Imperio español (Historia de Iberia Vieja)

December 16, 2017 | Author: Vicente Augusto Fernandez Bañuelos | Category: Spanish Empire, Spain, European Colonization Of The Americas, Spanish East Indies, Portugal
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Descripción: Así era el mundo que conquistó España...

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Número 8 • 4,95 €

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Revista de Historia de España

EL IMPERIO Así era el mundo que conquistó España

La vida de los

CONQUISTADORES El ORIGEN ESPAÑOL de Estados Unidos Las guerras de HERNÁN CORTÉS El INTERCAMBIO de dos mundos

LOS TERCIOS Europa, Asia, América… Los MAPAS de los mundos que dominaba

Melilla, Ceuta y Canarias: 5,05 Euros • México 49'90 $

El camino imperial de

EDITORIAL

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ISSN 1699-7913 www.historiadeiberiavieja.com [email protected]

Redacción y publicidad Josefa Valcárcel, 42 3ª pl 28027 Madrid Tel.: 91 423 03 90 Directora comercial: Verónica Lourido • [email protected] Jefa de publicidad: Pilar Pérez • [email protected] Coordinadora: Pilar Barceló • [email protected] Suscripciones y números atrasados Ad-lante Servicios de Marketing, S.L Apartado de correos nº10100 08080 – Barcelona Tlf: 902 122 565 [email protected] Imprenta: Rotocobrhi - Tres Cantos (Madrid) Distribución LOGISTA PUBLICACIONES C./ Electricistas, 3 - Polig. Ind. Pinares Llanos 28670 Villaviciosa de Odón (Madrid) Telf. 91 665 71 58 Depósito legal: B10895-16 Printed in Spain HISTORIA DE IBERIA VIEJA es una marca registrada de Aura Capital Property Management, S.A, empresa domiciliada en Madrid, c/ Lagasca, 105, bajo derecha. Copyright ©2008 HISTORIA DE IBERIA VIEJA está editada y publicada por: Prisma Publicaciones 2002 S.L. Presidenta: Laura Falcó Lara Director General: Albert Terradas Cumalat Directora Digital: Laura Pérez Llorca Directora Eventos y Patrocinios: María Acedo Márketing: Carmen Torres Director de Arte: Xavier Menéndez Controller: Gonzalo María Suárez Distribución: Pilar Barceló Producción: Planeta Innovación

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Esta revista ha recibido una subvención de la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas, centros culturales y universidades de España, para la totalidad de los números editados en el año. HISTORIA DE IBERIA VIEJA no es responsable de las opiniones y artículos realizados por los colaboradores y publicadas en la presente edición de la revista. Reservados todos los derechos. Queda prohibida la reproducción total o parcial de cualquier información gráfica o escrita sin autorización escrita por Historia de Iberia Vieja.

EL IMPERIO QUE FUIMOS SI ERES DE LOS QUE PIENSAN QUE CUALQUIER TIEMPO PASADO FUE MEJOR Y DE LOS QUE MIRAN ATRÁS PARA DECIR “LO QUE HEMOS PERDIDO” Y EVOCAR GLORIAS PRETÉRITAS PARA SACAR PECHO, NO SIGAS LEYENDO. PARA QUÉ. LAS COSAS BUENAS ESTÁN AL LADO Y NO ATRÁS. En el pasado España –o como se denominara entonces al conjunto de reinos encabezados por Castilla y Aragón– fue uno de los imperios más grandes que han existido. Posiblemente fue el más grande. Los dominios españoles se extendían por todo el planeta y por más continentes de los incluso descubiertos, pero eso es parte de la historia y el amor al pasado no significa que seamos hijos de Hernán Cortés o de Felipe II. Amar la historia y amar nuestro país no significa adorar a estos personajes y lo que representan. Si se piensa que uno es buen español por glorificar la época del imperio se está equivocando. Para ser buen español –como buen francés, como buen inglés, como buen turco o como buen lo que sea– hay que mirar al presente sabiéndose parte de un todo del que tiramos y que nos tira. Los ingleses cometieron actos macabros y brutales con las gentes que vivían en sus dominios territoriales, los franceses hicieron lo que hicieron, los estadounidenses –que antes formaban parte de otro imperio, y ese otro de otro– acabaron con el uso de la fuerza con los indios, los belgas acabaron con las esperanzas de millones de negros en África… Y los ingleses, franceses, estadounidenses o belgas tienen derecho a sentirse muy orgullosos de serlo sin tener que ensalzar eso, e ignorar que en ese eso hay muchas páginas negras de la historia. Los españoles no fueron mejores, ni más santos ni la excepción; no estamos dotados de un hálito de bondad, ni de sapiencia ni de excelencia. Lo que pasó no es bueno buenísimo y por esa misma razón debemos mirar a la historia sin dejar de pensar que en cada época y momento hay comportamientos y morales que no tienen nada que ver con las nuestras, y no eran buenas ni malas, sino propias de su tiempo. Recuerdo que hace unas semanas en los comentarios de la web de la revista –a raíz de un artículo sobre la lucha de los piratas españoles contra los ingleses encabezados por Francis Drake– leí muchos comentarios en los que daba la impresión de que eso hubiera ocurrido hoy e insultaban a Francis Drake por ser inglés e ir contra los españoles. Es muy difícil trasladar a palabras el torrente de pena y sentimientos. Y de risa, porque algunos de esos comentarios eran un poco patéticos, como si el que los hiciera estuviera jugando a una especie de competición contra los ingleses y los que viven en Londres fueran a agachar la cabeza. Es como si para quienes lo hacían, atacar a Francis Drake les convirtiera en mejores españoles. Y no. Ser buen español significa saber valorar las cosas como propias de su momento, no convertirlas en una especie de código moral que nos guía para el futuro. Si tengo que elegir preferiría que renaciera Ramón y Cajal a Carlos V. Con este monográfico queremos que conozcas el pasado y que la historia sea conocimiento pero no convertirte ni iluminarte. La historia debe ser eso: conocimiento puro, y no un examen de pureza. Fuimos un imperio, dominamos medio planeta, no se ponía el sol en nuestros territorios… Pero no queremos que se repita. Bruno Cardeñosa Director @HistoriaIberia

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© Roberto Garver

Director: Bruno Cardeñosa Redactor jefe: Alberto de Frutos Redacción: Javier Martín García Maquetación: Eugenio Sánchez Silvela Asesor del director de arte: Ignacio Docampo Asesor editorial: Lorenzo Fernández Fotografía: Shutterstock, Thinkstock, Javier Gª Blanco

SUMARIO 94

EL ORIGEN ESPAÑOL DE EE.UU.

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El primer asentamiento en Estados Unidos lo fijó un asturiano. El dólar se creó con la paridad de nuestro duro. Ocho de los cincuenta estados del país mantienen su nombre primigenio español. Un compatriota colocó la piedra angular de la llamada Casa del Presidente, luego la Casa Blanca. ¿Alguien pone en duda que el origen de Estados Unidos se encuentra en nuestro país?

Además... 6 UN IMPERIO GLOBAL 10 ASÍ ERA EL IMPERIO ESPAÑOL 18 LA VIDA DE LOS CONQUISTADORES 44 EL PRENAUTA 56 BARTOLOMÉ DE LAS CASAS 62 LOPE DE AGUIRRE 68 JESUITAS EN AMÉRICA 76 EL INTERCAMBIO ENTRE DOS MUNDOS 88 CARLOS I 108 EL FIN DEL CAMINO ESPAÑOL 4

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FELIPE II

El hijo de Carlos I fue el hombre más poderoso de su tiempo. Marcó el compás de España, de Europa y del mundo desde que su padre abdicara la Corona en él, en 1556, hasta su muerte en el monasterio de El Escorial en 1598. Fue el rey de la Contrarreforma y la víctima de la Leyenda Negra, el genio de Lepanto y la calamidad de la Armada Invencible… Sobre sus hombros, recayó el peso de un imperio sobre el que no se ponía el Sol. Y consagró su vigor a mantener esas fronteras: las guerras contra Francia, el conflicto de los Países Bajos, las cosquillas de los ingleses y, allá a su frente, Estambul, mientras el Nuevo Mundo achicaba día a día al Viejo.

TERCIOS

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Los tercios se han visto salpicados por la misma leyenda negra que ha maniatado la figura de Felipe II. Fue su padre quien creó este regimiento en 1534, dentro de una profunda renovación del ejército con la que pretendía reforzar la presencia española en el Mediterráneo. Inspirados en las primeras legiones romanas, su estructura mudó a lo largo del tiempo y hay quien sostiene que su nombre proviene de las tres armas fundamentales que emplearon, arcabuz, pica y mosquete.

MUJERES EN LA CONQUISTA DE AMÉRICA

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HERNÁN CORTÉS

Nacido en Medellín en 1485, Hernán Cortés careció de preparación militar, pero en 1519 emprendió la conquista de un vasto territorio en México, el imperio azteca. Entre las aventuras que arrostró, abordamos la famosa Noche Triste y la no menos épica batalla de Otumba, que, aunque no abrió inmediatamente las puertas de Tenochtitlán a los españoles, sí les permitió sacudirse el acoso continuo de los aztecas y organizar el ataque definitivo sobre la ciudadela.

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Le echaron valor a la vida, a veces en contra del parecer de la sociedad en general y de sus más allegados en particular. Lo hicieron con valentía, rompieron moldes, y su labor fue esencial para la colonización de América. Por eso hoy merecen nuestro homenaje y el agradecimiento de las generaciones futuras. Hablamos de las mujeres en la conquista de América.

EL FIN DE UN SUEÑO

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La derrota en la guerra hispanoestadounidense y la pérdida de las últimas colonias constataron el fin del imperio, pero no fue solo eso. En 1898 a todos los españoles les sacudió una misma emoción y un mismo dolor cuando llegó la hora de preguntarse por el porvenir de su patria. Los muros se habían derrumbado.

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Un imperio global Fuerte San Miguel

Diecisiete Provincias

Louisiana

Núñez Gaona

Franco Condado Milán Azores

Santa Maria de Axacan

Portugal España

Madeira

Virreinato de Nueva España

Ifni

Florida México

Sahara español Arguin

Santo Domingo Puerto Rico

Jamaica Belice Honduras

Guatemala El Salvador

Islas Canarias

Bahamas

Cuba

Haití

Cabo Verde

Nicaragua

Costa Rica Panamá

Virreinato de Nueva Granada

Cacheu

Venezuela Colombia

Guayana Guayana Francesa

Est Ma ado d ran hã e oy

Jamaica

Ecuador

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Perú

Par

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Brasil

Virreinato del Perú

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de

Bolivia

Es

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Paraguay Argentina Urugüay

Chile

Virreinato del Río de La Plata

Ntra. Sra. del Pilar del Volcán

Carmen de Patagones San José Puerto Deseado Nueva Colonia Floridablanca Rey don Felipe

Nombre de Jesús

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Shama Elmina Axim Malabo São Tomé Príncipe Annobón Luanda Benguela

El Descubrimiento de Colón y la posterior conquista de nuevos territorios por parte de ambiciosos aventureros como Hernán Cortés o Francisco de Pizarro llevaron a la monarquía española a una extensión territorial como nunca antes había ocurrido. El actual México, Centroamérica, el suroeste de Estados Unidos, la costa noroeste y buen parte de Sudamérica cambiaron el mapa del mundo.

Nápoles Sicilia Trípoli

Comorão Queixome Ormuz Bahrain Julfar Sohar Quriyat

Guinea Ecuatorial

Malindi Capitanía de Angola

Zambesia

Pate island Lamu Mombassa Zanzibar Pemba

Santo Domingo

Hughli Corfaçao Macao Muscat Diu Surat Daman Chittagong Qalhat Bassein Bombay Syriam Goa Chaul Honavar Basrur Mylapore Mangalore Negapatam Cannanore Cranganore Cochin Ceilán Quilon Tuticorin Malacca

Santísima Trinidad

Indias orientales

Ternate Tidore Ambon

Larantuka Ende

Adonara

Solor Lifau

Mozambique Quelimane Sofala

Todas las colonias juntas Colonias portuguesas Reclamaciones y posesiones de iure sin presencia continua

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El mundo era nuestro EL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA confirió casi súbitamente a España la hegemonía en los mares. Fue el preludio de un imperio que alcanzaría su mayor apogeo durante los siglos XVI y XVII, y cuyo primer ordenamiento fronterizo se fijó en el tratado de Tordesillas de 1494, por el que Portugal se quedaba con las llamadas Indias Orientales. Una vez asegurado el control sobre el comercio, nuestros compatriotas fueron mucho más allá. España fue el primer país en circunnavegar el globo gracias a la expedición de Magallanes y Juan Sebastián Elcano, primer paso para establecer un comercio fluido entre América y las recientemente conquistadas Filipinas. En aguas atlánticas nuestros barcos desempeñaron un papel fundamental en la defensa contra los ataques de los piratas ingleses, que sirvieron para asegurar a la Corona la viabilidad del comercio con las ricas tierras americanas. Pero, en la forja del imperio, hay mucha tela que cortar. Las aportaciones de España a la historia y la cultura de Estados Unidos siguen siendo desconocidas para la mayoría. El asturiano Pedro Menéndez de Avilés estableció el primer asentamiento europeo en Estados Unidos en San Agustín (Florida), otro de los temas que abordamos en este primer bloque del número. Mientras tanto, un invicto ejército se veía envuelto en la encrucijada de las guerras europeas. Los soldados de los tercios eran valientes y arrogantes, y, a lo largo de los años, admiraron y sobrecogieron los corazones de media Europa, jugándose la vida por su honor.

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ESPAÑA: EL MUNDO ERA NUESTRO

Más de 300 años sin ponerse el sol

El Imperio español

La era de los descubrimientos abrió los ojos de España al mundo. El “encuentro” con las Indias, fruto en gran medida del azar, puso las bases de un Imperio –o, más bien, de una Monarquía Universal– que convirtió a este “rincón aislado del continente europeo” en una potencia hegemónica sin parangón en la historia. Pero no todo fueron luces en esta expansión sin límites, que desangró a una nación llena de contradicciones. Y es que el Imperio se forjó, esencialmente, en la guerra. Ya lo decía Felipe II: “Ninguna defensa se puede hallar para la casa propia como hacer la guerra en la ajena”. Hacia el año 1700, tras cientos de batallas, España aún gobernaba 180.000 kilómetros cuadrados en el Viejo Continente, con el control prácticamente intacto sobre las colonias americanas, que sumaban cerca de veinte millones de kilómetros cuadrados. Su músculo solo empezaría a flaquear en el primer cuarto del siglo XIX, si bien la decadencia se había iniciado bastante antes. Cuando en 1898 se perdieron las últimas colonias, el sueño iniciado en 1492 se quebró abruptamente. ALBERTO DE FRUTOS

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ras la unión matrimonial entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, la conquista del reino de Granada en 1492 puso fin a la presencia musulmana en la Península después de ocho siglos. El azar de la historia, y el empeño real por llevar la religión católica allende nuestras fronteras, hicieron que ese Estado primigenio empezara a crecer desde el

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mismo momento de su génesis y se sentaran las bases de un Imperio de ultramar de ingentes dimensiones. En ese mismo año, 1492, el almirante genovés –o de donde fuera…– Cristóbal Colón emprendió un viaje que daría lugar al descubrimiento “accidental” de América: su intención era alcanzar Cipango –actual Japón– cincunvalando el planeta, y, desde allí, trazar la ruta de las Indias; es decir, aventurarse hacia tierras ya viejas

por sendas hasta entonces inexploradas. Con lo que no contaba aquel ambicioso navegante era con que a medio camino se toparía con un continente desconocido para los europeos... La carrera no había hecho más que empezar, y la competencia se adivinaba feroz entre los contendientes, principalmente España y Portugal. Muy pronto, hubo que fijar las reglas del juego, y ya en 1494 el papa Alejandro VI medió entre am-

Puerto de Sevilla en el siglo XVI. El óleo de Alonso Sánchez Coello recrea el inmenso tráfico de este puerto, principio y fin de la carrera de las Américas y nexo entre el Viejo y el Nuevo Mundo. No por casualidad en la época se acuñó el dicho: “Quien no ha visto Sevilla, no ha visto maravilla”..

bas potencias para repartir los derechos de explotación sobre las tierras conquistadas. De acuerdo con el Tratado de Tordesillas, los territorios situados a 370 leguas al oeste de Cabo Verde pertenecerían a España; el resto sería para Portugal, que pudo así reivindicar su hegemonía sobre Brasil cuando, en 1500, Pedro Álvares Cabral puso el pie en ella y saludó a los humildes tupinambas y a los no menos humildes botocudos.

LA ELECCIÓN DE CARLOS PARA EL SACRO IMPERIO ROMANO GERMÁNICO CONLLEVÓ QUE SOBRE SU PERSONA RECAYERAN OTRAS TANTAS POSESIONES TERRITORIALES Se había dado carpetazo a la Edad Media. Tras la compleja colonización de La Española, se inició la conquista de Cuba,

completada por Diego Velázquez, y de Puerto Rico, esta vez por parte de Juan Ponce de León. Una vez explotadas las principales Antillas, llegaría el turno de

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ESPAÑA: EL MUNDO ERA NUESTRO

 La rendición de Granada. La entrega de las llaves de esta ciudad por Boabdil representó el final de la Reconquista cristiana.

CADA MONARCA SE ESFORZABA POR LEGAR ÍNTEGRAS TODAS SUS POSESIONES, PARA LO QUE LOS REYES SE CONFIABAN AL GENIO MILITAR DE GRANDES ESTRATEGAS Tierra Firme, primero con el antiguo imperio maya y más tarde con el azteca, merced al extremeño Hernán Cortés. La conquista de México, completada en 1521 tras la rendición de Tenochtitlán, fue uno de los mayores hitos del reinado de Carlos I, quien en 1516 había heredado de su abuelo materno Navarra; Aragón con el Rosellón, Sicilia, Cerdeña, Nápoles y las Baleares; y Castilla con Canarias, Orán, Trípoli, Melilla y América. En 1519, Carlos accedió a la dignidad imperial tras la muerte de su abuelo Maximiliano. La elección del César Carlos, último heredero de Carlomagno, para el Sacro Imperio Romano Germánico, frente a sus rivales Francisco I de Francia y Enrique VIII de Inglaterra, conllevó que sobre su persona recayeran otras tantas posesiones que le inclinaron a asumir su misión como moderno “rey de reyes”, tales como la soberanía sobre el norte de Italia, de gran valor estratégico para unir los dos bloques del nuevo Imperio, o las posesiones habsbúr-

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gicas de Austria, tierras que se sumaban al Franco Condado, Flandes o los Países Bajos, el cual había recibido en herencia su padre, Felipe el Hermoso, en 1482, catorce años antes de su matrimonio con Juana la Loca.

■ UN GIGANTE CON PIES DE BARRO El carácter de los conquistadores, y su afán de riquezas sin límite, hizo que estos se fueran desplazando a latitudes cada vez más meridionales. En 1533, Francisco Pizarro culminó la conquista del imperio inca –actual Perú–, con la toma de su capital, Cuzco. Al igual que había sucedido con el imperio azteca, el imperio inca sufría a la sazón una epidemia de viruela, lo que facilitó la “tarea” a los aventureros españoles. Desde el punto de vista económico, cabría pensar que la flamante incorporación de territorios atiborró las arcas de la metrópoli. Las riquezas que se extraían de las minas del Potosí arribaban a la Casa de Contratación de Sevilla, verdadera capital

del mundo, todo un almacén de tesoros que se trasladó a Cádiz bajo el reinado de Felipe V. En este sentido, durante los siglos XVI y XVII el historiador E. Hamilton estima que el flujo de metales preciosos alcanzó la cifra de 181 toneladas de oro y 16.900 toneladas de plata. Sin embargo, la política en extremo belicista de Carlos I y de su heredero hizo que estos beneficios se dilapidaran con rapidez, hasta el punto de que el Estado tuvo que declarar una bancarrota en 1557, solo un año después de que Carlos I abdicara en su hijo. El apoyo de los principales banqueros de Europa se hizo imprescindible para costear la maquinaria de un Estado que más parecía un pozo sin fondo. Los esfuerzos por imponer la religión católica en las regiones protestantes del norte de Europa, así como las campañas en el norte de África contra los musulmanes, fueron causantes, en gran medida, del rápido vaciamiento de las arcas españolas. Defender la nación de sus enemigos no salía gratis. Mientras los piratas berberiscos amenazaban las posesiones españolas en el Mediterráneo, Inglaterra y Francia causaban estragos de puertas para adentro. Felipe II se vio obligado a declarar sucesivas suspensiones de pagos en 1576 y 1596, lo que prueba que los beneficios

obtenidos de las Indias no se gestionaban bien, pese a la notoria labor del Consejo de Indias, creado en 1524 para gestionar los asuntos de las Américas. Además, tal como apunta Antonio Miguel Bernal en España, proyecto inacabado (Marcial Pons, 2005), “los gastos de las flotas y las armadas, aunque solo en parte asumidos por la Corona, hacia fines del siglo XVI, pese a coincidir con uno de los momentos culminantes de la llegada de oro y plata, apenas si eran compensados con la cantidad de las remesas correspondientes al Estado”. Tampoco desde el punto de vista social la fabulosa expansión cambió la vida a sus supuestos beneficiarios. El flujo de riquezas provenientes de América no mejoró las condiciones de los súbditos españoles; solo hay que leer los retratos de las novelas picarescas para apreciar esos contrastes (lo mismo se podría decir de las novelas de Dickens en relación con el Imperio británico). A propósito de la cultura nativa, el otro plato de la balanza imperial, señalaremos que, a principios del siglo XVI, se desarrolló una corriente moral encarnada en la Escuela de Salamanca que intentó mejorar las condiciones de vida de los indígenas, apelando al carácter evangelizador de la empresa de América. La consecuencia fue la aprobación de las leyes de Burgos de 1512, sustituidas por las Nuevas Leyes de Indias de 1542, aunque implementar esos principios en territorios tan extensos nunca resultó tarea fácil. Tal como señala Alfredo Alvar Ezquerra en La España de los Austrias. La actividad política (Akal, 2011), “cada uno de los territorios históricos (…) funcionaba según sus leyes, usos y costumbres. Pero, al mismo tiempo, lealtad a la dinastía y a la verdadera religión”.

■ HITOS DURANTE EL REINADO DE FELIPE II Una de las principales sombras del reinado de Felipe II fue la revuelta de los Países Bajos, que el llamado Rey Prudente quiso sofocar con mano dura, para lo que envió al Duque de Alba. Tras el fracaso de esa política en las Provincias Unidas, la imagen del monarca quedó muy dañada, avivando la llama del protestantismo incipiente, aunque no sería hasta el reinado de Felipe IV cuando estallara la revuelta definitiva que acabaría cercenando una de nuestras posesiones clave en el continente europeo.

 Rumbo a la Historia. El proyecto colombino de alcanzar las Indias por una nueva ruta fue el mayor hito de la historia moderna de España.

UNA DE LAS PRINCIPALES SOMBRAS DEL REINADO DE FELIPE II FUE LA REVUELTA DE LOS PAÍSES BAJOS, QUE EL LLAMADO REY PRUDENTE QUISO SOFOCAR CON MANO DURA

 Carlos I y a la derecha, Carlos III. De ese episodio extraemos, de nuevo, una de las enseñanzas más jugosas del Imperio: la maquinaria bélica como sostén de las fronteras, que hacía que cada monarca se esforzara por legar íntegras todas sus posesiones, para lo que los reyes se confiaban al genio militar de grandes estrategas, como el citado Duque de Alba, Juan de Austria o Ambrosio de Spínola, así como de valerosos ejércitos, los llamados Tercios, terror de Europa hasta que se inició su declive en Rocroi. Bajo el reinado de Felipe II, se realizaron también notables esfuerzos para iniciar la colonización en Asia, de forma

que en 1565 se fundaron las primeras colonias en Filipinas (llamadas así en honor al rey), por parte de Miguel López de Legazpi. Unos años más tarde, en 1580, se logró la tan anhelada unificación peninsular con la anexión de Portugal y todos sus territorios, que pasaron a engrosar el Imperio español. Sucedió que en 1578, durante la batalla de Alcazarquivir, falleció sin sucesión el joven monarca portugués Don Sebastián, luchando contra las tropas del sultán de Marruecos. Lo sucedió el cardenal Enrique, pero este murió solo dos años

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ESPAÑA: EL MUNDO ERA NUESTRO

 Los Países Bajos fueron una dolorosa china en el zapato de los Austrias. lebre expresión de que en los dominios españoles nunca se ponía el sol. Ese estado de cosas se mantuvo hasta la pérdida de los dominios portugueses en 1640, tras una revuelta contra el insoportable centralismo del conde-duque de Olivares, al que no se supo hacer frente por la crisis abierta a la par en Cataluña.

■ DE LOS AUSTRIAS MENORES A LOS BORBONES

 Felipe II. Durante el reinado del Rey Prudente se produjo la unificación peninsular.

EN 1580 SE LOGRÓ LA TAN ANHELADA UNIFICACIÓN PENINSULAR CON LA ANEXIÓN DE PORTUGAL Y TODOS SUS TERRITORIOS, QUE PASARON A ENGROSAR EL IMPERIO ESPAÑOL después, lo que invitó a Felipe II –y I de Portugal– a hacer valer sus derechos dinásticos sobre la Corona portuguesa, puesto que la madre de Enrique era una hija de los Reyes Católicos. Tras invadir Lisboa para evitar que proclamaran rey a Don Antonio, Felipe se hizo con el reino, mostrándose respetuoso

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con las tradiciones portuguesas. Fue el momento de mayor gloria para nuestro Imperio, que aumentó ostensiblemente su influencia en Asia, pues sumó a las Filipinas las posesiones portuguesas de Macao y Malaca (actual Malasia), y se amplió con sus territorios de África y Brasil, lo que hizo que se acuñara la cé-

Felipe III heredó la Corona en 1598. Entre su indolencia y el mal gobierno de sus validos, las finanzas españolas hicieron aguas. Una de las consecuencias de la crisis fue la galopante inflación, que hizo que los productos españoles perdieran competitividad en los mercados extranjeros. En consecuencia, la industria española se fue a la ruina y hubo que aumentar la carga tributaria a la población para poder mantener el aparato del Estado. La situación se siguió deteriorando con los restantes monarcas de la casa de los Austrias, aunque no por ello se desgajara el Imperio. Todo lo contrario. Del reinado de Felipe IV (1621) datan obras como Las lanzas o La rendición de Breda. El cuadro de Velázquez, pintado en 1634-35 para decorar el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro, evoca la entrega de las llaves de la ciudad de Breda por su gobernador,

EL FLUJO DE RIQUEZAS PROVENIENTES DE AMÉRICA NO MEJORÓ LAS CONDICIONES DE LOS SÚBDITOS ESPAÑOLES; EN ESTE SENTIDO, SOLO HAY QUE LEER LAS NOVELAS PICARESCAS

Justino de Nassau, a Ambrosio de Spínola, el 2 de junio de 1625. Los vencidos, a la izquierda de la composición, se someten a los magnánimos vencedores, los españoles, que mantienen enhiestas sus lanzas. Sin embargo, a medida que transcurría el tiempo los síntomas de la “enfermedad” se hacían cada vez más evidentes. El derrumbamiento de la economía

 Europa tras el Tratado de Utrecht de 1713.

española indicaba que las victorias en el campo de batalla eran solo una ficción que no podría mantenerse mucho tiempo, tal como quedó patente con la derrota en la Guerra de los Treinta Años, saldada con la Paz de Westfalia, por la que los españoles reconocían la independencia de las Provincias Unidas. Trece años después, la paz de los Pirineos, firmada entre los representantes de Felipe IV y Luis XIV, puso fin a la guerra con Francia iniciada en 1635 y asentó la hegemonía francesa en el Viejo Continente. Solo hay que repasar lo que perdió España (el Rosellón, el Conflent, el Artois y numerosas ciudades fronterizas) y lo poco que obtuvo a cambio (el compromiso galo de no apoyar a los sublevados de Portugal y Nápoles) para comprender quién llevaba la voz cantante. Por si fuera poco, durante el reinado de Carlos II el Hechizado el sempiterno enfrentamiento con Francia se saldó, a su vez, con la simbólica partición de La Española. Tras la guerra de Sucesión entre los partidarios del archiduque Carlos de Austria y Felipe de Borbón, sobre quien recayó finalmente la Corona en virtud del testamento de Carlos II, la paz de Utre-

 Felipe IV. cht de 1713 hirió el orgullo patrio con la pérdida de importantes plazas: los territorios europeos de la monarquía pasaron a Austria; Sicilia fue para los Saboya; las fortalezas de Bélgica ingresaron en la órbita de los Países Bajos; y lo más doloroso: Gibraltar y Menorca representaron el botín de los ingleses. Las arcas del Estado no se recuperarían sino tibiamente hasta que se acometieran las primeras reformas de la dinastía borbónica. En el ámbito internacional se llevaron a cabo significativas reorganizaciones administrativas, por las que se aumentó el número de virreinatos de las Indias, lo que facilitaba su gobernación. A los virreinatos de Nueva España (constituido en 1534) y del Perú (1542), únicos existentes bajo la monarquía de los Austrias, se sumaron el de Río de la Plata (Argentina, Uruguay, Paraguay y parte de Brasil), el de Nueva Granada (Panamá, Colombia, Ecuador y Venezuela), y distintas capitanías generales como la de Chile (que había descubierto Pedro Valdivia en el siglo XVI), Guatemala, Cuba, Venezuela y Yucatán. Estas reformas, llevadas a cabo por Felipe V y Carlos III, dieron muy buenos resultados, ya que fomentaron un comercio más eficiente entre el Nuevo Mundo y España.

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ESPAÑA: EL MUNDO ERA NUESTRO

 El desastre del 98 VIRREINATOS, territorios, capitanías generales, colonias insulares pertenecientes a la Corona española..., unas posesiones tan extensas no podían durar eternamente. Durante las primeras décadas del siglo XIX, se produjeron varios movimientos independentistas que concluyeron con la separación de América Latina. Sin embargo, para el imaginario colectivo, la pérdida de las colonias en 1898 fue igual de dolorosa. Cuba, Puerto Rico, Filipinas y los archipiélagos de Carolinas, Marianas, Palaos y Guam en Oceanía cayeron como un castillo de naipes. En Cuba, el conflicto con Estados Unidos comenzó con el discutible hundimiento del acorazado Maine, un mero pretexto utilizado por la prensa americana capitaneada por William Randolph Hearst para culpar a España. A Estados Unidos le interesaba la contienda, pues necesitaba ampliar sus mercados para tratar de revitalizar su maltrecha economía tras la subida del precio del algodón a causa del fin de la Guerra de Secesión varias décadas atrás. El gobierno español se vio desbordado por la situación y decidió que el general Valeriano Weyler sería el encargado de lidiar con mano dura, excesivamente dura, con las ansias de libertad cubana. Y, sí, finalmente los cubanos conseguirían su libertad, pero no para regir su propio destino sino para caer bajo la influencia del colonialismo de Estados Unidos, más económico que político. Análogamente, en Filipinas, la facción que defendía la separación formal de la Corona española contó con el apoyo estadounidense. Mediante el tratado de París de 1898, España se vio obligada a reconocer la independencia de los territorios anteriormente citados. Estas pérdidas tan sensibles provocaron un pesimismo que arraigó en la sociedad y en la intelectualidad española. Y, si no hay mal que por bien no venga, la consecuencia positiva fue el renacimiento cultural que se agrupó bajo la denominada “generación del 98”, representada por Miguel de Unamuno, Pío Baroja o Azorín, entre otros, responsable de una producción literaria comparable a la experimentada durante el Siglo de Oro.

TRAS LA GUERRA DE SUCESIÓN, LA PAZ DE UTRECHT DE 1713 HIRIÓ EL ORGULLO PATRIO CON LA PÉRDIDA DE IMPORTANTES PLAZAS 16

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La rendición de Breda. Velázquez retrató el tiempo esplendoroso en que las lanzas españolas avasallaban a sus enemigas.

No obstante, las mismas ansias reformistas, y el signo de los tiempos, cavaron la tumba del Imperio. Por un lado, la postura adoptada por el ilustrado Carlos III en la guerra de la independencia de América del Norte, en la que “el mejor alcalde de Madrid” apoyó la libertad de las colonias, avivó en sus súbditos las ansias emancipatorias. Los primeros adalides de la Independencia debieron de pensar: “Si nuestros hermanos del norte lo han hecho con la aquiescencia de nuestro rey, ¿por qué no nosotros?”. Evidentemente, Carlos III no tenía demasiadas opciones, puesto que, en virtud de los pactos con los Borbones franceses, España debía oponerse a los intereses de Gran Bretaña, secular enemiga de Francia. Solo un año después de la muerte de Carlos III tuvo lugar un acontecimiento capital para la mentalidad europea, que habría de provocar un verdadero terremoto mundial: la Revolución Francesa. Las ideas fraguadas al calor de ese movimiento sobrepasaban ampliamente las que sostenían los ilustrados. La invasión napoleónica de 1808 y la posterior Guerra de la Independencia hicieron que los asuntos

 Incursiones en África

 Simón Bolívar. Héroe de la independencia americana. que no podían acceder a cargos públicos en su propio país ni establecer relaciones comerciales con ningún país que no fuera España; y, por supuesto, la guerra de la Independencia, que hizo que la sociedad colonial se sintiera desprotegida por la metrópoli. de Ultramar quedaran marginados, ya que la prioridad era entonces preservar la integridad peninsular. A la vez, la lucha en la metrópli trasladó un inequívoco mensaje a la sociedad colonial, contribuyendo a que aparecieran los primeros héroes independentistas en América Latina, como Simón Bolívar, que obtuvo importantes victorias en Carabobo (Venezuela) o Boyacá (Colombia), José San Martí, o Sucre, que alcanzó sendas victorias para la causa de la independencia americana en Pichincha (1822) y Ayacucho (1824). Tal como ha apuntado Marcelino González Fernández, las causas de la independencia se podrían resumir en estas: las ideas ilustradas; el descontento creciente de los criollos (descendientes de españoles nacidos y criados en América),

■ EL FIN DE LA HISTORIA: 1898 A medida que transcurría el siglo XIX, la coyuntura política en España resultaba propicia a los movimientos independentistas. En 1820, Rafael de Riego había hecho un pronunciamiento en Cabezas de San Juan por el que proclamaba el gobierno liberal. Aunque este movimiento terminó bruscamente tres años más tarde, la llama de la libertad estaba encendida y ya nadie podría extinguirla. El otrora pujante Imperio español había quedado reducido a Cuba, Puerto Rico, Filipinas y otras pequeñas posesiones insulares. Era sólo cuestión de tiempo que esta parte terminara también disgregándose, lo cual terminó ocurriendo en 1898, con el concurso de una nueva potencia que emergía con fuerza, Estados Unidos. •

EL OTRORA PUJANTE IMPERIO ESPAÑOL HABÍA QUEDADO REDUCIDO A CUBA, PUERTO RICO, FILIPINAS Y OTRAS PEQUEÑAS POSESIONES INSULARES

CON LA INTENCIÓN de defender las costas andaluzas de la piratería del norte de África, los Reyes Católicos iniciaron una campaña de conquistas de determinados enclaves estratégicos en Orán, Argel, Trípoli o Melilla. Posteriormente, gracias a la anexión de Portugal y, con ella, de sus colonias, España pudo hacerse con el control de Ceuta (que los portugueses habían conquistado en 1415), Casablanca y Tánger. Aunque estas dos últimas fueron devueltas a Portugal en 1640, Ceuta permaneció en manos españolas. El imperialismo español en África conocería un resurgimiento con el tratado de El Pardo, por el cual Portugal cedía a España ciertas plazas a cambio de la devolución de otras partes de Brasil. Estas plazas se encontraban situadas en la conocida a partir de entonces como Guinea Española, tales como la isla de Bioko (rebautizada con el nombre de Fernando Poo) y los derechos comerciales de los territorios del Golfo de Guinea. La pérdida de las colonias americanas y, posteriormente, el desastre del 98 hicieron que España se centrara en las posesiones que todavía tenía en África. Prueba de ello es que los esfuerzos bélicos españoles se volcaron en las guerras de Marruecos hasta que, en 1911, españoles y franceses se dividieron este territorio en sendos protectorados. Cuando años más tarde, en 1956, el protectorado francés de Marruecos alcanzó la independencia, el gobierno español cedió también su parte de soberanía al nuevo país, a excepción del Sáhara y Sidi Ifni. Aunque el colonialismo de España en África tuvo un desarrollo tardío con respecto a otras potencias europeas imperialistas, este dio buenos frutos. El desarrollo que alcanzaron las instalaciones sanitarias y la alfabetización en las posesiones españolas alcanzaron unas cotas desconocidas hasta entonces en estos territorios. El continente africano fue el último en ver colonias españolas. La última en adquirir la independencia fue Guinea Ecuatorial, que se constituiría tras la unión de la isla de Fernando Poo y el territorio continental de Río Muni, en 1968, y el último territorio en ser abandonado fue el Sáhara, en 1975.

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ESPAÑA: EL MUNDO ERA NUESTRO

El día a día de

un conquistador español Lejos de toda imagen de romanticismo, la del conquistador español en el Nuevo Mundo se caracterizó por ser una vida dura, difícil y, sobre todo, fugaz. A las inclemencias del tiempo y de la selva, aquellos hombres aguerridos tuvieron que enfrentarse a la enfermedad, los mosquitos, el hambre, la sed, las emboscadas de los indígenas… y a la avaricia de sus propios compañeros. JANIRE RÁMILA

D

esde que el 12 de octubre de 1492 Cristóbal Colón descubriera un nuevo continente, fueron miles los españoles que embarcaron rumbo a las Américas buscando fortuna. Las historias sobre grandes riquezas y ciudades construidas en oro eran demasiado tentadoras como para obviarlas y a su consecución se entregaron vidas y haciendas. Hoy, aquellas proezas son vistas con un cierto halo de nostalgia y hasta de ro-

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manticismo. Y, sin embargo, si supiésemos cómo era realmente el día a día de un conquistador español, jamás volveríamos a hablar, ni de nostalgia, ni mucho menos de romanticismo. Todo comenzaba con los preparativos del viaje, que podían muy bien realizarse en España o en suelo americano, ya que durante el siglo XVI bastaba con adentrarse algunos kilómetros selva adentro desde cualquier asentamiento ya establecido, para tener la sensación de estar pisando tierra nunca antes vista.

Para asegurar el buen provecho de la aventura, todo aventurero español debía recibir antes de su partida un permiso de la Corona mencionando sus obligaciones y derechos como conquistador. Ningún monarca deseaba repetir el gran error cometido por los Reyes Católicos, cuando concedieron a Colón valiosísimas prerrogativas que luego se vieron forzados a revocar, en cuanto percibieron la enorme riqueza de las tierras por él descubiertas. El documento donde se recogían estas obligaciones y derechos recibía el nom-

bre de capitulaciones, mezcla de contrato y de carta de merced. Hasta el año 1542, las capitulaciones solo podían ser autorizadas por el rey, pero con las Leyes Nuevas se dispuso que también las audiencias tuvieran esa potestad y desde 1572 se hizo obligatoria la consulta previa al Consejo de Indias. Se trataba de un método bastante cómodo de dirigir el modelo conquistador con mínimo riesgo para la Corona, ya que dejaba en manos del particular la tarea de buscar el capital, el material y los hombres, quedando al Estado la única obligación de prometer determinadas concesiones y siempre según los resultados obtenidos por la empresa. Desde luego, este modelo no fue del agrado de los capitanes, conscientes del tremendo desequilibrio existente entre riesgos y beneficios, pero ello no impidió que hombres como Hernán Cortés, Francisco de Pizarro, Pedro de Valdivia, Diego de Almagro, Alvar Núñez Cabeza de Vaca o Juan Vázquez de Coronado se hicieran al mando de cientos de hombres en busca de su particular El Dorado.

