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October 18, 2017 | Author: Norma López | Category: Behavior, Adolescence, Social Skills, Society, Psychology & Cognitive Science
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Problemas de conducta y resolución de conflictos Unidad 2 Inadaptación social

ÍNDICE

2 Inadaptación social 2.1. Introducción 2.2. Concepto 2.3. Adolescentes infractores: perfil, factores de riesgo y protección

2.4. Intervención socioeducativa 2.4.1. Intervención socioeducativa abierta 2.4.2. Intervención socioeducativa institucionalizada 2.5. La educación social 2.6. Inserción laboral

CONCLUSIONES BIBLIOGRAFÍA

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2 Inadaptación social 2.1.

Introducción

En muchas ocasiones, la definición y caracterización de una conducta como inadaptada difiere según el tipo de cultura predominante y las normas establecidas en un determinado grupo social, es decir, las conductas o comportamientos de inadaptación social se deben interpretar en el medio en el que se relaciona el menor, teniendo en cuenta cómo son las relaciones que se establecen con ese medio. Así, lo que para un ambiente es inadaptado, para otro puede tener un valor funcional y ser aceptado. Tal es el caso de ciertas conductas delictivas de niños y adolescentes que son apreciadas por su grupo de iguales para formar parte de su pandilla y, a su vez, son consideradas como inadaptadas por la sociedad en general. La comprensión de la inadaptación social lleva implícito el conocimiento de una serie de características presentes en el menor implicado: -

Presencia de relaciones inadecuadas y duraderas con su ambiente.

-

Empleo inadecuado de su entorno, que puede deberse a una ausencia de recursos y elementos materiales o inmateriales.

-

Consideración negativa de su situación actual.

-

Inadecuada realización de roles entendidos como adecuados para la sociedad. Esto puede ser debido a la carencia por parte del menor en cuestión de experiencias apropiadas y apreciadas por dicha sociedad.

-

Ausencia de participación en todos los ámbitos.

-

Dificultades para vivir y convivir en sociedad.

-

Pertenencia a un grupo social con objetivos contrarios a los determinados por la sociedad y por el entorno en la que se desarrolla.

En esta unidad didáctica vamos a abordar la problemática de la inadaptación social en el ámbito del menor. En primer lugar, determinaremos qué entendemos por inadaptación social, diferenciando este concepto a su vez de otros términos y atendiendo a sus diversas acepciones. También destacaremos los aspectos fundamentales que caracterizan a los adolescentes así como sus factores de riesgo y de protección, puesto que se trata de un grupo social, con rasgos muy característicos, susceptible de llegar a sufrir algún tipo de inadaptación en el grupo de iguales o en la sociedad en general. Por otra parte, describiremos la intervención socioeducativa tanto en el campo abierto como en el institucionalizado. Finalmente, conceptualizaremos la educación social y la inserción laboral, que se deben llevar a cabo para ante las personas que sufren conductas inadaptadas. 2.2.

Concepto

El concepto de inadaptación social es bastante complejo y abordarlo precisa una serie de puntualizaciones debido a que presenta numerosos significados y a lo largo de la historia se han formulado multitud de definiciones distintas del mismo concepto.

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Cada sociedad, en cada momento histórico concreto, ha encontrado los significantes necesarios para designar a las personas que perturban el orden social. Así, Perron (1979) aplica el término inadaptación para indicar trastornos diversos de gravedad y que revisten particular ambigüedad. Esta noción apuntaría a la existencia de un desajuste entre el individuo y la sociedad, pero, al igual que la adaptación, implica ciertos juicios de valor. Para Gaudin y Percerot (1979), el antiguo término de inadaptación estaba determinado por la relación que se establecía con las normas del grupo. El concepto, propio del siglo XXI, se inscribe en el cuadro de una política de acción social. Valverde (1988) identifica tres aspectos necesarios para calificar una conducta como inadaptada. Estos aspectos son: -

«El nivel de tolerancia del entorno hacia las supuestas conductas inadaptadas, que será mayor cuanto más próximo se encuentre el sujeto al grupo normativo de referencia.

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Las características propias de la persona que muestra la conducta de inadaptación pueden influir en el que el entorno social lo califique o no de inadaptado.

-

El hecho de que una conducta suponga una amenaza para el entorno social, porque puede perturbar o enfrentarse a las normas vigentes, conlleva una peor valoración del grupo social y un mayor rechazo, considerándola más inadaptada que otras conductas.»

Además, existen otros términos que se utilizan con un significado similar al de inadaptación social, y que debemos diferenciar del concepto de inadaptación. Estos conceptos similares a la inadaptación social son: •

Desadaptación: hace referencia a una ruptura breve del equilibrio de las relaciones que mantiene el menor con su medio social. Este desequilibrio se mantiene poco tiempo y tras nuevos reajustes se logra de nuevo la adaptación al entorno. Si esto no se consiguiese y continuase la desarmonía, entonces sí sería un proceso de inadaptación.



Personas ignoradas: son aquellas personas que, dentro de su grupo, no son nombradas por sus iguales, porque ni las prefieren ni las rechazan para realizar actividades conjuntamente.



Inconformismo: en aquellos casos en los que la familia, la escuela o la sociedad muestren comportamientos no adecuados para el desarrollo del menor, como, por ejemplo, la transmisión de modelos sociales agresivos, no podemos hablar de inadaptación, ya que no es beneficioso adaptarse a estos ofrecimientos del contexto, sino de inconformismo. En este caso, se puede lograr que el niño o adolescente, una vez cambiado el contexto, cambie su actitud inconformista y se adapte.



Retraimiento social: hace referencia a la actitud que manifiesta una persona que no responde a los requerimientos del medio social, es decir, que no da respuestas suficientes a las demandas de interacción de sus compañeros o de adultos.



Enfermedad o invalidez: son provocadas por causas fisiológicas, internas al organismo, y no pueden ser evitadas. La enfermedad o invalidez no conllevan necesariamente inadaptación, depende de lo que la persona sea capaz de hacer y de cómo evalúe el entorno cercano. Las personas que padecen enfermedad o invalidez pueden adaptarse a la enfermedad, continuando con su desarrollo personal y social, para lo que es indispensable la ayuda de la familia, los amigos y el entorno.



