Introducción a la música tradicional de América del Sur. Unidad 04
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Curso digital sobre música e instrumentos musicales tradicionales de América del Sur. Por Edgardo Civallero. Ver http://...
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INTRODUCCION A LA MUSICA TRADICIONAL DE AMERICA DEL SUR EDGARDO CIVALLERO
INTRODUCCION A LA MUSICA TRADICIONAL DE AMERICA DEL SUR UNIDAD CUATRO
Edgardo Civallero (Buenos Aires, 1973) es bibliotecario, músico, investigador y escritor. Estudió Bibliotecología y Documentación en la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina), así como Historia (especialidad Antropología y Arqueología). Ha publicado trabajos académicos relacionados con su especialidad (tradición oral y conocimiento indígena) y ha incursionado en sus otras pasiones: la música tradicional sudamericana y el diseño gráfico. Ha sido editor de la revista digital "Tierra de vientos" sobre música y cultura sudamericana (2010-2014) y actualmente desarrolla sus labores de investigación y divulgación en su “Bitácora de un músico”.
Cómo citar este documento en caso de uso total o parcial de sus contenidos: Civallero, Edgardo (2012). Introducción a la música tradicional de América del Sur. Taller. Unidad 04. [En línea]. http://bitacoradeunmusico.blogspot.com.es/
© Edgardo Civallero, 2012 © de la presente edición digital, 2012, Edgardo Civallero Diseño de portada e interior: Edgardo Civallero
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[Introducción] Bolivia
Con esta unidad se inicia una aproximación (ya esbozada en unidades anteriores) a la música de la cordillera de los Andes. En líneas generales, se entiende por música "andina" a aquella interpretada en el área de influencia del antiguo Tawantinsuyu o "Imperio Inca": el sur de Colombia, la Sierra de Ecuador y Perú, los valles y el altiplano de Bolivia, el norte de Chile y el noroeste de Argentina. En la presente unidad se estudiará únicamente la música de Bolivia, exceptuando el área circum-Titicaca (que merece una unidad propia) e incluyendo de paso, además de las regiones andinas, las zonas boscosas (amazónicas) del oriente. Evidentemente, las divisiones aquí presentadas se realizan a efectos de estudio. Para proceder al mismo se han definido las siguientes sub-unidades de trabajo: el sur y el oriente de Bolivia; el altiplano; y los valles andinos de habla quechua.
El actual territorio boliviano estuvo habitado por numerosas sociedades indígenas, que sufrieron tanto la influencia del Tawantinsuyu (siglo XV) como el dominio de la Corona hispana (periodo colonial, siglos XVI-XVIII) y el de la república independiente (a partir del siglo XIX). En Bolivia, desde el siglo XI la cultura dominante en las tierras altas es la Aymara (presente también en áreas vecinas del sur del Perú, el norte de Chile y Argentina), aunque, por razones históricas, encontramos algunos núcleos de habla quechua (valles de los departamentos de Potosí, Cochabamba y Chuquisaca) y determinadas "minorías étnicas" (el pueblo Chipaya en el departamento de Oruro y el Kallawaya en el de La Paz). Las tierras bajas del oriente son el hogar de una treintena de pueblos amazónicos, entre los que destacan los Ava, los Mojeño y los Chiquitano. La cultura afro-boliviana, por su parte, se refugia en los yungas, los valles cálidos al este del departamento de La Paz.
