a Popayán. A medida que ganaban estos mercados, se iban consolidando más y más como para independizarse y romper el cordón

repartiendo el juez poblador las tierras por igual, como se pretendió. Tal propósito se frustró, y tanto en Sonsón como al sur del río Arma se conformaron colonias desiguales en cuanto al tamaño de las parcelas, su situación y su fertilidad. La desigualdad también era notoria en lo referente a la composición social y racial. Si se miran las primeras estadísticas de Sonsón, Aguadas o Salamina, se verá una sociedad esclavista en decadencia, pero señorial en otros aspectos; los blancos de Rionegro residentes en las colonias poseían pocos esclavos, pero numerosísimos sirvientes que tenían la calidad calidad de libertos. Ma rulandas, Londoño s, M ejías, Llanos y Vill Villegas egas contaban con esclavos y sirvientes en sus casas, y con agregados en sus tierras. Patricios y plebeyos, trans plan  pl an ta tado do s a las nuev nu evas as tie rra s, logr lo grar aron on re pr od uc ir las condiciones de sus lugares de origen. Habían desaparecido los vagos, y el número de propietarios libres había hab ía aum entado co nsid erab lem ent e15; con el tiempo surgiría una sociedad distinta en estas zonas de colonización, que tendría unas manifestaciones  po lít lític ic as in inde de pe nd ien tes, te s, lo mi sm o qu e un a ec on omía fuerte que les permitiría salirse de la órbita antioqueña. Estaba conformándose El Sur, cuyo primer logro fue el verse convertido en cantón de Sonsón, más tarde cantón de Salamina. El desarrollo y dinamismo de tales colonias ahora con la categoría  po lít ic icaa de cant ca ntón ón se de bió en pa rte a que qu e na da les impedía migrar más al sur, consideraban tales terrenos como baldíos, no había en tal ruta pueblos de indios que les impidieran el paso (salvo algunos

umbilical larígu (asunto  p  por or Os pina pi nacon R od ríAntioquia gu ez de sd enativa m ediad ed iad os de l previsto sig lo y sobre el cual insistiría más tarde el general Uribe Uribe). Todas las condiciones enunciadas atrás, permitieron un rosario de colonias más al sur, originánd ose además una cadena de rivalidades locales que aún subsisten: los de Sonsón se opusieron a la colonia de Sabanalarga; los de Arma, a las de Pácora y Salamina; los de Salamina, a la de Neira; los de  N  Nei eira ra y Sa lam ina, in a, a la de M an izal iz ales es , etc . En est estee  ju eg o no es estab tab an del tod o libres lib res los c u ras dé las  Xo'ílV.  Xo'íl V. isi on er eros os de los^ los^ v; colonias más viejas,.pues eran  pr ision emolumentos yderechos parroquiales: cada nueva colonia con categoría política y expresión urbana se conformaba coman nuevo"cura párroca. Ejercían un  po de r a niv el de~c de ~c oncié on cié ñc ias y á nivel de toda la sociedad: se opusieron muchas veces contra las pretensiones de la compañía de “González y Salazar”, fomentaron las colonizaciones, asistieron asistieron espiritualmente a sus selváti selváticos cos fieles y controlaron el proceso migratorio y político. Cuando Don Elias González  p  pre re te nd ía la fu nd ac ión ió n de N ei ra , se le op us o el cu cura ra de Salamina (el mulato Ramón Marín), alegando que la nueva colonia lo perjudicaba, que las tierras no eran de la tal compañía y que los caucanos harían una fundación de Caitago hacia el norte; Don Elias lo calificó en términos de ser el cura Marín, a Sala mina, lo que el doctor Francia al Paraguay. La colonización hacia el sur, considerada como “clásica” por la mayoría de los estudiosos y como

En efecto poco después de la fundación de Manizales fue asesinado Don Elias González por colonos y vecinos de Salamina que le pasaban la cuenta de los muchos y continuos atropellos que había ejecutado a los armeños y a los colonos independientes que sostenían enfrentamientos con la empresa de “González, Salazar y compañía ”: le less hab ía destrui destruido do los cultivos, incendiado cosechas y trojes y aun puesto fuego a los ranchos con sus habitadores adentro. Estos atropellos (llamados “métodos bruscos” por el padre Fabo) fueron ejecutados con el eficaz auxilio de una red de clientes, mayordomos y parientes de Don Elias (se acusó de incendiario a su sobrino el poeta Gutiérrez González). Su muerte apaciguó temporalmente la comarca conmoviendo a las esferas políticas de Medellín y Bogotá; aceleró una transacción entre el gobierno nacional y la violenta compañía que resultó gananciosa al final, pues el gobierno le cedió “los derechos y acciones que en la actualidad pueden correspon derle sobre la propiedad y la posesión de los terrenos de Salamina, Neira y Manizales”. Para sorpresa, el gobierno no solo renunció a lo propio, como dueño de los baldíos, sino que amplió hasta el río Chinchiná los linderos de las tierras en litigio (la supuesta merced de 1801 a favor del  padre de Aranza zu, solamente comp rendía realengos entre los ríos Pozo

“única” por el común de los colombianos, se desarrolló en el escenario de una frontera natural entre caucanos y antioqueños: si la selva virgen log separaba, el trabajo antioqueño los acercó y contactó. Esa misma selva sirvió de teatro de enfrentamientos jurídicos, sociales, políticos y culturales, además de generar rivalidades locales y regionales entre los los mismos colonos, y entre ccaucanos aucanos y antioqueños. Estos enfrentamientos se vieron reforzados por las políticas oficiales deTas cámaras provinciales, ¡ al fomentairiuiravarizadasTolonizadoras y m ediante la aplicación efectiva de Ordenanzas que, desde^ 1 1836, mandaban repartir repartir baldíos ent entre re los poblado res‘ J 1 J, de nuevas colonias, y fundadores de poblaciones, itf%“0

y Pácora). En talun arreglo intervinieron funcionarios antiguo santanderismo, político y senadorpolíticos socio dey la compañía del y hasta el  propio Presidente de la Re pública , el general Obando (casado con una  parienta y p rotegida de Aranzazu).

fl i   Repartos inequitativos de estos terrenos comunes casi siempre lograban que los campesinos de los ,f fli nuevos distritos entraran en conflicto con la junta

 A a   a

V

 

