Intelectuales_y_neoliberalismo.Iciar_Recalde

July 19, 2017 | Author: api-20002325 | Category: Intellectual, Politics, Ideologies, Society, Left Wing Politics
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Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini

Intelectuales y país en la antesala neoliberal: Morir con Rodolfo Walsh para resurgir desandando caminos Iciar Recalde Diciembre de 2007

1

“Señor, perdóname por haberme acostumbrado a ver que los chicos, que parecen tener ocho años, tengan trece; Señor, perdóname por haberme acostumbrado a chapotear por al barro; yo me puedo ir, ellos no; Señor, perdóname por haber aprendido a soportar el olor de las aguas servidas, de las que me puedo ir y ellos no; Señor, perdóname por encender la luz y olvidarme de que ellos no pueden hacerlo; Señor, yo puedo hacer huelga de hambre y ellos no, porque nadie hace huelga con su hambre; Señor, perdóname por decirles “no sólo de pan vive el hombre”, y no luchar con todo para que rescaten su pan; Señor, yo quiero quererlos por ellos y no por mí. Ayúdame. Señor, sueño con morir por ellos: ayúdame a vivir por ellos. Señor, quiero estar con ellos a la hora de su luz. Ayúdame.” Padre Carlos Mugica1

1

“Meditación en la villa”, Escritos en la memoria. Antología de escritores asesinados y/o desaparecidos entre 1974- 1983 en la República Argentina, Los 4 indiecitos, Buenos Aires, 2005, pp. 82-83. 2

ÍNDICE AGRADECIMIENTOS DEDICATORIA A MODO DE PRESENTACIÓN ALGUNAS NOTAS ACERCA DE LA RELACIÓN INTELECTUALES Y POLÍTICA: AYER Y HOY

ENTRE

CONTEXTO DE SURGIMIENTO Y FORMACIÓN DEL NÚCLEO DURO DE LA CIUDAD FUTURA PERONISMO E IZQUIERDA ARMADA INTELECTUALES CONTRAPUNTOS

Y

LUCHA

REVOLUCIONARIA:

ALGUNAS NOTAS SOBRE LA EXPERIENCIA DE PASADO Y PRESENTE PASADO Y PRESENTE Y LOS VIRAJES POLÍTICOS PASADO Y PRESENTE Y EL EJÉRCITO GUERRILLERO DEL PUEBLO LA EXPERIENCIA DE LAS CÁTEDRAS “MARXISTAS” LA UNIVERSIDAD EN LOS AÑOS ´60 MONTONEROS, FAP Y LAS CÁTEDRAS MARXISTAS DICTADURA: ALGUNAS NOTAS SOBRE ECONOMÍA, CULTURA E INTELECTUALES LA EXPERIENCIA DEL EXILIO: LA REVISTA CONTROVERSIA. PARA EL ANÁLISIS DE LA REALIDAD ARGENTINA EL MARXISMO DEL GRUPO DE PASADO Y PRESENTE AGONIZA

3

PALABRAS PRELIMINARES: EL GRUPO DE PASADO Y PRESENTE EN LOS ´80 LA CIUDAD FUTURA. REVISTA DE CULTURA SOCIALISTA CORPUS Y FIGURAS RECURRENTES INTELECTUALES DEL COMPROMISO CON LA DERROTA NOSOTROS LOS SOCIALISTAS CONDENA AL INTELECTUAL DEL COMPROMISO EL GRUPO ESMERALDA NOSOTROS DE IZQUIERDA: DEBATES, ENEMIGOS POLÍTICOS Y FOCOS CENTRALES DE CRÍTICA DISPAREN CONTRA LA IZQUIERDA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA Y FANTASMA DEL GOLPE DE ESTADO LA CIUDAD FUTURA FRENTE A LAS LEYES DEL PERDÓN ALFONSINISTA AVANCES Y RETROCESOS DEL ALFONSINISMO: POLÍTICAS DEL OLVIDO ACERCA DE LA LEY DE “AUTOAMNISTÍA” (LEY Nº 22.924) LOS DECRETOS 157/83 Y 158/83 EL JUICIO A LAS JUNTAS MILITARES TRAICIONES RADICALES I: LEY Nº 23.492 (PUNTO FINAL) TRAICIONES RADICALES II: LEY Nº 23.521 (OBEDIENCIA DEBIDA) LA CIUDAD FUTURA ANTE LAS LEYES ALFONSINISTAS LOS “DEBATES” HACIA EL SENO DE LA REVISTA

4

ALFONSINISMO Y MODELO DEMOCRÁTICO: DEMOCRACIA Y DESPUÉS LOS AÑOS DE MENEM VARIACIÓN I: REVISIÓN DEL PERONISMO HISTÓRICO VARIACIÓN II: LA CUESTIÓN ECONÓMICA A MODO DE CONCLUSIÓN BIBLIOGRAFÍA

5

AGRADECIMIENTOS Al Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini que posibilitó y fomentó el desarrollo de esta investigación y de tantas otras tendientes a desnudar los engranajes de la colonización pedagógica y construir conocimiento al servicio de los desposeídos y de la liberación de la nación argentina. A Daniel Campione, quien leyó los borradores y avances de este escrito. Además, quien promovió en la que escribe y en tantos otros jóvenes argentinos, el entendimiento cabal del marxismo para interpretar y actuar sobre la realidad periférica de nuestro país. DEDICATORIA Este escrito está dedicado a mi mellizo Aritz Recalde, guía intelectual y afectiva de gran parte de las formulaciones que aquí se presentan.

6

A MODO DE PRESENTACIÓN “Si es cierto que los intelectuales son una capa intermedia, fluctuante, entre las clases que realmente gravitan, eso no evita que se esté con una u otra clase. La del intelectual es una ´situación última´, debe elegir y superar la duda. Y es preferible elegir siempre la realidad de nuestra gente, de nuestros problemas. Un intelectual que no comprende a su pueblo es una contradicción andante y el que comprendiéndolo no actúa tendrá un lugar en la antología del llanto, no en la historia viva de su tierra.”2 Este escrito intentará trazar un recorrido por algunos aspectos y tópicos de cierta zona del campo intelectual de “izquierda”, que se tornaron fuertes en la conformación de un nuevo tipo de intelectual en la Argentina de mediados de la década de 1980. La

categoría

de

intelectual,

por

si

misma

compleja,

contradictoria y difusa, supone en su razón de ser una especificación en torno a su carácter, a sus rasgos y a su consecuente funcionalidad social que ha sido y continúa siendo producto de múltiples debates, pujas y antagonismos ideológicos en el campo de la cultura en torno a la fijación de su sentido y consecuentemente, de su valor o disvalor en una sociedad determinada. La división del trabajo en las sociedades de clase, ha generado a través del tiempo y por su propia dinámica, tipologías sociales con roles específicos en el sistema productivo. Los intelectuales, circunscriptos en la división clásica del trabajo al espacio de la labor de “pensadores” se erigen como figuras fundamentales en la conformación de los distintos órdenes 2

“Antropología, Antropologías”, Antropología 3er. Mundo, Nº 1, noviembre de 1968. La frase en negrita está extraída del “Mensaje a los trabajadores y el Pueblo Argentino del 1º de mayo de 1968” de la CGTA, escrito por Rodolfo Walsh. 7

históricos, en la medida en que éstos suponen un modo específico de fijar las relaciones sociales y de poder. En una sociedad de intereses en pugna, cada clase social o conglomerado de clases, forja en su acaecer toda una gama de paradigmas de intelectual, ya sea, ideólogos de un modelo social estipulado, detractores del mismo, funcionarios, críticos light, etc. Los intelectuales como actores sociales específicos no conforman un grupo social autónomo, tal como muchas veces se los presenta en los estudios sobre historia intelectual, sino que cada grupo social pergeña una categoría específica y especializada de intelectuales acorde a su visión de mundo y a su proyecto estratégico. El problema es complejo por las formas variadas que ha asumido a través de la historia el proceso histórico real de formación de las diversas categorías intelectuales en relación a su función específica en la economía y en la cultura. En naciones del Tercer Mundo como la Argentina, donde la soberanía política, económica y cultural se encuentra sumida a los intereses de las grandes metrópolis imperialistas, encargadas de diseñar nuestras agendas de gobierno y de explotar el patrimonio nacional, la cuestión del rol de los intelectuales se torna medular. En este sentido, observamos que a lo largo de la historia nacional y en sus distintas variantes, los intelectuales han cumplido funciones fundamentales en la formulación de los mecanismos de dominación cultural, han sido factores activos en el proceso de constitución, como asimismo, en la puesta en crítica y posible reformulación, del estado de dependencia permanente de las naciones periféricas. Ahora bien, la elección del objeto de análisis que aquí interesa establece un recorte. Está dada por la centralidad que tuvo durante la década del ´80, cierto colectivo intelectual en la conformación de 8

un esquema de pensamiento que implicaría una determinada concepción de la cultura y de la política que operaría como modelo fuerte respecto a la fijación de sentido y pautas de legitimidad y accionar en el campo intelectual en esta década y con mayor fuerza aún, en la siguiente. Se trata del proyecto ideológico diseñado, plasmado y difundido por la revista de debate político La Ciudad Futura. Revista de cultura socialista, aparecida en el año 1986 y cuyas

figuras

fundamentales

provenían

de

una

trayectoria

intelectual signada por un fuerte vínculo con la política de izquierda revolucionaria, como parte, por ejemplo, de la experiencia de la revista Pasado y Presente a mediados de la década de 1960. En el campo de la producción cultural nacional, La Ciudad Futura surgiría fuertemente asociada, tanto por el cruce de participantes como por la línea ideológica compartida, con otros dos proyectos intelectuales que le darían mayor fuerza a esta iniciativa. Nos referimos, por un lado, a la revista de cultura Punto de Vista3 que comenzó a editarse en el año 1978 como espacio de resistencia a la política dictatorial, para virar en los años ´80 hacia posiciones que distaron también de sus postulados críticos originales. Esta revista, conjuntamente con otra publicación previa4 y el Club de Cultura Socialista fueron los espacios de discusión intelectual donde se operó la mutación político ideológica que emergió fuertemente consolidada años después en las páginas de La Ciudad Futura. 3

Para un análisis de esta publicación puede consultarse el trabajo de Leandro D. Benmergui, “Cultura y política en épocas de resistencia: el caso de Punto de Vista.1978-1983”, Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, Buenos Aires, 2006. 4 Se trata de la revista Controversia, experiencia editorial del exilio mexicano que cubrirá el período 1979- 1981 con la edición de trece números. Para más datos ver el apartado correspondiente. 9

Creemos que la revista Controversia, con La Ciudad Futura, lo mismo que ésta con el Club de Cultura Socialista, se suceden y coexisten en el caso concreto de éste último, en una especie de posta intelectual y funcionan como relevo y ocupación del espacio de formación de la opinión pública que el campo intelectual anterior deja vacante. La Ciudad Futura será a la vez registro e instrumento de una estrategia política específica de construcción en el campo intelectual argentino postdictatorial. Esta dinámica de postas constituye el mecanismo propio y al mismo tiempo necesario, para la construcción y el reconocimiento en la esfera pública de dicho campo intelectual, particularidad que estará dada en tanto el área que se quiere diferenciada del campo político, en realidad y en la práctica concreta, no lo está. Una de las marcas que hace visible la continuidad que señalamos, más allá de un núcleo programático fuerte y bastante invariable que vertebrará los distintos proyectos, estará motivada por la repetición de muchos nombres de los colaboradores en las dos revistas y en el Club de Cultura Socialista. El Club de Cultura Socialista fue fundado en el mes de julio de 1984, reuniendo a los integrantes de Pasado y Presente que habían estado exiliados en México y a algunas figuras que se sumarían a esta iniciativa tras la experiencia de edición de Controversia, como asimismo del Grupo de Discusión Socialista mexicano. Además, participaron en la fundación del Club, los integrantes de la revista Punto de Vista -dirigida en aquel entonces por Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano- y otras figuras del campo intelectual porteño que, paulatinamente, comenzaron a integrar este espacio y en general, participaron además en el proyecto de La Ciudad Futura. Temporalmente, las iniciativas mencionadas cubrirán un período bastante extenso en el que se observará el proceso de 10

mutación ideológica y política que interesará analizar en este escrito. Podríamos afirmar que Controversia se constituyó como el espacio de “experimentación” de las nuevas concepciones teóricas y políticas del grupo a fines de los ´70 y principios de los ´80. El Club de Cultura Socialista, más allá de la ausencia de algunas figuras que habían sido medulares en su conformación5, continúa funcionando en la actualidad. Por su parte, La Ciudad Futura cubrirá más de una década de historia nacional (1986-1998) y volverá a reeditarse post 2001. Centraremos nuestro interés en el período circunscripto entre mediados de la década del ´80 (1986) y la casi totalidad de los ´90 (1990-1998), años en que se llevó a límites impensables la dependencia de nuestro país a los intereses extranjeros y donde se forjó y consolidó una idea del intelectual que, adelantamos, manteniendo la identidad de izquierda, en lugar de pugnar por los intereses de los sectores que las nuevas políticas neoliberales condenaban al hambre y a la exclusión, debatieron, entre otras cosas, acerca de la muerte del marxismo y sobre la imposibilidad de cambios sociales por fuera de las agendas que los modelos democráticos del período ofrecían. Intentaremos en este escrito, trazar el recorrido de lo que podríamos denominar en términos de derroteros del intelectual colonial en un País del Tercer Mundo, en la medida en que comenzaremos nuestra exposición a través del bosquejo crítico del itinerario del grupo desde su conformación como tal, como asimismo a través de la centralidad que fueron cobrando ciertas figuras medulares del mismo en el campo intelectual y político de la Argentina de los años ´60 y ´70 (en los apartados “Contexto de 5

Nos referimos a José Aricó (1931-1991) y a Juan Carlos Portantiero (19342007), directores durante años de La Ciudad Futura. 11

surgimiento y formación del núcleo duro de La Ciudad Futura”, “Peronismo

e

izquierda

armada”,

“Intelectuales

y

lucha

revolucionaria: contrapuntos”, “Algunas notas sobre la experiencia de Pasado y Presente”, “Pasado y Presente y los virajes políticos”, “Pasado y Presente y el Ejército Guerrillero del Pueblo”, “La experiencia de las Cátedras ´Marxistas´”, “La universidad en los años ´60” y “Montoneros, FAP y las Cátedras Marxistas”). Producido el golpe de Estado de 1976 (“Dictadura: algunas notas sobre economía, cultura e intelectuales”) analizaremos su accionar en el exilio mexicano (“La experiencia del exilio: la revista Controversia. Para el análisis de la realidad argentina”, “El marxismo del grupo de Pasado y Presente agoniza” y “Palabras preliminares: el grupo de Pasado y Presente en los ´80”) y posteriormente, centraremos nuestro

interés

de

lleno

en

el

período

específico

que

seleccionamos para el análisis: las décadas de 1980 y 1990 a través de La Ciudad Futura, momento de materialización del proceso de colonización mental del grupo (“La Ciudad Futura. Revista de Cultura Socialista”, “Corpus y figuras recurrentes”, “Intelectuales del compromiso con la derrota”, “Nosotros los socialistas”, “Condena al intelectual del compromiso”, “El grupo Esmeralda”, “Nosotros de izquierda: debates, enemigos políticos y focos centrales de crítica”, “Disparen contra la izquierda”, “Transición democrática y fantasma del golpe de Estado”,

“La

Ciudad Futura frente a las leyes del perdón alfonsinista”, “Avances y retrocesos del alfonsinismo: políticas del olvido”, “Acerca de la Ley de “Autoamnistía (Ley Nº 22.924)”, “Los Decretos 157/83 y 158/83”, “El juicio a las Juntas Militares”, “Traiciones radicales I: Ley Nº 23.492 (Punto Final)”, “Traiciones radicales II: Ley Nº 23.521 (Obediencia

Debida)”,

“La

Ciudad

Futura

ante

las

leyes 12

alfonsinistas”, “Los “debates” hacia el seno de la revista”, “Alfonsinismo y modelo democrático: democracia y después”, “Los años de Menem”, “Variación I: revisión del peronismo histórico”, “Variación II: la cuestión económica”). Para quienes creemos que toda práctica cultural de revisión del pasado tiene como fin ejercer la memoria, actuarla y actualizarla como una forma de militancia tendiente a modificar un presente de injusticias, estas páginas, entonces, intentarán dar cuenta del recorrido por un proyecto que logró instalar un modelo de intelectual colonizado, posibilista, progresista en el discurso pero reaccionario en la práctica política, ferviente defensor de las “reformas estructurales“ que beneficiaron a las minorías, pero escéptico a todo lo que no era propuesto por el neoliberalismo y, que a pesar de estar siendo discutido en la actualidad, posee aún una fuerte carga de legitimidad en el imaginario social y en las distintas instituciones productoras y reproductoras de la cultura y que, creemos, debe ser combatido desde todos los frentes en la conformación de un intelectual identificado con los intereses de las mayorías populares, o tal como quería Gramsci, orgánico a las clases subalternas. Al presente, en el marco de las luchas de las Organizaciones Libres del Pueblo por volver a forjar un proyecto de liberación nacional, estas páginas intentarán ser, como muchas otras que se escriben hoy incesantemente, meramente un poco de tinta y papel al servicio de ese proyecto. Prevenidos ya, de aquello que había afirmado Bernardo Alberte y convencidos de que, esta vez, la victoria de una patria para todos será nuestra: “Un día vendrán los hombres sencillos de esta tierra, aquellos que fueron sus soldados, a preguntar qué hicieron cuando la Patria se

13

apagaba lentamente, qué hicieron cuando los pobres consumían sus vidas en el hambre y la de sus hijos en la enfermedad y la miseria, qué hicieron cuando los gringos vinieron a imponernos esa nueva forma de vida “occidental” donde todo lo corrompe y lo compra el dinero. Quizás para ese momento, la vergüenza que provoque el silencio como respuesta, no sea suficiente como castigo.”6

6

Palabras extraídas del volumen de Gurucharri, Eduardo. Un militar entre obreros y guerrilleros, Colihue, Buenos Aires, 2001, p. 243. 14

ALGUNAS NOTAS ACERCA DE LA RELACIÓN ENTRE INTELECTUALES Y POLÍTICA: AYER Y HOY “El intelectual revolucionario es aquel que no concibe el acceso a la cultura como un fin en sí mismo ni como atributo personal, sino como una ventaja que un régimen injusto pone al alcance de unos pocos, y sólo tiene justificación en cuanto parte de ese reconocimiento sea compartido por las masas y contribuya a que éstas enriquezcan su conciencia de la realidad. En cuanto pueda transformarse en acción revolucionaria.” John William Cooke “Aspiro a no ser más que un instrumento de una conciencia colectiva que se hace punta en la pluma del que escribe y que la transición se produzca espontáneamente, según me diluyo, al escribir, en la multitud. El escritor, como el poeta (…) no habla para el pueblo sino por el pueblo.” Arturo Jauretche7

Cualquier análisis de alguna problemática específica en torno al campo de la cultura8 y a la función de los intelectuales, debe contemplar el territorio y el contexto social material específico en el que dicha práctica cultural o rol intelectual se configuran, esto es, bajo qué modelo de relaciones sociales y en qué tipo de orden social se desarrollan. Con esto, no intentamos sostener esquemas mecánicos

reductivistas

del

tipo

base

determinante-

7

Jauretche, Arturo, Manual de zonceras argentinas, Corregidor, Buenos Aires, 2005, p. 19 8 Utilizamos el concepto de “cultura” desde la óptica del materialismo cultural, como campo estratégico en la lucha por ser un espacio articulador de los conflictos sociales entre clases, como el terreno de la hegemonía, que permite pensar el proceso de dominación social no como imposición desde un exterior y sin sujetos, sino como un proceso en el que una clase hegemoniza en la medida en que representa intereses que también reconocen de alguna manera como suyos las clases subalternas. Es decir, no existe una hegemonía fija e inmutable, sino que ella se hace y deshace, se rehace permanentemente en el proceso social total hecho no sólo de fuerza sino también de sentido, de apropiación del sentido por el poder, de seducción y de complicidad. Para un abordaje de la cultura nacional desde esta óptica ver, entre otros volúmenes de Juan José Hernández Arregui, ¿Qué es el ser nacional?, Hachea, Buenos Aires, 1963. 15

superestructura9 determinada pero, creemos que las relaciones productivas y de explotación de los sistemas de dominación actuales y sus dinámicas concretas, son factores decisivos en la configuración de las prácticas y de los perfiles intelectuales en determinado momento histórico. El capitalismo en particular no se define únicamente como un sistema de propiedad sostenido por medio de un aparato represivo, sino que además, está constituido por una multiplicidad de prácticas e instituciones que “circulan por la sangre” de los individuos a través de sus relaciones familiares, sociales, políticas, etc., reproduciendo las condiciones generales del sistema. En las sociedades capitalistas, toda clase gobernante consagra parte importante del excedente que obtiene como producto

de

la

explotación

de

la

producción

material,

al

establecimiento y mantenimiento del orden político y simbólico que le da sustento. El orden social y político que mantiene un mercado capitalista, como las luchas sociales y políticas que lo crearon, supone necesariamente un tipo de producción simbólica particular. Desde las escuelas, los periódicos, los medios masivos de comunicación, los intelectuales, etc., toda clase gobernante produce, por medios variables pero siempre de modo material, un orden político, cultural y social específico. Estas instituciones y sus 9

La esfera ideológico- cultural no es un “reflejo” de la estructura. Las “superestructuras” poseen un carácter social real y material. Así como las ideologías no son “ilusiones” sino que se desarrollan como una realidad activa y operante en los sujetos y en sus relaciones sociales. Inscribimos nuestra visión en la línea de formulaciones teóricas de pensadores tales como Antonio Gramsci, Raymond Williams, o en nuestro país, Juan José Hernández Arregui y Jorge Abelardo Ramos, quienes realizaron una enorme labor de revisión de los tipos de análisis que reducían el marxismo a un tipo específico de “economicismo histórico”. La realidad social, para estos autores, en su estructura productiva crea y recrea las ideologías en un proceso dinámico, contradictorio y complejo. 16

prácticas específicas no son de ninguna manera “ideales” sino que forman parte del proceso material total. En este espacio, entonces, se inscribe la lucha de los intelectuales, entendidos como los sujetos que sostienen el desarrollo del aparato productivo -organizando el funcionamiento de las fábricas, por ejemplo- y que son además, en sentido amplio, los mentores estratégicos de la estructuración política del sistema institucional. Además y en el sentido tradicional del término, son los productores de consenso, en tanto legitiman un orden simbólico, un cúmulo de prácticas y un conjunto de instituciones particulares que les sirven de apoyo, como por ejemplo, los medios de comunicación o el rol de difusión programática de los partidos políticos. De esta manera, para definir al intelectual y sus distintos tipos es necesario, ante todo, situarlo en la sociedad de la que forma parte para analizar su función específica en el campo particular de pertenencia -economía, derecho, letras, periodismo, etc.-, para qué proyecto trabaja, cómo se posiciona frente al poder o al régimen político imperante, entre otras cuestiones. Estas variables darán lugar a figuras disímiles, desde el dirigente político al técnico, pasando por toda la gama de aparatos ideológicos de Estado educación, medios de comunicación, prensa, ministerios, etc.-. En este sentido, es que creemos que es fundamental estudiar las vinculaciones entre el campo intelectual y el modelo neoliberal. Contrario a este punto de vista y estrechamente relacionado a los integrantes de La Ciudad Futura, podemos establecer que a lo largo de las décadas de 1980 y 1990 fue habitual en diversos espacios de debate académico e intelectual, plantear que la función intelectual era totalmente escindible de la política y de cualquier argumento en torno a los mecanismos de poder implicados en una sociedad. Esta 17

tesis daría auspicio a la supuesta independencia de “técnicos, periodistas e investigadores a-políticos” partícipes de cátedras universitarias, revistas, programas de televisión o cargos públicos. En este punto, es importante discutir la noción de “autonomía” que suele utilizarse para analizar las relaciones entre cultura y política sin siquiera el entrecomillado, del campo de la cultura en relación al campo de la política.10 Los significados y valores que emergen de grupos y clases sociales diferenciados, lo hacen sobre la base de condiciones y relaciones sociales históricamente dadas con determinados enemigos, disputas, conflictos, etc.-, a través de las cuales, los sujetos actúan y responden a sus condiciones de existencia. No existen dos esferas de la práctica social escindidas, sin implicancias y pujas de intereses mutuos sino que por el contrario, en sociedades periféricas como la argentina, los intereses políticos tienen la capacidad de incidir en el desarrollo y en la 10

Esta distinción metodológica del sociólogo francés Pierre Bordieu, establece una clara diferenciación entre ambos campos de la vida social como esferas individualizadas. Sintéticamente, el campo de la cultura comprendería la esfera de actuación de los artistas e intelectuales y el campo de la política, la esfera de las prácticas políticas en sentido estricto, especializado, de los partidos e instituciones específicas. Al margen de que Bordieu proporciona la noción de “autonomía relativa” para pensar las implicancias del campo de la política en relación al campo de la cultura, creemos que ésta resulta limitada para pensar los fenómenos culturales y el rol de los intelectuales en nuestro contexto latinoamericano, donde el concepto de “autonomía” parece quedar relegado en su uso a lo “europeo”, ante los altos niveles de dependencia económica y política de los grandes grupos de poder económico extranjero que operan estrechamente vinculados al sostenimiento de los principales resortes de las instituciones de la cultura. Por otro lado, si pensamos la noción misma de lo “cultural” como constitutivo de la materialidad de lo social y terreno de disputa por la fijación de determinado mundo de valores, la noción de “autonomía” se ve relativizada en el plano de lo real, como esfera autónoma y autosuficiente. Creemos, que en algunos casos, se ha hecho un uso ideológico -no meramente metodológico- de esta escisión de los campos, tendiente a hacer aparecer como “neutrales” o carentes de valor político definido intervenciones intelectuales y debates provenientes del campo de la cultura con un claro sentido político y una fuerte carga ideológica. Ver Bourdieu, Pierre, Campo del poder y campo intelectual, Buenos Aires, Folios, 1983. 18

modificación

de

los

espacios

culturales

en

la

tarea

de

afianzamiento, perpetuación o transformación del modelo social. Por eso, los ámbitos de formulación de la cultura de masas –TV, periódicos, revistas, etc.- son espacios de lucha política donde se disputan los significados sociales y el modelo social en su totalidad. Claro está que al pensar la lucha política o la lucha cultural, estamos pensando siempre, en el terreno concreto, en actores específicos y en los intereses materiales que éstas disputas encarnan.

Pensamos,

por

ejemplo,

en

las

dictaduras

latinoamericanas y cómo éstas han actuado como expresión de intereses definidos -piénsese en el golpe de Estado de 1976 en nuestro país, tanto en lo referente a los intereses externos norteamericanos en coalición con los intereses de grupos económicos locales- enarbolando las banderas de la lucha anticomunista, antiguerrillera para salvar la nación de la amenaza foránea -léase, el marxismo- y encaminarla hacia la tan mentada “paz social”. Esto es, es necesario analizar cómo determinados regímenes han tenido su correlato en los miles de muertos, en la implantación de modelos sociales altamente excluyentes y en la fijación de determinado modelo de cultura que debe examinarse entonces, en sus razones políticas y económicas concretas y no en términos de una supuesta “práctica cultural autónoma”, producto del lenguaje, del universo de lo simbólico, etc. El rol de las ideologías11 es central en los procesos de transformación

socioeconómica

y

en

la

formación

de

los

11

En su visión negativa, las ideologías operan de manera inconsciente como estructuras de significado y son parte constitutiva de la manera de ver, interpretar y actuar de los sujetos que producen y reproducen modelos de relaciones sociales de las que no pueden, en muchos casos, dar cuenta en el plano de lo consciente. En su visión positiva, las ideologías o lo “ideológico” 19

intelectuales. Debemos situarnos en este marco para estudiar la conformación de la intelectualidad de izquierda revolucionaria a fines de los años ´60 y principios de los ´70 en Argentina, como también, para razonar críticamente en torno al viraje hacia posiciones neoliberales en el campo de la política y de la economía de los intelectuales de La Ciudad Futura, autoproclamados de izquierda y que lograron mantener esta identidad en el campo intelectual argentino hasta la actualidad, reproduciendo el divorcio entre práctica intelectual y acción política real. Esta cuestión forma parte de la enorme victoria en todos los frentes de la contraofensiva neoliberal. Que figuras tales como, por ejemplo, Juan Carlos Portantiero o José Aricó se autoproclamen entrada la década del ´80 como pertenecientes a la izquierda intelectual y, lo que es realmente

preocupante,

sean

identificadas

en

los

circuitos

académicos y de producción intelectual como pertenecientes a esta tradición, conlleva a pensar el tamaño de la derrota ideológica instaurada tras la última dictadura militar y el peso de la hegemonía neoliberal vigente. Y no se trata aquí de sujetos cuyo pasado político obnubile el cambio radical de posición política posterior, esto es, por ejemplo, de figuras con escasa visibilización y repercusión en el campo intelectual de las décadas del ´80 y del ´90, que puedan quedar analogadas a sus posiciones políticas previas. Por el contrario, estos intelectuales fueron activos militantes de

posiciones

acatadoras

y

administradoras

del

orden

y

consiguieron máxima visibilidad en los circuitos académicos y de circulación intelectual hegemónicos, como veremos posteriormente

supone el posicionamiento político de los sujetos frente a los otros y al modelo social. 20

desde las páginas de La Ciudad Futura y desde otros ámbitos de circulación intelectual. Si observamos la inserción de su discurso durante los ´90, en muchos casos, advertimos que sostuvieron una posición que negaba en la práctica cualquier forma concreta de militancia partidaria crítica de la dependencia y si además, observamos la inserción

concreta

de

su

discurso

en

el

proceso

de

transformaciones neoliberales, su planteo alcanzó meramente la formulación de una vaga agenda progresista. Las posiciones que adoptaron algunos de estos intelectuales en este período, hubieran sido impensables décadas atrás en los ámbitos de la “nueva izquierda” a la que pertenecían. Creemos que la posibilidad de este viraje fue operable principalmente, por el quiebre cultural y social desarrollado inicialmente por el terrorismo de Estado desde 1976 y perpetuado durante los regímenes democráticos posteriores. Es claro que las condiciones de la intervención intelectual variaron después de la derrota política acontecida tras la dictadura de 1976. Esto es, creemos que no resulta suficiente el argumento de la “traición” sino que es preciso, examinar como factor determinante la mutación radical acontecida en nuestro país y en el mundo que repercutió en las posibilidades de intervención de los intelectuales respecto a la realidad circundante. A la inversa, vale la pena anotar las opiniones vertidas por estos intelectuales sobre la militancia política argentina de décadas anteriores. Estas prácticas, en muchos casos, fueron caratuladas como un resultante catastrófico de la política y la cultura nacional: serían intelectuales “canibalizados” por la política, en un campo intelectual que cedió sus preciados límites a la política. Beatriz Sarlo, colaboradora de La

21

Ciudad Futura, expondrá desde las páginas de la revista Punto de Vista: “(…) Los intelectuales que, al comienzo de los años sesenta, desarrollaron los temas de “nueva lectura del peronismo” estaban movilizados por la idea de que si la política de izquierda debía cambiar en Argentina, ese cambio se produciría por la relación entre nueva política y nuevos discursos. Esto quería decir que la dimensión propiamente intelectual de su actividad podía funcionalizarse a la dimensión propiamente política (…) “funcionalizar” supone una adecuación del discurso y la problemática; pero en esta adecuación estaba implícita la posibilidad de que el discurso de los intelectuales fuera canibalizado por el discurso político. Esta posibilidad fue la que, finalmente y ya avanzada la década del setenta, terminó realizándose. El discurso de los intelectuales pasó de ser diferente al de la política, aunque se emitiera en función política o para intervenir en su debate, a ser la duplicación, muchas veces degradada (porque violaba sus propias leyes) del discurso y la práctica política. De la etapa crítica (…) habíamos pasado al período del servilismo, sea cual fuere el amo (partido, líder carismático, representación de lo popular o lo obrero) que nos convertía en siervos.”12 Argumentos como los esgrimidos por Sarlo se sucederán recurrentemente a través de la pluma de varias figuras de La Ciudad Futura. Esto es, el diagnóstico no partirá del supuesto de que existió una atroz dictadura y un avance conservador a nivel mundial: en realidad, aquellos intelectuales que durante dos décadas estuvieron implicados en un proceso de cambio radical de la sociedad, que partía de un movimiento de masas que obviamente los excedía y del que comenzaron a formar parte activamente, se habrían equivocado en bloque, habrían sido súbditos sin capacidad crítica.

12

Sarlo, Beatriz, “Intelectuales: ¿escisión o mimesis?”, en Punto de Vista, Nº 25, Buenos Aires, diciembre de 1985, pp. 1-6.

22

Por otro lado, es interesante resaltar que las consecuencias de la gran debacle neoliberal no las vivió gran parte de esta intelectualidad beneficiada desde la ocupación de espacios institucionales o, al menos, con mayores posibilidades de marchar al exilio, sino la sociedad en bloque. De hecho y en relación a la construcción de cierto recorte de la historia reciente, clausurada la dictadura y abierto el proceso de apertura democrática, es lícito reflexionar en torno a cuáles fueron las causas que dieron lugar a cierta cristalización de presupuestos a través de la cual se suele analogar en el imaginario social de la clase media la figura del desaparecido a la del intelectual y no a la del obrero o trabajador en general, cuyo porcentaje sobrepasa abruptamente en los distintos ámbitos de militancia el número de desapariciones y muertes, teniendo en cuenta el gran desarrollo organizativo de los sectores trabajadores en este período.13 La herencia semántica de la Dictadura -que no fue “Proceso” ni “Dictadura militar” en términos de unas Fuerzas Armadas díscolas que tomaron el poder sin encarnar intereses

concretos

de

sectores

dominantes-,

cristalizó

profundamente en el imaginario social, a través de discursos y textos institucionales. Piénsese, en el tipo de historia que narran los textos escolares preparados por el Ministerio de Educación y en el tipo de interpretación que fija el Estado en la narración de la memoria colectiva. El recorte selectivo que se lleva a cabo en torno a la figura del “desaparecido” en el ámbito de la opinión pública, suele ser analogable a figuras tales como las de Haroldo Conti, Rodolfo Walsh y en menor medida, Francisco Urondo. Que se 13

Una fuente de datos acerca de los índices y las características de las desapariciones en nuestro país se encuentra en Verbitsky, H. Rodolfo Walsh y la prensa clandestina, Ediciones de la Urraca, Buenos Aires, 1985, p. 45.

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circunscriba al terreno específico de la producción cultural o de las figuras ligadas al campo intelectual y artístico, la inmensa lista de perseguidos, desaparecidos y muertos, cuando más del 50 % de las desapariciones en Argentina, entre 1976 y 1983, corresponden al movimiento obrero es bastante llamativo. Por supuesto, que en esta selección tendenciosa, la desaparición de figuras como los mencionados Walsh y Conti, se explica como consecuencia de su práctica artística específica y no de su militancia política concreta: Walsh fue orgánico a Montoneros y Conti al PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores). El vaciamiento de la materialidad de la memoria social fue una de las grandes victorias del terrorismo de Estado. En el arco de funciones de los intelectuales durante las décadas del ´60 y ´70 encontramos posiciones que van desde la criticidad -el intelectual como conciencia crítica de la sociedadhasta la radicalización política y la asunción de tareas y posiciones revolucionarias, que corre pareja a la cuestión de la organicidad sea a un partido o a un movimiento político específico. El sentido del rol que debía jugar el campo intelectual de estas décadas se debatía en gran medida entre esas dos posturas. Era impensable que los intelectuales se definan escindidos de algún tipo de responsabilidad respecto a la sociedad de la que formaban parte. Portavoces de los desposeídos, voz de los que no tenían voz, conciencias críticas de la sociedad: la criticidad o la organicidad no eran posturas que podían asumirse o no asumirse tal como resulta la vara de toque para las generaciones que nos incorporamos en la vida intelectual y política entrada la década del ´90, donde el intelectual orgánico o crítico de la dependencia y de las medidas del gran capital suele ser tildado con el mote de “arcaico” o “setentista”. Intervenir en los 24

debates políticos o en la cosa pública suele estar matizado con signos peyorativos, en la medida en que esa sería una tarea de “políticos” en sentido estricto, de profesionales de la actividad. Lo que se llamó “radicalización”14 entrada la década de 1970 y que supuso el pasaje a la “acción concreta” de múltiples intelectuales, se tradujo las más de las veces, en organicidad y especialización de tareas y en otras, en abandono de la tarea intelectual específica para pasar a contribuir en otras labores inmediatas para la coyuntura política, fue para los intelectuales de La Ciudad Futura una forma de abandono del ideal crítico. A modo ilustrativo, en el Nº 35 (verano 1992-1993) la revista organiza una mesa redonda centrada en el debate sobre los años ´70, donde participan hijos de militantes de aquel período. Ilustrativas de las opiniones vertidas frente a una suerte de pregunta disparadora de la revista (“Ustedes sufrieron las consecuencias de una actividad que desarrollaron sus padres en la década del 60. Estas fueron duras: el exilio, la muerte de algunos, las idas y vueltas, la cárcel, la separación con sus padres. A partir de esto ¿qué opinión tienen del compromiso que ellos asumieron?”), respecto al nuevo paradigma de compromiso intelectual, son las palabras de uno de los

Este concepto, muy utilizado para caracterizar las transformaciones acaecidas en la intelectualidad del período, merece una aclaración por su parcialidad. Podríamos preguntarnos de qué se trataba la cuestión de “ser radical” en un país que experimentó una dictadura -con breves intervalosdesde 1955 hasta 1983. ¿Se trataba de resistir a las proscripciones, a los fusilamientos de José León Suárez, al Decreto Nº 4161? ¿O acaso al cierre de partidos y sindicatos, al plan Conintes, a la Doctrina de Seguridad Nacional, al Plan Cóndor? ¿Radicales no fueron acaso la UCR y el PS que apoyaron el golpe de 1955 y los bombardeos? ¿La represión del Conintes? ¿El plan de Martínez de Hoz, las privatizadas y su aparato represivo policial? En Argentina todo preso por robar por hambre o marginalidad es preso “político” y “radicales” son los liberales que matan de hambre y reprimen, no únicamente los guerrilleros.

14

25

partícipes, Pablo Semán, una de las nuevas figuras jóvenes que se incorporan a la revista en los ´90: “(…) Entre los que estamos hoy acá, hay una vocación de

intervención pública que entre la academia y la política recoge una parte de lo que produjo esa generación. Sobre todo en los setentas, años en los cuales las fronteras entre estos dos ámbitos eran borrosas, y permitían cierta polifuncionalidad. Y digo una parte, porque hacia los setenta la academia se desdibujó en beneficio de El Partido (el de cada uno) y El Partido en beneficio de la Organización. (…) Entre estos dos momentos las pasiones cambiaron de cualidad, y yo prefiero la primera parte. Si se plantea que el primer momento lleva inexorablemente al segundo yo digo que no.”15 Esta suerte de negación de la intervención política de los intelectuales que refrendan también, las palabras de Sarlo citadas previamente, será una nota distintiva de la revista, encarnada en figuras de la generación del ´70 y en las nuevas generaciones que participan en el proyecto editorial. La reivindicación de la vocación intervencionista en los límites de lo académico, esto es, de la institución de formación y reproducción del saber (la universidad, en este caso) como “isla” desgajada de las necesidades de las mayoría sociales se consolidó como un modelo que pervive al día de hoy. Ahora bien, en una coyuntura donde la tarea política concreta e inmediata se tornaba imperativa, como se torna también en la actualidad, lo era y lo es para todos los sujetos implicados en un movimiento de cambio, sin distinción de roles sociales específicos. La radicalización de los intelectuales se inscribió, además, en la 15

“Hijos de los Setentas”, La Ciudad Futura, Nº 35 (verano 1992-1993). Mesa redonda coordinada por Lucrecia Teixidó y Sergio Bufano. Participan de la misma, Julián Gadano, Marcelo Leirás, Ernesto y Pablo Semán y Karina Terán. Los hermanos Semán serán parte de las nuevas generaciones intelectuales de la revista en los ´90. pp. 8-10. 26

crisis generalizada de los valores y de las instituciones tradicionales de la política: de la democracia parlamentaria, de los partidos políticos y de los criterios clásicos de la “representación” política en un país donde a partir de 1930, los golpes de Estado y la violencia militar marcarían los ritmos políticos de la vida nacional. La creencia generalizada en este período, y sobre todo tras el derrocamiento de Juan Domingo Perón en el año 1955, de que en una democracia de proscripciones la única forma de hacer política era la que daban las propias estructuras -a la violencia estatal se responde con violencia popular- se dio fundamentalmente porque no se podía ejercer la democracia parlamentaria. Esto es, la radicalización de los intelectuales como asimismo la radicalización de vastas franjas de sectores populares fue producto de la violencia de los sectores reaccionarios. Es ilustrativo pensar que entre 1945- 1955 no existió ninguna organización armada, exceptuando la vinculación de, por ejemplo, el PS y la UCR a acciones terroristas desplegadas conjuntamente con sectores de la oligarquía local. Creemos que es fundamental señalar aquí esta cuestión, en la medida en que la historiografía acerca del proceso de radicalización del campo intelectual del período suele marcar como eje fundante y causal de la misma la influencia que tuvo en Argentina el fenómeno de la Revolución Cubana. Ésta tuvo un influjo importante en la izquierda y en los sectores juveniles universitarios más que en el peronismo y fue central en la formulación de propuestas revolucionarias en personajes de cuño peronista tales como John William Cooke pero, lo que resultó la piedra de toque de la crítica radical al sistema político y al modelo social vigente fue la proscripción del mayor partido de masas de la historia argentina, el peronismo, y la violencia ejercida a través del bombardeo a la Plaza 27

en 1955, las persecuciones y las muertes de militantes populares. Incluso, algunas acciones armadas del período de la Resistencia son previas a la experiencia cubana. Los sectores populares sí creían en el mecanismo electoral y las cifras electorales sin proscripciones del período lo confirman. Fueron los sectores que impusieron la proscripción los que no creían en el valor del voto y de la democracia parlamentaria. La radicalización no estaba en la cabeza de los intelectuales meramente por la influencia de revoluciones en otras latitudes sino, que fue un proceso de mutación social al que llevó la práctica misma de la dinámica política nacional. Entonces, que el modelo de intelectual propiciado por el colectivo nucleado en torno a La Ciudad Futura haya podido instaurarse tan poderosamente en el imaginario social y en las diversas instituciones y usinas ideológicas como paradigma de accionar legítimo, se vincula al mencionado contexto experimentado en nuestro país y en el mundo. Tiene su correlato nacional en términos políticos, económicos, sociales y culturales específicos tras el golpe de Estado de 1976 que instaura un modelo de dominación que hace trizas el antiguo modelo caracterizado por su estructuración en torno a un país con una industria nacional mercado internista, con un Estado de bienestar regulador con competencias amplias y por una economía de pleno empleo con salarios altos producto de la acción y la organización del movimiento obrero en sindicatos, como asimismo respecto a los proyectos de cambio radical de la sociedad propiciados por las organizaciones revolucionarias peronistas y no peronistas.

