IV Domingo Post Pentecostés - Sugerencias para La Homilía

March 25, 2023 | Author: Anonymous | Category: N/A
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SUGERENCIAS PARA LA HOMILÍA.- IV Domingo después de Pentecostés Forma Extraordinaria del Rito Romano  Romano  

IV Domingo despues De Pentecostés FORMA EXTRAORDINARIA DEL RITO ROMANO

SUGERENCIAS PARA LA HOMILÍA

 



 

ILGESIA DEL SALVADOR – TOLEDO- ESPAÑA  Ad Iesum per Mariam!  

Estimados lectores del Rincón Litúrgico: Ofrecemos a continuación una selección de textos para ayudar a preparar la liturgia del domingo según la forma extraordinaria del Rito Romano. La liturgia de este IV domingo después de Pentecostés nos invita a meditar sobre el misterio de vida del hombre en el mundo, llamado por Dios a una vocación de vida sobrenatural y aguardar ese momento definitivo colaborando con él. La Epístola (Ro, 8, 18-23). Toda la creación espera su realización plena. El sufrimiento de esta vida no tiene peso con la gloria que un día se nos manifestará. El Evangelio Evangeli o (Lc del 5, 1-11). texto del la la pesca milagrosa Señor.ElMuchos sonEvangelio los temasnos quepresenta podemos desarrollar y meditar desde este evangelio: desde el mismo milagro realizado por Jesús como todo una tipología de los símbolos que aparecen en el Evangelio, como de las actitudes de la gente, de los apóstoles, de Nuestro Señor… Señor…  Esperamos que el material ofrecido os sirva para la preparación de la homilía; y también para vuestra meditación y enriquecimiento espiritual.



 

SUGERENCIAS PARA LA HOMILÍA.- IV Domingo después de Pentecostés



Forma Extraordinaria del Rito Romano  Romano  

TEXTOS DE LA SANTA MISA  MISA  Introito. Salm.26,2,3.Salm.26,2,3.- EL  EL Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el defensor de mi vida, ¿de quién temblaré? Son mis adversarios y mis enemigos lo que tropiezan y caen. Salmo.-  Salmo.- Aunque se enfrenten

orilla del lago, cuyos pescadores habían bajado y lavaban las redes. Subiendo, pues a una de ellas, que era de Simón, pidióle la desviase un poco de la orilla. Y sentándose dentro, instruía a las turbas .Acabada la plática, dijo a Simón: Guía

ejércitos contra mí, no temerá corazón.  corazón.   V/. Gloria. V/. Gloria. Colecta.Colecta.-  .  Concédenos, Señor, te suplicamos, que sea dirigida por el orden de tu providencia la marcha del mundo; y que tu Iglesia se alegre en tu servicio con la tranquilidad. Por nuestro Señor. Epístola. Rom.8.18-23.Epístola. Rom.8.18-23.-  Hermanos Creo que los sufrimientos de la presente vida no son comparables con la gloria, que ha de manifestarse en nosotros. Así la creación ansía la manifestación de los hijos de Dios. Sujeta a la vanidad, no de

mar adentro, y echad vuestras redes para pescar. Replicóle Simón: Maestro, toda la noche hemos estado fatigándonos, y nada hemos cogido; no obstante, fiado en tu palabra, echaré la red. Y habiéndolo hecho, recogieron tan gran cantidad de peces que la red se rompía. Por lo cual hicieron señas a sus compañeros de la otra barca, de que viniesen a ayudarles. Vinieron luego, y llenaron con tantos peces las dos barcas, que poco faltó para que se hundiesen. Viendo esto Simón Pedro, echóse a los pies de Jesús,

grado, sino por causa de aquél que la sujetó, espera también ella ser redimida de esa servidumbre de la corrupción, para conocer la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Porque sabemos que hasta ahora toda la creación gime como con dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros, que tenemos ya las primicias del Espíritu Santo, suspiramos de lo íntimo del corazón, aguardando el efecto de la adopción de los hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo, en Jesucristo Señor nuestro.

diciendo: ¡Apártate de mi, Señor, que soy un hombre pecador! y es que el asombro se había apoderado de él, como de todos los demás que con él estaban, en vista de la pesca que acababan de hacer. Lo mismo sucedía a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo y compañeros de Simón. Entonces dijo Jesús a Simón: No temas; de hoy en adelante serás pescador de hombres. Y ellos, sacando las barcas a tierra, dejaron todo y le siguieron. Ofertorio. Salm.12,4-5. Salm.12,4-5.-  Alumbra mis Ofertorio. ojos, para que no duerma jamás en la

Gradual. Gradual. Salm.78.9,10. Salm.78.9,10.-  Perdona, Señor, nuestros pecados, para que no digan las gentes: ¿Dónde está su Dios? V/.  V/. Ayúdanos, ¡oh Dios!, salvador nuestro: líbranos, Señor, por la honra de tu nombre. Aleluya, aleluya aleluya.. Salm. 9.5.10.-  V/. 9.5.10.V/. ¡Oh  ¡Oh Dios!, que estás sentado sobre tu trono y  juzgas con rectitud; sé refugio de los pobres en la tribulación. Aleluya.

muerte; no diga mi enemigo: He podido más que él! Secreta.-   Aplácate, Señor, al recibir Secreta.nuestras ofrendas; y fuerza bondadoso nuestras rebeldes voluntades a que vayan a ti. Por nuestro Señor Jesucristo. Comunión. Comunión. Salm.17.34. Salm.17.34.-   EL Señor es mi firme apoyo, mi refugio y mi libertador; mi Dios y mi auxiliador.  Purifíquennos, Señor, los Poscomunión.Poscomunión.- Purifíquennos, santos misterios que acabamos de recibir y defiéndannos con su eficacia. Por N.S. 

Evangelio. Luc. 5.1-11.Evangelio.  5.1-11.-  .  En aquel tiempo: Hallábase Jesús junto al lago, de Genesaret, apretujado por la turba que oía la palabra de Dios, y vio dos barcas a la

 

SUGERENCIAS PARA LA HOMILÍA.- DOMINGO DESPÚES DE LA ASCENSIÓN



Forma extraordinaria del Rito Romano  

TEXTO I CATENAE AURAE (almudi.org) San Ambrosio, in Lucam lib 4.-   Cuando Jesús hubo dispensado la salud a varias clases de enfermos, y ni el tiempo ni el lugar detenía a las turbas deseosas de salud, declinó la tarde. Y le seguían. Un lago les disputa el paso, y le rodeaban por todas partes; por ello se dice: "Y aconteció que agolpándose las turbas hacia El", etc. Crisóstomo.- Estaban unidos a El, lo amaban, lo admiraban, y deseaban tenerlo siempre consigo. ¿Quién se separaría de El cuando hacía tales milagros? ¿Quien no querría ver aquel rostro y aquella boca que decía tales cosas? No sólo era admirable cuando hacía milagros, sino que su solo aspecto abundaba en gracia de una manera extraordinaria. Por lo que cuando hablaba le oían con el mayor silencio, y nunca interrumpían su discurso; por esto se dice: "Y acudían a El para oír la palabra de Dios", etc. Prosigue: "Y El estaba a la orilla del lago de Genesareth". Beda.- Aseguran que el lago de Genesareth era el mismo mar de Tiberíades, y que tomó el nombre de mar de Galilea en atención a la provincia que le rodeaba. Genesareth se llama también porque este mar se parece a un lago (que encrespando sus olas parecía que él mismo era quien se agitaba), y en griego quiere decir que engendra la brisa. Sus aguas, en vez de ser tranquilas como las de los lagos, son frecuentemente agitadas por los vientos; son dulces y buenas para  beber. Pero en la lengua hebrea se acostumbró a designar con el nombre de mar a toda reunión de aguas, sean dulces o saladas. Teofilacto.-  El Señor huye de la gloria, cuanto más ella le persigue, y por ello, separándose de las turbas, entró en la barca. De donde prosigue: "Y vio dos barcos que estaban a la orilla del lago. Y los pescadores habían saltado en tierra, y lavaban sus redes". Crisóstomo.- Lo cual era señal de descanso. Pero, según San Marcos, los encontró remendando sus redes. Tanta era la pobreza de aquellos pescadores que remendaban sus redes, no pudiendo comprar otras. Queriendo reunir oportunamente a toda la concurrencia, y que nadie se quedase a su espalda, y con el fin de que todos le viesen cara a cara, subió en el barco. Por esto dice: "Y entrando en una nave que era de Simón, le rogó", etc. Teofilacto.- He aquí la mansedumbre de Jesucristo, que ruega a Pedro; y la obediencia de Pedro, en todo. Crisóstomo.- Después que hizo tantos milagros, expone de nuevo su doctrina; y encontrándose en el mar, pesca a los que están en tierra. Y de aquí prosigue: "Y estando sentado, enseñaba al pueblo desde la navecilla". San Gregorio Nacianceno, hom. de repudio.- Condescendiendo con todos, a fin de sacar al pez del abismo, esto es, al hombre que nada en las cosas móviles y en las amargas tempestades de esta vida.

 

SUGERENCIAS PARA LA HOMILÍA.- IV Domingo después de Pentecostés



Romano   Forma Extraordinaria del Rito Romano

Beda.- Místicamente hablando, las dos naves representan al pueblo judío y gentil, los cuales vio el Señor, porque conoce quiénes son los suyos en uno y otro pueblo; y al verlos -esto es, visitándolos con su misericordia-, los conduce a la playa tranquila de la vida futura. Los pescadores son los doctores de la Iglesia, que nos pescan con la red de la fe, y -como a la playa- nos conducen a la tierra de los vivos. Pero estas redes unas veces se tienden a la pesca, otras veces se lavan para plegarlas, porque no todo el tiempo es propicio para la predicación, sino que el

Doctor debe hablar unas vecesdice y otras sí hizo mismo. La nave de Simón es la Iglesia primitiva, de quien San ocuparse Pablo: "Elde que a Pedro Apóstol de los circuncisos" ( Gál 2,8). Se dice bien: una barca, porque la multitud de los creyentes tenía sólo un corazón y una alma (Hch 4,32). San Agustín, de quaest evang. 2, 2.- Desde la cual enseñaba a las turbas; porque enseña a las gentes con la autoridad de la Iglesia. Y en cuanto a lo que dice, que subiendo el Señor al barco suplicó a San Pedro que le separase un poco de la tierra, da a entender que se debe predicar a las gentes con moderación; ni mandándoles lo terreno, ni apartándolos de la tierra a lo profundo de los misterios. También quiere decir que debe predicarse primero a las gentes que están más cerca. Después dice: "Entra más adentro" manda predicar a las naciones más m ás remotas. San Cirilo.- Después que había enseñado bastante al pueblo, vuelve otra vez a sus

obras admirables; y por medio del oficio de pescador, pesca a sus discípulos. De donde prosigue: "Y luego que acabó de hablar, dijo a Simón: Entra más adentro, y soltad vuestras redes para pescar". Crisóstomo.- Acomodán Acomodándose dose a las circunstancia circunstancias s de los hombres, así como llamó a los magos por medio de una estrella, llama ahora a los pescadores por medio del arte de pescar. Teofilacto.- San Pedro no tardó en obedecer, y por esto prosigue: "Y respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, sin haber cogido nada". No añadió, pues: No te obedeceré, ni me expondré a trabajar por segunda vez en vano; sino que añade: "Mas en tu palabra soltaré la red". Y como el Señor había instruido las turbas desde el barco, no dejó sin recompensa a su dueño dispensándole beneficios de dos maneras: primero, dándole multitud de peces, y después, haciéndolo su discípulo; por lo que sigue: "Y cuando esto hubieron hecho, cogieron una copiosa multitud de peces", etc. Cogió tantos peces, que no pudo sacarlos afuera, sino que tuvo que pedir auxilio a sus compañeros que estaban en otro barco, para que viniesen. Los llama por señas, porque no podía hablar asombrado por la gran cantidad de peces que había cogido; y aquéllos le prestaron su auxilio, porque dice: "Y vinieron, y de tal manera llenaron las dos barcas", etc. San Agustín, De cons Evang., 2, 9.- San Juan parece contar el mismo milagro  milagro 1;  pero es otro muy distinto, y que se verificó después de la resurrección del Señor en el mar de Tiberíades. No solamente se diferencian estos dos prodigios en cuanto al tiempo, sino también en cuanto a la misma cosa. Porque en el milagro que refiere San Juan se dice que arrojó la red a la derecha, y sacó ciento cincuenta y tres peces; grandes en verdad, y tanto, que el evangelista especificó su magnitud

diciendo que, a pesar de ello, las redes no se rompieron; fijándose sin duda, en

 

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este otro prodigio que refiere San Lucas, en el que se rompían las redes, por los muchos pescados que habían cogido. San Ambrosio.- Místicamente, la barca de Pedro, que flota según San Mateo y que según San Lucas se llena de peces, figura la Iglesia flotante en su origen, y llena después hasta rebosar. No zozobra ésta que tiene a Pedro; pero fluctúa aquella que tiene a Judas: en una y otra se encuentra Pedro, pero el que permanece firme por sus virtudes es perturbado por las extrañas. Evitemos el trato con el traidor, no sea que vacilemos muchos, empujados por uno solo. Hay perturbación allí donde se encuentra poca fe; y gran seguridad donde hay perfecto amor. Ultimamente, aun cuando se manda a otros que arrojen sus redes, sólo a Pedro se le dice: "Entra más adentro"; esto es, hasta el fondo de la cuestión. ¿Qué cosa hay más elevada que conocer al Hijo de Dios? ¿Mas cuáles son las redes que se manda a los apóstoles tender sino los discursos, que como los rodeos y vueltas de las discusiones no dejan escapar a los que cogen? Los instrumentos de los apóstoles son redes de pesca que no hieren a los que cogen, sino que los reservan; y que, desde el abismo donde se agitaban, los hacen subir a lo más elevado. Dice, pues: "Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, sin haber cogido nada"; porque en realidad el fruto que ha de cogerse por medio de la predicación no depende de los hombres, sino de Dios. Los que antes nada habían cogido ahora hacen una gran pesca con la Palabra de Dios. San Cirilo.- Esto prefiguró lo que había de suceder; no trabajan en balde los predicadores de la doctrina evangélica cuando tienden sus redes, sino que aumentan siempre nuevas comunidades comunidades a la Iglesia de Dios. San Agustín, de cuest. evang. 2, 2.- LaS redes que se rompían y las barcas llenas de tanta abundancia de peces, que casi se sumergían, significan que habrá en la Iglesia tal multitud de hombres carnales, que la desgarrarán con herejías, y perturbarán su paz con cismas. Beda.- Se rompe la red pero no escapa el pez, porque el Señor defiende siempre a los suyos contra los escándalos de sus perseguidores. San Ambrosio.- La otra nave es el judaísmo, de la que son elegidos San Juan y

Santiago. Estos pasaron de la sinagoga a la nave de Pedro -esto es, a la Iglesia-, para que llenasen las dos naves. Todos, pues, se postran cuando se pronuncia el nombre de Jesús, ya sean judíos, ya griegos. Beda.- O la otra nave es la Iglesia de los gentiles, la cual, no siendo suficiente una nave, se llena también de peces escogidos; porque el Señor conoce quiénes son los suyos ( 2Tim 2,19), y sabe el número total de sus e elegidos. legidos. Aun cuando no encontró a muchos que creyeran en El entre los judíos, sabe perfectamente quienes van a admitir la fe y van a ser premiados con la vida eterna, y busca a los suyos una colocación a propósito en otra nave, llenando también los corazones de los gentiles con la gracia de su fe. La segunda nave se llama cuando se rompe la red. Así, cuando Judas el traidor, Simón Mago, Ananías y Safira y muchos de los discípulos se retiraron, en seguida San Bernabé y San Pablo fueron agregados para el apostolado de los gentiles.

 

SUGERENCIAS PARA LA HOMILÍA.- IV Domingo después de Pentecostés



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San Ambrosio:- También podemos entender que la otra nave representa a otra Iglesia, pues de la única Iglesia se derivan muchas Iglesias particulares. San Cirilo.- Hace señas a sus compañeros para que le ayuden. Muchos continúan los trabajos de los apóstoles; en primer lugar aquéllos que escribieron los Evangelios; después, los que han sido constituid constituidos os en pastores y presidentes de los pueblos y en doctores de la verdadera doctrina. Beda.- Las naves de éstos se llenan con aumento cada día, y se llenarán hasta el fin del mundo. Y que después de llenas se sumergen -esto es, que son amenazadas de naufragio porque no han de ser sumergidas, aun cuando peligren-, el Apóstol lo expone, diciendo: "En los tiempos venideros habrá días peligrosos; y habrá hombres egoístas" ( 2Tim 3,1-2). P Pues ues sumergirse las naves significa que los hombres, después que fueron elegidos por la fe, recaen en la inmoralidad del siglo. San Ambrosio.- San Pedro se admiraba de los dones de Dios; y cuanto más tenía, menos presumía. Por lo que dice: "Y cuando esto vio Simón, Pedro se arrojó a los pies de Jesús, diciendo: Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador". San Cirilo.- Trayendo a la memoria todos los pecados que había cometido, tiembla y se estremece, como sucede generalmente que el que está manchado no cree que pueda ser aceptable delante del que está limpio. Sabía por la ley -o había aprendido por la ley-, que debe distinguirse entre el bueno y el malo. San Gregorio Niceno.- Cuando mandó arrojar las redes, se cogió tanta cantidad de peces, cuanta quiso el Señor del mar y de la tierra. La palabra del divino Verbo siempre es la palabra del poder, a cuyo mandato habían nacido la luz y todas las demás criaturas en el principio del mundo. San Pedro se admira de todo esto: "Porque él, y todos los que con él estaban, quedaron atónitos", etc. San Agustín, de cons. evang. 4, 17.- No nombra a San Andrés, el cual debía estar en la misma barca, como dicen San Mateo y San Marcos. Prosigue: "Y Jesús le dijo a Simón: 'No temas'. San Ambrosio.- Di tú también: Señor, apártate de mí, porque soy un hombre pecador, para que Dios responda: "No temas". Debemos confesar nuestros pecados al Señor para que nos trate con indulgencia. Ve cuán bueno es el Señor, cuando concede a los hombres el gran poder de vivificar. Prosigue: "De aquí en adelante serás pescador de hombres". Beda.- Esto se refería a San Pedro de una manera especial, porque así como entonces cogía los peces por medio de sus redes, más adelante habría de coger a los hombres por medio de la palabra. Le da a conocer, a la vez, el orden de todo lo que había de suceder en la Iglesia -cuyo tipo era él- y que todos los días se viene verificando. Crisóstomo.- Observa también la fe y la obediencia de los apóstoles.Teniendo entre manos el trabajo de la apetecida pesca, no se detuvieron en cuanto oyeron la voz del Señor que les mandaba sino que, abandonadas todas las cosas, lo seguían. Una

obediencia igual exige Jesucristo de nosotros. Y debemos dejar todas las cosas

 

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cuando nos llama, aun cuando nos apremie algo muy necesario; de donde prosigue: "Y acercadas las barcas a tierra", etc. e tc. San Agustín, de cons. evang. 2, 17.- San Mateo y San Marcos refieren cómo sucedió esto de una manera breve. San Lucas lo explica de una manera más clara; en lo cual parece que hay alguna diferencia, porque recuerda que únicamente a San Pedro dijo el Señor: "Desde aquí en adelante serás pescador de hombres", y los otros dos Evangelistas dicen que el Señor dijo esto mismo, pero a los dos hermanos. Sin embargo, pudo suceder que primero se lo dijese a San Pedro, porque se había admirado de la gran cantidad de peces que había cogido, según insinúa San Lucas, y a los dos después, lo cual contaron los dos primeros Evangelistas. También puede entenderse que primero medió lo que dijo San Lucas, porque entonces todavía no habían sido llamados por el Señor, sino que solamente se había dicho a San Pedro que sería pescador de hombres; pero no que nunca habría de pescar peces. De aquí se da a entender que aquéllos volverían a pescar peces, y que después sucedería lo que refieren San Mateo y San Marcos. Entonces no habían sacado las barcas a tierra, como con el cuidado de volver a lo mismo, sino que le siguieron, como que los llamaba o mandaba. Pero si, según San Juan, San Pedro y San Andrés habían seguido a Jesús desde las orillas del Jordán, ¿cómo dicen otros Evangelistas que los encontró en Galilea pescando, y los llamó para discípulos suyos? Pero debe entenderse que vieron al Señor junto al Jordán, sin unirse a El inseparablemente, sino que tan sólo conocieron quién era, y habiéndole admirado, se retiraron a sus lugares. San Ambrosio.- En sentido místico, diciendo: "Señor, apartaos de mi", Pedro niega que los que coge con la palabra sean su conquista y su botín. Tampoco tú temas referir a Dios lo que tienes, porque El nos ha concedido lo que era suyo. San Agustín, De quaest. Evang. 2, 2.- O de otro modo, Pedro, en representación de la Iglesia, llena de hombres pecadores, dice: "Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador"; como si la Iglesia, llena de una multitud de hombres pecadores, y casi sumergida por sus costumbres, alejase de ella en cierto modo el reino de las cosas espirituales, en las que sobresale especialmente la persona de Jesucristo. Los hombres no dicen esto con palabras a los buenos ministros del Señor para

alejarlos con de la ellos, palabra deno sus y de sus acciones, los obligan a de quesí;sepero, separen para sercostumbres dirigidos por buenos, y con tanto mayor motivo cuanto que así los honran; como San Pedro figuraba su respeto, postrándose a los pies del Señor, al recordar su vida pasada, diciendo: "Señor, apartaos de mí". Beda.- Conforta el Señor el temor de los carnales, para que ninguno, temblando a causa de su conciencia culpable, o desalentado a la vista de la inocencia de otros, tema entrar en el camino de la santidad. San Agustín, De quaest. Evang. 2, 2.- El Señor, no separándose de ellos, da a entender que hombres buenos y espirituales no deben asustarse por los pecados de las turbas, ni tener la voluntad -para vivir con más seguridad y paz- de abandonar el ministerio eclesiástico. En cuanto a que sacaron los barcos a tierra y,

dejando todas las cosas, lo siguieron, puede significar el fin del tiempo, en el cual

 

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los que hayan continuado unidos a Cristo se apartarán enteramente de la mar de este mundo. 

