Investigación Cualitativa

November 27, 2023 | Author: Anonymous | Category: N/A
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Planteamiento del Problema El acoso sexual callejero no es un problema actual, por el contrario, es una problemática que se presenta desde hace mucho tiempo, las evidencias más antiguas de acoso callejero datan del año 1800, en Estados Unidos, e incluso de la época victoriana inglesa (Stop Street Harassment, 2014; Walkowitz, 1998). En un estudio realizado por el movimiento estadounidense Stop Street Harassment (2014), se encontró que, en los Estados Unidos, al menos el 65% del total de las mujeres encuestadas fue víctima de acoso sexual callejero; asimismo, el 57% de ellas manifestó haber experimentado acoso verbal, mientras que el 41%, experimentó acoso físico (tocamientos, seguimientos, etc.). Fairchild y Rudman (2008), en la investigación que realizaron, encontraron que el 32% de las mujeres estadounidenses encuestadas afirmaron ser víctimas de acoso sexual al menos una vez al mes, mientras que el 31% manifestó que lo experimentan a diario. Respecto a las consecuencias psicológicas producidas por las experiencias de acoso sexual callejero, Fredrickson y Roberts (1997, en Fairchild y Rudman, 2008) señalaron que, debido al acoso sexual padecido, las mujeres tienden a objetivarse a sí mismas, avergonzarse de su apariencia y, en muchos casos, modifican su apariencia externa, principalmente su forma de vestir. El acoso sexual callejero afecta, en mayor medida, a las mujeres; además, de acuerdo a los estudios que se han elaborado sobre este tema, estos actos no solo afectan a las mujeres adultas, sino que las adolescentes menores de edad también son víctimas de este tipo de acoso; alrededor del 50% de las mujeres en Estados Unidos manifestó haber experimentado acoso sexual callejero antes de los 17 años de edad (Logan, 2015; Stop Street Harassment, 2014). A nivel de latinoamérica, en Costa Rica, el acoso sexual callejero es una práctica que ha afectado al 61,7% de las mujeres en el año 2015, este se manifiesta a través de silbidos, piropos, gestos vulgares y rozamientos (Umaña, 2016). Por otro lado, en México y Chile, el porcentaje de

acoso sexual en mujeres es casi el triple en comparación al acoso sexual hacia los hombres (Meza, 2013; SERNAM, 2012). Respecto a Ecuador, del 91% de las mujeres víctimas de acoso sexual, el 37% lo experimenta una vez al mes y el 27%, de 10 a 50 veces al año, por lo que se concluye que estas manifestaciones son toleradas por la sociedad viéndolo como un comportamiento normal y neutralizado (Espinoza, 2014). En el caso de Colombia, el acoso sexual afecta principalmente a las mujeres (Toro y Ochoa, 2016). En cuanto a la edad, en Costa Rica, las mujeres que han sufrido de acoso sexual se encuentran en un rango de edad de entre 18 y 29 años; de manera similar, en Uruguay se encontró que su población de mujeres entre los 15 y 29 años, son las que más denuncian haber sido víctimas de acoso sexual callejero, bajando la tendencia en función del aumento de edad; además, en Argentina se descubrió que las mujeres comienzan a ser víctimas de estos hechos a la edad promedio de 9 años, así como la persistencia del acoso en todo el transcurso del día a pesar de los distintos niveles e intensidades en que se presentan (Umaña, 2016, Aladro, 2017; Berrueta, Cal, Iristy, Rivero y Scavino, 2017). En México, el rango de edad en el ​ ​que comienza el acoso sexual oscila entre los 6 y 14 años, al igual que en Chile, Ecuador y Colombia, donde el acoso sexual se vuelve más propenso en la niñez y la adolescencia (Meza, 2013; SERNAM, 2012; Toro y Ochoa, 2016; Moralez, Quiroz y Ramirez, 2016). En Uruguay las mujeres refieren sentir asco, miedo, impotencia y, en menor frecuencia, culpa; siendo esta última la responsable de mantener las relaciones desiguales entre hombres y mujeres, ya que al culpabilizar a la víctima constantemente, esto se interioriza como real y se niega la violencia (Berrueta, Cal, Iristy, Rivero y Scavino, 2017). En Colombia, la situación es la misma, los sentimientos de ansiedad, vulnerabilidad y angustia se presentan en la mujer a causa de la intimidación de los hombres, siendo un campo en el cual no se pueda dar la libre intencionalidad corporal por parte de estas (Bolívar, 2017). Por otro lado, en México y Ecuador, los sentimientos que muestran las víctimas de acoso sexual es,

