J. Wilkinson Gardner - LOS EGIPCIOS Su vida y costumbres VOLUMEN II

March 19, 2018 | Author: quandoegoteascipiam | Category: Nile, Egypt, Plough, Agriculture, Fertilizer
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Descripción: Traducido por: Cristina Mª Borrego Rodríguez Los monumentos y pinturas egipcias nos han proporcionado una ...

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SU VIDA Y COSTUMBRES J. Gardner Wilkinson

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Los Egipcios (il) L o s monumentos y pinturas egipcias nos han proporcionado una visión sobre el modo de vida de los egipcios, y se consideran las primeras descripciones de las maneras y costumbres de cualquier nación. En este instructivo libro, publicado por primera vez en 1854, J. Gardner Wilkinson muestra que el desarrollo de la cultura egipcia en las artes y los métodos empleados estaban mucho más avanzados que los de cualquier otra cultura de su época. En este segundo volumen de Los Egipcio s, el autor desglosa el sistema de clases egipcio y analiza el comercio, los métodos de trabajo y las herramientas empleadas. Las momias, los sarcófagos y los ritos funerarios, elementos que prevalecen como parte de nuestro conocimiento sobre esta cultura tan avanzada, se examinan junto con las imágenes decorativas del arte egipcio. Incluyendo grabados de objetos decorativos egipcios, artefactos y herramientas, este volumen analiza una civilización desarrollada que existió mucho antes de la era de la historia escrita.

LOS EGIPCIOS Su vida y costumbres V O L U M E N II

J. GARDNER WILKINSON

Copyright © EDIMAT LIBROS, S. A. Calle Primavera, 35 Polígono Industrial El Malvar 28500 Arganda del Rey MADRID-ESPAÑA

ISBN: 84-9764-238-4 (Obra completa) ISBN: 84-9764-237-6 (Tomo II) Depósito legal: M-45183-2002

Título original: The ancient egyptians, their life and customs Autor: J. Gardner Wilkinson Traducido por: Cristina Ma Borrego Rodríguez Diseño de cubierta: Juan Manuel Domínguez Impreso en: COFAS, S. A.

Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece penas de prisión y/o multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y peijuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.

IMPRESO EN ESPAÑA - PRINTED IN SPAIN

ÍNDICE

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A.

Khonfud o máquina aplanadora de terrones usada después de haber arado la tierra. Heliopolis. A lo lejos, El Cairo.

CAPÍTULO I Las diferentes clases de egipcios. La tercera clase. Los cam­ pesinos. La agricultura. Productos de Egipto. La cosecha. Festivales de los campesinos. Jardineros. Cazadores. Barqueros del Nilo.

La gran estima en que se tuvo en Egipto a las profesiones sacerdotales y militares, les colocó muy por encima del resto de la comunidad. Las otras clases también estaban organiza­ das en diferentes grados y los individuos disfrutaban de una posición e importancia proporcional a su respetabilidad, su talento o su riqueza. Según Heródoto, toda la comunidad egipcia estaba divi­ dida en siete tribus: una de ellas era la sacerdotal, otra la de los soldados y las otras cinco estaban constituidas por los pas­ tores, los porqueros, los propietarios de tiendas, los intérpre­ tes y los barqueros. Diodoro dice que estaban divididos en tres

clases, al igual que los atenienses, que eran: los sacerdotes; los campesinos o labradores, entre quienes se reclutaba a los sol­ dados; los artesanos, que se dedicaban a los trabajos manua­ les y otras ocupaciones similares y a otros oficios comunes entre el pueblo; pero en otro lugar aum enta hasta cinco el número de clases y añade los pastores, los labradores y los arti­ ficieros distintos de los soldados y los sacerdotes. Estrabón limita las clases a tres, los militares, los labradores y los sacer­ dotes. Platón los divide en seis escalas: los sacerdotes, los arti­ ficieros, los pastores, los cazadores, los labradores y los soldados; según este, cada arte particular u ocupación estaba como confinada a una cierta subdivisión de la casta y cada uno tenía un lugar dentro de su propia rama, sin interferir con la ocupación de otros. Parece, pues, que la primera clase la cons­ tituían los sacerdotes; la segunda, los soldados; la tercera, los labradores, jardineros, cazadores, barqueros del Nilo y otros; la cuarta los artificieros, comerciantes y propietarios de tien­ das, carpinteros, constructores de barcos, albañiles y proba­ blemente ceramistas, pesadores públicos y notarios; y dentro de la quinta podríam os incluir a los pastores, los polleros y criadores de aves de corral, los pescadores, los peones y, en términos generales, la gente común. M uchas de estas clases eran subdivididas de nuevo, así por ejemplo se separaban los artificieros de los artesanos, según su particular puesto u ocu­ pación. Los pastores, en pastores de rebaños de bueyes, de vacas, de cabras y de cerdos; estos últimos eran, según Heródoto, el grado más bajo, no sólo de su clase, sino de toda la comu­ nidad, ya que nadie se casaba con sus hijas ni establecía nin­ gún tipo de relación familiar con ellos. El oficio de cuidar cerdos era tan degradante que a los que se dedicaban a esto se les con­ sideraba impuros, e incluso se les prohibía entrar a un templo sin haber sido antes purificados. Los prejuicios de los indios contra esta clase de personas nos da pie para creer la afirma­ ción del historiador. Siguiendo con la investigación sobre el rango relativo de las distintas subdivisiones de la tercera clase, la importancia