 La col oni zac ión ant ioq ueñ a  

repartidora local. Además, la creación de un nuevo distrito im plicaba la instalación de la respectiva junta competente para los repartos, eliminándose así la  p  pri ri m ac ía dé la ju nta nt a an ter ior. io r. A sí tam bié n se ex plica pl ica n las rivalidades entre localidades vecinas. L os colonos dei su r, por ejemp lo, se organizaron en grupos contrarios y favorables a los intereses de la compañía de “González y Salazar”; esta última conformó dos frentes: uno, de derecho, por medio de abogados de alta representación política en la  pr ov in ci ciaa y e n el go bier bi erno no ce cent ntral ral de Bo go tá tá,, y o tro, tr o, de hecho, en forma de tropel, tropel, compuesto por parientes inmediatos inmediatos y por esclavos, esclavos, mayord omos, agregados, dependientes y clientes. Allí estaban Don José Ignacio Gutiérrez y su hijo, el poeta doctor Gregorio Gutiérrez Gonz ález, lo loss generales generales Cosme M arulanda arulanda González y Cosme González; el director del tropel era Don Elias González Villegas, tío de todos ellos, tipo pendenciero y considerado como “titán labora dor”, empresario y colonizador del sur. Estuvo presente en todos los pleitos por la validez o no de la concesión Aranzazu, fomentó unas colonias y frustró otras; se hizo elegir en varios congresos y alegaba que la concesión de su hermana y sobrino llegaba hasta el río Chinchiná. Cuando la Cámara Provincial de Antioquia creó las Juntas Repartidoras de terrenos, con la facultad de calificar los títulos de propiedad, la Junta de Salamina repartió algunas porciones de terrenos que se sup onían de la sociedad; el general Cosme Marulanda, importante líder conservador, conservador, escribió al gobierno en 1853, denunciando tales medidas y pidiendo interrumpir los repartos, pues solo así “puede cesar en aquellos pueblos ese espíritu de comunismo a que han sido impulsados por miras  po lí líti tica ca s” , ale ga nd o adem ad em ás qu e no se po dí an dar da r esas tierras “a otros que solo han tumbado árboles y sembrado maíz”. Dos años más tarde su primo Don Melitón Villegas también acusaba a las juntas diciendo “que en el distrito de mi vecindad se está haciendo usolos deci una manera escandalosa las pro pi  pied edad ades es de ciud ud ad an os , de cl clar arán án do se de si sim m ul ad amente un verdadero comunismo”. En el sur se enfrentaron dos posiciones respecto de las tierras: la de la compañía de “González y Salazar”, y la de la mayoría de colonos que alegaba su calidad de tierras baldías. La nueva ley sobre salinas, dictada en 1838, reforzó a la compañía, que denunció varias salinas al sur de Salamina, en el río Guacaica. Puestas en explotación, se necesitaba madera para cocinar el agua salada y esto motivó a muchos para establecerse como colonos. Don Elias González, autorizado por su sobrino Aranzazu, comenzó a repartir terrenos entre el Guacaica y el Chinchiná, frontera recono cida con la ciudad de Car tago y gobernación de Popayán. El gobierno también envió en 1841 un comisionado para repartirlas como  ba ld ío s, pe pero ro sin pa sar sa r el río rí o Ch in ch in á. Do n E li lias as resolvió fundar entonces la colonia de Neira, para repetir lo actuado en Salamina: esto significaba una

195

"Paisaje de montaña", acuarela Je Jasé Res-   ire¡)0  Rivera  (colección particular).

ventaja para la compañía, frente al gobierno y los colonos. Alegó que ya tenía abierta una trocha para  bue ye yess de sd e S al alam am in a ha sta C ar ta tago go , que en Ne ira ya había 172 casas, muchas otras en las montañas y 300 familias. Hubo oposición, como ya se ha dicho, de colonos, de su líder Don Marcelino Palacio y también del cura Marín quien alegaba haber varios dueños en las tierras del Chinchiná: eran de los vecinos de Arma, de la familia Hernández de Supía, de Don Marcelino Palacio (éste había denunciado hasta la quebrada del Manizal), y de la Compañía; sugirió que más bien se fundara población en la quebrada de Olivares, ya que los caucanos fundarían allí cerca la población de “Italia”. Pero el obispo Gómez Plata (santanderista y amigo de Aranzazu) autorizó la erección de parroquia en Neira. Se levantaron algunos algunos enemigos de la compañía, y Don Marcelino Palacio se hizo nombrar alcalde de Neira: en tal calidad forzó a algunos parciales de la compañía a salir, y promovió el traslado de la colonia hacia la quebrada Olivares, donde ya había montaña tum ba da , tie rr rras as re pa rt rtid id as en ca calid lid ad de ba ld ía s, cu lt ltiivos, además de calles y plaza trazada. Despoblar a  N ei eira ra er eraa fu nd ar a la fu tur a M an iza le les. s. N eg ad a la solicitud por el gobierno, al año siguiente, ante el número de colonos ya establecidos, nació a la vida  ju rí d ic a el nu ev o di distr str ito de M an iza le les: s: ha bí an tr iu nfado fre nte a las pretens ione s de la co m pa ñía 16. Su  po sic ió n ge og rá fi fica ca ex ce cepc pc io iona na l la co lo ca ba co como mo “Termopilas” de Antioquia. Como algunos colonos antioqueños pasaron pasaron el río C hinchiná, ocupando entonces la provincia del Cauca y ofreciendo compras de baldíos, el gobierno liberal del Cauca determinó atajar las avanzadas colonizadoras de la conservadora Antioquia: Antioquia: autorizó autorizó la fundación dé la aldea de de M aría extendiendo su jurisdicción hasta Campo Alegre y desde el Chinchiná, entendiendo que éste estaba en medio del Guacaica y el río Claro. Esto movió a los de Manizales, que se creyeron despojados: el gobierno de Antioquia pidió al ingeniero 16  El I ris,  periódico de Supía, 1884.

 

196

 La co lo niz aci ón an tio qu eñ a

Construcción del Ferrocarril de Amagó, 1921 1921  (fotografía de Melilón Rodríguez, archivo Foto    Rodríg uez).

 

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198  La co lon iza ció n anti oqu eña

Codazzi que informara que el río Chinchiná era otro. Tal ingeniero “evaporó” las aguas de este río y las descargó más al sur, quedando los conservadores antioqueños dueños de la aldea de María, caucana y liberal, que era como una punta de lanza en el sur. Se inició entonces otro pleito, entre Antioquia y el Cauca, por la aldea de María, que enemistó a las dos regiones (deberá consultarse el folleto publicado por el abogado de los caucanos, doctor Ramón Arana:  Re fu ta ci ción ón al info in form rm e de l ge ne ra l Co da zzi zz i  sobre los límites de los Estados de Antioquia y Cauca   p  po o r la al de a de M a rí a ). Es explicable que muchos colonos antioqueños se establecieran al sur del Chinchiná, considerado territorio libre, pues allí no tenía dom inio la sociedad de “González, Salazar y compañía”. Más al sur se extendían más de 100 leguas de terrenos baldíos y con la ventaja de no haber un solo pueblo de indios. Todas pertenecían al cantón de Cartago. En tanto, en el cantón vecino de Supía solo había 5 leguas de  bal  b al d ío s y va ria s po bl ac io ne s co n ha bi bita ta nt es de m ayoría indígena, y muchos negros y mulatos: en lo que hoy se llama el occidente del departamento de Caldas, había pues pocos terrenos baldíos y menos  po si sibi bi lid ad es de co lo loni ni za r; po r es o los an tio qu eñ os allí solo del recolonizaron terrenosy abandonados (tierras (tierras “vacas” período colonial) repoblaron caseríos decadentes, que revitalizaron e integraron a la economía antioqueña. El abogado conservador doctor Ramón Elias Palau, obrando como defensor de los indígenas, vendió porciones de los resguardos a los colonos antioqueños (había sido miembro de las cámaras legislativas en donde trabajó por la disolución y venta de resguardos). Cuan do fue atacado por caucanos celosos de la presencia antioqueña, respondió diciendo ser defensor de los indígenas, p ero también de los derechos de los “mejoradores” de Antioquia, agregando que “el impulso dado por las inmigraciones es incalculable; con ellas vienen el comercio, la minería, la agricultura, las artes y las ciencias”'7. Tomando como cuartel a Manizales y a la aldea de María, los colonos antioqueños avanzaron más al sur: el principal de ellos fue Fermín López Buitra go, un rionegrero que había sido de los primeros colonos de Sonsón y Salamina; enemistado con la compañía de “González y Salazar” partió con el “clan” familiar desde su propia rocería de San Cancio (hoy Manizales) y atravesando selva virgen llegó hasta Cartago, en donde lo recibieronjgqtjío a héroe. Allí le fueron ofrecidas tierras para establecer una colonia en las minas de la antigua Cartago, p ropuesta que rechazó, por ser tales tales terrenos parte de la “Concesión Pereira” cuyo propietario, el doctor Francisco Pereira Martínez, un importante político santande rista, las había adquirido en remate. López y su clan, acostumbrados a tierras frías, se'establecieron al noroeste de Cartago en donde iniciaron iniciaron la colonia ^