1. El sur y el oriente
1. El sur y el oriente
El sur y el este del actual territorio boliviano están ocupados por las "tierras bajas": una serie ininterrumpida de llanos que descienden desde las vertientes orientales de la cordillera de los Andes y se adentran en los bosques húmedos del Chaco y la Amazonia. Se trata de una región de clima tropical, muy fértil, y atravesada por numerosos ríos que alimentan las cuencas del Paraguay y el Río de la Plata. De ella forman parte los departamentos de Tarija (Chaco), Beni, Santa Cruz y Pando (área conocida como "Grigotá", parcialmente ocupada por la Amazonia boliviana), y zonas bajas de los departamentos de La Paz (Yungas) y Cochabamba (Chapare). Allí viven una treintena de sociedades indígenas, incluyendo a los Guarayo, Pauserna, Sirionó, Ava-Guaraní ("chiriguano" o "izoceño"), Weenhayek ("mataco"), Nivaklé ("chulupí"), Qom, Tsimane, Araona, Maropa, Chácobo, Caripuna, Sinabo, Capuibo, Baure, Mojo o Mojeño, Chané, Movima, Moré, Chapacura, Caniciana, Yuracare, Chiquito o Chiquitano, Bororo y Ayoreo. Si bien
aún no ha sido estudiada con la profundidad que merece, la cultura sonora de estos pueblos es de una tremenda riqueza, como sugieren las investigaciones sobre ciertos aspectos de la música de grupos como los Mojeño y los Chiquitano. En el departamento de Tarija, ubicado al sur del país, la cultura tarijeña (o "chapaca") es muy distinta de la cultura "colla" de las tierras altas del occidente, de raíz Aymara y Quechua (y tomada erróneamente, a veces, como la cultura boliviana "estándar") e incluso de la cultura "camba" de las tierras bajas del oriente. Guarda numerosos e innegables vínculos con las tradiciones del Cono Sur, compartiendo muchísimos rasgos con el noroeste de la vecina Argentina y con el Chaco argentino-paraguayo. Y tiene un fuerte componente ibérico (andaluz), además de influencias indígenas (sobre todo Guaraní). Una parte importante de la cultura tradicional "chapaca" radica en sus instrumentos musicales, sus coplas, sus danzas, su vestimenta típica, sus devociones (p.e. a la Virgen de Chaguaya) y, sobre todo, sus festividades. Entre ellas se cuentan la fiesta de San Roque, la de Santiago, la de San Lorenzo, la de
Santa Anita (similar a la renombrada Feria de las Alasitas de las tierras altas bolivianas) y, por supuesto, los Carnavales. Dentro de la celebración de las Carnestolendas destacan, por su popularidad, los encuentros entre compadres ("cumpas") y comadres ("cumas"), muy similares a los que tienen lugar en el noroeste de Argentina. La petición para establecer una relación de "compadrazgo" se realiza el "día de los compadres", en febrero, y va acompañada de una canasta que contiene banderas, confites, serpentinas, una torta y fruta de la estación. Durante los encuentros, compadres y comadres intercambian las famosas coplas "chapacas" de Carnaval, de letras humorísticas y picantes, y cantadas en contrapuntos. Los géneros musicales más populares en Tarija son la chacarera, la cueca (cuequita chapaca), el chamamé, el bailecito, la tonada, la copla (vidala), la zamba, el gato, el escondido y el malambo. Todos ellos, muy parecidos –sino idénticos– en estructura a los argentinos, tienen no obstante un "color" regional propio. Existen, asimismo, expresiones artísticas locales únicas: es el caso de las "ruedas chapacas" y sus coplas y tonadas, y la de los engalanados bailarines
chunchos, que aparecen en las procesiones religiosas (sobre todo en la célebre y muy popular fiesta de San Roque). Los instrumentos usados en tierras tarijeñas son, sobre todo, la guitarra, el violín y el bombo. En las celebraciones sacras se utilizan la caña tarijeña (larga trompeta natural, con pabellón de cuero moldeado), el erque (un clarinete idioglótico hecho de un enorme pabellón de cuerno o calabaza y un breve cuerpo de caña dotado de una lengüeta simple), la kamacheña o flautilla de Pascua, y la caja o "cajita chapaca" (tambor de doble parche). Todos ellos se interpretan siguiendo un calendario bien determinado: en la época de lluvias (verano) se ejecutan el erque y la caja, se bailan las "ruedas del erque" y se cantan coplas y tonadas propias de ese periodo y esa música. En Semana Santa es el turno del violín y de su correspondiente "rueda" y sus coplas. Y en la época seca (otoño e invierno) suenan la caña, la kamacheña y la caja. Tras estas limitaciones se esconden antiguos tabúes que señalan que las voces de ciertos instrumentos convocan determinados fenómenos meteorológicos; ninguna sociedad con un pasado agrícola permitirá, por ejemplo, que una trompeta convoque heladas o granizos en pleno tiempo de cosecha.
