J. Wilkinson Gardner - LOS EGIPCIOS Su vida y costumbres VOLUMEN I

March 19, 2018 | Author: quandoegoteascipiam | Category: Egypt, Ancient Egypt, Temple, Woman, Column
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Descripción: Traducido por: Cristina Mª Borrego Rodríguez Los antiguos egipcios dejaron más información en sus tumbas y...

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Los Egipcios (i) L o s antiguos egipcios dejaron más información en sus tumbas y pinturas sobre su vida y cultura que cualquier otra civilización. Partiendo de esta riqueza de datos, el escritor J. Gardner Wilkinson narra, con todo lujo de detalles, sus hábitos, costumbres, arte y métodos empleados por esta gran civilización. En este primer volumen de Los Egipcios, nos presenta una rica descripción de la vida de los egipcios, incluyendo la organización de sus casas y jardines, sus juegos y entretenimientos, así como su música y bailes. También amplía su análisis a todos los estratos sociales, incluyendo instituciones como el gobierno, el ejército y la religión. Con numerosos grabados de planos y diagramas, además de distintos ornamentos y artefactos, esta clásica visión de la historia de Egipto, publicada por primera vez en 1854, ilustra la afición victoriana del siglo XIX por todo lo egipcio, incluyendo la decoración y todas las variedades del arte. Se trata de una introducción fascinante a la cultura egipcia.

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LOS EGIPCIOS Su vida y costumbres VOLUMEN I

J. GARDNER WILKINSON

Copyright © EDIMAT LIBROS, S. A. Calle Primavera, 35 P olígono Industrial El Malvar 28500 Arganda del Rey M ADR ID-ESPA ÑA

ISBN: 84-9764-238-4 (Obra completa) ISBN: 84-9764-236-8 (Tomo I) D epósito legal: M -4 5 182-2002

Título original: The ancient egyptians, their life and custom s Autor: J. Gardner W ilkinson Traducido por: Cristina M “ Borrego Rodriguez D iseñ o de cubierta: Juan Manuel D om ínguez Impreso en: COFAS, S. A.

R eservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece penas de prisión y/o multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.

IM PRESO EN ESPAÑA - PRINTED IN SPAIN

ÍNDICE

In t r o d u c c ió n C a p ít u l o

I ....

C a p í t u l o I I ... C a p í t u l o I I I .. C a p ít u l o C a p ít u l o

I V .. V ...

INTRODUCCIÓN La actual descripción de la vida de los «antiguos egipcios» es principalmente un compendio de mis escritos de 1836, a los que he añadido nuevos temas, consecuencia de mi vuelta a Egipto, y de los últimos descubrimientos que se han hecho des­ de entonces. De vez en cuando he introducido alusiones a los griegos, pensando que una comparación de los egipcios con los hábi­ tos y costumbres de otros pueblos puede ser interesante. El re­ ciente auge que el buen gusto ha cobrado en Inglaterra, me ha llevado a añadir observaciones sobre el arte decorativo, las for­ mas, colores y proporciones tan bien entendidos en los tiem­ pos antiguos. Y como muchas de las ideas que ahora están ganando terreno en este país, en cuanto al color, la adaptabili­ dad de los materiales, la no imitación de los objetos naturales con fines decorativos y ciertas reglas que hay que respetar en los trabajos ornamentales, que yo he defendido desde hace mu­ cho tiempo, están relacionadas con el tema de Egipto, creo que la oportunidad es bien apropiada para expresar mi punto de vista sobre ellas; al mismo tiempo me alegro de que la opinión pública haya sido invitada a adoptar sus propios puntos de vis­ ta para mejorar su buen gusto. Al tratar el tema de los metales preciosos, he creído que no estaba fuera de lugar introducir ciertas observaciones compa­

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rativas sobre la riqueza de los tiempos antiguos y los mo­ dernos. Sobre la religión y la historia de los egipcios sólo he intro­ ducido lo estrictamente necesario para explicar algunos pun­ tos relacionados con ellos, porque estoy convencido de que estos temas generales son arduos y bien se podrían omitir en una obra que no ha sido concebida para tratar de asuntos aún abiertos a conjeturas. Por el mismo motivo me he abstenido de comentar las cuestiones dudosas sobre las costumbres de los egipcios, limitándome simplemente a hacer un brevísimo re­ cuento de las mismas. También he omitido las referencias, porque ya las he in­ cluido en mi obra anterior. Se han añadido varios grabados nuevos y otros se han introducido en lugar de las placas litográficas de la obra ante­ rior; y ya que un índice es más útil que una mera lista de con­ tenidos, he añadido uno extenso, en el que he incluido todas las referencias más importantes. Agosto, 1853.

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A.

Vista de El Cairo, con los Mulkufs de las casas del Egipto actual.

CAPÍTULO I Carácter de los egipcios. Habitantes originales. Vida social. Casa. Villas. Granjas. Jardines. Viñedos. Lagar. Vinos. Cerveza. Mobiliario de las habitaciones. Sillas.

Los grabados sobre monumentos y diversas obras de arte, y, sobre todo, los escritos de los griegos y los romanos, nos han hecho conocedores de sus costumbres y modos de pensar; y aunque la literatura de los egipcios es desconocida, sus mo­ numentos y especialmente las pinturas de las tumbas nos han permitido obtener una visión de su modo de vida como ape­ nas hemos podido hacerlo con ningún otro pueblo. La influencia que Egipto tuvo sobre los más tempranos tiempos de Grecia da un interés adicional a cada investigación que se realiza sobre este país; y la frecuente mención de los egipcios en la Biblia les relaciona con los grabados hebreos, de los que se pueden

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encontrar muchas ilustraciones satisfactorias en las esculturas de los tiempos faraónicos. Su gran antigüedad también nos per­ mite comprender el estado del mundo mucho antes de la era de la historia escrita; todos los monumentos existentes deja­ dos por otros pueblos son en comparación modernos; y las pinturas de Egipto son las primeras ilustraciones de los usos y costumbres de una nación. Son estas pinturas las que nos permiten formamos una opi­ nión del carácter de los egipcios. Se ha dicho de ellos que eran un pueblo serio, lúgubre, entristecido por el hábito de la espe­ culación recóndita; pero en qué medida esta especulación se ajusta a la realidad, se verá más adelante. Sin duda, eran me­ nos alegres que los griegos; pero si un escritor más tardío en comparación, Amiano Marcelino, puede haber afirmado que tenían una expresión «bastante triste» tras haber estado durante años bajo el yugo opresor de distintos pueblos extranjeros, ape­ nas se puede admitir como testimonio de su carácter en los tempranos períodos de prosperidad; y aunque se podría observar una expresión de tristeza en la actual población opri­ mida, no se le puede considerar un pueblo m elancólico o serio. En realidad, se pueden aprender muchas cosas del ca­ rácter de los egipcios modernos y, a pesar de la infusión de sangre extranjera, en particular de los invasores árabes, to­ dos debemos percibir el fuerte parecido que tienen con su antiguos predecesores. Es un error común suponer que la conquista de un país da un carácter totalmente nuevo a sus habitantes. La inmigración de una nación entera, que toma po­ sesión de un país escasamente poblado, tendrá este efecto, cuan­ do los pobladores originales son casi por completo expulsados de su país por los recién llegados; aunque la inmigración no ha tenido por objeto la destrucción o expulsión de la población originaria, y nunca la conquista; los nativos resultan útiles para los vencedores, y tan necesarios para ellos como el ganado, o los productos de la tierra. Los invasores son siempre inferio­ res en número a la nación conquistada, incluso inferiores a la población masculina; y cuando a este número se añade el de

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las mujeres, la mayoría numérica está a favor de la raza origi­ nal, y deben ejercer una influencia enorme sobre el carácter de la nueva generación. Las costumbres de los antiguos habitan­ tes son también adoptadas rápidamente por los recién llegados, especialmente cuando se encuentran cómodos en cuanto al cli­ ma y a las peculiaridades de los países en los que se han formado. Los hábitos de una pequeña masa de invasores, que viven en contacto con ellos, se van desvaneciendo cada vez más con cada sucesiva generación. Y así ha sucedido en Egip­ to; y como es costumbre el pueblo conquistado lleva el sello de los antiguos habitantes más que el de los conquistadores árabes. De las diversas instituciones de los antiguos egipcios, nin­ guna es más interesante que la relacionada con su vida social; cuando consideramos el estado de otros países en las tem­ pranas épocas en las que florecieron, del siglo x al x x antes de nuestra era, podemos mirar con respeto los avances que habían conseguido en cuanto a la civilización, y reconocer los beneficios que dejaron a la humanidad durante su progresión. Porque, como otros pueblos, tuvieron su lugar en el gran plan del desarrollo del mundo, y contribuyeron al progreso de la raza humana; porque a los países, como a los individuos, se les han atribuido ciertas características, diferentes de las de sus prede­ cesores y contemporáneos, para que, llegado el momento, lle­ ven a cabo las obligaciones requeridas. El interés que se centra sobre los egipcios se debe a que fueron ellos los que marcaron el camino, o fueron el primer pueblo que conocemos en hacer grandes progresos en las artes y las costumbres que, para el pe­ ríodo en el que vivieron, es muy loable y fueron mucho más allá de otros reinos del mundo. Tampoco podemos evitar enfa­ tizar la diferencia entre ellos y sus xivales asiáticos, los asirios, que incluso en un período mucho más tardío, tuvieron el gran defecto de la crueldad asiática, despellejando vivos, empalan­ do, y torturando a sus prisioneros como los persas, turcos y otros pueblos orientales han hecho hasta el siglo actual. Este repro­ che no se puede hacer extensivo hasta los antiguos egipcios.

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Siendo la raza dominante de aquella era, necesariamente tu­ vieron una influencia sobre otros con quienes entraron en con­ tacto. De esta manera la civilización avanza por sus diferentes etapas; cada pueblo lucha para mejorar las lecciones aprendi­ das de un vecino cuyas instituciones aprecian, o consideran be­ neficiosas para ellos. Fue así como la prodigiosa mente de los griegos buscó y mejoró las lecciones llegadas de otros países, especialmente de Egipto, y aunque este último, en el último pe­ ríodo del siglo vil a.C. había perdido su grandeza y el prestigio de superioridad entre las naciones del mundo, era todavía el centro del saber y el lugar de encuentro de estudiosos filosófi­ cos. Los abusos consecuentes a la caída de un imperio todavía no habían conllevado la desmoralización de tiempos posterio­ res. La temprana parte de la historia monumental egipcia es con­ temporánea con la llegada de Abraham y José, y el Éxodo de los israelitas; sabemos por la Biblia cuál era el estado del mun­ do en aquellos tiempos: pero entonces, y aparentemente mucho antes, los hábitos de la vida social en Egipto eran ya como en el período más glorioso de su historia. Y como la gente ya ha­ bía dejado de llevar armas, y los militares sólo las llevaban cuan­ do estaban de servicio, se puede tener cierta noción de la re­ mota fecha de la civilización egipcia. En el trato hacia las mujeres parecen haber estado mucho más adelantados que otras ricas comunidades de su misma era, teniendo costumbres muy simi­ lares a las de la Europa moderna; y tal era el respeto mostrado a las mujeres que se les daba primacía sobre los hombres y las esposas e hijas de los reyes les sucedían en el trono como po­ día hacer la descendencia masculina de la familia real. Este pri­ vilegio no fue rescindido, incluso dando lugar a más de una dis­ puta por cuestiones de sucesión: con frecuencia había reyes extranjeros que reclamaban el derecho al trono a través del ma­ trimonio con una princesa egipcia. No tenía solo mera influen­ cia, que muchas mujeres adquieren en la más arbitrarias co­ munidades del Este, ni era una distinción política concedida a una persona en particular (como la de la Sultana Vaida, la rei­ na madre, de Constantinopla), sino que era un derecho recono-

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eido por la ley, tanto en la vida pública como en la privada. Sa­ bían que, a menos que las mujeres fueran tratadas con respeto y se les dejara ejercer influencia sobre la sociedad, el nivel de la opinión pública pronto descendería, y los modales y ética de los hombres sufrirían. Al reconocer esto, también indicaban a las mujeres los deberes de gran responsabilidad que debían lle­ var a cabo en la comunidad. Se ha dicho a menudo que a los sacerdotes egipcios sólo se les permitía tener una mujer, mientras que el resto de la co­ munidad podía tener tantas como quisiera; pero, aparte de la improbabilidad de tal licencia, el testimonio de los monumen­ tos coincide con Heródoto en desaprobar esta afirmación, y cada individuo está representado en la tumba con una única consorte. Su afecto mutuo queda también reflejado por la for­ ma en la que están sentados juntos, y en las expresiones de ca­ riño que se muestran mutuamente. Si se requieren más expli­ caciones para demostrar su respeto por las ataduras sociales, podemos mencionar la conducta del Faraón, en el caso de la supuesta hermana de Abraham, que mantenía unos hábitos opuestos a los de la mayoría de las princesas de aquellos tiem­ pos y los posteriores. En cuanto a su vida privada se saben muchos detalles de su carácter y costumbres. La distribución de sus hogares, el esti­ lo de sus moradas, sus entretenimientos y sus ocupaciones ex­ plican sus hábitos; así como sus instituciones, forma de go­ bierno, arte, y conocimiento militar ilustran su historia, y su posición relativa entre las naciones de la antigüedad. La for­ ma y distribución de las casas estaban determinadas por las exigencias del clima, y se fueron modificando a medida que avanzaba la civilización. A menudo en sus moradas podemos encontrar vestigios de, algunos de los hábitos primitivos de un pueblo, mucho después de que se hubieran establecido en ciudades, y hubieran adoptado las formas de una comunidad rica. Aún puede verse la tienda en las casas de los turcos, y la pequeña y original cámara de madera en las mansiones y tem­ plos de la antigua Grecia.

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Como en todos los climas templados, las clases más humil­ des pasaban mucha parte de su vida al aire libre; las casas de los ricos estaban diseñadas para ser más frescas durante el verano; corrientes de aire refrescante circulaban por ellas mediante la jui­ ciosa disposición de pasillos y habitaciones. Estos pasillos apo­ yados sobre columnas, conducían a diferentes cámaras a través de una sucesión de sombríos pasajes y áreas, con una parte al aire Ubre, como nuestros claustros; e incluso las pequeñas casas in­ dividuales tenían un patio abierto en el centro, como un jardín, donde se plantaban palmeras y otros árboles. Se fijaban también sobre las terrazas del piso superior, mulkufs, o toldos de madera inclinados hacia el centro, de caía al frecuente y fresco viento del noroeste, que era conducido hacia el interior de la casa. Eran exac­ tamente iguales a los de las modernas casas de El Cairo; algunos eran dobles y estaban orientados en direcciones contrarias. Las casas estaban construidas de ladrillo puro, estucadas y pintadas con todas las combinaciones de colores brillantes, con los que se deleitaban los egipcios. Una mansión con una rica

i.

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Una casa con mulkuf

Tebas.

decoración tenía numerosos patios, y detalles arquitectónicos derivados de los templos: sobre la puerta se podía encontrar a menudo una frase que decía: «la buena casa», o el nombre de un rey, en cuyo gobierno el propietario probablemente desem­ peñaba algún cargo. También se colgaban muchos otros sím­ bolos de buen presagio, como en la entrada de las casas egip­ cias modernas. La visita a algún templo era una buena causa que recordar, como la peregrinación a La Meca en nuestros tiempos. La gente pobre se conformaba con alojamientos muy sencillos; sus necesidades eran muy fáciles de satisfacer, tanto en relación al alojamiento como a la comida, y sus casas con­ sistían en cuatro paredes, con un techo plano de ramas de pal­ mera colocadas atravesadas sobre el datilero partido en dos a modo de viga, y cubierto de esteras emplastadas por encima con una gruesa capa de barro. Tenía una puerta, y unas pocas ventanas pequeñas cerradas por contraventanas de madera. Como casi nunca llovía, el techo de barro no caía hacia el interior de la casa, y esta casita más bien servía como refugio contra el sol, y como armario para sus bienes, que para el propósito común que tiene una casa en otros países. En realidad, por la noche los dueños dormían en el tejado durante la mayor parte del año, y, como la mayor parte del trabajo se hacía fuera, era fácil per­ suadirles de que una casa era mucho menos necesaria que una tumba. Convencer a los ricos de este sentimiento ultra-filosóΓ

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i 2.

Sobre la puerta se encuentra la leyenda de La buena casa.

3. Puerta de una casa con el nombre del rey.

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fico no era tan fácil (al menos la práctica difería de la teoría) y aunque se había promulgado entre todos los egipcios, no dete­ nía a los sacerdotes y a otros poderosos de vivir moradas muy lujosas, o de disfrutar de los placeres de este mundo. Vieron que la ostentación de la riqueza era útil a la hora de mantener su po­ der, y de asegurarse la obediencia de un pueblo crédulo. Las posesiones terrenales de los sacerdotes eran, pues, muy exten­ sas, y si se les imponían los mismos hábitos ocasionales de pri­ vación, evitaban ciertas clases de comida y llevaban a cabo mis­ teriosas observancias, eran ampliamente recompensados por la mejora de su salud y por la influencia que así adquirían. Una inteligencia superior les permitía dar sus propias interpretacio­ nes a reglas que emanaban de sus sagrados cuerpos, y con la persuasión conveniente convencían de que lo que les convenía a ellos no convenía a otros; se esperaba que el vulgo profano hiciera, no lo que hacía los sacerdotes, sino lo que se les ense­ ñaba que hicieran. Los planos de las casas de las ciudades, como los de las vi­ llas del campo, variaban según el capricho de los constructo­ res. El piso inferior, en algunas de las casas de las ciudades, constaba de un número de habitaciones repartidas en tres lados de la vivienda; otras consistían en dos filas de habita­ ciones colocadas a ambos lados de un largo pasillo, con una entrada desde la calle, y en otras las habitaciones estaban or­ ganizadas alrededor de un área central, similar al impluvium, romano, con pavimento de piedra, o con algunos árboles, un estanque o una fuente en el centro. Algunas veces, aunque era poco frecuente, un tramo de escaleras conducía a la puerta prin­ cipal desde la calle.

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5.

6.

Las casas de tamaño pequeño a menudo estaban comuni­ cadas entre sí, y formaban hileras continuas a los lados de las calles; tenían un patio común para diversas moradas. Otras, aún más humildes, consistían simplemente en habitaciones que daban a un estrecho pasaje, o directamente a la calle. Éstas tenían sólo un piso, la planta baja, pocas casas tenían más de dos pisos sobre éste. La mayoría consistía de un piso superior. Aunque Diodoro habla de las grandes casas de Tebas de cuatro y cinco pisos, las pinturas muestran que pocas tenían tres, y las más grandes rara vez cuatro, incluyendo, como él hace, el piso inferior. Incluso la mayor parte de la casa estaba situada en la planta baja, con un piso adicional en una parte, en la que había una terraza cubierta con un toldo, o un tejadillo ligero apoyado sobre columnas (como en el grabado 25). Aquí las mujeres de la casa se sentaban a trabajar durante el día, y también aquí dor­ mía a menudo el señor de la casa por la noche durante el vera­ no, o la siesta por la tarde. Algunas tenían una torre que se ele­ vaba incluso por encima de la terraza. La primera planta era lo que los italianos llaman «piano no­ bile». Las habitaciones de la planta baja a menudo se utilizaban como almacenes, o como oficinas, una de ellas estaba reservada para el portero, y otra para las visitas de negocios. Algunas ve­ ces, aparte del recibidor, había salas de visitas en la planta baja, pero a los invitados normalmente se les agasajaba en la primera planta. Aquí se encontraban también los dormitorios, excepto cuando la casa tenía dos o tres pisos; las casas de ciudadanos ri­ cos cubrían a menudo un espacio considerable, y o se levantaban directamente junto a la calle, o un poco más atrás, dejando de­ lante un patio abierto. Algunas grandes mansiones eran inde­ pendientes y tenían varias entradas por dos o tres lados. Delante de la puerta había un porche apoyado sobre dos columnas, ador­ nadas con estandartes o cintas, y los pórticos más grandes tenían una doble fila de columnas, con estatuas entre ellas. Otras mansiones tenían un tramo de escaleras que conducían a una plataforma elevada, con una entrada entre dos torres, no muy diferentes a las de los templos. Una fila de árboles se plan­

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taba paralela a la parte delantera de la casa, y para prevenir que el ganado los dañara, o cualquier otro tipo de accidente, se rode­ aban los troncos con un muro bajo, con agujeros cuadrados para dejar pasar el aire Esta costumbre de plantar árboles en las ca­ sas de las ciudades era también común en Roma. La altura del pórtico era de unos 3 y 5 m aproximadamente, justo por encima del dintel de la puerta, a la que sólo el umbral se­ paraba del nivel del suelo. A ambos lados de la entrada principal había una puerta más pequeña, equidistante entre éstas y el borde de la pared, y probablemente servía de uso para los sirvientes, o de los que venían en visita de negocios. Al entrar por el porche se llegaba a un patio descubierto que contenía una mandara, o reci-

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Tebas.

bidor, para las visitas. Esta parte del edificio, que descansaba so­ bre columnas, y estaba decorada con estandartes, sólo estaba ce­ rrada por la parte de atrás con paneles colocados entre las columnas, que permitían circular una corriente de aire fresco; un toldo que la recubría la protegía de los rayos solares. Al extremo opuesto del patio había otra puerta, por donde se accedía a la mandara desde el interior; y el dueño de la casa, cuando se anunciaba la llegada de un forastero, entraba por ese lado para recibirle. Esta puerta conducía de este patio a otro de más grandes dimensiones, ador-

1 Como en el grabado 11, fig. 2.c.

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8.

Porche. Tell el-Amarna.

9.

Porche.

Tebas y Tell el-Amarna,

nado con avenidas de árboles, que comunicaba a derecha e iz­ quierda con el interior de la casa, y éste, como la mayoría de los grandes patios, tenía una entrada posterior por una puerta situada en el centro de uno de los lados. La distribución del interior era muy similar en ambos lados del patio: seis o más habitaciones, cu­ yas puertas daban a las del lado de enfrente, que se abrían a un pa­ sillo apoyado sobre columnas a derecha e izquierda de un área, que estaba ensombrecida por una doble hilera de árboles. Al fondo de estas áreas había un salón, enfrente de la puer­ ta que daba al gran patio, y sobre ésta y las otras habitaciones estaban los apartamentos del piso superior. Aquí también se encontraban dos pequeñas puertas hacia la calle. Otra distribución de la casa consistía en una sala, con la co­ rrespondiente avenida de árboles. En uno de los lados había va-

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ños grupos de habitaciones que daban a corredores o pasillos, pero sin columnas ante las puertas. El recibidor daba al patio, y desde aquí una fila de columnas conducía hasta una estancia privada, que estaba aislada en uno de los pasillos, cerca de una puerta que comunicaba con las habitaciones laterales. Por su posición, con un pasillo o corredor delante, tiene un parecido asombroso con el «recibidor de verano» de Eglón, rey de Moab2, que lo tenía para su uso exclusivo, y donde recibió a Ehud, el israelita extranjero. Y la huida de Ehud «a través del porche» tras haber cerrado la puer­ ta del recibidor, muestra una colocación que debía ser muy simi­ lar a la de estos apartamentos aislados en las casas, o villas, de los antiguos egipcios. Las habitaciones laterales a menudo estaban dispuestas a ambos lados de un pasillo, otras daban al patio, y otras sólo estaban separadas del muro exterior por un largo pasillo. Los apartamentos se distribuyeron de forma muy diferen­ te, de acuerdo con las circunstancias. En general, sin embar­ go, las grandes mansiones parecen haber consistido en un pa­ tio y diversos pasillos, con habitaciones a ambos lados, no muy distintos de las casas que se construyen ahora en los países orientales y tropicales3. Las casas en la mayoría de las ciuda­ des egipcias están bastante derruidas, y pocos restos quedan de su distribución, o incluso de sus asentamientos; pero que­ dan suficientes restos de algunas de Tebas, en Tel el Amama y otros lugares, que nos permiten, con la ayuda de las escultu­ ras, determinar su forma y apariencia. Los graneros estaban dispuestos de una forma muy regu­ lar, y variaban de forma tanto como las casas, a las que, con razón, se cree que estaban frecuentemente unidos, incluso en las ciudades. Algunas veces sólo estaban separados de las ca­ sas por una avenida de árboles. Algunas casas pequeñas consistían solamente en un patio y tres o cuatro almacenes en el piso bajo, con una sola habitación

2 Je. 3:20. 3 Grabado 11, fig . 1.

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Longitud total de la figura 365,76 m.

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cc. árboles rodeados de muros bajos. Tel el Amarna.



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La figura 2 muestra la posición relativa de la casa, a; y el granero, b. Planos de casas y un granero.

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arriba, a la que conducía un tramo de escaleras que salían des­ de este patio; pero probablemente sólo podían encontrarse en el campo, y se parecían a algunas todavía existentes en las villas de las fellahs del moderno Egipto4. Muy similar a ésta era el modelo de una casa que está ahora en el Museo Británico5, que

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fig. 1. M odelo de una casa pequeña de Tebas. fig. 2. Muestra cómo se abría y se cerraba la puerta. Museo Británico.

consistía sólo en un patio de tres pequeños almacenes en el piso bajo, con una escalera que daba a una habitación que pertene­ cía al guarda de los almacenes, y que tenía una ventana estrecha o apertura enfrente de la puerta, más bien para permitir la ven­ tilación que para el paso de la luz. En el patio está representada un mujer haciendo pan, como se hace hoy en día en Egipto, al aire libre; y los almacenes estaban llenos de grano. Otras pequeñas casas de las ciudades tenían de dos a tres pi­ sos sobre la planta baja: no tenían patio y estaban todas juntas cu­ briendo un espacio pequeño, y eran altas en proporción a su base, como muchas de las casas en Karnak. La parte de abajo tenía úni­ camente la puerta de entrada y algunos almacenes; sobre ésta se construía un segundo y tercer piso, cada uno con tres ventanas en el frente, y aún por encima de éstos un ático sin ventanas y una

4 G rabado I I , fig . 4. 5 G rabados 1 2 , 1 3 .

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escalera que daba a una terraza construida sobre el techo plano. El suelo de esta terraza estaba colocado sobre el tejado, y sus ex­ tremos sobresalían de las paredes como dentículos. Los ladrillos formaban líneas onduladas o cóncavas, como las paredes de un cercado en Deir-el-Medina en Tebas: las ventanas de la primera planta tenían una especie de parteluz que las dividía en dos luces, con un travesaño sobre ellas; las ventanas de arriba estaban cubiertas con enrejados, o listas de madera cruzadas, como en mu­ chos harenes turcos. Un modelo de una casa de este tipo se en­ cuentra también en el Museo Británico: pero la mayoría de las casas egipcias eran mucho menos regulares en cuanto a su traza­ do y elevación; y esta normal despreocupación por la simetría se puede observar generalmente incluso en las casas de las ciudades.

13.

Muestra el interior del patio y de la habitación superior.

Las puertas, tanto las dos de las entradas como las de los apar­ tamentos interiores, estaban frecuentemente pintadas imitando exóticas maderas extranjeras. Tenían una o dos hojas, que gira­ ban sobre bisagras de metal y por dentro se cerraban con un ta­ blón o un cerrojo: en las tumbas de Tebas se han encontrado algunas de estas bisagras de bronce. Se sujetaban a la pared

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14.

fig. 1. Bisagra superior, sobre la que giraba la puerta. fig. 2. Bisagra inferior.

con clavos del mismo metal, cuya cabeza redondeada servía tam­ bién como ornamento, y la de encima tenía una proyección en la parte de atrás, para evitar que la puerta se gol­ peara contra la pared. También se han encontrado en los dinteles de piedra y en los suelos, tras los umbrales de tumbas y templos, los agujeros sobre los que giraban, así como los tablo­ nes y cerraduras y los huecos donde encajaban las hojas cuando estaban abiertas. Las puertas plegables teman cerrojos en el centro, unas veces arri­ ba y otras abajo; se aseguraban con un tablón de madera que atravesaba de un lado a otro la pared, y en muchos casos las puertas se ase­ guraban también con cerraduras de madera que se colocaban en el centro en la unión de las dos partes. Para mayor seguri­ dad a veces se sellaban con una masa de arcilla, como lo prue­ ban algunas de las tumbas encontradas en Tebas, las esculturas, y la descripción que da Heródoto del tesoro de Rampsinito. Las llaves se hacían de bronce o de hierro, y constaban de un mango recto, de unas cinco pulgadas (12 cm) de longitud, con tres o más dientes salientes. Otras tenían mayor parecido con las guar­ das de llaves modernas, con un mango corto como de una pulga­ da (unos 2,5 cm) de longitud, y algunas se parecían a una argolla normal con las guardas en la parte de atrás. Éstas son probable-

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I 1 16.

2

1, 2. Cómo se cerraban las puertas.

3 3. Cómo se cerraban en Tebas.

mente de la época romana. La más temprana alusión a una llave se encuentra en Jueces (3:23-25), cuando Ehud había «pasado por el porche, y había cerrado con llave las puertas del salón tras él» y «los sirvientes de Eglón cogieron una llave y las abrieron».

17.

Llave de hierro. De Tebas.

Las puertas, como las de los templos, estaban a menudo rematadas con la comisa egipcia; otras estaban variadamente de­ coradas, y algunas, representadas en las tumbas, estaban rodea­ das por una variedad de ornamentos, ricamente pintados como es habitual: estas últimas, aunque se encontraron en Tebas en al­ guna ocasión, eran más corrientes en Menfis y en el Delta. En el Museo Británico hay dos buenos ejemplos de éstas, que se han traído de una tumba cercana a las Pirámides. Incluso en el más reciente período cuando se construyeron las Pirámides, las puer­ tas tenían una o dos hojas; y tanto las de las habitaciones como las de la entrada abrían hacia adentro, en contra de la costumbre de los griegos, que tenían la obligación de llamar desde dentro

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18. Pintura de un féretro cri 'Tebas.

Tebas.

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de la puerta de la calle, antes de abrirla, para avisar a los transe­ úntes de que iban a salir. Los romanos tenían prohibido colocar­ las para que abrieran hacia afuera sin un permiso especial. Los suelos eran de piedra, o de una mezcla de lima y otros materia­ les; pero en las moradas más humildes se hacían de travesarlos de palmeras datileras partidas, que se colocaban uno junto a otro o a intervalos, y sobre ellos se colocaban entarimados o capas transversales de ramas de palmera, cubiertas de esteras y una capa

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de barro. Muchos tejados eran abovedados, y construidos como el resto de la casa de ladrillo crudo. No sólo se han encontrado arcos de ese material que datan del siglo xvi antes de nuestra era, sino que los graneros abovedados parecen representarse en una fecha muy anterior. Los ladrillos, en verdad, condujeron a la in­ vención de los arcos; la escasez de madera de Egipto creó la ne­ cesidad de encontrar un sustituto a este material.

22.

Tumba cerca de las Pirámides.

23.

Tebas.

Se importaba madera en grandes cantidades; de Siria se traía pino y cedro; y las maderas exóticas eran parte del tributo im­ puesto a las naciones extranjeras conquistadas por los Faraones. Tanto se les apreciaba para propósitos ornamentales, que se pin­ taban objetos a imitación de éstas para las personas más pobres que no se lo podían permitir; y los paneles, ven­ tanas, puertas, cajas, y varios tipos de obras de madera, eran frecuentemente de pino bara­ to o sicomoro pintado que imi­ taban a las maderas extranje­ ras más exóticas. Los restos de éstas encontrados en Tebas 24. Tebas. muestran que dichas imita-

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dones eran inteligentes sustitutos de la realidad. Incluso los ataú­ des se hacían a veces con maderas extranjeras. En el Líbano se han encontrado muchos de cedro. El valor de las maderas extranjeras también sugirió a los egipcios el proceso del barnizado, que era una de las artes de sus hábiles ebanistas. Los techos eran de estuco, ricamente pintados con diversos motivos, de muy buen gusto tanto en la forma como en la dis­ posición de los colores; entre los más antiguos se encuentran el Guilloche, a menudo mal llamado toscano o borde griego. En el interior y exterior de sus casas las paredes estaban a me­ nudo divididas en grandes paneles de un color uniforme, aras de la superficie, o algo rebajados, (como en los grabados 25 y 30) no muy distintas a las de Pompeya; y eran rojas, amarillas, o imi­ taban piedra o madera. Parece haber sido la introducción de este tipo de adorno en las casas romanas lo que excitó la indignación de Vitruvio; quien dijo que en los tiempos antiguos el rojo ape­ nas se usaba, como medicina, aunque ahora paredes enteras se revestían de este color. Sobre las paredes vacías de los salones también se representa­ ron figuras o escenas de la vida doméstica, rodeados de cenefas or­ namentales y coronadas por anchas comisas de flores y varios mo­ tivos ricamente pintados; ningún otro pueblo parece haber sido más aficionado a usar flores en cada ocasión. En su arquitectura do­ méstica constituían el principal adorno de las molduras, y cada vi­ sitante recibía un ramo de flores frescas como regalo de bienveni­ da al llegar a una casa. Era como el café y la pipa de los modernos egipcios. A un invitado en una fiesta no sólo se le entregaba una flor de loto, o cualquier otro tipo de flor, sino que se le colocaba alre­ dedor de la cabeza una guirnalda de flores, y otra alrededor del cue­ llo, lo que llevó al poeta romano a señalar «las muchas guirnaldas alrededor de la frente» que llevaban los egipcios en los banquetes. Las flores abundaban por todas partes; con ellas se hacían coronas y festones, decoraban los pilares sobre los que se colocaban los ja­ rrones del salón, y adornaban la tinaja del vino. También con flores se adornaban los sirvientes que transportaban el vino en copas des­ de esta tinaja hasta donde se encontraban reunidos los invitados.

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Además de los paneles pintados había otros puntos de se­ mejanza con el gusto pompeyano en las casas egipcias; en par­ ticular las columnas alargadas, algunas veces adosadas a los edificios, otras veces pintadas en las paredes, y que heredaron los griegos bien de los egipcios, bien de los asiáticos. Sus lar­ gos y delgados fustes se construían de forma que llegaran des­ de el suelo hasta el techo de la casa, en un máximo desafío de la proporción o de la utilidad, no llevando a cabo ninguna otra función que la de muchos pilares y medias columnas que, no teniendo nada que sostener, se puede decir que colgaban, en contra de los frentes de nuestras casas modernas, con dos filas de ventanas, como cuadros, en el espacio vacante entre ellas. Y aunque en sus templos predominaba la línea horizontal, como en Grecia, los egipcios no eran adversos al contraste de ésta con la vertical, lo que lograban por medio de sus gran­ diosas torres piramidales y de sus obeliscos. En verdad, las lar­ gas columnas que se extendían por todo el frente de sus casas pueden considerarse como la primera introducción del princi­ pio vertical. Esto fue después adoptado por los romanos, y es muy obvio en sus arcos de triunfo, donde la columna, levan­

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tándose del suelo en un pedestal, se extiende hacia arriba y hace que la entabladura también suba, rompe su recta línea uni­ forme para unirse con el capitel, y está coronada por una esta­ tua o un ático saliente, que se extiende hasta la parte más alta del edificio. Estas mismas columnas delgadas, o «juncos con función de columnas», consideradas tan inconsistentes por Vitruvio, encontraron su sitio en las casas de Roma, y las vemos pinta­ das en las de Pompeya, así como los «edificios que permane­ cen apoyados sobre candelabros», que Vitruvio condena de igual forma. Ciertamente eran incongruentes, habiéndose adop­ tado a otra función para la que originalmente habían sido con­ cebidas, para ayudar al desarrollo de un nuevo elemento de la arquitectura, lo que mucho más tarde introdujo numerosas lí­ neas verticales, en forma de torres, minaretes y otros altos edi­ ficios, que ahora se elevan por encima de nuestros tejados, y dan un aspecto tan variado a las modernas ciudades europeas y sarracénicas. Este contraste estaba ausente en el bajo y uni­ forme perfil de los edificios griegos, apenas aliviado por el frontón triangular de un templo, porque, por muy bello que fuera cada edificio por separado, una ciudad griega era sin­ gularmente deficiente en la combinación de la línea vertical con la horizontal. Pero el empeño para conseguir este efecto en Roma, por medio de columnas aisladas como soportes de una estatua que se elevaba por encima de los tejados, no era de muy buen gusto, porque bien podemos condenar la impro­ piedad de extraer de un templo uno de sus legítimos miem­ bros y magnificarlo hasta una altura extravagante. La misma pobreza inventiva y sentido práctico de los romanos, se mos­ tró en éste así como en la mutilada «columna truncada», lla­ mada así por colocar un busto en el lugar que debería ocupar su capitel. Ni se puede encontrar justificación alguna en la ele­ vación de monstruos colosos como los que Egipto, Grecia y Roma produjeron. Ahora nos hemos liberado del dilema de exagerar lo que debería limitarse a sus propias dimensiones, por las fuentes de la arquitectura moderna, cada vez que bus-

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camos el armonioso contraste de las líneas verticales y hori­ zontales. Las ventanas de los hogares egipcios meramente tenían con­ traventanas de madera con una o dos hojas, que giraban sobre bisagras. Estas, como el edificio entero, estaban pintadas. Las aberturas eran pequeñas porque por donde entra poca luz, tam­ bién entra poco calor; el fresco en las casas era el gran requi­ sito, y bajo el despejado cielo egipcio no había necesidad de mucha luz. Y aunque en la mayoría de nuestras casas modernas las ventanas no son más que pequeños agujeros encuadrados por molduras ornamentales, los egipcios no estropearon la aparien­ cia externa de las casas, haciéndolas de un tamaño irracional para permitir el paso de la luz, y luego de forma inconsciente hicieron todo lo que pudieron para excluirla colgando numero­ sos tapices que se llenaban de polvo, como les sucede hoy día a los ingleses, convencidos por tapiceros, movidos por el inte­ rés y sin gusto alguno. El palacio de un rey estaba generalmente construido con materiales más consistentes que los de una casa privada y, como el templo al que estaba normalmente unido, era de piedra, como el Medinet Habu, en Tebas. Estaba situado al final de una ave­ nida que conducía al edificio sagrado, y los apartamentos prin­ cipales estaban dispuestos en dos pisos inmediatamente por encima de la puerta, por donde pasaban todas las procesiones en dirección al templo. El resto del edificio ocupaba una dis­ tancia considerable a derecha e izquierda antes de la puerta, y el acceso exterior estaba constituido por dos casetas, en la mis­ ma entrada, ocupado por los guardias y porteros. Algunas de las habitaciones daban a esta puerta; otras estaban orientadas en sentido opuesto. El edificio entero estaba coronado de al­ menas, como las murallas de las ciudades fortificadas. Los apartamentos no eran grandes, sólo medían 4,26 m de largo por 3,85 m de ancho, y 3,15 m de alto. Las paredes tenían un grosor de 5 a 6 pulgadas y servían como protección contra el calor, y las corrientes de aire circulaban libremente por ellas desde las ventanas de enfrente. Estas paredes estaban adoma-

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das con objetos de poco relieve, o grabados, que representa­ ban al rey y su casa, con varios motivos ornamentales, par­ ticularmente la flor de loto y otras. Los pabellones estaban construidos de forma similar (aun­ que a menor escala) en varias partes del país, y en los distritos extranjeros por los que pasaban los ejércitos egipcios, para el uso del rey. Algunas casas particulares imitaban a veces a estos pequeños castillos, sustituyendo la corriente cornisa y pared de parapeto por las almenas que la coronaban, y que intenta­ ban representar escudos egipcios. Los tejados de todas sus ca­ sas, bien en la ciudad o en el campo, eran planos, como los de las modernas casas de El Cairo, y allí (como hoy en día) las mujeres a menudo mantenían conversaciones con sus vecinas sobre los escándalos y cotilleos del día. Muchos temas cu­ riosos se discutían en estas animadas reuniones, y se dice que algunas modernas historias de El Cairo tienen su origen en aquellas que se contaban en tiempos de los faraones, una de las cuales vamos a narrar a continuación. Un hombre, cavando su viñedo, se encontró una vasija lle­ na de oro, y corrió a casa jubiloso por anunciar la buena fortu­ na a su mujer; pero como durante el camino pensó que a las mujeres a menudo no se les puede confiar un secreto, y que po­ dría perder un tesoro que, por derecho, pertenecía al rey, pen­

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só que primero sería conveniente probar su discreción. Tan pron­ to como llegó a la casa la llamó, y, diciéndole que tenía algo importante que contarle le preguntó si estaba segura de poder guardar un secreto. «Oh, sí», dijo ella enseguida; «¿cuándo has visto que haya traicionado uno?» «¿Qué es?» «Bueno, está bien, pero estás segura de no decir nada?» «¿No te lo he dicho ya?, ¿por qué insistes?, ¿de qué se trata?» «Bueno, ya que me lo has prometido te lo voy a decir. Me pasa una cosa de lo más sin­ gular. ¡Cada mañana pongo un huevo!», sacando al mismo tiempo uno de debajo de su casaca. «¡Cómo! ¡un huevo! ¡es ex­ traordinario!» «Sí, lo es, en verdad, pero ten cuidado de no de­ círselo a nadie.» «Oh, no diré nada, te lo prometo.» «Estoy se­ guro de que no lo harás», y diciendo esto se fue de la casa. No se acababa de ir cuando su mujer corrió a la terraza y encon­ trando allí a una vecina en el tejado de al lado, la llama, y, con sumo cuidado dice, «Oh, hermana mía, a mi marido le pasa una cosa muy extraña; pero prométeme que no se lo vas a decir a nadie», «No, no, dime, ¿qué le pasa?» «¡Cada mañana pone diez huevos!» «¡Cómo, diez huevos!» «¡Sí, y me los ha ense­ ñado!», y de nuevo se fue abajo. No pasó mucho tiempo antes de que otra mujer subiera a la terraza del otro lado, y ella tam­ bién le confió el secreto, habiendo aumentado la cantidad has­ ta cien. No pasó mucho tiempo antes de que el marido oyera la historia, y el supuesto ponedor de huevos, viendo cómo se ha­ bía extendido esta historia, se convenció de no arriesgar su te­ soro al confiar a su mujer el verdadero secreto. Las casas de campo de los egipcios eran de gran extensión, y poseían espaciosos jardines, regados por canales que comuni­ caban con el Nilo. Tenían diferentes estanques con agua en dis­ tintas partes del jardín, que servían de adorno, así como de irri­ gación cuando el Nilo estaba bajo. El señor de la casa a veces se entretenía con sus amigos haciendo una excursión por estos ca­ nales en un barco de remos de recreo en el que iban remando sus sirvientes. También disfrutaban con la diversión de pescar y de­ jar en libertad a los peces del fondo de los pozos, y en estas oca­ siones normalmente iban acompañados de un amigo, o de uno o

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27.

Pintura en una tumba en Tebas.

más miembros de la familia. Se cuidaba con particular esmero el jardín, y su gran afición a las flores queda reflejada en el núme­ ro de variedades que cultivaban, así como por el hecho de que las mujeres de la familia o los sirvientes entregaban ramos al dueño de la casa y sus amigos cuando paseaban por allí. La casa misma estaba a veces adornada con propileos y obeliscos, como los templos. Incluso es posible que parte del

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28.

Puertas de las verjas.

Tel el Amarna.

edificio se dedicara a propósitos religiosos, como las capillas en otros países, ya que en una representación se ve a un sa­ cerdote presentando ofrendas en la puerta de las habitaciones interiores. En realidad, de no ser por la presencia de las mu­ jeres, la forma del jardín, y el estilo del porche, nos veríamos

29.

Tel el Amarna y Tebas.

inclinados a considerarlo más un templo que un lugar de resi­ dencia. A las grandes casas del campo se accedía normalmen­ te a través de puertas plegables, colocadas entre altas torres, como en las cortes de los templos, con una pequeña puerta a cada lado; y otras tenían solamente puertas plegables, con las jambas coronadas por comisas. Una pared circular se extendía alrededor de toda la pro­ piedad, pero las habitaciones de la casa, el jardín, las ofi­ cinas, y todas las demás partes de la villa tenían cada una sus propios muros. Las paredes eran normalmente de ladri­ llo crudo y, en lugares húmedos, o con peligro de inundación, la parte más baja estaba reforzada con una base de piedra. A

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Villa, con obeliscos y torres, como un templo.

Tebas.

veces estaba adornada con paneles y líneas acanaladas, y la parte superior estaba rematada o por las almenas egipcias (la cornisa usual, una fila de puntas a imitación de cabezas de lanza) o con algún otro decorado con fin ornamental. Los planos de las quintas variaban según las circuns­ tancias, pero su distribución general queda suficientemen­ te explicada en las pinturas. Estaban rodeadas de un alto muro, en cuya mitad estaba situada la entrada principal, con una puerta central y dos laterales, que conducían a un camino ensombrecido por filas de árboles. Había grandes depósitos de agua, frente a las puertas del ala derecha e iz­ quierda de las casas, entre las que había una avenida que conducía desde la entrada principal a lo que puede llamar­ se el centro de la mansión. Después de pasar la puerta ex­ terior del ala derecha, se entraba en un patio abierto con árboles, que se extendía alrededor de un núcleo de aparta­ mentos interiores y que tenía una entrada posterior que comunicaba con el jardín. A derecha e izquierda de este pa­ tio, había seis o más almacenes, un pequeño recibidor o sala de espera en dos de las esquinas, y al otro extremo, la esca­ lera que conducía al piso de arriba. Las dos fachadas inte­ riores daban a un pasillo, apoyado en columnas, con torres y puertas. El interior de este ala constaba de doce habita­ ciones, dos salones exteriores y uno central, que se comu­ nicaban por puertas plegables, y a cada lado de esta última, estaba la entrada principal a las habitaciones del piso de abajo, y a la escalera que conducía a los pisos de arriba. En la parte de atrás había tres habitaciones grandes y una puer­ ta que daba al jardín, que, además de flores, contenía una gran variedad de árboles, una casa de verano, y un gran al­ jibe de agua. La distribución del ala izquierda era diferente. La puerta delantera daba a un patio abierto, que se extendía por toda la fachada y estaba limitado por detrás por el muro de la parte in­ terior. Las puertas centrales y laterales comunicaban con otro patio, rodeado por tres de sus lados por un grupo de habita-

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40 Muros panelados de un edificio egipcio.

ciones, y detrás había un corredor, al que daban muchas otras habitaciones. Este ala no tenía entrada posterior, y, así aislada, el pasi­ llo exterior se extendía enteramente a su alrededor. Una su­ cesión de puertas comunicaba desde el patio con diferentes secciones del centro de la casa, donde las habitaciones, dis­ puestas como las que ya se han descrito, alrededor de pasillos y corredores, servían en parte como salas y en parte como al­ macenes. Los establos para los caballos y la sala de carros para los carruajes de viaje y los carros, estaban en el centro, o parte inferior del edificio; pero la granja donde estaba el ganado es­ taba separada a cierta distancia de la casa, y correspondía al departamento conocido por los romanos con el nombre de rús­ tica, Aunque tenía una cerca que lo separaba del resto, estaba dentro del muro general, que rodeaba la tierra adosada a la quinta, y un canal que traía el agua desde el río, la bordeaba,

b 31.

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Tel el Amarna.

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y se extendía por la parte de atrás de los campos. Constaba de dos partes: las chozas para albergar el ganado, que estaban si­ tuadas en el parte superior, y el campo, donde había fijadas fi-

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32. Habitaciones para guardar el grano, aparentemente abovedadas. Beni Hasan.

las de argollas para atar a los animales mientras se les daba de comer durante el día; los animales eran siempre atendidos por hombres, ÿ frecuentemente los alimentaban con la mano. Los graneros estaban también aislados de la casa por un muro que les rodeaba, y algunas habitaciones en las que guar­ daban el grajio parecían tener tejados abovedados. Se llenaban por una apertura cerca de la parte superior, a la que los hom­ bres subían por las escaleras, y cuando se necesitaba grano se sacaba poj; la puerta situada en la base. La superintendencia de la casa y los campos era confiada a sirvientes, que regulaban el cultivo de la tierra, recibían lo que se derivaba de la venta de los productos, vigilaban la vuel­ ta del ganado al establo, hacían todas las cuentas y condena­ ban a los campesinos delincuentes al bastonazo, o a cualquier castigo que pudieran merecer. A uno de ellos se le encomen­ daban los asuntos de la casa, y éste era el equivalente al «go­ bernante», «superintendente», o «sirviente de la casa de José» (Gn. 39:5; 43:16, 19); otros vigilaban los graneros, los viñe­ dos (comp. Mt. 20:8), o el cultivo de los campos; la extensión de sus deberes, o el número de los empleados dependía de la extensión de la tierra, o del deseo de su propietario.

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33. Granero, mostrando cómo se introducía el grano y que las puertas a y b se usaban para extraerlo. . Tebas.

La forma de diseñar los jardines era tan variada como la de las casas, pero en todos los casos parecen haberse tomado un interés particular en conseguir un pleno abastecimiento de agua por medio de depósitos y canales. En verdad, en ningún otro campo es más necesario un sistema de irrigación artificial que en el valle del Nilo y, debido a que el agua de la inundación no era admitida en los jardines, dependía durante el año del abas­ tecimiento obtenido de pozos y aljibes, o de un canal vecino.

2 34.

3

4

/

5

6

Encargado (fig, I ) supervisando la labranza de las tierras.

Tebas.

El modo de irrigación adoptado por los antiguos egipcios era extremadamente sencillo, y era simplemente el shaduf, o la vara y el cubo de nuestros días y, en muchos casos, se empleaba a los hombres para llevar el agua en cubos, suspendidos de un yugo de madera que llevaban sobre los hombros. El mismo yugo era empleado para llevar otras mercancías, como cajas, cestas con caza o aves, o cualquier cosa que se llevara al mercado. Cada ofi-

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cio parece haberlo usado para este propósito, desde el ceramista al fabricante de ladrillos, al carpintero, o al armador de navios.

35.

Hombres regando la tierra con cubos de agua.

Beni Hasan.

La barra de madera o yugo tenía 1,18 m de longitud, y las correas, que eran dobles, se ataban juntas enlaparte inferior así como en el extremo superior, y eran de piel, midiendo de 38 a 40 cm de longitud. La pequeña correa de la parte inferior no sólo servía para conectar los extremos, sino que probablemen­ te tenía como fin asegurar un gancho, o una cinta adicional, si era necesaria para asegurar la carga: aunque la mayoría de estos

fig. 2. La misma tira, a mayor escala.

yugos tenían dos, algunos estaban equipados con cuatro u ocho cintas, y su forma, número, o disposición variaban según los pro­ pósitos para los que se fueran a usar.

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37.

Calderos de agua llevados con un yugo sobre los hombros.

Tebas.

Llenaban los calderos en los depósitos o estanques del jar­ dín, y transportaban el agua hasta los árboles o los diferentes macizos, que eran pequeños hoyos cuadrados a nivel del suelo, rodeados de un bajo montículo de tierra, como nuestras salinas. No parece que usaran la noria muy a menudo, aunque no les era desconocida; pero ésta y el tomillo hidráulico fueron probablemente de introducción más tardía. Pueden haber co­ nocido también la máquina de pie mencionada por Filón; y es a ésta o a su forma de cerrar los pequeños canales que condu­ cían el agua de un macizo a otro, a lo que se refiere la frase del

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Deuteronomio (11:40): «Egipto... donde sembraste tu semilla, y la regaste con tu pie como un jardín de hierbas». Pero la for­ ma más común de traer agua del Nilo era la vara y el caldero, el shaduf, aún tan común en Egipto. Las pieles eran muy usadas por los egipcios para transpor­ tar agua, así como para rociar la tierra de delante de las habi­ taciones o los asientos de los grandes señores, y a menudo se dejaban llenas de agua y preparadas, con este propósito.

39. aaa Pieles para el agua, colgadas cerca del estanque i>. c. Macizos de un jardín, dispuesto como hoy en día en Egipto, muy similares a nuestras salinas. Tebas.

Parte del jardín estaba ocupada por caminos ensombrecidos por árboles, normalmente plantados en hilera, rodeados en la base del tronco por un carballón de tierra circular que, siendo más bajo en el centro que en la circunferencia, retenía el agua, y la dirigía más rápidamente hacia las raíces. Es difícil decir si los árboles se podaban en alguna forma en particular, o si el aspec­ to que presentan en las esculturas se debe meramente a un modo de representación convencional; pero, ya que el ganado, y algu-

2. Lo mismo, de acuerdo con nuestro modo de representación.

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nos otros árboles frutales, se dibujan con ramas irregula­ res y extendidas, es posible que el sicomoro y otros, que presentaban grandes masas de follaje, estuvieran realmente podados de esa forma, aunque, observando el signo jero­ glífico que representaba la palabra árbol, po­ demos concluir que era sólo un carácter gené­ rico para todos los árboles. Algunos, como los granados, datileros, y palmeras dóm, son fácilmente reconocibles en las esculturas, pero el resto son dudosos, como lo son las plantas de flores, con la ex­ cepción del loto y pocas más. A la sección encargada del cuidado del jar42. din pertenecía también el cuidado de las abe­ jas. En Egipto requerían grandes atenciones; existen tan pocas flores en la actualidad, que los propietarios de panales a menudo llevan las abejas a varios lugares del Nilo, en busca de flores. Son de una clase más pequeña que las nuestras y, aunque se encuen­ tran salvajes en el campo, son mucho menos numerosas que las abejas, avispones e icneumones. Las abejas salvajes viven sobre todo bajo las piedras, o en rendijas de las rocas, como en muchos otros países. La expresión de Moisés, como las de los Salmos: «miel de la roca», muestra que en Palestina tenían los mismos hábitos. La miel tenía gran importancia en Egipto para uso casero y como ofrenda para los dioses. La de Benha (allí llamado El assal), o Atribis, en el Delta, mantuvo su reputación hasta una fecha tardía. Una jarra de miel de ese lugar fue uno de los cuatro regalos en­ viados por John Mekaukes, el gobernador de Egipto, a Mahoma. Los grandes jardines estaban normalmente divididos en dos partes diferentes. Las secciones principales estaban reservadas para los sicómoros, datileros y viñedos. La primera puede lla­ marse el huerto. Los jardines de flores y el huerto también ocu­ paban un espacio considerable y estaban dispuestos en macizos; árboles enanos, hierbas y flores crecían en tiestos de tierra roja, exactamente como los nuestros, colocados en largas filas por los caminos y bordes.



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43. Un gran jardín, con el viñedo y otras secciones separadas, estanques de agua, y una pequeña casa. D e la obra del Prof. Rosellini.