El Iris Iris,,  periódico de Supía', 1884.

agrícola que se llamó Cabal y más tarde Santa Rosa de Cabal, la segunda gran presencia antioqueña en el Estado del Cauca. En el transcurso de 20 años, tal colonia recibió recibió unas 48.00 0 fanegadas de baldíos. Esto da una idea del rápido aumento de colonos quienes fueron últimamente agraciados por la Convención de Rion egro, que los volvía propietarios propietarios de su fundo con solo establecer una roza y construir vivienda. Fracasada la iniciat iniciativa iva de los caucanos po r lograr una colonia de antioqueños en los antiguos asientos de Cartago, que sirviera de apoyo para la construcción del recientemente decretado camino del Quin dío, las autoridades del Cauca, que siempre habían tenido una política avara y errática respecto de la entrega de lotes lotes de baldíos para co lonizadores, crearon la colonia penal de Boquía, cuyos presos estaban destinados a la obra del camino. A ellos se unieron algunos migrantes antioqueños, dando origen a la colonia y población de S alento. En la década de los años 40, pues, había y a dos grandes e importantes importantes núcleos de colonos antioqueños en territorio caucano. Años después, el doctor Pereira Martínez, con su hijo Guillermo Pereira Gamba y el presbítero Remigio Anton io Cañarte, promov ieron la fundación de una colonia y poblado en témenos de su propia concesión. Pereira, que desde sus puestos públicos había trabajado por una ley que ordenara la construcción del citado camino del Quindío, se decidía al fin por la rotura de montañas y el establecimiento de colon os, 20 años después de la negativa de Fermín López. Los fundadores de Pereira (1863) planearon la colonia solo con agricultores caucanos, pero con los años sería absorbida y controlada por colonos y comerciantes antioqueños. Situada Pereira éntre las  po bl ac io ne s de Sa nt a R o sa de C ab al y Sa lent le nt o, to toda dass tres aportarían un impresionante contingente de colonos antioqueños que saldrían a poblar, repoblar o fundar. Está por dem ostrarse hasta dónde ¡a colonización de antioqueños en el Quindío fue movida principalmente por la búsqueda de guacas; está sí probada la financiación de bancos de Medellín, que pasaron dineros a través del capitalista Don Lorenzo Jarami 11o y de las entidades financieras en que este último  pa rt rtic ic ip ó (co n se de s en So ns ón y M an izal iz al es ); as í, financiaron tumbas de montañas y cultivos de maíz en grande, que sería la base de un lucrativo lucrativo negocio de engorde de cerdos, dieta preferida por los antioqueños. Más tarde, también invertirían grandes ca pi ta le s en la fo rm ac ió n de im po rta nt es y su rti rtido do s hatos ganaderos. Aunque son aceptables los cuatro atractivos atractivos citados por James Parsons para intensificar las oleadas de antioqueños (explotación de caucho, guacas, engorde de cerdos y refugio para perseguidos políticos), se deberían anteponer a éstas el incentivo de las 100 leguas de tierras baldías y fértiles al sur de

 

 Lu col oni zac ión ani ioq tteñ a  

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Manizales, además de las otras muchas leguas de tierras tier ras templadas y frías, prácticamente despo bladas,  perte  pe rte nec ie iente nte s a los ant antig iguo uoss ca cant nton on es de An serm se rm a, Tuluá, Buga, Palmira, etc., sin olvidar el atractivo del contr ab and o1 o18 8; es también conv eniente agregar que parte del éxito logrado por los antioqueños se debió a un ejercicio propio de la agricultura, muy distinta de la caucana (entonces casi completamente arruinada por los conflictos políticos y por lo que se pudiera llamar “el modo de ser” de los propios caucano s, en co ncepto de A gustín C oda zzi19 zzi19). Los colonos antioqueños llevaban además una herramienta de su propia tecnología que, afilada por am bos lad os, os , pe rm it itía ía con un sol solo o vai vaivén vén de desm sm al alez ezar ar el doble; tal era el güinche, que con un movimiento  parej  pa rej o (“rit (“ ritmo mo pa isa ”) redu re du cía el es esfu fuer erzo zo de la jjo o rnada a la mitad. Esto colocaba a! agricultor antio queño en ventaja sobre el cancano. La frontera móvil y progresiva que fueron am plia  pl iand nd o los pai paisas sas hizo hi zo pe pens nsar ar en una ane xió n te terr rriitorial por acuerdo entre los conservadores antioqueños y caucanos, según von Schenck, a propósito de la guerra del 76; pero no solo se frustró este intento sino que los liberales del Cauca, triunfantes en tal

con el nombre de Burila. Tal sociedad fue liquidada a los 3 años; los Caicedo aportaron dichas montañas de Burila a otra sociedad constituida en Manizales en 1884, pero con los linderos más amplios. Los socios manizalitas, que habían sido perseguidos por la sociedad de “Gon zález, Sal azar y com pañía ” , pasaban ahora a ser perseguidores de colonos. Hábilmente los Caicedos habían dejado en manos de los mismos antioqueños el proceso de apertura de montañas, enfrentando negociantes antioqueños contra antioq ueño s colonos, en terreno s caucan os21 os21. Ciertamente, se ha producido una abundante aunque no todavía completa literatura histórica de la colonización antióqueña en el Cauca y el Tolima. El historiador Marco Palacios, además de sostener importantes tesis al respecto, ha estudiado con buenos aportes los incidentes con la “Empresa Burila”, y cita además buena parte de la bibliografía sobre ambos temas22.

guerra, pidieron una fuerte indemnización de los antioqueños, como promotores de tal guerra20. En su avance colonizador, los antioqueños embistieron los pie de montes y cordilleras que enmarcan las tierras planas del Valle del Cauca: por el occidente llegaron casi hasta las goteras de Cali, pero fueron detenidos por los farallones; por la Cordillera Central avanzaron hasta la parte parte alta del municipio de Florida donde fueron atajados por indígenas caucanos. No obstante, no puede decirse que todas las tierras altas altas de ambas cordilleras fueron obra exclusiva de los colonos antioqueños, pues también ha habido aporte de campesinos boyacenses y santandereanos. En la  pax'te  pax 'te pla p lana na co lo loni niza zaro ro n el valle val le del Ri sa sara ra lda. ld a. T am  bién repo re pobl blaro aro n y ayu da daron ron a re cu pe ra r ec on óm ic icaamente las actuales ciudades, además de tumbar montañas y abrir haciendas e ingenios, facilitando la futura industrialización rural. Previendo el avance co lonizador de los los antioqueños, se constituyó en Cali, en mayo de 1873, la “Com pa ñí a de Fo Fom m en to y Co m prav pr av en ta de T ie rras rr as ” , en tre cuyos objetivos estaba el mejoramiento de terrenos propios y la parcelación y venta de lotes. Para tal logro se asociaron los hermanos doctores Lisan dro y Belisario Caicedo con el ingeniero norteamericano David R. Smith. Las tierras aportadas habían  pe rten rt en eci do a la an tig ua ha ci cien enda da “ La Pa il ila” a” y entre ent re ellas se explotaba una salina en la parte de montaña

