IIª Guerra Mundial Atlas geopolítico y geoestratégico. Tomo I. De la II Guerra Mundial a la Guerra Fría

September 7, 2017 | Author: Unidad Cívica por la República | Category: Totalitarianism, Fascism, Nazism, Adolf Hitler, World War Ii
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Descripción: “La Segunda Guerra Mundial: Atlas geopolítico y geoestratégico. T.I”, escrito por el historiador Javier Fis...

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De la IIª Guerra Mundial a la Guerra Fría Tomo I La IIª Guerra Mundial: Atlas geopolítico y geoestratégico

Javier Fisac Seco

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©Francisco Javier Fisac Seco Registro Propiedad Intelectual C.R. 246-2011 Lulu.com Editorial, London, 2013 Depósito legal CR.395-2013 ISBN 978-1-291-41959-7

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Índice Introducción………………………………………………………………………………………………5 Capítulo I. Causas ideológicas…………………………………………………………………..…7 -

Capítulo II. Del apaciguamiento a la guerra………………………………………………...19 La política de apaciguamiento y el rearme alemán Estados Unidos, de la neutralidad a la beligerancia Japón ataca a Estados Unidos. Alemania e Italia le declaran la guerra Evolución militar de la guerra Mapas de la evolución de la guerra

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Capítulo III. La guerra: El Norte de África, Italia y Stalingrado……………………134 La colaboración del Ejército francés con la invasión aliada El por qué de la invasión de Italia La ofensiva soviética Evolución militar de la guerra Mapas de la evolución de la guerra

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Capítulo IV. De la Conferencia de Teherán a Normandía………………………….188 Los acuerdos militares de Teherán y sus consecuencias políticas. La liberación de Francia, Bélgica y Holanda y las medidas de los anglosajones para restaurar la democracia e impedir la revolución social comunista. Evolución militar de la guerra Mapas de la evolución de la guerra Capítulo V. Entre Yalta, Potsdam y el fin de la guerra en el Pacífico…………….302 Hubo reajustes territoriales no reparto de esferas de influencia La situación militar en Japón y la bomba atómica como solución final para evitar la duración de la guerra, la revolución social en Europa y 2.ooo.ooo de muertos en una lucha de resistencia numantina. Las consecuencias políticas de la conferencia de Teherán: La formación de los bloques políticos y la “Guerra Fría”. Orígenes y causas Capítulo VI. La evolución política francesa en la inmediata posguerra……….375 El mariscal Petain y Laval condenados Las razones de la derrota de Francia ¿Hubo colaboracionismo ideológico con Hitler por parte de la derecha católica francesa y el Alto mando francés? Capítulo VII. España en la Segunda Guerra Mundial y la inmediata posguerra………………………………………………………………………………………………396 De la neutralidad benévola a la beligerancia y a la neutralidad estricta La condena del Régimen de Franco en la Conferencia de Potsdam Fuentes y bibliografía……………………………………………………………………….…….404

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Introducción

No es habitual que los estudios estratégicos y de relaciones internacionales vayan suficientemente documentados con mapas. Lo cierto es que se recurre muy anecdóticamente a la utilización de mapas cuando se está hablando de asuntos de carácter internacional. Esa limitación o deficiencia hace necesario, en los libros y en la prensa, el recurso a explicar los acontecimientos internacionales desde la visualización de mapas porque en ellos se sitúan los actores y se establecen las correlaciones que se puedan dar entre diferentes espacios. En esta relación entre países y hechos se crean espacios geopolíticos cerrados y espacios geopolíticos interrelacionados cuya perspectiva nos da una visión de las naciones, de los bloques y de sus relaciones, intereses y conflictos, así nos ayudan a entender la dinámica de los acontecimientos. Esta dinámica la podemos anticipar, si contemplamos la evolución militar o los acuerdos políticos entre países con relación a los objetivos que persiguen estos países y las dificultades que les tratarán de poner los que se oponen a esos objetivos. La importancia estratégica de un país, por pequeño que sea, puede explicarse desde un mapa mucho mejor que desde un comentario teórico. Los atlas geopolíticos y geoestratégicos son necesarios para entender racionalmente la dinámica de cualquier política exterior y la evolución de los acontecimientos que van más allá de ese empuje inicial cuando toman su propia dinámica. Estos atlas están relacionados porque los intereses políticos persiguen objetivos estratégicos y porque éstos pueden anticiparnos la política exterior de cualquier gobierno con relación a sus vecinos y a sus objetivos y necesidades. Este trabajo de investigación tiene como objetivo ilustrar los acontecimientos bélicos de la Segunda Guerra Mundial en los mapas. De esta manera se pretende entender la relación que existe entre un acontecimiento y otro y en relación con las decisiones militares y políticas que se tomaron en las diferentes conferencias que se celebraron a lo largo del conflicto. Por la dimensión del trabajo, lo he organizado en dos partes: una con los textos y otra con los mapas. Forman parte de los textos una gran serie de documentos históricos resultado de los acuerdos tenidos entre los aliados de cada bloque. Estos textos serán especialmente importantes para entender en qué se fundamentaba la alianza de los rusos, norteamericanos y británicos y qué objetivos perseguían. He comenzado haciendo una reflexión sobre las causas de la guerra, muy necesaria, porque se han confundido unas realidades históricas y socioeconómicas con las razones profundas que estaban, antes de que existieran ningún tipo de causas, en los orígenes ideológicos del conflicto. Es esta una revisión histórica de lo que se ha dicho sobre las “causas” a las que se han atribuido un poder irracional de desencadenar una guerra como si ésta no dependiera de la voluntad de los políticos y de sus propios intereses y objetivos. En la parte dedicada sólo a los mapas he preferido hacer un esquema general de la evolución militar de la guerra e ir explicando su desarrollo en el comentario de cada mapa. Sin embargo, en la parte dedicada a los textos he preferido desarrollar los aspectos políticos y las causas políticas que ayudan a entender por qué se tomaron unas decisiones u otras. Los textos y documentos históricos son aquí más importantes que el desarrollo de los acontecimientos militares, que son consecuencia de decisiones políticas. Esta metodología me ha parecido necesaria porque es muy poco conocida, porque ha sido muy poco difundida las relaciones que hubo entre los aliados, 5

sus conferencias y acuerdos y las explicaciones por las que tomaron unas u otras decisiones. Como, por ejemplo, el desembarco en el Norte de África, precedido del compromiso de parte del mando francés hostil a Vichy o la facilidad con la que se invadió el Sur de Italia y cayó el Régimen de Mussolini. Así como las razones que nos ayudarán a entender el avance de los ejércitos desde sus posiciones de partida y en dirección a unos objetivos más que militares políticos. En el caso de España la geoestrategia es necesaria tenerla presente para entender la evolución de la política de Franco que se mantuvo en equilibrio permanentemente entre los aliados y los nazis pendiente de quién ganaría. Su neutralidad le garantizó la supervivencia, que era su único objetivo y no la creación de ninguna fantasía imperial que le hubiera enfrentado a Gran Bretaña y a Francia. Y Churchill se lo agradeció y le permitió seguir en el Poder. Pero también es imprescindible para entender la actitud de Hitler con respecto a España, a la que no podía conceder las condiciones que Franco le exigía porque ni Hitler dominaba el África francesa ni podía prometer a Franco darle una partede ella porque hubiera provocado la revuelta del Ejército francés en África contra los alemanes y el Gobierno de Vichy. El único objetivo estratégico de Hitler en el Sur de Europa, Francia y España, era que se mantuvieran “quietos”, neutrales, no beligerantes para poder concentrar todo su esfuerzo militar en la invasión y ocupación de la URSS. Este sí era su “espacio vital” de interés estratégico. Hitler tenía, como los militares alemanes que le precedieron, un concepto “continental” no marítimo del Imperio alemán. El imperio marítimo era cosa de Inglaterra, imbatible para Hitler. Y eso lo sabía. Porque había reconocido la superioridad naval británica en un pacto de control de armamento, por el que la potencia naval alemán era de una tercera parte respecto al potencial británico, dos veces superior al alemán, firmado con Londres en 1935.

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Capítulo I. Causas ideológicas.

La Segunda Guerra Mundial fue una revancha ideológica, una cruzada, del cristianismo contra el liberalismo político, fraguada durante el siglo XIX en respuesta a la Revolución francesa, y contra el comunismo a finales de dicho siglo y continuada durante la primera mitad del siglo XX. En el contexto social de la profunda crisis económica en el que la democracia en Europa continental se vio desbordada por la revolución comunista y ante la amenaza de su difusión, se levantaron, como muro de contención y contrarrevolución, el fascismo y el nazismo. Sin la guerra en Europa, la guerra en Asia, probablemente se habría limitado a ser un conflicto local. Como venía siendo desde 1937 con la guerra chino-japonesa. Si por una parte, la IIª Guerra Mundial no hubiera tenido lugar si tres ideologías belicistas: el nazismo, el fascismo y el militarismo nipón no hubieran conquistado el Poder. Tres ideologías que necesitaban de la guerra como un fin en sí mismo, movidos, los nazis y fascistas desde luego, por un pensamiento totalitario beligerante contra las democracias y el comunismo. Por otra parte, la IIª Guerra mundial en Europa no habría sido posible si los gobiernos británico y francés no le hubieran permitido a Hitler: rearmarse, crear un ejército nacional, ocupar la región renana, anexionarse Austria, anexionarse los Sudetes y convertir Slovaquia en un feudo alemán. Ante todo lo cual, la decisión británica fue la de desactivar la Sociedad de Naciones. Las principales concesiones hechas a Hitler estaban prohibidas en el Tratado de Versalles y de Saint Germain en Laye, precisamente para impedir la revancha alemana pero, como reconocería un editorial de “Times” en abril de 1939: “Reconocemos que el destino de Alemania es ser el Estado continental más poderoso”, la llamada política británica de “appeasement”, ocultaba la siniestra esperanza en vover al equilibrio de poderes en Europa entre Francia y Alemania y, de paso, facilitar a Hitler la puerta abierta para que invadiera la Unión Soviética. Y liquidara el comunismo. Un enemigo ideológico, como se demostrará durante toda la Guerra Fría”. Tal era la confianza que tenía el gobierno británico en volver sobre la U.R.S.S. las divisiones alemanas que primero, negó, en febrero de 1939 al Gobierno soviético el compromiso de reactivar la Sociedad de Naciones para hacer un frente común contra Alemania, Sociedad de la que los británicos se deshicieron un año antes, y en segundo lugar, permitieron que Alemania dedicara el 16.6 % de su presupuesto a armamento mientras que Francia e Inglaterra dedicaban sólo el 7.9 %. De manera que tanto la aviación alemana como las divisiones de panzers superaban abundantemente a los franceses y a los británicos, que apenas si tenían dos divisiones en Inglaterra poco antes de comenzar la guerra. El ejército francés era, tecnológicamente hablando, poco más que una reliquia de la Primera Gran Guerra. ¿Realmente Francia, gobernada por la derecha, estaba dispuesta a defenderse de Alemania? ¿Eran estúpidos los políticos ingleses y franceses? Esta posibilidad nunca hay que descartarla porque la estupidez va siempre asociada a la arrogancia de la aristocracia británica y a la derecha ensimismada francesa. Pero no sólo por estupidez consintieron que Hitler se rearmara hasta los dientes y fuera dando, pasito a paso, pruebas evidentes de que se estaba preparando para la guerra – algo que se sabía con haberse leído el Mein Kampf, del que se vendieron

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millones- también se lo consintieron porque simpatizaban ideológicamente con él. En el caso de la clase política francesa, en ese momento, quedó claro en los juicios que se celebraron contra Petain y contra Laval, en los que fueron condenados por colaboracionistas y traidores. Condenados porque instauraron una dictadura clerical militar colaboracionista. La derecha francesa estaba, desde finales del siglo XIX, preparándose para recurrir a su tradición de instaurar una dictadura clerical militar contra la República laica. En 1936 tras el triunfo del Frente Popular y la amenaza que supuso para su propia existencia como clase y para la Iglesia católico como aparato ideológico de la derecha, la democracia ya no servía como muro de contención de la revolución proletaria. Necesitaban un nuevo “Salvador”. Que no sería otro Napoleón sino un general: Petain. Quien hizo exactamente lo mismo que el general Franco. Y el clero, como en la Italia fascista, en la España franquista o en el Portugal de Salazar, estuvo, fiel a su tradición, al lado de los dictadores. No en vano, porque éstos siempre necesitarán un aparato ideológico que de contenido, soporte y legitimidad moral a las dictaduras. La Segunda Guerra Mundial fue desencadenada por dos países de ideología totalitaria: Alemania y Japón, que arrastraron a Italia y a otros países menores a la guerra. El estallido del conflicto mundial no puede atribuirse a una serie de causas, que en cualquier caso serían objetivas, sino a la voluntad belicista de los países totalitarios. Una voluntad fundamentada en un sistema de valores opuestos a la democracia, los derechos individuales, el sufragio y el comunismo o socialismo. E inspirados en la Iglesia católica que los venía atacando desde la revolución francesa. Toda la literatura política de la época cuando procede de los países totalitarios se basa en la denuncia de la democracia y el comunismo y cuando procede de los países atacados se basaba en la defensa de la libertad de opinión y de conciencia, rechazando el totalitarismo hitleriano porque amenazaba con destruir los valores básicos sobre los que descansa la civilización occidental, como proclamó Roosevelt, aún, desde la neutralidad. A pesar de que para Marx las causas de los conflictos son de naturaleza económica, esta causa no está presente en todos los conflictos internacionales. A veces están provocados por razones estratégicas, otras por razones de prestigio y, a veces, por simples ambiciones políticas personales. La ambición personal fue la causa de algunas de las guerras de invasión de los Estados italianos por Francia en los siglos XV y XVI. Pero otras veces, las razones son sencillamente ideológicas. Las guerras contra el turco, cuando eran convocadas por los papas, se hacían en nombre de la fe y al grito de “cruzada”. En el siglo XIX la revolución francesa y las luchas entre liberales y conservadores se hicieron por razones económicas, políticas e ideológicas. Algunos conflictos sólo perseguían la conquista del Poder sin cuestionar la propiedad privada de los vencidos. Se pugnaba entre una constitución liberal progresista contra otra reaccionaria clerical. Las guerras carlistas en España fueron guerras ideológicas en las que la reacción clericalabsolutista luchó con las armas en la mano contra el liberalismo político. La Rusia revolucionaria fue invadida por las potencias japonesa, francesa y británica al grito de “Cruzada”. La misma guerra civil española fue calificada por el clero de “cruzada” y de “guerra ideológica”. La identificación de la ideología católica con el nazismo y el fascismo llegó a tal extremo que el papa Pío XII, en la víspera de navidad del año 1941, radió un mensaje en el que pedía a las potencias beligerantes que llegaran a un acuerdo para firmar la paz sobre la conservación de los regímenes políticos, nazi y 8

fascista, existentes al comienzo de la guerra. Esto es, sobre la base de la consolidación de estos dos regímenes y sus imitadores. Algo que ya no era posible porque unos meses antes, agosto de 1941, los anglosajones habían adquirido un compromiso en la Carta del Atlántico en el que expresaban el deseo de:…”destrucción final de la tiranía nazi…restaurar los derechos soberanos de los pueblos.” En la actualidad, el conflicto árabe-israelí o islámico-judío, es un conflicto ideológico y el terrorismo fundamentalista islámico es ideológico. En defensa del Islam tratan de destruir los valores democráticos. Las burguesías de los países ocupados por el nazismo conservaron sus propiedades, como la burguesía alemana, sólo que sometidas a la dirección de los objetivos de un plan estatal. Estas burguesías colaboraron con el nazismo, si bien, fueran expulsadas del Poder por los partidos totalitarios. La destrucción de la democracia en los países ocupados, cuando cierta libertad hubiera facilitado el colaboracionismo de las poblaciones invadidas, era una condición necesaria para que la libertad no pudiera ser utilizada contra el ocupante. Es por esta serie de razones por las que la causa que desencadenó la Segunda Guerra Mundial fue ideológica y militarista. Tratar de entender la guerra, cualquier guerra, y explicarla en la existencia de causas, que inevitablemente tienen que ser objetivas, es pretender encontrar algún tipo de legitimación para explicar cualquier conflicto y, en consecuencia, justificar la guerra en razones objetivas, admitir la inevitabilidad objetiva de la misma y, finalmente, acabar afirmando que la guerra es justa. Sería como tratar de explicar el devenir humano en unas fuerzas irracionales e impersonales a la Humanidad que determinan la voluntad y la suerte de los seres humanos contra su propia voluntad y capacidad para elegir. El único caso en el que se podría admitir una causa objetiva para explicar un conflicto sería la “lucha de clases”. De hecho los seres humanos viven, vivimos, desde los orígenes de la formación de las sociedades urbanas y clasistas en estado permanente e ininterrumpido de lucha, sólo que ésta no se manifiesta como tal cuando la clase dominante mantiene sometida, en paz y orden, su orden social, a la clase dominada, los trabajadores. La existencia de esa lucha se manifiesta de manera abierta y radical sólo cuando los explotados se rebelan contra sus explotadores, desencadenando una revolución social y política. Revolución que ha ocurrido en escasas y contadas situaciones: en la Grecia clásica, en la Roma republicana, en las revoluciones inglesas, norteamericana y francesa y sus imitadoras y en la revolución rusa y sus herederas. Y aún en enfrentamientos revolucionarios entre clases, la existencia de la explotación no sería en sí causa suficiente para provocar una revolución, si no se dan condiciones subjetivas para desencadenarla. Se necesita, cuando menos, que el explotado tenga una conciencia de clase organizada como clase social y que se dé una situación revolucionaria que no hay que confundir con una causa porque sólo son circunstancias, el medio social en el que las contradicciones alcanzan un clima insostenible. Pero, aún así, este conflicto entre clases antagónicas no sería una guerra clásica entre naciones, que es de lo que estamos hablando, sino una guerra entre clases enemigas circunscrita al ámbito de su propia nación. Atribuir las “causas” del conflicto bélico a las consecuencias de la crisis desencadenada por el crack de la bolsa norteamericana en 1929, al paro, al crecimiento demográfico o al Tratado de Versalles, es desviar la atención de las razones profundas, existentes con mucha anterioridad a esta situación crítica, 9

crítica en algunos países, que se encuentran entre las razones subjetivas que desencadenaron el conflicto. El paro existía en países como Inglaterra, Estados Unidos y Francia y nadie temió que de esa situación se avanzaría inevitablemente hacia una guerra. En Estados Unidos donde el paro afectó a más de 15.000.000 de personas de unos 50.000.000 de población activa el pueblo era enemigo de participar en ninguna guerra. El crecimiento demográfico existía, en Italia y Japón, desde comienzos del siglo XX, al menos, y ninguno de estos dos países buscó una solución en la guerra. Primero emigraron por millones a América del Norte y del Sur y luego, durante el fascismo, Mussolini trató de crearse un pequeño imperio, entre los grandes imperios francés e inglés, sin molestar a éstos, porque quería evitar la confrontación con estas dos potencias. Una guerra que sabía que tenía perdida. El fascismo no tuvo nada que ver con el crack del 29 porque Mussolini conquistó el Poder con el apoyo del monarca, el Ejército, la alta burguesía y la Iglesia católica, sus principales beneficiarios, en 1922. Pero la solución fascista era una solución nacional para impedir el triunfo de la revolución proletaria en Italia. Mussolini entrará en la Segunda Guerra Mundial a su pesar y contra la voluntad del pueblo italiano, que lo colgó a la primera ocasión que tuvo. En Japón una gran parte del excedente demográfico lo absorbieron los Estados Unidos, hasta que cerraron sus fronteras aprobando las leyes de inmigración en 1924, antes del crack, lo absorbió la ocupación de parte del territorio chino y lo absorbió el Ejército, cuyos miembros procedían, en gran número, del campesinado. Pero en Japón la burguesía industrial no quería recurrir a la guerra. Era el Ejército quien quería la guerra. Concretamente sus altos mandos quienes tenían vocación belicista y por tanto necesitaban de la guerra como caldo de cultivo para incrementar su propio curriculum y para alimentar su honor. En 1927, antes del crack, el general Tanaka, primer ministro entre 1927 y 1929, presentó un memorándum en el que exigía la hegemonía japonesa sobre los demás países de Asia, basándose en la ideología nacionalista no en argumentos demográficos ni tan si quiera económicos. Y no fue hasta 1941, cuando el general Tojo fue nombrado, por presiones de la Marina y el Ejército, primer ministro, cuando atacó Pearl Harbour declarando la guerra a los Estados Unidos. En Alemania el objetivo de desencadenar una guerra mundial ya estaba escrito en “Mein Kampf”, en 1925, por Hitler. No se necesitaban causas, sólo había que esperar a que se crearan las circunstancias. Pero además de Hitler, en 1930 el nazi Rosenberg publicó “El mito del siglo XX”; en 1989, Chamberlain publicó “Los fundamentos del siglo XIX”; en 1918, Spengler escribió “La decadencia de Occidente”; en 1855 Gobineau publicó “Sobre el origen de la desigualdad de las razas humanas” y en 1803 Hegel publicó “La fenomenología del espíritu”. No cito a Nietzsche porque, a pesar de la manipulación que el nazismo pudiera hacer de algunas expresiones suyas, como el “superhombre”, significó todo lo contrario del totalitarismo: la rebelión contra la moral de esclavos: el totalitarismo cristiano en versión luterana o católica. Antes que encontrar en “causas” la explicación de la guerra, se había producido un cambio de mentalidad totalitaria que Ortega y Gasset describe en su libro “España invertebrada”, publicado en 1922, un año antes de la instauración de la Dictadura de Primo de Rivera, con las siguientes palabras: ““Todo anuncia que la llamada “Edad moderna” toca a su fin. Pronto un nuevo clima histórico comenzará a nutrir los destinos humanos. Por doquiera aparecen ya las avanzadas del tiempo nuevo. Otros principios intelectuales, otro régimen 10

sentimental inician su imperio sobre la vida humana, por lo menos, sobre la vida europea. Dicho de otra manera: el juego de la existencia, individual y colectiva, va a regirse por reglas distintas, y para ganar en él la partida serán necesarias dotes, destrezas muy diferentes de las que en el último pasado proporcionaban el triunfo... En efecto, racionalismo, democratismo, mecanicismo, industrialismo, capitalismo, que mirados por el envés son los temas y tendencias universales de la Edad moderna, son, mirados por el reverso, propensiones específicas de Francia, Inglaterra y, en parte, de Alemania. No lo han sido, en cambio, de España. Mas hoy parece que aquellos principios ideológicos y prácticos comienzan a perder su vigor de excitantes vitales, tal vez porque se ha sacado de ellos todo cuanto podían dar.” Ese mismo año Mussolini era elevado al Poder por la Iglesia, el Ejército y la alta burguesía. En Alemania la “humillación” del tratado de Versalles había sido superada ya por la sociedad alemana, por los políticos alemanes y por gran parte del Ejército en los “Tratados de Locarno”, 1925, donde se renunció a la fuerza y se aceptaron las fronteras occidentales, en el tratado de amistad y neutralidad con la U.R.S.S., en 1926, ingresando en la Sociedad de naciones, ese mismo año, en el pacto “Brind-Kellog, sobre las reparaciones de guerra, en 1928 y finalmente en la Conferencia de Lausana, 1932, donde se dio por liquidado el problema de las reparaciones. El deseo de revancha por las consecuencias de la paz de Versalles no existía ni si quiera en el Ejército alemán, y si existía no habría sido causa para desencadenar una guerra porque, en cumplimiento de ese tratado, Alemania nunca podría tener potencia militar para desencadenarla y nunca podría haber rearmado su ejército ni ocupado la Renania. Ese tratado debía garantizar la impotencia revanchista alemana. Si se cumplía. La crisis del 29 pegó muy duro sobre Alemania y Austria y creó un clima de inseguridad ante la amenaza de revolución proletaria como el que llevó a Mussolini al Poder. Esa situación sí creó las circunstancias favorables para que el nazismo pudiera ser llevado en volandas por 13.000.000 de alemanes, pero esta victoria electoral hubiera sido insuficiente sin el apoyo de la derecha alemana que fue la que le nombró Canciller y luego Presidente. Sin el partido nazi Alemania no habría desencadenado la guerra porque la burguesía y el Ejército sabían que la tenían perdida, gracias al Tratado de Versalles. Se necesitaba un partido totalitario y suicida que, al margen de causas objetivas, la desencadenara. Pero para desencadenar un conflicto no se necesitan causas objetivas, se necesita voluntad de desencadenarla. Sin voluntad de una sola parte por muchas causas que queramos buscar no puede, nunca, haber conflicto. Y es esa causa subjetiva el motor de la guerra. En Alemania y en Japón. Porque las llamadas causas objetivas ya existían antes de que llegaran al Poder Hitler y Tojo, pero nadie quiso la guerra. Hitler llegó al Poder sin hacer propaganda a favor de la guerra. Sencillamente, aunque lo había proclamado en Mein Kampf, porque no le interesaba poner en guardia a sus potenciales enemigos: Francia, Gran Bretaña y la U.R.S.S. Era preferible presentarse como pacífico reivindicador de humillaciones pasadas que como belicista. Circunscribiendo sus tímidas reivindicaciones al espacio geopolítico alemán desintegrado por el Tratado de Versalles. Hitler llegó al Poder para frenar la amenaza comunista e integrar a todas las clases sociales bajo la nación alemana, eliminando a quienes no cupieran en ese espacio 11

geopolítico. Era nacionalista y como tal enemigo de la democracia y enemigo del comunismo. Por ser las dos ideologías que amenazaban la integridad nacional alemana. Esta es la nueva ideología que acabaría con la democracia, o modernidad, según anunció proféticamente Ortega y Gasset. Pero mucho antes que Ortega, otro brillante intelectual profetizó lo que llegaría a ser Alemania en el futuro y por qué. En su “Escrito contra Marx”, publicado en los años setenta del siglo XIX, escribía Bakunin: “La obediencia y la resignación, esas primeras virtudes de un súbdito y esas condiciones supremas del Estado…no habían producido en Alemania, durante la Reforma) otro efecto que reforzar el sentimiento y la práctica de la disciplina…fue entonces cuando empezó a desarrollarse la potencia creciente…del Estado militar, burocrático y tremendamente despótico…por las enseñanzas de sus pastores protestantes, predicadores de la esclavitud cristiana…Alemania se había convertido en el paraíso de los déspotas, la tierra de la tranquilidad, de la la sumisión, de la resignación y de la mediocridad… …no ha sido Rusia, sino Alemania, desde el siglo XVI hasta nuestros días, la fuente y la escuela permanente del despotismo de Estado en Europa. De lo que en los demás países de Europa no ha sido más que un hecho, Alemania ha hecho un sistema, una doctrina, una religión, un culto: el culto del Estado, la religión del poder absoluto del soberano y de la obediencia de todo subalterno frente a su jefe, el respeto del rango, como en China, la nobleza del sable, la omnipotencia mecánica de una burocracia jerárquicamente petrificada, el reino absoluto del papeleo jurídico y oficial sobre la vida, en fin, la completa absorción de la sociedad por el estado, por encima de todo esto, el buen placer del príncipe semidios y necesariamente semiloco, con la depravación cínica de una nobleza a la vez estúpida, arrogante y servil, presta a cometer todos los crímenes para complacerla y, por debajo, la burguesía y el pueblo dando al mundo entero el ejemplo de una paciencia, de una resignación y de una subordinación sin límites… Este pueblo nunca ha amado la libertad (…), no sólo será incapaz de derribar él mismo a sus tiranos, sino que ni si quiera deseará tal caída. Las razones que lo impedirán serán siempre el culto a la autoridad, al amor por el príncipe, la fe en el Estado y el respeto inveterado por los funcionarios y representantes del Estado; en fin, esa disposición de la disciplina voluntaria y la obediencia refleja, desarrollada en él durante toda su historia, y, como acabamos de verlo, sobre todo por los tres últimos siglos, consagrada con la bendición del protestantismo, pero solamente en Alemania; todas esas disposiciones nacionales que hacen del pueblo alemán el pueblo más libremente sometido y el más amenazante hoy en día para la libertad del mundo.” ¿Qué había ocurrido en Alemania, en Japón y en Italia y que también será la solución totalitaria en Portugal, Austria y España? Carlos Marx en “El dieciocho brumario de Luis Bonaparte” explica con claridad de qué manera la burguesía industrial decidió ceder el Poder político al “lumpemproletariado”, la burocracia estatal y el clero, bajo la dirección de Luis Napoleón ante el miedo a la revolución proletaria. Cedía el Poder político para proteger el económico. “Si el propio parlamento del orden, escribe Marx, con sus gritos pidiendo tranquilidad, se condenaba el mismo, como ya he indicado, a la inacción, si declaraba la dominación política de la burguesía incompatible con la seguridad y la existencia de la burguesía, destruyendo por su propia mano, en lucha contra las demás clases de la sociedad, todas las condiciones de su propio régimen, del régimen parlamentario, la masa extraparlamentaria de la burguesía, con su 12

servilismo hacia el presidente, con sus insultos contra el parlamento, con el trato brutal a su propia prensa, empujaba a Bonaparte a oprimir, a destruir a sus oradores y sus escritores, sus políticos y sus literatos, su tribuna y su prensa, para poder así entregarse confiadamente a sus negocios privados bajo la protección de un gobierno fuerte y absoluto. Declaraba inequívocamente que ardía en deseos de deshacerse de su propia dominación política, para deshacerse de las penas y los peligros de esa dominación… Así aplaude la burguesía industrial con su aclamación más servil el golpe de Estado del 2 de diciembre, la aniquilación del parlamento, el ocaso de su propia dominación, la dictadura de Bonaparte…La burguesía francesa, que se rebela contra la dominación del proletariado trabajador, encumbró en el poder al lumpemproletariado, con el jefe (Luis Napoleón) de la Sociedad del 10 de diciembre a la cabeza. La burguesía mantenía a Francia bajo el miedo constante a los futuros espantos de la anarquía roja.” En los países totalitarios ocurrió exactamente lo mismo que en Francia, considerando las diferencias específicas de cada país y el desarrollo de las fuerzas productivas, del aparato de Estado y las organizaciones políticas paramilitares y militares. La burguesía ante el miedo a la revolución se retiró del Poder para dejarlo en manos del partido nazi, del ejército japonés, del partido fascista o nazi austríaco y de las dictaduras portuguesas y española. El ejército y los partidos totalitarios, nueva forma del lumpemproletariado, con el apoyo de la Iglesia católica y luterana que les prepararon el terreno con su tradicional doctrina de la “obediencia pasiva” al Poder, y de la burocracia estatal tomó las riendas del Poder sin someterse a los dictados de la burguesía, que colaboró en silencio segura de que sus intereses económicos estaban protegidos. Mejor protegidos que por ella en un régimen democrático. Esos eran los enemigos de toda ideología totalitaria: la democracia y la revolución social o comunismo. La democracia y los derechos individuales porque habían sido “conquistados” por el proletariado a lo largo de los siglos XIX y XX y ya no eran propiedad de la burguesía sino una ideología progresista, como fue en sus orígenes ilustrados, que en manos del proletariado amenazaba los intereses económicos de la burguesía y la existencia de las Iglesias católica y luterana; y el comunismo porque amenazaba la idea religiosa del “interclasismo” por la lucha de clases y amenazaba la integración de las clases sociales en la nación y la existencia de la propia nación, el “nacionalismo”, que es exactamente lo mismo que el “interclasismo religioso”. El totalitarismo en versión nazi o militarismo en versión japonesa existían antes de que se crearan esas llamadas causas del origen de la guerra. Sin esta ideología esas causas no hubieran causado la guerra y con esta ideología totalitaria esas causas no eran necesarias para desencadenar la guerra, sólo se necesitaban las circunstancias favorables. La primera: conquistar el Poder. Que es lo que hicieron; la segunda prepararse para la guerra, que es lo que hicieron. Mientras que el Ejército japonés se había impuesto sobre los políticos y la burguesía , marginándolos, y organizando un ejército ofensivo preparado para la conquista y ocupación de su espacio vital necesario para consolidarse como gran potencia, según declaraciones del mismo general Tojo, Hitler, como antes hizo Mussolini a una escala más limitada a sus limitadas ambiciones, como ya he dicho, desde su conquista del Poder, apoyado por los partidos burgueses y por el partido católico, organizó toda la economía alemana para crear un ejército ofensivo. En menos de cinco años consiguió, incumpliendo el Tratado de Versalles, crear un arma de destrucción superior al potencial de guerra 13

francés, británico y soviético, excepto en Marina, porque su idea del imperio era continental. Lo sorprendente fue el silencio y la falta de respuesta francobritánica a esos sistemáticos incumplimientos, que fortalecía militarmente a Alemania frente a sus potenciales enemigos. Pero ahora no me voy a fijar en este aspecto. Al margen de que existieran o no esas citadas “causas” Hitler tenía voluntad de desencadenar la guerra. El momento lo decidió él y nadie más que él. Lo mismo ocurrió en Japón. Sin olvidar que detrás de las ideologías existen intereses económicos, corporativos y burocráticos, debemos tener en cuenta que las ideologías, especialmente las totalitarias, se alimentan por el deseo de dominación absoluta de la voluntad de todos los individuos y la ambición de poder corporativa, como pueda ser la Iglesia católica, o burocrática, cuando el aparato del Estado toma las riendas de la política. Teniendo en cuenta todos estos factores y a diferencia de las guerras que han asolado a la humanidad, excepción hecha de las revoluciones inglesas, francesa, norteamericana y soviética, la Segunda Guerra Mundial fue una guerra ideológica. La ideología, sus objetivos, destacan sobre los intereses económicos de la burguesía, a diferencia de las demás guerras en las que nunca destacó una razón o causa subjetiva ideológica. La conquista de territorios, el “espacio vital” será una justificación para legitimar la guerra, pero esa conquista de un imperio no era necesaria para la burguesía, como tampoco hubiera sido necesario el colonialismo, tan caro para los pueblos, si no hubiera habido detrás de ellos una cuestión de prestigio militar y moral. La guerra, como el autoritarismo en las familias y gobiernos, era una característica de los regímenes totalitarios porque necesitaban de la guerra y por lo tanto de la conquista, para mantenerse en movimiento y para mantener la dominación total sobre sus súbditos. Sin guerra esos regímenes se habrían desplomado porque carecían de futuro. El motor de la guerra en el totalitarismo europeo fue ideológico, en el caso del Japón fue puro militarismo con una ideología totalitaria, porque sus enemigos eran la democracia y el comunismo. Un aspecto que quedó muy claro desde los orígenes del conflicto con la firma del pacto ideológico Antikomintern por Alemania, Japón e Italia, en 1936, sobre cuyos ideales se iba a construir el “Nuevo Orden” mundial, y al que se irían sumando países, como España, y por la respuesta ideológica y antiimperialista dada por Churchill y Roosevelt en la llamada “Carta del Atlántico”, 1941, a la que se adhirió Stalin, pero a la que no se adhirieron ni la Iglesia luterana ni la Iglesia católica. En el pacto Antikomintern acordaron: “En reconocimiento del hecho de que el objetivo de la Internacional Comunista (el así llamado Komintern) es la desintegración de, y la preparación de actos de violencia contra, Estados existentes por medio de todos los medios a su disposición. Convencidos de que tolerar la interferencia de la Internacional Comunista en los asuntos internos de las naciones no solo pone en peligro su paz interior y su bien estar social sino que amenaza la paz general del mundo. Con el deseo de cooperar en la defensa contra la desintegración comunista, han acordado lo que se detalla a continuación. En la Carta del Atlántico acordaron, entre otros puntos: “Respetar el derecho de los pueblos a elegir el régimen de gobierno bajo el cual han de vivir, deseando que se restituyan los derechos soberanos y la independencia a los pueblos que han sido despojados por la fuerza de dichos derechos. Restablecimiento, después de destruida la tiranía Nazi, de una paz que proporcione a todas las naciones los medios de vivir seguros dentro de sus 14

propias fronteras, y a todos los hombres en todas las tierras una vida libre de temor y de necesidad. Permiso a todos los hombres de cruzar libremente todos los mares, y abandono por todas las naciones del mundo del uso de la fuerza, prestando ayuda y aliento a todas las medidas prácticas que puedan aliviar de la pesada carga de los armamentos a los pueblos que aman la paz.” Pongo el acento en el aspecto ideológico de la Segunda Guerra Mundial porque sus objetivos, no sólo de conquista, sino de destruir el sistema democrático y sobre todo los derechos individuales y de destruir la amenaza de la revolución proletaria integrando al proletariado en el Estado corporativo, ya habían sido elaborados a lo largo del siglo XIX por la Iglesia católica y por el hegelianismo en la Alemania luterana. La primera voz que se levantó contra los derechos individuales fue la del papa Pío VI, quien en la Carta al Cardenal Rochefoucauld y a los obispos de la Asamblea Nacional 10 de marzo de 1791, escribió: “A pesar de los principios generalmente reconocidos por la Iglesia, la Asamblea Nacional se ha atribuido el poder espiritual, habiendo hecho tantos nuevos reglamentos contrarios al dogma y a la disciplina. Pero esta conducta no asombrará a quienes observen que el efecto obligado de la constitución decretada por la Asamblea es el de destruir la religión católica y con ella, la obediencia debida a los reyes. Es desde este punto de vista que se establece, como un derecho del hombre en la sociedad, esa libertad absoluta que asegura no solamente el derecho de no ser molestado por sus opiniones religiosas. sino también la licencia de pensar, decir, escribir, y aun hacer imprimir impunemente en materia de religión todo lo que pueda sugerir la imaginación más inmoral; derecho monstruoso que parece a pesar de todo agradar a la asamblea de la igualdad y la libertad natural para todos los hombres. Pero, ¿es que podría haber algo más insensato que establecer entre los hombres esa igualdad y esa libertad desenfrenadas que parecen ahogar la razón, que es el don más precioso que la naturaleza haya dado al hombre, y el único que lo distingue de los animales? ¿No amenazó Dios de muerte al hombre si comía del árbol de la ciencia del bien y del mal después de haberlo creado en un lugar de delicias? y con esta primera prohibición, ¿no puso fronteras a su libertad? Cuando su desobediencia lo convirtió en culpable, ¿no le impuso nuevas obligaciones con las tablas de la ley dadas a Moisés? y aunque haya dejado a su libre arbitrio el poder de decidirse por el bien o el mal, ¿no lo rodeó de preceptos y leyes que podrían salvarlo si los cumplía? ¿Dónde está entonces esa libertad de pensar y hacer que la Asamblea Nacional otorga al hombre social como un derecho imprescindible de la naturaleza? Ese derecho quimérico, ¿no es contrario a los derechos de la Creación suprema a la que debemos nuestra existencia y todo lo que poseemos? ¿Se puede además ignorar, que el hombre no ha sido creado únicamente para sí mismo sino para ser útil a sus semejantes? Pues tal es la debilidad de la naturaleza humana, que para conservarse, los hombres necesitan socorrerse mutuamente; y por eso es que han recibido de Dios la razón y el uso de la palabra, para poder pedir ayuda al prójimo y socorrer a su vez a quienes implorasen su apoyo. Es entonces la naturaleza misma quien ha aproximado a los hombres y los ha reunido en sociedad: además, como el uso que el hombre debe hacer de su razón consiste esencialmente en reconocer a su soberano autor, honrarlo, admirarlo, entregarle su persona y su ser; como desde su infancia debe ser sumiso a sus 15

mayores, dejarse gobernar e instruir por sus lecciones y aprender de ellos a regir su vida por las leyes de la razón, la sociedad y la religión, esa igualdad, esa libertad tan vanagloriadas, no son para él desde que nace más que palabras vacías de sentido. "Sed sumisos por necesidad", dice el apóstol San Pablo (Rom. 13, 5). Así, los hombres no han podido reunirse y formar una asociación civil sin sujetarla a las leyes y la autoridad de sus jefes. "La sociedad humana", dice San Agustín (S. Agustín, Confesiones), "no es otra cosa que un acuerdo general de obedecer a los reyes"; y no es tanto del contrato social como de Dios mismo, autor de la naturaleza, de todo bien y justicia, que el poder de los reyes saca su fuerza. "Que cada individuo sea sumiso a los poderes", dice San Pablo, todo poder viene de Dios; los que existen han sido reglamentados por Dios mismo: resistirlos es alterar el orden que Dios ha establecido y quienes sean culpables de esa resistencia se condenan a sí mismos al castigo eterno.” Esta condena de los derechos individuales fue mantenida a lo largo de los siglos XIX y XX, sin rectificación hasta el día de hoy, por todos los papas que calificaron esta nueva moral de los derechos individuales y la soberanía nacional de “modernidad”. La misma a la que Ortega se refería en el texto que he citado. A finales del siglo XIX el papa León XIII entres encíclicas “Libertas”, “Inmortale Dei” y “Rerum novarum” dio un paso más. En ese momento junto con los derechos individuales había surgido una nueva amenaza: la revolución proletaria. En ese momento este papa dio un paso más proponiendo la organización de un estado totalitario corporativo al sistema capitalista, en la “Rerum novarum” escribió: (...)”Cuestión (la cuestión obrera) tan difícil de resolver como peligrosa. Porque es difícil señalar la medida justa de los derechos y las obligaciones que regulan las relaciones entre los ricos y los proletarios, entre los que aportan el capital y los que contribuyen con su trabajo. Y peligrosa esta contienda, porque hombres turbulentos y maliciosos frecuentemente la retuercen para pervertir el juicio de la verdad y mover la multitud a sediciones. (...)Pues, destruidos en el pasado siglo los antiguos gremios de obreros, sin ser sustituidos por nada(...) (...)3. Para remedio de este mal los Socialistas, después de excitar en los pobres el odio a los ricos, pretenden que es preciso acabar con la propiedad privada y sustituirla por la colectiva, en la que los bienes de cada uno sean comunes a todos, atendiendo a su conservación y distribución los que rigen el municipio o tienen el gobierno general del Estado. Pasados así los bienes de manos de los particulares a las de la comunidad y repartidos, por igual, los bienes y sus productos, entre todos los ciudadanos, creen ellos que pueden curar radicalmente el mal hoy día existente. Pero este su método para resolver la cuestión es tan poco a propósito para ello, que más bien no hace sino dañar a los mismos obreros; es, además, injusto por muchos títulos, pues conculca los derechos de los propietarios legítimos, altera la competencia y misión del Estado y trastorna por completo el orden social(...) (...)5. Pero lo más grave es que el remedio por ellos propuesto es una clara injusticia, porque la propiedad privada es un derecho natural del hombre”(...) “Concordia, no lucha 14. Como primer principio, pues, debe establecerse que hay que respetar la condición propia de la humanidad, es decir, que es imposible el quitar, en la sociedad civil, toda desigualdad. Lo andan intentando, es verdad, los socialistas; pero toda tentativa contra la misma naturaleza de las cosas resultará 16

inútil. En la naturaleza de los hombres existe la mayor variedad: no todos poseen el mismo ingenio, ni la misma actividad, salud o fuerza: y de diferencias tan inevitables síguense necesariamente las diferencias de las condiciones sociales, sobre todo en la fortuna. - Y ello es en beneficio así de los particulares como de la misma sociedad; pues la vida común necesita aptitudes varias y oficios diversos; y es la misma diferencia de fortuna, en cada uno, la que sobre todo impulsa a los hombres a ejercitar tales oficios. Y por lo que toca al trabajo corporal, el hombre en el estado mismo de inocencia no hubiese permanecido inactivo por completo: la realidad es que entonces su voluntad hubiese deseado como un natural deleite de su alma aquello que después la necesidad le obligó a cumplir no sin molestia, para expiación de su culpa: Maldita sea la tierra en tu trabajo, tú comerás de ella fatigosamente todos los días de tu vida. Por igual razón en la tierra no habrá fin para los demás dolores, porque los males consiguientes al pecado son ásperos, duros y difíciles para sufrirse; y necesariamente acompañarán al hombre hasta el último momento de su vida. Y, por lo tanto, el sufrir y el padecer es herencia humana; pues de ningún modo podrán los hombres lograr, cualesquiera que sean sus experiencias e intentos, el que desaparezcan del mundo tales sufrimientos. Quienes dicen que lo pueden hacer, quienes a las clases pobres prometen una vida libre de todo sufrimiento y molestias, y llena de descanso y perpetuas alegrías, engañan miserablemente al pueblo arrastrándolo a males mayores aún que los presentes. Lo mejor es enfrentarse con las cosas humanas tal como son; y al mismo tiempo buscar en otra parte, según dijimos, el remedio de los males. 15. En la presente cuestión, la mayor equivocación es suponer que una clase social necesariamente sea enemiga de la otra, como si la naturaleza hubiese hecho a los ricos y a los proletarios para luchar entre sí con una guerra siempre incesante. Esto es tan contrario a la verdad y a la razón que más bien es verdad el hecho de que, así como en el cuerpo humano los diversos miembros se ajustan entre sí dando como resultado cierta moderada disposición que podríamos llamar simetría, del mismo modo la naturaleza ha cuidado de que en la sociedad dichas dos clases hayan de armonizarse concordes entre sí, correspondiéndose oportunamente para lograr el equilibrio. Una clase tiene absoluta necesidad de la otra: ni el capital puede existir sin el trabajo, ni el trabajo sin el capital. La concordia engendra la hermosura y el orden de las cosas; por lo contrario, de una lucha perpetua necesariamente ha de surgir la confusión y la barbarie. Ahora bien: para acabar con la lucha, cortando hasta sus raíces mismas, el cristianismo tiene una fuerza exuberante y maravillosa. Y, en primer lugar, toda la enseñanza cristiana, cuyo intérprete y depositaria es la Iglesia, puede en alto grado conciliar y poner acordes mutuamente a ricos y proletarios, recordando a unos y a otros sus mutuos deberes, y ante todo los que la justicia les impone (…).” “Patronos y obreros 16. Obligaciones de justicia, para el proletario y el obrero, son éstas: cumplir íntegra y fielmente todo lo pactado en libertad y según justicia; no causar daño alguno al capital, ni dañar a la persona de los amos; en la defensa misma de sus derechos abstenerse de la violencia, y no transformarla en rebelión; no mezclarse con hombres malvados, que con todas mañas van ofreciendo cosas exageradas y grandes promesas, no logrando a la postre sino desengaños inútiles y destrucción de fortunas. Al hablar de la reforma de las instituciones, principalmente pensamos en el Estado; no porque de su influjo haya de esperarse toda la salvación sino porque, 17

a causa del vicio del individualismo que hemos señalado, las cosas han llegado ya a tal punto que, abatida y casi extinguida aquella exuberante vida social que en otros tiempos se desarrolló en las corporaciones o gremios de todas clases, han quedado casi solos frente a frente los particulares y el Estado. Semejante deformación del orden social lleva consigo no pequeño daño para el mismo Estado, sobre el cual vienen a recaer todas las cargas que antes sostenían las antiguas corporaciones, viéndose él abrumado y oprimido por una infinidad de cargas y obligaciones. Es verdad, y lo prueba la historia palmariamente, que la mudanza de las condiciones sociales hace que muchas cosas que antes hacían aun las asociaciones pequeñas, hoy no las puedan ejecutar sino las grandes colectividades. Y, sin embargo, queda en la filosofía social fijo y permanente aquel importantísimo principio que ni puede ser suprimido ni alterado; como es ilícito quitar a los particulares lo que con su propia iniciativa y propia actividad pueden realizar para encomendarlo a una comunidad, así también es injusto, y al mismo tiempo de grave perjuicio y perturbación para el recto orden social, confiar a una sociedad mayor y más elevada lo que comunidades menores e inferiores pueden hacer y procurar. Toda acción de la sociedad debe, por su naturaleza, prestar auxilio a los miembros del cuerpo social, mas nunca absorberlos y destruirlos. Conviene que la autoridad pública suprema deje a las asociaciones inferiores tratar por sí mismas los cuidados y negocios de menor importancia, que de otro modo le serían de grandísimo impedimento para cumplir con mayor libertad, firmeza y eficacia cuanto a ella sola corresponde, ya que sólo ella puede realizarlo, a saber: dirigir, vigilar, estimular, reprimir, según los casos y la necesidad lo exijan. Por lo tanto, tengan bien entendido esto los que gobiernan: cuando más vigorosamente reine el orden jerárquico entre las diversas asociaciones, quedando en pie este principio de la función suplente del Estado, tanto más firme será la autoridad y el poder social, y tanto más próspera y feliz la condición del Estado. 36. Esta debe ser, ante todo, la mira; éste el esfuerzo del Estado y de todos los buenos ciudadanos, que, cesando la lucha de clases opuestas, surja y aumente la concorde inteligencia de las profesiones. La política social tiene, pues, que dedicarse a reconstituir las profesiones. Hasta ahora, en efecto, el estado de la sociedad humana sigue aún violento y, lo por tanto, inestable y vacilante, como basado en clases de tendencias diversas, contrarias entre sí y, por lo mismo, inclinadas a enemistades y luchas.” Cuarenta años después, en el apogeo de fascismo el papa Pío XI ratificaría la necesidad del estado corporativo y lo dicho en la “Rerum novarum” con su propia encíclica “Quadragesimo anno”. Bien, en estas encíclicas están contenidos los mismos objetivos e ideología de los totalitarismos y si en el fascismo italiano se pusieron en práctica cediendo a la Iglesia católica la vigilancia de la moral y la educación de los niños y jóvenes, esto es el sistema ideológico del fascismo, en España, durante la Segunda República, el mejor representante de la Iglesia Católica y dirigente de la organización de las derechas españolas, C.E.D.A., explicaba su programa político apoyándose en la encíclica “Rerum novarum”, durante la campaña electoral de octubre de 1933, en un mitin en el teatro Monumental de Madrid, recordaba cómo sin necesidad de salir de la legalidad había sido vencida la coalición gobernante y propugnaba el mismo camino para reconquistar las posiciones perdidas. “Queremos una patria totalitaria y me sorprende que se nos invite a que vayamos fuera en busca de novedades, cuando la política unitaria y totalitaria la tenemos en nuestra 18

gloriosa tradición”. Proclamaba la realidad de la unión de las derechas. ¿Para qué? “Para formar el gran frente antimarxista, porque la necesidad del momento es la derrota del socialismo”, finalidad a conseguir a toda costa. “Si hay que ceder se cede”. Y añadía: “No queremos el poder conseguido por contubernios y colaboraciones. El poder ha de ser íntegro para nosotros. Para la realización de nuestro ideal no nos detendremos en formas arcaicas. Cuando llegue el momento, el Parlamento se somete o desaparece. La democracia será un medio, pero no un fin. Vamos a liquidar la revolución.” Y en otra ocasión añadió: “El corporativismo es una forma de democracia distinta a la predominante en nuestros días, que es la democracia liberal o inorgánica. Los sistemas demoliberales parten de la idea de que el individuo es un ser aislado, con tendencia a convivir, que libremente pacta con otros hombres y crea una sociedad concreta. El sujeto de la política es, pues, el individuo que ha sustituido a su comunidad. En consecuencia, no hay más técnica de representación popular que el sufragio universal inorgánico en el que cada individuo tiene un solo voto igual. Por el contrario, la democracia orgánica o corporativismo defiende que el individuo no es un ser aislado sino que está integrado en los órganos de la sociedad. Este tipo de democracia admite una pluralidad de cuerpos sociales intermedios tanto territoriales (municipio, comarca, región, nación, etc.) como institucionales (iglesias, administración, ejército, etc.) o profesionales (agricultura, industria, servicios, etc.). La diferencia entre estos dos tipos de democracia es obvia. En la democracia inorgánica o liberal, los individuos ejercen sus derechos a través de los partidos políticos, que no reconocen capacidad política representativa a los demás cuerpos sociales. Es más, es fácil que degeneren en partitocracia y que no defiendan los derechos de los ciudadanos sino los intereses de los partidos. Representan, en primer lugar, a la oligarquía del partido, y en segundo lugar, los intereses de su ideología, imagen, programa, etc. En cambio, un diputado orgánico, de un municipio o de un sindicato, representa unos intereses localizados y concretos. Además, no están sometidos a la férrea disciplina de un partido político y no corren el riesgo de que unas elecciones inorgánicas provoquen una revancha revisionista de los partidos opuestos, aún a pesar del interés general de la nación”. En 1938, en plena guerra civil, el régimen franquista aprobaba el Fuero del Trabajo que se iniciaba invocando la “Rerum novarum” en el siguiente texto: “Renovando la Tradición católica, de justicia social y alto sentido humano que informó nuestra legislación del Imperio, el Estado Nacional, en cuanto es instrumento totalitario al servicio de la integridad patria, y sindicalista, representa una reacción contra el capitalismo liberal y el materialismo marxista, emprende la tarea de realizar- con aire militar, constructivo y gravemente religioso – la Revolución que España tiene pendiente y que ha de devolver a los españoles, de una vez para siempre, la Patria, el Pan y la Justicia”. La guerra civil fue el mismo clero quien la califico de guerra ideológica en la carta colectiva firmada por los obispos españoles, en la que podemos leer: “La guerra de España es producto de la pugna de ideologías irreconciliables; en sus mismos orígenes se hallan envueltas gravísimas cuestiones de orden moral y jurídico, religioso e histórico. No sería difícil el desarrollo de puntos fundamentales de doctrina aplicada a nuestro momento actual. Se ha hecho ya copiosamente, hasta por algunos de los Hermanos que suscriben esta Carta. Pero estamos en tiempos de positivismo calculador y frío, y, especialmente, cuando se trata de hechos de tal relieve histórico como se han producido en esta 19

guerra, lo que se quiere -se nos ha requerido cien veces desde el extranjero en este sentido- son hechos vivos y palpitantes que, por afirmación o contraposición, den la verdad simple y justa.”

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Capítulo II. Del apaciguamiento a la guerra. Estados Unidos, de la neutralidad a la beligerancia Dentro de la tradición nacionalista revanchista, los tratados de paz firmados, una vez terminada la Primera Guerra Mundial, creaban una situación de inestabilidad, porque ni Alemania, ni Austria, ni Hungría, principales naciones perjudicadas por esos tratados, estaban dispuestas a aceptar sus condiciones indefinidamente, si no era bajo presión militar de los vencedores y el desarme de los vencidos. Cabía otra vía alternativa a la militar, la democrática. Posiblemente, si el régimen democrático de Weimar se hubiera consolidado, el revanchismo nacionalista hubiera fracasado. La conferencia de Locarno, 1925, al renunciar Alemania a la guerra como vía de reclamaciones territoriales y reconocer la frontera occidental, fue un pasó esperanzador. Pero al ocurrir todo lo contrario, el conflicto militar era sólo cuestión de tiempo. Los tratados de paz impusieron unas condiciones a los vencidos que contemplaban el desarme indefinido, pero la única garantía que se tenía para lograrlo estaba en la voluntad de los gobiernos vencedores, especialmente los de Londres y París. Londres, una vez que Europa continental parecía sometida al equilibrio de poderes, con el que se garantizaba que ninguna potencia sería hegemónica, podía dormir tranquilo, ya que sus fuerzas políticas, fieles a una tradición secular, pero miope a las nuevas realidades sociopolíticas que estaban emergiendo, no aspiraban a más que a tener a Europa controlada, mediante el equilibrio de fuerzas nacionales. Esta concepción tradicional de las relaciones internacionales oscureció la capacidad de visión política de los británicos, hasta el punto de que contemplarán con distante indiferencia el surgimiento del nazismo, porque a través de éste parecía reequilibrarse la balanza entre Alemania y Francia, pero también frente a la otra potencia tradicional, ahora comunista, la Unión Soviética. La política de aislamiento, primero, fue esto; la de apaciguamiento, después, el erróneo intento por pretender satisfacer el revanchismo alemán a base de hacerle cuantas reclamaciones contra los tratados de paz planteaba. Erróneo porque el nacionalismo alemán, en su versión nazi, utilizaba esas reivindicaciones para crear un estado de conciencia nacional exaltado sobre el que conquistar, vía parlamentaria, el Poder; pero el nazismo se proyectaba mucho más allá de esas pequeñas reivindicaciones. El nazismo se alimentaba de dos cosas: la expansión imperialista hacia el este de Europa, según la concepción continental que del imperio tenían los alemanes, especialmente Hitler, que lo anunció en su libro “Mein Kampf”, y de la guerra. En realidad su razón de ser era la guerra por la guerra, la paz era incompatible con su ideología y psicología. Un imperio puede conquistarse, establecer sus límites y consensuar con los demás sus conquistas para establecer una paz romana. Sin embargo, el nazismo era fundamentalmente belicista, porque era militarista y nunca podría satisfacer sus ansias de Poder, pues para crear un ambiente permanente de guerra, único en el que se encontraba como pez en el agua, necesitaba reivindicar, siempre, algo más allá de lo último conquistado. Era insaciable ya que su objetivo no era la paz, sino la guerra. Esto no lo entendieron los políticos de su época, ninguno. Si acaso, Erich Fromm, pero este sólo era un psicoanalista que llegó a la conclusión de que el nazismo consigue el placer mediante la destrucción, pues era sadomasoquista. Ahora bien, pretender

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que los políticos entendieran las relaciones internacionales en términos psicológicos, era ya pedir demasiado. Pedir peras al olmo. De manera que, los políticos anduvieron a ciegas en un mundo que se les venía encima, ya ni tan si quiera tenían esa percepción de la gravedad de la situación. Pensaban en términos de equilibrio de poderes. Claro que, basta que uno no quiera equilibrar la balanza sino mantenerla desequilibrada para que la inestabilidad internacional, la guerra, sea su consecuencia, si además es su objetivo, por muchos pacifistas que concedan todo lo posible, nunca podrían lograr la paz, cuando sólo la guerra era, para el nazismo, el principio de la felicidad. Francia y las nuevas naciones surgidas de los tratados de paz, Polonia, Checoslovaquia, Yugoslavia, Estonia, Letonia, Lituania, Finlandia, o beneficiada por esos tratados, Rumania, temían el revisionismo de las vencidas. Mientras ese temor existiera Francia podría elaborar un sistema defensivo en torno a Alemania, Austria y Hungría preparado para saltar sobre ellas ante cualquier amenaza. A pesar de lo cual ese sistema de alianzas sólo era sostenible si se establecía sobre regímenes democráticos. Sin embargo, la democracia tenía muchos enemigos desde finales del siglo XIX. Los tenía en Francia, garante del sistema, y los tenía en los países con los que construía su sistema de alianzas. Los nacionalistas y todo tipo de mente autoritaria odiaban la democracia en sí misma, la modernidad, si ésta servía de instrumento para que el comunismo pudiera conquistar el Poder, el odio se transformaba en pánico, si, además, existía ya un modelo de revolución comunista que pudiera ser imitada por los trabajadores, la Revolución rusa, entonces, la destrucción de la democracia se convertía en objetivo necesario para garantizar el dominio de las clases privilegiadas, no sólo oligárquicas, sino también las clases medias. Mientras los tiros fuesen dirigidos contra Rusia o el comunismo, Inglaterra no tenía porque despertar de su plácido sueño aislacionista. Con más razón los Estados Unidos que no querían saber nada de una vieja Europa enzarzada en guerras interminables. Pero el comunismo no tenía más alternativa que la democracia, hasta que Hitler llegó al poder proyectado por el respaldo, democráticamente conseguido de más de 11. 000.000 millones de electores, y de la mano de los nacionalistas y católicos, que fueron quienes le dieron el último empujón que necesitaba para formar Gobierno, hacerse con el Poder y poner en marcha una revolución totalitaria desde la libertad hasta enterrarla. En Italia, el fascismo había llegado al Poder, a pesar de carecer de respaldo popular, con tan sólo 35 actas de diputado, podrían haber acabado con la cría destruyendo el nido, sin embargo el monarca, Víctor Manuel III, la oligarquía y el Alto mando militar, decidieron auparlo al Poder para acabar con la democracia. Fue el primer aviso de que los enemigos de la democracia anidaban acurrucados en sus esferas de libertad. Pero nadie se dio por aludido. La llegada de Hitler al Poder indicó a los enemigos de la democracia que tenían una alternativa y esa luz los iluminó, lo suficiente como para cambiar la alianza con Francia por la alianza con Alemania, dando prioridad a la salvación de clase frente a las reivindicaciones territoriales. Aquí, ahora podrían hacerse concesiones a Hitler y sus aliados, si, en compensación, el nacionalsocialismo les garantizaba el dominio de clase. Así empezó a desmontarse el sistema de alianzas montado por Francia frente al que estaba construyendo Hitler. Pero antes, Hitler empezó a mostrar sus ambiciones más allá de su nación. Ya lo había anunciado en su libro “Mein Kampf”, por lo que nadie debería sentirse ni engañado ni sorprendido. Y empezó a incumplir una detrás de otra, todos las 22

cláusulas de los tratados de paz. Primero, reinstaura el servicio militar obligatorio, que le estaba prohibido. Y nadie toma medidas. Muy tonto tendría que haber sido Hitler si no hubiera interpretado ese gesto de silencio e inacción, como la autorización que le permitía rearmar a Alemania. Y empezó a tomar la primera medida necesaria para desencadenar la guerra: el rearme. Y los demás callaban. Siguiente paso, remilitariza la región renana, que le estaba prohibido, y nadie se movió. Francia, la principal perjudicada, no hizo nada y eso que tenía un Gobierno de Frentepopular; podía explicarse, pues, tanto los gobernantes ingleses como los franceses estaban paralizados por la opinión pública, contraria a tomar medidas contra Hitler para evitar la guerra. Pero ¡si la guerra ya estaba anunciada en la voluntad y naturaleza del nazismo!, sin embargo, esto ni lo supieron ver, ni lo supieron explicar a la opinión pública, que creyó evitar el conflicto rindiéndose ante las amenazas del nazismo. Concesión tras concesión, fueron mostrando a Hitler sus debilidades, la principal: renunciar a tomar medidas contra el nazismo en nombre de la paz. El desarme moral frente al nazismo, lo alimentaba. Y su hambre era insaciable y satisfecha cada vez que abría la boca, para no provocar la guerra. Y se anexionó Austria, expresamente prohibido en Versalles y en Saint Germain-en-Laye. Pero nadie hizo nada. Y ya había establecido el servicio militar obligatorio. Pero seguía queriendo más y pidió los Sudetes, y se los dieron, en Munich, eso sí, a cambio de la firma de un papel en el que renunciaba, Hitler renunciaba a su naturaleza, a hacer la guerra a Francia y a Inglaterra. Era como hacerle firmar a una ninfómana que renunciase a hacer el amor. Y amenazó a Polonia con la guerra si no le concedía accesos con la Prusia oriental y formó un eje con Italia y firmó un tratado de no agresión y ayuda mutua con Rusia, su enemigo ideológico, decían, cuando su insoportable enemigo era la democracia, la modernidad. Estamos en 1939 y nadie ha hecho nada. Excepto, eso sí, advertirle que si ataca a Polonia, Francia y Gran Bretaña le declararán la guerra. Pero si eso era precisamente lo que perseguía: la guerra. Y se lo ha anunciado al firmar el tratado de no agresión con Rusia. Descaradamente ha señalado a Francia con el dedo: el próximo serás tú. Y Francia sigue sin tomar medidas, las que tendría que haber tomado, junto con Londres, en 1935, porque en 1939 ya es demasiado tarde. Ya se ha llegado al punto anunciado de no retorno. La República democrática francesa, como Alemania, o Italia, todas ellas con importantes fuerzas católicas en su seno, tenían el enemigo dentro. En las dos últimas ya han tomado el Poder, en Francia lo tienen que tomar, pero no pueden solos, necesitan ayuda exterior. Los comunistas franceses, desde que Stalin y Hitler se pusieron de acuerdo para no atacarse y repartirse Polonia, han cambiado el discurso y no harán nada contra los nazis con los que, ocupada Francia, pretenden colaborar. A fin de cuentas, los comunistas no tienen que luchar por la democracia, pues su objetivo era otro. Hasta que Hitler invadió Rusia. Los enemigos de la democracia francesa estaban en el Ejército y en las Altas finanzas, muy católicos ellos, pero no tuvieron capacidad o valor para sublevarse contra la República. Esperaron. Septiembre de 1939, Polonia ha caído derrotada. Ni Francia, ni Gran Bretaña, que han declarado la guerra a Alemania, toman medidas militares. Esperan. ¿A qué espera Francia? Siguiente movimiento: Hitler ocupa Noruega, Dinamarca, Holanda, la muy neutral Bélgica, que no quiso dejar que las tropas francesas pasaran por su territorio porque era neutral y no quería molestar a Hitler, es ocupada por las legiones nazis. ¿De qué le sirvió la neutralidad, sino para debilitar a las democracias y 23

fortalecer al agresor? Penúltimo acto, Francia, con su línea Maginot, con una Flota superior a la alemana, contando con un Ejército capaz de atacar y resistir al alemán, excepto en aviación, se derrumba y desploma en 15 días. ¿Cómo es posible? Lo mínimo que pudiera haber hecho era resistir. Resistir en suelo francés, resistir en suelo argelino. Y sin embargo se rindieron. Cualquier podría pensar que esperaban con los brazos abiertos la invasión. Comportamiento que para nadie es un misterio, como se encargarán de desvelarlo Laval y Pétain, cuando, terminada la guerra, sean juzgados y condenados por colaboracionistas. Los comunistas que se habían opuesto al rearme de Francia, para desviar la atención de Hitler hacia este país, antes que invadir a Rusia, no fueron juzgados. Último acto, anunciado en los movimientos anteriores, Hitler invade Rusia el 22 de junio de 1941. Invasión que no estaba escrita en las estrellas, sino en “Mein Kampf”, pero Stalin no encontró mejor solución que desviar los tanques alemanas hacia el oeste. No debió contar con que Francia se desplomaría en lugar de resistir y de poco le sirvió su estrategia colaboracionista de diversión, porque en Francia a Hitler le estaban esperando con las manos abiertas todos aquellos que despreciaban la República, la democracia, la modernidad. Y se pusieron a colaborar con él desde el gobierno de Vichy. El 27 de septiembre de 1940 se firma el Pacto Tripartito, con los siguientes acuerdos: “Los Gobiernos de Alemania, Italia y Japón, considerando como un precedente de cualquier estado de paz que todas las naciones del mundo tienen su propio lugar, han decidido para mantener el statu quo y la cooperación entre ellos, mantener sus esfuerzos en la gran Asia del Este y las regiones de Europa respectivamente, donde tienen sus primeros intereses para establecer y mantener un nuevo orden de cosas calculado para promover la mutua prosperidad y bienestar en cuanto a sus pueblos concierne. Además, es el deseo de los tres gobiernos extender la cooperación a aquellas naciones de otras partes del mundo que se inclinen en poner sus esfuerzos en la consecución de los mismos fines, en orden a que sus aspiraciones para la paz del mundo sean realizadas. De acuerdo con lo anterior, los gobiernos de Alemania, Italia y Japón han acordado lo siguiente: ARTICULO PRIMERO: Japón reconoce y respeta el liderazgo de Alemania e Italia para establecer un nuevo orden en Europa. ARTICULO SEGUNDO: Alemania e Italia reconocen y respetan el liderazgo de Japón para establecer un nuevo orden en la gran Asia del Este. ARTICULO TERCERO: Alemania, Italia y Japón acuerdan cooperar en sus esfuerzos de acuerdo a las líneas de acción. Ellos se asistirán el uno al otro por todos los medios políticos, económicos y militares cuando uno de los tres contratantes sea atacado por un poder que al presente no este envuelto en la guerra Europea o en el conflicto Chino-Japones. ARTICULO CUARTO: Con la mira de implementar el presente pacto, las comisiones técnicas se reunirán, con miembros designados por los gobiernos de Alemania, Italia y Japón, a la mayor brevedad. ARTICULO QUINTO:

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Alemania, Italia y Japón afirman que los términos pactados no afectan el status político que existe en el presente entre los tres contratantes y la Unión Soviética. ARTICULO SEXTO: El presente pacto entra en efecto inmediatamente sea firmado y permanecerá vigente por diez años desde la fecha que entre en efecto. A su debido tiempo antes de su expiración, las partes contratantes a pedido de cualquiera de ellas entraran en negociaciones para su renovación. Los abajo firmantes han sido autorizados por sus gobiernos para hacer efectivo este pacto con sus firmas. Hecho en triplicado en Berlín, el 27 de Septiembre de 1940, en el año 19 de la era fascista, correspondiente al día 27 del noveno mes del año 15 de Showa ( reinado del Emperador Hirohito).” El origen de este pacto se encuentra en el Pacto Antikomintern, firmado por Alemania y Japón el 25 de noviembre de 1936 y que cinco años después fue renovado por diez Estados europeos y tres asiáticos. Mes y medio antes de su firma, el ministro de la guerra en esos momentos, príncipe Konoye, declaró: “Italia y Alemania, colaborando estrechamente, han iniciado la construcción de un nuevo orden europeo. También el Japón, basándose en la fuerza de su pueblo, prosigue los esfuerzos para completar el nuevo orden asiático y el hecho de que Italia, Alemania y el Japón combatan simultáneamente con el fin de construir un nuevo orden mundial, tiene una significación profunda. Considero que, para completar tal construcción, es necesario estrechar aún más y lo antes posible, la colaboración de nuestros tres países.” El artículo 3º del Tripartito obligaba a los firmantes a apoyarse mutuamente, por todos los medios políticos, económicos y militares, en el caso de que cualquiera de las tres partes contratantes fuese atacada por una potencia que en “la actualidad no estuviera comprometida en la guerra europea o en el conflicto chinojaponés”. Sólo reunían estas condiciones dos países: Estados Unidos y la U.R.S.S. Rusia había participado en el reparto de Polonia y había invadido Finlandia, pero, realmente, no estaba mezclada en la guerra de Europa, ni en la de China. Pero, para que no hubiera equívoco, el artículo 5º precisaba que los acuerdos presentes no afectaban en modo alguno al statu quo existente, en esos momentos, entre cada una de las partes contratantes y la U.R.S.S. Parecía evidente que el Pacto se dirigía única y exclusivamente contra los Estados Unidos, con la finalidad de evitar que Washington pudiera concentrar tranquila e impunemente toda su atención en el Atlántico, descuidando sus posiciones en el Pacífico. El propósito consistía en limitar el conflicto ya existente, evitar su extensión, impedir que Norteamérica pudiera ayudar a la Gran Bretaña de un modo decidido, sin tener que preocuparse por el Japón. Pero, lo importante de sus contenidos estaba en que era una clara propuesta por establecer un nuevo orden mundial dirigido por el totalitarismo y, en consecuencia, eso era algo que sólo podría hacerse contra las potencias anglosajonas. La guerra niponorteamericana era una cuestión de tiempo. En esos momentos, si bien la Armada norteamericana era muy superior a la japonesa, la tercera en potencia, las distancias entre las bases norteamericanas y el Sudeste asiático se encontraban a una media de 10.000 kilómetros, unos diez o doce días de viaje. Las Filipinas no disponían de puertos capacitados para recibir la Flota norteamericana. En cuanto al Ejército estaba constituido por las siguientes unidades, distribuidas de la siguiente manera: En el territorio americano continental había 28 regimientos de infantería, 9 regimientos de carros de combate, 12 de caballería, 2 de caballería montada, 24 25

de artillería de campaña, 18 de costa, cinco antiaéreos y un total de 99 escuadrillas de aviación. La prioridad de este sistema defensivo se daba a la defensa del litoral. Fuera de este territorio tenían en la zona del canal de Panamá dos regimientos de infantería, un grupo de artillería de campaña, dos regimientos de artillería de costa y unas once escuadrillas de aviación. En las islas Hawai, punto de apoyo en el camino a Filipinas, tenían cuatro regimientos de infantería, una compañía de carros de combate, tres regimientos de artillería de campaña, cinco regimientos para la defensa insular y 13 escuadrillas de aviación. En Puerto Rico existía un regimiento de infantería y algunas otras unidades y en Filipinas un regimiento de infantería, dos de costa, cinco escuadrillas de aviación y otros dos regimientos de infantería, uno de artillería de campaña y dos de costa de tropas indígenas. En total, todo el ejército regular norteamericano tenía 12.700 oficiales y 165.000 soldados. Además estaba la Guardia Nacional con 180.000 soldados. De manera que todas las fuerzas militares, contando, las de la G. N. Eran unos 350.000 hombres. Japón tenía, en esos momentos, sólo en Manchuria, 500.000 soldados de infantería. Y en China 1.000.000. Además de la aviación. El 13 de abril de 1941, se firmaba el pacto de no agresión ruso-japonés. Un editorial de Mundo lo comentaba de la siguiente manera 1: “Bien se pudo pensar- y se pensó en efecto de antemano -, con ocasión del viaje de Matsuoka a Europa, que el punto de mayor interés a este respecto radicaba en Moscú antes que en Berlín y Roma. El acuerdo entre estos dos Gobiernos y el de Tokio estaba ya perfectamente preestablecido y articulado en el Pacto tripartito de 27 de septiembre de 1940; de suerte que sólo cabía esperar del contacto personal, facilitado por el viaje del ministro japonés, nuevos perfiles y desarrollo en cuestiones de aplicación y detalle. En cambio, por lo que hacía a Rusia, sus relaciones con el Japón, en vista de antecedentes harto notorios, podían afectar formas diversas de inteligencia o discordancia. Pero el Pacto de no agresión, firmado en el Kremlin el 13 del actual (abril de 1941) ha dado plena contestación a la interrogante. El acuerdo en que recoge su fruto la negociación llevada a cabo en Moscú por Matsuoka, y que con éste, a nombre del Japón, ha suscrito, por la U.R.S.S., su Comisario de Negocios Extranjeros, Molotov, estatuye la pacífica y amistosa relación de los dos países; el mutuo respeto a la integridad e inviolabilidad de sus respectivos territorios; la situación de neutral que habrá de observar cada una de las partes contratantes, en el caso de que la otra sea atacada por una o varias potencias extranjeras, y la vigencia de lo acordado por espacio de cinco años, que podrán ser prorrogadas en idéntico plazo si con antelación a doce meses no es denunciado el Pacto por uno u otro de los Estados que lo otorgan. En definitiva, no era muy diferente el estado de hecho en que se encontraban las relaciones de Rusia y el Japón. Pero convenía consolidar el fenómeno de una normalidad como la existente a tal propósito, sólo en precario, ya que mediaban motivos más que suficientes para advertir riesgos que la pusieran en muy difíciles trances. Lo que quiere decir que el pacto de no agresión rusojaponés, más que sorprender, como otras jugadas diplomáticas de las que últimamente han impresionado al mundo, asegura que en la superficie de ficción entre rusos y japoneses no se producirán sucesos que contribuyan a complicar la guerra a beneficio de Inglaterra, ciertamente interesada en que el conflicto europeo, con visos universales, se dilate y enrede. 1

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El consabido Pacto rusojaponés tanto afecta a Europa como a Asia, y no deja de repercutir, naturalmente, en América, por cuanto cualquier movimiento del Japón es observado de cerca por los Estados Unidos, a quienes importa que la atención nipona se distraiga lo más posible del Pacífico, quedando el Gobierno de Washington libre de tales preocupaciones, y en disposición de dedicarse, en consecuencia, al Atlántico y a Inglaterra. Pero en virtud del Pacto de no agresión con Rusia, el Japón se pone a salvo de toda peligrosa competencia en Asia, se allana a los derechos de la U.R.S.S. sobre la Mongolia exterior y el Turkestán chino y puede sentirse con la bastante libertad de movimientos para derivar, en el sentido que le convenga, cuando le interese, hacia las reivindicaciones exigidas por su espacio vital en el Pacífico. Lo que quiere decir, en resumidas cuentas, que se acaba de producir un contragolpe diplomático evidentemente desfavorable, en el grado que sea, a la ayuda norteamericana, de que Inglaterra, sin duda, tanto necesita. No se deja de advertir que todavía existía, entre Rusia y la llamada causa de las “democracias”, la convergencia de intereses determinada por la guerra de China, y hecha visible, concretamente, por la ayuda de Rusia a Chiang Kai-shek. Claro está que en función de este aspecto del amplio problema planteado, no se pronuncia el Pacto de no agresión y por si cupiese variedad de interpretaciones, el portavoz de la Oficina de Información del Gobierno de Tokio se ha apresurado a reconocer que el acuerdo rusojaponés no se define, en ningún sentido, respecto al suministro de material de guerra a China, por parte de la U.R.S.S., añadiendo que “este punto será objeto más adelante de examen especial”. Pero lo que no está en la letra del repetido instrumento diplomático, no deja de estar en su espíritu, según todas las presunciones, y tal vez no aventure el juicio quien presienta una actitud de Rusia favorable a la política del Eje, esto es, del Japón, en Asia. Porque también merece ser considerado el interés, de día en día más vehemente, que Rusia experimenta hacia cuanto viene ocurriendo, o puede ocurrir, en el Sudeste europeo y en el Próximo Oriente. En todos los supuestos, la neutralidad de Rusia, que tanto interesa al Japón, a los efectos de toda contingencia, está asegurada por la segunda cláusula del recién nacido Pacto de no agresión, y a nadie se le puede ocultar su trascendencia, en el caso de que lleguen a chocar yanquis y nipones. No ha de mostrar alarma en sus declaraciones oficiales el Gobierno de los Estados Unidos; pero el hecho de que Cordell Hull se haya sentido en la necesidad de manifestar que no concede “un alcance exagerado” al Pacto de no agresión que inspira nuestro comentario, basta para que el golpe quede acusado. A la vez, se envían unidades de la flota norteamericana del Pacífico a la base inglesa de Singapur... después del Pacto, como antes, los Estados Unidos y el Japón, frente a frente, se miran con recelo y permanecen a la expectativa. Pero en la partida que puede llegar a entablarse, si Dios no lo remedia, el compromiso adquirido por Rusia permite confiar en que la actual conflagración no se extenderá más allá de lo visto y previsto. Que ya es bastante...” Con este tratado de neutralidad, Stalin reconocía el statu quo en China o lo que es lo mismo la desintegración de China, donde los japoneses habían creado el imperio de Manchukuo y los rusos la República Popular de Mongolia. El 14 de agosto de 1941, reunidos el Presidente norteamericano, Roosevelt, y el Primer ministro británico, Churchill, firmaron una Declaración conjunta, porque juzgaban conveniente hacer conocer ciertos principios comunes de la política nacional de sus respectivos países, sobre los cuales fundaban sus

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esperanzas de lograr un porvenir mejor para el mundo, en virtud de lo cual, acordaron que: 1º. Sus respectivos países no buscan el engrandecimiento, ni territorial ni de ninguna índole. 2º. No aprueban el que se realicen modificaciones territoriales que no estén de acuerdo con los deseos que expresen libremente los pueblos interesados. 3º. Respetan el derecho de todos los pueblos a elegir el régimen de gobierno bajo el cual han de vivir y desean que se restituyan los derechos soberanos y la independencia a los pueblos que han sido despojados de ellos por la fuerza. 4º. Con el debido respeto a sus obligaciones existentes, se esforzarán porque todos los Estados, ya sean grandes o pequeños, victoriosos o vencidos, disfruten del acceso, en igualdad de condiciones, al comercio y a las materias primas del mundo que necesitan para su prosperidad económica. 5º. Desean lograr en el campo de la economía la colaboración más estrecha entre todas las naciones, con el objeto de conseguir para todos mejoras en las normas de trabajo, prosperidad económica y seguridad social. 6º. Después de la destrucción completa de la tiranía nazi, esperan que se establezca una paz que proporcione a todas las naciones los medios de vivir seguras dentro de sus propias fronteras y que garantice a todos los hombres, en todas partes del mundo, una vida exenta de temor y de privaciones. 7º. Dicha paz permitirá a todos los hombres cruzar libremente todos los mares. 8º. Creen que las naciones del mundo, por razones tanto realistas como espirituales, tendrán que abandonar el uso de la fuerza. Ya que no podrá mantenerse la paz futura si las naciones que amenazan o pueden amenazar o cometer una agresión fuera de sus fronteras, continúan utilizando armamentos terrestres, navales o aéreos; creen que hasta que se establezca este sistema más amplio y de permanente seguridad general, es esencial desarmar a todas las naciones. Así mismo, prestarán ayuda y estimularán todas aquellas otras medidas prácticas que puedan aliviar de la pesada carga de los armamentos a los pueblos amantes de la paz.” El 16 de octubre, tras la dimisión del príncipe Konoye, el general Tojo, ministro de la Guerra del Gobierno dimisionario, es encargado de formar nuevo gobierno2. Sólo tres meses había durado el tercer Gabinete Konoye, quien en sus cuatro años como primer ministro había perseguido dos objetivos: acabar con la resistencia china y transformar el sistema político en un régimen totalitario. Esto lo consiguió con relativa facilidad al autodisolverse los partidos políticos y establecerse un solo partido, poniendo, de esa manera, fin al sistema democrático, que, no obstante, parecía vigilado y provisional pues el emperador, de origen divino, el Consejo de ancianos, residuo del feudalismo aristocrático y el Ejército, sobre todo éste, intervenían en la vida política directa o indirectamente. El problema de la invasión y guerra en China se prolongaba desde hacía cuatro años, exactamente desde el 7 de julio de 1937. Japón controlaba toda la franja litoral que, desde la derrota de Francia, se extendía por la Indochina, ocupada por los japoneses. Los nacionalistas chinos recibían ayuda anglosajona por la ruta de Birmania, garantizando, de esa manera, la resistencia china que, también recibía ayuda rusa por el desierto de Gobi. Si una causa de la dimisión pudo ser la falta solución a la cuestión china, la otra, en mayor grado según la opinión de los diplomáticos, debió ser el fracaso de las negociaciones que se estaban celebrando en Washington entre las delegaciones 2

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nipona y norteamericana. El Japón entendía que a él únicamente le tocaba la hegemonía en Extremo Oriente. Los Estados Unidos se negaban a aceptarlo y propugnaban, en esos momentos, un “statu quo”. La política de Washington, reforzada por la posición británica, fue la de reducir las importaciones niponas necesarias para la industria militar, especialmente petróleo, caucho y níquel. El 26 de julio de 1939, Washington denunció su Tratado de comercio con el Japón, vigente desde 1911. Para sustituir las importaciones norteamericanas, Tokio consiguió firmar un acuerdo comercial con las Indias holandesas el 20 de junio de 1940, sin embargo, Washington y Londres prohibieron al Gobierno de Batavia que aumentara las exportaciones a Japón. De esa manera, este país no conseguía satisfacer sus necesidades de consumo interno. Una parte importante del cual, 1.500.000 de toneladas de petróleo del consumo total, 4.500.000 toneladas, las consumía el Ejército. Consumo que seguía aumentando en función de las necesidades militares, calculándose para 1942 en 6.000.000 de toneladas. En enero de 1940 también se firmó un acuerdo comercial con México que les garantizaba la importación de 340.000 toneladas. Pero la distancia era muy larga y ese tráfico no estaba garantizado en caso de guerra con Estados Unidos. El 27 de septiembre de 1940, al firmarse el Pacto Tripartito en Berlín, Japón proclamó el derecho a instaurar un orden nuevo en Extremo Oriente. En enero de 1941 Matsuoka, ministro japonés de AA.EE., declaró ante el Parlamento nipón que las Indias holandesas formaban parte de la esfera de influencia del Japón. El 2 de diciembre de 1940 el periódico japonés “Nichi Nichi” publicaba que: “El Japón no puede subsistir sin petróleo. Norteamérica ha suprimido los suministros de petróleo alegando discrepancias políticas y al mismo tiempo no muestra deseo alguno de solventar estas discrepancias. La paciencia de Japón tiene un término.” En los medios periodísticos se decía que las proposiciones del enviado especial nipón en las negociaciones con el Gobierno norteamericano, Kurusu, contenían los siguientes puntos: cese, por parte de Washington, de su ayuda a China nacionalista; reconocimiento de la preponderancia de los intereses del Japón en la parte Oeste del Pacífico; suprimir el bloqueo contra el Japón y que los Estados Unidos empleasen toda su influencia para que cesase la guerra en China, a fin de que el Japón restableciera la paz. El 2 de octubre de 1940 se celebró en Manila una conferencia entre delegados británicos y norteamericanos en la que se trató de mejorar la ayuda militar a los nacionalistas chinos. En esos momentos, Washington había invertido 40 millones de dólares en la construcción de aeródromos en la parte sur de China, incluso en Chungking, Kui Yang y Kun Ming. Gran Bretaña había destacado 600 aviones para esos aeródromos y Estados Unidos suministraron 200 pilotos que se sumaban a los 100 que suministraba Rusia. Tras celebrarse la primera reunión del Gabinete Tojo, éste declaró que su programa perseguía los objetivos de: - Terminar con éxito el conflicto con China. - Crear un espacio vital de la Gran Asia, como aportación a la paz mundial y - Afirmar las relaciones con las grandes potencias del Eje en política exterior. El 16 de noviembre, 1941, en un discurso pronunciado ante el Parlamento, Tojo declaró3, refiriéndose a la situación en China, que los golpes asestados al Ejército nacionalista y la intensificación del bloqueo de la costa habían tenido como consecuencia el aflojamiento de la resistencia de Chiang Kai-Chek y de las 3

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fuerzas comunistas. “En la esfera económica – agregó- disponemos de reservas suficientes de hulla, hierro, sal y algodón para poder contrabalancear la presión ejercida por británicos y norteamericanos. La independencia de la Indochina francesa ha quedado asegurada, en virtud de un acuerdo concluido con Francia, y permite, al mismo tiempo estrechar el bloqueo de Chunkín. En el frente del Manchukuo hasta Saigón se han realizado los preparativos necesarios para eliminar el régimen de Chunkín y para estar en disposición de afrontar cualquier evolución eventual, con el fin de proteger la zona de prosperidad que el Japón se ha propuesto crear en el Asia Oriental.” Respecto a las relaciones con Estados Unidos añadió que era difícil predecir el resultado de las negociaciones. “Al reanudar las negociaciones diplomáticas con Washington – dijo- el Japón tiene los siguientes propósitos: primero, apartar los intentos de una tercera potencia de obstaculizar el arreglo de la situación china; segundo, liquidar las acciones hostiles, como, por ejemplo, el bloqueo económico del Japón organizado por potencias extranjeras y restablecer de esta forma las relaciones normales; tercero, impedir con todos los medios la extensión de la guerra europea al Extremo Oriente.” El ministro de AA. EE. nipón, Togo, declaró en el Parlamento que el Japón tenía un gran interés en todo lo que afectase a los territorios del Norte y Sur de Asia. El pacto de neutralidad con Rusia fue concertado en beneficio de la seguridad en el Norte. Añadió: “Es extraordinariamente lamentable que terceras potencias hayan desencadenado una propaganda tendenciosa y falsa, en la que se imputan al Japón intenciones agresivas respecto de estos territorios.” (Tailandia e Indochina). Añadió que Tokyo estaba firmemente decidido a obtener un resultado favorable en las negociaciones con los Estados Unidos, pero que no estaba dispuesto a sobrepasar los límites naturales. Resumió los hechos que habían provocado la tensión entre el Japón y los Estados Unidos y declaró que ambos países habían expuesto sus puntos de vista en el curso de seis meses de negociaciones. “El Gobierno de Washington, dijo, debe confesar que, aún desde el punto de vista técnico, no se hace necesario prolongar las conversaciones si en los momentos actuales no se llega a un resultado satisfactorio.” Afirmó que el Gobierno de Tokyo se opondría enérgicamente a toda situación susceptible de amenazar al Imperio japonés o de causar perjuicios al prestigio del Japón4. Coincidiendo con estos cambios ministeriales, Washington avanzaba hacia la abolición completa de la ley de neutralidad 5. La ley de neutralidad norteamericana, en su forma primitiva, se proponía mantener alejado al país del conflicto europeo. El mismo Roosevelt había establecido una zona prohibida en que los barcos norteamericanos no podían penetrar: las aguas alrededor de Inglaterra, la costa atlántica de Francia, el mar del Norte y el Báltico. Renunció, pues, no sólo a todo comercio con los beligerantes, sino también con varios países neutrales – Irlanda, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Suecia, Letonia, Estonia - , por estar situados cerca de las potencias que se encontraban en guerra. Renunció a un derecho, con el fin de que los barcos yanquis no tuvieran complicaciones con los submarinos, los aviones y las minas de Alemania. Pero si en Europa occidental renunció a sus derechos, en aguas americanas reclamó otros: pretendió imponer la inviolabilidad de las aguas en una extensión de trescientas millas, en vez de las simples aguas jurisdiccionales, prohibiendo a los barcos de guerra beligerantes que se sirvieran de ellas para su contienda. La 4 5

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zona de seguridad alrededor de las Américas, era un concepto nuevo, que Alemania sólo respetaría mientras le conviniera. Roosevelt, sin embargo, consiguió mantener la neutralidad de su país, al mismo tiempo que abastecía a Inglaterra de todos los recursos necesarios para defenderse de los ataques alemanes. Ya en su mensaje al Congreso, el 3 de enero de 1940, hizo constar dos cosas: que los Estados Unidos no podrían permanecer indiferentes ante el derrumbamiento de la civilización en el resto del mundo y que la juventud norteamericana no sería enviada a los campos de batalla del Viejo Mundo. Prometía no participar militarmente en el conflicto, pero rechazó la tesis aislacionista de que la lucha no le importaba. Se trataba de una neutralidad dirigida. El primitivo embargo de armas a todos los beligerantes fue modificado en provecho de los británicos y sus aliados. El 1 de septiembre de 1939 se contentó con dirigir un mensaje exhortando a los beligerantes a no bombardear las ciudades abiertas ni las poblaciones civiles. El 5 del mismo mes firmó la declaración de neutralidad americana y el 7 proclamó la “situación nacional extraordinaria”. El día 20 celebró en la Casa Blanca una conferencia de los prohombres demócratas y republicanos. Al día siguiente se reunió en el Congreso en sesión extraordinaria y el Presidente leyó su declaración. En resumen, invitó a los parlamentarios a que abolieran el embargo sobre las armas, autorizando a los beligerantes a comprarlas en los Estados Unidos, siempre que pagaran al contado y las transportaran en sus propios barcos, con el fin de no complicar en la lucha a los norteamericanos. Era el “cash and carry” (pagar y llevar). La antigua ley prohibía la venta de material bélico terminado, más no de piezas sueltas. Incluso autorizaba a los barcos norteamericanos a transportar esos productos industriales y los agrícolas a los puertos beligerantes. Roosevelt pensaba que la nueva ley protegía mejor la neutralidad, además de dar trabajo a muchos miles de trabajadores. Añadió que si los partidarios del embargo fueran lógicos, debían haber prohibido también la venta de telas, cobre, carne, trigo y miles de otros artículos a los beligerantes. Se mantendría, al mismo tiempo, la prohibición, para los ciudadanos norteamericanos, de viajar a bordo de barcos beligerantes y entrar en las zonas prohibidas. En el momento de adquirir el material de guerra, éste se convertía en propiedad del comprador y su pérdida (por hundimiento del barco, por ejemplo), en nada importaba a los Estados Unidos. Sería prohibida así mismo la concesión de créditos de guerra a los beligerantes. Con estas medidas, no obstante, Roosevelt se alejaba de la neutralidad estricta hacia la beligerancia fomentando la solidaridad entre los anglosajones que acabó conduciendo a la concesión de créditos y la defensa de las rutas marítimas que conducían a Inglaterra y, la posterior autorización a los barcos armados norteamericanos para que transportaran material de guerra hasta los puertos ingleses. La modificación de la primitiva ley de neutralidad, del embargo, fue votada por la Cámara de Representantes el 2 de noviembre de 1939, por 243 votos a favor y 181 en contra. En el Senado la proporción fue de 63 contra 30. Las ligeras divergencias entre ambas Cámaras quedaron eliminadas en una reunión de los delegados y el día 4 Roosevelt firmó la nueva ley. Con el fin de facilitar su aceptación, el Gobierno consintió en que los mercantes sólo pudieran llevar a bordo las armas indispensables para mantener la disciplina. La prohibición de penetrar en zonas de guerra restringía considerablemente el tráfico marítimo y, con el fin de evitar que se extendiera la huelga forzosa de marineros, se procedió a la transferencia de numerosos buques bajo pabellón de otros países, particularmente de Panamá. El Gobierno 31

norteamericano no pudo impedir esos actos, aunque extraoficialmente indicó a los armadores que los desaprobaba. Si se examinan los discursos y mensajes de Roosevelt, se llega a la conclusión de que el acto que en mayor grado contribuyó a alejarle de la ley de neutralidad fue la firma del Pacto Tripartito en Berlín el 27 de septiembre de 1940. El Presidente vio en él una amenaza de tres Estados totalitarios, que unirían sus fuerzas contra los Estados Unidos si éstos intentaran oponerse a su programa de expansión territorial. Su discurso radiado el 29 de diciembre reflejaba claramente la impresión desfavorable que el acto diplomático de Berlín le había producido. Desde luego, sus simpatías hacia las democracias no fueron nunca ningún secreto; al par que prometía a sus conciudadanos que sus hijos no irían a la guerra, protestaba contra aquéllos que intentaban imponer una neutralidad estricta. Los Estados Unidos, según Roosevelt, no podrían permanecer indiferentes ante la tentativa de Alemania de conquistar Europa, con el fin de disponer de todos sus recursos y servirse luego de ellos para conseguir la dominación mundial. En el discurso en cuestión fue tan lejos que afirmó su convicción de que “las potencias del Eje no ganarán esta guerra; lo digo sobre la base de los últimos y mejores informes”. Y ello fue en el mismo discurso en el que proclamó que “debemos convertirnos en el gran arsenal de las democracias”. Frase que explica por sí misma la voluntad de romper con la neutralidad. En su mensaje al Congreso, el 6 de enero de 1941, repitió el concepto de “arsenal de las democracias” y anunció que se aproximaba la fecha en que éstas ya no podrían pagar sus compras según el cash and carry. Si los Estados Unidos no les ayudaban para salvar las dificultades, se verían obligados a capitular ante la imposibilidad de conseguir las armas indispensables. Sin embargo, no recomendó la concesión de créditos, sino el préstamo del material bélico que, después de las hostilidades éstas devolverían y, de esa manera, servirían para la defensa de Estados Unidos. El 11 de marzo de 1941 Roosevelt consiguió su propósito al aprobarse el “Lease and Lend Act”. En agosto se aprobaba la “Carta del Atlántico”. El día 17 de octubre fueron abolidos los artículos de la ley de neutralidad 2º, que prohibía la entrada de los buques norteamericanos en la zona de guerra, y 6º que prohibía el armamento de los buques mercantes. Mientras tanto, Tojo había reanudado las negociaciones con los Estados Unidos. En algunos puntos laterales se habían aproximado posturas, en concreto se consideraban aceptables algunas condiciones, tales como la conclusión de un acuerdo comercial, el levantamiento del mutuo bloqueo, la estabilización del cambio del yen y el dólar, y la abolición de ciertos derechos restrictivos. Japón había propuesto a los Estados Unidos, los puntos siguientes: que los Gobiernos de Washington y Tokyo se comprometieran a no reforzar sus guarniciones en el Sudeste de Asia y en el Pacífico; se garantizará el acceso común de los dos países a los recursos de las Indias holandesas; antes de que el bloqueo fuese levantado entre los dos países, los Estados Unidos entregarán determinada cantidad de petróleo al Japón; el Gobierno de los Estados Unidos se comprometería a no realizar ningún acto susceptible de entorpecer la llegada a una paz entre Japón y China. Japón, por su parte, se comprometerá a retirar sus tropas de la Indochina tan pronto como la paz hubiera sido acordada. La posición norteamericana fue la de continuar apoyando a Chiang Kai-Chek y presionar al Gobierno de las Indias holandesas para que no abasteciese de petróleo a Japón. Finalmente, esta posición quedó establecida en el memorándum de Hull en el que se exigían las siguientes condiciones: firmar un Pacto de no agresión entre Estados Unidos, Inglaterra, China, Japón, Indias holandesas, Finlandia y la 32

U.R.S.S.; la retirada inmediata de las fuerzas japonesas de China e Indochina y la renuncia a ulteriores apoyos al Gobierno de Nankín. En este punto estaban las negociaciones cuando, sorpresivamente, el 7 de diciembre de 1941, la Armada japonesa atacaba Pearl Harbour. El factor sorpresa no era la primera vez que lo practicaba el Ejército japonés, ya lo había hecho en 1904 cuando mientras negociaban japoneses y rusos, aquéllos atacaron, por sorpresa, la escuadra rusa. Antes de la agresión de Pearl Harbour la proporción de acorazados era de 17 norteamericanos por 12 japoneses y 6 portaaviones norteamericanos por 8 japoneses. Los Estados Unidos tenían repartida su flota entre el Pacífico y el Atlántico y sufrieron importantes pérdidas en el Pacífico, a las que hay que añadir las importantes pérdidas británicas, poco después del ataque de Pearl Harbour. En una primera valoración, fueron hundidos los acorazados “Oklaoma”, “West Virginia” y el “Arizona”, además de, al menos, otros cuatro averiados, y los ingleses perdieron el “Repulse” y el “Prince of Wales”, el más moderno de la Flota británica. En la mañana del 8 de diciembre el Gobierno nipón anunciaba que había declarado la guerra a Estados Unidos y Gran Bretaña. El texto de esta declaración, firmado por el Emperador, dice: “ Nos, Emperador del Japón, por la gracia del Cielo, elevado al Trono que pertenece a una dinastía ininterrumpida desde edades inmemoriales y eternas hacemos saber a vosotros, nuestros leales y fieles súbditos, que declaramos la guerra a los Estados Unidos de Norteamérica y al Imperio británico. Los individuos y oficiales de nuestro Ejército y de nuestra Marina harán todo lo posible en el sostenimiento de esta guerra; los agentes de nuestros diversos servicios públicos cumplirán con diligencia y fidelidad las tareas que les están confiadas; la nación entera, con voluntad unida, movilizará todas sus fuerzas a fin de que nada sea olvidado para alcanzar nuestros objetivos de guerra. Asegurar la estabilidad en Asia Oriental y contribuir a la paz mundial son los fines de la gran política formulada por nuestro abuelo imperial y por nuestro padre, su sucesor, los cuales hemos jurado con el corazón proseguir. La amistad entre las naciones y la prosperidad común de todos los países han sido siempre las directrices principales de la política exterior de nuestro Imperio. En verdad que ha sido inevitable y muy alejado de nuestros deseos el ver a nuestro Imperio cruzar ahora sus fuegos con Norteamérica y la Gran Bretaña. Más de cuatro años han pasado desde que China no acertó a comprender las verdaderas intenciones de nuestro Imperio y, fomentando la inquietud, comprometió localmente la paz en Extremo Oriente; aunque el Gobierno nacional chino haya sido restablecido en Nankín y el Japón sostenga con él relaciones de buena vecindad y colaboración. El régimen que continuó viviendo en Chung King ha contado con la protección de Estados Unidos y Gran Bretaña y continúa su oposición fratricida. Ávidos de ver realizadas sus desmesuradas ambiciones de dominio en Oriente, Gran Bretaña y Estados Unidos otorgaron su apoyo al régimen de Chung King y agravaron el malestar en Asia oriental. Estas naciones tratan de arrastrar a su lado a los demás países y fomentaron sus preparativos militares en los cuatro costados de nuestro Imperio para desafiarle. Obstaculizaron el comercio en el Pacífico y rompieron finalmente las relaciones económicas, amenazando gravemente la existencia de nuestro Imperio. Hemos esperado con paciencia y soportado largo tiempo esta situación con la esperanza de que nuestro Gobierno lograría restablecer la paz; pero nuestros adversarios, demostrando el menor espíritu de conciliación, retardaron una reglamentación, al mismo tiempo que intensificaban su presión política y 33

económica para obligar a nuestro Imperio a someterse a sus deseos. De no poner remedio a este estado de cosas, no solamente se anularían los esfuerzos realizados por nuestro Imperio para la estabilización del Asia Oriental, sino que se pondría en peligro también la existencia de nuestra Nación. En semejante situación, no ha quedado a nuestro Imperio para la defensa de su existencia otro recurso que el de las armas y el de aplastar todos los obstáculos que se pongan en su camino. Que los espíritus santificados de nuestros ascendientes imperiales nos protejan desde lo alto. Nos, confiamos en la lealtad y el valor de nuestros súbditos y tenemos confianza en que la labor que nos ha sido legada por nuestros antepasados será realizada, en que las causas del mal serán extirpadas y en que una paz duradera será pronto restablecida en el Asia Oriental para salvaguardia y gloria de nuestro Imperio.” 6 El día 8 el Senado norteamericano aprueba la declaración de guerra a Japón. Este mismo día, el Presidente Tojo dirige una proclama a su nación en la que dice, entre otras cosas, que está firmemente convencido de que el Japón triunfará en la lucha. Estados Unidos había propuesto condiciones que al Japón le resultaban completamente inaceptables. Había exigido la retirada total e incondicional de las fuerzas militares japonesas de China, la desaparición del régimen de Nankín y, finalmente, la anulación del Pacto Tripartito. Tojo añadió que si el Japón hubiese aceptado tales condiciones, el prestigio y la existencia del Imperio hubieran corrido grave peligro. “La vida, mi vida – añade Tojo – pertenece al Emperador, y yo sé que todo el pueblo japonés entrará sin condiciones en la gran empresa de alcanzar los objetivos de la política imperial y del Estado. La fe en la victoria es la llave de la victoria. Jamás el Japón, en su larga historia, ha sufrido una derrota. Si Japón ha dado pruebas hasta ahora de una paciencia increíble, esto se debía únicamente al deseo de conservar la paz y de apartar a la Humanidad de sufrimientos profundísimos”. Añadió Tojo que los adversarios de Japón se habían mostrada reiteradamente orgullosos de poseer las riquezas del mundo y de aspirar al dominio de éste. Por todo lo cual el Gobierno japonés consideraba imposible llegar a un acuerdo con los Estados Unidos mediante la prosecución de las negociaciones7. El día 11 de septiembre, Hitler pronunció un discurso en el Reichstag en el que, tras declarar la guerra a Estados Unidos y después de criticar a Roosevelt y alabar a los italianos y japoneses, dijo: “Y nos hemos visto en el trance de poner en acción el Pacto Tripartito y, en consecuencia, hemos adoptado las siguientes resoluciones: Primera. Alemania, Italia y el Japón entran en guerra unidas, empleando todos los medios disponibles para la consecución de la victoria. Segunda. Las tres potencias se comprometen a no firmar una paz por separado con los Estados Unidos de América ni con Inglaterra. Tercera. Los Estados se comprometen a colaborar lo más estrechamente posible, sobre la base del Pacto Tripartito, después de haber conseguido la victoria. Cuarta. Todas estas resoluciones entran en vigor inmediatamente. Cuando se nos rechazó la primera proposición de paz nos dimos cuenta del camino que tomaban los acontecimientos y me enorgullezco de que el Destino

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me haya encomendado el estar al frente de una lucha tan histórica y trascendental que por ella y para ella todos los sacrificios resultan pequeños.” 8 El mismo día, Alemania, Italia y Japón firman un acuerdo cuyo texto es el siguiente: “La política del Presidente Roosevelt, íntimamente ligada a la de Gran Bretaña, ha perseguido durante estos últimos tiempos un fin concreto y claro: el crear y mantener una dominación tiránica sobre los recursos del mundo y cortar a los pueblos italiano, alemán y japonés toda posibilidad y toda vía útil para la satisfacción de sus necesidades más elementales de trabajo y de vida. Esta política, que los Estados Unidos e Inglaterra han proseguido con una gran tenacidad, se ha traducido en la negativa persistente a tomar en consideración toda revisión legítima de la situación mundial que hubiera podido facilitar la creación de un orden nuevo y la colaboración entre los pueblos; colaboración que debía tener como base indispensable un reparto más equitativo de las riquezas mundiales, con arreglo a las necesidades de todas las naciones. En el transcurso del actual conflicto europeo, el Presidente Roosevelt ha adoptado una actitud de hostilidad declarada con respecto a las potencias del Eje. No retrocedió ante ninguna iniciativa ni ante ninguna medida encaminada contra dichas potencias. Son innumerables los ejemplos que podrían presentarse para demostrar la violación abierta del derecho de gentes, organizada y efectuada contra Italia y Alemania por los Estados Unidos. Basta recordar la violencia ejercida contra la propiedad y la libertad personal de los súbditos italianos, alemanes y japoneses, primero limitadas y después suprimidas; las incautaciones de barcos mercantes italianos en puertos norteamericanos; la condena e internamiento de los tripulantes de esos barcos; la orden dada a la Flota de los Estados Unidos – contrariamente a todas las reglas del Derecho internacional – de abrir fuego contra los buques alemanes e italianos para hundirlos, etc., etc. Los miembros del Gobierno norteamericano se han atrevido incluso a vanagloriarse en público de los actos de guerra realizados contra la navegación del Eje y de las agresiones y destrucciones llevadas a cabo contra nuestros submarinos. Los elementos responsables de los Estados Unidos han anunciado abierta y reiteradamente un programa concreto de ataque contra Italia y Alemania y un documento recientemente publicado en Norteamérica y de cuya autenticidad nadie puede dudar, puesto que no ha sido desmentido oficialmente, ha dado a conocer al mundo el plan del Presidente Roosevelt de emprender en 1943 una ofensiva contra las potencias del Eje con un poderoso ejército de varios millones de hombres. A esta política de amenazas, provocaciones y violaciones, Italia y Alemania han opuesto, con sinceridad y generosidad indudables, su leal y profundo deseo de evitar un conflicto con los Estados Unidos y, por lo tanto, una nueva extensión de la guerra. Pero esta actitud no podía ni debía ser indefinida e ilimitada. Frente a la situación creada por la política de los Estados Unidos y fieles a las cláusulas del Pacto tripartito, firmado en 27 de septiembre de 1940, Italia y Alemania se ven hoy en la obligación de ponerse al lado del Japón para continuar en común la guerra impuesta por las potencias anglosajonas. Esta guerra no ha sido nunca deseada por ninguno de los pueblos italiano, alemán y japonés; al contrario, hay que hacer constar una vez más que ha sido emprendida para su defensa común y para salvaguardar la libertad y la