28

CONTEXTO DE SURGIMIENTO Y FORMACIÓN DEL NÚCLEO DURO DE LA CIUDAD FUTURA “Volver a la realidad es el imperativo inexcusable. Para ello es preciso exigirse una virginidad mental a toda costa y una resolución inquebrantable de querer saber exactamente cómo somos. Bajo espejismos tentadores y frases que acarician nuestra vanidad para adormecernos, se oculta la penosa realidad americana. Ella es a veces dolorosa, pero es el único cimiento incorruptible en que pueden fundarse pensamientos sólidos y esperanzas capaces de resistir a las más enervantes tentaciones.” Raúl Scalabrini Ortiz16 “No luchamos contra un gobierno determinado, sino contra todos los que hacen posible la esclavitud de la patria y del pueblo argentino. Nuestros objetivos son, pues, la liberación del país entregado al neocolonialismo desde 1955, y la soberanía popular usurpada por los que han ocupado el poder desde esa fecha. Con ese concepto y con esa finalidad, cada peronista ha de ser un combatiente en la forma en que cada uno sea capaz de luchar y ser provechoso.” Juan Domingo Perón17 Los años ´60 y ´70 en Argentina fueron escenario de las más grandes luchas populares de nuestra historia nacional, enmarcadas en un contexto más amplio de grandes transformaciones a nivel internacional y de las experiencias de revoluciones triunfantes en la Unión Soviética, China, África, Indochina y con mayor repercusión en nuestro país, por su cercanía geográfica, cultural e idiomática, el fenómeno de la Revolución Cubana. En la Iglesia europea surgieron las figuras de Juan XXIII y luego de Pablo VI, que oficiaron como marco para la aparición, primero en Brasil, de Helder Cámara y posteriormente en la Argentina, del Movimiento de los Curas del

16

Scalabrini Ortiz, Raúl. Política Británica en el Río de La Plata, Plus Ultra, Buenos Aires, 2001, p. 7. 17 Perón, Juan Domingo. “Mensaje a la juventud reunida en el Congreso de la Federación Nacional de Estudiantes en Rosario”, Mayo de 1971.

29

Tercer Mundo. La experiencia del auge de masas que significó el peronismo a mediados de la década del ´40 y su proscripción tras el ´55 que se extendió por casi dos décadas, hizo eclosión hacia los años ´60 y se desarrolló hasta bien entrada la década del ´70 en el período

denominado

“Resistencia

Peronista”

o

“Peronismo

Combativo.”18 La organización obrera en sindicatos y el desarrollo de los distintos frentes del movimiento peronista mayoritario en la Argentina, así como otros sectores de la nueva izquierda nucleados en partidos y agrupaciones diversas, tuvieron un protagonismo inédito en la historia de las luchas de clases en nuestro país. Las reivindicaciones de los distintos sectores en lucha por la vuelta de Perón al poder y por la instauración de elecciones sin proscripción marcaron a fuego estos años, como asimismo, aunque en menor nivel, las luchas antisistema de organizaciones no peronistas como el PRT. El ataque radical a la cultura del capitalismo hegemónico en Estados

Unidos

y

Europa

transplantado

a

las

naciones

tercermundistas latinoamericanas, se expresó en términos de un nacionalismo revolucionario imbuido por herramientas de un tipo de marxismo apartado ya de la tutela soviética y resignificado tanto, a 18

En La resistencia peronista. La toma del frigorífico Lisandro de la Torre, Altamira, Buenos Aires, 2006, pp.14-15, Ernesto Salas circunscribe la Resistencia al período 1955-1960, esto es, entre la caída del peronismo y el último intento de golpe militar peronista encabezado por el general Iñiguez. Anota, además, que hacia fines de los ´60 las corrientes peronistas denominaron Resistencia a todos los hechos ocurridos durante los dieciocho años que mediaron entre la caída y el retorno de Perón a la Argentina. Por su parte, José Amorín en Montoneros: la buena historia, Catálogos, Buenos Aires, 2006, pp. 336-337, denomina Peronismo Combativo al período que se extiende entre 1955 y la muerte de Perón. Éste estaría dividido en tres etapas: Peronismo de la Resistencia (como en Salas, hasta 1960), Peronismo Revolucionario (hasta la creación de la CGTA) y Tendencia Revolucionaria del Peronismo. La segunda acepción anotada por Salas o el concepto global de Peronismo Combativo utilizaremos nosotros para referirnos a este período. 30

la luz de las luchas de descolonización a lo largo del mundo, como sobre todo, a través de la experiencia de las luchas nacionales específicas. El clima de radicalización ideológica antiimperialista hizo eclosión en Latinoamérica y en las diversas naciones oprimidas por el imperialismo norteamericano y exigió un compromiso activo de los intelectuales en las batallas de liberación nacional. El período que podríamos circunscribir entre el golpe de Estado de 1955, el onganiato de 196619 y el retorno del general Juan Domingo Perón en el año 1973, se caracteriza en líneas generales, por un panorama de grandes acciones y movilización de las masas populares encolumnadas detrás de las banderas del peronismo y de los sectores obreros radicalizados anclados en otras corrientes ideológicas -pensemos, por ejemplo, en el Cordobazo, la primer gran movilización popular que no se define estrictamente en términos peronistas, aunque incluye a múltiples figuras de extracción peronista-, y por el surgimiento, crecimiento y especialización de las organizaciones armadas y de la guerrilla urbana iniciada en la etapa inaugurada tras el golpe del año 1955 en la Resistencia Peronista. Son los años del nacimiento de la “nueva izquierda”, como desgajamiento de los partidos de la izquierda tradicional y como parte de la reformulación de algunos planteos de corrientes internas del Peronismo, que promueven importantes modificaciones tanto en el campo político como en el campo cultural. Múltiples intelectuales de izquierda se distanciaron 19

Tras el golpe de Estado de 1955 se producen marcadas transformaciones ideológicas, políticas y culturales en Argentina con un peso decisivo de la fracción de izquierda y peronista revolucionaria. El golpe militar de 1966 con Perón proscrito produce una enorme aceleración de las condiciones sociomateriales y políticas que conllevan a la radicalización de la intelectualidad, de grandes sectores de la clase media y del sector obrero organizado. 31

o fueron expulsados de la organización política que por aquellos años hegemonizaba la organicidad de este bloque, el Partido Comunista Argentino20, y comenzaron un complejo proceso de, lo que podríamos denominar, “nacionalización” a la luz de una reinterpretación del fenómeno peronista que había producido cambios medulares en la redistribución del ingreso a favor de las masas trabajadoras y había llevado adelante las principales medidas antiimperialistas en la historia de nuestro país nacionalizaciones de ferrocarriles y bancos, por ejemplo-, que en la mirada de los intelectuales, virará desde la usual conceptualización en términos de “fascismo”, a ser considerado un movimiento de masas con ribetes antiimperialistas.

20

El PCA surge en el año 1918 como escisión del PS. Hacia 1964, son expulsados del Partido Comunista Andrés Rivera, Juan Gelman, José Aricó y Juan Carlos Portantiero, entre otros intelectuales que pronto comenzarán a cobrar importancia en nuestro país. El Congreso del PCUS realizado en 1956, a tres años de la muerte de Stalin, había aportado una fachada de desestalinización que se vio prontamente desmentida tras la invasión a Hungría y a Checoslovaquia, con los tanques reprimiendo la primavera de Praga en agosto de 1968. La ruptura de varios intelectuales con el PCA será considerada con mayor amplitud en otro apartado, ya que creemos responde a un clima de época que se venía gestando en el período -repercusión en los intelectuales de acontecimientos diversos tales como, el caso Padilla en Cuba y su posterior retractación pública en 1971, que ponen en cuestión el lugar del intelectual en las revoluciones triunfantes -la Unión Soviética, Cuba y China- entre otras cuestiones. Previamente, se habían ido del partido figuras tales como Rodolfo Puiggrós o Juan José Real. Para más datos ver Ramos, Jorge Abelardo. El Partido Comunista en la política argentina. Su historia y su crítica, Coyoacan, Buenos Aires, 1962. 32

PERONISMO E IZQUIERDA ARMADA21 “Somos socialistas revolucionarios en tanto somos argentinos y latinoamericanos del siglo XX, que es el siglo de la irrupción de las masas en la creación de sus propios destinos. Esta afirmación de lo nacional no entraña contradicción alguna con las ideas generales del marxismo, sino que constituye su ratificación más diáfana, porque el socialismo no germina ni puede triunfar sino en las condiciones específicas heredadas del pasado. La correlación de las tareas socialistas con las tareas democráticas en el proceso revolucionario sólo podrá ser fijada por la lucha misma, por el desarrollo económico del país y por la madurez política de las masas.” Jorge Abelardo Ramos22 En estos años se consolidaron las principales corrientes del sindicalismo combativo y clasista, desde el sindicalismo marxista independiente y antiimperialista liderado por Agustín Tosco, hasta las corrientes de la CGT peronistas-clasistas y de extracción cristiana (Ongaro) que encumbraron las banderas de la liberación nacional. Además, del interior del peronismo combativo surgieron nuevas organizaciones revolucionarias que tuvieron primacía entrada la década del ´70. En este período, el peronismo continúo mostrándose incapaz de retomar al poder por la vía insurreccional y las posibilidades de jugar en el plano electoral le fueron negadas por la proscripción de partidos o candidaturas ligadas al peronismo. El fallido acto electoral del año 1962 fue tomado por sectores del peronismo, como una fecha bisagra en su relación con el líder en el exilio.23 Ante la imposibilidad del regreso de Perón, grupos de 21

Realizamos un breve repaso del surgimiento de las organizaciones armadas funcional al tema de nuestro escrito. Para ampliación ver Gillespie, Richard, Soldados de Perón, Grijalbo, Buenos Aires, 1987. 22 “Las izquierdas en el proceso político argentino.” Respuestas a un cuestionario de Carlos Strasser, 1959. En http://www.marxists.org/espanol/ramos/1950s/1959.htm. 23 El 18 de marzo se realizaron elecciones en la provincia de Buenos Aires y en 17 distritos electorales, incluida la Capital Federal. Framini, candidato peronista, salió electo gobernador. Los militares en alianza con Frondizi, 33

sindicalistas ligados a Vandor, consideraron que había llegado el momento de desarrollar una experiencia política alternativa y en el marco del Congreso de Avellaneda del año 1963, Vandor expuso públicamente la famosa frase “hay que estar contra Perón para salvar a Perón.” El dirigente sindical consideraba que había llegado el momento de hacer del Justicialismo un partido con base primordialmente sindical, al estilo de los partidos laboristas europeos. Ante las elecciones del año 1963, el Consejo Coordinador y Asesor del Peronismo había decidido votar en blanco, postura que alcanzó el 17 % de los votos y no tuvo un número mayor por la decisión de algunos sectores peronistas de participar en listas provinciales. La estrategia del voto blanquismo no adquirió el resultado esperado por Perón, que en este cuadro, movería el péndulo hacia la izquierda y daría oxígeno a las corrientes combativas del movimiento. En este contexto, designó a Héctor

Villalón como su delegado personal,

quien intentó

reorganizar al Peronismo bajo la hegemonía de los sectores combativos del movimiento caracterizados por su oposición a Vandor.24 anularon las elecciones. El peronismo a seis años de su proscripción seguía mostrando la adhesión electoral de la clase obrera y la voluntad de las mayorías a gobernarse. La vía electoral no se transformaba en victoria política. He aquí un caso concreto que alimenta nuestra hipótesis acerca de la radicalización política de las masas y de sus intelectuales frente a la violación de los derechos ciudadanos, la proscripción y la violencia política ejercida por los sectores dominantes en este período. Para ampliación de acontecimientos ver Horowicz, Alejandro. Los cuatro peronismos, Edhasa, Buenos Aires, 2005. pp. 181-219. 24 Gustavo Rearte en el año 1963, fundaría el Movimiento Revolucionario peronista (MRP), se reorganizaría la Juventud Peronista, bajo la égida de “Cacho” El Kadri, aparecerían los primeros intentos de creación de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP). Para ampliación ver: Duhalde, Eduardo L. y Pérez, Eduardo M. De Taco Ralo a la alternativa independiente. Historia de las Fuerzas Armadas Peronistas y del Peronismo de Base, De La Campana, La Plata, 2003. 34

Hacia fines de la década del ´60 surgieron además, las principales organizaciones revolucionarias armadas que tuvieron, entrada la década del ´70, un papel fundamental en la organización de los diversos sectores en lucha. Entre sus antecedentes se encuentra la breve experiencia del EGP (Ejército Guerrillero del Pueblo) que interesará aquí por sus vínculos con algunos intelectuales de La Ciudad Futura, y el ELN (Ejército de Liberación Nacional) que dio lugar más tarde a las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias). Surgió posteriormente el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) brazo armado del PRT y el crecimiento y centralidad de la organización Montoneros, tras el asesinato de Aramburu (mayo de 1970, a un año del Cordobazo). A partir de la creación de la CGTA se inició la etapa de formación de la Tendencia, que contendrá en su seno a las corrientes del Peronismo Revolucionario, más la participación masiva de la juventud, proveniente de varias corrientes ideológicas, no sólo peronistas. Varias de estas organizaciones hacia 1973 se fusionaron bajo la hegemonía de Montoneros, organización con mayor capacidad de movilización e influencia en los distintos ámbitos sociales desde la formación de la estructura de Regionales -movimiento obrero, villeros y organizaciones barriales, universidades, escuelas secundarias, etc.-. En

este

período

de

eclosión

política

comenzaron

a

diferenciarse dos tendencias bien marcadas dentro del movimiento revolucionario argentino: por un lado, una más minoritaria compuesta por los sectores sindicales liderados por Tosco25 que pensaban en un proceso radical de transformación a través del 25

Vale aclarar que Tosco era una figura de gran prestigio y autoridad moral, al margen de que muchos de estos sectores no obedecían su liderazgo. 35

movimiento obrero y popular sobre pilares tales como la democracia sindical y la autonomía obrera. Por otro lado, sectores más vastos ligados al Peronismo que tuvieron como objetivo a corto plazo la vuelta de Perón a la Argentina por la vía electoral y posteriormente la agudización de la guerra popular prolongada (esta última, con Perón en el país, tendrá como vanguardia a Montoneros). Gráficamente,

podemos

circunscribir

la

Tendencia

Revolucionaria a través de distintas organizaciones26, tales como: 1- En el plano sindical: sindicatos y agrupaciones de la CGTA y línea combativa de las 62 Organizaciones; 2- En el plano institucional: Curas del Tercer Mundo; 3- En el plano político: Bloque Peronista de la CGTA, núcleo del MRP, OP 17, etc.; 4- En el plano político militar: FAP, Montoneros, Comandos Autónomos.

26

“Desde la cárcel, firmes en la lucha. Documento de cuatro militantes del MNR Tacuara, detenidos desde 1964”. Publicado en Cristianismo y Revolución. Nº 28, Abril de 1971 y reproducido por Baschetti, Roberto (comp.). Documentos I. 1970-1973. De la guerrilla peronista al gobierno popular, de la campana, La Plata, 2004. pp. 303-308. 36

INTELECTUALES Y LUCHA REVOLUCIONARIA: CONTRAPUNTOS “Una de las condiciones para que la clase obrera asuma la conducción del proceso nacional, para que tome el poder, es el rechazo de las formas ideológicas que corresponden a la organización económica-social vigente y la creación de una visión de mundo propia: eso es la teoría revolucionaria. Lo que la masa trabajadora necesita no es que la halaguen, que le dediquen loas enternecedoras, que le digan que tiene razón, sino que sus direcciones políticas les vayan explicando cómo tiene que tener razón, que vayan ayudándola en el esfuerzo por conocer el mundo a través de sus propios valores y no sus valores ajenos. En el régimen capitalista lo material, la posesión de la riqueza, condiciona lo espiritual y cultural. La cultura popular será imposible mientras impera el capitalismo; y la teoría revolucionaria es una creación en que se funden los esfuerzos de los intelectuales revolucionarios y los sacrificios y penurias de las masas trabajadoras.” John William Cooke27 "Todo nuestro problema consiste en empezar a ver las cosas desde la perspectiva de nuestra realidad." Arturo Jauretche28 También el ámbito universitario29 fue escenario de las luchas por la liberación nacional a nivel docente y a nivel estudiantil a través del desarrollo y crecimiento masivo de las organizaciones estudiantiles. Se crearon espacios académicos como las Cátedras Nacionales, con un perfil marxista nacional jauretcheano o cookista y las Cátedras Marxistas, con un sesgo más estructuralista 27

Cooke, John William, “Universidad y país” en Baschetti Roberto (Compilador). Documentos de la Resistencia Peronista 1955-1970, Puntosur, Buenos Aires, 1988, p. 172. 28 Jauretche, Arturo, Los Profetas del Odio, Peña Lillo Editor, Buenos Aires, 1982, p. 43. 29 Para la ampliación de este tema ver Recalde, Aritz y Recalde, Iciar. Universidad y Liberación Nacional. Un estudio de la Universidad durante las tres gestiones peronistas: 1946-1652; 1952-1955; 1973-1975, Nuevos Tiempos, Buenos Aires, 2007. 37

althusseriano. En éstas últimas participó una de las figuras que tendrá protagonismo pasados los años, junto con José Aricó, en las páginas de La Ciudad Futura y en proyectos ideológicos afines, Juan Carlos Portantiero, paradigma del viraje del intelectual revolucionario hacia posiciones socialdemócratas.30 En este proceso de radicalización y profundización de las demandas

de

transformación

social,

los

intelectuales

se

posicionaron activamente en la lucha revolucionaria desde su condición específica en la división social del trabajo como pensadores o trabajadores de la cultura, o haciéndola a un lado para pasar a la acción directa en las acciones guerrilleras. La dicotomía pensamiento-acción estuvo sujeta a múltiples debates que no interesarán específicamente en este apartado. Importa sí, intentar situarnos en aquel clima de efervescencia política en el que los intelectuales cuestionaron su papel tradicional en la sociedad para posicionarse críticamente frente a la misma, para poder examinar críticamente el rol de muchos de ellos en el contexto de los años ´80 y ´90. Ilustrativas de la puesta en cuestión de su rol tradicional frente a la sociedad y su consecuente reformulación, resultan las palabras del escritor Oscar Collazos reproducidas en la revista Crisis en el año 1973. Ante su condición de escritor se pregunta: “¿Qué significa el Marqués de Sade para el obrero, estudiante, o sargento brasileño torturado? ¿Qué quiere decir ´estructuralismo´ para el muchacho masacrado en Caracas, encarcelado en Montevideo, fetichizado por la negritud en Port-au-Prince?

30

Trataremos la experiencia de las Cátedras Marxistas en otro apartado. 38

¿Qué es el “monólogo interior” para el condenado a veinte años a prisión, acusado de subversión y complot contra las “instituciones” legales? ¿Qué querían decir Bataille, Levi- Strauss, Tel Quel o la New York Review of Books para los quince estudiantes asesinados recientemente en la ciudad de Cali, Colombia?”31 La cuestión del compromiso del intelectual, los debates en torno a su posicionamiento y el reclamo por asumir la prioridad revolucionaria en las luchas de liberación en nuestro país se constituyeron en agenda de discusión del período. El qué hacer frente a la densidad de lo real que planteó Collazos en el párrafo trascripto grafica cabalmente el posicionamiento del intelectual comprometido latinoamericano. Citamos, por último, un fragmento de un extenso debate alrededor de esta cuestión publicado en la revista Nuevos Aires32, en el cual Ricardo Piglia expresa una postura compartida por muchos intelectuales en el período: “Me parece buena la diferencia entre cuerpo y conciencia, lo que digo, es que la única manera de resolver esa contradicción, es 31

Revista Crisis, Buenos Aires, Nº 5 septiembre de 1973, p. 23. Collazos (Bahía Solano, 1942), escritor e intelectual vinculado a la militancia revolucionaria, vivió a principios de la década del ´70 en Cuba, donde dirigió el Centro de Investigaciones Literarias de Casa de las Américas. Puede verse la interesante polémica que entabló en este período con el escritor argentino Julio Cortázar en torno a la función del intelectual en naciones del Tercer Mundo en la revista Nuevos Aires, Nº 1 (junio, julio, agosto de 1970) y Nº 2 (septiembre, octubre, noviembre de 1970). 32 La trascripción del debate titulado “Intelectuales y revolución: ¿conciencia crítica o conciencia culpable?” ocupa todo el Nº 6 de la revista, de enerofebrero de 1972. Participaron en el mismo, además de Ricardo Piglia, Noé Jitrik y Marcos Kaplan, entre otros. En el debate, la revista participa como “Nuevos Aires”. Sus directores en ese momento eran Vicente Battista y Gerardo M. Goloboff. Vale aclarar que la posición de Piglia aparece en el debate bastante aislada frente a actitudes más livianas y hasta reacias del resto de los participantes; interesa esta salvedad para matizar la cuestión de la militancia activa de los intelectuales en torno a cuánto tuvo de proyecto fundado para algunos y cuánto de clima de época para otros, sobre todas las cosas, para entender el viraje de los intelectuales de La Ciudad Futura. La cita de Piglia corresponde a las pp. 59, 61 y 63. 39

ligarse a las organizaciones revolucionarias. (…) La única manera de romper con eso que vos llamás el cuerpo de derecha, la única manera de romper con la ideología de la separación es ligarse al movimiento político revolucionario. (…) Yo te digo que Rodolfo Walsh trabajando en la CGTA, es un ejemplo de un intelectual que se liga al movimiento político. O David Viñas es otro intelectual con un trabajo político. Y, me parece que son dos de los intelectuales que más están haciendo por la cultura argentina en estos momentos.” Figuras tales como los referidos Walsh y Viñas, Haroldo Conti, Silvio Frondizi, John William Cooke, Juan José Hernández Arregui, Jorge Abelardo Ramos, Roberto Carri, Diana Guerrero, Norberto Habegger, Rodolfo Ortega Peña, Carlos Mugica, Miguel Ángel Bustos, Dardo S. Dorronzoro, Alicia Eguren, Claudio Ferraris, Héctor G. Oesterheld, Roberto Santoro, Francisco Urondo, entre muchos otros, fueron el paradigma del intelectual comprometido con el proyecto de liberación nacional. Tal como afirmaba Piglia en la cita precedente, la organicidad, en términos de enlace con las organizaciones políticas, sería el modo concreto en que el intelectual participaría de las luchas nacionales de liberación en una coyuntura donde la cuestión de la “autonomía”, aunque presente en las contradicciones propias del intelectual, no tendría el rasgo positivo que adquirió en gran parte del campo intelectual en las décadas del ´80 y del ´90. Ahora bien, la elección de las palabras de Piglia no es meramente anecdótica. En el Nº 29 de La Ciudad Futura de junio-septiembre de 1991, se publicó una extensa reseña de un trabajo de Piglia, donde se desplegó

una

fuerte

crítica

al

modelo

del

intelectual

del

compromiso. Citamos:

40

“(…) El libro es un recorrido de las posiciones teóricas y políticas del autor sobre literatura nacional, sin dejar de lado reflexiones sobre la historia, la política y los intelectuales. (…) La relación entre las posiciones políticas, las condiciones sociales y la literatura preanuncian los tramos más problemáticos del libro. (…) Piglia se introduce en el análisis de la literatura a partir, fundamentalmente, del papel del intelectual en la sociedad, más específicamente en su transformación (…) y de forma menos elíptica, contra aquellos, “que se han vuelto sensatos y conformistas” y “corren el riesgo de convertirse en funcionarios del sentido común”.(…) En otro tramo del libro, Ricardo Piglia afirma que “cuando digo utopía pienso en la revolución…¿o vamos a entender ahora la política como la renovación parcial de las cámaras legislativas? En este país hay que hacer la revolución. Sobre esta base se puede empezar a hablar de política”. Si en un primer momento la literatura adquiere sentido sólo ligada a una forma de experiencia social, ahora la única actividad social rescatable es el acto de la revolución. (…)”33 Más adelante, Ernesto Semán (hermano de aquel que señalábamos en páginas previas como parte de la nueva generación de “desencantados” intelectuales jóvenes vinculados a la revista) señala los “excesos” de Piglia en contrapunto con el accionar de los intelectuales de La Ciudad Futura, vinculados con el alfonsinismo: “(…) Adjudicarle a la tarea intelectual del escritor esa carga de “acto total” que significa “hacer la revolución” parece un exceso. Más bien, atendiendo al momento en que se producían estas declaraciones -entre 1984 y 1987- y aprovechando la efusividad que permite el reportaje, las opiniones políticas de Piglia parecen marcadas por el desencanto frente a una democracia que no era todo lo mágico que muchos esperaban, que presentó problemas cuya solución no requería solamente de creatividad sino de una acción concreta en esta política para su superación, y que llevó el esfuerzo de muchos intelectuales y hombres de la cultura que, sin renunciar a horizonte alguno, comprometieron y comprometen su 33

“El lugar del intelectual” (Sección “Libros”), La Ciudad Futura, Nº 29, junioseptiembre de 1991, p. 22. La reseña está firmada por Ernesto Semán y corresponde al trabajo Crítica y Ficción (1990) de Ricardo Piglia. 41

acción más allá de su actividad intelectual, en la búsqueda tortuosa y a veces nada grata de esa política que el autor espera.”34 La cita es bastante gráfica de la posición de la revista respecto a la tarea intelectual. Por otro lado, resulta interesante notar que los interlocutores de la crítica de Piglia respecto a la sensatez y el conformismo que se reproduce en la reseña son, visto a la distancia y por su visibilidad en el campo intelectual de los ´80, los intelectuales de La Ciudad Futura, que responden y legitiman su accionar como “intelectuales y hombres de la cultura” frente a quien sería una figura intelectual anacrónica que aún osaba pronunciar la palabra “revolución” en el contexto de la transición democrática, desconociendo el fin de la lucha de clases y la consumación de todas las luchas que no se ciñeran a los dictados del consenso alfonsinista.

34

Ibíd., p. 22.

42

ALGUNAS NOTAS SOBRE LA EXPERIENCIA DE PASADO Y PRESENTE “Pasado y Presente, en cuanto aspira a convertirse en una expresión de la izquierda real argentina, parte de la aceptación del marxismo como la filosofía del mundo actual y asume los deberes que esa aceptación le plantea. Será por ello una revista “comprometida” con todas las fuerzas que hoy se proponen la transformación revolucionaria de nuestra realidad. Comprometida con todo el esfuerzo liberador del hombre. Será por ello una revista “política” en el más amplio y elevado sentido de la palabra.” (José Aricó, “Pasado y Presente”, Pasado y Presente, Nº 1, Córdoba, abril-junio de 1963) “El verdadero intelectual de izquierda es revolucionario no en las frases sino en los hechos, no sólo en los libros, sino combatiendo junto al pueblo y contra las falsas valoraciones culturales de la clase dominante. Eso es un intelectual de izquierda.” (Juan J. Hernández Arregui, La formación de la conciencia nacional, Plus Ultra, Buenos Aires, 1960, p. 150) El PCA y el surgimiento de la Nueva Izquierda Las figuras fundamentales de La Ciudad Futura nacieron a la vida intelectual y política argentina en el contexto de surgimiento de lo que la historiografía de las ideas denominó en nuestro país, en América Latina y Europa, Nueva Izquierda.35 La Nueva Izquierda en términos internacionales, fue un fenómeno derivado del proceso de "desestalinización" iniciado en los años ’50, los procesos revolucionarios en las periferias, y el desencanto con las políticas del Partido Comunista en los ’60 que tendrían su epicentro en lo acontecido durante el Mayo Francés. A nivel nacional, y en lo referente al campo intelectual y a su 35

Existe cuantiosa bibliografía referida a este fenómeno. Intentaremos simplemente, trazar ciertas líneas de interés que permitan al lector situarse en el contexto de surgimiento a la vida política de los referentes fundamentales del colectivo intelectual que nos atañe. 43

asociación obligada con lo político, el nacimiento de la Nueva Izquierda fue consecuencia de la propia dinámica política nacional y del papel que habían cumplido en la misma los partidos de izquierda tradicionales, tanto el Partido Socialista (PS) como el Comunista (PCA), en un contexto internacional de agitados debates teóricos y políticos articulados con el entusiasmo despertado por el triunfo de la Revolución Cubana y otros procesos de liberación nacional en el Tercer Mundo. A pesar de su escaso peso político institucional y electoral –con la excepción de la victoria de Alfredo Palacios en la Capital Federal a principios de la década de 1960-, tanto el PS como el PCA, habían nucleado en su interior durante décadas a considerable número de partidarios provenientes de los sectores medios e intelectuales afectos a sus políticas, las más de las veces “retrógradas” en términos de las luchas concretas y de los intereses de los sectores mayoritarios en nuestro país. La piedra de toque del surgimiento de la Nueva Izquierda en términos de paulatino proceso de erosión, alejamiento y posterior ruptura con los partidos de izquierda tradicional, fue inaugurada sin lugar a dudas tras el golpe de Estado de 1955 encabezado por Pedro E. Aramburu, que derrocó al gobierno de Juan Domingo Perón, elegido en las urnas por mayoría popular. La ceguera política de algunos partidos de izquierda, que habían respaldado y legitimado el golpe no simplemente contra Perón sino contra las masas que a lo largo de aproximadamente diez años habían acompañado su política, tendría su contraparte en el alejamiento de sus filas de múltiples cuadros políticos a la luz de los acontecimientos de represión y violencia. Vale aclarar que el marxismo, ni en la teoría ni en su puesta en práctica necesariamente, se opone a las luchas nacionales por la liberación sino mejor, insiste en la centralidad de 44

la independencia nacional de los países coloniales, cuestión que la dirigencia de los partidos de la izquierda tradicional argentina no logró poner en marcha en relación al proceso de ascenso de masas expresado por el peronismo y previamente también, en torno a la significación del programa nacional de Yrigoyen. Esto es, con la caída de Yrigoyen cayó un programa de gobierno de orientación nacional difusa y endeble base social de clase media, en gran parte, de origen inmigrante. Con la caída de Perón, esta vez, la clase trabajadora en su conjunto fue arrasada. Es necesario, antes de continuar con el desarrollo de nuestra línea argumental, trazar un acotado panorama de lo que habían significado 10 años de gobierno peronista para la vida nacional, ya que muchas veces, se suelen pasar por alto estos datos en los análisis tendientes a explicar el fenómeno peronista. Una rápida visión de los mismos, explica en cierta medida, por qué las masas trabajadoras se embanderaron tras el programa de Perón y en qué medida éste fue expresión de la lucha de clases en nuestro país a través de los pilares de la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. Sintéticamente, el peronismo llevó adelante en sólo diez años de gestión: 1- Nacionalización de la economía, créditos para la industria, plena ocupación y altos salarios; 2- Aumento de un 55 porciento de la renta nacional en 1954 en relación a 1943. El país se capitalizó como en ninguna otra época de su historia. 3- La casi inexistente dependencia de los mercados extranjeros, permitió mayor libertad para comerciar con los países de la órbita comunista;

45

4- Creación de la Central única de Trabajadores y participación de la CGT en el poder político a través del Parlamento; 5- Crecimiento del mercado interno nacional y de la industria; 6- Nacionalización de ferrocarriles, teléfonos, gas, servicios públicos, etc. 7- Dignificación de los trabajadores mediante contratos de trabajo, leyes de previsión social, jubilaciones y pensiones, sistema de salud gratuito, cooperativas, etc. 8- Democratización del acceso de las masas a la cultura a través de un sistema educativo inclusivo en sus distintos niveles (primario, secundario, universitario); auge de publicaciones nacionales a través de la legislación proteccionista; políticas de difusión y masificación del público lector, etc. El golpe que derrocó a Perón en 1955, tuvo como objetivo retrotraer a la Argentina a su antigua situación agropecuaria, transferir la riqueza nacional al sector ganadero y agrario y detener la industrialización por imposición de las grandes potencias exportadoras; además, intentó disminuir el consumo interno, bajar el salario de los trabajadores, aplastar al movimiento sindical organizado, entregar a los monopolios extranjeros el control de la economía nacional, etc. En síntesis: destruir el programa popular construido durante una década de gobierno a través de la violencia de las bombas en Plaza de Mayo y de la sangre derramada en los basurales de José León Suárez. Después del ´55, roto el frente antiperonista que había hermanado durante una década a sectores heterogéneos e incluso usualmente opuestos (desde la oligarquía más conservadora hasta el PS), fusilamientos de militantes peronistas, implantación de 46

políticas económicas reaccionarias y proscripción política de las mayorías de por medio, la evidencia para la izquierda de que no se producía la esperada “desperonización” de la clase obrera sino que por el contrario, los trabajadores reafirmaban su identidad política en medio de un creciente despliegue de combatividad, daría lugar a los primeros intentos en el seno mismo de los partidos de intentar, inútilmente, la rectificación del rumbo político propiciado por su dirigencia. Por cuestiones obvias, centraremos nuestro interés, en los procesos acontecidos en las filas del PCA, donde de manera similar a la izquierda en su conjunto, el registro reciente de la Unión Democrática se volvería intolerable para muchos militantes. Vale anotar de todas maneras, que el cimbronazo acontecido en el PS por su actitud colaboracionista con los golpistas y por el apoyo que muchos socialistas, a través de sus “gremios democráticos”, habían dado al hostigamiento del mayoritario sindicalismo peronista, fuertemente reprimido por los gobiernos militares, estallaría a mediados de 1958 con la división del Partido en “Democrático” (PSD) y “Argentino” (PSA).36 El PCA, a pesar de haber participado en la creación de la Comisión Intersindical y de las “62 Organizaciones” posteriores a 1955, había recibido con buenos ojos el golpe, con la creencia de que las nuevas condiciones políticas desorganizarían a las masas peronistas que entonces, confluirían en sus filas abriendo amplias posibilidades para la creación de un “Frente Democrático Nacional” para las elecciones que se realizarían en 1958 -con proscripción del peronismo- en el que los comunistas tendrían un papel central. Con este objetivo, el PCA propuso a distintas fuerzas políticas la 36

James, Daniel. Resistencia e integración, Sudamericana, 1990. 47

constitución de un “frente” en base a cinco puntos programáticos37, que no tuvo los resultados esperados y que devino en el consecuente apoyo al candidato de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), Arturo Frondizi, en virtud de su perfil "antioligárquico y antiimperialista" y del programa que representaba dentro del radicalismo, una tradición de izquierda democrática y nacionalista que no sería plasmada tras su triunfo. Los puntos fuertes de su propuesta electoral estaban basados en dos cuestiones fundamentales: por un lado, la salida del subdesarrollo por las vías del desarrollo nacional y por otro, la resolución del conflicto político de las mayorías tras la exclusión del peronismo de la escena electoral. A poco de asumir su mandato, Frondizi cambió las consignas antiimperialistas por las privatizaciones, reprimió al movimiento obrero, generó las condiciones para la entrada de universidades y corporaciones privadas a nuestro país y mantuvo las prohibiciones sobre Perón y su Partido. Todas éstas medidas conservadoras, que serían en este período tildadas con el mote de “Traición Frondizi”, fueron motivos suficientes para que gran parte de los sectores progresistas y de izquierda, al igual que el peronismo, pasaran paulatinamente a la oposición. Tras este cimbronazo, a diferencia del peronismo, la dirigencia del PCA no revisó su línea política ni las decisiones que en función de la misma había

tomado

en

relación

al

apoyo

a

Frondizi

y

a

la

conceptualización de las masas peronistas como “vacantes 37

Pueden consultarse los “5 puntos” en el Editorial “La gran tarea de la hora es derrotar al continuismo” de la publicación teórico-política del PCA en este período, la revista Nueva Era, Nº 1 de 1958. Los “5 puntos” aprobados por la Convención Nacional de 1957 se referían a: 1-defensa y explotación de las riquezas naturales por parte del Estado; 2- respeto a las conquistas de los trabajadores; 3- reforma agraria; 4- restablecimiento de todos los derechos democráticos; 5- política exterior independiente. 48

políticas” que dejarían de defender su tradicional identidad (que para el PCA era paternalista y reformista) para ensanchar las filas de su partido.38 De esta manera, la cúpula comunista reafirmaría sus posturas políticas argumentando que la traición del gobierno al programa progresista había sido consecuencia de la "insuficiente presión" de los sectores populares que, por haber perseverado en su identidad política, no habían logrado constituir el “Frente Democrático y Nacional” que el PCA les había propuesto. Ahora bien, para algunos sectores del PCA la desilusión producida por Frondizi corroboraba el error de línea política sostenida por la dirigencia del partido, sobre todo a la luz de la conceptualización tradicional del peronismo y de la aplicación de modelos externos -el de la URSS- a la experiencia nacional. Este fue el principio39 de un distanciamiento crítico que llevó a la ruptura total de la militancia más joven con el partido entre 1962 y 1963 y con mayor intensidad

38

El PCA, al igual que otras organizaciones de izquierda, entusiasmado con la combatividad desplegada por la clase obrera peronista tras el derrocamiento de Perón, profundizó sus intentos de acercamiento a la misma que, desde el punto de vista político, consideraba como un electorado vacante. Prueba de estos intentos fue el llamamiento conjunto a votar en blanco en las elecciones legislativas del 27 de marzo de 1962, por la proscripción del peronismo, la vigencia del Estado de Sitio y del Plan Conintes. Para ampliar este tema: Strasser, C. Las izquierdas en el proceso argentino, Palestra, Buenos Aires, 1959. 39 Una crisis medular dentro del partido generada por una cuestión nacional fue la expulsión de sectores críticos tras el triunfo de Perón en 1946 (vale anotar, sin embargo, que otras crisis anteriores, como la del año 1928, también habían puesto en juego cuestiones locales o nacionales). Éstos habían expresado su desavenencia con la dirigencia partidaria respecto a la lectura que se hacía de la supuesta derrota próxima de Perón. Se acusaba a las autoridades de: “1º De haber abandonado el marxismo; 2º De caracterizar erróneamente de fascista a un movimiento de orientación nacional; 3º Que con su política, el PC servía a los enemigos del proletariado; 4º Que era necesario someter a una crítica profunda la estrategia y la táctica seguidas por el partido.” Citado en Hernández Arregui (1973), p. 402. 49

hacia 1967-1968.40 Es necesario aclarar, que la división dentro del PCA fue un proceso complejo y paulatino, en la medida que el partido presentaba, en este período, heterogeneidades bien marcadas entre los distintos frentes y la conducción. Por ejemplo, el frente cultural y universitario liderado por Héctor P. Agosti, intentó una mayor apertura para construir con otros sectores -en particular los del socialismo argentino-41 con el fin de atesorar el proceso de izquierdización que se estaba produciendo en sectores de las capas medias y del peronismo, diferenciándose de la actitud condenatoria de los dirigentes. Entre 1962-1963, con el impulso de la situación política argentina, el disconformismo se tradujo en ruptura: se fueron del PCA los grupos de Pasado y Presente, La Rosa Blindada, “Vanguardia