■ LA BOTICA DE LA ABUELA Las expediciones se organizaban siguiendo un modelo militar, aunque no siempre sus líderes tuvieran experiencia en las armas. El grueso de la comitiva la conformaban los soldados, pero en ella no podían faltar carpinteros, herreros, porqueros, mozos de caballerizas y, sobretodo, médicos o, en su defecto, un boticario o barbero instruido en el arte de curar. Milagrosamente, durante el primer viaje de Colón solo se registró un enfermo. Al parecer un viejo aquejado por el mal de piedra, pero fue un caso aislado. La norma era que la enfermedad y las heridas estuvieran siempre a la orden del día. Uno de los capitanes más previsores fue Hernán Cortés, quien siempre llevaba en su corte a cirujanos, boticarios, curanderos y ensalmadores. Nombres como el del bachiller Escobar, que murió loco o el del doctor Cristóbal de Ojeda, quien certificaría la muerte de Ponce de León. Ninguno de ellos cobraba sueldo fijo, sino que se les pagaba por herido atendido, lo que provocó abusos en sus honorarios, amparándose en la necesidad de sus servicios y en la nula competencia. A veces, como hizo Cortés con un cirujano maestre que desembarcó con las tropas de Narváez, los capitanes generales les daban un toque de atención, pero la mayor de las

LA CORONA SIEMPRE HIZO GALA DE TACAÑERÍA Y MUY POCAS VECES EXPRESÓ GENEROSIDAD CON LOS CONQUISTADORES

 El Descubrimiento. Colón a su llegada al Nuevo Mundo. ocasiones se salían con la suya y volvían a España más enriquecidos que los propios expedicionarios. Cada uno de estos profesionales tenía sus trucos propios, heredados de la experiencia y de sus estudios, si los tenían, claro, que de todo siempre hubo. Para remediar la carestía de profesionales médicos, los expedicionarios contaban con el libro Milicia y descripción de las Indias, una especie de manual del conquistador escrito por el maestre de campo y caudillo general, Bernardo de Vargas Machuca, a finales del siglo XVI. En el capítulo dedicado a los males más comunes del Nuevo Mundo, Vargas Machuca cita las picaduras de animales, empeines, dolor de hijada, mal de ojos, dolor de oídos y heridas por armas emponzoñadas. Sobre todos ellos aportaba remedios y consejos muy valiosos. Por ejemplo, para curar las heridas por armas emponzoñadas recomienda cortar toda la carne afectada y levantarla con un anzuelo sin tocar los nervios. Luego, rascar la herida con una uña y rellenarla con una pasta hecha de harina de maíz tostado, pólvora, sal, ceniza y carbón. El herido no debería beber agua, administrándole en su lugar mazamorras de harina de maíz. Pero si este remedio nos parece doloroso, peor era no contar con nadie que

supiese de medicina. En esos casos solo restaba atajar los problemas de raíz y con los medios al alcance. Así lo hizo Alonso de Ojeda, quien, herido durante una refriega con los indios, optó por cauterizarse las heridas con un hierro al rojo vivo y luego envolverlas en mantas empapadas en vinagre por si las flechas estuvieran envenenadas. Entre los males más comunes destacaban las niguas, suerte de insectos cuya hembra penetra en la piel para depositar sus larvas que, al crecer, se van alimentando de la carne del huésped. “Está aposentada entre el cuero y la carne e comienza a comer de la forma de un arador e harto más; y después, cuando más allá está, más come”, escribió una de sus víctimas, un tal Gonzalo Fernández de Oviedo. La única forma de extraerlas era con un alfiler o una aguja y siempre antes de que abandonasen el estadio larvario. Después era muy difícil eliminarlas de la piel y su evolución solía conllevar la pérdida de los dedos o de los pies. Junto a las niguas, la sífilis y la modorra. De la sífilis poco hay que decir, al tratarse de un mal muy conocido en Europa. No así en América, donde diezmó a la población indígena. En cuanto a la modorra, esta sí fue una enfermedad novedosa para los españoles. Los síntomas incluían apatía generalizada, somnolencia acompañada

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ESPAÑA: EL MUNDO ERA NUESTRO

de hombres inquebrantables. Basta leer la crónica de Pedro Pizarro sobre la conquista del Perú para averiguar de qué forma el miedo atenazaba sus corazones en los momentos peligrosos. Según éste, cuando las tropas entraron en la plaza de Cajamarca, hubo “muchos españoles que, sin sentillo, se orinaban de puro temor”.

■ CON LAS ARMAS SIEMPRE A PUNTO

 Interior de la selva del Amazonas, un sufrimiento para los hombres de Orellana en su recorrido siguiendo el cauce del río.

TODOS LOS CONQUISTADORES SUFRIERON PERÍODOS MÁS O MENOS INTENSOS DE HAMBRUNA Y DE SED por fiebres, falta de apetito… y al final, la muerte. Además de estas enfermedades, todos los conquistadores sufrieron períodos más o menos intensos de hambruna y de sed. Pese a lo bien planificadas de las expediciones, lo largo de las caminatas y los continuos percances menguaban las provisiones, obligando a los hombres a ingerir alimentos podridos, cortezas de árboles y hasta restos de sus compañeros muertos para sobrevivir. Famoso es ese episodio descrito por el expedicionario Ulrico Schmidel, relatando, cómo en el poblado de Santa María de los Buenos Aires, unos españoles aprovecharon la noche para rebanar los muslos y otras partes de tres compañeros suyos que yacían ahorcados por haberse comido un caballo para saciar su hambre. Leyendo lo descrito hasta el momento, no costará imaginarse lo sufrido que fue en verdad la conquista de América. “Los enfermos vivían muriendo; y los que estaban sanos aborrecían la vida, deseaban la muerte por no verse como se veían”, es-

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cribió Pedro de Cieza de León en su Descubrimiento y conquista del Perú. Entonces, ¿por qué continuaban avanzando? Primero, por sus deseos de mejorar socialmente. Dar la vuelta podía significar salvar la vida, pero también regresar a su vida de pobreza y miseria. Segundo, porque muchas veces se cruzaba el llamado punto de no retorno, tras el cual era más seguro proseguir que recular. Y tercero, porque ningún expedicionario abandonaba jamás a un compañero, ni le permitía dirigirse solo a la muerte una vez se emprendía la aventura. Cuando alguien enfermaba o resultaba herido, enseguida los sanos fabricaban hamacas para transportarlos y hacían lo imposible para aliviar su sufrimiento. Solo cuando la muerte se veía inminente, se les abandonaba o se les sacrificaba por petición propia. Son detalles que nos muestran a aquellos aventureros como lo que eran, seres humanos atrapados en un territorio hostil, donde solo la ayuda mutua les reconfortaba para seguir avanzando. Muy lejos de la imagen que se nos ha querido trasladar

La otra causa más probable de muerte llegaba con las heridas producidas en las refriegas con los indios. Desde el preciso instante en el que los indígenas percibieron la codicia española, echaron mano de sus arsenales, iniciando una guerra de guerrillas que terminó con muchas expediciones por entero o diezmó a otras tantas. Porque los libros de historia solo reflejan aquellas que tuvieron éxito, como las de Cortés, Pizarro o la de Orellana, pero aún fueron más las que se internaron en la selva para jamás regresar. Por este motivo, más que expediciones podríamos hablar de auténticos ejércitos preparados para la batalla. Basta mirar su armamento para corroborarlo: ballestas, cotas, arcabuces, escopetas, lanzas, lombardas, falconetes, dagas, espadas, morriones y hasta perros adiestrados. Ya lo dijo el padre Gaspar de Carvajal recordando su integración en la expedición de Orellana por el Amazonas: “Los arcabuces y las ballestas, después de Dios, eran nuestro amparo”. De todas las armas citadas, la más temida y efectiva fue el arcabuz, hasta el punto de que algunos historiadores señalan que sin sus disparos, España nunca hubiera conquistado media Europa. Con una potencia, capaz de atravesar tablones de madera con un disparo, su único problema estribaba en que la mecha debía

 Francisco Pizarro.

permanecer siempre encendida, lo que en una tierra azotada por la humedad y las lluvias no debía resultar fácil. Su estruendo asustaba a los indios, casi tanto como los perros, ante cuyos ladridos, dice Vargas Machuca, los enemigos huían despavoridos. En cuanto al armamento local, destacaban los arcos y las flechas de madera con pedernal incrustado. Parece ser que algunas tribus, como la de los caribes o los seminolas, eran capaces de disparar unas 20 flechas por minuto, pudiendo acertar a un blanco situado a 140 metros de distancia. Otra arma arrojadiza en la que destacaban, sobretodo en la zona andina, fue la boleadora, una pieza formada por dos o tres piedras redondas metidas en sacos de cuero y atadas por tres ramales. Además de estas armas, también utilizaban hábilmente hachuelas de metal, lanzas, cuchillos, cerbatanas y, el veneno, el sempiterno veneno. Las crónicas señalan que se extraía de unas hormigas tan grandes como escarabajos y también de arañas gigantescas y de ciertos gusanos peludos. Con la ponzoña untaban las flechas y las puntas de las lanzas o lo vertían sobre sus alimentos y bebidas cuando se acercaban los españoles a algún poblado. Estos, hambrientos y sedientos, caían en la trampa en no pocas ocasiones. Para averiguar cómo afrontaban los españoles una expedición, regresemos al texto de Vargas Machuca. Lo primero que este cronista hace es describir las cualida-

UNA DE LAS MAYORES OBSESIONES DE LOS CAPITANES ESPAÑOLES FUE SIEMPRE OCULTAR AL ENEMIGO EL NÚMERO DE BAJAS

 Sacrificio. Figura azteca donde se representa el sacrificio de humanos, una escena que aterrorizaba a los conquistadores españoles. des que debe tener un caudillo: ser buen cristiano, noble, rico, ingenioso, honesto, prudente, afable, determinado… Su lema: “Buen orden y disciplina”. Machuca recomendaba no reclutar a hombres pasados la cincuentena, ni a gordos, enfermos o con carácter problemático. En las expediciones, decía, el caudillo debe caminar en

vanguardia, regresando a la retaguardia cuando surjan problemas serios. Las marchas siempre se desarrollaban en silencio, atentos todos a cualquier sonido o movimiento extraño en el interior de la selva. Los indios solían poblar los senderos de trampas ingeniosas y siempre mortales y un solo despiste podía ter-

 Conquistando a lomos de caballo LOS PRIMEROS CABALLOS que llegaron al Nuevo Mundo fueron traídos por Colón en su segundo viaje, a finales de 1493, y, desde ese instante, su importancia nunca dejó de menguar. De tal modo, que en cada una de las sucesivas capitulaciones se exigirá la introducción de yeguas y caballos para favorecer el proceso conquistador y la colonización de las nuevas tierras. Y es que los españoles se habían percatado de que bastaba uno o diez jinetes para derrotar a grupos numerosos de indígenas y por ese motivo al final de cada jornada hacían inventario de los caballos heridos, enfermos y muertos. Se cuenta, que bastaba un relincho para atemorizar a los aguerridos nativos precolombinos, ya que los tenían por animales carnívoros y devoradores de hombres, además de por seres inmortales. Los españoles se aprovecharon de esta creencia y para perpetuarla enterraban en secreto a los caballos fallecidos. El engaño terminó cuando los indígenas comprobaron que su verdadero alimento consistía en haces de hierba y en granos de maíz y que morían como cualquier otro animal terrestre. Debido a su demanda, un equino podía alcanzar los 4.000 pesos de oro, aunque a medida que se multiplicaba su población los precios fueron bajando. Curiosamente, se dio la circunstancia de que el hierro fue desde siempre un bien muy escaso en aquellas tierras, por lo que salía más barato construirles herraduras de oro, de cobre o de plata. Toda una ventaja, ya que cuando el animal moría, el dueño vendía los herrajes para adquirir nuevos caballos.

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ESPAÑA: EL MUNDO ERA NUESTRO

■ EL PERDÓN DE LOS PECADOS

 Tortura de Cortés a Moctezuma.

CUANDO LAS TROPAS ENTRARON EN LA PLAZA DE CAJAMARCA, HUBO “MUCHOS ESPAÑOLES QUE, SIN SENTILLO, SE ORINABAN DE PURO TEMOR”

 Monumento a Núñez de Balboa

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minar en tragedia. Ni siquiera el campo abierto se consideraba tranquilo. Uno de sus peligros eran los hoyos, agujeros tapados con hierbas y ramas y en cuyo fondo se encontraban clavadas estacas puntiagudas y púas envenenadas. Otro paso peligroso lo constituían los ríos. Si las aguas eran poco profundas, se enviaban perros a la otra orilla para asegurarla, pero si el caudal era abundante, entonces se fabricaban balsas y puentes rudimentarios con apenas dos cuerdas para sortearlos. En cuanto a cómo organizar un campamento, Vargas Machuca aconseja: “No se toque alarma incierta, no se siente ni arrime el centinela, no se duerma desnudo ni descalzo, no se desarmen, doblen la centinela en tiempo de riesgo, eviten el murmullo, mantengan lumbre encendida toda la noche aunque llueva, nadie salga del real sin permiso, tengan mucho cuidado con la pólvora que se lleva de repuesto…”. Una imagen a desechar es la del conquistador vestido con armadura y casco de hierro andando por la selva. El calor, la humedad, lo escarpado del terreno y el peso del equipo desaconsejaban llevar corazas y hasta había soldados que preferían cambiar las botas por las alpargatas para caminar más ligeros, incluso a costa de exponerse al ataque de las niguas.

Tantos peligros tenían una consecuencia principal: hacer sentir a los expedicionarios que la muerte siempre estaba acechante. De hecho, en los documentos oficiales se citan dos únicas formas de morir. Si el aventurero lo hacía sin violencia previa, se decretaba que “murió de su muerte”. Lo contrario era, “murió en poder de los indios”. Por falta de espacio y también de ganas, las crónicas solo hablan del último aliento de los grandes conquistadores y de sus principales capitanes, pero es de suponer que a todos les alcanzaron fines parecidos. Las enfermedades, los venenos, el cansancio, los accidentes… se cobraban la mayor parte de las vidas y aún los hubo que sucumbieron a las armas de sus compañeros, caso de Vasco Núñez de Balboa, Diego de Almagro, Francisco Pizarro, Pedro de Ursúa o Diego de Ordás. Solo unos pocos, como Cortés, Francisco de Garay, Juan de Oñate o Francisco Vázquez de Coronado, gozaron del privilegio de morir en la cama y rodeados de los suyos. A este respecto, una de las mayores obsesiones de los capitanes españoles fue siempre ocultar al enemigo el número de bajas, lo que incluía a los caballos. La treta de Cortés pasaba por enterrar a los caídos durante la noche, mientras que Orellana envolvía a los heridos en mantas que otros portaban, simulando ser cargas de maíz. Según explicaba, “porque no embarcasen cojeando y en verlo los indios cobraban tanto ánimo que no nos dejaran embarcar”. Claro que uno de los casos más extremos lo protagonizó el cadáver de Hernando de Soto. Cuando este célebre conquistador murió en un poblado indio, sus compañeros ocultaron el cuerpo durante tres días, hasta que pudieron enterrarlo secretamente en un lado ajeno las miradas. Sin embargo, los indios vieron la tierra removida y comenzaron a sospechar. Antes de que descubriesen la verdad, los españoles desenterraron el cadáver durante la noche, lo amortajaron y lo arrojaron al Mississippi. Siempre que se podía, un sacerdote atendía al moribundo para perdonar sus pecados, mientras un notario registraba sus últimas voluntades. Gracias a estos últimos sabemos que los conquistadores no tenían remordimientos en haber peleado contra los indios para arrebatarles sus tierras y su oro. La Corona amparaba tales actos y los incentivaba, como ya sabemos,

por lo que los españoles se consideraban enviados de su rey para hacer cumplir sus designios. Otra cosa eran los desmanes cometidos fuera del amparo de la ley, como abusos, asesinatos y violaciones. Aquí fueron muchos los que se arrepintieron de haberlos cometido y en sus testamentos dejaban dispuesto entregas de dinero a los familiares de los violentados o el sufragio de misas por sus almas, como forma de obtener el perdón divino. Lo vemos en el testamento de Pizarro, donde se consignan legados para sufragar misas por el alma de los indígenas muertos en sus conquistas. En otras ocasiones, los moribundos daban limosnas a hospitales locales o dejaban dinero para vestir a indios pobres durante un tiempo. Todas las fórmulas eran válidas, incluyendo la entrega de todo el dinero ganado a poblaciones indígenas o a defensores de los indios, como fray Bartolomé de las Casas. Los hubo incluso que abandonaron las armas para abrazar la cruz y la vida monacal, como hizo un caballero llamado Sindos del Portillo, el cual, rico y dueño de numerosos criados, decidió vender sus bienes, repartirlos entre los pobres y entrar en la orden franciscana. Como él, otros nombres desconocidos para la Historia como los de Francisco de Medina, Alonso de Aguilar, Burguillo, Escalante… Todos ellos renunciaron a sus derechos de conquista por una vida más tranquila al servicio del prójimo. Quienes no acogían este camino, tenían todo el derecho de solicitar de la Corona el pago de sus servicios mediante un documento llamado probanza.

 Mestizaje, noviazgos y concubinato UNO DE LOS GRANDES temas sobre los que la Corona hizo hincapié, fue el de la necesidad de llevar mujeres al Nuevo Mundo para repoblar los territorios recién conquistados. Sin embargo, los conquistadores siempre se opusieron a la medida, por considerar que sus mujeres no estaban hechas para aquellas tierras y mucho menos para aceptar el modo de vida que gustaba tener a sus maridos lejos de ellas. Y es que en América, ningún hombre que lo deseara se quedaba sin una mujer, ya fuese esta novia, amante o esclava. Para apaciguar al español, casi todos los caciques ofrecían a sus mujeres como regalo, las de más alta alcurnia para los capitanes y las restantes para la soldadesca. Y los castellanos, en parte para no agraviar al cacique y en otra, por su propia lujuria, nunca rechazaron tales presentes. La única condición que ponían era la de que la mujer renegara previamente de su idolatría y abrazase el cristianismo, con lo que ya se consideraba una unión más o menos legal. A tal punto llegaron estos amancebamientos, que, por ejemplo, cuando Alvar Núñez llegó a Asunción en el año 1542, quedó escandalizado por el concubinato permanente en el que vivían los soldados españoles. Entre sus primeras medidas estuvo la de prohibir contratar a mujeres indias y sobretodo comprarlas a sus legítimos maridos. La población, en desacuerdo con estas ordenanzas, inició una sublevación que terminaría con la salida de Alvar Núñez de la ciudad.

CUALIDADES QUE DEBE TENER UN CAUDILLO: SER BUEN CRISTIANO, NOBLE, RICO, INGENIOSO, HONESTO, PRUDENTE, AFABLE, DETERMINADO… En sus hojas, todo partícipe en una expedición podía reclamar mercedes del rey, ya que en su nombre había dejado gran parte de su salud y arriesgado la propia vida. Lo lógico es que el interesado realizase una narración exacta de sus logros

 Cuadro que representa escenas cotidianas de la conquista española.

y fracasos para demostrar que, efectivamente, la Corona tenía una deuda con él, pero, para asegurarse la atención de los funcionarios reales, lo común era que se exagerasen los episodios heroicos y que se ocultasen los deshonrosos. ¿Funcionaba el ardid? Todo indica que no. La Corona siempre hizo gala de tacañería y muy pocas veces expresó generosidad con los conquistadores. Su temor era que en el Nuevo Mundo se asentaran grandes fortunas que se opusieran a su poder y siempre valoró por lo bajo las cantidades adeudas con quienes se habían jugado su futuro por España. He aquí una de las razones por las que Lope de Aguirre se rebeló en 1561 contra la Corona asesinando al gobernador del Perú, don Pedro de Ursúa, y a varios de sus generales en las semanas sucesivas. Una mecha que no llegó a prender en otros capitanes españoles, que continuaron sacrificando la sangre de sus soldados para el mayor enriquecimiento de la Corona española. •

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ESPAÑA: EL MUNDO ERA NUESTRO

La exploración española de los territorios norteamericanos se inició como continuación de la conquista de los territorios americanos del sur. Pese a lo que la historiografía estadounidense suele señalar, la importancia de España fue fundamental en el posterior desarrollo de su historia, hasta el punto de que los primeros asentamientos europeos en Norteamérica tuvieron como protagonistas a personajes y expediciones de nuestro país JAVIER MARTÍN GARCÍA

El origen de

Estados Unidos

N

o es ningún secreto que los caprichos de la historia, o más bien la fortaleza de un país en una época concreta, acaban por definir el modo en el que la sociedad futura percibirá un acontecimiento, una realidad precisa. En este sentido, la percepción de que Estados Unidos debe su formación, tiene el germen de su realidad actual, solo en los comportamientos de los colonos ingleses en su territorio supone

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una afirmación imprecisa. En un período en que Inglaterra es la gran potencia, Estados Unidos forja su personalidad como nación y lo hace, con matices, en función de la influencia inglesa. Pero la envergadura estadounidense, más que un país es un continente, implica la presencia de gran diversidad de influencias en el establecimiento de su personalidad, en su formación, en definitiva, como país. No hay que olvidar que el territorio continental de Estados

Unidos suma casi ocho millones de kilómetros cuadrados, una inmensidad si lo comparamos, por ejemplo, con algunas de las naciones más grandes de Europa (Alemania tiene alrededor de 357.000). Y, por supuesto, tampoco hay que olvidar que desde el momento en que los colonizadores europeos comienzan a penetrar en los territorios norteamericanos hasta que se produce la Declaración de Independencia de los Estados Unidos pasan casi tres siglos.

Durante ese período, además de los ingleses, franceses, holandeses y españoles –entre otros– penetran y se instalan en dichos territorios, inspirando unas ideas y actitudes que tercian en la futura idiosincrasia de un país, que a efectos funcionales es prácticamente un conjunto de países con unos pocos puntos de cohesión muy fuertes. Y la autoridad española es, desde luego, fundamental, como bien podemos observar en los símbolos que hoy presiden algunos de los estados norteamericanos. Y es que observando hoy las banderas de dichos estados hallamos algo que, como mínimo, nos resulta familiar. Por ejemplo, en los estados de Florida o Alabama. Una cruz en forma de aspa –la cruz de Borgoña– despunta, dominando dichos estandartes estatales. Fue Felipe el Hermoso quien, tras contraer matrimonio con Juana la Loca, adaptó este símbolo para muchas insignias españolas, un símbolo que provenía del ducado de su madre, el de Borgoña. Y la existencia de una cruz tan española constata la decisiva presencia hispana en los balbuceos del que se convertiría en el país más poderoso del mundo. Y hay más, nombres de ciudades tan importantes hoy como San Francisco, Los Ángeles o San Diego tienen su origen e en una fundación de la ciudad por individuos provenientes de la península Ibérica. Dicho de otro modo, sin el afán conquistador español sería imposible concebir Estados Unidos tal como los conocemos hoy.

■ LA FLORIDA ESPAÑOLA La geografía norteamericana está plagada de referencias a los intentos españoles de conquistarla y a su exploración. Sin embargo, una zona destaca sobre las demás, por la presencia española y el tiempo en que estuvo bajo su soberanía. Y es que no fue hasta 1821 cuando España deja de tener soberanía sobre parte de Florida. . Pero todo comenzó antes. Porque la primera aparición europea en el norte de América fue española. Y fue un ambicioso aventurero, gobernador de Puerto Rico entonces y auxiliar de Cristóbal Colón en el segundo de sus viajes, quien mayor responsabilidad tuvo en ello: Juan Ponce de León. Su avidez, su carácter problemático y las promesas indígenas de la existencia de una tierra mágica y rica le hicieron lanzarse en busca de nuevas tierras, de aventura. Al norte de Puerto Rico existía un territorio conocido por los indígenas como Bimini, y en ese lugar afirmaban sus leyendas que

brotaba el agua que proporcionaba la eterna juventud. Y allí llegó en 1513, con una flota de tres barcos. No tardó en cambiar el nombre del territorio: lo llamó la Florida; según casi todas las fuentes por haber llegado allí en la época Pascua, a la que por entonces se llamaba Pascua Florida. Otras versiones estiman que esa denominación está basada en la abundancia de flora con la que tropezó la expedición. Sea una u otra la razón, lo cierto es que Ponce y sus hombres fueron recibidos con encono por los nativos. Y la expedición hubo de regresar a España, pero con una idea definida: pedir permiso al rey para regresar y, esta vez sí,

era un hecho. El imperio de Carlos I había conquistado México. Pero la ambición era desmedida. Apenas treinta años antes se había llegado a América. Se creía que esas tierras eran infinitas; había que seguir explorando. Y una palabra estaba en la boca de gran parte de los conquistadores: oro. Porque afianzada la conquista de México, los españoles buscaron riquezas, y lo hicieron tanto en sur como en el norte del territorio sometido. Este rastreo de nuevas tierras en el norte tuvo a un hombre, Lucas Vázquez de Ayllón, como una de las figuras más destacadas. A su quehacer como explo-

LOS ATAQUES DE LOS INDIOS, EL CLIMA EXTRAORDINARIAMENTE CALUROSO, LOS MOSQUITOS… TODO HACÍA MUY DIFÍCIL EL ASENTAMIENTO EN LA FLORIDA, PERO AL FINAL SE CONSIGUIÓ colonizar el territorio. En 1521 partía desde España una amplia expedición con todo lo necesario para acabar de asentarse en el territorio. Pero misioneros, familias y demás españoles venidos del continente no contaban con la feroz resistencia indígena, con la aversión hacia sus costumbres, con una lucha que hizo más difícil de lo esperado concluir el asentamiento. Tan difícil que el mismo Ponce de León, murió tras un ataque de los nativos.

■ EN BÚSQUEDA DEL ORO En torno a la década de los veinte del siglo XVI el sometimiento de los aztecas mexicanos por parte de Hernán Cortés

rador se debe la fundación del primer asentamiento europeo en los Estados Unidos, San Miguel de Guadalupe, en la actual Carolina del Sur. Vázquez de Ayllón había llegado al continente a principios del siglo XVI, y en 1502, fue nombrado juez de Santo Domingo, conocido entonces como La Española. Habiendo conseguido importantes ganancias gracias al cultivo de azúcar, logró el permiso de la metrópoli para explorar la costa atlántica. Dispuso que la primera de estas expediciones fuese capitaneada por Francisco Gordillo. Pero el desembarco en tierras de Carolina del Sur no sirvió simplemente para explorar, sino que fue aprovechado, generando la

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ESPAÑA: EL MUNDO ERA NUESTRO

JUAN PONCE DE LEÓN ACUDIÓ CON TRES BARCOS EN BUSCA DE BIMINI, UNA CIUDAD EN LA QUE, SEGÚN CONTABAN LAS LEYENDAS, BROTABA EL AGUA DE LA ETERNA JUVENTUD

 Bandera de Gálvez. indignación del gobernador Diego Colón, para engañar a los nativos y conducirlos como esclavos rumbo a La Española. Y fueron las posteriores descripciones de esos nativos acerca de la riqueza y la fertilidad de esas tierras sin colonizar, lo que acabó por convencer al monarca de la oportunidad de asentarse en ellas. Vázquez de Ayllón fue nombrado Adelantado y Gobernador de una zona de la franja atlántica. Y fue él mismo quien decidió capitanear una nueva expedición que en 1526 partiría del Puerto de la Plata, en La Española, con seis naves y seiscientos individuos entre los que se incluían esclavos negros. Las dificultades de la expedición fueron muchas y tras dos meses de navegación decidieron asentarse en las inmediaciones del estrecho de Sapelo, en Carolina del Sur. Fue allí donde levantaron la pequeña población de San Miguel de Guadalupe. Cierto es que las enfermedades, la falta de cultivos y los enfrentamientos acabaron por convertir aquel asentamiento en un fracaso, que sólo 150 hombres volvieron vivos a La Española, pero no lo es menos que Vázquez de Ayllón y sus hombres habían fundado el primer asentamiento europeo en Estados Unidos, que, de alguna manera, San Miguel de Guadalupe, fue el germen de lo que en las décadas posteriores acabaría siendo el embrión de Estados Unidos.

llero español de fama –también bastante engreído–, Pánfilo Narváez, fue enviado por Carlos I para conquistar Florida. Con más de 600 hombres y cinco buques partió en 1527 en una expedición especialmente dura por los temporales. Un año después, en abril de 1528 llegó a la bahía de Tampa. La ausencia de oro le llevó a adentrarse hacia el interior. Pero el brutal trato con el que intentó someter a los indígenas provocó numerosos ataques nativos y engaños por parte de éstos, de manera que tras muchos sufrimientos Narváez decidió construir varias canoas y volver a México. Pero los temporales provocaron el naufragio y la muerte de casi toda la tripulación, y de ellos sólo se volvió a ver con vida a cuatro: Alonso del Castillo Maldonado, Andrés Dorantes de Carranza, el esclavo Esteban y Álvar Nuñez Cabeza de Vaca. La figura de este último, el tesorero de la expedición, sería fundamental en el contexto de las primeras exploraciones de los actuales Estados Unidos. Los cuatro hombres consiguieron sobrevivir durante casi una década, deambulando y explorando buena parte de los Estados Unidos, primero Cabeza de Vaca en solitario, después junto a sus tres compañeros de desventuras, caminando sin alimento y repeliendo ataques indígenas. En abril de 1537 regresaron a España. Cabeza de Vaca se había convertido en el primer hombre blanco en explorar a pie Estados Unidos.

 Pánfilo Narváez. Dirigió una fallida exploración. Los relatos de Cabeza de Vaca se acogieron con asombro y despertaron aún más el interés por aquellas extrañas tierras. La leyenda de que allí se encontraban las siete ciudades de Cíbola –a donde, según el mito, siete obispos de la península habían huido y donde habían escondido extraordinarios tesoros cuando los musulmanes invadieron Mérida en el siglo XII– impulsó nuevas expediciones, la primera de ellas por parte del fray Marcos de Niza, que acudió a la zona acompañado por el esclavo superviviente Esteban, quien, cuando creyeron estar cerca de la ciudad del oro, se adentró para rastrear la zona, pero murió atacado por los nativos. De Niza supuso que el esclavo había hallado Cíbola, y regresó a México asegurando que había visto a lo lejos una ciudad con más riquezas de las que jamás había imaginado. Una nueva

■ EL FRACASO DE LA AMBICIÓN Los primeros pasos de la conquista española del norte del Golfo de México estuvieron repletos de desventuras. Una de ellas especialmente. El avance francés y, sobre todo, británico por las tierras del norte de América alertó a la Corona española de la necesidad de colonizar nuevos territorios. Siguiendo este propósito, un caba-

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 Castillo de San Marcos. Ubicado en el que fue antiguo asentamiento español de San Agustín de la Florida.

 Gran Cañón del Colorado. Fueron los españoles los primeros europeos en llegar. expedición estaba en ciernes, la de Francisco Vázquez de Coronado, organizada por el virrey Antonio de Mendoza. Vázquez de Coronado había sido nombrado gobernador de la Audiencia de Nueva Galicia en 1538. Apenas dos años después, en 1540, el relato de Marcos de Niza sobre la fastuosidad de Cíbola le empujó a dirigir una expedición de 340 españoles y más de un centenar de indios. La búsqueda de las ciudades fue un fracaso, nada de lo hallado podía rivalizar con la fastuosidad de los tesoros encontrados décadas antes en Perú o México. Pero la expedición abriría nuevos caminos en el reconocimiento de los terrenos norteamericanos. El grupo de Coronado se dividió en busca de riquezas, y uno de los grupos

TRAS VEINTE DÍAS DE VIAJE, LA EXPEDICIÓN LLEGÓ A UN LUGAR DE IMPRESIONANTE ESPLENDOR NATURAL, EL GRAN CAÑÓN DEL COLORADO; NINGÚN EUROPEO LO HABÍA CONOCIDO ANTES alcanzó los pueblos de Zuñi, en la zona en la que se consideraba que estaban las ciudades. La caravana se acercó a la actual Santa Fe, en Nuevo México, en las orillas del Río Grande. El grupo alcanzó, tras repeler varios ataques, el cañón de Palo Duro, en Texas. La ausencia de riquezas en este paisaje, saturado de tonos verdes y rojos, impulsó a Coronado hacia la búsqueda de otra tierra mítica y su promesa de oro, Quivira. De nuevo, la decepción. El oro no aparecía por ninguna parte. En 1542 Coronado, decepcionado, decidió volver a México. Su expedición no consiguió las riquezas, pero su viaje supuso la primera exploración europea de lo que hoy son los estados suroccidentales de EEUU.

■ ESPAÑA EN EL GRAN CAÑÓN

 Cabeza de Vaca.

Uno de los miembros de la expedición a Quivira, García López de Cárdenas, abordó la búsqueda de un río del que habían hablado los indígenas. Tras veinte días de viaje, acompañado por un pequeño grupo de hombres, la expedición llegó a un lugar de gran esplendor natural, el Gran Cañón del Colorado. Fueron los primeros europeos en poner los pies en este espacio. Pero la imposibilidad de bajar hasta

el río para conseguir agua les hizo regresar a los pocos días. Sería el miembro de una expedición de apoyo marítima a la de Coronado, Fernando de Alarcón, quien pocas semanas después, se convirtiera en el primer europeo que exploró el río Colorado. Un año antes, en 1539, un acompañante de Hernán Cortés en su expedición por el Pacífico, Francisco de Ulloa, había descubierto la desembocadura del río. Contemporáneo a todos estos descubrimientos, surge otra figura fundamental dentro de la protohistoria de Estados Unidos, la del extremeño Hernando de Soto. Habiendo leído las descripciones de Cabeza de Vaca, el ambicioso De Soto creyó estar predestinado a ser el colonizador y pacificador de esos terrenos. No menos importante era la riqueza que podía conseguir. Cuando llegó a la costa occidental de Florida en 1539 tenía en mente colonizar todo el área. Llevó consigo toneladas de material, utensilios prácticos para asentarse, animales y, por supuesto, hombres que hicieran de aquella una zona en la que establecerse bajo la bandera española, pero a miles de kilómetros de la Península. Pero todo no iba a ser fácil. Por un lado, los indios dificultaron la colonización,

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Batalla de Saratoga. La victoria en esta decisiva batalla de la Guerra de la Independencia de EE.UU. por parte de los colonos fue fundamental para la entrada en la misma de las fuerzas francesas y españolas. 

 Nuestra huella en la Guerra de la Independencia LO QUE SE INICIÓ EN 1776 como una guerra entre las trece colonias británicas originales frente a Gran Bretaña acabó convirtiéndose con el paso de los años en un conflicto en el que de forma más o menos intensa participaron las grandes potencias europeas, sin ayuda de las cuales, seguramente, el resultado no hubiese sido el mismo. Para entender la intromisión de Francia y España en un enfrentamiento que, en principio, sólo tenía a Gran Bretaña y sus colonias como protagonistas hay que retrotraerse a la humillación sufrida por los dos países en el Tratado de París, de 1763, firmado tras el final de la Guerra de los Seis Años. Para España suponía la entrega a Inglaterra de la Florida, Menorca, y las colonias del este y el sureste del Mississippi, además de la pérdida de la colonia de Sacramento. En el caso francés las pérdidas fueron mucho más humillantes. Y, ya en la Guerra de la Independencia estadounidense, fue la rendición de las tropas inglesas en la batalla de Saratoga, en octubre de 1777, lo que alentó las intenciones francoespañolas. Francia desembolsó gran cantidad de dinero a favor de los colonos y puso a su servicio a su poderosa marina. La ayuda española comenzó siendo más modesta, negándose en un principio a entrar oficialmente en la misma. Pese a ello, los colonos recibieron dinero y armas del gobierno español. España deseaba que los ingleses abandonasen el Golfo de México y recuperar Menorca, además de Gibraltar. Y esta participación abierta en el conflicto se dio después de firmarse un acuerdo secreto entre Francia y España en 1779, el Tratado de Aranjuez. Con su firma, España se comprometía a entrar en el conflicto, mientras que los franceses prometían que ayudarían a sus aliados a recuperar Menorca, Gibraltar, Pensacola y la bahía de Honduras, entre otras zonas. El conocimiento de este acuerdo exigió que el ejército británico en América se debilitara, ya que Inglaterra se vio obligada a enviar tropas destinadas en las colonias a Gibraltar. Pese a que la historiografía norteamericana no le preste la debida atención normalmente, es bien cierto que las tropas del español Bernardo de Gálvez consiguieron importantes éxitos. Gracias al apoyo de Francia, España y otros países como Holanda, Inglaterra no tuvo más remedio que acceder a la firma del Tratado de Versalles en 1783, en donde, además de la independencia estadounidense, se reflejaba que España mantenía Menorca y Florida oriental y occidental. Asimismo, se reconocía su soberanía sobre la colonia de la Providencia (en el Caribe), y la recuperación de las costas de Nicaragua, Campeche (al oeste de la península del Yucatán) y Honduras. Eso sí, Inglaterra no cedió en la entrega de la soberanía sobre Gibraltar.

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por otro, el clima cálido, los mosquitos, la cantidad de pantanos de la zona, hacían muy complicado el asentamiento. Pese a ello, la expedición se adentró por buena parte de Norteamérica. Las cruces cristianas se fueron colocando en muchos de los lugares sagrados para los indios. Incluso llegaron a las montañas Apalaches del este. Y es que De Soto y sus hombres pusieron sus pies en al menos diez estados actuales de Norteamérica: Georgia, Carolina del Norte o Tennesse, entre ellos. En apenas dos décadas, desde que Ponce de León pusiera las bases del primer asentamiento, los españoles habían explorado una parte significativa del territorio estadounidense.

■ INTERESES POLÍTICOS Y RELIGIOSOS Hemos visto que en las primeras décadas de la conquista los intereses económicos y de expansión, la esperanza de encontrar riquezas en esos territorios desconocidos, eran la aspiración principal para adentrarse en esas tierras. Sin embargo, conforme avanzaba el siglo XVI y se modificaba la situación estratégica en Europa, comenzaron a pesar más los motivos políticos y religiosos. La difusión del protestantismo y el poder que fue adquiriendo Inglaterra fueron esenciales en el mantenimiento y potenciación del interés por estas tierras. Un buen ejemplo de lo primero es San Agustín de la Florida, que en 1565 se convirtió en el primer asentamiento europeo permanente en EEUU. Felipe II confió a Pedro Menéndez de Avilés la tarea de que el imperio español se consolidase en La Florida. Asimismo, habían llegado noticias de la implantación de un grupo de hugonotes –protestantes franceses de tendencia calvinista– en esta zona. También con la misión de impedir que los infieles se asentaran allí acudió Menéndez de Avilés. El hecho de que este grupo de hugonotes alzase un fuerte en la desembocadura del río San Juan provocó la exigencia del establecimiento de una presencia militar española permanente. El 28 de agosto de 1565 Menéndez fundó San Agustín. La colonización española había creado con éxito un asentamiento permanente. Para lograr el control de la costa e impedir problemas en el tránsito comercial marítimo, Menéndez creó una imaginativa fórmula, estableciendo bases a lo largo del litoral. San Agustín sería la principal de ellas. A partir de estas bases, Menéndez trató de crear pasillos terrestres que permitieran a la soberanía española avanzar hacia Terranova, en el

 Santa Fe. Situada hoy en el estado de Nuevo México, fue fundada en 1607 por los españoles, siendo hoy la ciudad capital más antigua de las que existen en Estados Unidos. norte, hacia el sur, controlando el Golfo de México, el suroeste, comunicando Florida con los yacimientos de Zacatecas, y hacia la costa occidental, las Californias. Las diferentes incursiones esporádicas que tenían como centro neurálgico San Agustín contribuyeron a la exploración de zonas en principio muy alejadas, hasta el punto de que los españoles habían ya llegado, en 1603, a las costas de Alaska. Pocos años después, en el actual estado de Nuevo México, un español, Pedro de Peralta, protagonizaría otro hito dentro de la historia española en América del norte, al fundar la más antigua de las ciudades capitales de los Estados Unidos de hoy, Santa Fe. Señalábamos antes la trascendencia del crecimiento inglés como potencia europea para comprender la creación del EEUU actual. Si bien los ingleses habían realizado ya pequeñas incursiones en Norteamérica, lo cierto es que durante parte del siglo XVI no le prestaron excesiva atención. Sin embargo, la rivalidad geopolítica que mantenía con España, especialmente en las últimas décadas del siglo, hicieron a éstos volver su cabeza hacia el Nuevo Mundo. Un influyente geógrafo inglés, Richard Hakluyt, advirtió en 1584 que la colonización inglesa “podía impedir que el rey español se abatiese sobre toda la superficie de Norteamérica”. A partir de entonces, Inglaterra dedicó gran empeño en colonizar el norte del continente. Aunque fue a comienzos del siglo XVII, con Jacobo I,

CABEZA DE VACA Y OTROS TRES HOMBRES LOGRARON SUPERAR GRANDES PENALIDADES DURANTE UNA DÉCADA, EXPLORANDO EL INTERIOR DE EE.UU. ENTRE CONTINUOS ATAQUES Y SIN COMIDA cuando el impulso se intensificó, creando el Parlamento en 1606 las Compañías de Londres, Plymouth y Virginia, cambiando poco a poco el mapa y el destino de EEUU.