Además del huerto y los jardines, algunas de las grandes quintas tenían un parque o paraíso, con sus estanques de peces y reservas de juegos, así como corrales de aves para las gallinas y los gansos, establos para el ganado de cebo, cabras salvajes, gacelas, y otros animales originarios del desierto, cuya carne era considerada como un bocado exquisito. Era en estas extensas reservas donde los ricos se entretenían con el juego de la caza. También cercaban considerables espacios en el desierto con cui­ dadosas verjas, adonde eran conducidos los animales, a los que disparaban con flechas, o daban caza con perros. Frecuentemente se representan los jardines en las tumbas de Tebas y otras paites de Egipto, muchos de los cuales son nota­

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bles por su extensión. El representado en estas líneas se ve ro­ deado de un muro con almenas, con un canal de agua que pasa­ ba por delante, conectado con el río. Entre el canal y el muro, y paralelo a ambos, había una sombría avenida de varios árboles; hacia el centro estaba la entrada, con una grandiosa puerta, cuyo dintel y jambas estaban decoradas con inscripciones jeroglíficas que contenían el nombre del propietario de las tierras, que en este caso, era el mismo rey. En la entrada estaban las habitaciones para el portero y otras personas empleadas en el jardín y, proba­ blemente, el recibidor para las visitas, cuya abrupta llegada po­ dría no ser bienvenida. En la parte de atrás había una puerta que daba al viñedo. Las parras estaban enroscadas en enrejados, apo­ yados en techos transversales que descansaban sobre pilares; un muro, que se extendía a su alrededor, separaba esta parte del res­ to del jardín. En el extremo superior había habitaciones en tres plantas diferentes, que daban a verdes árboles, y que proporcio­ naban un agradable retiro en el calor del verano. Fuera del viñe­ do había filas de palmeras, plantadas junto con las clôm y otros árboles, a lo largo de todo el muro exterior: cuatro estanques de agua, bordeados de un cuadro de césped, donde se encontraban

44. M odo egipcio de representar un estanque de agua con una fila de palmeras a cada lado. Tebas.

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los gansos, y donde se cultivaba la delicada flor de loto, servían para irrigación de los campos. Había pequeños templetes o ca­ sas de verano, sombreadas por árboles, cerca del agua, y que da­ ban a macizos de flores. Los espacios donde estaban los estan­ ques y las partes del jardín adyacentes a éstos, estaban cada uno delimitado por sus propios muros, y una pequeña subdivisión en cada lado, entre los estanques grandes y los pequeños, parecía reservada al cultivo de árboles particulares que, o bien requerían cuidados especiales, o daban frutos de calidad superior. En todos los casos, si el huerto estaba aparte o estaba unido al resto del jardín, era abastecido, como las otras partes, de su­ ficiente agua, conservada en espaciosos depósitos. Cada lado de los mismos daba a una hilera de palmeras, o a una avenida de sicomoros de sombra. Algunas veces el huerto y el viñedo no estaban separados por un muro, y había higueras6 y otros árbo­ les plantados en los mismos límites que las viñas. Pero si no es­ taba conectado con él, el viñedo estaba cerca del huerto, y su modo de entramar la viña en enrejados de madera, apoyados en filas de columnas que dividían al viñedo en numerosas aveni­ das, era conveniente y de buen gusto.

r ÿ î. Jlflí)

46. Cogiendo uvas en un viñedo; las viñas están dispuestas formando arcos. Tebas.

6 Comp. Le. 13:6, «Cierto hombre tenía una higuera plantada en su vi­ ñedo», y 1 R. 4:25, «Cada hombre bajo su viñedo y su higuera».

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Las columnas a veces eran de colores, pero muchas eran sim­ ples columnas de madera, sosteniendo en sus extremos en forma de horquilla las pértigas que se colocaban sobre ellos. A algunas vi­ ñas se las dejaba crecer en forma de arbusto y, como eran bajas, no

47.

Representación jeroglífica que significa viñedo.

necesitaban ningún apoyo; a otras se les disponía en forma de arco. Por la forma del jeroglífico que quiere decir viñedo, podemos con­ cluir que esta era la forma más usual de colocarlas, aunque también era común encontrarlas en avenidas formadas por los enramados y las columnas. Pero no parece que las unieran a otros árboles, como hacían normalmente los romanos con los olmos y los álamos, y co­ mo hacen los modernos italianos con la morera blanca, aunque los egipcios de hoy en día no han adoptado esta costumbre europea. Cuando el viñedo estaba rodeado por su propio muro, normal­ mente tenía un depósito de agua al lado, así como el edificio que contenía el lagar7; pero las diferentes formas de disponer el vi-

48.

a Viñedo, con un gran tanque de agua, b.

Tebas.

7 Is 5:1, 2 «Y lo cercó (el viñedo) y recogió todas las piedras, y lo plan­ tó con la viña elegida, y construyó una torre en medio, y también hizo un lagar» y Mt 21:33 «plantó un viñedo... y colocó un lagar en él.»

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ñedo, así como las demás partes del jardín, dependían por su­ puesto, del gusto de cada individuo, o de la naturaleza del terre­ no. Se ponía mucho cuidado en proteger los racimos de la intru­ sión de los pájaros; constantemente se empleaba a los niños para que los asustaran con las hondas y con el ruido de sus voces, en la estación de la vendimia.

49,

Ahuyentando a los pájaros con una honda.

Tebas.

Cuando se recogían las uvas, los racimos se colocaban cui­ dadosamente en profundas cestas de mimbre que llevaban los hombres, o bien en la cabeza, o en los hombros, o suspendidas

50.

fig. 1. Cesto con uvas cubierto con hojas: de las esculturas. fig. 2. Cesto moderno usado con el mismo fin.

del yugo, hasta el lagar; pero cuando las uvas eran para comer, se ponían como otras frutas en grandes cestos planos, y gene­ ralmente se cubrían con hojas de palmera, vid u otros árboles. Estas cestas planas eran de mimbre y semejantes a las que hoy en día se usan en El Cairo con el mismo propósito, y que están hechas de mimbre o de ramas comunes. Parece ser que entre­ naron a los monos para ayudar en la vendimia de la fruta, y los egipcios los representaban pasando higos de los sicomoros a los

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51.

Monos ayudando en la vendimia de la fruta.

Beni Hasan.

jardineros que estaban debajo: pero, como cabría esperar, estos animales se recompensaban a sí mismos ampliamente por el tra­ bajo impuesto, y el artista ha plasmado bien cómo consumaban sus propios deseos, así como los de sus jefes. En Egipto muchos animales eran amaestrados con diversos propósitos, como el león, el leopardo, la gacela, el mandril, el cocodrilo y otros; y en el país de Jima, que se encuentra al sur de Abisinia, a los monos aún se les enseñan diversas tareas úti­ les. Entre ellas está la de ser portadores de antorchas en las cenas; así, en fila, sobre un banco elevado, sujetan las luces hasta que se van los invitados y, pacientemente aguardan su pro­ pia cena como recompensa por sus servicios. Algunas veces surgen problemas, cuando un mono indisciplinado arroja la an­ torcha encendida al grupo de desprevenidos invitados; pero afor­ tunadamente las damas presentes no llevan vestidos musulma-

52.

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A las crías se les permitía ramonear las viñas.

Beni Hasan.

nes. El garrote y el «sin cena» recuerdan al ofensor de sus obli­ gaciones presentes y futuras. Cuando había acabado la vendimia, permitían a los niños ju­ guetear en las viñas que crecían como arbustos (Hor 2. Sat 5:43), y la estación del año en la que las uvas maduraban en Egipto era el mes de epifi, hacia finales de junio o comienzos de julio. Al­ gunos han dudado de que se cultivara el vino con frecuencia en Egipto, e incluso de que se hiciera en absoluto, pero las numerosas Veces en las que se hace referencia al cultivo y al vino egipcio en las esculturas, y la autoridad de los escritores de la Antigüedad, contestan de modo suficiente a esas objeciones. Los lamentos de los israelitas al salir de los viñedos de Egipto prueban su abun­ dancia, ya que hasta la gente con la condición de esclavos podía procurarse la fruta (Nm 20:5, Gn 40:11). Había lagares de distintas clases. El más sencillo consistía únicamente en una bolsa, en la que se ponían las uvas y se aplastaban, por medio de dos poleas que giraban en direccio­

53.

Lagar.

Beni Hasan.

nes contrarias: debajo se colocaba un cántaro donde caía el jugo. Otra prensa, basada casi en el mismo principio, consis­ tía en una bolsa colocada en un marco con dos lados vertica­ les, conectados en la parte superior por una viga. Esta bolsa se mantenía en posición horizontal, con un extremo fijo, y el otro enganchado en el lado opuesto en un agujero que se iba ha­ ciendo girar con una caña accionada manualmente; el jugo, al igual que en la anterior, iba cayendo a una vasija colocada de-

55

bajo. Dentro del soporte estaba el superintendente, que regu­ laba la cantidad de la presión, y daba la señal para que parase. Algunas veces se calentaba el líquido al fuego y, una vez que se había removido bien, se vertía sobre el saco de las uvas du­ rante el proceso del aplastamiento. Pero es difícil determinar si esto se hacía con el objetivo de conseguir una mejor calidad del jugo, al ablandar los hollejos, o se añadía con algún otro propó­ sito; sin embargo, el hecho de que se removiera mientras se ca­ lentaba muestra que no era simple agua. El aplastamiento de la fruta, mientras se vertía sobre ella el jugo, puede sugerir que se hacía para extraer el colorante que se añadía al vino tinto. Las dos prensas manuales egipcias se usaron por todo el país, pero principalmente en el Bajo Egipto; las uvas en la Tebaida nor­ malmente se pisaban. La prensa de pie también se usó en el Bajo Egipto, e incluso encontramos ambos métodos de pisar uvas re­ presentados en una sola escultura; no es, pues imposible que des­ pués de haber sido pisadas, se sometieran a un segundo proceso de prensa en la bolsa giratoria. Este no parece haber sido el caso en la Tebaida, donde la prensa de pie siempre se representa sola; y se dejaba correr el jugo por el conducto que desembocaba di­ rectamente en un estanque abierto (Is 60:3, Nh 13:15, Je 9:27, Virg. Georg. 2:7). 12

almacén,./?#. 11.

56

11

Tebas.

Algunas de las prensas más grandes estaban muy adornadas, y constaban al menos de dos partes: la parte inferior o tinaja, y el canal, donde los hombres, descalzos, pisaban la fruta apo­ yándose en cuerdas que colgaban del techo, aunque por su gran altura, algunos pueden haber tenido un depósito intermedio, que recibía el zumo que iba de camino al tubo, y que era el equiva­ lente al colador, o colum, de los romanos. Una vez terminada la fermentación, se distribuía el zumo en vasijas pequeñas, con un largo pitorro, y luego iban llenan­ do otras vasijas colocadas en el suelo, similares a los cadi o amphorae de los romanos. Parece ser que también añadían algo antes o después de la fer­ mentación; podemos ver un ejemplo en una escultura en la que aparece un hombre vertiendo un líquido con una pequeña copa a un depósito más bajo. Cuando se consideraba que el mosto esta­ ba en buen estado, las ánforas se cerraban con una tapa, que pa­ recía una salsera invertida, y se cubrían con arcilla líquida. Antes de verter aquí el vino, normalmente ponían cierta cantidad de resina dentro del ánfora, que recubría estas vasi­ jas porosas, conservaba el vino, e incluso se suponía que me­ joraba su sabor. Una noción, o más bien un gusto adquirido, que es debida probablemente a haber usado pieles antes que vasijas: el sabor, que dejaba la resina, que era necesaria para

55.

El vino joven verlido en cántaras. / . Cántaras tapadas.

57

conservar las píeles, y se había convertido, por un largo hábi­ to, en una peculiaridad favorita del vino, fue luego añadido por libre elección, cuando habían adoptado el uso de las vasijas de barro. Esta costumbre, al principio tan general en Egipto, Italia y Grecia, todavía se conserva en todas las islas del ar­ chipiélago. En Egipto siempre se encuentra una sustancia re­ sinosa al fondo de las ánforas que han servido para guardar el

56.

Jarras de vino con tapa. En la fig. 1 está Erp, «vino».

Tebas.

vino: se conserva perfectamente, es frágil y, cuando se quema, huele como brea de buena calidad. Los romanos, según nos cuenta Plinio, usaron la brea brutia o resina de los Pinos picea, a la que daban preferencia sobre los otros, para este propósito: y si, «en España, usaban la del pinastro, no era muy estimada por su amargura y olor fuerte». En el Este, se consideraba el terebinto como el árbol que proporcionaba la mejor resina, su­ perior incluso a la masilla del lentisco. Las resinas de Judea y Siria sólo eran superadas en calidad por las de Chipre. El modo de colocar las ánforas en la bodega de Egipto era similar al adoptado por los griegos y los romanos. Las coloca­ ban derechas en líneas sucesivas, con el lado interior apoyado contra la pared, y con sus extremos más puntiagudos firme­ mente fijados al suelo. Cada vasija estaba sujeta por medio de un anillo de piedra colocado alrededor de su base puntiaguda, o estaba colocado sobre una plataforma de madera. Otras pa­ recen haber estado colocadas en las habitaciones de pisos su­ periores, como las ánforas de una botica romana.

58

Los egipcios tenían diversas clases de vinos, algunos de los cuales habían sido ala­ bados por escritores de la antigüedad por sus excelentes cualidades. El de Mareo­ tis era el más preciado y el más abundante. Su superioridad sobre los vinos egipcios se puede explicar fácilmente por la calidad del suelo en este distrito; está compuesto prin- 57·,arrón colocado sobre cipalmente de grava, que, extendiéndose un Pedestal de Piedia· más allá del alcance del depósito aluvial, estaba libre del tenaz y rico lodo, que normalmente nos encontramos en el valle del Nilo, y tan poco apropiado para uvas de delicada calidad. De los extensivos dominios de viñedos todavía encontrados en los bor­ des del oeste del trono de Arsinoe, o el-Fayum, podemos con­ cluir que los antiguos egipcios tenían pleno conocimiento de las ventajas de la tierra, situada más allá de los límites de la inun­ dación, para plantar las viñas. Según Ateneo, «la uva mareótica era conocida por su dulzura», y el vino es así descrito por él: «es de color blanco, de excelente calidad, y es dulce y ligero con un buqué fragante; no es de ningún modo astringente, ni afecta a la cabeza.» Pero no era sólo por su sabor por lo que era altamente apreciado, y Estrabón le adscribe el mérito adicional de mante­ nerse durante mucho tiempo. «Todavía, sin embargo», dice Ate­ neo, «es inferior al de Tanis, un vino que recibe su nombre de un lugar llamado Temia, donde se produce. Su color es pálido y blanco, y tiene tan alto grado de riqueza, que cuando se mezcla con agua parece diluirse gradualmente de una forma muy simi­ lar a la miel ática cuando se vierte sobre ella algún líquido. Ade­ más del agradable sabor, su fragancia es tan deliciosa que lo hace perfectamente aromático, y tiene la propiedad de ser ligeramente astringente. Hay muchos otros viñedos en el valle del Nilo cu­ yos vinos tienen una gran reputación, y estos difieren tanto en color como en gusto: pero el que se produce en Antila era pre­ ferido sobre todos los demás.» El vino hecho en la Tebaida era particularmente ligero, especialmente el de Coptos, y «tan rico», dice el mismo autor, «que los inválidos podían tomarlo sin nin­

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gún inconveniente, incluso durante la fiebre.» El de Sebenitos era de la misma manera uno de los vinos egipcios favoritos. Como dice Plinio, estaba hecho de tres clases de uva diferentes; una de ellas se llamaba Tasia8. La uva es descrita por él más tar­ de como superior a otras en Egipto por su dulzura, y destacable por sus propiedades medicinales. El de Mendes es también mencionado por Clemente por su sabor bastante dulce y otro vino singular, llamado por Plinio echolada, era también producto de Egipto. Pero, por sus po­ deres peculiares, podemos suponer que lo bebían sólo los hom­ bres, o al menos que estaba prohibido a mujeres recién casa­ das. Y, considerando la frecente costumbre entre los antiguos de alterar las cualidades de los vinos añadiendo medicinas y por medio de otros procesos diversos, podemos enseguida con­ cebir la posibilidad de los efectos que se les adscriben; así su­ cedió que atributos opuestos se atribuían frecuentemente a la misma clase de vino. Ellos usaban los vinos con propósitos medicinales, y a mu­ chos se les tenía en tal estima, que se les consideraba especí­ ficos para ciertos males. Pero los médicos de entonces eran prudentes en su modo de prescribirlos, y como la imaginación en muchas ocasiones ha producido la cura, y dado celebridad a una medicina, los menos conocidos eran ampliamente pre­ feridos, y cada uno contaba las virtudes de algún vino extran­ jero. En época temprana, Egipto era renombrado por sus me­ dicinas, y los extranjeros habían recurrido a este país por sus vinos y sus hierbas. Sin embargo, Apolodoro, el físico, en un tratado de vinos dirigido a Ptolomeo, rey de Egipto, recomen­ daba los del Ponto, diciendo que eran más beneficiosos que los de su propio país, y en particular alababa a los de Peparetios, producidos en esa isla del mar Egeo. Se consideraba que tenía cualidades medicinales menos valiosas, cuando éstas no se des­ cubrían en seis años.

8 D e la isla de Tasos.

60

Los vinos de Alejandría y Coptos también se citan entre los mejores vinos egipcios, y este último era tan ligero que no afec­ taba ni a aquellos que estaban más delicados de salud. Entre las ofrendas a las deidades egipcias estaba frecuente­ mente el vino, y se descubren clases diferentes en los sepulcros sagrados, aunque es probable que muchos de los vinos egipcios no se introdujeran en esos temas, y que, como los romanos y otros pueblos, no todos fueran aptos para sus sacrificios. Según Herodoto, los sacrificios comenzaban con una libación de vino, y se derramaba algo por el suelo donde permanecía tendida la víctima; sin embargo, en Heliópolis, si podemos dar crédito a lo que cuenta Plutarco, estaba prohibido introducirlo en el templo, y los sacerdotes del dios alababan en las ciudades a aquellos que se abstenían de su uso. «Los de otras deidades», añade el mis­ mo autor, «eran menos escrupulosas», pero aún usaban el vino muy rara vez, y la cantidad que se les permitía para su uso per­ sonal estaba regulada por la ley. No podían abandonarse al vino en cualquier momento, y su uso les estaba estrictamente prohi­ bido durante sus purificaciones más solemnes, y en tiempos de abstinencia. El número de vinos, mencionados en la lista de ofren­ das presentadas a las deidades en las tumbas o templos, varía en los diferentes lugares. Cada uno aparece con su peculiar nombre unido a él; pero rara vez exceden de tres o cuatro clases, y entre ellos, en Tebas, el de «El país del Norte», que era, quizás, de Ma­ reotis, Antila, o la monarquía de Sebenistos. Los individuos particulares no tenían restricciones en cuanto a su uso, y no les estaba prohibido a las mujeres. En esto se dife­ renciaban de los romanos: porque en los tiempos más remotos ninguna mujer en Roma disfrutaba de este privilegio, y era ilegal que las mujeres, o los hombres jóvenes de menos de treinta años, bebieran vino, excepto en los sacrificios. Incluso en tiempos pos­ teriores los romanos consideraban como una desgracia que una mujer bebiera vino; y a veces saludaban a una pariente femenina de la que sospechaban, para descubrir si había bebido. Luego se Ies permitió beber bajo la excusa de la salud, y no se podría ha­ ber encontrado un remedio mejor para suprimir la restricción.

61

Que las mujeres egipcias no tenían prohibido el uso del vino, ni el disfrute de otros placeres es evidente por los frescos que representan sus festines, y los pintores, al ilustrar este hecho, han sacrificado algunas veces su galantería por su afición a la caricatura: algunas llaman a los sirvientes para apoyarse cuan­ do se sientan, otras con dificultad evitan caerse sobre los que están detrás; un sirviente trae demasiado tarde una palangana y la marchita flor, que está a punto de caer de su caliente mano, se ve como una alegoría de sus propias sensaciones.

58.

Sirvienta llamada para asistir a su señora.

Tebas.

Que el consumo de vino en Egipto era muy grande es evi­ dente por las esculturas y por las narraciones de antiguos au­ tores, algunos de los cuales han censurado a los egipcios por

62

sus excesos; y tanto excedía la cantidad consumida a la pro­ ducida en el campo, que, en tiempos de Herodoto, dos veces al año se importaba gran cantidad de Fenicia y Grecia. A pesar de todos los interdictos y exhortaciones de los sacer­ dotes en favor de la moderación, los egipcios de ambos sexos parecen, por las esculturas, haber cometido excesos ocasiona­ les, y los hombres a menudo eran incapaces de volver camina­ do de un festín, por lo que sus sirvientes tenían que llevarles a casa. Estas escenas, sin embargo, no parecen referirse a miem­

bros de las clases altas, sino de las más bajas, algunos de los cuales se entregaban a extravagantes bufonadas, bailando de una forma ridicula, o haciendo el pino, y normalmente con en­ tretenimientos que acababan en peleas. En la mesa de los ricos, a veces se introducían estimulantes para excitar el paladar antes de beber, y Ateneo menciona el repo­ llo como una de las verduras usadas por los egipcios para tal fin. Por todo el país el vino era la bebida favorita de los ricos: te­ nían también excelente cerveza, llamada zythus, que Diodoro, aunque totalmente inhabituado a ella y nativo de un país de vino, afirmaba que era escasamente inferior al zumo de la uva. Estrabón y otros autores antiguos la han mencionado igualmente con el nombre de zythus, y aunque Herodoto mantiene que era me­ ramente usada como sustituto del vino en las tierras bajas, don­ de se cultivaba el cereal principalmente, es más razonable con­ cluir que la bebían los campesinos por todo el país, aunque menos

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en aquellos distritos en los que abundaba el vino. Los vinos na­ tivos más agradables, ya fueran de la vecindad o de otros paí­ ses, estaban reservados a los ricos. Sabemos por Estrabón que tal era el caso incluso en Alejandría, donde se podía obtener vino en mayor cantidad que en el resto de Egipto, debido a la proxi­ midad con el distrito Mareotis, y el pueblo llano se contentaba entonces con la cerveza y el vino malo de la costa de Libia. La cerveza egipcia se hacía dé cebada, pero como el lúpu­ lo era desconocido, tenían que recurrir a otras plantas para dar­ le un sabor agradable, y se usaban para tal propósito el altra­ muz, el Sium sisarum y la raíz de una planta asiría. El lugar de Pelusio era el más notable por su cerveza, y la zythus pelusia es mencionada por más de un autor. La des­ cripción que da Ateneo de la cerveza egipcia es que era muy fuerte y tenía un efecto tan vigorizante que los que la bebían bailaban y cantaban, y cometían los mismos excesos que aque­ llos que se intoxicaban con los vinos más fuertes; una observa­ ción confirmada por la autoridad de Aristóteles, cuya opinión sobre el tema al menos tiene la particularidad de ser sorpren­ dente. Por esta razón debemos sonreímos ante el método que utilizaba el filósofo para distinguir individuos que se encon­ traban bajo la influencia del vino y de la cerveza, aunque hu­ biéramos estado expuestos a haber sido acusados de ignoran­ cia por no darnos cuenta de que, sin duda alguna, «el primero se recuesta sobre su cara y el último de espaldas». Además de la cerveza, los egipcios tenían lo que Plinio lla­ ma vino artificial, extraído de distintas frutas, como higos, myxas, granadas, además de hierbas, algunas de las cuales se seleccionaban por sus propiedades medicinales. Los griegos y latinos designaban con el mismo nombre genérico a todo tipo de brebaje que se obtenía por medio de un proceso de fermentación, y así la cerveza se denominó como vino de ce­ bada; pero utilizando la palabra zythos, los egipcios se dife­ renciaban al dar a esta bebida su propia denominación. El vino de palmera también se fabricaba en Egipto y se empleaba en el proceso del embalsamamiento.

64

El vino de palmera, que en la actualidad se hace en Egipto y en los oasis, se extrae por medio de una sencilla incisión en el corazón del árbol, en la parte que se encuentra justo bajo la base de las ramas superiores, y colocando una jarra en dicha parte para recoger el líquido que fluye por el corte. Pero la pal­ mera que se corta de este modo no puede volver a dar fruto y finalmente termina muriéndose; así que es razonable pensar que este tipo de sacrificios se realizan rara vez, a no ser que se tratase de árboles que iban a ser talados o de épocas en las que este tipo de planta crecía en abundancia. El nombre moderno de esta bebida en Egipto es lowbgeh; en sabor nos puede re­ cordar a un vino joven muy suave y hay que beberlo en gran­ des cantidades cuando se extrae del árbol. Pero a medida que la fermentación progresa sus propiedades embriagadoras tie­ nen un efecto rápido y potente. Entre los diferentes árboles frutales que los egipcios culti­ vaban, sin lugar a dudas, las palmeras ocupan el primer pues­ to, tanto por su abundancia como por su gran utilidad. El fru­ to constituía una parte esencial de su alimentación, tanto en el mes de agosto, que era cuando se recogía maduro de los árbo­ les, como en otra época del año, empleándose también como conserva. Empleaban dos maneras de conservar los dátiles: una simplemente secándolos, y otra transformándolos en conser­ va, como el actual agweh; y de este tipo, que se come o bien cocinado o como postre, he podido encontrar tartas y dátiles secos en sepulcros de Tebas. Plinio hace unas apreciaciones sobre los lugares donde la palmera crece y sobre el riego constante que requiere para que éste se produzca; y aunque todo el mundo oriental sabe que esta planta no crece si no tiene agua en abundancia, todavía se pueden leer textos sobre «la palmera del desierto», como si esta planta disfrutara al estar localizada en zonas áridas. Dondequiera que se encuentre, es una indicación clara de la existencia de agua; y en el caso de que se diga que crece en zonas arenosas, será debido a que sus raíces pueden obtener una cierta cantidad de humedad.

65

Los multiples usos que se pueden aplicar a sus ramas y a otras partes de su estructura hacen del cultivo de esta valiosa y productiva planta un asunto de importancia primordial, ya que de ella nada queda inutilizable. El tronco se utiliza para hacer lanzas, tanto enteras como partidas por la mitad; de los gereét o ramas se hacen cestos, armazones de cama, galline­ ros, techos de habitaciones, sirviendo para cualquier uso en el que se empleaba un cierre de puerta u objeto de carpintería; las hojas se utilizan como alfombras, escobas y cestas; del tegu­ mento fibroso de la corteza de las ramas se fabrican cuerdas y alfombras, e incluso los extremos estrechos de los gereét se aplastan y se utilizan para hacer escobas. Además del lowbgeh del árbol, del fruto de la palmera se producen brandy, vino y vinagre, y parte de la sustancia dulce que contienen los dátiles se utiliza en lugar de azúcar o miel. Otro árbol del Alto Egipto llamado dom, o palma en Tebas, también era muy abundante, y su leña, más fuerte y compacta que el datilero, servía para construir balsas y para otras utili­ dades relacionadas con el agua, además de para fabricar lan­ zas y techos.

61.

66

fig. 3. Semilla de dom, que se usa com o cabeza de los taladros. Encontrado en Tebas.

El fruto es una gran nuez redondeada con una capa exterior fi­ brosa que tiene un sabor muy parecido a nuestro pan de jengibre. Debido a su extrema dureza, esta nuez se utilizaba como cubo donde guardar sus herramientas, así como para hacer collares y otras utilidades. De las hojas de dom se fabricaban cestos, sacos, alfombras, abanicos, faldillas, cepillos y sandalias ligeras. Ser­ vían como los sustitutos más comunes de las utilidades del dati­ lero, y en época de gran demanda se empleaban halfeh o hierbas poa, junco, mimbre y otros materiales para los mismos fines. Junto con las palmeras, los árboles más importantes de los jar­ dines eran la higuera, el sicomoro, el granado, el olivo, el melo­ cotonero, el almendro, la persea, el nebk o sidr, mokhayt o myxa, kharoób o algarrobo; y de los que no dan fruto destacaban los dos tamariscos, el cassia fistula, senna, palma christi o árbol pi­ mentero, el arrayán, varios tipos de acanthos o acacia, y otros que todavía se encuentran en los desiertos entre el Nilo y el mar Rojo. Los egipcios eran tan aficionados a las plantas y a las flo­ res y al cultivo de numerosas plantas exóticas, que incluso las hi­ cieron parte importante del tributo que se hacía a otros países ex­ tranjeros. De acuerdo con Ateneo, «era tal el cuidado que ellos otorgaban a su cultura, que aquellas flores que en otro lugar se producían en pequeñas cantidades, incluso en su estación, en Egipto crecían abundantemente en cualquier época del año; así que no se necesitaban ni rosas, ni violetas ni ninguna otra flor o planta incluso en invierno». Las mesas de sus salones se ador­ naban con centros florales, e incluso en ocasiones éstos tenían flores artificiales llamadas «egipcias». El loto era la flor más uti­ lizada para hacer guirnaldas y coronas. También empleaban las hojas y las flores de otras plantas como el crisantemo, el acinon, la acacia, el strychnus, la persoluta, la anémona, la enredadera, el olivo, el arrayán, el amaricus, el xeranthemum o el laurel, en­ tre otras. Y cuando Agesilao visitó Egipto quedó tan impresio­ nado con el regalo de guirnaldas de papiro que el rey de Egipto le envió, que se llevó consigo muestras a su regreso a casa. Pero es de destacar que aunque la flor de loto era una flor muy común, no encontramos representaciones del loto indio o nelumbium en

67

sus monumentos, aunque las esculturas romano-egipcias la mues­ tran como una planta típica de Egipto, situándola sobre la cabe­ za del dios del Nilo, e incluso en crónicas de escritores latinos esta planta se describe como propia del país. En la decoración de sus casas, los egipcios mostraban su buen gusto, y en esto como en casi todo, evitaban la regulari­ dad, ya que consideraban que la monotonía fatigaba la vista. Preferían la variedad en la disposición de sus habitaciones como en el tipo de mobiliario que empleaban, y ni ventanas, ni puer­ tas ni otras partes de la casa coincidían exactamente. Por lo tanto a un egipcio le podría gustar más el estilo isabelino que la estructura cuadrada de las habitaciones modernas. En la manera de sentarse en las sillas se asemejaban más a los europeos de hoy en día que a los asiáticos, ya que no em­ pleaban ni blandos divanes, ni se sentaban con las piernas cru­ zadas sobre alfombras como estos últimos. Tampoco se re­ costaban sobre un triclinium mientras comían siguiendo el estilo romano, aunque tenían sillones y divanes como parte de su mobiliario, como en un típico salón inglés. Cuando José se divertía con sus hermanos, les pedía que se sentaran por eda­ des. Y si éstos se sentaban con las piernas cruzadas en el sue­ lo o sobre alfombras o felpudos, o arrodillados sobre una o am­ bas rodillas, éstas se consideraban costumbres utilizadas sólo

1 62.

2

3

Posiciones cuando se sentaban en el suelo,

4

5

fig. 1, con las piernas cruzadas.

en ciertas ocasiones, y típicas de los estratos sociales más po­ bres. Sentarse sobre los talones era también una señal de res­ peto en presencia de un superior, como en el Egipto moderno;

68

y cuando un sacerdote sostenía un relicario ante una deidad, esto indicaba un gesto de humildad; e incluso se mostraba más respeto si uno se postraba o se arrodillaba y besaba el suelo.

69

70 Sillones pintados en la tumba de Ramsés III.

Tebas.

65a.

Sillones pintados en la tumba de Ramsés III.

Ul

71 Tebas.

Pero la casa de una persona adinerada siempre disponía de sillas y sillones. También se empleaban asientos bajos y ta­ buretes, siendo de una medida de 56 cm aproximadamente de alto y fabricados en madera o con tiras de cuero; sin embargo, estas últimas se pueden considerar similares a nuestras sillas de asiento de rejilla y pertenecían probablemente a personas de origen humilde. Variaban según su calidad y algunas tení­ an incrustaciones de marfil y de distintos tipos de madera. Las sillas más comunes en las casas de las clases más adi­ neradas eran las de una y dos plazas o dobles (las griegas tronos y difros), la última considerada en ocasiones un asiento

66 .

Sillas sencillas y dobles.

Tebas.

familiar, ocupado por el señor y la señora de la casa, o por el matrimonio. Sin embargo, no siempre se reservaba exclusiva­ mente para ellos, ni éstos ocupaban siempre el mismo asien­ to; en ocasiones se sentaban como cualquiera de sus invitados en sillas separadas, ofreciendo el difros a las personas que visitaban la casa, tanto hombres como mujeres. Muchos de los sillones tenían diseños muy elegantes. Se fa­ bricaban en ébano y otros tipos de madera poco común, con in­

72

crustaciones en marfil, muy similares a los que se utilizan ac­ tualmente en Europa. Las patas imitaban a las de un animal, y las cabezas de leones o incluso el cuerpo entero formaban los bra­ zos de los sillones de mayor tamaño, como en el trono del rey Salomón (1 Reyes 10:19). Incluso algunos tenían patas plegables como nuestros taburetes de camping; el asiento tenía forma cón­ cava y los del palacio real se adornaban con figuras de esclavos, o emblemas del dominio del monarca sobre Egipto y otros paí­ ses. El respaldo era firme y delicado, consistente en una capa ver­ tical de barras entrecruzadas, o de una estructura que presentaba una ligera inclinación hacia atrás y terminando en una graciosa curva, que se apoyaba en unas barras perpendiculares. Esta cur­ va se coronaba con un almohadón de algodón de llamativos co­ lores, de cuero pintado, o de telas de oro y plata, como en los lechos en el festín de Asuero, mencionado en el libro de Ester, o como en los cojines de plumas adornados con bordados de seda y trenzados en oro del palacio de Escauro (figs. 65 y 65a). Asientos similares a nuestras sillas de campo estaban muy de moda. Se cubrían con cojines o con pieles de leopardo o de otro animal que se podía retirar cuando el asiento se doblaba,

67.

ftg. 1. Taburete en el M useo Británico, con el mismo principio que nuestras sillas de campo. 2. Muestra cómo se sujetaba el asiento de piel. 3. Una similar de las esculturas, con el cojín.

73

e incluso no era extraño fabricar asientos con respaldo o coji­ netes de madera basados en el mismo principio. Se adornaban de diversas maneras, engarzando sus piezas con placas de me­ tal e incluyendo incrustaciones de marfil o maderas exóticas; la madera de las sillas más rústicas a menudo se pintaba para darle un aspecto más valioso y refinado. Los asientos de las sillas se fabri­ caban con frecuencia de cuero ador­ nado con dibujos de flores y otros mo­ tivos, o con trenzado de cuerdas o tiras de cuero cuidadosamente realizado, los cuales, del mismo modo que nues­ tras sillas de mimbre, estaban espe­ cialmente adaptados para el clima cá­ lido. En ocasiones el asiento se cubría con un cojín de cuero, decorado como 68 . se mencionó anteriormente. La forma de las sillas variaba bastante. Las de mayor tamaño tenían un pequeño respaldo y algunas incluso brazos.

69.

D e las esculturas.

La mayoría eran de la misma altura que las que se emplean ahora en Europa, estando el asiento en línea con la curvatura de la rodilla, aunque algunas eran muy bajas y otras presenta­ ban la posición que tienen las sillas de comedor con el asien­ to cóncavo (ilustración 10, fig. 3). Lo más común en el diseño

74

de las patas era que éstas fueran imitación de las garras de ani­ males salvajes, como el león o la cabra, y en el caso del león la pata se elevaba y se apoyaba en un pequeño taco. Lo que es más destacable es la habilidad de los ebanistas, incluso antes

70.

fig. 1. Silla doble, sin respaldo. 2. Silla sencilla de construcción similar. 3. Silla canguro.

Esculturas.

de la época de José, que eliminaron la anterior necesidad de unir las patas con barras. Sin embargo, los taburetes (y en al­ gunas raras ocasiones las sillas) se fabricaban con estos ele­ mentos de refuerzo, como todavía ocurre en nuestro país; pero el sillón de los grandes salones y los sillones no se desfigura­ ban por la utilización de este soporte.

71.

fig. 1. Taburetes.

2. Con cojín.

3, 4, 5. Con laterales sólidos.

Tebas.

Los taburetes o banquillos que se empleaban en los salones eran del mismo estilo y elegancia que las sillas, con la única diferencia de no tener respaldo; y aquellas, más artesanales,

75

72.

73.

fig. 1. Taburete de ébano con incrustaciones de marfil. 2. Muestra las incrustaciones de las patas. Museo Británico. 3. D e construcción ordinaria en la misma colección.

Taburete con cojín de piel.

Museo Británico.

figs. I, 2. Banquetas de tres patas, de las esculturas. 3. Banqueta de madera, en el Museo Británico. 4 y 1. Son probablemente de metal.

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se hacían de madera de ébano y se decoraban con incrustacio­ nes de marfil y de maderas exóticas. Algunas de las más típi­ cas tenían los lados fuertes y eran muy bajas, y otras con tres patas, no muy distintas a las que utilizan los campesinos in­ gleses, pertenecían a personas de un rango inferior.

ïÉiÊ m

75.

fig. 1. Taburete bajo, en el museo de Berlín. 2 y 3. Modo de atarlo y modelo de asiento.

Las otomanas eran simplemente sofás cuadrados, sin respal­ do, que alcanzaban una altura del suelo igual que la de las sillas. La parte superior estaba hecha de cuero o de algodón de llamacooftoooqnoooooonoooooo oo . o OÔOO OO Q O 00 o o o o o o o o 000 o o π

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76.

Otomanas, de la tumba de Ramsés III.

Tebas.

77

tivos colores, como los cojines de los sillones. La base era de ma­ dera, pintada con distintos detalles, y los que se encontraban en el palacio real se decoraban con figuras de esclavos, y escenas de la conquista, causa de su humillante situación. Esta misma idea hacía que éstos estuvieran también representados en la suela de las sandalias, en los taburetes a los pies de los tronos, y en los muros del palacio de Medeenet Haboo en Tebas, donde sus ca­ bezas soportan parte de los detalles ornamentales del edificio. Los escabeles o taburetes para descansar los pies constituían parte del mobiliario de los salones; estaban fabricados con los laterales fuertes o abiertos, cubiertos en la parte de arriba con cuero o una capa trenzada, y variaban en altura dependiendo de las circunstancias, siendo algunos del tamaño de los actua­ les, u otros de una estrechez mínima, pareciendo más una pe­ queña alfombrilla que un taburete. De hecho, las alfombras constituyeron una invención bastante temprana, y a menudo los egipcios se representan sentados sobre ellas, o sobre este-

77.

fig. 1. Asiento bajo, quizá una alfombra. 2. O similar a la fig. 1, o de madera. 3. Una esterilla.

rillas, muy comunes en los salones, como en la actualidad. Res­ tos de éstas se han encontrado en tumbas de Tebas. En sus sofás mostraban el mismo buen gusto que en los si­ llones. Eran de madera con uno de sus lados elevado, y pre­

78

sentaban una ligera curvatura al final. Las patas, como en mu­ chas de las sillas que ya se han descrito, representaban las de un animal salvaje.

78.

fig. 1. Diván. 2. Almohada o reposacabezas. 3. Peldaños para subir a un gran diván (tumba de Ramsés III).

Tebas,

Las mesas egipcias eran redondas, cuadradas o rectangula­ res; las redondas normalmente se empleaban para las comidas, y consistían en una parte superior circular y plana sujetada, como en el caso del monopodium romano, por una única pata

79.

fig. 1. Mesa, probablemente de piedra o madera, de ¡as esculturas. 2. Mesa de madera apoyada sobre la figura de un cautivo. 3. Probablemente de metal, de las esculturas.

79

o asta en el centro o una figura de un hombre representando a un esclavo. Las mesas de mayor tamaño tenían normalmente tres o cuatro patas, pero algunas tenían los extremos muy só­ lidos; aunque la mayoría se construían de madera, muchas estaban fabricadas de metal o de piedra y variaban en tamaño, dependiendo de los usos que se les quisiese dar.

2. Con laterales macizos.

Del mobiliario de sus dormitorios se tiene un conocimien­ to bastante escaso; pero hay evidencias del empleo de la al­ mohada de madera, aunque Porfirio nos hace suponer que su uso se limitaba a los sacerdotes, cuando, haciendo referencia a su modo de vida, menciona una estructura con la forma de

80

la mitad de un cilindro de madera lijada «lo suficientemente grande como para sujetar su ca­ beza», ejemplo de su sencillez y austeridad. Las clases más pu­ dientes las fabricaban de alabas­ tro oriental, con un elegante soporte acanalado, decorado con jeroglíficos hueco-tallados en madera de tamarisco, sicomoro u otro tipo de maderas del país. 82. Reposacabezas de madera.

83.

fig. 1. Reposacabezas de madera, de forma inusual. 2. Otra que yo encontré en Tebas y ahora está en el Museo Británico. La base se ha perdido.

84.

fig. I. Kaffas o somier de ramas de palmera usado por los modernos egipcios. 2. Antiguo féretro sobre el que se colocaban los cuerpos tras la muerte.

81

Las clases más bajas utilizaban un tipo más barato, hecho de piedra o cerámica. Porfirio menciona una clase de reposacabezas de mimbré hecho con ramas de palmera denominados bais, muestra del entramado llamado kaffass, todavía emplea­ do en la actualidad por los egipcios como soporte de los diva­ nes de sus salones y de sus camas. Los armazones de la cama de madera y también de bronce (como el de acero de Og, rey de Basan) los utilizaban las clases más poderosas del antiguo Egipto; y es incluso probable que los cuartos en los que ellos dormían fuesen tan elegantes como las estancias donde repo­ saban sus cuerpos después de morir; e incluso éstas seguían en su mobiliario un estilo semejante al de sus salones.

B. Shaduf moderno, o vara y caldero, usado para sacar agua, en el Alto Egipto y Bajo.

C.

Pabellón de Ramsés III en Medinet Habu.

Tebas.

CAPÍTULO II Recepción de invitados. Música. Instrumentos varios. Música sagrada. Baile.

En sus entretenimientos parece que no se olvidaron de nada que pudiera proporcionar alegría y diversión a los invitados. Generalmente había música1, canciones, bailes2, bufones, jue­ gos malabares o juegos de azar, y les daban la bienvenida con todos los lujos posibles de la bodega y la mesa. El grupo, cuando era invitado a comer, se reunía hacia el me­ dio día3, e iba llegando sucesivamente en sus carros, en palan-

1 Is 5:12, «El arpa, el violín, la pandereta, la chirimía y el vino estaban presentes en sus fiestas.» 2 El banquete dado a la vuelta del hijo pródigo: «Traed aquí el ternero cebado y matadlo; y comámoslo y seamos felices»; «y su hermano, cuan­ do se acercó a la casa, oyó la música y la danza.» Le 15:23,25. 3 José dijo: «Estos hombres comerán conmigo al mediodía.» Gn 43:16.

84

fig. 1. Caballero egipcio conduciendo su carro hasta la casa. 8. La puerta de la casa. 9 ,1 0 ,1 1 . Los invitados reunidos dentro.

2, 3, 4, 5, 6 y 7. Sus sirvientes de a pie. 1 2 ,1 3 ,1 4 ,1 5 . Los músicos.

Tebas.

86 .

Carro con parasol.

un parasol tras él.

Tebas.

Beni Hasan.

85

quines conducidos por sus sirvientes o a pie. Algunas veces sus criados les protegían de los rayos solares colocando delante de ellos un escudo (como aún se hace en Suráfrica) o algún otro artilugio; pero el carruaje de un rey4 o de una princesa5 tenía a menudo incorporado un parasol; y el flabelo que se llevaba de­ trás del rey, que pertenecía exclusivamente a la realeza, res­ pondía al mismo propósito. Estaban hechos de plumas y no eran muy diferentes a los que se llevaban en ceremonias de Estado detrás del Papa en la Roma actual. Los parasoles o sombrillas también se usaban en Asiría, Persia y otros países del Este. Cuando llegaba un invitado en su carro, era atendido por un número de sirvientes, algunos de los cuales llevaban un tabure­ te para que éste pudiera apearse y otros sus pliegos para escri­ bir o cualquier cosa que pudiera desear durante su estancia en la casa. En el grabado número 85 los invitados se reúnen en un salón dentro de la casa y allí se les entretiene con música du­ rante el intervalo previo al anuncio de la comida, porque, como los griegos, consideraban que era bueno tomarse un respiro al llegar, antes de sentarse a la mesa y como Bdelycleón en

88.

Palanganas y aguamaniles de oro en la tumba de Ramsés III.

4 Grabado 86. 5 Ver un carro en el capítulo vi.

86

Tebas,

Aristófanes recomendó a su padre Filocleón, alababan mientras tanto la belleza de las habitaciones y el mobiliario, mostrando particular interés por aquellos objetos que estaban allí para ser admirados. Como es normal en todos los países, algunos de los invitados llegaban antes que otros. Un invitado se da importan­ cia llegando en su carro un poco más tarde que los demás, mien­ tras uno de sus pajes corre para llamar a la puerta, otros cierran el carro y se disponen a tomar las riendas y llevar a cabo sus de­ beres de costumbre; el que lleva las sandalias en la mano, que seguramente así descalzo corre con mayor facilidad, sirve para ilustrar una costumbre todavía común en Egipto entre los ára­ bes y campesinos, según la cual el pie se mueve con mayor agi­ lidad cuando está liberado de la opresión de un zapato. A los que llegaban de viaje o a los que lo desearan, se les traía agua6para los pies, antes de entrar en la sala donde se iba a celebrar el festín. También se lavaban las manos antes de comer y el agua se les traía de la misma forma a como se hace hoy en día. Existen aguamaniles, parecidos a los de los egipcios moder-

89.

Un sirviente ungiendo a un invitado.

Tebas.

6 «José ordenó a sus sirvientes que le trayeran agua para sus parientes, para que pudieran lavarse los pies antes de comer.» Gn 43:24. También 18:4 y 24:32; 1 Sm 25:46. Era siempre una costumbre del Este, así como de los griegos y los romanos. Le 7:44,46.

87

nos, representados con sus palanganas respectivas en las pinturas de una tumba de Tebas. En las casas de los ricos eran de oro o de otros costosos materiales. Heródoto menciona la palangana de los pies de oro, en la que Amasis y sus invitados solían lavarse los pies. Los griegos tenían la misma costumbre de traer agua a sus invitados; muchos ejemplos se pueden encontrar en Homero, como cuando Telémaco y el hijo de Néstor fueron recibidos en la casa de Menelao y cuando Asfalión virtió el agua sobre las manos de su maestro y de los mismos invitados, en otra ocasión. Virgilio también describe a los sirvientes trayendo agua para este propó­ sito, cuando Eneas era el invitado de Dido. Y la ceremonia no se consideraba superflua, e incluso aun cuando se hubieran bañado previamente y se hubieran untado aceites, no prescindían de ella.

90.

Sirvientes trayendo collares de flores.

Tebas.

Es también probable que, como los griegos, los egipcios se untaran aceites antes de salir de casa, pero era costumbre que un sirviente atendiera a cada invitado, cuando se sentaba y le ungie­ ra la cabeza, lo cual era una de las principales muestras de bien­ venida. El aceite tenía un olor dulce y se guardaba en recipientes de alabastro o en elegantes vasos de cristal o porcelana, algunos de los cuales se han encontrado en las tumbas de Tebas1. Los sir­ 7 «María, cuando lavó los pies a Jesucristo, trajo un vaso de alabastro con aceite.» Le 7:37; Mt 26:7.

88

vientes retiraban las sandalias de los invitados en cuanto llega­ ban y bien las dejaban cerca en un lugar apropiado de la casa o las sujetaban en los brazos mientras completaban sus deseos. Cuando la ceremonia del ungimiento había finalizado y en algunos casos nada más llegar, se entregaba a cada invitado una flor de loto, que éstos mantenían en la mano durante la celebra­ ción. Luego los sirvientes traían collares de flores, principalmente de loto; además se les ponía una corona en la cabeza, de la que pendía un capullo de loto o una flor abierta, de tal forma que que­ dara colgando justo en la frente. También había muchas coronas y otros adornos de flores colocados en mesillas por la habitación, para disponer de ellas en cuanto hiciera falta. Los criados esta­ ban siempre ocupados trayendo flores frescas del jardín, para dar más a los invitados a quienes se les marchitaran los ramos. Las mesillas que servían para sostener las flores y las guir­ naldas, algunas de las cuales se han encontrado en las tumbas de Tebas, eran parecidas a las de las ánforas y los jarrones; y la misma clase de mesilla se colocaba en los vestidores de las damas o en el baño, para colocar la ropa u otros artículos de tocador. Eran de tamaños diferentes, dependiendo de las cir-

91. Estante de madera, con un pequeño cuenco en la parte superior, 0,20 m de superficie en la parte de arriba.

Museo Británico

89

cunstancias. Algunas eran bajas y anchas hasta arriba, otras más altas, con la parte de arriba tan péqueña que sólo se podía colocar un cuenco o una botella pequeña. Otras, aunque mu­ cho más pequeñas que la mesilla común, eran más anchas en proporción a su altura y servían como mesas pequeñas o como soportes de cajas que contenían botellas; y una de estas últi­ mas, conservada en el museo de Berlín, se supone que perte­ neció a un médico o al tocador de una dama de Tebas. Contiene seis vasijas en total de variadas formas y tama­ ños; cinco son de alabastro y la otra de serpentino, y cada una tiene su propio compartimento o celda.

92.

Una caja con botellas colocada sobre un estante.

Museo de Berlín.

Los griegos y los romanos tenían la misma costumbre de ofrecer flores y guirnaldas a sus invitados al principio de las ce­ lebraciones o antes del segundo plato. No sólo sé adornaban con ellas la cabeza, el cuello o el pecho como los egipcios, sino que a menudo cubrían de flores los sofás sobre los que se sen­ taban y otras partes de la habitación, aunque se concedía más importancia a la cabeza, según nos cuentan Horacio, Anacreonte, Ovidio y otros autores de la Antigüedad. El cántaro del vino también estaba coronado de flores, como en un banquete egipcio. También perfumaban la estancia con mir­ to, incienso y otros olores según su elección, que traían de Siria;

90

y aunque las esculturas no nos dan ninguna representación de esta práctica en Egipto, sabemos que la adoptaban y la consideraban indispensable; un ejemplo sorprendente es el que describe Plutarco, que tuvo lugar en la recepción que Taco ofreció a Agesilao. Se preparó una cena suntuosa para el príncipe de Esparta, que con­ sistía, como es normal, en carne de novilla, ganso y otros platos egipcios: le colocaron una corona de guirnaldas de papiros y fue recibido con todas las muestras de bienvenida, pero cuando él re­ chazó los dulces, confites y perfumes, los egipcios le desprecia­ ron y le juzgaron como una persona desacostumbrada y desme­ recedora de las formas de la sociedad civilizada. Los griegos y otros pueblos antiguos normalmente se po­ nían un traje particular en los encuentros festivos, generalmente de color blanco; pero no parece que los egipcios hubieran te­ nido por costumbre cambiar mucho sus atuendos, aunque evi­ dentemente se abstenían de llevar vestidos de colores tristes. Una vez que los invitados habían tomado asiento y habían recibido estos regalos de bienvenida, los sirvientes les ofrecían vino que a las damas se les traía normalmente en un pequeño cuenco, cuyo contenido vertían en la copa de beber y una vez vacío era entregado a un sirviente inferior o esclavo, que iba de­ trás. Pero a los hombres se les traía normalmente en una taza de

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una sola asa, sin que se vertiera en ninguna otra copa y algunas veces en un gran vaso de oro, plato, u otro material. Herodoto y Helánico dicen que bebían vino en copas de bron­ ce o latón, y verdaderamente Herodoto afirma que la primera era la única clase de copa para beber conocida por los egipcios. Pero José8 tenía una de plata y las esculturas las representan de cristal y porcelana, así como de oro, plata y bronce. Los que no se podían permitir las copas más caras, se conformaban con co­ pas de barro común; pero los egipcios ricos usaban vasos de cris­ tal, porcelana y metales preciosos para numerosos propósitos, tanto en sus casas, como en los templos de los dioses. La práctica de servir vino al comienzo9 de una celebración o antes de que se hubiera servido la cena, no era única en este pue­ blo; los chinos, por ejemplo, en la actualidad, ofrecen vino en sus fiestas a todos los invitados cuando éstos van llegando, igual que lo hacían los egipcios. También bebían vino durante la comidal0, quizás a su salud o a la de un amigo ausente, como los romanos; y sin duda, el señor de la casa, o el organizador del banquete11 recomendaba un vino y proponía un brindis. Mientras se preparaba la comida, se animaba la fiesta con alguna música, y una banda, que constaba de arpa, lira, guita­ rra, pandereta, chirimía sencilla y doble, flauta y otros instru­ mentos, tocaba las melodías y canciones favoritas del país. No se consideraba indecoroso que un sacerdote, a pesar de su se­ riedad y dignidad, admitiera músicos en su casa o disfrutara con la contemplación de las danzas. Sentados con sus esposas y su familia en medio de sus amigos, los máximos funciona­ rios del orden sacerdotal disfrutaban con las animadas esce-

8 Gn 44:2, 5 «Mi copa, la copa de plata.» 9 Amos 6: 6 «Que beben vino en cuencos y se untan con los principa­ les aceites.» 10 Gn 43:34 «Bebían vino y estaban contentos.» La palabra hebrea yskrw significa estar feliz con una bebida fuerte. Sikr tiene el mismo senti­ do en hebreo y árabe. Sakrán, en árabe significa bebido. 11 Rex convivii, arbiter bibendi, o elegido a suertes. Jn 2:9; Hor. Od. lib. 1:4.

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nas. De la misma forma, diversiones de todo tipo se introdu­ jeron en las celebraciones griegas. Jenofonte y Platon nos in­ forman de que Sócrates, el más sabio de los hombres, entrete­ nía a sus amigos con música, juglares, mimos, bufones y todo lo que se deseara para despertar la alegría y el júbilo. Aunque nos es imposible hacemos una idea del carácter de la música egipcia, podemos permitirnos pensar que su estudio se basaba en principios científicos, y, por defectos que exis­ tieran en el arte de los músicos ordinarios, que se ganaban el sustento tocando en público o en fiestas privadas, la música se consideraba como una ciencia importante y fue estudiada con diligencia por los propios sacerdotes. Según Heródoto no era costumbre que la música formara parte de su educación, porque se la consideraba inútil e injuriosa, o tendía a afeminar las men­ tes de los hombres, pero esta afirmación sólo puede aplicarse a la costumbre de estudiarla como un entretenimiento. Platón, que era buen conocedor de las costumbres de los egipcios, dice que consideraban a la música de gran utilidad, por sus efectos beneficiosos sobre las mentes de los jóvenes; y según Estrabón, los hijos de los egipcios aprendían las letras, las canciones que determinaba la ley y cierta clase de música establecida por el gobierno. Que los egipcios eran particularmente aficionados a la mú­ sica lo prueban abundantemente las pinturas de las tumbas de los más tempranos tiempos e incluso introdujeron figuras to­ cando los instrumentos favoritos del país, entre los motivos con los que adornaban cajas y objetos decorativos. La destreza de los egipcios en el uso de los instrumentos musicales, también la señala Ateneo, que dice que tanto a los griegos como a los bárbaros les enseñaron los refugiados egipcios y que los ale­ jandrinos eran los más científicos y hábiles músicos con las chirimías y otros instrumentos. En los albores de la música, como observa el Dr. Bumey, «no se conocía ningún instrumento a parte de los de percusión y era, por tanto, poco más que métrica». Las chirimías de diver­ sas clases y la flauta fueron inventadas más tarde. Al principio

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eran muy rudimentarias y, estaban hechas de juncos, que cre­ cían en los ríos y lagos. Algunos ejemplos de éstas se han en­ contrado en las tumbas egipcias. Descubrir (apenas se puede decir inventar) tan simples instrumentos, requería un esfuerzo muy pequeño. Pero pasó mucho tiempo antes de que la músi­ ca y los instrumentos musicales alcanzaran un grado de exce­ lencia, y los instrumentos de los tiempos más remotos iban siendo reemplazados por otros más complicados, como el arpa de varias cuerdas, la lira y otros, lo que añadió poder y varie­ dad a los sonidos musicales. Idear un método para obtener una melodía perfecta con un pequeño número de cuerdas (al acortarlas por el mástil mientras se tocaba, como nuestro moderno violín) fue, incuestionable­ mente, una tarea más difícil que no se podría haber conseguido en los albores de la música y grandes avances debieron produ­ cirse en la ciencia antes de que se pudiera alcanzar esto o de que la idea surgiera por sí sola. Los egipcios, sin embargo, estaban familiarizados con este principio, y las esculturas lo prueban in­ cuestionablemente, con la frecuente representación de la guita­ rra de tres cuerdas. Un arpa o lira, con un número determinado de cuerdas que imitaban diversos sonidos, dispuestas en el orden de las notas, podría haberse inventado en un estadio anterior del arte; pero un pueblo que no hubiera estudiado detenidamente la naturale­ za de los sonidos musicales necesariamente ignoraría el méto­ do de conseguir los mismos tonos con un número limitado de cuerdas, y los medios no se simplifican hasta que no son per­ fectamente entendidos. Es, pues, evidente, no sólo por la gran afición a la música entre los egipcios más primitivos, sino por la propia naturaleza de los instrumentos que usaron, que estu­ diaron el arte con gran detenimiento y que esta misma dedica­ ción e investigación se hizo extensiva a otras ciencias. La fabulosa explicación sobre los orígenes de la música, mencionada por Diodoro, demuestra que ésta era aprobada e incluso cultivada por los sacerdotes, quienes invariablemente mantenían que el conocimiento de las ciencias que ellos apo-

94

On

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yaban había derivado de los dioses. Hermes o Mercurio era a quien se atribuía el descubrimiento de la armonía y el princi­ pio de las voces y sonidos, así como la invención de la lira. Al decir que sólo tenía tres cuerdas, el historiador evidente­ mente está confundiendo la lira con la guitarra egipcia; sin em­ bargo esta historia tradicional sirve para dar fe de la remota an­ tigüedad de los instrumentos de cuerda y prueba el gran respeto hacia la música de los sacerdotes egipcios, que no consideraban impropio que una deidad fuera su patrón y su inventor. Es suficientemente obvio, por las esculturas de los antiguos egipcios, que los músicos eran conocedores de la sinfonía tri­ ple: la armonía de los instrumentos, de las voces, y de las voces y los instrumentos. Sus bandas estaban compuestas de forma variada y consistían en dos arpas, una chirimía sencilla y una flauta; del arpa y una chirimía doble, más frecuentemente, una guitarra; de un arpa de catorce cuerdas, una guitarra, una lira, una chirimía doble y una pandereta; de dos arpas, a veces de tamaños diferentes, una de siete y otra de catorce cuerdas; de dos arpas de siete cuerdas y una lira de siete; de una guitarra y de una pandereta cuadrada u oblonga; de la lira, el arpa, la

1 95.