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independencia de esos pueblos y sus Imperios contra los Estados Unidos y la Gran Bretaña. En su decisión irrevocable de no deponer las armas hasta que la guerra común contra los Estados Unidos e Inglaterra llegue a su final victorioso, los Gobiernos italiano, alemán y japonés acuerdan lo siguiente: Artículo 1º. Italia, Alemania y el Japón seguirán juntas la guerra que les ha sido impuesta por los Estados Unidos e Inglaterra con todos los medios de que dispongan y hasta la terminación victoriosa del conflicto. Artículo 2º. Italia, Alemania y el Japón se comprometen solemnemente a no concertar armisticio o paz alguna, bien sea con los Estados Unidos o con Inglaterra, o con ambas potencias a la vez, sin acuerdo previo, completo y recíproco. Artículo 3º. Aún después del final victorioso de esta guerra, Italia, Alemania y el Japón seguirán colaborando muy estrechamente dentro del espíritu del Pacto Tripartito firmado el 27 de septiembre de 1940, con el fin de instaurar un orden nuevo y justo. Artículo 4º. El presente pacto entrará en vigor inmediatamente después de su firma y permanecerá vigente durante todo el tiempo previsto por el Pacto Tripartito. Las altas partes contratantes se pondrán de acuerdo en el momento oportuno, antes de la expiración del referido plazo, para determinar las modalidades de su colaboración ulterior.” Ese mismo día, Roosevelt propuso al Congreso que declarase la guerra a Alemania e Italia con las siguientes palabras: “Las fuerzas que tratan de dominar el mundo avanzan hacia este hemisferio. Jamás hasta ahora se había lanzado un desafío tan grande a la vida y a la civilización. Todos los pueblos libres deben unirse a la cruzada por la victoria. Sin pérdida de tiempo, porque cualquier retraso sólo servirá para aumentar el peligro. Es preciso lograr la unión rápida de todos los recursos del mundo libre para asegurar el triunfo de las fuerzas de la justicia y del derecho. Por ello, y en vista de la situación, pido al Congreso que proclame la existencia del estado de guerra entre los Estados Unidos, por una parte, y Alemania e Italia, por otra.” El Senado norteamericano aprueba la declaración de la guerra a Alemania e Italia por 90 votos a favor y ninguno en contra; la votación en el Congreso tuvo el mismo resultado: 396 votos favorables y ninguno en contra. En el Parlamento británico, Churchill declaró que el ataque japonés había ocasionado a los anglosajones un daño muy serio para su potencia naval. No obstante la potencia naval anglosajona seguía siendo muy superior a la de los países del Pacto Tripartito. Mussolini, también, declaró la guerra a Estados Unidos y dijo: “Los formidables golpes que sobre la inmensa extensión del Pacífico han sido ya asestados a las fuerzas norteamericanas demuestran que están a merced de los soldados del Sol Naciente. Yo os digo y vosotros me comprendéis que luchar con ellos es un privilegio. El Pacto Tripartito se encuentra hoy en la plenitud de sus medios materiales y morales y es el instrumento poderoso de una guerra entablada con la seguridad de la victoria. Mañana será el Pacto el artífice y organizador de una paz justa entre los pueblos. Italianos e italianas: Una vez más en pie ¡Sed dignos de esta hora histórica! ¡Venceremos!”9 El día 16 de diciembre, 1941, Roosevelt dirige un mensaje al Congreso en el que dice: “Desde un principio, los Estados Unidos pidieron que las relaciones en el Pacífico fueran regidas por los principios de integridad territorial, trato 9

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equitativo y de igualdad entre las naciones, idénticas oportunidades comerciales y reglamentación de los conflictos por medio de una cooperación internacional pacífica. En el curso de las negociaciones se puso de manifiesto que el Japón no estaba dispuesto a modificar sus planes sobre el Pacífico. Japón anunció que los 70 millones de japoneses tenían supremacía sobre los 700 u 800 de diferentes habitantes de Oriente. Las últimas conversaciones fueron reanudadas ante las urgentes demandas del Japón, que sugirió una entrevista personal de los jefes de ambos Gobiernos. Por mi parte, habría viajado miles de kilómetros para entrevistarme con el primer ministro japonés, si hubiera tenido la seguridad de llegar a un acuerdo sobre determinados principios fundamentales, pero no se pudo conseguir ninguna garantía de esta clase. El 20 de octubre, Japón propuso que los Estados Unidos le abasteciesen de todo el petróleo necesario, levantasen el bloqueo de los fondos nipones y cesaran en la ayuda a China. Estados Unidos respondió con otra serie de proposiciones, en las que se sugería la conveniencia de una declaración mutua sobre los siguientes extremos: voluntad de paz, renuncia a deseos agresivos y territoriales, igualdad de oportunidades para todos, retirada de las tropas de la Indochina y de China y cesar en el apoyo al Gobierno Nacional chino, renuncia a los derechos territoriales y negociación de un Tratado de comercio. En el curso de estas negociaciones llegó a mi conocimiento que se preparaban ataques japoneses contra objetivos no especificados. Se pidieron explicaciones, a las que se contestó con evasivas. Los japoneses habían ordenado ya y estaba a punto de ejecutarse el ataque contra los Estados Unidos. El documento japonés, recibido después del comienzo de las hostilidades, está lleno, como ha dicho Hull, de falsedades.”10 El mismo día 16, Togo, ministro de AA.EE., declara ante la Dieta japonesa,: “A pesar de la afirmación anglonorteamericana en sentido contrario, los Estados Unidos han provocado al Japón con una actitud claramente belicosa. Han sido los Gobiernos de Estados Unidos y de la Gran Bretaña los que han pisoteado el deseo japonés de mantener la paz y son dichos países los que nos han impuesto la guerra. Las largas negociaciones deberían haberles instruido exactamente sobre los límites hasta dónde podía llegar el Japón y, naturalmente, tenían que saber las consecuencias a que se exponían en el caso de que las demandas norteamericanas sobrepasaran dichos límites. Cuando los pueblos norteamericano y británico hayan logrado, al fin, restablecer su equilibrio mental, espero que examinarán con calma las causas de la guerra actual. De esta manera, llegarán a formar un juicio sobre las negociaciones niponorteamericanas, someterán la política exterior de Roosevelt y Churchill a nuevo examen y comprenderán cuáles han sido las causas verdaderas de la guerra. En otros términos: llegarán a la conclusión de que toda la responsabilidad incumbe a los actuales Gobiernos de los Estados Unidos y del Imperio británico.” Refiriéndose a las relaciones entre Japón y la U.R.S.S. dijo que la actitud del Gobierno imperial japonés no había cambiado y que el Gobierno soviético había manifestado en diferentes ocasiones su propósito de permanecer fiel al Pacto de neutralidad concertado con el Japón. Añadió que el nuevo Tratado entre Alemania, Italia y Japón, a que se refirió Hitler el día 11, era un acontecimiento de alcance histórico. “No se puede dudar de que la colaboración entre los tres 10

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Estados será coronada por el más grande de los éxitos. Hay que hacer constar con satisfacción que otras naciones amigas de Europa se levantan para luchar contra el enemigo común. Hacemos la guerra en colaboración estrecha con Alemania, Italia y otros aliados, no sólo para establecer un sistema de justicia hasta la victoria final, sino – y principalmente – para la creación de un nuevo orden y asegurar de esta manera una paz mundial duradera, que hasta ahora ha sido constantemente amenazada por los manejos de Inglaterra y los Estados Unidos.”11 Tojo, por su parte, declara: “Tengo la intención, conforme a los deseos del Emperador, de superar las dificultades de esta situación, la más difícil que ha conocido la historia del Japón, poniendo mi corazón y mi alma al servicio del Estado y actuando según la voluntad de S.M.I. Desde la última sesión de la Dieta, el Gobierno prosiguió sus negociaciones con los Estados Unidos. Como ya se hizo constar, tales negociaciones fueron iniciadas para evitar que terceras potencias se opusieran a una solución feliz de la guerra de China; para anular, en todas las potencias que rodean al Japón, los motivos, no solamente de agresión directa contra nuestro país, sino también de medidas hostiles, tales como el bloqueo económico; para restablecer los cambios comerciales normales con el extranjero y, finalmente, para impedir una extensión de la guerra europea al Extremo Oriente. Pero los Estados Unidos se negaron no solamente a escuchar las justas razones de Japón, sino que retiraron las proposiciones que el mismo Gobierno de Washington había hecho primitivamente y nos entregó otras nuevas, redactadas de acuerdo con los deseos de Gran Bretaña....para humillar al Japón y provocarle. Si el Japón hubiera aceptado las exigencias norteamericanas, los grandes esfuerzos que nuestro país realizó a lo largo de los años para estabilizar la situación en la gran Asia oriental se hubieran reducido a cero tales esfuerzos y hasta le existencia misma del Imperio quedaría amenazada. Toda la confianza en nuestro país hubiera desaparecido si llegásemos a romper la palabra dada a nuestros aliados prometiendo nuestra colaboración al restablecimiento de la paz mundial. Japón no podía escoger otro camino que el de las armas para defender su prestigio y su existencia. En menos de diez días, las posiciones clave del enemigo fueron rotas; el grueso de la Flota norteamericana en el Pacífico, aniquilado; el de la Flota inglesa, también; fue roto en varios puntos el frente de cerco contra Japón y esos brillantes resultados militares han aumentado el prestigio de nuestro Imperio.” El día 17, vuelve a declarar ante la Dieta: “Teniendo en cuenta que nuestras operaciones afectan a extensas zonas cuyo centro es el Pacífico oriental, era para el Japón una necesidad absoluta asegurarse desde el comienzo mismo de las hostilidades el dominio del mar. Afortunadamente, nuestras fuerzas terrestres y marítimas, apoyándose mutuamente, lograron plenamente sus golpes de sorpresa, creando así las condiciones favorables para la continuación de la lucha. Gracias a los primeros triunfos, las fuerzas de tierra pudieran llevar a cabo importantes desembarcos en una serie de puntos de la península malaca. La Gran Bretaña ejercía una fuerte presión sobre Tailandia, y, durante la noche del domingo, a favor de la oscuridad, sus tropas atravesaron la frontera nordeste de dicho país. Como consecuencia, destacamentos de nuestro Ejército y de nuestra Marina desembarcaron durante la mañana del lunes en varios lugares de Malasia, ante 11

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las propias fuerzas navales británicas, concentradas en la extremidad meridional de la península. Tras duros combates, nuestras fuerzas ocuparon el aeródromo principal para impedir así la llegada de refuerzos aéreos para los ingleses. Esas fuerzas de desembarco se hallan ahora ocupadas en vencer la tenaz resistencia de los británicos, que aprovechan las condiciones del terreno para su defensa. Nuestras tropas, que han penetrado con éxito en toda la península malaca, establecieron contacto el día 12 con una división motorizada inglesa, que fue aniquilada por completo, después de una dura batalla. Mientras tanto, nuestra Aviación ocupaba la base aérea, a pesar de la reacción de la D.C.A. enemiga. Hasta el lunes, nuestras escuadrillas han destruido 155 aviones ingleses, lo que representa un golpe mortal para las fuerzas aéreas enemigas. Sin embargo, la ocupación de Singapur será aún cuestión de bastante tiempo, a causa de los esfuerzos realizados en muchos años por los ingleses para organizar la defensa de esta base, la más importante que Gran Bretaña posee en Extremo Oriente y de las enormes dificultades que presenta el terreno, cubierto de selvas en toda su extensión de 700 kilómetros. En el sector tailandés, las tropas japonesas, de conformidad con lo previsto en el acuerdo del día 8, han desembarcado en la bahía de Tailandia (golfo de Siam), mientras las fuerzas concentradas en la frontera de la Indochina francesa, se ponían en marcha con dirección a Bangkok, donde fueron recibidas calurosamente por el pueblo. En las Filipinas, la Aviación del Ejército y de la Marina han concentrado sus esfuerzos en la destrucción de las fuerzas aéreas enemigas y el éxito de estas operaciones ha sido tal que, al tercer día de hostilidades pudo realizarse el desembarco de tropas al norte de la isla de Luzón, seguido inmediatamente por otros desembarcos en la parte sur. Los dos grupos de fuerzas avanzaron en un movimiento de tenaza hacia Manila, forzaron en todos los puntos la línea de defensa del adversario, para ocupar toda la isla, que los norteamericanos creían inexpugnable. Estos éxitos militares, unidos a los obtenidos en Guam, revisten una gran importancia, puesto que han destruido el cerco del Japón y han creado datos estratégicos favorables para una victoria decisiva sobre Inglaterra y los Estados Unidos. En cuanto al sector chino, nuestro Ejército expedicionario ejerce una presión constante sobre las tropas de Chungking que quedan en las líneas de combate.”12 Añadió que las tropas japonesas habían desembarcado en Borneo. El día 18 de diciembre, 1941, el Mando japonés anuncia que sus fuerzas han desembarcado en Apari y avanzan hacia el sur. Continúan los ataques sobre Hong Kong, ocupan Punta Victoria en Birmania y los territorios del istmo de Kra. Otras tropas japonesas desembarcan en Singora y Baru. El día 21 se firma un tratado de alianza entre Japón y Tailandia. El 25, las fuerzas británicas que defendían Hong Kong se rinden. La colonia es ocupada por los japoneses. El 26 Manila es declarada ciudad abierta y abandonada por el Gobierno filipino. El Ejército japonés avanza sobre Borneo y repara pozos petrolíferos que les permiten obtener setecientas toneladas diarias de petróleo. Evolución militar de la guerra. La Segunda Guerra chino-japonesa comenzó en 1937, cuando Japón atacó en profundidad a China desde su plataforma en Manchuria. El 7 de julio de 1937, Japón, después de haber ocupado Manchuria desde 1931, lanzó otro ataque 12

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contra China cerca de Pekín, la capital del norte. Los japoneses terminaron de ocupar el norte rápidamente, pero fueron detenidos finalmente en la Batalla de Shanghái. Después de combatir alrededor de la ciudad por más de tres meses, Shanghái finalmente cayó ante los japoneses en noviembre de 1937, y la capital del sur, Nankín, cayó poco después. Como resultado, el Gobierno nacionalista chino trasladó su sede a Chongqing durante el resto de la guerra. Las fuerzas japonesas cometieron brutales atrocidades contra los civiles y los prisioneros de guerra en la Masacre de Nankín, matando unos 300.000 civiles en un mes. Ni Japón ni China declararon oficialmente la guerra por razones similares: Japón deseaba evitar la intervención de potencias extranjeras, sobre todo el Reino Unido y los Estados Unidos, que era su primer proveedor de acero y hubiera debido imponer un embargo en virtud de las Leyes de Neutralidad vigentes en dicho país; mientras que China temía que la declaración le granjeara la enemistad de las potencias occidentales en la zona. Debido a que la guerra en China se prolongaba más de lo planeado, los oficiales nacionalistas del Ejército Guandong reanudaron la lucha por el control de Mongolia y Siberia con Rusia. En la primavera de 1939, fuerzas soviéticas y japonesas chocaron en la frontera de Mongolia. El 8 de mayo, 700 jinetes mongoles cruzaron el río Khalka, río que los japoneses consideraban como la frontera de Manchukuo, pero los gobiernos soviético y mongol consideraban que la frontera se encontraba 35 kilómetros más al este. Las fuerzas mongolas y manchúes empezaron a dispararse, y en pocos días sus patrones soviéticos y japoneses habían enviado grandes contingentes militares, lo que derivó inmediatamente en una lucha, que condujo a una guerra a gran escala que duró hasta septiembre. La creciente presencia japonesa en el Lejano Oriente, fue vista por la Unión Soviética como una amenaza estratégica importante, y los soviéticos temían tener que luchar en una guerra de dos frentes, lo que fue una de las principales razones para el Pacto Ribbentrop-Mólotov con los nazis. Al final, los japoneses fueron derrotados decisivamente por los soviéticos bajo el mando del general Georgi Zhúkov en la Batalla de Khalkhin Gol. Después de esta batalla, la Unión Soviética y Japón estuvieron en paz hasta 1945. Japón miró entonces hacia el sur para expandir su imperio, lo que condujo a un conflicto con los Estados Unidos por las Filipinas y el control de las líneas de navegación de las Indias Orientales Neerlandesas. La Unión Soviética se enfocó en el oeste, aunque dejó un importante número de tropas para vigilar la frontera con Japón, pero serían retiradas en 1941. Inicio de la guerra en Europa (septiembre de 1939 – mayo de 1940) El 1 de septiembre de 1939, Alemania invadió Polonia, usando el pretexto de un ataque polaco simulado en un puesto fronterizo alemán. La llanura polaca ofrecía una ventaja para el desplazamiento de los blindados alemanes, aunque los bosques y las carreteras mal construidas eran problemas que hacían más arduo el avance. Alemania avanzó usando la blitzkrieg ('guerra relámpago'). El Reino Unido y Francia le dieron dos días a Alemania para retirarse de Polonia. Una vez que pasó la fecha límite, el 3 de septiembre, el Reino Unido, Australia, y Nueva Zelanda le declararon la guerra a Alemania, seguidos rápidamente por Francia, Sudáfrica y Canadá. Los franceses se movilizaron lentamente y después sólo hicieron una ofensiva de «demostración» en el Sarre, que pronto abandonaron, mientras que los británicos no pudieron hacer ninguna acción directa en apoyo de los polacos en el tiempo disponible (véase Traición occidental). Mientras, el 8 de septiembre,

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los alemanes alcanzaban Varsovia, tras haber penetrado a través de las defensas polacas, y comenzaron el asedio de Varsovia (8-28 septiembre). El 17 de septiembre, la Unión Soviética, siguiendo su acuerdo secreto con Alemania, invadió Polonia desde el este, convirtiendo las defensas polacas en un caos mediante la apertura de un segundo frente. La defensa polaca no aguantaría la lucha en dos frentes a la vez. Un día más tarde, tanto el presidente polaco como el comandante en jefe huyeron a Rumanía. El 1 de octubre, después de un mes de asedio de Varsovia, las fuerzas hostiles entraron en la ciudad. Las últimas unidades polacas se rindieron el 6 de octubre.11 Polonia, sin embargo, nunca se rindió oficialmente a los alemanes. Algunas tropas polacas se fueron a países vecinos. Como consecuencia de la Campaña de Septiembre, la Polonia ocupada consiguió crear un poderoso movimiento de resistencia y contribuyó con fuerzas militares significativas al esfuerzo aliado durante el resto de la Segunda Guerra Mundial. Tras la conquista de Polonia, Alemania se tomó una pausa para reagruparse durante el invierno de 1939–1940, mientras británicos y franceses se mantenían a la defensiva. Los periodistas llamaron a este período la «guerra de broma» o Sitzkrieg (drôle de guerre, en francés), debido a que casi no existieron combates. Durante este período, la Unión Soviética atacó Finlandia el 30 de noviembre de 1939, con lo que comenzó la Guerra de Invierno. A pesar de superar a las tropas finesas en número de 4 a 1, el Ejército Rojo encontró que su ataque se volvía muy difícil, lo cual resultó muy embarazoso y la fuerte defensa finesa evitó una invasión completa. Finalmente, los soviéticos acabaron por imponerse y el tratado de paz vio como Finlandia cedía áreas estratégicamente importantes en la frontera cerca de Leningrado, así como en la Carelia. Esto sentó un precedente de flaqueza en el ejército Rojo, el cual los alemanes se tomaría en serio para la invasión. Alemania invadió Dinamarca y Noruega el 9 de abril de 1940, en la Operación Weserübung, en parte para contrarrestar la amenaza de una inminente invasión Aliada de Noruega. Dinamarca no resistió, pero Noruega luchó. La defensa Noruega fue socavada desde el interior por la colaboración de Vidkun Quisling, cuyo nombre es hoy en día sinónimo de "traidor". Tropas del Reino Unido, cuya propia invasión estaba preparada, desembarcaron en el norte de Noruega. A últimos de junio, los Aliados habían sido derrotados y se retiraban, Alemania controlaba la mayor parte de Noruega, y las Fuerzas Armadas de Noruega se habían rendido, mientras que la Familia real noruega escapaba a Londres. Alemania usó Noruega como base para ataques navales y aéreos contra los convoyes árticos que se dirigían a la Unión Soviética con armas y suministros. Los partisanos noruegos continuarían la lucha contra la ocupación alemana durante toda la guerra. Frente occidental (mayo – septiembre de 1940) Los alemanes acabaron la «guerra de broma» el 10 de mayo de 1940, cuando invadieron Luxemburgo, Bélgica, los Países Bajos y Francia. Los Países Bajos fueron arrollados rápidamente y la ciudad neerlandesa de Róterdam fue destruida en un bombardeo aéreo. La Fuerza Expedicionaria Británica (BEF) y el Ejército Francés, avanzaron hacia el norte de Bélgica y planeaban hacer una guerra móvil en el norte, mientras mantenían un frente continuo y estático a lo largo de la Línea Maginot más al sur. Los planes Aliados fueron desbaratados inmediatamente por el más clásico e importante ejemplo en la historia de la Blitzkrieg.

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En la primera fase de la invasión, Fall Gelb, el Panzergruppe von Kleist de la Wehrmacht, se precipitó a través de las Ardenas, una región con espesos bosques que los Aliados habían pensado que sería impenetrable para un ejército mecanizado moderno. Los alemanes rompieron la línea francesa en Sedán, sostenida por reservistas más que por tropas de primera línea, para luego girar hacia el oeste a través del norte de Francia hacia el Canal de la Mancha, dividiendo en dos a los Aliados. La BEF y las fuerzas Francesas, rodeadas en el norte, fueron evacuadas desde Dunkerque en la Operación Dinamo. La operación fue una de las evacuaciones más grandes de la historia militar, cuando 338.000 soldados británicos, franceses y belgas fueron evacuados a través del Canal de la Mancha en barcos de guerra y civiles. La ofensiva pudo haber sido más satisfactoria para los alemanes de no haber sido parada por Hitler para que sus tropas cogieran aliento, cosa que en particular a Guderian no gustó nada. El 10 de junio, Italia se unió a la guerra, atacando a Francia por el sur. Las fuerzas alemanas continuaron entonces la conquista de Francia con Fall Rot ('Caso Rojo'). Francia firmó un armisticio con Alemania el 22 de junio de 1940, que condujo a la ocupación directa alemana de París y de dos tercios de Francia, y al establecimiento de un gobierno títere alemán con sede en el sudeste de Francia conocido como la Francia de Vichy. Alemania había empezado los preparativos en el verano de 1940 para invadir el Reino Unido en la Operación León Marino. Muchos de los suministros y de las armas pesadas del ejército británico se habían perdido en Dunkerque. Los alemanes no tenían ninguna esperanza de batir a la Marina Real Británica, pero pensaron que tendrían una oportunidad de éxito si podían alcanzar la superioridad aérea. Para hacerlo, tenían que suprimir primero a la Royal Air Force (RAF). El consiguiente combate a finales del verano de 1940 entre las dos fuerzas aéreas llegó a conocerse como la Batalla de Inglaterra. La Luftwaffe tomó como objetivo inicialmente a los aeródromos y estaciones de radar del RAF Fighter Command (Mando de Cazas de la RAF). Hitler, enfadado por los ataques de bombardeo de represalia hechos sobre Berlín, desvió su atención hacia el bombardeo de Londres, en una operación conocida como el Blitz. La Luftwaffe fue rechazada finalmente por los Hurricanes y los Spitfires, mientras la Royal Navy mantenía el control del Canal de la Mancha. Así, los planes de invasión fueron pospuestos indefinidamente. Después de la caída de Francia en 1940, el Reino Unido estaba sin recursos económicos. Franklin Delano Roosevelt persuadió al Congreso de los Estados Unidos, para que aprobase el acta de Préstamo y Arriendo el 11 de marzo de 1941, que proveyó al Reino Unido y a otros 37 países con 50.000 millones de dólares en equipo militar y otros suministros. El Reino Unido y la Commonwealth recibieron 34,4 mil millones de dólares. Canadá realizó un programa similar que envió 4,7 mil millones de dólares en suministros al Reino Unido. El Mediterráneo (abril de 1940 – mayo de 1943) El control del sur de Europa, el Mar Mediterráneo y de África del Norte era importante debido a que el Imperio Británico dependía del tráfico marítimo a través del Canal de Suez. Si el canal caía en las manos del Eje o si la Royal Navy perdía el control del Mediterráneo, entonces el transporte entre el Reino Unido, la India, y Australia tendría que efectuarse alrededor del Cabo de Buena Esperanza, un incremento de miles de millas.

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Así, tras la rendición francesa, los británicos atacaron a la Armada Francesa anclada en el Norte de África en julio de 1940, por temor a que pudiese caer en manos alemanas, incrementando así su potencial naval y dificultando la posición británica. Esto contribuyó a un distanciamiento en las relaciones anglo-francesas durante los años siguientes. Con la flota francesa destruida, la Royal Navy combatió contra la flota italiana por la supremacía en el Mediterráneo desde sus fuertes bases en Gibraltar, Malta y Alejandría (Egipto). En África, las tropas italianas invadieron y capturaron la Somalilandia Británica en agosto. Italia invadió Grecia el 28 de octubre de 1940, desde Albania, entonces ocupada por Italia, pero fue rechazada rápidamente. A mediados de diciembre, el ejército Griego avanzó incluso hacia el sur de Albania, ocupando así en la campaña a 530.000 soldados italianos. Mientras tanto, en cumplimiento de la garantía británica dada a Grecia, la Royal Navy atacó a la flota italiana el 11 de noviembre de 1940. [[Avión torpedero|Aviones torpederos partidos desde los portaaviones británicos atacaron a la flota italiana en Tarento, un puerto del sur. Un acorazado fue hundido y se pusieron temporalmente fuera de servicio otros buques. El éxito de los torpedos aéreos en Tarento, fue visto con mucho interés por el jefe naval japonés, Isoroku Yamamoto, que estaba ponderando los medios para neutralizar a la Flota del Pacífico de los Estados Unidos. La Grecia continental, cuyas mejores tropas se habían desgastado en contra de Italia en Albania, cayó finalmente ante una invasión alemana desde el nordeste, a través de Bulgaria. Las tropas italianas pasaron Egipto desde Libia para atacar las bases británicas en septiembre de 1940, comenzando así la Campaña en África del Norte. El objetivo era la captura del Canal de Suez. Las fuerzas británicas, indias, y australianas contraatacaron en la Operación Compass, que terminó en 1941, cuando numerosas fuerzas australianas y de Nueva Zelanda (ANZAC) fueron transferidas a Grecia para defenderla del ataque alemán. Las fuerzas alemanas (conocidas más tarde como el Afrika Korps) bajo el mando del general Erwin Rommel desembarcaron en Libia en febrero de 1941 para renovar el asalto contra Egipto. Alemania también invadió Creta, operación importante por el uso a gran escala de las tropas paracaidistas alemanas. Creta estaba defendida por unos 11.000 griegos y 28.000 tropas ANZAC, que habían escapado hacía poco de Grecia sin su artillería y sus vehículos. Los alemanes atacaron los tres aeropuertos principales de la isla en Maleme, Rétino y Candía. Después de un día de lucha, no se había alcanzado ninguno de los objetivos y los alemanes habían sufrido bajas devastadoras. Los planes alemanes estaban en desorden y el comandante alemán, el general Kurt Student, estaba contemplando el suicidio. Durante el día siguiente, gracias a la mala comunicación y del fallo de los comandantes Aliados en comprender la situación, el aeropuerto de Maleme en el oeste de Creta cayó en poder de los alemanes. La pérdida de Maleme hizo que los alemanes pudiesen hacer llegar refuerzos pesados transportados en avión con los que arrollar a las fuerzas Aliadas en la isla. Sin embargo, en vista de las fuertes bajas sufridas por los paracaidistas, Hitler prohibió realizar más operaciones aerotransportadas. En el norte de África, las fuerzas de Rommel avanzaron rápidamente hacia el este, poniendo sitio al vital puerto de Tobruk. Fueron derrotados dos intentos Aliados por liberar Tobruk, pero una ofensiva mayor a fines de año (Operación Crusader) rechazó a las fuerzas de Rommel después de intensos combates. 43

La guerra entre las armadas Aliada e italiana cambió decisivamente a favor de los Aliados el 28 de marzo de 1941, cuando los barcos del almirante Andrew Browne Cunningham encontraron a la flota principal italiana al sur del Cabo Matapán, en el extremo sur de la Grecia continental. Con un coste de un par de aviones derribados, los Aliados hundieron cinco cruceros italianos y tres destructores, y dañaron al moderno acorazado Vittorio Veneto. La Marina italiana fue anulada como fuerza de combate y la tarea Aliada de transportar tropas a través del Mediterráneo hacia Grecia se vio facilitada. El 6 de abril de 1941, fuerzas alemanas, italianas, húngaras y búlgaras invadieron Yugoslavia, acabando con la rendición del ejército yugoslavo el 17 de abril y con la creación de un estado títere en Croacia y Serbia. También el 6 de abril, Alemania invadió Grecia desde Bulgaria. El ejército griego defendiendo la línea Metaxas, fue superado en número y en capacidad de maniobra por el rápido avance alemán a través de Yugoslavia y colapsó. Atenas cayó el 27 de abril, aunque el Reino Unido consiguió evacuar unos 50.000 soldados, especialmente a Creta. La resistencia comenzó en Yugoslavia a mediados de 1941, centrada en dos movimientos: los partisanos comunistas, AVNOJ, liderados por Tito, y el grupo realista Chetniks, liderado por Draza Mihailovic. Los dos grupos paramilitares cooperaron brevemente en 1941, pero se enfrentaron pronto, cuando los chetniks asumieron un papel más ambivalente, poniéndose frecuentemente del lado de las fuerzas de ocupación, y en contra de los comunistas. En abril-mayo de 1941, hubo una corta guerra en Irak que resultó en una renovación de la ocupación británica. En junio, fuerzas Aliadas invadieron Siria y el Líbano, y capturaron Damasco el 17 de junio. Más tarde, en agosto, tropas del Reino Unido y del Ejército Rojo ocuparon el neutral Irán, asegurando su petróleo y una línea de suministro por el sur para la Unión Soviética. Al comienzo de 1942, las fuerzas Aliadas en el norte de África fueron debilitadas al mandar destacamentos al Lejano Oriente. Rommel una vez más recapturó Bengasi. Entonces derrotó a los Aliados en la Batalla de Gazala y conquistó Tobruk, haciendo miles de prisioneros y apoderándose de grandes cantidades de suministros, antes de continuar más profundamente dentro de Egipto. La Primera Batalla de El Alamein tuvo lugar en julio de 1942. Las fuerzas Aliadas se habían retirado al último punto defendible antes de Alejandría y el Canal de Suez. El Afrika Korps, sin embargo, había agotado sus suministros y los defensores pararon su empuje. La Segunda Batalla de El Alamein ocurrió entre el 23 de octubre y el 3 de noviembre. El Teniente General Bernard Montgomery estaba al mando de las fuerzas Aliadas conocidas como el 8º Ejército. Los Aliados iniciaron entonces su ofensiva y, a pesar de una dura resistencia inicial de los italianos y alemanes, triunfaron al final. Después de la derrota alemana en El Alamein, las fuerzas del Eje efectuaron con éxito una retirada estratégica hacia Túnez. La Operación Torch fue efectuada por los Estados Unidos, Gran Bretaña y las fuerzas de la Francia libre el 8 de noviembre de 1942, para ganar el control del Norte de África a través de desembarcos simultáneos en Casablanca, Orán y Argelia, seguidos unos pocos días después por un desembarco en Bône, la puerta de entrada a Túnez. Las fuerzas locales de la Francia de Vichy opusieron una resistencia mínima antes de someterse a la autoridad de la Francia libre del general Henri Giraud. Como represalia, Hitler invadió y ocupó la Francia de Vichy, mientras Mussolini ocupó Córcega y la costa azul francesa hasta el Ródano. Las fuerzas alemanas e italianas, que habían ocupado Túnez, fueron 44

cogidas en un movimiento de pinza por los avances Aliados, desde Argelia en el oeste y desde Libia en el este. La victoria táctica de Rommel contra las fuerzas inexpertas de los estadounidenses en la Batalla del paso de Kasserine, sólo pospuso un tiempo la eventual rendición de las fuerzas del Eje en el Norte de África en mayo de 1943. En 1943, el Eje casi tuvo éxito en la supresión de la resistencia partisana yugoslava. Desde enero a abril, se forzó a las guerrillas a huir hacia el este, en condiciones invernales sobre el duro terreno de Bosnia, sufriendo graves pérdidas, y cruzando eventualmente el río Neretva (Batalla del Neretva), asegurando su puesto de mando y su hospital. Continuaron hacia el este, incapacitando las fuerzas chetniks del área, y cayeron en un embolsamiento alemán casi fatal en el valle del Sutjeska a últimos de mayo (Batalla del Sutjeska). África subsahariana (julio de 1940 – septiembre de 1943) Italia había ganado el control de Eritrea y de la Somalía Italiana durante la Repartición de África, y había tomado Etiopía antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial durante la Invasión de Etiopía (1935-36). Estas tres colonias fueron reorganizadas en el dominio del África Oriental Italiana. A principios de 1940, las fuerzas coloniales italianas consistían en 80.000 soldados italianos y 200.000 soldados nativos, mientras que las fuerzas británicas en toda la Somalilandia Británica, Kenia y Sudán solamente totalizaban unos 17.000.14 Los italianos primero se desplegaron para la toma de la Somalilandia Francesa (hoy en día conocida como Yibuti). Este ataque fue cancelado debido al colapso del Ejército francés y la formación del Gobierno colaboracionista de la Francia de Vichy. En julio, las ciudades en la frontera con Sudán, Kassala y Gallabat fueron ocupadas por una fuerza italiana de 50.000 hombres,15 y en agosto de 1940, el ejército colonial italiano atacó y tomó la Somalilandia Británica utilizando una fuerza de 25.000 hombres. Esto le dio a Italia el control de casi todo el Cuerno de África. En septiembre de 1940, las fuerzas Aliadas fallaron, durante la Batalla de Dakar, en la captura de la capital de Senegal, luchando contra las tropas de la Francia de Vichy que la defendían; el África Occidental Francesa permaneció en manos de Vichy hasta los desembarcos de la Operación Torch en el norte de África en noviembre de 1942. Aunque en noviembre los Aliados tuvieron éxito en la Batalla de Gabón, consolidando su control sobre el África Ecuatorial Francesa para las fuerzas de la Francia libre. También en noviembre de 1940, los Británicos empezaron una contraofensiva desde el Sudán con solamente 7.000 soldados, atacando Gallabat ocupada por los italianos, siendo incapaces de tomarla. 16 Sin embargo en enero de 1941, el ejército italiano retiró sus fuerzas desde las ciudades fronterizas del Sudán a un terreno más defendible al este de Kassala. Con refuerzos adicionales provenientes del ejército de la India Británica y de Sudáfrica, la campaña empezó a hacer progresos. La Somalilandia Británica fue reconquistada en marzo, y Adís Abeba, capital de Etiopía, fue capturada el 6 de abril. El emperador Haile Selassie I volvió a la ciudad el 5 de mayo. Sin embargo, una fuerza de italianos continuó luchando una guerra de guerrillas en Etiopía, hasta la rendición italiana de septiembre de 1943. Madagascar, como una colonia francesa que era, estaba considerada territorio enemigo por los británicos desde de la creación del régimen colaboracionista de Vichy. Era también la tierra sugerida a la que los judíos europeos deberían ser deportados, en una propuesta antisemita conocida como el «Plan Madagascar». 45

Mientras los británicos controlasen Egipto y el Canal de Suez, estos planes alemanes eran imposibles, y eventualmente fueron archivados en favor de una campaña de genocidio, que se llamó la Solución final. Con la entrada de los japoneses en la guerra en diciembre de 1941, y la rendición de Singapur en febrero de 1942, los Aliados llegaron a preocuparse cada vez más, que Madagascar pudiese caer en manos del Eje. Por lo tanto, realizaron una invasión, conocida como la Operación Ironclad en mayo de 1942. La lucha contra los defensores franceses de Vichy duró hasta noviembre, estando los franceses respaldados por varios submarinos japoneses. En diciembre, la Somalilandia Francesa también fue conquistada por los británicos. Después de los desembarcos de la Operación Torch, el resto de los territorios de Vichy en África quedaron bajo el control de los Aliados. Con el control del sur del continente seguro, aparte de la insurgencia italiana en Etiopía, los Aliados volvieron su atención a otros teatros de la guerra. Frente oriental (abril de 1941 – enero de 1942) La batalla de Grecia y la Invasión de Yugoslavia retrasaron la invasión alemana seis semanas críticas, como posteriormente se puso de manifiesto. Tres Grupos de Ejército alemanes, junto con otras unidades militares del Eje, que sumaban unos 3,5 millones de hombres, se lanzaron a la invasión de la Unión Soviética el 22 de junio de 1941. El Grupo de Ejércitos Norte estaba desplegado en Prusia Oriental y estaba compuesto por los ejércitos de infantería 18º y 16º y un ejército Panzer, el 4º al mando de los generales Busch, Von Küchler y Hoepner, todos bajo las órdenes del mariscal Ritter Von Leeb, apoyados por la 1° flota aérea del general Koller totalizando 450.000 combatientes del Eje. Sus objetivos principales eran el asegurar los estados bálticos y tomar Leningrado. Oponiéndose al Grupo de Ejércitos Norte estaban tres Ejércitos soviéticos compuestos por 450.000 hombres en un principio, pero con las nuevas movilizaciones se aumentó el número a 600.000 al mando del mariscal Voroshilov. Los alemanes lanzaron sus 600 tanques contra el punto de contacto de los dos Ejércitos soviéticos en ese sector. El objetivo del 4º Ejército Panzer era cruzar los ríos Niemen y Dvina, que eran los dos mayores obstáculos en la ruta hacia Leningrado. En el primer día, los tanques cruzaron el río Niemen y penetraron 80 kilómetros. Cerca de Rasienai, los Panzers fueron contraatacados por 300 tanques soviéticos. Los alemanes tardaron 4 días en rodear y destruir a los tanques soviéticos. Los Panzers, cruzaron después el Río Dvina cerca de Dvinsk. Los alemanes estaban ahora a una distancia suficiente como para atacar Leningrado; sin embargo, Hitler ordenó a los Panzers mantener su posición mientras los Ejércitos de infantería los alcanzaban. Las órdenes de mantener la posición durarían cerca de una semana, dando tiempo suficiente a los soviéticos para que fortaleciesen sus defensas alrededor de Leningrado. Los soviéticos recibieron apoyo de la flota soviética del Báltico, hasta que los Stukas alemanes lograron hundir a los acorazados Marat y Revolución de Octubre. Después de que Hitler dio la orden de ataque el 4° Ejército Panzer trató de perforar la plaza desde el 10 de agosto hasta el 8 de septiembre. Voroshilov movilizó a toda la población civil para evitar que la ciudad cayera lo cual consiguió con enormes pérdidas que oscilan entre 500.000 y 1.500.000 de bajas en el bando soviético solamente. El Grupo de Ejércitos Centro estaba desplegado en Polonia y comprendía a los ejércitos 9º, al mando del general Strauss, 4º, al mando del general Von Kluge, al 2º, comandado por el general Von Weichs, y dos ejércitos Panzer, el 2º y el 46

3º, bajo las órdenes de los generales Guderian y Hoth respectivamente, todos a su vez dirigidos por el mariscal Fedor von Bock. Su objetivo principal era la captura de Moscú. Oponiéndose al Grupo de Ejércitos del Centro estaban cuatro Ejércitos soviéticos con 3.500 tanques, bajo el mando del mariscal Timoshenko. Los soviéticos ocupaban un saliente que se introducía en territorio alemán con su centro en Bialystok. Más allá de Bialystok, estaba Minsk que era un nudo de ferrocarriles clave y que guardaba la principal autopista a Moscú. El 3º Ejército Panzer penetró a través de la unión de los dos Ejércitos soviéticos desde Prusia y cruzó el río Niemen, y el 2º Ejército Panzer cruzó el río Bug desde el sur para lo cual se emplearon 80 tanques capaces de caminar bajo el agua. Mientras atacaban los Panzers, los ejércitos de infantería golpeaban en el saliente y rodeaban a las tropas soviéticas en Bialystok. El objetivo de los Ejércitos Panzer era encontrarse en Minsk e impedir una retirada soviética. El 27 de junio, tras 5 días de operaciones, los Ejércitos Panzer II y III se encontraron en Minsk habiendo avanzado 350 kilómetros en territorio soviético. En la enorme bolsa entre Minsk y la frontera polaca estaban rodeadas 32 Divisiones de Infantería soviéticas y 8 Divisiones de tanques, totalizando 400.000 soldados soviéticos con más de 3.500 tanques (tres veces más que los atacantes) y 2.000 cañones que fueron atacados sin piedad envueltas en un triángulo que inicialmente tenía 300 km de lado. La batalla de cerco duró 14 días, del 27 de junio al 10 de julio, y al desplomarse la resistencia fueron capturados 323.898 soldados soviéticos, aunque consiguieron escapar unos 250.000 más, capturaron o destruyeron 3.332 tanques y 1.909 cañones (más del total de tanques enviados a la lucha por Francia); el aniquilamiento de esa cantidad de material blindado dio confianza al mando alemán, ya que los tanques disponibles de Alemania para la invasión de Rusia eran solamente 2.434, y se creyó que se había logrado acabar con la mayoría del blindaje soviético, lo que en realidad era falso, pues el Ejército Rojo tenía una imponente masa de 20.000 máquinas para 1941, aunque debemos matizar que el 92% de esos carros eran viejos tanques de los años 30 que en la primera semana se averiaron casi el 50% de ellos debidos a problemas mecánicos, donde el 90% de los T-35 se averiaron sin luchar, sólo un 5% eran T34s y un 3% KV-1s. En ese mismo tiempo la Luftwaffe había organizado 2.800 aviones en tres flotas comandados por Loehr, Kesselring y Keller. En los primeros días de lucha numerosas escuadrillas de tres bombarderos se internaron en suelo soviético volando casi a ras de suelo y sin cruzar ciudades para atacar los principales aeródromos en un radio de 300 km. En esos dos primeros días de lucha se reportaron 2.700 aviones derribados o destruidos en sus bases, pero tras ocupar los aeródromos por tierra se comprobó que fueron destruidos 2.700 aparatos, de los cuales unos 1.800 en el primer día. El Grupo de Ejércitos Sur estaba desplegado al sur de Polonia y Rumanía y estaba compuesto por los ejércitos 6º, 11º, y 17º, y un Ejército Panzer, el 1º, junto con dos Ejércitos rumanos y varias divisiones italianas, croatas, eslovacas y húngaras. Su objetivo era asegurar los campos petrolíferos del Cáucaso. En el sur, los comandantes soviéticos habían reaccionado rápidamente al ataque alemán y sus fuerzas de tanques superaban con mucho a las alemanas. Oponiéndose a los alemanes en el sur había tres Ejércitos soviéticos. Los alemanes golpearon en los puntos de contacto de los tres Ejércitos soviéticos, pero el 1º Ejército Panzer golpeó justo a través del Ejército soviético con el objetivo de capturar Brody. El 26 de junio, cinco Cuerpos mecanizados soviéticos con unos 1.000 tanques montaron un contraataque masivo contra el 47

1º Ejército Panzer. La batalla fue una de las más feroces de la invasión, durando 4 días. Al final de la misma los alemanes resultaron vencedores, pero los soviéticos inflingieron duras pérdidas al 1º Ejército Panzer. Con el fracaso de la ofensiva blindada soviética, se habían acabado las últimas fuerzas substanciales de tanques soviéticos. El 3 de julio, apenas terminada la batalla de Bialystock-Minsk Hitler dio su consentimiento a los Panzers para que relanzasen su empuje hacia el este, después que los ejércitos de infantería los hubiesen alcanzado. Fedor von Bock lanzó la vanguardia de sus 9 divisiones blindadas y sus 7 motorizadas, seguidas por 35 divisiones de infantería hacia el frente. A las orillas del río Beresina los alemanes se enfrentaron a un nuevo tipo de tanque soviético desconocido hasta entonces. Era el T-34, con coraza frontal de 4,5 centímetros de blindaje inclinado y cañón de 76,2 mm de diámetro, eficaz a 1.500 m. Los efectivos de la 18ª División Blindada de Guderian se enfrentaron a él, pasando serias dificultades antes de descubrir que tenía una mala visibilidad por detrás y una comunicación por radio deficiente (no solía haber radio y se hacían señas a los otros carros). Iguales dificultades pasaron al repeler al tanque pesado KV-1, mejor blindado que el T-34.Después de la sorpresa se destruyeron varias unidades soviéticas encabezadas por el VIII Cuerpo de Ejército, en la que militaba el hijo de Stalin Jacobo Djugashvili el cual fue hecho prisionero. A pesar de todo, Stalin se negó a hacer un trato con los nazis para el intercambio de su hijo. El siguiente objetivo del Grupo de Ejércitos Centro sería la ciudad de Smolensk que dominaba la carretera a Moscú. Enfrente de los alemanes estaban las fortificaciones no concluidas de la Línea Stalin, apoyadas sobre el río Dnieper, y al perforarla consiguieron capturar Perekov. El 6 de julio, los soviéticos lanzaron un ataque con 700 tanques contra el 3º Ejército Panzer. Los alemanes, usando su abrumadora superioridad aérea en calidad, ya que los soviéticos poseían la flota más numerosa de todas las naciones, pero sus cazas J-15 y sus bombarderos relativamente lentos y de los más diversos modelos, no podían competir contra los Messerschmitt 109 ni contra los Stukas Junker-87 más rápidos. El 2º Ejército Panzer cruzó el río Dnieper y se acercó a Smolensk desde el sur, mientras que el 3º Ejército Panzer, después de derrotar el contraataque soviético, se aproximó a Smolensk desde el norte. Tres Ejércitos soviéticos quedaron atrapados entre sus pinzas. El 26 de julio, los Panzers cerraron la trampa y entonces comenzó la eliminación de la bolsa, cogiendo 310.000 prisioneros soviéticos, 3.205 tanques y 3.210 cañones, de un total de 3.600 tanques, 3.500 cañones y 460.000 combatientes soviéticos. Hitler ahora, se vio en un dilema: sus generales querían continuar con el empuje hacia Moscú, el problema para continuar con la ofensiva del sector central, era que en el Sur los ejércitos comandados por Von Rundstedt se encontraban atascados a la entrada de Kiev, donde el mariscal Budenny tenía cinco ejércitos con más de 700.000 hombres, parapetados en poderosas defensas, y otro ejército soviético se encontraba en la región de Gómel con más de 100.000 hombres; este conjunto de tropas preocupaba a Hitler, ya que las líneas de abastecimiento de los ejércitos de Von Bock se encontraban demasiado extendidas. Tanques del Grupo de Ejércitos Centro fueron desviados en apoyo de los Grupos de Ejércitos Norte y Sur. Los generales de Hitler se opusieron vehementemente a esta medida, ya que Moscú se encontraba sólo a 350 kilómetros del Grupo de Ejércitos Centro y el grueso del Ejército Rojo estaba desplegado en ese sector y solamente un ataque allí tenía esperanzas de acabar la guerra rápidamente. Pero 48

Hitler fue inflexible y los tanques del Grupo de Ejércitos Centro se fueron y reforzaron al 4º Ejército Panzer en el norte, atravesando las defensas soviéticas el 8 de agosto, estando al final de agosto a sólo 50 km de Leningrado. Mientras tanto los finlandeses habían atacado hacia el sudeste, a ambos lados del Lago Ladoga, alcanzando la antigua frontera soviética. En el Sur a mediados de julio, más allá de los Pantanos de Pinsk, los alemanes se habían quedado a sólo unos pocos kilómetros de Kiev. El 1º Ejército Panzer entonces fue hacia el Sur, mientras que el 17º Ejército alemán, que estaba en el flanco sur del 1º Ejército Panzer, golpeó hacia el este y entre los dos atraparon tres Ejércitos soviéticos cerca de Uman. Cuando los alemanes eliminaron la bolsa, los tanques giraron hacia el norte y cruzaron el Dnieper, mientras tanto el 2º Ejército Panzer que había sido desviado del Grupo de Ejércitos Centro por orden de Hitler había cruzado el río Desna con el 2º Ejército en su flanco derecho. Los dos ejércitos Panzer atraparon ahora 4 Ejércitos soviéticos y partes de otros dos. El embolsamiento de las fuerzas soviéticas en Kiev fue conseguido el 16 de septiembre. Los rodeados soviéticos no abandonaron fácilmente, siguió una batalla salvaje que duró 10 días, después de la cual los alemanes declararon que habían capturado 600.000 soldados soviéticos. Hitler la llamó la batalla más grande de la historia. Después de Kiev, los alemanes no estaban superados en número por el Ejército Rojo, y los soviéticos no tenían más reservas. A Stalin le quedaban 800.000 hombres para defender Moscú. El 9 de septiembre, el Grupo de Ejércitos Norte llegó a 11 kilómetros de Leningrado, pero Hitler ordenó que Leningrado fuese asediado. Sin embargo, una pequeña ruta improvisada entre un bosque, permitió el paso de suministros a la ciudad. Los soviéticos estaban montando cada vez más ataques contra el Grupo de Ejércitos Centro pero faltándoles sus tanques, no estaban en posición de tomar la ofensiva. Hitler había cambiado de opinión y decidido que los tanques se devolviesen al Grupo de Ejércitos Centro para su empuje total hacia Moscú. La Operación Typhoon, el empuje hacia Moscú, comenzó el 2 de octubre. Frente al Grupo de Ejércitos Centro estaban una serie de elaboradas líneas de defensa. Los alemanes penetraron fácilmente la primera línea de defensa cuando el 2º Ejército Panzer, volviendo desde el sur, tomó Orel que estaba 110 kilómetros detrás de la primera línea soviética de defensa. Los alemanes entonces empujaron hacia dentro y en el vasto embolsamiento cogieron a 663.000 prisioneros soviéticos. Los soviéticos solo tenían ahora 90.000 hombres y 1.500 tanques para la defensa de Moscú. Casi desde el principio de la Operación Typhoon el clima se había ido deteriorando continuamente, haciendo más lento el avance alemán sobre Moscú, hasta llegar a ser de 3 kilómetros diarios. El 31 de octubre, el Alto Mando del Ejército alemán ordenó un alto en la Operación Typhoon para que los ejércitos pudiesen reorganizarse. La pausa dio tiempo a los soviéticos para construir nuevos ejércitos y traer las tropas soviéticas desde el este, cuando el Pacto de Neutralidad firmado por soviéticos y japoneses en abril de 1941, le aseguraba a Stalin que ya no sería amenazado por los japoneses por más tiempo. El 15 de noviembre, los alemanes comenzaron una vez más el ataque sobre Moscú. Enfrente de los alemanes estaban 6 Ejércitos Soviéticos. Los alemanes intentaron que los Ejércitos Panzer III y IV cruzaran el Canal de Moscú y rodearan Moscú desde el nordeste. El 2º Ejército Panzer atacaría Tula y después se acercaría a Moscú desde el sur y el 4º Ejército golpearía en el centro. Sin embargo, el 22 de noviembre, las tropas siberianas soviéticas fueron lanzadas sobre el 2º Ejército Panzer en el sur, e infligieron una sorprendente derrota a los 49

alemanes. El 4º Ejército Panzer tuvo éxito en cruzar el Canal de Moscú y el 2 de diciembre había penetrado hasta 25 kilómetros del Kremlin. Pero para entonces empezaron las primeras tormentas del invierno, y la Wehrmacht no estaba equipada para la guerra de invierno. La congelación y la enfermedad habían causado más bajas que el combate; los muertos y heridos ya habían alcanzado un número de 155.000 en 3 semanas. Las divisiones estaban a una fuerza del 50% y el amargo frío había causado grandes problemas a los cañones y al equipo; muchos ataques soviéticos eran producidos muy temprano, dado que las armas alemanas no funcionaban a tan bajas temperaturas, mientras que las de los soviéticos sí. Las condiciones climatológicas hacían que la Luftwaffe estuviese en tierra. Las tropas soviéticas recién reclutadas cerca de Moscú, hacían un número de cerca de 500.000 hombres, y Zhukov el 5 de diciembre lanzó un contraataque masivo que empujó a los alemanes hacia su frontera cerca de 325 kilómetros, pero no consiguió una brecha definitiva. La invasión de la Unión Soviética había costado hasta ahora a los alemanes unos 250.000 muertos y 500.000 heridos, así como gran parte de sus tanques. El Pacífico (abril de 1941 – junio de 1943) Hitler ocultó a los japoneses su plan de invadir la Unión Soviética. La URSS, temiendo una guerra en dos frentes, decidió hacer la paz con Japón. El 13 de abril de 1941, la URSS y Japón firmaron el Pacto de Neutralidad SoviéticoJaponés, permitiendo que los japoneses concentrasen su atención en la inminente guerra en Asia y el Pacífico. En el verano de 1941, los Estados Unidos, el Reino Unido y los Países Bajos comenzaron un embargo de petróleo contra el Japón, amenazando con impedir su capacidad para librar una guerra importante tanto en el mar como en el aire. Sin embargo, las fuerzas japonesas continuaron avanzando hacia el interior de China. Durante los meses de verano, Japón trató de sondear las posibilidades de lograr que los Estados Unidos levantasen el embargo de petróleo contra el imperio nipón. La respuesta estadounidense fijaba como condición sine qua non la retirada de las tropas japonesas en China. Rechazando estas condiciones, Japón planeó un ataque sobre Pearl Harbor para mermar gravemente a la Flota del Pacífico de los Estados Unidos, y después apoderarse de los campos de petróleo de las Indias Orientales Neerlandesas. El primer ministro, príncipe Fumimaro Konoe, era muy reticente a iniciar una guerra contra los Estados Unidos y los países de la Commonwealth. Sin embargo, el emperador Hirohito se inclinó finalmente por las tesis del sector más belicista, como el propio Konoe admitiría ante su jefe de gabinete, Kenji Tomita. Ante su aislamiento en el Gobierno y la falta de apoyo del emperador, Konoe se vio forzado a dimitir el 16 de octubre de 1941. Para reemplazarlo, Hirohito eligió, de acuerdo con la recomendación del Señor del Sello Privado, Koichi Kido, al hasta entonces ministro de la Guerra, general Hideki Tōjō, una de las figuras más destacadas del sector belicista, encargándole la organización del ataque contra la flota estadounidense en el Pacífico. El 1 de diciembre, en una Conferencia Imperial celebrada en Tokio, Hirohito dio su aprobación oficial al comienzo de la guerra. El 7 de diciembre, Japón lanzó ataques por sorpresa, prácticamente simultáneos, contra Pearl Harbor, Tailandia y los territorios británicos de Malaya y Hong Kong. Una flota de portaaviones japoneses lanzó un ataque aéreo por sorpresa sobre Pearl Harbor. El ataque destruyó la mayor parte de los aviones estadounidenses de la isla y dejó fuera de combate a la principal Flota de Batalla estadounidense (tres acorazados fueron hundidos, y cinco más 50

gravemente dañados, aunque solo se perdieron definitivamente el USS Arizona y el USS Oklahoma, los otros seis acorazados fueron reparados y pudieron regresar al servicio activo). Sin embargo, los cuatro portaaviones estadounidenses (que eran el principal objetivo del ataque japonés) estaban fuera, en alta mar. En Pearl Harbor, el muelle principal, las instalaciones de suministro y de reparación fueron reparadas rápidamente. Más aún, las instalaciones para el almacenaje de combustible de la base, cuya destrucción habría dejado gravemente mermada a la flota del Pacífico, fueron dejadas intactas. El ataque unió a la opinión pública estadounidense pidiendo venganza contra el Japón. Al día siguiente, el 8 de diciembre, los Estados Unidos declararon la guerra al Japón. A la vez que atacaban Hawái, los japoneses atacaron la isla de Wake, un territorio estadounidense en el Pacífico Central. El intento de desembarco inicial, fue rechazado por la guarnición de Marines, y una resistencia muy dura continuó hasta el 23 de diciembre. Los japoneses enviaron un gran número de refuerzos, y la guarnición se rindió cuando estuvo claro que no estaba viniendo ninguna fuerza de auxilio estadounidense. Japón también invadió las Filipinas, un protectorado de los Estados Unidos, el 8 de diciembre. Las fuerzas estadounidenses y filipinas, bajo el mando del General Douglas MacArthur, fueron forzadas a retirarse a la Península de Batán. Una fiera resistencia continuó hasta abril, comprando un tiempo precioso para los Aliados. Después de su rendición, los supervivientes fueron conducidos a la Marcha de la Muerte de Batán. La resistencia Aliada continuó por un mes más en la isla fortaleza de Corregidor, hasta que también se rindieron. El General MacArthur, al que se le había ordenado retirarse a Australia, prometió: «Volveré». Un desastre golpeó a los británicos el 10 de diciembre, cuando perdieron 2 barcos de guerra importantes, el HMS Prince of Wales y el HMS Repulse. Ambos buques fueron atacados por 85 bombarderos y torpederos japoneses con base en Saigón, en la Indochina francesa, y 840 marineros británicos perecieron. Winston Churchill dijo acerca del suceso: «En toda la guerra, nunca recibí un golpe más directo». Alemania declaró la guerra a los Estados Unidos el 11 de diciembre, aunque no estaba obligada a hacerlo bajo el acuerdo del Pacto Tripartito. Hitler esperaba que Japón apoyaría a Alemania atacando a la Unión Soviética. Japón no lo hizo porque había firmado un tratado de no agresión, prefiriendo concentrarse en expandir su imperio en China, Sudeste de Asia, y el Pacífico. Más que abrir un segundo frente sobre la URSS, el efecto de la declaración de guerra alemana fue el de borrar cualquier oposición significativa dentro de los Estados Unidos, para unirse a la lucha en el Teatro Europeo. Los Aliados fueron creados oficialmente a través de la Declaración de las Naciones Unidas el 1 de enero de 1942. Poco después se formó el Mando Estadounidense-Británico-Holandés-Australiano, en inglés (ABDACOM), para unificar las fuerzas Aliadas en el Sudeste de Asia. Fue el primer mando supremo Aliado de la guerra. Las fuerzas navales ABDACOM casi fueron destruidas en la Batalla del Mar de Java, la batalla naval más grande de la guerra hasta ese momento, desde el 28 de febrero hasta el 1 de marzo. El mando conjunto se acabó poco después, para reemplazarse por tres mandos supremos Aliados en el Sudeste de Asia y en el Pacífico.

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En abril, la incursión Doolittle, la primera incursión aérea Aliada sobre Tokio, levantó la moral en los Estados Unidos e hizo que Japón gastase recursos en la defensa de la tierra madre, pero causó poco daño real. A principios de mayo, los japoneses empezaron a realizar la Operación Mo, un plan para conquistar Port Moresby, en Nueva Guinea. El primer paso fue abortado por las marinas de los Estados Unidos y de Australia en la Batalla del Mar del Coral. Esta fue la primera batalla que se luchó entre portaaviones, y la primera batalla donde las flotas enemigas nunca tuvieron contacto visual directo entre ellas. El portaaviones estadounidense Lexington fue hundido y el Yorktown gravemente dañado, mientras que los japoneses perdieron el portaaviones ligero Shōhō y el gran portaaviones Shōkaku sufrió daño moderado. El Zuikaku perdió la mitad de su complemento aéreo, y junto con el Shōkaku, fue incapaz de participar en la consiguiente batalla en Midway. La batalla fue una victoria táctica para los japoneses, ya que infligieron más pérdidas sobre la flota estadounidense que las sufridas por ellos, pero fue una victoria estratégica estadounidense, ya que el ataque japonés sobre Port Moresby fue rechazado. En los seis meses siguientes a Pearl Harbor, los japoneses habían conseguido casi todos sus objetivos navales. Su flota de 11 acorazados, 10 portaaviones, 18 cruceros pesados y 20 ligeros, permanecía relativamente intacta. Habían hundido o dañado de manera importante todos los acorazados de Estados Unidos en el Pacífico. Las flotas británica y neerlandesa del Lejano Oriente habían sido destruidas, y la Real Armada Australiana, había sido rechazada hacia sus puertos de origen. Su anillo de conquistas se cimentaba en un perímetro defensivo de su elección, que se extendía desde el Pacífico Central hasta Nueva Guinea y Birmania. La única fuerza estratégica aliada de importancia, que permanecía oponiéndose a todo esto, era la base naval de Pearl Harbor, incluyendo los tres portaaviones de la Flota del Pacífico de los Estados Unidos. Ambos bandos veían como algo inevitable una batalla decisiva entre portaaviones, y los japoneses confiaban en que si mantenían una ventaja numérica de 10:3 en portaaviones pesados, obtendrían la victoria. También tenían un avión excelente basado en los portaaviones, el Zero. Los japoneses enviaron una flota hacia la Isla de Midway, una isla periférica de las Islas Hawái, con el objetivo de atraer lo que quedaba de la flota estadounidense a una batalla decisiva. El 5 de junio, bombarderos estadounidenses basados en portaaviones avistaron la fuerza japonesa y hundieron 4 de sus mejores portaaviones durante la Batalla de Midway, a un coste de un solo portaaviones, el Yorktown. Esta fue una victoria muy importante para los Estados Unidos, y marcó el punto de inflexión en la guerra del Pacífico. La capacidad estadounidense en la construcción de barcos y aviones superaba ampliamente a la japonesa, y la flota japonesa nunca disfrutaría otra vez de tal superioridad numérica. En julio, los japoneses intentaron un ataque por tierra sobre Port Moresby, a lo largo del sendero Kokoda, un sendero de tierra, en fila india, a través de la jungla y las montañas. Un batallón australiano, que estaba esperando el regreso de las unidades regulares desde el Norte de África y la llegada del ejército estadounidense, superado en número y mal equipado y entrenado, libró una lucha en retirada contra una fuerza japonesa de 5.000 hombres. El 7 de agosto, los Marines estadounidenses comenzaron la Batalla de Guadalcanal. Durante los seis meses siguientes, las fuerzas estadounidenses lucharon contra las fuerzas japonesas por el control de la isla. Mientras tanto, se 52

libraron muchos encuentros navales en las aguas cercanas, incluyendo la Batalla de la Isla de Savo, la Batalla del Cabo Esperance, la Batalla Naval de Guadalcanal, y la Batalla de Tassafaronga. A finales de agosto y principios de septiembre, mientras se combatía en el sendero Kokoda y en Guadalcanal, fue derrotado un ataque de los marines japoneses por fuerzas australianas en la costa sur de Nueva Guinea, en la Batalla de la Bahía de Milne. Esta fue la primera derrota de las fuerzas de tierra japonesas en la Guerra del Pacífico. El 22 de enero, después de una dura batalla en Gona y Buna, las fuerzas australianas y estadounidenses recuperaron las cabezas de playa Japonesas más importantes en el este de Nueva Guinea. Las autoridades estadounidenses declararon segura a Guadalcanal el 9 de febrero. Las fuerzas de Estados Unidos, Nueva Zelanda, Australia, y de las Islas del Pacífico, empezaron una larga campaña para recuperar las partes ocupadas de las Islas Salomón, Nueva Guinea, y las Indias Orientales Holandesas, sufriendo algunas de las resistencias más duras de toda la guerra. El resto de las Islas Salomón fueron recuperadas en 1943. China y el Sureste de Asia (septiembre de 1941 – marzo de 1944) En 1940, la guerra había llegado a un punto muerto con ambos bandos consiguiendo solamente ganancias mínimas. Los Estados Unidos dieron un importante apoyo financiero a China, y crearon a los Flying Tigers ('Tigres Voladores'), una unidad aérea, para impulsar las fuerzas aéreas Chinas. Las fuerzas Japonesas invadieron partes del norte de la Indo-China Francesa el 22 de septiembre. Las relaciones Japonesas con occidente se habían deteriorado rápidamente en los últimos años, y los Estados Unidos, que habían rechazado el Tratado de comercio entre Japón y los Estados Unidos de 1911, colocaron un embargo a las exportaciones a Japón de material de guerra y otras materias. Menos de 24 horas después del ataque sobre Pearl Harbor, Japón invadió Hong Kong. Las Filipinas y las colonias Británicas de Malasia, Borneo, y Birmania siguieron poco después, con la intención Japonesa de apoderarse de los campos petrolíferos de las Indias Orientales Holandesas. A pesar de la fiera resistencia de las fuerzas Filipinas, Australianas, Neozelandesas, Británicas, Canadienses, Indias y estadounidenses, todos estos territorios capitularon ante los Japoneses en cuestión de meses. Singapur cayó ante los Japoneses el 15 de febrero. Aproximadamente 80.000 hombres de la Commonwealth Británica (junto con otros 50.000 que cayeron en Malasia), fueron a los campos de prisioneros Japoneses, siendo la rendición más grande de un ejército conducido por los Británicos hasta la fecha. Churchill consideraba la derrota Británica en Singapur como una de las derrotas Británicas más humillantes de toda la historia. Japón lanzó una ofensiva importante en China después del ataque sobre Pearl Harbor. El objetivo de la ofensiva era el capturar la ciudad de Changsha, estratégicamente importante. Anteriormente los japoneses habían tratado de capturar la ciudad en dos ocasiones, fallando en ambas. Para el ataque, los japoneses reunieron 120.000 soldados en 4 divisiones. Los Chinos respondieron con 300.000 hombres, y pronto el ejército Japonés estaba rodeado, teniendo que retirarse. El Ejército Nacionalista Chino del Kuomintang, bajo el mando de Chiang Kaishek, y el Ejército Chino Comunista, bajo el mando de Mao Zedong, ambos se oponían a la ocupación Japonesa de China, pero nunca se aliaron realmente contra los Japoneses. El conflicto entre las fuerzas Nacionalistas y Comunistas,

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emergió mucho antes de la guerra; y continuó después y, hasta cierto punto, incluso durante la guerra, aunque de forma menos abierta. Los Japoneses habían capturado gran parte de Birmania, cortando la Carretera de Birmania por la que los Aliados Occidentales habían estado suministrando a los Chinos Nacionalistas. Esta pérdida forzó a los Aliados a crear y sostener un gran puente aéreo desde la India, conocido como volar "The Hump" (la joroba). Bajo el mando del General estadounidense Joseph Stilwell, las fuerzas Chinas en la India fueron reentrenadas y reequipadas, mientras que se hicieron preparativos para construir la Carretera de Ledo, desde la India para reemplazar la Carretera de Birmania. Este esfuerzo se iba a convertir en una tarea de ingeniería enorme. La batalla del Atlántico (enero de 1942 – febrero de 1943) En el Atlántico Norte, los U-Boot (submarinos) alemanes intentaron cortar las líneas de suministro al Reino Unido hundiendo barcos mercantes. En los primeros cuatro meses de guerra hundieron más de 110 barcos. Además de los barcos de suministro, los sumergibles atacaban ocasionalmente barcos de guerra británicos. Un u-boot hundió al portaaviones británico HMS Courageous, mientras que el U-47 del legendario comandante Günther Prien consiguió hundir al acorazado HMS Royal Oak en su puerto base de Scapa Flow. Además de los u-bootes, los corsarios de superficie suponían una amenaza para la navegación aliada. En el Atlántico Sur, el Acorazado de bolsillo Admiral Graf Spee hundió nueve buques de la Marina mercante británica. Fue localizado más allá de la costa sur de Sudamérica, y después combatió con los cruceros HMS Ajax, HMS Exeter, y HMNZS Achilles en la Batalla del Río de la Plata, y fue forzado a entrar en el puerto de Montevideo. Antes que volver a afrontar una nueva batalla, el capitán Hans Langsdorff se hizo a la mar y hundió su buque justo fuera del puerto. El 24 de mayo de 1941, el acorazado alemán Bismarck partió de su puerto, amenazando con dirigirse hacia el Atlántico. Hundió al HMS Hood, uno de los mejores cruceros de batalla de la Royal Navy. Siguió entonces una caza masiva, en la que el acorazado alemán fue hundido después de una persecución de 2.700 kilómetros, durante la cual los británicos emplearon 8 acorazados y cruceros de batalla, 2 portaaviones, 11 cruceros, 21 destructores, y 6 sumergibles. Los aviones torpederos Fairey Swordfish del portaaviones HMS Ark Royal alcanzaron al Bismarck, provocando el bloqueo de su timón y permitiendo que los escuadrones perseguidores de la Royal Navy lo alcanzasen y hundiesen. En el verano de 1941, la Unión Soviética entró en la guerra al lado de los Aliados. Mientras que tenía enormes reservas de poder humano, había perdido mucho de su equipo y de su base industrial en las primeras semanas que siguieron a la invasión alemana. Los Aliados Occidentales intentaron remediarlo enviando los Convoyes Árticos, que viajaban desde el Reino Unido y los Estados Unidos hasta los puertos del norte de la Unión Soviética (Arjángelsk y Múrmansk). La traicionera ruta alrededor del Cabo Norte de Noruega, fue el lugar de muchas batallas, cuando los alemanes trataban continuamente de destruir los convoyes usando sumergibles, bombarderos con base en la costa noruega, ocupada por Alemania, y barcos de superficie. Tras la entrada de los Estados Unidos en guerra, en diciembre de 1941, los ubootes alemanes hundieron barcos mercantes a lo largo de la Costa Este de los Estados Unidos, el Mar Caribe, y el Golfo de México. Tuvieron un éxito inicial tan grande que llegó a ser conocido entre las tripulaciones de los sumergibles alemanes como el Segundo tiempo feliz. La institución de los apagones costeros 54

y un sistema de convoyes condujeron a una caída en los ataques y los u-bootes volvieron a su anterior práctica de esperar a los convoyes aliados a mitad de su recorrido en el océano Atlántico. El 9 de mayo de 1942, el destructor HMS Bulldog capturó un sumergible alemán y recobró, completa e intacta, una máquina Enigma, un ingenio de cifrado. La máquina se llevó a Bletchley Park, Inglaterra, donde se utilizó para descifrar el código concreto utilizado por los u-bootes alemanes. Desde entonces los Aliados disfrutaron de ventaja, ya que podían interceptar y comprender algunas de las comunicaciones por radio alemanas, dirigiendo sus fuerzas navales al lugar donde podían ser más efectivas. En diciembre de 1943, tuvo lugar la última batalla importante entre la Royal Navy y la Armada Alemana. En la Batalla de Cabo Norte, el último crucero de batalla germano, el Scharnhorst, fue hundido por el HMS Duke of York, HMS Belfast y varios destructores. El momento en el que dio un vuelco la Batalla del Atlántico fue a principios de 1943, cuando los Aliados refinaron sus tácticas navales, haciendo un uso efectivo de su nueva tecnología para contrarrestar los ataques de los sumergibles. Los Aliados producían barcos más rápidamente de lo que los ubootes lograban hundirlos, merced a la introducción de la producción en serie, y perdían además menos barcos adoptando el sistema de convoyes, que ya se había ensayado con éxito en la Primera Guerra Mundial. El desarrollo y mejora de la guerra antisubmarina significó que la esperanza de vida de una tripulación típica de submarinos sería medida en meses. Los submarinos del tipo XXI, o elektroboote, con enormes mejoras con relación a los tipos clásicos, aparecieron cuando la guerra ya daba sus últimas bocanadas, demasiado tarde como para afectar su resultado, aunque sirvieron como referente a los vencedores Aliados para desarrollar nuevas clases de submarinos. Frente oriental (enero de 1942 – febrero de 1943) Artículos principales: Fall Blau, Batalla de Stalingrado y Batalla del Cáucaso. El 6 de enero de 1942, Stalin, confiado después de su victoria en Moscú, ordenó una contraofensiva general. Inicialmente los ataques tuvieron éxito cuando las pinzas soviéticas se cerraron alrededor de Demjansk y Viazma, y se hicieron amenazadores ataques hacia Smolensko y Brjansk. Pero a pesar de estos éxitos, la ofensiva soviética pronto perdió el vapor. Para marzo, los alemanes habían recobrado y estabilizado su línea, y asegurado el cuello de la Bolsa de Viazma. Solamente en la Bolsa de Demjansk existía alguna perspectiva seria de una gran victoria soviética, ya que allí una gran parte del 16º Ejército Alemán había sido rodeado. Hitler ordenó que no hubiese ninguna retirada y los 92.000 hombres atrapados en la bolsa tuvieron que sostener el terreno en el que estaban, mientras recibían los suministros desde el aire. Aguantaron durante 10 semanas hasta abril, cuando se abrió un corredor terrestre hacia el oeste. De esta manera, las fuerzas alemanas retuvieron Demjansk, hasta que se les permitió retirarse en febrero de 1943. Con la primavera, ambos bandos decidieron reasumir la ofensiva. Mientras que el Alto Mando Alemán decidió estabilizar el frente en Járkov, los soviéticos sin saberlo, decidieron atacar en el mismo sector para mantener la presión en el sur. Los soviéticos habían atacado en el sector de Járkov en enero, y, habían establecido un saliente en la orilla oeste del río Donets. El 12 de mayo, los soviéticos comenzaron su ofensiva con ataques concéntricos a cada lado de Jarkov, y en ambos lados, rompieron a través de las líneas alemanas, y la ciudad se encontró seriamente amenazada (véase Segunda 55

Batalla de Jarkov). Como respuesta, los generales alemanes aceleraron sus planes para su propia ofensiva, que se lanzaron 5 días más tarde. El 6º Ejército Alemán golpeó en el saliente desde el sur y rodeó completamente a todo el Ejército Soviético que estaba asaltando Jarkov. En los últimos días de mayo, los alemanes destrozaron las fuerzas que se encontraban dentro de la bolsa. De las tropas soviéticas dentro de la bolsa, 70.000 fueron muertas, 200.000 capturadas y sólo 22.000 consiguieron escapar. Los alemanes no se dieron cuenta de la escala de la victoria que habían conseguido, y aunque no lo sabían, a principios de junio las extensas estepas del Cáucaso estaban virtualmente sin defensa. Tardíamente, Hitler se había dado cuenta que no contaba con tantas fuerzas como para llevar a cabo una ofensiva en todos los sectores del Frente Oriental. No obstante, pensó que si sus ejércitos lograban apoderarse del petróleo y de las tierras fértiles del sur de Rusia, obtendrían los medios para poder continuar la guerra, privando a su vez al Ejército Rojo de su vital fuente de combustible y cereales. En abril, Hitler confirmó sus planes para la campaña principal en Rusia, de nombre código Operación Azul. Los objetivos totales de la Operación Azul serían la destrucción del frente sur del Ejército Rojo, la consolidación del control en Ucrania al oeste del río Volga, y la captura de los campos petrolíferos del Cáucaso. Los alemanes reforzaron al Grupo de Ejército Sur, transfiriendo divisiones de otros sectores y obteniendo divisiones de los aliados del Eje. A finales de junio, Hitler tenía 74 divisiones listas para la ofensiva, pero sólo 54 de ellas eran alemanas. El plan alemán era un ataque de tres puntas en el sur de Rusia: 1. El 4º Ejército Panzer (transferido desde el Grupo de Ejército Norte) y el 2º Ejército apoyados por el 2º Ejército Húngaro atacarían desde Kursk hacia Vorónezh, después de lo cual continuarían atacando y anclando su ala izquierda alrededor del río Volga. 2. El 6º Ejército atacaría desde Járkov y se movería en paralelo con el 4º Ejército Panzer para alcanzar el Volga. 3. El 1º Ejército Panzer golpearía hacia el bajo río Don, flanqueado a su derecha por el 17º Ejército. Se esperaba que estos movimientos diesen como resultado una serie de grandes bolsas de tropas soviéticas como en la operación Barbarroja. Aunque los oficiales de la inteligencia soviética no sabían de donde vendría la principal ofensiva alemana de 1942, Stalin estaba convencido que el principal objetivo alemán sería Moscú de nuevo, y un 50% de todas las tropas del Ejército Rojo fueron desplegadas en esta región. Sólo un 10% de las tropas soviéticas estaban desplegadas en el sur de Rusia. El 28 de junio de 1942, comenzó la Operación Azul. En todos sitios los soviéticos retrocedieron cuando los alemanes cortaron como un cuchillo a través de sus defensas. El 5 de julio, elementos adelantados del 4º Ejército Panzer alcanzaron el río Don cerca de Vorónezh y quedaron enzarzados en una amarga batalla para capturar la ciudad. Los soviéticos, mantuvieron ocupado al 4º Ejército Panzer, y ganaron un tiempo vital para reforzar sus defensas. De esta manera, por vez primera en la guerra, los soviéticos no estaban luchando para aguantar sin esperanza posiciones expuestas, sino para permitir una retirada organizada. Cuando la pinzas alemanas se cerraron, solamente encontraron rezagados y guardias de cobertura. Enfadado con los retrasos, Hitler reorganizó al Grupo de Ejércitos Sur en dos Grupos de Ejército más pequeños: A y B. El Grupo de Ejércitos A incluía al 17º 56

Ejército, al 1º Ejército Panzer y al 4º Ejército Panzer. El Grupo de Ejércitos B incluía al 2º Ejército, al 6º Ejército, al 8º Ejército Italiano, al 2º Ejército Húngaro, y a los 3º y 4º Ejércitos Rumanos. El grueso de las fuerzas Acorazadas ahora estaba concentrado en el Grupo de Ejército A, al que se le ordenó avanzar hacia los campo petrolíferos del Cáucaso, mientras que al Grupo de Ejército B se le ordenó capturar Stalingrado y defenderla contra cualquier contraataque soviético. La transferencia del 4º Ejército Panzer lejos del 6º Ejército ayudó al 1º Ejército Panzer a cruzar la región baja del Río Don, pero redujo el avance del 6º Ejército a una marcha, dando más tiempo a los soviéticos a consolidar sus posiciones en Stalingrado. El 23 de julio, el 6º Ejército Alemán había tomado Rostov del Don, pero los soviéticos lucharon con una hábil acción de cobertura que enzarzó a los alemanes en una dura lucha urbana para tomar la ciudad. Esto también permitió que las principales formaciones soviéticas escapasen de un embolsamiento. Con el cruce del río Don asegurado en el sur y con el avance del 6º Ejército yendo muy despacio, Hitler envió al 4º Ejército Panzer para reunirse otra vez con el 6º Ejército. A finales de julio, el 6º Ejército reemprendió su ofensiva y para el 10 de agosto, limpió la orilla occidental del Don, pero los soviéticos aguantaron en algunas áreas más, retrasando la marcha del 6º Ejército hacia el este. En contraste, el Grupo de Ejércitos A, después de cruzar el Don el 25 de julio, se había extendido en un frente amplio. El 17º Ejército Alemán giró hacia el oeste, hacia el Mar Negro, mientras que el 1º Ejército Panzer atacó hacia el sur y al este barriendo un terreno abandonado en su mayor parte por los soviéticos en retirada. El 9 de agosto, el 1º Ejército Panzer alcanzó las estribaciones de las montañas del Cáucaso, habiendo avanzando más de 450 kilómetros. Después de limpiar de tropas soviéticas la orilla oeste del Don, el 6º Ejército Alemán cruzó el río el 21 de agosto y empezó a avanzar hacia Stalingrado. La Luftwaffe bombardeó la ciudad matando 40.000 personas y convirtiendo gran parte de la misma en ruinas. El 6º Ejército avanzó entonces sobre Stalingrado desde el norte, mientras que el 4º Ejército Panzer avanzó desde el Sur. Entre estos ejércitos y en el área desde el Don al Volga, se había creado un saliente. Dos Ejércitos soviéticos estaban en el saliente, y el 29 de agosto, el 4º Ejército Panzer montó un ataque importante a través del saliente hacia Stalingrado. Se le ordenó al 6º Ejército que hiciese lo mismo, pero los soviéticos montaron fuertes ataques contra el 6º Ejército desde el Norte que lo inmovilizaron durante 3 días vitales, que hicieron posible que las fuerzas soviéticas escapasen al embolsamiento, y se retirasen hacia Stalingrado. Los soviéticos, que en este momento ya se habían dado cuenta que el plan Alemán era apoderarse de los campos petrolíferos, empezaron a enviar un gran número de tropas desde el sector de Moscú para reforzar a sus tropas en el sur. Zhúkov asumió el mando del frente de Stalingrado y a principios de septiembre lanzó una serie de ataques desde el norte que retrasaron aún más el intento del 6º Ejército de tomar la ciudad. A mediados de septiembre, el 6º Ejército, después de neutralizar los contraataques soviéticos, reasumió otra vez la captura de la ciudad. El 13 de septiembre, los alemanes avanzaron a través de los suburbios del sur y para el 23 de septiembre de 1942, el principal complejo de fábricas estaba rodeado y la artillería alemana alcanzaba los muelles en el río, a través de los cuales, los soviéticos evacuaban a los heridos y traían a los refuerzos. La lucha callejera feroz, el conflicto cuerpo a cuerpo de la clase más salvaje, se adueñaban ahora de Stalingrado. El agotamiento y las privaciones quitaban gradualmente las 57

fuerzas a los hombres de ambos bandos, ya que una de las batallas más sangrientas de la Segunda Guerra Mundial acababa de comenzar. El 6º Ejército, al mando del General Friedrich Paulus, no había sido equipado para luchar una batalla en un ambiente urbano, y le pidió a Hitler poder retirarse para reorganizar sus fuerzas, pero éste, que había llegado a obsesionarse con la batalla de Stalingrado, rehusó contemplar una retirada. El General Paulus, desesperado, usando sus últimas reservas lanzó otro ataque a principios de noviembre, ya que en este momento los alemanes habían conseguido capturar el 90% de la ciudad. Los soviéticos, sin embargo, habían estado acumulando fuerzas frescas a los flancos de Stalingrado, que estaban en este momento severamente bajas de hombres por parte del Eje, ya que el grueso de las fuerzas alemanas estaba concentrado en la captura de la ciudad, y las tropas de los Socios del Eje se habían dejado guardando los flancos. Los soviéticos lanzaron entonces la Operación Urano, el 19 de noviembre de 1942, con ataques simultáneos que golpearon en los débiles flancos enemigos, custodiados por rumanos e italianos, y se encontraron en la ciudad de Kalach cuatro días más tarde, atrapando al 6º Ejército en Stalingrado. Los generales pidieron permiso para intentar romper el cerco, lo cual fue rechazado por Hitler, que ordenó al 6º Ejército permanecer en Stalingrado, y les prometió que serían suministrados desde el aire hasta que fuesen rescatados. La palabra de Göring se vio duramente puesta en entredicho, pues de las 500 tn prometidas, no llegaba ni la décima parte de suministros a Stalingrado para apoyar a los soldados alemanes asediados. Al mismo tiempo, los soviéticos lanzaron la Operación Marte en un saliente cerca de Moscú. Su objetivo era el inmovilizar al Grupo de Ejércitos Centro e impedir que pudiese reforzar a las fuerzas del Grupo de Ejércitos B en Stalingrado. Mientras tanto, el avance del Grupo de Ejército A en el Cáucaso se había detenido cuando los soviéticos destruyeron las instalaciones petrolíferas, y se requeriría un año de trabajo para volverlas a hacer operativas, y los campos petrolíferos que quedaban, estaban al sur de las montañas del Cáucaso. Todo agosto y septiembre, las tropas de montaña alemanas sondearon para intentar encontrar un medio de pasar las montañas, pero para octubre, con el comienzo del invierno, no estaban más cerca de conseguir su objetivo. Con las tropas alemanas rodeadas en Stalingrado, el Grupo de Ejércitos A empezó a replegarse. En diciembre, el Mariscal de Campo Erich von Manstein, formó rápidamente una fuerza de socorro alemana compuesta con unidades del Grupo de Ejército A para liberar al aislado 6º Ejército. Incapaz de obtener refuerzos del Grupo de Ejércitos Centro, la fuerza de socorro solo consiguió penetrar 50 kilómetros antes de ser obligada a retroceder por los soviéticos. Para final del año, el 6º Ejército estaba en una situación desesperada, cuando la Luftwaffe fue capaz solamente de suministrar un sexto de los suministros que Hermann Goering había prometido. Poco antes de rendirse al Ejército Rojo el 2 de febrero de 1943, Friedrich Paulus fue ascendido a Mariscal de Campo. De esta manera, Hitler le indicaba a Paulus que se suicidase, porque ningún Mariscal de Campo Alemán había rendido jamás sus tropas o había sido cogido prisionero. De los 300.000 hombres del 6º Ejército, solo sobrevivieron 91.000 para ser cogidos como prisioneros, incluyendo 22 generales, pero sólo 5.000 hombres volverían a Alemania después de la guerra. Ésta llegó a ser la batalla más grande y más costosa, en cuanto a términos de vidas humanas, de la historia. En ambos lados murieron o

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fueron heridos alrededor de 2 millones de personas, incluyendo civiles, siendo las bajas del Eje de aproximadamente unas 850.000. Mapas sobre la evolución de la guerra

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Capítulo III. La guerra: el Norte de África, Italia y Stalingrado. Eliminada Francia de la lucha, factor de gran peso en el Mediterráneo occidental, por donde discurría la vía transversal que relacionaba Africa con la metrópoli gala, quedaron frente a frente Italia e Inglaterra. Esta potencia no podía utilizar la ruta desde Gibraltar, por Malta, a Suez, porque el estrechamiento de Sicilia hacía peligroso el paso y cortada, por ello, prácticamente, su ruta, se veía forzada a mantener dividida su Flota mediterránea en dos grupos: el occidental, con Gibraltar por centro, capaz de actuar hasta Túnez y el oriental, más potente, pero sin posibilidades reales de intervención al oeste de Malta. En tales condiciones, la lucha tenía para Inglaterra el fin primordial de restablecer sus comunicaciones directas de Suez, dificultando las del adversario con sus territorios africanos y el Dodecaneso y para Italia el de acentuar la deficiente posición inicial de los británicos, rechazándoles hacia el este para aminorar su poder en el Mediterráneo oriental y, como consecuencia, en el norte del continente africano. Italia disponía de bases excelentes para el desarrollo de sus propósitos defensivos: Libia y el bloque eritreo-etíope-somalí. La primera constituía la cobertura italiana en el Mediterráneo. En la segunda, Etiopía ocupaba el centro del núcleo de posesiones que Roma mantenía en el Africa occidental y desempeñaba, a la vez, el papel de una plaza de armas gigantesca, con recursos agrícolas abundantes, en el interior de una posición que se asomaba al mar Rojo, por Eritrea y al Pacífico, por Somalia. En cambio, se hallaba aislada de Italia, pues dominados por los ingleses los pasos de Suez y Gibraltar, no tenía otra vía de relación con la metrópoli que la de los aires. La acción expansiva que tendiese a mejorar esas circunstancias, opuestas en absoluto a las exigencias de una campaña larga, era indispensable, e Italia la emprendió sin pérdida de tiempo, pero con fuerzas insuficientes para la amplia labor que se ofrecía. Actuó enérgicamente: de un lado, desde Libia sobre Egipto y del otro, desde Etiopía sobre los territorios británicos circundantes, mas sin la potencia necesaria. En junio de 1940 se registraron las acciones previas aéreas y navales. Los bombardeos de Malta, Alejandría y Marsa Matruk se sucedían cada vez más intensos y los reconocimientos realizados por las fuerzas terrestres, desde Libia hacia el este y sobre algunos parajes del Sudán angloegipcio y de Kenia, partiendo de Etiopía se iniciaban. En los primeros días de julio la presión italiana se intensifica sobre todo en el teatro de operaciones oriental. Son conquistadas Kasala, Gallabat y Kurmuk, en el Sudán angloegipcio y Moyale en Kenia. Los ingleses no dejan sin respuesta estos ataques, pero sus reacciones son débiles en esos momentos manifestándose en formas de ataque aéreos contra Masaua y Zula, en Eritrea, y Dana, en Etiopía, mientras que sus esfuerzos en tierra firme se limitaban a acumular las tropas que cerraban el acceso de las columnas italianas al valle del Nilo. Pronto pudo advertirse que el espíritu de las unidades italianas, francamente agresivo, no era suficiente, y los británicos pudieron frenar fácilmente la marcha de sus adversarios en la peligrosa dirección de Kartum, localidad de interés militar por hallarse situada sobre la gran vía terrestre Egipto- El Cabo y ocupar el centro de una región rica, de acusado valor económico. En agosto, se comprueba ya de manera indudable que la ofensiva sobre el Sudán angloegipcio no llegaría muy lejos. Las acciones de los primeros días

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degeneraron en pequeños ataques y se desarrolló, como consecuencia, una lucha de destacamentos y de guerrillas, violenta y tenaz, pero no resolutiva. En cambio, el día 4 de ese mismo mes comenzó una ofensiva formal contra la Somalia inglesa. Atacada ésta por tres columnas desde el norte y el sur y vencida, el día 11, la resistencia británica en los desfiladeros de Jerato, defendido por tropas indias y sudafricanas, queda abierto el camino de la capital, Berbera, que es ocupada poco después. En sólo trece días las tropas del duque de Aosta han dominado la Somalia inglesa, territorio de 150.000 kilómetros cuadrados de superficie, instalándose sobre la orilla meridional del estrecho de Bab el Mandeb, a la salida sur del mar Rojo. La conquista fue rápida, fulminante y aunque se esperaba que ejerciesen una gran repercusión en la marcha de la campaña africana, sobre todo cuando se supo que las divisiones de Graziani, localizadas en Libia, avanzaban sobre Egipto, llegando hasta Sidi el Barrani, el 16 de septiembre de 1940, y que en Kenia, las tropas italianas ocupaban Buna, base aérea británica situada a 100 kilómetros al interior de la importante colonia inglesa, los hechos tuvieron un desarrollo diferente en gracia a la tenacidad del Gobierno de Londres. Inglaterra guarnecía los territorios amenazados con tropas traídas de todos sus Dominios, capeando el temporal de los primeros meses y aumentando, poco a poco, sus efectivos combatientes; primero, para lograr el equilibrio y luego para lanzarse a la contraofensiva. Se produjeron así, simultáneamente, violentas reacciones en los dos teatros de operaciones africanos. En el oriental, constituido por Eritrea, Etiopía, Somalia y territorios inmediatos del Sudán angloegipcio y Kenia y en el septentrional, que comprendía Egipto y Libia. En el primero, los contraataques británicos comenzaron en febrero de 1941. La guerra era rápida en las estepas meridionales y de pequeñas columnas, irregular, en las zonas altas. Las columnas británicas, que partían de Kenia, cruzaron fácilmente la Somalia italiana y, tras de reconquistar la británica y ocupar Eritrea, se lanzaron concéntricamente sobre Etiopía. La resistencia de las fuerzas italianas quedó troceada. Tres fueron los grupos que se defendieron, aislados totalmente de la metrópoli, sin posibilidad de ser abastecidos ni evacuadas sus bajas, aferrados a regiones de elevadas montañas: en Gondar, al norte del lago Tana, unos 6.000 hombres, al mando del veterano colonial general Nasi; en Gimma, al sudoeste de Addis Abeba, otro núcleo algo mayor, con el general Gazzora a la cabeza y en Amba Alagi el tercer puñado de soldados agrupados en torno a la figura eminente del virrey, Duque de Aosta. La defensa que estos mandos realizaban les permitió resistir hasta noviembre de 1941. A finales de este mes los británicos anunciaban el final de la campaña de Abisinia. En Egipto se había producido, mientras tanto, la reacción británica. El 7 de diciembre Wavell emprendió la ofensiva. Reconquista Sidi el Barrani y Sollum y, penetrando vigorosamente en Cirenáica, la cruza hasta alcanzar Bengasi y El Agheila en la primera decena de marzo de 1941, al tiempo que fuerzas degaullistas atacaron de sur a norte, aunque sin resultado, la comarca de Fezzan, en la región meridional de Tripolitania. Mas Alemania que había reforzado, ya en enero, la aviación y las fuerzas terrestres italianas con numerosas escuadrillas de la Luftwaffe y unidades antiaéreas y antitanques, transporta al continente africano el Afrika Korps, compuesto de tres divisiones y, repentinamente, las tropas del Eje, al mando de Rommel, parten, a su vez, a principios de abril, al ataque. En pocos días quedó restablecida la situación, salvo en Tobruk, donde los británicos permanecieron soportando los efectos de un cerco terrestre que había de prolongarse siete meses. Con motivo de la 137

declaración de guerra del Japón, Inglaterra se vio obligada a reforzar sus fuerzas navales en el Pacífico, en perjuicio de las mediterráneas, y se produce, inmediatamente, enero de 1942, la mayor derrota de las tropas británicas en Egipto al ser rechazadas hasta el Alamein, mayo de 1942. Desde entonces, en el teatro de operaciones norteafricano se desarrollaron diversas acciones ofensivas de vaivén entre Egipto y Tripolitania, en virtud de las cuales los frentes se ponían varias veces en movimiento, bien al este, cuando los italoalemanes avanzaban, ya hacia el oeste, si se trata de una progresión británica. Algo así como las oscilaciones de un péndulo, que, impulsado, ora a la derecha, bien a la izquierda, no llega a encontrar su situación de equilibrio. De esta forma, las tropas de Ritchie, tras de su partida de los confines líbicoegipcios, el 20 de noviembre de 1941, alcanzan de nuevo la región de Bengasi, el 26 de diciembre, para, poco a poco, ser batidas por Rommel, que pasa al contraataque el 21 de enero de 1942, las rechaza hasta Ain el Gazala y prosigue el 7 de febrero, tras un breve reposo, hasta el Alamein, en mayo de 1942. Los esfuerzos de Londres, que perseguía la ocupación de la Cirenaica y Tripolitania para instalarse en la orilla meridional del Mediterráneo, frente a Italia, eran incesantes. Realizó las agresiones a Dakar, en octubre de 1940, y a la escuadra francesa en Mazalquivir; favoreció la acción de los degaullistas que ocupaban Libreville y Port Gentil; invadió Siria tras vencer la resistencia de la guarnición francesa, el 2 de 0ctubre de 1941, reforzando así su posición en el Mediterráneo oriental, cuando, al término de la campaña de Grecia, los alemanes se instalaron en Creta, mayo de 1941; ocupan Madagascar, 10 de septiembre a 5 de noviembre de 1942; saltan a la isla de Reunión, el 28 de noviembre de 1942 y abren, en fin, sus bases del litoral occidental africano a las tropas norteamericanas que desembarcaron, además, un cuerpo de ejército en Liberia. Los norteamericanos, por su parte, no perdían el tiempo. Con las unidades armadas envían técnicos y mano de obra especializada al Africa y se entregan al trabajo febril de mejorar las instalaciones portuarias de Duala y Punta Negra, lanzándose simultáneamente a equipar dos vías terrestres que parten de esas dos localidades, en la costa del golfo de Guinea, para alcanzar el valle del Nilo. Después se produce el desembarco en Marruecos y Argelia, noviembre de 1942, y la ofensiva contra Túnez, acontecimiento final de la campaña. El desembarco anglo-norteamericano en el norte de Africa fue el resultado de una larga gestación13. Las informaciones periodísticas publicadas a raíz del 8 de noviembre de 1942 explicaron solamente su última fase, pero los trabajos preparatorios comenzaron, en realidad, en noviembre de 1940, a los cuatro meses de la firma del armisticio, en cuanto comenzó a mitigarse la intensa conmoción producida en los franceses por la catástrofe de su patria. Es una historia curiosa, entreverada de todos los sentimientos, pasiones, audacias, temores, vacilaciones, malos y buenos azares que concurren en aventuras de esta clase. Pero es, además, un antecedente para explicar las vicisitudes posteriores de la política francesa fuera de Francia, la dualidad de mandos, las rivalidades de los principales jefes franceses, las diversas preferencias que mostraron ingleses y americanos y ya en esas fechas las reservadas limitaciones con que los gobiernos de Londres y Washington reconocieron el Comité Francés de Liberación Nacional. 13

MUNDO nº 175, 12 de septiembre 1943, p.62

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En noviembre de 1940 estaba en Africa el general Weygand como alto comisario, nombrado por el mariscal Petain. Weygand era sospechoso a los alemanes, que conocían sus sentimientos respecto a ellos. Sin embargo, la vigilancia en torno suyo era discreta, porque también sabían que era un soldado que jamás rebasaría ni inculcaría las instrucciones que había recibido, que eran asegurar la unidad del Imperio francés, mantener su armazón, desarrollar su economía. Más a su alrededor había hombres, civiles y militares, cuyo único pensamiento era procurar la vuelta de Francia a la lucha al lado de su antigua aliada, partiendo desde Africa. Era la idea que habían tratado de llevar a cabo Daladier, Mandel, y otros miembros del último Gobierno de la República. Estos hombres celebraban frecuentes reuniones y uno de ellos, el capitán Beaufre, del Gabinete Militar del almirante Abrial, con varios amigos, principalmente con el teniente coronel Jousse, que había de ser el técnico de la empresa hasta su coronamiento, confeccionaron la lista del material de guerra que necesitaba el ejército francés de Africa. Esta lista fue entregada a un oficial norteamericano de la reserva, el teniente coronel Solborg, que por sus negocios pasaba largas temporadas en Africa, en febrero de 1941. Por entonces, los Gobiernos de Washington y Vichy seguían en buenas relaciones. Más aún, el primero había prometido al segundo el suministro de diversos productos, lo mismo alimentos que primeras materias que necesitaban los territorios franceses de Africa. Los alemanes, confiados en la lealtad de Weygand, accedieron a que fueran recibidos porque, indirectamente, este abastecimiento redundaba en beneficio del suyo. Pero estos envíos y su distribución se prestaban admirablemente para encubrir el contacto de franceses y norteamericanos. En efecto, el personal consular de Washington en Africa del norte se mostraba en aquella época muy activo en este servicio, merced al cual podía recorrer el país y entrar en relación con autoridades y particulares sin despertar sospechas. Les dirige en sus gestiones secretas un hombre audaz, emprendedor, sutil: el cónsul Murphy. A él es a quien va a parar aquella lista de material de guerra. Otro auxiliar muy importante del grupo francés era Lemaigre Dubreuil, que por sus asuntos comerciales viajaba de continuo entre Africa y la metrópoli y conocía a todas las personas importantes a ambos lados del Mediterráneo. El primer intento fracasa por virtud de una denuncia, la policía registra los papeles del capitán Beaufre que es llevado a Francia y condenado por el Tribunal de Clremont. Pero los propios comisarios de policía encargados de las pesquisas y atestados cuidan de no aumentar el número de acusados y de no extender sus indagaciones hasta las últimas y más alejadas raíces, que eran los cónsules norteamericanos. Ya era entonces jefe del Gobierno de Vichy el almirante Darlan y parecía que todos los tiros se dirigían contra el general Weygand. Nada pudo probarse en su contra porque, en realidad, en nada había intervenido, pero, desde entonces, exageraba su prudencia. No era bastante para sacarle de ella el constante requerimiento, la presión suave, el ambiente que trataban de formar en su alrededor sus amigos del grupo. Tampoco le hacía salir de su reserva una proposición que los norteamericanos, cansados de gestiones sutiles y finas, le presentaban sin rebozo alguno. La proposición comprendía el envío de material para el ejército francés de Africa y algunas divisiones de refuerzo. Weygand contestó que se le tuviera al corriente si se quería enviar material o intentar una operación. Era una respuesta, más que ambigua, enigmática. ¿Quería decir que estaba conforme? ¿Quería, por el contrario, informarse de los planes para comunicárselos al mariscal Petain? 139

