Indicadores de impulsividad en la técnica de Rorschach
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Indicadores de impulsividad en la técnica de Rorschach
Armando Alonso Álvarez Licenciado en Psicología Doctor en Ciencias Psicológicas Profesor Titular Facultad de Psicología, Universidad de La Habana La Habana, Cuba Ver perfil del autor
Fecha publicación: 20/abril/2010
Para citar este artículo: ________________________ Alonso Álvarez, A. (2010, 20 de abril). Indicadores de impulsividad en la técnica de Rorschach. Revista PsicologiaCientifica.com, 12(19). Disponible en: http://www.psicologiacientifica.com/bv/psicologia-447-1-indicadores-de-impulsividad-en-la-tecnica-de-rorschach.html ________________________
RESUMEN La impulsividad es una variable frecuentemente evaluada en la técnica de Rorschach. Sin embargo, apenas existe en la literatura revisada una sistematización de los indicadores para evaluarla. El presente trabajo tiene como objetivo presentar varios indicadores cuantitativos y cualitativos de impulsividad, los cuales deben ser valorados integralmente. Se realiza una ponderación inicial de cada uno, que deben ser validados en futuras investigaciones con sujetos impulsivos y no impulsivos.
Palabras clave: Impulsividad, Técnica de Rorschach, Indicadores cuantitativos, Indicadores cualitativos.
Introducción Si bien nos encontramos en muchos de los sistemas de Rorschach así como en los informes de los casos, la valoración de la impulsividad como un rasgo de la personalidad, no encontramos en ellos una sistematización de los diferentes criterios que la evalúa (Coelho y Vergal, 2009). Es por ello que el presente trabajo tiene el objetivo de establecer un grupo de criterios de impulsividad, tanto cuantitativos como cualitativos, que permitan de manera integrada ofrecer una valoración sobre la misma. Estos criterios ofrecidos de manera parcial por algunos sistemas, servirán de pauta para la realización de futuras investigaciones, que permitirían la validación de los mismos.
Desarrollo Rorshach (1967) comprendía bajo el término impulsividad, a las repentinas descargas afectivas que, de acuerdo con la correlación general entre la afectividad y la motilidad, son acompañadas por abruptas y simultáneas descargas motrices. Para Carrillo de la Peña (1992) la impulsividad tiene dos componentes: la falta de inhibición conductual y la no planificación de las tareas. Según Pardillo y Fernández (2004), es la tendencia a actuar determinada por un motivo que no suele ser conciente. Es la tendencia a actuar sin deliberación o a reaccionar inmediatamente, sin reflexión ante una situación. Según Coelho y Vergal (2009), existen diferentes concepciones de la impulsividad: se puede expresar como pensamientos precipitados; como hiperactividad y falta de atención; como agresividad y reacción hostil hacia las personas; como inquietud y alteración motora; como intolerancia a las frustraciones y búsqueda de recompensas inmediatas; como dependencia (craving), y otras consideraciones, en función de la teoría de partida. A nuestro juicio, la impulsividad es la disposición a actuar de una manera no reflexiva, con falta de control emocional, que se traduce generalmente en la conducta de las personas. Es la fuerza que impele a hacer una cosa y, además, exceso de la misma, es la dificultad de postergar gratificaciones. La misma no se expresa solamente en las relaciones interpersonales sino también en las relaciones con las cosas materiales, en la solución de las tareas, en el enfrentamiento a los conflictos y en la toma de decisiones. Es válido aceptar que una dosis de impulsividad podría ser útil en determinadas situaciones vitales, pero su existencia como una característica de personalidad entorpece el buen funcionamiento social. Es innegable que el tipo de temperamento, influido enormemente por el tipo de sistema nervioso y moldeado por la educación, ejerce un papel importante en
la manifestación impulsiva en personas normales. Sin embargo, en su expresión patológica, resultan determinantes las influencias psicosociales perjudiciales o la existencia de trastornos psíquicos de causa cerebral o de etiología aún no precisada. Tanto la impulsividad como la agresividad pueden verse como deseos, impulsos, presentes en la fase de la planificación de la acción hasta la toma de decisiones, y puede que nunca se expresen en el comportamiento, pero también pueden ser evidenciados en su expresión conductual. Existe una relación entre impulsividad y agresividad. La presencia de impulsividad favorece la presencia de la agresividad, pero una persona puede ser impulsiva sin llegar a manifestaciones de agresividad, y una persona puede presentar una conducta agresiva que haya sido premeditada, calculada, aunque generalmente las personas agresivas muestran una dosis considerable de impulsividad, precisamente, su conducta agresiva es expresión de una falla en el control en los impulsos. La agresividad verbal o física implica necesariamente una dificultad en las relaciones interpersonales, conlleva un daño moral o material en las otras personas. En aquellos sujetos en los que existen actitudes negativas y menosprecio hacia los demás, falta de sentimientos morales y frialdad afectiva, etc., si coexiste con manifestaciones de impulsividad, el resultado se expresará en actividades antisociales contra la integridad de las personas. Desde el punto de vista de la normalidad, la agresividad sólo se justifica si ésta se expresa como reacciones aisladas en determinadas áreas y no constituye en un patrón típico de comportamiento. Si