Introduccion a La Psicologia Social Sociologica - Alvaro, Garrido y Schweiger

April 26, 2017 | Author: yanettm | Category: N/A
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Introducción a la psicología social sociológica

Introducción a la psicología social sociológica

José Luis Álvaro Estramiana Alicia Garrido Luque Inge Schweiger Gallo José Ramón Torregrosa Peris

Diseño de la colección: Editorial UOC Primera edición: Julio de 2007 © José Luis Álvaro Estramiana, Alicia Garrido Luque, Inge Schweiger Gallo y José Ramón Torregrosa Peris, del texto © Editorial UOC Rambla del Poblenou 156, 08018 Barcelona www.editorialuoc.com Realización editorial: MEDIAactive, S.L. Impresión: XXXXXXXXX ISBN: 978-84-9788-603-1 Depósito legal: XXXXXXX

Ninguna parte de esta publicación, incluyendo el diseño general y de la cubierta, no puede ser copiada, reproducida, almacenada o transmitida de ninguna manera ni por ningún medio, tanto si es eléctrico, como químico, mecánico, óptico, de grabación, de fotocopia, o por otros métodos, sin la autorización previa para escrito de los titulares del copyright.

Autores

José Luis Álvaro Estramiana Catedrático de Psicología Social en el Departamento de Psicología Social de la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido profesor invitado en diferentes Universidades europeas y latinoamericanas, donde ha impartido conferencias y cursos de Psicología Social. Asimismo, ha sido Affiliated Lecturer en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Cambridge, en Inglaterra, donde ha impartido docencia. Es autor de numerosos capítulos de libros y artículos de psicología social publicados en revistas científicas nacionales e internacionales. Sus áreas de investigación e interés científico son las consecuencias psicosociales del desempleo, los factores determinantes de la salud mental, los significados del trabajo en la sociedad contemporánea y la historia de la Psicología Social, especialmente las concepciones sociológicas de la Psicología Social. También es autor y coautor de diversos libros entre los que caben destacar Desempleo y Bienestar Psicológico (Ed. Siglo XXI); Influencias Sociales y Psicológicas en la Salud Mental (Ed. Siglo XXI); Técnicas de Análisis Estadístico en Ciencias Sociales (Ed. Complutense); Análisis de Datos con SPSS (Ed. CIS); Psicología Social Aplicada (Ed. McGraw-Hill); Psicología Social: Perspectivas Teóricas y Metodológicas (Siglo XXI); Fundamentos Sociales del Comportamiento Humano ( Ed UOC); Psicología Social. Perspectivas Psicológicas y Sociológicas (Ed. McGraw-Hill); Consumo, Narcisismo e Identidades Contemporâneas: Uma análise Psicossocial (Ed UERJ) e Introducción a la psicología social sociológica (Ed. UOC). Correo electrónico: [email protected]

Alicia Garrido Luque Profesora Titular de Psicología Social en el Departamento de Psicología Social de la Universidad Complutense de Madrid. Ha impartido docencia en Psicología Social en diversas Universidades españolas y latinoamericanas. Sus principales áreas de interés científico e investigación son la psicosociología del trabajo, las consecuencias psicológicas del desempleo en los jóvenes y el desarrollo teórico de la psicología social. Es autora y coautora de diferentes artículos publicados en revistas nacionales e internacionales, así como libros entre los que cabe reseñar Consecuencias de las transiciones de los jóvenes al mercado de trabajo (Ed. Complutense); Influencias Sociales y Psicológicas en la Salud Mental (Ed. Siglo XXI); Sociospsicologia del Trabajo (Ed. UOC); Técnicas de Análisis Estadístico en Ciencias Sociales (Ed. Complutense); Análisis de Datos en Ciencias Sociales (Ed. CIS); Psicología Social Aplicada (Ed. McGraw-Hill); Psicología Social. Perspectivas Psicológicas y Sociológicas (Ed. McGraw-

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Hill) e Introducción a la psicología social sociológica (Ed. UOC). Correo electrónico: [email protected]

Inge Schweiger Gallo Licenciada en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid tras cursar el segundo ciclo de dicha carrera, especialidad de Psicología Social, en la Universität Konstanz (Alemania) con una beca Erasmus. Es en esta universidad alemana donde completa sus estudios de doctorado, se dedica a la investigación e imparte docencia de Psicología Social. En el año 2000 recibe el premio DAAD para estudiantes extranjeros destacados. Obtiene el título de Doctor en Psicología, además de la acreditación de Doctor Europeo, en 2005 con una tesis sobre el control voluntario de las emociones. Desde febrero de 2006 es Profesora Titular Interina del Departamento de Psicología Social de la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado artículos en revistas tanto nacionales como internacionales y sus líneas de investigación se centran en el ámbito de las emociones, las actitudes y las teorías en Psicología Social. Los resultados de sus investigaciones han sido presentados en congresos nacionales e internacionales, tanto en Europa como en Estados Unidos. Su última publicación en colaboración con José Luis Álvaro, Alicia Garrido y José Ramón Torregrosa lleva por título Introducción a la psicología social sociológica (Ed. UOC).

José Ramón Torregrosa Peris Licenciado y Doctor en Ciencias Políticas y Económicas por la Universidad Complutense de Madrid. Ha ampliado estudios de postgrado en Psicología Social en la Universidad de Michigan. Es Catedrático de Psicología Social en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. También ha sido Catedrático de Sociología de la Universidad de Valencia y Profesor Visitante en el Institute of Social Research de la Universidad de Michigan y en la Facultad de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad de Cambridge. Asimismo, es Overseas Fellow del Churchill College de esta última Universidad. Es autor de numerosas publicaciones y trabajos de investigación, así como autor, coautor y editor de varias obras de Psicología Social como La Juventud Española: Conciencia Generacional y Política (Ediciones Ariel), Teoría e Investigación en la Psicología Social Actual (Instituto de la Opinión Publica), Perspectivas y Contextos de la Psicología Social (Ed. Hispano-Europea), Influencias Sociales y Psicológicas en la Salud Mental (Ed. S. XXI), Psicología Social Aplicada (Ed. McGraw-Hill), Introducción a la psicología social sociológica (Ed. UOC).

Índice

Introducción.............................................................................................. 9 Capítulo I. La psicología social, ¿debe ser más social o sociológica? .............................................................................................. 17 1. Antecedentes históricos ........................................................................ 19 Capítulo II. Niveles de análisis en las ciencias sociales ............... 25 Capítulo III. El punto de vista psicosociológico en la teoría sociológica clásica .................................................................................. 33 Capítulo IV. Las relaciones entre individuo y sociedad en los primeros desarrollos teóricos de la sociología ................... 37 1. La relaciones entre individuo y sociedad en la teoría social francesa .. 37 2. La relación entre individuo y sociedad en la teoría social alemana..... 39 3. La sociología de la Escuela de Chicago ................................................. 43 Capítulo V. El punto de vista psicosociológico en el enfoque funcionalista ........................................................................... 49 Capítulo VI. El punto de vista psicosociológico en la teoría del intercambio ...................................................................................... 57 1. Las teorías del intercambio de George Homans y Richard M. Emerson..57 2. La teoría del intercambio de John Thibaut y Harold Kelley................. 61 3. La teoría del intercambio de Peter Blau ................................................ 63 Capítulo VII. El interaccionismo simbólico ................................... 67 1. Desarrollos del interaccionismo simbólico: las Escuelas de Iowa y

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Chicago ................................................................................................ 71 2. El interaccionismo simbólico estructural ............................................. 72 3. La teoría de roles ................................................................................... 76 4. El enfoque dramatúrgico de Erving Goffman ...................................... 81 Capítulo VIII. La sociología fenomenológica de Alfred Schutz..87 Capítulo IX. El construccionismo social de Peter Berger y Thomas Luckmann ............................................................................. 93 Capítulo X. La etnometodología de Harold Garfinkel ................. 99 Capítulo XI. La teoría sociológica en la actualidad: vínculos con la psicología social ...................................................... 107 Capítulo XII. La sociología psicológica .......................................... 113 Capítulo XIII. La psicología social sociológica contemporánea a través de sus manuales...................................... 117 1. Las perspectivas psicológicas .............................................................. 117 2. Las perspectivas sociológicas .............................................................. 118 Conclusiones .......................................................................................... 127 Prácticas ................................................................................................. 131 Bibliografía............................................................................................ 159 Lecturas recomendadas ...................................................................... 171 Vínculos recomendados ...................................................................... 173 Glosario ................................................................................................... 175

Introducción

Este libro tiene como objetivo mostrar las bases sociales del comportamiento humano. Su finalidad es la de ayudar a comprender mejor el comportamiento individual como un aspecto de las relaciones interpersonales y de la sociedad en la que vivimos. A lo largo de la historia de las ciencias sociales podemos encontrar dos posturas contrapuestas en la comprensión del comportamiento de las personas y de los fenómenos sociales, las cuales quedan reflejadas en la utilización de dicotomías como colectivo/individual, holismo/individualismo, objetividad/subjetividad, interior/exterior y estructura/ acción. Estos conceptos muestran diferentes formas de entender tanto el comportamiento de las personas como el de los colectivos, grupos o clases sociales. La idea principal de este texto es que ni existe sociedad al margen de los individuos ni hay individuos sin sociedad. Así pues, la realidad social debe ser entendida como una construcción de los individuos y de las relaciones que mantienen entre sí. Podemos entender la conducta humana desde tres perspectivas diferentes: personal, interpersonal y social. Estos tres niveles pueden ser independientes analíticamente, pero no los podemos desligar en la práctica. Para entender cómo se comporta una persona, debemos indagar en las relaciones que mantiene con otras personas, así como en la influencia de factores sociales de los que no tiene que ser consciente necesariamente. Del mismo modo, si queremos comprender las relaciones entre las personas, no podemos prescindir de las diferencias entre las mismas y del medio social en el cual la interacción cobra sentido. Para finalizar, si queremos explicar el sistema de valores y normas de una sociedad, debemos incluir en nuestros análisis los motivos de los individuos y las relaciones que mantienen entre sí. Así pues, es imposible entender la sociedad si no es como el producto histórico y cultural de los actores, ni la conducta de éstos si no es como un

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producto social. Individuo y sociedad son dos realidades inseparables. Esto no se ha entendido siempre así, y aún hoy día no existe acuerdo sobre estas cuestiones. Una de las primeras polémicas al respecto la tenemos entre Émile Durkheim y Gabriel Tarde. Para el primero, el objeto de la sociología debía ser el estudio de los hechos sociales. Éstos, según Durkheim, son un producto colectivo, tienen una naturaleza externa a los individuos y se imponen a la conciencia individual. El origen de los hechos sociales debía, en su opinión, buscarse no en la conciencia individual, sino en otros hechos sociales. Tenemos aquí una visión objetivista de la realidad social. Por el contrario, Tarde pensaba que la sociedad no era algo independiente de los individuos y que era una psicología intermental la que podría, mediante el análisis de procesos como la imitación, explicar cómo era posible el orden social. Otra forma de entender la conducta desde la sociología es la ofrecida por Max Weber, para quien la sociología se tenía que preocupar por la acción social. Según Weber, la sociedad no puede ser comprendida al margen de las acciones de los individuos y de los significados que éstos dan a su conducta. El objetivo de los sociólogos, en opinión de Max Weber, es la comprensión –Verstehen– de los fenómenos sociales. La Verstehen es también un método de análisis con el que cuenta el sociólogo y el psicosociólogo para su investigación de la realidad social, entendida como la forma en que los actores sociales dan sentido a sus actos. Es importante destacar aquí la diferencia que existe entre conducta y acción. Max Weber era partidario de considerar la sociología como una ciencia cuyo fin era la comprensión de la acción social, y esto es posible debido a que la acción supone un actor reflexivo y no un sujeto reactivo que se comporta siempre igual ante los estímulos del medio, tal y como supone la noción de conducta. Esta psicosociología de la acción supone dar primacía a los individuos y a la acción social frente a la importancia que Émile Durkheim otorga a lo colectivo. Frente al colectivismo de autores como Durkheim, encontramos formas opuestas de entender los hechos sociales a los que se refería el sociólogo francés. El individualismo metodológico es un concepto que se utiliza para incluir a quienes creen que es posible explicar los fenómenos sociales partiendo del comportamiento de los individuos. Sus partidarios suponen que podríamos estudiar el comportamiento individual en diferentes contextos

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sociales y construir un conjunto de proposiciones desde las que poder explicar la sociedad. Las instituciones sociales son entendidas como el resultado de los intereses de los individuos. La sociedad aparece de este modo como una categoría de análisis residual, una consecuencia de las acciones racionales de los individuos, y los motivos individuales se convierten en las causas suficientes de la sociedad. Un ejemplo de dicha visión lo encontramos en una gran parte de la psicología social de origen psicológico que se practica en la actualidad. Ambos reduccionismos ofrecen una visión parcial del ser humano y de la sociedad en la que vive y son insuficientes para explicar tanto la realidad social como las manifestaciones psicológicas de los individuos. La propuesta de un sociólogo como Norbert Elias (1990, pp. 48-49) evita dichos dualismos y nos permite reflexionar sobre la necesaria complementariedad de conceptos como los de individuo y sociedad y, por tanto, de la imprescindible unión entre el conocimiento sociológico y el conocimiento psicológico: “[…] la contraposición entre un “yo puro” –el objeto de estudio de la psicología–, que, por así decirlo, sólo posteriormente sale fuera de sí mismo para relacionarse con otras personas, y una sociedad –el objeto de estudio de la sociología–, exterior a la existencia del individuo, tiene sin duda sentido como expresión de una determinada configuración histórica del tejido humano y del correspondiente automodelado de la conciencia del ser humano; pero resulta insuficiente cuando se amplía el campo visual, cuando la persona, al reflexionar en torno a la sociedad, no parte directamente de sí misma y de sus sensaciones, sino que ve su propia figura y su propia autoconciencia dentro del más amplio contexto del devenir histórico. Cuando uno se pregunta cómo y por qué la estructura del tejido humano y la estructura del individuo cambian al mismo tiempo de una manera determinada, cuando uno ve cómo la transición de, digamos, una sociedad guerrera a una sociedad cortesana, con la transición de esta sociedad cortesana a una sociedad burguesa, se transforman también los deseos personales del individuo, el modelado de sus instintos y pensamientos, el tipo de individualidades, esta ampliación de la visión estática a una visión dinámica hace desaparecer la imagen de una muralla infranqueable entre el ser humano y todos los demás, entre un mundo interior y un mundo exterior, y en su lugar aparece la imagen de un constante e inconmovible entrelazamiento de seres individuales en el que todo lo que presta a la sustancia animal de estos seres el carácter propio de un ser humano –esto es, ante todo, su autodirección psíquica, su carácter individual– adquiere su forma específica en relación y de las relaciones con los otros.”

Las teorías que se muestran en este libro abordan la problemática aquí referida entre las explicaciones colectivistas y las explicaciones ofrecidas por el individualismo metodológico. En las primeras, la realidad social se presenta

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como aquello que determina el comportamiento individual y los estados de la conciencia. En las segundas, sucede todo lo contrario, y se defiende que los motivos de los actores sociales son los que explican la realidad social. En definitiva, que no hay nada en la sociedad que sea diferente a los comportamientos de los individuos que la forman. La idea principal de este libro es que el estudio de fenómenos individuales debe tener en cuenta la estructura social de un periodo histórico. Del mismo modo, la estructura social no es algo que se dé por encima y al margen de los individuos y sus acciones. El sociólogo C.W. Mills, en un libro titulado La imaginación sociológica, comenta que dicha imaginación consiste en “la capacidad de pasar de las transformaciones más impersonales y remotas a las características más íntimas del yo humano, y de ver las relaciones entre ambas cosas” (Mills, 1961/99, p. 27). Previamente, Mills (1961/99, p. 26) nos decía lo siguiente: “Ningún estudio social que no vuelva a los problemas de la biografía, de la historia y de los intereses dentro de la sociedad, ha terminado su jornada intelectual. Cualesquiera que sean los problemas del analista social clásico, por limitados o por amplios que sean los rasgos de la realidad social que ha examinado, los que imaginativamente han tenido conciencia de lo que prometía su obra han formulado siempre tres tipos de preguntas: 1)

¿Cuál es la estructura de esta sociedad particular en su conjunto? ¿Cuáles son sus componentes esenciales, y cómo se relacionan entre sí? ¿En qué se diferencia de otras variedades de organización social? ¿Cuál es, dentro de ella, el significado de todo rasgo particular para su continuidad o para su cambio?

2)

¿Qué lugar ocupa esta sociedad en la historia humana? ¿Cuál es el mecanismo por el que está cambiando? ¿Cuál es su lugar en el desarrollo global de la humanidad y qué significa para él? ¿Cómo afecta todo rasgo particular que estamos examinando al periodo histórico en que tiene lugar, y cómo es afectado por él? ¿Y cuáles son las características esenciales de ese periodo? ¿En qué difiere de otros periodos? ¿Cuáles son sus modos característicos de hacer historia?

3)

¿Qué variedades de hombres y de mujeres prevalecen ahora en esta sociedad y en este periodo? ¿Y qué variedades están empezando a prevalecer? ¿De qué manera son seleccionados y formados, liberados y reprimidos, sensibilizados y embotados? ¿Qué clases de naturaleza humana se revelan en la conducta y el carácter que observamos en esta sociedad y en este periodo? ¿Y cuál es el significado para la naturaleza humana de todos y cada uno de los rasgos de la sociedad que examinamos?”

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Introducción

Con esta obra hemos pretendido ofrecer un conjunto de herramientas conceptuales y teóricas desde las cuales poder incrementar nuestra comprensión de la psicología social sociológica, entendiendo que esta reflexión es la mejor forma de tomar conciencia de nosotros mismos y de nuestros comportamientos, del mundo de la vida cotidiana en la que se da nuestra existencia. Los objetivos de este libro se enmarcan en los enumerados por C. W. Mills y pueden ser brevemente descritos de la siguiente manera: x

Comprender que sociedad e individuos no son realidades separadas y analizar diferentes teorías psicosociológicas como perspectivas desde las que se da respuesta a la contraposición entre un yo autosuficiente y una sociedad externa a los individuos.

x

Conocer las principales orientaciones sociológicas en psicología social y manejar conceptos clave de esta perspectiva para entender las bases sociales del comportamiento.

x

Reflexionar sobre la existencia de dos psicologías sociales, una psicológica y otra sociológica. De dicho reconocimiento se deriva que, en la práctica, la aplicación y la intervención de los psicólogos sociales de formación sociológica deben tener el mismo protagonismo social que el que se reivindica para los psicólogos sociales de formación psicológica.

Todos estos objetivos pueden ser resumidos en uno: ofrecer al lector un esquema que pueda servirle de orientación en el estudio de la teoría sociológica y que le ayude a percibir los vínculos existentes entre la sociología y la psicología social; vínculos que van más allá de la mera relación o cercanía entre ambas disciplinas y que suponen el reconocimiento de la procedencia sociológica de la psicología social. Aunque con frecuencia concebimos la psicología social como una especialidad de la psicología, lo cierto es que el pensamiento psicosociológico empezó a gestarse al mismo tiempo en el seno de la sociología (véase Álvaro & Garrido, 2007). A medida que la psicología y la sociología fueron consolidándose como disciplinas científicas independientes, tuvieron que plantearse necesariamente el problema de sus relaciones recíprocas. La constatación de que muchos de los fenómenos que ambas ciencias intentaban estudiar eran producto de la interacción de fac-

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tores tanto psicológicos como sociales pronto hizo surgir un espacio común entre la psicología y la sociología al que terminó denominándose psicología social. Sin embargo, la psicología social no ha sido nunca, ni siquiera en sus comienzos, una verdadera zona de intersección entre la psicología y la sociología. La reflexión sobre la indisoluble unión entre lo individual y lo colectivo, entre lo social y lo psicológico, no dio lugar a un espacio de encuentro entre psicología y sociología, sino a dos líneas de desarrollo paralelas que, a su vez, originaron dos psicologías sociales bien diferenciadas. La mayoría de los libros en psicología social publicados en español están adaptados para un lector más familiarizado con la psicología social psicológica, por lo que es preciso ir introduciendo algunas de las ideas centrales de la psicología social sociológica, a la que también podríamos denominar psicosociología. El punto de partida posible para presentar el desarrollo de una psicología social sociológica es el de una reflexión sobre los distintos niveles de análisis en que podemos situarnos a la hora de abordar el estudio de la realidad social. A menudo se define la sociología como aquella disciplina científica que tiene como objetivo el estudio de los fenómenos sociales. Esta definición puede llevarnos a la idea equivocada de que la sociología únicamente presta atención a los determinantes sociales del comportamiento, dejando a un lado los factores individuales o psicológicos. A lo largo de las páginas de este libro intentaremos deshacer dicho equívoco, mostrando al lector la diversidad de enfoques y de formas de análisis que se han desarrollado en el seno de la teoría sociológica en psicología social. A la hora de analizar el comportamiento social, podemos concebirlo como el resultado de fuerzas sociales externas a la persona, como, por ejemplo, la cultura o las instituciones sociales, o bien como el producto de factores de naturaleza individual o psicológica. En el primer caso estaremos situando nuestro análisis en un nivel macrosociológico, mientras que en el segundo estaremos adoptando una perspectiva microsociológica. La reflexión sobre cuál es el nivel de análisis más adecuado para estudiar la realidad social ha sido y es objeto de un fuerte debate en sociología. En el apartado “Niveles de análisis en las ciencias sociales” se exponen las principales ideas de este debate, especialmente pertinente cuando de lo que se trata es de mostrar los vínculos entre la teoría sociológica y la psicología social.

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Introducción

La psicología social no se distingue, de hecho, de otras ciencias sociales por su objeto de estudio, sino por la perspectiva desde la que éste es abordado. La perspectiva psicosociológica se caracteriza por estudiar la realidad social teniendo en cuenta la interacción de factores tanto sociales como individuales. El interés de este libro reside en mostrar al lector cómo esta perspectiva, fruto de la integración entre diferentes niveles de análisis, se ha ido consolidando dentro de la teoría sociológica y ha ido dando lugar a una importante línea de desarrollo psicosociológico (Collier, Minton, & Reynolds, 1996). Esta reflexión inicial sobre los distintos niveles de análisis de las ciencias sociales es la que sirve como hilo conductor para exponer los principales desarrollos de la teoría sociológica. Esta exposición se inicia con las ideas de algunos autores clásicos, como Comte o Spencer, que dedicaron parte de su obra a la reflexión sobre las relaciones recíprocas entre la sociología y la psicología. Asimismo, se muestra la forma en que fue gestándose una concepción psicosociológica durante las primeras etapas del desarrollo de la sociología. Dicha concepción fue surgiendo en el contexto de un importante debate sobre el nivel de análisis más adecuado para la sociología, del que tenemos importantes ejemplos en la obra de autores como Durkheim, Tarde, Weber o Simmel. A continuación, se presentan algunas de las ideas centrales de los principales enfoques teóricos de la sociología contemporánea. A lo largo de los apartados de este libro aparecen descritos enfoques tales como el funcionalismo estructural, las teorías del intercambio, el interaccionismo simbólico, las teorías de roles, el enfoque dramatúrgico, la etnometodología o la sociología fenomenológica. Para finalizar, se incluye un breve análisis de las corrientes teóricas más recientes de la sociología. Este libro no tiene la pretensión de hacer un análisis pormenorizado y exhaustivo del desarrollo de la teoría sociológica en psicología social, puesto que dicho análisis excedería por completo tanto los objetivos del mismo como el espacio disponible. El objetivo es, más bien, acercar la teoría sociológica en psicología social a lectores poco familiarizados con la misma, motivo por el que en este libro no se incluyen todos y cada uno de los enfoques teóricos de la sociología, sino que se han seleccionado las teorías más relevantes para el desarrollo de la psicología social sociológica.

Capítulo I La psicología social, ¿debe ser más social o más sociológica?

“Creo que una sociología que olvidara la mediación a través del sujeto individual sería tan falsa, tan mala y permítanme decir, tan dogmática, como una sociología que –tal y como el mismo Freud la imaginaba– creyera que la sociología no es otra cosa más que psicología aplicada a una mayoría de individuos” (Adorno, 1968/1996, p.154).

A pesar de que el término psicología social es el más utilizado, no es el único que tenemos para designar a esta área del conocimiento; así, por ejemplo, algunos autores no dudan en utilizar el término psicosociología. Arguyen quienes son partidarios de este término, que el adjetivo social es redundante, pues a lo más que llegamos con él es a distinguir entre la psicología fisiológica y la social. Este grupo de autores se pregunta si es posible una psicología del ser humano sin referirnos a su dimensión social. En segundo lugar, hablar de psicología social nos puede llevar a equívocos. El más común es creer que la psicología social pertenece al campo de la psicología, aunque guarde algunas afinidades con otras ciencias sociales, como la sociología. La psicología aparece, de esta manera, como el núcleo desde el que se desprenden, como las capas de una cebolla, diferentes formas adjetivadas de considerar esa matriz central que es la psicología: clínica, organizacional, ambiental, social, etc. Esta forma de considerar la psicología social ignora el hecho de que, desde un punto de vista histórico, nace y se constituye tanto en psicología como en sociología (Álvaro & Garrido, 2007). La división entre la psicología social psicológica y la psicología social sociológica es, con frecuencia, ilustrada haciendo referencia a los dos textos que se suelen considerar como los dos primeros manuales de psicología social. Nos estamos refiriendo a los del sociólogo Ross, Social Psychology, y del psicólogo Mc Dougall, Introduction to Social Psychology, ambos publicados en 1908. El primero está basado en

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la sociología de Gabriel Tarde y en la imitación como principal mecanismo explicativo del comportamiento humano; el segundo, en una teoría de los instintos. Si bien no podemos considerar estos textos como los primeros en psicología social, pues antes ya existían libros cuyo contenido y título ponen de manifiesto una preocupación muy anterior por esta área de conocimiento, lo cierto es que reflejan adecuadamente esta tensión en el interior de la psicología social entre una concepción más sociológica y una concepción más psicológica de la misma (Garrido & Álvaro, 2007). La psicología social pertenece al área de las ciencias sociales y debe ser entendida como una perspectiva desde la que podemos enfocar problemas sociales tales como la inmigración, el prejuicio, el desempleo, el hacinamiento, la salud, etc. Desde este punto de vista, las divisiones entre psicología, psicología social y sociología resultan borrosas y encontramos teorías sociológicas que son, sin embargo, por su perspectiva, teorías psicosociales, y teorías en psicología en las que el escaso énfasis o ausencia de una dimensión social de los procesos que pretenden explicar las acercan más a una psicología individual. También podemos encontrarnos con teorías como la del intercambio de Homans que, pese a su origen sociológico, utiliza un nivel de explicación psicológico, haciendo suyas las tesis del individualismo metodológico. Normalmente pensamos que las definiciones son irrelevantes en lo que a la configuración de un campo de conocimiento se refiere, dado que son meramente intencionales o declaraciones de intenciones que no pueden condensar por si mismas lo que un campo de conocimiento es o representa. En muchas ocasiones podemos leer que existen tantas definiciones como autores hay en un área de conocimiento. Sin embargo, podemos afirmar que las definiciones tienen más consecuencias que las que los científicos están dispuestos a reconocer (Sapsford, Still, Miell, Stevens & Wetherell, 1998). Las definiciones son las que hacen que las concepciones de la ciencia aparezcan de una forma más evidente. Debemos tener en cuenta que funcionan como un mapa inicial del territorio delimitado por un campo del conocimiento. Las definiciones también legitiman la investigación de ciertos temas sobre otros. Podemos afirmar que definir significa marcar los límites y fijar las fronteras. En una época de nacionalismos, el nacionalismo disciplinario también

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Capítulo I. La psicología social...

está teniendo cada vez más raigambre. Los límites y la territorialidad están en el origen de los conflictos a través de los cuales el estatus y el poder de las personas y de los grupos son configurados. El hecho de que estas luchas disciplinarias sean discursivas y simbólicas, no impide que sean intensas. En las páginas de este libro se argumenta que si la psicología social quiere ser una disciplina más representativa y más específica conceptualmente, no sólo precisa ser más social, sino más sociológica. La dimensión sociológica es lo que le da a la psicología social su singularidad frente a una psicología básica. Al adoptar una perspectiva sociológica, la psicología social se convierte en una parte de la sociología tanto como lo pueda ser de la psicología. 1.1. Antecedentes históricos La expresión psicología social no parece tener un sentido claro y explícito más allá del conjunto de tradiciones conceptuales y metodológicas en las que se utiliza. El significado del término puede variar mucho dependiendo de lo que entendamos por psicología y, sobre todo, del significado que demos al término social. Por otro lado, lo que hoy en día podemos considerar como la perspectiva dominante en psicología social no parece separarse de la mantenida por un autor tan influyente como Floyd H. Allport (1924). Para él, la psicología social es, sobre todo, psicología y, muy secundariamente, social, en cualquiera de las acepciones que demos a dicho concepto. Así, Allport (1924, p. 4) escribió en un texto en el cual intentó especificar los principios básicos de la disciplina: “No hay psicología de los grupos que no sea esencial y enteramente una psicología de los individuos. Sus necesidades biológicas son la meta hacia la cual se dirige su conducta social. Dentro de su organismo se encuentran todos los mecanismos que explican su conducta.”

Más adelante, este mismo autor (Allport, 1924, p. 11) señala que: “De hecho, la psicología social ha crecido gracias al trabajo de los sociólogos. Es un error, sin embargo, suponer tal y como algunos lo han hecho, que es una rama de la sociología más que de la psicología… A pesar de las buenas intenciones y oficios de los sociólogos, las dos ciencias sociales deben permanecer como campos de investigación separados.”

Está más allá de los objetivos de este libro llevar a cabo un pormenorizado análisis de las implicaciones programáticas de este texto. Otros autores, sin

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embargo, han realizado esta tarea (Álvaro & Garrido, 2007; Cherry, 1995; Garrido & Álvaro, 2007; Danziger, 1990; Farr, 1996). El pronunciamiento de Allport, a pesar de no haber atraído mucha atención y de su ambigüedad e imprecisión conceptual, contiene un mensaje inequívoco: la psicología social es, exclusivamente, psicología. Esta posición es la que ha sido mantenida en los libros de la psicología social psicológica y los manuales de psicología social que contienen capítulos sobre la historia de la disciplina, como son el de Gordon Allport (1954) y Jones (1985), en los que el punto de vista de Allport es defendido. Independientemente de la adecuación del marco conceptual de F. H. Allport tanto para la psicología como para la psicología social, parece obvio que el origen de la confusión inducida por definiciones como la suya descansa sobre el significado atribuido a los términos social y aspectos sociales. Incluso aunque no se trate de especificar el contenido de estos términos, cabe hacerse la siguiente pregunta: ¿es posible una psicología que no sea social y que sea, por tanto, asocial? Toda psicología, sea individual o colectiva, tiene que incluir “los aspectos sociales” como parte de sus explicaciones, lo que hace que tenga que ser social. La expresión psicología social no deja de ser, hasta cierto punto, tautológica, en la medida en que toda psicología es social, de una u otra manera. Los psicólogos sociales no resolvemos el problema simplemente diciendo, tal y como es práctica común desde Allport, que la psicología social es social porque trata de “lo social”. La materia de la que trata una ciencia sólo nos indica aquella parte de la realidad que estudia o intenta estudiar, pero no nos dice nada acerca de cómo es estudiada o desde qué perspectiva. Paradójicamente, la psicología social ha sido acusada en numerosas ocasiones de ser excesivamente individualista. Tal y como escribe Baumeister (1995, p. 75): “Existe una paradoja en la forma en que la psicología social es practicada hoy en día: no es siempre tan social. Irónicamente, la mayoría de los psicólogos sociales piensan que las personas son, en gran medida, unidades autocontenidas, concediendo sólo que, ocasionalmente, entran en contacto unas con otras.”