Revolucionaria”42

y

figuras

que

actuarán

posteriormente como grupos de apoyo urbano o directamente se 40

El verticalismo y la férrea disciplina impuesta por la dirección del PCA, impidió la apertura de los debates hacia el interior del partido que, entonces, comenzó a circular por canales subterráneos. Asimismo se reforzó aún más la línea sostenida respecto al peronismo que puede analizarse a través de las sucesivas notas publicadas en Cuadernos de Cultura hacia fines de 1960 (Nº 50, diciembre de 1960) donde se alerta sobre los “errores de la llamada izquierda nacional” graficados a través de las figuras de los ex militantes Rodolfo Puiggrós y J. J. Real. La revista Cuadernos de Cultura era editada por la Comisión de Cultura del PCA y dirigida por Héctor P. Agosti. 41 No es objeto de estas páginas, pero es interesante señalar, que antes de que se produjeran las rupturas totales se desarrolló hacia fines de 1960, un breve intento de confluencia entre comunistas y socialistas a través de la edición de la Revista Che cuya intención era la reorientación de los partidos de la izquierda y el desarrollo revolucionario del peronismo propiciado, entre otros, por John W. Cooke con quien la revista mantenía fuertes vínculos. Che estuvo compuesta en principio por socialistas tales como, Pablo Giussani, Abel A. Latendorf, Manuel Dobarro, Julia Constenla y Elías Semán. Además, acompañaban el proyecto algunos intelectuales independientes o provenientes del frondizismo como Carlos Barbé, Susana Lugones, Francisco Urondo y David Viñas y por figuras del comunismo, tales como Juan Carlos Portantiero e Isidoro Gilbert. 42 Kohan, Néstor. La Rosa Blindada. Una pasión de los 60, Ediciones La Rosa Blindada, Buenos Aires, 1999. 50

incorporarán al Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP), núcleo guerrillero instalado por Jorge Masetti en Salta, y directamente vinculado a la estrategia del Che Guevara para América Latina. También salió del PCA el núcleo inicial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). PASADO Y PRESENTE Y LOS VIRAJES POLÍTICOS43 Producida la Revolución Cubana y exacerbadas las luchas en el frente interno tras la proscripción de Perón en la Resistencia Peronista, la violencia y la subordinación a intereses externos propiciada por los sucesivos gobiernos militares, encontró a un núcleo importante de la Nueva Izquierda reunido en las páginas de Pasado y Presente, dando al vínculo conflictivo entre intelectuales y política un lugar predominante en las discusiones del período. Mientras tanto, se produce tanto en Argentina como en América Latina y el mundo, un profundo viraje hacia la discusión ya no del intelectual “comprometido” sino del intelectual "revolucionario" a secas en este nuevo contexto histórico. Los intelectuales reunidos en Pasado y Presente intentaron una definición del lugar del intelectual a través de ciertas formulaciones de Antonio Gramsci, bajo el dominio estratégico de corrientes fundamentalmente maoístas o guevaristas, ya de lleno inmersos en la nueva etapa de renovación

del

marxismo

que

culminó

en

los

procesos

revolucionarios de los años ’70 y en el alejamiento total del PCA. Conformada en 1963 por José Aricó en Córdoba, Juan Carlos Portantiero en Buenos Aires, Oscar del Barco, Héctor Schmucler y Aníbal Arcondo, entre otros, Pasado y Presente surgió como un 43

La revista Pasado y Presente tuvo dos momentos de edición: en Córdoba entre 1963-1965 y en Buenos Aires entre 1971-1973. 51

proyecto editorial con ambiciones de cumplir un rol ideológico fundamental en los debates abiertos en la década del ´60 y en el interior del PCA.44 Respecto a la batería teórica marxista, se intentó durante la primera época de la revista, rescatar ciertas voces de la tradición marxista italiana olvidadas por el recorte teórico del PCA, tales como Labriola, Togliatti y Gramsci. Esta primera etapa de la revista que marcó la ruptura irreconciliable con el PCA, concluyó en el año 1965 y durante la misma fueron editados 9 números donde aparecieron artículos de los editores y de colaboradores, varias traducciones de autores marxistas “heterodoxos" para los cánones del PCA -entre ellos, Colleti, Della Volpe, Hobsbawm, Lukács, Gorz, Sartre, Guevara, Fernando Henrique Cardoso, etc.-, notas sobre crítica cultural y cruces entre el marxismo y otras disciplinas, material enmarcado, como ya señalamos, en la preocupación por la función del intelectual y en la temática referente al divorcio entre intelectuales y pueblo-nación que será considerado también, como un tópico central del desarrollo de la figura intelectual a través de la historia nacional. Esta cuestión, enmarcada en el posicionamiento histórico que había tenido el PCA45 respecto al fenómeno peronista, del cual querían tomar distancia, llevaría a los intelectuales de Pasado y Presente a encarar lo que el ya mencionado John William Cooke 44

Pasado y Presente aunó en principio a militantes reunidos por su trabajo en los distintos emprendimientos ideológico-culturales del PCA. El trabajo conjunto no contuvo la ruptura con el partido. En 1988, Aricó caracterizará a Pasado y Presente como una "tentativa inicial de trabajar en el interior del PC para contribuir a renovarlo". Aricó José. La cola del Diablo, Puntosur, Buenos Aires, 1988, p. 75. 45 Para el desarrollo de las complejas relaciones entre el PCA y el peronismo puede consultarse el volumen de Jorge Abelardo Ramos citado previamente y la investigación de Andrés Gurbanov y Sebastián Rodríguez. Comunismo y peronismo: historia de una relación compleja (1943-1955), Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, Buenos Aires, 2007. 52

había caratulado como “hecho maldito del país burgués” a través de ciertas formulaciones propuestas por Gramsci. Así como el proyecto mismo de la revista se había legitimado a través de la adquisición y reapropiación de categorías gramscianas, las discusiones de Gramsci con Benedetto Croce46 les resultaron analíticamente adecuadas para romper la idea de que el peronismo era una forma de “fascismo americano” o una estrategia de “autoritarismo y manipulación” del líder exiliado frente a las masas irracionales, que había tejido la izquierda tradicional durante años. En esta primera etapa, el cariz de la revista estuvo signado por el propósito de vislumbrar el fenómeno peronista en toda su complejidad, hasta la diferenciación de una derecha y una izquierda dentro del movimiento, ésta última, con la que Pasado y Presente colaborará finalmente en su segunda etapa en la década del ´70. Se tendió además en esta etapa, a analizar las perspectivas estratégicas abiertas por la Revolución Cubana. El nuevo planteo en torno a la relación del intelectual con las masas, a nivel nacional -la relación con las masas peronistas- y a nivel internacional bajo el influjo de la experiencia cubana –la función del intelectual en la revolución- en el contexto de los procesos revolucionarios abiertos en el Tercer Mundo, llevó al grupo de Pasado y Presente a plantear la cuestión del problema nacional frente al imperialismo y a su propio lugar como colectivo intelectual frente a las organizaciones que encaraban el proyecto de liberación nacional en nuestro país. La ruptura con el PCA había significado la pérdida de un anclaje político concreto, cuestión que con distintos matices veremos sucederse a lo largo de toda la trayectoria del grupo. La búsqueda de la organicidad o dicho de otro modo, del 46

Arico (1988), p. 50. 53

sujeto político al cual representar, como asimismo la falta de autocrítica hacia el viraje a distintos posicionamientos políticos será desde sus inicios la marca distintiva de este grupo intelectual. Podríamos argumentar que la cuestión de la "organicidad" con los movimientos de liberación nacional y la disyuntiva en torno al papel de los intelectuales en las organizaciones revolucionarias fueron tópicos propios del imaginario y de los debates e intereses del período, concientes y con un grado de compromiso profundo en lo referente a muchos casos y no tan concientes, “pasatistas” y consecuencia de “modas ideológicas” en muchos otros. Puede pensarse este último caso en relación al colectivo intelectual del que nos ocupamos a la luz de los sus vaivenes político-ideológicos observables a lo largo de su devenir político. En este contexto, Juan Carlos Portantiero fundó un nuevo grupo político, Vanguardia Revolucionaria, mientras que José Aricó y el núcleo cordobés continuaron agrupados a través de la revista sin formar una organización estrictamente política, que según sus propias palabras significó: “Un largo "deambular detrás del sujeto político" (…) vivimos esa situación con un sentimiento de culpa que creíamos poder apagar buscando desesperadamente un anclaje político.”47 Porque si bien en su carácter de revista política, el proyecto estuvo perfilado hacia la apertura de debates, la variedad de temáticas y de autores seleccionados durante la edición de la revista, demuestran que el deambular del que habla Aricó fue extenso y sin mucha reflexión o autocrítica respecto a los abruptos virajes efectuados. A modo de ejemplo, en el Nº 7/8 publicado en 47

Aricó, José, "América Latina: el destino se llama democracia", entrevista de Horacio Crespo y Antonio Marimón, en www.arico.unc.edu.ar, 1983. 54

marzo del año 1965, a través de la publicación de un artículo de Régis Debray, puede observarse la hegemonía pro- guerrillera en el seno de la revista. El “anclaje político” y la “búsqueda de sujeto”, conllevó además, una breve experiencia de colaboración con el Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP), con el que algunos de sus colaboradores trabaron relación como "apoyo urbano"48 y que fue desarmado por las fuerzas de seguridad en 1964. Fracasada esta experiencia, en el último número de la primera etapa de la revista de fines de 1965, se observa un viraje hacia temáticas que se alejan de los contenidos de interés reciente. La mirada será puesta entonces, en las fábricas a través de un "Informe" sobre la situación en la FIAT precedido de "Algunas consideraciones preliminares" de Aricó, y el rescate de la "Encuesta Obrera de 1880" de Carlos Marx. Clausurada la edición de la revista durante el gobierno de Onganía, hacia 1968 comenzaron a editarse los Cuadernos, a través de un sello editorial creado para esos fines (Editorial Pasado y Presente) que permitió a varias generaciones de militantes, la lectura de múltiples autores marxistas desconocidos en nuestro país. Asimismo, se fundó también EUDECOR (Editorial Universitaria de Córdoba) y luego GARFIO. Aricó en la entrevista ya señalada expondrá: "Cuando en su primera época la revista no logró resolver de manera fructuosa el problema del anclaje político, y las debilidades del

48

Burgos, Raúl. Los gramscianos argentinos, Siglo XXI, Buenos Aires, 2004, p. 83. El interés respecto a este trabajo es que ofrece vasto material y documentación sobre la experiencia del grupo de Pasado y Presente. Respecto a sus interpretaciones, suele ser demasiado obsecuente en relación a los continuos virajes sin puesta en crítica realizados por el grupo, sobre todo, el realizado post dictadura que supuso un pasaje a posiciones conservadoras en el plano político. 55

grupo impidieron continuar con su tarea de recomposición de la cultura de izquierda, se abre la alternativa de los Cuadernos.”49 La labor de traducción y edición de textos de la izquierda llevada a cabo en estos años no tuvo parangón con ninguna otra empresa editorial en la Argentina y es importante señalar este hecho irrefutable como aspecto positivo del grupo respecto a la tarea de difusión cultural.50 Asimismo, veremos que la actividad de edición no fue la única, ya que en el período 1967-1968, algunos miembros de la revista colaboraron en la fundación del Partido Comunista Revolucionario (PCR), ruptura del PCA, de tendencia maoísta51, nueva opción política efímera, de la que hacia 1973, en plena primavera camporista, tras la apertura de la segunda etapa de la revista, no se dirá nada. A este período pertenecen también las actividades de difusión ideológica llevadas a cabo a través de las Cátedras Marxistas que comentaremos en otro apartado. Ahora bien, hacia el año 1973, manteniendo la referencia gramsciana (alejada ya de las teorizaciones leninistas), se presentarán como guías ideológicos de Montoneros, organización

49

Aricó (1983). Vale anotar aquí, entre otras publicaciones centrales del período, también expulsada del PC, a La Rosa Blindada, dirigida por José Luis Mangieri. La Rosa Blindada publicó, entre otros, libros de Gramsci y trabajos sobre su obra. El mismo Aricó colaboró estrechamente con Mangieri en esta publicación. Respecto a la recepción gramsciana en Argentina y a los disímiles usos que se hicieron del pensador italiano, vale anotar también, que no fue monopolio del grupo de Pasado y Presente, sino que existieron distintos canales de recepción y difusión, entre otros, los de CICSO (Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales) y la labor de discusión gramsciana, por ejemplo, desde las Cátedras Nacionales. Para ampliar estar referencias, una interesante reseña del trabajo de Burgos (2004) sobre el grupo de Pasado y Presente, puede verse Kohan, Néstor, “Gramsci y los gramscianos argentinos” en http://www.clarin.com/suplementos/cultura/2005/02/05/u-916319.htm. 51 Puede consultarse la página web del PCR, donde Otto Vargas menciona a José Aricó como colaborador en la fundación del partido. 50

56

hegemónica del período. En este momento reapareció fugazmente la revista, tras la edición de dos únicos números. En el “Editorial”52 inicial redactado por Aricó aparecieron diagramados los ejes centrales de la revista en esta segunda etapa. Encontramos llamativamente, la postulación abierta del terreno ideológico como espacio de intervención del intelectual en un contexto de creciente radicalización de la lucha guerrillera, donde aquel pasaba directamente al campo de la acción; por otro lado, se levantaría la bandera ideológica de Montoneros que sostenía que la alternativa socialista se lograría dentro del movimiento nacional peronista donde se reflejaba la unidad política de las masas. En el último número de la revista la apuesta recae en la unificación de Montoneros con las FAR. Citamos: "Sobre las espaldas de los peronistas revolucionarios recae la responsabilidad de que esa posibilidad [la del socialismo] no se frustre.” La creación de un partido revolucionario que aunara a Montoneros con las FAR y el sindicalismo cordobés fue la apuesta fuerte del grupo de Pasado y Presente en la última fase de la revista. Sus colaboradores experimentarían otra vez, un brusco cambio político en los años venideros en la etapa del exilio a través de otra publicación, Controversia. Esta vez, con una profunda derrota de por medio, el leit motiv de época sería la diagramación del

modelo

democrático.

Las

posturas

conservadoras

y

complacientes, en la práctica concreta fueron con una democracia que continuaba los proyectos económicos de miseria y exclusión 52

Aricó, José, "La ‘larga marcha’ al socialismo en Argentina" Pasado y Presente, nueva serie, Nº 1, abril-junio 1973. 57

legados por la dictadura, dando auspicio a un modelo de intelectual “autónomo” de las críticas a la dependencia nacional. A modo de balance, hacia 1988 Aricó concluirá que él y su grupo fueron: “Ciegas víctimas de una guerra civil en cierne."53 PASADO Y PRESENTE Y EL EJÉRCITO GUERRILLERO DEL PUEBLO “Y existe la otra Cuba: la que logró a fuerza de actos heroicos y escalando sobre cadáveres destrozados, saltar la muralla de bolsas de azúcar y mostrar al mundo entero que las estridencias del cha cha cha no lograban tapar sus gritos de indignación. Que la isla de Martí era ocupada por un pueblo, que luchaba violenta y tenazmente por recuperar lo que había ganado al ganar la independencia. Que había logrado que su revolución no fuera una revolución más en el Caribe, sino que se convirtiese en el símbolo de lo que puede la voluntad de ser libre, sobre la maquinaria opresora de una dictadura.” Jorge Ricardo Masetti 54 “De ahora en más, cualquier movimiento liberador se cumplirá a partir de la Revolución Cubana.” J. W. Cooke55 En el contexto de la presidencia de Arturo Illia56, un grupo de jóvenes guerrilleros se internó en el monte salteño bajó la égida ideológica de Ernesto Che Guevara, constituyéndose como uno de los primeros (y fallidos) intentos de guerrilla rural en nuestro país: el denominado EGP (Ejército Guerrillero del Pueblo) encabezado por 53

Aricó (1988), p. 76.

54

Masetti, Jorge Ricardo. Los Que Luchan y los que lloran, Nuestra América, Buenos Aires, Argentina, 2006, p. 32. 55 Perón – Cooke, Correspondencia, Parlamento, Tomos II, Buenos Aires, 1984, p. 156. 56 Arturo Illia asume la presidencia sólo con el 25 porciento de los votos y con la proscripción del peronismo (un 60 porciento de votos en blanco). 58

Jorge Masetti.57 En el grupo de apoyo urbano, participaron algunos ex militantes de la Federación Juvenil Comunista y otros independientes, entre ellos, José Aricó del grupo de Pasado y Presente. El proyecto del EGP estuvo centrado en la apertura de un frente de lucha armada en el norte de la Argentina a fin de extender la revolución cubana a nivel continental. Recordemos las vicisitudes políticas previas al gobierno de Illia: en 1962, fue destituido Frondizi y asumió las riendas de la nación, José Maria Guido, fiel representante de la oligarquía y de los grupos económicos extranjeros,

quien

continuó

la

proscripción

del

peronismo

inaugurada en el ´55, disolvió el Congreso e implementó medidas represivas e intervenciones en las provincias. En lo referente a las políticas de saqueo al movimiento obrero, proveyó un nuevo golpe a los sindicatos tras la anulación de la Ley de Asociaciones Profesionales y a través de su Ministro de Economía, Álvaro Alsogaray, puso en acción un riguroso plan de ajuste económico en beneficio de los sectores exportadores y de los grupos comerciales y financieros vinculados a éstos. Este es el contexto que da nacimiento al intento guerrillero nucleado en el EGP: tal como lo señalamos en otro lugar de este escrito, la proscripción de las mayorías políticas, como asimismo, la violencia del sistema político argentino sobre grandes capas sociales fueron el caldo de cultivo de la guerrilla en nuestro país, reforzado por la instrucción militar 57

Massetti, cuyo nombre de guerra era “Comandante Segundo” en virtud del “Comandante Primero”, Ernesto Guevara, fue uno de los creadores de la agencia cubana de noticias Prensa Latina. Había combatido en Argelia y entrevistado a Fidel Castro y a Guevara en Sierra Maestra para Radio El Mundo. La Revolución Cubana y el contexto político argentino, lo habían convencido de la necesidad de establecer un foco guerrillero rural.

59

recibida en Cuba y en Argelia, que experimentan varios cuadros del grupo de Masetti. En el mes de mayo de 1963, el primer grupo del EGP se encontraba en la frontera argentina (entre ellos, Masetti, Hermes Peña, Federico Méndez, Ciro Bustos, Leonardo Werthein y algunos miembros de la Federación Juvenil Comunista Boliviana) y hacia 1964, se sumarían varios militantes originarios del proceso de ruptura con el PCA. Ya para mayo de 1964, el Ejército comenzó a desarticular este intento guerrillero improvisado que no había logrado constituirse como expresión de las masas. El EGP, junto con los Uturuncos (primer núcleo guerrillero de origen peronista comandado por John William Cooke), constituidos como parte de la estrategia guevarista para América Latina, fueron desarticulados rápidamente

y

abrieron

un

camino

que

seguirían

varias

organizaciones políticas entrada la década de 1970. Ahora bien, la participación de Pasado y Presente en la experiencia del EGP, más allá de los escasos comentarios que recibirá tras los tantos virajes políticos operados por el grupo, ha quedado documentada en varias entrevistas realizadas a los sobrevivientes de esta experiencia guerrillera.58 Al referirse a los contactos urbanos del EGP, Bustos establecerá la relación con el grupo de Pasado y Presente: “Yo pensé en una familia amiga en Córdoba (…) Ademar y Clelia (…) organizaron un encuentro con un miembro de la dirección de Pasado y Presente, una cotizada publicación teórica de marxismo, que se editaba en Córdoba. La revista nucleaba en su entorno, el 58

Interesará aquí lo establecido por Ciro Bustos en la entrevista titulada “El sueño revolucionario del Che era Argentina.” (Entrevista hecha por Jaime Padilla en Suecia, octubre de 1997). Documento sin fuente.

60

grueso de la disidencia izquierdista y revolucionaria, que ya se había enfrentado a la dirección del PC, y estaba produciendo rupturas considerables en todo el país. Oscar del Barco escuchó lo que constituía mi discurso, muy simple y muy concreto, y se fue para organizar una reunión ampliada. En un par de días, me buscaron para llevarme a Córdoba y allí encontré a toda la dirección de la revista. (…) El as en la manga, era la jefatura del Che y yo lo puse arriba de la mesa en el momento culminante. Pancho Aricó, respondió en nombre de todos, aceptando participar en la tarea de facilitarme contactos para construir lo que sería la red urbana del EGP. Me dieron el primer contacto en Buenos Aires, un joven filósofo escindido ya del PC, de gran arrastre en los medios intelectuales: Juan Carlos [se refiere a Portantiero]. Él me puso en relación con el sector que ya había sido expulsado del partido. A partir de allí, todo caminaría sobre ruedas.” La experiencia del EGP de los años 1963-4, se vincula con la crisis de la izquierda tradicional y con mucha fuerza con las repercusiones en nuestro país de la polémica chino- soviética. Esta polémica empieza en 1960 en el XXII Congreso del PC en la Unión Soviética y tiene como reflejo más claro en nuestro país, el surtidor de cuadros para el EGP provenientes de Pasado y Presente. Respecto a esta experiencia, Aricó dirá pasados los años: “Ahí se produce algo [habla del encuentro de Oscar del Barco con Ciro Bustos, quien reclutaba gente para esa experiencia guerrillera] que muestra hasta qué punto en muchas cosas nosotros éramos más una hoja arrastrada por la tormenta que un centro ideológico formulador de política. Muestra la debilidad intrínseca de ese grupo que había nacido para una función que no podía cumplir. Es el deslumbramiento, no tanto frente a la consistencia de la empresa, como a la heroicidad de una empresa hecha por un conjunto de hombres dispuestos a dar su vida por cambiar una situación y por contribuir a precipitar un cambio revolucionario que nosotros pensábamos que estaba inscripto en la lógica del mundo y del país. (...) Creo que en la historia de Pasado y Presente ese fue un momento de apartamiento de cierta idea de constitución de un grupo político cultural, que luego vuelve a reconstituirse en los 61

números posteriores, en el número 9 de la revista. (…) Me parece que lo de la guerrilla es un apartamiento.” 59 Y continúa: “El editorial del número cuatro [se está refiriendo a "Examen de conciencia", publicado con su firma en Pasado y Presente, I, Número 4, Enero-Marzo de 1964] está absolutamente dictado por la necesidad de fundar, mediante un reconocimiento teórico-político, la posibilidad de existencia de un movimiento guerrillero no autosuficiente sino en esa vieja idea guevarista del pequeño motor que dinamiza. Eso nos lleva a exagerar ciertas cosas. Por ejemplo, el grado de integración del movimiento obrero, exagerando el concepto de aristocracia obrera, frente a un movimiento obrero integrado la necesidad de romper, mediante la movilización de las zonas marginales. (...) Pero entonces ese editorial es casi como un editorial escrito por encargo.” La molestia de Aricó muchos años después, respecto al apoyo al EGP se explicita a través del "casi (...) por encargo” como una suerte de autocrítica liviana que observamos también en páginas precedentes a través del citado fuimos “Ciegas víctimas de una guerra civil en cierne” respecto al apoyo a Montoneros. Respecto a las desavenencias del grupo de Pasado y Presente con su pasado político resulta interesante comentar un debate abierto a mediados del 2000 entre Oscar del Barco y Sergio Schmucler a raíz de la publicación de un reportaje a un ex guerrillero del EGP. En el año 2004, Sergio Schmucler publica en la revista digital La Intemperie60 un reportaje a Héctor Jouvé, que junto

59

Entrevistas a Aricó. 1974-1991, Presentación y edición a cargo de Horacio Crespo. Córdoba: Ediciones del Centro de Estudios Avanzados, Universidad Nacional de Córdoba, 1999. pp. 28 60 La revista La Intemperie. Política- Cultura fundada por Sergio Schmucler se edita en la provincia de Córdoba. Director general: Sergio Schmucler. Dirección Editorial: Cecilia Pernasetti, Luis E. Rodeiro y Emanuel Rodríguez. Puede ser consultada en la página web www.laintemperie.com.ar. El reportaje titulado “¿No matarás?” (www.revistalaintemperie.com.ar/entrevista1.php) aparece con 62

a Federico Méndez, fueron los dos principales cuadros del EGP presos con vida. En el reportaje, entremedio de la narración de la experiencia guerrillera, Jouvé rememora cómo fusilaron los guerrilleros a compañeros de la guerrilla porque uno rompió los reglamentos. En el año 2005, Oscar del Barco publica una carta abierta61 dirigida a Schmucler, donde realiza una autocrítica in extremis tratando de utilizar un método paradojal, que sostiene que Lenin, Trotsky, el Che Guevara, todos los revolucionarios, fueron unos traidores y asesinos. Citamos: “Creo que parte del fracaso de los movimientos "revolucionarios" que produjeron cientos de millones de muertos en Rusia, Rumania, Yugoeslavia, China, Corea, Cuba, etc., se debió principalmente al crimen. Los llamados revolucionarios se convirtieron en asesinos seriales, desde Lenin, Trotsky, Stalin y Mao, hasta Fidel Castro y Ernesto Guevara. No sé si es posible construir una nueva sociedad, pero sé que no es posible construirla sobre el crimen y los campos de exterminio. Por eso las "revoluciones" fracasaron y al ideal de una sociedad libre lo ahogaron en sangre.” Una verdadera “puesta al día” de uno de los miembros de Pasado y Presente. Respecto a lo dicho por el ex guerrillero del EGP, del Barco sostendrá enfáticamente (los subrayados son nuestros): “Al leer la entrevista con Héctor Jouvé, cuya trascripción ustedes publican en los dos últimos números de La Intemperie, sentí algo que me conmovió, como si no hubiera transcurrido el tiempo, haciéndome tomar conciencia (muy tarde, es cierto) de la gravedad la nota “versión reducida de la entrevista videograbada por Abril Schmucler y Ciro Del Barco en Agosto de 2004.” 61 La carta de Oscar del Barco a Schmucler puede consultarse en el web de La Intemperie (Enero 2006). También en http://www.causapopular.com.ar/article769.html y en múltiples páginas web que dan cuenta de la repercusión que generó esta polémica en los circuitos de discusión política y cultural. Todas las citas corresponden a esta última fuente. 63

trágica de lo ocurrido durante la breve experiencia del movimiento que se autodenominó "Ejército Guerrillero del Pueblo". Al leer cómo Jouvé relata sucinta y claramente el asesinato de Adolfo Rotblat (al que llamaban Pupi) y de Bernardo Groswald, tuve la sensación de que habían matado a mi hijo y que quien lloraba preguntando por qué, cómo y dónde lo habían matado, era yo mismo. En ese momento me di cuenta clara de que yo, por haber apoyado las actividades de ese grupo, era tan responsable como los que lo habían asesinado.” Y continúa en la misma línea: “Pero no se trata sólo de asumirme como responsable en general sino de asumirme como responsable de un asesinato de dos seres humanos que tienen nombre y apellido: todo ese grupo y todos los que de alguna manera lo apoyamos, ya sea desde dentro o desde fuera, somos responsables del asesinato del Pupi y de Bernardo.(…) Este reconocimiento me lleva a plantear otras consecuencias que no son menos graves: a reconocer que todos los que de alguna manera simpatizamos o participamos, directa o indirectamente, en el movimiento Montoneros, en el ERP, en las FAR o en cualquier otra organización armada, somos responsables de sus acciones. Repito, no existe ningún "ideal" que justifique la muerte de un hombre, ya sea del general Aramburu, de un militante o de un policía.” Asimismo, respecto a la Teoría de los dos demonios, del Barco dirá en la Carta: “En este sentido podría reconsiderarse la llamada teoría de los "dos demonios", si por "demonio" entendemos al que mata, al que tortura, al que hace sufrir intencionalmente. Si no existen "buenos" que sí pueden asesinar y "malos" que no pueden asesinar, ¿en qué se funda el presunto "derecho" a matar? ¿Qué diferencia hay entre Santucho, Firmenich, Quieto y Galimberti, por una parte, y Menéndez, Videla o Massera, por la otra? Si uno mata el otro también mata. Esta es la lógica criminal de la violencia.” Lo

antedicho

por

del

Barco

no

merece

demasiados

comentarios, que quedan a cuenta del lector de estas páginas. Ahora bien, en una línea similar, en el Nº 10 de la revista que aquí 64

interesa, correspondiente al mes de abril de 1988, Héctor Schmucler establecerá que: “(…) En algunos que ahora pensamos que el socialismo no puede sino ser la otra cara de esa misma moneda en que se estampa el capitalismo, pero que persistimos en nuestra vehemencia contra la injusticia, el agravio y la humillación, la idea de la revolución comienza a desmoronarse. Su lugar no lo reemplaza ni la resignación, ni el escepticismo. Por el contrario, son las revoluciones las que han contribuido –con sus rostros reales y no los imaginarios que surgen de la fiesta heroica de sus estallidos- a la desazón y el desasosiego. En vez de resignarnos a matar para no ser muertos, quisiéramos pensar que ningún humano tiene derecho a decidir la muerte de otro. (…) Cuando las preguntas superen la confusión, es posible que los miedos aflojen sus tenazas paralizantes. Podremos regresar a nosotros mismos (…) Podremos reconocer el bien y el mal. Saber que hay bien y hay mal. Reconocer que no todos somos culpables de todo, pero que ninguno es inocente.” 62 Sostendrá además que: “(…) La represión de la dictadura –implacable, sorda a toda clemencia, ajena a cualquier moral- tuvo como objetivo destruir a la guerrilla en un escenario –el país- donde la violencia había crecido hasta el límite del espanto. La sociedad entera fue sumergida en el terror. Pero ¿es verdad que la sociedad entera sufrió el terror? La pregunta puede resultar mortificante, aunque resulta ineludible si queremos avanzar hacia ciertas claridades. Estoy lejos de intentar una acusación colectiva. (…)”63 Sin embargo, para concluir con un llamado de atención a la sociedad argentina, sustentará lo siguiente: 62

Schmucler, Héctor, “Miedo y confusión (Reflexionar sobre la violencia)”, La Ciudad Futura, Nº 10, abril de 1988, pp. 11-13. En este extenso artículo Schmucler reflexiona, a partir del relato de la desaparición de su hijo militante montonero en el año 1977, acerca de la violencia militar y de la violencia guerrillera, de la guerra de Malvinas, de los levantamientos militares del año 1987 (Semana Santa) y de la necesidad de autocrítica de la sociedad argentina en su conjunto. Este artículo se publica en el contexto en que la revista legitima desde sus Editoriales las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. 63 Ibíd. 65

“(…) ¿Por qué debía la sociedad pagar el mismo terror que los guerrilleros o que esa amplia franja de la población que simpatizó con ellos? Los guerrilleros habían contribuido a “naturalizar” la sangre, habían pugnado por generalizar la guerra, habían aceptado instrumentalizar la muerte. La guerrilla, antes o después que el bando armado que los reprimía (no importa el detalle temporal para el imaginario colectivo), contribuyó a la confusión de los espíritus. Los guerrilleros y sus represores coincidieron en levantar como bandera la fuerza liquidadora de las armas. El otro, no merecía ninguna consideración: había que liquidarlo. Así se había construido la ofuscación, la intolerancia.”64 Las argumentaciones de del Barco en su Carta Abierta y las de Schmucler en La Ciudad Futura nuevamente, no merecen demasiado comentario: su densidad ideológica habla por sí misma. Es necesario recordar, además, que tras la derrota del EGP, Pasado y Presente realizó un viraje teórico similar al operado tras el apoyo a Montoneros hacia 1974 y su consecuente derrota: en esta ocasión, se pasó del énfasis puesto en la autonomía obrera por sobre la guerra revolucionaria sin ninguna puesta en crítica de las posiciones desplegadas. Volveremos a la cuestión de los “dos demonios” más adelante en el análisis específico de La Ciudad Futura.

64

Ibíd. 66

LA EXPERIENCIA DE LAS CÁTEDRAS “MARXISTAS”65 Intentaremos esbozar sintéticamente, las características del proyecto de las que se denominaron a fines de los años ´60, Cátedras Marxistas, cuyo referente fundamental, Juan Carlos Portantiero, será conjuntamente con José Aricó, uno de los intelectuales cardinales de las experiencias de Pasado y Presente en este período y de La Ciudad Futura en las décadas que nos interesan en este escrito. En este último período, Portantiero será una de las figuras más representativas del viraje operado hacia posiciones conservadoras en el terreno político que comentamos en páginas precedentes y que trataremos más adelante a través del proyecto de la revista. Interesará además, dar cuenta del contexto de surgimiento de esta experiencia como asimismo del proceso referente a la radicalización política del intelectual que comentamos en el apartado anterior y en el referente a la publicación de Pasado y Presente. Se tratarán asimismo y brevemente, las características de la universidad sectores

como oriundos

espacio de

la

monopolizado clase

históricamente

media,

por

tradicionalmente

antiperonistas, en el proceso de ebullición y movilización social del período y cómo éste operó respecto a los cambios realizados por algunos sectores docentes de la UBA. Las experiencia de las Cátedras forma parte del mismo proceso de acercamiento al peronismo de vastos sectores de clase media que glosamos brevemente al analizar el proyecto de Pasado y Presente, como

65

Este apartado es una síntesis razonada de un capítulo de mi propia autoría titulado “Las Cátedras Nacionales” del volumen en coautoría con Aritz Recalde, op. Cit. (2007). Los testimonios citados corresponden a entrevistas realizadas por los autores y se encuentran ampliadas en la referencia señalada. 67

asimismo del operado en relación al marxismo por múltiples cuadros peronistas. Ahora bien, la experiencia de las Cátedras Marxistas debe ser analizada en contrapunto con las polémicas operadas en relación a las que se denominaron, Cátedras Nacionales, que a nuestro entender, a la luz de la historia, se presentan como una de las propuestas históricas de aproximación entre las luchas nacionales, el peronismo y la universidad más serias del período. La experiencia de las Cátedras se desarrolló en el período circunscripto entre el primer cuatrimestre del año 1968 hasta los años 1971 y 1972 en el marco de la facultad de Filosofía y Letras de la UBA.66 Las actividades docentes llevadas a cabo a través de estas experiencias oficiarían como marco para el debate de un recorte de ideas y planteos en torno al rol de la universidad en relación a las luchas del pueblo argentino, acerca de cuál debería ser el rol del docente dentro de una comunidad académica en un país del Tercer Mundo y su vinculación con las acciones políticas concretas

del

pueblo

combatiente.

Estos

debates

estarían

cristalizados en el contexto de las clases, a través de publicaciones y desde la acción concreta de sus integrantes en la política nacional. El pasaje por las Cátedras de varios miembros de organizaciones políticas peronistas y de integrantes de corrientes del pensamiento nacional y de izquierda, iría desarrollando una 66

La experiencia de las Cátedras no es la única propuesta histórica de acercamiento entre las luchas nacionales, el peronismo y la universidad en la UBA durante las décadas del cuarenta al setenta. Tampoco y en este sentido, Filosofía y Letras, ni la UBA tienen el monopolio en relación al resto de las facultades y universidades nacionales. Tomamos esta experiencia y más allá de la importancia que tuvieron, a nuestro entender, sobre todo, las Cátedras Nacionales, como la facultad de Filosofía y Letras, por el hecho de que los docentes implicados en la experiencia expresaron una de las más originales concepciones del rol del intelectual, la teoría y la práctica docente existentes en el período. 68

concepción uniforme de la relación entre teoría y práctica, conocimiento académico y conocimiento práctico, cultura nacional y cultura colonial, etc. entre los diversos sectores académicos cercanos al peronismo. Esta construcción conjunta de acuerdos en torno a distintas conceptualizaciones oficiaría como una matriz básica para la defensa y la difusión de una nueva forma de actuar de los intelectuales en relación a su país y a la política, implementada en diversas disciplinas y docentes tras el regreso del peronismo al poder en el año 1973.

69

LA UNIVERSIDAD EN LOS AÑOS ´60 “Razas enteras fueron exterminadas, las praderas se poblaron. Las selvas vírgenes se explotaron y muchas se talaron criminalmente para siempre. La llamada civilización entró a sangre y fuego o en lentas tropas de carretas cantonas. El aborigen fue sustituido por inmigrantes. Estos eran hechos enormes, objetivos, claros. La inteligencia americana nada vio, nada oyó, nada supo. Los americanos con facultades escribían tragedias al modo griego o disputaban sobre los exactos términos de las últimas doctrinas europeas. El hecho americano pasaba ignorado para todos. No tenía relatores, menos aún podía tener intérpretes y todavía menos conductores instruidos en los problemas que debía encarar. (…) El conocimiento preciso de la realidad fue suplantado por cuerpos de doctrina, parcialmente sabidos, que no habían nacido en nuestro suelo y dentro de los cuales nuestro medio no calzaba, ni por aptitudes, ni por posibilidades, ni por voluntad.” Raúl Scalabrini Ortiz67 Durante la década de 1960 se experimentaría una profunda reformulación de la práctica estudiantil y de la práctica docente dentro de la universidad marcada por las vicisitudes del afuera político de la Argentina. La formación intelectual comenzaría a ser considerada en términos de “herramienta de transformación política” y las tradiciones intelectuales, entonces, intentarían trastocarse en relación al ingreso de nuevas corrientes y autores. Lo fundamental en este marco de acción sería la nueva concepción en torno a que todo saber debía vincularse con las luchas populares. Hacía 1966, tras el golpe militar de Onganía, este proceso se aceleró a la luz de la dinámica de los acontecimientos políticos. La dura represión de los bastones del onganiato ofició como un catalizador para el enfrentamiento de estudiantes y docentes con el gobierno. El ingreso masivo de alumnos provenientes de sectores populares en

67

Scalabrini Ortiz (2001), p. 6. 70

la universidad de 194668, había mediado como un factor interno de modificación del espacio de formación cultural-ideológica en las aulas. Esto es, tras los duros acontecimientos de represión ejercidos por la dictadura y a través del ingreso a la universidad de actores sociales oriundos del campo popular, se fueron generando los puentes para el acercamiento de grandes sectores universitarios al peronismo. Este reencuentro generacional y de clases sociales, a diferencia de la experiencia de la primer gestión peronista en la universidad69, tendría como referentes de la juventud a las figuras intelectuales de la Resistencia, tales como Puiggrós, Jauretche, Hernández Arregui y Scalabrini Ortiz -partícipes también de la experiencia de la universidad del primer peronismo- conjuntamente con nuevas figuras ligadas a la CGTA, tales como Rearte, Ramos, Ortega Peña, Walsh, entre otros. La juventud comenzaría a formarse en una tradición cultural que en algunos aspectos, se diferenciaría del programa del peronismo histórico. La dinámica propia de la Resistencia y de la guerra popular, serían difíciles de detener hacia 1973 con el regreso del gobierno popular, cuestión acelerada por acciones terroristas de grupos de derecha y muchas veces, de la desconexión de la izquierda del ERP (que seguiría fogueando la lucha armada) con la realidad nacional. El posterior enfrentamiento entre la juventud y Perón, habla un poco de esta experiencia de miles de jóvenes que ingresaron a su vida militante 68

Ver Recalde, Aritz y Recalde, Iciar (2007). Al margen de sus grandes logros a nivel gratuidad y ampliación de la matrícula a través del ingreso irrestricto, la universidad del primer peronismo tuvo las limitaciones propias de su ciclo histórico. Al no contar con una intelectualidad numerosa y orgánica –salvo casos puntuales, tales como Juan José Hernández Arregui, John William Cooke, Carlos Astrada, entre otros-, el primer peronismo cedió el manejo de la universidad a la Iglesia que, a diferencia de las características que comenzaría a cobrar hacia mediados de la década del ´60, era fuertemente tradicional y ortodoxa.