bien desde el punto de vista clínico psicológico resulta difícil la determinación de la impulsividad y la agresividad, esto se hace más complejo cuando lo realizamos a través de la técnica de Rorschach, donde existen aún interrogantes no totalmente esclarecidas. La consideración de la impulsividad a través del Rorschach se ha llevado a cabo en distintos grupos: chóferes infractores (Lamounier y Villemor, 2006) en homicidas (Fazzani, 2006; Kriwy, González y Mendoza, 2008). Una valoración de la impulsividad debe dar respuesta a las siguientes peguntas: ¿A quién está dirigida? ¿Es percibida por el sujeto en su ambiente o es un rasgo del mismo? ¿Es socializada? ¿Es característica de una estructura anómala de personalidad, antisocial? ¿Se expresa como agresividad, como violencia? ¿Es estable o intermitente? ¿Cuál es su intensidad: ausente, leve, moderada, severa o muy severa? Consideramos que sólo la integración de diversos indicadores cuantitativos y cualitativos es la que permite aproximarnos al conocimiento de tal fenómeno complejo. Si bien partimos del Sistema de Klopfer en la codificación e interpretación, hemos incorporado críticamente algunos aportes brindados por otros sistemas, a los cuales haremos referencia más adelante. En nuestra práctica utilizamos los siguientes indicadores de impulsividad:
A- Indicadores cuantitativos 1.- Índice de impulsividad Imp = R ___II+III > 0,70 R VIII+IX+X 2.- CF + C > FC 3.- C > CF 4.- 2 FM / M 5.- F % H + A 9.- Gx Vamos a detenernos en el análisis de cada uno de estos indicadores:
1. Índice de impulsividad Silveira (citado por Coelho 2004, 2009) señala que las respuestas a las láminas II y III provienen de reacciones más primitivas y poco elaboradas, que las provocadas por las láminas VIII-X, las cuales se vinculan con sentimientos socialmente más aceptados. Constató el carácter diferente de los estímulos cromáticos de las láminas II y III, cuyas áreas rojas intensas contrastan con los tonos monocromáticos más sombríos, llevando a la mayoría de los evaluados a hacer asociaciones con contenidos afectivos primarios, que los estímulos de las láminas VIII, IX y X, totalmente coloridas, con colores y matices diversos en una estructura formal más compleja, que exige mayor esfuerzo en la elaboración de las respuestas y experiencias más diferenciadas Esto lo llevó a atribuir un índice de impulsividad a la discordancia existente entre estos dos tipos de respuestas, que lo llamó Imp, el cual serviría para verificar la intensidad con que los impulsos primarios intervienen en el comportamiento afectivo del sujeto. (Silveira, 1985; Coelho y Falcão, 2004) Imp =
R (II + III) R (VIII-X)
Este índice de impulsividad atiende al número de respuestas dadas, ya sean con determinante cromático o no. Esto lo realizó a partir del análisis de más de 1000 protocolos, entre los que trabajó con sujetos normales no impulsivos, normales impulsivos y pacientes impulsivos. En un estudio con 50 pacientes impulsivos encontró un índice de Impulsividad media de 0,90, con 50 normales impulsivos un índice de 0,84, y con 40 normales no impulsivos, que no presentaban dificultades de orden afectiva relacionada a la presión de impulsos primarios, un índice de 0,34.
Estos estudios llevaron a la consideración de tomar en cuenta que el rango considerado normal oscila entre 0,33 - 0,71, y que próximo a 0,71 deberá indicar impulsividad elevada pero dentro de los límites de la normalidad (Coelho, 2002). Debe ser valorado desde el punto de vista cualitativo, la ocurrencia de un shock en las láminas II y/o III, así como la posibilidad de disminución de respuestas en las láminas IX y/o X, lo cual puede afectar el índice de impulsividad. Silveira le confiere a este índice un valor importante, pero valora que el mismo tiene que ser analizado en relación a todos los aspectos del protocolo. Entre ellos destaca las respuestas de movimiento M, la cantidad de respuestas cromáticas y su relación, el por ciento de formas, etc. Rorschach (1967) ya había señalado que la impulsividad exhibe un aspecto exterior totalmente distinto, de acuerdo con la forma en que se combinen los tipos vivenciales y las tres clases de respuestas cromáticas. Fernández y Pardillo (2004) reconocen el aporte planteado por Silveira, sobre el índice de impulsividad. Estos autores, alejándose en alguna medida de la interpretación de dichos componentes desde la posición interpretativa de colores viscerales que reflejan tendencias más primitivas y colores sociales, que reflejan tendencias más sociales, conciben una diferencia perceptual entre ambos grupos de láminas, dado por el hecho de que en las láminas II y III se produce un contraste entre solo dos colores (rojo y negro), mientras que en las láminas VIII, IX y X participan más colores y tonalidades intermedias entre un color y otro. Señalan que la impulsividad vendría dada por la hiperreacción al grupo de mayor contraste. En 400 protocolos estudiados, los autores consideran que el cómputo del Índice de impulsividad puede aparecer vinculado a cualquier modalidad de tipo vivencial. Rizzo, Parisis y Pez (1980) igualmente consideran esta importante relación y coinciden con lo planteado por Silveira, acerca de la participación de los impulsos latentes en el comportamiento afectivo, el cual debe ser siempre relacionado con el índice de afectividad. El intervalo de normalidad coincide con el de Silveira, estando situado entre 0,35 y 0,90, estando la impulsividad clínicamente manifiesta por encima de este valor. Le asignamos un valor patológico cuando se encuentra por encima de 70.