Observaciones como las de esta cita han sido hechas por autores con diferentes orientaciones epistemológicas (Augoustinos, 1999; Marková, 2000; Osterkamp, 1999; Smith, 1999).

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Capítulo I. La psicología social...

Si la psicología social es básicamente una extensión de la perspectiva psicológica a lo social, entonces su sesgo individualista no debería sorprender, dado que el nivel de análisis de la teorización psicológica se ha desarrollado, normalmente, en función de sus explicaciones del sistema de la personalidad o de sus subsistemas. Si añadimos a esta descripción el ethos individualista de la cultura occidental, podemos entender las observaciones de Parsons (1954, p. 101) acerca de las tendencias generales de la teoría psicológica: “1) La reificación del organismo, el cual, en virtud de su constitución genética, es considerado como la base “real” de la estructura de los sistemas de comportamiento; 2) la reificación de la “unidad real de la conducta”, la cual puede ser tanto la secuencia Estímulo-Respuesta (E-R) de los conductistas como la “gestalt” perceptual momentánea. Esto es considerado como clave para la comprensión de toda conducta, o 3) la reificación del individuo, haciendo de la personalidad una forma más o menos clara de la acción. Se pretende que el conocimiento de sí mismo se realize independientemente de sus relaciones sociales, actuales o previas, y sea presuntamente independiente de cualquier comprensión genuina de cómo los individuos, cuando son puestos juntos en sociedad, se comportan”

Estas observaciones, realizadas mucho antes de que entraran en vigor las corrientes de pensamiento construccionistas, nos indican no sólo las dificultades de entender la conducta social por medio de la teoría psicológica, sino también el intento permanente de explicación de lo social en términos de los individuos y, en última instancia, de su constitución biológica. Moscovici (1972, p. 35) ya indicó que esta forma de reduccionismo afecta a los postulados de la propia psicología social convencional: “El primero se refiere a la idea de que la diferencia entre los procesos sociales y los procesos no sociales más elementales es una cuestión de grado y que se puede establecer una jerarquía en la cual pueden ser ordenados desde los más simples a los más complejos y desde lo individual a lo colectivo. El segundo postulado se refiere a la idea de que los procesos sociales no necesitan de la idea de fenómenos sociales gobernados por sus propias leyes, sino que pueden ser explicados por leyes psicológicas, las cuales, a su vez, pueden ser explicadas por leyes de carácter fisiológico. El último postulado parte de la idea de que no hay diferencia en la naturaleza de la conducta social y no social: las otras personas sólo intervienen como parte del ambiente general.”

Estas críticas son contestadas con el argumento de que existen dos psicologías sociales: una con una orientación psicológica y otra con una orientación sociológica. Esta distinción implica que ambas son reduccionistas con respecto a la matriz original de la que surgieron. En esta línea, podría argu-

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mentarse que existe un reduccionismo o sesgo psicológico en la psicología social psicológica, de la misma manera que existe un sesgo sociológico en la psicología social sociológica. Pero este argumento, que señala la existencia de dos tipos de sesgos de iguales características, no es acertado, pues no ofrece un relato adecuado de la actual situación si tenemos en cuenta el modelo conceptual del cual parte el enfoque teórico más representativo de la psicología social sociológica: el interaccionismo simbólico y las corrientes teóricas afines que veremos en páginas posteriores. El interaccionismo simbólico originado por Mead (1934) difícilmente puede ser calificado de reduccionista si tenemos en cuenta que uno de los mayores logros de dicha teoría ha sido el haber superado de forma convincente los viejos dualismos individuo-sociedad, especificando cómo ambas realidades son constituidas a través de los procesos de comunicación simbólica y de la interacción social. Esta comprensión de la relación individuo-sociedad es también característica de las versiones más estructurales del interaccionismo, como es el caso de Goffman (1959) o Stryker (1980), quien enfatiza la importancia de las normas y roles sociales. Asimismo, también es característico de los estudios de la sociología psicológica (House, 1977, 1981, 1991, 1995). De todos estos autores trataremos con mayor profundidad en las páginas siguientes. En resumen, si queremos hablar de psicología social, no podemos obviar que desde sus orígenes la psicología social tuvo dos perspectivas diferentes, tal y como ocurre en la actualidad: una perspectiva sociológica y otra psicolológica (véase figura 1; House, 1991, p. 46).

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Capítulo I. La psicología social...

Psicología social psicológica

Estructura social y Personalidad

PSICOLOGÍA

SOCIOLOGÍA

PSICOLOGÍA SOCIAL

Interacción simbólica

Figura 1. La psicología social como intersección de la sociología y la psicología.

Capítulo II Niveles de análisis en las ciencias sociales

El problema de las relaciones entre el individuo y la colectividad es el aspecto central de uno de los debates más antiguos desarrollados en el seno de las ciencias sociales. Podemos decir que desde el momento mismo de su constitución como disciplinas científicas, tanto la psicología como la sociología tuvieron que dedicar algún esfuerzo a la clarificación de las relaciones entre lo que es social y lo que es individual. La psicología, que nació con la vocación de convertirse en el estudio científico de la mente, tuvo que enfrentarse muy pronto al hecho de que la mente humana no surge ni se desarrolla en un vacío social, sino que es producto de la inserción de la persona dentro de una colectividad. La sociología, por su parte, nacida con la pretensión de convertirse en el estudio científico de la sociedad, tampoco pudo ignorar en sus análisis la existencia de factores psicológicos o individuales que influyen en el comportamiento social. A medida que la sociología y la psicología se fueron desarrollando, fue emergiendo la cuestión de las relaciones entre ambas ciencias. Fruto de esta reflexión fue constituyéndose una nueva disciplina, la psicología social, que, como hemos señalado en la introducción, surge al mismo tiempo dentro de la psicología y de la sociología. Un primer paso en la reflexión sobre los niveles de análisis en ciencias sociales consiste en suponer que cada disciplina científica se diferencia de las demás por tener su propio nivel. Desde este punto de vista, podríamos suponer que la sociología se centra más en los factores sociales que determinan el comportamiento, el pensamiento o las emociones, mientras que la psicología presta más atención a los procesos psicológicos involucrados en dichos procesos. La psicología social, fruto de la intersección de ambas disciplinas, podría ser, de este modo, concebida como aquella perspectiva en la que la

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interacción de ambos tipos de factores prima a la hora de analizar la realidad social. No obstante, esta suposición no es del todo exacta, ya que dentro de cada disciplina coexisten diferentes niveles de análisis. Como veremos a lo largo de este libro, dentro de la sociología no sólo tienen cabida aquellas teorías centradas en fenómenos sociales de carácter estructural, sino que también se han desarrollado importantes enfoques teóricos en los que se ha puesto el acento en el comportamiento individual y/o en la interacción social. La reflexión sobre los niveles de análisis que podemos utilizar a la hora de abordar el estudio de la realidad social ha ocupado un lugar más destacado en sociología que en psicología. La psicología ha prestado, en general, poca atención a esta cuestión que, en cierto modo, se ha considerado resuelta con la mera existencia de la psicología social. De algún modo, dentro de la psicología se ha ido asumiendo que es en el contexto de la psicología social donde hay que mantener el debate en torno a las relaciones entre lo individual y lo colectivo, o entre lo psicológico y lo social. La reflexión acerca del nivel de análisis más adecuado a la hora de abordar el estudio de la realidad social no ha despertado, sin embargo, mucho interés dentro de la psicología social. Durante los años setenta, coincidiendo con una etapa de crisis de la disciplina, se desarrolló en el seno de la psicología social un fuerte debate en torno a la necesidad de una mayor consideración de la dimensión social del comportamiento, pero no hubo acuerdo a la hora de definir dicha dimensión social. Tampoco hubo entonces, ni lo hay en la actualidad, un esfuerzo metateórico encaminado a la identificación de los diferentes niveles de análisis en los que se sitúan las distintas teorías psicosociológicas. Uno de los pocos trabajos que pueden enmarcarse dentro de esta línea es el de Doise (1980), que distingue cuatro niveles de explicación dentro de la psicología social: el nivel intraindividual, centrado en los procesos mentales que se encuentran en la base del comportamiento de las personas; el nivel interindividual, centrado en el análisis de la interacción social en una situación dada sin tener en cuenta factores sociales ajenos a dicha situación; el nivel social, en el que se analiza la interacción social teniendo en cuenta la posición social de las personas involucradas en dicha interacción, y el nivel ideológico, en el que se tiene en cuenta la influencia de la ideología y de los sistemas de

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Capítulo II. Niveles de análisis...

creencias, representaciones y normas vigentes en la estructura social de la cual la persona forma parte. Como ya hemos señalado, el esfuerzo por identificar los niveles de análisis en los que puede situarse el estudio de la realidad social ha sido mayor en sociología que en psicología social. No es éste el lugar para examinar de forma exhaustiva todas y cada una de las aportaciones que se han hecho al estudio de esta cuestión. En este apartado nos limitaremos a mostrar las grandes líneas temáticas en torno a las cuales se ha desarrollado el trabajo sobre los niveles de análisis en ciencias sociales. Nuestro objetivo es introducir una serie de conceptos básicos que puedan facilitar la comprensión de las teorías psicosociológicas que analizaremos a lo largo de este libro. Una de las dimensiones que solemos utilizar para distinguir entre los diferentes ámbitos de análisis de la realidad social es la dimensión micro-macro. Esta dimensión se deriva de la posibilidad de establecer un orden entre diferentes fenómenos sociales en función de su magnitud. En el extremo inferior del continuo micro-macro encontraríamos a los individuos, mientras que en el extremo superior hallaríamos los fenómenos sociales a gran escala. Entre ambos extremos encontraríamos diferentes fenómenos sociales de magnitud intermedia (véase la figura 2; Ritzer, 2002, p. 619). Existen algunas diferencias entre los sociólogos en cuanto a qué debemos definir como micro o macro. Así, cuando hablamos de nivel micro, podemos estar haciendo alusión a fenómenos psicológicos, a individuos o a la interacción entre individuos. Cuando hablamos de fenómenos macro, por otra parte, nos podemos referir a las poblaciones, a la sociedad y su estructura, o incluso a la cultura. Pero, en general, la dimensión micro-macro se puede equiparar a un continuo que iría de lo individual a lo colectivo Otra forma de aludir a esta dimensión la tenemos en la distinción que hacen algunos sociólogos entre acción y estructura, y que, en líneas generales, es equiparable a la diferenciación entre los niveles micro y macro. Por regla general, mediante el concepto de acción hacemos referencia a los actores individuales, mientras que el término estructura alude, casi siempre, a las instituciones sociales. El análisis de la realidad social desde el punto de vista de la acción suele ser, por tanto, un análisis microsociológico, mientras que

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el análisis estructural de la realidad social se corresponde, en general, con un nivel de análisis macrosociológico. Nivel macro

Nivel micro Pensamiento y Acción individual

Interacción

Grupos

Organizaciones

Sociedades

Sistemas mundiales

Figura 2. La dimensión micro-macro.

En el continuo que se extiende desde lo individual a lo colectivo, cada uno de los niveles surge como resultado de la agregación de elementos del nivel anterior. La acción individual da paso a la interacción, que es, a su vez, la base sobre la que se constituyen los grupos. Éstos se encuentran integrados dentro de las organizaciones que forman parte, a su vez, de una estructura social más compleja. Pero cada uno de estos niveles no es meramente la suma de elementos del nivel anterior, sino que tiene propiedades nuevas que no están presentes en sus elementos constitutivos. Un grupo no es un mero agregado de personas, sino una realidad social diferente que no puede ser conocida de forma adecuada a partir del estudio individual de las personas que lo constituyen. La idea de que los diferentes niveles de organización tienen propiedades nuevas que no están presentes en los elementos que los constituyen se conoce con el nombre de emergentismo social o doctrina de las propiedades emergentes. Según la tesis del emergentismo social, o de las propiedades emergentes, cada nivel de organización social supone la aparición de nuevas formas que no están presentes en sus elementos constitutivos. En general, casi todos los sociólogos reconocen que cada uno de los niveles del continuo micro-macro implica la aparición de fenómenos nuevos que no estaban presentes en el nivel anterior. Sin embargo, no todos admiten que la emergencia de nuevos fenómenos haga necesario utilizar principios explicativos diferentes de los empleados para analizar la conducta individual. Esta postura se conoce con el nombre de individualismo metodológico. El individualismo metodológico es una forma de abordar el estudio de la realidad social que consiste en utilizar los mismos principios que explican la conducta individual para analizar los fenómenos sociales de mayor escala.

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Capítulo II. Niveles de análisis...

Un ejemplo de individualismo metodológico lo tenemos en la teoría del intercambio de Homans (1961), que analizaremos más adelante. Este autor reconocía que en el transcurso de la interacción social emergían nuevos fenómenos, pero subrayaba que todos ellos podían ser explicados partiendo de las leyes del conductismo skinneriano. Se trata de una postura contraria a la que habían defendido autores como Durkheim, quien consideraba que para explicar los fenómenos sociales había que recurrir a fenómenos sociales del mismo nivel. No obstante, la dimensión micro-macro no es suficiente para elaborar un esquema de los diferentes niveles de análisis en los que se puede situar el estudio de la realidad social. Hay teorías que se sitúan en un mismo punto del continuo micro-macro y que, sin embargo, son radicalmente diferentes en su forma de abordar el estudio del comportamiento social. Por ejemplo, tanto las teorías del intercambio, derivadas del conductismo, como el interaccionismo simbólico o la sociología fenomenológica son teorías microsociológicas. Sin embargo, es evidente que hay notables diferencias entre estos enfoques en el análisis que hacen de la interacción social. Para los teóricos del intercambio, la conducta es el resultado de variables objetivas situadas fuera del individuo. La interacción social es definida en términos de un intercambio que se mantiene en función de los refuerzos proporcionados por otras personas. En el interaccionismo simbólico y en la sociología fenomenológica se tienen en cuenta los significados que las personas dan a sus acciones. La intervención de la conciencia y de los procesos subjetivos internos, totalmente rechazada por el conductismo, se convierte en fundamental en estas dos corrientes. De ahí que sean necesarias otras dimensiones para diferenciar entre los niveles de análisis de las ciencias sociales. Otra dimensión central es aquella que nos sirve para distinguir entre un nivel de análisis centrado en el estudio de procesos subjetivos y otro más interesado en la identificación de los procesos objetivos que conforman la realidad social. Ejemplos de tal dimensión son el continuum subjetivo-objetivo propuesto por Ritzer (2002) o la dimensión materialista-idealista propuesta por Alexander (1982). Los fenómenos sociales objetivos son aquellos que tienen una existencia material, como, por ejemplo, los actores, las estructuras

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burocráticas o el lenguaje. En el otro extremo de esta dimensión hallaríamos los fenómenos sociales subjetivos, que carecen de existencia material. Los procesos mentales, las normas, los valores, etc. son fenómenos cuya existencia se manifiesta en el plano de las ideas. Partiendo de la intersección de ambas dimensiones, algunos autores proponen la existencia de cuatro niveles de análisis de la realidad social. Ritzer (2002), por ejemplo, habla de los cuatro niveles siguientes: Nivel macro-objetivo. En el análisis de la realidad social se recurre a los fenómenos sociales a gran escala y a los procesos que tienen una manifestación material. En este nivel se situaría, por ejemplo, el funcionalismo estructural de T. Parsons. Nivel macro-subjetivo. Este nivel se caracteriza por situar el interés en los fenómenos colectivos de carácter subjetivo, como las normas y los valores. Nivel micro-objetivo. En este caso, el análisis se centra en los fenómenos individuales o interindividuales y en los procesos de carácter objetivo. Un ejemplo de teoría de nivel micro-objetivo es la teoría del intercambio. Nivel micro-subjetivo. Como en el caso anterior, el objeto de análisis son los fenómenos individuales o interindividuales, pero se tienen en cuenta los procesos que se manifiestan en un plano subjetivo. La sociología fenomenológica o el interaccionismo simbólico constituyen algunos de sus ejemplos. Una forma similar de entender los niveles de análisis de las ciencias sociales es la propuesta de Alexander (1982), para quien existen cuatro niveles: colectivo-idealista, colectivo-materialista, individual-idealista e individualmaterialista. La dimensión individual-colectivo se corresponde con la dimensión micro-macro, mientras que el continuo idealista-materialista corresponde a la dimensión subjetivo-objetivo. Otra aportación interesante a los niveles de análisis de la psicología social es la de Pettigrew (1991, p. 22).

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Capítulo II. Niveles de análisis...

Análisis de arriba a abajo

NIVEL MACRO

C

D NIVEL MESO

A

F

Situacional Cara a cara B

E NIVEL MICRO

Análisis de abajo a arriba

Individuos

Figura 3: Seis tipos de análisis psicosociológicos

Como vemos en la figura 3, podríamos incluir seis tipos de análisis en las investigaciones realizadas en psicología social. El predominio de la psicología social psicológica ha situado a una mayoría de sus estudios en el nivel de las interacciones cara a cara, niveles B y E. Las relaciones representadas en los niveles C, D y F han sido objeto, sin embargo, de una escasa atención, salvo en la psicología social sociológica, donde la interacción entre los niveles individual, situacional –interacción social– y estructural ha recibido una mayor atención. Aunque algunos de los enfoques teóricos que analizaremos se han situado en posiciones extremas, no es extraño encontrar ejemplos en los que hemos llegado a una cierta integración de estos diferentes niveles de análisis. Algunos de estos intentos de integración serán analizados en el último apartado de este libro, en el que mostraremos algunos de los desarrollos más recientes de la teoría sociológica.

Capítulo III El punto de vista psicosociológico en la teoría sociológica clásica

La formación de un punto de vista psicosociológico dentro de la sociología es temprana. Las primeras ideas psicosociológicas van surgiendo a medida que se empieza a reflexionar sobre las relaciones entre sociología y psicología, o entre sociedad e individuo. Y esto es algo que ocurre muy pronto dentro de la sociología. Uno de los primeros autores que analizó las relaciones entre la psicología y la sociología fue Comte (1798-1857). Fue este autor quien acuñó el término sociología para dar nombre a la ciencia que se encargaba del estudio de la sociedad (Comte, 1830-1842). Una exposición detallada de las contribuciones de este autor al desarrollo de las ciencias sociales excede claramente los objetivos de este libro. De ahí que nos detengamos únicamente en su visión de las relaciones entre sociología y psicología. Por este motivo, destacaremos las reflexiones de Comte acerca del conocimiento científico, que dieron como resultado una clasificación jerárquica de las ciencias. Para Comte, sólo existían seis ciencias fundamentales, cada una de las cuales incluía todas las anteriores: matemática, astronomía, física, química, biología y sociología. La sociología, cuyo objetivo era el estudio de la vida social, se encontraba, por tanto, en la cima de todas las ciencias, a las cuales incluía. La psicología no formaba parte del esquema de clasificación de las ciencias propuesto por Comte, ya que para este autor el conocimiento psicológico tenía que formar parte bien de la biología, bien de la sociología. Comte no le reconocía carácter científico a la psicología introspectiva de la época. Debemos tener en cuenta que en la época en la que Comte propuso esta jerarquización del conocimiento científico, la psicología todavía carecía del estatuto científico que logró más tarde de la mano de Wundt (véase

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Garrido y Álvaro, 2007). Comte consideraba necesaria la desvinculación de la psicología y la filosofía, pero no creía en el carácter autónomo de la psicología. Para él, esta disciplina estaba dividida en dos grandes ramas: el estudio del organismo individual debía formar parte de la biología y el estudio psicológico del individuo, en tanto que ser social, de la sociología. Esta concepción ha hecho que algunos autores, como Allport (1954), consideren a Comte como el fundador de la psicología social. No obstante, es necesario matizar que las reflexiones de Comte no se referían a la delimitación de un área de estudio específica, sino a la necesidad de que la psicología se fundamentase en la biología o en la sociología. La reflexión acerca de las relaciones entre psicología y sociología ocupó también un lugar destacado en la obra de Spencer (1820-1903). No en vano este autor está considerado como uno de los padres fundadores, no sólo de la sociología, sino también de la psicología. Heredero de la tradición evolucionista británica, Spencer (1870, 1876) ejerció una influencia muy importante en el pensamiento social de su época. Muchas de las ideas que dieron lugar al darwinismo psicológico y al darwinismo social proceden, en realidad, de las ideas de Spencer, más que de la obra de Darwin. De hecho, Spencer fue el primer autor que desarrolló una concepción evolucionista de la psicología, concepción que expone en su obra Principios de psicología, basada en las ideas de J.B.Lamarck. Con posterioridad, cuando Darwin dio a conocer sus ideas en El origen de las especies, Spencer tomó algunas de ellas y extendió su visión evolucionista a otras disciplinas científicas. El resultado fueron sus ambiciosas obras Sistema de filosofía sintética: Primeros principios, Principios de biología, Principios de psicología, Principios de sociología y Principios de moralidad, publicadas entre 1862 y 1892. Spencer formuló una ley general de la evolución que denominó ley de la diferenciación creciente. Según esta ley, la evolución consiste en una progresión continua desde un estado homogéneo e indiferenciado hasta un estado de heterogeneidad y diferenciación crecientes. Esta ley fue el punto de partida de Spencer a la hora de elaborar su sistema científico y filosófico. La aplicación de la ley general de la evolución en la psicología llevó a Spencer a afirmar que la evolución de la mente es el resultado de una progresión desde el estado indiferenciado de los organismos primitivos hasta

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Capítulo III. El punto de vista...

la estructura compleja del cerebro humano. Esta complejidad es el resultado de la interacción entre el organismo y el medio, que hace que se vaya pasando de los reflejos a los instintos, luego a la memoria y, finalmente, al razonamiento mental. A diferencia de Darwin, quien negaba la existencia de una diferencia cualitativa entre los animales y la especie humana, Spencer afirmaba que la continuidad mental significaba progreso y su concepción de la evolución incluía aspectos valorativos que Darwin no había admitido. Spencer valoró como mejores los organismos más evolucionados, lo que le llevó a defender la superioridad intelectual del europeo, basada en el mayor tamaño del cerebro, y de los hombres, basándose en la diferente organización del cerebro de los hombres y las mujeres. Aplicada a la sociología, la ley general de la evolución implicaba que la sociedad ha ido evolucionando desde un estado inicial de homogeneidad hasta el alto grado de complejidad actual. Para explicar el proceso de evolución social, Spencer define la sociedad como un organismo, algo que también había hecho Comte. Spencer fue contradictorio al utilizar la analogía organicista, puesto que a veces adoptó una posición nominalista, usando el término sociedad como mera etiqueta, mientras que en otras ocasiones su postura fue realista, ya que para él, la sociedad adquiere una entidad propia e independiente. Spencer siempre defendió la existencia de una interacción recíproca entre el individuo y la sociedad, pero nunca aceptó la idea de que la personalidad individual es un producto cultural; más bien subrayó el papel del individuo como factor determinante de las peculiaridades de la cultura. Para Spencer, la sociedad es producto de las unidades que la componen y, aunque ambas partes interaccionan, las características de los individuos son las que determinan el carácter de la sociedad, y no al revés. Spencer concibió las relaciones entre psicología y sociología de manera radicalmente diferente a como las había definido Comte. Para él, la sociología debía ser una ciencia sintética, fundamentada en la biología y la psicología. Esta concepción reduccionista de la sociología fue uno de los rasgos básicos del pensamiento spenceriano. La influencia de Spencer en el desarrollo de las ciencias sociales durante la segunda mitad del siglo pasado es inequívoca. Su teoría evolucionista

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tuvo una gran acogida en Estados Unidos, ejerciendo una enorme influencia en los primeros sociólogos norteamericanos. La psicología norteamericana tampoco fue ajena al impacto de las ideas evolucionistas, que se convirtieron en la principal alternativa a la psicología de Wundt. Aunque Spencer no hizo ninguna contribución directa a la psicología social, algunas de sus ideas constituyeron la base sobre la que se elaboraron las aportaciones de otros autores. El tratamiento que Spencer dio a los instintos, por ejemplo, debe considerarse como un antecedente de la psicología social de McDougall.

Capítulo IV Las relaciones entre individuo y sociedad en los primeros desarrollos teóricos de la sociología

La reflexión sobre las relaciones entre lo individual y lo colectivo y sobre las fronteras entre la sociología y otras ciencias sociales siguió siendo uno de los temas centrales de la sociología durante la etapa de consolidación de esta ciencia. En torno a esta reflexión se fueron articulando algunos de los desarrollos teóricos más importantes de la sociología. 4.1. La relaciones entre individuo y sociedad en la teoría social francesa El debate acerca de las relaciones entre el estudio del individuo y el estudio de la sociedad se convirtió en un elemento central de la sociología francesa posterior a Comte. El enfrentamiento entre las posiciones de Durkheim (1858-1917) y las de Tarde (1843-1904) nos ilustra acerca de este tipo de polémica. Durkheim rechazó el individualismo de la sociología spenceriana y la concepción que Spencer mantenía sobre el estatus de la sociología como ciencia fundamentada en la biología y la psicología. De hecho, uno de sus principales objetivos fue definir el carácter de la sociología como disciplina científica e independiente de otras áreas de conocimiento, en especial de la psicología. Durkheim realizó una labor en la sociología similar a la que Wundt había desarrollado en la psicología (véase Garrido y Álvaro, 2007), delimitando un objeto de estudio y un método que confiriesen a la sociología un carácter científico. Las propuestas de Durkheim aparecen desarrolladas en Las reglas del método sociológico (1895), donde subraya que el objeto de estudio de la sociología son los hechos sociales, que tienen un carácter objetivo y deben ser tratados como si fueran cosas. En cuanto al método de estudio, Durkheim rechazó las explicaciones de carácter psicológico e insis-

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tió en la necesidad de que la explicación causal en sociología se situase en el nivel social: “la causa determinante de un hecho social se tiene que buscar entre los hechos sociales que lo precedieron, y no entre los estados de conciencia individuales” (p. 121). De este interés por objetivar los hechos sociales surge su concepción de la sociedad como una entidad independiente de los individuos que la constituyen. Para explicar las relaciones entre la sociedad y los individuos sin recurrir a causas psicológicas, introduce el concepto de conciencia colectiva. La sociología no debe recurrir, para explicar los hechos sociales, a las conciencias individuales, sino a la conciencia colectiva (Durkheim, 1895/1991, p. 116). “Agregándose, penetrándose, fusionándose, las almas individuales engendran un ser, psíquico si se quiere, pero que constituye una individualidad psíquica de un nuevo género. En la naturaleza de esta individualidad colectiva, y no en las unidades integrantes, es donde es preciso ir a buscar las causas próximas y determinantes de los hechos que se producen en ella. El grupo piensa, siente, obra en forma distinta a como lo harían sus miembros si se encontraran aislados. Si se parte, pues, de estos últimos, no se podrá comprender nada de lo que pasa en el grupo... Por consiguiente, siempre que se explique directamente un fenómeno social por un fenómeno psíquico, puede tenerse la seguridad de que la explicación es falsa.”

Para Durkheim, la sociedad está por encima del individuo, y la conciencia colectiva por encima de la conciencia individual. Las relaciones entre la sociedad y el individuo se explican mediante el mecanismo de la coerción. Los hechos sociales ejercen un poder coercitivo sobre los individuos. El concepto de conciencia colectiva enfrentó a Durkheim con otros sociólogos de la época como, por ejemplo, Tarde. Este autor rechaza la idea de una conciencia colectiva independiente de los individuos. Para él, el comportamiento individual no es producto de procesos psicológicos independientes y situados fuera del individuo, sino un resultado de las reacciones recíprocas entre las conciencias (Tarde, 1904/1986). En lo que se refiere a las relaciones entre psicología y sociología, la postura de Tarde se parece más a la de Spencer que a la de Durkheim, ya que defendió la idea de que la sociología tenía que fundamentarse en la psicología. Tarde es, sin duda, uno de los primeros sociólogos en desarrollar un punto de vista psicosociológico en el análisis del comportamiento humano. De hecho, sus dos obras más representativas, Las leyes de la imitación y La lógica

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Capítulo IV. Las relaciones entre...

social, habían sido concebidas, en un principio, como una sola obra cuyo título inicial iba a ser Psicología social y lógica social. De haberse mantenido la idea inicial, el de Tarde hubiera sido el primer texto en torno a la disciplina. La psicología social era, para Tarde, una psicología intersubjetiva, cuyo objeto de análisis eran las relaciones interpersonales. Para Tarde, el mecanismo explicativo de la conducta social no era la coerción, como había pretendido Durkheim, sino la imitación y la sugestión. El comportamiento social no es el resultado de la influencia unidireccional de la colectividad sobre el individuo, sino de un proceso de influencia recíproca entre las conciencias. Esto hace de Tarde el precursor del concepto actual de interacción. Algunas de las ideas de Tarde, en especial su análisis de las leyes de la imitación, fueron retomadas con posterioridad por Ross y constituyeron la principal base teórica sobre la que se articuló el manual de psicología social publicado por este autor en 1908. 4.2. La relación entre individuo y sociedad en la teoría social alemana La sociología alemana no fue ajena a la preocupación por definir las relaciones entre el individuo y la sociedad, así como los límites entre la psicología y la sociología. Un ejemplo de esta preocupación lo tenemos en la obra de Max Weber, situada en un nivel de análisis microsociológico en el que, sin embargo, no se descuidó el estudio de fenómenos de naturaleza macro. Weber abogó claramente por una sociología centrada en los individuos más que en la colectividad. Aunque reconoció la importancia de los fenómenos colectivos, Weber mantuvo siempre la convicción de que éstos podían ser estudiados partiendo del estudio de la acción individual. El método de análisis de la sociología, por tanto, tenía que ser individualista. Una de las aportaciones más destacadas de Weber a la teoría sociológica fue su distinción entre acción y conducta. Mientras que la conducta es una mera reacción automática a estímulos externos, la acción implica la intervención de procesos reflexivos. Según Max Weber, uno de los principales objetivos de la sociología debería ser el estudio de la acción social. El comportamiento no puede ser estudiado como mera reacción a estímulos externos, sino que para su comprensión debemos entender cuál es el significado

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que los individuos dan a sus actos. En resumen, el análisis sociológico tiene que partir del sentido que el actor da a su acción. La pretensión de Max Weber (1913/1993, p. 177) fue la de construir una sociología comprensiva, que definió de la siguiente manera: “En efecto, su objeto específico no lo constituye para nosotros un tipo cualquiera de «estado interno» o de comportamiento externo, sino la acción. Pero acción (incluidos el omitir y el admitir deliberadamente) significa siempre para nosotros un comportamiento comprensible en relación con objetos, esto es, un comportamiento especificado por su sentido subjetivo poseído o mentado, no interesa si de manera más o menos inadvertida [...]; la acción que específicamente reviste importancia para la sociología comprensiva es, en particular, una conducta que 1) está referida, de acuerdo con el sentido subjetivamente mentado del actor, a la conducta de otros 2) está codeterminada en su decurso por esta su referencia plena de sentido, y 3) es explicable por vía de comprensión a partir de este sentido mentado (subjetivamente)”.

