Jaid Black - Viajes en el tiempo 02 Antes del fuego.pdf

El Club de las Excomulgadas

Agradecimientos Al Staff Excomulgado: Taeva por la Traducción; Puchunga y Taratup por la Corrección; Mokona por la Diagramación y

Club De Las Excomulgadas… A las Chicas del Club de Las Excomulgadas, que nos acompañaron en cada capítulo, y a Nuestras Lectoras que nos acompañaron y nos acompañan siempre. A Todas…. Gracias!!!

Jaid Black – Antes Del Fuego – Serie Viajes En El Tiempo II

Cassidy por la Lectura Final de este Libro para El

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El Club de las Excomulgadas

Argumento Los habitantes de la tierra siglo 25 se están muriendo. Un virus letal cerebral está tomando una cifra de muertos muy alta y le corresponde a un científico detenerlo. El problema para la Dra. Kane Edmonds es que la única forma de vida vegetal que cree que, es necesaria para una cura tiene mucho tiempo extinto, no reside en ningún otro lugar dentro del sistema solar excepto el pasado de la Tierra.

en el tiempo para encontrar la planta y salvar vidas. Todas las contingencias, es decir, a excepción de enamorarse. Cuando Kane se encuentra con George Wyndom, el conde oscuro y temible de Blackmore, se pregunta si alguna vez será capaz de dejarlo ir. Lo que Kane no entiende es que no tiene voz en el asunto, el apuesto conde está decidido a quedarse con ella. Este libro nos cuenta la historia del nieto de varias generaciones alejadas de Thomas y Maya MacGregor (Después de la Tormenta).

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Kane hace planes para cualquier contingencia, cuando se compromete a viajar

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 1 Sede de la NASA, en Houston Colonia del Planeta Tierra. 15 de abril 2429 DC —No puedo creer que este es el único modo. —Créelo. No tenemos otro remedio. — ¡Pero esto es una locura!

Kane Edmonds dejó caer su cuerpo cansado sobre la silla sensorial negra detrás de su escritorio y miro al Comandante Linder con una fija mirada helada. El asiento computarizado debe haber sentido el nivel de estrés de Kane por un análisis sináptico porque de forma automática se puso en el modo de relajación. Los masajeadores comenzaron a golpear su trasero, brotando de la silla como puños robóticos enojados. Ella dio un respingo. — ¿Qué es lo que te pasa? —Maldita sea esta silla rota—se quejó ella. —Golpea con demasiado vigor últimamente. El Comandante Linder suspiró. —Los recortes de presupuesto. Por el bien de Kane, el comandante abandonó la charla ociosa sobre la silla sensorial y volvió de nuevo al tema anterior de su conversación. Juntó los brazos sobre el pecho y asumió su pose de mayor autoridad. Era la misma postura que había usado durante más de treinta años para hacer que los líderes de la galaxia se acobardaran. Que consistía en arquear una ceja gris espesa, mientras que al mismo tiempo fruncía el ceño a su oponente. Por desgracia la postura nunca había tenido mucho efecto en Kane. Sintiendo como él la fulminó con su mirada más duro. —Escucha Kane, tú sabes que yo no te ordenaré encabezar este proyecto. Esta misión es tan secreta que ni siquiera el jefe supremo de la Vía Láctea sabe sobre él. —Me alegro de que no está planeando ordenarme Linder porque...

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— ¡Es mejor que la muerte para nuestro pueblo!

El comandante levantó una mano para silenciarla. 4

El Club de las Excomulgadas —Dije que no te ordenaré hacerlo. Yo no he dicho, sin embargo, que no te suplicaré que lo dirijas. Kane frunció el ceño a sabiendas de que tendría un momento difícil negándose a su jefe cuando él se lo “pedía” de esa manera. Linder no era un hombre que pedía a cualquiera por cualquier cosa. La silla sensorial empezó a golpear más duro en la parte posterior de Kane, haciéndola maldecir. Ella suspiró. —Comandante, estoy honrada de que usted crea en mí para dirigir este proyecto para usted, pero yo soy una botánica no, a... a... —Hizo una pausa incapaz de pensar una manera de plantear sus pensamientos.

Ella asintió con la cabeza enfáticamente. — ¡Sí! Gracias. No soy una mercenaria viajando por el tiempo! Kane sentada aún en su asiento haciendo caso omiso de los puños golpeándola duro que sin duda dejarían moretones, si no se paraban pronto. Cerró los ojos y se frotó las sienes, tratando desesperadamente de reducir la actividad eléctrica en su sistema nervioso. Pero, ¿cómo podía después de la bomba que fue lanzada a su regazo por el Comandante Linder? ¡Viaja en el tiempo! ¿Se había vuelto loco? ¡Ella era una Botánica por el bien de Saturno! Kane se aclaró la garganta y sonrió sutilmente para señalar que ella estaba tratando de ser comprensiva. —Comandante—comenzó con su tono más razonable:—Yo soy una Botánica ¿Sabe lo que eso significa? Ignorando el ceño fruncido de él a su comentario condescendiente siguió adelante. —Eso significa que explorar y recoger la vida vegetal de varios planetas para que podamos usar los resultados para crear drogas sintéticas para vencer enfermedades humanoide. Como ya he dicho, recojo las plantas de otros planetas, no de otros tiempos. El Comandante Linder al darse cuenta de que su actitud era severa y que tenía menos de su efecto habitual en un científico sacó un arma grande y frunció más sus dos cejas. Lanzó un gruñido teatral para añadir. —Es precisamente por eso que quiero que tu dirijas este proyecto Kane. Eres la mejor en botánica en los ocho sistemas solares descubiertos y tú lo sabes. Las especies de plantas que estamos tratando de localizar se extinguieron hace cientos

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— ¿Un viaje en el tiempo como mercenaria?

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El Club de las Excomulgadas de años. La única galaxia de la que de la que aún conocemos donde esta planta era utilizada para crecer era la nuestra, aquí en el pasado de la tierra. —No sé nada de viajes en el tiempo, Linder. ¡Caray, yo ni siquiera sabía que la NASA descubrió cómo hacer eso! El Comandante Linder se removió en su asiento, los sensores de masaje en su propia silla ya pateando sin descanso. Kane arqueó una ceja dorada. —Estás inquieto, Linder. ¿Por qué estás inquieto?

—Ya veo. Entonces explica por qué las gotas de sudor están saliendo en toda tu frente. —Bueno, no es nada grande. Es sólo que... que... Kane hizo un movimiento lento y sinuoso, con la cabeza, deseando que físicamente pudiera sacar las palabras de la boca de Linder. — ¿Es solo qué? —Es sólo que el programa de viaje en el tiempo es bastante experimental. No sabemos si funcionará. Los sensores en la silla de Kane comenzaron a pulsar rayos de luz con cada golpe de sus puños enojados. Más arriba y ella estaría obligada a soportar una inyección de modificación de estrés en la oficina de la contracción de la NASA. — ¿Experimental? ¿Linder en qué estabas pensando? El Comandante Linder respiró hondo mientras comenzó a limpiar su frente con un pañuelo estéril. Volvió a colocar el pañuelo de seda en el bolsillo de su traje sistema de estrellas de Vegas importado y se volvió a Kane. Era el momento de la verdad. Toda. —Es Egis—admitió en un suspiró—mi nieto. — ¿Egis? ¿Qué pasa con él? El comandante se levantó de su asiento y caminó estoicamente hacia el panel de la ventana. Incluso a la medianoche, la colonia de Houston era llena de vitalidad fuera de los muros protegidos de la NASA. A los tres mil metros de altura, la NASA era la más alta del suelo que el estándar de mil pies de la mayoría de los domicilios y negocios, pero no era tan alta que no podía verse la actividad por debajo de las puertas clasificadas.

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—No hay razón—murmuró él.

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El Club de las Excomulgadas Las pistas de neón de los coches se deslizan silenciosas a dos mil pies de altura dejando una estela brillante a través del panel de la ventana. El comandante lo miró con reverencia, como si nunca se hubiera dado cuenta de lo hermosa que era la vista de la colonia de la NASA antes de ese momento. Kane sintió de inmediato que algo andaba mal. Aunque él no lo había dicho, Linder no estaría así de pie en medio de una táctica de intimidación. Estaba sudando y encorvándose. Ella nunca había visto una actitud más abatida en el comandante.

Linder no miró hacia atrás. Él miró por la ventana del panel, obsesionado como los colores de neón de varios automóviles deslizándose por debajo. —BV-5. —Dios mío—Un escalofrío recorrió el cuerpo de Kane mientras mentalmente registro lo que le había dicho. BV-5. Ese chico dulce, adorable fue atacado por el Virus del Cerebro Cinco. Kane había estado estudiando las causas y los orígenes del BV-5 por los últimos tres años y se comprobó que la Botánica era lo siguiente para encontrar una cura del mortal mega-virus. El mega-virus, llamado así debido al hecho de que se trataba de cinco virus particularmente mortales combinados en uno solo, había estado reclamando a víctimas por más de cuatro años. Aunque la cifra de muertos debido a la BV-5 era exhaustiva, el nieto de Linder era el primer individuo humanoide que ella había conocido personalmente ser golpeado por el asesino viral cruel y doloroso. Kane meneó la cabeza. Ella no lo podía creer. Su voz casi la abandonó en su garganta. — ¿Hasta cuándo? —Un mes. Ella asintió aunque Linder no se había volteado y su espalda aún estaba hacia ella. Un mes. El pequeño Egis ya había estado enfermo durante un mes entero. El tiempo se agotaba rápidamente. BV-5 permanecía inactivo durante sólo otros diecisiete meses más y luego golpearía con su fuerza total al cerebro diminuto. Kane físicamente se estremeció al considerar lo que ocurriría en un verdadero caso de BV-5.

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— ¿Qué es?—preguntó ella en voz baja. — ¿Qué pasa con Egis?

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El Club de las Excomulgadas Hemorragia cerebral tan infernal que la sangre se filtra por los ojos y oídos. El dolor de cabeza sería tan fuerte que una de las víctimas de clase baja, que no podía permitirse el lujo de comprar una matriz sintética durante su enfermedad, lo describió como similar al dolor de dar a luz antes de que su cerebro explotara por las contracciones. Era doloroso y aterrador más allá del alcance de nuestra comprensión. Hacía las enfermedades de los antiguos como el sida y el ébola parecer casos de resfriados. —Voy a ir.

— ¿Así nada más? —Sí, así de fácil. Linder se rascó la cabeza y suspiró. —Kane, yo no puedo decir lo agradecido que estoy. Yo sé que si alguien puede encontrar e identificar esa maldita planta, eres tú. —Él tomó una respiración profunda para mantener el equilibrio y la sensación de picazón detrás de sus ojos lo amenazó con dominarlo. Linder metió las manos en los bolsillos del pantalón y miró a Kane. Tenía miedo de hacer la siguiente pregunta, pero sabía que debía. —De acuerdo a su investigación, ¿estás segura de que todos los ingredientes necesarios se encuentran en la antigüedad ... ¿Cuál era el nombre científico?—Él miró los ojos cerrados, tratando de recordar. —Oh sí, por supuesto—murmuró,—la planta ‘kabitross’. Kane se encogió de hombros. —Tan segura como puedo estar. Las descripciones de la planta en los documentos de los primitivos sin duda corresponden. Eso sí, se escribió sobre la vida vegetal antes de Darwin. Antes la gente entendía el poder de la naturaleza. Sin embargo, los documentos son sorprendentemente concisos, por no mencionar intactos por el período de tiempo. Kane dejó escapar un suspiro y cerró los ojos, cediendo a la única opción posible que existía. Ella tenía que volver. Ella haría esto a Linder, por Egis. —Por favor, dime a lo que me enfrento, Comandante. Tengo que saber— añadió en un susurro.

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El Comandante Linder dio media vuelta y se enfrentó a Kane con una expresión y su mandíbula abierta.

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El Club de las Excomulgadas Linder volvió a su silla y se sentó. Miró a Kane a los ojos, sabiendo que nunca podría dejarla seguir adelante con esta misión si no se diera cuenta de todos los resultados posibles. Expuso los hechos, directamente y al punto. —Puede que no funcione. O puede que llegues, pero entonces no puedas volver. Ella suspiró, frotándose las sienes, una vez más. Los puños golpeadores de la silla sensorial que se habían calmado durante unos minutos comenzaron a golpearle la espalda de nuevo. Ella optó por ignorarlos.

Linder se encogió de hombros anchos. —Es imposible de decir. Estarás armada, por supuesto, como siempre lo están al recoger las especies de fuera del planeta. Kane asintió con la cabeza. Eso era aceptable. El láser C cada Botánico lo lleva consigo fuera del planeta era bastante eficaz y una maravilla, era un asesino y comunicador, todo en uno. También era muy pequeño, por lo que era fácil de ocultar a los nativos. —Bien—Ella rechazó el tema con un gesto de su mano. — ¿Y qué de sus costumbres? ¿Qué sabemos? Linder ausente se rascó la cabeza mientras contemplaba su pregunta. —Para ser honesto, no sé mucho de Inglaterra del siglo XVIII. La mayor parte de los datos electrónicos y fueron destruidos durante las redadas de la Cuarta Guerra Mundial. Y la mayor parte de lo que logró sobrevivir fue diezmada en los fuegos de Guerra Mundial V. La silla sensorial de Kane empezó a golpear su espalda con una intensidad alarmante. El estrés. Ella nunca había entendido el significado de la palabra hasta ahora. —Bueno eso es simplemente magnificó, Linder—susurró ella con sarcasmo. — ¡Voy a hacer el ridículo! —No necesariamente. — ¿Cómo es eso?

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—Está bien. Supongamos que todo va bien y yo pueda llegar allí y volver. ¿Qué tipo de resistencia yo me enfrentaría a manos de los primitivos?

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El Club de las Excomulgadas —Sabemos cómo se vestían. Sabemos que tenían títulos como Señor y Señora en aquel entonces. Sabemos lo suficiente para sobrevivir. Por lo demás... bueno... puedes hacer lo que hacían los antiguos e ir con la corriente. Kane frunció el ceño. Si ella recordaba casi nada de la clase de historia semántica de la tierra de los antiguos del siglo XX, no los del siglo XVIII. Decidió no mencionar el hecho a Linder.

Linder buscó en su bolsillo y le tendió la jeringa a Kane. La jeringa esterilizada contenida fichas microscópicas de datos que iban a ser inyectado en su torrente sanguíneo, viajaba a una velocidad relativa en el cerebro. Linder sabía sin pedir que Kane prefería una inyección de datos que una descarga de alta velocidad de datos, ya que una descarga cerebral había sido el medio por el cual el BV-5 había entrado por primera vez en los cuerpos humanoides. Linder colocó la jeringa en su mano con un suspiro de alivio cuando ella apretó los dedos a su alrededor aceptándola. Kane lo haría por él. Ella encontraría la planta kabitross y un suero sería producido. Egis iba a vivir. Linder tenía que tener fe. —Esto es todo lo que sabemos acerca de la cultura de los primitivos. No es más que aproximadamente cuarenta y ocho horas de datos en las fichas, con el tiempo híper entre comillas por supuesto. Inyéctese los datos en su torrente sanguíneo esta noche, tan pronto como llegue a su domicilio. Ve a dormir inmediatamente después y tu cerebro va a ser capaz de recordar todos los datos por la mañana. Kane...suspiró una ocurrencia común por estos últimos minutos. No había manera en el sistema solar que tratara de descargar los datos sobre Inglaterra del siglo XVIII directamente a su cerebro, pero por la cantidad de tiempo que tenía una inyección iba a hacer el trabajo. Tomaría a su torrente sanguíneo por lo menos tres horas tomar para todos los hechos pertinentes, completamente a su primitiva forma de pensar. Por supuesto, siempre podría optar por una inyección de sinapsis, lo que proporcionará los datos directamente a las sinapsis del cerebro, en lugar de correr por las venas. Una rápida transferencia de milisegundos tendía a darle un dolor de cabeza, sin embargo. Suspiró de nuevo, preguntándose a sí misma si sus suspiros se convertirían en una norma para ella. En cualquier caso, una inyección en sangre que tendría que ser. Linder caminó alrededor de la mesa de Kane y la puso de pie dándole un abrazo, tomándola por sorpresa. Linder era sólo demostrativo en una especie de manera intimidante, nunca como esta. Su voz era áspera, su rostro demacrado y se

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—Está bien. ¿Tienes microchips para inyectarme, entonces?

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El Club de las Excomulgadas dio cuenta de que estaba tomando hasta la última gota de fuerza de voluntad del comandante para no ponerse a llorar allí mismo en su oficina. —Gracias, Kane. No puedo agradecerle lo suficiente.... Ella tomó su mano y la apretó suavemente. —Esto va a funcionar. Yo sé que lo hará. Linder asintió con la cabeza. Tenía que creer. No tenía más remedio que poner su fe en sus habilidades. El comandante se irguió en toda su altura y obligó a sus emociones a retroceder. Le soltó la mano y se dirigió hacia la puerta de la oficina.

Kane se dejó caer de vuelta en su asiento con otro suspiro. —Gracias. Ah, y antes de salir—agregó mientras él estaba tratando de salir. — ¿Si? Ella alzó la jeringa y se encontró con la mirada del comandante. — ¿Está seguro de que todo lo que necesito saber está en estos chips? Linder se rió entre dientes dándole una sonrisa diabólica a su manera. —No, no lo estoy. El suspiro de ella estalló en una verdadera agitación en el aire. —Pero yo... —Te dije Kane, que hemos perdido la mayor parte de los datos en el barrido en la cuarta guerra mundial. —Pero, ¿Los datos de aquí son precisos? Linder se sonrojó. Kane no sabía qué el cambio de color de su jefe podría decir pero admitió que no presagiaba nada bueno. Cerró los ojos a Linder y apretó entre dientes. — ¿Qué otra cosa no me ha dicho, Comandante? Linder juntó las manos delante de sí mismo. Se dio cuenta por su pequeña agitación, que estaba sudando de nuevo. Él negó con la cabeza en desconcierto. ¿Cómo podía una mujer de 1.65metros y 58 kilos intimidar a un hombre como él?

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—Eres la mejor. No dudo de ti ni por un momento.

—Bueno, eh, en cuanto a que... 1 1

El Club de las Excomulgadas — ¿Si? Linder tragó. —Los historiadores electrónicos hicieron todo lo posible para recoger todo el trabajo que podían en tan poco tiempo. Los ojos de Kane brillaban. Ella sonrió dulcemente y falsamente al comandante. — ¿Y eso quiere decir precisamente?

La silla sensorial masajeadora de Kane comenzó a vibrar rápidamente en sintonía con los latidos de su corazón. Los puños robot golpearon en la espalda, ella ablandándose como si fuera un pedazo de carne en el bloque de la estación de coche deslizarse al deli. La silla quería que se calmara, pero que ya no era una opción. — ¿Qué?—Preguntó a través de los ojos entornados. —Dije… — ¡Te he oído!—Le espetó ella. — ¡Maldita sea Linder, ¿cuánto más puede empeorar esto? Yo voy a ir entre los antiguos, sin saber si estoy o no comportándome fuera de lo normal para ellos. ¿Y si no actúo como ellos? Esto es muy arriesgado, tú lo sabes. ¡Aumenta la probabilidad de que mis orígenes se descubran! —Kane tu eres una mujer inteligente. Vas a salir del paso. — ¿Salir del paso? Linder, esta prueba no es un examen de citas virtuales 101. Este es un viaje en el tiempo por el amor de Saturno! —Yo sé, Kane! Créeme, si no fuera por Egis no te lo pediría. Me gustaría continuar la búsqueda en el sistema solar de rastros de la planta kabitross. Pero mi nieto... yo... —Él sacudió la cabeza, incapaz de terminar su pensamiento, su voz se quebró en un escalofrío. Kane cerró los ojos contra las emociones que ella veía en el rostro de Linder. Ella quería seguir enojada con él. Quería gritarle y ampollar sus oídos con unos millares de sentimientos feos y muy selectos. Quería, pero no podía. Ella tenía dificultades para mantener su ira cuando esa mirada abatida barrió su persona.

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—No estábamos por completo seguros que había ciertos datos. Hay datos del siglo XVIII, siglo XIX, y los datos del siglo XX incluido en el inyectable.

—Olvídalo Linder, me las arreglaré. 1 2

El Club de las Excomulgadas El comandante asintió con la cabeza, recuperando el control de sus emociones. —Por supuesto que sí. Además—añadió con una sonrisa intencionada para asegurar su ego más para sí que para ella—eres una experta en todas las artes mortíferas del cuerpo humano. Y si los primitivos te dan algún problema, también tienes el láser-c para protegerte. Además, si la situación se vuelve demasiado agitada, siempre se puede grabar un vídeo y nosotros te transportaremos de vuelta. —Asumiendo que funcione, por supuesto. —Por supuesto.

—Muy bien, entonces. Me iré a casa y me inyectaré los datos de los chips en mi sangre esta noche y voy a estar lista para comenzar a las 07.00 horas. Linder miró el reloj holográfico digital en la pared detrás del escritorio de Kane. — ¿Tan temprano? Ya es pasada la medianoche. —Yo todavía tendré cuatro horas de sueño. Eso es todo lo que necesito. —Ella se encogió de hombros. —Siempre se puede tener un clon de sueño sintético para engañar a mi cerebro para que piense que he dormido más tiempo. Linder asintió con la cabeza. —Te veré en la mañana, entonces. —Bien. El comandante de la NASA saludó a Kane con el símbolo universal de paz y prosperidad, y luego se volvió hacia la puerta una vez más. —Ah, por cierto, te estaremos dejando al sur de Inglaterra en un lugar conocido por los antiguos como Blackmore. — ¿Blackmore? Nunca he oído hablar de él. ¿Cualquier cosa que debería saber al respecto? Linder silbó mientras colocaba el dedo en el escáner de ADN y esperó a que la puerta de la oficina se abra. Él estaba en el otro lado y la otra mitad a puerta cerrada cuando él agregó. —Oh, nada que no pueda manejar, Kane. ¿Y si el Lord de Blackmore supuestamente asesinó a su esposa? Tengo toda fe en su capacidad para manejarlo si alguna vez se encuentran.

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Ella suspiró. Sí, se dijo, suspirar sería definitivamente una parte de su nuevo protocolo personal.

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El Club de las Excomulgadas La puerta se cerró con un chasquido siniestro de bloqueo automático.

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Los puños que sobresalían en el asiento sensorial de Kane enloquecieron, haciéndola caer de su silla y sobre el culo.

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 2 Kane prestó poca atención a Timal su droide personal, cuando él la vistió en traje de una dama del siglo XVIII. Timal era un modelo de humanoide, del tipo de macho musculoso del planeta Nero, de dos metros y doscientas diez libras1, cuidadosamente abotonó la parte de atrás de su vestido para asegurarlo. Cuando terminó, inclinó la hermosa cabeza de Kane y sonrió.

inmediato le preguntó de nuevo— ¿Ama? Kane pestañeó, su pregunta no fue registrada en un primer momento. —Uh sí, Timal, eso es lo único que requiero por el momento. —El dudó por un momento mientras ella consideró brevemente si era o no necesario para otra cosa. Ella decidió que no era así. —Puedes retirarte a mi habitación para dormir y desactívate hasta que yo te llame otra vez. Timal frunció el ceño mientras miraba a los ojos de Kane. Era obvio que había herido sus sentimientos programados. Ella no tuvo que esperar más que un momento para descubrir por qué. — ¿No me quieres más, señora?—preguntó vacilante. —No seas ridículo, ¡por supuesto que me complaces!—A la defensiva insistió, negándose a dejar que él pensara lo contrario. —Te he comprado porque tu última dueña te construyó a mis especificaciones, ¿recuerdas? Timal sonrió, complacido. —Recuerdo—Él paseó hasta que Kane le rodeó sus perfectamente musculosos brazos. Colocó besos suaves en la boca una y otra vez hasta que Kane abrió los

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— ¿Es todo lo que requiere de mí, señora?—Y cuando ella no respondió de

210 lb = 95.2543 kg

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El Club de las Excomulgadas labios para aceptarlo en su interior. El droide barrió la lengua dentro de ella, tirando de ella con fuerza cerca de él mientras lo hacía. Ella hizo una mueca mental, dándose cuenta de que el beso no tenía ningún efecto sobre ella en absoluto. Ella no tuvo tiempo, sin embargo, para hacer frente a la importancia fundamental de este hecho. Sin previo aviso, Timal terminó su breve beso. Se apartó y le hizo un guiño

— ¿Está segura de que no requiere nada más de mí, señora? Kane tragó saliva, por la culpa o la resignación ella no lo podía decir. Ella negó con la cabeza para despejarse. —Me gustaría tener tiempo. En verdad que sí. Pero tengo que irme. Timal respetuosamente inclinó la cabeza para indicar la aceptación de su decisión. —Yo esperaré en su dormitorio. Que la diosa te bendiga, señora. —Que la diosa te bendiga, Timal. Kane tomó un suspiro de alivio cuando vio salir Timal. Por la galaxia, ¡deseó sentir un ápice de atracción por él! Timal era todo lo que una mujer humanoide podría querer en un droide: fuerte, leal, guapo, y totalmente dedicado a atender todos sus caprichos. Sin embargo, había una parte importante de su alma que clamaba por el amor de un humanoide real cada vez que Timal la complació. Su droide nunca la había violado, ya que estaba expresamente prohibido por las leyes de la Vía Láctea para un robot hacerlo a menos que su amante se declare en estado de compañero permanente con él. La condición de compañera permanente luego le confiere al droide los derechos de lo que antiguamente habría llamado un

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hacia ella.

“marido”. Timal había estado presionándola a solicitarlo por más de dos años.

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El Club de las Excomulgadas Insistió en que él podía darle más placer si se le permitía usar más sus manos y la lengua. A la edad de veintiséis años, Kane estaba más que lista para aprender todos los placeres que prometía Timal. Ella estuvo a punto de derrumbarse y solicitarlo tres veces, pero abandonó la idea al final. En la Vía Láctea, después de todo, la compañía permanente es como su nombre lo indica, permanente. Se trata de un contrato legalmente vinculante para no humanoides, sin importar su estado no se

Y ahora se dio cuenta de la verdad, tendría que vender a Timal. Él era un siervo bueno y fiel y por lo tanto merecía ser propiedad de una mujer que algún día lo haga su compañero permanente, porque sabía que ella nunca lo haría. En el fondo, Kane quería un humanoide de carne y sangre por excelencia. Ella era al revés de muchas mujeres que conocía, ella quería a un hombre real con verdaderos deseos, quería que no fuera programado. Ella quería un hombre al que le diría sus verdaderos sentimientos y compartir lo mismo con ella. Ella no quería terminar destinada a una vida con un hombre que siguiera las instrucciones de lo que tenía que hacer por temor a ser reciclado y formado en una olla de automóviles. No ella nunca le haría eso a Timal. Los droides también son personas, después de todo. Más o menos. Kane rechazó sus pensamientos de Timal con un encogimiento de hombros mental, sabiendo que tendría que esperar hasta su regreso para encontrarle una amante adecuada. Era el momento de considerar la tarea en cuestión. Este era un asunto confuso el viaje en el tiempo. La inyección no había tenido problemas suficientes, considerando todas las cosas. Sin embargo, se había dado cuenta rápidamente al levantarse esta mañana que en verdad era difícil discernir las palabras XVIII, siglo XIX, y XX y las costumbres de los demás. Todos estos mundos están hace mucho tiempo muertos para las culturas humanoides distintas del siglo 25º. Ella podía sentir empatía con el sufrimiento de los historiadores

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podía modificar o romper.

electrónicos con excesiva facilidad. 1 7

El Club de las Excomulgadas Si un hombre la invita a bailar, ella tenía que asumir que él la introduciría en un vals o estaba lista para hacer el Moonwalk que un cantante popular que se llamaba Michael Jackson había hecho a menudo en el pasado. Si ella se hacía amiga de una mujer, habría de referirse a ella como “querida” o “novia”?¿ Si quería hablar con alguien, podría ella solicitar una “palabra privada” o una “sesión de rap”? Todo era muy confuso. Y, sin embargo, admitió con una sonrisa, ¡muy emocionante! Kane le ordenó verbalmente la pared del dormitorio que se transforman en un

Su larga melena de rizos rubios fue recogido y asegurado en lo que ella esperaba era pasable para una dama del siglo XVIII. Su vestido, importado del sistema estelar Vegas, era de seda de color rojo, su color preferido, solo para darse gusto y era formado en un corpiño ajustado y de corte bajo que era ceñido junto en el medio de un corsé. El material se abultaba en su cintura estrecha y fluía hasta el suelo. Las mangas de su vestido, así como el propio cuerpo estaban adornados con encaje. El encaje se adaptaba a lo que su mejor amiga, una mujer guerrera Melea, había llamado volantes. Kane contuvo un ataque de sofocada emoción, diciéndose que tenía que concentrarse. Todo estaba listo. Estaba preparada. Ella tenía que encontrar la planta kabitross, llevarla a la casa y matar el virus que habían plagado a su pueblo durante cuatro largos años. Egis iba a vivir. ¡Y sería una heroína intergaláctica! No es que la notoriedad fue su primer objetivo. Egis curado lo era. ¿Y qué si Lord Blackmore era un asesino? Kane se burló de la idea. Ella haría todo lo posible para permanecer fuera de su camino, pero si los dos se encontraban por casualidad, era mejor mantener la distancia y tener cuidado. Ella podría “patearle el culo” mejor que el antiguo Bruce Lee. Kane sonrió. Los primitivos no tenían ninguna posibilidad contra su agilidad superior y conocimientos. Es una pena que tendría que patear el culo en un corsé. Muy engorroso.

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espejo. Ella respiró hondo mientras se miraba a sí misma.

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El Club de las Excomulgadas Kane tuvo una última mirada de sí misma en el espejo holográfico 3D y se resignó a su suerte. Ya era hora. Egis había sido atacado por un mes completo. Ella podía postergar el inevitable sin más. —Espejo retirarse. Ella asintió con satisfacción cuando el espejo volvió a una pared común, satisfecha de que los dispositivos electrónicos en su casa no estaban sujetos a los

***** —Por última vez Linder, estoy dispuesta. ¡Sólo empecemos el lanzamiento del programa de Neptuno antes de que pierda los nervios! —Kane, quiero que usted sepa lo que esto significa para... —Sí, sí, sí. No me haga tener lágrimas en los ojos. Tengo suficiente para hacer frente. —Muy bien. Linder se bajó de la tarima sobre la que Kane se levantó, se dirigió majestuosamente al panel de control, y tomó su asiento. Él puso su mano sobre el iniciador, enderezando sus hombros de manera rígida. Miró a Kane por última vez antes de decir adiós, esperando que no fuera la última oportunidad que se le daría para hacerlo. —Que la diosa te bendiga, Dra. Edmonds. —Que la diosa te bendiga, Comandante Linder. El iniciador de color rojo brillante de impresión digitalizada de la palma del comandante, confirmó su autorización de seguridad, y brilló a una verde siniestro, dándole el visto bueno. Linder miró a Kane directamente a los ojos e impartió lo

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recortes en el presupuesto de la NASA, gracias a que ella había trabajado siempre.

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El Club de las Excomulgadas que él rogaba a Saturno fuera una mirada de confianza pura en sus capacidades para completar la misión. Sin romper la mirada de Kane, Linder se aclaró la garganta y dijo dos palabras que cambiarían la vida de una cierta Botánica el siglo 25º para siempre.

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—Programa listo.

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 3 Afueras de Londres, 16 de abril, 1776 George William Frederick Alexander Wyndom, el noveno conde de Blackmore y heredero del duque de Browning, dobló sus dedos largos, enguantados, y suspiró. Su madre tenía razón. Era tiempo de encontrar una esposa adecuada. Estaba a sólo tres años de llegar a lo que se consideraba entrado en años, y ya no podía pasar por

La gente de Blackmore albergaba un temor razonable hacia él, como muchos que se enfrentan a un cuerpo gigantesco y aspecto oscuro y melancólico, pero ellos también lo necesitaban, dependían de él y él tenía que hacer las cosas bien para ellos. Con la notable excepción de no sustituir a su primera esposa con una nueva condesa que legaría herederos, George nunca había eludido sus responsabilidades para su pueblo. Era un trabajador incansable, de cabo a rabo, dispuesto a quitarse el chaleco, arremangarse, y estar tan sucio como un campesinado, si la situación lo requería. Y que se suma a todas las habituales tareas diarias de George. Mantener un patrimonio rentable no era fácil después de todo. Había un sinfín de investigación que él realizaba en las técnicas agrícolas más recientes junto a la búsqueda exhaustiva para encontrar los trabajadores adecuados para ponerlas en práctica. Había cuentas que liquidar, campesinos que alimentar y las disputas entre campesinos que disolver. Desde la muerte de su padre, trece años antes, George se había acostumbrado a trabajar doce horas al día. Más tiempo cuando era necesario. Y ahora, Lord Blackmore tenía un deber adicional. Tenía que encontrar una esposa. Él era un conde, mentalmente se lo recordó por lo menos cien veces. Y, más concretamente, un conde en extrema necesidad de una condesa.

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alto su deber con su título y sus tierras a conciencia.

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El Club de las Excomulgadas Era el momento cumbre de la temporada en Londres, el momento perfecto para encontrar una novia. Durante las últimas dos semanas, había sido arengado sin cesar en los atributos y cualidades del matrimonio entre varias damas por las cualidades de sus madres con la mente igualmente tenaz. Las madres que querían que sus pequeñas jovenzuelas tuvieran un título, especialmente si es tan elevado como el de condesa. George se encontró con la irónica situación de ser seguro. Las mujeres de sociedad que hicieron chismes acerca de la “extraña muerte” de su difunta esposa

sacrificios de la cama de matrimonial de Blackmore. Si no fuera por el hecho de que George necesitaba un heredero, no le importaría no volver a casarse en absoluto. Fue una gran vergüenza que Lady Nina no lo había considerado lo suficiente como para dejar atrás un hijo antes de haberla encontrado muerta a golpes por uno de sus amantes celosos. Entonces, nada de esto sería necesario. Lady Nina Chesterley parecía la opción adecuada cuando George pidió su mano y se casó con ella diez años atrás. Ella siempre había presentado su mejor cara a la sociedad, pareciendo ser toda amable, humilde, e inocente. Por desgracia, esa no era la cara que alguna vez tuvo. La mujer falsamente perversa era tan apacible y sin pretensiones como lo había sido inocente, lo que Blackmore había descubierto en su noche de bodas que no era en absoluto. Sin embargo, se había quedado con ella. No había anulado su matrimonio. Él había deseado a Nina como para creer sus mentiras, creyendo que iba a serle fiel cuando se casaron. Había aceptado su falta de virginidad con una gracia que había estado lejos de sentir. La próxima semana seria el noveno aniversario de la muerte de su esposa. Por desgracia, también sería el octavo aniversario de los constantes intentos de su madre en regañarlo a volver a casarse.

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eran las mismas mujeres que ahora buscaban lanzar a sus hijas sobre el altar de los

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El Club de las Excomulgadas Lady Julia, la famosa condesa viuda de Blackmore, había hecho desfilar una gran variedad de posibles candidatas para la posición de esposa frente a su hijo en los últimos ocho años. George mentalmente hizo una mueca al pensar de nuevo en alguna de las selecciones más coloridas de su madre. Primero fue Lady Harriet Winters, una rica heredera que pellizcaba la cara y el labio superior peludo mostrando una desconcertante semejanza a su caballo pura

que la había haber poseído para pensar que podría tomar a Harriet por esposa, la condesa viuda se encogió de hombros y dijo que a Harriet posiblemente nunca la encontraría con otros hombres porque era probable que ningún otro hombre la mirara. Eso era inevitable, como su madre llegó a la conclusión con toda su sabiduría infinita, se aseguraría de que el futuro de los condes Blackmore y duques de Browning eran en realidad de las líneas de sangre Blackmore/Browning. Por supuesto más de lo que podría haber aportado Lady Nina pero aun así... —Es ir demasiado lejos, madre—George había protestado con una palma de la mano hasta silenciarla. —No hay nada acerca de la Lady Harriet para recomendarla. Incluso su personalidad es tan rancia como la cara. —Detalles, detalles. —Lady Julia había despedido excusas a su hijo con una onda real de la mano y le fulminó con la mirada. —Hay títulos que ver George. Es tu obligación de llevar adelante nuestra línea. Tú eres mi único hijo, de hecho mi único hijo. Si fallas en este sentido, los títulos se terminan en las manos del primo Hershel. ¿Seguramente no me puedes decir que deseas que eso suceda? —No, yo no deseo eso—George había rechinado—pero tampoco me gustaría despertar junto a una mujer que luce más vello corporal que yo por el resto de mis días. No me casaré con ella, madre. Sé razonable.

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raza favorito de George, Sócrates. Cuando George había cuestionado a su madre

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El Club de las Excomulgadas Lady Julia había sido cualquier cosa menos razonable, George recordó. Por lo menos no hasta el día del anuncio del compromiso de Harriet con un vizconde de pueblo. Aparentemente su madre había estado equivocada, otro hombre quería a Lady Harriet de esposa. Al fin, la condesa viuda se había alejado de sus anteriores planes y había encontrado a otra heredera con quien victimizarle. Que había sido la heredera Lady Jane Spencer. Ella era una regordeta, de

familiar impresionante con el duque de Weymouth. George podría haber pasado por alto la inclinación de Jane hacia los dulces si no hubiera sido por el gran lunar marrón que sobresalía de la mitad de la frente. Cada vez que George miraba hacia el agradable rostro de Jane, no veía nada, sino un lunar grande. Odiaba ese condenado lunar. Se burlaban de él, lo ridiculizaron en una forma en que se negaba a caer. Cuando George miraba a Jane en secreto temía que el futuro de condes y duques de Blackmore Browning se convertiría en legendario por heredar el lunar espantoso de su madre. Él se negó a sobrecargar a sus hijos de tal manera. — ¿Un lunar?—Lady Julia le había preguntado a través de los ojos entornados. — ¿Usted no va a hacer una oferta por el lunar de la pobre muchachita? —Es un lunar bastante grande, madre. — ¿Quién debe preocuparse? Tengo de buena fuente que el conde de Essex planea ofrecer por ella. ¿Desea usted que él le gane la mano? —En una palabra, sí. —George—su madre suspiró—tú serás mi muerte. Lady Julia había abandonado rápidamente sus designios de Lady Jane y

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diecinueve años de edad, virgen, con una formación impecable y una conexión

recorrió las ciudades y campos por igual por la siguiente condesa potencial de 2 4

El Club de las Excomulgadas Blackmore. Se tardó dos temporadas completas para reagruparse, pero la próxima vez que ella se había acercado a su hijo estaba segura que había encontrado una ganadora. En efecto, la Señora Irma Giddings era hermosa en una especie de manera clásica y elegante. George no habría tenido ningún problema acostándose tantas veces como se podría haber tomado para que ella conciba su heredero. Y unos pocos más herederos después de eso.

Al principio, George creía que había estado inventando cosas en su mente. Tal vez estaba viendo lo que no era verdad en un esfuerzo por encontrar algo malo para encontrar otra candidata adecuada para esposa. Después de todo, ¿qué dama de proliferas cualidades sería atrapada escarbándose su nariz? El escarbar la nariz sencillamente no se hacía en sociedad. Por supuesto, no había ninguna ley escrita y aprobada por la Cámara de los Lores que prohibían expresamente escarbarse públicamente la nariz, pero estaba seguro de que no debería ser. Quizá incluso debería sugerirlo cuando se volviera a reunir en la Cámara. —Oh, George, ¿cómo puedes decir tal cosa sobre la querida Irma?—Lady Julia había argumentado, correctamente escandalizada. —Ella presagia una línea perfecta, tú lo sabes. No todo el tiempo hace tal acto. —La vi, madre. Oh la muchachita tratado de ser discreta al respecto, pero no se podía negar lo que estaba haciendo con la punta de su dedo revestido por el guante. Ella estaba insertándolo en la nariz, ¡te lo digo!—Él movió su mano sobre los bíceps en su brazo grandes. —Fue tan claro para mí como el lunar en la frente de Lady Jane, o como cualquier otra persona de pie aquí a Francia. —Bien George, estás siendo desagradable.

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Si no fuera, es decir, por inclinación Lady Irma de escarbarse la nariz.

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El Club de las Excomulgadas —Lo siento madre, pero aquí es donde dibujo la línea. Yo simplemente me niego a casarme con una mujer que participa en escarbarse la nariz. Es indecoroso. Y así había sido el intercambio entre la madre y el hijo de ocho años terriblemente largos. Lady Julia lo intentó, el conde de Blackmore se negará. Lady Julia podría reagrupar e intentarlo de nuevo, el conde era obstinado y le dirá que no. Es sólo ahora, después de tantos años, que Lord Blackmore al fin se resignó al

un solitario que esperaba que una finca funcionara por su propia cuenta. Él se encargaría de mantención de una nueva esposa de una manera sensata, como la que había obtenido mucha carne de caballo o la nueva maquinaria agrícola. Haría discretas averiguaciones, elegiría su condesa, para conseguir su heredero y terminaría con el asunto. George se sentó pensativo mientras estiraba sus largas piernas disfrutando de la carrera de carros proporcionada por su nuevo grupo de grises que recientemente había adquirido en Londres. Su madre había estado en lo cierto. No importaba el aspecto de la joven. Lo importante era que ella le diera unos pocos herederos. Y que ella no se escarbara la nariz. Sí, el conde se volvería a casar. Él sería el padre de un vizconde antes de que acabara el año. George sonrió al alejarse a la ciudad cada vez más a la distancia por la ventana de su carro. La hierba del campo, nunca se había mirado tan verde. Los árboles nunca habían parecido tan fragantes. Los campesinos nunca le había parecido más regordetes. La sonrisa del conde pasó de apenas detectable a impresionantemente brillante. Tenía una meta. Se sentía bien tener una meta. Las metas eran una cosa buena. Iba

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hecho de que debía encontrar una condesa. Él era un gran trabajador, no del todo

a encontrar una novia.

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El Club de las Excomulgadas ¿Entonces por qué, durante el apogeo de la temporada de Londres el mismo lugar donde había más probabilidades de encontrar una condesa adecuada, por qué estaba George William Frederick Alexander Wyndom el noveno conde de Blackmore y heredero del ducado de Browning, cabalgando hacia su finca en el país? George suspiró. El que había inventado la palabra meta era sin duda un sinvergüenza.

—Eso es todo, Stuart. El mayordomo inclinó la cabeza y caminó en silencio al salir del estudio del conde, cerrando la puerta detrás de él. George dio una mirada alrededor renunciando a la montaña de correspondencia que se había acumulado durante su breve estancia en Londres. Era increíble lo mucho que podría ocurrir dentro de quince días. Se sentó en su escritorio tomó una pluma, y se adentró en su pila de trabajo en espera. Dos horas más tarde fue interrumpido por un golpe en la puerta del estudio. — ¿Sí? ¿Qué es? Stuart entró, inclinándose con respeto cuando se encontró con el ceño fruncido del conde. —Tu madre vino a verte, mi Lord. George suspiró. Lady Julia, sin duda, tiene un oído lleno de amonestaciones para derramar sobre su persona por salir de Londres en el momento álgido de la temporada. Tanto como a él le gustaría rechazar su entrada en su estudio, él sabía que sería un esfuerzo inútil de su parte. Su madre simplemente le seguía la pista a él y lo irritaría aún más. —Muy bien Stuart, dile a la condesa viuda que entre.

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El Club de las Excomulgadas Unos minutos más tarde, Lady Julia se deslizó en el estudio de Blackmore. George se puso de pie por respeto a ella. Su madre era una gamberra molestando, pero él la quería mucho. Inclinó la cabeza educadamente. —Señora. —George. Lady Julia fue hacia su hijo y majestuosamente se sentó frente a donde él había

—Siéntese. Tenemos mucho de qué hablar. —Madre—le respondió cuando él se dejó caer en su silla—no tenemos nada que discutir. Hice lo que me pediste. Me fui a Londres. No he encontrado nada que fuera adecuado. Lady Julia levantó una ceja elegante. Ella le preguntó mientras negó con su cabeza rubia y plata. —Vamos, Georgie ¿de entre todas las mujeres casaderas en Londres no pudo encontrar ni siquiera una digna de dar a luz a un heredero? George levantó los ojos al cielo en una súplica silenciosa. —Madre, ¿cuántas veces tengo que pedirte que te abstengas de llamarme Georgie? Ya no soy un niño de cinco años, mi Lady. Lady Julia movió la mano con impaciencia por el aire. —Nos apartamos del tema que nos ocupa, mi amor. Déjame entrar directamente al grano. ¿Por qué irse de Londres antes de adquirir una novia? George respiró calma mientras trabajaba los dedos por su pelo negro azabache por la agitación.

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estado sentado momentos antes.

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El Club de las Excomulgadas —No conocí a nadie que yo consideraría tomar por esposa. Madre sé que te prometí antes de irme a Londres me casaría antes de que terminara el año y así lo haré. Pero lo haré a mi manera en mi propio tiempo. —Sus ojos se estrecharon en ranuras verdes mientras se frotaba las sienes. —No me preguntes nada más. Lady Julia inclinó la cabeza, sintiendo que era hora de dar marcha atrás. Su hijo estaba en uno de sus famosos ánimos hoscos. La maldición de los hombres Blackmore, los ánimos. Su marido había tenido el temple, al igual que su padre antes que él. Y ahora, junto con el título y las tierras, el temperamento Blackmore

Lady Julia considera a su hijo en silencio. Ella quería la felicidad para su hijo. Incluso más de lo que se desea un heredero Blackmore, ella deseaba la satisfacción de George. Lady Nina había logrado no sólo romper el corazón de su hijo, sino que su asesino desconocido se las había arreglado para manchar su reputación. Aunque nadie en la sociedad se atrevía a cuestionar al conde en su cara, se rumoreaba ampliamente que la Lady Nina había conocido su fin por las manos de Lord Blackmore. Aquellos que ejercían en sociedad creían los rumores. Y ella sabía que George era consciente de este hecho. Lady Julia se irguió en su silla, orgullosa de su hijo. Había soportado todo tipo de angustia, mentiras y chismes, sin embargo, seguía siendo un incondicional dechado de orgullo y de las virtudes caballerosas. Él no era el más hermoso de los hombres, al menos no en el sentido vanidoso de moda, pero era un buen hombre. Un verdadero caballero. George era todo un noble y caballero. Ninguna madre podría estar más orgullosa. Ella sólo deseaba que él no fuera tan increíblemente... solitario. Se rompió el corazón de Lady Julia al saber que su amado hijo tenía todo, pero se había encerrado a sí mismo en el interior de las paredes de Blackmore durante los últimos nueve años. No mostró ningún interés en casarse, no tenía interés en

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pertenecía irrevocablemente a George.

nada en absoluto, aparte de trabajar hacia una muerte prematura para distraerse. 2 9

El Club de las Excomulgadas Había oído rumores en los últimos años lo suficiente para saber que su hijo había mantenido una amante ocasional, ya que era un hombre con las necesidades, pero ella no había oído ni un rumor, como aquel por lo menos en cuatro meses. Estaba solo, su George, y aunque él no lo aprobaría, ella estaba decidida a ponerle fin. De una forma u otra, ella pondría fin a su exilio auto impuesto de la sociedad: quería verlo casado. El problema deriva de encontrar a la chica adecuada. La muchacha tenía que ser especial. George no iría a la cama de matrimonio con una novia que temía que

proporciones descomunales que tanto hombres como mujeres por naturaleza ya le temían. Añadir las mentiras maliciosas que se había extendido sobre él a lo largo de los últimos nueve años y cumplió los gélidos temores jóvenes creció a proporciones caóticas. Pero en algún momento la chica adecuada estaría esperando. Y lady Julia, la Condesa Viuda de Blackmore, la encontraría. ******* Kane le sonrió a su obra. La casa estaba muy bien, la casa que había ordenado al replicador en el interior de su láser-c que construyera. La casa era pequeña, pero pintoresca. El tipo de casa de cuento de hadas de antaño que había aprendido durante la inyección de datos. La casa no era tan grande que requería el mantenimiento de droides, pero era grande y formidable como para impedirle ser etiquetada como una campesina si ella tenía por casualidad cruzarse con un tipo primitivo. Y más importante que cualquier otra cosa, la casa le dada una base, un lugar donde poner su cabeza después de un día cansado de buscar en el bosque la planta kabitross. Con todo, el domicilio cumplió su propósito.

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iba a ser su próxima víctima de asesinato. Su hijo era un hombre enorme y de

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El Club de las Excomulgadas Kane abrió su kit de viaje y, momentos después, una guía visual directamente a por sinapsis a su cerebro. Ella miró con los ojos cerrados, gimiendo contra la náusea y el mareo momentáneo que siempre iba acompañada de la transferencia. Por desgracia, no había otra manera de inyectar una guía visual, sino a través de la sinapsis y ella simplemente se negó a trabajar sin él. Los efectos de la guía visual duraría aproximadamente doce horas, dándole toda la luz del día para ella usar una aguda visión de halcón químicamente inducida en busca de lo que

Cuando las náuseas y el mareo habían descendido a un nivel manejable, se acercó a la mesa más cercana, cogió el láser-c, y la aseguró en la funda de piel fina atada al muslo. Luego sacudió la falda, le dio unas palmaditas a la cofia de señora y sonrió a sí misma en el espejo. Esto era más vigorizante que viajar fuera del planeta. ¡Más emocionante que el descubrimiento de una nueva galaxia! Después de una breve lectura de la imagen, Kane ordenó verbalmente al espejo volver a su estado anterior en la pared del siglo XVIII. Ella giró sobre sus talones y se dirigió a la puerta de la cabaña. Era el momento de hacer lo mejor que sabía. Era el momento de cazar.

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esperaba encontrar.

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 4 El conde tomó a Sócrates para un paseo a paso ligero por el bosque de Blackmore. Se sentía condenadamente bien, andar en sentido contrario al viento sin destino en mente. Se dio tiempo para pensar, tiempo para estar lejos de la multitud de responsabilidades de su condado y familiares, el momento de olvidar que era el conde de Blackmore, que necesitaba una condesa y un heredero y ser simplemente

George llevó a Sócrates a un alto diez minutos más tarde. Echó pie a tierra al lado de un árbol de pino, luego sacó una manzana regordeta, crujiente de su bolsillo y alimentó a su caballo. Mientras que Sócrates comía, George miró a su alrededor, con la esperanza de encontrar un riachuelo para que su árabe pudiera beber. Había montado al animal demasiado. El poderoso caballo parecía a punto de caer en un ataque de agotamiento. Sintió un temblor de culpabilidad, dándose cuenta de su altura y musculatura eran lo suficientemente pesado para el caballo, sin llevar la carga añadida de correr al galope hora tras hora. —Me disculpo, Sócrates, pero que me parta un rayo si sé dónde estamos— murmuró para sí mismo. George estudió el bosque con el ceño fruncido. Estaba seguro de que todavía estaban en las afueras de las tierras de Blackmore, pero donde exactamente no tenía ninguna idea. Él estaba a punto de abandonar por completo cuando el suave sonido de un canto de mujer flotó en el aire y le llamó la atención. George miró hacia lo que parecía ser el comienzo de un claro más profundo en el cuello de los bosques. —Quieto—murmuró distraídamente a su caballo, mientras seguía el canto a pie. Un momento después, en voz baja se deslizó a través del espesor de los árboles en un esfuerzo por localizar a la dueña de la voz arrulladora. Tenía unas cualidades

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George.

sensuales que le eran de lo más atrayentes. No había estado tan intrigado por la 3 2

El Club de las Excomulgadas posibilidad de hacer amistad con una mujer desde Nina, la bruja de mujer que lo había traicionado. Y, paradójicamente, ni siquiera sabía el aspecto de esta sirena cantando. Ella podría ser tan peluda como Harriet. O ella puede ser de porte desagradable a la vista con un lunar como el Jane. George se encogió de hombros. Siempre y cuando ella no tuviera una

Los sonidos del canto de la mujer se hicieron más fuertes cuando se acercaba a su presa. Él era incapaz de distinguir su acento extraño en sus meditaciones líricas, uno que nunca había oído antes. George sonrió mientras escuchaba la llamada de la sirena: Quisiera enseñar al mundo a cantar En perfecta armonía Quisiera comprar una Coca-Cola en el mundo2... George negó con la cabeza. No tenía idea de lo que una Coca-Cola, pero si la mujer que cantaba sabía dónde comprar una, le podría tratar de ayudar en su objetivo. Se dirigió hacia la espesura de los árboles, desde donde el canto parecía ser más fuerte. Una sacudida de la conciencia se extendió por su cuerpo, diciéndole con toda certeza que pronto estaría con su presa. George entró en la espesura verde y puso su mano grande en la rama de un roble débil de manera fuerte. Él respiró estabilizando, mientras se preparaba para mover la rama para ver lo que le esperaba al otro lado. Zarcillos de excitación nerviosa pasaron en su vientre mientras se movía lentamente la rama que le impedía su objetivo a la vista. 2

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costumbre sórdida como Irma, no le importaría.

Propaganda de Coca Cola de 1971, de Navidad, de las primeras en hacer furor por la música y la letra, y por la superproducción, pues fue filmada en Italia con un coro que representa la integridad, para quienes quieran verla está en http://www.youtube.com/watch?v=5PbC1882umQ

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El Club de las Excomulgadas Se dijo que se estaba comportándose como un tonto, pero ella era una mujer por el amor de dios. ¿Por qué estaba sudando como si estuviera a punto de ser el primer mortal que alguna vez ponía los ojos en una diosa inmortal? Diciéndose a sí mismo cómo debería comportarse hizo poco para calmar su inquietud de anticipación. Sintió cada centímetro del cazador encantado

George lentamente se echó hacia atrás la rama y se asomó a la apertura a la izquierda a su paso. Había un arroyo muy cerca de su posición de pie. El más claro, más azul corriente que había visto correr por tierras Blackmore. Y había una mujer chapoteando en el mismo. Desnuda. Escandalosamente, sin motivo, gloriosamente desnuda. George de inmediato se puso duro. La sirena se puso de rodillas en aguas profundas, su pelo en cascada brillante del color de rayos de luna a su alrededor. Estaba pasado de moda largo, como una doncella de la corte del rey Arturo podría haber usado su pelo, y hermosamente impresionante. Era el mismo tono hipnótico de oro amarillo como el triángulo de pelo entre sus muslos. Los senos de la sirena eran amplios, cada uno de ellos coronado con un tenso pezón carmín. George imaginó a sí mismo caminando hacia ella, tan valiente como él quería y tomar un pezón de bayas de color en su boca. Iba mamar uno y luego el otro, una y otra vez. Ella se entregaría a él sin dudarlo, le rogaría que la llene con su hombría de amor. George suspiró cuando la realidad le golpeó en la forma implacable. Esta mujer exquisita, terrenal nunca querría a un hombre como él. Él era un conde, era cierto, pero también había otros condes. Hermosos condes. Condes, sin chismes unidos a

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acercándose matar.

su nombre. Condes a los que la sociedad no tomaría falsamente por asesino de su primera esposa. El infierno, una mujer apelar a esta sirena podía aspirar a más que 3 4

El Club de las Excomulgadas un conde completo y atraer a un duque en la cama de matrimonio, o incluso un príncipe con pocas posibilidades de éxito en el trono. Por supuesto, si su inclinación a chapotear en arroyos desnuda alguna vez salía al conocimiento público, la reputación de la dama quedaría destrozada. Encantado, George observó a la mujer bañarse. Él sabía que no debía espiarla, no era adecuado, pero parecía que no podía detenerse. La parte superior del cuerpo de la sirena era salpicado con agua del río mientras

aliento y gimió cuando las gotas de agua fría se pusieron en contacto con sus pezones, haciéndolos dos picos más duros. Estaban tan erectos, tan suculentamente duros. La sirena surgió de la corriente unos minutos más tarde y se dejó caer sobre la orilla cubierta de hierba. Cerró los ojos y se recostó en la ladera, con las manos sosteniendo la parte posterior de la cabeza, y sonrió al sol. Sus pezones sonreían también. En reacción a la fuerza del calor del sol golpeaba sobre ellos, los puntos carmín de la sirena crecieron aún más duros y más largos. Un anhelo como si nunca hubiera conocido arrasó a George al ver la reacción de su cuerpo con la naturaleza con fascinación y hambre. Él la quería. Dios como la quería. La sirena movía sus manos de debajo de la cabeza y los extendió tan lejos como podía llegar por encima de su cabeza. La posición impulso sus pechos hacia arriba en una invitación tal que George temía derramar su semilla en ese mismo momento. Se inclinó más cerca para tener una mejor visión. Murmuró una maldición cuando perdió el equilibrio y tropezó con la protección de los árboles del bosque.

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su aliento salía en un suave susurro por el canto tarareado. George contuvo el

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El Club de las Excomulgadas Kane estaba disfrutando de esta indulgencia relajante de sol y agua. Le recordó a orillas cubiertas de hierba de Nero, un planeta en el sistema estelar Falon que había explorado los últimos años. El viaje a Nero había sido un ejercicio inútil en términos de localización de la planta de la vida que ella había solicitado. La única cosa buena del viaje eran las orillas cubiertas de hierba de Nerón. Y Timal. Ella había comprado al droide de una compañera Botánica ahí que necesitaba venderlo para disipar los celos de su amante humanoide. A diferencia de los droides, los hombres humanoides podrían aparearse con las

permanente. Kane nunca había creído que el derecho universal fuera justo, ya que era sin duda creada por los hombres humanoide que estaban celosos de la perfección masculina de los droides. La ley se aseguró de que una mujer lo pensara dos veces antes de abrir las piernas a un robot. Kane disfrutaba de los rayos del sol que brillan intensamente, disfrutando cada momento de él. Durante dos días y las noches, ella había buscado arriba y abajo en el bosque la planta kabitross, sólo para encontrar el fracaso en cada vuelta. Se merecía el lujo de este merecido descanso. Ella estaba aquí y disfrutaría tan sólo un poco más, se prometió a sí misma en silencio. Sí, efectivamente, sólo unos minutos más. No hay más que eso. Definitivamente no. Tal vez no. Tendría que esperar y ver. Kane estiró los brazos por encima de su cabeza y disfrutó del calor del sol mimándose cubriéndose su cuerpo con él. Esto era lo más cercano al cielo que ella podría obtener en el siglo XVIII.

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mujeres humanoides sin el beneficio de solicitar ser tomado como un compañero

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El Club de las Excomulgadas Apenas un momento después, una sensación de hormigueo se abrió camino por la espalda de Kane, le decía sin confirmación visual de que ella ya no estaba sola en el claro del bosque. Ella no tenía necesidad de abrir los ojos para saber que un humanoide masculino se avecina en las inmediaciones. Ella no necesita ver al forastero para sentir su presencia. Cada célula de su cuerpo estaba viva e innatamente consciente de él. Además, ella también había oído murmurar algo al hombre al tener la suerte sangrienta de un pagano maldiciendo el día del juicio cuando cayó bruscamente al suelo y se golpeó con un ruido sordo.

proporcionada que sólo su láser-c. ¡Maldita sea! Ella había explorado el lugar antes del bañarse y lo encontró completamente seguro. Estar desnuda delante de un hombre extraño no le molestaba. Después de todo, era una ocurrencia común que hombres y mujeres se ducharan uno frente al otro en las cámaras plegables estériles proporcionadas por la NASA mientras exploraban juntos fuera del planeta. En situaciones como esa, no había lugar para la modestia. Lo que molestaba a Kane hasta la médula era la incertidumbre de si el hombre que se aproximaba era amigo o enemigo. Un amigo primitivo sería interesante, por no hablar de una historia fantástica para contar a su equipo cuando volviera al siglo 25º. ¿Pero un enemigo primitivo? ¿Quién le podía decir si él la iba de tratar de encerrarla en el calabozo? Kane vio como el cuerpo grande y afilado impresionante del hombre se recuperó rápidamente y se puso de pie. Se sacudió la tierra y algunas hojas de su pantalón y luego miró hacia ella y se sonrojó. Ella se relajó de inmediato. El hombre no era un enemigo. Ella no podía decir cómo lo sabía, pero lo hizo. Su instinto no le había fallado antes y sabía que no le fallaría ahora. Los historiadores electrónicos había alimentado sus datos correctos con la ropa

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Kane abrió los ojos, preparándose para lanzarse por la ropa y la seguridad

de los hombres del siglo XVIII se dio cuenta, por lo que espera a Saturno que se 3 7

El Club de las Excomulgadas había equipado también su vestuario correctamente. Tal vez podría conseguir la opinión de este hombre. Tal vez podríamos ser amigos después de todo. Intoxicados con la idea de ella se puso de pie para saludarlo correctamente, una sonrisa sincera de bienvenida envolviendo sus labios. Kane levantó la cabeza mientras lo estudiaba. Su rubor se hizo más profundo. ¿Por qué razón? no tenía ni idea, pero el simple acto del dejó una agradable sensación en la boca del estómago. El aspecto físico intimidante del gigante estaba

El desconocido era un hombre muy alto, más alto incluso que Timal. Tenía los hombros anchos y una amplia extensión de pecho por debajo de su chaleco. También podría decir por el ajuste perfecto de los pantalones que tenía las piernas largas y bien musculosas. Ella sonrió. El bulto entre las piernas y además de largo y bien duro. Dejando la observación ir por momento ella escaneo su cara. El hombre no era guapo en el sentido clásico, hermoso en el que era Timal, pero era sin duda una obra de arte masculina intrigante. Mucho más interesante que su droide. Su cara era llamativa con sus curvas y ángulos varoniles, la mandíbula tensa y obstinada. Sus ojos eran de un verde profundo, como la espuma del mar de Nero, su pelo negro como la noche. El hombre exuda poder y presencia. Kane estaba embelesada. ****** George nunca había estado más avergonzado. La más hermosa, mujer sensual que jamás había visto delante de él estaba acostada desnuda en su gloria. Si él tenía la esperanza de impresionar a la sirena por sutilmente mencionar su título y las tierras después de presentarse a ella de una manera noble, digna, él podría darse por vencido en cuanto a eso. Le gustaría que olvidara que su primera impresión de él fue después de que cayó al suelo mientras la espiaba desnuda.

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fuera de sintonía con la suavidad evidente que emitía.

El ego de George cayó a sus pies, limpió la suciedad y las hojas que se habían reunido en su trasero y las piernas de sus pantalones de su piel de gamo. Estaba 3 8

El Club de las Excomulgadas decidido a salir de esta triste escena con la mayor dignidad que pudiera salvar. No había manera de que pudiera acercarse a la sirena ahora. Todo estaba perdido. George no podía dejar la sensación de hundimiento en la boca del estómago que venía de la constatación de que nunca sería capaz de causar una buena impresión después de ese debacle. Nunca había tenido una mujer que agitara su sangre así. Sin embargo, nunca había tenido el momento que sería antes de que pudiera conocerla. Sus pensamientos eran tan intrusivos que nunca se le ocurrió

George se sonrojó frente a la dama, y se preparó para irse. Él recogería a Sócrates, tomaría el camino a casa, y luego retomaría su vida solitaria. Él respiró hondo, se estabilizó cuando plantó su pie derecho y luego el izquierdo y se las ingenió para girar e irse. Miró por última vez a la sirena, la vista de la intensificación de su desnudez, a pesar de sí mismo. Antes de que George pudiera decidirse a dar la vuelta y caminar en el bosque, la cosa más maravillosa, increíble, y totalmente inesperado sucedió. Ella se puso de pie... y le sonrió.

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preguntarse si él la había comprometido.

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 5 Kane se dirigió hacia el extranjero y le tendió la mano en una muestra universal de la amistad. Ella sonrió y se dio cuenta que en realidad iba hablar con un habitante del siglo XVIII. Y tuvo que admitir sobre todo que este habitante del siglo XVIII en particular era guapo. —Saludos, compañero humanoide. Me llamo Kane Edmonds. ¿Con qué

George sonrió a la sirena cuando le tomó la mano cuando ella se la tendida. No podía estar seguro de lo que era un humanoide pero mientras ella siguiera mirándolo así, le importaba poco. Llevó sus dedos elegantes a sus labios y las besó castamente, advirtiendo al mismo tiempo el color notable de sus ojos. Azul. Azul hielo. —Mi nombre es George Wyndom, señora Kane. Yo soy el conde de Blackmore. Kane visiblemente hizo una mueca. ¿El conde de Blackmore? ¿El presunto asesino de su propia esposa? Ella sacudió la cabeza. Ella conocía a un asesino cuando veía a uno y este hombre no podría ser de esa clase. Físicamente era muy capaz de verlo el hecho consumado, pero él no lo haría sin razón. O al menos eso es lo que su instinto le decía. Aunque ella no ciegamente escucho a Linder advertirle de que Blackmore era un asesino, Kane todavía quería escuchar al conde negar la acusación de sus propios labios. Ella sabía, sin dudarlo lo hiciera o no su instinto había apuntado en verdad a este hombre. —Lordling Blackmore, es un placer conocerte. Ahora por favor, ¿dígame si es verdad que mató a su primera esposa.

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nombre se llama usted?

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El Club de las Excomulgadas George parpadeó un par de veces rápidamente. Su mandíbula cayó abierta. Hable acerca de ir directo al grano. Por supuesto una mujer que podía estar desnuda delante de un caballero, sin ni siquiera un atisbo de rubor era una señora que también podría ser lo suficientemente contundente para preguntarle sobre la desaparición de Nina. No es que le importaba. Maldición la señorita Edmonds fue la primera persona que había conocido, hombre o mujer que le había hecho la pregunta y le dio la oportunidad de negar los cargos. Aquellos quienes se eran de sociedad nunca lo

oportunidad de limpiar su buen nombre. George dio la bienvenida a este cambio. Él se irguió en sus reservamos seis pies y cinco pulgadas3 y la miró fijamente a los ojos. —No. Yo ciertamente no lo hice. Kane asintió, satisfecha. Como de costumbre, sus instintos habían sido correctos. —Me lo imaginé, lord. Difícilmente pareces del tipo de un asesino. George inclinó el cabeza cortésmente contento de que ella tuviera fe en su palabra sin necesidad de una larga explicación sobre los acontecimientos de aquella noche horrible. Aunque sabía que no era correcto, la mirada de George deambulaba a lo largo del cuerpo de Kane. Estaba tan cerca de él ahora. Era una tortura estar cerca de ella, pero no iba a tomarla en sus brazos y amarla de la manera que quería. Su mirada de aprobación serpenteaba hacia abajo, hacia sus pechos, deteniéndose a admirar por un buen rato más. Los pezones de coral erectos todavía estaban duros como cuando estaba cantando minutos antes cuando la dama había estado disfrutando del sol.

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habían hecho. Ellos susurraban detrás de la espalda, nunca le habían dado la

1.95 metros (casi 96)

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El Club de las Excomulgadas La mirada George cayó aún más, en el triángulo perfecto de pelo entre las piernas de Kane. Había un impulso repentino de correr sus dedos a través de él, para demostrarse a sí mismo que la piel era tan suave como plumas como parecía. Cuando su eje comenzó a moverse dentro de los límites de su pantalón, George se dio cuenta de que tenía que poner fin a esta lectura enloquecedor del cuerpo de la sirena. Tosió discretamente en el puño y miró hacia otro lado. ¿Qué había estado pensando, comiéndose con los ojos su cuerpo de esa manera?

cerebro junto con el siglo XIX y XX. Si ella supiera lo que era, se sentiría más seguro participar con este humanoide en la conversación. Él le fascinaba por razones que no podría describir, y quería saber más de él. Sin embargo, dar un paso atrás parecía la mejor idea en estos momentos. Ella siempre podía aprender más tarde. —Orad perdóneme papá…o—allí estaba ella estaba mezclando el idioma un poco de cada siglo—pero debo volver a mi apartamento de soltera a toda prisa. Tengo mucho trabajo que hacer este día. George salió de su estado reflexivo y considero a Kane a través de los ojos curiosos. ¿Lordling? ¿Papa...O? ¿De soltera? Las extrañas palabras que ella utilizaba podrían enviar a un hombre directo a la cama con un dolor de cabeza en un intento por descifrarlas. ¿De qué tierra era esta señora originalmente? George se rascó la cabeza y suspiró. ¿A quién le importaba su origen? Él no quería que se fuera. Todavía no. —Comprendo, señorita Edmonds. ¿Quizá se me permite el privilegio de acompañarla a su casa? Ella encogió su consentimiento. ¿Cuánto podía posiblemente estropear sus palabras desde aquí a la cabaña primitiva?

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Kane hurgó en los datos del siglo XVIII que había sido almacenado en su

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El Club de las Excomulgadas —Gracias, lord. Sería bienvenido. Kane se dio la vuelta y se inclinó para recuperar su vestido de dama dieciochesca. George la vio agacharse, y luego deseó no haberlo hecho. Obtuvo una mirada muy de cerca y dolorosamente excitante de los pliegues de color rosa de su feminidad. Apretó los dientes apretándolos juntos. No se deshonraría a sí mismo. Se negó a la desgracia a sí mismo. Simplemente no derramaría su semilla aquí y ahora, después de haber logrado de alguna manera milagrosamente salvar su reputación ante los ojos de la dama. Maldita sea su pene de todos modos. El hijo de

George cerró los ojos y se obligó a visualizar Lady Harriet desnuda y deseándolo. Se imaginó a sí mismo tener que estar acostado con ella, besándola en su labio superior peludo. Cuando esto sólo funcionó parcialmente, imaginó en ropa de cama a Lady Jane y su lunar odioso mientras miraba a Lady Irma escarbar su nariz respingona. George suspiro de alivio cuando su eje bajó a cuarta parte del mástil. —Si quieres ser tan amable de abrir los ojos, lord podría obtener su ayuda en abotonarme la parte de atrás de mi vestido. —Por supuesto, señorita Edmonds. George abrió los ojos lentamente temeroso de que todavía podía estar desnuda. Dejó escapar un suspiro de alivio cuando su mirada fue sobre un cuerpo completamente vestido que sólo necesitaba ser abotonado en la espalda. Hace diez minutos él habría encontrado abotonar un vestido de una dama demasiado escandaloso para considerar. Lo raro era ver a una joven desnuda podía hacer podía hacer a un caballero. George miró el vestido con admiración. Era hecho con seda de primera calidad. Es evidente que la sirena era la hija de un rico comerciante. Él se preguntó de

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puta mejor que cooperara.

nuevo sobre sus orígenes. Ella era diferente a cualquier mujer que había conocido, tanto como hablaba como en los gestos. Por no mencionar que había sido la única 4 3

El Club de las Excomulgadas mujer que había encontrado andando desnuda, como si ésa era la forma de la misma. —Dígame señorita Edmonds, ¿de qué país dijo que es? — ¿País?—Ella reflexionó sobre la palabra por un momento, sonrió cuando finalmente él se recordó lo que era. Colonia. El equivalente más cercano a la palabra semántica para Lord Blackmore en el siglo 25º sería “colonia”. No “país” y “colonia” no llevaban el significado literal de lo mismo, pero ella sentía que era lo

—Houston. — ¿Houston? —Sí. Se encuentra ubicado en lo que la primit…uh…a lo que ustedes se refieren como América. Ah. Una estadounidense. Eso explica mucho. —Dime—le preguntó a George al llegar al pequeño botón al lado en la parte posterior del vestido de Kane, — ¿qué te trae a Inglaterra? ¿Y en concreto a Blackmore? Pensó en su respuesta durante un buen rato a pesar de que ella había ensayado mentalmente por lo menos mil veces en el caso de una situación como ésta surgiera. —Estoy aquí para buscar una planta especial, una flor. George se rió entre dientes, desconcertado. — ¿Usted y su familia navegaron todo el camino desde América en busca de una flor inglesa?