ciendo algunos vecinos de la ciudad de Antioquia como mineros y colonos, desde comienzos del siglo XVIII, para más adelante radicarse en las cercanías de la actual población de Titiribí. También desde el valle de Aburrá se desplazaron algunos campesinos  po br es, par a es ta tabl blec ec er erse se en la par te alta alt a de la qu e br  brada ada de Si Sinif nif an aná; á; par paraa ello ell o pas aro n po porr los mo ntes del pueblo de La Estrella, un resguardo situado al sur del valle y que prácticamente lo taponaba. Confluían pues, en las montañas de Titiribí y de Ainagá dos corrientes migratorias y colonizadoras. En 1760 el gobernador concedió algunas tierras baldías a Don José Vélez de Rivero, las cuales comenzaron a descuajar sus nietos, los señores Pérez de la Calle juntamente con colonos de Itagiií y Envigado. Obtuvieron sendas concesiones lindantes con las colonias ya citadas y con el resguardo de La Estrella. La co

 Memo ria del secre tario de hacie nda del Estado Sob eran o del Cau-  ca.  Imprenta del Estado, Popayán, 1877.

19 Geografía Geografía físic a   y po lític a de las p rovi ncia s de la N uev a Granada,    por la Comisión Corog ráfic a, bajo la direcc ión dé Ag ust ín Codazzi.   Banco de la Repúblic a (Ed .), 15)5 15)59. 9. 20 SCHENCK, Fr., von: Viajes por Antioquia en 1880.   Banco de la República, 1953.

Al sur de Medellín En el el “río arriba de Cauca” y más concretamente en la “Loma” de los Titiribíes se habían ido estable-

Las tierras de Burila pertenecieron hasta 1839 a las ánimas del purga torio; esta obra pía era ad ministrada por el coronel José María Caicedo Zorrilla, padre de los citados doctores Caicedo. El coronel las compró al obispo de Popayán en ese año. Para 1853 sus herederos las redimieron, pagando al tesoro nacional y de acuerdo con la nueva legislación desamortizadora. Fracasada la sociedad con Mr. Smith, los Caicedos hicieron contratos con los colonizadores Antioqueños Don Tomás Uribe y su hijo Don Julián para cobrar los arrendamientos atrasados que deberían pagar otros colonos antioqueños que ya se habían esta blecido allí desde 1874. Los Uribe s, además , recib irían la mitad de los terrenos que desecaran, en la hacienda “La Paila” (Notaría de Buga. 1877). Al igua iguall que en la lass colonias del sur, algun os colonos  poseye ron tierras en Burila , en tanto que otros comp raron lotes. Más adelante, los primeros fundarían la población de Sevilla, y la empresa Caicedonia. 2 PALACIOS, Marco:  El café en Colomb ia.   Bogotá, 1979. Debe consultarse también el libro de Hyland, coeditado por el Banco Popular y la Universidad del Valle. También existen nuevos estudios de profesores de las universidades de Quindío , Caldas y Valle. Son de mucho interés los libros de Rafael Jaramillo Fragmentos de un diario íntimo    y de su herma no Gilber to, Rela tos de Gil,  en los que narran las colonizaciones e mpresariales emprendidas por su familia en el el Magdalena Medio, el Quindío, Risaralda y el norte del Valle del Cauca.

 

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 La col on iza ció n an tio qu eña

Gabriel Echeverr i, t arjeta de vvisita isita de Pastar    Restrepo, cci. cci. 1880 (Cen tro de Memo ria Visual,  FAES).

Tierras de Gabriel Echeverri sobre el río P orce.   En las riberas de la quebrada Víbora! pueden   verse los nombres de los colonos (Mapoteca  FAES).

 

lonia de los señores Calle prosperó tan rápidamente que el visitador Mon y Velarde decretó que se fundase la población de Amaga (1788), repartiendo terrenos entre los pobladores y delimitándola de los titiribíes con linderos imprecisos hacia las cabeceras de la Sinifaná, en donde habían sido capituladas otras tierras realenga s por el español español Don Juan Flores Paniagua, con una cabida de tres leguas, desde 1774. 177 4. Esta co ncesión “Pan iagua” o C errobrav o fue heredada por su hijo Don Carlos Paniagua, el cual se asoció con sus cuñados Don Gregorio Uribe y el doctor Don Ignacio del mismo apellido para iniciar un proceso de apertura de montaña y establecimiento de colonos pobres; así surgieron los primeros colonos y rocerías de lo que hoy es Fredonia. Los señores Uribe y sus descendientes se establecieron en la zona zona lindante con los pobladores de Amaga y formaron con sus colonos y agregados importantes haciendas; vendieron además algunos pedazos de montaña a vecinos de Rionegro, Envigado e Itagüí, a su vez colonizadores y pobladores de la región. Unos y otros iniciarían una cadena de especulaciones fundia rias que conformarían entonces un grupo considera ble de pe qu eñ os pr op ie ieta ta rios ri os in de pe nd ie ient ntes es.. Las familias de los Uribe Mondragón, junto con las de Escobar, Restrepo, González, Toro, Vélez y otras, conservarían la calidad de “patricias” que ya tenían en el originario valle de Aburrá, posición que perpetuaron en todo el suroeste anlioqueño. Tanto Titiribí como Amaga y Fredonia, serían locos de colonización de donde saldrían oleadas de colonizadores en rutas paralelas a las de ios rionegreros y marinillos.

Manuel Restrepo) los pobladores de Titiribí fueron agraciados con un gran glob o de tierras en la margen margen izquierda de los ríos Cauca y San Juan, hasta la Cordillera Occidental. Para cuando quisieron explotarlas no encontraron el título de la merced, que se les rehabilitó en 18 1820 20 por consejo del propio Restre  po. Ya se gu ro s, tales tal es co lo no s inici in ici ar aron on la ro tu tura ra de la montaña en la década de 1830 y cinco años después se hizo el reparto de 12 mil fanegadas entre los  po bl ad or es , ten ie iend ndo o co com m o ju ez a un sob rin o de dicho Restrepo; además el Estado se reservó para sí 10.880 hectáreas más y vendió también algunas a comerciantes de Medellín. El éxito de la colonia de Comiá motivó un agrio enfrentamiento entre los cantones de Antioquia y de M edellín , pues cada uno reclamaba para sí la jur isdicción de la colonia y los baldíos restantes. Esta rivalidad regional no se resolvió ni con la decisión del gobernador de la provincia al dictaminar que las tierras quedaban del cantón de Medellín, pues cada uno de los distritos (Anzá y Titiribí) nombró juez  para  pa ra la co lo ni a, sit ua ci ción ón qu e se m an antu tuvo vo hasta has ta cuando Comiá se elevó a la categoría de distrito  pa rroq rr oq ui al , ya con co n el no m br e de Co nc or ordi dia. a.