TEXTO II

NUESTRA VOCACIÓN A LA BIENAVENTURANZA CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA I. Las bienaventuranzas  1716 Las bienaventuranzas están en el centro de la predicación de Jesús. Con ellas Jesús recoge las promesas hechas al pueblo elegido desde Abraham; pero las  perfecciona ordenándolas ordenándolas no sólo a la  posesión de una tierra, sino al Reino de los cielos: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.  Bienaventurados los mansos, porque porque ellos  poseerán en herencia la tierra.  Bienaventurados losconsolados. que lloran, porque porque ellos  serán  Bienaventurados los que tienen hambre hambre y sed de  justicia, porque ellos serán saciados.  Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.  Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.  Bienaventurados los que buscan la paz, paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.  Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.  Bienaventurados seréis cuando os injurien, os  persigan y digan con mentira mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.  Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos .

recompensas ya incoadas; quedan inauguradas en la vida de la Virgen María y de todos los santos.

II. El deseo de felicidad  1718 Las bienaventuranzas responden al deseo natural de felicidad. Este deseo es de origen divino: Dios lo ha puesto en el corazón del hombre a fin de atraerlo hacia Él, el único que lo puede satisfacer: «Ciertamente todos nosotros queremos vivir felices, y en el género humano no hay nadie que no dé su asentimiento a esta  proposiciónn incluso antes de que sea  proposició  plenamentee enunciada»  plenament enunciada» (San Agustín, De moribus Ecclesiae catholicae, 1, 3, 4). «¿Cómo es, Señor, que yo te busco? Porque al buscarte, Dios mío, busco la vida feliz, haz que te busque para que viva mi alma, porque mi cuerpo vive de mi alma y mi alma vive de ti» (San Agustín, Confessiones, 10, 20, 29). «Sólo Dios sacia» (Santo Tomás de Aquino, In Symbolum Apostolorum scilicet «Credo in Deum» expositio, c. 15). 1719 Las bienaventuranzas bienaventuranz as descubren la meta de la existencia humana, el fin último de los actos humanos: Dios nos llama a su  propia bienaventuranza. bienaventuranza. Esta vocación se dirige a cada uno personalmente, pero también al conjunto de la Iglesia, pueblo nuevo de los que han acogido la promesa y viven de ella en la fe.

( Mt   Mt  5,3-12)  5,3-12) 1717 Las bienaventuranzas dibujan el rostro de Jesucristo y describen su caridad; expresan la vocación de los fieles asociados a la gloria de su Pasión y de su Resurrección; iluminan las acciones y las actitudes características de la vida cristiana; III. La bienaventuranza bienaventuranza cristiana  son promesas paradójicas que sostienen la 1720 El Nuevo Nu evo Testamento Te stamento utiliza varias expresiones para caracterizar la esperanza en las las tribulaciones; anuncian los discípulos bendiciones y lasa  bienavent  bienaventuranza uranza a la que Dios llama al

 

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hombre: la llegada del Reino de Dios (cf Mt  4, 17); la visión de Dios: “Dichosos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios” ( Mt   Mt  5,8;  5,8; cf 1 Jn 3, 2; 1 Co 13, 12); la entrada en el gozo del Señor (cf  Mt  25,  25, 21. 23); la entrada en el descanso de Dios ( Hb  Hb 4, 7-11): «Allí descansaremos y veremos; veremos y nos amaremos; amaremos y alabaremos. He aquí lo que acontecerá al fin sin fin. ¿Y qué otro fin tenemos, sino llegar al Reino que no tendrá fin? (San Agustín, De civitate Dei, 22, 30). 1721 Porque Dios nos ha puesto en el el mundo para conocerle, servirle y amarle, y así ir al cielo. La bienaventuranza nos hace  participarr de la naturaleza  participa naturaleza divina (2 P  1,  1, 4) y de la Vida eterna (cf Jn 17, 3). Con ella, el hombre entra en la gloria de Cristo (cf Rm 8, 18) y en el gozo de la vida trinitaria. 1722  Semejante bienaventuranza supera la inteligencia y las solas fuerzas humanas. Es fruto del don gratuito de Dios. Por eso la llamamos sobrenatural, así como también llamamos sobrenatural la gracia que dispone al hombre a entrar en el gozo divino. «“Bienaventurados los limpios de corazón  porque ellos verán a Dios”. Ciertament Ciertamente, e,

según su grandeza y su inexpresable gloria, “nadie verá a Dios y seguirá viviendo”,

 porque el Padre es inasequible; inasequible; pero su amor, su bondad hacia los hombres y su omnipotencia llegan hasta conceder a los que lo aman el privilegio de ver a Dios [...]

de Dios por encima de todo. Nos enseña que la verdadera dicha no reside ni en la riqueza o el bienestar, ni en la gloria humana o el poder, ni en ninguna obra humana, por útil que sea, como las ciencias, las técnicas y las artes, ni en ninguna criatura, sino sólo en Dios, fuente de todo bien y de todo amor: «El dinero es el ídolo de nuestro tiempo. A él rinde homenaje instintivo la multitud, la masa de los hombres. Estos miden la dicha según la fortuna, y, según la fortuna también, miden la honorabilidad [...] Todo esto se debe a la convicción [...] de que con la riqueza se puede todo. La riqueza, por tanto, es uno de los ídolos de nuestros días, y la notoriedad es otro [...] La notoriedad, el hecho de ser reconocido y de hacer ruido en el mundo (lo que podría llamarse una fama de prensa), ha llegado a ser considerada como un bien en sí mismo, un  bien soberano, un objeto de verdadera veneración» (Juan Enrique  Newman, Discourse  Discoursess addresed to Mixed Congregations , 5 [Saintliness the Standard of Christian Principle]). 1724 El Decálogo, el Sermón de la Montaña y la catequesis apostólica nos describen los caminos que conducen al Reino de los cielos. Por ellos avanzamos  paso a paso mediante los actos de cada día, sostenidos por la gracia del Espíritu Santo. Fecundados por la Palabra de Cristo, damos lentamente frutos en la Iglesia para la gloria de Dios (cf la parábola del sembrador: Mt  13,  13, 3-23). Resumen  1725 Las   Las bienave bienaventuranzas nturanzas recogen y

“porque lo que es imposible para los hombres es posible para Dios”» (San  perfeccionan las promesas de Dios desde Ireneo de Lyon, Adversus haereses, 4, 20,  perfeccionan  Abraham ordenándol ordenándolas as al Reino de los 5). 1723 La bienaventuranza prometida nos cielos. Responden al deseo de felicidad que puesto en el corazón del hombre.  coloca ante opciones morales decisivas.  Dios ha puesto   Las bienaven bienaventuranzas turanzas nos enseñan el  Nos invita a purificar nuestro corazón de 1726 Las sus malvados instintos y a buscar el amor  fin último al que Dios nos llama: el Reino,

 

SUGERENCIAS PARA LA HOMILÍA.- IV Domingo después de Pentecostés

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la visión de Dios, la participación en la bienes terrenos; purifican nuestro corazón enseñarnos nos a amar a Dios sobre naturaleza divina, la vida eterna, la  para enseñar todas las cosas.   filiación,  filiació n, el desca descanso nso en Di Dios. os.    La bienavent bienaventuranza uranza del cielo 1727  La La bienaventuranza bienaventuranza de la vida eterna 1729 La es un don gratuito de Dios; es sobrenatural determina los criterios de discernimiento como también lo es la gracia que conduce en el uso de los bienes terrenos en conformidad a la Ley de Dios.  a ella.  1728  Las Las bienavent bienaventuranzas uranzas nos coloca colocan n ante opciones decisivas con respecto a los

TEXTO III "YO SOY EL QUE SOY" Catecismo de la Iglesia Católica   Moisés dijo a Dios: «Si voy a los hijos de Israel  y les digo: "El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros"; cuando me pregunten: "¿Cuál es su nombre?", ¿qué les responderé?»  Dijo Dios a Moisés: «Yo soy el que soy». soy». Y añadió: «Así dirás a los hijos de Israel: "Yo soy" me ha enviado a vosotros [...] Este es ni nombre  para siempre, por él seré invocado de  generación en generación» (Ex 3,13-15). 3,13-15).

206 Al revelar r evelar su nombre nombr e misterioso mis terioso de YHWH, "Yo soy el que es" o "Yo soy el que soy" o también "Yo soy el que Yo soy", Dios dice quién es y con qué nombre se le debe llamar. Este Nombre Divino es misterioso como Dios es Misterio. Es a la vez un Nombre revelado y como el rechazo de un nombre propio, y por esto mismo expresa mejor a Dios como lo que Él es, infinitamente por encima de todo lo que  podemos comprender o decir: es el "Dios escondido" ( Is  Is45,15), su Nombre es inefable (cf. Jc 13,18), y es el Dios que se acerca a los hombres. 207 Al revelar su nombre, Dios revela, al mismo tiempo, su fidelidad que es de siempre y para siempre, valedera para el  pasado ("Yo soy el Dios de tus  padres", Ex 3,6) como para el porvenir ("Yo estaré contigo", Ex  3,12). Dios, que revela su Nombre como "Yo soy" ,se

revela como el Dios que está siempre allí,  presente junto junto a su pueblo para salvarlo. salvarlo. 208 Ante la presencia atrayente y misteriosa de Dios, el hombre descubre su  pequeñez. Ante la zarza zarza ardiente, Moisés se quita las sandalias y se cubre el rostro (cf. Ex 3,5-6) delante de la santidad divina. Ante la gloria del Dios tres veces santo, Isaías exclama: "¡ Ay de mí, que estoy  perdido, pues soy un hombre de labios impuros!" ( Is  Is 6,5). Ante los signos divinos que Jesús realiza, Pedro exclama: "Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador" ( Lc  Lc 5,8). Pero porque Dios es santo, puede  perdonar al hombre que se descubre  pecador delante de Él: "No ejecutaré el ardor de mi cólera [...] porque soy Dios, no hombre; en medio de ti yo el Santo" (Os 11,9). El apóstol Juan dirá igualmente: "Tranquilizaremos nuestra conciencia ante él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo" (1 Jn 3,19-20). 209 Por respeto a su santidad el pueblo de Israel no pronuncia el Nombre de Dios. En la lectura de la Sagrada Escritura, el  Nombre revelado es sustituido sustituido por el título divino "Señor" ( Adonai  Adonai, en griego Kyrios). Con este título será aclamada la divinidad de Jesús: "Jesús es Señor".

 

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TEXTO IV

LA CONCIENCIA MORAL  CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA 1776 “En lo más profundo de su conciencia el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, llamándole siempre a amar y a hacer el bien y a evitar el mal [...]. El hombre tiene una ley inscrita  por Dios en su corazón [...]. La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella”

(GS GS  16). I. El dictamen de la conciencia  1777 Presente en el corazón de la persona, la conciencia moral (cf Rm 2, 14-16) le ordena, en el momento oportuno, practicar el bien y evitar el mal. Juzga también las opciones concretas aprobando las que son  buenas y denunciando denunciando las que son malas (cf Rm 1, 32). Atestigua la autoridad de la verdad con referencia al Bien supremo por el cual la persona humana se siente atraída y cuyos mandamientos acoge. El hombre  prudente,, cuando escucha la concienc  prudente conciencia ia moral, puede oír a Dios que le habla. 1778 La conciencia moral es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la cualidad moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho. En todo lo que dice y hace, el hombre está obligado a seguir fielmente lo que sabe que es justo y recto. Mediante el dictamen de su conciencia el hombre  percibe y reconoce las prescripciones prescripciones de la ley divina: La conciencia «es una ley de nuestro espíritu, pero que va más allá de él, nos da órdenes, significa responsabilidad y deber, temor y esperanza [...] La conciencia es la mensajera del que, tanto en el mundo de la

naturaleza como en el de la gracia, a través de un velo nos habla, nos instruye y nos gobierna. La conciencia es el primero de todos los vicarios de Cristo» (Juan Enrique  Newman, Carta al duque de Norfolk,5). 1779 Es preciso que cada uno preste mucha atención a sí mismo para oír y seguir la voz de su conciencia. Esta exigencia de interioridad  es tanto más necesaria cuanto que la vida nos impulsa con frecuencia a prescindir de toda reflexión, examen o interiorización: «Retorna a tu conciencia, interrógala. [...] Retornad, hermanos, al interior, y en todo lo que hagáis mirad al testigo, Dios» (San epistulam m Ioannis ad Parthos Agustín, In epistula tractatus  8, 9). 1780 La dignidad de la persona p ersona humana implica y exige la rectitud de la conciencia moral . La conciencia moral comprende la  percepciónn de los principios  percepció principios de la moralidad («sindéresis»), su aplicación a las circunstancias concretas mediante un discernimiento práctico de las razones y de los bienes, y en definitiva el juicio formado sobre los actos concretos que se van a realizar o se han realizado. La verdad sobre el bien moral, declarada en la ley de la razón, es reconocida práctica y concretamente por el dictamen prudente de la conciencia. Se llama prudente al hombre que elige conforme a este dictamen o  juicio. 1781 La conciencia hace posible asumir  la  la responsabilidad  de los actos realizados. Si el hombre comete el mal, el  justo juicio de la conciencia conciencia ppuede uede ser en él el testigo de la verdad universal del bien, al mismo tiempo que de la malicia de su elección concreta. El veredicto del

 

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dictamen de conciencia constituye una garantía de esperanza y de misericordia. Al hacer patente la falta cometida recuerda el  perdón que se ha de pedir, el bien bien que se ha de practicar todavía y la virtud que se ha de cultivar sin cesar con la gracia de Dios: «Tranquilizaremos nuestra conciencia ante él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo» ( 1 Jn 3, 19-20). 1782 El hombre tiene el derecho de actuar en conciencia y en libertad a fin de tomar  personalmente  personalme nte las decisiones morales. “No

debe ser obligado a actuar contra su conciencia. Ni se le debe impedir que actúe según su conciencia, sobre todo en materia religiosa” (DH  DH 3) II. La formación de la conciencia   1783 Hay que formar la conciencia, y esclarecer el juicio moral. Una conciencia  bien formada es recta y veraz. Formula sus  juicios según la razón, conforme al bien verdadero querido por la sabiduría del Creador. La educación de la conciencia es indispensable a seres humanos sometidos a influencias negativas y tentados por el  pecado a preferir su propio juicio y a rechazar las enseñanzas autorizadas. 1784 La educación de la conciencia es una tarea de toda la vida. Desde los primeros años despierta al niño al conocimiento y la  práctica de la ley interior reconocida por la conciencia moral. Una educación prudente enseña la virtud; preserva o sana del miedo, del egoísmo y del orgullo, de los insanos sentimientos de culpabilidad y de los movimientos de complacencia, nacidos de la debilidad y de las faltas humanas. La educación de la conciencia garantiza la libertad y engendra la paz del corazón. 1785  En la formación de la conciencia, la Palabra de Dios es la luz de nuestro caminar; es preciso que la asimilemos en la fe y la oración, y la pongamos en práctica.

Es preciso también que examinemos nuestra conciencia atendiendo a la cruz del Señor. Estamos asistidos por los dones del Espíritu Santo, ayudados por el testimonio o los consejos de otros y guiados por la enseñanza autorizada de la Iglesia (cf  DH DH  14). III. Decidir en conciencia  1786 Ante la necesidad de decidir moralmente, la conciencia puede formular un juicio recto de acuerdo con la razón y con la ley divina, o al contrario un juicio erróneo que se aleja de ellas. 1787  El hombre se ve a veces enfrentado con situaciones que hacen el juicio moral menos seguro, y la decisión difícil. Pero debe buscar siempre lo que es justo y  bueno y discernir la volunta voluntadd de Dios expresada en la ley divina. 1788 Para esto, el hombre se esfuerza por interpretar los datos de la experiencia y los signos de los tiempos gracias a la virtud de la prudencia, los consejos de las personas entendidas y la ayuda del Espíritu Santo y de sus dones. 1789 En todos los casos son aplicables algunas reglas:  —  Nunca   Nunca está permitido hacer el mal para obtener un bien.  —   La “regla de oro”: “Todo [...] cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros” ( Mt   Mt  7,12;  7,12; cf  Lc 6, 31; Tb 4, 15).  —   La caridad debe actuar siempre con respeto hacia el prójimo y hacia su conciencia: “Pecando así contra vuestros

hermanos, hiriendo su conciencia..., pecáis contra Cristo” (1 (1 Co 8,12). “Lo bueno es [...] no hacer cosa que sea para tu hermano ocasión de caída, tropiezo o debilidad”  Rm14, 21). ( Rm

IV. El juicio erróneo  1790 La persona humana debe obedecer siempre el juicio cierto de su conciencia. Si

 

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obrase deliberadamente contra este último, se condenaría a sí mismo. Pero sucede que la conciencia moral puede estar afectada  por la ignorancia ignorancia y puede formar juicios erróneos sobre actos proyectados o ya cometidos. 1791 Esta ignorancia puede con frecuencia ser imputada a la responsabilidad personal. Así sucede “cuando el   hombre no se  preocupa de buscar la verdad y el bien y,  poco a poco, por el hábito del pecado, la GS  16). conciencia se queda casi ciega” (GS En estos casos, la persona es culpable del mal que comete. 1792 El desconocimiento de Cristo y de su Evangelio, los malos ejemplos recibidos de otros, la servidumbre de las pasiones, la  pretensión de una una mal entendida autonomía autonomía de la conciencia, el rechazo de la autoridad de la Iglesia y de su enseñanza, la falta de conversión y de caridad pueden conducir a desviaciones del juicio en la conducta moral. 1793  Si por el contrario, la ignorancia es invencible, o el juicio erróneo sin responsabilidad del sujeto moral, el mal cometido por la persona no puede serle imputado. Pero no deja de ser un mal, una  privación,, un desorden. Por tanto, es  privación  preciso trabajar por corregir la conciencia conciencia moral de sus errores. 1794 La conciencia buena y pura es iluminada por la fe verdadera. Porque la

los grupos se apartan del arbitrio ciego y se esfuerzan por adaptarse a las normas objetivas de moralidad» (GS ( GS  16). Resumen  1795 “La conciencia es el núcleo más

 secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella” ( G S 16).  GS 1796 La   La concienc conciencia ia moral es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la calidad moral de un acto concreto.  1797 Para   Para el hombre que ha cometid cometido o el mal, el veredicto de su conciencia constituye una garantía de conversión y de esperanza.   1798 Una conciencia bien formada es recta y veraz. Formula sus juicios según la razón, conforme al bien verdadero querido  por la sabidurí sabiduría a del Creador. Cada cual debe poner los medios para formar su conciencia.  1799 Ante   Ante una decisión moral, la conciencia puede formar un juicio recto de acuerdo con la razón y la ley divina o, al contrario, un juicio erróneo que se aleja de ellas.  1800 El   El ser humano debe obedecer  siempre el juicio ci cierto erto de su concienci conciencia. a.  1801 La   La concien conciencia cia moral puede  permanecerr en la ignoran  permanece ignorancia cia o formar  juicios erróneos. Estas ignoranci ignorancias as y estos errores no están siempre exentos de caridad procede al mismo tiempo “de un culpabilidad.     La Palabra de Dios es una luz para corazón limpio, de una conciencia recta y 1802 La de una fe sincera” (1 (1 Tm 1,5; 3, 9;2 Tm 1, nuestros pasos. Es preciso que la asimilemos en la fe y en la oración, y la 3; 1 P  3,  3, 21; Hch 24, 16). «Cuanto mayor es el predominio de la  pongamos en práctica. Así se forma la conciencia recta, tanto más las personas y conciencia moral. 