■ EL GERMEN DE LAS CIUDADES DE HOY Pero la corona española no quedó impávida ante la ambición inglesa. La colonización española, que se ocultaba bajo un agresivo fenómeno de evangelización, siguió su curso. Desde finales del siglo XVII las misiones se esparcieron, especialmente por la Baja California, en torno a la costa del Pacífico. La idea era integrar a los indígenas. Estas misiones serían después el germen de grandes ciudades. Entonces, se priorizaba el aspecto religioso sobre el civil. Quizás el ejemplo paradigmático sea el del célebre Junípero Sierra. Este franciscano mallorquín tuvo desde joven muy clara su vocación: convertir infieles en las Indias. En torno a 1767, gracias al apoyo de José de Gálvez fue nombrado presidente de las misiones en la Baja California. Un año más tarde, Junípero decidió aventurarse hacia la Alta California para evangelizar a

los indígenas y enseñarles nuevas formas de civilización y técnicas de agricultura. La actitud de Junípero Serra, su empeño y fuerte personalidad, consiguió que las misiones que fue fundando se mantuvieran y crecieran con el tiempo. No en vano, a su fuerza evangelizadora se debe la creación de pequeñas aldeas que con el tiempo crecerían hasta convertirse en ciudades como Los Ángeles, San Francisco o Sacramento. Casi nada. Porque lo cierto es que en el momento del nacimiento de Estados Unidos, España se había expandido por buena parte de la mitad occidental del país, y algunas de sus colonias como San Antonio o Tucson serían también el núcleo de futuras ciudades. Y es que, pese a la innegable autoridad inglesa, en esos años, concretamente entre 1762 a 1801, España gobernaba también Lousiana. Era, en definitiva, una de las grandes potencias territoriales del continente. Es, pues, obvio constatar que sin la senda trazada por los primeros colonizadores españoles habría sido imposible la construcción, la realidad de Estados Unidos tal y como lo conocemos hoy en día. •

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LOS ESTADOS UNIDOS DE ESPAÑA

La mitad de los estados norteamericanos tienen huellas españolas en su historia. Y huellas muy importantes, sin las cuales el desarrollo de este país nunca hubiera sido el mismo. En estas páginas recuperamos la historia española de estos estados... 12 de julio de 1775. La fecha aparece señalada en todos los calendarios del estado de Washington: el navegante Bruno de Heceta, junto con Juan Pérez y otros aventureros a bordo de los barcos Santiago y Sonora, desembarcan en la futura Grenville Bay, que será bautizada como Nueva Galicia. Fue el primer asentamiento europeo en el noroeste del Pacífico. Muchos años después, el 28 de octubre de 1790, España y Gran Bretaña firmaron el tratado de Nootka, por el que se ponía fin al monopolio de nuestra presencia y comercio en la zona. Codiciada por tantos buscadores de oro, la historia moderna de Alaska empezó a escribirse con los trazos del ruso Aleksei Chirikov y el danés Vitus Bering en su expedición de 1741. No obstante, el rey ilustrado Carlos III se propuso parar los pies al gigante ruso en el último cuarto del siglo XIX mediante una serie de viajes, como los llevados a cabo por Heceta y Alejandro Malaspina. El primer hombre que exploró la dorada California, en 1542, fue el navegante portugués Juan Rodríguez Cabrillo, al servicio de la Corona española. El estado pasó a ser una “colonia” de nuestro país entre 1769 y 1821. La presencia de misioneros franciscanos, desde San Diego hasta San Francisco, marcó su personalidad en ese período gracias a la figura del controvertido fray Junípero Serra, que desembarcó en sus costas en 1769 al mando de la llamada Sagrada Expedición. Los nativos recibían una rigurosa formación religiosa, si bien los testimonios demuestran que las misiones eran instituciones opresivas.

Oregón recibe su nombre porque sus naturales acostumbraban agrandarse las orejas...; y, cómo no, fueron los españo-

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les los primeros que lo vieron. Desde que el bilbaíno Bartolomé Ferrelo atisbara su costa suroeste –actual Port Orford– hasta que, en 1819, España renunciara por el Tratado de AdamsOnís a sus derechos sobre el territorio de la costa del Pacífico al norte del paralelo 42, los nombres propios de españoles definen su historia. También fueron nuestros “tatarabuelos” quienes bautizaron el inmenso territorio de Nevada –célebre hoy por la ciudad de Las Vegas–, a causa de la abundancia de nieves en invierno. Junto con otros estados actuales, formó parte del Virreynato de la Nueva España hasta 1821. Mexicanos y españoles comparten el honor de haber sido los pioneros en la “colonización” de Utah. Una partida encabezada por los franciscanos Domínguez y Escalante abrió en 1776 una ruta desde Santa Fe hasta Monterrey para promover el cristianismo entre sus gentes. Mientras tanto, resonaban los cañones de la Guerra de la Independencia, que estalló ese mismo año... Ligada a la figura del padre Kino, un misionero oriundo de Italia, la historia de Arizona no se comprendería sin la valentía de personajes como Francisco Vázquez de Coronado (quien, en su expedición para localizar las siete ciudades de Cíbola, pasó por las actuales

Oklahoma, Iowa, Kansas y quizá Nebraska) o de su segundo García López de Cárdenas, que, al mando de 25 hombres, descubrió el monumento natural más famoso de Arizona: el Gran Cañón del Colorado, en el norte del estado. La primera expedición española a Colorado se fecha en 1598. Su proximidad con Nuevo México hizo que se establecieran numerosos asentamientos en el

sur, pero no fue, desde luego, una aventura fácil. En 1680, los indios Puebla expulsaron a los colonos españoles hasta El Paso. Fue en 1824 cuando el estado pasó a manos de la nueva república mexicana. Sin duda, la historia de Nuevo México –el quinto estado por extensión del país– no se comprendería sin el concurso de los españoles. En 1536, Cabeza de Vaca y sus “náufragos” llegaron a Culiacán (Mexico), tras cruzar el sur de Nuevo México. Las expediciones de fray Agustín Rodríguez (1580-1581), fray Bernadino Beltrán y fray Antonio de Espejo (158283) antecedieron al primer asentamiento en Nuevo México, el de Juan de Oñate (1598), quien fijó la capital en San Juan de los Caballeros y extendió el llamado “Camino Español”. En 1824, tuvo lugar la ruptura con la metrópoli. El explorador Álvarez de Pineda perfiló en 1519 el primer mapa de la costa de Texas, nueve años antes de que Cabeza de Vaca llegara a las proximidades de Galveston. Coronado hizo acto de presencia en la parte oeste, en busca de las siete ciudades de Cíbola, mientras que, en 1682, quedó establecida la primera misión en Corpus Christi de la Isleta. En 1854, los Estados Unidos se lo anexionaron como el “estado número 28”. Nuestra influencia se deja notar aún, por ejemplo, con los populares rodeos, en los que antaño participaban vaqueros españoles y mexicanos. Territorio francés desde sus primeras exploraciones, en 1762 los galos cedieron a España las zonas de Louisiana al oeste del Mississippi, lo que incluía el sur de actual Minnesota. Sin embargo, nuestro país nunca demostró un gran interés por esta región, distante de sus principales centros de poder.

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Corría el año 1541 cuando Hernando de Soto se convirtió en el primer europeo en explorar Arkansas. La región cayó pronto bajo el área de influencia francesa. En 1762, los galos acabaron cediendo el territorio de la Louisiana – incluida Arkansas– a España. De mano en mano, el tercer Tratado de San Ildefonso (1800) devolvió estas tierras a sus primeros poseedores. Al igual que Arkansas, Lousiana fue explorada por el conquistador Hernando de Soto en 1541. En 1803, se convirtió en otro de los pilares de Estados Unidos tras un colorista itinerario histórico bajo nada menos que... ¡diez banderas! Hernando de Soto exploró el actual estado de Tennessee en 1541. Veintiséis años más tarde, en el verano de 1567, el capitán Juan Pardo, otro explorador español, lo bautizó con el nombre que luego mantendría, tras recorrer una población de nativos americanos llamada “Tanasqui”. La falta de oro hizo que la expedición de de Soto pasara por alto la coloniza ción de territorios como Mississippi, por la que vagó el infatigable aventurero de Jerez de los Caballeros. Mississippi pasaría a la órbita francesa a finales del siglo XVII.

te, donde fue exhibido ante la corte, y bautizado con el nombre de Don Luis. Educado por los españoles en México y Madrid, Don Luis regresó en 1570 como guía de los españoles, con el fin de facilitar el asentamiento de los jesuitas en la península. Pero Paquinino nunca pudo olvidar el peso de su sangre: desertó, y dirigió una campaña contra los conquistadores en la que perecieron ocho frailes jesuitas. Los españoles se vengaron con un ataque en 1572 que acabó con la vida de al menos cuarenta nativos.

Delaware, el primer estado que ratificó la Constitución de los Estados Unidos –el 7 de diciembre de 1787– fue explorada por el inglés Henry Hudson en 1609, pero sus habitantes recuerdan con orgullo que fueron los españoles y los portugueses quienes primero avistaron sus costas. De nuevo Pedro Meléndez de Avilés (1519-1574) estuvo detrás de la exploración de un territorio, Maryland, cuya bahía de Chesapeake navegó en 1572. No obstante, la huella española resulta escasa en este estado, que evoca con singular aprecio el viaje que llevó a cabo el italiano Giovanni Caboto en 1498.

asentamiento europeo en Estados Unidos: San Miguel de Guadalupe, cerca del río Peedee. El rápido final de esa colonia coincidió con el suyo propio... De 1569 a 1684, la historia de Georgia estuvo dominada por el afán evangelizador de los misioneros católicos españo les. El sistema colonial asimiló la diversidad de tribus nativas a lo largo de la frontera norte de Florida. La primera misión que se estableció con éxito fue la de San Pedro de Mocama, mientras que la de Santa Catalina de Guale se convirtió, pasado el tiempo, en la capital. Entre las curiosidades ligadas a la historia hispana de este territorio, se sabe que Hernando de Soto, en su viaje exploratorio de 1540-42, recorrió algunas partes del mismo, siendo el primer europeo en avistar a los mound builders, una tribu que se extinguiría tan solo unas décadas después. La rivalidad por el control de Georgia, punto de gran importancia geoestratégica por su cercanía con Florida, desencadenó en 1739 una cruenta guerra entre Gran Bretaña y España, en el contexto de la llamada guerra de la Oreja de Jenkins.

Florida es tal vez el estado más hon-

Conocida por los españoles desde la famosa expedición de Pánfilo de Narváez de 1528, la batalla de Mobile, que enfrentó en 1540 a los hombres de Hernando de Soto contra los nativos comandados por Tascalusa, fue uno de los hechos más significativos en el sangriento amanecer español de Alabama. El explorador Tristán de Luna alcanzó su río mientras buscaba un poco de comida, y quiso crear un asentamiento permanente en la bahía de Mobile, que fue devastado tras un huracán. Fueron los franceses quienes se hicieron con las riendas de su destino, allá por 1702, tras levantar Fort Louis.

El siglo XVI se caracterizó por las convulsiones entre Francia y España por el con trol del sureste de Estados Unidos. Desde la expedición de Lucas Vázquez de Ayllón en la década de 1520 hasta el viaje de Hernando de Soto, que se aventuró a cruzar los Apalaches, se iba preparando el terreno para su colonización. Tal ambición alcanzó su punto máximo cuando Juan Pardo dirigió dos expediciones (1566-1568) hacia el valle Catawba y las montañas de Carolina del Norte y Tennessee, gracias a las cuales pudo levantar varios fuertes y cumplir su misión evangelizadora. La animosidad de los nativos hizo naufragar cualquier tentativa de un asentamiento permanente, lo que aprovecharon los ingleses para reivindicar su dominio, a partir sobre todo del desastre de la Armada Invencible, en 1588.

Pedro Menéndez de Avilés, el primer gobernador de la Florida, llegó a la bahía de Santa María –en Virginia– en 1561. Fue en el pueblo de Chiskiack donde convenció a Paquinino, hijo de un jefe indígena que a la sazón contaba 17 años de edad, para conocer el Viejo Continen-

El primer contacto de Carolina del Sur con los aventureros españoles tuvo lugar en 1521 en la bahía Winyah. El capitán Francisco Gordillo exploró las costas de este estado, una tarea en la que ahondó, cinco años más tarde, Lucas Vázquez de Ayllón, el explorador que fundó el primer

damente ligado a la tradición hispana. Su pronto descubrimiento por Juan Ponce de León cuando buscaba la mítica fuente de la eterna juventud, se produjo entre marzo y abril de 1513. Este lugar repleto de flores –de ahí su nombre– inspiró numerosas expediciones a lo largo del tiempo, como la que llevó a cabo Pánfilo de Nárvaez por su costa oeste, en 1528. Fue Álvar Núñez Cabeza de Vaca, subcomandante de aquella expedición, quien nos dejó unas vivísimas impresiones de la región en Naufragios, una obra donde relata los ocho años de penurias que pasó entre Florida y México, tras naufragar cerca de la isla de Galveston (Texas). El rastro español en Florida no solo no se perdió con el correr de los siglos, sino que se revitalizó. Durante la Guerra de la Independencia, el gobernador de La Louisiana, Bernardo de Gálvez, venció a los ingleses en la batalla de Pensacola, un acontecimiento que significó la devolución de la península a España. Solo en 1819, con el citado Tratado de AdamsOnís, nuestro país reintegró estas tierras a Estados Unidos. •

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El arma más temida del imperio español

Tercios

el primer ejército moderno de la historia

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Los Tercios españoles configuraron la primera infantería moderna de la historia. Se inspiraron en las legiones romanas. Recorrieron toda Europa expandiendo y defendiendo el imperio en escenarios como Italia, África, Flandes, Francia, Portugal, Alemania e incluso Hungría. Obtuvieron todo tipo de victorias a lo largo del siglo XVI y hasta mediados del XVII, convirtiéndose en el germen de los futuros regimientos, batallones y brigadas de los que se componen actualmente todos los ejércitos del mundo.

© J. F. Clauzel

JAVIER GARCÍA DE GABIOLA

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 La batalla de Ceriñola constituyó una de las victorias más celebradas del Gran Capitán, que había renovado la milicia en Europa.

urante mil años, desde la caída del imperio romano hasta finales de la Edad Media, la caballería fue la reina de los campos de batalla. El redescubrimiento del estribo y la llegada de las migraciones bárbaras procedentes de las estepas euroasiáticas, lugares idóneos para la cría de caballos, hicieron que el jinete superara finalmente a la infantería pesada romana, organizada en legiones. El jinete era un guerrero de élite que requería un equipo carísimo, como varios caballos, una armadura y un entrenamiento que podía durar toda la vida, pero aunque por ello su número era escaso, su calidad era muy superior a la del infante

■ EL RESURGIR DE LA INFANTERÍA Sin embargo, la infantería podía imponerse a la caballería si se lograba contar con recursos suficientes como para equipar un número elevado de soldados. Así, la masa de infantes, muy superior en número a los jinetes, una vez entrenados como luchadores colectivos (y no individuales, como los caballeros) y protegidos bajo un bosque de lanzas, podían detener la carga de los

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jinetes. Equipar a esta masa de infantes exigía realizar registros de ciudadanos, almacenes de armamento, funcionarios para realizar las levas, organización de convoyes y depósitos de suministros para alimentarlos, todo ello presente con la estructura burocrática del imperio romano. Sin embargo, en cuanto el régimen imperial se resquebrajó por las guerras civiles entre diferentes familias por el control del imperio, y cuando la presión fiscal era tan grande que las gentes abandonaban las ciudades para volver al anonimato del campo, la infantería dejó de funcionar eficazmente y fue derrotada por las élites de una caballería bárbara renacida. No obstante, a finales del siglo XIII los estados feudales europeos empezaron a convertirse en incipientes estados modernos al desarrollar sus instituciones tributarias y su funcionariado, y al contar con las primeras financiaciones bancarias, lo que facilitó el equipamiento de las formaciones masivas de ciudadanos lanceros, especialmente en las zonas urbanas donde la administración era más sencilla y eficaz. De este modo, en el siglo XIV los lanceros triunfaron en Stirling y Bannockburn sobre la caballería inglesa; en Courtrai sobre la

 El Duque de Alba lideró a los Tercios en varios combates a lo largo del s. XVI.

 La defensa de Cádiz contra los ingleses, obra de Zurbarán.

QUIZÁ SIN SABERLO, EL GRAN CAPITÁN HABÍA REPRODUCIDO LA ESTRUCTURA DE LA LEGIÓN ROMANA, FORMADA POR 5.000 SOLDADOS caballería francesa; en Laupen sobre los jinetes alemanes; o los arqueros ingleses sobre la caballería francesa en Crecy, Poitiers y Azincourt en los siglos XIV y XV. Finalmente, la propia caballería castellana fue derrotada en Aljubarrota y en Nájera frente a portugueses e ingleses.

■ LA INFANTERÍA ESPAÑOLA En España, la reconquista llevaba un parón de casi dos siglos motivada por las guerras civiles entre nobles y reyes, que hizo que la infantería retrasase su aparición, ya que era más útil un jinete acorazado que pudiera desplazarse a gran velocidad por todo el reino para someter los focos de rebelión que pudieran surgir, que una lenta masa de soldados a la que congregar. Sin embargo, con la consolidación de la monarquía con los Reyes Católicos se retomaron las campañas de la reconquista con la guerra de Granada, en las que el objetivo no era vencer al enemigo sino conquistar y

colonizar todas y cada una de sus ciudades y fortalezas. Con ello, en España resurgió la guerra de asedio, en la que el infante y la artillería eran más útiles que el jinete, y nuestro país se puso a la altura de las demás potencias europeas, en las que el modelo de infantería de piqueros suizos era el predominante. España también siguió el modelo de piqueros suizo, pero nuestra experiencia en guerra de asedio hizo que se valorasen otras armas como las espingardas y más tarde los arcabuces. Aunque un arquero podía disparar 6-10 veces por minuto frente a 1 o 2 de los tiradores españoles, sin embargo el arquero tenía un poder de penetración y distancia de fuego menor, y era mucho más fácil entrenar a un tirador que a un arquero. Con ello, en las guerras de Italia, Gonzalo Fernández de Córdoba en 1495 tuvo la genial idea de mezclar en un solo cuerpo de 5.000 soldados de infantería a piqueros, infantes con escudo y

 Ilustración de un comandante español en 1577.

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© J. F. Clauzel

EN 1536 CARLOS V CREA LAS TRES PRIMERAS UNIDADES ORGÁNICAS DE LA HISTORIA: LOS TRES TERCIOS DE NÁPOLES, LOMBARDÍA Y MÁLAGA

 Así era un Tercio Los Tercios tenían una composición muy variable, oscilando entre las ocho y las 20 compañías y, aunque su tamaño teórico era de 3.000 soldados, en realidad solían estar formados por entre 1.000 y 2.000 hombres.

Sus soldados eran los COSELETES, O PIQUEROS protegidos con armadura y que eran los primeros en la línea de batalla; LOS MEDIAS PICAS, que contaban con armadura sólo en el cuerpo; y LOS PICAS SECAS, situados a retaguardia, que eran piqueros que sólo contaban con un yelmo como protección. Los TIRADORES estaban formados por los ARCABUCEROS, y desde 1567 los mosqueteros, que usaban armas más pesadas que requerían ser apoyadas en una horquilla plantada en el suelo, pero tenían un alcance mayor que el del arcabuz. En batalla, varias compañías de piqueros del Tercio o incluso de varios, formaban en un gran cuadro llamado escuadrón, que, siguiendo a Martínez Ruíz, podía ser “de gente” (con más profundidad que frente), “de terreno” (un cuadrado perfecto de igual frente que fondo) y el más común, el “prolongado” (más frente que fondo). En los lados del escuadrón formaban los tiradores, a veces formando un pequeño cuadro en cada esquina, u otras prolongando el frente del escuadrón al situarse a ambos lados del mismo. Estas unidades, llamadas “mangas” a veces actuaban simplemente de forma independiente, en tareas de exploración, o como hacía habitualmente el Duque de Alba, escaramuceando en vanguardia contra el enemigo para provocar su ataque de forma desordenada, ataque que luego chocaría contra la masa que piqueros que estaba esperándole, mientras los tiradores se colocaban a cubierto de las picas o en retaguardia. Rechazado el ataque, con el enemigo tambaleándose e iniciando el repliegue, los tiradores volvían a salir para acosar al enemigo en su huida hasta aniquilarlo.

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espada, y tiradores, con un pequeño complemento de jinetes. Quizá sin saberlo, Gonzalo había reproducido la estructura de la legión romana, formada por 5.000 soldados, parte de infantería pesada, otros tiradores (los vélites, que eran honderos y arqueros) y un grupo de jinetes para labores de exploración. Tras unos inicios titubeantes –Gonzalo fue derrotado por la caballería francesa y los piqueros suizos en Seminara–, después nuestro Gran Capitán destrozó a estas mismas fuerzas de nuevo en Seminara, en Ceriñola y en Garellano (1503). Los tiradores hispanos, los grandes olvidados de los ejércitos europeos, destrozaban a los piqueros o a los jinetes antes de que llegaran al choque, de modo que cuando por fin entablaban contacto con los piqueros españoles, estos les rechazaban fácilmente, y luego la caballería les perseguía en la retirada. Acababa de nacer la cooperación entre armas como se la concibe hoy en día, otra invención española.

primeras unidades orgánicas de la historia: los tres Tercios de Nápoles, Lombardía y Málaga, cada uno formado por diez compañías de piqueros y 2-3 de arcabuceros, de unos tres mil hombres cada uno. Los tercios, a diferencia de otras unidades, no eran disueltos al acabar cada campaña, sino que seguirían en activo permanentemente para mantener a los

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un contínuum territorial, sino que entre una posesión y otra, como Flandes, Milán, Nápoles, el Franco Condado o América, había cientos o miles de kilómetros), se hizo necesario crear una unidad que estuviera permanente de guarnición en los territorios más amenazados. Así, en la Ordenanza de Génova de 1536, Carlos V crea y nombra por primera vez a las tres

 El equipamiento de los Tercios

Poco a poco el sistema español fue siendo imitado en todos los ejércitos de la época, pero en el ínterim, España pudo conquistar Nápoles, Milán, vencer en Bicoca (1522) y Pavía capturando al rey de Francia (1525), saquear Roma y rechazar a los turcos (1529). Es entonces cuando Carlos V realizó otra innovación que revolucionará a los ejércitos y el arte de la guerra: la aparición del Tercio.

■ LLEGA EL TERCIO Hasta 1536 (con la excepción del imperio romano y los pequeños cuerpos de guardias reales), no existía el ejército permanente, de modo que las tropas eran levantadas para una campaña, a veces para varias, pero en cuanto la guerra terminaba, todos los soldados eran licenciados. Sin embargo, en España, con tantos territorios dispersos que defender y tantos enemigos expectantes (el imperio, a diferencia de otros países, no era

● PICA. Era considerada la reina de las batallas al menos durante el siglo XVI. Su tamaño era muy variable, aunque solía alcanzar los 5,5 metros de largo, y estaba formada por un asta de madera de fresno que culminaba en una hoja de hierro. De difícil manejo por su peso (unos cinco kilos) y su longitud, era utilizada tanto para crear un bosque de lanzas que impidiera el ataque de la caballería (en ese caso se colocaba apoyada en el suelo en un ángulo de 45 grados con la otra mano en el pomo de la espada, todavía envainada, ya que era frecuente que los jinetes en su carga rompieran la pica y tuviera que recurrir a la espada a continuación) o contra otros piqueros (en ese caso la pica se asía con las dos manos a la altura de la cadera, en horizontal). Los piqueros además estaban protegidos por una armadura compuesta por un yelmo (de menor a mayor protección, un capacete, un morrión o una celada), peto, espaldar, brazales, manoplas y escarcelas en los muslos. ● ARCABUZ. Los tiradores contaban con un arcabuz (cuyo disparo llegaba a 50 metros) o con un mosquete (arma más pesada de 1,25 metros de largo y un alcance de 100 metros, que requería una horquilla para sujetarla). En un morral llevaba la mecha y el pedernal para encender el arma, una baqueta para cargarla, una carga de plomo y un molde para balas. Así, el tirador hacía sus propias balas con el plomo y el molde. Finalmente, del pecho le colgaban doce cargas de pólvora en estuches de madera en una bandolera, llamados con guasa “los doce apóstoles”, y un frasco con más pólvora para preparar nuevas cargas. ● UNIFORME. No era uniforme propiamente dicho. Respecto a su vestimenta, los tiradores, al tener que estar desplazándose constantemente por el campo de batalla, tenían que ser una tropa rápida y ligera, de modo que no llevaban protección personal. Un sombrero tipo chambergo era lo que les caracterizaba. El resto de su ropa era la de un civil, generalmente un coleto de cuero (casaca de dos tercios con faldones), jubón, calzones, camisas y medias calzas.

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ESPAÑA: EL MUNDO ERA NUESTRO

veteranos de anteriores luchas en pie de guerra y fomentar el espíritu de cuerpo, y para defender las posesiones españolas más alejadas. Sólo décadas más tarde las demás potencias europeas verán las ventajas de este sistema, creándose en Francia, Alemania e Inglaterra unidades

semejantes llamadas regimientos, también de carácter permanente. Sobre el origen del nombre de “Tercios” se han barajado mucha s hipótesis, como por ejemplo por estar formado por un tercio de tiradores, o como una derivación de Legión Tertia, ubicada en España,

pero parece que no se ha tenido en cuenta algo tan sencillo como que las primeras unidades creadas del ejército permanente eran tres, de modo que cada una de ellas era un tercio del ejército permanente. Más tarde, el Tercio de Málaga se convirtió en el de Cerdeña, y del de Nápoles

 Grandes batallas de los Tercios en el siglo XVI

CERESOLE (1544). El ejército francés de Francisco de Borbón, formado por 13.000 hombres, invadió Milán, donde chocó con el hispano-imperial de Francisco de Ávalos, de unos 15.000 soldados. En el centro y el ala sur, la infantería alemana e italiana fue batida, y en el ala norte los españoles derrotaron a los galos para ser finalmente vencidos por el regreso de los franceses victoriosos en las otras alas. SERRAVALLE (1544). El Marqués del Vasto, batido en Ceresole, pudo replegarse y destruir a un ejército de 10.000 mercenarios italianos de Strozzi. MUHLBERG (1547). El Duque de Alba logró cruzar el río Elba con 3.600 jinetes y 2.000 tiradores, gracias a los infantes españoles que rechazaron a los tiradores protestantes y lograron montar un puente. El ejército de Juan Federico de Sajonia, de 7-5.000 hombres, fue destruido en la huida. SAN QUINTÍN (1557). Manuel Filiberto de Saboya, con 11.000 soldados, fue atacado por Anne de Montmorency, con 24.000 franceses, cuando se encontraba sitiando San Quintín. El francés mandó un cuerpo en vanguardia para cruzar el Somme y entrar en la plaza, pensando que los españoles no podrían cruzar el río. Estos lo hicieron, aniquilaron la vanguardia, la caballería cayó sobre el flanco izquierdo francés y lo destruyó. GRAVELINAS (1558). El Señor de Termes invadió Flandes con 14.000 franceses siendo sorprendido por el conde de Egmont con 16.000 españoles, que avanzó contra él sin esperar a la artillería. Los franceses no pudieron desplegarse correctamente, siendo batidos. HEILIGERLEE (1568). Tres mil españoles bajo Arenberg fueron vencidos por 4.000 holandeses de Luis de Nassau cuando el

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Tercio de Cerdeña tachó a Arenberg de cobarde y le forzó a atacar, cayendo en una emboscada. JEMMINGEN (1568). El duque de Alba con 15.000 hombres arrinconó a 12.000 holandeses de Luis de Nassau. Enviando una vanguardia de arcabuceros provocó que abandonaran sus trincheras y atacaran al ejército español, que les destruyó. MOOKERHEIDEN (1574). Luis de Nassau invadió Flandes desde Alemania con 8.000 soldados, siendo interceptado por Sancho Dávila con 5.000 hombres. Ambos bandos se enzarzaron en una lucha frontal por unas trincheras, y la caballería holandesa fue rechazada por la hispana cuando intentaba envolver a los infantes, causando el pánico entre los holandeses que fueron masacrados en su huida. GEMBLOUX (1578). La caballería de Alejandro Farnesio, vanguardia de los 17.000 españoles de don Juan de Austria, intentó a atrapar a un ejército flamenco de 25.000 soldados que trataba de replegarse, causando el pánico y destruyéndolo. ALCÁNTARA (1585). El Duque de Alba atacó con 12.000 soldados las posiciones del prior de Crato que contaba con 8-10.000 portugueses protegidos por un río, distrayendo al grueso portugués con los italianos que atacaron el flanco sur, mientras las caballería y la infantería cruzaba sin problemas más al norte y caía sobre el flanco portugués, aniquilándolo. NIEUPORT (1600). Alberto de Austria tras marchar 45 kilómetros, atacó con 7.000 hombres a los 10.000 holandeses de Mauricio de Nassau, que estaban posicionados en unas dunas en la playa. Tras cuatro asaltos, lograron tomar la primera línea de dunas, pero la caballería holandesa contraatacó y destrozó a los españoles.

 De armas tomar

 Los tercios con la bandera y la actitud marcial que distinguió a esta tropa.

Clauzel, el gran pintor militar LAS PINTURAS DE JOSÉ FERRE CLAUZEL –cuyas obras ilustran nuestros reportajes de este mes sobre los Tercios– son dignas de figurar en los mejores museos del mundo. Formado en la Escuela de Bellas Artes de París, lleva toda la vida con el pincel en la mano y ha recreado como nadie nuestra historia militar, desde los Tercios a la División Azul. Es una fascinación que le viene de lejos y que en España no ha tenido apenas tradición. Los cuadros de Clauzel palpitan, nos llevan al mismo corazón de la batalla. Una muestra significativa de su talento puede admirarse en la Asociación Arte Militar (www.artemilitar.es) y en su página personal www.joseferreclauzel.com

EL SOLDADO DEL TERCIO ESPAÑOL era reclutado en la Península, cuando un capitán, autorizado por el rey y por el maestre de campo del tercio que se iba a formar, plantaba la bandera en un pueblo para crear su compañía. Allí el recluta se alistaba como voluntario, atraído por la perspectiva de la paga, los ascensos, la aventura, y quizá hacer fortuna en algún saqueo. Una vez comprobadas sus aptitudes físicas por el veedor, recibía una primera paga para poder equiparse, o como premio si ya estaba equipado. Formada la compañía, esta marchaba por mar hasta Italia, donde los bisoños pasaban a realizar tareas de guarnición en los presidios durante por lo menos un año, siendo convertidos en soldados. Una vez curtidos, eran mandados generalmente a Flandes, donde se convertían en tropas veteranas. A diferencia de otras naciones, en España se creó un sistema de perfeccionamiento del soldado de varios años de duración. La tropa, formada en gran parte por pequeños hidalgos, era muy orgullosa y aunque aceptaba los castigos corporales, estos debían hacerse con el acero y no con la madera. Cuando se producían retrasos en las pagas, el infante español, a diferencia de los de otras naciones, nunca se amotinaba antes de la batalla o el asedio, sino después de ella. Por otro lado, los motines se hacían siempre con orden. En cuanto al saqueo, sorprendentemente, consistía en negociar con el alcalde de una ciudad tomada la cantidad que se debía pagar a la tropa, y era el propio alcalde el que realizaba la colecta entre los vecinos. Sin embargo, en ocasiones como el famoso saco de Amberes de 1576, con retrasos de hasta 30 meses, los tercios se desbandaron y torturaron a la población civil. Otras veces el saqueo violento era permitido, como los que autorizó el Duque de Alba para convencer a las ciudades rebeldes holandesas a volver al dominio español.

EL DUQUE DE ALBA MARCHÓ A FLANDES CON UNOS 10.000 SOLDADOS EN CUATRO TERCIOS DESDE ITALIA PARA APLACAR LA REVUELTA DE LOS FLAMENCOS se segregó otro llamado de Sicilia, sumando en total cuatro tercios. Posteriormente, a lo largo del siglo XVI y XVII se crearon (y disolvieron) otros muchos (72 de ellos ha identificado Juan Luis Sánchez sólo en Flandes), por lo que los cuatro primeros, para reconocer su antigüedad, pasaron a

ser conocidos como Tercios Viejos. Finalmente, también las tropas italianas pasaron a estar formadas por Tercios, así como los irlandeses. Las demás tropas, como valones, flamencos o alemanes, estarían agrupadas en regimientos. No se debe olvidar que el imperio español, desde 1520,

era un imperio plurinacional, en el que sólo entre un 10 y un 15% de las tropas en lucha eran españolas, aunque sin embargo, el peso de la acción y el nervio de la guerra eran llevado a cabo por nuestros tercios de infantería. Finalmente, en 1567 el Duque de Alba marchó a Flandes con unos 10.000 soldados en cuatro tercios desde Italia para aplacar la revuelta de los flamencos, quedando allí permanentemente como tropas de combate, y dando comienzo la épica singladura de los Tercios de Flandes. •

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Descubridores LAS GRANDES HISTORIAS de la Historia se construyen a partir del esfuerzo anónimo, pero exigen la presencia de individuos con una personalidad arrolladora, capaces de soportar sobre sus hombros el peso de transformar el tiempo que les tocó vivir. Una realidad como la conquista de América, la transformación del mundo conocido, ha de estar por fuerza acompañada por héroes y villanos de primera magnitud, por personajes con luces intensísimas y las más abrumadoras sombras, capaces de ser Historia por sí mismos. Nombres como los de Hernán Cortés, quien en su juventud marchara a buscar fortuna en el Nuevo Mundo y acabara ejerciendo su imprescindible liderazgo en la conquista de México, o Bartolomé de las Casas, cronista, obispo de Chiapas y uno de los primeros defensores de los derechos de los sufridos indígenas en tierras americanas, son parte indispensable de un imperio al que el nuevo continente hizo inmenso. En un proceso de imposición y posterior asimilación de la cultura europea, en la que la fuerza de las armas fue la verdadera protagonista, la brutalidad de unos y el contrapeso sensible de otros acabó por definir el mundo tal y como lo conocemos hoy en día. Nombres que hoy son figuras imprescindibles en la Historia de España.

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Alonso Sánchez, el “prenauta”

¿Descubridor de

América

?

Diversos autores y tradiciones nos hablan de un misterioso marino onubense, Alonso Sánchez, que pudo preceder a Cristóbal Colón en el descubrimiento del Nuevo Mundo. La realidad del “prenauta” se confunde con su leyenda, que viene a avivar el fuego de un viaje lleno de lagunas y puntos negros.