96

2

El arpa y la chirimía doble.

Tebas.

96.

97.

Tebas.

El arpa y otra más pequeña de cuatro cuerdas.

Tebas.

guitarra, la chirimía doble y una clase de arpa de cuatro cuer­ das que se apoyaba en el hombre; del arpa, la guitarra, la chi­ rimía doble, la lira y una pandereta12 cuadrada; del arpa, dos guitarras y una chirimía doble l3; del arpa, dos flautas y una

12 Grabado 98. 13 Grabado 101.

97

98

99. Hombres y mujeres cantando al ritmo del arpa, la lira y la chirimía doble.

Tebas.



100.

Arpa y dos guitarras.

Tebas.

guitarra14; de dos arpas y una flauta; de una lira de diecisiete cuer­ das, la chirimía doble y un arpa de catorce cuerdas; del arpa y dos guitarras; o de dos arpas de siete cuerdas y un instrumento que se sostenía en la mano, no muy diferente a un abanico orien­ tal l5, al que probablemente estuvieran unidas varias campanas o piezas metálicas que imitaban un sonido tintineante al ser agita-

14 Ver Música sagrada. 15 Grabado 103 ,fig. 3.

100

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I ta 3

do, como los instrumentos en forma de medias lunas coronadas de campanas de nuestras bandas actuales. Había otras muchas combinaciones de estos instrumentos y en el festival de Baco de Ptolomeo Filadelfo, descrito por Ateneo, había más de seiscien­ tos músicos en el coro, de los que trescientos tocaban la cítara. Algunas veces el arpa se tocaba sola o como acompañamiento de la voz y un grupo de siete o más coristas cantaban su melo­ día favorita, acompañados del arpa, al tiempo que marcaban el

101

3 103. Dos arpas y otro instrumento, que quizá emitía un sonido tintineante, a y b Muestran cómo las cuerdas estaban sujetas alrededor de las clavijas. Beni Hasan.

ritmo con las palmas entre cada estrofa. También cantaban acom­ pañados de otros instrumentos16, como la lira, la guitarra o la chirimía doble; o varios instrumentos se tocaban a la vez, como la flauta y una o más arpas, o estos últimos con una lira o una guitarra. No era inusual que un hombre o una mujer cantaran un solo, y que un coro de muchas personas cantara en una reunión privada sin ningún instrumento, mientras que dos o tres marca­ ban el ritmo con las palmas. Algunas veces el coro constaba de más de veinte personas, de las cuales sólo dos tocaban las pal­ mas; y en una ocasión he visto representada una mujer que sos­ tenía lo que parecía ser otra clase de instrumento tintineantel7. La costumbre de tocar las palmas para marcar el ritmo en­ tre las estrofas es aún habitual en Egipto. En algunas ocasiones las mujeres tocaban la pandereta y el tambor darabuka, sin ningún otro instrumento. Bailando o cantando al ritmo y llevando ramas de palmera o ramas verdes en la mano, se dirigían a la tumba de un amigo muerto, acom­ pañadas por esta singular música. La misma costumbre se pue-

16 Grabados 99, 100, 101 y 102. 17 Grabado 104.

102

104.

Una clase de instrumento poco corriente.

Tebas.

de ver todavía en las visitas al cementerio de los viernes y en algunas otras ceremonias funerarias entre los campesinos mu­ sulmanes del Egipto moderno. No era costumbre entre las clases más altas de la sociedad egipcia aprender música con el propósito de tocar en reunio­ nes sociales y si se podían encontrar algunos músicos amateur entre personas de alto rango, era porque debían haber adquiri­ do algún conocimiento general del arte ya que era un pueblo tan dotado para el mismo. Los sacerdotes se ocupaban de re­ gular el gusto y prevenir la introducción de un estilo viciado.

105.

Mujeres tocando la pandereta y el tambor darabuka (fig. 1).

Tebas.

103

Los que tocaban en las casas de los ricos, como los músicos ambulantes de las calles, pertenecían a las clases más bajas, y con esta ocupación se ganaban la vida; en muchos casos tan­ to los juglares como los coristas eran ciegos '8. El aprendizaje de la música no era tan necesario para las clases altas egipcias como para las griegas, que, como dice Cicerón, «consideraban el arte de cantar y tocar un instrumento musical una parte principal del aprendizaje; un ejemplo es Epaminondas, que, a mi juicio, fue el primer griego que tocó muy bien la flauta. Y, algo antes, Temístocles, tras rechazar to­ car el arpa en una fiesta, quedó como una persona poco ins­ truida y mal educada. Por tanto, Grecia se hizo famosa por sus habilidosos músicos; y como todo el mundo allí aprendía mú­ sica, los que no conseguían dominar el arte, quedaban como personas ineducadas y sin talento». Cornelio Nepote también afirma que Epaminondas «tocaba el arpa y la flauta y que com­ prendía perfectamente el arte de la danza, junto con otras ar­ tes liberales que, aunque eran cosas triviales en opinión de los romanos, tenían un valor encomiable entre los griegos». Los israelitas también se deleitaban con la música y la dan­ za, y las personas de alto rango las consideraban una paite ne­ cesaria de su educación. Como los egipcios con quienes habían residido tanto tiempo, los judíos diferenciaban escrupulosamente entre música sagrada y música profana. Introducían la música en reuniones públicas o privadas, así como en funerales y en ser­ vicios religiosos, pero el carácter de las melodías, como las le­ tras de sus canciones variaban según la ocasión. Tenían cánti­ cos de alegría, de alabanza, de acción de gracias y de lamento. Algunas eran epitalamia o canciones compuestas para celebrar los matrimonios, otras para conmemorar una victoria o la as­ censión de un príncipe, para dar gracias a la deidad o para cele­ brar sus alabanzas, para lamentar una calamidad general o una aflicción particular, y otras eran propias de sus reuniones festi-

18 Grabado 106.

104

105

El arpa, egipcia y coristas ciegos.

Tel elAmarna.

vas. En estas ocasiones introducían el arpa, el laúd, el tamborilete19 y varios instrumentos junto con canciones y danzas, y se entretenía a los invitados de la misma forma a como se hacía en las fiestas egipcias. En el templo y en las ceremonias religiosas los judíos tenían músicos y músicas, que eran generalmente las hijas de los levitas, como las del palacio de Tebas que pertene­ cían a la familia real o eran hijas de sacerdotes. Estos músicos sólo actuaban en las ceremonias religiosas. David no sólo fue notorio por su gusto y habilidad en la mú­ sica, sino que se complacía en introducirla en cada ocasión. «Y viendo que los levitas eran numerosos y ya no se les empleaba para transportar las vigas, velas y vasijas al tabernáculo y que tenían fijada su morada en Jerusalén, designó una gran parte de ellos para que cantaran y tocaran en las ceremonias religiosas.» Salomón, en la dedicación del templo, empleó «120 sacerdotes, para que tocaran la trompeta» y Josefo dice que que no menos de 200.000 músicos estuvieron presentes en aquella ceremonia, además de un número igual de cantantes, todos ellos levitas. El método adoptado por los sacerdotes egipcios para es­ cribir sus melodías no ha sido averiguado, pero si su sistema de notación era parecido al de los griegos, que disponían las letras del alfabeto de diferentes formas, debía ser engorroso e imperfecto. Cuando se les llamaba para actuar en una fiesta privada, los músicos se colocaban en el centro o en un lado del salón y algu­ nos se sentaban con las piernas cruzadas en el suelo como lo hacen en la actualidad los turcos y otros pueblos orientales. En estas ocasiones les acompañaban normalmente bailarines o bai­ larinas y algunas veces ambos. Su arte consistía en adoptar las

19 Le 15:25, «oyó música y danza» y Gn 31:27, donde Labán se queja de que Jacob no le permitió celebrar su partida con un encuentro festivo, «con alegría y con canciones, con un tamborilete y con un arpa». Este últi­ mo, sin embargo, en hebreo, es kinor, que es más bien una lira. Ya era co­ nocido en los tiempos de Set, Gn 4:21; Job 21:12.

106

posturas más bellas o lúdicas para deleitar y obtener el aplau­ so del grupo de invitados allí reunidos. Porque la música y la danza eran considerados esenciales en sus festividades, como lo fueron para los griegos. No es cierto de ninguna manera, como Plutarco imagina, que estas diversiones frenaran el con­ sumo del vino; es más probable que se bebiera más cuando el espíritu estaba alegre, y la sobriedad en los banquetes no era uno de los objetivos de los joviales egipcios. Algunas de sus canciones, es cierto, tenían un tono lasti­ mero, pero no así la generalidad de las que se introducían en sus reuniones festivas. Una canción llamada Mañeros es, se­ gún dice Heródoto, el equivalente al lino de los griegos, «que era conocido en Fenicia, Chipre y otros lugares», y cuyo es­ tilo era particularmente apropiado en ocasiones tristes. Plutarco, sin embargo, afirma que encajaba muy bien en las festividades y placeres de la mesa y que, «entre las diversio­ nes de una fiesta social, los egipcios hacían resonar en la ha­ bitación la canción Mañeros». Podemos, pues, concluir que los egipcios tenían dos canciones, ambas con un nombre pa­ recido a Mañeros, confundidas por los escritores griegos, y que una de ellas tenía un tono alegre mientras la otra un tono lúgubre. Los ritmos y las letras se adaptaban a cada ocasión, bien de gozo y festividad, bien de solemnidad o lamento. Todas las actividades del campo y otras muchas teman, como hoy en día, sus canciones apropiadas. En las ceremonias religiosas y en las procesiones se em­ pleaban ciertos músicos ligados al orden sacerdotal y organi­ zados para este propósito especial. Se consideraba que perte­ necían exclusivamente al servicio del templo, como cada banda militar a su respectivo cuerpo. Cuando un individuo moría, era costumbre que las muje­ res salieran de la casa y se arrojaran tierra sucia y barro sobre la cabeza, al tiempo que lanzaban gritos de lamento mientras vagaban por las calles de la ciudad o entre las casas del pueblo. Cantaban un canto fúnebre como señal de su dolor, y, por tur­

107

no, expresaban su lamento por la pérdida del pariente o ami­ go y alababan sus virtudes. Esto lo hacían frecuentemente al son y ritmo de una melodía triste, aunque no inarmónica. Algunas veces se introducía la pandereta y la canción de la­ mento iba acompañada de su monótono sonido. En estas oca­ siones no se recurría a los servicios de músicos alquilados; aun­ que durante un período de setenta días, mientras el cuerpo estaba en manos de los embalsamadores, se empleaban plañi­ deras 20, que cantaban el mismo canto fúnebre de lamento a la memoria del fallecido, costumbre que todavía prevalece entre el pueblo judío cuando se prepara para un funeral21. En sus tardes musicales, los hombres o las mujeres toca­ ban el arpa, la lira, la guitarra y la chirimía sencilla o doble, pero la flauta parecía reservada sólo a los hombres, mientras que la pandereta y el tambor darabuka eran generalmente apro­ piados para el otro sexo. El tambor darabuka se encuentra rara vez en las pinturas de Tebas y sólo se usaba en ciertas ocasiones, principalmente, como hoy en día, por las mujeres campesinas y los barqueros del Nilo. Era prácticamente igual que el moderno, que está he­ cho de pergamino tensado y pegado sobre una caja en forma de embudo, de cerámica, que es un cilindro hueco, con un cono

107.

El darabuka del moderno Egipto.

20 Exod 1:3; Heród. 2:86. 21 Mat 9:23; Jer 16:5,7.

108

truncado adosado. Se toca con la mano y cuando se distiende, el pergamino se refuerza exponiéndolo al sol o al calor del fuego durante unos momentos. Normalmente va colgado del cuello del músico por una tira y con los dedos de la mano de­ recha toca la melodía, mientras con los de la izquierda sujeta la parte inferior de la cabeza para hacer el sonido del bajo, como en la pandereta, que según las esculturas, en el antiguo Egipto se tocaba de la misma forma. También tenían timbales y mazas cilindricas (crótalos o ba­ dajos), dos de los cuales se golpeaban y emitían probablemente un agudo sonido metálico. Los timbales eran de una mezcla de metales, probablemente de bronce o de un compuesto de bron­ ce y plata, y de una forma exactamente igual a los modernos, aunque más pequeños, de sólo 17,78 cm o 13,97 cm de diá-

108.

Timbales egipcios, de 14 cm de diámetro.

Museo Británico.

metro. El mango era también de bronce, sujeto con una piel, correa o sustancia similar, y se insertaba por un pequeño agu­ jero a la parte de arriba a la vez que se aseguraba tirando de los dos cabos. Un instrumento del mismo tipo es usado hoy en día por los habitantes del país, y de ellos se han heredado los timbales muy pequeños que se tocan con los dedos y el pul­ gar, y que suplen a las castañuelas en las danzas almeh. De aquí proceden también las castañuelas españolas, que los ára­ bes introdujeron en este país que luego variaron de forma, ha­ ciéndose de castaño y otras maderas, en lugar de metal. Los timbales del Egipto moderno son principalmente usa­ dos por los peregrinos que se dirigen a las tumbas de jeques y

109

que viajan por todo el país en ciertos períodos del año, para obtener donaciones de los musulmanes crédulos o devotos, con la promesa de alguna bendición de un santo indulgente. Los tambores y otros instrumentos ruidosos que se usan en bodas y en otras ocasiones, acompañan a los timbales, pero estos úl­ timos son más apropiados para el servicio de los jeques y las ceremonias religiosas externas, como era la costumbre entre los antiguos egipcios. Un par de timbales fueron encontrados en el féretro de una mujer, en cuya parte exterior había una ins­ cripción jeroglífica que se refería a ella como a una deidad. Las mazas cilindricas o badajos, también se admitían como instrumentos en ocasiones solemnes, y frecuentemente forma­ ban parte de bandas militares o acompañaban a las danzas. Variaban ligeramente de forma, y algunas eran de madera o de concha, otras de bronce o algún metal sonoro, con un mango recto, coronado por una cabeza o algún otro adorno. Algunas veces el mango era ligeramente curvo y doble, con dos cabe­ zas en el extremo superior; pero en todos los casos el músico sostenía una en cada mano. El sonido dependía del tamaño y del material del que estaban fabricadas. Cuando eran de made­ ra eran equivalentes a los crótalos de los griegos, una supuesta invención de los sicilianos, de la que se cuenta que se usó para ahuyentar al fabuloso pájaro de Estinfalo. Las pinturas de los etruscos muestran cómo ellos, al igual que los egipcios, las ha­ bían adoptado para acompañar a la danza. Eran probablemen­ te iguales a las clavijas de cabeza redonda, y se parecían a largos clavos y se han visto en las pinturas de Herculano, don­ de se ven bailarinas que las llevan en la mano. Heródoto tam­ bién describe el crótalo como un instrumento que tocaban los devotos de la diosa egipcia Diana como acompañamiento de la flauta, cuando se dirigían a su templo en Bubastis. Aunque los egipcios eran aficionados a las bufonadas y la gesticulación, no parecen haber tenido ninguna exhibición pú­ blica que pudiera parecerse al teatro. El teatro fue una inven­ ción puramente griega, y a los entretenimientos dramáticos, que eran originariamente de dos clases (comedia y tragedia),

11n

se añadió la antigua pantomima italiana. El pueblo llano egip­ cio tenía ciertas canciones jocosas que iban acompañadas de mímica y gestos extravagantes, con graciosas alusiones a los espectadores. Ingeniosas salidas improvisadas, como los ver­ sos fescennine de la antigua Italia, que también eran propias de la gente del campo. Tenían como objeto extraer una répli­ ca de aquel al que se dirigían o dar una ellos mismos, en el caso de que la persona a la que se dirigían no les respondiera, cos­ tumbre que aún es usual entre los egipcios modernos, que han adoptado la misma vestimenta consistente en los capirotes al­ tos de hojas de palmera (que llevan frecuentemente borlas o

111

110.

Bufones egipcios.

colas de zorro) y el verso alternativo o pareado, de dos acto­ res, que bailan y cantan en forma recitada al son monótono de un tambor de mano. También iban de pueblo en pueblo como actores ambulantes, y bailaban en las calles para entretener a los pasajeros. A menudo tomaban posiciones en las escaleras de una gran mansión donde, si además veían que había niños o niñeras en la ventana, representaban sus papeles con más energía y estirando sus manos hacia ellos hacían reseñas adi­ cionales en sus canciones, mostrando el mismo anhelo por las limosnas que sus descendientes. Algunos de estos bufones eran extranjeros, generalmente personas de color, de África, y su escaso vestuario, hecho de una pieza de piel de toro, añadía no poco a su ya grotesca apa­ riencia; además añadían a propósito un pequeño trozo seme­ jante a una cola, lo que les daba un aspecto aún más ridículo (Grabado 111). También llevaban unos pingajos colgando de los codos, como si fueran abalorios, que a menudo se ponían los actores egipcios en las ocasiones festivas y que así se po­ nen las gentes de Etiopía y Kordofan para bailar sus danzas. En los jarrones se muestra que también las usaron los griegos en las bacanales y otras ceremonias, así como que los faunos griegos también llevaban colas. Algunos de los instrumentos de sus bandas militares difie­ ren de los de los músicos comunes, pero las esculturas no han

112

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113

dejado constancia de las diferentes clases usadas en el ejército egipcio. Los principales parecen haber sido la trompeta y el tam­ bor: la primera usada para formar las tropas, llamarlas a la car­ ga y dirigirlas en sus evoluciones, y el último para uniformar y animar sus marchas. La trompeta, como la de los israelitas, medía 0,45 m de lar­ go, tenía una forma muy simple y parecía de bronce. Cuando la tocaban la sostenían con las dos manos y, o bien la tocaban

sola, o como parte de una banda militar, junto con el tambor y otros instrumentos. La trompeta era particularmente, aunque no exclusivamen­ te, apropiada para los propósitos marciales. Era recta, como la tuba romana o nuestra trompeta común y se usó en Egipto des­ de los tiempos más antiguos. En Grecia también era conocida desde antes de la guerra de Troya; se decía que había sido inven­ ción de Minerva o de Tirreno, un hijo de Hércules, y en tiempos posteriores fue generalmente adoptada como instrumento mar­ cial y por los músicos ambulantes de las calles. En algunas pai­ tes de Egipto existía un prejuicio contra la trompeta, y la gente de Busiris y Lykópolis no la usaba nunca, porque decían que el sonido se parecía al rebuznar de un asno, que era el emblema

114

de Tifón y esto les producía una sen­ sación incómoda porque les recorda­ ba al Maligno. Por este mismo pre­ juicio los musulmanes no tocan las campanas ya que, si no atraen real­ mente a los malos espíritus al inte­ rior de la casa al menos alejan a los buenos; y muchos parecen pensar que los perros están también aliados con los poderes de la oscuridad. Los israelitas usan las trompetas para la guerra y también con fines sa- 113· La trompeta. Tebas. cros, en festivales y fiestas. El trabajo de tocarlas no sólo es ho­ norable, sino que está encomendado exclusivamente a los sa­ cerdotes. Algunas eran de plata, apropiadas para cualquier ocasión; otras eran cuernos de animales (como el cuerno original de los romanos) y se dice que éstas fueron usadas en el sitio de Jericó. Los griegos tenían seis clases de trompetas; los romanos cuatro (la tuba, el comus, la búccina y el lituus, y, en tiempos antiguos, la concha, así llamada porque originariamente fue una concha), que eran los únicos instrumentos que utilizaron para propósitos militares lo que les diferenciaba de los griegos y egipcios. El único tambor representado en las esculturas es largo, muy similar al de los tomtoms de la India. Tenía unos 0,60 a 0,76 m de longitud y se tocaba con la mano, como el tímpano romano. La caja era de madera o cobre, con trozos de piel a cada lado, sujetos con cuerdas que se extendían diagonalmente por el exterior del cilindro. El músico se lo colgaba alrededor del cuello con una banda para tocarlo y durante la marcha lo llevaba en posición vertical a la espalda. Como la trompeta, se empleaba prin­ cipalmente en el ejército. Clemente de Alejandría confirma lo que evidencian las

115

1 15. M odo de llevar colgado el tambor a la espalda, cuando íban de marcha.

esculturas, al decir que el tambor tam­ bién fue usado por los egipcios cuan­ do iban a la guerra22. También era fre­ cuente en el período más temprano, aunque no hay ninguna evidencia en las culturas de Tebas, o hacia el siglo xvi antes de nuestra era. Cuando las tropas marchaban al son del tambor, el tamborilero se colocaba en el centro de la retaguardia o alguñas veces inmediatamente detrás de los portadores de estandartes. El trompegeneralmente a cabeza del

regimiento, excepto cuando se llamaba a las tropas a formar o ir a la carga. Pero los tamborileros no siempre estaban solos o confinados a la retaguardia o al centro: cuando formaban parte de una banda, marchaban a la vanguardia o junto a los otros mú­ sicos y se les colocaba a un lado mientras desfilaban las tropas. Además del tambor largo, los egipcios tenían otro, no muy distinto al nuestro en cuanto a forma y tamaño, que era mucho más ancho en proporción a su longitud que el tomtom que aca­ bamos de mencionar, que medía 0,76 m de alto por 0,61 m de ancho. Se tocaba con dos palillos de madera, pero como no existe ninguna representación del modo en que se tocaba, no podemos decidir si lo llevaban suspendido horizontalmen­ te y lo golpeaban en ambos extremos (como el tambor que exis­ te aún hoy en Egipto) o sólo en un extremo, como el nuestro, aunque, por la curvatura de los palillos, me inclino a pensar que lo llevaban colgado y lo tocaban como el tambur del mo­ derno Egipto. Algunas veces los palillos eran rectos y consta-

116.

Palillo de un tambor.

22

116

Clemente Alej. Stromat. 2. 164.

Museo de Berlín.

ban de dos partes, el mango y una varilla redonda y delgada, en cuyo extremo había una pequeña bolita saliente, donde se ataba el cojinete de piel con el que se tocaba el tambor. Tenían aproximadamente 0,30 m de longitud y, a juzgar por la forma del mango del que se conserva en el museo de Berlín, pode­ mos concluir que pertenecían, como los mencionados ante­ riormente, a un tambor que se tocaba por los dos extremos. Cada extremo del tambor estaba cubierto con piel roja sujeta con cuerdas de tripa de gato, que se pasaban por pequeños agu­ jeros situados en su borde ancho y que se extendían en línea

117. fig. 1. Tambor; 2. Muestra cóm o se sujetaban las cuerdas. 3. Palillos. Encontrados en Tebas.

recta a lo largo de la estructura del tambor, que era de bronce y que tenía una forma cóncava similar a la de un barril. Para apretar las cuerdas y así bracear el tambor, se extendía una pieza de tripa de gato alrededor de cada extremo, cerca del borde de la piel; esta pieza se iban enroscando alrededor de cada una de las cuerdas previamente colocadas en línea recta y así quedaban todas apretadas en la misma proporción, porque la pieza se dejaba tirante: pero esto sólo se hacía cuando las cuer­ das y la piel se habían distendido debido a su uso continuado, y como esta pieza de tripa de gato se colocaba en cada extre­ mo, podían así doblar el poder de tensión de cada cuerda. Junto a las formas comunes de los instrumentos egipcios, se construyeron varios a medida para satisfacer un gusto par-

117

118.

Arpas pintadas en la tumba de Ramsés III.

ticular o un capricho momentáneo. Algunos eran de la clase más simple, otros de materiales muy caros y muchos estaban muy adornados con colores brillantes y figuras decorativas, en particular las arpas y las liras. Las arpas variaban mucho en cuanto a forma, tamaño y número de cuerdas que tenían. En las antiguas pinturas se representan con cuatro, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, catorce, diecisiete, veinte, veintiuna y veintidós cuerdas: la de la colección de París parece haber te­ nido también veintiuna, y la parte superior de otra que encon­ tré en Tebas estaba hecha de diecisiete cuerdas. Normalmente

118

118a.

Conocida como la de Bruce, o la tumba del arpista.

Tebas.

eran muy grandes, incluso más altas que un hombre, pintadas con muy buen gusto, con la flor de loto y otras flores o con dis­ tintos adornos. Las de las damas de la corte estaban decoradas de la forma más espléndida, hasta con la cabeza o busto del mis­ mo monarca: como la encontrada en la tumba de Bruce en Tebas. Las arpas más antiguas representadas en las esculturas se en­ cuentran en una tumba, cerca de las pirámides de Giza, y tienen más de cuatro mil años. Son más rudimentarias en cuanto a su forma que las que se representan normalmente, y aunque es im­ posible determinar con exactitud el número total de cuerdas23,

23 Grabado 94.

119

119.

Parte superior del arpa que traje de Tebas, ahora en el Museo Británico.

parece que no tenían más de siete u ocho y estaban atadas de una forma diferente a las arpas egipcias comunes. Éstas datan de tiempos muy anteriores a la invasión de los Pastores, y el hecho de que los egipcios ya estaban lo suficientemente avan­ zados como para combinar la armonía de varios instrumentos con la voz, muestra que en el teixeno de la música, no deben nada a esa raza asiática. La combinación de arpas y liras de gran extensión con la flauta, la chirimía sencilla y doble, las guitarras y las panderetas, muestran el dominio que habían al­ canzado. Incluso en el reino de Amosis, el primer rey de la di-

120. Un arpa ricamente decorada sobre un soporte, un hombre marcando el ritmo con las palmas y un guitarrista.

120

nastía x v i i i , hacia 1570 a.C., novecientos años antes de la épo­ ca de Terpandro, los músicos normales de Egipto usaban ar­ pas de catorce cuerdas y liras de diecisiete. Los griegos están en deuda con Asia por sus instrumentos de cuerda, e incluso por la cítara, que era originariamente de estilo asiático y fue introducida por Lesbos. Sólo tenía siete cuerdas, hasta que Timoteo de Mileto le añadió otras cuatro, hacia 400 a.C. Terpandro, que vivió 200 años después que Homero, fue el primero en fijar leyes para este instrumento, algo antes de que se fijaran leyes para la flauta o la chirimía. El arpa, en realidad, parece haber sido desconocida para los griegos. Las cuerdas de las arpas egipcias eran de tripa de gato, como las de las liras que se usan todavía hoy en Nubia. Algunas arpas, que tenían una base ancha y nivelada, permanecían apo­ yadas en el suelo mientras se tocaban; otras se colocaban sobre un taburete o un soporte o limbo, unido a la parte inferior24. Los hombres y las mujeres usaban normalmente arpas de la mis­ ma extensión, e incluso parece que los hombres tocaron has­ ta las más pequeñas, de cuatro cuerdas25, aunque para ellos eran más apropiadas las grandes porque debían permanecer de pie durante la actuación. Estas arpas grandes tenían una base plana y podían sostenerse de pie sin un soporte, como las de la tumba de Bruce26; otras eran más ligeras y también se construían con base cuadrada con el mismo propósito21, pero, cuando el músico las tocaba, normalmente las inclinaba hacia sí y apoyaba el instrumento en la posición más conveniente28. Muchas arpas eran de madera, recubiertas de piel de toro "9 o de cuero, algunas veces de color rojo o verde y pintadas con

24 25 26 27 28 29

Grabados 96, 97, 121, 122. Grabados 96, 97, 103. Grabados 118, 118a y 99. Grabado 101. Grabados 95, 98, 100. Grabados 91, fig. 2, 98, 100, 101.

121

1

2

121.

Juglares de pie, tocando el arpa.

122.

Arpa colocada sobre una base o soporte.

122

Dendera.

Tebas.

varios adornos, cuyos vestigios pueden descubrirse en las de la colección de París30. Las pequeñas se hacían, como muchas liras griegas, de concha de tortuga (Grabados 96, 97). Los egipcios no tenían ningún medio para acortar las cuer­ das del arpa mientras las tocaban (semejante a nuestros peda­ les modernos) e introducir así sostenidos y bemoles; solo po­ dían, pues, tocar en un tono, hasta que afinaban de nuevo el instrumento, girando las clavijas. En verdad, no era más nece­ sario en las arpas que en las liras, ya que la primera siempre estaba combinada con otros instrumentos, excepto cuando se usaba como mero acompañamiento de la voz. Pero parece que a veces suplieron esta carencia con una fila doble de clavijas, y su gran conocimiento de la música durante tantos siglos ne­ cesariamente les habría sugerido algún medio de conseguir se­ mitonos. Las arpas egipcias tenían otra imperfección, a la que no se encuentra fácil explicación (la ausencia de un polo y en conse­ cuencia de un soporte para la barra o limbo superior, en la que estaban fijadas las clavijas). Es difícil concebir cómo, sin este polo, las cuerdas podían estar propiamente tensadas o la barra ser lo suficientemente fuerte como para resistir la tensión, en particular en las triangulares. El polo no sólo falta en las arpas de los dibujos, sino también en todas las que se han encontra­ do en las tumbas, e incluso en las de la colección de París que, con veintiuna cuerdas, era una de las de mayor extensión que tenían, ya que rara vez se encuentran arpas representadas en los monumentos con más de dos octavas. Esta última, sin embar­ go, puede ocupar un lugar intermedio entre el arpa y los mu­ chos instrumentos de cuerda triangulares de los egipcios. El arpa era especialmente apropiada para el servicio reli­ gioso. Se usó en muchas ocasiones para celebrar las alabanzas de los dioses. Fue incluso representada en manos de las mis­ mas deidades, así como la pandereta y el sistro sacro.

30 Grabado 123.

123

,

123.

Arpa de la colección de Paris.

La lira egipcia no presentaba menos variaciones en cuanto a su forma y el numéro de sus cuerdas que el arpa, y estaba ador­ nada de muy variadas formas, a su gusto. Algunas tenían la ca­ beza de un animal tallada en la madera, como la de un caballo, íbice o gacela, mientras que otras eran de formas más simples. Siempre se ha atribuido a Mercurio la invención de la lira, por parte de los egipcios y también de los griegos. Apolodoro explica seriamente cómo esta idea se le ocurrió: «El Nilo», dice, «tras haber inundado toda la tierra egipcia, volvió una vez más a su cauce habitual, dejando en las orillas un gran nú­ mero de animales muertos y entre ellos una tortuga. Tenía la carne bastante seca por el fuerte sol egipcio, así que no le que­ daba nada dentro de la concha sino los nervios y los cartíla­ gos, y éstos, que estaban contraídos por el calor, habían ad­ quirido una cualidad sonora. Mercurio, que iba caminando por la ladera del río, por casualidad se tropezó con esta concha y se quedó tan encantado por el sonido que produjo que se le vino a la imaginación la idea de una lira. Así pues construyó

t

124

124.

Lira adornada con la cabeza de un animal.

Tebas.

el instrumento con la forma de una tortura y la templó con los tendones de animales muertos.» Muchas liras egipcias son de una extensión considerable y tienen cinco, siete, diez y dieciocho cuerdas. Normalmente se sujetaban entre el codo y el costado y se tocaban con la mano o a veces con una púa, que era de hueso, marfil o madera, y que estaba unida al limbo de la lira por una cuerda. Los griegos también adoptaron ambos métodos, pero usaron más la púa. En los frescos de Herculano hay liras de tres, seis, nue­ ve y once cuerdas que se tocaban con la púa; de cuatro, cinco, seis, siete y diez que se tocaban con la mano; y de nueve y once cuer­ das que se tocaban con la púa y la mano al mismo tiempo. Las cuerdas estaban atadas en la parte superior a una barra horizontal, que conectaba los dos lados o limbos, y en la par­ te de abajo estaban bien sujetas a un reborde saliente o caja ar­ mónica hueca, hacia el centro del armazón del instrumento, que era todo de madera. En el museo de Berlín y de Leyden hay liras de esta clase, que, a excepción de las cuerdas, están

125

125.

Liras tocadas con y sin la púa.

Tebas.

perfectamente conservadas. La de la colección de Berlín tiene los dos limbos rematados por cabezas de caballo; en su forma y principio y en la alternancia de cuerdas cortas y largas, se parece a algunas de las que vemos representadas en las pintu­ ras31; aunque la barra de madera a la que están atadas las cuer-

126

das está más cerca de la parte de abajo del instrumento y tie­ ne trece cuerdas en lugar de diez. Tenemos así la oportunidad de comparar las verdaderas li­ ras egipcias con las representadas en Tebas durante el reino de Amenofis y otros reyes, que gobernaron hace más de tres mil años. El armazón de la lira de Berlín mide unos 25,4 cm de alto y 36,83 cm de ancho, y la altura total del instrumento es de 60,95 cm. La de Leyden es más pequeña y está menos orna­ mentada, pero igualmente está bien conservada y tiene un gran interés por una inscripción hierática escrita con tinta en la par­ te superior. No tiene caja de resonancia adicional; su armazón hueco cumplía de manera suficiente esta función. Las cuerdas pasaban sobre un puente móvil y estaban sujetas en la parte de abajo por un anillo de metal o grapa. Estas dos liras eran de ma­ dera, y uno de los limbos, como muchos de los que se repre­ sentan en las pinturas, era más largo que el otro, de forma que se podía afinar el instrumento es­ tirando las cuerdas hacia arriba, a lo largo de la barra o también a su alrededor, que era el méto­ do más usual y el que se conti­ núa usando aún hoy en Kisirka, en la actual Nubia. En Grecia, al principio la lira tenía sólo cuatro cuerdas, hasta que Anfión, que parece haber co­ piado la idea de la música de Lidia, introdujo las otras tres; y como es normal, la tradición dice que fue Mercurio quien se lo en­ señó. Terpandro (670 a.C.) aña­ dió varias notas más, y las liras re­ presentadas en Herculano tienen tres, Cuatro, cin co , seis, siete, o c h o n u e v e , d ie z y o n c e c u e rd a s .

¡ 2 7 É Lira de la colección Leyden. fig. 2 Muestra la parte inferior.

127

128. Instrumento triangular. Tebas.

129. Otro, sujeto bajo el brazo. el-Dakka

Otros numerosos instrumentos, semejantes en su principio a las arpas o las liras, eran comunes en Egipto, pero variaban tanto en forma, extensión y sonido, que eran consideradas muy distintas de éstas y cada una tenía su propio nombre. Se han encontrado en las tumbas y también representadas en las pin­ turas de Tebas y otros lugares. Las de forma triangular se co­ locaban debajo del brazo para tocarlas, y, como las demás, eran usadas como acompañamiento de la voz. La mayoría eran li­ geras, pero cuando pesaban el músico se las colgaba con una cinta por el hombro. Las cuerdas eran de tripa de gato, como las de las arpas, y las del grabado 130, fig. 1, estaban tan bien conservadas que, cuando se encontraron en Tebas en 1823, sonaban al tocarlas, a pesar de llevar enterradas dos o tres mil años. Era un instru­ mento de gran extensión, con veinte cuerdas atadas a un sa­ liente en la parte inferior que probablemente se giraba para ten­ sarlas. El marco era de madera, recubierto de piel y sobre él se podían ver los restos de unos cuantos jeroglíficos. El de la f i­ gura 2, donada por el profesor Rosellini, tiene la peculiaridad de que se afinaba con clavijas; pero sus diez cuerdas están ata­ das a un saliente en el centro de la caja armónica, como en otros instrumentos.

128

130.

ßg. 1. Encontradas en Tebas en 1823.

Otra, que se puede llamar la lira vertical, tenía gran altura. Consistía en un armazón curvo, probablemente de madera y metal en forma de vasija, del que salían dos limbos rectos, que servían de soporte a la barra transversal, donde se ataban los extremos superiores de sus ocho cuerdas. El juglar cantaba mientras tocaba las cuerdas con sus dos manos. Otro instrumento aún más tintineante se usaba como acom­ pañamiento de la lira. Consistía en varias barras, probable­ mente de alambre, sujetas a un marco o algún cuerpo de reso­ nancia, que se tocaba con una varilla que el músico sostenía con las dos manos (Grabado 132). Más común era un instrumento ligero de cuatro cuerdas, que se colocaba sobre el hombro para ser tocado y que era sobre todo usado por las mujeres, que cantaban a su son como los judíos lo hicieron al son de la viola (nebel) (Amos 6:5). Algunos se han encontrado en las tumbas de Tebas y el más perfecto se en­ cuentra en el Museo Británico, que tiene 1 m de largo, 0,55 m el mástil y 10 cm de ancho. Su forma exacta, las clavijas, las va­ rillas a las que iban atadas las cuerdas, e incluso el pergamino que cubría su armazón de madera y que servía como caja de re-

129

131.

Lira vertical.

Tel el-Amarna.

132. Instrumento que se tocaba como acompañamiento de la lira. Te! el-Amarna.

sonancia, todavía se conserva y sólo le faltan las cuatro cuerdas. El modo en el que ataban las cuerdas y se sujetaban a la varilla no está claro, pero parece que las pasaban por el pergamino a la varilla que estaba por debajo, que tenía agujeros cada varios in­ tervalos para que se pudieran introducir. Es de madera dura, apa­ rentemente de acacia, y hay restos suficientes de una de las cuer­ das como para saber que eran de tripa de gato.

130

133.

Clase de instrumento ligero que se apoyaba sobre el hombro.

Tebas.

Había otro pequeño instrumento de cinco cuerdas que es­ taba basado en un principio similar a éste; tenía un armazón de madera hueco sobre el que se colocaba una cubierta de per­ gamino o de madera fina. Las cuerdas estaban tensadas de la misma forma, desde un varilla del centro, hasta las clavijas si­ tuadas al final del mástil. En las tumbas se han encontrado tres: uno está en el museo de Berlín y dos en el Museo Británico. El de Berlín tiene las cin­ co clavijas enteras y el armazón está formado por tres piezas de madera de sicomoro. Su longitud total es de 61 cm y el mástil

Λ 134.

Instrumento diferente del arpa, la lira y la guitarra.

Museo Británico.

131

mide aproximadamente 34 cm. En la parte de abajo del mástil hay cinco clavijas colocadas en línea recta, una tras otra. En el extremo opuesto del armazón hay dos agujeros para atar la va­ rilla donde se sujetaban las cuerdas.

135.

El instrumento restaurado.

Además de arpas y liras, los egipcios tenían una clase de guitarra de tres cuerdas que se suponía, extrañamente, que co­ rrespondían a las tres estaciones del año egipcio: y una vez más se ha atribuido a Tot o Mercurio el descubrimiento de tal in­ vención, porque el que el instrumento sólo tuviera tres cuer­ das y sin embargo igualara en poder a los de extensión mucho más amplia, era considerado digno de los dioses egipcios. La atribución de esta y otras invenciones, de hecho, no es más que una forma alegórica de representar los talentos intelectuales comunicados por la divinidad al hombre.

136.

figs. 1,3. Instrumentos en el Museo Británico, fig. 2. En el Museo de Berlín.

La guitarra tema dos partes: un mástil largo y plano o mango, un cuerpo oval hueco, todo de madera o recubierto con pergami­ no, con la superficie superior perforada para permitir la salida del

sonido. Sobre este cuerpo y toda la lon­ gitud del mango había tres cuerdas de tripa de gato estiradas, que iban sujetas al extremo superior a un número igual de clavijas o se pasaban por una ranura que había en el mango. Luego se daba vueltas con ellas alrededor de esta ra­ nura y se ataban con un nudo. No pare­ ce que hubiera existido ningún puente, pero las cuerdas estaban atadas en la par­ te inferior a una pieza triangular de mar­ fil o de madera, que las elevaba a una 137·Mu->er la gultarra' altura suficiente. Y a veces se levanta­ ban también en la extremidad superior del mango por medio de una pequeña barrita horizontal, situada justamente por debajo de cada una de las ranuras donde se ataban las cuerdas y se estira­ ban 32. Esto tenía la misma finalidad que la ligera inclinación que se da al extremo del mástil de nuestra guitarra moderna; y es ver­ dad que como éste estaba en línea recta con el armazón del ins­ trumento, alguna invención similar era absolutamente necesaria. El mango tenía una longitud dos o tres veces superior a la del cuerpo, y el instrumento medía aproximadamente 1,20 m en total. La anchura era la mitad de su longitud. Se tocaba con la púa, que estaba unida al mástil por una cuerda y los músicos normalmente permanecían de pie mientras tocaban. Se consideraba apropiada tanto para hombres como para mujeres, y algunos bailaban al tiem­ po que tocaban, apoyando el instrumento sobre el brazo derecho. Algunas veces se lo colgaban del cuello con una tira, como la gui­ tarra española moderna, y también a semejanza de ella servía como acompañamiento de la voz, lo que no impedía que pudiera formar parte de una banda junto con otros instrumentos33. Es de un instrumento antiguo de esta clase, a veces llama­ do cítara, del que ha derivado el nombre guitarra (chitarra); 32 Grabados 96, 98, 101, 138, 139. 33 Grabados 96, 98, 100, 101.

133

138. Bailando y tocando la guitarra. Tebas.

139. Sujeta con una tira. Tebas.

aunque la cítara de los griegos y romanos de los tiempos an­ tiguos, al menos, era una lira. A la guitarra egipcia se la pue­ de llamar laúd, pero no parece corresponderse con la lira de tres cuerdas de Grecia. Un instrumento de forma oval, no muy distinto a la guitarra, con un mango circular o cilindrico, fue encontrado en el templo de Tebas, pero debido a su mal estado de conservación, no se puede distinguir nada sobre cómo eran las clavijas o el modo de atar las cuerdas. El cuerpo de madera estaba forrado de piel y el mástil se extendía sobre él hasta la parte inferior; una parte de la cuerda sobrante se utilizaba para atar la púa. Tres pequeños agujeros indicaban el lugar donde se ata/> ban las cuerdas y otros dos por encima /7 de ellos a una corta distancia, parecen indicar el lugar donde se colocaba una especie de puente. / / x C w Los egipcios no usaron cuerdas de alambre en ninguno de sus instrumen' tos, sólo usaron la tripa de gato y el tañi­ do de ésta en el arco guerrero condujo, 140 Instrument0 como la sin duda, a SU USO en la pacifica lira, de- guitarra encontrada en Tebas.

134

bido al descubrimiento accidental de su sonido musical. Porque los hombres cazaron animales y se mataron entre sí, con el arco y la flecha, mucho antes de que recitaran versos o encontraran el placer en la música. No es sorprendente que los árabes, una nación de cazadores, fueran los inventores del monocordio, un instrumento muy imperfecto (excepto cuando la maestría de Paganini se dispone a extraer de él las notas), porque, aún con toda la práctica acumulada con los años, los modernos habi­ tantes de El Cairo no han conseguido hacer de su rahab de una sola cuerda un acompañamiento tolerable para la voz. Sin duda el instrumento era muy antiguo, porque lo usaron los recitado­ res de poemas y evidentemente perteneció a los primeros bar­ dos, los primeros músicos de cada país. Los montenegrinos sal­ vajes todavía cantan sus primitivas canciones de guerra y de amor al son de la g usía de una cuerda, que les fue entregada por los hechiceros de los antiguos eslovenios. Si nos sorprende el número de instrumentos de cuerda de los egipcios (y eso que desconocemos muchos) y si nos pre­ guntamos qué clase de tonos y qué variedad de sonidos se po­ drían obtener con ellos, ¿qué pensaremos de los mencionados por los griegos, que parecen haber hecho suyos cada uno de los que podían obtener de otros países? Algunos de ellos como el pformix, barbiton y otras liras nos son conocidos; del pri­ mero de ellos, por ejemplo, sabemos por lo que dice Clemente que no era muy diferente de la cítara. Pero la mera mención en los nombres de los demás es desconcertante. Existían el nablum, la sambuca34, el pandurum, el magadis, el trigon (uno de los instrumentos de tres cuernos) fenicio, el péctis, el scindapsus, el enneachordon (de nueve cuerdas), la psithyra de forma cuadrada o ascarum (de siete ángulos), el salterio heptagonal, el spadix, el pariambus, el clepsiambus, el jambyce, el epigoneum y muchos más. También se descono­

34 Descrito por Ateneo como «un barco con una escalera colocada so­ bre él», y por Suidas como un instrumento singular.

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cen muchos más instrumentos judíos, como la khitaus o arpa, el ashur de diez cuerdas, la sambukta triangular o sabka, el nebel o viola, el kinor o lira de seis o nueve cuerdas y el psanterin o salterio. Y aunque se dice que este último tenía doce no­ tas y que se tocaba con los dedos (o más bien con una púa), no tenemos una idea definida de su aspecto. A sí pues, las pintu­ ras egipcias nos dan, con mucho, la mejor idea de cómo eran los instrumentos usados en aquellos remotos tiempos. La flauta era de gran antigüedad, ya que en una tumba cer­ ca de la Gran Pirámide, construida hace más de cuatro mil años, hay representado un concierto de música vocal e instrumental, donde se introducen dos arpas, una chirimía y varias voces35. En Grecia era muy simple al principio, con muy pocos agu­ jeros, limitados a cuatro, hasta que Diodoro de Tebas, en Beocia, añadió otros e hizo una apertura lateral para la boca. Origina­ riamente era de caña, después de hueso o marfil y recubierta de bronce. Pero incluso este instrumento de superior calidad era muy pequeño. He visto parte de una, que medía 14 cm de longitud y 1,27 cm de diámetro, partida por el quinto agujero, donde el primero de los cinco agujeros sólo distaba 4 cm del de la boca. La flauta egipcia tenía una gran longitud, porque si alcan­ zaba el suelo cuando el músico estaba sentado, no podía me­ dir menos de 68 cm. Algunas eran tan largas que, al tocarlas, el músico se veía obligado a estirar sus manos más allá de su cintura para alcanzar los agujeros36. Los que la tocaban nor­ malmente se sentaban en el suelo, y en cada ejemplo que he encontrado los músicos eran hombres. Estaba hecha de junco, de madera, de huesos o de marfil, y por la palabra sébi, que aparece escrita sobre el instrumento en los jeroglíficos (que es igual que su nombre copto) pode­ mos suponer que era originariamente el hueso de la pata de al­

35 Grabado 94. 36 Grabados 94, 141.

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gún animal. El término latino tibia tie­ ne el mismo significado. Se dice que las flautas en Beocia se hacían del mismo hueso hueco. Los egipcios probable­ mente tuvieron varias clases de flautas, algunas apropiadas para ocasiones de duelo y otras para ocasiones festivas, como los griegos. Es evidente que usa­ ron las dos tanto en banquetes como en ceremonias religiosas, pero no se repre­ senta a ninguna deidad egipcia tocando 141· Flautista;la flautaes la flauta. Los dioses pueden haber sen- de gran longltud· Tebastido la misma aversión a la flauta como la que sintió Minerva cuando percibió la deformada apariencia de su boca, una ale­ goría que significa, según Aristóteles, «que interfería con la re­ flexión mental» y tenía otros efectos inmorales, que en estos días de ignorancia somos incapaces de percibir. La chirimía tenía la misma antigüedad que la flauta37 y tam­ bién era propia de músicos varones; pero, como a menudo se la representa junto a otros instrumentos en conciertos y todas las descubiertas son de junco común, parece que no se tenía en gran estima. En muchos países ha sido el instrumento de los campesinos y el hecho de que la chirimía hecha de paja de cebada, según parece, fuera una invención de Osiris, no parece decir mucho del talento musical de esa deidad. Era un tubo recto, sin ningún ensanchamiento junto a la boca, que se tocaba con las dos manos. En longitud no excedía de 0,45 m: dos que se encuentran en el Museo Británico tienen 22,5 cm y 38 cm de largo y las de la Colección de Leyden varían en­ tre 17.5 cm y 38 cm. Algunas tienen tres y otras cuatro agu­ jeros, como es el caso de las catorce de Leyden; la del Museo Británico tenía una pequeña boquilla de junco o paja gruesa insertada en el hueco de la chirimía, con la parte superior tan

37 Grabado 94.

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Chirimías de junco, de la colección del Salt, ahora en el Museo Británico.

comprimida que apenas dejaba una pequeña apertura para la salida del aire. La chirimía doble era tan común en Egipto como lo era en Grecia. Consistía en dos tubos: uno, que se tocaba con la mano derecha y producía un sonido agudo para el tenor, y el otro, que se tocaba con la mano izquierda y producía un sonido grave para el bajo. La zummara doble de los egipcios modernos es una bur­ da imitación de este instrumento y su sonido áspero y monóto­ no la excluye incluso de sus imperfectas bandas. Sólo la usan los barqueros del Nilo y los campesinos, que encuentran en ella un acompañamiento apropiado para la tediosa marcha del ca­ mello. Sorprendentemente este instrumento nacional tiene mu­ chos admiradores en el extranjero, como las gaitas de los Abruzos y otros países que están tan cerca y a los que tanto se parece. La chirimía doble y la sencilla eran al principio de junco y luego de madera y otros materiales. Los egipcios, al igual que los griegos, las introdujeron en ceremonias solemnes y fes­ tivas. Los hombres, pero más frecuentemente las mujeres, las tocaban y a veces bailaban al mismo tiempo, y por las veces que aparece en las esculturas de Tebas, sabemos que era pre­ ferida a la chirimía sencilla.

143.

138

2 3 Mujer bailando, mientras toca la chirimía doble.

Tebas.

La pandereta era el instrumento favorito para las ceremo­ nias religiosas y para los banquetes privados. La tocaban hom­ bres y mujeres, pero más frecuentemente éstas últimas, que a menudo bailaban y cantaban a su son. Se usaba como acom­ pañamiento de otros instrumentos38, y había panderetas de tres clases: una circular como la nuestra, otra cuadrada u oblonga, y la tercera consistía en dos cuadrados separados por una ba­ rra. Todas ellas se tocaban con la mano39, pero no hay rastro de bolas o piezas móviles de metal unidas al marco, como en las panderetas griegas o las modernas. El taf, pandereta o fa­ hret de los judíos es el mismo instrumento40 y lo comenzaron a usar en tiempos muy tempranos, como el arpa, incluso antes de que bajaran a Egipto, y las mujeres judías como las egip­ cias bailaban a su son. Casi todos los instrumentos eran admitidos por los egip­ cios para la música sacra, como el arpa, la lira, la flauta, la chi­ rimía doble, la pandereta, los timbales y la guitarra; y ni la trompeta, los tambores, o los badajos fueron excluidos de las procesiones religiosas en las que estaban presentes también los militares. El arpa, la lira y la pandereta tenían su parte en los servicios del templo, y dos diosas representadas en el friso de Dendera aparecen tocando el arpa y la pandereta, en honor a Hathor, la Venus egipcia. Los sacerdotes, cuando llevaban em­ blemas sagrados, caminaban en procesión al son de la flauta, y excepto los ritos de Osiris en Abydos, el resto de ritos sa­ grados de una deidad egipcia no prohibían la introducción del arpa y la flauta o de la voz de los cantantes. En realidad, el arpa era considerada particularmente apropia­ da para propósitos religiosos. El título de juglares de Amón que se aplicó a los arperistas y los dos músicos representados ante el dios en la tumba de Ramsés m, muestran la gran estima en la que

38 Grabados 98, 121. 39 Grabados 105, 151. 40 Gn 21:27; Ex 15:20; Job 21:12; Je 11:34; 1 Sm 18:6.

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1 144.

4

Músicos sacros y un sacerdote ofreciendo incienso.

5 Museo Leyden.

se la tenía: se tocaba sola o con otros instrumentos. El juglar a menudo cantaba al tiempo que tocaba las cuerdas, y el arpa, la guitarra y las dos flautas se unían en un sacro tono, mientras el sumo sacerdote ofrecía incienso a la deidad. El crótalo o badajo también se usó como acompañamiento de la flauta en peregrina­ jes y procesiones al sepulcro de un dios, sonido que iba acompa­ ñado por las voces de coristas que cantaban himnos en su honor. Los judíos, de igual manera, consideraban la música como indispensable en sus ritos religiosos. Sus instrumentos favori­ tos eran el arpa, el laúd o salterio y el ashur de diez cuerdas, la panderetas, la trompeta, la cometa, los timbales y otros 41; y muchos hombres y mujeres cantantes asistían a las procesio­ nes al santuario judío 42. El sistro era el instrumento sagrado por excelencia y forma­ ba una parte tan esencial en el servicio del templo como la cam­ panilla en una capilla católica romana. Algunos mantenían que servía para ahuyentar a Tifón, y algunas veces se aumentaba el

41 S 33:2; 81:2; 1 Cron 16:5 y 25:1; 2 Sm 6:5; Ex 15:20, y siguientes. 42 S 68:25; 2 Sm 19:35.

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sonido traqueteante que producía aña­ diendo varios anillos de metal sueltos. Normalmente tenía tres barras, a veces cuatro, y el instrumento completo tenía de 20 a 40 cm de longitud y era todo de bronce o latón. Algunas veces tenía in­ crustaciones de plata o de color dorado o estaba adornado de alguna otra for­ ma. Para tocarlo se sostenía recto, se agitaba y los anillos chocaban contra 145. 146. las barras que se construían, a menudo, fig. 1. El sistro de cuatro barras. 2. Uno de forma inusual. a imitación de la sagrada áspid o sim­ Tebas. plemente estaban doblados en cada ex­ tremo para que no se salieran. Plutarco menciona uno que tenía un gato con cara humana en la parte superior del instrumento y en la parte superior del mango, por debajo de las barras, la cara de Isis a un lado y la de Neftis a otro. El Museo Británico posee un excelente ejemplar de sistro bien conservado y del mejor período del arte egipcio. Mide 37,5 cm de alto y tiene tres barras móviles, que desafortuna­ damente se han perdido. En la parte superior están represen­ tadas la diosa Pasht o Bastet, el buitre sagrado y otros emble­ mas, y en el lado de abajo está la figura de una mujer sosteniendo en cada mano uno de estos instrumentos. El mango es cilindrico y coronado por una cara doble de Hathor, que lleva una corona en forma de áspid, en cuya cima parece haber estado el gato, del que sólo quedan los restos de sus patas. Es enteramente de bronce; el mango, que es hueco y está cerrado por una cubierta móvil del mismo metal, pare­ ce haber sostenido algo relacionado con el sistro. Aún se pue­ de ver algo de plomo en la cabeza y parece ser una porción del que se usó para soldarlo. Otros dos, en la misma colección, están en muy buen esta­ do de conservación, pero son de tiempos posteriores y hay otro que es aún de una fecha más reciente. Tienen cuatro barras y son de un tamaño muy reducido.