 

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TEXTO V Comentarios a la Epístola (1) 1. CREACION/ESPERANZA FRUSTRACION/P-O Podríamos resumir el contenido de esta lectura con el v.24 de este capítulo de Rm: "porque en esperanza fuimos salvados". El deseo de llegar a la plenitud de la salvación ("la plena manifestación de losCristo hijos posee de Dios") es la granesta esperanza del cristiano. Desde también, su resurrección de entre los muertos, plenamente glorificación. El cristiano, en cierto modo: posee el Espíritu como primicia y garantías de llegar a ella. La esperanza cristiana se apoya, por tanto, en la acción salvadora de Cristo y los que han sido incorporados a Cristo caminan firmemente -bajo el impulso de la fuerza del Espíritu- hacia "la plena manifestación de los hijos de Dios", ya que ésta es su vocación: la gloria que se ha revelado en Cristo se revelará también en cada uno de los que viven incorporados a él. Ahora bien, este caminar hacia la plena salvación, poseyendo ya las primicias, que define la vida del cristiano, Pablo lo aplica también a toda la creación: el universo entero debe regresar a su situación originaria de sumisión y servicio al hombre. Por el pecado de Adán quedó rota la relación filial con Dios y de dominio de la creación. Su estado actual es de una "esclavitud" puesto que el hombre la utiliza al servicio de su egoísmo o afán de dominio. Eso significa que el camino del hombre hacia la plenitud de su salvación pasa también por la liberación del universo de su estado de frustración. ECOLOGISMO Tanto el universo como nosotros mismos vivimos ahora en una situación dolorosa, pero el Espíritu que habita en nosotros nos hace esperar un nuevo estado glorioso, en el que el universo entero estará asociado a la glorificación del hombre en Cristo resucitado, cuando "Dios lo será todo para todos". JOSEP ROCA, MISA DOMINICAL 1981/14

2. RECREACION/MUNDO-NEO: "La creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto". Realmente en el mundo hay sufrimiento. Y la misma tierra se halla sometida a una situación absurda: pensemos en las guerras que destruyen bosques, regadíos, pueblos y que sobre todo matan tantas personas. O en la contaminación, el agotamiento de los acuíferos, la malversación de los recursos, la rotura del difícil equilibrio ecológico... Y, naturalmente, en el sufrimiento y la muerte a que estamos fatalmente inclinados. Pues bien, la mirada del cristiano es esperanzada: este sufrimiento, esta situación absurda son gemidos y dolores de parto: con la resurrección de Jesús y el don de su Espíritu ya apunta la aurora de un mundo nuevo.

J. TOTOSAUS, MISA DOMINICAL 1987/14

3. CR/HIJO-DE-D: ES TODAVÍA UN LLEGAR A SER HIJOS DE DIOS.REALIDAD   DINÁMICA.(/1Jn/03/02) El ser hijos de Dios es todavía un llegar-a-ser hijos de Dios, es una realidad dinámica y en gestación. Hemos sido concebidos; pero aún no hemos nacidos plenamente. Aguardamos la hora de ser hijos de Dios, de serlo del todo; pero el Espíritu Santo, que es el Espíritu de la filiación divina, ya nos ha dado las primicias de la cosecha que está creciendo para nosotros y nos anima a llamar "Padre" a Dios. Con todo, es también el Espíritu que gime en nosotros (v. 26s.) hasta que consigamos la plena redención de nuestros cuerpos. Sólo entonces seremos plenamente hijos de Dios. EUCARISTÍA 1987/33

 

4. En uno de los más bellos pasajes de su correspondencia, Pablo responde a la pregunta que

se hacían muchos cristianos: "Si hemos sido reconciliados por el bautismo y por el Hijo de Dios (Rm 6.), ¿cómo es posible que el sufrimiento y el fracaso tengan poder sobre nosotros?".

 

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Sobre este punto, los cristianos encontraban poca luz en la tradición bíblica. En efecto, los sabios, limitados a observar el presente y la naturaleza, admitían que era demasiado presuntuoso pretender ver claro en ella (Jb 38.), o llegaban a la conclusión de que el universo era absurdo (Qo 1. 2-9). Los profetas, por su parte, preveían una solución, pero la situaban en un futuro escatológico, al final de una catástrofe que pondría fin a la creación y a la Humanidad actuales (Is 51. 6; 65. 22-23; Sal 101./102. 26-27). CREACION/VANIDAD: El interés de la reflexión de Pablo está en la síntesis de estas corrientes, obtenida mediante la armonización de la solidaridad del hombre con la Naturaleza y su esperanza en un mundo nuevo. Pablo comienza apoyándose en el pensamiento sapiencial y en sus conclusiones. Nuestro cuerpo pertenece al mundo presente (v. 18); por tanto, participa de sus sufrimientos. La creación, es decir, la naturaleza material a la que nuestro cuerpo está estrechamente ligado, está sujeta a la vanidad (v. 20) -nosotros diríamos al sin sentido-, no por el pecado del hombre, como se afirma generalmente, sino por sus propias leyes (Is 40. 26; 48. 13; Ba 6. 59-61; Si 16. 26-28), que le imponen recomenzar incesantemente sus ciclos evolutivos (Qo 1. 4-11) y a mantenerse en unos límites demasiado estrechos para su dinamismo (Jb 38. 8-11; Sal 88/89. 10-11; 103./104. 6-9). Pero Pablo pasa seguidamente a una visión más profética de las cosas. En su opinión, la Naturaleza se somete a sus leyes y se acomoda a sus límites con repugnancia (vv. 19-21). Ahora  bien: esta esperanza cósmica no es vana y la solidaridad del cuerpo humano con el cosmos, en el sufrimiento y la caducidad, se mantiene en esta esperanza, pues goza ya de las arras de la glorificación (v. 23) que transformará a todo el universo (v. 21). Al expresar esta solidaridad en la esperanza de un mundo nuevo, Pablo es fiel al pensamiento  bíblico (cf. Is 65. 17-25; 17 -25; 11. 6-9; 6 -9; 55. 13); no n o obstante modifica más de un punto importante. Así, el estado paradisíaco prometido al universo ya no se halla ligado a la salvación del pueblo de Israel, como en el A.T., sino a la revelación de nuestra filiación divina (vv. 21-23). El día en que ésta se realice en todos los hombres, hasta el punto de transfigurar sus cuerpos, transfigurará igualmente a toda la Naturaleza, liberándola de la esclavitud a la "vanidad" y adaptándola al nuevo estatuto de la Humanidad. Lejos de poner su esperanza en cierta especie de inmortalidad separada del cuerpo y del mundo, según la concepción griega, lejos de situarla en un más allá del mundo y de la vida a la manera gnóstica, Pablo define la esperanza cristiana en el presente. Lo que se espera no es un más allá, sino algo interior que no puede alcanzarse más que viviendo su vida en el mundo. Pablo, además, ha desmitificado el "más allá" de la muerte recordando al cristiano que ya está muerto poralcanzarlo el bautismo, que estáalya, de alguna manera, envida. este "más allá" con el que sueña y que puede uniéndolo "interior" profundo de la MAERTENS-FRISQUE, NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA V MAROVA MADRID 1969.Pág. 155

5. Para entrar en los caminos de Xto hay que empezar por dirigir una mirada nueva sobre la

condición terrena, una mirada muy distinta de aquella que estaban acostumbrados a dirigir los  judíos. Esta tierra en la que el hombre tiene que enfrentarse muchas veces con el sufrimiento y con la muerte no es una consecuencia del pecado.  pecado.   Cristo, que no tiene pecado, también debe afrontar la misma muerte y el mismo sufrimiento como cualquier otro hombre. Lo que sí es consecuencia del pecado es el sentido que tienen el sufrimiento y la muerte para el hombre pecador, ya que en el camino del orgullo se presentan como obstáculos infranqueables. Mientras que si se los afronta como lo hizo Xto, con espíritu de obediencia a su condición de criatura y con la abnegación que tal obediencia lleva consigo, resulta que él les ha descubierto su verdadero sentido. La muerte especialmente se convierte en el terreno privilegiado del don

 

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total de sí mismo, el terreno en el que se concreta de una manera verdaderamente real, el doble amor de Dios y de todos los hombres. MAERTENS-FRISQUE, NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA V MAROVA MADRID 1969.Pág. 166

Siguiendo el tema de la vida en el Espíritu, pasa Pablo a hablar de las consecuencias, si se pueden llamar así, de esa vida. Una de ellas, quizá la más importante, es la condición de hijos 6.

 

de Dios (vs. 15-17). Esta condición filial realísima, sin embargo, no ha explotado toda su virtualidad y en el tiempo presente todavía es objeto de esperanza en ciertos aspectos. De ello trata esta perícopa. Compara San Pablo la experiencia presente actual, tanto del hombre como del mundo, con la futura. Evidentemente, todavía hay mucho de dolor, frustración, angustias, etc. No conviene negarlo o disminuirlo para no caer en un angelismo fuera de lugar. Pero hay, para quien tiene esas primicias del Espíritu, una perspectiva mejor. No precisamente alienante o que haga evadirse del mundo, pero sí conferidora de esperanza y sentido para afrontar lo negativo. Es importante subrayar esa seguridad del porvenir. El cristiano no simplemente espera algo futuro, sino que tiene la garantía absoluta de ello en virtud virt ud de la presencia del Espíritu. También la misma condición filial tiene este matiz escatológico. Se es hijo, pero todavía no se es en cierto sentido. Hay que irse convirtiendo en hijo de Dios. Lo difícil es mantener esa tensión entre lo presente y lo que se espera. Pero en ello consiste el difícil equilibrio cristiano. Un puro don. FEDERICO PASTOR DABAR 1990/37

7. "El mundo material, creado para el hombre, comparte el destino de éste. Pero, maldecido

por causa del pecado del hombre, se encuentra actualmente en una situación de violencia: 'vanidad' (versículo 20), 'servidumbre de la corrupción' (v. 21). Pero, al igual que el cuerpo del hombre está destinado a la gloria, también el mundo es objeto de redención; de esta forma participará en la libertad (versículo 21) del estado glorioso. La filosofía griega pretendía liberar al espíritu de la materia, a la que consideraba como algo degradante; el cristianismo libera a la materia misma» (Biblia de Jerusalén, nota relativa a este pasaje). «La Encarnación es la incorporación de todo el universo a una persona divina» (CAYETANO (1646-1534). «Este hombre, Cristo, fue tomado de entre toda la humanidad como primicias de la creación; mediante este hombre todas las cosas quedaron unidas a la divinidad» ( ·GREGORIONACIANCENO-SAN siglo IV). «El beneplácito del Padre realizó la unión de todos los seres en su Hijo Unigénito. efecto, plugo siendoal elSeñor hombre que une en síunir todas realidades visibles e En invisibles, que un creómicrocosmos y gobierna todas las cosas en las su Hijo único y consustancial la divinidad con la humanidad, realizando de esta forma la unión de las criaturas, a fin de que Dios fuese todo tod o en todos» ( ·DAMASCENO-JUAN-SAN, siglo VIII). «El universo entero y todas las naturalezas existentes en él fueron elevados de alguna manera a la participación de una persona divina. La naturaleza humana, en efecto, es como un lazo de unión entre todas las naturalezas y contiene en sí algo de cada una de ellas... Al ser asumida por el Verbo divino la naturaleza humana, todas las demás naturalezas fueron también asumidas de alguna manera» (LORCA, Teología escolástica). «Sin duda alguna es preciso entender bien la santificación de que aquí se trata: no podría ser de un orden moral propiamente dicho. pero es una dignidad, una nobleza sobrenatural, una lejana participación en la santificación que el Espíritu realiza en el hombre, una participación indirecta en la única santidad del Hombre-Dios... El Verbo, al hacerse hombre, quiso depender del Cosmos, de su ritmo y de sus leyes; él se insertó en el curso de la historia como uno cualquiera de nosotros. Pero esta inserción en el tiempo que le hacía tributario de un país, de una época y

 

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de una civilización determinada, contenía el misterioso poder de consagrar y elevar al mundo entero a una sublime dignidad, ya que este universo era un todo del cual el propio Hijo de Dios vino a ser una parte... Por el hecho mismo de la presencia de la Gloria de Dios en un miembro de la humanidad, todo el Cosmos queda elevado a un grado superior, a una categoría filial» (J. ·LEMARIE-J, "La Manifestación del Señor"). Oración: Invitación a la plegaria para que cada cual se percate bien de la impresionante característica que tiene el hecho cósmico de la Encarnación. Recogimiento en silencio; después, oración celebrante, poruna ejemplo en estos términos: «Ayudadnos, para que sepamos admirar del el mundo como inmensa irradiación de la EncarnaciónSeñor, de vuestro Hijo. Os lo pedimos por el mismo Jesucristo nuestro Señor. L. HEUSCHEN LA BIBLIA CADA SEMANA, EDIC. MAROVA/MADRID MAROVA/MA DRID 1965.Pág 58 s. 8.

-La creación aguarda expectante la revelación de los hijos de Dios   En esta carta se nos invita a reformar nuestros juicios y nuestras maneras de ver el mundo. No se trata, como pensamos, de un mundo sometido a unas leyes cosmológicas que le hacen, a la vez, agradable y difícil de vivir por encontrarse en un estado de lucha entre los elementos que a veces se enfrentan entre sí y provocan catástrofes. Las condiciones zoológicas del mundo también carecen de equilibrio e Isaías, en su poema de la edad de oro, predecía la reconstrucción de este mundo en la unidad, cuando veía al cordero y al león viviendo juntos. Las condiciones del hombre en sí mismo también son muchas veces contradictorias, y su cuerpo ya no es la traducción de su alma, sino que hay una ley de oposición a la que hay que someterse. Es preciso considerar esta situación presente en función de un futuro. No existe una medida común entre los desequilibrios del tiempo presente y la gloria que Dios va a revelar pronto en nosotros. Porque toda la creación aspira con todas sus fuerzas a ver esta revelación de los hijos de Dios. La creación, es decir, no sólo los cristianos, no sólo los hombres, sino todo el universo. Toda esta creación, ahora bajo los efectos del pecado, espera su liberación, la gloria de los hijos de Dios. Pero es necesario que pasen el tiempo y los dolores de la infancia y aceptar gemir, nosotros y toda la creación, con una esperanza en el corazón que no se equivoca. Ya hemos recibido el Espíritu, pero esperamos la liberación total. Esta es realmente la descripción de nuestra condición de cristianos y de la condición del mundo entero. Tampoco los progresos del mundo pueden dejar indiferente al cristiano; son el signo de la reconstrucción del mundo y de su recreación progresiva en la unidad. Es preciso, también, que los desequilibrios que nosotros constatamos no destruyan nuestra esperanza, sino que hemos de aceptar la insatisfacción que todo ser siente, como un signo del futuro al que estamos abocados y cuyas primicias ya nos han sido dadas por el Espíritu.

ADRIEN NOCENT EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 6 TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 9-21 SAL TERRAE SANTANDER 1979.Pág. 147

9. /Rm/08/18 39 Muchos de los problemas con que el hombre se encuentra en el

mundo son de tipo ético (o el pecado propio y el pecado de los demás). Pero, aparte del problema ético, el hombre tiene el problema del dolor, de todas las frustraciones que provienen de la limitación humana.  La actitud de Dios ante el problema ético es clara: Dios no quiere el mal. Ante los otros problemas, que el estoicismo consideraba indiferentes, la actitud de Dios es más difícil de definir. De hecho, no se puede decir que Dios sea totalmente contrario al dolor, ya que no fue contrario a la cruz de Cristo. Pero la cruz no es un fin en sí misma, sino un camino hacia la gloria. 

 

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En cierta manera, la «vanidad» y la «corrupción» (las limitaciones humanas) a que el hombre está sometido son tan contrarias a Dios como el mismo pecado. Pero Dios quiere conducirnos a la gloria por caminos de esperanza, los cuales no comienzan por una posesión de la felicidad, como no hemos comenzado por una posesión de la justicia, sino que, de una manera personal y casi heroica, confiamos en el Dios que quiere liberarnos de toda esclavitud y de toda tribulación. (Si tenemos esa idea de Dios, trabajaremos también por superar toda clase de infelicidad en este mundo).  La en un con futuro sin dolor sostenida Espíritu Dios, que constantemente nosesperanza hace sintonizar el sentido queestá Dios tiene depor laselcosas. Y eldeplan de Dios es transformar en bien todo lo que la vida nos va presentando (del mismo modo que el pecado transforma todo en mal). En definitiva, nuestra esperanza se funda en el compromiso que Dios ha asumido de llevar a término su obra de salvación. No hay muerte ni vida, ni ángel ni potestad, ni hambre ni dolor, que puedan apartar a Dios de su propósito ni arrebatarnos la seguridad de nuestra esperanza. 

J. SANCHEZ BOSCH LA BIBLIA DIA A DÍA Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 494 s.

10. Después de hablar de la vida actual del cristiano en el Espíritu, que q ue también le hace ser

hijo de Dios entre otras muchas cosas, pasa Pablo Pab lo a hacer notar algunos detalles de esa condición cristiana en su historia real.  En estos versos se nota la experiencia humana actual, un tanto deficiente y angustiada en muchos momentos, a pesar de todo lo dicho anteriormente, porque todavía se encuentra en una situación de no completa plenitud. Pero sobre esa deficiencia predomina la esperanza, una esperanza de liberación total, precisamente porque ya se tiene la prenda segura de que eso va a llegar con toda certeza. Tenemos en efecto las primicias del Espíritu (v. 23) 2 3) lo cual no quie quiere re decir un Espíritu sólo poseído en parte, sino que la totalidad del Espíritu ya está en nosotros -si se puede hablar así- pero todavía no ha surtido sus efectos de modo integral, por lo que hay aún aspectos negativos. Pero es seguro que se llegará a ello. Nos espera, pues, una liberación total.   El texto es uno de los poquísimos en que puede leerse una preocupación p reocupación paulina por la naturaleza y su destino. "La creación" se refiere, probablemente a toda la realidad cósmica y no sólo a la humana. Pablo percibe que no todo funciona perfectamente en este mundo. Por eso hay dolor como de parto y gemidos. Los hombres lo experimentamos no pocas veces ante las catástrofes naturales.  Pero también aquí liberación. De algún misterioso la de naturaleza d e ese de glorioso destino dehabrá los hombres. Podría decirsemodo que aquí hay uno los pocosparticipará textos ecológicos de la correspondencia paulina. No es que vaya a darse algo mágico, pero por lo menos, pensar que lo hermoso y grande del mundo no se perderá sino llegará a su plenitud igual que nosotros.  DABAR 1993/37 

11. Pablo acaba de hablar de la participación en los sufrimientos su frimientos y la gloria de Cristo. Y aho ahora ra

expresa la diferencia incomparable entre la felicidad futura y los sufrimientos suf rimientos presentes. Estos sufrimientos, como lo fueron los de Jesús, son fruto básicamente de la manera nueva de vivir de los creyentes.  Pero Pablo da un paso más. Ya no se trata solamente de los hombres, sino del universo entero. La creación había sido puesta por Dios en manos del hombre y este estaba sometido a Dios. Pero, habiendo roto con Dios, también se desbarató la relación del hombre con la creación. Ahora, pues, también la creación espera expectante la liberación, que empieza por la liberación del hombre.