En el oriente boliviano, área de sabana y selva, los géneros musicales más apreciados y cultivados son el taquirari, la chovena, la cumbia y la polca. Las orquestas rurales tradicionales de la región consisten en una flauta vertical o, más comúnmente, una traversa (pífano o sibibire), un bombo y un tambor. A ellos se pueden agregar dos sonajas o caracachás (maracas) y unos platillos. En las ciudades, los conjuntos instrumentales incluyen sobre todo guitarras y/o mandolinas. En ambos espacios, campesinos y citadinos, están presentes los conjuntos de violines acompañados de bombo y tambor. El taquirari es el género más emblemático de la región; su difusión ha alcanzado las tierras altas bolivianas, en donde se lo interpreta con instrumentos puramente andinos (charangos, zampoñas, quenas). Al parecer sería el derivado criollo y mestizo de un ritmo del pueblo Mojeño, el takiríkire, "danza o canto en honor a la flecha", y se habría desarrollado hacia el siglo XIX en el área de Trinidad. La chovena, por su parte, es un ritmo que generalmente se ejecuta con un pífano de caña tacuara y percusión, o con violín, acordeón y guitarra.
La antigua música de las sociedades de la selva está muy bien representada por la de los Moré, rescatada a través de crónicas y objetos de museo: solían ejecutar un arsenal de distintos instrumentos, incluyendo numerosos idiófonos, trompetas de caña, "clarinetes", flautas traversas y flautas de Pan, y un arco de boca llamado mapuip. Por el contrario, hubo grupos como los Sirionó y los Tsimane que no dispusieron ni disponen de demasiados instrumentos musicales, aunque sí cuentan con un amplio repertorio de cantos. Quizás uno de los pueblos indígenas de las tierras bajas cuya música es mejor conocida en Bolivia sea el Mojo, Moxo, Mojeño o Moxeño, del departamento del Beni. Este grupo recibió una fuerte influencia jesuítica, a través de las misiones levantadas en su territorio y que funcionaron entre 1675 y 1773. Las tradiciones nativas se fundieron con las ibéricas: claro ejemplo es la Danza de los Macheteros, interpretación local de la resurrección de Jesucristo y su ascenso a los cielos, y en la que participan bailarines que utilizan hermosos tocados de plumas y tobilleras de cascabeles, y que portan machetes de madera en las manos. Otras danzas son la de los Angelitos, la del Barco, la Marcha de los Reyes, la de los Toritos, la de los Achus ("viejos"), la de las Mascaritas y la
bellísima Danza de Sol y Luna. En la localidad de Trinidad, los bailes se acompañan con flautas de hueso (yópeque) y cuatro tambores: una caja, una cajita mayor, una cajita menor y un zancuti. En San Ignacio, por su parte, las melodías se interpretan con una flauta traversa (sibibire o sivivire) acompañada por los "compases" o instrumentos de percusión (caja o bombo, y zancuti y tampura o tambores); la flauta puede ser sustituida por un par de flautas de Pan (jerure) y silbatos (cheyu'i). La localidad de San Ignacio es famosa porque allí sobrevive música eclesiástica de corte barroco jesuítico: el llamado "coro de la capilla". El canto coral se acompaña de violines, flautas traversas, clarinete, tambores y bajones (varias trompetas naturales elaboradas con hojas de palma enrolladas, ordenadas como flautas de Pan, y cuyo sonido imita el de la notas más graves del órgano). Las piezas de música barroca de las Misiones del oriente boliviano (Chiquitanía y Moxos) han sido reconocidas a nivel internacional, y en la actualidad siguen siendo interpretadas tanto en determinadas fiestas como en otros contextos (p.e. por el Ensamble Moxos de San Ignacio, compuesto por jóvenes músicos Mojeño).