141

147.

Sistros del Museo Británico.

148. Modelo rudimentario de sistro del Museo de Berlin.

Uno de los sistros que se conserva en Berlín tiene 20 cm de altura y el otro 22,5 cm: el primero tiene cuatro barras y en la parte superior circular se encuentra un gato, coronado por el disco o el Sol. El otro tiene tres barras: el mango es una

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142

Sistros del Museo de Berlín.

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figura, que se supone que es Tifón, coronado por las cabezas de Hathor; y en la cima están los cuernos, el mundo y las alas de la misma diosa. Ninguno de los dos conserva los anillos, pero un burdo modelo egipcio de otro de la misma colección, tiene tres anillos sobre una sola barra, coincidiendo en este as­ pecto, aunque no en el número de barras, con los representa­ dos en las esculturas. No son de una fecha temprana. Llevar el sistro sagrado en el templo era tan gran privilegio, que sólo se daba a las reinas y a las damas nobles que tuvieran el título de esposas de Amón y que estuvieran dedicadas al ser­ vicio de la deidad. Los judíos, de igual manera, parecen haber confiado los principales oficios sagrados realizados por mujeres a las hijas de los sacerdotes y a las personas de alto rango. Al xnoue, instrumento que según Eustasio había sido utili­ zado por los griegos en sacrificios para reunir a la congrega­ ción, se le atribuía un origen egipcio, pero no se ha encontrado ninguno en las esculturas. Era una especie de trompeta, de for­ ma redondeada y se decía que era una invención de Osiris. La danza consistía sobre todo en una sucesión de figuras, en la que los bailarines se esforzaban por exhibir una gran variedad de posturas: hombres y mujeres bailaban al mismo tiempo o en grupos separados y normalmente se prefería a las mujeres que a los hombres, porque teman superior gracia y elegancia. Algunos bailaban al son de ritmos lentos, adaptados al estilo de sus movi­ mientos: las posturas que asumían frecuentemente compartían la loable gracia de los griegos43. Otros preferían un ritmo más vivo, regulado por una melodía apropiada. Los hombres a menudo bai­ laban con mucho entusiasmo, botando desde el suelo, más al es­ tilo europeo que al de la gente de Oriente: en estas ocasiones no siempre se tocaban varios instrumentos, sino que la música se componía sólo de crotala o mazas, un hombre tocando las palmas y una mujer chasqueando los dedos al mismo tiempo44.

43 Grabado 151. 44 Grabado 109.

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Posturas y gestos elegantes eran el estilo general de sus danzas, pero, como en otros países, el estilo de la actuación variaba dependiendo del rango de la persona que les había contratado o de su propia habilidad. A sí las danzas represen­ tadas en la casa de un sacerdote diferían de las representadas en la casa de un campesino inculto o en la de un ciudadano de la clase más baja.

144

No era usual que las clases más altas del pueblo egipcio dedicaran su tiempo a este entretenimiento, ni en reuniones públicas, ni privadas, y nadie sino las clases más bajas de la sociedad y los que así se ganaban el sustento, parecían dedi­ carse a ello. Los griegos, sin embargo, aunque empleaban a las mujeres que sabían danza y música para entretener a los invi­ tados, consideraban la danza como un entretenimiento al que podían entregarse todas las clases sociales y era aún más ad­ mirable si quien la practicaba era un caballero. También era una costumbre judía el que las jóvenes bailaran en las reunio­ nes privadas 45, como aún lo es en Damasco y en otras ciuda­ des de Oriente. Los romanos, por el contrario, distaban mucho de conside­ rar la danza como apropiada para un hombre de rango o para una persona sensible. Cicerón dice: «Ningún hombre que está sobrio baila a menos que haya perdido la cabeza, ya esté solo o entre una compañía decente; porque la danza es la compañe­ ra de la convivencia lasciva, de lo disoluto y de la lujuria.» Los griegos tampoco se entregaron a este placer en exceso; las dan­ zas afeminadas o con demasiada gesticulación, eran conside­ radas indecentes en hombres de carácter y sabiduría. Heródoto cuenta la historia de Hipoclides, el ateniense, que había sido elegido como marido para la hija de Clístenes, rey de Argos, mientras que todos ios nobles de Grecia habían sido rechaza­ dos por sus extravagantes posturas en la danza. De todos los griegos, los jonios eran los más aficionados a este arte; y por la lasciva e indecente tendencia de sus cancio­ nes y posturas, los romanos bautizaron con el nombre de mo­ vimientos jónicos a los bailes de carácter voluptuoso (como los modernos almehs de Oriente). La danza moderada se consi­ deraba digna de los mismos dioses. A Júpiter, el padre de los dioses y de los hombres, se le representa bailando entre otras deidades; y Apolo, no sólo andaba ocupado en estos entrete-

45 Mt 14:6.

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147

nimientos, según nos cuenta Homero, sino que recibió el títu­ lo de el bailarín por su supuesta excelencia en este arte. La elegancia en las poses y en el movimiento era el prin­ cipal objetivo de los que bailaban en las reuniones de los egip­ cios más acaudalados. Hasta los ridículos gestos de un bufón eran permitidos, siempre que no transgredieran las reglas de la decencia y la moderación. La música era siempre indis­ pensable en las reuniones festivas de ricos y pobres; bailaban al son del arpa, de la lira, de la guitarra, de la pandereta y de otros instrumentos y, en las calles, bailaban incluso al son del tambor. Muchas de sus posturas se parecían a las del ballet moder­ no y la pirueta ya asombraba a un grupo de egipcios hace cua­ tro mil años46. Los vestidos de las bailarinas eran ligeros y de la más fina textura, mostrando a través de su transparencia las formas y los movimientos de las piernas: normalmente consistían en un vestido suelto muy vaporoso, hasta los tobillos, a veces atado fuertemente a la cintura; y alrededor de la cadera llevaban un cinturón estrecho, adornado con avalorios u otros adornos de diversos colores. Algunas veces las bailarinas parecían estar totalmente desnudas, pero esto es debido al efecto de la trans­ parencia de los vestidos porque, como los griegos, representa­ ban el contorno de la figura que se insinuaba por debajo del vestido. A los esclavos se les enseñaba danza y música; y en las ca­ sas de los ricos, además de atender a sus ocupaciones, se les ha­ cía bailar para entretener a la familia o a un grupo de amigos, de modo que así los egipcios también se ganaban el sustento con sus actuaciones. Algunos bailaban en pareja, cogidos de la mano; otros ha­ cían una serie de pasos so lo s47; y algunas veces un hombre

46 Grabado 152. 47 Grabado 154.

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2 154.

1

Hombres bailando un solo.

155. Hombres bailando un solo al son de las palmas.

Tebas.

Tumba cerca de las Pirámides.

representaba un solo al son de la música o del batimiento de palmas4S. Los bailes de las clases más bajas generalmente tenían cier­ ta tendencia hacia la pantomima y los campesinos incultos dis­ frutaban más con movimientos ridículos y extravagantes, que con movimientos que mostraran elegancia y gracia. Además de la pirueta y los pasos mencionados anteriormente, hubo un paso de baile que fue adoptado universalmente por todo el país; en él dos compañeros, que eran normalmente hombres, avanzaban uno hacia otro o permanecían cara a cara sobre una

48 Grabado 155.

149

pierna y, habiendo representado una serie de movimientos, se alejaban en dirección contraria, aún cogidos de la mano y con­ cluían dando una vuelta alrededor del compañero49. En otra, golpeaban el suelo con el talón, apoyándose sobre un pie, cambiando, quizás, alternativamente del derecho al izquier­ do; lo cual no difiere mucho de un paso de baile moderno50. Los egipcios también bailaban en los templos en honor de los dioses y en algunas procesiones, al acercarse al recinto de estos sagrados lugares. Aunque a primera vista esta costumbre parezca incompatible con la seriedad de la religión, podemos recordar el sentimiento con el que bailó David51, ante el arca y el hecho de que los judíos consideraban parte de sus obliga­ ciones religiosas acercase a la deidad con la danza52, con la pandereta y con el arpa. En el rito de adoración del becerro de oro también introdujeron canciones y bailes, y esto derivó di­ rectamente de las ceremonias de los egipcios.

D. El palacio-templo de Ramsés el Grande, generalmente llamado el Memnonium, en Tebas, durante la inundación.

49 50 51 52

150

Grabado 153. Grabado 154. 1 Cró 15:29; 2 Sm 6:14. S 149:3 «Dejemos que alaben su nombre con la danza.» Ex 15:20.

E.

Los dos Colosos de Tebas ante el templo construido por Amenofis II, con las ruinas de Luxor a lo lejos, durante la inundación.

CAPÍTULO III Entretenimiento de los invitados. Jarrones. Adornos de la casa. Preparativos de comida. La cocina. Modo de comer. Cucharas. Higiene antes de las comidas. La presentación de la imagen de un hombre muerto. Juegos fuera y dentro de la casa. Lucha. Luchas de barcos. Peleas de toros.

Mientras se entretenía al grupo con la música y la danza y se iba anunciando sucesivamente a los últimos que iban lle­ gando, se seguía sirviendo refrescos y se prodigaba toda cla­ se de atenciones a los invitados reunidos. A todo el que lle­ gaba se le ofrecía vino y los sirvientes masculinos traían coronas de flores a los caballeros mientras las mujeres o esclavas blan­ cas se las traían a las damas a la vez que tomaban asiento '. Un sirviente o esclavo de más categoría era el encargado de

1 Grabado 157, figs. 4, 5, 8, 9, 12, 21.

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Grupo de invitados, entretenidos con música y bailes. En Tebas, y ahora en el Museo Británico, figs. 1, 2,4, 5, 6,7, 8, 9. Hombres y mujeres sentados juntos en el banquete. 3. Uña sirvienta ofreciendo una copa de vino. 10,11,12. Mujeres cantando y tocando las palmas al son de la chirimía doble, 13. 14,15. Mujeres bailando. 16. Jarrones sobre soportes, tapados con espigas de trigo, y adornados con flores.

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1 2 3 158. Un sirviente blanco y otro de color esperando a una dama en una fiesta. Tebas.

servir el vino, y una mujer de color le seguía a veces para re­ coger la taza vacía una vez vertido el vino en la copa. El mis­ mo esclavo de color negro llevaba frutas y otros refrescos, el particular modo de llevar la bandeja con la mano vuelta, cos­ tumbre tan generalmente extendida entre las mujeres de Áfri­ ca, está reflejada en las pinturas de Tebas2. A cada persona se le entregaba una servilleta después de be­ ber para que se secara la boca3, semejante al mahrama de los egipcios modernos, y quien la llevaba pronunciaba una frase cortés cuando la ofrecía y cuando le entregaban de nuevo la copa como, «¡Que le aproveche!», y ningún oriental en nues­ tros días bebe agua sin haber recibido un deseo similar. No se consideraba de mala educación rechazar el vino que era ofre­ cido, incluso aunque ya se hubiera servido 4. Un abstemio po­ día continuar oliendo una flor de loto sin ninguna vergüenza. Los hombres y las mujeres podían sentarse juntos o separados, en diferentes partes de la habitación. No había ningún estricto recelo que detuviera a los extraños o a los miembros de la fa­ milia de acudir a los mismos acontecimientos sociales, lo que 2 G rabado 158. 3 G rabado, 157 fig s. 1 2 ,2 1 . 4 G rabado, 1 5 7 fig . 13.

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muestra lo avanzados que estaban los egipcios en cuanto a sus costumbres sociales. En esto, como los romanos, se diferencian mucho de los griegos y podría decir con Cornelio Nepote, «¿Quién de nosotros se avergüenza de traer a su mujer a una fiesta? ¿Y qué dama de una familia se puede nombrar que no se pasee libremente por la parte principal y más frecuentada de la casa? En cambio en Grecia la mujer no aparece en ningún entretenimiento, excepto aquellos a los que sólo están invita­ dos los familiares. Las mujeres, de hecho, siempre hacen su vida en los apartamentos de la parte superior de la casa, a la que no puede entrar ningún hombre, a menos que sea un familiar.» A los casados no les incomodaba sentarse juntos y la idea de que pudieran estar hartos de su mutua compañía no hacía necesario separarles. Para resumir, eran los matrimonios ide­ ales y compartían la misma silla en casa, en una fiesta e in­ cluso en la tumba, donde la escultura les mantenía juntos. El señor y la señora de la casa, pues, se sentaban uno jun­ to al otro en un gran sillón y el invitado que llegaba se dirigía hacia ellos para recibir su bienvenida. Los músicos y bailari­ nes llamados para la ocasión también les presentaban sus res­ petos antes de comenzar su actuación. Se ataba un mono a la pata del sillón, un perro, una gacela o algún otro animal de compañía; un niño pequeño podía sentarse en el suelo al lado de su madre o en las rodillas de su padre.

159.

Damas en un fiesta hablando de pendientes.

Tebas.

155

Mientras tanto la conversación se iba animando, sobre todo en aquellas partes de la habitación donde había mujeres sen­ tadas juntas y discutían animosamente de los numerosos temas que se les ocurrían. Entre estos el tema del vestido no faltaba nunca y el de los modelos o el valor de las baratijas eran ana­ lizados con un proporcionado interés. Preguntaban ansiosas sobre quién era el orfebre de un pendiente o la tienda donde se había adquirido; comparaban el arte, el estilo y los materiales de sus alhajas con las de las demás y así codiciaban las de su vecina o preferían las suyas. Las mujeres de todas clases com­ petían con las otras en la exhibición de las «joyas de plata y joyas de oro», en la textura de su «vestido», en sus sandalias y en la forma o belleza de sus cabellos trenzados. Se consideraba como un bello cumplido intercambiarse flo­ res de sus ramos y los egipcios hacían gala de toda su vivaci­ dad cuando se sentaban. Los huéspedes no omitían nada que pudiera hacer su fiesta agradable y mantenían amenas conver­ saciones, que eran para ellos el gran encanto de una sociedad hábil, como para los griegos, que pensaban que era «más ne­ cesario y conveniente gratificar a la compañía mediante una conversación agradable, que con gran variedad de platos». Los invitados, por su parte, no desaprovechaban ninguna ocasión para demostrar cuánto estaban disfrutando; y el llamar la aten­ ción de los otros sobre los diversos objetos que adornaban la habitación, era un cumplido hacia el buen gusto del dueño de la casa. Admiraban los jarrones, las cajas talladas de madera y marfil y las ligeras mesas sobre las que se exhibían diversos detalles. También alababan la comodidad y elegancia de los si­ llones, los ricos cojines y las fundas de los sofás y otomanas, las alfombras y otras decoraciones. Algunos, a los que se in­ vitaba a ver los dormitorios, encontraban en los adornos colo­ cados sobre la mesa de tocador y en toda la decoración en ge­ neral, nuevos temas de admiración. A su vuelta a la sala de invitados declaraban con qué buen gusto estaba decorada toda la casa. En una ocasión, mientras los encantados invitados es­ taban inmersos en uno de estos ratos de admiración y otros

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estaban ocupados con los cotilleos (quizás de política o de los escándalos del día) un extraño joven, bien por atrevimiento o por poca precaución, se apoyó contra una columna que estaba colocada en el centro de la habitación para situar algún ador­ no provisional y lo arrojó sobre los que estaban sentados de­ bajo5. La confusión fue grande; las mujeres chillaban; y algu­ nas, con las manos levantadas, se esforzaban por proteger sus cabezas y escapar del golpe. Sin embargo, parece que nadie resultó herido; y una vez restaurada la armonía de la fiesta, el incidente proporcionó un nuevo tema de conversación, que con­ tarían con todo detalle a sus amigos al volver a casa. Los jarrones eran muy numerosos y de variadas formas, ta­ maños y materiales. Eran de piedra dura, alabastro, cristal, mar­ fil, hueso, porcelana, bronce, latón, plata u oro, y los de las cla­ ses más pobres eran de cerámica vidriada o de barro común: muchos de sus jarrones ornamentales, como los que se usan hoy en día, eran de las formas más elegantes y podrían com­ petir con los griegos. Los egipcios normalmente mostraban en estos adornos de lujo que decoraban su casa, el gusto de un pueblo altamente refinado. Tanto se parecían a las piezas de las mejores épocas de la antigua Grecia en su forma y en los adornos que les colocaban, que se podría incluso pensar que estaban copiados de modelos griegos. Pero eran puramente egipcios y habían sido universalmente adoptados en el valle

160.

Vasos de oro del tiempo de Tutmosis III.

Tebas.

5 Lamento haber perdido la copia de este entretenido tema. Estaba en una tumba en Tebas.

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del Nilo, mucho antes de que las elegantes formas que admi­ ramos fueran conocidas en Grecia, hecho invariablemente re­ conocido por los conocedores de la remota era de los monu­ mentos egipcios y de las pinturas que los representan. Algunos de los más elegantes datan del primer período de Tutmosis ΠΙ, que vivió entre mil cuatrocientos o mil quinien­ tos años antes de nuestra era y no sólo admiramos sus formas, sino la riqueza de los materiales con los que estaban hechos, los colores y los jeroglíficos, que muestran que eran de oro y plata o de plata con incrustaciones de oro. Los de bronce, alabastro, cristal, porcelana e incluso cerá­ mica común, también merecen admiración por la belleza de sus formas, los diseños que los adornaban y la calidad del material; las tazas de oro y plata a menudo estaban bellamente talladas y tenían piedras preciosas incrustadas. Entre estas se distinguen las esmeraldas verdes, la amatista púrpura y otras gemas. Cuando tenían las asas adornadas con cabezas de animales, los ojos a me­ nudo estaban representados por estas piedras, excepto cuando se usaba esmalte o alguna composición coloreada como sustituto. Que los egipcios usaban piedras preciosas para decorar sus jarrones y para collares, anillos, brazaletes y otros adornos pro­ pios de mujeres, queda patente en las pinturas de Tebas y por los numerosos artículos de joyería encontrados en las tumbas. Parece que a veces se envia­ ron a Egipto en bolsas similares a las que contenían el oro en polvo que las 161. Bolsas, generalmente con naciones conquistadas traían como tripoivo de oro, atadas y selladas, buto a los egipcios, y que estaban ataTebasdas y aseguradas con un sello. Muchos de los jarrones de bronce encontrados en Tebas y en otras partes de Egipto eran de exce­ lente calidad y prueban la habilidad que poseían los egipcios en el arte del trabajo y la mezcla de los metales. Son sorprenden­ tes los ricos tonos sonoros que emiten al ser golpeados, el fino pulido que aún hoy se puede ver en algunos y el buen acabado

158

162.

Jarras, con una o dos asas. figs. 1, 2. Cántaros de barro encontrados en Tebas. 3 ,4 . Jarrones de bronce. 5. Lo mismo visto desde arriba, mostrando la parte superior del asa. 6 a 19. De las pinturas de Tebas.

159

163.

160

Jarrones adornados con una o dos cabezas o el animal entero. fig. 2. Lleva escrita la palabra oro encima.

Tebas.

161

164.

Jarrones ricamente adornados con cabezas de animales, y figuras de cautivos.

Tebas.

que le daban los orfebres: no menos dignos de alabanza son los cuchillos y dagas, hechos del mismo material. La elasticidad que poseían y que aún hoy conservan, era de tal calidad como la que se espera encontrar en las hojas de acero actuales. Aún no han podido determinarse las proporciones exactas del cobre y la ale­ ación, en ninguno de los ejemplos que se conservan en los mu­ seos de Europa, pero sería curioso saber su composición, par­ ticularmente la de la interesante daga de la colección de Berlín, que es tan notoria por la elasticidad de su hoja, como por la ni­ tidez y perfección de su acabado. Muchas contienen diez o vein­ te partes de latón y ochenta o noventa de cobre. Algunos jarrones tienen un asa y otros dos. Algunos esta­ ban adornados con las cabezas de animales salvajes, como íbi­ ces, antílopes o gacelas. Otros tenían una cabeza a cada lado, de zorro, gato o algo similar. Otros estaban adornados con ca­ bezas de caballos, un cuadrúpedo entero, una cabeza de gan­ so, figuras de cautivos u otros adornos. Algunas veces eran grotescos y monstruosos, especialmente cuando formaban par­ te de las ofrendas que traían los pueblos conquistados del nor­ te, que pueden ser asiáticos más que egipcios. Uno de ellos

Tebas. 165. fig. 1. Jarrón, con la cabeza de un pájaro como tapa. 2. Con la cabeza de un monstruo Tifón. 3. Un jarrón dorado, sin asas. Son de los tiempos de las dinastías x v i i i y xix.

162

(fig. 1) parece que tenía como tapa la cabeza del dios asirio representada en las esculturas de Nimrud, que se suponía que era un buitre, un pájaro cuyo nombre, nisr, recuerda al de «Nisroch, el dios» de Nabucodonosor. Eran de porcelana o de esmalte en oro y era sorprendente el brillo de sus colores. La cabeza de un monstruo tifón también sirvió de tapadera para estos jarrones, al igual que como soporte de un espejo (en el que se miraba a diario una dama egipcia). Pero estos dos y la cabeza de pájaro son de tiempos muy tempranos y han sido encontrados entre los jarrones traídos como parte del tributo de Asia a los reyes de las dinastías x v i i i y xix. La cabeza del monstruo Tifón guarda cierta analogía con la de Medusa. Se piensa que era del dios sirio Baal, cuyo nombre se asoció al­ gunas veces con el de Set o Tifón, el maligno. También había un rhyton o copa de beber, con la forma de una cabeza de gallo, que formaba parte del tributo del pueblo de Kufa a Tutmosis m. Estos jarrones adornados en exceso, con una confusa mez­ cla entre modelos de flores y volutas, parecen haber venido en su mayoría de Asia. Es notorio que los ornamentos de Níneve tengan el mismo carácter. A veces son tan faltos de gusto como las botellas de vino y los tiestos de una bodega o jardín inglés. Pero muchos de los traídos por el pueblo de Rotnn tienen toda la belleza de formas encontradas en los ja­ rrones griegos. Algunos tienen una sola asa fijada en un lado y tenían una forma no muy distinta a nuestras jarritas de leche6, adornados con cabezas de buey u otros ornamentos. Otros eran de bron­ ce y oro, con las asas del mismo metal. Muchos jarrones tenían asas simples o argollas a cada lado; otros carecían de estas y de cualquier ornamento exterior; algunos estaban adornados con un simple aro unido a una barra7 o con un pequeño nudo,

6 Grabado 166, figs. 1, 2. 7 Grabado 161, figs. 1, 2.

163

166. figs. 1 y 2. Jarrones de un período temprano. 4. Copa de beber de porcelana.

De las pinturas de Tebas. 3. Jarrones sobre un soporte. 7. Jarrón de bronce, ribeteado con oro.

que sobresalía en un lado8; y muchos de los usados en el ser­ vicio del templo, muy adornados con figuras de las deidades en relieve9, tenían un asa curva móvil, parecida, aunque más elegante, a sus utensilios de cocina comunesl0. Eran de bron­ ce, adornados con figuras en relieve o grabadas; y una de és­ tas encontrada por Salt mostraba, por la elasticidad de su tapa y la perfección con la que encajaba en la boca del jarrón, la gran maestría de los artesanos egipcios ". Otro, de dimensiones mucho mayores y de forma distinta, que traje de Tebas y entregué al Museo Británico, es también de 8 9 10 11

164

Grabado Grabado Grabado Grabado

167, figs. 3, 4, 5. 168, fig. 1. 168,fig. 3. 172.

167. fig, 1. Vasija de bronce, que traje de Tebas, y ahora está en el Museo Británico. 2. Muestra cómo está sujeta el asa. 3. Jarra de alabastro de Tebas, de los tiempos de Nekao. 4. Jarrón de cristal, en Berlín. 5. Jarrón de piedra. 6 a 9. De las esculturas de Tebas.

bronce, con dos grandes asas sujetas con tomillos. Aunque se parece a algunas de las vasijas representadas por las pinturas en una cocina egipcia, su ligereza parece mostrar que más bien se usaba como palangana o para algún propósito similarl2. Los jarrones coronados por una cabeza humana, que servía de tapa, parecen haber sido usados con mucha frecuencia para guardar oro y otros objetos preciosos, como lo podemos apre12 Grabado 169.

168.

169.

fig. 1. Vasija de bronce usada en el templo. 2. Una más grande, en el Museo de Berlín. 3, 4, 5. Utensilios culinarios en las esculturas de Tebas.

Recipiente de bronce que traje de Tebas.

ciar en los que se han encontrado en ciertas pequeñas cámaras de Medinet Habu, que eran el tesoro del rey Ramsés m. Y si Ramsés era realmente el mismo que el rico Rampsinito de Herodoto, estas cámaras pueden haber sido las que contenían el mismo tesoro que él menciona, donde los ladrones mostraron tanta destreza.

166

170 .

171

fig. 1. Jarrón de alabastro en mi posesión, de Tebas. 2. Jarrón de porcelana de la colección del Salt.

V

fig. 1. Jarrón de alabastro, con aceites aromáticos, en el museo del Castillo de Almvick. 2. Jeroglíficos de un jarrón, con el nombre de la reina, la hermana de TYitmosis III. 3. La tapa. 4 y 9. Vasijas de porcelana, de las pinturas de Tebas. 5. Jarrón de porcelana en mi posesión, de Tebas. 6. Pequeña vasija de marfil, en mi posesión, con un ungüento de color oscuro, de Tebas. 7. Vasija de alabastro con la tapa (8), en el museo del Castillo de Alnwick.

167

172. Jarrón de bronce de la colección Salt.

173. Botella de cristal.

Tebas.

Las botellas, jarritas y vasijas, usadas para guardar pomadas o para otras utilidades relacionadas con el aseo, eran de alabas­ tro, cristal, porcelana, y materiales duros, como el granito, ba­ salto, pórfido o sexpentina; algunas estaban hechas de marfil, hueso y otros materiales, de acuerdo con los gustos o medios del individuo; o las jarras de barro y las botellas de agua de Coptos, como las modernas de Bailas y Keneh (ciudades vecinas) eran altamente apreciadas incluso por los extranjeros. También eran numerosas las cajas pequeñas de madera o marfil y, al igual que los jarrones, eran de muy variadas for­ mas. Algunas, que contenían cosméticos, servían para de­ corar el tocador de las damas. Estaban talladas de diversas formas y cargadas con diversos adornos en relieve: algunas veces representaban la favorita flor de loto, con sus yemas y tallos, un ganso, una gacela, un zorro u otros animales. A l­ gunas eran de una longitud considerable y terminaban en una concha hueca, parecida a una cuchara en forma y profundi­ dad, cubiertas con una tapa que giraba en una bisagra, y a esto, que se le puede llamar propiamente una caja, le añadían

168

una parte que puede considerarse como un mero accesorio or­ namental o que servía de mango.

174.

Caja con un asa grande, colección Salt.

175.

Caja en el Museo de Berlín, con la tapa abierta.

Generalmente eran de madera de sicómoro, otras veces de tamarisco13 o de acacia; y otras veces el marfil y la taracea eran sustitutos de la madera. Muchas llevaban un asa de longitud menos desproporcio­ nada, que representaba la usual flor de loto o una figura o un monstruo tifón, un animal o un pájaro, un pez o un reptil. La misma caja, tuviera tapa o no, era acorde al resto. Algunas ca13 Grabados 174, 175.

169

176 .

Cajas de madera, o platillos sin tapa.

Colección Salt.

jas más profundas seguramente se usaban para guardar pe­ queñas cantidades de ungüentos, que se cogían de un recipiente más grande cuando se iban necesitando o para otros fines re­ lacionados con el baño, para los que no se requerían cajas de tamaño mayor. En muchos casos se parecían más a cucharas que a cajas.

177. Otras cajas abiertas, cuya forma se ha tomado de la corona del nombre de un rey. Castillo Alnwick y Museo Leyden.

170

Muchas tenían la forma de óvalo real, con y sin asa14; o se vaciaba el cuerpo de un pez de madera y se cubría con una tapa que imitaba las escamas, para engañar al ojo, dando la impresión de ser una masa sólida. Algunas veces se representaba un ganso, listo para

178.

Caja con forma de pez, con taja.

179.

Caja con y sin tapa.

180.

Cajas en forma de gansos.

Colección Salt.

Museo d e l castillo de Alnwick.

Colección Sait y el Museo Leyden.

comer15o nadando en el agua16y arreglándose las plumas. La cabe­ za era el asa de una caja cuya cavidad era el cueipo hueco; algunas consistían en una parte abierta o taza, unida a una caja cerrada17, 14 15 16 17

Grabado Grabado Grabado Grabado

177. 179, fig. 1. 180,fig. 2. 181.

171

que cuando tenían formas diferentes ofrecían la variedad usual de ornamentos, y las que no tenían tapa, pueden llamarse plati­ llos. Otras tenían la forma y carácter de una caja, más proftinda y con más capacidad y eran usadas probablemente para guardar baratijas, u ocasionalmente como depósitos de pequeños tarritos de pomada, aceites perfumados o botellitas con colirio que las mujeres se aplicaban en los ojos.

181.

Una parte abierta y otra cubierta.

Colección Salt.

182. Caja con la tapa colocada, como es habitual, sobre una bisagra. Colección Salt.

183.

172

Una caja con y sin tapa.

Colección Salt.

Algunas estaban divididas en compartimentos separados, cu­ biertas por una tapa corrediza, que se deslizaba por una ranura18 o giraba sobre una bisagra colocada en un extremo. Algunas que eran aún de mayores dimensiones servían para guardar un es­ pejo, peines, e incluso ciertos objetos de vestir.

184.

fig. 1. Una caja, con adornos en relieve, dividida en compartimentos. 2. La tapa, que se desliza por una ranura. Colección Salt.

Estas cajas eran normalmente de materiales caros, chapa­ das con maderas exóticas o hechas de ébano, con incrustacio­ nes de marfil, pintadas con diversos motivos o teñidas imitan­ do materiales más valiosos. El modo de sujetar la tapa y el curioso sustituto de bisagra que tenían algunas, muestran que ésta se podía quitar del todo y que la caja permanecía abierta mientras se usaba. Este principio podrá entenderse mejor si se consulta el grabado 185, donde la figura 1 es un gráfico que representa un corte transversal de la caja y la figura 2 repre­ senta el interior de la tapa. En la zona superior de la parte tra­ sera (c), en la figura 3, se puede ver un pequeño agujero cor­ tado (e), donde, cuando la caja está cerrada, encaja el nudo (d), que sale de la barra transversal (b), situada en el interior de la tapa. Los dos nudos (f y g), uno en la tapa y el otro en la pai­ te delantera de la misma caja, servían no sólo de adorno, sino

18 Grabado 184.

173

185. fig. 1. Sección de la caja. A, la tapa; K, la base; C y D, los dos lados. 2. El interior de la tapa; B y H, barras transversales clavadas en el interior de la tapa. Encontrada en Tebas.

para atarla con una banda que se colocaba alrededor y se ase­ guraba con un sello. Los tiradores de ébano o de otras maderas duras, eran muy co­ munes. Estaban cuidadosamente labrados y tenían incrustaciones en marfil y plata. Podemos ver un ejemplo en el gráfico 5. Algunas cajas terminaban en una punta dividida en dos par­ tes, una de las cuales se movía girando sobre pequeños pivo­ tes sujetos en la base y los dos extremos de la caja parecían por su forma los hastiales, como la parte superior parecía el teja­ do de una casa19. Los lados, así como era habitual estaban su­ jetos con pegamento y clavos, generalmente de madera y en­ samblados con cola de milano, un método de ensamblaje adoptado en Egipto desde época remota; pero su descripción corresponde más bien al trabajo de la madera, igual que los métodos empleados para sujetar los peines y otros objetos si­ milares de tocador.

19 Ver cajas en el cap. vn en la sección de carpinteros.

174

Se han encontrado algunos jarrones dentro de cajas hechas de mimbre, cerradas con tapas de madera, junco, u otros ma­ teriales, que se supone pertenecían al tocador de una mujer o a un médico. Un ejemplar de estos, ya mencionado20, se con­ serva el museo de Berlín.

186. Botella de terracota, quizá usada por los pintores para poner agua, y que se sujetaba con el dedo pulgar. Colección Salt.

También se han encontrado en abundancia botellas de te­ rracota de las formas y dimensiones más variadas, hechas para todo tipo de propósitos para los que podían valer. Una parecía haber pertenecido a un pintor y se debió usar para echar agua para diluir los colores, ya que la forma y posición del asa su­ gieren que se cogía con el dedo pulgar de la mano izquierda, mientras la persona pintaba o escribía con su mano derecha. Para hacer los jarrones y botellas, los egipcios no sólo usa­ ron la piedra y otros materiales anteriormente mencionados, sino que también usaron el cuero o piel acondicionada. Algunas de estas eran importadas por Egipto de países extranjeros. Como en la sociedad griega y romana, la piel era normalmente usada entre los egipcios para guardar vino, pero nunca se han visto botellas de cuero en las fiestas egipcias, bien porque servían el vino directamente del ánfora o porque lo servían en la mesa. Las botellas y jarrones de boca estrecha, llenos de agua, se colocaban en el salón, normalmente tapados con un material li­ gero que permitía la salida del aire caliente al enfriarse el pro­ ducto y por lo general se colocaban en una corriente de aire para

20 Ver grabado 92.

175

favorecer la evaporación. Para tapar estos jarrones, a menudo se usaban hojas que despedían una agradable fragancia, tal y como se sigue haciendo hoy en día. Parece, pues, que los antiguos ha­ bitantes de Egipto tenían el mismo prejuicio contra los jarrones sin tapar que sus actuales habitantes21. Mientras se entretenía a los invitados con la música y la danza, se preparaba la comida, pero como constaba de un considerable número de platos y la carne se mataba para la ocasión, como aún se hace hoy en día en los países tropicales y del Este, pasaba algún tiempo antes de que se trajera a la mesa. Un buey, un cabrito, una cabra salvaje, una gacela o un orix y una gran cantidad de gansos, patos, cer­ cetas, codornices y otros pájaros eran seleccionados normal­ mente, pero el cordero estaba excluido de la mesa de Tebas. Plutarco incluso dice que «ningún egipcio comería la carne de cordero, excepto los licopolitas», que hacían esto como un cum­ plido hacia los lobos que veneraban. Estrabón confina su sa­ crificio únicamente al nomo de Nitriotis. Pero, aunque no se mataban las ovejas ni para la mesa ni para el altar, estos abun­ daban én Egipto e incluso en Tebas, y se mantenían grandes re­ baños, apreciados por la lana que producían, particularmente en las vecindades de Menfis. Algunas veces los rebaños tenían más de dos mil cabezas. En una tumba bajo las Pirámides, que data de hace más de cuatro mil años, se trajeron 974 cameros para que los escribas los registraran entre los muertos, lo que significa un número igual de ovejas, independientemente de los corderos22. La carne de buey y de ganso era la que principalmente se consumía en Egipto y por una razón prudente: era un país don­ de no abundaban los pastos, ni tampoco el ganado vacuno; la vaca era considerada sagrada y por tanto su consumo estaba prohibido. A sí pues, se evitaba el riesgo de agotar el rebaño manteniendo un surtido constante de bueyes para la mesa y

21 Grabado 156, fig s , a, b, c, d, e. 22 Ver el sép tim o grabado en el cap. vm .

176

para la agricultura. Un miedo similar a acabar con el número de ovejas, tan apreciadas por su lana, llevó a una preferencia por la carne de buey o de ganso. Aunque eran mucho menos ligeras y ricas que el cordero. EnAbisinia es un pecado comer gansos o patos y la experiencia actual enseña que en Egipto y en climas similares, el buey y el ganso no son una comida re­ comendable, excepto en los meses de invierno. Se servía una cantidad considerable de carne en aquellas comidas a las que había muchos extranjeros invitados, como entre los pueblos de Oriente en la actualidad, cuyo azuma o banquete es famoso por presentar una gran variedad y canti­ dad de platos, por la profusión de viandas y cuando el vino está permitido, también por la abundancia de bebida. Un sinfín de verduras estaban también presentes en todas las ocasiones y, cuando cenaban en privado, los platos que se componían sólo de verdura eran más solicitados que los de carne, incluso en la mesa de los ricos. En consecuencia los israelitas, quienes, tras su larga estancia allí habían adquirido hábitos similares, los preferían a las carnes y pescados de Egipto23. El modo en que comían era muy parecido al modo en que lo hacen hoy los habitantes de El Cairo y en todo el Este: cada cual se sentaba alrededor de una mesa y mojaba su pan en un plato situado en el centro, que era retirado a un gesto hecho por el huésped. A éste le seguían otros platos, cuyo orden dependía de reglas establecidas y cuyo número estaba predeterminado por el magistral de las fiestas o la categoría de los invitados. , Entre las clases más bajas, la verdura constituía una parte muy importante de su alimentación y rápidamente se aprove­ chaban de la variedad y abundancia de las suculentas raíces que crecían espontáneamente en las tierras irrigadas por el creciente Nilo, tan pronto como sus aguas se habían reabsorbido. Algunas se comían crudas y otras asadas a la brasa, hervidas o estofa­ das: su principal alimento y el de los niños consistía en leche

23 Nm 11:4,5.

177

y queso, raíces, leguminosas, curcubitáceos u otras plantas y frutas del campo. Herodoto describe la comida que toma­ ban los trabajadores de las Pirámides y dice que consistía en «rábanos, cebollas y ajos»; el primero, que ahora se lla­ m a/?#/ sabe como el rábano; pero ha omitido una legum­ bre, las lentejas, que era, como hoy en día, el principal cons­ tituyente de su dieta y que Estrabón muy propiamente añade a la lista. La roca de numulite, en el límite de estos monumentos, pre­ senta un conglomerado de testáceos insertados en ella, que en algunas ocasiones se parecen a pequeñas semillas. Estrabón imagina que eran las semillas de lentejas petrificadas, que ha­ bían traído los trabajadores, ya que constituían la comida dia­ ria de las clases obreras y de las clases más bajas de egipcios. Mucha atención se dedicó al cultivo de esta útil legumbre y algunas variedades se hicieron renombradas por su excelen­ cia, como las lentejas de Pelusio dignas de estima en todo Egipto y en países extranjeros. En pocos países hubo más variedad de verduras que en Egipto, como lo prueban los escritores de la Antigüedad, las esculturas y el número de personas que las vendían; y en los tiempos de la invasión árabe, cuando Alejandría fue tomada por Amer, el teniente del califa Ornar, no menos de cuatro mil personas se dedicaban a la venta de verduras en esa ciudad. El loto, el papiro y otras producciones similares de la tierra, durante y después de la inundación, eran, para los pobres, una de las mayores bendiciones que la naturaleza había otorgado nunca a ningún pueblo. Como la bellota en los climas del nor­ te, constituía quizás el único alimento de los campesinos en el temprano período de la colonización de Egipto. La fertilidad de la tierra, sin embargo, pronto permitió un producto más caro a los habitantes, y mucho antes de que hubieran hecho grandes avances en la civilización: se cultivaban en gran medida por todo el país cereales y plantas leguminosas. La palmera era otro im­ portante regalo que se les había otorgado: florecía espontánea­ mente en el valle del Nilo y no podía crecer en las áridas arenas

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del desierto; sin embargo, el agua era todo el alimento que pre­ cisaba. Este útil árbol producía dátiles en abundancia, fruta muy rica y nutritiva, que puede considerarse como un beneficio uni­ versal al alcance de toda clase de personas, y cuyo cultivo no re­ quiere grandes gastos ni interfiere con otros cultivos. Entre las verduras arriba mencionadas hay una que requie­ re ciertas observaciones. Juvenal dice que los egipcios tenían prohibido comer cebollas y se cuenta que fue excluida de la mesa egipcia. Pero incluso si, como supone Plutarco, las cebollas les estaban prohibidas a los sacerdotes, que «se abstenían de la ma­ yoría de las verduras», estas no estaban excluidas del altar de los dioses, ni de las tumbas, ni de los templos. Se puede ver a un sa­ cerdote sosteniéndolas en la mano o un altar cubierto con un ma­ nojo de sus hojas y raíces. Fueron introducidas tanto en cele­ braciones públicas como privadas, y se traían a la mesa junto con la calabaza, los pepinos y otras verduras. Los israelitas, cuan­ do abandonaron el país, lamentaban: «las cebollas» así como los pepinos, las sandías24, los puerros, el ajo y la carne que «co­ mieron» en Egipto25.

1

2

3

187. Carnicero matando y despiezando un íbice o cabra salvaje; los otros dos afilando sus cuchillos en un eslabón. Tebas.

24 Abtikhim, ver b a tik árabe, «sandía». 25 Ex 16:3; Nm 11:5.

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Las cebollas de Egipto eran suaves y de excelente sabor. Las comían tanto crudas como cocinadas las personas de las clases más altas así como las de clases más bajas; pero es difícil decir si las introdujeron en la mesa al igual que el repollo, como en­ trante para estimular el apetito, según recomienda Sócrates en el Banquete de Jenofonte. En esta ocasión, diferentes miembros de la fiesta mencionan curiosas razones para su uso. Nicerato observa que las cebollas saben bien con el vino y cita a Homero como apoyo a su afirmación. Cármides sugiere su utilidad «para engañar a una mujer celosa, que encontrando que el aliento de su marido olía a cebolla, se inclinaría a pensar que éste no ha­ bía saludado a nadie mientras había estado fuera de casa». La carne elegida para la mesa era normalmente la de buey o cualquier animal que hubiera sido elegido para la ocasión y se sacrificaba en un patio cerca de la casa. Se le ataban las cuatro patas y luego se le arrojaba al suelo; en esta posición le sujeta­ ban una o más personas, mientras el carnicero, afilando su an­ cho cuchillo sobre un acero que llevaba en el delantal, procedía a cortar el cuello del animal, lo más cerca posible de una oreja a otra, y a veces continuaban rajándole hacia abajo26. La sangre normalmente se recogía en una vasija o balde y se utilizaba para cocinar27, lo cual les fue prohibido repetidamente a los israeli­ tas por la ley de M oisés28. La razón de esta prohibición explíci­ ta se encuentra en la necesidad de impedirles adoptar una cos­ tumbre que habían visto tan recientemente en Egipto. Y no fue menos estrictamente prohibida por la religión mahometana; to­ dos los musulmanes contemplan esta costumbre de los egipcios y de los europeos modernos, con un horror y disgusto sin cali­ ficativos. Pero las morcillas fueron popúlales en Egipto.

26 Los israelitas a veces cortaban la cabeza de cuajo. Dt 2 1 :4,6. 27 Grabado \9 \,f ig . 2. 28 Dt 15:23 «Tú serás el único, pues, que no coma sangre: tú la derra­ marás sobre el suelo como si fuera agua.» Dt: 12:16, 23, «Asegúrate de no comer la sangre, porque la sangre es la vida.» Gn 9:4 y Lv 17:10, 11, 14, etcétera.

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Luego se le cortaba la cabeza y procedían a quitar la piel del animal, empezando por la pierna y el cuello. El primer cuar­ to que se le cortaba era la pata delantera derecha o el hombro; luego le seguían sucesivamente las otras partes, según la cos­ tumbre o la conveniencia; y el mismo proceso se observaba, cuando cortaban a las víctimas que se ofrecían en sacrificio a los dioses. Los sirvientes iban llevando los cuartos a la cocina en bandejas de madera y el cocinero, una vez seleccionadas las partes apropiadas para hervir, asar o cocinar de alguna otra for­ ma, las preparaba para el fuego, lavándolas y llevando a cabo los demás preparativos que consideraba necesarios. En las gran­ des cocinas, el chef o cocinero jefe tenía varias personas a su cargo, que debían ocuparse de preparar y hervir el agua para la caldera, poner los cuartos en asadores o broquetas, cortar o picar la carne, preparar las verduras y cumplir con otras obli­ gaciones que se les asignara. El modo tan peculiar de cortar la carne frecuentemente nos impide saber la parte exacta que intentan representar en las es­ culturas. Los cuartos principales, sin embargo, parecen ser la cabeza, el hombro y la pata, con las costillas, rabo o cadera, el corazón y los riñones. De forma similar ocurre en los altares y en las mesas de las casas particulares. Una de las partes es dig­ na de mención por ser totalmente diferente a cualquiera de nues­ tros cuartos europeos, pero exactamente igual a uno que se ve muy frecuentemente en las mesas egipcias modernas: es parte de la pata, que consiste en la carne que cubre el hueso, cuyos extremos sobresalen ligeramente; el dibujo adjunto encontrado en las esculturas, y el boceto del mismo cuarto de una mesa ac-

188.

Peculiar cuarto de carne en una mesa egipcia antigua y moderna.

181

tuai del Alto Egipto, muestran cómo el modo de cortarlo se ha mantenido como una costumbre tradicional hasta el día de hoy. La cabeza se dejaba con la piel y los cuernos y a veces se regalaba a alguna persona pobre, como recompensa por soste­

ner los bastones de aquellos invitados que venían a pie; pero normalmente se llevaba a la cocina con los otros cuartos y, a pesar de la afirmación de Heródoto, nosotros encontramos que incluso en los mismos templos se admitía para el sacrificio y se colocaba junto con otras ofrendas en el altar de los dioses. El historiador nos llevaría a suponer que un estricto escrú­ pulo religioso prohibiría a los egipcios de todas clases comer esta parte, porque afirma, «que ningún egipcio probaría la ca­ beza de ninguna especie animal», como consecuencia de cier­ tas imprecaciones que se podrían haber pronunciado contra ella en el momento del sacrificio. Pero como está hablando de ter­ neros sacrificados para el servicio de los dioses, podemos con­ cluir que la prohibición no se hacía extensiva a aquellos sacri­ ficados para la mesa, ni tampoco a todos los que se ofrecieran para sacrificar en el templo; y como ocurre con la ceremonia del chivo expiatorio entre los judíos, quizás esa importante ce­ remonia estuviera reservada a ciertas ocasiones y a animales elegidos, sin hacerse extensiva a cada víctima que se matara. La fórmula de la imprecación era probablemente muy si­ milar entre los judíos y los egipcios. Herodoto dice que estos

182

últimos pedían a los dioses que «si alguna desgracia iba a su­ ceder a los que hacían la ofrenda o a los otros habitantes de Egipto, que cayera sobre aquella cabeza». Entre los primeros era costumbre que el sacerdote cogiera dos cabras y las echa­ ra a suertes, «una para el Señor y la otra para el chivo expia­ torio», que se presentaba vivo «para hacer expiación» por el pueblo. Luego el sacerdote debía «colocar ambas manos sobre la cabeza de la cabra viva y confesar sobre ella todas las in­ iquidades de los hijos de Israel y todas sus transgresiones de todos sus pecados, poniéndolos sobre la cabeza de la cabra y así la enviaban conducida por un hombre adecuado al desier­ to». La afirmación de Herodoto debería, pues, ser referida a la cabeza, sobre la que se pronunciaba la imprecación; y siendo considerada en todo Egipto como una abominación, puede que se llevara al mercado y se vendiera a los extranjeros o si no los había, puede que se diera a los cocodrilos. El mismo modo de sacrificio y pre­ paración de los cuartos era común para todos los animales; pero los gansos y otras aves salvajes y domesticadas, se servían enteras o, como máximo, sin las patas y 190, buey y un Pajaro 1 ^ colocados enteros en el altar. las alas. El pescado también se servia en­ tero, cocido o frito, sin la cola ni las aletas. Para los servicios religiosos se preparaban generalmente de la misma forma que para las fiestas particulares; algunas veces, sin embargo, un buey entero era traído ante el altar y las aves se colocaban entre las ofrendas, sin haberles quitado ni siquiera las plumas. En el Bajo Egipto, o, como lo llama Herodoto «el país del cereal», tenían el hábito de secar y salar las aves de varias for­ mas, fueran codornices, patos y otras aves29; y el pescado lo preparaban de la misma forma en el Alto Egipto y el Bajo30.

29 Ver cazad ores de aves e n cap. vm . 30 Ver p escadores en e l cap. vm .

183

Algunos cuartos se cocían, otros se asaban: dos modos de preparar la comida que Heródoto parece confinai- a los egipcios, al menos en la paite sur del país; pero las diferentes formas de cocinar que había introducido Menes31 y que ofendieron los sen­ cillos hábitos del rey Tnephachthus, les habían enseñado desde hacía mucho tiempo a hacer «sabrosas comidas», lo que impi­ dió a Isaac distinguir la carne de venado joven del adulto. Los primeros griegos se limitaban a asar la carne y según observa Ateneo, el héroe de Homero rara vez «hierve sus comi­ das o las adereza con salsas». Los egipcios, por el contrario, ya en aquellos remotos tiempos tenían unos hábitos mucho más avanzados en cuanto a la forma de cocinar, signo inequívoco de su avanzada civilización. Los egipcios nunca cometieron los mismos excesos que los romanos durante los tiempos del Imperio, pero cayeron en há­ bitos de intemperancia y lujo tras la conquista persa y la as­ censión de los Ptolomeos. Por tanto, los escritores que los men­ cionan en ese período, describen a los egipcios como un pueblo libertino y amante del lujo, adicto a un inmoderado amor por los placeres de la mesa y a todo exceso en la bebida. Incluso usaron entrantes estimulantes para abrir el apetito, como el re­ pollo crudo, que despertaba y mantenía el deseo por el vino. Como es costumbre en Egipto y en otros países de climas cálidos hoy en día, cocinaban la carne tan pronto como mata­ ban al animal, para que estuviera tierna, lo mismo que hace que la gente del norte la guarde hasta que comienza a des­ componerse. Esto explica la orden de José de «matar y prepa­ rar» para que sus hermanos coman con él el mismo día a me­ diodía. Tan pronto como esto se había llevado a cabo y cuando todos los cuartos estaban preparados, en la cocina había una animada actividad. Los cocineros estaban ocupados en sus di­ ferentes secciones: uno regulaba el calor del fuego, atizándo­ lo o dándole aire con fuelles accionados con los p ie s32; otro 31 Es una figura mítica. Pudiera tratarse de Aha o Narmer. (N. del revisor.) 32 Ver cap. IX.

184

185

7. Preparando la carne para la caldera, que se lleva al fuego en la fig. 6. 8. Machacando algunos ingredientes para el cocinero. f, k. Aparentemente sifones. i, j. Cuerdas que pasan por argollas, y que sujetan distintas cosas, como seguro. s. Probablemente platos. u, v. Mesas.

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186

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6, 7. Haciendo un tipo de macarrón (/, m, ri) eñ una sartén sobre el fuego. 9. Cocinando lentejas, que están en los cestos, p, p. 8. Preparando el homo. 6,7. Haciendo bollos de pan rociados de distintas semillas. 15,16. Amasando pasta con la mano. 10. Llevando los panes al homo, que está ahora encendido. En a y b la masa se deja probablemente fermentar en un cesto, como se hace ahora en El Cairo.

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supervisaba la preparación de la came, espumando el agua con una cúchala o removiéndola con un tenedor largo33; mientras que un tercero en un gran mortero machacaba sal, pimienta, u otros ingredientes, que se iban añadiendo de vez en cuando al caldo. Líquidos de diversas clases, que algunas veces se va­ ciaban por medio de sifones34 estaban también listos para ser usados y lo que se quería mantener fuera del alcance de las ra­ tas u otros intrusos era colocado en bandejas, que se subían por medio de cuerdas que se deslizaban sobre aros colocados en el techo, para garantizar así su seguridad35. Otros sirvientes se encargaban de la pasta, que los panade­ ros o pasteleros habían hecho para la cena. Esta sección de pa­ nadería, que puede considerarse unida a la cocina, se presenta más variada que la última. Algunos tamizaban y mezclaban la harina36, otros amasaban la pasta con las m anos37 y le daban forma de bollos, que se preparaban para hornear y se coloca­ ban en una gran bandeja o tabla, que un hombre llevaba sobre la cabeza38 hasta el hom o39. Antes de esto se rociaban ciertas semillas sobre la superficie de cada bollo 40 y a juzgar por los que aún se usan en Egipto con el mismo propósito, eran prin­ cipalmente la Nigella sativa o kamóon aswed, el simsim 41 y la alcaravea. Plinio también menciona esta costumbre y dice que

33 Grabado 191, fig s. 4 y 5. 34 Esta parte del dibujo está muy deteriorada, pero queda lo suficiente como para demostrar que usaban sifones, que aparecen de nuevo y esta vez perfectamente conservados, en una tumba de Tebas. Ver cap. ix. 35 En h y f en grabado 191. 36 Grabado 191 a ,fig s . 13 y 14. 37 fig . 15. 38 Como en la actualidad. Ver, panadero jefe del Faraón, con «tres ces­ tos blancos en la cabeza». Gn 40:16 y Heród. 2:35, «Los hombres llevan carga en la cabeza, las mujeres en los hombros.» Pero no era la costumbre general. 39 Grabado 191a, fig s. 19 y x. 40 fig s. 11 y z. llamado o ïk por los egipcios. 41 L evam u m orien ta le. L in neo.

187

sobre los panes de Egipto se colocaban semillas de comino y que con la masa se mezclaban ciertos condimentos.

192.Cocinando gansos y distintos cuartos de carne. Tumba cerca de las Pirámides, fig. a, a. Cuartos en calderas, en el aparador, b. c. Mesa. 1. Preparando un ganso para el cocinero (2), que los pone en la olla d. 3. Asando un ganso al fuego (e) de peculiar construcción. 4. Cortando la carne. /. Cuartos en una mesa. g. Carne guisada en una cazuela sobre el fuego o magur.

Algunas veces amasaban la masa con los pies 42. Esta masa estaba colocada en un gran recipiente de madera sobre el suelo y quedaba después en un estado más líquido que cuando se mez­ claba con la mano. Luego se llevaba en jarras al pastelero, que hacía una especie de macarrones, en una somera sartén de me­ tal sobre el fuego. Dos personas se necesitaban para este proce­ so: una que le daba vuelta con una espátula de madera y otra que la sacaba con dos palos puntiagudos43 cuando estaba cocida y que la colocaban en un lugar adecuado donde se guardaba el res­ to de la pasta. Esta última era de varias clases y se extendía con la mano. A veces se mezclaba con frutas u otros ingredientes y se le daba la forma de un bollo con tres esquinas, de un buey acos­ 42 Heród. 2:36 y figs. 1 y 2.

« figs. 6, 7 y 1.

188

tado, una hoja, una cabeza de cocodrilo, un corazón u otras fi­ guras44, según la imaginación del pastelero. Que su sección es­ taba unida a la cocina45, se puede ver por la presencia de un hom­ bre en la esquina del dibujo, ocupado cocinando lentejas para la sopa o gachas46; su compañero47 trae un haz de leña para el fue­ go y se ven junto a él cestas de mimbre llenas de lentejas4S. Las grandes cazuelas que contenían la carne para hervir, sacadas del aparador49, donde estaban guardadas con los cuar­ tos, se colocaban sobre un fuego de leña en la chimenea, apo­ yadas sobre piedras o sobre un marco de metal o trípode50. Las más pequeñas, probablemente aquellas que contenían la came estofada, se colocaban sobre un trípode, bajo el cual había una perola51 con carbón, precisamente similar al magur, usado en el Egipto moderno52. Los gansos y cuartos de carne se asaban en un fuego de construcción muy peculiar, que tenía única­ mente este propósito53; el cocinero pasaba sobre ellos un aba­ nico 54 que hacía las veces de fuelle. Para calentar agua o co­ cer carne, se usaba principalmente la leña; pero para asar carne, carbón vegetal, como en las modernas cocinas de El Cairo. Las esculturas representan a los sirvientes trayendo este carbón en

44 fig s , d, f, g, h, i, k; f y g parecen tener la fruta a parte de la masa. Pasteles de la forma de f se han encontrado en la tumba de Tebas, pero sin ninguna fruta ni ningún otro condimento. 45 El panadero jefe del Faraón llevaba en el cesto superior «todo tipo de carnes asadas», no sólo «pan», sino «toda clase de comida». Gn 40:17. Antiguamente, entre los romanos, no se diferenciaban cocinero y pana­ dero. 46 fig . 9. 47 fig . 10.