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más cercano a su significado que obtendría.

—Sólo yo. Mi, uh, familia no me acompañaron en esta misión. 4 4

El Club de las Excomulgadas George frunció el ceño mientras terminaba de abotonar el último de los botones minúsculos. El sacudió la cabeza con incredulidad y no con una pequeña molestia. ¿La señora se había aventurado a través del mar a solas?¿Apenas podía dar crédito a esa idea, pero por qué iba a mentir por pequeñeces? ¿La familia Edmonds se ha vuelto loca? Los americanos eran conocidos por su extravagancia y su primitivo desaire de los valores ingleses, pero ¿la familia americana de la dama no se preocupaba en absoluto por su reputación? Si era capaz de aventurarse a bañarse desnuda, estaría realmente en ruinas en el momento en

Tal vez ella tenía una sirvienta con ella. George se encogió de hombros mentalmente. Sería bastante fácil de resolver ese enigma, una vez que la acompañara a donde quiera que fuera que ella se estaba quedando. —Vamos, señorita Edmonds. Voy a escoltarla de manera segura a su destino de inmediato. Ella asintió con la cabeza. —Gracias, lord. Estoy lista. ***** Kane se dejó caer sobre la silla Inglesa terriblemente incómoda y se estremeció. Era un cambio agradable, pudiendo estar estresada hasta el punto de la locura sin tener que soportar los puños golpeando de un robot en la parte de atrás, sin embargo, las sillas sensoriales exportadas por la colonia de Houston eran sin lugar a dudas mucho más cómodas. Especialmente cuando funcionaban correctamente. Kane sonrió el conde mientras lo contemplaba con ojos de agradecimiento femenino salvaje. ¡Por la galaxia, él era todo lo que deseaba de un amante de humanoide! Alto, fornido, musculoso, increíblemente aterrador, pero suave al mismo tiempo. Él era el yin y el yang, noche y día, la tierra y el cielo, todo en uno.

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que ella regrese a su casa, viajando sin otra mujer como acompañante.

Y él quería que ella acompañara de vuelta a su propiedad. 4 5

El Club de las Excomulgadas —Mi lord... — ¡Es Lord, dulce Kane. Apenas señor. Pero por favor, concédame el honor de que me llames George cuando usted me ha permitido el privilegio de dirigirme a usted de manera informal. Kane asintió con la cabeza en aceptación, y al mismo tiempo archivando el nuevo dato en lo más recóndito de su cerebro. Él era el señor, no lord.

preocupación con respecto a mi bienestar y mi... eh... ¿cómo lo llamó otra vez? —Reputación. —Ah, sí, mi reputación—ella poco a poco enunció, saboreando la nueva palabra mientras lo decía. —Como ya he dicho, agradezco la preocupación, pero yo no podría agobiarlo. George levantó una mano para silenciar. —Le aseguro, señora, su presencia en mi casa haría cualquier cosa excepto agobiarme mí. Yo te daré una cámara de invitados mucho más grande de toda esta casa. Vas a tener sirvientes a su disposición, un coche a su entera disposición, y el acceso a mi biblioteca privada. Sólo piense cuánto más rápido puede encontrar la flor suya con todo esto a su alcance. George se sentó rígidamente en la silla frente a Kane y esperó con los pelos de punta por su respuesta. Él la quería al alcance de la mano. Así que si esperaba convencerla para quedarse como huésped en Blackmore, sabía que tenía que desesperanzar cualquiera de los argumentos en contra. —Y—agregó casi después de pensarlo—voy a encargar a mi madre con el cuidado de su reputación. Yo temporalmente la trasladaré de la casa de viuda a la casa principal por el tiempo que dure su estancia. Nadie será capaz de poner en

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—Muy bien, George. En agradecimiento por su amabilidad extrema y por su

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El Club de las Excomulgadas entredicho su buen nombre, si una mujer noble se queda en Blackmore como acompañante. George inclinó la cabeza con un gesto arrogante. Un argumento muy bueno que simplemente le había dado a la señora, se dijo a sí mismo. Se habría convertido en un abogado si no hubiera estado por debajo de la posición de un noble buscar la posición entre las profesiones4. Kane apenas entendía lo que el conde estaba hablando. ¿Acompañantes?

extranjeras eran alucinantes. Ella no comprendía el significado detrás de ellas. Pero una cosa era clara: el conde le quería a su lado. Abrazó el conocimiento cercano a su corazón, exaltado y confundido por las emociones que surgieron en su pecho. Trasladarse temporalmente hacia el domicilio del conde podía producir sin fin de complicaciones. Sería difícil para ella ponerse en contacto con Linder si lo necesitaba. Sería aún más difícil llegar a su casa sin ropa que guardar y luego tratar de explicar cómo era posible que ella llevara un vestido diferente cada día. Apenas podía mostrar su láser-c a George y demostrar la gran cantidad de usos que tenía. Y sin embargo... Irse a vivir con a George significa estar cerca de él. Esto significaría verlo todas las mañanas, cenar con él cada noche, pasear con él a través de sus tierras y charlar sin parar sobre todo y nada, tal como lo había hecho hoy en su camino hacia su domicilio. Kane nunca había estado tan fascinada por un humanoide varón antes. Nunca había conocido a uno que ella habría elegido para montar. Hasta George había sido

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Vieja teoría ampliamente aceptada entre los siglos XV y XVIII que el “trabajo” entre los nobles era indigno a su posición, un noble apenas si debe molestarse en contratar un administrador y recibir las ganancias mensuales de sus inversiones, el comercio o las profesiones, estaban por debajo de lo adecuado, al menos para quienes ostentaban el título, pues era habitual que los hermanos menores, sin título nobiliario ni fortunas que administrar recurrieran a las profesiones para subsistir, aunque nunca al comercio por “bajo”. Esta era una de las razones por las que muchos terminaban en quiebra (o bien poca fortuna que despilfarraban en temporada de fiestas y bailes costosísimos, o bien administradores que huían con el dinero a las colonias –Estados Unidos, Jamaica o Australia, entre otros países-.

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¿Reputación? ¿Y que en el nombre de Neptuno era una viuda? Estas palabras

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El Club de las Excomulgadas sólo Timal, un bello androide que parecía feo y ordinario cuando se comparaba con este conde viril. Su decisión fue tomada inmediatamente. —Acepto. Las cejas de George se alzaron. Se sorprendió por su rápido acuerdo. — ¿Usted... acepta?

—Lo hago—Sonreía con una sonrisa radiante hacia el conde cuando se puso de pie y se acercó a su silla. —Pero tienes que prometerme que tendré la alegría de pasar tiempo a solas con usted todos los días como lo hicimos hoy. De lo contrario, me quedaré donde estoy. —Ella agitó sus manos por la habitación, haciendo hincapié en su significado. La mandíbula de George se relajó. La belleza había exigido prácticamente su compañía. Como si ella necesitara hacer de un requisito previo para mudarse a Blackmore. Como si él no daría cualquier cosa por un momento con ella, incluso más de su tiempo. Estaba obsesionado, instantánea y perdidamente enamorado y él lo sabía. Se aclaró la garganta y tragando, una vez la nuez de Adán que se balanceaba arriba y abajo mientras lentamente se retiró de su asiento y se elevó a la altura de por encima de Kane. —Tiene mi palabra. George la tomó de la mano, dibujando con suavidad con su boca. La besó en la palma de la mano con delicadeza hacia arriba, enviando escalofríos de deseo ondulante a través de ambos cuerpos. Kane se puso caliente y húmeda, deseando más, pero sintiendo que ella tendría

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Kane asintió con la cabeza.

que aguardar su tiempo y esperar. Ella no podía estar segura, pero dudaba de que el sexo fuera intercambiado libremente entre los humanoides en el siglo XVIII como 4 8

El Club de las Excomulgadas lo era en el siglo 25. Ella esperaría, pero por el momento ella necesitaba más. Sólo un poco más. Kane miró en los ojos de George, su buena disposición y deseo eran evidentes en su mirada. Se puso de pie en puntillas, separando los labios ligeramente, pidiendo a cada diosa de apareamiento que ella podría nombrar que el conde la besara. George parpadeó, incapaz de creer lo que señora estaba sugiriendo lo que su

bestia gigantesca como él mismo para besarla en esa delicada boca roja. Pero ella estaba de pie en puntillas... y sus labios estaban separados... y... George bajó la cabeza a Kane y llevó sus labios hacia abajo a ella para encontrarse. Una ola de nostalgia feroz recorrió sus entrañas, derribando sus sentidos con un golpe rápido, cuando experimentó la embriagadora sensación de tener sus labios sedosos flexibles debajo de los suyos. Suspiró decorosamente, separando sus labios aún más, y fue toda la tortura que podía soportar. Él la envolvió con sus brazos, separándola del suelo como si no pesara más que una flor trivial y saqueó su boca con la suya. Kane deslizó sus brazos alrededor del cuello del conde y se sostuvo como si tuviera que salvar su vida. Él estaba besándola con todos sus sentidos, debilitándola de su decisión de no exigir el intercambio de sexo en el lugar. Y entonces él metió la lengua en el interior de su boca acogedora y ella no tuvo otro pensamiento completo durante varios minutos. George se arremolinaba en torno a la lengua de Kane y se quejó de necesidad. Nunca antes había sentido una atracción tan primitiva, tan poderosa. Se besaron durante varios minutos, explorando la boca del otro como si fueran animales curiosos explorando una nueva guarida. Sus lenguas bailaron y profundizaron, cada tacto aterciopelado desencadenando un nuevo temblor de deseo.

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incorregiblemente mente excitada estaba pensando. Ella no podría desear a una

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El Club de las Excomulgadas Una necesidad que ella nunca había experimentado cuando las manos sintéticas de Timal se envolvían firmemente alrededor del vientre de Kane. Eso la insistió a ella a exigir la liberación de la esta tortura exquisita. Y luego sin previo aviso, el conde rompió el beso. Jadeando, parpadeó, mirando en sus ojos en un aturdimiento por la confusión y la frustración carnal.

controladas, y tranquilizadoras. Él la bajó lentamente hasta el suelo, saboreando la sensación de su forma suave deslizándose por su cuerpo rígido. Si él no paraba con su apetito, él estaba expuesto a violar a la mujer aquí y ahora en el piso de la casa. Y entonces, ¿qué pensaría ella de él? Que sin duda lo llamaría monstruo por su tamaño y reputación haciendo lo que otros creían que era. —Suplico perdone mi impertinencia, señorita Edmonds. No voy a olvidar mis modales de nuevo. Kane frunció el ceño con un sentido depravado de decepción. Ella tenía unas palabras a decir sobre el asunto de sus modales, pero decidió callarse. Ella estaba mudándose con el conde. Había tiempo de sobra para atraerlo a su cama, para que él la lleve a las alturas de éxtasis una y otra vez antes de regresar al siglo 25. A juzgar por el bulto de la erección tirante que se apretaba contra su estómago, ella pensó que no tardaría mucho tiempo en atraerlo allí. ¿Un día? ¿Tal vez dos? Kane sonrió al conde que se calmó al ver la sonrisa. George escrutinio a Kane con su aprobación, incluso según él mismo se regañó por su vil codicia. No deshonraría a esta mujer seduciéndola. Se negó a profundizar su compromiso de tal manera repugnante y despreciable cuando tantos otros mequetrefes y dandis lo habrían hecho voluntariamente.

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George presionó su frente contra Kane y tomó una serie de respiraciones

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El Club de las Excomulgadas George soltó a Kane y le sonrió. No estaba del todo seguro de qué hacer con su atracción mutua, pero se dio cuenta de que esto no era el momento de pensar en ello. —Voy a despedirme, dulce Kane. Un carro será enviado cerca para recogerla a usted y a sus pertenencias en una hora. Ella asintió con la cabeza rápidamente su consentimiento.

La sonrisa de George era desconcertada. Así que él no la había alejado por sus besos inadecuados. Y, de igual importancia, ella no había estado harta de su compañía más de lo que había saciado su hambre por su cuenta. Inclinó la cabeza educadamente. —Por supuesto. Vamos a cenar juntos esta víspera ¿si os place? —Así es. Me complacería… George levantó la mano de Kane a sus labios y la besó con reverencia. —No voy a pensar en nada más durante todo el día. Sea rápida, dulce Kane.

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— ¿Lo volveré a ver hoy?—preguntó con ojos esperanzados.

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 6 —Dígame querida Kane, ¿qué piensa usted de Blackmore? Kane levantó la vista de su comida y supuso que era la mujer llamada la condesa viuda. Que estaba sentada frente a ella en la elegante mesa de comedor con George sentado a la cabeza de esta a su izquierda.

Y en verdad, lo era. Kane apenas había creído lo que veía cuando el primer coche entró rodando con la visión directa de la casa. Blackmore era una mansión monstruosamente grande antigua que contenía cientos de recámaras dentro de sus muros. Los jardines eran frondosos con césped, una rareza en el tiempo de Kane, y cuidados a la precisión. El interior de Blackmore estaba cargado de oro brillante y hermoso cristal, cristal translúcido. En todas partes ella miró, algo nuevo y provocativo esperado ser descubierto. Además de hierba verdadera, como si eso no fuese lo suficientemente intoxicante, había también ¡animales vivos! Las bestias bellas, poderosas que jalaron carruajes, el canto de las criaturas con plumas que se deslizaron a través del aire con alas, y jadeando, los habitantes amistosamente esmerilados de cuatro patas que ladraron y lamieron la cara. La naturaleza en toda su gloria sin mancha vivía y respiraba en la tierra del siglo XVIII. Un escalofrío de tristeza recorrió Kane, sabiendo que estos peludos seres orgullosos y plumíferos serían destruidos en unos pocos cientos de años. De hecho, para ver siquiera una brizna de hierba en el siglo 25º, uno debía viajar fuera del sistema solar. Sin embargo, la tierra del siglo XVIII estaba viva y respirando con una vitalidad y grandeza que superó incluso a Nero del sistema de estrellas Falon. Hasta su

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—Precioso, maravilloso. Es impresionante, Lady Julia.

llegada en el pasado de la Tierra, Kane siempre había creído que Nero era el más bello de los planetas. Como de equivocada había estado. 5 2

El Club de las Excomulgadas Era la tierra, su propia casa amada había sido lo más grandioso. Había una vez, un mundo que había sido espléndido más allá de lo que ella era capaz de imaginar antes de verlo con sus propios ojos, su planeta tierra había sido la más poderosa de las criaturas del cielo, una reina gobernante orgullosa de las galaxias. Y luego estaba Blackmore en sí mismo. Alto, sólido y formidable, al igual que su amo, pero también como George, hogareño y acogedor al mismo tiempo. Las casas en el futuro eran pequeñas, compactas y utilitarias. No había nada cálido o invitador acerca de ellas. Muy poco espacio era necesario por una persona, porque

dos habitaciones estándar, en cualquier tipo de recámara que fuera necesaria en el momento. Pero el orgulloso, hermoso, décimo octavo Blackmore se presentó como un gigante entre los domicilios, una reliquia de un pasado hace mucho tiempo olvidado. Y Kane estaba allí para verlo todo, para experimentar la tierra a la altura de su gloria. Estos fueron momentos que con el tiempo ella apreciaría siempre, y, como detestó admitirlo, ella odiaría dejarlo atrás. — ¿Te agradó el paseo con mi madre cuando te mostró los alrededores de la finca?—George tomó un sorbo de su vino luego lo regreso hacia abajo sobre la mesa de roble, mientras contemplaba a Kane. —Sí—dijo sonriendo, sin aliento—fue un viaje maravilloso proporcionado por una compañía maravillosa. —Oh alto—se sonrojó Lady Julia. —Usted hace que el corazón de una anciana salte de golpe orgulloso, querida Kane. —Lo digo sinceramente, Lady Julia. Su compañía es bastante divertida. — Kane frunció la nariz, mientras miraba a la condesa viuda. — ¿Pero por qué usted dice que está vieja?

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las recámaras computarizadas se metamorfosean, lo que convertía los domicilios de

Lady Julia se echó a reír.

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El Club de las Excomulgadas —Yo, pero sí sabe cómo halagar a una mujer, haciéndola sentir que es joven otra vez. —Lady Julia sonrió cálidamente a Kane. —Pero estoy cerca de cincuenta y cinco años, querida, más bien un fósil inútil. Kane se encogió de hombros, sin entender por qué la condesa viuda se consideraba como tal. —Perdona mi ignorancia de sus creencias, mi lady—una palabra nueva que había aprendido hoy—pero de donde yo vengo usted sería considerada como joven

Lady Julia sonrió radiantemente a Kane y le guiñó un ojo. —Quizá voy a ir a las colonias americanas con usted a su partida. El trío se rió mucho y sin prisa, disfrutando de su conversación a fondo. Kane nunca había participado de bromas tan ociosas en el mundo serio del siglo 25º. Era muy agradable hablar de nada de importancia y estar simplemente juntos y disfrutar del por el cambio. —Tengo curiosidad—reconoció Kane unos minutos más tarde, cuando la risa se apagó. — ¿De qué?—le preguntó George. Kane miró a su alrededor en el comedor a la multitud de sirvientes uniformados que estaba en el fondo inmóviles como estatuas hasta que eran llamados a desempeñar una tarea. —Estos hombres que nos sirven comida y bebida. ¿Qué ha pasado con su pelo para hacer que se vuelvan blancos antes de tiempo? Algunos de ellos parecen ser bastante jóvenes, pero su pelo es de hombres de cien años de edad. George y Lady Julia arrojaron la cabeza hacia atrás y se rieron.

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y vital, que acaba de entrar en el pico de su belleza, habilidades y sabiduría.

— ¿Qué he dicho que es divertido?—preguntó Kane. 5 4

El Club de las Excomulgadas La mirada atónita de su cara causó que madre e hijo se rieran aún más fuerte. —Oh, usted es bastante bromista—anunció Lady Julia mientras se limpiaba las lágrimas de risa de sus ojos. Kane le lanzó una mirada desconcertada. — ¿Qué quieres decir? —Oh, vamos—sonrió George—sin duda es de su conocimiento el hecho de que

— ¿Pelucas? ¿Que son las pelucas? La risa abruptamente disminuyó. —Pelucas, querida—dijo Lady Julia como si reiterando la palabra haría entender a darse cuenta Kane—son, usted sabe... pelucas. —Pelo falso—Dijo George a su madre, ayudándola con su falta de palabras descriptivas. —Pelo falso—Ahora era Kane que se reía. — ¡Pelo falso!—Ella agarró su vientre y rió a carcajadas. — ¡Ahora eso es divertido! Perplejos, George y Julia Lady negaron con la cabeza. — ¿Que es divertido en eso?—preguntó Lady Julia. —Pues bien—sonrió mientras Kane se enjugó los ojos—si yo fuera a llevar el pelo falso, cosa que yo nunca haría en mil años de vida terrestre, sin duda no escogería un color de pelo que me haga parecer más vieja que ¡Moisés! George y Lady Julia sentados están como pegados a sus sillas, carentes de movimiento como los hombres-estatua detrás de ellos. Y luego pero despacio

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los sirvientes usan pelucas empolvadas habitualmente.

soltaron la risa.

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El Club de las Excomulgadas —Tiene un punto—se rió entre dientes. —Nunca he tenido afición por la peluca empolvada a pesar de que están de moda. —Es cierto—admitió Lady Julia a través de su mirada divertida. —Nunca he vestido una, aunque están muy de moda en la corte de George. —George—preguntó Kane. —El Rey George—la condesa viuda aclaró. —El Rey George III.

llamamiento a los diversos datos archivados en su cerebro y ordenados a través de él. Por fin, ella fue capaz de extraer las piezas de los datos del siglo XVIII a partir del siglo XIX y XX. Rey George III fue un rey Inglés, que tenía fama de ser un loco. De hecho, si la inyección de sangre le había servido infaliblemente, George III que más tarde fue declaró incompetente y su hijo gobernó como regente durante los nueve años del proceso de su muerte. Bueno, eso sin duda explica la cosa de la peluca, Kane reconoció a sí misma. Un hombre de quien los antiguos habrían dicho era “más loco que una cabra” les había llevado a ponerse de moda. Ella sacudió la cabeza. Algo le decía que era mejor mantener sus observaciones sobre el estado mental sórdido del rey y su moda a sí misma. —Ya veo—dijo simplemente. Diez minutos más tarde, George levantó su copa y ofreció un brindis a Kane. —A la maravillosamente entretenida velada, por no mencionar invitada de deslumbrante belleza de Blackmore—él dijo. —Que ella se enamore de…—George se aclaró la garganta y se sonrojó—...el campo Inglés, —aclarándose la garganta,— y nunca nos deje. —El conde sonrió hacia Kane. —Por la señorita Edmonds.

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Kane pensó un momento en lo que a su nuevo amigo le había dicho. Hizo un

***** 5 6

El Club de las Excomulgadas —Ella es maravillosa, Georgie. Absolutamente perfecta. George sólo podía estar de acuerdo. No sólo era la compañía Kane encantadora y bella, él habían obtenido de la conversación que había tenido con ella, mientras caminaban a su casa cuando se conocieron, un placer que no había sido divisado siquiera con cualquier otra persona. En otras palabras, no había falta alguna, pero George sabía de su aventura de baño. Su reputación se vio intacta. No es que particularmente le importara. Ninguno en la sociedad habría llamarse sorprendido si él hiciera algo para causar escándalo por sí mismo. Se esperaba eso

—Una condesa fascinante haría—murmuró más para sí mismo que para su madre. Y luego el resto de lo que había dicho Lady Julia cayó en la cuenta y sus cejas se quebraron con un gruñido. —Y por favor, por el santo amor de Dios, ¡no se refiera a mí como Georgie en su presencia! Lady Julia se deslizó a la silla frente al escritorio de su hijo y se sentó. Lanzó una topográfica mirada hacia la puerta del estudio detrás de ella, asegurando que la misma estuviera cerrada completamente para su conversación privada, no quería que los oyeran. Ella se acercó a la mesa de George, susurrando de manera conspirativa. — ¿Qué piensas hacer? —Le ruego me disculpe, señora. — ¡No levantes la voz!—Susurró con urgencia. La condesa viuda miró hacia la puerta y luego otra vez hacia su hijo. —Yo dije ¿qué piensas hacer?—ella respiró en un tono aún más bajo. George no podía estar seguro de por qué a su madre hablaba en voz baja, pero lo hizo para disminuir sus propios tonos y susurros. Se inclinó más cerca de a su madre, y sopló.

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de él.

—No tengo planes de los cuales hablar, señora. 5 7

El Club de las Excomulgadas — ¡Qué tipo estúpido eres!—Gritó Lady Julia mientras ella se levantó. Al parecer, ella había terminado el susurro, George señaló con ironía. — ¿Tonto, madre? — ¡Sí, tonto!—gritó de nuevo. —Perdona mi impertinencia, Georgie, ¡pero tengo que decir lo que pienso!

— ¿Cuándo la he detenido alguna vez yo? Lady Julia ignoró el ingenio de su gracioso hijo, y continuó por el sendero de su elección. —La muchacha es perfecta y amorosa con un corazón cálido y suave entra en tu vida de la nada, un don del cielo verdadero si se quiere, ¿y no tienes planes para mantenerla aquí? — ¡Por supuesto que voy a intentar mantenerla aquí!—Respondió George con un bramido, viéndose tan agitado con su madre como ella lo estaba con él. El tema de dejar a Kane no era uno que quería insistir mucho. —Pero esta no es la Edad Media, señora. No puedo encerrarla en una torre y forzar a que se quede aquí contra su voluntad. Lady Julia carraspeó. Ella se dio cuenta de que había empujado a su hijo al mal genio, así que se echó atrás. Sin embargo, ella no pudo evitar añadir otra reflexión a la discusión. —Me parece que nuestros antepasados primitivos tenían una forma mucho mejor de hacer las cosas—murmuró ella. George sonrió. Se sirvió una copa de oporto y saludó a su madre cuando él lo llevó a los labios para tomar una copa. Le complacía que aprobara a Kane y más

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El cruzó los brazos sobre el pecho.

que un poco sorprendido de que hubiera lo hecho sin saber nada de sus 5 8

El Club de las Excomulgadas antecedentes y conexiones. Lady Julia tenía tantas palabras que acaba de dar su consentimiento al cortejo de Kane. Se sorprendió, sin duda, pero decidió no poner en duda su buena fortuna. Ambos coincidieron en la misma mujer. Por último. —Esta es la futura condesa, señora, estamos de acuerdo. ***** Kane nunca había tenido que orinar tan mal en toda su vida. Buscó en la sala

siquiera mirar en las esquinas, en cualquier lugar donde podría ser una instalación de residuos ocultos. Si no lo hacía pronto, era probable que se le rompiera un riñón. Al borde de las lágrimas por el dolor de mantener sus necesidades, ella negó con la cabeza tristemente y lanzó miradas disgustadas por todas las paredes, rincones, y grietas a la vista. Se sentía como un animal enjaulado negado por mucho tiempo su libertad. Tan insondable como debería haber sido, se está convirtiendo rápidamente en evidente que no había ninguna instalación de residuos que se pudiera encontrar dentro de su habitación demasiado grande. Ella hizo otro análisis rápido de la habitación, avergonzado de que en realidad podría verse obligado a ensuciar su ropa. Ella sonrió aliviada cuando, unos segundos más tarde, se dio cuenta de una planta con maceta sobre una mesa al lado del tocador, era lo más cercano a una cámara de baño que podía conseguir. Tendría que hacer. Kane siempre había sido una ávida amante de la naturaleza y en cualquier otro día habría tomado el tiempo previo y apropiadamente reverenciar la espectacular

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mirando frenéticamente, detrás de las cortinas, buscando debajo de las camas, ni

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El Club de las Excomulgadas exhibición de rosas, violetas, y los suspiros de bebé5 que estaban dispuestos de manera beatíficamente en el interior de la vasija de oro y cristal. Hoy, sin embargo, no se dio cuenta, y mucho menos las reverenció. Ella salvajemente quitó las flores fuera de su nido y colocó la urna dorada bajo sus muslos en cuclillas. Sus ojos comenzaron a rodar de regreso a su cabeza. Por las lunas de Júpiter esto se sentía celestial.

—Saludos humanoides Bessy. ¿Cómo te va de bien el día de hoy? La criada miró a los ojos de Kane, una mirada de interrogación en su cara. Ella se movió en sus pies, contemplando las palabras de la señora. —No puedo decir que sé con certeza lo que la señora quiere decir pero es tan correcto como la lluvia si eso es lo que habéis preguntado. Kane asintió, sonriendo como una idiota. No tenía idea de lo que la mujer había dicho. Bessy, una atractiva chica de unos diecinueve años, enderezó los hombros y sonrió con orgullo hasta en Kane. —Usted necesita una doncella, señora, y yo soy justo lo que usted busca. Yo me ocuparé de vosotros apropiadamente, lo haré. —Ella miró lejos, renuente a plantear la cuestión mucho más allá. —Eso es si vosotros lo deseáis. Kane siguió asintiendo como una marioneta, sonriendo como una loca como una vez que había encontrado el planeta Frebula. Un hombre había disfrutado de chupar la energía nociva de nitrógeno férrico usado para impulsar vehículos espaciales y su voz se escuchaba muy aguda después. Ella realmente deseaba saber lo que esta niña estaba diciendo. 5

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Suspiros de bebé o Baby’s breath es un tipo de azucena, si la quieres conocer puedes ir a http://plantencyclo.free.fr/sp/ma_hemerocallis_ba_gg.htm

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El Club de las Excomulgadas Al parecer, el asentir y sonreír funcionó bastante bien para Bessy, sonrió cariñosamente hacia ella, sus dientes blancos en contraste con su traje negro de matrona. —Bueno pues mam. Recuerde, mi nombre es Bessy y si usted necesita algo, sólo tire de la cuerda. Kane entendió la última frase lo suficientemente bien.

—Sí, señora. Kane asintió con la cabeza. —Y ¿sería usted capaz de decirme donde están las instalaciones de residuos dentro de este domicilio? —¿Instalaciones de residuos? Kane se dio cuenta de que la niña no tenía idea de lo que se refería. Ella decidió que una demostración estaba en orden. Pensando rápidamente, se agachó hacia el suelo y dejando un silbido “sssss” de sus labios como los neumáticos una fuga del coche de helio Glide. Bessy se sonrojó profusamente, pero parecía entender muy bien lo que quería decir. Se acercó a la cama, se agachó para agarrar por debajo de él, entonces sacó lo que parecía ser una fuente de oro grande. Sonriendo tímidamente, le ofreció el cuenco de oro a su señora. Cuando Kane no hizo ningún movimiento para recuperar el orinal, Bessy lo empuje hacia ella de nuevo. —Esto es en lo que usted hace con su asunto, señora.

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— ¿Tire de la cuerda?¿ yo tiraré de ella cuando te necesite?

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El Club de las Excomulgadas El entendimiento recorrió a Kane como las aguas de Nero en marea alta. Había visto la víspera pasada el recipiente, sin embargo, no se había dado cuenta de su uso. Ella ahora entendía. ¡Se esperaba de ella en realidad deje sus residuos en el interior de la taza! Con la cara roja, ella hizo un gesto hacia esa broma dorada. — ¿Qué voy a hacer con él cuando termine? Bessy puso el orinal en el suelo y se volvió hacia Kane. Como la gente tiende a hacer cada vez que hay presente una barrera idiomática, alzó la voz y habló muy

—Pues deja su asunto en el orinal como tal. —Bessy se puso en cuclillas sobre la olla e hizo el mismo silbido Kane había hecho momentos antes. —Entonces—la muchacha se levantó y colocó el orinal en la cuna de su brazo—cuando os habéis terminado—miró en el recipiente de oro y sonrió teatralmente, como una madre después de elogiar a su hijo por dejar atrás un “presente” en una instalación de residuos por primera vez—deja el orinal abajo—lo hizo en la mesa más cercana—y vosotros me llaméis—se llevó la mano a la campanilla, dramáticamente sobre exagerando que se podría tirar de él. —Ahora, —preguntó Bessy, lentamente y lo suficientemente fuerte para despertar a los muertos, — ¿no tenéis más preguntas para hacerme, señora? Divertida en el juego de mímica de la criada, y halagado de que la niña había actuado con sinceridad en lugar de rencor, Kane negó con la cabeza. —Gracias, pero no. Bessy asintió con la cabeza, excesivamente satisfecha con su capacidad de comunicarse con la nueva señora. —Muy bien, entonces. Voy a pedir su permiso ahora, señora. Su señoría os estará esperando oportunamente en el desayuno. Kane sonrió, dándole las gracias de nuevo por ayudarle a averiguar cómo

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despacio, tratando de enunciar cada palabra.

funcionan las cosas en este mundo extraño. 6 2

El Club de las Excomulgadas —Ah, y Bessy…—agregó antes de que la criada podría salir de la cámara. — ¿Sí, señora? — ¿Podría disponer de esto, por favor? Kane entregó el florero sucio que había usado la noche anterior a la criada. Bessy miró hacia abajo en la urna, el mismo que la condesa viuda había conseguido en tres mil libras nada menos, y luego se ruborizó hasta las raíces de su pelo castaño

—Por supuesto, señora. —Que la diosa te bendiga, Bessy. Bessy negó con la cabeza mientras salía de la alcoba, pensando para sí que los ricos eran más extraño que mucha gente sobre la tierra con sangre. —Que la diosa te bendiga, señora. ***** Treinta minutos después, mientras estaba sentada tomando su desayuno en el comedor formal de los Blackmore, Kane estaba pensando en algún punto cercano en la misma línea que Bessy había estado. Como había aprendido la última noche en la cena, todo en Inglaterra del siglo XVIII se reglamentada, cordial y formal. La servilleta tuvo la elegancia del regazo de una dama solamente, los utensilios necesarios de comer tenía que ser recogido de una manera. Ella observó y aprendió, haciendo su mejor esfuerzo para imitar a Lady Julia para no avergonzarse a sí misma. Todo menos darse por vencido, ella apuñaló a sus huevos y los empujó dentro de su boca con la menor ceremonia posible. Al parecer, ella no se comportaba muy mal, porque la condesa viuda no le había dado ninguna de las miradas perplejas

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tímido. Ella tosió discretamente en su mano, su mirada al suelo.

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El Club de las Excomulgadas que ella había arrojado ayer por la noche durante la cena de cinco platos. Kane se aclaró la garganta. —Lady Julia, ¿George se unirá a nosotros para el desayuno? La condesa viuda disparó la mirada hacia Kane, sonriendo brillantemente con la idea de que la joven realmente quería la compañía de su hijo en lugar de temerla. —Me temo que no, querida. Él me pidió que enviara sus disculpas, ya que tenía

elegante indiferencia. —Problemas con el Inquilinos. Lady Julia había hecho la última afirmación de tal manera que Kane asumió que se suponía que sabía lo que significaba. Era obvio que los problemas inquilinos debían significar mucho en Inglaterra del siglo XVIII. Si Kane supiera que era inquilinos podría haber hablado una palabra o dos en retorno. En cambio, ella volvió de nuevo a sonreír y asentir. Siempre parecía que funcionaba en un apuro. Afortunadamente, la conversación entre ella y la viuda era siempre divertida, así que las dos mujeres pronto entablaron una animada charla. Hablaron de todo, desde el estado de la política de Inglaterra a la última moda de la corte. Kane hizo muchas preguntas y Lady Julia disfrutó muchísimo responder a ellas. Tanto así que no se hizo evidente para viuda hasta mucho más tarde que no sabía prácticamente nada de Kane y sus orígenes. Sin embargo, una vieja mujer fatal como Lady Julia Blackmore casi no le importó ser el foco de tanta atención. No, a la antigua arpía no le importaba en absoluto.

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la intención de estar aquí. —Ella se encogió de hombros y agitó la mano en el aire

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 7 Kane y George paseaban cogidos del brazo a través de los exuberantes jardines de Blackmore. Era la víspera de su segunda noche juntos, pero el todavía no había hecho ningún movimiento para una unión con ella. Kane se encontró ligeramente desanimada, sin embargo, siguió negándose a renunciar a la esperanza que se situó cerca de su corazón.

con Lady Julia, que los hombres de este tiempo se suponían que eran los invasores, no a las mujeres. Kane encontró extraña esta costumbre bárbara, por no mencionar muy agobiante para sus planes, pero se mordió la lengua y esperó su tiempo, haciendo todo lo posible para encajar en el mundo de George. Ella simplemente tendría que esperar que el conde hiciera su movimiento y la follara. Una sensación como vértigo de puro deseo recorría su vientre ante la sola idea de ello. Kane se dio cuenta, sin ninguna duda de que el apareamiento con George sería la experiencia más embriagadora, algo que podría terminar fragmentando la galaxia a sus veintiséis años. Él era un hombre real, un humanoide cincelado a la perfección de su cuerpo. Y su corazón era tan grande y compasivo. Cómo podía creer cualquiera de estos habitantes del siglo XVIII que era un asesino, estaba más allá de sus destrezas de razonamiento. — ¿Qué estás pensando, querida?—George le apretó el brazo suavemente a medida que continuaron su paseo iluminado por la luna a través de los jardines y esperó su respuesta. Kane lanzó sus ojos hacia él y le sonrió. Buscó una mentira rápido, sabiendo que nunca podría admitir que la mayoría de sus pensamientos giraban en torno a tirarlo al suelo y tomar su cuerpo deliciosamente deslumbrante musculado hasta que ninguno de ellos podía caminar.

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Ella había aprendido lo suficiente durante las conversaciones que había tenido

—Yo estaba, uh, pensando en lo mucho que disfruto de su compañía. 6 5

El Club de las Excomulgadas Era verdad. La cara de George se iluminó con sus palabras. Simplemente no podía creer su buena fortuna. Él sabía que iba a ser la envidia de todos los caballeros de la alta sociedad, una vez que presentara a su nueva y hermosa esposa a la sociedad. Y, sin embargo, no era su belleza lo que cautivaba. Era más. Lo era todo. Era la manera que Kane se dejó caer en una silla con tal vigor, luego miró a su alrededor a la parte de atrás y sonrió, como si estuviera esperado que un alce saltara

pavoneaba por lo provocativo de su paseo, como si tuviera la seguridad de que el mundo era suyo para explorar y conquistar. Infiernos, era incluso la manera en que sus labios se fruncían y su dedo se toca la mejilla cuando ella estaba considerando la respuesta a una pregunta. Todo sobre Kane Edmonds lo fascinaba y lo seducía. —Me gusta su compañía en igual medida, mi dulce. De hecho, me encontré contando las horas durante el día hasta la cena para poder tomarla de la mano y verla una vez más. — ¿En serio?—chilló Kane, con una sonrisa de oreja a oreja. — ¡Yo hice lo mismo, mientras fui en busca de la flor! ¿No es cósmico? — ¿Cósmico? —Uh... destinado... significativo... una señal. —Ah—George sonrió de nuevo en su buena fortuna. A su cuidado, para su compañía, era como encontrar la olla de oro al final del arco iris. Él estaba tan entusiasmado que Kane sintiera lo mismo por él, lo que él sentía por ella, así que se rió casi tontamente. Él se dio patadas mentalmente, diciendo que los condes no se ríen tontamente. Sobre todo no condes gigantescamente tallados con reputaciones oscuras. Él se aclaró la voz, luego habló en un gruñido de hombre forzado. —Es una señal, yo realmente lo creo.

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hacia ella, y se alegrara mucho cuando no lo hizo. Era la forma en que se

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El Club de las Excomulgadas — ¡Ya lo tengo!—Dijo Kane mientras apretaba la mano enorme de George. Ella hizo a ambos detenerse y luego ella lo miró directamente. El conde inclinó la cabeza cortésmente, sonriendo. — ¿Sí, querida? — ¿Por qué no tomamos ambos un poco de tiempo mañana por la tarde de nuestro trabajo y luego podemos tener lo que podríamos llamar un... —Ella extrajo de su cerebro la palabra apropiada y luego chasqueó los dedos juntos de emoción

me dijo todo acerca de ellos. ¡Sería muy divertido! Pienso—añadió mientras ella avivó las pestañas hacia él—no tendríamos que esperar hasta que salga la luna para vernos otra vez. George asintió con la cabeza, ganando por su último argumento. Había una amplia cantidad de trabajo que llevar a cabo al día siguiente, dando la solución de controversias entre los inquilinos, sin embargo, sería rejuvenecedor participar de un almuerzo con la mujer que espera cortejar y contraer matrimonio. Si Kane podía tomar tiempo de su horario, entonces él lo podría hacer. —No puedo pensar en nada que me gustaría más. Nos reunimos en mi estudio ¿a la una en punto? —Sí. Voy a decirle al hombre de la peluca empolvada que abra la puerta para tener la comida lista para que podamos recogerla. George se rió entre dientes desconcertado por su descripción de su mayordomo. —No se preocupe, yo trataré con Stuart. —El rebuscó en el chaleco y sacó un reloj de bolsillo. El conde suspiró, mirando la hora cada vez. —Por mucho que no quiera acortar nuestro paseo, me temo que debemos retirarnos para que podamos tener nuestro día de campo en la mañana. —Él se encogió de hombros como disculpándose. —He de trabajar mucho para vernos antes de comer.

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cuando la halló. —Picnic. Sí. Nunca he tenido un día de campo antes. Lady Julia

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El Club de las Excomulgadas Al parecer, por sobre voluntad propia el labio inferior de Kane se alzó muy ligeramente del superior. Sabía que estaba haciendo pucheros, pero no era capaz de ayudarse a sí misma. —Oh bien—ella finalmente cedió con el ceño fruncido—entiendo. George no quería dejarla más de lo que él quería quedarse, pero él sabía que tenía que hacerlo y revisar sus libros de contabilidad, si iba a comer con ella en la mañana. El levantó la mano de Kane a la boca y con delicadeza rozó los labios a

—Hasta mañana dulce Kane. —Hasta mañana—ella murmuró. George inclinó la cabeza cortésmente y luego le soltó la mano, preparando para llevar a su dama de vuelta a la mansión. Antes de que pudiera hacer algo, Kane saltó en el aire y se lanzó hacia él con una velocidad asombrosa. Ella le echó los brazos al cuello y sus piernas alrededor de su cintura, y luego le dio un beso en los labios exigente. Con los ojos abiertos, George gruñó por el impacto, pero no se alejó de su arrebato. Cuando sus labios se abrieron un poco en un sonido de sorpresa, Kane no tardó en meter su lengua dentro de su boca caliente. Los ojos de George se llenaron de incredulidad, luego se metió en una nube de pasión. El conde y la botánica se besaron por largos momentos, explorando y disfrutando el sabor y el tacto del otro. Pero cuando su pasión estaba empezando a anular todos sus sentidos caballerosos, Kane le soltó, cayendo a sus pies con un ruido sordo delicado. Ella levantó la mirada hacia George, con sus ojos brillando con deseo, con los labios hinchados por sus besos, y se estremeció.

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través de la palma. Kane tragó saliva con los ojos muy abiertos y muy acalorados.

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El Club de las Excomulgadas —Me disculpo por mi eh... impropiedad—dijo ella sacudiendo su cabeza dorada—pero yo estoy muy molesta y disgustada por su costumbre de hacer a la mujer esperar los avances del hombre. —Ella lo miró esperando que le dijera a que ella que había hecho algo mal. Pero no lo hizo. —Estoy de...acuerdo—chilló él mientras contuvo el aliento con la agonía de su erección. George dejó escapar un profundo suspiro y se pasó una mano por el pelo.

hacerlo cada vez que quiera. —Ella pensó en sus palabras un momento en silencio, y luego añadió—siempre y cuando estemos en la intimidad. Kane asintió con la cabeza mareada de alivio. —Lo mismo para usted, mi señor. En cualquier momento que usted desee. — Se mordió el labio inferior, luego le sonrió en serio. —Y no me importa si estamos en la intimidad o no. Arriba, en su habitación unos minutos más tarde, George se desvistió lentamente, prestando especial atención para no causar ningún daño a su dolor y a su pene hinchado. Se había despedido de su ayudante en el momento en que llegó a su habitación, insistiendo en que se podía alistarse para dormir esta noche sin ayuda. Unos minutos más tarde, él se sentó en la tina romana ancha, en el fondo de su cámara conectado al baño y se deleitaba con el calor del agua calmante. Cerró los ojos y dejó a sus sentidos relajarse, rogando a su amigo punzante en la región inferior de su cuerpo, hiciera lo mismo. No sirvió de nada. El conde suspiró, dándose cuenta que su rigidez probablemente se mantuviera. ¡Santo cielo, Kane se arrojó a él! Fue un acto de lascivia pura y absolutamente

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Sonrió hacia abajo a Kane encogiéndose de hombros. —Por favor, siéntase libre de

carente de los atributos más sutiles de moral. Debería haberla parado. Debería 6 9

El Club de las Excomulgadas haberla hecho escapar, como si los perros del infierno estuvieran pisándole los talones. Pero no fue así. Sólo lo hizo quererla aún más. Ella era la primera mujer que había conocido que lo veía a él, George Wyndom, cuando ella lo miraba. No vio al conde de Blackmore o al futuro duque de Browning. No veía a un hombre de reputación manchada y de virtud cuestionable.

Y ella quería lo que veía. George suspiró con tristeza, al darse cuenta de que Kane no podía ser virgen. Le hubiera gustado haber sido su primero, así como su último. Deseó que el suyo fuera el único cuerpo que alguna vez amaría el de ella. Sin embargo, sus acciones claramente establecieron que ella era todo menos inocente. Un escalofriante estremecimiento pasó por George de posesividad. Si él conociera el nombre de cualquier hombre que se hubiera acostado con ella, sería cuestión de desafío inmediato. Estaría moralmente obligado a hacerlo. El infierno, ¿quién era él tratando de bromear? Se dio cuenta con aire de suficiencia que iba a tomar un gran placer al hacerlo. George se dio cuenta que él todavía quería casarse con Kane, aun sabiendo que ella no tenía su virginidad. No sería suficiente para mantenerlo en convertirla en su amante, a entretenerse con ella, sin dar su nombre. Tenía que tenerla permanentemente. Necesitaba la seguridad de saber que ella estaría unida a él por la ley, incapaz de dejarlo. George tomó aire y con ello dio a conocer todo su rencor sobre su falta de virginidad. Kane no era Nina. Nunca había hecho un simulacro, bateando sus pestañas coquetamente en un momento, luego proclamar su inocencia con rubor engañoso al siguiente. Kane era puro corazón y no contaminada por el engaño. Y

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Ella veía al verdadero él.

poco a poco él estaba cayendo enamorado por ella. Era suficiente. Era todo lo que necesitaba. 7 0

El Club de las Excomulgadas El conde sonrió, por fin en paz consigo mismo. Bajó la mirada hacia su miembro prominente y suspiró, divertido y molesto al mismo tiempo que al menos una parte de él no era capaz de encontrar la serenidad. Miró a su erección por un momento en silencio antes de entregarse a sí mismo a su evidente necesidad. Él negó con la cabeza en disgusto y gruñó, luego tomó su polla y apretó su mano grande a su alrededor. —Maldita sea—murmuró mientras empezaba a acariciarse de arriba y hacia

El conde se dio cuenta de que su mano era un pobre sustituto para el cuerpo de seda de Kane, pero tendría que bastar. ***** A la mañana siguiente, George se sentó en su escritorio y repasó cada libro con cuidado. La mayoría de nobles contrataba a un administrador para supervisar los libros, pero George no. Él no podía contar con las dos manos las veces que su padre había sido estafado por libidinosos a la espera de la oportunidad de coger una ganancia robando las arcas de su señor El conde actual de Blackmore se negó resueltamente a ser víctima de dicho delito. Cuando un hombre roba a su señor, le roba a la totalidad de la aldea. Todo el mundo lo siente, desde el más bajo en el estrato de clase a lo más alto. George estaba demasiado preocupado por el bienestar de su pueblo para que tal evento tuviera la oportunidad de ocurrir. Un golpe en la puerta del estudio interrumpió a Lord Blackmore de su trabajo de contabilidad. Él levantó la cabeza y ordenó a su mayordomo entrar. Stuart caminó rígidamente, al lado de su amo y se inclinó. Le tendió la bandeja de plata que contenía una nota que habían dejado para el conde. —Gracias, Stuart. Eso es todo.

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abajo.

George rompió el sello de cera y consideró el pergamino en sus manos. 7 1

El Club de las Excomulgadas Mi querido George, Su madre y yo hemos ido al corazón del pueblo, como ella quiere mostrarme los alrededores. Ella me ha aconsejado esta nuestra misión. ¿Misión? Tendrá una duración de la totalidad de la mañana, pero vamos a volver a tiempo para hacer un picnic. Espero con interés el inicio de nuestro día de campo y en el estudio fijamente a 1.300 horas. He estado esperando nuestra cita por la tarde durante todo el día y no puedo esperar para estar a solas contigo.

Por favor, mantenme en tus pensamientos, como tú estás siempre en los míos. Que la diosa te bendiga, Kane George miró la nota que tenía en la mano y sonrió. La levantó hacia su rostro, observando a la vez que el pergamino todavía llevaba la fragancia de Kane. Se trataba de tierra, y el dulce aroma exótico que siempre pertenecerá a una sola mujer. Sonrió ampliamente, colocó el pergamino sobre su escritorio y reanudó su trabajo con los libros. Dos horas después, el conde estiró la espalda y gruñó, la rigidez en los hombros causándole grandes dolores. Metió la mano en el chaleco tomando su reloj de bolsillo, y miró con nostalgia el tiempo. No tenía ganas de trabajar hoy. Tenía ganas de ver a Kane. Pero no eran solo las once de la mañana. No le gustaba la idea de esperar dos horas para verla. Él se puso de pie, fresco y rejuvenecido, una vez que había tomado la decisión de terminar el día. Dejó caer el reloj de bolsillo en el chaleco y se dirigió hacia la puerta silbando. Él no podía esperar para verla. Él iba a encontrarse con ella y su madre en el pueblo. *****

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Tampoco puedo, querida.

— ¿Cómo se llama esto, Lady Julia? 7 2

El Club de las Excomulgadas —Se le llama gatito, mi querida. —Un gatito. ¿No es hermoso? La condesa viuda miraba a través de los ojos perplejos de Kane arrodillarse y acariciar a la pequeña criatura de rostro desaliñado que la había seguido desde un callejón entre una variedad de tiendas de la aldea. — ¿No hay gatitos en Houston, querida?

para preparar una respuesta. —No, señora. No tenemos animales de compañía allí. — ¡Es extraño!—Dijo Lady Julia pensativa mientras miraba el pelo dorado de Kane con el chucho gato beige que obviamente, tenía hambre y maltratado. — Parece que este gatito en particular ha sufrido una lesión. Quizá él estuvo en una pelea con otra bestia. Kane frunció el ceño mientras miraba al gatito. —Sí, él tiene una lesión. —Ella se volvió hacia la condesa viuda y sonrió tremendamente. —Vamos a llevarlo a Blackmore y cuidar de él allí. Lady Julia estaba a punto de negar, temblando ante la idea de una criatura sucia corriendo por la mansión, y luego se lo pensó mejor. Era difícil negar nada a Kane cuando parecía tan entusiasmada con la idea. La condesa viuda sonrió cálidamente, divertida por el hecho de que de Kane mostrara más entusiasmo por el gato erizo de lo que había sobre las piedras preciosas que le mostraron en las joyerías o las capas finas y vestidos a la moda. —Creo que es un muy buen plan, querida. Kane inclinó la cabeza en señal de gratitud, cogió el gato y susurró dulces

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Kane se encogió de hombros, con el gesto corporal para darse unos segundos

palabras de consuelo para él. 7 3

El Club de las Excomulgadas —Está bien pequeñín buscaré compañía para usted en un santiamén. Cautivada por el sano y el sentido de paz que siempre rodeaba a Kane, Lady Julia consideró las intenciones de su hijo durante un momento largo antes de aventurar una mirada rápida alrededor de ellos. Ella miró a su entorno con cautela. —En realidad, deberíamos irnos, querida. Es difícil decir qué clase de hombres uno podría encontrarse en un callejón de este tipo.

corpulentos, con mal olor a salieron de las sombras directamente hacia las mujeres. —Dios mío—murmuró la condesa viuda cuando ella puso su mano para cubrir su corazón. Kane entregó el gatito a Lady Julia, luego miró a su adversario de arriba y hacia abajo. La condesa viuda aceptó la criatura inmunda, sin pensarlo, agarrando a su cuerpo como un talismán. Como innatamente Kane había sabido que George no era un enemigo desde el momento en que se había sonrojado por primera vez frente a ella, así también se dio cuenta de la lascivia de los ogros que en realidad eran el enemigo. Ella se encogió de hombros mentalmente, no molesta por esa comprensión en lo más mínimo. —Saludos, compañeros humanoides. ¿Qué negocio tiene usted conmigo, y la condesa viuda? Los dos matones se miraron perplejos, luego le restaron importancia a las palabras extranjeras de la muchacha como irrelevantes. El más grande de los hombres y el más asqueroso olor distraídamente señaló a Kane, dando un paso al frente y sonrió. —Ustedes tienen mucho que perder señorita, sin embargo, nos conformamos

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Antes de que Lady Julia pudiera responder a su pregunta, dos matones

con que nos des el oro que tenéis con ustedes. 7 4

El Club de las Excomulgadas Por suerte, habló lentamente, así que no tuvo problemas para descifrar su significado. —Tengo mucho oro en mi persona—admitió Kane y Lady Julia exclamó su desaprobación por la admisión—sin embargo no le daré nada. El gran hombre sonrió con alegría, con el rostro desdentado mostrando su emoción a sus palabras. Se inclinó ante Kane burlonamente quitando el sombrero

—Voy a tener el honor de quitaros el oro a vosotras, mi señora. Kane puso sus manos en las caderas, indignada por su sugerencia. —Intentas morir. Las pestañas de Lady Julia se agitaron mientras miraba con los ojos abiertos y la boca abierta a su próxima a nuera, aun cuando la muchachita no sabía su estado, estaba empezando a temer estaba tan loco como una sala de manicomio. —Querida

Kane—murmuró

los

latidos

de

su

corazón

acelerándose

rápidamente. —Dales el maldito dinero y vámonos a casa. Kane tomó un momento para darle una mirada furiosa a la viuda antes de señalar lo obvio. Agitó la mano hacia los posibles asaltantes y frunció el ceño. —Ellos quieren robarnos. — ¡Ya lo sé!—La reprendió Lady Julia, con una impresionante combinación de indignación mezclado con exasperación noble. —Tenemos un montón de dinero. ¡Sólo tienes que darles el de nuestros bolsos! —Yo que usted pienso que debe escuchar a la anciana—sonrió el hombre más perversamente a través de sus dientes podridos. —Eso sería ahorrarse muchos problemas.

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de su cabeza.

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El Club de las Excomulgadas —Sí—el más grande de los dos lo apoyó—queréis salvar una visita de ella al cementerio. Lady Julia visiblemente tragó saliva, incapaz de moverse, incapaz de respirar. Un momento después, los matones sacaron sus cuchillas y rodearon a las dos mujeres como aves de presa descendiendo a la matanza. Lady Julia agarró el gatito más estrecha en contra de ella, preparándose para ofrecer sus últimas oraciones a los santos arriba. Pero antes de poder pensar miro con los ojos abiertos cuando

—Hiiii yaaa! Lady Julia se puso contra la pared del callejón y vio en estado de shock y morbosa fascinación como la belleza con cara de ángel llamado Kane puso sus dos piernas abiertas cada lado a su persona y golpeó las cuchillas de las manos criminales. La condesa viuda sacó su mano libre a la garganta y gorgoteaba indecorosamente, mientras que se quedó sin aliento por la incredulidad. Kane estaba lanzando a su persona en el aire y golpeando a ambos hombres a la tierra con una redondeada patada al trasero. Si hubiera tuvieran tenido la vejiga llena, estaba segura de que la hubiera vaciado. Los matones derrotados miraban con la boca abierta a sus posibles víctimas que se habían convertido en sus atacantes, y luego huyeron en retirada a las sombras. Kane limpió la tierra de su vestido, luego se volvió hacia la condesa viuda. Ella sonrió con una sonrisa brillante a su amiga contenta de que todavía estaban en una sola pieza y con el dinero intacto. — ¿Nos vamos ahora? Lady Julia murmuró algo imperceptiblemente, luego cedió ante un acto en el que ella nunca antes había perdió el tiempo, pero ahora se sintió vencida. Se

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Kane emitió un grito de guerra de las profundidades de su garganta y fue a la carga.

desmayó. 7 6

El Club de las Excomulgadas Kane corrió a su lado, agarrándola antes de que cayera al suelo sucio. Y así fue cómo el conde de Blackmore encontró a su madre y su destinada novia treinta

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segundos más tarde.

7 7

El Club de las Excomulgadas Capítulo 8 — ¡Dios mío! ¿Qué diablos que la ha sucedido a mi madre? — ¡George!—Kane resplandeció profundamente feliz de verlo. —Ella es sorprendentemente pesada para ser tan pequeña. ¿Puedes levantarla por favor? Kane sonrió en apreciación femenina cuando el conde alzó a su madre en sus

flácidos que habían pensado en robarle a ella y la condesa viuda. Su conde era robusto y poderoso, una fuerza a tener en cuenta. Incluso ella con toda su formación, dudaba de su capacidad de derribar al gigantesco señor. George metió a su madre en el pliegue de su brazo mientras miraba a Kane recoger un animal sucio y arrullarlo hacia ella. — ¿Qué pasó aquí Kane? ¿Por qué mi madre se desmayó? Kane se encogió de hombros al parecer no le preocupa. —No lo puedo decir. Tal vez se asustó por los hombres humanoides que trataron de robarnos. — ¿Qué? Kane abrió los ojos azules al sonido del gruñido de George. Ella nunca lo había oído antes malhumorado. — ¿Por qué estás tan enojado? Yo calmé la situación. Usted no perdió ningún oro. — ¡Me importa poco el oro! ¡Usted podría haber sido asesinada, señorita! Kane frunció el ceño. Si la inyección de datos le sirvió correctamente,

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brazos como si ella no pesara nada. Él no era nada en absoluto como los débiles

“señorita” era un término usado cuando se hablaba a una niña pequeña. ¿Creía 7 8

El Club de las Excomulgadas George que ella era una criatura débil? Ella levantó la barbilla desafiante en el aire pasando al malhumorado conde. —Mi gatito y yo nos retiramos al coche. Te veré más tarde, ¡joven! La cara de George se volvió en diez colores diferentes estaba enojado. —Tú vas a volver aquí ahora mismo—le ordenó a través de los dientes apretados.

orilla del callejón. Ella se dio la vuelta, le sacó la lengua y le dio lo que posteriormente se enteraría era conocido como frambuesas. Y entonces ella se fue. La vena en la sien de George hizo tictac ferozmente al considerar el valor que puso la pequeña muchachita impertinente. Nadie se había atrevido nunca a despedir al conde de Blackmore con esa obscenidad. Nadie se había atrevido a desafiarlo y punto. George admitió a sí mismo que él la prefería de esa manera. ***** —Estoy pensando que sería para bien si no le dice a George lo que hice. Él ya está lo suficientemente loco conmigo por el uh... incidente. Si él sabía que yo fui la que los atacó, él me sermonearía para siempre. —Kane paseó en frente a la cama de Lady Julia, una expresión de preocupación escrita en su cara. La condesa viuda se rió desde su cama de regreso a su viejo ego y formidablemente travieso una vez más. —Como si me creyeran. Cielos, pero ¿dónde adquirió tal habilidad?

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Kane le respondió no tomándolo en cuenta en absoluto mientras se dirigía a la

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El Club de las Excomulgadas Kane se encogió de hombros sin saber cómo debería responder. Nunca había pensado en dejar a nadie aquí de testigo de su habilidad en las artes mortíferas corporales. —Es un lugar difícil, Houston. Lady Julia asintió aplacada. —Me encantaría que me enseñe esas cosas. E incluso un golpe o dos. —La

gritó ella mientras le dio un puñetazo con sus manos en forma de bola al aire. La puerta se abrió antes de Kane pudo hacer comentarios silenciándola a ella de inmediato. George le sostuvo la mirada pero no dijo nada cuando entró en la habitación con una cesta en la mano. — ¿Qué es eso?—preguntó Kane señalando. —Era nuestro día de campo—él respondió a su vez con el ceño fruncido. Ella dio un respingo. —Lo siento—murmuró ella mordiéndose el labio y con un cambio de su mirada. — ¿Y dígame por favor porque lo sientes?—Preguntó el conde. — ¿Por ponerte en peligro? ¿Por conferir sobre mi persona lo que considera para el caso se considera las frambuesas? ¿O por olvidar el almuerzo, el mismo almuerzo por el que deje a un lado todas las citas programadas hoy para asistir? Ilústreme. Lady Julia puso los ojos en el cielo rezando a los santos por paciencia. —George, hemos tenido un día difícil y estás haciendo que sea mucho peor. La pobre Kane no hizo nada para merecer la llegada de los rufianes. De verdad— agregó levantando la mano para silenciar las protestas inminentes de su hijo—ella

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condesa viuda alzó los puños delicados en el aire y se echó a reír. —Va Voom, —

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El Club de las Excomulgadas se aventuró en el callejón en busca del gatito que vio ¿pero es un crimen tener un corazón tierno? George se movió en sus grandes pies sintiendo cada centímetro de ogro que Kane ahora debía pensar que era. Él se sentía muy mal, pero su madre estaba muy lejos de dejarlo. —Kane no está familiarizada con la manera de las cosas aquí en Inglaterra.

George miró a Kane e hizo una mueca al ver la forma inusualmente desamparada que parecía. Estaba a punto de pedir perdón cuando se precipitó a su lado y retiró la canasta de su mano colocándola en el suelo. —No me gusta la forma en que me hace sentir cuando nos peleamos—le suplicó ella cogiendo las dos manos en un gesto de apaciguamiento femenino. — Ahora sé que nunca debería haber entrado en el callejón. O mostrarles las frambuesas. U olvidar nuestro picnic. ¿Puedes encontrar en tu corazón la forma de perdonarme, George? El conde suspiró profundamente, sintiéndose muy molesto consigo mismo. —Por supuesto que puedo, querida. No quise molestarte. Estaba muy preocupado por ti. Yo... —Él se encogió de hombros. —Yo no podía soportar perderte, Kane. Oh, cómo me gustaría poder estar con vosotros para siempre, George. —Gracias por preocuparse tanto, mi señor. Voy a hacer un esfuerzo para mantenerme fuera de peligro, si eso te complace. George inclinó la cabeza cortésmente y luego sonrió. —Ya basta de eso. —Él soltó las manos de Kane y se agachó para recoger la

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Usted no puede culparla a ella por ser un poco ingenua.

cesta. —No permitamos que se desperdicie una deliciosa comida que Michel ha preparado cuidadosamente. —El guiñó un ojo y luego sonrió a su madre. —Ya que 8 1

El Club de las Excomulgadas ninguno de nosotros saldrá de su lado hasta que esté totalmente recuperada, señora, vamos a hacer un picnic en su dormitorio. —Tonterías, George. Usted y Kane sigan y... El conde levantó la mano silenciándola. —Ni una sola palabra, señora. —George tiene razón—insistió Kane con un movimiento de cabeza. —No te

picnic juntos, ¿no los tendremos, mi señor? Todos los días para el resto de nuestras vidas si tengo algo que decir, amor mío. —Por supuesto, Kane. El trío tuvieron juntos un picnic en el dormitorio de la condesa viuda de casi tres horas seguidas. Ellos hablaron y comieron y se echaron a reír, y Kane no podía recordar haberse sentido más contenta y más en casa. La condesa viuda contó historias sobre George extendiéndose a su infancia, divirtiendo a Kane. George fue igualmente malvado transmitiendo antídotos hilarantes de notorias cruzadas de Lady Julia en la sociedad inglesa. Kane se sentó acariciando al gatito que había limpiado, curado, alimentado y cariñosamente llamado “Sir desaliñado6”, escuchando a George contar sus cuentos divertidos y preguntándose en silencio si alguna vez ella haría algo semejante. Ella lo observó con atención, dándose cuenta de cada gesto y cada detalle. Kane bebió de su imagen como un camello sediento en el desierto bebía de un arroyo fresco líquido. Le gustaba la forma en que frunció el ceño mientras contaba una historia sobre él superando a un rival de la infancia. Le encantaba la forma en que sus ojos verdes

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dejaremos sola esta tarde. El conde y yo tendremos muchos más días para hacer un

Sir Scruffy.

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El Club de las Excomulgadas brillaban al recordar una historia divertida sobre una vaca que había intentado precipitarse a él y a su padre. Ansiaba besar sus labios cuando se hinchaban con ironía por la risa después de que él habló de un incidente desagradable pero divertido en la universidad entre él y un cohorte7. Estar con el conde hizo a Kane querer estar con él siempre. La hizo desear e idealizarse estar en su compañía permanente. Ella hizo querer alquilar un vientre sintético para llevar un niño de sus células creadas juntas, para envejecer a su lado y

Kane se puso rígida como algo que sospechaba que tenía todas las características de lágrimas formándose en sus ojos azules de hielo. Cerró los párpados brevemente, dominando la bahía de humedad, luego los abrió de nuevo y miró a George. Ella estaba enamorada de él. Ya no se molestó en negarlo.

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Una cohorte es un grupo de alumnos que inician al mismo tiempo sus estudios en un programa educativo, es decir, en el mismo periodo escolar (la misma generación), aunque hay muchos que critican la aplicación de esta palabra en la educación, por el origen militar de ella, y prefieren utilizar la palabra promoción.

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amarlo hasta que ambos hubieran reclamado su último aliento.

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 9 Kane serpenteó por los senderos cubiertos de hierba fragante en busca de aquello que la había conducido hasta aquí. La planta kabitross. Vagó junto a arroyos balbuceantes, lagunas turbias y arroyos azules claro que contenían los más regordetes y deliciosos peces que había visto. Ella pasó por pueblos donde las herrerías elaboraban los metales que modelaban los zapatos para

campos, batiendo la mantequilla y modelando raíces en jabones. Ella rastreó a través de prados, muy cargados con formas de vida vegetal y flores que nunca había imaginado. Era fascinante. Completamente, totalmente seductor. Sin embargo, no pudo encontrar ni un rastro de la planta kabitross que tan desesperadamente buscaba. Dolorida y exhausta, Kane se dejó caer sobre una roca plana rematada junto a un arroyo y desanimada considerando su próximo pasó. Esto era imposible. Ella había hecho lo que ningún hombre o mujer, al menos en el conocimiento de Linder, había hecho de antes… ella había viajado en el tiempo. Kane se había aventurado seis y medio centenares de años en el pasado para encontrar una cura para la enfermedad que estaba matando a los pueblos de humanoides en tres sistemas solares conocidos en su propio tiempo. Ella volvería a casa derrotada. Ella volvía a casa fracasada. Egis iba a morir. Linder nunca tendría fe en ella otra vez. ¡No! Ella no podía darse por vencida. Su pueblo estaba contando con ella. Pero ¿qué iba a hacer? El kabitross se suponía que crecía en los alrededores de Blackmore. No estaba. Con el corazón triste y pesado, Kane reconoció que iba a tener que seguir adelante

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caballos. Ella conversó con mujeres, jóvenes y viejos, que estaban trabajando en los

y buscar en otros lugares. No había otra opción. Pensó con nostalgia acerca del conde, temiendo su separación definitiva de su compañía. 8 4

El Club de las Excomulgadas George había llegado a significar tanto para Kane en tan poco tiempo. En la última semana habían pasado muchas horas juntos comiendo, riendo y conversando. George la había llevado por toda la finca en la que ella había mantenido un ojo vigilante por la planta kabitross mientras disfrutaban de su mutua compañía. Ellos tomaron dar largos paseos, iluminados por la luna, junto a los jardines de Blackmore. Pasearon por la ladera de mano durante horas charlando sobre sus esperanzas y sueños para el futuro. Incluso anduvieron juntos a caballo, George

Y se besaron. ¡Oh, cómo se besaron! Cada noche antes de retirarse a las cámaras separadas dentro del domicilio, George tiraba de Kane en un abrazo amoroso que siempre terminaba en un beso apasionado. Él le decía sobre su belleza, hablaba de lo maravilloso que le hacía sentirse, lo vivo que estaba en el interior. Las palabras de George eran extrañas para ella y sin embargo ella las entendía. Kane se sentía de la misma manera. George era su primer pensamiento cuando se despertaba por la mañana y el último que tenía cada noche antes de dormirse. Él era cálido y maravilloso, fuerte y valiente. Además, estaba segura de que lo amaba. Y ahora tenía que dejarlo. —Es una vergüenza cuando alguien tan hermosa se ve tan cansada. El corazón Kane latía con alegría a la voz familiar. —George—susurró ella feliz de verlo a pesar de su estado de ánimo melancólico. George bajó de Sócrates y lo llevó al arroyo para beber. Satisfecho de que su caballo pudiera ver por sus propias necesidades, él fue hacia Kane y se sentó a su lado en la roca plana. Parecía muy guapo hoy en su ropa de montar, masculino y

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dándole una hermosa yegua negra de sus establos.

elegante al mismo tiempo.

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El Club de las Excomulgadas — ¿Kane? Tienes lágrimas en los ojos. Cualquiera que sea el asunto, ¿Sabes que puedes contármelo, mi dulce? —Oh George—susurró ella luchando por recuperar la compostura. —George. Ella se arrojó en sus brazos, sintiendo cada centímetro de su cuerpo como una idiota por comportarse de manera tan débil, todavía no podía abstenerse de actuar de otra manera.

llorar? Dime y lo voy a arreglar. —Corrió sus dedos largos y masculinos a través de sus cabellos dorados suavizando los zarcillos de su cara. Él levantó su barbilla para encontrarse con su mirada. —Cuéntame. —Tengo que salir de Blackmore—susurró ella. La mano de George cayó desde el mentón de Kane y se desplomó en el suelo junto con su estómago. — ¿Qué?—él preguntó aturdido. Kane se retiró del abrazo del conde y limpió rápidamente las lágrimas. Buscó nerviosamente un volante de encaje del vestido de Lady Julia había encargado a una costurera para coser para ella, incapaz de juntar la mirada con George. —La planta que busco no está en sus tierras. Tengo que salir de inmediato de Blackmore y buscar en otra parte. —Ella tomó una respiración profunda y al final le devolvió la mirada. —El tiempo se acaba y no puedo dejar que me olvide por qué es que estoy aquí. —Ya veo. George se puso de pie y se alejó de Kane. Se quedó inmóvil durante varios minutos, mirando la corriente, pero al ver que no decía nada. Cuando ya no pudo

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— ¿Qué es, dulce?—Preguntó realmente molesto con ella. — ¿Qué te ha hecho

soportar el silencio más ella tímidamente preguntó en qué estaba pensando.

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El Club de las Excomulgadas — ¿George? El conde se dio la vuelta para hacer frente a Kane de nuevo. Se veía diferente. Muy diferente. Su rostro con fuerza masculina y la calma inquietante envió escalofríos por su espina dorsal. El hombre cálido y atento se había ido. En su lugar había una estatua de piedra fría, un hombre que no sería perjudicado por qué percibía como ella lo iba a abandonar.

Ella contuvo el aliento, el dolor más allá de la razón con sus palabras crueles. George ignoró su angustia, llamando a Sócrates, mientras caminaba estoicamente de la corriente. —George—gritó Kane corriendo detrás de él. — ¡George, por favor, déjame explicarte! ¡No quiero dejarte! ¡Tengo que hacerlo! George monto a Sócrates antes de que finalmente mirara a Kane y le hablará. —Señorita Edmonds, hay pocas cosas en la vida que uno debe hacer. Todos tenemos opciones. Me disculpo por las palabras crueles que hablé, pero le puedo ofrecer consuelo nada más. — ¡Pero George! El conde levantó la mano silenciándola. Sus ojos verdes se estrecharon amenazante, la vena en la sien haciendo tic tac. — ¡Yo te habría dado cualquier cosa que tu desearas o alguna vez has querido!— Grito. — ¡Maldita sea Kane, te di mi corazón! — ¡Y yo te di el mío!—ella replicó al igual que en voz alta. — ¿Entonces por qué me dejas?—Exigió beligerante.

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—Hasta nunca para ti, Señora Edmonds.

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El Club de las Excomulgadas —Porque no tengo otra opción—gritó ella, la vena en la propia frente igualmente haciendo tic tac ferozmente. — ¡Porque mi pueblo, depende de mí para encontrar la extinta planta de Neptuno! — ¿Qué es tan sangrientamente importante sobre esa maldita planta? — ¡Va a salvar millones de vidas! George sacudió la cabeza con desaliento, al darse cuenta de que tenía que

días, nunca había estado tan cerca de sacudir a una mujer. —Kane, no tengo mente para escuchar este parloteo. No hay otra planta en la creación de Dios que puede salvar millones de vidas. —Sí, la hay—replicó ella arando en forma imprudente. —La gente no tiene idea de cómo usarlas. George entornó los ojos y sacudió la cabeza. — ¿Y los americanos salvajes si? —No. — ¡Pero usted dijo que usted es americana! ¿Por qué mintió? — ¡No! No mentí. Nunca afirme ni una vez ser estadounidense. He dicho que soy un ciudadano de la colonia de Houston. —Ella respiró hondo preparándose para decirle todo. Ella también podía. Todo estaba perdido entre ellos como lo era hasta ahora. —Houston es una colonia ubicada en el continente americano anterior. George inclinó la cabeza hacia Kane. Él frunció el ceño en la confusión. — ¿La anterior América?

