Janet Geringer Woititz - Hijos Adultos de Padres Alcoholicos
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Descripción: El alcoholismo es una enfermedad familiar que daña a quienes viven en compañía de un alcohólico. Los miemb...
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Janet Geringer Woititz HIJOS ADULTOS DE PADRES ALCOHÓLICOS Todo lo que necesitas saber si vienes de una familia disfuncional EDITORIAL DIANA MEXICO
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PRIMERA EDICIÓN, AGOSTO DE 1998 Diseño de portada: Carlos Valdés. ISBN 968‐13‐3118‐4 DERECHOS RESERVADOS © ‐ Título original: ADULT CHILDREN OF ALCOHOLICS — Traducción: Laura Lecuona González — Copyright © 1983, 1990 by Janet G. Waititz — Publicado mediante acuerdo con Health Communications, Inc. 3201 S.W. 15lhSt.,Deerfield Beach, FL 33442‐8124, U.S. A.—Copyright © 1998 por Editorial Diana, S. A. de C.V.—Roberto Gayol, 1219, Colonia Del Valle, México D.F., C.P. 03100. IMPRESO EN MÉXICO – PRINTED IN MEXICO Prohibida la reproducción total o parcial sin autorización por escrito de la casa Editora.
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AGRADECIMIENTOS. Quiero agradecer a toda la gente que contribuyó a hacer posible este libro: los hijos de padres alcohólicos de todas las edades, y los hijos de padres no alcohólicos de todas las edades. A Diane Ducharme, quien me convenció de escribir este libro. A Sue Nobleman, Debby Parsons, Tom Perrin y Rob, por su incansable dedicación al proyecto. A Lisa, Danny y Dave. A Kerry C., Jeff R., Irene G, Eleonor Q, Barbara P, Martha C.( Loren S., mis alumnos de Montclair State, mis alumnos de la Escuela de Verano para Estudios sobre el Alcoholismo de la Rutgers University, mis alumnos del curso de Técnicas Avanzadas de Terapia Familiar (del Consejo de Westchester sobre el Alcoholismo), Sharon Stone, Harvey Moscowitz, Linda Rudin, Eileen Patterson, Bernard Zweben y James F. Emmert.
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ÍNDICE Agradecimientos. ...................................................................................................................................... 5 Prólogo a la edición ampliada. .................................................................................................................. 8 Introducción. ........................................................................................................................................... 17 1.‐ ¿Qué te pasaba cuando eras niño? ................................................................................................... 23 La vida en el hogar ............................................................................................................................... 25 La escuela. ........................................................................................................................................... 30 Los amigos ........................................................................................................................................... 35 2.‐ ¿Qué te está pasando ahora? ............................................................................................................ 46 1. Los hijos adultos de alcohólicos tienen que adivinar cuál es la conducta normal. ..................... 47 2. A los hijos de alcohólicos les cuesta trabajo llevar un proyecto a término. ................................ 53 3. Los hijos adultos de alcohólicos mienten cuando sería igual de fácil decir la verdad. ............... 56 4. Los hijos adultos de alcohólicos se juzgan sin piedad. ................................................................ 63 5. A los hijos adultos de alcohólicos les cuesta trabajo divertirse................................................... 66 6. Los hijos adultos de alcohólicos se toman muy en serio a sí mismos. ........................................ 66 7. A los hijos adultos de alcohólicos les cuesta trabajo mantener relaciones íntimas. ................... 68 “¿POR QUÉ VIENES?” ....................................................................................................................... 69 8. Los hijos adultos de alcohólicos reaccionan de modo exagerado a los cambios sobre los cuales no tienen dominio. .............................................................................................................................. 75 9. Los hijos adultos de alcohólicos constantemente tratan de obtener aprobación y afirmación. 76 10.
Los hijos adultos de alcohólicos generalmente se sienten diferentes de otras personas. ...... 79
11.
Los hijos adultos de alcohólicos son súper responsables o súper irresponsables. .................. 81
12. Los hijos adultos de alcohólicos son extremadamente leales, incluso ante pruebas de que tal lealtad no es merecida. ....................................................................................................................... 83 13. Los hijos adultos de alcohólicos son impulsivos. Tienden a enzarzarse en un curso de acción sin pensar seriamente en otras conductas o en las posibles consecuencias. Esta impulsividad los conduce a la confusión, a la aversión a sí mismos y a la pérdida del dominio sobre su entorno. En consecuencia, destinan muchísimo tiempo a arreglar los estropicios ............................................... 85 3.‐ Rompiendo el ciclo ............................................................................................................................. 92 1. Los hijos adultos de alcohólicos tienen que adivinar cuál es la conducta normal ...................... 92 2. A los hijos adultos de alcohólicos les cuesta trabajo llevar un proyecto a término. ................... 98 Hijos Adultos de Padres Alcohólicos – Janet G. Woititz Pág. 6/177
3. Los hijos adultos de alcohólicos mienten cuando sería igual de fácil decir la verdad. ............. 103 4. Los hijos adultos de alcohólicos se juzgan sin piedad. .............................................................. 105 5. A los hijos adultos de alcohólicos les cuesta trabajo divertirse................................................. 108 6. Los hijos adultos de alcohólicos se toman muy en serio a sí mismos ....................................... 110 7. A los hijos adultos de alcohólicos les cuesta trabajo mantener relaciones íntimas .................. 111 8. Los hijos adultos de alcohólicos reaccionan de modo exagerado a los cambios sobre los cuales no tienen dominio ............................................................................................................................. 121 9. Los hijos adultos de alcohólicos constantemente tratan de obtener aprobación y afirmación. 124 10.
Los hijos adultos de alcohólicos generalmente se sienten diferentes de otras personas ..... 127
11.
Los hijos adultos de alcohólicos son súper responsables o súper irresponsables ................. 129
12. Los hijos adultos de alcohólicos son extremadamente leales, incluso ante pruebas de que tal lealtad no es merecida. ..................................................................................................................... 137 13. Los hijos adultos de alcohólicos son impulsivos. Tienden a enzarzarse en un curso de acción sin pensar seriamente en otras conductas o en las posibles consecuencias. Esta impulsividad los conduce a la contusión, a la aversión a sí mismos y a la pérdida del dominio sobre su entorno. En consecuencia, destinan muchísimo tiempo a arreglar los estropicios. ............................................ 143 4.‐ ¿Qué pasa con tus hijos? ................................................................................................................. 150 ¿QUÉ PASA CON MIS HIJOS? ............................................................................................................. 151 CONCLUSIÓN ......................................................................................................................................... 159 5.‐ Consejos para la recuperación ......................................................................................................... 164 CONSEJOS PARA LA RECUPERACIÓN DE HIJOS ADULTOS DE ALCOHÓLICOS ................................... 165 CÓMO SELECCIONAR A UN TERAPEUTA ........................................................................................... 171
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PRÓLOGO A LA EDICIÓN AMPLIADA. Hace diez años, cuando comencé a explorar la posibilidad de escribir un libro acerca de lo que les ocurre a los hijos de alcohólicos cuando crecen, no tenía Idea de cuál sería el efecto de un libro así. Durante mucho tiempo he creído que todo aquel que ve el mundo de una manera ligeramente diferente de los demás tiene la responsabilidad de publicar esas perspectivas y permitir que otros accedan a ellas. Con esto en mente comencé a trabajar en el proyecto, mis amigos y colegas se encogían de hombros, Estaba, una vez más, convirtiendo en montaña lo que otros consideraban una topera, o menos aún. Dado que estaba acostumbrada a encontrarme en esa situación, no me desanimé. Había hecho mi tesis doctoral, Self‐Esteem in Children of Alcoholics (La autoestima en los hijos de alcohólicos) a mediados de la década de los setenta. En esa época, el único trabajo en esta área aparte del mío era The Forgotten Children (Los niños olvidados), de Margaret Cork. Parecía haber muy poco interés en este tema. La idea predominante en el campo del alcoholismo era que si el alcohólico se aliviaba, la familia se aliviaría, así que la atención se centraba en él. Después de todo, la mayoría de la gente encuentra más interesante al que se pone la pantalla de la lámpara en la cabeza que al cómplice que se encoge de miedo en el rincón. Este no era mi caso: siempre me han interesado más los reactores que los actores. La década de los setenta, cuando estaba haciendo mi investigación, fue de gran exploración individual: de grupos de encuentro, exploración con las drogas y libertad sexual. Fue una época de yo‐yo‐yo. De manera que la idea de que había millones de personas que se veían profundamente afectadas por el comportamiento y las actitudes Hijos Adultos de Padres Alcohólicos – Janet G. Woititz Pág. 8/177
de los demás y que no tenían un yo con el cual ser complacientes iba en contra de la corriente de los tiempos. Yo había criticado abiertamente la guerra de Vietnam durante el mandato de John Kennedy. Había defendido los derechos civiles antes de las sentadas de protesta. Como estaba plenamente consciente de las abrumadoras repercusiones que el alcoholismo de mi marido ejercía sobre mis hijos y sobre mí, era natural que hablara de las cosas tal como las veía. Tampoco era sorprendente que nadie compartiera mi punto de vista. Mí continuo interés en lo que le sucede a la familia me llevó a escribir Marriage on the Rocks (Matrimonio en peligro). Había descubierto que si les hablaba a mis clientes sobre lo que otras personas que conocía sentían acerca de vivir con el alcoholismo, eso disminuiría su negación. Cuando se lo decía antes de que ellos me lo dijeran, se asombraban y sentían alivio. Esto me hizo pensar que los sentimientos y experiencias negados, al verse expresados en letra impresa, podrían adquirir mayor validez y ayudar en el proceso terapéutico. Alguien tenía que sacar a la luz esta realidad. Esta información tenía que compartirse. Cuando se publicó Marriage on the Rocks hice una gira de promoción del libro, que abarcó los principales mercados de Estados Unidos. No era de interés general la posible influencia de lo que ahora llamamos "codependencia". Aunque había una gran necesidad de ello, la negación era claramente mayor. Irónicamente, casi todas las estaciones de radio y televisión que visité me recibieron con una excusa porque alguien había robado su ejemplar de mi libro, Sabía lo que eso significaba. Alguien que vivía con el alcoholismo tenía demasiada vergüenza para pedir prestado el libro. También descubrí que me invitaban no porque fuera un Hijos Adultos de Padres Alcohólicos – Janet G. Woititz Pág. 9/177