69

71

teniendo como referente la figura de un Perón en el exilio vociferando asiduamente las consignas del socialismo nacional y de la lucha armada. En esta universidad (año 1966) copada por sectores de derecha adictos al mandato del onganiato, como consecuencia de los miles de docentes despedidos por el gobierno militar, se daría a nivel institucional un enorme vacío que las nuevas autoridades llenarían con cuadros intelectuales partidarios del régimen. Muchos de estos docentes provenían de medios intelectuales vinculados a la Iglesia Católica, en un contexto histórico en que el mundo cristiano experimentaba un proceso de radicalización ideológica tanto en Argentina como en América Latina, que condujo a muchos sacerdotes y cuadros eclesiásticos de la Iglesia hacia el “Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo” y hacia la “Teología de la Liberación.” De la labor movilizada por la Iglesia en las villas miseria y barrios marginales, surgieron nutridas formas de participación de movimientos de base, que en la década de 1970, irán radicalizando paulatinamente sus posiciones en relación a los gobiernos oligárquicos y proscriptivos antiperonistas. Vinculados a esta nueva corriente del mundo católico, en el proceso de intervención militar, ingresaron en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, dos docentes que desempeñaron un papel fundamental en este período y en el proceso posterior de la universidad de 1973. El ex cura Justino O´Farrel, ocupó la Cátedra de Sociología Sistemática y Gonzalo Cárdenas -que había estudiado en un centro teórico de sacerdotes progresistas de la Iglesia Católica en Bélgicadictó la materia Historia Social Latinoamericana. Tres años después, en 1969, O´Farrel fue nombrado Director de la carrera de Sociología y Cárdenas ocupó la Dirección del Instituto de 72

Sociología. Ambos personajes, que llevaban consigo una pesada carga político ideológica por ingresar con Onganía, que generó en un principio el rechazo del movimiento estudiantil, expresaron más tarde la posibilidad de comenzar a gestar un proyecto de universidad nacional y popular. A través del ingreso de estos docentes a la universidad, surgen las Cátedras Nacionales que con el correr del tiempo irán ampliándose con la acogida de nuevas figuras (además de Justino O´Farrel y Gonzalo Cárdenas, Alcira Argumedo, Horacio González, Roberto Carri, Juan Pablo Franco, Alejandro Álvarez, Guunar Olson, Ernesto Villanueva, Guillermo Gutiérrez, Jorge Carpio, Néstor Momeño, Norberto Wilner, E. Pecoraro, Sasa Altaraz, Marta Neuman, Lelio Mármora, Alejandro Peyrou, entre otros). El viraje ideológico del estudiantado y el desarrollo de las organizaciones peronistas en la universidad, marcó una nueva etapa en las relaciones entre los docentes, los estudiantes y las luchas populares. En este contexto se forjó rápidamente, como en una especie de realimentación mutua, la articulación entre el movimiento estudiantil y los profesores ingresantes. Una nueva generación de intelectuales con otras propuestas de enseñanza desde sus formas, sus contenidos y su vinculación con el país, se hacía presente en la universidad, marcando un hito histórico para la historia de los intelectuales en Argentina. Asimismo, junto a estas designaciones en los claustros docentes, fueron nombrados numerosos grupos de militantes de izquierda ligados a un tipo de marxismo más a la “europea” (si lo comparamos con el marxismo en clave nacional del grupo descripto precedentemente), que por mucho tiempo habían caracterizado al peronismo como un actor contrarrevolucionario (entre otros, Juan Carlos Portantiero, Héctor 73

Schmucler, Oscar Landi, Isidoro Cheresky, María Braun y Juan Villareal). Éstas figuras se nuclearon en torno a las denominadas Cátedras Marxistas. Su orientación programática y el alcance real de las diferencias con las Cátedras Nacionales puede ser definida de la siguiente manera, en palabras de Horacio González:70 “El programa de la cátedra de Portantiero era un programa ya influido por el althusserismo, por toda la filosofía francesa estructuralista, y las cátedras que hicimos nosotros (se refiere a las Cátedras Nacionales) eran con un programa historicista latinoamericanista. De todas maneras, la historia después cruzó de muchas otras formas estas antípodas. También nosotros conocíamos los otros temas. La disputa se hizo en términos de programa a programa, el programa historicista era acusado por los estructuralistas y viceversa.” Los sectores de las Cátedras lideradas por Portantiero, verían a las Cátedras Nacionales como adeptas a un “nacionalismo retrógrado”, asociado al clericalismo de la dictadura de Onganía y, por lo tanto, de su mismo negativo linaje político e ideológico. Las disputas ideológicas y políticas entre ambas cátedras dentro de la universidad fueron álgidas y conllevaron muchas veces a rupturas en principio irreconciliables. Por otro lado, la fortaleza de las Cátedras Nacionales se había dado, sobre todo, en el contexto altamente represivo del gobierno de Onganía. Con la caída de Levington en 1971 y la asunción del general Lanusse a la presidencia, comenzaron a darse también en la universidad una serie de reformas, como resultado de las presiones de la época, con el objetivo de instaurar una transición controlada a la vida civil. Como primera medida fueron abiertos los 70

Para ampliación de referencias ver Recalde, Aritz y Recalde, Iciar (2007). Las entrevistas fueron realizadas por los autores. 74

concursos

para

el

ingreso

de

profesores

a

las

cátedras

universitarias. En la Facultad de Filosofía y Letras, el nuevo interventor, Alfredo Castellán, coordinó el proceso y trabajó para la sustitución de las Cátedras Nacionales, nombrando jurados adversos a la línea nacional y popular. La radicalización en términos ideológicos, las prácticas pedagógicas de este sector y su adscripción

al

peronismo,

se

presentaban

como

factores

amenazantes para la nueva intervención militar. El resultado de los concursos digitados por los jurados de Castellán aprobó finalmente al sector de las Cátedras Marxistas y las Cátedras Nacionales comenzaron a perder poder en el terreno académico aunque aún por un extenso período tuvieron hegemonía dentro del movimiento estudiantil. En palabras de Horacio González: “Las Cátedras Nacionales terminan institucionalmente cuando Lanusse pone interventores en la universidad que llaman a concurso y poco a poco los concursos, influidos por la presencia de los interventores, van dejando desmanteladas a las Cátedras Nacionales. El concurso central se llamó en la cátedra de Sociología Sistemática cuyo titular era Justino O´ Farrell y el titular que se presenta en concurso es Juan Carlos Portantiero. El jurado le da la cátedra a Portantiero, que venía con la sociología gramsciana clásica. (…) Ahí los estudiantes deciden que los profesores de ambos grupos, de las Cátedras Nacionales y de la tradición liberal de izquierda, disputen exponiendo sus respectivos programas ante los estudiantes a la manera de asamblea. Es un hecho interesante, cada curso debería dictarse en asamblea que definía que profesores quedaban. Poco a poco los profesores de la orientación nacional y popular iban perdiendo las elecciones porque la cátedra oficial era la otra, ningún estudiante elige en una asamblea una cátedra que no tiene respaldo institucional.” Por su parte, otra partícipe de la experiencia, Alcira Argumedo, argumenta, cuándo se la interroga acerca de los motivos

75

por los que la intervención opta por las denominadas “Cátedras marxistas”, la siguiente opinión: “Llaman a concurso el cargo para Sociología Sistemática donde se presenta Justino O´Farrel y Portantiero, en donde lo designaron a Portantiero. La verdad que en ese caso no fue tan alevoso. Lo cierto es que, paradójicamente, ellos eran menos peligrosos que el caso nuestro, donde la militancia y la movilización eran mucho más grandes y engarzaban mucho más con las movilizaciones externas. Éramos claramente peronistas y esta izquierda un poquito intelectual y no tan militante, era menos numerosa y más soportable “que la barbarie peronista ligada a factores externos, a la CGT, el Cordobazo o la guerrilla.” MONTONEROS, FAP Y LAS CÁTEDRAS MARXISTAS En este período, entre los intentos de fusionar el peronismo con el marxismo, las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas) llevaron adelante el denominado “Proceso de Homogeneización Política Compulsiva” (PHPC).71 Montoneros, a diferencia de las FAP, se abocó a llevar adelante la campaña electoral y a la masificación de

71

Las actividades de las FAP estarían centradas en el objetivo de consolidar la “alternativa independiente” dentro del peronismo, manteniéndose distantes por eso, de la campañas electoral de los años 1971 a 1973. La alternativa táctica adoptada por sectores las FAP no estaría exenta de debates entre sus miembros que ya habrían experimentado una división en torno al GAN: el grupo que se queda con el nombre FAP, hará hincapié en la formación de la alternativa independiente y se abocará a la formación del Peronismo de Base (PB). Estos se denominarían los “iluminados”; el otro grupo, nacerá hacia el año 1971 e irá ingresando paulatinamente a Montoneros. Los primeros llamarían a los segundos “oscuros.” El rótulo de “oscuros” tuvo que ver con una crítica de los “iluminados” al otro sector, basada en un supuesto giro “popular” de la ideología de los “oscuros” que estaría arraigado en concepciones distantes del marxismo. En este contexto, el PHPC implicaba convertir en marxistas a todos los peronistas a través de un manual de Marta Harnecker, en el período en que el sector de los “iluminados” crea el Peronismo de Base y se define como marxista.

76

las fuerzas, que tendió hacia la formación de la estructura de regionales del año 1973. Tras la campaña electoral y la llegada de Cámpora al poder, las exigencias de Montoneros hacia el gobierno electo fueron en aumento. Las pretensiones de la juventud en relación a los espacios que debería otorgar Perón a Montoneros, con el paso del tiempo entraron en conflicto directo con las tácticas del General. El punto más alto de enfrentamiento entre Montoneros y Perón estuvo dado por el asesinato de Rucci y la expulsión de la Plaza de Mayo el 1º de mayo del año 1974. En este proceso podemos observar cómo Montoneros se distancia de sus posiciones “movimientistas” y comienza a virar hacia posiciones vanguardistas dentro del movimiento nacional y en relación a los planteos del líder. La disputa con Perón era ni más ni menos, que un cuestionamiento a la forma de distribuir los espacios de poder dentro de la política del país. En esta disputa, Montoneros profundizó el enfrentamiento entre la juventud y las conducciones sindicales y en muchos casos, esta actitud implicó la disputa directa por los espacios de poder con Perón. Montoneros desde actitudes muchas veces provocativas, pasó de los cuestionamientos a los sectores “burocráticos” del movimiento al enfrentamiento frontal con el gobierno. Del “movimientismo” previo al proceso electoral, Montoneros viró hacia una trifulca de la conducción del peronismo desde su propia estructura y por sobre el esquema de mando tradicional. A diferencia de las FAP, que habían apostado a la formación de una alternativa independiente con anterioridad a la llegada de Cámpora al gobierno, Montoneros en un espacio reducido de tiempo, viró del apoyo a la candidatura de Perón hacia una posición de abierta disputa de poder. En este contexto, la posición política de 77

Montoneros fue la de radicalizar el proceso revolucionario de la Argentina y para eso, fue necesario llevar el movimiento justicialista hacia el socialismo nacional. El marxismo apareció como un elemento conceptual que dio marco al proceso de superación del esquema político del país. Algunos grupos dentro de Montoneros no verían con buenos ojos el viraje hacia posiciones radicales en torno al

líder,

especialmente

tras

la

ejecución

de

Rucci

o

el

cuestionamiento de algunos aspectos del Plan económico de Gelbard. La polémica ideológica dentro del peronismo universitario avanzó hasta transformarse en ruptura entre una línea próxima a los mandamientos de Perón (“Lealtad”), y una línea que cuestionaba los lineamientos políticos planteados por el líder y que iría delineando un perfil ideológico más característico del marxismo. Este proceso fue acelerado con la fusión de Montoneros y FAR. Ligados a algunos miembros de las FAR, varios intelectuales de las Cátedras Marxistas se acercaron a Montoneros, que aceptó el ingreso de estos intelectuales de vertiente y trayectoria marxista y no peronista. En palabras del Rector interventor de la UBA que asumió tras la salida de Puiggrós y que fue participante de la Cátedras Nacionales, Ernesto Villanueva, los nuevos miembros de las FAR estaban: “Ligados a Roqué que era de las FAR y había formado parte de Pasado y Presente. Montoneros acepta el apoyo de estos que nunca adquirirían demasiada influencia en la universidad durante mi gestión o la de Puiggrós. Las autoridades designadas en este período eran particularmente peronistas. Los miembros de las Cátedras Marxistas influyeron más ideológicamente en la conducción de Montoneros que en la universidad.”

78

La fusión de las FAR con Montoneros, la cercanía de algunos miembros de la conducción a los postulados del marxismo y la radicalización de posiciones clasistas, fueron creando el marco propicio para la justificación de la acción militar de la organización contra posiciones de otros sectores del movimiento. La violencia de la Alianza Anticomunista Argentina (AAA) contra dirigentes de izquierda haría aún más complicada la posibilidad de detener el espiral de violencia y militarización de la política. Respecto al acercamiento de Montoneros al sector de las Cátedras Marxistas, la continuidad de la lucha armada y su enfrentamiento con Perón, Argumedo dirá: “En mayo de 1973 ya empiezan a haber enfrentamientos en el campo interno de Montoneros acerca del debate que se plantea después de las elecciones del 11 de marzo: si lo que hay que seguir adelante es una política militar de cuadros o una política de organización de masas. Empiezan a discutirse esas cuestiones. Nosotros planteábamos que la legitimidad de la lucha armada terminaba el 11 de marzo. A partir de aquí, venía el protagonismo de masas y el otro sector no estaba de acuerdo en eso. Querían seguir “teóricamente” profundizando la revolución. Para esta fecha ya había una oposición a Perón. (…) A su vez, esto iba vinculado por el hecho si desde el peronismo se podría profundizar la revolución o si era necesario el marxismo o una alternativa independiente de la clase obrera para llevar adelante. Y por supuesto, estaba el lugar del liderazgo de Perón.” En la misma línea argumental Argumedo sostiene: “En 1973, con todo este ambiente, Pasado y Presente saca una carta de apoyo a los Montoneros - la revista estaba ligada más a las FAR que eran marxistas-. Las FAR aceptan la primacía de Montoneros y el nombre de Montoneros para el conjunto y desde Pasado y Presente sacan esta carta. En este momento, muchos de nosotros estábamos con las FAP y otros con Montoneros. Aquí ocurría una disputa interna en Montoneros. (…) Desde Montoneros

79

la cuestión con Pasado y Presente residía en su vuelco al marxismo y por eso, era importante tener el asesoramiento de los sectores propios del marxismo. Este proceso duró muy poco ya que se retiran en 1974 cuando la cosa se pone más pesada.” Respecto a la “retirada” a la que alude Argumedo, podríamos interpretarla desde, por lo menos, tres puntos de vista: retirada del país (hacia el exilio), retirada del marxismo (hacia nuevas modas teóricas y también, hacia un tipo de marxismo en clave socialdemócrata) y retirada de un modelo de intelectual (hacia el posibilismo que, tras 1983, será de apoyo al gobierno de Alfonsín). En el “Editorial”72 del número de Pasado y Presente de apoyo a Montoneros, la lucha armada y la fusión Montoneros- FAR (realizada el 12 de octubre de 1973, fecha en que además, Perón asume por tercera vez la presidencia del país), se establecerá taxativamente: “Hoy la posibilidad del socialismo atraviesa el movimiento peronista y sobre las espaldas de los peronistas revolucionarios recae la posibilidad de que esa posibilidad no se frustre. (…) La reciente unificación de FAR y Montoneros, las dos más importantes organizaciones político-militares, desarrolladas y fogueadas paralelamente con la profundización de la conciencia de la clase obrera y de los trabajadores y más particularmente de la juventud, constituye un hecho destinado a tener una profunda significación en la historia futura de la lucha de clases en Argentina. Su trascendencia reside en que, por primera vez, aparece un polo organizativo revolucionario sostenido sobre una propuesta estratégica correcta y una gravitación ponderable en las masas.” Resulta de interés señalar que el énfasis puesto en la centralidad de la estrategia que Montoneros comenzó a desplegar en este período (guerra popular prolongada) coincide con la 72

“Pasado y Presente”, Pasado y Presente (Segunda Época), Nº 2/3, juliodiciembre de 1973, p. 192. 80

consolidación de un gobierno constitucional elegido por las mayorías populares a través del voto. Esta cuestión no será puesta en crítica, en términos de qué legitimidad tenía durante el tercer gobierno peronista en las masas la lucha armada, en el período posterior de condena radical a la estrategia armada. En el extenso trabajo de Burgos73 que señalamos en páginas precedentes, se analiza este período de Pasado y Presente como el de la “idealización del peronismo.” Creemos que, es necesario aclarar que ésta no fue del peronismo sino, de la estrategia armada. El peronismo estaba en el poder y llevaba adelante un programa de gobierno que, más allá de sus contradicciones, reflejaba los anhelos populares de justicia social. Pasado y Presente dejaba atrás las loas vertidas meses atrás a través del documento “Declaración de apoyo al Frejuli”, y del Editorial titulado “La ´Larga Marcha´ al Socialismo en la Argentina”74, donde se establecía: “Estos son, a nuestro entender, los rasgos que definen la originalidad del movimiento peronista. De un movimiento que, con el triunfo electoral del 11 de marzo [1973] dio los primeros pasos hacia una nueva etapa de su historia. Ese día, el peronismo actuó como síntesis política del conjunto de clases que se opusieron, desde 1966, al proyecto monopolista, cuantificó en las urnas todo el odio acumulado por el pueblo frente al imperialismo y sus aliados internos. El pronunciamiento masivo que significó el voto, puso también al descubierto el error de quienes, desde una izquierda que salía de la crisis del reformismo y que había logrado una primera inserción en el movimiento de masas, propugnaron el voto en blanco, alentando una vana ilusión de pureza programática”. El quiebre dentro de Montoneros culminó dando lugar a la ruptura de sectores del grupo de los “leales” a Perón o “Lealtad.” 73 74

Op. Cit., pp. 208-217. Pasado y Presente (Segunda Época), Nº 1, abril- junio de 1973. 81

Este enfrentamiento, a veces teórico, a veces político, llevó a la fragmentación del campo nacional en la universidad y, tras la intervención de Ottalagano y el avance de la derecha a nivel nacional, al derrumbe de la universidad en su totalidad. Por su parte, las figuras centrales ligadas a las Cátedras Marxistas que habían provisto de insumos discursivos a Montoneros, marcharon hacia el exilio mexicano donde precipitadamente, a través de nuevos marcos teóricos y alejados de la crítica radical, comenzaron una nueva etapa intelectual signada por los límites del posibilismo. Sobre su paso por la universidad del breve período Cámpora- Perón y sobre el abierto apoyo a la estrategia armada de Montoneros, en México tendrán poco que decir.

82

DICTADURA: ALGUNAS NOTAS SOBRE ECONOMÍA, CULTURA E INTELECTUALES “No hay “tierra de nadie”; lo que no es ocupado por la teoría revolucionaria permanece ocupado por los mitos del régimen imperante.” John William Cooke75 El terrorismo de Estado instituido tras el golpe de Estado de 1976 implementó un plan de gobierno basado en la instauración de un modelo económico que provocó la concentración del ingreso en un conjunto de grupos económicos locales y transnacionales, ligados a la renta del capital financiero. Este esquema de acumulación implicó una redistribución del ingreso a favor del gran capital sobre el pequeño productor y el trabajador asalariado, a través de la reducción de los salarios -congelación de salarios y liberación de precios- y de la apertura económica indiscriminada. El beneficiado fue el capital extranjero y los grandes grupos económicos, desarticulando el tejido industrial y destrozando el esquema del Estado interventor, pilar de una economía centrada en el mercado interno y la producción manufacturada nacional. Este proceso generó la expulsión de miles de trabajadores y obró como una forma de disciplinar el mercado de trabajo, bajando los salarios de la masa ocupada en un marco de violencia, terror y coacción impuesto a sangre y fuego. Los objetivos del Estado terrorista actuaron de manera coordinada, ejerciendo el uso de la fuerza con el objetivo de desorganizar a las clases subalternas y a su vez, reorganizar a las clases dominantes sacudidas tras décadas de movilizaciones populares. La lucha política abierta por el gobierno militar tuvo entre sus objetivos la lucha cultural con el objetivo claro 75

Op. Cit., p. 179. 83

de destruir la identidad nacional y clasista de los sectores populares que se había expresado en la defensa del modelo de Estado interventor y los beneficios obtenidos principalmente durante las gestiones de gobierno peronista, como punto de partida para arrasar la alianza social policlasista conformada durante el período de sustitución de importaciones. Derrotada prácticamente la oposición al régimen, los sectores dominantes consolidaron un nuevo patrón de acumulación basado en la valorización financiera, que garantizaba a su vez, el control político y social sobre los sectores populares. Los acreedores externos

y

el

capital

concentrado

interno

-conglomerados

extranjeros y grupos económicos locales- pasaron a controlar entonces, el proceso económico asentado en la quiebra de la economía nacional y la sobreexplotación de los trabajadores y en una férrea subordinación del Estado a sus intereses particulares. La acción represiva de la dictadura estuvo orientada a derrotar, lo que en lenguaje estatal se denominó subversión, categoría que contendría en su interior toda la gama semántica de prácticas que pudieran actuar como opositoras al régimen encarnadas en distintos actores sociales -curas, militantes políticos, sindicatos, obreros, estudiantes, escritores, intelectuales, etc.- y que tenía como tarea estratégica, desarticular la organización obrera y popular, pulverizando sus bases materiales. La mira estaba puesta ante todo, en la destrucción de los movimientos políticos que habían postulado una transformación social radical, derrotados militarmente hacia 1975-1976, a través de la acción represiva de la Alianza Anticomunista Argentina y a través del denominado Operativo Independencia en adelante. Al mismo tiempo, el brazo armado estatal además de producir un proceso de fragmentación de los 84

movimientos armados, barrió la organización de la clase obrera en general y la estructura organizativa de los sectores populares establecida tras años de resistencia y lucha. Puede establecerse que el mayor aporte que hizo la dictadura a los sectores dominantes, fue el aniquilamiento de gran parte de los cuadros políticos que habían hecho posible la organización y la movilización de los sectores populares, abortando la lucha social por el asesinato y el terror. La ofensiva económica, cultural, política y militar de las clases dominantes rompió de esta manera, el comportamiento económico y social de la sociedad argentina, imponiendo otro caracterizado por sus altos índices de exclusión social, que se continúo y profundizó, tras la apertura democrática de 1983 y los gobiernos subsiguientes.76 Además de hacer un uso de la violencia en formas desmesuradas, el Estado militar intervino en el manejo y control oficial de gran parte de los aparatos de formación y reproducción de la opinión pública y en los distintos espacios de difusión de la actividad cultural. A diferencia de otras experiencias dictatoriales, la dictadura argentina de 1976 sistematizó en el aspecto cultural, una doctrina definible en un conjunto de medidas con fines precisos que legitimaron su ejercicio del poder,77 y sobre todo, detentó una 76

Fueron presidentes de la Argentina durante las décadas de 1980-1990: el radical Raúl Ricardo Alfonsín en el período 1983-1989 (renunciando antes de concluir se mandato), el peronista Carlos Saúl Menem en dos períodos consecutivos, 1989-1995, 1995-1999 y sin completar su mandato, el radical Fernando de la Rua en el período 1999-2001. 77 A diferencia de nuestro planteo, Sidicaro en su trabajo “Ideas de cuando las ideas se mataban”, Babel, Año II, N° 10, Buenos Aires, julio de 1989, pp.14-16, sostiene que a falta de una ideología sistemática que legitime el ejercicio del poder, la legitimación del mismo se construyó apelando a situaciones históricas previas, ancladas en una ideología anticomunista y occidentalista no cristalizada en una formulación elaborada y sistemática. En la misma línea, se inscribe de Diego al sostener que, en el ámbito de la cultura, la dictadura no 85

ideología78 que orientó, dio sentido y justificó el accionar del Estado militar en los distintos ámbitos de la vida social. Como ejemplo, baste mencionar las operaciones “directrices” en el dictado de lineamientos de los organismos financieros internacionales del Imperio, sobre todo el Banco Mundial y el FMI, personalizado en múltiples consultores nacionales y extranjeros. La dictadura argentina consolidó un marco ideológico, que no puede reducirse a determinada tradición nacional puntual o a las formulaciones ideológicas de algún partido conservador. Es decir, el sujeto que generó la ideología que hizo posible la vigencia del sistema de dominación, al margen de que retomó tradiciones nacionales previas, recién se consolidó en la experiencia de 1976 y desde lineamientos norteamericanos. No existió un intelectual capaz de trazar un vínculo entre los intelectuales autóctonos y los de los países centrales, sino que la construcción de una nueva ideología provino directamente de afuera, coordinada con insumos ideológicos locales. Los sectores dominantes recurrieron al golpe militar como consecuencia de la exacerbada organización popular.

generó una ideología propia, más allá de la reiteración de tópicos de la tradición católica y antiliberal del nacionalismo de derecha argentino, esto es, más que generar una ideología nueva, la dictadura de 1976 reinstaló una cultura autoritaria asentada en nuestra sociedad, consistente en líneas generales, en la formulación de modelos excluyentes de cualquier tipo de disidencia. Esta formulación, su desarrollo y profundización en de Diego, José Luis. ¿Quién de nosotros escribirá el Facundo? Intelectuales y escritores en Argentina (1970- 1986), Ediciones Al Margen, La Plata, 2001. pp. 118-119. Creemos, a la luz de las consecuencias que la última dictadura tuvo en nuestro país, que hipótesis de este tipo deberían ser repensadas a la luz de las profundas secuelas culturales que aún perviven en nuestra sociedad. 78 La construcción ideológica de las categorías implementadas por la dictadura fue parte del “laboratorio” político de los regímenes dictatoriales posteriores al derrocamiento de Juan Domingo Perón: 1955, 1966, etc. El golpe de Estado de 1976, marcó el desenlace político a una propuesta ideológica, política, económica y cultural que se venía gestando en décadas anteriores.

86

Respecto a los cuadros intelectuales que nutrieron a la dictadura argentina, podríamos diferenciarlos de la siguiente manera: por un lado, los intelectuales orgánicos, que provenían y actuaban dentro del establishment económico y social en la nueva relación de fuerzas del sistema político de nuestro país, como es el caso de Juan Alemann o de Martínez de Hoz, entre otros; por otro lado, el Estado dictatorial, controlado por el capital financiero y por los grupos económicos locales y transnacionales, fue formando paulatinamente cuadros propios que, avanzada la dictadura, le garantizaron el diseño y la implementación del nuevo modelo de acumulación capitalista, a través de fundaciones tales como Mediterránea (1977) y CEMA (1979), entre otras, instaladas en nuestro país con recursos estatales.79 Veremos más adelante cuáles fueron los cuadros intelectuales que sustentaron las democracias

posteriores,

sobre

todo

el

alfonsinismo

y

el

menemismo del período histórico que intenta cubrir este trabajo. A esta

altura

de

nuestra

argumentación,

creemos

que

va

delineándose certeramente la idea que planteáramos en un principio en torno a que la “autonomía intelectual“es más una zoncera académica o un objeto de deseo que una realidad concreta de la dinámica histórica.

79

La ampliación de esta cuestión puede encontrarse en Basualdo, E. Sistema político y modelo de acumulación en Argentina. Notas sobre el transformismo argentino durante la valorización financiera (1976-2001), Editorial Universidad de Quilmes, 2001., pp. 16 y 32-34.

87

LA EXPERIENCIA DEL EXILIO: LA REVISTA CONTROVERSIA. PARA EL ANÁLISIS DE LA REALIDAD ARGENTINA “Para una generación que nos habíamos formado políticamente en el destino manifiesto y heroico de un proyecto popular y nacional intransferible, que habíamos incluido en eso las claras herencias que nos destinaban, la posterior derrota, las muertes cuantiosas, el regreso al hogar, las ausencias, las verificaciones, las mutaciones del alma, nos devolvieron una patria donde ya los años de exilio también habían trazado distancias impronunciables con respecto a lo propio.” (Nicolás Casullo, op. Cit., p. 115) En este breve apartado intentaremos trazar un recorrido por ciertos ejes o núcleos temáticos que comenzaron a cobrar visibilidad a través de las páginas de la revista Controversia editada en México entre 1979 y 1981 y que encontramos cristalizados, a mediados de la década del ´80, como centros de la agenda de debate de la revista La Ciudad Futura. Interesará aquí notar cómo el viraje operado respecto a la función intelectual y a sus objetos de interés no fue un mero acontecer de fines de la década del ´80 sino que, tuvo su caldo de cultivo en plena dictadura argentina y en el caso de los intelectuales vinculados a La Ciudad Futura, en el exilio mexicano80 y, visto a la distancia, de un modo vertiginoso. Esto es, aquellas figuras -José Aricó, Juan Carlos Portantiero, Héctor Schmucler, Jorge Tula, entre los más representativos- que partían al exilio estrechamente vinculadas al movimiento revolucionario argentino y a proyectos de la envergadura política y cultural de

80

Señalamos la cuestión de la pertenencia estricta a esta revista porque, otras figuras cercanas a la misma permanecen en el país, colaboran a distancia de la misma y editan además, la revista Punto de Vista. El viraje hacia posiciones conservadoras en el plano político opera en ambos grupos tanto en Argentina como en México pero, veremos, que en el caso de los intelectuales exiliados, se produce con una vertiginosidad sorprendente. 88

Pasado y Presente comenzaron a experimentar nuevos rumbos teóricos y políticos, así como a diseñar nuevos tipos de intervención cultural y política en un lapso temporal de una brevedad asombrosa. Tal es así, que a través de los trece números de Controversia, se observa una suerte de prefacio bien diagramado de las líneas ideológicas propuestas posteriormente en las páginas de La Ciudad Futura, en lo referente a la sobrevaloración de la democracia política, la crisis terminal del marxismo, la asunción de la derrota como consecuencia inevitable frente a propuestas políticas críticas de la dependencia, la crítica radical a la militancia previa, entre otras cuestiones equivalentes tamizadas por la heterogeneidad de líneas políticas presentes en la revista. Esto es, el proyecto primigenio de Controversia estuvo pergeñado por la formación intelectual que aquí interesa, de filiación de izquierda marxista que viró en este período a un tipo de auto filiación “socialista” a secas, conjuntamente con algunas figuras de la vertiente de la izquierda peronista como Nicolás Casullo y Rubén Caletti. Esta misma heterogeneidad será la causante de la breve duración de la revista motivada por los debates irreconciliables entre ambas líneas políticas, tal como había sucedido, salvando las diferencias propias del contexto histórico y de las figuras partícipes, una década atrás respecto a las Cátedras Marxistas-Cátedras Nacionales. El panorama político de los exiliados en México dio lugar al surgimiento de grupos heterogéneos reunidos por su afinidad ideológica.81 Por un lado, se encontraba el “Grupo de los reflexivos” constituido hacia 1977 por Héctor Schmucler, Nicolás Casullo, 81

Los datos que se comentan a continuación están extraídos de una entrevista realizada a Nicolás Casullo, “Tu cuerpo ahí, el alma allá”, en Boccanera, Jorge. Tierra que anda. Los escritores en el exilio, Ameghino, Buenos Aires, 1999, pp. 95-119. 89

Sergio Caletti, Carlos Abalo y Jorge Bernetti. Este grupo hacia 1978, se fundiría con otro formado por Miguel Talento, Juan Carlos Añón, Jorge Todesca, Guillermo Greco y Adriana Puiggrós. En este espacio se realizarían reuniones semanales de análisis de la derrota política acontecida en Argentina y de reflexión del ideal político militar guerrillero, peronista y marxista. Paralelamente, se organizarían otros grupos peronistas y socialistas. Dirá Casullo respecto a la heterogeneidad de éstos: “(…) Unos más ligados a un ideario sindical como el de Pepe Fidanza, otros más peronistas ortodoxos como el de Mario Kestelboim y Alcira Argumedo, otros camporistas con Julio Villar, el Bebe Righi y Rody Gil, otros situados más en la línea del peronismo revolucionario, y además la Mesa Socialista, donde participaron Portantiero, Aricó, De Ipola, Nudelman, el Tula, Pedroso y otros. Hay también grupos marxistas clasistas.”82 Hacia fines del año 1979 el grupo de los “reflexivos” de dividiría en dos grupos y uno de los subgrupos, compuesto por Schmucler, Casullo, Caletti, Abalo, Bernetti y Puiggrós participaría de la edición de Controversia, conjuntamente con los integrantes de la Mesa Socialista. La Dirección de Controversia estuvo a cargo de Jorge Tula y su Consejo de Redacción estuvo conformado por Sergio Bufano, Carlos Abalo, José María Aricó, Ricardo Nudelman, Rubén Caletti, Nicolás Casullo, Oscar Terán, Héctor Schmucler y Juan Carlos Portantiero. El eje que aglutinó en principio a estos intelectuales en torno al proyecto de edición de Controversia fue de modo central, el reconocimiento de la derrota del proyecto político en el que se habían enrolado y la necesidad de reflexionar en torno a él de forma 82

Casullo (1999), pp. 106-7. 90

crítica y superadora. El modo de “superación” tanto de las posiciones políticas así como de las teóricas, será la piedra de toque de las rupturas en el interior de la revista, así como las discusiones en torno al marxismo, el peronismo, los regímenes socialistas de Europa del Este, focos de reflexión que recorren la revista. En el Editorial del primer número se afirmaba: “Muchos de nosotros pensamos, y lo decimos, que sufrimos una derrota atroz. Derrota que no sólo es consecuencia de la superioridad del enemigo, sino de nuestra capacidad para valorarlo; de la valoración de nuestras fuerzas, de nuestra manera de entender el país, de nuestra concepción de la política”83 EL MARXISMO DEL GRUPO DE PASADO Y PRESENTE AGONIZA La derrota del proyecto revolucionario a nivel nacional y su consecuente, en los miles de muertos y en la desarticulación del campo popular, de su forma de organización política y cultural, producto del terrorismo de Estado sería procesada en el exilio por los intelectuales de Pasado y Presente a través de una estrategia tendiente a diseñar un modo de pensar y hacer política distante del marxismo típico de su militancia pasada en la nueva izquierda y sujeta a las nuevas agendas teóricas y políticas importadas de Europa y Estados Unidos. Las posiciones previas que habían guiado el hacer de estos intelectuales comenzarían a ser revisadas desde una óptica de corrosión de la batería marxista en bloque, que había funcionado como marco teórico de criticidad para abordar la realidad periférica de la Argentina, conjuntamente con una selección 83

“Editorial”, Nº 1, 1979, Controversia. Para el análisis de la realidad Argentina, México. 91

y relectura de pensadores marxistas, tales como el italiano Antonio Gramsci84 en clave socialdemócrata, en consonancia con los nuevos vientos políticos que soplaban desde Europa. Aricó en el Nº 185 de la revista plantearía la cuestión de la revisión de la teoría marxista a través de los siguientes argumentos: “¿No es hora ya de que los marxistas acepten los riesgos de una polémica que se les impone más allá de sus recatadas perplejidades o de sus obtusas resistencias? ¿No ha llegado el momento de comenzar a deshacer un enredo que amenaza conducir a una situación sin salida?”86 La pregunta, borrado ya hacia 1979 del discurso el nosotros inclusivo (léase: “que los marxistas acepten”), funcionaba como una advertencia para el universo de la izquierda a nivel nacional y con proyecciones internacionales: “El debate actual parte de la trágica realidad de un proyecto que se ha realizado de forma tal que ha puesto en cuestión el significado mismo del socialismo. (…) Si hoy resulta imposible formular una idea deductiva del socialismo, para que oficie de guía intelectual y moral del movimiento, si el socialismo por el que combatimos debe 84

La filiación gramsciana del grupo aparece condensada en las referencias explícitas de los nombres de los proyectos editoriales, tanto Pasado y Presente como La Ciudad Futura. El recorte teórico, la puesta en foco como asimismo, la interpretación de Gramsci, sufrieron variaciones respecto a los intereses políticos del grupo en sus distintas etapas. No ahondaremos en esta cuestión que, estimamos, podría ser analizada en un trabajo futuro. 85 Dirá Kohan en la reseña del volumen del libro ya señalada en lo referente a la producción de Aricó: “Durante el exilio, Aricó aprovecha para investigar. Produce dos excelentes estudios: una extensa introducción a Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano (junio de 1978) y Marx y América Latina (marzo de 1980). Ambas relecturas seguían inspirándose en la heterodoxia del marxismo. (…) La reflexión teórica de alto vuelto sobre Marx, Mariátegui y el socialismo latinoamericano no tuvo equivalencia cuando se trataba de cuestiones políticas más mundanas.” 86 Aricó. José, “La crisis del marxismo”, Controversia. Para el análisis de la realidad Argentina, Nº 1, México, 1979, p, 2.

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validarse en el examen en las virtudes pero también en las lacras del socialismo “real”, es preciso abandonar retórica y moralismo para abordar serenamente los efectos de una crisis de la teoría y de la practica del movimiento socialista. Porque es difícil de sostener que la fenomenológica concreta de las sociedades posrevolucionarias, con sus acentuados rasgos autoritarios y burocráticos, no cuestiona directamente el pensamiento marxista”87 En la misma línea, continúa Aricó, prefigurando la indagación de un nuevo “socialismo” que será agenda de La Ciudad Futura: “(…) Solo a través de su critica despiadada y radical podemos sostener la esperanza y la voluntad de lucha por otro tipo de socialismo, aún inédito. (…) No tenemos otra realidad a la que aferrarnos si queremos permanecer en la historia.”88 Los debates en torno al socialismo estarán fuertemente vinculados con las discusiones en torno a la revalorización de la cuestión democrática a la luz de las experiencias de los socialismos reales a nivel internacional y del terrorismo de estado en el plano nacional. El contexto de producción de estos nuevos discursos era México, un país que en ese período recibía a exiliados de distintas naciones latinoamericanas y donde se experimentaba el aluvión de los debates acerca de la crisis del marxismo a nivel europeo, que fue recepcionada en Latinoamérica en el marco de la derrota de los proyectos de cambio.89 87

Ibíd. Ibíd. 89 Un trabajo de Paramio y Reverte dio entrada al tema de la crisis del marxismo como cuestión central en las páginas de Controversia. Se trata de Paramio, Ludolfo y Reverte, Jorge, “Razones para una contraofensiva”, Controversia, Nº 1, 1979, México, p. 12. A modo ilustrativo, citamos: “Suponer que el único marxismo “verdadero” es el marxismo “revolucionario”, el de quienes rompen con la II internacional (…) no es sostenible. El reformismo es también una lectura de Marx, independientemente de la opinión política y teórica que pueda merecernos. Pues bien, una vez que recordemos algo tan elemental nos será fácil comprobar que el marxismo reformista no está en crisis.” 88

93

En la reconsideración de la problemática de la democracia se basaba la apuesta por un nuevo socialismo. Los intelectuales de La Ciudad Futura irían colocándose a través de Controversia como el polo modernizador de un tipo de socialismo “renovado” a la luz de las nuevas modas políticas europeas. Así, Portantiero planteaba en el Nº 11 de la revista, la necesidad de interrogarse sobre la relación entre democracia y liberalismo y democracia y socialismo: “La identificación entre democracia y liberalismo (y por esa vía entre democracia y capitalismo) suele aparecer como un dato no cuestionado tanto para los mismos liberales como para parte de las izquierdas: sea la socialdemocracia (...) sean aquellos que con el calificativo de burguesa niegan toda raigambre popular al concepto de democracia y lo relegan como un capítulo de la historia de las clases dominantes. Históricamente, sin embargo, las cosas fueron diferentes; la democracia no es un dato que necesariamente surge de una estructura sino que es una producción social. Ni la democracia formal es coextensa con el capitalismo, ni la estatización de los medios de producción genera automáticamente a la “verdadera democracia”, la democracia es, por el contrario, una construcción popular (…) todo el resto: valores e instituciones que se asocian con la democracia (...) configuran conquistas políticas e ideológicas arrancadas a través de las luchas populares.”90 Desde esta nueva configuración ideológica comenzará a diseñarse el espectro teórico y político que veremos funcionando posteriormente como insumo discursivo del alfonsinismo a través de La Ciudad Futura. El argumento en torno a la asunción de la democracia como única plataforma para la construcción del socialismo y como terreno estratégico para el proceso de transformación de la sociedad argentina no estará exento de críticas hacia el seno mismo de la revista y a través de los intelectuales del 90

Portantiero, Juan Carlos, “La democracia difícil. Proyecto democrático y movimiento popular”, Controversia, Nº 11, México, p. 6. 94

ala de la izquierda nacional. En el Nº 9 de Controversia, Nicolás Casullo y Rubén Caletti, sostendrán: “El primer aspecto que llama la atención en este sentido es que el nuevo discurso socialista no emerge de un análisis sobre la presencia del llamado socialismo y sus variantes en nuestro reciente pasado nacional. (...) Cada una de sus versiones, cada una de sus nuevas teorizaciones nacieron y buscaron instalarse en el escenario político nacional a partir del impacto producido por las ideas que otras realidades generaban: adaptaciones y traslaciones, antes que elaboraciones de interrogantes y respuestas nacidos desde nuestra propia encrucijada nacional.” 91 Todo el artículo será una crítica nada consecuente al viraje de los intelectuales que luego fundarán La Ciudad Futura, del socialismo revolucionario hacia posiciones que defendían los procedimientos de la democracia formal, sin tener en cuenta la complejidad de lo que sería la reconstrucción de la democracia en Argentina y copiando los modelos de los países centrales poco propicios para razonar la realidad de los países periféricos. Es dable aclarar que Controversia fue una de las publicaciones más ricas del período en términos políticos y teóricos, en la medida en que englobó la reflexión en torno a las cuestiones acuciantes de la coyuntura: la problemática de las organizaciones armadas, el peronismo, el marxismo, la democracia y la cuestión nacional y la crisis que experimentaba el campo de la izquierda a nivel internacional.