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alejarse de Kane antes de que él dijera o hiciera algo imperdonable. En todos sus

Kane se encogió de hombros. 8 8

El Club de las Excomulgadas —En este momento se llama América. En mi tiempo no hay límites, como tus países. Estamos gobernados por líderes de colonias, pero cada colonia está bajo la jurisdicción del órgano supremo de la Vía Láctea. Estos gobernantes son elegidos, como lo son en las Américas. No hay reyes o reinas ya en la Vía Láctea. George consideró a Kane a través de una bruma de asombro, desconcierto e ira. —Kane—bramó ahora más allá de la capacidad de gobernar su famoso

Kane le sostuvo la mirada mientras ella se irguió en toda sus completos de cinco pies y seis pulgadas. —Sí. —Yo no creo esto—murmuró George. —Simplemente no puedo creerlo. —Se rió, pero el sonido estaba lejos de ser chistoso. —Después de todos estos años, al caer por fin, irremediablemente en el amor. Pero ¿por quién? El corazón de Kane se agrió por las palabras que el conde había murmuró sin pensar. ¡Él la amaba! Así como ella lo amaba. Tenía que creerle. Ella no quería que él pensara que se iba por su propia voluntad. — ¡George, tienes que creerme! —Lo que yo creo—él apretó su vena sarcástica una vez más—es que tú, mi querida, está tan loca como el rey tonto!—Sin mirar atrás, gritó una palabra de insistencia para Sócrates y se marchó en los restos oscuros de la luz del día, levantando polvo a su paso. Kane cayó al suelo, malhumorada más allá de ser consolada, asumiendo la misma postura que la había llevado abatida antes de la llegada de George. Ella respiró hondo, se estabilizó y permitió a una sola lágrima correr por sus mejillas.

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temperamento Blackmore. — ¿Tú te paras aquí y me dices que eres del futuro?

¿Qué iba a hacer? Ella no podría vivir consigo misma si perdía de vista su objetivo. La vida de un niño pequeño estaba en juego. Por no hablar de los millones 8 9

El Club de las Excomulgadas de otros humanoides que iba a morir si no localizaba y recuperaba la planta. No había nada que hacer. Aun cuando había sucumbido al fenómeno aparentemente imposible del amor, había que considerar que cosas más grandes y más importantes que su corazón y su libido estaban en juego. Kane se quejó por el dolor mientras pasaba los dedos por su pelo agitado. George creía que había perdido la razón. ¡Él la había llamado tan loca como el rey! Ella suspiró. Al menos una cosa buena había llegado de esta confrontación

completa y totalmente consciente de las inclinaciones de su rey loco.

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horrible. Se dio cuenta ahora, más allá de una sombra de duda, que el conde era

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 10 — ¡Y entonces ella me dijo que en realidad ella es del futuro! ¿Puedes creerlo, madre? De todas las tontas excusas que hay para dejar a un hombre... La voz de George se fue apagando, cuando se dejó caer de nuevo en la silla detrás de la mesa de su estudio. No quería hablar del tema por más tiempo. Habían pasado tres días desde que se había enterado de la inminente partida de Kane y

no, él amaba a la loca mujer. George suspiró con resignación mientras esperaba los comentarios de su madre. Sabía que con el tiempo tendría que decirle a Lady Julia que Kane se iba y desde ese fatídico día en la mañana, esta noche parecía un buen momento como cualquier otro. — ¿Y bien? Lady Julia meditaba todo lo que su hijo había pasado una hora despotricando sobre eso. Ella considera lo que sabía de Kane. Ella tuvo en cuenta la forma misteriosa en que se apareció en sus vidas. Pensó en las creencias extrañas, los gestos y como hablaba. Se acordó de su capacidad para “patear el culo” como ella lo había llamado apropiadamente. Pensó en las lecciones que había estado dándole los últimos días. No se puede negar que la niña era de un lugar lejos de la Inglaterra Georgiana, ¿pero de otro tiempo? ¡Por supuesto que no! Y sin embargo... — ¿Estás seguro de que ella mintió, Georgie? George rompió su perfil melancólico y miró a su alrededor a su madre a través de los ojos entrecerrados de jade. —Oh, vamos, señora, ¿seguramente usted no cree que la dama es un viajero del tiempo?

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estaba tan quisquilloso ahora sobre el tema como lo había estado entonces. Tonto o

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El Club de las Excomulgadas Lady Julia se encogió de hombros. — ¿Cómo puede usted ni nadie decir con toda certeza que ella miente? —Madre… La condesa viuda levantó una mano para silenciarlo. —Escúchame, Georgie. Todo lo que digo es que creo que Kane es una buena unión. También sé en mi corazón que ella te ama. —Ella rechazó la negativa firme

ella sintiera que no tenía otro medio. Quizá ella no tenga una mente sana, Georgie, pero eso no quiere decir que ella no cree las cosas que está diciendo. No tengo ninguna duda que ella cree en sus palabras con todo su ser. George asintió con cansancio, aceptando la opinión de su madre como la verdad. —Entonces, ¿qué debo hacer? —Bueno, no se puede reproducir con una mujer loca. Sus herederos pueden heredar su locura. —Eso sería mucho peor que heredar el lunar de Lady Jane, y sin embargo todavía usted desea que yo encajara con ella. Su madre se echó a reír. —Es cierto—Sacudió la cabeza, distraídamente, maravillado todavía de este nuevo acontecimiento. —Entonces, lucha por ella, hijo mío. Dile que la amas. Dile que la ayudarás a encontrar la planta. Y cuando la encuentre y no sea capaz de crear una poción que cura todo tipo de enfermedades con ella, vas a estar ahí para apoyarla, ayudarla a encontrar su camino de regreso a la realidad. George se rascó la barbilla mientras pensaba en las palabras de su madre. Él

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de su hijo y se aventuró hacia adelante. —La muchachita no le dejaría a menos que

amaba a Kane. Él la amaba desesperadamente. Más de lo que nunca había amado 9 2

El Club de las Excomulgadas a nadie ni a nada en todos sus treinta y siete años. Él se puso de pie, muy agitado para sentarse. —Usted está en lo correcto señora. ¡Voy a luchar por la salud mental de la mujer que amo! ¡Yo no me detendré ante nada para hacerla mía! Los destinos serán condenados, si ella no se convertirá en la próxima condesa de Blackmore!—Gritó apasionadamente. George suspiró profundamente mientras pensaba en lo grande de su tarea era

—Veré lo que puedo hacer—dijo en voz baja. ***** Kane sacó una rosa roja en todo su esplendor de los jardines bien cuidados de Blackmore y se maravilló por la belleza de ella. Su olor era tan fragante, su piel tan suave y delicada. Se frotó los pétalos en la cara y pensó con nostalgia en George. Ella se iría mañana, posiblemente nunca volvería a verlo. Y peor aún, él pensaba que ella era una loca. Él creía que ella no estaba más lúcida que las víctimas con espuma en la boca de la BV-3 quienes, conducidos por la locura por las demasiadas malas descargas cerebrales, eran alojados en un satélite itinerante fuera del planeta, donde no podían hacer ningún daño a los demás. Era demasiado para ingerir. Ella, la Dr. Kane Edmonds, una brillante científica respetada en los sistemas de estrellas de aquí a Las Vegas, era considerada una loca por el mismo hombre que ella amaba. El único hombre al que había amado. El hombre por el cual ella quería ser llenada. ¡Maldita sea! Después de todos los momentos especiales que habían compartido juntos, ¿cómo no iba a tener fe en su palabra? ¿Cómo pudo considerar la posibilidad de que estaba loca?

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probablemente. Se dejó caer atrás en la silla y tomó su oporto.

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El Club de las Excomulgadas Kane suspiró. ¿A quién quería engañar? Ella no habría creído su historia tampoco. ¿Cómo podía esperar que George estuviera a la altura de estándares más altos que los suyos? Ella dejó de caminar a medio pensamiento, llegando a un abrupto fin. Apretó los dientes de rabia. Normas o no, ¡él debería creerle! Ella no se iría sin hacer entender a George Blackmore. Ella se negó tener al único amor de su corazón pensando mal de ella a lo largo del resto de sus días. Podría haberlo perdido, pero él

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iba a saber por qué. Él lo entendería. Ella se aseguraría de ello.

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 11 —Por mucho que le agradezco sus palabras de aliento realmente debo encontrar a Kane, madre. No quiero arriesgarme a perderla. —George se levantó de su asiento y se inclinó cortésmente con la mano tendida a la condesa viuda. —Buena suerte, Georgie—sonrió Lady Julia. —Hazle entender lo mucho que

George inclinó la cabeza respetuosamente a su madre. —Lo haré. La puerta del estudio se abrió un momento después, induciendo al conde y la condesa viuda a girarse. — ¿Kane?—Preguntó George. — ¿Qué pasa? —Procure que nadie se acerque a la puerta hasta que los tres le demos permiso, Stuart, yo lo hago personalmente responsable. —Gritó Kane su orden al mayordomo luego cerró la puerta del estudio detrás de ella y se dirigió, furiosa como un toro, a por la cabeza del hombre que ella amaba y su madre igualmente obstinada. —A poco menos de tres meses de partir de ahora, el 4 de julio de 1776, los Estados Unidos de América surgirán de las antiguas colonias Inglesas y declararán la guerra a la madre patria. Por otra parte, los americanos van a ganar, los británicos pierden, y el pueblo de su país se encolerizara tanto que el rey George III con el tiempo se verá obligado a dejar al trono. Su hijo, George IV gobernará como regente durante los nueve años que precederán a la muerte de su rey loco. George y Lady Julia miraron horrorizados a Kane. Después de un momento largo y tenso la condesa viuda tomó la palabra.

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significa para ti.

— ¿Perdemos? 9 5

El Club de las Excomulgadas —Sí. — ¡Maldito sea el rey incompetente! Yo sabía… —Señora, por favor—protestó George cuando él elevó una mano agitándola lacónicamente a través del aire. —Kane—comenzó en un tono que se utiliza para calmar a un niño asustado—me he dado cuenta que usted cree estas cosas que dice, pero…

recordaba haber estado. —Yo no estoy loca. Yo soy del futuro. ¡Vengo desde el año 2429! —Kane—gritó él perdiendo un poco el control que había tenido con su temperamento, para empezar. — ¡Es absurdo sugerir que la poderosa Inglaterra perderá la guerra con los americanos! Me doy cuenta de que está un poco mal de la cabeza, sin embargo, te amo todavía. Yo... — ¡Maldita sea, George! ¡Escúchame! El conde se sorprendió efectivamente y se cayó. Él arqueó una negra ceja mientras contemplaba a la mujer con la que deseaba casarse... y puesto sobre su rodilla. —Muy bien. —Tome asiento. —Yo no deseo… — ¡Dije que se siente! George se sentó. Al igual que la condesa viuda. Ellos cayeron de lado a lado en las almohadas del sofá isabelino que se extendía a través del centro del estudio. Kane, por otra parte, paseaba. Ella echaba chispas por los ojos brillantes y se

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— ¡Ahórratelo, George!—Interrumpió Kane más enojada de lo que nunca se

enfureció contra el destino que hizo necesario que fuera a la defensiva. Murmuró 9 6

El Club de las Excomulgadas para sí misma incoherentemente, ya que iba a hacer un agujero proverbial en el suelo por su ritmo agitado. Que sin duda parecía la loca que ellos creían que ella era. Después de un largo rato, se detuvo ante el dúo de Blackmore. —En julio ustedes dos sabrán que yo os digo la verdad. —Kane dejó de lado su enojo y consideró a George suplicante. —Pero será demasiado tarde para ofrecer disculpas, demasiado tarde para saber que no estoy loca y que no dije mentiras.

George se levantó lentamente del sofá, con piernas temblorosas. —No—susurró. —Dios mío Kane, Te amo. Por favor, no me dejes. Kane sintió como si su corazón estuviera siendo arrancado de su pecho y rasgado en pedazos. —Oh George, Te amo demasiado. Es por eso que usted debe entender que no me voy por mi propia voluntad. Me voy porque tengo que hacerlo. —Ella sacudió la cabeza y cerró los ojos ante el torrente de emociones que rasgaba a través de su cuerpo. —Mi gente se está muriendo—susurró ella. Lady Julia se puso de pie. — ¿Muriendo? —Sí—confirmó Kane—y tengo que encontrar esa planta kabitross para hacer un suero que ponga fin a las muertes sin sentido. Kane miró hacia atrás y adelante entre el conde y la condesa viuda y se dio cuenta con toda la certeza de que estaban empezando por lo menos escucharla. Ahora era el momento. Ella podría demostrar de una vez por todas que no era ni una loca ni una mentirosa.

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Será demasiado tarde, porque me habré ido. ¿Quieres eso George?

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El Club de las Excomulgadas —Mi señor, mi señora—comenzó con una cortés inclinación de cabeza. —Me doy cuenta que voy a hacer a un lado todo en lo que han creído para que ustedes puedan creer en mí. Me doy cuenta que lo que yo pido es demasiado para cualquier humanoide, no importa en qué planeta habiten, no importa la edad a la que envejezcan. Así que les ofreceré una prueba irrefutable de mis afirmaciones. — ¿Prueba?—Repitieron al unísono.

—Por favor, siéntense—ordenó ella, aunque esta vez con respeto. Cuando el conde y su madre hicieron lo que les pidió, Kane cruzó la habitación y cogió un taburete. Ella lo llevó por delante del sofá isabelino y lo colocó suavemente sobre el suelo de baldosas. Kane señaló su pierna y la puso con gracia en el taburete. Ella levantó una parte de sus faldas todo el camino hasta el muslo, hasta encontrar el láser-c atado allí. —Dios mío—se sonrojó Lady Julia mientras apretaba su mano al corazón. — Yo no creo que usted deba estar luciendo la pierna tanto en la presencia del conde, querida… George, por el contrario, tenía la esperanza de que ella mostrase más. Él descansaba en el sofá, semi-erecto, esperando con anticipación el próximo movimiento de Kane. Cogió un objeto pequeño atado a su pierna, lo aseguró en sus manos, luego restituyó la falda a la manera apropiada. Maldita sea. Siempre había tenido mala suerte. —Este es un láser-c—explicó Kane. —Se trata, entre otras cosas, un arma muy letal que puede aturdir a un hombre hasta la inconsciencia o matarlo por completo. Usted se ve escéptico—sonrió cuando se dio cuenta que no le creían, por el ceño fruncidos que ambos dominaban en sus caras. —Oh, sólo un poco trillado—admitió George.

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Kane asintió con la cabeza.

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El Club de las Excomulgadas —Puede decirlo otra vez—murmuró Lady Julia. Kane levantó el láser-c en posición, teniendo como objetivo la estatua dorada en oro del rey Jorge III, que estaba sentada encima de la mesa del conde. Ella hizo clic en el láser-c en el modo de matar y apretó el gatillo. El conde y la condesa viuda miraron hechizados, boquiabiertos, al ver el pequeño objeto en la mano de Kane emitir un poderoso estallido de luz blanca. La luz golpeó la imagen del rey de Inglaterra, provocando que se rompiera en miles de

al otro, y finalmente a Kane. — ¡Dios mío!—Murmuró Lady Julia, sin aliento. — ¡Usted... usted... usted mató al rey chiflado! —Sólo su imagen—ella le aseguró. —Pero... pero... pero... —La condesa viuda farfulló, incapaz de formar un pensamiento coherente. —Oh—ella se aplacó por el desmayo. George vio a Lady Julia en medio de su propio aturdimiento, sorprendido, sin palabras. Eso eran dos veces en una noche. Increíbles eran las hazañas que la pequeña Kane podría lograr. Kane miró a la condesa viuda muda, luego lanzó su mirada hacia el conde. George estaba sentado en el sofá, con la mandíbula floja aún, mirando paralizado a Kane. Después de un rato que pareció durar una eternidad, parpadeó. Kane le sonrió, confundida. — ¿Crees en mí, mi señor? George tragó saliva. Él tiró de su corbata, que parecía inexplicable endurecida por cuenta propia.

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piezas carbonizadas. Ellos miraron a la estatua caída con desconcierto, luego el uno

—Sí—alcanzó a farfullar—te creo.

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El Club de las Excomulgadas George salió de la bruma que lo había cubierto y se levantó para tirar de Kane en un abrazo amoroso. Esto explica tanto. Sus palabras extrañas. El episodio del baño. Todo. —Perdóname por no creerte, mi dulce. Su historia fue tan... tan... —Yo sé—le interrumpió ella, sonriéndole con afecto. —Yo no me habría creído tampoco. No se preocupe por eso, George.

lado de su hijo, un momento después y le dio unas palmaditas en el hombro de Kane. — ¿Qué podemos hacer para ayudarte, querida? —No sé qué puede hacer usted—admitió ella. —Vamos—cantó la condesa viuda. —Siéntate y cuéntanos toda tu historia, desde el principio. Entre nosotros tres, lo resolveremos. Kane se encogió de hombros. Ella les había dicho tanto. ¿Qué daño puede haber diciéndoles el resto? ***** —Trato tanto de comprender—admitió Lady Julia casi en un susurro. —Pensar que un día la gente va a viajar a otros planetas, incluso morar en ellos. —Negó con la cabeza aturdida. —Verdaderamente increíble. George rechazó el desconcierto de su madre con un gesto hacia Kane. —Sin embargo, Kane, esta planta de la que habla kabit, es… —Kabitross—corrigió ella.

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Lady Julia, al parecer dueña de su cuerpo y mente una vez más, se dirigió al

—Esta planta kabitross—se corrigió, —Nunca he oído hablar de ella.

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El Club de las Excomulgadas —Yo tampoco—apoyo la condesa viuda. Kane se encogió de hombros. —Creo que está aquí... en alguna parte. —Ella pasó sus dedos por el pelo, entrecerrando los ojos en sus pensamientos. Los registros que habían sobrevivido a las dos últimas guerras mundiales eran casi escasos. Incluso los que se habían salvado a través de los incendios estaban

plateado, un dibujo de esta planta que llamó kabitross. Linder le había informado que aunque los historiadores electrónicos no había sido capaz de extraer de los restos carbonizados de como la planta había sido llamada por los antiguos, habían descubierto que el dibujo había sido realizado en una ladera en Blackmore. — ¿Tal vez ustedes lo llama por un nombre diferente? —Quizá—Dijo el conde. — ¿Puedes describirlo? —Hmm—. Ella contempla la cuestión frunció los labios y se golpeó el dedo contra su mejilla. —Es hinchada. — ¿Hinchada? —Sí, hinchada. George se puso de pie y se acercó a su escritorio. Cogió la botella de oporto y se sirvió su tercera copa durante la última hora. —Perdóneme, Kane, pero eso no es descriptivo. Ella se encogió de hombros. —Soy una botanóloga, no un poeta.

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carbonizados por lo que eran casi insalvables. Pero ella había visto un cuadro

— ¿Quizá pueda dibujarlo para nosotros?—preguntó Lady Julia. Un gruñido de Kane, descartó esa opción como viable. 1 01

El Club de las Excomulgadas — ¡Ya lo tengo!—La condesa viuda emitió unos minutos más tarde. Ella juntó las manos. —Podemos viajar a Londres, nosotros tres. Es todavía temporada alta, es cierto, pero tenemos una casa allí para quedarnos. —Lady Julia se puso de pie y sonrió con entusiasmo a Kane. —Mi hijo y yo le podemos mostrar la gloria de la temporada en Londres de noche y de día, podemos buscar en las bibliotecas de las sociedades botánicas y agrícolas en busca de un libro que puede contener dibujos de la planta que tu pueblo necesita. Kane se iluminó considerablemente. Las bibliotecas eran una excelente idea. Y

adiós todavía. Se volvió hacia el conde, sonriendo. —Estoy dispuesta, si usted lo está. George se encaminó hacia la ventana del estudio y se quedó pensativo mirando hacia fuera. Vio cómo las aves pasaban volando y los insectos trajinaban en torno a las flores. Es extraño que él nunca hubiera notado estas cosas antes de conocer a Kane. Después de una cuidadosa deliberación se dio la vuelta para afrontar su madre y su dama, ambas esperaban su decisión en ascuas. —Con una condición—anunció. Kane se acercó a donde el conde estaba parado y sonrió cálidamente a él. —Cualquier cosa, mi señor. Pide lo que quieras. George miró hacia abajo a los ojos de Kane y supo entonces que no podía soportar vivir una vida sin ella. —Si vamos, va a ir como mi esposa.

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luego estaba la idea de permanecer al lado de George. Ella no tendría que decirle

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 12 Su esposa. Kane tuvo dificultad captando toda la importancia de muchas de las frases de George, pero esas fueron dos palabras que ella entiendo bien el significado. Él quería solicitarla como compañera permanente. No podía creer lo que oía.

hacia la puerta del estudio. —Los dejaré solos a ustedes dos para que hablen. —Ella abrió la puerta con tanta gracia como una reina y pasó a través de él. —Ah y Kane—agregó con una sonrisa cautivadora. —Voy a estar arriba empacando. No me decepcione en su respuesta, querida. La puerta se cerró. George mentalmente se castigó una y otra vez. ¿En qué estaba pensando? Como si una mujer tan hermosa posiblemente incluso considera vincularse legalmente a sí misma a un conde de dudosa reputación, como era él. Kane era viva, hermosa, cálida y embriagadora. Ella era la perfección. Y estaba... bien... no. Y sin embargo, parecía que él no pudiera cerrar la boca aunque dependiera de ello. — ¿Sería tan terrible?—se oyó en silencio preguntar. Kane se dio la vuelta y lo miró con ojos perplejos. — ¿Qué podría ser terrible? —Ser mi esposa. — ¡Por supuesto que no!—Ella lanzó sus brazos alrededor del cuello del conde y lo abrazó con fuerza hacia ella. —Estoy loca por ti, George.

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La condesa viuda se aclaró la garganta con delicadeza mientras se deslizaba

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El Club de las Excomulgadas —Entonces cásese conmigo, mi dulce. Sea mi esposa, mi condesa. Kane cerró sus ojos cuando las lágrimas amenazaban con derramarse por su propia voluntad. — ¿Qué pasará cuando me vaya, George? Será más difícil para los dos, pienso. George alcanzó la barbilla de Kane y tiró con suavidad para encontrar su mirada.

otra mujer en el mismo papel. Kane suspiró por sus palabras. ¿Cómo iba a rechazarlo después de escuchar eso? George inclinó el cuello y la besó suavemente en los labios. — ¿No podría regresar después que lleve la planta a su tiempo?—Él pasó los pulgares en su boca y empujó suavemente, con un indicio de su deseo por ella. —No veo por qué no—susurró ella, esperando con anticipación por su invasión. —Egis debe seguir siendo mi primera prioridad, pero una vez que se cure, mi vida es mía de nuevo. — ¿En verdad?—él dijo mientras lamió su boca. —En verdad—susurró. —Yo no había pensado en esa posibilidad de antemano—dijo con voz áspera—pero si realmente quieres casarte conmigo, entonces a tu lado es donde yo elijo estar. Como recompensa por su respuesta, George hundió su lengua caliente en la boca de Kane en bienvenida. Ella gimió, instándole a tomar lo que quisiera. Él la besó con fuerza y posesivamente, marcando y reclamándola como suya propia.

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—Me gustaría pasar un día con usted como mi condesa que cincuenta años con

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El Club de las Excomulgadas —Oh George—suspiró cuando él soltó su lengua para mordisquear su cuello— Llévame a tu cama. Te lo suplico. George casi derramó su semilla, por cómo se sintió de excitado por sus palabras. Su pene sobresalía más exigente en contra de sus pantalones, pidiendo su liberación. —Kane—protestó con voz ronca: —Yo no la deshonraría acostándonos antes

—No es deshonra el que te amé—argumentó sin aliento. Kane bajó la mano entre ellos y cerró su mano alrededor de su polla erecta. —Puedo sentir lo mucho que me deseas, George. Hazme tuya. El conde contuvo el aliento. Él no quería nada más que su afirmación, montarla duro y largo. El hombre que había inventado la palabra caballerosidad fue sin duda el mismo sinvergüenza que había inventado la palabra ambición. —Mi amor no puedo, con mi conciencia tranquila, reclamarte como mía hasta que estemos casados. Kane seguía acariciando su hombría hinchada, decidida a compartir más de su corazón en esta noche que besos. —Por favor, Kane—graznó con voz ronca—por favor para. —No, George. Si no se acuesta conmigo esta víspera, entonces, al menos, va a irse a dormir sabiendo más de los placeres que traeré a su dormitorio todas las noches. La mente de George le daba vueltas con un millón de diferentes escenarios posibles. Cada uno era más fascinante y provocativo que el anterior. — ¿Qué quieres decir?—logró rechinar fuera.

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del matrimonio.

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El Club de las Excomulgadas Kane llegó a los botones de su pantalón y los desabrochó más rápido que una transferencia de datos a través de las sinapsis del cerebro. Tiró de ellos más exigentemente, dando un cuidado suave a su virilidad excitada todo el tiempo. La erección de George salió libre, demostrándole a Kane que su hombre era grande en todo. — ¿Qué vas a hacer, querida? ¿Por qué estás cayendo de rodillas? Seguro que no puede pretender que oh…

Cuando Kane había descrito por primera vez lo que se siente cuando un cerebro explota debido a la BV-5, George no tenía ni idea de lo que estaba hablando. De repente, él sabía. De repente era como si el cielo se hubiera abierto y las respuestas del universo se habían derramado. El cerebro de George iba a explotar. Él estaba seguro de ello. Tan cierto como era el hecho de que Lady Harriet se hubiera beneficiado enormemente de este procedimiento de la electrólisis que Kane le había advertido. —Oh Kane—él gimió cuando permitió el placer de darle un beso íntimo temblando a través de sus entrañas. Kane arremolinaba su lengua alrededor de la cabeza de la erección rígida de George, lamiendo el sabor salado de su líquido pre seminal. Ella abrió los labios e instó todo de él en su boca, tomando hasta la raíz de su virilidad y regresando una y otra vez. Chupaba y chupaba, cada vez más excitada cuando ella lo sintió crecer más duro y más cerca del borde de su finalización. Cogió el saco delicado que estaba bien ubicado frente a la ingle en una mata de rizos oscuros y masajeó entre los dedos pulgares e índices. Ella frotó suavemente, amasando hasta que George se quejó. —Dios mío Kane—murmuró mientras su respiración se volvió más y más

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Ella se atrevió.

trabajosa. —Es mejor parar. Estoy a punto de derramar mi semilla.

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El Club de las Excomulgadas —Hazlo—le rogó mientras tomaba un respiro. —Dame todo de ti, George. — Ella volvió a su succión, acariciándole de un lado a otro con la garganta y la boca. Kane adquirió velocidad, llevándolo dentro y fuera, cada vez más rápido. Ella era implacable con su succión, llevando a George a alturas de placer que no había pensado posible. Quería parar. Pero había pasado tanto tiempo. Demasiado tiempo. Y nunca, nunca como esto.

—Oh Kane—Gruñó cuando le disparó su esencia caliente a su boca. Ella continuó chupando la cabeza de su pene, sin detenerse hasta que estuvo semi flácida, y estaba segura de que ella no había perdido nada. Se detuvo sólo entonces, puso un último beso persistente en la cabeza de su virilidad, y lentamente se puso de pie. Kane miró a los ojos de George y sonrió deliciosamente. —Y eso es sólo el comienzo. Piense en eso esta noche en la cama solitaria en la que me privó estar. —Guiñó un ojo con picardía y se alejó. Los ojos de George se abrieron como platos. Se puso inmediatamente erecto. A través de penosas respiraciones, abrió su boca para llamar a Kane. Pero ya era demasiado tarde. Ella ya se dirigía a través de las puertas del estudio. El conde se rascó la cabeza y sonrió complacido al ver a su futura esposa despedirse. Al parecer, Kane nunca había conocido al canalla que había inventado la palabra castidad. Gracias a Dios por los pequeños favores. *****

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Y luego estalló.

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El Club de las Excomulgadas La Condesa viuda y la Condesa de Blackmore se sentaron juntas en el carruaje Blackmore, el conde, de mal humor, se sentó frente a ellas. Frunció el ceño al ver a su madre y esposa hablar acerca de alguna cosa o de otra. Ellos hablaban de la temporada que les espera en Londres, continuando con las clases de cómo encajar a su llegada. —Vamos a tener que parar en casa de la modista a nuestra llegada para ver nuevos cortes de vestidos. Tengo buen ojo para la moda, hija. Usted será el último

— ¿De verdad lo crees? Me gustaría causar una buena impresión en los amigos de George. Las orejas del conde se animaron a esa admisión. —No te preocupes por eso, señora esposa. No tengo ningún cuidado de lo que los señores de la sociedad piensan de ti. —Al movimiento de cabeza de Kane, el conde volvió a mirar la carretera rodar afuera de los confines del carruaje. Cuatro días. George y Kane habían estado casados durante cuatro largos y agonizantes días sin sexo. Se casaron la mañana en que Kane tenía la intención de salir de Blackmore, el trío partió hacia Londres inmediatamente después. El conde le había restado importancia en el momento, asumiendo que podría reclamar lo que era legalmente de él en una posada en el camino. Pero el conde se había olvidado de tomar el asunto de su suerte miserable en cuenta. Cada una y todas las noches desde que su viaje comenzó, cada posada en el que el trío se había detenido en el camino a Londres, estaba atestada, con sólo una habitación individual de sobra. Siendo caballeroso, el conde había abandonado sus derechos maritales y permitió a su madre compartir la única cámara con su esposa. George se había acostado con los condenados caballos.

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grito, con las largas trenzas rubias y ojos azules de moda.

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El Club de las Excomulgadas Esta noche, por fin, el conde se llevaría a su condesa a su cama. Ellos llegarían a la casa Blackmore a media mañana. Y luego esta noche iba a aprender todo lo que había que saber del cuerpo de su esposa. Él besaría a todos los lugares que había soñado con besar desde que había puesto los ojos en su desnudo esplendor. Montarla lenta y suave, luego rápido y duro. Él la haría gritar su nombre de éxtasis sólo para ser llevada allí de nuevo. Él... Maldita sea. Se estaba poniendo duro otra vez. Estaba siendo muy común y doloroso en estos últimos miserables cuatro días. George miró sombríamente por la

propia pena. Su atención estaba actualmente fija en dos cachorros jugueteando en los prados más allá de la ventanilla del carruaje. Un cachorro, el obvio caballero, estaba tratando de montar a su señora cachorro desde atrás. Ella no quería nada de ese deporte. Con cada uno de los intentos malogrados del cachorro, la cachorra lo mordía en los talones y lo tiraba sobre su espalda. George negó con la cabeza en empatía. Sabía exactamente cómo de mal se sentía el cachorro. — ¿No estás de acuerdo, George? George parpadeó, despejando su cabeza de la contemplación de su autocompasión. — ¿Le ruego me disculpe, señora? Lady Julia pregunto mientras sacudía la cabeza en señal de desaprobación. — ¿No has estado escuchando una sola palabra que he dicho? —No—admitió, devolviendo su línea de visión al camino rural—No he estado. Lady Julia suspiró. Se volvió hacia su nuera y le dio una mirada de

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ventana del carruaje y se entregó a un estado lamentable de compasión por su

conocimiento de mujer a mujer.

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El Club de las Excomulgadas —No hagas caso a tu señor marido, Lady Kane. Estoy segura que va a mejorar una vez que esté en su cama y, uh... —Ella tosió discretamente. —Descansado. ***** —Gracias, Brantly. —George aceptó la nota que el mayordomo de su casa en Londres había puesto en la bandeja de plata con un gesto brusco. Brantly inclinó su cabeza cortésmente y se dirigió a la puerta de la biblioteca.

Querido George, La condesa viuda y yo hemos ido a Londres para adquirir un nuevo guardarropa. Su madre me dice que somos esperados en el baile de Giddings esta noche. —Maldita sea—murmuró George—pensé que se me había obligado a aguantar lo último con el escarbar la nariz de Lady Irma. Y entones he hecho una concesión y no iniciare mi búsqueda por las bibliotecas hasta mañana. Lady Julia espera que este asunto de las compras tome gran parte del día. George soltó un bufido. Más bien como todos los días conociendo a su madre. Así que, sin duda, tendremos que esperar a estar solos hasta que el baile termine esta noche. Maldita sea. Maldita sea. Maldita sea. Espero nuestro tiempo a solas esta noche más de lo que puedo decir. Al igual que yo, mi amor. Aunque no puedo estar con usted hasta entonces, espero recuerde en su corazón que usted ocupa todos mis pensamientos. Como lo hace usted, mi dulce. Que la diosa te bendiga, Su compañera permanente (esposa).

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George abrió el sello y escudriñó el contenido de la nota.

Su condenado derecho va a ser permanente. 1 10

El Club de las Excomulgadas Kane PD. Lady Julia ha escuchado rumores de que Jorge III estará esta noche en la asistencia. Estoy muy emocionada, ¡ya que nunca he conocido a un rey tonto antes! George se rió mientras negaba con la cabeza en humor. Esta noche no podría

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llegar lo suficientemente pronto para él.

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 13 — ¡Ay Dios, George!—murmuró Lady Julia de horror absoluto—dijo la verdad en ese sentido, ¿no? El conde, la condesa y la condesa viuda de Blackmore observaban desde el otro lado del salón de baile con fascinación, y no con pocas náuseas, como Lady Irma Giddings discretamente profundizó su dedo revestido de un guante en la caverna

—El cielo, ten piedad—Lady Julia murmuró—la jovenzuela en realidad inspeccionaba su mal habido. George se estremeció. —Me estremezco al pensar qué tesoros hubiera encontrado pegado en el lecho matrimonial todas las vísperas. —Por el amor de los anillos de Saturno—murmuró Kane a la vez fascinada y disgustada—Yo nunca he visto a nadie hacerlo antes. Es... es... —Indecoroso—Dijo George. —Horroroso—agregó Lady Julia. —Y a punto de hacerme desmayar por primera vez en mi vida—se atragantó Kane—si no vamos a tomar un poco de aire. Diez minutos después, el conde, la condesa y condesa viuda de Blackmore regresaron a la sala de baile, todos ellos viéndose mejor. La cámara de baile era espectacular, radiante con cientos de velas encendidas en cascada desde las paredes y el techo. Dorados candelabros de cristal colgaban del techo con decoro, dando a la habitación un aire regio. Los criados se vistieron con sus mejores uniformes de

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superior de la fosa nasal izquierda y escarbó.

galas, paseando a lo largo del salón de baile lleno de gente mientras ofrecían champaña y vino a los cientos de invitados. 1 12

El Club de las Excomulgadas Kane examinó el salón de baile con una sensación de temor, al darse cuenta de que ella no tenía la menor idea de cómo proceder. Ninguno de los bailes que estaba viendo en la exhibición de baile de Giddings había sido inyectado en las células de su memoria. Se sentía como un androide sin una unidad de procesamiento, o como habría dicho George, un capitán sin su puerto. El conde tomó tres vasos de champán de la bandeja de un criado que pasaba y procedió a dar dos de ellos a su esposa y madre, respectivamente.

— ¡Ah, George!—Resonó una voz desconocida de humanoide masculino. — ¡Es bueno de verdad verte de vuelta en Londres para la temporada! Un hombre guapo, o uno que habría sido hermoso si no se vistiera con una de esas insoportablemente poco atractivas pelucas empolvadas que Kane detestaba, se dirigió hacia el grupo de tres del conde. El hombre parecía tener más o menos la edad de su marido, tal vez un año o dos más joven. —Alex—llamó George de nuevo en señal de saludo, — ¡Es bueno verte de nuevo también! Kane decidió en el acto que le gustaría Alex, pues a George, obviamente le gustaba y su esposo era un juez de carácter muy bueno. —Vamos Alex, me gustaría que conozcas a mi esposa—se jactó George. El hombre guapo se acercó y sonrió cálidamente hacia Kane. —Alex, esta es mi esposa, Kane Blackmore, mi nueva condesa. Kane, mi amigo más antiguo y cercano, Lord Alexander Hamilton, el marqués de Asherby. Lord Asherby se inclinó sobre la mano de Kane en saludo, luego sonrió radiante hacia ella una vez más.

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— ¿Está algo fuera de lugar, mi dulce? Te ves tan pálida como un fantasma.

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El Club de las Excomulgadas —Usted es tan hermosa como los rumores abriéndose camino a través del baile han afirmado, mi señora. Hágame el honor de llamarme Alex. Kane asintió, sonriendo al amigo de George. —Me encantaría, Alex. ¿Dime, sin embargo, que es un marqués? Alex frunció el ceño, George tosió discretamente en su mano. —Es sólo otro de esos títulos que hablamos en el camino mi amor. —George heraldo8 de una tierra sin aristocracia. — ¿En serio?—preguntó Alex, realmente intrigado. — ¿De dónde? —Houston—Kane proporcionó antes que su marido pudiera decir lo contrario. — ¿Houston? George volvió a toser, esta vez más fuerte. —No te preocupes, Alex. Esto es en las Américas. Alex se encogió de hombros con un brillo en sus ojos. —Si tú lo dices, amigo mío. —Lady Julia—Alex sonrió cuando volvió su atención a la condesa viuda y se inclinó sobre su mano caballerosamente—usted se ve tan hermosa y tan encantadora como siempre. —Milord—respondió Lady Julia, con un rubor—usted siempre sabe exactamente qué decir para levantar el ánimo de una mujer. Alex hizo un guiño a la condesa viuda, y luego sonrió.

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dio la vuelta hacia su amigo y se encogió de hombros sin pedir disculpas. —Ella es

Se refiere a que es la primera enviada de esta “tierra” de la que viene.

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El Club de las Excomulgadas —Si yo fuera, sino unos años mayor, señora... —Él permitió su frase desvanecerse sugerentemente, lo que llevó al conde poner los ojos en blanco en diversión. —Usted sería tan viejo como mi hijo—se rió entre dientes Lady Julia, —y por lo tanto, todavía demasiado joven para honrar el brazo esta vieja chica, me temo. El cuarteto se echó a reír con aprecio de la broma de la condesa viuda.

alrededor del salón de baile lleno de gente— ¿dónde está ese viejo zorro astuto de Chester? Alex sonrió. —En busca de usted, señora. Mi tío me pidió que le dijera que viene, para que usted introduzca a su nueva hija dentro de la buena sociedad, y luego debería yo encontrarle. Él está cerca de la mesa de los refrescos, supongo. Lady Julia puso los ojos en el cielo. —Algunas cosas nunca cambian—murmuró. Alex se rió entre dientes. —Por lo menos uno siempre sabe dónde encontrarlo. Lady Julia vio a su presa menos de un minuto más tarde. Ella tiró de la manga de la túnica de Kane con entusiasmo. —Vamos querida, te presento a mí, eh... —se aclaró la garganta con delicadeza—amigo. — ¿Su amigo varón?—preguntó Kane.

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—Así que dime—instruyó Lady Julia mientras se levantaba de puntillas y miró

—Su amante—George corrigió.

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El Club de las Excomulgadas Alex estalló en un ataque de risa, las comisuras de sus ojos arrugados por la diversión. Kane meneó la cabeza, sin comprender. — ¿Amante? — ¡No importa!—Replicó George con más dureza de lo que había pensado. Kane forcejeaba a través de los datos que se había inyectado, con la esperanza de que un rayo de entendimiento brillara a través de ella. Ella tiró de la manga de

—Sin embargo, George, ¿qué es un amante? —No es una palabra que usted necesitará nunca saber, querida. —George frunció el ceño a Alex cuando la risa de su amigo se volvió más atrevida. Kane gruñó. No le gustaba tener sus preguntas descartadas como irrelevantes. Ella era una botanóloga por el bien de Saturno. Y de alta cuna para empezar. Pensar sobre el asunto mientras continuaba buscando entre la paja a través de sus datos, sonrió lentamente. — ¡Ya lo tengo!—Ella sonrió, encantada cuando comprendió. — ¿Qué tienes, querida?—preguntó el conde mientras sorbía de su champán. —Me acaba de procesar el significado de la palabra extraña de Lady Julia. — Kane volvió su atención a la condesa viuda y sonrió con orgullo en ella. —Cuando usted dice que es su amante, ¡Quiere decir que el intercambia sexo con usted! George se atragantó con el champán al que acababa de dar un sorbo. Alex le golpeó en la espalda en ayuda, haciendo todo lo posible para vencer a su propio regocijo. —Kane—el conde farfulló— ¡Nosotros no hablamos de esas cosas en público!—George golpeó con los nudillos en la cabeza del marqués, cuando Alex

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su marido y frunció el ceño.

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El Club de las Excomulgadas perdió el control por completo y se echó a reír con lo que sólo podría considerarse proporciones de pandemia. Kane se sonrojó y bajó la mirada al suelo. ¡Qué idiota era ella! Ella había querido tanto que George estuviera orgulloso de ella, para impresionar a sus amigos con su capacidad de asimilar su hábitat, y allí estaba avergonzándolo en su primera noche como compañeros permanentes. Quería meterse en el agujero negro más cercano e implosionar inmediatamente.

— ¿Por qué no salimos por un poco de aire, sólo tú y yo Kane? Podemos cumplir con el vizconde más tarde, ¿eh? Kane asintió sin levantar la vista. George pasó de ida y vuelta en sus pies mientras miraba a Alex, a su esposa y la espalda. El marqués asintió a sabiendas, luego, procedió a comportarse como si nada fuera de lo común hubiera ocurrido. —Lady Kane—suplicó a Alex y él distraídamente entregó su copa de champaña vacía a un sirviente que paso, — ¿Me permite que tenga el siguiente grupo de danzas? Después de tomar su aire, por supuesto. La cabeza de Kane se alzó rápidamente. —Yo, eh, yo... — ¿Qué es esto? ¿No irá a decirme que no? —No, Milord, yo eh... —Ella pensó que una excusa plausible rápidamente. — Me lesioné la pierna, mientras montaba a caballo el otro día. Me temo que no puedo bailar con usted. —Ya veo. ¿La próxima vez, quizás? Kane asintió con la cabeza enérgicamente, tan eufórica que estaba de haber

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Lady Julia sintió la incomodidad de su nuera y trató de remediar la situación.

recibido este aplazamiento inesperado. 1 17

El Club de las Excomulgadas —La próxima vez, te lo prometo. —Ven—Dijo Lady Julia mientras llevó a su nuera de la manga. —Vamos a tomar nuestro aire, querida. ***** — ¿Ella no puede bailar?—Alex hizo la pregunta a George mientras paseaban por el jardín de Giddings en busca de su esposa y madre.

George nunca se había sentido más canalla en todos sus días. Él sabía que su esposa había querido dar una buena impresión, sin embargo, no se había molestado en enseñarle a andar en la sociedad. Ella no sabía casi nada de las costumbres de la nobleza, de cómo ser en medio de ellos. Kane nunca había tenido que aprender los bailes de la Inglaterra georgiana. Ella no entendía lo que se consideraba apropiado charlar y lo que no. Era como un niño abandonado a su suerte en el bosque. Y ahora ella se sentía humillada. George mentalmente se reprendió por su falta de previsión, por lo menos cien veces. No le echaría la culpa a su esposa en lo más mínimo si ella lo dejase para ir al siglo 25 esta misma noche. Un escalofrío de temor recorrió al conde, lo que le causó a tomar su ritmo. ¡Dios mío!, realmente no lo dejaría... ¿lo haría ella? —Eres un hombre afortunado, George. George obligó su atención de nuevo a su mejor amigo. — ¿Qué quieres decir, Alex? Lord Asherby se rió entre dientes. —Vamos, vamos, amigo mío. Ciertamente, ¿usted ha tomado nota de todas las

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—No, —suspiró—no puede.

miradas celosas que los hombres de la alta sociedad estaban tirando por su 1 18

El Club de las Excomulgadas camino?—El marqués movió la cabeza con pesar desconcertado. —Y en este caso, me encuentro de ese lado. George se detuvo abruptamente y se volvió hacia su mejor amigo. — ¿Qué estás diciendo, Alex?—Él hizo la pregunta en voz baja, la frente negra arqueada amenazadoramente. — ¡George!—Lo reprendió a Alex, a sabiendas del temperamento del conde. —

amigos, hombre! Además—añadió—no es como si yo o cualquier otro hombre tendría una oportunidad. Su mujer le adora, cualquier tonto puede verlo. ¿Qué es lo que te pasa? George suspiró, se pasó los dedos por el pelo por la agitación. —No sé. Ella me pone tonto. —Se encogió de hombros con tristeza. —Yo te digo la verdad nunca me he sentido así por una mujer. Alex rió entre dientes ligeramente, ya que siempre estaba preparado para hacerlo. —Ah—sonrió cuando empezaron a pasear por los jardines, una vez más—Así que usted está enamorado… —Ese soy yo, Asherby. Ese soy yo.

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Usted sabe muy bien que nunca intentaría quitarle a su esposa. ¡Somos los mejores

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 14 El conde y el marqués ubicaron a las damas al lado de la mesa de refrigerios, charlando con Chester Elliott, vizconde de Blake. George notó de inmediato que su esposa había logrado engañar a Lord Blake tan fácilmente como lo había engañado a él. De hecho, una vez que miró a su alrededor, se dio cuenta con mucha molestia que su prometida estaba entusiasmando a muchos de los caballeros de la alta sociedad esta noche. Se amontonaban a su alrededor como abejas, atraídos por una

George frunció el ceño, mirando con desprecio a los hombres de sociedad pendientes de las palabras de su esposa. Ellos también sonrieron cálidamente a su rostro, se echó a reír en voz demasiado alta por sus bromas, y le molestaba demasiado dejarla que continuará. —Allí está su, señora, me preguntaba dónde se había desviado de su rumbo. — ¡George!—Kane resplandeció muy aliviada al verlo. —Me he estado preguntando lo mismo de ti y Alex. Lady Julia y yo tratamos de encontrarlos después de tomar aire. George se abrió paso a codazos entre la multitud y se dirigió posesivamente al lado de su esposa. —Parece que nos perdimos mutuamente, querida. Alex y yo estábamos buscándola a usted y a mi madre en los jardines. El conde llevó la mano de su esposa a sus labios y la besó brevemente, su territorialidad obvia para cualquier hombre presente. Con una fachada de indiferencia practicada, George procedió a conversar amablemente con cada uno de los admiradores masculinos de Kane hasta que la competencia por su atención lentamente disminuyó hasta ninguno. Veinte minutos más tarde, con su misión

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flor particularmente tentadora.

cumplida, flexionó los dedos y sonrió triunfalmente hacia un sonriente Marqués de Asherby. 1 20

El Club de las Excomulgadas —George—Lady Julia sonrió ampliamente—Chester aquí le informó a su esposa y a mí que ha añadido un invernadero de primera clase a su propiedad de Londres. A Kane y a mí nos gustaría ir a verlo en la mañana para inspeccionar sus plantas, ¿si sería tan amable de acompañarnos, mi señor hijo? — ¡Es un invernadero fino, Blackmore!—anunció Chester con un toque de orgullo, de pie para llegar a sus completos cinco pies y diez pulgadas. —El mejor de todo Londres, si me permite decirlo. ¿Yo entiendo que su señora esposa tiene

—Sí lo hace—concordó George. —Estoy seguro que a ella le gustaría ver su colección de plantas. —Entonces, por todos los medios, lleve su preciosa mujer por la mañana. El conde asintió cortésmente, aceptando la invitación del vizconde. —Esperamos con anticipación eso, Blake. Kane sonrió a su marido, el entusiasmo tambaleándose a través de su cuerpo. George comprendió por qué, pues era posible que el invernadero del vizconde contenga una muestra de kabitross. El conde, por desgracia, no pudo evitar sentirse un poco deprimido por esa perspectiva. No podía soportar el pensamiento de su esposa yendo al futuro, no importa lo noble de su causa, no importa si planeaba regresar. ¿Quién podría decirle si algo saldría mal y ella sería capaz de encontrar su camino de regreso? —Ni se te ocurra dejarme fuera de esto—se rió Alex mientras caminaba en el redil del grupo. Hizo un guiño a George, luego dijo—Voy a esperar la llegada del conde y la condesas con usted, tío. — ¿Desde cuándo usted tiene un interés en materia de botánica, sobrino? —Desde nunca—admitió Alex irónicamente. —Pero lo conozco a usted, Blake.

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interés en asuntos botánicos como yo?

Mostrará a las damas su invernadero, pero poco después le enseñará a la nueva 1 21

El Club de las Excomulgadas Lady Blackmore los puntos más finos de los dados. Nunca me pierdo un juego potencialmente vivo. —Espera un momento—Dijo George. —No voy a tener cabezas huecas enseñando a mi gentil esposa a apostar. Ustedes dos… —Oh silencio, George—Lady Julia lo regañó. —Chester aquí nunca traicionaría su confianza y lo sabes muy bien. Lo que se hace en la intimidad de su

—Es cierto. —Alex sonrió. —Y no he podido ir con nuestro querido Lord Blake cerca de dos quincenas. — ¡Oh! por favor George—le susurró Kane, obviamente, tomando la idea. — Nunca he jugado a los dados antes. Vamos a jugar un partido o dos, ¿eh? ¡Chester lo hace parecer tan divertido! —Por supuesto que lo hace sonar divertido—dijo George molesto. —Esa diversión es para él porque siempre gana. El Vizconde Blake se echó a reír más profundo en su vientre, sus ojos brillaban. —Vamos, vamos, hijo mío. ¿No me digas que todavía estás molesto por los pocos cientos de libras que perdió conmigo? George hizo una mueca, no queriendo admitirlo. Esa pérdida terrible había ocurrido en los dos últimos años, después de todo. Accedió con un suspiro, ceder a los deseos de su nueva esposa. —Por supuesto que no estoy molesto por algo tan mundano—mintió. —De hecho, me gustaría recuperar mi maldito dinero. —Entonces está arreglado—Alex sonrió. —Nos reuniremos en la morada de mi tío, mañana.

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salón nunca deja dicha cámara.

—Esté preparado para una gran pérdida, Blackmore. 1 22

El Club de las Excomulgadas —Nunca en su sangrienta vida, Blake. ***** Una hora más tarde, los Blackmore estaban dispuestos a terminar la noche, especialmente George. Tenía planes para su esposa en el dormitorio esta noche que no tenía nada que ver con el baile, la botánica, o jugar a los dados. Estaba ansioso de reclamar a su esposa y hacerla su esposa de verdad.

El conde hizo una mueca accediendo fácilmente. —Lo siento, cariño. —Él desaceleró su marcha, pero siguió el ritmo hacia las puertas. Quería darse prisa antes que alguien los detuviera y quisieran su atención. —Hola, Blackmore. El conde suspiró, con miedo a nunca se arreglárselas para sacar a Kane del baile temprano. Él la llevó a un alto a su lado y se volvió hacia el interceptor. George frunció el ceño con atención, al darse cuenta de quién era. Nina había tenido muchos amantes en la cama después de que se había casado, pero sólo uno con una regularidad hasta donde él sabía. —Montieth. —Blackmore—Montieth frunció el ceño de regreso. El hombre volvió su atención a Kane, sonriendo provocativamente hacia ella. Él la miró de arriba abajo, mirándola como si ella fuera una mujer a la venta. — ¿No me va a presentar a su nueva novia, George? —No, yo no lo haré. Y nunca le he dado permiso para dirigirse a mí con familiaridad.

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—George, ¿puedes parar? Me voy a caer.

—George—le susurró Kane mortificada por su comportamiento. 1 23

El Club de las Excomulgadas —Que se vaya, querida esposa—declaró el conde en un tono muy lejos de ser bajo. —Este hombre es un caballero con título, quizá, pero ciertamente no en los hechos—. Él evaluó al Barón Montieth través de ojos de asco, como si la mera visión de él era despreciable. —Usted no tiene que asociarse con basura, como el barón. Kane se quedó mirando a su marido con incredulidad. Ella nunca lo había visto comportarse de cualquier forma menos que perfectamente cordial a todos, ya sean comunes o con un título. Ella no tenía ni idea de lo que este Montieth le había

George y decidió desairar al hombre. —Como usted quiera, mi lord. —Ella empujo la barbilla hacia arriba, desafiante, perfeccionando el aire de altivez noble. Montieth sacudió la cabeza y encaró. Era obvio para Kane que el pequeño hombre estaba disfrutando al hacer a su marido sentirse incómodo. — ¿Es esa la única manera de aferrarse a una mujer, Blackmore?—preguntó, con los ojos brillantes de maldad— ¿ordenarle a ella mantenerse alejada de la competencia? Alex se acercó a tiempo para oír el último comentario, parándose al lado contrario de Kane de una forma protectora. —Basta, Montieth—dijo George con la vena en la sien latiendo visiblemente. —Vas demasiado lejos. —No con esta esposa, no lo hecho—dijo con valentía. —Por lo menos todavía no. George dio un paso amenazador hacia el barón, conduciendo a Alex a dar un paso entre ellos. El marqués miró hacia abajo a Montieth con desdén, dejando que todos y cada uno supiera lo que pensaba del hombre.

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hecho para causar que su marido lo odiara tanto, pero confiaba en el juicio de

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El Club de las Excomulgadas —Usted mejor siga adelante, hombre. Sus palabras son un insulto a la condesa. —Él sacudió la cabeza y se rió burlonamente. —Y si yo fuera usted, yo lo haría antes de que se encuentre desafiado por Blackmore. —El marqués puso una mano fraternal en el hombro de George y le dio una palmada en la espalda. —Yo sé que soy un excelente tirador, sin embargo, aún no sería lo suficientemente estúpido como para desafiar a Lord Blackmore. Sintiendo que había permitido a su odio mostrarse demasiado pronto, el barón

—Muy bien, señores. Me retiro—respondió sin problemas. Luego agregó—por ahora—Lanzó su mirada rabiosa hacia Kane, una vez más, examinándola pecaminosamente. —Espero poder conocerla mejor, Lady Blackmore. Kane entornó los ojos. No le importaba esta escena un poco. Además no le importaba el humanoide de ojos grandes, que estaba tratando de hacer ver a su marido como tonto delante de toda la sala de baile. Y muy a su pesar, se dio cuenta que la gente estaba viendo. Decidió sacar el máximo provecho de eso. —Sir—escupió fuera, con el aire más pomposo que pudo—No tengo ningún deseo de conocerle, ni ahora ni nunca. — Y cuando oyó el murmullo de aprobación elevándose de los invitados abarrotados cerca de ellos, ella añadió. —Si mi marido considera que usted es una compañía inapropiada, entonces inadecuado es usted. —Ella agitó su mano alrededor, como si estuviera tratando de deshacerse de una plaga no deseada. —Váyase. La risa de la alta sociedad, junto con la sonrisa de Alex y el brillo triunfal en los ojos del conde, hizo al barón Montieth tener un rubor de vergüenza. —Veo que la nueva condesa de Blackmore no tiene buenos modales—dijo entre dientes. La multitud que se reunió alrededor de ellos gritó de horror porque ningún

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Montieth se inclinó burlonamente al conde y al marqués.

hombre se atrevería a insultar públicamente a una condesa. Kane no sabía que por eso se quedaron sin aliento y no le importaba en particular. Ella amaba un buen 1 25

El Club de las Excomulgadas encuentro verbal. Estaba a punto de darle una nueva andanada verbal cuando la guerra se interrumpió y por una fuente muy poco probable. —Majestad—George anunció en un murmullo asustado, sorprendido de su ardiente ira. La multitud se apartó para dejar paso para acercarse al rey de Inglaterra. —No he oído su llegada. El rey Jorge III se rió entre dientes, tomando la mano de Kane al inclinarse

—Me sorprende que nadie en absoluto oyera las trompetas por encima del estruendo que hay aquí. Blackmore, me presenta a su señora esposa. —Por supuesto, señor. Su Majestad el Rey George III, humildemente presento a mi esposa, Lady Kane, la condesa de Blackmore. El rey llevó su ofrecida mano a los labios y la besó castamente. —Es un placer, esté seguro. Kane estaba tan entusiasmada que al fin podía conocer a este rey tonto que no podía contenerlo. — ¡Oh!—Rió alegremente: —Yo no puedo creer que por fin lo haya conocido. ¡Tenía la esperanza de que pudiera hacer acto de presencia esta noche, Su Majestad! Al vanidoso monarca reinante no podía evitar gustarle el acto. Se irguió, mirando más pomposo y orgulloso que diez nobles juntos. Se volvió hacia el barón y frunció el ceño, sus grandes ojos almendrados reflejaban un profundo desprecio. —Escuché sus comentarios a la hermosa condesa y le aseguro que no lo veo con buenos ojos sobre ellos. Discúlpese y pida perdón ahora. —Por supuesto, Majestad—dijo Montieth odiando que tuviera que atender a

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sobre él. Hizo una reverencia, como Lady Julia le había enseñado a hacer.

los caprichos de este hombre. Se volvió hacia Kane y se inclinó majestuosamente, 1 26

El Club de las Excomulgadas mentalmente prometió hacerle pagar por su humillación ante la alta sociedad. —Le ofrezco mis disculpas más sinceras, Lady Blackmore. Kane levantó la vista al rey, incómoda, sin saber lo que se esperaba que hiciera. —Es posible que lo perdone, mi lady—susurró él hacia ella. Alex sonrió, mirando a otro lado para ocultar su alegría. Kane frunció el ceño, no se sentía muy indulgente. Ella quería darle al pequeño

—Bueno, si usted dice que lo haga, entonces lo tengo que hacer—ella cedió. El rey estaba divertido. —Muy noble de tu parte, condesa. —Se volvió hacia el conde de Blackmore y asintió con la cabeza. —Un hombre muy afortunado eres, George. Insisto en que traiga a su señora esposa a la corte antes de retirarse de la temporada en Londres. El conde se inclinó respetuosamente. —Sería un humilde placer, Majestad. El rey inclinó la cabeza, colocando la mano de Kane en la manga del conde. —Buen día, Lord Blackmore, Lady Blackmore, Lord Asherby. —Buen día, Majestad—ellos ofrecieron al unísono. El rey se alejó hacia su fiesta, dejando al conde hacer frente a su enemigo solo una vez más. —Esto no ha terminado—Montieth anunció en un tono sombrío, bajo. —En eso estamos de acuerdo—respondió George a través de los dientes

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barón un buen sabor de las artes mortíferas del siglo 25, pero cedió al final.

apretados. 1 27

El Club de las Excomulgadas El barón se alejó, haciendo que la muchedumbre se dispersara, ya que se dio cuenta que no iba a haber ninguna escena para más chismes sobre eso. Alex no pudo contener la risa reprimida que se había estado mordiendo por un momento más. —Oh Kane, querida, te ocupaste de ese culo tan bien. George sonrió, encontrando su sentido del humor por primera vez en quince

—Muy bien, señora. Estoy muy orgulloso de llamarla mía. Kane se sonrojó, de repente se sintió muy incómoda con la alabanza de los hombres. —Sólo fue la verdad lo que hablé. —Es cierto—le guiñó un ojo Alex. —Así que dime, ¿dónde estaban ustedes dos escabulléndose antes de que ese mequetrefe tratara de arruinar la noche? George se rió entre dientes. —Estábamos tratando de llegar a nuestro carruaje y volver a la casa. Pero ahora que el rey está aquí, sería de mala educación dejar el baile antes que él. —Es cierto. ¿Y su madre? —Blake está llevándola a su casa. —Ah. George le dio unas palmaditas en la espalda de Alex, agradecido con él por estar a su lado como siempre lo había hecho. —Gracias, Asherby. Aprecio que haya venido en nuestra defensa.

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minutos.

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El Club de las Excomulgadas —No tiene importancia. Yo, ¡santo cielo! Mira el rey está cerca… El conde y la condesa de Blackmore se dieron la vuelta para ver por lo que el Marqués de Asherby estaba tan disgustado. Ellos palidecieron al unísono. Kane tragó saliva, mirando a su marido.

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—Creo que necesitamos más aire—ella susurró.

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 15 El paseo en coche, de vuelta a la casa londinense, fue una reflexión para el conde y la condesa. Pensativamente, se sentaron uno frente al otro en los asientos de lujo, ambos superados con incredulidad. Kane meneó la cabeza, aturdida.

—Uno chiflado, para estar seguro. —George carraspeó, estirando sus largas piernas. —Estoy muy agradecido por su mediación a su favor, mi amor, pero no puedo estar agradecido por haber sido sometidos a esa escena. — ¿Crees que nadie más vio? —No sé. —Él se encogió de hombros. —Es poco probable. Estaba en un rincón, en un ángulo de la multitud. —George frunció el ceño, rascándose la barbilla pensativo. —Él y Lady Irma Giddings serían un infierno de demonios. — Kane se estremeció. —Y pensar que me tocó la mano con el dedo errante. —Este agradecida que usted llevará guantes, mi amor. Sólo espero que Su Majestad no ponga de moda ese hábito sórdido. Es indecoroso. —No crees que algo así pueda pasar, ¿verdad? El conde se estremeció ante la mera sugerencia. —La corte siempre tiende a establecer la moda. Pero no se preocupe, me ocuparé que no sea así, querida. He estado trabajando en una nueva disposición legislativa a proponer a la Cámara de los Lores. Vamos a acabar con esta conducta desviada de inmediato—prometió. —Por favor hágalo.

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—Simplemente no lo puedo creer. El hombre es un rey por el amor de Saturno.

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El Club de las Excomulgadas —No temas, querida. Por mi vida y aliento, le prometo a usted que el

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escarbarse en público la nariz pronto será una pesadilla en el olvido.

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Capítulo 16 George se acostó en su cama, duro con lujuria e inquieto con anticipación. Se sentó, golpeó la almohada detrás de la cabeza para mullirla, entonces se tiró abajo sobre la cama. Miró su reloj de bolsillo, suspirando fijamente. La espera iba a ser la

Era costumbre en la Inglaterra georgiana para la novia y el novio tener cuartos separados. En su noche de bodas, el marido iba a ser el que iba con su esposa recientemente adquirida para consumar su unión. Pero su esposa, George suspiró, no era nada de eso. Le hizo saber de manera inequívoca que en Houston, en el siglo 25, el mundo era un lugar muy diferente. Ella vendría a él. Y se puso a esperar pacientemente. George se dio cuenta con mucho disgusto que prefería hacer las cosas a la manera georgiana del siglo XVIII. — ¿Porque ella se está tomando tanto tiempo?—Murmuró el conde a sí mismo mientras ahuecaba las almohadas y miraba su reloj de bolsillo por octava vez en los últimos veinte minutos. Él separó su bata negra de seda un breve instante, mirando hacia abajo, a su miembro hinchado. —Es probable que vaya a morir de esta enfermedad—murmuró para las paredes de dormitorio. Empezó a dar la vuelta sobre su estómago, recordó su condición rígida, y luego volteó hacia atrás sobre su trasero. Él ahuecó un poco más, comprobando el tiempo otra vez. Justo cuando George estaba a punto de abandonar toda esperanza de tener una vida sexual otra vez, la puerta de comunicación poco a poco se abrió. —Ya era hora, señora. ¿Que era todo eso? ¿Te das cuenta cuánto tiempo…?— Él tragó saliva con los ojos abiertos.

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muerte de él.

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El Club de las Excomulgadas Kane paseó a través de la puerta llevando algo rojo, ver a través del traje le dejó muy poco a la imaginación. Cubría su cuerpo como una segunda piel, mostrando todos los atributos de su cuerpo. Sus grandes pezones carmín se asomaban en la blusa, como si estuvieran tratando de liberarse de su toque. Su monte de Venus dorado mostrándose a través de la tela roja en sombra, volviéndolo salvaje. Ella sonrió provocativamente a su marido mientras caminaba a su lado en la cama y miró hacia abajo a él.

decir con su polla dura como una estatua de mármol. —Es la prenda tradicional de consumación en mi mundo. Él asintió con la cabeza. Estaba sorprendido por que pudo manejar incluso esa pequeña hazaña. — ¿Q… de qué está hecho? Ella sonrió lentamente, dejando que George supiera que ella estaba muy consciente de su reacción. —Está hecho de un tejido fino preciso que fácilmente se despedaza. Nosotros lo llamamos shepra, Una palabra en el planeta Kilgore que significa “primera sangre”. Él tragó saliva, el sudor brotaba en su frente. — ¿Primera sangre? Kane puso su mano en la de su marido, llevándolo lentamente a una posición sentada. —Sí. La primera sangre. —Ella abrió la chaqueta de su traje de cama, dejando al descubierto su pecho a su tacto. La emoción en espiral en su vientre a la simple vista de eso. Ella había esperado tanto tiempo para este momento.

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—Qu... ¿Qu… qué es lo que usted está usando?—El conde finalmente pudo

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El Club de las Excomulgadas Kane deslizó sus manos sobre el vientre de George y el pecho, entrelazando sus dedos en los rizos de pelo negro. Él contuvo el aliento mientras sus uñas pasaron por sus planos pezones masculinos. Sus ojos se estrecharon con el deseo. —El color rojo—continuó en un susurro sexy, —es un símbolo de la sangre de una virgen. El tejido del shepra es un símbolo de la ruptura del himen—George cerró los ojos un momento, la sensación del tacto de su esposa envío choques de pasión a través de su cuerpo.

Kane desechó bata de George al suelo, y luego trabajó en quitarle sus pantalones. Él la ayudó en su tarea, sin saber cuánto tiempo podría continuar su juego sin explotar. Kane vio la forma de su marido con admiración. Sus piernas eran musculosas. Su estómago, tenso y ondulado. Su pecho, duro y potente. Su polla, larga y gruesa. Se lamió los labios, humedeciéndose a la mera lectura de él. —El shepra es como un himen—prosiguió con voz ronca, tomando el eje de su marido y suavemente deslizando sus dedos de arriba a abajo por su longitud, —ya que se debe desgarrar y rasgar fuera de mi cuerpo para aparearse conmigo. —Ella le acarició más duro, conduciendo al conde a tomar una respiración fuerte de aire. — De la misma manera que usted rasgará mi himen para reclamarme como su esposa. Los ojos de George se estrecharon en ranuras brumosas. No podía creer lo que su esposa acababa de decir. Y, sin embargo, esperaba. —Kane—susurró con voz ronca, — ¿me estás diciendo que eres virgen? Ella soltó su pene y fue hacia abajo para sentarse en él, a horcajadas sobre su regazo. —Sí—suspiró ella.

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— ¿Cómo es eso de un himen?—él gruño.

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El Club de las Excomulgadas El más primitivo, salvaje sentido de posesión hizo estragos en la sangre de George. Querido Dios en el cielo, su esposa nunca había conocido a otro. Agarró a su mujer por las caderas, la tiró sobre la cama junto a él, y se acomodó predominantemente sobre ella, entre sus muslos. —Bien. George reclamó la boca de Kane con dureza. Él lanzó su lengua adentro, barriendo y acariciando en una nube de pasión. Ella gimió en su boca, envolviendo

nada más que su necesidad de reclamar. George soltó a su novia y su beso y se sentó sobre sus rodillas para mirar hacia abajo sobre ella. Ella se acostó en la cama, las piernas abiertas y sumisa a todos sus deseos, esperando que él la conquistara a fondo. Miró sobre sus pechos, cubiertos sólo por el mero shepra, Y pasó la mano con impaciencia sobre ellos, sintiendo todas partes salvo sus pezones. Kane gimió, con los párpados revoloteando cerrados. Animado por su respuesta, George rodeó sus aureolas con sus dedos, viendo como sus pezones se pusieron rígidos y tensos. Después de sentir una eternidad para Kane, él finalmente pasó sus grandes manos a través de los mismos pezones, los picos hinchándose con más fuerza. Ella gimió, cerrando los ojos por el placer. George no pudo aguantar más. Él aseguró sus manos en el escote del shepra y con un tirón ávido, rasgó el vestido de sus pechos, exponiéndola hasta la cintura. Él pasó sus manos sobre los pechos que ahora no ofrecían ningún impedimento para su manoseo. Sus pezones estaban erectos por la excitación, conduciéndolo a apoderarse de ellos entre los pulgares e índices y apretarlos. Él los acariciaba desde la base hasta la cresta, tirando con suavidad pero con firmeza, en un movimiento hacia arriba y hacia

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sus brazos alrededor de su cuello. Él se estremeció a cambio, sin prestar atención a

abajo.

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El Club de las Excomulgadas Kane gimió, retorciéndose debajo de su marido, en busca de la liberación inmediata del tormento. Su vientre en espiral, en el anhelo por los sonidos de pasión, continuaba estallando en su garganta. George bajó la cabeza y reclamó un pezón dejándose caer pesadamente. Su polla creció aún más, por lo emocionado que estaba de chuparse el pecho de su novia. Ella estaba caliente y dulce, sus pezones duros y acogedores. Y ella era suya. Ningún hombre la había reclamado. Y nadie, salvo él, nunca lo

Él arremolinaba con su lengua alrededor del tenso pezón de color baya, y luego lo chupó largo y duro. Suspiró deliciosamente, empujando su cara más contra su pecho. Ella pasó sus manos por su pelo negro y espeso, tirando de él más de cerca, necesitando ser parte de él, necesitando ser una con él. George levantó la cabeza y miró a los ojos de su esposa al verla retorcerse debajo de él en un arrebato de deseo. Llevó sus manos de nuevo a su pecho, masajeó los pezones alargados mientras él aplastaba su boca contra la suya. El beso fue acalorado, salvaje, y mucho más un encuentro de su propio temperamento. —Dime—exigió con voz ronca contra sus labios—dime que no habrá otros. Dime que soy el único hombre que te tocará. Llegó a sus rodillas, tomó la parte restante de la shepra entre sus manos, y la desgarró por completo del cuerpo excitado de Kane. El extendió sus piernas delante de él, buscando llenar sus pliegues de carne resbaladiza entre ellos. Extendió la mano y pasó los dedos callosos a través de los rizos, luego viajó hacia abajo, bordeando sus pliegues con los dedos. —Dime, —Le ordenó con una necesidad salvaje apenas controlada. Kane no podía pensar de manera coherente, mucho menos hablar. Pero sabía que debía. Ella sabía que su marido necesitaba oír las palabras. Se dio cuenta que

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haría.

tenía que estar seguro de que nunca lo traicionaría. 1 36

El Club de las Excomulgadas —Nunca habrá otro, George. Nunca. Sólo tú, mi amor. Con un gruñido de satisfacción, el conde bajó la cabeza hacia abajo, posesivo, reclamando su femineidad con su boca. Kane arqueó la espalda, gimiendo de éxtasis cuando su lengua entraba y salía de su carne húmeda. La razón se le escapaba. El pensamiento se le escapaba. Había sólo deseo. Sólo había George. Y luego él se amamantó de su clítoris y ella casi se salió de la cama. Ella gruñó

El olfato y el gusto de su mujer intoxicaban los sentidos de George. Él se habría conformado con estar entre sus piernas durante horas, lamiendo y chupando, lamiendo sus jugos como un perro hambriento. Pero entonces llegó. —Oh dios. —El cuerpo de Kane se destrozó en un millón de puntos de sensaciones palpitantes cuando su orgasmo se estrelló contra su cuerpo. La sangre fue a su rostro, su respiración se contrajo, sus pezones se levantaron altos y rígidos, doliendo por la apretada hinchazón. Fue todo lo que George podía soportar. Alzó la cabeza de entre las piernas de su novia y se sentó entre sus muslos para hacerla su esposa de verdad. Él la agarró por las nalgas a su posición, ante su pene prominente y luego atravesó el himen con un empuje poderoso. Kane gimió con placer y dolor. George gruñó con la satisfacción arrogante de un señor de la guerra conquistando. Él soltó sus nalgas y tomó la cara de Kane con ternura, la mirada fija en la cálida piscina de hielo azul de sus ojos. Quería decirle que la amaba. Quería asegurarle sus sentimientos. Pero no pudo, por estar atrapado por la lujuria en que

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salvajemente como una bestia en celo, arañando y rascando sus hombros y espalda.