Al suroeste

En efecto, las vegas del Cauca estaban dedicadas a la ganadería en lugares corno Magallo, Sapito, El Golpe (boca de la Sinifaná), Comiá y San Mateo. Pero de estos pisos hacia arriba todo era loma y montaña espesa. Desde Cerrobravo, Amaga, Anzá y especialmente de Titiribí, partieron colonos de todas las clases sociales a establecerse en el cañón de la Comiá, primero, y después en la hoya del río

La cuenca del río San Juan, desde el nacimiento hasta su boca en el Cauca, era territorio en que se movían los indios del Chamí; también algunos negros huidos de sus amos habían establecido un palenque desde comienzos del siglo pasado. Como ya se anotó, la margen izquierda del San Juan estaba ad ju di ca da po r el go bi bier erno no al ca bi bild ld o de T it itir irib ib í; en este estado dos vecinos envigadeños, José María Restrepo y Don José María de la Calle habían subido  po r el rí o bu sc an do m in inas as y sa la do s, lo logr gran an do los respectivos registros. En los terrenos de Titiribí, otorgados desde tiempos de la República de Antioquia, todavía quedaban muchas montañas baldías; usando pues de facultades otorgadas en 1834 por el gobierno nacional para repartir terrenos a nuevos  po blad bl ad or es y po bl blac ac io ne s, la C ám ar araa Pr ov in inci cial al de Antioquia procedió a repartir porciones de tales baldíos: para mediados del siglo XIX ya se habían entregado muchos lotes a los vecinos de Comiá, se habían enajenado otros a varios particulares y dejado los más a disposición de la misma Cámara, para futuros repartos o ventas. De las entregas, muchas fueron improvisadas o desiguales, viniendo a quedar algunas familias en condiciones de agregados o peones. En 1847, cuando se iba a practicar otro reparto en las tierras del Barroso, un afluente del San Juan, se opusieron el cura de Titiribí y Don Salvador Es-

San Juan y tierras del Barroso. Tal colonia dependió en lo político de Anzá (ciudad de Antioquia) y en lo económico de Titiribí (Medellín). Basados en la ley sobre realengos (propu esta en 1812 1812 por Don José

cobar, quienes alegaban ser poseedores de un gran globo de ellas; el cabildo procedió a contratar a un abogado experto en pleitos agrarios, además de prestigioso político, el doctor Pedro Antonio Restrepo

Al igual que en las colonias de! sur de) Arma, ios pobladores de Amaga tendrían conflictos con su  ju ez po blad bl ad or y con los prop pr op ie ta tari rios os de los glo bo boss de terrenos vecinos (con los Uribe, en 1790) y años más tarde con un vecino de Medellín, Don José Antonio Piedrahíta, que denunció como baldías unas tierras desde el mencionado Cerrobravo hasta el río Cauc a, en dirección sur: se se le contestó negativam ente  po r pa rte rt e del pr oc ur ad or de la ciu da dad d de An ti tioq oq uia ui a (pues eran de su su jurisdi cción ); tal funcionario alegaba en contra de los posibles colonos de Medellín, diciendo de la calidad de las tierras, lo extensas, lo  bie n ub ica da s y qu e de ell as se pr ov eí eían an pa ra las maderas de construcción de la ciudad capital.

 

202  La col on iza ció n a ni iioque oque ña

Escobar: también como en el caso Escobar: caso de Arma, cobraría sus honorarios en tierras.Se inició un pleito por el globo de aproximadamente 150.000 fanegadas. Las  pa rt rtes es tran tr an zaro za ro n y eell ab og ad o reci re cibi bió ó 18 .7 50 fa ne ga das, de las cuales cedió 10.000 a los demandados Vélez y Escobar, y de las propias entregó algunas a parientes y colonos, además de trazar una población el 9 de marzo de 1853 con el nombre de San Juan de los Andes.Todo esto lo actuó en presencia de la Junta Repartidora de Titiribí como un medio  pa ra pr es io na r la en treg tr eg a de m ás tie rras rr as a co lo no s, ya que se acusaba a tal Junta de dar las mejores montañas a los de Titiribí y de no entregar más por falta de papel sellado. La tumba de montañas y construcción de casas avanzaba rápidamente, cuando “se hizo extender la idea de que no se les daría tierras y entonces como un golpe de rayo todo quedó paralizado... la mayor parte de los individuos se han retirado de manera que esto que en aquellos días  pr es en ta ba el má s he rm os o as pe cto, ct o, oy en do po r to das partes el golpe de la hacha y viendo a cada paso levantarse un nuevo edificio, hoy está en una com pl eta et a so le da d” 23. A no m br bree de los co lo no s, el fu nd ador acusaba a los de Titiribí de retener las tierras  pa ra ve nd erla er lass y no pa ra en treg tr eg arla ar las. s.

Don Mariano Ospina Rodríguez sobre la forma, situación, calidad y cantidad de los terrenos para repartir. Así, en esas condiciones estaban sentadas las",  bas es pa ra el cu lti vo del caf café: é: en 1846 se co gí gían an e n ¡ Titiribí 14 arrobas, algo más que una carga. Por los¡ años 70 las muestras enviadas a Europa calificaron: al café antioqueño como de calidad moka. Según estadísticas de 1875, cuando ya se exportaba al extranjero, se producían 150 cargas en el sur 182 en el suroeste, siendo los más productores Bolívar, Abe  jo rr al , C on co rd ia ia,, Sa la lam m in a, A nd es , T it itir irib ib í y M a nizales, respectivamente. Era tal el auge que para 1878 se calculaban 8.000 cargas, casi todas producidas en zonas de reciente colonización. Sorprenden también las cifras y valores de otros productos (en especial la ganadería) en que se notan las grandes diferencias entre las regiones antioqueñas de antigua y nueva colonización, que sirven además para com pa ra r el di dina na m is ism m o en tr tree est as úl últi tim m as 24. Los colonos de Andes fueron clasificados erí> “antiguos pobladores, poseedores actuales y solici ' tantes actuales” pues no tenían las mismas condicio • nes ni los mismos intereses; había quienes solo que  \   rían la explo tación de minas y salados para luego : incorpo rarse a la vida agraria. En cuanto a los indios, •

También entraron en escena los indios, pero para usarlos en el argumento jurídico: “En primer lugar  —aleg al eg ab a el m ism o do ctor ct or Re stre st repo po —esto es toss in díge dí ge na s tienen en su favor el respeto debido a esta clase ignorante, desgraciada y perseguida desde la época memorable de la Conquista; desde entonces el español persigue al indio y nosotros no debemos aseme ja m o s a aq ue llo s ca ní ba le s de te st ab le s” , aclar ac lar an do que los indios poseían esas tierras por más de 200 años hasta que llegaron los de Titiribí que “los han arrojado de sus casas, de sus sembrados y han tenido que ir a buscar asilo en otras partes” ( ibíd .). . ). Presiones diversas lograron una solución del gobernador; en adelante las tierras pertenecerían a varios dueños: al doctor Restrepo, a “Gómez Restrepo y Cía.”, a los primeros colonos, a los indios del Chamí, a la Cámara Provincial y las sobrantes a los futuros colonos que quisieran establecerse. En la margen izquierda del San Juan, pues, se distinguían algunos grandes propietarios de tierras calientes y templadas, unas de compañías agrícolas o de sujetos provenientes de las “buenas familias” de Titiribí y Medellín; de resto, se repartieron medianos y pequeños lotes en pisos templados y fríos, a un considerable grupo de mestizos, mulatos, indios y blancos pobres (estos últimos con fuertes lazos de  pa re ntes nt esco co con los cit ad os gr an de s pr op ieta ie tari rios os ). Con tal reparto se logró una sociedad de pequeños agricultores independientes y casi igualitaria, en donde no sobraba la mano de obra. En ese logro tuvieron mucho que ver las instrucciones dadas por 

se les repartió tierras tierras en Tapartó y Caram anta en 1 donde fracasaron como vecinos incómodos; incómodos; D on Ga brie  br iell Ec he ve rr i, el em pr esar es ario io y co lo ni za do r, les donó 100 cuadras de tierras pero en la otra margen del río, y con la condición que se ubicaran allí y se ■  pu si sier er an ba jo la pr ot otec ec ci ción ón del fu nd ad or de An de s; ; así lo hicieron, quedando entonces como colonos 5 con tierra propia y como mano de obra a disposición í de los colonos vecinos. Lina vez repartidas todas las tierras útiles (solo : quedaban 20 leguas baldías, 18 de ellas en unos ! farallones y 2 en páramo improductivo) los colonos i  que se quedaron sin reparto podían optar por ser i  agregados o pasar al vecino Estado del Cauca. Hicieron lo último, dirigiéndose primero a Riosucio jl más adelante a Guática, Mistrató, etc. Esta ruta co Ionizadora én tieiras del Cauca (cantón de Supía)i fue menos importante que las otras, a pesar de los5 esfuerzos del doctor Palau, quien, como ya se vio, era gran defensor de la presencia colonizadora paisa en el Cauca.