48 49 50 51 52 53 54

En p. En b. Grabado 192, en d, E ne. En g. E ne. E nf.

189

esterillas, de la misma forma que las de hoy en día. Algunas veces usaban unas bolas redondas para cocinar, probablemen­ te una mezcla de carbón vegetal y otros ingredientes, que se pueden ver en un dibujo que representa a un sirviente sacán­ dolas de una cesta y poniéndolas en un horno, mientras que otro da aire al fuego con un abanico. Que la comida principal se servía al mediodía se puede sa­ ber por la invitación que dio José a sus hijos; pero es probable, que, como los romanos, también cenaran, como es aún la cos­ tumbre en el Este. La mesa era muy parecida a como es hoy en día en Egipto: una pequeña banqueta, que servía de apoyo a una bandeja redonda, en la que se colocaba los platos. Pero se di­ ferenciaba de esta en que tenía una cumbre circulai' fijada so­ bre un pilar o pata, que a menudo teñía la forma de un hombre, generalmente un cautivo, que sostenía la tabla sobre su cabeza. Era toda de piedra o de alguna madera dura. Sobre esta se co­ locaban los platos y las hogazas de pan, algunas de las cuales no eran muy diferentes de las modernas hogazas de pan egip­ cias, planas y redondas como los bollos ingleses. Otras tenían la forma de roscas o pasteles y estaban rociadas de semillas. Generalmente la mesa no se cubría con ningún mantel, pero era costumbre lavarla con una esponja o servilleta cuando se quitaban los platos. Luego era pulida por los sirvientes cuan­ do los invitados se habían retirado. A veces se extendía una servilleta sobre la mesa, al menos en aquellas ocasiones en las que se llevaban ofrendas en honor a los muertos. Uno o dos in­ vitados se sentaban normalmente a la mesa, aunque por la men­ ción de que las personas se sentaban en fila según el rango se ha supuesto que las mesas a veces eran alargadas, como pue­ de haber sido el caso cuando los hermanos de José «se senta­ ron ante él, de mayor a menor, por orden de nacimiento», mien“ tras José comía solo en otra mesa «que estaba colocada en frente de todos ellos». Pero incluso si la mesa era redonda, tam­ bién se podían sentar según el rango, pues había siempre un puesto de honor en la mesa redonda de Egipto, como sucede incluso en la actualidad.

190

En las casas de los ricos, el pan se hacía de trigo. Las clases más pobres se tenían que contentar con hogazas de cebada o de dura (Holcus sorghum), que tanto utilizan últimamente. Herodoto se confundió cuando escribió que ellos pensaban que «era la ma­ yor desgracia vivir de trigo y cebada», como cuando dijo que «nadie bebía en tazas que no fueran de bronce». Las tazas en las que bebían los egipcios no sólo eran de muy distintos materia­ les, sino de muy distintas formas. Algunas eran sencillas y sin adornos, otras, aunque de pequeñas dimensiones, estaban hechas a imitación de jarras más grandes. Muchas eran como nuestras propias copas, sin asas y otras pueden llamarse vasos y platillos. Los primeros estaban hechos normalmente de alabastro, con una base redonda, de modo que no podían sostenerse derechos cuan­ do estaban llenos y había que sostenerlos con la mano; cuando se vaciaban, se les ponía boca abajo, apoyados en los bordes; los platillos, que eran de cerámica vidriada, tenían a veces flores de loto o peces, representados en su superficie cóncava.

193. Tazas de beber. fig. 1. Copa de alabastro, en el Museo del Castillo Alnwick. 2. Platillo o copa de cerámica azul vidriada, en la Colección de Berlín. 3. Vista lateral del mismo.

Las mesas, como en la comida romana, eran traídas y lue­ go recogidas, con los platos sobre ellas. Algunas veces cada

191

1 194.

La mesa retirada con los platos sobre ella.

2 Tumba cerca de las Pirámides.

cuarto se servía en un plato separado y la fruta colocada en una bandeja o tajadero se servía después de la carne y se traía al fi­ nal de la cena. En círculos menos refinados, particularmente en los tiempos más remotos, la fruta se traía en cestos, que se de­ jaban al lado de la mesa. Los platos consistían en pescado, car­ ne cocida, asada, condimentada de diversas formas, caza, aves y una gran variedad de verduras y frutas, en particular higos y uvas, durante la estación; la sopa o el «potaje de lentejas», como entre los egipcios modernos, era un plano bastante usual. Eran particularmente aficionados a las uvas y a los higos, lo que se de­ muestra por su constante introduc­ ción, incluso entre las ofrendas que se elegían para presentar ante los dioses; y los higos del sicomoro de­ bían tenerse en gran estima, ya que estaban seleccionados como las fru­ tas celestiales, dados por la diosa 195. Un pastel de dátiles secos, en­ Nepte a aquellos que eran juzgados contrado por mí en Tebas. En a hay un hueso de dátil. merecedores de ser admitidos a las

192

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76 Grabado 330, fig. 3 d.

394

de la máxima salomónica «no hay nada nuevo bajo el sol» y mues­ tra la habilidad de sus trabajadores en aquellos remotos tiempos. La estructura del carro era muy ligera y consistía en un mal­ eo de madera pintado, reforzado y adornado con metal y unido con cuero, como muchos de los mencionados por Homero: la parte de abajo se apoyaba sobre un eje y la parte inferior de la vara, que a su vez estaba insertada en otro eje. Algunos carros representados en los monumentos tenían «incrustaciones de pla­ ta y oro, y otros estaban simplemente pintados»; estos últimos, como podría esperarse, son los más numerosos; de estos se men­ cionan sesenta y uno mientras que de los otros sólo se mencio­ nan nueve. El borde superior de la parte frontal estaba unido a la vara por un par de correas o cuerdas que le daban estabilidad, como las cuerdas colocadas en la parte de atrás de nuestros mo­ dernos carros y carruajes. Cuando se desataban los caballos, el eje se apoyaba sobre una muleta o sobre una figura de madera de un hombre que representaba a un cautivo o un enemigo, que se consideraba adecuado para este degradante oficio. La mayor parte de los laterales y la totalidad de la parte de atrás iban abiertos; esta última estaba totalmente descubierta, sin ningún borde o marco por encima. La parte inferior del marco lateral comenzaba casi a la misma altura que el centro de la rueda e iba subiendo perpendicularmente o ligeramente inclinado hacia atrás, desde la base del carro hacia la parte de­ lantera describiendo una curva. Alcanzaba una altura de unos 75 cm y servía como salvaguarda para el conductor y como so­ porte de sus aljabas y de la caja de su arco. Para reforzarlo, se sujetaban a cada lado tres correas de piel y una plancha de ma­ dera recta lo conectaba con la base de la parte frontal, inme­ diatamente por encima de la vara, donde se ataban las cuerdas anteriormente mencionadas. La caja del arco, que frecuentemente estaba muy adorna­ da con la figura de un león y otros diseños, estaba inclinada hacia afuera, con su borde superior justo por debajo de la cu­ bierta flexible de cuero, que generalmente estaba a nivel con la cima del marco del carro. De este modo, cuando se sacaba

395

331.

Un carro de guerra, con estuches de arcos y equipamiento completo.

Tebas.

332.

Carro de los rechenu.

Tebas.

396

el arco de la caja, la cubierta de cuero caía hacia abajo y la parte superior no sobresalía. En la batalla esto no era por su­ puesto de gran importancia, pero en la ciudad, donde la caja del arco era considerada una parte importante de los adornos de un carro y nunca se prescindía de ella, se prestaba espe­ cial atención a la posición y caída de la cubierta una vez que se había sacado el arco, que no estaba permitido en la ciu­ dad. Porque, como he observado, el civilizado estado de la sociedad egipcia requería la ausencia de todas las armas ex­ cepto cuando se estaba de servicio. Las aljabas y las cajas de las lanzas iban colocadas en dirección contraria apuntando hacia adentro; algunas veces se colocaba junto a la caja del arco una aljaba adicional cerrada, que contenía mazas y otras armas, y todos los carros de guerra que llevaban dos hombres iban equipados con un doble número de arcos. Hay muchas representaciones de los procesos de construc­ ción de la vara, las ruedas y otras partes del carro, e incluso el modo de doblar la madera con este propósito77. Para hacer las tiras ornamentales, las piezas colgantes y las uniones del mar­ co y las cajas, se usaba principalmente cuero teñido de varios

1 333.

2 Cortando el cuero y montando un carro.

3 Tebas.

77 Grabado 334.

397

398

Doblando y preparando la parte de madera de un carro.

Tebas.

tonos y luego se adornaban con bordes de metal y tachuelas. Las ruedas, reforzadas en sus uniones con bronce o bandas de latón, iban sujetas con un aro de metal78. Los egipcios mismos no han dejado de señalar qué tareas eran propias del carpinte­ ro y cuáles las del curtidor. El cuerpo y el marco del carro, la vara, el yugo y las ruedas, eran trabajo del primero; las cajas de los arcos y otras armas, la silla y arreos, las ataduras del marco del carro y las fundas de la estructura, eran terminadas por el curtidor. En la representación de estas tareas el artista ha introducido una piel entera y las suelas de un par de zapa­ tos 79 o sandalias, colgadas en el taller del artesano para seña­ lar la naturaleza de las sustancias que empleaban, por si en el dibujo no quedara suficientemente claro que estaban ocupados en cortar y doblar el cuero para este propósito; además hemos encontrado un cuchillo semicircular80 usado por los egipcios para cortar el cuero precisamente similar a los nuestros, que data de la remota era del rey Amenofis II, que vivió catorce si­ glos antes de nuestra era. En los carros de guerra, las ruedas tenían seis radios, gene­ ralmente redondos; en muchos carrocines o carros particula­ res, empleados en las ciudades, sólo cuatro; la rueda iba fija­ da al eje por un pequeño pivote, coronado algunas veces por una cabeza ornamental y asegurado por una correa que pasa­ ba por el extremo inferior. Los arreos de los carrocines y de los carros de guerra eran casi iguales; la vara de cualquiera de los dos se apoyaba sobre un yugo curvo fijado en su extremo por un fuerte pivote y ata­ do con tiras o correas de piel. El yugo, que se apoyaba sobre una silla acolchada, estaba firmemente fijado en una ranura de me­ tal y la silla, colocada sobre la cruz de los caballos y equipada con cinchas y bandas colocadas sobre el pecho, estaba remata-

78 Cf. Homero. II. 5:724. 79 Grabado 333,1 y g. 80 Aparece frecuentemente. Ver grabado 333, c.

399

335.

Carros en perspectiva, de una comparación de diferentes esculturas.

da por un mango ornamental, en frente del cual había un pe­ queño gancho donde se aseguraban las riendas de la dirección. Las otras riendas pasaban a través de una tira o argolla si­ tuada a un lado de la silla y desde allí pasaban al extremo sa­ liente del yugo. La misma correa servía para atar las cinchas, e incluso parece que en algunos casos estaba unida a estas. En los carros de guerra una gran bola colocada sobe un fuste, so­

400

bresalía por encima y o bien servía para dar mayor poder al conductor, permitiéndole tirar de las riendas por una ranura si­ tuada en su centro, o se añadía únicamente con propósitos or­ namentales, como los sombreros que llevaban los caballos en la cabeza y que se fijaban al yugo inmediatamente por encima del centro de la silla81 o más bien a la cabeza de un pivote que conectaba el yugo a la vara82. Los tirantes eran sencillos, sólo uno en la parte interior de cada caballo, atado a la parte inferior de la vara, que desde allí se extendía hasta la silla; no se pensó que fuera necesario ningún ti­ rante exterior ni en atarlo al carro. En realidad el yugo era sufi­ ciente para satisfacer todos los propósitos de tiro así como para el apoyo del carro. Al estar fijado a la silla se podía mantener a los caballos a la misma distancia en una posición relativa y se evitaba que salieran fuera de la línea de tiro. Para hacer esto más inteligible, introducimos un dibujo de un par de caballos enyu­ gados a un carro según las reglas europeas, derivado de una com­ paración de numerosas representaciones que vi en las esculturas, omitiendo sólo sus cubiertas y ornamentos de la cabeza, que pue­ den haber quedado entendidos por los dibujos. También he se­ guido la moda egipcia de poner juntos un caballo castaño y otro gris, que se pensaba era bastante correcto en el antiguo Egipto, como también lo es ahora en Inglaterra. En las grandes ocasiones los caballos egipcios iban adorna­ dos con numerosos ornamentos: una cobertura a rayas o a cua­ dros rematada por un ancho borde y grandes borlas colgantes, les cubría todo el cuerpo; y dos o más plumas, insertadas en cabezas de leones o algún otro adorno de oro, formaban una cresta sobre el adorno de la cabeza. Pero toda esta parafernalia estaba confi­ nada sólo a los carros del monarca o de los jefes militares, y se pensaba que adornar las bribas con escarapelas era suficiente en las guarniciones de otros carros y en los carrocines de la ciudad.

81 Grabado 335, flg. 2. 82 Grabado 3 3 5 ,fig. 1.

401

Estas escarapelas se parecen a las que se usan en Inglaterra en nuestros días83. No tenían anteojeras para los ojos, pero la cabeza y la par­ te superior del cuello estaban frecuentemente rodeadas con una

83 Grabados 85 y 326.

402

336.

En la colección del Dr. Abbott. fig. 1. Rueda; de 1,25 m de diámetro. fig. 2. Varas; 3,6 m de longitud en total.

rica cobertura similar a la del cuerpo y rematada con un bor­ de de cuero. La brida consistía en dos piezas con cuadros, una tira que pasaba por el cuello y otra por la cabeza, y las tiras de la frente y el hocico. No hay ningún ejemplo de carros egipcios con más de dos caballos, ni tampoco en ninguna representación se ven carros

403

de varas tirados por un caballo, pero se han encontrado un par de ejes con una rueda de construcción curiosa, que tiene un tiro de madera unido al camón y un círculo interior pro­ bablemente de metal que atravesaba y conectaba sus radios a una corta distancia de la nave (AA). El diámetro de la rue-

337.

Ejemplo particular de un carro de cuatro ruedas, en las vendas de una momia que pertenece a S. d’Athanasi.

da era de unos 1,3 m. El camón tenía seis piezas, cuyos fi­ nales se superponían. El tiro estaba atado a él por bandas de cuero que pasaban por los largos agujeros huecos que se ha­ cían para albergarlos (BB). No es seguro si el carro al que pertenecían tenía tres o cuatro ruedas, porque aunque hay un ejemplo de un carro egipcio de cuatro ruedas es singular y sólo se usaba para propósitos religiosos, como el menciona­ do por Heródoto84. El carro de viaje tirado por dos bueyes era muy similar al carro corriente, pero los lados parecen haber estado ce­ rrados. También tenía un par de ruedas con seis radios y el mismo tipo de vara o arreo. Sobre él se fijaba una sombrilla cuando la usaban mujeres de rango, o también sobre el ca-

84 Heródoto 2:63.

404

I

2

3

338.

Princesa etíope viajando en un plaustrum o carro tirado por bueyes. Sobre ella hay una clase de parasol; 3. Sirviente; 4. El auriga o conductor. Tebas.

339.

Carro y arco, en la colección de Florencia (del gran trabajo del Profesor Rosellini).

405

rro del rey en algunas ocasiones85; la caja que contiene el arco que aparece en el grabado 337 muestra que para hacer un largo viaje desde Etiopía se requerían armas. La mujer que va dentro estaba de camino para hacer una visita al rey de Egipto, tiene un largo séquito tras ella y lleva muchos re­ galos: este hecho nos recuerda la visita de la reina de Saba a Salomón. Los carros usados por las naciones del Este, con las que los egipcios estaban en guerra, no eran muy diferentes en su traza­ do general o en el modo de enyugar los caballos (incluso si di­ ferían en el número de las personas que contenían, que era nor­ malmente tres, en lugar de las dos que llevaban los carros egipcios y griegos). Como se puede ver en uno que está siendo llevado, con sus dos caballos enyugados, como presente al monarca egip­ cio por el pueblo conquistado de RechenuS6, y en otro encon­ trado en Egipto, que está ahora en el museo de Florencia. Este último parece haber sido tomado en la guerra de los escitas; pero parece más bien ser uno de los traídos a Egipto con el res­ to de un tributo, como muestra de sumisión, siendo demasiado ligero para su uso. En tiempos de Salomón los carros y los caballos eran ex­ portados desde Egipto y proveían a Judea, así como a «los re­ yes de los hititas» y de Siria87. Pero en época más antigua pa­ rece que no se usaban en Egipto no se han encontrado en los monumentos anteriores a la dinastía x v i i i . Porque aunque el .nombre egipcio del caballo era heter, a la yegua se la llamaba, como en hebreo, sus (pl. susim), lo que concuerda con su ori­ gen semítico. Faras, «la yegua», es todavía el nombre genérico de caballo en árabe, y si su introducción se debió realmente a la invasión de los Pastores, estos beneficiaron a Egipto tanto,

85 Grabado 86. 86 Grabado 339. 87 IR 10:29; 2 Cron 1:16, 17.

406

que incluso consiguieron la unión de la nación entera bajo un solo rey. Algunas veces los egipcios usaron un par de muías en vez de caballos para conducir los carros usados en las ciudades o en el campo; un ejemplo aparece en una pintura pertenecien­ te ahora al Museo Británico. Tanto los cuerpos de los carros egipcios, como la infante­ ría, estaban divididos en tropas ligeras y pesadas, ambas arma­ das con arcos: las primeras, creadas principalmente para mo­ lestar al enemigo con proyectiles y en evoluciones que requerían rapidez de movimientos; las últimas llamadas para abrir brecha en las filas de infantería del ejército oponente, tras haber sido mortificados durante su avance con una lluvia pesada de fle­ chas. Y para «permitirles cargar con mayor seguridad, estaban equipados con un escudo, que no se requería para otros arque­ ros montados, y una larga lanza que era sustituida en estos ca­ sos por los proyectiles que habían utilizado anteriormente. El cuerpo de carros de armas ligeras era también equipado con ar­ mas adaptadas al combate cuerpo a cuerpo, como la espada, la daga y la jabalina; pero no tenían lanza ni escudo. La infante­ ría pesada y las tropas ligeras empleadas en el asalto de ciuda­ des fortificadas, estaban equipadas con escudos y cubiertas con ellos se acercaban hasta los lugares que pretendían asaltar. De tal forma estaba ligada la idea del asalto con el ejército88, que a veces se introduce en las esculturas la figura de un rey como representante del ejército entero avanzando con el escudo ante él, para demostrar que el lugar era tomado por asalto. Para atacar una ciudad fortificada, avanzaban bajo la cu­ bierta de flechas de los arqueros o bien instantáneamente apli­ caban las escaleras colgantes por los terraplenes o llevaban a cabo un asedio regular: en este caso, habiendo avanzado has­ ta los muros, se protegían bajo las testudos y movían y dislo-

88 2 Reyes 19:32. «Ni vienen ante ella (la ciudad) con escudo, ni le­ vantan una empalizada contra ella». Isaías 37:33.

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408

340.

Uso de la testudo.

Beni Hasan.

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caban las piedras del parapeto con una especie de ariete89, di­ rigido e impulsado por un cuerpo de hombres expresamente elegidos para este servicio: pero cuando el lugar permanecía inmune tras estos ataques y ni un coup de main, ni la escale­ ra, ni el ariete tenían éxito, usaban la testudo para ocultar y proteger a los zapadores mientras minaban el lugar; y cierta­ mente, de todos los pueblos, los egipcios eran los que con más probábilidad podían haber recurrido a esta estratagema de gue­ rra, por la gran práctica que tenían en las excavaciones subte­ rráneas y en clavar barras en rocas sólidas. La testudo era un marco algunas veces apoyado por pérti­ gas que tenían una forma de tenedor, es decir por pértigas que estaban bifurcadas en la cima y cubiertas, con toda probabili­ dad, con pieles. Era lo suficientemente larga como para con­ tener a varios hombres, situados de tal manera que las tropas ligeras podían subir por encima y así llegar a un lugar más ele­ vado, desde donde podían colocar las escaleras con mayor pre­ cisión, u obtener alguna ventaja importante. Cada parte estaba dirigida por un oficial formado en estas artes y frecuentemen­ te por aquellos del primer rango90. También dirigían sus esfuerzos a forzar las puertas de la ciudad o echarlas abajo con sus hachas. Cuando el fuerte es­ taba construido en una roca, escalaban el precipicio mediante el testudo o mediante lanzas de metal, que introducían en las crestas de la piedra91 y entonces colocaban las escaleras por las que ascendían los terraplenes. Tenían otras invenciones para los lugares que no están re­ presentados en las esculturas. Los baluartes usados por los ju­ díos 92 en su marcha a la tierra prometida, fueron sin duda co­

89 Ver grabado 340. 90 Grabado 3 41. Cuatro de lo s hijos d el rey dirigen las cuatro testu d o s, a, b, c y d. 91 Ver grabado 3 4 1 , fíg. 5. 92 D t 20:20.

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piados de los egipcios y aquí vivieron hasta que se convirtie­ ron en una nación. Los baluartes o torres móviles eran de ma­ dera y se construían sobre la marcha durante el asedio, usan­ do para ello los árboles de los campos vecinos que eran cortados para este propósito. Pero los judíos tenían prohibido cortar ár­ boles frutales para la construcción de máquinas de guerra o cualquier otra cosa, excepto los que crecían salvajes o en lu­ gares no cultivados93. Las tribus del norte y del este, contra quienes luchaban los egipcios, estaban armadas en muchos casos con las mismas ar­ mas que las tropas disciplinadas de los faraones, con arcos y lanzas. Tenían además largas espadas, garrotes enormes y cu­ chillos, y sus cotas de malla, cascos y escudos variaban de for­ ma según la costumbre de cada nación. Ellos también arroja­ ban piedras con la mano para defender las murallas de una ciudad sitiada; pero parece que ni los egipcios ni sus enemi­ gos arrojaban piedras de ninguna otra forma, salvo la honda. Las peculiaridades más distinguidas de algunas de las na­ ciones en guerra con los egipcios eran las formas de los ador­ nos que llevaban en la cabeza y los escudos. Unos de estos pue­ blos, los shairetanas, que habitaban en un país de Asia, cerca de un río, lago o el mar, llevaban un casco adornado con cuer­ nos que salían de su cumbre circular y que frecuentemente iba coronado con una cimera, consistente en una bola que salía de una pequeña varilla. Este es el ejemplo más antiguo de cime­ ra que existe y muestra que realmente tuvo un origen asiático. Los shairetana también se distinguían por un escudo cir­ cular y el uso de lanzas largas y jabalinas, junto con una es­ pada muy afilada en la punta. Iban vestidos con un traje corto y frecuentemente con una cota de malla, más bien una cora­ za, compuesta de anchas placas de metal que se sobreponían unas sobre otras y se adaptaban a la forma del cuerpo y que

93 «Porque e l árbol d el cam po e s la v id a d el hom b re.» D 20:19.

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412

342.

Algunos de los pueblos con los que Egipto estuvo en guerra.

Tebas.

se aseguraban en la cintura con un cinturón. Algunos se de­ jaban crecer la barba, y generalmente adoptaban una cos­ tumbre común a la mayoría de las naciones: la de llevar grandes pendientes94. Layard supone que estos eran los shairetana (cerca de la moderna Antioquía) mencionados en­ tre las conquistas del rey asirio en Nimrud. Generalmente tenían rasgos marcados, con nariz promi­ nente y aguileña. Su comple­ xión y color de pelo era mucho más claro que el de los egip­ § cios. En un tiempo fueron los 3 enemigos y en otros los alia­ dos 95 de los faraones: y ayu­ O daron a Ramsés II contra los I* khita. Los tokkari llevaban un casco, de formas y apariencia muy similares a los represen­ tados en las esculturas de Persépolis. Parecen hechos de una clase de tela de rayas de colores96. El borde estaba O adornado con una fila de gran­ des abalorios y otros objetos decorativos e iban atados con una cinta o tira sujeta por de­ bajo de la barbilla. También tenían un escudo circular, un

94 Grabado 342,figs. 1, a y b. 93 Grabado 341, figs. 5 y 6. 96 Grabado 342, fig. 2, a y b.

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vestido corto y frecuentemente una cota de malla similar a la de los shairetana. Sus armas ofensivas consistían principal­ mente en una lanza y un cuchillo afilado o una espada recta. Algunos, aunque rara vez, llevaban barba, lo cual era toda­ vía más usual entre los jefes: sus rasgos eran armónicos, la nariz ligeramente aguileña, y cada vez que los artistas egip­ cios les han representado a gran escala, su cara presenta un diseño más agradable que la generalidad de los pueblos asiá­ ticos. Luchaban, como los egipcios, en carros. Tenían carros con ruedas sólidas conducidos por un par de bueyes que pa­ rece que iban en la retaguardia, como en los ejércitos de los escitas y los tártaros, y eran usados para llevar a los ancia­ nos, mujeres y niños, cuando eran derrotados. Una vez tam­ bién fueron aliados de los faraones y les ayudaron en sus largas guerras contra Rebo. Otro pueblo, cuyo nombre se ha perdido97, se distinguía por una costumbre de carácter muy occidental que consistía en lle­ var un gran gorro de piel, no muy distinto a los que llevaban los antiguos persas y al de los modernos tártaros. Llevaban vesti­ dos ajustados con el cinturón usual y una falda corta, común en muchas naciones asiáticas, que aparentemente estaba dividida y doblada por delante, e iba atada a la parte de atrás con cuer­ das. Alrededor del cuello y sobre su pecho, llevaban un gran amuleto98, similar a las ágatas que llevan los derviches del Este, y en esto se parecían a los cautivos asirios de Taharqa, repre­ sentados en los muros de Medinet Habu". Sus rasgos eran no­ tables; y aunque su apariencia en las esculturas varía, porque iban con o sin barba, el fuertemente definido contorno de su cara y el alto puente de su nariz prominente les distingue sufi­ cientemente de otros pueblos, y muestra que el artista ha in­ tentado plasmar la noción de estas peculiares características.

97 E m p ieza por s h a ... G rabados 2 88, fig . 2 y 3 4 2 , fig . 3. 98 Grabado 3 4 2 , fig . 3a. 99 Grabado 3 4 4 , fig . 1.

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Sus armas consistían en dos jabalinas, un garrote, una hoz y un escudo como el de los egipcios, redondeado en su cima. Se mantenían en términos amistosos con Ramsés III y le ayu­ daron en sus guerras contra Rebo. Aunque aparecen entre los extranjeros que habían sido conquistados por los ejércitos de Egipto, no existía hacia ellos el mismo sentimiento de ene­ mistad que aflora tras una sucesión de conflictos repetidos, que sí existía hacia muchas otras tribus asiáticas. La misma afir­ mación se puede aplicar a otro pueblo representado en Medinet Habu 10°, aliado de los egipcios, cuyo nombre desafortunada­ mente se ha perdido: iban vestidos con un vestido corto y ajus­ tado, llevaban un escudo, como el anterior, con un arco y un pesado garrote; pero de sus rasgos no tenemos conocimiento debido al mal estado en que se encuentran las esculturas. Entre los enemigos asiáticos más formidables que encon­ traron los egipcios, estaban los rebo 101, con quienes tuvieron frecuentes y graves peleas. Uno de los principales eventos militares en el glorioso rei­ nado del gran Ramsés fue su éxito contra ellos; en tiempos de este rey, obtuvieron tres victorias sucesivas contra los rebo, que fueron recordadas como grandes triunfos para los egipcios un siglo más tarde. Por el estilo de sus trajes y su tez clara es evidente que vi­ vían en un país asiático del norte, muy distante de Egipto, con un clima mucho más templado. Su vestimenta consistía en un traje interior con la falda usual con pliegues y un traje largo por encima, de muchos colores y frecuentemente adornado con distintos dibujos o con un amplio borde, que llegaba hasta los tobillos. Iba atado al cuello con un gran lazo o sujeto con un tirante que pasaba por encima del hombro, y la parte delante­ ra iba abierta. Debajo de este llevaban un cinturón con ricos adornos, que caía por la parte delantera y terminaba en una

100 Ver aliad os en grabado 2 8 8 ,fig . 3. 101 G rabado 3 42, fig . 4.

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gran borla. Tan aficionados eran a llevar adornos de todo tipo, que además de pendientes, gargantillas y baratijas como otros pueblos y tribus asiáticos, los jefes se adornaban la cabeza con plumas y algunos se pintaban y tatuaban los brazos y las piernas. Evidentemente era un pueblo seleccionado como el típico de Asia o de las naciones del Este en las tumbas de los reyes de Tebas. El estilo de sus peinados no era menos singular que el de sus vestidos: lo llevaban dividido en dos partes, una de las cua­ les caía en tirabuzones sobre la frente y la otra en la parte de atrás de la cabeza; un gran mechón de pelo trenzado pasaba casi cerca de la oreja y descendía hasta el pecho, terminando en una punta rizada. En cuanto a los rasgos, eran tan peculia­ res como sus vestidos; los egipcios no han dejado de indicar sus más sorprendentes peculiaridades: ojos azules, nariz agui­ leña y pequeña barba roja. Sus armas eran principalmente el arco y una espada recta y larga, con una punta extraordinaria­ mente afilada. Es probable que a su habilidad en el uso de la espada, podamos atribuir su efectiva resistencia a las repetidas invasiones de los egipcios. Otra nación del Este con la que los egipcios estuvieron en guerra en la remota era de Amenemhat II, en el año 200 antes de nuestra era Punt102, tributario de Egipto en el reinado de Tutmosis ΠΙ. Sus rasgos eran menos marcados que los de muchos pue­ blos orientales representados en las esculturas: se afeitaban la barba y llevaban el pelo envuelto en un gran gorro atado con una cinta, como muchas de las tribus del interior y de los sitios fronterizos con Egipto. Su traje estaba formado por una falda corta con pliegues, atada con el habitual cinturón. Parece que habitaron una región que se extiende al sur de Rechenu o el Kufa, y donde también eran tributarios en el mismo pe-

102 Grabado 3 4 2 , 5 .

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riodo de Tutmosis III. Probablemente vivieron en la frontera de Arabia y algunos hasta han llegado a suponer que existí­ an dos tribus con este mismo nombre, una en África y otra en Asia. Entre los regalos que trajeron ante el monarca egip­ cio había oro, plata, un íbice, un leopardo, un mandril, un ás­ pid, huevos de avestruz y pieles, frutos secos y cuero, cestos llenos de una sustancia marrón llamada ana (?), con dos obe­ liscos hechos de esta misma sustancia y un mineral rojo (?), llamado min (aparentemente minium, «plomo rojo» o ber­ mellón); y los arbustos exóticos, junto con el ébano y el mar­ fil, parecen probar que vivían en un país civilizado y con un clima templado. Los shari eran otro pueblo asiático contra quienes los egip­ cios libraron una guerra en la que resultaron vencedores, prin­ cipalmente en los reinos de Usir (o Seti) y su hijo, el gran Ramsés. Yo me inclino a pensar que era una tribu del norte de Arabia o Shur. Su nombre parece coincidir con el del golfo de Arabia, llamado por los egipcios «el mar de Shari». Sus ras-

i 344.

2

Prisioneros de Taharqa.

Tebas.

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gos eran marcados, una prominente nariz aguileña y los pómu­ los pronunciados: una gran barba y los gorros que llevaban en la cabeza iban atados como los del Punt, con una cinta o un cas­ quete que estaba suelto, pero iba sujeto con una tira y terminaba al final en una borla o pompón103 que colgaba por detrás. Su tra­ je estaba formado por un vestido suelto que les llegaba hasta los tobillos y que iba sujeto con un cinturón; a la parte superior iban unidas unas amplias mangas. El cinturón estaba algunas veces muy adornado: los hombres y las mujeres llevaban pendientes y frecuentemente una pequeña cruz colgada de su gargantilla o prendida en el vestido. El uso de esta cruz no era peculiar de este pueblo, ya que también ha aparecido en los trajes de los rechenu. También se han encontrado restos de esta entre los adornos de los rebo, mostrando que este simple adorno ya lo habían adop­ tado los pueblos en una fecha tan lejana como el siglo x v antes de nuestra era. Algunos llevaban un tipo de doble cinturón que se cruzaba por delante del pecho y pasaba por encima de cada hombro; esto, junto .pon el gorro terminado en punta, es similar al vestido de los cautivos104 de Taharqa. Sus armas principales eran el arco, la lanza, dos jabalinas y un cuchillo o daga; su país estaba defendi­ do por varias ciudades fuertemente fortificadas. Los rechenu103 eran una nación contra la que los egipcios libraron una larga guerra, que comenzó al menos en una épo­ ca tan temprana como el reinado de Tutmosis III o quizá antes. Su blanca tez, sus vestidos ajustados y sus grandes guantes106, revelan que eran países de un clima mucho más frío que Egipto o el sur de Siria. Los productos de sus tierras, que traían como tributo al victorioso faraón, delatan que vivían en el Este. Los

103 Grabado 342,flg. 6c. 104 Grabado 344. 105 Grabado 342, fig. 7. 106 Hay ejemplos de guantes en las esculturas egipcias, pero son muy escasos: El término zapato, en Ruth 4:7, se interpreta en el Targum «guan­ te de la mano derecha».

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tributos consistían en caballos, e incluso carros, con cuatro radios en las ruedas107 (muy similares al carrocín egipcio), ma­ deras exóticas, marfil, elefantes y osos, una profusión de ele­ gantes jarrones de oro y plata, con anillos de estos mismos metales preciosos, porcelana y jarras llenas de gomas y resi­ nas usadas para hacer incienso, así como betún, llamado zift, común en árabe y hebreo por «brea». Es curioso el hecho de que una jarra de esta clase, que se encuentra ahora en el Museo Británico, contenga la palabra tributo. Su país estaba en la fron­ tera de Mesopotamia, o al menos parte de ella, y estaba divi­ dido en provincia alta y baja. En el registro de los tributos pa­ gados a Tutmosis III en Karnak, los rechenu son mencionados junto aNaharina (Mesopotamia), Nenu (Níneve), Shinar (Singar), Babel y otros lugares. Sus rasgos eran regulares y carecían de la gran y prominente nariz característica de los pueblos del Este representados en las esculturas; tenían un color muy claro, pelo castaño o pelirrojo y ojos azules. Sus largos vestidos, que usualmente tenían man­ gas ajustadas e iban abrochados con tiras alrededor del cuello, iban cerrados o cruzados por delante y algunas veces asegura­ dos por un cinturón. Encima del vestido exterior llevaban una falda con pliegues; se ponían por encima de todo el traje108una amplia capa, seguramente de lana, como el moderno heram o manta, de la costa bereber. Llevaban la cabeza cubierta con un gorro ajustado, o uno entero, atado con una cinta. Las mujeres llevaban un vestido largo sujeto por un cintu­ rón y rematado en la parte inferior por tres filas de volantes. Las mangas eran algunas veces largas y abiertas y otras veces ajustadas alrededor de la muñeca. El pelo lo llevaban o bien cubierto con un gorro al que cosían una larga borla o descen­ diendo en rizos sujetos por una simple cinta109.

107 G rabado 332. 108 G rabados 353 y 3 42, fig . Id. 109 G rabados 353 y 3 42, fig . 7e.

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Los toersha uo, un pueblo que vivió cerca de un río o del mar, también aparecen mencionados entre los enemigos de Egipto. Su gorro ajustado terminaba en una punta, por la que salía un penacho de pelo que caía colgando por la parte de atrás del cuello; esto les distingue inmediatamente de otras tribus del Este. Sus rasgos no ofrecen ninguna peculiaridad especial; sólo sabemos que existieron por aparecer mencio­ nados entre las tribus conquistadas por Ramsés III. Lo mismo se puede decir de los mashoash111, otra nación asiática que se parece a la anterior por sus rasgos generales y la forma de sus barbas. Pero el gorro que llevaban es aplastado y más bien como el de los cautivos de Taharqa112; cayendo en dos puntas a los lados del cuello y por la parte de atrás de la cabeza, y está atado con una banda.

345.

Otros enemigos de ios egipcios.

Tebas.

El pueblo de los kufa era también una raza asiática. Su pelo largo, sus ricas vestimentas y sus sandalias de las más varia­ das formas y colores, les hace distinguirse entre todas las na­ ciones representadas en las esculturas egipcias. De tez son mu­ cho más oscuros que los rechenu, pero mucho más claros que los egipcios y a juzgar por el tributo que traían a los faraones era un pueblo rico y, también como los rechenu, muy avanza­ dos en las vida y costumbres de los pueblos civilizados. Este

110 G rabado 3 45, fig . 1. 111 G rabado 3 4 5 , fig . 2. 112 G rabado 3 44.

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tributo que se dice que pagaron a los egipcios en los tempra­ nos tiempos del reinado de Tutmosis III consistía casi entera­ mente en oro y plata, aros y barras así como jarrones de estos metales. Muchos de estos últimos eran de plata, con incrusta­ ciones de oro, adornados con muy buen gusto, con formas ele­ gantes y similares a los usados entre los egipcios. Debido a la casi exclusiva introducción de los metales preciosos y a la au­ sencia de animales, maderas y otros productos que fueron tra­ ídos a Egipto también por otros pueblos, podemos suponer que el artista intentaba transmitir la noción de las grandes riquezas de minerales de su país, donde la plata parece haber sido más abundante que el oro. Ocasionalmente se les representa llevando cuchillos o dagas, abalorios, una pequeña cantidad de marfil, botellas de cuero y unas pocas tazas de porcelana y bronce. Su traje era una simple falda con pliegues, ricamente trabajada y de varios co­ lores que se ataba por delante, con un gran cinturón. Las san­ dalias que llevaban, que se ataban como botas, difieren entera­ mente de las de los egipcios y parecen ser de tela o cuero, muy adornadas y cubriendo todo el tobillo. Llevaban el pelo trenza­ do y tan largo que les cubría casi hasta la mitad de la espalda y desde la parte de arriba de la cabeza se proyectaban tres o cua­ tro rizos de pelo natural o artificial. (Grabado 347, fig. 1.) Los hita o sheta eran un pueblo guerrero de Asia, que ha­ bía hecho considerables progresos en las tácticas militares, en lo que respecta a maniobras en el campo y en lo relativo a las fortificaciones de las ciudades. Algunas estaban rodeadas de un doble foso, sobre el que se construían puentes. Pero no po­ demos confirmar si estos puentes iban apoyados sobre arcos o simplemente sobre alfardas de madera, apoyadas a su vez so­ bre pilares también de madera, ya que la vista que tenemos está tomada desde arriba y queda, pues, limitada a la superficie ex­ terior 113. Sus tropas eran disciplinadas y la cercana disposición

113 Grabado 346, fig s. 2 y 3.

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346.

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Falange de los sheta, colocados como un cuerpo de reserva, con la ciudad fortificada rodeada por dobles fosas, sobre las que hay puentes (figs. 2 y 3). Tebas.

de sus falanges de infantería, el estilo de sus carros y las armas que usaban indican una gran superioridad en cuanto a tácti­ cas militares, en comparación con otras naciones del Este de la época. Las guerras libradas contra los hita por los egip­ cios y las victorias logradas sobre ellos por el gran Ramsés, están plasmadas en las paredes de su palacio en Tebas114 y de nuevo se alude a ellas en las esculturas de Ramsés ΙΠ, en Medinet Habu, donde este pueblo aparece en las listas de naciones con­ quistadas por los faraones. Sus armas eran el arco, la espada y la lanza; su principal defensa era un escudo de mimbre rectan­ gular o cóncavo en los lados y convexo en cada extremo, que te­ nía una forma muy similar al escudo tebano. Su traje consistía en un largo vestido que llegaba hasta los to­ billos, con mangas cortas, abierto o doblado en la parte delante­ ra y asegurado por un cinturón alrededor de la cintura. Aunque frecuentemente estaban hechos de un material muy grueso y qui­ zá incluso acolchado, no era de ninguna manera un sustituto de la armadura ni podía resistir las lanzas o las flechas de metal. Llevaban un gorro ajustado o completo; se adornaban a veces los brazos con brazaletes, así como los vestidos, con brillantes co­ lores. Sus canos iban tirados por dos caballos, al igual que los egipcios, pero cada uno contenía tres hombres y algunos tenían ruedas con cuatro radios en lugar de seis. En ambos aspectos di­ ferían de los de sus oponentes. Tenían caballería, pero grandes masas de infantería con un formidable cuerpo de carros, consti­ tuían la principal fuerza de su numeroso y bien armado ejército. Por la forma en la que colocaban sus cuerpos de reserva pode­ mos deducir que era un pueblo bien formado en la guerra y por el número de soldados, que componían una división, nos pode­ mos hacer una idea de sus habilidades en la guerra. Una división estaba compuesta de veinticuatro mil hombres 115 divididos en tres falanges constituidas cada una por ocho mil hombres.

114 N orm alm ente llam adas e l M em noniu m . 115 E n e l M em noniun.

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r 'fy

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El pueblo de los hita parece haber estado compuesto de dos tribus distintas m , ambas con el mismo nombre. Diferían en cuanto a su aspecto general y el de sus trajes; unos llevaban un gorro grande y el traje suelto y largo, con las mangas abiertas o con capas que les cubrían los hombros (otros pueblos asiá­ ticos que ya hemos mencionado llevaban también estas capas), un escudo cuadrado u ovalado y a veces, una larga barba. Los otros llevaban el traje y el escudo antes descritos y no llevaban barba. Ambos luchaban en carros, usaban las mismas armas y vivían juntos o se guarnecían en las mismas ciudades. Habitaban las proximidades de Mesopotamia o «Naharina» y el fuerte de Atesh o Kadesh117 les pertenecía. Se supone que eran los hititas. En los monumentos se muestran también otras muchas na­ ciones y tribus que habitaban otras partes de Asia y que habían sido pueblos invadidos y reducidos por los ejércitos de los fa­ raones; los nombres de algunos de ellos son como ciudades o dis­ tritos de Siria, como Asmaori (¿Samaría?), Lemanon, Kanana o Canaán y Ascalón. Los habitantes de los dos primeros están re­ presentados con un gorro entero en la cabeza, sujeto con una ban­ da, y los de Canaán se distinguen porque llevan una cota de ma­ lla y un casco y usan lanzas, jabalinas y un hacha de guerra similar a la que había en Egipto "8. (Grabado 347, figs. 6, 7 y 8.) El país de Lemanon es representado como un país monta­ ñoso, inaccesible para los carros y con abundantes y espesos árboles, que los asustados montañeses se dedican a talar para impedir el avance del ejército invasor. Habiendo tomado por asalto las ciudades fortificadas de la frontera, el monarca egip­ cio avanza con su infantería ligera en persecución de los fugi­ tivos que habían escapado y se habían refugiado en los bos­ ques; y enviando un heraldo para exponer los términos de su

116 G rabado 3 4 7 ,fig s . 2, 3, 4 y 5. 117 G rabado 3 4 6 , fig . 1. 118 Grabado 3 4 7 ,fig . 8.

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rendición, a los jefes se les induce a creer en su clemencia y res­ tablecer su alianza. Así ocurre con los de Canaán, cuyos fuer­ tes ceden de igual forma a los ejércitos del conquistador. Estos dos últimos nombres parecen apuntar a los habitan­ tes del monte Líbano y Canaán, ya que se dice que la campa­ ña tuvo lugar en el primer año o poco después de la ascensión de Usir o Seti, el padre del gran Ramsés. Los acontecimientos que previamente ocurrieron en Egipto durante el reinado de los reyes extranjeros, pueden haber dado una oportunidad a estos pueblos para rebelarse y conseguir su independencia, a pesar de su proximidad con Egipto. Muchos pueblos de color fueron también conquistados por los primeros monarcas de las Dinastías xvm y xix, como los toreses, los tareao, los kush119, los etíopes y otros. Los negrós, como los etíopes, llevaban petos de piel de toro o pieles de bestias salvajes, frecuentemente dibujadas por los artistas egipcios con una cola colgando del cinturón, lo cual aumentaba su grotesca apariencia: los jefes, decorados con plu­ mas de avestruz y otros animales, llevaban también grandes pendientes en forma de aro, collares y brazaletes. Muchos de los grandes señores de Etiopía iban vestidos con ropas de lino fino, con cinturones de cuero ricamente adornados; a veces lle­ vaban una piel de leopardo por encima de los hombros 12°. Las principales armas de los etíopes y los negros eran el arco, la espada y el garrote: luchaban principalmente a pie y las tácti­ cas de un ejército disciplinado parecen haberles sido desco­ nocidas. El tributo etíope estaba formado por oro, en su mayoría en polvo, un poco de plata, shishm ("quizás «antimonio»), plumas de avestruz, cuero, ébano, marfil, monos, bueyes de largos euer-

119 Es el nombre bíblico, así como el nombre de los jeroglíficos. Grabado 347,fig. 13, a, b, c y d. 120 Grabado 347, flg. 13, c y d.

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nos de una raza que aún puede verse en Abisinia, leones, antí­ lopes, leopardos, jirafas y sabuesos, y estaban obligados a abas­ tecer a los vencedores de esclavos, que algunas veces los egip­ cios exigieron a los países conquistados por Asia. Cuando se resolvía una expedición contra una nación ex­ tranjera, cada provincia entregaba su cuota de hombres. Las tropas estaban generalmente al mando del rey en persona, pero en algunos casos un general era nombrado para este puesto cuya única misión era la de formar a las tropas para la guerra. Se fijaba un lugar de encuentro, generalmente Menfis o Tebas o Pelusio en los más remotos tiempos, y las tropas, habiendo sido reunidas en las proximidades, permanecían acampadas allí, aguardando al líder de la expedición. Tan pronto como lle­ gaba se organizaba los preparativos necesarios; se llevaba a cabo un sacrificio a los dioses, cuya ayuda era invocada para el conflicto inminente. Luego, habiendo dado órdenes para po­ nerse en marcha, se daba una señal al sonido de una trompe­ ta; las tropas se postraban y con una profunda reverencia cada soldado de las filas saludaba al general nombrado por el rey y

348.

Cuerpo de arqueros.

Tebas.

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se preparaban para seguirle al campo. Entonces comenzaba la marcha al sonido del tambor, según nos informan Clemente y las esculturas. Los carros iban a la vanguardia y el rey monta­ do en su carro de guerra y atendido por sus principales oficia­ les, que llevaban el flabelo, tomaba su puesto en el centro pre­ cedido y seguido por tropas de infantería armada con arcos, lanzas u otras armas según el cuerpo al que pertenecían. El ataque en campo abierto comenzaba tras un toque de trompeta. Los arqueros se disponían en la primera línea para descargar una lluvia de flechas contra el frente del enemigo y una considerable masa de carros avanzaba a la carga. La in­ fantería pesada, armada con lanzas o garrotes y cubierta con sus escudos, se movía hacia delante al mismo tiempo, apoya­ da por los carros y la caballería. Se acercaban por el centro y alas al enemigo, mientras que los arqueros seguían disparan­ do sus flechas contra las columnas hostiles, intentando crear el desorden en sus filas. Este modo de entender la guerra no era como al principio de los tiempos ni se creaba un estado de barbarie. Es eviden­ te, por el número de prisioneros que hacían, que perdonaban a los que se postraban para pedir cuartel: las representaciones de personas asesinadas por los egipcios, que les han derrotado, intentan mostrar lo que pasaba en el calor de la acción y no una crueldad innecesaria por parte de los vencedores. En las luchas navales de Ramsés III, tanto en los barcos como en la costa, se ha representado a los egipcios rescatando a los enemigos, cu­ yas galeras han sido hundidas, de una tumba de agua; y así se subraya la humanidad de ese pueblo, una virtud que los artis­ tas consideran merecedora de ser recordada entre las acciones gloriosas de sus paisanos. A los que rogaban merced y deponían sus armas se les per­ donaba la vida y eran sacados del campo de batalla atados. Las manos de los muertos se cortaban y se colocaban en montones ante el rey; inmediatamente después de la acción, eran contadas por los secretarios militares en su presencia, que así le informa­ ban de la cantidad de enemigos muertos. Algunas veces eran sus

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lenguas y ocasionalmente otros miembros, los que se colocaban ante él de la misma forma. En todos los casos eran auténticas muestras del número de pérdidas del enemigo, por lo que todos los soldados del ejército recibían una recompensa proporcional: la captura de los prisioneros probablemente merecía un premio mayor, exclusivamente disfrutado por el captor. Las armas, caballos, carros y botín, requisados en el cam­ po o campamento, eran también recogidos y los mismos ofi­ ciales escribían un recuento de estos y lo presentaban al mo­ narca. El botín era a veces colocado en un espacio abierto, rodeado por un muro temporal, indicado en las esculturas por la representación de escudos colocados rectos, uno a conti­ nuación de otro, con una puerta de mimbre. Fuera y dentro de esta puerta había un guardia apostado y los centinelas ca­ minaban de arriba a abajo con las espadas desenvainadas. A los soldados espartanos, les estaba prohibido mientras estuvie­ ran de guardia, llevar su escudo, para que viéndose privados de esta defensa tuvieran más cautela y no se quedaran dor­ midos. La misma costumbre parece haber existido entre los 1.

349.

2.

Guardia a las puertas de un campamento.Tebas.

429

egipcios, ya que los guardianes que estaban de servicio en las puertas de los campamentos están sólo armados con es­ padas y mazas, aunque los que pertenecen a los cuerpos de infantería pesada, en otras ocasiones, tenían el hábito de lle­ var un escudo. Las esculturas del Memnonium en Tebas muestran su modo de acampar, cuando habían sido victoriosos y ya no temían un ataque, pero el asentamiento permanente o campamento regu­ lar, estaba construido prestando mayor atención a los princi­ pios de defensa y rodeado con fosas y un fuerte y eficiente bas­ tión. Un sistema de fortificación regular fue adoptado ya en los tiempos más antiguos . La forma de la fortaleza era cuadrangular; las paredes de ladrillo de 5 m de grosor y a menudo 17 m de alto, con torres cuadradas a intervalos a lo largo de cada lado. Estas eran generalmente de la misma altura que las pa­ redes y cuando sólo llegaban a la mitad se les llamaba con­ trafuertes. Algunas veces construían un muro entero con una doble pared, dejando un espacio entre las dos, ocupado aquí y allá con contrafuertes, que lo reforzaban y unían, evitando que uno pudiera pasar libremente por el muro interno cuando se rompía el muro externo. Las torres, como el resto de los mu­ ros, consistían en un bastión y un parapeto coronado por al­ menas redondeadas, a imitación de los escudos egipcios, como las de sus paredes de piedra. Pero hay una presentación sin­ gular en cuanto a la posición de las torres y las esquinas, que están colocadas no sobre, sino a cada lado del mismo ángulo, que quedaba hueco y era ligeramente redondeado. Cuando era posible, la fortaleza se hacía cuadrada, con una u ocasional­ mente dos entradas, generalmente una, y una paterna o puerta fluvial si estaba cerca del río: cuando estaba construido sobre una altura de forma irregular, la forma de las obras se adapta­ ba a la del terreno. Un gran principio en las grandes fortalezas era tener un lar­ go muro, en el lado más expuesto al ataque, que medía entre 23 a 31 m, en ángulo recto desde el muro principal y de la mis-

430

ma altura que este, por donde los sitiados eran capaces de es­ capar y barrer las caras o cortinas, por lo que podríamos llamar un fuego de flanco. Pero el gran objetivo era, por supuesto, mantener al enemigo tan lejos del muro principal como fuera posible, lo que se conseguía levantando una ancha terraza o base o colocando un circuito exterior o muro bajo de circun­ valación, paralelo al muro principal y distante de este entre trece y veinte pies a cada lado. A ambos lados de la entrada, construida en una esquina de la cara menos expuesta, se le­ vantaba una torre. Este muro bajo respondía al propósito de un segundo terraplén y fosa; servía para mantener las torres mó­ viles y los arietes de los asediadores a una distancia del muro principal. Los enemigos tenían que pasar el circuito exterior antes de poder intentar romper o asaltar el cuerpo de la forta­ leza y mientras intentaban conseguir su objetivo, desde la parte más baja del circuito exterior, estaban expuestos a los proyec­ tiles de los asediados. Otra defensa más efectiva, adoptada en fortificaciones más grandes, era una fosa con una contraescarpa y en el centro de la fosa un muro de piedra continuo, paralelo a la cara de la cor­ tina y ala contraescarpa (un tipo de ravellín o una tenaza) y a continuación estaba la escarpa de la plataforma en la que se le­ vantaba la fortaleza. Sobre la fosa había un puente de madera, que se quitaba durante el asedio. Algunas veces, como en Semna, había una explanada de piedra, descendiendo desde la contraescarpa del foso hacia el suelo llano; así que en aquellos tiempos ya se pueden apreciar algunas de las peculiaridades de las obras modernas, las ex­ planadas, las escarpas y contraescarpas y un tipo de ravellín (o una tenaza) en el foso. Pero aunque algunas se mantuvieron hasta la ascensión al poder de la Dinastía xviii, la práctica de fortificar ciudades parece haberse interrumpido y las fortale­ zas de ciudades amuralladas no se usaban ya entonces, excep­ to en los límites del desierto y en las zonas fronterizas donde se requerían grandes guarniciones. Para sustituir su función, los templos fueron provistos de grandes torres piramidales de

431

piedra que, sobresaliendo por encima de las murallas, permi­ tían a los sitiados controlarlas y vigilarlas, mientras que el pa­ rapeto construido sobre el portón de entrada protegía a los sol­ dados que la defendían. Todo el muro exterior de circunvalación estaba construido de ladrillo crudo de los témenos y en su in­ terior se levantaba el templo. Cada templo era una fortaleza aislada y se pensaba que era una protección tan buena para el templo mismo y para la ciudad como lo podía ser una mura­ lla continua, que requería una gran guarnición para defenderla; ni Tebas, ni Menfis, las dos capitales, fueron ciudades amu­ ralladas. El terreno así limitado era cuadrado o tenía la forma de un paralelogramo con una entrada principal en uno de los dos la­ dos. Cerca del centro estaban la tienda del general y de los prin­ cipales oficiales. La tienda del general estaba a veces rodeada de un doble terraplén o fosa, englobando dos áreas distintas; la exterior contenía tres tiendas, que probablemente pertenecían a los del rango siguiente o a las de los oficiales; los guardias dor­ mían o vigilaban al aire libre: otras tiendas estaban montadas fuera de estas extensiones cercadas. Próximo al circuito exterior había un espacio reservado para que pastaran los caballos y los animales de carga y otro para colocar los carros y los equipajes. Cerca de la tienda del general y dentro de esta misma área, se colocaban los altares de los dioses o cualquier otra cosa rela­ cionada con asuntos religiosos, los estandartes y las arcas mili­ tares. Los sagrados emblemas se colocaban bajo el dosel, den­ tro de un lugar cercado parecido al de la tienda del general. A juzgar por el modo de traer a los prisioneros podríamos suponer que los trataron con una rudeza innecesaria, e inclu­ so con crueldad, en el momento de su captura y durante su marcha con el ejército. Les ataban las manos a la espalda o por encima de la cabeza, lo más estiradas que podían y con una cuerda, que les pasaban por el cuello, se las ataban una a otra. Algunos tenían las manos sujetas con un grillete de ma­ dera ovalada, hecho de dos segmentos opuestos y clavados en los extremos, iguales a los que se usan hoy en día en Egipto

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para atar a los prisioneros. Cuando obtenían el dominio sobre una ciu­ dad a algunos les azotaban con pa­ los para hacerles revelar el lugar secreto donde se había escondido el botín. Muchos eran obligados a trabajar para los vencedores, otros eran insultados por los perversos soldados que les tiraban de las bar­ bas y se burlaban de su aspecto. Pero si recordamos la frecuencia con la que, incluso los pueblos ci350. Un cautivo atado con esposas, vilizados europeos, han tratado Tebas. , -, , , con rudeza a los pueblos conquis­ tados, incluso en una época mu­ cho más ilustrada, como el siglo xiv de nuestra era, bien po­ demos perdonar la ocasional insolencia de un soldado egipcio. Las desfavorables impresiones transmitidas por tales escenas son más que contrarrestadas por las pruebas de humanidad egipcia, como en la lucha naval anteriormente mencionada. También debemos hacer una concesión a la licencia de los es­ cultores que, según observa Gibbon, «en todas las épocas han sentido la verdad de un sistema, que deriva lo sublime del prin­ cipio del terror». En realidad, cuando comparamos a los asidos y otros con­ quistadores asiáticos con los egipcios, estos últimos ocupan una alta posición entre las naciones de la Antigüedad por su conducta hacia los prisioneros; la cruel costumbre de despe­ llejarlos vivos y las torturas representadas en Níneve, mues­ tran que los asirios eran culpables de barbaridades en un perio­ do en el que ya los egipcios llevaban mucho tiempo disfrutando de los refinamientos típicos de las comunidades civilizadas. Los cautivos, representados en las fachadas de sus templos atados al pie del rey, que los está agarrando por el cabello y que con un brazo levantado parece dispuesto a inmolarlos en presencia de la deidad, son meramente un recuerdo emblemá­

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tico de sus éxitos sobre los enemigos de Egipto m . Como lo muestra el mismo tema representado en los monumentos le­ vantados por los ptolomeos y los césares m . Los marineros de los «barcos del rey» o la marina real, eran parte de la clase militar; una sección de estos estaba especial­ mente entrenada para las faenas del mar, aunque todos los sol­ dados eran capaces de manejar galeras por su constante práctica con el remo en el Nilo. Las tropas egipcias fueron empleadas a bordo de los barcos por Jerjes, en su guerra contra Grecia, «y eran», como dice Heródoto «todos marinos». Como los barcos de guerra dependían de la habilidad de su tripulación en el uso del remo, el empleo de soldados egipcios en una pelea naval no es algo tan extraordinario. Muchos de los barcos del Nilo eran construidos específicamente para la guerra y se usaban en las expediciones de los faraones a Etiopía. Los oficiales que los di­ rigían aparecen con frecuencia en los monumentos, siendo tí­ tulos comunes los de jefe o capitán de los barcos del rey. Heródoto y Diodoro mencionan las flotas de grandes em­ barcaciones o barcos de guerra colocados en el golfo Arábigo por Sesostris. Eran cuatrocientos en número, y hay sufi­ cientes evidencias como para creer que el comercio, prote­ gido por los barcos de guerra, existía allí ya en los tempra­ nos tiempos de la Dinastía xn, unos dos mil años antes de nuestra era. Las galeras o barcos de guerra, que usaban en sus enfren­ tamientos fuera de Egipto, diferían de las del Nilo. Eran me­ nos elevadas en la proa y la popa, y a cada lado a todo lo lar­ go de la embarcación, había un bastión de madera que se elevaba a una considerable altura sobre la borda, protegiendo así a los remeros que iban sentados detrás de él, de los pro-

121 H erod oto, co n razón, cu lp a a lo s g riegos de su ign oran cia d el ca ­ rácter de lo s e g ip cio s, por tom ar literalm ente lo s cu en tos a leg ó rico s sobre lo s sacrificios hum ahos, 2:45. 122 E n E ’Dayr, cerca d e E sn é, en D endera y otros lugares.