él estaba. 1 37

El Club de las Excomulgadas George comenzó a moverse dentro de su estrecha abertura, al principio lentamente, permitiendo a su cuerpo el tiempo para prepararse para la invasión. Cuando sus músculos se relajaron y sus pliegues resbaladizos comenzaron a pulsar alrededor de su eje, aceleró el ritmo, su mirada no dejando la de su esposa. Su respiración era entrecortada, emitiendo roncos sonidos animales. George la cogió por las caderas y chocó contra ella profundamente, más y más rápido, una y otra vez. Golpeó y oprimió mientras empujaba en su estrecha y húmeda abertura. Ella echó la cabeza hacia atrás y gimió, su cara moviéndose contra las almohadas

veintiséis años. Ella explotó. —Oh, sí. —Kane gimió fuerte y largo cuando su clímax rompió través de ella, desgarrando y separándose en caminos de sensaciones. Su vagina se contraía y latía, llevando a su marido al borde y haciéndole ceder a un sentimiento poderoso que nunca antes había albergado. Fue el amor y el deseo, la pasión y el cuidado, la codicia y la posesividad todas combinadas como una en la forma de un orgasmo. Él gruñó su nombre cuando marcó sus entrañas con su semen caliente, saliendo a chorros en ella una y otra vez hasta que estuvo agotado y exhausto. Cayó sobre su esposa, jadeante. Ella se aferró a él, sin aliento. Se quedaron dormidos saciados. Juntos.

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mientras su cuerpo se preparaba para desatar el orgasmo más poderoso de sus

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 17 —Me atrevo a decir que parece estar casi alegre esta tarde, Blackmore. —El Vizconde Blake negó con la cabeza para despejarse, como si su observación fuera una idea demasiado extraña para dar crédito. —Me encuentro de acuerdo, tío—bromeó Alex. Miró hacia la mesa del comedor, a las condesas de Blackmore, y clavó el tenedor juguetón en el aire. —

suponen que produjo el cambio, mis señoras? Lady Kane y Lady Julia se rieron favorecedoramente. Ambos, Chester y Alex, se dieron por entendidos que de alguna manera u otra el matrimonio Blackmore había sido consumado ayer por la tarde. Ninguna de las mujeres estaba avergonzada por la comprensión en lo más mínimo. El conde de Blackmore, sin embargo, se sonrojaba profusamente. —George—Kane se echó a reír—Tu pareces que te estás ahogando por algo, tu cara esta tan roja. —Ella sonrió abiertamente. El conde respondió con una mirada fulminante. —En verdad, mí señor hijo—Lady Julia, bromeó—su persona está de color escarlata como el traje que llevaba la cortesana la noche anterior. La sala estalló en carcajadas. Incluso George tuvo que ceder a una sonrisa ahogada. —Si usted puede llamar a eso un vestido—murmuró Kane. Ella sacudió la cabeza, atormentada por el recuerdo de la humanoide llamada Charlotte, que había adulado en todo a su marido con sus garras en el baile de Giddings. Por supuesto, George no había dado a la mujer ni un poco de atención. Él había tenido sólo ojos para su esposa.

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¿Por qué, el viejo no está, como por lo general, malhumorado el día de hoy? ¿Qué

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El Club de las Excomulgadas —Es verdad—se rio Alex. —Apenas había material suficiente para sostener su vestido. —Sería rara la vez es que Charlotte se preocupara—Dijo Chester, clavando su tenedor en un trozo de carne de ternera en su plato. —La mujer no tiene vergüenza. La comida continuó con una conversación sociable durante una hora, cada una de ellas regalando a la mesa historias diferentes. El ambiente sirvió para animar a Kane un poco hasta haber sentido una punzada de decepción después que la

estaba resultando ser tan esquiva como la olla de la legendaria pooshani al final de cada agujero galáctico. Kane tuvo que admitir que ella amaba a sus nuevos amigos cariñosamente. Ellos eran una pareja increíble, Chester y Alex. Ambos se apresuraron por sonreír y reírse rápidamente. Y aunque los hombres eran humanoides y por tanto susceptibles a las deficiencias de los humanoides, todavía eran leales a los Blackmores como los androides programados eran. Chester albergaba un afecto evidente por Lady Julia que iba más allá de los confines de la alcoba. Y Alex tenía a George en tan alta estima que Kane no podía dejar de ser inmediatamente conquistada por él. Alex, ahora que lo había visto sin la peluca empolvada, había resultado ser un hombre muy guapo. Era un hombre alto y rubio clásicamente cincelado, con alargados ojos verdes y una gracia lánguida. No era tan guapo como George, por supuesto, porque no había nadie. A los ojos de Kane, su marido encarnaba y personificaba la perfección masculina formidable. El Vizconde Blake levantó su copa de vino y tomó un pequeño sorbo, con respecto a Kane mientras él dejo la copa hacia abajo sobre la mesa. —Me habría gustado que mi invernadero hubiera sido de más utilidad para

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excursión en el invernadero del vizconde resultó infructuosa. La planta kabitross

usted—ofreció él en la forma de una disculpa.

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El Club de las Excomulgadas Kane volvió sus pensamientos a la conversación y sonrió amablemente a su anfitrión. —No tiene importancia—le aseguró con un gesto de su mano. —Fue realmente sorprendente, milord. Nunca he visto tantas formas diferentes de la hermosa vida vegetal recopiladas juntas. —Lo cierto es que, —dijo secundando Lady Julia. —De verdad te has

El Vizconde Blake se enderezó en su silla, hinchándose con una oleada de orgullo por la aprobación de las mujeres Blackmore. George terminó masticando un pedazo de carne de venado y luego miró a su esposa. — ¿Qué vas a hacer ahora, querida? ¿Buscar en las bibliotecas de las sociedades botánicas los dibujos?—El levantó el tenedor a su boca introduciendo otra porción de la suculenta carne en su boca. —Sí—confirmó Kane. —Lady Julia y yo vamos al centro de Londres mañana para visitar el hogar de Lady Jane Masters, cuyo difunto marido era un miembro de la Real Sociedad Botánica. Chester dice que el señor muerto tiene una biblioteca verdaderamente maravillosa en su estudio. — ¿El centro de Londres?—preguntó el conde con los ojos entrecerrados. —Está bien, George, —Lady Julia le aseguró. —Vamos a tener hombres a pie con nosotras en todo momento para velar por nuestra protección. Kane frunció el ceño, odiando que no pudiera confiar su habilidad para patear traseros a su marido sin escandalizarlo. No, eso sería demasiado pronto. Ella guardaría eso por un tiempo, por ahora, al igual que Lady Julia había sugerido.

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superado, Chester.

George golpeó el tenedor contra el plato mientras consideraba el mérito detrás del plan de su madre. 1 41

El Club de las Excomulgadas —Prefiero que tenga una escolta de la nobleza, señora—rápidamente se decidió. —Alex y yo tenemos otros asuntos urgentes que atender en el día de mañana. ¿Quizá Lord Blake las puede acompañar? Chester fácilmente accedió. —Por supuesto que puedo. Me sentiría horado de hacerlo. —Se volvió hacia las damas Blackmore y sonrió. —La verdad sea dicha, yo iba a preguntar si podía ir de todos modos. Mientras que la condesa está ocupada buscando su planta, podría

—Una idea digna—Lady Julia le aseguró. Alex frunció el ceño mientras miraba a Kane. — ¿Por qué razón usted busca esta planta, mi señora? Kane bajó la mirada hacia su plato, y luego de nuevo al marqués. Ella decidió decirle parte de la verdad y dejarlo deducir de eso cualquier cosa que él quisiera. —Tiene un poderoso agente de curación, milord. Las semillas de la flor se pueden utilizar para confeccionar pociones útiles. — ¿Es usted una curandera? —Por suerte. Alex asintió, ausente, satisfecho con su explicación. — ¡Es digno de eso!—Él se volvió hacia el conde y le sonrió. — ¿Usted y su señora esposa estarán en el baile Walcott esta noche? George se quejó. La idea de sufrir otro baile estaba lejos de ser atractivo. Él preferiría pasar la noche con su nueva esposa. Sí, una repetición de la función de anoche estaba definitivamente en orden.

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mostrarle los dibujos en busca de nuevos especímenes para añadir a mi colección.

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El Club de las Excomulgadas Él y Kane habían hecho el amor horas y horas. Su mujer hermosa, apasionada que le había dado tres orgasmos antes de la salida del sol. Y sin embargo, él necesitaba más. Se preguntaba seriamente si alguna noche pasaría sin que no deseara disfrutar entre los muslos de ella hasta el amanecer. —Depende de mi señora esposa—decidió él serio. — ¿Le gustaría ir a otro baile, querida?

—No—admitió en voz baja. —Pero ¿por qué no?—preguntó Alex. —Usted está de moda, ya sabe. Especialmente después de la reprimenda que él rey le dio a Montieth en su nombre. —Él rió entre dientes, guiñándole un ojo por el recuerdo compartido. —Estoy seguro que Walcotts estaría eufórico por su presencia, señora. Le daría prestigio a su recepción, te das cuenta. George estudió la expresión triste de su esposa y supo en un instante por qué no soportaba el deseo de asistir. — ¿Es por el baile, dulce? Ella asintió con la cabeza tristemente, su pose abatida tiraba las fibras del corazón de todos. —Ahora, ahora—Chester calmó cuando llegó a la mesa y le acarició la mano. —Los tres podemos enseñarte. ¿Podemos? El grupo estuvo de acuerdo, ninguno de ellos deseando que Kane rechazara la reunión social de la noche por el mero hecho de que ella no sabía los bailes que se encontraban actualmente de moda. —En realidad, —Chester decidió—nosotros comenzaremos inmediatamente

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Kane frunció el ceño, volviendo la mirada discretamente hacia su plato.

después del postre.

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El Club de las Excomulgadas — ¿Qué es esto, Blake?—George bromeó. —En realidad, ¿podría renunciar a los dados para enseñar a mi esposa a bailar? Alex sonrió. —Increíble, ¿no? —No veo qué tiene de sorprendente—argumentó Chester. Puedo ganar el dinero de ustedes dos mequetrefes cada vez que vea correcto hacerlo.

añadió mientras saludaba al vizconde con su copa de vino—no va a ganar otro chelín de mí. Mejor resignarse a ello. Chester puso los ojos en blanco. —No me resigno a nada, Blackmore. Lady Kane y Lady Julia se miraron y se rieron. Alex se unió, desconcertado por las bromas entre el conde y el vizconde. — ¿Por qué no ponerlo a prueba, señores? —Su sobrino tiene un buen punto—coincidió George. — ¿Por qué no? ¿De aquí, a una semana después de esta noche? —De acuerdo—Dijo Chester fácilmente satisfecho. — ¿Y la apuesta?—preguntó George. — ¿Qué deseas? El conde se tocó la punta de los dedos juntos, pensativo, mientras contemplaba el asunto. Él sonrió, dándose cuenta de inmediato lo que él más codiciaba. —El último cuadro que adquirió en Roma.

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— ¿Mequetrefes?—se rio George. —Nunca me han etiquetado así, Blake. Y, —

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El Club de las Excomulgadas Alex silbó entre dientes, moviendo la cabeza alegremente. —El conde debe estar muy serio, tío. Esa pintura es casi digna de una fortuna. Chester sonrió. —Y si gano, voy a exigir una fortuna. — ¿Qué deseas?—Le preguntó a George con buen humor pausado.

— ¿A quién? El Vizconde Blake asintió con la cabeza, la sonrisa de un gato perezoso sofocó sus rasgos. —Si usted gana, usted consigue la pieza italiana. Si gano, obtengo la mano de Lady Julia en matrimonio. A esa declaración, la cabeza de la condesa viuda se disparó. Ella levantó la mano contra su pecho y suspiró decorosamente. —Oh, Chester. ¿De verdad quiere decir eso? El hizo un guiño a su amada, y luego volvió a mirar a su hijo. —Es hora de que haga una mujer honesta de su madre, muchacho. ***** Kane cerró el quinto libro que había recabado en la última hora con un pequeño golpe. Respirando profundamente, cerró los ojos y pasó los dedos por su pelo en agitación. Ella se sentó de esa manera por un momento o dos, lo que ella necesita era mucho tiempo para relajarse.

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—No es una cuestión de qué, sino de a quién.

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El Club de las Excomulgadas Tan impresionante como era la colección de su marido no había resultado un solo dibujo de la planta kabitross en toda la biblioteca londinense de Blackmore. Había un montón de libros de botánica en el interior, cada una de ellos, literalmente, con dibujos de cientos de diferentes tipos de especímenes de plantas. Ella había visto las pinturas coloridas grabadas en placas de flores que iban en una variedad de rosas, narcisos, y crisantemos de acebo y muérdago. Había placas de los árboles, las placas de los musgos, y las placas de la vid. Incluso hubo representaciones de la mejor manera de fertilizar a todos. Hizo una mueca ante ese

inclinaba sobre una huerta. Ella podría haber prescindido de ver eso. Se frotó los ojos cansados, decidiendo poner fin a todas las investigaciones hasta más tarde. Ella sólo podía esperar que su salida programada para mañana al domicilio de los Masters con el vizconde y la condesa viuda resultara ser más fructífera que lo que su tiempo en la biblioteca de Blackmore había sido. Kane abrió los ojos, lanzando un suspiro profundo, mientras lo hacía. Ella tamborileó con los dedos en la parte superior de la mesa de roble en que estaba sentada, contemplando el siguiente movimiento que haría sí ella, Lord Blake, y Lady Julia no tuvieran éxito durante la visita de mañana. Sus pensamientos se interrumpieron un momento más tarde por un golpe a la puerta del estudio, seguido por la Condesa Viuda pavoneándose en la cámara con una sonrisa en su cara que Kane había llegado a entender que significaba que la mujer tenía algo entre manos y no bueno. Kane le devolvió la sonrisa a su suegra, extendiendo lánguidamente sus músculos mientras la miraba. La mirada en el rostro de la viuda le dijo que las dos estaban a punto de verse involucradas en algún tipo de travesura juntas. Una travesura que voltearía todo de cabeza, si Kane sólo podría especular. Oh, tenía una o dos ideas, pero nunca estaba del todo segura de a lo que Lady Julia se refería.

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recuerdo, un recuerdo vívido de un dibujo detallado de una vaca sonriente que se

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El Club de las Excomulgadas —Buenas noches, madre Julia, —ella dijo arrastrando las palabras. — ¿A qué se debe esta visita inesperada? La condesa viuda se deslizó más cerca de la mesa de trabajo, quitándose sus guantes mientras ella tomaba el asiento al otro lado de Kane. Ella se dejó caer en su estilo típicamente real, entonces dotó a su nuera con un guiño de conspiración. —Estoy lista, mi querida.

Lady Julia sonrió atolondradamente a Kane mientras flexionaba sus dedos largos y elegantes ante ella. — ¿Para qué?, para mi siguiente lección, por supuesto—admitió, con los dedos en forma de puño. La condesa viuda inhaló profundamente mientras cerraba los ojos, tirando de su mano derecha hacia su lado en el proceso. Al igual que Kane le había enseñado a hacer, dejó que sus puños volaran hacia delante en una exhalación, chillando “hiii-yaaa!” Como ella lo hizo. Kane casi tropezó con sus pies mientras saltaba a la posición de pie e insistía en que su suegra bajara la voz. — ¡Shh!—La reprendió, poniendo un dedo en los labios de la viuda. —Los sirvientes nos pueden escuchar. —Entonces vamos a retirarnos a los jardines a un ‘paseo’, querida. Podemos perdernos más allá de los arbustos dentro de la finca. Kane meneó la cabeza de alegría, riendo al ver a una mujer refinada deseosa de dominar las artes mortales del cuerpo. —Muy bien, —ella estuvo de acuerdo mientras hacía un gesto hacia la puerta. —Vayámonos.

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— ¿Lista? ¿Para qué?

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El Club de las Excomulgadas Veinte minutos más tarde, la condesa y la condesa viuda se deslizaron en silencio a través de los jardines, perdiéndose en su entorno verde y florido. Ellas encontraron una zona apartada de terreno cerca de un conjunto de fuentes de agua del camino principal y lo marcaron como seguro. Las mujeres rápidamente se ayudaron entre sí para salir de su ropa, ambas ahora no llevaban nada salvo dos negras pieles finas que esculpían su cuerpo con un brillante nylon del sistema Vegas. El resultado era un material muy flexible que permitía la facilidad de movimiento corporal, pero con la apariencia de vestir cuero

En la tradición de los maestros de la alta colonia de Beijing, donde las mujeres eran los últimos humanoides que todavía enseñaban las artes mortales del cuerpo en un sistema solar, Lady Kane y Lady Julia llevaba maltas rojas brillantes sobre sus pieles finas, que cubrían tanto los pechos como la entrepierna hechas de un material semejante a una armadura. —Me siento lasciva en este traje—murmuró Lady Julia con la cara roja, todavía tan nerviosa por llevar puesto el traje de guerrero, como lo había estado desde la primera lección después de su inyección de datos. — ¿Por qué?—preguntó Kane, realmente no comprendía cómo una mujer humanoide podía dejar de sentir algo distinto que no fuera honrar al guerrero con traje tradicional. —La forma de este traje y estos pechos y estos... y... ya sabes—ella no se atrevía a decir “ingle” por lo que se limitó a señalar hacia abajo—las placas se amoldan sin vergüenza a nuestras figuras—Ella sacudió la cabeza y se quejó de la vergüenza. — Lucimos como dos rameras dirigiéndose a una noche en el burdel local. Kane se echó a reír, disfrutando del desconcierto de su suegra. —En mi tiempo, te sentirías bendecida con el uso de este traje. Si un hombre o

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negro suave, con el cuerpo moldeado en cuero.

una mujer te viera vestida con esta piel delgada, nunca trataría de hacerte un daño por temor a la represalia. —Ella inclinó la cabeza mientras estudiaba a la viuda, de 1 48

El Club de las Excomulgadas inmediato poniéndose seria cuando se dio cuenta que Lady Julia estaba más roja y más roja en la cara a cada momento. — ¿Te haría sentir mejor si te explico la función de las placas del traje? Lady Julia asintió con la cabeza, pero no dijo nada más. Kane sonrió cálidamente hacia ella, transmitiendo sin palabras que todo iba a estar bien. —En primer lugar, —comenzó a decir, apuntando hacia su pecho—me doy cuenta de que no puede decir que es solo una armadura con sólo mirarlo, porque el

suegra le diera el visto bueno antes de continuar. —Sin embargo, esto es en efecto, una armadura. —Ella golpeó en el pecho, provocando el sonido de golpes en su pecho y un metal hueco se levantó. —Dios mío. —Lady Julia dijo—Yo no tenía ni idea. —Golpeó su propio pecho considerando la expresión cómica de Kane confundida con la de ella de asombro. —Se ve como la seda. ¡Qué asombroso! Kane asintió con la cabeza y luego siguió adelante con su demostración. —Los pechos de una mujer son muy sensibles. Por lo tanto, si tu enemigo pudiese golpear en uno o ambos, la podría desarmar el tiempo suficiente para que el oponente pueda ganar la ventaja sobre ti. —Ella golpeó en el pecho de nuevo. — Esto evita eso. Se fracturarían los nudillos tratando. La condesa viuda se rió, pensando que le encantaría ver la expresión de la cara de un hombre tonto que lo intentara, ella se divertirá con esta armadura en el momento. —Supongo que después de que el uh... uh... —ella se ruborizó, echando la mirada hacia la ingle— ¿Supongo que esta placa tiene el mismo propósito? —Exactamente—Kane giró alrededor, dando la viuda un punto de vista de su trasero que hubiera causado lujuria si hubiera sido un hombre viril. —Y la razón no

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material se ve tan suave y resbaladizo como el resto de su piel—. Esperó a que su

es sólo una pequeña cadena de ropa encajado entre las nalgas en lugar de cubrirlas 1 49

El Club de las Excomulgadas totalmente es porque los músculos de aquí son muy fuertes. —Ella se acarició la nalga izquierda, para una demostración. Ella azotó enfrente de su suegra, y se encogió de hombros. —El material entre las mejillas sólo tiene la placa de la ingle en el frente. Ruborizada por su conversación atrevida, pero mucho más a gusto, Lady Julia asintió con aceptación a la prenda. Kane sonrió, acariciando el brazo de la condesa viuda.

enseñar el arte de la lucha contra un arma. —Ella golpeó en el plato de la ingle, causando otro golpe hueco al sonido. —El arma se adjunta a la parte superior de esta placa, a un lado. Lady Julia sonrió ante la idea de luchar con armas, de repente, se sintió tan tímida como una prostituta intoxicada en una taberna. Siempre había sido el miembro más descarado de su familia mientras crecía, tanto con sus pobres padres, el duque y la duquesa de Browning, disgustándolos. Pero la habían amado, sin embargo, luego vinieron a depender de ella en años posteriores, cuando su único hermano murió a los veintidós años y George se convirtió en su nuevo heredero. —Está bien querida, vamos a empezar. ¿Qué vamos a aprender hoy, eh? Kane consideró esa pregunta por un momento interminable. Miró a su alrededor, asegurándose de que en realidad estaban solas. — ¿Cuánto tiempo dijo George que se iría? Lady Julia hizo un gesto con la mano casualmente a través del aire, descartando la idea de poner un alto a la lección de hoy. —Él va a estar fuera durante la mayor parte de dos horas. Podemos pasar por lo menos una hora por aquí.

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—Además, madre Julia, cuando usted sea mejor en su habilidad, te voy a

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El Club de las Excomulgadas —Bien—Ella llevó un dedo a la mejilla, sus ojos entrecerrados con el pensamiento. —Vamos a ver. Entre la inyección de datos que te di y mis instrucciones, ya sabes todo lo que hay que saber de las artes mortíferas del cuerpo. Lo que necesitamos ahora es mera práctica. —Ella se iluminó como una estrella en explosión, sonriendo brillantemente a su suegra. — ¡Hoy vamos a poner todo junto

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e intercalaremos!

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 18 George William Frederick Alexander Wyndom, el noveno conde de Blackmore y heredero del duque de Browning, estaban de un insoportable mal humor. Él siguió subiendo las escaleras de su casa de Londres, el Vizconde Blake y el Marqués de Asherby flanqueando sus costados. —Yo digo, George—anunció Chester mientras el mayordomo abrió la puerta y

—Mi tío está en lo correcto—insistió Alex, quitándose sus guantes mientras hablaba. —Montieth es un don nadie. No se preocupen más de sus travesuras. George negó con la cabeza y fue por el pasillo hacia su estudio. Llevó a Lord Blake y Lord Asherby detrás de él y cerró la puerta con un golpe. —Hago el voto a ambos que mataré a ese barón aunque sea la última cosa que haga—él apretó fuera. El conde siguió hacia el gabinete del estudio y sacó tres copas y una botella de oporto. Se sirvió sin prestar atención, haciendo que el alcohol salpicara a los lados de las copas. No le importaba. Estaba demasiado furioso para considerarlo. — ¿Quién diablos le permitió la entrada a nuestros clubes de todos modos? Él es apenas de la nobleza. —George bebió hasta tres tragos grandes de puerto9, volvió a llenar su vaso, mientras él los miraba con especulación. —No tengo idea—admitió Alex, alcanzando el vaso que George había llenado, a continuación, entregando uno a su tío. —Debe de haber recibido entrada a White como invitado, a pesar de que la razón por la que alguien podría estar deseoso de ser visto en compañía de Montieth después de su debacle con el rey está más allá de mi comprensión.

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le dio a los nobles entrada en la sala—póngalo en su mente, muchacho.

Hace referencia a que en las tabernas del puerto las bebidas fuertes son consumidas en grandes cantidades y de una sola vez.

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El Club de las Excomulgadas Chester se rio sin humor. —De acuerdo—Sacudió la cabeza, tratando de ordenar la escena que acababa de ocurrir en uno de sus clubes. —No puedo creer los nervios de ese canalla. Sus palabras llegaron peligrosamente cerca garantizando una cuestión de desafío. El conde sonrió y luego se tragó el resto de su oporto. —La próxima vez que se atreva a difamar a mi señora esposa, lo desafiaré. Sin

—Exactamente él no la difamó a ella, George—señaló Alex pragmáticamente con la esperanza de apaciguar su ira un poco. —Aunque no puedo decir que yo lo reprocho. Él hizo, después de todo, de alguna manera insinuar que su moralidad es menos que fiable. Chester dejó escapar un suspiro dramático, moviendo la cabeza de nuevo. — ¡Es increíble su juego de palabras! Se las arregló para insinuar sin decir nada abiertamente. El infierno, se las arregló para insinuar incluso sin insinuar. —El vizconde entrecerró los ojos mirando al conde y al marqués. — ¿Lo que yo acabo de decir tiene algún sentido del todo? George y Alex gruñeron al mismo tiempo. —Completamente—coincidieron al unísono. —Esa es la razón por la que yo no lo reté en ese momento—coincidió George con los ojos entrecerrados. —Si me preguntaran qué había dicho Montieth para provocarme, yo estaría en apuros para llegar a una sola palabra. Alex asintió con la cabeza. —Usted hizo lo correcto, mi amigo. —Palmeó al conde en la espalda y sonrió. —Pero no temas, el granuja finalmente cometerá una falta y te dará lo suficiente

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duda alguna.

como para tener un reto encima. 1 53

El Club de las Excomulgadas — ¡Es mi único consuelo!—murmuró George. Un golpe en la puerta del estudio interrumpió al trío. George ordenó la entrada de los intrusos, mientras que Alex y Chester se sirvieron más oporto. —Ah, Brantly—murmuró el conde, — ¿qué puedo hacer por ti? El mayordomo se dirigió hacia George, con la bandeja de plata en la mano. —Esta nota se quedó atrás para usted de la condesa, milord. Ella salió con su

— ¿Cuándo diablos se fueron ellas?—preguntó él encontrando que la más mínima molestia podía molestarlo esta tarde. Brantly se encogió de hombros. —Yo no estoy al tanto de su destino, milord. Me imagino que está en la nota. George escudriñó la nota rápidamente, relajándose mientras la leía. —Ah. Sólo han ido a caminar por los jardines. —El conde asintió aplacado. — Gracias, Brantly. Eso es todo. —Como usted quiera, milord. —Cuente ahora—Chester sonrió mientras el mayordomo hacia su salida, — ¿qué diablos, pasa si ustedes dicen dar un paseo? Me gustaría ver a mi señora. Alex entornó los ojos, riendo. —Tío, verá a Lady Julia en la velada de esta víspera de Walcott. ¡Dios mío está usted perdidamente enamorado, hombre! George se rio con Alex y su sentido del humor regresó.

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madre.

—Me juego por un paseo rápido. ¿Alex? 1 54

El Club de las Excomulgadas —Oh, muy bien entonces—sonrió él. —Vamos a ir a buscar a las condesas de Blackmore. ***** —Debo confesar, querida Kane que éste es un momento alegre. Kane se irguió del piso y frunció el ceño a su malvada suegra. —Me alegro de que usted disfrute de hacerme caer de espaldas. —Ella quitó el

creer que se las arregló para derribarme—murmuró ella. —Demonios, hombres maduros no han podido derribarme. Lady Julia juntó las manos con alegría, su risa se asemeja a una malvada banshee, como un depredador que Kane había encontrado una vez en el planeta Zyphon. —La inyección de datos le ha enseñado muy bien—se quejó ella a través de los dientes apretados. —Ya, ya, —Lady Julia la reprendió a ella—tu actúas como un niño—con su voz que por lo general reservaba para su hijo—no es en absoluto el perder la calma lo que te llevó a tus talones. — ¿A mis talones? Los ojos de la viuda se estrecharon. —Sí. A tus pies, —susurró ella con una amenaza inequívoca subyacente. Kane le sonrió —Yo voy a conseguir esto—Con la sonrisa que ella normalmente reservaba para el comandante Linder. — ¿Vamos de nuevo, milady madre?

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polvo del material negro moldeado a sus nalgas y negó con la cabeza. —No puedo

La viuda asumió una posición de combate y asintió con la cabeza. 1 55

El Club de las Excomulgadas —Ven por mí, si puedes. — ¿Si puedo? ¡Si yo... ooohhhh! Kane asumió una posición de lucha y comenzó a rodear a su presa. Ambas mujeres se movían con gracia felina, cada una esperando la oportunidad para atacar. Por último, Lady Julia encontró la ventaja. Golpeó con el puño derecho, llegando al omóplato de Kane. Kane bloqueó el movimiento, cayendo hacia el suelo con una patada giratoria. Lady Julia desvió el tiro en el último segundo con

mueca de dolor de sus diversos golpes, pero continuaron. Y entonces realmente atacaron. Brazos volaban, las piernas apuñalado, las cabezas embestían y el sonido de “¡hiiiyaaas!” continuamente corría por el aire. Tres aturdidos nobles, con la boca abierta por la escena delante de ellos, con los ojos abiertos y sin habla, miraron con asombro creciente como dos mujeres de la nobleza al parecer trataban de aniquilarse una a la otra, ajenas a su audiencia. El Vizconde Blake fue el primero en recuperar su facultad de hablar aunque estaba confundido. —Yo…yo digo—Chester farfulló—Creo que mi Lady sólo golpeó a su esposa en la parte superior de la cabeza, Blackmore. El trío miraba con mucha fascinación o más bien horror creciente mientras Lady Kane recuperó su posición, la espalda, dando cuatro veces a Lady Julia, fue a la carga hacia ella como un toro en Pamplona, chillando como un animal salvaje todo lo alto que daban sus pulmones. George sólo podía mirar, tenía la boca seca y no creía la visión que se desarrollaba ante él. Alex se preguntó brevemente si estaba destinado a descubrir lo

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un golpe de cuchillo10 tomando la pantorrilla de su nuera. Ambas mujeres con una

Patada voladora lateral ascendente.

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El Club de las Excomulgadas que se siente al estar a punto de desmayarse por primera vez. Chester farfulló como un caballo viejo incapaz de hacer nada más. —Prepárate para ser derribada—rugía Kane a su suegra a través de sus brillantes ojos entrecerrados. — ¡Prepárate para sentir mi pie en tu culo!—La desafió Lady Julia. Los hombres se quedaron boquiabiertos.

mujeres hacia sus acompañantes no deseados. Ambas se dieron la vuelta inmediatamente, deteniendo la sesión de lucha a la vez. Fue entonces que los señores se dieron cuenta de su vestimenta escandalosa. Kane tragó con dureza mientras miraba a su marido con una fascinación morbosa. Su rostro se había convertido en una sombra estrangulada de color púrpura que nunca antes había visto. Su nariz flameaba, sus dientes parecían dispuestos a destrozarla en pedazos. Ella tenía miedo de echar un vistazo a sus oídos, por temor a ver vapor saliendo de ellos. Y la maldita vena en su sien seguía haciendo tic tac otra vez. Ella decidió que sería mejor evitar la situación de inmediato. —Hola George—gritó ella, saludando hacia él y sonriendo como si estuviera contenta con su visita. — ¿Qué te trae por aquí?—Ella miró suplicante hacia Lady Julia, silenciosamente, rogando por ayuda. —Nos… Nosotras estábamos... um—Lady Julia miró a su hijo, luego hacia ella que parecía que él la había visto brotar cuernos y una cola, luego regresó a su hijo. — ¿Sí?—preguntó George fríamente un silbido escapó de su garganta. —Um, bien...

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Fue el sonido de los hombres nobles jadeando lo que llamó la atención de las

—Dime madre. ¿Qué estaban tú y mi señora haciendo?—preguntó con una amenaza distintiva. 1 57

El Club de las Excomulgadas —Nosotras estábamos um... así como que... —Ella cambió su mirada hacia su nuera. — ¿Kane? Kane no se molestó con rodeos. —Dime cuánto los tres han visto y te diré lo que estábamos haciendo. Al parecer a su marido no le importaba la respuesta audaz. Increíblemente, su rostro se puso aún más de color púrpura.

direcciones. —Hemos visto que las dos emitían amenazas la una a la otra. Patadas. Golpes. Yendo a la carga. —El movió la cabeza con los ojos muy abiertos en asombro. —Y enloqueciéndose—Él se preguntó vacilante, mientras volvió a imitar el acto con su mano. Kane tuvo la decencia de sonrojarse. — ¿Y qué diablos es esa ropa que se han puesto?—Chester farfulló. — ¿Qué tipo de ropa indignante es esa? Kane se indignó contra esa última parte. Estaba cansada de defender de todas formas a su pueblo. —Es el vestido de una mujer guerrera—argumentó ella con sus manos volando con indignación hacia las caderas. —Esta prenda no es indignante. Se trata de una insignia de honor de donde yo vengo. —Pero mi señora—le susurró Alex, totalmente escandalizado: —Es indecente. No deja nada a la imaginación de un caballero. En el pronunciamiento del marqués, hizo a George recuperar sus facultades lo suficiente como para comandar la situación.

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El marqués señaló hacia las dos mujeres moviendo su mano en todas

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El Club de las Excomulgadas — ¿Dónde están sus vestidos?—bramó a su esposa y a su madre recalcitrantes. —Junto a la fuente—dijo Kane encogiéndose de hombros. El conde señaló con vehemencia hacia dicha fuente, su nariz ampliada en proporciones malvadas. — ¡Ambas recuperarán su vestimenta apropiada y se cambiarán detrás de ese seto! ¡Y lo harán en este momento!

condesa viuda de la mano. —Venga Madre Julia—respondió ella con furia, —vamos a cambiarnos de ropa. Por las lunas de Júpiter, nosotras no deseamos hacer nada para alterar al señor. —Ella le lanzó al conde una última mirada fulminante para hacerle saber lo que pensaba de su comportamiento arrogante, se dio la vuelta y caminó llevándose a la viuda. Fue entonces cuando los caballeros vieron la parte trasera de sus pieles delgadas, advirtiendo a la vez la estrecha franja de vestido rojo metido entre sus nalgas que se elevaba y se adhería a otro trozo de tela roja que se abrochaba alrededor de sus caderas. La mandíbula George cayó. Los ojos de Alex se abrieron de pronto y salieron de sus cuencas. Chester balbuceaba. Los tres tenían furiosas erecciones.

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Kane lanzó una mirada en la dirección de su marido antes de tomar a la

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 19 George William Frederick Alexander Wyndom, el noveno conde de Blackmore y el heredero del duque de Browning, tuvo dolor de cabeza. Cerró los ojos y se frotó las sienes mientras estaba sentado detrás de su mesa de estudio y oró a todos los dioses que podría nombrar, tanto cristianos como paganos, por paciencia. Él no quería correr riesgos.

marqués aturdido, y el vizconde farfullaba, lo miraba con curiosidad. Finalmente, su esposa rompió el tenso silencio. —Tengo miedo de que Alex y Chester hayan visto demasiado George. Realmente tengo que decirles la verdad de lo que soy. Ella lo miró suplicante, deseando poder obligarlo a entender. Por desgracia, no abrió los ojos lo suficiente como para caer presa de su apariencia de “inocente esposa suplicando a su marido dominante que debe sentirse avergonzado de sí mismo”. Kane apretó los dientes en frustración. —Ella tiene razón, Georgie—decidió Lady Julia. —No es como si no podemos confiar en el silencio de los caballeros en la materia. —Ella se rió con picardía. — Después de todo, si se han derramado los frijoles, por así decirlo, ¿quién, salvo las salas de Babel, les creería? En ese momento, el conde abrió los ojos y miró a su madre. —Yo no he dicho que no confíe en ellos, señora. Nunca me esperé ser colocado en esta posición por mi esposa— Él se volvió para mirarla, golpeándola con fuerza con lo que esperaba fuera una efectiva mirada de intimidación. —Y no—murmuró él entre dientes mientras corría sus ojos hacia su madre caprichosa—me llames Georgie.

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Los espectadores... los estragos de su esposa, las travesuras de su madre, el

Alex puso los ojos en el suelo, no sea que el conde viera su diversión. 1 60

El Club de las Excomulgadas —Yo digo—balbuceó Chester con el rostro todavía sonrojado—siento más curiosidad por saber la historia de su señora esposa, Blackmore. Me temo que debo insistir en que ella lo diga. —De acuerdo tío—secundo Alex. ——Nunca he visto un espectáculo semejante como el de los jardines en todos mis días. Me temo que yo también tengo que insistir en la explicación de la condesa. —El cruzó sus brazos sobre su pecho, mostrando que no oiría discusiones.

escapar un suspiro de derrota. —Por supuesto, señores. —Él se encogió de hombros en señal de asentimiento. —En su posición, yo pediría lo mismo. —George—le susurró Kane sintiéndolo muy molesto por primera vez desde que ella y Lady Julia había sido sorprendidas en combate— ¿usted se avergüenza de mí...?—Ella susurró. La cabeza del conde fue en dirección de su esposa. Se dio cuenta a la vez de la tristeza albergada en las profundidades de sus ojos azules y se dio cuenta que su miedo era real. Él se sintió inmediatamente arrepentido. —Por supuesto que no—Dijo eso realmente, con el ceño fruncido cuando se puso de pie y caminó hacia ella. — ¿Cómo se te ocurre, señora? Kane se mordió el labio inferior y lo mordisqueó pensativa por un momento o dos. —No puedo evitar lo que soy, George. No puedo evitar ser diferente. —Ella respiró hondo y miró hacia otro lado antes de añadir—y yo no puedo vivir una vida en la que me veo obligada a fingir ser alguien que no soy veinticuatro horas del día. En público es una cosa, pero en mi casa es otra muy distinta.

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El conde se pasó los largos dedos a través de su melena de pelo negro. Dejó

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El Club de las Excomulgadas —Kane—susurró George de repente con miedo de que ella estuviera pensando abandonarlo—no la haría cambiar. — ¿No lo haría usted? Ella no parecía estar convencida y George no podía culparla. —No—insistió categóricamente—Yo no lo haría—Él le agarró la barbilla y la obligó a mirarle. —Te prometo que tendrás todo tipo de intimidad en nuestra casa a

cuenta, mi señora, que usted es cuidadosa de mi posición en público. ¡Es lo menos que puedo hacer por ti! Kane sonrió brillantemente induciendo al conde liberar la respiración. Ella no iba a dejarlo. Ella lanzó su mirada hacia el desconcertado marqués y vizconde con la misma sonrisa. —Me alegra que esto sucediera, George, porque yo quiero que sepan. El tiempo que pasamos con ellos... —Ella dejó la ruta de la oración mientras volvió sus ojos suplicantes hacia su marido. —Tienes razón—él dijo. El sacudió la cabeza y se rió entre dientes. —Me atrevo a decir ahora, que pienso que me alegro que sucediera así. Siempre he compartido mis ideas con Alex antes. —El miró al marqués y se echó a reír otra vez. —Ha sido malditamente difícil mantener la boca cerrada con él durante tanto tiempo. Y sobre un tema tan fascinante. Alex se acercó a la pareja y extendió las manos en actitud de súplica. —No entiendo nada de esto, pero estoy dispuesto a escuchar la totalidad de la misma.

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partir de hoy, para que no te sientas agobiada, mientras estés en la misma. Me doy

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El Club de las Excomulgadas —Como yo—Chester estuvo de acuerdo con un gesto majestuoso. —Vamos a seguir adelante con ello. —Él se volvió con respeto a su prometida. —Y pido que esta historia explique… el talento de mi señora Lady Julia puso los ojos en blanco en exasperación. —Tocaré el timbre para que nos traigan un refresco antes de comenzar. Esta epopeya tomará un tiempo.

Kane se quedó mirando a Alex y Chester atolondradamente mientras los dos caballeros se sentaron en un sofá de finales del siglo XV en el estudio de Blackmore en Londres. Ella podría decir que estaban completamente sorprendidos por sus expresiones totalmente desconcertadas y sus mandíbulas abiertas déjà vu, su marido y su suegra, había albergado casi idénticas fachadas la semana pasada en un sofá similar en otro estudio de Blackmore. Y así como había ido el relato anterior, también había ido este. Lord Asherby y Lord Blake habían escuchado su historia con una mirada de indulgencia divertida en su rostro, en realidad, nunca creyéndole a ella. Y otra vez como antes, ambos habían cambiado de opinión en el momento en que ella sacó su láser-c e hizo una descarga de energía de luz siniestra que reventó otra estatua del rey Jorge en pedazos. Al ritmo que iba, ella secretamente se preguntó si incluso una sola estatua del monarca sería capaz de encontrarse en toda Inglaterra antes de que acabara el año. Con una sonrisa, George vio a sus dos amigos llegar a un acuerdo con los orígenes en el futuro de su esposa. Oh, él conocía y apreciaba exactamente cómo los cachorros se sentían. Él también había sido arrojado directamente igual la noche anterior. Él encontró esa situación más divertida, sin embargo, cuando él mismo no era el receptor.

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*****

— ¿Ustedes dos van a estar bien?—George preguntó, sintiéndose muy superior en su fortaleza. Por supuesto, había tenido una semana para llegar a un acuerdo 1 63

El Club de las Excomulgadas con las revelaciones de su esposa, mientras que Alex y Chester se habían dado más que unos minutos. Sin embargo, no podía evitar la sensación de superioridad y se sentía demasiado divertido para tratar de corregirlo. — ¿Qué?—preguntó Alex, sus ojos verdes aterrizaron en el rostro del conde. Sacudió la cabeza para despejarse, por la fuerza cerró la mandíbula abierta en el proceso. —Sí, por supuesto. Por supuesto. —Asintió con la cabeza arriba y abajo como una marioneta. —Por supuesto.

—Y tú, Chester—Lady Julia le preguntó con un movimiento de su mano en su dirección. — ¿Estás bien? El Vizconde Blake farfulló unas cuantas veces más, recordando a Kane la forma en que sonaba un carro espacial quedando sin energía y necesitando reaprovisionarse de fero-nitrum. Miró a su esposo y sonrió, luego se volvió de nuevo a su apreciado Chester. Él se aclaró la voz para hablar. —Yo... yo... yo... yo... yo... Una pistola de balines del Museo de la colonia de Houston de armas antiguas. Eso es lo que parecía ahora. —Yo... yo... eh...sí. —El vizconde asintió de arriba a abajo con énfasis. —Sí, por supuesto. George cruzó los brazos sobre su pecho y sonrió de placer. Oh, sabía que no debería encontrar placer a costa de ellos, pero era difícil no hacerlo. Sin embargo, eran sus amigos. —Señores, espero que mi esposa no haya trastocado su delicada sensibilidad— bromeó el. —De hecho, me siento muy mal si fuera el caso—Él sonrió inesperadamente, viéndose igual que un gato, después de haber comido un canario

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George sonrió. Este era un buen rato.

particularmente gordo. 1 64

El Club de las Excomulgadas Alex entornó los ojos como rendijas cuando se movió en su asiento. —Yo no poseo sensibilidad delicada, Blackmore. De hecho, no hay nada delicado ya sea sobre mi apariencia y mis facultades. —Perfectamente—secundo Chester. —Estábamos contemplando esta situación, eso es todo. —Uh huh.

una respiración profunda y corrió los dedos de ambas manos por el pelo rubio ondulado. —Así que si me siento un poco débil. Es probable que sea por la falta de alimentos. —Pero acabas de comer un bocadillo—argumentó Kane sin pensar. Luego desvió la mirada, deseando haber sujetado su lengua, cuando el marqués de Asherby le lanzó una mirada tan mortal como el modo de matar su láser-c. George sonrió. Como un verdadero comandante en el campo de batalla, Lady Julia se hizo cargo y procedió a manejar a los caballeros y traerlos de vuelta a la realidad. —Me doy cuenta que esto es mucho para tomar, señores míos. Sin embargo, son hombres de mundo que han visto y experimentado mucho. Por lo tanto, ustedes podrán ser capaces de llegar a un acuerdo con los orígenes de mi nuera, les pido—Ella les dio una mirada que claramente estaría impresionada y decepcionado con nada menos. — ¡Por supuesto!—insistió Alex cuando se puso de pie y se dirigió hacia la licorera. Chester le siguió los talones a su inicio, sintiendo una gran necesidad de una o dos bebidas para sí mismo. El marqués se levantó por su líquido y asintió con la cabeza hacia Kane. —Continúe su relato, mi milady, donde lo dejó.

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—Es verdad—insistió Alex. —Nunca he sido trastocado en mi vida. —Tomó

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El Club de las Excomulgadas Kane volvió a mirar a su esposo para calibrar su reacción. Él estaba divertido, casi vertiginoso y ciertamente no parecía titubear hacia su continuación. Aun así ella le preguntó. — ¿George? George miró a su esposa y sonrió cálidamente. El hizo un guiño hacia ella, diciéndole sin palabras que todo estaría bien con sus dos amigos cercanos.

Kane suspiró, se zambulló de vuelta a donde lo había dejado antes de detonar el haz de luz de energía de su láser-c. —Así como les decía, tengo que encontrar esta planta tan pronto como sea posible. El virus permanece inactivo con síntomas menores por un año, pero después llega con fuerza completa con cero posibilidades de que la víctima sobreviva. Alex tragó una copa llena de licor, se sirvió otra por si acaso, a continuación, paseó hacia el sofá y se sentó. — ¿Así que es por eso que están buscando en todas las bibliotecas, señora? ¿Con la esperanza de encontrar algo que te puede llevar a su planta kabitrail? —Kabitross. El marqués hizo un gesto con la mano despectivamente. La semántica era la mínima de sus preocupaciones en ese momento. —Lo que sea. George negó con la cabeza y se rió entre dientes. Se acercó al lado de Alex y le dio una palmada en la espalda, sintiendo lástima por él a fin de cuentas.

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—Continúa cariño.

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El Club de las Excomulgadas —Va a estar bien, Alex. Dios sabe que me sentía peor cuando Kane me lo reveló. Alex encontró la primera sonrisa que había sido capaz de convocar desde que había visto la imagen de su rey romperse en mil pedazos. —Lo que digas. Lady Julia se echó a reír, recordando la noche no hacía mucho tiempo,

—Digamos que mi hijo y yo pronto descubrimos lo que significa ser realmente trastocado. George sonrió al recordarlo. —Me atrevo a decir, que fue una de las pocas veces que yo había visto a madre sin palabras. Chester se rió mucho ante el relato. Saludó a Kane con su copa y le guiñó un ojo. —Yo debería pagar una libra esterlina para ver esa maravilla de las maravillas. Lady Julia golpeó el abanico sobre el pecho del vizconde, y frunció el ceño. — ¿Quieres decir que hablo demasiado? Chester agarró la mano de su vizcondesa pretendida y la llevó a sus labios. —No, querida. La condesa viuda se sonrojó, aliviada. —Entonces—dijo Alex, de repente emocionado de escuchar más, —ahora que mi tío y yo nos hemos calmado un poco, ¿quién sabe si usted nos regalaría con más

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demasiado bien. Ella abrió su abanico delicado y se abanicó decorosamente.

historias de su aventura, mi señora? 1 67

El Club de las Excomulgadas Kane se echó a reír, sacudiendo la cabeza hacia adelante y atrás por la alegría. —Me temo que no hay mucho más que contar. Usted sabe la mayoría de ello. —Ella se encogió de hombros y sonrió a su familia y amigos. —Me temo que tengo que excusarme, mis señores y señora, por los eventos de este día me han traído a la mente el hecho de que tengo que tratar de establecer contacto con la colonia de Houston. He estado fuera de contacto durante tanto tiempo, que me temo que van a creer lo peor. —Ella se puso de puntillas y besó a su marido en la mejilla. —Si

La sonrisa divertida que George tuvo durante la última hora se evaporó a las palabras de su esposa. Una cosa era para ella contar sus historias de su época, pero algo enteramente nuevo era cuando deseaba ponerse en contacto con su antiguo hogar. El sacó a relucir todos los temores que había llevado dentro de él la última noche. Fue un recordatorio de que aún podría perder a la única mujer que había amado de verdad, a un futuro desconocido. De hecho si ella regresara a la colonia de Houston con su planta kabitross, podría no lograr regresar a 1776 de nuevo. George la tomó de la mano y la apretó con fuerza. —Kane—susurró con voz ronca por la emoción, —por favor, no. Los ojos de Kane viajaron hasta encontrarse con la mirada de su marido. Ella sabía que después de sólo unos segundos de verlo supo cuál era su temor. Ella le sonrió a él calurosamente, con la necesidad de disipar sus falsas nociones de inmediato. —Está bien, George, —prometió ella acariciando su brazo mientras hablaba. — Juro que nunca me iré sin que usted lo sepa. Todo lo que voy a hacer esta noche es establecer contacto. —Kane por favor—insistió él, no pudiendo hacer caso omiso de la terrible y creciente sensación abrumadora. —Te ruego, por favor, no.

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usted me lo permite.

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El Club de las Excomulgadas Ella deseaba que hubiera más que pudiera hacer para asegurarle eso, pero ella tenía que hacer contacto. Ella había estado fuera de línea demasiado tiempo, ya que no deseaba perder valioso fero-nitrum. —Lo siento, George, en verdad. Pero no tengo otra opción. Tienen que saber que no he hecho ningún progreso hasta el momento. No quiero que mi comandante ponga todas sus esperanzas para la recuperación de Egis en mi misión. —Ella tomó su mano y la apretó suavemente. —Tal vez nunca podré encontrar el kabitross.

—Yo no entiendo por qué el miedo, George. ¿Cómo se establece contacto?—Él tomó un sorbo de su brandy, luego murmuró—aunque me estremezco al preguntar. —No tengo idea—admitió George con su anterior jaqueca de regreso como un carnero maltratado a golpes. Cerró los ojos por un instante mientras se frotaba las sienes doloridas. — ¡Oh cielos!—Anunció Lady Julia con la respiración contenida. —Me encantaría ser testigo de su establecimiento de contacto, hija. —Ella juntó las manos de alegría. — ¿Podemos verlo? — ¿Es eso posible?—Chester preguntó dejándose caer al lado de su sobrino en el sofá. —Si es así, yo también quiero verlo. Kane se mordió el labio inferior, golpeando ligeramente su mejilla pensando. Estudió a su marido, odiando que estuviera tan deprimido y de mal humor como parecía. — ¿Te haría sentir mejor si me pongo en contacto aquí en la biblioteca, George? De esta manera usted estará conmigo todo el tiempo. — ¿Se puede hacer aquí?—preguntó Alex claramente cautivado por la idea y confundido por la misma. — ¿Qué debe hacerse? ¿Entrar en una especie de trance

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Alex levantó una ceja dorada cuando él miró de esposa a esposo.

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El Club de las Excomulgadas esperando a los espíritus del futuro para que hablen con usted?—Era obvio para todas las partes presentes que estaban esperando que fuera así. Kane no podía evitarlo. Ella se rió. —Por los anillos de Saturno, ¡no!—Ella reía sin control, golpeando ruidosamente las palmas de la mano sobre su boca. —El comunicador se encuentra dentro de mi láser-c.

cansancio, a sabiendas que tendría que ceder en este asunto. Él no quería que su esposa se pusiera en contacto con el futuro en absoluto, pero si no había otra opción en la materia, entonces tendría que ser en su presencia. —Ciertamente. —Ella miró por la habitación, mirando las expresiones diferentes de todo el mundo. — ¿Si no hay alguna objeción? — ¡No!—Exclamó todo el mundo separándose parte por el miedo, parte por la curiosidad, y parte por la emoción. Ella se encogió de hombros. — ¿Todo mundo puede tomar asiento, entonces? Kane nunca había visto a su suegra escabullirse tan rápido, ni siquiera en una posición de combate cuando se trataba de patear su culo. Se sentó en el sofá junto a Chester, George se movió al otro lado de ella junto a Alex. — ¿Y ahora qué hacemos?—preguntó el marqués con fascinación. — ¿Tomarnos de las manos y cantar? George entornó sus ojos, su dolor de cabeza olvidado por la exasperación. Golpeó la cabeza de Alex con los nudillos. —Ella sólo dijo que se haría a través de su láser-c. Mi esposa no es una

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— ¿Usted puede hacer eso delante de nosotros?—George preguntó con

sacerdotisa de las Artes Negras, usted anda algo falto de ingenio. 1 70

El Club de las Excomulgadas El marqués pareció estar ligeramente decepcionado por la noticia, pero lo tomó con calma. —Está bien. Comencemos entonces, mi señora. —Sí, —expresó Chester frotando las palmas de sus manos con entusiasmo, — no puedo soportar el suspenso un momento más. Lady Julia se rió.

Kane levantó el láser-c, apuntando en dirección de la mesa del conde. Tocó un pequeño mecanismo en él, induciendo a una imagen rectangular con forma de espejo saliendo disparada en frente de la mesa. El grupo exclamó con admiración. —Establecer comunicación. A la orden de Kane, el área alrededor de la imagen como un espejo se iluminó, enmarcado por cientos de luces pulsantes de colores surtidos. — ¡Es hermoso!—le susurró George incapaz de decir más. —Sí—coincidió Alex con los ojos abiertos. —Lo es. —Comunicador, esta es la Dr. Kane Edmonds, botanóloga de la NASA actualmente en Inglaterra en el planeta Tierra en 1776 DC. Exploración para el comandante Linder, Director de la NASA en la colonia de Houston en el planeta Tierra en 2429 DC. Después de unos momentos, una voz masculina habló respondiendo a Kane provocando que se levantase otra ronda de jadeos de la audiencia. —Saludos humanoide Kane. Esta es droide Farja, ensamblado en 2320, en el planeta Zyphon. La exploración es negativa.

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Incluso George sentía la expectación.

Kane gruñó su frustración. 1 71

El Club de las Excomulgadas George levantó una ceja y miró a su esposa. — ¿Qué pasa, querida? ¿Qué quiso decir el señor cuando dice “la exploración es negativa”? — ¿Señor? El conde señaló a la imagen en el espejo que se ondulaba como olas en el agua del océano.

—No es un hombre. Él es un androide, es una máquina construida por los hombres. — ¿En verdad?—Lady Julia exhaló. — ¿Los hombres pueden construir otros hombres? —Fascinante—murmuró Alex. —Bien, ¿qué dijo la máquina, mi amor?—George estaba claramente cada vez más y más cautivado. —Él no puede encontrar a Linder. —Ella sacudió la cabeza. —Sé lo importante que esta misión es para él. Uno pensaría que Linder estaría esperando que establezca contacto. —Ella agitó su mano lacónicamente a través del aire sin preocuparse de perder más tiempo considerando ese pensamiento. —Droid Farja, busca a mujer Melea, guerrera de la NASA, colonia Houston, planeta Tierra. Alex golpeó las manos juntas, como un niño esperando vislumbrar a Santa Claus en Nochebuena. — ¡Oh, una mujer guerrera! ¡Esto se hace más interesante en cada momento! George puso los ojos en blanco y se rió entre dientes, aunque tuvo que admitir

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—El hombre que hablaba.

que era emocionante establecer contacto con la gente del futuro. 1 72

El Club de las Excomulgadas La voz del droide regresó a los pocos minutos, con noticias. —Humanoide Kane he localizado humanoide Melea. Ella desea establecer contacto audiovisual y sensorial. ¿Está de acuerdo? —Estoy de acuerdo. — ¿Qué es contacto sensorial?—preguntó Chester. Kane lo miró brevemente y luego su mirada fue hacia la imagen que pronto

—Esto significa que además de verla y oírla, también seré capaz de tocarla y oler su aroma, como si estuviera realmente aquí. — ¿En verdad?—exclamo Lady Julia. Kane asintió con la cabeza en sentido afirmativo. —Fascinante—murmuró Alex. Un momento después la figura de una mujer alta, bien formada con el pelo largo de color negro y ojos dorados aleonados apareció en la imagen del espejo. Estaba vestida con la misma ropa escandalosa que Lady Julia y Lady Kane llevaban en los jardines. Alex cayó al instante en la lujuria. — ¿Kane donde en Júpiter has estado?—gritó Melea. —He estado preocupada de muerte, te lo hago saber. ¿Y quiénes son los humanoides que están con usted? ¿Son los primitivos que te mantienen secuestrada? — ¿Primitivos?—George escupió poniéndose de pie por la agitación. — ¡Espera un momento de mierda! Kane levantó la mano pidiendo silencio.

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contendría a Melea.

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El Club de las Excomulgadas —Está bien, George me ocuparé de esto. —Ella se dio la vuelta a la imagen y frunció el ceño. —Melea, mi mejor amiga, usted se disculpará con mi marido de inmediato. Melea frunció el ceño cruzando los brazos sobre el pecho. — ¿Qué es un ‘marido’ y por qué debería molestarme? Kane se acercó y suavemente tomó la mano de Melea.

mundo de un compañero permanente. Melea abrió sus ojos a ese anuncio. Ella soltó la mano de Kane, permitiéndole dejarse caer a su lado por el asombro. Una sonrisa de incredulidad y felicitaciones sofocó su rostro. —Me disculpo… George... ¿Yo creo que eso era? —Sí—asintió con la cabeza aceptando sus palabras. Melea le sonrió sacudiendo la cabeza. —Nunca pensé que viviría para ver el día en que un hombre humanoide podría capturar a mi elegante Kane. Y solicitar compañía permanente ni menos. —Ella miró al conde de arriba abajo, asintiendo con la cabeza a sí misma. —Ustedes son, sin embargo, un espécimen de primera de varones humanoides. George se ruborizó de las puntas de los dedos de los pies a la raíz del pelo. Kane sonrió asintiendo con la cabeza de arriba hacia abajo en acuerdo. — ¿Él es, verdad?—ella extendió sus manos y apuntó hacia él, presentándolo como a un nuevo auto espacial en subasta. —George, gira en torno para que Melea pueda ver todo de ti.

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—Usted debería porque usted cuida de mí y un ‘esposo’ es la versión en este

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El Club de las Excomulgadas La cara del conde se sonrojó más rápido que la velocidad de la luz elevada a la potencia XI. —Yo no giro, Señora. —Oh Georgie—sonrió Lady Julia sofocando una risa, —realmente gire para encajar. El conde le disparó a su madre una mirada de indignación con la intención de

—Melea, casi se me olvida presentarle a todos los demás—recordó Kane decidiendo por la apariencia del rostro de su marido que un cambio en el tema era probablemente lo mejor. —Esta mujer encantadora aquí—señaló a la viuda, —es mi suegra la madre de George, Lady Julia, la Condesa Viuda de Blackmore. Melea inclinó la cabeza graciosamente, sin dejar de sonreír de oreja a oreja. —Y el—anunció Kane mientras señalaba hacia el vizconde, —es, espero que pronto, sea el compañero permanente de Lady Julia, Chester, también conocido como el Vizconde de Blake. — ¿Cómo está usted, señora?—Sonrió Chester a Melea inclinando la cabeza respetuosamente. —Bien, gracias. —Y por último—procedió Kane agitando la mano en la dirección del marqués, —tenemos al mejor amigo de mi esposo y el sobrino de Chester, Alex también conocido como el marqués de Asherby. Alex se puso de pie inclinando la cabeza hacia la mujer que había obtenido su interés indomable. —Hola—ofreció con una voz baja y seductora que hizo que Kane levantara una

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hacerla acobardarse. Ella simplemente se rió en su lugar, luego volvió a Melea.

ceja. 1 75

El Club de las Excomulgadas Melea se enderezó en su silla sensorial, tan fascinada por el marqués como él estaba por ella. —Hola—ella ofreció a cambio, mirándolo de arriba a debajo de manera audaz. Ella se volvió hacia Kane y le guiñó un ojo. — ¿Quiere él dar un giro? Alex hizo un extraño gorgoteo, acompañado por un rápido cambio de coloración. Él y George ahora parecían como dos gotas de color rojo brillante de la

—No temas, Melea. Los humanoides de este mundo no hablan de cosas íntimas con tanta libertad como nosotros. Me temo que ha conmocionado al pobre hombre. —Es una lástima. —Sí. —Ella suspiró. —Me tomó casi dos semanas completas para ir a la cama de mi marido. Era exasperante. Ahora era el turno de gorgotear del conde. Por desgracia, Alex seguía el gorgoteo, por lo que los dos sonaban como un dúo de ranas tratando de croar una o dos palabras. —Pero estoy divagando. —Suspiró profundamente Kane, y luego hizo un gesto con la mano hacia Melea. — ¿Dónde está Linder? Melea se enderezo en su asiento una vez más y cruzó una pierna sobre la otra. —Fuera del planeta. Cuando no escuchamos de ti de inmediato, tuvo el buen sentido de ir a explorar. Todavía tiene la esperanza de encontrar la planta kabitross en otro sistema solar. Kane asintió con aprobación. —Hablando de eso—continuó Melea, — ¿la has localizado ya?

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misma vaina. Kane sonrió.

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El Club de las Excomulgadas Kane meneó la cabeza y suspiró. —No, pero no por falta de intentos te lo aseguro. Desafortunadamente la búsqueda continúa. — ¿Necesitas ayuda? — ¿Se ofrece usted?

Kane brillaba, amando la idea de tener a su mejor amiga con ella en la Inglaterra del siglo XVIII, aunque fuera por un rato. —Hay algo que usted debe saber, Melea. Un par de cosas en realidad. — ¿Por ejemplo? Kane miró hacia su marido, que afortunadamente, poco a poco estaba volviendo a su color normal. —Volveré al pasado, cuando esto termine. —Ella miró de nuevo a Melea. — Volveré a mi marido. Melea asintió con la cabeza ya que había llegado a esa conclusión por su cuenta. —Me lo figuraba—. Ella miró sus ojos mientras contemplaba el asunto. —Tal vez debería viajar hacia usted. De esta manera, cuando encontremos la planta, yo puedo ser la que la lleve de vuelta para que así usted no se arriesgue. Los oídos de George se animaron ante esa idea. Se sentía más optimista y esperanzado de lo que había estado en años, se dirigió hacia la imagen de Melea y se detuvo frente a ella.

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—Sí.

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El Club de las Excomulgadas — ¿Está segura de hacer eso por nosotros? Es mucho pedir me doy cuenta, pero no puedo vivir sin... —Él miró a su esposa y sonrió con resignación. Él entonces volvió su mirada a la mujer guerrera. —Estaría siempre en deuda con usted, Melea. Melea sonrió cálidamente al conde, satisfecha con la elección de pareja de Kane. —Dalo por hecho, mi amigo.

hacer esto sin conocer todos los hechos de antemano. Melea arqueó una ceja negra, pero no dijo nada. Kane suspiró y continuó. —Sabemos por el prototipo que el transporte funciona cuando se va del futuro al pasado, pero... —suspiró de nuevo a su amiga con honestidad. —No podemos saber hasta que llegue el momento si funcionará o no a la inversa. La mirada de George cambió hacia el suelo en desesperación. Era demasiado pedir a cualquier persona, frente a la posibilidad de que nunca pudiera ser capaz de volver al único mundo que jamás había conocido. Y sin embargo, su esposa valiente lo había hecho. Él no lo creía posible, sin embargo, su opinión sobre ella se elevó a una altura aún mayor. Sin embargo, no podía pedírselo a Melea. —Señorita Melea, tanto como me gustaría que usted venga aquí, no puedo hacerlo con mi conciencia tranquila... —Estoy pensando, George—admitió Melea. —Dame un momento. Sus esperanzas regresaron. ¡Ella todavía lo estaba considerando! —Por supuesto. Y si decide venir a nosotros, yo por supuesto, seré responsable de usted, si usted se encuentra incapaz de volver a casa. Ella levantó una ceja confundida.

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—Melea esperara—exclamó Kane retorciendo las manos. —No puedo dejarte

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El Club de las Excomulgadas — ¿Responsable? El conde se movió en sus pies, temeroso de haberla ofendido, cuando estaba tratando desesperadamente de ganar puntos con ella. Señor, pero las mujeres del futuro eran una prueba para un caballero. —Todo lo que quería decir, es que me ocuparía de que siempre lleve una vida de lujo aquí. A usted nunca le faltaría nada.

—Estoy muy agradecida. —Soy yo quien se lo agradecerá. —George tomó la mano de su esposa y la besó, sonriendo amorosamente a ella todo el tiempo. Melea sabía entonces que ella no podía ni quería rechazar la oportunidad de hacer feliz a la pareja. Ella suspiró con resignación. —Oh bien—reconoció ella. —Pero con una condición. George giró sobre sus talones para hacer frente a Melea, alzando su rostro dichosamente. —Cualquier cosa. Usted solo tiene que nombrarlo. Melea sonrió, luego tocó con su lengua la parte superior de su labio superior con picardía. Ella señaló a Alex e inclinó la cabeza. —Haz que gire.

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Melea asintió con la cabeza, comprendiendo su significado.

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 20 — ¡De todas las humillaciones! Alex se dejó caer en su silla en su mesa habitual en Whites, hirviendo de mortificación. George y Chester ocuparon los asientos a cada lado de él. Las señoras habían decidido no asistir al baile de Walcott esta víspera, en lugar de eso querían prepararse para la llegada de Melea en unos pocos días. Los señores habían

—Vamos, vamos—el vizconde se rió entre dientes, —eso no era tan malo. Y la dama parecía estar impresionada por tu culo. Incluso George sostenía su faldón para tener una mejor visión. Alex simplemente miró. —Me disculpo por obligarte a dar vueltas, Alex, pero yo estaba desesperado. — George golpeó ligeramente la punta de sus dedos juntos y sonrió. —La verdad sea dicha, habría hecho cualquier cosa para ganar el favor de la mujer guerrera. Si ella me pidiera que me pintara la cara y vista como una cortesana, mientras que canto una canción obscena de taberna, lo habría hecho. Alex siguió mirando encolerizado, lanzando un gruñido de indignación ya sea que alguien preguntara por sus reproches. —Vamos, muchacho, —Chester argumentó, —usted sabe lo importante que es para el conde mantener a su señora esposa aquí. Sin duda, ¿una pequeña vuelta valió la pena? Alex cedió en ese punto, pero siguió llevándolo como lo había hecho durante todo el recorrido completo del carruaje para Whites. — ¡Por supuesto que valió la pena! Fue toda una humillación para un hombre

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decidido visitar sus clubes y disfrutar de un juego o dos de whist en su ausencia.

en mi posición someterse, sin embargo. —Él estudió sus uñas, ruborizándose hasta 1 80

El Club de las Excomulgadas la raíz a medida que hablaba. —Me sentía como un pedazo de carne de caballo en el Tattersall siendo examinado por la dama para la compra. George desvió la mirada a la mesa, para que no reír. Chester no era tan prudente. Él se echó a reír. Alex le disparó a su más hosco modo. —Yo soy un marqués y usted no lo es—respondió. —Me siento moralmente obligado a advertirle, Alex.

El conde se enderezó en su asiento, bajando la voz hasta un susurro. —Sé que usted abriga atender a Melea. — ¿Y qué?—Alex se encogió de hombros. —Digamos que las mujeres en el futuro tienen una manera diferente acerca de ello. Son sorprendentemente directas en sus afectos. —Así que estoy enterado. George se encogió de hombros. —Sólo quería advertirle. Chester decidió que le gustaba este tema. No pudo evitarlo. Él tenía que saber más. — ¿Tengo entendido que usted está hablando de Kane? George enrojeció, incómodo al hablar de su esposa, en cualquier forma íntima. —Todo lo que estoy diciendo es que si Melea se comporta... bien... injustificablemente hacia Alex a su llegada, no debe malinterpretar la situación.

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— ¿De qué, George?

Alex se usó semi erecto con la imagen que el conde pintó. 1 81

El Club de las Excomulgadas — ¿Lasciva?—Él preguntó con lo que esperaba sonar como indiferencia casual, pero probablemente sonaba más como un pervertido lascivo aspirando su aliento dentro y fuera. —Sí. Voy a decir esto y nada más, mi esposa era tan pura como la nieve cuando ella vino a mí en la noche de bodas, pero yo nunca lo hubiera creído por su comportamiento hasta ese momento. —Él movió la cabeza en serio. —No deshonre a la amiga de mi esposa, de cualquier manera, incluso si ella te quiere. Insista en el matrimonio y no menos, si es necesario, pero si la lleva a su cama y

virginidad. —El conde miró a los dos hombres deliberadamente. —En la época de Melea la virginidad no tiene sentido, pero todos sabemos que en nuestros días lo es todo. Los hombres murmuraron su aprobación. —Ahora bien—George sonrió mirando hacia la sala de juegos. —Ahora que hemos dejado los sórdidos negocios detrás de nosotros, ¿quién está listo para un juego de whist? ***** —A usted realmente le gustará ella, Madre Julia—Kane levantó el vestido de dama que la condesa viuda había preparado para Melea y le sonrió. Era de un hermoso color esmeralda con un bordado precioso en el corpiño. —Y puesto que ella es una mujer guerrera a tiempo completo, ella es mucho más práctica en su oficio que yo. Ella será para ambas una compañera de entrenamiento excelente. Lady Julia juntó las manos y con una brillante sonrisa sonrió hacia su nuera. — ¡Excelente!—Ella luego consideró las reacciones de los caballeros, cuando ella y Kane habían sido pilladas en combate el día de hoy y su sonrisa vaciló. — Aunque espero que mi señor hijo, ni Chester y Alex; piensen mal sobre mi persona

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ella es incapaz de volver a su propio tiempo, será atrapada aquí con la falta de su

por seguir participando nuestro deporte.

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El Club de las Excomulgadas — ¡Tonterías!—Dijo Kane. —Y si lo hacen voy a tener una conversación muy larga con los tres. —Ella puso el vestido de noche en la que iba a ser la cama de Melea, luego llevó sus puños con indignación a sus caderas. — ¿Te das cuenta madre Julia, que podríamos haber acabado ese día en el callejón mal de no haber sido por mi habilidad? — ¡Por supuesto que me doy cuenta! —Entonces vamos a hacer que los caballeros se den cuenta también. —Kane

marcha atrás ahora. ¡No hay nada vergonzoso en su habilidad! No puedo estar allí para verla siempre y yo... —Ella suspiró dejando caer tanto su dedo como sus hombros. —Por el poder de las diosas yo no podría soportar que algo malo le sucediera. —Desvió la mirada incapaz de mantener el contacto visual. —Tú eres la única madre que jamás he conocido—susurró ella. —Oh Kane, querida—Lady Julia cantó dulcemente, emocionada por las palabras de su nuera más de lo que ella podría decir. Estiró el brazo y recogió un mechón de sus cabellos dorados de la frente de ella y sonrió. —Te amo también. La cabeza de Kane subió a encontrarse con la mirada de la condesa viuda. Ella asintió con la cabeza sabiendo que no era necesario decir más. Ella tomó la mano de Lady Julia y la apretó. —Gracias, —susurró ella. —No querida—insistió la condesa viuda—gracias ti. Ninguna de las mujeres era del tipo de llorar, por lo que ambas irrumpieron en desprender risas en su lugar. — ¡Dios mío!—bromeó Lady Julia. — ¡Estamos terriblemente cerca de organizar una exhibición pecaminosa de lágrimas!