Al cabo, Weygand que en los Consejos de Vichy vituperaba muchos de los acuerdos del Gobierno con la Comisión de Armisticio, acabó por enfrentarse con Darlan y suscitar el recelo de los alemanes. Lemaigre Dubreuil, que conocía el propósito de relevarle de su puesto, corrió a Africa para prevenir a Weygand y aprovechar su cólera en beneficio de sus planes. El 13 de diciembre de 1941, conversa largamente con él en Argel. La respuesta del general era siempre la misma: “Yo no soy más que un soldado que se limita a obedecer; yo he pedido y firmado el armisticio y no puedo violarlo; me repugna que me puedan llamar disidente.” Lemaigre Dubreuil le comunica que, en ese caso, él y sus amigos organizarán por su cuenta la nueva entrada de Francia en la guerra y fijarán la fecha. Poco después, Weygand era llamado a Vichy para no volver a su puesto. Descartado definitivamente Weygand los amigos que habían colaborado con el capitán Beaufre vuelven a agruparse y elaboran una segunda relación del material necesario para poner en pie de guerra dos divisiones blindadas, seis motorizadas y 300 aviones de combate con sus tripulaciones, puesto que la aviación africana sólo disponía de seis grupos de caza y trece de bombardeo. Estas fuerzas se destinarían, por de pronto, a la defensa de los territorios franceses en Africa y podrían ser el núcleo germinal de un gran ejército capaz de acciones ofensivas. Pero esta nota, entregada en diciembre de 1941 al cónsul Murphy quedó sin respuesta. Eran los días de Pearl Harbour y todas las preocupaciones de los Estados Unidos se concentraban en el Pacífico. Sin embargo, el grupo en otra nota en febrero de 1942 alegando que las fuerzas armadas de Africa significarían un eficaz apoyo para la política norteamericana respecto a Vichy, compuesta alternamente de reproches y halagos. El propio mariscal, si quisiera resistirse a las exigencias del Eje, podría apoyarse en ella. Tampoco esta nueva nota tuvo respuesta, pero el grupo continuó preparando la operación como si contase con una ayuda segura de Estados Unidos. Era el momento más grave para los aliados en el Mediterráneo. Ya no les bastaba solamente una acción puramente defensiva. Era preciso realizar una intervención para tomar la iniciativa. Otra propuesta norteamericana a Weygand, que se encontraba en Cannes, encontró la misma respuesta que la anterior. Pero en Africa el delegado americano Murphy se reunió dos o tres veces por semana con el grupo francés. Se rehace la nota. Se habla de siete divisiones motorizadas y cinco brigadas blindadas norteamericanas que secundarían a las tropas francesas después de recibir el armamento previsto en la relación de material y se toman por los directores de la conjura, los señores Van Hecke, D’Astier, Rigault, diferentes disposiciones para apoderarse de los centros posibles de resistencia. Pero el cónsul Murphy no pasa de las promesas, mientras no se le dé el nombre de un general de gran reputación y confianza. En ese momento se produce un hecho sensacional: la evasión del general Giraud, prisionero de Alemania. Dubreuil le encuentra en Lyon el 19 de mayo. El general Giraud había madurado en su prisión un plan de enorme amplitud que comprendía la sublevación del ejército metropolitano de armisticio y de la población civil de la zona ocupada, levantamiento simultáneo de las tropas de Marruecos, desembarque norteamericano en el norte de Africa, rebelión de Polonia, Bélgica y Yugoslavia. Dubreuil ofreció al general la jefatura del movimiento de Africa que consideraba más factible y volvió a Africa con la aceptación en principio, al mismo tiempo que llegaba el teniente coronel Solborg, con promesas formales del Presidente Roosevelt. Este, enterado de los contactos del grupo de Argel con representantes del Intelligence Service y del apoyo prometido por Londres, no quería quedarse atrás, si es que no pretendía 140

adelantarse. Los acuerdos tomados son llevados a Washington por Solborg. Se referían al armamento de las tropas francesas, a cuestiones económicas, en que se fijaba hasta la equivalencia de la libra y el dólar con el franco y cuestiones políticas. Respecto a éstas se conviene en que el general De Gaulle no debía intervenir en el desembarco por las divisiones que provocaría en el ejército francés y en que los norteamericanos sólo podrían tratar de la operación con los franceses del grupo. Pero llegado a Washington, el teniente coronel Solborg no da cuenta de sí. El coronel Eddie, que había ido a Argel desde Tánger, activó el asunto y el 10 de agosto el cónsul Murphy salió para los Estados Unidos mientras aquél se ponía en relación con el mando aliado en Gibraltar. Entretanto, el general Giraud recibió a varios emisarios, principalmente a Dubreuil, que no cesaba en sus viajes entre Africa y la metrópoli. A pesar de haber cerca de su casa un puesto alemán de detección de aviones, las visitas pasaban inadvertidas. Sus trabajos siguieron girando en torno a su plan primitivo. Cuando Murphy volvió de Argel llevaba bajo el brazo la promesa formal de una invasión apoyada por 500.000 hombres, 2.000 aviones y un centenar de buques de guerra. La oferta fue transmitida al general Giraud pero las cuestiones económicas y políticas volvieron a ser discutidas porque el grupo francés quería garantizar la absoluta independencia y soberanía de Francia en todos los territorios que poseía antes de la guerra. Pocos días después un cablegrama avisa a Murphy de la necesidad de una conferencia entre los representantes de Giraud y oficiales norteamericanos. Es la conferencia de Cherchell, en la noche del 22 de octubre. Asistieron, por parte norteamericana, el general Clark, jefe del Estado mayor del general Eisenhower; el general Lemnitzer, el coronel Holmes y, por parte francesa, el general Mast, jefe del Estado Mayor del general Giraud, el teniente coronel Jousse, el capitán de fragata Bayot y algunos paisanos como Murphy, Rigaut, etc. Los norteamericanos llegaron en un submarino y arribaron sin novedad al puerto señalado. El general Mast expuso el plan a Giraud que seguía pensando en conjugar una acción en el Africa del norte con la sublevación en la metrópoli. No se fija fecha pero se señala el plazo de un mes. El general Giraud vaciló en abandonar la metrópoli y en su plan de sublevar Francia. Pero escribió una nota sobre la conveniencia de constituir en Francia una cabeza de puente para ulteriores operaciones. Es en ese momento cuando el grupo recibe consternado la noticia de que el mando angloamericano ha decidido adelantar el desembarco a la noche del 7 al 8 de noviembre. El general Mast, Dubreuil, los demás franceses del grupo temen el fracaso, pero también piensan que negarse a colaborar en la operación es favorecer al enemigo. Al fin, acuerdan un apoyo incondicional. Pero era necesaria la presencia del general Giraud ¿Podría llegar antes del desembarco? Ya no era posible detener el convoy que avanzaba desde diversos puntos. El día 2 de noviembre un emisario sale en barco para Marsella, pero el día siguiente Dubreuil, impaciente, vuela a la metrópoli. La entrevista con el general es tormentosa, hasta que Giraud se decide a trasladarse a Gibraltar dejando un jefe de su confianza encargado de sus planes en Francia. En Gibraltar se pondrá en contacto con el jefe del estado Mayor aliado y aclarará ciertas dudas sobre la cláusula referente al mando de las tropas. Hacía ya ocho días que había abandonado su casa sin que la policía se diera cuenta. El día 5 de noviembre, acompañado de su hijo, del capitán Beaufre, ya libre de la prisión, y algún otro amigo, embarca en un submarino. En Argel todo el mundo estaba en su puesto, se mantenía un contacto constante con los norteamericanos y se disponía de la policía y de su red telefónica 141

especial. En los mandos del ejército estaban el general Mast y el teniente coronel Jousse. En cambio, en Marruecos no había enlaces, no se conocían los puntos de desembarco, no se disponía de los teléfonos. Y entre tanto el convoy avanzaba inexorablemente. Se le señaló en Gibraltar, después rumbo al este. El grupo siguió con la angustia en el corazón. De pronto todas las radios pronuncian la frase convenida, repetida a intervalos regulares. Nada se sabía todavía de Giraud. El general, llegado a Gibraltar, discutía con los generales Eisenhower y Clark en un despacho, a cuya puerta una luz roja indicaba que nadie debía pasar, la cuestión del alto mando de la operación. En Argel, de una casa de la calle Michelet salía, cada tres minutos, un auto con cinco hombres, encargado de detener a generales, almirantes y funcionarios adversos y ocupar la prefectura, las comisarías de policía y todos los demás centros vitales. A las dos de la mañana las órdenes habían sido ejecutadas. Hasta el cónsul Murphy quedó detenido con el general Juin y el almirante Darlan, con quienes parlamentaba. Pero el desembarco se había retrasado algunas horas y un almirante organizó la defensa de la Armada. En cambio, el ejército, al que se le habían quitado los jefes, vaciló. Las órdenes del general Mast para que no se disparase contra los norteamericanos porque “venían a impedir un desembarco de alemanes” provocaron gran confusión. Aunque algunas unidades se rehicieron de la sorpresa, el tiempo pasaba y los desembarcos llegaban al centro de Argel. A las cuatro de la tarde la partida estaba ganada. El general Giraud no llegó hasta el día 9 de noviembre a las 2 ½ de la tarde. Tras el desembarco, el avance del octavo ejército de Montgomery, el ataque a Túnez y la ofensiva soviética en Stalingrado se produjeron al mismo tiempo. Mientras tanto, Wendell Willkie, que había sido rival republicano de Roosevelt en las elecciones presidenciales que dieron el triunfo a éste, pasó por Portugal, Malta, El Vaticano, Alejandría, Egipto, Palestina, Turquía, Irak e Irán y Moscú, donde se entrevistó con Stalin. Oficialmente, se dijo, que este viaje había sido realizado a título personal para conocer la situación militar de las regiones ocupadas. Sin embargo, la prensa nazi y de sus aliados o simpatizantes tenía claro que ese viaje era oficial y con él se estaba preparando algo. Era el caso de la revista española “Mundo”, en el nº 127, en la que recogía el periplo dado por Willkie hasta llegar a Moscú. En la noche del 13 al 14 de septiembre de 1942 se efectúa un intento de desembarco en Tobruk, intento que fracasa tras cinco horas de lucha. Dos días después tiene lugar el ataque al oasis de Djaló, situado a 400 kilómetros al sur de Bengasi. La operación se desarrolló defectuosamente y con retraso, pues debió ejecutarse en la madrugada del día 14 en combinación con el desembarco en Tobruk. El 30 de septiembre y el 5 de octubre los británicos embisten enérgicamente contra el sector de Munasib, al sur del Alamein y son también rechazados. Montgomery ha tanteado todos los frentes en preparación de la ofensiva que va a lanzar. Después no cesa de lanzar patrullas terrestres de reconocimiento y la R.A.F., reforzada con escuadrillas norteamericanas, se emplea intensamente sobre la zona de contacto y contra la retaguardia y aún para impedir, en unión con otras fuerzas navales, las comunicaciones marítimas del Eje desde Sicilia y Creta a Trípoli, Bengasi y Tobruk. Tanto en Roma como en Berlín se esperaba desde la primera decena de octubre la ofensiva británica y si cabía alguna duda, la acción iba a tener un precedente clarísimo de fácil interpretación: el empleo macizo de medios aéreos a fin de conseguir la paralización de los transportes germano-italianos y el dominio del aire, condición ésta última indispensable para que las formaciones acorazadas 142

tuvieran en la aviación el poderoso auxiliar que les servía de guía y apoyo, las sostiene y aún las abastece, en ocasiones, con regularidad. De ahí la batalla aérea del día 22 en la que, pese a la superioridad de las formaciones anglosajonas, éstas sufrieron una severa derrota. Sin dominio del aire, sin sorpresa y fallido el desembarco en Marsa Matruk, efectuado con el propósito de amenazar la retaguardia de Rommel, la ofensiva británica se iniciaba con dificultades. El Eje disponía en Egipto del Africa Korps y de un cuerpo de tropas italianas. El primero estaba constituido por cinco divisiones motorizadas, de las cuales tres eran blindadas; el cuerpo italiano contaba con siete grandes unidades de las que dos eran blindadas. En total eran 12 las divisiones, que representaban unos 200.000 hombres, de que disponía Rommel. El VIII Ejército británico estaba constituido por dos cuerpos de ejército ingleses, la 2ª división neozelandesa, la 9ª australiana, la 5ª india, dos sudafricanas, una agrupación de tropas norteamericanas al mando del general Maxvell y varias formaciones de griegos, canadienses y franceses de De Gaulle y otras de menor importancia. Ambos contendientes disponían de numerosas reservas que habían ido acumulando a lo largo de tres meses. Rommel las fue acumulando desde Tobruk al Alamein y los británicos en el valle del Nilo y Palestina, donde se encontraba el II Ejército que protegía también Siria. En total, el general Alexander, jefe de las fuerzas armadas anglosajonas de Oriente Medio tenía asignados cerca de un millón de hombres. El día 4 de noviembre, cuando más violenta era la ofensiva del VIII cuerpo británico sobre el sector costero del frente germano-italiano de Egipto, se concretaban en Roma y Berlín las informaciones de días anteriores, que venían señalando la presencia en aguas de Gibraltar de una potente Escuadra británica. Fueron identificados cuatro portaaviones, seis cruceros, un crucero auxiliar, veintiséis destructores y cuatro submarinos, a parte de otros barcos auxiliares, dos grandes transportes, un crecido número de mercantes, superior a treinta, y 12 petroleros. Se decía que tal concentración tenía por objeto llevar un gran convoy a Malta y a Alejandría, pero los Estados Mayores no se mostraron satisfechos con semejante conclusión y pensaron que los objetivos podrían ser dos: uno, la de refuerzo de los contingentes anglosajones localizados en el Africa ecuatorial, bien en las posesiones inglesas, ya en las francesas dominadas por De Gaulle, y otro, la de desembarcar en el litoral mediterráneo. Rommel, ante la posibilidad de un desembarco a sus espaldas, decidió replegarse. En la madrugada del 8 de noviembre se realizaron las primeras acciones que definieron desde el primer momento la importancia de la operación emprendida por las tropas del general Eisenhower con la cooperación de la Flota y la Aviación británica. Se señalaron tres zonas de ataque: la costa occidental de Marruecos, con centros en Agadir y Casablanca, y la mediterránea en las regiones de Orán y Argel. Los momentos iniciales fueron de estupor. El desembarco marcaba el desarrollo de una acción de gran estilo contra el Eje, la primera de las realizadas por los anglosajones y puso sobre el tapete una cuestión debatida y siempre dudosa: la actitud de las fuerzas coloniales francesas ante la agresión. “Creía que no volverían a repetirse las horas tristes de 1940, pero éstas son más graves todavía”, dijo el Mariscal Petain a los franceses al tener noticia de la invasión de Africa del Norte francesa por tropas anglo-norteamericanas. Dos días después de este desembarco, Hitler dio a las tropas alemanas la orden de ocupar el territorio de la llamada “zona libre” bajo el Gobierno de Vichy. 143

La reunión del Congreso del partido Francista (se refiere a junio de 1943, tras la caída del Norte de Africa y la formación del Comité Francés de Liberación Nacional) confiere nueva actualidad a las organizaciones políticas de extrema derecha en Francia. Se sabía que éstas, con otros jefes o con más suerte, hubieran podido cambiar los acontecimientos, evitar el advenimiento del Frente Popular y quizá, también, el estallido de la guerra. Casi todos los grupos de tendencia fascista surgieron en 1933, cuando en Alemania, Hitler subió al poder y cuando ya era evidente que los países con tendencia democrática quedarían en inferioridad frente a los regidos por el sistema autoritario. Estos no sufrían el handicap de las discusiones parlamentarias ni de la libertad de prensa. El Partido Francista era un movimiento anticomunista, de tendencia fascista, con un ligero matiz monárquico. Los francistas, organizados en ligas para militares, llevaban camisas azules, un brazalete con las insignias del partido, que se parecía mucho a la Francisque, la doble hacha de los francos,, adoptada por Pétain y un puñal en la cintura. El programa político era nacionalrevolucionario; los métodos preconizados, los de la acción directa, para impedir por cualquier medio el triunfo del comunismo. Sus militantes se reclutaban especialmente en París y Estrasburgo. De todos los grupos de extrema derecha el más antiguo era la Liga de Acción Francesa, con tendencia netamente monárquica. Su órgano era el periódico del mismo nombre dirigido por Daudet y Maurras. Este y Bainville, maestro de los comentaristas de la política internacional, eran los teóricos del movimiento. Maurras era el único superviviente de las grandes figuras del legitimismo francés. La Acción Francesa no contó nunca con las masas; sus efectivos no eran numerosos, pero la sustancia de su doctrina era muy nutrida. Además, había creado, con motivo del escándalo de Stavisky, a fines de 1933, la atmósfera favorable que hizo estallar la jornada revolucionaria del 6 de febrero de 1934, que condujo al advenimiento de Doumergue y al intento de renovación. Paralelamente con la Acción Francesa funcionaron las Juventudes Patrióticas, de Pierre Taittinger. Se trataba de un movimiento nacionalista, sin ser monárquico. Sus adheridos se reclutaban principalmente entre la burguesía de París. Tampoco eran muy numerosos, pero en diversas ocasiones demostraron su valor. Tenían el mérito de haber organizado las primeras expediciones punitivas contra los comunistas. Su acción fue apoyada por el diario “Le National”, dirigido por Taittinger, presidente, en 1943, del Consejo Municipal de París. Las Cruces de Fuego eran un movimiento de ex combatientes, dirigido por el coronel De la Roque, al que se adhirieron los voluntarios nacionales. Esta Liga conoció un desarrollo enorme después del 6 de febrero de 1934. Llegó a tener más de un millón de partidarios. Su jefe no era partidario de las acciones violentas ni de sembrar el terror a la manera de los nazis. Si lo hubiera hecho, probablemente hubiera creado en Francia un clima social y político parecido al alemán. Existió también un movimiento campesino fascista de Dorgére, carente de cuadros de combate, que colaboró con Las Cruces de Fuego. Estas ligas u organizaciones carecieron de unidad entre sí y, tras el triunfo del Frente Popular, fueron disueltas por orden de León Blum, decreto sancionado por el presidente de la República, Albert Lebrun. Para eludir esta prohibición, la “Liga de las Cruces de Fuego se dio el nombre de “Partido Socialista Francés”. Un ex comunista, Doriot, fundó el Partido Popular francés, anticomunista e intentó organizar a todas las fuerzas anti frentepopulistas en el “Frente de la Libertad”. Ante la incapacidad para organizar un partido único fascista, Bucart y 144

sus colaboradores fundaron el Comité de Rassemblement Anti-Sovietique (C.R.A.S.). Con motivo del complot de la Cagoule, los jefes fascistas y simpatizantes, como Pétain y el general Weygand fueron inculpados por el ministro del interior de León Blum. Derrotada Francia, estas organizaciones existieron bajo el nazismo, pero sin tener un reconocimiento oficial. El 13 de noviembre de 1942, el general Nogués decía, en una proclama dirigida a las poblaciones de Africa del Norte, que, ignorando el mariscal Pétain la suerte que hubiera podido correr el almirante Darlan, le había conferido todos los poderes de que el almirante estaba revestido para que procediera ante la situación creada por el desembarco anglonorteamericano. Expresaba el general Nogués que, encontrándose el almirante Darlan en condiciones de asumirlos y estando completamente identificado con él, le devolvía esos poderes. Así lo repetía a su vez el almirante Darlan en su proclama de la misma fecha, añadiendo que aseguraba en lo sucesivo la responsabilidad de los intereses franceses en Africa14. La proclama del almirante Darlan decía: “El Mariscal ha designado, el 10 de noviembre de 1942, antes de la entrada de las tropas alemanas en zona libre, al general Nogués como su delegado en Argelia, creyendo que yo estaba privado de libertad. El general Nogués ha venido ayer a Argelia. En pleno acuerdo y en plena libertad asumo la responsabilidad de los intereses franceses en Africa del Norte. Tengo el asentimiento de las autoridades americanas, con las cuales voy a asegurar la dirección del país. Que cada gobernador quede en su puesto. La administración del territorio continuará conforme a las leyes en vigor. Cuento con vuestra entera disciplina: cada uno en su puesto. ¡Viva el Mariscal! ¡Viva Francia! Pocos días después, el 18, en otra proclama matizaba más las ideas y los propósitos. Como Alto Comisario en Africa se proponía mantener la unidad y la soberanía francesas, obrando de acuerdo con las directrices recibidas del Mariscal y de acuerdo, también, con las autoridades americanas. Respecto a los distintos países que constituían el Africa del Norte, las propias autoridades nombradas por el Mariscal y que habían decidido patrióticamente prestarle su concurso, continuarían en una amplia autonomía, bajo su alta autoridad, dirigiendo y administrando los territorios sometidos a su mando, teniendo en cuenta su situación, sus intereses particulares y las aspiraciones legítimas de las poblaciones. Correspondía en esta tarea al Alto Comisario en Africa una doble función: fijar las directrices generales de acción común (aplicando los principios del mariscal Lyautey) y seguir y vigilar las decisiones tomadas. Pero esto no bastaba; si, al alcanzarse la paz, Francia y su Imperio habían de recobrar su posición anterior a la guerra, era preciso que participaran los franceses activamente en la defensa de sus territorios coloniales y en la liberación de la metrópoli. Tal era la labor que confiaba al Ejército de Africa y a su jefe, el general Giraud. Resultaban así concertadas las primeras ideas: un Alto Comisario en Africa, que asumía todas las prerrogativas del representante de Francia; gobierno de los países que componían el territorio de Africa del Norte francés dentro de una gran autonomía; Ejército de Africa. Faltaba el nexo entre la Alta Comisaría y los Gobiernos de esos países. Aunque las medidas que se fueron adoptando conducirían pronto a una concentración orgánica completa. Por ordenanza del 16 de noviembre había sido nombrado consejero legislativo del Africa del Norte M. Ettori, que desempeñaba hasta entonces la 14

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Secretearía General del Gobierno en Africa francesa; para este cargo era designado M. Maurice Gonon, hasta entonces director de finanzas del Gobierno general de Argelia. El consejero legislativo informaría sobre los problemas legislativos relativos al Africa del Norte y, de una manera más particular, a Argelia. Se creó también una Agencia de información oficial, denominada Agencia Francia-Africa. El 22 de noviembre quedaba organizada la Alta Comisaría para el Africa francesa, en esta forma: El Alto Comisario, representante de la soberanía francesa en Africa. El Gabinete del Alto Comisario, comprendiendo: la Secretaría particular; los servicios de Prensa e Información del Alto Comisario y los servicios de la juventud. El adjunto del Alto Comisario, encargado de orientar y de coordinar, según las órdenes del Alto Comisario, la acción de las diferentes Secretarías o Secciones. La Secretaría General Económica, encargada de regular, de acuerdo con los gobernadores y residentes generales, las cuestiones económicas y financieras que interesaban al conjunto del Imperio y sus relaciones económicas y financieras con los países extranjeros. Sus atribuciones se extendían a los problemas de orden general concernientes a la producción, distribución, consumo, transportes, mano de obra, finanzas y comercio exterior. La Secretaría de Relaciones Exteriores. La Secretaría de Asuntos Políticos, encargada de las cuestiones de política interior, de mantener el orden, de la prensa, información, propaganda y censura. La Sección militar, encargada de los enlaces con el Alto Mando. Como secretario general de Economía fue designado el almirante Fenard. A la vez que se daba a conocer esta organización, el almirante Darlan se creía obligado a precisar el carácter de la soberanía francesa en Africa con la siguiente nota: “Pretenden ciertas propagandas que las autoridades militares americanas han presentado a las autoridades francesas exigencias que no guardan ninguna relación con las con las necesidades militares. Podemos afirmar que la Alta Comisaría, en pleno acuerdo con los representantes en Argel del Gobierno americano, opone a estos rumores un desmentido formal. El almirante Darlan no hubiese aceptado jamás representar la soberanía francesa en Africa si esta soberanía no hubiese quedado entera. Cierto que, liberadas al fin de las presiones alemanas e italianas, las autoridades francesas desean readaptar la situación actual en el sentido indicado por nuestras tradiciones nacionales. Pero es su propio jefe, y en el momento estimado oportuno, quien procederá a cada una de las readaptaciones que se juzguen necesarias. Por el momento, se trata, ante todo, de reconquistar por las armas la libertad de la nación, que alemanes e italianos le habían arrebatado”. El día 23 de noviembre se producía la adhesión del Africa occidental francesa a Darlan, que lo dio así a conocer en una proclama en la que exaltaba el patriotismo del general Boisson, gobernador general del Africa occidental francesa, así como del general Barrau, jefe de las fuerzas de tierra, mar y aire, del Africa occidental. A finales de noviembre se reunieron en Argel el general Nogues, residente general de Francia en Marruecos; el gobernador general del Africa occidental francesa, Boisson; el gobernador general de Argelia, Chatel; el jefe del Ejército de Africa, que había sido nombrado por Darlan, general Giraud, y el Alto Comisario Adjunto, general Bergeret. El día 1 de diciembre, 1942, quedó constituido bajo la presidencia de Darlan, Jefe del Estado en Africa francesa, un Consejo Imperial en Argel. De él formaban parte los residentes y gobernadores generales del Africa francesa, el 146

general jefe del Ejército de Africa, el Alto Comisario Adjunto y el secretario general del Gobierno en Africa del Norte. Un comunicado oficial valoraba este acontecimiento con las siguientes palabras: “Un acontecimiento de un alcance considerable acaba de producirse: el Africa francesa ha recibido la estructura especial que le va a permitir, en espera de la liberación de la metrópoli, defender los intereses generales del Imperio, de reanudar eficazmente la lucha al lado de los aliados y de representar a Francia en el mundo. Era indispensable, después de la ocupación del territorio metropolitano que, en ausencia del Jefe del Estado, la soberanía francesa fuese mantenida y representada en todos los territorios en los que flota aún libre nuestra bandera. La Alta Comisaría asumirá desde ahora los derechos y las cargas del Gobierno. En cada país y conforme a los estatutos existentes los gobernadores y residentes de Argelia, de Marruecos, del A.O.F. y, desde su liberación, de Túnez, asegurarán bajo su alta autoridad la administración y la defensa de su territorio. Al lado de la Alta Comisaría, que representa al Estado francés, el Consejo del Imperio representará a los diferentes países del Imperio. Este Consejo Imperial, bajo la presidencia del Alto Comisario, reúne esencialmente a los gobernadores y a los residentes de Africa francesa. Comprende, igualmente, al general en jefe, al Alto Comisario Adjunto y a un secretario general que asegurará, con el concurso de las Delegaciones de los diferentes países y con residencia en Argel, un enlace permanente entre las diferentes partes del Imperio. Esta organización, a la vez una y descentralizada, permitirá en el respecto de las prerrogativas tradicionales, asegurar la unidad de visión e informaciones indispensables para realizar la pesada tarea asumida por el representante de Francia. Era preciso, a la vez, evitar superponer a las administraciones existentes, cuyo papel debe, por el contrario, acrecentarse, una administración central pesada y uniforme y asegurar a la política francesa su flexibilidad y su autoridad”. Respondiendo al propósito manifestado en el último párrafo, el residente general de Francia en Marruecos, como ya lo había sido también el gobernador general de Argelia, fue autorizado, por medio de decreto, a adoptar personalmente todas las medidas que en tiempo de paz fueron ordenadas por la ley francesa o por decretos del Gobierno de Francia. El general Nogués asumía así todos los poderes de Francia en Marruecos y Darlan promulgaba el decreto correspondiente en su calidad de Alto Comisario, con poderes que en su tiempo le habían sido otorgados por el mariscal Pétain. De este modo, la organización constituida por la Alta Comisaría y por el Consejo Imperial determinaba, además de la creación del órgano de la soberanía francesa y de la representación de Francia, metrópoli e Imperio, un útil de gobierno del conjunto de los países que constituyen el Africa francesa. Con ello se lograba no sólo un objetivo exterior, sino que se avanzaba un paso en ese propósito francés de constituir en el Norte de Africa un elemento de gobierno que, coordinando la acción de los diversos países, sirviera para hacer más sólidos y firmes los lazos que unían el Imperio africano francés. El 26 de diciembre de 1942, se reunió en Argel el Consejo Imperial para designar al sucesor del almirante Darlan, asesinado el día 24 de ese mes. En ese interregno, el general Bergeret, Alto Comisario Adjunto, comunicó que el general Giraud asumía la responsabilidad del mantenimiento del orden. La reunión tomó como base la ordenanza número 30, de 2 de diciembre de 1942, que decía: “En caso de impedimento o ausencia del Alto Comisario para el Africa francesa, sus funciones son aseguradas por el general del Ejército de 147

Francia en Marruecos. Si el impedimento es de larga duración, en un plazo de un mes, el Consejo Imperial escogerá la persona que ejercerá definitivamente las funciones de Alto Comisario para el Africa francesa”. En virtud de esta última disposición se reunieron los miembros del Consejo Imperial, luego de deliberar, el Consejo tomó la decisión siguiente: “Nosotros, miembros del Consejo Imperial, decidimos por unanimidad: el general de Ejército Henri Giraud es designado para ejercer las funciones de Alto Comisario en Africa francesa y de comandante en jefe de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire”. En ese mismo día el general Giraud publicó la siguiente orden del día: “Al tomar las funciones de Alto Comisario en Africa francesa, después del trágico atentado que ha costado la vida al almirante Darlan, pido a todos unirse tras de mi para asegurar el éxito de nuestros Ejércitos con el apoyo de nuestros aliados. Una sola cosa cuenta: la Francia y su Imperio; un solo objetivo: la victoria”. A primeros de abril de 1943, Laval reorganiza su Gobierno prescindiendo de aquellos políticos reacios a colaborar con los nazis. Las ideas esenciales de la política de Laval pueden reducirse a dos: la necesidad inevitable de reconciliar a los pueblos para colaborar con Alemania nazi y poder, de esa manera, ocupar el lugar que corresponde a Francia en el nuevo orden europeo. Ese lugar le garantiza que mantendrá su rango de gran potencia imperialista, conservando todas sus posesiones. En segundo lugar, porque esta política era indispensable para suavizar los rigores que imponía al pueblo su condición de país vencido y ocupado militarmente por los vencedores. Solamente colaborando con la Wehrmacht se podía conseguir un modus vivendi compatible con las exigencias de defensa militar. Mientras tanto, en Argel De Gaulle y Giraud establecían un inicio de aproximación de posturas políticas. Uno de los objetivos de la Conferencia de Casablanca, en enero de 1943, fue conseguir la aproximación de De Gaulle y Giraud, para poner fin a las divisiones entre los franceses de la resistencia, lo que debía repercutir de un modo favorable en la ayuda militar francesa a los anglosajones. El asunto era bien conocido. Cuando Francia fue vencida firmó el armisticio alemán, pero De Gaulle, huido a Londres, se mostró opuesto a aceptar ese acuerdo y polarizó la voluntad de proseguir la lucha contra Alemania constituyendo el grupo de los “franceses libres”, que después tomó forma concreta, en su orientación y en su mando, en un Comité Nacional de Franceses Combatientes, con residencia en Londres. De Gaulle tuvo siempre el apoyo de Londres y a este Comité se adhirieron los territorios del Africa Ecuatorial francesa, A.E.F., en los que fueron nombradas autoridades bajo la autoridad de De Gaulle. Entretanto, Pétain establecía su Gobierno en Vichy contando con la adhesión del Africa del Norte francesa y del Africa Occidental francesa. Donde los partidarios de De Gaulle fueron perseguidos. A raíz de la invasión anglosajona del Norte de Africa, las autoridades francesas bajo autoridad de Pétain, vacilaron, y el almirante Darlan que había sido el hombre de confianza del mariscal, se puso al frente de las posesiones francesas del Norte de Africa, que quedó separada de la disciplina de Pétain. Quedaban así tres núcleos importantes: la Francia de Vichy, la Francia del Norte de Africa bajo Darlan y la Francia combatiente, bajo la autoridad de De Gaulle. Como las autoridades francesas en el Norte de Africa habían favorecido el desembarco, los norteamericanos apoyaron a Darlan y a sus colaboradores más destacados; mientras que Londres apoyaba a De Gaulle. Tras la muerte de Darlan, con su 148

sucesor Giraud, las posiciones se mantenían en los mismos términos. Esta división fue tratada en la reunión entre Churchill y Roosevelt en Casablanca, a la que asistieron De Gaulle y Giraud, quienes manifestaron su voluntad de llegar a la unidad. La consecuencia inmediata fue la designación del general Catroux como enlace entre De Gaulle y Giraud. No fue fácil, sin embargo, establecer ese acuerdo por la defensa que De Gaulle hacía de la restauración de la III República. Exigía declarar nulo el armisticio de 1940; restaurar las libertades democráticas y anular toda la legislación de origen nazi o no democrático. El 14 de marzo de 1943, Giraud, en un discurso pronunciado en Argel ante la presencia de los ministros británico y norteamericano en Africa del Norte, MacMillan y Murphy, aceptó las exigencias de De Gaulle, publicadas el día 18 en el Journal Officiel. Estos decretos se referían al restablecimiento de las libertades y a la anulación de lo legislado desde del armisticio. Anunciaba, además, la devolución de Alsacia y Lorena a Francia y proponía la integración de todas las organizaciones francesas de resistencia bajo una misma dirección militar. A esta declaración añadió un mensaje dirigido al general Catroux en el que le decía: “Mi general: He expuesto públicamente ayer los principios que guían mi conducta. No subsiste, pues, ningún equívoco entre nosotros. Ya he expresado en Anfa al general De Gaulle mi deseo de acuerdo. El momento de la unión de todos los franceses de buena voluntad ha llegado. Estoy dispuesto a acoger al general De Gaulle, a fin de dar a esta unión una forma concreta. Os pido comunicárselo. Recibid, mi general, la expresión de mis sentimientos afectuosos. Giraud15”. A raíz de esta toma de postura, tuvieron lugar cambios en el Gobierno de Africa del Norte, presidido por Giraud. El general Bergeret, secretario de Giraud, dimitió, lo mismo que Rigaud, ministro del Interior. Cargos que serían ocupados por degaullistas. Hecho lo cual, De Gaulle aceptó entrevistarse con Giraud. Las diferencias organizativas entre ambos seguían vigentes en torno a la concepción que cada uno tenía de qué organismo debía asumir la representación gubernativa provisional hasta que se celebrasen elecciones libres en Francia liberada. En este sentido, para De Gaulle el Comité Nacional de los franceses combatientes existía desde la firma del armisticio por lo cual los territorios franceses del Africa del Norte, liberados, tenían que someterse a su autoridad. Este Comité Nacional entendía que debían coordinarse los esfuerzos de todos los franceses resistentes en tres asuntos: a) en el aspecto militar, importaba asegurar la cooperación de las fuerzas francesas de tierra, mar y aire y la utilización de todos los recursos humanos y materiales del Imperio. Convenía, así mismo reintegrar de nuevo a la guerra las fuerzas francesas disponibles y que, sin embargo, se mantenían a parte; b) en el aspecto diplomático resultaba indispensable ponerse de acuerdo para hacer valer en el exterior los intereses generales de Francia, adoptando una actitud común en materia diplomática, unificando la representación francesa acerca de los gobiernos extranjeros y representando a Francia en las reuniones internacionales o interaliadas; c) importaba, por último, que fueran resueltos en común los problemas concretos de orden financiero, económico y de aprovisionamiento y transporte.

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El 26 de marzo, Catroux llegaba a Argel. Haciéndolo coincidir con esta llegada, De Gaulle radió desde Siria el siguiente mensaje: “ Iré muy pronto al Africa del Norte en nombre de todos los que en nuestro pueblo han unido, pública o secretamente, su alma a la Francia combatiente y, penetrado de los graves deberes que esta confianza me ha impuesto, veré allí, como francés a los otros franceses. Veré a las poblaciones indígenas que fielmente ligaron su suerte a la nuestra y también veré allí al general Giraud, gran soldado y noble figura. Todos juntos, lealmente, amistosamente, buscaremos y encontraremos los métodos para que el Imperio francés no sea más que un Imperio, que la fuerza francesa no sea más que una fuerza, que la voz de los franceses que luchan no sea en el mundo más que una sola voz y, por encima de todo, que este Imperio, esta fuerza y esta voz sean tales como las quiere la nación. He aquí llegada una de las más grandes horas de nuestra historia, de nuestra larga y dura historia. ¡Qué llama se eleva! ¡La llama de los antepasados que siempre al borde de los abismos, ha reanimado nuestra raza! ¡Que ella desvíe lo que pueda quedar de nuestras dudas y de nuestros rencores! ¡Qué ella nos ligue una vez más los unos a los otros para lo mejor y para lo peor! El deber es la Unión Nacional, recursos de nuestros supremos esfuerzos, fuente de nuestras eternas grandezas 16”. A estas declaraciones siguió las que el general Catroux realizó a la Associated Press. “El general Giraud, dijo, como el general De Gaulle, desean profundamente sellar la unión. Además el acuerdo está ya hecho, sobre los principios, puesto que en su discurso del 14 de marzo, el general Giraud ha anunciado de una manera precisa los conceptos democráticos, que son por los que combatimos. Así están asegurados los fundamentos de la unidad, que sube del cielo como una floreciente mies; los fundamentos del mismo edificio que esperamos construir. Yo veo cada día al general Giraud, habito bajo su techo, somos viejos amigos que hemos combatido juntos, refrescamos los recuerdos comunes de cinco años durante los cuales hemos trabajado los dos en la pacificación de Marruecos. Esta vez se trata también de pacificación17”. El 5 de abril, el general Eisenhower rogaba a De Gaulle que aplazase su viaje a Argel. El Comité Nacional francés comentaba esta noticia en los siguientes términos: “El general Eisenhower ha pedido al general De Gaulle que aplace su viaje al Norte de Africa. El general De Gaulle y el Comité Nacional francés lamentan este retraso que, de prolongarse, originaría serias desventajas. De Gaulle y numerosos miembros del Comité Nacional francés se hallan dispuestos desde hace algunos días para dirigirse a Argel a fin de restablecer la unidad del Imperio francés que el interés nacional hace necesario y que exige la opinión francesa en la metrópoli y ultramar18”. El 8 de abril el Gran Cuartel General de Argel comentaba la decisión de Eisenhower: “La atención del general Eisenhower ha sido reclamada por un comunicado hecho público por el portavoz del Comité Nacional francés de Londres, concerniente a la visita proyectada a Argel por el general De Gaulle y otros miembros del Comité. Ha leído esta comunicación con sorpresa. Puesto que el comunicado ha sido publicado en Londres, no duda que una exposición completa de las circunstancias será hecha igualmente en Londres19”.

Mundo nº 155, pg. 658 Idem 18 Ibídem 19 Ibídem 16 17

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En efecto, tanto Eden como Churchill pusieron al corriente el día 6 a De Gaulle de su conformidad con los puntos de vista de Eisenhower y del acuerdo completo entre los Estados Unidos e Inglaterra sobre esta decisión. Eden dio cuenta de cómo había sido tratada esta cuestión de la unidad francesa y Churchill hizo pública su opinión con la siguiente nota: “En relación con la declaración hecha el lunes por el Comité nacional francés relativa al aplazamiento impuesto a la visita del general De Gaulle al Africa del Norte, el primer ministro insiste en que ha estado en todo tiempo completamente de acuerdo con el general Eisenhower, desaconsejando la visita del general De Gaulle durante el período crítico de la batalla de Túnez, que exige toda la atención del Alto Mando Aliado20”. El día 8 Catroux salía de Argel para Londres donde declaró que la reunión se celebraría en el momento oportuno. El día 15, el Comité Nacional francés de Londres publicó el siguiente comunicado: “El Comité Nacional francés se reunió el 15 de abril de 1943 bajo la presidencia de De Gaulle. El Comité deliberó sobre la nota relativa al memorándum que Giraud le envió por mediación de Catroux, en respuesta al del Comité Nacional del 23 de febrero de 1943. El Comité Nacional comprueba con satisfacción que el acuerdo puede ahora realizarse respecto a ciertos principios esenciales, mientras quedan por esclarecer numerosos puntos importantes. El general Catroux, jefe de la misión de franceses combatientes en el Africa del Norte, regresará inmediatamente a Argel. Como la unidad del Imperio en la guerra es una necesidad nacional imperiosa y urgente, el Comité Nacional persiste en considerar como indispensable que De Gaulle tenga posibilidad de trasladarse a Argel acompañado de numerosos comisarios nacionales. El Comité Nacional está más convencido que nunca de que la unidad del Imperio se debe realizar cuanto antes y conforme a los principios que inspiraron en la guerra la acción de la Francia combatiente desde el 18 de junio de 194021”. Según el memorándum de Giraud, los objetivos que perseguía la unión, en un mismo esfuerzo de todos los franceses, ya sean del interior o del exterior, eran: luchar contra el invasor; liberar a Francia; salvaguardar las libertades francesas dentro del orden siguiendo las leyes establecidas libremente por el pueblo francés; protección de los territorios franceses de ultramar; restablecimiento en la paz, de una Francia que participe en la victoria, dentro de su posición histórica con relación a Inglaterra, Rusia y el mundo. Para ello era necesaria la unidad total de los franceses sobre una misma legislación y una misma dirección de los esfuerzos realizados por un solo y único organismo. Como era lógico, esto solamente podía realizarlo la Francia de ultramar. Los principios directores que debían determinar la unión eran los mismos que ya expresó el general Giraud en su discurso del 14 de marzo. Eran, en síntesis, denuncia del armisticio; ilegalidad de toda legislación posterior al 22 de junio de 1940. Una vez liberada Francia el pueblo manifestaría su voluntad con arreglo a las leyes existentes. La constitución de un organismo central francés al que debía correspondería la dirección del esfuerzo. Hasta la formación de un Gobierno provisional, una vez liberada Francia, se estimaba como mejor medio la constitución de un Consejo compuesto por los gobernadores, residentes y comisarios responsables de la Administración y un Comité Ejecutivo restringido

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que asegurase la ejecución. El Consejo representaría a Francia ante las potencias aliadas o extranjeras. Cuando loe ejércitos aliados entrasen en Francia, el general en jefe francés aseguraría el orden. En cada departamento se nombraría provisionalmente un jefe militar que ejercería a la vez las funciones de prefecto. El Comité Ejecutivo, o una parte de él, se trasladaría a Francia y aseguraría la administración de los territorios, el abastecimiento de la población, etc. Se restablecería la legislación francesa anterior al armisticio. En cada departamento funcionarían los Consejos generales. Solamente cuando la totalidad de Francia hubiera sido liberada, incluido el regreso de los prisioneros, de los trabajadores en país extranjero, se daría aplicación a la Ley de 15 de febrero de 1872, Ley Tréveneuc, que se aplicaría al dejar de existir los poderes legítimos del Gobierno y de la Asamblea Nacional. Una Asamblea de delegados de los Consejos generales, fijados como se prevé en esa ley, designaría el Gobierno provisional y convocaría elecciones generales para los miembros de la Asamblea Nacional, en la que se elaboraría una nueva constitución. Hasta aquí llegaba el planteamiento político de Giraud. La prensa inglesa y la norteamericana elogiaron este memorándum. Por su parte, el Comité Nacional de De Gaulle, en nota publicada por el Cuartel General de los franceses combatientes, publicó la siguiente nota: “1º. La abolición de las leyes de Vichy debe ser completa y esto implica que los puestos principales de dirección no deben ser confiados a hombres que tienen responsabilidad personal en la capitulación ante el enemigo o en la colaboración con éste. 2º. Cuando llegue la liberación de Francia, la administración departamental no deberá ser designada por la autoridad militar. Esto no sería aceptable para las organizaciones de resistencia de Francia. 3º. La autoridad central deberá proceder en nombre, no sólo del Imperio, sino también de la nación, comprendidas las fuerzas internas de resistencia. Los miembros del personal administrativo, tales como residentes generales, gobernadores de colonias, etcétera, deben normalmente estar subordinados a la autoridad central 4º. El comandante en jefe debe estar subordinado a la autoridad central. 5º. Debe constituirse un Consejo jurídico para impedir los abusos de poder y para decidir sobre la legalidad de los Decretos y decisiones administrativas. El Consejo nacional debe, en la medida de lo posible, permitir al pueblo francés expresar su punto de vista. 6º. La autoridad central debe estar constituida de modo que corresponda cuando sea posible a la organización gubernamental tradicional de Francia. Finalmente, la elección de personas encargadas de adaptar este cuadro es una cuestión que debería ser resuelta en territorio francés y entre franceses. El Comité Nacional francés considera desde el 25 de diciembre de 1942 que es necesario que su presidente y muchos de sus miembros tengan la oportunidad de trasladarse a Argel22”. La diferencia de los puntos de vista era aquí clara. Mientras Giraud era partidario de crear un Consejo, De Gaulle lo era de la formación de un Gobierno provisional. El Consejo de Giraud debía estar formado por secretarios y gobernadores o residentes generales de las colonias o protectorados. Dentro del Consejo, un Comité Ejecutivo, compuesto por Giraud, De Gaulle y un número 22

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reducido de personas, sin mandato administrativo particular. El Comité Ejecutivo tendría una responsabilidad colectiva. La presidencia correspondería por turno a Giraud y a De Gaulle, que firmarían juntos los decretos, ordenanzas, etc. Distinguía con precisión entre este Consejo, integrado por militares y apoyado por los aliados, y el Gobierno provisional que se formaría según el proceso democrático francés. Reconocía Giraud que el general en jefe debía estar subordinado al Consejo; pero hacía notar el carácter preponderantemente militar de ese momento: el estado de guerra, guerra de liberación, rearme del Ejército francés, relaciones con los aliados a través del Gran Cuartel General, lo que justificaba de modo especial la presencia en el Consejo del general en jefe. Reconocía Giraud lo ya conocido respecto a la abolición de la legislación de Vichy, posterior al 22 de junio de 1940: la supresión y prohibición de las agrupaciones totalitarias o inspiradas en ideologías totalitarias o que implicasen un juramento de adhesión a una persona. Así mismo, estaba de acuerdo en que la participación en la capitulación y colaboración con el enemigo debía ser castigada. También estaba conforme en relación con los organismos consultivos propuestos por el Comité de Londres y, en consecuencia, con la creación de un Comité Consultivo Nacional; con la modificación del Consejo Superior de Legislación; con la creación de una Comisión de Coordinación de la resistencia y con la creación de un Comité de Información. De Gaulle en la carta del 10 de mayo, dirigida a Giraud, después de hacer referencia a la nota anunciada el 27 de abril, de que fue informado el Comité Nacional, se decía que éste había examinado con gran interés las sugerencias de Giraud y agregaba: “Comprobamos que, en el fondo del asunto, el punto de vista que se expone marca una nueva y sensible aproximación hacia la concepción desarrollada, en el memorándum del Comité Nacional del 15 de abril. Respecto al poder central, que debe extender su autoridad provisional a todo el Imperio, así como a todas las fuerzas combatientes y residentes en el exterior e interior del territorio nacional, consideramos innecesario que altos comisarios, residentes generales y gobernadores, así como los jefes militares, pasen a formar parte en principio del poder central, del que precisamente tienen que recibir órdenes e instrucciones. No se podría aceptar que el comandante militar francés fuese responsable del orden público en el territorio francés ante el mando de un Gobierno extranjero. El mantenimiento del orden público y todo lo relacionado con asuntos de soberanía no podría en ningún caso depender de autoridades extranjeras sin que la nación hubiera de alienar su independencia. Si los altos comisarios, residentes generales y gobernadores no deben, en principio, formar parte del Poder central, es útil y normal que sean, sin embargo, consultados en los asuntos de interés para los territorios confiados a cada uno. Por otra parte, parece esencial al Comité Nacional que, una vez realizada la unidad del Imperio, se debe crear un Consejo Nacional elegido, destinado a dar al Poder central la expresión de la opinión de los franceses, siempre que la puedan manifestar. Indudablemente, tal Consejo no podrá ser considerado como la expresión de la soberanía nacional, pero su criterio puede aclarar al Poder central respecto al sentimiento general y facilitarle, en caso necesario, un recurso muy útil. Es necesario que el Consejo Nacional Consultivo esté compuesto esencialmente por miembros que hayan sido o sean investidos públicamente, y, si es posible, por la elección de cierta categoría de sus conciudadanos. Es natural que el Consejo Nacional Consultivo, como Poder central, provisional, desaparecerá tan 153

pronto como la nación disponga de una representación, que es la que elegirá Gobierno. El Comité Nacional francés tiene gran deseo de ver establecerse rápidamente en Argel, sobre estas bases, una autoridad central común para todo el Imperio y en contacto con la resistencia interior. Estoy dispuesto a dirigirme inmediatamente a Argel, acompañado de numerosos miembros del Comité Nacional, para resolver con vosotros y con todas las personalidades calificadas las modalidades prácticas de la unidad. Respecto al lugar donde sería posible resolver este gran problema francés, el Comité Nacional está convencido que Argel es la ciudad indicada23”. El 17 de mayo, Giraud contestaba a De Gaulle en los siguientes términos: “Mi general: Os agradezco vuestra carta del 10 de mayo, que contesta a mi carta y a mi memorándum del 27 de abril. Este nuevo cambio de impresiones me convence de que nuestras decisiones preliminares están terminadas y que ha llegado la hora de la acción y de nuestras responsabilidades comunes. El tiempo apremia. Entre otras cuestiones, la fusión rápida de todas las fuerzas francesas en un solo Ejército de la Victoria es urgente. Os propongo que pasemos a la acción y establezcamos inmediatamente nuestra unión. El medio es sencillo y puede ser rápido: es suficiente que formemos inmediatamente el “Comité Ejecutivo Central”, al mismo tiempo que confirmaremos nuestro acuerdo sobre sus fases esenciales, a saber: que su responsabilidad debe ser colectiva y que su duración ha de ser limitada. De ese modo actuaremos conforme a las tradiciones y a las leyes de la República. Esto realizado, el “Comité Ejecutivo” se reunirá enseguida en Argel. En cuanto a la formación del “Comité Ejecutivo”, es el Poder Central el que tiene la dirección general y la responsabilidad de todos los asuntos, que actualmente corresponde al “Comité Nacional” y al “comandante en jefe civil y militar” en Argel: delibera sobre todas las demás cuestiones que han sido objeto de nuestros cambios de impresiones, fundándose en las notas que hemos cambiado. Especialmente organiza el “Comité Nacional Consultivo” y el “Comité de Resistencia” nombra los comisarios, fija sus atribuciones, etc. La responsabilidad del “Comité Ejecutivo” debe ser colectiva. Todas las decisiones esenciales serán discutidas y adoptadas en común por el “Comité Ejecutivo” según las proposiciones hechas por el general Catroux, usted y yo asumiremos por turno su presidencia. Nuestras responsabilidades serán fundidas en la responsabilidad colectiva del “Comité Ejecutivo”. Con él, o los comisarios responsables, firmaremos juntos los decretos y las ordenanzas que serán discutidas y aprobadas por el Comité. La duración de las funciones del “Comité Ejecutivo” debe ser limitada. En nuestra acción estamos convencidos de actuar según los deseos del pueblo francés. Sin embargo, no podemos ignorar que nuestra autoridad proviene de una situación de hecho. No somos y no podemos ser el Gobierno de Francia. El Comité Ejecutivo, desde su entrada en funciones, deberá solemnemente hacer conocer al pueblo francés que él entregará sus poderes al “Gobierno provisional” que, desde la liberación del país, será constituido en Francia según la Ley de 13 de febrero de 1872. La aplicación de esta ley está prevista cuando las Asambleas legislativas han cesado de funcionar, que es el caso actual. Podrá ser adaptada por la clausura a otros cuerpos elegidos, por aviso del “Consejo Nacional

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1. 2. 3. 4.

Consultivo” y del “Consejo de Legislación”, teniendo en cuenta los cambios derivados de la acción del enemigo y del desenvolvimiento obrero en Francia. Si yo he representado bien lo esencial de los puntos de vista expresados por el Consejo Nacional y por mí mismo sobre este asunto, os ruego darme sobre estos puntos una conformidad que es esencial para el establecimiento de nuestra unión. Al mismo tiempo podemos entendernos rápidamente sobre la composición del Comité. Este, en un principio, comprenderá dos miembros propuestos por mí, lo que elevará a seis el número de los primeros miembros del “Comité Ejecutivo”. Sugiero que tres puestos queden vacantes, a fin de que el “Comité Ejecutivo” los provea ulteriormente24. Firmado: Giraud. El 24 de mayo, el Comité Nacional Francés publicaba el siguiente texto: “El “Comité Nacional Francés” se ha reunido el 24 de mayo de 1943, bajo la presidencia del general De Gaulle. El Comité Nacional ha conocido el informe del general Catroux, jefe de su misión en Africa del Norte. Ha comprobado que ningún punto importante separa la concepción del “Comité Nacional” de la que ha sido expuesta en la carta del general Giraud de fecha 17 de mayo y que nada parece oponerse a la formación rápida en Argel del poder central 25”. El 30 de mayo, De Gaulle llegaba a Argel. Al día siguiente se celebraba la primera reunión. Para De Gaulle era urgente la destitución de los elementos directivos que habían prestado servicios a Vichy o se habían adaptado a las circunstancias, pero sin manifestar una voluntad firme al servicio de una orientación definida y clara. Exigía la destitución de Peyrouton, gobernador general de Argelia, de Nogués, residente general de Francia en Marruecos, de Boisson, gobernador general del A.O.F., y de algunos mandos militares, aéreos o navales, que habían participado activamente después del armisticio en los intentos aliados sobre Africa del Norte o sobre Dakar. Giraud consideraba que estas dimisiones deberían producirse después de la constitución del Comité, pero De Gaulle consideraba que al reunirse los dos se consideraba constituido ya el Comité. Esta diferencia de criterio tuvo paralizada las reuniones. El 1 de julio, De Gaulle se reúne con MacMillan y Murphy, representantes de Gran Bretaña y Estados Unidos en Africa del Norte, y el día 2 visita el centro de franceses combatientes “Combat”, creado para acoger a los soldados que iban a Argel con permiso, pertenecientes a los ejércitos de los generales degaullistas Lecler Y Koenig y a los franceses que llegaban de Francia. Los diputados comunistas y socialistas en Argel acogieron con júbilo a De Gaulle. El día 1, Peyrouton presentaba su dimisión a De Gaulle y a Giraud. Aquel la aceptaba, pero éste manifestaba que debería haber esperado a la Constitución del Comité. Nogués no presentó su dimisión hasta el día 4. El día 3 se daba a la publicidad un comunicado oficial, en el que se exponían los siguientes acuerdos: El Comité Francés de Liberación se ha constituido. Comprende: los generales Giraud y De Gaulle como presidentes; el general Catroux, el general Georges, MM. René Masigli, Jean Monnet y André Philip, como miembros. El Comité ha procedido al nombramiento del general Catroux como comisario para la coordinación de los asuntos musulmanes. El Comité ha designado al general Catroux, comisario para los asuntos musulmanes, como gobernador general de Argelia. El Comité ha decidido el nombramiento del general Bouscat como jefe de las fuerzas aéreas del Africa del Norte y del Africa Occidental francesa, 24 25

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reemplazando al general Mendigal, que ya había cesado por decisión anterior del comandante en jefe. En otro comunicado, con la misma fecha, se definía la significación del Comité en los siguientes términos: “Los generales Giraud y De Gaulle, presidentes; el general Catroux, el general Georges, MM. René Massigli, Jean Monnet y André Philipp, como miembros constituyen el Comité francés de liberación nacional, que será completado ulteriormente por la adición de otros miembros. El Comité así constituido es el Poder central francés. El Comité dirige el esfuerzo francés en la guerra bajo todas sus formas y en todos los lugares. En consecuencia, ejerce la soberanía francesa sobre todos los territorios que no están en poder del enemigo. Asegura la gestión y la defensa de todos los intereses franceses en el mundo. Asume la autoridad sobre los territorios y las fuerzas terrestres, navales y aéreas, dependientes hasta ahora, sea del Comité Nacional francés, sea del comandante en jefe civil y militar. Todas las medidas necesarias para realizar la fusión de las administraciones dependientes de estos dos organismos serán tomadas sin demora por el Comité. Conforme a las cartas combinadas entre los generales Giraud y De Gaulle, el Comité entregará sus poderes al Gobierno provisional que se constituirá, conforme a las leyes de la República, cuando la liberación del territorio metropolitano lo permita y, lo más tarde, a la liberación total de Francia. El Comité proseguirá, en estrecha colaboración con todos los aliados, la lucha común con vistas a la liberación integral de los territorios franceses y de los territorios aliados, hasta la victoria total sobre todas las potencias enemigas. El Comité se compromete solemnemente a restablecer todas las libertades francesas, las Leyes de la República y el régimen republicano, destruyendo completamente el régimen de arbitrariedad y de poder personal impuesto hoy al país. El Comité está al servicio del pueblo de Francia en el esfuerzo de guerra, la resistencia y las pruebas, así como la renovación necesaria, exigiendo la unión de todas las fuerzas nacionales. Llama a todos los franceses a seguirle para que Francia recobre, por la lucha y por la victoria, su libertad, su grandeza y su puesto tradicional entre las grandes potencias aliadas y para que, en las negociaciones de paz, pueda aportar su contribución al Consejo de las Naciones Unidas, que determinará las condiciones de Europa y del Mundo después de la guerra26”. El día 7 de junio fue creado el Comité de Guerra. El 8 se trató de la organización administrativa del Comité, de las atribuciones del Alto mando militar y de la constitución de un organismo superior análogo al Consejo de Estado. Al día siguiente, el problema de la reorganización del Ejército dividió las opiniones; el general De Gaulle dirigió ese día una carta a Giraud presentándole, prácticamente un ultimátum. Situación que motivó la suspensión de las reuniones. De Gaulle quería remover a fondo el Ejército y sus métodos, basándose en el fracaso frente a Alemania y en los métodos erróneos del Estado Mayor incapaz de haber previsto y comprendido la guerra con la que había que enfrentarse. Derivadas de estas ideas eran: la necesidad de rejuvenecer el Ejército, utilizando en los primeros puestos los mandos jóvenes que ya dieron muestras de su valía tanto en Francia como en Túnez y la depuración de los

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mandos para garantizar la adhesión sin reservas a la causa de la liberación de Francia. Churchill en su informe ante el Parlamento sobre estos asuntos declaró: “Nosotros no hemos intervenido en forma alguna en las discusiones empeñadas entre los franceses, pero como el general Eisenhower, comandante en jefe, las hemos seguido de cerca con atención a la luz de los intereses británicos y americanos y del bienestar de nuestros Ejércitos en el Africa del Norte. Nos hemos alegrado cuando el acuerdo ha sido concluido y cuando el Comité francés de Liberación Nacional ha sido constituido como sola y única autoridad para todos los franceses que aspiran a liberar a Francia. Cuando nos hemos encontrado los siete hombres con los que el nuevo Gabinete francés ha quedado constituido, no hemos podido dejar de impresionarnos por los aspectos tan diversos de energía francesa y de capacidad de resistencia que ellos representan, a la vez que por sus altas cualidades personales. Así, las más pesadas responsabilidades incumben a estos hombres y perspectivas brillantes se abren delante de ellos. Ellos no tienen más que actuar concertadamente, de buena fe, lealmente, relegar todos los intereses de los partidos y de las personas y guardar todos sus odios para el enemigo. Ellos no tienen más que trabajar en ese sentido a fin de ayudar a Francia a recobrar su herencia y haciéndolo así, ellos mismos heredarán la gratitud de las futuras generaciones francesas. La formación de este Comité, de responsabilidad colectiva, pone fin a la situación creada por la correspondencia que hemos cambiado entre el general De Gaulle y yo en 1940. En adelante, trataremos las cuestiones financieras y las demás con el Comité entero. Queda una cuestión importante: el del reconocimiento de este Comité como representante de Francia. Este asunto exige reflexión por parte de los Gobiernos inglés y americano, pero si todo marcha bien, yo espero que podremos llegar pronto a soluciones satisfactorias para todos”.27 Reunido el Comité de Liberación el día 21 de junio, no aprobó la propuesta de De Gaulle de reorganizar y depurar el Ejército. Llego a hablarse, incluso, en la conveniencia de que De Gaulle se retirara a Beirut o Brazzaville para no entorpecer los esfuerzos de guerra aliados. En la reunión del día 22 el Comité de Liberación publicó el siguiente comunicado: “El Comité Francés de Liberación Nacional se ha reunido hoy, a las quince horas, bajo la presidencia del general Giraud. El Comité ha dado su aprobación a un Decreto sobre la organización de las fuerzas armadas. Este Decreto atribuye a un Comité militar permanente, compuesto por los generales Giraud y De Gaulle y los jefes de los Estados Mayores Generales de Tierra, Mar y Aire, la misión de proceder a la fusión de las fuerzas francesas de tierra, mar y aire, a fin de constituir lo más pronto posible el nuevo Ejército único. Este Comité dispondrá de un Secretariado permanente. El Comité ha designado al general Giraud como comandante en jefe de las fuerzas francesas de Africa del Norte y de Africa occidental francesa y al general De Gaulle como comandante en jefe de las fuerzas de otros territorios del Imperio. El Comité ha aprobado el nombramiento de los generales Juin y Larminal como jefes de los Estados Mayores del Ejército, respectivamente, para estos dos mandos. Las designaciones de los jefes de los Estados mayores de la Marina y del Ejército del aire se harán seguidamente. 27

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El Comité continuó el examen del proyecto de creación de una Asamblea Consultiva provisional. Así mismo, decidió, a propuesta de M.Texier, comisario de Trabajo, derogar la Ordenanza de 29 de mayo de 1943 que modifica la del 11 de mayo de 1943 sobre la demanda de trabajo en Argelia”28. El 10 de julio desembarcaron en Sicilia las primeras unidades anglosajonas. La débil reacción de los primeros momentos, a pesar de que se conocía que iba a producirse la invasión, permitió a las fuerzas atacantes consolidar sus posiciones. El 19 de julio, reunidos Hitler y Mussolini en Verona trataron sobre asuntos militares en el Mediterráneo. El corresponsal diplomático de la D.N.B. declaró: “ La mención que se hace, en los medios políticos alemanes, de los dos frentes de los que depende la suerte de Europa, expresa no sólo la suerte de los combates entablados, sino también la cohesión íntima de la comunidad de destino de las naciones europeas empeñadas en esos frentes. En su calidad de comandantes-jefes de las potencias del Eje, el Führer y el Duce han de haber pesado y decidido sobre las medidas impuestas por la situación, basándose en una apreciación objetiva de la situación y excluyendo todas las ilusiones. La evolución en el Mediterráneo habrá estado en primer plano. Que estas medidas sean de orden militar lo demuestra la breve indicación del comunicado correspondiente, que reduce al absurdo los cálculos políticos del enemigo”.29 El martes, 20, regresó Mussolini de Verona con las medidas militares acordadas entre los dos caudillos. El día 24 se reunía el Gran Consejo Fascista en el Palacio Venezia, no lo hacía desde 1939. En esta reunión se acuerda que Mussolini entregue la jefatura suprema del Ejército al rey. Inmediatamente, el día 25 el monarca, Víctor Manuel III, anunciaba que asumía el mando en Jefe de todas las fuerzas armadas, aceptaba la dimisión de Mussolini y nombraba al mariscal Badoglio Primer Ministro y Secretario de Estado. El 31 de julio, después del viaje de Giraud a Washington y la manifestación de Eisenhower favorable a que este general siguiera al mando de las fuerzas francesas, el Comité Francés de Liberación Nacional publicó los siguientes decretos: “Decreto modificando el de 3 de junio de 1943 que fija la organización y el funcionamiento del Comité Francés de la Liberación nacional.- Artículo único. El artículo 1º del Decreto de 3 de junio de 1943 queda reemplazado por el artículo siguiente: El Comité Francés de la Liberación está presidido por los generales Giraud y De Gaulle. Los asuntos que entran dentro de la competencia del Comité Francés de la Liberación Nacional quedan repartidos entre comisarios. El Comité nombra los comisarios, fija su número y sus atribuciones. A fin de asegurar más completamente la unidad en las deliberaciones y en la acción del Comité, el ejercicio de la presidencia queda regulado como sigue: El general Giraud dirige los debates y sigue la ejecución de las decisiones del Comité para los asuntos concernientes a la defensa nacional. El general De Gaulle dirige los debates y sigue la ejecución de las decisiones del Comité para lo que concierne a los otros asuntos y a la política general del Comité”. El segundo decreto relativo a la organización del Alto Mando, dice así:

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“Artículo 1º. El Comité Francés de la Liberación Nacional asegura la dirección general de la guerra y dispone del conjunto de las fuerzas terrestres, navales y aéreas. Art. 2º. El general Giraud, designado bajo el título de “comandante en jefe”, queda encargado del ejercicio del mando del conjunto de las fuerzas francesas. Durante el tiempo en que ejerza su mando efectivo en operaciones, cesa de ejercer sus funciones de presidente del Comité Francés de la Liberación Nacional. Art. 3º. En calidad de comandante en jefe, el general Giraud queda encargado, en el cuadro de las directrices del Comité Francés de la Liberación Nacional y del Comité de Defensa nacional, del cual se habla en el artículo 5º de la organización, administración y entretenimiento de los Ejércitos y de la repartición de las fuerzas francesas sobre los diversos teatros de operaciones. Orienta y controla la formación e instrucción de las unidades con vistas a su empleo tal como se ha de prever o está previsto, bien por los planes interaliados de operaciones o por los planes de defensa o de seguridad de los territorios: él reparte el armamento. Art. 4º. El general Giraud queda asistido de un comisario adjunto para la defensa nacional, especialmente para la organización, la administración y el entretenimiento de los Ejércitos. El comisario-adjunto asiste a las sesiones del Comité Francés de la Liberación Nacional. Tiene voz deliberativa en ausencia del general Giraud. Art. 5º. Se crea un Comité de Defensa nacional. Este Comité comprende: el general De Gaulle, presidente; el general Giraud, el comisario adjunto para la Defensa Nacional y los jefes de los Estados Mayores generales de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire. En el cuadro de las directrices del Comité Francés de la Liberación Nacional, el Comité de Defensa nacional dispone las condiciones generales de la repartición de las fuerzas francesas sobre los diversos teatros de operaciones y las medidas principales propias para asegurar la fusión de estas fuerzas. Delibera sobre los planes de organización y de armamento. Para el examen de cuestiones determinadas, en las cuales se hallen interesadas sus Comisarías, el Comité de Defensa nacional puede invitar a sus sesiones a uno o varios comisarios. Art. 6º. Quedan derogados el Decreto de 22 de junio de 1943, sobre la organización de las fuerzas armadas y el Decreto de 1 de julio de 1943, que contenía la delegación de firma a los jefes de los Estados Mayores Generales de la Guerra, Marina y Aire”.30 Confirmando este acuerdo, el general Giraud le envió la siguiente carta a De Gaulle: “Mi general: Esta mañana hemos dado un gran paso hacia la unidad de la Patria. Ya no hay dos Ejércitos: sólo existe el Ejército francés. Usted me reconoce su mando. Se lo agradezco. Decid a los que os han seguido desde el primer día y cuyas pruebas, sufrimientos, esperanzas y valor conozco, que sé lo que han hecho y estoy seguro de lo que harán. Poco a poco – estoy seguro de ello -, con lealtad, con sinceridad, las divergencias se atenuarán, los puntos de vista se aproximarán y nos volveremos a encontrar los unos a los otros lo que no hemos cesado nunca de ser: soldados de Francia. Les pido a todos que os conserven su admiración, su afecto, pero que me 30

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concedan la confianza y la adhesión que me ha testimoniado siempre el magnífico Ejército de Africa para la tarea sublime que nos espera a todos. Hasta mañana, en Metz libertado. Muy cordialmente, general Giraud”31. El general De Gaulle, le contestó en los siguientes términos: Mi querido general: Su carta me ha conmovido vivamente. Será profundamente conmovedora para las fuerzas francesas libres. Después de las desgracias de la batalla de Francia, esas fuerzas han sido la retaguardia de nuestros Ejércitos. Los acontecimientos, de los cuales no han desesperado nunca, hicieron que esa retaguardia se haya convertido en vanguardia. En la organización militar francesa, reconstituida desde este momento, conservarán su figura y su carácter, al mismo tiempo que su ardor. El Comité de la Liberación nacional os ha conferido el mando en jefe de todo lo que nuestro Ejército posee como fuerzas disponibles. Ellas le seguirán, estoy seguro de ello, con la confianza y la adhesión que merece el gran soldado y el gran jefe que usted es. Mañana, con la ayuda de Dios, usted les conducirá a la batalla decisiva, que libertará a la Patria. Muy amistosamente de usted, Charles De Gaulle”. 32 Al mismo tiempo, los dos hicieron leer sus respectivos órdenes del día a las fuerzas francesas libres. El orden del día de De Gaulle, decía lo siguiente: “¡Oficiales, suboficiales, soldados, marinos, aviadores de las fuerzas francesas libres, compañeros míos!: Desde hace tres años habéis proseguido la lucha por la Patria. Los acontecimientos os han justificado plenamente. La voz de Francia ha terminado por confirmarlo: de ello no dudéis nunca. La unidad de los Ejércitos franceses está rehecha desde este momento. Todas las fuerzas que tienen disponibles se encuentran reunidas para marchar contra el enemigo. Un jefe glorioso, el general Giraud, ha recibido el mando en jefe de ellos. Orgullosos de estar reunidos con aquéllos de los cuales fuisteis la vanguardia, permaneceréis cruzados con la Cruz de Lorena, constituidos en unidades fraternales y ejemplares y combatiendo en primera fila hasta la victoria de Francia. Después, el país tendrá necesidad, todavía de vuestro ardor y de vuestro entusiasmo para el inmenso trabajo de su renovación. En cuanto a mí, a quien habéis concedido el mayor honor que un hombre puede conocer: el de ser seguido voluntariamente en el esfuerzo y en el sacrificio, permanezco en el puesto en que he sido llamado para servir. ¡A vosotros todos, unidos más estrechamente que nunca con Francia! Firmado: Charles De Gaulle”.33 El general Giraud dirigió a las mismas fuerzas francesas, por su parte, el siguiente orden del día: “¡Oficiales, suboficiales, cabos, soldados y marinos!: El Ejército francés se agrupa bajo mi mando. Saludo a sus banderas y me inclino ante sus muertos. Una única tarea importa: liberar a Francia y libertad a nuestros prisioneros. Os pido que os consagréis a esta tarea con toda vuestra alma y con todas vuestras fuerzas. Idem Ibídem 33 Ibídem 31

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Todos habéis enseñado al mundo, así a nuestros aliados como a nuestros enemigos, que queríais batiros sin armas. Le probaréis que queréis y que sabéis batiros con el armamento más moderno que existe- a todos os pido la obediencia, que da la fuerza principal a los Ejércitos: la lealtad, que crea la confianza; la alegría, generadora de entusiasmo. Francia es la patria de la esperanza. Espero, como esperáis todos, en la resurrección de la Francia eterna. Todos tenemos los ojos allí donde nos esperan, nos llaman y nos aguardan los que amamos y quienes nos aman. El general del Ejército, comandante en jefe, Giraud”.34 El 27 de agosto, Roosevelt declaró: “Esperamos que este Comité funcione sobre la base de la responsabilidad colectiva de todos sus miembros para la prosecución activa de la guerra. Dada la importancia primordial del esfuerzo de guerra común, las relaciones con el Comité Francés de Liberación Nacional deben continuar estando subordinadas a las necesidades militares de los Mandos aliados”.35 Esto significaba que los anglosajones no contaban con Francia en la decisión de los grandes asuntos, invasión de Europa, acuerdos con Moscú..., y que, en consecuencia, debían subordinarse a los criterios políticos y militares de los tres grandes. Situación criticada por De Gaulle quien no aceptaba el papel de comparsa. A mediados de noviembre, Giraud cesa en sus funciones como Presidente del Comité Francés de la Liberación Nacional(C.F.L.N.), pasando a ocupar su lugar De Gaulle quien introduce una renovación en dicho Comité con la supresión de militares fieles a Giraud y la inclusión de representantes de los partidos políticos republicanos. Con motivo de la Conferencia de Teherán, el Comité Francés de la Liberación Nacional advirtió que las decisiones que pudieran tomarse respecto a Alemania, una vez derrotada, sólo comprometerían a Francia si participaba en las condiciones que se acordaran. El 22 de noviembre, la Comisión de Asuntos Extranjeros del C.F.L.N. acordó: 1º. Mantener y ampliar los lazos de amistad y cooperación con todas las potencias aliadas. 2º. Mostrar la verdadera fisonomía de la Francia democrática. 3º. Preparar las soluciones de la paz. En la segunda sesión de esta Comisión, el diputado comunista declaró que era necesaria una estrecha unión entre Francia y los Estados Unidos y puso de relieve que entre ambas naciones no existía pugna de intereses, sino, por el contrario, conveniencia de estrecha amistad. En la tercera sesión De Gaulle declaró que Francia debía retomar su rango de gran potencia participando en el esfuerzo de la guerra. Sin embargo, no hizo ninguna referencia a que el Ejército francés en Africa carecía de armamento adecuado y éste se lo empezaron a proporcionar los norteamericanos después del desembarco en Italia. En una palabra, para que Francia pudiera ser tenida en cuenta tenía que ser armada por Estados Unidos. Finalmente, la Comisión aprobó las siguientes conclusiones: “La Asamblea, expresión de la Francia en guerra, saluda con emoción el esfuerzo de guerra de las naciones aliadas y marca la voluntad de asociarse a él en todas las medidas de sus posibilidades. Comprueba que el Comité Francés de la Liberación Nacional ha tenido en toda ocasión la palabra de Francia y mantenido la fidelidad de nuestro país a los tratados que él había firmado. 34 35

Ibídem MUNDO nº 185, pg. 455

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Asocia al pueblo francés a las declaraciones de la Carta del Atlántico de las Naciones Unidas y de la Conferencia de Moscú. Aprueba la solución dada por el Gobierno a un incidente reciente, sin comprometer la colaboración con los aliados y salvaguardando los intereses de Francia. Desea que sea proseguida la organización de nuestras misiones diplomáticas, que deben ser, todas ellas, dignas de la democracia francesa. Y confía en el Gobierno para obtener que Francia sea asociada cada vez más estrechamente a las deliberaciones para la guerra y para la paz, así como para aportar a las deliberaciones una voluntad constructiva en un amplio espíritu de democracia y de colaboración internacional”.36 A primeros de marzo de 1944, la Asamblea de Argel, consultiva, discutió sobre dos proyectos para la organización del futuro del Gobierno provisional de Francia. Uno fue presentado por De Gaulle y el otro por el socialista Auriol. Aunque ninguno de los dos fue aprobado por la Asamblea, conviene conocer cuales eran sus contenidos por cuanto reflejan corrientes de pensamiento político diferentes. El proyecto de De Gaulle, presentado por el comisario de Justicia, proponía la celebración de elecciones municipales inmediatamente después de liberado el territorio francés. Los ayuntamientos así elegidos nombrarían compromisarios, quienes designarían a los miembros de la Asamblea constituyente. El aspecto más rechazado por la oposición a De Gaulle se refería a que si el jefe de Gobierno, una vez nombrado por la Asamblea, recibía el voto de confianza de ésta, recibía plenos poderes y las funciones de la Asamblea pasaba a ser poco más que consultivas y asesoras. De Gaulle ironizó con la restauración de la Tercera República al decir que “los ilusos que piensan que Francia, una vez liberada, volvería a tomar la misma forma política que antes”, que calificó de “antiguos sistemas”, confiando un nuevo sistema en el que “los medios de gobierno tendrían fuerza y continuidad suficiente para imponer el supremo poder del Estado sobre todo el mundo”. 37 La oposición empezó a calificar este proyecto de bonapartista y a la salida de Giraud y de sus partidarios del CFLN como de un nuevo “18 brumario”, con más razón por cuanto esta salida se hizo coincidir con la citada fecha que dio el Poder a Napoleón. El socialista Auriol no proponía la celebración de elecciones hasta el regreso de todos los franceses a su patria. Se reuniría una Asamblea Nacional con carácter provisional integrada por los miembros de las Cámaras anteriores, siempre que no hubiesen votado la confianza a Pétain en junio de 1940 ni hubiesen colaborado con Vichy, y por representantes de la resistencia. El Gobierno provisional estaría fiscalizado por esta Asamblea y sería responsable de sus actos ante la misma. Hasta que se pudieran celebrar elecciones. En cuanto a la actitud de los tres grandes aliados con respecto al CFLN, había diferencias, no relevantes entre los anglosajones, pero si con la soviética. La posición anglosajona ya había quedado fijada en la reunión de Quebec, en agosto de 1943. Son distintas en la redacción y en algún detalle de importancia, aunque siguen las mismas líneas generales. El CFLN no fue reconocido como continuador de los gobiernos franceses y, en este sentido, Gobierno de Francia. La nota británica dice: “El Gobierno de S. M. reconoce desde ahora al Comité Francés de Liberación Nacional, como administrando los territorios franceses 36 37

MUNDO nº 190, pg. 670 MUNDO nº 200 pg. 387 y ss.

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de Ultramar, que reconocen su autoridad y como habiendo asumido las funciones del antiguo Comité Nacional Francés respecto a los territorios de Levante... como el organismo calificado para asegurar la dirección del esfuerzo en la guerra... y toma nota con simpatía del deseo del Comité de ser considerado como el organismo calificado para asegurar la administración y la defensa de todos los intereses franceses”. Previamente, he reconocido que el Comité no discute el derecho del pueblo francés mismo a determinar su propia Constitución y establecer su propio gobierno cuando tenga la posibilidad de expresarse libremente38. Comparada con el tacto diplomático de esta nota, la norteamericana, redactada por Murphy, tenía un tono imperativo. Después de repetir que reconocía al Comité “como administrando los territorios franceses de Ultramar, que han reconocido su autoridad, que, mira con simpatía”, añade: “Esta declaración no constituye el reconocimiento de un gobierno de Francia o del Imperio francés por el Gobierno de los Estados Unidos. Constituye el reconocimiento del Comité Francés de Liberación Nacional como funcionando dentro de límites definidos durante la guerra. Más tarde, el pueblo francés, de una manera libre y sin trabas, procederá normalmente a la elección de su propio gobierno y de sus propios funcionarios”39. En la nota rusa de reconocimiento, aun haciendo constar las mismas reservas democráticas, se daba a entender que el CFLN era el legítimo heredero de los gobierno de la República, tal como quedó interrumpida en el día del armisticio, o mejor aún, en el día en el que la Asamblea Nacional entregó los poderes al mariscal Pétain. El 4 de abril, 1944, dos miembros del Partido Comunista francés, Grenier y Billoux, ingresan en el CFLN. Billoux, en nombre suyo y de su compañero de Partido, declaró: “El interés de Francia exige que el Partido Comunista esté representado en el Gobierno. Estas razones son las que nos han hecho aceptar los puestos que nos ofrecía De Gaulle. Nuestra participación nos va a permitir trabajar, esencialmente, para: Poner en obra, para el esfuerzo de guerra, todos los medios de que disponen los territorios. La creación de un potente ejército antifascista y el refuerzo del armamento de los patriotas. Castigo impecable a los traidores. Persecución de una política democrática y de la política de unión total entre Francia y las posesiones de ultramar y el logro de las legítimas aspiraciones de los pueblos coloniales. Ampliar el papel de Francia en el concierto de las Naciones Unidas”40. Casi al mismo tiempo, De Gaulle convocó al Comité y se asignó personalmente el cargo de comandante en jefe de las Fuerzas armadas francesas, cuyo titular era el general Giraud, quien se negó a dimitir y acusó a De Gaulle de violar la Ley republicana al asumir el cargo de comandante en jefe, junto con el político que ya detentaba. El CFLN justificaba esta medida porque: “Se ve en ello una confirmación de la tradición y de la legalidad republicana, que siempre ha entendido que el Ejército de la nación depende del poder civil en su figura más representativa: el Presidente del Gobierno” 41. MUNDO nº 205, pg. 536 Idem 40 MUNDO nº 206, pgs. 608 y 639 41 Idem 38 39

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La voluntad de afirmar la independencia política de este Comité con respecto a los anglosajones se puso de manifiesto en la decisión de cesar a Giraud, primero, y en la Ordenanza del 14 de marzo, 1944, dada a conocer el 2 de abril, según la cual, los Delegados militares nombrados por el CFLN, actuarían en nombre de éste en los territorios franceses hasta que dicho Comité no tuviera directamente el control de la situación. Se trataba de que, a diferencia de Italia, donde la Comisión Aliada anglosajona decidía no sólo los asuntos militares sino los políticos, en la liberación de Francia estuvieran presentes los dirigentes franceses en los comités anglosajones para participar en la liberación e ir asumiendo el control político de Francia. En este sentido, se pretendía dar al CFLN y sus delegados un trato de igualdad con respecto al mando anglosajón. De manera que, al Delegado militar se le concedían, entre otras, las siguientes atribuciones: 1. En lo que hace a las operaciones militares, el delegado militar actúa según las instrucciones particulares que reciba del mando francés. Por lo que se refiere a las Comunicaciones, ferrocarriles, puertos marítimos y transmisiones, tiene autoridad en la zona avanzada sobre los oficiales Generales o superiores encargados por el mando de asegurar los enlaces previstos con las autoridades aliadas. Vigila, en esos dominios, la aplicación de los acuerdos particulares establecidos, de una parte entre el Comisario de Guerra y Aire y el de las Comunicaciones y de otra parte entre las autoridades francesas y aliadas. 2. Asegura, en el orden militar y en enlace con el Mando aliado, la ejecución de las decisiones del C.F.L.N. relativas a la intervención de las organizaciones militares de la resistencia sobre la retaguardia del enemigo. 3. En el orden administrativo, el delegado militar está encargado, en el conjunto de los territorios liberados y bajo la alta autoridad del Delegado del C.F.L.N. de reconstruir las administraciones territoriales militares terrestres, aéreas y de dirigir la actividad de éstas en las zonas avanzadas y en las zonas militarizadas. Está, además, encargado de la aplicación de la ley sobre el estado de sitio por intermedio de las administraciones territoriales militares; de cuidar que las misiones de enlace administrativas entre zonas avanzadas y de acuerdo con las instrucciones del Delegado del C.F.L.N. organicen las administraciones civiles y pongan en marcha las actividades económicas y en todas las zonas el enlace de los diversos escalones del mando aliado con las administraciones francesas civiles y militares con vista, especialmente, a las necesidades de las unidades de los ejércitos aliados en operaciones. Para llevar las tres series de misiones así definidas, el Delegado militar organiza y pone en ejecución tres categorías de enlaces militares: 1. Enlaces de orden táctico o estratégico referentes a la participación en la batalla de fuerzas terrestres, aéreas y navales, cerca de los organismos de mando aliados interesados. 2. Enlaces referentes a los elementos de combate de las organizaciones de la resistencia; las modalidades de enlace serán fijadas por el Comité de acción en Francia. 3. Enlaces administrativos cerca de los diversos escalones del mando aliado y del mando francés llamados a operar o a estacionar en territorio metropolitano. El conjunto de los tres organismos de enlace citados se agruparán bajo las órdenes de un oficial jefe de misión representando en este escalón al Delegado militar francés y dependiendo jerárquicamente de él. El Delegado del C.F.L.N. puede, si lo juzga oportuno, conferir al Delegado militar el ejercicio de alguno de los poderes que le son atribuidos. En caso de imposibilidad de acción del 164

Delegado del C.F.L.N. o de ruptura de comunicaciones con él, el Delegado militar se enlazará directamente con los Comisarios Regionales de la República para todas las cuestiones administrativas. El período que preceda al comienzo de las operaciones militares en territorio metropolitano y desde su designación, él o los Delegados del Comité Francés de la Liberación Nacional y él o los Delegados militares, ejercerán el mando de los organismos que han de poner en obra y cuando el desembarco se produzca asegurará la instalación de esos organismos y preparará, en enlace con los aliados, la ejecución de las misiones que le sean confiadas en el curso de la liberación del territorio. En abril, la Asamblea Consultiva, aprobaba un proyecto del CFLN, conocido como Ordenanza del 14 de abril. Venía a completar la del 14 de marzo estableciendo las normas para la organización de los poderes públicos en la Francia liberada. Contiene 33 artículos. Los dos primeros recogían, como base de la disposición, la declaración de que el pueblo francés decidirá soberanamente sobre sus instituciones políticas futuras. De este modo quedaban cumplidas las seguridades dadas en ocasiones diversas por el general De Gaulle afirmando que todas las instituciones de guerra eran provisionales. En la Ordenanza se fijaba el plazo máximo de un año, después de la liberación completa, para elegir la Asamblea constituyente. El período transitorio entre la situación presente y la liberación total de Francia lo ocuparían el CFLN y la Asamblea consultiva. El Título I se refería a los Consejos Municipales; el II a los generales; el III al Consejo Municipal de París y Consejo General del Sena; el IV a las elecciones. Tan pronto como estuvieran terminadas las listas electorales en cada Departamento, se procedería a las elecciones para Consejos Municipales y Generales provisionales. Las mujeres eran electoras y elegibles. Quedaban exceptuados de los derechos electorales quienes: formasen o hubieran formado parte del Gobierno a partir del 17 de junio de 1940; los que hubieran colaborado con el enemigo o favorecido su acción; los miembros del Parlamento que votaron la delegación del Poder el 10 de junio de 1940; los que hubieran aceptado de esos Gobiernos cargos de consejeros nacionales y departamentales o de consejero municipal de París. El Título V se refería a los Comités Departamentales de Liberación, llamados a tener una participación en la organización política y administrativa provisional de Francia. Estaban integrados por delegados de cada una de las organizaciones de la resistencia, organizaciones sindicales y partidos políticos, afiliados directamente al Comité Nacional de la Resistencia que existía en cada Departamento. Estaba encargado de asistir al prefecto representando cerca de él la opinión de todos los elementos de la resistencia. Tenía que ser consultado obligatoriamente sobre todas las sustituciones de miembros de las municipalidades y del Consejo General. Cesaría en sus funciones tan pronto como comenzaran a actuar los Consejos Municipales y Generales elegidos según se disponía en el Título anterior. El Título VI se refería a la Asamblea representativa provisional y al Gobierno provisional. Cuando se estimase conveniente se trasladarían a Francia el Comité Francés de la Liberación Nacional y la Asamblea Consultiva Provisional de Argel. La Asamblea se ampliaría con los delegados de la resistencia designados por los Comités directivos de estas organizaciones. Los miembros que así resultasen estarían obligados, en el plazo de un mes, a partir de la instalación de la Asamblea, a hacer conocer a la Secretaría los departamentos que 165

representaban. Los departamentos, a medida que estuviesen en las condiciones que se recogían en el Título IV, celebrarían sus elecciones y los asambleístas así elegidos formarían parte de la Asamblea Consultiva Provisional, desplazando a aquéllos que, afectos al mismo departamento, no hubieran sido elegidos. Los departamentos elegían un diputado por cada 150.000 habitantes y otro por fracción de más de 75.000 y ningún departamento podía tener menos de dos delegados. Las elecciones se celebrarían al mismo tiempo que las municipales y departamentales. Las mujeres eran electoras y elegibles. Cuando se hubieran celebrado elecciones en los dos tercios de los departamentos franceses y obligatoriamente en el Sena, la Asamblea Consultiva Provisional se transformaría en Asamblea Representativa Provisional. La Asamblea así constituida nombraría sus miembros de gobierno interior y constituidos éstos, el Comité Francés de la Liberación Nacional le entregaría sus poderes. La Asamblea elegiría, entonces, al Presidente del Gobierno provisional. Constituido éste, se presentaría a la Asamblea y daría a conocer la declaración ministerial y actuaría como tal Gobierno hasta la entrada en funciones de la Asamblea Constituyente. La Asamblea Representativa Provisional y el Gobierno provisional continuarían en sus funciones hasta la liberación total de Francia. Entonces, y en un plazo no superior a un año desde la liberación total de Francia, se celebrarían elecciones generales para la Asamblea Constituyente. Celebradas las elecciones y reunida la Asamblea Constituyente, era a ella a quien correspondería resolver sobre el sistema político francés. El 24 de noviembre se inicia la ofensiva soviética. En la noche del 26 al 27 las dotaciones francesas destruyen la Escuadra francesa en Tolón y los alemanes ocupan esta base. La destrucción de los buques de Tolón fue justificada oficialmente por el Gobierno de Vichy. Según una nota del Almirantazgo francés, hecha pública el día 28 a las siete de la tarde, los buques fueron hundidos por la imposibilidad material de suspender una orden que estaba en plena vigencia desde la firma del armisticio. En aquella ocasión se circularon a todos los jefes de la marina francesa instrucciones concretas de hundir sus barcos antes de caer en manos extranjeras, cualesquiera que éstas fueran. “Cuando los secretarios de Estado de Guerra, Marina y Aire, decía la nota del Almirantazgo, se reunieron en el Gabinete del jefe del Gobierno, avisado con retraso, para conocer la decisión gubernamental alemana de ocupar el puerto de Tolón e inmovilizar la Flota, el arsenal de aquél ya empezaba a ser ocupado, mientras que el comandante marítimo en tierra había sido aislado. El almirante Abrial, desconocedor de estos hechos, quiso comunicar con las autoridades locales, pero sólo pudo hacerlo con oficiales de la Prefectura Marítima. Entretanto, ya se habían producido los primeros incidentes, hundiéndose así mismas las unidades de la Flota francesa, fiel a su tradición, y cumpliendo siempre las órdenes permanentes recibidas.”42 El día 30 de enero de 1943, el acorazado francés Richelieu abandonó el puerto de Dakar, acompañado del crucero Montcalm y escoltado por destructores norteamericanos. Según declaró el almirante francés Fenart todos los buques que se encontraban en Marruecos y en Africa occidental se incorporarían a las fuerzas navales anglosajonas. Meses después, expulsados los alemanes e italianos del Norte de Africa, los comentarios ingleses y norteamericanos en orden a las posibilidades de la explotación del éxito aliado en Africa del Norte no parecían coincidir en todo. El periódico “Times” decía, al comentar la nueva situación creada en el 42

MUNDO nº 135, pg. 529 ss.

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Mediterráneo por la ocupación anglosajona de Túnez: “Es evidente que la potencia aérea del Eje ha tenido que replegarse a sus bases europeas. Por el contrario, los aliados pueden prestar protección con sus cazas a la marina mercante en todo el trayecto de Gibraltar a Port-Said. La extensa ruta marítima de El Cairo que ha exigido durante tres años un esfuerzo tan penoso a los recursos de la marina mercante, no es ya necesaria las diversas consecuencias resultantes de esta enorme economía de hombres y barcos no tardarán en dejarse sentir. En primer lugar, el esfuerzo naval economizado puede ser empleado para apoyar no importa qué clase de nuevas empresas que hayan de emprenderse. Este esfuerzo naval será empleado directamente en operaciones conjuntas contra el enemigo o indirectamente cooperando a ganar la batalla del Atlántico. En segundo término, el canal de Suez vuelve a ser la vía principal y estratégica que ahorrará miles de millas de viaje a Extremo Oriente y permitirá aumentar la potencia de todas nuestras fuerzas en el Océano Indico, en Birmania y en el teatro de guerra del Pacífico. Además, desaparecen las dificultades de aprovisionamiento, no sólo para los ejércitos victoriosos en Túnez, sino para los de Egipto, Siria y Persia, los cuales pueden ponerse en movimiento en cualquier momento. También pueden aumentarse las posibilidades de asegurar a Turquía en el caso de una agresión por parte del Eje. El enemigo tiene que considerar a Creta y la península balcánica como punto muy vulnerable contra el que los aliados pueden lanzarse.” El “Daily Telegraph” afirmaba, por su parte: “La potencia del Eje en el Mediterráneo ha sido rota. Muy pronto los aliados estarán en situación de atacar cualquier territorio cruzando el mar.” Por su parte, el coronel Knox declaró que mientras las potencias del Eje tuvieran en su poder Sicilia serían peligrosas las operaciones militares en el Mediterráneo. “Por otro lado, dijo, la ocupación de la isla de Sicilia representaría una enorme ventaja para las Naciones Unidas, ya que quedaría abierto el camino del Mediterráneo oriental, con lo que se ahorrarían muchos millones de toneladas. Hoy no puede considerarse segura la ruta marítima del Mediterráneo, ya que el arma aérea del Eje, que cuenta con bases excelentes, emplearía todos los medios de que dispone para sembrar obstáculos en dicha ruta.”. Sin embargo, si se quería que la seguridad de tráfico fuera absoluta, no era suficiente con la ocupación de Sicilia, se planteaba la necesidad de ocupar Cerdeña y el Sur de Italia. Había que tener en cuenta que un paso marítimo sólo se domina realmente cuando se poseen las dos orillas: ese dominio se traducía en que el enemigo no pudiera pasar, pero para que pudieran circular los buques aliados no hacía falta dominar las dos orillas, si sólo se pretendía que los convoyes circularan entre Gibraltar y Port-Said, era suficiente dominar el litoral africano. La aviación del Eje podía actuar desde Sicilia contra estos convoyes, pero sus riesgos eran enormes y su efectividad reducida. La batalla de Stalingrado, por una parte, y la derrota de las fuerzas del Eje en el Norte de Africa no sólo significaron derrotas militares para el Eje, sino que hizo fracasar el objetivo de Hitler de cerrar la tenaza desde el Mediterráneo y el Cáucaso sobre Irak, aliado al Eje desde que el 4 de abril de 1941 los nacionalistas dieron un golpe de Estado que llevó al Poder a los militares, quienes formaron un Gobierno civil presidido por Rachid Alí el Kaylani, antiguo jefe del levantamiento de 1920 y ex presidente del Consejo. Jefe del Estado en calidad de Regente y tutor del niño fue nombrado el emir Charaf, y organizador de la independencia absoluta el jefe del Estado Mayor, Amir Dhaki Bachá. Esta independencia consistía en romper el tratado anglo-irakí y proclamar la 167

neutralidad irakí, negándose a que las tropas británicas atravesaran el territorio y a que lo utilizaran como base militar. Londres respondió ocupando Basora y desembarcando un fuerte ejército. Los nacionalistas tuvieron que declaran una guerra defensiva a pesar de que en aquel momento los parques de armamento y municiones estaban vacíos porque el Tratado obligaba a Irak a adquirir sus armas en Inglaterra y ésta no se las quería dar por desconfianza. Después de 29 días de combate, los iraquíes, que sólo disponían de 50.000 hombres bien instruidos y uniformados, pero sin armamento, tuvieron que rendirse, pues aun que declararon que se unían a la causa del Eje, éste sólo pudo enviarles algunos aviones. Rachid Alí huyó a Berlín, a donde llegó el 14 de mayo de 1941 acompañado por parte del Gobierno que se volvió a organizar allí en forma de Gobierno emigrado. Para limitar el levantamiento hicieron los ingleses promesas de moderación, colocando en el poder a un político moderado, llamado Gamil el Midfai, pero cuando las tropas irakíes estuvieron desarmadas y casi toda la oficialidad presa o en retiro forzoso, se adoptó una actitud menos disimulada y el 6 de octubre de 1941 Gamil el Midfai dimitió porque se negaba a fusilar a los jefes nacionalistas y quería que la política de Irak no fuese ni germanófila ni anglófila, como quería Nuri Said, quien le sucedió, formando un Gobierno con el propósito decidido de declarar la guerra al Eje. En el momento de proclamar la guerra al Eje, disolvió los cuadros del ejército que le eran adversos y restringió los privilegios de los grandes notables, que eran los jefes religiosos. Desconfiando de musulmanes y católicos, que comparten un mismo nacionalismo, se apoyó en las minorías, especialmente en judíos, caldeos y kurdos, tratando de construir un nuevo ejército a base de los kurdos, anglófilos. Además, se puso en contacto con el general Henry Maitland Wilson, que el 24 de agosto de 1942 tomó el mando de las fuerzas anglosajonas en Irak e Irán conjuntamente. Entre los dos consiguieron organizar un ejército de 80.000 hombres a base de kurdos, mercenarios y alguna tribu beduina de las que fueron expulsadas del Hiyaz. En el frente del Este, el 26 de julio de 1942, fuerzas alemanas franqueaban el Don en Tsimlianskaya y establecían una cabeza de puente sobre la orilla occidental del río. Tres días después, la Wehrmacht conseguía el mismo resultado en el sector de Kalach, al tiempo que ocupaba Proletarskaya, sobre el Manich, al sudeste de Rostov, cortando a los rusos la última comunicación terrestre directa, por vía férrea, entre el Cáucaso y el resto de la U.R.S.S. en ese momento, el cerco de Stalingrado había, virtualmente, comenzado. Mientras se ponían en marcha la ofensiva del VIII Ejército británico y la invasión del Norte de Africa, los alemanes, una vez que se habían establecido en la orilla derecha del Volga y conquistado Alagir, en el Cáucaso, empezaban a dar por finalizada la batalla de Stalingrado. Sin embargo, la aviación alemana había detectado, a lo largo de noviembre, concentraciones de tropas en el sector central del frente, dentro del triángulo Kalinin, Staraia-Rusa, Veliki-Luki. Hasta estos momentos, la estrategia de Stalin había consistido en retroceder cediendo terreno. Evitaba, así, plantar batalla en un punto de concentración de fuerzas en el que la potencia del ejército alemán era muy superior y pudiera haber destruido, de un golpe, al Ejército Rojo, y obligaba, al ceder miles de kilómetros, a los alemanes a abrirse en abanico desde el Báltico hasta el Cáucaso, perdiendo, de esa manera, potencia militar en un punto de concentración, pues sus fuerzas se dispersaban en un amplísimo frente y se hacían más vulnerables. Con el asalto a Africa, se imponía al Ejército alemán una mayor dispersión porque, ahora, tenía que concentrar más fuerzas en Africa, pero, también, en Francia, pues se 168

vio obligado a ocupar el territorio bajo control de Vichy. A pesar del optimismo alemán en Stalingrado, una semana después del desembarco en el Norte de Africa, sobre el 20 de noviembre, el Ejército Rojo pasó de la defensiva y retirada a la ofensiva. La línea de partida se extendía desde el Volga hasta Serafimovich, en el Don, en tanto que en al sur de Stalingrado, la ofensiva afectaría a la zona de Abganerovo y a la estepa de los calmucos. Los objetivos perseguidos por el mando soviético eran: progresar, por un lado, de Norte a Sur, en el interior del codo del Don, y de otro, desde Abganerovo al Oeste, para aprisionar entre ambos movimientos a las fuerzas alemanas que se hallaban en el pasillo Don-Volga, previo el corte de sus comunicaciones en Kalach y Kribomusginkaya, nudos importantes ya que ahí se concentraban tres carreteras y dos vías férreas. Mientras tanto, las concentraciones de tropas en el sector central del frente, a ambos lados del saliente del Rjev y en la región este de Voronex, debían inmovilizar a las reservas alemanas situadas en las zonas de Smolensko, Orel y Kursk, que no podrían acudir a la batalla del recodo del Don. En los tres primeros días, las divisiones rusas rompieron el dispositivo alemán en la rama Norte del codo del Don y en la zona de Surepta. Favorecidas por el tiempo brumoso, avanzaron en días sucesivos hasta alcanzar Kalach y Abganerovo, cortando las dos vías férreas que penetraban desde el sur y el oeste en Stalingrado. Dos meses después, en enero de 1943, continuaba la ofensiva soviética intensificando su impulso en el sector meridional del frente, donde las tropas rusas trataban de transformar en éxito estratégico de importancia los resultados tácticos logrados a costa de esfuerzos gigantescos y de pérdidas importantísimas. Todo el frente del Este, salvo el sector finlandés, fue atacado por el Ejército Rojo. Las acciones más o menos profundas, enérgicas y continuas se empeñaron desde las orillas del Neva hasta los picos del Cáucaso y más particularmente: entre el Ladoga, San Petersburgo y el Voljov; al sudeste del lago Ilmen; sobre el Veliki-Luki y en el saliente de Rjev; en torno a Voronex y sobre el Don medio, con dirección general a Millerovo; dentro del codo de ese río y en el pasillo de Stalingrado; al sur de esta última ciudad, siguiendo como eje el ferrocarril de Rostov; sobre el Kubán superior y, por último, en los altos valles del Kuma y del Terek. Al ensanchar el campo de sus ataques a casi todo el frente el mando soviético trataba de fijar las reservas de sus enemigos en las zonas de acción respectivas e incluso de obligar a intervenir en algunas de éstas a las reservas generales alemanas, para luego extender inopinadamente la ofensiva al sector en el que contaban obtener el éxito estratégico deseado. Todo el mes de diciembre se luchó en el pasillo del Don-Volga, a pesar de que el avance soviético en el codo del Don progresó hasta Kalach y de que se iniciaba otro movimiento, desde Abganerovo hacia el Oeste, para unirse con el codo del Don y cercar a la guarnición alemana de Stalingrado. Pero el VI Ejército alemán, al mando de von Paulus, que disponía de dos divisiones rumanas y un regimiento croata, no intenta zafarse de la tenaza que amenaza con cerrarse. Decide continuar en Stalingrado fijando gran parte de las fuerzas rusas. Desde el 5 de enero de 1943 las fuerzas de Paulus quedan incomunicadas. El día 16, un comunicado alemán habla de que las posiciones del VI Ejército son saltadas desde todos lados. El 22 se verifica una fuerte irrupción por el frente oeste que obliga a replegarse a las fuerzas alemanas. El 26 se ven obligados a replegarse en los sectores norte, centro y sur. El 31 los núcleos de resistencia, ante ataques consecutivos, en masa, de las fuerzas comunistas quedan reducidos a tres. Uno, en el edificio del mando en el que resistía Paulus y dos en la zona septentrional 169

de la ciudad en la fábrica de tractores y en la fábrica “octubre Rojo”. La lucha adquiere un intenso dramatismo. El 1 de febrero, el grupo meridional de los tres que aún resistían agota sus municiones. Luchan cuerpo a cuerpo y, al fin, tras de una resistencia desesperada, sucumbe. El general Paulus es ascendido a mariscal de campo por el Führer, quien también promueve a general del Ejército a Heits. El día 2 aún queda en pie, en la fábrica de tractores, un islote de resistencia. Es el último, que no tarda en desaparecer, falto de municiones y abrumado por la superioridad numérica y de material de las fuerzas soviéticas. La lucha, sin esperanzas de socorro, sin recursos a penas, sufriendo de toda clase de privaciones y a temperaturas bajísimas, era impresionante. La ofensiva rusa fue enérgica a lo largo de todo el frente Este, especialmente intensa en Stalingrado. La Wehrmacht se vio obligada a iniciar un repliegue general que, en la región caucásica, llevó las líneas hasta el sur de Rostov, mientras que desde esta ciudad al norte, las posiciones de la Werhmacht se ciñeron al curso del Donetz. A finales de febrero, el Ejército alemán había perdido las posiciones alcanzadas en el Cáucaso y en Stalingrado y continuaban retrocediendo entre el Don y el Nieper. Al mismo tiempo, en el escenario del Norte de Africa, Túnez estaba a punto de ser conquistado por los anglosajones expulsando a las fuerzas del Eje de toda el Africa del Norte. Las dos derrotas alemanas en Stalingrado y Norte de Africa hacían fracasar uno de los grandes objetivos estratégicos de Hitler: adueñarse de los campos de petróleo del Cáucaso y unir Egipto con el Cáucaso, con lo que hubiera alcanzado una posición dominante en el oriente Medio, donde hubiera contado con la colaboración de sirios e iraquíes ¿Qué posición tuvo España ante estos acontecimientos? Churchill, sin que nadie se lo pidiera, se encargó de difundirlo al mundo desde el Parlamento británico, cuando en el debate sobre política exterior que la Cámara de los Comunes inició el 24 de mayo, dijo sobre España: “Cuando sir Samuel Hoare fue a Madrid, hace cuatro años, se adoptaron disposiciones para que su avión estuviese dispuesto en el aeródromo, ya que parecía seguro que España seguiría el ejemplo de Italia y se sumaría a los alemanes victoriosos en la guerra contra Gran Bretaña. Si España hubiera cedido a los halagos y a las presiones de los alemanes en aquel crítico momento, hubiera sido mucho más pesada nuestra carga 43”. En tal caso, añadió, el Mediterráneo hubiera quedado cerrado y la costa española se hubiera convertido en nido de submarinos alemanes e italianos. “Pero lo más importante, dijo, fue, sin duda, la resolución de España de quedar al margen de la guerra. Los españoles estaban hartos de guerra y tenían el deseo de mantenerse alejados de ella. Creo que, acaso, los españoles, mirando a su pasado, recuerdan que Gran Bretaña ayudó a España a librarse de la tiranía napoleónica hace ciento treinta años”. Se refirió, a continuación, a la campaña de Africa para decir: “Pero antes de la operación que se designa con el nombre de “Torch”, se produjo otra crisis muy grave en nuestras relaciones con España; hablo de la época anterior al acercamiento de las fuerzas norteamericanas y británicas al noroeste de Africa. España estaba en el punto culminante de su potencia para poder perjudicarnos. Desde mucho antes habíamos ampliado progresivamente nuestro aeródromo de Gibraltar y lo habíamos extendido hacia el mar. Durante un mes de la hora H del 7 de noviembre de 1942, nuestros aviones, a veces seiscientos, estaban amontonados en ese aeródromo a la vista y al alcance de las baterías españolas. 43