Aunque es preciso señalar que la reflexión sobre cuestiones metodológicas no ocupó un lugar central en la obra de Weber, su forma de concebir la sociología lleva a considerar una serie de implicaciones metodológicas que ejercieron una gran influencia tanto en la sociología de la época como en la sociología actual. Una de estas implicaciones fue el uso de la Verstehen como una de las principales herramientas metodológicas del sociólogo. Verstehen, que significa comprensión, es también el nombre con el que se conoce a un método de estudio derivado de la hermenéutica, y cuyo objetivo es el análisis del significado y la estructura de los textos. La propuesta de Weber fue ampliar el contexto de utilización de este método y usarlo no sólo para desentrañar el significado de textos escritos, sino también para comprender el sentido de las acciones. La idea de que la Verstehen podía ser un método de estudio apropiado para la sociología se derivaba de la forma en la que Weber había definido el objeto de esta ciencia. Para Weber, la sociología tenía que estudiar los fenómenos sociales por medio del análisis de la acción individual. A diferencia de lo que le sucede al científico natural, el científico social no es ajeno a la realidad que está estudiando. A la hora de llevar a cabo un estudio de la acción de otras personas, el sociólogo puede beneficiarse, según Weber, del conocimiento introspectivo que tiene de sus propias acciones. De esta forma, el científico social puede

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alcanzar un grado de comprensión de la realidad que estudia y al que difícilmente se podría llegar en ciencias naturales. Weber no fue el único científico social que vio en este método un camino fructífero para el estudio de la realidad social. También Dilthey (1894), desde el ámbito de la psicología, reivindicaba el uso de la Verstehen como método de estudio propio de las ciencias sociales. La reivindicación de la Verstehen como método de estudio característico de las ciencias sociales se basaba, por tanto, en la idea de que, a diferencia de la realidad física, no podemos explicar la realidad social recurriendo a la formulación de leyes generales. Los fenómenos que estudian las ciencias sociales son únicos y singulares y, en consecuencia, no podemos llevar a cabo su estudio mediante la búsqueda de regularidades de carácter universal. En otras palabras, el conocimiento derivado de las ciencias sociales no es un conocimiento nomotético, sino un conocimiento idiográfico. Esto suponía un abierto enfrentamiento con la tesis positivista de la unidad de la ciencia, según la cual todas las disciplinas científicas, incluida la historia, debían seguir un método común. Desde el punto de vista positivista, las ciencias sociales, al igual que las ciencias naturales, eran una forma de conocimiento nomotético, cuyo objetivo último era la formulación de las leyes generales que explican la realidad social. En la polémica que enfrentó a los partidarios del carácter nomotético de las ciencias sociales con quienes abogaban por su naturaleza idiográfica, Weber se situó en una postura intermedia. Según él, la sociología se tiene que interesar tanto por la generalización como por la particularización del conocimiento. El puente que le sirvió para unir ambos extremos fueron los tipos ideales. Los tipos ideales son conceptos generales o modelos que el sociólogo utiliza a la hora de estudiar la realidad social. Se trata de abstracciones elaboradas por el sociólogo partiendo de la realidad empírica, pero presentando ésta de forma exagerada. Son conceptos ideales en el sentido de que no tienen un referente empírico real. El tipo ideal es una generalización y, en este sentido, responde a una caracterización de la sociología como un saber nomotético. Sin embargo, partiendo de estos conceptos generales, el sociólogo debe estudiar una realidad concreta, particular; debe, por consiguiente, utilizar

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estos conceptos para obtener un conocimiento idiográfico de la realidad social. Además de sus contribuciones a la teoría sociológica, Weber llevó a cabo importantes investigaciones empíricas, entre las que destacan sus estudios sobre las estructuras de autoridad y la burocracia, su análisis de la racionalización y sus estudios acerca de la religión, en los que ocupa un lugar relevante el análisis de la relación entre el capitalismo y la ética protestante. Pese a la perspectiva microsociológica en la que Weber situó explícitamente la labor de la sociología, hay que señalar que en estos estudios trascendió el análisis de la acción individual y prestó atención a fenómenos macrosociales, como la estructura social o la cultura. Otra contribución importante al debate sobre la relación entre individuo y sociedad fue la de Simmel (1858-1918), cuya influencia en el desarrollo de la teoría sociológica fue decisiva, no sólo en Alemania, sino también en Estados Unidos. El análisis que Simmel (1908, 1917) hizo de la interacción social sirvió de inspiración a los sociólogos de la Escuela de Chicago y ejerció una notable influencia en el interaccionismo simbólico. Por otra parte, el trabajo de este autor influyó, también, en otras teorías como las del intercambio. Para Simmel, el objeto principal de la sociología debe ser el análisis de las interacciones que se producen de manera cotidiana entre las personas. A la hora de estudiar la interacción social, nos tenemos que situar, según Simmel, en un nivel de análisis microsociológico, ya que los principios que rigen este tipo de interacciones “sólo pueden apreciarse con el microscopio psicológico”. Con ello, Simmel se separa de la postura macrosociológica adoptada por autores como Durkheim. En cuanto a la metodología adecuada para abordar el estudio de la interacción social, Simmel considera que el método de estudio del sociólogo tiene que imitar la forma de proceder del lego cuando éste da sentido a sus interacciones cotidianas. Las personas se enfrentan de manera cotidiana a numerosos acontecimientos e interacciones. A la hora de dar sentido a sus interacciones, las personas no actúan como si fuera la primera vez que se enfrentan a ellas, sino que las definen utilizando una serie de etiquetas y modelos que ya poseen. Amistad, intercambio o extrañeza son algunos de los modelos con los que contamos para dar sentido a las interacciones que mantenemos de forma habitual con los demás. Según Simmel, el sociólogo

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debe actuar del mismo modo, reduciendo el complejo entramado de interacciones con el que se tiene que enfrentar a un número limitado de clases o formas de interacción. La identificación y el análisis de las formas de interacción fue, precisamente, una de las principales aportaciones de Simmel a la microsociología. Así, situaciones como el conflicto, el intercambio, la extrañeza o la subordinación destacan entre las formas de interacción analizadas por Simmel. Pero las formas de la interacción no fueron el único objeto de la sociología de Simmel. También prestó una considerable atención al papel que desempeñan en las interacciones cotidianas los diferentes actores que participan en ellas. De este modo, desarrolló un importante trabajo encaminado a la identificación y el análisis de una serie de tipos sociales, en el que destacan sus reflexiones sobre el extraño o el pobre. Entre las aportaciones de Simmel al estudio de la interacción social también destaca el análisis que hizo de las diferencias entre la diada y la triada, así como sus estudios sobre la influencia que ejercen el tamaño del grupo o la distancia entre sus miembros en la interacción social y en la personalidad individual. La postura de Simmel, en lo que se refiere a las relaciones entre individuo y sociedad, se aleja tanto de posturas realistas –como la de Durkheim–, como de posturas nominalistas. Frente a ambos extremos, adopta una postura interaccionista, en la que el individuo y la sociedad se determinan mutuamente. Las estructuras sociales son producto de la interacción entre las personas pero, una vez creadas, trascienden a éstas y pueden ejercer sobre ellas una influencia coercitiva.

4.3. La sociología de la Escuela de Chicago Entre los desarrollos teóricos de la sociología que ejercieron mayor influencia en la psicología social se encuentran, sin lugar a dudas, los trabajos desarrollados en el Departamento de Sociología de la Universidad de Chicago. Dicho Departamento, fundado por Albion Small en 1892, se convirtió en el centro de la sociología norteamericana durante los años veinte. Figuras como Robert Park (1864-1944), Ernest W. Burgess (1886-1966), W.I. Thomas (1863-1947), Charles H. Cooley (1864-1929) o George Herbert Mead (18631931) destacan entre los principales representantes de una orientación que

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se convertiría en uno de los más importantes desarrollos teóricos de la psicología social sociológica. A los sociólogos de la Escuela de Chicago, en especial a Park, les debemos la introducción y difusión de las ideas de Simmel en la sociología norteamericana. Al igual que Simmel, los sociólogos de la Escuela de Chicago adoptan una orientación microsociológica centrada en el análisis de la acción y de los procesos subjetivos que la determinan. Al subrayar el papel de este tipo de procesos, los teóricos de la Escuela de Chicago se alejan claramente del conductismo, corriente teórica que ejercía una influencia hegemónica en la psicología de la época. Frente a la concepción mecanicista de la persona que se derivaba del conductismo, estos sociólogos proponían una visión voluntarista del ser humano: la persona no reacciona mecánicamente ante los estímulos que se le imponen desde el exterior, sino que sus acciones están mediadas por la conciencia. A diferencia del conductismo, que concibió a la persona como un ser reactivo y pasivo, la sociología de la Escuela de Chicago la definió como un sujeto reflexivo, cuyas acciones estaban guiadas por el significado que atribuye a las mismas. Un ejemplo del papel que los sociólogos de la Escuela de Chicago atribuyeron a los procesos subjetivos que determinan la acción lo tenemos en la siguiente afirmación de Thomas y Thomas (1928, p. 572): “si los hombres definen una situación como real, ésta será real en sus consecuencias”. A la hora de explicar y comprender el comportamiento de las personas, la percepción que éstas tienen de la realidad puede ser más importante que la realidad misma. El estudio de la conciencia y de los procesos subjetivos que guían la acción ocupó, por tanto, un lugar muy destacado en los trabajos realizados en la Escuela de Chicago. La conciencia era entendida como el producto de la interacción de la persona con su entorno. Un ejemplo de esta forma de entender la conciencia lo tenemos en el concepto de yo espejo de Cooley, que implica que la conciencia de uno mismo surge en el transcurso de sus interacciones con los demás y es un reflejo de las imágenes de nosotros que éstos nos devuelven. Pero fue, sin duda, en la obra de G.H. Mead donde esta forma de concebir la conciencia ocupó un lugar más destacado. Las ideas de este autor dieron lugar al interaccionismo

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simbólico, una de las principales corrientes teóricas de la psicología social sociológica, que será analizada en un apartado posterior. El énfasis que se ponía en el punto de vista subjetivo del actor tuvo importantes implicaciones metodológicas. Si uno de los objetivos de la sociología era el estudio de la conciencia y de los determinantes subjetivos de la acción, resultaba imprescindible que el sociólogo fuera capaz de adoptar el punto de vista del actor. Ésta era la idea que guiaba la recomendación de Cooley cuando proponía que el sociólogo se familiarizase con el uso de la introspección simpática, poniéndose en el lugar de los sujetos a los que investigaba. La gran aceptación que esta idea tuvo entre los sociólogos de la Escuela de Chicago dio lugar a un importante desarrollo de la metodología cualitativa, lo cual no quiere decir, sin embargo, que se abogara por el uso exclusivo de este tipo de técnicas de investigación. Si por algo se caracteriza la Escuela de Chicago, desde el punto de vista metodológico, es por el uso conjunto de técnicas de investigación cualitativas y cuantitativas. De hecho, el periodo de mayor actividad de la Escuela de Chicago coincidió con un importante desarrollo de las encuestas sociales, al que los estudios realizados en el contexto de esta Escuela no fueron ajenos. Un ejemplo de esto lo tenemos en el estudio Los negros en Chicago (Chicago Commission on Race Relations, 1922), realizado por Johnson y dirigido por Park, con el objetivo de analizar la integración de la población negra en la ciudad de Chicago (véase Bulmer, 1984). En esta investigación, que tuvo un carácter fundamentalmente aplicado, se realizaron dos grandes encuestas entre la población negra, en las que participaron 274 familias y 865 empleados de diferentes sectores. Además de este método, se hizo un amplio uso de técnicas cualitativas como la observación directa, la entrevista detallada y el análisis de artículos de prensa; y todo esto con el complemento del análisis cuantitativo de datos del censo. Entre las investigaciones desarrolladas por los sociólogos de la Escuela de Chicago destaca también, por su relevancia para la psicología social, el estudio de Thomas y Znaniecki (1918) El campesino polaco en Europa y los Estados Unidos. Esta investigación, cuyo objetivo fue analizar el cambio que se producía en las actitudes y valores de los inmigrantes polacos que se instalaban en la ciudad de Chicago, ocupa, por diferentes motivos, un lugar destacado en la historia no sólo de la psicología, sino también de la sociología. Por una

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parte, y al igual que el estudio sobre Los negros en Chicago, esta investigación destaca por la combinación de diferentes técnicas de investigación. El estudio fue pionero en el uso que hizo de documentos personales, tales como cartas e historias de vida de los inmigrantes. Asimismo, se utilizaba otro tipo de fuentes documentales, como artículos de periódicos, entrevistas, etc. Por otra parte, esta investigación es importante por la forma en la que los datos empíricos fueron integrados en un esquema teórico, en el que la reflexión sobre el concepto de actitud ocupó un lugar central. La forma en la que el concepto de actitud fue definido en el estudio de Thomas y Znaniecki resulta especialmente relevante para la psicología social, hasta el punto de que esta investigación es el punto de partida de un importante desarrollo de la investigación sobre actitudes. Thomas y Znaniecki definen a la psicología social como el estudio científico de las actitudes, a las que, a su vez, conciben como la contrapartida subjetiva de los valores sociales. De esta forma, estudian el cambio de actitud como respuesta a las características objetivas de la realidad social. Los dos estudios que acabamos de mencionar son ejemplos representativos de la principal característica de la sociología de la Escuela de Chicago: su orientación hacia la investigación empírica y aplicada. Herederos directos del pragmatismo norteamericano, los sociólogos de la Escuela de Chicago dieron un giro importante a la sociología, dirigiéndola hacia el estudio empírico de la realidad social. Otra idea central compartida por todos los miembros de esta Escuela fue la concepción de la sociología como una ciencia orientada hacia la reforma social, algo que se vio reforzado por las características del contexto social en el que se desarrolló su labor. Los sociólogos de la Escuela de Chicago se vieron en la necesidad de abordar los problemas sociales derivados de la rápida industrialización y urbanización de la ciudad. La idea de que la ciudad era el gran laboratorio en el que los científicos sociales debían desarrollar sus investigaciones supuso un impulso importante para el desarrollo de la sociología empírica. En resumen, la sociología norteamericana de los años veinte y treinta estuvo dominada por el trabajo que se desarrollaba en la Escuela de Chicago. Las características definitorias de esta Escuela fueron las siguientes: x

Orientación hacia la investigación empírica y aplicada.

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Concepción de la sociología como una ciencia aplicada orientada

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hacia la reforma social. Adopción de un nivel de análisis microsociológico.

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Énfasis en las dimensiones subjetivas de la acción.

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Concepción de la conciencia como producto de la interacción so-

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cial. Pluralismo metodológico, que desembocó en la combinación de mé-

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todos de investigación tanto cuantitativos como cualitativos en la misma investigación. Énfasis en la investigación de campo frente a la investigación de laboratorio: la ciudad era concebida como el laboratorio propio del sociólogo.

Capítulo V El punto de vista psicosociológico en el enfoque funcionalista

El funcionalismo es una perspectiva teórica que explica los fenómenos sociales en términos de las funciones que éstos cumplen o, lo que es lo mismo, analizando de qué manera contribuyen al mantenimiento de la sociedad. Podemos encontrar los primeros antecedentes de la perspectiva funcionalista en la obra de algunos sociólogos clásicos, como Comte, Spencer o Durkheim, quienes habían insistido en la necesidad de considerar a la sociedad como un todo y de estudiar la forma en la que cada una de las partes contribuía a mantener el equilibrio del conjunto. La perspectiva funcionalista tuvo su primer gran desarrollo dentro de la antropología, en la que destacan los trabajos de autores como Radcliffe-Brown (1881-1955) o Malinowsky (18841942). En la sociología, en la que el funcionalismo estructural fue la corriente teórica dominante durante los años cincuenta y sesenta, los principales representantes de este enfoque fueron Talcott Parsons y Robert Merton, algunas de cuyas ideas resumiremos en estas páginas. A pesar de que los autores que se encuadran dentro de esta corriente divergen entre sí en numerosos aspectos, es posible extraer algunas características comunes que permitan dar una breve visión de conjunto de todos ellos. De forma muy esquemática, todos los autores que se encuadran en la perspectiva del funcionalismo estructural tenían en común los siguientes rasgos: Adopción de un punto de vista macrosociológico: La unidad de análisis de los funcionalistas estructurales son los fenómenos sociales a gran escala, tales como la estructura social, la cultura o las instituciones sociales. El objeto de la sociología es el análisis de las estructuras sociales y de las funciones que dichas estructuras cumplen. Las estructuras sociales son fun-

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cionales para el sistema, en el sentido de que contribuyen al mantenimiento de éste. El sistema social es percibido en términos de consenso, siendo el resultado de la existencia de un consenso valorativo y normativo. El cambio social se produce de forma lenta. El funcionalismo estructural no supone un rechazo de la existencia de cambios en el sistema, pero sí de la idea de que éstos tienen lugar de forma brusca. Los cambios en una parte del sistema ocasionarán un proceso de ajuste de las demás partes. Como acabamos de señalar, uno de los principales representantes del funcionalismo estructural en sociología fue Talcott Parsons, en cuya obra podemos distinguir dos grandes etapas. La primera de ellas se caracteriza por la adopción de una perspectiva microsociológica muy influida por la teoría de la acción de Max Weber. La obra más representativa de esta primera etapa es La estructura de la acción social (1937). En ella, Parsons desarrolla una teoría de la acción en la que la unidad de análisis es el acto-unidad, y cuyo objetivo principal es analizar los determinantes subjetivos de la acción. Como había hecho Weber, Parsons rechazó el concepto de conducta y reivindicó el uso del término acción, más apropiado porque implica tener en cuenta el papel de la conciencia y de los determinantes subjetivos del comportamiento. El interés inicial de Parsons por los fenómenos microsociológicos y por el análisis de la acción fue dando paso a un interés creciente por la macrosociología. El producto de esta evolución lo tenemos en su teoría funcionalista, que ocupó la segunda fase de su carrera. La obra más representativa de esta segunda etapa es El sistema social (1951). Según Parsons, la acción social o, lo que es lo mismo, la interacción entre actores individuales, podemos concebirla como un sistema. La idea central sobre la que Parsons fue construyendo su perspectiva funcionalista es la de que todo sistema necesita, para mantenerse, que se cumplan cuatro funciones: A. Adaptación Todo sistema se tiene que adaptar a su entorno y lograr que el entorno cambie en función de sus necesidades.

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G. Logro de metas Un sistema debe ser capaz de definir y lograr sus propias metas. I. Integración Todo sistema debe garantizar una adecuada interrelación entre sus partes. L. Latencia Un sistema tiene que motivar a los individuos para que permanezcan en él y tiene que garantizar la existencia de pautas culturales que mantengan la motivación. La intención de Parsons fue aplicar este esquema al estudio del sistema de la acción social. La acción social tiene lugar en el contexto de una estructura social que pone a las personas en relación con otras. Cualquier acción transcurre, además, en el contexto de una cultura que la determina por medio de una serie de valores y normas. Asimismo, la acción se encuentra determinada por las necesidades y características de los actores individuales. De ahí que Parsons considere que para un análisis de la acción es necesario tener en cuenta tres niveles: el sistema social, el sistema cultural y el sistema de la personalidad de los actores individuales. El sistema social cumple la función de integración, al garantizar el mantenimiento de las relaciones entre los actores individuales. El sistema de la personalidad cumple la función del logro de metas, y el sistema cultural, la de proporcionar a los actores las pautas que tienen que guiar su acción. La función de adaptación se lleva a cabo en un nivel más elemental, como es el del organismo biológico. Aunque dedica cierta atención al estudio del sistema cultural y del sistema de la personalidad individual, el interés central de Parsons se situó en el análisis del sistema social. Éste es el objetivo que se plantea en El sistema social (1951), donde propone un cuerpo de conceptos para el análisis de los sistemas sociales. A continuación vamos a ver la definición que da Parsons (1951/1988, pág. 17) del sistema social: “Un sistema social –reducido a los términos más simples– consiste, pues, en una pluralidad de actores individuales que interactúan entre sí en una situación que tiene al menos, un espacio físico o de medio ambiente, actores motivados por una tendencia a «obtener un óptimo de gratificación» y cuyas relaciones con sus situaciones –incluyendo a los demás actores– están media-

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das y definidas por un sistema de símbolos culturales estructurados y compartidos.”

Aunque reconoce que la unidad del sistema social es el acto, Parsons señala que cuando queremos llevar a cabo un análisis de los sistemas sociales, tenemos que seleccionar la unidad de análisis de orden más alto: el estatusrol. La unidad de análisis ya no es el actor individual, sino el actor en tanto en cuanto está relacionado con otros actores. El interés del sociólogo se tiene que centrar, por lo tanto, en la participación del actor en las relaciones interactivas con otros actores. Esta participación tendrá dos dimensiones: el estatus o posición que un actor ocupa con respecto a otros actores, y el rol o papel que el actor desempeña en su relación con los demás. Como corresponde a su enfoque funcionalista, Parsons dedicó una gran atención al análisis de los requisitos funcionales previos del sistema social. El primero de ellos es que exista compatibilidad entre el sistema y las necesidades de los actores individuales que constituyen dicho sistema. Asimismo, el sistema social tiene que estar estructurado de tal forma que sea compatible con el sistema cultural al que está asociado. En definitiva, para que un determinado sistema social exista, es imprescindible el apoyo de los otros dos sistemas que constituyen el sistema de la acción. Los prerrequisitos funcionales del sistema social son, por tanto, los siguientes: a) Motivación adecuada de los actores: es necesario un número suficiente de actores individuales que estén motivados para actuar de acuerdo con las exigencias del sistema. Los actores tienen que estar motivados para actuar positivamente, cumpliendo con las expectativas asociadas a sus roles, y negativamente, evitando conductas desviadas. b) Compatibilidad de las pautas culturales: las pautas culturales tienen que garantizar un mínimo de orden en el sistema y dicho sistema tiene que evitar pautas culturales que planteen a los individuos demandas imposibles y que generen, por tanto, desviación y conflicto. El problema del orden es central en la obra de Parsons, así como en la de casi todos los funcionalistas. Según Parsons, el problema del orden es el problema de cómo podemos lograr, dentro de un sistema social, la integración de la motivación de los actores individuales con las normas culturales.

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En cualquier sistema social, la acción se encuentra “normativamente orientada”, es decir, se encuentra regulada de acuerdo con una serie de normas establecidas. Según Parsons, la orientación hacia el cumplimiento de las normas se puede concebir en un continuo que va desde la conveniencia (el actor actúa en función de intereses instrumentales) hasta la introyección o internalización del criterio (actuar conforme a la norma llega a ser una necesidad de los actores). Para Parsons, es esta última forma de orientación hacia las normas la que da lugar al método más adecuado de integración entre la motivación de los actores individuales y la estructura de valores. De modo que, gracias al proceso de socialización, que se extiende a lo largo de todo el ciclo vital, se logra que las normas y los valores lleguen a convertirse en parte de la conciencia de los actores. De ahí surge la importancia que adquiere en la obra de Parsons el análisis del proceso de socialización, que es, según este sociólogo, el mecanismo principal que utiliza el sistema social para garantizar su mantenimiento. El otro mecanismo, el control social, tiene un carácter secundario. La orientación macroestructural de Parsons es clara. El principal objetivo de su trabajo teórico fue el análisis del sistema social. La acción individual ocupó un lugar secundario en el funcionalismo estructural de Parsons. Dentro de su esquema teórico, los actores individuales eran concebidos como meros receptores pasivos de las características del sistema, y nunca como creadores o determinantes del mismo. Otro representante destacado del funcionalismo estructural en la sociología fue Robert Merton. Discípulo de Parsons, Merton criticó algunas de las posturas extremas que éste había adoptado. Uno de los postulados del funcionalismo estructural que Merton criticó fue la idea de que cualquier estructura o institución social es funcional para el mantenimiento del sistema. A diferencia de la mayor parte de los funcionalistas estructurales, centrados, casi en exclusiva, en el análisis de la adaptación o el ajuste entre las diferentes partes de un sistema, Merton también le prestó atención al estudio del desajuste. Ya desde los inicios de su carrera académica, Merton (1936) desarrolló el concepto de “consecuencias no intencionales de la acción intencional” para referirse a las consecuencias no previstas de la acción social. Sin

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duda, una de sus principales aportaciones fue la introducción del concepto de disfunción, que hacía referencia al hecho de que determinadas estructuras o instituciones sociales podían tener consecuencias negativas para el sistema. Asimismo, admitió la posibilidad de que determinadas estructuras o instituciones no cumplieran ninguna función relevante para el conjunto del sistema. Tal era el caso, por ejemplo, de aquellas instituciones que seguían existiendo como reminiscencias del pasado, pero que habían dejado de ser funcionales. Todo esto le llevó a introducir el concepto de no función. Otra importante aportación de Merton (1968) fue la distinción que estableció entre las funciones manifiestas de un sistema o institución social y sus funciones latentes. Según Merton, toda institución social cumple dos tipos de funciones. Las funciones manifiestas son aquellas que resultan conocidas para los participantes en una determinada actividad; se trata de funciones que los actores conocen y persiguen de forma consciente. Las funciones latentes, por otra parte, son las consecuencias de la actividad que los participantes no conocen, de las que no son conscientes. Uno de los principales objetivos de la sociología, según Merton, es descubrir las funciones manifiestas y latentes de las instituciones sociales. Podemos hallar un ejemplo de la aplicación del enfoque funcional de Merton al análisis de una institución social en el análisis psicosociológico que realiza Jahoda (1987) de las funciones del empleo. Su función manifiesta sería la de proporcionar a la persona unos ingresos económicos, mientras que sus funciones latentes serían las de imponer una estructura temporal a las actividades diarias; ampliar el campo de las relaciones sociales más allá de las relaciones familiares, que a menudo conllevan una gran carga emocional; demostrar, gracias a la división del trabajo, que los propósitos y las realizaciones de una colectividad trascienden a los objetivos individuales; conceder un estatus social y clarificar la identidad personal, así como establecer la obligación de realizar una actividad regular. Otro de los conceptos a los que hay que hacer referencia en la obra de la obra de Merton (Merton & Kitt, 1950) es el de grupo de referencia, a cuyo análisis contribuyó de manera significativa mediante el concepto de socialización anticipada. La socialización anticipada se da cuando los miembros de un grupo asumen como propias las normas de un exogrupo con el que

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se identifican. Ésta puede ocurrir incluso antes de que el grupo de referencia tenga un contacto con la persona y pueda ser objeto de influencia directa. La importancia de los desarrollos de Merton en relación a los grupos de referencia ha sido de gran trascendencia para la investigación psicosociológica posterior. La obra de Merton supuso, por tanto, una revisión de los postulados básicos del funcionalismo estructural que se vieron ampliados con la introducción de los conceptos de disfunción y de no función, y con la distinción entre funciones manifiestas y latentes; todo ello sin abandonar el nivel de análisis macro-sociológico propio de esta perspectiva.

Capítulo VI El punto de vista psicosociológico en la teoría del intercambio

Uno de los principales vínculos entre la teoría sociológica y la psicología social lo encontramos en las teorías del intercambio. Bajo esta etiqueta se encuadran una serie de modelos teóricos cuyo objetivo común es el de identificar los principios explicativos de las relaciones interpersonales. Las teorías del intercambio son uno de los resultados de la introducción de los principios del neoconductismo en psicología social. Como señala Morales (1981), todas las teorías del intercambio comparten dos supuestos. El primero de ellos es la consideración del hedonismo como rasgo esencial de la naturaleza humana y como determinante fundamental de las relaciones sociales, que se mantienen en función de los resultados o recompensas que proporcionan. El segundo supuesto sobre el que se asientan las teorías del intercambio es el convencimiento de que el individualismo es el principio explicativo más adecuado en ciencias sociales. Como consecuencia de esto, todas las teorías del intercambio parten de la base de que hay que entender las relaciones sociales a la luz de las necesidades de las personas que participan en ellas. Las teorías del intercambio más influyentes en psicología social son las de Homans (1961), Blau (1964), Emerson (1972a y 1972b) y Thibaut y Kelley (1959), procedentes las tres primeras de la sociología y la última, de la psicología. 6.1. Las teorías del intercambio de George Homans y Richard M. Emerson Una de las teorías del intercambio de mayor relevancia en psicología social es la de Homans, que supone una aplicación de los principios del conductismo de Skinner al análisis de las relaciones interpersonales.

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Las aportaciones iniciales de Homans a la psicología social se encuentran reunidas en el libro El grupo humano (1950), en el que el autor formula una serie de principios generales sobre el comportamiento humano en grupos pequeños. Pero es en un libro posterior, Social Behavior (1961), donde Homans desarrolla completamente su teoría del intercambio, como resultado de haber aplicado al análisis del comportamiento social las leyes del condicionamiento operante. Una de las bases sobre las que Homans asienta su teoría del intercambio es la idea de que para explicar el comportamiento social no es necesario recurrir a principios distintos de los utilizados para explicar el comportamiento individual. Los principios del comportamiento individual que Homans utiliza para explicar el comportamiento social son las leyes del condicionamiento operante de Skinner. Partiendo de estas leyes, Homans formula cinco proposiciones (Homans, 1982, pp. 92-99). a) Proposición del éxito: “cuanto más sea recompensada la actividad de una persona, tanto más probable es que ésta lleve a cabo esa actividad”. b) Proposición del estímulo: “si el concurso de un determinado estímulo o de una serie de estímulos ha comportado, en el pasado, que la actividad de una persona se haya visto recompensada, entonces cuanto más semejantes sean los estímulos actuales a los pasados, tanto más probable es que esa persona realice ahora la actividad o alguna actividad semejante.” c) Proposición del valor: “cuanto más valiosa sea la recompensa de una actividad para una persona, tanto más probable es que ésta realice esa actividad.” d) Proposición de la privación-satisfacción: “cuanto más haya recibido una persona una recompensa determinada en un pasado inmediato, tanto menos valiosa le resultará toda ulterior unidad de esa recompensa.” e) Proposición de la frustración-agresión: “si una persona no recibe por su actividad la recompensa que esperaba o recibe un castigo que no esperaba, sentirá enfado y, al estar enfadada, los efectos de una conducta agresiva le valdrán de recompensa.”