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de la agricultura en un país como Egipto, donde la riqueza y productividad de la tierra siempre han sido proverbiales, basta para reclamar el primer puesto para los labradores. La abundante cosecha de grano y otros productos conce­ dió a Egipto ventajas que ningún otro país poseyó. No sólo ser­ vían para abastecer a su comunidad con todo lo necesario para vivir, sino que la venta de los excendentes confirió considera­ bles beneficios a los labradores, además de los beneficios que de esta forma correspondían al estado. Egipto era un granero donde, desde los más remotos tiempos, todo el mundo estaba seguro de encontrar una copiosa provisión de grano '. No pode­ mos hacernos una idea de la cantidad acumulada allí por el hecho de que siete años de buena cosecha permitían obtener, debido a superabundancia de las cosechas, una cantidad de grano suficiente como para abastecer a toda la población durante siete años de escasez, así como a todos los países que fueron a Egipto a comprarlo cuando el faraón, por consejo de José 2, dedicó el excedente anual a este propósito. El derecho a exportar y la venta de excendentes a extran­ jeros pertenecía exclusivamente al gobierno, como lo muestra la venta de grano de los almacenes reales a los israelitas y la recaudación hecha sólo por el faraón. Es probable que hasta los mismos propietarios de las tierras tuvieran el hábito de ven­ der los excedentes de sus tierras disponibles cada año cuando se aproximaba una nueva cosecha. Los peones de labranza, sin embargo, por su frugal modo de vida, requerían poco trigo y cebada y se contentaban generalmente, como en el día de hoy, con pan hecho de harina de dura3. Según Diodoro, tanto los niños como los adultos a menudo se alimentaban de raíces y suculentas hierbas, como el papiro, el loto y otras, que toma­ ban crudas, tostadas o hervidas.

1 Gn 12:2 y 42:2. 2 Gn 41:29. 3 El H olcus sorghum.

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El gobierno no trataba directamente con los campesinos con respecto a la naturaleza del producto que querían cultivar, y la vejación a la que fueron sometidos en tiempos posteriores fue desconocida en la época de los faraones. Se pensaba que eran ellos quienes, gracias a la observación, tenían las mejo­ res oportunidades de obtener un conocimiento preciso de todos los temas relacionados con la labranza; según observa Diodoro, «habiendo sido educados desde su infancia en las tareas agrí­ colas, superaban con mucho a los labradores de otros países y se habían hecho conocedores de las capacidades de la tierra, el modo de irrigación, la estación exacta para plantar y reco­ ger, así como de todos los secretos más útiles conectados con la cosecha, que habían heredado de sus antecesores y que habían mejorado con su propia experiencia. Arrendaban (dice el his­ toriador) las tierras arables que pertenecían a los reyes, los sacerdotes y las clases militares por una pequeña suma y emple­ aban todo su tiempo en el cultivo de sus granjas». Los peones cultivaban las tierras de los campesinos ricos, u otros propie­ tarios de terreno, que tenían autoridad sobre ellos y el poderde condenar a los delincuentes al bastinado. En las pinturas de las tumbas se refleja esta costumbre y en ellas frecuentemente

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aparece una persona poderosa inspeccionando la labranza del campo, bien sentada en un carro, paseando o apoyado en su bastón y acompañado de su perro favorito4. Utilizaban el mismo modo de irrigación en el campo de labranza que en el jardín de las quintas5; la principal diferen­ cia en el modo de labrar las tierras consistía en el uso del arado. El artilugio más común para extraer el agua del Nilo para regar los campos era el shaduf o vara y caldero, muy común aún entre los egipcios; incluso la noria parece haber sido usada en tiempos más recientes. Las esculturas de las tumbas frecuentemente representan canales que conducen el agua de la inundación a los campos. Al propietario de la tierra se le ve, según la descripción de Vir­ gilio, manejando vigorosamente un esquife ligero pintado o una batea de papiro y vigilando el mantenimiento de los diques u otros asuntos importantes relacionados con las tierras. Por medio de barcos se transportaba el grano hasta los graneros o se sacaba a los rebaños de las tierras bajas. También se ve al labrador arar la tierra blanda con una pareja de bueyes mien­ tras queda agua en los campos y en los mismos temas se repre­ senta la ofrenda de los prim eros frutos a los dioses, en reconocimiento de los beneficios conferidos a ellos por un Nilo favorable. El canal principal normalmente llegaba hasta la parte norte o sur de la tierra y los pequeños ramales que salían de éste cada ciertos intervalos, atravesaban los campos en líneas rec­ tas o curvas, de acuerdo con la naturaleza o inclinación del terreno. La inundación comenzaba hacia finales de mayo, algunas veces bastante más tarde: pero hacia mediados de junio ya se podía percibir generalmente el incremento gradual del cauce del río y la com ente clara adoptaba un aspecto rojizo y turbio, causado por las inundaciones de la estación lluviosa en Abisinia,

4 Ver grabado 13, fig. 1, y vol. 1, grabado 34. 5 Vol. 1, grabados 35-39.

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