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Resulta muy difícil que los españoles creyesen que todos esos aparatos estaban destinados a reforzar Malta y puedo asegurar a la Cámara que el transcurso de aquéllas fechas críticas nos causó gran ansiedad. Sin embargo, los españoles siguieron mostrándose completamente amistosos y tranquilos. No hicieron preguntas ni suscitaron dificultades. Si en algunos aspectos mostraron indulgencia con los submarinos alemanes en peligro prosiguieron sus exportaciones intensas a Alemania, a mi juicio se enmendaron de tales irregularidades en aquella ocasión en que se jugaba nuestra ventajosa situación en Gibraltar, donde además de los aviones se encontraban enormes cantidades de buques en las aguas de la bahía de Algeciras dominadas por las baterías de costa españolas. Nunca olvidaré el inmenso servicio que entonces prestó España no solamente al reino Unido y al Commonwealth británico, sino también a la causa de las Naciones Unidas. No tengo ninguna simpatía por quienes consideran inteligente o gracioso injuriar al Gobierno español cada vez que se presenta ocasión para ello”. “No he venido, terminó diciendo, a decir palabras amables para España, pero permitidme que añada que ese país influirá grandemente en la paz del mediterráneo después de la guerra, según espero. Los arreglos políticos interiores de España son asunto para los propios españoles y como Gobierno no nos compite intervenir en ellos”. A una pregunta del laborista Shinwel, respondió: “Hablamos claramente a los españoles en nuestra hora de poderío lo mismo que lo hicimos en nuestra hora de debilidad. Predigo que las buenas relaciones irán mejorando cada vez más con España y que habrá un comercio sumamente fecundo – que espero aumente durante la guerra y en la paz – entre ambos países. El hierro de Bilbao y del Norte de España tiene gran valor para nuestro país, lo mismo en los momentos de lucha que en los momentos de normalidad. Nuestro embajador regresa a España para realizar tareas de importancia y no dudo que lo haga acompañado de los buenos deseos de la Cámara y de todas las personas reflexivas y carentes de prejuicios”. Conquistado el norte de Africa por los anglosajones, toda la prensa se hacía cábalas que las condiciones previas para el asalto de Europa continental estaban dadas. Se esperaba, por tanto ese asalto a la fortaleza Europea. La cuestión era saber por dónde. El lugar elegido fue Italia. Stalin venía exigiendo desde hacía dos años la creación de un segundo frente en Europa. Chiang Kai Chek seguía reclamando que el centro de gravedad de la guerra en Extremo Oriente se desplazase a China, para vencer en Asia continental al Japón, con lo cual, la campaña del Pacífico, debilitando previamente el Imperio nipón en el continente, sería más fácil. La opinión norteamericana mostraba, a su vez, gran interés por las cuestiones relativas a ese océano. Australia aspiraba a tener medios defensivos y ofensivos considerables para desembarazarse de la inquietud que la presencia de tropas japonesas en Nueva Guinea, Timor y Salomón ocasionaba en el país y, mientras tanto, Washington continuaba enviando tropas y material a los territorios británicos y al Mediterráneo y Gran Bretaña conservaba en las islas un poderoso ejército. De ahí que se dijera en los Estados Unidos que la acción llevada a cabo en Africa había dado tiempo a los nipones para consolidar, política, económica y militarmente, sus conquistas. Pero no sólo los nacionalistas chinos pensaban que esos esfuerzos en el Mediterráneo podrían haberse empleado en China, en Moscú se pensaba que se podrían haber empleado asaltando la fortaleza europea en el Atlántico. Es decir, el concepto que los aliados de los anglosajones tenían de la actitud de Londres y Washington en relación con el desarrollo conjunto de las operaciones, era el de 171

que habían descuidado todos los teatros de la guerra para dedicar preferente atención, tal vez excesiva, según ellos, al de Africa del Norte, donde doce o quince divisiones italianas y alemanas fueron capaces de resistir, durante seis meses, contra fuerzas muy superiores equivalentes a cuatro ejércitos – I y VIII británicos, V norteamericano y dos cuerpos de ejército franceses -, que, como consecuencia, el Eje había ganado el tiempo preciso para fortificar la costa europea, la Wehrmacht pudo dedicar el grueso de sus fuerzas al frente ruso y al Japón le fue posible rechazar a Wavell en Birmania, castigar severamente a las tropas de Chiang Kai Chek y reforzar sus medios combatientes en el Pacífico suroccidental, con vistas a una acción ofensiva contra Nueva Guinea y Australia. De cuanto precede, podría deducirse que, por unas u otras razones, la estrategia anglosajona se había enfrentado con los problemas militares más sencillos o de más fácil ejecución y menores riesgos, apartándose sistemáticamente de los complicados y peligrosos, aunque la resolución de éstos hubiera ejercido. Considerando estas posiciones, la cuestión era por dónde desencadenar el asalto al continente europeo: Grecia o Sicilia. ¿Por dónde? Si el desembarco principal se dirigiese hacia las costas meridionales de Francia, se tendrían que asaltar previamente las islas de Córcega y Cerdeña. Pero el sur de Francia queda a 800 kilómetros de distancia del norte de Africa y muy alejada de objetivos fundamentales lo que descartaba la posibilidad de que se eligiera como futuro escenario de desembarco, aún contando los invasores con la supuesta simpatía de parte de la población francesa. El ataque a Italia en su territorio metropolitano contaba con más razones a su favor. Una de ellas era que en Londres se consideraba a Italia como la parte más vulnerable del Eje, aquella que una vez debilitada, más pronto conduciría a la rendición de Alemania. Dando por bueno este argumento y como continuación a los bombardeos que estaba sufriendo Italia. Esta posibilidad se veía reforzada porque junto con los bombardeos se estaban lanzando octavillas y realizando declaraciones en Washington y Londres dirigidas a los italianos, indicándoles que apoyasen la invasión de Italia. La otra opción, más tentadora según los analistas españoles, se encontraba en el Mediterráneo oriental. Si se tiene en cuenta que los Dardanelos eran la vía más rápida para abastecer a los ejércitos soviéticos, evitando las vías más arriesgadas y lentas como la del Artico e Irán. Pero los Dardanelos pertenecían a Turquía y aunque esa nación estaba perdiendo su timidez neutral, según la prensa inglesa, lo cierto era que nada inducía a sospechar que consintiera deliberadamente en abrir a uno de los beligerantes el libre paso a través de los estrechos. Otra cosa hubiera sido si los anglosajones hubieran ocupado una de las orillas del Bósforo, lo que hubiera podido ocurrir si el esfuerzo principal del proyectado desembarco se encaminara hacia la península balcánica. En este caso y terminada con éxito la operación, ¿no hubiese acabado Turquía por inclinarse decididamente del lado anglosajón y, fiada de las promesas de Churchill, permitir el paso por los Dardanelos e incluso por su territorio? Con el desembarco en la península balcánica se conseguirían, de un solo golpe, varios objetivos, a cual más interesante desde el punto de vista de los anglosajones. 1º. Se operaría en territorio amigo, por lo menos en lo que atañía a Grecia y a parte de la disuelta Yugoslavia, en cuyas montañas se protegían las guerrillas, a su conocimiento del país y a las complicidades que encontrarían en parte de la población. 2º. La gran vía fluvial que es el Danubio constituía un importante objetivo geográfico, que pudiera ser alcanzado remontando la corriente del río Vadar, 172

desde Salónica, para enlazar con la del Morava, siguiendo una clásica línea de invasión cuyo último usuario fue el general d’Esperey, en 1818. Y el Danubio significaba adentrarse en el corazón de Europa o, en el peor de los casos, contentarse con inutilizar la producción petrolífera rumana y desembocar en el mar Negro. 3º. Creando este segundo frente se podrían derivar dos consecuencias igualmente graves para el Eje: Amenaza para la retaguardia del frente oriental, o por lo menos, para parte del mismo, ya que su gran extensión no permitía considerarlo como algo inflexible y rígido, lo que obligaría a modificaciones de su dispositivo, a desplazamiento de fuerzas y a paralizaciones de las operaciones en curso, acrecentamiento de la presión anglosajona sobre Turquía, con las posibilidades de paso marítimo y terrestre que este país podía ofrecer y que vendrían a aumentar la potencia del cuerpo de desembarco y a hacer llegar a la U.R.S.S. toda clase de material de guerra con un riesgo mínimo. Sin embargo, la principal dificultad para realizar el desembarco en Grecia estaba, también, en su lejanía 750 kilómetros desde las bases de Bengasi y Tobruk, es decir, unas dos horas de vuelo para un avión de bombardeo corriente y la superioridad aérea jugaba un papel determinante en el desembarco. Problema que podría disminuirse con la ocupación de Creta, algo que resultaba muy difícil. Además de que su ocupación previa delataría el lugar elegido para la invasión permitiendo a los alemanes reforzar las defensas y no ser cogidos desprevenidos. Esta superioridad aérea indispensable para emprender cualquier desembarco es lo que estaba en juego. Ello explica las batallas aéreas que se estaban disputando en el Mediterráneo central, al sur de Italia. A demás de la distancia, era necesario tener en cuenta el dédalo de islas que brotan en torno a Grecia peninsular cuya neutralización resultaría muy difícil, como ya estaba ocurriendo en el Pacífico. Una sangría de hombres y recursos y un proceso eternamente lento. El desembarco en Italia contaba con la ventaja de la escasa distancia entre las bases norteafricanas y el sur de Italia; la falta de entusiasmo de los italianos por defender el fascismo y la debilidad de este régimen, en opinión de Londres. Si el ejército italiano y la armada italiana hubieran estado dispuestos a defender el territorio frente a una invasión, ésta habría encontrado una enorme dificultad: la armada italiana que habría podido bloquear el desembarco, ganar tiempo y permitir la concentración de fuerzas alemanas. Pero algo estaba ocurriendo en Italia porque el régimen fascista se estaba descomponiendo en el momento de la invasión y porque cuando esta se produce la armada italiana no hizo acto de presencia, como si estuviera reservándose para otras hazañas, algo fantástico puesto que la principal hazaña se iba a celebrar en Sicilia. Sicilia se encuentra a una distancia de 200 kilómetros de Túnez y de 400 de Trípoli, por aire. Que comparados con los 800 kilómetros del sur de Francia y de Grecia y las dos horas que se tardaba en realizar ese trayecto por los bombarderos, reducía a menos de ½ hora multiplicando por cuatro la eficacia de los bombarderos, haciendo más seguras sus incursiones y estableciendo el dominio del aire, como así ocurrió. En la madrugada del 10 de julio de 1943 desembarcaron en Sicilia las primeras unidades anglosajonas. Las columnas de asalto lograron establecerse, desde los primeros momentos y simultáneamente, en varios sectores de la costa: al sur de Siracusa, al este y oeste de Cabo Passero, a ambos flancos de Gela y en la región de Licatta. Un intento en el otro extremo de la isla, cerca de Marsala fracasó 173

siendo rechazos los asaltantes. La primera fase de la operación consistió en lanzar contra la costa las tropas de asalto a fin de establecer las cabezas de puente indispensables para desembarcar, a cubierto, el grueso de las tropas y el material de cada una de las columnas, se realizó sin ninguna contrariedad importante. El ataque simultáneo, afectando a un extenso frente, tuvo la virtud de inmovilizar en cada sector los sostenes locales del defensor y éste hubo de acudir, desde luego, a sus reservas generales para con ellas tratar de oponerse a la penetración del adversario. Hasta el día 12, o sea, hasta la tercera jornada de la operación, las fuerzas italianas no realizaron ningún contraataque y ese día se produjo precisamente en la zona de Gela, lugar que, por otra parte, era de menor importancia militar que Siracusa, Licatta y Pozzalo, ciudades, las tres, de las que arrancan otras tantas vías naturales de penetración. Los asaltantes habían vencido, por lo tanto, en esa fecha, las dificultades inherentes a la primera fase del desembarco, pues contaban con varias cabezas de puente que, consolidadas, tendían a relacionarse entre sí y parecían dispuestos a preparar su progresión hacia el interior, resultados que en modo alguno podían causar extrañeza después de haber apreciado, en virtud de informaciones de procedencia anglosajona, que varias de las columnas de ataque habían puesto pie en tierra firme sin resistencia apenas y que la aviación del Eje no se mostraba excesivamente activa ni numerosa. Lo cierto fue que las tropas de Eisenhower gozaron de una protección cerrada de sus aviones, que apenas si tuvieron enemigo en el cielo mediterráneo durante los dos primeros días, sábado y domingo, de la operación; que los británicos y norteamericanos pudieron, por consiguiente, superar sin agobios la primera fase del desembarco y que el día 12 por la noche habían reforzado sus cabezas de puente e incluso enlazaban algunas de ellas entre sí, hasta disponer de una faja litoral, no muy profunda, pero sí muy extensa, que permitía acelerar la llegada de nuevos contingentes, desembarcándolos directamente en todos los sectores y sobre todo en los de Licatta y Siracusa, ciudades que disponían de buenos puertos, en los que se facilitaba, como era natural, la descarga de los navíos, operación esencial para el ulterior desarrollo de la ofensiva, a la que le procuraron de esta forma y con la máxima rapidez, los medios indispensables a la potencia del ataque. Es de observar que en la primera fase de la maniobra fueron lanzados numerosos paracaidistas y pequeños destacamentos transportados en planeadores, que debían ocupar sin pérdida de tiempo diversos aeródromos para permitir el inmediato aterrizaje de los grandes aviones de carga y de caza. Pero la acción de estos combatientes no fue, al parecer, muy afortunada, ya que en buena parte resultaron destruidos o capturados, manteniéndose, no obstante, algunos grupos al oeste de Ragusa, que cumplieron su misión, pero sin ejercer influencia apreciable en el desarrollo de la maniobra de asalto a la isla. Al cuarto día de la ofensiva, el día 13, se produjeron dos hechos significativos para la marcha de las operaciones. Uno de ellos, la ocupación de Augusta, importante base naval italiana y otro, la caída de Ragusa. Las columnas terrestres que ocuparon aquella ciudad se desviaron también al oeste y entraron en Palazzolo. La cabeza de puente establecida en la región sudeste de Sicilia tomó entonces forma maciza y dispuso de un puerto más para reforzar a las tropas expedicionarias, que vieron crecer en pocos días sus efectivos y sus medios de combate. Lo desconcertante es que la armada italiana estuvo ausente de la batalla, a pesar de disponer de siete acorazados, del tipo Conte di Cavour y Littorio, tres 174

cruceros pesados, del tipo Trento y Zara, 17 cruceros ligeros, 28 destructores, 22 torpederos, 50 submarinos y 34 lanchas, más los submarinos y lanchas que operaban en el Mediterráneo. Enfrente, el bloque de la escuadra anglosajona estaba constituida por seis acorazados tipo Nelson, King George V y Massachusetts, cuatro portaaviones tipo Ilustrious y un limitado número de cruceros, submarinos y destructores. ¿Por qué la flota italiana no provocó el choque con el enemigo en pleno día, presentándose en los primeros días del desembarco delante de las playas para llevarse por delante todos los transportes y material de desembarco? Y por la noche tampoco apareció la flota italiana, cuando, protegida por la nocturnidad, podría haber empleado a fondo, en las condiciones tácticas favorables, los torpederos, las lanchas y hasta los cruceros ligeros. ¿Por qué no lanzaron todos los submarinos contra las comunicaciones entre Sicilia y Africa? En los primeros días de desembarco, un colapso en los aprovisionamientos de las tropas desembarcadas, aunque sólo hubiera sido de veinticuatro horas, hubiera podido producir los más decisivos efectos si al tal colapso se hubiera unido un fuerte ataque de las tropas de tierra de la defensa. Lo cierto fue que, por la falta de actividad de las fuerzas navales italianas, los anglosajones no sólo explotaron su dominio del mar al mantener un tráfico continuo con Africa para abastecer y reforzar sus tropas en Sicilia, sino que la armada inglesa pudo cooperar con sus fuegos en el ataque a Catania, eficazmente defendida por guarniciones alemanas. Día tras día, cruceros y destructores anglosajones, con continua protección de caza en el aire y el apoyo inmediato de los buques de línea, batieron con sus fuegos las posiciones costeras de Catania y los objetivos militares a retaguardia de la división alemana Hermann Goering. ¿Qué hacían en Italia las fuerzas italianas? ¿Reforzando al ejército italiano? ¿Por qué? ¿Por qué se batieron sin tregua los alemanes en Italia, mientras que los italianos apenas si ofrecieron resistencia? El 25 de julio, Radio Roma anunció por la tarde una proclama del Rey en la que comunicaba que asumía el mando en Jefe de todas fuerzas armadas, hasta ese momento en las atribuciones de Mussolini como primer mariscal del Imperio, el otro era el Rey, y aceptaba la dimisión de su cargo de Primer Ministro y Secretario de Estado, Benito Mussolini. Para estos puestos designaba al mariscal Badoglio, duque de Addis Abeba, marqués de Sabotino, ex general en Jefe de los ejércitos italianos, el cual, como jefe del Gobierno refrendaba la proclama de Víctor Manuel III. Minutos después, la misma emisora difundía otra proclama de Badoglio haciendo saber al pueblo italiano que había recibido plenos poderes, que la guerra continuaba y que Italia, con sus provincias invadidas y sus ciudades arruinadas, conservaba su fe en la palabra dada y en sus antiguas tradiciones. Añadía, para terminar: “El encargo que he recibido es claro y conciso. Será ejecutado inexorablemente y quienquiera que se imagine que puede interrumpir su desarrollo normal o quienquiera que trate de perturbar el orden público será castigado inexorablemente 44”. El nuevo Gobierno quedó formado el día 26 de julio sin elementos fascistas. Badoglio disuelve el partido fascista. La crisis política venía precedida por la entrevista entre Hitler y Mussolini en Verona. A su regreso, el día 24 de julio se reunió el Gran Consejo Fascista, algo que no hacía desde el 7 de diciembre de 1939, en el Palacio de Verona. Asistieron 28 consejeros y Mussolini. Aquí, Dino Grandi, pidió al Rey que asumiera el mando de las fuerzas armadas. El día 25 el Rey asumía esta demanda y nombra al general Badoglio Primer ministro, quien el 3 44

Mundo nº170, 8 de agosto de 1943, p. 552

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de septiembre, en secreto, firma el armisticio, dado a conocer el día 8 de septiembre de 1943. Acto seguido, los alemanes ocupan Roma, desarman a los soldados italianos y ocupan las principales guarniciones en el norte y centro. Toda la Armada italiana, junto con la francesa, pasa a engrosar las flotas anglosajonas. Italia pasa a ser defendida por los alemanes. En el frente ruso, las acciones ofensivas soviéticas, salvo en el sector meridional, perdían vigor por los contraataques alemanes, que por tratarse de acciones limitadas podían realizarse sin grandes servidumbres, cualesquiera que fueran las condiciones climáticas, habían permitido mejorar en distintas regiones el trazado general del frente defendido por la Wehrmacht. En San Petersburgo y Veliki Laki, después de los intentos soviéticos por cruzar el Voljov, la calma, sólo interrumpida por duelos artilleros, era la nota predominante. Desde Nevel a Mohilev, es decir, en el importantísimo sector del que es eje el pasillo DunaNieper, las lluvias de otoño vinieron a sumarse a la sólida resistencia de las tropas del Reich para anular en absoluto los intentos de penetración de las fuerzas soviéticas, sobre el alto Beresina y Minks; más al sur, entre Gomel y Kiev, donde los soviéticos disponían de varias cabezas de puente en la orilla derecha del Nieper, a ambos lados de la desembocadura del Priepel, la reacción alemana era eficaz y había logrado efectos suficientes para confiar en que los propósitos rusos de profundizar hacia el oeste, no tendrían resultados, pues, además, el terreno era pantanoso e imposibles las operaciones de envergadura, si el tiempo no se ofrecía completamente seco. La tenaza formada en torno a Kiev, ciudad que había sido rebasada por sus dos costados, no podía tampoco ser cerrada por los rusos, pese a la persistencia de sus ataques y más al sur, hasta Kremenchug, el Nieper seguía definiendo de modo general la línea de separación de los ejércitos nazis y soviéticos. En cambio, la última batalla empeñada desde esta última localidad hasta Crimea, batalla que estaba en su cuarta semana de desarrollo, mantenía viva la acción en un ambiente de rudeza pocas veces igualado en la campaña. Y si en el sector de Krivoi Rog las divisiones soviéticas no podían continuar, como esperaban, su avance hacia el sur para alcanzar Kerson. A causa de los contraataques alemanes, que ya a finales de octubre del año 1943 se habían formalizado a todo lo largo del flanco occidental del dispositivo ruso, entre ese mar y la costa del mar de Azov, la penetración fue, en cambio, profunda y tras de rebasar el 31 de octubre la ciudad de Novi Alexievska, alcanzó al día siguiente el istmo de Perekop, penetrando algunos elementos en la región de Amiansk, perteneciente a la península de Crimea, resultado esperado cuando desbordadas las defensas de Melitopol, quedó prácticamente abierto el camino hacia el oeste. La lucha en el sector meridional estaba, pues, planteada en términos complicados. Los salientes y entrantes que el frente ofrecía, eran posiciones eventuales que uno y otro de los beligerantes utilizaban o podían utilizar como zonas de partida para sus combinaciones tácticas, pero no parecían aptas para apoyar en ellas una defensa que debía ser obstinada. Es decir, el desenlace de la batalla se retrasaba y tendrían lugar aún diversas maniobras análogas a las iniciadas por los alemanes en el sector de Krivoi Rog, donde al atacar de flanco en la zona comprendida entre los ríos Ingulets y Sahsogan habían detenido la progresión de las columnas soviéticas e incluso perturbado de modo considerable su dispositivo ofensivo, que apuntaba a la costa del mar Negro desde la desembocadura del Nieper al Oeste. Crimea, al ver cortadas sus comunicaciones terrestres con el resto del territorio de la U.R.S.S. ocupado por las fuerzas germanorrumanas quedó, desde el mismo 176

momento, convertido en posición avanzada, o, más bien, destacada del sistema defensivo del Reich. Stalin aspiraba a reconquistarla íntegramente, era presa que se ofrecía fácil y las operaciones sobre ella no se verían afectadas, como en otros sectores, por el mal tiempo. Los desembarcos en Kerch y otros lugares de la costa para procurar mediante una amenaza múltiple la disgregación de la reserva alemana localizada en la península, constituían, en unión de las embestidas en dirección general a Jankoi, la forma normal de actuar ofensivamente contra un territorio que presentaba un dilatado frente, guarnecido por fuerzas relativamente reducidas y no bien dotadas de elementos pesados, que habían sido evacuados en su mayor parte a la orilla derecha del Nieper. La campaña del verano-otoño, salvo en el sector meridional, estaba llegando a su término. Durante ella se había producido un retroceso considerable en los ejércitos del Reich; pero, ese retroceso, necesario para evitar el desgaste de las unidades ante las tremendas embestidas de las masas soviéticas que se relevaban sucesivamente en el esfuerzo ofensivo, empleando cantidades inmensas de reservas, de cuya existencia se dudaba después de las grandes pérdidas sufridas por el Ejército Rojo, se rigió por principios militares tácticos y estratégicos aplicados serenamente. Así, la constante presión de los ejércitos soviéticos no había logrado perturbar el desarrollo normal de tan metódica maniobra, a pesar de su complicada ejecución, por afectar a un frente de cerca de 2.000 kilómetros. Esta circunstancia permitió a los mandos alemanes economizar los efectivos desplegados y reconstituir reservas sin necesidad apenas a las generales, que Berlín conservaba casi íntegras para responder a las eventualidades de un desembarco anglosajón en el litoral occidental del Continente. Excepción hecha del sector meridional, donde podría producirse la evacuación de Crimea, siendo posible, también, que la defensa se trasladase incluso a la línea del Bug, no parecía que el resto del frente mantenido en Rusia por la Wehrmacht fuese a sufrir hondas modificaciones en ese momento. En el frente italiano, la izquierda del VIII ejército británico que mandaba el general Montgomery y operaba en la región de Bojano-Isernia y la derecha del V ejército norteamericano, a las órdenes del general Clark, que progresaba a lo largo del alto Volturno, según el eje Alife-Venafro, eran las fuerzas que llevaban el peso principal de las operaciones desarrolladas en Italia durante la fase de la ofensiva anglosajona. Sus movimientos se efectuaban en las direcciones de esfuerzo que el terreno y las resistencias del adversario aconsejaban, más los resultados logrados eran precarios. Desde que se enfrentaron con las defensas establecidas por los alemanes en los macizos de Matese y Mileto, trataron de desbordarlas por ambos flancos con el propósito de alcanzar la transversal Isernia-Venafro; pero las escalonadas posiciones de resistencia, a caballo de las vías de penetración, habían impedido en todos los casos que la acción fuese rápida. El avance, dada la topografía del terreno, el mal tiempo y la decidida actitud de las tropas del Reich, había sido muy penoso, extremo este reflejado de modo inequívoco por los propios críticos militares ingleses que alababan la experiencia y capacidad combativa de las fuerzas germanas. Como consecuencia, para recuperar el tiempo perdido, los anglosajones tenían que montar maniobras amplias, actuar simultáneamente en unos y otros sectores; huir de las operaciones de carácter local y sobre todo realizar desembarcos lejos del frente de contacto para amenazar regiones vitales, cortar las comunicaciones de que el mando alemán se servía para alimentar regularmente el frente

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establecido al sur de Roma y actuar, en fin, de manera de manera tal que las fuerzas defensoras temieran por la seguridad... Evolución militar de la guerra El Mediterráneo (mayo de 1943 – marzo de 1945) La rendición de las fuerzas del Eje en Túnez el 13 de mayo de 1943, dejó como resultado 250.000 prisioneros. La Guerra del Norte de África, resultó un desastre para Italia, y cuando los Aliados invadieron Sicilia el 10 de julio en la Operación Husky, capturando la isla en poco menos de un mes, el régimen de Benito Mussolini se colapsó. El 25 de julio, fue destituido de su cargo por Víctor Manuel III, el Rey de Italia, y arrestado con el consentimiento del Gran Consejo Fascista. Un nuevo gobierno, dirigido por Pietro Badoglio, tomó el poder y declaró ostensiblemente que Italia permanecería en la guerra. Badoglio ya había empezado a tener negociaciones secretas de paz con los Aliados. Los Aliados invadieron la Italia continental el 3 de septiembre de 1943. Italia se rindió a los Aliados el 8 de septiembre, como había sido acordado en las negociaciones. La familia real y el gobierno de Badoglio escaparon hacia el sur, dejando al Ejército Italiano sin órdenes, mientras que los alemanes continuaron la lucha, forzando a los Aliados a una parada completa en el invierno de 1943– 1944 en la Línea Gustav al sur de Roma. En el norte, Mussolini, fue liberado por orden de Hitler, por un grupo de paracaidistas de las SS de Alemania bajo el mando de Otto Skorzeny el 12 de septiembre de 1943. Con el apoyo nazi, creó lo que era de hecho un gobierno títere, la República Social Italiana o República de Saló, llamada así por la nueva capital en Saló en el Lago de Garda. En estos momentos, los grupos clandestinos de oposición a Mussolini y a la ocupación alemana se habían armado y habían comenzado una guerra de guerrillas para desestabilizar su poder. A este movimiento subversivo se le conoce como Resistencia italiana. A mediados de 1943 se produjo la quinta y final ofensiva Sutjeska de los alemanes contra los partisanos yugoslavos. Siguiendo la rendición Italiana, las tropas Alemanas tomaron la defensa de la península Itálica y establecieron la Línea Gustav en los Montes Apeninos del sur, al sur de Roma. Los Aliados fueron incapaces de romper esta línea, y así intentaron rodearla con un desembarco anfibio en Anzio el 22 de enero de 1944. El desembarco, llamado Operación Shingle, fue rodeado rápidamente por los alemanes y parado en seco, haciendo que Churchill comentase: «En vez de lanzar un gato salvaje a la costa, todo lo que tenemos es una ballena varada». Incapaz de flanquear la Línea Gustav, los Aliados intentaron de nuevo, romperla mediante asaltos frontales. El 15 de febrero, el monasterio de Montecassino, fundado en el 524 por San Benito fue destruido por bombarderos estadounidenses B-17 y B-26. Paracaidistas de élite alemanes se lanzaron inmediatamente sobre las ruinas para defenderlas. Desde el 12 de enero hasta el 18 de mayo, fue asaltado cuatro veces por las tropas Aliadas, con el resultado de unas pérdidas de 54.000 bajas Aliadas y de 20.000 soldados alemanes. Después de unos meses, se rompió la línea Gustav y los Aliados avanzaron hacia el norte. El 4 de junio, Roma fue liberada, y el ejército Aliado alcanzó Florencia en agosto. Fue entonces detenido en la Línea Gótica en los Apeninos toscanos durante el invierno. Frente oriental (febrero de 1943 a febrero 1944) Después de la rendición del 6º Ejército Alemán en Stalingrado el 2 de febrero de 1943, el Ejército Rojo lanzó ocho ofensivas durante el invierno. Muchas estaban concentradas a lo largo de la cuenca del Don cerca de Stalingrado. Estos ataques 178

resultaron en ganancias iniciales, hasta que las fuerzas Alemanas fueron capaces de tomar ventaja de la sobre extensión y debilitada condición del Ejército Rojo, y lanzar un contraataque para recapturar la ciudad de Jarkov y áreas circundantes. Esta sería la última victoria estratégica importante de los alemanes en la Segunda Guerra Mundial. Las lluvias de primavera impidieron las operaciones en la Unión Soviética, pero ambos lados usaron este tiempo para prepararse para la inevitable batalla que llegaría en el verano. La fecha del comienzo de la ofensiva se había movido repetidamente, debido a que retrasos en su preparación habían forzado a los alemanes a posponer el ataque. El 4 de julio, la Wehrmacht, después de reunir la concentración de poder de fuego más grande de toda la Segunda Guerra Mundial, lanzó su ofensiva contra la Unión Soviética en el saliente de Kursk. Los soviéticos conocían sus intenciones, y se apresuraron a defender el saliente con un sistema enorme de defensas en el terreno. Los alemanes atacaron a la vez desde el norte y el sur del saliente y esperaban encontrarse en el medio, cortar el saliente y atrapar a 60 divisiones Soviéticas. La ofensiva Alemana en el sector Norte fue abortada cuando consiguieron realizar muy pocos progresos a través de las defensas Soviéticas, pero en el sector Sur hubo verdadero peligro de producirse una penetración Alemana. Los soviéticos trajeron entonces sus reservas para contener el empuje alemán en el sector Sur, y la consiguiente Batalla de Kursk, llegó a ser la batalla de tanques más grande de la guerra, cerca de la ciudad de Prokhorovka. Los alemanes ya no tenían reservas de consideración, habiendo agotado sus fuerzas acorazadas y no pudieron parar la contraofensiva soviética que los lanzó de vuelta a sus posiciones de partida. Los soviéticos capturaron Jarkov después de su victoria en Kursk, y con la amenaza de las lluvias del otoño, Hitler estuvo de acuerdo en una retirada general a la línea del Dnieper en agosto. A fines de septiembre, los alemanes encontraron la línea del Dnieper imposible de sostener cuando crecieron las cabezas de puente soviéticas. Ciudades importantes del Dnieper empezaron a caer, siendo la primera Zaporozhye, seguida por Dnepropetrovsk. A principios de noviembre los soviéticos penetraron a través de sus cabezas de puente a ambos lados de Kiev y recapturaron la capital ucraniana. El 1er Frente Ucraniano atacó en Korosten en Nochebuena, y el avance soviético continuó a lo largo de la línea del ferrocarril hasta que se alcanzó la frontera polaco-soviética de 1939. Los soviéticos lanzaron su ofensiva de invierno en enero de 1944, en el sector norte y liberaron el brutal sitio de Leningrado. Los alemanes hicieron una retirada ordenada desde el área de Leningrado a una línea más corta, basada en los lagos del sur. Para marzo los soviéticos golpearon en Rumanía desde Ucrania. Las fuerzas soviéticas rodearon al 1º Ejército Panzer, al norte del río Nistru. Los alemanes escaparon de la bolsa en abril, salvando a la mayoría de sus hombres pero perdiendo su equipo pesado. Durante abril, el Ejército Rojo lanzó una serie de ataques cerca de la ciudad de Iaşi, Rumanía, con el objetivo de capturar el sector, estratégicamente importante, que esperaban usar de trampolín para lanzarse hacia Rumanía para una ofensiva de verano. Cuando lanzaron el ataque a través del bosque de Târgu Frumos los soviéticos fueron rechazados por los alemanes y las fuerzas rumanas, al defender con éxito las fuerzas del Eje el sector a través del mes de abril. Cuando las tropas soviéticas se acercaron a Hungría, las tropas alemanas ocuparon Hungría el 20 de marzo. Hitler pensó que el líder húngaro, el Almirante Miklós Horthy ya no podía considerarse un aliado fiable. Otro de los 179

aliados del Eje, Finlandia, había buscado una paz separada con Stalin en febrero de 1944, pero no aceptaron los términos iniciales que se les ofrecieron. El 9 de junio, la Unión Soviética comenzó la cuarta ofensiva estratégica en el Istmo de Karelia que, después de tres meses, forzó a Finlandia a aceptar un armisticio. Antes que los soviéticos pudiesen comenzar su ofensiva de verano hacia Bielorrusia, tenían que limpiar la península de Crimea de fuerzas del Eje. Restos del 17º Ejército alemán del Grupo de Ejércitos Sur y algunas fuerzas rumanas, habían sido aisladas y dejadas atrás en la península cuando los alemanes se habían retirado de Ucrania. A principios de mayo, el 3er Frente Ucraniano del Ejército Rojo atacó a los alemanes y la consiguiente batalla fue una victoria completa para las fuerzas soviéticas, fracasando un chapucero esfuerzo de evacuación a través del Mar Negro por parte de los alemanes. Mapas sobre la evolución de la guerra:

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Capítulo IV. De la Conferencia de Teherán a Normandía.

En este contexto militar, el día 1 de noviembre de 1943 se facilitó en Moscú el comunicado sobre la Conferencia45 de ministros de Asuntos Exteriores, Cordell Hull de Estados Unidos, Eden del Reino Unido y Molotov de la Unión Soviética, celebrada en esa ciudad. El comunicado dice: “El orden del día abarcaba todas las cuestiones sometidas a discusión por los tres Gobiernos. Algunas de ellas pedían decisiones que han sido adoptadas. Otras cuestiones, después de la discusión en la que fueron adoptadas decisiones de principio, fueron enviadas de nuevo a las comisiones constituidas especialmente para una consideración más detallada o fueron reservadas para ser tratadas por vía diplomática. De otras cuestiones se dispuso que hubiera nuevas deliberaciones. Los Gobiernos de los Estados Unidos, del Reino Unido y de la U.R.S.S. han estado en estrecha cooperación para todas las cuestiones referentes al esfuerzo común de guerra. Pero es esta la primera vez que los ministros de Asuntos Exteriores de los tres Gobiernos han podido reunirse en una conferencia. En primer lugar, hubo discusiones francas y profundas sobre las medidas que habrían de adoptarse para asegurar la continuación de la guerra contra Alemania y sus aliados de Europa. Se aprovechó la presencia de los consejeros militares que representaban a los jefes de los Estados mayores respectivos para discutir operaciones militares definidas, sobre las que habían de ser tomadas decisiones, que están ya en vías de preparación, con el fin de crear la base para una cooperación militar estrechísima en el porvenir entre los tres países. Se reconoció por los tres Gobiernos que es esencial para sus propios intereses nacionales y en interés para todas las naciones amantes de la libertad y que sólo cede en importancia al apresuramiento del final de la guerra, continuar la estrecha colaboración actual y la cooperación en la conducción de la guerra durante el período siguiente hasta el fin de las hostilidades, ya que solamente de esta forma podrá ser mantenida la paz y favorecido plenamente el bienestar político, económico y social de sus pueblos. Esta convicción es expresada en una declaración a la que se adhirió el Gobierno durante la conferencia y que fue firmada por los tres ministros de Asuntos Exteriores y el Embajador de China en Moscú. Esta declaración, publicada hoy, prevé una colaboración aún más estrecha en la prosecución de la guerra y en todas las cuestiones referente a la capitulación y desarme del enemigo con el que los cuatro países se hallan respectivamente en guerra y enuncia principios sobre los que convienen los cuatro Gobiernos debe basarse un amplio sistema de cooperación internacional y de seguridad. Está prevista la inclusión de todas las demás naciones, grandes y pequeñas, amantes de la paz, en este sistema. La conferencia convino en establecer organismos para asegurar la más estrecha cooperación entre los tres Gobiernos en el examen de las cuestiones europeas, que se presentarán a medida que se desenvuelva la guerra. Con este fin, la conferencia decidió establecer en Londres una Comisión consultiva europea para estudiar estas cuestiones y hacer recomendaciones conjuntas a los tres Gobiernos. Fueron adoptadas las disposiciones para proseguir, cuando se crea necesario, las consultas tripartitas de los representantes de los tres Gobiernos en las capitales respectivas por las vías diplomáticas existentes. 45

Mundo nº 183, 7 de noviembre de 1943, p. 399

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La Conferencia convino asimismo en establecer un Consejo consultivo para las cuestiones relativas a Italia, Consejo que deberá estar compuesto, en primer lugar, por representantes de los tres Gobiernos y del Comité francés de Liberación Nacional. Está prevista la adicción a este Consejo de representantes de Grecia y Yugoslavia, en razón de sus intereses especiales por la agresión de la Italia fascista contra su territorio durante la guerra actual. Este Consejo tratará de las cuestiones que se presenten diariamente, aparte de los preparativos militares, y hará recomendaciones destinadas a coordinar la política aliada con respecto a Italia. Los tres ministros de Asuntos Exteriores han juzgado apropiado reafirmar en una declaración publicada también hoy, la actitud de los Gobiernos aliados a favor del restablecimiento de la democracia en Italia. Los tres ministros de Asuntos Exteriores declararon que era deseo de sus Gobiernos restablecer la independencia de Austria. Al mismo tiempo decidieron recordar a Austria que en el reglamento final se tendrán en cuenta los esfuerzos que haga Austria para su propia liberación. Una declaración concerniente a Austria ha sido publicada hoy.” Declara, después, el comunicado que los soldados alemanes a quienes se considere culpables de actos contrarios al derecho de gentes, serán llevados a los países respectivos para ser juzgados con arreglo a sus leyes. “En la atmósfera de confianza y de comprensión mutua que ha caracterizado a la obra completa de la Conferencia – termina el comunicado – fueron consideradas también otras cuestiones importantes, no sólo las pendientes, sino también las cuestiones que conciernen al trato de la Alemania nacionalsocialista y sus aliados, cooperación económica y garantías de paz general.” La declaración de las cuatro naciones sobre seguridad general dice: “Los Gobiernos de los Estados Unidos, Reino Unido, U.R.S.S. y China, unidas en su determinación, conforme a la declaración de las Naciones Unidas de 1 de enero de 1942 y declaraciones subsiguientes, de proseguir las hostilidades contra las potencias del Eje, con las que se hallan respectivamente en guerra, hasta que dichas potencias hayan depuesto sus armas sobre la base de rendición incondicional; conscientes de su responsabilidad para asegurar su propia liberación y la de los pueblos que están aliados con ellos frente a la amenaza de agresión; reconociendo la necesidad de asegurar el paso rápido y ordenado del estado de guerra al estado de paz y establecer y mantener la paz y la seguridad internacionales con la menor dispersión posible de recursos humanos y económicos del mundo para armamentos, declaran conjuntamente: Primero. Que su acción unida, a la que se comprometieron para la prosecución de la guerra contra sus enemigos respectivos, será continuada en la organización y mantenimiento de la paz y de la seguridad. Segundo. Que frente a los comunes enemigos respectivos actuarán juntos en todas las cuestiones relacionadas con la rendición y el desarme de sus enemigos. Tercero. Que tomarán todas las medidas que juzguen necesarias para evitar cualquier violación de los términos impuestos al enemigo. Cuarto. Que reconocen la necesidad de establecer lo antes posible una organización internacional general basada en el principio de soberanía de todos los Estados amantes de la paz y abierta a la adhesión de todos los Estados, grandes o pequeños, para el mantenimiento de la paz internacional y de la seguridad. Quinto. Que para el mantenimiento de la paz internacional y de la seguridad, hasta que sea restablecida la ley y el orden y sea inaugurado el sistema de seguridad general, consultarán entre sí, y cuando la ocasión lo requiera, con 191

otros miembros de las Naciones Unidas, para el desarrollo de una acción conjunta en beneficio de la comunidad de naciones. Sexto. Que después de la terminación de las hostilidades, no emplearán sus fuerzas militares dentro de los territorios de otros Estados, excepto para los fines expresados en la presente declaración y después de una consulta conjunta; y Séptimo. Que conferenciarán y cooperarán entre sí y con los demás miembros de las Naciones Unidas para llegar a un acuerdo práctico general en lo que respecta a la reglamentación de los armamentos en el período de la posguerra.” La declaración sobre Austria dice: “El Gobierno del Reino Unido, la U.R.S.S. y los Estados Unidos convienen en que Austria, primer país libre víctima de la agresión nazi, será liberado de la dominación alemana. Estiman que la anexión impuesta a Austria por la penetración alemana el día 15 de marzo de 1938 es nula y se considera como no existente. Asimismo no se estiman como válidos todos los cambios efectuados en Austria desde dicha fecha. Se desea ver nuevamente una Austria libre e independiente y poner al pueblo austríaco, lo mismo que a los estados vecinos, en pie de igualdad política y económica, que es la base de una paz perdurable. Sin embargo, se recuerda a Austria que le incumbe responsabilidad, a la que no ha podido sustraerse al participar en la guerra al lado de la Alemania nacionalsocialista y que en la reglamentación final se tendrá en cuenta esta participación en lo que afecta a su liberación.” Poco después de la Conferencia, Cordell Hull, secretario norteamericano de Estado de Asuntos Exteriores, dijo en el Congreso 46 que: “Las cuestiones fronterizas deben ser aplazadas hasta el final de la guerra. No podemos detener la marcha de ésta con el fin de regular treinta o cuarenta cuestiones de fronteras”...“Las conversaciones de Moscú no resolvieron todos los problemas. Los más importantes, como son la cuestión de fronteras, y otros, sólo serán definitivamente resueltos cuando terminen las hostilidades. Los Estados Unidos, añadió, Gran Bretaña, Rusia y China se comprometieron solemnemente, al final de la Conferencia de Moscú, a salvaguardar los intereses de todas las restantes naciones, principalmente de los pequeños Estados, y cumplirán lo que prometieron. Ninguno de ellos tiene ambiciones territoriales de ninguna clase”. Desmintió que en Moscú hubiera acuerdo secreto alguno. Otros puntos de su discurso fueron que en la futura sociedad internacional no habría alianzas fundadas en esferas de influencia o en el equilibrio de poderes y que la nueva organización se inspiraría en los principios formulados por la Carta del Atlántico. Pero, al mismo tiempo en “Izvestia!” se afirmaba que la U.R.S.S. “no consentiría en el futuro ninguna federación de pequeños Estados europeos que pudieran servir contra ella a modo de “cordón sanitario”, como hicieron Inglaterra y Francia después de la pasada guerra”. Posteriormente se habló de la importante ayuda que Washington estaba prestando a sus aliados, especialmente británicos y rusos. Stalin agradeció públicamente esta ayuda declarando la enorme importancia que había tenido en el desarrollo de la ofensiva soviética. Los norteamericanos habían enviado a Rusia, hasta septiembre de 1943, suministros por valor de 3.287 dólares lo que costaron los 6.500 aviones, 5.000 tanques, 25.000 automóviles ligeros, 145.000 aviones, suficientes para transportar un centenar de divisiones, 200.000 toneladas de acero y 549 millones de dólares en víveres, ropas, semillas, medicinas, calzado. 46

Mundo nº 186, 28 de noviembre de 1943, p.482-483

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Por su parte el Gobierno británico hizo públicos estos datos. Rusia había recibido de Gran Bretaña, hasta mayo de 1943, 4.690 aviones con pertrechos y piezas de recambio y 4.000 tanques. Del 22 al 26 de noviembre, se reunieron en El Cairo Churchill, Roosevelt y Chiang Kai Chek. El comunicado correspondiente daba cuenta de que fueron decididas las operaciones contra Japón, el cual sería desposeído de todas las islas del Pacífico que comenzó a ocupar desde 1914. Japón tendría que devolver a China todos los territorios que le arrebató, como Manchuria, Formosa e islas de los Pescadores. Corea sería libre e independiente. Días después, el 28 de noviembre, se reunían en Teherán Churchill, Roosevelt y Stalin. El comunicado oficial decía que se había llegado a un acuerdo completo “en cuanto al alcance y horario de las operaciones que serán emprendidas desde el Oeste, el Este y el Sur. En cuanto a la paz estamos seguros de que nuestra concordia la hará duradera”. Según este comunicado los acuerdos eran referentes a cuestiones militares. Un segundo comunicado se refería a la situación interna de Irán y anunciaba que las tres potencias reconocían la ayuda prestada a los aliados por aquel país, a quien se promete toda ayuda posible para el desarrollo de su vida interna y mantenimiento de su independencia, soberanía e integridad territorial. Poco después, Roosevelt, con motivo de las Navidades de 1943, pronunció un discurso en el que se refirió a la Conferencia de Teherán47. “La eliminación del Imperio japonés, dijo, como fuerza potencia de agresión es esencial a toda paz, así como la tranquilidad y seguridad en el Pacífico y en el resto del mundo. Después de las decisiones tomadas en El Cairo, el general Marshall hizo un viaje en avión alrededor del mundo y ha celebrado conversaciones con el general Mac Arthur y con el almirante Nimitz. Estas conversaciones tendrán malas consecuencias para los japoneses en un porvenir no lejano. En Teherán, durante tres días de intensas deliberaciones, constantemente amistosas, nos pusimos de acuerdo sobre todos los extremos de un ataque gigantesco contra Alemania. El Ejército ruso continuará sus ofensivas en el frente oriental. Los ejércitos aliados de Italia y Africa seguirán ejerciendo, sin descanso, su presión sobre el sur de Alemania. El cerco se completará a medida que las tropas norteamericanas y británicas ataques desde otros puntos del globo”. Sobre los proyecto de posguerra dijo: “Sobre la base de nuestras discusiones puedo decir que creo no surgirán diferencias insuperables entre Rusia, Gran Bretaña y Estados Unidos. Estos tres países, con China, representan las tres cuartas partes de la población mundial. Mientras permanezcan unidos en su determinación de mantener la paz, no habrá posibilidad de que nación alguna pueda comenzar otra guerra mundial. Estamos de acuerdo en que si es necesaria la fuerza para mantener la paz internacional tendrá que ser aplicada en el grado que sea preciso. Nuestra política constante consiste en que el derecho a la libertad de cada nación debe ser medido por la voluntad de esa nación a combatir por la libertad”. El día 5 de enero de 194448, se recibieron noticias en Londres de que patrullas soviéticas habían franqueado la antigua frontera polaca, con dicho motivo el Gobierno polaco en Londres facilitó el siguiente comunicado: “Las fuerzas polacas, reorganizadas dos veces fuera del país, han estado luchando sin cesar en el aire, en el mar y en tierra, al lado de los aliados y no hay 47 48

Mundo nº 191, 2 de enero de 1943, p. 39 Mundo nº 193, 16 de enero de 1944, p. 119

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frente en el que no se haya mezclado la sangre polaca con la de los demás defensores de la libertad. No hay país del mundo en el que los polacos no hayan contribuido a llevar adelante la causa común. Por todo ello, la nación polaca tiene motivos para esperar plena justicia y restauración, en cuanto esté libre de la ocupación enemiga. La primera condición de la justicia que ha de hacerse a Polonia es el restablecimiento de la administración soberana polaca de los territorios liberados pertenecientes a la República polaca y la protección de la vida y de la propiedad de los ciudadanos polacos. El Gobierno polaco, como único y legal representante de la nación polaca, reconocido por los polacos de Polonia y por los del extranjero, lo mismo que por los Gobiernos aliados libres, tienen conciencia de la aportación del pueblo polaco a la guerra, y es responsable del destino de su nación. Afirma su indestructible derecho a la independencia, confirmado por los principios de la Carta del Atlántico, común a todas las Naciones Unidas, y por los tratados internacionales. Esos tratados, basados en la libre aceptación de las partes y no en la imposición de una parte en detrimento de la otra, no pueden ser revisados en virtud de hechos consumados. La conducta de la nación polaca, en el curso de la presente guerra, ha demostrado que nunca ha reconocido y nunca las reconocerá las soluciones impuestas por la fuerza. El Gobierno polaco cuenta con que la Unión Soviética, compartiendo su punto de vista en cuanto a la importancia de las futuras relaciones amistosas entre ambos países, en interés de la paz, respetará los derechos e intereses de la República polaca y de sus ciudadanos. En esa creencia, el Gobierno polaco ha dado instrucciones a las autoridades de la resistencia polaca, en 27 de octubre de 1943, para que prosiga y se intensifique la resistencia contra los invasores, que se eviten cualesquiera conflictos con los ejércitos soviéticos que entren en Polonia en el curso de su lucha y que, en la eventualidad de la reanudación de las relaciones polacosoviéticas, cooperen con los jefes soviéticos. Si el acuerdo polacosoviético, que el Gobierno polaco declaró estar de dispuesto a concertar, hubiera precedido al paso de la frontera polaca por las fuerzas soviéticas, hubiera puesto al ejército clandestino polaco en condiciones de coordinar su acción con las autoridades militares soviéticas. El Gobierno polaco sigue considerando altamente deseable tal acuerdo. En este momento crucial, cuya importancia para el curso de la guerra y para su resultado para Europa se hace evidente para todos, el Gobierno polaco publica esta declaración, poniendo su fe en la victoria final y en el triunfo de los justos principios que mantienen las Naciones Unidas”. En la noche del día 10 Moscú hizo pública la contestación a la nota anterior, que dice,: “El Gobierno polaco emigrado en Londres publicó el 5 de enero una declaración sobre el problema de las relaciones rusopolacas. Esta declaración contiene cierto número de afirmaciones erróneas y entre ellas una relativa a la frontera entre Polonia y la U.R.S.S. Como es sabido, la Constitución soviética determinó la frontera rusopolaca conforme a la opinión de los pueblos de Ucrania occidental y Bielorrusia occidental, expresada en el plebiscito efectuado en 1939 con amplia base democrática. El territorio de Ucrania occidental está habitado por ucranianos, con mayoría aplastante, y los territorios de Bielorrusia están habitados por bielorrusos, también con mayoría aplastante. Con respecto al plebiscito de 1939 quedó rectificada la injusticia impuesta a la Unión Soviética por el acuerdo de Riga de 1921. La inclusión de Ucrania occidental y del Oeste de Bielorrusia en la Unión Soviética no solamente por el contrario,

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crea una sólida base para establecer una firme y duradera amistad entre el pueblo polaco y sus vecinos ucranianos, bielorrusos y rusos. Las fronteras orientales de Polonia pueden quedar establecidas de acuerdo con la Unión Soviética. La U.R.S.S. no considera que la frontera de 1939 es inmutable. Se pueden introducir modificaciones que beneficiarían a Polonia en el sentido de que le fueran devueltas aquellas regiones donde predominan los polacos. En tal caso, la frontera rusopolaca seguirá más o menos la llamada “línea Curzon”, adoptada en 1919 por el Consejo Supremo de las potencias aliadas. Esta línea incluye Ucrania occidental y Bielorrusia en el territorio soviético. La frontera occidental polaca debe ser extendida mediante la incorporación a Polonia de aquellos territorios que les fueron arrebatados por Alemania, sin los cuales Polonia no puede considerarse unida. En esta forma, Polonia tendrá salida al Báltico, conforme necesita”. El día 17 de enero 49, la agencia de noticias soviéticas publicaba otra nota en los siguientes términos: “La declaración polaca solamente puede ser interpretada como la no-aceptación de la línea Curzon; la propuesta de negociaciones oficiales solamente puede servir para sembrar la confusión, pues no puede haber negociaciones cuando se han roto las relaciones diplomáticas, por haber participado el Gobierno polaco en la campaña alemana relacionada con los pretendidos asesinatos de Katyn: los círculos soviéticos estiman que el Gobierno polaco no desea establecer relaciones de amistad con la Unión Soviética”. El día 22 de febrero Churchill realizaba las siguientes declaraciones en la Cámara de los Comunes50. “En Yugoslavia, los patriotas mantienen la iniciativa. Los 250.000 hombres de Tito son los únicos que ahora combaten efectivamente a los alemanes. El Gobierno británico no puede separase del rey Pedro y de su Gobierno, pero no cabe duda de que éste ha perdido prestigio a los ojos de los “partidarios” por su asociación con Mihailovich. Si los representantes de Gran Bretaña, Estados Unidos y la U.R.S.S. pudiesen reunirse una vez al mes, habría muy pocas diferencias entre las tres potencias. Las buenas relaciones establecidas en las conferencias de Moscú y Teherán no se han visto afectadas por la declaración de “Pravda”, por ejemplo y los artículos aparecidos en diferentes órganos del Gobierno soviético. No se ha perdido nada del terreno ganado. Presenté personalmente a Stalin la cuestión del porvenir de Polonia. Con gran placer escuché de Stalin que estaba resuelto a mantener una Polonia íntegramente independiente y fuerte, como una de las principales potencias de Europa. Tengo una gran simpatía por Polonia y también por el punto de vista ruso. Rusia tiene derecho a obtener garantías frente a ataques futuros procedentes del Oeste y nosotros marchamos de acuerdo con ella para que logre esa garantía no solamente por la fuerza de sus ejércitos, sino también por la aprobación de las Naciones Unidas. No puedo creer que las demandas de Rusia sobre sus fronteras occidentales rebasen lo razonable o justo. Stalin y yo nos pusimos de acuerdo sobre la necesidad de que Polonia logre una compensación a expensas de Alemania septentrional y occidental. La Carta del Atlántico no será aplicada a Alemania en cuanto se refiere a transferencias o ajustes territoriales que afecten al país enemigo. No aceptaremos ninguno de los dos argumentos que utilizó Alemania después de la

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Mundo nº 194, 23 de enero de 1944, p.157 Mundo nº199, 27 de febrero de 1944, p.359

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pasada guerra, por haber capitulado como consecuencia de los 14 puntos de Wilson”. En este mismo discurso se refirió al esfuerzo bélico de los anglosajones, respondiendo a las críticas que se hacían, de parte soviética, en el sentido de que todo el esfuerzo militar estaba recayendo sobre el Ejército Rojo. Sus palabras fueron las siguientes: “Todas mis informaciones tienden a demostrar que Hitler y su policía conservan plenamente el control y que el partido nacionalsocialista y los jefes militares han decidido permanecer unidos. Los efectivos del Ejército alemán son, aproximadamente, 300 divisiones. La calidad de sus tropas combatientes es elevada. El bombardeo anglonorteamericano sobre Alemania absorbe tres millones de alemanes. Otras actividades británicas y norteamericanas distraen el 45 por cien de los cazas alemanes en los frentes aliados. El hecho de que un gran número de divisiones se encuentre ocupado en Italia y Yugoslavia, mientras otros cuerpos se mantienen fijados en Francia y los Países Bajos, ayuda al frente oriental. Estas declaraciones deben ser hechas para hacer justicia a los aliados occidentales. Sería enojoso para los intereses de la alianza conjunta, el dejar a sus miembros en la ignorancia de la participación británica en los grandes acontecimientos que se desarrollan. Las fuerzas inglesas hundieron desde el 1 de enero de 1943 más de la mitad de los submarinos enemigos destruidos, que dejaron en nuestro poder prisioneros y el 40 por cien de otros submarinos igualmente echados a pique. Durante el mismo período destruimos 835.000 toneladas de buques mercantes y perdimos 7.677 hombres de la Flota de guerra y 4.2000 de la Flota mercante. Desde que comenzó la guerra, los efectivos humanos de la Real Marina, que eran entonces de 133.000 miembros, llevan perdidos por muerte 41.000 oficiales y marineros. Desde el 1 de enero de 1943 perdimos 95 buques de guerra y 38.000 aviadores muertos y 10.400 desaparecidos, sin incluir las bajas sufridas por las escuadrillas de los Dominios y ex aliados. Hasta mediados del pasado año, nuestros efectivos eran los mayores de cuantos intervenían en la acción. Ahora comienzan a ser más los bombarderos norteamericanos con base en Gran Bretaña y esta diferencia aumentará en el futuro. La ofensiva aérea alcanzará un ritmo que el mundo no ha podido imaginar. Los Gobiernos de las potencias aliadas rechazan de que este instrumento para acortar la guerra sea limitado o restringido. Indudablemente los alemanes preparan en territorio francés nuevos métodos de ataque contra Gran Bretaña: aviones sin piloto, proyectiles-cohete o ambos elementos a la vez. Atacamos a los lugares de los preparativos siempre que el tiempo nos lo permite. Lo que hace falta saber es lo que le ocurrirá al Reich cuando no le queden casi aviones de caza. Lo mismo puede decirse con respecto a la potencia aérea japonesa”.51 Con relación a Finlandia, el 29 de marzo 1944, radio Moscú daba a conocer las negociaciones que se habían establecido entre representantes del Gobierno finlandés y del ruso. En efecto, el 16 de febrero se verificó la primera reunión 52, de carácter no oficial entre Paasakivi, representante del Gobierno finlandés y la señora Kollontay, ministra de la U.R.S.S. en Estocolmo. Esta entregó las condiciones que su país consideraba necesarias para un armisticio. Tales condiciones eran: ruptura de relaciones con Alemania e internamiento de las tropas y buques de guerra alemanes que se encontrasen en Finlandia, bien 51 52

Idem Mundo nº 200, 5 de marzo de 1944, p.400

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entendido que si Finlandia considera esa empresa como superior a sus posibilidades, la Unión Soviética estaba dispuesta a ofrecerle la ayuda necesaria con sus tropas y aviación; restablecimiento del Tratado soviéticofinlandés de 1940 y retirada de las tropas finlandesas a la frontera acordada en ese año; repatriamiento inmediato de los prisioneros de guerra soviéticos y aliados que se encuentren en campos de concentración y son utilizados como mano de obra por los finlandeses. Las cuestiones de la desmovilización parcial o total del Ejército finlandés; pago de reparaciones por los daños sufridos por la U.R.S.S. a causa de las operaciones militares y ocupación de sus territorios y región Petsamo serán reguladas en las negociaciones que se celebren en Moscú. El día 23 de febrero se reunió el Parlamento finlandés para debatir esta oferta. El ministro alemán de Asuntos Exteriores expresó su parecer, por boca de un portavoz, de que Finlandia rechazaría las condiciones sea cual fuera la forma en que se presentasen. El día 15 de marzo se recibió en Estocolmo la noticia de que la situación era grave y en la misma fecha un comunicado oficial dio cuenta de que la Dieta había estudiado en sesión secreta un informe sobre política exterior que el presidente del Consejo, Linkomies, había leído el día anterior. Después de una sesión de hora y media la Dieta acordó pasar al Orden del Día, lo cual significaba, en el lenguaje parlamentario finlandés, la concesión de un voto de confianza53. Roosevelt declaró al día siguiente que Finlandia debía aprovechar la ocasión actual para abandonar las filas beligerantes y cesar en su asociación con Alemania. Por su parte, el rey Gustavo de Suecia se dirigía a los dirigentes finlandeses proponiéndoles que aceptasen como base de negociación las condiciones rusas modificadas. Hitler declaró que Gran Bretaña y Estados Unidos no querían ni podía poner trabas a Rusia y que su problema consistía en saber cuánto tiempo podrían impedir la revolución bolchevique dentro de sus fronteras. El día 21 de marzo un comunicado del Gobierno finlandés rechazaba las condiciones del armisticio. Con relación a Italia, a finales de marzo Moscú reconocía el Gobierno de Badoglio, algo que sorprendió en Londres y Washington, que no tenían reconocido a Badoglio como presidente del Gobierno italiano ya que sólo mantenían con él relaciones exclusivamente militares y existía, como consecuencia de los acuerdos de Moscú y Teherán un Comité de Asuntos Mediterráneos con sede en Londres en el que tenían representación los soviéticos y en el que se debería haber acordado esa decisión antes de notificarlo. “Izvestia” explicó esta decisión argumentando que se había tomado esa medida para que Rusia se colocara en el mismo plano de igualdad política que Inglaterra y Norteamérica, pasando de potencia informada a potencia consultada. Los Soviets creen que el Gobierno Badoglio debe ser reforzado antes de la conquista de Roma con la inclusión de representantes de los partidos democráticos italianos”. En la noche del 16 de mayo, ante la invasión de Normandía, el Foreign Office anunció que fueron firmados acuerdos entre Gran Bretaña, Estados Unidos y la U.R.S.S. Noruega, Holanda, Bélgica, así como las atribuciones de los ejércitos aliados en estos países y Dinamarca, Francia, Alemania y Austria 54. Los acuerdos se encontraban redactados en términos idénticos y se referían a la administración civil y jurisdicción de esos países, una vez liberados por los 53 54

Mundo nº203, 26 de marzo de 1944, p. 519 Mundo nº 211, 21 de mayo de 1944

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aliados. “Estos acuerdos están destinados, según el F.O., a ser esencialmente temporales y de carácter práctico. Tienen por finalidad facilitar la tarea de los comandantes aliados y servir al designio común de los Gobiernos, a saber: expulsión rápida de los alemanes del territorio aliado y la victoria final de los aliados sobre Alemania. Los acuerdos reconocen que los comandantes aliados deben poseer de hecho, durante la primera fase militar de la liberación de Noruega la responsabilidad y autoridad supremas sobre la administración civil, que pudiera ser requerida por la situación militar. Se estipula que si la situación militar lo permite, el Gobierno noruego asumirá nuevamente su responsabilidad constitucional completa sobre la administración civil entendiendo que las facilidades especiales que las fuerzas aliadas pudieran necesitar, serán puestas a su disposición en territorio noruego para proseguir la guerra hasta su fin”. Acuerdos de texto idéntico, salvo en lo que se refiere a los nombres de los territorios afectados, fueron concluidos con Holanda y Bélgica. En estos dos casos los rusos no figuraban como consignatarios, pero fueron informados y dieron su aprobación. Se comunicaba que el general Eisenhower había negociado los convenios. Su Estado mayor para las cuestiones civiles llevaría una misión de oficiales de cada país que restablecerá los gobiernos locales. Un corresponsal de la agencia Reuter en determinado lugar de Inglaterra informó a este respecto que todavía no se había estableció contacto militar con los rusos sobre las modalidades que adoptaría la administración civil de Alemania. Eisenhower informó que la llamada División G-5, a cuyo frente figuraba el teniente general Grasset, canadiense que sirvió durante treinta y cinco años en el Ejército británico, se encargaría de los problemas civiles. Los jefes de la División G-5 habían cursado las órdenes pertinentes al personal que acompañará a las tropas de desembarco. Tales órdenes especificaban los principios a que deberá ajustarse la labor de los órganos de reorganización: van a Europa como amigos y libertadores, con ambas manos tendidas. Las relaciones con los pueblos liberados serán sostenidas por medio de las autoridades y el sistema de gobierno de cada país; no se mantendrían relaciones con Vichy y se eliminaban los contactos con los nazis. La División G-5 tenía atribuciones sobre Noruega, Dinamarca, Holanda, Bélgica, Francia, Alemania y posiblemente Austria. Con los franceses de Argel todavía no se había llegado a un acuerdo definitivo, pues las restricciones en las comunicaciones diplomáticas había impedido que la negociación se desarrollase rápidamente. Estos preparativos podían constituir el fundamento de las grandes esferas de influencia que algunos comentaristas predecían para la época de paz. Mientras la Unión Soviética había fijado ya el estatuto de Checoslovaquia mientras durasen las operaciones militares, Londres y Washington preparaban la reorganización del occidente europeo. Eden, por su parte, declaró en la Cámara de los Comunes, el 25 de mayo: “Se me pregunta cuál es la medida de nuestra colaboración y si se nos consultaron cuestiones como la de las condiciones de soviéticas de paz a Rumania y las negociaciones con Finlandia. Respondo que sí. Se nos consultó en ambos casos. Sobre Rumania pienso que el discurso y el ofrecimiento de Molotov era razonable y justo. Sobre Finlandia deploramos que el Gobierno de Helsinki haya rechazado unas proposiciones hechas sin reservas”.55 A finales de mayo, unos días antes del desembarco en Normandía, la Asamblea Consultiva de Argel daba un trascendental paso al proclamar Gobierno 55

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provisional de la República al Comité Francés de la Liberación Nacional. Al mismo tiempo aprobaba una moción de confianza al Gobierno para que acordara con los aliados los asuntos relativos a la administración del territorio francés y las cláusulas sobre el armisticio francés. Pero las diferencias del proceso de liberación de Francia entre Washington y De Gaulle se pusieron de manifiesto, una vez más a raíz del desembarco de Normandía. Por su parte, Eisenhower, comandante en jefe de las fuerzas aliadas en Europa, dirigió al pueblo francés la siguiente proclama: “¡Ciudadanos de Francia! Ha amanecido el día de la liberación. Vuestros camaradas del Ejército francés se hallan sobre el suelo de Francia. Estoy orgulloso de tener bajo mi mando a las valerosas fuerzas de Francia que se han preparado durante tanto tiempo y han esperado tanto este día en que puedan participar en la liberación de su país. Venimos unidos para resolver sobre el campo de batalla la guerra que habéis continuado heroicamente durante años de resistencia encarnizada. Destruiremos la tiranía hasta la raíz a fin de que los pueblos de Europa puedan tener una nueva inyección de libertad. Como comandante supremo del cuerpo expedicionario aliado, el deber y la responsabilidad me han impuesto adoptar todas las medidas esenciales para la prosecución de la guerra. Es necesaria la obediencia inmediata a las órdenes que yo dicte. Todo el mundo debe proseguir sus ocupaciones acostumbradas, a menos que haya recibido órdenes contrarias. Serán descartados los que han hecho causa común con el enemigo traicionando con ello a su país. Incumbirá al pueblo de Francia organizar su propia administración civil y salvaguardar mis tropas manteniendo eficazmente el orden y la legalidad. Los miembros de la misión militar francesa agregados a mi Cuartel General cooperarán en esta labor. El valor y sacrificio extremo de millones de individuos que han combatido bajo el estandarte de la resistencia han ayudado y seguirán ayudando al éxito de nuestras armas. La presencia del enemigo ante vosotros ha hecho trágicamente necesario el bombardeo aéreo y las operaciones navales y militares os han causado pérdidas y sufrimientos. Habéis aceptado esto valerosamente, conforme a la tradición heroica de Francia, como precio que debemos todos inevitablemente pagar para alcanzar nuestro fin, que es la libertad. Todos los recursos serán necesarios para la expulsión del enemigo fuera de nuestro país. La batalla puede infligiros nuevas privaciones. Comprendéis bien que las municiones de guerra deben venir en primer lugar, pero se harán todos los esfuerzos necesarios para aportaros la ayuda que tanto necesitáis. Confío en vuestra resistencia para la victoria final sobre Alemania y para el establecimiento de las históricas libertades francesas. Cuando se logre la victoria y Francia sea liberada de sus opresores, el pueblo francés tendrá libertad de elegir, tan pronto como sea posible y de acuerdo con métodos y condiciones democráticas, el Gobierno bajo el que desean vivir. El enemigo combatirá con el valor de la desesperación. No renunciará a ninguna medida por implacable que sea para retardar nuestro avance. Pero nuestra causa es justa, nuestros Ejércitos son fuertes”.56 De Gaulle lo hizo en los siguientes términos: “Está entablada la batalla suprema. Después de tanto combate, de tantos horrores y de tantos dolores, ha llegado el choque decisivo, el tan esperado choque. Naturalmente, es la batalla en Francia y la batalla de Francia. 56

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De las costas de la vieja Inglaterra han comenzado a salir a borbotones inmensos medios de ataque que para nosotros son de socorro. Ante aquel último baluarte occidental de Europa fue detenida antes la ola de opresión alemana y hoy es base de partida de la ofensiva de libertad. Francia, sumergida desde hace cuatro años, pero no reducida ni vencida; Francia está en pie para tomar parte de ella. Para los hijos de Francia, donde quiera que se encuentren, el sencillo y sagrado deber que les incumbe es combatir por todos los medios de que disponen. Se trata de destruir al enemigo que oprime y holla a la patria, al enemigo detestado, al enemigo que tratará por todos los medios de evitar su destino. Se empeñará en mantenerse en nuestro suelo todo lo que pueda, pero desde hace tiempo no es ya sino la fiera que retrocede. De Stalingrado a Tarnopol, de las orillas del Nilo a Bizerta y de Túnez a Roma ha conocido repetidas veces la derrota. Esta batalla va Francia a llevarla adelante con furia y con orden, que es como desde hace quince siglos ha logrado todas sus victorias. Y así es como ganaremos esta: con orden. Para nuestros Ejércitos de Tierra, Mar y Aire no hay problema. Jamás mostraron más ardor, mayor habilidad ni mayor disciplina. Africa, Italia y el océano y el cielo han visto su fuerza y su gloria redivivas. Mañana se las verán en la tierra natal. Para la nación que atada de pies y manos lucha contra el opresor armado hasta los dientes, el orden en la batalla exige varias condiciones: la primera es que las consignas dadas por el Gobierno francés y por los jefes franceses a los que aquél a habilitado en el orden local para darlas, sean cumplidas con exactitud; la segunda es que la acción que vamos a llevar a cabo en la retaguardia del enemigo está conjugada en forma tan estrecha como sea posible con la que de frente realizan los Ejércitos aliados y franceses. Pero todo el mundo ha de prever que la acción de los Ejércitos será dura y larga, es decir, que la acción de las fuerzas de la resistencia tiene que durar para ir ampliándose hasta el momento de la derrota alemana. La tercera condición es que todos los que sean capaces de obrar, bien con las armas en la mano, bien realizando destrucciones, bien suministrando informes o bien negándose a efectuar trabajos de utilidad para el enemigo, no se dejen apresar. Que todos ellos se pongan por anticipado a cubierto del encierro o de la deportación”.57 Como puede observarse, De Gaulle, que no ha sido tenido en cuenta en la preparación del desembarco en Normandía, no hace ninguna referencia a que el principal esfuerzo militar calló sobre las espaldas de los norteamericanos tanto por ser quienes aportaron el armamento como la mayor parte de los soldados en el desembarco. Tampoco hace ninguna referencia a que el Ejército francés se estaba reorganizando y equipando con el armamento que les proporcionaban los norteamericanos. Escuchando al general francés se podría sacar la impresión de que Francia estaba siendo liberada por los franceses con su solo esfuerzo. No concede ni una sola palabra de agradecimiento a Estados Unidos, a los que ni tan si quiera menciona. El día 10 de junio, en Londres, donde se encontraba desde comienzo de la invasión para entrevistarse con Churchill, declara: “En el momento presente no existe, desgraciadamente, acuerdo entre el Gobierno francés y los Gobiernos aliados respecto a la colaboración de la Administración con los Ejércitos aliados en el territorio metropolitano francés liberado. La proclama del general Eisenhower del 6 de junio y la de hoy hacen deducir que el Mando militar aliado se va a hacer cargo del Poder en Francia. 57

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Esta situación no es aceptable para nosotros y podría provocar en Francia, incluso, incidentes que deben ser evitados. Por otra parte, la emisión en Francia de dinero llamado francés, sin acuerdo alguno y sin la menor garantía de la autoridad francesa, no puede hacer más que acarrear serias complicaciones. Francia contribuye a la batalla por la liberación del mundo con todas sus fuerzas disponibles en el interior y en el exterior, pero pretende, naturalmente, hacer con plena soberanía hoy la guerra y mañana la paz”.58 Pero ni Washington ni Londres reconocían el Gobierno provisional presidido por De Gaulle como representante de la soberanía francesa. El día 14 de junio, respecto al reconocimiento de este Gobierno, Churchill declaró en el Parlamento británico que estimaba precipitado tratar de ese asunto en esos momentos y que era partidario de que las relaciones entre norteamericanos y De Gaulle debían evolucionar. El 25 de junio publicaba el Cuartel General de las fuerzas expedicionarias aliadas la siguiente nota: “El general Koenig, comandante en jefe de las fuerzas francesas en la Gran Bretaña, ha sido designado por las autoridades francesas jefe de las fuerzas francesas del interior. El general Koenig dirigirá desde ahora, bajo la autoridad y en nombre del comandante en jefe aliado, las operaciones de las fuerzas de la resistencia”.59 El 6 de junio se iniciaba el desembarco en Normandía. El primer comunicado oficial del Cuerpo Expedicionario Aliado, que fue hecho público en las primeras horas de la mañana del 6 de junio, anunció: “Bajo el mando del general Eisenhower, fuerzas navales aliadas, apoyadas por poderosas formaciones aéreas, iniciaron esta mañana el desembarco de los Ejércitos aliados en la costa septentrional francesa60.” Inmediatamente después, Berlín comunicó que el sector de ataque era la costa entre Cherburgo y El Havre. Tropas paracaidistas aterrizaron en distintos lugares de la península de Contentin. Frente al estuario del Sena se señaló la presencia de gran número de unidades navales aliadas. Entre las fuerzas paracaidistas fue identificada en el primer momento la 1ª División británica transportada por aire. Las tropas de invasión estaban integradas por formaciones británicas, canadienses y norteamericanas. La primera noticia de lucha venía fechada en Berlín y decía: “Se combate intensamente en la región de Caen.” Pero pronto se supo del mismo origen que los combates tenían por escenario distintos puntos de la península de Normandía y las desembocaduras más importantes de los ríos del estuario del Sena. Entre este río y el Vire, la operación aliada anfibia adquirió gran envergadura, desde los primeros momentos. Fuerzas navales ligeras muy considerables colaboraban con las numerosas unidades de desembarco que conducían tropas a la costa. Mientras se iniciaban los primeros combates en tierra, Londres dio a conocer una proclama del comandante supremo de la invasión, general Eisenhower, a sus hombres, y minutos más tarde una advertencia del Cuartel General Aliado para que todos los franceses que viviesen en una zona costera de 35 kilómetros de profundidad abandonaran sus domicilios y se dirigieran al campo en cuanto los aparatos aliados lanzasen los impresos con este aviso: “No deberéis acercaros a carreteras, vías férreas, ni puentes. No forméis grupos, ya que podrán fácilmente ser tomados por concentraciones de tropas.” MUNDO nº 216, pg.279 MUNDO nº 218, pg. 389 60 MUNDO nº 214, 11 de junio de 1944, pg. 238 58 59

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El desembarco se vio apoyado por acorazados, monitores y cruceros que cañonearon intensamente las baterías instaladas en tierra por los alemanes. Buques británicos y norteamericanos de guerra constituían las fuerzas de protección, si bien la mayor parte de esas unidades era británica. Tanto en el mar como en el aire quedó patente inmediatamente la superioridad aliada. Por otra parte, el general Eisenhower tenía en su poder un archivo fotográfico completo de las defensas costeras alemanas, integrado por las fotografías tomadas a lo largo de un año por los aviones de observación. Eisenhower dirigió otra proclama al pueblo de Europa, en la cual invitaba a las poblaciones a permanecer en calma mientras no recibieran aviso de que podían iniciar un levantamiento “que podría ser perjudicial a vuestro país”. El primer resumen alemán de las operaciones que se estaban librando, decía entre otras cosas: “ A determinada hora de la noche fueron vistos en las proximidades de Trouville numerosos paracaidistas y grandes aviones sin motor. Al mismo tiempo fueron realizadas tentativas de desembarco por mar. Una poderosa formación naval concentrada al amanecer en aguas del oeste de El Havre. En medio de esta formación figuraban numerosas unidades de desembarco que desplazaban hasta 3.000 toneladas. Las dos alas de la formación de desembarco estaban protegidas por poderosas unidades de la Marina mercante enemiga. En el flanco oriental fueron observados seis buques de línea y 20 destructores y en el oriental la protección estaba encomendada a una formación análoga.” Posteriormente se supo que el centro de gravedad del desembarco por mar y aire se encontraba en la parte nordeste de Normandía. “Mientras importantes fuerzas de paracaidistas norteamericanos aterrizan cerca de la localidad de Barfleur, se llevó a cabo una acción de desembarco en masa , explicaron desde Berlín, en la región de Saint Vaas, con el apoyo de considerables fuerzas navales. Durante las operaciones fueron hundidos un crucero y un gran buque de desembarco cargado de tropas. Otras operaciones anfibias fueron dirigidas contra la desembocadura del Vire y contra la del Orne. En cada una de estas operaciones se comprobó la participación de unos 8º navíos de desembarco.” Las operaciones se realizaron sin que los aviones del Reich hiciesen su aparición. Un corresponsal de guerra británico pudo comunicar a las 12.35: “La Luftwaffe no ha intervenido todavía. Las masas de maniobras adversarias se colocan en posiciones de batalla. He volado por encima del territorio francés y no he visto ni una sola división motorizada alemana en movimiento. La protección aérea de los aliados es formidable”. Oficialmente anunció después Londres que 640 cañones navales, desde los de 16 pulgadas a los de cuatro, atacaban las playas y reductos alemanes. El comunicado del Alto Mando alemán anunció también la gran ofensiva con estas palabras: “ El enemigo inició anoche el ataque que esperábamos y que tanto tiempo lleva preparando contra el oeste de Europa. Después de haber efectuado intensos ataques aéreos contra nuestras fortificaciones costeras, el adversario envió poderosas formaciones de tropas, transportadas por vía aérea, contra distintos puntos de la costa septentrional francesa, situados entre El Havre y Cherburgo, en donde aterrizaron y al mismo tiempo efectuó desembarcos en las playas, bajo la protección de poderosas fuerzas navales. Se lucha encarnizadamente a lo largo de la costa, en los puntos de desembarco.” El primer ministro británico Churchill se levantó en la Cámara de los Comunes durante la mañana para informar sobre las operaciones que condujeron a la conquista de Roma y sobre las más recientes de la costa francesa. Churchill 202

reveló las primeras cifras sobre los elementos puestos en juego y algunos de los resultados logrados hasta dicho momento: “Una inmensa Armada de más de 4.000 barcos, junto con varios millares de embarcaciones menores, ha cruzado el Canal. El aterrizaje de tropas transportadas por vía aérea se ha efectuado con éxito, en su mayor parte, detrás de las líneas enemigas. En los momentos actuales se realizan desembarcos en varios puntos del litoral francés. El fuego de las baterías costeras alemanas ha sido reducido al silencio en casi su totalidad. Los obstáculos colocados por el enemigo en el mar han resultado menos difíciles de vencer de lo que habíamos supuesto. Las tropas aliadas están apoyadas por unos 11.000 aviones de primera línea. Naturalmente, no puedo hacer ningún pronóstico ni dar detalles sobre las operaciones.” Pasadas las primeras horas de desembarco, las tropas que comenzaron a poner pie en Francia fueron ya principalmente transportadas por embarcaciones de asalto. Con esas tropas llegaron tanques. Los centros militares, según la Oficina Internacional de Información, preveían la extensión de las operaciones a un sector más amplio de la costa, especialmente en la bahía de Saint Malo. Esta sospecha aparecía abonada por el hecho de que en las primeras horas del día los aliados habían ocupado con desembarcos aéreos las islas Jersey y Guernesey. Aparte del crucero y el navío de transporte que los alemanes anunciaron haber hundido en los primeros momentos, no hubo más noticias de este género durante las veinticuatro horas siguientes al comienzo del desembarco que la destrucción de 35 tanques aliados pesados, en las proximidades de Asnelles, donde las formaciones alemanas desencadenaron un contraataque. Pero a partir de las primeras horas de la tarde, las informaciones de procedencia alemana comenzaron a insistir en el desarrollo de contramedidas. “En el sector al este de Cherburgo, dijo la DNB, los contraataques de nuestras tropas realizan progresos.” “Los desembarcos enemigos, añadió más tarde, que siguen efectuándose se ven dificultados por las numerosas barreras establecidas a bastante distancia de las playas bajo el control de la artillería alemana.” Pero también durante la tarde volvió a hacer declaraciones Churchill: “Puedo decir, comunicó a la Cámara, que esta operación se desarrolla de manera satisfactoria. Los numerosos peligros y dificultades que hasta anoche parecían formidables, se encuentran ahora detrás de nosotros. La travesía del mar fue efectuada con muchas menos pérdidas de las que esperábamos. La resistencia de las baterías costeras fue debilitada en gran parte por el bombardeo de la aviación y el fuego superior de nuestros barcos redujeron rápidamente su tiro a proporciones que no constituían problema.” Churchill agregó luego que en algunos puntos las tropas aliadas habían penetrado varias millas hacia el interior. La nota más destacada de la operación había sido el aterrizaje en terreno adversario de tropas transportadas por vía aérea y que realizaron una maniobra que no tenía, por su envergadura, paralelo en toda la guerra. Los paracaidistas se organizaron potentemente en tierra y los desembarcos y operaciones siguientes se realizaron con pérdidas muy inferiores a las previstas. Se luchaba, siempre según Churchill, en el interior de Caen. “Han sido conquistadas posiciones ventajosas en un amplio frente.”, terminó afirmando. Ya en las últimas horas de la tarde informaron desde Londres sobre la intensidad de los bombardeos preparatorios. Un millar de bombarderos pesados de la RAF realizaron el primer ataque contra las baterías costeras de Normandía; el segundo ataque fue realizado al amanecer por más de otros 1.000 bombarderos norteamericanos, que castigaron la misma zona que los 203

anteriores; luego siguieron 500 bombarderos medios norteamericanos y finalmente numerosos aparatos del II Cuerpo táctico acompañaron el asalto. Entre las doce de la noche y las ocho de la mañana del día 6, fueron arrojadas 10.000 toneladas de bombas, sobre la región-objetivo del norte de Francia. Durante ese período volaron 31.000 hombres, sin contar las tropas de paracaidistas. Informaciones alemanas aseguraron en las primeras horas de la noche que las fuerzas armadas aliadas no habían conseguido establecer una cabeza de puente más que en el sector costero comprendido entre Villers Sur Mer y Trouville, cuya longitud era de unos 20 kilómetros y su profundidad es de unos cuantos. “esta cabeza de puente, añadía, ha sido localizada en forma eficaz a pesar de los refuerzos aportados por un grupo de combate enemigo llegado por mar y desembarcado ante El Havre. El resto de las cabezas de desembarco formadas por operaciones anfibias, entre el Orde y la desembocadura del Vire, han sido aniquiladas en violentos contraataques de las formaciones alemanas de protección.” En cuanto a los grupos de paracaidistas, las noticias del mismo origen aseguraron al finalizar la jornada del día 6, que solamente quedaba en el Continente una formación importante que había logrado resistir a ambos lados de la carretera de Carentan a Valognes. Posteriormente fueron rectificados algunos extremos: la cabeza de puente aliada no estaba entre el Sena y el Orne, sino más bien entre el Orne y la región norte y nordeste de Bayeux. La información presentaba un carácter confuso. Los aviones alemanes de observación registraron la presencia de un potente grupo de unidades navales al oeste del Havre, integrado por unos 15 cruceros y 60 destructores y cuya misión parecía transportar refuerzos a las tropas aliadas que se encontraban al norte de Caen. Esos mismos aviones anunciaron haber visto incendiados o averiados unos 30 barcos aliados cerca del sector costero donde se realizaron los desembarcos. Aunque hubo noticias posteriores que confirmaron y reiteraron la destrucción de cabezas de puente aliadas al norte de Bayeux y de Isigny y al noroeste de Caen, un comunicado oficial del Cuartel general dado alrededor de las doce de la noche aseguraba: “Hasta este momento nuestras fuerzas han tenido éxito en sus desembarcos iniciales.” El Mando alemán permaneció expectante, porque deseaba conocer cuál iba a ser el verdadero centro de gravedad de la lucha. El cronista oficial de la agencia alemana DNB declaró a este respecto: “Es probable que el centro de gravedad de la acción enemiga no se manifieste hasta dentro de unos días o quizá, de semanas, y que comprenda desde Calais hasta la Francia meridional. Por el momento se encuentra en las costas de la Mancha más propias para operaciones, entre El Havre y Cherburgo.” Ya en la madrugada del día 7, el Alto Mando aliado cursó su comunicado número 2 que describía la forma en que se había realizado la primera fase de la operación. “Esta mañana dos formaciones navales especiales mandadas por los contraalmirantes sir Philip Vian, decía, que arbolaba su pabellón a bordo del navío de Su Majestad “Seylla” mandado por el capitán T.M. Browprig y Alan Goodrich Kirk, de la Marina de los Estados Unidos, a bordo del navío “Augusta”, mandado por el capitán E.H. Jones lanzaron sus fuerzas de asalto contra las playas enemigas. Las fuerzas navales, que se habían reunido bajo el mando general del almirante sir Bertram Ramsay, fueron llegando en distintos momentos durante la noche, procedentes de las aguas septentrionales. El canal de la Mancha fue barrido de los campos de minas sembrados por el enemigo. Esta operación fue realizada poco antes del alba y mientras las flotillas de dragaminas continuaban sus trabajos hacia la costa enemiga, las fuerzas navales les seguían camino de sus 204

objetivos. Poco antes del asalto, tres torpederos enemigos, a los que acompañaban algunas pequeñas embarcaciones armadas, trataron de oponerse a la operación y fueron rechazados prontamente. Una de las embarcaciones fue hundida y otra gravemente averiada. Las fuerzas de asalto se dirigieron entonces hacia la playa, bajo una barrera de violento bombardeo realizado por destructores y otros navíos de apoyo, mientras que los barcos pesados contestaban a las baterías enemigas, que ya habían sido sometidas a bombardeos aéreos. Algunas de estas baterías fueron sometidas al silencio, mientras que las fuerzas aliadas continuaban contestando a otras baterías alemanas. Los desembarcos fueron efectuados con el apoyo de bombardeos aéreos y navales, al tiempo que aterrizaban tropas que habían sido enviadas en planeadores, los cuales trasladaron grandes contingentes de fuerzas que fueron depositadas con éxito en determinados puntos. Informes de las operaciones recibidos hasta este momento, dicen que nuestras fuerzas han conseguido consolidar sus puntos iniciales de desembarco. Los combates continúan. Bombardeos pesados, medios, ligeros y cazabombarderos aliados han continuado sus ataques durante todo el día, eligiendo como objetivos principales las obras de defensa costera y las comunicaciones del adversario. La protección continua de la caza ha sido mantenida encima de las playas y en algunos lugares en el interior, así como sobre todas las operaciones navales realizadas en el canal de la Mancha. Nuestra caza nocturna ha jugado también un importante papel de protección de barcos que transportaban fuerzas y n las operaciones de desembarco. Aviones de reconocimiento aliados mantienen constante vigilancia de día y de noche encima de los navíos y de las fuerzas terrestre. La caza adversaria y la DCA han molestado muy poco a nuestros aparatos. Se estima que las pérdidas navales han sido muy pequeñas, sobre todo, si se tiene en cuenta la magnitud de la operación.” Londres anunció el día 7 que durante la noche del lunes habían sido utilizados más de 1.000 aviones de transporte para conducir al otro lado del canal tropas y refuerzos. En las primeras operaciones el tiempo era malo y muchos soldados se marearon y se ahogaron luego de desembarcar. Berlín, por su parte, afirmó que las fuerzas aliadas lanzadas en las islas de Jersey y Guernesey habían sido destruidas. El comunicado alemán del 7 declaró en síntesis: La operación adversaria de desembarco en la costa norte de Normandía, entre El Havre y Cherburgo, estuvo apoyada durante toda la jornada por importantes fuerzas navales. Detrás de las fortificaciones costeras alemanas tomaron tierra importantes unidades transportadas por vía aérea, la mayor parte de las cuales fueron destruidas. El enemigo consiguió poner en pie varios puntos, desde el mar. A ambos lados de la desembocadura del Orne y al norte de Carentan se registraron duras luchas con sus adversarios numéricamente superior. Los aliados mantienen esas cabezas de puente. Las fuerzas navales ligeras alemanas comenzaron a actuar en la mañana del 6 y la noche siguiente. Un destructor enemigo quedó incendiado. Una información oficiosa de Berlín declaró que la cabeza de puente aliada a ambos lados del Orne y al oeste de ese lugar medía treinta y cuatro kilómetros de longitud y una profundidad media de diez. El Mando aliado facilitaba diariamente dos comunicados: uno en las horas de la mañana y otro hacia media noche. El correspondiente a la noche del 7 al 8 anunció que las fuerzas adversarias habían sido desalojadas de todas las cabezas de puente y que éstas habían establecido, en ocasiones, contactos entre sí. La resistencia alemana 205

aumentaba paulatinamente, pero se continuó el desembarco por aire y mar. Las baterías costeras alemanas que aún disparaban fueron reducidas al silencio. La protección aérea apoya intensamente a las fuerzas de mar y tierra. Se continuó la ofensiva contra los objetivos del interior. El comunicado aliado de la mañana del día 8 anunció la ocupación de Bayeux y el corte de la carretera de esta localidad a Caen. Sigue el avance aliado. Se libran feroces batallas de Infantería y tanques. Los aviones aliados realizaron unos 9.000 vuelos. Montgomery seguía las operaciones a bordo del navío “Hilary.” El comunicado alemán de la misma fecha afirmaba que al este de la desembocadura del Orne el adversario había sido reducido a un estrecho espacio. Los aliados pasaban al ataque en dirección sudoeste. Las reservas alemanas iniciaban el contraataque. En el interior de la zona invadida, puntos fortificados alemanes seguían resintiendo. En la bahía de Saint Martin fue rechazado un intento de desembarco. Iban derribados 89 aviones aliados y destruidas varias unidades de desembarco. Por la noche el Mando supremo anunció que la cabeza de puente era gradualmente ampliada, mientras continuaban los desembarcos de más tropas y elementos. Eran rechazadas las lanchas rápidas y torpederos alemanes, mientras el asalto aéreo aliado se sostenía con el mismo ritmo. Desde el comienzo de las operaciones la flota aérea de invasión realizó unos 27.000 servicios. Apenas se encontraba oposición aérea alemana, aunque sí intensa por parte de la DCA. Ciento sesenta y seis aparatos alemanes destruidos y pérdida de 289 aparatos propios. El día 9 el mando aliado insistió: siguen realizándose desembarcos y las unidades ya situadas en tierra continuaban su progresión a pesar de los esfuerzos de las tropas acorazadas alemanas. Los reductos adversarios estaban siendo destruidos metódicamente. El comunicado alemán de la fecha reconocía que el adversario había conseguido reforzar su cabeza de puente. Progresaba el ataque propio al este del Orne. Los aliados rebasaban Bayeux, pero eran contenidos a diez kilómetros. Los aliados que se encontraban en Sainte Mere Eglise avanzaban hacia el norte y el sur y lograban progresos limitados. Fue hundido un crucero y un destructor adversarios, además de otras unidades que desplazaban aproximadamente 40.000 toneladas. Londres anunciaba oficiosamente la conquista de Formigny. Berlín confirmaba la impresión de que la operación aliada pretendía el aislamiento de la península de Cotentin, que contiene en su extremo norte el gran puerto de Cherburgo. El comunicado aliado de la noche anunciaba el corte de la vía férrea de Caen a Cherburgo, relataba una acción de las fuerzas navales contra las lanchas rápidas y torpederos alemanes y afirmaba que hasta el momento iban capturados unos 5.000 prisioneros alemanes. El comunicado alemán declaró que aumentaba la dureza de la batalla en Normandía. Se libraban encarnizados combates en la península de Cotentin. Los aliados lograron hacer retroceder las líneas alemanas de cobertura. Los soldados del Reich se batían contra importantes fuerzas enemigas y una aviación superior. En los tres primeros días de invasión iban destruidos 200 tanques adversarios y cogidos varios millares de prisioneros. Desde el 6 de junio fueron hundidos dos cruceros, tres destructores, seis transportes, cinco embarcaciones especiales y cinco barcazas para transporte de tanques. Fueron averiados un crucero pesado, tres ligeros, seis destructores, cinco lanchas rápidas, ocho transportes y catorce embarcaciones especiales, además de numerosas unidades menores. Londres anunció oficiosamente que la línea del frente aliado tenía ya 65 kilómetros seguidos, desde los alrededores de Caen 206

hasta Isigny. Se estaba realizando una intensa campaña contra los submarinistas, lanchas torpederas y otras fuerzas alemanas que amenazaban las comunicaciones por el Canal. “Resulta manifiesto, anunciaba Berlín, que mientras los norteamericanos no posean el puerto de Cherburgo, Montgomery no podrá realizar la misión que se le ha encomendado: construir en la península de Cotentin una poderosa cabeza de puente. Hasta ese momento no podrá trasladar al Continente las otras dieciséis divisiones que tienen preparadas en el Reino Unido.” Londres anuncia la conquista de Trevieres. Los alemanes provocan la inundación de la región de Carentan – Isigny - Trevieres. Desde el mismo territorio francés ya operaban aviones aliados, dedicados especialmente al transporte de heridos. Hasta este momento iban identificadas en Normandía cinco divisiones alemanas. Según Berlín los aliados desembarcaron nuevas y potentes fuerzas en Port L’Eveque para destruir las bases alemanas de Deauville y Trouville. Dichas fuerzas fueron cercadas. Otra información de la capital alemana declaraba que el centro de gravedad de la batalla se encontraba entre Carentan y Monteburgo, donde los norteamericanos tenían dos divisiones de paracaidistas, tres de infantería, una blindada con carros superpesados y numerosas formaciones especializadas, entre ellas una brigada de asalto. La misión de esas tropas parecía ser el ataque a Cherburgo. El comunicado aliado nocturno señaló gran actividad aérea y naval, pocos cazas enemigos y nutrido fuego de la DCA alemana. El día 11 las operaciones adquirieron ya un perfil más concreto. El comunicado aliado decía que las tropas blindadas británicas habían logrado alcanzar la región de Tilly-sur-Seulles. Los norteamericanos se encontraban al sur de la región inundada del valle del Aure. Entre Isigny y Carentan, las fuerzas aliadas ocupaban distintos puntos. La aviación alemana se mostró más activa. El comunicado alemán suministró datos de interés: hacia Isigny, los aliados lograron establecer, en una estrecha faja de costa, contacto con los norteamericanos de la cabeza de puente al norte de Carentan. Todos los intentos en este sector para avanzar hacia Cherburgo fueron rechazados. Seguían resistiendo los puntos fortificados del interior de la zona invadida. Se intensificaban las luchas navales. Fueron hundidos diez transportes y tres contratorpederos. Berlín calculaba que el Mando de invasión había empleado hasta este momento unos 400.000 soldados en Normandía, sin contar el personal de las embarcaciones ni los aviadores. Londres decía que la cabeza de puente de Normandía tenía ya una longitud de 82 kilómetros y 16 de profundidad máxima. El comunicado nocturno aliado decía que se luchaba en los alrededores de Monteburgo. Los norteamericanos ocuparon Lison y avanzaron varios kilómetros hacia el sur, donde se encontraban poderosas fuerzas acorazadas enemigas. Hasta esta fecha los movimientos generales de las tropas aliadas habían seguido dos direcciones principales: desde la costa hacia el sur, con objeto de aumentar la profundidad de la cabeza de puente normanda y desde el este hacia el oeste, bien para acercarse directamente a Cherburgo, bien para estrangular la península de Cotentin por su zona más estrecha. El general Montgomery, que el día 10 estableció ya su Cuartel general en territorio francés, dirigió un mensaje personal a sus hombres el día 11, en el que expresaba su satisfacción por los resultados logrados. Y ya se sabía que Montgomery era poco dado a optimismos infundados. El mensaje, dirigido a las fuerzas del XXI grupo de Ejército que él dirigía, aludía a los cuatro primeros días de operaciones, por lo que cabía suponer que fue conocido con retraso y, por consiguiente, cuando 207

ya la situación aliada había mejorado. “Después de cuatro días de combate, decía, las tropas aliadas se han asegurado una buena y sólida zona en Francia. Debemos agradecer, ante todo a Dios Todopoderoso, el éxito que hemos alcanzado y por habernos concedido tan buen principio hacia la realización completa de nuestra misión. En segundo lugar, debe rendirse homenaje a las Marinas y Fuerzas aéreas aliadas por su magnífica cooperación y apoyo, sin los cuales nuestros soldados no hubieran logrado nada. En tercer lugar, deseo felicitar personalmente a todos los oficiales y soldados de los Ejércitos aliados por los espléndidos resultados conseguidos en los cuatro últimos días. Los soldados británicos, canadienses y norteamericanos, combatiendo codo con codo, han alcanzado un gran éxito y se han colocado en buena posición para explotarlo. A todos los oficiales y soldados, cualquiera que sea su grado o empleo, envío mi agradecimiento y mis mejores deseos para el porvenir. Queda aún mucho por hacer. Juntos, vosotros y yo, lo haremos y concluiremos felizmente esta tarea. Buena suerte para todos vosotros.” El comunicado aliado de medianoche anunciaba: “Las tropas aliadas avanzan generalmente en todos los sectores y especialmente al sur de Bayeux, en el bosque de Cerisy y en Tillysur-Seulles . otras dos ciudades han sido liberadas: Troarn, en la orilla izquierda del Seulles, y Le Ham en la península de Cotentin.” Después de la proclama que Eisenhower dirigió a los franceses y, en general a todos los países ocupados, al comenzar la invasión en Normandía, el día 7, Radio Londres y Radio Argel emitieron un llamamiento del Gobierno provisional francés, Comité de Liberación Nacional, dirigido a la policía, guardia móvil, vigilantes de prisiones y campos de concentración y población civil residente en la zona de batalla. En dicho llamamiento se invitaba a los policías y guardias a unirse a los grupos de resistencia; los vigilantes debían liberar a los detenidos políticos y los civiles sabotear el tráfico enemigo y guiar a las tropas aliadas a través de los campos minados y otros obstáculos. El Movimiento Nacional francés que dirigía el ministro de Trabajo, Marcel Deat, invitó a todos sus afiliados a prepararse para mantener el orden interior en Francia. Todos los miembros del Movimiento debían unirse a las fuerzas militares y las organizaciones auxiliares debían considerarse movilizadas, buscando en general la más estrecha colaboración con “las fuerzas, decía el comunicado, que luchan en Europa.” El movimiento expresó al mismo tiempo su fe en el ejército alemán. La decisión anterior sobrevino después de la movilización de las milicias que dirigía Darnand y de unas declaraciones de total compenetración con Alemania hechas en Berlín por el secretario de Información y Propaganda francés, Henriot. El jefe del Gobiernos francés, Laval, dirigió por su parte una circular a todos los organismos administrativos del país para que fueran respetados los términos del armisticio con Alemania, especialmente los artículos 3º y 10º, porque “una actitud de indisciplina podría tener las más graves consecuencias para el país”. El día 9, Eisenhower dirigió otra proclama al pueblo francés, en la que les decía: “Tengo a mis órdenes valerosas tropas francesas que han sido entrenadas durante mucho tiempo y esperaban anhelantes el día en que pudieran tomar parte en la liberación de su patria. Hemos venido para regular en el campo de batalla la guerra heroica que durante años habéis librado encarnizadamente. Destruiremos la tiranía nazi hasta su raíz, con el fin de que los pueblos de Europa puedan tener de nuevo libertad. Como jefe supremo del Cuerpo expedicionario, de cuyo cargo me han sido impuestos el deber y la responsabilidad, me veré en la necesidad de adoptar 208

medidas esenciales para proseguir la guerra. Es necesaria vuestra inmediata obediencia a las órdenes que yo os dé. Todo el mundo debe continuar con sus ocupaciones habituales, a menos que reciban orden contraria. Los que hicieron causa común con el enemigo serán descartados. Corresponde al pueblo francés dirigir su propia administración civil y ayudar a mis tropas en el mantenimiento eficaz de la legalidad y del orden. Los miembros de la misión militar francesa que me han sido agregados, colaborarán a este fin. El valor y el sacrificio extraordinarios de millones de individuos que combatieron en última resistencia, ayudaron y continúan ayudando al éxito de nuestros ejércitos. La presencia del enemigo en vuestro suelo nos obliga a bombardear por aire el mar y a ocasionaros pérdidas y sufrimientos. Habéis aceptado esto valientemente, dentro de las tradiciones heroicas de Francia, como el precio que todos debemos inevitablemente pagar para alcanzar nuestro fin, que es la libertad. Todos los recursos serán empleados para la expulsión del enemigo de vuestro país. La lucha puede ocasionaros nuevas privaciones. Comprended que, en primer lugar, deben venir las municiones de guerra; pero se harán todos los esfuerzos para facilitaros la ayuda, de la que estáis tan necesitados. Confío en que vuestra resistencia acabará con la Alemania de Hitler y restablecerá las libertades históricas de Francia. Cuando llegue la victoria y Francia esté libre de sus opresores, el pueblo francés podrá escoger, dentro de los métodos democráticos, el Gobierno que desee. El enemigo se bate con valor y a la desesperada. No desdeñará ninguna medida por difícil que sea, si la estima conveniente para detener nuestro avance. Pero nuestra causa es justa y nuestros ejércitos son fuertes y con nuestros valientes aliados los rusos, en el Este, marchamos hacia una victoria cierta.” Después de esta proclama, el general De Gaulle que se encontraba en Londres desde el día que comenzó la invasión o desde pocas horas antes, hizo unas declaraciones a la agencia Reuter, que tuvieron gran resonancia. “En el momento presente, dijo, no existe, desgraciadamente, ningún acuerdo entre el Gobierno francés y los Gobiernos aliados respecto a la colaboración de la Administración francesa con los ejércitos aliados en el territorio metropolitano francés liberado. La proclama del general Eisenhower del 6 de junio y la de hoy hacen deducir que el Mando militar aliado se va a hacer cargo del Poder en Francia. Esta situación no es aceptable para nosotros y podrá provocar en Francia, incluso, incidentes que deben ser evitados. Por otra parte, la emisión en Francia de dinero llamado francés , sin acuerdo alguno y sin la menor garantía de la autoridad francesa, no puede hacer mas que acarrear serias complicaciones. Francia contribuye a la batalla por la liberación del mundo con todas sus fuerzas disponibles en el interior y en el exterior, pero pretende naturalmente, hacer con plena soberanía hoy la guerra y mañana la paz.” La invasión de Normandía había hecho pasar a un segundo plano la guerra en Italia, pese a que la lucha que se estaba librando presentaba todas las características necesarias para atraer la atención. El avance de las tropas del general Alexander continuaba ininterrumpidamente y rápidamente en el ala occidental. Los soldados aliados ocuparon Civitavecchia, Guidonia y Nranciano, el día 7. El día 9 se anunció la ocupación de Viterbo, Tarquinia y Vetralca. Avezzano y lugares inmediatos fueron conquistados el día 11. En el frente del Adriático fue conquistada toda la región de Pescara. Según las informaciones alemanas, fracasaron varios intentos aliados para cercar y destruir importantes contingentes de las tropas de Kesselring, las cuales continuaban en retirada seguidas de cerca por las fuerzas de Alexander. 209

Los bombardeos aéreos contra los objetivos del interior de Europa habían perdido intensidad y Berlín atribuía este hecho a las operaciones que se libraban en Normandía. Unicamente, los aviones aliados con base en Italia prosiguieron sus ataques contra los objetivos balcánicos. La modalidad de los bombardeos de “ida y vuelta”, con parada en las bases soviéticas, era, según las autoridades aliadas, un notable adelanto. Los aparatos salían de Italia, atacaban los objetivos propuestos y aterrizaban luego en Rusia. Después realizaban el viaje en sentido inverso y retornaban a sus puntos de partida. Casi 2.000 bombarderos norteamericanos realizaban ya esta clase de ataques. La esperada ofensiva soviética en el frente del este no había comenzado todavía. Los rusos sólo se habían lanzado al ataque en el golfo de Carelia, pero el frente este permanecía a la espera de acontecimientos. En China, después de haberse anunciado la ocupación de Changsha por los japoneses, la información no fue confirmada. En Birmania, los aliados anunciaron la retirada de las tropas niponas de la región de Kohima, donde estaban siendo contraatacadas desde hacía tiempo. En el frente de Normandía, los comunicados diurnos del día 12 de junio, apenas señalaron novedades importantes. Una noticia no oficial, fechada en el Cuartel General Expedicionario Aliado, decía: “Parece que la aviación alemana ha decidido entablar batalla. Los últimos despachos hablan de que hay cazas alemanes sobre todos los puntos.” Después de una serie de informaciones contradictorias, se informó que Carentan había caído en poder de los soldados norteamericanos. El comunicado nocturno del Mando aliado declaró: “Nuestras cabezas de puente están ya completadas en el territorio costero y miden casi 100 kilómetros de longitud y las mantenemos firmemente. Su profundidad aumenta continuamente. Las tropas norteamericanas han realizado progresos al norte y oeste de Cotentin. Algunas carreteras que habían sido inundadas, están en nuestro poder. Más al este, el enemigo ha sido derrotado en el bosque de Cerisy”. Añadía ese comunicado que la más potente formación de bombarderos diurnos que salió nunca del Reino Unido, atacó una cadena de aeródromos enemigos y de objetivos ferroviarios. El día 13, informaciones procedentes de Londres pusieron de relieve la eficacia extraordinaria de los cañones navales. El acorazado “Nelson” redujo al silencio 17 cañones ultrapesados alemanes en la retaguardia de la cabeza de puente. Durante los últimos días, las Marinas aliadas realizaron el bombardeo naval más intenso y prolongado que se conocía en la Historia. El comunicado aliado de la mañana se refería casi exclusivamente a la serie de grandes bombardeos aéreos realizados día y noche por las flotas del aire contra toda clase de objetivos adversarios. El comunicado alemán fue el más breve de todos los publicados desde el comienzo de la invasión y no contenía novedades importantes. Un corresponsal de guerra de la agencia alemana DNB no dudó en afirmar: “Al cabo de siete días, la primera fase de la batalla de invasión ha alcanzado tal envergadura que desde ahora puede considerársela como la batalla más grave de esta guerra. La decisión final no se obtendrá en la misma costa, al alcance de la artillería naval aliada, sino en un espacio más profundo, en una batalla terrestre.” Otro periodistas norteamericano anunció poco después que Monteburgo había sido totalmente ocupado por las fuerzas norteamericanas de la IV división, después de derrotar a los batallones alemanas que desde Cherburgo se desplazaron en bicicleta para defender dicha localidad.