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Homans introduce en su análisis teórico de las relaciones de intercambio el concepto de justicia distributiva. Según Homans, las personas utilizan cuatro reglas para decidir si un determinado intercambio es justo. 1. Debe existir proporcionalidad entre las recompensas que se dan y las que se obtienen. 2. Las recompensas que se obtienen en un intercambio tienen que ser proporcionales a las inversiones, definidas como todas aquellas contribuciones que una persona hace a una relación y que se derivan de características personales como la edad, la raza, el nivel educativo, etc. 3. Tiene que haber proporcionalidad entre las recompensas que una persona recibe y los costes producidos por el intercambio, definidos como todo aquello que la persona pierde por contribuir a una determinada relación. 4. Engloba a las tres anteriores. Tiene que haber proporcionalidad entre beneficios (recompensas-coste) e inversión. A las cinco proposiciones que acabamos de mencionar, Homans añadió otra, derivada de la teoría económica de la elección racional. Según la proposición de la racionalidad, cuando las personas eligen entre acciones alternativas, lo hacen siguiendo el principio racional de obtener el máximo beneficio. La persona evaluará las diferentes alternativas que se le presentan en función del valor de la recompensa derivada de cada una de ellas y de la probabilidad de obtener dicha recompensa. Según Homans, esta proposición implica que las personas preferirán recompensas muy valoradas y fáciles de conseguir. En resumen, la teoría del intercambio de Homans es uno de los ejemplos más claros de la aplicación de los principios del neoconductismo en sociología. La utilización de principios psicológicos para explicar el comportamiento social y su pretensión de establecer leyes generales del comportamiento humano le acercan bastante al conductismo radical skinneriano. La teoría de Homans tuvo una continuación en la sociología conductista posterior, como es el caso de Emerson (1972a, 1972b), quien se sirve de los

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principios del condicionamiento operante para aplicarlos no sólo a las relaciones de intercambio interpersonales o diádicas, sino también a los grupos sociales y colectividades. Su enfoque está basado en tres principios básicos (Emerson, 1981): 1. Las personas tienden a actuar en función de obtener aquellas cosas que les son valiosas. 2. Todo aquello que es valioso lleva implícito un principio de saciedad o de utilidad marginal. Cuanto más obtenemos de algo que valoramos, mayor saciedad nos procurará y la utilidad marginal recibida será menor. 3. Los beneficios que se obtienen en los procesos sociales son contingentes entre sí. Es decir, los beneficios que recibimos deben estar asociados a los que damos, y viceversa. Partiendo de estos principios, Emerson (1981) incluye tres conceptos para explicar qué es lo que provoca que algo sea valorado. En primer lugar, que responda a una necesidad; en segundo lugar, que exista una cierta incertidumbre sobre la posibilidad de obtenerlo, lo que incrementa su valor; y en tercer lugar, que los objetos que median las relaciones de intercambio tengan un valor en sí mismos, tal y como sucede con el dinero. Partiendo de estos supuestos, la teoría del intercambio de Emerson (Cook & Emerson, 1978) hace hincapié en las relaciones de poder-dependencia y en las relaciones de intercambio entre estructuras de redes. Las relaciones de poder-dependencia se dan cuando el intercambio no está regulado por un principio de equidad. Las estructuras de redes están formadas por dos o más relaciones de intercambio que están conectadas entre sí. Para que dichas relaciones de intercambio estén conectadas entre sí es necesario que el intercambio en una de las relaciones involucradas dependa del intercambio o ausencia de intercambio en la otra relación. A y B están involucrados en una red de intercambio si A y C o B y C dependen de la relación de A y B para sus relaciones de intercambio. Las conexiones son positivas cuando el intercambio en una relación depende del intercambio establecido en la otra. Y viceversa, la conexión es negativa si el intercambio en una relación depende de la ausencia de intercambio en la otra. Las relaciones paterno-filiales a través de generaciones son un ejemplo de conexión positiva, mientras que las re-

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laciones de competencia económica son ejemplos de conexiones negativas. Aunque Emerson sigue anclado en el conductismo operante, su teoría incluye las relaciones de poder-dependencia como fenómenos estructurales que surgen como consecuencia de la posición social de los agentes en las redes de intercambio. En este sentido, y tal y como señala Ritzer (2002), Emerson establece una integración entre los niveles micro y macro al estudiar las diadas como partes de redes de intercambio más amplias. En resumen, para este sociólogo, lo importante no son sólo las relaciones de interdependencia que se pueden establecer entre dos personas, sino entre esa relación y otras con las que es contingente. Estas relaciones contingentes dan lugar a redes de intercambio establecidas sobre la base de relaciones de poder-dependencia. Las relaciones de poder–dependencia entre las personas son las que determinan la situación de interacción. El poder de una persona sobre otra es inversamente proporcional a la dependencia que dicha persona tiene de la primera. 6.2. La teoría del intercambio de John Thibaut y Harold Kelley Otra contribución importante a las teorías del intercambio fue la de Thibaut y Kelley (1959), en la que el influjo neoconductista elaborado a partir del concepto de refuerzo se encuentra matizado por la influencia de autores como K. Lewin y L. Festinger, así como por algunos elementos de la teoría de los juegos (véase Garrido & Álvaro, 2007). En su análisis de las relaciones de intercambio, Thibaut y Kelley parten del supuesto de que el fenómeno social elemental es la diada y que podemos aplicar los principios que explican la relación diádica al análisis de relaciones más complejas. La unidad de análisis utilizada para explicar las relaciones interpersonales es la interacción, definida como aquella situación en la que dos personas (Thibaut & Kelley, 1959, p. 10): “[...] emiten conductas en presencia mutua, mantienen relaciones de reciprocidad o se comunican entre sí; en cualquier caso, consideramos que hay interacción si existe por lo menos la posibilidad de que las acciones de uno afecten al otro y viceversa.”

Como el resto de las teorías del intercambio, la de Thibaut y Kelley parte del supuesto de que el comportamiento de la persona está guiado por el

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principio hedonista de obtener el máximo beneficio. De ahí que los conceptos centrales del modelo sean los de recompensa –cualquier cosa positiva que la persona obtiene de una relación– y coste –lo negativo que se deriva de la misma–. El resultado obtenido por la persona en una relación será la suma algebraica de recompensas y costes. Así pues, la persona tenderá a mantener una relación cuando las recompensas que dicha relación le proporcione sean superiores a los costes. Por el contrario, aquellas relaciones en las que los costes sean superiores a las recompensas tenderán a extinguirse. Según Thibaut y Kelley, a la hora de valorar los resultados de una relación de intercambio, la persona utiliza dos criterios o patrones de comparación subjetivos: el nivel de comparación y el nivel de comparación de alternativas. Thibaut y Kelley (1959, p. 21) definen el nivel de comparación como “el estándar en relación al cual el sujeto valora lo atrayente o satisfactoria que resulta esa relación para él”. Por encima del nivel de comparación, la persona valorará el resultado como satisfactorio. Para establecer el nivel de comparación en una situación social dada, la persona tiene en cuenta los resultados obtenidos en esa situación en el pasado (por ella misma o por otros). De esta forma, el nivel de comparación se define como “algún valor modal o promedio de todos los resultados –de la situación social dada– conocidos por la persona (en virtud de experiencias personales o sustitutivas), siendo cada resultado ponderado por su saliencia (o por el grado con que es provocado en el momento)”. Por encima del nivel de comparación, los resultados de la interacción son considerados ganancias y por debajo, costes. En cualquier caso, es un valor sujeto a diferencias individuales e intraindividuales. El nivel de comparación de alternativas es “el estándar que el sujeto de una relación emplea para decidir si permanece en ella o la deja” (1959, p. 21). Cuando la persona valora los resultados de una relación de intercambio, establecerá una comparación entre los resultados que obtiene de ella y los que obtendría de otras relaciones alternativas. Presumiblemente, una persona no mantendrá una relación de intercambio si los resultados que puede obtener con relaciones alternativas son mejores. El nivel de comparación de alternativas es un mínimo por debajo del cual la persona abandonará la re-

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lación en caso de que surjan alternativas mejores. Del mismo modo, aunque los resultados de una relación sean insatisfactorios, ésta se mantendrá si los resultados de la alternativa son peores. La teoría de Thibaut y Kelley presenta muchos de los mismos problemas que presenta el modelo de Homans. Su principal contribución fue el énfasis en los dos patrones de comparación. Las recompensas y los costes no se experimentan como absolutos: la importancia psicológica de la recompensa varía en función de las experiencias que ha vivido la persona y las oportunidades presentes. Conscientes de algunas de las críticas suscitadas a su modelo, estos mismos autores amplían el contenido de su primer libro con la publicación de uno nuevo (Kelley y Thibaut, 1978). En él analizan, bajo la teoría del intercambio, relaciones como el altruismo, al tiempo que tienen en cuenta tanto factores externos que influyen en la relación de intercambio, como a los propios actores que pueden unir sus esfuerzos por alcanzar metas conjuntas y maximizar sus beneficios. 6.3. La teoría del intercambio de Peter Blau Otro modelo teórico sobre las relaciones de intercambio es la teoría del emergentismo social de Blau (1964). Este modelo procede de la sociología, al igual que el de Homans, y trata de superar algunas de las limitaciones de las teorías del intercambio de Homans y de Thibaut y Kelley. Más en concreto, uno de los objetivos de Blau fue integrar algunas de las ideas de las teorías del intercambio con los presupuestos de la teoría estructural. Como hemos visto en los apartados precedentes, tanto en la teoría del intercambio de Homans como en la de Thibaut y Kelley, la unidad de análisis es la interacción social en grupos pequeños. A partir del análisis realizado en ambos modelos, parece desprenderse la idea de que las relaciones de intercambio se producen en un vacío social. El modelo de Blau (1964) surge como un intento de superar esta limitación. Blau (1964) está de acuerdo con la idea de que los procesos de intercambio son los que constituyen la base de las relaciones interpersonales, pero señala que a partir de estos procesos se van generando nuevas formas de relación que terminan dando lugar a las estructuras sociales. En concreto, Blau

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propone la existencia de seis tipos de relaciones sociales. La forma básica de relación social es la asociación, que precede necesariamente al intercambio y que se encuentra fundamentada en tres procesos psicológicos básicos: la atracción interpersonal, la presentación de una imagen deseable y la aprobación social. Sólo cuando estos procesos psicológicos han actuado, determinando la formación de una asociación, podremos hablar de intercambio social, que sería la segunda forma de relación. A partir de las relaciones de intercambio van surgiendo nuevas formas de relación, como los procesos de poder, cuando se obtienen servicios a cambio de obediencia; el intercambio secundario, cuando se intercambia justicia por aprobación social; el intercambio indirecto, cuando los miembros de un grupo ganan aprobación social a cambio de seguir las normas sociales del mismo y el intercambio en las grandes asociaciones. Cada una de estas relaciones aporta algo nuevo a la relación anterior, es decir, tiene una serie de propiedades emergentes. El planteamiento de Blau es coincidente con el de Emerson, quien trata de buscar un vínculo entre los proceso micro y macro considerando las relaciones de poder-dependencia en las redes de intercambio, sin olvidar la posición de los actores en dichas redes. A la hora de analizar las relaciones de intercambio que tienen lugar en grupos de tamaño reducido, Blau parte de presupuestos similares a los de Homans. Las personas se sienten atraídas por aquellos grupos que van a recompensar más su conducta. La consolidación de los grupos dependerá, entonces, de que las recompensas recibidas por sus miembros sean mayores que los costes que supone la pertenencia a los mismos. La posición de la persona dentro de un grupo dependerá de su capacidad para ofrecer recompensas a los demás. Estos procesos de intercambio de recompensas entre los miembros de un grupo se encuentran en la base de los procesos de liderazgo. Pero, a diferencia de Homans o de Thibaut y Kelley, Blau no admitía que los principios que guían las relaciones de intercambio más elementales puedan ser utilizados, sin más, para explicar las relaciones interpersonales que tienen lugar en el contexto de grandes colectividades. Según Blau, los principios psicológicos derivados de las teorías del intercambio pueden ser utilizados en el estudio de los grupos pequeños porque existe una relación directa entre los miembros del grupo. Pero cuando la

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interacción directa no se da, como ocurre en las grandes colectividades, hay que recurrir a otros mecanismos explicativos. En su caso, los mecanismos que utiliza son las normas y los valores. La conducta de la persona en las grandes colectividades no está determinada por las relaciones de intercambio directo con otras personas, sino por las normas y valores que la colectividad impone. Así pues, es el grupo el que recompensa o castiga la conducta de sus miembros. Uno de los ejemplos utilizados por el autor para analizar las relaciones de intercambio indirecto es el de la conducta altruista en las grandes organizaciones, que Blau comparaba con las relaciones de caridad tradicionales. En el patrón tradicional, la caridad es un intercambio directo entre personas. La persona caritativa da algo material y recibe a cambio agradecimiento y aprecio de la otra persona. En las organizaciones actuales no hay contacto directo entre las personas que dan y las que reciben. El donante que hace un donativo a una organización no tiene una relación directa con los receptores de la ayuda, y quien contribuye económicamente a una organización lo hace por ajustarse a la norma social y por recibir el reconocimiento del grupo, no para granjearse la gratitud de quienes se benefician de su ayuda. La teoría del intercambio de Blau (1964) va, por tanto, más allá que las teorías de Homans y de Thibault y Kelley. La conducta individual y las relaciones de intercambio directas dejan de ser el único foco de análisis que se amplía de esta forma para tener en cuenta el papel de la estructura social. Blau reconoce, en cualquier caso, que la estructura social es el resultado de las relaciones de intercambio más elementales, pero, una vez creadas, las estructuras sociales acaban por tener vida propia y ejercer un papel determinante en la acción social. Blau no sólo reconoció las propiedades emergentes de las relaciones sociales, algo que también había hecho Homans, sino que fue más allá que éste, al afirmar que para explicar los procesos que tienen lugar en el nivel estructural es necesario tener en cuenta una serie de principios diferentes de los utilizados para explicar la conducta individual. Al integrar la teoría del intercambio dentro de esta visión estructuralista, Blau creó un enfoque diferente que encajaba más en la teoría estructural que en la teoría del intercambio. Las últimas aportaciones de Blau (1987) a la teoría sociológica se sitúan, de hecho, en el nivel macro.

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En resumen, las teorías del intercambio surgen durante la década de los sesenta como resultado de la introducción de los principios del neoconductismo en psicología social. Los modelos más relevantes fueron los de Homans (1961), Thibaut y Kelley (1959), Blau (1964) y Emerson (1972a y 1972b). Aunque parten de presupuestos comunes, estas teorías presentan entre sí algunas diferencias. Mientras que los modelos de Homans, Blau y Emerson proceden de la sociología, el de Thibaut y Kelley surge dentro de la psicología social de orientación psicológica. Por otra parte, mientras que en el modelo de Homans es claramente perceptible la huella de Skinner y en el de Emerson se deja traslucir también la huella del conductismo operante, en el de Thibaut y Kelley, los principios del neoconductismo fueron integrados con ideas procedentes de otros enfoques, como la psicología de la Gestalt. Por su parte, el modelo de Blau parte de una concepción del emergentismo social en el que están presentes las relaciones micro-macro. Para finalizar, y centrándonos en el nivel de análisis utilizado, los modelos de Homans y Thibaut y Kelley se sitúan en un nivel micro, utilizando como unidad de análisis las relaciones de intercambio en las situaciones diádicas y en los grupos pequeños. En el modelo de Blau, se da una mayor importancia al papel de la estructura social, y las relaciones interpersonales se analizan, no sólo a la luz de principios psicológicos, sino teniendo en cuenta otros principios derivados de la teoría estructural. Igualmente, el modelo de Emerson, con la introducción de las relaciones de poder-dependencia como variables estructurales y el análisis de las redes de intercambio, integra los niveles micro-macro en sus investigaciones.

Capítulo VII El interaccionismo simbólico

Como ya hemos señalado antes, el desarrollo teórico más importante al que dio lugar la sociología de la Escuela de Chicago fue el interaccionismo simbólico. El nombre de interaccionismo simbólico se lo debemos a Herbert Blumer, uno de los interaccionistas simbólicos que, después de G.H. Mead, han tenido una mayor influencia en el desarrollo de esta teoría psicosociológica. La definición que este psicólogo social nos da de esta perspectiva es la siguiente (Blumer, 1969/82, p. 2): “El interaccionismo simbólico se basa en los más recientes análisis de tres sencillas premisas. La primera es que el ser humano orienta sus actos hacia las cosas en función de lo que estas significan para él […]. La segunda premisa es que el significado de estas cosas se deriva de, o surge como consecuencia, de la interacción social que cada cual mantiene con el prójimo. La tercera es que los significados se manipulan y modifican mediante un proceso interpretativo desarrollado por la persona al enfrentarse con las cosas que se va hallando a su paso”.

La principal característica de este enfoque es la consideración de la dimensión simbólica del comportamiento humano. Las consecuencias que se derivan de incluir esta dimensión para el análisis del comportamiento humano son diversas y, entre las mismas, podemos destacar las siguientes: 1) Las personas no responden a los estímulos del medio de una forma prefijada, sino que el comportamiento es el resultado de los significados atribuidos a dichos estímulos. Por lo tanto, en el caso del comportamiento humano, éste se encuentra mediado por el universo simbólico en el que viven las personas. 2) Los significados que las personas adscriben al medio son el resultado de la interacción social. En la interacción con los otros es donde vamos aprendiendo los significados que damos a los objetos del medio.

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Vivimos en un medio simbólico por medio del cual aprendemos los significados de nuestra cultura. 3) La realidad social es una construcción humana, producto de la interacción social, que antecede a los individuos, pero que es un producto de sus actos. Las personas tienen la capacidad de transformar el medio en el que viven; el interaccionismo simbólico reconoce la capacidad de agencia en los individuos. 4) El ser humano, a diferencia de los animales, tiene la capacidad de ser un objeto para sí mismo. Esta capacidad de interactuar de forma reflexiva consigo mismo le permite anticipar las consecuencias que se derivan de diferentes cursos de acción y elegir entre ellos. 5) El pensamiento es el resultado de la interacción simbólica. Gracias al lenguaje somos capaces de pensar la realidad e imaginar otras posibles realidades, así como de tener una imagen de nosotros mismos. Hallaremos los orígenes filosóficos del interaccionismo simbólico en el pragmatismo. Esta filosofía, desarrollada por W. James, Ch.S. Peirce, J. Dewey y G.H. Mead principalmente, considera que el pensamiento es una forma de acción. No existe, por tanto, para los pragmatistas una división entre pensar y actuar. Contrarios a una concepción dualista del ser humano, consideran que un conocimiento es verdadero si sirve para orientar nuestra conducta. Sin duda, el texto fundacional del interaccionismo simbólico es Espíritu, Persona y Sociedad. Publicado de forma póstuma en 1934, este texto es una síntesis de las clases que impartió Mead, recopiladas por sus alumnos y publicadas en forma de libro. En él podremos encontrar las claves del desarrollo posterior de este enfoque psicosociológico. La definición que da Mead (1934/72, p. 54) de la psicología social es bastante ilustrativa de su manera de concebir las bases sociales del comportamiento humano: “La psicología social estudia la actividad o conducta del individuo tal y como se da dentro del proceso social; la conducta de un individuo sólo puede ser entendida en términos de la conducta del grupo social del cual es miembro, puesto que sus actos individuales están involucrados en actos sociales más amplios, que van más allá de él y que abarcan a otros miembros de ese grupo. En psicología social no construimos la conducta del grupo social en términos de la conducta de los distintos individuos que lo componen; antes bien, partimos de un todo social determinado de compleja actividad social, dentro del

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cual analizamos (como elementos) la conducta de cada uno de los distintos individuos que la componen. Es decir, que intentamos explicar la conducta del individuo en términos de la conducta organizada del grupo social, en lugar de explicar la conducta organizada del grupo social en términos de la conducta de los distintos individuos que pertenecen a él. Para la psicología social, el todo (la sociedad) es anterior a la parte (el individuo), no la parte al todo; y la parte es expresada en términos del todo, no el todo en términos de la parte o las partes.”

Está claro, en tal caso, que el interaccionismo simbólico de Mead entiende a la persona y al medio social como dos aspectos de una misma realidad. En este sentido, ofrece una superación de las separaciones tradicionales entre individuo y sociedad; una forma de superación del individualismo metodológico, el cual considera posible explicar la sociedad a partir de las motivaciones individuales de sus miembros. Podemos considerar el interaccionismo simbólico como una teoría que comparte aspectos comunes con lo que el propio Mead (1934/72, p. 55) define como conductismo social, pero que está muy alejado de la psicología conductista de Watson, que será objeto de crítica por el hecho de negar la existencia de la conciencia: “La psicología social es conductista en el sentido de que parte de una actividad observable […] que debe ser estudiada y analizada científicamente. Pero no es conductista en el sentido de pasar por alto la experiencia interna del individuo, la fase interior de ese proceso o actividad.”

Otro de los aspectos centrales del interaccionismo simbólico de Mead es el importante papel adscrito a la comunicación simbólica en la explicación del comportamiento humano. Sin esta característica propia de la interacción humana sería imposible la aparición del pensamiento y el surgimiento de la mente; es decir, de una conciencia reflexiva. Mediante nuestra capacidad para crear un universo simbólico damos sentido a la realidad social, definimos las situaciones, guiamos nuestras acciones, nos relacionamos con el mundo y buscamos soluciones a los problemas anticipando diferentes cursos de acción. La teoría interaccionista es también una teoría de la identidad. Todos tenemos una idea acerca de nosotros mismos, de cómo y quiénes somos, puesto que en nuestra interacción con otros semejantes vamos construyendo una imagen de nosotros. Esta imagen que tenemos de nosotros no es un proceso interno, algo que el sujeto va construyendo de manera

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autónoma, sino que es el resultado de las concepciones que los otros tienen sobre nosotros y que se expresan en la comunicación simbólica. Aquí es importante subrayar la distinción que establece Mead entre dos pares de conceptos como son los de mí y yo, y otro y otro generalizado. El proceso por el que la persona tiene una idea de sí misma, un self, es de carácter social y evolutivo. La identidad surge como resultado de un proceso de identificaciones que tienen lugar con las personas más próximas al niño, otros significativos y, posteriormente, con un otro generalizado, es decir, la sociedad. Así, por ejemplo, el juego y el deporte marcan dos fases en este proceso de creación de la identidad: mediante el juego adoptamos las actitudes de los otros significativos al identificarnos con ellos y por medio del deporte nos identificamos con el grupo en su conjunto como tal (Mead, 1934/72, p. 170). “El individuo se experimenta a sí mismo como tal, no directamente, sino sólo indirectamente, desde los puntos de vista particulares de los otros miembros individuales del grupo social, o desde un punto de vista generalizado del grupo social, en cuanto a un todo al cual pertenece.”

Por último, los conceptos de mí y yo hacen referencia a las relaciones entre la persona y la sociedad. El énfasis que Mead pone en lo social no supone una imagen sobresocializada del individuo. El origen y las bases de la persona son sociales, pero esto no quiere decir que no seamos más que el producto de una adaptación a las actitudes que la sociedad impone sobre nuestra conducta. El mí, según Mead, es aquella parte de la persona que responde a las actitudes de los otros adoptándolas como suyas; el yo se corresponde con las reacciones que las actitudes de los otros nos suscitan. Dichas reacciones se encuentran influidas por el mí, pero no determinan la respuesta final que adoptamos. Así, por ejemplo, nuestra pertenencia a una nación, una cultura, un grupo social, etc. va determinando quiénes somos y la conciencia que tenemos de quiénes somos, así como nuestra conducta. Sin embargo, si bien adoptamos las actitudes de los grupos sociales con los que nos identificamos, cada uno de nosotros responde de manera particular ante las mismas situaciones, unos de manera más predecible y otros de manera más desviada con respecto a las normas sociales.

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7.1. Desarrollos del interaccionismo simbólico: las Escuelas de Iowa y Chicago En las Escuelas de Iowa y Chicago podemos encontrar dos de los principales desarrollos del interaccionismo simbólico, representados por Manford Khun, la primera, y Herbert Blumer, la segunda. Los desacuerdos entre ambas Escuelas son de carácter teórico y metodológico. El primer desacuerdo teórico entre las Escuelas de Iowa y Chicago surge con respecto a la idea de self, término que podemos traducir por sí mismo o yo y que hace referencia a la identidad. Ambas están de acuerdo en la importancia de los procesos de comunicación simbólica para el surgimiento de la identidad, en su origen social, pero se diferencian en la importancia dada al self como estructura o como proceso. Mientras que la idea de Khun (1964) se identifica con el concepto de mí desarrollado por Mead, la de Blumer está mucho más cercana al concepto de yo, también desarrollado por Mead. Khun pensaba que si conocemos las actitudes de una persona para consigo misma podemos predecir la conducta, mientras que para Blumer la conducta se encuentra indeterminada. Para Blumer, el sujeto es, ante todo, un organismo activo que elabora su propia acción antes que estar sometido a fuerzas externas. Encontramos otra diferencia en la importancia y efectos asignados a la interacción social, por un lado, y a las estructuras sociales, por otro. Para Blumer, la interacción es un proceso mediante el cual la vida grupal está en continuo desarrollo, en permanente cambio y depende de los diferentes esquemas de interpretación que utilizan los individuos que participan de la misma. Khun, sin embargo, enfatiza los aspectos más estructurales en la determinación de la conducta, los cuales dependen de las definiciones sociales que aprendemos sobre los objetos. Es decir, nuestras actitudes hacia los objetos del medio, positivas o negativas, son, para Khun, una consecuencia de los significados con los que aprendemos a designarlos. Por último, cabe decir que entre ambas Escuelas de pensamiento interaccionista existen notables diferencias de carácter metodológico. Mientras que para Blumer, el análisis de la realidad social no puede ser reducido a

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una búsqueda de las relaciones entre un conjunto de variables, Khun nos propone para su estudio el uso de variables definidas operacionalmente. Los procedimientos que se basan en la búsqueda de relaciones entre variables independientes –causas– y variables dependientes –efectos– son, en opinión de Blumer, erróneos, puesto que omiten el proceso de interpretación, ocultando lo que ocurre en la vida real. Khun (Khun & McPartland, 1954), sin embargo, defiende la idea de utilizar métodos que permitan la investigación empírica, tal y como acontece con el uso de instrumentos de medida como el Twenty Statements Test (TST), utilizado para operacionalizar el concepto de self. Blumer, por el contrario, aboga por el estudio directo del mundo social y no por la imposición de un conjunto de procedimientos prefijados. La propuesta de utilizar conceptos sensibilizadores con los que poder interpretar la vida social frente a la lógica de la operacionalización de conceptos, que limita el significado de las variables a su significado cuantitativo y el uso de técnicas de observación frente a la aplicación de escalas, son las principales diferencias metodológicas entre ambos enfoques del interaccionismo simbólico.

7.2. El interaccionismo simbólico estructural Sin duda, una de los psicólogos sociales de orientación sociológica que más ha contribuido al desarrollo del interaccionismo simbólico es Sheldon Stryker. Consciente de algunas de las críticas realizadas al interaccionismo simbólico por destacar los aspectos procesuales del comportamiento frente a las determinaciones estructurales del mismo, propone una teoría de la conducta y de la identidad en la que ésta es entendida como un producto de nuestras interacciones, pero también reconociendo que viene determinada por nuestras posiciones en la estructura social: “La clase social, el sexo, la edad o cualquier otra estructura social influyen sobre la posible formación y estabilidad de los grupos sociales, y las consiguientes interacciones, y penetran así en los sistemas de significados que las personas utilizan para organizar su comportamiento. Reconocer este hecho significa abrir el camino a una comprensión teórica del contexto social de los significados y su impacto” (Stryker, 1983, p. 65).

Esta concepción estructural del comportamiento, pero abierta a los aspectos procesuales del mismo, es lo que ha hecho que la teoría de Stryker sea denominada como interaccionismo simbólico estructural.

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El siguiente esquema puede dar cuenta, de una manera sencilla, de su teoría:

Estructura social

Interacción social

Conducta e identidad social

Figura 4. Relación entre estructura, interacción e identidad.

La interacción social, según Stryker, no es algo que se dé de forma aleatoria, sino que nuestras interacciones vienen configuradas por determinantes estructurales que influyen en la probabilidad que tenemos de entrar en contacto con otras personas. Pensemos que no nacemos en una misma clase social, no vamos a los mismos centros educativos, ni pertenecemos al mismo ámbito cultural o religioso. Tendemos a relacionarnos con personas de nuestro contexto social. Obviamente, estas interacciones dan cuenta de significados que compartimos con otros significativos y con los cuales damos sentido a la realidad que nos rodea, a nuestros comportamientos y a los del resto de personas, y, en definitiva, sirven para ir construyendo una imagen de nosotros mismos; en conclusión, dichos significados nos permiten ir creando una identidad social. La idea de la que parte el interaccionismo simbólico, tal y como hemos visto, es la de describir la manera en que la sociedad forma parte del individuo, tanto a través de su mente como de su conducta e identidad social. Desde este principio básico, podemos extraer, de acuerdo con Stryker (1997, p. 317ff), las siguientes conclusiones: 1. La experiencia humana se da dentro de un contexto social organizado. Nuestras interacciones y el significado que damos a la misma viene determinado por dicho contexto social. Nuestra pertenencia a

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distintos grupos sociales incide en la probabilidad que tenemos de interactuar con otras personas, sobre ciertos aspectos de la realidad social y en compartir ciertos criterios interpretativos. Y viceversa, dicha pertenencia hace más improbable la interacción con ciertos grupos y personas, la discusión o el diálogo sobre ciertos temas y la adquisición de ciertos criterios o repertorios interpretativos. Cabe concluir que las estructuras sociales hacen más o menos probable el que tengamos ciertas concepciones de la realidad social. Dichas concepciones vienen mediadas por la experiencia compartida con otros a través de un conjunto de significados comunes; asimismo, cabe esperar que nuestras cogniciones se vean afectadas por dichos significados que compartimos con quienes interactuamos. 2. La realidad social es construida. En el curso de nuestras interacciones cotidianas las personas, a través del lenguaje, damos sentido a nuestras acciones y a las de los demás. Esta forma de concebir el construccionismo social no debe ser interpretada en el sentido de negar una realidad social objetiva y el alineamiento con posiciones relativistas en las que se defiende que toda realidad no es más que un producto de convenciones lingüísticas sin ningún nexo con un mundo externo a nuestras formas de aprehenderlo. 3. Nuestro mundo es un mundo simbólico, un mundo de significados compartidos del que nos servimos para orientar y justificar nuestras acciones, dar sentido a las conductas de los demás e ir construyendo nuestra propia identidad. El que la realidad social sea una realidad simbólicamente construida no quiere decir que dicha realidad no tenga un impacto sobre nuestras vidas independientemente de la forma que tenemos de interpretarla; lo que asume esta concepción del interaccionismo simbólico es que las definiciones sobre la realidad tienen consecuencias prácticas sobre nuestras acciones. 4. Los seres humanos son capaces de transformar la realidad social a través de sus acciones. Si las estructuras sociales ponen límites a nuestras acciones, las personas también tenemos la capacidad de transformar, a través de la acción compartida, dichas estructuras sociales. La paradoja del ser humano viene definida por la capacidad

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de influir y ser influido, de estar constreñido en sus acciones y, al mismo tiempo, tener la capacidad de trascender dichas limitaciones. Si bien somos un producto de las interacciones que se dan en el curso de los procesos de socialización, las instituciones sociales son, a su vez, un producto de nuestras interacciones. En resumen, la psicología social propuesta por Stryker define a la psicología social sociológica como una perspectiva desde la que analizar las relaciones entre persona y sociedad mediadas por los significados compartidos que la persona tiene de sí misma y de los otros a través de las interacciones sociales. Dichas interacciones sociales tienden, a su vez, tanto a la reproducción como al cambio del orden y estructuras sociales. En este sentido, el interaccionismo simbólico de carácter estructural de Stryker defiende una psicología social de carácter probabilístico y no determinista en la que el énfasis está en el mí frente al yo, en la terminología de George Herbert Mead. Mientras que el mí, tal y como vimos, es la parte de la persona que responde a las actitudes de los otros de manera prevista y determinada, el yo, por el contrario, supone la parte más creativa de la persona. Si el mí da cuenta de la conducta en términos de las probabilidades de acción que el individuo tiene en función de las expectativas de los otros con quienes comparte un universo de significados sobre los mismos objetos, el yo tiene la capacidad de agencia que le posibilita el cambio de dichos significados. En resumen, la estructura hace más probable el surgimiento de un mí en la interacción, pero dichas interacciones no son una mera réplica de las expectativas de carácter normativo generadas en la estructura social. El yo puede transformar la dinámica de las interacciones y, por tanto, las normas sociales que dan lugar a la clasificación de los individuos en grupos y clases sociales y al universo de significados compartidos que caracteriza a cada grupo social. El pensamiento de Stryker, si bien basa su corpus teórico en el interaccionismo simbólico, comparte muchos elementos con la teoría de roles. Por un lado, acepta la existencia de estructuras cerradas que fijan los roles y limitan los márgenes de acción con los que la persona puede manejarse. Por otro, también admite que otras estructuras sociales son abiertas y hacen posible un margen más o menos amplio de innovación en las conductas asumidas en dichos roles (role taking vs. role making en términos de Ralph H. Turner).

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Finalmente, cabe destacar en la teoría de Stryker el concepto de saliencia de la identidad. Stryker se refiere a la importancia que damos a ciertas formas de identidad en un mundo en el que las personas ocupamos diferentes posiciones sociales. Según Stryker y Serpe (1982), las distintas identidades de rol que poseemos están organizadas de forma jerárquica. Dicha jerarquía depende de nuestro compromiso con cada una de dichas identidades de rol y con la activación de las mismas. Si un rol lleva aparejado una red extensa de relaciones sociales valoradas, la importancia atribuida a la identidad asociada al desempeño de dicho rol será mayor y, en consecuencia, el comportamiento de la persona vendrá guiado por la saliencia de dicha identidad. Así, cuanto mayor es nuestro compromiso con una identidad, mayor es la probabilidad de que nos comportemos de una determinada manera consistente con dicha identidad. El compromiso con una identidad viene determinado por la cantidad e intensidad de los vínculos que la persona mantiene a través de la activación de dicha identidad. Un ejemplo de esto lo tenemos en el estudio sobre la identidad del rol religioso (Stryker & Serpe, 1982). En este estudio, ambos autores encontraron que cuanto mayores y más intensos son los vínculos o relaciones establecidos sobre la base del rol religioso, más saliente es la identidad de dicho rol religioso y mayor la probabilidad de encontrar conductas asociadas a actividades religiosas.