91

Casullo, Nicolás y Calleti, Rubén, “El socialismo que cayo del cielo”, Controversia, Nº 9, México, p. 7. 95

PALABRAS PRELIMINARES: EL GRUPO DE PASADO Y PRESENTE EN LOS ´80 La década de 1980 estuvo signada, en líneas generales, por la derrota política y cultural de las clases subalternas acontecida a través de la dictadura militar y posteriormente y con otras características, durante la instauración democrática iniciada en 1983. En este contexto comenzó a conformarse en la sociedad argentina, lo que podríamos denominar como una nueva política de la “democracia moderna pos guerra fría”, centrada en el replanteo de las relaciones sociales y políticas de nuestro país, propias del período comprendido entre las décadas de 1940 a 1970. Durante la década del ´80 se trasformó abruptamente la relación entre los intelectuales y la política, produciéndose una redefinición de sus funciones y de su vinculación con el poder en Argentina. Esta mutación y cooptación se llevó a cabo en gran parte del campo cultural y en las instituciones académicas y tuvo como correlato, en la zona específica del campo intelectual que aquí interesa, la redefinición de la tarea intelectual y de la política misma, que entrados los años ´90 sería conceptualizada desde el prisma neoliberal. La recolocación de las nuevas identidades intelectuales en la red conformada por las nacientes relaciones institucionales, haría de la política una tarea de tecnócratas e ideólogos del modelo del “fin de la historia.” El auge de este modelo supondría, en el contexto de una historia que no culminaba sino que, por el contrario, continuaba andando vertiginosamente, un tipo de consumación bien concreto: el fin de la historia de las políticas inclusivas para las mayorías a través de la justificación de las reformas para las minorías. Con la clausura de los ´80 y a partir de los ´90 cualquier 96

propuesta alternativa de redistribución de la renta o de oposición político-cultural al programa neoliberal sería tildada de “arcaica” o “setentista” por los nuevos intelectuales de la “modernización” y de la “democracia” sin adjetivos. Su transformación ideológica no sería azarosa sino que se encuadraría como parte de la derrota política y de un paulatino proceso de transformismo a nivel nacional, que implicó agudas mutaciones en el grupo de Pasado y Presente, así como en los partidos populares mayoritarios de nuestro país.92 Resulta ventajoso para examinar el proceso de transformación de la sociedad argentina de la década del ´80, como asimismo para analizar la mutación de este colectivo intelectual, la utilización del concepto gramsciano de “transformismo.” A través del mismo, podemos vislumbrar un proceso por el cual los dos partidos mayoritarios de la vida política nacional, el radicalismo y el peronismo, fueron cooptados a través de su dirigencia, a favor de los intereses de los grupos dominantes. Para controlar a los sectores populares, estos grupos desarrollaron una estrategia negativa que no consistió en generar un consenso directo, sino en “descabezar”

a

los

sectores

populares,

desarticularlos,

y

desorganizarlos a través de sus dirigentes y de aquellos intelectuales que habían actuado en la historia reciente a su favor. Este rasgo fundamental operó en los ´80 en el grupo de Pasado y Presente. El modelo social instaurado por el terrorismo de Estado desplegó nuevas relaciones de dominación, en las que los intelectuales de izquierda, se inscribirían, interpretarían y actuarían de manera disímil: desde la crítica, la resistencia y la militancia 92

Para la ampliación de este tema ver Campione, Daniel y Gambina, Julio C. Los años de Menem. Cirugía mayor, Centro Cultural de la Cooperación, Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, Buenos Aires, 2003. 97

típica de las décadas pasadas, a posturas flexibles, complacientes, orgánicas y funcionales al nuevo modelo de dominación. Los derrotados ´80 se dispusieron como un campo de lucha ideológica en torno a la significación del pasado reciente y a las posibilidades y perspectivas de acción sobre un presente sombrío como plataforma de construcción del futuro. En la medida en que todo planteo ideológico o programa cultural debe interpretarse en relación a las implicancias concretas que desarrolla en el campo político, inscriptos en el contexto material y simbólico de la naciente democracia, los intelectuales de La Ciudad Futura comenzaron a abogar por un tipo de práctica intelectual acomodaticia a los regímenes políticos de turno, caracterizados por un contenido netamente antipopular y por el ejercicio

de

un

tipo

de

política

generalmente

esquiva

a

problematizar o generar un cuestionamiento real del modelo social y de sus desigualdades. Como observaremos previamente, estas posturas pueden rastrearse tras el largo proceso de autocrítica de su pasado político efectuado hacia 1978 en el exilio mexicano. Condenando fuertemente la militancia de las décadas del ´60-´70, ya en la Argentina, aceptaron y contribuyeron a poner en circulación la “teoría de los dos demonios” que operó en aquellos años por los intersticios de la sociedad y que impuso una supuesta extensión de las culpas del terrorismo de Estado a las organizaciones guerrilleras (algo referido a esta cuestión adelantamos en el apartado relativo a la significación que se le otorgó a la participación en experiencia del EGP). Asimismo, cuestionaron duramente a la izquierda, ya sea en su variante tradicional -sobre todo al Partido Comunista-, como a toda la gama de la izquierda nacional -Montoneros y organizaciones 98

peronistas aledañas- analogándolas, muchas veces al accionar violento de los militares en el poder tras el golpe de 1976. En su lugar instalaron las consignas de cambio social y utopía transformadora de las organizaciones militantes de 1970, como terreno de lo imposible, a favor de una “utopía” sensata y conformista, circunscripta a los vaivenes de la política neoliberal de las democracias argentinas. A diferencia de la concepción acerca de la función de la cultura sustentada en los años ´70, su revisión del pasado no sería una estrategia tendiente a modificar los modos de actuar sobre el presente para construir un porvenir con justicia social. El pasado político, veremos más adelante, debería ser olvidado en bloque y las tácticas ideológicas y conceptuales utilizadas tenderían hacia la tarea de tornarlo olvidable. El intelectual como portador de las herramientas críticas puestas al servicio de la corrosión del sistema de dominación y dependencia, sería considerado un modelo anacrónico. Por el contrario, estos intelectuales se convertirían en formadores de consenso a través de la aglutinación del discurso de la dominación, llamando “globalización” al imperialismo, “desafíos de la democracia” al modelo de las mafias y el genocidio y “gobernabilidad” a la garantía de implementación del programa del gran

capital.

Su

discurso

ideológico

sería

funcional

a

la

implementación de los ajustes estructurales del Estado y del sector privado perpetrados durante estos años. La nueva concepción de lo “político” a través de la pretendida defensa de la democracia, abandonaría la idea de la política como herramienta para la resolución de intereses estructuralmente antagónicos y por el contrario, éstos últimos serían puestos en segundo plano ante el supuesto “fin de la lucha de clases y de la 99

historia universal”. Se abandonaba al pasado la concepción marxista de la política como ejercicio de la lucha por la ruptura de las relaciones de dependencia. La política como una forma de generar proyectos para disputar poder en cada ámbito de la sociedad. Manteniendo

la

identidad

de

izquierda

(a

fuerza

de

retransformar totalmente su contenido), el grupo de Pasado y Presente buscaría integrarse al poder, ajustarse a sus engranajes, produciendo insumos discursivos tendientes a sostenerlo y ejecutarlo. Asesores algunos durante el gobierno de Alfonsín, críticos light del menemismo, promoverían luego el triunfo de la Alianza y ocuparían cargos estratégicos en espacios académicos de las universidades públicas desde donde su modelo de accionar intelectual tendría un fuerte impacto en la formación universitaria de las nuevas generaciones nacidas a la vida estudiantil y política entre los escombros de un proyecto de cambio fracasado.

100

LA CIUDAD FUTURA. REVISTA DE CULTURA SOCIALISTA

“(…) Muchos exiliados volvimos pensando que acá íbamos a tener un porvenir en la cultura, que se nos iba a utilizar. Pero nada de eso pasó. (…) Aquí el que no se sometió al estatus radical o al menemista, no ha tenido ninguna participación. Yo he sido absolutamente discriminado y silenciado, quizá porque no estaba dispuesto a transar.” Osvaldo Bayer93 . "Luego ocurrió que la represión golpeó ciegamente. Todos callaron. O mejor, se reunieron para charlar de otras cosas, de la buena mesa, por ejemplo, en el desencanto. ¿Por qué no fundar una revista entonces?" Toni Negri 94 En el mes de agosto de 1986 sale el primer número de La Ciudad Futura. Revista de Cultura Socialista como materialización y consolidación de la agenda de debates y del proyecto ideológico que sus integrantes venían desarrollando en el exilio mexicano que los aglutinó en su mayoría, como asimismo en torno al Club de Cultura Socialista. En páginas precedentes realizamos un breve repaso por el proyecto editorial plasmado en la revista Controversia. Restaría señalar cuáles fueron las organizaciones que las figuras centrales de La Ciudad Futura transitaron durante su itinerario por el exilio. La compleja realidad política y organizativa del exilio mexicano dio lugar principalmente a dos organizaciones, por un lado, la Comisión Argentina de Solidaridad (CAS), creada en los primeros meses de 1975, y por otro, el Comité de Solidaridad con el Pueblo Argentino (COSPA), fundado en 1975 y fuertemente 93

Ángel, Raquel, “Los caminos de la complicidad”, entrevista a Osvaldo Bayer, en Rebeldes y domesticados (Los intelectuales frente al poder), El Cielo por Asalto, Buenos Aires, 1992. 94 Negri, Toni. El Tren a Finlandia, Colección Ensayos, Ediciones Libertarias, 2004, pp. 263 101

vinculado a Montoneros. Posteriormente se fundaría también “La Coordinadora de Derechos Humanos.”95 Estos espacios además de cumplir una función de denuncia contra el genocidio de la dictadura y de trabajar en defensa de los derechos humanos fueron lugares de debate político en torno a la historia reciente. La CAS agrupaba a exiliados de diversas procedencias políticas, desde la izquierda independiente, hasta radicales y peronistas, y se abocaba fundamentalmente a recibirlos, solucionar problemas y realizar una labor de denuncia acerca de las violaciones a los derechos humanos que se estaban aplicando en Argentina. En el COSPA, dirigido por Rodolfo Puiggrós, con similares funciones, se nucleaban en su mayoría, miembros de Montoneros y algunos del ERP. Esta organización96 institucional de los exiliados fue desgajándose paulatinamente y muchos de sus miembros fueron integrándose a la CAS que, de este modo, terminó siendo la organización principal del exilio. En octubre de 1976, los intelectuales del grupo de Pasado y Presente exiliados en México rompen con el COSPA y participan de la fundación de la CAS. En este espacio de discusión política comenzó a prefigurarse la agenda de debates centrada en tres ejes que consideraremos fundamentales y que aparecerán claramente en La Ciudad Futura: la consolidación del proyecto democrático y sus relaciones con el “socialismo”, la crisis del marxismo y el 95

Bernetti y Giardinelli sostienen que esta coordinadora en rigor “nunca llegó a ser un organismo sino sólo una instancia de funcionamiento”, y que se nutría de “representantes del COSPA y de una docena de otros grupos del exilio.” Bernetti, Luis y Giardinelli, Tempo. México: El exilio que hemos vivido. Memoria del exilio argentino en México durante la dictadura 1976-1983, Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 2003. 96 El operativo de retornar a la Argentina para continuar la lucha armada que, diezmada la guerrilla, lanza la dirigencia de Montoneros desde el exilo en el año 1979, generó grande debates y disidencias hacia el interior del COSPA. A este operativo de lo denominó “Contraofensiva.” 102

armado de una imagen del pasado reciente centrada en el ataque a la militancia revolucionaria, la lucha armada, la imposibilidad de cambios profundos y la asunción de la derrota como modelo de accionar futuro. De regreso del exilio tras la apertura democrática del año 1983, el grupo de Pasado y Presente comenzará a consolidar estos ejes de debate, paralelamente a que sus integrantes ocuparán espacios institucionales, algunos en la gestión del gobierno radical y los más como aliados del gobierno, en cátedras de la Universidad de Buenos Aires. Estos espacios fueron los lugares donde se construyó su legitimidad como colectivo intelectual del momento, conjuntamente con los espacios editoriales desde donde expondrían sus ideas -La Ciudad Futura y Punto de Vista- así como a través del Club de Cultura Socialista. Desde aquí, se lanzaron a la escena pública como portavoces de la intelectualidad de izquierda autorizada y excluyente en su selección de interlocutores legítimos para pensar la cuestión nacional y delinear líneas de acción referentes a la misma. CORPUS Y FIGURAS RECURRENTES Esquemáticamente, el recorte del corpus de ejemplares de la revista que realizamos para este escrito corresponde a los números publicados durante las décadas del ´80 y del ´90. En este lapso, se publica un corpus de un total de 44 ejemplares: 17 números en la década del ´80 que van del Nº 1 de agosto de 1986 al Nº 20 de diciembre de 1989 (algunos salieron conjuntamente en un mismo ejemplar, por eso la discontinuidad numérica); y 27 ejemplares en la década del ´90, desde el Nº 21 de febrero- marzo de 1990 hasta el Nº 49 en la primavera de 1998. El Nº 50 aparece recién en la

103

primavera- verano del año 2001, pues en el intervalo que va del año 1999 al 2000 la revista no se publica. Respecto a la permanencia y a la variación de las figuras en la revista, ofrecemos el siguiente esquema de continuidades- rupturas que es ilustrativo de ciertas permanencias de lo que, a lo largo del escrito denominamos como “núcleo duro” de este colectivo intelectual que designamos como grupo de Pasado y Presente en los años ´60 y ´70 y colectivo intelectual de La Ciudad Futura en los ´80. DÉCADA DE 1980 En esta década los Directores de la revista tendrán continuidad: José Aricó97, Juan Carlos Portantiero y Jorge Tula. Variarán las figuras del Consejo de Redacción y del Comité Editorial. La permanencia en la dirección marcará la línea ideológica de continuidad del “núcleo duro” de la revista. Gráficamente: NÚMERO 1 Consejo de Redacción Sergio Bufano Jorge Dotti Ricardo Ibarlucía Héctor Leis Osvaldo Pedroso Comité Editorial Carlos Altamirano Emilio de Ipola Rafael Filippelli Julio Godio Oscar R. González Jorge Kors 97

Aricó muere en el año 1991 cuando la revista va por la publicación del N° 3031. 104

Carlos Kreimer Jorge Liernur Marcelo Lozada Ricardo Nudelman José Nun Juan Pablo Renzi Sergio Rodríguez Daniel Samoilovich Beatriz Sarlo Oscar Terán Hugo Vezzetti NÚMERO 2 constante sin variaciones NÚMERO 3 CE Se va Osvaldo Pedroso NÚMERO 4, 5 y 6 constantes sin variaciones NÚMERO 7 CR Nuevas figuras: Javier Artigues Javier Franzé Antonio Marimón Gustavo Merino Guillermo Ortiz Héctor Leis pasa al CE y desaparece Ricardo Nudelman

NÚMERO 8- 9 constantes sin variaciones NÚMERO 10 Se va Dotti al CE y se agrega Godio que viene del CE.

105

NÚMERO 11 CE Se van: se van Altamirano, Rodríguez, Liernur, Samoilovich, Sarlo y Vezzetti. NÚMEROS 12-13-14,15, 16, 17, 18, 19, 20 variaciones

constantes sin

DÉCADA DE 1990 NÚMERO 21 Nuevas figuras en CR: Julián Gadano, Miguel Ángel, Ernesto Semán y Pablo Semán. NÚMERO 22 Nuevos en CR: Fabián Bosoer, Fabián Bosoer, Marcelo Leiras. Se va Merino. NÚMERO 23-24 CE: se agrega Marcelo Lozano, se van Leis y Lozada. NÚMERO 27 CR: se agrega Hugo Farusi NÚMERO 29 CR: se agrega Roberto Gargarella NÚMERO 30-31 CR: se agrega Pedroso, se van Farusi y Gargarella NÚMERO 34 CE: vuelve Lozada y se va Lozano NÚMERO 36 CE: se va Renzi

106

INTELECTUALES DEL COMPROMISO CON LA DERROTA “(…) Reniego, dice el intelectual trágico argentino, porque alegóricamente ya morí con Rodolfo Walsh y ahora me queda desandar un camino, desmentirme.”98 Es importante sentar posición en torno a la cuestión del compromiso del intelectual con los proyectos de cambio en un país dependiente y subdesarrollado, en tanto en los derrotados años ´80 se ha producido inmensidad de debates y de bibliografía en torno al mismo. El retorno a la institucionalidad democrática -hablar de “democracia” a secas, resulta a luz de la historia, excesivo- tras el repliegue de la dictadura, aconteció en medio de un contexto arrasado por políticas conservadoras aplicadas en los distintos ámbitos de la vida social: economía, cultura, militancia, sindicatos, partidos políticos y organizaciones populares. La devastación del campo de la cultura, con desaparecidos, exiliados, políticas de ajuste económico, imposición ideológica, colonización cultural y disciplinamiento no tuvo parangón en ningún otro período de nuestra historia nacional. Durante la década del ´80 y de manera creciente en el período que va, desde la instauración de la legalidad democrática en 1983 hasta el derrumbamiento de la “primavera” alfonsinista en 1986, salieron a la luz múltiples debates acallados por la censura precedente efectuados tanto en nuestro país como en el exilio y nuevas agendas de discusión en torno al sentido del fracaso político reciente y de la participación tanto personal como colectiva en lo sucedido. Los conocidos argumentos de autocrítica en la línea del 98

González, Horacio. “El intelectual argentino. De Lugones a Portantiero”, El Porteño, Buenos Aires, marzo de 1988, pp. 77-79. Este fragmento de González, reformulado, ha servido de leiv motiv para el título de este escrito.

107

“qué hicimos”, “cómo nos equivocamos tanto”, entre otros, proliferaron como maneras de tornar comprensible, tolerable y certera la asunción de la derrota política. En este reencuentro de los intelectuales con la esfera pública posdictatorial, los intelectuales de La Ciudad Futura formaron parte del proceso de resignificación de las luchas sociales previas a 1976. A continuación realizaremos algunos comentarios al respecto. NOSOTROS LOS SOCIALISTAS Preanunciando el proyecto de la revista, en el Editorial del Nº 1 se establece: “La Ciudad Futura aspira a ser un terreno crítico de confrontación de las distintas voces que animan un proyecto de reconstitución de la sociedad argentina sobre bases democráticas y socialistas. Se concibe, por tanto, como una de las formas de organización de una presencia cultural de izquierda, que en las condiciones del país y del mundo requiere un profundo y radical cuestionamiento de toda su tradición y sus instrumentos de análisis. (…) El ideal socialista y la cultura de izquierda están en crisis; es hora ya de reconocerlo si se quiere salvar al socialismo como proyecto y como movimiento.”99 Las distintas voces a las que refiere el párrafo citado quedarían subsumidas a unas pocas: las propias. Afuera quedaban la izquierda tradicional, la izquierda nacional, el peronismo como asimismo las voces disonantes respecto al apoyo incondicional al alfonsinismo. Sin embargo, se argumentaría en el mismo editorial: “No somos alfonsinistas, ni radicales, ni socialdemócratas. Somos simplemente socialistas que tenemos una convicción compartida. (…) Procuraremos ser un elemento activo de la construcción de una democracia social avanzada no porque hayamos renunciado a

99

Editorial “La Ciudad Futura”, La Ciudad Futura, Nº 1, agosto de 1986, p. 3. 108

nuestros ideales socialistas, sino porque es la única forma de mantenerse fiel a ellos.”100 La negación de la inscripción en la socialdemocracia y en el alfonsinismo se verá desmentida en los números posteriores que, además, darán cuenta de las características de los nuevos ideales socialistas post años ´70. Tres cuestiones fundamentales destacan en el fragmento del Editorial citado: izquierda en crisis, democracia y socialismo, tópicos que con ciertas variaciones de coyuntura, veremos sucederse obsesivamente en la revista y que por sí mismos no expresan más que un estado de la cuestión bastante obvio respecto al período post dictatorial y a la situación internacional de las izquierdas en el contexto de los años ´80. Observamos en páginas precedentes que el pasaje del paradigma revolucionario hacia el democrático había comenzado a delinearse a través de las plumas de este colectivo intelectual a fines de los años ´70 en el exilio mexicano, esto es, sin su correlato concreto en la Argentina sino, en términos de proyecto con posibilidades de ser puesto en marcha. La reapertura democrática de 1983 concretizará aquellos posibles y aquí jugarán, en términos pragmáticos, las voces de algunos integrantes del núcleo duro de la revista. Será fundamental, entonces, examinar los tópicos señalados a la luz de su inserción concreta en el campo intelectual y político argentino, donde cobran su real significación. Ahora bien, ¿se plasmaba en la revista el ideal de confrontación de distintas voces dispuestas a reconstituir la nación sobre las bases preanunciadas? Vasta corroborar la permanencia de la línea editorial (materializada en la continuidad de los directores en el período que aquí analizamos) como asimismo, examinar los virajes políticos e ideológicos 100

Ibíd. 109

operados en cada uno de ellos para poder hipotetizar que la mentada confrontación pluralista no pasaría de ser un slogan. Veremos que lejos de constituirse como espacio de confrontación de voces disímiles, La Ciudad Futura reunió en sus páginas a intelectuales preocupados por discutir y legitimar en la sociedad una agenda de debates bien definida que funcionó como filtro de exclusión para cualquier voz disonante101 a los mandatos de la modernización

neoliberal

del

Estado

preanunciada

por

el

alfonsinismo y consolidada por la gestión del presidente Menem, como asimismo

del ajuste de cuentas con el pasado político

reciente y con el marxismo. No encontramos en la revista formulaciones críticas respecto de la dependencia de nuestro país, ni análisis de la economía del período vinculados con sus consecuencias sociales en la exclusión y el desempleo que comienzan a ahondarse en estos años. Esto es, la imagen respecto a la realidad nacional que el lector puede formularse a través de la lectura atenta de la revista entra en contradicción las más de las veces con lo real en términos históricos o con análisis críticos del subdesarrollo y la regalía nacional que sumiría al país a un nuevo colonialismo. O mejor, los intereses que guían los análisis y las interpretaciones de la situación nacional no se condicen con lo que 101

Un hecho fundamental que contribuye a nuestra hipótesis será el distanciamiento del grupo de la revista Punto de Vista y de otras figuras a causa de las desavenencias respecto a la posición que tomará la dirección de La Ciudad Futura en torno a las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. Trataremos esta cuestión más adelante. De todas formas, creemos, que la línea ideológica del núcleo duro de la revista marcará de antemano la colaboración o participación de los intelectuales en el proyecto editorial. Esto es, aquellas figura que tras la dictadura mantuvieron una línea ideológica consecuente con su adscripción a la izquierda en su vertiente tradicional o nacional, no participaron de hecho. Vale esta aclaración en la medida en que el grupo de Punto de Vista renegará del alfonsinismo exacerbado de la dirección pero, en líneas generales, compartirá su misma visión de la política y del papel de la izquierda. 110

se espera de la izquierda intelectual que es la crítica a la dependencia y a la desigualdad social. El panorama político presentado en este período fue delineado entre una izquierda anacrónica -analogada muchas veces a la derecha- y un colectivo de intelectuales ideológica y metodológicamente “actualizados”, en la medida en que desde la revista se arguyó que el marxismo debía ser enterrado en bloque en pos de la utilización de nuevos marcos teóricos y metodológicos, posmodernos o propios de la socialdemocracia europea. El intelectual colonizado con la mirada puesta en ideas surgidas de realidades del Primer Mundo y funcionales a ellas volvía a instalarse en los ámbitos porteños. Eran años en que se intentaba, en muchos casos, asumir la derrota, más o menos críticamente según los sujetos implicados, para posicionarse en el nuevo esquema que inauguraba la democracia tutelada por los grandes Grupos Económicos locales y por los organismos multilaterales de crédito. Desde aquí se estructuraron estrategias y posiciones político-ideológicas cuyos objetivos tendieron a la ocupación de cargos en los nuevos esquemas institucionales, que variaron desde posiciones más críticas a las políticas en boga a otras abiertamente justificadoras y defensoras del modelo político que se desplegó en el período. En

este

esquema

de

“refundación

democrática”

era

imprescindible (desde un punto de vista acomodaticio) reubicarse ideológicamente y los intelectuales de La Ciudad Futura diseñaron una agenda de debate para cerrar el pasado e ingresar en el nuevo sistema político, al cual definían en torno a su capacidad de

111

garantizar que con la democracia se come, se cura y se educa.102 Con este objetivo, debería saldarse el sentido otorgado a las luchas políticas previas, en las que muchos de ellos habían sido protagonistas. Éstas, en tanto reivindicatorias de cambios profundos en la redistribución del ingreso a partir de métodos que, en algunos casos no contemplaban únicamente la disputa electoral, eran peligrosas para la democracia en ciernes, más cuando el término “revolución” había sido dejado en el tintero del pasado, como asimismo, las opciones políticas lindantes con la crítica al sistema capitalista o al subdesarrollo. Los debates en la sociedad fueron complejos y en tanto tales, revistieron el carácter de una disputa ideológica hacia los ámbitos de la producción cultural. La posición que resultó victoriosa y que se difundió posteriormente desde distintos espacios institucionales fue la que, no renunciando a la autoidentificación en la izquierda, condenó fuertemente el compromiso activo y militante de los intelectuales de 1960 y 1970, naturalizando la derrota de la batalla por una democracia participativa y de masas, dando apertura a la democracia neoliberal de “ciudadanos” que se materializó en la década del ´90. En esta línea, se legitimó el paquete de reformas del Estado en la medida en que el problema de la Argentina sería considerado no, en términos de su condición de semicolonia del

102

Con un discurso socialdemócrata que prometía defender los derechos humanos y dar batalla a la pobreza, postulando que “con la democracia se come, se cura y se educa”, el candidato de la UCR, Raúl Alfonsín, consigue el triunfo electoral en 1983. Pocos años después, cederá a la presión del poder económico y traicionará a sus votantes, dictando las aberrantes leyes de Punto Final y Obediencia Debida e implementando “la economía de guerra” y los ajustes a través, por ejemplo, del Plan Austral. Para ampliación, Campione (2003). Veremos más adelante las relaciones entre los intelectuales de La Ciudad Futura y el alfonsinismo. 112

imperialismo, sino por sus aparatos burocráticos e ineficientes. A modo ilustrativo: “(…) Reformar el Estado no sólo quiere decir tornar más eficiente su comportamiento burocrático, sino lograr que la sociedad participe crecientemente en su gestión. Esto implica, por un lado, crear instancias como el plebiscito, el referéndum, la iniciativa popular y la revocatoria y descentralizar las decisiones administrativas para acercar a los ciudadanos a ellas, en todos los rubros que hacen a la vida cotidiana y a los consumos sociales como la salud, la vivienda o la educación.”103 El modelo político -o por lo menos la lucha por hacerlo posible-

caracterizado por una economía de pleno empleo, con

sistemas de seguridad social y con un Estado como actor económico que manejaba recursos estratégicos centrales, fue clausurado en nombre de la modernización y el republicanismo. Entretanto, se desarrolló un bagaje conceptual que puso en primera plana a la dictadura como resultado inevitable de una generación intelectual que había errado en su accionar -no que había perdido, junto con otros sectores sociales, una guerra por la contraofensiva del capital local y extranjero-, con lo cual debería revisar los presupuestos de sus prácticas, condenar la organicidad del intelectual con la política partidaria de izquierda y alardear en torno a la inevitabilidad de la autonomía de los campos de la que habláramos al principio de este escrito. En el Nº 10 de abril de 1988, se dirá en relación a la práctica política: “(…) La política no puede ser otra cosa que un eterno errar. (…) Concebir así la política no es pesimista. Es como el chiste, efecto de la experiencia, y de saber que, al ser el sujeto producto de la palabra, y al ser ésta limitada para dar cuenta de lo real, no hay otra 103

“Entre pactos perfectos y acuerdos posibles y sociales”, La Ciudad Futura, Nº 8-9, diciembre de 1987, pp. 23. 113

posibilidad en la construcción de la sociedad que el ensayo y el error. Error fecundo, en tanto incita a corregir, a renovar formulaciones, en el infinito trajinar del movimiento social. (…) En este sentido planteo que, todo discurso político se revela como de lo imposible. El “posibilismo” ignora justamente esto, y se ilusiona con la “posibilidad” de pensar las sociedades apelando solamente a la conciencia y a la racionalidad de sus actores. (…) Si en la reflexión sobre la política no se atiende eso, no se entienden vaivenes y paradojas del movimiento social. La perplejidad de nuestra izquierda fue efecto de haber creído en los “60” que, renunciando a la democracia, obteníamos la “posibilidad” del socialismo. Y como efecto de los “70” que, rebajando aspiraciones, defendemos la “posibilidad” democrática zafando de la amenaza uniformada. La obstinada crueldad de la historia ha cuestionado ambos posibilismos y básicamente la idea de modelos. No hay modelo posible. La historia, discurso puesto en acto, no es más que un eterno trabajo de sus actores sobre sí.” 104

La inexistencia de modelos estuvo estrictamente ligada a la existencia del modelo neoliberal de sujetos que ya no serían caratulados en términos materialistas sino como producto de la palabra. La “autonomía”, por otro lado, se vio desmentida en los hechos, en tanto estos intelectuales, en varios casos, fueron parte de proyectos partidarios y los que no, ingresaron en una dinámica de publicaciones y producción en espacios que los acercaron al modelo caracterizado por la hegemonía de las políticas del capital financiero. Podríamos argumentar que existió una forma de autonomía bien definida: los intelectuales de La Ciudad Futura se autonomizaban de una vez y para siempre de la política transformadora de izquierda y del resto de los grupos que estaban cuestionando el ajuste neoliberal: CTA, MTA, FTV, piqueteros de diferentes corrientes, etc., para ingresar en una tensión constante 104

Sergio Rodríguez, “Tradición y modernización: ¿Desde dónde enunciamos los socialistas?”, La Ciudad Futura, Nº 10, abril de 1988, p. 11. 114

que los acercaba a posiciones justificatorias de las políticas en boga que inauguraban la destrucción de la economía nacional. Citamos: “(…)Contra la opinión corriente de la izquierda hemos dicho en las columnas de LA CIUDAD FUTURA que una fase del capitalismo había entrado en descomposición y que ella no se resolvía con la receta de más de lo mismo. En la medida de nuestras capacidades planteamos temas de reforma que iban desde cambiar las bases de acumulación, protegida y prebendalista, hasta las formas constitucionales del estado y los hábitos de nuestra cultura política, por todo lo cual se nos acusó de “posibilistas”. En verdad, nos consideramos como reformistas y lo asumimos, porque sabemos que hay pocas tareas más difíciles y más duras que la de intentar reformar a una sociedad salvajemente capitalista como es la Argentina.”105 En el paquete de reformas mencionadas, en este pasaje como en muchos otros, no se alude al rostro real de la cuestión: la Argentina subdesarrollada resulta ser un drama más cercano a cuestiones vinculadas con hábitos de nuestra cultura política o problemas de acumulación. El certeramente tildado como salvaje capitalismo argentino sería plausible de ser reformado a través, por ejemplo, de una reforma constitucional. Definiendo las reformas dentro del terreno que la coyuntura permitía, se diría: “Por eso no nos colocamos frente a las actuales propuestas de reconversión con el ánimo negativo de impedir todo cambio o de creer que la solución está en el pasado o en un futuro sólo dibujado en la ilusión. Con toda la cuota de utopía que sea menester para no convertirnos en estériles, seguimos siendo, si se quiere, “realistas” o “posibilistas”. Sabemos, por ejemplo, que no es pensable una reestructuración que no incluya un acuerdo con el capitalismo. El problema es cómo se estructura ese acuerdo, con qué grado de distancia estatal frente a los intereses particulares se lo construye. La cita corresponde al ya reseñado artículo “¿Y ahora qué?” (Nº 18-19, junioseptiembre de 1989). Hacia este número comienzan a autoproclamarse reformistas, título que habían negado en los comienzos de la publicación.

105

115

Recuperamos, para reflexionar sobre ellos, todo lo que otros y nosotros hemos dicho en los últimos años sobre la necesidad de equilibrar los pesos relativos del poder corporativo y del poder político en la legitimidad democrática de las decisiones.106

CONDENA AL INTELECTUAL DEL COMPROMISO Ya es hora de perder la inocencia, ese estupor de las criaturas que todavía no pudieron hacerse cargo de la memoria del mundo al que recién nacieron. Pero nosotros, hombres grandes ya, podemos olvidar, sabemos perfectamente que tendríamos que hacer para dañar el presente, para romperlo. Aquí nadie tiene derecho a distraerse, a estar asustado, a rozar la indignación, a exclamar su sorpresa. Francisco Urondo107 La crítica al modelo de intelectual comprometido con el cambio social se presentó como modelo a seguir entre pares y en la formación de las nuevas generaciones que entraban a la dinámica intelectual y política en este período. La acotada agenda de discusión -fortalecimiento y consolidación de cierto modelo de democracia, reforma del Estado, reconstrucción selectiva y 106

Ibíd. “Mi tierra querida”, Obra poética, Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires, 2006, p. 382 107

116

tendenciosa de una imagen del pasado reciente, como puntos fuertes- condicionó la práctica intelectual en pos de fortalecer el consenso. Ilustrativos de esta posición resultan los argumentos esgrimidos por Beatriz Sarlo a comienzos de la década del ´90 en referencia al período de apertura democrática: “(…) Con el fin de la dictadura militar, cuando se supo que, tarde o temprano, el exilio retornaría a la Argentina y se abrirían las nuevas condiciones de debate, estaba claro que iba a ser necesario revisar no sólo el pasado inmediato sino también aquella época más lejana que había sido escenario de nuestra constitución intelectual y política. En esos años ´83 y ´84 nos apasionaba volver la mirada hacia los sesenta (…) un período definido donde se clausuran modos de pensar y se inauguran otros (…) los sesenta podían ser pensados (…) a partir de la producción de un nuevo modelo de relaciones entre cultura y política. La cultura de los intelectuales de izquierda tuvo vocación de cultura práctica, lo que no significa sólo una colocación subordinada respecto a la política misma (en rigor de una invasión de lo político por los intelectuales y los universitarios no tradicionales). Nuestros años sesentas rodeaban críticamente el lugar común de una cultura esclavizada por la política (…) esa época en que la voluntad de transformación se apoyaba en una creencia firme sobre la capacidad de los sujetos para protagonizarla y dirigirla. También se apoyaba en valores, aunque con ellos y a pesar de ellos se imaginaran políticas que hoy juzgamos equivocadas.” 108

108

Sarlo, Beatriz, “Un examen de ideas” en La Ciudad Futura, Nº 30-31, diciembre 1991 febrero 1992, pp. 37-8. Beatriz Sarlo, miembro del Club de Cultura Socialista, directora de la revista Punto de Vista, forma parte del Comité Editorial de La Ciudad Futura hasta el Nº 10 de abril de 1988. Esta figura consigue amplia visibilidad en el campo intelectual de la década del ´80 hasta la actualidad, ocupando cátedras universitarias en la carrera de Letras de la UBA, con múltiples publicaciones y participación en debates públicos, desde donde militó fervorosamente por instalar un modelo de intelectual funcional al neoliberalismo. Volveremos sobre esta figura. Asimismo, para una visión certera de la misma ver Saavedra, Guillermo. Entrevista a Beatriz Sarlo, “El poder es la falta radical de los intelectuales.” El Porteño, Nº 73, Buenos Aires, enero de 1988, pp. 74-77.