"tema candente", sino porque algún reportero o productor tenía el problema y quería una sesión privada con alguien que "comprendiera". El programa de Alcohólicos Anónimos era, y sigue siendo, un recurso primordial para los miembros de la familia. Siempre estaré agradecida por el apoyo personal y el aliento profesional que recibí en su recinto. Era el único lugar donde la gente creía que la familia podía recuperarse independientemente de lo que hiciera el alcohólico. Como el programa fue concebido principalmente para servir a los miembros más novatos que viven con el problema, lo cual está bien, otras personas que se encuentran en circunstancias diferentes tienen que traducir lo que se dice para relacionarlo con sus propias vidas y para obtener un beneficio. De manera que a los hijos adultos, aunque están igual de necesitados, no les atañe demasiado. La organización de los necesarios grupos de apoyo específicos para hijos adultos de alcohólicos cubre esa carencia. En 1979 me invitaron a participar en un simposio sobre servicios a hijos de alcohólicos, en Washington, D.C. Fue financiado por el Instituto Nacional para el Alcoholismo y el Abuso del Alcohol (NIAAA, por sus siglas en inglés). Fuimos doce invitados, y nos dijeron que solamente había en el país veinticuatro personas entre las cuales escoger. Por primera vez me pareció estar entre otros profesionales que apreciaban la Importancia de ese trabajo. En 1980 me invitaron a diseñar e impartir un curso sobre orientación psicológica para hijos de alcohólicos en la Escuela de Verano para Estudios sobre el Alcoholismo de la Rutgers University. En aquel entonces era —y, hasta donde tengo entendido, sigue siendo— el único curso de su tipo en el mundo. Haber sido líderes educativos debe ser motivo de orgullo para Rutgers y para todas las personas que con buena disposición formaron parte de la escuela de verano. Ese curso encendió la chispa. Y fue maravilloso recibir apoyo y reconocimiento. En poco tiempo, los profesionales especializados en el Hijos Adultos de Padres Alcohólicos – Janet G. Woititz Pág. 10/177
tratamiento del alcoholismo se interesaron en mis propuestas: de todo el mundo recibí invitaciones para impartir conferencias y dar capacitación. Más o menos por la misma época, los adolescentes que había conocido por medio de amigos de Alcohólicos Anónimos y de mi práctica clínica estaban creciendo. Me parecía claro que las luchas de quienes estaban afectados por un padre alcohólico eran un tanto diferentes de las libradas por otros de la misma edad a quienes yo conocía y con quienes había trabajado. Un día, mientras daba una charla sobre hijos de alcohólicos, casualmente dije: "El hijo de un alcohólico no tiene edad. Lo mismo se aplica a uno de cinco años que a uno de 55". Estoy convencida de que a partir de ese momento, el público comenzó a escuchar de manera diferente. Yo ya no estaba hablando acerca de "los niños": estaba hablando acerca de ellos. Decidí formar un grupo que se concentrara en los problemas de ser un hijo adulto de un alcohólico, trabajar en esta área con casos individuales y verificar a escala nacional mis descubrimientos. Durante los siguientes dos años hice precisamente eso. Sin importar en qué lugar de Estados Unidos o del extranjero me encontrara, la respuesta era la misma: "Estás describiendo mi vida". "Finalmente me siento reconocida." "No estoy loco." A partir de esos descubrimientos escribí el libro Hijos adultos de alcohólicos. Hijos adultos de alcohólicos no fue concebido cromo libro clínico. No era un informe científico de mi investigación, sino más bien la exposición de mis observaciones y de las coincidencias en las experiencias internas de los cientos de hijos adultos de alcohólicos con quienes estuve en contacto. Al describir las características de los hijos adultos de alcohólicos no me refería a defectos de carácter. Los hacía partícipes de mi conciencia del problema. Creo que el conocimiento es libertad y que aquellos que se sentían identificados ahora podían tener nuevas opciones. Podían Hijos Adultos de Padres Alcohólicos – Janet G. Woititz Pág. 11/177
decidir dedicarse a cambiar aspectos de sí mismos que les ocasionaban dificultades, o podían elegir no hacerlo. En todo caso, tenían un mayor autoconocimiento, lo que conduce a una mejor comprensión de sí mismo y ayuda a fomentar un sentido de sí. Era una situación de ganar‐ganar. Hijos adultos de alcohólicos no fue un inmediato éxito de ventas. Muchas editoriales lo rechazaron. Una vez más, me dijeron que estaba ahogándome en un vaso de agua. Quizá el tema merecía un folleto, pero no un libro. Había conocido a Gary Seidler, del U.S. Journal, en una conferencia del Consejo Nacional sobre el Alcoholismo, y alguien que conocía bien mi trabajo me sugirió mostrarle el manuscrito. Lo hice, y ahora ambos nos alegramos de ello. El libro tuvo su primera edición en 1983 y se vendió principalmente por correo. A las librerías no les interesaba. Los hijos adultos de alcohólicos que lo leían hablaban de él entre sí y comenzaron a comprar ejemplares para todos los miembros de sus familias. Se estaba corriendo la voz. Las librerías comenzaron a adquirirlo debido a la demanda, pero la mayor parte lo mantenía escondido en el fondo. La gente que lo quería tenía que pedirlo; no podían simplemente tomarlo del estante. Esto producía malestar en las personas que habían aprendido a mantener en secreto sus asuntos familiares. Se veían obligados a pedirle a un extraño un libro cuyo solo título explicaba todo. La necesidad venció a la vergüenza. Hacia 1987, las ventas aumentaron, y mi libro Hijos adultos de alcohólicos llegó a la lista de éxitos de ventas de The New York Times, donde permaneció cerca de un año. El libro no había recibido promoción ni se había comercializado. Ni siquiera cuando estuvo en la lista se lo colocó junto con los otros éxitos de ventas, al menos casi nunca. La demanda provenía de las bases. La gente que creía en su utilidad exigió el derecho de leerlo. Hijos Adultos de Padres Alcohólicos – Janet G. Woititz Pág. 12/177
En el momento en que escribo esto, Hijos adultos de alcohólicos ha vendido cerca de dos millones de ejemplares en Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Australia y Nueva Zelanda. Se ha traducido al noruego, al finlandés, al danés y al alemán, y será traducido al ruso. Es el comienzo del reconocimiento internacional de que las repercusiones que tiene el alcoholismo sobre los niños es semejante Independientemente de la cultura, raza, nacionalidad, religión o economía. Se trata verdaderamente de una pandemia: el lenguaje del sufrimiento es universal. También se ha vuelto evidente que el efecto de otros sistemas conflictivos es semejante, y que el sistema de la familia con problemas de alcohol sirve también de modelo para muchas otras familias conflictivas. Como una parte del proceso de recuperación del alcohol consiste en olvidarse de "los secretos", las personas que tratan de superar esta enfermedad no tienen nada que ocultar. Son idóneas para estudiarlas y aprender de ellas. Ellas se benefician, nosotros nos beneficiamos y también otros que se Identifican con su experiencia se benefician. En principio, Hijos adultos de alcohólicos fue escrito pensando exclusivamente en hijos de alcohólicos. Desde su primera edición nos hemos dado cuenta de que el material discutido se aplica también a otros tipos de familias disfuncionales. Si no creciste con el alcoholismo pero viviste, por ejemplo, con otras conductas compulsivas como el juego, el abuso de drogas o el exceso en la comida; si experimentaste alguna enfermedad crónica o profundas actitudes religiosas; si fuiste adoptado, viviste en una familia que no era la tuya o en otros sistemas potencialmente disfuncionales, puedes descubrir que te Identificas con las características aquí descritas. Parece que gran parte de lo que se aplica a los hijos de alcohólicos también se aplica a otros, y que entender esto puede contribuir a reducir el aislamiento de Innumerables personas que también pensaban que eran "diferentes" debido a su experiencia vital. Bienvenidos. Hijos Adultos de Padres Alcohólicos – Janet G. Woititz Pág. 13/177
Hace cinco años, con la colaboración de varios colegas talentosos, fundé el Instituto de Orientación Psicológica y Capacitación en Verona, Nueva Jersey. Ubicado ahora en West Caldwell, el instituto fue creado para proporcionar una excelente atención a pacientes externos, y un alto nivel de educación a Individuos y familias que se identifican con los problemas hallados en el sistema de la familia afectada por el alcohol. Otro propósito del instituto es proporcionar una base de Investigación que se sume al conocimiento en el campo. Esto ha dado lugar a la publicación de otros trabajos que examinan con mayor profundidad aspectos que en Hijos adultos de alcohólicos se discuten en términos generales. Mi libro Struggle for Intimacy (Lucha por la Intimidad) fue escrito directamente en respuesta al deseo de nuestros pacientes por mantener relaciones íntimas sanas y por identificar el dolor intrínseco a ese proceso. Es importante tener clara la naturaleza de la lucha a fin de poder hacer los cambios deseados. Mi deseo de que las personas que trabajan en los programas de asistencia a empleados comprendan el valor de los hijos adultos de alcohólicos y los conflictos que experimentan me llevó a escribir Home Away From Home (El hogar lejos de casa). Fue un intento de explicar a los empleadores el valor del hijo adulto en la planta laboral y el riesgo de que le sobreviniera un agotamiento si se explotaba ese valor. Más adelante, una edición pensada para el público general se publicó con el título de The Self‐ Sabotage Syndrome (El síndrome del sabotaje a uno mismo). En ambas ediciones se señala que cuando la gente no se enfrenta a las características de los hijos adultos de alcohólicos, la oficina se vuelve una réplica del hogar y el hijo adulto puede sentirse discriminado una vez más. Vemos cada vez más hombres y mujeres que padecen traumas relacionados con el abuso sexual y con el abuso de la sexualidad, y que necesitan curarse de dicho Hijos Adultos de Padres Alcohólicos – Janet G. Woititz Pág. 14/177
abuso. Sus experiencias inhiben su capacidad de apreciar su valía, ya sea individualmente o como parte de una relación. Eso me motivó a escribir Healing Your Sexual Self (Cómo sanar tu lado sexual). Hijos adultos de alcohólicos estuvo en gran parte basado en la premisa de que a los hijos adultos de alcohólicos les hace falta una base de datos: los hijos adultos de alcohólicos no aprenden lo que otros aprenden en el proceso del crecimiento. Aunque se las arreglan de maravilla en las crisis, no aprenden el proceso cotidiano de "construir la vida". De manera que cuando Alan Garner me sugirió que hiciéramos un libro juntos —Useful Skills For Adult Children (Habilidades vitales para hijos adultos)—, éste parecía un siguiente paso lógico: era un retorno a lo esencial. La introspección y los ajustes sólo te traerán hasta aquí; el siguiente paso es "vivirlo" y recibir instrucción acerca de "cómo hacerlo". Cuando Peter Vegso me propuso revisar Hijos adultos de alcohólicos me pareció curioso. Después de todo, lo que era cierto entonces sigue siendo cierto ahora. ¿Por qué arreglar lo que está funcionando? Pensando más en ello me di cuenta de que hacía falta una sección: una sección sobre la recuperación. Cuando escribí el libro no había programas de recuperación para hijos adultos de alcohólicos. Se estaba debatiendo la idea de que llamarse a sí mismo "hijo adulto de un alcohólico" tiene validez, y a muchas personas se les hacía difícil aceptar la idea de que uno puede recuperarse de la experiencia. Por la época en que salió el libro, en diferentes partes de Estados Unidos se estaban organizando grupos de apoyo. Conforme se expandían estos grupos, se expandían también los programas de recuperación y más gente comenzó a trabajar y escribir en este campo. En los últimos años, muchos terapeutas se han especializado en el trabajo con hijos adultos de alcohólicos, y han proliferado libros, talleres prácticos y
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conferencias sobre el tema. Ha aumentado la conciencia pública y ha nacido la industria de la recuperación. Hubo un momento en el que admitir que se era hijo de una familia disfuncional traía consigo la vergüenza; ahora no hay inconveniente. Hubo un momento en que esta experiencia vital suponía un aislamiento profundo; ahora uno puede sentirse parte de la familia humana entera. En virtud de estos progresos, la recuperación tiene ahora un significado especial para los hijos adultos de alcohólicos. Por consiguiente, un libro básico sobre lo que significa ser hijo adulto de un alcohólico necesita una sección de consejos para la recuperación que ayude a no perder el rumbo. De manera que se ha añadido un nuevo capítulo, además de esta breve historia del libro de los Hijos adultos de alcohólicos y el siguiente "movimiento de los hijos adultos de alcohólicos" según "Jan". Es reconfortante sentirse escuchada, por fin.