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movió el dedo a la condesa viuda como un regaño. —Ni siquiera piense en dar

Kane se rió. 1 83

El Club de las Excomulgadas — ¡Por los gases nocivos de mercurio, me avergonzaría de ello! Ellas se rieron de nuevo. Un minuto más tarde, Lady Julia se inclinó y metió la mano en la maleta que un sirviente había metido en el dormitorio. Cogió otro vestido que daría a Melea y lo sostuvo para inspección de Kane. — ¿Qué te parece este?

—Ella lo amará. El rojo es su color favorito. —Excelente. —Lady Julia puso el vestido sobre la cama junto al que Kane había puesto allí hacía algunos minutos. Metió la mano en la maleta de nuevo y sacó otro. Riendo, ella lo levantó para que Kane lo viera. Kane levantó una ceja, sin entender el humor en la situación. — ¿Qué hay de gracioso en ese vestido? —Nada. — ¿Entonces por qué te ríes? La condesa viuda se encogió de hombros delicadamente mientras ella rompía en un ataque de risa. Ella se secó las lágrimas de alegría de sus ojos, pero siguió sonriendo a su desconcertada nuera. —Pido disculpas. Yo estaba pensando. — ¿Acerca de? La sonrisa de Lady Julia se ensanchó.

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Kane asintió con apreciación, con los ojos brillantes.

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El Club de las Excomulgadas —La mirada en los rostros de los caballeros cuando nos sorprendieron flagrantes en combate. —Ella procedió a imitar al trío exactamente, teatrales saltones ojos hacia fuera y la mandíbula caída hacia el suelo. Kane no podía evitarlo. Ella se echó a reír con su suegra. —A partir de la expresión en sus rostros, al parecer para un observador externo ellos nos habían sorprendido en el acto de ofrecer conjuros a los dioses oscuros

— ¡Cambiaron de forma en tres ojos de trols! Las condesas de Blackmore se miraron en silencio durante un buen rato. Inevitablemente se echaron a reír. ***** George entró en su dormitorio con el fin de contar con la ayuda de su mayordomo para desvestirse. Tenía planeado ir a la alcoba de su esposa y reclamar los derechos de marido inmediatamente después. Una mirada a la cama le dijo que el plan era innecesario. Su esposa ya estaba dormida en su cama. Su cama. Kane había insistido en que el conde y la condesa de Blackmore no tuvieran cámaras separadas para dormir, sin tener en cuenta las costumbres de la nobleza del siglo XVIII. George sonrió ante el recuerdo de su conferencia, muy contento. Él no lo haría de otra manera. El conde se volvió hacia su ayuda de cámara y asintió con la cabeza, asegurándose de bloquear su punto de vista de la cama. —Me asistiré por mí mismo esta víspera. Usted puede retirarse.

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— ¡Ridiculizando a los niños inocentes sobre escupir a una bruja!

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El Club de las Excomulgadas Sin decir nada, el mayordomo accedió con un gesto y luego en silencio hizo su salida. George hizo un breve trabajo con su ropa deshaciéndose de ella rápidamente y arrojándola en la parte posterior de la silla más cercana. Se metió en la cama junto a su esposa, pensando en jugar al caballero y permitirle continuar con su sueño profundo. Cuando quitó las sabanas para unirse a ella en el sueño y luego se dio cuenta que ella estaba tan desnuda como él lo estaba, esa buena intención encontró

Kane se dio la vuelta hacia su lado para enfrentarse a él aún medio dormida. —George—sonrió en sueños, cerrando los ojos al caer en las garras del sueño. George vio a su esposa dormir por un largo rato, contento de estudiarla mientras ella dormía. La mera visión suya nunca dejaría de quitarle el aliento. Nunca había pensado en ser un hombre muy afortunado, encontrar una mujer para desterrar las telarañas de la soledad y la desesperación que se habían instalado en su cerebro durante esos últimos nueve años. Y sin embargo, él la tenía. La había encontrado y él estaría condenado si alguna vez la dejaba ir. Tantas emociones cruzaron la cara de George y le desgarró el corazón al ver a su esposa dormir. Posesividad. Esperanza. Amor. Al final, fue la necesidad de ser uno con su compañera la que lo arrancó de su lectura cuidadosa y le instó al lado de su esposa en la cama. Se irguió sobre sus rodillas y luego colocó su cuerpo suavemente en la parte superior de ella.

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una muerte rápida. Extendió la mano hacia ella necesitándola desesperadamente.

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El Club de las Excomulgadas Los ojos de Kane se abrieron en una sonrisa somnolienta. Ella miró cariñosamente a los ojos de su marido mientras ponía sus brazos alrededor de su cuello. —Bienvenido a casa—suspiró ella todavía nublada por los efectos del sueño. George sonrió con ternura mientras se agarraba a sus nalgas y preparaba su erección en su entrada. Besando a su vez la punta de la nariz, lentamente entró en

—Dios mío, te sientes bien—jadeó. —No tan bien como tú—ella susurró. Envolviendo sus piernas alrededor de la cintura de su marido, ella gimió cuando él comenzó a balancearse dentro y fuera de ella. Sus dedos se clavaban en la carne de sus caderas, George apretó los dientes mientras empujaba dentro de ella, el sonido envolvente de su carne mezclado con el aroma de su amor y la experiencia más sensorial y erótica de su vida. El empujó largo y duro, una y otra vez, ajeno a todo menos a la mujer debajo de él y al cuerpo que ella le dio de buen grado. Algunos minutos más tarde, cuando vertió su vida en su cuerpo y le entregó a su hijo, pensó de nuevo en las palabras de bienvenida de su esposa. Bienvenido a casa. De hecho, se dijo, por fin estoy en casa.

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ella, gimiendo por la sensación exquisita de su carne húmeda alrededor de su polla.

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 21 La última biblioteca de Lord Master era, en opinión de Kane, una pérdida de su tiempo. Así como los jardines, prados y las bibliotecas de Blackmore, sin mencionar el invernadero del vizconde Blake habían sido infructuosos, también lo fue la principal colección de libros de la Real Sociedad Botánica. Kane estaba empezando a cuestionarse seriamente el mérito de la investigación

kabit se refería a una criatura nativa de los pantanos de Nero cuyo aspecto algodonoso exterior se parecía a cabezas ondulantes de otras plantas cuyas semillas se sabía que tenían poderosas sustancias curadoras .Tross se refería a tallo delgado de la planta y fue nombrado después por los humanoides que habitaban en la biosfera sintética de la luna mayor de Júpiter. El término parecía apropiado, ya que el Tross tendía a ser extrañamente estrecho de forma. Por lo que el nombre kabitross había sido descrito la existencia de dicha planta. Ahora, sin embargo, Kane estaba comenzando a preguntarse si no hubiera dado sin querer un nombre real para una planta inexistente. Kane cerró el libro que había estado mirando con un pequeño golpe. Ella tamborileó sus dedos juntos, contemplando la prudencia de tener a la valiente Melea haciendo un viaje como éste a cambio de nada. Ella nunca se perdonaría si su mejor amiga humanoide viniera aquí sólo para encontrarse atrapada. Y peor aún, atrapada sin ninguna esperanza de éxito. Atrapada sin ni siquiera haber encontrado una planta exasperantemente difícil de alcanzar. La noche siguiente, después de la cena, ella buscó a su marido para discutir sus preocupaciones con él. No había ni que decir que no estaba de acuerdo con ella en lo más mínimo.

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que había hecho de la antigua planta que se había llamado “kabitross”. El término

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El Club de las Excomulgadas —Por supuesto, usted debería tener a Melea ayudándonos—argumentó él. — Ese será un par de ojos que saben a qué se parece la planta y podría ayudar a buscarla. — ¿Pero que, si la planta ni siquiera existe, George? ¿Qué pasa si se trata de una ficción, una fantasía, como las hadas y duendes? George tiró de la corbata, ajustándosela, ya listo para el baile al que tenían

— ¿Y si no lo es? Kane se tiró en su cama, dramáticamente alzando su brazo sobre su cara para protegerla. —Me siento culpable de no saber qué pasará si Melea se queda atascada aquí en vano. El conde hizo una mueca a esa idea. Él lo hacía también. —Mi amor, me identifico con tus sentimientos, realmente lo hago. —Suspiró él alcanzándola para ayudarla desde la cama. —Parece que estás en un infierno de dilema. —Lo estoy. Él asintió con simpatía. —Si ella no llega a quedarse con nosotros, eso es una mujer menos para buscar. Y si lo hace… —Podría ser en vano. George ponderó esa posibilidad por un buen rato. A su juicio, por lo que sabía de Melea, tanto de su propia conversación con ella, así como de las historias que su

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previsto asistir esa noche.

esposa contó sobre la mujer guerrera. 1 89

El Club de las Excomulgadas —Déjame preguntarte algo, querida. — ¿Hm? — ¿Crees que podía dejar de venir? Los ojos de Kane se abrieron en comprensión. Pensó en su propia posición y sabía que ni siquiera los depredadores Vivian en el pantano del planeta Zyphon podría impedirle viajar a 1776, con la esperanza de ayudar a su pueblo. Melea no

—Tienes razón—murmuró ella. —No importa lo que le dije para prevenirla. Melea todavía va a hacer lo que ella cree en el fondo de su corazón que es correcto. George atrajo a su esposa en un cálido abrazo, apoyando su barbilla sobre su cabeza para respirar su aroma familiar. —Todo lo que podemos hacer es esperar, mi amor. Esperemos que encuentres la planta que deseas y esperemos que ella pueda llevarla sin incidentes. Kane levantó su cuello, mirando a los ojos de su marido. — ¿Te he dicho últimamente cuánto te amo? George fingió contemplar la cuestión. —Hmm—él dijo arqueando una ceja arrogante—no desde antes de la cena. — Él le sonrió abiertamente hacia ella. —Señora, ¿pero dónde están tus modales? Ella sonrió provocativamente a su esposo cuando desabrochó los botones de su pantalón. Abrió el pantalón y liberó su erección en el proceso, ella cayó de rodillas y sonrió hacia él. —Yo nunca tuve la intención de descuidarle. Déjeme compensarte.

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era diferente. Ella era tan obstinada, o incluso más.

George gimió cuando ella procedió a hacer las paces con él en abundancia.

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El Club de las Excomulgadas ***** George William Frederick Alexander Wyndom, el noveno conde de Blackmore y el heredero del duque de Browning, se sentía de mal humor. Él veía desde el balcón del salón de baile de Emory como su bella esposa participaba en un vals con otro caballero admirador. El conde estaba empezando a cuestionar la sabiduría de haber permitido a Asherby y Blake enseñarle a su mujer a bailar. Como una pantera al acecho, se encaminó hacia el otro lado de la terraza,

contar mentalmente el número de caballeros que podría verse obligado a gritar en nombre de su esposa. No es que ninguno de ellos hubiera hecho nada malo, pero el infierno, bailar con ella era suficiente insulto a su forma de pensar. Miraba, con los ojos entrecerrados, como el lascivo duque de Weymouth envolvió la mano sobre el brazo de Kane y la guió al siguiente baile. Pataleando de posesividad, hizo una nota para superar al duque en el whist la próxima vez que se reunieran en Whites. — ¿Blackmore? No me di cuenta que tenía previsto asistir. ¿Qué estás haciendo aquí? George no se molestó en echar un vistazo a Alex y respondió a su pregunta. —Observando allí al mujeriego que trata de seducir a mí esposa. — ¿Seducir a tu esposa? Alex buscó en la pista de baile con curiosidad hasta que finalmente encontró bailando el vals a Lady Blackmore y Lord Weymouth. Él echó hacia atrás su cabeza y se rió. George lo miró.

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desde donde se podía obtener una mejor visión del caos de abajo. Luego procedió a

— ¿Que es tan condenadamente divertido, Asherby?

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El Club de las Excomulgadas Alex trató de ocultar su sonrisa, realmente lo hizo. Él no tuvo un completo éxito sin embargo. — ¿Es el Duque de Weymouth el mujeriego al que usted se refiere? —Siiiiiii—susurró el conde. Alex sacudió la cabeza sin dejar de sonreír. —Tiene casi ochenta y tres años y lo último que oí es que es dado a confundir

— ¿Y tu punto es, chismosa Greta? Alex arqueó una ceja divertido. —Te estás comportando como un idiota. El conde tuvo la decencia de sonrojarse, pero se reorganizó rápidamente. —Yo no te he visto en casi en dos días, sin embargo, yo no encuentro suficiente tiempo como para omitir tu presencia—él dijo irritablemente. Alex se rió. George frunció el ceño. —Oh bien, maldita sea—admitió con tristeza, —puede que me esté comportando un poco fuera de mí. — ¿Un poco? George miró al marqués. —Muy bien, un poco más que un poco te lo concedo.

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los nombres de sus hijos con los de sus caballos.

Completamente desconcertados, Alex hizo lo que cualquier verdadero amigo haría. Procedió a burlarse sin piedad del conde. 1 92

El Club de las Excomulgadas —Oh, mira, —dijo, señalando hacia abajo, hacia un barón de pueblo que estaba metiendo su cara en la comida mientras esperaba su turno para bailar con Kane, —mejor mándele llamar antes que él baile con la condesa. Dios sabe si ella tiene una buena opinión de él, ella le dejara a usted en el acto, conde o no. George frunció el ceño. El barón en cuestión tenía cinco pies de alto y era casi tan redondo que no tenía importancia. En caso de que bailara con su señora esposa, él estaría ubicado en la misma categoría sombría de posible desafío, como los

—Ah—continuó Alex implacable, —y allí en espera del baile con su esposa está el apestoso marqués de Eston. —Alex sacudió la cabeza con pesar fingido. —Una vez que su esposa huela el encanto del francés, eso será todo para usted, amigo mío. George lanzó un gruñido. Era cierto que el noble francés no era muy aficionado a bañarse y por lo tanto, apestaba como restos de un caballo, pero... —Y no podemos olvidarnos del caballero que está alineado junto al marqués. —Señaló Alex la pista de baile, a un hombre corpulento que llevaba más pintura en la cara que la mayoría de las cortesanas. —Oh bien—apretó a George. —Tomo nota de tu sangriento punto. Alex se dio la vuelta, sonriendo maliciosamente a su mejor amigo. —Ven, Blackmore, dejemos que todos los corazones de las damas dejen de latir y vamos a hacer girar a una moza o dos al piso. Gruñendo George siguió al marqués por la escalera de Emory. ***** Brillando intensamente con pura furia, los ojos de Kane se estrecharon en la zorra humanoide Charlotte que había logrado ganar una danza con su marido en

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demás caballeros.

este baile, tal como ella lo había hecho en Giddings.

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El Club de las Excomulgadas Normalmente, a Kane no le importaba que su marido bailara con otras mujeres. De hecho, ella lo había animado a hacerlo antes de que se hubieran puesto en camino esa tarde, para que no pareciera distante. Sin embargo, Charlotte era diferente, ella era la bestia completamente. La cortesana que estaba excesivamente artificial con la peluca empolvada y los pechos casi desbordándose a causa de su vestido hizo hervir la sangre de Kane. La mujer quería a George. Cualquiera podría deducir eso a partir de su

invitación a las mismas fiestas que ellos, ya que las clases sociales trazaban la línea de manera rígida en este mundo. Kane suponía que se estaba comportando como una tonta, ya que su marido estaba meramente siendo amable, tanto así que podría decirse por manera excesivamente formal en el que él se comportaba con ella, pero a ella no le importaba la adulación de la mujer en absoluto. Algo acerca de esa mujer casi gritaba “problemas”. —Ah, Lady Blackmore—una voz suave como la seda de Vegas cantó dulcemente fuera. —Creo que esta danza ha sido solicitada por mí. Kane mentalmente suspiró, totalmente cansada de bailar. Ella formó una sonrisa de bienvenida y se volvió para saludar al desconocido de pie detrás de ella. Ella ladeó la cabeza para mirarlo y se encontró mirando a la cara de un ángel. Por las lunas de Júpiter, él era guapo.

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comportamiento. Ella se preguntó cómo era que la mujer logró conseguir una

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 22 —Lo he echado de menos, mi señor. He orado para saber cuándo me iba a llamar, ¿hm? George mentalmente entornó los ojos a la parte posterior de su cabeza, por lo molesto que estaba con aquella estúpida conversación que Charlotte se negó a dejar

—Señora, le he dicho varias veces que no puedo y no conoceré la cama de otra mujer. Estoy casado ahora. —Inclinó la cabeza con solemnidad. —Y felizmente. Charlotte dejó escapar un tono agudo de la risa burlona. —Ah, George, siempre un caballero. —Sacudió la cabeza, fingiendo cuidar de su supuesta ingenuidad. —Veo que todavía no están preparados para reconciliarse con lo obvio. — ¿Lo obvio? Charlotte sonrió dulcemente a él, mirando a los dos ojos más verdes que había visto. Él conde era un hombre viril. En la cama y fuera de ella. —Está bien, mi amor. Voy a esperar hasta que vuelva a la cordura. George suspiró. Señor, ¿pero nunca esta maldita danza tendrá fin? —No asocio su significado, señora. Charlotte sacudió la cabeza con delicadeza, mirando hacia todos y cada uno como una mujer que se arrepentía de lo que tenía que decirle. —Mi señor, ¿cuándo vas a llegar a aceptar los caminos de la nobleza? Yo lo acepté hace mucho tiempo. —Sus labios carnosos estaban rizados con ironía. —Es

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de lado.

una verdad que me hizo rica aceptándola simplemente. 1 95

El Club de las Excomulgadas — ¿Ah, sí? ¿Y qué camino es ése? Ella suspiró, como si estuviera exasperada. —George, maridos y mujeres de la alta sociedad no son fieles a sus cónyuges. ¿Sin duda lo descubrió durante su matrimonio con Lady Nina? Me atrevo a decir. George sacudió a Charlotte por los brazos antes de que él lo pensara mejor. —Usted no va a pronunciar ese nombre ante mí otra vez. ¿Entiende?—Él la

De repente asustada, su antigua amante se echó atrás. —Yo... lo siento, mi señor. Realmente lo siento. —Ella golpeó sus pestañas y le imploró con una mirada suplicante de adoración. —Me preocupo por ti, George. No podría soportar que tu corazón se hiciera pedazos una vez más. Ni él podía. Por suerte, podía confiar en que Kane donde no podía confiar en Nina. George relajó su agarre sobre los brazos de Charlotte sin perder un paso de la danza. Él inclinó la cabeza educadamente hacia ella. —Señora, usted es una mujer encantadora y amable. Le doy las gracias por preocuparse por mí. —Él la miró con tristeza, sintiéndose terrible ya que él tenía que hacerle daño, pero sabiendo que no tenía mucha elección en la materia. —Pero yo amo a mi esposa. Yo nunca podría traicionarla. Charlotte se irguió completamente a sus cinco pies y nueve pulgadas y lanzó un suspiro de angustia. Ella lo había perdido y bien. Ella inclinó la cabeza en señal de asentimiento. —Acepto su decisión, mi señor. Rezo para que valga la pena.

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apretó.

—Lo hace. 1 96

El Club de las Excomulgadas Hirviendo de furia por el conde, murmuró sin pensar, trató de pensar en algunas palabras con las que superarlo y esperó hacerle daño por todo lo que él había conseguido al hacerle daño. La pareja de baile a menos de diez metros de ellos le dio una nueva inspiración. Se mordió el labio. Sonriendo en forma brillante a George, Charlotte desempeñó el papel de la gracia soberbiamente plantado. —Me alegro. Eres un modelo robusto de excelencia, mi señor. No todos los

Los ojos de George se estrecharon con desconfianza. — ¿Y, dígame, Qué quieres decir con eso? Fingiendo inocencia, la amante de la mitad de los caballeros agitó sus pestañas a la izquierda de ellos. — ¿Ciertamente te has dado cuenta de quien se ha asociado con tu esposa, mi señor?—Ella esperaba con gran expectación presenciar su reacción. Ella no se decepcionó. El conde estaba inmóvil mientras veía al vizconde Freemont, el heredero del Conde de Trent, llevar a su esposa sobre la pista de baile. Él no lo podía creer. Aturdido ni siquiera empezó a describir sus furiosas emociones. ¿No estaba satisfecho el granuja con la última conquista que había hecho? ¿Tenía que perseguir a esta esposa también? Al otro lado del salón de baile, la incredulidad de Kane crecía rápidamente por las acciones de su compañía. ¡Pensar que ella había pensado que este macho humanoide llevaba el rostro de un ángel! El diablo y algunos de sus hijos se parecían más a él. Y si el libertino movía sus manos más cerca de sus pechos, él pronto se familiarizaría con las artes mortales del cuerpo.

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hombres podrían estar tan seguros en tu situación.

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El Club de las Excomulgadas —Verdaderamente tú eres la mujer más exquisita en quien alguna vez he puesto los ojos, milady. —El diablo agitó sus pestañas y sonrió dulcemente hacia ella. Kane frunció el ceño. Era obvio que este hombre estaba acostumbrado a salirse con la suya con el “sexo débil” como los hombres del siglo XVIII a menudo se referían a sus contrapartes femeninas. Aunque este demonio no tenía la atracción animal que su marido poseía, él estaba bien de cara y forma en un tipo clásico, elegante de forma. Él era lo que George habría llamado “vanidoso”. Lástima que para este personaje Lord Freemont, ella no tenía huesos suaves en su cuerpo.

pareja sexual potencial. No es que a ella se le ocurriría acostarse con ningún hombre, sino solo con George. Ella había hecho su compromiso. Además, después de acostarse con su marido, ningún otro hombre tenía una oportunidad con ella. Él era su cielo y su tierra, sus sueños y su realidad. Sonrió pensando en él. El Vizconde Freemont tomó su sonrisa como una señal de que se estaba calentando hacia él. —Soy afortunado de estar aquí para presenciar una sonrisa tan exquisita— murmuró él. Kane frunció el ceño otra vez. Si utilizaba la palabra “exquisita” una vez más, ella le lanzaría un golpe cuchillo sorpresa. Todo en este hombre era “exquisito”. La comida, el vino, el baile. Incluso había utilizado la palabra para caracterizar los uniformes de gala de los criados. No estaba segura de por qué la presencia de este hombre le molestaba tanto, pero lo hacía. Algo en él era alarmante. Sobre todo sus ojos. Dorados, como la puesta de sol brillando a través de una cañada en el bosque, pero sin un toque de calidez en sus piscinas misteriosas. Sus ojos podrían ser

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Tampoco le importa a ella que “elegante” fuese un término para describir una

llamados muchas cosas: calculadores, evaluadores e inteligentes. Nunca podrían ser llamado calientes. Un escalofrío corrió por su columna vertebral. 1 98

El Club de las Excomulgadas Lord Freemont sintió su movimiento sutil. Sonrió para sí, pensando que estaba mucho más cerca de atrapar a su presa. La música se detuvo, lo que indicaba el fin de la danza. Tenía ganas de maldecir, ya que significaba que tendría que renunciar a ella por ahora. Kane dejó escapar un suspiro de alivio, contenta porque esa tortura hubiera terminado.

—Por favor, llámame James. Ella asintió con la cabeza, pero no dijo nada. —Hasta la próxima vez, mi señora... —El Vizconde Freemont jaló su mano a sus labios y dio un beso en su palma hacia arriba. Él nunca rompió el contacto visual con ella. Liberándola después de un momento impropiamente robado, él sonrió con una sonrisa de gato, antes de irse. Kane descartó todos los pensamientos del hijo del Conde Trent en el momento que dejó su lado. Se dio la vuelta para localizar a su marido, sólo para descubrir que estaba sobre ella. Ella lo miró y sonrió cálidamente y vacilante sólo después que ella se dio cuenta de su expresión. Estaba furioso. Sobre que, ella no tenía ni idea. ***** George hizo una mueca al escuchar el sonido reverbérate de la puerta del dormitorio de su esposa al cerrarse. Ella estaba furiosa con él. No es que él pudiera culparla. Él tenía todo, pero la acusará de planear una cita con el vizconde Freemont.

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—Le doy las gracias por el baile, mi señor. Es más fue, eh, entretenido.

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El Club de las Excomulgadas El conde, metiendo por enésima vez sus dedos a través de su pelo, trataba de solucionar este lamentable estado de cosas. Que todo se reducía al final a que él debía aceptar el hecho de que su Kane no era Nina. De hecho, su amada lo había dicho antes de marcharse fuera de su dormitorio. Y tenía razón. Ah, sí, él sabía en su corazón que Kane no era engañosa. Incluso su instinto lo había supuesto hace poco. Por desgracia, su cerebro podrido no siempre era tan

facultades más bajas no lo hicieron. Yo no soy Nina. Kane le miró a los ojos y afirmó esa sentencia de manera pacífica, pero con tanta fuerza. Su mirada firme le había dicho dónde estaba, ella lo quería en ninguna parte cerca de ella hasta que dejara de comportarse como un tirano desconfiado y comenzara a actuar como “su George”. Ella le había dicho que no se molestara en venir a ella hasta que él pudiera mirarla a los ojos y decirle lo que ella necesitaba oír. Yo no soy Nina. Él soltó la corbata, agitado e inquieto. Ya era hora de dejar ir esta locura. Pero, ¿cómo? Usted quiere mi confianza, pero no la ofrece a cambio. No era del todo cierto, pero ciertamente podía entender por qué lo había dicho. Estaba perdido, pero ella tenía todo el derecho a pensar que era de esa forma. En la actualidad, sin embargo, él confiaba en ella. No fue hasta los pocos inmaduros momentos anteriores, en los que se sentía un hombre enloquecido por los celos, que había perdido sus facultades de razonar por completo y permitió que las traiciones del pasado afectaran a la felicidad y la confianza del presente.

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rápido para llegar a un acuerdo. Quería ver la traición y la deslealtad donde sus

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El Club de las Excomulgadas Por desgracia, el monstruo verde que estaría entre él y Kane para siempre si no reparaba y corregía la vil traición que antes se habían manifestado en su cerebro. George soltó los lazos de su pantalón, luego se deslizó fuera de ellos más allá de sus caderas. Terminó desvestirse, todo el tiempo pensando en qué podía hacer para remediar la situación con su esposa. Yo no soy Nina.

vacío detrás de él y sintió que su corazón se desplomaba en el suelo por su simbolismo. Por tal vez quince minutos estuvo sentado allí, permitiendo a sus emociones vencerle. Y entonces, por primera vez en nueve años, él pensó otra vez en su primera esposa. Revivió la angustia de saber que Nina había compartido su cama con los demás y con frecuencia. Se dejó experimentar el dolor y la traición que había albergado al encontrar su cuerpo desnudo y sin vida asesinada a golpes por un amante. Él se permitió sentir todos los sentimientos que él mismo se había negado esos nueve años atrás. Y al final, George llegó a dos conclusiones irreversibles. El primero, ya era hora de dejar ir Nina. En una forma inmadura la había amado una vez y debido a ese amor que sentía por ella había preferido su deslealtad a su muerte. El destino había surgido implacable y ella había pagado el precio más alto por su infidelidad. De hecho, fue un precio más alto de lo que él alguna vez habría aspirado. Él sabía al casarse con Nina que ella había amado a otro antes que él. Quizá no había sido capaz dejar que ese amor se fuera. Un amor que todo lo consume, había sido ajeno a George hasta que Kane había cautivado su corazón. Si Nina se sintió por ese hombre de la manera en que George sentía por Kane, entonces él podía comprender la traición de su primera esposa. No había poder en el cielo, tierra, o en el infierno que pudiera evitar estar al lado de Kane.

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Desnudo, George se sentó en su cama y tomó aire pensativo. Miró el colchón

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El Club de las Excomulgadas Sí, ya era hora de dejar ir a Nina. Ya era hora de dejar que los muertos descansen en paz. Y era hora de enterrar todas las emociones furiosas, amargas que había experimentado a partir de su falta de lealtad a él. Le habían dado una segunda oportunidad. Dios le había enviado a su Kane. George miró hacia la cama vacía y de inmediato recordó la segunda decisión que había tomado él, nunca, nunca, dormiría sin su esposa a su lado.

dormitorios del señor y la señora de la casa. Abrió la puerta con cuidado, sin golpear no sea que estuviera dormida. El corazón de George pulsó ante la vista que lo recibió. Kane estaba sentada en su cama, tan desnuda como él estaba, pero no estaba durmiendo. Ella estaba muy despierta. Y estaba llorando. Tú la hiciste llorar, tu bruto. La cabeza de Kane subió al darse cuenta que ella ya no estaba sola. Los ojos azules llenos de lágrimas encontraron a los verdes arrepentidos cuando marido y mujer se miraron. George le tendió la mano, con amor secó el resto de humedad de sus mejillas, y luego repitió las palabras que ella había pedido a las diosas oír. —Usted no es Nina. Tranquila, pero potente. La misma frase que anhelaba. Las únicas palabras que podrían hacer que esta noche de angustia y congoja mejorara. Ella miró fijamente a los ojos de su marido y le sonrió a él. George lanzó un aliento preocupado, sabiendo que todo estaría bien. Él no se merecía su perdón, pero como siempre, ella se lo estaba dando, aun así. Kane le tendió los brazos a su marido, haciéndole saber que estaba bien venir a

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Él se puso de pie y caminó sigilosamente hacia la puerta que conectaba los

ella. George no perdió tiempo. Él la levantó y la envolvió en la cuna de sus brazos, y se prometió a sí mismo que nunca volvería a ser la causa de tanto dolor otra vez. 2 02

El Club de las Excomulgadas Él se aferró a su esposa y la llevó a su alcoba. Cayó con ella en la cama y entró en su cuerpo en un empuje rápido. Le hizo el amor a ella y con ella, posesivo y necesitado, a sabiendas de que estaba bien ser vulnerable con esta mujer milagrosa que se había formado como si estuviera hecha para él. Las paredes de la protección de su corazón, que había levantado hacía mucho tiempo, ya no eran necesarias. La fortaleza de su mente que había resistido a la penetración estaba abierta, desnuda y vulnerable.

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Pero estaba bien. Porque él estaba en casa.

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 23 —Hiiiiiyaaaa! Kane rodó por el suelo, dando un salto mortal hacia delante para desviar de golpe la patada que el vizconde Blake había hecho hacia su cara. Ella recuperó su equilibrio y le sonrió simultáneamente haciendo señales de que era hora de poner

—Estás mejorando. ¿No es así madre Julia? — ¡Dios mío, sí!—Confirmó la condesa viuda. —Y después de tan sólo un diantre de lecciones. Chester se encogió de hombros, su orgullo revelador en su pecho se hinchó por su propia cuenta. —No puedo tomar todo el crédito. Usted es una maestra maravillosa, Kane. Kane sonrió. —Desafortunadamente, no puedo tomar todo el crédito por eso. El inyectable de datos hizo la mayor parte de la obra. Chester se rascó la barbilla mientras la miraba. —Sangrientamente útil esta invención. Todavía no puedo decir que entiendo cómo funciona, pero el trabajo que hace. —Concuerdo—Lady Julia secundó mientras ella se abanicaba a sí misma con su abanico. Kane tuvo que sonreír. La disparidad entre el traje de guerrero de la viuda y la delicadeza del abanico de encaje que estaba agitando en su rostro era muy

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fin al combate de entrenamiento.

divertido. Era como ver a un caballero medieval de una de las pinturas que George 2 04

El Club de las Excomulgadas tenía en la gran sala, en un tapiz frente a la chimenea, mientras que todavía lucia su cota de malla. —Vamos a seguir adelante con nuestras lecciones, —imploró Chester. —Tengo en mente ver a mis dos señoras favoritas almorzar cuando hayamos terminado. — El sacudió la cabeza. —Pero tengo ese juego de dados con Blackmore esta noche así que tengo que prepararme, así que tiempo es oro.

— ¿Cómo se prepara uno para un juego de azar? Lady Julia entornó los ojos. —No se puede. Eso, sin embargo, nunca ha dejado de intentar Chester. —Ella lo golpeó en el estómago con el abanico en su malta que no ofrecía ninguna protección. —Él considera los dados como una batalla. —Ahora vea aquí—se quejó el vizconde—su hijo también lo hace. Tengo que estar preparado. Kane agitó su mano en el aire, poniendo fin a la discusión de inmediato. —Vamos a empezar entonces. —Ella asintió con la cabeza a la viuda y al vizconde. —Atáqueme. — ¿Nosotros dos?—Gritaron al unísono. —Sí. La mayoría de los matones golpean en grupos de dos o más. Usted necesita aprender cómo protegerse. La pareja mayor asintió, y luego asumieron sus posiciones de combate. Sonriendo, atacaron. *****

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Los ojos de Kane se entrecerraron en confusión.

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El Club de las Excomulgadas George y Alex se paseaban por los jardines de Londres en busca de la condesa y la condesa viuda Blackmore por diferentes razones. George quería robarle un beso a su esposa. La misma esposa con la que él había estado viviendo en el cielo la semana pasada, desde que se habían reconciliado después de esa pelea ridícula acerca de Lord Freemont. Alex, por otro lado, quería saber cuándo Melea llegaría. Él sabía que el tiempo estaba sobre ellos y estaba esperando con muchas ganas el evento. De hecho, había

Alex también tenía que hablar con su tío, pero no tenía ni idea de su paradero. Tanto en la mañana de ayer y como esta mañana, el vizconde Blake había desaparecido durante horas a la vez, sus sirvientes no tenían idea de dónde había ido. Como no, la condesa viuda lo sabía. Chester estaba siempre pisándole los delicados talones. —Allí—señaló George su voz bajaba a un susurro. —Madre y Kane en general combaten allí. El marqués asintió con la cabeza en silencio, a un al lado del conde, fuera del sendero separado. —Espero que Lady Julia sepa el paradero de Blake. Me atrevo a decir que el viejo zorro… —Dios en el cielo—murmuró George. —Puedo decirte el paradero de Blake. Él está atacando a mi esposa. Por segunda vez un poco más de un juego de manos, el conde de Blackmore y el marqués de Asherby miraban con la boca abierta como Lady Kane Blackmore hizo brevemente el trabajo de sus “atacantes”. Aturdidos, ellos vieron luego como el vizconde Blake dejó escapar un “¡hiiiyaaa!” Eso enfriaría a la mayoría de los villanos hasta los huesos mientras

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estado semierecto durante días sólo de pensarlo.

navegaba por el aire y hacia la espalda volteada de Kane. 2 06

El Club de las Excomulgadas — ¿Qué diablos tiene él en el culo?—Murmuró Alex. George sacudió la cabeza con incredulidad, tan ridículo que era ver a un hombre de cincuenta y ocho con una pieza de prendas de vestir de color rojo brillante encajada entre las mejillas de su trasero. Estaba vestido como las mujeres estaban en trajes de batalla negras y lucía la misma placa en la ingle de color rojo que se llama malta. La única diferencia era que Blake no llevaba placa en el pecho.

—No tengo idea—George se encogió de hombros. —Mi gentil esposa, probablemente. George se aclaró la garganta de manera espectacular, llamando la atención sobre él y Alex. El combate se detuvo de inmediato. — ¡George!—Kane emitió su sonrisa hermosa a su manera, corriendo hacia él y arrojándose en sus brazos por un beso. Él la complació, por supuesto. El deber marital y todo lo demás. —Hola, mi dulce. —Bajó la cabeza y la besó profundamente en los labios, con audiencia o no. Alex se aclaró la garganta aprovechando el fin de su exhibición pública de afecto. —He venido aquí esta mañana en busca de mi tío—él apretó fuera mientras revisaba al trío de guerreros vestidos—sólo para descubrirlo así vestido, volteando su persona de aquí para allá, atacando a una dama en una estampa no menos considerable. —El regañó al vizconde con los ojos y una ceja arqueada arrogante. — ¿Qué tienes que decir en tu defensa, tío? —Vamos, muchacho—Chester reprendió, —estás muy tenso. —Él flexionó los hombros, la rotación de los músculos enrollando los brazos en un movimiento

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— ¿Dónde diablos aprendió eso de lanzar cosas?—preguntó Alex, incrédulo.

circular. —Y ataqué a Kane porque ella me lo solicitó. 2 07

El Club de las Excomulgadas —Ya veo—se quejó Alex en un tono más profesoral. — ¿Y si Lady Blackmore le dijera que salte al Támesis, lo harías igualmente? Lady Julia entornó los ojos. Ella negó con el dedo al marqués. —Si mi Chester gana esta noche, voy a ser tu tía. Y como su tía, le prohíbo que hable con su tío de esta manera. —Ella abrió su abanico y comenzó a airearse a sí misma. —No hay nada malo en absoluto con el aprendizaje de la defensa personal.

saludable. Alex frunció el ceño a ella. —Está bien. ¡Ahora veo que todos vosotros, salvo George y yo, habéis tomado el gusto hacia el aprendizaje de este deporte bárbaro! George se movió incómodo en sus pies, bajando la mirada al suelo. Los ojos de Alex se agrandaron. Él supo de inmediato lo que el libertino había estado haciendo. — ¿Et Tu Brute?—Preguntó con gravedad. —Bueno—George admitió: —Yo sabía que no lo consideraría una tarea caballeresca, por lo que no dije nada. —Yo no creo esto—se quejó Alex. —Alex—dijo Kane en voz baja, — ¿por qué estás tan enojado? —En verdad sobrino, —Chester lo regañó duramente—usted ha llevado demasiado lejos esto. —Probablemente piensa que es indecoroso aprender algo útil de una dama—se quejó de la condesa viuda.

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—Además—añadió Kane, —es un buen ejercicio. Te mantiene en forma y

— ¡Eso no es cierto, señora! ¡Exijo una disculpa!

2 08

El Club de las Excomulgadas — ¿Qué vas a hacer?—Lady Julia se burlaba de él. — ¿Desafiarme?—Ella se aireó delicadamente con su abanico de encaje. —Yo ganaría desarmada, me atrevo a decir. —Yo sé—admitió Alex tristemente, —y es difícil de tragar eso. Arrepentida Lady Julia puso una mano preocupada en su brazo. Ella, sin embargo no daba un paso atrás.

soltó el brazo y abanicó su cara de nuevo. —Al principio pensé que se oponían porque es impropio para una dama el combate, pero ahora me doy cuenta que usted se opone ya que es una habilidad que dos señoras y un señor mayor, han aprendido mientras que usted no. —Ella sonrió. —Déjelo ir y aprenda, querido. Alex asintió con la cabeza. —No quiero parecer poco varonil para... —Su rostro enrojecido. — ¿Melea?—Le preguntó a George. —Sí. Kane se acercó y acarició al marqués en el brazo. —De donde yo vengo los más grandes maestros de las artes mortíferas del cuerpo son mujeres. No es ninguna vergüenza, lo que sea que su gente le haya hecho creer en el aprendizaje de uno. Alex asintió con la cabeza. —Perdóname mi insolencia, mi señora. —Él tomó una respiración profunda considerando al conde. — ¿Fue terriblemente difícil admitir su interés y preguntarle a su esposa que le muestre las artes mortíferas del cuerpo?

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—Todo estará bien, Alex, si deja de lado su terrible orgullo Asherby. —Ella

2 09

El Club de las Excomulgadas —Por supuesto—se rió George. —Terriblemente—Él se encogió de hombros. —Pero práctico día y noche en cualquier momento que tengo un minuto. —El miró a su esposa y le guiñó un ojo. —Me atrevo a decir que tengo una o dos sorpresas para ella la próxima vez que combatamos, porque ella no ganará más. Kane entornó sus ojos, sus manos volando con indignación a sus caderas. — ¿En serio?

—Siiiii—dijo entre dientes. —Pruébelo. —No tengo el atuendo. Kane hizo un gesto hacia la valija que Lady Julia estaba recogiendo aún. —Extras. Cámbiese y demuéstrelo. George se inclinó ligeramente hacia ella y luego desapareció detrás de unos arbustos. Kane volvió su mirada hacia el marqués. —Y usted, cámbiese y prepárese para aprender. En realidad voy a inyectarlo primero y luego se puede cambiar. Alex levantó una ceja. — ¿Inyectarme? La mención de un conjunto de inyectables puso a Chester en un ataque de excitación.

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George le miró de arriba abajo.

—Fascinante invención futura, usted apenas lo creerá. 2 10

El Club de las Excomulgadas — ¿Qué es eso? —No puedo decir como yo sé. —Chester tocó con un dedo en el cráneo. — Pero le hace aprender rápido, hijo mío. Alex frunció el ceño, Kane procedió a explicar cómo el inyectable trabajaba. Ella le advirtió que la transferencia de las fichas de datos le daría una pequeña carga en la cabeza y la información correría a través de su materia gris hasta lo que

—Y para que veas—terminó diciendo ella, —en menos de treinta segundos usted entenderá todos los movimientos y cada una de las artes mortíferas del cuerpo. Sin embargo, usted debe practicar para que el conocimiento haga clic dentro y tenga sentido. Él asintió con la cabeza, cautivado y con ganas. —Por favor, señora, vamos a empezar. Kane accedió, metiendo la mano en su kit de viaje para sacar una pequeña cápsula en forma de aguja y que almacenaba las fichas de datos dentro. Ella lo miró y sonrió. —Yo sabía que ibas a venir de visita, así que tengo uno ya preparado para ti. — Ella sostuvo la cápsula en su sien, luego en un movimiento de cabeza, empujó el mecanismo de activación parecido a un gatillo. Alex sintió el más mínimo pellizco, un poco de náuseas y muchos mareos. Recuperando la compostura a los pocos segundos se quedó allí, inmóvil como una estatua y permitió que el conocimiento de los antiguos guerreros le asaltara. Él sabía cómo golpear, cómo patear, cómo defender y atacar. Él sabía cómo contrarrestar la cabeza en una emboscada y un asalto desde atrás. Él lo sabía todo. Eso vivía y respiraba a través de su cuerpo como si hubiera poseído el conocimiento

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ella llama sinapsis de su cerebro.

toda su vida. Era de gran alcance. Tan pero tan bello y poderoso. 2 11

El Club de las Excomulgadas — ¿Lo siente usted?—preguntó Kane en silencio. —Sí. — ¿Está listo para cambiar tu ropa? —Sí. Lady Julia le lanzó un traje de combate hacia él.

***** George William Frederick Alexander Wyndom, el noveno conde de Blackmore y el heredero del duque de Browning, era lo que los antiguos habrían llamaban un “Cabezón” pensó Kane sombríamente. Incluso ahora, el bárbaro estaba rodeándola esperando el momento justo para atacar. Ohhh y el brujo malvado había estado practicando. Me voy a White, él decía. O, Yo tengo libros mayores que ver, él anunciaba. Era muy obvio, literalmente, lo que había estado realmente haciendo. Kane oyó pero no escuchó como el marqués y vizconde animaban a George. Oyó, pero no prestó atención, cuando la condesa viuda le gritó “derriba al bribón”. Toda su atención estaba fija en su esposo. Que mentiroso hijo de un habitante de la ciénaga de tres ojos que incluso ahora se acercaba a ella. Ella echó la cabeza hacia atrás y gimió su grito de guerra arremetiendo contra él como una loca. El conde desvió el asalto de su esposa y luego la tiró de rodillas con un golpe de cuchillo de asalto. Rápidamente rodó hacia un lado, pero ese día su marido era más rápido. Los ojos de ella llenos de incredulidad, gritó con ira cuando le

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—Entonces hágalo.

inmovilizaron en el suelo, él se sentó a horcajadas en sus caderas y le hizo un guiño 2 12

El Club de las Excomulgadas hacia ella. Ella quería extraer todas las pestañas de él para que nunca se atreviera a guiñarle un ojo a ella. Alex y Chester dejaron sus puños sueltos en el aire, gritando con alegría y mucho alivio, ya que en realidad era posible que un estudiante varón superara a su maestra. Dio a Alex la esperanza de que realmente podía resistir a Melea. Lady Julia frunció el ceño, pensando que más tarde sermonearía a Kane sobre

—No te preocupes, mi amor—susurró George hacia abajo a su mujer furiosa, —te resarciré más tarde. —Él le lamió la oreja discretamente para que nadie más pudiera ver, entonces se bajó de ella y la ayudó a ponerse de pie. Ella dio un manotazo a la suciedad de sus nalgas y luego miró a Alex y soltó un gruñido. — ¿Está usted listo? Él sonrió descaradamente. —Sí. Ella volvió a gruñir. — ¿Cuánto tiempo tengo antes de que Melea llegue?—él preguntó. —Dos semanas. Él negó con la cabeza. — ¿Pensé que iba a llegar unos días antes? —Ella lo estaba. Hubo una rebelión en el agujero de gusano Kalgo y tuvo que dar unas patadas antes de unirse a nosotros. Alex no tenía idea de lo que ese negocio agujero de gusano implicaba y no creyó que su sensibilidad pudiera resistirse a aprender cualquier otra cosa del futuro

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que necesitaban más tiempo reservado cada día para practicar su arte.

el día de hoy. 2 13

El Club de las Excomulgadas —Ah—dijo, como si entendiera lo que quería decir, —ella tenía asuntos que atender. Kane asintió con la cabeza, luego disparó su mirada hacia su marido y frunció el ceño. —Al igual que yo George levantó una ceja curiosa.

— ¡Sí!—Gritó ella, mientras estaba más furiosa que nunca. — ¡De ahora en adelante voy a practicar mi arte todos los días!

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— ¿Ah, sí?

2 14

El Club de las Excomulgadas Capítulo 24 La tan esperada boda de la condesa viuda de Blackmore y el Vizconde Blake fue anunciada al día siguiente. Ni la novia ni el novio deseaban una gran celebración, ya que ambos habían sido víctimas de esa misma cosa por sus primeros matrimonios. La ceremonia de Blackmore–Blake era elocuente y con clase, tendría lugar en la casa de Londres del marqués, con sólo un pequeño contingente de amigos y familiares allí para dar testimonio. Como resultó, Chester ya había

superar a George a los dados. Por supuesto, la parte del chisme que volaba a toda velocidad, era como el Vizconde Blake había adquirido el derecho a casarse con su amada. Las damas de la alta sociedad creían que la situación era muy romántica. Kane, sin embargo, pensaba que era divertido. Ella también creyó que era dulce, en nombre de su marido, es decir, porque sabía en su corazón que había arrojado que el último tiro de los dados teniendo la esperanza de ser derrotado. Él quería la felicidad de su madre. Ahora ella la tenía. Lamentablemente, Kane estaba triste por la partida de Lady Julia de la casa Blackmore. Ella estaba tan acostumbrada a tener a su suegra alrededor que era difícil dejarla ir. No es que las dos mujeres no se pudieran ver mucho la una a la otra. Ellas ya tenían un día de compras establecido para el día siguiente. Sin embargo, no fue fácil para la condesa de Blackmore en absoluto. De hecho, fue cómo perder a su mejor amiga. Las siguientes dos semanas pasaron increíblemente rápido. Entre las compras con Lady Julia, entrenamiento de combate con el marqués y el vizconde y evitar el combate con un insufrible y arrogante conde, Kane estaba fatigada. Se encontró, más veces, tomando una siesta por la tarde. Ella estaba empezando a preocuparse por si se iba a venir abajo con algún tipo

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obtenido una licencia especial y les informó de ello inmediatamente después de

de temida enfermedad primitiva. En el siglo XXV, ella había sido vacunada contra 2 15

El Club de las Excomulgadas todos los virus y bacterias conocidas en todas las galaxias, sin embargo, ella ya no podía negar que se sentía positivamente fatal a partir de las tardes. Eran las náuseas y la falta de estar en sincronía con el cambio de la luna lo que más la preocupaba. Si no fuera por el hecho de que ella sabía que la descarga cerebral a la que ella se sometió la última vez hacía cuatro años estaba limpia, ella empezaría a preocuparse porque ella estaba mostrando síntomas de la BV-5. El mega virus era infame por comenzar con pequeños síntomas, luego pasar a la clandestinidad hasta que estaba listo para dar muerte a su huésped. Un escalofrío se

Después de la cena en la luna creciente antes que Melea debiese llegar, ella, George y Alex fueron a un espectáculo en el principal teatro de Londres. Dado que este programa en particular había resultado ser un poco aburrido, y ya que el marqués había salido de su palco para adquirir algunas bebidas, Kane decidió que era el perfecto momento de la vida y ante el futuro desconocido, él tenía derecho a saberlo. — ¿George? — ¿Hm? —Tenemos que hablar. El conde dejó su monóculo y miró a su esposa con preocupación. Su voz era extraña. — ¿Qué pasa, cariño?—Él le agarró la mano y acarició la palma de la mano con dulzura. — ¿Cariño? Kane cerró sus grandes ojos azules atormentados por dolor brevemente. Pensó en lo mucho que amaba a George, lo mucho que él la amaba y sabía que no era una situación suficiente para corresponder lo bien que ella se sentía en la tierra. —Creo que me estoy muriendo—susurró ella.

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deslizó por la espalda de Kane con solo pensarlo.

2 16

El Club de las Excomulgadas La mano de George se quedó quieta junto con su corazón. Y luego su pulso aumentó rápidamente. Su esposa no era del tipo dado al arte dramático. — ¿Qué?—Él dijo. Kane asintió sombríamente. —Lo siento, George, pero creo que he contraído algún tipo de enfermedad mortal.

agüero. Alex se precipitó en el interior y le entregó a la condesa un vaso de limonada. — ¿Enfermedad?—él preguntó, visiblemente molesto. Se volvió hacia George. — ¿Qué es eso de la enfermedad, Blackmore? —No tengo idea—admitió George. Dispuso los latidos de su corazón de nuevo a lo que él consideraba un nivel aceptable de agitación, cuando su esposa se llevó el vaso de limonada a los labios y le ordenó beber. —Kane, por favor dígame lo que usted ha contraído. Quizá un médico puede curarte, mi amor. Kane se tragó una buena porción de la bebida, luego volvió los ojos suplicantes hacia su esposo y buen amigo. —No sé lo que tengo—admitió en voz baja al borde de las lágrimas, —pero estoy segura que debo estarme muriendo. — ¿Cómo puede usted estar segura?—preguntó Alex. —Debido a que es imposible para mí enfermarme. En mi tiempo, tome una inyección que hizo a la mayoría de las enfermedades incapaces de penetrar en mi sistema. Y, sin embargo, aquí estoy, enferma todos los días de estas últimas tres semanas. —Ella alcanzó y tiró de la corbata de su marido, casi lo estrangulándolo

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La cortina de su palco se abrió cuando que Kane escupió las palabras de mal

en el proceso, luego delicadamente se secó los ojos con ella.

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El Club de las Excomulgadas —Kane—George con voz ronca, tratando de respirar mientras desataba el agarre duro de su esposa en su corbata— ¿por qué no me lo dijiste? —Yo no quiero hacerte daño. Una declaración irónica viniendo de una mujer que literalmente estaba estrangulándolo, pensó. No hizo ningún comentario, sin embargo. No podría, aun si quisiera. El corazón de él palpitaba muy rápido de nuevo.

liberación de George. — ¿Por qué no nos dice sus síntomas, Kane? Quizá no es tan malo como usted piensa, ¿eh? George se animó ante las palabras de Alex. Su mejor amigo estaba en lo cierto. Quizá se trataba de un simple caso de la gripe o lo que sea, pero que desde el futuro, su esposa no entendía lo que se sentía como un resfriado. Sin embargo, los dos hombres estaban aterrorizados de que ella en realidad podría haber contraído alguna enfermedad malvada de la que no sabían nada. Kane asintió con la cabeza apoyada más cerca de los dos hombres. Susurró sus palabras, como si entregarse información altamente clasificada. —Yo vomito cada mañana al tratar de lavarme los dientes. Los hombres asintieron con gravedad. —Yo siento una extraña sensación en mi pecho. —Ella sacudió la cabeza con aire taciturno. —Me duele si me golpea cuando estamos en combate, Alex. Incluso con mi armadura. George frunció el ceño ante Alex. Alex hizo una mueca de culpabilidad. Los dos la miraron y esperaron al siguiente temido síntoma.

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Alex le entregó a Kane su pañuelo con monograma, logrando a cabo la

—Mi corazón arde terriblemente cuando como cualquier cosa de golpe. 2 18

El Club de las Excomulgadas Los hombres gruñían. —Y luego está el peor de todos los síntomas. Los caballeros se inclinaron más cerca, sus estómagos apretados con el miedo. —Ya no mantengo la sincronía con el ciclo de la luna. Kane se puso a llorar cuando el conde y el marqués se miraron con curiosidad.

— ¿El ciclo de la luna?—preguntó Alex vacilante. Ella asintió con la cabeza arriba y abajo, entonces se sonó la nariz en el pañuelo. Y procedió a devolver el pañuelo manchado de nuevo a Alex, que parecía que prefería que lo guardara. Él tuvo la decencia, sin embargo, de no decir nada. Tomó el pañuelo por la esquina y lo agitó fuera lejos de sí. — ¿Qué quieres decir por no estar en sincronía con el ciclo de la luna?—Le preguntó a George. Temía que era una cosa espantosa de los pueblos del futuro y que iba a morir sin necesidad. —Mi cuerpo debía haberse limpiado a sí mismo hace dos semanas, pero no lo hizo. —Ella se mordió el labio y cerró los ojos ante el horror de sus temores. —No limpiarse con el cambio de la luna. Yo sospechaba que estaba enferma la primera semana, pero cuando mi limpieza no vino una semana después yo supe que la situación era desesperada. George y Alex no tenían la menor idea de lo que este asunto de limpieza implicaba, pero les pareció de mal agüero. —Kane—George le imploró, con miedo por la pregunta que él sabía que necesitaba una respuesta. — ¿Sí?

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Ninguno de ellos tenía la menor idea de lo que la mujer estaba hablando.

2 19

El Club de las Excomulgadas — ¿Qué es una limpieza? Ella se encogió de hombros. —Sangrado. — ¿El sangrado?—preguntó Alex pensando en que ese asunto de la limpieza era aún más terrible de lo que pensó al principio. — ¡Sí!—Kane rompió como si tuviera que explicarle a dos imbéciles. — ¡Yo no

Ella se echó a llorar. Los caballeros se miraron y se ruborizaron. George dio unas palmaditas en la rodilla de su esposa, visiblemente relajado. No estaba seguro de cómo abordar el tema que tenían que hablar. —Querida, ¿cómo las mujeres de su tiempo...?—Su cara manchada de carmesí cuando él tosió en su mano libre. — ¿Cómo se reproducen, mi amor? Kane se encogió de hombros, pensando que era un momento extraño para tal pregunta. Aquí se estaba muriendo y su marido quería saber las complejidades del siglo veinticinco en las técnicas de reproducción. Ella le contestó de todos modos. —Las clases más pobres dan a luz de la forma en que la mujer de tu tiempo lo hace. Alex asintió con la cabeza. — ¿Y las mujeres de tu clase? —Las mujeres de la misma forma que mi clase han estado haciendo por siglos—respondió ella sorbiendo. —Vamos a un laboratorio con nuestro

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tuve mi flujo mensual de mujer para la limpieza de sangre!

compañero permanente y hacemos un bebé que está alojado en el interior de un útero artificial, donde permanece hasta que esté listo para nacer. 2 20

El Club de las Excomulgadas El conde y el marqués liberaron sus respiraciones preocupados al mismo tiempo. Kane no tenía idea de cómo el embarazo se sentía, porque ninguna mujer que hubiera conocido lo ha experimentado. George miró a Alex suplicante. No estaba seguro de cómo decirle a su esposa lo que ella necesitaba saber acerca de su “enfermedad”. El marqués movió la cabeza en sentido negativo. —Ella es su ensangrentada esposa—murmuró en voz baja, con su rostro

George se aclaró la garganta mientras buscaba la mano de su esposa. La acarició con dulzura, sin saber cómo empezar. —Kane, querida. — ¿Sí? —No te estás muriendo. — ¿No lo estoy? —No. Ella buscó en el rostro de su marido por alguna indicación de que él estuviera mintiendo para ayudar a sus sentimientos. No vio nada, sin embargo. Él parecía estar diciendo la verdad. —Entonces, ¿qué hay de malo en mí? ¿Puedo ser curada? Alex se aclaró la garganta, causando que Kane mirara hacia él. —En poco más de ocho meses—se atragantó el marqués. Kane entrecerró los ojos considerando esa parte de la información. Al parecer,

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ardiente de calor.

su marido y amigo tenía experiencia con esta enfermedad para saber exactamente cuánto tiempo iba a durar. 2 21

El Club de las Excomulgadas — ¿Ah, sí? George levantó la barbilla de ella, obligándola a encontrase con su mirada. Estaba sonriendo terriblemente por lo que obviamente ella había pensado que era algo incurable. —Kane, mi amor, su enfermedad no es enfermedad. — ¿No lo es?

— ¿Entonces qué es? Él la besó profundamente en los labios, suavemente agarró su barbilla una vez más. —Vas a tener a mi bebé.

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—No.

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 25 —Usted podría haber dado la noticia con un poco más de suavidad, —Lady Blake reprendió a su hijo. —Su madre está en lo correcto, muchacho—añadió Chester—le dio un susto a la pobre muchacha, lo hiciste.

Los tres se cernían sobre la cama de matrimonio Blackmore, viendo como George tendió a su esposa. Le secó la frente con un paño fresco, y luego se dirigió a su audiencia y frunció el ceño. —No tengo idea de cuándo va a despertar. Mi esposa no es en absoluto del tipo de sucumbir a un ataque de los vapores. —Mira lo que el matrimonio le hace sufrir—bromeó Chester. George lo miró. Él gruñó y se volvió hacia su esposa. El cuarteto vio a la condesa con atención, animándose mucho cuando sus párpados, finalmente, empezaron a temblar abriéndose. —George—preguntó en un susurro con los ojos aún medio cerrados. El conde tomó su mano y la apretó suavemente. —Estoy aquí, cariño. Kane sonrió muy levemente, luego con la misma rapidez comenzó a fruncir el ceño. Estaba recordando. Y si la memoria le servía correctamente... Ella se irguió de golpe en la cama, golpeando la mandíbula de su esposo en el

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— ¿Cuándo crees que va a despertar?—preguntó Alex.

proceso. Los ojos de ella se abrieron y se estrecharon en ranuras azules de hielo cuando ella lo acusó a través de ellos. 2 23

El Club de las Excomulgadas — ¡Tú!—Escupió ella, moviendo su dedo ominosamente. — ¡Tú... tú... corruptor de las leyes de la Galaxia! —Kane—declaró George. Ella quitó su mano de su brazo. Ella no estaba de humor para ser consolada. — ¡Usted, el máximo fecundador nacido de mujeres!

Ella perdió parte de su fuego ante esas palabras, cerrando los ojos de mal humor ante la idea. Ciertamente, no había considerado este negocio de la reproducción cuando ella se apresuró a aceptar casarse con George. — ¡Va a doler!—Ella lo acusó abriendo los ojos. —Terriblemente—coincidió Lady Julia. George escatimó un breve momento para mirar a su madre antes de tratar de hacer las paces con su esposa. —Lo siento cariño—le imploró. —Pensé que entendías cómo se hacía aquí. Kane sabía que tenía razón. No tenía forma de saberlo. Y ella debería haber considerado el hecho de que su inoculación del embarazo no era buena cuando se utiliza junto con el acoplamiento de un hombre sin inocular. Todo era culpa de ella. Ella no podía dejar de compadecerse de sí misma, sin embargo. —Oh George—exclamó ella—Yo soy demasiado pequeña para tal evento. George se ruborizó tratando de comportarse como si sus palabras, en frente de la compañía que tenían, estaban en algún lugar dentro de la esfera del decoro. —Todo estará bien, querida.

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—Kane—Él dijo entre dientes— ¡Es la forma de reproducción en este mundo!

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El Club de las Excomulgadas — ¿Qué pasa si no se puede sacar?—Ella agarró la manta sobre su pecho y quedó sin aliento. — ¿Qué si eso me desgarra? Chester dio una palmada en su frente haciendo una mueca ante la idea. — ¿O si le gusta mi barriga tanto que nunca la quiere dejar?—Ella rompió a llorar. —Eso no sucederá—George la reconfortó torpemente dándole unas palmaditas

— ¿Ah, sí? ¿Y usted ha tenido uno para saber de esto?—Exclamó ella. —Tal vez se quedará en mi vientre, negándose a salir. Entonces crecerá tan grande que mi estómago se abrirá de golpe y saltará a la vista de nosotros como un híbrido mutante de Zypher el planeta gemelo de la Zyphon! Alex se sintió débil. La imagen mental no era bonita. George negó con la cabeza, cansado con la confusión, sin saber cómo debía proceder. Decidió que acariciar las rodillas de su esposa era tan bueno como lo que ocurriría. —Eso no sucederá—torpemente ofreció. — ¿Usted sabe de hecho esto? —Sí, lo sé—dijo con firmeza. —Su señor esposo está en lo correcto—aseguró Lady Julia a Kane cuando ella se dejó caer en la cama junto a ella. Ella le tomó la mano y la acarició. —Le prometo que no pasará nada terrible. — ¿En serio?—preguntó ella. La vizcondesa asintió con fuerza.

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en la rodilla.

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El Club de las Excomulgadas —Por supuesto. Oh, no voy a mentir, va a doler como el demonio, pero pasará. —Ella besó la frente con preocupación de Kane, alisando algunos mechones de pelo de la frente de su nuera. —Pero valdrá la pena. — ¿Cómo es eso? — ¡Vas a tener un bebé!—Lady Julia sonrió. — ¡Mi nieto!—Ella miró a su hijo y sonrió cálidamente. Luego procedió a romper en llanto. — ¡Mi pequeño Georgie

Chester y Alex se movieron incómodos. Demasiadas lágrimas por esta noche. Kane se acercó a consolar a su suegra, abrazando con fuerza su cuerpo. —El bebé de George—susurró ella como si la idea fuera ahora relajante en lugar de repulsiva. Ella sonrió a su marido mientras abraza a la vizcondesa. Estiró el brazo y cogió la mano de él. —Nuestro bebé—susurró ella. George sintió que las lágrimas se reunían en sus propios ojos, pero se negó a dejarlas caer. Sonrió a su esposa en su lugar, acariciándole su mano y sintiéndose muy contento. —Sí, mi amor. Nuestro bebé. ***** Después de meter a Kane en la cama por la noche, George acompañó a su madre, su suegro, y su mejor amigo a su estudio para tomar una copa. Él pidió a un criado que trajera un vaso de vino para su madre, y luego sirvió una copa de oporto para Alex, Chester, y él mismo. —Ella parece estar tomándolo mucho mejor—ofreció Alex en cuanto el mayordomo cerró la puerta del estudio. Chester asintió con la cabeza.

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bebé!—ella gimió.

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El Club de las Excomulgadas —En efecto. ¿Tiene color nuevamente? George tomó un sorbo del oporto y luego suspiró profundamente. —Pensé que nunca iba a calmarse. —El saludó a sus invitados con una copa levantada. —Pero lo hizo. — ¡Alabado sea el cielo!—murmuró Lady Julia tomando de su vino. Alex se recostó en el sofá y estiró sus largas piernas. Él negó con la cabeza al

dormitorio. George enarcó una ceja burlona. — ¿Qué te pasa, Alex? El marqués se encogió de hombros mientras tomaba un sorbo de su oporto. —Yo estaba pensando, es todo. — ¿Acerca de? Alex frunció el ceño. —Zypher. Ese planeta que parece un lugar terrible. Chester hizo una mueca. —Imagina eso. Híbridos mutantes brotando de la persona—Él se estremeció. —No tengo idea de lo que un híbrido mutante es, pero suena trillado y malvado. ***** Una hora más tarde, George se metió en la cama y pasó a su esposa a sus brazos. Por primera vez esa noche desde que consumó su matrimonio, él estaba

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contemplar algunas de las cosas horribles que la condesa había dicho en su

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El Club de las Excomulgadas demasiado cansado para reclamar sus privilegios. Simplemente sujetarla contra su pecho era suficiente. Y ella se merecía descansar, pobre mujer. Descubrir que ella estaba embarazada la había derribado como el viento claramente sobre sus velas. Embarazada. Su bebé.

George metió la cabeza de su mujer debajo de su barbilla y cayó en un sueño tranquilo. Él era el hombre más afortunado del mundo.

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Un bebé de ellos.

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 26 Las preocupaciones relacionadas con el embarazo y el próximo nacimiento fueron dejadas de lado para preparar la inminente llegada de Melea. Ella estaba programada para intentar el proceso de transferencia precisamente en cinco minutos. Después de mucha deliberación por ambas partes, el consenso fue que la mujer guerrera se trasladara a los jardines Blackmore londinenses, fuera del camino, donde los Blackmores, Blake y el marqués de Asherby a menudo

Kane caminó con pasos largos y frenéticos, agarrando su láser-c fuertemente contra su pecho. George y Alex la vieron hacer una hendidura ligera en la hierba y eligieron sabiamente permanecer en silencio. Chester y Julia habían querido estar presentes para la transferencia, pero la vizcondesa se vino abajo con una jaqueca antes de que el dúo pudiese ponerse en camino esa mañana. Su nuevo marido la forzó a volver a la cama, quedándose con ella para cuidarla. Enfadada, Lady Julia cedió al final, pero envió a un sirviente con notas a Blackmore y a la propiedad de Asherby exigiendo su presencia en la cena de esa noche en la casa Blake. En realidad, Kane planeaba visitar a su suegra inmediatamente después de la transferencia de Melea. Ella hizo una mueca por la culpa, a sabiendas de que podría haber evitado el dolor de cabeza de la vizcondesa, pero ella había sido inoculada hacía mucho tiempo. El primer punto de su agenda era vacunar a todos sus seres queridos para que no debieran sufrir innecesariamente. La segunda cuestión era encontrar el condenado kabitross. Una vez que tuviera a Melea, era todo lo que pensaba hacer con su tiempo. —Kane querida—reprendió George, decidiendo que no podía contener su lengua por mucho tiempo—Usted no debería caminar con pasos consistentes de esa manera tan irresponsable en su condición. —El cruzó los brazos sobre el pecho y la

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practicaban su combate.

miró, la audacia de su esposa decía lo contrario. 2 29

El Club de las Excomulgadas Ella lo hizo. —George querido, —ella apretó la espalda, —usted es el que me metió en este ‘estado’, como tan acertadamente lo llamó. —Ella frunció el ceño, moviendo su dedo. —He decidido que tengo muchas ganas de tener a su hijo, pero llevarlo no me convierte en una inválida. —Ella enderezó sus hombros, lanzando sus manos protectoramente hacia su vientre. —Usted nos dejará en paz. George sonrió. Sabía que debería haber estado irritado por sus palabras

vinculados como para ser molestado por los inconvenientes. Kane sería la mamá más encantadora. Alex sacó su reloj de bolsillo de su chaleco y miró la hora. Miró fijamente a Kane y asintió con la cabeza. —Tenemos sólo dos minutos restantes, mi señora. Kane se frotó el vientre distraídamente mientras tomaba una respiración profunda. La paciencia nunca ha sido una de sus virtudes. Al parecer, todavía no lo era. Ella quería que este asunto estuviera ya. Un minuto después el aire a su alrededor comenzó a crecer difuso y tenso. Hubo una carga de energía a la que ni George ni Alex podía dar un nombre. Era similar a una corriente eléctrica, como una emisión en una tormenta eléctrica, sin embargo, era muy diferente. La energía estaba más calmada, más controlada. Era el llamado fero-nitrum, pero por supuesto, ninguno de los señores lo sabían. Kane sonrió, sabiendo que el tiempo estaba a la mano. En cualquier momento se reuniría con su mejor amiga. Cualquier momento y por fin estaría en la presencia de… —Melea.

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insolentes, pero él estaba muy contento al darse cuenta que madre e hijo ya estaban

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El Club de las Excomulgadas Una sonriente mujer del siglo 25 llevando su kit de viaje y láser-c salió de la emisión de energía y abrazó fuertemente a Kane contra ella. — ¡Te he echado de menos!—Declaró ella. — ¡Y yo! Las mujeres se abrazaron por un momento hasta que la energía que las rodeó se desvaneció, hablando rápidamente en su propio dialecto. George observó a la vez

suficientemente cerca del inglés del rey para que él tuviera éxito en entender la mayor parte lo que estaban diciendo, sin embargo, había una diferencia definitiva a su discurso tanto en el patrón como en la fraseología. Recordando a su audiencia, Kane agarró la mano de Melea y la condujo hacia su marido. Con una amplia sonrisa, ella los presentó. —Melea, mi compañero permanente y marido, George. George, mi mejor amiga, Melea. El conde tomó la mano de Melea y la besó castamente en la palma de la mano. —Señora Melea. Es un placer. Melea inclinó la cabeza, vacilante, insegura en cuanto a lo que se esperaba de ella. Encogiéndose de hombros en el simbolismo universal de “ah, qué diablos” recogió la palma del conde y le devolvió el beso. George balbuceó mirando a su mujer por ayuda, sin saber cómo debía continuar. Melea ignoró eso. —Es un placer conocerte este buen día, papá O. George y Alex se levantaron una ceja. Kane hizo una mueca. Era obvio que Melea había sufrido la misma inyección de datos inútiles que ella había tenido antes de llegar a 1776.

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que sus palabras eran en inglés y sin embargo, no lo eran. Hablaban lo

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El Club de las Excomulgadas —Melea—ella le informó—en su mayor parte es conveniente olvidar lo que ha aprendido de su inyectable. —Ella golpeó su mano sobre su boca y se rió. —Las mujeres no deben besar las manos de los hombres aquí. ¡Tampoco se llama a un caballero como ‘Papa O!’ Melea frunció el ceño. Ella hizo una nota mental de matar a Linder, cuando regresara. Ella gruñó, volviéndose hacia el marqués. Sus ojos se iluminaron, centellantes de travesura con el reconocimiento de golpe.

Ella miró sus ojos a la vez, como si seriamente considerara la situación, y luego chasqueó los dedos en una deliberación imitación. —Pero tengo que estar segura. —Ella le rodeó lentamente, con picardía. Guiñando un ojo al conde y la condesa desde detrás de la espalda de Alex, y luego levantó sus faldones y asintió con la cabeza. —Sí, definitivamente el mismo hombre. El rostro de Alex se volvió carmesí, una curiosa mezcla de vergüenza e indignación. —Señora—él dijo—no sometemos a los nobles a un tratamiento como este aquí. Melea asintió con la cabeza, completamente imperturbable. Se puso de puntillas, agarró al marqués de la parte posterior del cuello y lo besó profundamente en los labios. — ¿Está mejor, humanoide?—Ella exhaló. El color de la cara color de él era de un morado brillante, logró asentir con la cabeza. —De los dos, sí, es preferible. George estudió sus botas. Interesante sombra de color negro.