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El tipo de revisión que plantea Sarlo conllevó directamente a la reprobación de la práctica intelectual ligada a la militancia política de aquellos años y ésta a la voluntad de incidir en la realidad para transformarla. Así como, los “modos de pensar” no eran formas de concebir el mundo cultivadas en manuales de teoría marxista, modos de ver o imaginarios sociales caídos del cielo sino, prácticas concretas de miles de sujetos forjadas en años de lucha, proscripciones, golpes de Estado y fusilamientos. En la misma línea de Sarlo, Portantiero rememorando desde una óptica condenatoria los años de militancia intelectual sesentista desde las páginas de La Ciudad Futura, argumentará en el mismo período que: “(…) Otros desenlaces pudieron haber sido, si no hubieran operado elementos de historicidad resumidos en el golpe del ´66, que bloquearon la especificidad de una práctica cultural y precipitaron un escenario de violencia y de muerte. Es cierto, pero lo es también que nuestra manera de vivir y sentir los años sesenta iba a ayudar a ese remate trágico. (…) Fue a partir de ese mundo de ideas que entramos en los terribles años ´70”.109 El mundo de ideas abierto tras el golpe de Onganía en 1966 fue aquel que, producto de la violencia ejercida por el poder, acercó a múltiples intelectuales a las luchas de los distintos sectores sociales. Porque la especificidad de la práctica cultural era aquella que permanecía de espaldas al país real preocupada por los debates importados por las naciones centrales. “Canibalización”, “servilismo” de los intelectuales, cultura “esclavizada” por la política en palabras de Sarlo, que llevaron consecuentemente a los 109

Portantiero, Juan Carlos, “Demanda contra el olvido” (Reseña al libro de Oscar Terán: Nuestros años sesenta), La Ciudad Futura, Nº 30-31, diciembre 1991-febrero 1992, p. 37. 118

“trágicos”, “terribles años setenta de violencia y muerte”, al decir de Portantiero, son recortes parciales del pasado cargados de un tinte ideológico bien claro interesado en dar pautas y fijar modelos de accionar intelectual y penar otros como modelos de futuro. A diferencia de las declaraciones de Sarlo y Portantiero, compartidas por La Ciudad Futura, creemos que la politización del intelectual no implicó la dependencia de las prácticas culturales a los objetivos políticos sino que, en las condiciones de la sociedad argentina de fines de los años ´60 y principios de los ´70, la decisión de los intelectuales de dar preponderancia a lo político fue expresión conciente y sincera de las funciones de la cultura y de las necesidades concretas de la militancia para cada contexto específico. Podríamos plantearnos el siguiente interrogante: ¿era acaso, posible escindir la práctica de los intelectuales en un país que desde el año 1955 era parte de dictaduras, proscripciones y violencia sistemática? ¿Las víctimas de las bombas del ´55, los fusilados en el ´56, los muertos en las manifestaciones populares, los guerrilleros asesinados en los montes salteños eran los productores de violencia? En el marco de funcionamiento represivo de nuestro país, toda una generación respondería a la violencia del modelo con el compromiso inevitable contra el modelo y muchas veces éste compromiso devendría en formas violentas. Ya hemos comentado que a la violencia oligárquica de las minorías se respondería con la violencia popular organizada de las mayorías en el contexto de integración de los paradigmas de la revolución nacional y de la revolución social. Esto es, conjugando el nacionalismo de la primera independencia inconclusa y las luchas nacionales del movimiento peronista y de los sectores clasistas con el socialismo de la segunda independencia cuyos exponentes eran 119

Cuba, Argelia y Vietnam. La significación dada a las luchas sociales de la historia reciente vinculada con la condena al accionar militante será planteada en términos como los que siguen: “(…) El país que conocimos entre fines de los 60 y principios de los 80 minimizó el valor de la moral y maximizó el valor de la guerra hasta límites nunca alcanzados en nuestra vida como república. Su resultado fue la ruina y el terror (…)”110 El término “moral” vs. “guerra” coincide con los argumentos de Sarlo y Portantiero comentados precedentemente. Asimismo, veremos que el tópico de la “violencia” se agudizará hacia fines de los años ´80 tras los levantamientos militares de Campo de Mayo y La Tablada y antes, a través de los debates hacia el seno de la revista en torno a las leyes del perdón militar dictadas por Alfonsín. La violencia del pasado se condenará en bloque sin distinción de objetivos ni causas, como se la condenará en los ´80 y en los ´90 como producto de una sociedad no afecta a la “democracia” y no como consecuencia de un sistema de exclusión que la genera a través de la pseudo paz de la democracia meramente formal. En la actualidad, tras décadas de políticas de ajuste neoliberal tendientes a disciplinar a una sociedad bajo el mandato del capital financiero trasnacional, la “socialdemocracia” de las reformas defendida por estos intelectuales mostró su rostro real: fábricas cerradas, empresas públicas privatizadas, millones de desocupados y subempleados, instituciones educativas quebradas, sistema de salud precarizado y universidades estatales con planes de estudio dictados por los organismos multilaterales de crédito tales como el 110

Héctor Leis, “Sobre el ´Punto final´. ¿Un paso adelante y otro atrás?”, La Ciudad Futura, Nº 3, diciembre de 1986, p. 4. 120

Banco Mundial o el FMI. En este contexto y como producto de la organización creciente del campo intelectual antineoliberal, es difícil sostener argumentos como los citados111 en medios académicos e intelectuales sin entrar en espinosas batallas ideológicas que reiteramos, aún es necesario dar porque las ideas de condena a la militancia, de la dupla moral vs. guerra, entre otras, operan aún a través de textos de historia nacional y en boca de profesores universitarios. Pese a las resistencias al discurso único neoliberal, la hegemonía del “sálvese quién pueda”, de la “neutralidad ideológica” o del ser “políticamente independiente” como dador de valor de las prácticas intelectuales consensuadas y políticamente correctas, aún no ha sido desnaturalizada como regla y como horizonte de posibilidades. De la misma manera en que en las décadas del ´60 y del ´70, el modelo de intelectual posibilista que se quiere de izquierda, “progresista”, “camaleónico”112 de La Ciudad Futura hubiere sido una figura difícil de encontrar, desde la década del ´80 a esta parte, en el período de revolución conservadora, el modelo de intelectual crítico y comprometido con el cambio social, desde la óptica de La Ciudad Futura fue considerado “setentista”, pasado de moda, un imposible histórico que navegaría en contra de la marea neoliberal. Piénsese en las reacciones que provocó la carta abierta de Oscar del Barco comentada en páginas precedentes. 112 Usamos esta figura porque sostenemos que la trayectoria de estos intelectuales estuvo signada por la apropiación y el acomodamiento apacible en todas las modas políticas: fueron comunistas a principios de la década del ´60, izquierdistas radicales a comienzos de los ´70, orgánicos a Montoneros y fervientes defensores de la lucha armada en 1973, arrepentidos en 1976, alfonsinistas en 1983 y defensores de las políticas neoliberales en los ´90. Más allá de la cuestión de la hegemonía en términos de variaciones en el mundo de valores colectivo y de la derrota acontecida tras la última dictadura, estas figuras usufructuaron, en términos económicos y simbólicos, a través de sus prácticas en distintos espacios institucionales y discursivos los frutos del genocidio social de los ´90. 111

121

EL GRUPO ESMERALDA113 “En la Argentina, esta clase de tragedias pueden verse en lugares inesperados. Es posible verla en Juan Carlos Portantiero, por ejemplo, que escribió en los años 70 una plena justificación del acceso a la vida democrática a través de la movilización nacionalpopular ocurrida en 1945. (…) Antes Portantiero había sido partícipe principal de la crisis que en el PCA produjo la recepción -entre fines de los ´50 y comienzos de los ´60- de la obra traducida de Antonio Gramsci. Más de dos décadas después, la “reforma cultural”, la gran espoleta de la reflexión gramsciana, quedaría reducida a un vasto intento de rechazar las “culturas políticas” del pasado argentino aparentemente culpables de haber bloqueado la conciencia democrática. Esa parábola biográfica pertenece estrictamente a la tragedia de la renegación.”114 Las figuras más destacadas del colectivo intelectual de La Ciudad Futura (alejadas en este período del tipo de vínculo entre cultura y política o entre intelectuales y nación periférica típicas de Pasado y Presente) que proveyeron de insumos discursivos a la gestión de gobierno de Alfonsín, fueron Juan Carlos Portantiero y Emilio de Ipola. Asimismo, como veremos a través de la revisión de ciertos tópicos de La Ciudad Futura, la revista en bloque (más allá de ciertas discusiones internas que tuvieron corta duración) abrazó la causa alfonsinista, conjuntamente con El Club de Cultura Socialista. A través de la publicación del volumen Crisis política y pacto democrático (1984), Portantiero y de Ipola, idearon el concepto de 113

Esta denominación fue la utilizada por la prensa para referirse al equipo de colaboradores del presidente Raúl Alfonsín, ya que el mismo funcionaba en la calle homónima de la ciudad autónoma de Buenos Aires. Éstos habían sido nucleados por Meyer Goodbar, interventor de ATC durante el alfonsinismo y empresario prolífico durante el menemismo. 114 González, op. Cit., pp. 77-79. 122

democracia que propondría a la ciudadanía el alfonsinismo. En síntesis, se trataba de una concepción de la práctica política basada en determinadas “reglas de juego” respetadas por todos los sectores y de un nuevo “contrato” de tolerancia civil. Conceptos que se verán plasmados en palabras del presidente:115 "Si bien es verdad que los grandes sistemas ideológicos están en crisis, es verdad también que esa crisis libera elementos parciales que aceptan una recomposición en un nuevo consenso integrador. Pensamos en una síntesis que recupere lo mejor de las grandes tradiciones políticas argentinas y que, al hacerlo, sea capaz de construir una nueva voluntad colectiva que sea algo más que una suma de programas parciales. Esta voluntad democrática colectiva no implica uniformidad: significa un piso común de creencias capaces de contener dentro de sí al pluralismo y a la diversidad. Al transformar diferentes problemas planteados por variadas ideologías en temas comunes, una nueva voluntad democrática se consolida porque es capaz de penetrar como un lenguaje compartido, en la mayoría de las propuestas políticas y sociales, respetando su particularidad. (…)La construcción de una sociedad requiere escapar de las pujas salvajes y de la lucha de todos contra todos, a través de un pacto social entre los actores. Pero ese pacto sólo puede lograrse de verdad cuando un gran objetivo nacional lo exige y legitima. (…) El ejercicio responsable de las divergencias y las oposiciones supone un consenso básico entre los actores sociales, esto es, la aceptación de un sistema de reglas de juego compartidas.” Las reglas de juego que los argentinos conocerían, tras un primer intento de política económica socialdemócrata, serían las vinculadas con la entrega del país a los grupos económicos a través de la continuación y profundización del modelo económico legado 115

"Convocatoria para una convergencia democrática" en Alfonsín, Raúl. El poder de la democracia, Ediciones Fundación Plural, Buenos Aires, 1987, pp. 43, 24-5, 23 y 38. También se puede consultar Discursos sobre el Discurso, EUDEBA y FUCADE, Buenos Aires, 1986. Este discurso se lo conoce también como el "discurso de Parque Norte."

123

por Martínez de Hoz. Se acordaría con los “capitanes de la industria” y con el sector más poderoso de la burocracia sindical. Conjuntamente, se pactaría con un Partido Justicialista, en la antesala del neoliberalismo, de cuño neoliberal regenteado por el próximo presidente, Carlos Saúl Menem, que sería reforzado más adelante a través del Pacto de Olivos en 1994. Pese a iniciar los juicios a las Juntas militares, en un acto de inmensa importancia política, se derivaría en la legislación que, en cierta medida, legitimaría los muertos y desaparecidos de la dictadura (Leyes de Punto Final y Obediencia Debida). A la teoría de la dependencia de décadas precedentes, éstos intelectuales la transformarían profundamente en términos de teoría de la democracia, o mejor, de la transición a la democracia, donde comenzarían a cobrar valor términos tales como consenso, reglas constitutivas del juego, parlamento, pluralismo, convergencia, en lugar de conflicto, dependencia, sistema político corrupto, sistema económico exclusor de las mayorías populares, etc. Todo el paquete discursivo de la “Economía de Guerra”, la “Casa está en Orden”, así como su claudicante legislación (las mencionadas leyes del perdón genocida), los complots ideológicos del Pacto de Olivos y de la Reforma Constitucional del año 1994 y finalmente, la justificación teórica de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) y de los Superpoderes, pasarán por la pluma de éstas figuras a través de la revista La Ciudad Futura y de las distintas publicaciones de este período116 y además, a través de las cátedras universitarias.117 116

Entre otras: Investigaciones políticas de Emilio de Ipola; Rebelión del coro. Estudios sobre la racionalidad política y el sentido común (Nueva Visión, Buenos Aires, 1989) de José Nun; "La producción de un orden. Ensayos sobre democracia entre el estado y la sociedad" (Nueva Visión, Buenos Aires, 1988) 124

La crisis de la Argentina no sería para estas figuras una crisis vinculada con el modelo de la dependencia sino, con los legados “autoritarios” del pasado que serían resueltos a través del “pacto” como esfera autónoma e irreductible a la esfera económica-social.: "La única metáfora fundadora de un orden político democrático a la altura de la diversidad de los proyectos que en su estallido constituyen la crisis, es la clásica, la del pacto."118 Los resabios de autoritarismo serían insertos en la teoría de los "dos demonios" por los portavoces y representantes de un sector importante del progresismo porteño con cargos de asesoramiento en el gobierno de Alfonsín, entre ellos, Juan Carlos Portantiero, Emilio de Ipola y Sergio Bufano del grupo de La Ciudad Futura y por otros tales como Hugo Rappaport, Pablo Giussani119 y Pedro Parturesni. Respecto al pasaje por el alfonsinismo, avanzados los ´90 Emilio de Ipola sostendrá:

de Juan Carlos Portantiero y Ensayos sobre la transición democrática en la Argentina (Punto Sur, Buenos Aires., 1987) compilado por Nun y Portantiero. 117 Por ejemplo, entre las figuras centrales, Portantiero fue profesor titular de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, unidad académica de la que luego fue decano durante dos períodos consecutivos, entre 1990 y 1998. 118 de Ipola y Portantiero (op. Cit.), p.15. 119 Pablo Guissani (1927- 1991) publicó en el año 1984, en plena transición institucional a la democracia, Montoneros. La soberbia armada, que pronto se convirtió en best seller en las principales librerías del país. En este volumen, trazó una genealogía más bien tendenciosa, selectiva y opaca de la trayectoria del movimiento armado que da título al libro, equiparándolo en términos de medios y fines, al terrorismo perpetrado por el estado militar argentino. Escribió además, Los días de Alfonsín (1986); ¿Por qué, doctor Alfonsín? (1987) y Menem, su lógica secreta (1990). Para ampliación ver la reseña correspondiente a Giussani en Recalde, Iciar. Diccionario de Autores Argentinos, Ecuación Editores, Buenos Aires, 2007.

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"Yo pensaba que había que apoyar el proyecto de Alfonsín, en la medida en que me parecía un proyecto profundo, profundamente democrático, pero sabía que eso podía fallar. En realidad, falló o, corrigiéndome, no falló totalmente: si bien ciertas esperanzas que nosotros habíamos depositado en su política no se cumplieron, otras si lo hicieron. El problema quizá fue que creímos que el país se parecía al alfonsinismo, pero luego nos enteramos que se parecía más al menemismo; fue en este sentido que no se cumplieron nuestros anhelos. Éramos conscientes de la posibilidad del fracaso pero, de todas maneras, nos parecía que debíamos apoyar activamente su gestión; aun hoy creo que hicimos lo correcto. Mi biografía política se termina más o menos ahí."120 Llamativamente, más adelante las referencias al accionar del grupo en el armado de la democracia alfonsinista serán minimizadas, tras una nueva apuesta política de signo similar al alfonsinismo, la Alianza. Comentando el rol del Club de Cultura Socialista se dirá: "El Club no es una organización política en sentido estricto sino un grupo de discusión, con una cierta posición política de centroizquierda, que recién ahora ha comenzado a traducirse en apoyo político explícito, me refiero al apoyo a la Alianza. En su momento se lo ligó al alfonsinismo pero, en verdad, esta es la primera vez que toma una posición política definida. Su carta orgánica tiene incluso una cláusula, redactada por Pancho Aricó, que dice que por el momento -remite a los años de su fundación- no vamos a tomar posición política definida, aunque no se descarta hacerlo en el futuro. Finalmente ahora lo hicimos." 121 Será corriente encontrar referencias de este tipo entre los voceros del grupo. El montaje de una estrategia de borramiento de las apuestas políticas pasadas cuando de apostar nuevamente se 120

Trímboli, Javier. La izquierda en la argentina; "Conversación con Emilio de Ipola", Manantial, Buenos Aires, 1998, p. 154. Resulta llamativo que este volumen interesado por recuperar voces de “izquierda” se ocupe mayoritariamente de todos estos personajes. 121 Ibíd. 126

trata o a lo sumo, en algunos casos, opacas acotaciones sin ningún tipo de esclarecimiento respecto a los pasajes ideológicos y políticos constantes y en otros, condena del pasado propio y colectivo a secas. Como pudimos observar en los distintos apartados, las posiciones y las apuestas políticas se sucedieron una tras otra sin demasiada puesta en limpio viraje tras viraje.

127

NOSOTROS DE IZQUIERDA: DEBATES, ENEMIGOS POLÍTICOS Y FOCOS CENTRALES DE CRÍTICA “La política ha perdido, en la superficie al menos, su tradicional resorte antiintelectual y muchas vidas han dado un viraje teóricobiográfico de envergadura. (…) ¿No estaban con la liberación nacional hace unos años? ¡Y ahora están a favor de la democracia que “cura”!”122 En relación al epígrafe que abre este apartado y que cuadra perfectamente con el accionar de las figuras que de Pasado y Presente devinieron en escribas de La Ciudad Futura a mediados de los ´80 -no en balde el escrito de González alude a Juan Carlos Portantiero- es preciso, hacer como mínimo, un comentario. El viraje no resulta problemático per se en la medida en que, coyunturas

variables,

pueden

exigir

puestas

al

día

y

reformulaciones de roles en períodos determinados. Esto es, por dar un ejemplo, no se espera del intelectual el mismo rol en períodos de resistencia en el contexto de las luchas por la liberación nacional que en el marco de una revolución triunfante o de un Estado de Bienestar con pleno empleo. Claramente, el viraje de la figura intelectual a través de estos ejemplos podría operarse de una posición de resistencia y corrosión de un determinado modelo social a la organicidad y al apoyo respecto de un proyecto social que contempla a las mayorías. Creemos que la cuestión central tiene que ver estrictamente, con la dimensión política de la mutación inserta en un contexto específico. Esto es, el problema de los intelectuales de La Ciudad Futura reside en la contradicción abierta, por un lado, entre una supuesta filiación de izquierda y socialista y por otro, en el apoyo de planes económicos antipopulares como 122

González, op. Cit., p. 78. 128

asimismo, de políticas de exculpación de genocidas, como fueron las Leyes de Punto Final y Obediencia Debida alfonsinistas123, por citar únicamente algunos términos de la contradicción. La cuestión, como ya lo comentamos reiteradas veces en estas páginas, no reside a nuestro entender en la exigencia de férreas posturas políticas congeladas en el tiempo ni de dogmatismo alguno, sino, de la funcionalidad concreta del intelectual a proyectos específicos para clases o sectores sociales determinados. Se juega para la organización de las clases subalternas, se otorgan insumos discursivos e ideológicos a la aglutinación de un proyecto que contemple a las mayorías, se escriben libros como herramientas de lucha del campo popular para la liberación nacional, se denuncia la dependencia o se alientan agendas de gobierno neoliberales, se editan revistas para ciertos sectores de las clases medias que están cansadas del Estado ineficiente que debe privatizar y modernizar sus estructuras, se forma estudiantes universitarios en la lógica de la rentabilidad y de los delirios academicistas primermundistas… entre estas variables la gama es vasta. Es más, ni siquiera aludimos en este escrito al olvido de antiguas posiciones anticapitalistas. No se necesita proclamarse “anticapitalista” para ser crítico del sistema de dependencia, sobre todo en un país que experimentó el mayor auge de masas en el contexto de un capitalismo de Estado inclusivo tras las banderas de la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. Tampoco creemos que la centralidad de un 123

Ahondaremos en esta cuestión en otro apartado. El apoyo acérrimo del núcleo duro de la revista a la puesta en marcha de las leyes produjo debates y hasta rupturas en el seno de la publicación. Se utilizó la misma estrategia y argumentos en torno a lo que, en el apartado acerca del modelo de democracia, denominamos “fantasma del golpe de Estado”. Es necesario anotar, sin embargo, que en pocos países se juzgó a los militares implicados en las dictaduras. La voluntad inicial del alfonsinismo fue en principio, un hecho notable. Los avatares posteriores, una vergüenza nacional. 129

intelectual de un país periférico pase por señalar la vigencia o la muerte del marxismo sino, por mantener una posición crítica de la dependencia. Aludimos sí, a las exacerbadas loas a un modelo de democracia (alfonsinista, menemista, aliancista) que produjo hambre, desocupación y niveles de exclusión pavorosos. Hecha esta salvedad, intentaremos aquí, trazar un panorama de lo que, a través de varios números de la revista, se va conformando como “enemigo político” o como “foco de crítica” en las páginas de La Ciudad Futura. Llamativamente, veremos que la autoproclamada izquierda se diluye en su propia nostalgia de ya no ser tal, en la medida en que su invectiva no estará puesta, tal como podría esperarse de esta filiación ideológico-política, en la derecha enquistada en el poder o en la extranjerización de la economía perpetrada durante las décadas en que la revista vivió su mayor auge, sino en otros objetos de interés. Gráficamente, la revista irá conformando su propia identidad a través del ataque reiterado a las políticas del Partido Comunista, la corrosión ambivalente del Peronismo histórico o doctrina peronista y la condena a la militancia del período 1960-1970, punto éste último que comentamos en páginas precedentes. DISPAREN CONTRA LA IZQUIERDA “(…) Sin duda, uno podría decir que, mientras hay sectores de la derecha que han modernizado su discurso e incluso algunas de sus prácticas, la izquierda es bastante resistente y tradicionalista. (…) Una izquierda cristalizada que, cuando parece conmover alguna de sus estructuras como es el caso del PC tirando algunos viejos por la ventana, lo que hace es encarar una radicalización que, a mi juicio, no pasa de repetir las consignas de los partidos colocados a la izquierda del PC. (…) Podría decirse que, si por un lado hay intelectuales posibilistas (se refiere, sin hacerse cargo, al grupo del que forma parte y que el entrevistador previamente, señala en torno 130

a los integrantes del Club de Cultura Socialista) en su relación con el gobierno, por otro lado los intelectuales de izquierda que están en la oposición son intelectuales sencillistas, son los Fernández Moreno de la política.”124 A partir del Editorial del primer número (agosto de 1986), la identidad política de la revista comenzará a diseñarse fuertemente en contrapunto a una izquierda otra que aparece criticada y deslegitimada en pos de un posicionamiento propio como única voz de izquierda genuina y modernizada, tal como observamos a través de un recorrido por la revista. Citamos: “Pero la necesidad de mantener viva la virtualidad de una sociedad mejor, al tiempo que se despliega una reflexión crítica de la propia izquierda, un cuestionamiento de su tendencia a definir de una vez y para siempre una imagen determinada de sociedad y una forma cristalizada de movimiento. Esto es lo que debate la izquierda en el mundo; esto es lo que deberíamos discutir aquí si se pudiera erosionar el inmovilismo de una izquierda detenida en el tiempo, congelada en viejas propuestas que no pueden dar cuenta de una realidad distinta.” 125 En este mismo número se publica126 una serie de trabajos, entre ellos, un artículo del francés Michel Rocard, “Socialistas. Atrevámonos a decir que hemos cambiado” donde se plantea la necesidad de modernizar el socialismo, en contrapunto con otro de Miguel Ángel García (“XVII Congreso del PCI. El comunismo mutante: una lectura organizativa”) donde se comenta la capacidad de transformación que tuvo el PC italiano a diferencia del PCA que devino en secta de nostálgicos dogmáticos. Asimismo, el trabajo de 124

Saavedra, Reportaje a Sarlo (op. Cit., p. 76). Editorial “La Ciudad Futura”, La Ciudad Futura, Nº 1, agosto de 1986, p. 3. 126 Ibíd. “Socialistas. Atrevámonos a decir que hemos cambiado”, p. 10; “XVII Congreso del PCI. El comunismo mutante: una lectura organizativa”; “Otro congreso, otro estilo. Testimonio: El error de un acierto”, p. 13. 125

131

Sergio Rodríguez (“Otro congreso, otro estilo. Testimonio: El error de un acierto”) completa el cuadro a través de la denuncia del accionar del PCA, sobre todo durante la última dictadura militar, a través de un extenso mea culpa de un ex comunista cansado y arrepentido que reniega del iluminismo de vanguardia del su antiguo partido de pertenencia. Se sucederá esta línea de crítica a la izquierda durante varios números. Veámoslo. En el Nº 3 de diciembre de 1986, José Aricó en un artículo titulado “¿Recreación o consumación del comunismo argentino?”, afirmará que el PCA desconoce la crisis del PC a nivel mundial, crisis que supone la imposibilidad en la coyuntura política de los ´80 de pensar la sociedad desde un paradigma de clase. En el Nº 6 (agosto de 1987) comenzará a publicarse una sección titulada “Debate sobre la izquierda” donde se desplegará con fuerza la crítica a los partidos de izquierda y el delineamiento de la propia identidad. En un artículo de Carlos Altamirano127 se establece que la izquierda debe cambiar (en la medida en que se afirma que existe una izquierda marxista ortodoxa) en el contexto de avance conservador y bipartidismo (radicalismo-peronismo). En este número aparece además y llamativamente, un artículo de Oscar Valdovinos128, (militante del Partido Intransigente), uno de los pocos textos del período que analiza los límites reales de la democracia argentina, piensa a la izquierda como fuerza política de transformación y llama a los intelectuales a consolidar un nuevo bloque histórico.

127

“Comencemos por reconocer los problemas”, La Ciudad Futura, Nº 6 (agosto de 1987), p. 5 128 Ibíd., “¿Es posible la izquierda en Argentina?”, p. 6 132

Hacia el Nº 7 del mes de octubre de 1987, aparece un artículo de Miguel Ángel García129, donde se establece (a través del comentario de un texto de Labini) el fin de la historia como historia de la lucha de clases. Esta sería un residual histórico, se afirma, en la medida en que ya no hay clases sociales, desaparecidas por el desarrollo de la tecnología y el proceso de democratización propio del movimiento de la sociedad. En una línea similar, en el Nº 8-9 de diciembre de 1987, José Aricó130, plantea que la izquierda en la actualidad, debe construir el socialismo abandonando la pretensión de la toma del poder en el camino de consolidación de democracia

avanzada.

Asimismo,

señala

que

los

una temas

privilegiados de debate en torno al socialismo responden a la centralidad de la vida y los derechos de los ciudadanos como hombres libres. En este contexto, apuesta a la ruptura con una supuesta visión anacrónica típica de los años ´60 y ´70, por estar plagada de premisas totalizadoras e ideológicas. En este mismo número, se publica un trabajo de Ludolfo Paramio131 que viene a robustecer la apuesta del colectivo intelectual, en la medida en que sostiene que tras las lecciones de la derrota, la mejor izquierda en Argentina es la que está pensando la consolidación democrática y el proceso de modernización. Hasta incluye la posibilidad del perdón a los militares en la tarea de refundación nacional, que se está legitimando en la revista en estos años. Hacia el Nº 11 del mes de junio de 1988, comenzarán a aparecer en la revista trabajos de análisis y apuestas políticas 129

“Otra vez las clases sociales”, La Ciudad Futura, Nº 7, octubre de 1987, p.

29. 130

“Imaginar hoy el socialismo en la Argentina”, La Ciudad Futura, Nº 8-9, diciembre de 1987, p. 8. 131 Ibíd., Ludolfo Paramio, “La izquierda ante el fin de siglo”, p. 11. 133

respecto a las próximas elecciones del año 1989. Comentando el proceso eleccionario, Sergio Bufano planteará que: (…) Es notoria la ausencia de una izquierda democrática que renueve su discurso y que ofrezca alternativas a una buena porción progresista de esta sociedad; si todo esto es así los socialistas deberíamos votar a aquel partido -más que candidato-, que mejor garantice los cuatro siguientes puntos: Libertad de acción (…) Desarrollo de la cultura (…) Cultura política (…) No violencia. (…) Existen sin duda otros temas de importancia que serán decisivos en cuanto al partido a elegir. Sin embargo, los cuatro antes mencionados, creo, son los más destacados para facilitar la formación de una fuerza socialista que pueda ofrecer, en un futuro cercano, una opción de izquierda a la sociedad.”132 Creemos que en este trabajo de Bufano se condensan los intereses respecto al proyecto político delineado en la revista, a través del argumento en torno a la apuesta electoral. Así, los focos de interés de la izquierda de La Ciudad Futura aparecen aquí claramente estipulados: Libertad de acción (…) Desarrollo de la cultura (…) Cultura política (…) No violencia. (…). Sin más, una agenda política preocupada por el pluralismo democrático, el fomento de las artes y las letras, la tolerancia y la no confrontación y, tópico machacado en la revista, la apuesta a la no violencia. No aparece, llamativamente, referencia alguna a la exclusión social, la extranjerización de la economía, la dependencia o el subdesarrollo, esto es, no se diseña una agenda de apuestas de cambio para el país real sino, a lo sumo, para un sector minoritario del progresismo porteño. Las reflexiones en torno al proceso eleccionario serán retomadas en el Nº 13-14 correspondiente al mes de noviembre de 1988- enero de 1990 donde desde el Editorial se continuará Bufano, Sergio, “Vamos a votar. Frente a la falta de opciones políticas”. La Ciudad Futura, Nº 11, junio de 1988, p. 9.

132

134

señalando la ausencia de una fuerza de izquierda real, porque la izquierda existente en su anacronismo setentista no hace creíbles sus propuestas en la medida en que pervive en la lógica típica del rechazo y la critica. Estas caracterizaciones aparecen como contradicciones de lo que en el Editorial se estipula como nota de valor propia: la modernización de la izquierda. Citamos: “ (…) Esa opción histórica de izquierda, esa tensión política hacia los cambios profundos elaborados desde la izquierda y con centro en las cuestiones sociales, todavía debe construirse en la Argentina que está al borde de 1989, porque fuera de las palabras no es más que una ausencia. ¿Hay motivos para esa omisión? (…) Uno de ellos reside en que, frente al gobierno de partido político que se impuso en las elecciones de 1983, la izquierda más activa recurrió a un único camino: el de la crítica global y el rechazo. Fue clara la resistencia a aceptar al radicalismo como una fuerza política de centro, democrática y con posibilidades de formular y aun potenciar proposiciones transformadoras.”133 Hasta aquí las opiniones vertidas en la revista respecto a la izquierda. Ahora bien, hemos observado a través de estas páginas que el re-posicionamiento de los sujetos en un campo cultural quebrado por la dictadura, con el correlato en los miles de compañeros muertos, la vuelta o no del exilio, el encuentro con la patria desvastada, entre otros factores, supuso un proceso complejo y doloroso. Abundaron los debates, las disputas, los ajustes de cuentas, las puestas al día, los re-posicionamientos en un país que había sido arrasado a nivel socioeconómico, cultural y político y que ya no era el mismo. Dirán dos figuras134 distantes de las posiciones

Editorial “La izquierda: todo un tema”, La Ciudad Futura, Nº 13-14, noviembre de 1988- enero de 1990, p. 3. 134 Nos referimos a Juano Villafañe y Aldo Ferreres. La cita corresponde a “Intelectuales: entre el ayer y la nada”. Mascaró, Buenos Aires, Año 2, Nº 6, septiembre de 1986, p. 56. Este interesante artículo es, casualmente, la 133

135

de los intelectuales de La Ciudad Futura respecto a éstos y al proceso abierto por el alfonsinismo: “(…) La apertura democrática encuentra a la intelectualidad de izquierda fraccionada y aún no repuesta de la derrota. Las ideas metropolitanas vuelven a encontrar adeptos. (…) La idea de “modernidad” –que debe entenderse como una readaptación del país a los intereses del capitalismo mundial- es hegemónica entre las clases medias. El intelectual ha dejado de ser un protagonista para transformarse en un tecnócrata, en un profesional eficiente.” El proceso de apertura democrática mostró rápidamente sus lazos carnales con el modelo implementado por Martínez de Hoz. La intelectualidad optó por proseguir los viejos rumbos críticos de la desigualdad o se inscribió en la nueva dinámica política implementada por el capital concentrado, los grupos económicos locales y las transnacionales a través del montaje de un discurso acorde a los nuevos vientos políticos que arrasaban con fábricas y empresas nacionales, pequeños productores, produciendo la exclusión que en los ´90 devendría en el modelo de la patria privatizada. Intelectuales colonizados, a secas. En la primera línea, tras el avance alfonsinista y la agudización de las desigualdades sociales, Villafañe y Ferreres sostendrán, haciendo eco de la intelectualidad devenida radical: “(…) No obstante, existen otros sectores preocupados en recomponer el bloque intelectual. Recuperando lo más avanzado de lo que fue la actividad intelectual argentina, tanto dentro del campo respuesta a un escrito de Sergio Bufano, al que hemos hecho referencia en páginas precedentes. Se trata de “Intelectuales. ¿Veinte años no es nada?” publicado en El Periodista de Buenos Aires, Buenos Aires, Nº 80, 21 al 27 de marzo de 1986, pp. 26-27, donde se analizan diversos fenómenos sociales y políticos de la década del ´70 en la clave que venimos señalando.

136

nacional-popular, como de la izquierda. Interesados en participar en la creación de un nuevo proyecto orgánico alternativo, superador del pasado y de las estrecheces de quienes apuestan a la nada.”135 Ya observamos cuál fue el re-posicionamiento de las ex figuras de Pasado y Presente frente a la nueva onda política, antes de la asunción de Alfonsín, en el exilio mexicano. En el retorno al país para los que se fueron y en el encuentro del núcleo de los que se quedaron (las figuras nucleadas en Punto de Vista), se diseñó la nueva agenda de discusión y una nueva identidad. En este accionar, no se intentó suturar el campo intelectual de izquierda quebrado por la dictadura sino, reposicionarse a través del ataque a los viejos compañeros de ruta en nombre de la izquierda: “Para esta izquierda la admisión de la crisis equivale a renunciamiento; por temor al cambio se atrinchera en las certidumbres del pasado. Cualquier intento de penetrar en la oscura metamorfosis del mundo debe ser evitado. Reconocer los procesos de cambio que preanuncian la declinación de ese estrato social que por más de un siglo representó, para la teoría socialista, el sujeto histórico de transformación, es sólo una pérfida manera de introducir el veneno socialdemócrata. Y para la izquierda argentina –de matriz socialista o comunista, pero también aquella de origen nacionalista o populista- nada es peor que el demonio socialdemócrata.”136 Toda la gama política militante (comunistas, socialistas, peronistas, izquierda nacional) caerán en la rodada. El mentado “renunciamiento de las certidumbres del pasado” fue un axioma en la revista que, sin demasiadas especificaciones en cuanto a su contenido, circuló como consigna. Esto es, se perfiló la existencia de dos izquierdas, por un lado la criticada y por otro, la circunscripta 135 136

Villafañe y Ferreres, op. Cit., p. 57. Editorial “La Ciudad Futura”, La Ciudad Futura, Nº 1, agosto de 1986, p. 3. 137

al espacio del “nosotros” de la revista. La primera, detenida en el tiempo, esclerosada, la segunda modernizada, auténtica. Así se trabó paulatinamente una suerte de dicotomía a través de la dupla viejo-nuevo que tendió a hacer prevalecer la novedad por sobre lo supuestamente caduco. La cuestión, más allá del valor de verdad que esta estrategia supone, es visualizar qué supuso en el terreno de la política argentina concreta aferrarse a lo viejo o tender hacia lo nuevo y aquí se aclara el sentido del debate. No hacemos referencia aquí al “atraso” o a la “modernidad” de la izquierda en términos de su formación o de su itinerario político concreto. En este punto, creemos que la intelectualidad comunista o socialista estuvo mucho más vinculada a acontecimientos internacionales que a las luchas nacionales específicas, con las excepciones que todos conocemos. Esta cuestión no se discute en la revista. De hecho, la autodenominada “izquierda”, tuvo puesta la mirada en las novedades teóricas europeas y norteamericanas en pos de modernizarse haciendo caso omiso de las problemáticas del país subdesarrollado de pertenencia. Lo viejo, las certidumbres del pasado militante tal como reiteramos más de una vez, supusieron el compromiso concreto con un modelo de nación específico (sean, la patria peronista, la patria socialista o variantes), como asimismo, lo nuevo en el naciente contexto nacional e internacional de los ´80 (salvando la experiencia de revolución triunfante en Nicaragua) supuso el avance de modelos neoliberales. Con éstos, se auspició entonces el fin de la historia, se preanunció la caída de los grandes relatos y el devenir de una socialdemocracia que para la periferia tuvo costos fuertes. Asimismo, los dos demonios, que analogaría militares-intelectuales de derecha a gremialistas-intelectuales de

138

izquierda

forma

parte

también

del

Editorial

primero.

Tempranamente, se expresa: “Parafraseando las palabras con que Marx inició el Manifiesto Comunista, en la visión de esta izquierda un fantasma recorre América: el fantasma socialdemócrata. También aquí las fuerzas de la vieja Argentina se han unido en santa cruzada para acosar al fantasma. La iglesia y los polizontes, los militares cavernícolas del proceso y los gremialistas amnésicos, los fascistas y los comunistas, los intelectuales de izquierda y los de derecha. ¿Qué conmovedora unanimidad! ¡Sirios y Troyanos exorcizando juntos al demonio! Pero, en realidad, ¿qué es lo que los une? Una común irritación contra la Argentina que cambia, un mismo deseo de aquello que irrumpió en octubre de 1983 no se consolide”.137 TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA Y FANTASMA DEL GOLPE DE ESTADO El cambio de la Argentina fue de una envergadura ciertamente importante. El auspicioso 1983 dio sus frutos a través de la consolidación de la democracia de la pobreza. Sin embargo, hacia 1987 seguirá sosteniéndose: “Al margen, los dos partidos de izquierda y derecha parecían coincidir en la solución final: la muerte de la democracia. “Morir de pie, como lo enseñó Salvador Allende”, era la consigna que brindaba la izquierda a Alfonsín, ignorando –ingenuamente, creemos- la catastrófica consecuencia de ese consejo. La derecha, obstinada, reclamaba una amnistía total que consagraría la impunidad y fracturaría la esencia misma de la democracia para culminar, tarde o temprano, en un golpe de estado.138 En el número siguiente, el lugar que pretendía ocupar la revista será comentado de la siguiente manera: 137

138

Editorial “La Ciudad Futura”, La Ciudad Futura, Nº 1, agosto de 1986, p. 3. “Una historia que recién empieza”, La Ciudad Futura, Nº 5, junio de 1987, p.

3. 139

“(…) Hemos dicho que si algún sentido puede tener La Ciudad Futura es el de contribuir a un debate en el camino de su constitución como alternativa, al menos como un privilegiado tercero en discordia en la lucha política. Difícil tarea la de ese virtual socialismo: organizar idealmente desde algo así como la nada social, ser garante activo del sistema democrático y diferenciarse como alternativa de futuro. Desde estas dificultades se gesta perversamente el vanguardismo, el conformismo, el aislacionismo, como resultantes opuestas pero semejantes de una carencia histórica de proyecto capaz de ser compartido.”139 A la luz del análisis que venimos realizando, es evidente que la mentada alternativa no fue más allá del alfonsinismo en este período específico. Asimismo, además de la dupla viejo- nuevo reseñada en páginas precedentes, se hizo hincapié en otra dicotomía de similar carga ideológica: democracia - dictadura. En el horizonte de esta opción dicotómica, toda crítica al alfonsinismo fue tildada como un ataque al proceso de transición hacia la democracia, a secas, fue tildada de terrorista: “¿Que se puede decir de la izquierda clásica? La actitud de sus dirigencias no hizo sino revelar a toda luz su desconcierto, su dificultad para hacer política, dificultad que apenas puede encubrir con su propensión a las grandes frases. Dejamos de lado los grupúsculos más o menos pintorescos que soñaban, ante la mirada absorta de la gente, con el asalto al Palacio de Invierno. El resto pensamos sobre todo en el partido comunista y en los intransigentes- pagaban sus vacilaciones sobre la definición del momento actual, al que nunca pudieron ver como un proceso de transición a la democracia necesitado del compromiso sin retaceos de la izquierda. La consigna democracia o dictadura se le presentaba a esta sociedad como un conflicto real, como el más

139

Editorial “Ahora elecciones: ¿y después?”, La Ciudad Futura, Nº 6, agosto de 1987, p. 3. 140

importante de todos, porque de su resolución dependía el futuro. Pero la izquierda lo había minimizado durante tres años.”140 En esta línea, avanzado el alfonsinismo se sostendrá: “(…) Frente al gobierno del partido político que se impuso en las elecciones de 1983, la izquierda más activa recurrió a un único camino: el de la crítica global y el rechazo. Fue clara la resistencia a aceptar el radicalismo como una fuerza política de centro, democrática y con posibilidades de formular y aún potenciar proposiciones transformadoras. En casi todas las democracias contemporáneas, la izquierda se ha modernizado al mismo tiempo que las sociedades como imperativo para sobrevivir (para no resignarse a encarnar la nostalgia de un solo registro de utopía). Esa modernización implica inevitablemente, entre varios aspectos, la delicada operación de cambiar las viejas tradiciones del rechazo y las conspiraciones unilaterales, por el horizonte de las propuestas reales, tangibles y positivas. Pensar en el interior de este orden de lo concreto, es una necesidad básica para la izquierda socialista y democrática. No obstante, ese paso hacia la modernidad es el que aún tarda en vislumbrarse en el marco de las fuerzas políticas que actúan en la izquierda argentina, y en un buen porcentaje dicha falencia se debe a su tozuda visión de las cosas dentro de la lógica del rechazo.”141 Y propondrán como “apasionante” la cuestión electoral en el camino de la transición democrática bajo las consignas que mencionamos antes. Respecto a la izquierda se continuará afirmando: “(…) Este tema, pues, el de la recategorización ideológica, política y moral de de la izquierda en Argentina, el de su compresión de la complejidad del tejido social y de las tensiones hacia el futuro, el de su planteo de opciones autónomas, positivas y creíbles, aparece como una cuestión a discutirse cuando el país entra a un nuevo y apasionante tiempo electoral.”142 140

“Una historia que recién empieza”, La Ciudad Futura, Nº 5, junio de 1987, p.

3.

141

Editorial: “La izquierda: todo un tema”, La Ciudad Futura, nº 13-14, noviembre de 1988- enero de 1989, p. 3. 142 Ibíd. nota 113. 141

LA CIUDAD FUTURA FRENTE A LAS LEYES DEL PERDÓN ALFONSINISTA Como hemos señalado recurrentemente, algunas figuras del colectivo intelectual que venimos analizando habían participado activamente de la gestión de Alfonsín a través del diseño de agendas gubernamentales. Otros, sea desde las publicaciones como desde el Club, colaboraron por medio de la difusión y el apoyo ideológico, sea desde sus cargos en la universidad, a través de artículos en las revistas o en las charlas y seminarios organizados por el Club. La revista La Ciudad Futura constituyó un espacio editorial de soporte intelectual bastante homogéneo en su apoyo las más de las veces incondicional, a la luz de las limitaciones

y

medidas

ciertamente

polémicas

(o

mejor,

impopulares) a nivel económico y político que el alfonsinismo desplegó a lo largo de su gestión de gobierno. Una de éstas, fue la sanción de las leyes de Punto Final (ley Nº 23.492) y Obediencia Debida (ley Nº 23.521) en los años 1986 y 1987, que impidieron el juzgamiento de los crímenes de lesa humanidad cometidos por la última dictadura militar. El alfonsinismo había ingresado al poder tras las consignas promisorias de que se juzgaría a las Juntas militares, promesa electoral que había despertado un importante apoyo popular y de las clases medias que se vería desmentido a sólo tres años de haber comenzado su gestión. Veremos qué repercusiones hacia el seno de la revista tuvieron estas medidas. Antes, resulta ineludible realizar unos pocos comentarios a la legislación legada por los militares y a los avances y retrocesos de la gestión Alfonsín frente a la cuestión militar, avances y retrocesos que observaremos refractariamente en la revista en la medida en que (a excepción de unos pocos artículos que enfrentaron la 142

decisión del gobierno de exculpar a los militares), la línea editorial los legitimó a través del argumento de que había que sostener la transición. Aquí, la dicotomía que comentáramos antes, compuesta por la dupla democracia – autoritarismo jugó un papel crucial como callejón sin salida frente a las vergonzosas leyes: sostener la transición o entrar en un nuevo golpe de Estado. AVANCES Y RETROCESOS DEL ALFONSINISMO: POLÍTICAS DEL OLVIDO ACERCA DE LA LEY DE “AUTOAMNISTÍA” (LEY Nº 22.924) En los últimos días de la dictadura, el 23 de marzo del año 1983, la Junta Militar dio a conocer la ley Nº 22.924, por medio de la cual preparaba su retiro del gobierno y su ingreso a la futura vida democrática sin responsabilidad alguna y sin posibilidad de juzgamiento. El 28 de abril de 1983 se publicó el denominado "Documento Final de la Junta Militar sobre la guerra contra la subversión y el terrorismo", donde se señalaba que todas las acciones militares del

período dictatorial habían sido en favor a la patria y por lo tanto, no eran punibles. Asimismo, se argumentaba que únicamente "el juicio histórico decidiría las responsabilidades sobre la guerra contra la subversión".143 La ley fue promulgada en septiembre de 1983 a pesar de las múltiples manifestaciones populares en su contra en los meses previos. En el artículo 1º del documento se establecía: “Decláranse extinguidas las acciones penales emergentes de los delitos cometidos con motivación o finalidad terrorista o subversiva, desde el 25 de mayo de 1973 hasta el 17 de junio de 1982. Los beneficios otorgados por esta ley se extienden, asimismo, a todos 143

Todas las citas de la legislación retractadas en este apartado pueden consultarse en los webs: http://www.desaparecidos.org y http://www.comisionporlamemoria.org.

