IX EL NOA-Superposición cultural

October 28, 2017 | Author: Manuel Fontenla Ruzo | Category: Mythology, Creation Myths, Bolivia, Culture (General), Earth
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Descripción: Historia cultural del NOA Argentino...

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IX EL NOA: SUPERPOSICIONES CULTURALES E IDENTIDAD REGIONAL. La identidad étnico-cultural del NOA surgió del choque, fusión, alianzas, treguas y conflictos entre tres actitudes existenciales de diferente signo: el mito amerindio, la utopía hispánica y el logos científico-técnico de la modernidad. Esta identidad se fue forjando en el transcurso de su prehistoria, protohistoria y proceso histórico propiamente dicho, a la manera de tres superposiciones culturales sucesivas: a. el NOA Indígena; b. el NOA Hispano-indígena; c. el NOA de la unidad nacional abstracta, nivelada hacia dentro por la puesta entre paréntesis constitucionalista de las diferencias regionales, y anexada hacia fuera a las hegemonías de turno (europea, norteamericana, postindustrial). Por los intersticios de las tres superposiciones culturales, atravesándolas e intercomunicándolas, se filtra subrepticiamente un oscuro anhelo de comunión y participación, aún no objetivado en un proyecto viable y atractivo: d. el NOA de la comunidad nacional de carne y hueso, integradora hacia dentro de su rica pluralidad regional, e integrada hacia fuera a la gran fraternidad latinoamericana interdependiente. 1) La Puna: desde el oeste de Jujuy y Salta hasta el occidente catamarqueño a la altura del departamento de Belén. 2) Valles y Quebradas: desde el norte de San Juan (o de Mendoza según algunos), pasando por el centro y norte de La Rioja, toda Catamarca, el oeste de Tucumán, Santiago del Estero a lo largo del Dulce y del Salado, y el sudoeste de Salta basta la Quebrada de Humahuaca norte arriba, entre el macizo puneño y la Vertiente boscosa de las sierras subandinas en el límite con Bolivia. 3) Bosques occidentales y Sierras subandinas: desde las serranías del este de Jujuy hacia la cuenca del río San Francisco, hasta los departamentos del este de Salta y la vertiente oriental del Aconquija en el norte y centro de Tucumán. 4) Santiaqo del Estero: desde sus llanuras y sierras bajas, de ecología muy particular, hasta donde comienza la región chaqueña propiamente dicha, con la que se confunde desde el punto de vista fitogeográfico. Período Temprano El Período Temprano se extendió desde la aparición repentina de las culturas agroalfareras ya formadas, hacia comienzos de la era cristiana o algunos siglos antes (su posible origen en Wancarani cultura del Altiplano boliviano que se remonta a esa fecha, así lo sugiere) hasta 650 d.C. Su desarrollo tuvo como escenario principal la porción céntrica del NOA, sus Valles y Quebradas