434

351.

Galeón de guerra; subiendo la vela durante la acción. a. c. e. f.

Tebas.

Castillo de proa elevado donde se apostaban los arqueros, Otro puesto para los arqueros y el piloto, d. Baluarte para proteger a los remeros. Honderos en la parte de arriba.

yectiles del enemigo. Los mangos de los remos pasaban por una apertura que había más abajo. Los barcos que tomaron parte en la lucha naval represen­ tada en Tebas confirman plenamente la afirmación de Heródoto, quien dijo que a bordo de los barcos iban soldados egipcios, porque sus trajes y armas son exactamente iguales a las que llevaban los arqueros y la infantería pesada del ejército. Los cascos acolchados de los remeros muestran que ellos también formaban parte de este cuerpo. Además de los arqueros que van en la parte de popa y en el castillo de proa, un cuerpo de honderos iba apostado en las cofas, desde donde podían ma­ nejar su arma con mayor facilidad y emplearla de forma más efectiva contra el enemigo. Al avanzar para alcanzar una flota hostil, usaban la vela has­ ta que llegaban a cierta distancia de ellos y luego cuando se daba la señal de ataque la arriaban mediante cuerdas que giraban en poleas o gazas, sobre la verga. Los cabos de estos cordeles, que eran normalmente cuatro y dividían la vela como en cinco plie-

gues, se sujetaban en la parte baja del mástil, de forma similar a si se dejaran preparados para arriar las velas en seguida cuan­ do se diera la orden, bien para aprovechar una ráfaga de vien­ to o con algún otro motivo. A este respecto y por la ausencia de la verga inferior, la vela de la galera de guerra difería mucho de la de los otros barcos del Nilo. Cuando estaban listos para el ataque, los remeros, que hasta entonces habían reservado sus fuerzas, manejaban vigorosamente sus remos, se dirigían hacia la embarcación del enemigo y arrojaban cortinas de proyecti­ les desde el castillo de proa y cofas mientras avanzaban. Era muy importante atacar al oponente por el lateral. Cuando el ti­ monel, mediante una hábil maniobra, lograba esto, la sorpresa era tan grande que hundían al enemigo u obtenían una ventaja considerable sobre él inutilizando sus remos. Las pequeñas galeras egipcias no parecen haber estado equi­ padas con espolón, como las de los romanos, que terminaban en una punta de bronce afilado que, a veces, bajo la superficie del agua, hundía una embarcación a la primera. En su lugar colo­ caban en la proa la cabeza de un león, que probablemente estu­ viera recubierta de metal y era capaz de causar grandes estragos entre el enemigo cuando la galera iba impulsada por la fuerza de dieciséis o veinte remos. La cabeza era de diversas formas y seguramente servía para indicar el rango del capitán, el nombre del barco o la deidad bajo cuya protección navegaban, a menos que el león fuera el animal elegido invariablemente para sus ga­ leras de guerra y el camero, el oryx y otros fueran reservados a los barcos relacionados con los servicios religiosos. Algunas de las galeras de guerra del Nilo estaban dota­ das de cuarenta y cuatro remos, veintidós en cada lado, por lo que teniendo en cuenta el espacio para el contrapunto y la proa, alcanzarían probablemente una longitud total de 40 m. Estaban equipadas, como todas las demás, con una gran vela cuadrada, pero el mástil en lugar de ser sencillo, estaba for­ mado por dos limbos de la misma longitud, suficientemente abiertos en la parte de arriba como para admitir entre ellos la verga y sujetos por varios tirantes resistentes, de los cuales unos

436

352.

Gran barco con vela, aparentemente hecha de papiro, doble mástil y muchos remeros. En una tumba en Kom Ahmar, más arriba de Minieh.

se extendían a la proa y otros hasta el contrapunto del barco. Por encima del mástil se pasaba una cuerda ligera, probable­ mente para enrollar la vela, que por las formas horizontales re­ presentadas sobre ella, parece haber sido similar a la de los chi­ nos. Hay un ejemplo curioso de una vela, que aparentemente está hecha de papiro. Este doble mástil era típico en los tiempos antiguos durante la Dinastía IV y anteriores, pero luego dio paso al mástil sen­ cillo, con barras o rodillos en la parte superior, que servían para las poleas, sobre las que pasaban las cuerdas; algunas veces se colocaban sobre ellos aros por donde pasaban las drizas. En este, como en otros barcos egipcios, las brazas estaban sujetas al final de la verga. Las sujetaba un hombre que iba en el contrafuerte o en la cabina y servían para girar la vela a dere­ cha o izquierda. Todos los barcos las tenían y en la parte de aba­ jo de la vela (que en estos barcos no tenía verga) estaban la es­ cotas, que iban sujetas con la regala. El modo de gobernar la embarcación es diferente a como se describe en las pinturas egip­ cias. En lugar de tener un timón en el centro de popa o a cada

437

lado, está equipada con tres en el mismo lado: una peculiari­ dad que, como el doble mástil y la vela plegable, fue luego abandonada por engorrosa e imperfecta. Este barco muestra de forma satisfactoria su modo de colocar los remos mientras no eran necesarios cuando el viento era favorable: eran sacados por el aro o banda en la que giraban y probablemente se les mantenía en esa posición mediante un tirante o una banda que pasaba por el mango. Los barcos corrientes del Nilo eran de construcción diferente; los mencionaremos al describir los ar­ madores de barqueros, uno de los miembros de la cuarta cla­ se de la comunidad egipcia. Al volver de la guerra, las tropas marchaban de acuerdo con el puesto asignado a cada regimiento, observando el mis­ mo orden y regularidad que durante el avance por el país ene­ migo. Los aliados que venían con ellos ocupaban una posición hacia la retaguardia del ejército y eran seguidos por grandes cuerpos de egipcios. Entre los soldados se distribuían recom­ pensas y la procesión triunfante de los vencedores era honra­ da por la presencia de los cautivos, que eran conducidos con grilletes detrás de su carro. Al atravesar países que eran tributarios de ellos o aliados de Egipto, el monarca recibía el homenaje de los amables habitan­ tes, que, recibiéndole a su llegada con aclamaciones de júbilo y ricos regalos, le adulaban por la victoria que había obtenido. El ejército a su paso por Egipto era recibido en cada gran ciudad por la que pasaban por una concurrencia de gente que, encabe­ zada por el sacerdote y los principales del lugar, les traían ramos de flores, lazos verdes y ramas de palmera, recibiéndoles con bulliciosas aclamaciones y dándoles la bienvenida en su retor­ no. Luego, dirigiéndose al rey mismo, los sacerdotes celebraban su rezos y enumerando los muchos beneficios que había conce­ dido a Egipto por la conquista de las naciones extranjeras, los enemigos de su país, afirmaban que este poder brillaba en el mundo «como el Sol» en los cielos y que su beneficencia sólo era comparable a la de las mismas deidades.

438

Habiendo llegado a la capital, comenzaban las preparaciones para celebrar una acción de gracias general en el templo princi­ pal: se hacían apropiadas ofrendas al dios principal, al guardián de la ciudad, por cuyo favor especial e intercesión se suponía que se había obtenido la victoria. Se presentaban los prisioneros ante él, así como el botín arrebatado a los enemigos, y el monarca re­ conocía el poder manifiesto de su mano protectora y su propia gratitud por tan distinguida prueba de favor celestial hacia él y ha­ cia toda la nación. Estos temas representados en los muros de los templos no sólo servían para recordar la victoria, sino que tendían a impresionar a la gente por la veneración religiosa de la deidad, hacia quien su soberano fijaba así un ejemplo de respeto. Las tro­ pas también habían de estar presentes durante la celebración de las ceremonias prescritas y para dar gracias por las victorias que habían obtenido, así como por la salvación de su vida. Un sacer­ dote ofrecía incienso, ofrendas de carne y übaciones delante de ellosl23.

1 353.

2

3 4 5 6 7 8

Mujeres de los rechenu enviadas a Egipto.

9 Tebas.

123 Ver pág. 292.

439

Los cautivos eran traídos a Egipto, y se ponían al servicio del monarca y eran empleados para construir templos, cavar canales, levantar diques y embarcaderos y otras obras públicas. Otros que eran comprados por los grandes señores se empleaban para hacer los mismos trabajos que los menlooks del momento actual. Las mu­ jeres esclavas también eran empleadas al servicio de las familias, como las griegas y las circasianas del moderno Egipto y otras par­ tes del Imperio Turco. Como les hemos encontrado en las esculturas de Tebas, acompañando a hombres de su propia nación, que llevan tributo al monarca de Egipto, podemos concluir que cada año se enviaba a Egipto un número de ellos de las provincias conquista­ das del norte y del este, así como de Etiopía. Es evidente que tanto los esclavos blancos como los negros eran empleados como sir­ vientes: atendían a los invitados cuando venían a la casa de su amo. Por encontrarles en las casas de los sacerdotes así como en las de los jefes militares, podemos deducir que se les compraba con di­ nero y que el derecho de poseer esclavos no estaba reservado a aque­ llos que los habían conseguido en la guerra. El tráfico de esclavos estaba permitido en Egipto y sin duda había muchos que se dedi­ caban, al igual que en la actualidad, a llevarlos a Egipto para su ven­ ta pública, independientemente de aquellos que eran enviados como parte del tributo. Así, los ismaelitas124 que compraron a José a sus 124 Gn 37:28. Ver también Gn 44:9.

440

hermanos, le vendieron a Puti far al llegar a Egipto. Era una cos­ tumbre común en aquellos días: los judíos compraban a sus hom­ bres encadenados mediante dinero125. Los fenicios, que comercia­ ban con esclavos, vendían a «los hijos de Judá y Jemsalén» a los griegos m ; y los pueblos del Cáucaso enviaban a sus hijos e hijas a Persia121, como hacen los modernos circasianos, quienes los en­ vían a este país y a Türquía. Diodoro, al mencionar los castigos militares de los egipcios, dice que no eran movidos por ningún espíritu de venganza, sino sólo por la esperanza de reformar un ofensor y para prevenir que se volviera a cometer un crimen similar en el futuro. No estaban dispuestos a convertir el hecho de desertar y la insubordinación en ofensas capitales: el soldado era degradado y condenado pú­ blicamente a llevar alguna marca visible de ignominia, que hacía de él un objeto de reproche ante sus camaradas. No se fijaba nin­ gún tiempo para su liberación, estaba condenado a llevarlo hasta que su buena conducta hubiera subsanado su falta y obtenido para él el perdón de sus superiores. El historiador dice que «por con­ siderar el estigma una desgracia más odiosa que la muerte misma, el legislador pretendió convertirla en el más severo de los casti­ gos; al mismo tiempo tenía una gran ventaja, porque no privaba al estado de los servicios del ofensor. Consideraban que era natu­ ral que todos aquellos que habían sido degr adados de su puesto desearan volver a recuperar el carácter y estado que habían per­ dido y acariciaban la esperanza de que podrían algún día refor­ marse y convertirse en miembros valerosos de la sociedad a la que pertenecían». Por ofensas menores castigaban a los transgresores con el bastinado, que era usado corrientemente para castigar a los campesinos y a otros pueblos. El soldado que mantenía traicio­ neramente comunicación con el enemigo estaba condenado a la extirpación de su lengua, siguiendo la antigua costumbre de cas­ tigar al miembro ofensor. 125 Lv. 25:44 y siguientes. 126 Am 3:6. 127 Herod. 3:97.

441

355.

Armas egipcias. fig. 1. 4. 6. fig. 2. 8. 9.

Colecciones de S. D ’Athanasi y Sait y de Tebas.

Hacha pequeña, de 47 cm de longitud. y 5. Hondas de las esculturas. Daga, 37,5 cm de longitud. 7. Daga, 28 cm de longitud. Cabeza de dardo, 8 cm. Cabeza de jabalina, 35 cm de longitud.

Este breve recuento de las prácticas militares de Egipto bas­ ta para mostrar que los monumentos contienen abundantes me­ morias de aquellos antiguos días; y aunque muchos otros se han perdido desde entonces, los pertenecientes a los más glo­ riosos periodos afortunadamente se han conservado. Las es­ culturas de Tutmosis III, Amenofis, Seti, Ramsés TTy TTTy otros reyes, confirman el testimonio de los historiadores respecto al poder del antiguo Egipto.

442

ÍNDICE A

Á cidos, em pleo de, ii. 100, 101

A arón, lin o fin o con bordados de Egipto, ii. 97

Acuñación, antigua, ii. 1 6 9 ,1 7 2

Abbott, colección de Dr., i. 204, 386,

Administrador, o mayoral de tierras, i.

403 Abisinia. Ver M onos

Admiraban el artesonado y los ador­

A bisinio, brazo del N ilo, ii. 29 llamado «N ilo azul», propiamente «R ío N egro», i. 21

Adaptabilidad, Ver Gusto, i. 31; ii. 321 43; ii. 12 nos de las habitaciones, i. 156 Adorno G uilloche, i. 30; ii. 323 Adornos con oro, ii. 97

A b isin ios no com en ganso ni pato, i.

Adornos de los egipcios, hebreos, ba­

176 A' Souán, o Syene, inscripciones cúfi­

Adornos que se llevan en las celebra­

cas en, ii. 163 canteras en, ii. 343, 345 A ’zrek significa «negro» y «azul», ii. 29 Abatanadores, ii. 124 Abejas y colm ejas, i. 47 llev a d a s del N ilo en b otes, i. 4 7 Abrek, Berek, «genuflexión», ii. 230 ideas abstractas, i. 3 45, 346, 347 A bydos, Templo de Osiris, i. 3 1 6 ,3 2 3 algunos preferían ser enterrados en, ii. 415 arco de im itación, ii. 335 A cacia, o m im osa, varios tipos de, i. 67; ii. 39, 5 0 ,5 1 . VferSont. sealeh (seal), zona este del desierto, ii. 52, 124 sensible, en Etiopía, ii. 39 A canto, o sont, vainas de, ii. 39, 51, 129 A cción de gracias, i. 274 Ver gracias después de la victoria, i. 292, 439 A ceite de ricino, y el árbol de castorberry, ii. 33, 34, 40 m odo de extracción, ii. 33, 34 A ceites, ii. 33, 34, 38, 40, 41, 44 A cero. Ver Hierro.

bilonios y rom anos, ii. 97 ciones, i. 91 Afeitaban su barba, los sacerdotes, ii. 361 cabeza de los niños, ii. 362 todo su cueipo, ii. 361 Africanas lo hacen actualmente, i. 151 asesinato de, ofensa capital, ii. 235 Agatodem on, el áspid, i. 56 A gesilao se lle v ó guirnaldas de papi­ ros a Esparta, i. 67, 91 entretenido por Taco, i. 91. Agilidad. Ver Fiestas de. Agricultura, ii. 11-67 Agricultura, Ver tierras, plantas, cose­ chas fijación las estacion es del año, ii. 2 80-282 n u m erosos in ven tos, ii. 2 7 7 -2 8 0 y manufacturas de E gipto, ii. 285 A grupación de lo s M em looks, i. 383 A gua del N ilo, Ver N ilo. hydria o cánaro, i. 302 p ieles, i. 46, 224 rueda, hélice hidráulica y máquina de funcionam iento con el pie, i 45

443

Agujas de fabricación de redes, ii. 108-

112

Alm ohadones, o cabeceros, de m ade­

Agvveh, mantenimiento de fechas, i. 65

ra y otros materiales, i. 73, 81, 353, 354 Altares, ii. 398

Alabastro em pleado en vasos y bote­ llas, i. 166, 167; ii. 86, 377

Altramuz, ii. 31. Ver Doqáq

A gujas, ii. 380, 381

muros, azulejos barnizados, ii. 321, 325 A lbañiles. Ver Ladrillos con capataces com o aparece en la

jarrón llam ad o alabastro, i. 3 6 9 A m asis, sabiduría de, ii. 256 extranjeros vieron una parte de Egipto hasta después del reina­ do, ii. 260

A lcalina, planta llamada borit, ii. 124

p ob lación de E gip to bajo, i. 321 A m enofis, i. 324, 325

A leación en bronce, i. 158

A m enofis III, viñetas C.E., i. 83, 151,

B iblia, ii. 222

Alejandría, población de, i. 322 número de personas que venden vegetales en, i. 179 se debe obtener m ucho vino en, i. 64 Alejandro, conquista de Egipto, i. 327

323-324 capital del A lto E gipto, ii. 257, 258 cuatro genios de, ii. 4 19, 420, 429, 430, 436, 440 i. 323-324, 349-350, 430 plano de, i. 3 2 3 -3 2 4 A m enti, o Hades, i. 299; ii. 394, 395

A lfabeto, 25 letras se dice que forman el egipcio, i. 306

tumbas de los reyes en, i. 415

Alfarería, em pleada p aia escribir so ­

y M enfis no tenía muros alrededor, i. 431-432

bre, ii. 116-117 la del moderno Egipto ha superado a las del antiguo, ii. 125 la egipcia es de calidad menor que la griega, ii. 127 nombres coptos para distintas cla­ ses de, ii. 125 Alfareros, ii. 125, 126 A lfileres, ii. 380-381 Alfom bras, i. 78; ii. 109-110 A litta o M ylitla, i. 351 A lm a, transmigración de, ii. 417 inmortal, por primera vez enseñado por los egip cios, ii. 417 Alm endra de Egipto, ii. 38 aceite, ii. 34, 38 «A m es», un m úsico que tocaba el har­ pa llam ado, i. (grabado en madera)

122

444

Am érica e Inglaterra, ii. 269 Americanos, Norte, com o europeos, i. 320 A m es o A m osis, i. 119, 324 Amón (dios de Tebas), i. 3 4 5 ,3 4 6 ,3 4 9 , 350 A m ón, expulsado del Panteón, i. 325 mujeres de, i. 143 Amphorae, o jarras de vino, i. 57, 58 cóm o se sostenían, i. 58, 59 cóm o se tapaban y sellaban, i. 58, 59 resina o sedimento resinoso en, i. 58 Am uletos, ii. 387 o bulas, que llevaban los niños, ii. 364 Amunoph III, Ver Leones. A nálisis de los depósitos fluviales, ii. 28

A ncianos, respeto por, ii, 254

festejar a, i. 302, 306

A n illo, tercero de la m ano izquierda,

festejar a, con una duración de seis

ii. 372 A n illos, ii. 373, 374, 376

festejos de celebración al encontrar

A n im ales de E gipto, lista de, i. 256,

días, i. 306

268 a veces localizados en altares, i. 183.

un nuevo, i. 308, 309 gastos del funeral de, i 307 generalmente vivían de 17 a 20 años,

278 de Egipto, más sobresalientes, i. 238 en cría, ii. 194

i. 307 llam ado Epafo, i. 303, 305 llam ad o H api, i. 305. Ver ii. 4 3 0 ,

unción del rey, i. 289 fabu losos, o fantásticos, i. 237; ii, no representados, i. 235 las estatuas de lo s d io se s, i. 289 más cazados, i. 235 una cerem onia habitual, i. 87, 289 A nim ales jóvenes para alm acén m ien­ to, i. 226, 227 A nim ales salvajes para la m esa, i. 226 an im ales, i. 2 3 7 , 2 4 2 , 2 5 0 -2 6 0 burro y jabalí no se representaban, i. 255 Antila, vino de, i. 59 Antílopes, varios, i. 238, 258

nota mostrado a extranjeros, i. 305 m urió y se e lig ió a otro, i. 306 niños profetas que olían el aliento de y atendían las procesio­ nes en hon or de, i. 306, 3 Î 0 que se encuentra en M enfis, i. 305 se dice que fue ahogado después de vivir 25 años, i. 306 y M nevis, i. 302, 303 A pis consultó a un oráculo, y los au­ gurios que se le pronosticaban, i. 309 cuidado con la com ida y agua que se daba a, i. 308, 310, 340

A n u b is, ii. 3 95, 4 1 6 , 4 1 9 , 4 2 0 , 4 3 6 ritos de, i. 138

in flu en cia en c o co d rilo s, i. 3 1 0

A nzuelo y garfio, i. 239; ii. 212

ia viva imagen de Osiris, i. 303,309,

A ñil em pleado por los egipcios, ii. 94, 95

315 m odo de consulta, i. 310

A ño, división del, ii. 272-276

A plausos, i. 102. Ver M anos.

de 365 y 365 días y un cuarto, ii. 273-276

A p ofis, Apop, e l «gigante», la «gran

intercalados, ii. 276, 277

i. 349 A pollinopolis. Ver cocodrilo

A pis, el alma de Osiris, i. 302 bueyes lim pios pertenecientes a, i. 305 colores y marcas de, i. 303 descubrim iento del lugar del ente­ rramiento de, i. 307 em balsam ado y enterrado con gran pompa, i. 306 establos de, i. 305, 310

serpiente», el em blem a del pecado,

A p ries tom ó G aza y Sid ón, i. 327 Arado, ii. 21-25 b u ey e s y v acas atados al, ii. 2 4 quizá calzado con metal, ii. 24, 26 surcos hechos por el, ii. 23 Arar la tierra, ii. 21, 23 con un buey y un burro, no en Egipto, ii. 25

445

árbol representado, i, 46 el Rhodon (rosa) que da su nombre a Rodas, ii. 39 Árboles de Egipto, i. 46, 47, 67 representados en m onum entos, ii. 49-51 sagrados, i. 269-270 Árboles frutales, i. 47, 65, 67 Arbustos que crecían por entre el ba­ ñ o , ii. 19 Arcas. Ver M ausoleos. A rcilla utilizada en alfarería, ii. 125 amasada con el pie, ii. 125 A rco del Kufa, i. 237

ladrillos y piedras al principio loca­ lizad as form ando un, ii. 3 3 7 principio del, no dependiendo del material ni de la piedra cen­ tral, ii. 333 sustitutos de, y origen de, ii. 335, 337 verdadero y falso, ii. 335, 336 Arenas, errar en los que se refiere a la gran usurpación de, i. 324 Arenisca, normalmente empleada des­ pués de la D in a stía X II, ii. 3 4 0 Armada, cantidad de, i. 356, 357 disciplina de, j. 356, 357, 359

caja, i. 372

estándares de, i. 362, 364

cubierta em pleada por la infantería, i. 372

regim ientos de, i. 357, 359

cuerda empleada para atar a un ene­ m igo, i. 369 de Egipto, i. 367, 368 estiram iento de una cuerda, i. 369 flechas para la cacería, i. 232 m odo de armar el, i. 268 m odo de dibujar el, i. 233 guardar en la cintura, al usai’ el, i. 369 suspendido al lado de un carro, i. 397 A rco, los ladrillos llevaron a la inven­ ción del, i. 18; ii. 337 apuntado, m u y tem prano, ii. 337 apuntado, muy temprano en Tusculum, Italia (grabado), ii. 292 de ladrillo, ii. 333, 336 de piedra, ii. 333, 334, 336

Ver soldados vuelta de, Ver Guerra Armas de bronce inglesas, quizá fen i­ cias, ii. 157 A rm as de sold ad os e g ip c io s, i. 3 63, 388 Armas de sus aliados, i. 357 de tropas armadas ligeras y pesadas, i. 388 Armazón de cama, i. 82 A m eses, Ver Carros. Aro, juego con un, i. 206, 207 Arom a, o Arara, m edida de tierra, ii. 286 Arouras, 12 dadas a cada soldado, i. 355; ii. 256 Arpa de la colección de París, i. 123, 124 cabeza de un, de Tebas, i. 120 desconocido por los griegos, i. 121 A rpas, las m ás antiguas, i. 95, 121

el techo contenido del predecesor del, ii. 336

acortar las cuerdas de, i. 123 cuerdas de tripas de animales. Ver

en E gipto m uy antiguos, i. 28, 41;

Cuerdas con tripas de ani-

ii. 333 en Grecia, ii. 335

446

con un soporte, i. 97, 121,

122

de caparazón de tortuga, i. 97, 123 de color de cuero, i. 9 8 ,9 9 ,1 0 0 ,1 2 3 de madera cubierta con piel de toro, i. 9 7 ,1 2 3 de varios tamaños, i. 12 0 ,1 2 1 em pleado en lo s servicios religio­ sos, i. 1 2 3 ,1 3 8 ,1 3 9 en las m anos de las deidades, i 123 m ales

de producción y arte del diseño, ii. 328 e inventos m ás antiguos de lo que suponem os, ii. 72 Aryandes acuñaba dinero en Egipto, ii. 172 A sam bleas, las grandes, i. 294 A scalon y A sm aor (Samaría?) i. 425 A sesinados, m anos de los, i. 393

n o tien en p ed ales n i p olo, i. 123 Arpistas de Bruce, i. 118 ,1 1 9

A sesinato de un niño por su padre, ii. 236

Arquear la rodilla, abrek, bérek, ii. 230 Arqueros de Egipto, i. 356

de un esclavo, castigo con la muer­

ataque de, i. 428 de la infantería, i. 372

te, ii. 235 -2 3 6 de un padre por un hijo, ii. 236 A sesores, ii. 4 0 6 ,4 1 4 ,4 1 9

A rquitectura de E gipto, derivada de form as y elem en to s naturales, ii.

42, ii. 414, 4 2 0 Ashur de diez cuerdas, un instrumen­

313, 322 al p rin cip io m uy sim ple, ii. 330

A sie n to s para silla s y fajinas, i. 7 4

to judío, i. 1 3 5 ,1 3 9

algunas partes de madera, ii. 313

Asiría, i. 325

bizantino, y romano, lombardo, sa­ jón, normando, sarraceno, destacados, ii. 339

A sirio, crueldad de, i. 1 3 ,4 3 3 A sn os, nu m erosos en E gipto, i. 2 4 2 salvajes, no representados, i. 255

construida tomando prensado e l pi­

A sp, o A gatodem o, guardando un al­

lar de la cantera, pero los tem plos de piedra y las tum­ bas empleaban otros ele­ m entos para su construcción, ii. 314 progreso y m odificación de estilos de, ii. 339. Ver Sarraceno una creación de la m ente, ii. 303 Arquitectura sarracena, progreso de, ii. 339 n os d io el arco apuntado, ii. 3 3 9 Arsinoe nom e, i. 253, ii 39 Arte asirio imitado, y el estilo arcaico, todavía no encontrado, ii. 294. Ver E sculturas N im roud y cilindros. Arte damasquinado ii. 183, 184, 185 Arte veterinario en Egipto, ii. 199, 200 Arte, ii. 310-313 Ver Gusto

m acén, i. 56 santificado a N eph (U m o Num), i. 266 Astarte, i. 351 Ataúd, ii. 406 Ataúdes, ii. 138, 4 0 6 ,4 1 3 , 438 de madera extranjera, i. 30 A tesh , o K adesh, fuerte de, i. 4 2 5 A tribis (o C rocod rilóp olis), i. 3 2 4 Aum ento de riqueza, lleva a deudas, ii. 247 Auriga, i. 387, 390, 391 a m enudo una persona de c o n se ­ cuencia, i. 392 A ves de corral, Ver G allos y gallinas, Azada, ii, 19, 22, 25, 26, 27 em pleada con y sin el arado, ii. 20, 27

447

llamado Tóré, y em pleado para la tetra M , ii. 26 no tenía cuchilla de m etal al princi­ pio, ii. 26

Baldosas vidriadas en Egipto, ii. 320, 325. B alón abombado, e l principio de, c o ­ nocido por los griegos, i. 377 Bálsam o, ii. 38 Banquetes, i. 78 Banquetes, organizador de, i. 92

B B aalbek, grandes piedras de, ii. 333

Baños, ii. 384

m odo de m over grandes piedras de la cantera, ii. 350

Barba, falsa, ii. 363 de dioses, reyes y de individuos par­

Babel (Babilonia), tributo desde, i. 418

ticulares, ii. 363 Barcos de guerra, i. 43 4 -4 3 6 ; ii. 150

Babilonia, túnel en forma de arco bajo el Eufrates, ii. 336

aparejos de, i. 4 3 5 , 43 7 ; ii. 150

estatuas doradas en, ii. 272

de barcos de guardia, ii. 69

manera de llevar a los dioses de, i.

de gran tamaño, ii. 1 5 1 ,1 5 2 de Sesostris en el go lfo A rábigo, i.

283 ropajes bordados babilonios y ropas de diferentes colores Babilonios, polos, reloj de sol y divi­ sión del día, para los, ii. 353 B aco, fiesta de, i. 302 parecido de, a O siris, i. 300 Bailarines, i. 106 B aile no enseñado a las clases altas, i. 145 de H ipodides, i. 145 de los griegos y romano, i. 145, 148 enseñado a esclavos, i. 148 m ujeres, v estid a s para e l, i. 148 pirueta en, i. 148 postura, en, i. 148 sagrados, i. 150 B aile, 1 4 3 ,1 5 0 de las clases bajas, i. 149 figuras, i. 1 4 7 ,1 5 0 gestos en el, i. 143-145, 148 pasos en el, i. 149 B a ile , ap lau sos m ientras e l, i. 145 en el templo, i. 150 Bai's, ramas de palma, i. 81 B alan ce, ii. 170, 174. Ver E scalas Balanitas. Ver E gleeg

448

434; ii. 154 del N ilo, de la tercera clase, ii. 69 originalm ente eran sólo balsas, ii. 152 Barqueros de una tripulación, o navio, Ver Marineros los tim oneles, un oficial de alta ca­ tegoría entre, ii. 69 Barriles no queridos en Egipto, ii. 190 Barro, después de la inundación, plan­ tas que nacen sobre el, ii. 19 del N ilo, Ver N ilo y D ep ósito alu­ vial, Bastones, ii. 382, 383 Bastrago, castigo de, i. 441; ii. 12,237, 238, 224 de grandes hom bres, ii. 239 de mujeres, ii. 238 de trabajadores, ii. 239 de un c op to en e l C airo, ii. 2 4 0 Batallas que se decidían con una lucha cuerpo a cuerpo, i. 384 Bebiendo de cada uno, i. 92 excesos en la bebida, i. 62, 63 B ecerro de oro reducido a p olvo, ii. 157

jarra y vasija, i. 86, 87

B otella sostenida con el pulgar, i. 175

manera de adorar con danzas, i. 150 m osaicos, Ver M osaicos,

Botellas chinas, ii. 83, 84, 86

Becerro dorado, i. 150 Benha-el-Assal, o «Benha de m iel», el pueblo de, i. 48 Beni Hasan, extraños escudos en, i. 367 enanos y personas deform es en, i.

fecha probable de, ii. 86 B o te lla s, i. 165, 167, 168, 174, 175 y recipientes adornados con hojas, i. 175 B otes, gallardetes de, ii. 147 aparejos de, ii. 150

215 luchadores en, i. 215, 216 Benno, pájaro sagrado de Osiris (apa­

camarotes de burthen, ii. 149

rentemente un A ve Fénix), i. 263, 264 Berek. Ver Abrek.

con velas adornadas y con muchos co lo res, ii, 151, lám ina 183 construidos con un costillar y poco

Berenice, en el mar Rojo, ii. 264-266 B erkel, pirám ides de G ebel, ii. 335,

o nada de quilla, ii. 146 elevados en lugares en la cabeza y

338

con o sin camarote, ii. 143-145,147, 149

popa de, i. 436, ii. 148

Berraco, salvaje, en E gipto, i. 255 salvaje, c om id o por alguna gente cerca de Damietta, i. 255 Bersheh. Ver C oloso B etún llam ad o sift, o zift, «brea», i.

hechos de sont, o madera de acacia, ii. 149 lim p io s y b ien lavad os, ii. 149 motones, raramente si se empleaban en, ii. 150, 151

418; ii. 289. Ver Rot-'n-n Biot, reino de Tutmosis fijado por, ii.

pintados, ii. 147

285 B izantino y otros estilos de arquitec­

gen, i. 435; ii, 1 4 6 ,1 5 0 velero con verga en lo m ás alto y en

tura, ii. 339 Bloques, Ver Piedras

v e le ro s, tenían una verga en los

la parte de abajo, ii. 146, 148

Bocchoris el Sabio, un gran legislador, ii. 244 B odegas, i. 56-58 Bolsas conteniendo polvo de oro, i. 158 Bom ba, ii. 352 B o sq u e c illo

velas de, com o se arrían y se reco

primeros tiem pos, ii. 146 Botín del enem igo, i. 429 Bouquet de vino M areotis, i. 59 Bouquets en las fiestas, i. 67 entre las ofrendas a los dioses, i. 271,

de

T em en os,

Ver

E xplicación de Frontispicio. Lista de grabados, vol. I. Tem enos, i. 431

272 B óveda, abovedado, Ver Arcos Brazo y hombro, llamadas las «partes elegidas», i. 278

Bote rem olcado en un lago en los te­

B ron ce, dorado, ii. 168, 169, 182

rritorios de una villa, i. 36 con velas hechas de papiro, i. 436,

armas en Inglaterra. Ver Inglés

437 de lo s m uertos, o B aris, ii. 390

de excelente calidad, i. 158 empleado al m enos 2.000 años a.C., ii. 155

449

escoplo encontrado en Tebas, ii. 181 filos elásticos, i. 158, ii. 183

llamado Sus, com o en hebreo, i. 406

herramientas, cóm o templar, ii. 179

C ab eza de las m om ias v ista en el

herramientas para cortar piedra, ii. 179, 181

Cabeza de m edusa com o aquella del

patina sobre, i i . 182. Ver M etales y M etalurgia B ron ce, o tazas de latón, i. 92, 191

originalm ente desd e A sia , i. 245

monstruo Tifón en Egipto, i. 163, ii. 294 Cabeza de un anim al dando a un p o­ bre hombre, i. 182

em pleo de, ii. 174-178

cortada primero, i. 181, 277

la p ie za m ás antigua, ii. 184, 185 permitido en, i. 158

herodoto dice que no se com ía, i.

Bubastis, Tel Basta. Ver Fiestas adorado m ás que en ningún otro pueblo, com o una protección contra las inundaciones, ii. 17, 236 B u en o, bondad, i. 345; ii. 395. Ver Osiris B ueyes para el sacrifico no necesaria­ mente libres de manchas negras, i. 305 lim pios, pertenecientes a Epafo, o A pis, i. 305 B u e y e s y v acas atadas al yu go para arar, ii. 16 B ufones, i. 110, 113 B ufones, la afición egipcia por, i. 83,

110 , 221 Burocracia en Egipto, ii. 202

183 im precaciones en, y en la cabeza de turco, probablemente no ex­ tendida a cada uno, i. 182 Ver Enem igos, situada en altares y llevada a la c o ­ cina, i. 183 Cabeza de un gallo, ver Thyton. Cabeza de vaca en una pilastra, ii. 319 C abezas de e g ip c io s, duras, ii. 362 Cabezas, de hombre y mujer llevando cargas en sus, i. 188 C affass o ram as de palm era, i. 81 Cairo, M ulkufs en las casas de, foto A , i. 11 Caja, curioso m od o de cerrar la tapa de, i. 173, 174 Cajas de madera de varias formas de

B u ssy s es lin o , no algodón , ii. 89

adorno, y para la m esa de cuarto de

Buto, fiesta de Latona en, i. 311, 313 Byblus. Ver Papiro.

baño, i. Cajas y m uebles, ii. 1 1 9 ,1 2 0 ,1 2 7 -1 2 9

Byrsa, la ciudadela de Cartago, ii. 110

con asa en form a de zorro, i. 171

un nombre encontrado en el este, ii.

110

c

con tapa apuntada, i. 164, ii. 134, 135 cubiertas con capas de distintas ma­

Caballería de Egipto, i. 357, 359 Caballos exportados desde Egipto, i. 406 abundante, i. 242

deras, i. 173, ii. 135 de marfil, i. 168 de, marfil y ébano, ii. 137 en forma de pavo, i. 171

adornos de, i. 401

m anera de abrirlas, ii. 134, 137

estim ados en Egipto, i. 245

tapas de, ii. 135-137

450

Calasiria, vestid o con franjas que se llam a, ii. 108, 355 Calasiries (Celasiria), soldados, i. 356,

ii. 276-277 Ver Oro, Riqueza, Carácter alegre de los egipcios, i. 12,

357 Cálculo decim al y duodecim al, ii. 203 Camarote. Ver Botes Cambios hechos en la religión egipcia, i.

Cantidad de, en los tiem pos antiguos,

346-348

221 Carácter de los egipcios, i. 1 2 ,1 3 ,2 2 2 ; ii. 2 3 7 ,2 5 5 Ver conquista m odos de decir el, i. 221, 222

Cam ello no representado, i. 245

Carcaj, m odo de llevar el, i. 332 Caricaturas de m ujeres, i. 62; ii. 308

Campesinos, m odo frugal de vivir del,

Carne hervida a m enudo com ida por

Cam bises invadió Egipto, i. 327

i. 178; ii. 11 habilidades agrícolas de los, ii. 11 fiestas de, durante el alto Nilo, ii. 66 Ver Festivales se les arrendaba la tierra del rey y otras, ii. 12 se les permitía cultivar los que ellos eligieran, ii. 11 Campo, i. 4 2 9 ,4 3 0 Canaán, i. 425 Canales llevando el agua a través de las tierras, ii. 13, 16, 19 lados del, con un dique para mante­ ner el agua, ii. 19 Canción de Mañeros, i. 107 Canción del Linus, i. 107 Canción, un solo, i. 102 de los nadadores, ii. 56 de M añeros o Linus, i. 107 Canciones y música después de la cena,

los héroes de Homero, i. 184 Carne que se com e sin ser guardada, i. 1 7 5 ,1 8 4 gran cantidad de, servida, i. 176 Carniceros afilando cuchillos con ace­ ro, i. 180, 181 Caronte, origen de, ii. 4 1 3 ,4 1 5 Caipinteros y fabricantes de armarios, ii.

1 2 7 ,1 2 9 -1 3 8

herramientas de, ii. 19-133 trabajo de, ii. 19-138 Carreteros, ii. 137 Carro con tod o el m obiliario, i. 2 9 6 algunas v eces sosteniendo tres, i. 388, 390 arco y flechas, y carcaj que colgaba del, i. 397 con muías, i. 4 0 4 ,4 0 5 del Rot-'n-n, i. 396 dibujo de, en perspectiva, i. 4 0 0 ,4 0 2

i. 199

el conductor estaba en el asiento de fuera del, i. 391

en el trabajo, ii. 342

el rey solo en su, i. 391

un solo, i. 102

e l rey tenía un «segun do», i. 391

Ver M úsica y canciones,

en parte hecho por carpinteros, par­

C an cion es, o cantos fúnebres, a la muerte de personas, i. 107, ii. 408, 410 Cantera, m anera de em pezar una, ii. 335, 340 Canteras de Siena, ii. 343, 345

te por curtidores, i. 397 era de madera, i. 393 fabricantes, ii. 137 manera de cen ar y arreos para la guerra, i. 399, 401 no tenía asiento, i. 393

451

para viajar (o plaustrum), i. 4 0 4 ,4 0 5 partes del, i. 395

Castas. Vea C lases. C astigo de un m iem bro ofen d id o, ii

p olo doblado del, i. 394

241, 244

p ro ceso de hacer un, i. 3 97, 398

de los grandes hom bres ahora en

ruedas del, i. 399 sosteniendo dos personas, i. 388, 390

Egipto, ii. 238-239 de pesadores públicos, notarios, ten­ deros y otros por fraude, ii.

tenía sólo dos caballos, i. 401 o coche en e l M useo de Florencia, i.

4 0 5 ,4 0 6

Carro de jugu ete, sustituto de, i. 229 Carro de la muerte, ii. 4 06, 411, 413

241, 244 con el látigo y la paliza, i. 2 5 1 ,4 4 1 conm utación de, ii. 236 militar, i. 441, ii. 237 por adulterio, ii. 237. Ver Asesinato,

Carros de plata y oro, otros pintados, i. 395

castigos, palos Ver Prevención de un crimen

de los nobles en los pueblos, i. 391 de príncipes, i. 390 invitados llegaban en, i. 83, 84, 86 Carruaje con cuatro ruedas, i. 4 0 4 para viajar (o plaustrum), i. 404 ,4 0 5 Carruaje con ruedas, cuatro, i. 4 0 4

Cathamus, ii. 3 2 ,4 6 Cautivos, ver Prisioneros, Ver Enem i­ gos representados asesinados por el rey en los muros de los tem plos, alegóricos y encontrados en

Carruaje de los Tokkari, i. 413

los m onum entos de lo s pto-

Carruaje, Ver Carroza C asa en e l M useo Británico, m odelo de una, i. 2 4 ,2 5

lem e o s y lo s césares, i. 4 3 4 representados llevando m esas y si­ llas, y con sandalias, i. 78,

Casas, planos de, i. 21, 23

79; ii. 320, 366

buscaban el fresco en sus, i. 1 5 ,1 6 de ladrillo sin pulir, i. 16 de sacerd otes, lujosas, i. 17, 340 dormían en verano en los tejados de, i.

Caza, i. 2 2 3 ,2 2 5 , 229, 232, 235 en los cam pos de los nobles, y con que limitaban un espacio para la, i. 224

17

en Kamak, i. 25

pasatiem po favorito, i. 223

grandes, i. 30, 35, 3 7 ,4 0

C aza, m o d o de la, i. 2 2 9 , 2 3 2 , 235

irregulares en la planta, i. 21, 39 pequeñas, i. 24

Cazadores, i. 224, 226, 229

pintadas, en Grecia, ii. 311

de la tercera clase, Ver Tercera cla­ se

planos y núm ero de pisos de, i. 18

Cebada, ii. 31. Ver T rigo y C erveza

restos de, i. 21

Cebollas, i. 178-180

tumbas y tem plos pintados, ii. 323325 C asco, i. 384, 385, 386 con cresta, de A sia, i. 386 Casitidas, ii. 155, 157

452

error con las, i. 178 historias con, i. 179 ofrecid as y com id as, i. 3 4 1 -3 4 3 un m odo particular de presentar, i. 342-343; ii. 394

Celebración del cum pleaños del rey, i. 295 Celebración del cum pleaños del rey, y de Tifón, i. 295 C eltas no encontrados en E gipto, ii.

Cerveza, los hom bres se emborracha­ ban con, i. 64 llam ada vin o de cebada, y zythos (zythus), i. 63-65 ofrecida, i. 280

188 Cena, m odo de, i. 177

Cestas para fruta cuando se recolecta­

Cena, se sientan alrededor de una m esa redonda a la, i. 1 7 7 ,1 9 2 ,1 9 3

Cetro hereditario, i. 328

ba, i, 53 de las reinas, i. 290

al atardecer, i. 8 3 ,1 8 4 , 190

Cetros de O siris, i. 271, 2 80; ii. 420

núm ero de platos a la, i. 177, 191

C ilindros m uy antiguos en Egipto, y

ocupación de los invitados antes, i.

no adaptados de los asirios, ii. 376 Cím balo, i. 109-110

86 preparación de, i. 175 Cerbero, ii. 4 1 5 ,4 1 6 C erdo sacrificad o a la luna, i. 301 a Tifón, i. 341 carne de cerdo aborrecida por los sacerdotes, i. 340, 342 com ido algunas v eces por los egip­ cios, i. 341 en los cam pos, ii. 2 7 ,2 8 figura en pasta de, ofrendada por gente pobre, i. 410 m uy raramente encontrados en las esculturas y nunca antes de la X V III dinastía (ilustra­

Cim itarra, sh opsh, o khopsh, i. 380 C in c e le s, ii. 132, 133. Ver Bronce. Cinco clases de egipcios, no castas, i. 334; ii. 10 siguiendo a Herodoto, Diodoro, Estrabón y Platón, ii. 9, 10 C lases militares, i. 354-355 bandas de m úsica, i. 114 castigos, i. 441 m úsica, i. 114-116 Cobre, em pleo de, o Bronce, ii. 175, 181 minas de Egipto, ii. 178. Ver bron­ ce.

ción), ii. 27 tratamiento de, no mantenido en po­ cilga, i . 339 Cerem onia de matrimonio y contratos no encontrados, ii. 251 con hermanas, ii. 252 Ceremonias de Egipto, i. 281-303,311316 lo s e g ip c io s le s gustaban, i. 281 otras, i. 294, 300, 302 Ceres e Isis, i. 312 lobos condujeron a un sacerdote al tem plo de, i. 314 C erveza p elu sian m uy fam osa, i. 64 lentejas, i. 177

Cocina, i. 185, 186 Cocinero, Ver Panadero. Cocineros, i. 1 8 0 ,1 8 4 ,1 8 9 Fabricantes de vinos, ii. 137 Cocodrilo, m odo de cazar, i. 2 5 2 ,2 5 3 , 255 aborrecidos en A pollinópolis, Dendera, y Herakleópolis, i. 253 atacado por lo s Tentyrites, i. 253 c o m id o s en A p o llin ó p o lis, i. 252 huevos del, i. 254 juguete, 209 m odo de atacar del, i. 254

453

m ovim iento de la mandíbula infe­ rior, i. 208 tamaño, i. 254

ii.

un animal tímido, i. 253 venerado en algunos lugares y odia do en otros, i. 253, 350 y e l troquilo, i. 254 C oco d riló p o lis, Athribis.

palmera y otras, ii. 316 variedad de, en la misma habitación,

Ver A rsin oc.

329, 330

Collares, ii. 374-375, 276 y joyería com o ofrenda en e l tem ­ plo, i. 274 Nectanebo, i. 327

Ver

C odo, ii. 286-289 de la m ism a m edida en épocas dis­ tintas, ii. 287 del nilóm etro, ii. 287-289 Codornices, numerosas, i. 245 C oles que se com ían para animarles a beber, i. 63 Color de lo s tem plos, ii. 3 1 4 ,3 2 3 ,3 2 4 de estatuas, ii. 312 C oloreado y tejas barnizadas, ii. 321, 325 C olores, naturaleza de sus, ii. 300 aplicado a la madera en una capa de estuco, ii. 129 gusto en la organización de, ii. 326 Coloso en una almádana, en el Bersheh, ii. 3 4 1 ,3 4 2 Ver Frontispicio en vol. ii. C olosos. Ver Estatuas.

Comerciantes no se les permitía terciar en política, ni tener más de una pro­ fesión, ii. 72 Com ercio de Egipto, ii. 1 5 6 ,2 6 2 ,2 6 3 , 266 de un padre generalm ente conti­ nuado por el hijo, ii. 72 C om id a cocinad a, i. 184, 185, 190 Comida, i. 176-178 de los aldeanos, i. 177; ii. 11 de lo s pobres, sen cilla y barata, i. 190; ii. 247, 339 de lo s pobres y pastores, ii. 2 0 0 C om ités nunca responsables, ii. 328 Con capas de maderas exóticas, i. 2930; ii. 1 3 3 ,1 3 4 C o n fesió n de lo s m uertos, ii. 228 Confiteros, i. 184, 187 Conmutación. Ver C astigos Conquista de un país no cam bia el ca­ rácter de la gen te, i. 36; ii. 255

Colum na derribada por uno de los in­

Conquistas de los egipcios, i. 3 2 6 ,4 1 1 -

vitados a una fiesta, i. 156 sosteniendo una estatua, no de buen

439 Constructores de botes de dos tipos, ii.

gusto, i. 32

138 Convento, o colegio de mujeres, i. 339

Colum nas, ocho órdenes de Egipto, ii. 3 1 8 ,3 1 9

Conversación considerada el encanto

cariátide de la Osiride, ii 319 cuadrada, o pilares, las más antiguas,

de la sociedad, i. 156 Copto, negándose a pagar im puestos,

ii. 314

historia de, ii. 240

de nuestras casas actuales, i. 31

Coptos, alfarería de, ii. 125

delgada, alcanzando lo alto de una

Corbag, látigos, i. 251 Cordero no se com ía en Tebas, i. 176

casa, i. 31, 32; ii. 319 en forma de polígono, ii. 315-317 m edio tímpano de, ii. 317

454

no lo com ían los sacerdotes, i. 342 Coristas, i. 102

a m enudo ciegos, i. 1 0 4 ,1 0 5

fa lsa s esm eraldas de. ii. 78, 79

Coro de muchas personas, i. 102 Corona del alto y bajo Egipto (llam a­

falsificacion es de piedras precio­ sas, ii. 75, 78. Ver Piedras

do Pshent), i. 2 7 1 ,2 8 3 , ii, 4 0 2 ,3 5 9 puesta en la cabeza del rey por los

los egipcios son fam osos por dis­

dioses, i. 290 puesta por el rey, i. 287 Coronación. Ver Rey. Corredores, i. 86 Corridas de toros, i. 2 2 0 , 3 15, 316

preciosas, tintos tipos de, ii. 75 m osaicos de pinturas en Venecia, ii. 76, 78 mostraban un avance en el lujo, ii

C o selete de lin o de A m asis, ii. 9 6

80 porcelana coloreada, ii. 81-87. Ver Vitrificado

C oselete, o abrigo, i. 386, 387 bronce, escalas de, con e l nombre

lámparas, ii. 87-88 C rótalo, o palm eros. Ver Palm eros.

de Sheshonk (Shishak), i. 388 de A m asis, con hilos de oro, ii. 97, 98

Crótalos, o badajos, i. 109, 110, 138,

Cortesía antes de las com idas, i. 197

de colores, i. 386, 387 Credulidad, reacción de, i. 222 injurias producidas por, i. 343, 346 Crianza de aves, gran entretenimiento, i. 245 Criminales. Ver Castigos. Ver Bastonazo

139, 145, 311 em pleados en danzas, i. 145 Crueldad de lo s asiáticos, i. 13 actos ocasionales de, i. 433 no se practicaba normalmente por lo s e g ip c io s, i. 13, 4 29, 4 3 3 Cruz, signo de la vida, i. 291

cuando no son transportados, ii. 242 Cristal, em pleado en botellas, y alfa­

Cuarta clase, miem bros de, ii. 10, 71 Cucharas, i. 1 9 4 ,1 9 6 Cuchillo semicircular, para cortar piel,

rería, ii. 76 abalorios, ii. 79-80. Ver Abalorios,

C uchillos de piedra. Ver Piedra y m e­

abalorios con el nombre de Am unm-het, ii. 74 botellas, ii. 76, 85 b o tella s de varios colores, ii. 78 botellas guardadas en fundas, ii. 8283 coloreadas, ii. 7 5 ,7 8 , 8 0 ,8 1 ,8 2 , 87 coloreadas imitando los cristales de murrano, ii. 87 cortada por el diamante, ii. 82 cortada y casta, ii. 82 de m uchos colores que se intenta ron lograr en V enecia, ii. 76 descubrimiento o invención de, ii. 75

ii. 121 tal Cuentas, ii. 79, 80, 374, 375 Cuerda, instrumentos de una, i. 134135 Cuerdas de tripa de animal de una lira y otros instrum entos, i. 128, 131, 132, 134 Cuerdas de tripas de gato, i. 21, 128, 1 3 0 -1 3 1 ,1 3 4 limitadas a tres, muestra una m ejo­ ra en la m úsica, i. 94 m odo de acortarlas, con un cuello, i. 94 no de alambre, i. 134-135 C uernos para instrum entos, i. 115

455

Cuero, curtido, ii. 110 cortadores de Tebas, ii. 110 corte circular de, ii. 110, 111 cuchillo semicircular para cortar, ii.

121 curtir el, ii. 119-120 del tiem po de Shishak, ii. 119-120 doblado y unido, ii. 121 em pleado com o papel de escribir, ii. 116-117 gran uso de, ii. 123 objetos hechos de, ii. 119-120 p ie le s cuidadas para, ii. 119-120 Cuerpo del ejército con carro, i. 387, 3 9 1 ,4 0 6 Cuerpo, razón para preservar el, ii. 418 Cultivos, varios, ii. 29, 31, 36, 52, 63, 56. Ver Plantas. Curtidores y zapateros, ii. 19-123 Cush o Etiopía, i. 4 2 4 ,4 2 6 Cutch, agrupación de gente de, i. 383 Cyperus, varias clases de, ii. 113 Chacal, i. 238, 257 C hevron, adorno de E gipto, ii 323 Chico. Ver N iño

Deidad, división de, por sus atributos, i.