en primer lugar, miedo y percepción de inseguridad; mientras que en Chile, las mujeres sienten impotencia, indignación y rabia producto del acoso sexual (Meza, 2013; SERNAM, 2012; Toro y Ochoa, 2016). En México, Costa Rica, Ecuador, Colombia y Chile, se registraron consecuencias psicológicas tras el acoso sexual como sensaciones de pérdida de control, disminución de la autoestima, incremento de la inseguridad propia, así como una afectación en la identidad femenina; además, en el caso de las mujeres adolescentes, existe una perturbación en el self, de forma precisa en el autoconcepto y la apariencia física; por otro lado, también se encontraron consecuencias sociales como desconfianza en los hombres desconocidos, influencia en la libertad de expresión y desarrollo como ciudadanas al sentirse reprimidas por la población masculina; de igual manera, existe una práctica adaptativa por parte de las víctimas que se observa en los cambios de formas de vestir, evitar transitar por lugares donde puedan ser acosadas, evitar salir solas y restringir el circulamiento por vías públicas en altas horas nocturnas. (Gaytan, 2007; Meza, Umaña, 2016; Meza, 2013; Moralez, Quiroz y Ramirez, 2016 Toro y Ochoa, 2016; SERNAM, 2012; Bolívar, 2017). A nivel nacional se han reportado cifras estadísticas respecto a los casos de acoso sexual; sin embargo, no se puede estimar un registro exacto por la naturaleza y percepción que existe frente al acoso. Según el Instituto de Opinión Pública de la Pontificia Universidad Católica del Perú (octubre del 2016), las mujeres son las principales afectadas por esta manifestación de violencia de género a nivel nacional, 7 de cada 10 mujeres de 18 a 29 años señalaron haber sido objeto de acoso sexual en espacios públicos en los últimos 6 meses; y en Lima – Callao la incidencia es de 9 por cada 10 (Calero y Perez, 2018). El centro de la Mujer Peruana Flora Tristán estima que un 60% de trabajadoras ha sufrido alguna vez algún tipo de chantaje sexual en los centros de labores y muchos de esos casos no han sido sancionados. Esta cifra es muy inferior a los estimados por los norteamericanos donde 10 señalan que el 80 por ciento de mujeres han sido hostigadas alguna

vez en su centro de labores. Por su parte la Comisión de Atención de Denuncias y Reclamos (Cader) del Ministerio de Educación recibió en el primer trimestre del año 2007 un total de 77 denuncias de violación y hostigamiento sexual cometidas por maestros en contra de sus alumnas. Según el registro de docentes sancionados, se sancionaron 57 casos de hostigamiento u abuso sexual, los demás se encuentran en trámite o son de otros delitos sexuales. Por otro lado la Defensoría del Policía reportó dieciocho denuncias por asedio sexual que las policías femeninas han presentado desde agosto del 2002, hasta marzo del 2003, aunque esto no refleja las verdaderas cifras, pues se presume que todos los días se cometen abusos contra ellas (MIMDES, 2008). Por otra parte, para realizar un mejor análisis del problema a nuestra realidad, en Lima Metropolitana, el acoso sexual callejero sigue siendo una consecuencia de las representaciones sociales de rol de género que se tiene, provenientes de un sistema patriarcal retrógrada y que sustentan la mantención de una serie de creencias relacionadas con la violencia sexual (Janos y Espinosa, 2014). Ante ello, el acoso sexual callejero no es visto ni como una manifestación de violencia sexual (Lima Cómo Vamos, 2011;2018; Vargas, 2017; Rozas y Salazar, 2015; Guillén, 2014; Janos y Espinosa, 2014), ni como un acto que demande la atención debida por parte de las autoridades, un ejemplo de ello, es que solo 19 de 50 distritos cumplen con la ley 30314, al contar con ordenanzas municipales que permiten prevenir y sancionar este tipo de violencia; dentro de los cuales, en el cono norte, solo Puente Piedra y Comas cuentan con esta ordenanza desde el 2016 y 2017, respectivamente (Municipalidad de Puente Piedra, 2016; El Peruano, 2017; Paremos el acoso callejero, 2018). Por lo tanto, se tiene claro que las prácticas de acoso y/o abuso que reportan, comúnmente, las mujeres como son los silbidos, miradas persistentes y ruidos de besos, etc., son naturalizados socialmente y están desligados de los márgenes legales (Rozas y Salazar, 2015). Agravando dicha situación, no solo en Lima sino en otras partes del Perú también, delegan la culpabilidad de la realización de este tipo de