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El día 14, los círculos oficiales del Gran Cuartel General Expedicionario calificaron de satisfactorios los avances conseguidos en las últimas veinticuatro horas. El comunicado de la mañana decía: “Al oeste de Tilly-sur-Seulles nuestras unidades blindadas irrumpieron en el flanco enemigo y atacaron dirección sur, con gran efecto. Las patrullas avanzadas han alcanzado Caumont, situado al oeste del bosque de Cerisy, a pesar de la vigorosa resistencia enemiga. Entre Tilly-sur-Seulles y Caen siguen librándose combates entre elementos blindados. El adversario presiona fuertemente en la región de Caen. Al atardecer de ayer, después de la calma impuesta por el mal tiempo, nuestra aviación reanudó su ofensiva y desplegó uno de los esfuerzos más concentrados desde que comenzó la invasión. La oposición de los cazas alemanes fue esporádica.” Informaciones oficiosas de Londres confirmaron efectivamente que las tropas alemanas actuaban intensamente para impedir que se cerrase la tenaza aliada que se dibujaba sobre Caen. “Rommel contraataca”, decía la información. En Troarn, la lucha era encarnizada y en Monteburgo seguía combatiéndose en las calles. Carentan seguía y siguió en poder de las fuerzas aliadas, pero en este sector el esfuerzo de los soldados de von Runstedt adquirió la mayor gravedad. El contraataque estaba destinado a impedir la progresión aliada hacia el sur. En el sector central de la cabeza de puente, las unidades aliadas, como ya indicaba el comunicado, adelantaron sus líneas hasta Caumont. La situación, vista por el comunicado alemán, era la siguiente: “En Normandía, una formación de tanques alemanes penetró en la cabeza de puente enemiga al este del Orne e infligió graves pérdidas al adversario. En los demás sectores los aliados desencadenaron varios ataques, todos ellos apoyados por tanques y artillería naval, que fueron rechazados. Al sur de Caumont fue aniquilado un destacamento enemigo. La aviación alemana hundió dos transportes de 8.000 toneladas y dos destructores y causó averías a tres transportes que desplazaban en total 25.000 toneladas.” La reacción alemana pareció ser el primer intento serio para contener la ofensiva adversaria. Los alemanes detuvieron su retirada en la zona de Carentan, dijeron desde la capital británica, y han lanzado embestidas contra las fuerzas norteamericanas, con el empleo de carros y unidades escogidas. Los norteamericanos se vieron forzados a ceder terreno al sur de la ciudad. Entretanto, los cañones de los buques “Nelson” y “Ramillies” intervinieron activamente en el sector de Troarn para colaborar con las fuerzas de tierra. Una indicación del esfuerzo de guerra realizado por los aliados lo constituían los siguientes datos: más de 56.000 salidas fueron realizadas durante los siete primeros días de la invasión y en ese plazo se arrojaron 42.000 toneladas de bombas para apoyar directamente las tropas de Montgomery. Fueron derribados 396 aparatos alemanes y 554 aliados. Oficiosamente, Berlín anunció que Montgomery había tenido que llevar a la cabeza de puente 23 divisiones completas, o sea, el 75% de los efectivos totales colocados bajo su mando. Un portavoz militar aliado anunció que cazas y bombarderos operaban ya desde la misma tierra normanda, mientras a las playas seguían llegando, en oleadas, nuevos refuerzos. De esta manera, los asaltantes se preparaban para una gran batalla. La inferioridad que imponía la falta de un gran puerto que permitiese la llegada rápida e intensa de todos los elementos necesarios, quedaba compensada por la superioridad aérea y, según el mismo portavoz, por la actividad del movimiento clandestino francés. En los primeros desembarcos, fueron ciudadanos franceses quienes guiaron a los asaltantes. 211

Según un redactor militar de la agencia DNB, en los combates, terminando el día 14, ambos bandos utilizaron por primera vez grandes cantidades de material pesado de guerra. La contraofensiva alemana dio por resultado que en la noche del mismo día 14, Londres anunciase: “Hemos sido expulsados de Monteburgo, de Tilly y de Troarn.” El comunicado oficial nocturno hizo saber: “ Continúa la batalla de fuerzas blindadas en la región de Tilly-Caen. El enemigo, en un contraataque constante, trata furiosamente de detener nuestro avance. Por parte aliada se buscan vigorosamente los puntos débiles del enemigo. El contraataque alemán contra Carentan fue rechazado. En la península de Cotentin el adversario lucha encarnizadamente. Tuvimos que ceder terreno en las inmediaciones de Monteburgo. Más al sur, realizamos algunos avances. Gran actividad de la aviación aliada, que apenas encontró resistencia. El día 15, el comunicado aliado volvió a referirse a la reacción alemana. En todo el frente, dijo, siguen los combates. Los más encarnizados se libraron en Carentan, Monteburgo y Caen. Tropas transportadas por vía aérea rechazaron los intentos alemanes de reconquistar Carentan y reanudaron su avance hacia el sur; también avanzaron hacia el oeste y se encontraron en las cercanías de Les Sablons-Baupte. Siguen los enconados ataques y contraataques en Caen y Tillysur-Seulles. Las playas de desembarco se amplían y los refuerzos aumentan. A pesar de los intentos alemanes, siguió creciendo la amenaza de que la península de Cotentin quedase cortada por su garganta y las tropas norteamericanas llegaron a situarse en las inmediaciones de una altura que dominaba la última línea ferroviaria y la última carretera que, pasando por La Haya Du Puits, conducía a Cherburgo. El comunicado alemán del 15 acusó la siguiente situación: “Aumenta de día en día la violencia de la batalla de Normandía. El enemigo, que consiguió poner pie en la costa en los primeros días de la invasión, intenta ahora ampliar su cabeza de puente en todas las direcciones. Bajo el fuego de los cañones navales ultrapesados y los continuos ataques aéreos y de la infantería y carros llegados incesantemente, la batalla se aproxima a su punto culminante.” El comunicado presentó luego un balance de pérdidas navales sufridas por los aliados desde el comienzo de la invasión. Dos cruceros, nueve destructores, diez lanchas rápidas, veintitrés barcos de carga y transporte con 131.400 toneladas y doce unidades de desembarco que desplazaban en total 18.300 toneladas, fueron hundidos por la acción alemana. Fueron gravemente averiados dos cruceros pesados, tres cruceros, dieciséis destructores, ocho lanchas rápidas, cincuenta y ocho mercantes y transportes con 235.000 toneladas y dos unidades de desembarco con 4.000 toneladas. Las bajas humanas, decía el comunicado, sufridas por el enemigo son varias veces superiores a las propias. El comunicado aliado de la noche anunció nuevos avances al oeste de Carentan y entre los ríos Vire y Elle. Fueron rechazados los ataques de unidades blindadas alemanas en la región de Caumont-Tilly. En la península de Cotentin el terreno conquistado en Quinieville facilitaba una nueva vía de partida desde las cabezas de playa. Los convoyes llegaban satisfactoriamente y las tropas continuaban recibiendo refuerzos de todas clases. Se mantenían los ataques aéreos en masa y los bombardeos navales contra los objetivos alemanes. Uno de los bombardeos fue realizado contra el puerto de El Havre y las informaciones de procedencia aliada aseguraron que los daños producidos en los refugios de las lanchas torpederas alemanas fueron muy importantes. Tales refugios presentaban grandes dificultades de bombardeo por su situación y construcción. El comunicado aliado diurno del 16 afirmó que no se habían registrado cambios 212

importantes en los frentes, aunque las fuerzas propias habían avanzado al oeste de Pont L’Abbe. Los intentos alemanes para recuperar la iniciativa fueron rechazados. “Nuestro poder ofensivo aumenta continuamente”, decía, y más adelante daba cuenta de que los aviones habían realizado durante la jornada anterior 6.000 vuelos, muchos de ellos desde los aeródromos establecidos ya en tierra francesa. También anunciaba un gran ataque aéreo al puerto de Boulogne. Mientras las tropas asaltantes se vieron forzadas a retroceder en la región de Villers-Bocage, los soldados americanos penetraron más en la península de Cotentin y se situaron a diez kilómetros de Saint Sauveur Le Vicompte y doce de La Haya Du Puits , empalme de la principal línea férrea a Cherburgo. El comandante supremo aliado de invasión, general Eisenhower, visitó, en unión de su adjunto el mariscal del Aire, sir Arthur Tedder, el sector oriental de la cabeza de puente y ambos jefes conversaron con el general Montgomery, con el mariscal del Aire Coningham y con otros jefes. El comunicado alemán calificó de insignificantes los avances logrados por los aliados al norte y oeste de Sainte Mere Eglise y anunció, en cambio, que la jornada anterior se había caracterizado por eficaces ataques de las tropas del Reich que introdujeron una cuña en la cabeza de puente aliada, al este del río Orne; mientras al oeste de Caumont y al sudoeste y sudeste de Carentan rechazaron al adversario y consolidaron las posiciones propias. En esta coyuntura, un despacho de Lisboa puso sobre el tapete la posibilidad inmediata de un desembarco en el sur de Francia. El servicio de los buques de la Cruz Roja entre Lisboa y Marsella fue suspendido y ello hizo suponer que era inminente una operación aliada. El Ministerio de marina portugués también ordenó la misma prohibición para todos los navíos portugueses que se preparasen a salir hacia el sur de Francia. Londres lanzó por la tarde la noticia de que las tropas norteamericanas se encontraban a cuatro kilómetros de Saint Sauveur Le Vicompte. El comunicado aliado de la noche no concretó más detalles. Se limitó a declarar que los avances hacia el oeste de Pont L’Abbe habían continuado y que los buques de guerra habían prestado apoyo a las fuerzas de tierra. Otra noticia no oficial redujo los cuatro kilómetros anteriormente señalados a 800 metros. Mientras tanto, según Londres, Montgomery siguió realizando sus preparativos para operaciones de más trascendencia que las registradas. A la cabeza de puente llegaban incesantemente hombres y material, mientras las formaciones aéreas aliadas se dedicaban a aislar la península de Cotentin mediante bombardeos que destruyeron los puentes sobre el río Sena y que eliminaron otros objetivos. Un corresponsal de guerra calculaba que las fuerzas alemanas destacadas en Normandía se elevaban a 300.000 hombres. Según dicho corresponsal esta cifra provenía del Estado Mayor del Cuartel General avanzado de Eisenhower. El mismo periodista comunicó la primera noticia sobre el número de divisiones aliadas que se encontraban en la cabeza de puente: nueve en total. De ellas, tres británicas, cinco norteamericanas y una canadiense. De ser exacta esta afirmación, los cálculos de origen alemán sobre la cuestión resultaban muy superiores a la realidad. El primer comunicado aliado del día 17 anunció ya la captura de Saint Sauveur Le Vicompte: “Las tropas aliadas continúan su avance. Nuestras vanguardias se encuentran en Saint Sauveur Le Vicompte. Hemos logrado progresos locales entre Caumont y Tilly, frente a una encarnizada resistencia alemana. Durante toda la jornada de ayer, cruceros y destructores aliados establecieron duelos de artillería con las baterías instaladas por el enemigo en la orilla oriental del Orne”. Asimismo anunció la reducción de las 213

operaciones aéreas por el mal tiempo. Berlín dijo oficialmente: “En Normandía la batalla defensiva y ofensiva se desarrolló también ayer a nuestro favor. Al este del Orne, nuestro contraataque ganó terreno especialmente en la comarca forestal situada al sur de Bavent”. El mismo comunicado puso de relieve que los soldados alemanes habían obtenido un total triunfo defensivo en el sudoeste de Tilly, después de durísima lucha con poderosas unidades blindadas adversarias. El único lugar por donde el enemigo logró avanzar, dijo, fue en el oeste de Sainte Mere Eglise. Ahí los atacantes consiguieron alcanzar Saint Sauveur Le Vicompte. Bradley, el jefe de las tropas norteamericanas en Francia, comunicó las primeras cifras de bajas después de afirmar que la cabeza de puente tenía una firmeza absoluta. Según esta información, las tropas norteamericanas llevaban sufridas 15.833 bajas, de las cuales 3.283 habían muerto. Las pérdidas en las playas principales resultaron superiores a lo calculado, pero en la península de Cotentin los desembarcos costaron menos vidas de lo que se había previsto. Añadió que el total de prisioneros evacuados por su mando se elevaba a 8.500. En las últimas horas del día 17, llegaron noticias indicando que las fuerzas norteamericanas ocupaban una altura que dominaba la costa occidental de Cotentin. El comunicado aliado nocturno se limitó a consignar que el avance en el interior de Normandía había proseguido y a confirmar la ocupación de Saint Sauveur Le Vicompte. El comunicado de la mañana siguiente habló de grandes progresos en dirección oeste y de encuentros locales en la región de Tilly-Caen. Pocos minutos después, desde el Cuartel General Aliado de Normandía se recibió la noticia de que la península que contenía en su extremidad norte el gran puerto militar de Cherburgo, se encontraba cortada. El comunicado alemán no recogía todavía el hecho. Señaló, en cambio que las unidades aliadas que habían intentado romper el frente alemán en dirección a Saint Lo, objetivo que el mando anglonorteamericano perseguía desde hacía tiempo, habían sido rechazadas con graves pérdidas. Luego llegaron las informaciones complementarias. Las fuerzas norteamericanas llegaron a la costa occidental cerca de Barneville, en lugar del lugar situado a unos quince kilómetros de Saint Sauveur Le Vicompte y ocuparon el cabo Carteret. En ese momento, el número de prisioneros cogidos se calculó en 15.000. las fuerzas aliadas pasaron así a disponer de una base de 83 kilómetros de longitud. A ambos lados de la línea de separación de la península quedaron fuerzas alemanas, que posteriormente lanzaron fuertes ataques con objeto de romperla. Fueron, sin embargo, rechazados y la estrecha faja de terreno se consolidó después. Cálculos de procedencia inglesa suponían que en la zona norte de Cotentin debían haber quedado unos 30.000 soldados alemanes, con ciertas posibilidades de defensa, esto también lo dijeron desde Berlín, por las fortificaciones existentes en dicha zona. El ataque contra el pasillo establecido por las unidades norteamericanas a través de la península duró dos horas y media y fue rechazado principalmente por la intervención de los aviones aliados, que causaron muchas bajas y pérdidas a las tropas alemanas. El comunicado aliado nocturno confirmó el corte de la península de Cherburgo, que quedó así separada del resto de Normandía y anunció que las fuerzas aliadas habían llegado a menos de diez kilómetros de Saint Lo. También informó sobre la destrucción del último punto fortificado alemán que continuaba resistiendo en el interior de la cabeza de puente y en el que fueron capturados 150 prisioneros. Los comunicados del día 19 no contenían novedades importantes. El del Alto mando alemán registraba la 214

nueva situación con estas palabras: “En Normandía, los combates se concentraron en Saint Sauveur Le Vicompte. En este sector, el enemigo consiguió, con enorme despliegue de artillería y aviación, irrumpir en nuestras líneas de protección y alcanzar la costa occidental de la península de Cherburgo, cerca de Barneville-Sur-Mer. Nuestras tropas han formado un frente de barrera al sur y al norte.” Oficiosamente, la agencia Reuter hizo saber por la noche que las tropas norteamericanas se encontraban a 13 kilómetros de Cherburgo. El comunicado diurno del 20 concretó los avances logrados, diciendo: “Nuestros ataques coordinados han colocado al puerto de Cherburgo bajo el fuego de la artillería aliada.” También anunció la ocupación de Briquebec y el corte de la carretera que desde esta localidad conducía a Valognes. Las fuerzas alemanas fueron además expulsadas de Tilly-sur-Seulles, después de encarnizada lucha. El comunicado aliado nocturno anunció: “Las tropas aliadas atacan las defensas exteriores de Cherburgo. Monteburgo ha sido liberada y nuestras tropas están a tres kilómetros de Valognes, donde se libran duros combates. Siguen firmes nuestras posiciones de la región de Tilly. Se combate encarnizadamente desde ayer cerca de Hottot.” En la mañana del día 16, el ministro británico del Interior, Morrison, hizo en la Cámara de los Comunes una declaración sensacional: “El enemigo, dijo, ha comenzado a utilizar aviones sin piloto.. los empleó por primera vez el martes último, día 13, en un número reducido y en mayor escala anoche y hoy. En el ataque del martes hubo de lamentar víctimas. El intento de la noche pasada fue más serio, pero todavía no poseo informes completos sobre víctimas y daños. Hemos aplicado y aplicaremos enérgicamente las contramedidas necesarias.” El comunicado alemán de esta fecha dio también cuenta de los nuevos ataques aéreos diciendo: “ El sur de Inglaterra y la aglomeración urbana londinense fueron densamente atacados anoche y esta mañana con un nuevo explosivo de gran potencia.” El parte del día 17, se refería a la misma cuestión con estas palabras: “Desde las 23.40 del 15 de junio el sudeste de Inglaterra y la región londinense están sometidos al efecto continuo y metódico del nuevo explosivo alemán”. Un diluvio de noticias, crónicas y reportajes fue llegando después, procedentes en su mayor parte de Alemania. Las informaciones de origen alemán nunca dejaron de poner de relieve que la nueva arma tenía una potencia extraordinaria y que los daños que causaron eran terribles. Parte, por el aspecto fantástico de la nueva arma, y parte, por la ausencia de datos concretos sobre sus características y eficacia reales, el avión sin piloto era objeto de la atención pública mundial. Las autoridades británicas adoptaron inmediatamente medidas de protección y cursaron instrucciones para prevenir que el público inglés se dejase influir por una alarma excesiva. Ambos bandos se cuidaron de no suministrar datos concretos. No obstante, la primera descripción oficial del aparato sin piloto, que los corresponsales calificaron con los nombres de “perros infernales”, “meteoros de dinamita” y otros semejantes, fue dada por el Ministerio británico del Aire en la tarde del día 19. Según dicha descripción el aparato en cuestión era lanzado desde una rampa, probablemente por medio de un cohete de despegue. El fuselaje medía siete metros y diez pulgadas de longitud, por metro y medio en su punto más ancho. La longitud total del aparato era de ocho metros y sus alas medían cinco metros de envergadura. Tenía un radio de acción aproximado de 240 kilómetros y una velocidad en nivel de vuelo entre 480 y 560 kilómetros por hora. Su potencia 215

explosiva equivalía a la de una bomba alemana de 1.000 kilos. El explosivo iba alojado en la parte delantera del fuselaje. El cohete iba provisto de un motor de gasolina y el ruido que produce durante el vuelo procedía de las explosiones intermitentes en el interior del mecanismo de propulsión. Construido casi enteramente de acero, estaba enmascarado con los colores habituales utilizados por los alemanes: verde y azul horizonte. No estaba controlado por radio, sino que actuaba maniobrado por un piloto automático situado en posición antes de remontarse. Una vez lanzado, los alemanes no tenían ningún control sobre sus movimientos. El Ministerio del Aire añadía: “El avión sin piloto es un arma ciega, no militar. Los ataques son realizados para intentar contener el resquebrajamiento de la moral alemana. Tales ataques habían sido proyectados para hace bastantes meses, con objeto de desviar el golpe de las fuerzas aéreas aliadas contra la industria y las comunicaciones alemanas. Entre las medidas adoptadas para contrarrestar las amenazas figuraron el bombardeo de la factoría experimental de Penemunde el 17 y 18 de agosto. Los graves daños y numerosas pérdidas en hombres infligidas por la RAF ocasionaron un revés de consideración a las actividades de extraordinaria importancia que se registraban en ese lugar. Las fábricas e instalaciones que producían las armas especiales, principalmente las factorías de Friedrischsafen, fueron intensamente atacadas y averiadas. Millares de fotografías del norte de Francia fueron tomadas por nuestros aviones durante el año pasado. Se descubrió la construcción de bases de lanzamiento de aviones sin piloto, que comenzaron a ser bombardeadas y se informó que desde esas bases, integrada cada una de ellas por una rampa de lanzamiento y por pequeños edificios esparcidos, serían posibles formidables ataques contra Inglaterra. Intensos bombardeos contra los puntos de lanzamiento comenzaron en diciembre de 1943, realizados por las fuerzas aéreas británicas, norteamericanas, de los Dominios y aliadas y continuaron mientras lo permitieron las condiciones atmosféricas y las necesidades militares. Desde el fin de año, decenas de millares de toneladas de bombas fueron arrojadas sobre los lugares de lanzamiento y las fotografías muestran que se causaron grandes daños en esos puntos, a pesar de que las localidades eran pequeñas, se encontraban muy distantes unas de otras y ofrecían un objetivo de difícil bombardeo. A consecuencia de esta ofensiva persistente, el gran esfuerzo alemán para asaltar Gran Bretaña con nuevos tipos de proyectiles sufrió una dislocación. Gran número de localidades enmascaradas y de depósitos de aviones sin piloto fueron destruidos o averiados y los talleres de reparación de estos aparatos quedaron quebrantados por los sucesivos ataques aéreos. Un gran aplazamiento fue impuesto a los alemanes y cuando éstos desencadenaron por fin su ataque con tales ingenios, la ofensiva se realizó en una escala inferior en tres cuartas partes a lo que primitivamente se había proyectado. Aviones de caza y las defensas antiaéreas han realizado eficaces ataques contra los proyectiles en vuelo y un gran número de ellos fue derribado sobre el mar o sobre el campo raso. Otras medidas para contrarrestar los planes alemanes de ataque a las ciudades británicas a través del canal de la Mancha están siendo adoptadas, sin perjuicio de simultanear el asalto aéreo incansable contra los objetivos militares enemigos61”. Finalmente, el ministerio declaró que el grado de eficacia de tales medidas no podía ser revelado porque suministraría información al adversario, 61

MUNDO nº 217, 25 de junio de 1944, pgs. 319-320

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quien se esforzaba en descubrir las disposiciones adoptadas y en conocer los resultados que lograba con su asalto. En el frente italiano, las tropas del general Alexander continuaron su rápida ofensiva. A ambos lados del lago Bolsena, las fuerzas aliadas avanzaron el día 14, después de haber vencido la resistencia opuesta por los soldados de Kesselring, que durante las anteriores jornadas habían intensificado su oposición. Fue ocupado inmediatamente el importante nudo de comunicaciones de Orvieto. Un corresponsal de guerra anunció el día 15 que las tropas se encontraban a 150 kilómetros de Florencia. El día 20 se luchaba encarnizadamente en los alrededores de Perugia. Fuerzas francesas mandadas por el general Delattre de Tassiny, desembarcaron en la isla de Elba, en la madrugada del 17 de junio, mientras en la península era ocupado Grosseto. Después de las luchas que duraron varios días, la isla fue ocupada. El comunicado alemán del día 20 anunció que la débil guarnición alemana de aquel lugar había sido evacuada. En el frente de Carelia, los rusos se acercaban rápidamente a Vigorb, objetivo de sus ataques en la zona occidental del istmo. El Mando soviético anunció en la noche del 18 al 19 que la llamada línea Mannerheim había sido rota. Aunque los finlandeses combatían heroicamente y serenamente, no parecía que tuvieran posibilidades de contaren la ofensiva rusa. Una orden del día del mariscal Mannerheim y un discurso del presidente del Consejo Linkomies, pusieron una vez más de relieve el espíritu de resistencia que animaba a las tropas y al pueblo de Finlandia. La lucha en el aire había registrado una serie de bombardeos contra objetivos de los Balcanes y otras zonas de Europa. Después de la aparición del llamado, entonces, avión sin piloto, los bombardeos aliados se intensificaron especialmente hacia el interior de Alemania y en la región de Calais, donde se suponía estaban las pistas de lanzamiento de dichos ingenios. En el Pacífico se registraron dos acontecimientos importantes para los norteamericanos: el bombardeo de Kiu-Siu, isla perteneciente a la metrópoli japonesa, por aparatos gigantes norteamericanos y el bombardeo de tropas en el archipiélago de las marianas, el día 15 de junio. El bombardeo de Kiu-Siu , y más concretamente el de la ciudad de Yawata, que fue calificado por un periodista como el “Essen del Japón”. Muchas bombas cayeron sobre las fábricas de acero y altos hornos. Los aviones que realizaron el ataque recibieron el nombre de superfortalezas. Partieron de aeródromos construidos ex profeso en China. Sus características de dibujo apenas diferían de los aviones conocidos como “Fortalezas Volantes”, pero su tamaño era casi el doble y su velocidad se aproximaba a los 600 kilómetros por hora. El desembarco en las islas Saipan, del grupo de las Marianas, se realizó después de un intenso bombardeo de otras islas del mismo archipiélago y las fuerzas norteamericanas lograron consolidar sus posiciones después de haber superado algunos momentos de crisis. Las informaciones niponas correspondientes al día 20 declararon que el adversario aumentaba metódicamente sus efectivos y que la mayor parte de la escuadra aliada del pacífico se encontraba concentrada en aguas de dichas islas. En China, el comunicado de Chungking del día 20 anunció que por la mañana habían logrado entrar los japoneses en la ciudad de Changsha. En Birmania, las fuerzas británicas progresaban hacia Mogaung. Se seguía luchando por la ciudad de Myitkyina. En la región de Kohima se realizaron operaciones para conseguir la reapertura de la carretera de Birmania. El avance hacia el norte de las tropas norteamericanas que habían cortado la península de Cotentin, llegaron el día 21 de junio hasta las defensas exteriores de Cherburgo. La plaza se encontraba sólidamente fortificada, según las 217

informaciones procedentes de ambos bandos y contaba con víveres y municiones que podían hacer pensar en una operación de sitio prolongada. Tres líneas protegían la plaza, a pocos kilómetros de la misma. Pero el general Bradley, desde el primer momento, dio muestras de que no deseaba en modo alguno realizar una operación larga, sino que iba a utilizar todos los medios en su poder, calificados de aplastantes, incluso por los propios alemanes, para eliminar en el plazo más breve posible la resistencia alemana. En efecto, miles de aviones y piezas de artillería abrieron fuego casi ininterrumpido contra las fortificaciones alemanas, al mismo tiempo que los tanques y la infantería realizaban metódicos asaltos contra los fuertes y fortines. El apoyo aérea a las tropas de tierra fue, durante todo el tiempo, el más intenso de cuantos se habían visto durante la invasión. Los norteamericanos penetraron en el perímetro fortificado de Cherburgo el día 22 y el comunicado nocturno del Alto Mando dijo: “Ha terminado casi por completo el cerco de la fortaleza de Cherburgo. Hemos franqueado la carretera que sale del puerto hacia el este y llega a Saint Pierre L’Eglise, localidad que fue liberada”. En esa misma fecha, el secretario norteamericano de Guerra, Stimson, anunció en Washington que elementos de tres divisiones alemanas se encontraban cogidos en un cepo. Afirmó también que los alemanes no habían movilizado en Normandía las reservas necesarias para realizar una ofensiva en gran escala y que las que condujeron a dicha región eran empleadas fraccionariamente por el Mando del Reich con objeto de contener a las tropas asaltantes. El día 23 Berlín comunicó que el adversario iniciaba su ataque contra el frente terrestre de Cherburgo con fuerzas muy poderosas de aviación, artillería e infantería. Todos los informes que se recibieron en esa fecha y posteriores confirmaron que los combates tenían un carácter de verdadera ferocidad, pues los soldados alemanes se defendían a la desesperada. Esto significaba, en cierto modo, la quiebra de las esperanzas aliadas que consideraban la batalla de Cherburgo como una piedra de toque para comprobar el estado de la moral bélica alemana. En efecto, el Mando de invasión no dejó de utilizar todos los medios necesarios para minar la moral de los defensores de Cherburgo. Desde la tarde del 21 fue radiado con intervalos por las emisoras norteamericanas de campaña un ultimátum dirigido a la guarnición de Cherburgo. “Estáis totalmente aislados del resto de las fuerzas alemanas, decía, el ejército norteamericano se encuentra listo para el ataque. El mar os corta la retirada. No podrán llegar refuerzos. Como siempre, la Luftwaffe brilla por su ausencia. Vuestra situación es desesperada. Si no deponéis ahora las armas no volveréis a ver vuestra patria. Miles de aviones aguardan la orden para sembrar la muerte en vuestras filas. Los cañones de las Flotas aliadas apuntan hacia vuestros reductos. No os queda otro camino que la capitulación. Si vuestros jefes deciden lo contrario, a ellos incumbirá la responsabilidad por vuestra muerte. Os damos de plazo hasta las nueve horas de mañana, 22 de junio, para decidir. Si capituláis, enviad vuestro emisario bajo la protección de una bandera blanca al cruce de la carretera de Cherburgo-Valognes, en el pueblo de Sloave, a las ocho”. Pero el plazo transcurrió y el emisario no llegó. Inmediatamente después, cientos y cientos de cañones abrieron fuego contra la fortaleza, mientras verdaderos enjambres de aviones dejaban caer su carga sobre los reductos adversarios. Hora tras hora prosiguieron los combates y aunque por norteamericanos realizaron desde el primer momento progresos que podían ser calificados de rápidos, habida cuenta de que luchaban contra fortificaciones poderosas, se puso también de relieve 218

que los defensores de Cherburgo estaban dispuestos a luchar hasta el último cartucho, aunque de antemano conocían la suerte que les esperaba. Las informaciones de origen alemán que hasta esos momentos habían señalado la posibilidad de que Cherburgo aguantase durante bastante tiempo el empuje aliado, comenzaron a adelantarse a las informaciones aliadas y hasta el momento en que llegó la noticia oficial de la caída de Cherburgo dieron con anticipación a sus adversarios las derrotas sufridas en la fortaleza. “Montgomery está a punto de obtener su primer gran éxito”, decía una información de Berlín en la noche del día 23. En la mañana del día 24, otra noticia de procedencia alemana declaró: “Después de dura lucha los norteamericanos penetraron anoche en el dispositivo alemán de defensa por tres puntos distinto, situados al sur y sudoeste de la fortaleza, una vez que sus cañones ultrapesados hubieron reducido al silencio los nidos de resistencia”. El Cuartel General Expedicionario aliado hizo saber, por su parte: “A pesar de una desesperada resistencia alemana, los norteamericanos han avanzado kilómetro y medio en el interior de las defensas de Cherburgo. Las fuerzas aliadas han progresado hacia las alturas situadas al sudoeste del puerto. La lucha es verdaderamente horrenda, librándose sangrientos y feroces combates cuerpo a cuerpo alrededor de cada fortín, reducto o nido de ametralladoras. Los soldados alemanes no dan señal alguna de que deseen rendirse”. El comunicado aliado del 24 por la mañana decía: “En el centro del frente semicircular, nuestras tropas se encuentran a menos de tres kilómetros del centro de Cherburgo”. Al día siguiente, las noticias oficiales indicaron: “Las tropas aliadas se encuentran en los arrabales de Cherburgo y han comenzado el asalto final a la ciudad. El enemigo sigue luchando desesperadamente”. En la tarde del 25, la Flota aliada abrió fuego contra las baterías alemanas. Acorazados, cruceros y destructores, mandados por el contraalmirante Morton Lyndholm Deyo, lanzaron un torrente de proyectiles sobre las baterías adversarias. Entre éstas destacaron por su heroísmo las que llevaban el nombre de “Brommy”, “York”, “Hamburgo” y “Brandemer”, que según noticias berlinesas lograron destruir dos cruceros enemigos. Las mismas informaciones recogiendo los lacónicos partes enviados por el comandante de Normandía, contraalmirante Hennecke, anunciaban que la lucha en el arsenal del puerto de Cherburgo habían comenzado. La primera impresión sobre la caída de Cherburgo en poder de las fuerzas del general Bradley la dio el mismo día 25 la Oficina Internacional de Información alemana, al decir: “Es posible que la ciudad de Cherburgo se encuentre hoy en manos del adversario”. En ese momento, las comunicaciones entre los defensores de la fortaleza y el Alto mando alemán ya no debían existir prácticamente. En las primeras horas de la madrugada, un locutor norteamericano de radio dijo desde Normandía: “Cherburgo ha sido ocupada”, noticia que no apareció confirmada en el comunicado aliado de la noche. El día 26, la agencia Reuter declaró: “En su emisión francesa, la radio alemana ha difundido la siguiente noticia a las 7.15 de hoy: después de una resistencia inigualada hasta ahora, la fortaleza de Cherburgo ha caído el 25 de junio a las veintiuna horas”. El comunicado aliado de la mañana decía, no obstante, “Ya no puede tardar la liberación de Cherburgo. Las tropas aliadas luchan en las calles de la ciudad y ayer tarde habían alcanzado el mar en un punto situado a una milla del puerto, por el este. La jornada de ayer fue de lucha durísima. Apoyadas por un intenso bombardeo naval que redujo los focos de resistencia enemigos uno por uno, nuestras tropas penetraron en la ciudad por varios puntos, 219

simultáneamente. Continúa la limpieza de los reductos que todavía subsisten en las defensas exteriores de Cherburgo”. A las ocho de la noche del domingo, día 25, fue captado en Alemania un mensaje radiado desde la fortaleza que decía así: “Ha comenzado el último combate de Cherburgo. El general lucha al lado de los soldados. Viva el Führer. Viva Alemania”. El comunicado alemán del día 26 no daba todavía por consumada la pérdida de Cherburgo: “Su valerosa guarnición, decía, bajo el mando del teniente general von Schlieben, con importantes unidades en la Marina de guerra y de la Aviación, libra desde ayer, en el interior de la ciudad y en la zona del puerto, encarnizados combates de casa en casa. Han quedado sin respuesta las invitaciones del adversario para suspender la lucha y abandonarle la fortaleza. Han sido volados el puerto y todas las instalaciones de importancia militar”. Más adelante añadía que la batería “Hamburgo”, mandada por el teniente de artillería Gelbhaar, había hundido dos cruceros adversarios, mientras otros cuatro recibieron daños graves por el fuego de otros cañones de tierra. Por fin, el comunicado aliado del 27 por la mañana daba como consumada la ocupación de Cherburgo. “La caída de Cherburgo, dijo, pone fin a la segunda fase de la campaña de liberación. Veinte días después de haber empezado el asalto inicial, las fuerzas aliadas han establecido una sólida cabeza de puente que incluye casi toda la península de Cotentin y un puerto de primera importancia. La liberación de Cherburgo se produjo después de la última jornada de encarnizada lucha en la parte nordeste de la ciudad. En esta batalla el enemigo ha perdido la mayor parte de cuatro divisiones de infantería de marina y tropas de intendencia. Han sido hechos prisioneros el teniente general Carl Wilhelm; von Schlieben, comandante jefe de la guarnición de Cherburgo, y el contraalmirante Hennecke, comandante naval de Normandía”. El comunicado alemán afirmó que todavía luchaban algunos centros de resistencia. El día 25, Montgomery desencadenó una poderosa ofensiva en la zona de Tilly-Caen, que le dio la conquista de varias localidades en los dos días siguientes. Esa ofensiva se encontraba el día 27 en pleno desarrollo. Por fin, después de 18 días de iniciada la invasión de Normandía, la ofensiva soviética, esperada desde el comienzo de aquélla, fue desencadenada el día 24 en el sector de Vitebsk, sobre la carretera de Smolensko a Orcha, correspondiente a la parte central del frente este. El Mando ruso empleó en ella grandes cantidades de hombres y material “en cantidades nunca vistas hasta ahora”, según una información alemana. Los rusos fueron rechazados en algunos puntos, pero en otros varios lograron la ruptura de las líneas alemanas. Mientras tanto, las tropas finlandesas seguían oponiendo tenaz resistencia a las tropas rusas que, aunque lentamente, progresaban. En Italia, las tropas aliadas continuaban su ofensiva. El V ejército se encontraba el día 6 a medio camino entre Grosseto y Siena y otras unidades avanzaban al noroeste de Foligno. La lucha aérea se había traducido en una acción casi ininterrumpida de las formaciones aliadas con base en el Reino Unido y en Italia, que, además de castigar los objetivos de Francia, bombardearon otros del interior de Alemania y de los Balcanes. Los bombarderos alemanes realizaron dos ataques contra los aeródromos soviéticos de Poltava y Mirgorod, donde habían aterrizado grandes aparatos norteamericanos después de realizar ataques contra diversos lugares de Europa y de haber atravesado todo el Continente. Según las informaciones alemanas, buena parte de esos bombarderos quedó destruida. En el Pacífico, el desembarco norteamericano en Saipan, en Las Marianas, originó una batalla naval los días 19 y 20. Una flota japonesa se acercó al lugar 220

en que se encontraban las fuerzas navales norteamericanas. Pero la aviación de los portaaviones norteamericanos se remontó y, según los comunicados oficiales del almirante Nimitz, un portaaviones japonés de 17.000 toneladas, seguramente el “Zuikanu”, fue alcanzado por tres veces con bombas de 500 kilos; otro portaaviones de la clase “Hyataka” fue hundido y otro resultó gravemente averiado y se incendió; un portaaviones ligero de la clase “Ziuko Taiko” fue alcanzado una vez por las bombas. También resultaron averiados un acorazado de la clase “Kongo”, un crucero y tres destructores. Fueron hundidos tres petroleros de la Marina y dos más quedaron averiados. En la jornada anterior, el 18, habían sido derribados 353 aparatos japoneses. Las pérdidas norteamericanas fueron: tres buques averiados y 49 aviones perdidos. El comunicado japonés dado el 23, dijo, por su parte: “El 19 de junio, unidades combinadas de la Flota entablaron combate con tres grupos navales adversarios. La batalla continuó durante toda la jornada del día 20 de junio. Nuestros buques han hundido o averiado gravemente las siguientes unidades adversarias: Cinco portaaviones y un buque de guerra de tipo desconocido. Fueron derribados más de 100 aviones. Sin embargo, nuestros barcos no han podido asestar un golpe decisivo al enemigo. Nuestras pérdidas fueron de un portaaviones, dos navíos auxiliares y 50 aparatos”. A parte de la contradicción en los datos de pérdidas, existía otra más curiosa. Mientras que el almirante Nimitz aseguró que no había habido encuentro naval propiamente dicho, porque la escuadra japonesa rehuyó el combate durante la noche y que solamente se trató de un bombardeo aéreo norteamericano contra los navíos nipones, el Cuartel General Imperial afirmó que sus buques habían hundido o averiado a otros americanos. En cualquier caso, lo importante es que las informaciones niponas aseguraban que el desembarco norteamericano en la isla de Saipan planteaba el más grave problema al Imperio, porque la ocupación de ese punto por el adversario suponía que, Tokio como las Filipinas, podían quedar bajo la acción de los aviones bombarderos norteamericanos. Por este motivo se consideró en Japón que serían muy probables nuevos enfrentamientos en el mar. Parecía llegado el momento en el que la Flota nipona debía plantar cara con todo su potencial destructivo a la anglo-norteamericana. De la potencia naval norteamericana en el Pacífico daban una idea las declaraciones hechas por el almirante King, comandante jefe de la Escuadra norteamericana, según las cuales su país disponía de ocho flotas de combate en activo, de las cuales, cuatro operaban en el Pacífico y las demás en el Atlántico, Mediterráneo y otras aguas europeas. El Departamento de Marina reveló, por su parte, la existencia de la agrupación naval de asalto número 58, que fue la que puso en retirada a la escuadra japonesa y estaba integrada por acorazados, portaaviones, cruceros y destructores del último modelo. Disponía de más de 1.000 aparatos. Casi todos los portaaviones construidos por los Estados Unidos desde la catástrofe de Pearl Harbour, unos 22, forman parte de la agrupación 58. En Birmania las tropas aliadas recuperaron enteramente la carretera de Kohima-Imphal. El resumen de la campaña de las islas marianas comenzada el 11 de junio, arrojó las siguientes cifras, según el Cuartel General de la Flota norteamericana en el Pacífico: 44 barcos nipones hundidos, 47 averiados y 638 aviones destruidos. Las pérdidas norteamericanas fueron cuatro buques averiados, 98 aviones destruidos y 25 pilotos perdidos. En Normandía, la batalla de elementos blindados en el sector de Tilly-Caen prosiguieron con formidable intensidad. Las fuerzas británicas que lograron 221

cruzar el río Odon, consolidaron su cabeza de puente y allí han resistido los contraataques alemanes. Los corresponsales de prensa aseguraron que las luchas habidas en esa región sobrepasaban en intensidad a las de la anterior guerra mundial. Montgomery persistía en sus deseos de tomar la ciudad de Caen. Un comentarista militar británico declaró el día 30: “Lo que suceda en Caen en los siete días próximos influirá profundamente en la marcha futura de la invasión. Es el primer intento serio de Montgomery para ocupar la ciudad. Si lo más escogida de la Wehrmacht es vencido en Caen, no habrá más que 230 kilómetros entre Montgomery y París. Rundstedt no ahorrará ningún esfuerzo. El premio de una victoria aliada es nada menos que París”. El día 3, Caen seguía en poder de las tropas alemanas, pero éstas, a pesar de sus intensos contraataques, no había logrado expulsar de la cabeza de puente del río Odon a los soldados aliados. En los furiosos combates librados, la artillería pesada de los buques de guerra aliados tomaron una parte decisiva, tanto en el ataque como en la defensa. Otro corresponsal de guerra aliado insistió en el mismo punto de vista que dicho comentarista, al decir: “El premio de la batalla de caen es la salida a campo abierto, al sur de la carretera de París, que se encuentra situado a 194 kilómetros, lo cual permitiría a los aliados utilizar su superioridad en elementos blindados”. Según las informaciones oficiales alemanas, las fuerzas aliadas llevaban perdidos el día 30 de junio más de 900 tanques desde que comenzó la invasión. Un comunicado del Alto Mando alemán hizo saber que durante el mes de junio los aliados habían perdido 51 barcos de carga y transporte que desplazaban 312.000 toneladas. Otros 57 barcos con 328.000 toneladas fueron gravemente averiados. Además, resultaron hundidos por la acción alemana dos cruceros pesados, tres cruceros ligeros, 22 destructores, 15 lanchas rápidas, tres unidades de desembarco y un patrullero. Fueron averiados gravemente varios acorazados, entre ellos uno del tipo “Nelson”, 21 cruceros, 22 destructores, 26 unidades especiales de desembarco y 12 lanchas rápidas. La mayoría de estas pérdidas correspondía a las operaciones de invasión. Los aliados comunicaron por su parte, después de reducir el día 1 la resistencia de los grupos que actuaban en la región de Cabo de La Hague, en Cotentin, que los prisioneros alemanes capturados hasta la fecha, en la zona de invasión, pasaban de 40.000. El total de muertos y desaparecidos norteamericanos fue de 11.000, más 13. 121 heridos; por parte británica hubo 5.000 muertos y desaparecidos y 8.599 heridos. El total de bajas entre muertos, desaparecidos y heridos entre británicos y norteamericanos fue de 40.549 hombres hasta el día 20 de junio. En el frente este la ofensiva rusa, llevada con gran abundancia de efectivos, permitió a los ejércitos soviéticos avanzar más de 250 kilómetros en diez días. El 3 de julio, cuando los ejércitos rusos avanzaban al norte y sur de Minsk y alcanzaron las vías férreas que enlazaban esa población con Vilna y Baranovichi, respectivamente, los alemanes iniciaron una serie de potentes contraataques contra los dos salientes bolcheviques. Con ello trataban no sólo de detener la marcha de sus adversarios hacia el oeste, sino también de impedir que los dos brazos de la tenaza se juntasen en territorio polaco. Esta amenazadora maniobra habría causado, si llegara a producirse, el cerco de los efectivos, muy importantes, que se batían aún al este de Minsk y a lo largo del Beresina entre Bobruisk y Borisov. Por eso, la noticia facilitada el día 4 de julio por la Oficina de Información internacional de Berlín, relatando la reconquista de Stolpic, pequeña localidad situada sobre el ferrocarril que unía la capital de la Rusia Blanca con Baranovichi, tuvo una importancia considerable, pues precisó, 222

aumentándolas, las posibilidades de las divisiones germanas embolsadas en la zona de Minsk para salir de la difícil situación en que se encontraban, igual que el día antes, lo hicieron los que guarnecían la región de Bobruisk desbordadas también profundamente por el rápido avance de las columnas rusas sobre Sluts. Más al norte, en la ciudad de Polotsk hubo de ser evacuada por los alemanes el lunes, con lo cual, tres grupos de ejército rusos, el del Primer frente báltico mandado por Bagramyan, que operaba al norte del Duna; el del Tercer frente de Rusia Blanca que avanzó desde Vitebsk a Lepel, a las órdenes de Cherniakovsky, y el del Primer frente de Rusia Blanca, dirigido por Rokososky, conquistador de Bobruisk y Sluts, llegaron a la frontera polaca, sobre la que se extendieron desde Nesviz, tomando sus disposiciones para proseguir la marcha hacia los objetivos estratégicos de la maniobra: Dunaburgo en el valle del Duna, camino de Riga; Vilna en dirección a Kovno y Prusia Oriental y Volkovysky y Baranovichi, con vistas a saltar después sobre Bialistok y Brestlitovski, en las vías naturales que conducían a Varsovia. Otro grupo de ejércitos, el del Segundo frente de Rusia Blanca, mandado por Zakarov, que quedó a retaguardia del dispositivo como consecuencia de la profunda penetración en sus dos flancos de las divisiones de Cherniakovsky y Rokososky, recibía la misión de limpiar la zona comprendida entre Borisov, Minsk y Brobuisk. Desde el 25 de junio, fecha en que fue iniciada la ofensiva rusa hasta el 3 de julio, es decir, en sólo diez días, las columnas comunistas lograron avanzar, en algunos casos, desde Chausi a Stolpic. La Wehrmacht tuvo que abandonar enormes extensiones de terreno sin combatir a penas, aunque ofreció gran resistencia en las regiones de mayor valor estratégico y a lo largo de los principales itinerarios de marcha utilizados por sus adversarios, éstos supieron resbalar hábilmente sobre los costados de las zonas fuertes o mejor defendidas, procurando su envolvimiento que en ocasiones han conseguido dada la obstinación de algunas guarniciones alemanas aferradas con verdadero ahínco a las posiciones que debían defender. Los cuatro grupos de ejércitos rusos desplegados al comienzo de la ofensiva de Pskov al Pripet, en un frente de medio millar de kilómetros, estaban integrados, en líneas generales, por doce Ejércitos con treinta a treinta y seis cuerpos de ejército y noventa a ciento diez divisiones. Más de un millón de soldados. Frente a las entre 20 y 30 divisiones alemanas. Disponían los rusos, además entre 15 y 20 brigadas de carros, artillería muy numerosa y de denso apoyo aéreo. A mediados de julio, el Mando soviético extendió la ofensiva en el frente meridional, en el sector TarnopolLuzk. Las tropas alemanas evacuaron Vilna el día 13, después de romper el cerco ruso; el día 16 abandonaron Grodno. Con la llegada de las tropas rusas a Vilna, el Gobierno polaco en el exilio facilitó en Londres una declaración según la cual mantenía su criterio de que ningún cambio territorial efectuado durante la guerra podía ser reconocido, a menos que se operase con el libre consentimiento y la buena voluntad de las partes interesadas. En Italia se mantenía el tono ofensivo de la batalla en las avanzadas meridionales de la línea Liorna, Florencia, Ancona. Las regiones de Arezo y Siena eran las más sensibles para los alemanes y como sin ocuparlas no era posible proseguir, por razón de comunicaciones, la marcha hacia el norte, Alexander no puede eludirlas ni tampoco desbordarlas. Los fuertes ataques en el triángulo Colle Volterra-Siena, sobre los márgenes de los ríos Elsa y Era, afluentes del Arno inferior, que permitieron al V Ejército ocupar la segunda de aquellas tres ciudades, situadas al norte de Cecina y los encarnizados combates que tenían lugar al oeste de Arezo y a ambos flancos del Alto Tíber, eran ejemplo 223

del valor que cada beligerante concedía a esas regiones que, como decíamos en comentarios precedentes, dominaban los accesos a Liorna, Pisa y Florencia. El día 16 de julio, las tropas del VIII Ejército entraron en Arezo después de varias semanas de lucha. En China, los japoneses lanzaron varias ofensivas contra Honan y Hunan que les permitieron ocupar nuevos territorios de destacado valor económico y militar. Se trataba de aislar las bases aéreas norteamericanas establecidas en la China central y sudoriental desde las cuales la aviación norteamericana podría alcanzar territorio japonés. En el Pacífico, la pérdida total de Saipan era un duro golpe para los nipones. La guerra, muy activa durante las últimas semanas en el espacio que comprende los archipiélagos Marshall, Carolinas, Marianas y Bonin, se orientaba en dirección al Japón. En Birmania continuaba la presión británica para controlar la carretera que conducía a los nacionalistas chinos. Finalizando julio, los ataques rusos en territorio polaco eran tan intensos que las líneas del Bug y del San, como antes la del Niemen, no sirvieron para frenar el avance de las divisiones comunistas. Estas vencieron rápidamente la resistencia opuesta por los destacamentos de retaguardia alemanes y penetraron hasta la misma línea del Vístula, en el centro de la cual se alza Varsovia, que ya, a mediados de la semana, se hallaba amenazada por las columnas procedentes de Siedlce y por las que desde Putavy avanzaron en dirección general al noroeste. La operaciones en el sector de Caen tenían, desde todos los puntos de vista, más importancia que las realizadas por el I Ejército norteamericano al sur de la península de Cotentin, desde Saint Ló, al noroeste. Montgomery, conquistada Caen, trataba de desembocar, a cualquier precio, en terreno amplio y despejado para llegar a los grandes choques de masas acorazadas, con los que esperaba quebrantar de modo decisivo la resistencia de la Wehrmacht. De manera que, las acciones iniciadas a principios de semana al sur de Caen, hacia Falaise, y las que realizaron en dirección a Mezidon, eran nuevos intentos coordinados para situarse en un campo de batalla apropiado a los ulteriores fines ofensivos de los ejércitos anglonorteamericanos expedicionarios en Francia. Al mismo tiempo, Bradley lanzaba una potente ofensiva hacia el sur en la península de Cotentin., encontrado una sólida resistencia alemana. Finalizando julio la amplia bolsa que desde la invasión de Normandía se había formado entre Caen y el sur de Cotentin, había costado enormes sacrificios a los aliados y los avances eran enormemente costosos, dada la férrea resistencia alemana. Diferente era la situación en el frente este. Aquí la lucha se había caracterizado durante la segunda quincena de julio por el velocísimo ritmo con que las tropas soviéticas avanzaban. El día 27 conquistaron las ciudades de Lemberg, BrestLitovsk, Bialystock y Dunaburgo. El día 28 ocuparon la ciudad de Schaulen. Las tropas soviéticas se disponían a lanzarse contra Varsovia. El enviado especial de la agencia Efe en Berlín, enjuiciaba así la situación el día 29: “Los sensacionales avances de las tropas soviéticas en el frente del este han dado a la situación militar un sesgo completamente nuevo. Si hasta ahora los combates se desarrollaron en la mayor parte del frente con un carácter eminentemente retardatario, a base de posiciones, en los últimos días las fuerzas alemanas han abandonado la táctica de oponerse al empuje enemigo, defendiendo hasta el instante final las líneas decisivas, adoptando la otra más elástica de la guerra de movimientos. El resultado de esta nueva táctica, tan alemana, ha sido la evacuación de algunas ciudades que hasta aquí habían sido defendidas encarnizadamente”.

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El impulso de las fuerzas rusas hacia el oeste era realmente inaudito, en expresión de los comentaristas de la época. El nuevo jefe del Estado Mayor, después del frustrado atentado que sufrió Hitler, el 20 de julio, el general Guderian, declaró: “El adversario persigue fines políticos muy precisos con la publicación de tales informaciones, que son absolutamente contrarias a la verdad. Es natural que la superioridad numérica del adversario nos dé trabajo. Pero dominaremos la situación. Nuestras tropas realizan hechos verdaderamente asombrosos... los soviets tienen la intención de ganarnos por velocidad. Más su avance toma un carácter de aventura a medida que se aproximan al territorio del Reich y de sus aliados. Mi visión de la situación de nuestras posiciones futuras me dan la seguridad de que el asalto soviético no solamente será anulado, sino que los invasores bolcheviques serán expulsados de todos los territorios que sean ahora conseguidos con tanta brutalidad”. El día 31 de julio, después de ser conquistadas Kaunas y Siedle por los rusos, un portavoz alemán declaró que la retirada estratégica alemana constituía la última fase de las operaciones defensivas en el este, después comenzarían las acciones ofensivas. El día 3 de agosto se sostuvieron combates en el nordeste de Varsovia, donde empezó a operar el ejército polaco clandestino. Los alemanes reconquistaron Radzynim y desencadenaron fuertes contraataques. En Estocolmo se anunciaba la evacuación de las tropas alemanas de los países bálticos y del sur de Finlandia. En Normandía, después de la ocupación de Saint Lo y de Coutances, las fuerzas acorazadas norteamericanas progresaron hacia Avranches e irrumpieron en Bretaña. Conquistadas Rennes y Dinan desplegaron en abanico hacia los puertos bretones de Saint Malo, Brest, Lorient y Saint Nazaire y con la llegada al Loira cortaron la retirada de las tropas alemanas. En torno a Saint Michel se libró una de las más grandes batallas de tanques. Los aliados conquistaron las ciudades de Vannes, Mourtain, Redon, Vitre, Moyenne, y se dibujaba una maniobra hacia Le Mans con dirección a París. Las fuerzas británicas lanzaron una ofensiva entre Caen y Vire, ciudad que conquistaron. Los alemanes desencadenaron una potente ofensiva en Mourtain con dirección a Avranches a la que siguió el ataque formidable de los aliados. Casi 6.000 toneladas de bombas lanzaron los 1.000 bombarderos pesados británicos como preludio de este ataque. El río Orne fue atravesado. Montgomery declaró que había hecho casi 100.000 prisioneros. El día 8 de agosto, las tropas del Reich desencadenaron un importante contraataque entre Mourtain y Sourdeval, en dirección a Avranches, y lograron reconquistar la primera de dichas ciudades. Esta acción creó un peligro para las fuerzas anglocanadienses, pero la situación fue restablecida al cabo de setenta y dos horas y Mourtain volvió a ser ocupada por los aliados el día 11. Entretanto, las fuerzas norteamericanas que avanzaban por la parte occidental del frente de Normandía, después de conquistar Le Mans torcieron hacia el norte, trazando un brazo de tenaza, cuya finalidad era envolver al séptimo Ejército alemán en la región de Falaise. Esas mismas fuerzas norteamericanas llegaron después a Argentan, con los que la amenaza se hizo más fuerte para dicho Ejército. Noticias del Cuartel general aliado en Francia anunciaron, como consecuencia de este avance, la retirada general alemana en dirección al este y una información oficial llegó a declarar que este repliegue se convertía por momentos en fuga. La aviación aliada contribuyó notablemente a este resultado con sus intensos y durísimos ataques, sostenidos por espacio de una semana, contra los ferrocarriles y carreteras. Los anglocanadienses, una vez reconquistada Mourtain, avanzaron hacia Falaise. En Bretaña la situación 225

permanecía invariable por lo que se refería a los puertos de Brest, Saint Nazaire y Saint Malo. En los tres continuaba la encarnizada resistencia de las guarniciones alemanas, sin que los aliados cesasen en los ataques. Al sur de este frente, las tropas aliadas cruzaron el Loira y en vertiginoso avance llegaron a situarse cerca de Chartres, a unos 75 kilómetros de París, y el 11 amenazaban Chateadun, al sudeste de Chartres. El día 15 se anunció que Eisenhower se hacía cargo personalmente del mando de las tropas aliadas en Normandía y Bretaña. Montgomery quedaba como jefe del grupo formado por el segundo ejército británico y el primer ejército canadiense y se creaba un nuevo grupo con el primero y tercer ejército norteamericanos, bajo el mando del general Bradley. Como jefe del tercer ejército norteamericano reaparecía, rehabilitado, el general Patton, que era ascendido a mayor general. El 15 de agosto, mediante un desembarco aliado en el sur de Francia, se abría un nuevo frente. Según informes del Cuartel General aliado en Italia, el desembarco fue efectuado en una zona de 160 kilómetros de extensión entre Marsella y Niza y lo llevaron a cabo tropas norteamericanas, británicas y francesas, apoyadas intensamente por fuerzas aéreas y navales. Unos 800 barcos de toda clase tomaron parte en la operación y entre las fuerzas desembarcada figuraban tropas aerotransportadas y paracaidistas. A las dos horas de comenzar el asalto habían puesto pie en tierra 14.000 hombres, según fuentes aliadas. Las primeras noticias de origen alemán decían que el primer intento de desembarco, realizado en la bahía de Bormes, fracasó ante la defensa costera. Posteriormente, los mismos informes señalaban nuevos ataques en la zona comprendida entre Cannes y Niza y Cannes y Tolón, , con participación de unos 100 planeadores aliados. En la noche del mismo día 15, un comunicado aliado anunciaba que las fuerzas de desembarco habían ocupado las islas de Port Cros y Levant, en la bahía de Hyeres, y la parte principal de la península del cabo Negre, a unos seis kilómetros y medio al este de Bormes. Añadía que la zona de penetración había sido extendida y profundizada desde las playas sin encontrar aún una resistencia alemana organizada. El desembarco partió de Italia. El general Henry Maitland Wilson, jefe supremo de las fuerzas aliadas en el Mediterráneo, dirigió al comenzar el desembarco el siguiente mensaje radiado al pueblo francés: “Los Ejércitos de las Naciones Unidas han desembarcado en el sur de Francia. Su objetivo es expulsar a los alemanes y enlazar con los ejércitos aliados que avanzan desde Normandía. Tropas francesas toman parte en estas operaciones, al lado de sus compañeros de armas aliados,. Resurge nuevamente el Ejército de Francia, que lucha ahora en su tierra natal para alcanzar la liberación de su país, con todas sus tradiciones victoriosas. Acordaos de 1918. Todos los franceses, tanto civiles como militares, tienen que desempeñar su papel en la campaña del sur de Francia. Oportunamente se os indicará lo que debéis hacer. Escuchad las radios aliadas; leed las noticias y las octavillas; comunicaos las instrucciones de uno a otro. Terminemos la lucha lo antes posible para que Francia recobre la paz y la seguridad. La victoria está cerca. ¡Viva Francia y todo lo que ella representa! En el norte de Francia, la situación evolucionaba rápidamente a favor de los ejércitos aliados. El día 18 de agosto las tropas canadienses entraron en Falaise, ocuparon Condé y llegaron a Flers. El tercer ejército norteamericano entró en Chartres, Orleáns, Dreux y cruzó el río Aunay. En Bretaña fue ocupado el puerto de Dinard, tras una lucha de varios días. El 18 los aliados tomaron Chateadun y establecieron una cabeza de puente sobre el Eure. La fortaleza de Saint Malo 226

cayó después de una resistencia de catorce días y el jefe de la guarnición alemana, coronel von Aulock, fue hecho prisionero con otros oficiales del Ejército y de la Marina. El 19 se estrechó aún más el cerco de las tropas alemanas en Normandía. Las fuerzas británicas y norteamericanas enlazaron cerca de Brouze, mientras otras columnas aliadas cruzaron el río Dives y otros situados cerca de Notre Dame d`Estrées. Fue ocupado Saint Julien la Faucon y en el sector costero los aliados llegaron hasta Dozule y a las afueras de Dives sur Mer. En el sector de Dreux los norteamericanos ensancharon su cabeza de puente sobre el Eure, al norte y sur de la ciudad, y ocuparon Vendôme. En la costa septentrional de Bretaña fue vencida la última resistencia alemana en el sector Lannion-Peimpol. El 20 las fuerzas aliadas avanzaron hasta las proximidades del Sena y cerraron el pasillo de escape al sur de Falaise. Los elementos avanzados que operaban al norte y sudeste de Dreux llegaron a un punto situado a 23 kilómetros más allá de dicha ciudad hasta las inmediaciones de Mantes. La bolsa de Falaise fue cerrada en Chambois, localidad situada a dieciséis kilómetros y medio al sudeste de aquella ciudad y a 11 kilómetros de Argentan. El mismo día se anunció una irrupción de paracaidistas y tropas aerotransportadas aliadas en la orilla este del Sena, donde establecieron una nueva cabeza de puente.. el 21 fue ocupado Argentan y la nueva cabeza de puente sobre el Sena, en la región Mantes-Gassicourt, fue ampliada considerablemente. Se dibujaba una segunda bolsa entre esta zona y la de Falaise. En ésta el número de prisioneros alemanes capturados por los aliados se elevaba a 25.000, según cálculos oficiosos. El día 22 fue ocupado Lisieux y las fuerzas aliadas emprendieron un avance hacia la desembocadura del Sena. Los canadienses, en un rápido avance, llegaron a Deauville. La situación en la región de París fue calificada de confusa por un portavoz militar alemán el día 22. Las tropas norteamericanas del general Patton, en su avance desde Chartres y Orleáns, habían sido señaladas en los suburbios de la capital ya el día 17. En días sucesivos, los movimientos del ejército de Patton quedaron envueltos en el mayor misterio, pero el 21 se anunció que las tropas norteamericanas habían rebasado París por el sudeste y el noroeste y el 22 se comunicó que habían conquistado Sens, localidad situada a 96 kilómetros al sur de la capital. En el sur de Francia las tropas aliadas habían efectuado el día 17 una penetración de 16 kilómetros tierra adentro. Fueron ocupados Saint Tropez, Saint Maximin, Saint Rafael, Frejus y Le Lavandou, en la costa, y Le Muy, Le Luc, Lorque y Colombrieres, en el interior. También ocuparon Draguignan, Vidauban y Cuers, esta última a 17 kilómetros al noroeste de Tolón. El día 18 el avance hacia el interior había aumentado a cuarenta kilómetros y las vanguardias aliadas llegaron a nueve kilómetros de Tolón. Fueron ocupados Saint Garecoult, Brignoles, Vin y Salernes. El 20 fue conquistada Hyeres, en la costa, mientras otras fuerzas, en la parte oriental de la cabeza de puente, llegaban a Castellane y La Bastide. El comunicado alemán anunciaba que las fuerzas aliadas habían penetrado en Cannes, pero esta noticia no fue confirmada por parte del Cuartel General del Mediterráneo, que sólo decía que había sido cortada la carretera desde Cannes hacia el noroeste. El número de prisioneros alemanes capturados hasta ese día se elevaban a 7.000 y entre ellos figuraban dos generales con sus Estados Mayores. El día 21 las tropas aliadas continuaron su rápido avance y llegaron a las afueras de Aix-en-Provence, así como a las cercanías de Tolón. Las fuerzas norteamericanas cruzaron el río Durance, afluente del Ródano y establecieron contacto con las unidades de fuerzas francesas del interior que habían cercado 227

Perthius. El mismo día, las fuerzas francesas aliadas entraron en Tolón, después de haber envuelto parcialmente la ciudad por el Norte y el Oeste. Otras fuerzas aliadas se acercaron a Aubage, situada a 15 kilómetros de Marsella. La entrada en Tolón fue precedida por un ataque aéreo, en el que fue alcanzado por varias bombas el acorazado francés “Strasbourg”, y por un bombardeo naval, en el que tomaron parte los acorazados británicos “Aurora” y “Black Prince”, el acorazado francés “Lorraine” y el crucero también francés “Emile Bertin”, entre otras unidades. Después de la ocupación de Tolón, la cabeza de puente aliada en el sur de Francia había alcanzado una superficie total de casi 100 kilómetros. Arropadas por el esfuerzo aliado, las tropas francesas del interior entraron en varias poblaciones de Saboya, del departamento de Corréze y ocuparon Toulouse. El día 23, Radio Argel anunciaba que las fuerzas del interior mandadas por Koenig habían liberado en París y entrado en Grenoble. En Italia, el VIII Ejército británico terminó el día 22 la ocupación completa de Florencia y las operaciones de limpieza dentro de la ciudad. Las patrullas aliadas avanzaron hacia el norte. En el sector del Adriático las tropas polacas e italianas presionaban en el sector comprendido entre los ríos Cesano y Metauro. Fueron ocupadas Cerrata, Orchiano y Poggio. En los demás sectores las fuerzas aliadas penetraron profundamente por algunos puntos en las líneas alemanas. En el frente este, las tropas soviéticas emprendieron una nueva ofensiva en el sector rumano del frente, además de mantener su presión en el sector del Vístula y en el norte. El día 19 los rusos ocuparon Sandomir. Al nordeste de Varsovia también desencadenaron otra ofensiva los rusos. El día 21, las fuerzas germanorrumanas abandonaron Jassy. Durante esas jornadas y las siguientes se libraron fuertes combates al sur de Tiraspol y entre los ríos Prut y Sereth. Los alemanes, según un comunicado oficial, destruyeron doscientos carros de combate soviéticos. La aviación rusa bombardeó los puertos rumanos de Constanza y Sulina. La ofensiva soviética continuó en el sur del frente y se mantuvo en el sector central, así como en Letonia y Estonia. Entre tanto, proseguía la acción de las fuerzas polacas en el interior de Varsovia. Un comunicado del general Bor, jefe de la resistencia polaca, anunciaba el día 21 que sus fuerzas tenían en su poder toda la red telefónica de la ciudad. En el sudeste de Asia las tropas angloindias ocuparon Manipur el 17 de agosto y cruzaron la frontera de Birmania. El día 22 se anunciaba oficialmente que dichas fuerzas habían penetrado ocho kilómetros en el interior del territorio birmano. Mientras tanto, las tropas chinas llegaron el día 20 a los arrabales de Leiyang, al sudeste de Hengyang, en la carretera de Hankeu-Cantón y continuaba su ofensiva en el sector del Yang-Tse-Kiang. En Normandía, los aliados ocuparon Sens el 23 de agosto. En el sector central de este frente continuaba la lucha en Lisieux. Más al norte fueron ocupados Holgate y Deauville y las vanguardias aliadas llegaron hasta Trouville. Port L’Eveque y el río Touques. La bolsa de Falaise quedó liquidada. El 24 fue tomado Evreux y continuó el movimiento envolvente sobre el bajo Sena. Se establecieron cabezas de puente en el Touques. Los aliados cruzaron el Sena al norte y sur de Fontainebleau y conquistaron Elbeuf, Louviers y Le Beaubourg. También atravesaron el Sena por Melun. El 25 se anunció la ocupación definitiva de Lisieux. El 26 las fuerzas norteamericanas llegaron a Troyes y las del bajo Sena establecieron enlace con las canadienses y británicas. El 27 los aliados desencadenaron un ataque entre Melun y Corbeil y cruzaron el Sena entre Venon y Pont de Larche. El 28 las fuerzas aliadas avanzaban hacia el este entre el Marne y el Sena después de rebasar Troyes. El 29 se hallaban a 25 228

kilómetros al nordeste de esta ciudad, mientras las cabezas de puente establecidas en el bajo Sena eran ampliadas y proseguía el avance cerca de la costa, venciendo la resistencia alemana. El 30 las tropas del general Dempsey desencadenaron una ofensiva para apoderarse de la zona de lanzamiento de las bombas volantes. Las fuerzas aliadas que avanzaban más allá de París, cruzaron el Aisne y el Marne y ocuparon Soissons y Chateau-Thierry. Más al norte, otras tropas aliadas se acercaban a Ruan, que fue ocupado el día 31. En Bretaña, la guarnición alemana de Brest sufrió dos fuertes bombardeos aeronavales, durante los días 20 y 30. Las fuerzas aliadas emprendieron un avance hacia la ciudad y el puerto desde tres direcciones. El 31 continuaba la lucha. También fue intensamente bombardeada la pequeña isla de Cezembre, a la entrada del puerto de Saint Malo, donde resistían las fuerzas alemanas. En el sur de Francia, los aliados entraron en Grenoble el día 23. Unidades francesas ocupaban la isla de Hyeres, después de dura lucha y entraron en Tolón por el este. El 24 tropas francesas, también ocuparon Marsella y Salon. Otras tropas avanzaban rápidamente por los valles del Ródano y del Durance. El 25 fueron ocupadas Cannes y Grasse y el 26 quedaba liberada toda la región comprendida entre el Ródano y el sur de Aviñón y Briançon. Esta ciudad fue reconquistada después por los alemanes. El 27 estaba conquistado Antibes y proseguía el avance aliado por la costa de la Riviera. El 29 se rindieron los últimos núcleos alemanes que resistían en Marsella y los aliados, después de cruzar el Ródano por varios puntos atravesaron Nimes. El 30 fue ocupada Montelimar y otras localidades y el Cuartel General aliado del Mediterráneo anunciaba que el total de prisioneros alemanes capturados en la región Tolón-Marsella y en el valle del Ródano, elevaban el total, en el sur de Francia a 45.000 soldados. El 31 las tropas aliadas atravesaron Niza, en marcha hacia la frontera italiana, y en el sector norte de este frente los alemanes se retiraban hacia el norte del río Drome. En Italia, los aliados prosiguieron, desde el día 23, su ofensiva en el sector del Adriático y en el Alto Arno. Los avances se efectuaron con relativa lentitud a causa de la tenaz resistencia alemana. El día 31 los aliados cruzaron el río Flogia, en una extensa zona y llegaron a los puestos fortificados de la línea Gótica. En los Apeninos fue ocupado Urbine. Por los valles del Tíber y del Arno, los aliados también se acercaron a la línea Gótica. Al norte del Pintassieve las fuerzas del VIII Ejército tropezaron con fuerte resistencia alemana. En el frente del este, los centros neurálgicos de la batalla se desplazaron hacia el sur como consecuencia de la actitud de Rumania. El día 30 los rusos ocuparon Ploesti, centro petrolífero de gran importancia, y el 31 entraron en Bucarest. Las tropas soviéticas presionaban fuertemente en la frontera de Hungría. Al mismo tiempo continuaron la ofensiva en las estribaciones de los Cárpatos, entre el Vístula y el Narev, en la región de Varsovia y en el sector báltico, principalmente. La ciudad de Dopart, convertida en ruinas, según Berlín, fue evacuada por los alemanes el día 27. En oriente, los nacionalistas chinos emprendieron una contraofensiva para reconquistar Hengyang y cortaron por dos puntos el ferrocarril CantónHankeu. También atacaron en el sector de Lunglin. Mientras tanto, las tropas angloindias penetraron en el territorio de Birmania el día 27 y en días sucesivos prosiguieron su avance frente a una resistencia japonesa más o menos fuerte. En el frente del Pacífico continuó la acción aérea aliada contra las bases japonesas en Nueva Guinea.

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El día 31, el general Eisenhower presentó un informe a los jefes del Alto Mando interaliado, en el que declaraba que el total de bajas infligidas a los alemanes desde el 6 de junio, fecha del comienzo de la invasión en Normandía, se elevaba a más de 400.000 hombres. De esta cifra, más de 200.000 eran prisioneros de guerra, de éstos más de 135.000 fueron capturados desde el 25 de julio. Añadía que habían sido capturados o destruidos 1.300 carros alemanes y más de 20.000 vehículos de transporte, unos 500 cañones de asalto y 1.500 piezas de artillería pesada y de campaña, 2.378 aviones destruidos en el aire y 1.167 en el suelo. En el mar fueron hundidos o averiados unos 300 barcos alemanes de todas clases. El VII Ejército alemán y el V de nueva creación fueron definitivamente derrotados, privando de la mayor parte de sus tropas a los Ejércitos I y IX. Avanzando a una velocidad de 50 kilómetros diarios, y en algunas ocasiones más, las columnas aliadas que se desplegaban por el norte de Francia conquistaron, entre el 1 y el 4 de septiembre, Arras, Metz, Bruselas y Amberes. Con ello dio comienzo lo que los comentaristas denominaban la batalla de Bélgica, que hasta el día 6 de agosto no tuvo tal carácter de batalla. En realidad, las columnas alemanas no hicieron otra cosa que retirarse velozmente para preparar la defensa del territorio alemán. Las tropas aliadas avanzaban espectacularmente, de tal manera que el día 6 el III Ejército norteamericano que mandaba el general Patton había penetrado en territorio alemán, a través del Mosela,, entre Nancy y Metz. Mientras, las guarniciones de Brest, El Havre, Boulogne y Saint Nazaire resistían enérgicamente. Las columnas procedentes del sur continuaban su progresión y conquistaron la importante ciudad de Lyon el día 3, al tiempo que la isla de Cezembre se rendía después de cinco semanas de resistencia. Todo el dispositivo militar alemán en Francia se venía abajo. Los guerrilleros contribuyeron a dificultar la retirada de las tropas del Reich, ya que las hostigaban continuamente. En Italia, el VIII Ejército se lanzó contra la línea Gótica y consiguió desarticularla. La penetración lograda el día 4 tenía una profundidad de 19 kilómetros. Con esto, según el mando aliado, quedaba rota la última línea defensiva germana situada al sur del río Po. En el frente este, la dramática situación de los defensores polacos en Varsovia, que llevaban muchos días resistiendo a los ataques alemanes, parecía acercarse a su fin, después de la ocupación por las fuerzas alemanas del distrito de la Ciudad Vieja. La sublevación que estalló en Varsovia no pudo prosperar, mientras a pocos kilómetros de distancia las unidades soviéticas que atacaban repetidamente no pudieron tampoco lograr la ruptura de la defensa alemana. El general Sonkowski, comandante jefe de las fuerzas polacas que dependían del Gobierno exiliado en Londres, criticó duramente a los Gobiernos aliados, a quienes acusó de no haber ayudado en forma eficaz a las fuerzas polacas del interior y abandonar Varsovia a su suerte. Tal crítica apareció en una orden del día publicada sin previa consulta con el Gobierno polaco. En ella decía, entre otras cosas: “La pérdida de diez aviones en un mes sobre Varsovia es muy poca cosa para los aliados, que disponen ahora de más de 10.000 aparatos de todos tipos62”. En el oeste, el día 7 fue ocupada Gante y Courtrai en Bélgica y en la misma fecha se anunció la conquista de Sedan. El día 8 fueron ocupados Lieja y Ostende, mientras que la cabeza de puente que los aliados habían conseguido establecer al otro lado del canal Alberto era objeto de fuertes ataques alemanes.

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Pese a ello, los aliados volvieron a cruzarlo por un segundo punto y formaron otra nueva cabeza de puente. A las once y veinte del día 10, domingo, cayó sobre territorio alemán el primer proyectil aliado de artillería, disparado por una batería norteamericana de 155 milímetros. Esta batería abrió fuego sobre la localidad de Bildchen, situada en plena línea Sigfrido, en su sector fronterizo con Bélgica. El día 11 fue liberada la capital de Luxemburgo. La fuerzas del general Hodges penetraron ocho kilómetros en territorio alemán, por Trier, en la línea Sigfrido. Las fuerzas aliadas presionaban en la región de Hasselt, en el sector de Verviers, en el curso superior del Mosela hacia Luneville, lugares donde las tropas alemanas presentaban fuerte resistencia, según informaciones procedentes de ambos bandos. El Havre fue ocupado por los aliados a las 11.30 del día 12. Las fuerzas alemanas seguían resistiendo heroicamente en los otros puertos del oeste francés: Brest, Calais, Dunkerque y Lorient. Las fuerzas aliadas procedentes del sur siguieron su avance, apoyadas por la Fuerzas Francesas del Interior, F.F.I., hasta enlazar con las columnas que habían iniciado su progresión en Normandía de esta manera quedó cerrada la puerta occidental de salida de las tropas alemanas. El día 7 de septiembre, el Mando aliado del Mediterráneo anunció que fuerzas de tierra, mar y aire, en combinación con las guerrillas del mariscal Tito, habían desencadenado una ofensiva de gran envergadura en Yugoslavia. Las informaciones posteriores apenas añadieron detalles concretos a esa ofensiva, en torno a la cual, tanto alemanes como aliados guardaban especial silencio, probablemente para no suministrarse mutuamente información. El mariscal Tito, en una orden del día 8, declaró: “Nuestro Ejército opera con pleno éxito en coordinación con nuestros aliados, el Ejército soviético en el este y los Ejércitos V y VIII en el oeste”. Otras informaciones calculaban en 25 el número de divisiones alemanas que se encontraban encerradas en los Balcanes. Se afirmó también que las tropas del Reich habían iniciado su retirada de las islas del mar Egeo. El mismo día 7, poderosas fuerzas aliadas desembarcaron aéreamente en teerritorio holandés, al otro lado de las líneas alemanas, que ofrecían una enconada resistencia, protegidas por el canal Alberto. Tal operación había sido planificada como la de mayor envergadura en su género, realizada hasta ese momento. El objetivo de este desembarco era desbordar las fortificaciones de la línea Sigfrido, para irrumpir luego en las llanuras de Westfalia. Un millar de aviones de transporte intervinieron en la operación, protegidos por formidables cortinas de protección aérea. Las fuerzas transportadas por el aire aterrizaron principalmente en los sectores de Tilburgo. Endihoven y Nimega, al oeste de la frontera germanoholandesa, y constituyeron el I Ejército que mandaba el general Brereton. Casi al mismo tiempo, el general Eisenhower cursó un mensaje dirigido a los holandeses que habitaban el sur del país, en la parte meridional de los ríos Lek y Rhin. “Ha sonado la hora anhelada por todos”, decía, al tiempo que los invitaba a atacar a las fuerzas alemanas según las leyes de la guerra. Las instrucciones de Eisenhower daban a entender la existencia de organizaciones holandesas de resistencia, cuya jefatura correspondía al príncipe Bernardo. En el mismo mensaje, el jefe supremo aliado advertía a los holandeses de los territorios no liberados que se abstuvieran de levantarse en masa contra los alemanes. En cuanto el desembarco aéreo comenzó, las tropas del general Dempsey iniciaron su ofensiva entre Amberes y Maastricht para establecer contacto con las tropas desembarcadas, objetivo que fue conseguido cuarenta y ocho horas 231

más tarde, en un punto. Posteriormente continuaron los desembarcos aéreos. En torno a Nimega se libraba una encarnizada batalla el día 20 por la noche. Un puente sobre el Rhin se encontraba intacto, pero lo ocupaban las tropas del Reich. Según los comentaristas militares, la batalla del oeste se encontraba en su fase decisiva y del resultado que obtuviera dependería en breve plazo todo el curso de la guerra. Nancy fue ocupado por los aliados el día 15 y Boulogne el 17. La resistencia organizada en Brest cesó el día 19, quedando totalmente ocupada por las fuerzas norteamericanas aquella base el día 21. En el frente italiano, el Mando aliado anunció el día 20 que la línea Gótica había sido rota al norte de Florencia, en una extensión de 10 kilómetros. En el frente este, las fuerzas soviéticas se lanzaron al asalto de la región del Báltico, donde las tropas del Reich ofrecían una encarnizada resistencia. Según informaciones procedentes de Moscú, las tropas rusas habían logrado importantes avances en dirección a Riga. Una semana después, Estonia fue metódicamente evacuada por las tropas alemanas. Estonia fue ocupada por el Ejército Rojo. En el Pacífico, las fuerzas del general MacArthur desembarcaron en la isla Morotay, del archipiélago Halmahera. Con dicha operación se penetraba en el área de Filipinas y se amenazaba de revés las conquistas japonesas del sur. Las guarniciones japonesas de las Indias holandesas orientales podían quedar aisladas. Entre la isla y Filipinas había una distancia de 480 kilómetros. Casi simultáneamente, otras unidades norteamericanas pusieron pie en el archipiélago de las Palaos. El éxito de dichas operaciones quedó asegurado desde los primeros momentos, aunque que japoneses ofrecieron una suicida resistencia. El día 22, importantes fuerzas aéreas norteamericanas realizaron un gran bombardeo contra el puerto y la bahía de Manila. Mientras tanto, Hitler seguía confiando en cambiar el curso de los acontecimientos militares con el “arma secreta”, segunda edición de las V-1. El enviado especial del diario inglés “Daily Mail”, en Estocolmo, comunicó el día 25. “La propaganda alemana habla mucho de una nueva arma secreta. Noticias de fuentes fidedignas procedentes de Alemania insisten en que dentro de poco tiempo utilizarán los germanos un nuevo método de guerra para intentar impedir así que los aliados alcancen la victoria antes del invierno. Es significativo que Hitler haya concedido la Cruz de Caballero o la Medalla del Mérito alemán al profesor Esau, para recompensarle “los relevantes servicios prestados en el restablecimiento de la superioridad técnica alemana en la guerra”. Según parece, Esau es una de las mayores autoridades germanas en cuestiones atómicas. Un científico neutral ha dicho: “Es verdad que los alemanes han efectuado esfuerzos muy considerables con objeto de dominar el átomo con propósitos bélicos. No se sabe qué progresos han hecho en este sentido, pero si tomamos en cuenta los adelantos realizados por otros países, puede ser que haya algo de verdad en las afirmaciones germanas 63”. En el frente oeste, las tropas aliadas continuaban sus ataques a lo largo de todo el frente entre Nimega y la frontera Suiza. Las informaciones de origen alemán indicaban que el mando aliado se limitaba a preparar posiciones para una poderosa ofensiva general. Según informaciones aliadas, un enérgico ataque realizado en el sector de Aquisgrán consiguió abrir una brecha en la línea Sigfrido. En la noche del 26 al 27 fueron aerotransportados 2.000 hombres de la división británica derrotada por los alemanes en Arnhem, hasta la orilla meridional del Rhin. El día 29, tropas canadienses se apoderaron de Gris Nez, 63

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desde donde las baterías alemanas bombardeaban la ciudad inglesa de Dover. El 1º de octubre, la guarnición alemana de Calais se rindió, después de haber sido capturado en la noche anterior el comandante militar de la plaza, coronel Schoerner. En Albania desembarcaron fuerzas aliadas aerotransportadas, sin que se tuvieran mayores noticias. En Italia los soldados de Alexander se aproximaban lentamente a la llanura del Po, después de que la llamada línea Gótica quedara inutilizada. En Varsovia, la insurrección de las fuerzas al mando del Gobierno del exilio acabó rindiéndose, después de sesenta y tres días de resistencia. A pesar de que las fuerzas soviéticas se encontraban a pocos centenares de metros, al otro lado del Vístula. Los sublevados sólo recibieron escasa ayuda aérea anglo-norteamericana. La aviación soviética, emplazada en aeropuertos cercanos, no hizo nada por auxiliarlos. Mientras tanto, Alemania se preparaba para resistir el asalto final. Una noticia cursada por la agencia Reuter, el 5 de octubre, decía: “El periódico alemán “Schwarze Korps” anuncia que han empezado los preparativos para la guerra de guerrillas en la región de Aquisgrán. Los alemanes que se encuentran en la retaguardia enemiga lucharán mejor que los guerrilleros rusos y yugoslavos. Nuestra propia experiencia en Rusia, en los Balcanes, en Bélgica, en Francia y en Italia, nos ha enseñado que un país ocupado no es un país contento y que un territorio conquistado pertenece a las potencias de ocupación sólo en las regiones donde éstas tengan superioridad de armas. Un alemán en la retaguardia enemiga, luchando en su propia patria, con buenos mandos y equipados convenientemente por un Estado que desde hace cinco años ha preparado un gran arsenal, será un enemigo más peligroso que los guerrilleros soviéticos o los de Tito”. Un día después, el periódico norteamericano “New York Sun” publicaba un editorial en el que atacaba duramente la política de rendición incondicional de Alemania, política que a su juicio, sólo servía para prolongar la guerra. La responsabilidad de esa prolongación, según el diario, recaía directamente sobre Churchill y Roosevelt. “Si no hubiese otro medio para alcanzar la paz en Europa, podría comprenderse la política aliada; pero esta fase de la actuación RooseveltChurchill no es necesaria para ganar la guerra ni la paz. Los culpables nazis pueden ser castigados cuando se rindan los ejércitos alemanes. No necesitamos desmembrar a la nación germana para terminar la lucha. No debemos dar a Goebbels ni al partido nazi, predestinado a la ruina, la oportunidad de convencer al pueblo alemán para que siga luchando hasta el final”. 64 Otros periódicos norteamericanos compartían esta opinión, además de advertir sobre la amenaza de las bombas V-2 en el sentido de que si la guerra se prolongaba hasta el verano de 1945 los científicos alemanes pudieran tener tiempo de perfeccionar dicha bomba y cambiar el curso de la guerra. En Holanda las fuerzas de ocupación alemanas habían empezado a inundar algunos territorios mediante la destrucción de diques. Se temía que, si continuaban con esa labor destructiva, pudiera desaparecer, Holanda, del mapa. En los Balcanes se luchaba en las Puertas de Hierro; en Grecia desembarcaron, el día 5 de octubre, tropas británicas. En Italia, donde los alemanes seguían ofreciendo una fuerte resistencia, se avanzaba hacia Bolonia. En el este, los rusos mantenían una fuerte ofensiva en el sector norte. La batalla de Aquisgrán se reanudó el día 11, a las 13 horas, después de expiado el plazo para la rendición de las fuerzas alemanas o su salida de la ciudad. El día 18 todavía ofrecían 64

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quedaban núcleos de resistencia. En la región de Metz, los soldados americanos evacuaron la parte que habían conquistado del fuerte Driant, en cuyos sótanos y pasadizos se libró durante bastantes días un fantástico combate. El territorio alemán volvía a ser bombardeado con grandes masas de aviones. En el este, los rusos entraban en Riga el día 13, los rumanos bajo mando soviético tomaban la capital de Transilvania, la localidad húngara de Sgezed era ocupada por los rusos. El 14 las tropas británicas ocupaban Atenas y El Pireo, evacuados por los alemanes. El 17 tropas yugoslavas de Tito y fuerzas soviéticas penetraron en Belgrado. Sobre la retirada alemana de los Balcanes, el parte oficial alemán del día 15 decía: “A consecuencia de la traición de Rumania y Bulgaria, la posición alemana en los Balcanes se encuentra amenazada por la espalda. Por esta causa ha sido preciso evacuar el sur de Grecia. Esta retirada que comenzó por las islas del mar Egeo y en el Peloponeso, se halla en curso desde hace varias semanas. Nuestras últimas retaguardias han abandonado Atenas sin lucha. En las regiones evacuadas por nuestras tropas han comenzado inmediatamente los combates entre los griegos comunistas y anticomunistas. Nuestras fuerzas se mantienen todavía en algunas islas bien abastecidas del mar Egeo”. El día 16 se anunció que las vanguardias del mariscal Tito se encontraban a tres kilómetros de Zagreb, capital de Croacia. Pero donde estaban ocurriendo acontecimientos relevantes en cuanto a la marcha de la guerra en esos momentos, era en el Pacífico, donde las fuerzas norteamericanas y niponas habían librado una importante batalla aeronaval. Un comunicado del almirante norteamericano, Nimitz, anunció el día 13 de septiembre, que en Formosa y las islas de los Pescadores habían sido destruidos 27 barcos japoneses. La contrainformación japonesa dio el siguiente comunicado: “Han sido hundidos diez portaaviones, dos acorazados, tres cruceros y un destructor y han sido averiados dos portaaviones, un acorazado, cuatro cruceros y once buques de guerra de tipo desconocido”. También se libraron combates cerca de las costas filipinas. Un segundo comunicado japonés especificó así las pérdidas infligidas por sus fuerzas. “Fueron hundidos ante Formosa 10 portaaviones y otro frente a Filipinas; dos acorazados, tres cruceros y 11 buques de guerra de tipo no identificado ante Formosa. Fueron averiados gravemente tres portaaviones ante Formosa y otros tres ante Filipinas; un acorazado frente a Formosa y cuatro buques de guerra ante las Filipinas; otros 11 de tipo desconocido ante Formosa, un crucero ante Formosa y otro cerca de las Filipinas. Treinta aviones enemigos fueron derribados sobre Formosa”. Estos éxitos causaron sensación en Japón. El presidente del Gobierno y los ministros de Guerra y Marina acudieron al santuario de Yakusumi para dar gracias por la victoria. Otro comunicado japonés del día 17 anunció que al este de Formosa habían sido averiados otro portaaviones y otro acorazado. Diferente era la opinión norteamericana que, el mismo día 17, el almirante Chester Nimitz daba el siguiente comunicado: “Nuestros aviones de reconocimiento descubrieron la presencia de unidades navales japonesas que se acercaban al sector donde operaban fuerzas de la Flota norteamericana del Pacífico, al oeste de las Filipinas. Dichas unidades, al comprobar que nuestra fuerza combativa no había sufrido merma alguna, rehusaron el combate y se retiraron a sus bases. Durante las jornadas del 13, 14 y 15 de octubre, 191 aviones enemigos atacaron a uno de nuestros grupos de combate en aguas de Formosa noche y día. Nuestros cazas y nuestra artillería de la D.C.A. derribaron 95 aparatos japoneses. Perdimos cinco aviones propios. 234

En el curso de una lucha entablada entre nuestras formaciones de portaaviones y las fuerzas aéreas enemigas salidas de las costas del Riu-Kiu, Formosa y Luzón, desde el día 10 de octubre hasta la fecha de este comunicado, nuestros acorazados y portaaviones no han sufrido daños de consideración. Sin embargo, dos navíos de tamaño medio han sido alcanzados por torpedos aéreos y se retiran de la región. El 15 de octubre, cazas salidos de dos portaaviones derribaron 50 aviones más que formaban parte de una formación de 60 y que intentaban atacar a nuestros barcos averiados. El mismo día, aviones patrulleros y de reconocimiento destruyeron otros 15 aparatos japoneses”. Nimitz declaró que desde el comienzo del ataque contra las islas Riu-Kiu, el 10 de octubre, Japón perdía a razón de 10 barcos y 100 aviones diarios. Según sus declaraciones, la aviación nipona no consiguió detener los bombardeos sobre Formosa y Manila. No aludió a las pérdidas propias. Sin embargo, apenas transcurridas cuarenta y ocho horas de los triunfos anunciados por los japoneses en aguas de Formosa, la misma Radio Tokio hizo saber que frente a las islas Filipinas se encontraba concentrada una fuerte escuadra aliada y que en la mañana del 17 se habían iniciado desembarcos en la isla de Suluan. Según la misma radio, el ataque contra Leyte se inició a medio día del 18. Por parte norteamericana, la primera noticia oficial no apareció hasta el día 20 por la mañana. La Casa Blanca publicó un comunicado para decir que las tropas del general MacArthur habían desembarcado en la isla de Leyte, apoyadas por “ la mayor concentración de fuerzas navales y aéreas que se han visto en el Pacífico”. Los desembarcos se realizaron en cuatro puntos distintos y sobre un sector de treinta kilómetros. El comunicado oficial de MacArthur de ese mismo día anunciaba ya que tenía en su poder la costa oriental de Leyte. “De un solo golpe, decía, hemos cortado en dos a las fuerzas japonesas en Filipinas. El hecho de que el enemigo esperaba nuestro ataque en Mindanao nos ha permitido sorprenderle en Leyte”. Con las fuerzas desembarcadas se encontraba el presidente de Filipinas, Sergio Osmeña, en unión de los miembros del Gobierno de la mancomunidad filipina. Las operaciones se desarrollaron con relativa facilidad y el día 23 MacArthur y Osmeña pudieron ya entrar en la capital de la isla, Taclobán, entre el entusiasmo de la multitud. Las informaciones de origen japonés señalaron que se había iniciado la reacción japonesa del día 23. En Europa, con la caída de Belgrado, Alemania llevaba perdidas catorce capitales de distintos países de Europa en los últimos cinco meses, a saber: Roma, Vilna, parís, Bruselas, Bucarest, Mónaco, Luxemburgo, Sofía, Helsinki, Tallin, San Marino, Riga, Atenas y Belgrado. En el frente oeste, las fuerzas aliadas mantenían su presión en la región del Escalda y al norte de Amberes. En el frente este, las fuerzas rusas persistían en su intento de penetrar en la Prusia Oriental con objeto de aislar a la guarnición alemana de esa región. Tilsit continuaba en poder de los alemanes que se habían retirado a la orilla meridional del Niemen. Memel seguía cerrado por tierra, aunque mantenía todavía libres sus comunicaciones marítimas. La maniobra de los ejércitos rusos, convergente sobre Koenisberg, con un lejano flanqueo que tendía a extenderse desde el bajo Narev sobre Eylau, con vistas a alcanzar después la desembocadura del Vístula, era muy ambiciosa, por la capacidad de resistencia que ofrecían las fuerzas alemanas. En Hungría, proseguía la ofensiva rusa y rumana. El avance de Malinovsky hacia el norte, sobre el alto Tisza, combinado con el que realizaron las fuerzas de Petrovsk desde los Cárpatos en dirección al sur, permitió a los rusos ocupar la Transilvania y dominar la región oriental de 235

Eslovaquia. En Servia, las fuerzas del mariscal Tito amenazaban seriamente los movimientos germanos. En Italia las tropas aliadas, salvados definitivamente los Apeninos, se aproximaban la llanura del Po. El 3 de noviembre, Bélgica quedaba completamente liberada, mientras que la tropas rusas llegaban a las puertas de Budapest. El día 8, los alemanes empezaron a bombardear Londres con bombas V-2. El día 14, el ejército de Patton estaba ante Metz. Casi inesperadamente, las fuerzas que componían el I Ejército francés, al mando del general Delattre de Tassigny, alcanzaron el Rhin por Belfort, el día 20 de noviembre. Este fue el resultado más notable de la ofensiva general de los ejércitos aliados. En efecto, todos los ejércitos aliados entraron en acción con pocas horas de diferencia para unirse al III norteamericano, que desde días atrás marchaba sobre Metz. El II Ejército británico se lanzó al ataque en el sudeste de Helmond, el día 14; el día 15 lo hizo el I Ejército francés en el sector de Belfort; el 16, a las cinco de la mañana, inició el asalto el I y el IX norteamericanos. El día 17, uno de los colaboradores militares de la agencia D.N.B., decía: “Una vez que el general Eisenhower ha lanzado al asalto el último Ejército, el IX, mandado por el general Simson, la ofensiva es un hecho. Desde el mar del Norte hasta la frontera suiza, en una longitud de 700 kilómetros, todo el frente ha entrado en combate con tres centros de gravedad: la región de Metz, la región de Aquisgrán y la región de Venlo”. El 2 de diciembre, Patton alcanzaba los arrabales de Saarlautern, poco antes, los franceses llegaban a Estrasburgo. Mientras tanto, los rusos abrían una brecha en dirección a Budapest y avanzan rodeando la ciudad. El 16 de diciembre, von Rundstedt, comandante jefe de las fuerzas germanas del oeste europeo, lanzó una ofensiva que penetró por varios kilómetros en Bélgica y Luxemburgo por el sudeste de Aquisgrán, donde se encontraba el I Ejército norteamericano. El Cuartel general expedicionario aliado calificó esta ofensiva de: “Contraofensiva en gran escala”. El día 27 de diciembre, el jefe del Gobierno belga, Pierlot, comunicó ala Cámara que estaba autorizado para declarar que la ofensiva alemana hacia el oeste había sido contenida. En efecto, las noticias posteriores confirmaron esas palabras, al tiempo que los contraataques norteamericanos, en ambos lados de la penetración alemana, aumentaban de intensidad. El mismo día 27, las divisiones de Patton lograban establecer contacto con la 101 división de infantería aérea norteamericana que se encontraba cerca de Bastognes desde hacía 7 días. El parte alemán del día 28, comenzaba diciendo: “La profunda penetración que nuestras tropas han obtenido en la región belgoluxemburguesa, han conducido, no solamente a un alivio en el resto del frente, sino también a una batalla de la mayor envergadura con las divisiones que han sido retiradas de otros sectores. En el frente noroeste de la zona de combate nuestro ataque hace lentos progresos contra una resistencia encarnizada del enemigo”. Al mismo tiempo, las fuerzas rusas y rumanas intensificaron sus ataques contra Budapest, en cuyas calles se luchaba desde el día 28. Las tropas alemanas y húngaras se defendían en la misma ciudad. El día 2 de enero de 1945, noticias de Londres anunciaron que von Runstedt había desencadenado una nueva ofensiva en el Palatinado, hacia Alsacia, sector defendido por el VII Ejército norteamericano y al día siguiente fue el I Ejército quien atacó a su vez en el flanco norte de la penetración alemana en las Ardenas. Las tropas aliadas mantuvieron su presión a ambos lados de la brecha y fueron logrando avances de poca consideración. La aviación aliada actuó, nuevamente, 236

en grandes formaciones, contra los objetivos militares alemanes. La situación militar determinó un reajuste de los mandos aliados, con el nombramiento de Montgomery como jefe de todas las fuerzas aliadas situadas al norte de la penetración de las Ardenas y del teniente Bradley, como jefe de todas las fuerzas aliadas situadas al sur de la misma penetración. Diez días después, los ejércitos anglonorteamericanos se encontraban a la ofensiva y consiguieron reducir el saliente alemán en más de la mitad. Las tropas alemanas pasaron a contener esta ofensiva, mientras en el frente este, el Ejército Rojo se lanzaba a un gigantesco asalto en un frente de casi 1.000 kilómetros, que comenzaba en Prusia y terminaba en la frontera húngaro-eslovaca. El comunicado alemán del día 17 de enero, daba cuenta de que 155 divisiones, , de infantería rusas y varios cuerpos blindados intervenían en la gran ofensiva, posteriormente se habló de 200, frente a las 80 angloamericanas en el oeste. Ese mismo día, las emisoras rusas anunciaban la conquista de Varsovia, Cracovia, Czestochowa y Radomsk. El día 20, los alemanes anunciaban la evacuación de Tilsit. Durante 1944, los norteamericanos construyeron 420 unidades navales de guerra, entre ellas, dos acorazados, 8 portaaviones, 37 portaaviones de escolta, dos cruceros acorazados, dos cruceros pesados, once cruceros ligeros, 84 destructores, 197 destructores de escolta y 77 submarinos. La Flota contaba con 37.000 aviones, de ellos, 30.070 construidos en 1944. La industria automovilística suministró durante el mismo año a las fuerzas armadas productos por valor de 9.500 millones de dólares. Desde el comienzo de la guerra, las fábricas de automóviles, destinadas a producir para la guerra, entregaron: 4. 700.000 cañones y 2.150.000 vehículos militares y otro material. El teniente general Spaatz declaró, por su parte, que las Fuerzas Aéreas norteamericanas que operaban en Europa lanzaron durante 1944 958.000 toneladas de bombas y destruyeron 15.318 aparatos alemanes, con pérdida de 9.274 aviones propios. La R.A.F. arrojó, en el mismo período, 525.000 toneladas de bombas. Según el informe de Byrnes, director de la Oficina de Movilización de Guerra, presentado el día 3 de enero, con motivo de iniciarse la legislatura, Estados Unidos poseía un Ejército de 8 millones de soldados, de ellos, cinco millones en ultramar, y la Marina contaba con 3. 800.000 hombres, de ellos, 2.800.000 embarcados. 53 millones de hombres estaban dedicados al esfuerzo bélico. La ayuda prestada por Norteamérica, en virtud de la ley de Préstamos y Arriendos, desde 1944 a sus aliados, sumaba 24.000 millones de dólares, e incluía: 34.000 aviones, 30.000 tanques y 700.000 vehículos de motor. En cuanto a las prestaciones norteamericanas en virtud de la “Ley de Préstamo y Arriendo”, hasta el 31 de marzo de 1945, se habían concedido 38.971 millones de dólares, de los cuales, Gran Bretaña había recibido 12.795 millones y Rusia 8.410, a los que habría que sumar los más de 1.000 millones entregados por Gran Bretaña. Otra de las naciones que recibieron préstamos fueron los chinos de Chiang Kai Chek. En la noche del 23 de agosto, la radio de Bucarest transmitió una proclama del rey Miguel que decía: “Rumanos: en esta difícil hora por que atraviese nuestro país he decidido, para la salvación de la patria, la inmediata suspensión de las hostilidades con las Naciones Unidas y la formación de un Gobierno de unión nacional que dé satisfacción al firme deseo del pueblo de hacer la paz con los aliados. Rumania ha aceptado el armisticio que le han ofrecido la Unión Soviética, Gran Bretaña y los Estados Unidos. Las Naciones Unidas han garantizado la independencia de nuestro país”. Se refirió, también a que los aliados habían reconocido lo injusto de los tratados de Viena y reconocían el 237

derecho a ocupar los territorios perdidos, por lo que su ejército se disponía a cruzar esos territorios bajo ocupación de Hungría. La misión militar alemana mandada por el general Hansen fue internada. Los alemanes bombardearon Bucarest. Las tropas rumanas ocuparon los Cárpatos y atacaron a los alemanes. En Alemania se forma un gobierno rumano proalemán presidido por Sima, ex jefe de la organización rumana la Guardia de Hierro. El 12 de abril, el Gobierno soviético, una vez aprobadas sus condiciones por Washington y Londres, presenta al rumano el armisticio, Entre sus varios puntos destacan los siguientes: Primero. Ruptura con Alemania y participación de Rumania con las fuerzas aliadas, incluyendo al Ejército Rojo, en la lucha contra los alemanes, con objeto de restablecer la independencia y soberanía rumanas. Segundo. Restablecimiento de la frontera soviético-rumana traza en virtud del acuerdo de 1940 entre la U.R.S.S. y Rumania. Quinta. Libertad de movimientos a través del territorio rumano y en todas direcciones de las tropas soviéticas y otras fuerzas aliadas, siempre que ello sea necesario para la situación militar. El Gobierno rumano dará todas las facilidades posibles para las comunicaciones por tierra, mar y aire. El día 26 de agosto, el Gobierno búlgaro anunciaba: “ De acuerdo con su firme decisión de observar una absoluta neutralidad en la guerra entre Rusia y Alemania, el Gobierno ha ordenado que todas las tropas extranjeras que penetren en territorio de Bulgaria deberán ser desarmadas. Bulgaria ha realizado una gestión cerca de la Gran Bretaña y los Estados Unidos de América para informarse de las condiciones en que podría retirarse de la guerra. Esta gestión fue hecha en cumplimiento del deseo del pueblo búlgaro y de acuerdo con la Unión Soviética. Bulgaria ha comunicado a las grandes potencias su determinación de quedar fuera del conflicto y restablecer su posición de completa neutralidad con respecto a los beligerantes”. El día 29 una nota oficial soviética desmintió que el Gobierno de la U.R.S.S. hubiese aceptado la declaración búlgara de neutralidad y añadía que la consideraba “completamente insuficiente en la presente situación”.65 El día 30 llegó a El Cairo una delegación búlgara de armisticio, acompañada por un oficial británico. Los delegados fueron recibidos por altos funcionarios y militares aliados peritos en cuestiones balcánicas y se alojaron separadamente, en la ciudad. Sin embargo, el día 5 de septiembre, Moscú declara la guerra a Bulgaria. Molotov entregó personalmente en Moscú al ministro búlgaro la nota que contenía la declaración de guerra y en la cual se hacían constar, entre otros extremos, lo siguiente: “Durante más de tres años, Bulgaria ha prestado activa ayuda a Alemania en la guerra contra la Unión Soviética. El Gobierno comprendía que una pequeña nación como Bulgaria no podía ofrecer resistencia a las poderosas fuerzas armadas de Alemania cuando ésta tenía a casi toda Europa en su poder. El Gobierno soviético pasó por alto esta situación y también el hecho de que los gobernantes búlgaros ayudaron a los alemanes a evacuar Crimea y salvar los restos de las tropas germanas derrotadas en el sur de Rusia”. Y añadía, “En vista del giro de los acontecimientos, era de esperar que Bulgaria aprovecharía la oportunidad que se le presentaba para seguir el ejemplo de Rumania y Finlandia y unirse a la coalición de las naciones democráticas. Lejos de ello, el Gobierno búlgaro se niega a romper con Alemania y sigue una política de supuesta neutralidad, a cuyo amparó continúa 65

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prestando ayuda directa al Reich contra la Unión Soviética. Por consiguiente, el Gobierno soviético estima que no es posible mantener relaciones con Bulgaria y no sólo las rompe, sino que considera en estado de guerra con dicho país”. Después de que Moscú declarase la guerra a Bulgaria, el Gobierno de este país acordó romper sus relaciones diplomáticas con Croacia, Eslovaquia, el Gobierno de Mussolini y Alemania. Esta decisión fue anunciada el día 7 de septiembre, al mismo tiempo que radio Sofía advertía que ya no quedaban en el territorio búlgaro tropas alemanas, pues las que permanecieron en él después de la hora tope habían sido desarmadas e internadas. Mientras tanto las tropas soviéticas avanzaban por el interior del país y después de capturar más de 20.000 prisioneros, ocupó varias ciudades y el puerto de Varna en el mar Negro. El día 8, tras declarar la guerra a Alemania, Moscú aceptó la petición de armisticio formulada por los búlgaros. El día 9 se constituyó un nuevo Gobierno, tras lo cual, Moscú ordenó suspender las operaciones en territorio búlgaro. Moscú confirmó que de acuerdo con Washington y Londres se estaban estudiando las condiciones de paz que serían impuestas a Bulgaria. El 2 de septiembre, el presidente del Consejo finlandés, Hackesel, anunciaba por radio que su país había decidido restablecer la paz con la U.R.S.S. “En el mes de abril último, decía el comunicado, la situación no era tan delicada; pero a consecuencia de la ofensiva soviética de junio, nuestras fuerzas tuvieron que replegarse. Militarmente, la situación también se ha hecho peor para Alemania, la cual deberá emplear todas sus fuerzas para la defensa de su propio territorio”. A las 8 de la mañana del día 4 cesaron las hostilidades entre finlandeses y soviéticos. Pero las fuerzas soviéticas continuaron sus ataques durante 24 horas más.66 El día 13 de septiembre, se firmó el armisticio entre Rumania y los aliados. Todas las fuerzas armadas rumanas quedaban bajo el mando soviético. Además, en su apéndice al término tercero se afirma: “Se sobreentiende que el Mando aliado, ruso, dispondrá, a discreción suya, mientras dure el armisticio, de las instalaciones militares, aéreas y navales rumanas y de las facilidades que ofrezcan puertos, cuarteles, depósitos, almacenes,. Aeródromos, comunicaciones...El 19 de septiembre se firmó en Moscú el armisticio de Finlandia. Dice, entre otras cosas: “El Gobierno de la Unión Soviética y el Gobierno de Su Majestad británica en nombre de todas las Naciones Unidas que se encuentran en guerra con Finlandia, por un lado, y el Gobierno de Finlandia, por otro, han decidido firmar el presente acuerdo. Acuerdo de armisticio, cuya ejecución será vigilada por el Alto Mando ruso, en nombre de las Naciones Unidas”. En el artículo 1º se compromete a retirar sus tropas detrás de la frontera ruso-finlandesa de 1940; en el art. 6º se dice: que el Tratado firmado con Rusia el 12 de marzo de 1940 permanecía vigente, sujeto a los cambios que sigan al presente acuerdo; art. 7º Finlandia devuelve a la Unión Soviética la región de Petsamo, voluntariamente cedida a Finlandia por el Estado ruso, de acuerdo con los tratados de paz del 14 de octubre de 1920 y de 12 de marzo de 1940. Art. 8º Finlandia se compromete a arrendar a la Unión Soviética territorio y aguas para la instalación de una base naval rusa en la región de Porkkaland. El día 28 de septiembre Churchill habló del problema polaco en la Cámara de los Comunes y dijo: “Nunca se ha creado una alianza contra Alemania tan estrecha o más eficaz que la de las tres potencias aliadas en esta guerra. Rusia tenía derecho al apoyo británico en lo que se refiere a los cambios en las fronteras polacas. Las armas rusas son las únicas que pueden librar a Polonia de 66

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los alemanes. Los rusos, que han sufrido en manos de los alemanes, tienen derecho a esas fronteras y cuentan con una nación amiga en su flanco occidental. El primer ministro polaco y sus colegas reanudarán pronto las conversaciones en Moscú”.67 Al mismo tiempo, algunos periódicos informaron que la U.R.S.S. y Bulgaria se habían puesto de acuerdo para ocupar conjuntamente parte de Tracia, hasta que la guerra terminase. Como se estaba negociando el armisticio, en el que se tenía previsto que Bulgaria abandonase los territorios griegos ocupados, esta noticia causó profunda sorpresa en Londres y Washington. Sin embargo, el día 1º de octubre, el ministro búlgaro de Propaganda explicó que el régimen provisional de Tracia Occidental y Macedonia Oriental continuará en su ocupación por las fuerzas, aunque a las órdenes del mariscal Tito.68 En la Cámara de los Comunes Eden declaró, el 29 de septiembre, que “El Gobierno británico y los Gobiernos de nuestros aliados están de acuerdo en que Bulgaria deberá retirar sus tropas de Grecia y Yugoslavia. El armisticio solamente será firmado si lo hace así”. El día 11 de octubre, en respuesta a una invitación de Moscú, el primer ministro del Gobierno polaco en Londres, Mikolajzcyc, se trasladó a Moscú. Simultáneamente partieron para Moscú los representantes del Comité polaco de Liberación, prosoviético, el presidente del Comité de Liberación y el jefe del Ejército de Liberación. Ambas delegaciones se entrevistaron con delegados soviéticos y británicos. No hubo acuerdo. Y la desconfianza de los miembros del Gobierno polaco del exilio hacia los ingleses llegó hasta el punto que todos ellos solicitaron permiso al Gobierno brasileño para entrar en Brasil. 69. Al mismo tiempo, el Gobierno búlgaro anunció el día 14 que había acordado enviar una delegación a Moscú, porque Londres y Washington así se lo había pedido para firmar el armisticio. En cuanto a la permanencia de tropas búlgaras en los territorios griegos de Tracia y Macedonia, Steinof, ministro búlgaro de Asuntos Exteriores, afirmó que esta presencia se debía a que el mariscal soviético Tolbujin, que mandaba las tropas búlgaras, no había dado la orden de evacuar aquellas regiones. Esta ocupación provocó varias protestas de los griegos y Londres y Washington hicieron constar repetidamente que no consentirían que Grecia fuese despojada. El día 14 de octubre, un corresponsal turco informó, sin embargo, que la evacuación de la Tracia y la Macedonia griegas había comenzado y que seguramente en un plazo de diez días acabaría de realizarse la retirada. Una nota oficial publicada en Moscú hacía saber: “Los Gobiernos de la U.R.S.S., Gran Bretaña y los Estados Unidos, después de considerar la petición del Gobierno búlgaro para la conclusión del armisticio, han convenido en que el requisito esencial para el comienzo de las negociaciones es que Bulgaria se comprometa a evacuar todas las tropas y funcionarios búlgaros de los territorios griego y yugoslavo. La evacuación deberá empezar inmediatamente y deberá quedar terminada en el plazo de quince días desde la fecha de este comunicado”. Grecia quedó liberada de alemanes el día 13, cuando evacuaron Atenas. En esos momentos las fuerzas británicas estaban desembarcando en Grecia, concretamente en Atenas y el Pireo. La Conferencia de Moscú. Churchill y Stalin.

Mundo nº 230, 4 de octubre de 1944, p.199 Mundo nº 231, 11 de octubre de 1944, p.239 69 Mundo nº 233, 25 de octubre de 1944, p. 319 67

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El día 20 de octubre se publicó el siguiente comunicado sobre la Conferencia de Moscú: “Del 9 al 18 de octubre se han celebrado reuniones entre Churchill y Eden en representación del Reino Unido, y el mariscal Stalin y Molotov, asistidos por sus consejeros políticos y militares. El desarrollo de los planes militares trazados en Teherán fue revisado comprensivamente a la luz de los recientes acontecimientos en la guerra de Europa y fue expresada la máxima confianza en el progreso futuro de las operaciones aliadas en todos los frentes. Se realizó un libre y franco cambio de opiniones sobre muchas cuestiones políticas de interés común. Fueron hechos considerables progresos hacia la resolución de la cuestión polaca, que fue minuciosamente discutida entre los Gobiernos soviético y británico, que celebraron consultas con el primer ministro y el ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno polaco y con el presidente del Consejo Nacional de Lublín. En estas conversaciones fueron reducidas considerablemente las diferencias y disipados algunos equívocos. Las conversaciones continuaron respecto a algunos puntos. El alud de acontecimientos en el sudeste de Europa fue totalmente considerado. Se llegó a un acuerdo respecto a los puntos en discusión sobre los términos del armisticio con Bulgaria. Ambos gobiernos se manifestaron de acuerdo en proseguir una política conjunta en Yugoslavia para concentrar todas las energías contra los alemanes en retirada y conseguir la solución de las dificultades interiores de Yugoslavia por la unión entre el Gobierno real yugoslavo y el Movimiento Nacional de Liberación. Fue reconocido como inalienable el derecho del pueblo yugoslavo a escoger su Constitución futura después de la guerra”. Churchill regresó a Londres el día 21, el mismo día llegaban a Londres los miembros del Gobierno exilado. El día 27 de octubre, Churchill pronunció un discurso en la Cámara de los Comunes70... “El enemigo tiene dos esperanzas, dijo, quebrantar nuestra decisión alargando la guerra y que surja una división entre las tres grandes potencias cuya unión continuada representa su sentencia de muerte y que esta alianza sufra resquebrajaduras, por tomar los rusos una dirección y los y norteamericanos otra. La situación de los Balcanes podría dar lugar a desavenencias, especialmente por lo que se refiere a Polonia y Hungría. Estos son los puntos en que basa el enemigo su esperanza. Debemos laborar incansablemente para que esa esperanza no se convierta en realidad”. Después de referirse a la necesaria disparidad de puntos de vista que las tres potencias tenían que sostener en orden a los distintos problemas, Churchill puso de relieve que, a pesar de todo, existía una estrecha solidaridad, lograda merced a múltiples cuidados. “Existen además, dijo, aquellos problemas de distancia, ocasión y personalidades a que tantas veces he aludido en esta Cámara y que hacen muy difícil reunir en un mismo sitio a los jefes de los tres principales países aliados. No he dudado, por lo tanto, en ir de una Corte a otra, como un trovador cualquiera. Pero siempre he cantado la misma canción o serie de canciones”. (...) “La Conferencia de Moscú ha sido una continuación de la de Quebec, añadió. En Quebec, el Presidente Roosevelt y yo notamos mucho la ausencia de Rusia. En Moscú, el mariscal Stalin y yo nos dimos cuenta en todo momento de que no estaba con nosotros el Presidente Roosevelt, si bien el observador norteamericano Harriman nos hizo sentir constantemente la presencia de la gran República.