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uienes se den una vuelta por los jardines del Muelle de Huelva se toparán con un monumento del escultor León Ortega consagrado a la memoria de un navegante. En su base figura la siguiente inscripción: “Al marino Alonso Sánchez de Huelva, predescubridor del Nuevo Mundo”. Un instituto de Educación Secundaria, en la Avenida Pío XII de la misma ciudad, un parque, o una embarcación de salvamento de cobertura bautizada también en su honor recuerdan a ese “predescubridor” o “prenauta”, el hombre que supuestamente antecedió a Colón en la conquista del Atlántico y el descubrimiento del Nuevo Mundo. Su biografía parece haberse gestado en un muelle de brumas. Fijar las coordenadas de su nacimiento o de su muerte es poco menos que una misión imposible, sobre todo porque ni siquiera sabemos qué crédito conceder a una de las historias más heterodoxas y fascinantes de cuantas han alumbrado las crónicas. El fraile dominico Bartolomé de las Casas (1484-1566) fue uno de los autores más significativos que dio carta de naturaleza al personaje, rebajando en parte, aunque sin pretenderlo, el mérito de Cristóbal Colón, cuyas destrezas en el oficio de marino y probada intuición no parecían bastar a su hazaña. No, el genovés necesi-

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ALBERTO DE FRUTOS taba que alguien le echara una mano; y el apologista de los indios registró un rumor muy difundido en la época según el cual: “Díjose que una carabela o navío que había salido de un puerto de España (no me acuerdo haber oído señalar el que fuese, aunque creo que del reino de Portugal se decía) y que iba cargada de mercaderías para Flandes o Inglaterra, o para los tratos que por aquellos tiempos se tenían, la cual, corriendo terrible tormenta y arrebatada de la violencia e ímpetu della, vino diz que a parar a estas islas y que aquesta fue la primera que las descubrió. Que esto acaeciese así, algunos argumentos para mostrarlo hay (…)”. No obstante, el padre no escatimó elogios a la hora de ensalzar al descubridor oficial de las Indias. Tal como apunta E. Ortiz, de la Universidad de Arizona, “el piloto fue una de tantas ayudas divinas que Colón recibió para realizar su expedición. De esta manera, Las Casas nos dice que Colón era el elegido de Dios y por esa condición ‘de todas partes y por muchas maneras daba Dios motivos y causas a Cristóbal Colón para no dudase de cometer tan grande hazaña’”.

n LA VERSIÓN DEL INCA Alonso Sánchez se fue materializando desde su bruma primigenia hasta tomar cuerpo por obra y gracia de varios estudiosos que dieron pábulo a su existencia. En

realidad, Las Casas no fue el primero que nos habló de él. La paternidad del piloto misterioso habría que atribuírsela a otro sobresaliente historiador, Gómez Suárez de Figueroa, llamado el Inca Garcilaso de la Vega, quien se la habría oído contar a su padre, servidor de los Reyes Católicos. En el capítulo III de sus Comentarios reales (1609), el inca presentaba una minuciosa reconstrucción de los hechos: “Cerca del año de mil y cuatrocientos y ochenta y cuatro, uno más o menos, un piloto natural de la villa de Huelva, en el condado de Niebla, llamado Alonso Sánchez de Huelva, tenía un navío pequeño, con el cual contrataba por la mar, y llevaba de España a las Canarias algunas mercaderías que allí se le vendían bien, y de las Canarias cargaba de los frutos de aquellas islas y las llevaba a la isla de la Madera, y de allí se volvía a España cargado de azúcar y conservas. Andando en esta su triangular contratación, atravesando de las Canarias a la isla de la Madera, le dio un temporal tan recio y tempestuoso que, no pudiendo resistirle, se dejó llevar de la tormenta y corrió veinte y ocho o veinte y nueve días sin saber por dónde ni adónde, porque en todo este tiempo no pudo tomar el altura por el sol ni por el Norte. Padecieron los del navío grandísimo trabajo en la tormenta, porque ni les dejaba comer ni dormir. Al cabo de este largo tiempo se aplacó el viento y se hallaron cerca de una isla; no se sabe de cierto cuál fue, mas de que se sospecha que fue la que ahora llaman Santo Domingo”. Prosigue diciendo el Inca que, una vez tomaron notas de todo lo visto, Alonso Sánchez y sus hombres decidieron partir de la isla a tiento: “Y por la dilación del camino les faltó el agua y el bastimento de cuya causa, y por el mucho trabajo que a ida y venida habían padecido empezaron a enfermar y morir de tal manera que de diez y siete hombres que salieron de España no llegaron a la Tercera más de cinco y entre ellos el piloto Alonso Sánchez de Huelva”. El Inca remacha, pues, algunos datos que luego repetirán en el futuro, con algunas variantes, otros cronistas. El primero se refiere a la fecha del Descubrimiento: 1484, es decir, ocho años antes de que Colón finiquitara la Edad Media convencido de que tan solo (y nada menos) había hallado el camino a las Indias. Y el segundo, a las circunstancias de tan singular aventura, que convirtió a Alonso Sánchez en un

EL INCA REMACHA ALGUNOS DATOS QUE REPETIRÁN EN EL FUTURO OTROS CRONISTAS. EL PRIMERO SE REFIERE A LA FECHA DEL DESCUBRIMIENTO: 1484

 Navegantes. La seguridad con que Colón emprendió rumbo a las Indias hizo creer a sus coetáneos que había dispuesto de cierta información suministrada por un marinero onubense, Alonso Sánchez, que se le habría adelantado varios años en el descubrimiento del Nuevo Mundo náufrago por dos veces, si bien la suerte no le dio a la postre la espalda; puesto que, al menos, fue él el primero en poner el pie sobre las tierras vírgenes de América. Pero, ¿lo fue? Los partidarios de que Colón se inspiró en el viaje de Sánchez siguen, sobre todo, la pista de las Capitulaciones de Santa Fe, que recogen los acuerdos suscritos por los Reyes Católicos y el almirante relativos a la expedición a las Indias siguiendo la ruta occidental. ¿Cómo pudo ser tan preciso el genovés a la hora de perfilar su ruta? Los detractores, entre tanto, reclaman que el almirante fue víctima de una conspiración, fruto de la envidia, para menoscabar su fama. Tal vez el libro más completo para revisar las razones de unos y otros sea el escrito por Baldomero de Lorenzo en 1892, Cristóbal Colón y Alonso Sánchez o el primer descubrimiento del Nuevo Mundo, un catálogo que resume todas las teorías presentadas sobre el “prenauta” hasta entonces. Uno de los capítulos quiere mostrarse concluyente cuando sostiene: “Cristóbal Colón, en su primer viaje, siguió el derrotero que le había enseñado Alonso Sánchez”. Su prueba, quizá no tan irrefutable, era que, de acuerdo con el Diario de Colón, el almirante “llevaba un

rumbo cierto, determinado, fijo; es decir, que sabía a dónde iba, que no caminaba a la ventura, y esto tenía que ser debido a los datos que le suministrara el desgraciado náufrago de Huelva”.

n LA VIDA EN UNA BALANZA Lo cierto es que, tras la atenta lectura de las crónicas, uno tiene la impresión de que el “prenauta” se ha balanceado en un peso y que las cargas han vacilado a la hora de resolver su existencia real. En un artículo publicado por La Ilustración Española y Americana el 30 de marzo de 1892, y bajo el epígrafe Precursores fabulosos de Colón, su autor, Juan Pérez de Guzmán, hace una síntesis de las distintas voces que han mencionado su existencia, si bien, concluye él con ímpetu, todas son falsas: “Lo malo que tuvo desde su origen esta patraña fue el haber dado origen a tantas otras como desde entonces se han sucedido por el mundo, disputando cada país de su respectiva invención a Cristóbal Colón y a España los honores de la prioridad en el descubrimiento (…)”. En su opinión, la exposición de tantas versiones demuestra que todas tenían por origen una misma fuente: la de la “novela inventada por la imaginación del pueblo

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CONQUISTADORES: LA ESPADA DEL IMPERIO

LOS PARTIDARIOS DE QUE COLÓN SE INSPIRÓ EN EL VIAJE DE SÁNCHEZ SIGUEN, SOBRE TODO, LA PISTA DE LAS CAPITULACIONES DE SANTA FE para disminuir la gloria de Colón”. El artículo recoge, por ejemplo, las reflexiones del historiador Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557), uno de los principales difusores de la leyenda del “prenauta”, que, tras explicar la versión del piloto perdido, se niega a menguar el valor de Colón; pues, según él, “que esto pasare así o no, ninguno con verdad lo puede afirmar; pero aquesta novela así anda por el mundo entre la gente vulgar de la manera que yo he dicho. Para mí yo la tengo por falsa (…)”. Hemos dejado a Alonso Sánchez en Santo Domingo, en una fecha tan temprana como 1484. Pero, ¿qué pasó después? ¿Cómo llegó el genovés a tener conocimiento de esa historia, que, en teoría, tanto habría de facilitar su primer y exacto viaje a las Indias? El azar puso en relación a ambos personajes en la isla de Porto Santo, en Madeira, donde el almirante residió entre 1478 y 1484. Su hijo Hernando refiere la estancia de su padre en el V capítulo de su Historia del almirante, donde confirma que Colón naufragó tras un combate naval en las aguas de Cabo de San Vicente (1476), al sur de Portugal, y, tras recuperarse de los daños sufridos, se dirigió a Lisboa, donde conoció a la que habría de ser su mujer, Felipa Muñiz, comendadora en el monasterio de Todos los Santos, “donde el Almirante iba de ordinario a misa”. Pues bien: fue su suegra quien, según Hernando, le puso al tanto de los conocimientos que de cosmografía había tenido su marido, Pedro Muñiz, quien en vida llegó a ser gobernador de la isla de Porto Santo. “Y porque vio la suegra que daba mucho gusto al Almirante saber semejantes navegaciones, y la historia de ellas, le dio las escrituras y cartas de marear que habían quedado de su marido con lo cual el Almirante se acaloró más, y se informó de otros viajes y navegaciones que hacían entonces los portugueses a la Mina y por la costa de Guinea, y le gustaba tratar con los que navegaban por aquellas partes”. Hoy, la isla de Porto Santo se enorgullece de su vecino más ilustre, merced a la Casa-museo Cristóbal Co-

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 Arriba, portulano del Mediterráneo y de las costas atlánticas de Europa y parte de África. A la izquierda, Juan Vespucio, sobrino de Américo, elaboró el modelo cartográfico de los territorios americanos, añadiendo el tema de la navegación hacia el oeste.

lón, cerca de la iglesia Matriz, y repleta de retratos del almirante y mapas con las rutas que recorrió. Quiere la tradición que, de vuelta de su epopeya como náufrago, recalara Alonso Sánchez, y sus supervivientes, en esa isla y que en ella informara a Colón de cuanto había descubierto en su infortunado viaje. El almirante nada pudo hacer para salvarles la vida: “Fueron a parar a casa del famoso Cristóbal Colón, genovés, porque supieron que era gran piloto y cosmógrafo y que hacía cartas de marear, el cual los recibió con mucho amor y les hizo todo regalo por saber cosas acaecidas en

tan extraño y largo naufragio como el que decían haber padecido. Y como llegaron tan descaecidos del trabajo pasado, por mucho que Cristóbal Colon les regaló, no pudieron volver en sí y murieron todos en su casa dejándole en herencia los trabajos que les causaron la muerte, los cuales aceptó el gran Colón con tanto ánimo y esfuerzo, que, habiendo sufrido otros tan grandes y aun mayores (pues duraron más tiempo), salió con la empresa de dar el Nuevo Mundo y sus riquezas a España”, resume el inca Garcilaso. Es imposible zanjar si la historia es verdadera o falsa. Mientras que algunos

 Estatua de Cristóbal Colón en San Francisco. Las representaciones del genovés son recurrentes en todos los países americanos.

autores, como Tomé Cano en Arte de fábrica de naos, ni la cuestionan (“lo cual es así cosa certísima, fuera de toda opinión y que así se platica y sabe hoy en la isla de la Madera y entre los viejos marineros de Portugal, el Algarve y lo que llaman el condado [de Niebla]“), otros ponen la teoría en cuarentena, alarmados quizá por la plétora de versiones alternativas, como la que llega a sugerir que, en realidad, Alonso Sánchez murió en circunstancias misteriosas en la casa de Colón... En último término, la tradición que inauguraran el inca Garcilaso y Fernández de Oviedo y prosiguieran López de Gómara, el padre José de Acosta, Bernardo de Alderete o Rodrigo Caro puede ser puesta en duda, pero no rechazada categóricamente, a la par que también puede ser defendida por algunos motivos, pero nunca con una convicción total y definitiva. Y es que el principal problema ha radicado en que, a medida que el tiempo pasaba, las versiones se iban nublando con nuevos y sabrosos datos, que, por un lado, aportaban más color a la leyenda, pero, por otro, embotaban a los investigadores, que nunca supieron resolver el tamaño del navío que pilotaba Alonso Sánchez, su destino exacto, el rumbo de los vientos ni los días que le llevó arribar a Madeira, entre otros puntos oscuros. •

 Diario de Colón: el descubrimiento 2

“PUESTOS EN TIERRA vieron árboles muy verdes, y aguas muchas y frutas de diversas maneras. El Almirante llamó a los dos capitanes y a los demás que saltaron en tierra, y a Rodrigo de Escobedo, escribano de toda la armada, y a Rodrigo Sánchez de Segovia, y dijo que le diesen por fe y testimonio como él por ante todos tomaba, como de hecho tomó, posesión de la dicha Isla por el Rey y por la Reina sus señores, haciendo las protestaciones que se requerían, como más largo se contiene en los testimonios que allí se hicieron por escrito. Luego se juntó allí mucha gente de la Isla. Esto que se sigue son palabras formales del Almirante, en su libro de su primera navegación y descubrimiento de estas Indias: “Yo (dice él), porque nos tuviesen mucha amistad, porque conocí que era gente que mejor se libraría y convertiría a Nuestra Santa Fe con Amor que no por fuerza, les di a algunos de ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescuezo, y otras cosas muchas de poco valor, con que tuvieron mucho placer y quedaron tanto nuestros que era maravilla. Los cuales después venían a las barcas de los navíos a donde nos estábamos, nadando. Y nos traían papagayos y hilo de algodón en ovillos y azagayas y otras cosas muchas, y nos las trocaban por otras cosas que nos les dábamos, como cuenticillas de vidrio y cascabeles. En fin, todo tomaban y daban de aquello que tenían de buena voluntad. Mas me pareció que era gente muy pobre de todo. Ellos andan todos desnudos como su madre los parió, y también las mujeres, aunque no vide) más de una harto moza. Y todos los que yo vi eran todos mancebos, que ninguno vide de edad de más de 30 años. Muy bien hechos, de muy hermosos cuerpos y muy buenas caras. Los cabellos gruesos casi como sedas de cola de caballos, y cortos. Los cabellos traen por encima de las cejas, salvo unos pocos detrás que traen largos, que jamás cortan. Dellos se pintan de prieto, y ellos son de la color de los canarios, ni negros ni blancos, y de ellos se pintan de blanco, y dellos de colorado, y de ellos de lo que fallan. Y dellos se pintan las caras, y dellos todo el cuerpo, y de ellos solos los ojos, y de ellos solo la nariz. Ellos no traen armas ni las conocen, porque les mostré espadas y las tomaban por el filo, y se cortaban con ignorancia”.

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la edad en la que los aventureros pensaban en jubilarse, 33 años, Hernán Cortés quiso probar el sabor de esa misma aventura de la que tanto había oído hablar. Para ello, acordó con el gobernador de Cuba, Diego Velázquez, montar una expedición patrocinada casi enteramente con dinero de Cortés y cuyo destino sería la península del Yucatán, tierra ya pisada por los españoles, pero sólo en su costa, por lo que en esos instantes todos la consideraban una isla, y no parte del gran continente americano. La única condición que Cortés puso fue ser nombrado capitán general, lo que en la práctica significaba ostentar el mando absoluto sobre los hombres y el material embarcado. ¿Por qué se escogió ese destino? Como en otras historias parejas, por las habladurías recogidas por los indígenas de ciudades plagadas de oro y plata más allá de las montañas, de civilizaciones

deslumbrantes y de casas relucientes a la luz del Sol. Y también como en otras historias parejas, quienes codiciaban esos tesoros aseguraban hacerlo en nombre del emperador Carlos V, aunque internamente fueran la avaricia y las ansias de riqueza personal las que empujaran sus corazones.

n RUMBO A MÉXICO Con este deseo partió Cortés el 10 de febrero de 1519 acompañado por once navíos, 600 hombres y 300 indios antillanos embarcados como porteadores. En sus bodegas, los primeros 17 caballos que desembarcaron en el continente, y al mando, capitanes de enorme valía como Pedro de Alvarado, Hernández de Puerto Carrero, Gonzalo de Sandoval o Cristóbal de Olid, espléndido soldado este último curtido en las campañas del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, que fuera el militar más famoso en los tiempos de los Reyes Católicos. Lo que mucha gente desconoce es que esta expedición estuvo a punto de no

CORTÉS PARTIÓ EL 10 DE FEBRERO DE 1519 ACOMPAÑADO POR ONCE NAVÍOS, 600 HOMBRES, 300 INDIOS Y 17 CABALLOS, LOS PRIMEROS EN LLEGAR A AMÉRICA

 El primer encuentro entre dos figuras tan carismáticas como Hernán Cortés y Moctezuma se dio en el año 1519.

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partir, ya que advertido el Gobernador de que Cortés quizá no quisiera compartir con él la gloria de sus conquistas, acudió raudo a puerto para impedir la salida. Afortunadamente, cuando llegó, las naves ya enfilaban el horizonte mientras Cortés le gritaba: “Señor, perdone vuesa merced, porque estas cosas y otras semejantes han de hacerse así, que si se piensan no se hacen”.

n EN LA CORTE DEL GRAN MOCTEZUMA La flota desembarcó en la isla de Cozumel sin excesivos contratiempos en la mar. No así en tierra, ya que al poco de pisarla, Cortés tuvo que imponer su valía ante uno de sus capitanes, Pedro de Alvarado, a quien recriminó por haber robado unas gallinas a los indios, advirtiéndole de que no habían llegado hasta allí para rapiñar, sino para asentarse y ampliar el territorio de España allende los mares. Episodio insignificante si lo comparamos con la batalla que algunos días después tuvieron que entablar contra más de 20.000 guerreros aztecas en la región de Tabasco y que terminó con la victoria contundente de los castellanos. De aquella primera refriega Cortés extrajo tres conclusiones. La primera,

que aquella tierra era más belicosa y grandiosa de lo estipulada; la segunda, que las armas españolas eran infinitamente superiores a las espadas de obsidiana de los indígenas; y la tercera, que la conquista distaría mucho de ser un paseo militar. Lo que desconocía el extremeño es que el emperador de los aztecas, Moctezuma II, ya sabía de la presencia de estos extranjeros gracias a sus correos y que la descripción realizada por estos de lo visto en Tabasco le había llenado el corazón de temor. El mismo temor que él infundía en los pueblos sometidos al Imperio azteca y que Cortés aprovechó fantásticamente para realizar alianzas con ellos. El trato consistía en que esos pueblos dejaran a los españoles en paz en su camino a la capital del Imperio, Tenochtitlán, a cambio de que estos destronaran a Moctezuma II y les devolvieran la libertad perdida. Así se concertó y así terminaría cumpliéndose. Gracias a esas alianzas, Cortés y sus hombres llegaron a las murallas de Tenochtitlán en noviembre de 1519, sin excesivas bajas en sus filas –contaría en ese instante con unos 450 hombres– y con la moral elevada, detalle de gran valor cuando de conquistar un territorio se refiere. La ciudad se asentaba en una altiplanicie, con sus casas de piedra y adobe resplandeciendo por el extenso lago que rodeaba todo el complejo y que únicamente podía ser atravesado por algunos de los puentes que unían la ciudadela con la tierra seca de los alrededores. En un primer instante los españoles fueron bien recibidos por los lugareños, con el propio Moctezuma II al frente, siendo alojados en el palacio de Axayácatl; pero a medida que pasaron las horas, la inquietud fue creciendo entre los aztecas, al verles descubrir tras un muro oculto del palacio un inmenso tesoro formado por cientos de piezas de oro y plata de todos los pesos y tamaños. La alegría experimentada por los españoles les demostró que sus invitados llegaban buscando riquezas y no encuentros amistosos entre ambos pueblos. Pudo la codicia a la sensatez, ya que si en aquel instante los castellanos hubieran abandonado la ciudad, quizá nadie hubiera muerto en las horas siguientes. Pero el alma humana es así, y entre todos acordaron

Cortés y la conquista de México

Con un escueto ejército y sin un rumbo claro, Hernán Cortés emprendió en 1519 la conquista de un vasto territorio en México, dominado desde su capital, Tenochtitlán, la ciudadlago en la que muchos de aquellos españoles encontraron la muerte y que puso en entredicho el genio de Cortés y sus hombres. Quienes lograron sobrevivir obtuvieron su recompensa: la conquista del Imperio azteca. Este es el escalofriante relato de la conquista. janire rámila

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formaron de que en Tenochtitlán los indios se habían rebelado y acosaban desde hacía días a los españoles parapetados en el palacio de Axayácatl.

n MUERTE DE UN EMPERADOR

 El conquistador solicitó el envío de frailes desde la metrópoli al Nuevo Mundo. no marcharse dejando tras de sí semejante tesoro, para lo cual se hacía imprescindible tomar a Moctezuma como rehén, como así se hizo. Mientras este juramento se realizaba en el palacio de Axayácatl, un contingente armado se acercaba a la costa de Yucatán para prender al capitán general por orden del gobernador Velázquez y proseguir la conquista, pero ya sin él. Enterado Cortés de ese nuevo peligro dejó

un destacamento de 150 hombres en la ciudad, partiendo él mismo con el resto para hacer frente a las tropas enviadas bajo el mando de Pánfilo Narváez. La batalla se dirimió a favor de Cortés, quien desde ese instante contó con 1.500 soldados más –los vencidos que acordaron servirle desde entonces–, 90 caballos extra y 30 nuevas piezas de artillería. Una gran alegría que poco le duró, ya que emisarios suyos le in-

 Pintura de finales del siglo XIX en la que se ve a Cortés quemando sus naves para evitar la huida de sus hombres.

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Cuando Cortés regresó a la capital el 24 de junio, la situación de los sitiados era del todo desesperada. Pedro de Alvarado al mando, los españoles habían hecho frente con sus arcabuces a masas de indios enfurecidos que a punto estaban de hacerles capitular. La comida hacía tiempo que se había terminado y ningún caballo quedaba con vida para poder guisarlo. Extrañados, los refuerzos lograron entrar en el palacio ante la silenciosa mirada de los miles de sitiadores, que bajaron sus lanzas al paso de la comitiva armada. Cortés creyó que era el miedo a la represalia lo que les hacía callar y permitir su entrada, pero la verdad consistía en que se les dejaba pasar por orden del general azteca Cuauhtémoc, sabedor de que los españoles eran invencibles en campo abierto, pero muy vulnerables dentro de un espacio cerrado. Así, sin saberlo, Cortés y sus soldados estaban penetrando en una trampa mortal. De esta ignorancia le sacó rápidamente su capitán Alvarado, quien de-

 El emperador de México apresado por Hernán Cortés, pintura que se puede contemplar en el madrileño Museo del Prado. macrado le vino a decir que era mejor que se fueran cuanto antes “si es que todavía es tiempo, que ya de poco vale que tengamos a Moctezuma preso, pues no le tienen por rey, y aún dicen que han nombrado a otro”. Ese “otro” no era sino el propio Cuauhtémoc, quien ahora dirigía el ataque contra los asediados. Rápidamente comprendió Cortés la nueva situación y ordenó a Diego de Orgás una batida de castigo para permitir la salida de todo el ejército por alguno de los puentes que atravesaban el lago. Cumplió la orden, pero no con el resultado esperado, ya que a su regreso dos horas después eran muchos los muertos habidos y aún más los prisioneros. A estos últimos los aztecas los llevaron a lo alto del templo –llamados teocali-, donde a la vista de sus compañeros les sacaron el corazón en vida con cuchillos de obsidiana, para que los dioses favorecieran la victoria. Los gritos de terror y dolor de los sacrificados se mezclaban con los de ánimo de sus compañeros desde el palacio, mientras una lluvia de piedras lanzadas con hondas penetraba por las ventanas hiriendo a muchos, incluido el propio capitán general. Éste, no dándose por vencido, ordenó fabricar tres parapetos de madera

LOS ESPAÑOLES ENTABLARON UNA BATALLA CONTRA MÁS DE 20.000 GUERREROS. HERNÁN CORTÉS DESCUBRÍA ASÍ QUE LA CONQUISTA SERÍA MÁS DIFÍCIL DE LO QUE para cobijar tras ellos a cuantos arcabuceros y ballesteros se pudiera, cara a la inminente salida al exterior. Con el sonido de los mazos y las maderas se mezclaba el de los arcabuces y cañones, que no cesaban de disparar sus proyectiles contra la masa que desde hacía días rodeaba al palacio y que nunca parecía bajar en número. “Si tal es el número de enemigos y tal su decisión de acabar con todos nosotros, más vale que le pidamos a Moctezuma que les mande parar, que nosotros abandonaremos de grado la ciudad”, dijo el padre Olmedo con sabiduría. Accedió Cortés a la sugerencia y también el propio Moctezuma, quien subido al tejado del palacio se dispuso a conminar a los suyos para que depusieran las armas. Cuando iba a hacerlo, una voz se irguió entre la multitud: “¡No podemos escuchar a quien se ha convertido en mujer de los españoles!” y las pedradas arreciaron. Con tal puntería que Mocte-

zuma fue alcanzado en tres lugares distintos, muriendo a los tres días. Dicen que no por las heridas sufridas, sino por su orgullo y honor mancillado.

n LA NOCHE TRISTE Muerto el emperador, la suerte de los españoles quedaba sellada. Y aún más cuando entre los indios se extendió el rumor de que habían sido los “barbudos” los causantes de su muerte. Se hacía necesario escapar como fuera y así lo acordaron en consejo los capitanes. La huida se realizaría por la calzada de Tacuba, la más corta y cercana al lago. Pero ni aún así los aztecas se lo iban a poner fácil. Sabedores de las intenciones españolas, estos realizaron cortes en la ruta de huida, anegándola con agua del lago e inundando, así, su única posibilidad de salvación. “No puedes salir con vida de aquí, pues si lo consiguieres, querrías volver”, acertó a decirle Cuauhtémoc a Cortés, seguro de su victoria.

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 La Noche Triste fue una de las derrotas más dolorosas del ejército del conquistador extremeño en el Nuevo Mundo.

LOS AZTECAS LOS LLEVARON A LO ALTO DEL TEMPLO, DONDE A LA VISTA DE SUS COMPAÑEROS LES SACARON EL CORAZÓNEN VIDA CON CUCHILLOS DE OBSIDIANA El capitán general, sintiendo el temor de sus hombres, les aseguró que todos saldrían de allí con vida y que volverían cuando la situación fuese propicia, pues los tesoros que la ciudad guardaba ya les correspondían por ley, al haber firmado Moctezuma varios documentos durante su cautiverio que así lo confirmaban y acatado la autoridad legítima del emperador Carlos V. Como momento de huida se escogió la noche del 30 de junio de 1520, la tan mencionada “Noche Triste”. Calificativo que ojalá nunca hubiese recibido, pero merecido, sin duda, por los horribles episodios que los españoles debieron soportar hasta el nuevo amanecer. Todo comenzó con un reparto, el del botín hallado tras el falso muro y del que Cortés extendió una firma ante el escribano de la compañía para asegurar

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el quinto correspondiente a la Corona. Este se cargó en los nueve caballos y la yegua que quedaba con vida, más en las espaldas de 80 porteadores. El resto del tesoro para sus soldados, dependiendo de cuánto pudiera y quisiera cada uno de ellos portar en la huida. Cuando todo estuvo listo, la lluvia hizo acto de presencia y así, cargados de oro, con el miedo en sus cuerpos y el agua golpeando sus mejillas, aquel maltrecho ejército, sombra del que penetrara en la ciudad apenas seis meses atrás, comenzó su andadura. Todo parecía ir bien, hasta que el relinchar de los caballos alertó a los vigías aztecas, que sorprendieron a los españoles encaminándose ya por la calzada-puente de Tocuba. De una primera embestida, más de 30 españoles perecieron ahogados en

las profundidades del lago. Y es que los indios, infinitamente más numerosos, acosaban a los fugitivos por ambos lados del puente desde canoas repletas de guerreros o nadando entre la negrura de las aguas para agarrarlos por las piernas y hundirlos con sus tesoros. Al pie del palacio de Axayácatl, los sacerdotes encendieron hogueras, a donde eran llevados los españoles capturados con vida para sacarles el corazón mientras se les sujetaba por sus cuatro extremidades. Fue una noche de horror, sangre y desesperación, en la que ni siquiera el indómito carácter de Hernán Cortés lograba infundir ánimos entre sus compañeros. El propio Cortés a punto estuvo de ser apresado, pero espada en mano logró repeler a sus agresores, avanzando a duras penas por la calzada cubierta de sangre y barro. Quienes más sufrieron fueron quienes más tesoros cargaban, ya que caer al agua y hundirse era todo uno y sus pasos por tierra firme se hacían más lentos por el peso de su codicia. Así fue, por ejemplo, el fin de Solís el Anciano, ahogado

en aquel lago maldito. Otros perecieron más noblemente, como el capitán Juan Velázquez de León, pero a todos ellos les unió la muerte, y a los supervivientes el horror de lo vivido.

n LA BATALLA DE OTUMBA Cuando a la mañana siguiente se hizo recuento de las pérdidas sufridas, se contó 459 supervivientes y 20 caballos sanos. El resto, más de mil, tendidos en la calzada, ahogados en el lago o amontonados en una pila después de arrancárseles el corazón. Por todos ellos ofreció una misa el padre Olmedo, por los caídos y los heridos, entre los que se encontraba Hernán Cortés, con una cuchillada en su pierna derecha de la que tardó en curar varios días, con acceso de fiebre incluido. Todo parecía estar perdido y la mayoría se contentaba con estar vivos, aun habiendo perdido sus riquezas en la huida. Por ello, en un primer instante no dieron crédito a las palabras de Cortés cuando les anunció su intención de construir unos navíos, desde los que atacar la ciudad con cañones y lombardas. “Consideren vuestras mercedes que menos éramos cuando conquistamos México por la primera vez y menos conocedores de las malas artes de estos perros. Ahora, advertidos como estamos, hemos de hacer que podamos con ellos, sin remedio”, dijo. ¿Era un loco Cortés? ¿Un rencoroso y avaricioso? ¿O simplemente un hombre audaz? La historia aún no ha logrado dirimirlo. Sea como fuere, sus soldados le hicieron caso, y más después de haber obtenido siete días de descanso, durante los cuales sanaron sus heridas y se alimentaron de buena carne de caballo sin que ningún azteca les hostigara. Esto último se debió a que muchas cosas habían cambiado en Tenochtitlán durante esa semana. La más importante, que la viruela que los españoles trajeron al Nuevo Mundo y que contagiaron a los aztecas durante su sitio, acababa de hacer acto de aparición, provocando una enorme mortandad que alcanzó al general Cuauhtémoc. Su sucesor, Ciuacoatl, con una visión militar menos lúcida, creyó conveniente no perseguir a los españoles y sí esperarles en la llanura de Otumba, muy próxima a donde ahora se encontraban descansando. Es del todo asombroso que mediando únicamente una semana desde la

 Presagios desde el cielo ANTES DE LA LLEGADA de Cortés a México en 1519, los aztecas presenciaron una larga serie de hechos anómalos que identificaron con la pronta desaparición de su civilización a manos de uno de sus dioses menores llamado Quetzalcóatl. Una luz espectacularmente brillante en el cielo que se mantuvo durante un año, seguida de un pavoroso incendio en el templo de Huitzilopochtli, dios de la guerra, fueron los primeros avisos que recogieron en sus crónicas. A ello le siguió la caída de un rayo sobre el mismo templo, la precipitación de un cometa y la erupción de varios volcanes. Para ellos todo tenía el mismo sentido: el anuncio del fin de su mundo. Por ello, cuando Moctezuma fue informado de la llegada de los españoles, identificó a su líder Hernán Cortés con Quetzalcóatl. Su primer intento fue agradarlos entregándoles oro y comida para evitar su avance hacia Tenochticlán. Al no conseguirlo, ordenó a sus brujos que les hicieran enfermar mediante hechizos, y al no lograrlo tampoco, no tuvo más remedio que alojarlos en su palacio privado. Y fue allí, en sus estancias, donde los aztecas descubrieron que los españoles no eran semidioses, sino simples mortales a los que debían matar si no querían perder su apreciada Tenochticlán.

MUERTO MOCTEZUMA, LA SUERTE QUEDABA SELLADA. Y AÚN MÁS CUANDO ENTRE LOS INDIOS SE EXTENDIÓ EL RUMOR DE QUE LOS ESPAÑOLES FUERON QUIENES LO MATARON “Noche Triste”, los españoles lograran sobreponerse de tan terrible matanza y alcanzaran la victoria contra un ejército que seguía superándoles infinitamente en número. Tal vez por ello las crónicas de la época hablan del “milagro de Otumba”, incorporando a las huestes de Her-

nán Cortés al siempre socorrido apóstol Santiago. Sin embargo, el escéptico lector haría mejor en considerar como la clave de tal victoria al genio militar de Cortés, que ordenó centrarse en los guerreros que portaran plumas en sus cabezas, señal de jerarquía en el ejército azteca, ya que

 La Malinche sirvió como consejera e intérprete de Cortés antes de ejercer como su concubina.

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él sabía que aquel escuadrón que perdía a su jefe se retiraba inmediatamente de la batalla. Tampoco desmereció el valor de sus hombres, movidos por el ansia de vengar a sus compañeros caídos durante la huida de Tenochtitlán. Entre los muertos, el mismísimo Ciuacoatl, abatido por un soldado llamado Juan de Salamanca, natural de Ontiveros y premiado por su hazaña con la entrega de un título de nobleza por mano del emperador Carlos V. La batalla de Otumba no abrió inmediatamente las puertas de Tenochtitlán a los españoles, pero sí les permitió sacudirse el acoso continuo de los aztecas y organizar el ataque definitivo sobre la ciudadela con la ayuda de los tlascaltecas, pueblo dominado hasta ese instante por Moctezuma y sus predecesores y que encontró en los “barbudos” un camino para alcanzar su libertad.

n REGRESO A TENOCHTITLÁN

 Un hombre llamado Hernán Cortés HERNÁN CORTÉS MONROY PIZARRO ALTAMIRANO vino al mundo en la localidad extremeña de Medellín en 1485. Hijo único de un hidalgo llamado Martín Cortés y de Catalina Pizarro, Hernán no tuvo una preparación militar, al denegársele su solicitud de servir al Gran Capitán en los Tercios de Flandes. Tal negación, y su espíritu aventurero, que compartía con su primo segundo Francisco Pizarro, le llevaron a viajar a la isla de La Española –actual República Dominicana–, donde prosperó como plantador y funcionario local. Mas su mente inquieta y las historias que escuchaba continuamente de poblaciones aún por descubrir motivaron su entrada en la expedición organizada por el gobernador Diego de Velázquez para conquistar Cuba. Por el arrojo demostrado ganó numerosas tierras y esclavos con los que trabajarlas. También actuó como alcalde de Santiago de Cuba antes de recalar en el presidio, acusado por el propio Gobernador de conspiración contra su persona. Ya liberado, el mismo Diego de Velázquez aprobó su participación en la expedición que iba a dirigirse al Yucatán en 1518 y que, a la postre, significaría la conquista del Imperio azteca. Hombre ingenioso y de demostrado valor, durante su vida se granjeó numerosos enemigos que conspiraron contra él, logrando su descrédito en la corte del emperador Carlos V, por lo que pasó sus últimos años pleiteando contra la Corona para lograr que se le otorgaran los títulos y riquezas concertadas entre ambas partes. No lo consiguió completamente y el conquistador moría a los 62 años de edad en la localidad sevillana de Castilleja de la Cuesta intentando regresar a su añorado Nuevo Mundo.

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Concertó Cortés sin demora que se construyesen 13 bergantines para atacar la capital desde el lago y evitar el empleo de los puentes, convertidos en una trampa mortal durante su huida en la “Noche Triste”. En su construcción trabajaron 700 artesanos tlascaltecas a las órdenes del carpintero Martín López. Durante tres meses, el sonar de los martillos y el raspar de las lijas fue continuo y para marzo de 1521 los barcos ya estaban prestos para ser utilizados. Mientras, Cortés se dedicaba a someter a los poblados cercanos a Tenochtitlán, para que ni un solo enemigo quedara a sus espaldas y el asedio a la ciudad no se convirtiese en una tumba para los españoles. El 28 de abril, los bergantines fueron botados en el lago y desde los mismos se conminó a los aztecas a que capitularan en nombre del gran emperador Carlos V. La sorpresa de aquella jornada fue constatar que el hijo de Cuauhtémoc, de mismo nombre, había sucedido a su padre en el mando, y lo que ya no fue tan sorpresivo es que los aztecas respondieron a esa solicitud con su habitual lluvia de flechas y piedras. Comenzó entonces un sitio de tres meses de duración cuya primera medida consistió en destruir los acueductos que suministraban a la ciudad de agua potable con la que beber y regar sus huertos, por lo que el hambre y la sed surgieron casi al mismo tiempo. Pasadas algunas

 Una joya de su época CUANDO LOS ESPAÑOLES divisaron Tenochticlán no pudieron sino maravillarse de tal visión. La ciudad, rodeada por un gran lago, era la capital desde la que los aztecas partían para guerrear contra las tribus locales y lograr su sometimiento. Se trataba de un enclave único, formado por casas construidas en piedra y perfectamente encaladas que refulgían a los rayos del Sol. En sus plazas se levantaban numerosos jardines flotantes y en sus extremos, huertos que abastecían a los habitantes de la comida necesaria para subsistir. La “ciudad lago”, como también se la conocía, fue una de las capitales del mundo más grandes de su época, descrita por los hombres de Cortés como “una ciudad de ensueño” que no tenía parangón con ninguna población europea. En ella destacaban complicadas obras de ingeniería como acueductos y puentes, canales que cruzaban algunas calles y amplias calzadas que enlazaban la ciudad con los bordes exteriores del lago. Poco más se sabe sobre ella, ya que el ataque de los españoles por su conquista la arrasó completamente, haciéndola desaparecer bajo las llamas y sumiéndola desde entonces en el abandono.

semanas, Cuauhtémoc percibió que la única solución consistía en combatir a los españoles en el propio lago, ya que estos tenían órdenes de Cortés de no penetrar en la ciudadela bajo ningún concepto. A tal efecto, no menos de 20.000 aztecas se subieron a sus canoas, ante la atónita mirada de apenas 300 españoles que comenzaron a sentir en sus venas el temor de otra “Noche Triste”. No en vano, era nuevamente el 30 de junio, primer aniversario de la matanza. A un grito del capitán general los bergantines dispararon sus cañones contra la multitud, mientras enfilaban sus quillas para embestirlos. Quienes no murieron bajo la pólvora de las lombardas, lo hicieron bajo el disparo de los arcabuces y ballestas; y quienes no perecieron golpeados por el brutal impacto de la madera, lo hicieron ahogados al impedirles nadar correctamente las heridas recibidas. Cortés, exultante, dirigió los navíos a tierra firme y nada más tocarla, cientos de guerreros tlascaltecas saltaron de las bordas para enfrentarse con quienes durante tanto tiempo les habían esclavizado. ¿Fue aquella nueva batalla un paseo militar para los españoles? Ni mucho menos. Baste decir que sólo de las tropas al mando de Pedro de Alvarado los aztecas tomaron a veinte prisioneros, a los que arrancaron inmediatamente el corazón ante la impotente mirada de sus compañeros, que continuaban peleando con el sonido de los tambores y los gritos de aquellos desdichados retumbando en sus oídos.

LOS ESPAÑOLES LOGRARON SOBREPONERSE Y ALCANZAR LA VICTORIA CONTRA UN EJÉRCITO MAYOR. TAL VEZ POR ELLO SE HABLA DEL “MILAGRO DE OTUMBA” No cayó la ciudad en aquella jornada y dispuso Cortés que se la incendiara, mientras enviaba algunos prisioneros como emisarios a Cuauhtémoc para que depusiera las armas sin temor a represalias por su parte. No aceptó el indio la oferta y desde ese instante juró que asesinaría a quien volviera a hablar por boca de los españoles ofreciéndole la paz.

n MUERTE EN LA LAGUNA Quiso la mala fortuna que a comienzos de agosto los castellanos capturaran al hermano del padre de Cuauhtémoc y que lo enviaran a su presencia con la misma oferta. Éste, haciendo cumplir su palabra, lo mandó sacrificar, dicen, que con lágrimas en los ojos por la gran estima que le tenía. “Si a su propio hermano no respeta, cuanto antes terminemos, mejor”, sentenció Cortés y el 13 de agosto de 1521 se inició el asalto final a la ciudad con los trece bergantines disparando desde el lago, Pedro de Alvarado penetrando en el interior por la calzada de Tacuba y Cortés haciendo lo propio desde la calzada principal, llamada de Iztapalapa. La situación de los sitiados era tan calamitosa que apenas hubo enfrentamientos de consistencia, optando Cuauhtémoc y su séquito por

huir cruzando la laguna en canoas, amparados en el fragor de la lucha. Y lo hubiera logrado, de no ser por un avispado vigía que, raudo, avisó a su capitán para que dirigiera el navío hacia aquellas pequeñas barcazas que remaban silenciosamente. Avisado Cortés de la captura, esperó al general sentado frente a las aguas, antes brillantes y ahora rojizas por la sangre derramada. Cuando el último emperador de los aztecas llegó ante él, le escuchó decir: “He hecho a lo que venía obligado, como buen rey, en defensa de mi pueblo y de mis vasallos; como prisionero ya nada puedo hacer y te ruego que me des muerte con tu puñal”. Como Cortés se negó a concederle esa petición, el indio se abalanzó sobre él para intentar arrebatarle el cuchillo, pero no lo logró, y los aztecas rompieron a llorar, sabedores de que su época llegaba al final. Así fue el primer encuentro de aquellos dos grandes soldados, mirándose cara a cara mientras a sus espaldas la ciudad, una de las más bellas de su tiempo, se consumía en llamas y los cadáveres de ambos bandos flotaban en las aguas del lago, olvidando sus rencillas y caminando juntos de la mano hacia ese otro mundo que, dicen, se encuentra tras la muerte. •

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CONQUISTADORES: LA ESPADA DEL IMPERIO

Bartolomé de las Casas La colonización de las Indias puso de manifiesto que la moral cristiana fue ejercida con laxitud frente al ansia de riqueza y de poder. Bartolomé de las Casas, testigo de excepción en este drama, dio un giro a su vida en aras de una racional convivencia en favor de los indígenas. Infatigable viajero, polémico orador, pragmático estadista, humanista utópico… no sobra ningún calificativo para ponderar su figura. GABRIEL MUÑIZ / PAISAJE HUMANO

L

os datos de su temprana biografía son vagos y en cierto modo ambiguos. Por regla general se admite que Bartolomé de las Casas nació en Sevilla en el año 1474, aunque otros estudios afirman que pudo hacerlo diez años después o que, incluso, vio la luz en Cataluña, pues firmaba sus manuscritos con el nombre de Bartomeu Casaus. El joven Bartolomé se formó en disciplinas humanísticas y en el estudio del latín, lengua que llegó a dominar perfectamente. Su futuro, sin embargo, estuvo de algún modo condicionado por herencia, ya que Pedro de las Casas, su padre, fue uno de los pioneros de las Américas al participar en el segundo viaje de Colón. Con tales antecedentes, era de esperar que una década después del Descubri-

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El defensor de los indios

miento, Bartolomé embarcara rumbo a La Española (República Dominicana), al lado del recién nombrado gobernador de la isla Nicolás Ovando. Una vez allí, se significará en diferentes campañas colonizadoras dirigidas por el capitán Diego Velázquez de Cuéllar, en pago de lo cual recibirá su primera encomienda. Durante aquella primera etapa de contacto, sabemos que se convirtió en el primer representante de la Iglesia ordenado en el Nuevo Mundo, pero apenas hay datos que hagan presumir una toma de conciencia personal sobre el drama social que lo rodeaba.

n ¿DESCENDIENTES DE ADÁN? Llegados a este punto, tal vez sería conveniente hacer un receso en la biografía de Las Casas, para bosquejar la polémica antropológica que rodeó el encuentro con los nativos y que, consecuentemente, persistió como una rémora durante la lucha intelectual entre el religioso y sus coetáneos. Hacernos una composición de lugar pasa, inevitablemente, por entender la época y las teorías que giraban alrededor de los indígenas que habitaban las tierras descubiertas. Sigamos al autor Waal Malefijt, que en su libro Imágenes del Hombre (Amorrortu Edit.), hace un retrato certero sobre aquellas primeras tesis antropológicas. Es relevante, según el autor, el concepto del “salvaje noble” defendido por Pietro Martire d’Angiera, un erudito italiano adscrito a la corte de los Reyes Católicos. Emulando a los cronistas de la Antigüedad, Martire d’Anguiera describía a los pueblos indígenas de América como seres que vivían sin necesidad de fatigas en jardines abiertos, de psicología inocente, sin malicia, en absoluto belicosos y que por tanto podían permitirse prescindir de cualquier tipo de leyes. Otros, como por ejemplo el mismo Américo Vespuccio, harían por el contrario un retrato negativo de los indígenas, abundando en su primitivismo a nivel psicológico, legislativo y social, lo que se traducía, según él, en una grave ausencia de creencias y comprensión de la trascendencia del alma. Pero el debate se encenderá cuando se compruebe que las Indias, en realidad, pertenecían a un continente aparte. Cuando Magallanes completó su viaje de circunnavegación, las hipótesis se dispararon en cuanto al origen de los indios. La polémica teológica, a grandes rasgos, se centró entre

 Al “descubrimiento” de América en 1492 sucedió la fase de la conquista de los territorios, pacífica en ocasiones y violenta en otros.