7.3. La teoría de roles Como acabamos de señalar, el interaccionismo simbólico está vinculado a los distintos enfoques que conforman la teoría de roles. Las distintas aproximaciones a dicha teoría hacen hincapié en la crítica a la concepción que el funcionalismo tenía del rol y en la que el individuo adaptaba su comportamiento a las expectativas de los otros definidas por las normas sociales. Frente a esta concepción normativa de rol, entre los teóricos del rol de influencia interaccionista se comienza a destacar la naturaleza procesual de los mismos, su carácter no determinista y la capacidad de las personas de adecuar sus conductas de rol al contexto social en el cual tiene lugar la interacción social. Esta distinción es destacada por Shibutani (1961) cuando distingue entre roles convencionales y roles interpersonales. Tanto la escuela antropológica de Ralph Linton (1936) como la sociológica de Talcott

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Parsons (1959) entienden los roles como convenciones o conjuntos de expectativas que el ocupante de una posición social conoce y en función de las cuales actúa. Frente a esta idea o perspectiva, los interaccionistas simbólicos entienden los roles como actuaciones que deben ser consideradas como parte de los procesos de interacción social. Si bien podemos entender que todo actor precisa de una cierta idea de lo que la sociedad espera de él como ocupante de una posición social, lo cierto es que en la interacción cotidiana dichos roles están sujetos a un proceso de acomodación que viene definido por la interacción con los otros. En este sentido, la psicología social sociológica ha desarrollado toda una serie de conceptos y enfoques ligados a la teoría de roles. Entre las perspectivas más destacadas encontramos la de Turner (1962) y su diferenciación entre role taking -adopción o asunción de rol- y role making -hechura de rol o creación de rol-. Esta distinción sirve a Turner para diferenciar entre los roles entendidos como una mera puesta en acción de comportamientos socialmente prescritos y los roles contemplados como comportamientos que están sujetos a cambios en el proceso de la interacción social. Si el concepto de role-taking hace referencia a una concepción determinista de las actividades prescritas en una cultura a través de las normas sociales que definen las actividades propias de una posición social, el concepto de role making enfatiza los cambios, ajustes y adaptaciones que las personas hacen en su vida cotidiana para conformar sus comportamientos a las expectativas de los otros: “La interacción es siempre un proceso tentativo, un proceso en el que constantemente se pone a prueba el rol del otro. La respuesta del otro sirve para reforzar o cuestionar esta concepción. El resultado de este proceso es la estabilización o modificación de nuestros roles. La idea de role making cambia el énfasis desde la mera actuación de un rol prescrito a la puesta en escena de un rol sobre la base del rol que percibimos en el otro. El actor no es un mero ocupante de una posición para la que tiene un conjunto claro de reglas –una cultura o un conjunto de normas– sino que la persona debe actuar desde la perspectiva que le da su relación con otros cuyas acciones reflejan roles que debe identificar. Dado que el rol de los otros sólo puede ser inferido, más que directamente conocido por el yo, las inferencias sobre el rol del otro son un elemento constante de la interacción. En consecuencia, el carácter tentativo de las definiciones del propio rol y actuación es algo que está siempre presente” (Turner, 1962, p.23).

La perspectiva de Turner es de gran importancia, pues deriva directamente de la relación entre el mí y el yo que Mead establecía. Dicha dinámica está

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relacionada con la importancia dada por Mead a la interacción simbólica en la que constantemente asumimos el rol del otro para dar cuenta de nuestras propias conductas. Mientras que los enfoques culturalistas o funcionalistas destacan la relación entre la persona y la cultura a través del proceso de adopción de rol como vínculo entre el individuo y la sociedad, los interaccionistas ven este proceso mediado por nuestras interacciones simbólicas. El acento ya no está en la relación entre cultura e individuo a través de la asunción de las normas sociales que definen las actuaciones de los ocupantes de un rol, sino en cómo los ocupantes de estos roles definen su actuación en función de las inferencias de las expectativas de los otros en la dinámica de la interacción social. Este proceso supone que el actor tiene en cuenta la conducta de los otros, bien anticipándola (validación interna en términos de Turner, 1962) o bien teniendo en cuenta la definición que la sociedad hace de su contenido (validación externa en términos de Turner, 1962). Además, tal y como señala Goffman (1961), las personas manejan de distintas maneras su relación con los papeles que les toca realizar. Así, podemos hablar de distancia de rol cuando existe una discrepancia entre el rol desempeñado y la persona que lo pone en práctica. Alguien rico puede vestir informalmente para demostrar que no se adecua al rol que por su posición se supone que debería tener; un niño puede realizar una actividad de manera poco atenta para demostrar que ya es suficientemente mayor como para seguir realizando dicha actividad, o una persona que realiza un rol que está por debajo de su nivel de preparación o con el que está en claro desacuerdo puede mostrar una distancia de rol para preservar su imagen y demostrar que el desempeño de rol no se adecúa a su capacidad, a su personalidad o a su manera de pensar. Asimismo, una persona dará al rol desempeñado unas características propias que hacen que por encima del rol asome la personalidad de quien lo ejecuta (Goffman, 1974/2006, p. 305): “Es casi imposible hablar sobre anclaje de los actos en el mundo sin que parezca sustentarse la idea de que los actos de una persona son en parte expresión y resultado de su yo (self) perdurable, y que este yo estará presente tras los roles particulares que represente en cualquier momento determinado”.

Podemos, por tanto, analizar la sociedad desde las reglas que definen la interacción social, incluidos los roles que se ponen en acción en dichas interacciones, o podemos analizarla desde la perspectiva de los actuantes y de los

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procesos de negociación que ocurren en toda organización social como marco donde se da la interacción (véase Lindesmith, Strauss & Denzin, 1999/2006). Un ejemplo de esta perspectiva, en la que se destacan los aspectos más dinámicos, inconclusos e indeterminados de la realidad social, es el enfoque de orden negociado de Anselm Strauss (Strauss et al., 1963). A partir del análisis de las relaciones de un hospital, Strauss y sus colaboradores llegan a la conclusión de que el orden social se explica mejor atendiendo a las transacciones entre personas que tienen metas, ideologías, grupos de referencia e intereses distintos, que partiendo de la idea del orden social como un conjunto de reglas y roles que sirven para enfrentarse a las actividades diarias. En el orden social del hospital estudiado por Anselm Strauss y sus colaboradores, la única meta supraordinada era que los pacientes regresaran a sus casas en mejores condiciones que las que habían provocado su ingreso. Aparte de esto, las reglas formaban parte de un sistema de relaciones y transacciones entre los distintos grupos de personas que integraban el hospital. El hospital, como cualquier otra institución social, precisa de una actualización del orden social a través de las relaciones cotidianas entre sus miembros. Las relaciones dan lugar a un conjunto de transacciones cotidianas en las que es preciso negociar las actividades que deben realizarse, así como el cómo y el cuándo. En términos de Turner (1962), podríamos decir que es necesario un permanente role taking negociado en la propia interacción. Otra importante aproximación a la teoría de roles es la de McCall y Simons (1966), denominada como teoría del rol-identidad. Según estos autores, las personas intentan diseñar sus roles en relación a las posiciones que ocupan en la sociedad teniendo en cuenta la imagen que tienen de sí mismas como ocupantes de dichas posiciones sociales. Dichas imágenes afectan a sus realizaciones como ocupantes de dicha posición, definen los estándares que guían su conducta y dan significado a las situaciones a las que se enfrentan y a las personas con quienes interactuan. En palabras de los propios autores (McCall & Simons, 1966, p. 65), la identidad de rol puede ser definida como “el carácter y el rol que una persona se diseña para sí misma como ocupante de una determinada posición social. Intuitivamente, dicha identidad de rol consiste en la imagen que tiene de sí misma tal y como le gustaría pensarse y verse actuar como ocupante de dicha posición…” Nuevamente, compro-

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bamos que el interaccionismo simbólico tiene una idea dinámica y creativa de los roles. Si bien se admiten las constricciones que las propias normas y convenciones sociales tienen sobre el desempeño del rol, también encontramos que la propia interacción y las imágenes que las personas tienen de sí mismas como ocupantes de dichos roles contribuyen a conformar su desempeño. Si recordamos la dialéctica entre el mí y el yo que Mead estableció, entenderemos por qué los interaccionistas interpretan los roles como un diálogo entre esas dos instancias que representan las demandas de ese otro generalizado que es la sociedad, y el yo, que es la respuesta del individuo; un proceso que tiene lugar en la interacción cotidiana. Podemos resumir la importancia de la teoría de roles desde una perspectiva interaccionista señalando que los interaccionistas simbólicos enfatizan no tanto la conformidad a la hora de describir la conducta de rol, sino la estructuración cognitiva y simbólica que los participantes hacen de los roles en función de las situaciones; dichas configuraciones sirven como marcos donde hacer inteligible la interacción. Asimismo, los roles, según esta orientación teórica, no son listas de obligaciones, sino un conjunto de ideas sobre cómo interactuar en una situación dada. Finalmente, los roles son utilizados como instrumentos con los que guiamos nuestras acciones e interpretamos las acciones de los otros. En resumen, los roles nos ayudan a anticipar las acciones de aquellas personas con las que interactuamos y a dar sentido a dichas acciones (Hewit, 2007). Como podemos ver, las tesis de los interaccionistas simbólicos están claramente influidas por la dialéctica entre el mí y el yo; es decir, por la dinámica entre los aspectos definicionales de los roles, aquella conducta que se espera de nosotros como actuantes de un rol, y los aspectos procesuales, es decir, la puesta en escena y actualización de los mismos como producto no de las reglas y normas sociales, sino de la propia interacción. En la adecuación al rol respondemos como un mí, pero en su desempeño actuamos como un yo. Como señala Hewit (2007), la concepción convencional de los roles no es incompatible con una concepción interpersonal de los mismos. A veces utilizamos simultáneamente ambos tipos de rol. Nuestras expectativas de los otros en cuanto ocupantes de una determinada posición social no son algo que esté sujeto a permanente innovación en cada nuevo encuentro. Las ex-

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pectativas sobre los roles de los otros están basadas en ciertos supuestos normativos –todos tenemos ciertas expectativas sobre cómo el ocupante de una determinada posición social debe actuar–, pero, al mismo tiempo, dichas expectativas deben actualizarse –lo que implica que deben ser tenidas en cuenta las peculiaridades de cada participante en la interacción, su historia de relaciones interpersonales, sus expectativas y sus obligaciones, establecidas sobre la base de su propia relación interpersonal. El entramado de relaciones sociales que constituye la dinámica social es el resultado de este marco de convenciones y relaciones sociales que configuran la vida cotidiana.

7.4. El enfoque dramatúrgico de Erving Goffman Si bien la obra de Goffman es muy extensa, incluyendo un numeroso conjunto de publicaciones, nos centraremos en una de ellas por ser la que ha tenido un mayor impacto tanto en la sociología como en la psicología social sociológica de corte interaccionista (véase Garrido & Álvaro, 2007). Se trata de La presentación de la persona en la vida cotidiana, texto publicado en 1959. Goffman (1959/1987, p. 11) define su enfoque de la siguiente manera: “En este estudio empleamos la perspectiva de la actuación o representación teatral; los principios resultantes son de índole dramática. En las páginas que siguen consideraré de qué manera el individuo se presenta y representa su actividad ante otros, en las situaciones de trabajo corriente, en qué forma guía y controla la impresión que los otros se forman de él, y qué tipo de cosas puede y no puede hacer mientras actúa ante ellos.”

El enfoque inicial de Goffman recibe el nombre de dramatúrgico. Preocupado por el análisis de la interacción cara a cara, ésta se nos muestra como una representación de carácter escénico. Su objetivo es analizar los encuentros (encounters) en los que es preciso tener en cuenta la presencia mutua de las personas y en los que éstas realizan actuaciones (performances) para influirse mutuamente. La idea del mundo como un gran teatro es la que sirve a este sociólogo para analizar cómo influimos y ejercemos control sobre los demás por medio de la forma de presentarnos, o, dicho de otra manera, del manejo de impresiones.

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El desempeño de un rol implica, para Goffman, dos extremos diferenciados. En uno de los extremos encontramos al actuante sincero, aquel que cree en la imagen que da en el desarrollo de su actuación. En este caso puede llegar a convertirse él mismo en su propio auditorio y obrar según le dicta su conciencia o su moral. En el otro extremo encontramos al cínico, aquel que presenta la imagen que mejor conviene a sus intereses. La tergiversación de los hechos, el mantenimiento de la distancia social y el artificio son formas de actuación de quien representa un papel sin creer en su contenido. En este caso, la máscara acaba por ser parte integrante de su personalidad. La obra de Goffman es un análisis de los diferentes elementos que hacen posible la interacción cara a cara y el manejo de las impresiones que se dan en estas situaciones. Así, nos habla de la fachada social, que se refiere tanto al medio (setting) donde se desarrolla la acción, como a la fachada personal, formada por la apariencia y los modales y en la que quedan incluídas las expresiones faciales, el aspecto, las pautas del lenguaje, etc. La fachada personal, según Goffman, puede referirse a todo aquello que indique tanto el estatus personal (apariencia) como el rol en la interacción (modales). La fachada define, por tanto, los aspectos prescritos y normativos del rol del actuante, así como sus características personales. Otro concepto importante introducido por Goffman en su enfoque dramatúrgico de la interacción social es el de región o espacio donde tiene lugar la actuación. Goffman distingue entre región anterior y región trasera. En la región anterior –front region- mantenemos un vínculo con la audiencia a través de nuestra actuación, la cual está regida por dos grupos de normas. El primer grupo de normas regula la actuación cuando el actor se dirige a la audiencia, mientras que el segundo grupo de normas se refiere al decoro que el actuante debe representar cuando no mantiene un diálogo con la misma, pero sabe que está siendo observado. Así, por ejemplo, una persona que trabaja en un comercio debe mostrar ciertas pautas de conducta aun cuando no esté atendiendo a un cliente, o un trabajador aparentar o dar la impresión que está trabajando, aun cuando no lo esté haciendo en ese momento. En la región trasera –back region– o trasfondo escénico –back stage– es donde los actuantes preparan su actuación y donde pueden aparecer los elementos suprimidos en la actuación realizada en la región anterior.

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Según Goffman, en nuestras realizaciones dramáticas tendemos a encubrir aquellas acciones que no son compatibles con la imagen que queremos transmitir; esto nos lleva a intentar no perder el mantenimiento del orden expresivo, es decir, a obviar en la interacción cualquier elemento que pueda contradecir la imagen que deseamos transmitir de nosotros mismos o del rol que representamos. Así, el actuante ante un auditorio intentará dar una imagen idealizada de sí mismo, representando papeles distintos ante diferentes auditorios. Obviamente, la discrepancia entre la apariencia y la realidad puede ser descubierta y poner en entredicho no sólo la actuación, sino la propia reputación del actuante. Por eso, éste debe evitar lo que Goffman denomina como gestos impensados, expresiones inoportunas y pasos en falso que de forma involuntaria den pistas al auditorio sobre sus verdaderas intenciones. Goffman amplía su estudio a lo que denomina equipos. Señala que, en numerosas ocasiones, las personas colaboran entre sí, no para mostrar una imagen de sí mismas, sino del servicio que ofrecen o de su trabajo profesional. Los equipos, en definitiva, cooperan entre sí para mostrar sus rutinas diarias. Al igual que en las interacciones cara a cara, los equipos intentan dar una imagen idealizada de sí mismos cuando se enfrentan a un auditorio, por lo que el control de la información y la apariencia son centrales para no dar ninguna pista que pueda ser destructiva para sus fines. Así, los miembros de un equipo deben tener lealtad, disciplina y circunspección dramáticas; es decir, deben mantener discreción acerca de los comentarios que puedan perjudicar su imagen, no mostrar distanciamiento durante la representación y tener recursos suficientes para realizar una representación adecuada. La discrepancia entre las intenciones de un equipo y la representación de sus componentes también es objeto de análisis en la obra de Goffman. Una fuente de riesgo para el control de la información son las personas que juegan un rol discrepante. Existen diferentes tipos de roles discrepantes, como son los de delator, falso espectador, soplón e intermediario o mediador. Las personas que ocupan estos roles tienen acceso a información que puede contradecir la imagen que el equipo quiere dar, pudiendo alterar la relación entre el equipo y el auditorio. Este es el caso del delator que, haciéndose pasar por miembro del equipo de actuantes, obtiene información destructiva y traiciona al equipo, o el del mediador, que obtiene información de uno de los equipos enfrentados entre sí y la pone al servicio del equipo contrario.

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Otro aspecto de gran importancia en la obra de este sociólogo es lo que denomina comunicación impropia. La comunicación impropia es aquella comunicación incompatible con la imagen que queremos dar como actuantes en una interacción. Existen cuatro tipos o categorías de comunicación impropia, según sea ésta referida al tratamiento de los ausentes, a la puesta en escena, a la connivencia del equipo o al realineamiento de posiciones. La primera forma de comunicación impropia se refiere a las maneras que los miembros de un equipo tienen de referirse acerca del auditorio cuando no están en presencia de éste y que tienen en la burla y la utilización de términos despectivos dos de sus formas más típicas. En cuanto a la puesta en escena, la comunicación impropia hace referencia a las conversaciones que se dan entre los miembros del equipo sobre el auditorio y sus actuaciones y que incluyen todo tipo de comentarios sobre el vínculo con aquél y sus problemas de puesta en escena. La connivencia del equipo sucede, por ejemplo, cuando entre los miembros del equipo se es partícipe de un tipo de actuación que aparentemente se acomoda al sentir del público pero que, en realidad, representa una actitud de burla o distanciamiento del propio auditorio. Por ejemplo, cuando un grupo de músicos acentúan la forma de tocar que gusta al público de forma que sus compañeros entiendan lo que están haciendo pero no así el auditorio. Finalmente, el realineamiento de posiciones se efectua con la intención de expresar el desacuerdo con el consenso alcanzado entre los miembros del equipo o entre éstos y los miembros de otros equipos. Se trata de una comunicación indirecta en la que están implicadas todo tipo de sutilezas, indirectas, pausas intencionadas, alusiones etc. Como es obvio, el enfoque dramatúrgico hace referencia a un nivel de análisis microsociológico sobre el arte de manejar las impresiones cara a cara. Su mérito consiste en realizar una minuciosa radiografía de la estructura de las interacciones sociales. Pero, y de forma contraria a los interaccionistas simbólicos como Blumer, Goffman entiende que los papeles que representamos y las máscaras que utilizamos para llevar a cabo la representación de nosotros ante los demás vienen prescritos socialmente. Esta definición social de las pautas de acción que se consideran correctas en la puesta en escena de uno mismo no supone la consideración del actor como un títere en manos de un guión socialmente prescrito, sino que el actor puede mostrar su propia identidad (adecuándose a los aspectos ritualizados de la actuación o distan-

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ciándose de los mismos). Asimismo, al introducir el análisis del componente expresivo en el estudio de la interacción social, Goffman es consciente de que se pueden producir disrupciones en el curso de la interacción que ponen en cuestión la imagen de los actuantes. Estas disrupciones o situaciones embarazosas que desorganización la acción y la interación social perjudican la imagen de los participantes en la misma, comprometen la interacción y tienen consecuencias sobre la propia estructura social. Finalmente, Goffman considera que hay que utilizar la idea de la vida social como un teatro como una analogía útil y no de forma literal, al tiempo que pone límites a sus análisis, al referirlos a la cultura occidental.

Capítulo VIII La sociología fenomenológica de Alfred Schutz

Podemos entender el conjunto de la obra de Schutz como el intento por construir una teoría de la acción subjetiva. Max Weber será el sociólogo que más influencia tendrá en su pensamiento, por medio de su sociología comprensiva, que no es otra cosa que el estudio del comportamiento desde el sentido que el actor le da al mismo. La otra gran influencia de este autor proviene de la fenomenología de Edmund Husserl. Con respecto a Husserl, Schutz toma la idea de actitud natural. El escenario donde se desarrolla la acción social es el mundo de la vida, es decir, el mundo cotidiano que damos por real, donde las personas desarrollan su vida, donde interactuamos con los demás. La teoría de Schutz es, ante todo, una sociología desde la que podemos analizar cómo las personas damos sentido a nuestras acciones y al mundo en el que vivimos. Se trata, por lo tanto, de una sociología de la vida cotidiana. Comprender cómo es posible el mundo social y simbólico que habitamos es el objetivo de la tarea emprendida por este autor. Para Schutz, lo que le tiene que preocupar al científico social es el análisis del conocimiento del sentido común. Al igual que para la fenomenología de Husserl, Schutz (1962/1995, p. 60) considera que la realidad social no es algo externo ni puede ser reducida a una mera percepción sensorial. La realidad es algo que construimos en nuestra experiencia de la misma, formando parte de nuestro mundo fenoménico. “Las ciencias sociales deben abordar la conducta humana y su interpretación de sentido común en la realidad social, lo cual requiere el análisis de todo sistema de proyectos y motivos, de significatividades y construcciones [...]. Tal análisis remite al punto de vista subjetivo; es decir, a la interpretación de la acción y su encuadre en términos del actor.”

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Nuestra experiencia no es algo que surja desde nuestro interior de una manera solipsista, sino que está biográficamente determinada. Con este concepto Schutz nos indica que nuestra forma de dar sentido al mundo depende de nuestras experiencias previas que se dan en un medio social y cultural. Cada uno de nosotros nos situamos en la vida de una manera singular y esa forma de situarnos no es algo que surja como una respuesta mecánica al medio físico, sino que es el resultado de la forma que el mundo externo adopta como parte de nuestra experiencia subjetiva (Schutz, 1962/1995, p. 280). “La situación biográfica única en la cual me encuentro dentro del mundo en cualquier momento de mi existencia sólo es en muy pequeña medida producto de mi propia creación. Me encuentro siempre dentro de un mundo históricamente dado que, como mundo de la naturaleza y mundo sociocultural, existió antes de mi nacimiento y continuará existiendo después de mi muerte.”

El escenario de la acción social es el mundo de sentido común o mundo de la vida diaria; un mundo intersubjetivo en el que trabajamos y en el que nos relacionamos con otras personas gracias al lenguaje. Es un mundo cuya existencia damos por supuesta y que limita nuestras acciones, pero que, al mismo tiempo, podemos transformar con nuestras acciones. Para interactuar en el mundo de la vida, las personas utilizan el pensamiento de sentido común, que se caracteriza por su tipicidad. Este concepto, derivado de la filosofía fenomenológica de Husserl, para quien la experiencia del mundo se construye sobre la tipicidad de los objetos o sucesos de la vida cotidiana, es retomado por Schutz para explicar el pensamiento de sentido común como un proceso mediante el cual los objetos del mundo exterior son apropiados por los actores según ciertos principios perceptivos: “Por ejemplo, el mundo exterior no es experimentado como un ordenamiento de objetos individuales únicos, dispersos en el espacio y en el tiempo, sino como ‘montañas’, ‘árboles’, ‘animales’, ‘hombres’, etc.” (Schutz, 1962/1995, p. 39). La noción de tipicidad hace posible vivir en un mundo sobre el que podemos ejercer cierto control, al poder prever de forma anticipada las consecuencias provocadas por nuestras acciones sobre el mundo: “Al colocar una carta en el buzón, preveo que personas a quienes no conozco, llamadas empleados de correo, actuarán de una manera típica no totalmente

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inteligible para mí, con el resultado de que mi carta llegará al destinatario en un tiempo típicamente razonable” (Schutz, 1962/1995, p. 47).

Las tipificaciones de sentido común son una cualidad del lenguaje, ya que mediante el uso del mismo construimos la realidad de una forma típica y constituyen “nuestro conocimiento a mano”, el cual surge de la experiencia cotidiana. “Mundo de la vida cotidiana significará el mundo intersubjetivo que existía mucho antes de nuestro nacimiento, experimentado e interpretado por Otros, nuestros predecesores, como un mundo organizado. Ahora está dado a nuestra experiencia e interpretación. Toda interpretación de este mundo se basa en un acervo de experiencias anteriores a él, nuestras propias experiencias y las que nos han transmitido nuestros padres y maestros, que funcionan como un esquema de referencia en la forma de conocimiento a mano.” (Schutz, 1962/1995, p. 198)

Las tipificaciones de las que nos habla Schutz constituyen un conjunto de recetas aprendidas de las que nos valemos para dar sentido a nuestro entorno, orientar nuestra conducta y comprender la de los demás. El orden social estaría, así, basado en un sistema de tipificaciones que hace predecible la conducta de los otros (Schutz, 1962/1995, pp. 309-310). “[...] sólo una fracción pequeña del acervo de conocimiento a mano del hombre se origina en su propia experiencia individual. La mayor parte de su conocimiento se deriva de la sociedad, le ha sido transmitido por sus padres y maestros como su herencia social. Consiste en un conjunto de sistemas de tipificaciones significativas, de soluciones típicas para problemas prácticos y teóricos típicos; en preceptos típicos para conductas típicas [...] Todo este conocimiento es presupuesto sin discusión por el respectivo grupo social y es, por ende, un conocimiento socialmente aprobado [...]. El conocimiento social aprobado consiste, entonces, en un conjunto de recetas destinadas a ayudar a cada miembro del grupo a definir su situación en la realidad de la vida cotidiana de una manera típica.”

La sociología de Schutz también intenta dar respuesta a cómo es posible la vida social. La idea clave para él se encuentra en la interacción. Como nos dice el propio autor, la vida cotidiana es un mundo intersubjetivo. Vivimos con otras personas y en interacción con ellas construimos un mundo de significados sobre las cosas. Mi conocimiento del mundo no es algo privado, sino que es compartido. El mundo de sentido común que todos compartimos para desarrollar nuestra vida cotidiana es posible gracias a la comunicación con nuestros semejantes. En conclusión, el significado de lo dicho anteriormente (que nuestro conocimiento del mundo tiene un origen social)

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es posible gracias a la socialización en una cultura que nos antecede y a la interacción simbólica con nuestros semejantes. Antes de emprender una acción debemos tener en cuenta la adecuación de los medios empleados para conseguir una meta. No sólo debemos tener un conocimiento acerca de la adecuación entre medios y fines, sino que tenemos que presuponer, al mismo tiempo, que las personas con quienes nos relacionamos comparten ese mismo conocimiento. El mundo social sólo es posible porque en nuestra vida cotidiana asumimos que el sentido que damos a nuestros actos va a ser comprendido del mismo modo por los demás. Schutz (1962/1995, pp. 282-83) llama a esto reciprocidad de perspectivas: “[...] doy por sentado –y presupongo que mi semejante hace lo mismo– que yo y él tendríamos típicamente las mismas experiencias del mundo común si cambiáramos nuestros lugares, de tal modo que mi Aquí se transformara en el suyo, y su Aquí –que para mí es ahora un allí– en el mío.”

El mundo de la vida es, por tanto, un mundo intersubjetivo, dotado de sentido para nosotros gracias a la interacción con otros semejantes. En este mundo del sentido común, Schutz distingue entre los contemporáneos, con los que se da una interacción cara a cara; los predecesores, que pueden influir en nuestras acciones; y los sucesores, que pueden guiar nuestra acción. La interacción con nuestros contemporáneos sólo puede darse dentro de un sistema de tipificaciones que hace predecible la respuesta de los otros a nuestros actos. Pero la predicción no es de naturaleza matemática, sino subjetiva, lo que explica que la racionalidad de las acciones no sea absoluta. Además, la interpretación subjetiva del sentido de la acción, su carácter propositivo y su origen en la conciencia, junto con la definición de la situación que realiza el actor, hacen que la acción no esté absolutamente determinada, lo que explica la distancia entre los modelos de acción racional de los actores y los tipos ideales de acción ideal elaborados por el investigador social. Éste es un punto de especial trascendencia en el esquema teórico propuesto por Schutz. ¿Cómo es posible que nosotros, como estudiosos del comportamiento humano, seamos capaces de comprender el sentido subjetivo de las acciones de los individuos que estudiamos tal y como éstas se manifiestan en el mundo real, en su vida cotidiana? La respuesta que nos da Schutz (1962/1995, pp. 37-38) es que las ciencias sociales constituyen un conocimiento de segundo grado que las diferencia de forma radical de las ciencias naturales:

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“Los hechos, datos y sucesos que debe abordar el especialista en ciencias naturales son hechos, datos y sucesos solamente dentro del ámbito de observación que le es propio, pero este ámbito no significa nada para las moléculas, átomos y electrones que hay en él. En cambio, los hechos, sucesos y datos que aborda el especialista en ciencias sociales tienen una estructura totalmente distinta. Su campo de observación, el mundo social, no es esencialmente inestructurado. Tiene un sentido particular y una estructura de significatividades para los seres humanos que viven, piensan y actúan dentro de él. Éstos han preseleccionado y preinterpretado este mundo mediante una serie de construcciones de sentido común acerca de la realidad cotidiana, y estos objetos de pensamiento determinan su conducta, definen el objeto de su acción, los medios disponibles para alcanzarlo; en resumen, los ayudan a orientarse dentro de su medio natural y sociocultural y a relacionarse con él. Los objetos de pensamiento construidos por los expertos en ciencias sociales se refieren a los objetos de pensamiento construidos por el pensamiento de sentido común del hombre que vive su vida cotidiana entre sus semejantes, y se basan en esos objetos. Las construcciones usadas por el especialista en ciencias sociales son, pues, por así decirlo, construcciones de segundo grado, o sea, construcciones de las construcciones hechas por los actores en la sociedad misma, actores cuya conducta el investigador observa y procura explicar de acuerdo con las reglas de procedimiento de su ciencia.”

Resumiendo la sociología fenomenológica de Schutz, podemos decir que su modelo teórico nos sirve para comprender el comportamiento de las personas en su vida cotidiana, en el mundo real en el que viven. Hay que entender lo dicho desde el punto de vista de los significados que el actor da a su acción. Estos significados forman parte de la cultura que nos antecede, pero también se van construyendo en el curso de nuestras interacciones con nuestros coetáneos y por medio de nuestra experiencia vivida que se constituye en nuestra biografía. Así pues, nuestra experiencia del mundo de la vida es una experiencia compartida, en la que aprendemos en comunicación con los demás a definir las situaciones en las que desarrollamos nuestra vida cotidiana. Estas definiciones nos sirven como guías para nuestras acciones. El mundo de la vida tiene una estructura preexistente que nos condiciona, pero los seres humanos somos capaces de transformarla con nuestras acciones. Este doble nivel de análisis da a la perspectiva de Schutz una fundamentación psicosociológica. Actores y estructuras sociales son dos elementos inseparables de la dialéctica de su pensamiento. Para comprender el comportamiento debemos tener en cuenta tanto a la realidad social, en forma de tipificaciones que regulan las conductas, como a los individuos,

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en términos del sentido que éstos dan a sus acciones y de la forma en que definen las situaciones en las que se encuentran. Si hay que definir la psicología social como una perspectiva antes que como un campo del saber con un objeto predeterminado, podemos considerar la sociología fenomenológica de Schutz como una teoría psicosociológica.