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—Ah—bromeó ella—yo reconocería a este humanoide en cualquier lugar. —

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El Club de las Excomulgadas Kane se rió. Por los anillos de Saturno, fue muy divertido ver a Melea cometer todos los mismos errores que ella había cometido cuando se unió a 1776. Melea le dio unas palmaditas a Alex en el trasero jugando, haciendo expulsar al marqués un grito indignado. —Pues bien—anunció la mujer guerrera totalmente inconsciente del hecho de que ella sólo había cometido otro error—vamos a darnos toda prisa al apartamento

***** La cena por la noche en la casa de los Blake fue decididamente notable. De hecho, George estaba seguro que sería comentada por muchos años por todas las partes implicadas, incluidos los sirvientes. La amiga de su esposa, Melea era, pues, única. El conde pensó que no quitaría importancia al problema al decir que iba a tener más dificultades adaptándose a la Inglaterra georgiana de las que Kane había tenido. Miró por encima a la bruja en cuestión, disfrutando cada momento de desconcertar a Alex en las capaces manos de la mujer guerrera. —Me gusta mucho el color negro en ti, Alex—Melea declaró después de beber de su vino. —Deseo que usted no lleve nada más en mi presencia. A menos, claro, que esté desnudo—Ella inclinó la cabeza con aire regio, declarando sin palabras que el tema estaba cerrado y que no permitiría argumentos en sentido contrario. Alex entrecerró los ojos en rajas verdes amenazantes. Kane se llevó la mano sobre su boca y se rió. George estudió su vaso de vino. Muestra interesante de cristal. El Vizconde Blake se aclaró la garganta. Trató desesperadamente de pensar en

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de soltero.

una manera de girar el asunto.

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El Club de las Excomulgadas —Yo, eh, yo soy parcial al negro en mí mismo, Melea—farfulló él. —Color interesante, ese. Calmaaaaado, George pensó irónicamente. — ¿Por qué será—agregó Lady Julia, sus pómulos aristocráticos manchados de escarlata— que me atrevo a decir que el negro debe ser todo furor? Alex gruñó, tomando el resto de su vino de un trago. Molesto por la audacia de

nombre, levantó una ceja arrogante y miró a su presa. —Yo prefiero más bien el color de la carne en mí mismo. Lady Julia quedó sin aliento. Cogió el abanico de solo las diosas saben de dónde y comenzó a batir en su rostro. Su esposo entornó los ojos y le arrancó el aparato delicado de encaje de su agarre, pero luego, pensándolo mejor, comenzó a abanicar ambas caras calientes. George estudió las pinturas en la pared sobre la cabeza de Alex. Interesantes. Muy interesantes. Melea sonrojada apartó la vista del señor marqués. Kane arqueó una ceja dorada. Fue en ese momento cuando se dio cuenta del juego de su mejor amiga. Ella mantendría su secreto, por supuesto. Por ahora. Alex sonrió predatoriamente, sintiendo cada centímetro vencedor en esta ronda de batalla de palabras. Se enderezó en su silla, apoyándose en la mesa con un aire casual de pomposidad. Le guiñó un ojo al conde, mientras hizo un gesto a un sirviente para volver a llenar su copa de vino. ***** En el transcurso de las siguientes semanas, Kane y Melea se familiarizaron

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Melea, e incluso más molesto por su tía y su tío intentando salvar su cara en su

íntimamente con cada colección conocida de libros en Londres. Realizaron 2 34

El Club de las Excomulgadas búsquedas en las bibliotecas privadas de una variedad de grupos familiares de buena reputación de Gran Bretaña (y no tan respetables). Cazaban en todas partes, desde puntos de partida lógicos, colecciones de libros como la de Lord Ames, que se encontraba por su trabajo dentro de la sociedad agraria, a domicilios menos lógicos, como la colección de Lord Smith en torno a su pasión por la Sociedad de Antigüedades de Londres. Y, sin embargo, semanas después, las mujeres todavía no estaban más cerca de encontrar la maldita planta

El kabitross, siempre elusiva, llevaba más y más en la mente de Kane con cada día que pasa. No sabía qué pensar. ¿Si hubiera estado mal en su investigación? ¿Si el kabitross siempre creció en el planeta tierra? Últimamente hubo muchos momentos, cuando temía que la respuesta era no, que nunca había estado aquí. Más de las veces, sin embargo, le preocupaba que la kabitross hubieran vivido en efecto dentro de los límites de la tierra, pero en conjunto en otro milenio. No es que ella pudiera lamentar el error que tal vez había cometido, de lo contrario nunca hubiera conocido a George. Sin embargo, por Linder ella sentía pesar y por Egis más que nadie. En sus mejores días, Kane seguía teniendo grandes esperanzas de encontrar la planta en la Inglaterra georgiana. Algo muy dentro de sí misma, el instinto que siempre había invocado en el pasado, le dijo que no se diera por vencida. Ella tenía que tener fe. Y tenía que seguir buscando. Una de las conclusiones, sin embargo, era inevitable: tenía que buscar en la tierra de nuevo y renunciar a cualquier cambio de biblioteca. Los libros que había rastreado a través de Melea estaban llenos de un montón de dibujos interesantes de muchas flores notables, pero ninguna flor era la kabitross. Después de llegar a casa al final del día, después de ver la colección de libros de Lord Smith sobre antigüedades con Melea y George, Kane se prometió a sí misma

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que Kane tenía que poseer.

que era la última biblioteca en que buscarían, alguna vez. Por un lado, ella había 2 35

El Club de las Excomulgadas reducido las posibilidades de encontrarla en un libro. Por otra parte, se dio cuenta que era un montón de trabajo en nombre de su marido tener que establecer visitas en las casas particulares de la nobleza de Londres. Era el punto principal y una realidad una inevitable, también estaba el hecho de que tomaba demasiado tiempo lejos de otras tareas de George escoltar a Kane y Melea a todos los rincones de la ciudad todos los días. Inglaterra es de los Ingleses, “damas” que presumían de ser forasteras como Kane y Melea no podía entrar en la casa de un hombre soltero, sin escolta. Debido

acompañar a las mujeres había caído las muy ocupadas manos de George. De vez en cuando Chester fue capaz de relevar al conde para que él pusiera algunos asuntos propios en orden. La mayoría de las veces, sin embargo, la carga era de George. Kane comprendió que no era justo para él o para las innumerables personas de Blackmore, que dependían de él continuar de esta manera. Kane se levantó de la silla junto a George en su estudio, a sabiendas de que tenía que dejar al pobre hombre con sus libros de contabilidad. Que buen partido era su esposo. Ella dio la vuelta al escritorio para estar al lado de su asiento, y luego se inclinó y lo besó en la frente. Él sonrió. — ¿A dónde vas a mi amor? —Estoy muy cansada, George. Voy a dar un paseo en los jardines con Melea para relajarnos un poco, entonces me voy a la cama. Él asintió con la cabeza. —No me esperes, querida. Tengo mucho trabajo por ver. —Tomó una pluma y comenzó a escribir en un libro. Kane se sonrojó con aire de culpabilidad. Ella frunció el ceño, sintiéndome tan malvada como una bruja por ser responsable de las horas progresivamente

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a ese aspecto particularmente molesto de la vida del siglo XVIII, el deber de

retrasadas de su marido. 2 36

El Club de las Excomulgadas — ¿George? —Hm—él preguntó sin apartar la vista del libro que estaba grabando. —Lo siento. Él levantó la mirada, curiosa. — ¿Por qué?

—Por tu falta de sueño. Por la cantidad de tiempo que has dejado de tu trabajo para ayudarme a encontrar el kabitross. El conde sonrió a su esposa, deslumbrándola con las líneas de expresión alrededor de los ojos de color verde claro que siempre hacían aletear su corazón. —No te preocupes. —Pero sí me preocupa. —Ella se inclinó y le plantó un beso en dichas líneas de su rostro. —Usted nunca tendrá que repetir lo de hoy de nuevo—prometió ella. —Mmmm—ronroneó él encantado por el espectáculo inesperado de afecto. — ¿Y por qué no? Ella besó la punta de su atractiva nariz aguileña. —Es una pérdida de tiempo. Él jaló a su mujer en su regazo para amarla correctamente. —Entonces, ¿qué vas a hacer?—Preguntó acariciando su muslo y sus glúteos. Ella ahuecó su erección a través de la tela de su pantalón, glorificando el sonido de su respiración sin aliento.

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Ella suspiró profundamente.

—Quiero regresar al campo para buscar en los terrenos. 2 37

El Club de las Excomulgadas Él la sentó a horcajadas sobre su regazo y empujó las faldas hasta la cintura. El encontró su clítoris, frotó el centro de ella a través de su ropa interior de seda. — ¿Qué tan pronto?—preguntó con voz ronca. Ella soltó la erección rígida de su marido de su pantalón, y luego lo acarició a lo largo. —Cuanto antes, mejor.

nunca había vestido como las mujeres del siglo XVIII con las cosas que eran difíciles de llegar. — ¿Y perderme los últimos bailes de la temporada? Ella deslizó la polla gruesa de su marido a su entrada, frotando la punta alrededor de sus pliegues húmedos. —Estamos muy cansados de los largos días de búsqueda bibliográfica para ir a ellos ahora. Él la agarró por las caderas y se tambaleó hacia arriba, entrando en su cuerpo suavemente con un empuje. —Entonces está arreglado. Nos vamos a casa lo más pronto posible—él dijo. Ella gimió. — ¡Alabada sea la diosa!—Ella comenzó a girar sus caderas, deslizándose hacia arriba y abajo sobre su eje. Él gimió. —Felicccitooo a suuu ueemmy. Ella sonrió. Él estaba más allá de las palabras. De la manera en que a la

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—Mmmm. —Él rasgó la ropa interior de su esposa agradecido porque ella

condesa le gustaba su conde.

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 27 —Por la quinta luna de Júpiter, Kane, este lugar es precioso. Kane asintió con la cabeza su consentimiento cuando ella y Melea paseaba por los jardines de la finca Blackmore de Londres. Fresca después de hacer el amor con su marido, ella se sentía mucho más fortalecida de lo que había estado al regresar a

—Me alegro que estés aquí el tiempo suficiente para ver nuestra casa de campo. Pone este lugar en vergüenza. —Ella sonrió caprichosamente, recordando toda la fauna silvestre y plantas de las aldeas y de los diferentes pueblos y condados que componían Blackmore. —Es difícil creer que esta es la misma tierra en que hemos vivido en nuestras vidas. Melea resopló, disgustada más que nunca por las facciones en guerra del pasado que había borrado todo. —Estoy de acuerdo. Las dos mujeres caminaron en silencio por varios minutos, ninguna de ellas se sintió especialmente presionada a hablar. Como ocurre siempre el caso entre dos amigos, el silencio no era el enemigo. Finalmente, sin embargo, fue Melea quien se sintió obligada a romper el silencio. —Tengo que admitir que ahora entiendo por qué usted desea permanecer aquí. Kane sonrió, sus ojos azules brillaron. —Por toda la tecnología del siglo XVIII que carecen, la belleza del medio ambiente lo compensa con creces. Melea asintió con la cabeza.

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casa esa noche.

—Es cierto, pero eso no era a lo que me refería. 2 39

El Club de las Excomulgadas — ¿Ah, sí? —Me estaba refiriendo a George. —Ah. —Es obvio que te ama profundamente. —Sí. Y yo a él.

pronto para decirle a Melea sobre su inminente maternidad. Si el niño se hubiera implantado en un útero sintético, sabía que su amiga podría estar muy contenta por ella. Ya que no era el caso, sin embargo, no quería preocuparla innecesariamente. Ella estaba preocupada suficientemente de sí misma. Sin embargo, necesitaba el apoyo de su amiga. Su decisión estaba tomada. — ¿Melea? — ¿Sí? —George y yo vamos a tener un hijo. La mujer Guerrera disparó su mirada en la dirección de Kane, conmocionada aún con una amplia sonrisa. — ¡Excelente! Sería Guardiana para la nena, ¿no? —Por supuesto. Ella le golpeó la espalda a su amiga por bastante tiempo para felicitarla. — ¿En cuál cámara de vientre el bebe permanecerá? Estoy con entusiasmada por ver crecer al pequeño. Kane puso sus ojos en el suelo, nerviosamente, aclarándose la garganta.

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Kane se mordió el labio, la preocupación acerca de si era o no demasiado

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El Club de las Excomulgadas —Bueno, eh, en cuanto a eso... uh... — ¿Sí? —No hay ninguna matriz sintética. Melea arqueó una ceja negra, con una sonrisa abiertamente terrible. Ella asumió que su amiga estaba bromeando.

Kane no dijo nada. Ella suspiró, mirando a los árboles de los alrededores buscando el apoyo de la naturaleza. La sonrisa de Melea flaqueó un poco ante el comportamiento extraño de su amiga. —Kane, ¿qué es? ¿Qué escondes? Kane atravesó a la mujer guerrera con sus ojos azules, todo el significado contenido en sus profundidades. —Vamos a tener un bebé. Y no hay matrices sintéticas en el siglo XVIII. Melea perdió el equilibrio, luchando con rapidez por recuperarse y no caer al suelo. Ella misma se paró de inmediato, dándole golpecitos a Kane en torno a su rostro. — ¿Q… qué? —Le dije… — ¡Por las lunas gemelas de Nuba, entendí su significado!—Ella cortó su mano con vehemencia por el aire, su tendencia a tratar de dominar las situaciones que encontraba fuera de su control. — ¡No lo tendrá! —Melea…

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—Quieres que sea una sorpresa, ¿eh?

— ¡No!—Sacudió la cabeza. — ¡Es muy peligroso! ¿En qué estabas pensando? 2 41

El Club de las Excomulgadas — ¡Yo no tenía intención de quedar fecundada!—Kane respondió, su propia voz chillona ahora el aumento. — ¡Pero lo hice! ¡Y lo llevare y aguantaré! Melea gimió. Ella pasó sus dedos por su pelo y sacudió la cabeza con incredulidad. —Dolerá, ya sabes. —Lo sé.

—Sí. El suspiro de la mujer guerrera flotaba en la brisa. Ella tomó una respiración profunda, resignándose al hecho de que la elección no era suya para hacerla. Ella asintió con la cabeza, dando a Kane un espectáculo no verbal de apoyo. Las dos amigas reanudaron su caminata por los jardines, cada una de ellas perdidas en sus respectivos pensamientos. Sin el conocimiento de Melea, Kane estaba pensando de la misma cuestión. Ambas mujeres estaban contemplando lo que esta noticia significaría para Melea en su aún no existe relación física con el marqués. Melea le dio un golpe a Kane en el hombro, obteniendo su atención. — ¿Supongo que no se puede montar un hombre no inoculado en este mundo sin arriesgarse a un embarazo? La mirada de Kane contenía cierta sospecha. — ¿Por qué lo pregunta? Melea miró velozmente, con una expresión indescifrable.

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— ¿Y sin embargo, dará a luz a eso? Usted, ¿una mujer nacida en la clase alta?

—Tengo mis razones.

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El Club de las Excomulgadas —Ah. —Kane sonrió, sabiendo que su razón era llamada “Alex”. Era ridículamente evidente para ella que la mujer guerrera estaba tratando desesperadamente de mantener a Asherby a distancia. Ella cuidadosamente había evitado al hombre desde su llegada hacía tres semanas. Kane pensó en los intentos manifiestos de Melea de esquivar a Alex, y luego como lo insultaba cada vez que ellos se encontraban, era desafortunado, pues ella creía que era justo lo que su amiga necesitaba en su vida. Sin embargo, no tenía razón para mentir. Cualquier relación que tuviera con Alex era un asunto propio de

—No. No se puede montar un hombre no inoculado sin arriesgarse a un embarazo. Los hombros de Melea cayeron en la derrota. —Ya veo. —También yo—expresó Kane suavemente. Melea frunció el ceño y gruñendo ante las palabras de su más querida amiga. — ¿Qué quieres decir, mujer? Kane se mordió los labios y sonrió. —Nada. —Ella sacudió la cabeza alegremente. —Nada en absoluto. ***** Dos de las más hermosas hembras en la creación, pensó resentido por el mal humor. Los ojos envidiosos observaban desde la distancia como Lady Blackmore hacía su camino desde los jardines principales y se dirigía hacia la casa con su amiga acompañándola.

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Melea.

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El Club de las Excomulgadas La mujer de pelo oscuro no tenía importancia para el conde. Ella, por lo tanto, no tenía importancia para la persona que observaba su paseo junto a la condesa. Era la perra de pelo claro, la segunda esposa de Lord Blackmore, quien se convertiría en el punto focal de la batalla.

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El desairado había actuado una vez. Se tomarán medidas de nuevo.

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 28 —De ninguna manera. Olvídelo. No va a suceder. Uh-uh. —Kane negó enérgicamente con la cabeza en sentido negativo, sus brazos cruzados sobre su amplio pecho. Que pecho, el conde tomó nota con satisfacción lujuriosa, era mucho más maduro desde que su semilla se plantó seis semanas atrás. —Cariño, no tenemos ninguna opinión en la materia. No podemos ignorar una

— ¡Muy bien!—Escupió ella sus ojos azules ardiendo con vehemencia. —Voy a ir a la maldita corte por Neptuno, ¡pero rotundamente me rehúso a usar una de esas poco atractivas pelucas empolvadas!—Ella cogió el tenedor y se metió un pedazo de salchichas en la boca. —Y además—añadió clavando el tenedor cerca de los sirvientes uniformados de pie detrás de ellos—pensé que nos habíamos puesto de acuerdo para que estos hombres tengan dignidad. ¿Por qué siguen luciendo esas pelucas? Si uno miraba de cerca, el brillo de diversión podría verse en cada uno de los ojos de los sirvientes. Se quedaron inmóviles como estatuas, sin embargo. Lady Julia se rió de la indignación de su nuera. Le guiñó el ojo a una sonriente Melea, junto con Chester, compartían la invitación del desayuno el sábado por la mañana con los Blackmores. —Soy de los que estamos de acuerdo con Kane mi señor hijo. No tengo ningún deseo de ponerme una de esas rarezas tampoco. —Señora, —dijo George, volviendo la exasperación a su madre, —de Kane me esperaba esto. De usted, sin embargo, no lo hacía. —Él colocó el tenedor en la mesa y cogió un vaso de jugo para beber. —Usted ha vivido aquí todos sus días y conoce los modos en la corte. —Él levantó las cejas en un reto en silencio, entonces

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orden de comparecencia real.

apuró su copa.

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El Club de las Excomulgadas —Mi yerno está en lo correcto en eso, amor—sostuvo Chester. —Usted sabe que el rey se verá insultado si la condesa no se presenta según la moda de la corte. George inclinó la cabeza a su suegro. —Gracias, Blake. Por lo menos alguien todavía alberga un mínimo de sensibilidad por aquí. Melea, sin dejar de sonreír ante las bromas había llegado a disfrutar entre los

perdido algo al inicio de la conversación porque ella no comprendía de qué se trataba la conmoción. —Yo no entiendo, mi señor. ¿Cuál es la dificultad? ¿Tenemos que vestir como esta noche? George volvió su atención a Melea. A él verdaderamente había llegado a agradarle la mujer de ojos leonados, una mujer vivaz, en las últimas tres semanas. Especialmente desde que Kane le explicó por qué Melea había estado actuando de manera audaz hacia Alex desde su llegada a 1776. Al igual que su esposa, tenían que mantener el secreto de la mujer guerrera. Por ahora. —Nos han enviado una citación real por el emisario del rey. Tenemos que ir a la corte esta noche, es nuestra obligación. Melea se encogió de hombros, todavía sin comprender lo que una cosa tenía que ver con la otra. — ¿Y? George suspiró. Un hecho común para él desde que había entrado en el estado de casado. —Así, que en Inglaterra la casa real dicta la moda. —Él se encogió de hombros.

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Blackmores y Blake, negó con la cabeza con confusión. Ella debía de haberse

—El rey puede encontrar defectos en nosotros si no nos sometemos a su dictamen y vestir consecuentemente. 2 46

El Club de las Excomulgadas Melea asintió con la cabeza. —Ya veo. Entonces, ¿cómo debemos vestimos entonces? —Eso es algo que tú no quieres saber—murmuró Kane abatida. George apunto hacia los sirvientes que rodeaban la mesa a una distancia. —Todos tenemos que ponernos la peluca empolvada esta víspera.

— ¡Es broma! —Me temo que no—murmuró Chester. —El Rey George III tiene un amor por la peluca. — ¿El Rey George III?—preguntó Melea. —Sí—confirmó Kane. — ¿Está loco?—preguntó incrédula Melea. —Sí—confirmó Lady Julia. —Eso explica lo de la peluca—murmuró Melea. Kane resopló su acuerdo. El conde puso una mano cansada a su frente. Iba a ser una noche larga. ***** Kane y Melea estaban reclinadas en uno de los carruajes de viaje Blackmore, ambas con su ceño fruncido de descontento. Kane estaba vestida con un hermoso vestido de seda de color azul con adornos de encaje negro y bordados delicados. El

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Melea echó un vistazo a los criados con uniforme y quedo boquiabierta.

vestido mostraba una amplia cantidad de pecho y abrazaba su cintura todavía acicalada. 2 47

El Club de las Excomulgadas Melea con uno rojo, el vestido carmesí sólo se veía aliviado por el cordón de encaje blanco. Al igual que Kane, su pecho estaba expuesto también, la cintura ceñida. En lo alto de sus dos cabezas se encontraban asentadas llamativamente pelucas empolvadas poco atractivas, que igualaban los rostros pintados llamativamente. Lo odiaban.

excursiones de las muchas compras de ellas con su suegra y comenzó a airear su rostro agitadamente. —Me gustaría que mi marido se diera prisa—ella murmuró. Melea entrecerró los ojos. — ¿Cuál es la diferencia? Si nos vamos ahora o en una hora nosotros todavía parecemos como diez clases de tontos. Kane chasqueó la lengua. —No creo que nos parecemos a tontos. Creo que nos vemos tan locos como el rey—ella murmuró, —pero no creo que parecemos tontos. —Muy bien—Melea permitió, —entonces parecemos tontos locos. Kane hizo una mueca, sin importarle reflexionar sobre la verdad detrás de esa afirmación. Le dio una palmadita en la rodilla a Melea, decidiendo que lo mejor sería poner su embarazo detrás de ellos. —No te ves tan mal. —Ella desvió la mirada no del todo capaz de hacer contacto visual con aquella mentira valiente. —Oh—preguntó Melea no creyendo su pretensión desmesurada ni por un

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Kane sacudió para abrir el abanico que había comprado durante una de sus

segundo Nero. 2 48

El Club de las Excomulgadas —En verdad—dijo Kane asintiendo con la cabeza, pero evitando la mirada de su mejor amiga. —Pues bien—Melea resopló sonriendo con malicia, —usted no se ven tan mal. Kane luego la miró a los ojos y frunció el ceño. —Usted no tiene que burlarse de mí. —No me estoy burlando de ti. Simplemente estoy dando el mismo elogio a tu

— ¡Muy bien!—Gritó Kane. — ¿Quieres que te lo diga? Melea agitó la mano con desdén, sin preocuparse más por explorar el tema. —No importa. — ¡Oh, no!—Kane sacudió la cabeza firmemente en negativa. —Vamos a tener la verdad. Vamos a decirlo. Melea resopló. — ¿Y qué verdad podría ser? ¿Que nos parecemos tontas? ¿Que tenemos el mismo aspecto enloquecido que un par de fugitivos con espuma en la boca escapadas del manicomio paseando por la ciudad más cercana? —No es eso—murmuró Kane. — ¿Que estas horribles pelucas nos parecen tan desagradables que ni siquiera un cíclope en la cima del celo desearía aparearse con nosotras? —No había pensado en eso. —Kane frunció el ceño. —Que nuestros rostros están tan pintados de blanco y rojo, por no hablar de esos estúpidos lunares falsos negros que cada una tiene en la mejilla, que podría

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trasero que el que tú me diste.

pasar por la actriz en aquella película antigua implantados en las células de 2 49

El Club de las Excomulgadas memoria de la inyección de datos—Melea entornó los ojos, tocando su mejilla con polvo y colorete, frunciendo los labios enrojecidos. — ¿Cuál era su nombre? Kane se encogió de hombros. —Mis células de memoria no recuerdan. El nombre del programa era Todo lo ocurrido para Baby Jane. —Así es—murmuró Melea. —Baby Jane.

situación compartida en lugar de ira. —Le puedo decir exactamente lo que pasó con Baby Jane—dijo ella entre dientes. — ¡Ella se volvió tan loca como nosotros nos vemos! La puerta del carruaje se abrió antes que Melea pudiera responder a esa demanda. Unos momentos más tarde, George se metió en el medio del transporte y se sentó junto a su esposa. Él dio un vistazo a su expresión desconcertada, luego entrecerró los ojos en un desafío silencioso, desafiándola a hacer comentarios sobre su peluca. Kane miró hacia otro lado, las comisuras de sus labios temblaban en contra su voluntad. Melea escudriño el traje del conde, sus relucientes botas negras, su pantalón y el chaleco atractivamente a su medida, con su peluca empolvada ridículamente llamativa. Ella también sintió la necesidad de mirar hacia otro lado. George cruzó los brazos sobre su pecho y miró a su esposa y su amiga. —Yo no me reiría si fuera una de ustedes. —Yo, uh, n-no me hace gracia, querido. George frunció el ceño a espaldas de su esposa.

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Kane fulminó con la mirada a su amiga, sin embargo con simpatía por su

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El Club de las Excomulgadas — ¿Ah, sí? ¿Entonces por qué sus hombros están temblando de arriba hacia abajo? ¿Usted tiene alguna enfermedad extraña de la que nunca he oído hablar? El movimiento de los hombros menguó algo. —Estoy un p…poco fría. — ¿A mediados de junio?

—Si no se ríen, gírese hacia mí. Ambas. La mujer respiró hondo, se estabilizó a sí misma contra la próxima batalla de alegría. Kane se volvió hacia él y luego Melea, ambas aparentemente compuestas. A continuación, la condesa hizo un error táctico grave, ella se atrevió a mirar la cara de su marido hasta la peluca blanca, sentada encima de su cabeza como un lugar de anidaje de algunas especies de aves trastornadas. Ella se echó a reír. Melea siguió su ejemplo. George suspiró, aplaudiendo con sus manos a la frente. Sintió que otra jaqueca se acercaba.

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—Sí.

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 29 George William Frederick Alexander Wyndom, el noveno conde de Blackmore y heredero del duque de Browning, se sintió como un tonto. Su esposa, muchacha insoportable logró verse deslumbrante, incluso con la cara pintada y el pelo empolvado del color de la nieve. Él, en cambio, creía que se veía tan torpe como se sentía.

que se hacía en lo que respecta al maquillaje de una persona hasta que terminaba viéndose como un pavo relleno de muchos colores. Y eso era precisamente como se sentía, cubierto sus seis pies cinco pulgadas de pavo real con el pelo blanco. Su pava real estaba incluso ahora bailando con el rey, mientras que él, su señor marido, se vio obligado a permanecer al margen intentando no derramar su copa de champán en el pie de Lady Trumdale con su peluca rosa empolvada. De hecho, si la mujer chiflada no sacaba el pelo de debajo de la nariz, consideraría el derramarla a propósito. George sacó su reloj de bolsillo de su chaleco y miró la hora. Su madre y Blake habían logrado escapar hacía más de una hora. Él quería hacer lo mismo. George suspiró con alivio cuando tomó en el tiempo, sabiendo que el rey estaba en disposición para tempranas horas y sin duda, deseaba retirarse pronto. Buscó a su esposa en la pista de baile, viéndola reír a carcajadas con algún comentario que Su Majestad acaba de hacer. Su pava real parecía estar disfrutando. —Aquí estás Blackmore. No pensé que te encontraría en esta multitud. George giró sobre sus talones y dio cara a cara con Alex. Él frunció el ceño —No quiero estar aquí, la verdad sea conocida. No hay opción al respecto. — Él se encogió de hombros sonriendo. —Usted sabe el modo de eso.

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Esto era por lo que nunca iba a los tribunales. Él no podía aguantar el alboroto

Alex soltó un bufido. 2 52

El Club de las Excomulgadas —Ah, sí, la forma de la llamada real. —Él se aclaró la garganta cuando hizo una exploración a fondo de la sala de baile. Con una voz que esperaba ser indiferente, preguntó por el paradero de Melea. — ¿Ella los acompañó a usted y a la condesa esta noche? —Sí que lo hizo. Por desgracia sí. El marqués levantó una ceja curiosa pero no dijo nada. George negó con la

—Ella y mi esposa ambas tuvieron que ser forzadas, manipuladas y de otra manera obligadas a ponerse sus pelucas empolvadas. Ambas la odian con pasión. —No puedo decir que las culpo—murmuró Alex. —Yo tampoco. —Desde que Kane señaló el hecho de que me parezco a un hombre que se ve de cien años terrestres cuando luzco la peluca, no he sido capaz de mirar a una absolutamente de la misma manera. George se rió, saludando a su mejor amigo, con su copa de champán. —Yo tampoco. El conde y el marqués fueron interrumpidos un momento más tarde, cuando la condesa en cuestión paseó hasta su lado. — ¡Saludos Alex!—Kane resplandeció. — ¡Te he extrañado terriblemente! ¿Dónde te has metido estas dos últimas semanas? Alex tomó la mano de Kane y le besó su palma castamente en señal de saludo. —Y yo la he echado de menos y al viejo aquí también. —Le guiñó un ojo con picardía cuando oyó gruñir a George. —He tenido algunos problemas con un par

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cabeza y sonrió.

de mis bienes que tenía que asistir inmediatamente—respondió en un tono más 2 53

El Club de las Excomulgadas serio. —Pero eso se acabó. Dime, —le preguntó suavemente mientras miraba por encima del hombro de la condesa, — ¿dónde está Melea? —Buscándote. Alex arqueó una ceja. — ¿Ah, sí? Me había dado la impresión que era el último hombre en la tierra que ella quería ver.

—Las impresiones pueden ser engañosas—respondió ella enigmáticamente. Alex sonrió. —Esperemos que sí. —Dime—interrumpió George poniendo su mano sobre el brazo de su esposa. — ¿Has disfrutado de tu baile con el rey? — ¡Sí!—Kane asintió con la cabeza arriba y hacia abajo con fuerza. —Loco o no, es bastante divertido en realidad. Y un gran bailarín. Me agotó, sí, lo hizo. George sonrió lascivamente, pensando en todas las formas en que él cansaría a su señora esposa esa noche. Kane se sonrojó conociendo esa sonrisa familiar muy bien. — ¡Oh!—Replicó ella recordando qué era lo que quería decirle a su marido. — Me olvidé mencionar lo que el rey me dijo. — ¿Qué fue eso? Ella se acercó más a George y a Alex bajando la voz hasta un susurro controlada.

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Kane sonrió cálidamente a él.

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El Club de las Excomulgadas —Su Majestad prohibió al Barón Montieth ir a la corte durante tres años como castigo por ofenderme. — ¿En serio?—Preguntó George satisfecho con la interferencia del rey. —Sí. — ¡Excelente!—Alex dio una palmadita en la espalda de George tan contento como el conde.

—Debí haberme dado cuenta antes de que Montieth había estado desterrado. — ¿Qué quieres decir?—preguntó Alex. Ella se encogió de hombros despectivamente. —No mucho. Es sólo que el Conde de Trent me dio una advertencia antes por la noche cuando bailamos. Debí haberme imaginado de qué se trataba. — ¿Una advertencia?—Replicó George. Kane meneó la cabeza afirmativamente. —Sí. Dijo que su hijo, el vizconde Freemont, estaba y cito textualmente ‘presente cuando Montieth había recibido su reprimenda’, y que su heredero insistió y cito ‘escuchó murmurar algo al barón algo acerca de exigir su venganza por el desaire’. —Ella levantó sus hombros y suspiró. —No me di cuenta de a qué se refería el conde hasta que el rey mencionó el destierro de Montieth. —Interesante—murmuró George. Cruzó sus brazos sobre su pecho y frunció el ceño ante nada en particular, su mente comenzó a surcar a través de la información que su esposa había pasado inocentemente. El hecho de que el vizconde Freemont había estado con el barón Montieth cuando fue castigado no tenía sentido para él.

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Kane recuperó el abanico de su bolso y comenzó a ventilarse a sí misma.

Y eso no le cayó bien a él tampoco. Había más en esta historia de lo que se veía. 2 55

El Club de las Excomulgadas Decidió que tendría que visitar al conde heredero de Trent antes que él y su esposa se dirigieran al campo al día siguiente. Kane, ajeno a lo que pasaba en la mente de su marido, tiró de la manga de su chaleco y sonrió. —Quiero salir a tomar aire. Este abanico no parece estar haciendo el truco. Él asintió con un movimiento.

—Seguro… —No—respondió Kane para él. Ella hizo un guiño al marqués, implorándole mirar detrás de él. Él lo hizo. —Ah—sonrió Alex. —No es mi pequeña arpía ahora. —Él la localizó cerca de la mesa de refrescos charlando con Lady Brimmel. El marqués se volvió hacia el conde y la condesa inclinó la cabeza cortésmente. — ¿Si me disculpan? George se rió entre dientes. —Pero, por supuesto. —Vamos, George, —se rió Kane. —Sabemos cuándo no nos quieren. — Arrastró a su marido fuera a las puertas del balcón. Alex se encaminó hacia Melea, tranquilo, como una pantera al acecho. Él podría fácilmente suponer que estaba creciendo su aburrimiento escuchando a Lady Brimmel charlar sobre algo. Sintió una sensación momentánea de simpatía por su pequeña bruja, al darse cuenta muy bien de lo mucho que a la vizcondesa le gustaba oír su propia voz, aunque era áspera.

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— ¿Le importaría a unirse a nosotros, Alex?

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El Club de las Excomulgadas Cuando se encontró con su presa, Alex arqueó una ceja desafiante hacia la mujer guerrera. Él inclinó la cabeza hacia la Lady Brimmel. —Buenas noches, mi lady. —Mi lord, —respondió Lady Brimmel, batiendo torpemente sus pestañas hacia él. —Si usted nos excusa a los dos—Alex anunció pomposamente, —creo que

—Él sonrió hacia ella esperando a que lo contradijera. Melea quería golpear la peluca empolvada de la cabeza del humanoide increíblemente guapo y arrogante. Si ella rechazaba su oferta, se quedaría atascada escuchando el aburrido traqueteo de Lady Brimmel sobre su refinada sensibilidad, cualquier cosa en la galaxia que fuera eso. Pero si estaba de acuerdo en caminar con él, ella temió que una cosa condujera a otra y... ¡Por las lunas de Nerón! ¡Las cosas a las que podría llevar a caminar! Lanzando la precaución al viento, Melea inclinó la cabeza para el marqués. —Sí. Yo creo que lo hice. —Ella puso su mano sobre su brazo y permitió que Alex la llevara a través de la palestra y hacia las puertas del balcón. —Por fin te tengo para mí, mi pequeña arpía—sopló Alex cerca de su oído mientras caminaban por las puertas y al aire de la noche. — ¿Ahora qué voy a hacer contigo?—Susurró con voz ronca. Melea tragó saliva. Podía pensar en una docena de cosas en su cabeza, ninguna de ellas puras, todas más seductoramente malvadas que la anterior. —Yo, eh, yo… Alex apretó su brazo eficazmente, silenciándola.

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Melea se ha comprometido a unirse a mí para dar un paseo por los jardines reales.

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El Club de las Excomulgadas —Me parece que sus palabras rara vez me complacen, mi pequeña bruja tentadora. Así que hagámonos ambos un favor y no hable. —Él tomó su ritmo, todo menos arrastrarla detrás de un arbusto aislado. Cuando llegaron a su destino, Melea se dio media vuelta y frunció el ceño hacia el marqués, con las manos en puños en sus caderas. — ¿Mis palabras rara vez le complacen?

su mano grande. — ¡Es lo que he dicho!—él susurró. Melea tragó de nuevo. — ¿Po…Por qué? Alex se rió entre dientes, moviendo la cabeza en alegría. —Como si fuera necesario responder a eso. Cuando usted no me estás evitando por completo—él la aleccionaba mientras cuando trazó con su dedo índice sobre el contorno de sus labios, —o estás conmigo o insistes en ofenderme. Melea cerró los ojos contra el placer. Ella no quería montar un hombre sin inocular. Bueno, ella quería montar, se corrigió mentalmente, pero era demasiado riesgo. —Ya veo—ella susurró con voz ronca. Como si su boca tuviera una mente propia, ella abrió los labios un poco y dibujó la punta de los dedos de Alex con su lengua. Ella lo succionó lentamente, insensiblemente, cuando ella abrió sus ojos leonados y miró a los verdes del marqués.

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Alex se inclinó más a la mujer guerrera. Trazó el contorno de su mandíbula con

Alex contuvo el aliento. Él cedió a la necesidad. 2 58

El Club de las Excomulgadas —Tú, mi pequeña arpía, —gruñó usando su otra mano para agarrar la parte de atrás de la cabeza—acabas de sellar tu destino. Él quitó su dedo de la boca de la mujer guerrera y lo reemplazó con su lengua. ***** George metió a su esposa dentro por la noche con la explicación de que tenía que visitar sus clubes y se reuniría con ella en su cama esa misma noche. Él le

Veinte minutos más tarde el conde de Blackmore salió de su carruaje en frente de White. Subió las escaleras y se abrió camino en el interior, sin perder el tiempo en admitir los “holas” que le habían sido enviados en el camino. Él encontró fácilmente al vizconde Freemont, el heredero del Conde de Trent, sentado solo y bebiendo oporto en su silla habitual. Él se acercó a él lentamente de manera estratégica. —James. Lord Freemont miró hacia arriba, un poco sorprendido al ver a su viejo rival de universidad de pie delante de él. Él se recuperó rápidamente, inclinando la cabeza en reconocimiento. —George. —Deseo hablar con usted. El Vizconde Freemont levantó una ceja arrogante. —No me puedo imaginar lo que usted y yo tendríamos que decirnos el uno al otro. George se reclinó en el asiento de al lado de James.

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imploró que no espera por él insistiendo en que el niño necesitaba descansar.

—Mucho, como yo lo veo. 2 59

El Club de las Excomulgadas James agitó su mano con arrogancia a través del aire. —Exprese su opinión entonces, hombre. El conde nunca había debido bailar en torno a un tema. Llegó directamente al grano. —Manténgase lejos de mi esposa. Lord Freemont cambió su peso en la silla. En las esquinas de su boca apareció

—Esa es la elección de la condesa. No tuya—agregó desafiante. George se dijo que no valía la pena pasar el resto de su vida en Newgate por matar a una bestia arrogante. Su esposa nunca le perdonaría. Sin embargo, sus manos estaban apretadas inconscientemente en puños como si se estuvieran preparadas para la batalla. —Kane no es Nina—él reiteró brevemente. —Ella nunca me traicionaría. El vizconde resopló, sacudiendo la cabeza con incredulidad ante la audacia del conde. —Como si Nina tuviera a cualquiera de los dos. —Oh, pero ella lo hizo. Muchas veces tengo que añadir. Y con usted, sin duda. La cabeza de James se disparó a esas palabras. Apretó los dientes en la irritación. —Yo nunca toqué ni una vez a Lady Nina. ¿Y cómo te atreves a difamar su buen nombre?—Él se bebió el resto de su oporto de un solo trago. — ¡Ella era buena y pura y se habría convertido en mi esposa si yo ya hubiese logrado tener éxito con mi padre antes de que su temporada terminara!

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una alegría sin humor.

George cruzó los brazos sobre su pecho. Él miró al vizconde. 2 60

El Club de las Excomulgadas —Así que fuiste tú—afirmó él suavemente. Lord Freemont negó con la cabeza, sin comprender la pregunta. — ¿Yo? El conde asintió con la cabeza. —Fuiste tú quien tomó su virginidad antes de que ella llegara a la cama

— ¿Cómo te atreves a insinuar tal cosa? ¡Y mucho menos acusarme de eso categóricamente! George arqueó una ceja formidable. — ¿Entonces usted lo niega? — ¡Por supuesto que lo niego!—James golpeo su vaso vacío sobre la mesa. — Yo quería casarme con la señora, no arruinarla. —Entonces las palabras del conde se hundieron. — ¿Ella no era…virgen?—Él preguntó incrédulo. George sacudió la cabeza negativamente. El Vizconde Freemont se echó a reír sin diversión. —Yo no lo creo—murmuró él. —Simplemente no lo creo. — ¿Que no cree usted? James sacudió la cabeza como para despejarse. —Todos estos años te he odiado por tomar lo que pensé que debería haber sido mío. —El frunció el ceño. —Nunca me di cuenta que todas sus mentiras sobre quererme eran simplemente eso, mentiras.

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matrimonial.

George carraspeó. 2 61

El Club de las Excomulgadas —Dudo que fuera una mentira. La mujer quería a todos los hombres. El vizconde hizo un sonido profundo de suspiro. Sus ojos de color marrón claros aceptaron al conde mientras reflexionaba sobre algo de importancia en su mente. Él tomó su decisión. —Entonces, supongo que realmente te debo una disculpa y a tu esposa también. —El inclinó la cabeza hacia el conde. —Por favor dígale lo mismo.

—Fuimos amigos una vez tú y yo. Rivales siempre, pero los amigos siguen siendo buenos. Siento mucho saber que fue a causa de Nina que ya no lo somos. James cerró los ojos ante la puñalada de pequeño dolor que no podía evitar sentir al recordar. —También yo—susurró él. —Más de lo que puedo decir. George le dio una palmada en el hombro. —No te preocupes sobre esto mucho. Ella fue un infierno de mentirosa, Nina. —Lo siento, George. —La culpa que sentía ahora por tratar de tomar a la actual condesa de Blackmore en la cama como venganza, era tan infructuosa como podría haber sido intolerable. —Por todo. El conde asintió a sabiendas. —Yo te creo, James. Los dos caballeros se volvieron pensativos en su silencio cuando un sirviente se apresuró a ofrecer a Lord Blackmore una copa de oporto. Cuando se marchó, James rompió el silencio.

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George asintió con la cabeza. Él estudió al vizconde con curiosidad.

— ¿Mi padre le advirtió sobre Montieth?

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El Club de las Excomulgadas George tomó un sorbo de su bebida entonces lo dejó a un lado. —Eso, en realidad es por lo que te busque esta noche. Yo no sabía que tú y el barón estaban en términos amistosos. —No estamos. —Entonces, ¿cómo fue eso que tú estabas cuando él fue desterrado de la corte de George?

que el conde tenía todo el derecho a sospechar de él después de tratar de seducir a Lady Kane. —Él no estaba conmigo, eso te puedo decir. —Él se encogió de hombros, agregando un aire de trivialidad a su historia. —El emisario del rey se reunió con Montieth en Tattersall. Yo sólo era uno entre al menos otros doce de la nobleza que escucharon la proclamación de Su Majestad. George asintió, con la cabeza, extrañamente aliviado por que un hombre al que había llamado una vez amigo no estaba aliado con el barón. —Su padre le dijo a mi esposa que Montieth juró venganza contra mí y los míos. ¿Es eso cierto? —Muy cierto. —James levantó su vaso para llevar el oporto a sus labios y bebió pensativamente. —Él te odia. Me refiero a realmente y verdaderamente te odia. ¿Tienes alguna idea de por qué? —Por supuesto. — ¿Ah, sí? —Por la misma razón que tú lo hiciste. Lady Nina.

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James rechazó la voz baja helada en las palabras de George a un lado, sabiendo

El vizconde de Freemont tenía los medios para eliminar a esa declaración. 2 63

El Club de las Excomulgadas —Yo no diría que alguna vez te he odiado—murmuró él. —No como eso. George lanzó un gruñido. —Donde usted era inocente, Montieth definitivamente no lo fue. James arqueó una ceja interrogativa. —No entiendo.

—El barón fue sin duda amante de Nina, después que nos casamos. Quizá incluso antes. —Él encogió sus hombros, ya no particularmente compasivo. — ¡Dios mío!—Exclamó James con los ojos abiertos. Y luego otro pensamiento vino a él. — ¿Cree usted que... es decir, crees que es posible que el barón...?—Él suspiró, sin saber cómo abordar el tema. George tomó un sorbo de su oporto. —Mató a Nina—él preguntó casi de manera casual. El vizconde asintió con la cabeza. —Me sorprende que usted no crea que lo hice. Todos los demás lo hacen. James se burlaba de las palabras del conde. —Pude haber creído que usted alejó a Nina de mí y yo podría haber considerado intentarlo, digamos, hasta alcanzar una pequeña puntuación, pero nunca creería los rumores de que Nina conoció su fin en sus manos. —Él quemó al conde con su mirada desafiándolo a decir lo contrario. George realmente le sonrió a su viejo amigo. Estaba contento más allá de la razón porque él nunca había considerado la idea.

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El conde suspiró.

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El Club de las Excomulgadas —Gracias, James. El vizconde inclinó la cabeza pero no dijo nada. —Supongo que es posible que Montieth la matara. —George bebió una porción significativa de su oporto, entonces suspiró al sentir la quemadura del curso de alcohol en su garganta. —A pesar de que en realidad nunca sabremos la respuesta a ese enigma.

—Sí. Todas las fallas de Nina fueron considerables, ella fue mi esposa. El conde y el vizconde hablaron de otros asuntos sin importancia durante unos minutos, alejándose por completo del tema de Nina y Montieth. Cuando George finalmente se disculpó y anunció que él tenía que salir a prepararse para el regreso de su familia al campo a la mañana siguiente, James se puso de pie y le dio una palmada en la espalda. —Me gustaría darle las gracias, George. — ¿Por qué? —Por perdonarme, a pesar de todo. George sonrió. —De nada. —Ah, y una cosa más. — ¿Sí? James se sonrojó a sus pies. Sus mejillas se tiñeron carmesí. —Por favor, extender mis disculpas a su señora esposa en mi nombre.

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—Una vergüenza.

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El Club de las Excomulgadas George cruzó los brazos sobre su pecho y consideró al vizconde en silencio durante un buen rato. Su viejo amigo ya no llevaba esa mirada vengativa y calculadora sobre él. —Yo te digo. ¿Por qué no hacerlas extensivas a ella tu mismo? La frente de James se arrugó sin entender. — ¿Y cómo puedo hacer eso? Usted me acaba de informar que ustedes dos se

George se rió entre dientes con su buen humor hacia Lord Freemont por fin restaurado. —Estamos dando una fiesta de fin de verano en el campo la primera semana de cosecha. —Él le dio una palmadita a su viejo amigo con firmeza en la espalda. — Ve. Sorprendido y humillado por la generosidad del conde, James dio su acuerdo. —Yo no me lo perderé por nada del mundo. George inclinó su cabeza cuando él mismo se encogió de hombros en su abrigo. —Que las diosas te bendigan, James. La cara de James se arrugó ridículamente. — ¿Eh? George sonrió como sorprendido por el sentimiento irreflexivo pronunciado por el vizconde. —Es la manera de decir adiós en la patria de mi esposa. Me temo que estoy cogiendo su fiebre desde que la oigo decirlo muy a menudo.

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están yendo para Blackmore en la mañana.

James se echó a reír atolondradamente. 2 66

El Club de las Excomulgadas

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—Entonces podrá la diosa bendecirte también.

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 30 —Madre Julia y Padre Chester se reunirán con nosotros en Blackmore la próxima semana. —Kane dirigió sus palabras hacia Melea que estaba sentada junto a ella pero fue respondida por su marido. —Pensé que ellos viajarían a sólo un día detrás de nosotros.

tener los vestidos hechos para mí, Melea y para ella. —Kane se abanicó con otro artilugio de encaje francés que compró al ir de compras en Londres con su suegra. —Ella quiere que nos veamos lo mejor posible para esa fiesta de la que somos los anfitriones. El coche de viaje Blackmore paseó a lo largo de las carreteras del campo, llevando a su grupo de cuatro. Alex se había decidido, después de besar a Melea en los jardines reales, sin duda, él deseaba acompañar a los Blackmores y a la mujer guerrera. De hecho, se les había informado que él no iba a dejar a su pequeña arpía escapar tan fácilmente de nuevo. Dicha arpía estaba incluso ahora batiendo el abanico que Lady Julia le había entregado bruscamente alrededor de su cara. —Por un ojo de nada de nada—se quejó Melea por lo menos la undécima vez en pocos minutos—aquí está más caliente que un burbujeo de manchas solares. Alex le sonrió a la mujer sentada enfrente de él en el carruaje. —Usted ha dicho eso ya, mi pequeña bruja. Melea frunció el ceño al exasperante marqués. —No tengo idea de lo que es una bruja, pero yo sospecho que no me importa

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—La vizcondesa cambió de opinión. Ella decidió quedarse otros tres días para

mucho la respuesta.

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El Club de las Excomulgadas —Una bruja—George le informó, muy ilusionado con su reacción, —es un regaño, mujer cruel. La mujer guerrera no lo defraudó. Ella levantó su abanico y golpeó a un marqués mudo en la cabeza. — ¡Ay!—Gritó él frotándose en un punto donde seguro se formaría una chichón. — ¿Que la poseyó para hacer eso?

—Ahora sé por qué me llama b… —Basta ya. —Kane les reprendió cuando ella cortó la mano a través del aire. — Ustedes han estado discutiendo durante los últimos tres días. ¡No puedo soportarlo un minuto más!—Ella atravesó a ambos con su mirada azul caliente. Alex y Melea carraspearon, ambos debidamente castigados. George sonrió. — ¡Y tú!—Desafió Kane sacudiendo su dedo amenazador a su marido. — ¿Yo?—Preguntó con inocencia ofendida señalando con su mano en las cercanías de su pecho. —Sí, —escupió ella fuera, con indignación. —Usted ha estado induciéndolos a la batalla desde la mañana que nosotros entramos en este artilugio infernal. ¡Usted va a parar en este instante! George cruzó los brazos sobre su formidable pecho y frunció el ceño a su propia arpía. — ¿Que va a hacerme?

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— ¡Yo estaba mostrándote lo cruel!

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El Club de las Excomulgadas Kane exclamó con indignación, al darse cuenta que se refiere a su incapacidad para entrenar debido a su embarazo. Ella manejó su abanico como un láser-c y golpeó a su imposible marido en la cabeza con ella. — ¡Yo!—Gritó ella. — ¡Yeeow!—se lamentó él cuando la parte de madera del condenado artefacto francés se puso en contacto con su cráneo.

frotándose la cabeza. —Se lo merecía, ¿verdad?—Melea preguntó a Kane. Si se refería a Alex o George, nadie estaba seguro. —Señora, —Dijo George, la vena en la sien haciendo tictac, —usted nunca golpee a tu señor marido, aga… Él bramó su indignación cuando el abanico de nuevo cayó sobre su persona. — ¿Tienes la necesidad de una buena nalgada?—Gritó él, arrancando el arma improvisada de la mano de ella. — ¿Unas nalgadas?—Kane gritó. — ¿Unas nalgadas?—Su cara roja de ira, llegó al piso del carro se quitó su zapato y golpeó a su marido cobarde sobre la cabeza de nuevo. — ¡Inténtelo y muere! La vena en la sien de George amenazó con hacer tictac fuera de su piel. Su rostro estaba manchado con púrpura con una furia mortalmente dirigida a su esposa. Alex estudió sus zapatos tratando desesperadamente de no reír. Melea nunca conocida por su forma sutil se echó a reír.

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—Duele, ¿verdad?—Masculló Alex todavía con el ceño fruncido a Melea y

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El Club de las Excomulgadas — ¡Eso es!—Se lamentó el conde con la considerable indignación que un hombre de su posición fácilmente podía convocar. — ¡Al diablo, ustedes me ha empujado demasiado lejos!—Él señaló con el dedo amenazador a las mujeres. — ¡Ambas serán enviadas a sus aposentos sin cenar esta tarde! Las mujeres dijeron jadeando que ninguna de ellas era capaz de creer que él infligiría un castigo de niños en ellas. — ¡Como el infierno lo haremos!—Gritó Kane en respuesta. — ¡Estoy

George negó con el dedo a su esposa recalcitrante, tartamudeando mientras buscaba otra manera de castigarla. — ¡Muy bien! ¡Entonces a su dormitorio con la cena! — ¡Yo no soy un niño! — ¡No puedo decir más! Kane se puso de pie y golpeó en la parte superior del carro, ordenando al conductor llevar la maldita caja sobre ruedas a su fin. —Señores, señores—reprendió Alex alzando la voz para hacerse oír por encima del estruendo: —Creo que todos deberíamos salir a tomar un poco de aire y usar el tiempo para calmarnos. Por una vez Melea estuvo de acuerdo con él. —Tienes razón. Entre el calor y el traqueteo arriba a abajo por lo peor del camino, es obvio que este viaje sin fin está llegando a todos nosotros. George se calmó mucho con la percepción de Melea. Era cierto. El calor era insoportable. Kane, un poco más tranquila, todavía humeante. Cuando un lacayo al fin abrió la puerta del coche, ella bajó del interior, pero se dio la vuelta para hacer

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embarazada recuerda!

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El Club de las Excomulgadas frente a su marido una vez más. —No puedo creer que me amenazó con castigos ridículos—apretó ella. El conde levantó una ceja, negligente. —Creo que cuando uno se comporta como un niño golpeando a su marido en la cabeza con objetos inanimados, se merece una reprimenda igual. — ¿Ah, sí?—Kane se burlaba de él, con sus manos posadas en sus caderas. —

Alex en estos últimos tres días hasta que discutieron lo suficiente como para llevarme al borde de la locura? George hizo una mueca sin importarle, en gran parte, tener las tablas de la razón y se volvió hacia él. Él frunció el ceño a su esposa, negándose a dar marcha atrás. — ¡Muy bien!—ella resopló sus sentimientos realmente heridos por lo que ella percibió como una trivialización de sus emociones. —No vemos ningún error en sus modos, como de costumbre. —Ella levanto la barbilla con altanería. —Voy a dar un paseo, que... que... frit-foo—Ella se volvió sobre sus talones y se alejó. George volvió a Melea. — ¿Qué diablos es un frit-foo? Melea se sonrojó, desviando la mirada hacia el suelo del coche. George apretó los dientes para enfurecerse. —Repito, ¿qué es un frit-foo? Melea se encogió de hombros mientras sus ojos se precipitaban hacia el conde. —Es un tipo de animal que se encuentran en el planeta Frebula.

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¿Y usted es tan maduro y crecido como para comenzar las peleas entre Melea y

— ¿Y?—Gritó George. 2 72

El Club de las Excomulgadas Ella se ruborizó. —Tiene cierta parte del hombre donde debería estar su frente. El gemido bramador de George William Frederick Alexander Wyndom, el noveno conde de Blackmore y heredero del duque de Browning, se podía oír desde tan lejos como alcanzaba la vista. Melea y Alex batieron las manos sobre sus oídos, ambos asustados por sufrir pérdidas de audición. Luego procedieron a seguir los

Kane se mantuvo firme, el mentón desafiante en forma arqueada, mientras miraba al frit-foo de su marido ir hacia ella. Él tenía un aspecto magnífico cuando estaba indignado, pensó malhumorada. Por alguna razón, ese hecho sólo la molestó más. — ¡No voy a pedir perdón!—Le informó ella presintiéndolo llegar a su lado y se elevó sobre ella. — ¡Cuando diantres parará usted esto!—Gritó Alex mientras él y Melea se unieron a ellos. —En realidad, —Melea dio una conferencia, — ¡esto va demasiado lejos! George escatimó un momento para disparar una mirada de advertencia. —Cuando ella se disculpe, —él anunció con la mayor calma posible, la mandíbula rígida, —esto se acabará. Kane puso sus ojos en blanco hasta las galaxias. —No contenga su respiración. — ¿En serio?—Respondió George con frialdad. —Quizá usted todavía necesita un par de nalgadas, ¿eh?

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talones de George mientras saltaba del coche y pisoteaba fuera, hacia su esposa.

Kane negó con la cabeza por la irritación e incredulidad. 2 73

El Club de las Excomulgadas —No puedo creerlo—murmuró ella, con su mirada a la deriva en el suelo. Ella volvió a mirar a su marido y agitó un dedo hacía él. —Creo que… Ella se detuvo. Los ojos muy abiertos, ella disparó su mirada hacia el suelo. —Por las diosas—ella respiraba respetuosamente. —Kane, ¿qué pasa?—Exigió George. Temía que toda la lucha le había hecho enfermarse. —Lo siento, mi amor, por todo. Nunca debí haber incitado a luchar a

Alex cruzó sus brazos sobre su pecho y frunció el ceño. Él no había tenido idea que sus acciones habían sido manipuladas. Ajeno a todo, excepto a Kane, George tomó la barbilla de su esposa e inclinó su boca hacia arriba para examinarla. — ¿Estás bien? Había lágrimas en sus ojos. George no sabía qué hacer con eso. Y luego ella se echó a reír alegremente, triunfalmente, y realmente no sabía qué hacer con eso. — ¿Qué diablos es tan gracioso?—preguntó él, su mano cayendo de nuevo a su lado. Kane echó los brazos al cielo y se echó a reír mientras se daba vueltas y vueltas en un círculo vertiginoso. Alex y Melea la miraron con curiosidad. El embarazo debía hacerla tonta. —Uh, Kane querida—Melea farfulló— ¿qué estás haciendo exactamente? Kane sonrió brillantemente a su público perplejo. Ella agitó sus manos alrededor de ella, abarcando el campo en el que todos estaban.

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nuestros amigos como una manera de pasar el tiempo.

— ¡Mira a tu alrededor, Melea!—ella gritó eufóricamente. — ¡Mira a tu alrededor y dime lo que ves! 2 74

El Club de las Excomulgadas Melea lo hizo y se quedó sin aliento cuando el reconocimiento la golpeó. —Por las lunas de Júpiter—murmuró ella impresionada a pesar de sí misma. George puso sus puños en sus caderas, indignado, los músculos de sus bíceps se flexionaron visibles debajo de su chaleco. — ¿Podría alguien decirme exactamente qué demonios que está pasando? —En realidad—Alex secundó. —Los demonios de ustedes se están

Kane arrancó una flor de la hierba sobre la que ella se paró. Ella lo levantó para encontrar la atención de su esposo y sonrió cálidamente a él. —Esto—le informó ella—es el kabitross. Alex y George miraron a la flor y luego el uno al otro. — ¿Diente de león?—Gritaron al unísono. — ¿Es así como se llama?—Preguntó Kane. —Sí—respondieron al unísono. —Diente de león—anunció Alex, —viene de la palabra Francesa antigua ‘dentdelion’ o ‘diente de león’. Ella sonrió. —Mi gente no sabe lo que son los leones. Por lo tanto, para nosotros, siempre será el kabitross. George encontró su sentido del humor por primera vez en muchos minutos. Sonrió a su esposa.

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comportando de un modo extraño.

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El Club de las Excomulgadas — ¿Usted me quiere decir que esto es realmente lo que usted ha estado buscando todo este tiempo? ¿Esta mala hierba salvaje problemática? Ella asintió con la cabeza vigorosamente. George echó la cabeza hacia atrás y se rió. ***** Kane y Melea expusieron sus planes durante todo el camino de regreso a

las plantas kabitross estarían en plena floración y por lo tanto fáciles de encontrar por todo el campo en esta época del año, la nueva misión de las mujeres era reunir la mayor cantidad de bellezas para salvar tantas vidas como fuera posible. En concreto, las cabezas frágiles, ondulantes, de las flores necesarias para ser conservadas. Kane rodó el tallo de la kabitross adelante y atrás entre sus manos mientras lo observaba. Empujó la flor hacia George y Alex, señalando la parte que era tan crucial para salvar a su pueblo del BV-5. Sentado del otro lado en el coche de viaje Blackmore, los caballeros se inclinaron más cerca para tener una mejor visión. — ¿Ves cómo de tenue es la cabeza?—preguntó ella. Ellos asintieron. —La cabeza contiene las semillas que dan vida a la flor, razón por la cual se reproduce en su tierra con tanta rapidez. Las semillas son transportadas por los vientos y se arrastran por todo el campo, haciendo que la frágil flor crezca prolíficamente. — ¿Qué pasa con las semillas que les hace capaces de curar esta enfermedad que ha mencionado?—preguntó Alex realmente intrigado. —Nunca me di cuenta que una semilla salvaje podía ejercer tanto poder— murmuró George.

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Blackmore. Después, habiendo sido asegurado por ambos, el conde y marqués, que

Kane sonrió. 2 76

El Club de las Excomulgadas —Increíble, ¿verdad? —Para responder a su pregunta, —cortó Melea, dirigiendo su mirada hacia Alex, —Kane me dijo que las semillas contienen potentes sanadores. Los sanadores, lamentablemente, las máquinas no eran lo suficientemente sofisticadas como para leer hasta mucho después de este diente de león, este kabitross, fue dado por extinta en las dos últimas guerras mundiales.

—Es una lástima. —Sí—. Kane dijo suspirando su desesperación. Dirigió su mirada hacia George y Alex. —Ustedes dos dan por sentado como que todo siempre estará, mientras nuestra gente vive, sin darse cuenta plenamente de lo que han perdido. —Neptuno, maldita guerra—murmuró Melea. Su expresión se volvió pensativa. —Es por eso que me convertí en una guerrera. Para erradicar cualquier signo de hombres hambrientos de poder, con proyectos de dominación galáctica antes de que reúnan a un séquito de discípulos lo suficientemente grande como para llevarlo a cabo. George y Alex se sonrojaron en lo que a eso se refería. Su comentario golpeó demasiado cerca de casa ya que los pensamientos de ambos se dirigieron a los problemas que Inglaterra tenía con sus colonias. —No veo nada de malo en Gran Bretaña conquistando el mundo—balbuceó Alex su mentón sobresalía y se inclinaba hacia arriba. —De hecho, nuestra forma de vida es superior. Kane meneó la cabeza con aire taciturno. —Si usted viera mi tierra y de Melea, teniendo en cuenta que desde la tierra que dio como resultado esa misma lógica, no estaría de acuerdo con esa declaración,

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George sacudió la cabeza con resignación.

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El Club de las Excomulgadas Alex. Usted ya no pensaría que valió la pena el precio que pagado por su descendencia. Un mal presentimiento se apoderó de George. — ¿Qué quieres decir?—él preguntó vacilante. Kane y Melea se miraron una a la otra. Al encogerse Melea, Kane contó a los señores todo lo que debían saber. Señaló el campo fuera de la ventana del carro.

gloria de la naturaleza? Ellos murmuraron algo ininteligible. Kane suspiró. —A unos cientos de años a partir de ahora las devastadoras guerras vendrán. Las guerras que se derivan de su forma de pensar—ella añadió frunciendo el ceño a Alex. Él se retorció en su asiento. — ¿Cuál es el resultado?—Le preguntó a George en voz baja. —Se ha ido—dijo Kane sin inflexiones. Agitó una mano significativa hacia el mundo exterior del carruaje. —Todo eso. Se ha ido. Alex contuvo el aliento. — ¿Todo eso? —Sí. Un silencio cargado engulló el coche Blackmore. El conde y el marqués parecían perdidos en sus propios pensamientos. George se pasó una mano asediado

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— ¿Ves esos árboles por ahí? ¿Ves a los animales, las hierbas, las flores? ¿Ves la

concisamente por el pelo. 2 78

El Club de las Excomulgadas — ¿Hay alguna manera de parar esto?—él preguntó esperanzado. Lamentablemente, Kane negó con la cabeza. —La gente de nuestro mundo tiene dos puntos de vista diferentes de la vida, George. Los caminos de este mundo no se verán alterados sólo por lo que en este coche creemos. — ¿Qué quieres decir?—Alex le preguntó con desesperación. — ¿Cuál es el

Melea se encogió de hombros. —La gente de vuestro mundo tiene tiempos de paz en que podrán reunir los recursos necesarios para sumergirse de nuevo en una guerra. Los hombres de nuestro tiempo van a la guerra sólo para que tengan paz—. Ella sonrió sin humor. —Estos dos puntos de vista de la vida nunca pueden justificarse. Como una predicción ominosa, como una visión de la mujer guerrera, los hombres entendieron su punto de vista como válido. George respiró profundamente mientras estudiaba el perfil de su esposa. —Cuando usted me dijo que necesitaba llegar a este momento porque la KAB…, es decir, el diente de león, se había extinguido en el suyo, no tenía ni idea que todo había sufrido un destino similar. Kane resopló. —La situación es tan mala en 2429 que las personas se ven obligadas a habitar en colonias hechas de biosferas sintéticas. —Los árboles son importados de planetas como la Tierra y nos impiden ser completamente dependiente de las máquinas para respirar—expuso Melea. — ¿Por qué nos tomamos la molestia si está más allá de nosotros?—murmuró

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concepto de puntos de vista de la vida?

Kane. —No es que podríamos continuar sin las máquinas. Aunque los árboles 2 79

El Club de las Excomulgadas ayudan de alguna manera, necesitamos las máquinas para que nos protejan del sol—Ella tomó nota del aspecto creciente de horror en los rostros de los caballeros y la atrajo hacia su discurso a su fin. —No importa. George soltó el aliento que había estado conteniendo durante el último minuto. —Doy las gracias, querida. Mi constitución de caballero puede tomar, pero tanto menos un relato—. Él golpeó las puntas de sus dedos en el asiento vacío del cojín entre Alex y él. —Usted me puede contar algunas historias más horribles

El carruaje vagó por los caminos rurales por otras dos horas antes de finalmente llegar a su parada en frente de la mansión Blackmore. Kane y Melea bajaron del coche, con sonrisas de oreja a oreja envolviendo sus rostros mientras respiraban el aire fresco del campo. George y Alex vieron a sus mujeres, avergonzados porque nunca se habían tomado el tiempo para hacer lo mismo. Se miraron unos a otros a sabiendas. Entonces respiraron.

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cuando me haya recuperado totalmente de ésta.

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 31 —Estoy feliz de estar finalmente al servicio de ustedes después de todos estos largos los meses, señora. —Bessy desabrochó la parte trasera del vestido de viaje de Kane con creciente agitación. —De hecho—insistía ella, —Nunca he tenido un trabajo tan fácil como doncella de una señora que no escoja llevar a su criada por la ciudad con ella. —Bessy sacudió la cabeza con disgusto. —Veo el camino de ahora, señora. No tengas miedo—ella husmeó—debéis tener una doncella de lujo mientras

Ella lanzó vestido de Kane y colocó sus manos en puños cerrados a los costados. Kane se dio vuelta para enfrentarla. — ¿Huh? Bessy se enderezó, metiendo la barbilla hacia arriba, indignada. —Usted me iba a emplear para ser su criada, señora, pero criada de una señora que viaja con su ama en todo momento. —Ella situó el labio inferior delgado ligeramente hacia afuera. —Yo sé que no tengo toda la sofisticación de las criadas en Londres, señora. —Su mirada vaciló. —Pero pensé que me habéis querido—le susurró en voz baja. A pesar de que todavía a veces tenía problemas para entender el inglés de las personas criadas en las clases menos favorecidas de 1776, la comprensión de pronto amaneció. Kane había herido los sentimientos de la chica sin darse cuenta. Ella se sintió de inmediato arrepentida. —Oh, Bessy. —Ella sacudió la cabeza con tristeza. —Me tiene que perdonar. Usted sabe que yo no soy de Inglaterra, por lo que no siempre entiendo la manera de las cosas. —Ella tomó la mano de la niña y la apretó suavemente. —A partir de ahora viajará conmigo siempre. Lo juro por las lunas de Júpiter.

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estáis en Londres.

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El Club de las Excomulgadas Bessy arrugó los ojos hacia arriba, no teniendo la menor idea de lo que ese asunto de Júpiter era. Una cosa era claramente evidente, sin embargo: ella realmente era una doncella de pleno derecho, honesta, bondadosa con la condesa. Ella sonrió brillantemente, deseando llegar a la aldea para decírselo a su papá en este mismo momento. —Gracias a usted, señora. ¡Muchas gracias siempre a usted!

—Soy yo quien debería darte las gracias. —Trató de pensar en una manera de compensar el desaire que ella sin darse cuenta le había dado a la chica, luego sonrió a su brillantez, cuando un rayo golpeó una idea. —A decir verdad, tú eres la mejor doncella de una dama que he encontrado. Así que bueno—ella continuó, —que te estoy dando un aumento en tus salarios. Bessy abrió los ojos como platos. Ella abrió la boca. — ¿Un aumento de sueldo? Kane pensó en su replicador incorporado en su láser c. Incluso si George no podía pagar la cuenta, pero ella sabía que él podría fácilmente, ella tenía los medios necesarios para reproducir todo el dinero que quería. —Sí—ella insistió. —A partir de hoy, su salario ha sido duplicado. —Ella asintió con firmeza, subrayando la convicción de sus palabras. Bessy palideció. — ¿D… doble, señora? —Sí. —Está bromeando—murmuró. Ella miró a Kane, esbozó una sonrisa, se agarró su pecho, y el frío se filtró fuera.

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Kane le acarició la mano.

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El Club de las Excomulgadas ***** Aron MacAllister había venido a Inglaterra en busca de trabajo estable. La vida en las tierras altas fue accidentada en el mejor de esos días y francamente empobrecida en el peor. Él había visto la desolación crecer a medida que los miembros del clan con lo que él había crecido toda su vida viendo cómo se volvieron el uno del otro, incluso en su propia familia, tratando de simplemente mantener la comida en la boca. Eso era como ver animales hambrientos pelear por

Aron no podía soportar ver a nadie más. Así que hizo lo que cualquier hombre sensato, con una familia que alimentar haría. Tomó a su nueva novia y se marchó de Escocia. En Blackmore, Aron había encontrado lo que había buscado. El trabajo que se necesitaba alguna vez, el ingreso era justo y sin duda más que la miseria que la mayoría de los ingleses pagaban y la forma de vida era buena. Todo pensó, debería prosperar. Sin embargo, él no lo estaba. Por supuesto, Aron no había esperado que la mujer que había amado al máximo con todo su corazón lo abandonara con los cinco hijos que había parido para irse con un actor. En especial, no había anticipado que María limpiara las arcas de la familia antes de escaparse a Dios sólo sabe dónde, dejando atrás a su familia destrozada para recoger los pedazos. Sus dos hijos mayores, William y Hamish, eran ahora agricultores con sus propias familias de quienes ocuparse. Su niña mayor Bessy todavía vivía en su casa, pero ella había tomado un trabajo de limpieza en la casa grande en su duodécimo cumpleaños, así que no era una carga. Su dos más pequeñas, Megan y Francy, eran una historia completamente diferente. A los dieciséis años, Megan tenía edad suficiente para encontrar trabajo, pero no había podido conseguir ninguno. La casona tenía todos los funcionarios que

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los huesos.

necesitaba y ella era demasiado joven para ir a las ciudades a buscar trabajo por su 2 83

El Club de las Excomulgadas cuenta. A los siete, Francy era demasiado joven para trabajar en todo excepto en el hogar. Y ahora, después de haber sido enviada la notificación de que la mujer que los había abandonado a él y a sus hijos hace muchos años, había muerto, Aron se había casado con la buena viuda Alice. Alice había dado a luz a sus pequeños hijos gemelos, Michael y Dugald, hacía quince días.

Aron escuchaba con un oído a las conversaciones que tenían lugar en torno a él. Compartió el suelo común con otras familias, porque los hombres trabajaban en los campos juntos todos los días. Jack Turgot, ahora cultivaba la tierra al lado de él, se imaginaba enamorando con su novia Bessy. Al conocer las líneas precarias de la situación financiera en la familia MacAllister se encontraba, la madre pomposa, del prepotente Jack, se negó a dejar a su hijo hacer una oferta por la mano de su chica. La incapacidad de Aron para ofrecer nada en absoluto en forma de una dote para su hija le pegó con fuerza. No es que él nunca hubiera dejado por tantos años a la bruja Turgot creer que su sangre era mucho mejor que la de la familia de los escoceses. — ¡Papá! Aron levantó la vista de su trabajo con el sonido de la voz dulce, familiar. Usando su azada para soportar su peso, sonrió cálidamente a su hija al ver a su Bessy atravesar con entusiasmo corriendo los campos hacia él. No escapó a su atención que Jack Turgot estaba mirando lo mismo fijamente. —Buen día mi niña Bessy. ¿Por qué no estás trabajando? Bessy corrió a su lado, toda sonriente, parando justo delante de él. Echó un vistazo rápido a Jack, se sonrojó por su falta de camisa, luego se volvió hacia su padre. Ella había notado que los otros cuatro agricultores que trabajan con su papá

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No sabía lo que iba a hacer.