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INTRODUCCIÓN. A lo largo de los últimos años se ha investigado cada vez más sobre el alcoholismo en esta sociedad. Aunque las cifras varían, se coincide en señalar que en Estados Unidos hay más de diez millones de alcohólicos. Estas personas, además de ser víctimas, tienen una influencia adversa sobre aquellos con quienes se relacionan. Empleadores, parientes, amigos y familias de alcohólicos padecen los efectos del alcoholismo. Se pierden muchas horas hombre de trabajo a causa del ausentismo y la ineficiencia debidos al alcoholismo. Los parientes y amigos, manipulados por el alcohólico, inventan excusas para él y lo encubren. Se cree en las promesas de reformarse, aunque sean efímeras, porque quienes se preocupan desean creerlas y, como resultado, sin saberlo se vuelven parte del patrón de la enfermedad. Los más cercanos son quienes sufren más. La familia se ve afectada cuando el empleador tiene que despedir al alcohólico, cuando los parientes y amigos no pueden tolerar ya las consecuencias del alcoholismo y evitan al alcohólico y a su familia. Ésta resulta, asimismo, afectada por la conducta del alcohólico. Incapaces de contrarrestar esto sin ayuda, los miembros de la familia se ven atrapados en las consecuencias de la enfermedad y también ellos se enferman emocionalmente. El interés popular se ha centrado en el alcoholismo, el abuso del alcohol y los alcohólicos. Menos atención se ha prestado a la familia y, más específicamente, a los niños que viven en hogares de alcohólicos.
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No cabe duda de que hay muchos niños afectados por vivir en hogares de alcohólicos. Ha sido difícil Identificar a estos niños por diversas razones, entre ellas la vergüenza, la ignorancia de que el alcoholismo es una enfermedad, la negación y la tendencia a proteger a los niños de las realidades desagradables. Aunque el sufrimiento se manifiesta de diferentes maneras en la conducta, los hijos de alcohólicos parecen tener en común una baja autoestima. No es de sorprender, ya que el material publicado indica que las condiciones que llevan a un individuo a valorarse a sí mismo y a considerarse una persona de valía pueden resumirse brevemente con los términos "calidez paternal", "límites claramente definidos" y "tratamiento respetuoso".1 Hay muchos materiales publicados en los cuales se argumenta que estas condiciones no se dan en un hogar de alcohólicos o, si se presentan, es de manera irregular.2 La conducta del padre alcohólico se ve afectada por las sustancias químicas en su interior, y la conducta del padre no alcohólico se ve afectada en reacción al alcohólico. Queda poca energía emocional para satisfacer sistemáticamente todas las necesidades de los niños que se convierten en víctimas de la enfermedad familiar. Quiéranlo o no, los padres funcionan como modelos. De acuerdo con Margaret Cork, el niño adquiere un sentido de seguridad y autoestima, y la capacidad de manejar los complejos problemas Internos que enfrenta, en el proceso de dar y recibir que se presenta en las relaciones con sus padres y otras personas.3
1 Coopersmith, S, "Self‐Concept Research Implications for Education", ponencia presentada en la Asociación Estadounidense para la Investigación Educativa, Los Ángeles, California, 6 de febrero de 1969. 2 Bailey, M.B., Alcoholism and Family Casework, Nueva York: National Council on Alcoholism, New York City Affiliate Inc., 1968. Hecht, M "Children of Alcoholics Are Children at Risk", American Journal of Nursing, vol. 10, núm. 73, octubre de 1973, pp. 1764‐1767. 3 Cork, Margaret, The Forgotten Children, Toronto, Alcohol and Drug Addiction Research Foundation, 1969, p. 36.
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El estudio de Coopersmith con muchachos adolescentes Indica que los niños obtienen confianza en sí mismos, arrojo y capacidad de enfrentarse a la adversidad si son tratados con respeto, se les proporcionan criterios de valor bien definidos, se les exige ser autosuficientes y se les orienta en la solución de problemas. El desarrollo de la confianza en sí mismo se lamenta cuando hay un entorno exigente bien estructurado, más que por una permisividad ilimitada y libertad para explorar sin un objetivo en mente. Las Investigaciones de Stanley Coopersmith y Morris Rosenberg los han llevado a creer que los alumnos con una alta autoestima se perciben como exitosos. Carecen relativamente de ansiedad y de síntomas psicosomáticos, y pueden evaluar realistamente sus aptitudes. Confían en que sus esfuerzos serán exitosos, si bien son plenamente conscientes de sus limitaciones. Las personas con una alta autoestima son extrovertidas y socialmente exitosas y espetan ser bien recibidas, Aceptan a los demás y éstos tienden a aceptarlos. Por otro lado, de acuerdo con Coopersmith y Rosenberg, los alumnos con baja autoestima se desalientan fácilmente y a veces se deprimen. Se sienten aislados, piensan que nadie los quiere y se creen antipáticos. Parecen incapaces de expresarse a sí mismos o de defender sus insuficiencias. Están tan absortos en la conciencia de sí mismos y en su ansiedad que su capacidad de realización puede ser fácilmente destruida.4 La investigación que realicé para Self‐Esteem in Children of Alcoholics5 mostró que los hijos de padres alcohólicos tienen una autoestima más baja que quienes no provienen de hogares donde se abusa del alcohol. Era de esperarse. Como la 4
Coopersmith, S, The Antecedents of Self‐Esteem, San Francisco, W.H. Freeman and Co., 1967; Rosenberg, Morris, Society and The Adolescent Self‐image, Princeton, Nueva Jersey: Princeton University Press, 1965. 5 Woititz, J, tesis doctoral, New Brunswick, Nueva Jersey, mayo de 1976.
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autoestima se basa sobre todo en la cantidad de trato que brinde respeto, aceptación e interés de las personas significativas para uno, es lógico suponer que la falta de una presencia sistemática de estas condiciones en un hogar de alcohólico influiría negativamente sobre la capacidad de sentirse bien consigo mismo. Resulta interesante que una variable como la edad del sujeto no tuviera significación como determinante de la autoestima.66 Sujetos de dieciocho y doce años se veían a sí mismos esencialmente de la misma manera. Pueden comportarse diferente, pero no tienen diferentes sentimientos hacia sí mismos. Esto destaca el hecho de que las percepciones de uno mismo no cambian con el transcurso del tiempo sin alguna forma de intervención. Cambiará la manera como se manifieste la actitud hacia uno mismo, pero no la percepción que cada quien tiene de sí mismo. Si, como las diversas investigaciones tienden a demostrar, esto es cierto, entonces los hijos adultos de alcohólicos son una población importante a la que hay que prestar atención. No hemos pasado por alto a esta población. Simplemente no hemos sabido clasificarla. Los hemos llamado "alcohólicos". Los hemos llamado "cónyuges de alcohólicos". No hemos reconocido en su justa medida cuán expuestos están. Es el momento de identificarlos mejor. Es el momento de llamarlos "hijos adultos de alcohólicos‐alcohólicos". Es importante reconocer este factor porque de eso dependen las líneas principales del tratamiento. El hijo adulto de un alcohólico ha sido afectado y ha reaccionado de maneras diferentes que quienes no son hijos adultos de alcohólicos. Este libro trazará un esbozo del hijo adulto del alcohólico; tratará sobre lo que eso significa y sus repercusiones. 6
También se demostró que variables como el género, la religión, la profesión y el lugar ocupado en el orden de edades de los hermanos no tienen significación estadística.