LAS CASAS COMPRENDE QUE, SI QUIERE QUE SUS REIVINDICACIONES LLEGUEN A BUEN PUERTO, DEBERÁ CONTAR CON EL APOYO DE LAS MÁS ALTAS INSTANCIAS las ideas monogenistas y poligenistas, es decir, entre los que defendían que todos éramos descendientes de Adán y los que decían lo contrario, con todas las implicaciones que esto acarreaba. Los monogenistas, para explicar la herencia adánica de los indios, adujeron que podrían descender de los habitantes de la mítica Atlántida, una tierra muy civilizada que sucumbió bajo el diluvio, y de la que se habrían salvado algunos habitantes del extremo occidental. Entre los poligenistas, Paracelso echó mano de las Escrituras, y más concretamente del Génesis, para explicar que el hecho de una sola Creación no implicaba que todos descendiéramos de Adán. Entre las ideas monogenistas, sin embargo, una resultaba ciertamente inquietante, como era el posible parentesco entre la raza judía y los indígenas. La hipótesis, de la que se hizo eco Bartolomé de las Casas, se centraba en la coincidencia de costumbres y ritos entre las dos civilizaciones, como el ayuno y la prohibición de algunos alimentos, vocablos lingüísticos similares, incluso la práctica de la circuncisión. No nos detendremos aquí en la verosimilitud de estas y otras teorías antropológicas que se refutarían con el tiempo. Lo realmente importante, en lo que nos atañe, fue el trato que a raíz de interpre-

taciones como éstas sufrirían los indios. Y es que, aunque fueran conciliadoras, las hipótesis respecto al origen de los indios no impidieron la recurrente visión etnocentrista que presidió la colonización. Para los más reaccionarios, los indios estaban más emparentados a los animales que al ser humano, algo que hubo de ser desmentido por la máxima autoridad vaticana. Pero aquella rectificación, incluso si admitiéramos el hecho de que se les viera como iguales, no fue óbice para que siempre fueran tratados como seres humanos inferiores que no merecían ser estudiados por su cultura y sus valores intrínsecos.

n LOS ABUSOS DE LA ENCOMIENDA Aquella visión etnocentrista planearía como justificación para que en América se institucionalizara el abusivo sistema de la Encomienda. La encomienda, que ya había sido practicada en Castilla y Aragón durante la Edad Media, implicaba en este caso que los indios podían vivir bajo el amparo de un patrón o encomendero, siempre y cuando le retribuyeran esa protección con su trabajo, en especies o servicios. Entre las obligaciones como encomendero, sin embargo, se daba por hecho que la tarea evangelizadora y el buen trato hacia los indios eran respon-

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 Ilustraciones que denunciaron las atrocidades de los españoles en el Nuevo Mundo. En la página opuesta, a la derecha, otro muestrario de las salvajadas que, según algunos autores, infligieron los conquistadores a los indígenas americanos.

LOS INDIOS, ERA UNA OPINIÓN EXTENDIDA E INTERESADA, ERAN TILDADOS DE VAGOS Y SALVAJES, Y SE DECÍA QUE ADOLECÍAN DE FALTA DE INQUIETUD POR APRENDER

sabilidad del patrón. No sabemos hasta qué punto Bartolomé de las Casas, que ejerció como encomendero durante su primera etapa en La Española, cumplía con aquellas prerrogativas, pero si fuera así con toda seguridad se trataba de la excepción que confirmaría la regla. Los indios, era una opinión extendida e interesada, eran tildados de vagos y salvajes, se decía que adolecían de falta de inquietud por aprender y que su evangelización era una causa perdida. Así, quedaba justificada la eufemística expresión de “guerra justa”, o infligir cualquier tipo de castigo que pudiéramos imaginar. El hambre, los azotes, incluso la muerte ejemplarizante se convirtieron moneda de cambio. Hubieron de transcurrir algunos años para que alguien alzara su voz contra aquellas injusticias. Concretamente es en 1511 cuando el dominico fray Antonio de Montesino, en presencia de las máximas autoridades y colonos, lanzará en Santo Domingo su famosa soflama desde el altar, resonantes palabras que Bartolomé de las Casas transcribiría para la posteridad en su Historia de las Indias: “Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a aquestos indios?¿Con

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qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas dellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido?¿Cómo los tenéis tan presos y fatigados, sin dalles de comer ni curallos en sus enfermedades que, de los excesivos trabajos que les dais, incurren y se os mueren, y, por mejor decir, los matáis por sacar oro cada día?¿Estos, no son hombres?¿no tienen ánimas racionales?¿No sois obligados a amallos como a vosotros mismos? Las máximas autoridades de las Indias, con Diego Colón a la cabeza, trataron de acallar aquellas denuncias con la amenaza de expulsar a los dominicos, pero Montesino no cejó en su empeño, viajó a España y, tras pedir audiencia, comunicó las atrocidades que se estaban cometiendo al mismo Rey Fernando el Católico. El esperanzador desenlace fue la creación, en 1512, de un consejo de sabios que acabaría dictando las conocidas Leyes de Burgos, implantando el principio de libertad de los indios aunque manteniendo vigente el sistema de encomiendas. Pero, tristemente, tanto las Leyes de Burgos, como un año más tarde las Leyes de Valladolid, quedarían en papel mojado a la hora de ser puestas en práctica. Por aquel entonces, Bartolomé de las Casas seguía ejerciendo como encomen-

dero, esta vez en la isla de Cuba, y concretamente en una explotación de oro y plata. Sin embargo el religioso, sensibilizado por el maltrato al que eran sometidos los indios de la isla, y después de presenciar una matanza indiscriminada en la región de Camagüey por arrebatarles sus tierras, entrará paulatinamente en un estado de contradicción consigo mismo. En 1513 un dominico le llegará a negar la comunión mientras siguiera poseyendo esclavos. Estos y otros motivos, finalmente, le llevarán a renunciar a sus posesiones y a replantearse su vida. Tal como apunta José Luis Abellán en su obra filosófica Historia del Pensamiento Español (Espasa edit.), Las Casas experimentará su definitiva “conversión” en 1514, justo en el momento que, preparando un sermón para el oficio religioso, sus ojos se detienen sobre un capítulo del Eclesiastés en el que leerá: “Quien roba el pan del sudor ajeno es como el que mata a su prójimo. Quien derrama sangre y quien hace fraude al jornalero, hermanos son”.

n LA TENACIDAD COMO BANDERA La labor que, a partir de entonces, desempeñó Bartolomé de las Casas en favor de los indios fue de tal magnitud que sería imposible resumirla en unas páginas. Aun así trataremos de hacerlo, a sabiendas que muchos aspectos importantes de su obra quedarán arrinconados.

 El padre Las Casas, a menudo acusado de inaugurar la leyenda negra española en América. En las Indias, comienza a evidenciarse un alarmante descenso de la población indígena, una situación que no preocupaba a los colonos por el drama en sí, sino por la falta de mano de obra. Sin tiempo que perder, y sin temblarle la voz, el religioso explicitará a través de su oratoria todas y cada una de las injusticias que se cometen en las Indias, y lo hará con tal decisión, que no tardará en granjearse la enemistad de colonos y autoridades. Las Casas comprende que, si quiere que sus reivindicaciones lleguen a buen puerto, deberá contar con el apoyo de las más altas instancias. Comienza así un interminable periodo de hostilidades dialécticas entre Las Casas y sus detractores por hacer valer su posición en la Corte. En 1515 emprende un primer viaje a España a fin de entrevistarse con Fernando el Católico, pero el Rey morirá en aquellas mismas fechas. Con el Rey Carlos todavía ausente, el regente Cisneros podría convertirse en el interlocutor ideal para las reivindicaciones de Las Casas, pues recientemente había tomado la decisión de cesar a un acérrimo censurador de Bartolomé, el obispo Fonseca, por las sospechosas corruptelas que mantenía en el Nuevo Mundo. Aunque Cisneros ya tenía noticias de las crueldades que se cometían con los indios, le sorprendió profundamente una misiva que Bartolomé de las Casas

LAS CASAS COMPRENDE QUE, SI QUIERE QUE SUS REIVINDICACIONES LLEGUEN A BUEN PUERTO, DEBERÁ CONTAR CON EL APOYO DE LAS MÁS ALTAS INSTANCIAS le había hecho llegar tanto a él como al Rey Carlos. Recibido por Cisneros, en 1516, Las Casas le presentará un ambicioso plan de reformas, el primero al que se sumarían otros muchos en el futuro. Entre las reformas más drásticas se proponía la abolición de las encomiendas y cualquier tipo de trabajos forzosos, así como la sustitución de todos los gobernadores y funcionarios de las Indias. Pero el documento incidía también en revolucionarios aspectos relacionados directamente con el modo de vida de los indios. Se defendía, por ejemplo, la creación de poblados que contaran con hospital, o que aunque los indios siguieran trabajando para el colono, se les donaran animales y las mejores tierras de cultivo para su propio beneficio. A esto deberíamos sumar otras propuestas más profundas y orientadas al equilibrio demográfico, como patrocinar el viaje a las Indias de grandes grupos de colonos castellanos con sus familias, y la creación de comunidades hispano-indias de trabajadores para conseguir un matrimonio mixto y a la larga un mestizaje efectivo.

El célebre hispanista Hugh Thomas, en su monumental obra El Imperio Español (Planeta Edit.), hace notar que esta propuesta del mestizaje puede resultarnos muy loable pero, y debemos coincidir con el autor, tanto éste como otros puntos de su programa dejan ver el carácter poco realista e incluso utópico de sus planteamientos. Efectivamente, si algo pudiera imputársele a Las Casas en esta etapa fue su propia ingenuidad, ya que sus ambiciosas aspiraciones no harían sino alimentar las críticas de sus detractores, que lo acusarían de ineptitud y falta de conocimiento sobre la realidad de los indios. Los indígenas, según ellos, eran incapaces de un razonamiento natural ni de abrazar la fe, y sólo podían ser tratados y convencidos con la imposición. Cisneros, que aun así se sintió profundamente impresionado por la exposición de Las Casas, recabó todo tipo de opiniones sobre lo que debía hacerse en las Indias. Finalmente, tomaría la decisión de enviar a tres religiosos de la orden Jerónima para evaluar la situación e imponer justicia sobre el terreno. Su labor debía

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 Un dibujo del fraile dominico Bartolomé de las Casas, que alzó su voz contra los abusos a los indios. centrarse, por órdenes de Cisneros, en anteponer el bien de los indios a cualquier otra consideración, así como perseguir y juzgar los malos tratos que se pudieran cometer. No obstante, ya antes de partir se produjeron ciertos movimientos para tratar de enfrentar a los jerónimos con las ideas dictadas por Cisneros. Una vez en las Indias, en la medida de sus posibilidades los jerónimos trataron seguir las directrices de Cisneros, fomentando la inmigración, promoviendo la creación de comunidades con hospital e iglesia, reubicando a esclavos de las minas, concediendo la libertad a los indios que pertenecían a amos absentistas etc. Las Casas, que desde un principio puso en entredicho la idoneidad de aquellos representantes, intentó poner en práctica, por él mismo, sus planteamientos aprobados. Pronto comprobaría que sus temores no eran infundados, pues las estrategias de presión de los colonizadores y autoridades consiguieron prorrogar el tráfico encubierto de esclavos, la corrupción judicial y los abusos generalizados. A todo ello, habría que añadir que la hemo-

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LOS JERÓNIMOS TRATARON DE SEGUIR LAS DIRECTRICES DE CISNEROS, FOMENTANDO LA INMIGRACIÓN, PROMOVIENDO LA CREACIÓN DE COMUNIDADES CON HOSPITAL E IGLESIA... rragia del descenso de la población india continuaba, producida en gran medida por el permanente tránsito, la mala alimentación y los abusos a los que seguía sometida.

n NUEVO VIAJE A ESPAÑA La colonización, tal como estaba diseñada, daba señales de encontrarse en un callejón sin salida. Por una parte la captura de indios no cesaba, en muchos casos utilizando el pretexto de que se trataba de caníbales. La única solución, según Las Casas y sus adeptos, pasaba por extinguir las encomiendas y liberar a los indios antes de que se extinguieran a causa de las enfermedades y los cambios de patrón. Por otra parte, cundía la idea de importar esclavos africanos por su resistencia, una costumbre que ya existía desde Fernando

el Católico pero de forma anecdótica. Al regresar a España, Las Casas encuentra un Cisneros pronto a morir y que había cambiado de parecer en algunos aspectos relacionados con las Indias, por lo que decide esperar su oportunidad para entrevistarse con el recién llegado Rey Carlos. Sin embargo, de nuevo en este caso Las Casas contó con un interlocutor ideal, y valedor directo del Rey, llamado Le Sauvage. Haciendo valer su elocuencia, Bartolomé planteó sus nuevas conclusiones y proyectos, exponiéndose una vez más a todo tipo de acusaciones que llegaban a tildarlo de herético, o que le recordaban su pasado como encomendero. Sus nuevos planes rozan de nuevo el sentido utópico, tal vez, como dice Hugh Thomas, influido por la recién publicada Utopía de Tomás Moro. Pero, en detrimento de

su filantrópica defensa de los indios, Las Casas incluirá el uso de esclavos negros a discreción. La utópica solución de Las Indias pasaba, según Las Casas, por establecer un rosario de pueblos y fortalezas, separados entre sí por cien leguas, a lo largo de la costa continental de la actual Venezuela. Cada una de estas comunidades sería habitada por un centenar de colonos, que establecerían contactos comerciales con los indios liberados en el interior del territorio. En las islas se prohibirían definitivamente las encomiendas, y se promocionaría el cultivo de diferentes productos como caña de azúcar, vid, canela y trigo. Como vemos, Las Casas ya no se conforma con una idea de padrinazgo basada en la evangelización, sino que persigue un status político igualitario entre los colonos y los indios, cuyo trabajo redundaría en su propio beneficio y con la obligación de pagar tributos. Entusiasmado con la materialización de su proyecto, el religioso se lanzó entonces a los caminos de España, de iglesia en iglesia, convenciendo a más de 3.000 lugareños para que se convirtieran en colonos. Frente al Rey Carlos, se produce un enconado debate entre Las Casas y el franciscano Quevedo (que defendía la esclavitud de los indios), tensa entrevista que se saldará con el triunfo de los argumentos de Las Casas. El ensayo de los gobernadores jerónimos ha fracasado, y ahora Bartolomé se dispone a partir de nuevo hacia Las Indias, nombrando una Orden de Caballeros, hombres humildes pero al estilo templario, que también le acompañarán en la gesta de evangelización y puesta en práctica de su proyecto.

n DE LA UTOPÍA A LO REAL No nos detendremos en detalles, pero esta expedición quedó condenada al fracaso nada más arribar a Las Indias. Las intrigas del propio gobernador, de los colonos y traficantes de esclavos, el absentismo de los caballeros, y finalmente la dispersión de los colonos enviados por él desde España, socavaron de nuevo el proyecto de Las Casas. El religioso, una vez más, había demostrado sus dotes de estadista y brillante oratoria, pero a la hora de pasar a los hechos todo se derrumbaba como un castillo de naipes. Con un pequeño grupo de franciscanos, aun así Bartolomé trató de poner en marcha su particular utopía, pero todo fracasó.

AUN COMETIENDO ERRORES QUE NUNCA SOSLAYÓ, BARTOLOMÉ DE LAS CASAS ENCENDIÓ LA LUZ DE LA RAZÓN Y DEL HUMANISMO ENTRE LA BARBARIE

 Este retrato de Bartolomé de las Casas con un indio (1876) puede admirarse en el Capitolio de Washington. Llevado por los acontecimientos, en 1522 ingresa en la Orden de los dominicos y vuelca todos sus esfuerzos en la propaganda y la denuncia a favor de los indios. Las Casas se dedicará entonces a una labor más intimista, al estudio de la teología, del derecho natural, embarcándose en la redacción de Historia de las Américas, una obra que nunca llegará a terminar. No obstante, bajo sus auspicios tendrá lugar un último intento de puesta en práctica de sus ideas, lo que se vino en llamar el experimento de Vera Paz (a partir de 1535), una acción misionera y evangelizadora sobre el terreno, tratando de demostrar sus ideas sobre “el buen salvaje”, tal como el religioso concebía a los indios. Redactará también otras obras importantes, especialmente su Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1542), o Confesionario (1546), que marcaba las pautas para los religiosos que confesaran a los colonos con indios a su cargo.

Con todo, un último hito de su encomiable defensa de los indios serán las conversaciones de Valladolid (1550), encendido debate filosófico que mantendrá con Juan Ginés de Sepúlveda. Transcurridos 50 años desde su primer viaje a Las Américas, habían vuelto las encomiendas y además se planteaba ahora la legitimidad de la “guerra justa” defendida por Sepúlveda. La disputa terminó en tablas. Estaba claro que había avanzado muy poco, quizás nada, la visión etnocentrista sobre los indios. Las Casas, a partir de entonces, nunca sería el mismo, canalizando su apasionamiento y su denuncia en la expresión, negro sobre blanco, de todas sus experiencias y reflexiones sobre la realidad de Las Indias. Bartolomé de Las Casas, aún cometiendo errores que nunca soslayó y de los que después se arrepintió, en especial la conveniencia de la esclavitud africana, encendió la luz de la razón y del humanismo entre la barbarie. •

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Una expedición sangrienta en busca de El Dorado

Lope de Aguirre El tirano

Ambicioso, cruel y sanguinario, su figura se convirtió en una de las más atractivas e inquietantes de la historia de la conquista de América. Sus “hazañas” se escribieron con sangre, traición y destrucción, atrayendo la atención y la fascinación de los historiadores a lo largo de los siglos. Su nombre es hoy sinónimo de leyenda. Un dudoso honor que se ganó con sus terribles crímenes.

L

oco, tirano, rebelde, traidor, o peregrino. Esos son sólo algunos de los apodos y calificativos que “coleccionó” a lo largo de su vida –y tras su muerte– el conquistador español Lope de Aguirre. Una larga lista a la que hay que sumar los distintos términos toponímicos que salpican algunos de los lugares por los que pasó Aguirre durante su jornada en busca de Amagua y El Dorado: el Salto de Aguirre, en el río Huallaga o el Puerto del Traidor, en isla Margarita, son una muestra de ellos. Sus “hazañas” quedaron grabadas a sangre y fuego, hasta el punto de que en Barquisimeto (Venezuela) –donde murió asesinado– sus habitantes recuerdan aún hoy que el alma en pena de Aguirre vaga perdida en las noches más oscuras. Tras el fallecimiento del rebelde, un encolerizado Felipe II ordenó la prohibición de citar su nombre y exigió la destrucción de cualquier escrito surgido de su pluma. Una suerte de damnatio memoriae que se completó con una sentencia condenatoria del Tribunal de la Audiencia de Santo Domingo, que recaía igualmente sobre su memoria, y con una tercera condena emitida por el Tribunal de Tocuyo, en la que se proclamaba a los hijos de Aguirre, ya fueran legítimos o bastardos, “infames por siempre jamás, e indignos de poder tener honra ni dignidad ni oficio público,

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JAVIER GARCÍA BLANCO

ni poder recibir herencia ni manda de pariente ni de extraña persona”. En su época, sus peripecias merecieron la elaboración de diversas crónicas –algunas de ellas elaboradas por otros miembros de la expedición, y por tanto testigos directos de lo ocurrido–, y en la actualidad han sido multitud los autores que, desde distintos prismas, se han acercado hasta la oscura figura del vasco Lope de Aguirre. Incluso la literatura, el cine y hasta el mundo del cómic han reservado para él un espacio de honor (ver recuadro). Pero, ¿qué terribles crímenes cometió exactamente aquel hombre, cojo y corto de estatura a decir de las crónicas, para merecer tal interés y atenciones?

n UNA VIDA LLENA DE SOMBRAS A pesar de la extensa bibliografía que existe sobre Aguirre y la expedición de los marañones (llamados así por comenzar su

travesía en el río Marañón, afluente del Amazonas), los datos fiables sobre Lope de Aguirre son realmente escasos. Sabemos que nació en Oñate (Guipúzcoa) entre 1511 y 1515, siendo hijo segundón de una familia de hijosdalgo, y que con apenas 20 años decide dirigir sus pasos a Sevilla, donde embarcó para las Indias en busca de fortuna. Una vez en las Américas, parece ser que tomó parte en las llamadas “guerras civiles” que tuvieron lugar en suelo peruano. En un primer lugar en el bando realista apoyando a Vaca de Castro frente a las fuerzas de Almagro y, posteriormente, en las tropas de Núñez de Vela contra Gonzalo Pizarro. A pesar de estos detalles, poco más sabemos de nuestro protagonista hasta su participación en la jornada (así llamaban entonces a las expediciones de conquista o descubrimiento) que le haría tristemente célebre. A esta dificultad para encontrar información fiable hay que sumar la existencia, en la misma época, de un personaje igualmente llamado Lope de Aguirre, también de origen vasco, que al parecer fue veterano en las campañas de Italia y cuyos actos merecieron, al contrario que los de “El Tirano”, menciones favorables a su persona. Esta duplicidad de “Aguirres” podría haber llevado en algún caso a confusiones sobre ambos personajes.

 Lope de Aguirre. El rostro cruel del tirano coincidía con su verdadera personalidad. Como señala Javier Ortiz de la Tabla en un trabajo sobre Aguirre, es más probable que el que a nosotros nos interesa, pueda ser identificado con el llamado “Fulano Aguirre”, mencionado por el Inca Garcilaso al hacer mención a un violeto incidente ocurrido en Potosí 1548, y cuyas características cuadran mejor con el personaje violento, alborotador y terrible que protagonizará años más tarde hechos increíblemente cruentos.

n EL PERÚ EN LOS TIEMPOS DE AGUIRRE Para entender de forma adecuada las características de la jornada en busca de El Dorado y los horribles hechos que en ella se produjeran es indispensable conocer la situación del virreinato del Perú en la época. Décadas después de la llegada de Pizarro y sus hombres, las circunstancias sociales del territorio no eran nada halagüeñas. El poder, las tierras y los privilegios estaban en manos del diez por ciento de la población, al igual que el comercio, y las distintas encomiendas se hallaban gobernadas por una clase alta formada por algunos de los primeros conquistadores y otros individuos influyentes llegados de la península. En el otro lado se hallaba una legión de desfavorecidos formada por indígenas y emigrados de la península que habían acudido en busca de fortuna, pero que llegaron demasiado tarde al inicial reparto de riquezas y propiedades. Junto a estos últimos destacan un grupo de hombres de guerra, que en muchos casos llevaban décadas en las Indias después de las iniciales contiendas por la conquista y las posteriores “guerras civiles” que enfrentaron a distintos bandos de españo-

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 Amazonas. Es el río más caudaloso del mundo.

TRAS ESTOS ENFRENTAMIENTOS FRATRICIDAS LA MAYORÍA DE SOLDADOS HABÍAN QUEDADO DESOCUPADOS, SIN SUELDO NI RECOMPENSA, INTENTANDO SOBREVIVIR les. Tras estos enfrentamientos fratricidas la mayoría de soldados habían quedado desocupados, sin sueldo ni recompensa, intentando sobrevivir a la sombra de los señores. A este nutrido grupo de descontentos y desocupados hombres de guerra, que habían visto pasar su oportunidad de prosperar a pesar de haber dado su sangre y su vida por la Corona y la conquista de América, pertenecía Lope de Aguirre. Fue esta atmósfera enrarecida y peligrosa, en la que se adivinaba la amenaza de rebelión y altercados, la que motivó la puesta en marcha de la jornada en busca de las riquezas de El Dorado que ya había buscado algunos años antes, sin éxito, Francisco de Orellana (ver recuadro). En 1558, el entonces virrey del Perú, el marqués de Cañete, permitió la puesta en marcha de hasta tres expediciones a distintos puntos, con la intención de dar una ocupación a esa peligrosa e impredecible masa de soldados sin trabajo y a otros marginales y desfavorecidos. Esa misma motivación fue la que, un año después, le llevó a ordenar la jornada de Amagua y El Dorado,

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con el capitán navarro Pedro de Ursúa a la cabeza de la misma. Ursua, que contaba entonces con unos 35 años, era un recién llegado al Perú, aunque acumulaba una importante hoja de servicios en la India. De este modo, no fueron pocos los hombres de guerra que, viendo una posibilidad de entrar en actividad y lograr la gloria y la riqueza que la guerra les habían negado, decidieron enrolarse en tan singular búsqueda, esperando hallar el oro y los tesoros de la región legendaria.

n UN VIAJE SIN RETORNO Pedro de Ursúa comenzó los preparativos para el viaje en febrero de 1559, buscando aportaciones económicas entre comerciantes y ricos propietarios. Ya en este punto inicial de la jornada comenzaron los primeros inconvenientes, pues el dinero prometido por algunos no fue entregado finalmente, y fueron los propios participantes de la expedición quienes tuvieron que aportar sus ahorros y capitales. Finalmente, Ursúa logró reunir el grueso de la expedición, formada por unos

trescientos soldados, seiscientos indios y treinta esclavos negros. A estos efectivos había que sumar la nutrida cohorte de amigos y parientes del propio Ursúa, a quienes se encomendaron puestos de gran importancia. Entre ellos se encontraba Inés de Mendoza, una bella mestiza amante de Ursúa, cuya presencia fue mal vista desde el principio, y que a decir de algunos de los cronistas que participaron en los sucesos, fue una de las causas del desastre, como consecuencia de la nefasta influencia que ejercía sobre Ursúa. En cuanto a los efectivos militares, parte de ellos procedían de hombres renegados de otra expedición, la dirigida por Juan de Salinas y, otro grupo más, estaba formado por hombres del capitán Pedro Ramiro, hasta entonces establecidos en el pueblo de Santa Cruz de la Pocoa. Junto a ellos se encontraba también el temible Lope de Aguirre, a quien le acompañaba su hija mestiza Elvira y otros muchos hombres de guerra enrolados en busca de fortuna. Parece ser que alguien advirtió a Ursúa de que evitara convocar a Aguirre, debido a su carácter rebelde y pendenciero, pero el líder de la expedición hizo caso omiso a las advertencias. La jornada no comenzaría hasta el 26 de septiembre de 1560. Poco podían imaginar que aquél era un viaje sin retorno, que pasaría a la Historia por los crímenes

y atrocidades que se sucederían en los meses que estaban por venir. De hecho, antes de la partida ya se habían producido algunos inquietantes incidentes que parecían presagiar lo que vendría más tarde. Durante su botadura, algunas de las embarcaciones construidas en el astillero improvisado en Santa Cruz de la Pocoa se fueron a pique irremediablemente, obligándoles a dejar un buen número de caballos y provisiones. La larga espera hasta que todo estuvo listo había sometido a la madera a muchos meses de exposición a la humedad de la región y a los insectos, así que cuando quisieron fletarlas se habían podrido ya sin remedio. También antes de emprender la marcha, y ante la imposibilidad de alimentar a todos los participantes de la expedición en Santa Cruz, Pedro de Ursúa había enviado un grupo de hombres a un pueblo de indios motilones. Ursúa encomendó esta misión al capitán Pedro Ramiro, a quien acompañaban medio centenar de soldados y dos “caudillos”, Francisco Díaz de Arles –amigo de Ursúa– y Diego de Frías. Éstos últimos veían con envidia a Ramiro, pues ambicionaban para ellos el

 El tirano en el cine, el comic y la literatura LAS PERIPECIAS de Lope de Aguirre y sus secuaces han atraído en las últimas décadas a historiadores, literatos y cineastas, e incluso a guionistas y dibujantes de cómic. Entre la lista de escritores que mencionaron sus andanzas se cuentan españoles como Pío Baroja, Miguel de Unamuno o Ramón J. Sender, quien le dedicó la novela La aventura equinoccial de Lope de Aguirre (Ed. Magisterio Español, 1998). En el celuloide, el aragonés Carlos Saura realizó El Dorado, mientras Werner Herzog también se dejó cautivar por su oscura figura y filmó Aguirre, la cólera de Dios, con el actor Klaus Kinski interpretando el papel del terrible tirano. En el mundo del cómic, la expedición en busca de El Dorado ha sido plasmada al menos en tres ocasiones, entre las que destaca Lope de Aguirre. La aventura (Ed. Ikusager), de Enrique Breccia y Felipe Hernández Cava.

cargo recibido por el capitán. Resentidos, los dos caudillos decidieron dejar al militar y regresar con Ursúa, pero a mitad de camino se encontraron con dos soldados amigos suyos, a quienes convencieron de que el capitán Ramiro pretendía rebelarse contra el gobernador. Tras dar media vuelta, encontraron a Pedro Ramiro solo –el resto de sus hombres habían cruzado un río– y aprovecharon la circunstancia para ahogarle y cortarle la cabeza. Sin embargo, los dos caudillos no contaban con que el criado de Ramiro huyese al ver morir a su amo y pusiese a Ursúa al corriente de lo sucedido. Cuando los tuvo ante su presencia, el gobernador ordenó sin titubeos la ejecución de los asesinos cortándoles las cabezas. Antes de comenzar, la expedición se había cobrado ya la sangre de cinco hombres.

n LA CONJURA Iniciada la marcha, pronto se hicieron evidentes las duras condiciones que les esperaban. A los peligros del río, las alimañas e insectos, los expedicionarios tuvieron que hacer frente también a los mosquitos, las fiebres y la escasez de alimento, sin contar

 Felipe II. El rey sobre cuyos dominios no se ponía el Sol acabó rechazando a Lope de Aguirre.

con las distintas poblaciones de indios –algunas hostiles– que fueron encontrando a su paso. Tampoco tardaron en aparecer las primeras suspicacias y conatos de motín. Con el paso de las semanas, y después de más 700 leguas recorridas sin novedades sobre Amagua y El Dorado, comenzaron a surgir las sospechas sobre los indios brasiles, quienes decían conocer el paradero de las ricas tierras. Muchos hombres comenzaron también a murmurar contra el gobernador, que pasaba los días solazándose con su amante mestiza –a quien muchos culpaban de haber hechizado a Ursúa y cambiar su carácter–, mientras ellos iban sufriendo diversos padecimientos, y las voces empezaron a pedir el regreso al Perú. Cuando trascendieron aquellos deseos, Ursúa castigó a los insurrectos a remar en su barca. Una humillación que muchos no iban a perdonar. Fue así como se tejió la traición contra Pedro de Ursúa. Entre los cabecillas de dicha rebelión estaban Fernando de Guzmán, Lorenzo de Salduendo y, cómo no, el inefable Lope de Aguirre. Y así fue como el 1 de enero de 1561, una docena

ENTRE LOS CABECILLAS DE DICHA REBELIÓN ESTABAN FERNANDO DE GUZMÁN, LORENZO DE SALDUENDO Y, CÓMO NO, EL INEFABLE LOPE DE AGUIRRE D E I B E R IA V I E JA

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de hombres se acercaron sigilosamente hasta la tienda del gobernador, mientras dormía. Francisco Vázquez, autor de una de las crónicas más conocidas sobre los hechos, lo recordaba de este modo: “…Se juntaron con el dicho D. Fernando hasta doce destos traidores, dejando prevenidos otros amigos y secuaces que, en oyendo su voy y apellido, acudiesen con sus armas y fueron al aposento del gobernador, y hallándolo solo, como solía estar, acostado en cama, le dieron muchas estocadas y cuchilladas, y él se levantó y quiso huir y cayó muerto entre unas ollas en que le guisaban de comer”. Ursúa no fue la única víctima de aquella terrible noche. Juan de Vargas, teniente del gobernador, también fue atravesado por el filo de una espada traicionera. Una vez llevado a cabo el complot, el andaluz Fernando de Guzmán fue nombrado general, mientras Lope de Aguirre se aseguraba el puesto de maese de campo y otros de los conjurados recibían también cargos de importancia, pese a que en su mayoría no estaban preparados para desempeñarlos.

 Ruinas de Machu Picchu.

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 Mapa. La desigualdad social era una de las características más significativas del Perú en la época de Felipe II.

DESDE QUE AGUIRRE SE CONVIRTIÓ EN JEFE MILITAR TODOS DORMÍAN CON EL ARMA CERCA, TEMIENDO UN NAVAJAZO, UNA ESTOCADA O UN DISPARO DE ARCABUZ Poco después, Guzmán y sus más allegados decidieron redactar un escrito en el que se referían los desmanes y errores supuestamente cometidos por su legítimo gobernador. Aquel escrito pretendía servir de excusa por el crimen ante el rey Felipe II, y se quiso que todos los participantes en la conjura estamparan su firma en él. El primero en hacerlo fue Guzmán, acompañando la firma de la palabra “general”. A continuación “el Tirano” hizo lo propio aunque, sin hipocresías, escribió: “Lope de Aguirre, traidor”. Después aprovechó el momento y desveló sus auténticas intenciones. Aguirre argumentó que asesinar al gobernador del rey, representante de éste en la jornada, equivalía a rebelarse contra el monarca, crimen para el que no había perdón posible. Así que propuso dar marcha atrás y regresar al Perú, con la intención de conquistarlo y declarar un reino independiente del peninsular. Para ello, se decidió nombrar a Guzmán como príncipe del reino que pretendían hacer suyo, bajo el título de Fernando I el sevillano, mientras Aguirre se hacía con el mando militar. Desde este instante las desconfianzas se acentuaron entre los miembros de la expedición. Todos dormían con el arma cerca, temiendo un navajazo, una estoca-

da o un disparo de arcabuz. Y no les faltaba razón. Tras la muerte de Ursúa, y a pesar de los acuerdos alcanzados entre los conjuradores y el resto de hombres, se extendió la indisciplina y se sucedieron los asesinatos. Muchos de ellos se produjeron, precisamente, por temor a los asesinatos y nuevas traiciones. Así murieron a manos de Lope de Aguirre, por ejemplo, Juan Alonso de la Bandera, Cristóbal Fernández, la mestiza doña Inés, el capitán Alonso de Montoya o el almirante Miguel Robledo, así como a Lorenzo de Salduendo, guardia del general Guzmán. En medio de este caos, Aguirre se destacó como el auténtico caudillo de los marañones, pues Francisco de Guzmán no era más que un títere que seguía sin saberlo sus planes. A pesar de su poder, respaldado por un pequeño ejército personal de unos cuarenta hombres, Aguirre quiso adelantarse a un nuevo complot en su contra, y decidió acabar con el “príncipe” Guzmán y sus colaboradores más cercanos. En esta nueva refriega cayeron entre otros el sacerdote Alonso de Henao, a quien el propio Aguirre atravesó de una estocada mientras dormía, pinchándolo en su camastro como a un animal. Después se dirigió a casa de Guzmán y tras matar a sus más allegados, le llegó el turno al príncipe. Entre el Tirano y varios de sus secuaces, acabaron con su vida mediante estocadas y arcabuzazos. Llegaba así a su fin el corto reinado de un príncipe aún sin tierras que gobernar.

n EL FIN DEL TIRANO A estas alturas, la locura de Aguirre se había desatado por completo. Líder único e indiscutible, llegó incluso a diseñar una bandera propia, compuesta por dos espadas cruzadas que goteaban sangre. Un estandarte más que apropiado para quien había derramado tantos litros de líquido vital de compañeros y superiores. En este punto de la jornada, El Dorado había quedado ya completamente olvidado. El único oro que interesaba a Aguirre se encontraba en las tierras del Perú, a donde quería regresar. Antes, sin embargo, llegó con sus hordas a isla Margarita (Venezuela), donde volvió a desatar toda su crueldad. Se sucedieron de nuevo los asesinatos y Aguirre y sus hombres se lanzaron al saqueo y la destrucción. A pesar de estos excesos, el tirano no dejó de practicar las purgas entre sus propios hombres. Temiendo siempre nuevos intentos de derrocarle, fue eliminando a aquellos

 Otras expediciones en busca de El Dorado LA JORNADA ORGANIZADA por Pedro de Ursúa en busca de Amagua y El Dorado no fue la única. De hecho, otros conquistadores antes que ellos intentaron –igualmente sin éxito, aunque sin tanto derramamiento de sangre– descubrir la mítica ciudad de oro. Uno de los primeros en perseguir aquel sueño repleto de riquezas fue el también español Sebastián de Belalcázar, quien intentó localizar el mítico lugar en el sur de Colombia, en torno al año 1535. Un año después le siguió con la misma finalidad Gonzalo Jiménez de Quesada, aunque con un resultado idéntico. Mucho más famosa es, sin duda, la expedición que Francisco de Orellana realizó en la década de 1540, y que a pesar del fracasar en su intención inicial, sirvió para descubrir el Amazonas. La descripción del viaje de Orellana y los relatos sobre el mítico reino de El Dorado fueron recogidos por fray Gaspar de Carvajal en su obra Relación del nuevo descubrimiento del famoso río Grande que descubrió por muy gran ventura el capitán Francisco de Orellana.

A ESTAS ALTURAS, LOPE DE AGUIRRE ERA PLENAMENTE CONSCIENTE DE QUE LA CORONA HABÍA PUESTO PRECIO A SU CABEZA que le parecieron sospechosos de conspirar contra él. A estas alturas, Lope de Aguirre era plenamente consciente de que la Corona había puesto precio a su cabeza. En un gesto sorprendente y un tanto ingenuo, Aguirre redactó una célebre carta dirigida a Felipe II, en la que reivindica y reafirma su rebeldía, despachándose a gusto con el monarca, a quien acusa del lamentable estado de las Indias, denunciando la corrupción que alcanza a todos los estamentos de la Corona y recriminando el olvido que sufrieron todos los que, como él, dieron su vida por su rey: “Nos dé Dios gracia que podamos alcanzar con nuestras armas el precio que se nos debe, pues nos has negado lo que de derecho se nos debía. Hijo de fieles vasallos en tierra vascongada y rebelde hasta la muerte por tu ingratitud, Lope de Aguirre, el Peregrino”. Aunque en su carta Aguirre amenazó a Felipe II con hacerle “la más cruda guerra”, fue poco lo que pudo hacer frente a

las tropas realistas. Encontrándose en las cercanías de Barquisimeto (Venezuela), los soldados del rey le dieron caza después de que la mayor parte de sus hombres le abandonara con la intención de conseguir el perdón real. Dicen algunos cronistas que, antes de caer, él mismo mató a su hija Elvira, diciéndole: “Mejor morir ahora como hija de rey que después como hija de traidor y como puta de todos”. Poco después le alcanzaban dos disparos de arcabuz, y uno de sus hombres, Custodio Hernández, le seccionó la cabeza de un tajo. Como castigo ejemplar, los hombres del rey mutilaron el cadáver de forma terrible: le cortaron las manos y la cabeza, quedando ésta expuesta durante días como escarmiento público a posibles imitadores. Terminaba así la vida del loco Aguirre y con ella llegaba el punto final a una desquiciante expedición que había partido en busca de nuevas tierras, oro y riquezas, pero que sólo cosechó sangre y dolor. En la nómina de muertes atribuidas al tirano se acumulaban al menos 72 almas. •

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CONQUISTADORES: LA ESPADA DEL DEL IMPERIO IMPERIO

Las misiones jesuitas

de América

En la confluencia de Argentina, Brasil y Paraguay, un rosario de antiguas misiones religiosas salpica el territorio. Hoy portentosas y enigmáticas ruinas, hubo un tiempo en que acogieron la convivencia pacífica entre dos mundos, escenario donde, tanto indígenas como jesuitas, trataron de hacer realidad una quimera.