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El Club de las Excomulgadas y Jack estaban esperando para oír lo que tenía que decir. Bueno, pues no veía la hora de contar todo a ellos. —La condesa me dio el resto del día libre por todo mi duro trabajo—ella dijo, el orgullo haciendo erguir su espalda como un palo. Aron le guiñó un ojo a su hija. —Eso es bueno pequeña. Y tú lo mereces, pequeña niña Bessy.

como había hecho siempre. —Papá, tengo mucho más para que usted sepa. Aron arqueó una ceja. Bessy sonrió. —Milady me dijo este mismo día que yo voy a ser su doncella. —Ella levantó la barbilla en una mueca arrogante. James Barrett cortó a través de sus dientes. — ¿Tú la doncella de una dama, de la condesa, niña Bessy? Aron sonrió con orgullo. Él alborotó el pelo en la cabeza de su hija con el afecto amoroso. —No me digas. Bessy asintió con la cabeza de arriba y abajo de manera enfática. —Y eso no todo, papá. — ¿Ah, sí? —Sí—. Ella sonrió. — ¡La condesa me duplico el salario!

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Bessy sonrió de oreja a oreja. Ella disfrutaba de la alabanza de su padre, tal

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El Club de las Excomulgadas Jack y los otros agricultores aspiraron fuerte. Aron se sentía mareado. Era la buena fortuna que muchos esperaban. — ¿D… doble? Bessy echó la cabeza hacia atrás y se rió. Ella saltó a los brazos de su padre y lo abrazó fuertemente. Después que se echó hacia atrás, ella le dijo el resto. —Y lo que es más, me dio una cámara propia en la casa grande—. Ella agitó

La cara de Aron se dividió en una sonrisa de oreja a oreja. — ¿Más grande que la casa de campo? —Sí—. Ella levanto su barbilla en otra muesca. —Y lo que es más, ella me dijo que yo venga al pueblo y recoja a mi hermana Megan. Megan será la doncella de la mejor amiga de la condesa casi con el mismo salario que yo. Aron sacudió la cabeza con incredulidad ante la buena fortuna de su familia. — ¿Cómo os arregló esto, mi niña Bessy? Bessy se irguió tan majestuosamente que Aron temía que su espina dorsal se rompiera por la tensión de la misma. —Ella dijo que soy la mejor doncella de una dama que jamás encontró. Aron asintió con la cabeza. Un padre no podría estar más orgulloso. Lanzó una mirada significativa hacia el padre de Jack de Turgot, Marshall. —No me digas—él dijo en voz baja.

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los brazos dramáticamente. —Más grande incluso que la casa, papá.

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 32 Al final del verano, George estaba poderosamente aburrido del diente de león. Dientes de león se empacaron en bolsas cerradas y se almacenaron en diez diferentes cámaras dentro de la finca. Incluso después de más de cuatro meses de embarazo, su esposa siguió estando de caza, recogió y empaquetó las flores desde la mañana hasta la noche. Oh, él siempre se aseguró que Bessy mantuviera un ojo en su señora, nunca permitiéndole hacer algo más que una mujer encinta debía tratar

Los siervos se habían dado cuenta de la predilección de la condesa hacia el diente de león de inmediato. En efecto, Lady Blackmore vagando sobre las praderas recogiendo flores con Melea, Bessy, y Megan en el carruaje, era ahora una vista común de los habitantes del pueblo. Ella nunca mostró interés en cualquier flor salvo el diente de león, y los aldeanos querían complacer a la señora en todo lo que podían. Y luego estaban los regalos traídos desde el pueblo a la propiedad a diario. Sopas de diente de león en el almuerzo, los vinos de diente de león en la cena, y las muñecas de diente de león para el aún no nacido heredero en caso de que Kane tuviera una niña, obviamente, porque él se negó a convertir a su hijo en una niña. Había dientes de león en todas partes. Lo estaba volviendo loco. George levantó la vista de su tarta de diente de león y frunció el ceño a través del comedor a su esposa. — ¿Cuántas más flores debes recoger? Kane empujó la corona de diente de león que la pequeña Jamie McClure había hecho para ella de sus ojos y de nuevo a su lugar de reposo original alrededor de su frente. —Mañana es el último día. —Sonriendo, ella levantó su vaso de aguamiel de diente de león con especias y saludó a Melea con él. —Por una misión casi

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de hacer, pero aún le preocupaba.

cumplida. 2 87

El Club de las Excomulgadas Melea levantó su vaso de cerveza de diente de león en respuesta, con una sonrisa victoriosa. —Es difícil creer que ya casi terminamos. Lady Julia se rió entre dientes. —Me atrevería a decir que es una buena cosa que usted terminara a tiempo para preparar la fiesta de la noche de Sen11 ahí.

—Estoy de acuerdo, señora. No sirve de nada tener a las damas y caballeros de la alta sociedad pensando que nos hemos vuelto tan tontos con los dientes de león como el rey con las pelucas empolvadas. Chester sujetó su monóculo para estudiar la mezcla en el plato, que parecía sospechosamente como el queso de diente de león. Hizo una mueca, decidiendo que era mejor no cuestionar hasta qué punto tal monstruosidad se había hecho en primer lugar. Miró hacia arriba, echando un vistazo a su hijastro a través del monóculo. —Un caballero sólo puede esperar que el menú será un tópico más tentador en la velada que lo que en la de hoy se incluye. George frunció el ceño. Él apuñaló su tenedor en su tarta de diente de león, dividiéndola en dos mitades. Él no dijo nada. Alex carraspeó. —No hemos tenido un bocado decente que comer por aquí por más de un mes. Estoy harto de estos endemoniados manjares de diente de león. Kane dejó su vaso sobre la mesa y miró a los caballeros en la habitación, a su vez. 11

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George lanzó un gruñido.

Tipo de festividad al fin de la temporada londinense.

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El Club de las Excomulgadas —Los tres son terribles—los regañó. —La gente de esta aldea trabajó duro para poner los platos en la mesa y todo lo que podemos hacer es quejarnos como niños mimados. Melea resopló su acuerdo. Lady Julia golpeó una mano elegante sobre su boca riendo. Alex y Chester se quejaron, pero no se burlaron de la condesa. George levantó una ceja negra en desafío.

rompiendo el ayuno, yo espero no oír quejas sobre el diente de león con huevos revueltos. Kane visiblemente hizo una mueca. —Eso es diferente—ella murmuró. —Oh—él preguntó con incredulidad. — ¿Cómo es eso? Ella cruzó sus brazos sobre su pecho y fulminó con la mirada a su marido. —Debido a que eso es horrible. ***** El último de los kabitross fue recogido y sellado al día siguiente. Una hora después, Kane y Melea contactaron a Linder y le informaron que la misión estaba completa y que Melea se prepararía para el transporte de vuelta a 2429 por la mañana luego de la fiesta en la casa de Blackmore. A pesar de que muchos de los invitados programados para asistir se alojarían por una semana o más, ya que iban a viajar por una gran distancia para llegar en primer lugar, George les había asegurado a las mujeres que la mayoría de ellos saldrían después de la tercera noche. Melea podía transportarse en la cuarta mañana. En la víspera antes de que los invitados estaban programados para llegar, Kane

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—Muy bien, querida. Entonces a la mañana siguiente mientras usted está

y Melea tomaron una caminata por los jardines de campo Blackmore. Al igual que 2 89

El Club de las Excomulgadas en Londres, el ambiente proporcionado por los árboles y las flores perfumadas deliciosamente fue demasiado como para dejarlo pasar. Cuando las mujeres llegaron a un banco de piedra tallada en el centro de los jardines palaciegos, Kane las llevó a detenerse y le pidió a Melea tomar un asiento. Melea sonrió. — ¿Cansándose cada vez más estos días?

su mejor amiga. La sonrisa de Melea flaqueó. — ¿Qué es Kane? ¡Por los sistemas estelares benditos, por favor, no dejes nada nuevo en mi regazo! Tienes una mala tendencia últimamente para pedirme que vaya caminando con usted cada vez que deseas dar una noticia terrible. Los labios de Kane se encogieron con ironía. Ella tuvo que sonreír, si aunque sea un poco, por cierto. —No. No hay noticias aterradoras. Yo sólo. Yo sólo... —Ella miró hacia otro lado con un suspiro. — ¿Qué? —No quiero que te vayas, Melea. Me gustaría que reconsiderases quedarse. Melea respiró profundo, dramática. — ¿Qué haría yo aquí, Kane?—Ella se encogió de hombros. —No sería suficiente para mí para ser una esposa. Tengo que hacer una diferencia en cualquier mundo que vivamos. —Me parece que nuestra presencia aquí marca la diferencia.

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Kane no le devolvió la sonrisa, o incluso no trató de menospreciar la broma de

— ¿Cómo es eso? 2 90

El Club de las Excomulgadas Kane tomó un momento de silencio, estableciéndose para tratar de poner en palabras lo que sentía. No era fácil. Como le había dicho a su marido en varias ocasiones, ella era una botánica, no un poeta. —Este es un mundo donde las mujeres tienen pocos derechos. Sin embargo, aquí estoy, practicando mis artes de curación entre los aldeanos diariamente. De hecho, ahora preguntan por mí antes de ir a un médico masculino, a pesar de que ha estado firmemente arraigado en ellos que los curanderos mujeres son útiles para nada, salvo partos. Cada vez que curo un dolor de cabeza, cada vez que invento

que estoy haciendo una diferencia. Estoy ayudando a llevar a cabo los mismos cambios que eventualmente den a las mujeres importancia en esta sociedad. Melea asintió con la cabeza, pensativa. Ella no dijo nada. —Y tú, —siguió presionado Kane—eres una mujer guerrera. Es cierto que la gran mayoría de la gente en este tiempo nunca aceptaría una mujer luchadora, sin embargo, luchar por una causa que no aceptas, así que ¿por qué te debería importar?—Ella agitó su mano en el aire en un gesto desdeñoso. —A mí me parece, Melea, que tienes el poder dentro de ti para encontrar tu propio camino. Como esposa de Alex, tan irritante cómo es eso, ya que una mujer sólo puede ejercer el poder a través de su posición en la vida de un hombre aquí, el hecho es que el poder aún sería tuyo. Puedes usar ese poder para realizar la esperanza. Utilice esta posición para lograr un cambio en el corazón en estas personas. Ella miró a los ojos de Melea y sonrió con tristeza. —En 2429 nos sentamos atrás y dan por sentado todos los beneficios que se produjeron a través de años de sangre, sudor y lágrimas de las primeras mujeres guerreras como las sufragistas y las reformistas de educación, o las feministas que están por venir. A mí me parece un honor, no una desgracia o incluso una cuestión de ‘escenario’, convertirse en una de ellas.

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una poción que aligera a un anciano del dolor en los huesos causada por la vejez, sé

2 91

El Club de las Excomulgadas Melea inclinó la cabeza, pensativa. No había palabras que pudieran ser más ciertas, o, lo suficientemente extrañas, más poéticas. Eso le dio mucho que considerar. —Puedo entender lo que dices, Kane. —Ella sonrió cálidamente a su mejor amiga, acariciándola cariñosamente en la rodilla. —Por favor, dame tiempo para pensar sobre el asunto más a fondo—preguntó en voz baja.

— ¿Sí? —Usted está programada para salir en menos de una semana. Piensa con rapidez.

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—Tómate todo el tiempo que necesites. Pero tenga en cuenta una cosa.

2 92

El Club de las Excomulgadas Capítulo 33 Charlotte no podía quitar su mirada de George. El conde era en lo único que había sido capaz de pensar por más de dos años, desde el momento en que había roto su relación. Incluso cuando él había puesto fin a su relación, ella siempre había supuesto que Blackmore volvería a ella.

Quizá era porque el conde era un hombre, y los hombres, casados o no, finalmente se desviaban de nuevo a quienquiera que fuese que le daban sus placeres. Quizá era porque George era el único de sus clientes que alguna vez la había hecho sentir respetable, como si importara. Como si ella fuera una persona y no sólo un cuerpo. Charlotte suspiró. Con la excepción de ese desafortunado incidente en el baile de Emory, el conde nunca le mostró siquiera una pizca de temperamento. Él siempre se mostraba bondadoso, generoso, y compasivo excesivamente. Y ella tenía que tenerlo de vuelta. No importa lo que hiciera falta, ella lo necesitaba. Charlotte no sintió el más mínimo remordimiento de culpa asaltarla, una vez que tomó su decisión. Ella rápidamente lo dejó de lado, asegurándose a sí misma que era lo mejor para ella y George a largo plazo. Ella podría ayudar al caballero, como él había pedido hacer cuando él había accedido a meterla en las mismas fiestas que George había estado asistiendo. Ella ahora haría lo que él le pedía. Y ella recuperaría al conde. Charlotte tomó su bolso de la silla en mal estado proporcionada por la posada y

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Quizá era debido a que su vida sexual había sido tan agradable.

se dirigió hacia las puertas. 2 93

El Club de las Excomulgadas Capítulo 34 La primera fiesta hecha por Kane en su casa, en su debut como la Condesa de Blackmore, fue un éxito rotundo. La mansión de la finca, estaba llena a rebosar de personas nobles y sus séquitos. No había recámara en la que no se hablara en toda la casa. Desde el Duque al Barón, duquesa a la Baronesa, ellos estaban todos aquí. Y, lo que es más, estaban teniendo un rato magnifico.

puedo recordar la última vez que me he reído tanto. —La condesa de Trent se rió deliciosamente, luego cogió otra copa de champán. Kane hizo una mueca. —Me alegro que usted esté teniendo un momento excelente, mi lady. Y me alegro que finalmente la conociera. Su esposo me ha dicho mucho acerca de usted La condesa aplaudió una elegante mano contra su pecho. —Todo bien, espero. —Por supuesto. La conversación entre las dos condesas fue interrumpida unos momentos después por el hijo de Lady Trent, el vizconde de Freemont. —Oh, querida Kane—la condesa anciana brilló, —Me gustaría presentarle a mi querido hijo, James. ¿No lo ha conocido aún? Kane se asomó a la cara ruborizada del Lord Freemont. Ella se acordaba de él y de su evidente intento de seducirla muy bien. Afortunadamente para el vizconde, George había explicado unas cuantas cosas a Kane en el ínterin. —No, mi lady. —Ella sacudió la cabeza con pesar. —Nunca he conocido a este

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—Le doy las gracias por habernos invitado, Lady Blackmore. De hecho, no

hijo—ella dijo enfáticamente. 2 94

El Club de las Excomulgadas James inclinó la cabeza con gracia, agradecido por el mensaje de perdón en silencio que la condesa acababa de darle. —Me encantaría presentárselo. Las presentaciones fueron hechas y los tres procedieron a entablar una conversación agradable. Kane, como la mamá gallina para los habitantes del pueblo que era, no podía dejar de lanzar una declaración casual o dos de las mercancías que se podían comprar en su pueblo en el tercer día de la fiesta. Esto

llenarían a rebosar, si una mujer de rango como Lady Trent corría la voz. —Qué interesante—se maravilló ella. — ¿Se están instalando puestos en el suelo iguales que los originales utilizados en las ferias antiguas de la vieja Inglaterra? — ¡Sí!—Kane sonrió. —Fue idea de mi doncella. Cuando le dije a Lord Blackmore que quería tener una recreación de un banquete medieval en la última noche, Bessy sugirió la idea de tener la feria antes de éstas. James sonrió. —Realmente es una idea espléndida. ¿Qué tipo de puestos habrá? Kane enumeró las distintas variedades con sus dedos. —Tenemos comida, incluyendo los dulces más populares de los viejos tiempos, prendas de vestir como una auténtica cota de malla real de herrería para los caballeros que aprecian el deporte, tapices con una variedad de escenas de batalla bordados por mujeres, auténticas joyas de la Edad Isabelina y muchos otros por nombrar sólo algunos. Entonces en medio de todo eso, también tenemos malabaristas, juglares y los adivinos que hacen su camino a través de las multitudes, todos ellos vestidos medievalmente, por supuesto.

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traería una gran cantidad de ingresos adicionales a sus bolsillos. Bolsillos que se

Lady Trent miró sin palabras. Ella sonrió aturdidamente a Kane. 2 95

El Club de las Excomulgadas —Mi Dios, pero te has superado. Nunca he oído hablar de una fiesta tan grande en el campo con el tema listo hasta el último detalle. —Ella golpeó a su hijo en el hombro, riendo. —Casi no puedo esperar para aligerar las arcas de tu padre. James sonrió. —Estoy seguro que padre va a disfrutar cada momento del aligeramiento, señora.

monóculo. — ¡Ah!—Dijo triunfante, un momento después. —Ahí está la duquesa de York. —Ella se volvió de nuevo a Kane y su hijo e inclinó la cabeza cortésmente. —Si los dos me disculpan, quiero ser la primera en agasajar a Su Gracia con la noticia de la feria. Kane hizo una mueca. —Por supuesto. James reconoció la partida de su madre con un gesto gentil, le ofreció su brazo a Kane. — ¿Vamos a bailar, mi lady? —Pero, por supuesto, mi lord. No muy lejos de donde Lady Blackmore y Lord Freemont bailaban, Melea y Alex estaban haciendo lo mismo. La por lo general alegre fachada del marqués era notablemente más vacilante esa noche. Él parecía estar en agonía. Por supuesto, sólo unos pocos sabían por qué. —Melea, por favor considere quedarse. ¿Sabes lo mucho que yo quiero casarme contigo?

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Lady Trent se puso de puntillas mientras buscaba entre la multitud con su

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El Club de las Excomulgadas Ella sonrió. —No pienses ni por un momento que no siento lo mismo Alex—Ella se encogió de hombros y suspiró. —Pero hay mucho más que eso y lo sabes muy bien. —No, yo condenadamente no lo sé—apretó a él. —Quizá tú me debes iluminar a mí y a mi propia ignorancia. Melea levantó una ceja.

— ¡Infiernos no la hay! Aquí estoy dándote mi corazón a ti de una manera como nunca he ofrecido a otra, y todo lo que podemos decir es que hay ‘más a considerar’. Bueno, considere esto, mi amor. Consideremos el hecho de que… La inspiración rápida de la Mujer del Guerrera aceleró el cese de la diatriba del marqués. — ¿Q…qué es? Ella lo agarró de la mano, llevándolo fuera de la pista de baile, y por el juego principal de doble puerta hacia la terraza occidental. Ella inclinó la cabeza en silencio dando las gracias a los estoicos lacayos de grotescas pelucas empolvadas, que sujetaran las puertas abiertas. Una vez fuera y por fin solos, ella se dio la vuelta y se enfrentó a un desconcertado Alex. — ¿Acabas de llamarme ‘mi amor’? —Bueno y…sí—él farfulló. — ¿Hay un significado alternativo en el futuro para esa expresión?—El cruzó los brazos sobre su pecho y la miró con cansancio. —Por casualidad no te llamé algo malo, ¿verdad? Las comisuras de la boca de ella se curvaron con humor.

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—No hay ninguna necesidad del sarcasmo.

—No. Significa lo mismo. 2 97

El Club de las Excomulgadas —Entonces, ¿cuál es el problema? —Yo soy tu amor—preguntó ella en voz baja. — ¿Realmente me amas, Alex? — ¿Bueno mujer de Dios, no es de eso de lo qué se trata?—El suspiró profundamente cuando tomó a su fiera favorita en sus brazos. — ¿Cómo crees que me siento nada menos?—Los ojos verdes encontraron a los leonados. —Te amo desesperadamente, Melea.

frunció el ceño. —Ahora, ¿qué he hecho?—Se quejó Alex en exasperación. —Usted ha sellado mi suerte ¡maldita sea! — ¿Eh? Melea golpeó a su hosco marqués profundamente en el pecho. —Te amo también, tu hijo de un habitante del pantano de siete ojos. Alex puso su mano sobre su corazón con fingido horror. Y simular fue todo lo que pudo hacer desde que se dio cuenta que acababa de ganar la mano de su mujer de mal carácter. —Usted me hiere, Melea. Ella refunfuñó algo imperceptible. Él sonrió. — ¿Así que asumo tú regreso después de dejar el suministro de dientes de león? —Sí—Ella soltó un gruñido. —Yo me convertiré en su marcheta.

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Melea se mordió el labio, evitando su mirada. Entonces ella empezó a gruñir. Y

—Es marquesa. 2 98

El Club de las Excomulgadas Ella agitó la mano con desdén. —Lo que sea. ***** George buscó y capturó a su esposa después que la vio bailar toda la noche con otros hombres. No podía ser bueno para el niño, moviéndose de un lado a otro, él se dijo. Él guió a su condesa rebelde a una esquina, disponiéndose a sermonearla

No, pero él solo hizo una oración en su reprimenda cuando su “suave” esposa lo golpeó fuertemente en el brazo. —Yo no soy del tipo débil, George. Estoy acostumbrada al ejercicio extenuante, como usted bien sabe. Sin duda, puedo manejar un poco de baile. George frunció el ceño. Él se llevó la mano a su frente y suspiró profundamente. — ¡No hagas eso!—Susurró Kane para nadie, salvo para que él escuchara. — ¿Dejar de hacer qué? Ella frunció el ceño, moviendo su mano hacia su cabeza agitada. —Fingir otro de tus abatimientos para que yo haga lo que tú quieres. —Ella le frunció el ceño, agitada como estaba. —No puedes tener más abatimientos. Estás inoculado, ¿recuerdas? George carraspeó. — ¡Entonces es el estrés te digo! O alguna otra enfermedad debilitante totalmente nueva. —Él volteó sus ojos y gimió.

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poderosamente. Señor, pero la mujer era una prueba constante.

Kane llevó los puños cerrados de indignación de sus caderas.

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El Club de las Excomulgadas — ¡Por el amor de las diosas, usted es un niño a veces! Esto lo hizo dejar de gemir y poner un poco de ceño fruncido. — ¿Un niño? —Sí. Es alentador el hecho saber nuestros descendientes tendrán a alguien de su propio grupo de edad con quien jugar.

Kane levantó la mano silenciándolo. —Tenemos invitados. Ahora sea un buen conde y ocúpese de ellos. Te prometo que me ocupare de tus necesidades más tarde, ya que no soy tan estúpida que no me he dado cuenta de que eso es lo que su ‘abatimiento’ está a punto de empezar. George tuvo la decencia de ruborizarse. Él desvió la mirada al suelo, y se quejó en voz baja: — ¿Harías el baile de Frebula en la cama para mí? —Sí. — ¿Y la cosa de la pluma? —Sí. — ¿Se puede jugar el juego de la doncella inocente que es raptada en el mar por el gran Capitán Cock? Kane consideró eso por un momento y luego asintió. —Es uno de mis favoritos también.

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—Ahora, espere un momento ¡Diablos! Yo…

3 00

El Club de las Excomulgadas George caminó sobre sus pies, con torpeza pateando la punta de la bota contra la pared. Con la dignidad generalmente reservada para niños de ocho años de edad, en lugar de un conde treinta y siete años de edad, él cedió. —Oh, bien, maldita sea. Pero espero que su papel de la joven raptada sea digno del escenario de esta noche. Kane se lamió los labios provocativamente.

George apretó los dientes. Su eje sin duda creía que sí. Ahora estaba dolorosamente erecto. ***** La noticia del compromiso del Marqués de Asherby con la mejor amiga de la condesa de Blackmore sólo sirvió para aumentar la intensidad de una aventura amorosa. Por una vez, George se alegró porque su bella esposa no hubiera caído en la vieja trampa del abatimiento, porque si lo hubiera hecho, ambos se hubieran perdido el brindis por la alegría de las felicitaciones a la pareja de recién comprometidos. El conde de Blackmore ofreció la primera ronda de brindis, seguido inmediatamente por otro del vizconde de Freemont. Los tres habían estado bien desde la llegada de James a la finca esta mañana. En verdad, se sentía muy similar a los viejos tiempos, la forma en que el trío de lords habían pasado de un lado a otro juntos de nuevo, como en la universidad. Kane se situó al lado derecho de George, radiantemente exultante con sus suegros a su lado. Chester y Julia no podían estar más felices por su sobrino. Nunca habían pensado ver casarse al sinvergüenza. Él Vizconde Blake ofreció la última ronda de brindis, sonriendo de oreja a oreja

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— ¿No lo es siempre, mi amor?

con orgullo. 3 01

El Club de las Excomulgadas —Para mi sobrino y la futura bella esposa, querida Melea. Me desesperé pensando que alguna vez ver a este pícaro se casarse... ahora haga que el bribón se arrepienta todos los días por el resto de su vida por eso. Después de la ronda de carcajadas que sobrevino, la multitud de testigos sonaron las copas juntas y se bebió la última de sus burbujas. Tras el anuncio del compromiso de Alex y Melea, la fiesta se hizo interminable en vez de disminuir. Las copas fueron rellenadas, volvieron a bailar, y se animó la atmósfera.

a luz de las velas por las ventanas de cristal. Apretó los puños en un esfuerzo por controlar su compulsión asesina. El tiempo estaba casi encima de él. Él tenía otras dos noches y luego podría tomar su venganza bien y buena. Él Barón Montieth se apoderó de Charlotte casi por el hombro y la llevó lejos de la finca. Él no quería correr riesgos mayores y que cualquiera de ellos pudiera ser visto. La noche del banquete era lo suficientemente pronto.

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Afuera, en la oscuridad, un hombre lleno de resentimiento y odio vio la juerga

3 02

El Club de las Excomulgadas Capítulo 35 Kane no podía haber pedido a las diosas por un día mejor para la feria. El sol brillaba intensamente, sin una nube de lluvia a la vista y una suave brisa flotaba en el aire, sirviendo para mantener la temperatura para realizar las actividades al aire libre simplemente perfecta. Ella tomó el brazo de su marido caminando entre George y James, señaló

—Girty O'Malley está haciendo algún brebaje dulce irlandés allá. Me muero por probarlo. —Nada con diente de león en él te lo ruego, —George se quejó. James sonrió. — ¿Diente de león? —Olvídalo, Freemont. Tú no quieres saber. James se echó a reír. —Te tomo la palabra, Blackmore. El traje de la gitana que estaba de pie a ni siquiera a un metro de distancia enganchó la atención de Kane. La mujer estaba observándolos muy de cerca, demasiado cerca para su manera de pensar. Había algo vagamente familiar en la aldeana, pero no podía decir con exactitud lo que era. Encogiéndose de hombros ante un asunto tan insignificante, Kane llevó a los señores a la cabina de Girty. —Saludos, Girty. ¿Cómo está el sabor? La aldeana regordeta, vestida espléndidamente con el atuendo medieval, asintió

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diferentes puestos a lo largo del camino a los hombres.

con la cabeza de arriba hacia abajo. 3 03

El Club de las Excomulgadas —Correcto como la forma de la lluvia, mi señora. Asombrado, George inclinó la cabeza a su esposa. —No me di cuenta que tú y la señora O'Malley se conocían, querida. —La conocí hace mucho tiempo—insistió Kane, preguntándose, de brazos cruzados, si su marido pensó que nunca se molestó en conocer a su propio pueblo. Sobre todo cuando todos ellos habían ayudado tanto en la recolección de la

suponiendo que se trataba de otro fallo extraño, pomposo, de su primera esposa y que George tenía que trabajar a través de ello. —Antes de ahora, mi señor, —Girty le informó con una inclinación de cabeza, para gran satisfacción de Kane, —Su señora esposa me dio una poción para el problema de mi gota y lo pudo solucionar. George sonrió cálidamente a su esposa, emocionado más de lo que podría decir. — ¿Qué está elaborando, señora O'Malley?—James se inclinó más cerca para tener una vista mejor del caramelo perfumado. La vieja Girty se rio como una bruja. —Los hombres de mi familia lo llaman tetas de una Jezabel. La cara de James enrojeció considerablemente. Eso sólo hizo a Girty reírse mucho más. Divertido, George apuntó hacia los dulces. — ¿Por qué lo llaman de ese modo, señora?

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kabitross. Esa idea le molestaba profundamente, pero lo dejó pasar y no dijo más,

3 04

El Club de las Excomulgadas Girty recogió tres piezas de la materia azucarada y se los entregó al trío. La condesa, cuyos ojos, incluso ahora rodaron a la parte posterior de la cabeza, fue la primera en comentar. —Mmm... Por los anillos de Saturno, esto es escandalosamente espléndido, Girty. —Divino—coincidió George, haciendo estallar otra en su boca por si acaso.

—Señora O'Malley, esto es pecaminosamente delicioso. Es mejor que un... un... Ella levantó una ceja gris espesa. — ¿Tetas de Jezabel?—Terminó ella por él. James casi se atragantó con el caramelo. Kane puso una mano sobre su boca y se rió. George, se rió a carcajadas de la burla de la anciana, golpeó en la parte posterior del vizconde de Freemont para evitar que se ahogara. Secándose las lágrimas de alegría de sus ojos, el conde lanzó a Girty unos pocos chelines. Ella sonrió desdentada, las monedas desapareciendo por el muy buen dotado pecho. —Antes de ahora, mi señor, —Girty ofreció a James de manera de compensarlo, —beba esto de un trago y estará bien rápido. Con mucho cuidado, Lord Freemont aceptó la jarra de cerveza y bebió un sorbo del aguamiel. Él asintió con la cabeza en agradecimiento, luego, la felicitó por la mezcla deliciosa. Girty inclinó su cabeza, y luego empujó otra jarra de la misma forma al vizconde. —Beba, mi señor. Este aguamiel no sólo sabe divino, sino que enderezará su

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James tenía la apariencia de un hombre bienaventurado.

miembro también.

3 05

El Club de las Excomulgadas James comenzó a ahogarse de nuevo. Kane y George se rieron. Después los Blackmores concedieron una mirada reprobatoria, el vizconde volvió su mirada carmesí de camino a la anciana. —No hay nada malo con mi miembro, señora—él apretó fuera. —Es un muy buen miembro, eh,.. —Él cruzó sus brazos sobre su pecho y frunció el ceño. — ¿Son todos sus productos alimenticios y bebidas hechas con el objetivo de acostarse con un hombre?

—Tengo doce hijos y tres hijas. Ustedes, pues, respondan a esa pregunta por mí. James y George echaron la cabeza hacia atrás y se rieron. Kane sonrió y negó con la cabeza. Media hora más tarde, mientras evaluaban la colección de joyería del Viejo Wessel, y el trío se reía, fueron interrumpidas por Jack Turgot el joven pretendiente de la dulce Bessy, pero la cual no lo admitía todavía. —Perdone por la interrupción, mi señor, pero estoy necesitando verlos a ustedes por un momento rápido. — ¡Oh, hola, Jack!—Llamó Kane. — ¿Estás disfrutando de tu nuevo cargo supervisando los establos? Jack se quitó la gorra y se inclinó ante la condesa. —Lo estoy, señora. No puedo agradecerles lo suficiente por haber pensado de mí cuando el cargo quedó libre con el fallecimiento del Viejo Willy. Kane eludió los elogios con un gesto de la mano. —No tiene importancia. Vi lo amable y educado que fue con mi yegua.

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La vieja Girty movió sus cejas.

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El Club de las Excomulgadas George inclinó la cabeza hacia su esposa y James. —Si los dos me disculpan, será sólo un momento. —Por supuesto—ellos murmuraban. Una vez a solas y fuera de la audiencia, el conde hizo una seña para que Jack hablara con un gesto rápido de la cabeza. El joven maestro del establo no perdió el tiempo.

por la noche como en la mañana antes de esto. —Maldita sea—George pasó rápidamente una mano por su pelo. —Tuve la sensación todo el tiempo. ¡Maldito sea el hombre! Jack asintió con la cabeza. — ¿Qué estáis deseando, que yo haga, mi señor? El conde pensó en eso por un momento. —Quiero que usted envíe a hombres a buscarlo como un halcón. Infórmeme sobre cualquier cosa que pase a mí. Jack asintió con la cabeza, ansioso y entusiasmado de ayudar. — ¿Y si el libertino se vuelve violento? George no tenía ni siquiera que reflexionar sobre la respuesta a esa pregunta. —Tenga piedad de él si puede, pero si se reduce a tu vida o la suya, a tu favor, por favor. Jack se inclinó ante el conde y luego se abrió paso rápidamente a través de la multitud.

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—Es como usted sospecha, mi señor. El barón fue visto en la finca, tanto ayer

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El Club de las Excomulgadas George se dio cuenta que necesitaba mantener a Alex al tanto de la situación, por lo que salió a buscarlo por la finca. Volviendo primero a su esposa y a James para informarle que tenía negocios que atender, le dio a James una mirada que indicaba claramente que iba a explicarle las cosas más adelante y mantener un buen maldito ojo cruento en su señora esposa. George besó la palma de su esposa a toda prisa, y luego desapareció entre la multitud de visitantes de la feria. Kane cruzó sus brazos sobre sus pechos y le dio a James una mirada que decía que no se había perdido la comunicación no verbal entre él y su marido. James

—Kane, te prometo que no tengo idea acerca de todo esto. — ¿En verdad? —De verdad. Ella asintió con la cabeza. —Bien—Ella se dio la vuelta alrededor, explorando los puestos para ver a dónde quería ir. —Vamos a ver, donde podemos comer dulces, comprar joyas y coger un pedazo de malla para ponerse esta noche, ¿ahora qué debemos hacer? Él se encogió de hombros. Todo parecía ser un buen momento para él. — ¿Conseguiremos leer nuestras fortunas? Kane sonrió de oreja a oreja. — ¡Sí! James se rió de la niña que era ella por la emoción, pero tuvo que admitir que estaba teniendo un momento tan glorioso como ella. Le ofreció el brazo a Kane, inclinando la cabeza hacia la tienda a unos pocos metros.

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extendió las manos en señal de rendición, riendo.

— ¿De acuerdo, mi señora? 3 08

El Club de las Excomulgadas —Pero, por supuesto, mi lord. ***** —Girty ¿es usted? —No, no lo es—gruñó el vidente en un tono de barítono falso, —me llamo Haggis, la joven gitana que todo lo ve.

—Yo no creo en esto por un momento—aparentemente. —Haggis es el nombre de un plato escocés, señora. Y no ha sido un jovenzuelo por lo menos en tres veintenas de años. —Así es también el nombre de esta gitana—gruñó ella. —Y ustedes deben estar confundidos con que no se ve, por diecinueve veranos vírgenes. Kane se llevó la mano a la boca y se rió. —Déjalo, Girty—previno James—estamos en su juego. —Antes de ahora—Girty frunció el ceño, volviendo a caer en su propia voz regañona, —no hay nada malo en hacer algo más contundente. —Ella se enderezó en su silla y empujó el velo gitano de su cara. —Además de eso, las mujeres de mi familia han sido videntes por tantas generaciones desde que puedo recordar. —Bien—Kane se rió entre dientes, —nos lee nuestra suerte entonces. La vieja Girty carraspeó. —Pensé que ustedes verían lo correcto de esto. —Ella sacó sus hojas de té y las runas, extendiéndolas sobre la mesa y colocándolos ante ellos. Ella sonrió al vizconde, mostrando su sonrisa pegajosamente encantadora. —Antes de ahora, mi señor, vamos a ver en qué tipo de problemas estará su miembro metido.

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James miró a Kane, que estaba sentada en la carpa a su derecha, y le dijo a ella.

Kane se echó a reír. 3 09

El Club de las Excomulgadas James hundió el rostro entre las manos y sacudió la cabeza. ***** Bessy daba vueltas, mostrando su nuevo vestido de seda verde y volantes de encaje blanco a su padre y su madrastra que tenía uno o dos minutos para descansar ante el flujo incesante de clientes que había tenido su puesto. El puesto de MacAllister ofrecía dos tapices de seda y muñecos hechos de madera de pino, pelo de caballo, y hojas secas. Ambos los cuales resultaron ser muy populares como

sus hijas y su esposa le habían convencido de vaciar las arcas de la familia para comprar los suministros. El echó una mirada a su hija dando vueltas y su vestimenta. — ¡Es casi tan bella como usted—le dijo con orgullo Aron. —Sí, —secundó Alice, sonriendo ampliamente mientras ella balanceaba sus hijos gemelos de ida y vuelta en la cuna que Aron había tallado a mano, — hermosa, niña Bessy. Bessy se ruborizó. —Es un regalo de la condesa por darle la idea de la feria. — ¿Esto fue idea tuya, niña Bessy? —Sí, papá. Él le dio una palmada en la espalda. —Yo no sé. Yo debería comprarles un vestido nuevo entonces, para mí y su madre están haciendo un buen trabajo hoy. —Hola Bessy.

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recuerdos entre la aristocracia de visita. Aron estaba agradecido por el hecho de que

Bessy giró sobre sus talones y sonrió sin aliento por... 3 10

El Club de las Excomulgadas —Jack. Jack Turgot tomó su gorra y se inclinó a la doncella. Aron miró a su mujer sonriente y le guiñó un ojo. —Escuché que eres el maestro del establo. ¿Es cierto muchacho? —Sí—Jack hinchó el pecho con arrogancia. —Entre otras cosas.

Bessy entornó los ojos, no con claridad. — ¿Y cuál es tu punto, Jack Turgot? —Yo soy lo suficientemente bueno para vosotros ahora. Bessy ladeó la cabeza y miró a sus ojos, no entendiendo. — ¿Quien dijo que no lo eras? Él se encogió de hombros. Bessy suspiró. —Era tu madre, quien pensaba que no éramos lo suficientemente buenos para su talla, Jack Turgot. No al revés. Jack gruñó. — Mi madre es tan loca como el día es largo. Su opinión no importaba un ápice para mí entonces, y no seas material ahora, Bessy MacAllister. —Él le dio una mirada de reprobación. —Yo soy yo el mismo hombre, ¿no lo sabéis? Bessy se enderezó, las manos volando a sus caderas en perfecta imitación de la condesa.

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Aron asintió con la cabeza, claramente impresionado.

3 11

El Club de las Excomulgadas — ¿Que estas esperando para cortejarme apropiadamente entonces, Jack Turgot? Él se sonrojó pero asintió con la cabeza. —Entonces mejor pregúntele a mi papá por su bendición. Con la cara roja, Jack se volvió sobre sus talones y se puso en contacto visual con el extremadamente alto Highlander conocido por defender lo que era suyo.

—Señor, estoy haciendo un buen trabajo para vivir ahora y puedo hacerme cargo de su Bessy muy bien. —Él lo miró indeciso, preguntándose sobre sus pensamientos. — ¿Puedo formalmente cortejar a su hija, señor MacAllister? Aron se rascó la barbilla como si pretendiera tomarlo en cuenta. Podía sentir el sudor del cachorro bajo su mirada y se permitió disfrutar de cada momento de eso. — ¿Correctamente viviendo, decís? —Sí. — ¿Tus intenciones son honorables? —Sí. Aron extrajo su decisión durante el mayor tiempo posible antes de ceder al final con una sonrisa y asintiendo. —Entonces, sí, puedes cortejar a mi niña Bessy. Jack lanzó una bocanada de aire que había estado conteniendo. Él asintió con la cabeza a Aron, se inclinó ante Alice y luego se volvió hacia Bessy. — ¿Puedo comprarte una taza de melosa aguamiel en la mesa de allá, Bessy?

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Empujó a un lado esos pensamientos, decidido a ganar a su Bessy.

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El Club de las Excomulgadas Bessy sonrió brillantemente, golpeando al jefe del establo hasta ponerlo a sus pies. —Sí, Jack. Puedes. Cuando la pareja giraba para despedirse, Kane y James detuvieron su marcha. Bessy se inclinó rápidamente. —Buenos días, mi señor, mi señora. Estaba a punto de tomar una taza de

Kane negó con la cabeza, sonriendo a su doncella. — ¡Por las lunas de Júpiter, no! Te has ganado el día libre una y mil veces. Esto fue idea tuya, así que disfruta de esto. —Ella golpeó su mejilla y se mordisqueó el labio inferior mientras considera algo que no había hecho antes. Sacando de sus bolsillos unas monedas, las metió en las manos de Bessy. — ¿Qué es esto, señora?—Preguntó la doncella vacilante. —Sólo el dinero del bolsillo. Ve a cómprate algo bonito. Los ojos de Bessy se abrieron como platos. —Pero vosotros me habéis dado mucho ya. —Ella trató de devolverle su dinero, pero la condesa se negó. James se echó a reír. —No intentes renunciar a eso, Bessy. Usted sabe cómo es de obstinada su señora. Bessy se sonrojó, pero se aplacó con una sonrisa. —Sí, mi señor. Y os agradezco, señora. —Ella se volvió hacia Jack, sonriendo

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aguamiel con Jack Turgot. ¿A menos que me necesite señora?

alegremente. Él sonrió y la condujo a través de las multitudes para conseguir algo del aguamiel de la vieja Girty. 3 13

El Club de las Excomulgadas Kane presentó al vizconde Freemont a los padres Bessy. Tan cómplice, le sonrió tímidamente a Aron MacAllister. —Señor, tengo una petición para hacerte, pero si no tienen el tiempo lo entiendo. —Ella tenía las manos en súplica. —Por favor no se sienta obligado. Aron le sonrió a la condesa, sacudiendo la cabeza en la confusión. —Yo no puedo imaginar lo que un hombre como yo puede hacer por ustedes,

Ella se mordió el labio y se refirió a la cuna de los gemelos MacAllister. — ¿Podría tallar una para mi hijo por nacer?—Antes de que pudiera negar su petición, se apresuró a añadir: —Yo te pagaría bien, por supuesto. Él se hinchó de orgullo, mirando a su esposa sonriendo por un momento antes de responder a la condesa. —Sería un honor, señora. — ¿Está seguro que usted tiene el tiempo? —Sí. —Porque yo podría… —Kane—James se echó a reír. —El hombre dijo que sería un honor. Ella se mordió el labio mientras su mirada se encontraba con la del vizconde. Volviendo a Aron, ella asintió con la cabeza. Sacó una hoja de pergamino de su bolso y se lo entregó a él. —Es el escudo de armas de Blackmore. ¿Sería demasiado problema grabar esto en los lados o algo así?

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pero os prometo que si puedo lo haré.

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El Club de las Excomulgadas Aron aceptó la hoja de pergamino y lo estudió un momento o dos antes de sacudir la cabeza. —No es ninguna molestia. Me atrevería a decir que soy bueno con las manos, mi señora, y yo tengo un don para el tallado y otras cosas. —Me he dado cuenta. —Kane sonrió. —En las pocas ocasiones que he estado en su domicilio con los remedios herbarios, he visto lo bien que ha hecho un

Él se sonrojó, pero asintió con la cabeza. —Y creo—prosiguió ella, —que debe tener en cuenta la apertura de su propia tienda en el pueblo un día. —Dio unos golpecitos con el pie mientras contemplaba la mejor manera de decir de su obra, porque no quería hacer hincapié en el hecho de que ella sabía más información sobre el futuro de lo que uno debe. Ella se encogió de hombros con indiferencia y sonrió. —Los tiempos están cambiando, señor MacAllister. El número de agricultores disminuirá en los próximos años, pero las habilidades como la suya siempre tendrán una gran demanda. Después de haber logrado lo que se había propuesto hacer, sacó un saco de arpillera y lo metió en manos del agricultor desconcertado. —Aquí hay un pago por la cuna. En caso de necesitar más, hágaselo saber a Bessy y voy a mandárselo con ella. Aron le sonrió. —Yo os agradezco, señora. Kane le devolvió la sonrisa a él, asintió con la cabeza y saludó a su esposa, y luego se dio la vuelta para hacer frente a James. — ¿De acuerdo?

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montón de su trabajo.

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El Club de las Excomulgadas Él la tomó del brazo y se la llevó, reconociendo a los MacAllister con un guiño en la cabeza mientras se abrían camino hacia el puesto del lado. Aron abrió el saco de arpillera, echó un vistazo a su contenido, y tuvo que sentarse. Alice se apresuró a atenderlo. —Aron, tu estas pálido. ¿Qué pasa, cariño? Le entregó la bolsa a su esposa. Lo abrió y ella se quedó boquiabierta.

Él asintió con la cabeza. Alice se echó a reír. — ¡Quizá la condesa tiene razón! Entre tu tallado y mi costura, por no hablar de todo esto, ¡creo que podemos darnos el lujo de abrir una tienda propia! Aron cruzó los brazos sobre su pecho mientras él reflexionaba sobre esa posibilidad. —Yo siempre quise vivir tallando. ¿Realmente crees que podemos hacerlo, mí Alice? — ¿Con tu primera venta a la condesa de Blackmore? Sí, Aron mi amor, sé que podemos.

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— ¡Buen Dios en el cielo, Aron, esto parece ser unas cincuenta libras!

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 36 Kane le dio una mirada a su gigantesco marido vestido con su atuendo de guerrero medieval, mientras él paseaba en su cámara de vestir y se puso tan caliente como un tuerto Zilch en la cúspide de su calor. Los Zilches eran conocidos por sus caminos amorosos, eso era decir mucho.

Él lucía una túnica de seda verde y terciopelo negro, no se molestó en cubrir sus desnudos brazos musculosos. Sus bíceps desnudos se juntaron alrededor de la mitad de las gruesas bandas doradas en los brazos, que había pagado a la herrería y al joyero una libra para modificarlas. En medio de una banda había un rubí dragón. En el centro del otro, un diente de león de color ámbar. Ella no pudo resistirse cuando el herrero y el joyero habían sugerido el diente de león, como un adorno. Era una broma interna demasiado linda para dejarla pasar. Las calzas negras de su esposo coincidían con la túnica verde jade a la perfección. Sus musculosos muslos no podían pasar desapercibido en este tipo de traje. El conde lucía anillos en cada dedo, lo que en la antigüedad habría manifestado su gran riqueza. Llevaba una espada y sable, y una daga de comer había sido asegurada en su cadera. Ella se lamió los labios anticipándose. George estaba teniendo un poco de deseo también, mirando a su señora esposa a través de los ojos vidriosos. El vestido de Kane llegaba hasta los tobillos, sus curvas eran terriblemente provocativas. Era moldeado de terciopelo verde para que sus trajes fueran del mismo color y la preciosa prenda se burlaron hasta el último de los eróticos sentidos de él.

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¡Por las galaxias, él era magnífico!

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El Club de las Excomulgadas Una cuerda de oro alrededor de las caderas llamó la atención a su vientre ligeramente redondeado, y luego fue aún más abajo, al amuleto de un atractivo color ámbar de diente de león y el centro con un rubí que entrelazados por encima de su monte de Venus. Lo mejor de todo era que el cabello de su esposa estaba sin sujetar, asegurado sólo en la frente por un anillo de oro, ámbar y piedras preciosas. La parte posterior de su cabello fluía hacia su culo bien formado en riachuelos de rizos seductores.

hombres mirando fijamente su cabello en tal estado. Aparte de él, ningún otro caballero de este tiempo se había dado el placer de presenciarlo suelto, ya que sólo lo hacia dentro su alcoba privada. Ese pensamiento sólo dio lugar a otros. Específicamente la forma en que Kane a menudo envolvía su pelo sobre su… — ¿Por qué estas con el ceño fruncido?— Giró Kane alrededor, lo cual excitó a su marido con una visión completa de sus curvas pecaminosas. — ¿Me he olvidado algo? George estaba a punto de exigir que atara su cabello y luego chasqueó la mandíbula al cerrarla antes de que pudiera decirlo. Sería injusto por parte de él arruinar la noche de su amada sólo porque se sentía celoso. Además, ella era de él. Toda ella le pertenecía a él. Así que en lugar de eso el conde tomó a la ligera sus sentimientos. Fue al lado de Kane, donde estaba de pie en su tocador y cogió un puñado de su pelo rubio glorioso. Envolviéndolo sobre su gran mano, dijo con su voz en una escofina falsa. —Te lo advierto, vos doncella virgen. Yo soy un caballero del reino. Me llaman Señor Polla Grande y tengo mis ojos en ti, muchacha. Kane se rió.

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George frunció el ceño. Pensándolo bien, no le importaba mucho tener a varios

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El Club de las Excomulgadas —Ooohhh Sir Polla Grande, ¿lo que piensa hacer conmigo es impío?— Ella golpeó sus pestañas decentemente. El conde dio un beso a su esposa profundamente en los labios, a continuación, procedió a mordisquear su garganta. —Voy a tomarte, Lady Kane. — La levantó del piso y empezó a frotar el cuerpo de su esposa, arriba y abajo por la longitud de su dolorida erección.

Kane se quejó al oído de su marido, causando su ruina. Él la colocó cuidadosamente en el borde de la cama elevada, mirándola mientras él abría sus piernas, aparte la muchacha malvada no se había puesto ropa interior. Él bajo sus calzas hasta las rodillas, preparándose para darle a ella una probada de su espolón. — ¿Puede su fortaleza resistir este asalto, muchacha? —Mmm... ¿Por qué no lo descubrimos? De pie entre sus extendidos muslos, él se aferró a sus caderas y empujó en su carne húmeda con un poderoso impulso. Apretando sus dientes, él se movió dentro y fuera de su estrecha abertura, golpeándola rápido y duro. —Oh, George—Los gemidos de Kane fueron por las contracciones carnales que se apoderaron de ella más rápido de lo que nunca antes había pasado. Había algo salvaje y peligroso en su marido esta noche, por lo que su orgasmo era mucho mejor. —Cristo—Apretando sus dientes, George continuó empujando al sentir contraerse la vagina de su esposa alrededor de su polla. Los bíceps sobresalientes mientras se inclinaba sobre ella, él golpeó dentro de ella más duro, los músculos apretados mientras él empujaba.

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Rápidamente se convirtió en algo más que un juego.

—Cristo te sientes tan bien.

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El Club de las Excomulgadas Kane se irguió y se encontró con sus embestidas. — ¿Te gusta la forma en que me envuelvo a tu alrededor?—Ella preguntó en un susurro seductor. — ¿Te gusta la forma en que mi carne hinchada te chupa cada vez que retrocedes? —Sí—George apretó la mandíbula mientras levantaba las caderas de ella un poco más alto para empujar más duro. La sensación de profundidad en su esposa la hizo gemir de nuevo, acercándola a su propia liberación. —Córrete por mí otra

—Oh, sí George. Y cuando lo hizo fue la tentación más sensorial que pudo soportar. Agarrando una nalga sedosa en cada mano, él se estrelló contra ella con toda la fuerza que pudo reunir, acariciando dentro y fuera de su vagina palpitante en una serie de golpes profundos antes de tirar la cabeza hacia atrás y gritar por su orgasmo. Con una ronca respiración, él se desplomó encima de ella, consciente de su vientre. Parecía un hombre que había ido a la batalla. — ¿Qué pensáis de este asalto, muchacha? Kane se rió. Esperó a que su marido agotado hiciera contacto con sus ojos y luego trató otra ronda de coqueteo. — ¿Por qué Señor Polla Grande?, mi fortaleza violada está muy bien. Él chupó su labio inferior, riéndose, al mismo tiempo. ***** — ¡Dios mío, Kane!— el Vizconde Blake dijo entre dientes— ¿es realmente su pelo de verdad, suelto?— Chester hizo un círculo alrededor de su nuera, admirando su cabellera larga y pálida.

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vez—él gruñó. —Quiero sentirte contraer este dulce coño a mi alrededor otra vez.

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El Club de las Excomulgadas George sonrió. —Sí, lo es. Yo, señor, su marido, puedo dar fe de este hecho. El Vizconde Freemont silbó entre dientes. —Dios mío, yo. Ese pelo es... es... — Él se detuvo en la diatriba acalorada en el ceño fruncido de George. —Lo suficientemente agradable—él concluyó. Sonriendo, le guiñó un ojo a Kane.

— ¿Dónde diablos está Melea?—Preguntó Kane, cambiando el tema una vez que observó el brillo posesivo en los ojos de su marido. Chester, moviendo la espada y la vaina de su camino y murmurando algo incoherente sobre la cota de malla “molesta” señaló hacia la mesa de refrescos. —Cerca de allá con mi señora esposa. El diablo en ellas no podía esperar al banquete antes de comer. Viendo esto como una oportunidad perfecta para que James y Chester hablaran sobre la situación Montieth, la animó a unirse a su mejor amiga. —Ve, querida. No te preocupes por mí. De hecho, sería maravilloso si tú fueras tan amable de enviar a Bessy a la cocina para saber cuándo nuestra fiesta medieval será servida. Kane asintió con la cabeza por su acuerdo. Sonriéndole hermosamente a su marido, ella les dio a los caballeros las buenas tardes y se fue derechito a la mesa de bocadillos. —Muy bien—dijo James, —nosotros podríamos haber sólo renovado nuestra relación hace tres días, pero recuerdo esa mirada muy bien de la universidad. ¿Qué te pasa?

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Ella sacudió la cabeza, riendo.

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El Club de las Excomulgadas George suspiró. Al no ver el punto de eufemismos, él llegó directo al grano. —Mi hombre Jack ubicó a Montieth sobre el terreno un par de veces. — ¡El diablo digo!—Chester cruzó sus brazos sobre su pecho y frunció el ceño. —Maldita sea pero a mí no me gusta ese troll en la ropa de caballero. Asombrado con la analogía de Blake, James sacudió la cabeza. Luego se volvió hacia George.

—Creo que va a hacer algo esta noche, pero no tengo ni idea de qué. — El conde miró a su esposa que se estaba riendo de una broma que su madre al parecer hizo, luego se volvió hacia los vizcondes. —Quiero que ustedes dos observen a mi esposa en todo momento. Uno de nosotros siempre tiene que asegurarse de que está dentro de nuestra vista. —Por supuesto— acordó Chester. Lord Freemont asintió sombríamente. Se le ocurrió que el conde estaba poniendo una gran cantidad de confianza en su renovada amistad. Él no lo defraudará. —Por supuesto—. El analizó la habitación, tratando de localizar al marqués. — ¿Y qué de Alex? —Él está consciente. Incluso ahora él está en el patio obteniendo un informe de sus lacayos a quienes envió a exploración. — ¿Sus lacayos? George se encogió de hombros. —Al menos cuatro de ellos han tenido la desgracia de conocer al barón

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— ¿En qué crees que ande el barón?

mientras acompañaban al marques a sus clubes. 3 22

El Club de las Excomulgadas James soltó un bufido. —La desgracia de los lacayos, Quizá. Fortuna para nosotros. George se rió entre dientes. —De acuerdo. —A menos que haya más que decir, me voy a ir a hacer un poco de chaperón—

George negó con la cabeza. —No más. Vamos, hombre. El Vizconde Blake inclinó la cabeza a sus compañeros, luego se fue. George se volvió hacia al vizconde Freemont y sonrió. —Veo que mi mujer logró convencerte para comprar una cota de malla. James se echó a reír. —Sí—El negó con la cabeza con diversión. —Yo llevaba una visera antes, pero la maldita cosa era condenadamente muy molesta, golpeando constantemente sobre mis ojos mientras que yo estaba haciendo mi mejor esfuerzo para tratar de atraer a unas pocas mozas. George le dio una palmada en la espalda. —Quizá fue lo mejor. El asedio forzado es un trabajo fatigoso. ***** El banquete fue un éxito rotundo. Iluminado por cientos y cientos de velas de cera, el patio se había convertido en una perfecta imagen representativa de una

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informó Chester a su yerno.

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El Club de las Excomulgadas fiesta medieval. Haciendo su camino a través de las mesas estaban malabaristas, acróbatas, y músicos, todos compitiendo por alabanza y las monedas revueltas. Cada mesa estaba cargada con carne de cerdo salada, piernas de cordero y faisán, una variedad de quesos y panes, cervezas, vinos, y aguamiel, además de tartas de rollizos en una variedad de gustos. Había también frutas e higos en miel, faisanes y peces. Había mucho de todo. Era un momento voraz de glotonería para todos los interesados.

segundo piso que había sido lujosamente decorado con tapices y armaduras para añadir ambiente a la gran ocasión. Algunos de los invitados, como la duquesa de York y la condesa de Trent, usaron no sólo sus trajes medievales, sino también tenían mascaras de dominó para tratar de ocultar sus identidades. Kane pensó que era muy divertido. Viendo como el pelo de la duquesa era tan negro como la noche y tenía una raya única reveladora de la plata que lo atraviesa en la parte principal de un zorrillo, y viendo que la condesa de Trent nunca estuvo lejos de su lado, Kane se preguntó cómo cualquiera podría confundirlos con otros. Si los señores lo notaban, sin embargo, no dijeron nada. Jugaron hasta la farsa de ser nobles damas de misterio hasta la empuñadura, la inducción de las mujeres mayores a reír con una imprudencia deliciosa. George vio lo que sucedía desde la barrera, cuidando de no parecer que lo hacía. Su madre y Chester estaban en el balcón conversando arriba con un par de visitantes nobles italianos y sus esposas. Alex y Melea estaban afuera, controlando el perímetro para detectar cualquier signo del Barón Montieth. James estaba escoltando a otra señorita atontada a un set de danzas. Y Kane, el mismo la había estado siguiendo como un perro guardián, estaba bailando con el padre de James, el conde de Trent.

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Cuando la fiesta llegó a su fin, los invitados fueron conducidos al salón del

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El Club de las Excomulgadas Su esposa le había dicho en numerosas ocasiones que el vibrante de sesenta y dos años de edad, Conde de Trent podría bailar más y mejor que cualquier caballero de la alta sociedad. Aparte de su adorado marido, por supuesto. Al menos, esa es la historia que siempre le estaba diciendo al adorado marido. La atención de George se concentró luego en una mujer vestida con un traje de gitana que, obviamente, quería bailar. Viéndolo como una excusa perfecta para acercarse a su esposa en la pista de baile, él la complació.

George se dio cuenta de quién era la gitana. — ¡Charlotte! Por el amor de Dios, ¿qué estás haciendo aquí? El corazón de Charlotte se hundió en una muesca o dos, por su voz estaba enojado en vez de darle la bienvenida. Empujó a un lado esa sensación ligera y se concentró en los ojos verdes del conde en su lugar. —Yo no podía estar lejos, George. ¡Me estoy volviendo loca sin ti! —Charlotte, ¿Estás loca?— Él sacudió su cabeza con disgusto. — ¿Qué estoy diciendo? Claro que lo estás aunque no lo admitas. ¿Cómo has podido entrar? —No importa eso, George. — Ella empujo su cuerpo cerca a del conde. —Sólo tenía que estar contigo. Necesitaba sentirte de esta manera una vez más. George estudió la mirada de la cortesana y comprendió entonces que ella quería decir cada palabra que decía. El suspiró profundamente. No se había dado cuenta de la magnitud de sus sentimientos. —Charlotte, tenemos que hablar—En su inspiración de excitación, él movió la cabeza tristemente. —No es acerca de lo que me temo que estás pensando. George continuó bailando con su antigua amante mientras buscaba una manera

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Todos los pensamientos de Kane salieron volando por la ventana al minuto que

de poner en práctica lo que tenía que decir lo mejor posible. Él nunca quiso hacerle daño. 3 25

El Club de las Excomulgadas —Charlotte, eres una mujer hermosa, maravillosa y vivaz. Quiero decir eso, realmente lo hago. — Él miró a sus ojos y sonrió con tristeza. —Pero tú no eres la mujer para mí. No hay nadie para mí salvo mi esposa. —Pero George… Él levantó una mano. —Por favor, escúchame. —Él tomó una respiración profunda y consideró a la

pensado más que como un patrocinador, pero al parecer ella lo había hecho y por lo tanto merecía ser defraudada con suavidad. —Se merece algo más que las sobras de otra mujer, Charlotte. Mucho más. Te mereces un hombre todo tuyo. Ella cerró sus ojos contra la verdad. Las sobras era todo lo que podría tener del conde, eso era verdad. Y eso suponiendo que él le diera inclusive solo eso. Estaba empezando a darse cuenta de que él no lo haría. —Puedo entender por qué no me quiere. Yo soy de humilde cuna—ella susurró, —mientras que usted es un conde. — Ella suspiró. —Y no cualquier conde, un conde en posición para convertirse en el próximo duque de Browning, cuando el padre de tu madre fallezca. — Ella se rió sin humor. —Usted puede rastrear sus raíces a la Edad Media, de vuelta a los primeros condes de Kintane y Clannock, mientras que el mío se remonta a no más de una taberna y un marinero. —Charlotte—él dijo suavemente, —esto no tiene nada que ver con tu nacimiento. Esto tiene que ver con el corazón. Y con Kane—él dijo en voz baja, — tiene que ver conmigo. — Él sonrió. —No te mereces menos. — ¿Pero qué hombre no sabría de mi pasado?—Ella murmuró con desaliento. —Una tonelada, siempre voy a ser la prostituta de un caballero. — Ella borró una lágrima de su mejilla. George llegó hasta su barbilla, obligándola a encontrase con su mirada.

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mujer a la que él había dado seis meses de su vida sexual. No sabía que lo había

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El Club de las Excomulgadas —Si alguna vez quieres volver a empezar, puedes informar a mi hombre de negocios. Él se pondrá en contacto conmigo y te pondré en otra ciudad. Tienes mi palabra. Charlotte se mordió el labio y asintió con gratitud. —Realmente la amas, ¿verdad? Él inclinó la cabeza.

Charlotte cerró sus ojos contra la punzada de culpa. —No puedo hacer esto. Usted es un hombre demasiado bueno para hacer esto. George frunció el ceño. —No entiendo. Charlotte dejó de bailar. —Vaya con su esposa. ¡Ahora! Antes de Montieth lo haga. No tengo tiempo para más explicaciones en este momento. ¡Ahora vete! La comprensión apareció. Ella había pensado traicionarlo, pero no fue capaz de llevarlo a cabo. —Gracias, Charlotte. — Él le dio un beso en la mejilla y fue a la multitud. El corazón de George se detuvo cuando se encontró con el conde de Trent y vio que su esposa no estaba en ninguna parte cercana. —Lord Trent, ¿sabe usted dónde se ha ido mi mujer?—Le preguntó con ansiedad.

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—Lo hago.

El conde se giró sobre sus talones y sonrió con cariño. 3 27

El Club de las Excomulgadas —Completamente, en el tocador de damas, mi muchacho. Dijo que estaría de vuelta en un segundo Nerón, lo que en los incendios sea. George sonrió. —Le doy las gracias. Si me perdonará. George salió corriendo de la sala de baile. Se detuvo fuera del tocador de damas y se dio cuenta de las filas que se habían formado a la espera de uso.

La condesa francesa asintió con la cabeza. —Ella dijo que no quería esperar a la fila Zeta. ¿Y puedes culparla? Ella fue al tocador del primer piso. George inclinó la cabeza. —Gracias, señora. — Y con eso, se fue de las grandes filas por debajo de las escaleras. Después de comprobar los tres tocadores y declararlos vacíos, se pasó la mano por el pelo, listo para arrancárselo. Él experimentó una ligera cantidad de alivio al ver a Alex y Melea pasear en el interior. —George—Alex gritó—temo que no hemos visto… —Kane desapareció—él los cortó. — ¿Qué?— Gritó Melea. Los ojos de él estaban llenos de preocupación, él relató a ambos los acontecimientos que habían ocurrido con Charlotte, así como lo que su ex amante le había informado en relación con el plan de Montieth. Lo cual, si bien, no era mucho.

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—Lady Cheval, ¿has visto a mi esposa?

—Ella no está usando su láser-c—susurró Melea.

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El Club de las Excomulgadas —Cristo—murmuró George. —No importa—Melea recortó su mano a través del aire. —No tenemos el tiempo para contemplar eso. Alex, ve a buscar a James, Chester y Julia. Diles que se separen y busquen en las alas este y oeste. George, usted y yo escudriñaremos los terrenos. ¡Vamos a movernos! Diez minutos más tarde, el aliento de Alex se encontró con George y Melea.

George enarcó una ceja. —Dios en el cielo, dígame que no he jugado al tonto. Dime Freemont no es uno de los compinches de Montieth. Alex sacudió la cabeza, todavía jadeando. —No podemos estar seguros, por supuesto, pero mi instinto dice que no. George respiró con más tranquilidad. —Como el mío. —Es probable que con Kane. Quizá los muertos—él murmuró, —pero con ella nada menos. George gimió. — ¡Alex dejar de que hablar!— Melea lo regañó. — ¡No podemos pensar de esa manera!— Ella golpeó su pie en el suelo, tratando desesperadamente de pensar, pero preocupada tanto como George y Alex estaban. —Muy bien, aquí va. George... le dijo a Jack Turgot que vio merodeando a Montieth en los jardines. ¿Correcto?

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—Chester y Julia están buscando en la casa. Y no puedo encontrar a James.

—Sí.

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El Club de las Excomulgadas — ¿Dónde? George hizo un gesto con la mano hacia el pueblo. —Al sur. Melea murmuró algo u otro de ser tan útil como su defectuoso droide. Ella tomó una respiración profunda.

George y Alex se miraron entre sí. Ellos sonrieron. —Las caballerizas—dijeron al unísono.

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— ¿Dónde Jack tuvo más probabilidad de verlo?

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 37 —Él está sangrando, tú don nadie. Será mejor que nos vayamos antes de forzar mi mano para matarte—Kane fulminó con la mirada al barón Montieth antes de inclinarse hacia abajo para ayudar a James. El mismo James, que había tomado el cuchillo en su estómago que había sido dirigido al corazón de ella.

—Él va a estar muerto en unas pocas horas de todos modos. Las heridas del intestino son mortales. Mejor dejarlo con su dignidad. —Él apuntó su pistola y le sonrió. —Como usted quiera. Después, me deleito con tus placeres, por supuesto. Kane entornó los ojos. ¿Qué posibilidades había tenido de matarla, cuando su ataque sorpresa terminó en el vientre de James? Ahora, el escuálido barón era tan bueno como muerto. Negando con la cabeza, metió la mano por su láser c y descubriendo, muy a su pesar, que ella se había olvidado de ponérselo. ¡Maldita sea! ¡Maldita sea! ¡Maldita sea! Esto significaba sus artes corporales mortales tendrían que ser utilizados en otra víctima quién no tenía ni idea de su habilidad. También significaba que tenía que obligarlo a bajar su arma. Cuando James se quejó de dolor, ella se dio cuenta de que tenía que actuar ahora. Tenía que llegar al pequeño don nadie para hacerlo hablar. — ¿Qué es todo esto, barón? ¿Por qué desea el mal a mi familia? Montieth la miró como si fuera una tonta. — ¿Cómo es la vida más fácil para algunos de nosotros? — ¿Qué quieres decir?

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Montieth inhaló con desdén.

El barón soltó un bufido. 3 31

El Club de las Excomulgadas —Como si esto requiere una explicación. Su esposo, —él escupió la palabra maliciosamente—ha tenido su vida implacable que se le entregó en bandeja de plata. Todo esto ha sido dado a él, mientras que a otros de nosotros se le han concedido tan poco. Kane levantó una ceja. Esto no parecía ser el momento de señalar el hecho de que George trabajaba más que cualquier hombre que había conocido. O el hecho de que este barón, que probablemente no trabajaba en absoluto, que había recibido

— ¿Por qué mi marido?—Ella se encogió de hombros sus hombros. — ¿Por qué no solo a otro hombre de la nobleza para su venganza? El barón estaba perdiendo rápidamente su paciencia. —Porque—él resoplo, —si su esposo muere y nuestra solterona prima Hershel, sin herederos se une a él, todo esto es mío—. Hizo un gesto con las manos sobre el lugar para que no confundiera su significado. Kane decidió incitar al troll un poco. — ¿Los establos son suyos? — ¡No, maldita idiota!—Su cara se torció con furia. — ¡Blackmore! ¡Todo Blackmore es mío! Bueno, eso sin duda explica las cosas bastante bien. Pero había una cosa más que quería saber antes de volverse contra el pequeño don nadie para ponerlo a dormir de que una vez. — ¿Mató a Nina? Él sonrió. En realidad sonrió. Quería matarlo en ese mismo momento. —Ella estaba embarazada. Por supuesto que lo hice. Así como te voy a matar.

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mucho más que la persona promedio siglo XVIII.

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El Club de las Excomulgadas James gruñó. —T…Tú b…bastardo. —Su respiración era cada vez más dificultosa. Kane notó con una punzada de preocupación que también estaba cada vez menos y menos lúcido. Ella se sentó en el suelo y limpió su frente sudorosa. —Cálmate— ella susurró. —Todo estará bien. Te prometo que no vas a morir. Kane consideró al barón.

sido tuyo, lo sabes. Él se encogió de hombros. —La posesión es nueve décimas partes de la ley, señora. Y Blackmore la poseía legalmente. No podría cambiarlo. Kane no podía creer lo que oía. El hombre era más que odioso. Él era de hecho un lunático con espuma de la boca. ¿Qué humanoide podría asesinar a su propia amante y su potencial hijo? Antes de que pudiera pensar en ese descubrimiento aún más, Montieth apuntó su pistola hacia su pecho. —Ya hemos perdido demasiado tiempo. Olvídese de la follada. Sólo te quiero muerta. Preparándose para rodar y atacar al barón, ella se sorprendió cuando una pala cayó sobre su cabeza en su lugar. La sorpresa pronto se convirtió en shock, sin embargo, cuando se dio cuenta de que ella le debía su agradecimiento. — ¿Charlotte? Jadeando, la cortesana dejó caer la pala en frente del desplomado sobre Barón. Se volvió hacia Kane y sonrió tímidamente.

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— ¿Por qué molestarse en matarla? Cualquier niño que llevaba podría haber

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El Club de las Excomulgadas —Yo te debía una. Kane meneó la cabeza. Esto era demasiado para comprender de una vez. La herida de James, la admisión vil de Montieth, y ahora la ayuda de Charlotte. — ¿Por qué? Ella suspiró. —Yo amo a George, pero él te ama. Esto lo lastimaría si algo malo te

— ¿Tú me salvaste... por él? Charlotte asintió con la cabeza. Los ojos de Kane se abrieron como platos. Lo único que pudo decir fue “guau”. Charlotte deambuló sobre Kane y ayudó a atender a un James ahora inconsciente. —Es una lástima que no te encontré antes... antes... Kane puso su mano sobre el brazo de la cortesana. —No te preocupes. Él va a vivir. — ¿Él lo hará? —Sí. Charlotte se mordió el labio y asintió. Mirando a Kane de arriba y abajo, ella consiguió su primera observación detallada de la condesa. Ella sacudió la cabeza, riéndose de sí misma en el proceso.

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sucediera.

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El Club de las Excomulgadas — ¿Cómo he pensado atraer a George de una mujer que parece que está más allá de mí? —Ella dijo, y señaló a sí misma y suspiró con desánimo. —Tú eres mucho más grandiosa. Kane tomó la mano de Charlotte en la suya. —Eso no es cierto. Tú eres muy hermosa. —No, yo no lo soy.