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Tratará asimismo la manera como se manifiesta una imagen deficiente de uno mismo y hará sugerencias muy específicas para cambiar, si es deseable que así ocurra. He estado trabajando con grupos de hijos adultos de alcohólicos. Estamos estudiando en profundidad sus pensamientos, actitudes, reacciones y sentimientos, así como la poderosa influencia del alcohol sobre sus vidas. La mitad de los miembros del grupo son alcohólicos en recuperación; la otra mitad no. La mitad son hombres y la otra mitad son mujeres. El miembro más joven tiene 23 años. Algunos están casados; algunos son solteros. Algunos tienen hijos; algunos no. Todos están comprometidos con su propio crecimiento. En casi todas las reuniones se repiten, de uno u otro modo, ciertas generalizaciones. Vale la pena examinar y discutir cuidadosamente estas percepciones. 1. Los hijos adultos de alcohólicos tienen que adivinar cuál es la conducta normal. 2. A los hijos adultos de alcohólicos les cuesta trabajo llevar un proyecto a término. 3. Los hijos adultos de alcohólicos mienten cuando sería igual de fácil decir la verdad. 4. Los hijos adultos de alcohólicos se juzgan sin piedad. 5. A los hijos adultos de alcohólicos les cuesta trabajo divertirse. 6. Los hijos adultos de alcohólicos se toman muy en serio a sí mismos. 7. A los hijos adultos de alcohólicos les cuesta trabajo mantener relaciones íntimas. 8. Los hijos adultos de alcohólicos reaccionan de modo exagerado a los cambios sobre los cuales no tienen dominio. Hijos Adultos de Padres Alcohólicos – Janet G. Woititz Pág. 21/177
9. Los hijos adultos de alcohólicos constantemente tratan de obtener aprobación y afirmación. 10. Los hijos adultos de alcohólicos generalmente se sienten diferentes de otras personas. 11. Los hijos adultos de alcohólicos son súper responsables o súper Irresponsables. 12. Los hijos adultos de alcohólicos son extremadamente leales, incluso ante pruebas de que tal lealtad no es merecida. 13. Los hijos adultos de alcohólicos son impulsivos. Tienden a enzarzarse en un curso de acción sin pensar seriamente en otras conductas o en las posibles consecuencias. Esta impulsividad los conduce a la confusión, a la aversión a sí mismos y a la pérdida del dominio sobre su entorno. En consecuencia destinan muchísimo tiempo a arreglar los estropicios. Este libro está escrito para los hijos adultos de alcohólicos y a ellos se dirige. También espero que los orientadores y otras personas Interesadas lo encuentren valioso. Puede ser útil de distintas maneras: 1) Para obtener mayor conocimiento y comprensión de lo que significa ser el hijo de un alcohólico, y de cómo este proceso evoluciona con el transcurso del tiempo; 2) Para usarse como una guía clínica o de autoayuda en el trabajo hacia el crecimiento Individual, y 3) Como base para grupos de discusión de hijos adultos de alcohólicos. De todo Estados Unidos me han llegado consultas sobre cómo emprender la organización de grupos de hijos adultos de alcohólicos, cómo hacer frente a sus necesidades especiales, sin renunciar a los principios de Alcohólicos Anónimos y de Al‐ Anón. El libro que tiene usted en sus manos ofrece una respuesta a dichas preguntas. Hijos Adultos de Padres Alcohólicos – Janet G. Woititz Pág. 22/177
1.‐ ¿QUÉ TE PASABA CUANDO ERAS NIÑO? ¿Cuándo un niño no es un niño o cuándo una niña no es una niña? Cuando vive con él alcoholismo. Dicho más correctamente, ¿cuándo un niño o una niña no es infantil? Por supuesto que tú parecías niño, o niña, y te vestías como tal. Otras personas te veían como niño, a menos que se acercaran lo suficiente a ese borde de tristeza en tus ojos o a ese semblante de preocupación. Te comportabas en gran parte como niño; pero realmente no te divertías, más bien sólo la ibas pasando. No tenías la misma espontaneidad que los otros muchachos; pero en realidad nadie se daba cuenta. Es decir, a menos que se acercaran mucho; incluso si lo hacían, probablemente no entendían lo que eso significaba. Hayan visto lo que hayan visto y hayan dicho lo que hayan dicho, el hecho es que en realidad tú no te sentías como niño. Ni siquiera tenías noción de cómo es eso de tener sentimientos de niño. Un niño es en buena medida como un cachorro... ofrece y recibe amor libremente, fácilmente; corretea un tanto pícaro, juguetón; procura recibir aprobación o un premio, pero con el menor trabajo posible. Sobre todo, es despreocupado. Si un niño es como un cachorro, tú no eras un niño. Otras personas podían describirte con una oración muy sencilla, quizás asociada con la función que desempeñabas en la familia. Los niños que viven en hogares de alcohólicos asumen roles semejantes a los asumidos en otras familias disfuncionales. Pero en esta clase de familia lo vemos muy claramente. Otras personas se percatan de ellos también, sólo que no los reconocen como tales.
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Por ejemplo: "Miren a Emilia, ¿no es extraordinaria? Es la niña más responsable que he visto. Yo quiero una como ella". Si tú eras Emilia, sonreías, te sentías bien y disfrutabas el elogio. Probablemente no te permitías pensar: "Me gustaría ser lo bastante buena para ellos". Y por supuesto que no te permitías pensar: "Me gustaría que mis padres pensaran que soy sensacional. Me gustaría ser lo bastante buena para ellos", ni: "Bueno, si yo no lo hiciera, ¿quién lo haría?" Para algún observador externo, eras simplemente una niñita extraordinaria. Y la verdad es que lo eras. Sólo que ellos no veían el cuadro completo. Podrías haber asumido otro rol en la familia. Podrías haber sido el chivo expiatorio, el que todo el tiempo se mete en problemas. Eras para la familia la manera de no ver lo que realmente estaba ocurriendo. La gente decía: "Pero miren a ese Tomás, siempre se mete en problemas. Todos los niños son iguales. Cuando tenía su edad, yo era igual que él". Si tú eras Tomás, ¿cómo te sentías? Podías no permitirte sentir. Simplemente mirabas a la persona y sabías que en realidad no era como tú cuando tenía tu edad. Si lo hubiera sido, no lo diría tan descaradamente. De todos modos, no te podías permitir decir, y probablemente ni siquiera te habrías permitido pensar: "¿Qué tengo que hacer para que me presten atención? ¿Por qué tiene que ser así?" Podrías haber sido más como Bárbara y volverte el payaso de la clase. "Vaya, de verdad que debería ser comediante cuando crezca. ¡Qué lista, qué divertida, qué ingeniosa!" Y si tú eras Bárbara, podías sonreír, pero en el fondo pensabas: "¿Saben ellos de verdad cómo me siento? La vida no es realmente tan divertida. Parece que los engañé. No puedo permitir que lo sepan".
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Y tenemos ahí a la pequeña Margarita, ¿o se llama Juana? Por alguna razón, nunca puedo aprenderme bien su nombre. Esa pequeña allá en el rincón. Esa niña retraída, la que nunca molesta a nadie. Y la niñita se pregunta: "¿Seré invisible?". Esa niña en realidad no quiere ser invisible pero se esconde en un caparazón, esperando ser advertida pero sin poder hacer nada al respecto. Parecías niño(a), te vestías como niño(a), hasta cierto punto te comportabas como niño(a), pero de ninguna manera te sentías como tal. Echemos un vistazo a cómo eran las cosas en casa.
LA VIDA EN EL HOGAR Los hijos de alcohólicos crecen en entornos similares. Los personajes podrán ser diferentes, pero lo que ocurre en cada hogar de alcohólico no es tan diferente. Los acontecimientos específicos podrán variar pero, por lo general, el ambiente de un hogar de alcohólico es como el ambiente de otro hogar de alcohólico. Siempre está presente un trasfondo de tensión y ansiedad. Lo que pasa con eso en cada caso particular puede variar, pero después predeciblemente vienen el dolor y el remordimiento resultantes. Las diferencias existen más en la manera como reaccionabas a tus experiencias que en las experiencias mismas. Absorbiste de manera distinta lo que ocurrió y, como resultado, te comportaste diferente. Pero la mayor parte de ustedes se sintieron de modo muy similar en lo interno. ¿Recuerdas cómo era la situación en casa? Puedes visualizarla, ¿pero recuerdas cómo era estar ahí? ¿Qué esperabas cuando entrabas por la puerta? Esperabas que Hijos Adultos de Padres Alcohólicos – Janet G. Woititz Pág. 25/177
todo estuviera bien, pero nunca tenías la certeza. La única certeza que tenías era que nunca sabías qué encontrarías o qué iba a ocurrir. Y por alguna razón, sin importar cuántas veces salieran mal las cosas, al entrar por la puerta nunca estabas preparado. Si el alcohólico era tu padre, a veces era amoroso y cálido. Era todo lo que querías que fuera un padre: generoso, comprometido, interesado en ti, prometía todas las cosas que un niño quiere. Y sabías que él también te quería. Sin embargo, otras veces él no era así: cuando estaba borracho. Cuando no llegaba a casa, te preocupabas y lo esperabas. Cuando estaba en casa, perdía el conocimiento, tenía grandes pleitos con tu madre, incluso la atacaba, lo cual era pavoroso. A veces te metías en medio del pleito, intentando mantener la paz. Como nunca sabías lo que iba a ocurrir, siempre te sentías algo desesperado. Y entonces el padre ebrio olvidaba todas esas promesas que había hecho el día anterior. Eso te hacía sentir raro, porque cuando hacía las promesas, tú sabías que lo decía en serio. Pensabas: “¿Por qué nunca ocurre? ¿Por qué nunca hace lo que dice que va a hacer? Eso no es justo". Y he ahí a tu madre. Es chistoso, pero aun con todos sus problemas, puede que hayas preferido a tu padre. Como era gruñona e irritable, actuaba como si estuviera cargando el mundo sobre sus hombros y todo el tiempo estaba cansada, sentías como si te estuvieras interponiendo en su camino. Aunque te dijera que no estabas interponiéndote en su camino, no podías evitar sentirlo así. Puede ser que haya ido a trabajar. Puede ser que tu padre no haya tenido un empleo. No podías evitar sentir que si tú no estuvieras en la jugada, estos problemas no se darían. Tu madre no pelearía con tu padre. No estaría tensa todo el tiempo, no gritaría, no tendría tan mal humor. La vida podría ser mucho más fácil si tú Hijos Adultos de Padres Alcohólicos – Janet G. Woititz Pág. 26/177
sencillamente no estuvieras allí. Te sentías muy culpable. Por alguna razón, tu existencia ocasionaba esto: si fueras un mejor niño, habría menos problemas. Todo era tu culpa, pero no parecía haber nada que pudieras hacer para que la vida fuera mejor. Si la alcohólica era tu madre, es posible que tu padre ya se hubiera ido de casa o que se quedara hasta muy tarde en la oficina. No quería estar cerca. O quizá venía a casa a la hora de la comida para hacer el trabajo de tu madre. Cosía los botones de tu ropa y preparaba tu almuerzo. Eso puede haber ocurrido durante un tiempo. Pero te producía una sensación extraña, porque sabías que ese no era su trabajo y que lo hacía para compensar el hecho de que tu madre estuviera borracha. Al final, probablemente tú te hacías cargo de las tareas que por lo regular realizan las madres. Muy pronto aprendiste a cocinar, limpiar, ir de compras. Además de asumir el cuidado de tus hermanos y hermanas más pequeños, puede ser que, en términos prácticos, te hayas convertido en madre de tu madre. Puede ser que la hayas ayudado a comer y a asearse, incluso la llevabas a la cama para que los niños más chicos no la vieran fuera de sí. Tú cuidabas a toda la familia. En sus momentos de sobriedad, tu madre trataba de compensar por lo que no hacía, y a ti te abrumaba el sentimiento de culpa. Puede haber habido largos periodos en los que ella retrasaba el momento de comenzar a beber para intentar mantener la casa en orden. Qué doloroso era para ti darte cuenta de su lucha. Qué agradecido, pero también qué culpable te sentías, al tiempo que te confundías más y más. ¿Cuál era exactamente tu función? La vida era todavía menos predecible si tus dos padres eran alcohólicos, sólo que se turnaban para ponerse peor. Estar en casa era como estar en el infierno. El ambiente era tan denso que podrías haberlo cortado con un cuchillo. Esa sensación de Hijos Adultos de Padres Alcohólicos – Janet G. Woititz Pág. 27/177