 

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La imagen de los dolores de parto, que utilizaban algunos filósofos griegos para hablar del renacimiento de la naturaleza en primavera, le sirve a Pablo para expresar la situación de toda la creación. A pesar de haber recibido el Espíritu, aún gemimos como la creación, porque aún no ha llegado a plenitud la liberación total, la filiación. Pero ya poseemos las primicias de ella: los primeros frutos de la cosecha se ofrecían a Dios simbolizando la consagración de toda la cosecha, pero a la vez significaban la prenda de lo que tenía que qu e venir. En el momento actual, de su sensibilidad ecológica, seguramente quedeeste texto tendría que hacer replantear a los cristianos relación con la naturaleza: los hijos Dios tienen que tratar con solicitud el mundo que Dios les ha dado para que lo habiten. J. M. GRANE MISA DOMINICAL 1995/09 

TEXTO VI SOBRE LA ESPERANZA  CARD. RATZINGER COMMUNIO/84/IV

El hombre está tan tan íntimamente íntimamente unido con la creac creación ión que no puede haber para él salvación que no sea también y a la vez salvación salvación de la creación. Pablo expone est esta a relación en el cap. 8 de la carta a los Romanos. Tam También bién la criatura criatura espera. Lo importante aquí aquí es que, según el Apóstol, lla a esperanza de la creación no tiend tiende e en realidad a sacudirse el yugo d del el hombre. Espera más bien al hombre transfigurado, al hombre convertido en hijo hijo de Dios. Este hombre le devolverá también su lib libertad, ertad, su dignidad, dignidad, su bel belleza leza prime primera. ra. Por medio d de e él se convertirá en algo divino. Heinrich Schlier Schlier lo ccomenta omenta así: toda criatura espera gozosa es este te acontecimiento. Con esto se confía confía al homb hombre re una infinit infinita a responsabilidad: ser el cumplimiento cumplimiento de toda aspiración de la tierra y del cielo... Pero por el momento la creación tiene  justamente la experiencia de lo contrario: está sometida "a la vanidad, no espontáneamente, espontáneament e, sino por aquel que la sometió" (8.20). El que la sometió es Adá Adán. n. Adán representa al hombre hombre que se abandona a la sed de poseer y a la mentira. mentira. Adán reduce la creación a esclavitud; ésta gim gime e y espera al hombre verdadero que le devuelva a su realidad realidad primera. Está som sometida etida a la vanid vanidad, ad, es decir, tam también bién ella está implicada en la mentira ontológica del h hombre; ombre; en lugar de dar testim testimonio onio de su creador, se hace pasar pasar por Dios. "Ya no se se encuentra en su verdad, ya no ap aparece arece como lo que es, es decir, como creaci creación". ón". Participa así de la caída del hom hombre; bre; y sólo el hombre puede ser ser su restauración, en él es espera, pera, él es su esperan esperanza. za. De ahí que el Sermón a los pá pájaros jaros de San Francisco, su entrega total a la criatura, criatura, tenga un profundo sentido teológico teológico y humano. También También aquí acierta plenamente plenamente Francisco al tomar el Evangelio al pie de lla a letra: "Proclamad lla a Buena Not Noticia icia a ttodas odas las criaturas" (Mc (Mc 16. 1 15). 5). La creación ente entera ra espera un hombre n nuevo. uevo. Cuando él aparezca aquélla aquélla volverá a reconocer reconocerse se como creación creación y, así así,, recobrará ssu u propia libertad. Sólo Sólo la "esperanza "esperanza fundam fundamental", ental", que procede procede de la fe, puede salvar la relación entre el hombre y la naturaleza.

 

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TEXTO VII CERTEZA DE LA ESPERANZA Comentario a la Epístola (Rm/08/18-30)

18 Efectivamente, yo tengo para mí que los sufrimientos del tiempo presente no merecen compararse con la gloria venidera que en nosotros será revelada.

El llamamiento del Apóstol a los fieles para que sean conscientes de su nueva dignidad de hijos de Dios se cerraba al final del v. 17 con la promesa de que los que ahora «padecemos» «seremos glorificados» en el futuro. Con ello apunta ya el tema que domina los próximos versículos, a saber: la esperanza futura de los cristianos. Este tema es de una importancia capital. De ahí que el desarrollo objetivo del Evangelio en la segunda parte de esta carta no desemboque casualmente en la promesa del futuro que Dios tiene reservado a los justificados por la fe. La promesa cristiana del futuro tiene su fundamento en Dios y en su acción liberadora por medio de la muerte y resurrección de Jesús. De la «gloria venidera» sólo puede hablarse desde ese fundamento que ha sido puesto con Cristo. Por eso cuando el cristiano contempla el futuro desde la nueva vida planteada en él e intenta alcanzar ese futuro «lanzándose hacia por lo que está delante» (Flp 3, 13), no es una aspiración audaz de la propia suficiencia, sino la verdadera tarea que le incumbe al cristiano en la hora presente. La nueva vida, que ahora ya se le ha otorgado al creyente, reclama por su misma naturaleza la consumación en la «gloria». La fe, por la que hemos sido justificados, comporta la promesa de la gloria futura. Por eso, el cristiano sólo vive de la fe en cuanto que permite la vigencia de la promesa del futuro. Una fe estrecha y que por lo mismo, aportaría un consuelo precipitado, que sólo mirase hacia atrás, hacia la redención operada una vez por Cristo, renunciaría a una de sus características esenciales; concretamente, a la perspectiva de la gloria futura y a un impulso decisivo para la acción cristiana en el presente. El presente se define desde luego por los «sufrimientos». Son los sufrimientos del tiempo final, los sufrimientos que se le derivan al cristiano de la época mundana que pasa, de sus deficiencias, de sus fallos y desarrollos, que todavía no permiten ver claramente a la «nueva creación» (2Cor 5,17; Gál 6,15) que ha irrumpido con Cristo. A esa categoría no pertenecen sólo los sufrimientos y necesidades de cada uno de los creyentes, sino también las situaciones sociales embarazosas de toda la humanidad, cuya cambiante expresión histórica solicita constantemente a los creyentes a una conducta liberadora y con visión de futuro. La consideración de la gloria futura no puede dejar a quienes creen en modo alguno inoperantes de cara a los sufrimientos presentes, sino que los fieles, recordándose de la dinámica revolucionaria de la esperanza, deben dar testimonio de la «nueva creación» incluso en la práctica cristiana.

19 Porque la anhelante espera de la creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios. 20 La creación, en efecto, no por propia voluntad, sino a causa del que la sometió, fue sometida a la vaciedad, pero con una esperanza: 21 que esta creación misma se verá liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios.

La salvación de Dios afecta a toda la creación. De ahí que pueda Pablo describir la situación presente de las criaturas en general como una «anhelante espera». También la creación en general existe por la promesa. Y será asumida en la «revelación de los hijos de Dios», en la glorificación de éstos y asimismo liberada de su propia «vacuidad», para alcanzar la «libertad de la gloria de los hijos de Dios». Aunque se supone su pone claramente que la gloria futura corresponde, en primer término y en sentido estricto, a los «hijos de Dios», no se excluye, sin embargo, que la creación entera pueda ser glorificada con ellos. Al ser llamados por Dios, los hombres no se

 

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aíslan del resto de la creación, sino que más bien son llamados precisamente para convertirse en una «nueva creación» (2Cor 5,17; Gál 6,15) 35. La visión esperanzada que el Apóstol tiene del futuro no deja nada que desear por lo que hace a su universalidad y amplitud. Por lo demás, esta visión amplia de toda la creación redimida no deja indiferentes a los cristianos en la hora actual. Si la creación aguarda la «revelación de los hijos de Dios», quienes ahora pueden ya denominarse hijos de Dios, y que lo son en realidad, tienen que asumir de forma nueva y seria su responsabilidad frente a la creación. En todo caso no responde al pensamiento cristiano abandonar la creación a su propio destino permaneciendo inactivos. El paso de la creación es un paso cargado de salvación, un paso en la forma más salvífica que Dios le ha dado. Por eso, este mundo, que camina hacia su salvación, tiene ciertamente un futuro, que los cristianos deben proclamar en toda su realidad. 22 Pues lo sabemos bien: la creación entera, hasta ahora, está toda ella gimiendo y sufriendo dolores de parto. 23 Y no es esto sólo; sino que también nosotros mismos, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos igualmente en nuestro propio interior, aguardando con ansiedad una adopción, la redención de nuestro cuerpo. 24 Pues con esa esperanza fuimos salvados. Ahora bien, esperanza cuyo objeto se ve, no es esperanza. Porque ¿quién espera lo que ya está viendo? 25 Pero, si estamos esperando lo que no vemos (todavía), con paciencia lo aguardamos.

El v. 22 subraya una vez más que la creación entera se halla vinculada estrechamente con nosotros. Es solidaria de lo perecedero que en ella impera por una necesidad transida de esperanza, es en este mundo perecedero donde surgirá lagemimos». «nueva creación». Masmás no solamente pues la creación en su conjunto, «también nosotros... Cosa tanto sorprendente cuanto que ya hemos recibido al «Espíritu» como «las primicias» de la gloria futura. Esta posesión del Espíritu no preserva de semejante solidaridad en la indigencia con la creación entera. Y es en esta indigencia y transición así como en la confirmación del Espíritu en medio de este mundo transitorio en que aparece la «adopción» más bien como un bien futuro, si bien ya ahora hemos entrado de hecho en posesión de los derechos de «hijos de Dios» (v. 15-17). Aguardamos esa adopción como un bien salvífico futuro, en cuanto que significa la «redención de nuestro cuerpo» precisamente de la caducidad de esta creación transitoria. De acuerdo con esto, el presente cristiano es algo bien distinto de una existencia triunfal, es más bien la existencia de un hombre en la necesidad en que el propio Espíritu le pone, y que continuamente se experimenta como una tensión entre la creación vieja y la nueva. Así, la frase «en esta esperanza fuimos salvados» puede sonar de primeras como una limitación: solamente o únicamente en esperanza. Pero aquí Pablo no piensa en semejante limitación cuando habla de que hemos sido salvos. Nuestra redención, que hemos obtenido en Cristo y cuya victoria es don del Espíritu, la proclama Pablo sin duda alguna como una redención ya lograda. Pero, si es una redención en esperanza, en este anuncio se descubre la promesa inherente a nuestra redención de que en el futuro se manifestará lo que ahora está oculto y que es ya como una realidad anticipada. La redención futura, que aguardamos con paciencia, no es una redención distinta y posterior de la que ya hemos alcanzado en Jesucristo, sino que será la manifestación de «lo que ahora no vemos (todavía)» (v. 25). La paciencia que nosotros los cristianos debemos desplegar a este respecto, consiste precisamente en que no corremos tras ninguna otra cosa, tras ninguna otra promesa, que puede parecer más fácil y apremiante, pero que en realidad no haría más que desviar nuestra mirada de la llegada de la verdadera promesa. La esperanza de los cristianos aguarda la llegada del Señor, que vendrá en su gloria. ............... 35. Véase Is 65,17: «Pues, he aquí que yo creo un cielo nuevo y una tierra nueva.» ............

 

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TEXTO VIII Comentarios al Evangelio 1.Texto. Entre el texto del domingo pasado y el de hoy Lucas nos presenta a un Jesús buscado

insistentemente por la gente. De esta situación parte precisamente el texto. El marco no es ya la sinagoga,, sino el lago Genesaret. La gente escucha la Palabra de Dios. sinagoga La expresión es típica de Lucas y define la propia enseñanza de Jesús, aunque no se especifica su contenido. El autor espera probablemente que no perdamos de vista la enseñanza de los domingos anteriores en la sinagoga de Nazaret. En este contexto genérico resuena explícita la Palabra de Dios a través de Jesús. Sacad la barca lago adentro y echad vuestras redes para la pesca. Pedro replica constatando lo descabellado, absurdo incluso, de la propuesta de Jesús. La pesca tiene sus horas propicias, fuera de las cuales es inútil intentarlo. Pero, puesto que tú lo dices, echaré las redes. Es decir, la Palabra de Jesús adquiere para Pedro rango de valor superior a la lógica de la situación. Pedro acoge, hace suya esa Palabra. Se fia más de ella que de la lógica de la situación. Los dos versículos siguientes, 6-7, reflejan el resultado de la acogida de la Palabra de Jesús. Un resultado imprevisible, impensable incluso, desde la lógica de la situación previa. La escena recuerda la de María e Isabel y las palabras de ésta: ¡Dichosa tú, que has creído que se cumpliría lo que te había dicho el Señor! (Lc. 1,45). La escena final tipifica la reacción de Pedro en términos que recuerdan lo escuchado en la primera lectura de Isaías. Es la reacción humana ante lo imprevisible-impensable desde la lógica de la situación previa. Asombro, autocuestionamiento experimenta a sí misma como pasmo, indigna, temor, poca cosa. Señor, apártate de de mí, la quepropia soy un persona pecador. que Pero se la Palabra de Jesús disipa temores e introduce al que se ha fiado de ella en una novedad de vida. Una vez más la escena nos lleva a Isabel y María en Lc. 1,26-56 y a las palabras, en este caso, de María: Desde ahora, todos me llamarán feliz, pues ha hecho maravillas conmigo Aquél que es todopoderoso (Lc. 1, 48-49). Resumiendo: En su línea de profundizar en la instrucción cristiana, Lucas ha elaborado un relato cuyo tema central es la Palabra de Dios o, que para él es lo mismo, la Palabra de Jesús. Una Palabra desconcertante, absurda incluso, si se mide desde el pragmatismo y la lógica de las situaciones. Pero una Palabra de maravillosas consecuencias inéditas, si se acoge y acepta con confianza. A su vez, la vida del que se ha fiado de la Palabra de Jesús entra en una dinámica nueva.  Nos hallamos ante un relato ggráfico ráfico de invitación a ac aceptar eptar la Palabra ddee Jesús. Comentario. Lucas incide en una temática que ya había desarrollado ampliamente en /Lc/01/26-56, y que comentábamos con ocasión del cuarto domingo de adviento. Frente a la lógica de la situación, del pragmatismo y del realismo, nos invita a hacer nuestra la Palabra de Jesús. Fiarse de esa Palabra hace posible que acontezca lo impensable o, lo que es lo mismo, la utopía, la cual jamás será posible desde la lógica del pragmatismo. Fiarse de la Palabra de Jesús introduce además a la persona que lo hace en una dinámica nueva para sí mismo y para los demás. A sí mismo lo limpia de jactancias más o menos inconfesadas, por lo general más bien inconfesadas o no conscientes.. Para los demás es una referencia de ilusión y de esperanza. conscientes A. BENITO  DABAR 1989, 12

2. Comentario. En su propósito de relatar relacionado r elacionado de acuerdo a un orden, Lucas da hoy un paso adelante muy importante dentro del ordenamiento conceptual de su obra. 

Comienza con la gente agolpándose alrededor de Jesús. Es el telón de fondo del que hablábamos hace dos domingos. Pero el domingo pasado veíamos que este telón de fondo está estropeado por la cerrazón y el exclusivismo. Lo lógico es, pues, sustituirlo por otro que ofrezca vistas y aires nuevos. Esta tarea de sustitución la emprende Lucas con el texto de hoy. Lo hace sirviéndose de los

 

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 pescadores de dos barcas atracadas a la orilla del lago Genesaret. Pero antes, y aunque no sea más  pescadores m ás que de pasada, es obligado dejar constancia del exquisito arte descriptivo de Lucas en los versículos iniciales. ¡Cómo va enfocando la escena desde la retina de Jesús! ¡La figura erguida de Jesús a orillas del lago, sobresaliendo sobre la anónima muchedumbre! Son pinceladas, retazos, con una enorme capacidad de sugerencia y de evocación.   ¿Cómo no admirar la espontaneidad y sencillez del abordaje de la barca de Pedro por Jesús? Pero volvamos a los pescadores. Ellos son el nuevo material para sustituir al viejo, cerrado y exclusivista. ¿Cómo serpasado este nuevo material? ¿Qué características deberánada; tener?pero, Sigamos leyendo texto. Jefe, nosdeberá hemos la noche bregando y no hemos cogido en base a tuelpalabra, echaré las redes. Reconstruyamos la secuencia lógica subyacente: si en el tiempo propicio no hemos cogido nada, menos cogeremos en el tiempo no propicio. Pero Pedro sustituye la lógica por la  palabra de Jesús, dándole a esta palabra el rango de valor supremo. Se fía de ella, la acoge y la hace suya. Pedro se sitúa pues, por encima de la lógica de lo posible-imposible, va más allá de ella. Esta lógica puede tener otros nombres: realismo, cálculo, prudencia, pragmatismo. Pedro se sitúa más allá de todos ellos, en la palabra de Jesús. Esta es llaa característica por antonomasia que según Lucas debe tener el nuevo telón de fondo. El resto es ya lo imprevisible, lo asombroso. Primero, la red reventando de peces. Segundo, el miedo. Tercero, los nuevos hombres. ¿Recuerdas, lector, las  palabras de Isabel a María en Lc. 1,45? Dichosa tú por haber creído en el cumplimiento de lo que Dios te ha dicho. Esto mismo es lo que Lucas desarrolla en este relato. Sólo me resta formular un deseo como comentario final. ¡Ojalá nos fiemos, acojamos y hagamos nuestra la palabra de Jesús! El resto será lo imprevisible, lo asombroso. Pero, no temas. Serás un maravilloso ser nuevo. A. BENITO, DABAR 1986, 14

3. PD/CONFIANZA: Uno de los caminos más seguros para descarriarse en exégesis es el de aislar un texto del contexto literario. Los capítulos 3-6 tienen todos ellos un denominador común: son catequesis programáticas. Dentro de este contexto, Lc. 5, 1-11 es una instrucción sobre las características del discípulo. Hay que advertir que, en Lucas, discípulo es sinónimo de cristiano. Más claro; discípulo no se identifica con obispo o sacerdote. Lc. 5, 1-11 responde a la siguiente pregunta: ¿cómo tiene que ser el discípulo? Evítese, pues, interpretar este texto como un relato de vocación, sea ésta genérica (vocación cristiana) o específica (vocación sacerdotal). Una primera respuesta a la anterior pregunta es de carácter negativo. No se es discípulo por el solo hecho de acudir a Jesús. Lucas distingue entre gente que se agolpa alrededor de Jesús y discípulo. De la gente que acude a Jesús ha hablado el autor en la precedente catequesis (4, 14-44). En 5, 1-3 vuelve Lucas a mencionarla, pero sólo como enmarcación literaria y como contrapunto a su catequesis sobre el discípulo. Primera característica del discípulo (vs. 4-5). Fiarse de Jesús aun cuando las evidencias empíricas estén en contra. Un pescador profesional sabe que la petición de Jesús (que no es un profesional de la  pesca) es descabellada porque va contra la evidencia de la experiencia. Lucas recalca intencionadamente intencionada mente esto para que resalte más el elemento central: pero, por tu palabra. Esta característica no es nueva en lo que va de evangelio. Veíamos ya que la visita de María a su  prima (Lc. 1, 39-45) estaba redactada bajo esta óptica. Y lo mismo que entonces, fiarse de la Palabra de Dios vale la pena (vs. 6-7; cfr. Lc. 1, 45: ¡Dichosa tú, que has creído! Porque lo que te ha dicho el Señor se cumple. Segunda característica (vs. 9-10a). Fiarse de Jesús es descubrir a alguien tan sensacional que el discípulo no se siente merecedor de su compañía. El descubrimiento de Jesús lleva al discípulo a someter a crítica su propia Tercera característica (vs. vida. 10b-11). Fiarse de Jesús genera una nueva situación, un nuevo presente (desde ahora). Una situación libre de miedos y falsos temores, abierta a los demás. Ser discípulo de