GABRIEL MUÑIZ / PAISAJE HUMANO

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l cine y la literatura, sin olvidarnos de la historia, sensibilizaron nuestra imaginación con apasionantes relatos del encuentro de los dos mundos. En realidad deberíamos hablar de desencuentros, o al menos de encuentros no exentos de dramatismo, presididos por la aprensión, la sospecha y el miedo. Por eso los jesuitas salieron al paso del indígena guaraní con la mejor de sus embajadoras, la penetrante e hipnótica música surgiendo de una flauta y un violín. Que aquel contacto de civilizaciones se materializara en una relación fructífera dependió, no obstante, de otros muchos factores ajenos a lo más o menos novelesco del encuentro. La confluencia

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de caracteres, de expectativas religiosas e intereses de subsistencia, condicionó el éxito de la futura convivencia en paz. En este sentido, y ante todo, el desafío encarnado por las misiones consistió en sacudirse el yugo etnocéntrico que lastraba a los jesuitas y a los indígenas. Sólo mirando bajo la perspectiva de ambos pueblos, fijándonos en sus prejuicios respecto al otro, podremos hacernos cargo del milagro social que comportaron las misiones.

n LOS HOMBRES VERDADEROS Ya con anterioridad al Descubrimiento de América, esporádicos contactos con tribus remotas del orbe eran reportados por comerciantes y misioneros. Aquel acopio de información, sin embargo, no

fue aprovechado científicamente; más bien se trató de una ocasión perdida en cuanto a la comprensión objetiva de las capacidades humanas. Salvo excepciones, los estudiosos de la época, lejos de construir un corpus antropológico riguroso, siguieron interpretando la realidad guiándose por la tradición científica clásica y su moral. El resultado, desde aquel punto de vista, no podía ser otro que preguntarse única y exclusivamente por los métodos necesarios para corregir las hipotéticas carencias del indígena. Las palabras del hispanista John H. Elliot al respecto resultan esclarecedoras. En su obra España y su Mundo, del 1500 a 1700, Elliot dice que nuestros misioneros supieron acumular sobre el terreno, como auténticos científicos,

QUIENES HOY RECORRIERAN LAS RUINAS DE LAS MISIONES JESUITAS DE AMÉRICA, RENOVARÍAN SU ASOMBRO ANTE LAS PROEZAS DE QUE ES CAPAZ EL SER HUMANO

datos referentes a rituales, costumbres y creencias de los indígenas, información que era enviada a España para su exposición en el Consejo de Indias o para su consideración en los concilios eclesiásticos. Argumenta, sin embargo, que aquella información se utilizó únicamente con fines utilitaristas, bajo el prisma de superioridad de la civilización cristiana. A través de este conocimiento, las altas instancias eclesiásticas no pretendieron otra cosa que doblegar al indígena, provocando, ya en origen, cierto enfrentamiento entre las órdenes religiosas por sus respectivos intereses misionales. Es verdad que el misionero buscaba la salvación de las almas, incluso defender la voz de los indígenas, pero todos sin excepción combatieron

sus creencias ancestrales tachándolas de idolatría. No deberíamos quitar mérito al ímprobo esfuerzo que supuso sacudirse, aunque fuera en parte, aquella visión lastrada por lecturas religiosas y antropológicas infranqueables. Una cuestión capital del etnocentrismo fue la elevación del indígena no sólo a la categoría de “hombre verdadero”, sino a la de hijo de Dios. Como bien decía Elliot en su libro, la diferenciación entre racional e irracional estaba vinculada a la diferenciación entre lo cristiano y lo pagano. La falta de lengua escrita, la vida nómada o la ausencia de propiedad, se veían como los síntomas de una patología: la ausencia de civilización y la animalidad. Partiendo de estos razonamientos axiomáticos, eran meras hipótesis cuestiones tan trascendentales como que el indígena descendiera de Adán, obligando a replantearse la lectura del mismo Libro del Génesis. El dilema quedaría zanjado con la Bula dictada por Pablo III en 1537, por la cual los indígenas debían considerarse como hermanos propensos a recibir la auténtica fe. Con todo, la experiencia de los misioneros en el trato con los indígenas estaría plagada de dudas. En cierto modo, la rémora de ver al otro como un ser inferior, nacido para la servidumbre, impregnó la convivencia desde la fundación de las primeras misiones. En el mejor de los casos, el indígena fue tratado como un niño cuya mente era tabula rasa, sobre la que se podía reescribir la nueva fe sin reparar en costumbres ni creencias heredadas. Por eso, según concluía Elliot, los misioneros cayeron pronto en el desencanto al ver que los indios conversos reincidían una y otra vez en su visión ancestral del mundo, dando lugar a un paternalismo extremo de los religiosos, paternalismo inspirado “más por el temor que por amor y ayuda sincera”.

n JESUITAS VERSUS GUARANÍES En aquel ambiente misional hizo acto de presencia la orden de los jesuitas. Fundada por Ignacio de Loyola, la Compañía

de Jesús no sería confirmada por Roma hasta 1540, obteniendo la aprobación para establecer misiones en América ya en la segunda mitad del siglo XVI. Desde sus primeros pasos, destacó entre las demás órdenes religiosas por la rigurosa preparación teológica y científica de sus miembros. Sobre el terreno, una vez observados los errores en que incurrían ellos mismos y otras misiones, los jesuitas comprendieron que el ideal no era erradicar todo rastro de la estructura social pagana, sino el afianzamiento del cristianismo sobre las bases culturales del indígena. Para ello, era condición del éxito misional mantener a los indígenas lo más alejados posible de la “contaminación” europea, a salvo de las corruptelas y los vicios que podían envenenarles la mente. Sólo a partir de la pureza existencial del nativo, pensaban los jesuitas, podría arraigar en ellos el cristianismo. Muchos estudiosos se han preguntado por las verdaderas motivaciones de los jesuitas. ¿Nos encontraríamos de nuevo ante un afán puramente utilitarista o, por el contrario, los frailes habían comprendido que el indígena no tenía por qué ser equiparado al europeo y merecía la salvaguarda de sus formas de vida? Nos atreveríamos a decir que no hay absolutos en esta cuestión. El indígena de las misiones nunca sería tratado desde un prisma igualitario, de eso no cabe la menor duda, pero los jesuitas pudieron vislumbrar en su modo de vida una carencia exclusiva del mundo europeo. El indígena encarnaba, de algún modo, aquel estado primigenio, inocente y virtuoso que irremediablemente había perdido la humanidad “civilizada”. Pero nos restaría examinar, igualmente, las verdaderas motivaciones del indígena guaraní respecto al misionero jesuita. En primer lugar, los primeros misioneros cometieron un gravísimo error al considerar al guaraní como un pueblo que adolecía de falta de espiritualidad. Nada más lejos de la realidad: los indígenas guaraníes eran nómadas, no poseían templos ni veneraban imá-

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 Orquesta de misioneros. El grabado muestra un “concierto” impartido por tres músicos llevados, por las aguas de un río de Paraguay, por un indígena.

Cataratas de Iguazú. El salto de Dos Hermanas, con la pileta natural de la base, es uno de los más espectaculares y demandados por los turistas que visitan la franja argentina de estas cataratas.

EL MISIONERO BUSCABA LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS, INCLUSO DEFENDER LA VOZ DE LOS INDÍGENAS, PERO TODOS COMBATIERON SUS CREENCIAS TACHÁNDOLAS DE IDOLATRÍA genes, pero contaban con una profunda religiosidad, tan hondamente arraigada, que les permitía obviar cualquier simbología externa. No eran monoteístas, como algunos han querido creer, pero el panteón guaraní estaba presidido por un dios tan eterno, omnipresente y omnipotente como aquel que difundían los jesuitas. Así mismo, compartían con sus visitantes la idea del paraíso, incluso la de una figura maléfica, encarnación de la muerte y la enfermedad. Los paralelismos entre las dos formas religiosas, a grandes rasgos, eran muy evidentes y posibilitaban el intercambio de ideas y creencias, algo que no pasó desapercibido a los jesuitas. Existían obstáculos como cierta persistencia de prácticas de canibalismo, pero formalmente la integración religiosa resultaría muy simple sustituyendo la nomenclatura de las figuras religiosas clave y exhibiendo, en ausencia de simbología, el emblema universal de la cruz.

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Faltaríamos a la verdad, sin embargo, si considerásemos el abrazo de la fe cristiana por los guaraníes como una respuesta totalmente sincera, fruto exclusivo de un convencimiento meditado. Según algunos historiadores, las tribus guaraníes se encontraban, justo en el momento que aparecieron los jesuitas, envueltas en un proceso unificador a cargo de los karaí, una especie de profetas no adscritos a ninguna tribu concreta. El proceso unificador tenía un componente religioso interno, pero implicaba también una confluencia de fuerzas en aras de repeler la amenaza creciente de hacendados españoles, y en particular de buscadores de esclavos portugueses. De algún modo, los guaraníes delegaron ese proceso unificador en los misioneros, ya que cumplirían mejor que nadie con las prerrogativas defensivas guaraníes al asegurarse, a través de su intermediación, la protección de la Co-

rona. Algunos cronistas se hicieron eco de los debates que tuvieron lugar entre los jefes guaraníes, tratando de consensuar la conveniencia o no de esta alianza. A partir de entonces, el indígena guaraní quedó dividido en dos grandes sectores: los beligerantes, que contra viento y marea mantuvieron una existencia seminómada y apartada, y los conversos de las misiones, que destacaron en el aprendizaje pero, a cambio, olvidaron gran parte de su herencia cultural. Deberíamos concluir que tanto la evangelización jesuita como la conversión guaraní, al menos estuvieron teñidas por cierto afán utilitarista. En descargo de ambos, no obstante, la historia revela que una alianza siempre lleva implícito el aspecto funcional, una confluencia de intereses. La utilidad, los comprensibles errores e imposiciones, no restan valor al altruismo que dominaría la convivencia. Y es que, una vez superados los difíciles obstáculos de su fundación, fue cuando se produjo el verdadero “milagro” de las misiones.

n LA TIERRA PROMETIDA Quienes hoy recorrieran las ruinas de las misiones jesuitas de América, renovarían su asombro ante las proezas de que

 Catecismo para indígenas. Esta obra de Pedro de Gante es uno de los catecismos más antiguos de la evangelización de México, y la conserva la Biblioteca Nacional desde 1897.

FUNDADA POR IGNACIO DE LOYOLA, LA COMPAÑÍA DE JESÚS OBTUVO LA APROBACIÓN PARA ESTABLECER MISIONES EN AMÉRICA YA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVI

 Jesuitas. La orden fue fundada por Ignacio de Loyola y confirmada por Roma en 1540. es capaz el ser humano. Se preguntarían cómo fue posible erigir de la nada, en un entorno por entonces tan inhóspito, una treintena de auténticos emporios urbanísticos que llegaron a albergar unos 100.000 habitantes. La respuesta es que las misiones guaraníes fueron fruto de una profunda inspiración y sacrificio en nombre de Dios, pero también de una genial organización y puesta en práctica. Los jesuitas tejieron toda una red de enclaves a lo largo del caudaloso cauce del río Paraná y sus afluentes, haciendo gala, como dijimos, de su excepcional

aptitud de liderazgo y preparación intelectual. Tras aprender la lengua guaraní, condición indispensable para trasladar sus enseñanzas a los nativos, los jesuitas adecuaron el sistema político y social a la Corona española, y en cuanto a la evangelización, que estuvo basada en el catecismo, trataron hábilmente de congeniar las creencias del guaraní con las católicas. Cabe imaginar que el acercamiento religioso fue una labor extremadamente delicada. Intuitivamente, los misioneros se arrogaron como karaís (o profetas guaraníes), posición desde la cual pudieron hacerse escuchar. Su función como karaís consistía en demarcar lo que los guaraníes denominaban agujé, o camino de la perfección que llevaba a la ansiada “tierra sin mal”. Lógicamente, los misioneros vincularon esa aspiración existencial del guaraní con el modelo cristiano de progresión espiritual en pos del paraíso, basada en las buenas obras y la oración. Habría que decir que, en este punto, la lectura original del guaraní respecto al agujé y su particular paraíso en realidad diferían del cristianismo, pues el agujé era una energía vital a la que se podía llegar a través de la derrota (y consumo) del enemigo, y la “tierra sin

mal” era ansiada como un lugar físico perteneciente a este mundo. Probablemente, a nivel de conciencia, el paso de dos o tres generaciones acabaría por diluir tales diferencias. Lo importante, con todo, es que la confluencia religiosa fue un hecho palpable, y asumido por los indígenas, al que se irían incorporando toda la liturgia y simbolismo propios de la Iglesia Católica. El organigrama urbanístico típico de cada misión consistía en una gran explanada o centro de reunión, alrededor del cual se repartían las diferentes construcciones civiles y religiosas. Ocupando una posición predominante, se encontraban la iglesia y las dependencias religiosas, así como el cementerio. En otro lado estaba situado el cabildo, donde se dirimían todas las cuestiones políticas de la misión, y el resto del polígono era ocupado por las escuelas, los talleres artesanales y viviendas guaraníes. La presencia jesuita se limitaba a dos misioneros, uno responsable del ámbito religioso y el otro de los aspectos sociales. Los jesuitas, no obstante, comprendieron la importancia de que los guaraníes fueran capaces de administrar sus asuntos, delegando en ellos buena parte del poder decisorio. Así, a

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 Misión Trinidad de Paraná. Fundada en 1706, es la reducción guaraní mejor conservada del Paraguay y está declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

la cabeza se encontraba un corregidor indígena, nombrado por el gobernador español de la región con el beneplácito de los misioneros, y un cabildo representado igualmente por guaraníes. En realidad, aunque la estructura política de una misión fuera una adaptación de los métodos españoles, su lógica interna no contradecía la jerarquía social de los guaraníes, que siguieron agrupándose bajo el control de cacicazgos. Una misión agrupaba lo que antaño habían sido varias tribus o tekuas con sus respectivos caciques, unidas por intereses estratégicos comunes. Utilizando los mismos métodos, sin embargo, misiones jesuitas radicadas en otras latitudes habían fracasado estrepitosamente. La explicación es que los guaraníes del entorno del Paraná dominaban ventajosamente la agricultura. Aquel territorio procuraba, además, tierras fértiles, leña y agua potable abundantes, elementos indispensables a nivel comercial y de subsistencia. Los jesuitas, haciendo gala de una gran perspicacia civilizadora y sentido de la justicia, plantearon una economía basada en la coexistencia de la propiedad comunal y privada. Cada familia guaraní poseía un terreno suficiente para el cultivo de sus propios bienes de consumo, y dos o tres días por semana se dedicaban al trabajo en la tierra comunal, cuyo excedente era destinado a intercambios comerciales y a pagar los tributos de la Corona.

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 Plaza. La citada misión, con la espectacular Plaza Mayor. En su día no faltaba una iglesia, el salón de encuentros, la escuela, y varios talleres y casas para los guaraníes.

NO ERAN MONOTEÍSTAS, PERO EL PANTEÓN GUARANÍ ESTABA PRESIDIDO POR UN DIOS TAN ETERNO, OMNIPRESENTE Y OMNIPOTENTE COMO AQUEL QUE DIFUNDÍAN LOS JESUITAS Los dos vectores de la vida en las misiones fueron el trabajo y la oración, que sin estar reñidas con el ocio y el disfrute, discurrían en un entorno apartado del resto del mundo, sólo interconectadas entre sí. Era trascendental evitar por todos los medios la injerencia exterior, hasta el punto de que a los visitantes de paso no se les negaba la manutención puntual, pero sí residir en la misión. Con el paso de los años, podríamos decir que las misiones fueron sinónimo de tierra prometida, o que al menos se materializaron en una novedosa empresa civilizadora, señera y paradigmática en cuanto al respeto de los derechos humanos y potencialidad del saber. Los guaraníes aprendieron lenguas, y desarrollaron todo tipo de técnicas musicales, artesanales y constructivas. Como telón de fondo, la inspiración que proporcionaron fe y

naturaleza, una fe no sólo presidida por la abnegación y el espíritu de sacrificio, sino vivida con alegría y en estado puro.

n EL FINAL DE UNA QUIMERA Las misiones jesuitas mantuvieron su vigencia a lo largo de unos 150 años (desde 1608 a 1768), en los cuales misioneros y guaraníes fueron capaces de crear un clima de concordia inédito hasta entonces. Sin embargo, desde la propia fundación, las misiones hubieron de enfrentarse tanto a los recelos velados como a las amenazas explícitas. Dejando a un lado los problemas de salud o las epidemias, la exclusión de injerencias externas en las misiones les impidió contar con ningún tipo de ayuda económica por parte de los hacendados. La amenaza más seria con la que habrían de convivir las misiones, no obstante, vino de la mano de los bandeirantes o tratantes de esclavos portugueses. Las

 Ruinas en la misión Trinidad.

LA AMENAZA MÁS SERIA CON LA QUE HABRÍAN DE CONVIVIR LAS MISIONES, NO OBSTANTE, VINO DE LA MANO DE LOS BANDEIRANTES O TRATANTES DE ESCLAVOS PORTUGUESES

misiones del norte, por estar más próximas a Brasil, sufrieron estos acechos con más virulencia, hasta el punto que un jesuita peruano, el padre Antonio Ruiz de Montoya, tuvo que ceder terreno junto a miles de guaraníes y abandonar varias misiones. Ante el cariz que tomaba el problema (el éxodo de unos 12.000 guaraníes y la captura de otros 5.000), el propio Montoya y el padre Francisco Díaz Taño viajaron a la Corte Española, con el fin de obtener permiso para que los guaraníes hicieran uso de las armas. Felipe IV levantó el veto, abriendo el camino a una prolongada serie de batallas que acabaría por decantar la balanza a favor de las misiones, conjurándose la amenaza tras la victoria de Mbororé en 1641. Sería imposible pormenorizar aquí los interesantes acontecimientos históricos que acabaron en la expulsión jesuita y el éxodo guaraní de las misiones. Digamos que a raíz de la separación de la Corona española y portuguesa, allá por 1640, los portugueses fueron ocupando la banda oriental del territorio de las misiones, hecho que se materializó con la fundación de la Colonia de Sacramento en 1680. En 1750, finalmente, se firma entre España y Portugal el Tratado de Permuta, dejando en manos portu-

 Misión de San Ignacio Miní. A poco más de 60 kilómetros de Posadas (la capital de Misiones), estas ruinas atraen a miles de visitantes cada año. guesas gran parte del territorio guaraní, que se resistió a abandonar sus tierras hasta desembocar en lo que se ha venido en llamar la Guerra Guaranítica. El tiro de gracia, no obstante, vendría de la mano de Carlos III. Dispuesto a imponer su poder sobre la iglesia decretó, en 1767, la expulsión de los jesuitas, que, vilipendiados por unos y por otros, emprendieron un éxodo incierto. Durante los 150 años de existencia, más de 1.500 jesuitas españoles, argentinos, italianos, sajones, chilenos, paraguayos, portugueses, franceses, bolivianos o peruanos habían tomado parte en las misiones. Los guaraníes se dispersaron de forma desordenada. Incapaces de adaptarse de

nuevo a la selva, en gran parte terminaron trabajando en haciendas. Las misiones, cedidas a otras órdenes religiosas, acabaron saqueadas y abandonadas. Cualquiera diría, al visitar alguna de estas ruinas, que allí vivieron dos misioneros junto a 3.500 guaraníes, o que camparan a sus anchas 2.000 vacas y 5.000 ovejas, 3.000 caballos salvajes y 600 adiestrados. Que hubiera plantaciones de caña, de algodón o hierbas medicinales. El febril levantamiento de sus muros, la trágica llegada de los bandeirantes, las fiestas religiosas en la plaza, las escuelas y los talleres, la algarabía junto al río, la expulsión… Todo lo que imagináramos, sería poco imaginar. •

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Las riquezas ¿robadas? EL PROCESO DE COLONIZACIÓN DE AMÉRICA IMPLICÓ, es evidente, muchas modificaciones en el mundo a nivel geoestratégico, económico y hasta humano. La existencia cotidiana se fue transformando progresivamente a uno y otro lado del océano y no de forma paritaria. Es evidente que un territorio del tamaño de la América conquistada, con diversidad de pueblos sin contacto, implica una desigualdad cultural y también, cómo no, a nivel científico, sociopolítico y de desarrollo agrario y productivo. Y de igual manera una extraordinaria riqueza de productos alimenticios, de materias primas, que fueron adoptados por el Viejo Continente, poco a poco, como parte de su dieta. Pero, aunque resulte una realidad menos conocida, también los colonizadores exportarán al Nuevo Mundo semillas y esquejes que procedían de Europa. Sin duda, sobre todo en las primeras décadas, fue una relación brutalmente desigual, pero no por ello dejó de ser, en ciertos ámbitos bidireccional. Igualmente, muchas veces obviado es el importante papel femenino desempeñado en la conquista y la colonización. Las mujeres indígenas y las españolas resultaron esenciales. No en vano, sin ellas no habría sido posible la colonización. Sin embargo, durante siglos y siglos su labor fue absolutamente silenciada por una sociedad machista que apostó por convertir en héroes a los guerreros y a sus descendientes masculinos.

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LAS RIQUEZAS ¿ROBADAS?

El intercambio entre dos Mundos La colonización de América es uno de los episodios más controvertidos de la historia, ya que sus consecuencias, nefastas para unos y providenciales para otros, continúan latentes en la conciencia y en la realidad política y social de los pueblos. Sin embargo, y con el afán de rastrear una idea lo más conciliadora posible, tal vez fuera pertinente plantearnos la eterna ucronía: ¿Qué hubiera sido del mundo de no producirse aquel encuentro entre el Viejo y el Nuevo Mundo, si aquel intercambio de productos, de tecnología y cultura, más allá de las injusticias que llevó aparejado, jamás hubiera tenido lugar? GABRIEL MUÑIZ / PAISAJE HUMANO

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or su propia naturaleza la pregunta en cuestión (qué sería hoy el mundo de no haberse producido el encuentro entre las dos culturas), resulta impredecible. Fueron tan numerosas y profundas las implicaciones que trajo consigo la colonización, que sería bien arriesgado aventurar cualquier hipótesis al respecto.

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Constataremos el hecho, en primer lugar, de que tal encuentro no se produjo realmente entre dos continentes, sino entre América y el resto del mundo, ya que el continente europeo, al menos a nivel mercantil, ya mantenía con anterioridad fructíferos intercambios con las tierras y los pueblos más remotos de Oriente, y España asumió, en el momento de la colonización de América, una función

eminentemente catalizadora, puente necesario para que se materializara aquella incipiente “globalización”.

n LA TIERRA DEL PAN Y DEL OLIVO Pocos, muy pocos de los productos agrícolas y ganaderos que llevaron los primeros colonizadores españoles a América eran realmente originarios del Viejo Continente. La mayoría de estos productos y

 Mercado de Tlatelolco: así comerciaban los aztecas. el conocimiento agrario que implicaban eran, por el contrario, el resultado de una secular expansión comercial que, principalmente desde Oriente, fue iniciada por pueblos como los fenicios, los etruscos, los griegos o los romanos. Con todo, tanto la variedad de productos disponibles para el consumo (en muchos casos sólo al alcance de las clases más pudientes), así como el valor nutricional que comportaban, siguió siendo en cierto modo arcaico si nos referimos a la población en general. Las gentes del Viejo Continente, pues, siguieron similares pautas de alimentación una generación tras otra. Sumido en la precariedad el pueblo llano dependió, para subsistir, del rendimiento puntual de un puñado de productos, y se mantuvo siempre a expensas de los caprichos de la tierra, de la climatología o de las plagas, que podían dar al traste con toda una cosecha y acarrear irreversibles hambrunas y oportunistas enfermedades. Un importante punto de inflexión, no sólo respecto al Continente Europeo sino en cuanto a las implicaciones futuras de cara al Descubrimiento, fue lo que algunos historiadores han definido, con gran acierto, como la gran “revolución verde” del mundo árabe. Son los árabes, con su penetración y presencia secular en la Pe-

EL VIEJO CONTINENTE CONTABA, ANTES DEL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA, CON CIERTO DESARROLLO AGRARIO nínsula, quienes modernizan realmente nuestra capacidad agraria. Con ellos, penetran también los primeros tratados de agricultura, conocimientos que los musulmanes ponen en práctica con notable éxito convirtiendo, milagrosamente, nuestros eriales en tierras productivas y fértiles. Pero, y lo más importante, son ellos quienes traerán desde el Lejano y Próximo Oriente la mayoría de los productos que hoy conocemos, nuevas especies como el arroz, diferentes clases de cítricos, espárragos, membrillos, el café, la palma datilera, frutos secos y otros muchos alimentos que fueron sumándose a una dieta demasiado dependiente de productos como el trigo, la uva, el aceite etc., ampliando y, por decirlo así, democratizando el consumo y aumentando las expectativas de subsistencia local. En España, con la dominación árabe, se produjo una gran transculturación alimentaria, productos que a partir de entonces podríamos agrupar bajo el denominador común de “ibéricos”, y cuyo cultivo sería

implementado, con mayor o menor éxito, en las nuevas tierras de América. Aunque ahondaremos más en ello, por el momento digamos que el Viejo Continente contaba, antes del descubrimiento de América, con cierto desarrollo agrario y con una variedad de productos aceptable para asegurar la subsistencia. Sin embargo, otra cosa bien distinta era el acceso real de la población al consumo de buen número de alimentos, tanto vegetales como animales, lo que se traducía en ciertas carencias proteínicas y vitamínicas que derivaban en un desequilibrio nutricional patente, comportando la proliferación de enfermedades. Las ataduras feudales, y el anquilosamiento cultural, causas directas de la desigualdad social y la injusticia distributiva, continuaban siendo en el Viejo Continente, y a las puertas del Descubrimiento, el “pan nuestro de cada día”. Así, Europa llegó a encontrarse atrapada en un fatal círculo vicioso, donde graves epidemias, como la peste bubónica acaecida en el siglo XIV, provocaron millones de muertes, dando a

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LAS RIQUEZAS ¿ROBADAS?

EN LA AMÉRICA PRECOLOMBINA LAS POBLACIONES NO CONTABAN CON UNA GRAN VARIEDAD DE PRODUCTOS ALIMENTICIOS A SU DISPOSICIÓN

 El maíz era la base de la alimentación de los mayas y aztecas.

su vez como resultado la falta de mano de obra agrícola, lo que conllevaría nuevas y letales hambrunas. El comercio de ultramar, sin embargo, se mantuvo en auge y representaría, a la postre, la salida a esa etapa oscura y sin aparente solución de continuidad que arrastraba el Viejo Continente durante los siglos XIV y XV. La necesidad de nuevos alimentos y la competencia por hallar nuevas rutas de acceso a las especias (ya que éstas aseguraban el condimento y conservación de los productos), acabará por deshacer este nudo gordiano. Pero el inesperado descubrimiento de nuevas tierras superaría con creces aquella, en principio, “trivial” aspiración comercial. El viaje de Colón, con el tiempo, se revelaría como una auténtica “tabla de salvación” para aquel anquilosado y sufriente Viejo Mundo. En cierto sentido, y no les faltaría razón, hay quien afirma peyorativamente que los españoles, al llegar a América, llevaban por todo equipaje su particular Edad Media.

n AMÉRICA: UNA TIERRA FRUGAL

 Litografía sobre el cacao de 1828.

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Del mismo modo que, según afirmábamos, la cultura y los productos que exportó el Viejo Continente implicaban en realidad al resto del mundo, tampoco deberíamos hablar de una América unificada a nivel cultural, sino altamente heterogénea en desarrollo productivo, organización social y política, ciencia y tecnología. Algunos pueblos, por ejemplo, habían alcanzado altas cotas de conocimiento astrológico, mientras otros se encontraban aún en un estadio cultural más propio de la Edad de Piedra. Para hacernos una idea de esta heterogeneidad, según algunas estimaciones, en la América precolombina convivían numerosos pueblos sin ningún tipo de conexión, se hablaban más de 250 lenguas diferentes de norte a sur, y la demografía total del continente podía rondar los 60 millones de almas. En la misma medida, el panorama alimentario que presidía la América precolombina era muy cambiante o incluso diametralmente opuesto dependiendo de la zona, de la altitud y situación geográ-

fica, del desarrollo y la tecnología agraria del pueblo en cuestión. Una serie de productos, sin embargo, destacaban sobre los demás. Entre ellos, el maíz era la base de la alimentación de pueblos como el maya y azteca. Igualmente, el consumo de la yuca estaba muy extendido en gran parte del territorio del actual Brasil, y en tercer lugar, las patatas constituían el producto estrella entre la población incaica. Pero la lista, como cabe suponer, no se limitaba al cultivo de estos alimentos, pues la dieta de los aborígenes americanos se completaba con otros productos básicos, alimentos que, al igual que los ya citados, con el tiempo tendrían gran repercusión para el resto del mundo. Para no extendernos, en la América precolombina se cultivaba también la batata, la mandioca, la calabaza, el cacahuete, los frijoles o los tomates, todos ellos originarios de América y desconocidos en el Viejo Mundo hasta entonces. Cabe reseñar, igualmente, que en amplias zonas de la América precolombina ya se practicaba con notable éxito una agricultura intensiva gracias al uso del regadío, dando lugar a unos excedentes que abrían la puerta al descanso estacional necesario para la producción artesanal y al intercambio de productos con la consiguiente transculturación intelectual mutua. Debemos concluir, según los expertos en la materia, que en la América precolombina las poblaciones no contaban con una gran variedad de productos alimenticios a su disposición. Sin embargo, esto no implicaría que a nivel nutricional no gozaran de una dieta equilibrada y saludable, sino todo lo contrario. Además de

los alimentos más energéticos ya citados (patata, yuca o maíz), los indígenas obtenían otros aportes necesarios de las verduras, frutas y raíces autóctonas, así como, en menor medida, de la caza y la pesca que eran capaces de obtener. Es significativo, en este sentido, apuntar que cuando se producen los primeros contactos entre los colonizadores españoles y los indígenas del Nuevo Mundo, a aquéllos les llamará poderosamente la atención la apariencia estética de éstos. Cristóbal Colón, en una de sus primeras misivas a los Reyes Católicos, resalta lo bien formados que eran sus cuerpos, y en otras anotaciones los define como gente de buena estatura, muy hermosa, con las piernas muy derechas y ausencia de barriga. Y es que, quizás tomándolo como una de las primeras lecciones que recibieron los españoles de los pobladores americanos, la frugalidad alimenticia se significó como una de sus principales virtudes. Según Bartolomé de las Casas, se distinguían por la sobriedad y templanza en el comer y en el beber. Esta frugalidad, dicen los entendidos, se debía a una concepción de la alimentación muy alejada de la de los conquistadores, ya que, contrariamente a ellos, no comían por placer sino por necesidad. Gracias a esta dieta, parca pero equilibrada, por lo general la población indígena era musculada y prácticamente adolecía de problemas y enfermedades asociadas al sobrepeso o la falta de vitaminas. En este punto, cabe preguntarse si las sociedades precolombinas, tal como estaban concebidas, precisaban o no de la llegada de los españoles para mejorar su particular desarrollo. Aunque diferentes estudios nutricionales ponen el acento en las carencias dietéticas que debieron padecer ciertas poblaciones, hemos de concluir que su subsistencia y estilo de vida estaban salvaguardados. Para avalar con más rotundidad esta respuesta, sin embargo, habría de decir que gracias a que el continente americano había permanecido aislado geográficamente del resto del mundo, también se encontraba aislado genéticamente. Esto implicaba que, hasta la fecha de la colonización, los indígenas sólo habían estado expuestos a las escasas enfermedades propias de América. Esto cambió radicalmente con la llegada de los colonizadores, que involuntariamente llevaron consigo

 Alimentación azteca.

LOS BENEFICIOS DE LA COLONIZACIÓN PARA LOS INDÍGENAS LLEGARÍAN CON EL TIEMPO, Y PERTENECIERON MÁS BIEN AL ORDEN TÉCNICO, AGRARIO, CIENTÍFICO Y CULTURAL lombina desconocían la rueda como medio de transporte.

n UN ENCUENTRO DESIGUAL

una larga lista de agentes patógenos que diezmaron a los indígenas. Para hacer honor a la verdad, los hipotéticos beneficios que obtuvieron los indígenas de la colonización llegarían con el tiempo, quizás ya como sociedad mestiza, y pertenecieron, más bien, al orden técnico, agrario, científico y cultural. Sirva como muestra que en la América preco-

Es indiscutible que, con la colonización, América fue escenario de toda clase de iniquidades como consecuencia de los prejuicios y la codicia de los colonizadores frente a la manifiesta desventaja e ingenuidad de los indígenas. Sin embargo, como apuntamos al comienzo de este artículo, nuestra intención es conciliadora, fijándonos en las aportaciones que, mirado en perspectiva, supuso para la raza humana aquel encuentro, por desigual e inicuo que fuera. Lejos de pretender justificar lo injustificable, los medios empleados para doblegar a los pueblos indígenas se enmarcan

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 Entrada de Cortés en México. El conquistador español saluda a Moctezuma tras su entrada triunfal en México.

 Yuum Kaax. Señor del maíz joven, dios maya de la agricultura y la vida.

en una época en que la depravación y el abuso eran práctica habitual en los cuatro continentes, moneda de cambio que, más allá de la relación habitual que históricamente se entabló entre colonizadores y colonizados de diferentes civilizaciones, también se ejercía contra el propio pueblo por quienes detentaran el poder político, militar o religioso con vistas a perpetuar su estatus y obtener sus fines. Por otro lado, debemos hacer notar que muchos de los perjuicios que llevó aparejada la colonización de América no se infligieron de forma voluntaria por los colonizadores, sino que fueron consecuencia de la fatalidad y el desconocimiento propios de la época. En un primer momento, la transculturación entre las dos civilizaciones podría ser definida más bien como un “desencuentro”, sobre todo en lo que respecta a la alimentación. Los indígenas no sólo no tuvieron un acceso real, sino que debieron desconfiar de los alimentos que los primeros colonizadores consumían, posiblemente por no tratarse de productos frescos o por su deficiente estado de conservación y desagradable apariencia y sabor. Por su parte, a su llegada los colonizadores no valoraron, en su justa medida, los nuevos productos que ofrecía tan exuberante naturaleza, aferrándose al consumo de sus productos de navegación

América fue testigo de la proliferación de haciendas destinadas a la producción de excedentes. En principio, como dijimos, esta producción se limitaría a los alimentos ya conocidos por los colonizadores, y estaban destinados, en su mayoría, al consumo de los propios colonos establecidos y al aprovisionamiento de los expedicionarios que partían en busca de nuevas tierras y riquezas. Hasta el siglo XVI, los indígenas continuaron teniendo un acceso muy restringido a los productos del Viejo Mundo, y en la misma medida, los colonizadores sólo consumieron productos autóctonos de América en casos excepcionales o por necesidad de mantenerse con vida. Por poner un ejemplo, el trigo siguió imponiéndose entre los colonos sobre el consumo del maíz o la yuca. Al respecto, es de resaltar que durante la transculturación, ciertos alimentos fueron asimilados o no dependiendo de los poderes o simbolismo que se les adscribía por ambas partes. Pongamos como ejemplo el pan de trigo, que

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LOS COLONIZADORES SÓLO CONSUMIERON PRODUCTOS AUTÓCTONOS DE AMÉRICA EN CASOS EXCEPCIONALES O POR NECESIDAD DE MANTENERSE CON VIDA (especialmente carne seca y pescado en salazón, aceite, queso y frutos secos) hasta que éstos se agotaron. Sin embargo, será a partir de estos primeros contactos cuando se materializará ese largo proceso de transculturación que cambiará el mundo. En sucesivos viajes, los colonizadores exportarán a América diferentes clases de semillas y esquejes procedentes del Viejo Mundo. El mismo Colón será el responsable, ya en su segundo viaje, de llevar a América la caña de azúcar, sumándose después una larga lista de productos de la huerta como la calabaza, el pepino, la lechuga o la zanahoria; o de frutas como el melón, la naranja y el limón, la ciruela y un largo etcétera. Para su sorpresa, una buena parte de aquellos productos prendieron y se desarrollaron con inusitada facilidad en los fértiles campos de América. Algunos alimentos en particular, no sólo prosperaron en las nuevas tierras, sino que incluso mejoraron en tamaño y calidad. Poco a poco, a la par que se extendía la fiebre del oro,

 Vieja friendo huevos. Obra de Velázquez presente en la National Gallery de Escocia.

 Danza macabra. Estampa medieval que ofrece la visión del Viejo Mundo sobre la muerte.