nerviosismo, de irritación, estaba en el aire. Nadie tenía que decir nada, pues todo mundo podía sentirla. Era algo extremadamente tenso y desagradable. Sin embargo, no había manera de alejarse, ningún lugar donde esconderse, y pensabas: "¿Se acabará algún día?" Probablemente tenías fantasías de irte de casa, de huir, de que lo peor ya hubiera pasado, de que tu padre alcohólico dejara la bebida y de que la vida fuera buena y hermosa. Comenzaste a vivir en un mundo de cuento de hadas, de fantasía y sueños. Vivías mucho de ilusiones, porque no querías creer lo que estaba ocurriendo. Sabías que no podías hablar de ello con tus amigos o con los adultos ajenos a la familia. Como creías que debías ocultar estos sentimientos, aprendiste a ocultar casi todos los otros que tenías. No podías permitir que el resto del mundo supiera qué estaba ocurriendo en tu casa. De todos modos, ¿quién iba a creerte? Veías a tu madre encubrir a tu padre. La oías inventar excusas de que estaba muy enfermo para ir a trabajar. Incluso si tú le decías algo acerca de tu padre, hacía como que no era cierto. Decía: "Oh, tonterías; no te preocupes por eso. Acábate el cereal". Pronto aprendiste a no hablar del problema de tu padre con la bebida, y mientras tanto tu estómago se revolvía, te sentías tenso por dentro, llorabas hasta bien entrada la noche... si es que aún podías llorar. Sabías que nunca se cumplirían tus fantasías de irte de casa o de vivir con una familia que fuera como las de la televisión. Te costaba mucho trabajo salir de casa, aunque fuera por un fin de semana. SI no dormías en casa, te preocupabas por lo que estuviera sucediendo allá: "Si estoy fuera de casa, soy como una rata que abandona un barco que se está hundiendo. ¿Cómo van a arreglárselas sin mí? Me necesitan". En un sentido muy real, ellos sí te necesitaban. Sin ti, los miembros de la familia tendrían que relacionarse entre sí. No había escapatoria. Hijos Adultos de Padres Alcohólicos – Janet G. Woititz Pág. 28/177
Estabas atrapado. Estabas atrapado física y emocionalmente. Gloria expresa estos sentimientos en el sueño que narra a continuación: La siguiente descripción es de un sueño que tuve cuando tenía como ocho años. Eso fue hace casi 15 años; a la fecha sigue siendo el sueño más vivido y aterrador que puedo recordar. Tuvo lugar durante un periodo de mi vida en que el problema de mi madre con la bebida comenzó a ponerse "serlo". El sueño era en blanco y negro. Una neblina transparente, brumosa, rodeaba todo. Me parecía extraño porque yo no sólo estaba en el sueño, sino también observando lo que ocurría. Me podía ver como uno podría verse en la televisión o en una película. Mi madre y yo estábamos en un lugar muy oscuro y lúgubre; parecía un calabozo. Las dos estábamos detrás de unos barrotes en lo que parecía ser una jaula o una cárcel. El lugar no tenía paredes, piso ni techo; sólo la jaula, mi madre y yo, y el vacío negro. Recuerdo que caminaba de un lado a otro; estaba inquieta, pero no asustada. Entonces, de la nada apareció una guardia, una mujer de uniforme. Se acercó a la jaula, quitó la llave a la puerta y liberó a mi madre. La tomó del brazo y se la llevó. A mí me dejaron atrás. Entonces esperé, pacientemente, segura de que a su debido tiempo la guardia regresaría y me liberaría a mí también. Esperé y esperé durante lo que pareció una eternidad. Finalmente, algo surgió entre la oscuridad. Pensaba que era la guardia que venía por mí, pero no. Era una cosa extraña, inhumana, que pasaba muy lentamente junto a la jaula y luego desaparecía de mi vista. Se desvaneció en el vacío y yo me quedé sola. Se me ocurrió pensar que nadie me iba a liberar. Estaba sola. El pánico se apoderaba de mí.
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Desperté aterrorizada. No estaba en mis cabales. Me recuerdo sentada en la cama y gritando. Por lo menos pensaba que estaba gritando. Obligué a mis pulmones a sacar el aire, pero de mi garganta no salió ningún sonido, Así que inhalé una vez más, profundamente, y aun así no produje ningún sonido. Había perdido la voz. Estaba tratando de llamar a mi madre. Estaba desesperada por tenerla junto a mí, pero no había manera de que me oyera. Así que me deslicé de nuevo bajo las cobijas y recé para que mi voz volviera por la mañana. Luego me quedé dormida. Gloria se sentía atrapada. Estaba atrapada y sola con su dolor. No se lo dijo a nadie, y todos los días volvía a casa directo de la escuela y cuidaba a su madre. Por doloroso que fuera, era más fácil que estar en la escuela preocupándose. Nadie se daba cuenta. Nadie veía. Gloria era una niñita buena que hacía lo que le decían y no molestaba a nadie.
LA ESCUELA. Tu vida en el hogar no sólo era desdichada, sino que también influía en tu vida escolar. ¿Cómo te iba en la escuela? Si eras como Emilia, la que siempre alcanza sus objetivos, la responsable, te iba muy bien. Allí estabas, haciendo todo lo que te pedían. Obtenías calificaciones altas y muchos elogios. Incluso puedes haber sido la niña que borraba el pizarrón. La escuela era una evasión momentánea de la casa y de tus verdaderos sentimientos. Nadie pensaba que fueras una niña con problemas muy graves. Las maestras pueden haberles dicho a tus padres: "Yo quisiera una como ella". Si pertenecías a las otras categorías, tu desempeño era desigual. Dependiendo de lo inteligente que fueras y de lo astutamente que hubieras aprendido a manipular, Hijos Adultos de Padres Alcohólicos – Janet G. Woititz Pág. 30/177
podías determinar hasta cierto punto lo bien que te iba en la escuela. Probablemente un semestre te fuera bien en un curso y mal en otro, hasta que finalmente terminabas por rendirte. O dejabas que tu situación empeorara paulatinamente. O, como Luis, tratabas de evadirte a como diera lugar. Desafortunadamente, adquiriste muchas características de tu padre alcohólico. La gente se comporta como ha aprendido a comportarse, le guste o no, lo quiera o no. Los alcohólicos no quieren asumir la responsabilidad de su conducta. ¿Así eras tú? Definitivamente así era Luis. Luis tiene 17 años, estudia tercero de preparatoria y vive con un padre alcohólico en recuperación quien, durante los años en que bebía (la mayor parte de la vida de Luis), discutía mucho y a menudo era violento. Invariablemente se salía con la suya, porque las otras personas le tenían miedo. Luis vino a verme porque corría el riesgo de reprobar su clase de anatomía. Si reprobaba no podría graduarse. La razón que daba el maestro de anatomía para su inminente calificación reprobatoria era que nunca había asistido a la clase. La primera respuesta de Luis a esa situación fue idéntica a lo que había oído decir a su padre alcohólico cuando bebía mucho. "No puede hacerme eso. No tiene ningún derecho. ¿Quién se cree que es? Lo denunciaré ante la junta directiva. Me encargaré de que despidan al muy cabrón." Y así por el estilo. No dije nada. Entonces lo intentó con la táctica que su padre empleaba cuando ya no bebía aunque seguía confundido y enfermo. "Ya sé lo que voy a hacer: voy a ir a su casa; voy a arrojarme a sus pies, a rogarle, a suplicar; voy a besar su anillo." Hijos Adultos de Padres Alcohólicos – Janet G. Woititz Pág. 31/177
Sin obtener respuesta de mí, avanzó a una tercera fase, que demostraba que había hecho un trabajo largo y arduo consigo mismo. "Supongo que lo que tendré que hacer es concertar una cita con él, sentarme y ver si hay algo que pueda hacer para preparar el trabajo final." Había aprendido a asumir la responsabilidad de su conducta. Era una lección difícil porque no provenía automáticamente de su propia experiencia. La responsabilidad era algo que tenía que aprender. Si hubiera permanecido en su actitud agresiva, habría reprobado sin entender por qué. Podría haberse considerado la víctima y culpado a los demás. El niño que continúa con esta conducta se vuelve cada vez más antisocial y es probable que termine en un centro penitenciario. Los que lo rodean juzgan severamente su conducta, y él no comprenderá porque nunca aprendió que había otras opciones. Si hubiera quedado atrapado en la segunda etapa, quizá lo habría conseguido. Generalmente el embaucador experto se sale un rato con la suya. También esto lo aprendió en su casa. La conducta altamente manipuladora del alcohólico le permite cosechar recompensas durante un tiempo, pues consigue los objetivos que considera deseables. Pero la manipulación no funciona para siempre; los demás ya no dejan que les tomen el pelo y el alcohólico queda atrapado. Esto le pasa también al hijo del alcohólico. Se sale con la suya..., pero sólo durante poco tiempo. Como tiene una noción desvirtuada de su poder, no sabe bien qué lo hace caer en la red cuando finalmente queda atrapado. La tercera opción es la deseable, pues le proporcionó a Luis la mejor oportunidad de resolver su problema de una manera satisfactoria y le permitió estar orgulloso de sí, sin importar los resultados. Si el maestro pudiera negociar con él un compromiso, se Hijos Adultos de Padres Alcohólicos – Janet G. Woititz Pág. 32/177
graduaría junto con sus compañeros de generación. Si no, habría hecho lo posible para mejorar la situación. Tal vez comenzar a respetarse a sí mismo. Este caso particular tiene final feliz. El maestro y Luis idearon un programa mediante el cual Luis pudiera preparar el trabajo y pudo graduarse junto con sus compañeros de generación. Otro problema en la escuela era tu incapacidad para concentrarte. Muy a menudo, tu pensamiento se dirigía a las fantasías que elaborabas para hacer tolerable la vida, o bien a preocuparte. ¿Qué va a pasar conmigo? ¿Saldrá bien todo? ¿Qué pasará cuando llegue a casa? Puede ser que te hayas metido en problemas por estar mirando por la ventana. La maestra decía: "Susi sueña despierta todo el tiempo. Me gustaría que pusiera más atención". Bueno, si tú eras Susi, probablemente querías poner más atención, pero, ¿cómo podrías hacerlo? Sobre todo si habías estado despierta toda la noche oyendo a tus padres discutir a gritos. ¿Cómo ibas a concentrarte en la escuela si no habías podido dormir bien?, y de todos modos, ¿qué más daba? Las cosas Iban muy mal. ¿A quién le Importaba realmente? ¿A quién le importaba un comino si te iba bien o mal en la escuela? Si te iba bien, no llegaba a ser realmente notable. Si te iba mal, te gritaban. Pero pasaba, y en realidad nadie se daba cuenta. SI necesitabas ayuda, se te ocurría algo mejor que pedir ayuda. Podías obtener promesas, pero nadie tenía tiempo de ayudarte. Así que te autocompadecías. Y si por casualidad había alguien que te demostraba comprensión, un maestro que decía: "¿Te pasa algo, Juan? Pareces preocupado", automáticamente contestabas: "No, todo está bien", y te ibas, desesperado por aterrarte a él, desesperado por decir: "Oh, Dios mío, en casa todo es terrible... no sé bien qué pasa, pero sé que algo anda Hijos Adultos de Padres Alcohólicos – Janet G. Woititz Pág. 33/177
mal. Ayúdame, por favor". Pero sabías que fuera de casa no se hablaba sobre lo que ocurría adentro de ella. Al mismo tiempo, deseabas que el maestro no te hubiera dejado ir. Querías que alguien comprendiera sin necesidad de que tú le dijeras, pero la verdad es (jue no creías que nadie pudiera. Habías aprendido a ocultar tus sentimientos, quizás ni siquiera te permitías reconocerlos. Así que la escuela, que podría haber sido un refugio, se convirtió en una especie de infierno. Al cabo de un tiempo, puedes haberte portado mal o haber dejado de asistir. Tal vez, sólo tal vez, alguien te prestaría atención. Si te metías en problemas, acaso te presionarían para que dijeras la verdad. Si te apartabas, sabías que te dejarían solo, porque eras tranquilo y no le dabas problemas a nadie. Y cuanto más te comportabas así, más solo te sentías y más difícil era realizar cualquier otra actividad. Volverse el payaso de la clase, una diversión que los alumnos, mas no el maestro, celebraban, funcionó un rato. De esa manera obtuviste algo de atención; no la clase de atención que tú querías, pero al menos no pasabas inadvertido. Pero si dejabas de asistir a la escuela, si te metías en suficientes problemas, con seguridad alguien pondría atención. Pedías ayuda a gritos de la única manera que conocías. Y luego te castigarían, pero por lo menos se habrían dado cuenta. De manera que así era la escuela: un castigo adicional, simplemente un lugar en el que tenías que estar. SI corrías con suerte, te proporcionaba un poco de alivio. Pero sobre todo era algo por lo que tenías que pasar.