Para la fiesta patronal de San Ignacio, la "Ichapekene Piesta" ("Fiesta Mayor", proclamada "Patrimonio de la Humanidad" por la UNESCO), todas las expresiones culturales, coreográficas y musicales de los Mojeño salen a la calle. De esa forma danzan los Macheteros con sus tocados de plumas, recorren el pueblo los traviesos Achus, y suenan los bajones, los pífanos y los violines recreando músicas barrocas, en un espectáculo único de color y sonido. La música del departamento de Santa Cruz (música cruceña) está basada en el uso de la guitarra, con participación del violín, el acordeón, el arpa y el bombo. Los géneros musicales más difundidos son el carnaval cruceño (también llamado "polca carnaval"), la chovena, el taquirari, el valsecito, las coplas y las chacareras. Todos ellos tienen coloridas danzas asociadas, y características propias que los diferencian de géneros similares en Tarija o Argentina.
2. El altiplano
2. El altiplano
Las tierras altas (el altiplano o puna y los valles andinos) ocupan más de la cuarta parte del territorio de Bolivia y conforman la sección más densamente poblada del país (y la de menor diversidad étnica). La mitad de sus pobladores viven en pequeñas comunidades indígenas rurales, a 2500-3500 mts. de altitud, en un medio complicado y, en ocasiones, directamente hostil. El altiplano boliviano —parte de la Meseta del Collao, la altiplanicie meridional andina que comienza al sur del Perú, se adentra en la mitad occidental de Bolivia y acaba en el noroeste de Argentina y el norte de Chile— cubre partes significativas de los departamentos de La Paz, Oruro y Potosí, y ha sido la cuna del pueblo Aymara. Es, asimismo, el hogar de otros dos grupos étnicos, demográficamente minoritarios: los Chipaya o Kot'suña del salar de Coipasa (departamento de Oruro) y los Kallawaya de Charazani (departamento de La Paz), que poseen culturas muy antiguas y particulares.
Se trata de un paisaje desolado y agresivo, caracterizado por un clima frío, escasas precipitaciones y la presencia constante de salinas y desiertos. Su mitad norte está dominada por el lago Titicaca, el río Desaguadero y dos lagos de agua salobre, el Uru Uru y el Poopó. Hacia el sur, el altiplano se desertifica y aparecen los salares de Coipasa y Uyuni o Tunupa (el mayor del mundo). Esa mitad se ve atravesada por un puñado escaso de ríos de curso variable (el Grande de Lípez, el Pucamayu, el Lauca, el Lacajahuira) y salpicada por lagunas como la Colorada o la Q'ara. Las comunidades Aymara poblaron la región altiplánica desde tiempos preincaicos. En lo que hoy es territorio boliviano se desarrollaron señoríos regionales (los llamados "Reinos Aymara") herederos de la cultura Tiahuanaco o Tiwanaku. Fueron ellos los que, de acuerdo a las evidencias arqueológicas, domesticaron la papa y otros tubérculos de cultivo tradicional en los Andes. Y dejaron, como marcas indelebles de su presencia, los imponentes pukara (fortificaciones) y chullpas (monumentos funerarios). En la actualidad las identidades individuales de todos esos señoríos antiguos (Lupaca, Qolla, Caranga, Pacaje, etc.) se han desvanecido (al contrario de lo que ocurre con las
vecinas comunidades de habla quechua de los valles andinos de Bolivia), fundiéndose en una identidad general Aymara cuya construcción y significado han sido y siguen siendo analizados con interés por numerosos autores. El patrimonio musical Aymara contemporáneo incluye, ante todo, una enorme cantidad y diversidad de aerófonos. De hecho, un porcentaje significativo de los instrumentos de viento (y los de percusión que los acompañan) originarios de Bolivia pertenecen al acervo cultural de este pueblo. Asimismo, algunos de los estilos considerados como los más tradicionales de los Andes son Aymara. Y sus melodías y latidos han influido en la creación de nuevos géneros musicales bolivianos, tales como el huayno/wayñu paceño, el caporal o la saya. Entre los aerófonos más empleados por los grupos Aymara se encuentran los sikus o zampoñas, flautas de Pan andinas de doble hilera: p.e. sikus de Charazani o k'antus, sikus de Italaque, lakitas, mimulas, jach'a sikus, ayarachis, arachis, ayarichis, ayrachis, tabla sikus, suri sikus y chiriwanos; las "quenas" o flautas verticales con escotadura: p.e. pusipías, quena quenas, choquelas y lichiguayos; y los "pinkillos" o flautas verticales de pico: p.e. kachuiris, tarakhas, koikos, alma pinkillos, waka pinkillos, phunas, chatres, tarkas y mohoseños. La