143

los hechos de naturaleza penal realizados en ocasión o con motivo del desarrollo de acciones dirigidas a prevenir, conjurar o poner fin a las referidas actividades terroristas o subversivas, cualquiera hubiera sido su naturaleza o el bien jurídico lesionado. Los efectos de esta ley alcanzan a los autores, partícipes, instigadores, cómplices o encubridores y comprende a los delitos comunes conexos y a los delitos militares conexos.” Y en el artículo 2º: “Quedan excluidos de los beneficios estatuidos en el artículo precedente los miembros de las asociaciones ilícitas terroristas o subversivas que, a la fecha hasta la cual se extienden los beneficios de esta ley, no se encontraren residiendo legal y manifiestamente en el territorio de la Nación Argentina o en los lugares sometidos a su jurisdicción o que por sus conductas hayan demostrado el propósito de continuar vinculados con dichas asociaciones.”144 El artículo 5º por su parte, prefiguraría junto con los ya citados, el sentido de las posteriores leyes de Alfonsín: “Nadie podrá ser interrogado, investigado, citado a comparecer o requerido de manera alguna por imputaciones o sospechas de haber cometido delitos o participado en las acciones a los que se refiere el art. 1º de esta ley o por suponer de su parte un conocimiento de ellos, de sus circunstancias, de sus autores, partícipes, instigadores, cómplices o encubridores.” LOS DECRETOS 157/83 Y 158/83 Tres meses después de promulgada la ley, el 10 de siembre de 1983, asumió la presidencia de la nación Raúl Alfonsín. El día 29 de diciembre la “Ley de Autoamnistía” fue derogada. Se dictaron además los Decretos 157/83 y 158/83 que ordenaron el arresto y enjuiciamiento de dirigentes de las organizaciones guerrilleras Montoneros y

ERP que habían luchado por una patria justa y

contra la dictadura y de los integrantes de las tres primeras Juntas 144

Ibíd. 144

Militares, respectivamente. Respecto al sentido de los decretos, en el 1º se afirmó la necesidad de "Afianzar la justicia; con este fin, corresponde procurar que sea promovida la persecución penal que corresponda contra los máximos responsables de la instauración de formas violentas de acción política, cuya presencia perturbó la vida argentina."145 El decreto se aplicó particularmente a los dirigentes de organizaciones guerrilleras, reforzando de este modo la teoría de los dos demonios que observamos a través de las páginas de La Ciudad Futura. El segundo decreto ordenó enjuiciar a las juntas militares. Leemos en su artículo 1º: "Sométase a juicio sumario ante el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas a los integrantes de la Junta Militar que usurpó el gobierno de la Nación el 24 de marzo de 1976 y a los integrantes de las dos juntas militares subsiguientes."146 Este decreto constituyó en su momento la gran proclama de compensación republicana. Se mandaba a enjuiciar a nueve personas integrantes de las tres primeras Juntas de Gobierno. Resulta llamativo que no haya incluido a la 4º Junta, la que estuvo a cargo de la convocatoria a elecciones y la que traspasó el gobierno dando tránsito a la salida institucional. Fue además, la que diseñó los instrumentos legales de impunidad: la comentada “Ley de Autoamnistía” y el decreto secreto Nº 2726/83 que ordenaba la incineración de todo documento oficial comprometedor, con lo cual fueron destruidas pruebas fundamentales. Vale aclarar que este decreto de Alfonsín promovía un nuevo juicio, esto es, el juicio a las Juntas, que se sumaba a los más de dos mil juicios en trámite en ese momento contra diversos represores de todas las jerarquías

145 146

Ibíd. Ibíd. 145

que representaban el esfuerzo popular en el terreno judicial contra y durante la dictadura. El 15 de diciembre de este mismo año fue aprobado otro decreto, el Nº 187, que estableció la creación de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP). Esta estaría encargada de investigar las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura militar. La CONADEP fue conformada por trece miembros y cinco secretarios y tomó testimonio a cientos de victimas y familiares del terrorismo de estado. EL JUICIO A LAS JUNTAS MILITARES El 22 de abril de 1985 comenzó el juicio a los nueve miembros de las Juntas Militares acusados de cometer crímenes de lesa humanidad y violaciones de los derechos humanos. Fueron responsables de la causa el Fiscal Federal Julio Strassera, asistido por Luis Moreno Ocampo. Se presentaron múltiples y los testimonios recogidos sumaron alrededor de 900 horas. Las audiencias finalizaron el 14 de agosto, y el 9 de diciembre la Cámara Federal fijó las sentencias: Jorge Rafael Videla y Emilio Massera fueron condenados a prisión perpetua. Roberto Viola recibió una sentencia de 17 años de prisión. Armando Lambruschini una sentencia de 8 años. A Orlando Agosti se lo condenó a servir cuatro años. Los otros miembros de la junta (Leopoldo Fortunato Galtieri, Omar Graffigna, Jorge Anaya, y Basilio Lami Dozo) fueron absueltos.

146

TRAICIONES RADICALES I: LEY Nº 23.492 (PUNTO FINAL) El 23 de diciembre del año 1986 la Cámara de Diputados de la Nación aprobó el proyecto de Punto Final, que instituyó un plazo final para enjuiciar a los militares involucrados en los crímenes de la dictadura. Se fijó un término de sesenta días para definir los procesamientos a los militares involucrados en los crímenes de la dictadura con vencimiento en marzo de 1987. Un imposible para los tiempos de la justicia. La ley fue promulgada al día siguiente, a pesar de las miles de personas que se manifestaron en su contra. Se establecía en la misma que: "Se extinguirá la acción penal respecto de toda persona por su presunta participación en cualquier grado (…) que no estuviere prófugo, o declarado en rebeldía, o que no haya sido ordenada su citación a prestar declaración indagatoria, por tribunal competente, antes de los sesenta días corridos a partir de la fecha de promulgación de la presente ley."147 Las movilizaciones encabezadas por los organismos de Derechos Humanos hicieron oír su protesta, sin embargo, el Congreso contrariando la voluntad popular la aprobó.

TRAICIONES RADICALES II: LEY Nº 23.521 (OBEDIENCIA DEBIDA) Antes de los siete meses de sancionada la ley de Punto Final, se aprobó en el Congreso la ley denominada de Obediencia Debida (4 de junio de 1987) y cuatros días después fue promulgada. Esta ley había sido formulada por el alfonsinismo con la justificación de que serviría para mitigar los sucesivos alzamientos militares que 147

Ibíd. 147

comentaremos más adelante. Absolvía a los militares de rango intermedio y menor, acusados de violaciones a los derechos humanos durante la dictadura, por haber cumplido órdenes como subordinados. El artículo 1º de la ley establece que: "Se presume sin admitir prueba en contrario que quienes a la fecha de comisión del hecho revistaban como oficiales jefes, oficiales subalternos, suboficiales y personal de tropa de las fuerzas armadas, de seguridad, policiales y penitenciarias, no son punibles por los delitos (…)por haber obrado en virtud de obediencia debida." 148

Otra ley para la vergüenza nacional y para la lista de traiciones a los votantes que se sucederán en la Argentina hasta el día de la fecha.149

148

Ibíd.

149

El 25 de marzo de 1998 las leyes de Obediencia Debida y Punto Final fueron derogadas por el Congreso Nacional, pero las causas de los militares continuaron cerradas. El 6 de marzo de 2001, el juez Gabriel Cavallo declaró la "inconstitucionalidad y la nulidad insanable" de las leyes. El 9 de noviembre del mismo año, la Sala II de la Cámara confirmó por unanimidad el fallo dictado por el juez Cavallo y ratificó la inconstitucionalidad. El 12 de agosto de 2003, la Cámara Nacional de Diputados anuló las leyes y el 20 del mismo mes, la Cámara Nacional de Senadores finalizó su anulación. En 14 de junio de 2005 bajo la presidencia del justicialista Néstor Kichner, la Corte declaró inconstitucionales las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. En la actualidad (año 2007) se están juzgando genocidas en los Tribunales de la ciudad de La Plata. Esta gestión de gobierno tuvo, en principio, un carácter ciertamente esperanzador en relación a la voluntad política de llevar adelante una política seria en torno a los derechos humanos, o mejor, en torno a los derechos humanos estrictamente vinculados con la desaparición de personas de nuestro pasado reciente. Hay que decirlo: en la actualidad los derechos humanos también atañen a los muertos por hambre en el país de las vacas y el trigo. Una más entre las paradojas de nuestras democracias del ´83 a esta parte: Kichner impulsa el juzgamiento a los genocidas del proceso y sostiene la regalía económica de los grandes grupos económicos que fueron los verdaderos beneficiados del período (Repsol, Techint, Bunge Born, etc.), como asimismo, continúa las relaciones carnales con las naciones centrales ahondando el carácter neocolonial de nuestro país.

148

LA CIUDAD FUTURA ANTE LAS LEYES ALFONSINISTAS A partir de la publicación del ejemplar Nº 3 (diciembre de 1986) la revista hará eco de las decisiones del gobierno nacional de impulsar las leyes comentadas previamente. El “debate” (se verá más adelante la mitigación que supone el entrecomillado) tendrá duración hasta el Nº 6 del mes de agosto de 1987 a través de notas editoriales y de una sección titulada “Cuestión militar” que no estará presente en los números subsiguientes. El Nº 11 (junio de 1988) marcará el distanciamiento que enunciamos antes, del grupo vinculado a la revista Punto de Vista (Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo fundamentalmente; además se irán: Rodríguez, Liernur, Samoilovich, y Vezzetti) que seguirá colaborando pero no formará parte del staff estable del Consejo Editorial de La Ciudad Futura. Los números intermedios (Nº 7, 8-9 y 10) dejarán de lado el debate de las leyes (sancionadas ya por el Congreso) para dar relevancia a los levantamientos militares150 desde la óptica de lo que denominamos como fantasma del golpe de Estado. Ahora bien, la posición de la línea editorial (representada por el núcleo duro del grupo de Pasado y Presente: Aricó, Portantiero y

150

El 16 de abril de 1987, durante la Semana Santa, un grupo de militares bajo el mando del teniente coronel Aldo Rico ocupó la Escuela de Infantería en Campo de Mayo para exigir la amnistía y la sustitución de la cúpula militar. Entre el 14 y el 18 de enero de 1988, Rico encabezó otro levantamiento carapintada, ahora en Monte Caseros: abandonó su arresto domiciliario y se acuarteló en el Regimiento 4 de Infantería, con 60 oficiales y 200 suboficiales. Se rindieron rápidamente. El 3 de diciembre de 1988, usando el Batallón de Arsenales en Villa Martelli como centro de operaciones, el coronel Mohamed Seineldín encabezó una rebelión por no haber sido recomendado para el ascenso a General. La última asonada carapintada tomó lugar el 3 de diciembre de 1990, en que un grupo de militares ocuparon la sede del Estado Mayor del Ejército y del Regimiento I de Patricios. Hubo trece personas muertas y alrededor de 200 heridos.

149

Tula) frente a las leyes será de apoyo incondicional a las mismas tras el argumento habitual del grupo de fortalecer la transición democrática. oportunidades

La

justificación

sustentará que

que los

aparecerá militares

en ya

reiteradas

hicieron su

autocrítica, ya se procesó a los responsables y se necesita subordinar las FFAA a un orden constitucional. ¿Puede sostenerse la autodenominación de izquierda tras este posicionamiento? LOS “DEBATES” HACIA EL SENO DE LA REVISTA En el Nº 3 se publica un artículo firmado por La Ciudad Futura donde se prefigura y se deja asentada la posición de la revista que veremos sucederse en los números subsiguientes. Tras comentar la decisión de Alfonsín de dar punto final a los crímenes militares, se argumentará que no es una medida del todo aceptable pero es necesaria. Citamos: “(…) ¿Pero la verdad de las cosas es la misma cuando se la mira desde el vértice del poder que cuando se lo hace desde el seno de la sociedad? Existen lógicas distintas. Y también responsabilidades disímiles. Percepciones encontradas. Exigencias no siempre aceptables por quienes estamos alejados de las responsabilidades de gobierno. El proyecto de ley por el cual se pretende establecer un plazo para el juzgamiento de militares involucrados en delitos cometidos durante la represión, o por personas que también los hubieran cometido al instaurar formas violentas de acción política, parece ser un indiscutible ejemplo de ello. La necesidad de fortalecimiento del sistema político haría necesaria tan drástica determinación, pues ninguna sociedad, se afirma, puede vivir sin una integración de sus fuerzas armadas y sin una reconciliación nacional.”151 Y se agrega:

“El ¨Punto final´, la política y la ética. ¿Una conciliación imposible?” artículo firmado por La Ciudad Futura, La Ciudad Futura, Nº 3, diciembre de 1986, p. 4. 151

150

“(…) El proyecto es en sí mismo cuestionable, pues su implementación no cumpliría con los fines de fortalecer la frágil democracia que transitamos. No obstante, no es fácil obtener un diagnóstico claro y consensual respecto de la necesidad y características de una salida política que establezca bases sólidas para la integración de las fuerzas armadas al orden constitucional y legal del país. Habida cuenta de que el orden democrático fue sistemáticamente quebrado por la acción militar, el problema de la redefinición política e institucional de las fuerzas armadas tiene una relevancia insoslayable. (…) En este sentido, el proyecto no aparece como una herramienta eficaz al no contar con el sustento que debería darle una sociedad convencida de la justeza y oportunidad de tal ley, ni con el acuerdo previo de los partidos políticos e instituciones sociales representativas. La validez del mismo debe pensarse en términos de su capacidad para resolver un problema que afecta al conjunto de la sociedad y no al de una parte. Sólo así será posible que una decisión política del gobierno no contradiga principios morales y jurídicos aunque de ellos no extraiga su principal justificación.”152 Estos argumentos no merecen demasiada acotación: la legitimación otorgada a través de la estrategia del “mal menor” resulta ineludible, asimismo, el claro posicionamiento respecto a la disyuntiva: vértice del poder vs. seno de la sociedad. La dirección de la revista estuvo claramente junto al primero sin titubeos. La única voz realmente disonante que se pronunció en contra de la medida fue la de Héctor Leis (miembro del Consejo de Redacción de la revista). Por esta cuestión, mitigamos el concepto de debate en la medida en que éste no se produjo abiertamente más allá de la publicación de un artículo en este número. La posición que prevaleció fue la de la dirección de la revista. Sostendrá Leis: “(…) El llamado proyecto de ´Punto final´ intenta olvidar y perdonar los crímenes cometidos por algunos de los miembros de las fuerzas armadas. Cabe preguntar entonces por su conveniencia y necesidad. Lo que se dice a favor de tal medida es que la 152

Ibíd. 151

corporación militar ya realizó su autocrítica, que los responsables de comando ya están condenados o procesados y que, por último, eliminando toda incertidumbre respecto del enjuiciamiento futuro de sus cuadros se garantizará su subordinación al orden constitucional. (…) Esta medida representaría una demorada toma de partido a favor de la posición adoptada por las fuerzas armadas en la lucha contra la guerrilla. (…) La medida que aquí discutimos es antidemocrática y anuncia un futuro de incertidumbres para los ciudadanos y ciudadanas de este país.”153 Tres meses después de publicado el Nº 3, en marzo de 1987 hacia el Nº 4, la ley ha sido aprobada por el Congreso. En este número aparecen dos artículos centrales, ambos en la línea de apoyo. Julio Godio a través del artículo “Cuarto punto final: lo que termina y lo que empieza”154, argumentará que a través de la ley el alfonsinismo busca un compromiso con las FFAA, en la medida en que ésta permitiría la integración de los militares a la vida democrática. Asimismo, arguye una defensa abierta al presidente Alfonsín y sostiene que las críticas al mismo erosionan el sistema democrático. La ley, en palabras de Godio, “Constituye un acto de reflexión política y cultural en la tarea de la consolidación democrática.” El otro trabajo corresponde a Emilio de Ipola155 quien discute directamente con la posición sostenida por Leis en el Nº 3, arguyendo que éste se equivoca al juzgar la ley de ese modo, porque ésta es el mal menor, en la medida en que se debe afrontar el problema de las FFAA. En el Nº 5 (junio de 1987) se deja la discusión específica de la ley y se le da relevancia a la cuestión del compromiso de gobierno de frenar la puja militar. Además, este número sale en el contexto del levantamiento militar de Semana 153

Leis, Héctor, “Sobre el ´Punto final´. ¿Un paso adelante y otro atrás?”, La Ciudad Futura, Nº 3, diciembre de 1986, p. 4. 154 La Ciudad Futura, Nº 4, marzo de 1987, p. 3. 155 “Composición tema punto final”, La Ciudad Futura, Nº 4, marzo de 1987, p. 4. 152

Santa, que será un factor a través del cual reforzarán aun más la posición de defensa de las leyes alfonsinistas. A modo ilustrativo: “(…) Los sucesos de Semana Santa quebraron la inocencia de la transición. Advirtieron que el nudo principal de nuestros problemas no está en el conflicto entre gobierno y oposición acerca de temas puntuales, sino en la vulnerabilidad peligrosa del sistema democrático frente a una agresión de la derecha militar. (…) Al quedar en evidencia las amenazas que penden sobre nuestra frágil democracia, los sucesos sirvieron para aclarar los significados de una transición, la suma de compromisos que ella requiere de la sociedad y de sus dirigentes. (…)”156 En la línea de defensa de la democracia alfonsinista, continuarán argumentando que: “La ´cuestión miltar´ es, pues, un tema central de la transición. (…) El problema en este caso es el de constituir un espíritu republicano en los militares, para que no asistamos a la maduración del ´huevo de la serpiente.´ ¿Está dispuesta la sociedad, sus organizaciones, sus partidos, a encarar esta tarea, sin renunciar a principios no negociables pero con la dosis de realismo necesario? ¿Están dispuestos los militares a integrarse subordinadamente a un orden civil y democrático? No lo sabemos. Lo que sabemos es que si ese proceso no se intenta, la democracia fracasará y horas negras se extenderán sobre nuestro país. (…) Es evidente que las políticas puestas en marcha han fracasado (se refiere a los juicios). (…) Fracasó (…) la ley de extinción de causas que de ningún modo colocó un ´punto final´. (…)” 157 Se publica además, una solicitada en repudio al golpismo del Socialismo de Izquierda Democrática y una propia titulada “Defendamos la democracia.” En la sección “Cuestión militar”, Beatriz Sarlo158 sostiene que el papel de la izquierda debe ser el de analizar lo que denomina dos violencias (militar-guerrillera) para 156

“¿Una historia que recién empieza?”, La Ciudad Futura, Nº 5, junio de 1987, pp. 3-4. 157 Ibíd. 158 “Y ellos avanzan”, La Ciudad Futura, Nº 5, junio de 1987. 153

ajustar cuentas con el pasado. A su vez, Alejandro Katz159 refiere a que la Obediencia Debida no responde a presiones o a negociaciones secretas de gobierno sino a la necesidad de una sociedad de expulsar de sí misma la posibilidad de la locura ya que al redimir al asesino, la sociedad se redime a sí misma. En el Nº 6 de agosto de 1987 se publicará un único artículo160 referente a la Obediencia Debida. En los números siguientes el apartado interesado en el asunto militar desaparece de la revista y hacia el Nº 10 de abril de 1988, comienza a cobrar relevancia la cuestión de la violencia y del fantasma del golpe que comentamos en páginas precedentes. En la nota editorial, refiriéndose al nuevo alzamiento militar de Monte Caseros se dirá: “(…) Sin embargo, sería engañoso minimizar o subestimar lo ocurrido (…) en esta ocasión se deslizó desde este sector, a través de voces no siempre coincidentes y confusas, un verdadero programa golpista y alternativo a la democracia. También, como signo de la determinación de los sublevados, se debe considerar que tuvieron un apoyo civil (…) la crisis fue y es verdaderamente severa en el plano militar. La detención del “grupo Rico” no garantiza que no haya en las fuerzas armadas otros grupos, con distintos grados y destinos, convencidos por una ideología fascista o protofascista y con deseos de alcanzar alguna vez la capacidad operativa suficiente como para poner en aprietos al sistema democrático.”161 Y se continuará apoyando las medidas alfonsinistas y refiriéndose a la izquierda crítica de aquellas en los siguientes términos:

159

“Un hecho de nuestra historia”, La Ciudad Futura, Nº 5, junio de 1987. Julio Godio, “¿Razón o pasión?”, La Ciudad Futura, Nº 6, agosto de 1987, p. 9 161 “Los militares ante la sociedad”, La Ciudad Futura, Nº 10, abril de 1988, p. 2. 160

154

“(…) El terrorismo de estado de la pasada dictadura pertenece a una inhumanidad inaceptable para los argentinos, porque no es –ni puede ser- base para ninguna reconstrucción de nuestra convivencia. Por eso, dicha solicitud, en la que confluyen fascistas y “liberales”, plantea una crisis de principios cuyos nubarrones sólo podrán aventarse a partir de políticas que sean tan pacientes como enérgicas, tan sutiles como ajustadas a un cambio en la relación entre los militares y la sociedad. (…) En el caso de un pensamiento político que define sus posiciones dentro de una visión del mundo que propone una transformación racional, socialista e igualitaria de la sociedad, la cuestión de la Ley de Obediencia Debida hace a un ejemplo muy particular. ¿Debe la izquierda olvidar la ética –los terribles crímenes del terror de estado- y aceptar servilmente la iniciativa del presidente Alfonsín? ¿Hay acá un dilema entre el confort de la ética y la incomodidad del pragmatismo? No, la clave tal vez consista en no desplazar de ninguna manera los principios, pero también en no dejar de lado el análisis de la realidad tal cual ella se manifiesta. De lo contrario, contribuiremos a una izquierda que conocemos muy bien, heredera del breve paraíso escrito de los dogmas. (…) La reciente crisis avaló de hecho –no de derecho ni moralmente- la necesidad de que hubiera un instrumento como la discutible Ley de Obediencia Debida. De no ser así, no nos engañemos, se hubiera reeditado el curso de Semana Santa.”162

ALFONSINISMO Y MODELO DEMOCRÁTICO: DEMOCRACIA Y DESPUÉS

“(…) Algunos analistas políticos han sugerido que la crisis de la Argentina en es realidad consecuencia de las políticas de disciplinamiento que Estados Unidos le impone a nuestro país. (Dirá el entrevistador. A continuación la respuesta de Juan Carlos Portantiero) No coincido, ¿por qué le interesaría a los Estados Unidos que Argentina tenga un sesenta por ciento de pobreza? No me parece que eso sea de un interés particular, salvo que

162

Ibíd. 155

pensemos en una mentalidad perversa y diabólica que quiera que la gente se muera de hambre.”163 Hemos reiterado más de una vez que ya en México y sobre todo, llegadas a Buenos Aires, las figuras centrales de Pasado y Presente se abocaron, conjuntamente a su particular revisión del pasado inmediato y de la condena a la militancia setentista, a pensar la denominada “cuestión democrática”. Algunos, además, redactaron los discursos del presidente radical y le suministraron un modelo de “democracia” pergeñado tras haber digerido las nuevas modas teóricas y políticas norteamericanas y europeas. El mirar hacia fuera, típica estrategia de la intelectualidad cipaya y extranjerizante de nuestro país -tan discutida en el período que va de 1955 a 1974- volvió a hacer eclosión en las décadas del ´80 y del ´90. Así, el fin de la historia, la preeminencia de los discursos, el giro cultural, los modelos sociales extranjeros, la agonía del marxismo y el fin de la lucha de clases y de la dependencia nacional, la centralidad de la gobernabilidad, fueron marcos de pensamiento de la nueva intelectualidad modernizada y puesta al día. Poco probable hubiere sido encontrar un pasaje como el citado en boca del Portantiero difusor del marxismo en los años ´60 y ´70. La centralidad de la cuestión democrática durante el período que analizamos, estuvo sujeta a la transicionalidad, esto es, se señalará siempre a la democracia como un objeto en “transición” hacia la consolidación de sí misma. La democracia como un proceso paulatino al que, nunca se aborda en términos concretos. En la nota Editorial del 1º ejemplar de La Ciudad Futura comenzó a 163

Entrevista a Juan Carlos Portantiero “Crisis de hegemonía sin alternativas. El fin de una época” realizada por la revista Textos para pensar la realidad, Año 1, Nº 1, 2002. p. 49.

156

hacerse

visible

el

cruce

democracia-socialismo

que

había

comenzado a realizarse en México. Con más fuerza aquí, la democracia se presentó como la única plataforma de construcción de un supuesto “socialismo”. Citamos: “Una revista de “cultura socialista” como la nuestra, cuyos integrantes provienen de distintas experiencias políticas e intelectuales, se enfrenta naturalmente con un problema que resulta ineludible en este camino de búsqueda de una nueva identidad que esté en condiciones de abordar con más o menos éxito una realidad cada vez menos simple, si es que alguna vez lo fue, y que desde hace no poco tiempo se nos escapa de las manos: se trata, desde luego, del fenómeno de la democracia, de la necesidad de su revaloración, de la relación entre democracia y socialismo.164 Y se agregará más adelante: El socialismo no puede ser la liquidación de la democracia, sino su plena realización. Sólo en un contexto democrático puede expandirse un movimiento social de izquierda que impulse la transformación y gravite en la vida nacional.165 Tal como comentáramos respecto al Grupo Esmeralda, el modelo de democracia que se auspició a través de la revista fue aquel ligado a un tipo de modelo circunscripto a la cuestión de los procedimientos (elecciones periódicas, competencia entre partidos, cierto pluralismo social, etc.) basados en reglas de juego como conjunto de valores más bien abstractos. La centralidad de lo que la democracia debería suponer (en términos de democracia social o, a secas, de democracia real) quedó relegado: distribución de la riqueza, movilidad social, calidad de vida, etc. En el primer número de la revista se publicó el denominado “Suplemento/ 1 de La Ciudad 164 165

“El primer número”, La Ciudad Futura, Nº 1 (agosto de 1986), p. 3. Op. Cit, “Editorial”, Nº 1. 157

Futura”166, como expresión de los términos de la propuesta presidencial de fundación de la Segunda República. Ésta estuvo sujeta a lo que se denominó nuevo “compromiso” o “pacto” institucional, vinculado con una reforma constitucional, del estado y de las instituciones (partidos políticos, gremios, etc.). Las cuestiones vinculadas a la descentralización, la participación y la eficacia de gestión, fueron tratadas en este mismo número por Juan Carlos Portantiero a través de su trabajo “”La reforma del estado. Una Constitución para la democracia.”167 La cultura de izquierda propugnada por la revista, estuvo circunscripta a debatir meramente el consenso, esto es, la estabilidad y el funcionamiento de las instituciones. En el Nº 6 de agosto de 1987 respecto a la mentada consolidación democrática en el tránsito de la transición se dirá: “(…) Habrá elecciones el 6 de septiembre (…) y seguramente no habrá ruptura del orden constitucional. (…) La república democrática parece hoy verosímilmente estable. Pero ¿puede decirse que ya esté consolidada? Es obvio que no es así: miremos no más a la última Semana Santa para darnos cuenta que las grandes cuestiones -sobre todo la amenazante “cuestión militar”- no está aún dilucidada. De ningún modo está dilucidada.”168 Veremos que la cuestión de la consolidación democrática no estará vinculada a la democracia social sino, al fantasma de un nuevo golpe de Estado que recorre las páginas de la revista recurrentemente y opera como correlato directo del apoyo al proyecto del alfonsinismo, tal como observamos respecto al apoyo de las leyes del perdón militar. Esto es, los sectores críticos de las 166

Nº 1, agosto de 1986, p. 15 op. Cit.., Nº 1, agosto de 1986, p, 17 168 “Ahora elecciones: ¿y después?”, La Ciudad Futura, Nº 6 (agosto de 1987). 167

158

políticas implementadas por Alfonsín, estarían estorbando la posibilidad de consolidación democrática en la transición. Veremos esta cuestión, además, en relación a las críticas a la izquierda. Respecto al fantasma del golpe de Estado, citamos: “(…) El peligro que se perfila sobre el curso próximo de los acontecimientos es visible: que sobre el escenario de un sistema de democracia política todavía muy lejos de encontrarse consolidado, se vayan imponiendo las tendencias exógenas, aquellas interesadas en vaciar las instituciones, en restarle credibilidad y capacidad operativa al poder civil y en crear las condiciones para un vacío que, antes de lo pensado, permita un retorno de las corrientes autoritarias. (…) Un nuevo brote de insubordinación entre oficiales del ejército, esta vez en La Tablada, dejó en evidencia que el problema militar no está apaciguado, sino que más bien hay en curso una pugna interna con importantes sectores poco dispuestos a acatar la disciplina.”169 Aún hacia 1988, se sostendrá: “Lo que se plantea como bien supremo debe tener un carácter suficientemente general, como para señalar solamente una tendencia que de lugar luego, a que cada cuestión se discuta en particular y en una relación puntual con el momento en que se la encara, evitando la tentación totalizante, integrista, totalitaria. Quiero decir: debemos poder librarnos de fetichizar las grandes cuestiones planteadas por el socialismo y el capitalismo: regímenes de propiedad, orden, libertades individuales. Pero, ¿desde qué límite? Desde el que marca el bien supremo -mantener activa a la sociedad contra si natural tendencia a la muerte – (por supuesto que no me refiero sólo a la biológica) y para el cual, el mejor andarivel es la democracia que, con su estatuto de libertades y de alternancia en el poder por vía electoral, crea las mejores condiciones para dicha actividad.170 Ciertamente se cuela allí la noción de democracia de la que habláramos: democracia que, con su estatuto de libertades y de 169

Editorial posterior al triunfo del PJ en las elecciones. La Ciudad Futura, Nº 7, octubre de 1987, p. 3. 170 Op. Cit., Nº 10, abril de 1988. 159

alternancia

en el poder por vía electoral, crea las mejores

condiciones para dicha actividad. La cuestión de la democracia política, asimismo, estuvo sujetada al perfil de un tipo de Estado no intervencionista. En el marco del nuevo modelo de acumulación capitalista de los ´80, este modelo de democracia se tradujo en un acelerado proceso de concentración del capital que dio a luz a una democracia signada por una correlación de fuerzas favorable a los sectores o clases dominantes. La democracia de la pobreza, desconocida para La Ciudad Futura y harto conocida para los millones de excluidos devino de las privatizaciones (empresas de transporte, servicios públicos, bancos, plantas industriales, medios de comunicación, etc.), del descenso del salario real y de la desocupación creciente y del deterioro de los servicios sociales fundamentales. Las décadas del ´80 y del ´90 estuvieron signadas por la destrucción del tipo de Estado inclusivo de los intereses populares propio de las décadas del ´40 y del ´50, tarea emprendida por Martínez de Hoz durante la dictadura militar. El alfonsinismo en los ´80 se hizo cargo de un país con una descomunal deuda externa con orígenes ilegítimos (54 millones de dólares) a la que se propuso administrar. Frente a un Estado en quiebra, Alfonsín optó cediendo a las presiones del poder y llegaron los ajustes: la economía de guerra a los compatriotas, el Plan Austral que permitió el pasaje de millonarios recursos públicos a bancos y corporaciones extranjeras. El doble discurso de las virtudes de la democracia comenzó a verse desmentido en los hechos. Los derechos humanos tuvieron su Punto Final y su Obediencia Debida y la absolución de los golpistas resonó en los oídos argentinos a través del conocido discurso la casa está en orden, felices pascuas compatriotas. La derrota 160

electoral de la UCR aceleró la crisis del gobierno a través de los golpes de mercado, la explosión de la hiperinflación y los saqueos masivos a supermercados. Alfonsín traspasará el poder al presidente Menem seis meses antes de culminar su mandato presidencial. La subestimación del rol estatal en un país semicolonial como el nuestro, tuvo consecuencias que se tornan visibles aun en la actualidad. No deber olvidarse que para que un país del Tercer Mundo pueda desarrollarse en algunos puntos claves de su estructura económica y social, debe poseer un Estado fuerte como expresión misma del interés nacional. Sobre todo durante la gestión menemista, las privatizaciones del patrimonio nacional y la reforma estructural del Estado operaron como garantes de la hegemonía del capital

transnacional

concentrado.

El

problema

para

los

intelectuales de La Ciudad Futura no fue la entrega del patrimonio nacional sino la forma “desprolija” por medio de la cual se privatizó la heredad de las nuevas generaciones: “(…) Con Menem la Argentina acometió una serie de reformas pro mercado que iban en línea con lo que estaba sucediendo en el mundo, por lo que tampoco podría reprochársele como una traición. Cómo lo hizo es otra cosa.” 171 A partir del Nº 16 correspondiente a los meses de abril-mayo de 1989, comenzará a realizarse un balance de la gestión de Alfonsín. El mismo tendrá resultados positivos y no se pondrá en discusión las traiciones sucesivas del radicalismo al pueblo argentino. Asimismo, para el período eleccionario próximo se

171

Entrevista a Juan Carlos Portantiero. Op. Cit., p. 47. 161

llamará votar otra fórmula radical, la encabezada por AngelozCasella. En palabras de Aricó:

“(…) Los límites reales de la experiencia de la administración de Alfonsín como primer gobierno de la transición a la democracia. Para todos aquellos que, desde la izquierda tradicional o desde la derecha jacobina, sostuvieron una constante actitud de oposición, la cuestión está, como es obvio, cerrada. Por déficit de un liberalismo económico a ultranza o por ausencia de radicalismo de clase, el gobierno estuvo condenado al fracaso y las profundas limitaciones que fue evidenciando en su gestión no fueron sino la consecuencia necesaria de una ilegitimidad de origen. (…) La definición de los límites del reformismo alfonsinista, la determinación de los obstáculos que le impidió llevar a cabo lo que se propuso hacer, aparecen como un problema cardinal para juzgar la potencialidad transformadora de las opciones electorales en disputa. (…) Ni uno ni otro demuestran en los hechos estar dispuestos a discutir seriamente sobre los problemas decisivos del país y de cuyo confuso, contradictorio e inconducente manejo institucional son corresponsables.172 Ya desde mediados de 1988, con un alfonsinismo en crisis casi terminal, comenzaron a aparecer artículos donde se observa un distanciamiento más crítico respecto a la gestión de gobierno y hasta se realizan referencias a la cuestión económica que, en general, no habían aparecido en años previos: “(…) El radicalismo, a su vez, no se ha mostrado muy voluntarioso para paliar al menos relativamente ciertas injusticias que más que dinero requerían imaginación. (…) Pobreza: (…) Los que estamos convencidos de que sea quien fuere el partido triunfador en esas elecciones, los sectores humildes continuarán sufriendo las consecuencias de un orden económico que no los contempla más que como productores de bienes. No existe candidato que pueda 172

Aricó, José, “Los bloqueos de la reforma. Un balance de la transición”, La Ciudad Futura, Nº 16, abril-mayo de 1989, p. 9. 162

garantizar que las capas postergadas, subsumidas económica y socialmente, vayan a mejorar su condición. ”173 En el Editorial del Nº 18-19 correspondiente a los meses de junio-septiembre de 1989, en relación a las transformaciones neoliberales que comenzó a implementar el presidente Menem en el período, las críticas al alfonsinismo comenzaron a amainar y las acciones de reforma menemistas fueron vistas sin preocupación: “(…) El tema de la reconversión del capitalismo ha sido colocado explícitamente sobre la mesa del debate nacional en los últimos años y cabe decir que ese fue uno de los méritos del gobierno anterior (se refiere a la gestión de Alfonsín). LA CIUDAD FUTURA insistió muchas veces sobre la cuestión, convocando a la izquierda democrática a discutir un reexamen de las formas perversas en que se había planteado la relación entre capitalismo y estado en nuestra sociedad en las últimas décadas. No rechazamos, por lo tanto, la pertinencia del objetivo trazado en las leyes de reforma del estado y de emergencia económica, más allá de algunas limitaciones y aun peligros que ellas puedan traer.” 174 Y continúa: “El modo de regulación del capitalismo argentino que emergiera y se consolidara entre 1930 y los años sesenta ha entrado en descomposición desde mediados de los setenta y hemos dicho insistentemente que nos parecía por lo menos ingenuo querer superar esa decadencia con un retorno mítico al pasado. Sabemos también que esa transformación implica ajustes y que éstos tienen costos. El drama argentino, desde 1983 en adelante, consistió en que mientras se daba luz a un régimen de gobierno que implicaba el paso desde el autoritarismo hacia la democracia, no acertaba –por falta de una voluntad política firme del gobierno pero también por ceguera de la oposición y pasividad de la sociedad- en

173

Bufano, Sergio, “Vamos a votar. Frente a la falta de opciones políticas”, La Ciudad Futura, Nº 11, junio de 1988, p. 9. 174 “¿Y ahora qué?”, La Ciudad Futura, Nº 18-19, junio-septiembre de 1989, pp.3-4. 163

superar la descomposición de una fase histórica de nuestro capitalismo.”175 El drama nacional parece haber sido producto más de una falta de una voluntad política firme del gobierno, ceguera de la oposición y pasividad de la sociedad que de la victoria en la imposición del modelo económico neoliberal

en Argentina. Este

diagnóstico se expresa claramente en palabras de Portantiero, donde aparece además, de la consabida crítica a la izquierda y el rol que éstos intelectuales darían al Estado en el período subsiguiente: “(…) Según el diagnóstico que se haga sobre la fase de desarrollo del capitalismo, sobre el tipo de relaciones que ella haya establecido entre este y el estado, sobre las formas predominantes de la acumulación, diferirá el análisis de la crisis y las propuestas de transformación. Por ejemplo y para ser más claro: si se cree que el rasgo fundamental de la crisis presente es la quiebra del modelo agroexportador dependiente implementado a finales del siglo pasado, la propuesta de transformación estará centrada en el reconocimiento de un clivaje entre periferia y centro como conflicto central, condensado en la consigna de “liberación o dependencia” y en la convicción acerca del rol privilegiado del estado y de una política de nacionalizaciones para todo cambio en sentido progresista. (…) Salvando excusables simplificaciones de mi parte, éste es el diagnóstico y ésta la terapia que propone la izquierda argentina sobre la crisis actual, tanto desde su vertiente “nacionalpopular” cuanto desde la “alternativista”.176 El diagnóstico de la izquierda nacional que aparece aquí desestimado y pasado de moda (liberación o dependencia) a la luz del nuevo poder implantado en la Argentina por el terrorismo de 175

Ibíd. El subrayado es nuestro. Juan Carlos Portantiero, “La transición democrática y la izquierda política. Una necesaria redefinición de identidad”, La Ciudad Futura, Nº 18-19, junioseptiembre de 1989, pp. 9-10. Se continúa criticando a la izquierda que no se moderniza (sobre todo al PC y al PI). 176

164

Estado (siete años de políticas neoliberales a través de la alianza entre corporaciones y bancos extranjeros) y retomado por la gestión de Alfonsín cobraba verdadera relevancia. Agregará Portantiero, caracterizando la crisis en la línea “modernizadora”: “Esta perspectiva cambia, por supuesto, si otra es la caracterización de la crisis. Esto es, si se piensa que lo que está en descomposición desde los años setenta es el modelo de desarrollo y el patrón de relación entre clases dominantes y estado. (…) Está mucho más claro también hoy cuál es el papel real (…) que juega el estado como otorgador de privilegios a grupos económicos ineficientes y volcados más a la especulación que al riesgo de la inversión. Un estado prebendalista que no resulta para nada antagónico sino totalmente complementario de los intereses parasitarios de nuestro capitalismo asistido, sea él nacional o multinacional.”177 Veremos el posicionamiento de la revista frente a las medidas de ajuste y (regalía) menemista en profundidad en las páginas siguientes. Los años de administración de la pobreza en Argentina en manos de democracias reducidas a lo político serán largos: recordemos el pasaje del poder de Alfonsín a Menem en 1989 (primer caso en la historia de nuestro país de pasaje de poder de un partido a otro por la vía electoral luego de la ley Sáenz Peña), diez años de menemismo, pacto de reelección en 1995, nuevo pasaje de poder a partidos opositores en 1999 -del PJ al radical De La Rúa-. La revista hará eco a su modo de cada uno de estos nefastos avatares

de

la

reacomodamientos

política a

cada

argentina. nueva

Asimismo,

coyuntura

y

habrá silencios

inconcebibles: exclusión, patria desvastada, muertos por hambre en el país de los paladines de la democracia. 177

Ibíd. El subrayado es nuestro. El problema será la “ineficiencia” de los grupos económicos no las medidas de extranjerización de la economía nacional. 165