Conductas pasivas: hace referencia a la actitud que manifiestan las personas conformistas, incapaces de defender sus propios derechos u opiniones, que no afrontan los conflictos sociales, que no suelen dar el primer paso a la hora de entablar una conversación, etc.



Marginación social: hace referencia a la situación de un grupo de personas que, por diversas razones, se encuentran al margen del grupo mayoritario del que depende la normativa. En esta situación es el grupo pequeño, el grupo marginado, el que tiende a no adaptarse a las normas impuestas por el grupo mayoritario.

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Delincuencia y/o predelincuencia: se conoce como el fenómeno de delinquir o cometer actos fuera de los reglamentos impuestos por la sociedad. La predelincuencia aparece cuando surgen los primeros problemas con la ley en caso de que el individuo que delinque sea un menor, puesto que, aún siendo menores, cometen hurtos y otras actuaciones delictivas.

De forma general, podemos decir que la inadaptación social hace referencia a la falta de adaptación o ajuste de una persona a un entorno determinado, lo que motiva que no sea capaz de cumplir con las condiciones y circunstancias impuestas por el medio social en el que vive. La idea principal es que un menor que se encuentre con problemas para desenvolverse en sus diversos contextos de desarrollo, no logra satisfacer las exigencias mínimas que le requieren sus agentes socializadores, por lo que muestra una serie de conductas calificadas como inadaptadas. La misma inadaptación social puede incrementar la deficiencia que la origina, formándose un círculo cerrado que imposibilita la readaptación. En el caso de los niños y adolescentes, los contextos principales donde se presentan las conductas inadaptadas son: la familia, la escuela, el grupo de iguales y, en su caso, las instituciones de acogida y reforma. Los agentes socializadores que presentan estas situaciones son: los padres y familiares cercanos, los profesores, los amigos y compañeros, los educadores y todas aquellas personas significativas en la vida del niño. Estos agentes son los encargados de valorar la inadaptación en el comportamiento de niños y adolescentes con el fin de proporcionarles un adecuado proceso de adaptación social. Se entiende, por lo tanto, que los niños y adolescentes que llegan a situaciones de inadaptación, lo hacen como consecuencia de factores externos que terminan convirtiéndolos en víctimas de la sociedad. Algunos de estos factores serían las situaciones familiares problemáticas (que generan, por ejemplo, carencias afectivas y emocionales), el fracaso escolar, la marginación, la explotación, la pobreza, las formas de vida alejadas de lo que se considera “normal” en la sociedad en la que se vive, etc. En todo proceso de inadaptación social se puede hablar de dos niveles: inadaptación objetiva e inadaptación subjetiva. •

Inadaptación objetiva: Las personas comienzan a desarrollar conductas inadaptadas de tipo utilitario con el fin de conseguir bienes como el dinero a través de medios conflictivos. Esta inadaptación social tiene su origen en la situación en la que vive el menor por su pertenencia a un grupo socioeconómico y cultural bajo. Ante esta situación se pueden manifestar diferentes clases de “adaptación”: Conformismo pasivo Retirada

Conducta antisocial



Hace referencia a la aceptación de una persona del punto de vista de la mayoría (valores, normas, ideales, acciones, etc.), ya sea por sumisión o por adhesión. Indica un estilo de vida basado en la evitación de actividad participativa en diferentes situaciones sociales o con diferentes personas. Se refiere a las conductas y/o actitudes consideradas de provocación, violencia, ruptura con las normas, agresión, etc.

Inadaptación subjetiva: La inadaptación subjetiva afecta a los medios y a las metas culturales. A partir de ese momento aparecen agresiones mutuas que acaban deteriorando la conducta y personalidad del individuo. En el caso de los menores, las diferentes instituciones de menores intervienen para dar respuesta a las necesidades del niño o adolescente, ahondando en el conflicto y

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produciendo cambios en el comportamiento y la personalidad del menor o adolescente inadaptado. En definitiva, para conseguir la integración del menor se deben llevar a cabo una serie de acciones, como pueden ser: -

Programas de prevención que apoyen a los niños o adolescentes en el proceso de socialización.

-

Programas de intervención terapéutica en el ámbito psicológico y pedagógico.

-

Programas de inserción sociolaboral para poder formarlos en un trabajo futuro.

-

Programas de internamiento en centros especializados para facilitar o acelerar la socialización de estos niños y adolescentes.

Es importante tener en cuenta las diferentes modalidades de producción de la inadaptación social, ya que, dependiendo de que las causas sean internas, externas o ambas, la prevención o intervención será diferente, puesto que cambiarán los objetivos y las perspectivas de tratamiento.

2.3.

Adolescentes infractores: perfil, factores de riesgo y protección

En primer lugar, debemos definir brevemente los conceptos clave que nos servirán para explicar las características básicas de los adolescentes. Estos conceptos son: perfil adolescente, factores de riesgo y factores de protección. -

Un perfil adolescente es un conjunto de rasgos o características de personalidad propias de la etapa de la adolescencia en general o de un adolescente en particular.

-

Un factor de riesgo se define como toda condición individual y/o grupal que estando presente aumenta la probabilidad de que se produzca una determinada situación o fenómeno.

-

Por su parte, factor de protección se define como toda condición que estando presente disminuye la probabilidad de que aparezca una situación o comportamiento no deseable.

En segundo lugar, es necesario presentar una breve definición del término adolescencia, entendida ésta como etapa del desarrollo que sigue a la pubertad y en la que se produce toda una serie de cambios físicos y psicológicos caracterizados por la transición entre la infancia y la edad adulta. La adolescencia es un acontecimiento psicológico y social diferente para cada persona. La adolescencia abre la puerta a un nuevo mundo que conlleva importantes y profundos cambios, no sólo en la propia imagen de la persona y en la manera de interactuar con sus iguales y el resto de las personas, sino que se extiende también a nuevas formas de pensamiento que les permitirán concebir los fenómenos de manera distinta a como lo habían hecho hasta entonces. A continuación describiremos detalladamente el perfil característico de la adolescencia, los diversos factores de riesgo a la hora de que un niño o adolescente presente inadaptación social y los factores de protección de los adolescentes ante la inadaptación social.