mayor parte de estos instrumentos de viento se interpretan en "tropas", grandes grupos que incluyen distintos tamaños (y tesituras) de una misma flauta sonando a la vez; de esta forma, las melodías se ejecutan en líneas paralelas separadas por intervalos aproximados de terceras, cuartas, quintas y/u octavas. Esos intervalos, y las armonías resultantes, son característicos de cada flauta y cada agrupación. El nombre del aerófono, la designación de cada uno de sus distintos tamaños, la afinación, la forma de construcción e incluso el sonido varían prácticamente de comunidad en comunidad, lo que convierte al atlas boliviano de instrumentos musicales en algo tan rico como endiabladamente complicado. Los conjuntos instrumentales más tradicionales incluyen hasta medio centenar de flautistas, un cuerpo de danza y la presencia infaltable de distintos instrumentos de percusión. Entre estos, los más importantes son los bombos de doble parche: el wankar, bombo k'antu o italaque; el "medio italaque"; la wank'ara; el tambor mohoseño o caja mohoseñada; el bombo banda; y la caja pinkillada. En cuanto a los idiófonos, destacan sobre todo las matracas, el triángulo y los cascabeles.
Una de las formas de interpretación musical Aymara más extendida es la sikuriada, sikureada o sikuri: la ejecución de diversos ritmos (p.e. huaynos, marchas o pasacalles) usando grandes "tropas" o conjuntos de sikus. Esta forma de interpretación ha dado lugar a una de serie de géneros musicales típicamente Aymara: el sikuri de Italaque, el k'antu, el suri sikuri, el sikuri mimula, el ayarachi, el chiriwano, el arachi o el jach'a sikuri son algunos de ellos (nótese que muchos nombres se corresponden con el de la flauta protagonista). De forma similar, la interpretación colectiva de "tropas" de otros aerófonos ha dado lugar a géneros musicales como el waka waka, waka toqhori o waka tinti (con waka pinkillos), la tarkeada (con tarkas), el moqolulu (con choquelas), la mohoseñada (con mohoseños), la pinkillada (con pinkillos) o la quena quena (con quena quenas). Las melodías van acompañadas indefectiblemente por grupos de baile, que representan, con sus pasos y movimientos, las danzas autóctonas indígenas, y que suelen lucir espectaculares trajes y, en ocasiones, bellísimas máscaras. Entre estas danzas destacan, por su popularidad, los pacochis, la danza karhuani/qarwani o llamerada, los waka tintis, la cullaguada/kullawada, los
chunchos, los chutas, las phunas, los doctorcitos, los tobas y el auki auki. Pero el repertorio de bailes tradicionales es prácticamente inacabable. Mención especial merece la diablada, una "danza de diablos" que se desarrolla en varios puntos del altiplano; su variante más célebre es la que tiene lugar en la ciudad de Oruro durante los Carnavales. La Diablada de Oruro ha sido proclamada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. Asimismo, cabe subrayar una serie de bailes mestizos de nueva factura, vagamente inspirados en los ritmos de las comunidades afro-bolivianas: los caporales, las morenadas y las sayas "andinas", en la actualidad los géneros "de moda" en Bolivia. Los afro-bolivianos, descendientes de antiguos esclavos africanos, viven en poblaciones ubicadas en los yungas, valles cálidos al este del altiplano del departamento de La Paz. Su expresión cultural más conocida es la saya, un género poético-musical-coreográfico que se interpreta al ritmo de tamboras (las "cajas de la saya") y un reco-reco (enorme güiro de caña), y que mantiene todas las características de la música africana. Esta saya, la versión original, tiene poca o ninguna relación con la saya "andina" popularizada y comercializada por artistas urbanos bolivianos.