LOS AÑOS DE MENEM “(…) Con Menem la Argentina acometió una serie de reformas pro mercado que iban en línea con lo que estaba sucediendo en el mundo, por lo que tampoco podría reprochársele como una traición. Cómo lo hizo es otra cosa.” 178 El argumento en torno a “cómo lo hizo” será una forma recurrente de legitimar desde La Ciudad Futura el paquete de reformas que acometió la gestión Menem en su período de gobierno que vistas hoy, a cierta distancia temporal, revistieron un verdadero carácter de contrarevolución en términos conservadores. Esto es, los cambios operados en nuestro país durante estos años fueron de una envergadura tan profunda que transformaron la estructura de la nación en su conjunto, o mejor, del país, en tanto la identidad nacional, castigada a sangre y fuego tras la dictadura, terminó de demolerse durante la gestión menemista para reingresar al neoliberalismo. El arrasamiento del nivel de vida de las clases populares y de las clases medias, la privatización del patrimonio estatal, el paquete de reformas del Estado, el desguase de la educación y de la salud pública provincializadas, la corrupción del sistema político y de las instituciones en su totalidad, entre otras medidas operantes dentro del paquete neoliberal, no tuvieron parangón en ningún otro momento de la historia argentina. Ni siquiera a través de la violencia estatal y de los muertos de las distintas dictaduras en la historia de nuestro país, se logró implementar un modelo económico tan lesivo respecto a los intereses de las clases populares en un lapso temporal tan breve y que tendrá más víctimas sociales que el terrorismo de Estado de 1976 y la guerra de Malvinas de 1982. Con el consentimiento de los 178

Entrevista a Juan Carlos Portantiero, op. Cit., p. 47. 166

votantes se llevó al extremo la regalía y la dependencia nacional a los intereses extranjeros: la Argentina netamente colonial y dependiente comenzaría a alzarse entre fábricas cerradas, índices pavorosos de desempleo, muertos por hambre y desnutrición en el país hipotecado. Al modelo legado por la dictadura, alfonsinismo de por medio, los años de Menem le otorgarían todo su esplendor. El modelo neoliberal se mostraría en todas sus aristas y conseguiría, con consenso de la mayoría de la sociedad que pondría su voluntad en las urnas, perpetuarse en el tiempo a través de la reelección, a pesar del descenso salarial y del deterioro de las condiciones de vida de las mayorías. Fueron los años de la descomposición ideológica total de una identidad política que desde mediados de la década del ´40 había expresado los anhelos populares y había llevado adelante el único proyecto de nación independiente y soberana a lo largo de la historia nacional. Fueron también, los años de auge del modelo intelectual que intentamos presentar a través de estas páginas, que únicamente tuvo su parangón en cuanto a su funcionalidad en el plano de la política concreta, en la derecha operadora de los planes económicos y culturales menemistas. Como se definirán ellos mismos en relación a la historia y a la utopía: “(…) En estas tareas de nuestro continente, de nuestro país y del mundo, el debate sobre el socialismo es también el debate sobre las reformas, la democracia y la hegemonía con consenso, construida esta como una forma cultural donde la crítica y la exposición de ideas tengan un sentido inequívocamente fuerte. Este sentido es, en definitiva, el de nuestra utopía: una utopía con el horizonte colocado en los años noventa.”179 179

Editorial “El horizonte de los noventa”, La Ciudad Futura, Nº 20 diciembre de 1989- enero de 1990, p. 3. El subrayado es nuestro. En esta línea puede consultarse en este número bisagra entre las décadas del ´80 y del ´90 los 167

En el año 1993, la revista organizó una mesa redonda para discutir el rol de las publicaciones políticas y culturales del período menemista, como asimismo el papel de los intelectuales en el mismo. Citamos: “(…) En lo que se refiere a los intelectuales, no ha intervenido (se refiere al menemismo). Estamos registrando la transición, período que comienza antes de Alfonsín; empieza en pos- Malvinas. Ahí es donde este escenario cultural comienza a diseñarse. (…) El fenómeno de fin de siglo. La desaparición del intelectual, como aquella figura en la cual la cultura podría tener un sentido de totalidad.” 180 Hasta aquí podemos observar argumentos similares a los esgrimidos durante la década del ´80 en torno a la desaparición de un modelo de intelectual (el crítico de la desigualdad, o mejor, el intelectual comprometido con las causas del cambio social) y el surgimiento de otro, funcional a los nuevos tiempos políticos signados, en la óptica de los nuevos demócratas post marxistas, por la pérdida de horizontes políticos certeros, el fin de la historia y la caída de los grandes relatos libertarios típicos de las décadas precedentes: “(…) Quizás hemos hecho un registro de los datos resistentes de toda sociedad. Pensar como lo hacíamos a principios de los setenta que la sociedad estaba esperando que esas hojas cayeran en sus manos era equivocarse acerca de lo que sucede en las sociedades. siguientes trabajos: Javier Franzé, “Centroizquierda: ese ambiguo objeto de deseo. El tránsito de una época a otra”, pp. 6-7; Fabián Bosoer, “La democracia perpleja”, p. 11; Jorge Tula, “El neoliberalismo es más que una receta”, p. 17; Juan Carlos Portantiero, “¿Crisis de la política?”, p. 12. 180 “La cultura en el papel”, La Ciudad Futura, Nº 36, otoño de 1993, p. 4. En la Mesa redonda, participan como voceros de la revista, Alejandro Blanco y Sergio Bufano. Los otros partícipes son Sarlo, Samoilovich y Abramovich. Las palabras citadas corresponden a Sarlo que aparece como la voz que más interviene en la discusión. 168

Hoy hacemos una lectura que se puede llamar desencantada pero también realista de los datos duros de lo social. Y toda lectura realista tiene algo de desencanto. (…) Nuestras revistas están escritas por gente que escribe exactamente lo que quiere escribir. Que no va a hacer ninguna operación de traducción de un registro a otro.”181 La cuestión de las ópticas desencantadas y realistas frente al panorama político nacional, estarán íntimamente vinculadas con el afán de la no representación, o en otros términos, con el divorcio respecto a compromisos específicos (la referencia a la negación del tipo de operación de traducción de un registro a otro es clara en este punto: el pasaje de registros resulta ser clave en la comunicación entre clases sociales, en este caso: de la intelectualidad de clase media hacia las clases populares). Hemos reiterado una y otra vez, cuál fue la característica de este divorcio y creemos que resulta importante hacerlo, en la medida en que las figuras intelectuales a las que hacemos referencia, tras corroer drásticamente al tipo intelectual del compromiso, se autoasignaron una imagen donde la “autonomía” fue la nota de valor predominante a nivel teórico pero que, en el terreno de la política concreta o de políticas culturales e ideológicas específicas, tuvo consecuencias bien definidas que intentamos señalar a través de estas páginas.182 Ahora bien, el menemismo ya no convocaría a los consejeros del príncipe alfonsinista, sino que se haría de tecnócratas 181

Ibíd. A saber, entre otras: confección de cierta interpretación del pasado histórico, del sentido de sus luchas y de su derrota y por lo tanto, del accionar futuro y del lugar del intelectual frente a la desigualdad social, por ejemplo. Además, ¿de qué autonomía puede hablarse cuando se piensa las agendas de gobierno alfonsinista? ¿de qué autonomía puede hablarse cuando se condena la militancia revolucionaria y se publican revistas de discusión cultural y política con incidencia en la formación de la opinión pública? ¿O cuando se ocupan cátedras universitarias donde se forma a las nuevas camadas profesionales de la Argentina? 182

169

doctorados en Harvard o en alguna universidad del Primer Mundo pero, aquellos seguirían montando sus utopías reaccionarias que auspiciaban la entrada a una modernidad fortuita y el eterno errar por la transición democrática en las universidades públicas y a través de La Ciudad Futura, el Club de Cultura Socialista y otras publicaciones. Esto es, perderían en esta nueva coyuntura política, el protagonismo que habían tenido con el radicalismo respecto a los espacios de poder gubernamental o al diseño de agendas públicas. Esta coyuntura, encontraría a las figuras fundamentales del grupo de Pasado y Presente, dispuestas de lleno en las cátedras de Sociología o de Letras de la UBA, que como hemos comentado en páginas precedentes, ocupaban desde el período de la restauración democrática. Esta sería la forma de incidir en el debate público de ideas: la formación de nuevas generaciones de profesionales y agendas de debate para la clase media que veía con buenos ojos el perfil del Club de Cultura Socialista, de Punto de Vista y de La Ciudad Futura. Durante los ´90 desde La Ciudad Futura se deslizó un mero antimenemisno que refirió más al estilo de ejercicio del poder del PJ neoliberal que a un abierto repudio a las medidas de gobierno183 (privatizaciones, desregulación, flexibilización laboral, etc.) que serían cuestionadas por la modalidad en que fueron operadas y no en su sentido concreto en términos de correlato real en la exclusión social o en la extranjerización de la economía. Asimismo, la materialidad de lo real se vería trastocada por argumentos lindantes con “lo moral” tal como observamos en relación al tema de la violencia de los años ´70. Citamos: 183

Para la ampliación de este tema ver el trabajo de Campione y Gambina (2004) donde se analiza el período menemista en profundidad. 170

“(…) Transitando desde la trivialidad al escándalo la propuesta que bajaba desde el poder se asemejaba más a la de una republiqueta que a la del invocado “Primer mundo” en el que habríamos de desembarcar desde las dos fragatas. (…) Creemos que este gobierno defraudó el contrato electoral que lo llevó al poder y creemos también que, eligiendo las banderas de la modernización, al darle a ésta un sesgo conservador malbarató sus posibilidades. La tragedia del menemisno es que dejó a la sociedad moralmente desamparada: quebró los sueños redistributivos de estilo populista pero no produjo alternativas creíbles en lo económico, en lo político, en lo social, en lo moral. De ahí el vacío que produce, aunque siga apelando a un peligrosísimo discurso de omnipotencia. Cuando ya resulta vacuo aludir a “la pesada herencia recibida” para justificar sus falencias notables, su propio desempeño resulta patético”.184 Resulta llamativo que a lo que bien se caracteriza como “tragedia” se lo circunscriba al terreno de la moralidad y no de lo político en sentido estricto. Porque el desamparo de la sociedad argentina no fue moralina sino arrasamiento, pobreza, exclusión y acrecentamiento

de

la

dependencia

nacional

a

límites

sorprendentes. Asimismo, el argumento de que un proceso de modernización se estaba operando a nivel mundial, que se lee en la cita de apertura de este apartado y en esta respecto a la “malbaratización de sus posibilidades”, resulta la piedra de toque para avalar la modernización en nuestro país, en la línea de que era viable y necesario “modernizar” ateniéndose meramente a las formas de operar tal modernización más que a sus objetivos. Los argumentos

tendientes

a

avalar

“necesidades”

o

“medidas

necesarias” sin medir sus costos sociales fue usual en el accionar de estas figuras (recuérdese, por ejemplo, las razones que dan para 184

Editorial “Pensando en septiembre (La necesidad de un compromiso de sistema)”, La Ciudad Futura, Nº 27, febrero-marzo de 1991, p. 3. El subrayado es nuestro. 171

avalar las leyes del olvido alfonsinista). No tendrán espacio en el horizonte de expectativas del grupo las necesidades de las mayorías

pobres

y

de

la

patria

vasalla,



las

recetas

modernizadoras para el país periférico dictadas por el FMI y el Banco Mundial. Citamos: “(…) Esta perspectiva es la que nos coloca en la oposición, pero sabiendo que ya no son posibles las fugas hacia el pasado, sino que es necesario partir del reconocimiento de este presente para proyectar un futuro distinto. Frente a la modernización que se nos propone se hace necesario levantar otro proyecto de modernización que se haga cargo de los costos sociales y que combata a la vez las formas concentradoras del poder que caracterizan al esquema actual.”185 La modernización a través de pequeñas reformas de un país dependiente revistió en Argentina, el carácter de utopía reaccionaria a secas. No encontramos en la revista el mencionado proyecto de modernización alternativo sino, un conjunto de críticas light a las formas

menemistas

de

llevar

adelante,

por

ejemplo,

las

privatizaciones. Además, valga el siguiente interrogante: ¿la crisis argentina se paliaba a través de la modernización? No es ociosa esta pregunta porque, ha quedado tan arraigada la idea de que modernizar el Estado en los ´90 era la solución del país atrasado que, dar un paso hacia atrás y preguntarnos por su misma legitimidad no es un dato irrelevante. Esto es, ¿se trata de discutir con estos intelectuales que a fin de cuenta no tuvieron un proyecto de modernización alternativo al menemista o mejor, de discutir a secas, su inscripción en los dictados “modernizadores” del menemismo? Si los ´90 decretaban modernización, esa sería la agenda, como, salvando las distancias, los ´70 habían dictado, por 185

Op. Cit. Nº 30-31. 172

ejemplo, lucha armada y allí habíamos tenido a los consejeros de Montoneros. Ciertos marcos ideológicos han quedado tan arraigados en los imaginarios políticos nacionales, que la idea de “modernización” de los ´90 conserva aún la legitimidad de ser un hecho que la misma realidad señalaba como necesario. Aquí jugaron fuerte estos intelectuales, en la medida en que tanto en la revista como en las publicaciones de cada uno de ellos, se puso como centro de debate la necesariedad de la modernización que para Argentina y América Latina tendría los costos que todos conocemos. A sabiendas de que, más allá de que estas voces intelectuales acompañaron los vientos políticos epocales del neoliberalismo, hubo otras que estrictamente en el terreno intelectual, discutirían la misma legitimidad de la idea de modernización y sus consecuencias en un país periférico, trastocándola por ejemplo, por la idea de liberación nacional. Vale decir, la “modernización” fue financiada a través de la modalidad contractual flexible denominada “consultores”, por fuera de las plantas de personal del Estado y a través de los marcos ideológicos que marcaron, en su gran mayoría el BID o el BM, financistas de estas consultorías. A principios del ´90 comenzará a aparecer con fuerza en las páginas de la revista la idea de modernización. Citamos: “(…) Crecientemente aparecen voces que, advertidas del carácter político de la crisis económica, avanzan en definiciones que buscan reconstruir las quebradas relaciones entre la sociedad y el estado, que aspiran a superar la actual crisis de hegemonía sobre la base de un realinamiento de las fuerzas políticas a partir de un programa

173

capaz de reformar al estado, a la economía y a las instituciones en el marco de una modernización democrática y justa.”186 ¿Qué funcionalidad tendría esta modernización democrática y justa en un país periférico? Descentralizar la educación a tantos subsistemas como provincias existen en Argentina, achicar las empresas del Estado, colocar en la bolsa de valores la deuda pública, introducir el liberalismo o el planteo tan absurdo como corrosivo para la gestión del esquema de la “gobernabilidad” fueron las medidas del paquete modernizador de los ´90, conjuntamente con las privatizaciones del patrimonio nacional.187 Respecto a éstas, a las que nos hemos referido ya, se dirá además: “(…) Cuando el estado afirma la necesidad de privatizar, reconoce de hecho que es incapaz de manejar con eficacia la empresa pública. (…) No se trata de aceptar tan rápidamente el juego porque es verdad que la empresa privada es más eficaz que la pública. ¿Pero qué significado damos a la palabra eficacia? ¿Eficacia con relación a qué y a quiénes? Además, ¿podemos aceptar la categoría de “pública” para las empresas del estado? ¿En qué medida lo público determina su funcionamiento? Las deficiencias que inevitablemente generan las empresas estatalizadas fueron reconocidas por los socialistas ya desde fines del siglo pasado.”188 Punto de partida argumental: las empresas estatales no son eficaces, por lo tanto el patrimonio nacional pasará a manos

186

Editorial “Frente al vacío, soluciones políticas (Sobre el pacto político)”, La Ciudad Futura, Nº 21, febrero-marzo de 1990, p. 3. 187 Televisión, teléfonos, radios, peajes, aeronavegación, agua, concesiones de los ferrocarriles nacionales que destruyeron las economías provinciales, etc. Piénsese la magnitud de estas medidas a través del siguiente ejemplo: Argentina fue una de las pocas naciones que remató su petróleo sin perder una guerra. 188 Ansaldi, Waldo, “Fuimos parte de una expresión iconoclasta y marginal”, op. Cit., Nº 30-31, p.27. 174

privadas.189No encontramos en ninguna referencia acerca de las privatizaciones, la idea de soberanía nacional. Volvemos a la cuestión

de

los

imaginarios:

la

soberanía

nacional,

la

extranjerización de la economía no serían parte del debate de los ´90 de la autodenominada izquierda de La Ciudad Futura.

Así,

respecto a la discusión en torno al rol de las privatizaciones se establecerá: “(…) Es dentro de estos términos que la crisis actual puede ser reconocida como primordialmente política, porque alude a las características y a las formas de relación de nuestro capitalismo y de nuestro estado, sacando la cuestión del trivial debate entre “estatizantes” y “privatizadores”. La descomposición que oprime a la Argentina se explica porque virtualmente el estado se ha disuelto en las determinaciones de los grupos de presión de la sociedad. Ya no se trata de discutir cuantitativamente cuál debe ser su peso en la economía y cuál el del mercado; lo que hay que saber es si se le seguirá birlando, como ahora, su capacidad de regulación.”190 Y además: (…) Restaba una segunda etapa que no iba a transitar por esas desprolijidades políticas y/o morales sino por un punto que todavía parecía quedar firme y no sometido a graves cuestionamientos. En un primer momento, es efecto, la opaca gestión del contador Erman González resistió con su áurea mediocritas a la ola de descrédito y mantuvo su cargo tras la primera reestructuración. Pero bastó otro “golpe de mercado” para que su autoridad se desmoronara súbitamente, con lo que a la sospecha de corrupción generalizada se sumó la de ineficiencia: a casi un año del rebrote hiperinflacionario, su amenaza volvió a erguirse con lo que la 189

Este tipo de argumento tuvo un peso decisivo en la formación de la opinión pública que, en cierta medida, legitimó el paquete privatizador, atareada por los medios de comunicación (también privatizados), por los discursos de gobierno y por las voces intelectuales que dieron legitimidad al rifado del patrimonio nacional. Citado entre risas por los funcionarios del período, el decálogo menemista establecería que nada que sea del Estado quedaría en manos del Estado. 190 Op. Cit., Nº 21 febrero-marzo 1990. 175

economía del menemismo -mellada por privatizaciones ineficientes- también se despeñó hacia un cono de dudas.191 La “modernidad” en boca de los nuevos demócratas ocuparía el lugar que alguna vez había tenido el concepto de capitalismo periférico

o

nación

subdesarrollada

o

del

Tercer

Mundo,

conjuntamente con argumentos tales como “gobernabilidad”, “construcción de la ciudadanía” y “cuestión republicana” que atesoraron una importancia capital en este período. En el Editorial del Nº 21 de La Ciudad Futura correspondiente a los meses de febrero-marzo de 1990 advertimos estas ideas: “(…) De ahí la importancia del tema de la gobernabilidad, colocado en los últimos tiempos en el centro del debate. (…) Es que el tema de la gobernabilidad alude centralmente a la posibilidad de consolidar esta precaria democracia y de ese compromiso no es posible abdicar sobre todo hoy, cuando estamos caminando al borde de un precipicio. La gobernabilidad significa, en principio, una condición necesaria para darle densidad política a un sistema débil y a partir de ahí reformular a un estado sin poder. (…) ¿Es qué la ingobernabilidad, la falta de confianza, la “desobediencia” de los mercados habrá de solucionarse con la suma de liderazgos individuales? La autoridad no es una cáscara vacía sino el producto de un consenso que ausculte a la voluntad de la sociedad desde la dirección del estado. Y eso no se consigue sin fortalecer su capacidad de regulación y sin modificar este programa de libertinaje de mercados. Se hace difícil, salvo con costos muy altos, este proyecto tal cual está formulado pueda sostenerse.”192 La cuestión de la precariedad del sistema democrático y la necesidad, similar a la que plantearon durante el alfonsinismo, de consolidar

la

democracia

serán

argumentos

recurrentes.

Encontramos entrada la década del ´90, ciertas continuidades y 191 192

Op. Cit. Nº 27. El subrayado es nuestro. Ibíd.

176

nuevas argumentaciones propias de este período, tales como las señaladas en torno a la gobernabilidad y a las reformas del Estado pero también, una nueva interpretación del peronismo histórico a la luz del menemismo, que en la primer etapa de la revista era condenado conjuntamente con las organizaciones de izquierda o, a secas, con la militancia del ´70. Además, se pergeñará durante estos años una mirada que intentará atender a la cuestión económica de las políticas de gobierno (recordemos las

mea

culpas de Juan Carlos Portantiero respecto al error “politicista” del período alfonsinista). Respecto a las continuidades, serán centrales las referidas a la consolidación de la democracia y a la relevancia que se dará a la violencia expresada a través de lo que señalamos ya como “fantasma del golpe de Estado.” La insistencia respecto a esta violencia resulta llamativa, en la medida en que el sistema económico plasmado en este período generará niveles de violencia social vinculados a la exclusión y a la pobreza que no serán desarrollados. La violencia a la que se refiere en las páginas de la revista supone una amenaza constante al sistema a través de un siempre fortuito golpe de Estado que, habíamos visto, como argumento central de apoyo del alfonsinismo -en la línea de que las críticas al gobierno debilitaban la democracia en ciernes-, acá reaparecerá como central para mantener la transición. Veámoslo: “(…) La descripción no peca de exagerada. Ya hay voces (…) que convocan a “soluciones drásticas” y algunos diarios norteamericanos comienzan a hacer pronósticos agoreros sobre una intervención militar. Podría coincidirse que ella no parece inminente, al menos para desalojar al poder civil, pero cuidado con facilitar la creación de esos espesos climas de opinión que siempre presagian, en una cultura autoritaria como la nuestra, la emergencia de soluciones mesiánicas. El deterioro social y el escepticismo

177

moral de la población puede encontrarse con ellas ni bien cualquier chispa se propague a ese material colectivo fácilmente combustible.” 193 Hemos comentado ya que juicios tales como creación de esos espesos climas de opinión corrían parejos a las críticas al sistema en

el

período

alfonsinista

donde

se

habían

producido

levantamientos militares como los de Tablada pero donde también se habían dictado las leyes de protección a los torturadores de la dictadura del ´76. Abiertos los ´90, se recurrirá al argumento de la violencia también en estos términos. La continuidad del modelo debería resguardarse tras el fantasma del golpe de Estado. Las mayorías hambreadas consecuencia de las políticas menemistas (lo que en la revista se señala como material colectivo fácilmente combustible, deterioro social y escepticismo moral de la población) debían encuadrarse en la continuidad de la fortuita transición hacia la consolidación democrática siempre jaqueada por la amenaza golpista o la “debilidad” del sistema. Citamos: “(…) No transitamos épocas normales y esto vale, al menos, en dos

sentidos. El primero alude a algo que no nos hemos cansado de repetir en estas páginas: desde 1983 (o mejor un poco antes, cuando el fracaso de Malvinas obligó al repliegue de los militares) vivimos una transición que todavía no ha llegado a consolidar institucionalmente a una democracia que carga, además, con las responsabilidades del “ajuste”. En estas condiciones y pese a que la amenaza golpista no se cierra como tormenta en el horizonte, resulta claro que el funcionamiento del sistema no es todavía adulto, que sus mecanismos tienen fisuras frente a los embates de la crisis, centrados como lo están en un presidencialismo obsoleto y escasamente flexible. En estas condiciones cada manifestación de la larga decadencia que nos devora parece poner en peligro toda la

193

Ibíd.

178

estructura sin que la misma democracia atine a procesar racionalmente los problemas que la traban. “194 Caracterización de la crisis: presidencialismo obsoleto y escasamente flexible. Consecuencia de la crisis: peligro de toda la estructura.195Más adelante se dirá: “(…) Colocados en el lugar de proteger la consolidación de esta democracia como ha sido la regla de esta publicación, no importa saber si habrá o no trámite constitucional de sucesión sino en que condiciones, cualesquiera sean los avatares inmediatos, el régimen democrático puede llegar a su consolidación. En esta dirección, nuestra voluntad de propugnar un compromiso de sistema permanece más firme que nunca.”196 Un manifiesto de accionar político- intelectual el anterior. El compromiso de sistema tendrá como correlato en las páginas de la revista, el aval del modelo, únicamente matizado en las críticas a las “formas” ya mencionadas. El período de la “modernización”, además, daría carta de defunción al modelo de Estado nacional antiimperialista que, en nuestros días, de la mano de Chávez en Venezuela, Castro de Cuba y Evo Morales en Bolivia niega aquella expiración. Citamos, las siguientes palabras de José Aricó, ilustrativas de lo antedicho: “(…) Asistimos a la crisis irreversible de este modelo de estado

nacional antiimperialista. (…) Se ha clausurado una época y con ésta se ha consumado una experiencia que ya no puede medirse productivamente con un mundo que cambia vertiginosamente en el sentido de su integración. En América Latina ya entró en crisis en los años 70 y el ciclo de los golpes militares que le sucedió fue su resultado. Los actuales procesos de democratización se enfrentan, 194

Op. Cit., Nº 27 Febrero-marzo de 1991. Resulta obvio que llamando a las cosas por su nombre los términos de la crisis se trastocan: caracterización: neoliberalismo; consecuencias: exclusión social, extranjerización de la economía, etc. 196 Ibíd. Nº 27. 195

179

a su vez, a una gravosa herencia de formas perimidas del estado y de la sociedad, que en muchos casos los autoritarismos militares contribuyeron a agravar antes que a superar. El camino que ha emprendido América Latina ya no admite retornos al modelo del estado nacional antiimperialista, pero la izquierda no ha demostrado todavía ser capaz de imaginar una alternativa progresista a las orientaciones neoliberales que se imponen en la región. (…) La realidad se ha modificado, pero la inercia doctrinista de la teoría impide una renovación tan necesaria como urgente. (…) La crisis de los países del Este, y de Rusia en particular, tiene el enorme mérito de poner delante de nuestros ojos un espejo gigantesco. Saber leer dicha crisis es tal vez otra ocasión histórica que se nos presenta. Sí, como se ha dicho, la modernidad es un destino, el problema a resolver es de qué modo queremos los latinoamericanos ser modernos.”197 VARIACIÓN I: REVISIÓN DEL PERONISMO HISTÓRICO Como hemos adelantado, durante la década menemista comienza a aparecer en la revista cierta “valoración” de lo que habría significado el peronismo histórico de la década de 1940. Resulta de interés realizar algunas referencias vinculadas al vaivén semántico que se produce respecto al proceso que, sobre todo en la década del ´80, había sido tildado más bien en términos de fascismo populista. Cuestiones tales como la justicia social o la distribución del ingreso serán ahora los rasgos fundamentales de ese peronismo en contraposición al menemismo que bajo la identidad política peronista traiciona las banderas que habían hecho de ésta una identidad de masas. Citamos: “Es alrededor de estos puntos donde comienza a dibujarse la posibilidad de concebir la existencia de una ruptura entre el peronismo (o, al menos, entre la forma que él asumió en el imaginario de muchos de aquellos que construyeron su identidad política en ese espacio), y el experimento menemista. Uno de los 197

José Aricó, “1917 y América Latina”, op. Cit. Nº 30-31, p. 14. 180

elementos fundacionales de la cultura política peronista, lo que solía llamarse “justicia social”, no parece reconocerse en este modelo, que fuerza la desigualdad y concentra la riqueza y el poder económico. Aún en el plano de lo estrictamente simbólico, esa ruptura parece expresarse con claridad. (…) Entendemos que el peronismo nada puede aportar hoy a la transformación de la sociedad, al menos en el sentido que muchos anhelamos.”198 Recordemos que el peronismo, sobre todo bajo su accionar militante de los ´70, había caído bajo la crítica mordaz, conjuntamente

con

la

militancia

revolucionaria

en

bloque.

Refiriéndose al menemismo en el Editorial del Nº 30-31 se argumentará que: “(…) Como resultado de todas estas medidas y de las que anuncian para los próximos meses, una Argentina diferente se está diseñando, absolutamente distante de la que se conformó cincuenta años atrás con el sello del peronismo original. Si el menemismo se consolida nos encontraremos (…) con un cambio epocal. La mutación tendría esta rúbrica: el país peronista destruido por su peor cuña: el propio peronismo.”199 En el mismo Editorial, se agregará: “No vamos a llorar ante esas cenizas porque ni aun en su apogeo ese modelo nos satisfizo. El tema no es el del llanto por su memoria sino la preocupación por lo que va a reemplazarlo. (…) El menemismo nos dice que, si nos liberamos de las ataduras con que nos aprisionó el peronismo, si desmantelamos el estado, abolimos la legislación social, nos transformamos en un aliado incondicional de los Estados Unidos, desprotegemos a la industria (salvo la que, como la automotriz, está en manos de grandes grupos ligados al estado), es decir, si borramos el recuerdo 198

Alejandro Cattaruzza, “Una respuesta a Javier Franzé: Menemismo y neoconservadurismo”, La Ciudad Futura, Nº 29, junio-septiembre de 1991, p. 6. Este artículo es una respuesta a “El menemismo, del peronismo al neoconservadurismo. ¿Cisma o permanencia?” de Javier Franzé publicado en el Nº 28 de La Ciudad Futura. La respuesta de Cattaruzza es una defensa light de las banderas del peronismo histórico defenestrado en el trabajo de Franzé. 199 Editorial “Mirando hacia delante”, op. Cit., Nº 30-31, p. 3. 181

económico-social del peronismo, estaremos en condiciones de ingresar al club de los privilegiados del mundo. Claro está –nos dice también el menemismo- que para lograr ese objetivo pueden (y deben) utilizarse mecanismos políticoinstitucionales del viejo peronismo: concentración autoritaria del poder, desdén por el parlamento, avasallamiento de la justicia. 200 No entraremos aquí en la discusión en torno a nuestro subrayado de la primer parte de la cita, porque el lector podrá recordar la opinión del núcleo duro de La Ciudad Futura respecto al papel que el peronismo había tenido en la Argentina del período 1940-1970. Asimismo recordará su variación en los ´80. Las opiniones en un sentido y en otro, los vaivenes abruptos y constantes según las coyunturas específicas, ya fueron comentadas in extenso. Nos interesa sí, realizar algunos comentarios al último subrayado que creemos, condensa de alguna manera la postura que mantuvo la revista respecto a las políticas implementadas en la década del ´90: la cuestión de la forma sin hacer alusión al sentido político de las medidas llevadas a cabo. Éstas, son enumeradas claramente -si desmantelamos el estado, abolimos la legislación social, nos transformamos en un aliado incondicional de los Estados Unidos, desprotegemos a la industria (…) si borramos el recuerdo económico-social del peronismo (…)- sin ninguna caracterización respecto a su sesgo ideológico o a sus consecuencias concretas. Si se hace referencia, sin embargo, a la forma de llevarlas a cabo y aquí si se desliza una crítica a lo que se señala como mecanismos político-institucionales del viejo peronismo: concentración autoritaria del poder, desdén por el parlamento, avasallamiento de la justicia. Pareciera ser que lo central del menemismo no hubieren sido las 200

Ibíd. El subrayado es nuestro. 182

medidas acometidas sino el autoritarismo y la corrupción de los mecanismos con que fueron implementadas. VARIACIÓN II: LA CUESTIÓN ECONÓMICA Las referencias a la cuestión económica del proceso de transición democrática, comenzarán a tener durante el menemismo, un lugar más importante respecto a la mirada meramente “politicista” que se había implementado en los análisis del período del gobierno de Alfonsín. Creemos, sin embargo, que

el plano

económico seguirá subsumido a cuestiones tales como la “gobernabilidad” o de las formas de la democracia en términos exclusivamente políticos. A modo ilustrativo, en un momento en que la sociedad argentina, sus trabajadores, sus desempleados, veían descender su nivel salarial a cifras nunca experimentadas en la historia de la Argentina, se dirá: “(…) Es seguro que estos resultados no son mayoritariamente

producto de la gracia de Menem sino de la confianza de Cavallo. Acosados por la inquietud cotidiana frente al salario y al trabajo los ciudadanos argentinos votan en primer lugar en relación con la economía; ni siquiera por sus resultados tangibles, sino por las esperanzas que suscitan (…) la ilusión de estabilidad es el mejor argumento electoral para el pueblo argentino. Por cierto que dicha estabilidad es un bien público, un valor que nadie en su sano juicio podría rechazar: ningún proyecto económico prosperaría en el caos monetario que ha sido habitual en la Argentina. Pero el tema es que la estabilidad no agota los problemas de la economía y que la economía no absorbe todos los problemas de la sociedad, aunque haya momentos, como el actual, en que su sapiencia opaca todas las otras cuestiones.”201 Asimismo, encontramos en este período, análisis de la cuestión democrática vinculados con cierta apertura de los límites

201

Op. Cit. Nº 29. 183

de la democracia meramente formal típicos del período previo de la revista,

tal

como

se

evidencia

en

la

cita

subsiguiente,

paradójicamente, continuación del párrafo citado en páginas precedentes referente al colapso del tipo de estado nacional antiimperialista. Esto es, la postulación referente a la refundación de los “instrumentos conceptuales” de la izquierda –a secas, la batería marxista-, interesada en consolidar la democracia en los ´90 estará atada a los límites que impone la inexistencia del estado nacional, como asimismo de la cuestión del imperialismo. Citamos: “Una democracia que evidenciara su incapacidad para hacerse cargo y responder a las demandas de enormes masas de hombres sumergidos en la miseria nunca podría subsistir sin transformar a sus reglas en meramente formales. Realizar la democracia –para no utilizar el término neutralizante de “consolidación”- significa ponerla a prueba en su potencialidad intrínseca de estimular los procesos de transformación. Pero para esto es preciso que la izquierda diseñe alternativas concretas a formas económicas que han demostrado ser incapaces de acordar los derechos de la libertad con las exigencias de justicia social. La búsqueda de una solución política de problemas que la crisis del estado social agudizó hasta extremos desconocidos supone para la izquierda democrática y socialista una profunda refundación de sus instrumentos conceptuales y toda su cultura. La desintegración de la cultura comunista que deriva del fracaso de la vía leninista puede tener para la izquierda una decisiva función liberadora.202

202

Op. Cit. Nota de Aricó, Nº 30-31, p. 14.

184

A MODO DE CONCLUSIÓN Se sienta en la mesa y escribe “con este poema no tomarás el poder” dice “con estos versos no harás la Revolución” dice “ni con miles de versos harás la Revolución” dice y más: esos versos no han de servirle para que peones maestros hacheros vivan mejor coman mejor o él mismo como viva mejor ni para enamorar a una le servirán no ganará plata con ellos no entrará al cine gratis con ellos no le darán ropa por ellos no conseguirá tabaco o vino por ellos ni papagayos ni bufandas ni barcos ni toros ni paraguas conseguirá por ellos si por ellos fuera la lluvia lo mojará no alcanzará perdón o gracia por ellos “con este poema no tomarás el poder” dice “con estos versos no harás la Revolución” dice “ni con miles de versos harás la Revolución” dice se sienta a la mesa y escribe. Juan Gelman203 Hemos intentado trazar a través de estas páginas el itinerario de un colectivo intelectual que hacia las décadas de 1980 y 1990 aglutinó el aparato de la superestructura colonial de nuestro país. Su trayectoria, lejos de desplegarse como encarnación de una posición ideológica definida y estable, dio cuenta de grandes transformaciones en su propia razón de ser, esto es, en su propia 203

“Confianzas”, Selección de poemas, UNQUI, Buenos Aires, 2006, pp. 15-16.

185

concepción del “intelectual” y consecuentemente, en sus puntos de vista en el plano teórico y en el político. Pudimos observar las oscilaciones ideológicas del grupo a través del análisis de su accionar en el período que se extiende aproximadamente desde mediados de los años ´60 hasta fines de la década del ´90: la variación de posicionamientos, vinculaciones y opiniones frente a las organizaciones revolucionarias y a la lucha armada -del apoyo al EGP, los contactos con las FAR, la legitimación y el asesoramiento a Montoneros a la Teoría de los dos demonios, la condena a la militancia de los años ´70 y la imposibilidad de pensar grandes cambios sociales-, a acontecimientos tales como la Revolución Cubana, el peronismo, la tensión respecto al rol del intelectual Cátedras

Marxistas,

publicaciones,

herramientas

teóricas,

marxismo- entre otras cuestiones medulares de la historia nacional. Las reformulaciones teóricas y políticas operadas en el exilio mexicano, que terminaron de definirse con su vuelta a la Argentina en los años ´80, proveyeron al alfonsinismo de un concepto de democracia

política

que

abandonaba

cualquier

tipo

de

cuestionamiento de la cuestión social. Asimismo, examinamos la relación del grupo con las sucesivas gestiones de gobierno, la revalorización de la “autonomía” intelectual y el abandono de cualquier argumento crítico frente a la agudización de la condición periférica de nuestro país y el deterioro de las condiciones de vida de los argentinos. En esta etapa se generó la mayor apatía respecto a las posiciones críticas de la dependencia experimentadas en la etapa previa a la dictadura. Puntualmente, el proyecto político y cultural de este grupo, centrado en el esquema de análisis e intervención sobre la realidad propio del marxismo militante de las organizaciones 186

revolucionarias de fines de la década del ´60 y principios del ´70, de las que provenían o a las que habían apoyado explícitamente fue abandonado paulatinamente en nombre de un tipo de “autonomía” intelectual de espaldas al país real. Asimismo, este programa fue tildado de arcaico y las más de las veces, defectuoso en la tarea que estos intelectuales comenzaban a entablar en la reformulación y difusión ideológica de otros marcos teóricos de análisis de la sociedad argentina centrados en las ópticas extranjerizantes importadas de las usinas ideológicas del Primer Mundo. El impacto, en lo colectivo y en lo personal, que significó la dictadura y la derrota del proyecto popular de cambio radical de la sociedad, conjuntamente con una mutación profunda del clima político a nivel mundial que favorecía cada vez menos las propuestas radicalizadas, los marcó a fuego. En el marco de dicho contexto social, sabemos, pocos intelectuales mantuvieron con decisión posiciones críticas de la dependencia, la desigualdad social y la extranjerización de la economía llevadas a cabo con una violencia y magnitud inusitadas en la historia de nuestro país. Por el contrario, sus prácticas se transformaron radicalmente hacia posiciones

autodenominadas

de

forma

circular

por

sus

participantes, como “progresismo socialdemócrata y reformista.” Hablamos de “autodenominación”, ya que los esquemas de pensamiento y acción difundidos a través de la revista -que desplegamos a lo largo de este escrito- fueron la contraparte de una inserción

concreta

en

el

campo

de

la

cultura

argentina,

acompañando, manifiestamente o por omisión, programas de gobierno que lejos de desarrollar “reformas progresistas” legitimaron en el contexto argentino y latinoamericano, las políticas de ofensiva del modelo financiero del gran capital internacional y de los grandes 187

grupos económicos locales implementadas en este período que trastocaron la patria en colonia. Las políticas económicas y las reformas políticas perpetradas en estas décadas y con mayor intensidad en los ´90 poco tuvieron de progresistas ni de reformistas sino que, por el contrario, fueron generalmente en los hechos antipopulares y antidemocráticas.204 El colectivo intelectual nucleado en La Ciudad Futura en las décadas de 1980 y 1990 fue más bien progresista en el plano del discurso y esto únicamente si lo comparamos con el alegato de los intelectuales de la denominada “derecha liberal” -Domingo Felipe Cavallo, Juan José Llach, Armando Caro Figueroa, Martín Redrado, entre otros-. Ahora bien, al legitimar las reformas neoliberales desde una posición que en relación al planteo liberal tradicional podría resultar “progresista”, no se apartaron en el plano de la política concreta de la práctica de los operadores de los mecanismos ideológicos de justificación del modelo neoliberal, que circuló en sectores intelectuales y de la clase media, consumidores de la revista y del modelo político cultural que ésta difundió y defendió. El proceso de colonización pedagógica glorificado en los ´90 a través del pensamiento único neoliberal, mostraba su rostro real: se habría legitimado la entrada al siglo XXI de la mano de las corporaciones y del gran capital aliado a las naciones imperialistas que condenarían el futuro de cientos de generaciones nacidas en tierra argentina al hambre y la exclusión producto del saqueo indiscriminado del 204

Por mencionar algunas: en lo económico, reforma del Estado y privatizaciones; en lo político, leyes de Punto Final y Obediencia Debida en el marco de un sistema político con altos grados de corrupción (coimas en el senado, ley de flexibilización laboral, caso IBM, etc.), en lo cultural, marco legal de formación de oligopolios en la comunicación, destrucción del sistema educativo en todos sus niveles, etc.

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patrimonio nacional y la extranjerización de la economía. Estas páginas no son más que la denuncia de la estafa cometida a los por nacer. No son más que un intento de volver a pensar en nacional para la liberación de la patria.

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