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Los resultados logrados en Moscú han sido altamente satisfactorios; pero estoy seguro de que no podrán lograrse resultados definitivos mientras no se reúnan los tres jefes de Gobierno, reunión que creo debe celebrarse antes de que termine este año. Si se realiza el programa aliado, estará asegurado el porvenir de todas las naciones. Tengo la satisfacción de manifestar que nunca han sido más íntimas y cordiales nuestras relaciones con la Rusia soviética. Deben desaparecer todas las esperanzas alemanas de que vaya a surgir la más leve división o debilitamiento entre las fuerzas que nos atacan. Hemos logrado completo acuerdo en las enrevesadas cuestiones balcánicas, en las que había que considerar intereses en el mar Negro e intereses en el Mediterráneo. No creo que haya ningún peligro de que se debilite nuestro combinado esfuerzo de guerra por divergencias políticas o doctrinales en Grecia, Rumania, Bulgaria y Yugoslavia y más allá de los Balcanes en Hungría. Hemos discutido muchas e importantes cuestiones militares que forman parte del proceso de aplicación de las decisiones adoptadas en Teherán, hace casi un año. Pero, como es de suponer, no puedo revelar nada de tales discusiones, salvo que han sido aún más satisfactorias de lo que podía esperarse”. Sobre el problema polaco dijo: “Quisiera decir a la Cámara que habíamos logrado resolver esa cuestión. Ciertamente, no nos ha faltado ese deseo. Estoy completamente seguro de que hemos realizado una gran labor para llegar a alcanzar la solución. Espero que Mikolajczyk volverá pronto a Moscú y sería una gran desilusión para todos los amigos sinceros de Polonia si no llega a un acuerdo que le permita constituir un Gobierno reconocido por todas las grandes potencias interesadas y por todas las Naciones Unidas. Aunque no quito importancia a las dificultades que quedan, resulta confortador saber que Gran Bretaña y la Rusia soviética – y no duda también que Estados Unidos – están firmemente de acuerdo en la restauración de una Polonia libre, independiente y soberana, leal a los aliados y amiga de su gran vecino y libertador. Por lo que concierne más particularmente al Gobierno de Su Majestad, es constante preocupación de éste que, después de sus sufrimientos y vicisitudes, el pueblo polaco recobre su hogar, aunque no coincidan por completo sus límites con las fronteras de Polonia, anteriores a la guerra, pero siendo esos límites adecuados a las necesidades de la nación polaca y no inferiores en carácter y calidad a los anteriores. Si el Gobierno polaco hubiera hecho caso de nuestras advertencias, de primeros de este año, no hubiera surgido la complicación adicional resultante de la constitución del Comité de Liberación de Lublín. Cualquier aplazamiento prolongado de la solución no puede sufrir otro efecto que el de profundizar la división entre los polacos de Londres y los de Polonia, así como el de estorbar la acción común de los polacos, rusos y demás aliados contra Alemania. Por ello espero no se perderá el tiempo en proseguir tales discusiones y se alcanzará una conclusión positiva”. Terminó refiriéndose a Grecia. Dijo: “Nuestros deseos y nuestra política son que cuando la tranquilidad haya retornado al país griego el pueblo pueda adoptar con completa libertad sus decisiones y determinar, por ejemplo, la firma de gobierno bajo la cual desea vivir. Entretanto, conservamos, naturalmente, nuestras relaciones con la Casa Real griega y el Gobierno constitucional existente y los consideramos como las autoridades a que estamos ligados por la alianza concertada en el momento del ataque italiano de 1941. Dirijo un llamamiento a todos los griegos de cualquier partido o grupo – y no son grupos ni partidos lo que falta- para que persigan ante todo la unidad nacional, que

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liberen al país de las fuerzas alemanas que en él quedan, devuelvan la fuerza a su querida patria y reduzcan sus sufrimientos”.71 El día 23 de noviembre, el primer ministro yugoslavo, Subasich, fue recibido por Stalin en Moscú. De las negociaciones efectuadas en la capital soviética resultó un comunicado ruso-yugoslavo que declaraba que en dichas conversaciones se había reconocido la necesidad de que existiese un Gobierno yugoslavo unido. Stalin aprobó los esfuerzos de Subasich y del mariscal Tito para reunir todas las fuerzas genuinamente nacionales y democráticas en la lucha contra el enemigo común y para crear una Yugoslavia democrática federal que fuera un factor positivo y constructivo de la victoria y de la organización de la paz en Europa. De lo que debía ser la fisonomía futura de Yugoslavia dan una idea las declaraciones de Tito, hechas el día 23 de noviembre, cuando dirigió duros ataques a la monarquía búlgara y añadió que la organización definitiva del país se haría a través de unas Cortes constituyentes elegidas por sufragio universal, después de la liberación de toda la nación. En las mismas fechas, el problema de las concesiones petrolíferas en el Irán dio lugar a una violenta campaña de la prensa soviética contra el Gobierno iraní. La posición del Gobierno iraní consistió en negar concesiones para la explotación de petróleo, en tanto no terminase la guerra. Esta decisión provocó inmediatamente el que la prensa soviética acusase de pro fascista al Gobierno iraní. No obstante el embajador norteamericano, Lelan Morris, envió al Presidente una carta de aprobación de la actitud del Gobierno y para manifestarle que tenía perfecto derecho y que Estados Unidos no pensaban presentar ninguna objeción. Esto dio origen al siguiente comentario del redactor diplomático de la agencia Reuter: “La aprobación norteamericana a la decisión del Gobierno de Teherán de no otorgar concesiones petrolíferas a Gobiernos o compañías extranjeras mientras dure la guerra, ha de reforzar indudablemente la oposición del Gobierno iraní a las pretensiones soviéticas de inmediatas concesiones en el norte de Irán. Hasta ahora el Gobierno británico no ha hecho ninguna manifestación análoga a la de Washington; pero las informaciones más recientes que se reciben de Teherán indican que, pese a las declaraciones de Kavtzaradze, vicecomisario soviético de Asuntos Exteriores, la posición del primer ministro persa, Mohamed Saed, no ha perdido firmeza y, contrariamente a las afirmaciones moscovitas, el actual Gobierno iraní tiene el apoyo de la mayoría del Parlamento y de la nación”. Las razones en las que Irán fundamentaba su posición fueron expuestas por el primer ministro, Saed, el día 1º de noviembre, y eran las siguientes: Primero, en tanto haya tropas extranjeras en Irán, la opinión pública consideraría que cualquier concesión había sido hecha bajo coacción. Segundo, la situación económica del mundo no es clara. Tercer, la conferencia del petróleo en Washington dejó sin resolver la situación. Cuarto, todos los informes enviados por los representantes iraníes coinciden en aconsejar que no sea hecha ninguna concesión hasta que termine la guerra. Stettinius, secretario norteamericano de Estado, se mostró el día 2 de noviembre conforme con la actitud iraní y declaró que se celebrarían inmediatamente conversaciones anglo-rusasnorteamericanas sobre el petróleo, aunque no se había fijado una fecha para estudiar el problema. El día 28 de noviembre el Gobierno de Papandreu dictó 72 un decreto porque el que se disolvían todas las fuerzas de la resistencia. Los partidos de izquierdas 71

Mundo nº 235, 8 de noviembre de 1944. P. 399-400

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presentaron el día 29 una reclamación para que fuese igualmente disuelta la brigada Rímini, incorporada al ejército regular y que, equipada por los británicos, había luchado en Italia. Así mismo pidieron el respeto como fuerza armada del grupo ELLAS, perteneciente al Movimiento Nacional de Liberación y que el plebiscito sobre la futura Constitución del país se celebrase en un plazo de dos meses y medio en vez del de seis, propuesto por Papandreu. La crisis política se declaró el día 30 de noviembre al negarse la organización izquierdista EAM a firmar el acuerdo que disolvía sus guerrillas, ELLAS,. Ante tal actitud, Papandreu declaró que los comunistas estaban incitando a la guerra civil, a pesar de lo cual, la disolución de las fuerzas de los guerrilleros, fijada para el 1º de diciembre de 1944, no sería aplazada. Como la tirantez se agravase, el mayor general Ronald Scobie, comandante jefe aliado en Grecia, declaró el día 2 de diciembre, a través de la radio, que estaba dispuesto a apoyar firmemente al Gobierno Papandreu hasta que éste dispusiese de una fuerza legal y se celebrasen las elecciones. “Os protegemos a vosotros y a vuestro Gobierno- dijo- contra cualquier tentativa de golpe de Estado o de violencia constitucional”. En la misma fecha el Gobierno ordenó la desaparición de las organizaciones guerrilleras y declaró que las tropas británicas ayudarían al Gobierno si éste lo solicitaba, para ejecutar dichas medidas. El día 2 de diciembre los seis ministros izquierdistas del partido EAM presentaron la dimisión y el titular de la cartera de Agricultura, Zevgos, de filiación comunista, hizo presente su protesta por la actitud adoptada por el general Scobie. El Gobierno Papandreu mantuvo firmemente su actitud a pesar de todos los obstáculos que los revolucionarios crearon y manifestó que la política fijada en el acuerdo y manifestó que la política fijada en el acuerdo del Líbano y la declaración oficial del 18 de octubre, sería mantenida. Así mismo sería mantenida la brigada equipada por los aliados. El mismo día Papandreu comenzó las consultas para cubrir las vacantes dejadas por los representantes izquierdistas en medio de una gran tensión. Por las calles de Atenas comenzaron a circular tanques y automóviles acorazados británicos. La guardia local del EAM, cuya disolución fue ordenada el día anterior, no fue hallada en sus cuarteles cuando la recientemente creada Guardia nacional entró en ellos para relevarla. El día 3 de diciembre se produjeron sangrientos choques en Atenas. Varios miles de manifestantes del EAM que se dirigían hacia el palacio Real fueron disueltos a tiros de ametralladora y fusil automático por las unidades de policía. Cayeron muchas víctimas y poco después, una segunda oleada de manifestantes fue recibida con fuego aún más intenso. La multitud se dispersó y en el suelo quedaron abandonadas banderas de Grecia, Estados Unidos, Gran Bretaña y Rusia que los manifestantes portaban. Las tropas británicas se abstuvieron de intervenir. Los tiroteos duraron una media hora, y más tarde la manifestación se rehizo y prosiguió su recorrido por las calles de Atenas. El día 3, Papandreu declaró: “Por desgracia ha sido rota nuestra unidad. El pueblo griego sabe cómo hemos luchado desde hace tiempo, cuando adoptamos el lema “un país, un Gobierno y un Ejército para el servicio de la Patria y a las órdenes del Gobierno”. En Inglaterra73, la gravedad de la situación fue causa de que varios diputados presentasen el día 7 una enmienda al mensaje regio del 29 de noviembre. Dicha 72 73

Mundo nº 239, 3 de diciembre de 1944, p.599 Mundo nº 241, 17 diciembre, 1944, p. 639

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enmienda, firmada por seis laboristas, un independiente y un miembro del partido de la Commonwealth, incitaba a la Cámara a expresar su sentimiento ante el hecho de que el mensaje real no declarase que las fuerzas británicas no serían empleadas “en desarmar a los amigos de la democracia en Grecia y otros puntos de Europa o en suprimir aquellos movimientos populares que han prestado valiosa ayuda en la derrota del enemigo y con los que debe contarse para la futura cooperación amistosa de las naciones de Europa”. De hecho, tal enmienda era la expresión de la crisis más grave sufrida hasta la fecha en la solidaridad de las potencias aliadas. L debate que se celebró el día 8 de diciembre de 1944, había despertado la máxima expectación. Churchill hizo uso de la palabra para exponer la política británica en el Continente y sometió a la Cámara de los Comunes la cuestión de confianza, que fue ganada por el Gobierno con 279 votos a favor y 30 en contra. La mayoría de los diputados laboristas se abstuvieron. “Una democracia, dijo Churchill, está formada por muchos elementos y no sólo por los de izquierda, ni si quiera del comunismo. No creo que una organización o partido cualquiera debe llamarse democrático sólo porque van aproximándose cada vez más a las formas extremas de la revolución. No considero a un partido necesariamente como representativo de la democracia sólo porque se hace más agresivo a medida que va siendo menos nutrido. Lo que menos se parece a la democracia es la ley de la muchedumbre, la cual permite a las bandas de forajidos armados con ingenios mortíferos penetren en las ciudades griegas, apoderándose de cuartelillos de policía y edificios del Gobierno en un esfuerzo para imponer un régimen totalitario. No quitemos dignidad a la palabra “democracia” creyendo que consiste únicamente en conquistar el Poder y fusilara todos los que no estén de acuerdo con nuestro modo de pensar. He subrayado el hecho de que los hombres que fueron a las montañas como guerrilleros llevaban fusiles y ametralladoras que les fueron proporcionados por el Gobierno británico y ahora exigen el derecho a gobernar países como Bélgica, Grecia y, posiblemente, Holanda también. Yo me opongo a tales exigencias. Sólo porque no permitimos que bandas de guerrilleros, potente armados, bajen de las montañas y se instalen en las grandes capitales y en el Poder para desempeñar allí cargos de mucha influencia, nos llaman traidores a la democracia. Me opongo a eso también”. Se refirió a Bélgica poniendo de relieve que en este país las medidas adoptadas para evitar un golpe de Estado por parte de los guerrilleros fueron dictadas por el general Erskine, jefe de la misión militar anglo-norteamericana que actuaba bajo las órdenes del comandante supremo, general Eisenhower. “Yo apoyo – continuó diciendo- a todos los que deseen establecer una democracia y una civilización basadas en la Ley y el orden y en el sufragio popular, universal, libre y sin límites. Sería muy duro para Europa que después de tantos años de tiranía alemana, se viera degenerada y hundida en una serie de guerra civiles brutales y antisociales. Si ha de implantase la democracia en los países por los que marchan ahora los ejércitos norteamericano y británico y sus defensores creen que representan los deseos de la mayoría, ¿por qué no pueden esperar hasta que se celebren elecciones generales, o sea, la votación libre popular, que es la única política de nuestro Gobierno? En el caso de Bélgica, que someto con el mayor respeto y afecto al pueblo norteamericano, hemos aprendido muchas lecciones que pueden ser aplicadas a otras partes del mundo”. Se refirió a que desconfiaba de Sforza porque había actuado contra Badoglio y volvió a referirse a Grecia.

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Papandreu, dijo, incluyó en su Gobierno nada menos que a seis representantes del E.A.M. y al jefe del partido liberal, Sofoulis, veterano y venerable consejero de ochenta y cuatro u ochenta y cinco años de edad. Comprendía que mucho representantes del E.A.M. y comunistas se habían instalado en puestos de mando. Papandreu, que es hombre de izquierdas – socialdemócrata y no liberal, ni nada por el estilo- es decir, todo lo que se supone ahora que es correcto, puso su confianza en esos seis caballeros. Entretanto, las fuerzas del E.L.A.S. planeaban una marcha sobre Atenas como operación político-militar y la conquista del Poder por la fuerza. El E.L.A.S. es una organización mixta y no estaría bien estigmatizarla. No obstante, durante los cuatro años de la cautividad griega, el E.L.A.S. concedió más atención a combatir y destruir a los representantes de la organización mandada por el coronel Zervas, hombre de izquierdas, pero menos avanzado que el E.A.M. Los hombres del E.L.A.S. no vacilaron en algunos momentos en ayudar a los alemanes para detener y dar muerte a los miembros del E.D.E.S”. A continuación se refirió a las órdenes que había dado para evitar que los guerrilleros del E.L.A.S. se apoderasen violentamente del Poder y añadió: “Si soy censurado por esta acción aceptaré gustoso la destitución impuesta por la Cámara, pero si no soy destituido, no debe haber duda de que persistiré en esta política de limpiar Atenas y la región de Atenas de todos que se han rebelado contra el Gobierno constitucional de Grecia”. Pocos días después74, el laborista Bevin, ministro de Trabajo, defendió la política del Gobierno británico en las siguientes declaraciones realizadas en la Conferencia laborista. “Hablo como miembro laborista del Gabinete de Guerra y como tal declaro que toda la actuación del Gobierno británico en relación con los asuntos de Grecia tendió a resolver los problemas por medio de votos y no de balas”. Durante la noche del día 12 al 13 el E.L.A.AS. atacó ferozmente los cuarteles británicos, pero los guerrilleros fueron rechazados. El día 12 el E.A.M. envió un emisario al general Scobie, quien le hizo entrega de las siguientes condiciones: Evacuación inmediata del Atica y entrega de las armas a las autoridades militares. Al mismo tiempo Scobie ordenó a sus tropas que se mantuviesen a la defensa y lo mismo ordenó a las demás fuerzas de guerrilleros que luchaban contra el E.L.A.S. sin embargo, dentro siempre del confusionismo y obscuridad que caracterizaban las informaciones sobre las gestiones para resolver la crisis, el E.A.M. exigía ciertas condiciones, entre ellas la formación de un nuevo Gobierno de coalición del que estaría excluido Papandreu y la disolución de la brigada de Montaña y del batallón Sagrado. El día 16 de diciembre, 1944, un corresponsal de la radio inglesa en Grecia transmitió el texto del siguiente memorándum: “Los sucesos sangrientos que se produjeron de manera imprevista entre el pueblo de Atenas, y de los cuales hemos sido testigos, son resultado de la insistencia inflexible por parte de la derecha reaccionaria sobre la disolución unilateral de las fuerzas del E.L.A.S. con objeto de imponer luego una dictadura fascista. Scobie, en violación del convenio formal y de los fines de guerra aliados, se ha identificado desgraciadamente con ese esfuerzo y se ha inmiscuido en los asuntos internos de una nación aliada”. Este memorándum exponía las siguientes condiciones del E.A. M.: 1º. Hasta que toda la cuestión militar pueda ser resuelta por un Gobierno de unidad nacional, que todavía no se ha constituido, el E.A.M. se compromete a 74

Mundo nº 242, 24 diciembre, 1944, p.679

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retirar provisionalmente las fuerzas del E.L.A.S. de Atenas y del Pireo hasta el límite convenido. En los siguientes puntos exigía la retirada de la brigada Montaña de Atenas y el Pireo, desarmar a las fuerzas de seguridad del Gobierno Rallis, colaboracionista durante la ocupación alemana y que las fuerzas británicas no interviniesen en los asuntos internos, según los acuerdos de Caserta. El general Scobie respondió ratificando que los guerrilleros tenían que entregar las armas, que los comunistas no habían cumplido los acuerdos de Caserta y que defendería el Gobierno constitucional. El día 18 las tropas británicas, después de recibir refuerzos, iniciaron una ofensiva para garantizar la libertad de comunicaciones entre Atenas y el Pireo. Mientras tanto, siguieron las conversaciones entre delegados del E.A.M. y del Gobierno para constituir una Regencia. En la noche del 9 al 10 de diciembre fue firmado en Moscú el Tratado francosoviético de alianza y asistencia mutua. El comunicado75 oficial facilitado en Moscú decía: “La visita a Moscú del general De Gaulle, jefe del Gobierno provisional francés, y de su ministro de Asuntos Exteriores, Bidault, ha sido señalada por numerosas manifestaciones de la simpatía que unen a los pueblos francés y soviético y que se ha fortalecido por la experiencia que han sufrido ambas naciones durante la presente guerra... se manifestó el deseo de establecer una estrecha colaboración entre las dos naciones y tomar todas las medidas para la defensa conjunta de Europa contra nuevas agresiones. En el punto 6º se comprometen a no concertar alianza y a no entrar en coalición dirigidas contra una de ellas. Bélgica76 fue liberada por las fuerzas británicas y norteamericanas entre el día 3 y 7 de septiembre de 1944, excepto la zona costera de Ostende. Poco después, el Gobierno Pierlot, que estuvo exiliado en Londres durante la ocupación alemana, presentó la dimisión, tras fracasar el intento de formar gobierno por el teniente general Tschoffen, Pierlot logró formar un nuevo gobierno de amplia base nacional, integrado por siete católicos, cinco socialistas, tres liberales, dos comunistas y dos sin partido. El 16 de noviembre, 1944, presentaron su dimisión los ministros comunistas. El origen de tales dimisiones fueron las medidas adoptadas por el Gabinete para disolver el llamado “Ejército blanco”, las fuerzas armadas de guerrilleros que debían incorporarse al nuevo Ejército regular. La tensión política belga se agravó al producirse manifestaciones realizadas por algunos centenares de personas frente al Parlamento para protestar contra dicha medida. Esta medida de disolver la guerrilla estaba apoyada por el Mando Supremo Aliado. Al mismo tiempo, Paul H. Spaak77, ministro belga de Asuntos Exteriores, estuvo en Londres conferenciando con Eden y de regreso a Bruselas se refirió a los rumores sobre la creación de un bloque de naciones occidentales, del que se venían haciendo eco los periodistas. “Mucho se ha escrito, dijo, sobre la creación de un Bloque de la Europa occidental. Creo que la palabra bloque no es la más apropiada y que puede dar lugar a malas interpretaciones. Lo importante es conseguir una paz duradera por medio de la seguridad colectiva y de la organización internacional”. Según Spaak, el aludido bloque solamente podría constituirse como parte integrante de la seguridad colectiva. Otras declaraciones realizadas por Spaak el 18 de noviembre hacían constar lo siguiente: “Bélgica ha renunciado para siempre a Mundo nº 241, 17 de diciembre de 1944, p.639 Mundo nº 238, 26 de noviembre de 1944, p.519 77 Mundo nº 238, 26 noviembre-1944, p.519 75

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su política de neutralidad e independencia de la preguerra”. Añadió que Bélgica, Francia, Holanda, Luxemburgo y acaso Noruega estuviesen en vísperas de concertar un pacto de seguridad regional dentro del plan de paz mundial. “Es necesario evitar, añadió, una política de bloques regionales que iría en contra de la seguridad colectiva; pero hay que recordar que el programa acordado en Dumbarton Oaks hace especial referencia a lo que se llama “acuerdos regionales”, por lo que nuestro país puede muy bien estudiar la conveniencia de la firma de aquel pacto. Hay dos cosas indispensables para la organización de la paz: ante todo, la seguridad colectiva, y después, el tratado ya existente entre Gran Bretaña y Rusia. Esa es la piedra angular de la paz del mañana”. El día 26 de diciembre, Churchill, de viaje en Grecia, conferenció durante tres horas con el arzobispo Damaskinos, mientras en las calles de Atenas la gente pedía a gritos que no se concediese amnistía a los miembros del E.L.A.S. En la reunión, con participación del E.L.A.S. pidió que fuesen aceptadas las condiciones de Scobie y expresó su confianza en que se constituyese un Gobierno griego de amplia base que funcionaría hasta que se celebrasen elecciones generales. El día 3 de enero, 1945, Plastiras formó un Gobierno republicano griego. No estaban incluidos ni monárquicos ni comunistas. El E.L.A.S. siguió en pie de guerra. El día 6 de enero, 1945, Roosevelt realizó unas declaraciones en el Congreso, en la que se refirió a los compromisos contenidos en la Carta del Atlántico. 78: “Nos proponemos permanecer, dijo, junto a las Naciones Unidas no durante la guerra, sino durante la paz por la cual combatimos. No nos une sólo un peligro común, sino una esperanza también común”. Después de afirmar que la guerra será proseguida con toda energía, sin parar atención en el precio que cueste ganarla, añadió: “Deseo formular la más seria advertencia contra los venenosos efectos de la propaganda enemiga. La cuña que los alemanes intentan introducir en el frente de Europa occidental es menos peligrosa en la situación actual de la guerra que las que continuamente intentan hundir entre nosotros y nuestros aliados. Circulan rumores tendenciosos y sin fundamento contra los rusos y contra los británicos”. Reconoció, no obstante, que existían diferencias entre los aliados y agregó: “No vacilaremos en utilizar nuestra influencia – y ya la utilizamos- para asegurar dentro de lo humanamente posible, el cumplimiento de los principios de la Carta del Atlántico. No hemos eludido nuestras responsabilidades militares en el curso de la guerra; no eludimos ni eludiremos las responsabilidades políticas que sigan a la contienda. Permaneceremos en guardia, pero no para explotar o exagerar las diferencias entre los Estados Unidos y nuestros aliados, particularmente en lo que se refiere a los pueblos liberados del fascismo. No sería sincero si no reconociera que existe inquietud en torno a muchas situaciones, por ejemplo, las de Grecia y Polonia. Pero estas situaciones no son tan fáciles, ni simples como algunos portavoces quisieran hacernos creer. Tenemos obligaciones, no forzosamente legales, para con los gobiernos exilados, los jefes de movimientos de resistencia y nuestros aliados. Nosotros y nuestros aliados hemos declarado que nuestro propósito es respetar el derecho de todos los pueblos a elegir la forma de Gobierno que deseen. Pero a causa de las disensiones internas, de los muchos ciudadanos que aún siguen prisioneros en Alemania o trabajan forzosamente en ella, es difícil señalar la clase de Gobierno que cada pueblo necesita hasta que las circunstancias permitan una auténtica expresión de la voluntad de esos pueblos. Nosotros y 78

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nuestros aliados tenemos el deber inexcusable de emplear nuestra influencia para que ninguna clase de autoridades temporales o provisionales en los países liberados bloquee el eventual ejercicio del derecho de los pueblos a escoger libremente el Gobierno y las instituciones que deseen para ser regidos”. Evolución general de la guerra desde Normandía al final Con Crimea limpia, la largamente esperada ofensiva soviética de verano, de nombre en código, Operación Bagration, comenzó el 22 de junio de 1944, con 2,5 millones de hombres y 6.000 tanques. Su objetivo era limpiar Bielorrusia de tropas alemanas, y aplastar al Grupo de Ejército Centro Alemán que estaba defendiendo ese sector. La ofensiva se organizó para coincidir con los desembarcos Aliados en Normandía, pero retrasos hicieron que la ofensiva tuviese que ser pospuesta por algunas semanas. La subsiguiente batalla resultó en la destrucción del Grupo de Ejército Centro Alemán, y en unas 800.000 bajas Alemanas, la derrota más grande de la Wehrmacht durante la guerra. Los soviéticos continuaron imparables adelante, alcanzando los alrededores de Varsovia el 31 de julio. La proximidad del Ejército Rojo, hizo que los polacos de Varsovia pensasen que serían liberados pronto. El 1 de agosto, se rebelaron como parte de la más amplia Operación Tempest. Casi 40.000 luchadores de la resistencia polaca tomaron el control de la ciudad. Los soviéticos, sin embargo, no avanzaron más. La única ayuda que recibieron los polacos fue fuego de artillería, cuando unidades del ejército alemán, que se movían dentro de la ciudad para acallar la revuelta, recibieron disparos de artillería soviética. La resistencia acabó el 2 de octubre. Después unidades alemanas destruyeron la mayor parte de lo que había quedado de la ciudad. Después de la destrucción del Grupo de Ejército Centro Alemán, los soviéticos atacaron a las fuerzas alemanas en el sur a mediados de julio de 1944, y en el plazo de un mes habían limpiado Ucrania de la presencia alemana, inflingiéndoles graves pérdidas a los alemanes. Una vez que Ucrania fue limpiada, las tropas soviéticas golpearon en Rumanía. El 2º y 3er Frentes Ucranianos del Ejército Rojo, se enzarzaron con el Heeresgruppe Südukraine alemán, que estaba constituido por formaciones alemanas y rumanas, en un operación para ocupar Rumanía y destruir las formaciones Alemanas en el sector. El resultado de la Batalla de Rumanía fue una victoria completa para el Ejército Rojo, y significó el paso de Rumanía desde el campo del Eje hacia el campo Aliado. Bulgaria se rindió al Ejército Rojo en septiembre. Siguiendo a los alemanes en retirada desde Rumanía, los soviéticos entraron en Hungría en octubre de 1944 pero el 6º Ejército Alemán rodeó y destruyó tres cuerpos del Grupo Pliyev del Mariscal Rodion Yakovlevich Malinovsky cerca de Debrecen, en Hungría. Los soviéticos habían esperado con su rápido asalto la captura de Budapest, pero fueron rechazados y Hungría permanecería como aliada de Alemania hasta el fin de la guerra en Europa. Esta batalla sería la última victoria alemana en el Frente Oriental. Los soviéticos se recobraron de su derrota en Debrecen, y las columnas adelantadas del Ejército Rojo colaboraron con los Partisanos yugoslavos en la liberaron Belgrado a últimos de noviembre y alcanzaron Budapest el 29 de diciembre de 1944, rodeando la ciudad y atrapando unas 188.000 tropas del Eje, incluyendo muchas Waffen-SS alemanas. Los alemanes aguantaron hasta el 13 de febrero de 1945, y el asedio se convirtió en uno de los más sangrientos de la guerra. Mientras tanto el 1er, 2º y 3er Frentes del Báltico del Ejército Rojo 249

entablaron combate con los restos del Grupo de Ejército Centro y del Grupo de Ejército Norte para capturar la región báltica de manos alemanas en octubre de 1944. El resultado de la consiguiente serie de batallas fue la pérdida permanente de contacto entre los Grupos de Ejército Norte y Centro, y la creación de la bolsa de Courland en Letonia, donde los ejércitos alemanes 16º y 18º fueron atrapados, con un total de unos 250.000 hombres, y allí permanecerían hasta el final de la guerra. El Pacífico (junio de 1943 – julio de 1945) El 30 de junio, los Aliados lanzaron la Operación Cartwheel, una operación de gran estrategia para el Pacífico Sur y Sudoeste, encaminada a aislar la base Japonesa más importante, Rabaul, antes de proceder a la campaña de «saltar de isla en isla» hacia Japón. Había tres objetivos principales: volver a capturar Tulagi y las Islas Santa Cruz; volver a conquistar la costa norte de Nueva Guinea, y las Islas Salomón centrales; y la toma de Rabaul y bases cercanas. Para septiembre, las fuerzas australianas y estadounidenses en Nueva Guinea habían capturado las bases más importantes Japonesas en Salamaua y Lae. Poco después se lanzaron sobre la Península Huon, la cadena montañosa Finisterre, Bougainville, y las campañas de Nueva Bretaña. En noviembre, los marines de Estados Unidos vencieron en la Batalla de Tarawa. Este fue el primer asalto anfibio con una oposición muy fuerte en el teatro del Pacífico. La gran cantidad de bajas que sufrieron los Marines, desató una tormenta de protestas en los Estados Unidos, donde no se podía comprender que se sufriesen pérdidas tan grandes por una diminuta y aparentemente sin importancia isla. Los Aliados adoptaron una política de puentear algunas islas fuertes Japonesas y dejarlas "pudrirse en el árbol", rotos sus suministros y tropas de refresco. El avance Aliado continuó en el Pacífico con la captura de las Islas Marshall antes de finales de febrero. Unos 42.000 soldados del Ejército y Marines de los Estados Unidos desembarcaron en el atolón Kwajalein el 31 de enero. Se produjo una batalla muy dura, y la isla fue conquistada el 6 de febrero. Después los Marines de Estados Unidos volvieron a derrotar a los Japoneses en la Batalla de Eniwetok. El objetivo estratégico de los Estados Unidos era el conseguir bases aéreas para poder bombardear Japón con sus nuevos B29, en las Islas Marianas, especialmente Saipán, Tinian y Guam. El 11 de junio, la flota Naval de los Estados Unidos bombardeó Saipán, defendido por 32.000 tropas Japonesas; La Batalla de Saipán comenzó el día 15, cuando 77.000 marines desembarcaron, consiguiendo asegurar la isla el 9 de julio. Los Japoneses emplearon toda su menguante fuerza naval en la Batalla del Mar de Filipinas, pero sufrieron graves pérdidas en barcos y aviones. Después de la batalla, la fuerza de portaaviones Japonesa ya no era efectiva militarmente. Con la captura de Saipán, Japón estaba al fin al alcance de los bombarderos B-29. Guam fue invadida el 21 de julio y conquistada el 10 de agosto, pero los japoneses lucharon fanáticamente. Las operaciones de limpieza continuaron mucho tiempo después de que la Batalla de Guam hubiese acabado oficialmente. La isla de Tinian fue invadida el 24 de julio y fue tomada el 1 de agosto. Esta operación vio el uso por vez primera del napalm en una guerra. Las tropas del General MacArthur liberaron las Filipinas, desembarcando en la isla de Leyte el 20 de octubre. Los Japoneses se habían preparado, dispuestos a una defensa a toda costa, y usaron los últimos restos de sus fuerzas navales en un intento fallido para destruir la fuerza de invasión en la Batalla del Golfo de 250

Leyte, desde el 23 de octubre hasta el 26 de octubre de 1944, la batalla naval más grande de la historia del mundo moderno. Esta fue la primera batalla en la que los Japoneses emplearon ataques kamikaze. El acorazado Japonés Musashi, uno de los dos acorazados más grandes jamás construidos, fue hundido por 19 torpedos estadounidenses y 17 bombas. A lo largo de 1944, los submarinos y aviones Aliados atacaron la marina mercante Japonesa, y privaron a la industria japonesa de las materias primas, por cuya obtención Japón había ido a la guerra. El principal objetivo era el petróleo, y Japón estaba casi seco a finales de 1944. En 1944, los submarinos hundieron unos dos millones de toneladas de carga, mientras que los Japoneses solamente fueron capaces de reemplazar menos de un millón de toneladas. 30 El 6º Ejército de los Estados Unidos desembarcó en Luzón, la principal isla de las Filipinas. Manila fue reconquistada en marzo. Los Estados Unidos capturaron Iwo Jima en febrero. La isla era psicológicamente importante porque era un territorio tradicional Japonés, administrado por la prefectura de Tokio. Estaba fuertemente defendido con muchos túneles, trincheras y fuertes bajo tierra, pero eventualmente fue conquistado por los Marines, después de que hubiesen capturado el Monte Suribachi, un punto clave de la defensa. Iwo Jima probó ser de un valor incalculable debido a sus dos campos de aviación que fueron usados para los aterrizajes de emergencia de los B29, y porque estaba bastante cerca de Japón como para proveer escolta de cazas a los bombarderos, y así alcanzar las islas de origen japonesas. Con la consiguiente captura de Okinawa (desde abril hasta junio), los Estados Unidos trajeron a la tierra natal de los Japoneses, dentro de un radio de acción más cómodo, para sus ataques navales y aéreos. Los japoneses defendieron la isla con tropas terrestres, kamikazes, y con la misión suicida del acorazado Yamato, que fue hundido por los bombarderos en picado estadounidenses. Junto con docenas de otras ciudades Japonesas, Tokio fue bombardeado con bombas incendiarias, y murieron cerca de 90.000 personas en el ataque inicial. Las condiciones de vida hacinadas alrededor de los centros de producción y las construcciones residenciales de madera contribuyeron a las cifras tan grandes de pérdidas humanas. Además, los puertos y las mayores áreas de tránsito marítimo de Japón fueron saturadas con minas colocadas desde el aire, en la Operación Starvation, que desorganizó totalmente la logística de la nación isla. La última ofensiva importante en el área del Pacífico Sudoeste fue la Campaña de Borneo de mediados de 1945, cuyo objetivo era aislar más aún, a las fuerzas japonesas que quedaban en el Sudeste de Asia, y asegurar la liberación de los prisioneros de guerra aliados. China y el Sureste de Asia (marzo de 1944 – junio de 1945) En abril de 1944, los japoneses comenzaron la Operación Ichigo, para asegurar la ruta férrea entre Peking y Nanking, y para limpiar el sur de China de campos de aviación estadounidenses bajo el mando del General Chennault. La operación tuvo éxito, ya que abrió un corredor continuo entre Peking e Indochina, y forzó la recolocación de los campos de aviación más tierra adentro.Sin embargo, falló en la destrucción del ejército de Chiang Kai-shek, y los estadounidenses pronto adquirieron las Marianas, desde las que podían bombardear las islas de origen japonesas. Mientras los estadounidenses continuaban sin pausa la construcción de la carretera de Ledo desde la India hasta China, en marzo de 1944, los japoneses empezaron su propia ofensiva hacia la India. Esta "Delhi Chalo" ('Marcha hacia 251

Delhi') fue iniciada por Netaji Subhas Chandra Bose, el comandante del Ejército Nacional Indio (una fuerza compuesta de prisioneros de guerra del Ejército Indio Británico, que habían sido capturados por los japoneses y que habían decidido unirse a la guerra en un intento para librar a la India de sus gobernantes coloniales, y desde ahí obtener la independencia). Los japoneses intentaron destruir a las principales fuerzas indias y británicas en Kohima e Imphal, resultando en algunos de los combates más feroces de la guerra. Mientras que las tropas aliadas que estaban cercadas eran reforzadas y suministradas por aviones de transporte hasta que tropas frescas consiguieron romper el asedio, los japoneses, debido en parte a las lluvias torrenciales, agotaron sus suministros y empezaron a pasar hambre. Las fuerzas supervivientes se retiraron eventualmente perdiendo 85.000 hombres, una de las derrotas más grandes del Japón durante la guerra. Durante el monzón desde agosto hasta noviembre de 1944, los japoneses fueron perseguidos hasta el río Chindwin en Birmania. Con el comienzo de la estación seca a principios de 1945, las fuerzas estadounidenses y chinas finalmente completaban la carretera de Ledo, aunque demasiado tarde como para tener ningún efecto decisivo. El 14º Ejército Británico, compuesto de unidades indias, británicas y africanas, lanzó una ofensiva en Birmania central. Las fuerzas Japonesas fueron derrotadas decisivamente, y los aliados los persiguieron hacia el sur, conquistando Rangún el 2 de mayo (véase Operación Drácula). Frente Occidental (junio de 1944 – enero de 1945) En la primavera de 1944, se habían completado las preparaciones aliadas para la invasión de Francia. Se habían reunido unas 120 divisiones con unos 2 millones de hombres, de los cuales 1,3 millones eran estadounidenses, 600.000 eran británicos y el resto unidades canadienses, franceses libres y polacos. La invasión se emplazó para el 5 de junio pero debido al mal tiempo se pospuso para el 6 de junio de 1944. Entre el 85 y el 90 por ciento de todas las tropas alemanas estaba desplegado en el Frente Oriental, y sólo unos 400.000 alemanes en dos ejércitos, el 7º Ejército alemán y el recién creado 5° Ejército Panzer eran todo lo que Alemania podía reservar para defenderse contra la invasión aliada. Los alemanes habían construido también una serie de fortificaciones elaboradas a lo largo de la costa, llamadas el Muro del Atlántico para detener la invasión, pero en muchos sitios el Muro estaba incompleto o destruido a causa de los bombardeos aliados, cuya superioridad en aviación era apabullante. Las fuerzas aliadas, bajo el mando supremo de Dwight D. Eisenhower, habían lanzado una elaborada campaña de engaños, para convencer a los alemanes que los desembarcos ocurrirían en el área de Calais, lo que causó que los alemanes desplegaran gran parte de sus fuerzas en ese sector. Solamente 50.000 alemanes estaban desplegados en el sector de Normandía el día de la invasión. La invasión comenzó cuando se lanzaron 17.000 paracaidistas en Normandía para servir como una fuerza de distracción e impedir que los alemanes atacasen las playas. Al apuntar el día, una flota naval inmensa apoyada por aviones bombardeó las defensas alemanas en las playas, pero debido al mar que estaba muy agitado, muchos barcos fallaron su blanco. Se desembarcó en cinco puntos conocidos en clave como Utah, Omaha, Gold, Juno y Sword. Los estadounidenses en particular, sufrieron fuertes pérdidas en la playa de Omaha debido a que las fortificaciones alemanas estaban intactas. Sin embargo, al final del primer día, se habían cumplido muchos de los objetivos aliados, incluso habiendo sido muy optimista el objetivo británico de capturar Caen. Los 252

alemanes no lanzaron ningún contraataque significativo sobre las playas, salvo una contraofensiva de los panzer que separó Juno y Sword, ya que Hitler creía que los desembarcos eran una distracción. Solamente tres días más tarde, el Alto Mando alemán se dio cuenta que Normandía era el lugar de la verdadera invasión, pero para entonces, los Aliados habían consolidado sus cabezas de playa. Relato de un testigo del desembarco en Omaha, Cornelius Ryan, famoso tras la guerra por su libro "Normandía": Los hombres saltaron en el agua, que tenía una profundidad de uno a dos metros. Allí se encontraron indefensos, algunos separados de sus compañías, en sectores distintos a los previstos. Incapaces de correr bajo el peso de sus equipos fueron golpeados por fuego de las armas ligeras y las balas trazadoras enemigas. Murieron la mitad de los hombres en el agua. Algunos de los que lograron llegar a tierra se mantenían quietos y serenos como si fueran inmunes a las balas. Había islotes de heridos y muertos: los heridos pedían un sanitario, los muertos iban dulcemente hacia la orilla, donde la marea ascendente ahogaba a los que allí se encontraban. El coronel Taylor, jefe del 16º regimiento se movía por la playa sin miedo a las balas, gritando: Sólo hay dos clases de hombres en el agua: Los muertos y los que van a morir. ¡Salgamos de aquí! Cuando los hombres descubrieron que podían avanza su miedo se transformó en cólera... El terreno «bocage» de Normandía, donde los estadounidenses habían desembarcado, era ideal para la guerra defensiva. No obstante, los estadounidenses progresaron de forma constante y capturaron el puerto de aguas profundas de Cherburgo el 26 de junio, uno de los objetivos primarios de la invasión. Sin embargo, los alemanes habían minado el puerto y destruido muchas de las instalaciones antes de rendirlo, y haría falta otro mes antes de que el puerto pudiese ser habilitado para un uso limitado. Los británicos lanzaron otro ataque el 13 de junio para capturar Caen, pero fueron rechazados debido a que los alemanes habían reforzado la ciudad con un gran número de tropas en la ciudad para retenerla. La ciudad permanecería todavía en manos alemanas durante otras 6 semanas. El 23 de julio, en la Operación Cobra, las fuerzas mecanizadas estadounidenses consiguieron forzar la salida por el lado oeste de la cabeza de playa de Normandía gracias a su superioridad numérica, al poder de fuego aliado y a tácticas mejoradas. Cuando Hitler supo de la salida estadounidense, ordenó a sus fuerzas en Normandía que lanzasen una contraofensiva inmediata. Sin embargo, las fuerzas alemanas que se movían en campo abierto, eran un objetivo fácil para la aviación aliada, ya que al principio habían escapado de los ataques aéreos aliados, debido solamente a sus posiciones defensivas bien camufladas. Los estadounidenses colocaron fuertes formaciones en sus flancos para que neutralizaran los ataques, y empezaron entonces a rodear al 7º Ejército alemán y a grandes partes del 5° Ejército Panzer en la bolsa de Falaise. Fueron capturados unos 50.000 alemanes, pero 100.000 consiguieron escapar de la bolsa, aunque sin sus tanques ni armamento pesado. Todavía peor para los alemanes, fue que los británicos y canadienses que habían estado bloqueados en su sector, ahora hicieron una brecha en las líneas alemanas. Se había desvanecido cualquier esperanza que tuviesen los alemanes de contener el avance aliado en Francia, formando una nueva línea defensiva. Los aliados se precipitaron por toda Francia, avanzando 1000 kilómetros en dos semanas. Las fuerzas alemanas se retiraron hacia el Norte de Francia, Países Bajos y Bélgica. 253

Las fuerzas aliadas estacionadas en Italia invadieron la Riviera francesa el 15 de agosto de 1944, y enlazaron con las fuerzas de Normandía. La resistencia francesa clandestina en París, se levantó contra los alemanes el 19 de agosto, y una división acorazada francesa bajo el mando del general Philippe Leclerc, presionando a la vanguardia desde Normandía, recibió la rendición de las fuerzas alemanas de la ciudad, y liberó a la ciudad el 25 de agosto. Los alemanes lanzaron la bomba volante V-1, el primer misil de crucero del mundo, para atacar blancos en el sur de Inglaterra y en Bélgica. Más tarde, emplearían el cohete V2, un misil balístico guiado de combustible líquido. Ninguna de estas armas era muy precisa y podían solamente ser apuntadas hacia blancos grandes, como las ciudades. Tuvieron muy poco impacto militar, pero su intención era más bien la desmoralización de los civiles. Los problemas logísticos eran una constante en el avance aliado hacia el este, ya que las líneas de suministro todavía venían desde las playas de Normandía. Los paracaidistas aliados y las fuerzas acorazadas intentaron un avance para ganar la guerra, a través de los Países Bajos y el Rin con la Operación Market Garden en septiembre, pero fueron rechazados. Una victoria decisiva lograda por el 1º Ejército canadiense en la Batalla del Scheldt, aseguró la entrada al puerto de Amberes, con lo cual se pudo usar para recibir suministros a últimos de noviembre de 1944. Mientras tanto, los estadounidenses lanzaron un ataque a través del bosque de Hurtgen en septiembre; los alemanes, a pesar de tener menor número de hombres, fueron capaces de rechazar a los estadounidenses durante 5 meses, usando el difícil terreno y buenas posiciones defensivas. En octubre, los estadounidenses capturaron, Aquisgrán, la primera ciudad importante alemana en ser ocupada. El objetivo del ataque sería la captura de Amberes. La captura o destrucción de Amberes no sólo cortaría los suministros a los ejércitos aliados, también dividiría a las fuerzas aliadas en dos, desmoralizando la alianza y forzando a sus líderes a negociar. Para el ataque, Hitler concentró lo mejor de lo que le quedaba de sus fuerzas, en el Oeste. El 5° Ejército Panzer, el reconstruido 7º Ejército y el recién creado 6º Ejército Panzer, en total, 240.000 hombres en 28 divisiones, 1.200 tanques y cañones de asalto. La ofensiva empezó el 16 de diciembre de 1944, con una barrera artillera disparada por 900 cañones alemanes. Una hora más tarde, los tres ejércitos alemanes golpearon la línea estadounidense del frente. Hitler lanzó su golpe hacia Amberes a través de las Ardenas, en el sur de Bélgica, una región llena de colinas y en algunos lugares llena de espesos bosques, y el lugar de su victoria en 1940. El ataque del 6º Ejército Panzer tuvo un progreso lento, pero una de sus puntas de lanza consiguió penetrar en las líneas estadounidenses y lanzarse con rapidez hacia el río Mosa. En el Sur, el 5° Ejército Panzer penetró a través de la inexperta infantería estadounidense. El avance alemán fue retrasado en SaintVith, población que las fuerzas estadounidenses defendieron durante varios días. En el vital nudo de carreteras de Bastogne, los alemanes sitiaron la ciudad, defendida por la 101ª División Aerotransportada, pero no consiguieron tomarla. Algunas unidades alemanas sobrepasaron Bastogne, pero el avance principal fue bloqueado. La ofensiva alemana tuvo un gran impacto en los comandantes aliados, ya que no creían que los alemanes aún tuvieran capacidad para organizar una ofensiva a gran escala. Muchas de las tropas alemanas que atacaban eran veteranos del Frente Oriental, y sabían cómo combatir en invierno. Un cielo denso y cubierto había impedido el uso de sus aviones de reconocimiento y de ataque a tierra a los estadounidenses. Sin embargo, los 254

aliados estaban empezando a recuperarse de su impacto inicial y el 1º Ejército y el 9º Ejército se reagruparon para bloquear cualquier intento de avance de los alemanes hacia el Norte. El 3º Ejército de Patton hizo un giro rápido de 90 grados y golpeó el flanco sur alemán. El 26 de diciembre, el 3º Ejército había liberado Bastogne. El clima en estos momentos había mejorado, permitiendo liberar todo el poder aéreo aliado, hasta detener el ataque terrestre alemán en Dinant. En un intento para mantener el impulso de la ofensiva los alemanes lanzaron un ataque aéreo masivo contra los campos de aviación aliados en los Países Bajos el 1 de enero de 1945. Los alemanes destruyeron 465 aviones pero perdieron 277 de sus propios aviones. Mientras que los aliados recuperaron sus pérdidas en cuestión de días, la Luftwaffe no, por lo que ya no fue capaz de lanzar más ataques aéreos importantes. Las fuerzas aliadas del norte y el sur se encontraron en Houffalize, y a finales de enero habían empujado a los alemanes a sus posiciones de partida. Se habían desperdiciado meses de la producción de guerra del Reich, en un momento en el que las fuerzas alemanas del Frente Oriental necesitaban esos recursos desesperadamente, ya que el Ejército Rojo se estaba preparando para su masiva ofensiva contra Alemania. Frente oriental (enero de 1945 – abril de 1945) Con los Balcanes y la mayor parte de Hungría limpias de tropas Alemanas a últimos de diciembre de 1944, los soviéticos comenzaron un redespliegue masivo de sus fuerzas hacia Polonia para su inminente ofensiva de Invierno. Las preparaciones soviéticas todavía estaban en marcha, cuando Churchill le pidió a Stalin que lanzase su ofensiva tan pronto como fuera posible para aliviar la presión Alemana en el Oeste. Stalin accedió y la ofensiva fue dispuesta para el 12 de enero de 1945. Los ejércitos de Konev atacaron a los alemanes en el sur de Polonia y se expandieron desde su cabeza de puente en el Río Vístula cerca de Sandomierz. El 14 de enero, los ejércitos de Rokossovsky atacaron desde el Río Narew al norte de Varsovia. Los ejércitos de Zhúkov, situados en el centro, atacaron desde sus cabezas de puente cerca de Varsovia. La ofensiva combinada Soviética rompió las defensas que cubrían Prusia Oriental, dejando el frente Alemán en un completo caos. Zhúkov tomó Varsovia el 17 de enero, y para el 19 de enero, sus tanques tomaron Łódź. Ese mismo día, las fuerzas de Konev alcanzaron la frontera Alemana anterior a la guerra. Al final de la primera semana de la ofensiva, los soviéticos habían penetrado 160 kilómetros en profundidad, en un frente que tenía 650 kilómetros de ancho. La apisonadora Soviética se paró finalmente en el Río Óder al final de enero, a sólo 60 kilómetros de Berlín. Los soviéticos habían esperado capturar Berlín para mediados de febrero, pero resultó una previsión demasiado optimista. La resistencia alemana que casi se había colapsado en la fase inicial del ataque, se había había endurecido tremendamente. Las líneas soviéticas de suministro estaban sobre extendidas y la disciplina entre las tropas Soviéticas en el momento que fueron lanzadas sobre suelo alemán se colapsó. El deshielo de primavera, la falta de apoyo aéreo, y el miedo a ser rodeados a través de ataques de flanco desde Prusia Oriental, Pomerania y Silesia, condujo a un alto general de la ofensiva soviética. El recién creado Grupo de Ejército Vístula, bajo el mando de Heinrich Himmler, intentó un contraataque en el flanco expuesto del Ejército Soviético pero había fallado para el 24 de febrero. Esto hizo que Zhúkov tuviese claro que el flanco tenía que ser asegurado antes que pudiese montarse cualquier ataque sobre Berlín. Los soviéticos reorganizaron entonces sus fuerzas y golpearon hacia el norte, limpiando Pomerania, y después atacaron hacia el sur y limpiaron Silesia de 255

tropas alemanas. En el sur, tres intentos alemanes de liberar la asediada guarnición de Budapest fallaron, y la ciudad cayó ante los soviéticos el 13 de febrero. Los alemanes contraatacaron otra vez; Hitler insistía en la tarea imposible de recuperar el Río Danubio. El 16 de marzo, el ataque había fallado, y el Ejército Rojo contraatacó ese mismo día. El 30 de marzo, entraron en Austria y capturaron Viena el 13 de abril. Hitler creía que el objetivo principal para la inminente ofensiva Soviética sería en el sur cerca de Praga, y no Berlín, y había enviado las últimas reservas Alemanas a defender en ese sector. El principal objetivo del Ejército Rojo era realmente Berlín y para el 16 de abril estaba listo para comenzar su asalto final sobre Berlín. Las fuerzas de Zhukov golpearon por el centro y cruzaron el río Óder pero quedaron detenidas debido a la desesperada resistencia Alemana en las Alturas Seelow. Después de tres días de lucha muy dura y de 33.000 soldados soviéticos muertos, se penetraron las últimas defensas de Berlín. Konev cruzó el río Óder desde el Sur y se encontró que podía atacar Berlín pero Stalin le ordenó a Konev que guardase los flancos de las fuerzas de Zhúkov y que no atacase Berlín. Las fuerzas de Rokossovskiy cruzaron el Óder por el norte y enlazaron con las fuerzas del Mariscal de Campo Bernard Montgomery en el norte de Alemania mientras que las fuerzas de Zhúkov y Konev capturaban Berlín. Para el 24 de abril, los grupos de ejército soviéticos habían rodeado al 9º Ejército Alemán y a parte del 4º Ejército Panzer. Estas eran las principales fuerzas que supuestamente tenían que defender Berlín, pero Hitler había dado órdenes a estas fuerzas que aguantasen donde estaban y que no retrocediesen. Así que las principales fuerzas Alemanas que supuestamente debían defender Berlín, estaban atrapadas al sureste de la ciudad. Berlín fue rodeada más o menos en este momento, y como esfuerzo de resistencia final, Hitler llamó a los civiles, incluyendo a los adolescentes y ancianos, a que luchasen en la milicia Volkssturm, contra el Ejército Rojo que se estaba aproximando. Estas fuerzas marginales fueron aumentadas con los vapuleados restos alemanes que habían luchado contra los soviéticos en las Alturas Seelow. Hitler le ordenó al cercado 9º Ejército, que rompiese el cerco y que enlazase con el 12º Ejército del General Walther Wenck y que liberase Berlín. Una tarea imposible, las unidades supervivientes del 9º Ejército fueron conducidas hacia los bosques que rodeaban Berlín, cerca del pueblo de Halbe, donde estuvieron envueltos en una lucha particularmente dura, tratando de romper las líneas Soviéticas y de alcanzar al 12º Ejército. Una minoría consiguió unirse al 12º Ejército y dirigirse peleando hacia el oeste, para rendirse a los estadounidenses. Mientras tanto, la durísima lucha urbana continuaba en Berlín. Los alemanes habían almacenado una gran cantidad de panzerfausts, y consiguieron destruir una gran cantidad de tanques soviéticos en las calles llenas de escombros de Berlín. Sin embargo, los soviéticos emplearon las lecciones que habían aprendido en la lucha urbana en Stalingrado, y fueron avanzando lentamente hacia el centro de la ciudad. La fuerzas alemanas en la ciudad resistieron tenazmente, en particular la unidad SS Nordland, que estaba compuesta de voluntarios SS extranjeros, porque estaban muy motivados ideológicamente y creían que no vivirían si eran capturados. La lucha fue casa por casa y cuerpo a cuerpo. Los soviéticos tuvieron 360.000 bajas; los alemanes 450.000 bajas incluyendo civiles, y además 170.000 capturados. Hitler y su personal se trasladaron al Führerbunker, un bunquer de hormigón debajo de la Cancillería, donde se suicidó el 30 de abril de 1945, junto a Eva Braun, con la que había contraído matrimonio unas horas antes. 256

La Guerra acaba en Europa Roosevelt, Churchill, y Stalin llegaron a acuerdos para la Europa de posguerra en la Conferencia de Yalta en febrero de 1945. Su encuentro llegó a muchas resoluciones importantes, tales como la formación de las Naciones Unidas, elecciones democráticas en Polonia, las fronteras de Polonia se movieron hacia el oeste a expensas de Alemania, los nacionales soviéticos serían repatriados, y se acordó que la Unión Soviética atacaría a Japón a los tres meses de la rendición de Alemania. Los Aliados reasumieron su avance hacia el interior de Alemania a finales de enero. El obstáculo final para los Aliados era el Río Rin, que fue cruzado a finales de marzo de 1945, ayudados por la captura fortuita del Puente de Ludendorff en Remagen. Una vez que los Aliados hubieron cruzado el Rin, los británicos se dirigieron en abanico hacia el nordeste en dirección a Hamburgo, cruzando el Río Elba y moviéndose hacia Dinamarca y el Mar Báltico. El 9º Ejército de los Estados Unidos se dirigió al sur para formar la pinza norte del embolsamiento del Ruhr, mientras que el 1º Ejército fue hacia el norte como la pinza sur del embolsamiento. Estos ejércitos estaban comandados por el general Omar Bradley, que tenía bajos su mando a 1.300.000 hombres. El 4 de abril, el cerco estaba completado, y el Grupo de Ejército Alemán B, que incluía al 5º Ejército Panzer, al 7º Ejército y al 15º Ejército comandados por el Mariscal de Campo Walther Model, estaban atrapados en la Bolsa del Ruhr. Se cogió a unos 300.000 soldados alemanes como prisioneros de guerra. El 1er y 9º ejércitos de los Estados Unidos giraron entonces hacia el este. Pararon su avance en el río Elba, donde se encontraron con las tropas soviéticas a mediados de abril. Los avances Aliados hacia el norte de la Península Italiana, en el invierno de 1944–45, habían sido lentos debido al terreno montañoso y al redespliegue de tropas en Francia. Pero para el 9 de abril, el 15º Grupo de Ejército Britoestadounidense, penetró a través de la Línea Gótica y atacó el valle del Po, cercando gradualmente las principales fuerzas alemanas. Milán se conquistó a finales de abril. El 5º Ejército de Estados Unidos continuó su avance hacia el oeste y enlazó con unidades francesas, mientras que los Británicos entraron en Trieste, y se encontraron con los partisanos yugoslavos. Unos pocos días antes de la rendición de las tropas alemanas en Italia, partisanos italianos capturaron a Mussolini, que trataba de escapar a Suiza. Fue ejecutado, junto con su amante Clara Petacci. Se llevaron sus cuerpos a Milán, donde fueron colgados boca abajo, para escarnio público. Después de la muerte de Hitler, Karl Dönitz se convirtió en el jefe del gobierno alemán pero su podería se desintegraba rápidamente. Las fuerzas alemanas en Berlín entregaron la ciudad a las tropas soviéticas el 2 de mayo de 1945. Las fuerzas alemanas en Italia se rindieron el 2 de mayo de 1945, en el cuartel general del General Alexander, y las fuerzas alemanas en el Norte de Alemania, Dinamarca y los Países Bajos se rindieron el 4 de mayo. El Alto Mando Alemán bajo el Generaloberst Alfred Jodl rindieron incondicionalmente todo el resto de fuerzas alemanas el 7 de mayo en Reims, Francia. Los Aliados occidentales celebraron el «Día de la Victoria en Europa» el 8 de mayo. La Unión Soviética celebró el «Día de la Victoria» el 9 de mayo. Algunos restos del Grupo de Ejército Centro Alemán continuaron resistiendo hasta el 11 de mayo o el 12 de mayo. Mapas sobre la evolución de la guerra:

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Capítulo V. Entre Yalta, Potsdam y el fin de la guerra en el Pacífico

El 12 de enero el Ejército soviético inició una gran ofensiva, a lo largo de un frente de casi 1.000 kilómetros, comenzando en Prusia y terminando en la frontera húngaro-eslovaca. El día 19 alcanzaron la línea Tilsit, Mlawa, Lodz, Crestochova, Cracovia. En sólo siete días recorrió 200 kilómetros. En Prusia Oriental dos grandes agrupaciones de fuerzas operaron convergentemente: una, al Norte, mandada por Cherniakoski, apuntaba a Könisberg; otra, a las órdenes de Rokososky, avanzó sobre Mariemburgo y Elbing en dirección a la desembocadura del Vístula. Ambos movimientos, coordinados en el tiempo y en el espacio, crearon una gigantesca bolsa en cuyo interior se encuentra la región de los lagos masurianos. Los alemanes tuvieron que abandonar la región. Al sur del Vístula, Zhukov alcanzaba, el día 24, la ciudad de Bromberg y cerraba sobre Posen. Esta maniobra trataba de progresar por el Warta hasta su confluencia con el Oder, a lo largo de la vía natural de penetración sobre Berlín. En Silesia, Koniev cruzaba el Prosna y ante la dura resistencia alemana se desvió hacia el Norte para alcanzar el Oder en la zona de Breslau – Brieg, con el objetivo de utilizar el valle para proseguir en dirección Noroeste. Petrovsk , en Eslovaquia, avanzaba más lentamente, dadas las condiciones del terreno. La capital de Hungría, Budapest, fue ocupada por el Ejército Rojo. En el frente Oeste, la resistencia alemana impedía un avance en profundidad sobre Alemania y en dirección a Berlín. Se luchaba en el territorio belga y holandés, al Norte. En Alsacia, las fuerzas del VII Ejército norteamericano se replegaron entre los Bajos Vosgos y Sarreguemines. Y las divisiones coloniales del I er. Ejército francés no conseguían progresar entre Than y Moulhouse. Se preveía que los soviéticos llegasen los primeros a Berlín y se temía que Hitler firmase una paz por separado con Stalin, a fin de concentrar el esfuerzo bélico contra los aliados occidentales79. Con ese escenario militar de fondo, del 4 al 11 de febrero de 1945 permanecieron reunidos en Yalta, Crimea, Churchill, Roosevelt y Stalin, juntamente con sus Ministros de Asuntos Exteriores, jefes de Estado Mayor y otros consejeros. Tras finalizar la Conferencia, el día 12, se publicó un comunicado oficial con el siguiente texto: “Planes militares para la derrota total. Hemos considerado y determinado los planes militares de las tres potencias aliadas para la derrota final del enemigo común. Los Estados Mayores de las tres potencias aliadas se han reunido en reuniones diarias durante el tiempo de la Conferencia. Estas reuniones han sido máximamente satisfactorias desde todos los puntos de vista y han tenido como resultado una más estrecha coordinación del esfuerzo militar de los tres aliados que en cualquier momento anterior. Ha sido intercambiada la más plena información. Se ha llegado a un pleno acuerdo y se han planeado en detalle la sincronización, alcance y coordinación de los nuevos y aún más poderosos golpes que han de ser asestados por nuestros Ejércitos y fuerzas aéreas contra el corazón de Alemania, desde el Este, Oeste, Norte y Sur. Nuestros planes militares combinados solamente serán conocidos según los vayamos ejecutando; pero creemos que la

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más estrecha comunidad de trabajo entre los tres Estados Mayores alcanzada en esta Conferencia tendrá como resultado el acortamiento de la guerra. Las reuniones de los Estados mayores continuarán. Las reuniones de los Estados Mayores serán continuadas en el futuro, cuando lo exijan las necesidades. La Alemania nazi está condenada a la desaparición. El pueblo alemán únicamente hará para sí más penoso el precio de su derrota si intenta continuar su desesperada resistencia. Hemos llegado a un acuerdo acerca de la política común y de los planes para conseguir la rendición incondicional, los términos de la cual impondremos juntos a la Alemania nazi después de que haya sido aplastada finalmente la resistencia armada alemana. Estos términos no serán dados a conocer hasta que haya sido conseguida la derrota final de Alemania. Con arreglo a los planes convenidos, las fuerzas de las tres potencias ocuparán zonas separadas de Alemania. Ha sido prevista una administración y control coordinados, a través de una Comisión central de control formada por los comandantes supremos de las tres potencias, que tendrá su cuartel general en Berlín. Ha sido convenido que Francia sería invitada por las tres potencias para que, si así lo desea, tenga una zona de ocupación y participe como cuarto miembro de la Comisión de control. Los límites de la zona francesa serán acordados por los cuatro Gobiernos interesados a través de sus representantes en la Comisión consultiva europea. Castigo a los criminales de guerra. Es nuestro inflexible propósito destruir el militarismo alemán y el nazismo y asegurar que Alemania no podrá jamás perturbar otra vez la paz del mundo. Estamos determinados a desarmar y disolver todas las fuerzas armadas alemanas, eliminando para siempre al Estado Mayor alemán, que ha contribuido repetidamente al resurgimiento del militarismo alemán; transportar o destruir todo el equipo militar alemán; eliminar o controlar toda la industria alemana que pudiera ser usada para la producción militar, someter a todos los “criminales de guerra” a la justicia para un rápido castigo y exacta reparación específica de las destrucciones realizadas por los alemanes; eliminar el partido nazi y las leyes, organización e instituciones nazis y militaristas de los órganos públicos y de la vida cultural y económica del pueblo alemán y tomar, en armonía, todas las demás medidas en Alemania que sean necesarias para la paz y la seguridad futuras del mundo. Destrucción del militarismo alemán. No es nuestro propósito destruir al pueblo de Alemania; pero solamente cuando el nazismo y el militarismo hayan sido extirpados habrá esperanzas de una vida digna para los alemanes y habrá lugar para ellos en la comunidad de las naciones. Hemos considerado la cuestión de los daños causados por Alemania a las naciones aliadas en esta guerra y reconocemos que es justo que Alemania sea obligada a compensar los daños en especie en la máxima extensión posible. Será establecida una Comisión para la compensación de daños. Esta Comisión será instruida para que considere la cuestión de la extensión y método para la compensación de daños causados por Alemania a los países aliados. Esta Comisión actuará en Moscú. Estamos resueltos a establecer lo más pronto posible con nuestros aliados una organización internacional general para mantener la paz y la seguridad. Creemos que esto es especial, tanto para prevenir la agresión como para eliminar las causas políticas, económicas y sociales de guerra a través de una estrecha y continua colaboración de los pueblos amantes de la paz. Las bases de esta organización fueron establecidas 304

en Dumbarton Oaks. Sin embargo, no se llegó entonces a un acuerdo acerca de la importante cuestión del procedimiento de votación. En la presente Conferencia han podido ser resueltas las dificultades. Hemos convenido en que sea convocada una Conferencia de las Naciones Unidas, que deberá reunirse en San Francisco, Estados Unidos, el 25 de abril de 1945 para preparar la Carta de dicha organización siguiendo las líneas propuestas en las conversaciones oficiosas de Dumbarton Oaks. El Gobierno de China y el Gobierno provisional de Francia serán consultados inmediatamente e invitados a participar juntamente con los Gobiernos de los Estados Unidos, Gran Bretaña y la U.R.S.S. Tan pronto como hayan sido terminadas las consultas con China y Francia se hará público el texto de la propuesta del procedimiento de votación. Política de conjunto en la Europa liberada. Hemos redactado y suscrito una declaración acerca de la Europa liberada. Esta declaración prevé la política concertada de las tres potencias y la acción conjunta de ella para hacer frente a los problemas políticos y económicos de la Europa liberada de acuerdo con los principios democráticos. El texto de la declaración es el siguiente: “El primer Ministro del Consejo de Comisarios del Pueblo de la U.R.S.S., el primer Ministro del Reino Unido y el presidente de los Estados Unidos de América se han consultado mutuamente en interés común de los pueblos de sus países y en el de los de la Europa liberada. Conjuntamente declaran su acuerdo mutuo para concertar la política de sus tres Gobiernos durante el período de inestabilidad temporal en la Europa liberada para asistir a los pueblos europeos liberados de la dominación de la Alemania nazi y a los pueblos de los antiguos Estados satélites del Eje, para resolver por medios democráticos sus apremiantes problemas políticos y económicos. El establecimiento del orden en Europa y la reconstrucción de la vida económica nacional deben ser conseguidos por procedimientos que permitan a los pueblos liberados destruir los últimos vestigios del nazismo y fascismo y crear instituciones democráticas de su propia elección. Este es el principio de la Carta del Atlántico: derecho de todos los pueblos a escoger la forma de gobierno bajo la cual deseen vivir; restauración de los derechos soberanos y el derecho a gobernarse por sí mismos aquellos pueblos que han sido privados de estos derechos por las naciones agresoras. Ayuda aliada a los países liberados. Con el fin de crear las condiciones con las que los pueblos liberados puedan ejercer estos derechos, los tres Gobiernos aliados ayudarán conjuntamente a cualquier Estado liberado de Europa o antiguo estado satélite del Eje en Europa cuyas condiciones lo requieran: 1º. A establecer las condiciones de paz 2º. A llevar a cabo las medidas de urgencia para la rehabilitación de los pueblos devastados. 3º. A formar autoridades gubernamentales interinas de todos los elementos democráticos de la población que se comprometan al establecimiento, lo más pronto posible y a través de elecciones libres, de un Gobierno que responda a la voluntad del pueblo, y 4º. A facilitar, en lo que sea necesario, la celebración de dichas elecciones. Los tres Gobiernos consultarán a las demás Naciones Unidas y a las autoridades provisionales de otros Gobiernos de Europa cuando estén sometidas a consideración materias de interés directo de aquéllos. Cuando en opinión de los tres Gobiernos, las condiciones en cualquier Estado liberado europeo o de cualquier Estado antiguo satélite del Eje en Europa, cuando sea necesaria tal 305

acción, inmediatamente se consultarán mutuamente acerca de las medidas necesarias para asumir la responsabilidad conjunta mencionada en esta declaración. Fe en los principios de la Carta del Atlántico. En esta declaración reafirmamos nuestra fe en los principios de la Carta del Atlántico, nuestra fidelidad a la declaración de las Naciones Unidas y nuestra determinación de construir, en cooperación con otras naciones amantes de la paz, un orden mundial bajo una ley ordenada a la paz, seguridad, bienestar y libertad general de toda la Humanidad. Al publicar esta declaración, las potencias expresan su esperanza en que el Gobierno provisional de la República francesa pueda asociarse con ellas en el procedimiento sugerido”80. El documento continúa refiriéndose a Polonia y Yugoslavia, cuyos protocolos secretos, dados a conocer en 1947, dicen: “Desmembramiento de Alemania. El Reino Unido, Estados Unidos y la Unión Soviética tendrán autoridad suprema respecto a Alemania. En el ejercicio de su autoridad tomarán las medidas que estimen necesarias para la paz y la seguridad futuras, inclusive el desarme, la desmilitarización y el desmembramiento completo de Alemania”. Del estudio del procedimiento a seguir para el desmembramiento de Alemania se encargó un Comité formado por Eden, presidente, Winant y Gusev. Este Comité consideraría la conveniencia de incluir a un representante francés. Zona de ocupación para los franceses y Consejo de Control para Alemania. Se convino en que debía adjudicarse a Francia una zona de Alemania, que sería ocupada por tropas francesas. Esta zona se formaría con territorios de la zona británica y norteamericana y su extensión se fijaría por los británicos y norteamericanos en consulta con el Gobierno francés. También se convino en que el Gobierno provisional francés debía ser invitado a ser miembro del Consejo Aliado de Control para Alemania. En cuanto a las reparaciones fueron aprobadas las siguientes: 1º. Alemania debe pagar en especie por las pérdidas causadas por ella a las naciones aliadas en el curso de la guerra. Recibirán reparaciones, en primer lugar, los países que han llevado el mayor peso de la guerra, que han sufrido pérdidas más ingentes y que han organizado la victoria sobre el enemigo. 2º. Remoción, en los dos años siguientes a la rendición de Alemania o al fin de sus resistencia militar organizada, de los siguientes elementos sitos en territorio de Alemania propiamente dicho o fuera de su territorio, equipo industrial herramientas, maquinaria para la producción de barcos, material de transportes, inversiones de capital alemán en el exterior, acciones industriales de transportes o de otras empresas de Alemania. La precedente propuesta de la U.R.S.S. y de los Estados Unidos ha sido remitida a la Comisión de Reparaciones de Moscú como una de las propuestas que deberá considerar dicha Comisión. La Conferencia acordó la siguiente declaración sobre Polonia. “Se ha creado una nueva situación en Polonia como consecuencia de su completa liberación por el Ejército Rojo. Este exige el establecimiento de un Gobierno provisional polaco que podrá tener bases más amplias de lo que era antes de la reciente liberación de la parte occidental de Polonia. El Gobierno provisional que actualmente está actuando en Polonia debe, por lo tanto, ser reorganizado sobre bases democráticas más amplias con la inclusión de los 80

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dirigentes democráticos de Polonia misma y de los polacos que se hallan en el extranjero. Este nuevo Gobierno deberá, pues, llamarse “Gobierno provisional polaco de unidad nacional”. Este Gobierno provisional polaco de unidad nacional estará comprometido a celebrar elecciones libres a la brevedad sobre la base del sufragio universal y secreto. En estas elecciones todos los partidos democráticos y antinazis tendrán derecho a participar y a presentar candidatos. Cuando se haya formado debidamente un Gobierno provisional polaco de unidad nacional de conformidad con lo que precede, el Gobierno de la U.R.S.S., que tiene relaciones diplomáticas con el presente Gobierno provisional de Polonia, el Gobierno del Reino Unido y el Gobierno de los Estados Unidos establecerán relaciones diplomáticas con el nuevo Gobierno provisional polaco de unidad nacional y cambiarán embajadores, con cuyos informes, los Gobiernos respectivos se mantendrán enterados de la situación en Polonia. Los tres jefes de Gobierno consideran que la frontera oriental polaca debe seguir la línea Curzon, desviándose de ella en algunas de las regiones a ocho kilómetros a favor de Polonia. Reconoce que Polonia debe recibir importantes cesiones del territorio en el Norte y Oeste. Consideran que, a su debido tiempo, ha de pedirse su opinión al Gobierno provisional polaco de unidad nacional sobre la extensión de estas cesiones y que posteriormente la delimitación final de la frontera occidental de Polonia deberá aguardar a la Conferencia de la Paz”. Sobre Yugoslavia se convino recomendar al mariscal Tito y doctor Subasich lo siguiente: “a) Que debe entrar inmediatamente en vigor el Acuerdo Tito - Subasich y formarse el nuevo Gobierno sobre la base del Acuerdo. b) Que tan pronto como se haya formado el nuevo Gobierno declare: 1º. Que la Asamblea Antifascista de Liberación Nacional, AVNOJ, será ampliada en forma de incluir tres miembros constituyendo así el cuerpo que se denominará parlamento provisional. 2º. Que la legislación aprobada por la Asamblea Antifascista de Liberación Nacional, AVNOJ, estará sujeta a la ratificación por una Asamblea Constituyente; que esta declaración ha de ser publicada en el comunicado de la Conferencia”. Sobre la Convención de Montreux y los Estrechos de los Dardanelos, se convino que en la próxima reunión de los tres Ministros de Asuntos Exteriores, a celebrarse en Londres, se deberán considerar la propuestas que, según queda entendido, se presentarán al Gobierno soviético en relación con la Convención de Montreux y se informará a sus Gobiernos. El Gobierno turco deberá ser informado oportunamente. El protocolo precedente fue firmado por los tres Ministros de Relaciones Exteriores en la Conferencia de Yalta el 11 de febrero de 1945: Stettinius, por EE.UU., Molotov, por la U.R.S.S., Y Eden, por el Reino Unido de la Gran Bretaña. El texto termina con la carta de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas referente a la Comisión Aliada de Control en Hungría y un apéndice en el cual los Estados Unidos insisten en que las potencias ocupantes de las zonas de Europa reintegren a Norteamérica todos sus vienes incautados en los países satélites”. Sobre el Japón se declaró: “Los dirigentes de las tres grandes potencias, U.R.S.S., Estados Unidos y Reino Unido, convienen que dos o tres meses después de que Alemania haya

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capitulado y la guerra en Europa terminado, la U.R.S.S. entrará en guerra contra el Japón al lado de los aliados, bajo las siguientes condiciones: 1ª. Se mantendrá el “statu quo” de Mongolia exterior, República y pueblo mongol. 2ª. Los antiguos derechos de Rusia, violados por el traidor ataque japonés de 1904, serán restaurados: La parte meridional, así como la totalidad de las islas adyacentes, serán devueltas a la U.R.S.S. El puerto comercial de Dairen será internacionalizado con derechos permanentes a la U.R.S.S., asegurados sobre dicho puerto, y Puerto Arturo, restaurado, será arrendado a la U.R.S.S. El ferrocarril oriental chino y el ferrocarril de la Manchuria meridional, que da salida hacia el puerto de Dairen, será administrado conjuntamente mediante el establecimiento de la Compañía Mixta Chinoso-viética, quedando entendido que los derechos preeminentes de la U.R.S.S. serán salvaguardados y que China retendrá la plena soberanía de Manchuria. Las tres islas de las Kuriles serán entregadas a la U.R.S.S. Queda entendido que el acuerdo relativo a la Mongolia exterior, puertos y ferrocarriles anteriormente citados, requerirá la venia del generalísimo Chiang Kai- Chek y el Presidente de los Estados Unidos tomará medidas para obtener tal venia de acuerdo con el mariscal Stalin. Los jefes de las tres grandes potencias convienen que tales reclamaciones de la U.R.S.S. serán satisfechas sin excusas una vez que el Japón haya sido derrotado. Por su parte, la U.R.S.S. expresa su deseo de establecer con el Gobierno nacional de China un pacto de amistad y alianza entre la U.R.S.S. y China, a fin de ayudar a ésta con sus fuerzas armadas con objeto de liberar a China del yugo japonés. Febrero, 2 de 1945. Firmado por: Stalin, Roosevelt y Churchill”. El Comunicado de la Conferencia terminaba con los siguientes párrafos: “Durante el tiempo de duración de la Conferencia, además de las reuniones diarias de los jefes de los Gobiernos y los Ministros de Asuntos Exteriores se han celebrado también diariamente reuniones separadas de los tres Ministros de Asuntos Exteriores y sus consejeros. Estas reuniones han demostrado que son de un valor máximo y en la Conferencia se ha convenido que sea creado un sistema permanente para la consulta regular entre los tres Ministros de Asuntos Exteriores. Estos se reunirán tan a menudo como sea necesario, probablemente cada tres o cuatro meses. Estas reuniones serán celebradas, en rotación, en las tres capitales. La primera reunión se celebrará en Londres, después de la Conferencia de las Naciones Unidas Acerca de la organización mundial”. Común determinación de conservar la paz. “Unidad tanto para la paz como para la guerra. Nuestra reunión aquí, en Crimea, ha reafirmado nuestra común determinación de mantener y reforzar en la paz venidera esta unidad de propósitos y de acción que ha hecho posible y cierta la victoria de las Naciones Unidas en Esta guerra. Creemos que esta es una obligación sagrada que nuestros Gobiernos tienen con sus pueblos y con los pueblos de todo el mundo. Solamente con la continuación y la creciente cooperación y comprensión entre nuestros tres países y entre todas las naciones amantes de la paz puede ser realizada la más alta aspiración de la Humanidad: una paz segura y duradera, o, con palabras de la carta del Atlántico, “dar la seguridad de que todos los hombres en todas las tierras puedan vivir sus vidas libres del temor y la necesidad”. Se considera que la victoria en esta guerra y el establecimiento de la organización internacional propuesta ofrecerá la mayor 308

oportunidad para crear en los años venideros las condiciones especiales para semejante paz. Firmado: Winston Churchill, Franklin D. Roosevelt, J.V. Stalin” 81. Este Comunicado tuvo una inmediata respuesta por parte de Francia, Alemania y el Gobierno polaco exiliado en Londres. La prensa francesa, France Soire, y De Gaulle se manifestaron en los siguientes términos: “La satisfacción que causa en Francia el que la Conferencia de Crimea haya mostrado la continuidad de la unidad aliada y haya reconocido el papel de este país en el futuro control de Alemania, no mitiga el disgusto reinante en todos los sectores franceses por la ausencia del mismo en Yalta. Se teme que el no haber sido invitada Francia a enviar delegados a Crimea obedezca al propósito de hacer de ella un mero agente ejecutivo de los Tres Grandes, aunque Francia fuera destinada por éstos a cumplir una misión de la mayor importancia, su prestigio – se dice – exigía su presencia en la reciente Conferencia”. “France Soire” insistía en que si la acción de Francia había de ser efectiva tenía que ejercerse en el Rin. Según De Gaulle el Rin debía ser “una vía francesa”82. El portavoz del ministerio de Asuntos Exteriores del III Reich hizo las siguientes declaraciones: “Hemos comprendido perfectamente lo que nuestros adversarios quieren hacer con Alemania. Vistas estas circunstancias, el pueblo alemán está decidido y dispuesto a todo, ahora más que nunca. El factor saliente del comunicado es el odio ciego y la voluntad de aniquilamiento de los políticos que han participado en la redacción del mismo. Los dirigentes de los países enemigos de Alemania se han reunido para repartirse la piel del oso antes de haberlo matado. El trato que quiere darse a Alemania, para el caso en que ésta fuera vencida, está baso exclusivamente en el odio y en las ansias de destrucción. Nunca podrá hacerlo, porque el pueblo alemán, unido como un solo hombre, luchará con todas sus fuerzas para impedirlo. Hasta el alemán más susceptible comprende y está convencido de que el pueblo alemán nunca estaría peor que bajo esa capitulación. En su avance por tierras de Alemania oriental, el Ejército Rojo ha demostrado que está excluido de toda calificación moral. Después de las atrocidades que han cometido los Soviets, no hay que extrañarse de que el plan de aniquilamiento redactado en Yalta desembocará en una degeneración completa de la guerra. El documento en cuestión es excelente ya que permite al mando alemán mantener incólume la moral de guerra del pueblo germano y aumentar el espíritu de resistencia de cada alemán hasta el máximo. Por otra parte, expresa el triunfo ilimitado de Stalin, porque concede a éste una influencia decisiva en Europa. Stalin ha sido designado por los enemigos de Alemania, gobernador del Continente europeo; el Ejército Rojo será el encargado de mantener el orden, la paz, la moral y la civilización universales. Nunca se cometió una locura mayor83”. El Gobierno polaco exiliado en Londres publicó un comunicado en el que declaraba que entregó a los Gobiernos británico y norteamericano, antes de celebrarse la Conferencia de Yalta, un memorándum en el que expresaba la MUNDO números: 250 p.277; 360 p.467; 676 p.504; 777 p.419; M. 676, pg. 513; M.777, p.390 y 419—M.780, p.516 81

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esperanza de que no tomarían parte en ninguna decisión relativa a la suerte de Polonia sin previa consulta y consentimiento del Gobierno polaco. El comunicado dice: “Al mismo tiempo, el Gobierno polaco se declaró dispuesto a buscar una solución a la disculpa iniciada por la Unión Soviética a través del acostumbrado procedimiento internacional y con el debido respecto para los derechos de las dos partes interesadas. A pesar de esto, las decisiones de la Conferencia de las Tres potencias fueron elaboradas y adoptadas no sólo sin la participación y autorización del Gobierno polaco, sino también sin el conocimiento de éste. Los métodos empleados en el caso de Polonia son una contradicción de los principios elementales que unen a los aliados y constituyen una violación del espíritu de la Carta del Atlántico y del derecho de cada nación a defender sus propios intereses. El Gobierno polaco declara que las decisiones tomadas en la Conferencia tripartita con respecto a Polonia, no pueden ser reconocidas por este Gobierno ni por la nación polaca. La separación de la mitad oriental del territorio polaco por la imposición de la llamada línea Curzon como frontera rusopolaca es considerada por el Gobierno polaco como el quinto reparto de Polonia, realizado esta vez por sus aliados. La intención de las Tres potencias de crear un “Gobierno provisional polaco de Unidad Nacional” mediante la ampliación del Comité de Lublín con personas vagamente descritas como “dirigentes democráticos de la misma Polonia y polacos en el extranjero”, no puede hacer nada más que legalizar la injerencia soviética en los asuntos internos polacos. Mientras que el territorio polaco permanezca ocupado únicamente por las tropas soviéticas, un Gobierno de ese género no salvaguardará, aún en presencia de los diplomáticos británicos y norteamericanos, el derecho de la nación polaca a la libertad de palabra. El Gobierno polaco, que es el único legal, y, generalmente, reconocido Gobierno de Polonia y que, durante cinco años y medio ha dirigido la lucha del estado y nación polacos contra los países del Eje, tanto el Movimiento subterráneo en la patria como las fuerzas armadas de todos los teatros de la guerra, ha expresado su deseo – en un memorándum presentado a los Gobiernos de la Gran Bretaña y de los Estados Unidos – de cooperar en la formación de un Gobierno polaco que sea representativo de la voluntad de la nación. El Gobierno polaco mantiene su oferta” 84. El 12 de febrero terminaba en Grecia las negociaciones, mantenidas paralelamente a la Conferencia de Yalta. Se llegó a un acuerdo contenido en los siguientes términos: “La conferencia, entre los representantes del Gobierno griego y una delegación del EAM, convocada por iniciativa del arzobispo Damaskinos, ha llegado a su fin. Se ha logrado un acuerdo completo sobre todos los puntos tratados. Por la hora avanzada en que terminó la reunión no pudo firmarse una declaración detallada y los representantes de ambas partes firmaron un breve protocolo. Asistieron a este acto el Ministro británico residente en el mediterráneo, Harol MacMillan, y el embajador de Gran Bretaña en Atenas, Rex Leeper” 85. El 23 de febrero el Gobierno turco presentó a la Asamblea Nacional una declaración de guerra al Eje. Declaración que fue aprobada por unanimidad. El Ministro de Asuntos Exteriores y presidente del Consejo turco, Saradjglu, 84

MUNDO números:251 p.399; 301 p.211

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declaró que el 20 de febrero el embajador británico le había comunicado, en nombre de su Gobierno, que en la Conferencia de Crimea se había acordado reconocer como asociados de las Naciones Unidas a aquellos países que declarasen la guerra al Eje antes del 1º de marzo de 1945. En su alocución ante la Asamblea Nacional expuso: “El objetivo de esta Asamblea Nacional ha sido siempre el mantenimiento de sinceras y amistosas relaciones entre todas las naciones y que éstas puedan vivir en completa seguridad e independencia. Siguiendo esta línea política de la Asamblea, el Gobierno de la República turca adoptó tal principio como base de su acción exterior y se colocó al lado de las naciones amantes de la paz antes de que estallara esta guerra, en la época en que las naciones pacíficas hacían todos los esfuerzos posibles para salvar la paz del mundo y asegurar la protección general de los peligros de agresión que ya se dibujaban en el horizonte político. Todo el mundo sabe que ante los peligros más diversos y en los momentos de crisis, el Gobierno de la República turca se mantuvo fiel a sus alianzas y ha continuado sin vacilaciones por el camino emprendido desde el principio de la guerra, que ya se encuentra en el sexto año. La sugerencia del Gobierno británico al nuestro, consiguiente a las decisiones adoptadas por los aliados en la Conferencia de Crimea, nos brinda la ocasión y la posibilidad de contribuir a la causa aliada con otro esfuerzo decisivo. Después de examinar minuciosamente dichas sugerencias, nuestro Gobierno sacó la conclusión de que su aceptación encajaba perfectamente dentro de nuestra alianza y había de servir a la política que siempre hemos seguido. Así, nuestro Gobierno ha informado al embajador de nuestra aliada Gran Bretaña, que la declaración de guerra a Alemania y al Japón, así como la adhesión de Turquía a la declaración de las Naciones Unidas, serán sometidas a vuestra aprobación”86. Esta declaración de guerra permitió a Turquía formar parte de los países fundadores de las Naciones Unidas, O.N.U., que comenzó sus reuniones el 25 de abril. El 27 de febrero la Cámara de los Comunes abrió debate sobre los resultados de la Conferencia de Yalta. Churchill, en la moción que presentó, declaró: “Esta Cámara aprueba la declaración publicada por las tres grandes potencias en la Conferencia de Crimea y, en particular, acoge con satisfacción la determinación de mantener su unidad de acción no sólo para el logro de la derrota final del enemigo común, sino, además, para la paz, lo mismo que para la guerra” 87. Declaró, a continuación, que en la Conferencia de Crimea las tres potencias afrontaron las realidades y dificultades en forma tan excepcional que los resultados constituían un acta de Estado sobre la cual el Parlamento debería expresar solemnemente su opinión, y añadió: “Una fuerte expresión de apoyo por parte de la Cámara reforzaría la posición del Gobierno entre sus aliados y una relación íntima y sensible entre el Gobierno ejecutivo y la Cámara de los Comunes sería aclarada también de esta forma y demostraría la robustez de nuestras instituciones democráticas y la subordinación de los Ministros a la autoridad parlamentaria. Las dificultades surgidas – continuó – para la celebración de la Conferencia de los tres jefes de Gobierno de las principales potencias aliadas no hace falta describirlas. El hecho de que, a pesar de todos los modernos medios de comunicación, hayan transcurrido catorce meses entre Teherán y Yalta, basta 86 87

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para dar idea de estas dificultades. Es cosa del dominio público que el Gobierno británico tenía grandes deseos de que se reuniera la conferencia tripartita durante el otoño pasado. Camino de Crimea, las delegaciones de Gran Bretaña y de los Estados Unidos se entrevistaron en Malta para tratar de todos los aspectos de nuestros comunes asuntos militares y políticos. Los jefes de Estado Mayor de los dos países celebraron una conferencia de tres días de duración sobre las operaciones que se desarrollan actualmente en el frente occidental y sobre los planes contra el Japón apropiados para ser examinados conjuntamente. El secretario del Foreign Office y sus colaboradores – algunos de los cuales perecieron en el viaje – se reunieron también allí con Stettinius. En la mañana del segundo día, el crucero en que viajaba el Presidente Roosevelt fondeó majestuosamente en el puerto, lleno de cicatrices de la guerra. La reunión de los jefes combinados de Estado Mayor se celebró por la tarde y en ella el Presidente y yo aprobamos las propuestas que habían sido tan minuciosamente preparadas el día anterior para llevar nuestros comunes esfuerzos de guerra a su más alto grado de eficacia y para modelar y coordinar nuestras operaciones militares. Mientras tanto, el Ministro de Transportes de Guerra y las autoridades norteamericanas interesadas habían trabajado juntos, a bordo de un barco, acerca de los problemas de navegación que gobiernan nuestros esfuerzos al presente y que afectan al empleo y a las reservas de combustible, municiones, víveres y tropas. En todos estos puntos se llegó a un completo acuerdo. Las cuestiones políticas quedaron sometidas a la conferencia tripartita”. Añadió que la fase culminante de la guerra en Europa se había prolongado muchos meses más de lo que se esperaba. En cambio la fase culminante contra el Japón había sido adelantada por las victorias norteamericanas en el Pacífico. A continuación se refirió a que la penuria de tonelaje y a la necesidad de mantener dos guerras, Europa y el Pacífico, se había debido a la prolongación de la guerra. “Aunque – continúa – las pérdidas sufridas con motivo de los submarinos han dejado de ser un factor importante en la prosecución de la guerra; aunque la producción de los astilleros norteamericanos sigue a pasos agigantados y aunque los aliados tienen hoy mayor tonelaje mercante que nunca durante esta guerra, nos encontramos, sin embargo, más apurados por la escasez de barcos mercantes que en ningún momento del actual conflicto, el mismo doble esfuerzo bélico afecta, desde luego, a todos nuestros preparativos para la transición a la paz, entre ellos los relacionados con las viviendas y los suministros indispensables para la población civil, todos estos factores exigen las más radicales economías en sentido militar, donde toda indulgencia, error en el cálculo o extravagancia constituye un gran prejuicio a la causa común. Impiden también que atendamos debidamente a las necesidades apremiantes de los territorios liberados . no quiero ver disminuidas las reservas inmediatas de víveres y petróleo de estas islas, excepto en el caso de que puedan reemplazarse rápidamente. A pesar de esto, haremos todo lo que esté a nuestro alcance para ayudar a los países liberados. Es fácil apreciar el carácter riguroso de las conversaciones que lord Leathers, una persona muy competente en estos asuntos, ha celebrado, en nuestro nombre, y debemos estar satisfechos con la distribución justa y amistosa de las cargas y dificultades acordada por la Gran Bretaña y los Estados Unidos con respecto a todos los aspectos de la organización interaliada. Sé que ha habido críticas en este país porque Francia no fue invitada a la conferencia de Yalta. El primero de los principios de la política británica en la 312

Europa occidental es la existencia de una Francia fuerte y de un potente Ejército francés. Sin embargo, las tres potencias reunidas en Crimea consideraron que, siendo responsables en grado máximo de la dirección de la guerra y de la política íntimamente relacionada con las operaciones y soportando el mayor peso de ellas, no debían permitir restricción alguna a su derecho a reunirse, cuando lo considerasen necesario, para el cumplimiento de sus deberes para con la causa común. Este criterio no excluye, naturalmente, la celebración de reuniones de mayor envergadura y a las que serán invitadas otras naciones. Francia tiene muchas razones de contento en relación con las decisiones de Crimea. Con arreglo a ellas, Francia será invitada a hacerse cargo de una zona de ocupación en Alemania, cuyos límites hemos de fijar sin demora y de acuerdo con ella y a formar parte de la Comisión de Control Aliado en Alemania, que ha de regular todos los asuntos de dicho país después de lograda su rendición incondicional. Francia ha de ser invitada a unirse a los Estados Unidos, al Reino Unido, a la Unión de Repúblicas Soviéticas y a China para hacer las oportunas invitaciones de asistencia a la Conferencia de San Francisco, que se celebrará el 25 de abril próximo. Francia está invitada a sumarse a los Estados Unidos, al Reino Unido y a la Unión Soviética para llevar a cabo el procedimiento que sienta la declaración sobre la Europa liberada. Francia es igualmente miembro de la Comisión Consultiva europea, a la que corresponden importantísimas tareas, incluso la de aconsejar a los Gobiernos acerca de materias más importantes relacionadas con el trato que ha de dispensarse a Alemania y con la rendición de este país. El día que nos veamos ante el colapso del poderío alemán no habrá otra cosa que no haya sido prevista y arreglada de antemano por dicha importante Comisión Consultiva europea, que integran los embajadores Winant y Gusev y sir William Strong del Foreign Office. Todas las decisiones muestran claramente la importancia del papel que Francia está llamada a desempeñar en la organización de Europa y evidencian cuán grandemente sabemos que debe estar íntimamente asociada a las demás grandes potencias en esta tarea. Con el fin de facilitar ulteriores detalles de la Conferencia invitamos al Ministro de Asuntos Exteriores francés, Bidault, a que visitara Londres en la primera oportunidad. Se ha servido realizarlo y, en los últimos días, hemos celebrado una serie de conversaciones, en las que ha podido ser ampliamente informado de la situación y ha podido expresar el criterio y los deseos de Francia en relación con ella”88. A continuación se refirió a la organización mundial planteada en Dumbarton Oaks, de la que dijo: “ En Crimea, las tres grandes potencias se han puesto de acuerdo acerca de la difícil cuestión del procedimiento de votación, que no había podido ser resuelta en Dumbarton Oaks. Ello nos ha permitido dar otro paso en la creación de la nueva organización mundial y estamos tratando ya del envío de invitaciones a la Conferencia de las Naciones Unidas en San Francisco. Sería mi deseo dar cuenta a la Cámara de las particularidades de la solución de este asunto del procedimiento de votación; sin embargo, pensamos que primero deben ser consultadas Francia y China y que antes de darse a la publicidad la fórmula del acuerdo debe asegurarse su aceptación. Por ellos sólo puedo, de momento, tratar esto en estos términos generales. Esta es la dificultad con que hemos tenido que enfrentarnos. A las grandes potencias ha de corresponder el peso principal del mantenimiento de la paz y de la seguridad. La nueva organización mundial deberá tener en cuenta esa especial responsabilidad de las 88

Idem

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grandes potencias y debe ser estructurada en forma que no comprometa la unidad o la capacidad de acción efectiva de aquéllas. Al mismo tiempo, la organización mundial no puede basarse en la dictadura de las grandes potencias. El deber de éstas es servir al mundo y no regirlo. Creemos que el procedimiento de votación acordado en Yalta está de acuerdo con esto y que establece un sistema limpio y aceptable, teniendo en cuenta las indudables dificultades que no han de ocultarse a quien piense detenidamente en el asunto. La Conferencia de San Francisco reunirá, a invitación de los Estados Unidos, Gran Bretaña, Imperio Británico, Unión de Repúblicas Soviéticas, Gobierno provisional de la República francesa y República de China, a los representantes de las Naciones Unidas que hayan declarado la guerra a Alemania o al Japón en 1º de marzo de 1945 y que hayan firmado la declaración de la conferencia de las Naciones Unidas. La prolongación de la resistencia alemana sólo causará sufrimientos innecesarios. Los aliados están resueltos a que Alemania sea desarmada totalmente, a que el nacionalsocialismo y el militarismo alemán sean destruidos, a que los criminales de guerra sean castigados con rapidez y justicia, a que todas las industrias alemanas susceptibles de producción militar sean eliminadas o controlada y a que Alemania compense en cuanto le sea posible el daño causado a las naciones aliadas. Por otra parte, el propósito de las naciones aliadas no es destruir al pueblo alemán ni dejarle sin los medios de existencia necesarios. Nuestra política no es la de vengarnos, sino la de tomar las medidas necesarias para asegurar la paz futura y la seguridad del mundo. Día llegará en que haya lugar para los alemanes en el Comité de Naciones, pero únicamente cuando hayan sido efectiva y finalmente extirpados todos los rastros de nacionalismo y militarismo. Voy, ahora, a la parte más difícil y agitada de mi declaración: la relativa a Polonia. Desde hace más de un año y desde que el giro de la guerra se ha vuelto tan contrario a Alemania, el problema polaco presenta dos aspectos principales: la frontera de Polonia y la libertad del país. Bien sabe la Cámara por mis anteriores discursos que la libertad, independencia, integridad y soberanía de Polonia parecieron siempre más importantes al Gobierno de su Majestad que sus actuales fronteras. El establecer una nación polaca libre, con un buen hogar – un buen territorio -, ha estado siempre antepuesto en mi mente al trazado actual de la frontera y al hecho de que los límites de Polonia hubieran de ser por ambos lados trasladados al oeste. La primera reivindicación rusa hecha en Teherán, en noviembre de 1943, no ha sido modificada; era la de la línea Curzon y Rusia siempre preconizó una amplia compensación a Polonia en el norte y oeste, a costa de Alemania. El secretario de Asuntos Exteriores explicó detalladamente en diciembre último la historia de la línea Curzon. Por mi parte, nunca he ocultado a la Cámara mi opinión personal de que la reivindicación rusa es justa y recta. Y si me presento como campeón de tal frontera, no es porque me vea obligado a ello; es porque creo que es la mejor división territorial que en cualquier circunstancia podía hacerse entre dos naciones cuya historia ha estado mezclada. La línea Curzon fue trazada en 1919 por una Comisión de peritos, de la que formaba parte uno de nuestros más distinguidos representantes en el extranjero hoy día, sir Eyre Crowe. La línea Curzon fue trazada en un momento en que Rusia contaba con pocos amigos en el campo aliado; puedo añadir que era sumamente impopular. No puede, por tanto, creerse que la Comisión, que pretendiese favorecer indebidamente a Rusia soviética, trató tan solo de determinar la línea que con 314

justicia debería trazarse. El Gobierno británico de entonces aprobó dicha línea, con la exclusión, naturalmente, de Lemberg de Polonia. A parte de cuanto haya ocurrido, no concibo no se mire la propuesta de la línea Curzon como limpia y resultante de un estudio concienzudo. Hay dos cosas que debemos recordar para hacer justicia con nuestros grandes aliados: en agosto de 1914, cuando en tiempos del Zar, Alemania declaró por primera vez la guerra a Rusia, las fronteras occidentales de este país eran mucho más avanzadas que las que, después de todos los sufrimientos y de todas sus victorias, pide la Rusia soviética. Incluían toda Finlandia y el saliente varsoviano llegaba a un centenar de kilómetros de Breslau. Rusia acepta hoy una frontera que se encuentra a 300 ó 450 kilómetros al este de la frontera de tiempo de los zares. Stalin me manifestó una vez que Lenin hacía objeciones a la línea Curzon porque privaba a Rusia de Bialystok y de su comarca. El mariscal Stalin y el actual Gobierno soviético no hacen tal objeción y se muestran conformes con el criterio que en 1919 sustentaba la Comisión aliada de que la región de Bialystok debe ser de Polonia, porque la población que en ella predomina es polaca. Una línea no es una frontera. Una frontera tiene que ser examinada y trazada en el terreno mismo y no tan solamente en un mapa, con lápiz y regla. Cuando fui a Moscú en octubre, el mariscal Stalin me habló de esto y me dijo que pensaba que podía desviarse la frontera en ocho o diez kilómetros, con objeto de seguir el curso de los ríos o de las divisorias, o porque se tuviera en cuenta la situación de determinadas aldeas. Luego, en Yalta, se aclaró que tales pequeñas aclaraciones sólo habrían de efectuarse a costa de Rusia, con el fin de que los polacos no pudieran suscitar ulteriores discusiones sobre el particular. Dimos, naturalmente, buena acogida a esta nueva proposición soviética”. Después de recordar los sacrificios del pueblo ruso en los últimos treinta años o más, Churchill añadió: “Pero de no haber sido por los prodigiosos sacrificios de Rusia, Polonia hubiera estado condenada a la destrucción total en manos de los alemanes. No sólo hubieran desaparecido el Estado y la nación polacos, sino que el pueblo hubiera desaparecido o hubiera quedado reducido a una condición de servidumbre”. Tras hacer una alusión a los judíos polacos, continuó diciendo: “Cuando los alemanes declararon claramente su propósito de reducir a los polacos a la sumisión y considerar la raza polaca inferior a la del Harrenvolk, de repente y mediante un esfuerzo sobrehumano de potencia y habilidad militares, los ejércitos rusos, en poco más de tres semanas, han avanzado desde el Vístula hasta el Oder, haciendo huir ante ellos a las fuerzas alemanas y liberando todo el territorio polaco de la crueldad y opresión bajo las cuales vivían los polacos. Al apoyar las exigencias rusas de que la línea Curzon sea la frontera rusopolaca, repudio y rechazo toda sugerencia de que hagamos un compromiso dudoso o que lo hagamos a la fuerza o por miedo y de subrayar, con el más completo convencimiento, la amplia justicia de la política que por primera vez ha sido aprobada por los tres grandes aliados. Además, las tres grandes potencias están ahora de acuerdo en que Polonia reciba compensación territorial, tanto en el norte como en el oeste. Es seguro que en el norte ocupará, en lugar del pasillo de antes de la guerra, la ciudad de Dantzig y la mayor parte de Prusia oriental, al oeste y sur Könisberg y una amplia extensión costera en el Báltico. En el oeste recibirá la importante provincia industrial de Alta Silesia y, además, todas las demás regiones situadas al este del Oder que en la Conferencia de la paz se considere conveniente separar de Alemania.