Capítulo IX El construccionismo social de Peter Berger y Thomas Luckmann

La construcción social de la realidad, publicado originalmente en 1966, es uno de los libros que mayor influencia ha ejercido en el pensamiento sociológico contemporáneo. La intención de Berger y Luckmann, al redactar este libro, es la de construir una psicosociología de la vida cotidiana partiendo de las ideas de Schutz. En este sentido, podemos considerar a ambos autores como los principales continuadores de la obra de este autor y, por tanto, de una tradición de pensamiento fenomenológico aplicado a las ciencias sociales. Pero la obra de ambos autores, aunque parte de la sociología fenomenológica, incluye a otros autores y corrientes de pensamiento de especial relevancia en las ciencias sociales, como son el interaccionismo simbólico de G.H. Mead, la teoría de la acción social de M. Weber, el pensamiento dialéctico de K. Marx y la sociología objetiva de É. Durkheim. Como Schutz, ambos sociólogos se centran en el conocimiento de sentido común sobre la realidad social, en cómo las personas construimos la realidad social sobre la base de nuestras interacciones simbólicas, mediante las que interpretamos el mundo de la vida cotidiana. La vida cotidiana se constituye como una realidad ordenada, un mundo compartido. Este mundo de la vida cotidiana es tanto un mundo subjetivo como una realidad objetiva. En este punto, Berger y Luckmann intentan integrar el pensamiento de Durkheim, es decir, la realidad como algo externo a los individuos y que ejerce un control coercitivo sobre los mismos, y el de Weber, la realidad como expresión de los significados subjetivos que los actores dan a sus acciones. El carácter dual de la realidad social es el que da sentido al pensamiento construccionista de Berger y Luckmann (1968, p. 35):

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“La sociedad, efectivamente, posee facticidad objetiva. Y la sociedad, efectivamente, está construida por una actividad que expresa un significado subjetivo [...]. Es justamente el carácter dual de la sociedad en términos de facticidad objetiva y significado subjetivo lo que constituye su «realidad sui generis» [...]. La cuestión central para la teoría sociológica puede, pues, expresarse así: ¿Cómo es posible que los significados subjetivos se vuelvan facticidades objetivas?”

Dentro de este esquema general, la obra de estos dos autores puede ser dividida en tres grandes apartados: 1) el conocimiento de la vida cotidiana, 2) la sociedad como realidad objetiva y 3) la sociedad como realidad subjetiva. Para el análisis de la vida cotidiana, Berger y Luckmann parten de la sociología fenomenológica de Schutz. La principal cuestión que plantean es cómo es posible nuestro conocimiento del mundo de la vida, es decir, cuáles son las relaciones entre la realidad objetiva y nuestra conciencia de esa realidad. Para dilucidar esta cuestión, parten de una serie de supuestos básicos como son: la realidad de la vida cotidiana es inseparable de nuestra conciencia de la misma; dicha conciencia es un producto de nuestra acción en el mundo, acción que compartimos con otras personas, lo que hace que nuestra vida cotidiana sea un mundo compartido e intersubjetivo; la conciencia siempre se dirige a objetos, siendo, por tanto, intencional, y dichos objetos se presentan ante nuestra conciencia como pertenecientes a realidades diferentes –las personas que aparecen en el curso de la vida real tienen una naturaleza e implican tensiones muy diferentes a las que aparecen en nuestros sueños–; aprehendemos la realidad como algo externo, real, ordenado y ya objetivado previamente; está estructurada, principalmente, en torno al presente, a la esfera de la vida cotidiana que nos es directamente accesible y que manejamos gracias a las tipificaciones que resultan de nuestro aprendizaje social y que constituyen un conocimiento rutinario de la realidad en la que vivimos. Nuestro conocimiento de la realidad social es posible, en gran medida, gracias al lenguaje, puesto que gracias a él somos capaces de entrar en la subjetividad de otras personas con las que compartimos el mundo, al mismo tiempo que hacemos que procesos subjetivos sean objetivados. El lenguaje

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es, así, el mecanismo principal de objetivación de la vida cotidiana (Berger & Luckmann, 1968, pp. 54-57): “Los signos y los sistemas de signos son objetivaciones, en el sentido de que son accesibles objetivamente más allá de la expresión de intenciones subjetivas aquí y ahora [...] el lenguaje se origina en las situaciones cara a cara, pero puede separarse de ellas fácilmente [...]. El lenguaje se origina en la vida cotidiana, a la que toma como referencia primordial; se refiere, sobre todo, a la realidad que experimento en la conciencia en vigilia, dominada por el motivo pragmático (vale decir, el grupo de significados que corresponden directamente a acciones presentes o futuras) y que comparto con otros de manera establecida [...]. Como sistema de signos, el lenguaje posee la cualidad de la objetividad. El lenguaje se me presenta como facticidad externa a mí mismo y su efecto sobre mí es coercitivo.”

Estos procesos de objetivación a los que acabamos de hacer referencia dan lugar a la institucionalización. Cada vez que interactuamos, asumimos un conjunto de tipificaciones recíprocas que permiten hacer inteligible la conducta de cada una de las personas involucradas en la interacción. Nos permiten asumir el rol del otro y conocer los motivos que guían sus acciones. La institucionalización sería una consecuencia de dichas tipificaciones sociales que se convierten en realidades externas y preexistentes para los individuos de nuevas generaciones. Las instituciones sancionan qué tipos de acciones hay que realizar y bajo qué procedimientos los actores tienen que llevar a cabo dichas acciones. Tienen, por tanto, un poder coercitivo y son útiles para el mantenimiento del orden social. Una parte importante de la institucionalización de la actividad humana se da por medio de los roles, puesto que con ellos aprendemos a identificar las acciones de los otros como comportamientos tipificados, es decir, como comportamientos tipo, cuya intencionalidad es predecible con independencia de quién la ejecute. Suponen, por tanto, el nexo de unión entre la estructura de la realidad objetiva y la realidad subjetiva (Berger & Luckmann, 1968, p. 98): “Las instituciones se encarnan en la conciencia individual por medio de los roles [...] al desempeñar los roles, los individuos participan en un mundo social; al internalizar dichos roles, ese mismo mundo cobra realidad para ellos subjetivamente.”

Entender la sociedad como realidad externa no significa ignorar que ésta es un producto humano. Las estructuras objetivas del mundo no son algo independiente de los sujetos que las construyen y el orden social es una consecuencia de la acción de los individuos, un producto de su acción sobre

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el mundo. Olvidar este hecho supone reificar la sociedad, considerarla como un hecho ajeno a su construcción humana. La externalización y objetivación de la actividad humana forman parte de un proceso dialéctico que se completa con la internalización. Ésta hace referencia a la aprehensión de dicha realidad objetiva como una realidad con significado que hacemos nuestra. El mecanismo mediante el cual la realidad externa se convierte en una realidad interiorizada se halla en los procesos de socialización, unos procesos que implican un aprendizaje tanto cognoscitivo como afectivo. Mediante la socialización primaria los niños aprenden a identificarse con las interpretaciones que los otros significativos dan de la realidad. De manera que aprenden a adoptar los roles de los otros y de esta forma a identificarse a sí mismos. Este proceso de identificación tiene lugar de manera progresiva, de forma tal que el niño acaba por hacer suyo el punto de vista de la sociedad en su conjunto. Como vemos, la dimensión subjetiva de la realidad social guarda una gran similitud con los procesos descritos por G.H. Mead sobre la relación entre sociedad e identidad. De hecho, su pensamiento sirve de guía a ambos autores para describir el proceso mediante el cual interiorizamos la realidad social. Una realidad que se presenta como inevitable durante la socialización primaria, pero que puede ir transformándose como consecuencia de definiciones alternativas de la realidad que entran en competencia, o por situaciones marginales que provocan cambios en la aprehensión de la misma. Aquí juega un papel relevante el lenguaje o la actividad simbólica (Berger & Luckmann, 1968, p. 191): “La vida cotidiana del individuo puede considerarse en relación con la puesta en marcha de un aparato conversacional que mantiene, modifica y reconstruye continuamente su realidad subjetiva.”

Resumiendo el enfoque teórico de Berger y Luckmann, podemos decir que su principal interés se encuentra en el estudio de la vida cotidiana; se preocupan por el conocimiento de sentido común que orienta nuestras acciones y por el que vamos construyendo la realidad social. Su análisis parte de considerar la sociedad como un producto humano, al tiempo que es aprehendida como una realidad externa. Consideran, por tanto, la realidad

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objetiva y la realidad subjetiva como partes de un mismo proceso de constitución de la sociedad y del individuo, pues sociedad e individuo no se contraponen. Los individuos son un producto social y la sociedad es un producto de los individuos. Toda realidad es el resultado de la externalización de la actividad humana, de su objetivación por medio del lenguaje y de su institucionalización mediante la tipificación de las acciones de los otros. Esta dimensión objetiva de la realidad debe ser completada con su aprehensión por parte de los individuos. La internalización de la realidad objetiva gracias a los procesos de socialización primaria y secundaria da lugar a la dimensión subjetiva de la realidad. Así, hay que entender la conciencia individual y la acción social en el contexto de una estructura social que le da sentido. Al mismo tiempo, una estructura social no es algo que esté por encima o al margen de los individuos, puesto que los individuos reaccionan frente a las estructuras sociales y las modifican o las mantienen. Como señalábamos al principio, la teoría construccionista de Berger y Luckmann parte de las reflexiones de la sociología fenomenológica de Schutz sobre la vida cotidiana y el conocimiento de sentido común, pero amplía dicha perspectiva incluyendo en sus análisis las teorías sociológicas de Weber y Durkheim, utilizadas para conformar una teoría de la acción en la que está presente el pensamiento de Mead. De esta síntesis resulta un enfoque psicosociológico de la realidad social de gran interés.

Capítulo X La etnometodología de Harold Garfinkel

Hablar de etnometodología supone referirse a la obra de su creador Harold Garfinkel y a su libro, Studies in Ethnometodology, publicado en 1967. Garfinkel, al igual que Durkheim, considera que el estudio de los hechos sociales es el objetivo fundamental del análisis sociológico, pero difiere significativamente del sociólogo francés a la hora de definir lo que es un hecho social. Mientras que para Durkheim los hechos sociales son externos a los individuos y ejercen un poder coercitivo sobre los mismos, para Garfinkel, los hechos sociales forman parte y se construyen en las prácticas cotidianas de los miembros de una sociedad. Garfinkel (1967, p. 7) no discute el carácter de objetividad que Durkheim da a los hechos sociales, pero no los sitúa como algo que se realiza al margen de nuestras interacciones ni los considera una entidad supraindividual: “En contraposición a algunas opiniones del pensamiento de Durkheim según las cuales la realidad objetiva de los hechos sociales es el principio fundamental de la sociología, nosotros proponemos, como política de investigación fundamental para los sociólogos, que la realidad objetiva de los hechos sociales debe ser entendida como realización continua de las actividades concertadas de la vida cotidiana de sus miembros, los cuales conocen, usan, y consideran como obvios los procedimientos ordinarios e ingeniosos para esta realización.”

La intención de Garfinkel es la de estudiar las actividades prácticas, es decir, las actividades de la vida diaria, actividades mediante las cuales los miembros de una sociedad organizan su vida diaria y dan sentido a la misma. El orden social, para Garfinkel, no es otra cosa que las reglas sociales con las que los miembros de una sociedad se enfrentan a tareas cotidianas. Estas reglas, que suponen un conocimiento práctico de los actores sociales, les sirven para producir y manejar el día a día de sus interacciones. En este sentido, podemos considerar la etnometodología como una sociología de la vida cotidiana.

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En la primera página de su libro, Garfinkel (1967) nos relata que sus estudios “tratan de las actividades prácticas, de las circunstancias prácticas y del razonamiento sociológico práctico como temas de estudio empírico, prestando a las actividades comunes de la vida diaria la misma atención que si se tratase de acontecimientos extraordinarios [...]”. No es fácil establecer una definición de etnometodología, por lo que emplearemos la dada por el propio Garfinkel, para intentar, después, describir los términos utilizados por los etnometodólogos (Garfinkel, 1967, p. 11). “Utilizo el término etnometodología para referirme a la investigación de las propiedades racionales de las expresiones indexicales y otras acciones prácticas como partes de las continuas realizaciones que logramos gracias a nuestra destreza en la organización de las prácticas de la vida diaria.”

La indexicalidad de la que habla Garfinkel se refiere tanto a las expresiones que utilizamos en el lenguaje cotidiano como a las acciones que emprendemos como miembros de una sociedad para realizar nuestras actividades diarias. Desde el punto de vista del lenguaje natural, la indexicalidad implica la contextualización necesaria de una palabra, una frase o una locución para captar su sentido. Garfinkel retoma de Husserl la idea de que no podemos saber el sentido de una expresión si no tenemos un conocimiento de la biografía y propósitos de quien la emplea, las circunstancias de su locución, el curso previo de la conversación o la relación que existe entre el emisor y el receptor de la interacción. Esto lleva a Garfinkel a establecer una distinción entre las expresiones objetivas (libres del contexto), referidas a la ciencia, y las expresiones indexicales referidas al lenguaje natural. Mediante las expresiones indexicales los miembros de una sociedad construyen y dan sentido a sus actividades cotidianas. La importancia que los etnometodólogos dan al lenguaje, tal y como se manifiesta en la vida cotidiana, les lleva a tener un particular interés por el análisis conversacional. El objetivo del mismo es demostrar cómo los miembros de una sociedad utilizan procedimientos comunes para hacer inteligibles sus interacciones. Cuando se produce una quiebra en el curso normal de la conversación, se interrumpen las expectativas en las que se basa el entendimiento y una comprensión común que hace posible mantener la interacción. El siguiente ejemplo sirve a Garfinkel para ilustrar las propiedades del discurso común que permiten la interacción. Nos muestra una situación en

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la que un estudiante (E) de Garfinkel cuestiona a un conocido (S) acerca del sentido de sus observaciones. Veamos el breve extracto de uno de los relatos realizados por un estudiante (Garfinkel, 1967, p. 42): “(S) Se me ha pinchado una rueda. (E) ¿Qué quieres decir con que tienes una rueda pinchada? Ella parecía momentáneamente aturdida. Entonces me contestó de una manera hostil: «¿Qué quieres decir con “qué quieres decir”?» Una rueda pinchada es una rueda pinchada. Eso es lo que quiero decir. Nada especial. Vaya una pregunta absurda.”

Los etnometodólogos no establecen distinciones entre el conocimiento de los científicos sociales y el que emplean las personas en sus procedimientos para comprender el mundo. La etnometodología no se preocupa por establecer las condiciones de validez o verdad del conocimiento, sino las prácticas comunes tanto al razonamiento sociológico como al conocimiento del sentido común. Tanto los sociólogos como los psicólogos sociales utilizamos nuestra “reflexividad para producir, realizar, reconocer o demostrar la adecuación racional para todo propósito de carácter práctico de nuestros procedimientos y descubrimientos” (Garfinkel, 1967, p. 8). Desde este punto de vista, los etnometodólogos son muy críticos con respecto a diferentes concepciones provenientes de distintos campos de las ciencias sociales, tales como la psicología social, la antropología o la sociología, que dan una idea de la persona como “idiota cultural” (cultural dope). Un ejemplo de este tipo de teorías lo tendríamos en el funcionalismo de T. Parsons, que pretende explicar la acción social sobre la base de normas interiorizadas (Garfinkel, 1967, p. 68): “Por idiota cultural entiendo la persona que, en la sociedad del sociólogo, hace posibles los rasgos estables de dicha sociedad de acuerdo a lo que establecen las alternativas legítimas para la acción que provee la cultura común.”

Tanto los científicos sociales como los demás miembros de una sociedad tienen la competencia comunicativa necesaria como para hacer inteligibles o descriptibles (accountable) los procedimientos que hacen posible llevar a cabo todas nuestras actividades cotidianas. Ambos utilizan el mismo método en su comprensión del mundo social: el método documental. Como método de interpretación, lo utilizamos para conocer el significado de nuestras acciones, el patrón subyacente a las mismas o la manera en que llegamos a dar

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cuenta de los acontecimientos de la vida cotidiana. En palabras del propio Garfinkel (1967, p. 78): “El método consiste en tratar la apariencia actual como el «documento de», «señalando a», como «estando en nombre de» un patrón subyacente [...]. El método es reconocible para las necesidades diarias de reconocer de qué está hablando una persona, dado que no sabe exactamente de lo que está hablando […]”.

Garfinkel ejemplifica el método documental exponiendo un experimento en el que participaron diez estudiantes y un falso consejero. Cada estudiante discutía individualmente con el supuesto consejero un problema sobre el que precisase ayuda. El consejero debía contestar con un sí o un no a cada pregunta que le hiciera el estudiante por medio de un micrófono que conectaba las salas en las que se encontraban ambos. Las respuestas eran aleatorias, de manera que no dependían de la pregunta realizada. La conclusión de Garfinkel es que las personas intentaban dar sentido a la situación de intercambio mediante las respuestas del falso consejero; para ello, los estudiantes entendían cada respuesta como parte de un patrón o esquema de interpretación que iban estableciendo en el curso de la conversación. La aleatoriedad de las respuestas del falso consejero provocaba continuos esfuerzos, por parte del estudiante, por reordenar el sentido de las mismas, de forma tal que cada respuesta alteraba el sentido de la anterior, hasta construir un modelo interpretativo con el que poder entender el conjunto de respuestas y orientar, así, su acción futura. Tanto los científicos sociales como el resto de los miembros de una sociedad utilizan los mismos procedimientos para hacer narrables y descriptibles sus razonamientos de carácter práctico. Desde este punto de vista, tanto el razonamiento de sentido común como el razonamiento sociológico o psicosociológico son de carácter práctico, lo que les hace ser objeto, por igual, del estudio etnometodológico. Para estudiar ambos tipos de conocimiento, los etnometodólogos proponen una actitud de indiferencia etnometodológica. Esta actitud consiste en abandonar nuestras categorías de análisis e hipótesis sobre el mundo social y analizar, sin prejuicios o categorías previas, los procesos que hacen posibles las actividades cotidianas de los miembros de una comunidad.

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Los etnometodólogos rechazan la idea de explicar la conducta de las personas como la interiorización de normas o valores preestablecidos y proponen analizar cómo los miembros de una sociedad se organizan para hacer inteligibles sus decisiones, realizaciones, planes; en resumen, las propiedades racionales de sus actividades prácticas. Garfinkel propone estudiar el orden social como las realizaciones prácticas de sus miembros, es decir, se trata de analizar dichas prácticas cotidianas como procesos en los que las personas buscan de forma deliberada dar sentido a sus interacciones. La descripción de las reglas que gobiernan nuestros encuentros cotidianos es estudiada por los etnometodólogos gracias a los experimentos de ruptura (breaching experiments). No se trata de experimentos propiamente dichos, sino de demostraciones sobre la ruptura del curso normal de una interacción en situaciones de la vida cotidiana. Estos experimentos muestran cómo las personas se esfuerzan por restaurar el orden de la interacción sobre la base de un conocimiento social compartido. Asimismo, permiten estudiar las propiedades de cualquier intercambio conversacional y las reglas que dan sentido a nuestras interacciones cotidianas. Dentro de los estudios etnometodológicos podemos distinguir diferentes tipos de preocupaciones e intereses. De entre las mismas, cabe destacar el análisis conversacional desarrollado por Harvey Sacks, Emmanuel Schegloff y el propio Garfinkel, entre otros, y la sociología cognitiva de Aaron Cicourel. Los analistas de la conversación tienen como objetivo estudiar las propiedades de las conversaciones cotidianas: su carácter interactivo, su orden secuencial y su inteligibilidad contextual. En el curso de las conversaciones cotidianas damos por supuestas todas estas características que sólo se manifiestan cuando pedimos a uno de los interlocutores en una conversación cualquiera que explique el sentido de cada intervención. Un breve extracto de una conversación familiar transcrita por uno de los alumnos de Garfinkel nos sirve para ilustrar cómo vamos construyendo en la conversación el sentido de lo que decimos y desarrollamos un conocimiento de carácter práctico que permite la interacción con los demás sobre la base de un entendimiento mutuo (Garfinkel, 1967, pp. 25-26).

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“Marido: Dana logró poner un penique Esta tarde, al volver del colegio, nuestro en el parquímetro sin ayuda. hijo de cuatro años, Dana, fue capaz de introducir un penique en el parquímetro [...] mientras que antes siempre tenía que ayudarle. Esposa: ¿Le llevaste a la tienda de discos?

Marido: No, a la zapatería.

Esposa: ¿Para qué?

Marido: Me compré unos cordones para los zapatos.

Si logró introducir un penique quiere decir que te paraste mientras ibas con él. Sé que paraste en la tienda de discos a la ida, antes de ir a buscarlo, o a la vuelta [...]. No, paré en la tienda de discos cuando iba a buscarlo y en la zapatería, cuando volvía a casa y él estaba conmigo. Conozco un motivo por el cuál tenías que ir al zapatero, pero ¿cuál fue exactamente ese motivo? Te acordarás que se me rompió uno de los cordones de mis zapatos marrones el otro día, así que decidí parar para comprar unos nuevos [...].”

En cuanto a la sociología cognitiva de Aaron Cicourel, debemos destacar su crítica a una concepción del orden social basada en constructos como los de estatus, rol o expectativa de roles. En su opinión, el teórico de las ciencias sociales, al igual que el actor social, utiliza procedimientos interpretativos con los que crea un mundo de significados compartidos mediante los que da sentido a la interacción cotidiana. Mediante la adquisición de dichos procedimientos interpretativos, el niño adquiere una noción del mundo que le permite orientar sus actuaciones y ejercer influencia en las acciones de los demás. La opinión de Cicourel (1973, p. 72) queda bien reflejada en la siguiente cita: “La idea según la cual la acción concertada es posible gracias a un conjunto de normas y orientaciones de valor comunes que tienen la capacidad de generar consenso ha sido un tema particularmente persistente a lo largo del tiempo en las ciencias sociales. El argumento presentado con anterioridad afirma que las personas son capaces de una acción concertada en ausencia de consenso, o en una situación de conflicto, o como en el caso de los niños que no poseen una noción clara de las normas y mucho menos de los elementos de un sistema de valores compartido. Con esto no pretendo decir que los valores son irrelevantes o que son innecesarios, pero el papel que juegan en el origen, mantenimiento o cambio en el escenario de la acción, depende de las propiedades de los recursos interpretativos.”

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La sociología cognitiva de Cicourel aboga por una teoría del lenguaje (semántica generativa) en la que se pongan de manifiesto los procedimientos interpretativos que hacen posible la constitución de un conocimiento socialmente compartido. La adquisición y uso del lenguaje conlleva procesos cognitivos de carácter psicológico y sociológico que hacen posible la interacción social con fines prácticos. Dichos procedimientos interpretativos no sólo incluyen el lenguaje oral, sino también la comunicación no oral (como en el caso de los sordos), a la que Cicourel dedica una atención detallada. Estos procedimientos interpretativos en los que se basa la interacción sirven para dar sentido a la misma, al proveer de un vínculo entre el lenguaje y los procesos cognitivos asociados al procesamiento de la información. Así pues, dan a los miembros de una comunidad una competencia interaccional que les permite programar sus actividades de manera socialmente aceptable, comportarse como si compartieran un escenario común y recibieran y procesasen la misma información, participasen de un conjunto de normas comunes acerca de la interacción, manifestasen repertorios de conducta y formas de comunicación inteligibles y vinculasen la información recibida a situaciones pasadas y posibilidades futuras. El enfoque teórico de Cicourel, aun dentro de los postulados etnometodológicos, presta una especial atención a los procesos cognitivos de atención, memoria y procesamiento de la información, sin desvincularlos de los procesos simbólicos. Por el contrario, los analistas de la conversación de raíz etnometodológica se centran en las propiedades del discurso sin vincular dichos procesos a procesos mentales, olvidándose de la reflexividad como característica básica de toda interacción. En su conjunto, podemos considerar el enfoque etnometodológico como una teoría psicosociológica que ha tenido influencia en otros enfoques teóricos procedentes de la sociología, como la teoría de la estructuración de Giddens, o de la psicología, como el análisis conversacional de Antaki (1988), el análisis del discurso de Potter y Wetherell (1987) y el enfoque retórico de Billig (1991). Los trabajos de Garfinkel y la etnometodología, junto con el interaccionismo simbólico, la sociología fenomenológica o el enfoque dramatúrgico, que hemos visto en páginas anteriores, supusieron una apertura del campo

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de la teoría social hacia caminos diferentes, en algunas ocasiones, y críticos con respecto al funcionalismo, en otras, en tanto que teoría hegemónica del pensamiento sociológico hasta la década de los años sesenta. Las teorías que hemos expuesto constituyen el núcleo fundamental de una psicología social sociológica. A partir de dichas teorías, en conjunción con otras –como la teoría crítica de la Escuela Frankfurt–, se irá desarrollando la teoría sociológica actual.

Capítulo XI La teoría sociológica en la actualidad: vínculos con la psicología social

En los apartados anteriores hemos ofrecido al lector un esquema de algunos de los enfoques teóricos más relevantes de la sociología clásica y contemporánea. Este último apartado lo vamos a dedicar al análisis de algunos de los desarrollos más recientes de la teoría sociológica. Más que abordar de forma exhaustiva y pormenorizada todo el desarrollo de la teoría sociológica actual, lo que pretendemos en este apartado es ofrecer un esquema que pueda servir de orientación para una posterior profundización en el estudio de la misma. De ahí que no se ofrezca un análisis de todas y cada una de las aportaciones teóricas más recientes, sino más bien una descripción global de las mismas que sirva para identificar sus características más relevantes. Aunque la teoría sociológica actual es lo suficientemente amplia y diversificada como para que resulte difícil ofrecer una visión de conjunto de la misma, podemos extraer algunos rasgos definitorios que la diferencian de la teoría sociológica anterior. Tales rasgos son los siguientes: x

Superación de la oposición macro-micro y búsqueda de la integración de diferentes niveles de análisis.

x

Abandono de la pretensión de crear teorías globalizadoras.

x

Alejamiento del dogmatismo teórico y mayor interés por las aportaciones procedentes de enfoques teóricos diferentes.

x

Búsqueda de una síntesis teórica.

Una de las características que mejor definen a la teoría sociológica actual es el abandono del dogmatismo teórico y epistemológico de etapas anteriores y la actitud de mayor apertura hacia las aportaciones procedentes de enfoques teóricos distintos del propio. A diferencia de lo que ocurría durante

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los años cincuenta y sesenta, ya no se pretende llegar a una gran teoría globalizadora con la que explicar toda la realidad social. Los ejemplos más ilustrativos de esta pretensión fueron el conductismo, en psicología, y el funcionalismo estructural, en sociología. Tras haber abandonado esta idea, cada vez son mayores los esfuerzos por lograr la integración entre diferentes teorías o entre diferentes niveles de análisis, lo cual no quiere decir que hayan desaparecido las tensiones entre los diferentes paradigmas teóricos. De hecho, la mayor parte del trabajo teórico que se desarrolla en la actualidad se sigue llevando a cabo desde la perspectiva de un paradigma determinado y conserva algunas de las características constitutivas de éste. Aun cuando los distintos enfoques que hemos analizado en apartados anteriores siguen teniendo un desarrollo en la actualidad, casi todos han evolucionado hacia la síntesis con otras teorías. Un ejemplo de esta tendencia hacia la síntesis teórica lo tenemos en los últimos desarrollos del funcionalismo estructural, que ha ido abandonando su nivel de análisis macrosociológico para ir incorporando conceptos y formas de análisis procedentes de enfoques microsociológicos. Uno de los resultados de esta integración es el neofuncionalismo de autores como Alexander (1997). La relación entre la estructura social y el mundo de la vida, entre la acción individual y el sistema social, entre subjetividad y objetividad pretenden cerrar la oposición entre lo macro y lo micro. Integrar en una teoría socio-estructural como el funcionalismo tradiciones de pensamiento provenientes de la sociología hermenéutica es el fin de este sociólogo neofuncionalista (Alexander, 1997, pp. 299-300): “Creo que la multidimensionalidad es la única posición que puede explicar el mundo social de manera total, coherente y satisfactoria […] es también la única perspectiva desde la cual toda la variedad de las teorías sociológicas rivales se pueden interpretar con justicia sin dejar de lado ninguno de sus intereses parciales.”

Los enfoques teóricos situados en el extremo micro también han ido evolucionando en la dirección de una mayor aceptación del papel de la estructura social. Podemos encontrar un ejemplo en el interaccionismo simbólico de Stryker (1983; Stryker y Vryran, 2003), en el que se tiene en cuenta el papel de la estructura social en la construcción de la identidad personal. Del

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mismo modo, desde la teoría del intercambio se han ido dando pasos hacia una mayor consideración de la estructura social. Esta preocupación por la síntesis teórica coexiste con el interés por lograr la integración de diferentes niveles de análisis. Uno de los rasgos más característicos de la sociología contemporánea es el rechazo de la oposición macro-micro que caracterizó a la teoría sociológica durante las décadas de 1950 y 1960. Aunque siguen existiendo importantes ejemplos de trabajos teóricos que se sitúan bien en un nivel de análisis micro, bien en un nivel macro, podemos afirmar que la teoría sociológica actual se caracteriza por la búsqueda de una integración entre ambas perspectivas. Una clara muestra de integración es la aparición de una importante línea de trabajo teórico o metateórico, cuyo objetivo es la reflexión sobre el problema de los niveles de análisis y sobre la posibilidad de integrarlos. Ejemplos de este tipo de trabajo teórico los tenemos en el paradigma sociológico integrado de Ritzer (2002) y la sociología neofuncionalista de Alexander (1997). También constituyen ejemplos de este mismo esfuerzo unificador los trabajos acerca de la integración acción-estructura de Giddens (1987, 2000). Su teoría de la estructuración es un ejemplo más de la integración de diversas aportaciones teóricas como la etnometodología, la fenomenología y el estructuralismo. En síntesis, considera que la estructura social no sólo restringe la acción, sino que la hace posible, de manera que ésta no es sólo un producto de la estructura, sino que también es una consecuencia de la misma (ver figura 5; Giddens, 1984, p. 43). Consecuencias no intencionadas de la acción

Condiciones inadvertidas de la acción Registro reflexivo de la acción Racionalización de la acción Motivación de la acción

Figura 5. Modelo estratificado de la acción.

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El análisis de la relación entre habitus y campo de Bourdieu (1984), es otro de los ejemplos que podrían señalarse en esta misma dirección. Se trata, en su caso, de elaborar lo que denomina constructivismo estructuralista. La idea básica es la de construir una teoría en la que se integren los procesos de interiorización de las estructuras sociales – habitus– y de exteriorización de las acciones de los individuos –campo–. Nuestras formas de pensar y comportarnos tienen una génesis social, de la misma manera que las instituciones sociales se originan, mantienen o transforman en el curso de las interacciones entre los individuos y los grupos sociales. Para finalizar, debemos incluir en las aportaciones más significativas al desarrollo de la teoría sociológica los estudios y reflexiones de la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt, una tradición de pensamiento que incluye a autores como Horkheimer, Adorno y Marcuse y que, más recientemente, tiene en Habermas (1987) y su teoría de la acción comunicativa su principal teórico. De nuevo, podemos establecer las conexiones entre algunas de las aportaciones de estos sociólogos y los vínculos con la psicología social o considerar sus reflexiones teóricas sobre la realidad social como parte de una concepción sociológica de la psicología social. Trabajos de investigación como La personalidad autoritaria de Adorno y colaboradores, publicado en 1950, se encuentran en algunos manuales de psicología social como antecedente de los estudios sobre el prejuicio, pero el resto de su obra permanece ignorada por la psicología social. La siguiente cita, en la que Adorno (1968/1996, p. 58) define el concepto de sociedad, nos ilustra sobre la necesidad de considerar el pensamiento de la Escuela de Frankfurt como un antecedente de los intentos de integración ya señalados: “…la sociedad no es la mera suma o aglomeración (o como lo quieran llamar) de individuos, ni es algo absolutamente autónomo situado por encima de los individuos, sino que posee en sí simultáneamente ambos momentos [...]. Tiene muy poco sentido hablar, en sentido social, de individuos, es decir, de seres humanos que puedan existir como personas con derechos propios y, ante todo, como realizadores de trabajo, salvo en relación con la sociedad en la que viven y que los conforma hasta en lo más íntimo. Del mismo modo, tampoco existe la sociedad sin que su propio concepto esté mediado por los individuos; pues el proceso por el cual ella se mantiene es, en última instancia, el proceso de la vida, el proceso del trabajo, el proceso de producción y reproducción que se mantiene en marcha a través de los individuos socializados.