—Entonces, ¿qué es? Kane suspiró profundamente. Ella sabía que algunas mujeres en su época sufría lo que Charlotte un sentimiento de baja autoestima. —El tema del amor no tiene nada que ver con la belleza. Tiene que ver con el corazón. —Ella sonrió. —No todas las mujeres u hombres habrían tenido el coraje de hacer lo que acabas de hacer. Vas a encontrar al hombre adecuado. Sé que lo harás. Sin embargo, usa tu corazón para atraerlo en lugar de tus pechos. Entonces ¿cómo se puede resistir? Una lágrima se deslizó por la palidez de Charlotte, por su encantadora mejilla. — ¿Realmente lo crees? —Lo sé. Ella sollozó. —Gracias. Kane tiró de ella en un abrazo. —Soy yo quien debería darte las gracias.

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—Sí que lo eres, pero eso no es la cuestión.

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El Club de las Excomulgadas Y tal fue la escena cuando el Conde de Blackmore entró, con Alex y Melea detrás de él. Desconcertado por encontrar a su esposa y ex amante abrazándose como dos viejas compañeras de escuela, él se aclaró la garganta, ruborizándose profundamente. — ¡George!—Kane gimió. — ¡Charlotte me salvó la vida!—Ella dijo, y señaló que el cuerpo caído de Montieth situada frente a la derecha de su marido. — ¡Dios mío!—Gritó George. Él salió corriendo y dio instrucciones a Jack

alguacil. Cuando volvió, fue para encontrar a Alex arrojando en un inconsciente James encima de su hombro. — ¿Va a estar bien? Kane asintió con la cabeza. —Me voy con Alex para trabajar en él. Melea se quedará con el barón. Por favor, asegúrese de que Charlotte llega a casa con seguridad. Ella se dio la vuelta y le sonrió a la ex amante de su marido. —Gracias de nuevo. Y no se olvide de las cosas que le he dicho ahora. Charlotte sacudió la cabeza. —No lo haré. Jamás. ***** —Bueno, para alguien que se siente como en el infierno está mucho mejor—. James negó con su cabeza, asombrado por el hecho de que no sólo estaba vivo, pero su herida estaba prácticamente curada.

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Turgot para conseguir una cuerda para atar el barón y para convocar luego, al

George sonrió. 3 36

El Club de las Excomulgadas —Mi esposa es una tremenda sanadora. —Él inclinó la cabeza formalmente, convirtiendo el tema en un tono serio. —Por cierto, yo no olvidaré lo que hiciste ahí fuera. Si no fuera por ti, mi esposa e hijo por nacer estarían muertos. Las mejillas de James tiñeron de escarlata. —No tiene importancia. — ¡Al igual que el cruento infierno! ¡Eso fue una verdadera hazaña, hombre!

Kane se dejó caer en el borde de la cama de James. Ella sonrió a Alex, Melea, y a su marido. — ¡Qué noche! Nos las hemos arreglado para hacer una fiesta sensacional, la hizo aún más memorable, cuando James me salvó del don nadie, por no hablar de la antigua amante de mi esposo saltando en el último momento, encima de él, —ella se puso más seria—sabemos qué fue de Nina. George le entregó un vaso de licor a James. —El hombre era un tonto. Totalmente, sin lugar a dudas un demente. James soltó un bufido. Melea se sentó en el otro lado de James. —Lo que hizo fue tan heroico. Gracias por salvar la vida de mi mejor amiga, mi lord. La cara de James se puso colorada de vergüenza. —No fue nada, de verdad. Apenas logré tirarme delante del cuchillo. Kane hizo una mueca.

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James asintió, aún ruborizado.

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El Club de las Excomulgadas —Te has convertido en una leyenda romántica ya, tú sabes. Las damas de abajo se desmayaron sobre tú buena obra. George se rió. Agarrándose el pecho de manera espectacular, aflautó su voz para imitar a una recién salida de la escuela en su primera temporada en el mercado matrimonial. —Oh, mamá, usted simplemente debe lograr que el vizconde haga una oferta por mi mano. —Él golpeó sus pestañas. —Me voy a volver loca si no puedo contar

vapores. El público se volvió loco, aplaudiendo y riendo a carcajadas, hasta que el conde se puso de pie e hizo una reverencia. James le lanzó un libro a él. Mitad riendo y mitad gimiendo, miró a Alex. — ¿Esta realmente tan mal ahí abajo? Alex sonrió. —En una palabra, sí. El vizconde gimió de verdad.

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con él. —Su actuación llegó a su fin al caer de la cama en un ataque falso de los

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 38 A la mañana siguiente, Kane y Melea estaban tan ocupados diciendo adiós a sus huéspedes que se marchaban que se dieron cuenta de que sería hasta bien entrada la tarde antes de que Melea pudiera transportar el kabitross a 2429. James había planeado quedarse por una semana o dos, pero terminó yéndose con sus padres, habiendo recibido las noticias de problemas en una de sus

para la boda del marqués, así como para el bautizo del heredero de Blackmore. Él no lo sabía aún, pero él, junto con Alex, iba a ser nombrado padrinos. Los Blake fueron los últimos irse. Lady Julia abrazó con cariño Melea y le agradeció profusamente por todo el gran combate que le había dado. Ella hizo su promesa de volver lo antes posible. Después de abrazar a Kane y regañarla profundamente sobre el tema de dar a su nieto un reposo, hizo su camino hacia el carruaje Blake con el vizconde pisándole sus talones. Los cuatro restantes Kane, George, Alex y Melea compartieron un almuerzo tranquilo juntos. Alex trató de poner buena cara y a actuar como si él no estuviera en lo más mínimo asustado, pero todo el mundo sabía que él lo estaba. Le dijo a Melea que tenía una licencia especial en el bolsillo y le hizo jurar que ella se casaría con él en el momento en que regresara. Ella estuvo a punto de llorar cuando él admitió que había tenido la licencia desde el día después de que se habían conocido. Cuando el cuarteto reunió todos los paquetes sellados de los dientes de león y lograron sacarlos de la mansión a un claro del bosque, supieron que el tiempo estaba a la mano. Kane sacó su láser c y estableció contacto con el Comandante Linder. Ella miró a la mujer guerrera, y asintió con la cabeza.

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propiedades por servicio de mensajería. Partió con la promesa de que regresaría

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El Club de las Excomulgadas Melea tomó su lugar en medio de los dientes de león. Ella sonrió a Alex, que estaba a punto de llorar. George le dio una palmada en la espalda. Él no podía empezar a imaginar cómo se sentía. Kane se obligó a mirar Alex y a Melea. Besó a su mejor amiga en la mejilla, dándole las gracias en silencio antes de continuar. Con un guiño de Melea, ella habló por el comunicador, habiendo establecido contacto auditivo sólo por orden de Linder. Dijo que era necesario reservar tanto fero nitrum como sea posible.

La voz de él llegó a través del láser c. —Comandante Linder y Jefe director de la NASA en Colonia de Houston, preparándose para el transporte Melea, mujer guerrera de la NASA a Colonia de Houston. Espera para el transporte. Alex cerró los ojos por un breve momento en contra del sentido de pérdida mordiendo en su vientre. Los abrió a una serie de sonidos vertiginosos, como de campana que acompañan a una carga de energía que había llegado a reconocer. George puso su mano sobre su hombro. Y entonces sucedió. O mejor dicho, no pasó nada. — ¿Qué diablos está pasando?—Gruñó Melea. — ¡Me he preparado emocionalmente para el transporte, hágalo ahora Linder! — ¡Por las diosas!—Se lamentó la voz masculina en el comunicador. —Ha volado algún tipo de circuitos. Desactivación de transporte, Melea. ¡Kane! ¡No irán a ninguna parte, tenemos que hablar! Alex dejó escapar el aliento. George escuchó con atención.

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—Linder, estamos preparados para acoplarnos.

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El Club de las Excomulgadas Kane entró en el anillo del diente de león y le dio a Melea su mano, diciéndole sin palabras que lo dejara y siguiera. —Sí, Linder, ¿qué es? — ¡Por el poderoso Vegas, no tengo ni idea de cuánto tiempo se tardará en arreglar este lío maldito! — ¿Cuánto tiempo tiene Egis?

Kane asintió con la cabeza, aunque su comandante no podía ver que ella lo sabía. Al darse cuenta de eso, ella habló en voz alta. —Linder, no podemos arriesgarnos a otro intento fallido. Si nos quedamos sin fero-nitrum, los kabitross nunca llegaran allí. Voy a consultar con usted una vez por semana hasta que esté seguro de que los técnicos lo han arreglado. Sin embargo, ¡por las lunas de Júpiter, asegúrese de que se arregle antes de intentar otro transporte! — ¿Cuál es su lectura? Kane revisó su fero-nitrum nivel de antes de responder. —Treinta Kalis. —Cristo. Melea habló después. —La mía es menor ya que hemos estado usando mi láser-c para hacer contacto con usted en los últimos meses. Linder, Kane está bien. El siguiente intento es todo o nada. —Todo o nada—él repitió como un hombre en la angustia de perder a un nieto.

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—Varios meses todavía. No hay signos de deterioro.

—Todo o nada.

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El Club de las Excomulgadas —Es mejor desconectar el comunicador, Linder. —Kane mantuvo su voz poderosa para sacarlo de la autocompasión y la preocupación y para obligarlo a volver a enfocarse. —Estaré en contacto cada dos semanas en vez de cada semana. Hasta entonces... —Sí—dijo Linder tristemente. —Que las diosas las bendiga a ambas. —Que las diosas te bendigan—ellas repetían.

— ¿Y ahora qué? George se aclaró la garganta. No esperaba esta dificultad en sus bien formados planes. —Para empezar llevemos los dientes de león de nuevo a la finca. — ¿Y luego? George se volvió hacia Alex. Él levantó una ceja interrogante. Alex no perdió el tiempo. Meciendo a Melea en sus brazos, el marqués la besó profundamente en los labios. —Tú, mi amor has prometido un matrimonio en el momento en que regresara. Por lo que a mí respecta, ese momento es ahora. ¿Qué tienes que decir a eso mi pequeña fierecilla? Ella lo golpeó en el pecho. —Está bien. Vamos a presentar compañía permanente, entonces. —Ella besó la punta de la nariz. —Estoy lista para convertirme en su marcheta.

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Kane lo desactivado. Ella respiró hondo y se volvió hacia su marido.

—Marquesa—él gruñó.

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El Club de las Excomulgadas Ella hizo un gesto con la mano despectivamente. —Lo que sea. ***** Dos horas más tarde, el marqués y la marquesa de Asherby se despidieron y partieron hacia su luna de miel de dos semanas en una de las propiedades de Alex que estaba apenas un día completo de distancia.

experimentar esta pasada noche, Alex se dejó caer sobre la cama y suspiró. Luego él sonrió. Él podría estar agotado, pero él no podía estar demasiado cansado para no tener un infierno de una buena noche de bodas, las tres de la mañana o no. Él se irguió, descartó su atuendo a una velocidad sin precedente, y luego saltó sobre la cama y esperó, completamente erecto, por su marquesa, para unirse a él. Ella lo hizo. Alex pensó que había muerto he ido al cielo de un pervertido lascivo. Ojos redondos y la polla casi a punto de reventar, balbuceó: — ¿Qu… Qu…¿Qué es eso? Melea se subió encima de él con esa sonrisa de gato que se comió al canario que había llegado a adorar. —Lo llamamos shepra... ***** Kane entregó a su gato a una criada que pasó con las instrucciones para

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Cansado y agotado por la amplia gama de emociones que le habían obligado a

alimentar y bañar a Sir Desaliñado. Exhausta, cerró la puerta y se unió a su marido

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El Club de las Excomulgadas en la cama. Ella lo besó suavemente en los labios, y luego apoyó la cabeza sobre su pecho y susurró su satisfacción. George pasó los dedos por el largo cabello de su esposa al contemplar todas las barbaridades que habían ocurrido estos últimos dos días. Eso fue suficiente para darle a un hombre una jaqueca. No es que él podría tener más jaquecas. Maldita sea, pero que iba a tener que venir para arriba con un nuevo truco o dos. Por suerte, siempre fue un hombre de recursos.

Ella lo tomó enserio por un momento. Ella levantó la cabeza para mirarlo. — ¿Qué pasa mi amor? Él sacudió la cabeza como si el asunto fuera grave por cierto. —Hinchazón de las extremidades. — ¿Eh? Él tiró de las mantas hacia abajo y procedió a mostrar a su esposa la extremidad hinchada en cuestión. Ella aferró su mano contra su pecho desnudo, con una imitada preocupación. Batiendo sus pestañas, ella miro a su marido. Un marido cuyos apetitos lujuriosos podría poner a azilch en vergüenza. — ¡Oh Señor gran polla! ¿Qué puedo hacer para disminuir su agonía? Él agarró la parte posterior de su cabeza y la empujo cuidadosamente hacia su virilidad dolorosamente erecta. —Bésala y hazla sentir mejor, muchacha. Ella lo hizo.

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—Kane—jadeó él, —Estoy con dolor.

George puso las manos detrás de su espalda y disfrutó de cada momento de su cuidado en su cuerpo. Él contuvo el aliento mientras ella chupaba su escroto. 3 44

El Club de las Excomulgadas —Oh, Kane se siente maravilloso. Kane masajeó su saco con sus labios y la lengua por unos momentos más, luego levantó la cabeza y tomó la longitud de su polla en su boca. Ella lo llevó hasta el fondo,

profundamente

masturbándolo

con

un

movimiento

de

succión

poderosamente descendente. —Cristo—George entrelazó sus dedos por su pelo y la guió hacia arriba y hacia abajo de su longitud. —Eres tan buena en esto—él dijo con voz ronca. —Quítate él

Kane le lanzó una mirada seductora mientras ella obedecía. George levantó sus manos y juega con sus pezones, mientras que su esposa volvió a su succionarlo, acelerando el paso para permitir su orgasmo. George apretó sus dientes, me encanta. —Toma todo de él en tu boca, cariño. Chupa todo de él. Kane con él de nuevo profundo en su garganta, una y otra vez, sabiendo que su marido era parcial a la sensación. Ella se puso más excitada cuando vio caer de nuevo su cabeza en las almohadas, sus ojos cerrados, como los músculos del estómago tensos, contraídos y su polla impresionantemente grande se levantó rígidamente, con ganas de más. —Kane—murmuró sin abrir los ojos. Ella tomó el ritmo de nuevo, a sabiendas de que estaba listo para el orgasmo y ella deseaba sentir su liberación. Ella lo chupó más y más rápido, haciendo gala de los sonidos de su respiración dificultosa, ella amaba su poder sobre él. —Oh, Dios mío. —El cuerpo de George estaba rígida mientras él palmeó la parte posterior de la cabeza de Kane y la sujetó firmemente mientras ella lo chupaba. Erigiendo sus duros músculos de sus glúteos hacia arriba, él empujo tres

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camisón. Quiero acariciarte al mismo tiempo que me chupas.

veces más, luego gruñó de satisfacción cuando llegó a su clímax en su boca. 3 45

El Club de las Excomulgadas Se le ocurrió a George en algún lugar del fondo de su mente que él había pensado en llevar a su esposa a la misma altura que ella le había llevado. Había pensado a lamer sus pliegues resbaladizos, el sabor de su carne, y luego hacer el amor con ella toda la noche. El último pensamiento entretenido de él antes de caer en un profundo sueño, saciado era que él se lo haría a ella hasta mañana. Kane miró a su marido roncando y sonrió. Pobre bebé. Había tenido dos largos

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días.

3 46

El Club de las Excomulgadas Capítulo 39 Los próximos meses fueron los más felices de la vida de George. No lo había pensado posible mejorar la perfección, pero aprendió a amar a su esposa y acariciar su creciente amistad cada vez más con cada día que pasa. Los días comenzaron a rodar en semanas, las semanas en meses, y antes de que George se diera cuenta, su esposa daría a luz a su hijo en cualquier momento. Y aun así, el transporte no se

A principios de diciembre, ellos habían celebrado su cumpleaños 38. Kane de 27 había seguido en la víspera de la Navidad. Ninguno de ellos quería un escándalo mayor, por lo que simplemente pasaron el tiempo haciendo el amor, aunque con cuidado y disfrutando de sus últimos días de pre-padres juntos. La Navidad había sido un acontecimiento que George no tardaría en olvidar. Los aldeanos habían engalanado a Blackmore con el acebo, el muérdago y algunos dientes de león preservados. Los árboles fueron decorados, ponche de huevo se sirvió, y se impuso un estado de ánimo alegre alrededor. Para gran sorpresa de la familia y placer, Kane había llevado su embarazo muy bien. No sólo había sido un incidente aislado, aunque sea breve, eso había causado ninguna preocupación en absoluto. En algún momento de septiembre, cuando el bebé comenzó a patear, Kane se había convencido de que ella estaba embarazada con un híbrido mutante que quería destrozarla. Una visita de Lady Julia, lady Melea, y el viejo Girty O'Malley había establecido lo correcto, asegurándole que todo estaba bien. El veinte de enero, en el año del Señor 1777, Girty O'Malley entregó a Kane un niño sano, más tarde bautizado como Alexander William James George Wyndom, el quinto vizconde Brent, heredero del condado de Blackmore y el ducado de Browning.

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había fijado.

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El Club de las Excomulgadas El pueblo de Blackmore estaba eufórico por la noticia y lanzaron juntos una fiesta de celebración en el pueblo el día después de su bautizo para recibir a su nuevo señor con amor y que se mantuviera a salvo. Temiendo el frío y el deseo de proteger a su hijo de meses de los elementos, el conde abrió sus tres grandes salones de baile a su pueblo, instando a que la fiesta fuera en el interior de la finca donde estaba cálido y acogedor. Los sirvientes se turnaban para servir y ser servidos, uniéndose a la fiesta disfrutando tanto como aquellos que vivían fuera de la mansión. Los juegos fueron

vieja Girty bailaron una giga irlandesa juntos, no había un ojo seco que quedaba en la finca. Las lágrimas brotaron de la risa, por supuesto, ver la comadrona desdentada llevar al gigantesco conde alrededor de la pista. Aron MacAllister y Alice trajo un regalo de bienvenida al pequeño James Alexander, y se aseguró de una vez más agradecer a la condesa por todo lo que había hecho por su propia familia. Aron había puesto una tienda en el pueblo hace casi dos meses. Sus cunas finamente talladas y mecedoras se estaban convirtiendo rápidamente en la última moda entre la aristocracia de lugares tan lejanos como París. Los tapices medievales de Alice ahora se pusieron en las paredes de muchas de las propiedades de un noble. Hacia el final de abril, Kane anunció a un conde desconcertado que estaba esperando otro bebé en siete meses. Desde que Alex y Melea se encontraban de visita, ellos harían allí el anuncio glorioso. — ¡Es una noticia maravillosa!—Se rió Melea. — ¡Podemos ir a través de éste juntos! Kane levantó la vista del suelo, donde ella y su hijo estaban sentados sobre una manta juntos y ella sonrió. — ¿Estás con un hijo?

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jugados y el baile sirvió para iluminar una ocasión ya festiva. Cuando George y la

Melea asintió con la cabeza. 3 48

El Club de las Excomulgadas — ¡Felicitaciones! George dio a Alex un vaso de vino y lo golpeó en la espalda. —Como mi esposa dijo, felicitaciones. Alex sonrió, aceptando el vino. —No puedo esperar. Ya hemos pedido una cuna a Aron MacAllister.

—Él hace un trabajo excelente. Alexander James tenía su pañal cambiado por su mamá y su papá y fue llevado luego al cuarto de niños por Bessy para una siesta. Aún tenían que encontrar una institutriz que George estimase conveniente. Dos de las solicitantes habían sido monjas, que nunca habían pecado un día en sus vidas, sin duda, no pasó desapercibido por Kane. Ella le había burlado despiadadamente de él, pero George había defendido firmemente sus acciones, diciendo que él no le importaba tener una monja o aún más un santo protegiendo el bien más valioso de todo su patrimonio. El cuarteto se sentaron a un almuerzo tranquilo, durante la cual discutieron el tema de los Asherbys había venido a hablar. —No tendré eso—dijo Alex asunto con la mayor naturalidad. —Fue bastante difícil para mí la primera vez, pero ahora que está embarazada Melea, no voy a arriesgar su viaje hacia el futuro. Kane detuvo la cuchara con una ración de sopa de hongos a los labios, asintiendo con la cabeza, pensativa. —Yo no te culpo. Hay mucho que arriesgar.

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George asintió con la cabeza pensativo.

Melea suspiró. 3 49

El Club de las Excomulgadas —Entonces, ¿qué hacemos? —No veo ninguna razón en particular por la que nosotros no podamos transportar las flores sin que usted vaya. Melea mordió el labio inferior. —Yo tampoco. Sin embargo, sin un cuerpo vivo para centrarse, ¿qué pasa si el transporte no funciona? Vamos a estar sin del fero nitrum y no habrá forma de

Kane pensó en eso por un momento. —No es cierto. El transporte no requiere de un cuerpo, se requiere energía y fuerza vital si se quiere. Melea negó con la cabeza. —No entiendo. George hizo contacto visual con su esposa. —Creo que sí. —Él levantó una ceja. — ¿Se refiere al segundo láser-c, por casualidad? Kane asintió con la cabeza. —No sé por qué nunca se me había ocurrido antes. Melea sonrió mientras la comprensión amaneció. — ¡Por supuesto! Alex cruzó los brazos sobre el pecho. —Llámame idiota, pero yo todavía no lo entiendo. Expliquen, por favor.

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salvar a Egis.

Kane se encogió de hombros. 3 50

El Club de las Excomulgadas —Podemos colocar el láser-c de Melea en el centro del anillo de diente de león en el modo activado. Se va a producir la energía necesaria para permitir el transporte concentrarse en algo. Alex se enderezó. Él se removió en su asiento. — ¿Eso va a funcionar? —No veo por qué no. Se localiza como un cuerpo humano por lo que debería

Expulsó a un soplo de aire, y luego sonrió. —Excelente. Ahora es sólo cuestión de tiempo. George suspiró. —No mucho más tiempo. Los ojos de Melea se abrieron como platos. — ¿Ustedes han hablado con Linder hoy? —Ayer—Kane le corrigió. Agitó la mano. — ¿Y? Kane tomó su taza de té y bebió de ella. Colocándola de nuevo hacia abajo, a quien consideraba su mejor amiga. —Nuestra intención es transportarlos mañana. *****

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tener muchas posibilidades de ser transportado.

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El Club de las Excomulgadas En el día del juicio final, el mismo cuarteto reunieron los dientes de león sellados y juntos en secreto partieron de la mansión, y se dirigieron al mismo claro en las afueras del bosque de la aldea. Kane coloco el láser-c de Melea en el medio del anillo y lo puso en el modo activado. Dio un paso atrás, fuera de la pista, y procedió a realizar su propia comunicación.

—Afirmativo. Comandante Linder, Jefe director de la NASA y la colonia de Houston, preparándose para el transporte de la muestra de la kabitross. Espera para el transporte. George sentía nudos en el estómago. Realmente quería que esto funcionara. Él quería que este sangriento negocio terminada para que nunca tuvieran que mirar hacia atrás, nunca tendría que tener esta misión cernirse sobre sus cabezas y tendrían la felicidad de nuevo. Un momento más tarde, unos sonidos familiares vertiginosos se levantaron de comunicador de Melea. Una carga de energía fue emitida y él sabía que el tiempo estaba a la mano. Justo cuando pensaba que todo había terminado y todo estaba a punto de ser colocado bien se oyó el débil sonido de la voz de su esposa que lo llamaba. Era un sonido que nunca olvidaría mientras tuviera que respirar. En la agonía, miró hacia la posición de pie de Kane. Las luces pulsantes de energía tenían un lazo alrededor de su esposa y al mismo tiempo en el anillo de dientes de león. Él le tendió la mano. —Kane, ¡no! Una sola lágrima resbaló por su mejilla. Ella le tendió la mano a él. —Te amo, George.

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—Linder, todo está listo. Hazlo igual como dijimos ahora.

Él corrió hacia ella sólo para ser detenido por Melea. 3 52

El Club de las Excomulgadas — ¡No! ¡Vas a matarlos a ambos! ¡No hagas nada! Él siguió su camino. Melea le dio la vuelta y lo obligó a mirarla. —George, escúchame, ¡maldita sea! Si se interrumpe el transporte una vez que está hecho y fijado hará que el equilibrio de la energía cambiar y ¡van a morir los dos!—Ella agarró sus dos brazos y aplacándolo. —Ella va a encontrar un camino a

Él cerró los ojos y asintió con la cabeza conforme. Su desgarrador dolor, se volvió hacia su esposa. — ¡Te amo maldita sea! ¡Vuelve a mí! Ella sonrió con tristeza. Y entonces ella se había ido. Un silencio inquietante se produjo. George tropezó con el anillo de dientes de león y se sentó donde sólo hace un momento su esposa había estado. En el suelo era había una sola flor, un diente de león que debió haberse escapado de alguna manera su envase sellado. Él lo levantó y lo pasó por un lado de la mejilla. En ese instante, una caja de Pandora de pensamientos angustiosos se desencadenó. ¿Qué pasa si el transporte se rompió y ella no podía volver? ¿Y si nunca vería a su esposa y su hijo por nacer de nuevo? ¿Qué pasa si se vio obligado a vivir el resto de sus días tan solo como lo había estado antes de que Kane se hubiera arrasado en su vida? Él no era capaz de soportar el dolor, George echó atrás la cabeza como un animal herido fatalmente y gruñó: — ¡No!

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casa, George. ¡Deja que se vaya!

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El Club de las Excomulgadas Alex corrió al lado de George y se agachó a su lado. Dándole una palmadita en la espalda, le ofreció el único consuelo que podía pensar. —Está bien, amigo mío. Ella volverá. Sé que lo hará. George miró a su mejor amigo, con los ojos enrojecidos. Y entonces hizo algo

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que nunca antes había hecho en su vida. Tiró de Alex en sus brazos. Y lloró.

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 40 — ¿Qué cruento diablos fue eso, señor?—Aun jadeando por la loca carrera que él y Marshall Turgot había hecho en el bosque, Aron MacAllister se inclinó y apoyó sus manos sobre las rodillas para estabilizar su respiración. Marshall negó con la cabeza.

— ¿Quién o qué tomó a nuestra lady, señor? —No tengo idea—Jadeó Marshall por el aire, y luego dio una palmada en la espalda Aron. — ¿Habéis visto la mirada sobre ti mismo? Él parecía que estaba deseando, morir, él lo hizo. Aron asintió con la cabeza. —Eso hice. —Él se enderezó y considero los acontecimientos aterradores que acababan de presenciar. —Los Blackmores han hecho mucho por este pueblo. Me gustaría que hubiera más que pudiéramos hacer. —Igual que yo. Aron miró pensativamente en el claro del bosque. Se le ocurrió una idea. —Tus hijos… ellos pueden manejar los campos por ti. Marshall se encogió de hombros. —Sí. Aron asintió con la cabeza. —Ve por tus maletas. Dile a tu mujer regañona que nos iremos por una

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—Era algo diabólico, seguro.

quincena o más. 3 55

El Club de las Excomulgadas Marshall arrugó la cara. — ¿Por qué? ¿Dónde vamos? —Yo estaba pensando. Ambos creemos que era diabólico, ¿no? —Sí. —Bueno, yo pienso que tengo una tae del diablo para luchar contra un demonio. —Aron palmeo a Marshall en la espalda. —Te lo explicaré en el camino,

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señor. ¡Vamos ahora! Tus maletas. ¡Salimos en una hora!

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 41 —Kane ahora que estás aquí, me gustaría consideras quedarte el tiempo suficiente para encargarte de las flores y ayudar a plantar las semillas sobrantes en los jardines sintéticos. Kane puso con indignación sus manos apretadas en las caderas.

pensar en esto. No puedo prolongarlo innecesariamente. — ¿Innecesariamente? Kane se retorcía. —No me hagas sentir culpable, Linder. ¡Maldita sea, deja de mirarme así! — ¿Cómo? —Tú sabes cómo. Como si yo fuera la única persona en las galaxias que puede salvar a Egis. ¡Cualquier persona puede encargarse de las flores! Linder se frotó la barbilla demacrada cansada. —La diferencia es que tú eres la única en quien confío. Derrotada Kane cerró los ojos. — ¿Hasta cuándo? — ¿Qué quiere decir…? Ella levantó una mano silenciamiento.

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—Olvídalo, Linder. Mi marido está probablemente, fuera de sí por el dolor de

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El Club de las Excomulgadas —No hay juegos, Linder. No cuando se trata de mi esposo e hijo. No cuando ambos comunicadores están aquí y no tengo forma de hacerles saber que todo estará bien. ¿Sabes a qué me refiero? ¿Cuánto tiempo debo permanecer? Él asintió con la cabeza, dándose cuenta de que ella no aguantaría ninguna táctica dilatoria. —Podría tomar hasta seis meses.

—Kane, no quiero causarte ningún dolor más, pero yo lo consideraría un favor personal si tú me concederías esta petición. — Él le tomó la mano en la suya y le rogó a ella. —Sólo por esta vez. Sólo una vez más. Kane estaba a punto de negarle, cuando una imagen le vino a la cabeza. Una foto de su hijo. Una imagen de cómo se sentía al tenerlo en brazos, de cómo le saltaba el corazón cada vez que lo miraba en sus ojos brillantes. Por primera vez desde que comenzó esta misión, ella realmente entendía la agonía de perder un hijo. O en el caso de Linder, un nieto. Ella inclinó la cabeza. —Muy bien, Linder. Sólo por esta vez. ***** Las dos semanas siguientes fueron un torbellino de dolor para George. Si no fuera por el hijo que había hecho con Kane para recordarle su amor, él estaba seguro de que se habría vuelto loco hace mucho tiempo. ¿Un signo de debilidad? Quizá. Pero la locura parecía ser la única manera de hacer la parar el dolor. Para no sentir nada. Para no ir a dormir cada noche llorando y despertar cada mañana, deseando que la muerte lo reclamara.

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—Por las diosas. —Ella tomó una respiración profunda y consideró sus opciones.

En la tercera semana, Alex lo sentó y tuvo una charla de hombre a hombre con él. La esencia del asunto era, la melancolía de George no podía ser saludable para 3 58

El Club de las Excomulgadas Alexander James. Tenía que seguir viviendo, con o sin Kane, tal como ella hubiera querido que hiciera. ¿Kane querría sus lágrimas? No. ¿Su dolor? No. ¿Su apatía? No. Sabiendo lo que ella lo querría, no lo hacía más fácil. Pero sabía que Alex

James si no fuera por su cuenta. Hacia el final de la tercera semana, George se encontró vagando por los pasillos hacia el cuarto de niños. Era la mitad de la noche, por lo que todos estaban en cama, incluyendo a Alex y Melea que se había negado a salir hasta que Kane volviera a Blackmore. Su madre y Chester todavía no sabían acerca de su “desaparición” y decidió no decirles a menos que fuera necesario hacerlo. George cerró las puertas del cuarto de niños en silencio detrás de él, cuidando de no despertar a la vieja Girty que había resultado ser un infierno de institutriz de buena. Ajustando la vela sobre una mesa junto a la cuna de su hijo, cogió Alexander James y lo abrazó con fuerza. —Estoy empezando a temer que tu madre se ha perdido para nosotros, mi hijo. —Él le dio un beso suavemente en la frente. — ¿Sabes lo mucho que te amaba? ¿Nunca vas a saber cuánto? Él se sentó en la silla más cercana a la cuna y empezó a balancearse hacia adelante y hacia atrás, muy lentamente. —Ella no quiere que te sientas deprimido, tú lo sabes. Ella habría querido que

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estaba en lo cierto. Él sabía que tenía que volver a su vida, por amor de Alexander

tengamos fe. —Besó a su hijo en el pelo negro de su cabeza. —Pero si va a volver a nosotros, desde luego no me importaría un signo o dos. 3 59

El Club de las Excomulgadas George mecía a Alexander James hacia atrás y adelante en la silla durante largos minutos. Cuando la fatiga finalmente lo reclamo, se levantó y se dispuso a colocar a su hijo de vuelta en la cuna. Antes de hacerlo, el pequeño susurró. Sonriendo, los ojos verde claro de George miró a los ojos azules recién abiertos de bebe. Sólo, que no eran tan azules ya. Su corazón latió con rapidez, George volvió a sentarse con su hijo y miró sus

—Dios mío. Los ojos azules de Alexander James el recién nacido habían cambiado. Ahora ambos ojos contenía un anillo de color verde como el suyo, un anillo de color azul como Kane, y una mancha de oro en el centro de cada uno que se parecía sorprendentemente como... un diente de león pequeño. George sonrió por primera vez en tres semanas. Besó cariñosamente a su hijo en la frente. —Gracias hijo mío. Pedí una señal, y me dieron una. Alexander James susurró, como si quisiera decir: “Oh ustedes hombres de poca fe.” ***** Durante la mitad de la cuarta semana de George, con la ausencia de Kane, el vizconde Freemont volvió a Blackmore para visitar a su ahijado. La primera pregunta que tenía, por supuesto, giró en torno a la ausencia obvia de lady Blackmore. Al darse cuenta de que se podría confiar a James con sus vidas por no hablar de

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ojos a la luz de las velas decrecer.

su secreto, George y Alex procedieron a contar todo al vizconde. Ellos comenzaron

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El Club de las Excomulgadas con la llegada de Kane hace un año y terminaron con su “desaparición” hace un mes. Por suerte, George pensó que era buena suerte que Melea no tuviera su láser-c para probar cualquier cosa, James les creyó. Sin lugar a dudas, él le creyó. Sin pruebas, le creyó. Su fe en el vizconde se multiplicó diez más después de eso. Hacia el final de la cuarta semana, George invitó a James y a los Asherbys a su estudio privado para un juego de cartas. Ya era hora de seguir viviendo, ya que lo

—Prepárate para perder en grande—bromeó Alex, barajando las cartas, mientras que James servía a los caballeros una copa de oporto. Melea resopló. —Él es pura palabrería y ninguna acción—musitó ella. —No me preocuparía por ello demasiado, George. El conde se echó a reír. —Voy a tomar su palabra, señora. El juego siguió y George ganó las dos primeras manos. James tomó la siguiente y la siguiente Melea. Claramente frustrado, Alex tiró sus cartas. —Una sangrienta molestia, este juego. Melea resopló. —Y entonces el actúa como un niño cuando pierde. George y James se echaron a reír. James se puso de pie para llenar su copa de oporto, cuando un golpe en la

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había prometido, que lo haría hace una semana.

puerta del estudio le interrumpió. Ya que estaba de pie, él le contestó.

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El Club de las Excomulgadas — ¿Sí? Stuart, el mayordomo Blackmore, y una jadeante Bessy se precipitó en el estudio. Bessy se inclinó ante el conde antes de expresarse. —Es mejor venir al bosque, mi señor, donde los aldeanos se han reunido. Mi padre los espera allí. George se levantó, levantando una ceja curiosa cuando lo hizo.

—Ellos quieren traer a la señora de vuelta. Más allá de eso, no estoy en libertad de decirlo. —Ella inclinó la cabeza respetuosamente. —Mejor vienen ahora. —Y luego añadió: —todos ustedes.

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— ¿Para qué?

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 42 Él no lo podía creer. En todas partes que George miraba había aldeanos reunidos alrededor. Jóvenes, viejos, hombres, mujeres, escocés, inglés, irlandés, no importaba. Desde sirvientes vestidos de gala con las manos fuertes de un herrero hasta ex cortesanas

Todos querían que Kane regresara a casa. George tomó una respiración profunda, él estaba embargado de la emoción por esta muestra de solidaridad entre su gente, incluso su antigua amante. Eso tocó una parte de él que había estado encerrado en hielo durante estas últimas dos quincenas sin su esposa a su lado. Alex y Melea caminaron estoicamente hacia la multitud a la derecha del conde, James y Bessy a su izquierda. Una gran hoguera se había encendido y se bailaba al alrededor los juerguistas. La multitud no pudo contener su fiesta. George sonrió tímidamente hacia Charlotte mientras se abría paso entre la multitud de seguidores. Cuando ella le devolvió la sonrisa, él se volvió hacia la doncella de su esposa por algunas respuestas. — ¿Qué está pasando?—Él preguntó aturdido. Bessy sólo sonrió. —Mi papá es un Highlander, mi señor, —dijo ella con sencillez, como si eso lo explicara todo. Cuando el conde frunció el ceño, ella agregó, —él y los hombres Turgot, incluido a mi Jack, han pasado arrebatado a ustedes. James levantó una ceja.

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(¿era esa Charlotte?), Todos ellos estaban aquí.

— ¿Arrebatado?—El preguntó con incredulidad. — ¿Al igual que un ladrón?

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El Club de las Excomulgadas —Sí. Esa es la manera de él, mi señor. — ¿Qué podría posiblemente su padre por robar, que puede ayudar a traer a la condesa de vuelta?—Preguntó Alex con incredulidad. —Ustedes verán, mi señor. George estaba a punto de presionar a Bessy a una respuesta a la pregunta del marqués cuando vio a su padre en la multitud. La reunión bulliciosa se abrió, lo

oscuridad de los cielos nocturnos. —Aron—Él conde lo saludo, compitiendo para hacerse oír por encima del estruendo. — ¿Que pasa aquí, hombre? Aron MacAllister giró sobre sus talones y se volvió hacia George. Su rostro se iluminó al verlo. Él levantó las manos, pidiendo silencio en la reunión. Él tomó un momento antes de que todos estuvieran en silencio. —Nosotros, el pueblo de Blackmore, hemos venido todos aquí esta noche para dar nuestro apoyo. La multitud se volvió loca con un estruendoso aplauso y una ovación. Aron levantó las manos otra vez. —También se reúnen esta noche para traer a la condesa, de vuelta a casa. Más aplausos. La alegría más fuerte. George estaba conmovido. Y sorprendió. Aron sonrió. —Yo y los Turgots acabamos de regresar de las fronteras, mi señor. Nosotros hemos traído un regalo. —Aron giró hacia la derecha ofreciéndole al conde a su

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que permitió su entrada a la fiesta, más cerca de la hoguera que ardía en la

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El Club de las Excomulgadas perfil. — ¡Mariscal! ¡Jack!—Gritó él agitando a que se acercara. —Traiga nuestro botín. — ¿Qué has robado?—Preguntó Melea, recordando referencia anterior Bessy a “arrebatar”. — ¿Qué diablos hay en ese saco?—Murmuró Alex a James. James se encogió de hombros.

Alex sonrió. Ni él podía. George miró, con los brazos cruzados sobre su pecho, como un gran saco de tela se depositó a sus pies. No, un saco grande de tela que se retorcía, se corrigió. Y peor aún, la bolsa contenía una voz chillona, obviamente enfadada amortiguado en el interior de la misma, llamando a la asamblea lo que sólo podía suponer era toda clase de nombres viles. George cerró de golpe su mandíbula mientras procedía a ver a Jack Turgot cortar a través de la bolsa con el cuchillo y el tirar de una mujer atada y amordazada con el pelo color vino fuera de él. La levantó, la puso sobre sus pies, y la puso ante el conde. Ella era exóticamente bella, George admitió. Largas trenzas de color burdeos y plateadas ojos helados, y piel cremosa. Llevaba una camiseta blanca y ceñidos pantalones azules ajustados hechos de un material extraño que nunca antes había visto. Melea arqueó una ceja. Los pantalones provocó una inyección de su célula de memoria... pero ¿de qué? James sonrió lentamente. La chica era la mujer más atractiva que jamás había

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—El color me causa curiosidad, pero no puedo esperar para averiguarlo.

puesto sus ojos encima.

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El Club de las Excomulgadas George frunció el ceño. La chica era atractiva, pero... —Aron, ¿cuál es el significado de esto, hombre? ¿Seguramente usted no puede pensar que deseo cambiar mi amada esposa por otra? La chica en cuestión chirriaba. Asustada, miró por encima del hombro en las cercanías de sus captores para escuchar lo que tenía que decir a eso. —Nosotros no la trajimos para que sea su amante, mi señor, —le aseguró Aron.

marchitar a un hombre cerca de su protuberancia. La chica chilló indignada. Ella pisó el pie de Jack en venganza, lo que le causó a aullar de dolor. Él la agarró por la mitad y envolvió el otro brazo alrededor de su garganta. Con los ojos abiertos, ella se calmó. Los ojos de James se redujeron, listo para saltar. Tenía un picor para arrancar a la mujer hermosa de las manos del jefe del establo, pero decidió sabiamente esperar y ver cómo esta escena se desarrollaba. Además, Jack era un buen muchacho. La chica que lo cautivo entornó sus ojos al vizconde como si hubiera leído sus pensamientos, preguntándose vagamente por qué al extraño le importaba en absoluto. George negó con la cabeza para despejarse. Él sintió uno de sus famosos abatimientos que no podía conseguir que llegaran más rápido. —No entiendo, Aron. ¿Por qué entonces robas a esta mujer? Aron sonrió. —La chica va tae traer a lady Blackmore a casa con usted. — ¿Ah, sí? Y ¿cómo va a lograr esa hazaña, dígame por favor?

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—Sí, —secundó Jack. —Linda es ella, pero su lengua de mal genio podría

Aron se encogió de hombros. 3 66

El Club de las Excomulgadas —Sin embargo, su tipo está en eso. Un hechizo. Un encantamiento. Quizá un sacrificio de animales. La multitud gritó de horror. La cara de George arrugó en la confusión. — ¿Su tipo?

***** —Bueno Linder, parece como si todo está al fin en orden. La kabitross se ha cultivado en los jardines de síntesis de la colonia, la mayoría de las semillas ya han sido empaquetada en forma farmacéutica, Egis está vivo y bien, infierno, incluso he encontrado a Timal una amante dispuesta a presentar una solicitud de compañía permanente con él. —Kane estiró los brazos hacia arriba y afuera, bostezando ampliamente. Ella lanzó su mirada forma al comandante y sonrió. —Ahora bien, si no te importa, estoy lista para volver a mi vida. Linder hizo una mueca. Se sentía malditamente culpable que ella hubiera sido retenida tanto tiempo. —Yo sé que tú debes extrañar a tu compañero permanente y a tu hijo. — ¿Extrañar? ¡Há!—Ella sacudió la cabeza con nostalgia. —Por los anillos de Saturno, extrañar no empezará a describir lo terriblemente sola que estoy y cuanto anhelo a mis dos humanoides preferidos. —Ella bajó la mirada hacia su vientre maduro, pesado con la hija de George, y suspiró. —Han pasado siete meses, Linder. No me puedo imaginar lo mal que George debe estar ahora. Probablemente piensa que nunca voy a volver. Linder le dio una palmada afectuosa en la espalda.

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—Sí—Aron sonrió de oreja a oreja. —Ella es una bruja.

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El Club de las Excomulgadas —No es cierto. Nosotros tenemos viaje en el tiempo programado aquí en la NASA, Doctora. — ¿Su punto? —Yo podría estar aquí y perder más de su valioso tiempo explicando las complejidades técnicas que la NASA ha aprendido como resultado de su misión, pero lo largo y corto en resumidas cuentas es lo siguiente: sólo un mes habrá

Ella sonrió. — ¿En serio? ¿De verdad? Él sonrió. —Sí. — ¡Oh Linder eso es maravilloso! ¡No quiero ni pensar lo que George y mi hijo han sufrido horriblemente en mi ausencia, si se acerca a cómo yo lo he hecho desde aquí! Él no dijo nada de eso. —Bueno, ¿entonces vamos a salir? Kane arqueó una ceja. — ¿Nosotros? Linder sonrió. —Bueno, yo estaba pensando... ya que sabemos que es un hecho que el programa funciona a la inversa, no veo ninguna razón por la que no puedo llevarla a casa. —Él se puso sobre sus pies con entusiasmo. — ¡Por el ojo del zilch, quiero

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pasado en el tiempo de su compañero permanente, cuando llegue.

ver esta tierra gloriosa que ha causado que dos de las mejores mujeres de Houston nos dejen por eso! 3 68

El Club de las Excomulgadas Kane echó la cabeza hacia atrás y se rió. —Entonces, por supuesto, ¡ven!—Ella tomó Linder por el brazo y lo condujo hacia la puerta. —Vamos a encontrar un droide con de trajes del siglo XVIII. ***** — ¿Una bruja?—Preguntó George confuso. —Sí—se jactó Aron. —Sabemos que de hecho que esta muchacha está

Marshall Turgot asintió con la cabeza. —Nosotros capturamos a la bruja en su forma cambiante apareciendo de la nada, por así decirlo. La asamblea quedó sin aliento. George dio una palmada en su frente. Esto era demasiado. Si no fuera por el hecho de que los hombres habían ido a tales extremos para tratar de traer a su esposa, él los habría reprendido fuertemente por el robo de la chica. Miró por encima de Melea como si dijera: ¿qué te parece? Melea se encogió de hombros como si fuera a responder, ¡Por las lunas Júpiter, cualquier cosa vale la pena intentarlo en este momento! Sin embargo, George estaba a punto de negar a los pobladores el derecho a realizar el ritual pagano cuando la Vieja Girty O'Malley contoneaba arriba a su hijo en sus brazos, para hablar de su obra. —Sabemos que una bruja tuvo a nuestra señora primero mi señor, Aron y Marshall aquí vieron el acto negro realizarse. Sorprendido, George no dijo nada. Él no se había dado cuenta de alguien salvo

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familiarizada con las artes oscuras.

Alex y Melea habían sido testigo de la partida de Kane. La partida que le había 3 69

El Club de las Excomulgadas arrancado el corazón y lo rompió en pedazos. Si no fuera por el hijo que Girty estaba sosteniendo contra su pecho, él no estaba seguro de que habría sido capaz de estar este tiempo sin ella. —Eso es correcto—insistió Jack, manteniendo un estricto control de la cautiva, —y llevará a otra bruja traerla de vuelta a todos nosotros. La multitud aplaudió.

qué debería a cualquiera de ustedes importarle? Girty O'Malley lo miró de arriba a abajo con el ceño fruncido. —Por los anillos de Saturno—ella gritó. ¿Los anillos de Saturno? — ¿No sabéis lo mucho que la condesa ha hecho por la suerte de nosotros?— Girty dijo. Sintiendo que él debía saber la respuesta y la vergüenza porque no lo hacia el conde meneó lentamente la cabeza. —Ella me curó la gota—insistió Girty, inclinando la cabeza para confirmar sus palabras. —Ella curo el dolor en mis huesos—dijo a un hombre mayor. —Pasó tiempo conmigo después de que mi marido murió, ayudó a sacar las lágrimas, eso ella hizo—gritó otra. —Ella me dio autoestima—anunció Charlotte. —Ella le dio a mi Bessy y Megan trabajos y salarios buenos—añadió Aron.

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— ¿Pero por qué?—Le preguntó a George, prácticamente sin palabras. — ¿Por

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El Club de las Excomulgadas La multitud estalló en un mar de rugidos, cada uno de ellos tratando de hacerse oír por encima de los demás para enumerar las buenas obras de la condesa al conde. Finalmente, después de un largo rato, el pequeño Jamie McClure, el muchacho mismo que hizo a Kane una nueva corona de dientes de león todos los días, se adelantó y llamó a la reunión hacia a silenciar. —Podríamos estar aquí toda la noche y todavía no decir todo lo bueno acerca de nuestra señora. El punto es, mi señor, estamos deseándola de regreso y nosotros

Alex y Melea sonrieron y se abrazaron afectuosamente, la multitud una vez más, tronó los aplausos. James miró a la bruja. La hermosa mujer parecía estar sacudida por los discursos de los pobladores. ¿Estaba considerándolo? ¿Era realmente una bruja? ¿Podría traer de regreso a lady Blackmore de regreso? Jack Turgot cortó las ataduras de la bruja de las manos y los tobillos luego eliminó la mordaza y la dejó caer al suelo. Aron asintió con la cabeza a su hijo y pronto yerno, y luego gritó a la multitud. — ¡Todo el mundo forme un círculo cerca a la hoguera y unid sus manos! Aturdido, George y los demás hicieron lo indicado. El conde tomó la mano de Bessy y la sostuvo firmemente segura en la suya. Él la miró y guiñó un ojo, induciendo a la niña a ruborizarse bellamente. Mientras los lords y ladies y los comuneros construyeron su círculo pagano, el pequeño Jamie McClure repartió las coronas de diente de león a todos en el grupo reunido. —Póngalos adelante, todos vosotros—gritó el muchacho. — ¡Mejor no correr riesgos!

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lo conseguiremos esta misma noche.

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El Club de las Excomulgadas Divertido, George tomó un vistazo rápido sobre él, admirando las coronas de diente de león y todos incluidos él mismo las usan ahora. Era divertido y emocionante hasta el infinito ver a todo el mundo, incluso a sus criados con sus vestiduras a la medida, luciendo estos talismanes de flores ridículas. El pequeño Jamie McClure entregó una corona de diente de león a la bruja, quien la aceptó con los ojos muy abiertos, y luego el corrió hasta el borde del anillo y tomó su lugar.

— ¡Traerla de vuelta!—Gritó otro. La bruja se mordió el labio y golpeó con el pie distraídamente, como si tratara de llegar a alguna decisión interna. Al parecer, después de haber llegado, ella respiró hondo, empujó al círculo de flores en la cabeza, se frotó las palmas de sus manos y respiró hondo. La multitud se quedó inmóvil.

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— ¡Tú has magia!—Aron gritó a la bruja.

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 43 — ¿Estás segura de que debemos entrar a las afueras de la aldea en lugar de en la mansión misma, Kane? —Estoy segura, Linder. Uno de los sirvientes nos puede ver si nos materializamos de la nada dentro de los terrenos. Al menos así no vamos a hacer

—Está bien. Luego, vamos a caminar para ocupar la plataforma. ***** La bruja se mordió los labios, mirando al cielo como buscando la intervención divina. Ella debería estar en estas situaciones, Jack Turgot pensó sombríamente mientras la miraba. Bueno, quién sabe si ella era una bruja buena. ¡Era eso posible! O por lo que su madre siempre había dicho, mientras que entre con sus tasas. La bruja trajo sus manos juntas, al parecer después de haber recibido la inspiración que había estado buscando. Ella impuso drásticamente sus brazos en el aire, aclarándose la garganta para hablar. Ella precipitó sus ojos de esta manera y sin duda era evaluando la gran cantidad de ellos para su potencial sacrificio pagano a los espíritus oscuros. O al menos algunos de los espectadores lo creía, que por el cambio de posición en sus pies y evitando su mirada, por temor a su destino si se atrevían a hacer contacto visual con la bruja de ojos de plata. George le miró con curiosidad, preguntándose distraídamente lo que pasaba por la mente de la mujer con las trenzas de color borgoña. Nunca antes había creído en la brujería, precisamente, pero por otra parte, no había creído en el viaje en el tiempo hasta que él se había enamorado de una mujer que había nacido siglos más tarde que él. Cualquier cosa era posible. Él quería creerlo. Y si esta jovenzuela de ojos la plata le dijera que pararse en un pie y que maullara como un desaliñado,

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una escena.

él lo intentaría si eso significaba que se reuniría con Kane. ¿Por qué diablos no?

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El Club de las Excomulgadas Alex y Melea apretaron las manos uno con el otro como salvavidas. Ella tenía un buen presentimiento sobre esto. Había muchos mundos en las galaxias conocidas del siglo 25 que se basaba en la magia y la mística para llevar a cabo las mismas proezas que las sociedades basadas en la tecnología, tales como la tierra lo hicieron. Las brujas eran reales. La brujería era una realidad de la vida. Tal vez esta mujer era de su raza. James tomó la escena a su alrededor sintiéndola extrañamente cargada. Él sabía que esto tenía que ser la imaginación hiperactiva de los aldeanos, sin embargo el

hermosa, su corazón se levantó de golpe cuando ella agitó sus brazos en el aire. La bruja abrió mucho los ojos como si contara una historia de fantasmas particularmente alarmante para un grupo de niños fácilmente asustados. Habló sus conjuros con un aire teatral generalmente reservado para un escenario. —Las rosas son rojas, la noche es de color negro, la condesa de Blackmore que todos queremos de vuelta12. Ella cantó sus palabras una y otra vez, induciendo al público con gestos de la mano para repetir el ritual con ella. En un primer momento, nadie habló una palabra. Y luego, como si rompiendo el hechizo que mantenía la lengua colectiva reunida, Melea comenzó a cantar con la bruja. —Las rosas son rojas, la noche es de color negro, la condesa de Blackmore que todos queremos de vuelta. Y entonces George se unió al grupo. Y luego Alex y James. Aron y Bessy. Jack y Marshall. Megan y Girty. Y luego los otros. Todos ellos, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, Ingleses, irlandés, escocés, noble y comunes. Cantaban al unísono, sus palabras como un coro ofrecido a los destinos “Las rosas son rojas, la noche es de color negro, la condesa de Blackmore que todos queremos de vuelta.”

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aire sobre él se sentía con estática. Él vio todos los movimientos de la muchacha

La Rima se pierde en castellano : “Roses are red, the night is black, the Countess of Blackmore that all we want back

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El Club de las Excomulgadas Las rosas son rojas, la noche es de color negro, la condesa de Blackmore que todos queremos de vuelta. Las rosas son rojas, la noche es de color negro, la condesa de Blackmore que todos queremos de vuelta. El canto fue de suave a fuerte con la fiebre aguda. ¡Las rosas son rojas, la noche es de color negro, la condesa de Blackmore que todos

¡Las rosas son rojas, la noche es de color negro, la condesa de Blackmore que todos queremos de vuelta! ¡Las rosas son rojas, la noche es de color negro, la condesa de Blackmore que todos queremos de vuelta! El aire que los rodeaba creció confuso y tenso. Había una carga en ella que ninguno salvo Melea, George y Alex podría dar nombre. Era fero-nitrum, estaban seguros. Los demás creían que era brujería. Una bocanada enorme de humo se materializó de la neblina, induciendo a la multitud a soltar las manos y persignarse en la incredulidad de todo lo que estaban presenciando. Aron MacAllister cayó al suelo y dijo un Ave María, rezando a los santos que no habían conjurado inadvertidamente a algún dios pagano de las artes oscuras, que podían devorar a gran cantidad de ellos. De la niebla y el humo, salió una Lady Blackmore regiamente vestida y muy embarazada. Iba acompañada de un noble a quien nadie salvo Melea reconoció. De repente, la multitud estalló en un ataque de aplausos. El corazón de George palpitaba con rapidez, con la mandíbula abierta. Desconcertado, Kane y Linder miraron a su alrededor. El comandante trató de tocar su láser-c, disponiéndose a sacarlo si alguno de los primitivos tratara de

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queremos de vuelta!

hacerles daño. Antes de que pudiera pensar en hacer algo al respecto, una hermosa 3 75

El Club de las Excomulgadas morena le llamó la atención. La arpía hizo las cosas en su corazón que él no se había dado cuenta de que un corazón de cincuenta años terrestre podría hacer. Ella sonrió con recato a él ya sabía entonces que él no querría abandonar este lugar sin ella. Más tarde, se daría cuenta de que su nombre era Charlotte. Por el momento, se volvió hacia su compañera. —Tanto por aparecer allí donde no pueden vernos—murmuró Linder a Kane. Kane, por otro lado, no estaba prestando ninguna atención a su comandante.

Como si fuera un sueño, o más bien como una fantasía, su conde se materializó desde el vientre de la multitud que vitoreaba y caminó lentamente hacia ella. Su corazón bombea la maldita sangre alrededor muy rápido de lo que podría bombear de nuevo adentro, ella le sonrió tímidamente, contoneándose hacia él mientras lo hacía. George sintió que las lágrimas se reunían en sus ojos, pero no le importó. No podía creer lo que estaba viendo. Todo en él se sentía surrealista. Él sabía que la multitud lo estaba animando, pero no oyó nada salvo su propia respiración. Él vio que su esposa, una mujer embarazada cuando apenas el destino le había arrebatado tan cruelmente hace un mes de distancia, estaba ahora cerca del final de su confinamiento. Él lo vio, supo que no tenía sentido, pero no le importaba. Él sólo la necesitaba. Tenía que tocarla, saber que estaba realmente aquí. Ella se contoneaba a él, las lágrimas corrían por su rostro. Sonriendo tan brillantemente que lastimó sus ojos y apretó su corazón, ella repitió las primeras palabras que jamás había hablado con él, aunque esta vez con un apellido diferente: —Humanoide Saludos. Me llamo lady Kane Blackmore. ¿Con qué nombre tú vas? Él no podía evitarlo entonces. Las lágrimas asomaron. Venían y venían y

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Ella estaba buscando a George.

venían y venían. Y lo que es más, a él no le importaba un ápice. Se quitó la corona

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El Club de las Excomulgadas de los dientes de león alrededor de su frente, lo colocó sobre el pelo rubio brillante de su esposa y la tomó entre sus brazos. La multitud se volvió loca. La bruja se desmayó. ***** —Absolutamente increíble.

—Aún inclusive yo no me di cuenta de que era posible—Melea soltó la mano de su marido y se acercó a donde estaba sentada Kane, cómodamente instalado en el regazo de George en el estudio de Blackmore, arrullando al hijo que ella no había tenido en siete meses. — ¿Extrañaste a tu mamá, Alexander James?—Ella chasqueó la lengua y le acarició la cara hasta que el pequeño vizconde gorgoteaba y arrullado por ella. Sir Desaliñado maullaba desde su lugar encima de la silla del conde. Satisfecha que su hijo, la recordaba bien, ella volvió su atención a Alex, Melea, y George. —Yo no era consciente de ello tampoco. Aquí estoy yo, han sido terriblemente largos siete meses—ella giro detrás y le acarició la mejilla a su marido—y luego Linder me informa de que sólo un mes habría pasado en este tiempo. —Ella sonrió a George. —Si estar separados fue tan terrible para usted como lo fue para mí, me alegro de que hayas sufrido tan sólo un mes y no siete como tuvo yo que hacerlo. George tomó la mano de Kane fuertemente, luego la besó. —Habría estado loco para el momento en que regresaras, mi amor. Alex se sirvió una copa de oporto.

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—Fascinante.

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El Club de las Excomulgadas —Somos afortunados de que los aldeanos estaban presentes cuando hizo su reaparición milagrosa, Kane. De lo contrario, no tengo ni idea de cómo diablos usted habría ido explicando su avanzado estado de gestación para satisfacción de todos. George se rió. —No me importa especular—Él sacudió la cabeza con asombro, sin comprender cómo era posible convertirse en padre dos veces en tres meses, y por la

¿verdad? Kane asintió con la cabeza. Él negó con la cabeza riéndose entre dientes. Melea tomó a Alexander James, el joven vizconde de Brent, de los brazos de Kane y lo sostuvo ante ella. —Espero tener uno igual que él. Sus ojos son pecaminosamente hermosos. Él va a romper el corazón de muchas mujeres. Alex sonrió, caminando hacia su esposa para unirse a ella. —Increíble, ¿no? Mi ahijado tiene los ojos tanto verde y azul con una viruta de oro en el centro de cada uno que se parece sospechosamente a un diente de león. — Él se volvió a Kane y le sonrió, hablando de dientes de león de haber traído a la mente otro tema. —Por cierto, ¿dónde está tu comandante? Kane se rió entre dientes. —Él se ha enamorado y ha decidido llevar a su presa al siglo 25 con él. — ¿Quién es su presa?—Preguntó a George.

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misma mujer ni más ni menos. —Tú estás para alumbrar cualquier momento,

—Charlotte. 3 78

El Club de las Excomulgadas Él echó la cabeza hacia atrás y rió. —Hablando de amor, o al menos lujuria—comentó Alex secamente mientras frotaba la espalda de su esposa, — ¿alguno de ustedes vio a James mirando a la bruja? Melea rió. Alex liberó de nuevo a su esposa y colocó su mano sobre el pecho con fingido

— ¿Qué es esto? ¿Acaso mi dominante, arpía regañona, una marquesa acaba de hacer algo femenino, como reírse? Kane no podía evitarlo. Se llevó la mano a su boca y se rio un poco ella misma. Un sonido que George había echado mucho de menos. Melea frunció el ceño. Ella golpeó a su marido imposible en la cabeza con su mano libre, pero no pudo evitar la sonrisa que tiraba de las comisuras de su boca. —Él se veía lunático, ¿verdad? —Lástima que la bruja desapareció después de que él la ayudó a levantarse de su desmayo—señaló George. Alex sonrió. —James la encontrará, no lo dudes. — ¿Quién era ella de todos modos?—Kane le preguntó en voz baja, realmente intrigada por descubrir la respuesta después de escuchar toda la historia. Melea contempló la pregunta por segundos antes de responder. —Para ser honesta, creo que era una de nosotros.

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horror.

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El Club de las Excomulgadas — ¿Qué?—George se sentó más erguido en su asiento, cuidando de no hacer una lesión a su esposa embarazada. — ¿En serio?—Preguntó Alex. Melea asintió con la cabeza. —Yo no creo que ella fuera del siglo 25 o incluso de forma remota alrededor del mismo, pero su ropa provocó un recuerdo en nuestro inyectable, Kane. Creo

Kane entornó los ojos mientras consideraba el asunto. —Puede que tengas razón. Del siglo ¿19? ¿20? Melea sonrió. —Uno de los dos.

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que es una mensajera de otro tiempo.

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El Club de las Excomulgadas Capítulo 44 Cuatro meses más tarde —Ven y siéntate con tu abuelo tu pillo astuto. —El Vizconde Blake tomó la manita regordeta del vizconde de Brent en la suya. Tiró del niño demasiado curioso hacia abajo a su regazo, obligándolo a hacer un picnic con el resto de la familia en

George se rió entre dientes. —Mi pequeño bribón siempre haciendo travesuras. Quizá es mejor si no le dejamos vagar por el barco. —Le entregó a su hija un trozo de queso de diente de león, que ella realmente parecía gustarle, desde la cesta de picnic y le permitió babear sobre el mismo. Entonces, le dio un beso con cariño encima de su pequeña cabeza rubia sentada en su regazo. Lady Julia recogió a Lady Emeline Blackmore del abrazo de su hijo y colocó a su nieta en su propio regazo. —Abuelita te ha echado de menos, preciosa. Mira si estas más y más grande cada día. Emma rió, sus ojos verde azules, con sus manchas de diente de león de oro brillante y luego bañó la mejilla de su querida abuela con besos. —Ustedes dos miman en exceso a los niños, malvados—Kane suavizó su reprensión con una sonrisa de infarto dirigido hacia sus suegros. Ella, Melea, y Alex acababa de llegar desde el otro lado de la embarcación, donde el marqués había estado ocupado señalando puntos de referencia tales como Oxford, mientras la barcaza continuó su paseo por el Támesis. —Yo digo, —Chester farfulló, —es un derecho del abuelo.

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la barcaza flotando en el Támesis.

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El Club de las Excomulgadas —Y de una abuela—agregó Lady Julia con altivez. Volvió la mirada hacia el majestuoso Asherbys y les informó en términos muy claros que podrían esperar lo mismo cuando el tiempo de Melea estuviera a la mano. Qué era en dos meses, para ser precisos. George se rió. Él ayudó a su esposa embarazada por tercera vez hasta el suelo de la barcaza para que ella pudiera participar de algún sustento.

Lady Julia se echó a reír. —Dios mío, pero yo diría que ella lo hace. Usted realmente necesita darle a la pobre un descanso después de este parto, Georgie. —El viejo hombre no puede hacer nada si él es todo un semental—bromeó Alex. —Buena suerte tratando se separar a esos dos—sonrió Melea. —Ven, ven, mi querida—Chester bromeó a su esposa, —ya sabes lo que es ser una mujer tan enamorada que parece que no puede ayudarse a sí misma. Haciendo reír a todos, Lady Julia recogió el abanico y dio un manotazo a su marido exasperante en la cabeza, aunque ligero. Kane enlazó sus dedos a través de su marido mientras ella se metió un pedazo de pan de diente de león en su boca y tragó hacia abajo. Sonriendo ampliamente, ella movió las cejas a su marido. Él se rió entre dientes. — ¡Oh! ¡Casi se me olvida!—Agregó Kane con entusiasmo. — ¿Qué es eso, mi amor? —Antes de que Linder y su compañera permanente Charlotte salieran para el

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—Come esto, mi dulce. Necesitas el alimento.

siglo 25, el comandante tenía una foto de mi embarazo. 3 82

El Club de las Excomulgadas — ¿Y?—Pidió el grupo como uno solo. —Voy a tener gemelos. — ¿Gemelos?—Gritaron al unísono. Ella movió la cabeza afirmativamente. —Otro niño y otra niña.

expulsó una serie de “awwws” por el anuncio hecho por la mujer que había reunido a todos en primer lugar. —Yo digo, —Chester entre dientes: —ustedes dos se reproducen como conejos. —Al igual que los zilches—se rió Melea. Al darse cuenta de que ella se rió una vez más, ella miró a su marido para asegurarse de que él no dijera nada de eso. Alex le hizo un guiño, tomando su mano en la suya. George se rió. Besó a su mujer cariñosamente en la mejilla, el viento del Támesis que flota a través de su pelo. Un hombre no podría estar más feliz que él, pensó sentimentalmente. —Quizá era un regalo de la bruja. El grupo rió de su broma. Kane miraba a sus niños que se sentían contentos en el regazo de sus abuelos, y sonrió. Cogió un trozo de queso de diente de león y se lo metió en su boca. La vida antes de la guerra, antes del fuego era la felicidad de hecho. Ella apretó la mano de su marido y declaró después de ingerir: —O quizá es debido a los dientes de león.

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El clan familiar, a través de matrimonios, líneas de sangre, y las emociones,

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El Club de las Excomulgadas Epílogo —Y eso, mi amor, es la historia del noveno conde y la condesa de Blackmore, quien luego sería el duque y la duquesa de Browning. —Ella sonrió. —Te diré otra noche la historia de la abuela de George sobre las muchas generaciones removidas, Elizabeth MacGregor, la tercera la duquesa de Browning. —La Sra. Jones cerró el libro de cuentos, se inclinó desde donde estaba sentado al lado de la cama de su hija

Su hija, de ojos verdes y azul con una mancha de oro en cada una, se amplió con temor del cuento de su madre. Ella hizo la misma pregunta cada vez que su madre leía esta fábula con ella. — ¿Tú piensa que la residente Wady Blackmore era una viajera del tiempo?— La madre de Maya miró con indulgencia pensativa. —Esa fue una de las historias sobre ella. Algunos en el pueblo creen que la condesa era una viajera del tiempo, otros dijeron que era una poderosa hechicera. —Ella sonrió a su hija, agitando sus rizos dorados con cariño. —Y todos estuvieron de acuerdo en que era una gran sanadora, independientemente de sus orígenes. Maya se mordió el labio inferior, pensando en las posibilidades. Y luego, con la convicción astuta que sólo un niño de cinco años de edad podía tener, ella asintió con la cabeza en sentido afirmativo, decisión tomada. —Sí. Wady Bwackmore era una viajera del tiempo. Su madre se echó a reír. —Oh, ¿ahora lo es ella? —Sí.

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Maya, y le dio un beso en la frente.

— ¿Y por qué dices eso? 3 84

El Club de las Excomulgadas —De acuerdo con Einstein, el viajero del tiempo puede suceder. Einstein era más parecido a un viajero si… — ¡Maya Jones!—Se rió de su madre. — ¡Tú tienes cinco años de edad y ya tienes la mente de un científico y el vocabulario de una mujer adulta! ¿Dónde diablos ha obtenido esa información? Maya arqueó la barbilla con altivez.

—Científico—su madre la corrigió aturdida. Ella sacudió la cabeza, no muy segura de sí se divertirse o asustarse un poco por el brillo evidente de su hija. Madres siguen siendo madres se conformó con gracia. — ¿Y qué más sabes, sabelotodo?—Ella llegó y le hizo cosquillas a su hija debajo de las costillas. Maya se rió. —Yo sé que tengo cinco años de edad. Yo sé que el presidente de los Estados Unidos es Jimmy Cawtaw. Yo sé que es conocido que él come cacahuetes. Su madre se echó a reír. —Eso dicen. ¿Y qué más sabes, campeona? La niña miró a sus ojos cuando ella golpeó en la mejilla y contempla la cuestión durante un buen rato. Su brillante mirada tricolor resplandecía beatíficamente cuando la respuesta se le ocurrió. —Voy a ser una viajera del tiempo un día, mamá. —Ella sacudió la cabeza definitivamente. —Sí, lo seré. Su madre sonrió. —Al igual que Lady Blackmore?

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—Yo los saque de uno de tus libros simotific.

—Sí. 3 85

El Club de las Excomulgadas Su madre se echó a reír, pensando que ella diría lo mismo. — ¿Y dónde te gustaría viajar? Maya pensó eso un momento. —Tal vez a Escocía. He oído todo sobre el de tía Celia. Su madre sonrió.

A los cinco años de edad Maya ya se entendía que un matrimonio feliz nuca iba a ser para la mujer que amaba tanto. Ella era demasiado joven para entender por qué, pero sabía en su corazón que su madre quería que ella tuviera lo que ella no lo tuvo. —Sí, mamá. —Ella sonrió, mostrando los dos dientes que faltan. La señora Jones la abrazó con fuerza durante un buen rato. De pie, se inclinó y le dio el besó de las buenas noches a su hija. Se detuvo ante la puerta mientras ella apagó el interruptor de la luz y le sonrió a la niña. —Buenas noches, cariño. —Buenas noches, mamá. —Te amo. —Yo te amo también.

Fin

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— ¿Irás a encontrarte a ti misma un lord guapo y vivir felices para siempre?

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El Club de las Excomulgadas Serie Viajes en el Tiempo

Hoy en día la antropóloga Maya Jones ha sido contratada por una universidad escocesa para ayudar a descubrir y catalogar antiguas reliquias dentro de una guarida secreta descubierta recientemente en lo que fue el castillo MacGregor. Desde el principio de su asignación, Maya se ha sentido inexplicablemente atraída por las referencias que pudo encontrar sobre el brutal clan del siglo 14 y su misterioso laird Thomas MacGregor. Igualmente intrigantes para ella son las pinturas que hacen referencia a historias de la esposa de McGregor, conocida sólo en la antigüedad como Lady M. Las pinturas fueron gravemente quemadas en un incendio fuera de control en el castillo un par de siglos antes, pero Maya puede hacer lo suficiente en los retratos dañados para suponer que, por extraño que parezca, ella y lady M poseen el mismo pelo y color de ojos. Cuando un huracán causa feroces estragos en la ciudad natal de Maya, descubre que ella y la señora de características físicas similares no solamente son una simple coincidencia...

02 – Antes del Fuego Los habitantes de la tierra siglo 25 se están muriendo. Un virus letal cerebral está tomando una cifra de muertos muy alta y le corresponde a un científico detenerlo. El problema para la Dra. Kane Edmonds es que la única forma de vida vegetal que cree que, es necesario para una cura tiene mucho tiempo extinto, no reside en ningún otro lugar dentro del sistema solar excepto el pasado de la Tierra. Kane hace planes para cualquier contingencia, cuando se compromete a viajar en el tiempo para encontrar la planta y salvar vidas. Todas las contingencias, es decir, a excepción de enamorarse. Cuando Kane se encuentra con George Wyndom, el conde oscuro y temible de Blackmore, se pregunta si alguna vez será capaz de dejarlo ir. Lo que Kane no entiende es que no tiene voz en el asunto, el apuesto conde está decidido a quedarse con ella. Este libro nos cuenta la historia del nieto de varias generaciones alejadas de Thomas Maya y MacGregor (Después de la Tormenta).

Jaid Black – Antes Del Fuego – Serie Viajes En El Tiempo II

01 - Después de La Tormenta

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Jaid Black - Serie Viajes en el Tiempo III

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