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Desarrollo cognitivo

Desarrollo de la personalidad

Relaciones sociales

Perfil característico de los adolescentes La realidad es concebida como un subconjunto de lo posible; el adolescente es consciente de la realidad que lo rodea y utiliza este conocimiento en su vida diaria para predecir diferentes situaciones e interacciones que pueden suceder. Carácter hipotético-deductivo: el adolescente, ante una situación determinada, va a ser capaz de operar sobre las posibilidades que ofrece la formulación de hipótesis que expliquen los hechos presentados y, además, va a ser capaz de demostrar la importancia de las suposiciones que se le ocurren. Carácter proposicional: los adolescentes van a expresar sus hipótesis, sus razonamientos y los resultados alcanzados a través de proposiciones. Identidad personal: la adolescencia es un momento clave y también crítico en la formación de la identidad, debido a que en esta etapa la persona alcanza un nivel que le permite vivir en sociedad y relacionarse con los demás como persona psicológicamente madura. El adolescente trata de definir a través de sus actividades, aficiones, aspiraciones y amores quién es él mismo. Además, el adolescente va a formar una imagen de sí mismo basándose en sus propias creencias de cómo le perciben los demás y a partir de comparaciones con su grupo de iguales. Concepto de sí mismo o autoconcepto: el autoconcepto es autoconocimiento, implica un conjunto bastante amplio de representaciones y de procesos cognitivos autorreferidos. El adolescente tiene una enorme necesidad de reconocimiento por parte de otros; necesita ver reconocida y aceptada su identidad por las personas que son significativas para él. Es, por lo tanto, este reconocimiento y aceptación lo que le asegura un concepto positivo de sí mismo. Emancipación familiar: durante el proceso de adquisición de su propia autonomía se va a producir un distanciamiento de la familia. Grupo de compañeros o de iguales: al mismo tiempo que se produce la independencia familiar, el adolescente comienza a establecer relaciones más estrechas con su grupo de iguales. El grupo pasa a ser la institución socializadora por excelencia, la fuente principal en la que el adolescente recaba su estatus y su autoconcepto.

Los factores de riesgo presentes en la inadaptación social pueden ser: •

Factores de riesgo relacionados con el individuo: -

Hábitos de vida inadecuados.

-

Falta de autocontrol.

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Inseguridad situacional (descontrol del comportamiento y desvinculación del entorno) y relacional (indiferencia afectiva, dificultad para expresar las emociones, etc.).

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Actitud de rechazo hacia sus semejantes.

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Inmadurez.

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Sentimiento de vacío de sí mismo a través de un sentimiento de ausencia de historia personal, de una limitación del presente y de una inexistencia de perspectivas futuras.

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Pobre autoestima.

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Problemas emocionales y psicológicos en general.

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Rechazo de los valores comúnmente establecidos.

-

Fracaso escolar.

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-

Falta de vínculos afectivos con el colegio.

-

Comportamiento antisocial temprano unido a la presencia de timidez y/o hiperactividad.

Factores de riesgo relacionados con el ámbito familiar: -

Conflictos familiares y violencia doméstica.

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Desorganización familiar.

-

Falta de cohesión familiar.

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Comportamientos inadecuados de los padres hacia los hijos como no tenerles en cuenta o no darles responsabilidades.

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Aislamiento social de la familia.

-

Ambiente familiar perturbado.

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Aumento de estrés familiar.

-

Presencia de actitudes familiares que favorecen los comportamientos de inadaptación social, como, por ejemplo, no hacer que el menor se sienta querido e importante como miembro activo de la familia.

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Carencia de comunicación.

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Normas y castigos poco estrictos, ambiguos o incoherentes; y no enseñar a los hijos normas de convivencia.

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Poca disciplina y supervisión del niño.

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Expectativas poco realistas de desarrollo.

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Nivel socioeconómico bajo.

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Numerosas carencias educativas.

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Poca o inadecuada estimulación intelectual y/o afectiva en el niño.

Factores de riesgo relacionados con el colegio: -

Falta de vínculos afectivos en el colegio.

-

Falta de motivación en el niño o adolescente por parte de los profesores hacia las relaciones interpersonales y las actividades del entorno escolar.

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Existencia de un trato a los alumnos duro o arbitrario.

-

Reglas y castigos relacionados con los comportamientos antisociales, poco rígidos, ambiguos e incoherentes.

Factores de riesgo relacionados con el grupo de iguales: -

Relación con gente de la misma edad que valore como positivas las conductas antisociales.

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Relación con gente de la misma edad que rechaza las actividades y los pasatiempos corrientes.

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Dejarse llevar por las malas influencias y la presión del grupo de iguales.

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Factores de riesgo relacionados con la sociedad: -

Pobreza.

-

Paro y subempleo.

-

Discriminación.

-

Mensajes de fomento de la conducta violenta en los medios de comunicación.

Factores de riesgo relacionados con la comunidad: -

Desorganización de la comunidad.

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Falta de vínculos afectivos en esa comunidad.

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Falta de orgullo cultural.

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Actitudes de la comunidad que favorecen los comportamientos antisociales.

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Servicios y oportunidades inadecuados para el fomento de las relaciones sociales en la juventud.