345, 347

unidad de, i. 345 ’D elta, p u eb los del, com o islo tes du­ rante la inundación, ii. 16 el agua y la tierra aumentan m enos en el, ii. 16, 18 Dentistas, ii. 385 Descubrim ientos e inventos a menudo con secu en cia de la casualidad, ii.

101 D esierto, lím ite del, cultivado, ii. 29 Deudas, ley e s de, ii. 2 4 5 ,2 4 6 aumento de lujos y afición por la im itación, ii. 2 4 6 ,2 4 7 dio la tumba de un padre com o pago por, ii. 2 4 6 ,4 1 4 no arresto por, ii. 245 D iablo, ii. 4 1 0 Diana, Ver Pasht D ías del Epact, los cin co días que se añaden a los 360, i. 281, ii. 2 8 2 ,2 8 4 y noche dividida en 12 horas, ii. 353 Dibujo, estudiado en Francia, ii. 307 y escultura precedida por la escri­ tura, ii. 302

D D ados, i. 207, 208 Damietta, jabalí com ido por gente cer­ ca de, i. 255 Darabooka, i. 1 0 3 ,1 0 8

Dibujos hechos en trozos de piedra, pi­ zarra, ii. 116-117, 308-309 D id o y e l escondite del toro, ii. 110. Ver Byrsa. Dinastía tebana, i. 324-325

Darío introdujo las leyes en Egipto, ii.

D in astía tebana, i. 3 2 5 . Ver Saite. siglo xviii, i. 326 D in astías y reyes de M en fis, i. 3 2 4

257 D avid bailó, i. 150

D inero, ovejas y b u ey es valorados com o, ii. 137

D arics, m onedas de oro, ii. 172, 173

oro y plata almacenado por, ii. 272 D e un solo palo, i. 217, 218

antes tom ados por el peso, ii. 170 en añillos, ii. 171

Decoración llevada por las mujeres, ii. 371-381

la acuñación más antigua, ii. 172

D edos del pie, una tira sujeta entre los, ii. 122

456

Ver Oro, Ver plata, persas, la primera moneda en Egipto, ii. 172

D iosas con varios nombres, en distin­ tos países, siendo las mismas, i. 351 D ioses de Egipto, i. 3 4 5 ,3 4 6 ,3 4 8 ,3 4 9 adorados en Egipto, i. 349 de diferentes ciudades, i. 349, 350 figuras de los i 346 naturaleza, i. 350, 351 D ioses naturales, i. 350-351 diosa, i. 351 los principios vivificadores de, i. 350-351 D ioses, d ivisión de, en varios atribu­ tos, i. 345 espíritu de, era N ef, Un Núm o Nub, i. 345 o diosas, con varios nombres, i. 347 D iques, ii. 1 3 ,1 5 ,1 8 castigos por dañar los, ii. 15 v ig ila d o s por guardianes, ii. 15 D iseño decorativo, ii. 321 trabajos de artistas fam osos, ii. 313 D ivanes, i. 68 D iv e rsio n es de lo s e g ip cio s, i. 221 Doctores, ii. 385-387 tom ando el pulso, ii. 387 D om , o palm era de Tebas, i. 66, 67 fruto de la, com o nuestro pan de jen­ gibre, i. 66 nuez fruto de la planta del, i. 66; ii. 3 9 ,1 3 2 D oora, pan de, i. 190; ii. 11, 32, 36 arrancado de raíz y cortando la ca­ b eza con un instrum ento cor­ tante, ii. 64, 65 Doqáq, para lavarse, en lugar de jabón, i. 197 Dorado, ii. 166-169 Doura. Ver Dora

E E dificios, Vfer Arquitectura. los m ás antiguos hechos de piedra caliza, ii. 339

Educación de los sacerdotes y otras cla­ ses, i. 339, 340 de la ju ven tu d , estricto, ii. 2 5 4 E g ip cio , Ver Bordado. Ver Q uím ica, arquitectura, ii. 313-338 arquitectura pintada, ii. 323 arte, ii. 293 colores, ii. 325, 326 dibujos en panel, ii. 310 esculturas de un nuevo estilo de Ram sés III, ii. 305 esculturas e n bajorrelieve, ii. 3 0 4 escultura, renacim iento de, ii. 2 9 8 escribas con una pluma tras la ore ja, ii. 307 e scrito s y b o ceto s, ii. 309, 3 1 0 estatuas, ii. 304 figuras a m enudo espíritus, ii. 3 0 0 figuras dibujadas en cuadrados, ii. 298, 299 hilo, ii. 101 ley es, santidad de los ancianos, ii. 255 lo s que crean la ley, ii. 254 pintores y escribas, ii. 307, 3 0 8 templos, elem entos escultóricos en, ii. 328, 329 Vfer Arquitectura. Egipcios, carácter de los modernos, i. 12; ii. 237, 255 aficionados a la variedad, i. 6/; ii. 330 aficionados a las cerem onias y a la pompa religiosa, i. 281 a ficion ad os a las flo res, i. 30, 67 aficionados al vino, i. 63 daban estu co a los m uros, ii. 3 2 4 deficientes en gusto, ii. 296, 301, 304 dibujaban animales mejor que hom ­ bres, ii, 300 e l primero que enseñó que el alma de un hombre era inmortal, ii. 417

457

empleaban el dorado, ii. 326 evitaban la uniformidad y estudia­ ban la variedad en su arqui­ tectura, ii. 329, 330, 331 gratitud de los, ii. 255 habilidad de, en dibujar líneas, ii. 307 tenían só lo una mujer, i. 15; ii. 252 lápices y p inceles, ii. 308 le s gustaba m ucho su país, ii. 255 mantenían sus viejas costumbres, i. 237 no alteraban su estilo de pintura, y estaban som etidos a reglas fijas, ii. 295, 298 no les gustaba la novedad en obje­ tos sagrados, ii. 295, 297 no se reclinaban en las com idas, i

68 «sabiduría de lo s» , i. 3 43. ii 2 2 9 se sentaban en sillas, i. 68 tenían colum nas de distintos estilos en el m ism o lugar, ii. 329, 330 tenían el guilloche, chevrón y otros m odelos desde m uy tempra no, ii. 323 tenían vasijas m uy elegantes, pero generalm ente deficientes en

Ver Crueldad, Ver H um anidad, gobierno originario, jerarquía, i. 325 se pensaba que era una gente m e­ lancólica, i. 12 una raza caucásica, i. 320 vinieron a E gipto com o conquista­ dores, i. 321 Egipto, antigüedad de, i. 1 3 ,1 4 algunos pueblos localizados en los bordes del desierto, i. 323, 324 Alejandro conquista, i 327 A m es (o A m osis) se convirtió en rey absoluto de, i. 21, 324 cristal. Ver Etruscans conquistado por C am bises, i. 327 de extensión limitada, i. 321 d in astías de lo s reyes de, i. 3 2 4 divisiones de, en distintas épocas, ii. 257, 258, 259 duró com o nación dominante y asentó el gusto por el arte, ii. 286 emblemas y coronas del A lto y Bajo, i. 271, 283, ü. 357, 359 extranjeros confinados en ciertas partes de, ii. 259 fam oso por las plantas m edicinales y las drogas, i. 60, ii, 386

gusto y m uy inferiores a los

historia de, i. 324, 327

griegos, ii. 127

llam ado «el m undo», ii. 255 los pastores invadieron, y fueron ex

«tod os igu al de n o b les» , ii. 394 victorias y poder de, Ver Conquistas, Egipcios, origen de, i. 320, 321 asentaron varios pueblos al borde d el desierto, i. 3 2 3 , 3 24, 325 carácter de, i. 1 2 ,1 3 , 221 hábitos sociales de los, i. 1 2 ,1 4 ,1 5 , 154 intranquilos bajo gobernantes e x ­ tranjeros, i. 328

458

inocentes de una crueldad enorme,

pulsados de, i. 324, 326 maderas extranjeras importadas en, ii. 131 M en es, e l prim er rey de, i. 3 2 4 nom os o provincias y lím ites de, ii. 257 pérdida de todas las conquistas en A sia, i. 327 plantas y árboles de, i. 67

pueblos del antiguo Egipto, i. 321 población de, i. 322

E gleeg, o Balanites, árbol, ii. 39, 50,

producción, ii. 10, 11

E glon, rey de M oab, i. 22

producción mayor en los viejos tiem pos, pero capaz de pro­ ducir m ás ahora, i. 322

«Egyptian», flores artificiales llam a­ Eje de un carruaje, encontrado, i. 4 0 6

produjo poca madera para adornos, ii. 127

E l que sosten ía e l abanico del rey, i.

recuperado por reyes egipcios, i. 327 romanos en, i. 328 se convirtió en zona com ercial después de la caída de Tiro y la construcción de Alejandría,ii. 154 sin grandes usurpaciones de tierra en, i. 323 tolom itas en, i. 327 tenía etíopes, libaneses y otros bajo su poder, i . 322

51, 127

das, i. 67 Ejes, ii. 102, 105 2 9 7 ,2 9 8 investidu ra de un oficia l, i. 2 9 7 Elasticidad del bronce, i. 164, 379; ii. 182 Electrum, m onedas de, ii. 172 Em balsam ad ores, ii. 138, 4 12, 4 2 6 Em blem as ofrecidos, i. 274 sagrados y otros, i. 271 Em igración no siempre acaba con los habitantes originarios, y nunca con ­ quista, i. 12; ii. 255

tiene más terreno cultivable ahora que antes, i. 323

Enanos y personas deform es al servi­

tratamiento de las mujeres en, i. 14; ii. 251

Encaustum, los colores quemados en,

una v ez dividido en distintos reinos independientes, i. 324

E nem igos africanos de Egipto, i. 4 26,

Egipto, botes, Ver Botes, bajo los romanos, ii. 261 conocido en el extranjero por sus manufacturas, ii. 277. Ver agricultura,

cio de los nobles, i. 214, 215 ii. 85 427 E n em igos asiáticos de Egipto. Ver E nem igos Enem igos de Egipto, asiáticos, i. 411, 4 1 2 ,4 3 0

exportación de, ii. 2 61, 2 6 2 , 286

africanos, i. 424, 425, 426

inform ación griega en lo que se re­

cabeza de representados en venta­

fiere a, imperfecta, ii. 259, 428

nas, i. 78, ii. 320 heridos, i. 393

o ficios en, en distintas épocas, ii.

E nem igos heridos, i. 393

259 riqueza de, ii. 267, 268, 271 Ver tri­ buto

Entretenimientos dramáticos griegos,

vinos de, ii. 267, 268, 269 Egipto, influencia de, en Grecia, i. 11 influencia de, en civilizaciones tem­ pranas, i. 13

Entremeses para abrir el apetito, i. 184 i. 110 Envoltura de las m om ias, ii. 436, 437 E pact, lo s c in c o días de, Ver D ía s tercer día del, cumpleaños de Tifón, i. 296

459

Epafo, buey perteneciente a, i, 251. Ver A pis. Erizo, i. 2 3 8 ,2 4 0 ,2 5 6 Escalas para medir, ii. 157 ora, ii. 173, 174

u sado co m o paraguas, i. 83, 85 Escudos de los egipcios empleados por los griegos para encender fuego, i. 365 hecho con piel de hipopótamo y c o ­

Escarabajo, i. 268

codrilo, i. 240

Escarabajos, ii. 3 7 6 ,4 3 5 ,4 3 7 Esclavo negro portando un plato, i. 151

Esfinge, i. 2 3 7 ,2 5 9 E sfinges, ii. 323, 349, 358

Esclavo, una mujer negra, sostenien­ do un plato de la manera en la que

Esm altado en oro, ii. 85 Esmeraldas, falsas, en cristal, ii. 78-79

las m ujeres africanas lo hacen ac­ tualmente, i. 151 E sc la v o s b lan cos y

negros,

Ver

E sclavos pudín hecho en Egipto, i. 181 Esclavos, blancos y negros, i. 4 39,440; ii. 253

grandes estatuas de, ii. 78 Espadas y dagas, i. 3 7 7 ,4 4 2 de Putiphar, ii. 251 se decía que dirigía la casa, ii. 251 Espejos de metal, ii. 381, 382 Esposa, los sacerdotes y otros egipcios tenían sólo una, i. 5, ii. 252

caucásicos, com o los modernos cir­ casianos, i. 441

Esposa, significado en el jeroglífico, i.

lo s ju d ío s tam bién tenían, i. 4 4 0

«Esposa» y tejido, ii. 101 Establos, i. 41 Estándar de los eg ip cio s, i. 361, 362

niños de, ii. 253 tráfico de, costumbre en aquellos días, i. 440 tratamiento a, i. 440 Escorpión, i. 267 Escritura para mostrar el carácter, i.

222 Escritura, todo hecho por escrito, ii 194 Escrituras, m od o de realizar, ii. 247 forma de, para la venta de una pe­ queña propiedad, ii. 2 4 8 -2 5 0 número de testigos para, ii. 2 4 7 ,2 5 0 E scudo de los egipcios, i. 365 alm ena en form a de, i. 34, 4 3 0 cubierto de piel, i. 365 forma y asa de, i. 365, 366 forma cóncava de, i. 366 honda en la parte de atrás, i. 366 je fe de, i. 367-368 un m odelo grande, i. 365 un m odelo ligero, quizás extranje­ ro, i. 367

460

341-342

E staño, pronto em plead o en, ii. 154, 155 buscado en Inglaterra por los feni­ cios, ii. 155, 156 encontrado en España incluso aho­ ra, ii. 156 llevado a la isla de W ight com o un depósito, ii. 156 llamado kassiteros en griego, y kastira en sánscrito, ii. 154 Estatua en una colum na, no de buen gusto, un ejem plo de inadaptabilidad, i. 32 en una almádana en El Bersheh, ii. 341, 342 Estatúas de griegos, algunas tan gran­ des com o las de Egipto, ii. 333-334 de gran tamaño, no de buen gusto, i. 32 en Tebas, ii. 343, 347

grandes, ii. 343, 344, 3 4 8 , 349 pintadas, ii. 3 1 2 ,3 1 3 tempranas, ii. 302, 303 Ver Estatuas griegas, Ver H érm ae E stilo perpendicular que abandonó la variedad de la original arquitectura apuntada, ii. 330

de Korayn, llamado Amaree, ii. .50 mantener las, i. 192 F enicios com erciaban con esclavos, i. 440 cambiaban manufacturas por esta­ ño, ii. 157

Estrato nitroso, en la tierra, ii. 20

comerciaban con estaño, ii. 154. Ver estaño comercio de, ii. 154-157. Ver España

E stropajos o abatanadores, ii. 124 Etíopes, tributo de, i. 426

competencia comercial por el, ii. 154

E tiop ía, Júpiter entrando en, i. 283

doblaron e l Cabo de Buena

Estimulantes para beber, i. 63

d ioses refugiándose en, i. 283 una princesa de, yendo con un rey egipcio, i. 4 0 4 ,4 0 5

y Oro

Esperanza, ii. 153 fueron a Inglaterra para buscar e s­

E truscos, griegos y asirios tenían al­

taño, ii. 154-156 los grandes navegantes de antiguo,

gunas botellas y vasos de Egipto, ii. 7 7 ,7 8

ii. 152 F énix, ave, aparentemente el Benno, i.

Europa tenía una población indígena, i. 320

265 F estiv a les, i. 2 8 0 -2 8 7 . Ver F iestas

Europeos distintos de los asiáticos, i. 320 E x ceso s con la bebida en hom bres y mujeres, i. 62, 63 com iendo y bebiendo, i. 183,

Sagradas de la recolección, i. 297 relacionadas con la agricultura, ii. 66, 67, 68 Fiesta de Diana en Bubastis, i. 311,312

Exhortación de Trimalquio en su fe s­ tividad, i. 198 Extrem os del mundo donde están los

de Latona en Buto, y de Marte en

m ayores tesoros, ii. 269 E xvotos, ii. 389

de Minerva, o Neith, en Sais, i. 311,

F

de Isis en Busiris, i. 311, 312 de lámparas ardientes, ii. 87 Papremis, i. 311, 313 313

Fabricantes de ataúdes, ii. 137-138 Fabricantes de vinos, ii. 137

del sol de H eliópolis, i. 311, 313, 316

ocupación de, ii. 189 Faraón, Ver Phrah.

en honor de la hija de Mikerino, i.

Fauteuil del dueño de la casa, i. 155 algu n os anim ales de com pañía atados a la pata de un, i. 155 Fauteuils, i. 70, 71, 72 F auteuils, m uy decorados, i. 70, 71 Fecha del vino, i. 66 Fechas, i. 65

de Thoth, i. 314 314 Fiesta, Ver Invitados, Fiestas de fuerza y destreza, i. 212,216, 218 de agilidad, i. 1 9 9 ,2 0 0 F iestas, num erosas en todo el año, i. 311

461

c o n la luna lle n a y nueva, i, 314 de los aldeanos del alto N ilo, ii. 66. Ver Festivales otras, i. 316. Ver Sagradas F ig l (o R aphanus), i. 177, 2 7 3 , 341 Figura humana, Ver Figura. Figura, proporciones y m odo egip cio de dibujar lo s humanos, ii. 2 9 8 ,2 9 9 F igura, Ver P ie s, e l estándar por la F iguras en m adera de O siris en una m esa, i. 1 9 7 ,1 9 8 Firmán, u orden social, costumbre de besar, ii. 230 F ísic o , origen d el dich o, «un lo c o o uno, buscando a 40», ii. 387 Flauta, aversión de M inerva por la, i. 136-137 Flauta, longitud de la egipcia, i. 136137 antigüedad de la, i. 135, 136-137 de hueso, madera o marfil, i. 136137 no permitida en los ritos de Osiris y Anubis, i. 139 Flechas, longitud de, i. 370 Arsinoë, en el mar Rojo, ii. 263,264. con cabezas de piedra, empleadas también por los griegos y otros, i. 370, 373 de cafia, i. 371. 372; ii. 41 disponible, i. 369, 371 terminadas en metal, o con piedra, i. 233, 370 o Crocodrilópolis, i. 324 Flor ofrecida para los bouquets del res­ to de la gente, i. 156 de loto, i. 49 jardín, i. 48, 67 Flores artificiales, i. 67 Flores, com o em blem a, i. 271 afición por las flores, i. 30, 67 artificiales, llamadas «Egyptian», i. 67

462

cultivadas en Egipto, i. 67 del tipo em pleado para coronas y guirnaldas i. 67 en las pinturas, ii. 49 estantes para, i. 89 guirnaldas, i. 67, 89 «inmortelles» localizadas en las tum­ bas, ii 412 llevadas com o parte de un tributo extranjero, i. 67, 4 1 6 . m esas decoradas con, i. 67 muy em pleadas, i. 30, 67 presentadas a los invitados, i. 88-91, 151 presentadas com o ofrendas, i. 271273 y plantas de Egipto, de Plinio, ii. 3844, Ver plantas Fortificación, sistem a tradicional de, i. 430 Franjas en vestidos (a veces cosidas), ii. 108, 356. Ver V estidos con fran­ jas Frutas en cestas, i. 53 recolección, i. 50, 51, 53, 54 Frutas en los altares, i. 273 Fuelles que funcionaban con los pies, i. 188 Funerales de reyes, ii. 403 algunos grandes, ii. 403-411 Funerales, ii. 403 Fyoom o nom e deArsinoite, i. 59. 240, 258, 321 extremidad de, artificialidad, i. 324 quedan viñedos en los lindes oestes de, i. 59; ii. 29 jab alíes encontrados en, i. 258

G Gacela, i. 2 2 5 ,2 2 7 , 230, 231, 234-236, 238, 258 Gaita doble, i. 138, 139

em pleada en m úsica sagrada, i. 139

aritm ética y astronom ía, ii. 353

Gaita, los eg ip cio s, m uy antiguos, i. 136-137

Gladiadores no em pleados en Egipto,

de caña y paja, i. 13 6 -1 3 7 ,1 3 8 -1 3 9 doble, i. 138 doble, estaba entre los instrumentos sagrados, i. 138-139 doble, del m oderno Egipto, o

creada en Egipto, ii. 278, 281 i. 221 Granada, i. 4 6 ,6 4 , 6 7 ,2 6 9 Grandes bloques de piedra, Ver piedra Graneros, i. 24, 4 1 , 42, 43; ii. 56, 59 con techos abovedados, i. 4 1 ,4 2 ,4 3

Zummara, i. 138 inventada por O siris, i. 136-137 Gaitas de Abruzzi, i. 139

G ranito, d ificu ltad de cortar, ii. 180

Gaitas y flautas al principio m uy rudi­ mentarias, i. 94

no se corta y se puede trabajar cuan­

G allos y gallinas, no represenados, i. 384

pintado, ii. 324

originarios de A sia, i. 245 G anado de distintas c la ses, i. 2 4 2 a cuenta, entregado a un pastor, ii. 2 0 4 . Ver pastores. Ver vigilan tes alimentado en un establo, i. 38; ii. 63 marcado con acero caliente, i. 229, 230 Ganso y vaca, alimento m uy em plea­ do, i. 76 em blem a del dios Seb, i. 264

im itación de, ii. 325 muros con, ii. 325 do es m enos duro, ii. 180 uso temprano del escuadrado, ii. 320 Grano, abundancia de, ii. 11 de «seis años d e abundancia», m os­ trando la abundancia de, ii.

11 exportado y perteneciente a los al­ m acen es d e l gobiern o, ii. 11 Grano, cerdos y otros anim ales, ii. 19,

20 , 21 Grasa em pleada para m over grandes piedras, ii. 343

Ver A bisinios

Gratitud de los egip cios, ii. 255

y dios del Sol, de Egipto, encontra do en recipientes griegos. Ver Recipientes.

G recia tom ó de E gipto, ii. 2 9 5 , 316

Gastos de los egipcios, lo necesario, ii. 246. Ver Comida Gato em plead o com o d evolu ción , i. 247, 249 sagrado, i. 257 salvaje, o chaus, i. 241, 257 G avilla agrupada, ii. 61 Gente, distintas obligaciones que de­ bían hacer, i. 13 Geografía, en los libros de Hermes, i. 288 Geometría, i. 339

influencia de Egipto en i. 1 1 ,1 4 , ii. 294 Grecia, pinturas de, ii. 311, 312 en sus orígenes, cuando Egipto era una nación líder, ii. 294 G riegos reclam ando descubrimientos de otros, ii. 127 conocían el arco pero no lo em ple­ aban en lo s e d ific io s, ii. 336 consideraban la m úsica un acompa­ ñam iento n ecesario, i.

103

copiaban de los bárbaros que eran más bellos y los hacían su­ yos, ii. 322

463

debían a A sia los instrumentos con­ cuerda, i. 121 no copiaban objetos naturales com o ornamento, ii. 321 tenían el pelo largo, ii. 361 vasijas, mucho mejores en gusto que las de los egip cios, ii. 127 Guantes, i. 283 traídos por el Rot-'n-n. i. 418 Guardias a las puertas de un cam pa­ mento, i. 429 no tenían protección, i. 428 Guardias reales, i. 356 Guerras de lo s e g ip c io s, i. 4 11, 439 Guerrra, preparación para, i. 426-427 m od o de ataque en, i. 4 2 7 -4 2 8 vuelta de la armada de la, i, 292,438, 439 G uirnaldas de flores, i. 6 8 , 89, 90 G uirnaldas o coron as, i. 67, 89-91 Guirnaldas, i. 47 -4 9 Guirnaldas, num erosas, i. 67 de belladona en Egipto, ii. 45 Guitarra de ties cuerdas, i. 9 4 ,9 6 ,1 3 2 , 133 chitarra, kithára, i. 133, 138 conocim iento que se requería para la creación de una, i. 94 un instrumento encontrado en Tebas, i. 134 Gusla de M ontenegro, con una cuerda, i. 134 Gusto, ii. 3 2 1 ,3 2 2 . Ver Inaplicabilidad, desarrollo de, ii. 326-328

Hacha de batalla, i. 381, 382 con aleación de bronce y funda de plata para la em puñadura, i. 383 Hacha o m achete em pleado en guerra, i. 380, 381, 444 con la cuchilla de metal, em pleado sólo por los cam pesinos, ii. 27 Hacha, i. 380, 381, 442; ii. 133 Halconería, no hay ejem plos de, i. 232 H alfeh o Poa, hierba, i. 67 Harpocrates, con e l dedo en su boca, no en silencio, ii. 208 . ii. 67. Ver Horas. o reproducción en disolución, ii. 413 Hathor, vaca o vaquilla em blem a de, i. 274, 2 7 7 ,3 1 4 el Persea, el árbol sagrado de, ii. 422 Venus de Egipto^ i. 351 H eliópolis, vino no llevado al templo en, i. 61 M n evis, e l toro sagrado de, i. 303 Ra, el sol, era el dios de, i. 3 1 1 ,3 1 3 , 315, 349; ii. 346 se dice que fue fundada por árabes o una raza sem ítica, i. 319 Henneh, ii. 380 H eracleópolis, i. 254 Hermae de Grecia no el origen de e s­ tatuas, ii. 303 Hermes, libros de, i. 288; ii. 281. Ver M edicina. o M ercurio, ii. 256. Ver Thoth Herm otibies, soldados, i. 356 Héroes, no honores divinos pagados a,

H Habitaciones isabelinas, i. 68 H ábitos prim itivos que se habían fija­ do antes de que la gente su hubiera asentado, i. 15 m ontañas en e l desierto, i. 239 Hacha de armas, i. 382

464

i. 346 H erram ientas de m etas de E gip to y Europa de distin to tipo, ii. 187 piedras empleadas antes en lugar de brazos y herramientas, ii. 186 Hiena, i. 224, 2 3 5 ,2 3 8 , 257

aparentemente no se com ía, i. 235

H istoria del hom bre y su mujer y las

cazada, i. 224, 235 con manchas, i. 238, 257

jarras de oro, i. 34, 35 Hojas de herramientas y armas, mane­

H ieraphori, lo s que llevaban lo s e s ­ tandartes, imágenes, i. 2 8 7 ,2 9 9 ,3 0 0

ra de afilarlas, ii. 1 3 2 ,1 8 8 Hombres y mujeres sentados juntos en

Hierba m ora em pleada en Egipto para las guirnaldas, ii. 45

una fiesta, i. 154 Honda, i. 3 7 6 ,4 4 2

H ierro, e m p leo de, m uy antiguo, ii.

considerada con desdén por algunos

175-177

griegos, i. 376

conocida por los egipcios, ii. 176-

empleada por algunos griegos, i. 377

177

la población de las islas Baleares era

espadas afiladas en acero, ii. 177

fam osa por su destreza con

fácilm ente descom puesto y proba­

la, i. 377

blem ente no encontrado, ii.

Honda, los griegos empleaban una bola

177-178

de plom o puntiaguda para sus, i. 377

«ferrum» voz latina para espada, ii.

las balas de los egipcios eran guija­

177 m encion adas en H om ero, ii. 175

rros redondos, i. 377 Horus, u Orus, i. 253, 289, 303, 315,

uso de, en Egipto, ii. 177-178

330, 348

H igos, i. 64

el niño, o Harpocrates, i. 269, 330,

en una cesta, el jeroglífico que sig­ nifica «mujer», i. 341

351 H uevos del cocodrilo destruidos por la

sicom oro, i. 53, 67, 192, 273 y uvas, afición por, i. 192

m angosta, i. 2 4 0 Humanidad de los egipcios plasmada

y uvas en altares, i. 276

por sus escultores, i. 4 2 8-429. Ver

Higuera y viñedos, i. 51, 67 silvestres, ii. 42 H ijos que seguían la profesión de sus padres, pero no siempre, i. 334, ii. 72 Hilado, trabajo de mujeres, ii. 101,102 H ilo, alambre, primeramente trazado, ii. 98, 99 Hipopótamo, em pleo de la piel, i. 251 casa del, i. 250-252 consagrados a Marte, i. 257 cuchilla para curtir la, i. 252 em blem a de Tifón, i. 303 tartas con, i. 303 Historia de Egipto, i. 324-327

Crueldad

I Ibex, i. 238, 358 Ibis, d os c la ses de, sagrado, i. 263 hombro de un, roto y fijado, ii. 198 Impuestos muy altos en Egipto, ii. 262 Incesto, i. 279 ofrecim iento, i. 342 o frecim ien to a la m uerte, ii. 395 traído de A sia, ii. 438 Incubar huevos artificialmente, ii. 196 en m oderno horno para, ii. 196-198 India, parecido de las relig io n es de Egipto y, i. 347 aborígenes de origen escita en, i. 347 com ercio con, ii. 155,262, 263 ,2 4 6

465

com ercio de Salom ón con, ii. 263

mejorado artificialm ente cuando

com ercio de tirios con, ii. 263

baja, ii. 15 observaciones en la, ii. 278, 280,

llegada de los hindúes, i. 347 Infantería, pesada y ligera, i. 4 0 6 ,4 0 7 Insectos de Egipto, i. 269 fabulosos, i. 269 Instrum ento que tintinea, i. 99, 102, 103 Instrumentos, Ver M usical, con los que bailaban, i 143

285 qahora asciende sobre la base de an­ tiguos m onum entos, ii. 17 ver Bubastis. Ver ilustración al principio del ca­ pítulo v i n Inundación, agua de, retenida en di­

con un cuello para las cuerdas, i. 94

ques, ii. 19 alejado de ciertos c u ltiv o s, ii. 19

de m úsica sagrada, i. 138

causado por lluvia de A bisinia, ii.

de sonido com o una campanilla, i.

13 com ienzo de, ii. 13 el N ilo rojo y verde, y rojo de nue­

con tres cuerdas, i. 94

99, 102, 103, 129 de una cuerda, i. 134 desconocido, i. 143 encontrados en Tebas no com o la guitarra, i. 134 nombres de Grecia, i. 135 pareciendo liras, i. 128, 132 so sten id o s en e l hom bro, i 130 triangulares, i. 128, 129, 135 Intestinos de los muertos, ahora ente­ rrados, ii. 4 27, 429, 430 Inundación

descrita por V irgilio

(Georg. IV. 2 89) ii. 13 altura de, ii. 16, 17 azada y arado em pleados después de, ii. 19 fiestas de cam pesinos durante la, ii. 64 ganado rescatado de la, ii. 14, 15

pués de, ii. 19 m antenim iento de, ii. 19 Invasores árabes de Egipto, i. 12 Inventos, m ucho m ás antiguos de lo que pensam os, ii. 72 Inventos, p ocas representaciones, ii. 354 de los egip cios, ii. 349-353 Investidura de un oficial, i. 289, 296, 297 Invitados recepción de, y llegada de, i. 83 Invitados tenían flores y vino que se les daban a la llegad a, i. 91, 151 admirados por el m obiliario y ador­

rezcan islas, com o antigua­

nos, i. 86, 156 coron ados c o n flores, i. 88, 89 distraídos con m úsica y baile, i. 151

mente, ii. 15

en la cena se sentaban en e l suelo o

hace que los pueblos del delta pa­

llevaron a la creación de canales, nilóm etros, nivel, geometría, ii. 279 m ism a altura que antiguamente, ii. 16, 17

466

v o en la, ii. 13 la tierra se seca rápidamente des­

en sillas, i. 192, 193 recibían bouquets de flores y lazos, i.

88, 89

ungidos al llegar, i. 88 Irrigación, i. 32-34, ii. 12, 13, 19

prolongada, ii. 15, 19

Judíos, rasgos de, ii. 224

Isaac, com idas llevadas a, i. 184

albañiles en Tebas, no, ii. 221, 224

Isis «con 10 .0 0 0 nom b res», i. 347 la madre de un hijo, i. 351

embalsamando a los muertos, ii. 426

festival de, i. 311, 312

incluidos entre los sirios por los egip cios, ii. 224

y Athor (Venus), i. 315

investidura de oficiales entre los, i.

y e l C eres de lo s grieg o s, i. 3 1 2 Isis y N eftis, el com ienzo y el final, ii. 419

289 pompas fúnebres y canciones en los

Isla, Ver Isla de W ight

rasgos de los del este no com o los

Israelitas, les disgustaba el pescado de Egipto, las cebollas y otros vegeta­

funerales, i. 108 del oeste, ii. 224-226 tenían tenedores, no en la m esa, i.

les, i. 177, 179 Israelitas, Ver Judíos

193 traídos en e l arca, i. 282 ungiendo al rey, i. 289 venta com o esclavos por los feni­

J Jabalí, i. 235, 258 Ver Damietta B uey y vaca, especies de antílope, (el an tílop e D e fa ssa ), i. 2 38, 258 Jabalina más ligera que la lanza, i. 373 de junco, de un tipo inferior, i. 376 Jabón, i. 197 planta, ii. 124 tierras, esteatita,etc., empleadas para, i. 192

cios, i. 440 Jueces recibían salario del gobierno, ii. 231 ii.

257, 260

banco de, ii. 42, 230 e l archi-juez je fe de, ii. 2 30, 233 figuras de, sin manos, ii. 233 Juego de damas, i. 2 0 0 ,2 0 1 ,2 0 2 ,2 0 3 , 204

Jardines, i. 36, 43, 46-47.

Juego de m anos que se realizaba con

Jaffas de vino, cubas o ánforas, i. 5758

Juego de mora, i. 199, 200, 201

prensado, i. 55-57 sustancia resinosa colocada dentro de i. 57-58 Jerbo, i. 238, 241, 257 Jeringa, ii. 352 Jeroglíficos esculpidos a gran profun­ didad en granito, ii. 179

dos taburetes, i. 214 Juegos en honor de los dioses, i. 296 más com unes, i. 199, 200 de pelota, i. 209-211 Juegos, preservarse para, i. 47 parques y zonas cubiertas para, i. 226 Juegos, varios, i. 203-218

Jerusalén, templo de, i. 325, 359

de un solo palo, i. 217-218

Jirafa, i. 242-258

tablero de, encontrado por Dr.

Joyas de oro y plata, i. 156; ii. 169, 370376

Dam as.

Judías y otras verduras com estib les, pero no para los sacerdotes, i. 341

A bbott, i. 2 0 6 , 2 07. Ver M ora y Juez, el rey era, ii. 229 de los muertos, Ver Osiris.

467

Jugadores agrupándose para el juego, i. 247 Juguetes para niños, i. 207-209 Juicio de los dioses, i. 347-350 Juicio de los muertos, i. 343; ii. 4 14,417 Juicio, e l futuro, i. 3 49. Ver O siris escenas, ii. 4 1 8 ,4 1 9 m odo de pasar, ii. 234 Júpiter yendo a Etiopía, i. 283 Júpiter, varios, i. 347 Justicia dada gratuitam ente, ii. 231 Justicia, diosa de, sin cabeza, ii. 420421 figura de, i, 286. Ver Verdad. Juzgando un caso, m odo de, ii. 233, 234

L La cien cia en E gipto avanzó por lo s efectos del N ilo, ii. 278-280 ya avanzada en tiem pos de M enes, ii.

281, 320

La historia cristiana ofrece interesan­ tes objetos de arte, ii. 327 La vida privada da una visión del ca­ rácter, i. 15, 221 Ladrillos que llevaron a la invención del arco, i. 18, ii 338 casas de acabado sin refinar, i. 16, 28; ii, f casas de acabado sin refinar, estu­ cado, i. 16 cocidos, en tiempos de los romanos, ii. 221 derivados de barro y arcilla utiliza­

K Kaar-Kliaróon (en e l F yoom ), i. 325 Karkemish, derrota de N echo en, i. 327 Kamak, templo de, i. 418 y nuestras iglesias, ii. 336 Kebsh, carnero, i. 238, 258 Khem, el dios, la idea abstracta del pa­ dre, i. 287, 345, 350 o Am un-K hem , o A m un-Re gene­ rator, i. 287 o Pan, i. 201 Khita, o Sheta, i. 421, 423 fuerte de, llamado A íesh o Kadesh,

dos en un principio en los edificios, ii. 314 en líneas horizontales o curvas, ii.

221 gran em pleo de, ii. 221-222 hechos con y sin paja, ii. 221 hechos por judíos, pero no repre­ sentados en lo s m onum en­ tos, ii. 222, 224 llam ados Tobi, com o en árabe, ii. 224 m onopolio del gobierno, ii. 2 2 1 ,2 2 2

i. 422

pegados, ii. 222

puentes sobre un río y dique del, i.

preservados hasta ahora, ii. 221

421, 422

realizados por prisioneros y por

su pu estam ente son hititas, i. 425 K honfud, o m áquina desterronadora, ii. 9, 23 Kisirka, o lira nubia, i. 127 Kneph, con una cabeza de camero, Ver Un. K oofa (Kufa), i. 416, 421 K orayn, A ’m aree, fech as de, ii. 50

468

egip cios, ii. 222 Ladrones con un jefe, a quien entrega­ ban todo lo que e llo s habían roba­ do, y a quien la persona que había sufrido e l robo se dirigía, ii. 2 4 4 Ladrones, jefe de los, un hombre de in­ tegridad, com o sus moderno Shekh, ii. 243

L ago de lo s m uertos en cada ciudad grande, ii. 407 Lagos Natron, nome de Nitriotis, i. 176; ii. 257 Laguna Estigia, los muertos permane­

Libación, ellos com enzaban primero con una, i. 278 de vino, i. 279 vasos em pleados en, i. 280 Liebre, i. 238, 239, 257

cen en el lado erróneo de la, ii. 415

Línea horizontal en arquitectura, i. 31

Lámparas, festival del fuego, i. 303, ii.

Línea vertical en arquitectura, i. 32; ii. 336

87 Lana, Ver O veja

Líneas horizontales de albañilería, gran

L angosta en las esculturas, i. 2 4 5

antigüedad de, ii. 320 Lino fino de Egipto, exportado, ii. 88,

Lanza de dos puntas, i. 248-250 Lanza, con la punta de m etal, i. 374 no tinene nada en la parte más baja para fijarla al su elo, i. 374 y cabezas de venablo, i. 374, 375

89, 96 b e lle z a de la textura de, ii. 91, 92 diferente calidad del, ii. 96. Ver B yssus,

Lasso, em pleo del, i. 224, 231

experim entos con, ii. 89

Látigo, i. 392

hebras dobles, ii. 92

colgando de la cintura, i. 393 Lavanderas, ii. 109 L avarse antes de la cen a, i. 86, 87 después de la cena, i. 196 Lázaro, cubierto con vendas, ii. 4 2 6 L ech e ofrecid a a lo s d io se s, i. 2 8 0 Lemanon, i. 425

hebras de color antes trabajadas en, ii. 95 la palabra, «sincero» tomada del fino, ii. 96 orillos de, teñido de añil, com o los m odernos N u bians, ii. 93-95 particularidad en la manufactura de, en el número de hebras, ii. 92, 93, 96

Lentejas, alim ento m uy consum ido, i. 177, 1 8 7 ,1 9 2 Estrabón supuso que se habían in­ crustado en la roca en las pirámides, i. 177 de Pelusium , fam osas, i. 177 sopa de, i. 187 León, i. 235, 240, 257 caza, i. 235, ii. 376 prim ero en Siria y Grecia, i. 2 4 0 Leones entrenados para la caza, i. 232 m atados por A m en o fis III, i. 235 Lepidotus, pez, ii. 218 L eyes de Egipto, ii. 229, 245 carácter primitivo de algunas, ii. 241 respeto por las, ii. 234 santidad de las viejas, ii. 255

singularidad de una fina pieza de, ii. 9 1 ,9 6 telas con franjas, ii. 93, 108, 354, 355

Ver Calasiris.

vendas de las m om ias, ii. 8 9 ,9 0 ,9 3 vestidos que llevaban los devotos de Isis en Italia, ii. 90 Lino, proceso de cultivo y preparación de la tela, ii. 104, 105, 106 em p lead o para cuerdas, ii. 110 m ucho en Egipto, ii. 63 peinado para preparar, ii. 107, 108 redes de cuerda hechas de, ii. 112 Lira de Grecia, con tres cuerdas, i. 133 con m uchas cuerdas debió ser in­ ventada tiem p o atrás, i. 94

469

construcción de la, i. 1 2 5 ,1 2 7

L owbgeh, o viñedo, i. 65

de dieciocho cuerdas, i. 125

Lucha del mar, i. 4 2 9 ,4 3 3 , 434

de lo s m useos de Berlín y Leyden, i. 126, 127

Luna, fiestas en la luna nueva y llena,

Lucha libre, i. 215-217

de pie, i. 129, 130

i. 302, 314

de tres cuerdas realmente una gui­ tarra, i. 96, 132

era el dios Thoth, i. 346. VferThoth. erróneamente se relacionaban con

m odo de afinar la, i. 127 o Kisarka, de Nubia, i. 127 otros instrumentos parecidos a la, i.

Llegada de invitados a una fiesta, i. 83-

1 2 8 ,1 2 9 Lira, fabuloso invento de, i. 124, 125

L luvia, m uy poca, en Egipto, i. 7; ii.

adornada con cabezas de animales, i, 124

cae ocasionalm ente, y los signos de

Osiris, i. 303 86* 151 280 fuerte lluvia están en las

de los griegos, i. 1 2 5 ,1 2 7

tumbas de los R eyes en

em pleada en m úsica sagrada, i. 139 núm ero de cuerdas de la, i, 125

Tebas, ii. 280

Liturgias, Ver Servicios. «Lo más nuevo» recomendado en lu­ gar de «lo m ejor», ii. 322 Lobo, i. 238, 239, 256 m om ias de lobo en O ’Sioót. Ver O ’Sioót Los árabes tenían unos pergaminos m uy finos, ii. 117

L os hermanos de José se sentaban por edad, i. 6 8 ,1 9 0 que

hacían

M aabdeh, m om ias de cocodrilo de, i. 253 M adera de cedro y de abeto, de Siria, ii. 51 M adera traída de Siria y otros países,

emplearon al principio las pieles de ovejas para escribir

L os

M

arm arios.

Ver

Carpinteros. Los que imparten la ley, ii. 234, 235236, 256 Loto, i. 45, 47, 67, ii. 41 Ver Nenúfar, com ido, i. 178, ii. 11 o Lotos, de Cirene (un árbol con es pinas, una acacia), ii. 140

i. 28-29; ii. 121 escasa en Egipto, ii. 119 pintada sobre una capa de estuco, ii.

121-122 M adera, enchapada. Ver Enchapar em pleado en Egipto, ii. 43 Madre, diosa, i. 350, 351-352 del niño encontrado en Asia, Egipto, India, Italia, M éxico, la dio­ sa Naturaleza, i. 351-352 Ver Maut. M agia, por un niño, ii. 387, 388

o nelumbium , no representada ex­

M agnetismo animal, em pleo de, ii. 388

cep to por lo s rom anos, i. 67 presentado a invitados, i. 89

M agnetismo, animal, efecto en los ner­

un sím bolo, i. 271

M aíz, seis orejas de, ofrecidas por el

una flor favorita, i. 67

470

vios, ii. 387 rey, i. 287. Ver trigo

M aldición de Tnephachthus de M enes, i. 183

M edeenet Haboo, i. 8 3 ,2 8 6 ,2 9 9 ,3 0 0 ,

Mandara, o sala de recepciones, i. 20 M angosta, i. 238, 2 4 0 ,2 5 7

M edicina, seis libros de, ii. 390

415, 423 M edicinas, ii. 386, 387

destruye serpientes y huevos de c o ­ codrilo, i. 240, 254

M edida de tierra, o longitud, (estadio)

M anos cortadas, com o devolución del

M ed id as de capacidad, ii. 290-291

enem igo muexto, i. 393 aplaudir, i. 9 9 ,1 0 0 , 1 0 2 ,1 0 5 ,1 1 1 , 138, 1 4 5 ,1 4 9 , 301 Manufacturas de Egipto, ii. 276-277, 285 M áquina de pie, i. 44-45 M áquina gofradora, ii. 109 M áquina para triturar, Ver Khonfud. Maratón y otros lugares, puntas de fle­ cha de piedra encontradas en, i. 372 M archa de la armada, i. 361, 4 2 6 de la armada de vuelta a casa des­ pués de la guerra, i. 438 M areotis perteneció a Egipto, ii. 257 M arineros de Egipto, i. 434 de la tripulación, o «barcos reales» alineados con los soldados, i. 434, ii. 68-69 Marte, Ver Papremis. Masara, canteras de El, ii. 340

ii.

286 Ver C odo, Peso

de líquidos, ii. 292 del grano, hecho de madera, ii. 191 M ek aukes,

gobernador

M em n onium ,

p alacio

i. 325

A m ón de la época de P tolom eo ha­ bría sido reconocido, por, ii. 295 cam bió el curso del N ilo, ii. 279, 281, 320 ciencia antes del tiempo de, ii. 281, 320 trajo el lujo, i. 183 M en fis, i. 2 20, 3 0 5 , 310, 324, 349 capital del bajo Egipto, ii. 257, 258

Mástil de antiguos barcos egipcios, eran dobles, i. 436

M azas, armas con cabeza de metal, i. 383 M azos, ii. 189, 190 empleaban morteros de piedra, ii. 189, 190 M ecca, Ver M ekkeh.

de

4 2 3 ,4 3 0

«M enofr», ii. 113

«sigue sus dictám enes» o los de su madre, i. 345

tem p lo

M enes, el primer rey de Egipto, i. 324,-

Pthah, el dios de, i. 349

con extranjeros, i. 326 Maut, la idea abstracta de madre, i. 351, Ver Madre

de

Ramsés Π, normalmente llamado el,

M ashoash, gente asiática, i. 419

M atrimonios de la fam ilia real egipcia

copto

Egipto, i. 47

M enofres, el nombre egip cio de, no es seguro, ii. 285 M ercenarios, Ver Soldados Mercurio, el inventor de la lira y de la m úsica, i. 94, 128, 132 M esa para cenar, i. 177, 190, 193 m odo de sentarse a la, i. 190 no cubierta con lino, i. 190 M esas, i. 79, 80, 177, 190, 193, 201 puesta y quitada con los platos, i. 191, 192 M esas, ofrendas en las tumbas co lo ­ cadas en pequeñas, ii. 399

471

M eses originalmente lunares, i. 314, ii. 282 y estacion es d el año, ii. 2 8 2 , 283 M esopotamia, i. 326, 4 1 8 ,4 2 5 conquistas egipcias en, i. 326 tributo de, i. 418 M esoré, ofrendas en el m es de, i. 314 M etales soldados, Ver M etales M etales, habilidad en la com posición de, i. 158; ii. 182 incrustación de, Ver Adam ascar. M etales, ii. 168. Ver B ronce y m eta­ lurgia los samianos son fam osos por la fundición, ii. 183 soldadura, ii. 185 M etalurgia, habilidad en, ii. 1 5 3 ,1 5 4 , 157, 179, 181, 182 llevado a la p erfección en Egipto y en Sidón, ii. 142 M ezcla de carnes, i. 180 ,1 8 1 cocida y asada, i. 184 de una forma peculiar, i. 181 en el altar, i. 278 M ilita o Alitta, i. 351 M im osa, Ver Acacia. Mina, hombre o mna, peso, ii. 2 8 9 ,2 9 0

M obiliarios de las habitaciones egip­ cias, i. 68-82 M oeris, rey, i. 324 ganancias del pescado del lago, ii. 219 M oisés acábó con las supersticiones de Egipto, i. 343 no m encionó el ju ic io futuro, razón por la cual, i. 349 M om ias, en los ataúdes y vendadas, ii. 1 3 7 ,1 3 0 clasificación de, ii. 4 3 1 ,4 3 4 de gente pobre, ii. 4 0 2 diferente calidad de, ii. 4 3 1 -4 3 7 embalsamadas, ii. 4 2 2 ,4 2 6 esparcidas en el su elo por excava­ dores cristianos, ii. 401 ofrendas y servicios a, ii. 395, 397, 399 M oneda de A tenas, de un estilo anti­ guo, conocida en com ercio, ii. 173 M onedas atenienses para el comercio: tenían un d iseñ o antiguo, ii. 173 M onedas de Electrum , Lidia, ii. 172 las de oro eran de D arío, ii. 172 plata vieja, 169, 172 Ver Oro. M ono u otro animal dom éstico, atado a la pata de una silla, i. 156

Minerva, fiesta de, en Sais, i. 311, 313

M on ocord io de una cuerda, i. 134

reputada inventora de la trompeta,

M on olito de Sais y de B uto, ii. 3 4 4

i.

114

Ver Neith. Minerva, varias, i. 347 M inistros y consejeros del rey, i. 334, ii. 229 M inos, E aco y Radam atos, nom bres egipcios, ii. 420 M isterios, grandes y menores, i. 339 de Osiris, i. 313, 349 M nevis, el toro negro, i. 304 el toro sagrado de H eliópolis, i. 303 M obiliario de un dormitorio, i. 80, 81

472

Ver Sais. M onos ayudando a recoger fruta, i. 54 en A bisinia sostenían antorchas, i. 54 M onstruo tifón, i. 162, 163 cabeza de, parecida a la de Medusa, i.163; ii. 294 M osaicos, dorados, ii. 339 en techos y bóvedas, ii. 339 M ovim ientos jónicos, i. 148 Muerte de los individuos, canciones a la, i. 107

Muerte, alma después de, ii. 3 6 3 ,3 9 9 4 Muerte, no se cortaban para la, ii. 412 cuerpo, si se encontraba, se embaí samaba a cargo del dinero del m unicipio, ii. 427 in testin os de la, ii. 4 2 7 , 4 2 8 , 4 3 0 ju icio de la, ii. 4 1 3 ,4 1 5 ,4 1 6 lago de la, ii. 415

M uros pintados y pan eles, i. 30-32 casas y tem plos, ii. 3 23, 324, 325 M úsica judía, i. 1 0 4 ,1 0 5 instrumentos y m úsica, i 104, 106, 108, 115, 130, 139, 140, 150 num erosos m úsicos, i. 106 trompetas, i. 1 0 6 ,1 1 4 ,1 1 5 M ú sica sagrada, instrum entos de, i.

no degradación ofrecida a la, ii. 417 num erosas cerem onias de, ii. 138,

anim ales, i. 256-269

3 9 4 -4 0 0 , 4 0 2 -4 1 3 , 4 2 2 -4 2 9 ob jetos enterrados con la, ii. 353

bailes, i. 150

M ujeres, tratamiento e influencia de, en Egipto, ascendían al trono, i. 14, ii. 250-251

1 1 8 ,1 1 9 ,1 3 9 ,1 4 3 árboles y vegetales, i. 269 em blem as, i. 271 escribas, v e stid o s de lo s, i. 352 fiestas, o festivales, i. 2 8 6 ,3 0 1 ,3 0 2 ,

asistían a lo s fe stiv a le s, ii. 2 5 2 culpables de penas capitales, casti­ gos, ii. 228-230 de A m ón, i. 143, Ver Palacios del harén, ii. 245 d erech os y o b lig a cin es de, i. 14 en Grecia aislaban, i. 154-155; ii. 252 hablaban sobre sus pendientes, i. 156 llevaban carga sobre su cabeza, al­

3 1 1 ,3 1 6 ritos, Ver R eligión. M úsica, i. 92-143 al principio métrica, i. 93 antes de la cena, i. 92 después de la cena, i. 199 estilo de, i. 93 estudiado por los sacerdotes, i. 93 habilidad de lo s egipcios en, i. 93, 94, 96

gunas veces sobre sus hom ­ bros, i. 187-188

los egip cios aficionados a, i. 93-94

no se aislaban en Roma, i. 154-155

parte de la ed u cación , i. 93 -1 0 4

presidían oficios relacionados con la religión, i. 335, 336

un entretenim iento griego, i. 93 M úsica, un talento griego, i. 104

sagradas, o divinizadas, i. 334-337

de los judíos, i. 104, 1 0 5 ,1 0 6

se sentaban con el hombre, i. 154155

de tipo funerario, i. 316

ocupadas en hilar y otras activida­ des interiores, ii. 242-243

militar, i. 114, 115 no en el tem p lo de O siris, i. 316 permitida en ceremonias religiosas, i. 316

una clase de colegio o convento de, i.

337

vestidos de, ii. 361 M ulkuf de las casas, i. 16 M undo con la m ism a población ahora que antes, i. 322-323 M u rciélagos representados, i. 245

M úsicos 600, juntos, i. 101 contratados, i. 106 gran número de judíos, i. 106 M úsicos que tocaban el arpa de pie, i. 96, 97, 98, 99, 100, 118, 119, 121,

122

473

de la tumba de R am sés ΙΠ, llamado Bruce, i. 118-120 M ú sicos que tocaban e l arpa, i. 118-

mencionadas por P linio y Estrabón, en las cataratas, ii. 138, 140 ojo que se situaba en los botes fu­

122

nerarios, ii. 1 4 7 ,4 0 4

M ycerinus, fiestas en honor de la hija del rey, i. 314

varios tipos de, en Egipto, ii. 143,

M yos Hormos, puerto en el mar Rojo, ii. 264-266

velas parecidas a las chinas, pero ge­

ojo en un m altés e in d io, ii. 147 150 neralmente hechas en seda, ii. 142

N

yendo arriba y abajo del N ilo, ii.