actos a las mismas mujeres, que por transgredir ciertas atribuciones valoradas en el rol tradicional del género femenino, hace justificable que sean agredidas (Janos y Espinosa, 2014); sustento a ello, es lo que reportó Rozas y Salazar (2015), donde mostraron que el 8,3% estuvo “muy de acuerdo” y el 71,3% estuvo de acuerdo”, con que las mujeres que tendían a vestirse de una “determinada forma” se exponían a que se les falte el respeto. Asimismo, en Lima Metropolitana el acoso sexual callejero, en los últimos años, viene generando una experiencia particular en las mujeres, distinta a la de los hombres, marcadas por el miedo, la vulnerabilidad y el asco (Instituto de Opinión Pública de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2012; DATEA, 2013). Así también, Guillén (2014) reportó, dentro de su estudio a nivel Lima Metropolitana, que las consecuencias emocionales más marcadas en las mujeres, luego de este tipo de actos, fueron emociones de cólera (85.5%), impotencia (73.9%) y miedo (49.3%). Por otro lado, existen mujeres que al ser observadas y evaluadas por el sexo opuesto, perciben esto como una trasgresión hacia su imagen corporal, más aún si esta objetificación se realiza con gestos groseros, produciendo en la persona acosada sexualmente que desarrolle, en la mayoría de casos, conductas restrictivas para vestirse (Yalta y Cecilia, 2017), así como también, la necesidad de caminar con una compañía o cambiar la ruta de su destino, ello con la finalidad de poder evitar ser agredidas nuevamente (Guillén, 2014; Yalta y Cecilia, 2017). Sumado a esto, en Lima Metropolitana, el acoso sexual callejero trasciende hasta llegar a los límites de la perversión. Se ha registrado que el acoso sexual callejero afecta a mujeres jóvenes; el 100% de las que poseía un perfil ocupacional de estudiantes afirmaron haber sido afectadas por de este tipo de violencia en los últimos seis meses (Instituto de Opinión Pública de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2012). De la misma manera, la plataforma DATEA (2013, citado en Vallejo y Rivarola, 2013) registró que en su mayoría las

adolescentes son víctimas de este tipo de actos, quienes se encuentran en etapa escolar lo cual no significa que no siga ocurriendo a lo largo de sus vidas. Este tipo de situaciones coincide con la edad en la que las mujeres empiezan a realizar actividades sin compañía adulta; estas son atacadas, por lo general, por hombres mucho mayores que ellas (Vallejo, 2013; Vallejo y Rivarola, 2013). Si bien Rozas y Salazar (2015) reportaron que un 92,5% de sus encuestados a nivel nacional consideraron que los actos propios del acoso sexual callejero deberían ser sancionados, brindando un dato esperanzador de que los peruanos estén tomando más conciencia ciudadana y que este tipo de actos vayan perdiendo su naturalidad social; sin embargo, en la actualidad, aún la sociedad muestra indiferencia por problemas de agresión sexual en las vía pública, reforzando que las víctimas se sientan más indefensas y ,por otro lado, que los victimarios tengan el camino libre para su accionar (Vargas, 2017). Pregunta de Investigación ¿Cómo se diferencia la construcción del autoconcepto en adolescentes liberales y adolescentes reservadas que sufren de acoso sexual callejero? Marco Teórico Una de las investigaciones realizadas, fue la de Martínez (2018) en su estudio de “Acoso sexual callejero como forma de violencia de género y experiencia piloto en población femenina de la Universitat de les Illes Balears” cuyo objetivo fue profundizar en el fenómeno teniendo en cuenta el origen, los elementos que lo conforman y las consecuencias que traen en sus víctimas. Aquí se envió una encuesta vía online creada por el Observatorio Contra el Acoso Callejero de Chile, donde participaron 196 mujeres de la misma casa de estudios. La edad de las participantes oscilaron entre los 17 y 51, sin embargo, manifiestan haber comenzado a ser víctimas entre los 13 y 15 años, donde se halló que el 82% prefiere no salir solas a la calle por miedo, asimismo, el 89,8% consideró alguna vez haber sufrido de acoso sexual callejero. Además, los

sentimientos que más registran haber manifestado es el de asco, rabia e impotencia. Con resultados similares, se encontró la investigación de Meza (2013), donde los objetivos fueron conocer la incidencia del acoso sexual y los sentimientos asociados al acoso sexual. Se desarrolló la investigación con 125 participantes con misma clase socio-económica, que oscilaron entre 13 y 15 años siendo el 50.1% varones y el 49.1% mujeres. Se utilizó la encuesta del programa de prevención “Respetémonos” que contiene preguntas abiertas y cerradas. Los resultados de esta investigación revelan que la mayor incidencia del acoso sexual se da en las mujeres, asimismo, los principales sentimientos al ocurrir el acoso sexual en las mujeres es miedo, inseguridad y enojo mientras que en los hombres es miedo, enojo e impotencia. Además, el autor menciona que el acoso sexual trae consecuencias físicas y psicológicas teniendo un impacto en el autoconcepto de la víctima. Otra de la investigación sobre acoso sexual callejero, fue la de Hidalgo y Agirre (2015), en su proyecto de investigación social sobre acoso callejero en España, cuyo objetivo fue conocer la percepción de seguridad de la mujer frente al hecho de transitar de noche y sin compañía en las calles. Se realizaron entrevistas a mujeres de 15 a 55 años y se procedió a un análisis individual de cada una, donde se encontró que mientras más edad tengan las mujeres, menor va a ser la percepción de ocurrencia de acoso callejero en su entorno y en la sociedad, mientras que las más jóvenes, se sienten incómodas en todo momento al estar transitando en las calles incluso de día, ya que sufren de estos acontecimientos de manera habitual; asimismo, en estas últimas, los cambios que más encuentran en su vida diaria es en la elección de la vestimenta y la constante preferencia al acompañamiento en las salidas. Así también, González (2018) realizó un estudio sobre el encuentro entre un agresor y una víctima de acoso sexual callejero con el fin de describir y analizar las principales reacciones y sensaciones de las víctimas de acoso sexual en el momento del enfrentamiento con su agresor. Esto se realizó desde la metodología cualitativa en 11 mujeres entre 14 y 41 años en la ciudad de Montevideo,