Los instrumentos de cuerda, introducidos en el siglo XVI por los europeos, se emplean en la actualidad en todos los contextos (indígenas, mestizos y criollos, rurales y urbanos), aunque son utilizados de modo distinto por cada sector social, étnico y cultural. Sus exponentes principales son el charango (y sus numerosísimas variedades), las guitarrillas, la guitarra, la mandolina y el violín. También están presentes en todo el altiplano las "bandas de bronces" (trompetas, saxos, trombones, tubas), el acordeón, la armónica y muchos otros instrumentos europeos modernos. La mayor parte de las expresiones musicales del altiplano boliviano tienen lugar dentro de un calendario festivo que, en buena parte de los casos, sincretiza las celebraciones religiosas católicas con las prehispánicas. Los instrumentos a usar en cada festividad dependen de la estación del año: en el jallu pacha o periodo lluvioso (desde Todos los Santos a Carnaval) se usan pinkillos, mohoseños y tarkas, flautas "femeninas", mientras que en el awti pacha o estación seca se usan las zampoñas y las quenas. Las formas musicales mestizas de la región altiplánica boliviana toman los géneros, agrupaciones instrumentales y estilos Aymara y los adaptan a una
estética más occidental y más urbana. En ella los instrumentos de cuerda y los instrumentos de origen no-Aymara juegan un rol importante, que no desempeñan en absoluto en el repertorio nativo. Por otro lado, en la música mestiza desaparecen ciertos rasgos indígenas que pueden resultar desconocidos o incluso molestos para audiencias no habituadas: ciertas "desafinaciones" características, ciertas armonías, ciertos elementos "fuera de ritmo". Nacen así los huaynos paceños (de La Paz) con fuerte presencia de cuerdas, los tobas, cullaguadas,
diabladas,
chutas
y
llameradas
citadinos
(prácticamente
desconectados de sus versiones originales indígenas) y nuevas versiones de los chuntunquis (un género melancólico y romántico), las cacharpayas, los huaynosikuris y los kaluyos, entre muchos otros. Al mismo tiempo las jóvenes generaciones de intérpretes bolivianos fusionan los ritmos y sonidos tradicionales con géneros modernos (pop, rock, techno), buscando revitalizar sus raíces y llegar a una mayor audiencia. Se mantiene, por otra parte, un buen número de formas musicales criollas, es decir, de claras raíces hispánicas, herencia directa de la Colonia. Entre ellas se encuentran la cueca, el vals, el pasacalle y el bailecito.
Entre las festividades más importantes se cuentan los Carnavales (sobre todo los las ciudades de La Paz y Oruro) y muchísimas celebraciones religiosas, como la del Cristo del Gran Poder (en La Paz) o la de la Virgen de la Candelaria (en Copacabana). En ellas tocan las bandas, y se despliegan las comparsas con los bailes más populares. En las "peñas" (locales en donde se puede escuchar música en vivo mientras se degustan platos populares) abundan los "conjuntos folklóricos" (cuartetos o quintetos de vientos, charango, bombo y guitarra), que fueron los que comenzaron a difundir y popularizar la "música andina" como género comercial hacia mediados de los 60' del siglo pasado. En las pequeñas comunidades rurales, por su parte, se mantienen las celebraciones y tradiciones indígenas asociadas a los santos patronos, las vírgenes y el calendario agrícola. Lejos de las ciudades, en donde la música y la cultura tradicional se han convertido prácticamente en un negocio y un espectáculo, los instrumentos, las danzas y los cantos se conservan con una parte significativa de su riqueza original intacta.