 

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Jesús implica una función de cara a los otros. ¿Cuál es el contenido de esta función? Lucas no lo especifica aquí; lo aclarará más adelante cuando explique cuál es el programa del Reino (Lc. 6, 2049). DABAR 1977, 15 4. Lucas agrupa en este pasaje tres acontecimienos distintos, sacrificando un orden cronológico en aras de un orden pedagógico.  La predicación de Jesús, el milagro de la pesca y la decisión de abandonarlo todo para seguir al Maestro, marcan tres momentos psicológicos en el proceso de la vocación de los apóstoles. La "señal" o el milagro refuerza las palabras de Jesús y aumenta su credibilidad ante los que van a ser sus discípulos en adelante. La invitación a internarse en alta mar conlleva el riesgo a afrontar los temporales tan frecuentes como inesperados en el lago de Tiberiades o de Genesaret. Toda la tradición exegética se ha recreado r ecreado glosando este pasaje, interpretando la barca de Pedro como figura de la iglesia de Cristo. En este sentido resultan sugerentes las palabras de Jesús: "Rema mar adentro y echa las redes para pescar". El riesgo de la pesca de altura, en medio del temporal, viene compensado por la abundancia de la  pesca. Así le ocurre a la iglesia cuando anuncia el evangelio donde están los conflictos, cuando lleva la palabra de Dios a los problemas concretos y no se queda en vaguedades y en abstracciones que no significan nada y no comprometen a nadie. Pedro conocía bien su oficio, sabía que la noche y no el mediodía era el tiempo propicio para la  pesca. Con Con todo se fia más ddee la palabra del del Maestro que de su propia experie experiencia. ncia. Dios se manifiesta prodigio inesperado. Ante este milagroindignidad. Pedro, lo mismo que Isaías antelos la revelación de Dios,en se un siente sobrecogido y descubre su propia Lucas hace notar que compañeros de Pedro participan de los mismos sentimientos de temor y de asombro ante el milagro. Pero las palabras de Jesús confortan a Pedro y le capacitan para la misión que ha de recibir. Pedro y sus compañeros, seguros en el que los envía, podrán aceptar responsablemente la vocación de ser en adelante "pescadores de hombres". Esto no debe entenderse en un sentido proselitista, de "echar el gancho" o de servirse de tretas para que la gente "pique". Echar las redes tiene aquí el sentido de sembrar o de anunciar generosamente la palabra de Dios, confiando en la virtud de esta palabra y en Dios que es el que da el incremento y la cosecha. EUCARISTÍA 1986, 8

5. -"Rema mar adentro y echad las redes para pescar": La escena de la pesca milagrosa seguida de

la llamada a Simón, tiene un gran parecido con la de Jn 21, 1-11, situada después de la resurrección.

Parece quel:se trata decómo dos Pedro narraciones de aun mismo hecho que habría que situar en el contexto  postpascua  postpascual: notemos se dirige Jesús llamándolo "Señor" y cómo el reconocimiento de su pecado tiene que ver con su negación durante la Pasión. Lucas ha situado el cuadro narativo al  principio del ministerio público de Jesús, para ilustrar la llamada a Pedro, el primer testigo del resucitado. JOAN NASPLEDA MISA DOMINICAL 1989, 3

6. MAR/PESCA CR/PESCADOR

Se comprende mejor la importancia del episodio de la pesca milagrosa si se tiene en cuenta que el  judío considera el agua, sobre todo el mar, como morada de Satanás y de las fuerzas contrarias a Dios. Hasta la venida del Salvador, nada podía hacerse -salvo un milagro del tipo del del mar Rojo para salvar a quienes la mar enemiga engullía; pero desde que Él está aquí, se pueden pescar hombres en abundancia abundancia y sustraerlos a las garras del imperio del mal. Ese es, por otro lado, el sentido  profundo de la bajada a los infiernos (inferi=aguas inferiores) en /1P/03/19, en donde Cristo desciende precisamente para salvar a quienes habían sucumbido bajo las aguas del diluvio. Ser

 

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 pescadores de hombres es, pues, participar en esa empresa de salvamento de todos cuantos se han  pescadores visto absorbidos por el mal; ya Jr 16, 15-16a preveía esa función. San Lucas considera, pues, a la Iglesia como la institución encargada de salvar a la humanidad de la sumersión que la amenaza. Para garantizar la realización de esa misión hay hombres encargados de una misión apostólica particular dentro de esa Iglesia. Pero sólo a Cristo le deben las fuerzas con que cuentan para llevar a buen término su "pesca" y el ardor que ponen en conseguirlo. El misionero será un pescador de hombres en la medida en que salve seres humanos mediante la administración El cristiano será pescador hombres la medida en que a su alrededordellasbautismo. conversiones e introduzca en ladeIglesia a en muchas almas. Estemultiplique concepto individualista no corresponde quizá del todo con la manera de pensar de Lucas y ni siquiera con la mentalidad moderna. Bajo apariencias místicas, el relato de la pesca milagrosa parece tener otro alcance: la humanidad es presa de potencias que la absorben y la anegan; Cristo se reserva a Sí y a sus discípulos una misión liberadora que frene y contrarrestre ese deslizamiento hacia la catástrofe. El caso es que la humanidad actual se mueve en la cuerda floja y bastaría muy poca cosa para que se hundiese a sí misma sin necesidad de otras fuerzas demoníacas que su propio egoísmo y su afán de  poder. Ser pescador de hombres consiste, por tanto, hoy, en participar en todas las empresas que quieren evitarle al hombre esa perdición y colaborar, mediante una mayor igualdad, una paz más estable y una mayor posibilidad para los humildes de promoverse a sí mismos, a sacar a la humanidad del océano que la sumerge. Dejarla fuera de estos movimientos es condenar a la Iglesia a no revelar su identidad y su misión entre los hombres. MAERTENS-FRISQUE  NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA II MAROVA MADRID 1969.Pág. 183-184

7. El evangelio de hoy es la expresión gráfica de lo que la solemnidad litúrgica obra. Estamos en

torno al altar, lo mismo que los discípulos se congregaban en torno a Cristo, fatigados por inútiles trabajos: "Toda la noche hemos estado fatigándonos y nada hemos cogido". Podemos decir también nosotros: "Hemos trabajado toda la semana al servicio del Señor y ¿qué hemos conseguido? ¿Qué  podemos presentar a Cristo? Mas, ahora está El entre nosotros; le tenemos presente en la palabra del Evangelio, en su cuerpo sacrificado, en la sangre de su sacrificio. El es la víctima por nuestros  pecados y "su debilidad -en la cruz- constituye nuestra fortaleza" (1). Al verlo, nuestra fe se aviva y el amor vuelve a tomar con alegría el peso de la vida. Sí; Cristo está aquí, está en nosotros por el santo sacrificio y el banquete eucarístico. ¿A quién temeremos? Nos eleva El del orden natural del ser, incapaz de redimirse a sí mismo, hasta el orden sobrenatural, puro y libre, de la gracia.   "Nomiembros temas, dice a suhombres Iglesia, mortales, de hoy endébiles adelante serás pescador de hombres". No temas, portemás que tus sean e inclinados al pecado. ¡No temas! Mientras parece que te esfuerzas en vano para santificar a tus hijos, Yo estoy contigo, como Salvador de mi propio cuerpo. Sano a mis miembros, vengo constantemente y me hago presente en ti por el misterio de la celebración del santo sacrificio. "Guía mar adentro"; echa tu red en las profundidades de la fe y de los misterios; reúne a tus hijos alrededor del altar. Cuando estén en mi presencia, llenos de amor y de abandono, vendré y los santificaré; realizaré en ellos lo que ellos no pueden verificar a pesar de sus redobles esfuerzos. Debes esperarlo todo de mí. Si has trabajado en vano toda la noche, me presentaré ante ti a la madrugada y en un momento haré cuanto necesitas y te conseguiré la salvación tan ansiada. Bueno es que tengas conciencia de tu debilidad; así crece tu fe en mi poder. ¡No temas, Iglesia mía! ¡Pide sin cesar mi presencia! ¡Llámame! No te hace falta nada más; de lo demás me ocupo yo. Duc in altum, "guía mar adentro", penetra profundamente en la fe y busca tu salvación en el divino abismo del misterio. Incluso cuando creas trabajar sin ningún resultado durante todo el curso de tu existencia terrena, aun cuando veas a los tuyos sumidos en la flaqueza del pecado, por más que el mundo se levante contra ti y haga de ti mofa diciendo: "¿Dónde está tu Dios?", aunque te veas impotente para

 

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atraer a ti los que se han alejado... ¡no temas! ¡no temas en ningún caso! Me verás, es cosa cierta, en la aurora de la eternidad y tu red entonces estará llena hasta rebosar. J/PEZ: Ya hoy, al finalizar la solemnidad litúrgica puedes hechar una mirada a tu red. ¿Está, quizá, vacía? No; está llena. Deo gratias!, respondemos nosotros. Nuestra red está llena, sí, pues dentro de ella se encuentra un gran pez, el Ichthys, Jesucristo (2). Le hemos recibido en el banquete eucarístico y se ha convertido en nuestro alimento. Alimenta la paciencia de su Iglesia, a fin de que bajo el yugo,  pero esperando, esperando, pase po porr encima de los "d "dolores olores de este tiempo" al encuentro de la "gloria venidera". .......... (1) San Agustín, a Jn 4, 6 (Tratado 15, 8) (2) Estas palabra griega signifia "Pez". Las letras que la componen son las iniciales, en griego también, de la frase: Jesús Cristo, Hijo de Dios, Salvador. Por esto entre los antiguos cristianos el pez era el símbolo de Cristo. EMILIANA LÖHR, EL AÑO DEL SEÑOR EL MISTERIO DE CRISTO EN EL AÑO LITURGICO II EDIC.GUADARRAMA EDIC.GUADA RRAMA MADRID 1962.Pág. 252 s.

TEXTO IX Meditación para la Iglesia en tiempos de cambio Mons. Carlos Osoro

En tiempos de opiniones diversas, de cambios abundantes, de formas de pensar tan distintas a veces distantes, acercarse a Jesucristo ver qué nos dice. Se ytrata de ver de quéparece formaoportuno quiere que los discípulos nos para comportemos en momentos como éstos, ya que en toda ocasión debemos hacer de nuestra vida entera una acción de gracias y de todos los latidos de nuestro corazón una alabanza a su nombre.  En momentos como los que estamos viviendo, tenemos que anunciar a Jesucristo. Como todos, son momentos con horas felices y horas de miedo en las que es preciso seguir pensando que El está a la orilla del lago de Genesaret, que nunca abandona a nadie, que está atento a las necesidades de cada hombre que viene a este mundo, que nunca se aparta de nadie, que mantiene la fidelidad a base de un amor que nunca disminuye, sino que, por el contrario, cuanto más atento está el hombre, más se percibe la cercanía, la atención y el cuidado del Señor.  Estaba a la orilla  Cuando nos empeñamos en negar quepor tenemos límites, nos creemos absolutoslosy hombres nos olvidamos de Dios y precisamente este olvido utilizamos a los demás según nuestro gusto y parecer; entonces se oscurece nuestra vida y sentimos la necesidad y la sed de Dios. Si estamos atentos, descubrimos al Señor presente en la orilla de nuestra vida que sale a nuestro encuentro para indicarnos el camino. En esos momentos viene a nuestra memoria el salmo 8 que tantas veces hemos repetido y que tanto olvidamos: «¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el hijo de Adán para que de él cuides?» (Sal 8,5). Entonces ves la vida de un modo nuevo, diferente, distinto, y adviertes la grandeza de sentirte amado y querido por Dios. Apuestas una vez más por vivir la vida junto a El y desde El ya que la vida a su lado se parece al calor del sol que baña cada día, sin cansarse, la faz de nuestro mundo y da a la tierra un color alegre, nuevo, capaz de irradiar calor a todo lo que se posa en ella. Así es el hombre que pone su vida junto al Señor: se siente amado y querido por El en toda circunstancia y ocasión, observa cómo todo ha sido realizado para él.  Muchos descritos en el se Evangelio, nos ayudan esto; por ejemplo,encuentros la curaciónde delJesús leproso. El leproso siente impotente porasíentender solo, despreciado por los demás. No puede hacer una vida como la que hacen los hombres de su tiempo:

 

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ha tenido que marginarse, siente el abandono, la muerte. Vive horas de tristeza y soledad. Ahí es donde el Señor aparece en la orilla de su vida. Este encuentro con el Señor, le sana, le posibilita poder volver a la vida con la alegría del encuentro con los demás y sintiendo aquello del salmo: «¡Qué glorioso tu nombre por toda la tierra!» (Sal 8,10). Para el leproso la vida aparece con unas dimensiones nuevas que le ha dado el encuentro con Jesucristo. Se trata de que los hombres de nuestro tiempo nos demos cuenta de que el Señor está a la orilla, esperando cualquier momento o circunstancia para que vidas, nos encontremos El. En ese elencuentro se dan horizontes nuevos a nuestras donde tanto con el gozo como dolor cambia, donde el dolor, cuando existe, más que convertirse en causa desesperante de la vida, se convierte en motivo de encuentro más profundo con Cristo.  Estar a la orilla significa que uno está dispuesto a no guardar nada para sí, que lo da todo, que se pone al servicio permanente de los demás. Cristo en la orilla del camino, significa que no se ha hecho su casa, sino que quiere entrar en cada una de las casas que es cada hombre que viene a este mundo y pasa por esa orilla.  Jesús está en la orilla, pero solamente se encontrará con El, quien hace realidad aquellas palabras del Salmo: «¿Quién subirá al monte de Yahveh? ¿Quién podrá estar en su recinto santo? El de manos limpias y puro corazón, el que a la vanidad no lleva su alma, ni con engaño jura» (Sal 24,3-4). Es decir, el que se abandona en Dios y sitúa su vida sabiéndola salvada junto a Dios, el que no se hace ídolos de ningún tipo y cree que todo depende del Señor y que no hay otro como El, que en medio de la duda e incertidumbre de lainstancia, búsqueda desde de nuestros sentidos, es capaz de encontrar y dar sentido a todonacida en última ese saberse, sentirse y querer ser hijo de Dios.  Dios ha querido hacer al hombre muy grande; tan grande que quiere identificarle con El. Pero no lo desea hacer a la fuerza sino desde la libertad del hombre mismo. Por eso, se pone a la orilla del camino en la misma vida e historia del hombre. El Señor quiere hacerse comprender desde la vida. Ahí es donde se nos presenta el Señor y donde quiere encontrarse con el hombre.   La libertad del hombre es grande, es total. Dios le hace ofertas de acompañamiento. Le dice y le da su Palabra que es de vida. No es como otras muchas palabras que parecen llenar de momento pero a la larga desecan y hacen infeliz al hombre. La Palabra de Dios llena al hombre, le compromete y sobre todo, le hace situarse a la orilla, para que dé luz a otro, para que le dé la mano y aliente a quien se encuentre pasando a su lado. Dar la mano, la luz o el aliento no es posible sin el encuentro con el Señor. El es quien da la capacidad y la hondura para la ayuda.   La gente se agolpaba junto a El para oír la Palabra de Dios  Los hombres quieren escuchar y buscar sentido a sus vidas, por eso escuchan y se paran delante de quienes hablan o traen alguna noticia. Así ha sucedido con los hombres de todos los tiempos. Todos tienen necesidad de vivir de la noticia. Pero Cristo, a diferencia de los otros, trae la gran noticia jamás oída; una noticia distinta a las demás. En ella se habla de ser y no de tener. No solamente se dice, sino que quien lo dice, hace. Por eso se presenta como una noticia de una novedad inigualable.  Hoy estamos cansados de oír noticias aunque en su mayoría son noticias en las que se experimenta engaño, abandono o infelicidad; no llenan el corazón. Hoy como ayer tenemos necesidad de agolparnos alrededor de Jesucristo, y en su cercanía, como las de aquellas gentes del Evangelio, escuchar al Señor. Juan Pablo II definía la situación del hombre en el mundo contemporáneo así; «Si nos atrevemos a definir la situación del hombre endistante el mundo distante lasaún, exigencias objetivas orden moral, decontemporáneo las exigencias como de justicia y, de más del amor social, del es porque esto está confirmado por hechos bien conocidos y confrontaciones que más de

 

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una vez han hallado eco en las páginas de las formulaciones pontificias, conciliares y sinodales. La situación del hombre en nuestra época no es ciertamente uniforme, sino diferenciada de múltiples modos. Estas diferencias tienen sus causas históricas, pero tienen también una resonancia ética propia.  En efecto, es bien conocido el cuadro de la civilización consumista. Asimismo se da entre algunos un cierto abuso de la libertad» («Redemptor Hominis», nº. 16). Esta situación proviene de no tener en el corazón la noticia que es Jesucristo ya que cuando se recibe provocade enhacer quienque la acoge, ansias llegue de amar, dar y darse, de quitar todoesta tiponoticia de egoísmos, todo hombre a lade plenitud que tiene que llegar, de hacer posible y viable que el hombre descubra que es hijo de Dios y que, como tal, tiene que habitar esta tierra en la que Dios nos puso a todos.   ¿Qué verían en Cristo las gentes para que se agolpasen junto a El? Siempre que he querido dar respuesta a este interrogante, he tenido que observar por qué la gente se agolpa alrededor de los hombres; los hombres nos agolpamos junto a otros cuando nos dan algo pero en la línea del tener. Nos ponemos alrededor de otro, cuando nos presentan unos proyectos de vida que nos atraen, pero que casi siempre va en la línea del hacer, no importa cómo sea el ser. Nos agolpamos cuando nos dan la razón. Nos  juntamos a otro, cuando estamos en búsqueda, en la desesperanza, cuando necesitamos la felicidad, cuando queremos encontrar una seguridad; en general este  juntarnos va en la línea de que el otro me ayude a tener, a hacer, a decir. Sin embargo, Jesucristo es muy distinto. Cristo me hace ser, me hace olvidarme de mi. Y lo hace porque con su vida no que explica cómodiferencias se logra plenamente unpuede hombre. Hayjunto algo extraordinario en Jesucristo: no hace con nadie; se agolpar a El quien quiera. Quien se junta a El, descubre lo que es la plenitud en la línea del ser. Los hombres de nuestro tiempo necesitan acercarse a Cristo y en esa cercanía descubrir quién es Jesucristo y, sobre todo, escuchar su palabra, que no engaña, sino que da vida y aliento, y que nos hace caminar siempre hacia adelante.  La cercanía de Cristo al hombre para darle su palabra, hay que leerla desde el misterio mismo de Dios. Este misterio de quien es origen de todo lo que existe y que tuvo a bien acercarse al hombre. Y lo quiso hacer identificándose con el hombre. «Mediante la encarnación el Hijo de Dios se ha unido en cierto modo a todo hombre» («Gaudium et Spes», nº. 22). Y quiere estar con todo hombre. A todo hombre quiere comunicarle sus palabras, que son verdad y vida.  Muchas de las palabras que recibimos en nuestra vida son destructoras de la vida del hombre porque le indican caminos de opresión, de mentira, de injusticia o porque le deshumanizan desde las alrededor bases másdeoriginales de poder su ser. Es aquíen donde nosotros tenemos que agolparnos Jesús para escuchar el silencio de nuestro corazón: «Yo soy la luz del mundo» (Jn 8,12). Hay muchos hombres en nuestro mundo que están esperando estas palabras de Cristo. Les pasa como a los leprosos del Evangelio (cfr. Lc 17,11-19), que quieren y tienen necesidad de quitar la lepra y por eso van al encuentro del Señor. También en nuestro mundo hay lepras: el paro, la injusticia, la falta de paz, la libertad mal entendida que se convierte en esclavitud cada día más honda para el hombre, la droga, etc. También las gentes que la padecen están deseando como los leprosos encontrar a alguien que los escuche, por lo menos, y pueda decirles una palabra de integración en la vida como las que dijo Cristo: «Id y presentaos a los sacerdotes». Cuanto más lepras padecen los hombres más necesitados están de palabras. Por ello, a veces se aprovechan esas necesidades y situaciones para hablar: hay muchas ofertas en momentos de enfermedad que los hombres atienden para salir de ella. Por eso es necesario que Cristo aparezca en las vidas de todos los hombres no como una oferta más, sino como la única que ofrece