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LOS AMIGOS ¿Y qué me dices de tus amigos, de otros muchachos de tu edad? Puedes haber jugado con ellos, pero por alguna razón no te sentías uno de ellos. Por absorto que parecieras estar en el juego, siempre te sentías un poco diferente. No te aceptaban completamente, así que siempre te sentiste un intruso. Era difícil hacer amigos por varias razones. Una, porque era difícil creer que de verdad le cayeras bien a la gente, Al fin y al cabo, toda tu vida te habían dicho que eras un niño horrible. Y si no te lo habían dicho con palabras, sabías que era cierto, porque si no fuera así tu padre no necesitaría beber. Incluso si los sentimientos de alguien hacia ti eran genuinos, te daba miedo pensar que si te llegaba a conocer un poco mejor y lo descubría ya no sería tu amigo. Probablemente llegaste a conocer a algunos muchachos, pero también eso te ocasionaba problemas. ¿Cuántas veces podías ir a casa de tu amigo sin invitarlo a la tuya? Siempre estabas a la espera de ese temido día en que tu amigo dijera: "Vamos a jugar a tu casa hoy por la tarde". No podías ir a casa de tu amigo tan a menudo sin tener que enfrentar lo inevitable. Tal vez no valía la pena tener un amigo. Entonces puedes haberte retraído, o puedes haberte comportado de tal modo que los muchachos se alejaban de ti. Así no tenías que enfrentarlos en absoluto. Pero si corrías el riesgo y hacías un amigo, sabías que llegaría el día en que lo descubriría. Cuando una muchacha de 16 años se encontró con el hermano mayor de una amiga de la infancia, le vinieron muchos recuerdos. Y escribió para él este poema:
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“PARA...” Te recuerdo de hace mucho tiempo, cuando yo vivía en un infierno hecho a la medida de los niños. Las paredes de tu casa eran mi única salvación. Sé, sin embargo, que nunca te diste cuenta, porque en realidad nunca te conocí. Por eso siempre te he conocido, aunque tú nunca me conociste. Yo era una niña solitaria, horrorizada, sin ningún lugar adonde ir y nadie a quien recurrir... Tantos años después. Tú no recuerdas haberme conocido, pero yo sí me acuerdo de ti. Necesitaba estar donde tú estuvieras, en un sitio tan distinto del mío. Esa casa significaba mucho para esta pequeña. Sin embargo, llegó el día temido: tuvo que invitar a su amiga a su casa. Cuando la llevó, su padre había perdido el conocimiento y estaba tirado en el piso de la sala. Su madre rápidamente inventó una mentira para guardar las apariencias y dijo: "Oh, duerme en el piso porque tiene un problema en la espalda y el doctor le dijo que eso le ayudaría". La pequeña pareció aceptarlo, pero nunca volvió. El riesgo era real. ¡Qué difícil era hacer amigos!
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Y conforme ibas creciendo se volvía cada vez más difícil, porque llegaste a un punto en el que sencillamente no sabías cómo hacer amigos. "¿De qué les hablo? ¿Por qué habrían de estar interesados en mí? ¿Por qué habría de caerles bien? No soy una buena persona. ¿Por qué me habrían de querer como amiga?" Con todas esas preguntas dando vueltas en tu cabeza, ¿cómo podrías sentirte espontánea o libre? ¿Cómo podrías llevarte bien con otros muchachos? Aunque hubieras querido quedarte después de clases a jugar con los otros muchachos, tal vez habría sido imposible. Acaso tuvieras que salir corriendo a casa a ocuparte de cosas como cuidar a tus hermanos y hermanas menores. Puedes haber estado preocupado de que tu madre estuviera borracha y tú tuvieras que cuidarla. Puedes haber estado preocupado todo el día y quizá tenías que ir corriendo directo a casa para ver qué había pasado. En esta extraña vida, no querías más que escapar, y sin embargo tenías que regresar lo más pronto posible. Pero esa no era tu vida, tu realidad. Viéndola ahora en retrospectiva, no tiene mucho sentido, pero era lo que entonces conocías. Una niña se va de campamento. Fue a un campamento planeado para hijos de padres alcohólicos. Cuando la niña regresa a casa, se sienta y se pone a escribir cómo se sentía por dentro. Porque, aunque sabía cómo comportarse, traía consigo toda la confusión y toda la inquietud de ser una niña que vive con el alcoholismo. Nadie lo vio, pero a mí me hizo partícipe de ello en el siguiente poema:
“CAMPAMENTO” No quiero estar aquí. Hijos Adultos de Padres Alcohólicos – Janet G. Woititz Pág. 37/177
Quiero irme a casa. No me voy a divertir. Aquí no tengo ningún amigo y a nadie le caigo bien. ¡Oye, me acabo de divertir! Y reí y sonreí, y me siento muy feliz. Quizá después de todo no va a estar tan mal. Luego, otra vez, quiero irme a casa. iOtra vez quiero pasear en lancha! ¿A qué hora vamos a comer? ¿Podemos dar una caminata? ¡Quiero pescar un poco más! ¡Una fogata! ¡No comprendo estas "reuniones"! ¡Todo mundo dice cosas horribles y yo sé exactamente cómo se sienten! ¿Comprenden ellos cómo me siento yo? ¡Oigan, tengamos otra reunión! No, y me mandan a dormir. Mis orientadores me caen realmente bien. Hijos Adultos de Padres Alcohólicos – Janet G. Woititz Pág. 38/177
Todos son muy agradables. Hacemos todo lo que queremos ¡y eso está bien! ¿Qué? ¿Mañana volvemos a casa? Pero acabamos de llegar, ¿no es así? ¡Vete! ¡Me pones de malas! Estás fea y tu mamá te viste muy chistoso. ¡Te odio! ¡Guau, de verdad es momento de irse a casa! No sé cómo me hace sentir esto. Espero poder volver el próximo año. No quiero irme a casa, ¡Quiero estar aquí! Bueno, supongo que a fin de cuentas venir aquí no importa, porque de todos modos tienes que regresar a casa exactamente a lo que dejaste allá. ¿Y qué me dices de tu noción de ti mismo? ¿Tenías una autoestima alta? ¿Te sabías valorar? ¿Te considerabas valioso? ¿En algún momento pensabas en ti mismo? Para medir tu autoestima necesitas una noción de ti. ¿La tenías? No estoy tan segura. Un niño determina quién es por la información que recibe de la gente importante a su alrededor. Conforme va creciendo, toma él solo esas decisiones; al Hijos Adultos de Padres Alcohólicos – Janet G. Woititz Pág. 39/177
menos, idealmente, debería hacerlo. Pero en un principio descubre quién es por lo que otras personas le dicen, e internaliza esos mensajes. Sin embargo, tú recibías muchos mensajes dobles, que parecían contradecirse. No sabías cuál era la parte verdadera, así que a veces escogías una parte y a veces escogías la otra. Nunca estabas del todo seguro. Paradójicamente, es probable que estos mensajes contradictorios fueran ambos verdaderos. En consecuencia, la noción que tenías de tu persona sufrió cierta alteración. Los mensajes no estaban claros. No tenían mucho sentido. Así que era muy difícil determinar quién eras tú y si acaso valorabas a esa persona. Por ejemplo, escuchabas: "Te quiero, vete de aquí". ¿Qué significaba eso? Tu madre te decía: ”Te quiero". Escuchabas esas palabras, y las sentías. Pero sabías que te interponías en su camino, que ella no tenía tiempo para ti, que la atosigabas y no le importabas. "Te quiero, vete de aquí." ¿Qué sentido tiene? ¿Cuál era la parte que creías? Si creías ambas, te confundías. Si creías en el "te quiero" y de todos modos tenías que irte, ¿qué implicaba eso? Si creías ambas partes, ¿qué quería decir eso durante tu crecimiento? La gente que te decía que te quería y sin embargo te apartaba podía ser sumamente deseable. ¿Y qué me dices acerca del conjunto de mensajes dobles? "No puedes hacer nada bien... ¡te necesito!" El perfeccionismo del alcohólico criticaba todo lo que hacías. Obtuviste la calificación "A", mas necesitabas la "A+". Pasará lo que pasara, no era lo bastante bueno; siempre había una manera de encontrar defectos. Por supuesto que no podías creer que fueras capaz de hacer algo bien, por más que lo intentaras. Sin embargo, la otra parte del mensaje, "Te necesito. No puedo funcionar sin ti", te llevaba a hacer quehaceres por toda la casa. Terminaste siendo, hasta cierto punto, Hijos Adultos de Padres Alcohólicos – Janet G. Woititz Pág. 40/177
el apoyo emocional. ¿Por qué te necesitaban si no podías hacer nada bien? No tenía mucho sentido, pero sabías que era verdad, porque ambos mensajes se captaban perfectamente. Después llegamos a la mayor paradoja. "Di siempre la verdad" y "No quiero saberlo". Te decían que siempre dijeras la verdad, porque era valioso ser sincero. Además, te decían que si algo pasaba y tú decías la verdad, te meterías en menos problemas. ¿Lo recuerdas? Con esa paradoja nunca podías estar seguro, como si a veces fuera verdadera y a veces no. "No quiero saberlo" complicaba mucho el asunto. ¿Para qué agobiarlos? ¿Para qué agobiar a un padre de por sí agobiado? Esta es una magnífica racionalización para alguien que no quiere asumir sus responsabilidades ¿Qué niño quiere reconocer sus culpas, sobre todo cuando tiene un padre que sirve de modelo a esa conducta? ¿Para qué darles más preocupaciones? Si bien encubiertamente, se fomenta esa actitud. Muy pronto aprendiste que "Di siempre la verdad" es algo que debe decírseles a los hijos. Pero, en realidad, la verdad tenía muy poco significado en tu casa. Oías a tus padres mentir todo el tiempo. Oías a tu padre no alcohólico encubrir a tu padre alcohólico, y al parecer eso estaba bien. Además tu padre alcohólico se la pasaba haciendo promesas que nunca llevaba a cabo. Pero no parecía estar mintiendo cuando hacía la promesa. En tu casa se alteró mucho lo que era real y lo que no. Tenías de dónde salir mentiroso. Y lo que ocurrió durante un tiempo es que comenzaste a mentir automáticamente. Y como no sentías estar mintiendo, porque todo mundo estaba mintiendo, no te sentías demasiado culpable. Hasta pudiste convencerte de que estabas protegiendo a tu familia. "Se sentirán mucho más tranquilos si piensan que se Hijos Adultos de Padres Alcohólicos – Janet G. Woititz Pág. 41/177