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Esto es, en un sentido simple y, si ustedes quieren, elemental, un ejemplo de lo que puede caracterizarse como la necesidad de una consideración dialéctica de la sociedad.”

Del mismo modo, la teoría de la acción comunicativa de Habermas (1987) se encuentra entre estos esfuerzos de integración teórica entre el orden normativo y el orden práctico. La teoría habermasiana constituye un intento de analizar la sociedad desde la perspectiva de la acción, acción que puede ser técnica o comunicativa. El mundo de la vida se caracterizaría por el predominio de la acción comunicativa entre sus miembros, mientras que la economía y el Estado se caracterizarían por la acción técnica e instrumental. En última instancia, la sociedad sólo es posible como realización intersubjetiva, mediada simbólicamente por el lenguaje y la capacidad de las personas de comunicarse entre sí. Todos los autores mencionados comparten un intento de integración teórica entre lo micro y lo macro, entre las determinaciones objetivas y las interpretaciones simbólicas, entre el voluntarismo individualista y el sistema normativo, entre la acción y la estructura, y apuntan hacia una nueva forma de entender la teoría y su papel en ciencias sociales. Más que establecer sus vínculos con la psicología social, constituyen un paso más en la constitución de una psicología social sociológica.

Capítulo XII La sociología psicológica

Tal y como hemos señalado en el apartado anterior, la sociología contemporánea se caracteriza por la integración de los niveles micro-macro en el análisis de los fenómenos sociales. Esta situación ha dado lugar a lo que algunos autores, como House (1977), han denominado una tercera gran perspectiva teórica en la psicología social sociológica. Se trata de la sociología psicológica o estructura social y personalidad, cuyo objetivo es el estudio de la influencia de los procesos y estructuras macrosociales sobre la conducta individual y de cómo aquellas son, a su vez, el producto de las conductas y creencias de los individuos (House, 1995). El origen de esta perspectiva teórica de la psicología social sociológica estaría en los mismos inicios de la sociología y en los escritos de algunos de sus fundadores, como Max Weber, Karl Marx y Émile Durkheim: “Aunque su trabajo constituye la fundación de la moderna sociología, la psicología social fue central, o el centro de las preocupaciones de Karl Marx, Émile Durkheim y Max Weber. A menudo no se es consciente de esto debido a la tendencia de estos autores, acentuada por sus intérpretes posteriores, a acentuar las diferencias entre su enfoque sociológico y el de los psicólogos de su época” (House, 1977, p. 169).

Los antecedentes más próximos de la sociología psicológica los tendríamos en los trabajos de Inkeles sobre la influencia de los procesos de modernización industrial y económica sobre las actitudes y conducta de los individuos (Inkeles, 1969). Los estudios de Inkeles realizados en seis países en vías de desarrollo demostraban que los procesos de modernización económica influían en el cambio de actitudes, valores y comportamientos de las personas. Los factores más importantes para estos cambios estaban en la educación y en la experiencia ocupacional. La modernización económica provocaba transformaciones en la apertura a nuevas experiencias, la independencia de la autoridad paterna y la implicación en los asuntos públicos.

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Los estudios de Inkeles han tenido un impacto en el estudio de las relaciones entre los procesos socio-estructurales y los procesos psicológicos. Esta relación entre ambos niveles de análisis ha sido retomada por House, quien ha desarrollado desde un punto de vista teórico los estudios que tienen en cuenta los aspectos señalados por Inkeles. La sociología psicológica, tal y como se deriva de la propuesta de House (1981, 1995), estaría constituida sobre tres ejes: (1) los componentes de la estructura macrosocial, (2) las interacciones sociales próximas, a través de las cuales dichos componentes influyen sobre los individuos, y (3) los procesos psicológicos que determinan la percepción y conducta de los individuos en las interacciones sociales (véase figura 6; McLeod & Lively, 2003, p.78). Sistema social Organizaciones e instituciones Comunidades Grupos pequeños Díadas Individual

Figura 6. Modelo de la relación entre la estructura social y la personalidad.

De acuerdo con Rohall, Milkie y Lucas (2007), la estructura social define nuestras posiciones y los roles que acompañan dichas posiciones, así como nuestras relaciones interpersonales. Una gran parte de la teoría de roles, tal y como es formulada por funcionalistas como Talcott Parsons o interaccionistas como Sheldon Stryker, tiene como objetivo analizar la influencia que los roles, definidos estructuralmente por las posiciones que ocupamos en el sistema social, tienen sobre la interacción social y la conducta individual. Otros teóricos del rol, desde una perspectiva interaccionista, más próxima a los postulados de Herbert Blumer, han analizado cómo la propia interacción social da a los roles un contenido propio que influye a su vez en los cambios institucionales o en la estructura social. A su vez, una gran parte de los estudios y enfoques sociológicos tratados en el apartado anterior consti-

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Capítulo XII. La sociología psicológica

tuyen perspectivas teóricas que confluyen en una perspectiva sociológica en psicología social, tal y como es entendida por House (1995). La confluencia a la que nos estamos refiriendo no sólo proviene del campo de la sociología sino que ha sido realizada, también, desde la propia psicología social. Un ejemplo relevante para este enfoque lo tenemos en las tesis de un psicólogo social como Martín-Baró, cuya perspectiva se encuentra próxima a los planteamientos de House. Aunque no de una forma explícita, Martín-Baró (1983, 1989) siempre partía en sus estudios de una concepción sociológica de la psicología social. Su reconocimiento de una sociología psicológica le lleva a afirmar que: “La actividad de las personas o grupos particulares como sujetos de este sistema de relaciones sociales no se entiende a partir de las características individuales de cada cual, sino a partir de su posición en la estructura de clases (Martín-Baró, 1989, p. 35)”.

La crítica ideológica a la psicología social psicológica que realiza MartínBaró (1986/98, p. 291) es también una consecuencia lógica de su enfoque ligado a una psicología social sociológica: “El problema con el individualismo radica en su insistencia por ver en el individuo lo que a menudo no se encuentra sino en la colectividad, o por remitir a la realidad lo que sólo se produce en la dialéctica de las relaciones interpersonales. De esta manera, el individualismo termina reforzando las estructuras existentes al ignorar la realidad de las estructuras sociales y reducir los problemas estructurales a problemas personales”.

Como podemos comprobar, los intentos de integración entre el individuo y la organización social, a través de los procesos de interacción social, constituyen el núcleo de una psicología social sociológica preocupada por superar los reduccionismos tanto de carácter psicológico como sociológico que han caracterizado a una parte de las ciencias sociales en su devenir histórico. La producción en esta área es extensa e incluye temáticas muy diversas, entre las que cabe destacar los estudios sobre la psicología social transcultural (Miller-Loessi, 1995), el desarrollo evolutivo y los procesos de socialización (Corsario & Eder, 1995), la estratificación social y los procesos de movilidad social (Kerckhoff, 1995), el trabajo (Mortimer & Lorence, 1995), la salud mental (Álvaro, Torregrosa & Garrido, 1992; Mirowsky & Ross, 1989), los efectos psicológicos del desempleo (Álvaro, 1992; Garrido 1996), los movimientos sociales y el comportamiento colectivo (véase Snow

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& Oliver, 1995; Mcleod & Lively, 2003), los efectos de la clase social sobre la autoestima (Rosenberg & Pearlin, 1978), la violencia como consecuencia de las desigualdades sociales (Martín-Baró, 1983), etc. La sociología psicológica entiende que la estructura y los individuos se influyen mutuamente a través del sistema de relaciones interpersonales, es decir, a través de los contextos en los cuales está presente la estructura social en las vidas cotidianas de las personas. La familia y el trabajo, por ejemplo, constituyen ámbitos donde se ponen en juego los estatus y roles aprendidos, donde tienen lugar los procesos de socialización a través de los cuales accedemos a las normas sociales y culturales y donde vamos construyendo una imagen de nosotros mismos y de los otros. Aunque podemos considerar a la sociología psicológica (o los estudios sobre estructura social y personalidad) como un enfoque de la psicología social sociológica, lo cierto es que pese a que es un campo de estudio en expansión, con el que sintoniza una gran parte de la sociología contemporánea, su reconocimiento depende más de su visibilidad bajo el adjetivo de psicología social sociológica que de su fortaleza como tradición de investigación empírica y teórica. Para ello, tal y como señalan McLeod y Lively (2003, p. 97): “Sociólogos y psicólogos deben trabajar consciente e intencionalmente para superar los sesgos personales y departamentales en contra de la incorporación de paradigmas teóricos rivales en su trabajo. En el nivel institucional, las universidades deben seguir ofreciendo su apoyo a los centros académicos y de investigación interdisciplinares que reúnan académicos de diferentes disciplinas preocupados por problemas comunes y sustantivos”

La propuesta de McLeod y Lively (2003), que está en la misma línea que la de psicólogos como House (1991) o Pettigrew (1991), es la unificación de las perspectivas psicológica y sociológica de la psicología social. Retomando algunas de las ideas expresadas en las páginas iniciales de este libro, si lo que caracteriza a la psicología social es la perspectiva analítica desde la que estudia los temas de los que se ocupa, parece lógico concluir que la psicología social tiene mucho que ganar si los psicólogos sociales de formación sociológica y los psicólogos sociales de formación psicológica unen sus esfuerzos de manera interdisciplinar.

Capítulo XIII La p sicología social socioló gica contemp orá nea a trav s de é sus manuales

Un breve recorrido a través de los manuales más recientes de la psicología social, así como de sus contenidos, muestra la coexistencia de textos con un patrón eminentemente psicológico, caracterizado por un interés en temas clásicos tales como la investigación en actitudes, procesos de atribución, etc., y textos escritos desde una perspectiva sociológica, centrados en temas tales como los procesos de socialización, la construcción social y simbólica de la identidad o la desviación social. 13.1. Las perspectivas psicológicas Dentro de una orientación eminentemente psicológica encontraríamos, por ejemplo, los manuales de Aronson, Wilson y Akert (2005); Baron, Byrne y Branscombe (2006); Brehm, Kassin y Fein (2005); Hewstone y Stroebe (2001); Hogg y Vaughan (2005) o Taylor, Peplau y Sears (2003); y en el panorama español, los manuales coordinados por Gómez y Canto (1997); Gómez, Gaviria y Fernández (2006); León y otros (1998); Morales (1994); Páez, Fernández, Ubillos y Zubieta (2004) o Rodríguez (2003). Todos ellos abarcan una serie de contenidos comunes y que pueden ser considerados como clásicos, tales como las actitudes, la percepción social, la conducta prosocial o la agresión. Así, por ejemplo, la cognición social sigue ocupando un papel predominante en la psicología social psicológica. Desde la década de 1990 y hasta ahora, se ha acentuado su importancia, como demuestran no sólo el número de publicaciones internacionales en libros y revistas, sino también su presencia en cada uno de los manuales que se han publicado en estos años. Su objeto de estudio comprende la investigación de cómo las personas perci-

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ben, interactúan e influyen a otras, por lo que abarca la percepción social, el prejuicio y los estereotipos, las relaciones personales, los procesos grupales, la persuasión y la influencia social. Otra temática clásica de la Psicología social psicológica cuya importancia sigue vigente hoy en día es la relacionada con las actitudes, el cambio de actitudes, la influencia social y la persuasión. Las teorías clásicas en este ámbito siguen predominando en las investigaciones actuales que realizan los psicólogos sociales. Tal es el caso, por ejemplo, de la teoría de la acción razonada de Ajzen y Fishbein (1980; Fishbein y Ajzen, 1975), que sirve de base para numerosas investigaciones en las que se aborda el cambio de actitudes en temas como la donación de órganos, las adicciones o las conductas de riesgo. Asimismo, hemos de mencionar un modelo que sigue suscitando numerosas investigaciones dentro del campo de la persuasión, como el modelo de la probabilidad de elaboración de Petty y Cacioppo (1986). Otro tema que no ha perdido importancia con el paso de los años es el relacionado con los procesos de atribución, tales como la teoría de las inferencias correspondientes de Jones y Davis, el análisis ingenuo de la acción de Heider, o el modelo de covariación y esquemas causales de Kelley. En cuanto a la atención dada a la socialización o el lenguaje, apenas han sido tratados desde la perspectiva psicológica, si bien estos temas sí han sido tratados ampliamente en los manuales de Psicología Social escritos desde una perspectiva sociológica. Probablemente el cambio más significativo se ha producido en el estudio de las representaciones sociales, que ha ido perdiendo importancia en los últimos años.

13.2. Las perspectivas sociológicas En este segundo grupo, que puede ser ubicado dentro de la Sociología, nos encontramos con unos manuales que toman en consideración el contexto social en el que se inscriben las conductas analizadas. En el ámbito internacional, el número de manuales dedicados a la psicología social sociológica ha aumentado notablemente en los últimos años, como muestran las fechas de publicación de Symbolic Interactionism: An Introduction, An Interpretation, de Charon (2007); Self and Society: A Symbolic Interactionist Social Psychology, de Hewitt (2007); Social Psychology: Sociological Perspectives, de Rohall, Milkie

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y Lucas (2007); Social Psychology: Sociological perspectives, de Rosenberg y Turner (1990); Social Psychology: A Sociological Perspective, de Von der Haar (2005), o la reciente traducción del manual Psicología social, de Lindesmith, Strauss y Denzin (2006). Podemos encontrar aquí contenidos que abarcan desde la Psicología Social de la estratificación o la Psicología Social de la desviación, hasta el estudio de las actitudes o emociones, que son compartidos por la vertiente más psicológica dentro de la Psicología Social, tal y como hemos visto (ver tabla 1). Esta pauta de confluencia de temas comunes, por un lado, y de una perspectiva complementaria, por otro, caracteriza asimismo al Handbook of Social Psychology coordinado por Delamater (2003), que es otro ejemplo de Psicología Social sociológica: aquí se abarcan los temas clásicos de investigación de la Psicología social psicológica, tales como las actitudes, la cognición social o la identidad, pero incorporando no sólo teorías relevantes dentro de una orientación más sociológica, como el interaccionismo simbólico, la estructura social y la personalidad o la perspectiva socio-evolutiva, sino también temas como la socialización, los movimientos sociales, o la desviación. Este renovado interés por el enfoque sociológico y el reconocimiento de la interdisciplinaridad de la Psicología Social es perceptible también en la producción bibliográfica de la Psicología Social española, tal y como demuestran las contribuciones de Álvaro (1995), Garrido y Álvaro (2007), Ibáñez y otros (2004), Munné (1982, 1989) Sabucedo y otros (1997), Seoane (1996), Torregrosa (2004), Torregrosa y Sarabia (1983), entre otros.

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Título

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Contenidos

Charon

Symbolic Interactionism: An Introduction, An Interpretation

2007

La perspectiva de la ciencia social El interaccionismo simbólico como una perspectiva El significado del símbolo La importancia del símbolo La naturaleza del self La mente humana Tomando la perspectiva del otro Acción humana Interacción social Sociedad Erving Goffman Interaccionismo simbólico: Una evaluación final.

Cook, Fine y House

Sociological perspectives on social psychology

1995

Self e identidad Actitudes, creencias y conducta Cognición social Afectos y emociones Lenguaje, acción e interacción social Relaciones sociales y procesos grupales Psicología social transcultural y comparada Desarrollo y socialización Estratificación social y movilidad social Trabajo Desviación Salud Movimientos sociales y conducta colectiva Experimentación en psicología social sociológica Investigación cualitativa Métodos cuantitativos

Delamater

Handbook of Social Psychology

2003

El marco del interaccionismo simbólico La teoría de los estados de expectativa La teoría del intercambio social Estructura social y personalidad

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Título

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Capítulo XIII. La psicología social...

Contenidos Psicología social evolutiva Desarrollo y socialización en la infancia Desarrollo y socialización en la adolescencia Desarrollo y socialización a lo largo de la edad adulta El self y la identidad El lenguaje y la interacción social Cognición social Ideologías, valores, actitudes y conducta Emociones y sentimientos Atracción y relaciones interpersonales Interacciones en grupos pequeños Interacciones en redes sociales Estructura social y funcionamiento psicológico Perspectivas sociopsicológicas sobre la desviación Relaciones intergrupales Perspectivas sociopsicológicas sobre las multitudes y movimientos sociales Psicología social transcultural

Ellwood

Some prolegomena to social psychology

1901

La necesidad de conocer la psicología social El hecho fundamental en la psicología social La naturaleza y tarea de la psicología social El concepto de mente social

Garrido y Álvaro

Psicología social. Perspectivas psicológicas y sociológicas

2007

Historia del pensamiento en psicología social Orígenes sociológicos de la psicología social Teorías psicológicas en psicología social Teorías sociológicas en psicología social La psicología social en el contexto latinoamericano

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Contenidos Epistemología y psicología social Métodos en psicología social

Hewitt

Self and Society: A Symbolic Interactionist Social Psychology

2007

Psicología social y el interaccionismo simbólico El self La interacción social y la formación de la conducta Orden social Desviación y orden social El valor del interaccionismo simbólico

Lindesmith, Strauss y Denzin

Psicología social

2006

El campo de la psicología social Inteligencia de los primates y conducta simbólica humana Naturaleza del lenguaje Lenguaje, grupos y estructura social Las emociones y cómo les ponemos nombre Percepción, memoria, motivos y relatos El aprendizaje del lenguaje en la primera infancia El desarrollo del sí mismo Los mundos sociales de la infancia La interpretación del orden de la interacción Las transformaciones del sí mismo y de la identidad Sexualidad e identidad Desviación, cuerpos desviados y mundos desviados Enfermedad, envejecimiento, muerte y cuerpos medicalizados

Mead

On social psychology

1956

El self y la interacción simbólica La mente y la conducta La sociedad y la organización social La naturaleza del conocimiento científico

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Título

Año de publicación

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Contenidos

Rohall, Milkie y Lucas

Social Psychology: Sociological Perspectives

2007

Introducción a la psicología social sociológica Perspectivas en la psicología social sociológica Estudiando a las personas La psicología social de la estratificación El self y la identidad La socialización a lo largo de la vida Psicología social de la desviación Salud mental y enfermedad Actitudes, valores y conductas La sociología del sentimiento y la emoción Conducta colectiva

Rose

Human Behaviour and social processes. An interactionist approach

1962

Teorías en psicología social Los individuos y las organizaciones sociales Procesos sociales

Rosenberg y Turner

Social Psychology: Sociological perspectives

1990

Interaccionismo simbólico Teoría del intercambio Grupos de referencia y evaluaciones sociales Roles sociales Socialización Interacción social Actitudes, conducta, autoconcepto, sentimientos y emociones Comportamiento colectivo Relaciones intergrupales Comunicación de masas y opinión pública

Ross

Social psychology. An outline and a source book

1908

Naturaleza y dimensión de la psicología social Sugestión Las multitudes Convencionalismo, moda e imitación Conflicto, unión y compromiso

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Contenidos Opinión pública Desequilibrio e innovación

Shibutani

Sociedad y personalidad. Una aproximación interaccionista a la psicología social

1961

La conducta humana El control social Los roles Identidad social Grupos de referencia Relaciones interpersonales Sentimientos Normas sociales La socialización Psicología social y control social

Torregrosa y Sarabia

Perspectivas y contextos de la psicología social

1983

Tendencias teóricas de la psicología social Identidad social Limitaciones de la psicología social experimental Relaciones intergrupales Nacionalismo e identidad nacional Sociología y psicología social Modelos interdisciplinares en psicología social

Von der Haar

Social Psychology: A Sociological Perspective

2005

Los fundamentos científicos de la psicología social Socialización primaria Socialización a lo largo de la vida El self Percepción de personas Actitudes y cambio de actitudes Los ABCs de las relaciones interpersonales Dimensiones de amor y relaciones matrimoniales Desarrollo del altruismo y de la moral Agresión Prejuicios Conformidad, condescendencia y obediencia Grupos y organizaciones Conducta colectiva y movimientos sociales

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Contenidos

Young

Social Psychology. An analysis of social behavior

1930

El medio social de la conducta humana La psicología de la conducta individual Personalidad y participación grupal Personalidad y normas subjetivas Masas y opinión pública

Znaniecki,

The Laws of Social Psychology

1925

El problema de las leyes en psicología social La acción social como objeto de la psicología social El cambio social La psicología del conflicto El self.

Tabla 1. Manuales de psicología social dentro de la perspectiva sociológica.

Conclusiones

A lo largo de este libro hemos ido exponiendo las ideas centrales de algunos de los principales enfoques teóricos de la sociología. Nuestro objetivo ha sido facilitar la comprensión de estos enfoques a un lector que está más familiarizado con la psicología social psicológica que con la que se ha ido desarrollando dentro de la sociología. Hemos iniciado el libro con una reflexión sobre los diferentes niveles de análisis que pueden adoptarse en ciencias sociales. Resumiendo las ideas centrales del importante debate existente en sociología en torno a esta cuestión, decíamos que una posible distinción entre los diferentes niveles de análisis es la que da lugar a la dimensión macro-micro. A la hora de estudiar la realidad social, podemos centrarnos más en el estudio de fenómenos sociales a gran escala, como la clase social o la cultura, o en los individuos y sus interacciones. En el primer caso, estamos situando nuestro estudio de la realidad social en un nivel macro y, en el segundo caso, en un nivel micro. La segunda dimensión que utilizábamos para diferenciar entre distintos niveles de análisis era la dimensión objetivo-subjetivo. Situarse en un nivel objetivo implicaría centrarse en procesos que tienen una manifestación material, mientras que en el nivel subjetivo se hace referencia a procesos y a fenómenos que se manifiestan en el plano simbólico. Estas dos dimensiones nos han servido para diferenciar entre cuatro niveles diferentes de análisis: nivel macro-objetivo, nivel macro-subjetivo, nivel micro-objetivo y nivel microsubjetivo, mientras que la diferenciación entre cuatro niveles de análisis de la realidad social nos ha servido como hilo conductor para hacer un recorrido por el desarrollo de la teoría sociológica. Nuestro objetivo principal ha sido que el lector pueda diferenciar entre distintos enfoques teóricos en función del nivel de análisis adoptado por cada uno de ellos. Incluso a riesgo

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de ofrecer una imagen simplificada del desarrollo de la teoría sociológica, hemos sintetizado el contenido en el cuadro 1. Tal y como hemos mostrado en los primeros apartados de este libro, la teoría sociológica clásica se caracterizó por el predominio de puntos de vista integradores a la hora de abordar el estudio de la realidad social. La utilización conjunta de diferentes niveles de análisis es un rasgo característico de los autores clásicos tratados en apartados anteriores, como Max Weber y G. Simmel. Los niveles de análisis en la teoría sociológica Teoría sociológica clásica

Teoría sociológica contemporánea

Integración de diferentes niveles de análisis, aunque con tendencia hacia alguno de los extremos.

Extremismo macro-micro. Búsqueda de una gran teoría globalizadora.

Ejemplos:

Nivel macro-objetivo: Funcionalismo estructural

Weber Simmel Escuela de Chicago

Ejemplos:

Nivel macro-subjetivo: Funcionalismo estructural Nivel micro-objetivo: Teoría del intercambio Nivel micro-subjetivo: Interaccionismo simbólico Etnometodología Sociología fenomenológica

Teoría sociológica actual Alejamiento del extremismo macro-micro y búsqueda de una visión más integradora. Interés por la integración de diferentes niveles de análisis y por la síntesis de diferentes enfoques teóricos. Ejemplos: Neofuncionalismo Teoría del intercambio Interaccionismo simbólico estructural Sociología psicológica

Cuadro 1. Los niveles de análisis en la teoría sociológica

En las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, la sociología entra en un periodo en el que la característica fundamental del análisis teórico es el extremismo a la hora de adoptar un determinado nivel de análisis. Uno de los ejemplos más ilustrativos lo tenemos en el funcionalismo estructural, enfoque teórico dominante en sociología durante las décadas de los cincuenta y los sesenta. Como hemos visto en el apartado correspondiente, los teóricos que trabajan desde este enfoque estudian las grandes estructuras e instituciones sociales y la influencia coercitiva que éstas ejercen sobre la conducta individual. El funcionalismo estructural se caracteriza por la adopción de un nivel de análisis macro, en el que se concede una importancia

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Conclusiones

residual a la acción individual. Los funcionalistas estructurales no adoptan posiciones tan extremas cuando se sitúan en el continuo subjetivo-objetivo. Dentro del nivel de análisis objetivo se encuadrarían los teóricos funcionalistas interesados en la estructura social, mientras que en el del nivel subjetivo se situarían aquellas teorías que se encuentran más centradas en la cultura. Como reacción al enfoque del funcionalismo estructural surgieron, durante el mismo periodo, algunos desarrollos teóricos que se situaron en el extremo opuesto del continuo macro-micro. A lo largo de este libro hemos analizado algunos de los más relevantes. En el cuadro 1 aparecen clasificados en dos grandes grupos, según concedan mayor o menor peso a factores de carácter objetivo o subjetivo. Dentro del nivel micro-objetivo, el enfoque más representativo es el constituido por las teorías del intercambio, cuyo objetivo es la identificación de los factores objetivos que determinan la conducta social. Elaboradas sobre los supuestos del conductismo, las teorías del intercambio conciben la conducta social como el resultado del sistema de recompensas y castigos proporcionados por otras personas. Se trata de una conducta reactiva, mecánica, en la que la conciencia juega un papel de orden menor. Frente a las teorías del intercambio y los enfoques derivados del conductismo, se sitúan otras teorías que, manteniéndose dentro de un nivel de análisis micro, prestan una mayor atención a los determinantes subjetivos del comportamiento social. La adopción de esta perspectiva supone el rechazo del concepto de conducta propio del conductismo y su sustitución por el concepto de acción. La acción no es el resultado de fuerzas objetivas situadas fuera del individuo, sino de factores internos. Se trata de teorías voluntaristas, en las que la persona no reacciona mecánicamente ante el medio, sino que actúa en él y elige entre diferentes cursos de acción. Dentro de este grupo de enfoques hallamos el interaccionismo simbólico, la etnometodología y la sociología fenomenológica. Como hemos visto en este libro, el extremismo a la hora de adoptar un determinado nivel de análisis ha ido disminuyendo en las últimas décadas. A partir de la década de 1980, ha ido creciendo la preocupación por conciliar diferentes niveles de análisis de la realidad social, en un intento de alcanzar una comprensión más adecuada de la misma. Aunque siguen existiendo

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partidarios de posiciones extremas, la teoría sociológica actual, considerada en su conjunto, puede ser calificada como integradora y sintética, al menos en mayor medida de lo que pudo serlo la teoría sociológica de hace unas décadas. Los últimos desarrollos de cada uno de los enfoques sociológicos tratados en este libro han ido en la dirección de buscar una mayor conciliación con posiciones que se encuentran en el extremo opuesto del continuo. Así, por ejemplo, los nuevos desarrollos del funcionalismo estructural han dado lugar al neofuncionalismo, mientras que tanto el interaccionismo simbólico, como la teoría del intercambio, han dado lugar a nuevos desarrollos más interesados por el papel de la estructura social. Asimismo, los estudios en los que se vincula la estructura social a la personalidad han confluido en una sociología psicológica en la que se incluyen los procesos psicológicos, dando lugar a una prometedora línea de investigación dentro de una psicología social sociológica. Como todo resumen, el cuadro anterior ofrece una visión simplificada de la realidad que se pretende sintetizar. Evidentemente, no han sido incluidos todos y cada uno de los enfoques que constituyen el cuerpo teórico de la sociología. El espacio disponible, así como los objetivos que se perseguían con este libro, han hecho necesaria una selección de los enfoques teóricos analizados. Esperamos, en cualquier caso, que esta selección pueda servir como punto de partida para ahondar en el estudio de las teorías que hemos analizado aquí, así como para profundizar en el estudio de la psicología social sociológica.

Prácticas

Capítulo I. La psicología social, ¿debe ser más social o más sociológica? Lectura: Torregrosa, J.R. (1998). Psicología social. En S. Giner, E. Lamo de Espinosa & C. Torres (eds.), Diccionario de sociología. Madrid: Alianza Editorial, pp. 615-618. Preguntas: 1.1. ¿Por qué la psicología social ha llegado a ser tan individualista? 1.2. ¿Cuáles son las consecuencias positivas que, según el autor, ha tenido la crisis de la psicología social para el desarrollo actual de la disciplina? 1.3. ¿Cuál es la perspectiva teórica más representativa de la psicología social sociológica? 1.4. ¿Cuál es la concepción que la psicología social sociológica tiene de la psicología social? 1.5. ¿Por qué es necesario introducir el punto de vista sociológico en la psicología social? Lecturas complementarias: Álvaro, J.L. y Garrido, A. (2007). Orígenes sociológicos de la psicología social. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 118, 11-26. Allport, G. (1954). The historical background of modern social psychology. En G. Lindzey & E. Aronson (comps.), Handbook of Social Psychology. Nueva York: Random House, pp. 1-46.

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Graumann, C.F. (1990). Introducción a una historia de la psicología social. En M. Hewstone, W. Stroebe, J.P. Codol & G.M. Stephenson (eds.), Introducción a la psicología social. Una perspectiva europea. Barcelona: Ariel, pp. 21-35. Torregrosa, J.R. (2004). Social psychology: social or sociological? En A. H. Eagly, R.M. Baron & V.L. Hamilton. The social psychology of group identity and social conflict. Washington, D.C.: American Psychological Association, pp. 21-40.

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Prácticas

Capítulo II. Niveles de análisis en las ciencias sociales Lectura 1: Doise, W. (1980). Levels of explanation in the European Journal of Social Psychology. European Journal of Social Psychology, 10, 213-231. Preguntas: 2.1. ¿Qué niveles diferencia Doise en su artículo? 2.2. ¿Qué tipo de estudios son característicos de cada nivel? 2.3. ¿Cómo se relacionan los diferentes niveles entre ellos? 2.4. ¿Cuáles son los enfoques predominantes en la psicología social identificados por Doise? Lectura 2: Garrido, A. & Álvaro, J. L. (2007). La investigación sobre los procesos de atribución causal. En A. Garrido y J.L. Álvaro, Psicología Social. Perspectivas psicológicas y sociológicas. Madrid: McGraw-Hill, pp. 340-354. Ejercicio: 2.5. Explica cuál es el nivel de análisis de las teorías de la atribución descritas por dichos autores. Lecturas complementarias: Doise, W. (1978). Groups and individuals. Explanations in social psychology. Cambridge: Cambridge University Press. Pettigrew, T.F. (1991). Toward unity and bold theory: Popperiam suggestions for two persistent problems of social psychology. En C.W. Stephan, W.G. Stephan & T.F. Pettigrew (eds.), The future of social psychology. Nueva York: Springer-Verlag, p. 13-27.

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Ritzer, G. (2002). Recientes desarrollos integradores en la teoría sociológica. En G. Ritzer, Teoría sociológica moderna. Madrid: McGraw-Hill, pp. 443-514.

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Prácticas

Capítulo III. El punto de vista psicosociológico en la teoría sociológica clásica: Lectura 1: Pérez, J. (1993). La filosofía de Comte y el método positivo. En E. Quiñones, F. Tortosa & H. Carpintero, Historia de la psicología. Madrid: Tecnos, pp. 184-191. Preguntas: 3.1. ¿Cuáles son los estados del conocimiento distinguidos por Comte? Ejercicio: 3.2. Discute las siguientes frases: a)

La psicología social tiene un carácter lineal y acumulativo y los principios que de ella se derivan son de carácter universal, siendo el método experimental el más apropiado para la misma.

b)

La psicología social es necesariamente histórica y contextual. Sus principios no tienen un carácter universal y el método más apropiado para la misma es el método hermenéutico-interpretativo.