Nabl, o viola de los judíos, i. 13 1 ,1 3 5 136 Nabucodonosor hizo que Egipto no tu­ viera in flu en cia s en Siria, i. 327 N a c io n e s destacadas por ciertos as­ pectos, i. 13 N ahrayn, i. 4 1 8 , Ver M esopotam ia. N a v e g a ció n , origen de, ii. 152-153 debidos a lo s fen icio s, ii. 152-153 N avios de Egipto, i. 437; ii, 138-151 Ver Barcos con batea o canoas de papiro, ii. 138, 139, 142 con doble m ástil en los primeros tiem pos, i. 4 3 6 ,4 3 7 construcción de, ii. 150 de burthen, ii. 140, 141

1 4 1 ,1 4 2 N avios incluidos en la armada, i. 329 N eboot, o palo largo, ju ego con el, i. 218-220 Nebris y el vestido de piel de leopar­ do de lo s sacerd otes en E gipto, i. 306 Nebris, o cervato de B aco, encontrado en la piel de leopardo con manchas al lado de Osiris, i. 300 N ectanebo, i. 327 N ech esia y el L eucos Portus, ii. 263, 266 N e f o Num, Ver Ny. N egocios, tiem po en concluir, ii. 122 N eith, i. 311, 313, 346, Ver M inerva.

de gran tamaño em pleadas sólo en la parte alta del N ilo , ii. 144

N ekao perdió todas las conquistas de

de los armenios cubiertos con pie les, ii. 140

N elu m b iu m n o se representaba cre­

decoración en cabeza y popa, ii, 148 del papiro salvado de los cocodri­ los, ii. 139 del papiro que no se envió a India,

E gipto en A sia, i. 327 ciendo en Egipto, i. 67 sólo representado por los romanos, i. 67 Nepenthes probablemente el H ashéesh (o ¿opio?) ii. 48

com o P linio pretendía, ii. 141

N etp e, i. 192, 2 69; ii. 4 3 6 , 437 Ver

del Egipto que no tenía espolones, ii. 148 hechas de papiro, ii. 138, 142

N ilo, valle del, tiene más terreno cul­

lugar pintado en, ii. 147

474

Sicom oro tivable que antes, i. 323-324 agua roja y verde al principio de la inundación, ii. 5

blanco y azul, pero lo correcto es negro, ii. 28, 29 deposita lo m ism o durante su curso desde Abisinia, ii. 28 Ver aluvial haciendo fértiles las propiedades del, ii. 29 O siris, e l propietario del, i. 313 N ilo a , fe stiv a l d el N ilo , i. 2 9 6 -2 9 7 N ilom eters hizo, ii. 279 aum ento diario de acuerdo con el, ii. 60,257 N ilóm etro de Elefantina, ii. 287 N ilus, el dios, de un color rojo y azul, ii. 13 llam ado «Hapi», Ver Lista de ilu s­ traciones, 278 Nimroud o Nineveh, esculturas, i. 162; ii. 294, Ver Nineveth pesos traídos por Mr. Layard desde, ii. 291 N in e v e h (N in ie e ), tributo del, i 4 1 8 esculturas, crueldad de los asirios que se muestra por la, i. 13,

severidad en sus ob ligacion es, ii. 253 N iños mirando las uvas, i. 43 N isroch, la cabeza de un pájaro en un recipiente com o el de un dios, i. 162 Nitriotis Ver L agos Natron N iveles de la tierra, Ver Tierra. N o aplicación y adaptabilidad, i. 21 ; ii. 321 Nofre (o Nofr) Atm oo, i. 2 7 0 ,2 9 9 ,3 0 0 . Ver Nutar. Nom arcas, ii. 2 5 8 ,2 5 9 N o m e s de E gip to, proporcionando soldados, i. 356 36, después 53, ii. 257 N óreg, probablemente em pleado des­ de antiguo, contestando al hebreo m oreg, ii. 61 co m o e l rom ano tribulum , ii. 62 N otación m usical, i. 106 instrumentos al principio muy rudi­ mentarios, i. 94 instrumentos con cuerdas de tripas de anim ales, i. 1 2 8 ,1 3 1 ,1 3 2 ,

433 mármol no tan antiguo com o algu­ n os habían su pu esto, ii. 2 9 4 ornamentos, i. 162, 163 ornamentos comparados con los de Egipto, ii. 323 Niño, m echón de pelo indicativo de un, i. 329, 392 acompañando a sus padres cuando cazan y pescan, i. 2 46, 248 N iños de sacerdotes, educación de, i. 339 educación de, ii. 254 de la gente normal, i. 340 de los esclavos, ii. 253 no llevaban pañales, y m odo de crianza, ii. 373 pelo, ii. 362 respeto a los padres, ii. 253

134 instrumentos, com binación de mu­ chos, i. 96, 9 9 ,1 0 1 , 102 instrumentos de sonido campani­ form e, i. 99, 102, 103, 129 instrumentos, los más antiguos eran todos de percusión, i. 93 Notarios públicos, ii. 189 o escribas públicos penalizados por fraude, ii. 241-244 Nufar, nom bre del loto, quizás rela­ cionado con Nofr, «bueno», i. 269 N úm eros localizados sobre el ganado, ovejas, ii. 203, 204

O O ’S io ó t o O ’sioú t (antes L ycopolis) m om ias de lobos en, i. 39

475

O asis, i 6 5 ,2 9 1 ; ii. 2 1 7 ,2 5 7

169, 2 7 0 (fig. C, ilustración

Obelisco, objeto de, para contrastar con la línea horizontal, ii. 345

408) an illo s d e, com o m on ed a, ii. 171

añadidos bárbaros al punto de, ii.

crueldad con la gente condenada a

345 en una cantera, ii. 345 O belisco, transportados desde las can­ teras de Siena, ii. 343 efecto de, i. 32

em pleado para aplastar m ateriales m aleables, ii. 169

los más grandes, ii. 337, 346 O beliscos, llevados a Europa, ii. 345 Ofensores juveniles, ii. 242 Ofrendas de varios tipos, i. 341 a distintos dioses en distintos pe­ riodos d el año, i. 277 de flores, frutas, pomadas, i. 270275 de em blem as, joyas, i. 274 las más com unes, i. 277 para los muertos, ii. 399 Og, rey de Bashan, cabecera de la cama de hierro de, i. 82 Ojo de Osiris, i. 271 en botes, ii. 147 Ver Barcos, significando «Egipto», i. 255, 271 Ojos pintados o ennegrecidos con koln, ii. 378 O liva, i. 67; ii. 34, 39 soldados portando una rama de, en e l sa c r ificio

las m inas, ii. 1 6 6 ,1 6 7 darics de Persia, ií. 172 de A u stralia y C alifornia, ii. 164

de a cció n de

gracias por la victoria, i. 293 Om bos (nom e om bite), i. 253 Origen de «loco o un físico de cuaren­ ta», ii. 387 Ornan, instrum entos de, ii. 59, 60 Oro en Egipto y en Inglaterra, y vetas de cuarzo que aparecen, ii. 162

en envases, m om ias, ii 114 fusión, ii. 160 golpeado, mejoras en, ii. 168 gran uso de ornamentos, ii. 159,161, 162 gran u so para ornam entos, ii. 169 hilo, ii. 98 jeroglíficos, significado, ii. 171 (lá m inas figs. a,b.) lavado, ii. 160 m inas de E gipto y E tiopía, en e l desierto de Bisharee, y lo que contó Mr. B onom i de ellas, ii. 162 minas descritas por Diodoro, ii. 164, 165-166 recipientes de, ii. 161, 162 staters, las m onedas m ás antiguas, ii. 172 trabajadores, ii. 1 5 8 ,1 5 9 una cantidad en b olsas ya contabi­ lizada, ii. 171 Oro, g rilletes de, en E tiopía, ii. 178 antes y después del descubrimiento de Am érica, ii. 284 cantidad de, en antiguas ciudades, ii. 272 de D avid y Salom ón, ii. 272

al principio m uy puro, ii 167 alambre, ii. 99

de Colchis, ii. 269

em pleado antes que la plata, m ues­ tra de ello es que ésta recibe

de plata, ii. 267-277 dientes que se fijaban con, ii. 385

e l nombre de oro blanco, ii.

estatuas de, ii 272

476

de España, ii. 269, 271

en R om a, ii. 273, 274 pérdida por llevarlo y otras causas, ii. 274 Ver M etales preciosos, riqueza y jo ­ yería, ii. 272-273 y plata, valor relativo de, en distin­ tas épocas, ii. 271 Oscurecim iento de m ieles,: vainas de acacia (sont); corteza de séáleh y junco, para, i. 166; Tapices (tapeta) alfombras, ii. 109 Osirei, rey, Ver Sethi. Osiris, historia de, el gran misterio, i. 313 alegorías conectadas con la tierra de E gip to, y, i. 3 1 5 -3 Í7 ; ii. 67 almas de hombres buenos volvían a, ii. 363, 394 antes de la 18 Dinastía sólo los re­ yes eran llam ados después de la muerte, ii. 363 carácter peculiar y notorio de, i. 349 cetros de, i. 2 71, 280; ii. 4 1 9 -4 2 0 después de este tiem po todos los hom bres buenos eran lla­ mados, ii. 363 el Grande, deidad del estado futuro, i. 349 figura de madera de, llevada a la mesa, i. 196, 198 habitación de, en Filé, i. 271 inventor de la gaita, i. 136-137 la idea abstracta de bondad, o bueno, i. 348, ii. 393 m om ias en form a de, ii. 4 2 2 , 4 2 4 ritos de, i. 139, 314, 316 se golpean en honor a, i. 278 o B aco, i. 301. Ver Bacchus ojo de, i. 2 5 5,271; ii. 1 4 7 ,4 0 4 ,4 2 5 , 430 pequeñas figuras de los muertos, en la forma de, ii. 4 0 5 ,4 4 1 y N ubis, ritos de, i. 139. Ver Flauta

y e l N ilo, i. 313-314. Ver N ilo Osiris, pérdida de, Osiris encontrado, i. 302, 315 adorado bajo la forma de Apis, i. 303-306 carácter y m isterios de, i. 313, 349 fiestas en honor de, i. 301-303, 315 historia alegórica de, i. 313 ju ez de la muerte, i. 349-350; ii. 415 ofrendas a, ii. 395 V er B en n o, pájaro sagrado de. Osirtasen I, i. 215, 325 el original Sesostris, i. 325 Osirtasens, perros fabulosos en los rei­ nos de, i. 242 O so, i. 239, 256 O tom anos, i. 68, 77 Ovejas, miedo de reducir el número de, i. 176 grandes rebaños de, i. 176, ii. 198 valiosas por su lana, i. 176 Oxirriuco, ciudad de, i. 324-325 pez, i. 267, ii. 217

p Paamylia, i. 301 Pabellón y palacio del rey, i. 33 Pabellones, i. 33 Padre, idea abstracta de, i. 345, 3 5 0 asesinato de un, ii. 236 P ago, ev a sió n de, ii. 2 2 7 , 238, 2 4 0 País del maíz, i. 183 Paja para forraje, ii. 62 para fabricar ladrillos, ii. 220 Pájaros de Egipto, i. 243-245, 261-264 algunas veces encontrados en un al­ tar, i. 184, 278 capturados en redes y trampas, ii. 206-211 condim entados y secos, i. 184, ii.

210,211

477

im aginarios y alegóricos, i. 264, ii. 436 servidos sin las patas ni las alas, i. 184 Palacio, Ver Pabellón Palanquins, i. 83, 85; ii. 138 Palim psesto, ii. 116 Palmera, i. 49, 65-67 al principio se decía que era una planta estéril en el Bajo Egipto, ii. 49 e l D om o Theban, i 66, 67 Ver Em pleado para varios usos, partes de, i. 66

280 Pan de trigo, i. 191 ,Ver Pan Panadero y cocinero eran la misma pro­ fesión, i. 188 Pandereta, i. 1 0 8 ,1 3 9 de varios tipos, i. 139 empleada en m úsica sagrada, i. 139 tocado por diosas, i. 139 Panegyries, o asam bleas, i. 294 Paneles, casas con paneles pintados, i. 30-32 muros con, i. 39-40

m al llam ado «del desierto», i. 65, 178-179 requiere agua para que crezca, i. 178-179 tipo de rama de un afio, i. 270 D om . un gran regalo para la gente, i. 178179

Panteísm o, i. 346 Panteísta en lugar de politeísta, i. 346 no tenía m ezcla de la creencia del sabaísm o, i. 346 sujetos conectados con, i. 2 7 1 ,3 1 6 , 3 3 1 ,3 5 3 . Ver Sagrada. Pantomima, italiana, i. 111 Pañuelo traído para lim piarse la boca

Palmera, o dátil, partida, y em pleada para techar, i. 28 P alo de formas rudas, i. 383 em pleado por extranjeros (imagen), i.

pasteles de, en forma de hojas, ca­ beza de un cocodrilo, i. 188,

357, 384

(lissán) o palo curvado, i. 384 Palo del tambor, i. 117 Palo lanzado, i. 246, 248

después de beber, i. 154 Papel para escribir, cuero em pleado en lugar de, ii. 108-109 Ver Papel y pa­ piro Papel, antiguos sustitutos del, ii. 117 cuando se hacían de trozos de lino, ii. 118 cuando se em pleo por primera vez

no basado en e l bumerán de Australia, i. 246 P alos, luchas con, i. 2 1 7 , 2 2 0 , 313 P allaces, pallacides, p ellices Jovis, i. 106, 143, 337 Pan con sem illas, i. 1 8 8 ,1 9 0 error de H erodoto en lo que se re­ fiere al pan de trigo, i. 191 forma de roUitos de, i. 186,18 8 ,1 9 0 , 280 hecho de m aíz, o cebada o dora, i. 190. Ver Doora.

478

en Inglaterra, ii. 118 de algodón y seda, ii. 118 en árabe llam ado «hoja», ii. 117 hojas usadas para, ii. 117 m uy antiguo en China, ii. 118 Papiro o planta byblus, ii. 3 7 ,4 0 ,1 1 2 , 113 bateas, i. 247; ii. 13 bateas com o seguridad contra c o ­ codrilos, i. 247 com estible, i. 178; ii. 11 de distintos tipos, ii. 113

em pleado para hacer cestas, bateas, un tipo más com ún de, ii. 112, 113 guirnaldas, i. 67, 91 o libro, i. 288

con sem illa s, i. 188, 280; ii, 43 Pasteles/pasta, i. 184-187 Pastores odiados en Egipto, ii. 193,194 caricaturizados en las pinturas, ii.

utilizado desde m uy temprano, ii.

194, 200 cuidado de la cría de las ovejas por

115 y otra planta de agua, emblemas del

los, ii. 199 daban cuenta del número a los es­

A lto y Bajo Egipto, i. 271

cribas, ii. 201 elegidos por un mayoral, ii. 201 ,2 0 2 varios tipos de, ii. 200

Papiros, no ahora en Egipto, ii. 114, 117 aliento de hojas de, ii. 115 crece sólo en S icilia y Siria, ii. 114, 117 continuó en uso hasta tiempo de Carlomagno, ii. 115 de calidad m uy fina, ii. 113 diferente calidad de, ii. 115 su nombre se mantiene en «papel», ii. 117 m odo de hacer, ii. 113-115 m onopolio de, revendido, el escrito original se borró, ii. 116 o papel, cuando es m uy quebradizo, ii. 113 pap el m oderno h ech o del, ii. 114 P linio estaba equivocado en supo­ ner que no se había em plea­ do antes de la época de Alejandro, ii. 115 profecía que se cumplió sobre el, ii. 117 sustituye a, de cerámica, tablas, ii. 115-117

Pastores, invasión de los, i. 120, 325 in vasión y ex p u lsió n , i. 325, 3 2 6 m úsica que aparece antes de, i. 120121 Patos, cajas en form a de, i. 171 alim ento, i. 226. Ver Pato, cocido, ii. 211 Peaquerías, b e n e fic io s de, ii. 2 1 9 del lago M oréis, ii. 219 Pegam ento, ii. 133, 135 Peines, ii. 377, 378 P elo de mujer, ii. 369 de criados, ii. 368 de hombre afeitado, i. 330, ii. 361 de niñ os, i. 330; ii. 3 62. Ver niño P elota, o bala, e l señalado, i. 3 7 7 juegos de, i. 209-211 montaban uno encim a de la espalda del otro mientras jugaban a la, i. 209, 211 Pelucas, ii. 359, 360, 363

Paprem is, o M arte, fiesta de, i. 220,

Pelusium , i. 426 Pendientes, mujeres hablando de, i. 155 m odelos de, ii. 370, 373, 380

313 Parques y zonas cubiertas, i. 47, 276

P eregrinos M ek keh, e l núm ero de, Pergam ino, creación de, ii. 115-116

Pasht, Bubastis, Diana, i. 311 Pasta amasada con las manos y los pies, i. 184-187 Pasteles de distintas formas en ofreci­ m ientos, i. 280

el árabe es excelente, ii. 117 Período Sotico, ii. 285 y año solar, ii. 283-285 Periploca secam one, o ghulga, i. 260, ii. 49, 51

479

em pleada para curtir las pieles, ii.

121 Perro, i. 242 Perros de m oda en épocas diferentes, i. 242 a m enudo parece que se preferían por su fealdad, i . 242 caza con, i. 230 cruce, i. 230, 231

Pescadores, ii. 207, 2 1 2 Peso, shekel, significado, ii. 170 dinero obtenido por, ii. 170 objetos vendidos al, ii. 189 Ver Escalas P esos, ju ego de subir, i. 218 y m edidas, ii. 289-292 talento, m ina y otros, ii. 2 8 9 , 2 9 0

razas de, i. 241, 242

P ez eléctrico, llam ado en árabe Raad «rayo», ii. 218

Perros, m om ias de, i. 242

P halanx de infantería, e g ip cio , i. 13

Persea, árbol, ii. 40. Ver E gleeg sacrificado a Ahor, i. 270 Persona que h ace e l lin o, gran gusto por, ii. 322

egip cio, en la armada de C reso, i. 359 Pharos nunca tuvo un día de navega­ ción de la costa, i. 320

Persona que hacía las alfombras, ii. 103 alfombras, i. 78

Philae, vista de (viñeta F ), i. 223 P hiloteras,Puerto en e l mar R ojo, ii.

Pesadores/tasadores públicos, ii. 189 públicos, confianza en, y castigo de, ii. 241, 244

263, 264 Phrah, «el sol», convertido en faraón,

P esca una diversión para lo s nobles, i

Pie, regar con el, i. 44-45

249 con un anzuelo desconocido, i. 250 redes de, ii. 213-215 se sentaban en una alfombrilla o en una silla mientras pescaban, i. 249 Pesca voladora. Ver Pesca.

i. 331. Ver R ey estándar o unidad para la figura hu­ mana, ii. 298 Piedra caliza empleada en los antiguos edificios egipcios, ii. 339 Piedra numulita de las pirámides, i. 177 Piedra, grandes bloques de, utilizados en otros países además de en Egipto,

Pesca, ii. 207, 212-219

ii. 332

Pescado que no com ían los sacerdotes,

cuchillos de los primeros tiem pos,

i. 340 cóm o se traía a la m esa, i. 183 del N ilo de sabores suaves, ii. 219 gran consum o de, ii. 215, 219 los m ás preciados de Egipto, ii. 217 sagrado, i. 267; ii, 217, 218 y com ida para la cena, i. 177 Pescado seco, ii. 207, 215, 216 de Egipto, que los israelitas lam en­ taban, ii. 217 del mar, no apreciado, ii. 219 eléctrico, Ver Eléctrico.

480

y m antenidos durante largo tiempo, ii. 186-188 en una almádana, extraído de la can­ tera, ii. 340 m odo de hacer divisiones cuadra­ das, ii. 346, 349 Piedras de gran tamaño extraídas de la tierra, ii. 341, 343 Piedras en almádanas, ii. 340 hombres condenados a cortar, ii. 341 m odo de hacer una escuadra, ii. 346, 349

transporte de grandes, ii. 341 transportadas para e l templo de Isis, ii. 341 Piedras preciosas im itadas en cristal, ii. 75, 78 cortadas con el diamante, ii. 81-82 m etales antes em p lead os ii. 2 7 4 P iel de leopardo con manchas suspen­ dida en un báculo al lado de Osiris, i. 300 P ie le s im portadas a E gipto y parte com o un tributo, ii. 1 2 3 ,1 2 4 Curtidas y envejecidas, ii. 1 2 0 ,1 2 4 Pieles. Ver Pieles de leopardo; Ver P ie­ les aguadas, Ver Precios Piernas cruzadas, la gente pobre se sen­ taba con, i. 68 normalmente no se sentaban, i. 68 Pies, arcilla amasada con, ii. 125 pasta amasada con, i. 188 Pintores y escultores en piedra, distin­ tos de los escultores, ii. 71 Pintura roja de lo s muros, censurada por Vitruvio, i. 30 mar, puertos en el, ii. 263-266 Pinturas antes de la escultura, ii. 314 escultura, origen de, ii. 3 0 2 , 303 Ver G riegos Pinturas, la más antiguas en Egipto y Grecia, ii. 310, 311 en fresco, no en E gipto, ii. 311 en paneles en Egipto, ii. 309

Pirámides, i. 324-325 dim ensiones de las, ii. 286 durante la crecida (ilustración G), i. 319 superioridad del ladrillo sobre la pie­ dra, ii. 338 tumbas cerca de. Ver Tumbas Pirouette, se bailaba hace 4.000 años, i. 148 Plantas abatanadoras, em pleadas por los abatanadores, ii. 124 Plantas de E gipto, i. 67, 177-179; ii. 2 9 -3 2 ,3 6 , 37 ahora crece antes y después de la crecida, ii. 31, 32, 36 cultivado en e l antiguo Egipto, ii. 37 de P linio, ii. 33, 34, 38, 48 número de, en Egipto cerca de 1.300, ü. 37 produce aceite. Ver A ceites, sagrado, i. 280 silvestres e indígenas, del desierto, poco introducidas en Egipto, ii. 37 traído com o parte de un tributo ex­ tranjero, i. 6 7 ,4 1 5 Plantas m edicinales en Egipto, i. 60; ii. 286 Plañideros, ii. 104 jefe, o tipo de plañidero, ii. 409,411 Plata, jeroglífico significando, ii. 171 (ilustración fig. c)

Piramidal, línea, y en los tem plos de piedra, ii. 331

em pleado por dinero, ii. 169

Pirámide, de revestim iento de granito

hilo y alambre, ii. 98

en el Tercero, ii. 325 construcción con techo sobre el pa­ sillo de la Gran, ii. 337 Pirámides, arcos de ladrillo tosco, ii. 335-337 de G ebel Berkel en Etiopía, ii. 335338

pronto siguió al oro, ii. 170 Plata, pocas p iezas en Grecia y Roma, ii. 169 Plata, uso de, por dinero en el tiempo de Abraham, ii. 170, 269 llam ado «oro blanco», ii. 169, 242 Ver Oro

481

Plataforma con clavos para la ofrenda de pájaros, i. 276

de m uchos co lo r es, am arillo se añadió después, y otras par­

instrumentos claveteados, Ver Doora Plataforma para flores, i. 89 P latos de varios tip o s, i. 177, 191 Plaustrum, o vehículo para viajar, lle­ vado por dos b u ey es, i. 4 0 4 , 405 P lum as de avestruz y h u evos, i, 235 cazadas por sus plumas y huevos, ii.

68 Población de Egipto en los tiempos an­ tiguos, i. 321, 322 de Alejandría, i. 322 del m undo igual antes que ahora, i. 322

tes también, ii. 81 Porquerizos en E gipto y en India m e­ nospreciados, ii. 10 muy innoble, ii. 194 Portales, i. 19, 25-28, 37 Porte, el Sublim e o «gran Puerta», ii. 229 Pórticos, i. 19 Posada, esta vida es só lo una, i. 198; ii. 393 Postración delante de gente importan­ te, i. 68, ii. 230 Pount, gente asiática de, i. 417

P oder de E gipto, i. 326, 4 41, ii. 294

P recios por e jer cic io s gim n á stico s,

P oleas conocidas en Egipto, pero pue­

ganado, vestidos y p ieles, i. 221, ii.

de que no hubieran sido empleadas en barcos, ii. 1 5 0 ,1 5 1 P olo y cubo, o shadóof, i. 43, 45, 82 Ver S hadóof P olvo de oro en bolsas, i. 158,274,275; ii. 171 P ollos, tratamiento de, ii. 210 Pomadas, de varios tipos, i. 273, ii. 33, 34, 38, 44 en la cabeza de invitados, i. 88, 89 encontrado enjarras en las tumbas, i. 89

66 Preserva o cubre, i. 47, 226 Prevención d el crimen en la juventud, sugerencia moderna, ii. 242 Primera y segunda clases, soldados y sacerdotes, i. 334; ii. 10 Primeras frutas, ofrendas de, i. 2 88, 314 Príncipes, vestidos de lo s, i. 329 en carrozas, i. 390 mandaban sobre partes de la arma­ da, i. 362

ofrendas de, i. 273, 274 para ungir la estatua de un dios, i.

mechón de pelo, emblema de, i. 330, ii. 356

273 recipientes de distintos materiales para m antenerlo, i. 165, 167 sagd as o p sagdae, i. 2 73, ii. 377 Pompas funebres (empresarios), ii .138, 426 Pom peii, paneles rojos, y «juncos para las colum nas» pintadas en, i. 29-32 Porcelana, o porcelana de cristal, ii. 81, 86, 87

482

oficio de, i. 329, 362, 363 portaban flabela, i. 362, 363 Principios de la naturaleza, los viv ifi­ cadores y productivos, i. 350, 351 P risioneros de guerra, i. 3 92, 4 3 9 em pleo de, i. 439 tratamiento de, i 4 2 8 , 433 P rocesión del arca de Sokari, i. 299, 300

de la coronación del rey, i. 2 8 6 ,2 9 0 Procesiones, orden de, desde Clemens,

P uerco espín, i. 2 27, 2 3 6 , 2 39, 257 Puertas, i. 24, 25-28, 39

i. 288

cerrojos y llaves, i. 26, 27

P roceso em balsam ador, ii. 4 21, 4 2 6

de una y dos partes, que se abren ha­

cuando se abandona, ii. 4 3 9 , 4 4 0

cia dentro, i. 28

razón para, ii. 418

de los alm acenes para e l grano, i.

Productos indios que llegaron a Egipto, ii.

2 4 ,4 3

155, 263, 266

Productos naturales para decorar, un

sentencias escritas sobre las, i. 16 Puñales, i. 377

error e l copiar, ii. 321

con adornos en las empuñaduras, i

objetos, los griegos preferían tomar

379

el sentim iento de, ii. 321

de bronce, i. 379, 380

objetos no siempre imitados por los

manera de llevar y usar, i. 378

egip cios, ii. 323 P ro fesio n es, só lo dos, i. 3 29, ii. 9 Profeta vestido con p iel de leopardo, era llamado «Sem», i. 292-293,297, 307, 345, 347, 350 Profeta, obligación del, i. 337

Q Querubín com o las figuras aladas de la verdad en las arcas, i. 285 Q u ím ica y m etales ó x id o s, co n o ci­ m iento de. ii. 82

Proporción entendida por los egipcios,

y teñido de telas, ii. 82

pero en particular por los griegos, y ahora por los italianos, ii. 326 P sagdae, un güento, i. 273; ii. 377 Psam ético, o Psamatik, corte de A pis de, i. 305 «Pshent», doble corona llamada, i. 283; ii.

357 Ver Corona

Pthah, el poder creativo, i. 345 acompañado por la figura de la Verdad, i. 345 M enfis, la ciudad de, i. 349 Pthah, Sokari-Osiris, i. 215 barco, de, i. 299-300 Ptolom itas, títulos de algunos de los, en un escrito, ii. 248 corrupción bajo los últim os, ii. 260 tiranía de los, ii. 257

R Rahab, un instrumento de una cuerda, i. 134 Ram psinito probablem ente el m ism o que Rem sés ΠΙ. i. 166 fuerza de la trampa situada en, ii. 206 historia de su hija, i. 314 tesoro de, i. 25, 166 Raphanus, o fig l, i. 177; ii. 33, 41 da un aceite, ii. 3 3 ,4 1 entre las ofrendas, i. 273 R ebo, una gente asiática, i. 4 1 4 -4 1 6 elegida com o el tipo característico

p u eb lo fortificad o de, i. 326, 327

de Asia, i. 415 R ecip ien te co m o un caldero, i. 164

Pueblos que se construyen tras una cre­

a m enudo de una forma tan errónea

cida o inundación, ii. 17-18

com o nuestros tiestos, i. 163

483

con la cabeza de un pájaro y de un

de cuerdas de lino, ii. 112

m onstruo tifón , i. 162, 163

de m uy fina textura, ii. 96 para pájaros, ii. 204-211

con la cabeza humana com o tapa, i. 165

para pescar, Ver R edes para pescar

con platos de metal, ii. 185 de A sia, i. 162, 163

Reinas, báculos de, i. 290

de bronce, cristal y otros materiales,

335 R eligión de Egipto, sistem a de, i. 344,

i. 158 de bronce, con una tapa elástica, i. 1 6 4 ,1 6 8 de cristal y porcelana, i. 88, 92 de formas elegantes en Egipto, al gunas veces superpuestas de la m ism a forma que al

mantenían oficiales sacerdotales, i.

345 abusos que aparecieron en la, i. 344 cam bios en la, i. 3 4 7 , 3 4 8 , 3 5 0 doctrinas de la, i. 345 R em o de barcos, ii. 146 Remsés Π o el Grande, i. 3 2 6 ,4 1 3 ,4 1 7 ,

gunas griegas, pero más an­ tiguas, i. 157 de lo s griegos, con el «ganso y el

4 2 3 ,4 2 5 ,4 4 1 nombre de Sesostris que procede de

sol» de E gipto (notificado en

R em sés ΙΠ, lucha naval en el reinado de, i. 428, 433

de

oro, co n lo s griegos, i. 157

m od elos

de oro y plata, y otros materiales, i. 9 2 ,1 5 8 primer lugar por Mr. Stuart P oole), ii. 294 de porcelana, o de esm alte en oro, i. 162 em pleado en e l templo en la cocina, i. 164-165, 166 y botellas en una caja, i. 90 y botellas, cerradas con hojas, i. 152, 1 7 5 ,2 7 6 con piedras preciosas, i. 158 con distintos adornos de animales, i. 1 6 2 ,1 6 3 R ecipiente de A m asis, dorado, i. 197 Reclinarse, no una costumbre egipcia, i. 68 R ech a zo d el se p e lio , i. 344; ii. 4 1 4 rechazaban a un rey si era m alo, i. 3 3 2 ,4 0 0 R edes de distinto tipo, i. 225 cercando parte del desierto, i. 225

484

un antiguo rey, i. 325

ju gan d o a las dam as, i. 2 0 2 -2 0 5 R em sés III, pabellón de, i. 83 (ilustra­ ción C, 401) tesoro de, i. 166 conquistas de, i. 3 2 6 ,4 1 5 ,4 1 9 -4 2 0 , 4 2 5 ,4 4 1 probablemente el m ism o que Ram psinito de H erodoto, i. 166 cam bio en las esculturas en e l rei­ nado de, ii. 305 R eposacabezas de madera, i. 73, 81, 353, 354 Reptiles de Egipto, i. 265, 266 fabulosos, i. 265 Resina llamada «zift» o «sift», i. 418, ii. 139, 289 R evestim iento vitrificado de figuras y sarcófagos de piedra, ii. 79, 80, 86 R ey llam ado Phrah, «el Sol» (faraón) i. 294, 328 consejeros o m inistros de, i. 332, ii.

210

coronación de, i. 286, 287 d ioses tienden sus manos sobre el,

R o d illa , doblar la, Ver R od illa, Ver Abrek

i. 290 duelo por la muerte de, y funeral por,

R om ana de la ép oca romana, ii. 174 R om anos, estado de E gipto bajo los, ii. 261 Ropas de lana, nadie era enterrado con,

i. 333, ii. 403, 416 e l rey no podía hacer nada malo, y nunca moría, i. 331

i. 370; ii. 73

era juez, ii. 210

ropas que llevaba la gente normal,

la gente podía prevenir al rey, sien­ do enterrados en su tumba,

i. 351-352 vestidos de mayor calidad que lle­

i. 344, ii. 416 lleva un casco o peluca en la bata­ lla, ii. 358 R eyes etíopes de Egipto, i. 325

vaban lo s sacerd otes, ii. 73 Rosa, o rhodon, V er Granada Rot-'n-n, una gente de Asia, i. 163,416, 418 mujeres de, i. 4 1 8 ,4 1 9 ,4 3 9 m encionado con Nahrayn, o

N orthum bria y e l coron el F élix pasando por pueblos en su vuelta de

M esopotam ia, i. 418 Ver

la victoria, i. 292 p od ía perdonar castigos, ii. 2 3 6 reglas para la conducta de, i. 330-

Guantes, trajeron betún a Egipto, llamado zift,

332 respeto por, ii. 54

tributo de los, i. 418

i.

418

vasos d é lo s , i. 163

santificado diariamente en el tem­ sentim iento hacia el, i. 328

Rueda de alfareros, ii. 125 Rueda y eje de un carruaje encontrado

título hereditario de, i. 328 o del sacerdocio o de la clase m ili­

Ruedas de carros, i. 3 9 4 ,3 9 6 ,4 0 0 ,4 0 4

plo, i. 295, 331

por Dr. Abbott, i. 403 tenía cuatro o seis radios, i. 394,399,

tar, i. 329

404

obligaciones de, i. 330 oraciones por los, y honores de, por el sacerdote, i. 331 ungir, i. 289 R e y es extranjeros, i. 3 26, 3 48, 4 2 5 Rhyton, o taza para beber, i. 1 6 3 ,1 6 4 con la form a de una cabeza de ga­ llo, i. 163 Riqueza de los antiguos pobladores, ii.

s Sabaco, i. 326 adorado en los pueblos, especial­ mente en Bubastis, para pro­ tegerles de las crecidas, ii.

272, 273, 274

17 Sabaísm o no era parte de la religión

de los individuos de Roma, ii. 273, 274

egipcia, i. 346 «Sabiduría de los egipcios», i. 343; ii.

R obo, ii. 243-244 m odo de descubrirlo, por m edio de la ad ivin ación , ii. 3 8 8 -3 8 9

229 Sacerdocio mantenía su influencia por la pom pa y las cerem onias, i. 281

485

Sacerdote, cada, tenía una mujer, i. 15; ii. 252 Sacerdotes no com ían cerdo, pescado, judías, i. 340, 342, 343

no pagaban im puestos, pero tenían el perm iso público sobre la com ida, i. 337

abluciones de, i. 342

jefe, y los profetas le llamaban «sem », i. 284, 337 Ver

aficion ad os a la lim p ieza, ii. 361 dejaban a la gente con la ignoran­

tenían gran ascendencia sobre la

cia, i. 343 elevaban su propia clase y degrada­ ban a la gente, i. 343 eran morales y un buen ejem plo, i. 340, 343 es sistema de, no se ajustaba a todas las épocas, i. 344 gobernaban b ien la ciudad, i. 344 dormían con un reposacabezas de madera, i. 353, 354 llevados a los altares, i. 283 llevaban la m esa, i. 282 llevab an un v e stid o con p iel de leopardo en sus altares, i. 283 no asumían poder sobre el rey como los pontífices etíopes ha­ cían, i. 344 reconocían los lazos con la socie­ dad, llevaban a cabo las obli­ gaciones de padres y ma­ ridos, i. 344 se abstenían de la sal en ciertas oca­ siones, i. 342 Sacerdotes, posesion es mundanas de, i. 17

Profeta gente, i. 339, 343, 344 vestido del, i. 352, 353 vestido con p ieles de ciervo o de le opardo, i. 306 y la clase m ilitar tenía el rango más alto, i. 334 Sacerdotisa, i. 334, 335. Ver M ujeres, sagradas Sacrificio para la m esa, i. 180 Sacrificio, i. 278 Ver Ofrendas después de una victoria, i. 2 9 3 ,4 3 9 diarios en el tem plo, oficiados por el rey, i. 295 Sacrificios, hum anos, no en Egipto, i. 434 Sagdas, Ver Psagdae Sagrados, sujetos en pinturas que ha­ bían establecido reglas, ii. 2 9 5 ,2 9 7 Sais, ciudad de, i. 311, 313, 314 lago de, i. 313 m onolito, ii. 69, 343, 344 nom e de, i. 356 Saite, dinastía, reyes, i. 327 Sajón, normando y lombardo, estilos, ii. 339

abstin en cia de i. 340, 3 42, 343

Sal, a veces excluida de la m esa de los

educación de los hijos de los, i. 339 de varios grados, i. 334, 337

sacerdotes, i. 342 Salm o de D avid, algunos escritos des­

del rey, i. 334

pués de su captura, ii. 281 Salón, i. 21

disfrutaban de grandes privilegios, i. 337, 339, 343

Salvador, retrato de El, ii. 225 Sandalias de lo s sacerd otes, i. 353

in icia d o s en lo s m isterios, i. 339 que llevaba los vestidos de p iel de leopardo. Ver Profeta

Sangre em pleada para cocinar, i. 181

la le y estaba en m anos de, i. 329

Sapt, «la parte elegida», i. 278

486

de m ujeres y otras, ii. 3 6 5 -3 6 6

Sarapeum de M enfis descubierto, i. 307

la idea abstracta de Dem onio, i. 348,

Sarcófago, ii. 406, 412

349 y Horas dejando caer emblemas so­

Sarcófagos, ii. 437, 438 Satán, el M aniqueo, i. 348

bre el rey, i. 289, 348

Seáleh, o acacia séál, i. 239; ii. 5 1 ,1 2 4

Sethi, o Sethos, u Osirei I, i. 3 2 6 ,4 1 7 ,

Seb y N epte, los hijos de, i 348

4 25, 441 Shadóof, o polo y cubo, i. 43-45, ii. 12,

Seb, ganso, em blem a de, i. 263 Sellos en puertas, i. 25, 26 en tumbas, ii. 401, 402 Sembrar la tierra, ii. 19, 20 tiem po, ii. 52 Sem en, fortaleza de, i. 430-431 Sennacherib, i. 327 Sentado sobre sus talones, i. 68 Señor y señora de la casa se sentaban en una silla, i. 155 Señuelo, i. 247 «Sepulcro del rey P tolom eo», i. 2 8 2 Sepulcros, o arcas, o barcos sagrados procesión de, i. 282, 284 dorado, i. 282 Serapis. Ver Zarpáis Serpientes de Egipto, i. 266 con cuernos, i. 266 sagradas, i. 68, 266 Ver Asp. Serrar, m odo de, ii. 1 3 3 ,1 3 6 S ervicios o liturgias llevadas a cabo para los m uertos, ii. 394-399, 411 Sesostris, barcos de, i. 329, 434. Ver barcos

13, 32, 37 ilustración, i. 82 Sharetana, un pueblo asiático, i. 411413 tenían un casco con cuernos, i. 411 Shart, un pueblo en el norte de Arabia, i. 417 nombre del mar R ojo, i. 417 Sheshonk (Shishak) tomó Jerusalén, i. 326-359 i. 326, 349, 359 Shinar (Shingar, Sinjar), tributo de, i. 419 Shishak, saqueado templo de Jerusalén, i. 325, 359 Ver Sheshonk S iclo, significa p eso, ii. 170 Sicómoro, i. 54, 67 ,2 7 3 ; ii. 3 8 ,5 0 ,1 2 8 árbol sagrado a N epe, i. 247; ii. 422 higo, fruta del cielo, i. 192 h igos, si se com ían se suponía que se aseguraba algo en devo­ lución a Egipto, ii. 128 Siega, i. 296 Sierra, ii. 132, 133, 136 Sifones, i. 184, 185; ii. 3 5 1 ,3 5 2

dio tierras a los sold ad os, i· 354 D ivisión del país por, ii. 258

Sift, Ver Zift.

nombre que se adjudicó a Ram sés

Silen cio, m odo egip cio de indicar, ii.

II, i. 325 Setenta días, tiempo del proceso de em ­ balsam ar, ii. 4 1 2 , 4 2 2 , 4 2 3 , 4 2 6 Seth, i. 289, 348, 349 con el sombrero hor, i. 289 el hermano de Osiris, desaparecido del Panteón, i. 348 el m ism o que Tifón, i. 348

208 dios de, Ver Harpocrates. S ilsilis , grandes canteras en, ii. 340 Silla de campo, i. 73 Silla, un m ono atado a la pata de una, i. 155 Sillas, i. 68-75 canguro, i. 74, 75

487

doble y sencilla, i. 72

Sombrilla sobre un carro, i. 8 3 ,8 5 , 86,

lo s e g ip c io s se sentaban en, i 68 Sim etría

rechazada,

ii.

329

Ver

Variedad,

4 0 4 ,4 0 5 escudo em pleado por un, i. 83, 85 JSont, m im osa, o acacia nilótica, ii. 39,

Simpula, o ladles, i, 1 9 5 ,1 9 6 con una bisagra, i. 1 9 5 ,1 9 6

bosques de, ii. 39, 50, 129

Sim sim , o sésam o, da un aceite, ii. 33,

vainas de la, em pleadas para curtir,

3 7 ,4 3 «Sincero», ii. 96 Sinfonía, la triple, i. 96 Sistema de pasaporte en Egipto, ii. 227, 228 Sistrum, i. 1 4 1 ,1 4 3

50, 51, 1 2 4 ,1 2 8 ,1 4 9

ii. 124 S ooez (Suez), ii. 265, 264

Sothis, alzam iento de, en el reino de Tutmosis III, ii. 284-285 Spoonbill, i. 263 Staters, las monedas m ás antiguas, ii.

ha sid o encontrado, i. 142, 143 sostenido por mujeres, i. 143 S itio s de los p u eb los fortificad os, i.

'

172 Suez, Ver S ooez Superintendentes del castillo, un alto

407-411 Sofás, i. 78, 79

puesto, ii. 202-204

Sokari, Ver Pthah-Sokari-Osiris arca de, i. 299, 300 collar de, i. 274-275 Sol, culto al, i. 346, 347, 358 adorado en H eliópolis, i. 349 Ver H elipolis, Ver Phrah. culto introducido por los reyes ex tranjeros, i. 326

T Tablones, manera de unir dos, ii. 130, 131 Tabret o pandereta a (la Taph de los ju­ díos), i. 1 3 9 ,1 4 0 , 150 Taburetes para la cabeza.

distinto del Sabaísm o, i. 346

Taburetes, i. 68, 71, 75, 77

el toro M nevis se decía que había

Talento, ii. 288-291

sido sacrificado al, i. 304 festividades en honor del, i. 311, 3 1 3 ,3 1 5 ,3 1 6 Sold ados, Ver Armada; Ver Segunda clase de distintas corporaciones, i. 389 Ver O livo; Ver Frontispicio, en volum en ii mercenarios, auxiliares y aliados, i. 356, 357 pagos y relaciones de los, i. 354-356 para ciertos nom os o provincias de Egipto, i. 356 Soltána Validh, influencia de la, i. 14

488

Ver

Alm ohadas

Tamarisco, ii. 50 árbol, sacrificad o a O siris, i. 269 madera, u so de, ii. 128 Tambor, i. 108, 114, 115, 116, 117 Tambor, Ver Darabooka Tambor Tambores de colum nas, ii. 317 Tamiz de cuerda, ii. 112 Tamizadores o coladores de bronce, i. 196 Tasar alukkis de oro y plata, ii. 170 Taza de plata, i. 92 Tazas de latón o bronce, i. 92 Tazas de latón, i. 82, 180 dinero de latón, ii. 172

Tazas, i. 180. Ver Recipientes. Tebas, pabellón de Ram sés ΙΠ; dos c o ­ losos o e l plano anterior del templo de A m enofis ΙΠ, viñetas C.E., i. 83, 151, 323-324 Techos abovedados, i. 28; ii. 3 3 5 ,3 3 6 , 337 Tejado de las casas de famas de palma y barro, i. 17; ii. 313, 314 dormían en el verano sobre el, i. 17 y los suelos de varas de árbol de pal­ ma, i. 28 Tejas, ii. 321, 325 Tela de algodón, ii. 90 em pleada por los sacerdotes, ii. 90 no B yssus, ii. 89 Tela, manufactura de, ii. 1 0 1 ,1 0 2 ,1 0 3 , 106 clasificación, ii. 1 0 8 ,1 0 9 Teladio, i. 66; ii. 111, 130-132 Telar, horizontal y de pie, ii. 1 0 2 ,1 0 3 , 104 tosco, pero el trabajo es fino, ii. 91 Tem enos. Ver Bosque Temperanza, exhortaciones a la, i, 63, 198 Templo, dedicación de un, i. 271, 285, 286

estatuas y bajorrelieves coloreados, ii.

312, 324

liras. Ver Liras mercenarios de Egipto, i. 327 nom bre de instrum entos, i. 146 nombre de la flauta, i. 135 pinturas en tem plos y galerías, ii. 312 pinturas llev a d a s a R om a, ii. 312 pinturas m onocromas más antiguas, ii. 312 colores, ii. 324 pueblos que querían edificios altos, i. 32 y tem plos egip cios de distinto tipo. ii. 331 Tem plos, sujetos representados en el, i. 278-279 coloreados, ii. 323 esculturas de, ii. 328 no derivados de m onumentos exca­ vados, ii. 331 o sanitarios, al principio pequeños, ii. 332 Tempo dedicado, i. 285, 286 Tenedores no em pleados en la com i­ da, i. 192 conocidos por los judíos y etruscos, pero no em pleados en la

todo un, Ver F ron tisip icio, vo l. I. Tem plos griegos trazados de edificios en madera, i. 15 arquitectura sim ple al principio, ii. 326 arquitectura y bajo relieves c o lo ­ reados, ii. 324 artistas pintando en paneles, no en

m esa, i. 193 de madera, em pleados por los cam ­ pesinos, ii. 55, 58 em pleados en una cocina egipcia, i. 184-185 Tentyris (ahora Dendera), i. 253, 324 Tentyrites vencieron a los cocodrilos,

capitales jónicas y corintias, ii. 330

i. 253 Tercera clase, cazadores, jardineros, marineros, aldeanos, ii. 68, 69

gusto, color, forma y proporción, ii.

Terreno aluvial depositado en el Valle

muros, ii, 311, 313

326 estatuas pintadas, ii. 312, 313

del N ilo, i. 323-324; ii. 16-17 calidad y análisis del, ii. 27

489

crecim iento de, y proporción de, ii. 16, 17. Ver N ilo. Tesoro, historia de, encontrado, i. 39, 35 Tesoro, Ver R am ses III Testigo de un asesinato o cualquier tipo de violen cia, sin dar inform ación, era participar en e l delito, ii. 235236 T estigos, número de, necesarios para un juicio, ii. 201, 202 Testudo y ariete, i. 407-410 Thales, historia increíble de, enseñan­ do a sus m aestros, ii. 127, 353 T his, la din astía Tinita, i. 3 2 4 -3 2 5 Thom son, Mr. con ropajes de m om ia y de lino, ii. 89, 93, 95, 96 Thoth, e l M ercurio o H erm es de Egipto, i. 288, 289 festividad de, i. 314 la inteligencia de, i. 132-133 la Luna y el D ios de las letras, con una cabeza de Ibis, i. 346 libros de Hermes, o i. 288 m es de, i. 314 respond e a T iem p o, ii. 4 1 9 -4 2 0 Thummim. Ver verdad. Thyrsus conducido por los sacerdotes, i. 306 Tienda turca en la casa, i. 15 Tiendas, ii. 121 nombre y ocupación del dueño, ii. 123 Tierra arrendada a los reyes y a otros, ii. 12 cultivada con poco trabajo, ii. 23 Ver siembra y grano, depósito aluvial en el, ii. 19 se seca pronto después de la inun­ dación, ii. 19 supervisai' los, Ver Mayoral Tierra, niveles de, diferentes, ii. 1 8 ,1 9

490

elevación de la, ii. 16, 17 Tierra, variedades en distintas partes, ii. 16, 17 la parte más baja cerca del límite del desierto m ás que en los ban­ cos del N ilo , ii. 1 5 ,1 8 T ifón, o Seth, i. 115, 2 5 2 , 253, 255, 261, 303, 341, 348 T ifón, o Seth, i. 115, 252, 2 5 3 , 255, 261, 303, 341, 348 caza de un verraco por, i. 255 e l tercer día del Epact el cumplea­ ños de, i. 296 hipopótam o y cocodrilo, em blem as de, i. 252, 303 sa c r ificio de una cerda a, i. 341 Tim oneros de alto rango, ii. 69 T im ones de barcos, ii. 144-145, 149 Tipos de m om ias, antiguas, revendi­ das, ii. 4 0 0 ropas, de lin o, ii 9 1 -9 4 V er Lino. Tirhaka, i. 326 cau tivos de, i. 4 1 4 , 4 1 6 , 4 1 9 -4 2 0 Toersha, un p u eb lo de A sia , i. 4 2 0 Tokkari, un p u eb lo asiático, i. 413 carros de los, i. 413 Tomtom tambor, i. 113-116 Topografía, tierra o m edición, ii. 278 Toros, sagrados, i. 259, 303, 304, Ver Apis. Torres, m ovibles, em pleadas en el si­ tio de alguna ciudad, i. 411 Trabajo, división del, ii. 211 Trama hacia arriba y abajo, ii. 94-95 Trampas para los pájaros, ii. 206, 208 prim avera, m uy calurosa, ii. 208 Transmigración del alma, ii. 417 en India, ii. 418 Trébol, seco, llam ado en árabe Drees, ii. 3 1 ,6 2 ,6 3 Tributo pagado a E gipto, i. 417; 418, 421, 426, 440; ii. 2 6 1 ,2 7 0

de A sia y África, i. 244

algunos no se les permitía ser ente­ rrados solos, i. 332, 343; ii.

de Etiopía, i. 426

4 1 4 ,4 1 7

jarra de, i. 418-419 vasijas traídas com o parte de un, i.

Tumbas de gran tamaño, ii. 402 en la base de las montañas de Tebas,

162, 1 6 3 ,4 1 8 ,4 2 1

ii. 410 en las pirámides, i. 119; ii. 3 2 0 ,4 0 2

Triclinium no em pleado por los egip­ cios, i. 68 Trigo, ii. 31 bueyes sin bozal cuando se trillaba, ii. 59

jardines en las, ii. 402 nunca circulares en Egipto, ii. 402 Tumbas y ritos funerarios, ii. 393-441

cortado ahora cerca del suelo, ii. 62

de la gente pobre, ii. 402

cortado por debajo de la oreja, ii. 52,

de los reyes, i. 415 sellos de las, ii. 401

62

todos terminados excepto el nom­ bre del dueño, y preparados para ser vendidos, ii. 400

encontrado en tumbas, se dice que se había cultivado en Inglaterra, ii. 52

visita de las mujeres a (com o aho­

llevado a la era, ii. 52 sembrado, cultivado, recolectado, trillado, y almacenado, ii. 53, 54, 57, 59

ra) i. 1-3; ii. 401 Tutm osis, los reyes, i. 326 alzam iento de Sothis en el reinado de, y la fecha de, ii. 285 ΠΙ, i. 163, 326, 416, 418, 421, 441

trilla, con bueyes, ii. 54, 59 todo aristado, calidad de, ii. 52 y cebada, bien cortadas lo mejor, ii 52 Trilladores, canción de los, ii. 58

u' U n, N um , N ov, N ef, N eph, o Kneph

Trillar. Ver Trigo.

(Chnuphis) el dios, i. 285, 345, 350 el espíritu, i. 345 Ver A sp o

Triunfo del rey después de una victo­ ria, i. 291 Ver A c ció n de gracias. Trompeta, i. 114,115

Agathodaem on. U nir a la co la de un m ilan o, ii. 129

de los israelitas, griegos y romanos,

Usura condenada, ii. 244 115. Ver Instrumentos judíos U vas, recolección de, i. 50-53 trom pas llam adas por la, i. 363 observadas por lo s niñ os, i. 53 Tropas armadas ligeras, i. 388, 4 0 6 i.

Tropas armadas, i. 388 Tropas armadas, pesadas y ligeras, i. 357,

359, 388

Troquilo, historia del, i. 254 Tumba de la momia. Ver Ilustración ii.

V Vaca y ganso, comidas favoritas de los egip cios, i. 76 no saludable, i. 76

441

Vaca, Ver Athor

hondonadas, ii. 4 0 0 ,4 0 1

Vacaciones, i. 295

Tumba de Ram sés ΙΠ, i. 87-88

de los cam pesinos, ii. 66

491

Variedad, los egip cios aficionados a, i. 68; ii. 329-330 Vasija Canopus, ii. 431 Vasos de Egipto, Ver Etruscos. Vasos de murrano, se duda de qué pie­ dra, ii. 86-87 falsos, probablemente un cristal con porcelana, ii. 86-87 Vasos sin asas, i. 1 6 3 ,1 6 4

V ersos fe sce n n in e de Italia, i. 111 Versos italianos pantom im e y fescen ­ nine, i. 111 Vestido de Salom ón, ii. 263-264 riqueza, ii. 272 Vestidos de lino y fibras de datilero, y de cuero retorcido, ii. 110 Vestidos de m ujeres bailando, i. 148 cabeza de hombre, ii. 359

Vectis, Ver Isla de W ight

cabeza de mujer, ii. 370

V egetales prohibidos para lo s sacer­ dotes, algunos, Ver Judías.

con bordados y colores, ii. 97-1 0 0

Vegetales, com ida de las clases bajas,

de cazadores, i, 226

i. 177 Ver Comida, gran número de gente en Egipto ven­ día, i. 185 sagrados, i. 278 Vegetales, gran cantidad de, en la cena, i. 176 Velas de algunos barcos, de papiro, pa­ recid os a lo s ch in os, i. 4 3 6 , 437 a m edia hasta en el buque de gue­ rra, i. 435 V elas de velero s m odernos y barcos etíopes, ii. 138. Vfer Barcos Venado, i. 238, 259 Vendedores de aves, ii. 210, 211

con franjas, i. 333, ii 108, 354, 355 de gente pobre, ii. 354 de las mujeres, i. 336-353 de las reinas, i. 336 de los hombres, ii. 354-356 de los niños, ii. 363, 364 de lo s reyes, i. 3 1 7 , ii 3 5 6 -3 5 9 de sacerdotes, i. 319, 339, 351-353 de soldados, i. 384, 385 de tropas mercenarias, i. 356 en una fiesta, i. 91 no totalmente descrita en m onu­ m entos, ii. 354 sencilla, com o la de un dios de un río, ii. 354

Venta de José, i. 440 V entanas de las casas, i. 2 4 , 31, 33 con cubiertas con colgan tes, i. 33 entre colum nas, i. 31 Verdad, i. 2 8 5 , llam ada T hm ei. Ver

y armas de extranjeros enem igos de Egipto, i. 411-426 V estidos de p iel de leopardo, i. 306, 337

ver Profeta, ver Nebris

Pthah.

Vestidos sencillos de los egipcios, como

las dos figuras de Thumei o, res­ puesta a Thummim, ii. 232,

V estidos, de piel de leopardo, para los

420-421

un dios del río, ii. 354 sacerdotes, i. 337. Ver piel de leo pardo, vestidos,

y justicia, i. 286; ii. 232 Verdad, la figura de, i. 274, 285, 286, 345 Verdad, o justicia, la gran virtud, ii. 234 diosa de, con los ojos cerrados, ii. 232

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de un rey y una reina, i. 336 Vetas de cuarzo abiertas para oro, ii. 162 Víctim a, manera de asesinar y despe­ dazar a, i. 277, 278

Victoria, vuelta de un rey tras, i. 291, 438 día de acción de gracias tras, i. 291, 439 Vid, i. 50-55; ii. 4 0 ,4 9 Vida entregada al rey, i. 291 m odo de, testim onio dado ante los m agistrados de, ii. 2 2 6 -2 2 8 señal de, tomada por los cristianos com o una cruz, i. 291 o Crux ansata, i. 271 Vides, i. 39, 51 creciendo al borde del desierto, i. 59; ii. 29 niños después de la vendimia, i. 55 Villa, organización de una gran, i. 3839 bote en el lago en los terrenos de una, i. 39 V illas, i. 35-39 de planta irregular, i. 39 entradas a, i. 36 V ino de palma, i. 65 del o a sis llam ado L ow b geh , i. 65 usado en el proceso de embalsamar, ii. 422, 424 Vino de varias clases, i. 59-61,280-281 antes de la cena, i. 92 del alto y bajo Egipto, i. 280 empleado com o m edicamento, i. 60 en la bodega, i. 59 de la viña. Ver Viña llam ado Erp, i. 57-58, 280 no era de m ala educación rechazar, i. 154-155 no estaba prohibido a las mujeres, i. 6 1 ,6 2 ofrecido con un pequeño discurso, i. 154-155 ofrecido a los dioses, i. 61, Ver H eliópolis para los invitados, i. 91, 151 se ofrecía en dos copas a los dioses, i. 280

también importado de F enicia y Grecia, i. 62-63 traído por un sirviente de rango su perior, i. 151 Vino M areotis, i. 59 V inos de una selección só lo para los ricos, i. 64 m edicinal o fingido, i. 60 Viñedo, i. 49, 51-53 Vitruvio censura la cantidad de pintu­ ra roja en muros y «juncos en las co­ lum nas», i. 2 9 -3 0 ,3 2 Sombrilla so­ bre un carro, i. 83, 85, 8 6 ,4 0 4 ,4 0 5 V iveros, i. 47 Volutas de Egipto, ii. 330 V otos, p ú b licos y privados, i. 275

w W abber o hyrax (una c la se de mar­ m otte), i. 239, 259 W ight, isla de, llevaba a cabo el alma­ cén de estaño, y el puerto de los mer­ caderes desde el continente, ii. 156

Y Yugo para llevar jarras de agua y otras cosas, i. 43-44 de un arado, ii. 16 de un can o, i. 399-402

z Zapateros y curtidores, ii. 121 Zarpáis, templo de, i 307 Z ift o betún, traído com o tributo desde A sia, i. 397, ii. 131-132. Ver Rot-'n-n Zorro, i. 238, 256 Zummára, o gaita doble del Egipto m o­ derno, i. 137-138 Z ythus, o S ito s, cerveza, i. 63-65

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