Factores de protección que hacen frente a la inadaptación social Características personales positivas como: habilidades sociales, Relacionados con el estabilidad emocional, autoestima adecuada o habilidades para la individuo toma de decisiones y la resolución de conflictos. Vínculos afectivos con los valores sociales. Estabilidad emocional y social. Autovaloración adecuada de competencias. Relacionados con la familia Vínculos afectivos adecuados entre los miembros de la familia. Existencia de una educación basada en el cariño, la confianza y la participación de los hijos en las decisiones y responsabilidades de la familia. Resolución adecuada de las demandas de atención y dedicación que implica la educación del hijo. Formación de los padres en la temática del desarrollo infantil y conocimiento por su parte de la red social de amigos de la familia. Apoyo familiar. Relacionados con el colegio Comprensión y apoyo en la clase y en el colegio. Expectativas elevadas por parte del profesorado del colegio. Hábitos y normas claras de comportamiento. Participación, responsabilidad y relación de los niños y adolescentes con las tareas y decisiones en el colegio. Relación adecuada con los niños y adolescentes de su misma edad a Relacionados con el grupo través de la participación en actividades escolares y extraescolares. de iguales Amistades adecuadas. Relacionados con la sociedad Oferta de oportunidades de interacción en las que el niño o adolescente pueda poner en práctica las habilidades que conoce y con las que se desenvuelve bien socialmente. Información y asesoramiento adecuado por parte de los medios de comunicación. Aumento de la edad legal que regula el acceso al alcohol y a otras drogas y rigor en el cumplimiento de esta ley. Comprensión y apoyo. Relacionados con la comunidad Existencia de altas expectativas en relación con la juventud. Existencia de oportunidades para que los jóvenes puedan participar en las actividades de la comunidad.

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2.4.

Intervención socioeducativa

Los principios de la intervención socioeducativa son: -

Principio de personalización: toda intervención educativa debe tener como elemento fundamental al niño o adolescente a nivel individual y social, como persona que vive y se desarrolla dentro de una sociedad (familia, amigos, escuela, etc.).

-

Principio de normalización: todo niño o adolescente debe integrarse en la sociedad empleando medios y recursos normalizados.

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Principio de solidaridad: la comunidad debe responder a los conflictos de los niños o adolescentes con la propia comunidad.

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Principio de focalización en las necesidades del menor y de la familia: la intervención debe centrarse en la defensa y protección del menor y en su integración familiar.

-

Principio de estabilidad de la atención: siempre debe existir un profesional de referencia para la familia.

-

Principio de globalización: una intervención debe tener en cuenta las características propias del niño o adolescente.

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Principio de interdisciplinariedad: todo el desarrollo de la intervención debe ser realizado por profesionales de distintas disciplinas.

-

Principio de responsabilidad: todo menor debe ser responsable de sus acciones ante la sociedad y ésta, a su vez, debe ser responsable hacia los menores.

-

Principio de descentralización y sectorización: toda actuación socioeducativa debe implicar a los servicios comunitarios, fundamentalmente las actuaciones de protección.

-

Principio de eficacia y aprovechamiento máximo de los recursos: una intervención en equipo implica un desarrollo administrativo y judicial más efectivo y mejora la calidad de la atención de los menores que se encuentran en situación de conflicto con la sociedad.

Una intervención socioeducativa debe ser realizada de forma conjunta entre el menor implicado en la inadaptación, los padres y familiares más allegados, los educadores, los policías, los jueces, etc. En toda intervención socioeducativa existe una amplia diversidad de recursos enfocados a la realización de esta labor. Sin embargo, una persona, en el caso que nos ocupa un menor inadaptado, no suele ser usuario de dichos recursos, lo que provoca un mayor aislamiento por parte del alumno y de la institución implicada. Por este motivo, a pesar de la dificultad que conlleva para el profesional de la educación, se debe estimular al discente para que lleve a la práctica la utilización de estos recursos, informando al alumno de su existencia y persiguiendo una motivación adecuada encaminada a su realización.

2.4.1. Intervención socioeducativa abierta

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Entendemos por intervención socioeducativa abierta, en el contexto de la inadaptación social, a toda intervención encaminada a la integración de la persona inadaptada en la sociedad, incidiendo en la familia y el grupo de iguales y utilizando los recursos del entorno social, trabajando en estrecha coordinación con las diferentes instituciones, entidades y profesionales de su entorno. El carácter abierto y flexible de la intervención socioeducativa abierta facilitará dar una respuesta adecuada a la diversidad de necesidades, intereses y motivaciones de la persona y contexto sobre el que se ha intervenido. Algunos ejemplos de actividades que se pueden llevar a cabo en una intervención socioeducativa abierta son las siguientes: -

Integrar al menor en diferentes actividades deportivas, lúdicas, culturales, etc., en las que el grupo esté formado por un número reducido de niños o adolescentes con los que se sienta cómodo para llevar a cabo una participación satisfactoria.

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Fomentar que el menor seleccione de entre posibles actividades que puede llevar a cabo, aquella que más le apetezca realizar y dirigir.

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Planificar sesiones de modelado o imitación individual, en parejas, en grupos, etc.

-

Planificar y llevar a cabo sesiones de técnicas de habilidades sociales, resolución de conflictos, toma de decisiones, etc.

-

Llevar a cabo diferentes excursiones, convivencias, campamentos, etc.

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Realizar diferentes talleres de manualidades, carpintería, higiene, reciclaje, etc.

-

Visitar centros y asociaciones de ocio y tiempo libre.

2.4.2. Intervención socioeducativa institucionalizada La nueva concepción de la atención a la infancia que se encuentra en situación de dificultad, inadaptación o conflicto social, basada en un modelo educativo de relación de ayuda, empieza a despuntar en los años setenta, desarrollando algunas alternativas a la institucionalización tradicional e incorporando principios educativos como los de normalización, solidaridad o diferenciación, que orientan la acción institucional. Con todo esto, se busca normalizar el proceso de socialización y desarrollo de los menores beneficiarios de este tipo de recursos. Un centro institucional de menores es un grupo humano organizado en torno a un objetivo, que sigue unas normas y una organización, y que está constituido por un conjunto de personas con relaciones más o menos estables. En la actualidad, los centros institucionales forman parte de la red de recursos de servicios sociales. Estos centros ofrecen la posibilidad de atender a niños y adolescentes que están en situación de desprotección y/o han infringido la ley, por lo que, durante un determinado tiempo, por alguna de estas circunstancias, no pueden vivir con sus familias. Así, la finalidad de estos centros es la creación intencional y planificada de un marco consistente que asegure las condiciones óptimas para el desarrollo y la socialización de los menores de edad que carecen de un entorno que satisfaga sus necesidades biológicas, afectivas y sociales. Estos centros institucionales deben disponer de todos los recursos para que, en cada etapa del crecimiento del menor, se facilite el desarrollo de su identidad personal, de su mundo relacional, así como la integración en la cultura y en la sociedad.