donde hallaron que las víctimas habían comenzado a ser acosadas a partir de los 9 a 28 años, siendo los agresores diez, veinte o treinta años mayores que ellas. También se encontraron efectos a largo plazo como estado de alerta extrema al exterior y constante retraimiento, lo cual les impedía un libre tránsito por el espacio público afectando su sociabilidad. Además, se hallaron en entrevistas formuladas, dos tipos de visiones sobre el acoso en el caso en que los hombres sean intervenidos por una mujer: las chicas que son “desenvueltas” y que toman la “iniciativa” para acercarse a un chico, lo cual se ve como una forma de “ligar o levante”; y por otro lado, las chicas que ven que los comentarios de la calle son llanamente agresión y que no tienen como objetivo “conquistar” a la otra persona. De la misma manera, en la investigación titulada “Acoso callejero en la ciudad: Aproximación descriptiva sobre el acoso callejero en el área urbana de Managua”, realizada por Gutiérrez y Lovo (2015) del Observatorio contra el acoso callejero de Nicaragua donde participaron 910 mujeres de edades comprendidas entre los 14 y 55 años, reveló que existe una mayor incidencia del acoso callejero en las mujeres adolescentes. Ello, se desprende de los resultados de la pregunta “¿Con qué frecuencia vive las siguientes formas de acoso físico?”, en la cual el 50% de las encuestadas de edades comprendidas entre 14 y 18 años señaló haber sido víctima de hasta ocho formas de manifestaciones de acoso callejero con algún tipo de frecuencia: acercamiento intimidante, roces de forma sexual, manoseos, insultos sexistas, comentarios alusivos al acto sexual, comentarios sobre el cuerpo, gestos lascivos, miradas lascivas, silbidos y otros sonidos obscenos; a diferencia de las encuestadas de edades entre 19 y 55 años, quienes sólo sufren de cinco a siete formas de manifestaciones de este tipo de violencia. También, se encontró que las respuestas más comunes ante la pregunta ¿Cuál de las siguientes reacciones ha tenido alguna vez? son “Lo ignoro” (81,6%) y “Expresión no verbal de desagrado” (80%), sobre lo cual se señala que puede deberse a la forma en que las mujeres son socializadas, pues se les enseña a guardar la compostura en espacios públicos considerados peligrosos por ser

predominantemente masculinos y no estar acostumbradas a defender sus derechos. Por otra parte, Medina y Zapana (2016) realizaron un investigación acerca de las representaciones sociales de las mujeres jóvenes sobre el acoso sexual callejero en la ciudad de Puno. Esta investigación se realizó con la metodología cualitativa en mujeres de edades del rango de 15 a 24 años a través de entrevistas que revelaron que las reacciones que las mujeres adoptan con mayor frecuencia son: reaccionar en contra, unirse al acoso o dejarlo pasar de acuerdo a la situación en la que se encuentran. Así como los sentimientos más comunes que provoca el acoso sexual en las mujeres que lo reciben son: temor, vergüenza, humillación, coraje e indignación.

Acoso sexual El Sistema de Naciones Unidas representado por la Organización Internacional del Trabajo establece que acoso sexual “es una conducta de naturaleza sexual y toda otra conducta basada en el sexo que afecte la dignidad de mujeres y hombres, que resulta ingrata, irrazonable y ofensiva para quien la recibe” (MIMDES, 2018). Es importante conocer que en otros países se usan diferentes términos con relación al acoso, los términos más usados son: chantaje sexual, faltamiento sexual o intimidad no bienvenida. En el Perú, para ser más específico el Ministerio de la Mujer y desarrollo social (MIMDES) consideran al acoso sexual como un hostigamiento sexual que en sus propias palabras son “toda conducta física o verbal reiterada, de naturaleza sexual no deseada o rechazada, que afecta la dignidad así como los derechos fundamentales de la persona agraviada”; así mismo, no se hace una distinción del sexo entre las personas por lo que podría presentarse tanto en varones como mujeres. Desde este punto de vista se considera dos modalidades de hostigamiento sexual, por un lado tenemos el hostigamiento sexual típico o por chantaje donde el agresor o agresora se aprovecha de su posición de autoridad, jerarquía, o cualquier situación ventajosa en contra de otras personas, y por su parte el hostigamiento