 

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palabras de vida eterna; de esa vida que cuando el hombre la tiene, vive desde una anchura y hondura oxigenadora que nada ni nadie le puede quitar.  Tenemos necesidad de oír palabras que oxigenen la vida. Los hombres tienen necesidad de oír, de escuchar la Palabra de Dios que es la única palabra que hace al hombre más hombre, que le capacita para ayudar a los otros, que le abre plenamente a la acción misericordiosa de Dios y, por ello, al experimentar en su propia vida la misericordia, ver que esa misma misericordia tiene que darla y manifestarla a los demás.   Cuando vio dos barcas... los pescadores habían bajado de ellas   Cristo se acerca al hombre en el lugar concreto donde está, en su historia concreta Las barcas son todo lo que acompaña al hombre y deja de hacerlo abstracto, para convertirlo en tal hombre que vive en un lugar, que tiene y hace una historia muy concreta.  Los hombres llegamos a este mundo con unos padres concretos, que tienen una historia muy definida. No nacemos en todo el universo, sino en un lugar muy concreto donde nuestra vida se desarrolla y adquiere validez. Y desde ahí, vivimos una serie de experiencias; muchas veces las que la historia concreta de cada uno nos posibilita Con todo esto tenemos que encontrarnos con Jesucristo.  Existe la tentación en momentos de cambio de querer olvidar la historia que pertenece a nuestro mundo personal, que me hace ser a mí mismo y que no me confunde con otro. Por eso es importante no «bajarse de las barcas» que somos nosotros y todo lo que y define nuestra vida. Cristo  no solamente no quiere dejar las barcas, sino acompaña que las utiliza para hablar a las gentes. Cuando dejamos las barcas en la orilla y olvidamos lo nuestro, estamos como perdidos en medio de este mundo. El hombre para vivir necesita de la tierra de los demás que viven junto a él, necesita crecer y vivir sin descuidar su geografía y la historia de esa geografía. Cuando los hombres no recordamos que nuestro origen está en Dios, estamos olvidando algo que es necesario para construir nuestra vida de una manera o de otra. Dejar las barcas en la orilla supone querer vivir desde uno mismo y olvidarse de algo que es esencial: «Y dijo Dios: hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra» (Gn 1,26). No podemos olvidar que Dios nos hizo y no debemos olvidar que quiso hacernos a semejanza suya. Cuando dejamos las barcas en la orilla, echamos en olvido que Dios quiso hacerse presente entre los hombres con el porte de un hombre, desde la historia de un pueblo, con unos padres concretos: «Y sucedió que, mientras estaban allí se le cumplieron los días del alumbramiento y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento» (Lc 2,6-7).   ¡Qué tentación más grande es la de querer olvidar nuestra historia! Además hasta parece que encontramos razones para hacerlo. Pero Dios nos lo recuerda constantemente. El primer olvido suele ser el de nuestro origen y el otro, el de no querer encontrarnos con Dios en nuestra propia historia, cuando esto ha sido lo que El ha querido: se hizo hombre para encontrarse con el hombre. Y no se hizo hombre en abstracto, sino muy en concreto, en una geografía, en una historia, en una raza etc.  Para no olvidar nuestras barcas, tenemos que recurrir constantemente a la Palabra del Señor, que nos recuerda de quién somos, las tentaciones que tenemos, las ayudas que poseemos. Ver a un Dios ya en el inicio de nuestra vida y observarlo a través de ella cuidándose de nosotros y mirándonos y llamándonos cuando nosotros decimos que no, es una contemplación que todos los hombres deberíamos hacer constantemente. Y ver a este Dios en su máxima cercanía al hombre, tomando su propia carne para enseñar al hombre serloCuando de verdad, es la maravilla más grande se puede dar en la historia de cómo cada uno. abandonamos las barcas, estamosque abandonando lo mejor que tenemos, la explicación más maravillosa que de nosotros se puede dar. Estamos

 

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quitando de nuestras vidas aquello que nos hace reconocernos como hombres y nos da seguridad en medio de las inseguridades que puedan surgir.  Un modo de destruir al hombre, es borrar su historia o por lo menos hacer que la olvide. Por eso, Dios lo primero que hace cuando se acerca al hombre, es construirle su historia. Tenemos la tentación de considerarnos insuficientes. El hombre que quiere vivir así y se empeña en hacerlo, no puede hacer historia. Hace una historia sin raíces, sin profundidad, que al primer viento cambia. Es importante subir a las barcas de cada uno, que necesario solamenterecuperar así será posible lo que nos describe el Papa Pablo II: hace,ya pues, por parte de todos la conciencia deJuan la primacía de«Se los valores morales, que son los valores de la persona humana en cuanto tal. Volver a comprender el sentido último de la vida y de sus valores fundamentales es el gran e importante cometido que se impone hoy día para la renovación de la sociedad. Sólo la conciencia de la primacía de éstos permite un uso de las inmensas posibilidades, puestas en manos del hombre por la ciencia; un uso verdaderamente orientado como fin a la promoción de la persona humana en toda la verdad, en su libertad y dignidad» («Familiaris Consortio», nº. 8). Entonces no dejamos las barcas, sino que las recogemos, subimos a ellas y no explicamos nuestra vida sino desde ellas.  Es preciso descubrir cómo el Señor ve las barcas y a quiénes las han dejado. El encuentro con el Señor hace subir de nuevo a las barcas a quienes las habían dejado. Cuando muchos hombres tienen la tentación de abandonar a Dios porque les han contado que es una liberación hacerlo, ver a Dios ayuda a entenderse a sí mismo, nos hace descubrir y palpar que la gran liberación ponery nuestras a disposición de Dios, en construir nuestras vidas consiste desde suenacción desde suvidas poder. Cuando hago memoria del Señor, no puedo por menos de caer rendido en bendición y agradecimiento ya que junto a El he descubierto que no hay nada bueno en mi vida ni en las vidas de los que conozco, que no tenga su origen en Dios. Y no hay nada malo en mi vida ni en las vidas de los demás que no encuentre su limite y su destrucción en el Señor. Cuando estamos junto a El y, por tanto, asumimos todo lo que nos ha dado, agudizamos nuestra mirada y sabemos descubrir la gracia y la profundidad infinitas que nos liberan de la superficialidad.   Querer vivir desde lo superficial es la tentación de querer bajar de las barcas, de querer dejar la historia más verídica que existe, que es la historia que Dios desde siempre y en su infinita bondad ha construido para el hombre.  Los pescadores habían bajado... y lavaban las las redes  pescadores habían Bajar y ponerse a hacer cosa distinta que nos entretenga y no nos deje pensar, es algo que hacemos todos otra los hombres. Mientras estamos distraídos no tenemos tiempo para pensar en lo que es importante, en lo fundamental. Cuando bajamos de las barcas y nos ponemos a lavar las redes, es como si con una mirada fría y analítica sólo fuéramos el aliento de una hierba que se marchita o una gota de rocío que se evapora con el sol del mediodía. Es decir, no tenemos fuerza transformadora de ningún tipo. Dejar la historia en la que hemos nacido, la que da explicación coherente a nuestras vidas y ponernos a vivir sin ella es lavar las redes.  El hombre que vive así lavando las redes, es sólo cifra y estadística y no pasa de ser un número de necesidades a saciar y de metas temporales a cubrir. Sin embargo, el hombre que se deja encontrar por Dios es el que está en la sabiduría que se comunica en el silencio y la contemplación; en esa sabiduría que es un latido de amor de Dios, de felicidad infinita que llena y sacia el corazón del hombre. Es ese hombre que se rebela a ser un disco de datos acumulados y desea ser una criatura de Dios, descubierta y dada a desde ese ser.  Esluz una gran tentación bajarse de las barcas y entretenerse en hacer otras cosas. Entonces perdemos nuestra originalidad, la que nos hace ser quienes somos, definirnos

 

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e identificarnos. En estos momentos históricos es importante estar atentos para no dejar nuestras barcas. Es conveniente tener tiempo para el encuentro con nosotros mismos y con los demás. Estos encuentros son los que posibilitan el encuentro con Dios ya que el hombre que no los tiene, pasa entretenido sus días y no tiene capacidad de pensar. Y por ello, baja de su barca y se pone a lavar las redes. Es decir, pierde su historia, su identidad.  He descubierto lo que significa bajar de la barca y ponerse a lavar las redes al leer el pasaje en que se describe la vocación de pasajeras Levi. Descubrimos a un hombrede/Lc/05/27-33 lavando las redes, es decir, entretenido en cosas como es estar sentado en el despacho de impuestos; ha perdido su originalidad; está lleno de dinero, pero vacío de sentido. En esa misma persona, encontramos a alguien con necesidad de sentido, ya que una sola palabra «Sígueme» le hace salir de sí mismo, subir otra vez a la barca y reconocerse: «Leví le ofreció un gran banquete en su casa». Ofrecer en su casa un banquete significa el reencuentro con su originalidad, significa la felicidad sentida de este reencuentro, la salida de si mismo para encontrarse con los demás y con Dios. Y todo se hace desde la vida y en la vida que este hombre estaba realizando.  Las tentaciones para lavar redes son enormes: Es más cómodo, se complica uno menos la vida, no hay que pensar mucho. Sin embargo, dar la vida, entregarla, vivirla desde el gozo que supone aceptar en mi historia a Dios, significa que ya no soy yo quien indica el camino, sino que acepto el que Dios me marca, que acepto las llaves de una existencia que solamente sabe abrir puertas y nunca cerrarlas, abrir caminos de adoración y de canto que son los que dan la felicidad y la grandeza al hombre.  Subiendo a una de las barcas que era de Simón  Es maravilloso pensar que Cristo eligiese a Simón y su barca, a Simón y su historia, para hablar a las gentes. Este gesto es de una profundidad muy grande y quisiera que a través de El, descubriéramos lo que el Señor nos quiere decir. Lo más grande que le puede ocurrir a un hombre, es que Dios le pida su vida entera, con todo lo que la constituye, para hacerse presente entre los hombres. Esta idea de prestar la vida nos hace recordar una vez más aquel gesto de María cuando Dios se acercó a su historia y le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1,27); y ella respondió entregando su vida: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (/Lc/01/38). María nos hace descubrir que Dios se acerca a todo hombre que viene a este mundo para pedirle la vida que es de él. Las respuestas son muy diferentes. El Señor se acercó a todos los que somos sus discípulos en un momento de nuestra vida; las respuestas hemos dado para presente en el mundo, para prestarle la vida, han sido que muyle distintas: unos le hacerle entregaron la vida desde la originalidad más radical, otros desde una vida común con otra persona intentando hacer realidad la comunión de Dios. A todos se nos exige y se nos pide que prestemos la vida al Señor.  Cristo «ha subido» a nuestras vidas. Lo hizo un día cualquiera tal y como estábamos, sin pedirnos nada, sin ponernos ninguna condición. Sólo quiere que hagamos verdad este prestar la vida, que tengamos una capacidad de respuesta desde nuestro ser. Como antes, también ahora recordamos a Leví; a él, simplemente se le dijo: «Sígueme». Esta palabra que significaba la petición de dejar que Cristo entrase en su vida, tuvo una respuesta inmediata de seguimiento y de aceptación del Señor. Leví prestó lo mejor que tenía, su vida, lo que era de Dios, e inmediatamente dejó el mostrador en que engañaba y robaba a los demás; esto no pertenecía a su originalidad, no era de Dios, pertenecía al mal. Cuando uno deja entrar en la barca, que q ue es la propia persona con lo que es y tiene y vive, entonces conoce la gran bondad de Dios, que El havidas puesto en nosotros de original Dejar porque entrar adescubre Cristo enlonuestras significa aprender y saber ylobueno. que es  ser criatura de Dios, lo que ha puesto en nosotros, lo que es su bondad, lo que de imagen de Dios

 

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tenemos y lo que implica vivir con los demás desde esta imagen. Impresiona pensar que Cristo haya querido nuestra vida para hacerse presente en esta historia. Y maravilla porque una vez más comprobamos cómo el Señor quiere servirse de lo débil, de lo pequeño, de lo sencillo, de lo que no tiene valor, de lo insignificante, para mostrar que es El quien tiene fuerza y poder.  La fuerza de Dios se muestra incluso donde parece que ya ha desaparecido. Recordemos el texto de la viuda de Naín, Lc 7,11-17: una mujer que ha perdido lo que más quería,hacerse su hijo,presente y la muchedumbre que acompaña esta mujer; y el Señor que quiere en aquel muerto para que alos quepobre lo acompañan vean las maravillas de Dios. A las palabras de Jesús: «Joven, a ti te lo digo: levántate, el muerto se incorporó y se puso a hablar, y El se lo dio a su madre». Todos vieron tan patente la presencia de Dios que decían «Un gran profeta se ha levantado entre nosotros y Dios ha visitado a su pueblo». El poder de Dios aparece así incluso en un muerto, para demostrarnos lo que es su fuerza, indicarnos que el único que de la nada puede hacer algo es El, para decirnos que allí donde nosotros no podemos hacer más, donde no sirven ya nuestras fuerzas, está El para mostrarnos que su fuerza y su amor son las que sirven, las que hacen nacer y crecer.  Si vemos que Dios se hace presente incluso a través de un muerto, ¿cómo no vamos a creer y a esperar que quiera hacerlo a través de nuestras vidas que aunque pobres, el Señor las hace ricas en favor de los demás? El Señor eligió a Simón que había dejado su historia, que había renunciado a asumir todo lo que era; le invitó a entrar en la barca a asumir historia con todas consecuencias. además lo quiso para hacerse presente entre lalos hombres. Esto las nos hace pensarY en nuestra propia lección y vislumbrar la responsabilidad que tenemos: hacer presente a Dios entre los hombres, realizarlo en el mundo concreto que nos toca vivir.  Enseñaba desde muchedumbre  desde la barca a la muchedumbre Cristo enseña valiéndose de Simón. La barca de Simón es figura de la Iglesia, del grupo de discípulos de Jesús, de todos esos hombres que han decidido prestar sus vidas, con sus historias, para hacer presente al Señor. Cristo quiso enseñar desde la barca, desde la de Simón, Pablo, Andrés..., que juntas forman la Iglesia; una gran barca que no se mide por el número de quienes lo forman, sino por la calidad de quien la hace que es el Señor. Porque quien enseña desde la barca es Jesús, no Pedro o Pablo o Andrés, aunque se valga de ellos para hacerlo.  Esta es la gran paradoja y a veces el gran escándalo: que Dios se haga presente desde esta Lo importante no es la manifestación externa, de sino lo que se los dice desde ella. pobreza. Y lo que desde ella se indica, son las mismas palabras Jesús, son mismos gestos del Señor. Así nos lo recuerda el Papa Juan Pablo II: «La Iglesia vive una vida auténtica, cuando profesa y proclama la misericordia —el atributo más estupendo del Creador y del Redentor—y cuando acerca a los hombres a las fuentes de la misericordia del Salvador, de las que es depositaria y dispensadora» («Dives in misericordia», nº. 13). Los judíos no entendieron que Dios se hiciese hombre; por eso cuando Cristo afirmó que era Dios, dijeron que era un blasfemo. Dios en su cercanía al hombre, pasa desapercibido para él. La Iglesia es esa presencia querida y construida por el Señor, que pasa también desapercibida o no entendida por muchos hombres.  Lo importante es que contemplemos a la Iglesia enseñando en nombre de Cristo. Enseñar desde la barca significa precisamente esto: que la Iglesia está enseñando. Ver así a la Iglesia, supone que la vemos en la realidad honda de su misión, que es la misma de Jesucristo. La vemos no mirando para sí misma, sino para el Señor y haciendo lo quesale El hizo. No mira de para si, sino las necesidades todosser losfermento hombresdey como el Señor, al encuentro ellas. Mirando a los demás de intenta vida allá donde los hombres quieren ser o implantar la muerte. 

 

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Dios no ha querido sustraerse a la historia y, por ello, asume su presencia desde la misma vida de los hombres. Pero lo que hace grande a la Iglesia es el hecho de ser realidad de Dios, impronta de su amor, fidelidad de amor a los hombres. Por ello, lo importante es ver cómo Dios está con nosotros en nuestras tareas, luchas y caminos; cómo nuestros pecados no nos hunden en el polvo o nuestros trabajos no quedan infecundos, porque la Iglesia es la pancarta de la gloria de Dios. Pancarta que constantemente tenemos que mirar para percibir si nuestro modo de llevarla hace que se la presencia Dios entre los hombres. Tenemos contemplarla para verreconozca si la estamos viviendodetal y como la hizo el Señor o si laque estamos haciendo a nuestra medida y estropeando la obra de Dios.  Boga mar adentro y echa las redes para pescar   La historia que estamos viviendo requiere hondura. Por ello, es conveniente que el Señor nos mande ir a la profundidad, más allá de lo visto, de lo conocido. Precisamente en esos lugares desconocidos por nosotros es donde nos encontramos con la realidad de Dios. Tenemos que ir mar adentro, es decir, tenemos que ser profundos e ir a la profundidad. Nuestra época lleva al hombre a vivir desde la superficie pero requiere hombres que vayan a lo profundo, hombres de Dios, contemplativos de la vida y de la historia desde Dios. Bogar mar adentro significa vivir desde quien es origen de todo lo que existe; significa que lo que sucede y acontece lo vivimos desde Dios. Si queremos alguna explicación la tenemos que buscar en la hondura. El Señor pidió a Simón que bogase mar adentro,así, quesefuese a echar la profundidad buscar explicaciones a lo que acontecía. Solamente pueden las redes yacoger algo.   Cuando el hombre de hoy y, por tanto, cuando cada uno de nosotros queremos explicarnos tantas cosas y no podemos, cuando los hombres de nuestro tiempo entran en la angustia o la desesperanza, sería conveniente oír la voz del Señor que nos dice: boga mar adentro y echa las redes, es decir, entra en la profundidad que tiene la vida y que la adquiere desde mi y verás entonces cómo encuentras explicación a lo que sucede a tu alrededor. Recordemos el encuentro del Señor con la Samaritana: cfr. Jn 4,5-42. Lo que le pide a la mujer es que vaya a la profundidad, que lea desde dentro, que no se quede simplemente en la superficie, en el agua que saca del pozo de Jacob o en la enemistad que tienen los judíos y los samaritanos. Cuando el Señor le ha deshecho sus posiciones personales y ya no puede agarrarse a posturas superficiales, la invita y la provoca a echar las redes, es decir, a ver y descubrir dónde está ese agua que quita la sed. Ella misma es la que responde: «Señor, dame de esa agua, para que no más sed y no tenga que aquí aen sacarla».   Unatenga de las tareas más grandes devenir la Iglesia estos momentos entre los hombres de nuestro tiempo quizás sea enseñarles a bogar mar adentro y desde ahí tirar las redes. Al hombre de hoy le cuesta vivir en profundidad. Por ello insiste la Iglesia en una vida profunda, contemplativa, serena, capaz de sacar incluso de los lugares más inhóspitos e inútiles, algo útil y con capacidad de ser alimento abundante para el hombre. Bogar mar adentro y echar redes, significa quitar trabas y obstáculos para que el hombre pueda encontrar a Dios a su lado; saber que Dios está en sus destinos y que en tiempos de hambre es El quien la quita. ¡Qué tarea más bonita para la Iglesia enseñar a los hombres a vivir desde la profundidad! ¡Y qué tarea para los que formamos parte de la Iglesia, sabernos viviendo y enseñando a vivir desde la profundidad! Tenemos que ser maestros de la hondura, buceadores del sentido último, de la última y más importante explicación. Para ir hacia adentro, a la profundidad, es necesario conversar con Cristo; es El quien te lleva. Lo vemos con Simón; tira mar adentro, porque se lo manda se fía del Señor,con estáCristo. con el El Señor. Nonos se puede hacer profundidad, si no se vive Jesús; en amistad continua Señor da serenidad. Su amistad, la conversación con El, nos da hondura Esta amistad es la que nos da capacidad para