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Me parece, pues, que todo lo que se dice de quitarle a Polonia la mitad de su territorio nacional es inexacto, ya que dicho territorio, al este de la línea Curzon no debe ser considerado solamente teniendo en cuenta su extensión. Incluye la región enorme y lúgubre de los pantanos de Pripet, dominados por Polonia entre el fin de la primera guerra mundial y el año 1939 y que cambiará por un terreno mucho más fértil en el oeste, del cual una gran porción de los habitantes alemanes se han marchado ya. No hay razón para temer que la conservación de estos nuevos territorios sea una tarea demasiado difícil para Polonia, que sea motivo de nuevas venganzas alemanas o que, como se dice convencionalmente, “eche la simiente de nuevas guerras”. Pensamos adoptar medidas mucho más severas y eficaces que después de la otra guerra, haciendo totalmente imposible toda acción ofensiva por parte de Alemania durante muchas generaciones venideras. Finalmente, en la organización mundial, todas las naciones, grandes y pequeñas, serán protegidas contra la agresión por la ley indiscutible y por una abrumadora fuerza internacional. El acuerdo de Crimea no es un proyecto confeccionado para ser impuesto por las grandes potencias sobre el pueblo polaco sino que expone la coincidencia de opinión de los tres principales aliados acerca de los medios con los que podrán ver cumplido su deseo de que se establezca una Polonia fuerte, libre e independiente, en comparación con los mismos polacos y en virtud de los cuales podrá constituirse en Polonia un Gobierno que pueda ser reconocido por todas las Naciones Unidas y que es posible, por primera vez ahora, que prácticamente todo el territorio polaco ha sido liberado por los ejércitos soviéticos. El que estos proyectos se lleven a cabo dependerá del deseo de todos los sectores de la opinión democrática polaca, dentro y fuera del país, de trabajar juntos para su realización. Pero los proyectos deben ser siempre considerados como un todo y con un común y principal objeto siempre a la vista. Las tres potencias están de acuerdo en que la aceptación por los polacos de las fronteras fijadas en el este y oeste es una condición esencial del establecimiento y bienestar futuro de un Estado polaco fuerte, independiente y homogéneo. Las propuestas relativas a las fronteras están completamente de acuerdo, como recordará esta Cámara, con las opiniones expresadas por mí en el Parlamento, en nombre del Gobierno británico, muchas veces durante el año pasado. Yo me atreví a hacer declaraciones sobre este tema en un momento en que otras partes importantes interesadas en esta cuestión no se hallaban muy conformes. La frontera oriental debe ser fijada ahora si la nueva administración polaca ha de poder continuar sus tareas en su propio territorio y en unidad con los rusos. Las fronteras occidentales que implicarán importantes anexiones de territorio alemán a Polonia no pueden ser fijadas, como parte de todo el ajuste alemán, hasta después que los aliados hayan ocupado el territorio alemán y hasta que un Gobierno polaco, plenamente representativo, haya podido dar a conocer sus deseos. Sería una gran equivocación presionar a Polonia para que tomara una mayor parte de estas tierras, de las que considera ella y sus amigos y aliados que está dentro de sus alcances guarnecer, desarrollar y , con la ayuda de los aliados y de la organización mundial mantener...¿Van a ser libres, prosigue, como nosotros somos libres en Gran Bretaña, Estados Unidos o Francia? ¿Van a tener una soberanía e independencia sin trabas o van a convertirse en un mero protectorado del Estado soviético y obligados contra su voluntad, por una mayoría armada a adoptar un sistema comunista o totalitario? El mariscal Stalin y la Unión Soviética han hecho las más solemnes declaraciones de que 316

será mantenida la independencia soberana de Polonia y a esta decisión se han unido Gran Bretaña y Estados Unidos. A su debido tiempo la organización mundial asumirá también su parte de responsabilidad. Los polacos tendrán su futuro en sus propias manos, con la única limitación de que deben seguir honradamente, en armonía con sus aliados, una política amistosa hacia Rusia”. Se refirió, a continuación, a la formación de un nuevo Gobierno provisional polaco de unidad nacional, previsto en la Conferencia de Yalta, que acabase con la desunión y confusión y con el que pudieran entraren relaciones las tres grandes potencias. En su opinión, el Gobierno británico intentaría hacer todo lo que estuviese a su alcance para asegurar que en las consultas que se celebrasen participasen los representantes de todos los partidos democráticos polacos, con plena libertad para expresar sus opiniones, dijo: “Para ello se toman medidas actualmente en Moscú por una Comisión compuesta por Molotov, Harriman y sir Archibald Clark Kerr, que representan a Estados Unidos y Gran Bretaña, respectivamente. Serán los propios polacos, con la asistencia que puedan prestarles los aliados, quienes convendrán acerca de la composición y constitución del nuevo Gobierno provisional”. Agregó que el Gobierno británico usaría de toda su influencia para asegurar que se celebrasen elecciones libres, con todas las garantías democráticas: “Mientras dure la guerra, ayudaremos a cualquiera que pueda matar un huno. Cuando termine, aspiramos a unas elecciones libres y democráticas. El Gobierno de Su Majestad mantendrá su reconocimiento del Gobierno polaco establecido en Londres hasta que el nuevo Gobierno provisional se establezca en Polonia, de acuerdo con lo previsto”. A continuación declaró que no hubiera habido Comité de Lublín si el Gobierno polaco de Londres hubiera tenido en cuenta la promesa británica del año anterior, en cuyo caso hubiera entrado en su país con los ejércitos rusos. Pero esa oportunidad no fue aprovechada y entretanto se ha verificado la completa expulsión de Polonia de los alemanes. Como es natural, el Gobierno de Lublín ha ido avanzando con los victoriosos ejércitos rusos, recibidos con alegría en muchos puntos de Polonia. La mayor parte de las grandes ciudades cambiaron de dueño sin que se disparase un tiro. No ha ocurrido en el gran avance ruso nada de lo que temíamos tanto: el que las fuerzas clandestinas polacas fueran atacadas por ambas partes. Los rusos estaban ejecutando y preparando operaciones militares en mayor escala contra el corazón de Alemania y tenían derecho a que las comunicaciones de sus ejércitos tuvieran la protección que da una retaguardia en que reina el orden y en que impera un Gobierno que obre de acuerdo con las necesidades de aquellos ejércitos. La Cámara – los miembros de ella que tengan dudas sobre esto – deben leer y releer los términos de la declaración, de la que cada palabra ha sido objeto de la mayor atención de los jefes de los tres Gobiernos, de sus secretarios de Asuntos Exteriores y de sus peritos. Había en Polonia un gran número de partidos y se ha acordado que todos aquéllos que sean democráticos – que no sean nacionalistas, ni fascistas, ni colaboracionistas con el enemigo – pueden desempeñar su papel. La impresión que he sacado en Crimea y en todas las demás conversaciones que he celebrado con Stalin es que éste y los demás jefes soviéticos desean vivir en honrosa amistad e igualdad con las democraci8as occidentales”. Churchill se refirió después a la buena fe de Rusia, asunto sobre el que no estaba dispuesto a discutir. “Es evidente – dijo- que estas materias afectan a todo el porvenir del mundo. Sombría sería la suerte de la humanidad si surgiera un cisma jurídico entre las democracias occidentales y el pueblo ruso. Toda la futura organización del mundo quedaría comprometida y un nuevo cataclismo 317

de inconcebible violencia destruiría lo que queda de los tesoros y de las libertades de la Humanidad. El Gobierno de Su majestad reconoce que las importantes fuerzas polacas de tierra, mar y aire, que luchan valerosamente, lo mismo que lo han hecho durante toda la guerra, bajo el mando británico, tienen por suyo al Gobierno exiliado en Londres. Espero que una vez que un nuevo Gobierno – que represente más extensamente que el de Londres y que el provisional que se encuentra en Polonia, la voluntad del pueblo polaco – pueda ser establecido y reconocido por las grandes potencias, habrá medios de superar aquellas dificultades para bien del pueblo polaco. Ante todo, el Gobierno de Su Majestad está resuelto a que el mayor número posible de las tropas polacas pueda regresar a su país, si tal es su voluntad, con la garantía de que ha de desempeñar su papel en la vida futura de su patria. Como fuere, el Gabinete de Su Majestad nunca olvidará la deuda que tiene contraída con las tropas polacas que tan valerosamente han luchado y espero será posible darles, si así lo desean, la ciudadanía del Imperio Británico. No me encuentro hoy en condiciones de hacer declaraciones a este respecto, ya que estas cuestiones de ciudadanía tienen que ser discutidas entre el Reino Unido y los Dominios y que ello requiere tiempo. Por lo que a nosotros atañe, sería un honor tener como ciudadanos, lo mismo que si fueran de nuestra sangre, a esos hombres”. Tras una larga pausa dedicada a almorzar, Churchill reanudó su discurso: “Me despedí del Presidente( Roosevelt) el 15 de este mes en el puerto de Alejandría, después de una larga conversación en la que estuvimos de completo acuerdo, acerca del estado de nuestros asuntos, a la luz de la Conferencia de Crimea y hablamos también de nuestros problemas en el Extremo Oriente, donde, como saben los japoneses, tenemos algún interés. Hablamos también de nuestra ocupación conjunta de Italia y de nuestra política allí. En esto, como sabe la Cámara, ha habido una gran cantidad de incomprensión en grandes sectores de la Prensa americana hace algunas semanas. En nuestras recientes conversaciones pedí repetidamente, tanto al Presidente como a Stettinius, que dijeran si había algo y si era así, cuáles eran las quejas del Gobierno de los Estados Unidos contra nosotros. Recibí la garantía categórica de que no había ninguna queja. Debo recordar que cuando visité Italia el pasado mes de agosto, hice una serie de propuestas al Gobierno británico, de las que informé al Presidente, para mitigar la severidad de la ocupación aliada en Italia y, en general, para aliviar la dura suerte del pueblo italiano. Estos asuntos fueron discutidos en nuestra segunda conferencia de Quebec y fue en la residencia privada del Presidente, en Hyde Park, donde redactamos la declaración del 28 de septiembre, cuya intención era mitigar lo más posible la actitud de las potencias victoriosas hacia el pueblo italiano y mostrar nuestros deseos de ayudarle a su debido tiempo para volver a ocupar su puesto entre las primeras naciones de Europa. El pasado sábado, el presidente en funciones de la Comisión aliada, MacMillan, y el almirante Stone, de la Marina norteamericana, fueron recibidos por el jefe del Gobierno y el Ministro de Asuntos Exteriores de Italia, a quienes anunciaron las nuevas medidas adoptadas a favor del Gobierno italiano, en cumplimiento de esta declaración de septiembre. Como tomé la iniciativa de llevar adelante estas propuestas y asegurar su adopción eventual, no estoy preparado para aceptar sugestiones de que, aunque hayamos sufrido tantas injurias y malos tratos por parte de Italia en los días de Mussolini, Gran Bretaña haya quedado atrás con respecto a otras potencias victoriosas en la adopción de una posición

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generosa hacia Italia o que alimentemos ningún designio de política de fuerza en que esté implicada Italia”. Pasó a referirse a su anterior discurso en el que afirmó que Gran Bretaña no tenía necesidad de Italia. Con relación a las críticas de la prensa norteamericana dijo que la política británica en Italia había sido aceptada por el Gobierno norteamericano y por todos los medios responsables. “Nuestras dos naciones, prosigue, pueden desde ahora proseguir su tarea conjunta en Italia, la cual se verá en el futuro agobiada por muchas y nuevas complicaciones y dificultades; pero, de todas formas, actuaremos dentro de la más estrecha confianza y unidad. Queremos ver a Italia recuperar su verdadero régimen democrático, para ingresar de nuevo en la comunidad de los pueblos industriosos y amantes de la paz. En sus esfuerzos para esta recuperación, Italia puede contar con la buena voluntad británica y aliada, así como con la ayuda material a nuestro alcance”. Pasó a referirse a continuación a las conversaciones que mantuvo con el rey Faruk y otros dirigentes árabes que llegaron a Egipto invitados por el Presidente Roosevelt. “Estamos también satisfechos de saludar la llegada de Turquía a las filas de las Naciones Unidas. Turquía se declaró firmemente partidaria de nuestra causa por el Tratado de alianza de 1939, en un tiempo en que los peligros ocultos eran demasiado visible. Como expliqué a la Cámara en otra ocasión, Turquía conocía su debilidad militar después del comienzo de la guerra al demostrarse la influencia decisiva de las nuevas armas, armas de las que se hallaba desprovista y le era imposible proveerse. Como estas armas ejercían un efecto dominante en el moderno campo de batalla, los turcos se convencieron de que no podían confiar por más tiempo su seguridad a su renombrada infantería y a su artillería de la pasada guerra. Durante mucho tiempo no presionamos a Turquía para que declarara la guerra. Sólo hasta después de la Conferencia de Teherán creímos llegado el momento de que Turquía entrara en la lucha sin grave riesgo para ella. El Gobierno turco creyó que no podía hacerlo en aquel momento, pero nos ayudaron en distintos aspectos, por lo que no podía haber la más ligera duda acerca de sus inclinaciones”. En cuanto a Grecia, observó el violento contraste entre las escenas que presenció en su visita, hacía siete semanas, y la calurosa acogida que se le dispensó en su reciente viaje: ”Ha sido conseguida la paz sin venganza, afirmó. Se ha entregado una gran masa de armas. Han sido devueltos la mayor parte de los prisioneros y rehenes. La gran tarea de enviar víveres y otros abastecimientos ha reanudado su antigua actividad. El orden público y la seguridad han quedado restablecidos y la UNRRA está a punto de reanudar sus funciones. Pero las dificultades no han concluido. Aún tiene que ser formado el Ejército Nacional griego, que debe ser destinado a mantener imparcialmente el orden. El presupuesto griego tiene que ser nivelado, el dracma estabilizado dentro de límites razonables y han de ser enviadas materias primas. El sentido de unidad y responsabilidad tiene que hacerse más fuerte en el pueblo griego. El futuro de Grecia está en sus manos. La intensa actividad política de la mentalidad griega debe continuar señalando el camino para los problemas prácticos. Tan pronto como sea posible se deben realizar elecciones libres, con voto secreto y sobre la base del sufragio universal89”. Mientras Berlín sufría el asedio de las tropas soviéticas y cuando era previsible el fin de la guerra en Europa, en cumplimiento del compromiso adquirido en 89

Mundo nº 252, p.357 ss.

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Yalta, el 25 de abril, se inauguraba en la ciudad de San Francisco, California, EE. UU., la Conferencia de la UNCIO – Conferencia de las Naciones Unidas por la Organización Mundial – que pasará a ser conocida como O.N.U. el texto de la Carta fundacional de las Naciones Unidas se dio a conocer en junio de 1945, al finalizar la Conferencia. su contenido es el siguiente: Preámbulo de la Carta. “Nosotros, pueblos de las Naciones Unidas, determinados a salvar a las futuras generaciones del azote de la guerra, que dos veces en el curso de nuestra vida ha ocasionado indecible dolor a la Humanidad, y a reafirmar la fe en los Derechos Humanos fundamentales, en la dignidad y valor del ser humano, en la igualdad de los hombres y de las mujeres y de las naciones grandes y pequeñas; a establecer condiciones en las cuales la justicia y el respecto de las obligaciones emanadas de los Tratados y otras fuentes del Derecho internacional puedan ser mantenidos; a promover el progreso social y mejores niveles de vida dentro de una mayor libertad y, con tales fines, a practicar la tolerancia y vivir juntos en paz unos con otros como buenos vecinos; a unir a nuestras fuerzas para mantener la paz y la seguridad internacionales; a asegurar, mediante la aceptación de principios y la institución de métodos, que la fuerza armada no será utilizada, salvo en interés común; al emplear el organismo internacional para promover el adelanto económico y social de todos los pueblos y resueltos a unir nuestros esfuerzos para lograr dichos propósitos. Por lo tanto, nuestros respectivos Gobiernos, por mediación de los representantes reunidos en la ciudad de San Francisco, quienes presentaron sus credenciales, que fueron consideradas buenas y en su debida forma, convienen en la presente Carta de las Naciones Unidas y por ella establecen una Organización internacional, que se llamará las Naciones Unidas. Capítulo I. Artículo 1º. Los propósitos de las Naciones Unidas son: Cláusula 1ª. Mantener la paz y la seguridad internacionales. A este fin se tomarán medidas colectivas para evitar y prevenir las amenazas a la paz, para reprimir actos de agresión u otras violaciones de la paz y para lograr, mediante medios pacíficos, y de acuerdo con los principios de la justicia y el Derecho internacional, el arreglo o solución de las situaciones internacionales que puedan producir violación de la paz. Cláusula 2ª. Fomentar las relaciones amistosas entre las naciones, fundadas en el respeto al principio de la igualdad de derechos y de la autodeterminación de los pueblos y tomar medidas adecuadas para robustecer la paz internacional. Cláusula 3ª. Lograr la colaboración internacional en la solución de los problemas de carácter económico, social, cultural o humanitario y fomentar y estimular el respeto de los derechos humanos y a las libertades fundamentales para todos, sin distinción de raza, sexo, idioma o religión. Artículo 2º. Para conseguir los fines expresados en el artículo 1º, la Organización y sus miembros actuarán de acuerdo con los siguientes principios: Cláusula 1ª. Una Organización basada en el principio de igualdad de soberanía de todos sus miembros. Cláusula 2ª. Para asegurar todos los derechos y beneficios resultantes de la afiliación, los miembros de la misma cumplirán de buena fe las obligaciones aceptadas de conformidad con esta Carta. Cláusula 3ª. Los miembros de la Organización resolverán sus disputas internacionales por medios pacíficos, de suerte que la paz, la seguridad y la justicia internacionales no se vean comprometidas. 320

Cláusula 4ª. Todos los miembros prescindirán, en sus relaciones internacionales, de la amenaza o el uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier otro miembro o Estado o de cualquier otro medio incompatible con los propósitos de las Naciones Unidas. Cláusula 5ª. Los miembros de la Organización prestarán a las Naciones Unidas toda clase de ayuda en las medidas que aquélla adopte de acuerdo con las disposiciones de la presente Carta y se abstendrán de ayudar a cualquier Estado contra el cual tomen medidas preventivas o coactivas de las Naciones Unidas. Cláusula 6ª. Las Naciones Unidas se ocuparán de que todos los Estados que no sean miembros de la Organización obre de conformidad con estos principios hasta donde sea necesario para mantener la paz y la seguridad internacionales. Cláusula 7ª. Nada de lo contenido en la presente Carta autorizará a las Naciones Unidas a intervenir en los asuntos que caigan dentro de la jurisdicción interior de cualquier Estado, ni requerirán de los miembros de la Organización que sometan tales asuntos a una solución conforme a esta Carta. Sin embargo, este principio no influirá en la aplicación de las medidas coercitivas que se citan en el Capítulo VII. El Capítulo II tarta de los miembros de la Organización. El Capítulo III trata de los organismos de las Naciones Unidas que según el artículo 7º cláusula 1ª, como organismos principales de las Naciones Unidas, se establecen los siguientes: Una Asamblea General Un Consejo de Seguridad Un Consejo Económico y Social Un Tribunal Internacional de Justicia y Una Secretaría. En los siguientes capítulos se desarrollan las funciones de cada uno de estos organismos. Capítulo IV. En el apartado que se refiere a “Funciones y Poderes” se dice: Artículo 11. La Asamblea General puede discutir todas las cuestiones o asuntos que se hallen dentro del alcance de la presente Carta o que se refieran a las facultades y funciones de los organismos establecidos por ella. Además, salvo lo previsto en el artículo 12, puede hacer recomendaciones a los miembros de las Naciones Unidas, al Consejo de Seguridad o a ambas sobre tales cuestiones o asuntos. Artículo 14. De acuerdo con las disposiciones del artículo 12, la Asamblea General podrá recomendar la adopción de medidas para arreglar pacíficamente cualquier situación con independencia de su origen, si considera que compromete el bienestar general o las relaciones amistosas entre las naciones, incluso las situaciones resultantes de las violaciones de la presente Carta sobre los propósitos y principios de las Naciones Unidas. Este Capítulo contiene también la votación y los procedimientos. CAPITULO IV. CONSEJO DE SEGURIDAD. COMPOSICIÓN. Art. 23. Cláusula 1ª. El Consejo de Seguridad constará de 11 miembros de las Naciones Unidas. Los Estados Unidos de América del Norte, el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, la República China y Francia serán miembros permanentes del Consejo de Seguridad. La Asamblea General elegirá los otros seis miembros de las Naciones Unidas como miembros no permanentes del Consejo de Seguridad, considerándose de forma especial, en primer lugar, la contribución de los 321

miembros de las Naciones Unidas al mantenimiento de la paz y seguridad internacional, además de los propósitos de la Organización y también la equitativa distribución geográfica. En el artículo 24, cláusula 1ª se dice: Con el fin de asegurar una pronta y eficaz acción de las Naciones Unidas sus miembros confieren al Consejo de Seguridad la responsabilidad para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacional y convienen que al cumplir sus deberes de acuerdo con tal responsabilidad, el Consejo actuará en nombre de ellos90. Mientras los delegados de la Conferencia de San Francisco permanecían reunidos, el almirante Doenitz, que había asumido el Poder en Alemania, declaró el 7 de mayo: “Cuando me dirigí al pueblo alemán por primera vez el día 1º de mayo declaré que mi deber era el de salvar vidas alemanas. No puedo deciros si me será posible ayudar al pueblo alemán. Debemos hacer frente a los duros hechos de la situación actual. El partido Nacionalsocialista ha desaparecido. Ya no existe unidad entre el Estado y el Partido. Han desaparecido las bases sobre las que descansaba el III Reich alemán. Con la ocupación de Alemania, el Poder ha pasado a las tropas de ocupación. De ellas depende el que yo y el Gobierno del Reich, por mí nombrado, podamos o no seguir actuando. A partir de las veintitrés horas del 8 de mayo no volverán a disparar los cañones. Los soldados alemanes, veteranos de innumerables batallas, pisan ahora el amargo camino que conduce al cautiverio y hacen así su último sacrificio para salvar la vida de nuestras mujeres y de nuestros niños y para salvaguardar el porvenir de nuestra nación. Nos inclinamos ante ellos respetuosamente, saludando la gallardía que han demostrado tener en el curso de mil batallas. Nos acordamos de los caídos y de los prisioneros. Prometí a nuestros valerosos hombres, mujeres y niños que les daría una condiciones de vida llevaderas, compatibles con lo que yo pudiera hacer en los difíciles tiempos venideros. No sé lo que podré hacer para ayudaros ahora. Hemos de mirar a los hechos cara a cara. Si mi permanencia en el Poder en algo puede servir a la Patria, continuaré en mi puesto hasta que el pueblo alemán pueda nombrar un jefe de Estado o hasta que las potencias de ocupación imposibiliten mi tarea. El amor hacia Alemania y mi sentido del deber me mantienen en mi puesto sin tener en cuenta consideraciones de orden personal. No permaneceré en el Poder ni una hora más de lo que sea compatible con la dignidad que debo al Reich. Ante cada uno de nosotros se extiende un camino muy difícil. Es preciso que marchemos por él con dignidad, gallardía y disciplina, como lo exige la memoria de nuestros caídos. Hemos de sentirnos inspirados por el deseo de cumplir nuestra tarea lo mejor posible, ya que, de lo contrario, no puede haber fundamentos para la vida alemana en el porvenir. Es nuestro deber caminar unidos, presidido siempre por el espíritu de justicia, o, de lo contrario, no podremos sobrevivir las tribulaciones que nos esperan. Caminemos con la esperanza de que vendrá un tiempo en que nuestros hijos podrán vivir libres y seguros en una Europa pacífica. No quiero rezagarme en este caminar. Si mi deber exige que permanezca en mi puesto, procuraré ayudaros en lo posible. Sin embargo, si exige mi marcha así lo haré para mejor servir al pueblo y al Reich. La rendición de Alemania se hizo en las siguientes condiciones: Mundo, números: 261, p.39; 269, p.360; 270, p. 399; 271, p. 439; 272, p. 478. El Socialista, e, números: 18-V-1945, 5.264; 28-V-1945, 5.265; 5-VI-1945, 5.266; 15-VI-1945, 5.267; 23-VI-1945, 5.268; 14-VII-1945, 5.270. 90

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1º. Los abajo firmantes, investidos de la autoridad del Alto Mando alemán, rendimos sin condiciones al Mando Supremo de las Fuerzas expedicionarias aliadas y simultáneamente al Alto Mando soviético, todas las fuerzas de Tierra, Mar y Aire que en esta fecha se encuentran bajo control alemán. 2º. El Alto Mando alemán publicará inmediatamente órdenes dirigidas a todas las autoridades militares, navales y aéreas y a todas las fuerzas que se hallen bajo control de Alemania para que cesen en toda clase de operaciones activas a las 23.01, hora de Europa central, del 8 de mayo, y para que permanezcan en las posiciones que ocupen en ese momento. Ningún buque o avión deberá ser destruido o averiado, ni en su maquinaria, ni en su equipo. 3º. El Alto Mando alemán ordenará inmediatamente a los jefes caracterizados el cumplimiento de cualesquiera órdenes publicadas por el jefe supremo de las Fuerzas expedicionarias aliadas y por el Alto Mando soviético. 4º. Este documento de rendición militar se firma sin prejuicio del instrumento general de rendición impuesto por las Naciones Unidas o en su nombre y aplicable a Alemania y al conjunto de las fuerzas armadas alemanas. 5º. En caso de que el Alto mando alemán o cualquiera de las fuerzas bajo su control incumplan este documento, el Mando supremo aliado y el Alto mando soviético tomarán las medidas punitivas o las decisiones de otra clase que estimen convenientes”91. Truman recibió la noticia de la rendición pronunciando estas palabras: “Esta no es sólo una hora solemne, sino gloriosa. El generalísimo Eisenhower me ha informado que las fuerzas alemanas se han rendido a las Naciones Unidas. Las banderas de la victoria ondean sobre toda Europa. Por esta victoria damos de todo corazón las gracias a la Providencia, que nos ha guiado y sostenido en los tenebrosos días de la adversidad. Sólo quisiera que Franklin Delano Roosevelt hubiera vivido para ser testigo de este día. Nuestro regocijo está templado y restringido por el conocimiento del terrible precio que hemos tenido que pagar para librar al mundo de Hitler y de sus malvados seguidores. Debemos trabajar para estañar las heridas del sufrimiento del mundo y para preparar una paz duradera que tenga sus raíces en la Justicia y en el Derecho. Sólo podremos construir esta paz con un trabajo duro y penoso por la comprensión y laborando con nuestros aliados en los tiempos de paz igual que lo hemos hecho en los de guerra. La tarea que nos aguarda no es menos urgente ni menos importante que la que se acaba de terminar felizmente. No olvidemos, estimados compatriotas, la tristeza y el desaliento que hoy reinan en los hogares de tantos de nuestros vecinos cuya prenda más preciada ha sido sacrificada para redimir nuestra libertad. Sólo podremos pagar la deuda que tenemos con Dios, nuestros muertos y nuestros hijos, si trabajamos y nos dedicamos con incansable atención a cumplir las obligaciones que trae aparejadas el futuro. Si me fuese posible daros una palabra como lema para los mese futuros, esa palabra sería: trabajad, trabajad, trabajad. Tenemos que trabajar para terminar la guerra. Nuestra victoria sólo está conseguida a medias. El Oeste está libre, pero el Oriente aún gime bajo la traicionera tiranía de los japoneses. Hasta que se rinda sin condicione la última división nipona no se habrá terminado nuestra misión como combatientes.

Mundo, números: 262, p. 557; 274, p. 557; 275, p.598; 276, p.638; 277, p.679; 277, p.678. El Socialista, e, números: 5.271; 5.272; 5.273; 91

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Pido a todos los americanos que se mantengan en su puesto hasta que se haya ganado la última batalla. Hasta ese día ningún hombre deberá abandonar la misión que le ha sido confiad ni cejar en sus esfuerzos. Y ahora quiero leeros mi declaración oficial con motivo del Día de la Victoria en Europa: Como Presidente de los Estados Unidos declaro que los Ejércitos aliados, mediante su sacrificio, amor al deber y con la ayuda de Dios, han obligado a Alemania a aceptar la rendición incondicional. El mundo del Oeste ha sido liberado de las fuerzas del mal que durante cinco años aherrojaron los cuerpos de sus habitantes y arruinaron las vidas de millones y millones de hombres libres. Violaron sus iglesias, destruyeron sus hogares, corrompieron a sus hijos y asesinaron a sus seres amados. Nuestros ejércitos liberadores han devuelto la libertad a estos pueblos que tanto sufrían, pero cuyo espíritu y voluntad jamás pudieron esclavizar los opresores. Aún queda mucho por hacer. La victoria obtenida en el Oeste tiene que ser alcanzada también en Oriente. Hay que librar al mundo entero de las fuerzas del mal que ya han sido derrotadas en un Hemisferio. Las naciones amantes de la paz han demostrado, unidas en el oeste, que sus armas son mucho más potentes que las de los dictadores o camarillas de tiranos militares. El poderío de nuestros pueblos para defenderse contra todos los enemigos se demostrará en la guerra del Pacífico igual que ha quedado bien patente en Europa. Por el triunfo del espíritu y de las armas que se unan a nosotros en el amor a la libertad, considero justo que, como nación demos gracias a Dios Todopoderoso que nos ha prestado fuerzas y concedido la victoria. Por lo tanto, yo, Harry S. Truman, Presidente de los Estados Unidos de América, designo el domingo día 13 de mayo de 1945 para que sea el Día de la Oración. Pido a todo el pueblo norteamericano, cualesquiera que sean sus creencias, que se unan a los demás para ofrecer su agradecimiento a Dios por la victoria que hemos obtenido y le pida que nos apoye para terminar la contienda, guiándonos en el camino de la paz. También pido a mis compatriotas que dediquen este día de oración a la memoria de los que dieron sus vida para que la victoria fuese posible. En testimonio de lo cual, estampo mi firma y rúbrica al pié del documento, que estará refrendado con el sello de la Unión. Extendido en la ciudad de Washington el octavo día del mes de mayo, en el año de 1945 del Señor y 169 de la independencia norteamericana. Firmado: Harry S. Truman, por el Presidente; José C. Grew, secretario de Estado interino”92. Con el mismo motivo, Churchill hizo la siguiente declaración: “A las dos y cuarenta y uno de la madrugada de ayer y en el Cuartel general del general Eisenhower, el general Jodl, en representación del Alto Mando alemán y del gran almirante Doenitz, nombrado jefe del Estado alemán, firmó el documento de rendición incondicional de todas las fuerzas de tierra, mar y aire alemanas en Europa a las fuerzas expedicionarias aliadas y, simultáneamente, al Alto mando soviético. El general Beddell Smith, jefe del Estado Mayor del Ejército de los Estados Unidos y el general Françoise Sevez estamparon su firma en el documento en nombre del Mando Supremo de las Fuerzas expedicionarias aliadas y el general Suspalatov lo firmó en nombre del Alto mando soviético.

92

Idem

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Este acuerdo será ratificado y confirmado en Berlín, donde el comandante supremo adjunto de las Fuerzas expedicionarias aliadas, mariscal jefe del Aire, Teder, y el general De Lattre de Tassigny, firmarán en nombre del general Eisenhower. El mariscal Zhukov lo hará en nombre del Alto Mando soviético. Los representantes alemanes serán el feldmariscal Keitel, jefe del Alto Mando, y los comandantes en jefe del Ejército, de la Marina y de la Aviación. Las hostilidades cesarán oficialmente un minuto después de la media noche del martes 8 de mayo; pero, en interés de la conservación de vidas, el toque de alto el fuego comenzó a darse ayer a lo largo de todo el frente y hoy también es cuando van a ser liberadas nuestras queridas islas del Canal. Los alemanes siguen resistiendo en algunos puntos a las tropas rusas, pero de continuar haciéndolo después de medianoche, se privarán por sí mismos de la protección que confieren las leyes de la guerra y serán atacados desde todas partes por las tropas aliadas. No sería de extrañar que en unos frentes tan largos, y dado el desorden reinante en el enemigo, las órdenes del Alto Mando alemán no fueran obedecidas inmediatamente en todos los casos. Ello no debe, en nuestra opinión y con el asesoramiento de los mejores expertos militares a nuestra disposición, constituir motivo para que no se trasladen a la nación los hechos que nos ha comunicado el general Eisenhower con respecto a la rendición incondicional, ya firmada en Reims, ni debe impedirnos celebrar los días de hoy y de mañana miércoles como jornadas de la Victoria de Europa. Por consiguiente, la guerra con Alemania ha terminado. Tras años de intensa preparación, Alemania se lanzó contra Polonia a principios de septiembre de 1939, en cumplimiento de nuestra garantía a Polonia y de acuerdo con la República francesa, Gran Bretaña, el Imperio Británico y las naciones del Commonwealth, declararon la guerra al producirse esa cobarde agresión. Después de vencida la valerosa Francia, nosotros, desde esta isla y desde nuestro unido Imperio, mantuvimos solos la lucha durante todo un año, hasta que se nos unieron la potencia militar de la Rusia soviética y después el poder aplastante y los recursos de los Estados Unidos de América. Por último, casi todo el mundo se ha unido contra los factores del mal, que ahora se hallan postrados ante nosotros. Nuestra gratitud a nuestros magníficos aliados surge de todos los corazones en la isla y en todo el Imperio británico. Podemos permitirnos un breve período de regocijo, pro no olvidemos por un momento el trabajo y los esfuerzos que nos aguardan. El Japón, con toda su tradición y su codicia, aún no está subyugado. Los daños que ha infligido a la Gran Bretaña, a los Estados Unidos y a otras naciones así como sus detestables crueldades, exigen justicia y retribución. Debemos ahora consagrar nuestras fuerzas y nuestros recursos a la terminación de nuestra tarea, tanto en el interior como en el exterior. ¡Adelante, Britania! ¡Viva la causa de la libertad! ¡ Dios salve al Rey!”93. Después de prolongadas gestiones para delimitar las zonas que cada Ejército había de ocupar en Alemania y Austria, el día 3 de julio entraron en Berlín las tropas norteamericanas y el 4 lo hicieron las británicas. El día 26 se clausuraba la Conferencia de San Francisco. El 17 de julio el Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Harry S. Truman; el Presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo de la Unión de 93

Mundo nº 262, p. 78

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Repúblicas Socialistas Soviéticas, generalísimo J.V. Stalin, y el Primer Ministro de la Gran Bretaña, Winston S. Churchill, en unión de Clement Attlee, se reunieron en Potsdam, Berlín, PARA CELEBRAR LA Conferencia de las tres potencias. Estuvieron acompañados de los Ministros de Asuntos Exteriores de los tres Gobiernos: James F. Byrnes, V.M. Molotov y Anthony Eden; de los jefes de Estado Mayores y de otros consejeros.. entre los días 27 a 25 tuvieron lugar nuevas reuniones. La Conferencia fue interrumpida durante dos días, mientras se hacían públicos los resultados de las elecciones generales celebradas en la Gran Bretaña. El día 26 se conoció el resultado electoral. La victoria laborista fue aplastante con la siguiente distribución de votos y escaños: Laboristas..............11.941.501 votos......390 actas. Conservadores......9.056.672 votos .......195 actas Seguidos, a mucha distancia, por liberales, liberales nacionales, independientes, nacionales, commonvealthistas y comunistas. Estos obtuvieron 102.782 votos y dos actas. Como consecuencia de este resultado, Churchill no volvería a la Conferencia de Potsdam y Attlee, del Partido Laborista, lo hará como nuevo Primer Ministro electo. El día 28 se reincorporó a la Conferencia acompañado por el nuevo Ministro de Asuntos Exteriores, Ernest Bevin. El 2 de agosto terminó la Conferencia y el día siguiente se hacía público el comunicada que contenía los acuerdos adoptados por los tres grandes. Texto del Comunicado de la Conferencia de Potsdam. En la primera parte se hace una exposición de las reuniones y asistentes. En la segunda se trata de la formación de un Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores, integrado por los tres, Francia y China, con sede en Londres, con las siguientes tareas: “a) Como tarea de importancia inmediata el Consejo será autorizado a preparar, con el fin de ser presentado a la consideración de las Naciones Unidas, los oportunos tratados de paz con Italia, Rumania, Bulgaria, Hungría y Finlandia y proponer el arreglo de las cuestiones territoriales que quedaron pendientes al terminar la guerra en Europa. Este Consejo será utilizado para la preparación de un arreglo de paz con Alemania que será aceptado por el Gobierno alemán cuando se haya establecido para tal proporción un Gobierno adecuado. Para dar cumplimiento a cada una de estas tareas, el Consejo estará integrado por los miembros que representen a los Estados firmantes de las condiciones de rendición impuestas al Estado enemigo. Respecto al arreglo de paz con Italia, Francia será considerada como nación firmante de las condiciones de rendición. Otros miembros serán invitados a participar en las correspondientes conversaciones, cuando sean sometidos a discusión los asuntos que les afecten directamente. Los demás asuntos podrán ser pasados de tiempo en tiempo al Consejo, por acuerdo adoptado entre los Gobiernos de dicho Consejo. Cuarto. Cada vez que el Consejo trate de una cuestión que interese directamente a un Estado no representado en el Consejo, dicho Estado deberá ser invitado a enviar representantes para tomar parte en las discusiones y en el estudio de las cuestiones por resolver. El Consejo puede adaptar su procedimiento al problema particular que esté tratando. En algunos casos podrán celebrarse discusiones preliminares antes de dar participación a otros Estados interesados. En cualquier caso, el Consejo

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puede convocar una conferencia oficial de los países principalmente interesados en hallar solución al problema particular que se discuta. De acuerdo con esta decisión de la Conferencia, cada uno de los tres Gobiernos ha remitido invitaciones idénticas a los Gobiernos de China y de Francia para que den su aprobación a este texto y se unan a la formación del Consejo. La constitución del Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores para los propósitos especificados y a los cuales se hace referencia en el texto, no altera el convenio establecido en la Conferencia de Crimea de que habrá consultas periódicas entre los Ministros de Asuntos Exteriores de Estados Unidos, Rusia y el Reino Unido. La Conferencia consideró también la posición de la Comisión Asesora Europea ante el acuerdo de formar un Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores. Ha sido notado con satisfacción que la Comisión ha cumplido hábilmente sus tareas principales por las recomendaciones que presentó en su día para estipular las condiciones de rendición incondicional de Alemania, para el establecimiento de las zonas de ocupación de Alemania y de Austria y para la implantación de un mecanismo de control interaliado en esos países. Se ha considerado que las nuevas tareas de carácter detallado, en pro de la coordinación de las normas aliadas para Alemania y Austria, corresponderán en el futuro a la única competencia del Consejo de Control Aliado de Berlín y a la Comisión Aliada de Viena. En vista de ello, se acordó recomendar que sea disuelta la Comisión Asesora Europea. TERCER. ALEMANIA. Los Ejércitos aliados ocupan toda Alemania y el pueblo alemán ha comenzado a expiar los terribles crímenes cometidos bajo la dirección de aquéllos a quienes en la hora del triunfo apoyó sin reservas y obedeció ciegamente. Se ha llegado a un acuerdo en esta Conferencia sobre los principios políticos y económicos de una política aliada coordinada para tratar de una Alemania derrotada durante el período de control de las potencias aliadas. Es propósito de este acuerdo cumplir la declaración de Crimea sobre Alemania. Serán extirpados el militarismo y el nazismo alemanes y los aliados tomarán, de común acuerdo ahora y en el futuro, las medidas necesarias para asegurar ahora y en el futuro, las medidas necesarias para asegurar que Alemania no amenazará jamás a sus vecinos y perturbará la paz del mundo. No es intención de lo aliados destruir o esclavizar al pueblo alemán. Es su intención que el pueblo alemán disfrute de la oportunidad de preparar la eventual reconstrucción de su vida sobre una base democrática pacífica. Si sus propios esfuerzos son firmemente dirigidos hacia tal fin, les será posible a su debido tiempo formar parte de los pueblos libres y pacíficos del mundo. El texto del convenio sobre este particular es el siguiente: Principios políticos y económicos que gobernarán Alemania en el período inicial de control: principios políticos .- 1º. De acuerdo con el convenio sobre el mecanismo para el control de Alemania, la autoridad suprema de Alemania será ejercida, según instrucciones de los Gobiernos respectivos, por los comandantes en jefe de las fuerzas armadas de los Estados Unidos de América, del Reino Unido, de Rusia y de la República francesa, cada uno en su propia zona de ocupación y también conjuntamente en las cuestiones que afecten a Alemania en general y en su condición de miembros del Consejo de Control. 2º. Hasta donde sea posible existirá una uniformidad de trato a la población alemana en todo el país alemán. 327

3º. Propósitos que para la ocupación de Alemania guiarán al Consejo de Control: Desarme y desmilitarización completa de Alemania y eliminación o bien control absoluto, de todas las industrias alemanas que puedan utilizarse para la producción militar. A estos fines: a) bis. Serán completa y totalmente abolidas en tal forma que se evite con carácter permanente el renacimiento de la organización militarista y el nazismo alemán. Todas las fuerzas alemanas de Tierra, Mar y Aire, SS, SA, SD y la Gestapo, con todas sus organizaciones, todos los Estados Mayores e instituciones, inclusive el propio Estado Mayor, Cuerpos de oficiales, Cuerpos de reserva, Escuelas militares, organizaciones de excombatientes y todas las demás organizaciones militares y semimilitares, así como sociedades y asociaciones que sirvan para mantener viva la tradición militarista alemana. Serán puestas a disposición de los aliados, o destruidas, todas las armas, municiones, material de guerra y todos los medios especializados en la construcción de los mismos. Se evitará la conservación y la producción de toda clase de aparatos aéreos y toda clase de armas, municiones y materiales de guerra. Convencer al pueblo alemán que ha sufrido una derrota total y que no puede eludir su responsabilidad por lo que ha echado sobre sus hombros, pues por su despiadada clase de guerra y por la resistencia fanática nazi ha destruido totalmente la economía alemana y ha hecho inevitable una situación caótica con grandes sufrimientos para el país. Destruir el Partido Nacionalsocialista, sus organizaciones afines y controladas por él, al mismo tiempo que son disueltas las instituciones nazis y se asegura que no serán reorganizadas en forma alguna. También se impedirá toda actividad o propaganda nazi o militar. Preparar la reconstrucción eventual de la vida política alemana sobre una base democrática y la eventual cooperación pacífica en la vida internacional, por parte de Alemania. 4º. Serán abolidas todas las leyes nazis que constituyen las bases del régimen de Hitler o establecieron discriminaciones fundadas en la raza, en el credo o en las opiniones políticas. No serán toleradas tales discriminaciones, sean de orden jurídico, administrativo o de otro orden cualquiera. 5º. Serán arrestados y llevados ante los Tribunales todos los delincuentes de guerra y todos aquéllos que participaron en proyectar o llevar a cabo los designios nazis referentes o resultantes de atrocidades por delitos de guerra. Serán arrestados o internados los dirigentes nazis, los partidarios nazis de carácter influyente y los altos funcionarios de todas las organizaciones e instituciones nazis y cualquier otra persona que sea considerada peligrosa para las fuerzas de ocupación o para los objetivos de éstas. 6º. Serán retirados de los cargos públicos, semipúblicos y de puestos de responsabilidad de las Empresas privadas importantes todos los miembros importantes, todos los miembros pertenecientes al partido nazi, que fueron más que participantes nominales en las actividades de las Empresas, así como también todas aquellas personas que se consideren hostiles a los propósitos aliados. Estas personas serán sustituidas por otras que, por sus antecedentes políticos y morales, sean consideradas capaces de contribuir al desarrollo de las instituciones genuinamente democráticas en Alemania.

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7º. La educación alemana estará controlada en forma tal que elimine las doctrinas nazis y militaristas y que haga posible el desarrollo con éxito de las más puras ideas democráticas. 8º. El sistema judicial será reorganizado de acuerdo con los principios democráticos y de justicia, a base de una igualdad de derechos para todos los ciudadanos, sin distinción de razas, de nacionalidad o de religión. 9º. La Administración en Alemania tenderá hacia una descentralización de la estructura política y hacia el desarrollo de la responsabilidad local. Para este fin: Se restablecerá el gobierno autónomo local en toda Alemania sobre los principios democráticos y en particular, por medio de Consejos Municipales electivos, formalizados con la rapidez que permita la seguridad militar y los propósitos de la ocupación militar. Serán permitidos y fomentados en toda Alemania todos los partidos políticos democráticos con derecho de reunión y de debate en público. Se introducirán los principios representativos y electivos en las administraciones provinciales, regionales y del Estado con la rapidez que justifique el éxito de aplicación de estos mismos principios a los gobiernos municipales autónomos. Por ahora, no se establecerá ningún Gobierno central alemán. No obstante se constituirán ciertos departamentos administrativos alemanes centrales, dirigidos por secretarios de Estado especialmente en las actividades de Hacienda, Transportes, Comunicaciones, Comercio exterior e industria. Estos departamentos actuarán bajo la dirección del Consejo de Control. 10º. Serán permitidas las libertades de palabra, de prensa y de culto y se respetarán todas las instituciones religiosas sujetas a las necesidades de la conservación de la seguridad militar. Se permitirá, igualmente, la formación de gremios, sujetos también a la conservación de la seguridad militar. Principios económicos. 11. Con objeto de eliminar el potencial bélico de Alemania se prohibirá y evitará la producción de armamentos, municiones y material de guerra, así como de todos los tipos de naves aéreas y marítimas. La producción de metales, productos químicos y otros productos que son directamente necesarios para la economía de guerra será rígidamente controlada y restringida a las necesidades previamente aprobadas para la Alemania de la posguerra, de acuerdo con los objetivos enunciados en el párrafo decimoquinto. La capacidad productiva excedente del consumo autorizado será retirada de acuerdo con el plan de reparaciones recomendado por la Comisión aliada de reparaciones y aprobado por los Gobiernos interesados; de no ser retirada dicha producción excedente será destruida. 12. En la fecha más próxima posible, la economía alemana será descentralizada con el propósito de eliminar la actual y excesiva concentración del poderío económico como en los casos de los “cartels”, los sindicatos, los trust y otros sistemas de monopolio. 13. Al reorganizarse la economía alemana se dará preferencia al desarrollo de la agricultura y a las industrias de paz de carácter interior. 14. Durante el período de ocupación, Alemania será tratada como una sola unidad económica. Con este fin se establecerán normas con respecto a: Minería. Producción industrial y su distribución. Agricultura, bosques y pesca. Suelos, precios y racionamiento. Programas de importación y exportación para Alemania en conjunto. 329

Moneda y bancos, impuestos centrales y aduanas. Reparación y retirada del potencial de la industria bélica. Transportes y comunicaciones. Al aplicarse estas normas deberá tenerse en cuenta cuanto sea apropiado a las distintas condiciones de cada localidad. 15. Se impondrá a la economía alemana el control aliado, pero únicamente en el grado necesario: Para llevar a efecto los programas de desarme y de desmilitarización industrial, de reparaciones y exportaciones e importaciones previamente aprobadas. Para asegurar la producción y el mantenimiento de artículos y de aquellos servicios requeridos para satisfacer las necesidades de las fuerzas de ocupación y de las personas desplazadas en Alemania y asegurar otras necesidades esenciales al mantenimiento del nivel medio de vida en Alemania, nivel que no superará al existente en los países europeos (por los países europeos se entienden todos los países europeos con la exclusión del Reino Unido y de Rusia). Para asegurar en forma determinada por el Consejo de Control la distribución equitativa de los productos esenciales entre las distintas zonas de ocupación, así como para lograr una economía equilibrada en toda Alemania y reducir la necesidad de las importaciones con el fin de impedir que Alemania desarrolle un potencial bélico y lograr otros objetivos aquí mencionados. Para controlar todos los organismos científicos públicos o privados alemanes, instituciones de investigación y experimentación, laboratorios, etc., vinculados con las actividades económicas. 16. En la aplicación y el mantenimiento de los controles previamente establecidos por el Consejo de Control será creado un mecanismo administrativo alemán y se requerirá de las autoridades alemanas que asuman en el mayor grado posible la administración de tales controles. De esta forma se llevará al conocimiento del pueblo alemán que la responsabilidad por la administración de dichos controles y por cualquier violación de los mismos recaerá directamente sobre él. Se prohibirá la existencia de cualquier control alemán que vaya en contra de los objetivos de ocupación. 17. Deberán tomarse rápidamente medidas: Para efectuar las reparaciones esenciales de los medios de transporte. Para aumentar la producción de carbón Para incrementar hasta el máximo la producción agrícola. Para llevar a cabo las reparaciones urgentes en las viviendas y en los servicios públicos esenciales. 18. El Consejo de Control tomará las medidas adecuadas para ejercer la fiscalización y disfrutar de las facultades necesarias para disponer de los activos externos alemanes que no estén todavía bajo control de las Naciones Unidas que intervinieron directamente en la guerra contra Alemania. 19. El pago de las reparaciones deberá dejar suficientes recursos para que el pueblo alemán subsista sin ayuda exterior. Al procurarse el equilibrio económico en Alemania, ésta deberá suministrar los medios necesarios para el pago de las importaciones aprobadas por el Consejo de Control. Los fondos obtenidos con la exportación procedente de la producción normal y de las existencias serán destinados en primer término al pago de tales importaciones. Dicha cláusula no se aplicará a los equipos ni a los productos mencionados en los apartados 4.a) y 4.b) del Acuerdo sobre reparaciones. 330

CUARTO.- REPARACIONES ALEMANAS. De acuerdo con la decisión tomada en Crimea de que Alemania será obligada a compensar en el máximo posible las pérdidas y sufrimientos que causó a las Naciones Unidas y sobre los cuales el pueblo alemán no puede eludir la responsabilidad, se ha llegado a las siguientes decisiones sobre el problema de las reparaciones: 1º. Las reparaciones a la U.R.S.S. serán atendidas con lo que éste país obtenga de la zona alemana que ocupa y con los bienes activos apropiados que Alemania posea en el extranjero. 2º. La U.R.S.S. se compromete a atender las reclamaciones sobre las reparaciones correspondientes a Polonia de la parte que le corresponde en tales reparaciones. 3º. Las reclamaciones por reparaciones de los Estados Unidos, del Reino Unido y de otros países con derecho a aquéllas serán atendidas a base de las zonas occidentales y de los bienes alemanes en el extranjero. 4º. La U.R.S.S. además de las reparaciones que obtenga en su zona de ocupación recibirá de las zonas occidentales: Un 15% de los equipos industriales utilizables y completos, en primer lugar, los de las industrias metalúrgicas, químicas y de fabricación de máquinas herramientas, que no sean necesarios para la economía alemana de paz, y que serán retirados de las zonas occidentales de Alemania a cambio de un valor equivalente en productos alimenticios, carbón, potasa, cinc, maderas, alquitranes, productos petrolíferos y otros productos que se acuerde en su día. Un 10% de los equipos industriales no necesarios para la economía de paz de Alemania y que habrán de retirarse de las zonas occidentales, serán transferidos al Gobierno soviético a cuenta de las reparaciones sin pago o a cambio de cualquier otra especie. Lo prescrito en los apartados a) y b) se realizará simultáneamente. 5º. La cantidad de equipos que serán retirados de las zonas occidentales a cuenta de las reparaciones deberá ser determinada en un plazo máximo de seis meses, a partir de dicha fecha. 6º. Las remociones principales de los equipos industriales comenzarán tan pronto como sea posible y deberán concluir dentro de los dos años, contados a partir de la determinación especificada en el párrafo 5º. La entrega de los productos a que se refiere el apartado 4º a) comenzará tan pronto como sea posible y será realizada por la U.R.S.S. en plazos acordados, dentro de un período de cinco años a partir de esta fecha. La determinación de la cantidad y el carácter de los equipos industriales principales no necesarios a la economía de paz alemana y, en consecuencia, disponibles para el pago de reparaciones corresponderá al Consejo de Control, dentro de la política trazada por la Comisión aliada sobre reparaciones, con la participación de Francia, sujeta a la aprobación definitiva del comandante de la zona de donde vayan a ser sacados los equipos. 7º. Antes de fijar la cantidad total de equipos sujetos a transferencia, serán hechas las entregas por adelantado de aquellos equipos que sean considerados como susceptibles de traslado, de acuerdo con el procedimiento fijado en el último apartado del párrafo sexto. 8º. El Gobierno soviético renuncia a toda clase de reclamaciones relacionadas con las reparaciones sobre las empresas alemanas localizadas en las zonas occidentales ocupadas de Alemania, así sobre las propiedades y capitales

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alemanes en el extranjero, en todos los países, con excepción de aquéllos que se especifican en el párrafo noveno siguiente. 9º. Los Gobiernos del Reino Unido y de los Estados Unidos renuncian a sus reclamaciones en relación con las reparaciones sobre las partes que pueden corresponderles en las empresas alemanas localizadas en la zona oriental de Alemania, así como en los bienes activos de los alemanes en Bulgaria, Finlandia, Hungría, Rumania y Prusia Oriental. 10º. El Gobierno soviético no hace reclamación alguna sobre el oro capturado por las tropas aliadas en Alemania. QUINTO. DISPOSICIONES DE LA ARMADA Y DE LA MARINA MERCANTE ALEMANAS. La Conferencia tomó en principio varios acuerdos para el uso y disposición de la flota rendida y de los buques mercantes capturados a los alemanes. Se acordó que los “tres grandes” designarán los técnicos necesarios para tomar conjuntamente planes detallados con objeto de llevar a la práctica los acuerdos establecidos. eN su día será publicada simultáneamente otra declaración conjunta por los tres Gobiernos. SEXTO. CIUDAD DE KÖNISBERG Y ZONA ADYACENTE. La Conferencia examinó una propuesta del Gobierno soviético para que hasta el acuerdo final sobre las cuestiones territoriales en la Conferencia de la Paz, la sección de fronteras occidentales de la U.R.S.S. adyacente al mar Báltico parta de un punto en la costa oriental de la bahía de Dantzig, al este-norte de Braunsberg – Goldap, hasta el lugar donde se unen las fronteras de Lituania y de la República polaca y la Prusia Oriental. La Conferencia accedió, principio, a la propuesta del Gobierno soviético referente al traspaso final a la U.R.S.S. de la ciudad de Könisberg y su zona adyacente, como se ha expuesto anteriormente, traspaso sujeto a un examen pericial de la verdadera frontera. El Presidente de los Estados Unidos y el Primer Ministro británico declararon que apoyarán la propuesta de la Conferencia en el futuro ajuste de la paz. DELINCUENTES DE GUERRA. Los tres Gobiernos han tomado nota sobre las deliberaciones recientemente celebradas en Londres entre los representantes británicos, norteamericanos, soviéticos y franceses encaminadas a un acuerdo sobre los métodos de procesamiento de aquellos principales delincuentes de guerra, cuyos delitos, conforme a la declaración hecha en Moscú en octubre de 1943, no tienen una particular localización geográfica. Los tres Gobiernos reafirman su intención de llevar a dichos delincuentes ante una justicia rápida y segura, confiando en que las negociaciones de Londres alcanzarán rápidamente un acuerdo con este fin. Consideran como asunto de gran importancia que el enjuiciamiento de esos principales delincuentes de guerra se inicie lo antes posible. La primera lista de acusados será publicada antes del primero de septiembre. AUSTRIA. La Conferencia examinó la propuesta del Gobierno soviético sobre la extensión de la autoridad del Gobierno provisional austríaco a toda Austria y los tres Gobiernos convinieron en que están dispuestos a examinar esta cuestión después de la entrada de las fuerzas británicas y norteamericanas en la ciudad de Viena. POLONIA. La Conferencia consideró las cuestiones referentes al Gobierno provisional polaco y a la frontera occidental de Polonia. Acerca del Gobierno polaco de unión nacional definió su actitud en la siguiente declaración: 332

Hemos tomado nota con satisfacción del acuerdo concertado entre los tres representantes polacos de Polonia y del extranjero, que han hecho posible la formación, conforme a las decisiones adoptadas en la Conferencia de Crimea, de un Gobierno provisional polaco de unión nacional reconocido por las tres potencias. El establecimiento por los Gobiernos británico y norteamericano de relaciones diplomáticas con el Gobierno provisional polaco ha dado por resultado la retirada de su reconocimiento al anterior Gobierno polaco de Londres que ya no existe. Los Gobiernos británico y norteamericano han tomado medidas para proteger los intereses del Gobierno provisional polaco como Gobierno reconocido del Estado polaco, en los bienes pertenecientes al Estado polaco, enclavados en sus territorios y bajo su control, cualquiera que sea la forma de sus bienes. Se han tomado, además, las medidas necesarias para impedir la enajenación de tales bienes a terceras personas y se darán todas las facilidades al Gobierno provisional polaco para ejercer las medidas legales comunes para recuperar cualquier propiedad enajenada. Las tres potencias están dispuestas a cooperar con el Gobierno provisional polaco para facilitar el regreso a Polonia, tan pronto como sea posible, de todos los polacos residentes fuera del país que quieran regresar, incluso de los miembros de las fuerzas armadas de la marina mercante polaca. Esperan que se otorgue a aquellos polacos que regresen a su patria los derechos de propiedad y los personales sobre bases iguales a todos los ciudadanos polacos. Las tres potencias han tomado nota de que el Gobierno provisional polaco, de acuerdo con las decisiones adoptadas en Crimea, ha accedido a la celebración de elecciones libres tan pronto como sea posible sobre la base del sufragio universal y del voto secreto, en las cuales todos los partidos democráticos y antinazis tendrán derecho a participar y presentar candidatos y de que los representantes de la prensa aliada disfrutarán de amplia libertad para informar al mundo sobre los acontecimientos en Polonia antes y durante las elecciones. Se ha llegado al siguiente acuerdo en relación con las fronteras occidentales de Polonia: De conformidad con el acuerdo que sobre Polonia adoptamos en la Conferencia de Crimea, los tres jefes de Gobierno han indagado la opinión del Gobierno provisional polaco de unidad nacional con respecto a la incorporación de los territorios del norte y del oeste que Polonia debe recibir. El Presidente del Consejo Nacional de Polonia y los miembros del Gobierno provisional de unidad nacional han sido recibidos en la Conferencia, ante la cual presentaron amplia y totalmente sus puntos de vista. Los tres jefes de los Gobiernos reafirman su opinión de que la demarcación definitiva de las fronteras occidentales de Polonia debe aguardar a los ajustes de la Conferencia de la Paz. Los tres jefes de Gobierno acordaron que, pendiente de la determinación final sobre las fronteras occidentales de Polonia, los antiguos territorios alemanes al este de la línea que corre desde el mar Báltico, inmediatamente al oeste de Swinemunde y sigue a lo largo del curso de este río hasta la frontera checoslovaca, incluida la porción de la Prusia Oriental no situada bajo la administración de la U.R.S.S., de acuerdo con lo convenido en esta conferencia e incluyendo la zona de la antigua ciudad libre de Dantzig, debe quedar bajo la administración del Estado polaco y como tal no debe ser considerada parte de la zona soviética de ocupación en Alemania.

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TRATADOS DE PAZ Y ADMISION A LA ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS. La Conferencia acordó la siguiente declaración de actitud conjunta para el establecimiento a la mayor brevedad de unas condiciones de paz duradera después de la victoria en Europa: Los tres Gobiernos consideran deseable que la actual posición anómala de Italia, Bulgaria, Hungría y Rumania llegue a su término mediante el concierto de tratados de paz. Confían en que los demás Gobiernos interesados aliados compartirán esta opinión. Por su parte, los tres Gobiernos incluyen la preparación de un tratado de paz con Italia, como primero entre los objetivos importantes de carácter inmediato del nuevo Consejo de Ministros de Negocios Extranjeros. Italia fue la primera potencia del Eje que rompió con Alemania, para cuya derrota contribuyó materialmente. Y, ahora, se ha unido a los aliados en la lucha contra el Japón. Italia se ha liberado del régimen fascista y marcha por buen camino hacia la rehabilitación del Gobierno y de las instituciones democráticas. El establecimiento de tal tratado de paz con el Gobierno italiano democrático reconocido hará posible que los tres Gobiernos cumplan su deseo de apoyar la petición del ingreso de Italia en el seno de las Naciones Unidas. Los tres Gobiernos han encargado igualmente al Consejo de Ministros de Negocios Extranjeros la tarea de preparar los oportunos tratados de paz con Bulgaria, Finlandia, Hungría y Rumania. El concierto de los tratados de paz con los gobiernos democráticos reconocidos en estos Estados permitirá también a los tres Gobiernos apoyar sus solicitudes de ingreso en las Naciones Unidas. Los tres Gobiernos convienen en examinar separadamente en un futuro cercano y a la luz de la situación que prevalezca entonces, el establecimiento de relaciones diplomáticas con Finlandia, Bulgaria y Hungría, en la forma más amplia posible, antes de concertar los tratados de paz con dichos países. Los tres Gobiernos no dudan que, en vista de la modificación de la situación creada por la terminación de la guerra en Europa, los representantes de la prensa aliada gozarán de plena libertad para informar al mundo de los sucesos de Rumania, Bulgaria, Hungría y Finlandia. Respecto a la admisión de otros Estados en la Organización de las Naciones Unidas, el artículo cuarto de la Carta de las Naciones Unidas declara que: ”Primero. Podrán formar parte de las Naciones Unidas todos los Estados amantes de la paz que acepten las obligaciones contenidas en la presente Carta y que a juicio de la Organización puedan y estén dispuestos a cumplir estas obligaciones. Segundo. La admisión de cualquier Estado, en esas condiciones, en el seno de las Naciones Unidas, se efectuará por decisión de la Asamblea General, a recomendación del Consejo de Seguridad”. 94

FIDEICOMISOS TERRITORIALES. La Conferencia estudió la propuesta del Gobierno soviético relacionada con los territorios en fideicomiso, según fueron definidos en las decisiones de la Conferencia de Crimea y en la Carta de las Naciones Unidas. Después de un cambio de opiniones, se resolvió que el destino que ha de darse a los antiguos territorios italianos deberá ser decidido en relación con la preparación del tratado de paz para con Italia y que la cuestión del territorio 94

. Comunicado de Potsdam, El Socialista, 11-VIII-1945.

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italiano será considerada por la reunión que celebrarán en septiembre los Ministros de Negocios Extranjeros. REVISION DE PROCEDIMIENTOS. Se dará cuenta de los intereses que han guiado a los tres Gobiernos y de las responsabilidades que éstos asumieron al presentar conjuntamente las condiciones de armisticio que han sido tomadas como base para las propuestas concertadas. TRASLADO ORDENADO DE LA POBLACION ALEMANA. LA Conferencia llegó al siguiente acuerdo en relación con el traslado de los alemanes de Polonia, Checoslovaquia y Hungría: “Habiendo estudiado los tres Gobiernos la cuestión, en todos sus aspectos, reconocen que el traslado a Alemania de las poblaciones alemanas o elementos de ellas que queden en Polonia, Checoslovaquia y Hungría tendrán que llevarse a efecto. Acuerdan que los traslados que sean necesarios habrán de hacerse en forma ordenada y humana. Como la afluencia de un gran número de alemanes hacia Alemania aumentaría la carga que están soportando ya las autoridades de ocupación, estiman que el Consejo aliado de control en Alemania debe, primeramente, examinar el problema de control en Alemania debe, primeramente, examinar el problema prestando una especial atención a la distribución equitativa de estos alemanes entre las distintas zonas de ocupación. En consecuencia, cursaron instrucciones a sus representantes respectivos en el Consejo de Control para que informe a sus Gobiernos, tan pronto como sea posible, acerca del número de alemanes que han entrado ya en Alemania procedentes de Polonia, Checoslovaquia y Hungría. Y para que sometan un cálculo del tiempo en que podrían realizarse nuevas transferencias y del número de éstas, teniendo en cuenta la situación predominante en Alemania. El Gobierno de Checoslovaquia, el Gobierno provisional de Polonia y el Consejo de Control de Hungría han sido informados de lo que antecede y se les ha pedido que, mientras tanto, aplacen nuevas expulsiones de alemanes en espera de un examen por los Gobiernos de los correspondientes informes que les presenten sus representantes en el Consejo de Control de Alemania. CONVERSACIONES MILITARES. Durante la Conferencia se celebraron reuniones entre los jefes de Estado Mayores de los tres Gobiernos para deliberar sobre asuntos militares de interés común. Firmado: José Stalin, Harry S. Truman y C. R. Attlee 95”. Pero la guerra seguía en el Pacífico y Extremo Oriente, donde el día 4 de febrero, las tropas norteamericanas entraban en Manila, defendida por los japoneses en su interior, casa por casa, hasta acabar incendiando la ciudad que quedó destruida. De esta manera, la batalla de Luzón fue remata con la conquista de esta ciudad. Los japoneses, sin embargo, resistían numantinamente en la península de Bataam. El día 12 de febrero, sólo controlaban un pequeño sector al sur de Manila. En la mañana del día 17, después de un bombardeo naval y aéreo de las fortificaciones y demás objetivos nipones, que duró muchas horas, las tropas norteamericanas mandadas por Nimitz desembarcaron en la isla de Iwo Jima, importante base naval y aérea, desde la cual Japón quedaba a merced de la aviación norteamericana. Simultáneamente con este desembarco y durante Mundo números: 275, p.598; 276, p.638; 277, p. 679; El Socialista, e, Números: 5.272 y 5.273 95

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dos días seguidos, el 16 y el 17, un formidable enjambre de aviones norteamericanos, pertenecientes a la Flota, machacaron Tokio y los grandes centros de producción aeronáutica. Se trató del primer ataque de aviones navales contra la metrópoli japonesa. Los portaaviones, a unos 500 kilómetros de la costa, enviaron constantemente sus escuadrillas, sin que la Flota japonesa saliese a dar la batalla a la Escuadra norteamericana. Unos 1.200 bombarderos actuaron en la primera jornada y un número algo menor en la segunda. Tal ataque constituyó la culminación de la serie de bombardeos efectuados por las superfortalezas volantes. Durante el día 16 de febrero, los aviones norteamericanos volaron nueve horas seguidas sobre el territorio japonés. El asalto aéreo pareció más bien una operación de diversión encaminada a facilitar el desembarco en Iwo Jima. Donde los norteamericanos libraron la más encarnizada batalla terrestre habida en el Pacífico, hasta ese momento. La isla se encontraba muy densamente fortificada y defendida por unos 20.000 soldados. Esto fue causa de que la operación de desembarco hubiera estado a punto de fracasar. Las pequeñas dimensiones de la isla impedían los movimientos tácticos de manera que los ataques tenían que ser frontales. Se trataba de ir conquistando posición a posición. El día 25, Manila quedó completamente liberada, después de tres semanas de combates, durante las cuales los japoneses utilizaron todo tipo de recursos, como la utilización de la población civil como escudos frente a los atacantes. 12.000 soldados nipones fueron recogidos sólo en el perímetro de la ciudad. La misma resistencia ofrecieron en Iwo Jima, donde el día 5 de marzo iban recogidos 12.864 cadáveres japoneses, sólo se capturaron 81 prisioneros, de los cuales, 45 eran coreanos. El día 10 todavía continuaba la lucha. Lo mismo que en Luzón, en China y Birmania, en cuya capital entraron las tropas aliadas el día 8. El día 12, los japoneses ocuparon militarmente la Indochina francesa y desarmaron las tropas de la colonia. Los bombarderos norteamericanos arrasaron cuarenta kilómetros cuadrados de la ciudad de Tokio y algo parecido hicieron con Nagoya. El día 16 fue consumada la ocupación de Iwo Jima con más 20.000 soldados japoneses muertos y 4.189 por parte norteamericana, quienes tuvieron 15.308 heridos y 441 desaparecidos. El día 27 de marzo, las tropas norteamericanas desembarcaron en las islas Kerama, situadas a menos de 400 millas del Japón metropolitana y a 15 del grupo de islas de Okinawa, perteneciente a las islas Riu-Kiu. Una gran fuerza naval apareció en las aguas próximas al sudoeste de las islas Riu-Kiu y sometió a la isla Okinawa y otras a un intenso bombardeo aéreo y naval. Parte de estas fuerzas desembarcaron en las islas Kerama. El día 1 de abril el almirante Nimitz daba cuenta de otro desembarco efectuado en Okinawa. El X Ejército de los Estados Unidos, cuyos principales elementos de tierra eran del 24 Cuerpo de ejército y del III Cuerpo anfibio de infantería de marina, invadieron la isla de Okinawa por la costa occidental. La operación era considerada por el almirante como la mayor anfibia realizada hasta esa fecha en la guerra del Pacífico. El almirante Spruance, jefe de la V flota, mandaba las operaciones tácticas; la fase anfibia fue dirigida por el vicealmirante Richmond Kelly Turner , jefe de las fuerzas anfibias de la flota del Pacífico, y el X ejército, mandado por el teniente general Simon B. Buckner. Los desembarcos fueron realizados por buques y unidades de desembarco de la V flota norteamericana, apoyados por los cañones y las fuerzas antiaéreas de la misma. El ataque fue también cubierto y apoyado por los realizados contra las posiciones japonesas del grupo Sakishima, por una importante fuerza aérea 336

procedente de portaaviones británicos, mandados por el vicealmirante sir Bernard Rawlings. Las tropas del XXIV Cuerpo de ejército estaban mandadas por el general mayor John A. Hodge y la infantería de marina del III Cuerpo anfibio por el mayor Roy A. Geiger. El ataque fue precedido por la ocupación de las islas del grupo Kerama. Los acorazados que constituían el principal elemento de apoyo artillero, estaban mandados por el contraalmirante norteamericano M.L. Deyo. Las fuerzas rápidas de portaaviones de la flota norteamericana del Pacífico estaban dirigidas por el vicealmirante Marca Mitscher, mientras que los portaaviones de escolta eran mandados por el contraalmirante C.T. Durgim la conquista de Okinawa aproximaría las bases militares a una distancia de 530 kilómetros. El número de soldados desembarcados fue superior a los 100.000. 7 días después del desembarco persistía la numantina resistencia nipona como en el caso de las batallas anteriores. El día 5 de abril, Moscú denunciaba el pacto de amistad y neutralidad firmado el 13 de abril de 1941. La denuncia preveía un año más de vigencia hasta su disolución total. Moscú no declaró, todavía, la guerra a Japón. El día 10, las fuerzas norteamericanas ocupaban la isla de Jolo. En julio, los japoneses resistían en todos los frentes: China, Indochina, Birmania, el Pacífico, donde la batalla de Okinawa continuaba por la suicida resistencia japonesa, hasta el punto de que Chiang Kai Chek calculaba, que se necesitarían unos dieciocho meses para derrotar al Japón, por lo que pedía que los angloamericanos aumentaran la ayuda a los chinos nacionalistas. La actitud de los japoneses, dispuestos a luchar hasta la muerte antes que rendirse, lo que tenían prohibido, se puede explicar en sus propia creencias, pero también en la decisión del Mando nipón, uno de cuyos jefes, el almirante Nomura, declaró en julio: “Nuestro método en esta guerra ha sido y es lograr la mayor cantidad de bajas enemigas para que el adversario se dé cuenta de la locura que comete. En tanto que pida la rendición incondicional, el Japón tendrá que derramar sangres proporcionalmente a la ocasión e intensidad de cada batalla. Sólo hace falta que el pueblo nipón tenga doble perseverancia que sus contrarios y al final lograremos la victoria96”. Precisamente porque los anglonorteamericanos, ausente Rusia de la guerra contra Japón, estaban encontrando esa capacidad de suicido por parte de las tropas japonesas que sólo servía para retrasar su derrota y aumentar en miles el número de muertos por los dos bandos, los norteamericanos empezaron a concentrar miles de efectivos militares para invadir Japón, una vez conquistada Okinawa. En la Conferencia de Potsdam, terminada el 2 de agosto, uno de los asuntos tratados fue la guerra contra Japón y la necesidad de que Rusia le declarase la guerra para unir sus efectivos militares contra los japoneses. Pero Stalin se resistía a declarar la guerra, todavía a principios de agosto. A pesar del dominio absoluto conseguido por los norteamericanos en el mar y en el aire, Japón conservaba posiciones continentales en Indochina, Indonesia y China, en la línea costera, Manchuria y Corea y se preparaba para la defensa de su propio territorio., donde varios millones de soldados, se calculaba que seis millones, estaban organizando su numantina defensa, ajustados a los criterios del citado almirante Nomura. El ejército de Mountbatten había comprobado en Birmania, lo mismo que las divisiones norteamericanas en Iwo Jima y Okinawa, el extraordinario espíritu combativo de los japoneses. Cien mil muertos les costó a los japoneses la defensa de Birmania sólo en el último año, pues bien, sólo fueron capturados 96

MUNDO nº 271, 15 de julio de 1945, pg. 426

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cuatrocientos prisioneros y porque estaban heridos, de todos ellos sólo uno era oficial y porque no le dio tiempo de suicidarse ritualmente porque había perdido el conocimiento. Hasta que en el hospital, no teniendo nada cortante con lo que abrirse el vientre, se bebió un desinfectante tóxico que le provocó la muerte. Antes de morir declaró que los oficiales del Imperio estaban juramentados para resistir a todo trance hasta morir, morir matando para que sus adversarios comprendan que el precio de la victoria era elevadísimo97. Ante tal fanatismo, que el Mando nipón estimulaba hasta límites máximos, Nimitz debió adoptar los procedimientos que neutralizasen en cuanto fuera posible los efectos de tan obstinada resistencia. Por ello, la fase preparatoria del asalto a Tokio, estaba siendo la más prolongada de todas., ya que se estimaba que la resistencia sería más fanática que la de los alemanes en Normandía. La ofensiva general que se preparaba contra la metrópoli japonesa estaba adquiriendo características muy semejantes a las que los aliados realizaron contra Alemania antes del desembarco en Normandía. Pero ya no eran únicamente las unidades aéreas las encargadas de bombardear y destruir los centros de importancia militar, sino también los acorazados y los cruceros que se acercaban a Tokio y durante días recorrían la costa, sin que la escuadra nipona hiciera acto de presencia. El día 17 de julio se anunció que desde la madrugada la III escuadra del almirante Halsey, reforzada por navíos británicos, había iniciado un ataque a la región de Tokio. Se trataba del tercer asalto a la metrópoli. Los buques norteamericanos y británicos se reunieron en un punto de 800 kilómetros del Japón y luego se adentraron en aguas enemigas; numerosos portaaviones intervinieron en la operación que continuó el día 18. Los barcos disparaban a las puertas mismas de Tokio y a menos de diez kilómetros de la costa, al mismo tiempo que unos 2.000 aparatos se dedicaban a bombardear distintos objetivos. Como demostración de fuerza, el ataque no tuvo semejanza en su género, en toda la Segunda Guerra Mundial. Siguieron las acciones hasta el jueves 19, por la mañana. Sólo el mal tiempo impidió que continuaran los asaltos. El día 17 de julio, mientras se celebraba la Conferencia de Potsdam, y a pesar de que el dominio del aire y del mar era absolutamente norteamericano, el emperador Hiro Hito dirigió un llamamiento a las fuerzas aéreas imperiales para que luchasen con toda la energía posible en pro de la estabilidad del trono. El emperador, cuyo título real era el de “Tenno-Keika”, poseedor del poder celeste, que para las ceremonias íntimas y solemnes utilizaba el título de “AraHito-Kari, Divinidad presente y viva, era una divinidad para sus súbditos. El trono en el que se sentaba era para los japoneses un altar. Era la clave del sintoísmo o religión nacional y por eso su papel personal desaparecía o se esfumaba en todo momento ante su papel de símbolo. La unión de los japoneses a su emperador no era una adhesión política, ni una lealtad dinástica, sino la concentración en una persona del doble sentimiento instintivo que los nipones tenían de ser superiores a todos los demás hombres y de que el Japón territorial visible no era mas que una emanación del otro Japón más extenso que se encontraba enclavado en el cielo, en la gran llanura azul. Lo que unía al pueblo con el emperador era, la conciencia o Kodo, de que los nipones eran no un pueblo, sino una gran familia, cuyo origen era distinto del de los demás seres humanos. Según la misma Constitución japonesa de 1881, concedida por voluntad expresa del soberano, todo el poder provenía del emperador, pues no 97

MUNDO nº 273, 29 de julio de 1945, pg. 512

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era el Jefe del Estado, sino el Estado mismo y la nación. Era un monarca absoluto de derecho divino, sumo sacerdote, divinidad, generalísimo de los ejércitos, bandera y símbolo, resumen de la Historia, representante del Sol y las fuerzas cósmicas de la naturaleza. Pater familias del pueblo nipón, creador de las reformas y nexo entre la vida y el más allá. Por eso la voluntad del emperador era un mandato divino que el pueblo seguía, por convicción, hasta la muerte. En agosto de 1945, Japón disponía de unos cinco millones y medio de soldados de los que 2.500.000 se encontraban estacionados en territorio japonés. Se encontraban distribuidos de la siguiente manera: 525.000 estaban destacados entre Sumatra y Buganvilla y en las bases que todavía conservaba Japón en las islas Marshall y Carolinas; 60.000 en Birmania, restos del XV Ejército; 50.000 repartidos entre Tailandia e Indochina; 1.450.000 en China, Corea, Manchukuo y Formosa y el resto entre la metrópoli y posiciones insulares inmediatas. Sin embargo, habían perdido toda capacidad de lucha en el mar, donde la Armada norteamericana era dueña absoluta y en el aire, donde los anglonorteamericanos podía colocar 20.000 aviones frente a los 2.000 que, como mucho, podían fabricar los japoneses. En esas condiciones, el ejército japonés se reducía a la infantería y compañías motorizadas. Esto es, a una guerra de resistencia numantina, donde la rendición era una traición, que provocaba carnicerías propias y ajenas, como ya hemos visto en cada isla que los norteamericanos liberaban de la presencia nipona. En estas condiciones, escribía el corresponsal de “The Daily Mail” a finales de julio de 1945, “En mi concepto el mundo habrá de esperar dos años hasta que cese la resistencia japonesa”. Precisamente, para evitar la masacre de soldados ante la irracional resistencia nipona, los aliados hicieron al Gobierno japonés una oferta de paz, el día 26 de julio. Iba firmada por Truman, Churchill y Chiang Kai Chek y decía: “Nosotros, el Presidente de los Estados Unidos de América, el Presidente de la República china y el Primer ministro de la Gran Bretaña, en representación de cientos de millones de ciudadanos, nos comprometemos a dar al Japón una oportunidad para que se llegue al fin de la guerra. Las fuerzas terrestres marítimas y aéreas de los Estados Unidos, del Imperio Británico y de China, reforzados por los ejércitos y flotas aéreas procedentes del oeste, están preparadas para asestar los golpes finales contra el Japón. Esta potencia militar se halla apoyada e inspirada por la determinación y los propósitos de todas las naciones aliadas para continuar la guerra hasta que la nación nipona cese en su resistencia. Los resultados de la inútil resistencia alemana ante la fuerza de los pueblos libres del mundo ha dado un claro ejemplo que puede ver el pueblo japonés. La potencia que ahora converge sobre Japón es muchísimo mayor que la aplicada contra la resistencia nazi y dejó en ruinas la tierra, las industrias y los métodos de vida de Alemania. La utilización de nuestra potencia militar en toda su amplitud y respaldada por nuestros firmes propósitos, supone la destrucción total e inevitable de las fuerzas armadas japonesas y la destrucción implacable y total también de la nación japonesa. Nuestras proposiciones son las siguientes, y no nos apartaremos de ellas. No hay alternativas. No consentiremos que se pierda tiempo en estudiarlas o discutirlas: Deben ser eliminadas para siempre la autoridad y la influencia de aquellos que han engañado y conducido en forma equívoca al pueblo japonés, al que 339

obligaron a luchar por la conquista del mundo. Insistimos en que el nuevo orden de paz, de seguridad y de justicia no será posible hasta que se elimine de todo el mundo el irresponsable militarismo nipón. Hasta el establecimiento del nuevo orden y hasta que no exista una prueba convincente de que la potencia guerrera del Japón está destruida, los lugares señalados por los aliados del territorio japonés serán ocupados para conseguir y asegurar la realización de los objetivos básicos. La soberanía japonesa quedará limitada a las islas de Hondo, Yeso, Kiu-Siu, Sikoku y las islas menores que ya designaremos. Las fuerzas militares japonesas, después de ser debidamente seleccionadas, serán licenciadas y se facilitará la oportunidad de llevar una vida pacífica y productiva. No pretendemos que los japoneses sean esclavizados como raza, ni tampoco que el Japón desaparezca como nación; pero todos los criminales de guerra quedarán sometidos a la acción de la justicia, incluyendo aquellos que han ejecutado crueldades contra nuestros prisioneros. El Gobierno japonés eliminará todos los obstáculos opuestos a nuestra labor para reforzar las tendencias democráticas entre el pueblo japonés. La libertad de expresión, de religión y de pensamientos, así como el respeto a los derechos humanos fundamentales, quedarán establecidos en el país y a éste se le permitirá conservar las suficientes industrias para mantener su economía y facilitar el pago de las debidas reparaciones en especie. Por el contrario, no se autorizará la continuación de aquellas industrias que permitan al Japón armarse de nuevo para hacer la guerra. A estos fines extenderemos el control de las materias primas y autorizaremos la eventual participación japonesa en las relaciones comerciales mundiales. Las fuerzas aliadas de ocupación serán retiradas del Japón tan pronto como estos objetivos hayan sido alcanzados y haya quedado establecido un Gobierno responsable, de acuerdo con la voluntad libre del pueblo japonés, expresada en un ambiente de paz. Pedimos al Japón la rendición incondicional de todas las fuerzas armadas, completada con pruebas de buena voluntad para el cumplimiento de tal acción. La alternativa para el Japón no es otra que la destrucción total. En Potsdam, a 26 de julio de 1945” Apenas recibida esta oferta, el día 28, se reunió el Gobierno japonés que acordó rechazarla. El Primer ministro, Suziki, se dirigió inmediatamente a su país en una alocución en la que se ratificaba la voluntad de luchar hasta el final. Este mismo día, el Mando norteamericano hizo arrojar millares de octavillas sobre 11 ciudades japonesas para que las evacuasen antes de ser bombardeadas y destruidas. El lunes, día 6 de agosto, el Presidente Truman anunció al mundo que la bomba atómica era una realidad y que la primera de esta clase había sido arrojada sobre la ciudad nipona de Hiroshima. La bomba tenía un poder destructivo equivalente a 20.000 toneladas de explosivos. Truman advirtió que de continuar la resistencia, Japón sería arruinado. En la Cámara de los Comunes, el primer ministro, Attlee, dio lectura a una declaración preparada por Churchill antes de su derrota electoral. La declaración citada hacía público el esfuerzo que a la Gran Bretaña había correspondido en el descubrimiento. Desde 1939, los hombres de ciencia aceptaron la responsabilidad de obtener energía por medio de la desintegración del átomo. El Gobierno británico alentó las investigaciones y en 1941 la Comisión científica que presidía sir George Thomson declaró como posible que llegase a fabricarse la bomba atómica antes de que la guerra terminase. 340

El problema moral sobre qué solución elegir para derrotar al militarismo japonés, poniendo fin a la guerra, que se les planteó a los norteamericanos, en términos de utilizar la bomba atómica, de lo que ya estaban advertidos los mandos japoneses, o continuar la guerra con armas convencionales que hasta ese momento habían matado a más de 5.000.000 de soldados, herido a más de 10.000.000 y destruido Rusia, Alemania, Londres, Francia, Italia, China, grandes ciudades japonesas...consideró los siguientes aspectos: Continuar la guerra cuando los japoneses disponían de 5.000.000 de soldados operativos, el pueblo japonés movilizado y militarizado, con un código de honor que les impedía rendirse y les obligaba a morir matando, según estaba ocurriendo en todas las islas conquistadas, como en Iwo Yima, una pequeña isla de un kilómetro de largo, con un ejército de 23.000 soldados japoneses, en cuya defensa murieron prácticamente todos, después de un mes de lucha, y así en todas las islas- resistencia que había mantenido a británicos, chinos nacionalistas y norteamericanos en las mismas posiciones desde 1941, esto es, que prácticamente, durante tres años, no se habían movido los frentes, excepto en China en perjuicio de los nacionalistas-. Continuar la guerra, en estas condiciones, habría significado prolongarla varios años más, la muerte de, al menos 3.000.000 de soldados de todos los ejércitos, sin contar los millones de heridos, la población civil y la práctica destrucción de Japón, China, Indonesia e Indochina. Manila fue completamente arrasada por los japoneses. En fin, había que elegir entre provocar una terrible muerte de 50.000 personas por causa de las explosiones nucleares o que murieran más de 3.000.000 lentamente con armas convencionales. Esta era la realidad impuesta por la suicida resistencia del militarismo japonés. Sólo un cínico se rasgaría las vestiduras por la muerte de 50.000 personas y justificaría la destrucción y muerte de 3.000.000. La guerra se habría prolongado varios años y esto habría significado, además de perpetuar la masacre, que Europa, durante esos años, habría permanecido sin poderse reconstruir por no poder disponer de la ayuda americana, volcada en la guerra contra Japón. Estado de miseria que favorecía los planes de Stalin, quien confiaba en transformar esta crisis económica en revolución política. O dicho con otras palabras, a la guerra en Europa, seguiría la revolución comunista. La bomba atómica lo impidió. Obligó a Stalin a declara la guerra a Japón, derrotó al militarismo japonés, evitó la muerte de millones de personas y la destrucción de varios países y, gran ironía de la historia, al mostrar su poder destructivo impidió una tercera guerra mundial. La bomba atómica fue la garantía de la paz entre las grandes potencias durante toda la guerra fría. En octubre de 1941 y a sugestiones del Presidente Roosevelt, Gran Bretaña y Estados Unidos combinaron sus esfuerzos y los hombres de ciencia británicos partieron para Norteamérica , donde en unión con sus colegas yanquis, siguieron sus trabajos dentro del secreto más absoluto. El Gobierno de los Estados Unidos protegió decididamente los esfuerzos de investigación, mientras en Alemania se realizaban otros trabajos semejantes que llegaron a conocimiento de los aliados y que originaron algunas operaciones de comandos para destruir determinadas instalaciones. En todo el mundo causó `profunda sensación la utilización de la bomba atómica. No hubo ningún periódico que no se ocupara del histórico acontecimiento. Loe efectos sobre Hiroshima fueron devastadores. Un 60 % de la ciudad quedó arrasado. El Gobierno japonés curso una nota de protesta por el empleo de la bomba atómica, pero decidió seguir resistiendo, como si nada hubiera pasado, a pesar de que esta explosión estaba avisada tanto en la oferta de paz como en las octavillas lanzas por los aviones 341

norteamericanos, a que ya me he referido. Y a pesar de conocer ya su enorme poder destructivo, contra el que nada podía hacer. De manera que, el día 9 fue lanzada una segunda bomba sobre otra ciudad, Nagasaki, con efectos similares. En el intervalo de las dos explosiones, el día 8, Radio Moscú transmitía que el Gobierno soviético declaraba la guerra a Japón, en los siguientes términos: “El día 8 de agosto el comisario de Asuntos Exteriores de la U.R.S.S., Molotov, ha recibido al embajador japonés en Moscú, Sato, y en nombre del Gobierno soviético le ha hecho la siguiente declaración para ser transmitida al Gobierno japonés: después de la derrota y capitulación de la Alemania de Hitler, el Japón seguía siendo la única gran potencia que continuaba propugnado la guerra. La petición hecha por las tres potencias: los Estados Unidos, la Gran Bretaña y China, el día 26 de julio de este año, para que Japón rindiese incondicionalmente sus fuerzas armadas fue rechazada. Por consiguiente, la propuesta formulada por el Gobierno japonés a la Unión Soviética para que ésta mediase en la guerra de Extremo Oriente ha perdido toda su razón de ser. En vista de que el Japón había rechazado el ultimátum de rendición, los aliados solicitaron del Gobierno soviético que se uniese a ellos para vencer la agresión nipona y de esta forma, al acortar la duración de la guerra, reducir el número de bajas y contribuir así al rápido restablecimiento de la paz. En cumplimiento de su obligación como aliado, el Gobierno soviético ha aceptado la propuesta de las potencias aliadas y se ha unido a la declaración hecha por las mismas con fecha 26 de julio del año en curso. El Gobierno considera esta política suya como el único medio posible de conseguir la paz rápidamente, evitando mayores sacrificios y sufrimientos a los pueblos, dando a la población japonesa la oportunidad de eliminar de su lado aquellos peligros y aquella destrucción sufridos por Alemania cuando aquel país se negó a aceptar la rendición incondicional. En vista de lo expuesto, el Gobierno soviético declara que a partir de mañana, 9 de agosto, la Unión Soviética se considera en estado de guerra con el Japón98”. A pesar de lo cual, Japón seguía sin rendirse. No fue hasta después de la segunda explosión cuando Radio Tokio transmitió la siguiente nota: “Por orden de su Graciosa Majestad, que siempre desea fomentar la causa de la paz mundial y anhela seriamente provocar una pronta terminación de las hostilidades, con vistas a salvar a la Humanidad de las calamidades que se la puedan imponer por la ulterior continuación de la guerra, el Gobierno japonés pidió hace varias semanas al Gobierno soviético, que entonces estaba en relaciones de neutralidad con el Japón, que sirviera de mediador para restaurar la paz con las potencias enemigas. Estos esfuerzos en interés de la paz han sido hechos por el Gabinete nipón de acuerdo con el augusto deseo de S.M. de restaurar la paz general y en su anhelo de poner fin a los indecibles sufrimientos causados por la guerra lo antes posible. En su consecuencia, se ha acordado lo siguiente: El Gobierno del Japón está dispuesto a aceptar las condiciones y estipulaciones contenidas en la declaración conjunta que fue publicada en Potsdam por los jefes de los Gobiernos de los Estados Unidos, Gran Bretaña y China, y luego suscrita por el Gobierno soviético, en la inteligencia de que tal declaración no contenga

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ninguna demanda que perjudique las prerrogativas de S.M. como gobernante soberano99”. El ofrecimiento de rendición fue comunicado a Suecia y Suiza para que lo transmitiesen a los Gobiernos interesados. Oficialmente se recibió en Washington la oferta a las 22.45 minutos del mismo día 10. Durante el día, Estados Unidos, Gran Bretaña, China y Rusia habían estado en contacto para proceder a una contestación conjunta. El punto de discusión era, principalmente, si el emperador Hiro Hito había de continuar o no en el Trono. El día 11, la respuesta aliada fue entregada por los Estados Unidos a la Legación de Suiza en Washington, a las 4.30 de la tarde, iba dirigida a Max Grasse, encargado de Negocios interino de Suiza en Estados Unidos. El texto de la comunicación decía así: “Tengo el honor de acusar recibo de su nota de 10 de agosto y en respuesta le informo de que el Presidente de los Estados Unidos me ha dado instrucciones para que envíe a usted, con el fin de que sea transmitido por su Gobierno al del Japón, el siguiente mensaje, en nombre de los Estados Unidos de América, Reino Unido, Unión Soviética y China: Respecto al mensaje del Gobierno japonés en que se aceptan las estipulaciones de la declaración de Potsdam, pero en el que se añade la frase “en la inteligencia de que serán conservadas las prerrogativas de Su majestad como gobernante soberano”, nuestra actitud es la siguiente: Desde el momento de la rendición, la autoridad del Emperador y del Gobierno japonés para gobernar el Estado estará sometida a los poderes del Mando Supremo, que tomará las medidas que considere convenientes para cumplir las condiciones de rendición. Se exigirá al Emperador que autorice y asegure la firma, por parte del Gobierno del Japón y del Cuartel General Imperial, de las condiciones de rendición necesarias para cumplir las estipulaciones de la declaración de Potsdam, y deberá dar sus órdenes a todas las autoridades japonesas del Ejército, la Marina y la Aviación, así como a todas las demás fuerzas que se encuentren bajo su control, sea el que fuera su sitio de guarnición, para que cesen en sus operaciones activas y rindan sus armas y que dé todas las demás órdenes que el Mando Supremo pueda exigir para dar efecto a las condiciones de rendición. Inmediatamente después de la rendición, el Gobierno japonés deberá transportar los prisioneros y los internados civiles a lugar seguro, que será indicado, y donde puedan prontamente subir a bordo de los barcos de transporte aliados. La forma de Gobierno de Japón definitiva será establecida, de acuerdo con la declaración de Potsdam, por la voluntad del pueblo japonés libremente expresada. Las fuerzas armadas de las potencias aliadas quedarán en Japón hasta que se hayan logrado las finalidades consignadas en la declaración de Potsdam. Reciba, señor, la renovada expresión de nuestra mayor estima. James F. Byrnes, secretario de Estado”. Los militaristas seguían oponiéndose a aceptar la rendición, pero el emperador formó un nuevo Gobierno encargado de aceptar la rendición. Sin embargo, el día 13 todavía no se había recibido respuesta a la nota aliada. Radio Tokio explicó que no se había contestado porque la nota no había llegado, aún, al emperador. Noticias contradictorias y continuas mantuvieron al mundo en una 99

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tensión constante y toda la atención se concentró ansiosamente hacia Berna, ya que se anunciaba que la declaración nipona sería transmitida por radio a través de Suiza. Después de la prolongada inquietud, por fin, a última hora del día 14, el Presidente Truman comunicó oficialmente en Washington que había llegado la esperada respuesta y que el Japón aceptaba las condiciones de la rendición. Simultáneamente en Londres, el Primer ministro Attlee, daba a conocer el texto de la nota nipona, concebida en los siguientes términos: “El Gobierno japonés tiene el honor de contestar a los Gobiernos de las cuatro potencias aliadas diciendo: Su Majestad el Emperador ha proclamado un decreto imperial sobre la aceptación por parte de Japón de los acuerdos contenidos en la declaración de Potsdam. Su Majestad está dispuesto a autorizar y asegurar la firma por parte del Gobierno japonés y del Cuartel general imperial de las condiciones necesarias para llevar a cabo las disposiciones contenidas en la declaración de Potsdam. Su Majestad está dispuesto también a poner este comunicado en conocimiento de todas las autoridades militares navales y aéreas para que ordenen a todas las fuerzas bajo sus órdenes, donde quiera que se hallen, que cesen en la resistencia activa y rindan sus armas100”. El Presidente Truman informó a los periodistas que consideraba la respuesta japonesa como una aceptación plena de la declaración de Potsdam, en la cual se especificaba que los japoneses debían rendirse incondicionalmente. Agregó que las fuerzas armadas aliadas habían recibido orden de suspender toda operación ofensiva y que el general MacArthur había sido designado general en jefe supremo de las fuerzas aliadas para aceptar la rendición del Japón. “El día de la victoria sobre el Japón, dijo, no será proclamado hasta que dicho país firme la rendición”. En Tokio, la noticia fue dada al pueblo japonés el día siguiente, 15 de agosto, por el propio emperador Hiro Hito, quien, rompiendo todas las tradiciones orientales, habló por primera vez ante el micrófono y dijo: “Después de pensar diariamente sobre la situación general del mundo y la reinante hoy en nuestro Imperio, hemos decidido efectuar el arreglo de la misma recurriendo a una medida extraordinaria. Hemos ordenado a nuestro Gobierno el comunicarse con los Gobiernos de los Estados Unidos, Gran Bretaña, China y la Unión Soviética para manifestarles que nuestro Imperio acepta las disposiciones de su declaración conjunta para luchar por la prosperidad común y felicidad de todas las naciones, así como por la seguridad y bienestar de nuestros súbditos. Es solemne obligación que ha sido legada por nuestros antepasados imperiales y que seguimos estrictamente. En realidad, declaramos la guerra a los Estados Unidos de América y a la Gran Bretaña por nuestro sincero deseo de asegurar la propia conservación del Japón y del Asia Oriental, estando lejos de nuestro pensamiento inmiscuirnos en otras naciones o embarcarnos en una profunda expansión territorial. Pero ahora que la guerra ha durado cuatro años, a pesar de lo mejor que cada uno ha puesto en ella, la heroica lucha de las fuerzas militares y navales, así como la diligente asiduidad de nuestros servidores en el Estado y la devota servidumbre de cien millones de personas, la situación bélica no se ha desarrollado precisamente en forma ventajosa para Japón. La tendencia general del mundo se ha vuelto en contra de los intereses de este país. Además, el enemigo ha empezado a emplear una nueva y cruelísima arma, cuyo poder dañino es incalculable y causa víctimas entre muchas vidas inocentes. Si continuásemos luchando, el resultado sería no sólo el 100

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derrumbamiento y aniquilamiento del pueblo japonés, sino que llevaría también a la extinción total de la civilización humana. En tal caso, ¿cómo hemos de saludar a nuestros súbditos o hacer expresar ante el espíritu de nuestros antepasados a la población? Por estas razones hemos ordenado la aceptación de la declaración conjunta de los Estados Unidos, Gran Bretaña, la Unión Soviética y China. No podemos sino expresar nuestro más profundo pesar a nuestras naciones aliadas del Pacífico oriental que han cooperado así en pro de Asia Oriental. Nuestro pensamiento está con los oficiales y soldados, así como todos aquellos que han caído101”. El día 15, dimitió el Gobierno Koiso y el emperador encargó a su tío, al príncipe Higashikuni, la formación de un nuevo Gobierno. El día 16, Hiro Hito ordenó por radio a todas las fuerzas armadas japonesas que depusieran inmediatamente las armas. No obstante, advertía que el cese de las hostilidades no podría ser simultáneo y rápido en todos los frentes, ya que debido a la extensión de éstos y a la existencia de guarniciones en territorios e islas muy alejados de la metrópoli serían precisos varios días, doce como máximo, para que la orden llegase a todas partes. El día 17 quedó constituido el nuevo Gobierno. El mismo día se anunciaba el suicidio del ex ministro de la Guerra, Anami, del segundo jefe del Estado Mayor naval y de otros altos mandos militares. El día 18, el mariscal ruso Vassilewsky ordenó que se suspendieran las hostilidades. El domingo 19 empezaron a recibirse noticias oficiales de rendiciones japonesas. El 19 llegó a Manila la delegación japonesa a la que se le entregaron las condiciones de la rendición. La firma solemne de la capitulación del Japón y la proclamación oficial del fin de la Segunda Guerra Mundial se verificaron simultáneamente el domingo, 2 de septiembre de 1945, a las nueve de la mañana, hora japonesa, a bordo del acorazado norteamericano “Missouri”, en la bahía de Tokio. Previamente, el 27 de agosto, anclaban en la bahía de Sagami, a la entrada de Tokio, la tercera Escuadra norteamericana, al mando del almirante Halsey, y la Flota Británica de Extremo Oriente, mandada por el almirante sir Bruce Fraser. La primera estaba formada por 12 acorazados, 23 portaaviones, 20 cruceros y 125 destructores, y la segunda por dos acorazados, un portaaviones, dos cruceros y 12 destructores. El día 28 aterrizó en la metrópoli japonesa el primer destacamento norteamericano de ocupación, encargado de preparar los desembarcos del grueso de las fuerzas aliadas y el día 30 llegaron los primeros contingentes de soldados a Yokohama y Yokosuka. Al mismo tiempo, una división aerotransportada tomaba tierra en el aeródromo de Atsugi, Tokio. El 2 de septiembre se efectuó la firma en una ceremonia especialmente solemne presidida por Mac Arthur, jefe supremo aliado en Extremo Oriente. El documento de la rendición decía así: “Primero. Nos, obrando por orden y en nombre del Emperador del Japón, Gobierno japonés y Cuartel general imperial japonés, hemos aceptado las disposiciones de la declaración dada por los jefes de los Gobiernos de los Estados Unidos, China y Gran Bretaña el día 26 de julio de 1945 en Potsdam, a la cual se adhirió con posterioridad la U.R.S.S. , cuyas cuatro potencias serán, en adelante, denominadas potencias aliadas. Segundo. Por este protocolo proclamamos la rendición incondicional a las potencias aliadas del Cuartel general imperial japonés y de todas las fuerzas

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armadas japonesas, así como todas las fuerzas armadas bajo control japonés donde quiera que se hallen. Tercero. Ordenamos a todas las fuerzas japonesas armadas, donde quiera que estén, y al pueblo japonés que cesen las hostilidades inmediatamente, que preserven y eviten los daños a todos los barcos, aviones y bienes militares y civiles y que cumplan con todos los requisitos que puedan ser impuestos por el comandante supremo de las potencias aliadas o por los organismos del Gobierno japonés conforme a sus órdenes. Cuarto. Ordenamos al Cuartel general imperial japonés que dé inmediatamente las órdenes a los comandantes de todas las fuerzas japonesas y a todas las fuerzas bajo el control japonés, donde quiera que se hallen, que se rindan inmediatamente a ellas y a todas las fuerzas a sus órdenes. Quinto. Ordenamos a todos los funcionarios civiles, militares y navales que acaten y pongan en vigor todas las proclamas, órdenes e instrucciones que el comandante supremo de las potencias aliadas considere conveniente para efectuar esta rendición y dadas por él o en su nombre, y ordenamos a todos esos funcionarios que continúen en sus puestos y sigan desempeñando sus funciones no combatientes, a menos que sean específicamente relevados por él o en su nombre. Sexto. Por este protocolo nos comprometemos, en nombre del Emperador, del Gobierno japonés y del Cuartel general imperial japonés a poner en libertad en seguida a todos los prisioneros de guerra e internados civiles que actualmente están bajo el dominio japonés y a atender su protección, cuidado, mantenimiento y transporte inmediato a los lugares que se señalen. Séptimo. La autoridad del Emperador y del Gobierno japonés para gobernar el Estado estará sujeta al comandante supremo de las potencias aliadas, quien tomará las medidas que considere convenientes para hacer cumplir estas condiciones de rendición102”. Tras la firma, MacArthur pronunció el siguiente discurso: “Compatriotas: Los cañones guardan silencio. Ha terminado una gran tragedia. Ha sido ganada una gran victoria. Los cielos ya no descargan la muerte y sobre los mares se trazan solamente las rutas comerciales. Los hombres de todas las partes del mundo caminan ya confiados bajo la luz del Sol. El mundo entero vive ya tranquilo y en paz. Nuestra sagrada misión ha sido terminada y al informar así al mundo, hablo por los millares de labios silenciosos para siempre, en las junglas, en las playas y en las profundidades de las aguas del Pacífico, que nos abrieron el camino. Hablo en nombre de los millones de héroes anónimos que ya están ahora de regreso a sus hogares para aceptar el reto del futuro, por el que cuando estaba al borde del desastre tanto hicieron. La volver la vista hacia la larga y torturante jornada, desde aquellos días sombríos de Bataán y Corregidor, cuando todo el mundo vivía por entero atemorizado, cuando la democracia estaba a la defensiva en todos los lugares del planeta y la civilización moderna oscilaba en la balanza, doy gracias al Dios misericordioso que nos dio la fe, el valor y el poder suficientes con que forjar la victoria. Nos encontramos hoy en Tokio y recordamos la estancia aquí mismo de nuestro compatriota, el comodoro Perry, hace ya noventa años. Su propósito fue llevar al Japón una era de luz y de progreso, levantando el velo de su aislamiento y ofreciéndole la amistad, las relaciones y el comercio del mundo. Pero, por el 102

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contrario, el conocimiento que adquirió el Japón de la ciencia occidental sirvió para forjar un instrumento de opresión y esclavitud humanas. La libertad de expresión, la libertad de acción y aun la libertad de pensamiento fueron negadas por medio de la eliminación de toda educación liberal, apelando a las supersticiones y por medio de la aplicación de la fuerza contra todas las actividades de las personas. Estamos obligados por la declaración de Potsdam a procurar que el pueblo japonés sea liberado de estas condiciones de esclavitud. Es mi propósito cumplir con esta obligación tan pronto como sean desmovilizadas todas sus fuerzas armadas y tan pronto como se den todos los demás pasos necesarios para neutralizar su poderío bélico. Dada la energía de la raza japonesa, si es propiamente dirigida se permitirá una expansión vertical en lugar de la horizontal. S las inteligencias de su raza son encauzadas por canales constructivos, el país podrá elevarse de su deplorable condición actual, alcanzando una posición digna en el comercio de las naciones del mundo. Y así, compatriotas, os informo hoy que vuestros hijos y vuestras hijas han servido con espíritu combativo, firme, deliberado, determinado y que los soldados y marinos norteamericanos han luchado basados todos en la tradición de una confirmación histórica contra el fanatismo de un enemigo apoyado en sofismas mitológicos. La fortaleza y el poder espiritual de todos nuestros combatientes nos ha traído el triunfo. Todos regresan ahora hacia sus hogares. Velad por ellos”. El mismo día, el Presidente Truman dirigió por radio un mensaje, en el que declaró, entre otras cosas: “Hace cuatro años, los pensamientos y los temores del mundo civilizado, en su totalidad, estaban en otro trozo del suelo norteamericano: en Pearl Harbour. El poderoso peligro para la civilización, que comenzó allí, ha quedado ahora eliminado. El camino seguido hasta Tokio ha sido largo y sangriento. No olvidemos Pearl Harbour. Los militares japoneses no olvidarán el acorazado norteamericano “Missouri”. El mal causado por los señores feudales japoneses nunca podrá ser reparado u olvidado, pero su poder para destruir y para matar les ha sido arrebatado. Sus ejércitos y lo que queda de su Armada son ahora impotentes. En todos nosotros está primero el sentimiento de gratitud al Dios Todopoderoso que nos sostuvo, junto con nuestros aliados, en los días sombríos del grave peligro y que nos hizo pasar de la debilidad a la más poderosa fuerza de combate en la Historia y que ahora ha presenciado la derrota de las fuerzas de la tiranía que intentaron destruir nuestra civilización. Dios nos indica que en nuestra hora de orgullo no olvidemos la dura labor que nos espera y nos impide que la llevemos a cabo con el mismo valor y con idéntico celo y paciencia con que hicimos frente a las pruebas que se nos presentaron en los últimos cuatro años. Esta victoria nuestra es más que una victoria de las armas. Es la victoria de la libertad sobre la tiranía. De nuestras fábricas salieron los tanques y los aviones que se abrieron paso hasta el corazón de nuestros enemigos. De nuestros astilleros salieron los barcos que unieron todos los océanos del mundo para nuestras armas y para nuestros abastecimientos; de nuestras granjas salieron los alimentos y los medios que facilitaron el vigor para nuestros ejércitos. Pero detrás de todo esto está la voluntad del espíritu y la determinación de un pueblo libre que sabe lo que es la libertad y que sabe lo que vale cualquier precio que tenga que pagar para conservarla. Fue este mismo espíritu de libertad lo 347

que nos dio nuestro poderío armado y que hizo a nuestros hombres invencibles en el campo de batalla. Sabemos ahora que ese espíritu de libertad, de libertad individual y de dignidad personal del hombre, son las fuerzas más poderosas, más recias y más duraderas de todo el mundo. En consecuencia, en este día de la victoria sobre el Japón, tenemos una fe renovada y un nuevo orgullo en nuestra manera de vivir. Tuvimos nuestro día de regocijo por esta victoria; tuvimos nuestro día de plegaria y de devoción. Hagamos ahora del día de la victoria una jornada de renovada consagración a los principios que han hecho de nosotros la nación más poderosa de la tierra. Esos principios dan la esperanza y la oportunidad que ayudan a los hombres a perfeccionarse y a mejorar la suerte que les haya tocado. La libertad no hace a todos los hombres perfectos y toda sociedad segura. Pero la libertad ha dado el adelanto más positivo a la felicidad y a la honestidad de más gente que cualquiera otra filosofía de gobierno en la Historia. Y en este día ha mostrado nuevamente que de la fuerza más grande y el poderío más enorme que el hombre haya podido nunca lograr. Sabemos que bajo ese poderío podemos hacer frente a los problemas de paz que se nos planteen. Un pueblo libre, con aliados libres, que puede crear la bomba atómica, puede emplear esa misma habilidad y esa misma energía y esa misma determinación en salvar todas las dificultades que le puedan esperar. La victoria tiene siempre su carga y sus responsabilidades, así como su goce. Pero hacemos frente al futuro y a todos sus peligros con gran confianza y con grandes esperanzas. Los Estados Unidos pueden edificar para sí mismos un futuro de trabajo y de seguridad. Junto con las Naciones Unidas puede construir un mundo fundado en la justicia, en la honradez de proceder y en la tolerancia. Como Presidente de los Estados Unidos proclamo el domingo, día 2 de septiembre, del año 1945, como día de la Victoria sobre el Japón; día de la rendición oficial del Japón. No es todavía el día de la proclamación oficial del fin de la guerra o de cesación de hostilidades; pero es el día que nosotros los norteamericanos recordaremos siempre como el “Día de la Reivindicación”, así como nos acordamos del otro día, 7 de diciembre de 1941, como “Día de la Infamia”. Desde este día de hoy marcharemos hacia delante. Marcharemos hacia una era nueva de seguridad en la que, con otras Naciones Unidas, vamos hacia un mundo nuevo y mejor donde impere la paz, la buena voluntad y la cooperación internacional. La ayuda de Dios nos ha dado este día de victoria. Con su ayuda lograremos esa paz y esa prosperidad para nosotros y para todo el mundo en los años venideros103”. El 29 de agosto de 1945 se publicó en Washington el tan esperado informe especial sobre el desastre de Pearl Harbour, el 7 de diciembre de 1941. El documento tenía unas 100 hojas y se estructuró entres partes. En la dedicada al Ejército se censuraba al general Jorge Marshall, jefe del Estado Mayor del Ejército de los Estados Unidos, por no haber tenido plenamente informados a los comandantes de las unidades de la creciente tensión con los japoneses. La principal acusación de la Comisión investigadora del Ejército se dirigía contra el teniente general Walter C. Short, comandante del departamento de Hawai en el año 1941. “El general Short, dice el informe, fue claramente advertido el 27 de noviembre por las autoridades competentes de Washington de que podría producirse en cualquier momento la ruptura de relaciones diplomáticas entre 103