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sexual ambiental es toda conducta en donde no existe una la posición de autoridad, jerarquía o cualquier situación ventajosa, creando un clima de intimidación, humillación u hostilidad (MIMDES, 2018). Debido nuestra condición y a los problemas sociales propios de la población peruana, podemos encontrar dentro del hostigamiento sexual ambiental al acoso callejero que es la principal molestia que presentan las personas del libre tránsito. Según el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (2014) el acoso sexual callejero es entendido como “Un conjunto de prácticas cotidianas como frases, gestos, silbidos, sonidos de besos, tocamientos, masturbación pública, exhibicionismo, seguimientos a pie o en auto que tienen connotación sexual evidente”. Se debe tener en cuenta que estas prácticas no son consentidas y que afecta el derecho a la libertad y al libre tránsito en las mujeres. Sin embargo debido a la tolerancia y la permisividad social por parte de algunas mujeres, estos hechos muchas veces son considerados como natural e inofensiva y no como “acoso sexual” propiamente dicha. Según Medina y Zapana (2016) el acosos sexual callejero puede incluir comportamientos verbales y no verbales, que generan incomodidad en la persona observada, si bien esto se puede dar tanto del hombre hacia la mujer y viceversa, una característica esencial es la de ser realizado por el varón, En ese sentido Cynthia Bowman identifica siete características del acoso sexual que, coincide con la visión de esta investigación y que se observan en las historias relatadas y perspectivas de nuestros sujetos de investigación: Los objetivos del acoso sexual callejero son mujeres. Los abusadores son varones. Los acosadores no conocen a sus objetivos. El encuentro es cara a cara. El foro es público: las calles, los buses, las paradas de buses, taxis, o cualquier otro lugar público al que el público en general tiene acceso. El contenido del discurso, si es que hay alguno, no está dirigido como un discurso público. Al contrario, los comentarios están dirigidos a la mujer aunque el agresor puede esperar que sean escuchados por sus camaradas o por quienes por ahí pasan.

● Los comentarios son objetivamente denigrantes, objetivación, humillantes y frecuentemente amenazadores en naturaleza. Según el decreto legislativo 1410 que incorpora el delito de acoso, acoso sexual, chantaje sexual y difusión de imágenes, materiales audiovisuales o audios con contenido sexual al código penal, y modifica el hostigamiento sexual publicado en setiembre del 2018 en el diario El Peruano, en el artículo N° 176-B no dice que “el que, de cualquier forma, vigila, persigue, hostiga, asedia o busca establecer contacto o cercanía con una persona, sin el consentimiento de ésta, para llevar a cabo actos de connotación sexual, será reprimido con pena privativa de la libertad no menor de tres ni mayor de cinco años e inhabilitación, según corresponda, conforme a los incisos 5, 9, 10 y 11 del artículo 36”. Y según el artículo N°6 de las disposiciones complementarias del decreto legislativo 1410 nos dice que las manifestaciones del hostigamiento sexual pueden manifestarse, entre otras, a través de las siguientes conductas: a) Promesa implícita o expresa a la víctima de un trato preferente o beneficioso respecto a su situación actual o futura a cambio de favores sexuales. b) Amenazas mediante las cuales se exija en forma implícita o explícita una conducta no deseada por la víctima, que atente o agravie su dignidad. c) Uso de términos de naturaleza o connotación sexual o sexista (escrito o verbal), insinuaciones sexuales, proposiciones sexuales, gestos obscenos o exhibición a través de cualquier medio de imágenes de contenido sexual, que resulten insoportables, hostiles, humillantes u ofensivos para la víctima. d) Acercamientos corporales, roces, tocamientos u otras conductas físicas de naturaleza sexual que resulten ofensivas y no deseadas por la víctima. e) Trato ofensivo u hostil por el rechazo de las conductas señaladas en este artículo. f) Otras conductas que encajan en el concepto regulado en el artículo 4 de la presente Ley.