me hizo tarde por esperar que se fuera el amigo que me iba a dar un aventón", pensabas, en vez de decir: "Nos sorprendieron fumando mariguana en la calle y nos llevaron a la correccional de menores". "Siempre puedes contar conmigo" y "Te prometo que la próxima vez...", forman otro conjunto de mensajes dobles. Tu padre se la pasaba haciendo promesas como: "El sábado haremos esto. De alguna manera saldremos de esto. Todo estará bien. No te preocupes por eso. Te compraré el vestido. Llegaré a casa a cenar. Me preocupo por ti, me interesas, hablemos de ello un día". Y luego nada de esto ocurría. ¡Puras mentiras! En la otra parte del mensaje, "Te prometo que la próxima vez", "Bueno, esta vez no resultó, pero funcionará para la próxima", se puso de manifiesto el deseo de hacer méritos por sus buenos propósitos y no por su conducta. ¿Y cuál fue tu reacción? ¡No ahora, después! Y el "después" nunca llegó. Así que allí había un tercer mensaje. "Olvídalo." Aprendiste a no querer nada. Y luego llegamos a la paradoja de “Todo está bien, no te preocupes". La otra parte del mensaje que tu padre enviaba era: "¿Cómo puedo manejar todo esto?" Un sentido de desesperanza, pero diciéndote que no te preocuparas. "De acuerdo, de acuerdo, no me preocupo." Por alguna razón, así no funcionaba. Otro mensaje confuso es un enjuiciamiento sobre el alcohólico porque es alcohólico, y un rechazo de conductas inaceptables por la misma razón. "Juan es borracho", decían con desdén. Pero luego escuchabas: "Sí, rompió su vaso, pero no podía evitarlo, estaba borracho". No tenía sentido. No podía evitar estar borracho si era alcohólico, pero no estaba bien que rompiera el vaso. Se buscaba una explicación a la conducta del alcohólico en la enfermedad. A nadie se le podía permitir enojarse porque el alcohólico no lo hacía a propósito. Hijos Adultos de Padres Alcohólicos – Janet G. Woititz Pág. 42/177
Este criterio doble tenía que ser confuso. El mensaje verdadero era: "Si estoy borracho, puedo hacer lo que yo quiera". No nada más el alcohólico usaba el alcoholismo como evasión, sino que probablemente también tú aprendiste a usarlo como una evasión de tu propia conducta. Por ejemplo: "Dile a tu maestra que tienes problemas familiares y te perdonará la tarea que no hiciste. Siempre funciona". A Gina le recomendaron recurrir a mí por su propio problema con la bebida, pero no pasó mucho tiempo antes de que se cerciorara de que yo me enterara de lo horrible que era la vida por culpa del alcoholismo de su padre. —La ha agarrado conmigo. Siempre está encima de mí. —Dime, Gina, ¿de qué me estás hablando concretamente? —Si llego después de mi hora límite me da de gritos —a los 15 años, Gina no podía llegar después de la 1:30 de la madrugada—. Si no le doy los "buenos días", me hace la vida imposible. Mi respuesta fue: —Gina, yo no bebo grandes cantidades, pero en mi casa no podrías llegar después de las 11 de la noche y, si llegaras más tarde, haría algo mucho peor que gritarte. Y también tendrías que darme los "buenos días", aunque no quisieras. Es fácil darse cuenta de que estaba usando el alcoholismo como excusa para ponerse frenética. Luego, cuando las fuertes reacciones de su padre demostraron lo terrible que era en efecto, ella ya le había echado toda la culpa. Fui bastante dura con Gina; le dije exactamente lo que yo veía que estaba haciendo y lo que pensaba de ello. También advertí las verdaderas dificultades que había en su vida. Hijos Adultos de Padres Alcohólicos – Janet G. Woititz Pág. 43/177
Cuando volvió a la semana siguiente, le dije: —Fui muy dura contigo la semana pasada; me sorprende que hayas vuelto. —Cuando salí de aquí ese día me sentía muy mal, así que supe que algo debía de estar funcionando —respondió. Gina realmente no quería salirse con la suya en lo que respecta a su mala conducta, de manera que sintió alivio cuando finalmente alguien le llamó la atención. El temor de su madre a empeorar una situación si tomaba partido la había dejado muy confundida. Si el hijo del alcohólico, al igual que el alcohólico, ha de madurar alguna vez, debe haber un sentido de la responsabilidad. Parte de tener una firme noción de uno mismo consiste en ser responsable de las propias acciones. Independientemente de qué tanto indaguemos entre nuestros motivos o falta de ellos, somos lo que hacemos. Se nos reconoce el mérito por lo bueno y debemos rendir cuentas por lo malo. La clave es asumir la responsabilidad de todo nuestro comportamiento. Los mensajes dobles que recibiste en tu infancia ocasionaron que te perdieras de vista a ti mismo. ¿Dónde estás tú en el enredo? En todo caso, ¿quién se preocupa realmente por ti? Tus padres no parecen hacerlo. Aunque tú no parezcas confundido, la imagen que tienes de ti mismo lo está. En resumidas cuentas, sabes que tus padres te aman. No puedes demostrarlo, simplemente lo sabes. Este solo hecho es la razón de que puedas superar las dificultades de tu infancia. Es el componente crítico que ni siquiera el alcoholismo puede destruir. El amor pudo haber estado desvirtuado, pero era real... Tu realidad estaba tergiversada.
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En consecuencia, la noción que tienes de ti mismo está adulterada. A causa de esto, hay muchos aspectos de la vida, del crecimiento y de una vida plena que no has aprendido. Te perdiste las discusiones entre padre e hijo: "¿Cómo manejo esto?" y "¿Qué hago si dice esto?" "¿Qué hago con este problema?" "¿Cómo lo resuelvo?" Tus padres estaban tan absortos en la locura del alcoholismo que no tenían tiempo ni energía para discutir estos problemas contigo. Así que hay muchas cosas con las que no estás familiarizado, que simplemente desconoces. Además, hay mucho que ni siquiera sabes que no sabes, así que ni siquiera sabes qué preguntas plantear. Lo que sí sabes es que en realidad nunca sentiste que encajaras, y no entiendes por qué. Todos los demás sí encajan, y ni siquiera preguntas por qué. De una u otra manera, a lo largo de tu vida siempre llevas contigo tus sentimientos, pensamientos, experiencias y suposiciones de la infancia. El adulto que no trabaja por cambiar y evolucionar permanece atado a sus padres o a su cónyuge, en la oficina reacciona tal como lo hacía en la escuela, se siente aislado a pesar de que haya otras personas presentes y tiene miedo de dejar que los demás lo conozcan. Para este adulto también aumentan las probabilidades de que se vuelva alcohólico, se case con un alcohólico, o ambas posibilidades, con lo cual perpetúa un ciclo vicioso.
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2.‐ ¿QUÉ TE ESTÁ PASANDO AHORA? El niño se convierte en adulto. Todos sabemos lo que es un adulto, hasta que se nos pide definir la palabra. Cuando comenzamos a buscar las respuestas, dudamos. No puedo definirte lo que es un adulto. Tienes que definirlo por ti mismo. Quizá sea la fase de tu vida en que tu responsabilidad comienza. Quizá entonces te conviertes en adulto: el momento en que estás a cargo de tu vida. Para los propósitos de este libro, estamos hablando de alguien que ha crecido, que ha alcanzado la mayoría de edad. Entonces puedes preguntarte, aunque seas una persona mayor, ¿Cuán adulto eres? ¿Qué función ha desempeñado tu historia en tu vida? ¿Qué elementos de tu historia has podido usar en tu beneficio? ¿Qué elementos de tu historia tienden a estorbarte? ¿Qué perspectivas tienes sobre ti mismo? ¿Cómo te ves realmente a ti mismo? Tienes muchas preguntas y muchas de ellas te conducen a nuevas Interrogantes. Dado que tus cimientos han sido ambiguos, siempre te has hecho muchos cuestionamientos. Puede ser que ni siquiera sepas cuáles eran todas esas preguntas, pero hay algo que te queda claro: no tenías muchas respuestas. Echemos un vistazo a quien eres hoy en día. Simplemente echa un vistazo. Mientras inspeccionas estas características, intenta no suponer que son una prueba más de cuán dañado estás. Si te conozco tanto como creo, eso es exactamente lo que harás. Dicha lista no es resultado de un estudio científico. Es una lista de enunciados que describe a los hijos adultos de alcohólicos según la opinión generalizada de ellos Hijos Adultos de Padres Alcohólicos – Janet G. Woititz Pág. 46/177
mismos. Estuvieron de acuerdo en que tales características son parte de quienes ellos son. Puede ser que no todas se apliquen a ti, o que se apliquen sólo hasta cierto punto. Esto no es un intento de etiquetarte, pero aun si la siguiente discusión no hace más que eso, al menos te permitirá comprender en alguna medida por qué reaccionas como lo haces, cuáles son algunas de las razones de conductas que no has podido comprender. Es una manera de mostrarte que algunas de las cosas que te han hecho dudar de tu salud emocional son remanentes de tu infancia. Pueden ser simplemente remanentes de haber sido hijo de un alcohólico. La forma puede haber cambiado, pero la sustancia sigue siendo la misma. En este contexto, puedes examinar estas características, comenzar a explorarlas, y hacer un intento de cambiar. Ahora echemos un vistazo a dichas características para ver qué son, qué significan y qué repercusiones tienen.