23  Arch ivo Histó rico de Antio quia   volumen 2540.

Concesión Echeverri

Desde muchos años atrás una de las características de las élites antioqueñas había sido la de com bina  bi na r ac acti tivi vida da de s di dive vers rsas as y al alta ta m en te lu cr crat ativ iv as as.. Así, unos comerciantes ricos de Medellín, que ha bí an he re da do fo rt rtun un a o am as ad o la pr op ia du ra nt ntee la Independencia, viajando a Popayán y a Jamaica, tenían fuertes inversiones ganaderas en las tierras

4  Mem oria de Hacie nda,   1875.

 

 La co lon iza ció n um ioq ucñ a  

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calientes de Santa Bárbara y en las recién abiertas de Fredonia. Tales, los señores Uribe Mondragón. Don Juan Santa María y Don Gabriel Echeverri,  pa rti cu larm la rm en te est estee ú ltim o q que ue era e ra rico com co m er erci cian an te, contratista con el gobierno, prestamista, agricultor, ganadero y político: poseía grandes intereses ganaderos en su finca de Túnez, en donde también explotaba una gran salina, cultivos de tabaco, etc. Uribe, Santa María y Echeverri, de la clase del “colonizador capitalista” de que habla Marco Palacios, bien enterados del grave conflicto agrario en que estaba envuelto su copartidario y amigo Aran zazu y del avance inevitable de colonos del sur de Medellín, manifestaron al gobierno el deseo de adquirir un globo de baldíos, situado en medio de las tierras de los pobladores de Titiribí y de la llamada “Concesión Aranzazu”; contaban con buenas haciendas a orillas del Cauca, las que usarían como cuartel general de donde saldrían las expediciones de colonos. Habían recogido buena cantidad de vales o  bo no s, ad qu iri irido doss po poco co a poco po co en sus pro pio s al alm m acenes y que formaban parte de la deuda consolidada de la naciente república. Comenzaron las gestiones de adquisición desde 1831 y después de algunos

En la negociación intervinieron el gobernador Aranzazu y su secretario Ospina Rodríguez; enviada la documentación a Bogotá, allí liquidó los bonos Don Florentino González y aprobó todo lo actuado el general Santander. A los los 20 días el socio Santa María fue nombrado gobernador de Antioquia. Echeverri tampoco se quedaría inactivo: exploró minas y salinas, compró mejoras a unos pocos colonos establecidos desde antes en su concesión e inició un camino que pasando por sus tierras tierras de Fredo nia, atravesan do la montaña recién comprada, terminara en Supía: intentaban los comerciantes de Medellín conseguir el oro de Marmato y los mercados del Cauca. Las minas de Marmato habían sido reactivadas con la llegada del francés Boussingault, amigo de Don Gaiass    briell Ec heve  brie he verri rri.. El franc fra ncés és cu enta en ta en sus  M em or ia la necesidad que tuvo de mano de obra antioqueña  para el tra traba bajo jo en las min as y el co me rci o de ví víve vere ress que comenzaron a llegar de Antioquia; desde entonces hay presencia de antioqueños en la zona , algunos de los cuales se dedicaron a la agricultura. En pala brass del pr op io Bo us sin ga ul  bra ult, t, “en “e n la tie ti e rr a .. .... ha bí bíaa que cultivar para vivir. De esta época datan mis estudios de ag ronom ía”25 ía”25. Así se expres aba el fund a-

errores de procedimiento, cuatro años después remataron, el 23 de julio de 1835, el globo de 160.496 fanegadas en Jas Jas “montañas de Caram anta” , pagando a un peso la fanegada (se llamaban así porque habían sido jurisdicción de la villa de Caramanta, destruida  po  porr los ind ios en 1a Co nq ui sta , y des de enton en ton ce cess montaña que también nos separaba de los cancanos).

dor de la química agrícola y de la agronomía mo dernas. La “Concesión Echeverri” abarcaba toda la margen derecha del río San Juan desde su nacimiento ■* BOUSSINGAULT, J.B.:  Memorias,   lomo 4. Banco de la República (Ed), 1085. /./ intercambio tle víveres y mercancías con las   tierras recién co/onisatlas se hacía en recita  vde  muías como ésta (fotografía de Escobar.   Album de la Sociedad de Mejoras Públicas.  Medellín   1910).

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 La co lo niz aci ón an tio qu eña

hasta su boca en Cauca y éste arriba hasta la boca del Arquía y luego hasta sus fuentes. Cada socio, con su capital, emprendió explotaciones, comenzando por las tierras calientes muy aptas para el engorde de ganado; surgidos algunos desacuerdos liquidaron la sociedad, tocando a los herederos de Santa María las tierras de los actuales municipios de Jericó, Tarso y Pueblo Rico, a los de Uribe las de Valparaíso y las restantes para Echeverri. Todos ellos repartieron pedazos de tierras a quienes dedicaran unos días a la apertura del citado camino y con las otras iniciaron un lucrativo rosario de especulaciones fundiarias en vista de la fuerte demanda de  pe qu eñ os lo lote tes, s, al igu al qu e en otras otr as conc co nc esio es ione ne s. Esto lleva a decir a Jaramillo Uribe que los grandes colonos antioqueños eran ante todo negociantes de  ba ld ldío íoss ya va lo lori riza za do s, y a K. Ch ris tie que “la co lo lonización de una parte de la frontera antioqueña fue llevada a cabo con un notable e spíritu com ercial”2 ercial”26 6. Muchos colonos de Fredonia y el suroeste planearon la apertura de grandes haciendas; para ello hipotecaban sus montañas como garantía del pago de un capital pactado a altísimo interés, sum inistrado  po r fin an cis tas de M ed el lín , co como mo los Vi Villa lla s y los Vásquez. Vencido el plazo, entregaban a sus acreedores las establecer tierras ya mejoradas. Para haciendas ganaderas, Don Ga briel  bri el acud ac ud ió a co cont ntra ratos tos de “ de sm on te y cu lti ltivo vo de terrenos” como el que celebró por un término de 9 años con los envigadeños Don Luis y Don Cesáreo Ochoa: éstos se obligaban a desmontar y luego a sembrar sucesivamente maíz y pasto pará “de tal manera que cuando esté la roza de coger, esté tam bié n cre cid o el pa sto pa ra po de r u sa r d dee él ” . A de má s correrían de su cuenta los gastos de las mejoras, aunque podían sacar las maderas, que tenían buena demanda para la construcción de casas, corrales y cercas. Don Gabriel se encargaba de surtirlos nuevos  po tre ro s con co n ga na do s y de su m in inis istr trar ar la sal am arga ar ga de su salina de Túnez. En la escritura se dan instrucciones precisas respecto de la madera, de la siembra del pará en lotes contiguos, de la preservación de algunos árboles y del d estino de algun os bo sque s27 s27. Don Gabriel, siendo gobernador, erigió sus tierras de Caramanta, en donde había ya una próspera colonia, en distrito, con autoridades y cura propios. Al igual que en otras zonas, los empresarios colonizadores sostuvieron económicam ente a curas que los ayudaban en sus propósitos, pasando de montaña en montaña, de colonia en colonia para asistir espiri espiritualtualmente a sus feligreses campesinos, y promoviendo la edificación de capillas que elevadas prontamente a viceparroquias luego serían parroquias independientes. Las concesiones “Echeverri” y “Aranzazu” controlaban entonces el paso de Caramanta y los cami26