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La disposición de internamiento en un centro de menores se propone al no ser posibles otras soluciones y considerando siempre las características del menor, las de la familia y las de su entorno, pero siempre priorizando el interés en la figura del niño o adolescente. Es necesario destacar que la gran mayoría de jóvenes usuarios proviene de un contexto familiar y social muy empobrecido y desestructurado, con gran ausencia de estímulos educativos y unas condiciones de vida, con frecuencia muy penosas, que hacen imposible su desarrollo y educación. La clasificación de las instituciones de intervención socioeducativa existentes puede realizarse en función de las características físicas de la institución o de las atribuciones y finalidad del centro. Así, en función de su estructura física, las instituciones pueden ser: •

Centros de acogida inmediata: acogen con carácter de urgencia y por un corto período de tiempo, a menores entre los 0 y los 18 años que se encuentran en grave situación de desprotección o de alto riesgo físico o psíquico.



Residencias: son centros que ofrecen a los menores el alojamiento, la convivencia y la educación que requieren para su desarrollo por el período de tiempo más breve posible hasta que pueda producirse el retorno junto a sus familias o se decida otra medida alternativa como la adopción o el acogimiento.



Casas: son núcleos de convivencia ubicados en viviendas normalizadas que siguen los patrones de unidades familiares de tipo medio.



Casas tuteladas: son dispositivos para jóvenes de entre 16 y 18 años que facilitan el fin del internamiento de un modo progresivo a través de programas específicos que desarrollan su autonomía personal y fomentan su integración sociolaboral para lograr su independencia al alcanzar la mayoría de edad.



Centros específicos: están ocupados por menores con problemáticas que pueden llegar a plantear la necesidad de una atención más específica, y disponen de la estructura y recursos necesarios para tratar situaciones como discapacidades psíquicas, drogadicción, etc.

Por su parte, las instituciones, según sus atribuciones y finalidad, se pueden clasificar en: •

Centros de régimen cerrado: los menores residirán en el centro y desarrollarán en él las actividades formativas, educativas, laborales y de ocio.



Centros de régimen semiabierto: los menores residirán en el centro pero realizarán fuera de él las actividades formativas, educativas, laborales y de ocio.



Centros de régimen abierto: los menores llevarán a cabo todas las actividades del proyecto educativo en los servicios normalizados del entorno, residirán en el centro como domicilio habitual y estarán sujetos a su programa y régimen interno.



Centros terapéuticos: en este centro se llevará a cabo una atención educativa especializada o un tratamiento específico dirigido a personas con anomalías o alteraciones psíquicas, menores que presenten un estado de dependencia hacia bebidas alcohólicas o drogas tóxicas, o con desajustes en la percepción que determinen una alteración grave de la conciencia de la realidad.



Centros de día: los menores residirán en su domicilio habitual y acudirán a un centro plenamente integrado en la comunidad, para realizar actividades de apoyo, educativas, formativas, laborales o de ocio.

El núcleo en torno al cual se organiza la pretensión educativa de todas estas instituciones es la vida cotidiana. Por este motivo, el centro debe ofrecer al niño un ambiente acogedor y seguro que favorezca su desarrollo como persona, respetando sus sentimientos y derechos y favoreciendo su autonomía y cooperación.

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Por eso, para que cada uno de estos centros sea una institución socioeducativa que proteja los derechos de los menores y no imponga su propia dinámica institucional sobre las necesidades de éstos, debe: -

Ofrecer un modo de vida ordenado, con tiempos y horarios establecidos, normas de convivencia claras, espacios adecuados y adultos referenciales estables para los menores.

- Normalizar la vida de los menores en relación con la vida de otros menores de su misma edad. -

Organizar los recursos humanos de forma que se garantice la estabilidad y coherencia del marco de relaciones del niño.

-

Disponer el entorno espacial del menor de forma que se facilite la apropiación por su parte del espacio que ocupa y su vivencia de hogar.

-

Asegurar la riqueza y variedad de experiencias sociales del menor.

-

Facilitar el acceso de los menores a la cultura y las tradiciones sociales.

2.5.

La educación social

En relación con la inadaptación social en los menores, es fundamental el trabajo realizado a través de la educación social en los centros de formación o enseñanza. Este trabajo va a centrarse en la educación de valores, la prevención de conductas violentas o en la valoración de la tolerancia, a través de las denominadas asignaturas transversales y de los programas específicos de educación. Los ejes transversales suponen contenidos curriculares básicos que implican el dominio de conceptos, procedimientos, actitudes, valores y normas. No deben ser considerados como un añadido al currículo o como una parte exterior o complementaria de éste. El desarrollo de los ejes transversales en el currículo conlleva unas pautas de intervención educativa orientadas a: -

Fomentar la comprensión de los problemas sociales y naturales.

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Desarrollar actitudes críticas ante los conflictos que afectan a la convivencia.

-

Potenciar actitudes y comportamientos éticos, basados en unos principios que contemplen el presente y el futuro del planeta de una forma sistémica.

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Analizar la interrelación entre el saber científico-técnico y el comportamiento ético.