LA AMÉRICA PRECOLOMBINA PAGÓ UN ALTO PRECIO TRAS AQUEL CONTACTO, PUES FUE LA VÍCTIMA PROPICIATORIA DE LOS ABUSOS PREMEDITADOS DE LOS COLONIZADORES fue adoptado por los indígenas por imitación al adscribírsele poderes religiosos; o, en el caso contrario, el tabaco (originario de América), que los colonizadores emparentaron en principio con lo demoníaco.

n DE LO MERCANTIL A LO HUMANO Uno de los mayores errores históricos cometidos por los españoles fue que, aunque aportaron a las Américas toda una serie de adelantos técnicos y agrícolas, en un principio se centraron en la obtención de metales preciosos y descuidaron el aspecto de la comercialización de productos autóctonos del Nuevo Continente con el resto del mundo, un papel que asumie-

ron con más ahínco otros países como Inglaterra, Francia y Holanda. Gracias a ese comercio real, ahora ejercido a gran escala y sujeto a la competencia de mercado, es como poco a poco irán circulando productos en una y otra dirección, muchos de ellos hasta entonces desconocidos y que vendrán a paliar las grandes calamidades que seguían asolando el Viejo Continente. Así, penetrarían en el Viejo Mundo la patata, el maíz, los pimientos, el cacao, la vainilla o el tomate. La patata, concretamente, supuso para Europa la erradicación del hambre, y su importancia fue crucial hasta tal punto de que, llegado el

siglo XIX, un parásito echó a perder tres cosechas consecutivas en la vieja Irlanda, diezmando su población en una tercera parte y provocando una de las emigraciones más masivas que ha conocido Europa en dirección a América La conquista de América, en definitiva, tuvo como corolario una impensable globalización alimentaria cuyas consecuencias directas aún se dejan ver en los cinco continentes. Aquel incipiente intercambio de alimentos permitiría, en un tiempo relativamente breve, su popularización en los dos mundos que se habían encontrado, pero impactaron profundamente y se han mantenido hasta hoy día. Hemos de concluir que el mundo, tal como lo entendemos hoy, sería bien distinto de no ser por el encuentro entre las dos culturas. La América precolombina pagó un alto precio tras aquel contacto, pues fue la víctima propiciatoria de los abusos premeditados de los colonizadores, así como de enfermedades letales para los indígenas como el sarampión o la viruela. No podemos contentarnos con afirmar que, a nivel culinario y tecnológico, los aportes en una y otra dirección han sido enormemente beneficiosos para ambas partes. Tal vez, eso sí, deberíamos poner el acento en que gracias a aquel contacto fortuito y que jamás imaginó Cristóbal Colón, no sólo se aplacaría el hambre en Europa o África, sino que transformaría a la humanidad en toda su esencia. El verdadero y genuino aporte de América al mundo fue que, a raíz del Descubrimiento, el hombre hubo de replantearse nuevas y trascendentales cuestiones, hacerse preguntas como la posibilidad de una existencia feliz, la legitimidad del paganismo o de ejercer la fuerza en nombre de Dios, la equiparación y el respeto hacia el otro. •

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Una historia silenciada

Conquistadoras La gesta americana a veces ha olvidado el extraordinario papel desempeñado por las mujeres en su desarrollo. Una labor que ha sido silenciada a través de los siglos, y hoy es solamente reconocida por los estudiosos del tema. Recientes estudios e incluso exposiciones, como la celebrada en el Museo Naval en el año 2012, han tratado de rescatar la memoria de aquellas abnegadas mujeres, sin las cuales la colonización hubiera sido imposible. MARCELINO GONZÁLEZ FERNÁNDEZ

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n los siglos XV y XVI, el papel de la mujer europea en general y española en particular, se reducía a su casa y a su familia. Estaba supeditada al yugo del hombre: padre, hermano o marido, sin posibilidad de acceso al campo cultural o intelectual, que le era negado como si se tratase de un ser inferior. Por otra parte, en aquella época las guerras diezmaban la población masculina, que también disminuía con las emigraciones de los hombres en busca de mejoras de la vida en otros lugares. Era una situación que reducía las posibilidades de la mujer para casarse. O la convertía en una mujer que quedaba a la espera del regreso de su marido de la guerra o de “las Américas”, que no siempre se producía. O hacía de ella una viuda, con frecuencia joven y cargada de hijos. Y en muchos casos la dejaba soltera, con el ingreso en una orden religiosa como mejor solución para su vida. En la mayor parte de los casos eran situaciones no deseadas por muchas mujeres inconformistas, que buscaban el cambio para mejorar sus vidas, o al menos para intentarlo. Por eso no tiene nada de extraño que cuando se presentaba la oportunidad de irse a América, muchas no lo dudaban y se embarcaban en sus personales aventuras para hacer realidad sus deseos, aún a sabiendas de que podían perder la vida en el intento. Fueron mujeres de todos los niveles y condiciones sociales las que dejaron la seguridad de España y el yugo de su sociedad, y los cambiaron por largos viajes y una incierta vida al otro lado del Atlántico, donde una sociedad más joven y abierta les permitía romper las trabas sociales de la época. Entre ellas hubo casadas que acompañaban a sus maridos; casadas y abandonadas que viajaban para tratar de localizar a sus esposos; mujeres que escapaban de un pasado borrascoso e intentaban iniciar una nueva vida; solteras en búsqueda de maridos; mujeres que anhelaban un ambiente en el que poder desarrollar sus capacidades intelectuales o empresariales; mujeres que huían de la pobreza en su tierra natal; simples aventureras; viudas; solteras; niñas… Hay la creencia general es que los conquistadores fueron a América solos, sin sus esposas. Es algo que así ha sido publicado en muchos libros extranjeros de todas las épocas, y los españoles nos lo hemos creí-

do, al prestar más atención en su momento a lo que decían otros países, posiblemente con más peso político, económico o militar, que a lo que estaba escrito en nuestros archivos. Y aún hoy es una teoría muy extendida. Pero la verdad es que muchos conquistadores y colonizadores fueron a América llevando con ellos sus esposas. Y aunque muchos se crean que las primeras

movieron cargas y montaron guardias. A veces dejaron sus vidas por el camino y fueron sepultadas en la mar. Y cuando llegaron a América tuvieron que soportar grandes marchas, inclemencias del tiempo, sequias, frío, calor, ataques de indios y forajidos, y otros sinsabores. Y una vez asentadas en el Nuevo Mundo tuvieron que atender a sus maridos,

FUERON MUJERES DE TODAS LAS CONDICIONES SOCIALES LAS QUE CAMBIARON LA SEGURIDAD DE ESPAÑA POR UNA INCIERTA VIDA AL OTRO LADO DEL ATLÁNTICO

 Tratado de Vendages y Apósitos para el uso de los Reales Colegios de Cirugía. 1763. Museo Naval de Cartagena. mujeres que cruzaron el Atlántico fueron unas cuantas inglesas, que en 1607 llegaron a Jamestown a bordo del Mayflower, la verdad es que para aquellas fechas un montón de españolas ya se habían asentado en el Nuevo Mundo. Hay que tener en cuenta que a partir de ciertas fechas, los que emigraban a las Indias tenían que llevar con ellos a sus esposas, aunque a veces había prórrogas de hasta dos años, para que los hombres se pudieran asentar en sus nuevas tierras antes de trasladar a su familia. Por otra parte, las mujeres podían rehusar el acompañar a sus maridos escudándose en el pretexto de “miedo al mar”. Aquellas mujeres cruzaron el Atlántico en carabelas, naos y galeones, compartiendo con los hombres incomodidades, trabajos, mareos, hambre, sed, temporales, parásitos, encalmadas, alegrías, penurias y esperanzas. Manejaron aparejos, tomaron sondas, limpiaron cubiertas,

administrar sus posesiones, parir y criar a los hijos, educarlos, abrirse paso en tierras desconocidas, dar clases en diferentes escuelas, llevar a cabo trabajos de todo tipo, darse a respetar, soportar engaños y abusos, luchar con armas cuando era necesario, y poner los cimientos de las nuevas sociedades que nacían en tierras americanas. Y todo esto lo hicieron con valor y coraje. A veces con más valor y coraje que los hombres. Hubo mujeres militares, marineras, gobernadoras, virreinas, adelantadas, profesoras, monjas, intelectuales e incluso una almirante. Muchas solteras o viudas se casaron con españoles o con indios, y lo hicieron más de una vez, ya que la muerte aparecía con demasiada frecuencia y no era cosa de largos lutos. Otras entraron en conventos recién fundados. Y todas llevaron y propagaron sus lenguas, modas, cultura y costumbres por el Nuevo Mundo.

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 Zapatos femeninos del siglo XVIII (Museo del Traje de Madrid). Jubón de finales del s. XVI o principios del XVII (Museo del Traje). 

UNA VEZ EN EL NUEVO MUNDO, TUVIERON QUE ATENDER A SUS MARIDOS, ADMINISTRAR SUS POSESIONES, PARIR Y CRIAR A LOS HIJOS Y ABRIRSE PASO EN UN LUGAR DESCONOCIDO n CIFRAS DE MUJERES EMIGRANTES Para tener una idea del nivel de emigración de las mujeres a América, podemos echar mano de los datos proporcionados por diferentes fuentes. Entre 1509 y 1538 se tienen contabilizadas un total de 1.041, de las que 350 estaban casadas. En cuanto a su estado o condición social, se puede echar una mirada al período 1520-1539, en el que del total de 13.262 emigrantes

al Nuevo Mundo, 845 fueron mujeres (un 6,4%): 252 casadas que viajaron con sus esposos; 85 casadas que se iban a reunir con sus maridos; 51 viudas o de una posición civil sin determinar; y 457 mujeres solteras o niñas. Y más adelante, en el período 1560-1579 emigraron 5.013 mujeres (el 28,5% del total de emigrantes), de las que el 40% eran casadas y el 60% solteras. Aunque seguramente estas cifras se que-

 Caja de caudales del siglo XVI o XVII. Museo Histórico Militar de Sevilla. Fotos: M. González.

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den cortas y posiblemente hubo más, ya que a pesar de los controles oficiales había mucho tráfico ilegal.

n ALGUNAS ESPAÑOLAS DESTACABLES De entre las muchas mujeres que de España emigraron a América en aquella época, algunas destacaron con luz propia. Inés Suárez (1507-1580), compañera de Pedro de Valdivia en la conquista de Chile, se distinguió en la defensa de Santiago de Chile en ausencia de Valdivia. Cuando una gran cantidad de indígenas acosaban la ciudad, Inés mandó cortar las cabezas de varios jefes indios prisioneros y las lanzó a los atacantes, que huyeron. María de Estrada acompañó a Hernán Cortés en la Noche Triste (1520); con la espada combatió con tanto ánimo, que causó la admiración de todos y sobrevivió a la batalla. Hacia mediados del siglo XVI, dos españolas introdujeron en América el cultivo del trigo, María de Escobar, con semillas llevadas de España, y Beatriz Salcedo con granos encontrados en un saco mal molido. También hacia mediados del siglo XVI Mencía Calderón se convirtió en Adelantada de una expedición a Brasil tras la muerte de su marido Juan Sanabria, y más adelante cruzó 1.600 kilómetros de

selva durante seis años, al mando de un grupo de 50 mujeres. Isabel Flores de Oliva (1586-1617), santa peruana canonizada en 1671, realizó una gran labor docente y es conocida como Santa Rosa de Lima. Isabel Barreto (hacia 1587-1612) quedó al mando de una expedición por el Pacífico en 1595 en busca de las islas Salomón a la muerte de su esposo Álvaro de Mendaña; fue la primera y única mujer que alcanzó el título de almirante de la Armada. Catalina de Erauso (1592-1650) escapó de un convento con quince años, y tras deambular por diferentes lugares, embarcó en Sanlúcar de Barrameda, se fue a América y luchó como soldado por Chile y Perú alcanzando en grado de alférez; pasó a la historia como la Monja Alférez. Juana Inés de la Cruz (1651-1695), religiosa y escritora, destacó por sus versos y su prosa.

n LAS MUJERES ABORÍGENES Además de las mujeres emigrantes, hay que recordar a las aborígenes, a las indias, que en ocasiones fueron cruciales para que muchas aventuras de la conquista llegaran a buen fin. Sin el apoyo de estas mujeres, muchos conquistadores no hubieran podido alcanzar los objetivos que lograron. A modo de ejemplos podemos citar a algunas de ellas. Anayansi, hija de un cacique, ayudó a Vasco Núñez de Balboa a cruzar la selva y descubrir el Pacífico. Doña Marina (La Malinche), fue intérprete, secretaria, guía y consejera de Hernán Cortés. Tecuelhuatzin (doña María Luisa), hija de otro cacique, vivió con Pedro de Alvarado y tomó parte en la expedición a Perú. Tecuichpoch (Isabel de Moctezuma), primogénita de Moctezuma, fue una destacada figura en le evangelización de los indios de México. Y muchas otras, que acompañaron a los conquistadores, convivieron con ellos y en muchos casos terminaron integrándose en las nacientes sociedades.

n LAS MUJERES EN LA COLONIZACIÓN Mujeres españolas e indias fueron esenciales para el progreso de la conquista y sobre todo para la posterior colonización. Seguramente algunas partes de la conquista se podrían haber llevado a buen fin sin mujeres, pero sin ellas hubiera sido imposible la colonización. Aquellas mujeres tuvieron hijos, que a su vez tuvieron otros hijos, se asentaron en diversos lugares, colonizaron amplias zonas, contribuyeron a la formación de poblaciones estables, y

 Albarazado. Cuadro del género Pinturas de Castas del siglo XVIII. (Museo de América, Madrid; foto: Marcelino González).

SEGURAMENTE ALGUNAS PARTES DE LA CONQUISTA PODRÍAN HABERSE LLEVADO A BUEN FIN SIN MUJERES, PERO SIN ELLAS HUBIERA SIDO IMPOSIBLE LA COLONIZACIÓN trabajaron codo con codo con los hombres por su progreso. Tuvieron que vivir en rudimentarias viviendas, con grandes faltas de medios, compartiendo con los hombres las inclemencias del clima, enfermedades y guerras, mientras cuidaban a sus hijos, sus propiedades, haciendas o negocios. Gozaron de una libertad e independencia impensables en la Europa de su tiempo. Y a veces tuvieron que ocupar los lugares de sus maridos como administradoras de sus bienes o haciéndose cargo de sus puestos. E incluso surgieron importantes iniciativas privadas promovidas por mujeres solteras. Su labor fue imprescindible en el poblamiento de nuevas zonas, y con tesón ayudaron a crear el tejido social de las primeras ciudades en América.

Pero durante cinco siglos su labor fue silenciada por una sociedad eminentemente machista. Sus logros fueron achacados a sus padres, hermanos, maridos o hijos, como si ellas no hubieran existido. Y en parte contribuyó a este olvido la literatura extranjera, más dada a desprestigiar las acciones de los españoles que a encumbrarlas, salvo contadas excepciones. A lo que se unió la ignorancia y el cerrilismo español de otros tiempos, por no querer reconocer abiertamente lo que era evidente: que la mujer había ido a América, estaba allí, y en gran parte era protagonista de su historia. Que aquello no había sido solo cosa de hombres. Ellas fueron tan forjadoras de América como ellos. •

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De tal palo... EN LA MENTE DE CARLOS V se mantuvo siempre imperturbable la idea de un imperio unificado que fuera garante del catolicismo, amenazado por el surgimiento de nuevas “herejías”, principalmente la Reforma Protestante y las viejas amenazas de Europa, como la expansión del Islam. Aprovechando la importante labor de sus abuelos, los Reyes Católicos, y sabiendo codearse de los mejores banqueros de su tiempo, logró sentar las bases de un imperio que bajo el cetro de su hijo, Felipe II, no vería ponerse el sol. Pero lo que en el césar Carlos fue la consecución natural de una política expansionista unida a una concepción responsable del poder temporal, en su primogénito se convertiría casi en una obsesión, erigiéndose en temible “martillo de herejes” de su tiempo y en rey cruzado por antonomasia. Felipe II era un hombre de marcada religiosidad que con el paso de los años se convirtió en un monarca cada vez más providencialista. Al igual que Carlos V, tenía la firme convicción de haber sido elegido por Dios para gobernar y mantener unida a toda la cristiandad. Una obsesión rondaría por su mente durante la segunda parte de su reinado: la conquista de la Inglaterra isabelina… La armada más gigantesca de su tiempo –llamada por los españoles Grande y Felicísima, y por los ingleses, tras el desastre, con sorna, la Armada “Invencible”– fue su mayor fracaso.

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Vida del césar

Carlos V

Nacido en el año 1500, Carlos de Gante tuvo el mundo en sus manos desde su más temprana juventud. Nieto de los Reyes Católicos e hijo de Juana de Castilla y Felipe el Hermoso, fue coronado rey de España en 1516. De su abuelo Maximiliano, recibió los dominios de los Habsburgo en Austria. Príncipe de los Países Bajos, rey de España y de Sicilia y titular del Sacro Imperio Romano Germánico, gobernó un crisol de fronteras tan heterogéneo, que sus frentes lo mantuvieron atareado hasta el fin de sus días. ALBERTO DE FRUTOS

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uando Carlos I desembarcó en Asturias en septiembre de 1517, era un joven tímido que apenas sabía hablar castellano, ya que toda su educación la había recibido en Flandes. Su autor preferido, Olivier de La Marche, autor de El caballero determinado, da idea de los intereses borgoñones del futuro emperador, que, sin embargo, pronto asumió los desafíos inherentes a la Corona. Ese mismo año, su abuelo Maximiliano caía gravemente enfermo, convirtiendo el Sacro Imperio Romano Germánico en una bonita casa de subastas, en la que alter-

naban Francisco I de Francia, el joven Carlos y, en menor medida, Enrique VIII de Inglaterra. Tras la muerte de Maximiliano el 12 de enero de 1519, Carlos fue elegido emperador, el último heredero de Carlomagno y el primer césar de la Edad Moderna –en palabras de Manuel Fernández Álvarez–, algo que nunca le perdonaría su rival francés. La disputa por el Milanesado, esencial para enlazar los dos bloques del nuevo imperio –España e Italia por un lado; y Austria y Borgoña por el otro– hizo que, en 1521, el Valois hiciera marchar a sus tropas contra su enemigo mortal, invadiendo la Península. “La respuesta del emperador confirma sus perspectivas. A la vez que se defiende en suelo peninsular y los Países Bajos, concentra su ofensiva en Italia para liberar el Milanesado de los franceses, reponiendo a los Sforza y tras la batalla de Bicoca expulsarlos de Génova”, apuntan García de Cortázar y González Vesga en su popular Breve historia de España. Durante varios años, el Viejo Continente se convirtió en una sangría, que implicó, cómo no, a la Inglaterra de Enrique VIII, deseoso de sacar tajada con la desmembración de Francia, y en la que también se dejó ver el sultán Solimán el Magnífico, quien aprovechó la coyuntura para conquistar Rodas en 1522 y realizar numerosas incursiones por el Mediterráneo. En 1525, la batalla de Pavía puso fin a ese primer ciclo de hostilidades. La balanza se inclinó del lado español y Francisco I fue capturado y puesto a buen recaudo en el Alcázar de Madrid durante una temporada. Tan solo un año después, en marzo de 1526, el matrimonio de Carlos con Isabel de Portugal en Sevilla supuso un interludio antes de proseguir su exitosa carrera de armas. Pese a todo lo vivido, el emperador seguía siendo un joven de 26 años, mientras que su esposa, tan bella como enfermiza –murió a los 36 años, consumida por las fiebres– contaba solo con 22. Isabel le daría cinco hijos: Felipe, Juan, Fernando, María y Juana, a los que habría que sumar los nombres de otros vástagos: Margarita de Parma –nacida de un matrimonio anterior– y Juan de Austria, hijo de la dama alemana Bárbara Blomberg. El hecho de que, tras su muerte, el emperador se negara a tomar nueva es-

 Carlos V a caballo en Mühlberg, obra de Tiziano.

EN 1525 LA BATALLA DE PAVÍA INCLINÓ LA BALANZA DEL LADO ESPAÑOL Y FRANCISCO I FUE CAPTURADO Y PUESTO A BUEN RECAUDO EN EL ALCÁZAR DE MADRID posa parece confirmar que Isabel fue el amor de su vida; si bien las batallas que lo zarandeaban de uno a otro confín de la tierra hacía que no siempre pudiera gozar de su presencia. “Nueve veces fui a Alemania la Alta, seis he pasado en España, siete en Italia, diez he venido aquí a Flandes, cuatro en tiempos de paz y de guerra he entrado en Francia, dos en Inglaterra, otras dos fui contra África, las cuales son todas cuarenta, sin otros caminos de menos cuenta, que por visitar mis tierras tengo hechos. Y para esto he navegado ocho veces el mar Mediterráneo y tres el océano de España, y agora será la cuarta que volveré a pasarlo para sepultarme; por manera que doce veces he padecido las molestias y trabajos

de la mar”, reflexionó en sus últimos días en el palacio de Bruselas.

n LA IMPOSIBLE PAZ DURADERA La paz duradera, en aquel siglo XVI en que la diplomacia parecía otra forma de llamar a la guerra, era solo una ilusión. El motín del ejército en Italia, la revuelta de los campesinos en Alemania y la amenaza turca cargaron de nuevos cuidados las alforjas del emperador. No obstante, su principal peligro seguía siendo el de siempre: Francisco I. Tras comprometerse a seguir el Tratado de Madrid, el monarca francés recuperó su libertad, pero, una vez en París, olvidó su palabra y no tardó en forjar una nueva coalición, la Liga de Cognac o Clementina, en

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REYES IMPERIALES

 Pavía. La victoria de las tropas imperiales en esta batalla puso fin a la primera serie de enfrentamientos entre el monarca español y el rey francés.

TRAS COMPROMETERSE A SEGUIR EL TRATADO DE MADRID, FRANCISCO I RECUPERÓ SU LIBERTAD, PERO, UNA VEZ EN PARÍS, OLVIDÓ SU PALABRA Y FORJÓ UNA NUEVA COALICIÓN

 Barbarroja. El corsario se unió a Francisco I en su ofensiva. connivencia con el Papa Clemente VII, de la casa de los Medici, que no veía con buenos ojos la expansión imperial en la península itálica. En 1527, el saqueo de Roma llevado a cabo por las tropas de Carlos V puso fin a esas veleidades y avergonzó a una Europa que no estaba preparada para tales desmanes, tal como abordamos en el siguiente artículo, de la mano de nuestro especialista Óscar Herradón. A escala internacional, las heridas de la década empezarían a cicatrizar gracias a la paz de Cambrai o de las Damas, el 3 de agosto de 1529, por la que Francisco I

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 Mezquita de Solimán en Estambul. renunciaba a sus pretensiones en Italia a cambio de su soberanía en Borgoña. Pero el francés era una buena pieza; y, en 1531, ya estaba negociando con los protestantes de la Liga de Smalkalda. Y lo más pasmoso: unos años después, en

1542, reanudaba las hostilidades, pactando con… ¡los turcos!, frente a la alianza anglo-española durante la guerra italiana de 1542-1546. El conflicto culminaría con la nueva paz de Crepy de 1544, por la que Francisco I abandonaba Nápoles y Sicilia.

COMO “VICARIO DE DIOS” EN LA TIERRA, BUENA PARTE DE LAS ACCIONES DEL CÉSAR CARLOS ESTUVIERON ORIENTADAS A PONER FIN A LAS INCURSIONES OTOMANAS EN EL MEDITERRÁNEO

 Captura. Desembarco de Francisco I en España tras su captura en la batalla de Pavía

n LA POLÍTICA INTERIOR Hacemos ahora un alto en el camino para presentar la situación interna con la que se encontró Carlos tras su desembarco en España. A partir de 1520, la revuelta de los Comuneros de Castilla, encabezada por Bravo, Padilla y Maldonado, lo puso contra las cuerdas, en la figura de su regente, el cardenal Adriano de Utrecht (futuro sucesor de León X). Los orígenes de la sedición, que derivaría en una cruenta guerra civil, son controvertidos, pero sus raíces fueron inequívocamente económicas. La victoria final de las tropas imperiales en Villalar, el 23 de abril de 1521, sofocó la insurrección, coincidente con las Germanías del Levante; y apaciguó otras aventuras. Durante sus cuarenta años de reinado, las funciones de las cortes de Castilla se vieron ampliamente mermadas y su capacidad limitada a la materia tributaria. La monarquía universal que simbolizaba el rey-emperador solo podía sustentarse mediante un ideal que cohesionara a los distintos pueblos. Ese ideal fue el cristianismo. En palabras de Menéndez Pidal, “los fines fundamentales del imperio no son de carácter civil o secular, sino en gran parte religiosos: la coordinación y dirección de los esfuerzos de los príncipes

El retrato del emperador

 Paz de Augsburgo. De 1555. cristianos contra los infieles, para lograr la universalidad de la cultura europea”. En ese sentido, como “vicario de Dios” en la tierra, buena parte de las acciones del César Carlos estuvieron orientadas a poner fin a las incursiones otomanas en el Mediterráneo, cumpliendo con el ideal de la cruzada caballeresca. La necesidad de que la casa de los Austria abanderara la defensa de Europa se puso de manifiesto en 1526, cuando Solimán marchó sobre Hungría y amenazó con tomar Viena en 1529. La supremacía naval de los musulmanes amenazó también la

ES DE ESTATURA MEDIANA, mas no muy grande, ni pequeño, blanco, de color más bien pálido que rubicundo; del cuerpo, bien proporcionado, bellísima pierna, buen brazo, la nariz un poco aguileña, pero poco; los ojos ávidos, el aspecto grave, pero no cruel ni severo; ni en él otra parte del cuerpo se puede inculpar, excepto el mentón y también toda su faz interior, la cual es tan ancha y tan larga, que no parece natural de aquel cuerpo; pero parece postiza, donde ocurre que no puede, cerrando la boca, unir los dientes inferiores con los superiores; pero los separa un espacio del grosor de un diente, donde en el hablar, máxime en el acabar de la cláusula, balbucea alguna palabra, la cual por eso no se entiende muy bien. Gaspar Contarini, embajador de la República de Venecia

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 Otro retrato del emperador obra de Tiziano.

 Juan de Austria es presentado a su padre en Yuste, según la obra de Eduardo Rosales.

mismísima Italia, tras la toma de Túnez y Bizerta por parte del capitán Barbarroja. Entre los episodios más notables de ese tira y afloja, destaca, en 1535, la reconquista de Túnez. Tras reunir a una gran flota en Barcelona y un ejército en Cagliari al mando del gran Andrea Doria,

la expedición partió a África en junio de ese año. Tras un asedio de varias semanas, Carlos ocupaba Túnez y Barbarroja huía a Argel, una victoria que consolidaría la imagen de fuerza del emperador. No obstante, durante su largo reinado, el balance no fue siempre favorable. El fracaso de una nueva

DE LA UNIVERSALIDAD SE PASÓ A LA IMPRONTA CASTELLANA QUE GRABARÍA EN LA CORONA FELIPE II, QUE HEREDÓ DE SU PADRE MAYORES RESPONSABILIDADES

 Isabel de Portugal. El gran amor de su vida

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cruzada en 1541 y las pérdidas de Trípoli (1551) y Bugía (1554) se cuentan entre las sombras más negras de su reinado. Pero el principal problema religioso le estallaría a Carlos en la cara, cuando Martín Lutero, en una fecha tan temprana como el 31 de octubre de 1517, publicó las 95 tesis de Wittenberg, que inauguraban la Reforma y desgarraban para siempre la unidad de la iglesia en Occidente. Los luteranos formaron en 1531 la llamada Liga de Smalkalda, una alianza defensiva que se mantuvo “inactiva” mientras el enemigo tuvo el rostro otomano, pero que no tardaría en explotar unos años después. Y es que el cisma fue aprovechado con unos fines de emancipación territorial, que el emperador no podía tolerar. Su respuesta, en 1538, fue la creación de la liga de los católicos de Nuremberg y la reunión de la Dieta en Ratisbona, mientras el Concilio de Trento (1545) trataba de resolver los problemas suscitados por la Reforma. Uno de los cuadros más famosos de Tiziano, Carlos V a caballo en Mühlberg, retrata al emperador en uno de los lances más apurados y, a la postre, victoriosos de su biografía: el 24 de abril de 1547, las tropas de Carlos V y el duque de Alba derrotaron a la liga protestante y sus jefes, Felipe de Hesse y el elector de Sajonia,

 La herencia del emperador

fueron hechos prisioneros. Sin embargo, la fuerza de las armas no podía acallar el eco de la fe, por lo que solo las negociaciones sirvieron para acercar las posturas: durante la cuarta dieta de Augsburgo, en 1555, los príncipes luteranos recuperaron la libertad de culto y la propiedad de los bienes del clero secularizados antes de 1552. En otras palabras, conseguían el mismo reconocimiento que los católicos. ¿Habría sido posible el mantenimiento de un Imperio de tales dimensiones sin la participación del Nuevo Mundo? Desde luego que no. “Todo el comercio americano se canalizó a través de Sevilla para poder ejercer la Corona el control efectivo de las remesas de caudales americanos y de las recaudaciones impositivas a través de la Real Hacienda. El ejercicio de sus derechos monopolísticos se mantuvo mediante la vigilancia de la navegación y de las rutas marítimas”, apunta el doctor Manuel Casado Arboniés. Bajo el reinado de Carlos, Magallanes y Elcano dieron la vuelta al mundo y tuvieron lugar las gestas de Hernán Cortés y Pizarro.

n EL HOMBRE MÁS PODEROSO DEL MUNDO Valga esta somera presentación para saltar ahora a los últimos días de Carlos V, que afrontó la muerte en su retiro de Yuste

EN LAS ABDICACIONES DE BRUSELAS (1555-1556), Carlos I repartió el peso de su herencia: dejó el gobierno imperial a su hermano, el rey Fernando I de Habsburgo, que en realidad había gobernado allí desde 1553, y la corona de España y las Indias a su hijo Felipe II. El 25 de octubre de 1555, ante los estados generales de Bruselas, y después de rememorar su trayectoria vital en un discurso que provocó sus lágrimas y las de su audiencia, Carlos V renunció en favor de Felipe a la soberanía de los Países Bajos. Tres meses después, entregó a su secretario los documentos de renuncia y abdicación de todos sus dominios españoles, tanto en el Viejo como en el Nuevo Mundo. Las abdicaciones se detallan en tres documentos. En el primero renunciaba a la Corona de Castilla y Aragón, junto con el reino de Navarra y Las Indias. En el segundo, a la de Aragón-Cataluña, con el reino de Cerdeña, y en el tercero hacía lo propio con la Corona de Sicilia. Ya para entonces el reino de Nápoles y el ducado de Milán estaban en manos de Felipe; pues se los había entregado cuando éste contrajo nupcias con María Tudor. Después de esto, en agosto de 1556, emprendió la marcha desde Bruselas. Su viaje no fue apresurado, ya las prisas no mandaban en él. Duró 205 días, de los cuales 50 fueron de travesía, haciendo parada en Gante, su ciudad natal, y atravesando luego el Canal de la Mancha. El 28 de septiembre arribó a las costas de Laredo, pero aún le quedaba un largo viaje por tierra antes de llegar a Yuste el 3 de febrero de 1557. Así, el gran Carlos V, el orgulloso y temido emperador, vio acercarse el día de su muerte entregado a la contemplación y degustando hasta el exceso los manjares y bebidas más apetecibles, para disgusto de sus médicos; recibiendo casi a diario la visita de su hijo Jeromín (Juan de Austria), a quien reconoció en su testamento como nacido de su relación con Bárbara Blomberg tras morir su esposa, y manteniendo escasas relaciones con los que llamaba “los monjes de al lado”. Como el guerrero viejo que era, se retiró oficialmente para morir, aunque continuó aconsejando y ayudando a su hijo. Cuando terminó la obra del monasterio de El Escorial, su hijo Felipe II mandó trasladar allí los restos mortales del emperador, donde reposan en la actualidad. Pero el recuerdo de sus últimos días se quedó entre los muros de Yuste…

 Lecho de Carlos V en Yuste.

DE LA UNIVERSALIDAD SE PASÓ A LA IMPRONTA CASTELLANA QUE GRABARÍA EN LA CORONA FELIPE II, QUIEN HEREDÓ DE SU PADRE MAYORES RESPONSABILIDADES (Cáceres) con una notoria sensación de fracaso. Por un lado, había sido incapaz de restablecer el concepto medieval de una cristiandad bajo el poder del Papa. Tras la elección del pontífice Pablo IV, enemigo declarado del emperador, y los acuerdos de Augsburgo, Carlos asumió que el Imperio quedaba en parte desligado de Roma y fragmentado por la ambición de los príncipes alemanes. A su vez, la clase mercantil de Castilla pagaba los abusos que habían alimentado la llama de su soberanía; y los prestamis-

tas y banqueros alemanes, que lo habían encumbrado en sus inicios, le empezaban a retirar su confianza, en parte por sus coqueteos con la causa reformista. De la universalidad de los primeros tiempos se pasó a la impronta castellana que grabaría en la Corona Felipe II, quien heredó de su padre nuevos retos y aún mayores responsabilidades. España seguiría siendo la nación más poderosa del orbe, pero los ojos del Prudente atenderían más a la compleja administración de la política interior. •

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A Felipe II se le conoce como un hombre metódico y contenido, con jornadas de trabajo de 8 a 12 horas diarias que nos han dado una imagen de alguien austero y un tanto aburrido. Lo que poca gente sabe es que era un excelente bailarín, tocaba algunos instrumentos, fue poeta, amante de la jardinería y la arquitectura, coleccionista de pinturas, lector de obras filosóficas, de arte, de historia, astronomía, astrología y de magia. Asimismo, fue un padre cariñoso y esposo entregado, todo lo cual se ha perdido por su celo en preservar su intimidad. A pesar de mandar destruir su correspondencia privada, han sobrevivido unas 10.000 cartas de la colección de los condes de Altamira que nos han dado luz sobre este monarca, haciéndolo más cercano y comprensible. JAVIER GARCÍA DE GABIOLA

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l principio nada presagiaba que Felipe sería un intelectual, y de hecho parece que en su infancia fue bastante revoltoso. Siguiendo a Geoffrey Parker, a los siete años todavía el príncipe no sabía leer ni escribir y su madre tuvo que soltarle alguna que otra bofetada. Con el emperador siempre ausente recorriendo media Europa en guerras y diplomacia, Felipe sólo vería a su padre unos meses cada 2 o 3 años, por lo que para él sería un gigante, una figura enorme a la que admiraba, pero a la vez alguien muy distante, una imagen que el propio Felipe adoptaría para sí mismo. Sin embargo, tuvo la suerte de que fue su propia madre, la bellísima Isabel de Portugal, la que le educaría personalmente, algo poco común entre los monarcas europeos. Esto le daría un equilibrio emocional y afectivo, un autocontrol sobre sí mismo que lo distinguía enormemente de sus colegas reales, muchos de ellos ogros desmesurados medio psicópatas sin ningún freno moral y dados a solventar sus caprichos de forma inmediata. De hecho, Felipe presentaba un carácter que nos podría recordar bastante, valga el anacronismo, al de un gentleman británico del XIX, un tanto puritano, estirado y elegante, pero recto, justo, deportista y trabajador, por lo que choca bastante que los propios ingleses no lo hayan comprendido y lo hayan denigrado especialmente a través de la leyenda negra por sus enfrentamientos con Isabel de Inglaterra.

n LA PASIÓN POR LA NATURALEZA Su primer tutor desde 1535, Juan Martínez de Siliceo, fue un gran erudito y luego se convirtió en su confesor personal, pero a juicio del emperador era demasiado blando con él, de modo que en 1541 fue sustituido por varios preceptores que le impartirían latín y griego, matemáticas y arquitectura, y geografía e historia. Aunque el griego le aburría, Felipe destacó y fue un alumno brillante en todas las demás materias. Sus carencias con otros idiomas que no fuera el castellano las suplió con su dominio del latín, y con el tiempo aprendió de forma autodidacta a leer y entender perfectamente el francés, el italiano y el portugués, aunque por no dominarlos del todo no se atreviera a hablarlos. Con la muerte de su madre, el

 Este impresionante retrato ecuestre de Felipe II, obra de Pedro Pablo Rubens, puede verse en el Museo del Prado. duro Don Juan de Zúñiga pasó a ser su ayo y le convirtió en un auténtico caballero castellano. Durante su infancia y luego toda su vida, su gran pasión fue la naturaleza. Ya a los tres años, en 1530, Felipe iba todos los días a cazar a los bosques de Aranjuez con una pequeña ballesta. Con el tiempo, el príncipe llegaría a estar seis horas seguidas a caballo para desconsuelo del viejo Zúñiga, y su supuesto temor a los deportes de acción y contacto físico queda desmentido cuando el rey se pasó al uso de la jabalina para abatir personalmente y a corta distancia a los lobos, ciervos e incluso osos. El propio Carlos V prohibió a su hijo que matara más de un cierto número de animales por semana, ya que estaba esquilmando los cotos reales. Por otro lado, su pasión por la caza no debe llevarnos a confusión. Ello no implicaba un desprecio por la naturaleza sino todo lo contrario. En aquella época la caza era un deporte muy corriente, y no contradecía el amor a los animales.

De hecho, Felipe también coleccionaba y cuidaba aves vivas, y cuando mudaba de residencia siempre iban con él decenas de jaulas que contenían los pájaros favoritos del príncipe, cuyos cantos le acompañaban siempre. Con todo ello se entiende mejor por qué décadas más tarde Felipe optaría como residencia por El Escorial, un monasterio al pie de las sierras de Madrid, en pleno campo.

n LO TRASCENDENTE EN EL REY Felipe era profundamente religioso. Sin embargo, el rey nunca fue un pazguato, un hombre apocado ni melindroso, ni era la suya la fe del carbonero, sino que detrás de su sentimiento hacia lo trascendente había un vasto estudio y meditación. No en balde, nuestro monarca era un intelectual con grandes conocimientos de filosofía, simbología, mecánica, ciencias y mitología. Por tanto, su religiosidad estaba impregnada de cultura y era enormemente racional. Sin embargo, como una caricatura, Felipe II

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 Una escena de caza, actividad a la que el rey era muy aficionado y practicaba con asiduidad en Aranjuez.

 El hombre de Vitruvio de Leonardo da Vinci.

SU ATRACCIÓN POR LO SIMBÓLICO E INCLUSO LO MÁGICO Y SOBRENATURAL EMPEZÓ A MANIFESTARSE HACIA 1540, JUSTO DESPUÉS DE LA MUERTE DE SU MADRE

 Sobre éstas líneas, una página de la Historia Natural de Plinio. ha sido denostado en el extranjero por los autores de la leyenda negra como un fanático religioso, o incluso una especie de anticristo al tildársele despectivamente de Demonio del Mediodía. La hondura y complejidad de su religiosidad se puede apreciar en los gustos del monarca. En primer lugar, su gran obra, el Palacio-Monasterio de El Escorial, diseñado y edificado por Juan de Herrera y Juan Bautista de Toledo era muy novedoso para la época y fue entendido a la perfección por nuestro rey, que probablemente fue el inspirador de su diseño tras haber leído a Vitruvio. La austeridad del edificio y pureza de líneas con una casi total ausencia de los adornos florales tan comunes en el Renacimiento evocaba el sentido de la vida de Felipe, sin duda influido por el neoplatonismo de Marsi-

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lio Ficino. Sus tejados y torres, rematados por triángulos y circunferencias eran también símbolo de pureza y perfección: el triángulo por representar a Dios y a la Trinidad, y el círculo a la inmortalidad y de nuevo al ser supremo al no tener esta figura geométrica ni comienzo ni fin. Esta atracción por lo simbólico e incluso lo mágico y sobrenatural empezó a manifestarse hacia 1540, esto es, justo después de la muerte de su madre. Con apenas 13 años Felipe empezó a comprar libros, al principio más o menos normales: la Guerra Judía de Flavio Josefo, la Metamorfosis de Ovidio, y la propia Biblia. Con 15 años ya pasó a la filosofía adquiriendo tres obras del humanista Erasmo de Rotterdam, una de ellas el Elogio de la Locura; a la moral, con las Fábulas de Esopo; o a la ciencia y las artes, con los tratados de Alberto Durero sobre geometría y arquitectura. En 1543 adquirió el Corán; en 1547 la arquitectura de Serlio y Vitrubio; las obras completas de Erasmo; la Inmortalidad del Alma de Pico della Mirándola y varias obras de Marsilio Ficino. A todas ellas, se añadió el recientísimo y revolucionario De Revolutionibus Orbium Coelestium, de Copérnico, trabajo que se considera la fundación de la astronomía moderna.