2. CF + C > FC Desde Rorschach (1967), se ha considerado la interpretación de las respuestas cromáticas como indicadoras de afectividad y el papel que tienen en la determinación del tipo vivencial. Señalaba que la presencia de CF era señal de inestabilidad afectiva, de irritabilidad, sensibilidad y también de sugestibilidad, y que las respuestas C eran las representantes de la impulsividad. Las respuestas FC son indicadoras de una afectividad más ajustada, representando la capacidad de recibir y dar afectos adecuadamente. Lo esencial no está en la cantidad absoluta de cada una, sino en su equilibrio, dado por la relación entre estas respuestas, donde FC debe ser mayor que CF y ésta mayor que C. Se
espera que esta relación esté en una proporción aproximada a 4:2:1 Es posible y hasta deseable que un sujeto tenga respuestas CF y C, en proporción menor que FC y, entonces, estaría indicando espontaneidad e impulsividad en situaciones muy limitadas. En los sujetos impulsivos prevalece la presente de respuestas color inadecuado, la falta de control emocional, la afectividad egocéntrica (CF y C) frente a la afectividad controlada por las condiciones externas (FC). Es decir, el individuo no es capaz de ejercer control sobre sus impulsos y emociones. La persona tiene dificultades en actuar de modo adecuado en las relaciones interpersonales. Este es un criterio bastante compartido (Vaz, 1997; Exner y Sendín, 1998; Cimbleris y Leite, 2000; Coelho y Vergal, 2009).
3. C > CF Hemos querido particularizar este índice, ya que la presencia de C siendo mayor que CF nos está expresando con claridad la impulsividad, la explosividad del sujeto. Cuanto más numerosas las C mayor será la tendencia a los actos impulsivos. La presencia de C indica que la presión de los impulsos afectivos es tan intensa que no permite el control motor, expresándose de modo directo, intenso y también violento (Coelho y Falcão, 2006). Cuando C pura > 1 y CF+C>FC en más de dos puntos, los sujetos tienden a presentar expresiones emocionales muy intensas y dan la impresión de ser muy impulsivos; tal situación puede producirse por severas dificultades de control (no puede amortiguarse cognitivamente la descarga por la intensidad de la experiencia afectiva) o por una inmadurez psicológica, que hace que ellos no concedan mucha importancia a la modulación de sus afectos (Exner y Sendin, 1998). En el campo de la patología, aparecen en personas irritables y muy sensibles, en esquizofrénicos disgregados, epilépticos, personalidades antisociales y otras, donde la conducta agresiva es ostensible.
4. 2FM > M Las categorías de movimiento nos orientan hacia el mundo interior del sujeto, ya sea en cuanto a valores, normas como a tendencias impulsivas. Nos reflejan también los aspectos cognitivos. Las categorías M y FM tienen diversos significados. M representa la capacidad creadora del individuo, la parte madura, reflexiva, conciente de la personalidad, la capacidad de empatía con los seres humanos. En tanto FM indica la inmadurez, la impulsividad, el inconciente, refleja tanto la fuerza de estos impulsos como su posibilidad de aceptación. Se espera que FM sea igual o ligeramente mayor a M como expresión de que las necesidades e impulsos más primitivos no entran en conflicto con los valores del sujeto. Sin embargo, una relación donde FM sea el doble de M evidencia con claridad el predominio de los impulsos, el poco control que se ejerce sobre éstos, la necesidad de ser satisfechos de forma inmediata, sin tomar en cuenta las condiciones objetivas, reales en las cuales el sujeto se encuentra. Este criterio tiene validez solo cuando CF es mayor que FC. En el mismo sentido Coelho (2009), Coelho y Falcão (2006), destacan que el aumento de
FM con mala calidad formal, están indicando la presencia de una reacción inmediata e impulsiva, donde el sujeto no está motivado ni implicado en el análisis de los datos de la realidad. Esto va unido a una disminución de las M, siendo menor que 2.
5. F %
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