Adolescentes Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2019), la adolescencia es un periodo de transición entre la niñez y la adultez, que comprende desde los 10 hasta los 19 años; esta etapa se caracteriza por la presencia de diversos cambios biológicos y psicológicos. Asimismo, la adolescencia se divide en dos sub-etapas: la adolescencia temprana y la adolescencia tardía; la adolescencia temprana se da durante los primeros años de la adolescencia y se manifiestan los principales cambios físicos (crecimiento, desarrollo de caracteres sexuales primarios y secundarios, etc.), mientras que en la adolescencia tardía se da un mayor desarrollo psicosocial (UNICEF, 2010). El desarrollo psicosocial de los adolescentes se enmarca en cuatro aspectos: la lucha independencia-dependencia, creciente importancia a la imagen corporal, la relación con su grupo de pares y la búsqueda y desarrollo de su identidad (Iglesias, 2013). Las características psicosociales de los adolescentes se determinan por la confluencia e interacción del desarrollo alcanzado en la etapa anterior y de las variables intervinientes en este periodo. Jóvenes Jugadoras Para Taype (2007), las jóvenes jugadoras vendrían a ser “​jóvenes mujeres que establecen relaciones “causales”, relaciones de corta duración (de un día a una semana), sin mayor vínculo afectivo, y que son asumidas por ellas como un °juego°, una diversión, en la que además mantienen relaciones sexuales o coitales”. Género e Identidad de Género. La identidad de género es la autoclasificación como hombre o mujer sobre la base de lo que culturalmente se entiende por hombre o mujer (López, 1988). Es el conjunto de sentimientos y pensamientos que tiene una persona en cuanto miembro de una categoría de género (Carver,Yunger y Perry,2003).

García (2005) menciona que son tres las corrientes que intentan explicar el origen del género: la sociobiología, el constructivismo social y el enfoque psicodinámico. La sociobiológica, plantea un origen biológico y trata de explicar el comportamiento de género en base a las distintas estrategias adoptadas por varones y mujeres, a lo largo de la evolución, para garantizar el éxito reproductivo de la especie. Ahora, desde el constructivismo social, los orígenes de las diferencias de género se dan en el ámbito sociocultural. De acuerdo con este planteamiento, el género es una construcción del lenguaje, la historia y la cultura concreta (Hare-Mustin y Marecek, 1994, citado en García, 2005) en un tiempo y en un lugar específico. Por tanto, dentro de un mismo contexto cultural, pueden coexistir distintas construcciones de género (Barberá, 1998). Por otro lado, desde el enfoque psicodinámico, la génesis del género reside en el proceso de identificación primaria. Mientras el niño tiene su objeto de deseo en la madre y se identifica con el padre, la niña tiene su objeto de deseo en el padre y se identifica con la madre. Teorías de género desde una perspectiva social modelos de interacción sociocognitiva​. La hipótesis de la profecía autocumplida (Maerton, 1948) es una propuesta que involucra a todos los procesos que explican el comportamiento humano: cognitivos, motivacionales, comportamentales, estructura social y la situación específica (Barberá, 1998). Ella explica que el género se va a ir construyendo, en un primer momento, a partir de la interacción de elementos intrapersonales y sociales entre dos sujetos, además, dicha construcción es distinta según el rol que manifiesta cada persona en la interacción; el género sería, por tanto, una construcción-acción. Este proceso empieza bajo un manto de estereotipos adquiridos socialmente y que de por sí van a ir condicionando la información de la interacción y de la

construcción de la realidad, además, suelen mantenerse y ser difíciles de modificarse. Estos esquemas estereotípicos condicionan las actitudes y acciones reforzando las creencias de partida. Al final, los comportamientos cumplen el proceso de autocumplimiento. La propuesta describe cómo la norma de la sociedad promovería la construcción de lo femenino y masculino se interprete propio a la mujer y al hombre, respectivamente (Barberá, 1998). En conclusión, este modelo aborda y describe los mecanismos presentes en las interacciones entre individuos con unos roles estructurales determinados (García, 2005). modelos sociales. Teorías del aprendizaje social (Bandura, 1977; Lott, 1994; Lott y Maluso, 1993; Mischel, 1973) Esta teoría explica que los procesos de adquisición del género son los mismos procesos involucrados en el aprendizaje. Los individuos adoptan ciertos comportamientos provenientes de sus modelos de referencia y que han tenido un refuerzo continuo. Estos agentes son los cuentos, la televisión y las figuras progenitoras. Estos agentes irán reforzando ciertos estereotipos, roles y la propia identidad del individuo. Por lo tanto, las conductas de género devienen de un proceso educativo diferencial entre individuos. Teorías de la identidad social de género Teoría del Rol Social de Género (Eagly, 1987) Esta teoría propone que, para que una comunidad presente recursos económicos y medios de subsistencia, esta deberá de estar organizada; deberá realizar una división de tareas y actividades; por ello, se crea un sistema de reglas y normas que rigen responsabilidades y roles a los integrantes de la comunidad; esta dinámica forja los pilares de la estructura social, brinda estabilidad y regula las relaciones grupales de la comunidad. Esto pasa de un