1. LOS
HIJOS ADULTOS DE ALCOHÓLICOS TIENEN QUE
ADIVINAR CUÁL ES LA CONDUCTA NORMAL. No se puede exagerar la importancia de este enunciado, pues es su característica más profunda. Los hijos adultos de alcohólicos simplemente no tienen experiencia con lo que es normal. Muchos de ellos se incorporan a Alcohólicos Anónimos o a Al‐Anón. A menudo me hace gracia lo que pasa cuando alcanzan el segundo peldaño: "Llegué a creer que un poder mayor que nosotros mismos podría devolvernos la cordura". Lo creen rotundamente. Sin duda, es cierto. En efecto, es significativo e importante y esencial para la recuperación. Sin embargo, no saben lo que es la cordura. Observan las Hijos Adultos de Padres Alcohólicos – Janet G. Woititz Pág. 47/177
cosas que parecen ser normales y tratan de imitarlas. No obstante, lo que están Imitando puede ser o no ser normal, así que se comportan como si fueran normales, sin tener un fundamento sólido para tomar esa decisión. Es muy parecido a la clase de sentimientos que tienen los homosexuales antes de revelar su homosexualidad. Tras haber pasado toda la vida disimulando para que no los descubrieran, sufren una gran confusión. Han pasado gran parte de su tiempo adivinando qué sentirían si fueran heterosexuales, para que los demás no tengan determinada información sobre ellos. La situación no es muy diferente con los hijos mayores de alcohólicos. A lo largo de su vida, para evitar que los otros descubran que no saben lo que están haciendo, tratan de adivinar qué es lo apropiado. Se preocupan y confunden con las cosas con las que ellos creen que otras personas no se preocupan y confunden. No tienen la libertad de preguntar, así que nunca saben con certeza. Sobre todo, no quieren parecer tontos. Cuando la gente como yo hace afirmaciones como: "Las únicas preguntas tontas son las que no se llegan a plantear", no dicen nada en voz alta, pero para sus adentros dicen: "¡Eso piensa ella! ¡Si supiera!..." Después de todo, cuando echas un vistazo a tu historia, ¿cómo podrías tener una idea de lo que es la normalidad? Tu vida hogareña oscilaba entre lo un poco loco y lo demasiado extravagante. Como esa era la única vida hogareña que conocías, lo que otros considerarían "un poco loco" o "demasiado extravagante" para ti era habitual. Si había allí un día que pudiera calificarse de "normal", sin duda no era representativo y por lo tanto no po‐ dría haber tenido mucho significado.
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Más allá de tu caótica vida cotidiana, parte de lo que hacías era vivir en la fantasía. Vivías en un mundo completamente tuyo que tú creaste, un mundo consistente en lo que la vida sería si... Lo que tu casa sería si... La manera como tus padres se relacionarían si... Las cosas que serían posibles para ti si... Y estructuraste toda una vida basada en algo que probablemente era imposible. Las fantasías poco realistas relativas a cómo sería la vida si tu padre dejara el alcohol probablemente te ayudaban a sobrevivir, pero aumentaban tu confusión. Veías las series de televisión The Brady Bunch o Father Knows Best y suponías que la gente realmente vivía así. ¿Tú qué sabías? Las otras casas a las que ibas eran diferentes de la tuya, y tus anfitriones probablemente se esmeraban para causarte una buena impresión. Aunque no lo hicieran, no podías tener una idea verdadera de cómo era en realidad la vida en la casa de alguien más, porque no vivías ahí. Los niños de los hogares más típicos saben que estos programas de televisión no muestran la vida como realmente es. Los ven como cuentos de hadas: o los disfrutan o bien se fastidian con la dulzura y la perfección, pues saben que a fin de cuentas nadie vive realmente así y nada sale siempre bien. Se hace patente que no tienes ningún marco de referencia para saber en qué consiste estar en un hogar normal. Tampoco tienes ningún marco de referencia para saber qué está bien decir y sentir. En una situación más típica, uno no tiene que andarse con extremo cuidado todo el tiempo. No tiene que poner en duda o reprimir sus sentimientos todo el tiempo. Como tú lo hacías, además resultabas confundido. Muchos elementos del pasado contribuían a que te vieras en la necesidad de adivinar qué es lo normal.
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Hace no mucho tiempo, me enviaron un muchacho de trece años para que le diera orientación sicológica. Sus padres eran alcohólicos en recuperación y los dos eran hijos de alcohólicos. Como el muchacho tenía dificultades en la escuela, el subdirector dijo que tenía graves problemas emocionales y que debía recibir orientación sicológica. Saber que los dos miembros de esta pareja eran hijos de alcohólicos me dio información muy importante: no sabían lo que significa tener trece años. Yo sabía que, como hijos de alcohólicos, no, habían sido unos típicos muchachos de trece años. Desde antes de ver a su hijo, les describí lo que significaba tener trece años y vivir en un hogar típico. Sintieron un enorme alivio, porque les había descrito a su hijo. No es tan fácil vivir con ningún muchacho de trece años. Después de ver al chico un par de veces, me sorprendí gratamente de no encontrar nada malo en él. Cierto, tenía dificultades en la escuela. Cierto, era muy competitivo. Cierto, tenía un conflicto de personalidad con el subdirector. Sin embargo, no había razón para que viera a un terapeuta. Este muchacho no padecía nada que tener más de trece años no pudiera curar. Los trastornos no son exclusivos del sistema de la familia alcohólica. También las familias consideradas "normales" tienen su cuota de altibajos. Los niños que viven en familias "normales" pueden tener problemas de comportamiento y trastornos emocionales, lo cual en parte se debe al proceso de crecimiento, y en parte puede ser signo de dificultades más graves. La clave es reconocer la diferencia, y en la familia con problemas de alcoholismo es más difícil saber pasar las cosas por el tamiz de la realidad. Si los padres no hubieran sido hijos de alcohólicos podrían haber reconocido la conducta adolescente típica. Sin duda tienen el mérito de haberse preocupado suficiente para descubrirlo. Sin embargo, resulta un poco triste que no pudieran Hijos Adultos de Padres Alcohólicos – Janet G. Woititz Pág. 50/177
reconocer qué buenos padres estaban siendo... cómo estaban educando a un niño muy normal y saludable que tenía todas las crisis habituales y normales del crecimiento. Debido a sus propias historias, simplemente no sabían lo que era normal. Este es un ejemplo de cómo el hecho de ser hijo de un alcohólico, y tener que adivinar qué es lo normal, puede influir sobre la paternidad. El siguiente ejemplo muestra cómo puede influir sobre una relación matrimonial. Cuando Beatriz y Jaime vinieron a verme, Jaime se había estado recuperando en Alcohólicos Anónimos durante 16 años y Beatriz había pasado el mismo tiempo en Al‐ Anón. Eran una pareja muy unida y habían trabajado arduamente y durante mucho tiempo sobre sí mismos en lo individual, sobre sus relaciones familiares y sobre su matrimonio. Beatriz, a la que estaban por practicar una histerectomía, consideraba que esto marcaba un hito en su vida. Había dedicado sus mejores años a cuidar de su marido, sus seis hijos y el hogar. Quería que la consintieran por completo durante una temporada. Quería que sus hijos la cuidaran y que su marido dejara el trabajo si tenía que hacerlo, no obstante que acababan de nombrarlo presidente de una compañía. Ella exigía que él cuidara a los niños y que la apoyara en lo físico y en lo emocional. Dejó claro que este tiempo era para ella y quería que a todo mundo le pareciera bien. Jaime le dio todo su apoyo y su aliento, pero ella no estaba completamente segura de que lo estuviera haciendo en serio. Cuando entraron en el consultorio estaban de malas. Yo sabía que Jaime, además de ser alcohólico, era hijo de padre alcohólico. Esto significaba que había crecido en un ambiente donde no estaba seguro de cómo
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sentirse. No estaba seguro de cuál era la respuesta correcta a la situación: estaba desconcertado. Me daba cuenta de que necesitábamos definir el problema. Así que miré a Jaime y le dije: —Yo en tu lugar, en este momento estaría sintiendo muchísimas cosas. Querría darle todo el apoyo a mi esposa, porque me preocuparía mucho por ella. También pensaría que está exagerando el asunto de su histerectomía, que en todo el mundo les hacen histerectomías a las mujeres y, aunque es una operación seria, muy rara vez llega a causar la muerte, y ella francamente está haciendo más escándalo del necesario. Muchas de las esposas de mis amigos se han sometido a esta operación, y no hicieron tanta alharaca como Beatriz. Yo en tu lugar, querría estar a su lado hasta donde fuera posible, pero me preocuparía mucho la idea de cancelar viajes de negocios e irme temprano de la oficina cuando necesito supervisar que las cosas se hagan; y con las dificultades que estoy teniendo en la oficina, consideraría una carga tener que preocuparme también por llevar la casa y cuidar a los niños, ¿sabes? Y sentiría que nadie me está tomando en cuenta. Y que esperan que me olvide de mí por completo, asuma todas estas responsabilidades y que además de todo me guste. Estaría un poco resentido, aunque en realidad no podría admitirlo porque es miserable sentir eso por la mujer que uno ama en un momento difícil de su vida, y justo cuando lo que se debe hacer es apoyarla. Lo que le había descrito eran reacciones típicas a esta situación. Aunque sus sentimientos eran típicos y predecibles, él no sabía que lo eran. Cuando era niño, sólo se le había permitido expresar los sentimientos que a su madre le parecían aceptables. Poco a poco, conforme pasó el tiempo, había aprendido a ocultar sus sentimientos, pues resultaba mucho más satisfactorio que arriesgarse a obtener la desaprobación de
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su madre, En esta circunstancia, como juzgaba inapropiados sus sentimientos y no quería arriesgarse a recibir la desaprobación de su esposa, los ocultaba. Se quedó mirándome con la boca abierta. Sin duda se sentía como si le hubiera quitado la ropa y estuviera sentado ahí desnudo. Entonces Beatriz dijo: —Desde luego que tienes todos esos sentimientos, Jaime. Desde luego que sí. Precisamente así me sentí la última vez que estuviste en el hospital y tuve que cuidarte. Se podía sentir el alivio en esa habitación. Él descubrió que los sentimientos que tenía no eran malos, que eran perfectamente correctos, naturales y normales. Antes no sabía que tener todos esos sentimientos no significaba que fuera un canalla y que no le importaba su esposa. Alguien tenía que decírselo. Cuando me hube enterado de que Jaime era hijo de un alcohólico, no fue difícil concentrarme precisamente en lo que estaba ocasionando los conflictos de esta pareja. Da la casualidad de que ella se recuperó muy rápidamente de la operación, que él pudo apoyarla y que el matrimonio va bien. Ella está más consciente del hecho de que él sencillamente desconoce algunas cosas y él comprende que sus reacciones no son tan extrañas, sobre todo las que aprendió a reprimir cuando era niño.
2. A
LOS HIJOS DE ALCOHÓLICOS LES CUESTA TRABAJO
LLEVAR UN PROYECTO A TÉRMINO. Una tarde, el tema de una reunión de hijos adultos de alcohólicos fue la postergación, la tendencia
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