CHRISTIE, Keith: Oligarca Oligarcas, s, campesinos y política de Colombia.   U.  Nal. (E d.), 1986. 27 Nota ría 2da. de Mede llín, 1858.

nos que a ambos lados del río comunicaban con Marmato, Supía, Anserma, Cartago, Buga, Cali y Popayán. Las guías comerciales de 1820 a 1840 muestran claramente el aumento de los mercados que habían abierto inicialmente los colonos de Son són, Abejorral y Salamina; éstos, juntamente con los de Manizales, tendrían que compartir esos mercados con los los comerciantes de Med ellín, que veían, gracias a la colonización antioqueña, ampliamente expandidas sus actividades. Al norte En 1785 el Ilustrado Don Pedro Rodríguez de Zea visitó el valle de los Osos, por orden del gobernador Silvestre. Encontró una abundante población de libres de todas las clases (y algunos negros de cuadrilla), unos dispersos y otros en pequeñas rancherías casi todas inmediatas a los reales de minas; también observó que la mayoría de la población estaba dedicada al laboreo de las minas siendo nota ble el nú m er ero o de m az am or re rero ro s qu e alt er erna na ba n su actividad minera y agrícola por temporadas; los demás, sin otra iniciativa, fueron calificados como vagos “chumbimba”, negro”dedicados , “boliche”alo juego naipes.deElvalle había sido“maíz ocupado en dos etapas, primero por los mineros de Santa Fe de Antioquia (de cuya jurisdicción era) y después  po r ge nte nt e del va lle de A bu rr rrá, á, cu cuya ya pr es en ci a fue fu e la más dinámica. Algunos dueños de cuadrilla habían intentado intent ado una p oblación, pero fracasaron por el el eleevado costo de los los mantenimientos, traídos de M edellín por pésimos caminos. El minero español Don Antonio de la Quintana, quien alegaba un dominio irregular sobre una gran  po rc ió n de tie rr rras as , ha bí a ve nd ido id o lucr lu cr ativ at ivam am en te alal gunas porciones y también ha bía permitido que algunos colonos, temporalmente, cultivaran rozas y desocuparan después; ni éste ni sus herederos, los Fon negra, habían permitido que se establecieran establecieran colonos o que se fundara una población. Por lo demás se habían lanzado a un pleito con los señores Barrientes y Misas por delimitación de las montañas del Yaru mal. Había sido sido nulo el intent intento o de otorgar medianas o pequeñas mercedes de tierras. Zea propuso repartir tierras gratis a los pobladores y mazamorreros, así como a los dueños de cuadrillas. También sugirió que se trajeran familias de mulatos de Medellín, que no tributaban y que estaban impedidos para empleos en milicias; pidió además que se abriera un camino a Cáceres, lugar que se debía repoblar y que poseía tierras las más fértiles. Silvestre acogió las propuestas de Zea, especialmente en cuanto a obligar a todos los moradores a que cultivaran rozas de por lo menos 4 almudes de semb radura, y además que se fundaran 4 poblaciones. Solo así se podría iniciar un proceso colonizador hacia la costa, pues entre los Osos, Cáceres y Zaragoza todo eran montañas desiertas.

 

 La col on iza ció n nm ioq ue ña  

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J  

 Re/roiüs de un arriero y un un e sano lomados    por Benjam ín de la Calle a princ ipios del siglo  (Centro de Memoria Visual del FAES y   Album de la Sociedad de Mejoras Públicas.  Medellín,   1910).

Bien distinta era la situación en Cáceres y Zaragoza, visitadas en 1784 por el regidor de Medellín Don José López de Mesa. Cáceres traficaba por el  Ne ch í con Za ra rago go za y ésta co con n M om po x, ad onde on de llegaba el oro en polvo y sin quintar. La navegación

Las gobernaciones de Cartagena y Antioquia se estaban acercando merced a los trabajos de reordenamiento poblacional y colonización iniciados en esa gobernación por Latorre y Miranda, continuados  po r ffray ray José Jo sé Pa lac ios io s de la V ega ; y p or los inicia ini cia dos do s

 pe lig ro sa y los ca mi no s in intra tra ns ita bl es, es , ad em ás del desorden de sus habitantes y de la no presencia del estado colonial, hacían de ese “país” del Bajo Cauca una región prácticamente dependiente de Mompox e inútil para la agricultura de colonos antioqueños. Solo algunos pobres cultivaban las vegas del río Porce, rocerías que abandonaban en v erano, cuando  pa sa saba ba n a se serr m az am or re rero ros, s, en m on tánd tá nd os e la tierra tie rra otra vez; por eso mismo no les cobraban el terraje. En concepto de López de Mesa, “ni ciándoles la tierra trabajan”. Silvestre y Mon aceptaron las pro pu es tas de Ze a, ejec ej ec ut utad adas as en pa rte por po r el pr prim im ero y reformadas y aplicadas con éxito por el segundo. Repartieron tierras, abrieron caminos y surgieron varias poblaciones, siendo las principales Santa Rosa

en la región del norte de Antioquia por Silvestre y Mon y Velarde. Durante la guerra de Independencia, mientras los cartageneros sostenían luchas con los momposi nos y samarios, los antioqueños, por sí mismos o incentivados por los distintos gobiernos, partiendo de Yarumal como centro de penetración, comenzaron a colonizar la región minera de Anorí, abriendo también una pe queñ a parte de las tierras tierras de Valdivia,  bu sc an ando do ca m ino in o pa ra intro in tro du cir ci r ga na do co ste ño en las nuevas zonas mineras. Pronto rivalizarían Santa Rosa de Osos y Yarumal en la construcción de un camino que los llevara a un puerto naveg able. Los primeros abrieron camino hasta el puerto de Espíritu Santo y los segundos,

de Osos, que se pobló y organizó, y Yarumal que se colonizó, pobló y fundó con vecinos de los Osos y del valle de Aburrá. Así se iba logrando el plan virreinal de fundar poblaciones, construir caminos y unir regiones del Nuevo Reino de Granada.

con Don Vicente Restrepo, lograron un camino hasta Cáceres. Comerciantes antioqueños, estratégicamente ubicados en Santa Rosa de Osos, comenzaban a penetrar los mercados costeños que antes surtían los momposinos: tenían oro en polvo para llevar a

 