Lectura 2: Pérez, A & Tortosa, F. (1993). La psicología tal y como la ve John Watson. En E. Quiñones, F. Tortosa & H. Carpintero, Historia de la psicología. Madrid: Tecnos, pp. 366-377. Ejercicio: 3.3. Comenta la relación que existe entre la concepción positivista de la ciencia de A. Comte y el conductismo de J.B. Watson. Lecturas complementarias: Alexander, J. (1987).La centralidad de los clásicos. En A. Giddens & J. Turner, La teoría social hoy. Madrid: Alianza Universidad, pp. 22-80.

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Comte, A. (1830-1842). The positive philosophy. Nueva York. Calvine Blanchard. [Trad. Curso de filosofía positiva. Buenos Aires: Aguilar. 1973]

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Prácticas

Capítulo IV. Las relaciones entre individuo y sociedad en los primeros desarrollos teóricos de la sociología Apartado 4.1. Las relaciones entre individuo y sociedad en la teoría social francesa Lectura: Durkheim, E. (1895/1991). L as reglas del método sociológico . Madrid: Akal. Preguntas: 4. 1. 1. ¿Qué es un hecho social, según Durkheim? 4. 1. 2. ¿En qué se diferencia de otros tipos de fenómenos? 4. 1. 3. ¿Qué constituye para Durkheim una sociedad? 4. 1. 4. ¿Cuáles son las características del ámbito de la Sociología? 4. 1. 5. ¿Qué distingue a la Sociología de la Psicología? 4. 1. 6. ¿En qué consiste la explicación sociológica? 4. 1. 7.

¿Qué métodos distingue Durkheim para el estudio de los fenómenos sociales y cuál es el más adecuado para la Sociología?

Ejercicio: 4.1.8. a) Comenta la siguiente cita de É. Durkheim: “El psicólogo y el biólogo consideran, con razón, como bien fundados los fenómenos que estudian, sólo porque están ligados a una combinación de elementos de orden inmediatamente inferior, ¿por qué pasaría otra cosa en sociología?...Una creencia o una práctica social es susceptible de existir con independencia de sus expresiones individuales. Evidentemente, no queremos decir con esto que la sociedad es posible sin individuos, absurdo manifiesto del que no se nos imputará ni la sospecha. Sino que entendemos: 1º, que el grado formado por los individuos asociados es una realidad de naturaleza distinta que cada individuo tomado separadamente; 2º que los estados colectivos existen en el grupo de la naturaleza de que se derivan, antes de afectar al individuo como tal y de organizarse en él, bajo una nueva forma, una existencia puramente interior” (Durkheim, 1976, pp. 351-352)

b)

Compara la cita anterior de É. Durkheim con la de F. Allport y coméntalas:

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“No existe una psicología de los grupos que no sea esencial y totalmente una psicología de los individuos… Sus necesidades biológicas son los fines para los que sus conductas sociales son medios. En su organismo residen todos los mecanismos por los que se explica su conducta social…la psicología, en todas sus ramas, es una ciencia del individuo…” (Allport, 1924, p.4)

Ejercicio: 4. 1. 9

Explica por qué el suicidio no es para Durkheim un acto individual sino una tendencia colectiva debida a causas propiamente sociales.

Lecturas complementarias: Alexander, J. (1987). La centralidad de los clásicos. En A. Giddens & J. Turner, L a teoría social hoy . Madrid: Alianza Universidad, pp. 22-80. Durkheim, E. (1995). El suicidio. Madrid: Akal. Apartado 4.2. La relación entre individuo y sociedad en la teoría social alemana Lectura: Garrido, A. y Álvaro, J.L. (2007). Max Weber y la teoría de la acción social. En A. Garrido & J. L. Álvaro, Psicología social. Perspectivas psicológicas y sociológicas. Madrid: McGraw-Hill, pp.102-107. Preguntas: 4. 2. 1.

¿Qué quiere decir que el comportamiento es acción, según Max Weber?

4. 2. 2.

Max Weber, en su trabajo sobre “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, afirma que la ideología protestante influyó no sólo en las creencias, sino tambíén en los comportamientos. ¿En qué medida podemos afirmar que este tipo de estudios constituye un antecedente de los estudios sobre estructura y personalidad o los fundamentos de una sociología psicológica, tal y como afirma House (1977)?

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4. 2. 3.

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Prácticas

¿Cómo definirías el concepto de V erstehen ?

Ejercicio: 4. 2. 4.

Comenta la siguiente cita:

“El protestantismo satisfacía las necesidades humanas del individuo atemorizado, desarraigado y aislado, que se ve obligado a orientarse y relacionarse con un mundo nuevo. La nueva estructura del carácter que derivaba de los cambios sociales y económicos y adquiría intensidad por obra de las nuevas doctrinas religiosas, se tornó a su vez un importante factor formativo del desarrollo económico y social ulterior. Aquellas mismas cualidades que se hallaban arraigadas en este tipo de estructura del carácter –tendencia compulsiva hacia el trabajo, pasión por el ahorro, disposición para hacer de la vida propia un simple instrumento para los fines de un poder extrapersonal, ascetismo y sentido compulsivo del deber –fueron los rasgos de carácter eficientes de la sociedad capitalista, sin las cuales sería inconcebible el moderno desarrollo económico y social…Obrar de conformidad con los rasgos propios de ese carácter resultaba ventajoso desde el punto de vista de las necesidades económicas; también resultaba satisfactorio psicológicamente, puesto que esa forma de comportarse respondía a las necesidades y a la angustia propias de este nuevo tipo de personalidad…El proceso social, al determinar el modo de vida del individuo, esto es, su relación con los otros y con el trabajo, moldea la estructura del carácter; de ésta se derivan nuevas ideologías -filosóficas, ideológicas o políticas-, que son capaces a su vez de influir sobre aquella misma estructura y, de este modo, acentuarla, satisfacerla y estabilizarla” (Fromm, 1976, pp. 14-15).

Lecturas complementarias: Alexander, J. (1987).La centralidad de los clásicos. En A. Giddens & J. Turner, a teoría social hoy. Madrid: Alianza Universidad, pp. 22-80. L Weber, M. (1977). L a ética protestante y el espíritu del capitalismo . Barcelona: Península. [Publicado originalmente en 1904/5] Weber, M. (1913/1993). Ensayos sob re metodología sociológica . Buenos Aires: Amorrortu Editores. Apartado 4.3. La sociología de la Escuela de Chicago Lecturas:

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Thomas, W.I. (1905). The province of social psychology. merican Journal of Sociology 10, 445-455. A Thomas, W. & Znaniecki, F. (2006). El campesino polaco en Europa y en m A érica

. Madrid: CIS.

Preguntas: 4. 3. 1. 4. 3. 2.

¿Qué entiende Thomas por psicología social? Para Thomas, ¿cuál es la relación entre el individuo y el grupo desde el punto de vista de la psicología social?

4. 3. 3.

¿Cuál es la definición que Thomas y Znaniecky dan de actitudes y de valores? ¿Cuál es la relación entre ambas? Pon un ejemplo.

Ejercicio: 4. 3. 4.

Comenta la siguiente cita: “si los hombres definen una situación como real, ésta será real en sus consecuencias” (Thomas, & Thomas, 1928, p. 572.

4. 3. 5.

Lee el capítulo 6 de H. Blumer titulado “Notas sobre el campesino polaco” y publicado en su libro “El interaccionsimo simbólico: perspectiva y método”, pp. 89-95. ¿Cuáles son las críticas que realiza Blumer a esta obra?

Lecturas complementarias: Blumer, H. (1962/1982). Notas sobre el campesino polaco en Europa y América, de Thomas y Znaniecki. En H. Blumer, El interaccionismo simólico:perspectiva y método . Barcelona: Hora, pp. 89-95. b Jaspars, J. & Fraser, C. (1984). Attitudes and social representations. En R. Farr & S Moscovici (eds.), Social representations. Cambridge. Cambridge University Press, pp. 101-123. Thomas, W. & Znaniecki, F. (2006). El campesino polaco en Europa y en mérica . Madrid: CIS. A

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Prácticas

Torregrosa, J.R. (1968). El estudio de las actitudes: perspectivas psicológicas y sociológicas. R evista Españ ola de p Oinión Pú lica, 11, b

155-165.

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Capítulo V. El punto de vista psicosociológico en el enfoque funcionalista Lectura 1: Garrido, A. & Álvaro, J.L. (2007). El auge del funcionalismo estrucural En A. Garrido & J.L. Álvaro, Psicología social. Perspectivas psicológicas y sociológicas. Madrid: McGraw-Hill, pp. 270-277. Preguntas: 5.1 ¿Qué entiende R. Merton por consecuencias no anticipadas de la acción? Pon un ejemplo. 5.2 ¿Qué es un grupo de referencia y cuál es su importantancia en la explicación de la conducta? Pon un ejemplo. 5.3 ¿A qué se refiere el concepto de privación relativa y cuál es su importancia en la explicación de la conducta? Pon un ejemplo. 5.4 ¿Cuál es la diferencia entre funciones manifiestas y funciones latentes? Pon un ejemplo. Lectura 2: Dawson, E.M. & Chatman, E.A. (2001). Referent group theory with implications for information studies: a theoretical essay. Information Research, 6.1 Estos autores resumen los aspectos centrales de la teoría de los grupos de referencia de la siguiente manera: “Socialmente, los individuos están influenciados por los grupos que consideran importantes. Los individuos utilizan determinados grupos como una guía para saber cómo comportarse (grupos de referencia normativa). Los individuos utilizan los grupos como una base para compararse a si mismos en relación a otros individuos u otros grupos (grupos de referencia comparativa). Los individuos pueden y de hecho utilizan más de un grupo como una guía

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de referencia (grupos de referencia múltiples). Determinados grupos utilizados por los individuos como un punto de referencia poseen el poder para influir en las actitudes y la conducta de los individuos que pueden ser o no ser miembros de ese grupo”.

Ejercicio: 5.5 Siguiendo estos aspectos, ¿podrías poner algún ejemplo de violencia social que pueda ser explicado según esta teoría? Lecturas complementarias: Jahoda, M. (1987). Employment and unemployment: A social-psychological analysis. Cambridge: Cambridge University Press. [Trad. Empleo y desempleo: Un análisis socio-psicológico. Madrid: Morata.] Merton, R. K. (1936). The unanticipated consequences of purposive social action. American Sociological Review, 1, 894-904. Merton, R. K. (1968). Social theory and social structure. Glencoe: Free Press. Merton, R. K. & Kitt, A. (1950) Contributions to the theory of reference group behavior. Glencoe: Free Press. Münch, R. (1987). Teoría parsoniana actual: en busca de una nueva síntesis. En A. Giddens & J.Turner, La teoría social hoy. Madrid: Alianza Universidad, pp. 155-204.

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Capítulo VI. Las teorías del intercambio. Lectura: Homans, G.C. (1982). Procesos sociales fundamentales. En J.R. Torregrosa & E. Crespo (eds.), Estudios básicos de Psicología social. Barcelona: Hora, pp. 89-105. Preguntas: 6. 1. 1.

¿A qué se refiere Homans con “procesos sociales fundamentales”?

6. 1. 2.

¿Cuáles son las proposiciones que establece Homans y cómo denomina a cada una de ellas?

6. 1. 3.

¿En qué suposiciones se basa cada una de las proposiciones?

6. 1. 4.

¿Qué características comunes subyacen a las dos primeras proposiciones?

6. 1. 5.

Según Homans, ¿qué consecuencias tiene un intercambio/ una interacción para el futuro?

6. 1. 6.

¿A qué se refiere Homans cuando habla de justicia distributiva?

6. 1. 7.

Emplea el esquema de retribución trazado por Homans para aplicarlo a otro ejemplo.

Lecturas complementarias: Blau, P. (1987). Intercambio y poder en la vida social. Barcelona: Herder. Emerson, R.M. (1981). Social exchange theory. En M. Rosenberg & R. Turner (eds.), Sociological perspectives in social psychology. Nueva York: Basic Books, pp. 31-65. Homans, G. (1987). El conductismo y después del conductismo. En A. Giddens & J. Turner, La teoría social hoy. Madrid: Alianza Universidad, pp. 81-111. Morales, J.F. (1981). La conducta social como intercambio. Bilbao: Desclée de Brouwer.

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Prácticas

Thibaut, J.W. & Kelley, H.H. (1959). The social psychology of groups. Nueva York: Wiley.

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Capítulo VII. El interaccionismo simbólico Lectura: Mead, G.H. (1934/1972). Espíritu,Persona y Sociedad . Madrid: Paidos. Preguntas: 7.1. ¿Cuál es la concepción de Mead de la Psicología Social? 7.2. ¿Qué diferencia el enfoque conductista de Mead del de Watson? 7.3. ¿En qué se distinguen el mí y el yo? 7.4. ¿A qué se está refieriendo Mead con el concepto de otro generalizado? 7.5. ¿Qué concepción tiene Mead del lenguaje en los procesos de interacción social? 7.6. ¿Qué teoría de la identidad se puede derivar de los postulados del interaccionismo simbólico? 7.7. ¿Qué idea tiene Mead de la mente y de su constitución? 7.8. Relaciona los conceptos de mente, identidad e interacción simbólica en la teoría de George Herbert Mead. 7.9. Comenta la siguiente cita de Mead (1934/1972): “En psicología social no construimos la conducta del grupo social en términos de la conducta de los distintos individuos que la componen; antes bien, partimos de un todo social determinado de compleja actividad social, dentro de la cual analizamos (como elementos) la conducta de cada uno de los distintos individuos que lo componen” (p. 54).

Lecturas complementarias: Joas, H. (1998). El pragmatismo y la teoría de la sociedad. Madrid: CIS. Mead, G.H. (1956). George Herbert Mead. On social psychology. En A. Strauss (ed.), The social psychology of eGorge eHrbert eMad . Chicago: Chicago University Press. Meltzer, B.N., Petras, J. W., & Reynolds, L. (1975). Symbolic interactionism. enesis,varieties and criticism . Londres: Routledge and KeganPaul. G

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Prácticas

Rose, A. (1982). El interaccionismo simbólico. En J.R. Torregrosa & E. Crespo (eds.), Estudios básicos de psicología social. Barcelona: Herder, pp. 117138 Apartado 7.1. Desarrollos del interaccionismo simbólico: las Escuelas de Iowa y Chicago Lectura: Blumer, H. (1969/1982). El Interaccionismo simbólico: Perspectiva y método . Barcelona: Hora. Preguntas: 7. 1. 1. 7. 1. 2.

¿Cuáles son los supuestos principales del interaccionismo simbólico según H. Blumer? En opinión de Blumer, ¿cuáles son las consecuencias sociológicas del pensamiento de George Herbert Mead?

7. 1. 3.

¿Cuál es la crítica que H. Blumer realiza a los conceptos de actitud y variable?

7. 1. 4.

¿Cuál sería el nivel de análisis en el que se situaría la perspectiva interaccionista de H. Blumer?

Ejercicio: 7. 1. 5.

Explica el papel que la interacción simbólica tiene en la construcción de la sociedad.

7. 1. 6.

Compara el enfoque interaccionista de H.Blumer con el enfoque estructuralista del interaccionismo simbólico de S. Stryker.

Lecturas complementarias: Joas, H. (1987). El interaccionismo simbólico. En A. Giddens & J. Turner, La teoría social hoy. Madrid: Alianza Universidad, pp. 112-154.

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Ritzer, G. (2002). El interaccionismo simbólico. En G. Ritzer, Teoría sociológica moderna. Madrid: McGraw-Hill, pp. 247-334. Apartado 7.2. El interaccionismo simbólico estructural Lectura: Stryker, S. (1983). Tendencias teóricas de la psicología social: Hacia una Psicología Social Interdisciplinar. En J.R. Torregrosa & B. Sarabia (eds.), Perspectivas y contex tos de la psicología social. Barcelona: Hispano Europea, pp. 13-73. Preguntas: 7. 2. 1.

¿Qué distingue según Stryker a la psicología social de procedencia psicológica y a la de procedencia sociológica?

7. 2. 2.

¿Cuáles constituyen los puntos de crítica de las dos psicologías sociales?

7. 2. 3.

¿Cuáles son para Stryker las tendencias en la psicología social psicológica?

7. 2. 4.

¿Y de la psicología social sociológica?

7. 2. 5.

¿Cuáles son y en qué consisten las tendencias en el interaccionismo simbólico?

7. 2. 6.

¿Cómo describe Stryker su versión del interaccionismo simbólico estructural?

Ejercicios: 7. 2. 7.

Describe cómo ha cambiado, si es que ha cambiado, el panorama de la psicología social tanto psicológica como sociológica desde la aparición del capítulo de Stryker hasta nuestros días al hilo de lo expuesto en este libro.

7. 2. 8.

Compara el interaccionismo simbólico estructural de S. Stryker con las perspectivas de G.H. Mead y H. Blumer.

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Prácticas

Lecturas complementarias: Stryker, S. & Serpe, R.T. (1982). Commitment, identity salience, and role behavior: A theory and research example. En W. Ickes & E. S. Knowles (eds.), Personality,roles,and social behavior . NuevaYork: Springer-Verlag, pp. 199-218. Stryker, S. & Vryan, K.D. (2003). The symbolic interactionist frame. En J. Delamater (ed.), H andbookof social psychology . Nueva York: Kluwer Academis/Plenuem Publishers, pp. 3-28. Apartado 7.3. La teoría de roles Lectura: Khan, R.L., Wolfe, D.M., Quinn, R., Snoek, J.D. & Rosenthal, R. (1982). Conflicto y ambigüedad de rol. En.R. Torregrosa & E. Crespo (eds.), Estudios básicos de Psicología social. Barcelona: Hora, pp. 527-542. Preguntas: 7. 3. 1.

¿Qué entienden los autores por conflicto y que tipos de conflicto de rol existen según estos autores?

7. 3. 2.

¿Qué entienden por ambigüedad de rol?

Ejercicio: 7. 3. 3.

Comenta la siguiente cita de Turner (1962, p. 23):

“La interacción es siempre un proceso tentativo, un proceso en el que constantemente comprobamos la concepción que tenemos del rol del otro. La respuesta del otro sirve para reforzar o cuestionar esta concepción. El producto de este proceso de comprobación es la estabilización o modificación del propio rol. La idea de role tak ing cambia el énfasis puesto en la realización de un rol prescrito por el énfasis en la conducta basada en el rol del otro. El actor no es el mero ocupante de una posición para la cual existen un conjunto de reglas – la cultura es un conjunto de normas- sino una persona que debe actuar desde la perspectiva que, en parte, le suministra su relación con otros cuyas acciones reflejan los roles que debe identificar”

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Lecturas complementarias: Deutsch, M & Krauss, R.M. (1984). Teoría del rol. Teorias en psicología social. Buenos Aires: Paidos, pp. 163-198. Heiss, J. (1981). Social roles. En M. Rosenberg & R. Turner (eds.), Sociological perspectives in social psychology. Nueva York: Basic Books, pp. 94-129. McCall, J & Simons, J.L. (1966). Identities and interactions. n A ex amination of human associations in everyday life. Nueva York: The Free Press. Turner, R.H. (1962). Role-taking: Process versus conformity. En A.M. Rose (ed.), H uman behaviour and social processes: A n interactionist approach

.

Londres: Roudlege and Kegan Paul, pp. 20-40. Apartado 7.4. El enfoque dramatúrgico de Erving Goffman Lectura: Goffman, E. (1959/1987). La presentación de la Persona en la ida C V otidiana . Buenos Aires: Amorrortu. Preguntas: 7. 4. 1.

¿Cuáles son los conceptos centrales en la obra de Goffman?

7. 4. 2.

¿Cómo se presentan los individuos y cómo presentan sus actividades ante otros según Goffman?

7. 4. 3.

¿En qué forma guiamos y controlamos la impresión que los otros se hacen de nosotros?

7. 4. 4.

¿Qué tipo de prácticas se pueden o no llevar a cabo mientras se actúa ante otros?

7. 4. 5.

¿Qué tipos de actividad significante diferencia Goffman?

Ejercicios: 7. 4. 6.

Aplica los conceptos manejados por Goffman a una entrevista de trabajo.

7. 4. 7.

Compara el concepto de estructura en E. Goffman y S. Stryker.

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Prácticas

Lecturas complementarias: Briset, D. & Edley, Ch. (1975). Life as theater. Adramaturgial sourcebook . Chicago: Aldine Publishing Company. Sebastián, J.R. (1994). Erving oGffman. eD la interacción focalizada al orden institucional. Madrid: CIS.

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Capítulo IVII. La sociología e f nomenológica de Alfred S cu htz Lectura: c Sh utz, A.

(1944). The stranger: An essay in social pscholo-

gy. The American Journal of Sociology, 49, 499-505. [Trad. El forastero. Ensayo de psicología social. En A. Schutz. Estudios sobre teoría social. u Benos Aires: Amorrortu Editores. 1974].

Preguntas: 8.1. ¿Cuál es la diferencia entre actor y sociólogo en lo concerniente a la pauta cultural de la vida grupal según Schutz? 8.2. ¿Cuáles son las características del conocimiento del hombre que actúa? 8.3. ¿Qué diferencias existen entre la perspectiva del endogrupo y la del forastero con respecto a la pauta cultural? 8.4. ¿Cuáles son, según Schutz, las dos características básicas de la actitud del forastero?

Ejercicio: 8.5. Relaciona el concepto de actitud en Schutz y en “El campesino polaco en Europa y en América” de Thomas y n Z anieck i.

Lecturas complementarias: ch S utz, A. (1962/1995). El problema de la realidad social. B uenos Aires: Amorrortu. ch S utz, A.

(1964/1974). Estudios de teoría social. B uenos Aires: Amorrortu.

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Capítulo IX. El construccionismo social de Peter Berger y Thomas Luckmann Lectura 1: Berger, P., & Luckmann, T. (1968). La Construcción Social de la Realidad. Buenos Aires: Amorrortu. Preguntas: 9.1. ¿Qué entienden Berger y Luckman por la sociedad como realidad objetiva? 9.2. ¿Cuál es el vínculo que los autores establecen entre la realidad como realidad objetiva y subjetiva? 9.3. ¿Qué conclusiones se pueden derivar del libro de Berger y Luckman para un enfoque sociológico de la psicología social?

Lectura 2: Garrido, A. y Álvaro, J.L. (2007), El construccionismo social de K. Gergen. En A. Garrido y J.L. Álvaro, Psicología Social. Perspectivas Psicológicas y Sociológicas. Madrid: McGraw-Hill, 450-456.

Ejercicio: 9.4. Establece las distinciones entre el construccionismo de Berger y Luckmann y el construccionismo de K.Gergen. Lecturas complementarias: Ibáñez, T. (2001). Psicología social construccionista. Guadalajara: Universidad de Guadalajara. Mannheim, K. (1997). Ideología y utopía. Introducción a la sociología del conocimiento. Madrid: FCE. [Publicado originalmente en 1929].

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Ortega y Gasset, J. (1916/83). El espectador I. Obras completas, vol II. Madrid: Alianza.

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Prácticas

Capítulo X. La etnometodología de Harold Garfinkel Lectura: Ritzer, G. (2002). Etnomedodología. En R. K. Merton. Teoría sociológica moderna. Madrid: McGraw-Hill, pp.301-334. Preguntas: 10.1. ¿Cuál es la definición de etnometodología que da Ritzer? 10.2. ¿Qué es el análisis conversacional? 10.3. ¿Qué son los experimentos de ruptura? 10.4. ¿Cuáles son las principales críticas de los etnometodólogos a la sociología tradicional? Ejercicio: 10.5. Comenta la siguiente cita: “El discurso es el lenguaje como práctica social determinado por las estructuras sociales (reglas o conjunto de relaciones transformativas organizadas como propiedades de los sistemas sociales). Así, la estructura social determina las condiciones de producción del discurso…El lenguaje es parte de la sociedad, no es algo que se encuentra fuera de ésta; segundo, el lenguaje es un proceso social; y, finalmente, el lenguaje es un proceso que está social e históricamente condicionado de la misma manera que otras partes de la sociedad o de procesos no linguísticos” (Íñiguez, 1997, citado Garrido & Álvaro, 2007, p.471)

Lecturas complementarias: Coulon. A. (1987). La etnometodología. Madrid: Cátedra. Heritage, J. (1987). Etnometodología. En A. Giddens & J. Turner. (1987), La teoría social hoy. Madrid: Alianza Universidad, pp. 290-350. Garfinkel, H. (1967). Studies in Ethnomethodology. Nueva Jersey: PrenticeHall. Wolf, M. (1982). Sociologías de la vida cotidiana. Madrid: Cátedra.

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Capítulo XI. La sociología psicológica Lectura: Martín-Baró, I. (1983). Violencia y agresión social. En I. Martín-Baró, Acción e ideología. Psicología social desde Centroamérica. San Salvador: UCA Editores, pp. 359-422.

Preguntas: 11.1. ¿Qué tipos de violencia distingue Martín-Baró? 11.2. ¿Cuál es el nivel de análisis más adecuado para explicar los diferentes tipos de violencia? 11.3. ¿Se puede explicar la violencia desde el punto de vista de la sociología psicológica descrito en el capítulo 11? Ejercicios: 11.4. Pon un ejemplo de violencia en el que se integren los diferentes niveles de análisis individual, interpersonal, grupal e ideológico para su explicación. 11.5. Comenta la siguiente frase de House (1995, p.387): “Las estructuras y procesos macrosociales son centrales para la psicología social, especialmente en sus formas más sociológicas. Toda la conducta individual ocurre dentro de y es influenciada por las estructuras y procesos macrosociales…Dado que las estructuras y procesos macrosociales son en última instancia el producto de modelos de conducta y creencias que se dan entre grupos de individuos, la psicología social también debe considerar cómo la conducta y las creencias individuales pueden moldear las estructuras y procesos macrosociales”

Lecturas complementarias: Fromm, E. (1971). El miedo a la libertad. Buenos Aires: Paidos. House, J.S. (1977). The three faces of social psychology. Sociometry, 40, 161177.

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Vínculos recomendados

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Social Science Information System based at the University of Amsterdam:

http://www.sociosite.net/ index.php

Society for the Study of Symbolic Interaction

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Glosario

Acción social El concepto de acción social se refiere a una conducta que tiene un significado para el actor. Frente a la reacción pasiva ante los estímulos del medio, la acción comprende el sentido que damos a nuestras acciones. Incluye una noción de reflexividad. Condicionamiento operante Para el psicólogo conductista B. F. Skinner, podemos explicar la conducta de los individuos por medio del refuerzo. La recompensa de una conducta hace que ésta tienda a su repetición. Emergentismo social Explicación de los procesos sociales como un producto de procesos individuales y/o biológicos. En última instancia, se trata de reducir una realidad a sus elementos constitutivos básicos. Enfoque dramatúrgico El enfoque dramatúrgico de Goffman parte del estudio de las interacciones cara a cara utilizando la metáfora del teatro. Como en el escenario teatral, en la vida cotidiana los actores se afanan por ofrecer la mejor imagen de sí mismos en cada uno de los papeles que representan. Estructura social Concepto sociológico ampliamente utilizado por diferentes escuelas teóricas, lo que dificulta una definición precisa. Desde enfoques teóricos como el estructuralismo, el funcionalismo, o ciertas formas de marxismo hacen refe-

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rencia a los elementos externos a los individuos que determinan sus formas de pensar, actuar y sentir. Estructura social y personalidad véase sociología psicológica. Etnometodología Enfoque psicosociológico que define el orden social como las actividades prácticas de sus miembros realizadas en el transcurso de la vida cotidiana. Externalización Para autores como Berger y Luckman, la externalización supone un proceso por medio del cual la actividad humana y el significado subjetivo que le atribuimos acaban institucionalizándose, es decir, forman hábitos que dan lugar a pautas de acción que se constituyen en la base donde se asienta el orden social. La externalización da lugar a la sociedad como realidad objetiva. Hecho social Para Durkheim, los hechos sociales son formas de actuar y pensar externas a los individuos que se imponen sobre éstos. El término social se refiere a que no pertenecen al ámbito de la conciencia individual. Por el contrario, para los etnometodólogos, los hechos sociales son relativos a las realizaciones prácticas de los miembros de una sociedad. Indexicalidad Concepto utilizado por los etnometodólogos para referirse al significado contextual de las locuciones. Podemos considerar la indexicalidad como una característica del lenguaje.

Intercambio Transacciones interpersonales que dan lugar a relaciones de dependencia al tiempo que suponen la base del orden moral y social (Lévi-Strauss), la conducta individual (Homans) o las diferencias de poder (Blau).

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Glosario

Internalización Proceso mediante el cual la sociedad externa se transforma en realidad subjetiva. Por medio de la socialización, las personas asumen y dan significado a la realidad en la que viven. Justicia distributiva Características que debe tener un intercambio justo, basado en la proporcionalidad entre inversiones-costes y beneficios-recompensas. Concepto básico de la teoría del intercambio de Homans. Mí Concepto clave del interaccionismo simbólico que constituye la parte socializada del individuo que responde a los estímulos sociales de la manera prevista. Microsociología Incluye varios enfoques sociológicos interesados en las interacciones cara a cara. Sus estudios quedarían incluidos en el nivel de análisis interpersonal. Podríamos encontrar ejemplos de perspectivas microsociológicas en ciertas formas de entender el interaccionismo simbólico (por ejemplo, la Escuela de Chicago de H. Blumer, el enfoque dramatúrgico de E. Goffman o la etnometodología de H. Garfinkel). Otro generalizado En la terminología del interaccionismo simbólico de G. H. Mead hace referencia a la sociedad considerada como un todo. La asunción del otro generalizado forma parte del proceso de socialización mediante el cual nos convertimos en miembros de una sociedad. Psicología social sociológica Una de las divisiones de la psicología social se encuentra en sus dos orígenes: sociológico y psicológico. Este término, si bien hace referencia al origen sociológico de la psicología social, se emplea para diferenciar los enfoques y perspectivas sociológicas de las tradiciones de pensamiento psicológico en psicología social. Otro término sinónimo es el de psicosociología.

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Psicosociología véase psicología social sociológica Reflexividad Constituye una característica básica de todas las sociologías comprensivas. La idea de actor reflexivo es compartida por varios enfoques como la teoría de la acción de M. Weber, el interaccionismo simbólico de G. H. Mead o la sociología fenomenologia de A. Schutz. Self La idea de self (sí mismo, identidad) es esencial para teorías como el interaccionismo simbólico. Según esta teoría, tomamos conciencia de nosotros mismos por medio de los otros, en el curso de las interacciones simbólicas que mantenemos con nuestros semejantes. La identidad personal es, así, concebida como identidad social. Sociología psicológica La sociología psicología puede ser considerada, junto con el interaccionismo simbólico, una perspectiva teórica de la psicologia social sociológica. Su objetivo es analizar el comportamiento, las emociones, las cogniciones y la identidad social de los individuos en función de sus posiciones en la estructura social. A su vez, estudia cómo la estructura social se mantiene o se transforma como consecuencia de las acciones de las personas y de las interacciones que mantienen entre sí. Tifipicación En la sociología fenomenológica de A. Schutz es un concepto básico. Las tipificaciones son un conjunto de técnicas (recetas) mediante las cuales damos sentido al mundo cotidiano y ejercemos un control sobre el mismo. Yo En contraposición con el mí, el yo, según G. H. Mead, se encuentra indeterminado. Es aquella parte de la persona que se manifiesta de forma espontánea y creativa.

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