En el tema de la inadaptación social en los centros educativos y en las instituciones en donde se lleva a cabo una intervención socioeducativa con los menores, consideramos que es prioritario centrar los ejes transversales en los siguientes campos de actuación: •

Entrenamiento en habilidades sociales: Actualmente, el desempeño de cualquier rol profesional exige conocer y dominar, junto a las capacidades conceptuales (conocimientos sobre la materia a tratar) y técnicas, un conjunto de habilidades sociales que permitan al profesional establecer una relación eficaz y satisfactoria con las personas implicadas, como son los alumnos, los compañeros, las familias, etc. Una habilidad social puede definirse como: «un conjunto de conductas emitidas por un individuo en el contexto interpersonal, que expresan sentimientos, opiniones o derechos, de modo adecuado a la

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situación, respetando a los demás y que generalmente resuelve problemas inmediatos o minimiza futuros problemas». (Caballo, 1986). Las habilidades sociales no son una característica de la persona, sino de la conducta de ésta, y, por lo tanto, como ocurre con cualquier otro comportamiento, son susceptibles de aprendizaje. Además, al no ser patrones rígidos de conducta, sino reglas de actuación útiles ante diferentes situaciones y contextos, consideramos que son primordiales para el conveniente desempeño de una labor social en el campo de la inadaptación. De esta manera, las habilidades sociales son una clase de respuesta pertinente que permite desempeñar con eficacia las siguientes funciones: -

Conseguir elementos que sirvan de refuerzo en situaciones de interacción social dentro y fuera del aula.

-

Mantener y mejorar la relación con otra u otras personas (compañero de clase, grupo de iguales, profesor, etc.) en la interacción interpersonal.

-

Impedir el bloqueo de refuerzo social o mediado socialmente.

-

Mantener la autoestima del alumno y del profesor y disminuir el estrés asociado a las actuales situaciones interpersonales conflictivas.

Entrenar a los menores, con o sin inadaptación en la sociedad, en habilidades sociales resulta muy relevante, ya que las conductas que manifiestan en algunas de las situaciones de interacción social son inadecuadas y están orientadas a conseguir determinados objetivos que fomentan dicha inadaptación, sin que ellos sean conscientes de este objetivo latente. El entrenamiento en las habilidades sociales en caso de que las conductas de interacción del menor sean adecuadas le permitirá obtener consecuencias deseadas, pero en caso de no serlo (como sucede normalmente) el menor tendrá que soportar las consecuencias negativas de la no consecución de sus objetivos iniciales y aquellas consecuencias derivadas del malestar que suelen provocar en los demás las conductas socialmente poco adaptadas y hábiles. Por este motivo, en todo entrenamiento en habilidades sociales consideramos fundamental seguir los siguientes pasos:



-

Construir un sistema de creencias.

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Distinguir entre respuestas asertivas, no asertivas y/o agresivas.

-

Reestructurar cognitivamente los modos incorrectos de actuar.

-

Ensayar el comportamiento a través de la imitación y el modelado, y extender éste a la vida real.

Prevención de la violencia: En los últimos años, la presencia de conductas agresivas en las relaciones interpersonales entre los menores, tanto en el marco escolar como fuera de éste, ha constituido una de las principales problemáticas de padres y educadores, y una de las principales causas de la inadaptación social en estos niños y adolescentes. Aunque en España los diferentes estudios realizados sobre violencia y agresión manifiestan una gran diferencia con respecto a la existente en Estados Unidos, sí muestran la presencia de una agresión menor materializada en insultos, amenazas, falta de respeto, etc., llevada a cabo por los menores hacia sus educadores, familiares y/o grupo de iguales. Los profesores y educadores cada día son más conscientes de la necesidad de una intervención optimizadora y preventiva, ya que son conscientes de que se trata de una tarea en la que todos deben colaborar.

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La escuela no puede ser considerada un centro aislado, puesto que los problemas de la sociedad se reproducen, a pequeña escala, en dichos centros. Por eso, para afrontar de forma competente los conflictos y las conductas agresivas, es necesaria una colaboración de padres, profesores, alumnos, etc., que dé paso a respuestas significativas de corte proclive a lo socialmente aceptado en ambientes significativos. En este caso, se debe asumir y comprender que la solución a las conductas agresivas y violentas en el centro escolar no se solventa castigando o expulsando al alumno. La solución adecuada será resultado de una convivencia prosocial cooperativa y no individualista a lo largo del tiempo. Por este motivo, es primordial trabajar en todos los centros educativos, como tema transversal, la tolerancia y la prevención de la violencia con el objetivo final de que estos menores puedan alcanzar una socialización escolar adecuada que les enseñe a convertir todas las respuestas agresivas en otros modos de expresión que impliquen una competencia prosocial adecuada. El establecimiento de programas optimizadores y de prevención de las conductas agresivas y violentas lleva su tiempo, ya que ponerlos en marcha supone, por un lado, conocer las características y los déficits cognitivos y conductuales que pueden influir en la presencia de las respuestas violentas en el repertorio de conducta del menor y, por otro, conocer el marco, el contexto, la cultura donde se desenvuelve el menor y que constituye un poderoso regulador, generador y moderador de patrones de conducta. Si uno se detiene a observar el comportamiento de las personas en la vida cotidiana, sus relaciones interpersonales y la dinámica cultural y sociopolítica general, puede encontrar violencia en todos los niveles. Esta realidad exige una solución inmediata y un trabajo continuado que tenga y se reoriente como intervención optimizadora y preventiva y, en caso necesario, como correctiva con orientación no disciplinaria y sí favorable y propiciadora de una convivencia cooperativa. •

Educación para la convivencia: Una de las principales preocupaciones que sufren actualmente los centros educativos es la falta del clima de convivencia mínimo que se requiere para el desarrollo de las actividades educativas. Cada día son más frecuentes las faltas de respeto, la trasgresión de normas, la indisciplina, las agresiones, las riñas, los insultos, etc. Estos comportamientos perjudican el aprendizaje y la convivencia de todas las personas implicadas en la educación (profesores, alumnos, trabajadores del centro, familiares, etc.). Esta situación es un problema de la sociedad, por lo tanto, las soluciones que se busquen deben afectar al ámbito educativo y al conjunto social. Otros problemas que están en la base de estas nuevas amenazas a la convivencia son los problemas familiares y sociales: la descomposición y desestabilización de la familia, la preocupante y creciente crisis de valores, el incremento de la influencia negativa de los medios de comunicación, los comportamientos intolerantes, las tendencias marcadas por el consumismo o las lacras asociadas al desempleo o la drogadicción. También aparece una clara falta de criterio en los educadores, aunque el modelo de educación integral defina que la función del profesor es la de educar y formar, no únicamente la de instruir. Por este motivo, se debe partir de una pluralidad de opciones axiológicas y generar un marco constante de diálogo para estructurar los valores sobre los que asentar la convivencia en la escuela. Cada comunidad educativa debería generar este marco de diálogo desde su proyecto educativo para concretar y establecer en qué valores se asienta la convivencia y qué antivalores la deterioran. La educación en la convivencia se debe empezar a construir atendiendo, en primer lugar, a la formación específica del profesorado. Es necesario poner en sus manos los instrumentos y modelos de intervención educativa que ayuden a conseguir una escuela habitable, en la que los profesores se encuentren más motivados.