Resumir la diversidad de la música del altiplano boliviano es una tarea difícil. Sin embargo, estas breves notas permitirán tener al menos algunas pistas para seguir investigando y profundizando en su conocimiento.
3. El área de habla quechua
3. El área de habla quechua
El área de habla quechua de Bolivia tiene su núcleo principal en la zona de valles ubicada al este del altiplano: concretamente, la mitad oriental del departamento de Potosí y la sección nor-occidental del departamento de Chuquisaca. Extiende
su
influencia
hacia
regiones aledañas de
los
departamentos de Oruro y Cochabamba. El oriente del departamento Potosí se caracteriza por la imponente presencia de la Cordillera Central (una de las tres ramas en las que se divide la cordillera andina en Bolivia). El medio ambiente es agreste, seco, y está muy marcado por el gélido clima dominante, que solo se atempera en los valles andinos. Allí se encuentran microclimas templados que permiten cultivos de cereales y hortalizas y el crecimiento de bosques de quebracho blanco, churqui, molle y ceibo, y de matorrales de queñua. La fauna está representada por la taruka o venado andino, el zorro, la vizcacha, el gato andino o chinchay, el puma, el cóndor y varias especies de aves endémicas, como la paraba de frente roja.
Las comunidades bolivianas de habla quechua son descendientes de los antiguos Reinos Aymara que fueron conquistados por el Tawantinsuyu o "Imperio Inca"; perdieron su lengua original y adoptaron la impuesta. En la actualidad, existen alrededor de una veintena de comunidades indígenas quechua-hablantes con identidades propias: p.e. los Layme, los Jukumani, los Macha, los Jalq'a, los Calcha, los Pocoata y los Tarabuqueño. Su repertorio musical se caracteriza por incluir algunas tropas de flautas de Pan, grandes pinkillos (enormes aerófonos a veces ejecutados en solitario y otras en conjuntos de entre 5 y 20 personas) y distintas variedades de cordófonos, como los charangos, las medianas y las guitarrillas. Entre las zampoñas o flautas de Pan se encuentran las sikuras, los ayarachis, ayrachis y ayarichis, los jula julas y los sikus San Pedro. Interpretadas en "tropas", suelen verse acompañadas por los pututus o bocinas de cuerno. De asta vacuna se construyen también los erques (clarinetes idioglóticos) y los jatun pututus, larines o tira tiras, enormes trompetas naturales propias del departamento de Potosí. Mohoseños, rollanos, machu pinkillos, senqatanqanas,
turumes y karnawal pinkillos forman parte de los grandes pinkillos, generalmente construidos a partir de grandes ramas ahuecadas. Los Calcha (departamento de Potosí) todavía emplean el jantark'i o jantarque, un silbato de madera similar a las "flautas de chinos" chilenas o las pifilkas de los Mapuche, y que es interpretado exclusivamente por mujeres. Toda la región Quechua es pródiga en charangos y guitarrillas, instrumentos de cuerda que derivan directamente de la familia de las vihuelas y las tempranas guitarras españolas introducidas en América durante el periodo colonial. Tomando esos instrumentos como base, los constructores locales fueron agregando rasgos complementarios de otros aerófonos europeos (como la chitarra battente, el laúd y la bandolina), que afectarían ligeramente la forma, el encordado y las técnicas de construcción. Se supone que ciertas guitarrillas bolivianas (khonkhotas, medianas, guitarrillas Chipaya, etc.) serían las adaptaciones más directas de las vihuelas, mientras que los charangos, de menor tamaño, derivarían de guitarricos y guitarras barrocas. Los charangos laminados (empleados sobre todo en Perú) habrían mantenido las elaboradas técnicas de construcción de instrumentos de cuerda originales europeas; la