aspecto laboral a un aspecto social, proceso que va ir formándose a través de estereotipos, que a nivel individual, el sujeto irá formando un propio autoconcepto de género y próximamente una identidad de género adquirida por las actividades y mecanismos de participación que la sociedad proporciona. La Teoría de la Identidad Social y Teoría de la Autocategorización (Tajfel, 1981 y Tajfel y Turner, 1986) La Teoría de la Identidad Social (SIT) propuesta por Henri Tajfel explica que la identidad social de las personas se forma a partir de mecanismos cognitivos y motivaciones presentes en las interacciones grupales. Aquí el individuo forma su imagen a razón de las categorías sociales del grupo que percibe pertenecer. Esta construcción lleva un proceso de auto-estereotipaje por lo que las actitudes, conductas, creencias de un grupo pasan a ser parte de la identidad personal. El primero proceso es el de categorización, estas categorías sociales facilitan el procesamiento de la información y generan una valoración positiva o negativa, que será responsable de la identidad social del sujeto. Aparece el favoritismo intragrupal y discriminación intergrupal (paradigma del grupo mínimo), a razón de la búsqueda de una identidad social positiva. Si el grupo presenta una identidad social negativa, este aplica una serie de estrategias que permita salvaguardar la identidad grupal y la autoestima. Estas estrategias están van a depender de tres factores: permeabilidad versus impermeabilidad, estabilidad versus inestabilidad y legitimidad versus ilegitimidad. La Teoría de la Autocategorización (SCT) (Turner, 1985; Turner y otros,1987), propuesta a partir de la Teoría de la Identidad Social (SIT), toma el constructo del Autoconcepto como el Yo. Además, agrega que el existen tantos autoconceptos que conforman el yo como situaciones en las que puede involucrarse un individuo. Por lo tanto, ante estímulos similares, el sujeto se autocategoriza, categoriza su yo como miembro de un grupo o no. esta formación de autoconcepto social cuenta con una estructura triárquica y jerárquica, el nivel más

externo, el supraordenado, donde están todas las categorizaciones ligadas a la identidad humana diferenciándose con otras especies;el segundo nivel donde están las categorías vinculadas a la diferenciación del endogrupo - exogrupo y en el nivel supraordinado, residen las características personales del yo. Hay un factor de comparación que siempre estará presente en la categorización, sin embargo, el contexto de referencia va determinar dichas categorizaciones. Propuesta integradora de Deaux y Martin (2003) Basándose en la revisión de las dos disciplinas que se centran en el estudio de la identidad: la psicología y sociología. Las autoras juntaron las teorías más representativas de cada disciplina: La Teoría de la Identidad Stryker (1980) y la Teoría de la Identidad Social (Tajfel, 1981 y Tajfel y Turner, 1986). Ello con la finalidad de poder realizar una propuesta integradora. Ahora, la Teoría de la Identidad (Stryker, 1980), el proceso de identificación tiene lugar en la interacción entre los roles complementarios de una estructura específica; es decir, la identidad es aquel conjunto de significados compartidos por un sistema, estos se irán interiorizando a través de los roles. El origen de la identidad está en la estructura social y su función es mantener el orden establecido. Esta estructura potencia las interacciones acorde a esta e inhibe las que no están. Esta estructura social presenta tres niveles: el nivel más general donde se encuentran las variables sociodemográficas, el nivel intermedio donde se encuentran aquellas estructuras sociales organizadas donde se va adoptando un rol concreto condicionado también por el nivel general. Por último, el nivel próximo, que involucra los contextos inmediatos donde se producen las interacciones personales más cercanas. Aquí, los roles que se adoptan son los que configuran la identidad del sujeto. La propuesta integradora va a en tomar en cuenta el nivel general y próximo (variables demográficas, contexto inmediato), pero teniendo en cuenta los procesos

cognitivos por la SIT y la SCT en cada uno de estos niveles.

El primer elemento a explicar es la large scale o categorías. Al igual que lo define Stryke son aquellas categorías sociodemográficas que estructuran los grandes segmentos sociales. La identificación personal con estas categorías proporciona una red de interacción entre individuos que poseen los mismos significados. Además, también facilita un contexto de comparación social donde, como indica la SIT, variables como el estatus pueden condicionar y motivar cambios en la identidad grupal. El segundo elemento, la interacción interpersonal, alude a las interacciones que se producen cada día con las personas con las que compartimos una identidad categorial. En ellas se adoptan roles interdependientes que reproducen y refuerzan la identidad socialmente definida. Nuevamente en estas redes están presentes los mecanismos cognitivos explicados por la SIT. La identificación está condicionada por la búsqueda de una identidad social positiva, por ello si el grupo es de bajo estatus la persona pondrá en marcha diversos mecanismos para salvaguardar su autoestima e identidad grupal. De acuerdo con este modelo el self es agente y producto a la vez. Los hombres y mujeres de acuerdo con la estructura social establecida son asignados a distintos grupos en base a su diferente apariencia sexual. Cada grupo lleva asociado una serie de pautas de sociales, comportamentales y psicológicas que aprenden.Por lo que se diría que el sí mismo es una adscripción colectiva. Pero las personas en sus interacciones guían su proceso de identificación por lo que es también una construcción subjetiva. Justificación La presente investigación evalúa la ​influencia del acoso sexual callejero en la construcción del autoconcepto de las