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De este modo, determinados objetivos deben pasar al ámbito de competencia del profesorado: que los alumnos sean capaces de comunicarse y de relacionarse con personas de su entorno de forma adecuada, con el mismo sentido de libertad y responsabilidad que han de demostrar hacia el entorno social y que muestren respeto en lo relativo a las normas de convivencia. Sin embargo, en ocasiones, la escuela reproduce las virtudes y los defectos de la familia o de la sociedad y parece haber perdido el referente que tenía en muchos de los valores que hasta ahora se habían tenido como válidos. En el ámbito educativo se observa con claridad que las vivencias ambientales y sociales están provocando un cambio sustancial en la convivencia escolar. La misma ordenación del sistema educativo contiene elementos que pueden generar o favorecer la conflictividad. Podría decirse que algunas graves dificultades para la convivencia en los centros encuentran su origen en la imposición normativa de una enseñanza ultracomprensiva que no tiene en cuenta la diversidad de necesidades, aptitudes, inclinaciones e intereses de los alumnos. Sin duda, éste es uno de los factores de desmotivación de los alumnos y el rechazo que experimentan hacia la propia institución escolar. Este rechazo se traduce en conductas conflictivas que impiden alcanzar las condiciones mínimas para la convivencia. La atención a la diversidad de aptitudes, necesidades, intereses, inclinaciones y preferencias de los alumnos puede exigir medidas de agrupamiento homogéneo de éstos sin perjuicio de una formación nuclear o troncal común y sin efectos discriminatorios de ningún tipo. Es preciso conceder a los centros suficiente margen de autonomía para que, en relación con estos problemas, puedan adoptar medidas aconsejadas por su experiencia y por las especiales circunstancias. Es preciso advertir que, si a todos puede imponerse la obligación de haber alcanzado la formación básica necesaria para el pleno ejercicio de sus derechos y el pleno cumplimiento de sus deberes en la sociedad a la que pertenecen, no pueden imponerse determinados modos de escolarización a quienes, en uso de su libertad, pueden preferir otras vías para su formación, incluida la que tiene presente la fundamental dimensión socializadora. La situación descrita genera, igualmente, desmotivación y desilusión en los docentes, que están contemplando con desánimo su vocación y profesionalidad. La agresión más común es la verbal y, en la escuela, ésta se da con mayor agresividad y es el lugar más propicio para poner en ridículo a un compañero o compañera. En conclusión, la escuela debe servir a la vida y, por lo tanto, necesita un conjunto de estrategias para introducir en el espacio educativo un talante que permita experimentar los valores de la convivencia y hacer posible un a interacción pacífica, respetuosa y constructiva.

2.6.

Inserción laboral

Uno de los objetivos finales de todo centro educativo actual debe estar enfocado a garantizar el óptimo desarrollo de los alumnos y las alumnas para su posterior inserción al mundo social y laboral de una manera responsable y participativa con la sociedad a la que pertenecen. Dicha inserción sociolaboral es un proceso que debe iniciarse en los centros educativos, junto a las familias, como contexto decisivo e importante en el desarrollo de una vida independiente y activa, en la que los alumnos pasan a convertirse en adultos responsables de y con la sociedad. En las actuales condiciones del mercado de trabajo y del mundo laboral en general es preciso disponer de recursos suficientes que permitan al demandante de empleo desenvolverse con soltura y eficacia ante la tarea de buscar trabajo. Estas condiciones objetivas están determinando, en buena medida, las posibilidades reales de encontrar una ocupación laboral.

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Pero existen otros aspectos igualmente importantes aunque más subjetivos, ligados a factores de tipo psicológico y actitudinales, que tienen un peso específico en la búsqueda de empleo: la motivación, las habilidades personales y sociales, los recursos propios frente a las situaciones de selección, etc. La inserción del menor en el mundo laboral se realiza a través de la adquisición de diferentes roles y competencias para el posterior funcionamiento profesional. El trabajo de los menores va a ser considerado un aspecto necesario para un adecuado desarrollo personal y social. En aquellas personas que presenten alguna clase de déficit (sea éste social, personal, físico, etc.) constituye además un nuevo avance a la hora de alcanzar su propia autonomía. De este modo, para estas personas el trabajo es considerado como un paso hacia la plenitud personal y como una condición necesaria para conseguir una integración social completa. Por este motivo, es fundamental el proceso de orientación en el centro educativo con el fin de asesorar a los alumnos en la búsqueda de empleo, en las diferentes alternativas laborales, en los itinerarios de estudio, etc. En la actualidad, existe una amplia variedad de recursos para orientar al menor en estos aspectos, tanto en centros educativos como en oficinas de empleo público, en puntos de información juvenil, etc. En todos estos centros de orientación vocacional y laboral pueden y deben informar a todas las personas de las diferentes posibilidades existentes, tanto para la continuación de formación como para la búsqueda de empleo y la inminente inserción laboral. •

Continuación de la formación: -

Título de secundaria a través de la Escuela Para Adultos (EPA): consiste en continuar los estudios con el objetivo de lograr el título de secundaria por libre. Está destinado especialmente a aquellos menores de 18 años que quieran lograrlo y puede compatibilizarlo con el desempeño de una ocupación laboral.