La Candelaria, Ciénaga y su punto culminante Condorhuasi. Dick Edgard Ibarra Grasso las engloba en una sola constelación bajo el nombre de Cultura tucumana Pero la técnica lítica alcanzó en Condorhuasi una insuperable cumbre expresiva. Son su exponente máximo las llamadas “figuras suplicantes”, composiciones escultóricas en las que se logró una extraña mezcla de realismo y fantasía. Período Medio En el Período Medio desplegó su maduro encanto la Cultura Draconiana o de La Aguada, que aparece ya instalada hacia 778 d.C. (fechado obtenido de muestras correspondientes a yacimientos con cerámica tardía, por lo que ha de retrotraerse a 650) y perduró hasta el 800. El intenso simbolismo que articula los distintos elementos de su decoración permite inferir una cohesión socio-política y religiosa de gran estabilidad y consistencia. Los motivos se reparten entre la obsesión geométrica y la inspiración figurativa. La omnipresencia y centralidad del felino-dragón-jaguar revelan cuan profundamente se adscribió esta cultura, Draconiana, a la generalizada obsesión que compartieron las de San Agustín (Colombia), Chavín y Recuay (Perú) y Tiahuanaco (Bolivia). La asociación del felino con figuras humanas portadoras de cráneos-trofeos pareciera restringir su alcance a prácticas de círculos guerreros. En la metalurgia del bronce, se alcanzó también aquí otro punctum aureum, dado a conocer por Lafone Quevedo: el famoso disco pectoral, que representa un personaje masculino flanqueado por dos felinos como custodiándolo. Ha de considerárselo, sin lugar a dudas, entre las obras más destacables del arte aborigen americano. De hecho, tal equilibrio y belleza de formas ya no serán ni igualados ni superados en la posterior evolución del NOA Indígena. Los 150 o 300 años áureos de La Aguada fueron, desde la óptica global de Alberto Rex GonzáIez, la resultante de influencias homogeneizadoras, a la vez que de apropiaciones singularizantes, dentro de un macrohorizonte común: el que se extendió a lo largo de los Andes hasta Mesoamérica terminal. En consecuencia, los orígenes de La Aguada han de rastrearse, por un lado, en las culturas locales que la precedieron (Ciénaga y Condorhuasi) y, por otro, en el aire de familia que guardan algunos de sus elementos sapienciales y tecnológicos con el gran Tiahuanaco clásico. La base previa se plasmó, en su momento, gracias a aculturaciones llevadas a cabo desde otros centros de la misma área hegemónica. Sobre esa misma base, recayó ahora el impacto venido de las costas del Titicaca. No sin antes hacer escala y aclimatarse en los oasis de La Puna chilena, desde donde se produjeron filtraciones, probablemente según los ritmos de intermitencia con que el centro dominador fue graduando sus entregas. Período Tardío Se inició en el NOA hacia 850 d.C. y quedó clausurado con la irrupción de los Incas en 1480 aproximadamente. El hecho de que aparezcan residiendo en La Puna y en Valles y Quebradas las culturas más destacables del período, se debe

fundamentalmente a la facilidad con que hoy pueden excavarse sus restos, y a la especial atención de que han sido objeto esas zonas por parte de los investigadores. Las culturas representativas de este período se denominan Sanagasta (Aimogasta o Angualasto), Belén, Santamaría y De la Quebrada de Humahuaca. En el interior de cada una de ellas, a su vez, se distinguen fases, según los momentos de su evolución. La cultura Sanagasta correspondiente a la parcialidad de los capayanes, se radicó al comienzo en el norte del área central, siendo reconocible allí bajo las formas San José y Hualfín; pero tuvo que desplazarse después hacia La Rioja y hasta el sudoeste de San Juan en el sur. La cultura Belén, perteneciente a la parcialidad de los diaguitas, más concretamente al señorío de los hualfines, abarcó por el sur hasta la actual ciudad de La Rioja, y por el norte hasta el valle de Santamaría, teniendo como eje el valle de Hualfín. La cultura Santamaría, cuyos protagonistas fueron los calchaquíes, ocupó el valle homónimo y todo su continuum geográfico (valle del Cajón y Calchaquí hasta el nevado de Acay), extendiéndose hacia los valles transversales (el de Pampa Grande en el oeste salteño) y manteniendo intensos intercambios con otras zonas. Es probable que los capayanes-Sanagasta, los diaguitas-Belén y los calchaquíesSantamaría integraran un gran conjunto protohistórico, el de los DiaguitasCalchaquíes, famosos por el tesón con que defendieron su terruño y por la tenaz resistencia que opusieron a cuantos intentaron someterlos El NOA Indígena, un eficaz procesador de intermitentes aculturaciones La Cultura Tucumana (La Candelaria-Ciénaga-Condorhuasi en el Período Temprano), la Cultura Draconiana (La Aguada en el Período Medio), la Cultura Chaco-Santiagueña (Sunchituyoc-Averías como nexo marginal entre los Períodos Medio y Tardío) y el complejo Diaguita-Calchaquí (Sanagasta-Belén-SantamaríaQuebrada de Humahuaca en el Período Tardío) nos remiten invariablemente a los grandes centros de irradiación andinos, vinculados a su vez con Mesoamérica e incluso con Indochina, Indonesia, el remoto valle del Indo y el Mediterráneo por la vía del Pacífico. El NOA, por tanto, no es comprensible sino como pista tendida al írsele superponiendo de esas advenientes constelaciones culturales. Como tal, constituyó, junto con el norte de Chile y el sur de Bolivia, el Área Meridional dependiente de alternativos centros nucleares dentro del macrohorizonte panandino. Ahora bien, las sucesivas influencias llegadas de los centros expansivos no siguieron una sostenida línea ascendente de desarrollo. La Cultura Draconiana fue reflejo de una fuente muy superior a aquella de la que será tributario después el complejo Diaguita-Calchaquí. Incluso los Incas dominadores del NOA evidenciarán ya una involución, en relación con sus matrices. De modo que el nivel cultural encontrado más tarde por los españoles no dará la medida, ni del punctum aureum en el centro andino, ni del maximum NOA en la región. Hasta se podría hablar de una regresión estético-religiosa en proporción inversa a los avances de la tecnología y del patrón sociopolítico. Las distancias entre el NOA y el centro hegemónico, o las reelaboraciones de que eran objeto a lo largo de su itinerario los elementos transferidos, pudieron contribuir a ello. No obstante, creemos que el factor decisivo residió en la