En ella Copérnico expuso por primera vez la teoría del heliocentrismo, es decir, que el sol era el cuerpo alrededor del cual orbitaban todos los planetas, incluida la tierra. Todo su trabajo además era un canto al poder de la razón y de la libre crítica para desentrañar los misterios de la realidad, prescindiendo de argumentos de autoridad como lo contenido en la Biblia o lo dictado por la Iglesia. Por ello, la obra de Copérnico causó mucha polémica y acabaría en el Índice de Libros Prohibidos de la Iglesia. Y sin embargo, el paladín de la ortodoxia católica, el supuesto intolerante español y obtuso a la ciencia, Felipe II, tenía entre sus anaqueles a Copérnico desde los 20 años. ¿Cómo se come eso?

n EL OCULTISMO Pero no sólo eso es chocante: en esa misma fecha el príncipe estalló intelectualmente y compró hasta 135 libros en latín y griego. Aparte de Dante y Petrarca, destacan una Historia Natural de Plinio y sobre todo, su primera aproximación a los libros de astrología, magia y alquimia: en De Rebus Metallica, de Georg Bauer, conocido como Agrícola, encontramos el primer tratado técnico de minería y fundición de metales de la historia. En

 La muerte de la madre ALGO DEL CARÁCTER aventurero y vitalista de Felipe II debió de empezar a truncarse cuando el 1 de mayo de 1539 murió su madre Isabel, cuando él tenía 12 años de edad. Su padre, desesperado, se recluyó en un convento y no pudo acompañar el cadáver para su entierro, de modo que esta penosa obligación quedó en manos de Felipe. Por instrucciones expresas de la propia Isabel, su cadáver no fue embalsamado y durante diez días viajó con su cortejo hasta llegar a su amada Granada, de modo que cuando Felipe tuvo que cumplir con el terrible trámite de reconocer el cadáver antes de enterrarlo y se abrió el catafalco el niño contempló con horror el rostro putrefacto de su madre y se desmayó, una impresión de la que no se recuperaría en toda su vida. Carlos, por su parte, jamás volvió a casarse, y desde la muerte de la esposa pasó a vestir, a sus 39 años, de luto permanente. No es de extrañar que todo esto impactara en Felipe e hiciera que calara en él un sentido trascendente de la vida y que tomara consciencia de la fragilidad de la carne y lo volátil de todo lo temporal.

ese trabajo, Agrícola habla de la alquimia, es decir, la transmutación de la piedra o cualquier metal en oro. El autor no rechaza esta práctica, e incluso cita los trabajos de varios alquimistas, pero también advierte de que ninguno de ellos se conoce que haya llegado a rico. Además informa de varios alquimistas que cometieron fraude y considera que estos deberían ser condenados a muerte. Este trabajo debió de picar la curiosidad de Felipe, ya que sabemos que el rey años más tarde contrató a varios alquimistas para la producción de oro y plata mediante aleaciones de plomo y cobre. Sin embargo el rey no era ningún tonto y tenía poca fe en esas prácticas de modo que no invirtió mucho dinero en ellas, apenas entre 1570 y 1574. No obstante, para él probablemente un pequeño esfuerzo valdría la pena por si por un casual se tenía éxito. Y algo de ilusión debería tener en estas prácticas, ya que, siguiendo a Parker, el rey afirmaba: “En verdad que aunque soy incrédulo destas cosas, que désta no lo estoy tanto, aunque no es malo serlo, porque si no saliese no se sintiese tanto”. Otro trabajo interesante adquirido por el príncipe era De Arte Cabalistica, de Reuchlin, sacerdote católico alemán que, paradójicamente, dominaba el hebreo y la cultura judía, y cuya obra, aparte de explicar la cábala y el contenido simbólico de los textos de la Biblia, incluía técnicas

EL PALADÍN DE LA ORTODOXIA CATÓLICA, EL ESPAÑOL INTOLERANTE Y OBTUSO A LA CIENCIA, FELIPE II, TENÍA A COPÉRNICO ENTRE SUS ANAQUELES DESDE LOS 20 AÑOS de magia para invocar a los ángeles. Para ello se usarían las palabras hebreas que el propio Yaveh usó para comunicarse con los hombres, y los propios nombres sagrados de Dios, prácticas que, curiosamente, tiene mucho que ver con el pensamiento platónico de Ficino, ya co-

nocido por el príncipe años antes. Desconocemos la influencia práctica del tratado en la mente de Felipe, pero debió de ser considerable debido a que años más tarde el bibliotecario a cargo de la inmensa colección de libros de Felipe II en El Escorial, la mayor del mundo en aquella

 Grabado que muestra al astrónomo polaco Nicolás Copérnico, una de las lecturas del Rey Prudente.

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El rey que vestía de negro SEGÚN ALGUNOS, Felipe II no vestía de negro por austeridad sino porque el negro era el color del planeta Saturno con el que se sentía identificado y ésta era una forma de atraer sus efectos beneficiosos. Sea o no cierta esta afirmación, a su muerte Felipe contaba con hasta 200 tratados de magia y astrología. Con tan elevado número de libros prohibidos, Felipe II se vio obligado a crear un almacén especial para su custodia, de modo que ninguno fuera destruido y pudiera ser consultado en caso de necesidad a pesar de la censura de la Inquisición. Y aunque su relación con estas pseudociencias era un poco contradictoria ya que el rey se divertía llevando la contraria a todo tipo de supersticiones desafiándolas para comprobar que no tenían ningún efecto en su vida, el caso es que llegó a encargar hasta cinco horóscopos. Uno de ellos, hecho en 1550 por el mago alemán Mateo Haco, le acompañó en su dormitorio hasta su muerte, ya que le impactaron algunas de las predicciones, como que sólo dos de sus hijos llegarían a adultos. Por otro lado, el techo de la biblioteca de El Escorial incluye en uno de los frescos de Pellegrino Tibaldi una alusión a la Astrología como ciencia y en ella se muestra la posición de las estrellas en la bóveda celeste cuando nació el rey.

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 La Mesa de los Pecados Capitales, de su admirado Jheronimus van Aken, el Bosco, fue adquirida por Felipe II antes de 1560.

SE DICE QUE DE JUAN DE HERRERA Y DEL PROPIO MONARCA SURGIÓ LA IDEA DE RECONSTRUIR EN ESPAÑA EL MÍTICO TEMPLO MÁGICO DEL REY SALOMÓN época, era precisamente otro hebraísta y conocedor de la Cábala, el biólogo y humanista Benito Arias Montano. Otro tratado de magia que estuvo en poder del rey fue el Picatrix, obra medieval del siglo XIII escrita por el árabe Maslama al Mayriti y que trataba de los talismanes y otros objetos mágicos.

sus arquitectos y bibliotecarios magos y judaizantes, y su pasión por el onírico y simbólico El Bosco son desconcertantes. De hecho, el palacio-monasterio de El Escorial nos muestra otra de las pasiones de Felipe II: el coleccionismo de obras de arte, medallas, libros, plantas

n EL REY, LAS ARTES Y LAS CIENCIAS Finalmente, uno de los arquitectos de El Escorial, Juan de Herrera, tenía también conocimientos de astrología y magia, y de su mano salió el esbozo que luego pintaría Tibaldi. También se dice que de él y del propio monarca surgió la idea de reconstruir en España el mítico templo mágico del rey Salomón, con cuya sabiduría y religiosidad se sentía identificado Felipe II. Sin embargo, Henry Kamen rechaza esta hipótesis ya que no existen estas referencias al rey judío que sean contemporáneas a la construcción del palacio-monasterio, sino que aparecen más tarde, y sobre a partir de su muerte. En todo caso, la conexión de Felipe con la cábala, la magia y la astrología,

 Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II e Isabel de Valois, conocía la admiración de su padre por El Bosco.

 El Escorial y El Greco EL REY LLEGÓ a atesorar unos 600 cuadros, incluyendo Brueghels y Tizianos, y llegó a construir una serie de pasadizos subterráneos en El Escorial para visitar a conveniencia los estudios de los pintores para verles trabajar. No obstante, no todo fueron aciertos en este plano. ¿Se imagina el lector que los frescos de El Escorial hubieran sido realizados por el Greco? Esos muros y techos hubieran convertido al Palacio-Monasterio en otra Capilla Sixtina, y sin embargo, Felipe no comprendió la grandeza del pintor cretense. Y lo tuvo en la punta de los dedos: su encargo, El Martirio de San Mauricio y la Legión Tebana de 1580, otro cuadro de aspecto onírico –a la izquierda–, no le agradó, y El Greco quedó relegado a pintor de iglesias en Toledo.

y medicinas. Respecto a estas últimas el monarca creó un laboratorio en El Escorial para la producción de agua de rosas, perfumes, drogas y todo tipo de infusiones medicinales para el boticario real. Respecto a las plantas ordenó crear y diseñó personalmente jardines flamencos en la Casa de Campo, El Pardo, Valsáin, Aranjuez y el propio Escorial. En este último logró que en todos los macizos hubiera flores todos los días del año a pesar de las estaciones. Organizó zoos en Aranjuez y la Casa de Campo, y se dice que escribió un tratado, la Orden de Criaturas, sobre las diversas especies de la naturaleza. Organizó jardines botánicos trayendo más de 800 especies desconocidas de América a Europa para su clasificación. Fundó la Academia de Matemáticas, encargó mapas y el cartografiado de todos los pueblos, ciudades, ríos y montañas de España para mejorar la administración de sus súbditos. Por otro lado, su biblioteca llegó a tener 14.000 volúmenes y fue concebida, a diferencia de otras bibliotecas contemporáneas que eran meros museos, para que cualquier erudito pudiera consultarla en trabajos de investigación, y preveía que además estudiaran en ella anualmente 54 investigadores, aunque los monjes Jerónimos no llegaron a desarrollar este proyecto del rey.

n EL REY JUEGA Con los años, el fallecimiento de varios de sus hijos y esposas y los fracasos po-

DEBEMOS DESTACAR TAMBIÉN SU AFICIÓN A LOS JUGUETES E INGENIOS MECÁNICOS, COMO LOS CONSTRUIDOS POR SU RELOJERO JUANELO TURRIANO líticos hicieron que esta tendencia hacia la gravedad fuera acentuándose hasta al extremo de que al final de sus días sólo reaccionaba si se le decía que alguien estaba tocando sus más de 7.500 reliquias. Sin embargo, Felipe no fue un monje ni un hombre distante, o incluso misántropo. No se debe confundir su pose como monarca con su vida privada. Durante el viaje que hizo a Flandes, en 1549, el príncipe trasnochaba, bailaba y galanteaba con las damas. Por otro lado, pocos años antes participaba en torneos completamente equipado en su armadura, aunque en unos de ellos salió malparado de ambas piernas. Muy interesante y reveladora sobre su auténtica personalidad es su pasión por el Bosco. Con él tenía un sentimiento genuino de diversión ante las ocurrencias del artista, que muchos autores han pasado por alto. Por ejemplo, Felipe hablaba a sus hijas de El Bosco, como si lo que pintara le pareciera algo divertido y comprensible por los niños. A Isabel Clara Eugenia y a Catalina Micaela en 1582 les narraba por carta unas procesiones en Portugal en las que había “unos diablos que parecían a las pinturas de Jerónimo Bosco” y en otra decía que “vuestro hermano (el futuro Felipe III de 4 años) no

tenga miedo (…) de los diablos de la procesión, porque venían buenos y víanse de lexos y más parecían cosas de Jerónimo Bosco que no diablos”. Por otro lado, al rey le gustaba visitar con sus hijitos sus jardines, sus zoos o incluso organizó eventos de patinaje con ellos. Debemos destacar también su afición a los juguetes e ingenios mecánicos, como los construidos por su relojero Juanelo Turriano, que casan muy bien con su atracción por las creaciones imposibles de El Bosco como los peces con armadura, los zapatos-barco, las orejas con cuchillo o los torsos huecos con brazos formados por troncos de árboles. También en estas obras podía verse a papas y emperadores dirigiéndose hacia un montón de heno, que representa la codicia, en una especie de mensaje burlón y herético ¿Dónde está el rey fanático e iconoclasta? O en el Jardín de las Delicias, donde se aprecian decenas de figuras desnudas en actitudes lascivas, como la imagen en la que se observa cómo unas flores salen o son introducidas en el ano de una persona. Sin duda Felipe II no era tan intolerante como algunos autores pintan, y probablemente era un hombre de mundo, incluso bastante avanzando para su época… •

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El fin del Imperio EN FEBRERO DE 1895 comenzó la “Guerra necesaria” o Guerra de la Independencia Cubana con un levantamiento simultáneo en 35 localidades, el llamado Grito de Oriente. Durante los primeros compases, el patriota Martí cayó en una emboscada y, tras su muerte, asumieron el mando Máximo Gómez y su lugarteniente Antonio Maceo, en tanto que, por el lado español, Valeriano Weyler trataba de someter la revuelta con los métodos más brutales. El destino estaba escrito, era irreversible. En febrero de 1898 Estados Unidos irrumpió como un elefante en una cacharrería en el conflicto. Con el propósito de maniatar a Cuba en su esfera de influencia, el gigante del Norte acusó a España del hundimiento de su acorazado Maine en el puerto de La Habana, un mortífero pretexto que esgrimió como casus belli, pese a que todas las investigaciones imparciales exoneraran a cualquier mano negra española de la tragedia. Finalmente, mediante el Tratado de París nuestro país renunciaba a Cuba tras 400 años de dominio. Mucho antes, la derrota de Rocroi, el 19 de mayo de 1643, marcó de facto el fin de los tercios en Flandes, que perdieron en ella su aureola de invencibilidad. Tras Rocroi, las posesiones españolas se derrumbaron en ese territorio sin que Felipe IV supiera enderezar el rumbo. España hubo de firmar la paz de los Pirineos de 1659, por la que sufrió la pérdida del Artois y algunas ciudades fronterizas. En 1704 los tercios desaparecieron y fueron sustituidos por la organización de los regimientos. Queda para la posteridad el recuerdo de sus hazañas, inmortalizadas, por ejemplo, por Velázquez en Las lanzas, que representa la entrega de las llaves de Breda en 1625.

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EL DESPERTAR DE UN SUEÑO

El fin de un sueño

España construyó el primer imperio global de la historia. La conquista de América se sumó a la de otros territorios –menos conocidos– de África, Asia y Oceanía, que demuestran que no solo fuimos “dueños” de grandes países, sino también de pequeños paraísos. Pero el sueño del imperio se fue desvaneciendo con el tiempo y en 1898 despertamos a una nueva realidad más pequeña y manejable, también más amarga. Revisamos las pérdidas más significativas de aquel trauma.

La herida del 98 n CUBA. A la derecha y sobre estas líneas, el gran símbolo de la España colonial, el de aquel país imperial e imperioso del siglo XVI que cae paulatinamente en una depresión que llega a su punto más profundo tras la guerra de 1898. Es entonces cuando España pierde sus últimas colonias, Cuba entre ellas, la misma isla caribeña que ya había pisado Cristóbal Colón en su primer viaje a aquel Nuevo Mundo de 1492. La treta que supuso el falso hundimiento del Maine dio a los EE.UU. las alas necesarias para entrar en una guerra que introdujo a España en la depresión poscolonial.

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n PUERTO RICO. A la derecha, otra de las grandes “pérdidas” coloniales de la monarquía hispana en aquel 1898 que tanto efecto tuvo en el orgullo nacional. El Tratado de Paz de París, firmado en 1898 entre España y Estados Unidos, supuso la cesión de Puerto Rico al gobierno estadounidense, junto a Cuba, Filipinas y Guam. Puerto Rico fue territorio colonial español desde el segundo viaje de Cristóbal Colón, en 1493, es decir más de 400 años durante buena parte de los cuales sus recursos y situación geográfica lo hicieron muy apetecible para muchas potencias coloniales, especialmente el Imperio Británico.

n GUAM. Con una extensión de 549 km2, esta pequeña isla del Pacífico, a la izquierda la plaza de España, fue incorporada a territorio español en el año 1565. Casi tres siglos y medio estuvo en poder de la Corona, hasta que en junio de 1898 el crucero USS Charleston, capitaneado por Henry Glass, se hiciera con ella y la incorporara a los territorios estadounidenses, ante la incapacidad defensiva de una mínima guarnición. Guam se convertía entonces en una base naval bajo jurisdicción del Ministerio de Marina estadounidense.

n FILIPINAS. Tras la guerra de 1898, el archipiélago de Filipinas entró en la órbita de Estados Unidos, que no reconocería su independencia hasta 1946. Miguel López de Legazpi había establecido el primer asentamiento español en 1565 y seis años después la fundación de la capital, Manila, impulsó el comercio español en todo el continente asiático. A la izquierda, la noticia de la conquista de Manila por el almirante George Dewey tras la batalla de la bahía de Manila (1 de mayo de 1898). Sobre estas líneas, los supervivientes del destacamento de Baler fotografiados el 2 de septiembre de 1899 en el patio del cuartel Jaime I de Barcelona.

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Lo que se nos perdió en Asia

Colón falleció pensando que había llegado a tierras asiáticas, y los conquistadores, envalentonados con sus nuevos descubrimientos, se fijaron como objetivo seguir explorando Oriente, que esta vez sí se correspondía con Asia. El tratado de Tordesillas (1494) otorgaba a Portugal las Indias Orientales, y con el tiempo se negoció un acuerdo más favorable a los intereses españoles. En 1526 Carlos I se casó con Isabel de Portugal y tres años después se suscribió el tratado de Zaragoza, por el que la esfera de influencia de Portugal y España quedaba fijada a 297,5 leguas al este de las Molucas, las islas de las especias. A finales del siglo XVI, se acometieron varias expediciones hacia el imperio jemer, CAMBOYA, sobre estas líneas. Blas Ruiz de Hernán González y Diego Belloso pusieron rumbo a esta civilización, entonces en decadencia por la presión territorial de sus vecinos. Con el teórico fin de devolver el trono a su legítimo dueño, el rey Apram, se embarcaron en una serie de escaramuzas que concluyeron con un baño de sangre. Lo cierto es que durante dos años, entre 1597 y 1599, Camboya fue una suerte de protectorado del imperio. Las ambiciones españolas llegaron más allá: hubo incluso planes para conquistar China, y nuestros hombres se establecieron en el norte de la isla de Formosa, hoy Taiwan, entre 1626 y 1642.

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Las disputas internas entre los sultanes de BORNEO, en el ángulo inferior izquierdo de la otra página, fueron las responsables de que España penetrara también en este territorio, a caballo entre los siglos XVI y XVII. La Guerra de Castilla (1578) concluyó con la conquista de BRUNÉI, sobre estas líneas, a la sazón un poderoso imperio que incluía la citada Borneo. A su vez, el explorador Íñigo Ortiz de Retes avistó por vez primera la isla de NUEVA GUINEA, a la izquierda uno de sus típicos poblados, y le dio nombre. NAGASAKI, bajo estas líneas, fue conquistada por los portugueses en 1571, y poco después pasó a España tras la unión de las dos coronas, siendo el único enclave cristiano de Japón.

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Paraísos en la Tierra... o el mar

n ISLA DE SANTA CRUZ. Con razón el siglo XVI recibe el nombre de “era de los descubrimientos”. La sed de los españoles, una vez arribaron al Nuevo Mundo, no hizo sino aumentar después de que a oídos de los conquistadores llegara una leyenda de los incas: en medio del océano, había unas islas llenas de oro, nada menos que las minas de oro del rey Salomón. El virrey del Perú encomendó a su sobrino Álvaro de Mendaña la expedición que conduciría al descubrimiento de la isla de Santa Cruz, bajo estas líneas, perteneciente a las Salomón. Al llegar allí, intentó fundar una colonia, pero murió de malaria.

n ISLAS CAROLINAS. A más de 14.000 kilómetros de distancia de nuestro país, se encuentra el paraíso que vemos sobre estas líneas, cuyo nombre deriva de Carlos II. Los primeros europeos en llegar a estas islas fueron nuestros vecinos los portugueses, pero quienes terminaron asentando su soberanía fueron los españoles que, al llegar a estas islas en su ruta hacia Filipinas y las Indias Occidentales en el siglo XVI, fundaron dos colonias, Santa Cristina de Yap y Santiago de la Ascensión de Ponapé. Finalmente, España se las vendió a Alemania, junto con las Marianas, por 25 millones de pesetas en el año 1899.

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n VANUATU. Bajo estas líneas, llegamos a otro territorio de Oceanía descubierto por la corona hispana, concretamente por el portugués Pedro Fernández de Quirós cuando los reinos ibéricos estaban unidos. La expedición salió del puerto de El Callao (Perú), y su colonización revistió un carácter efímero. n ISLA DE PASCUA. Seguro que el nombre local de esta isla, Rapa Nui, a la derecha de estas líneas, despertará vuestra imaginación. Actualmente pertenece a Chile, pero en tiempos estuvo bajo soberanía española. Carlos III mandó una expedición al mando de Felipe González de Ahedo, quien la bautizó como isla de San Carlos.

n ISLAS PALAOS. El archipiélago de 340 islas que preside esta página doble se encuentra a unos 800 km de Filipinas. La evangelización no llegó hasta principios del s. XVIII con el misionero Padilla. Una vez perdida Filipinas, España no vio sentido a su conservación, y Silvela las incluyó en el “lote” a Alemania en 1899. n ISLAS MARIANAS. Su nombre proviene de la reina consorte Mariana de Austria, segunda esposa de Felipe IV. El primer europeo en llegar aquí fue Magallanes, que las bautizó como Islas de los Ladrones. En el siglo XIX se les concedió un gobierno local y se construyó una cárcel que se nutría fundamentalmente de presos filipinos, también bajo dominio español.

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El Camino Español En 1567 el Duque de Alba partió desde Italia a Flandes con 10.000 veteranos españoles para aplastar la revuelta protestante que allí estaba empezando, inaugurando lo que sería conocido en toda Europa como Camino Español. La guerra duraría 80 años. Durante este período, España tuvo que mandar refuerzos prácticamente cada año, de modo que los ejércitos españoles hicieron de esta ruta algo casi permanente, y en un logro logístico sin precedentes para los limitados medios del XVI y XVII consiguió mantener abierto y operativo el Camino, atravesando media Europa por regiones aliadas pero también hostiles o incluso en guerra abierta con nuestro imperio. JAVIER GARCÍA DE GABIOLA

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l Camino Español no fue creado, construido ni descubierto por los Tercios, sino que más bien se trataba de un conjunto histórico de rutas comerciales preexistentes que nuestro ejército utilizó y puso al día para los movimientos de las tropas. Sin embargo, la complejidad de la tarea era tal que el Camino fue el origen del dicho castellano “poner una pica en Flandes”, es decir, conseguir algo extremadamente difícil. Y el gobierno español lo consiguió durante más de setenta años, año a año, una muestra más de la eficacia de los funcionarios de Madrid. Como se puede comprobar (ver recuadro), la ruta pasaba por un rosario de países españoles o aliados de la corona, pero se encontraba a tan sólo 25-100 kms de la frontera francesa, de modo que se trataba de una serie de corredores extremadamente vulnerables a ser cortados por un ataque de Francia. Y si esta línea quedaba interrumpida, Flandes, aislada en el Mar del Norte, quedaría privada de refuerzos y por tanto sería conquistada por Francia o los holandeses. Por tanto, el Camino Español era vital para mantener el dominio imperial en el Norte de Europa.

n EL CAMINO DE ALBA Siguiendo a Geoffrey Parker, el autor que mejor ha estudiado el Camino Español, Alba, para preparar la ruta, contaba con un ingeniero especializado y 300 zapadores para expandir la anchura de las carreteras en los desfiladeros y pasos de montaña como Mount Cenis. A la vez, un pintor acompañaba a la expedición para levantar mapas exhaustivos e incluso pintar vistas panorámicas de la ruta de los ejércitos y así poder analizar las características de la ruta o buscar mejores alternativas. Además, a vanguardia del ejército marchaba un grupo que comprobaba el estado de los caminos, llegando a construir y luego desmontar puentes improvisados sobre los diferentes ríos. Por otro lado, el ejército solía contratar guías por cada región por la que pasaba, para asesorar sobre las diferentes opciones de marcha. El de Alba fue Fernando de Lannoy, que realizó un mapa tan preciso del Franco Condado que el Duque bloqueó su publicación durante 10 años para mantener el secreto de las rutas establecidas.

 El Duque de Alba comandó la operación militar que acabó dando origen a lo que se llamó el Camino Español.

LA SOLUCIÓN PARADÓJICAMENTE VINO DE LA ENEMIGA DE ESPAÑA: EN 1551 FRANCIA CREÓ EN SABOYA EL LLAMADO SISTEMA DE ÉTAPES O ETAPAS Sin embargo, la ruta no se realizaba sólo para caminar, sino también para prever dónde alimentar y alojar cada día a un cuerpo de varios miles de hombres. Un problema añadido era que además de la tropa había que avituallar a sus mujeres, hijos y criados que los acompañaban, de modo que, por ejemplo, para los 9.611 soldados y 965 caballos de guerra de Alba se preveía comida para 16.000 bocas y 3.000 caballos, es decir un incremento de más del 50% de tropa, y

un 300% sobre los equinos. Alimentar a todo este conjunto en marcha durante entre uno y dos meses era un problema muy complicado, de modo que se establecieron almacenes permanentes en los puntos de concentración para el inicio de la marcha, como Milán. Sin embargo, crear almacenes a lo largo de toda la ruta suponía asumir ese coste permanentemente durante cientos de kms para un viaje que se realizaba una vez al año como mucho, de modo que era

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 Mapa de los Grisones. Los Grisones, de fe calvinista, controlaban La Valtelina, de población católica.

LA RUTA NO SE REALIZABA SÓLO PARA CAMINAR, SINO PARA PREVER DÓNDE ALIMENTAR Y ALOJAR CADA DÍA A UN CUERPO DE VARIOS MILES DE HOMBRES económicamente inviable. La solución alternativa que se seguía en el resto de Europa, consistente en requisar a la fuerza la comida de las poblaciones por las que se pasaba y forzar a los propietarios a alojar a la tropa era impensable, ya que la ruta que seguían las tropas se repetía más o menos de año en año, y supondría arrasar las zonas, que dejarían de ser viables para el paso de los ejércitos, por no hablar de que se trataba de territorios propios o aliados que quedarían empobrecidos para siempre.

cuando los soldados se iban y seguía su funcionamiento como mercado normal. Así, el sistema no sólo no empobrecía a la región sino que la enriquecía, y además mejoraba el mantenimiento de los ejércitos. Alba, al penetrar en Saboya utilizó las etapas que previamente ha-

bían organizado los franceses, y luego las extendió al Franco Condado y Lorena. Para organizar las etapas, cada expedición era precedida por un comisario especial que concertaba el suministro y alojamiento durante el itinerario con cada provincia o ciudad. Estas organizaban luego una especie de concurso o subasta que adjudicaban al que ofreciera mejor precio o condiciones. El licitador que hubiera ganado, o asentista, era el encargado de realizar el suministro a cambio de un precio fijo o exenciones fiscales. Generalmente recibían un anticipo que les ayudaba a comprar a su vez la comida. Cuando llegaba el ejército, el capitán de cada compañía debía firmar un recibí (pólice) por las raciones que recibía, para llevar un control de lo suministrado. En función de ello cobraba el asentista. Sin embargo, para el gobierno el coste era mínimo, ya que aparte de que la subasta ya había rebajado los precios, de lo ya pagado descontaba a su vez a cada soldado una parte de su paga.

n EL NUEVO CAMINO ESPAÑOL Hasta 1600 las tropas españolas usaron el Camino que abrió por primera vez el Duque de Alba casi sin problemas, ya que el dominio ibérico sobre Europa occidental era casi absoluto. Francia todavía estaba recuperándose de la derrota sufrida contra España en San Quintín en 1557, una de las más decisivas de la historia y que la empujó a una crisis que la anuló como gran potencia, sumergiéndola en una serie de ocho guerras civiles entre católicos y protestantes. Al final se impuso en 1598 el impresionante monar-

n ALIMENTANDO AL EJÉRCITO La solución paradójicamente vino de la enemiga de España: en 1551 Francia creó en Saboya el llamado sistema de étapes o etapas. En los mercados locales donde concurrían clientes y comerciantes y por donde se preveía que iban a confluir las tropas en un momento dado, allí se contrataba el suministro de alimentos con antelación. Así, cuando llegaba la tropa, la comida y el alojamiento ya estaba preparado. Luego todo desaparecía

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 El Mont Cenis formó parte del Camino Español, llegando a ser reformado por los ingenieros de Felipe II.

 Soldados entran en una granja y cometen todo tipo de ultrajes durante la Guerra de los Treinta Años. ca-guerrero Enrique IV de Borbón. Su programa era muy ambicioso: restaurar el papel de su país como gran potencia, y romper el bloqueo al que la tenía sometida España desde todas sus fronteras. El primer golpe de Enrique fue contra el Ducado de Saboya, situado entre Francia y el Milán español. Con la excusa de que los saboyanos habían ocupado Saluzzo en 1588, un marquesado pro-francés al sur de Turín, un ejército francés invadió Italia en 1600. Aunque gracias a refuerzos españoles el avance fue contenido, Saboya se vio obligado a ceder a Francia la zona de Bresse. El problema para España era que por esa zona pasaba el Camino Español. Aunque para salvar la cara Saboya retuvo un pasillo por donde transcurría el Camino para servicio de los españoles, este podía ser fácilmente cortado por Francia en cualquier momento por estar en medio de su territorio. Con el Camino Español cortado, el Conde de Fuentes, gobernador del Milanesado, buscó la forma de compensar esta pérdida con una ruta más segura y la halló en La Valtelina. Éste era un valle situado al norte del lago de Como, que comunicaba Italia con Alemania

EL TRAYECTO ERA MUCHO MÁS SEGURO QUE ANTES AL ESTAR PROTEGIDO POR LOS ALPES Y SUIZA. FRANCIA NO PUDO REACCIONAR PORQUE ENRIQUE IV FUE ASESINADO pasando por el este de Suiza. Su posición era vital, ya que desde allí no sólo se conectaban las posesiones españolas sino también las de sus aliados los Habsburgo austríacos, al encontrarse cerca del Tirol. El problema era que La Valtelina, aunque de población católica, estaba controlada por la Liga de los Grisones, calvinista, que a su vez era parte de la Confederación Helvética, la actual Suiza. Fuentes intentó forzar un tratado de paso y levantó una fortaleza desde la que bloqueó los productos procedentes de Italia para los Grisones, y empezó a dar ayuda económica a los católicos de La Valtelina, consiguiendo en 1604 que se le diera permiso para utilizar el corredor como nuevo ramal del Camino Español. El trayecto además era mucho más seguro que antes al estar protegido por los Alpes y la casi siempre neutral Suiza. Francia no pudo reaccionar porque Enrique IV fue asesinado.

 El rey Enrique IV de Francia fue capaz de recuperar la importancia de su país como gran potencia.

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 La ruta del Camino EL CAMINO ESPAÑOL comenzaba en Génova, república independiente pero aliada de España, donde se encontraban los principales banqueros que financiaban las campañas imperiales. En su puerto y en el de Savona desembarcaban los soldados procedentes de la península Ibérica, Nápoles, Sicilia, Córcega, Cerdeña y los Presidios españoles de la Toscana. Desde allí un ramal llevaba a Milán, donde se podían juntar con las levas locales, bajo control español, o se desviaba a través del Montferrato y Saboya para cruzar los Alpes. El paso de la cordillera podía hacerse al este de Turín, por Mount Cenis y la Maurienne en invierno, o más al norte en verano, por el Pequeño San Bernardo, más cerca de la frontera Suiza. Al otro lado de los Alpes no se encontraba la eterna enemiga, Francia, sino que en aquella época continuaba el Ducado de Saboya, aliado de España desde mediados del XVI. Desde allí el Camino enlazaba directamente con la gran olvidada de las posesiones de Madrid, el Franco Condado, una región con forma de alubia con capital en Besançon (Francia en la actualidad), junto al lado occidental de Suiza. A continuación, el Camino cruzaba el Ducado de Lorena, región que también era independiente de Francia en aquella época, y que pertenecía a la Liga Católica y era por tanto aliada de España. Finalmente, esta ruta, seguida por primera vez por el Duque de Alba, terminaba en el Luxemburgo, que formaba parte entonces de los Países Bajos Españoles, conocido popularmente como Flandes. Sin embargo, a partir de 1600 el Camino quedó cortado en Saboya, y España halló una ruta alternativa por La Valtelina, al este de Suiza, y luego por el sur de Alemania.

n LA LUCHA POR LA VALTELINA Sin embargo, la posición española en La Valtelina seguía siendo dudosa ya que los Grisones revocaron el Tratado de paso. Ya comenzada la Guerra de los Treinta Años, en 1620, el Duque de Feria, nuevo gobernador del Milanesado, se decidió a resolver el problema de La Valtelina para siempre al invadir el valle. Al norte, tropas austríacas bajo el Obispo de Passau se unieron a Feria, que acabó ocupando todas las tierras de los Grisones, forzando a éstos a conceder la independencia a La Valtelina en 1621. Allí quedaron acuartelados 4.000 españoles, que con otros 3.600 en Alsacia y 5.000 en el Palatinado habían creado un nuevo Camino Español a través de Alemania. En todo caso, Olivares, para disimular el triunfo español puso La Valtelina en manos del papado. Sin embargo, Richelieu comprendió que los derechos de paso españoles seguirían indemnes de modo que dio orden de invadir el valle en 1624. El Marqués de Coeuvres con 6.000 franco-helvéticos partió de Zurich en no-

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HASTA 1600 LAS TROPAS ESPAÑOLAS USARON EL CAMINO QUE ABRIÓ POR PRIMERA VEZ EL DUQUE DE ALBA CASI SIN PROBLEMAS

 Este cuadro de Carl Wahlbom representa la muerte del rey Gustavo II Adolfo de Suecia, durante la batalla de Lützen.

 Las expediciones del Camino EL CAMINO FUNCIONABA increíblemente bien, y las tropas españolas recorrían los 1.150 kms que les separaban de Flandes en 48 días de media. Algunas llegaron a hacerlo en tan sólo 32 días, esto es, unos 35 kms diarios a pie de forma sostenida durante semanas, con impedimenta, armas, cañones y bagajes, lo que es un logro espectacular. De hecho, entre 1567 y 1638, hasta que el Camino quedó definitivamente cortado, se organizaron 43 expediciones, la mayoría de entre 2.000 y 5.000 hispano-italianos. Los mayores ejércitos enviados, que cambiarían el curso de las muchas guerras que mantenía España serían los ya mencionado 9.611 soldados de Alba de 1567; los 6.231 de Manrique (1577); los 6.405 de Paz (1582); los 14.500 organizados en 4 expediciones de Spinelli, Zúñiga, Capizuchi y Queralt (1587); los 8.636 soldados del Archiduque Alberto (1596); los 8.000 de Spínola (1601) y de nuevo 8.759 (1602); los 6.000 de Avellino (1605); los 8.600 de Córdoba (1620); los 7.200 de Claros de Guzmán (1623); los 11.300 de Santa Cruz (1631); y los 11.000 de Feria que fueron diezmados por la peste (1633), y que llegaron al año siguiente con los 11.584 del Cardenal-Infante (1634), siendo ésta la última expedición del Camino. A partir de entonces España optó por la ruta marítima, hasta que esta también quedó cortada tras la desastrosa derrota naval de los Downs en 1639.

 El gobernador del Milanesado, Pedro Enríquez de Acevedo, levantó una estratégica fortaleza en La Valtelina. viembre y desalojó a las tropas pontificias bajo Bagni en La Valtelina. A la vez, otro ejército de 23.000 franco-saboyanos bajo Lesdiguières atacó Génova, principal puerto de entrada de tropas españolas al norte de Italia e inicio del Camino Español. Feria congregó más al norte un ejército de 28.000 españoles que desde Milán marchó contra la retaguardia franco-saboyana amenazando Turín, por lo que los franceses, se replegaron. Agotados ambos bandos en febrero de 1626 se firmó el Tratado de Monzón, por el que La Valtelina fue reconocida como independiente, y con ello quedaron a salvo los derechos de paso de España. En diciembre de 1627 una disputa dinástica por el Monferrato volvió a enfrentar a España y Francia hasta 1630, y el Camino Español fue usado en sentido contrario, para traer refuerzos austríacos a Milán.

n EL ATAQUE SUECO En ese momento apareció una nueva amenaza sobre el Camino: Suecia. En 1630, Gustavo Adolfo de Suecia invadió

 La célebre Batalla de Las Dunas enfrentó, en el año 1658, al ejército español que comandaba Juan José de Austria con el anglo-francés, que dirigía el vizconde de Turenne. Alemania durante el curso de la Guerra de los 30 Años para salvar a los protestantes barriendo con todo hasta llegar al curso medio del Rhin en diciembre de 1631. Se debe recordar que el nuevo Camino de La Valtelina penetraba por el sur de Alemania bordeando la frontera suiza por Constanza hasta cruzar el Rhin por Alsacia o el Palatinado, para entrar en Lorena y acabar en los Países Bajos. Los suecos comenzaron entonces su ofensiva contra España, destruyendo las fortalezas españolas en el Palatinado, entre ellas Mainz o Maguncia y Heidelberg. Aunque Córdoba logró tomar Spira y Tréveris en 1632 frente a los suecos,

EL PROGRAMA DE ENRIQUE IV DE BORBÓN ERA MUY AMBICIOSO: RESTAURAR EL PAPEL DE FRANCIA COMO GRAN POTENCIA Y ROMPER EL BLOQUEO ESPAÑOL

 Conocido como el Cardenal Infante, Fernando de Austria se postuló como gobernador de los Países Bajos.

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 En esta obra, el pintor florentino Vicente Carducho conmemora la liberación de la ciudad suiza de Rheinfelde.

OLIVARES PUSO LA VALTELINA EN MANOS DEL PAPADO, PERO RICHELIEU COMPRENDIÓ QUE LOS DERECHOS DE PASO ESPAÑOLES SEGUIRÍAN INDEMNES

 El último ataque a La Valtelina LA VICTORIA DE NÖRDLINGEN forzó a Francia a intervenir formalmente para evitar el triunfo universal de los Habsburgo en la guerra de los 30 años. Richelieu conjugó una ofensiva en Italia con el envió a través de la neutral Confederación Helvética (la actual Suiza) de un cuerpo de 8.500 soldados bajo el Duque de Rohan, que en marzo de 1635 ocupó por sorpresa La Valtelina y cortó de nuevo el Camino. Austria, aliada de España, reaccionó mandando desde el Tirol un débil cuerpo bajo Fernemont que fue derrotado por Rohan. El francés, luego giró al sur donde rechazó el ataque de 4.000 milicianos milaneses reclutados a toda prisa por Serbelloni cerca del lago de Como, en noviembre. Con todo, allí quedó Serbelloni bloqueando cualquier avance de Rohan. Milán quedó rodeado entre los franceses de la Valtelina al norte, y los franco-saboyano-parmesano al oeste y sur. Sin embargo, los españoles bajo Carlos Coloma y luego el Marqués de Leganés, aguantaron milagrosamente las ofensivas galas de 1635-6. En 1637, los subsidios franceses prometidos a los 7 regimientos grisones de Rohan no llegaron, de modo que éstos, casi la mitad de su ejército, se levantaron en armas en marzo y sitiaron a Rohan en Splugen. Cuando este se acercó a negociar con ellos fue apresado y su ejército se disolvió. Con ello España recuperó de nuevo el control de La Valtelina, y se abrieron las comunicaciones con centro-Europa.

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el Camino Español seguía cortado por su tramo alemán. En agosto del 33 los suecos marcharon a los Alpes y sitiaron Constanza, llegando a amenazar el Tirol e Italia. A la vez, en junio, Francia, aunque neutral, invadió Lorena con un ejército bajo La Force de unos 18.000 hombres cortando de nuevo el Camino Español. Finalmente, otro cuerpo bajo el Rhingrave Otton Luis, tomó las fortalezas de Alsacia. Así, para España ahora era vital recuperar Alsacia y el Palatinado para reabrir el Camino. Desde Milán, el recién llegado nuevo gobernador de Lombardía, el Cardenal-Infante don Fernando, hermano de Felipe IV, organizó el Ejército de Alsacia bajo el Duque de Feria, con la misión de recuperar estos territorios, formado por 11.500 hombres. Feria, reforzado por 18.000 bávaros levantó el asedio de Constanza, y recuperó Alsacia en octubre. Sin embargo, cuando los bávaros le abandonaron para defender sus tierras, Feria quedó ahora en inferioridad numérica frente a tres cuerpos bajo Horn, el Rhingrave y Birkenfeld, y hubo de replegarse a Baviera. Marchando en medio de un durísimo otoño, su ejército sufrió muchísimo y cuando llegó para invernar en Munich en febrero del 34 había muerto un tercio de la tropa por la peste. Viendo que la campaña del difunto Feria había sido infructuosa y que Baviera estaba amenazada, el Cardenal-Infante organizó personalmente otra expedición para liberar el sur de Alemania con 11.257 españoles. Unido a los restos de Feria, a los bávaros y a los imperiales, sumó 33.000 soldados con los que logró destruir a los 23.000 del ejército sueco bajo Sajonia Weimar en Nördlingen, limpiando de protestantes todo el sur y centro de Alemania y llegando a Flandes tras reabrir de nuevo el Camino Español. Sin embargo, viendo que las amenazas que se cernían sobre el Camino en 1635-37 eran cada vez más constantes (ver recuadro), España dejó de utilizarlo para enviar tropas y se empezó a recurrir al envío por mar. Aun así, cualquier posibilidad de futuro uso del Camino quedó eliminada cuando Sajonia Weimar, el mismo general derrotado en Nördlingen por el Cardenal-Infante, pasó con su ejército de mercenarios al servicio de Francia y conquistó toda Alsacia en 1638. El Camino Español quedó cortado para siempre. •

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