 

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buscar la última explicación, la más importante, la que no nos deja vacíos. Urge pasar tiempo y tiempo con el Señor para buscar la explicación oportuna, la que es profunda, la que llena a los hombres, la que hace sentir seguridad porque procede de Dios. El diálogo con el Señor, la conversación serena y amistosa con El, se impone como modo seguro de ir a la profundidad.  Sentirme yo dueño y señor de la Iglesia para buscar todo tipo de explicaciones, me hace por una parte no encontrar ninguna y por otra situarme en el vacío. Vivir así, nos hace «Maestro, bregando todase la va noche no hemos pescado nada;exclamar: pero en tu palabra hemos echaré estado las redes». Cuando en ynombre propio y se quieren hacer las cosas desde las fuerzas personales, no se encuentra ninguna explicación. Entre los muchos ejemplos que podríamos recoger, tenemos el de aquella mujer que padecía flujos de sangre. Sabía que no se bastaba a si misma y creyendo que podía ser curada por Jesús, tocó la orla de su manto y al punto fue curada. Necesitaba de alguien más grande que ella para curarse y por eso se acercó a Cristo. Tuvo que salir de sí misma e ir a Cristo para curarse.   Cuando los hombres estamos más seguros de nosotros mismos, cuando parece que nos bastamos con nuestras propias fuerzas, aparece Cristo en la historia para decirnos que la profundidad de la vida y de la historia no podemos alcanzarla por nosotros mismos; que es necesario bogar mar adentro y allí tirar las redes para encontrar explicaciones hondas; que los hombres necesitamos cada día más de esa hondura que procede de Dios y que, por ello, son necesarios maestros no teóricos, sino maestros que, desde una praxis vivida junto al Señor enseñen a sus compañeros historia a vivir de tirando hacia adentro siempre, buscando la explicación desde quien de es la Creador y Señor todo lo que existe.  Llenaron tanto las barcas que casi se hundían  Alguna vez nos hemos encontrado con hombres llenos de alegría y de gozo, plenos de sentido para todo, que ofrecían una única explicación a su manera de ser y servir: habían llenado su vida de Dios y desde ahí vivían los acontecimientos y la historia. Cuando queremos buscar alguna explicación al hecho de que Simón llenó la barca de peces, hay que decir que fue porque comenzó a vivir de la Palabra del Señor, comenzó a fiarse de El. Llenar las barcas supone llenar de sentido todas las cosas y estar desbordados de gozo por la posibilidad de tener explicación de todo desde la fuerza y la hondura que nos da el Señor.  Llenar las barcas que casi se hunden, significa que el hombre ha entrado por la senda de los pasos y que se rindedeante evidencia de su presencia de su amor. Significa que de seDios toma conciencia quelasin la presencia del Señory andamos sin destino, errados.  Llenar las barcas supone que lo mismo da vivir desde la aurora que en el ocaso, ya que es el Señor quien hace que todo tiempo se torne en gozo. En tiempos de cambio es necesario vivir la profundidad nacida de Dios que nos hace sentir su caricia, que da forma y valor a los días, minutos y segundos del hombre. Una hondura que se adquiere viviendo la presencia siempre permanente y penetrante de quien es Señor de todo lo que existe.  En la profundidad que me da estar junto al Señor, reconozco mi verdad de criatura y descubro que solamente soy una nota en esa multitud que llena el universo. Al mismo tiempo percibo que solamente desde la profundidad del Señor, seré capaz de dar esa nota mía, original, distinta a todas las demás.  Llenar las barcas significa que viviendo desde la profundidad que da el Señor, somos capaces de eliminar cualquier negrura o tormenta, cualquier situación o desesperanza. La vida vivida desde la hondura quiebra los espacios quedeseangustia llenan de

 

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confusión y abre pasos a una vida oxigenada por el aire que procede de Aquél que da capacidad para tener horizontes siempre nuevos.  NARCEA. MADRID 1989. Págs. 77-94  

TEXTO X LOS PRIMEROS DISCÍPULOS (Lc/05/01-11). 1 Sucedió, pues, que mientras él estaba de pie junto al lago de Genesaret, el  pueblo se fue agolpando en torno a él, para oír la palabra de Dios. 2 En esto vio dos barcas atracadas a la orilla del lago; pues los pescadores habían salido de ellas y estaban lavando las redes. 3 Subió a una de estas barcas, que era de Simón, y le rogó que la apartara un poco de la orilla; se sentó y enseñaba a las multitudes desde la barca.   Es por la mañana, junto al lago de Genesaret. Jesús está de pie en la orilla y anuncia la palabra de Dios. El pueblo se agolpa en su derredor, lo asedia. Entonces sube a una barca de las que estaban atracadas allí, se sienta en la barca como maestro y enseña a las masas del pueblo que escuchaban desde la orilla. La palabra de Dios atrae a los hombres, y los atrae en grandes masas.  La barca a que sube Jesús era de Simón. Jesús lo había conocido ya, había estado en su casa, había curado a su suegra y había sido su huésped. Ahora aprovecha sus servicios, para sí y para el pueblo. También Simón conoce a Jesús, su poder de curar y el poder de su palabra. El que se adhiera a Jesús tan pronto como se siente llamado por él, es algo que ha sido bien preparado y resulta comprensible. La palabra poderosa de Dios se posesiona del hombre humanamente.  4 Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Navega mar adentro y echad vuestras redes para pescar. 5 Y respondió Simón: Maestro, toda la noche hemos estado bregando, pero no hemos pescado nada; sin embargo, en virtud de tu palabra, echaré las redes. 6 Lo hicieron así, y recogieron tan grande cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. 7 Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca para que vinieran a ayudarlos; acudieron y llenaron tanto las dos harcas, que casi se hundían.   Jesús dirige una palabra imperiosa a Simón. La orden lo destaca de las muchedumbres del pueblo incluso de los que están con él en la barca. Le da la preferencia y lo distingue entre todos. Las largas redes (de 400 a 500 metros) formadas por un sistema de tres redes, han de arrojarse al lago, allí donde hay profundidad. Para ello hacen falta por lo menos cuatro hombres. La orden representa una prueba para la fe de Pedro. Según cálculos humanos basados en una larga experiencia de los pescadores, es inútil echar ahora las redes. (Si no se ha capturado nada durante la noche, que es el tiempo de la pesca, ahora -por la mañana- se pescará mucho menos. La elección y la vocación exigen fe, aunque no se comprenda, exigen «esperanza contra toda esperanza» (Rom 4,18). Así creyó y esperó María, así también Abraham (Rm 4,18-21; Gén 15,5).   Simón reconoce que la palabra de Jesús ordena con autoridad y que es capaz de realizar lo que no se puede lograr con fuerzas humanas. Maestro, en virtud de tu palabra... La interpelación «Maestro» es característica del Evangelio de Lucas. Con ella se reproduce el título de doctor o de rabí. Con ello quería evidentemente indicar Lucas que Jesús enseña con autoridad y con fuerza imperativa.  La fe en la palabra pa labra imperiosa del Maestro no se ve frustrada. Las redes estaban a punto de romperse debido al peso de los peces. Como Pedro no exige ningún signo, recibe el

 

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signo que se amolda a su vida, a su inteligencia y a su vocación. Dios procede con él como con María. Así procede Dios con su pueblo. La salvación exige fe, pero Dios apoya la fe con sus signos.  8 Cuando Simón Pedro lo vio, se echó a los pies de Jesús, diciéndole: Apártate de mí, Señor, que soy hombre pecador. 9 Es que un enorme estupor se había apoderado de él y de los que con él estaban, ante la redada de peces que habían pescado. 10a Igualmente les sucedió a Santiago y Juan, hijos de  Zebedeo, estaban asociados dos con Simón.   de Dios (*). Ha visto y vivido el Simón ve que en Jesús unaasocia manifestación (epifanía) milagro, el poder divino que actúa en Jesús. La manifestación de Dios suscita en él la conciencia de su condición de pecador, de su indignidad, el temor del Dios completamente otro, del Dios santo. La manifestación del Dios santo a Isaías remata en esta confesión del profeta: «¡Ay de mí, perdido soy!, pues siendo hombre de impuros labios..., he visto con mis ojos al Rey, Yahveh Sebaot» (Is 6,5). La admiración por Jesús atrae a Simón hacia él, la conciencia de su pecado le aleja de él. En la palabra «Señor» expresa la grandeza de aquel al que ha reconocido en su milagro.  Lucas no emplea ya sólo el nombre de Simón, sino que añade también el de Pedro. Simón Pedro: Simón, la roca. En esta hora en que Simón opta por creer en la palabra de Jesús, se sientan las bases para la promesa futura: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia», como también para la vocación de Pedro, de fortalecer a los hermanos: «Tú, en cambio, confirma a tus hermanos» (22,32), y para la transmisi6n cargo pastoral por (Jn 21,15ss). Con la fe sese prepara para ser roca.de   El estupor ydel sobrecogimiento la pesca inesperada había Pedro apoderado no sólo Pedro, sino también de los dos hijos de Zebedeo, Santiago y Juan. Lucas se fija sólo en estos tres, aunque seguramente había también un cuarto para manejar la red. Simón, Santiago y Juan son los tres apóstoles preferidos, los testigos de las íntimas revelaciones de Jesús, de la resurrección de la hija de Jairo, de la transfiguración y de la agonía en el huerto de los Olivos. Santiago y Juan estaban ya unidos con Simón en el oficio de la pesca, eran sus asociados y colegas. Sobre la vieja comunidad edifica Jesús una nueva. ............... * En la epifanía se hace Dios de repente visible o audible en el mundo, de modo que la persona que la experimenta puede responderle. De los materiales de tradición que utiliza Lucas para su Evangelio y para los Hechos elige descripciones de epifanías (por ejemplo: Lc 3,21ss; Act 5, 19; 12, 17), porque sus destinatarios procedentes de Ia gentilidad eran especialmente sensibles a éstas. ............... 

10b Pero Jesús dijo a Simón: No tengas miedo. Desde ahora serás pescador de hombres. 11 Y cuando atracaron las barcas a la orilla, dejándolo todo, le  siguieron.  Jesús quita el temor a Pedro y le da su encargo. Lo mismo sucedió cuando el ángel transmitió a María el encargo de Dios. El temor reverencial del Dios santo es fundamento de la vocación, en la que Dios quiere mostrarse el Santo y el Grande.  Así como Pedro hasta ahora había cogido en la red peces del lago, en adelante pescará hombres para el reino de D¿os. Los encerrará como con una llave. ¿Se insinúan aquí las palabras acerca de la llave del reino de los cielos, que un día recibirá Pedro? La palabra promete, llama y va acompañada de poderes.  El llamamiento de Jesús obra con autoridad. Jesús llama a los que quiere y los constituye en lo que él quiere. Así procedió Dios también con los profetas. Simón,  juntamente con Santiago y Juan arrastraron las barcas a la orilla y abandonaron el oficio de pescador, lo dejaron todo: barca, redes, padre, casa. La vida comienza a adquirir nuevo contenido. Siguieron a Jesús como discípulos, como los discípulos de los rabinos seguían a su maestro para apropiarse su palabra, su doctrina y su forma de vida. Lo que desde ahora llena su vida es Jesús, el reino de Dios, la pesca de hombres.

 

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Simón vivió en Jesús la epifanía de Dios, se reconoció pecador y recibió la vocación para la obra salvadora. El tiempo de salvación ha comenzado: conocimiento de la salvación mediante el perdón de los pecados (1,77). La soberanía de Dios se revela en la acogida de los pecadores.  El comienzo de la actividad en Galilea está consagrado a Simón Pedro. Jesús se ha visto repudiado por la ciudad de sus padres, pero en los límites de la tierra de Galilea lo acoge Pedro y se le adhiere. La expulsión del demonio en la sinagoga, la curación de la suegra, los numerosos al atardecer de su casa tienen remate coronamiento en la pescamilagros milagrosa. Los lugaresdelante de su vida pasada, en los que habíay orado, había vivido con su familia, había trabajado, son ahora, mediante los hechos salvíficos de Dios, liberados de su miseria, de la influencia del diablo, de la enfermedad y de la pena, del fracaso. Ahora se ve Pedro segregado de todo lo anterior y en adelante será pescador de hombres para el reino de Dios, al servicio de Jesús y de su palabra poderosa. 

TEXTO XI ¿QUÉ ES SER PESCADOR DE HOMBRES? BENEDICTO XVI , 24 de abril de 2005

El signo con del el cual la liturgia hoy representa Ministerio petrino la segundo entrega del anillo pescador. La de llamada de Pedroela comienzo ser pastor,delque hemos oído en es el Evangelio, viene después de la narración de una pesca abundante; después de una noche en la que echaron las redes sin éxito, los discípulos vieron en la orilla al Señor resucitado. Él les manda volver a pescar otra vez, y he aquí que la red se llena tanto que no tenían fuerzas para sacarla; había 153 peces grandes y, “aunque eran tantos, no se rompió la red” (Jn 21,11). Este relato al final del camino terrenal de Jesús con sus discípulos, se corresponde con uno del principio: tampoco entonces los discípulos habían pescado nada durante toda la noche; también entonces Jesús invitó a Simón a remar mar adentro. Y Simón, que todavía no se llamaba Pedro, dio aquella admirable respuesta: “Maestro, por tu palabra echaré las redes”. Se le confió entonces la misión: “No temas, desde ahora serás pescador de hombres” (Lc 5,1 Lc

5,11). También hoy se dice a la Iglesia y a los sucesores de los apóstoles que se adentren en el mar de la historia y echen las redes, para conquistar a los hombres para el Evangelio, para Dios, para Cristo, para la vida verdadera. Los Padres han dedicado también un comentario muy particular a esta tarea singular. Dicen así: para el pez, creado para vivir en el agua, resulta mortal sacarlo del mar. Se le priva de su elemento vital para convertirlo en alimento del hombre. Pero en la misión del pescador de hombres ocurre lo contrario. Los hombres vivimos alienados, en las aguas saladas del sufrimiento y de la muerte; en un mar de oscuridad, sin luz. La red del Evangelio nos rescata de las aguas de la muerte y nos lleva al resplandor de la luz de Dios, en la vida verdadera. Así es, efectivamente: en la misión de pescador de hombres, siguiendo a Cristo, hace falta sacar a los hombres del mar salado por todas las alienaciones y llevarlo a la tierra de la vida, a la luz de Dios. Así es, en verdad: nosotros existimos para enseñar Dios a los hombres. Y únicamente donde se ve a Dios, comienza realmente la vida. Sólo cuando encontramos en Cristo al Dios vivo, conocemos lo que es la vida. No somos el producto casual y sin sentido de la evolución. Cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario. Nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos, por el Evangelio, por Cristo. Nada más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con él. La tarea del pastor, del pescador de

 

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hombres, puede parecer a veces gravosa. Pero es gozosa y grande, porque en definitiva es un servicio a la alegría, a la alegría de Dios que quiere hacer su entrada en el mundo.

TEXTO XII La confianza en la iniciativa de Dios y la respuesta humana . MENSAJE DEL PAPA PARA LA XLVI JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES. Benedicto XVI 2009 

Me es grato invitar a todo el pueblo de Dios a reflexionar sobre el tema: La confianza en la iniciativa de Dios y la respuesta humana. Resuena constantemente en la Iglesia la exhortación de Jesús a sus discípulos: «Rogad al dueño de la mies, que envíe obreros a su mies» (Mt 9, 38). ¡Rogad! La apremiante invitación del Señor subraya cómo la oración por las vocaciones ha de ser ininterrumpida y confiada. De hecho, la comunidad cristiana, sólo si efectivamente está animada por la oración, puede «tener mayor fe y esperanza en la iniciativa divina» (Exhort. ap. postsinodalSacramentum postsinodalSacram entum caritatis, 26). La vocación al sacerdocio y a la vida consagrada constituye un especial don divino, que se sitúa en el amplio proyecto de amor y de salvación que Dios tiene para cada hombre y la humanidad entera. apóstoldePablo, al que recordamos especialmente durante«Dios, este Año Paulino en el segundoElmilenio su nacimiento, escribiendo a los efesios afirma: Padre de nuestro Señor Jesucristo, nos ha bendecido en la persona de Cristo, con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor» (Ef 1, 3-4). En la llamada universal a la santidad destaca la peculiar iniciativa de Dios, escogiendo a algunos para que sigan más de cerca a su Hijo Jesucristo, y sean sus ministros y testigos privilegiados. El divino Maestro llamó personalmente a los Apóstoles «para que lo acompañaran y para enviarlos a predicar, con poder para expulsar demonios» (Mc 3,14-15); ellos, a su vez, se asociaron con otros discípulos, fieles colaboradores en el ministerio misionero. Y así, respondiendo a la llamada del Señor y dóciles a la acción del Espíritu Santo, una multitud innumerable de presbíteros y de personas consagradas, a lo largo de los siglos, se ha entregado completamente en la Iglesia al servicio del Evangelio. Damos gracias al Señor porque también hoy sigue llamando a obreros para su viña. Aunque es verdad que en algunas regiones de la tierra se registra una escasez preocupante de presbíteros, y que dificultades y obstáculos acompañan el camino de la Iglesia, nos sostiene la certeza inquebrantable de que el Señor, que libremente escoge e invita a su seguimiento a personas de todas las culturas y de todas las edades, según los designios inescrutables de su amor misericordioso, la guía firmemente por los senderos del tiempo hacia el cumplimiento definitivo del Reino. Nuestro primer deber ha de ser por tanto mantener viva, con oración incesante, esa invocación de la iniciativa divina en las familias y en las parroquias, en los movimientos y en las asociaciones entregadas al apostolado, en las comunidades religiosas y en todas las estructuras de la vida diocesana. Tenemos que rezar para que en todo el pueblo cristiano crezca la confianza en Dios, convencido de que el «dueño de la mies» no deja de pedir a algunos que entreguen libremente su existencia para colaborar más estrechamente con Él en la obra de la salvación. Y por parte de cuantos están llamados, se requiere escucha atenta y prudente discernimiento, adhesión generosa y dócil al designio divino, profundización seria en lo que es propio de la vocación sacerdotal y religiosa para corresponder a ella de manera responsable y convencida. El Catecismo de la Iglesia Católica recuerda oportunamente que la iniciativa libre

 