estructura mítica de su propio anclaje terminal. Aludo a su originaria actitud de apuesta a lo sagrado como centro de circularidad cerrada, que lo llevó a asimilarse hasta la obsesión a los modelos cíclicos de la vegetación y la fecundidad, o de los comportamientos astrales. De ahí que su relación entrañable con la Naturaleza se con virtiera en eje vertebrador y clave omnicomprensiva. Culto, familia, orden sociopolítico, sistema productivo, equipo tecnológico, vivencia del tiempo, todo adquiría validez y sentido allí, según los flujos del mana que irriga el macroorganismo cósmico. A tal efecto, me parecen útiles algunas observaciones de Ibarra Grasso, quien, de la orgánica simbólica de los mitos de creación-caída-reconstitución, ha tomado como hilo conductor los mitos de creación, fundamentalmente los referidos a la creación del hombre, para esbozar a título muy provisorio una clasificación sucesiva de las religiones indígenas argentinas en correlación con sus diferentes niveles culturales. Del análisis del material disponible surgen las tres categorías siguientes, de menor a mayor nivel: a. Los mitos de la simple aparición, a partir de una preexistencia oculta en la misma tierra: los hombres salen de cuevas terrestres, en las que se supone llevaron algún tipo de existencia previa, puesto que no se alude a producción alguna. Las múltiples tribus remiten a una multiplicidad de cuevas. La ausencia de toda creación-fabricación no impide, sin embargo, que haya seres supremos por encima de otros de mayor o menor importancia. Probablemente este esquema corresponda a las Culturas del Desierto en el mesolítico; b. Los mitos de la simple aparición, a partir de una preexistencia celeste o terrestre (en otra tierra distinta aunque semejante a la nuestra): los hombres descienden del cielo o emergen de un mundo inferior, de ningún modo equiparable con el infierno. En cualquiera de las dos variantes, se elude toda referencia a una producción o fabricación. La aparición del hombre no forma parte de un conjunto cosmogónico. Hombres, mundo donde preexisten y mundo donde aparecen, están ya dados. Lo que no obsta para que haya héroes civilizadores. Este esquema correspondería a las Culturas Agroalfareras del neolítico; c. Los mitos de la creación-fabricación en forma directa por un Ser superior, que unas veces se identifica con el Hacedor del universo, y otras con uno de sus sucesores o hijos. Este esquema pertenecería a las altas Culturas de Estado en pleno neolítico.

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