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 La co lo niz ac ión an tio qu eñ a

la costa, a cambio de ganados y mercancías; los colonos de Yarumal les vendían productos agrícolas. Así se fue configurando el norte de Antioquia, lindero con la Costa y tan próspero, que para los primeros años de la República ya ostentaba la categoría de Cantón de Santa Rosa. Gracias a los contactos que hizo Don Francisco Antonio Zea en Europa y a la publicidad sobre la nueva república, vinieron del viejo mundo y del Caribe algunos extranjeros interesados en el el come rcio de herramientas o de explotación de minas. En el cantón de Santa Rosa se establecieron suecos, franceses e ingleses que compitieron entre sí; pero el más impo rtante de los inglese s, que sentó las bas bases es de la nueva tecnología minera, el ingeniero J. T. Moo re, pidió y obtuvo un privilegio para establecer establecer una colonia con ingleses, amparado en la nueva política de baldíos, colonización e inmigración. inmigración. Pensó  prim  pr im er ero o en un a co lo loni ni a en U ra bá , pe ro en tró en conflicto con las élites de Santa Fe de Antioquia. Entonces Moore, aliado y protegido de los señores Vásquez y Barrientos (de Santa Rosa) decidió pedir, en 1836, el privilegio del establecimiento de la colonia inglesa en el cantón vecino a la costa; obtuvo 100.000 fanegadas de baldíos en Valdivia, con terre-

“dirigida” fracasó y mister Moore dispuso la venta de acciones de su concesión en la Bolsa de Londres, con resultados desconocidos. Si las élites políticas de Antioquia promovían la colonización del norte buscando una salida a la costa, también las élites, pero cartageneras, pensa ban co m un icar ic ar a la co sta st a co n An tio qu ia: en 184 1844 4 la Cámara Provincial de Cartagena concedió un privilegio al presbítero José Pío Miranda para abrir un camino entre Ayapel y la boca de dell río Tarazá, frente frente a la cabecera actual de Cáceres; este camino, conocido como El Padrero, fue apoyado por Don Pedro Vásquez y sus hijos y sería utilizado para las transacciones mercantiles y ganaderas entre la costa y Antioquia, y para una colonización doble. Vásq.uez compró en 1849 un lote de 12.000 fanegadas en Valdivia y de inmediato las desmontó y cultivó; a los 3 años ya tenía varias haciendas ganaderas y entraría en conflicto con sus antiguos agricultores, que establecieron colonia aparte, surgiendo el actual municipio de Valdivia, segregado de Yarumal y Cáceres. El mismo año del privilegio otorgado al padre Miranda, la Cámara Provincial de Cartagena autorizó el establecimiento de una empresa extranjera,

nos aptos para caña, cacao y pasto y pensó traer agricultores, artesanos y mineros ingleses. Pero los vecinos de Yarumal y su cura a la cabeza se lo impidieron y fracasó tal colonia: en 1837 escribieron a la Cámara Provincial de Antioquia advirtiendo el  pe lig ro y la in just ju stic ic ia de un es tabl ta bl ec im ie nto nt o ing lés . Alegaron razones económ icas, culturales, de seguridad, religiosas y morales. Consideraban injusto que las mejores tierras y minas del cantón fueran para extranjeros, y que los vecinos que ya estaban allá debieran abandonar sus rocerías, “o sujetarse a vivir continuamente atormentados en medio de una gente con quien no se tiene ni la menor simpatía. Su idioma, sus costumbres y religión, todo es diferente”. Preveían un ensanche futuro de sus habi habitante tantess hacia

que sería la primera de una serie de inversiones de capital francés, belga, inglés o norteamericano en la costa y Urabá. Cerca de medio siglo se fueron sucediendo em presas mineras, cacaoteras, ganaderas y de extracción de maderas que, en su objetivo, colonizaron grandes extensiones de baldíos en el Sinú y el San Jorge. Del Sinú pasaron a Urabá: en 1903 se autorizó la tala y explotación de maderas de los baldíos en las cuencas de los ríos San Juan y Mulatos, facilitando el establecimiento de hatos ganaderos en la actual costa norte de Antioquia. La presencia firme de colonos antioqueños en la costa parece haberse iniciado apenas pasada la guerra de los Mil Días, cuando el teatro de la guerra se trasladó a esa región, con soldados rebeldes co-

la región Valdiviaadvertían (lo que endel efecto ocurrió muchos añosde después), peligro que tendrían los antioqueños si los ingleses introdujeran armas y se hicieran fuertes, posibilidad facilitada  po r se serr co lo loni ni a ve ci na a un rí o na ve ga bl e, re co rdan rd an do situaciones anteriores y conflictivas con extranjeros en Marmato, Cartagena, Jamaica, etc. Vetaban la  po sib le ve cind ci nd ad co con n in ingle gle ses: se s: “ Y cu án tas ta s di disp sput utas as no se proporcionarán entonces a nuestros paisanos con aquellos hombres que por lo regular son muy dedicados al uso de los licores fermentados?” Tam bién  bi én p ed ía n re refl flex ex io iona na r sobr so br e si la nu ev evaa po bl ac ió ión n inglesa tenía o no una religión; y de tenerla, sería contraria. “Y quién puede asegurar la paz futura entre unos colonos protestantes y una población católica, apostólica, romana?”28. Esta colonización

mandados por el agricultor Uribe yUribe y con los gobiernistas al mandogeneral del agricultor empresario general Pedro Nel Ospina (nietos de los ya citados colonizadores Uribes y Vásquez). Otro aliciente habría sido el establecimiento de la colonia  pe na l de A nt ad ó, pa troc tr oc inad in ad a po r los O sp inas in as y a la cual se le concedieron baldíos que aún traspasaban los límites entre Antioquia y Bolívar, pues estaba situada en las cabec eras del río San San Jorge. La prim era gran presencia empresarial en la costa se manifestó con la compra de la “Sociedad francesa del río Sinú”  po r pa rte de ca pita pi talis lis tas ta s an tio qu eñ os , en 1 91329.

29 28  Archiv o Histó rico de A ntioqu ia.   volumen 2537.

La coloniza ción de antioqueñ os en llaa costa está en parte estudiada  por Fals Bo rda, y Le Roy Gordon . Pero muy especi alment e por Joaquín Berrocal Hoyos en  La coloniza ción antioqu eña en el departa mento   de Córdoba,  1980.

r

 

 La col on iza ció n am io qu eñ a  

Urabá y occidente Quien quiera estudiar la colonización antioqueña en Urabá deberá tener presente que nuestra presencia, si bien importante, fue tardía. Muchos años antes de las oleadas de campesinos antioqueños, ya se habían iniciado las tumbas y las sacas de maderas  precio  pre cio sas sas,, y el esta es tabl bl ec im ie nto nt o de ga na de ría s y cu ltivos por parte de inversionistas y agricultores franceses, norteamericanos, alemanes, caucanos y sirio iibaneses, usando brazos chilapos y chocoanos. La colonización del extremo occidente de Antio quia y de Urabá era idea acariciada desde los primeros años de la República: se presentaron interesantes  propue  pro puesta stass viales via les po r el suec su ecoo H au sw olff ol ff (ap oy ad as  por el go be rnad rn ad or A ranz ra nzaz azu) u) que más má s tar tarde de se co ncretarían en parte con los trabajos de su cuñado Don Carlos S. de Greiff y sobre todo con las exploraciones, observaciones, sugerencias y fundaciones del ingeniero inglés Don Juan H. While. Pero solamente en 1905 cuando se anexó Urabá a Antioquia (el mismo día que se segregó el “Sur” para constituir el departamento de Caldas), comenzarían los planes concretos de colonización, unas veces dirigidos y otras, eá'p
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