adolescentes mujeres del cono norte. Si bien el acoso sexual se puede dar tanto del hombre hacia la mujer y viceversa, una característica esencial y propia de nuestra sociedad es que es predominantemente realizada por hombres en un ambiente público afectando la dignidad e incluso el libre tránsito de las mujeres. Por este motivo es importante reconocer los factores que inciden directamente en el acoso sexual callejero y la implicancia que tienen en las mujeres que lo sufren. S​egún el Instituto de opinión pública de la Pontificia universidad católica del Perú (octubre del 2016), las mujeres son las principales afectadas por esta manifestación de violencia de género a nivel nacional, 7 de cada 10 mujeres de 18 a 29 años señalaron haber sido objeto de acoso sexual en espacios públicos en los últimos 6 meses; y, en lima – callao la incidencia es de 9 por cada 10 (Calero y Pérez, 2018). Por otra parte, esta investigación busca informar y dar una explicación objetiva acerca del acoso sexual callejero, entendido como un problema social que afecta en su mayoría a mujeres desde la adolescencia. Asimismo, dadas las pocas investigaciones sobre este tema realizadas en nuestro país, se requiere profundizar en la influencia que tiene el acoso sexual callejero en la mujer adolescente, en lo que respecta al inicio de la formación de su autoconcepto, así como, el acompañamiento que los padres realizan ante estos hechos. Además, sería pertinente estudiar si existe diferencia en la percepción de las afectadas ante este tipo de violencia, sean estas liberales o reservadas. Esto, debido a que las mujeres pueden tomar estos hechos tanto como una transgresión hacia su imagen corporal o en otros casos, como una forma de evaluación positiva de su cuerpo (Yalta y Cecilia, 2017). Otras de las razones que motivan al desarrollo de esta investigación corresponde al deseo de vincular los conceptos teóricos y académicos con los problemas de nuestra realidad peruana, ya que uno de los objetivos principales de una investigación es contribuir a la generación de soluciones en la cotidianidad. Por otra parte,

como profesionales de la salud es nuestra obligación el garantizar y promover una adecuada salud mental. Objetivos de la Investigación Objetivo General: ● Explorar la diferencia de la construcción del autoconcepto en adolescentes liberales y adolescentes reservadas que han sufrido acoso sexual. Objetivos específicos: ● Determinar la diferencia en la percepción del acoso sexual en adolescentes liberales y adolescentes reservadas. ● Identificar las características del acoso sexual que se desarrolla en la ciudad de Lima. ● Describir la influencia del acoso sexual en la construcción del autoconcepto de las adolescentes mujeres en Perú. Método cualitativo a utilizar Para el diseño de investigación del presente estudio, se hará en base al método de la Fenomenología Descriptiva, cuál es definido por Moustakas como una estrategia de investigación en la que el investigador identifica la esencia de las experiencias humanas sobre un fenómeno según como lo describen los participantes (Creswell, 2009)

Según Trejo (2012) para la realización de estos estudios de corte cualitativo se recurre a las siguientes etapas: descriptiva, estructural y de discusión. Etapa descriptiva: El objetivo de esta etapa es lograr una descripción del fenómeno de estudio, lo más completa y sin prejuicios que refleje la realidad vivida por la persona. Consta de tres pasos: 1) Elección de la técnica o procedimiento: Se pretende lograr la descripción lo más exacta posible utilizando varios procedimientos. ● La observación directa o participativa ● La entrevista coloquial o dialógica

● La encuesta o el cuestionario ● El autorreportaje 2) La aplicación seleccionado.

de la técnica o procedimiento

3) Elaboración de la descripción protocolar Etapa estructural: ​En esta etapa, el trabajo central es el estudio de las descripciones contenidas en los protocolos. 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7.

Primer paso: Lectura general de la descripción de cada protocolo. Segundo paso: Delimitación de las unidades temáticas naturales. Tercer paso: Determinación del tema central que domina cada unidad temática. Cuarto paso: Expresión del tema central en lenguaje científico. Quinto paso: Integración de todos los temas centrales en una unidad descriptiva. Sexto paso: Integración de todas las estructuras particulares en una estructura general. Séptimo paso: Entrevista final con los sujetos de estudio. Etapa de discusión de los resultados: ​En esta etapa se intenta relacionar los resultados obtenidos de la investigación con las conclusiones o hallazgos de otros investigadores para compararlos o complementarlos, y entender mejor las posibles diferencias o similitudes.

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