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de Dios requiere la respuesta libre del hombre. Una respuesta positiva que presupone siempre la aceptación y la participación en el proyecto que Dios tiene sobre cada uno; una respuesta que acoja la iniciativa amorosa del Señor y llegue a ser para todo el que es llamado una exigencia moral vinculante, una ofrenda agradecida a Dios y una total cooperación en el plan que Él persigue en la historia (cf. n. 2062). Contemplando el misterio eucarístico, que expresa de manera sublime el don que libremente ha hecho el Padre en la Persona del Hijo Unigénito para la salvación de los hombres, y la plena y dócil disponibilidad de Cristo hasta beber plenamente el «cáliz» de la voluntad de Dios (cf. Mt 26, 39), comprendemos mejor cómo «la confianza en la iniciativa de Dios» modela y da valor a la «respuesta humana». En la Eucaristía, don perfecto que realiza el proyecto de amor para la redención del del mundo, Jesús se inmola libremente libremente para la salvación de la la humanidad. «La Iglesia –escribió mi amado predecesor Juan Pablo II–  ha recibido la Eucaristía de Cristo, su Señor, no sólo como un don entre otros muchos, aunque sea muy valioso, sino como el don por excelencia, porque es don de sí mismo, de su persona en su santa humanidad y, además, de su obra de salvación» (Enc. Ecclesia de Eucharistia, 11). Los presbíteros, que precisamente en Cristo eucarístico pueden contemplar el modelo eximio de un «diálogo vocacional» entre la libre iniciativa del Padre y la respuesta confiada de Cristo, están destinados a perpetuar ese misterio salvífico a lo largo de los siglos, hasta el retorno glorioso del Señor. En la celebración eucarística es el mismo Cristo el que actúa en quienes Él ha escogido como ministros suyos; los sostiene para que su respuesta se desarrolle en una dimensión y de queflaqueza despeje (cf. todos cuando más fuertede la confianza experiencia degratitud la propia Rmlos8,temores, 26-30), incluso o se hace más aparece duro el contexto de incomprensión o incluso de persecución (cf. Rm 8, 35-39). El convencimiento de estar salvados por el amor de Cristo, que cada Santa Misa alimenta a los creyentes y especialmente a los sacerdotes, no puede dejar de suscitar en ellos un confiado abandono en Cristo que ha dado la vida por nosotros. Por tanto, creer en el Señor y aceptar su don, comporta fiarse de Él con agradecimiento adhiriéndose a su proyecto salvífico. Si esto sucede, «la persona llamada» lo abandona todo gustosamente y acude a la escuela del divino Maestro; comienza entonces un fecundo diálogo entre Dios y el hombre, un misterioso encuentro entre el amor del Señor que llama y la libertad del hombre que le responde en el amor, sintiendo resonar en su alma las palabras de Jesús: «No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure» (Jn 15, 16). Ese engarce de amor la iniciativa divina y la respuesta humana se presenta también, de manera admirable, enentre la vocación a la vida consagrada. El Concilio Vaticano II recuerda: «Los consejos evangélicos de castidad consagrada a Dios, pobreza y obediencia tienen su fundamento en las palabras y el ejemplo del Señor. Recomendados por los Apóstoles, por los Padres de la Iglesia, los doctores y pastores, son un don de Dios, que la Iglesia recibió de su Señor y que con su gracia conserva siempre» (Lumen gentium, 43). Una vez más, Jesús es el modelo ejemplar de adhesión total y confiada a la voluntad del Padre, al que toda persona consagrada ha de mirar. Atraídos por Él, desde los primeros siglos del cristianismo, muchos hombres y mujeres han abandonado familia, posesiones, riquezas materiales y todo lo que es humanamente deseable, para seguir generosamente a Cristo y vivir sin ataduras su Evangelio, que se ha convertido para ellos en escuela de santidad radical. Todavía hoy muchos avanzan por ese mismo camino exigente de perfección evangélica, y realizan su vocación con la profesión de los consejos evangélicos. El testimonio de esos hermanos y hermanas nuestros, tanto en monasterios de vida contemplativa como en los institutos y congregaciones de vida apostólica, le recuerda al pueblo de Dios «el misterio del Reino de Dios que ya actúa en la

 

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historia, pero que espera su plena realización en el cielo» (Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Vita consecrata, 1). ¿Quién puede considerarse digno de acceder al ministerio sacerdotal? ¿Quién puede abrazar la vida consagrada contando contando sólo con sus fuerzas humana humanas? s? Una vez más conviene recordar recordar que la respuesta del hombre a la llamada divina, cuando se tiene conciencia de que es Dios quien toma la iniciativa y a Él le corresponde llevar a término su proyecto de salvación, nunca se parece al cálculo miedoso del siervo perezoso que por temor esconde el talento recibido en la tierra (cf. Mt 25, 14-30), sino que se manifiesta en una rápida adhesión a la invitación del Señor, como hizo Pedro, que no dudó en echar nuevamente las redes pese a haber estado toda la noche faenando sin pescar nada, confiando en su palabra (cf. Lc 5, 5). Sin abdicar en ningún momento de la responsabi-lidad personal, la respuesta libre del hombre a Dios se transforma así en «corresponsabilidad», en responsabilidad en y con Cristo, en virtud de la acción de su Espíritu Santo; se convierte en comunión con quien nos hace capaces de dar fruto abundante (cf. Jn 15, 5). Emblemática respuesta humana, llena de confianza en la iniciativa de Dios, es el «Amén» generoso y total de la Virgen de Nazaret, pronunciado con humilde y decidida adhesión a los designios del Altísimo, que le fueron comunicados por un mensajero celestial (cf. Lc 1, 38). Su «sí» inmediato le permitió convertirse en la Madre de Dios, la Madre de nuestro Salvador. María, después de aquel primer «fiat», que tantas otras veces tuvo que repetir, hasta el momento culminante de la crucifixión de Jesús, cuando «estaba junto a la cruz», como señala el evangelista siendo copartícipe del dolor atroz de su Hijo inocente. precisamente desde la cruz, JesúsJuan, moribundo nos la dio como Madre y a Ella fuimos confiadosYcomo hijos (cf. Jn 19, 26-27), Madre especialmente de los sacerdotes y de las personas consagradas. Quisiera encomendar a Ella a cuantos descubren la llamada de Dios para encaminarse por la senda del sacerdocio ministerial o de la vida consagrada. Queridos amigos, no os desaniméis ante las dificultades y las dudas; confiad en Dios y seguid fielmente a Jesús y seréis los testigos de la alegría que brota de la unión íntima con Él. A imitación de la Virgen María, a la que llaman dichosa todas las generaciones porque ha creído (cf. Lc 1, 48), esforzaos con toda energía espiritual en llevar a cabo el proyecto salvífico del Padre celestial, cultivando en vuestro corazón, como Ella, la capacidad de asombro y de adoración a quien tiene el poder de hacer «grandes cosas» porque su Nombre es santo (Cf. Lc 1, 49).

 

TEXTO XIII COMENTARIO AL EVANGELIO DEL PAPA JUAN PABLO II 1980

A propósito de esta vocación, el Evangelio de hoy nos ofrece abundante materia de rreflexión eflexión y todas las lecturas de la liturgia li turgia dominical nos permiten comprender aún más a fondo su contenido. He aquí el cuadro más frecuente en el Evangelio: Cristo enseña. Enseña a cuantos "se agolpan" en torno "para oír la Palabra de Dios" (Lc 5,1). Primero enseña en la orilla del lago de Genesaret, luego "subió a una de las barcas, que era la de Simón", y rogándole que se alejase un poco de la tierra, continuó enseñando a la multitud desde la barca (cf. Lc Lc 5,5). Cuando terminó de hablar, se alejó de la muchedumbre y mandó a Simón hacerse a la mar y echar las redes para la pesca (cf. Lc Lc 5,4). El acontecimiento, que podría parecer ordinario, toma de allí a poco un carácter extraordinario En efecto, la pesca resulta especialmente abundante, lo que sorprende a Simón y los otros pescadores, cuya fatiga precedente, que duró toda la noche, no había dado resultado alguno: "Toda la noche

 

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hemos estado trabajando y no hemos pescado nada" (Lc 5,5), dice Simón, cuando Jesús le pide echar las redes. Lo hacen únicamente por respeto a las palabras de Jesús, movidos por un motivo de estima y obediencia. La inesperada, abundantísima pesca, que incluso exige la ayuda de los compañeros de la otra barca, suscita en Simón Pedro una reacción típica de él. Se echa a los pies de Jesús y dice: "Señor, apártate de mí, que soy hombre pecador" (Lc 5,8). Los otros testigos del acontecimiento milagroso, los hermanos Santiago y Juan, no reaccionan del mismo modo, pero también se llenan de estupor por la extraordinaria Lc 5,9). Entonces. Jesúspesca dirigerealizada a Simón(cf. las Lc palabras que dan el significado profético a todo el acontecimiento: "No temas; en adelante vas a ser pescador de hombres" (Lc 5,10). 3. En diversos pasajes podemos comprobar que el Señor Jesús enseña a todos los que se acercan para oír su. palabra; sin embargo, El se propone instruir de modo particular a los Apóstoles, para introducirlos en los "misterios del reino", que ellos sobre todo deben conocer, para creer en la propia misión. Jesús los educa en la tarea de futuros testigos de su potencia y de maestros seguros de esa verdad que El ha traído al mundo desde el Padre, de la verdad que es El mismo. El pasaje evangélico de hoy nos muestra uno de los momentos particulares de esta solicitud, mediante la cual Jesús confirma a los Apóstoles y ante todo a Simón Pedro en la propia vocación. El método que usa el Maestro divino sobrepasa la simple enseñanza, el anuncio de la Palabra y su explicación. Para que penetre en profundidad, Jesús confirma la verdad de la Palabra anunciada con la revelación de su potencia sobrehumana y sobrenatural de Dios, que se dirige directamente a todo el hombre. Frente a la revelación de esta potencia, la reacción del hombre es siempre la que manifestó Simón Pedro: la toma de conciencia de la propia indignidad y estado pecaminoso. ¿No decimos nosotros siempre, antes de la santa comunión: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa..."?. Pedro, a su vez, afirma, "apártate de mí, que soy hombre pecador" (Lc 5,8). San Pablo movido por el mismo sentimiento, escribirá: "No soy digno de ser llamado Apóstol, pues perseguí a la Iglesia de Dios" (1Co 15,9). Así Isaías se defiende de la llamada del Señor, que querría eludir, oponiendo la impureza de los propios labios, indignos de pronunciar las palabras del Señor (cf. Is Is 6,5). Este profundo sentido de estado pecaminoso personal y de indignidad permite actuar a Dios mismo,  permite a su gracia gracia — gracia gracia a la llamada divina —  hacerse  hacerse eficaz. Los labios de Isaías, tocados por un carbón encendido, se vuelven puros y el profeta puede decir: "Heme aquí, envíame a mí" (Is 6 Is 8). Pablo, convertido de perseguidor en Apóstol, afirma: "Por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia que me confirió no ha sido estéril" (1Co 15,10). En cambio, Simón Pedro escucha de labios de Cristo las palabras confortadoras: confortadoras: "No temas; en adelante vas a ser  pescador de hombres" (Lcse5,10 5,10). ). 4. En las lecturas de hoy encierra una profunda lección que demuestra nuestra verdadera relación  personal con Dios. Ante todo es necesario que tengamos un sentido profundo de su santidad y a la vez un vivo sentimiento de nuestra culpa e indignidad. Cuanto más caigamos en la cuenta de esto último, tanto más se nos revela lo primero: Dios en la Majestad inefable de su potencia y de su amor; Creador y Redentor del hombre; Sabiduría, justicia; Misericordia; Dios Omnipresente, Omnisciente, Omnipotente. Cristo nos manifiesta con su enseñanza este misterio inescrutable de Dios y, al mismo tiempo, nos lo acerca, hablando el lenguaje de los hombres sencillos, haciendo presente la potencia de Dios mismo con signos visibles, como, por ejemplo, la pesca del lago de Genesaret. Reflexione cada uno de nosotros si su relación interior con Dios tiene los rasgos que se manifiestan en el comportamiento de Simón Pedro, de Pablo de Tarso, del profeta Isaías; si nuestra relación con Dios no es demasiado superficial, unilateral, interesada. ¿Tenemos miedo del pecado, por no ofender al Padre y al Hijo, su Unigénito, que ha aceptado por nosotros la pasión y la muerte en la cruz? ¿O más bien nos falta esa conciencia de profunda indignidad en relación con el que es el solo y único Santo?

 

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Comprometámonos en este sentido. 5. Además de esto, las lecturas de hoy contienen pensamientos e indicaciones importantes para la vida de la parroquia, como comunidad del Pueblo de Dios. Cristo dijo a Pedro: "En adelante vas a ser pescador de hombres" (Lc 5,10); esta pesca misteriosa corresponde a la misión incesante de la Iglesia, de cada una de las comunidades en la Iglesia y de cada uno de los cristianos. Llevar a los hombres vivos, a las almas humanas a la luz de la fe y a la fuente del amor; mostrarles el Reino de Dios presente en los corazones y en el designio de la historia de la humanidad; reunir a todos en dado, esa unidad, cuyo centro Cristo: heplena aquíde la misión continua de la Iglesia. El Concilio Vaticano II ha en su enseñan enseñanza, za, laesexpresión esta misión. Y como en los tiempos de Jesús, así también hoy, esta misión exige un constante anuncio que  prepare y facilite la acogida de la verdad divina y del amor fraterno. Exige que cada una de las  personas, de los grupos, de los ambientes "se aparten a veces de la tierra" para "alejarse". Es necesario para esta penetración más profunda del Evangelio y de los misterios divinos. Es necesaria  particularmente una intimidad familiar exclusiva, ferviente con Cristo Cri sto y con el Padre en el Espíritu Santo, para que maduren los apóstoles, es decir, los cristianos perfectos, prontos a dar a los demás, sacando de la propia plenitud, para que la gracia de Dios en ellos no sea estéril (cf. 1Co 15,10 2Co 6,1). Precisamente para este múltiple e intenso trabajo de la Iglesia en vuestra parroquia, he venido hoy aquí a rezar y a pedir junto con vosotros, en el Sacrificio Eucarístico y en los sucesivos encuentros, encuentros, el don de un maduro testimonio cristiano. "Maestro.... porque tú lo dices echaré las redes" (Lc 5,5). Vuestra comunidad, vuestros Pastores, todas las almas apostólicas, religiosos, religiosas y laicos responsables, todos los feligreses no cesen de pensar así, animados por este mismo espíritu de fe, y no cesen de actuar en consecuencia. ¡El Maestro y Señor está constantemente presente en nuestra barca! 6. Para hacer incisivo vuestro compromiso y para traducir vuestra identidad cristiana en la realidad viva del barrio, deseo dirigiros en particular algunas exhortaciones. La vocación del cristiano se realiza sustancialmente, además de en la vida de gracia, en el testimonio de amor y de solidaridad, que requiere obviamente una apertura a los demás, acogidos como tales, y apremia a salir de sí mismos, de los propios miedos y defensas de la tranquilidad del bienestar  propio, para comunicar y al mismo tiempo ti empo construir un tejido de relaciones recíprocas, orientadas al  bien espiritual, moral moral y social de todo todos. s. Además, que vuestro compromiso de crecimiento cristiano se desarrolle en el ámbito de la comunidad parroquial, la cual debe ofrecer "un luminoso ejemplo de apostolado comunitario, reduciendo a unidad todas las diversidades humanas que en ella se encuentren e insertándolas en la universalidad la Iglesia" (Apostolicam 303 Luego, el de compromiso por la santidadactuositatem de la familia,AA por10). la conciencia de su altísima misión, y el compromiso por la formación de los jóvenes, que necesitan ideales convincentes y atrayentes, constituya otro punto principalísimo de vuestra solidaria acción parroquial. 

TEXTO XIV PEDRO, EL PESCADOR BENEDICTO XVI, 2006

Los evangelios permiten seguir paso a paso su itinerario espiritual. El punto de partida es la llamada que le hace Jesús. Acontece en un día cualquiera, mientras Pedro está dedicado a sus labores de pescador. Jesús se encuentra a orillas del lago de Genesaret y la multitud lo rodea para escucharlo. El número de oyentes implica un problema práctico. El Maestro ve dos barcas varadas en la ribera; los pescadores han bajado y lavan las redes. Él entonces pide permiso para subir a la

 

ILGESIA DEL SALVADOR – TOLEDO- ESPAÑA

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 Ad Iesum per Mariam!  

barca de Simón y le ruega que la aleje un poco de tierra. Sentándose en esa cátedra improvisada, se pone a enseñar a la muchedumbre desde la barca (cf. Lc 5,1-3). Así, la barca de Pedro se convierte en la cátedra de Jesús. Cuando acaba de hablar, dice a Simón: "Rema mar adentro, y echad vuestras redes para pescar". Simón responde: "Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las l as redes" (Lc 5,45). Jesús era carpintero, no experto en pesca, y a pesar de ello Simón el pescador se fía de este Rabino, le da respuestas sino que a fiarse él.hombre Ante lapecador" pesca milagrosa reaccionaque connoasombro y temor: "Aléjate de lomí,invita Señor, que soydeun (Lc 5,8). Jesús responde invitándolo a la confianza y a abrirse a un proyecto que supera todas sus perspectivas: "No temas. Desde ahora serás pescador de hombres" (Lc 5,10). Pedro no podía imaginar entonces que un día llegaría a Roma y sería aquí "pescador de hombres" para el Señor. Acepta esa llamada sorprendente a dejarse implicar en esta gran aventura. Es generoso, reconoce sus limitaciones, pero cree en el que lo llama y sigue el sueño de su corazón. Dice sí, un sí valiente y generoso, y se convierte en discípulo de Jesús. Pedro vivió otro momento significativo en su camino espiritual cerca de Cesarea de Filipo, cuando Jesús planteó a sus discípulos una pregunta precisa: "¿Quién dicen los hombres que soy yo?" (Mc 8,27). Pero a Jesús no le basta la respuesta de lo que habían oído decir. De quien ha aceptado comprometerse personalmente con él quiere una toma de posición personal. Por eso insiste: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" (Mc 8,29). Es Pedro quien contesta en nombre de los demás: "Tú eres el Cristo" (Mc 8,29), es decir, el Mesías. Esta respuesta de Pedro, que no provenía "ni de la carne ni de la sangre", es decir, de él, sino que se la había donado el Padre que está en los cielos (cf. Mt 16,17), encierra en sí como en germen la futura confesión de fe de la Iglesia. Con todo, Pedro no había entendido aún el contenido profundo de la misión mesiánica de Jesús, el nuevo sentido de la palabra Mesías. Lo demuestra poco después, dando a entender que el Mesías que buscaba en sus sueños es muy diferente del verdadero proyecto de Dios. Ante el anuncio de la pasión se escandaliza y protesta, provocando la dura reacción de Jesús (cf. Mc 8,32-33). Pedro quiere un Mesías "hombre divino", que realice las expectativas de la gente imponiendo a todos su poder. También nosotros deseamos que el Señor imponga su poder y transforme inmediatamente el mundo. Jesús se presenta como el "Dios humano", el siervo de Dios, que trastorna las expectativas de la muchedumbre siguiendo el camino de la humildad y el sufrimiento. Es la gran alternativa, que también nosotros debemos aprender siempre de nuevo: privilegiar nuestras expectativas, rechazando a Jesús, o acoger a Jesús en la verdad de su misión y renunciar a nuestras expectativas demasiado humanas. Pedro, impulsivo como era, no duda en tomar aparte a Jesús y reprenderlo. La respuesta de Jesús echa por tierra todas sus falsas expectativas, a la vez que lo invita a convertirse y a seguirlo. "Ponte detrás de mí, Satanás, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres" (Mc 8,33). No me señales tú el camino; yo tomo mi camino y tú debes ponerte detrás de mí. Pedro aprende así lo que significa en realidad seguir a Jesús. Es su segunda llamada, análoga a la de Abraham en Gn 22, después de la de Gn 12: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame, porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará" (Mc 8,34-35). Es la ley exigente del seguimiento: hay que saber renunciar, si es necesario, al mundo entero para salvar los verdaderos valores, para salvar el alma, para salvar la presencia de Dios en el mundo (cf. Mc 8,36-37). Aunque le cuesta, Pedro acoge la invitación y prosigue su camino tras las huellas del Maestro.

 

SUGERENCIAS PARA LA HOMILÍA.- IV Domingo después de Pentecostés

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Me parece que estas diversas conversiones de san Pedro y toda su figura constituyen un gran consuelo y una gran enseñanza para nosotros. También nosotros tenemos deseo de Dios, también nosotros queremos ser generosos, pero también nosotros esperamos que Dios actúe con fuerza en el mundo y transforme inmediatamente el mundo según nuestras ideas, según las necesidades que vemos nosotros. Dios elige otro camino. Dios elige el camino de la transformación de los corazones con el sufrimiento y la humildad. Y nosotros, como Pedro, debemos convertirnos siempre de nuevo. Debemos seguir a Jesús y no ponernos por delante. Es él quien nos muestra el camino. Pedro nos dice:conoce tú piensas que tienes receta y que transformar el cristianismo, peroAsí, es el Señor quien el camino. Es ella Señor quien medebes dice a mí, quien te dice a ti: sígueme. Y debemos tener la valentía y la humildad de seguir a Jesús, porque él es el camino, la verdad y la vida. 

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