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La Formación Profesional Adaptada y Aprendizaje de Tareas: ambos casos están dirigidos a alumnos con N.E.E. asociadas a minusvalías, ya sea en relación con la adaptación curricular que se realiza para posibilitar la consecución de la titulación de Formación Profesional, o en lo relativo al adiestramiento para la adquisición de habilidades y destrezas específicas de ciertas prácticas profesionales, en el caso del aprendizaje de tareas.

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Escuelas taller: son escuelas para desempleados menores de 25 años que quieren aprender un oficio de modo práctico. La inscripción se realiza a través del INEM y la mejor forma de obtener información sobre ellas es a través del periódico dominical local, en la sección de búsqueda de empleo. Las escuelas taller tienen una duración de 2 años máximo, con 6 meses como alumno y el resto con un contrato en formación.

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Aulas ocupacionales: se inscriben dentro de los Programas Institucionales de Educación Compensatoria y están destinadas a aquellos alumnos con riesgo de abandonar la escuela que deseen lograr la titulación de graduado escolar a través de una actuación compensatoria centrada en talleres ocupacionales que conviven con las materias curriculares instrumentales.

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Talleres de empleo: constituyen una forma de conseguir trabajo para aquellos desempleados mayores de 25 años con especial dificultad de inserción. Los talleres tienen una duración de 1 año como máximo con contrato para la formación.

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Casas de oficio: son centros para desempleados menores de 25 años que desean aprender un oficio artesanal. Estos cursos de las casas de oficios tienen una duración de 1 año como máximo.

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Plan FIP: constituido por cursos profesionales ofertados por el INEM en los que se aporta mensualmente una ayuda para el desplazamiento. Suelen tener una duración de entre 1 y 6 meses.

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Cursos del Fondo Social Europeo: son cursos ofertados en el INEM destinados a los desempleados. Fundamentalmente tienen un objetivo dirigido al desarrollo de acciones experimentales y complementarias.

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Cursos de la Confederación de Empresarios: son cursos de diferente duración destinados principalmente a trabajadores en activo.

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Cursos ofertados a través de los diferentes grupos sindicales.

Inserción laboral y búsqueda de empleo: La búsqueda de empleo, junto a la posterior inserción laboral, es posible plantearla por cuenta ajena o por cuenta propia. Esta búsqueda, de cualquier forma, requiere disponer de información suficiente para conseguir el objetivo final: encontrar trabajo. Por este motivo, describiremos a continuación brevemente las diferentes vías que se deben seguir para alcanzar dicho objetivo: -

Oficinas de empleo del INEM.

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Oficinas del servicio de colocación de la comunidad autónoma correspondiente.

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Empresa de selección de personal.

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Empresas de trabajo temporal.

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Cámara de comercio.

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Colegios profesionales.

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Sindicatos.

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Oficinas de información juvenil.

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Ayuntamientos y delegaciones de gobierno (servicios de orientación laboral).

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Programas subvencionados de orientación laboral como el proyecto Compás, programa Mentor, etc.

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Anuncios en prensa.

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Contactos personales (familia, amigos, etc.).

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CONCLUSIONES Es preciso tener en cuenta que a la hora de abordar la problemática de la inadaptación social no se debe relacionar necesariamente con delincuencia, marginación, drogadicción, etc., términos que proyectan una clara connotación negativa. Debido a que, como hemos tratado a lo largo de toda esta unidad, la inadaptación social es la carencia de adaptación de una persona a un entorno concreto, lo que motiva que no sea capaz de llevar a cabo las condiciones y circunstancias impuestas por la sociedad, podemos inferir además que el entorno no contribuye a su crecimiento y desarrollo. La mayoría de las personas que sufren los procesos de etiquetamiento de inadaptación social proviene, por lo general, de ambientes deteriorados económica, social, relacional y culturalmente. Si bien es verdad que ciertas personas y grupos viven en condiciones más proclives a que tengan lugar fenómenos de inadaptación, eso no implica que la vida familiar deteriorada, la clase social baja, la pobreza, el fracaso educativo, etc., determinen con certeza la inadaptación social. Por este motivo es necesaria, desde los centros educativos, una intervención socioeducativa a través de los diferentes programas existentes, con el fin de conseguir una adaptación adecuada al ámbito social, familiar, laboral, etc.

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BIBLIOGRAFÍA Bibliografía básica ACADEMIA TAMARGO (2005): Educador. Aspectos conceptuales, CEP, Madrid. AMORÓS, P. y P. EYERBE (2000): Intervención educativa en inadaptación social, Síntesis, Madrid. CABALLO, V. (1988): Teoría, evaluación y entrenamiento en habilidades sociales, Promolibro, Valencia. PETRUS, A. (1998): Pedagogía social, Ariel, Barcelona. TRIANES, M. V., M. L. DE LA MORENA y A. MUÑOZ (1999): Relaciones sociales y prevención de la inadaptación social y escolar, Aljibe, Málaga. Bibliografía complementaria AYERBE, P. (1996): La intervención educativa ante la inadaptación social, Ibaeta-Pedagogía, San Sebastián. BERK, L. E. (1999): Desarrollo del niño y del adolescente, Prentice hall, Madrid. DÍAZ ARNAL, I. (1967): Personalidad e inadaptación (técnicas de pedagogía curativa), CientíficoMédica, Barcelona. Diccionario de consulta de psicología de larousse, SPES, Barcelona, 2003. FERNÁNDEZ, J. y J. FUERTES (2000): El acogimiento residencial en la protección a la infancia, Pirámide, Madrid. GARCÍA FERNÁNDEZ, J. A. (1994): Competencia social y currículo, Alhambra Longman, Madrid. HERMOSO, P. (1994): Pedagogía social y educación no escolar, Universidad del País Vasco, San Sebastián. MARCELO, C. (1996): Innovación educativa, asesoramiento y desarrollo profesional, Ministerio de Educación y Ciencia CIDE, Madrid. SHAFFER, D. R. (1999): Psicología del desarrollo, infancia y adolescencia, Internacional Thomson Editores, Madrid. Recursos electrónicos básicos Recursos electrónicos complementarios

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