simplificación de las mismas habría llevado a la creación de charangos lauqueados (cavados en una sola pieza de madera) y la escasez de madera, al uso de otros elementos para las cajas de resonancia, incluyendo caparazones de armadillo (kirkincho) o de tortuga, cuero crudo y calabazas. Con el paso del tiempo, los distintos derivados adquirieron carta de ciudadanía en los lugares que los vieron nacer, sufrieron la evolución natural de cinco siglos de interpretación, cambio y mejora, y se convirtieron en instrumentos únicos y particulares. En la actualidad, entre los cordófonos tradicionales bolivianos destacan el charango sacabeño (originario de Sacaba, departamento de Cochabamba; de pequeño tamaño, madera laminada, lomo curvo, clavijas de madera y entre 5 y 8 cuerdas); el rankha charango (originario de Mizque, departamento de Cochabamba; 8-10 cuerdas metálicas más una cuerda accesoria, madera laminada, lomo curvo, hasta tres tamaños distintos); el pequeño walaycho o juch'uy charango (5 cuerdas dobles metálicas, cuerpo de madera ahuecada); el khonkhota o q'onq'ota (8 cuerdas de tripa y metálicas, madera laminada, lomo recto); el charango anzaldeño o arriero (originario de Anzaldo, departamento de Cochabamba, 5 cuerdas dobles metálicas, madera
laminada, lomo recto); la guitarrilla potosina (5 cuerdas triples metálicas, madera laminada, lomo recto); y la mediana (pequeña guitarra de madera laminada, 5 cuerdas dobles metálicas, lomo recto). Entre los estilos musicales más particulares de la región se cuentan los de los Jalq'a (departamento de Potosí), que aún practican el arte del takipayanaku (diálogos musicales en los que dos cantantes intercambian coplas) y entonan los malawiras, largos cantos acompañados por un charango o una guitarrilla. Por lo demás, se cultivan ritmos como el huayno, la cacharpaya, la tonada potosina, la cueca, la jiyawa, el fandango, el zapateado y el salaque o salay. En muchos de ellos aparece el característico repique del charango, dentro de un estilo de interpretación muy sincopado y difícil, que combina armonía con melodía y que se denomina "k'alampeo". Al repasar las celebraciones más sobresalientes encontramos fiestas cívicas y festejos en honor a los santos patronos de cada lugar (p.e. la Virgen de Urkupiña en Quillacollo, o el Santa Vera Cruz Tatala, ambos en el departamento de Cochabamba); los tinkus o combates rituales entre comunidades, sobre todo en las regiones de los Macha, Layme, Pocoata y Jukumani; y las carnestolendas. Los
Carnavales chicheños y calcheños son afamados por la participación de grandes tropas de pinkillos; los nor-potosinos, por la masiva presencia de charangos; y los tarabuqueños (en donde la fiesta toma el nombre de pujllay, del quechua puqllay, "jugar"), por los intérpretes de las descomunales flautas senqatanqana, que desfilan luciendo sus monteras de cuero y haciendo resonar unas espuelas enormes que llevan en sus sandalias de madera. En líneas generales, la música tradicional de estas sociedades se interpreta casi exclusivamente en sus comunidades de origen. Solo un puñado de registros etnográficos y algunos grupos musicales bolivianos comprometidos con el acervo intangible Quechua han recolectado, grabado y difundido esos sonidos respetando su formato original; los demás han escogido determinados elementos o se han "inspirado" en ciertos rasgos para sus creaciones. Entre estos últimos, algunos artistas han deformado música, danza, indumentarias y costumbres de formas bastante desafortunadas.
Ilustraciones
Sección 1. Yacuma, departamento de Beni, oriente de Bolivia. http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/f/f4/R%C3%ADo_Yacuma_Beni_Boli via.jpg
Sección 2. Altiplano boliviano. http://www.fotonatura.org/galerias/fotos/usr3059/12000933XS.jpg
Sección 3. Valle de la Luna, departamento de Potosí, Bolivia. http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/4/44/El_Sillar_o_Valle_de_la_Luna_ Potos%C3%AD_Bolivia.jpg
http://bitacoradeunmusico.blogspot.com.es/
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