Ibídem

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Estados Unidos y el Japón, que podría darse el caso de un ataque del Japón contra Estados Unidos y que era posible la ruptura de hostilidades en un momento cualquiera”. La declaración añadía que Short recibió continuos informes de su servicio de información secreta, que revelaban claramente la gravedad de la situación; a pesar de eso había una ignorancia absoluta acerca de las fuerzas aéreas japonesas que atacaron Pearl Harbour. El general Marshall era acusado de no haber enviado a Short en la noche del 6 de diciembre o en la madrugada del 7 una información en la que se indicase la casi inmediata ruptura con el Japón. En lo que se refiere a este punto, Stimson declaró: “No sabemos que hubiera ninguna información en poder del departamento de Guerra que no hubiera sido facilitada a Short y que hubiera afectado o aumentado los deberes de vigilancia que pesaban ya sobre él”. Short fue advertido plenamente de que se preparase frente a un eventual ataque sorpresa, según creía Stimson, quien atribuía el que Short no tuviera la defensa totalmente preparada al error esencial de juicio, cuya verdadera causa era la confianza de que el Japón no atacaría entonces Pearl Harbour. Esta confianza era compartida por casi todos, incluidos los oficiales superiores del departamento de Guerra. El informe del Ejército acusaba también al comandante del Ejército de Hawai por no haber llegado a un acuerdo con los almirantes que mandaban la flota del Pacífico y el XIV distrito naval, para el cumplimiento de los planes existente para una acción conjunta, por haber dejado de informar el propio comandante acerca de la efectividad de las unidades de reconocimiento navales de gran radio de acción y por no haber reemplazado al inepto Estado Mayor. A favor de Short, el informe mencionaba como una de las causas primarias el hecho de que se encontrara desprevenido, ya que no había sido informado adecuadamente del desarrollo de las conversaciones entre el Japón y los Estados Unidos acerca de la solución pacífica de los problemas del Extremo Oriente. La Comisión militar acusó también al secretario de Estado, Cordell Hull, ya que decía que las negociaciones que entonces celebraba con los emisarios japoneses podrían haberse de distinta manera, con objeto de ganar tiempo hasta que el Ejército y la Marina hubieran estado mejor equipados para las hostilidades. El resumen de estos informes confirmaba que el ataque japonés contra Pearl Harbour fue una sorpresa total para el Ejército y la Marina de los Estados Unidos. En dos horas, los aviones embarcados del enemigo dejaron fuera de combate el grueso de la Flota norteamericana y causaron 4.575 bajas. Fueron hundidos, inutilizados o averiados 19 barcos de guerra. El acorazado “Arizona” se perdió en absoluto y el “Oklahoma” hubo de ser abandonado con posterioridad. Otros seis acorazados resultaron averiados, algunos gravemente, pero fueron reparados y participaron en operaciones posteriores. ¿Hubo reparto de esferas de influencia?, como afirman gran parte de historiadores y políticos104, o no, como creen otros, especialmente algún

Deutscher, I. Stalin. Biografía política, , Ediciones Era, México, 1969 p. 454; Claudín, F., La crisis del movimiento comunista. Tomo 1. De la Komintern al Kominform,p.281 ss. Ruedo Ibérico, París; Zorgbibe, Ch. Historia de las relaciones internacionales. 2. Del sistema de Yalta hasta nuestros días. Alianza Universidad, Madrid, 1997, pg. 23; 104

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norteamericano105. Si lo hubo, ¿cuándo?, ¿dónde? ¿cuáles fueron sus contenidos geopolíticos y geoestratégicos? ¿Fueron las esferas de influencia consecuencia de los hechos de guerra o estaban previamente acordadas? ¿Los bloques se formaron por libre asociación o por imposición de una potencia militar? ¿Fueron los bloques una consecuencia política, militar y económica de las esferas de influencia o una respuesta a mecanismos defensivos de una y otra parte o de una sola parte? En 1943, antes de que se celebrara la Conferencia de Teherán entre Roosevelt, Churchill y Stalin, los anglosajones, después de echar a las fuerzas del Eje del Norte de Africa habían desembarcado en Italia, donde el ejército y pueblo italiano estaban en contra de la guerra y del fascismo. En febrero de 1945, después del desembarco en Normandía, la situación militar en Europa había cambiado. Rusia se había anexionado territorios de Finlandia, Polonia, Checoslovaquia, Rumania y los países bálticos y el Ejército Rojo ocupaba Rumania, Bulgaria, Polonia y avanzaba sobre Eslovaquia y Hungría hacia Austria y Alemania, donde se encontraba a 100 kilómetros de Berlín. En el Oeste, había sido liberada Francia y, progresivamente, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Noruega y parte de Italia por los ejércitos anglosajones y unidades militares de otros países que se habían incorporado a estos ejércitos. En Yalta no se trató de reparto de esferas de influencia. Se habló de Alemania, Polonia, Yugoslavia y de la entrada de Rusia en guerra contra Japón. En Potsdam se habló, sobre todo de Alemania, Polonia y la participación de Rusia en la guerra contra Japón, pero nunca de esferas de influencia. El silencio, en estas Conferencias, sobre los países liberados en el Este y en el Oeste, fue profundo. Y sin embargo, ya se sabía lo que estaba empezando a ocurrir, según quien los hubiera ocupado, con la instauración o restauración de regímenes políticos. En el Oeste se restauraba la democracia basada en la separación de poderes, gobiernos responsables y elegidos por sufragio universal, el reconocimiento de la existencia de ciudadanos, esto es: personas con derechos individuales, entre ellos el derecho al sufragio. En el Este se iban estableciendo poderes basados en el control de la situación política por los partidos comunistas, respaldados por la presencia del Ejército Rojo. Pasos previos a la instauración de regímenes políticos de dictadura del proletariado, llamados de democracia popular. No se reconocía la separación de poderes, la existencia de partidos políticos, las garantías individuales y electorales, ni los derechos individuales. Pero la instauración de las dictaduras comunistas fue el resultado de un proceso que comenzó, invariablemente, con la ocupación de esos territorios por el Ejército Rojo. Roosevelt se opuso a todo reparto de esferas de influencia posponiendo para después de la guerra la solución de los problemas políticos. Su planteamiento era fiel a la tradición demócrata partidaria de un liberalismo económico universal que garantizase la participación libre de todos los países en el mercado, superando el imperialismo y colonialismo europeos, pero, también, fue fiel al liberalismo político y a su difusión mundial, basado en la separación de poderes, gobiernos responsables, elecciones libres, derechos individuales... y lo puso en práctica en Japón, Filipinas y la Europa liberada por los ejércitos anglosajones. Las esferas de influencia levantaban barreras a la libertad de mercado y a la difusión de la libertad. Churchill, sin embargo, seguía prisionero Kissinger, H., Diplomacia. Ediciones B, Barcelona, 1998, pg. 615; Kennan, G. “Telegrama largo desde Moscú”, 22 de febrero de 1946, Foreign Relations of the United States, 1946, vol. VI; Kennan, G., Política Exterior, nº 3 y 19 105

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de las concepciones económicas y estratégicas del viejo imperialismo, por el que los norteamericanos no podían sentir ninguna simpatía. Pensaba en términos de esferas de influencia y por eso se prestaba con facilidad a acuerdos de reparto. Pero los demócratas no eran los únicos que tenían intereses ideológicos. Su otro gran aliado, Stalin, también los tenía: el comunismo, como forma de gobierno que debía imponerse en todos los países para que los rusos se pudieran sentir seguros. Porque Stalin, el comunismo soviético, lo que realmente tenía era intereses estratégicos que le garantizasen, desde su apreciación de la sociedad internacional, un colchón de seguridad de Rusia. De esa manera, la ideología, el comunismo, fue utilizado para legitimar internacionalmente las ocupaciones que el Ejército Rojo hizo de los países del Este. Pero este sentimiento defensivo no dejaba de ser una paradoja, porque si lo que quería era protegerse ¿por qué se creó esa sensación de inseguridad internacional provocada por que las sociedades no comunistas se sentían amenazadas por el comunismo? ¡Qué gran paradoja que Rusia crease su sistema defensivo para defenderse de Occidente y las democracias crearan el suyo para defenderse del comunismo! Dos sistemas defensivos, frente a frente, como si se volvieran a reconstruir las líneas Maginot y Siegfried. Churchill entendió mejor que nadie la mentalidad de los dirigentes rusos en su denuncia de los incumplimientos de Stalin, en 1946, cuando dijo que no querían la guerra, sino los frutos de la misma. Nunca sabremos si realmente no querían una guerra en la que se vieran implicadas las divisiones rusas más allá de sus territorios y de los países del Este, ocupados. Porque nunca sabremos lo que hubiera ocurrido si Estados Unidos no hubieran tenido la bomba atómica o hubieran organizado un sistema defensivo, OTAN, SEATO, CENTO, en respuesta a la expansión del comunismo, que nunca se arriesgó a participar con fuerzas militares rusas más allá de su bloque. En esto Churchill tenía razón, porque para intervenir más allá de sus fronteras ya tenía a los partidos comunistas. Estos, al servicio dócil de Moscú, harían el trabajo sucio sin comprometer la seguridad de su Protector. Si en alguna ocasión llegaban a amenazar la seguridad de Rusia, como en la crisis de los misiles cubanos, en 1962, daban marcha atrás. Este doble juego es fundamental para entender lo que fue la Guerra Fría. En la que Rusia pretendió mantener relaciones pacíficas con el otro bloque, mientras que, al mismo tiempo, los partidos comunistas intentaban desestabilizarlo y en la que impulsó la dinámica de la carrera de armamentos nucleares para romper el equilibrio entre las grandes potencias. ¿Para qué? Pero esta fue la tarea que Jruschev intentará alcanzar en la segunda fase de la Guerra Fría. Y que acabará agotando todos los recursos económicos del sistema comunista, su rendición y desintegración final. Pero la Guerra Fría se celebró sobre un escenario constituido por bloques del que formaban parte las grandes potencias nucleares y sus aliados, los países terceros sin potencial nuclear, ni capacidad para tomar decisiones propias y los no alineados. Y esto nos devuelve a la pregunta del principio: ¿Hubo o no hubo reparto de esferas de influencia durante la Segunda Guerra Mundial? Desde que se forma la alianza anglo-norteamericana y la Gran Alianza entre Rusia, Estados Unidos y Gran Bretaña, a la que se irían uniendo otros países, China el más importante, el objetivo prioritario de Roosevelt y de Chiang Kai Chek no era otro que el de terminar la guerra cuanto antes, renunciar a conquistas territoriales y restaurar la democracia en los países liberados. Sin embargo, de las conversaciones de Teherán podría deducirse que hubo acuerdos que reconocían previamente esferas a cada uno de los beligerantes, debe entenderse que 351

europeos, porque ni China ni Estados Unidos tenían ambiciones anexionistas, ni se anexionaron nada una vez terminada la guerra. Ciertamente, en Teherán se llegó a un acuerdo militar y se ratificaron los acuerdos políticos e ideológicos contenidos en la Carta del Atlántico y, posteriormente, en otros muchos documentos. Por el acuerdo militar se comprometieron a liberar Europa del nazismo, para siempre jamás, y acordaron que Rusia avanzaría desde el Este hacia el Oeste y los anglosajones desde el Oeste hacia el Este. Se encontrarían en Alemania, porque Austria, como país ocupado, debería recuperar su libertad política inmediatamente y unirse a los vencedores. En cumplimiento de estos acuerdos militares y como garantía a Moscú para que confiase en sus aliados, Stalin se anexionó los territorios que habían pertenecido a Rusia en Finlandia, los países bálticos, Polonia, Checoslovaquia y Rumania, sobre lo que sus aliados no pusieron ninguna objeción. Podía entenderse, con razón, que esos territorios no eran anexiones porque habían pertenecido a la Rusia imperialista y, en consecuencia, no estaban contra los criterios establecidos en la carta del Atlántico. En virtud de esos acuerdos, Churchill, presionado por Roosevelt, tuvo que renunciar a la invasión de los Balcanes, dejando, de esa manera que las legiones del Ejército Rojo pudieran establecer su influencia en ese territorio. Como así ocurrió. Y cuando Churchill llegó, con el consentimiento de Roosevelt en la Conferencia de Canadá, a un acuerdo de reparto de esferas de influencia en los Balcanes, resulta que Rumania y Bulgaria ya estaban ocupadas por el Ejército Rojo y Grecia no lo estuvo porque los británicos desembarcaron precipitadamente en este país en septiembre. En la reunión de octubre, entre Churchill y Stalin, se impuso una situación de hecho, favorecida por el desplome de la resistencia rumana y búlgara que abandonaron el Eje. Sin embargo, si los británicos hubieran desembarcado en Yugoslavia desde Italia, y lo tuvieron relativamente fácil, hubieran detenido el avance soviético hacia el Oeste en Hungría y Checoslovaquia. Pero no lo hicieron, respetando los acuerdos militares de Teherán. ¿Implicaba esto el reconocimiento del reparto de esferas de influencia? Si los acuerdos militares no hubieran ido acompañados de declaraciones políticas e ideológicas que siempre contenían los principios establecidos en la Carta del Atlántico sería difícil pensar lo contrario. Tal vez, la necesidad que tenían los norteamericanos, sobre todo, de que la URSS declarase la guerra a Japón y se incorporase a la guerra, nos pueda indicar una de las servidumbres y limitaciones de los aliados. En las mismas fechas en las que, en Europa, Alemania estaba prácticamente derrotada, en la guerra del Pacífico, Japón se mantenía casi en las mismas posiciones que tenía desde 1942. Una guerra terriblemente cruenta por la enorme resistencia que oponían los japoneses, que tenían prohibido rendirse, y por las innumerables islas que había que ir ocupando en un rosario interminable. Además de la situación en China, Indochina e Indonesia, donde los japoneses resistían. Los anglosajones necesitaban que Stalin declarase la guerra a Japón, pero el mandatario aguantó hasta que no se vio seguro en Europa y cuando Japón ya estaba derrotado. Lo importante era, desde el punto de vista militar, que Rusia hiciera un esfuerzo contra Japón. Pero Stalin lo que pedía era que los aliados hicieran ese esfuerzo contra Hitler creando un frente en el Atlántico, que sería Normandía. Hasta pocos días después de este desembarco, 6 de junio de 1944, Stalin no se decidió a salir más allá de sus fronteras. A finales de 1944, Rumania y Bulgaria se desplomaron. Sin ofrecer resistencia, fueron ocupadas por el

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Ejército Rojo. Todo parecía desarrollarse según un plan previsto en la mente de cada uno. Sólo que, mientras unos ejércitos estaban liberando de la ocupación nazi, otros, desde el Este, estaban ocupando aquellos territorios de los que eran expulsados los nazis. Y esta fue la primera diferencia que se manifestó entre los aliados según se llegaba al fin de la guerra, que unos liberaban y otros ocupaban. Pero Stalin no mostró sus verdaderas intenciones, que reconocerá en su polémica con Churchill, hasta una vez terminada la guerra. Si nos fijáramos sólo en los acuerdos militares de Teherán podría admitirse que, por acción u omisión, hubo reparto de esferas de influencia. Pero no puede ignorarse que en todas las Conferencias celebradas entre los aliados durante la Segunda Guerra Mundial se llegaron a dos tipos de acuerdos complementarios: uno militar, en virtud del cual, y para dar confianza a la URSS, los ejércitos de esta potencia avanzarían desde el Este, su punto de partida natural, hacia el Oeste, y los anglosajones avanzarían en dirección opuesta; y otro, basado en los compromisos políticos contenidos en la Carta del Atlántico. No se podía cumplir uno e incumplir el otro arbitrariamente: la liberación militar de un país llevaba implícita su liberación política. Resulta evidente que por el comportamiento político y militar que tuvieron los aliados en cada uno de los territorios que ocupaban o libraban existía un acuerdo o consentimiento previo de qué ejércitos debían liberar qué territorios. Es evidente que existía ese reconocimiento de reparto de esferas de influencia en varios detalles: uno se nos plantea ante la renuncia de las fuerzas anglosajonas a invadir Yugoslavia desde Italia, cuando les hubiera garantizado el control de parte de Europa del Este y cerrado el acceso del Ejército Rojo hacia el Oeste; otro detalle es la evidencia de que los anglosajones no sólo no pusieron ningún reparo a que los territorios de Rumania, Bulgaria, Yugoslavia, Checoslovaquia y Hungría quedara bajo control soviético, sino que fue en Moscú donde, con consentimiento de sus aliados, pero sin su presencia, se firmaron los armisticios con Rusia; sin embargo, en la vertiente atlántica, Finlandia, liberada por el Ejército Rojo firmó un armisticio con Rusia pero con la presencia de una delegación británica. Y Finlandia, aunque presionada por Moscú, quedó fuera de su esfera de influencia, en una posición neutral y se libró de su bolchevización sistemática. Toda la vertiente atlántica, desde Noruega hasta Francia, pasando por Dinamarca, Holanda y Bélgica, fue liberada por los anglosajones y se restauraron regímenes democráticos, sin que Moscú interviniera en nada, dando por supuesto el quid pro quo. En Grecia, ya en la vertiente mediterránea, la presencia de tropas británicas garantizó que el Ejército Rojo no la invadiera, pero, además, obligó a Stalin a devolver la Tracia griega anexionada por los búlgaros. Es difícil de entender que Stalin renunciara a garantizarse uno de los objetivos perseguidos por los Gobiernos rusos desde hacía varios siglos: el acceso directo al Mediterráneo. Tal vez la explicación se encuentre en dos hechos: uno, que tenía la posibilidad de acceder a ese mar por Yugoslavia y Albania, creando, además, la Gran Bulgaria; el otro, evidente, era Polonia. Un objetivo, también tradicional para los Gobiernos rusos. Stalin quería recuperar parte del territorio perdido por Rusia tras la Primera Guerra Mundial y la guerra con Polonia, pero quería, además, influir políticamente en el Gobierno polaco y, aunque a esto se oponían los anglosajones, lo consiguió. El caso es que en la Conferencia de Moscú entre Churchill y Stalin se debió proceder a un intercambio de intereses entre estos dos estadistas, porque las tropas búlgaras bajo mando ruso 353

abandonaron la Tracia griega y porque Churchill reconoció en el Parlamento “las justas reivindicaciones de Stalin en Polonia”. El resultado final fue que los anglosajones, los británicos especialmente, controlaban la orilla mediterránea, con Turquía, Grecia, Italia y España, y la orilla atlántica, de su interés, y Stalin el Báltico, los Balcanes y el centro Este de Europa; de manera que Rusia permanecía, no obstante, encerrada en la tenaza mediterráneo-atlántica. Un dato significativo, a favor de la existencia de consenso, es que ningún estadista negó que los territorios liberados se habían realizado con forme a un plan militar preestablecido y, en consecuencia, se reconocía la influencia de unos y otros sobre esferas. España quedaba dentro de la esfera de influencia anglosajona y en este contexto geoestratégico es inevitable situar las posiciones políticas de unos y de otros. Sin embargo, si este reparto fue una consecuencia de un acuerdo militar previo habido en Teherán sobre los territorios que debían liberar cada ejército miembro de la Gran Alianza, también es cierto que existía un compromiso político de restaurar las libertades democráticas y respetar la independencia de esos gobiernos surgidos de elecciones libres. Pero era un compromiso político moral. Que Stalin incumplió sistemáticamente, por lo que la anexión práctica que hizo de los países ocupados por el Ejército Rojo, deslegitimaba, también, el reconocimiento de su influencia sobre esos territorios y países. Posiblemente, por la necesidad que tenía Stalin de que se reconociese como legítima esa ocupación, es por lo que proclamó, a raíz de la constitución de la Kominform, la doctrina de que existían dos mundos enfrentados. De hecho fue esta la primera vez que se teorizaba sobre la existencia de dos bloques. Churchill y Attlee y el mismo Spaak lo habían anticipado como una consecuencia de la dinámica impulsada por Stalin, pero el estadista soviético se les anticipó al constituir su bloque y concluir que, en consecuencia, existía otro bloque enemigo. Conclusión que no se correspondía con la realidad militar y política de los occidentales que, en esos momentos, carecían de un sistema defensivo colectivo. Desde la formación de la Gran Alianza entre las potencias antinazis, estaba claro que Stalin tenía unos objetivos estratégicos que nada tenían que ver con sus compromisos, a los que, como en el caso del pacto germano-soviético, entendió que tenían un carácter coyuntural. Y en buena lógica, pues la batalla que se preparaba, desde la perspectiva soviética, era un enfrentamiento entre democracias liberales y democracias populares o dictaduras del proletariado. El gran argumento que utilizó Franco para legitimar su existencia, y que, paradójicamente, se volvió contra él, ya que el sistema defensivo occidental, OTAN, no lo admitió en sus filas. Aquellas intenciones, secretamente guardadas por Stalin durante los años de la Gran Alianza, las puso él mismo de manifiesto en sus declaraciones a Pravda, una vez terminada la guerra y consolidada la posición militar del Ejército Rojo. Otros, también lo hicieron. El ex delegado checoslovaco en la O.N.U., Papanek, quien el 22 de marzo de 1948, declaró que el proceso de destrucción de la democracia checa había sido iniciado por los rusos y comunistas de su país antes de terminar la guerra 106; en semejantes términos se manifestó el jefe del Gobierno checoslovaco, presidido por el comunista Gottwald, quien, el 28 de marzo de 1948, declaró que: “Es necesario expulsar sin compasión a todos los agentes de la reacción interior y exterior. Si

106

MUNDO nº 408; El Socialista, e, nº 5.415. MUNDO nº 411.

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alguno cree que el cambio de jefes es suficiente y que lo demás puede seguir como antes, está equivocado. La derrota de la reacción es definitiva”107. Todos los líderes políticos occidentales, Truman, Attlee, Bevin, Byrnes, Marshall, Spaak, socialistas, laboristas y demócratas, coincidieron en calificar la actitud de Stalin de “incumplimientos de los compromisos contraídos durante la guerra ”. La situación se fue agravando a lo largo de 1948 cuando los comunistas tomaron el Poder en Checoslovaquia y Hungría. Momento en el que el Departamento de Estado le hacía llegar una nota de protesta a su representante en la Comisión de Control Aliado de Hungría, general Weems, el cual la hizo llegar al general soviético Sviridov, Presidente de dicho organismo, con el siguiente contenido: “Mi Gobierno consideró y sigue considerando los efectos de esas acciones como una amenaza a la continuación del proceso democrático en Hungría. En contestación, usted expuso que la detención de Kovacs era un asunto de la exclusiva competencia de las fuerzas soviéticas de ocupación, por encontrarse acusado de delitos contra dichas fuerzas. Por tanto, usted adujo que su detención no se consideraba como una “intervención por parte de las autoridades de ocupación soviéticas en los asuntos internos de Hungría”... Mi Gobierno ha tomado nota de que esta acción tuvo como resultado la reorganización de la autoridad política en Hungría, de tal forma que una minoría que obtuvo el 17% del apoyo popular en las últimas elecciones libres celebradas ha anulado el deseo expreso de la mayoría del pueblo húngaro. La situación, aparentemente, ha sido admitida por el dirigente de la minoría comunista, Rakosi, que públicamente ha manifestado su satisfacción porque “el puño de hierro del Partido consciente de sus fines haya podido lograr el dominio de Hungría”. Mi Gobierno protesta por esta acción unilateral, que viola los acuerdos de Yalta y por esta injerencia soviética en los asuntos políticos húngaros al impedir el ejercicio continuado de los derechos democráticos en ese país y del deseo libremente expresado por el pueblo húngaro”108. Al finalizar la guerra ninguna potencia occidental hablaba en términos de bloques o esferas de influencia, porque suponían, como he dicho, que una vez derrotado el nazismo todos los países recuperarían su soberanía basada en formas de gobierno democráticas. Esto lo daban por hecho. Sin embargo Churchill, que tras Yalta llegó a creer en la sinceridad de Stalin, según expuso en el Parlamento británico, el 27 de febrero de 1945 109, un año después, en la oposición, calificó la política anglosajona de política de apaciguamiento y advirtió que Stalin estaba formando un bloque con los países ocupados por el Ejercito Rojo110. Fue Stalin quien persiguió la formación de su bloque y lo hizo en dos fases: la primera, como consecuencia del avance de los ejércitos soviéticos hacia el Oeste, con el objetivo de llegar hasta Alemania y Austria. Stalin insistió tanto y los Idem y discurso de Bevin en Bour ne mout h, Mundo nº 320, p.287 -88 107

108

MUNDO nº 372, p.287

109

MUNDO nº 252 p. 357

110

MUNDO nº 306 , p . 4 31

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anglosajones temieron tanto que pudiera llegarse a una paz por separado entre Hitler y Stalin111, que finalmente abrieron el frente de Normandía. El Ejército alemán tenía que concentrar efectivos en el nuevo frente distrayéndolos del frente Este, facilitando, de esa manera, la ofensiva soviética. Que llegó, a marchas forzadas hasta Berlín y Viena. De que llegaran o no los ejércitos rusos a estos dos territorios dependía la justificación de las presencia de tropas soviéticas en los países de los que iban expulsando a los nazis, porque, como sus propios aliados occidentales reconocían, mientras estos ejércitos estuvieran en Alemania y Viena necesitarán pasillos a través de Polonia, Rumania, Hungría, Checoslovaquia que garantizasen su presencia. Por eso Stalin dilató ad calendas grecas la solución política de Alemania y de Austria, porque cuanto más tiempo estuviesen en esos países, más tiempo estarían ocupados los países del Este, como algo consecuente y visto como normal. Por eso mismo, los anglosajones deseaban encontrar una solución política, para que las tropas soviéticas abandonasen los territorios ocupados. Pero el siguiente paso que tenía que dar era legitimar esa situación. Necesitaba hacer creer, y que la historiografía lo diese como válido, que los bloques eran un resultado acordado en Yalta y Potsdam. La legitimación de esa situación era importante porque suponía que la U.R.S.S. estaba allí por derecho propio y no como país anexionista o imperialista. Era una cuestión de seguridad y de imagen internacional. La patria del proletariado no podía estar en esos países en calidad de ocupante, sino de protectora de la clase obrera y como consecuencia legítima de la guerra. En esta legitimación el papel que le tenía asignado a los partidos comunistas era determinante puesto que ellos, desde dentro, como caballos de Troya, o quintacolumnistas, según los calificaban demócratas y socialistas, trabajaban para transformar el orden político, basado en formas de gobierno responsables, parlamentarias, con partidos políticos, en una forma de gobierno de dictadura del proletariado, de un solo partido, irresponsable de sus actos, como si se tratara de reyes absolutistas o tiranos, en expresión de Locke u otros pensadores políticos ilustrados112. Una vez más, es el mismo Stalin quien presenta el hecho como consecuencia de la guerra: “El aumento en la influencia de los comunistas – dice - no puede ser considerado como una cosa accidental. Es una función normal. La influencia de los comunistas ha aumentado debido a que durante los duros años del poder fascista en Europa, los comunistas se demostraron seguros, valientes, heroicos y buenos luchadores contra los regímenes fascistas en defensa de la libertad de los pueblos... De esta forma se incrementó la influencia comunista en Europa. Tal es la ley del desarrollo histórico”113. Y manifiesta su claro desprecio por los regímenes democrático liberales y la imposición de la dictadura del proletariado, de la autoridad de Moscú, en definitiva, con estas palabras: “Como se sabe, en Inglaterra, un solo partido político dirige al Gobierno actualmente, que es el Partido Laborista. Los

Kershaw, I., Hitler II, 1936-1945, p. 815 ss., Ediciones Península, S.A., Barcelona, 2002 112 Sabine , G .H., Historia de la Teor ía política, p. 402 ss., F.C.E . , Madrid, 1999 . 111

Pravda,14 de marzo de 1946, reproducido en MUNDO nº 307, p. 467; Claudín, F. o.c. p. 424 ss. 113

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partidos de la oposición no tienen derecho a tomar parte en el Gobierno de Inglaterra. A esto le llama el señor Churchill democracia” 114. En Polonia, en Rumania, en Bulgaria, en Yugoslavia y en Hungría, los Gobiernos son un bloque formado por varios partidos, de cuatro a seis partidos cada uno y así la oposición es más o menos leal, tiene asegurado el derecho a tomar parte en el Gobierno. A esto el señor Churchill lo califica de totalitarismo, de tiranía, de métodos policíacos. ¿Por qué? ¿Con qué fundamento? No espero una respuesta del señor Churchill”. El cinismo o paranoia 115 de Stalin alcanza grados de insuperable teatralidad cuando califica el sistema parlamentario británico de dictadura y el que él mismo está imponiendo con la colaboración de los partidos comunistas de democrático. Sin embargo, este proceso de legitimación, pareció tambalearse cuando Truman116 expuso, el 12 de marzo de 1947, ante sesión conjunta del Congreso, su política exterior. Los demócratas norteamericanos, en el Gobierno, empezaron a plantearse la necesidad de defender los países amenazados por la expansión del imperialismo ruso. Ni si quiera se han planteado, en esos momentos la formación de una alianza con otros países. Estos son soberanos y deberán decidir por sí mismos, pero, es que, además, el Congreso norteamericano y su Constitución les impiden formar alianzas con otros países que les puedan llevar a la guerra automáticamente. Por eso se entiende que la propuesta consistiera en ir llenando el vacío que dejaban los viejos imperialismos europeos. Pero si alguien podía contener las ansias expansionistas de la U.R.S.S. y organizar una nueva alianza de países, esos eran los Estados Unidos. Stalin, en previsión de estos hechos y para intimidar a los gobiernos, potenciales aliados occidentales, necesitaba desacreditar internacionalmente a los Estados Unidos. Hasta 1947 no se había atrevido a hacerlo, pero el aviso que suponía la “Doctrina Truman” y su concreción en el “Plan Marshall” le hicieron reaccionar. Además, la doctrina soviética de la seguridad de Rusia y de la legitimación de la ocupación de los países del Este, necesitaban un enemigo. Era necesario crearlo. La reunión de los partidos comunistas en Varsovia y la creación de la Kominform decidieron que ese enemigo eran los Estados Unidos y lo calificaron de “imperialista”. Esta calificación resultaba paradójica, por cuatro razones: primera, porque la sociedad y la política norteamericanas eran dominantemente aislacionistas, y lo reconoce el propio Truman en su citado discurso: “Hay y habrá en el futuro – dice - muchas ocasiones que puedan obligarnos a decir, como dijimos después de la última guerra, que por mucho que nos plazca cooperar en la restauración de Europa, la cooperación en la práctica es imposible sin el sacrificio de nuestros principios y que debemos contentarnos con cultivar y defender nuestro hemisferio. Pero no debemos cooperar a una guerra de proporciones mundiales. No quiero admitir que no podamos cooperar sin sacrificios de nuestros principios y si hemos de desempeñar nuestro papel, debemos iniciar la ofensiva por la paz, como las de la guerra”. Segunda, porque Estados Unidos no había tenido ganancias territoriales, no se habían anexionado ni un solo metro. Los Estados Unidos no poseían en el mundo mediterráneo ni colonias, ni mandatos, ni protectorados, ni alianzas 114

Idem

Informe de Jruschev sobre Stalin, XX Congreso PCUS, 1956 en MUNDO nº 845. p. 373 115

116

MUNDO nº 359, p. 170; El Socialista, 28-III-1947; 13-VI-1947; 25-VII-1947.

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militares bilaterales. No detentaban otras bases que las que Francia les había otorgado en territorio marroquí. La Sexta flota norteamericana cruzaba constantemente las aguas mediterráneas, pero era una escuadra errante que recibía, ora hospitalidad inglesa, ora hospitalidad francesa o italiana. Tercero, porque tenían una concepción periférica de la defensa de Europa occidental, según la cual ellos no defenderían Europa continental, se limitarían a establecer bases periféricas para contener la expansión y recuperar Europa117; y, en cuarto lugar, porque fueron calificados de anti-imperialistas por los nacionalistas franceses. Así lo percibió Adres Siegfried en “Le Figaro”: “Cuando consideramos la política anticolonialista de los Estados Unidos, la hostilidad del Presidente Roosevelt frente a los regímenes francés y holandés en Asia; su conversación, por ejemplo, con el Sultán de Marruecos, hemos estado a punto de preguntarnos más de una vez, si esta América, tan auténticamente anticomunista, no es, por su parte, en el mundo, un agente de la revolución no menos eficiente que la U.R.S.S.” 118. A lo que replicó W. Lippman desde el New York Herald Tribune: “Además, si el pueblo americano cesara de pensar como piensa, que toda dominación extranjera es mala en su principio mismo y pasajera en su práctica, el espíritu que anima las relaciones que mantiene con el resto del mundo sufrirían una transformación radical. El pueblo americano no sería en este caso sino una poderosa nación muy rica, que no llegaría con otras potencias más que a acuerdos que le parecerían temporalmente cómodos y beneficiosos. Sin este hálito interior que acaba de pasar por América no existiría el programa de reconstrucción para la Europa occidental y para liberar a la Europa oriental 119. El socialista belga Spaak agradeció la ayuda norteamericana en un impresionante discurso que pronunció en la Asamblea General de la O.N.U., en los siguientes términos: “Porque la verdad proclamada por dieciséis países, que no necesitan recibir de nadie lecciones de dignidad nacional, es que, sin el Plan Marshall, Europa estaría irremediablemente perdida. ¿El Plan Marshall? En vez de buscar explicaciones complicadas, en vez de exhumar los comentarios de no se qué periódico de América, hubiese sido más normal y más lógico buscar el comentario y encontrar su elevado ideal en las propias palabras del general Marshall cuando habló, por vez primera, de lo que debía ser el Plan Marshall. El dijo: “Es lógico que los Estados Unidos hagan cuanto esté en su poder para restablecer la salud económica del mundo, sin la cual, la estabilidad política y la paz no pueden asegurarse. Nuestra política no va contra ningún país, ni contra ninguna doctrina, sino que va contra el hambre, contra la pobreza, contra la desesperación y contra el caos. Su objetivo debe ser el renacer de una economía activa en el mundo, para que se creen condiciones políticas y sociales en las que sean posibles la existencia de instituciones libres. Suceda lo que suceda en lo por venir y sea cual fuere la suerte que corra el Plan Marshall, las palabras que se pronunciaron ese día son palabras que honrarán al Marquina Barr io, A. Espa ña en l a polít ica de se gur ida d occident al, 1939 -1986 , p. 127 ss. Edic ione s Ejérc ito, Madr id, 19 86. Prieto, I ., Norte américa e n el Mediter ráneo. El Social ista, e , 7-11-1952, Nº 5 .602 117

Reproducido por Saborit, “Europa y el Plan Marshall”, El Socialista, 3-III1949 119 Idem. 118

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jefe de la Diplomacia Americana y que están dentro de una política, a la que siempre, y a pesar de todo, guardaremos enorme gratitud. Porque sabemos que esa política es la que en veinticinco años, por dos veces, ha enviado a los soldados americanos a forjar la victoria, victoria que nos ha devuelto nuestra independencia; que esa política es la que, inspirada por Wilson, inspirada por Roosevelt, ha hecho el esfuerzo de guerra americano, ha hecho la UNRRA, ha hecho el “lend-lease” y hoy es la que da a Europa la única oportunidad para que se salve. He ahí por qué estamos inquietos; he ahí por qué, yo lo repito con crudeza, tenemos miedo”120. La confianza de Stalin, como la de los comunistas de la III Internacional, durante el período de entreguerras, residía en que tenían una fe ciega en la predicción marxista de las crisis periódicas del capitalismo 121. Algún día, éste se desplomaría bajo el peso de sus propias contradicciones, había que esperar ese momento para conquistar el Poder e instaurar la dictadura del proletariado. Europa estaba devastada, como el mismo Truman reconoce en su exposición y poco después ratificará Marshall, el nuevo secretario de Estado. Las condiciones socioeconómicas estaban puestas para que se cumpliese la profecía marxista y de la III Internacional: la crisis económica se transformaría en social y esta en revolución política, momento en el que sin que Stalin moviera un dedo, y sin que la U.R.S.S. se expusiera a ningún riesgo, los partidos comunistas abandonarían sus contenidas posiciones en las catacumbas e intervendrían en acelerar el desplome hasta hacerse con el Poder. De la táctica de la colaboración parlamentaria con los enemigos de clase, se pasaba a la táctica de la revolución. El esquema era casi rutinario para el pensamiento político comunista. Sin embargo, se produjo un hecho inesperado, Marshall propuso a todos los países europeos, incluida Rusia, un plan de reconstrucción económica. Con esta propuesta las expectativas comunistas del derrumbe, peligraban. La reacción de Stalin, por boca de Molotov 122, fue inmediata: no sólo negó la participación de Rusia, sino que impidió a todos los países ocupados que participasen, incluso Finlandia, que, temiendo ser ocupada por Rusia, se negó a participar. Pero el peligro estaba ahora en la recuperación económica de los países democráticos, Reino Unido, Francia, Italia, Holanda, etc. Era imprescindible impedir que sus economías se recuperasen, era llegado el momento de que los partidos comunistas hiciesen todo lo posible por impedir la recuperación de las naciones a las que parecían pertenecer, sin importar el daño que con ello se causaría a los trabajadores que sí que pertenecían a ellas y gracias a ello seguían siendo ciudadanos. A Stalin no le faltaron reflejos. Inmediatamente, fueron reunidos en Varsovia, en septiembre de 1947 los dirigentes de los partidos comunistas que gobernaban en los países ocupados, además de Yugoslavia, Francia e Italia. Aquí se creó la Kominform con el doble objetivo de: legitimar que existían dos bloques, el Occidental democrático, calificado de imperialista y el Oriental, de partido

120

El Socialista, e, 9 y 16- XII-1948

Poulant zas , N., Fascismo y dict adura . La III Intern acion a l frente a l fasc ismo, p . 57 ss. S iglo XXI, Ma drid, 197 3 121

122

MUNDO nº 373, p.323; MUNDO nº 374, p. 359; El Socialista, e, 4-VII-1947

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único, calificado de anti-imperialista123, y, en segundo lugar, preparar una oleada de huelgas generales con las que impedir la recuperación económica. Para alcanzar este doble objetivo era imprescindible deshacerse de la socialdemocracia, porque los socialdemócratas apoyaban el Plan Marshall y porque defendían la democracia liberal. Socialdemócratas y laboristas eran el gran obstáculo a batir. La consigna dada consistía en que había que desprestigiar a sus dirigentes, hasta que, por confusión con los “imperialistas” desapareciesen del mapa, lugar que pasarían a ocupar los comunistas. Zdánov no se priva de decirlo en el texto fundacional de la Kominform: “En esta táctica imperialista, ocupa un puesto importante la utilización de la política traicionera de los socialistas de derechas, tales como: Blum, en Francia; Attlee y Bevin, en Inglaterra; Schumacher, en Alemania; Renner y Scherf, en Austria; Saragat, en Italia...etc., que sirven para ocultar las tácticas del bandidaje del imperialismo bajo un disfraz democrático y socialista y que, en realidad, son siervos del imperialismo, que ocasiona la desunión en las filas de las clases trabajadoras, envenenando sus espíritus. No es extraño que la política extranjera de los Estados Unidos y de la Gran Bretaña haya encontrado en Bevin su ejecutor más fiel. En tales condiciones, el bando democrático anti-imperialista, debe agrupar sus fuerzas y fijar un programa coordinado de acción para anular los esfuerzos del imperialismo, luchando contra el imperialismo norteamericano y sus aliados en Francia e Inglaterra, así como contra los socialistas de derechas, especialmente los de estos dos países. Afín de lograr el fracaso de los planes imperialistas de agresión, son necesarios los esfuerzos de todos los elementos anti-imperialistas de Europa. Los socialistas de derechas son traidores a esta causa, con excepción de los países que recientemente instauraron un régimen democrático, en los cuales las fuerzas socialistas y comunistas unidas, constituyen la base de resistencia al imperialismo. Dichos socialistas de derechas, en la mayoría de los países restantes y, en primer lugar, los socialistas franceses y laboristas ingleses, Ramadier, Blum, Attlee y Bevin, con su servilismo y oficiosidad facilitan el plan del capitalismo norteamericano y arrastran a sus países a una dependencia servil de los Estados Unidos. De aquí se deduce que la tarea principal de los Partidos Comunistas es la de izar la bandera de la independencia y soberanía nacionales de sus países respectivos”124 Si se conseguía que la socialdemocracia ,con los laboristas de la mano, desapareciesen del mapa político, la construcción stalinista de los dos mundos y su consolidación se daría por lograda: la guerra fría sería, en la perspectiva socialdemócrata, de lucha de la Democracia liberal y social contra el Totalitarismo, la dictadura soviética del proletariado. En la perspectiva de Stalin y sus sucesores sólo podía haber dos bandos: el Comunista y el imperialista. Se pretendía, en definitiva, consolidar la existencia del bloque soviético. Porque el occidental todavía no existía. Pero la lucha entre bloques no se presentaba como un enfrentamiento directo entre las potencias hegemónicas. De eso debía encargarse la teoría de la Pravda, 30-IX-1947; Claudín, F. o.c. p. 424 ss. ; MUNDO nº 388, p.216; El Socialista, e, 17- X-1947, 24-X-1947; nº. 5.385, 23-I-1948 y 13-II-1948; Deutscher, I. o.c. p.516 ss. 123

124

Idem

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soberanía nacional, impulsada por Stalin y consagrada por la ONU. Según ésta doctrina, ningún país podía intervenir en los asuntos internos de otro. Así debía garantizarse la supervivencia de los Estados comunistas pero, también, la intervención de Rusia en los asuntos internos de los demás países mediante los partidos comunistas nacionales, al servicio de Moscú. Impenetrable para las democracias liberales, pero no para Moscú que se consideraba legitimado, en nombre de ser la “patria del proletariado” para intervenir, mediante sus caballos de Troya, los partidos comunistas, en los asuntos internos de cualquier país. Una teoría, cuya práctica fue reconocida el 4 de julio de 1950, por el viceministro soviético de Asuntos Exteriores, Gromyko, al declarar que: “El Consejo (de Seguridad de la O.N.U.) sólo puede intervenir en acontecimientos internacionales y no tiene derecho a injerirse en asuntos internos. La Carta (de la O.N.U.) prohibe concretamente toda interferencia de la O.N.U. en asuntos internos de un Estado cuando se trata de conflictos nacionales”125. El mismo régimen de Franco, aislado por las democracias, siguió el ejemplo e hizo de la soberanía nacional un muro con el que protegerse frente a la injerencia de las democracias en sus “asuntos internos”126. Mientras Moscú trabajaba desde fuera, en el Consejo de Seguridad de la O.N.U., utilizando el derecho de veto con el que proteger la soberanía nacional, cuando le interesaba; desde dentro de cada país, los partidos comunistas prepararon la respuesta al Plan Marshall. Esta se conoció como “Protocolo M”. El día 17 de enero de 1948 un ejemplar del proyecto en cuestión, que había caído en manos de Kurt Schumacher, jefe del partido socialdemócrata alemán fue publicado. En el se alude a la Kominform como organismo que dirigía la campaña contra el plan Marshall. Su objetivo era que: “El próximo invierno será un período decisivo en la historia de la clase trabajadora alemana. Por medio de constante batalla y en cooperación con la clase trabajadora de toda Europa podrán conquistarse puestos importantes en la producción. Esta batalla no se refería a la conquista de cargos ministeriales, sino que iba encaminada a tomar posiciones para la lucha final por la liberación del proletariado mundial. Requisito indispensable para la victoria final de las clases obreras es el mantenimiento de la disciplina entre los camaradas. No debía existir la menor duda de que para conseguir esta victoria todas las armas eran buenas. El socialismo de la U.R.S.S. ayudará en esta batalla contra el monopolio de las potencias capitalistas con todos los medios que estén a su alcance. La Oficina de Información Comunista de Belgrado, Kominform, coordinará la batalla común de todos los movimientos socialistas europeos. Aunque los alemanes no pertenecen todavía a este organismo ocupan un lugar prominente en esta batalla. Habrá que luchar por el centro europeo de producción: el Ruhr. Las clases trabajadoras de todas las naciones prestarán la ayuda necesaria. La tarea del partido alemán es utilizar esta ayuda sin ningún escrúpulo en todos los lugares en que pueda dar buenos resultados. Los principales objetivos de la

125

MUNDO números: 492, p. 177; 522, p.33; 527, p.187

Albar, M., “La soberan ía nac iona l univ ersal” , El Soc ial ista , e , 20 -V-194 8 126

contra

la

democracia

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batalla del invierno son quebrar la acción de los monopolios capitalistas que están lanzando, por medio del llamado plan Marshall su asalto” 127. Antes de que se conociese el “Protocolo M”, los comunistas italianos y franceses pusieron en marcha una serie de huelgas. El 28 de noviembre 1947 estaban en huelga dos millones de obreros. Sin embargo, la Unión de Sindicatos de Funcionarios Públicos acordó no ir a la huelga general. Ese mismo día, Schuman, cuyo Gobierno había obtenido la confianza de la Asamblea, pidió a ésta la concesión de poderes extraordinarios, consistentes en: facultades extraordinarias para las fuerzas de policía; revisión de las leyes de huelga para establecer obligatoriamente la votación secreta; enérgica campaña gubernamental contra los saboteadores y de cuantos se opusiesen a la libertad de trabajo y la autorización para movilizar a 80.000 reservistas que pasarían a prestar servicio en la Guardia Nacional. En la CGT se acentuó la escisión entre comunistas y socialistas, acaudillados éstos por León Jouaux. Los comunistas se opusieron sistemáticamente a estas medidas, uno de sus diputados, Calas, incitó a los soldados a no disparar contra los trabajadores, lo que obligó a Herriot, Presidente de la Asamblea, a expulsarlo, a lo que se negó Calas. Herriot levantó la sesión, a pesar de lo cual los comunistas permanecieron en la Asamblea, hasta que un destacamento de 40 policías los desalojó de la sala, por órdenes de Herriot. El 30 de noviembre la Asamblea Nacional aprobó la ley de Movilización. Mientras tanto, los huelguistas se dedicaron a ocupar estaciones ferroviarias y a levantar los rieles de muchas líneas. En respuesta a estos actos la Asamblea aprobó el primer artículo de la ley de Represión de Actos de Sabotaje. Dicha Asamblea tuvo que ser protegida por 4.000 guardias, durante sus sesiones, en previsión de una marcha de huelguistas hacia ella. La tensión alcanzó el punto máximo al producirse en Niza y Valence dos choques que ocasionaron más de veinte víctimas. Hubo intercambios de disparos entre huelguistas y policía, con resultados de muertos. Marsella fue ocupada por 10.000 soldados coloniales. Mientras tanto, el 4 de diciembre, Foster Dulles, enviado de Marshall, llegó a París, donde se entrevistó con Auriol, varios Ministros y De Gaulle, a pesar de que éste carecía de representación oficial. Los comunistas interpretaron esta visita como una injerencia norteamericana en los asuntos domésticos de Francia. El día 9 la CGT ordenó la vuelta al trabajo, medida que fue justificada porque los trabajadores, especialmente los del metro y los funcionarios habían empezado a volver al trabajo, por su propia iniciativa. Al mismo tiempo, Radio Moscú transmitía que Rusia rompía con Francia las negociaciones comerciales para entregarle 300.000 toneladas de trigo128. En noviembre de 1947, se reunió en Milán un Congreso de Comités de Obreros de Dirección de toda Italia, organizado por el P.C.I. Se acordó que los Comités Obreros controlasen la producción, interviniesen en la dirección de las industrias, con reconocimiento jurídico y que las empresas que amenazasen con despidos injustificados pudieran ser incautadas y nacionalizadas. El 10 de diciembre, hubo una huelga general en Roma, en la que participaron 600.000 trabajadores. El motivo estuvo causado por la negativa de la Cámara Local de Trabajo a aceptar que sólo se dedicasen 10.000 millones de liras para terminar 127

MUNDO nº 403, p. 148; El Socialista, e, 13-II-1948

128

MUNDO números: 366,71; 369,179; 460, p.296; 468,p.556; 472, p.112

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con el paro forzoso en Roma. En Milán, unos días antes, 10.000 manifestantes convocados en protesta por la destitución del prefecto de izquierda, Ettore Troilo, ocuparon la ciudad, que permaneció bajo su control durante nueve días. En junio de 1948, se puso en marcha un movimiento huelguístico que debería desembocar en un paro general. El paro estaba organizado de manera que se fuesen incorporando a él, en cadena, todos los sectores productivos. El 2 de julio, los trabajadores del espectáculo, desde las 12 a las 20 horas y los trabajadores del transporte desde las diecisiete a las veinticuatro. El martes, 6 de julio, se incorporaban los químicos; el miércoles, los de la electricidad; el jueves, los metalúrgicos; el viernes los del vidrio, cerámica y azucareras. El sábado debería volverse al trabajo con normalidad. El objetivo de estos paros era presionar a los empresarios para que accedieran a tratar con la Confederación general Italiana del Trabajo, bajo control del P.C.I., para revalorizar los sueldos y suspender los despidos temporales por exceso de mano de obra129. La respuesta: la política de contención o el proceso de formación del bloque occidental.130 “¿Sabéis cuál es la base de nuestra política? – preguntaba Spaak, ante la Asamblea General de la O.N.U., al delegado soviético- Pues es el miedo. Miedo de vosotros. Miedo de vuestro Gobierno. Miedo de vuestra política. Si yo me atrevo a emplear esas expresiones, es porque el miedo que yo evoco no es el miedo de un cobarde. No. No es el miedo de un Ministro que representa a un país que tiembla, a un país que está dispuesto a pedir piedad o a demandar perdón. No. Es el miedo que puede tener, que debe tener todo hombre que se enfrenta con el provenir y considera todo lo que acaso hay todavía de horror, de tragedia y de horribles responsabilidades en ese porvenir. ¿Sabéis por qué tenemos miedo? Tenemos miedo porque vosotros soléis hablar con frecuencia de imperialismo. ¿En qué consiste el imperialismo? ¿Cuál es la definición corriente del imperialismo? Es la de un pueblo – generalmente un gran paísque hace conquistas y aumenta a través del mundo su influencia. ¿ Y cuál es la realidad histórica de estos últimos años? No hay más que un solo país, un gran país, que haya salido de esta guerra acrecentado territorialmente. Ese gran país es Rusia. Durante la guerra y a causa de ella os habéis anexionado los Países Bálticos. Durante la guerra y a causa de ella habéis cogido un pedazo de Finlandia. Durante la guerra y a causa de ella, os habéis apoderado de un trozo de Polonia. Gracias a vuestra política audaz, audaz y flexible, habéis llegado a ser todopoderosos en Varsovia, en Praga, en Belgrado, en Bucarest y en Sofía. Gracias a esa política vuestra, ocupáis Viena y ocupáis Berlín, sin que nada haga sospechar que estéis dispuestos a marcharos. Gracias a esa política reclamáis ahora vuestro derecho de control en el Ruhr. Vuestro imperio se extiende desde el Mar Negro al Mar Báltico y el Mar Mediterráneo. Queréis llegar hasta los mismos bordes del Rhin: ¡ Y todavía nos preguntáis por qué sentimos inquietud...!¡Vuestra política exterior es hoy más audaz y más ambiciosa que la política que siguieron los zares. Tenemos también miedo a la política que seguís en esta Asamblea. Tenemos miedo al uso que hacéis, al abuso que hacéis del derecho que se os reconoció en San Francisco: el derecho de veto. Tenemos miedo porque en esta Asamblea os 129 130

MUNDO números: 332, p. 74; 344, p. 511; 318, p. 184 y 187; 341, p. 399; Kissinger,H., Diplomacia, p. 651 ss. Ediciones B S.A., Barcelona, 1998

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habéis convertido en campeones de la doctrina de la soberanía nacional absoluta. Y nosotros nos preguntamos cómo podrá funcionar bien una organización internacional, cómo podrá cumplir los fines que le son propios, si esa doctrina vieja, si esa doctrina reaccionaria, como dije ya el año pasado, triunfase. La organización internacional sólo podrá funcionar bien el día que las naciones, grandes y pequeñas, medianas y grandes, hayan reconocido, en plenitud de conciencia, que, por encima de sus voluntades personales, existe una ley internacional. Mientras haya un solo país, uno solo, que pretenda afirmar su propia voluntad por encima de la voluntad de la mayoría de las naciones, la presente organización no podrá dar todo lo que esperamos de ella. No os ha bastado usar y abusar del veto. No os ha bastado proclamar el principio de la soberanía nacional contra la ley internacional. Os habéis negado, además, sistemáticamente, a colaborar con la Organización de las Naciones Unidas. Cuando esta Asamblea ha hecho una recomendación contra vuestro punto de vista o contra vuestra voluntad. ¡ Os quejáis ahora de que la Comisión de los Balcanes o la de Corea no han dado buenos resultados...! ¿Cómo queréis que dé buenos resultados si antes de que comenzaran sus trabajos una buena parte de esta Asamblea se negó a colaborar en ellas? Por todo esto estamos inquietos. Porque con vuestra manera de actuar habéis hecho ineficaz esta organización. Porque los problemas que se traen aquí no encuentran solución, a pesar del criterio de la mayoría de las Naciones Unidas. Vivimos llenos de inquietud porque habíamos puesto toda nuestra confianza en una organización de las Naciones Unidas eficaz; pero con la política que habéis seguido aquí, nos obligáis a buscar ahora nuestra seguridad, no en el cuadro internacional y universal de esta Asamblea, que es lo que queríamos, sino en el cuadro de los acuerdos regionales, a los que hubiésemos querido, de buena gana, renunciar para siempre. En fin, nos inquietáis, porque en cada uno de los países aquí representados, vosotros mantenéis una quintacolumna que, comparada con la quintacolumna hitleriana, la de Hitler, no pasa de ser una organización infantil, una organización de boy scouts. No hay un solo lugar en el mundo, un Gobierno de Europa, en Africa o en Asia que tropiece con una dificultad o un obstáculo, sin que aparezcáis vosotros para envenenarlo todo. ¡Esa es vuestra manera de colaborar con los Gobiernos aquí representados, con los que debéis trabajar para asegurar la paz! En cada uno de nuestros países, a estas horas, hay un grupo de hombres que no sólo son los representantes y los defensores de vuestra política exterior – lo que en fin de cuentas, no sería demasiado grave, sino que no desperdicia la menos ocasión para debilitar al Estado en el cual viven, debilitarlo política, moral y socialmente. Vosotros, Rusia, los países del Este, los partidos comunistas del mundo entero, habéis dado la medida exacta de lo que podéis hacer en la oposición y en el ataque que habéis lanzado contra el Plan Marshall. No me hago demasiadas ilusiones. Mañana por la mañana, en parte de la prensa mundial, se me tratará de lacayo del imperialismo americano o de vendido a Wall-Street. No importa. A pesar de eso, yo me atrevo a declarar que la actitud adoptada por Rusia y por los partidos comunistas del mundo contra el Plan Marshall es la acción más deprimente, más grave, más inquietante que se podía adoptar. Porque la verdad proclamada por dieciséis países, que no necesitan recibir de nadie lecciones de

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dignidad nacional, es que, sin el Plan Marshall, Europa estaría irremediablemente perdida”131 En 1948 se crearon dos nuevos focos de tensión internacional. La crisis de Berlín desencadenada por el bloqueo soviético de esta ciudad, cuya consecuencia fundamental fue la división de Alemania en dos estados, rompiéndose, por parte de Moscú, lo acordado en Potsdam y Yalta. Y la decisión de Tito de apartarse de los planes económicos soviéticos y seguir su propio desarrollo contando, también, con el apoyo de inversiones occidentales. Considerado anatema por Stalin, quien, a pesar de realizar enormes movilizaciones militares no se atrevió a invadir Yugoslavia, pero le sirvió como cortina de humo para mantener el conflicto sobre Berlín. El 22 de enero de 1948, Bevin declaró en la Cámara de los Comunes que estaba a favor de constituir un bloque occidental del que deberían formar parte Inglaterra, Francia, Holanda, Bélgica ,Luxemburgo, Italia y otras naciones europeas: “Realmente, dijo, nos encontramos en un momento crítico de la organización del mundo de la posguerra. La política de Rusia consiste en emplear todos los medios que están a su alcance para lograr el dominio comunista en la Europa oriental y por lo que se ve ahora, también en el oeste. Ya vimos el juego que se llevó a cabo en Polonia, Bulgaria, Hungría y, más recientemente, Rumania y, según los informes que poseemos, podrán emprender otros intentos semejantes en cualquier parte”132. En el verano de 1948, un alto funcionario del Departamento de Estado norteamericano, Lovett, planteó, por vez primera, a los embajadores inglés y francés, la necesidad de llegar a un pacto del Atlántico. Tras esta sugerencia, Ministros y jefes militares norteamericanos, británicos, franceses e italianos iniciaron una serie de conversaciones. Las dificultades para crear una alianza atlántica no eran pocas: unas lo eran de naturaleza constitucional, porque los Estados Unidos no podían comprometerse en una intervención automática de ayuda a un aliado, sin que el Congreso declarase previamente la guerra; otras se referían a las limitaciones militares impuestas a Italia y a la prohibición de que Alemania pudiera tener un ejército, entre otras razones porque aún carecía de plena soberanía sobre sus asuntos internos. Moscú reaccionó inmediatamente abriendo varios frentes. Presionó sobre Suecia hasta conseguir un compromiso de neutralidad. Ofreció a Noruega un pacto de no-agresión, pero fracasó. Organizó una “Ofensiva de Paz” que comenzó en París, continuó por Italia y culminó con la publicación en el Boletín de Información de la Embajada soviética en Washington de un artículo que reclamaba la posibilidad de que hubiese un acuerdo entre Moscú y Washington y con unas declaraciones de Stalin proponiendo una reunión con Truman en Rusia, Checoslovaquia o Polonia. Rechazada esta invitación, Moscú cambió de estrategia. El 8 de febrero de 1949, la delegación soviética presentaba en el Consejo de Seguridad una moción que calificaba de agresivo el Pacto del Atlántico. El 23 de febrero, durante la ceremonia del XXXI aniversario de la fundación del Ejército Rojo, el mariscal Bulganin señaló la necesidad de que las fuerzas armadas soviéticas 131

Spaak, o .c.

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MUNDO nº 404, p. 184

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estuvieran en todo momento preparadas para el combate. El día 22, el dirigente comunista francés, Thorez, declaraba que el Ejército Rojo sería apoyado por los franceses en caso de guerra entre el Este y el Oeste. El 26, Togliatti se pronunciaba en los mismos términos. A pesar de lo cual, el 4 de abril de 1949, Bélgica, Reino Unido, Canadá, Dinamarca, Francia, Islandia, Italia, Luxemburgo, Países Bajos, Noruega, Portugal y Estados Unidos firmaban el Tratado del Atlántico Norte. El 24 de septiembre de 1949, Mao proclamaba la República Popular China. En febrero del año siguiente firmaba en Moscú un tratado de alianza, amistad y ayuda mutua. Tras esta firma, la retirada premeditada de Moscú de la O.N.U. en protesta porque China comunista no ocupase el lugar de la nacionalista en el Consejo de Seguridad y pasado un año desde primera explosión nuclear soviética, en la noche del 24 al 25 de junio, el ejército norcoreano invadía a su vecina del Sur. La Unión Soviética que aprovisionaba de armas a los norcoreanos y chinos y China que envió oleadas de 200.000 soldados “voluntarios”, permanecieron oficialmente neutrales. Esta guerra, sin embargo, fue sentida desde Europa occidental como la preparación de un ataque soviético contra la misma Europa, según declaraciones de De Gaulle a Bradford, presidente de la United Press. La guerra de Corea tuvo el efecto contraproducente para el bloque soviético de crear una serie de sistemas de alianzas en torno a ese bloque de Oeste a Este pasando por el Sur de Asia. Sistema de alianzas con el que se fue configurando el bloque occidental en respuesta a la amenaza de expansión soviética. La O.T.A.N., que no pasaba de ser una alianza defensiva sin un plan militar conjunto y sin dotación militar equiparable a la soviética, se reorganizó al acordar sus miembros establecer en Europa una fuerza de defensa integrada bajo un control y mando centralizados. Además, en 1952 ingresaron Grecia y Turquía y en 1954 Alemania. En el Pacífico se creó en 1954 la SEATO, una alianza Sudoriental integrada por Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Filipinas, Australia, Nueva Zelanda, Pakistán y Tailandia. Quedaba por cerrar el espacio entre estos dos sistemas de alianzas. En 1955 con la creación del Pacto de Bagdad, luego CENTO, integrado por Gran Bretaña, Turquía, Irak, Irán y Pakistán. Ese mismo año, Moscú creaba el Pacto de Varsovia, un gesto innecesario por cuanto los ejércitos de los países del Este estaban sometidos a la disciplina del Ejército Rojo, pero con el que se pretendía reforzar la legitimidad del derecho de ocupación de esos países por Moscú. Con la formación de los dos bloques, la estructura arquitectónica en la que se celebraría la partida de la guerra fría, había quedado construida. Todo esto ocurría tras la muerte de Stalin y cuando Molotov, primero, y Jruschev, luego, proclamaron la política de “coexistencia pacífica133”, aprobada en el XX Congreso del PCUS, en 1956. Se afirmó que la guerra entre las grandes potencias nucleares no era inevitable, no así la guerra interpuesta por países terceros, ya que no se renunciaba a la lucha ideológica, o lo que es lo mismo, a la penetración de la influencia soviética en el viejo orden colonial y en los países democráticos, en los que cada partido comunista debía elegir la vía parlamentaria para conquistar el Poder. Ya hacía años que lo había dicho Lenin en su crítica al izquierdismo y Gramsci, un fiel stalinista servidor de la IIIª I.C. De ahí el recurso a Gramsci en los comunistas europeos, como si se tratase de Gorkin, Julián, “¿Es posible la coexistencia pacífica?, El Socialista, e, 7-VIII1955 133

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un descubrimiento. Adenauer, Canciller de la República Federal Alemana interpretó que esta política era una respuesta a la necesidad que tenían los sucesores de Stalin para resolver sus problemas internos, entre los que estaban la lucha por el Poder y los desequilibrios entre el escaso desarrollo de los bienes de consumo y los enormes gastos de armamentos. Ciertamente, Moscú estaba obligado a ganar tiempo por las razones dadas por Adenauer y por otra que cambiaría el desequilibrio nuclear soviético por una nueva relación de fuerzas: necesitaban tiempo para poner a punto su armamento nuclear estratégico. Mapas sobre la evolución de la guerra:

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Capítulo VI. La evolución política francesa en la inmediata posguerra.

En febrero de 1945, liberada Francia y tras la reunión de los tres grandes en Yalta, De Gaulle declaró que Francia no se sentía ligada a los acuerdos entre los tres, debido a que estaba ausente en las reuniones celebradas entre éstos. Aspiraba a que Francia fuera tratada como un igual entre los grandes. Opinión que no podía ser compartida por éstos, pues si bien, De Gaulle pretendía presentar a una Francia derrotada que siguió luchando contra Alemania, lo cierto es que Francia colaboró con el nazismo hasta el desembarco en el Norte de Africa. Pero, Vichy siguió colaborando hasta el final. Los degaullistas y sus aliados querían borrar la imagen de la Francia colaboracionista y presentarla como resistente. Cuando lo cierto fue que Gran Bretaña se quedó sola frente a Alemania hasta que consiguió la colaboración y participación norteamericana en la guerra. Favorecida por la agresión japonesa a Pearl Harbour. El 13 de febrero, los embajadores de la Gran Bretaña, Estados Unidos y la U.R.S.S. entregaban en el Quai d`Orsay un breve memorándum con dos anexos relativos a los contenidos de las deliberaciones de Yalta, en cuanto afectaban a Francia, a la participación de este país en la ocupación de Alemania y la declaración de propósitos de las tres potencias sobre los países liberados. De Gaulle respondió que Francia se había considerado siempre como pieza fundamental para la vigilancia de la Alemania ocupada y que la declaración sobre los países liberados planteaba problemas de intervención directa, sobre cuya aplicación su gobierno había mantenido en todo momento puntos de vista propios. La tensión entre De Gaulle y Roosevelt continuaba. En un breve comunicado facilitado el 20 de febrero por la Secretaría del Presidente norteamericano, se limitaba a lamentar que no se hubiera efectuado una entrevista con De Gaulle para abordar cuestiones de mutuo interés por lo que el Presidente norteamericano deseaba con gran interés que se pudiera realizar esa entrevista. Poco después, el Gobierno francés entregó un memorándum a los aliados en el que precisaba la zona de Alemania que deseaba ocupar Francia y las condiciones de dicha ocupación. Simultáneamente, Jefferson Caffery, embajador norteamericano en París, visitaba a De Gaulle para invitarle a un contacto personal con Roosevelt al regresar éste de Crimea. Sugería que tuviera lugar en Argel, donde había de repostar el avión presidencia. De Gaulle respondió que desde noviembre estaba aguardando la respuesta de Roosevelt a su invitación para celebrar una entrevista en París. Sin embargo, el 25 de febrero, 1945, envió al ministro de Asuntos Exteriores, Bidault, a Londres, donde se entrevistó con Churchill y Eden. El día 27, Churchill en su largo discurso en los Comunes para rendir cuentas de los acontecimientos y de los resultados de la Conferencia de Yalta, dijo, con relación a Francia: “Sé que ha habido críticas en este país porque Francia no fue invitada a la conferencia de Yalta. El primero de los principios de la política británica en la Europa occidental es la existencia de una Francia fuerte y de un potente Ejército francés. Sin embargo, las tres potencias reunidas en Crimea consideraron que, siendo responsables en grado máximo de la dirección de la guerra y de la política íntimamente relacionada con las operaciones y soportando el mayor peso de ellas, no debían permitir restricción alguna a su derecho a reunirse, cuando lo considerasen necesario, para el cumplimiento de sus deberes para con

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la causa común. Este criterio no excluye, naturalmente, la celebración de reuniones de mayor envergadura y a las que serán invitadas otras naciones. Francia tiene muchas razones de contento en relación con las decisiones de Crimea. Con arreglo a ellas, Francia será invitada a hacerse cargo de una zona de ocupación en Alemania, cuyos límites hemos de fijar sin demora y de acuerdo con ella y a formar parte de la Comisión de Control Aliado en Alemania, que ha de regular todos los asuntos de dicho país después de lograda su rendición incondicional. Francia ha de ser invitada a unirse a los Estados Unidos, al Reino Unido, a la Unión de Repúblicas Soviéticas y a China para hacer las oportunas invitaciones de asistencia a la Conferencia de San Francisco, que se celebrará el 25 de abril próximo. Francia está invitada a sumarse a los Estados Unidos, al Reino Unido y a la Unión Soviética para llevar a cabo el procedimiento que sienta la declaración sobre la Europa liberada. Francia es igualmente miembro de la Comisión Consultiva europea, a la que corresponden importantísimas tareas, incluso la de aconsejar a los Gobiernos acerca de materias más importantes relacionadas con el trato que ha de dispensarse a Alemania y con la rendición de este país. El día que nos veamos ante el colapso del poderío alemán no habrá otra cosa que no haya sido prevista y arreglada de antemano por dicha importante Comisión Consultiva europea, que integran los embajadores Winant y Gusev y sir William Strong del Foreign Office. Todas las decisiones muestran claramente la importancia del papel que Francia está llamada a desempeñar en la organización de Europa y evidencian cuán grandemente sabemos que debe estar íntimamente asociada a las demás grandes potencias en esta tarea. Con el fin de facilitar ulteriores detalles de la Conferencia invitamos al Ministro de Asuntos Exteriores francés, Bidault, a que visitara Londres en la primera oportunidad. Se ha servido realizarlo y, en los últimos días, hemos celebrado una serie de conversaciones, en las que ha podido ser ampliamente informado de la situación y ha podido expresar el criterio y los deseos de Francia en relación con ella”. A continuación se refirió a la organización mundial planteada en Dumbarton Oaks, de la que dijo: “ En Crimea, las tres grandes potencias se han puesto de acuerdo acerca de la difícil cuestión del procedimiento de votación, que no había podido ser resuelta en Dumbarton Oaks. Ello nos ha permitido dar otro paso en la creación de la nueva organización mundial y estamos tratando ya del envío de invitaciones a la Conferencia de las Naciones Unidas en San Francisco. Sería mi deseo dar cuenta a la Cámara de las particularidades de la solución de este asunto del procedimiento de votación; sin embargo, pensamos que primero deben ser consultadas Francia y China y que antes de darse a la publicidad la fórmula del acuerdo debe asegurarse su aceptación. Por ellos sólo puedo, de momento, tratar esto en estos términos generales. Esta es la dificultad con que hemos tenido que enfrentarnos. A las grandes potencias ha de corresponder el peso principal del mantenimiento de la paz y de la seguridad. La nueva organización mundial deberá tener en cuenta esa especial responsabilidad de las grandes potencias y debe ser estructurada en forma que no comprometa la unidad o la capacidad de acción efectiva de aquéllas”.134 Por parte norteamericana, según un portavoz de la Casa Blanca, no fue Washington quien se opuso a que Francia participara en la conferencia de Yalta, pues los anglosajones eran partidarios de su presencia. Lo que ocurrió fue que Francia presentó una contramemoria a las proposiciones conjuntas sometidas a 134

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los “tres grandes” por los respectivos Departamentos de Negocios Extranjeros y como difería bastante, en el fondo, del texto conjunto, la U.R.S.S. estimó que en tales condiciones la participación francesa perturbaría en lugar de facilitar el rápido acuerdo que se buscaba. por su parte, el Gobierno francés aceptó participar en la conferencia de Londres si era tratado en condiciones de igualdad con las grandes potencias, pero se negó a firmar las invitaciones para la asistencia a la Conferencia de San Francisco sobre la constitución de las Naciones Unidas. Washington, en su deseo de mantener buenas relaciones con París, concedió una ayuda en materias primas y cereales por valor de 25 millones de dólares. Londres apoyando a Francia en la restauración de su autoridad sobre Siria y Líbano al negarse a invitar a estos protectorados franceses, que reivindicaban la independencia, a que estuvieran en la Conferencia de San Francisco. Londres y Washington estaban maniobrando para que Francia no obstruyese el sistema de votación que debían tener las Naciones Unidas y que había sido acordado en Yalta. En el interior, De Gaulle pronunció un discurso en el que propuso que todos los franceses debían trabajar para la guerra y la reconstrucción nacional. Prometió que el Estado controlaría las industrias extractivas pesadas, de energía, comunicaciones y las entidades de crédito, pero sin suprimir la iniciativa privada. Y llamó a la reorganización de los partidos políticos franceses frente a cualquier intento por crear un solo partido. Otra cuestión en la que se pusieron de relieve las diferencias entre Francia y Estados Unidos fue en los asuntos tratados en la conferencia de “Hot Springs”, celebrada, con carácter privado, en enero de 1945, para tratar de cual debería de ser la situación de los países del Pacífico, una vez derrotado el Japón. Asistieron delegados de Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Australia, China, Corea, Filipinas, Tailandia, India, Países Bajos y Canadá. La U.R.S.S., invitada, no envió delegados. Se pretendía que las potencias coloniales rindieran cuenta periódicamente de su responsabilidad tutelar a un organismo jurídico internacional. Propuesta aceptada por todos los delegados no pertenecientes a potencias colonizadoras, especialmente por Francia y Holanda que creyeron ver en esta propuesta una limitación al carácter que ellos consideraban de sus naciones respectivas. imprescriptible de soberanía. La posición de Francia en la Conferencia de San Francisco, reunida desde el 25 de abril según lo acordado en Dumbarton Oaks y Yalta, fue diferente a la de los “tres grandes”. El Gobierno francés no abandonaba su pretensión de ser tratado como uno de los grandes, por una parte, y por otra, pretendía seguir siendo fiel a su diplomacia tradicional de portavoz de los Estados de segunda y tercera categoría.; como lo fue durante la posguerra en cuanto impulsora de los sistemas de alianzas en torno a Alemania, Austria y Hungría. Al no querer firmar la convocatoria de San Francisco quería manifestar que no estaba comprometida con el proyecto de Estatuto presentado por los grandes, al que presentaría sus propias enmiendas referentes al procedimiento de votación y a los pactos regionales. El Gobierno francés no creía necesario poner en movimiento todos los recursos disponibles frente a un pías que amenazara la paz y temía que el Tratado que había firmado con Moscú el 10 de diciembre de 1944, pudiera ponerse en peligro. Y deseaba que el pacto de seguridad frente a cualquier agresor entrara inmediatamente en acción frente a cualquier país agresor, sin tener que esperar a la decisión que tomara la Sociedad de Naciones que iba a crearse. Pero, sobre todo, se oponía al sistema de veto porque un país podía paralizar la acción de la Sociedad de Naciones, dejándola inutilizada, 378

inservible. En cuyo caso, Francia podría ser invadida por Alemania ante la pasividad de los miembros de la Sociedad, si un país recurría al voto o si entre los once miembros del Consejo de Seguridad había menos de siete que votaban a favor de la intervención. A finales de marzo, la Asamblea Consultiva discutió un memorándum presentado por el Quai d’ Orsay, ligeramente modificado por V. Auriol, presidente de la Comisión de Negocios Extranjeros, que fue aprobado y divulgado. En el se pedía que los países no representados en el Consejo de Seguridad tuvieran mayores facilidades para participar en el mantenimiento de la paz; proponía, igualmente, que se publicaran todos los tratados políticos mediante su presentación en la Secretaría de la Organización, hasta que no fueran legalizados y que cualquier Estado pudiera reservarse el derecho a actuar cuando, por falta de votos, no resolviera el Consejo alguna cuestión grave, así como restaurar las viejas zonas de influencia y el sistema internacional de equilibrios. Entre otras cosas, el memorándum dice lo siguiente: “Nada será más peligroso que un sistema que tenga, más o menos, la apariencia exterior de garantizar la seguridad de todas las naciones sin poder, en realidad, hacerlo”. Aunque, añade, el Gobierno francés “estaría dispuesto a apoyar el plan de Dumbarton Oaks y daría su consentimiento a mayores limitaciones de su soberanía a cambio de una organización internacional mejor”, reconoce que las decisiones de Dumbarton Oaks y de Yalta representaban, probablemente, lo mejor que puede obtenerse en ese momento de la situación internacional en lo que respecta a la seguridad colectiva. “Sin disimular, continúa, el principio de debilidad que para toda institución representa la decisión de la unanimidad, el Gobierno francés reconoce que no es posible en la actual situación poner en vigor la acción total de una organización internacional contra la voluntad de uno de sus miembros permanentes del Consejo de Seguridad”, por lo que apoyará en San Francisco la ley en virtud de la cual las decisiones del Consejo sean adoptadas por una mayoría de las dos terceras partes, con la inclusión de los cinco grandes miembros permanentes; pero pedía que las recomendaciones del Consejo fueran aprobadas por las dos terceras partes de los miembros, independientemente de toda unanimidad entre los miembros permanentes. Luego, el memorándum destacaba los dos factores siguientes que debían ser previstos de manera realista: primero, el caso en que la urgencia fuera tal que no hubiera tiempo para una eficaz acción defensiva contra el agresor, si tal acción debía esperar la decisión del Consejo internacional, obtenida a través de una maquinaria necesariamente lenta, y segundo, en caso de que se obtuviera la unanimidad del Consejo. Con respecto al primer aspecto, el memorándum pedía que “ los casos previstos en los acuerdos de ayuda realizados entre los miembros de la organización internacional para la aplicación de medidas urgentes” deberían constituir una excepción a la decisión general de Dumbarton Oaks, en virtud de la cual las medidas coercitivas previstas en los pactos de seguridad regionales habían de ponerse en vigor sólo previa autorización del Consejo de Seguridad. El segundo caso, en el cual el memorándum pedía una mayor libertad de las naciones individuales en relación al Consejo de Seguridad, es el que se daría cuando éste no hubiera podido adoptar una decisión debido a no haber podido obtener una mayoría de las dos terceras partes. Si esta última situación se produjera, el Gobierno francés proponía que los miembros de la Organización

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internacional “se reserven el derecho de actuar como ellos crean necesario en interés de la paz, del derecho y de la justicia” Otras propuestas francesas eran las siguientes: primera. Tres, por lo menos, de los seis miembros no permanentes del Consejo de Seguridad debían ser elegidos entre aquellos Estados “que dispongan de los medios de participar en medida apreciable en la defensa activa del orden internacional”. Segunda. Todos los miembros deben aceptar un mínimo de obligaciones. Las naciones pertenecientes a la organización que no estén en condiciones de hacer más, deben comprometerse, por ejemplo, a autorizar “el paso a través de su territorio”. Tercera. Algunos contingentes de las fuerzas armadas de los Estados miembros no debían estar sólo continuamente a disposición de la Organización internacional, sino que debían, si era preciso, mantenerse permanentemente en pie de guerra “en las zonas de seguridad apropiadas”. Reconocía, por último, que la antigua Sociedad de Naciones había fracasado porque sus miembros carecían de la voluntad necesaria para que tuviera éxito.135 El 10 de julio, el Gobierno francés aprobó un proyecto de ley sobre las elecciones a una Asamblea Constituyente, proyecto que, después de ser presentado a la Asamblea Consultiva, proponía la celebración de una doble consulta popular para el día 14 de octubre, en el que se decidiría: 1. Si el sistema debía de ser unicameral, como deseaban las izquierdas, o bicameral. 2. La elección de representantes del país. Estos representantes, en caso de pronunciarse la nación a favor del sistema unicameral, formarían la Asamblea Constituyente; en caso de pronunciarse en contra de dicho sistema, integrarían la Cámara de los Diputados, de acuerdo con la Constitución de 1875. Luego se procedería a la elección de senadores. En el primer caso, la Asamblea Constituyente única dispondría, después de formado el nuevo gobierno, de un plazo de siete meses para redactar la Constitución. Este proyecto de Constitución sería objeto de un nuevo referéndum y de ser rechazado se procedería a la designación de otra Asamblea Constituyente. Mientras tanto, continuaba el proceso al mariscal Pétain. Se había iniciado éste en una primera fase puramente preparatoria, según el acuerdo del Comité Francés de la Liberación Nacional, en 1943, de someter a juicio al mariscal y a sus colaboradores, como reos de los graves delitos de traición y ataque a la seguridad exterior del Estado, puesto que, existiendo guerra con Alemania, mantuvieron relaciones y prestado ayuda al enemigo. De esta fase puramente teórica se paso, liberado París, a la incoación de un sumario. Se citó a Pétain en su domicilio de París, a pesar de que estaba detenido por los alemanes en Sigmaringen. Estas diligencias padecían un vicio de nulidad, puesto que, según el mismo Código no se podía considerar rebelde al que por motivos de fuerza mayor no comparecía ante los jueces. Además, el juez instructor hizo constar que no había podido cumplir las reglas de la Ley de 8 de diciembre de 1897, reconocida como expresamente vigente por De Gaulle y su comisario de Justicia a causa de la anómala situación del procesado. La segunda fase comenzó cuando el derrumbamiento de Alemania permitió al mariscal cruzar Suiza y entregarse a la justicia de su país. El fiscal consideró necesaria la anulación de la mayoría de las diligencias practicadas y la ampliación de todas, comenzando por el fundamental trámite de oír al inculpado. Las organizaciones de la resistencia calificaron estas medidas de 135

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tácticas dilatorias y de benévolas. La tercera fase se inició con debates orales en los que se acusó al mariscal de entenderse con el enemigo. En sus últimas sesiones tomó el aspecto de una controversia política merced a la personalidad de los declarantes: tradicionales políticos de la Francia anterior a la derrota. León Blum, declaró en términos suaves hacia el mariscal; los demás optaron por hacer declaraciones políticas muy duras con el acusado y exculpatorias de su conducta, ya que todos, desde el ex presidente Lebrún, hasta el ex primer ministro Reynaud, estuvieron comprometidos en el acuerdo del armisticio y a favor de la transferencia de poderes a Pétain, fundamento de su legitimidad y de sus comportamientos políticos. Reynaud arremetió, además, contra Camile Chautemps, cabeza visible de un grupo de políticos emigrados en los Estados Unidos. En la sesión del 30 de julio prestaron declaración, entre otros, Herriot, ex presidente del Consejo y el comandante Lascau, antiguo oficial del Estado Mayor, y conocido antes de la guerra como dirigente de la organización nacionalista “cagoulard”. La declaración de Herriot no planteó nada relevante y la de Lascau produjo la sorpresa de que más que palabras de un testigo de cargo parecieron de un testigo de descargo. El comandante afirmó que el Ejército francés se encontraba desmoralizado por la campaña comunista antes de ir a la guerra y culpó a Daladier de no haber cumplido nunca su obligación como ministro de la Guerra. El día 31 intervino, entre otros, el general Weygand. Sus palabras fueron las más sensacionales que hasta entonces se habían pronunciado. Afirmó que el armisticio se había producido por necesidades militares. El Ejército francés se batió bien, dijo, pero con elementos insuficientes de combate. La primera sugerencia del armisticio partió del propio presidente Lebrún. Luego, el 15 de julio de 1940, el propio Reynaud le manifestó que se hacían sondeos con tal fin. Weygand rechazó la idea pero Reynaud le dijo que si no la aceptaba prescindiría de sus servicios. Las explicaciones de Weygand fueron claras y contundentes. Lo que provocó que el mariscal Pétain se lamentara de su sordera y de no haber podido apoyar la declaración de Weygand. Hubo una discusión entre Weygand y Reynaud, quien acusaba a aquellos de traición por haber firmado el armisticio. Pétain preguntó a Weygand si era cierto que habían hablado los dos sobre la orden de alto el fuego, a lo que Reynaud contestó que no se acordaba muy bien. El día 1 de agosto el Tribunal inició la vista de la causa haciendo constar la necesidad de que no se produjesen disputas entre los testigos. A pesar de lo cual las disputas se repitieron y con mayor violencia que las anteriores. Reynaud volvió a acusar a Pétain y Weygand quien respondió: “Cuando Reynaud no estaba en condiciones de llevar sobre sí toda la carga nos llamó a Pétain y a mí. Yo no tuve inconveniente en aceptar parte de esta carga. Reynaud no se atrevió a arrostrar a responsabilidad y como primer ministro cometió el mayor crimen en que puede incurrir un gobernante al votar que el Gobierno renunciase al poder. Reynaud ni si quiera se atrevió a votar. Se abstuvo e intentó ir a Washington como embajador. Ahora tiene la villanía de acusarnos de traición. Si persiste en su actitud me negaré a hablar en el juicio contra mí”.136 Se leyó una carta del ex embajador norteamericano en Vichy dirigida a Pétain, donde se dice que éste tenía como objetivo primordial proteger a sus compatriotas, si bien su actitud causó daño a Francia. Declararon también los generales Hering y Georges a favor del acusado. El día 2 declaró León Noel, ex 136

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embajador francés en Roma, quien acusó a la política de Vichy de servilismo con respecto a los alemanes. El día 3 fue llamado a declarar Laval que horas antes había salido de Barcelona y aterrizado en Austria, desde donde fue conducido directamente a París. Laval centró su declaración sobre una tesis simple: la colaboración con los alemanes fue necesaria porque el país, totalmente bloqueado y desasistido desde fuera, tenía que vivir. Eludió formular cualquier declaración que perjudicase a Pétain y con gran serenidad dominó polémicamente el interrogatorio. Afirmó que en 1940 ningún hombre razonable pensaba que los aliados fuesen a ganar la guerra. “Mi objetivo era, dijo, que no se perdiese ni un solo metro cuadrado de territorio francés y que en el mismo momento que Alemania depusiese las armas, Francia recobrase su puesto”.137 El día 4 siguió Laval su declaración e incluso hizo dos preguntas al Presidente del Tribunal, que éste contestó afirmativamente, siendo refutado por Laval. En su defensa, dijo, de su actitud solamente se habían derivado beneficios para los franceses. “La cuestión estriba, añadió, en si para ayudar la liberación era necesario condenar a la anarquía y al hambre a cuarenta millones de franceses. este juicio quizá no sea injusto, pero es ilógico. El mariscal estuvo para defender a los franceses, lo mismo que yo me sacrifiqué y volveré a sacrificarme otra vez, si es necesario, por el interés de mi patria”. Añadió que había salvado la vida a León Blum, a Daladier, a Gamelin, a Reynaud y a otros muchos, a quienes los alemanes querían fusilar como represalia por la ejecución de Pucheau en Argelia. Según Laval, el Gobierno que presidía en 1935 firmó con Italia un acuerdo para proteger a Francia en caso de una agresión alemana, acuerdo que era una verdadera alianza militar de carácter secreto. Después de ser escuchados varios testigos, en la sesión del día 11, el fiscal Mornet pronunció el discurso de acusación. Comenzó diciendo que Pétain se había dejado llevar por su ambición de poder y por su odio a la República. “Su principal objetivo, afirmó, fue destruir ese régimen y formar una entente con el invasor” el fue el único que quiso el armisticio y estuvo de acuerdo con el enemigo. Actuó con lealtad hacia los alemanes y fue enemigo de la resistencia. Pétain había deshonrado a Francia. “Sería imposible, añadió, no afirmar que la colaboración de Pétain se convirtió en subordinación”. Leyó una carta enviada por el mariscal a Hitler, después del desembarco aliado en Africa del Norte en la que afirmaba que gracias a la traición de varios militares franceses, los alemanes tuvieron que ocupar la costa meridional de Francia y que él apoyaba la decisión. Terminó pidiendo la pena de muerte para Pétain, quien pareció dormirse durante la exposición de Mornet. La vista de la causa terminó el día 15 de agosto, con la sentencia de condena a muerte por inteligencia con el enemigo. Su esposa, acusada de colaboracionismo, fue absuelta. La lectura de la sentencia duró dieciocho minutos y las deliberaciones que la precedieron, seis horas y quince minutos. En ella tomaron parte los 24 jurados y los tres magistrados del Tribunal. La decisión de aplicar la pena capital fue tomada por 20 votos contra siete. Inmediatamente se celebró una segunda votación para resolver si se recomendaría la no ejecución de la sentencia, en razón de la avanzada edad del mariscal. 13 votos fueron favorables a la ejecución y 14 por el indulto de la pena de muerte. De Gaulle accedió a la petición de indulto y conmutó la pena de muerte por la de cadena perpetua. Pétain se había opuesto al indulto.

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A finales de agosto, De Gaulle se traslada a Washington donde se entrevistó con Truman. El general llevaba en la maleta una serie de asuntos entro los que debían encontrarse: el Rhin, Indochina, las reparaciones alemanas y la política norteamericana sobre las bases que debían establecerse en la posguerra. Respecto al Rhin la posición de Gaulle era que ese territorio continuaba siendo el baluarte francés contra cualquier agresión del Este y que sería deseable un control internacional de las tierras bañadas por el río. Control que debería ser mantenido por una fuerza internacional que estaría acantonada con carácter permanente en la región del Rhin. Tampoco aceptaba la declaración de Potsdam en lo referentes a las reparaciones a Francia, calculadas en esa conferencia en 2 billones de francos causados por destrucciones y mil millones por la ocupación. Sin embargo, el Gobierno francés calculaba las reparaciones a pagarles por italianos y alemanes en 70.000 millones de dólares. Además de los dos mil millones de horas de trabajo que realizaron los trabajadores franceses para el Reich durante la guerra. Francia deseaba que las reparaciones se hicieran en especie, con el trabajo de la población alemana y con la entrega de patentes industriales y la entrega de materias primas y productos elaborados, así como la devolución de todos los bienes robados a Francia. En política interior, las diferentes fuerzas políticas tomaban posiciones ante la celebración de elecciones para elegir la Asamblea Constituyente. Jouhaux, secretario general de la Confederación General del Trabajo, pidió a De Gaulle una entrevista, el 1 de septiembre, para tratar con él, en una audiencia a la que asistirían representantes activos de los partidos radical, socialista y comunista, para llamar la atención al general sobre la necesidad de modificar las leyes electorales por las cuales debería elegirse la nueva Cámara. Pero el general se negó a recibirlo con el pretexto de que la CGT, según las leyes de 1884, no tenía derecho a actuar como partido político. La prensa de izquierdas calificó la actitud del general de ser contraria a los trabajadores. “Combat”, periódico de la resistencia, escribía: “Es completamente seguro que nunca más será posible que los franceses sacrifiquen sus principios por un solo hombre, por grande que sea”. En otro periódico de la izquierda “Franctireur” se podía leer: “Comenzamos a acostumbrarnos a ciertos exabruptos del Jefe de nuestro Gobierno provisional...La CGT y los partidos populares deben ahora comprender mejor la extensión del cáncer que amenaza a la democracia y que debe unirnos en un frente común”. Con anterioridad a estos hechos, en las reuniones especiales celebradas por la Asamblea Consultiva en los últimos días del mes de julio, acerca del proyecto de la nueva Constitución, el general desafió a todos sus críticos insistiendo en que las elecciones deberían celebrarse en octubre y que la nueva Asamblea legislativa constituyente tendría poderes legislativos limitados a las cuestiones de presupuestos, asuntos exteriores y reformas interiores. Esta Asamblea, cuya duración sería sólo de siete meses, estaría facultada para designar al Presidente del Gobierno provisional, que nombraría a los demás miembros del mismo y que serían responsables ante él y no ante la Asamblea. Estimaba De Gaulle que una Asamblea constituyente con amplios poderes originaría las más graves confusiones y tenía el peligro de arrastrar a la democracia a la sima. “Francia, decía el general, lo mismo que las demás naciones, tendrá pronto que ayudar a resolver los problemas de la paz. Para ello tiene que tener un Gobierno estable y que no esté a merced de los caprichos. No olvidéis que, en los últimos

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setenta años, hemos tenido cientos de gabinetes, mientras que la Gran Bretaña sólo tenía veinte”.138 El día 30 de septiembre se celebró la segunda vuelta electoral de las elecciones cantonales. Los socialistas fueron el partido más votado, seguidos de los radicalsocialistas y, en tercer lugar los comunistas. Mientras tanto, De Gaulle visitaba la zona alemana ocupada por los franceses. momento en el que manifestó su deseo de que se formase un bloque de países occidentales que incluiría en su ámbito toda la región renana. Su punto de vista fue el siguiente: primero. Debe hacerse una clara distinción entre los renanos y el resto de los alemanes, especialmente los prusianos, puesto que a los primero se los considera amantes de la paz y unidos estrechamente a Francia por razones geográficas e históricas. Segundo. Se seguirá una política de buena vecindad y apartamiento, por el contrario, de la dominación de Berlín, de donde se considera que han salido casi todas las guerras europeas. Tercero. Francia no desea la anexión de estos territorios, pero sí tendrían que encontrarse bajo la influencia occidental. Cuarto. Es urgente la formación de un bloque del Rhin por razones económicas y de paz. Quinto. Las tropas de ocupación francesas deben comprender la importancia de su misión y el valor de Renania para Francia y de ésta para aquélla. Sexto. Debe haber cooperación económica entre Francia y la zona francesa de ocupación. Séptimo. El carácter occidental y europeo de Renania debe reconocerse y considerarse al tratar de su futuro. El día 4 de octubre comenzó el juicio de Laval. Laval había sido la cúspide de la gran pirámide colaboracionista y gran parte del país se sintió aliviado al saber que podría ser llevado ante los tribunales. Laval fue, poco después de su llegada a Francia, procedente de Austria, en donde había aterrizado a bordo del avión alemán que lo llevara a España, el testigo más importante del proceso contra el mariscal Pétain. Su declaración fue sumamente larga y en ella se preocupó de no cargar culpas sobre su antiguo jefe, aunque no por eso dejó constar que las actas constitucionales de Vichy no eran obra suya. Se esperaba el proceso de Laval. La vista de la causa se inició el 4 de octubre. A fines de septiembre circuló la noticia de que no tendría defensores. El Colegio de Abogados de París designó entonces dos, de oficio, Albert Naud y Jean Barraduc, los cuales se negaron a asumir tal papel, alegando que no les había dado tiempo para estudiar la causa. Razón de cierta fuerza, como puede comprenderse. Albert Naud, que había pertenecido a la Resistencia, explicó a los informadores que, de cada diez documentos existentes en la causa, solamente conocía uno. En estas condiciones no quería ejercer su papel de defensor, por dignidad profesional y porque deseaba evitar que nadie pudiese pensar en una maniobra contra el defendido. Naud, de los 32 puntos que contenía la acusación, había estudiado ocho. El otro defensor, Barraduc, se encontraba en semejantes circunstancias. Sobre si Laval tendría o no tendría representantes, se habló mucho en aquellos días. Esto indica lo extraordinario del caso y las condiciones en que iba a ventilarse.

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Lógicamente, la vista de la causa podía haberse prorrogado. Pero andaba por medio la política. El tribunal Supremo de Justicia que iba a juzgar a Laval era el mismo que había juzgado a Pétain. Se componía del presidente Mongibeaux, del fiscal Mornet, de tres jueces y de 24 jurados. La mitad de los miembros del jurado eran miembros de la Resistencia y la otra mitad, representantes del parlamento. El 21 de octubre iban a celebrarse elecciones. ¿Qué ocurriría si en estas elecciones fuesen derrotados los miembros parlamentarios del Jurado? Se preguntaba un periodista norteamericano y con él millones de personas atentas al caso. Pues si tal derrota hubiera sobrevenido antes de verse la causa, ocurriría, quizá, que los nuevos miembros del Jurado fuesen menos adversos a Laval que aquel grupo de hombres en los que aún palpitaba el rencor de la lucha pasada. A pesar de todas las dificultades, el 4 de octubre, en el Palacio de Justicia, se inició la vista a la causa contra Laval. Por los pasillos del edificio circulaban gendarmes provistos de pistolas ametralladoras. Laval entró solo, el presidente Mongibeaux anunció que el juicio se vería ¡sin abogados defensores! Esto contrariaba todos los precedentes legales y revelaba ya, desde entonces, que la suerte estaba echada. A nadie le cabía la menor duda sobre la culpabilidad de Laval; pero resultaba igualmente evidente que el juicio comenzaba en una atmósfera de apasionamiento muy impropia de la justicia. En esta atmósfera de apasionamiento, el president6e Mongibeaux, figuraba en primer lugar. Diríase que estaba empeñado en demostrar al pueblo francés que él era de los puros, de los patriotas, de los resistentes, que se dejaban cegar por la fiebre del antigermanismo. La lectura de acusación por el fiscal Mornet estuvo sembrada de incidentes. En esa acusación se recordaba la participación del acusado en la crisis de Abisinia y se recordaba su odio a los Parlamentos de Francia e Inglaterra. Aparecía Laval como el incuestionable responsable de intrigas y amenazas para impedir el traslado del Presidente de la República y de las Cámaras a Africa del Norte, en junio d de 1940. Se le acusaba también de haber provocado la entrega del Poder al mariscal Pétain valiéndose de engaños y amenazas al Parlamento; se recordaba el célebre discurso en donde había mostrado su confianza en la victoria de Alemania; la preparación de la entrevista de Montoire, que sentó las bases de la colaboración con el vencedor; el reclutamiento de obreros para Alemania y el hundimiento de la escuadra francesa en Tolón, en vez de permitir que se uniese a los aliados. La segunda parte de la acusación era indudablemente fundada; pero la primera, es decir, aquella que aludía al pasado político de Laval, resultaba ridícula. Como Briand, había sido pacifista; pero esto no podía ser considerado como un delito. Hasta el momento mismo en que pasó a formar parte del Gobierno de Pétain, su vida pública había sido semejante a la de otros políticos. Más aún, no había tenido nada que ver con la derrota. ¿Dónde estaban los culpables de la catástrofe? En plena libertad. No se trataba entonces de recordar el triste acontecimiento. Nadie quería recordarlo en Francia. Por el contrario, todo el mundo parecía darlo por inexistente. El país no había sido vencido– se decía -, sino que los traidores del interior habían logrado dar esa impresión con el sometimiento a Hitler. Laval se lanzó al ataque desde los primeros momentos. Cuando el presidente Mongibeaux leyó una carta de los defensores, donde éstos anunciaban que no 385

acudirían a la vista, se produjo el primer incidente grueso. Esos abogados, en un arranque de valentía, declaraban que la precipitación con la que se veía la causa era debida a razones políticas y hablaban de chantaje del tribunal... Estas palabras cayeron en la sala como una bomba. Laval, al quite, dijo entonces que esa actitud de sus abogados no le sorprendía nada. “Se me acusa – gritó- de actos contra la seguridad del Estado y de inteligencia con el enemigo. Yo no cometí nada de eso, pero no se me interrogó sobre ello ni una vez si quiera.” Un poco más adelante, y mientras Mornet proseguía la lectura del acta de acusación, Laval volvió a gritar: “Este proceso es una carrera contra reloj”, aludía, así, a las elecciones del 21 de octubre. Terminada la lectura del acta, Mornet leyó un anejo así concebido: “La política de Laval nos causa daños morales y materiales cuyas consecuencias está sufriendo todavía Francia, a pesar de sus inmensos sacrificios y de su aportación a la victoria común. Este es el crimen que recae sobre el hombre que fue el principal agente de la colaboración. Puede decirse que sin la resistencia de la inmensa mayoría de los franceses, junto con el heroísmo y el martirio de los que cayeron, esa colaboración señalaría con una mancha indeleble la página más triste de nuestra historia”. A Laval se le acusaba de alta traición e inteligencia con el enemigo. La política de colaboración incluía estos puntos: política germanófila; persecución de judíos, masones, comunistas y resistentes, subordinación de la policía francesa a la Gestapo, reclutamiento de trabajadores franceses. En resumen, según el fiscal Mornet, traición política, traición moral y entrega de Francia al agresor. Luego se inició el interrogatorio público de Laval. No fue propiamente un interrogatorio, sino una discusión, en la que el presidente Mongibeaux habló lo que quiso. “Usted fue pacifista y responsable del defectuoso armamento de Francia. Estaba al lado de los que debilitaron los preparativos bélicos”, le dijo. Laval contestó: “Eso es pura fábula”. Mongibeaux aludía en la última frase a las relaciones entre Laval y Pétain. Porque ocurría que también a Pétain se le acusaba de no haber trabajado para que Francia entrase en la guerra bien preparada. De cualquier modo, Mongibeaux suscitó con esas palabras la sombra del Frente Popular, que tanto daño había causado a Francia. El acusado, por su parte, recordó que él no formaba parte del Gobierno que se rindió a los alemanes. Era cierto. Cuando llegó a Burdeos el armisticio estaba ya decidido. Pétain y Weygand sabían que nada podía hacerse para contener a los alemanes, y, con el apoyo de todos los parlamentarios y de toda la opinión en general, acordaron enviar una delegación al mando adversario para que expusiese sus condiciones. En efecto, el 25 de junio de 1940, el mariscal Pétain expuso los acontecimientos desde Radio Burdeos, en un discurso memorable. Recordó las batallas de Flandes y del Aisne-Somme y aludió al ataque por la espalda de los italianos. “Ante tal prueba- dijo- la resistencia armada debía cesar. El Gobierno estaba forzado a una de estas dos decisiones: permanecer en su sitio o tomar el camino del mar”. Y añadió: “Se ha deliberado y se ha resuelto permanecer en Francia, para mantener la unidad de nuestro pueblo y representarle frente al adversario. El Gobierno ha estimado que en tales circunstancias su deber era obtener un armisticio aceptable, dirigiendo un llamamiento al sentido del honor y de la razón del adversario.” En todo esto Laval había tenido una influencia muy relativa, aunque se había mostrado partidario ardiente de que el Gobierno no abandonase el territorio patrio y había dicho al presidente Lebrún: “Si usted

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abandona Francia, no volverá a poner aquí los pies. Váyase , si quiere; pero hágalo como particular, después de dimitir”. Laval, frente a Mongibeaux, llevó la mejor parte, como hombre más inteligente y acostumbrado a la polémica. De otro lado, sus argumentos se fundaban en hechos concretos, en tanto que los de Mongibeaux habían sido extraídos de la propaganda. “En la Asamblea Nacional –declaró el acusado- , el único que votó contra el armisticio fue el marqués de Chambrun”. Era yerno de Laval. Y aún añadió, apuntando con el dedo al jurado: “tres de los jurados que están ahí votaron a favor de Pétain”. La declaración causó profundo revuelo. Ninguno de los jurados se levantó para protestar. ¿Quizá había más de tres complicados en los plenos poderes de Pétain? La política seguida por Laval fue explicada por éste en una simple frase: “Creí francamente que los ejércitos francés y británico habían sido derrotados en 1940 y la misma opinión tenía entonces toda Francia. Estaba equivocado, pero ello no constituye un crimen.” La discusión se fue acalorando hasta que el presidente amenazó con expulsar a Laval de la sala. Así, un juicio sin la asistencia del acusado ni de los defensores, iba a ser una función de magia jurídica, algo fantasmal y sin corporeidad. Laval quería – ese fue su objetivo principal durante dos o tres días – que la vista se aplazase. Poseía millares de documentos y no había podido estudiarlos. Amenazó, rogó, cambió diez veces de tono para impresionar al Tribunal y al público y algunas veces lo logró. Pero el curso previsto de los acontecimientos se mantuvo inalterable. El tribunal se encontraba ante un cliente difícil y salió del atolladero como pudo. Cuando su presidente anunció que el juicio continuaría incluso sin la asistencia de Laval, éste gritó: “Podéis condenarme, ahora mismo! ¡Así será más fácil!. En la segunda parte de la primera sesión aparecieron inesperadamente los defensores, dando escolta a Laval. El Colegio de Abogados de París, avergonzado un tanto por lo que estaba sucediendo – una de las figuras políticas francesas de mayor relieve, sin el apoyo de los defensores- obligó a Albert Naud y a Jean Barraduc a presentarse en la sala. Naud se levantó y dijo destempladamente: “Se nos ha obligado ha encargarnos de la defensa. Mi compañero y yo quedamos sorprendidos al saber con qué precipitación se iniciaba la vista, pues se nos había asegurado que tendríamos tiempo bastante para prepararnos. Se va a juzgar a Laval en condiciones peores que a un criminal común”. Barraduc, por su parte, interrumpido constantemente por el presidente pudo hacer oír estas palabras: “El calendario es el arma principal del fiscal! El fiscal Mornet agravó las revelaciones que se habían hecho al decir: “La causa de Laval estaba lista para el juicio desde el día de la liberación”. Eso sería para un pelotón revolucionario. La justicia tiene que obrar de otro modo, o bien ceder su puesto a los piquetes callejeros. En fin, se había demostrado que el juicio contra Laval obedecía a necesidades de carácter político, fácilmente recusables, aunque se fundaba en delitos de carácter real. En cinco sesiones, la causa de Laval fue vista y sentenciada. Nadie podía haber pedido mayor rapidez. No fue un juicio sumarísimo, ni tampoco un juicio de Tribunal popular. Sin embargo, tuvo algo de los dos. De las cinco sesiones, el acusado y los defensores no asistieron a las dos últimas. En la primera tampoco habían estado Barraduc y Naud... Todo fue allí anormalmente precipitado, en efectiva carrera contra reloj y como si se temiese 387

que la prolongación de la vista fuese a descubrir secretos importantes, quizá secretos de Estado. Es evidente que a un hombre como Laval, trece veces ministro y timonel de la policía del régimen de Vichy, no se le podía juzgar tan rápidamente. Cuando el procesado decía que necesitaba consultar tres mil documentos, no le faltaba razón. Laval hubiera podido contar cosas muy interesantes, hubiera facilitado la lista de sus colaboradores y es segura que habría llegado a demostrar con facilidad que con su cabeza tenían que caer otras cabezas y no precisamente de las de segunda fila. El lector curioso puede repasar la prensa francesa “colaboracionista” y encontrará en ella nombres de gran prestigio, no solamente en Francia, sino fuera de Francia. Esos nombres escritos en letras de imprenta, pertenecientes a las tendencias más distintas, indican que tras ellos estaba la masa anónima popular, por lo menos, una gran parte de ella, la que había visto la llegada del armisticio con un sentimiento de alivio. Catedráticos, escritores, jefes militares, políticos, industriales, artistas, dirigentes sindicales, diplomáticos, se agruparon en gran número alrededor del Gobierno de Vichy. Luego, a medida que la suerte de las armas alemanas fue empeorando, las filas colaboracionistas enrarecieron y finalmente llegó el instante en que en Francia todo el mundo pertenecía a la Resistencia. Naturalmente, ciertas figuras no podían ocultarse y contra ellas se volcó la iracundia de los demás. Laval, como primer colaboracionista, encontró en su proceso todo el odio concentrado de los que durante meses habían militado en sus propias filas y que ahora deseaban sentar plaza de vindicadores del honor nacional. Esto explica, en gran parte, la anormalidad del juicio. En la tercera sesión, el escándalo que se había iniciado en la primera, subió de punto hasta grados insospechables. Laval intentaba por todos los medios prolongar la vista, al tiempo que el presidente Mongibeaux y el fiscal Mornet se proponían lo contrario. El torneo era coreado por el público, hacia el que Mongibeaux, congestionado y colérico, se dirigía a veces como si estuviese en un mitin. Interrumpía al acusado cuando le placía, contestaba por sí las preguntas que Laval no contestaba y buscaba el rumor aprobatorio de los oyentes. Los defensores, a ratos, intervenían en las discusiones para repetir su estribillo favorito: no sabían nada del proceso porque no se les había dado tiempo para estudiarlo. En una de esas intervenciones, el presidente les dijo: “Tuvieron ustedes bastante tiempo para estudiar la causa”. Los defensores contestaron a eso era falso ! Dijimos ayer que eso es falso y hoy volvemos a afirmarlo por nuestro honor!. En efecto, si alguien tenía que decidir si había contado con tiempo o no para estudiar la causa, eran los defensores, y no Mongibeaux. Después de esas frases fue cuando se produjo el escándalo mayor. El presidente había interrogado a Laval sobre las causas que le movieron a permanecer en el Gobierno Pétain. Laval no contestó directamente a esta pregunta y utilizó varios recursos para eludir la respuesta. El presidente volvió a la carga repetidas veces y como persistiese en no contestar le dijo: “¿Quién le llevó a usted al Gobierno? Yo mismo se lo diré: lo llevaron los alemanes”. Laval, fuera de sí, grita: ¡Mentira, mentira y mentira! Al llegar aquí, los miembros del jurado y el público se mezclaron en el tumulto con insultos y voces. Desde el banco del jurado salieron expresiones tan 388

jurídicas y académicas como éstas: ¡puerco! ¡ya verás las balas que te meten en el cuerpo! ¿Espera a ver lo que te aguarda dentro de quince días!, etc. El presidente Mongibeaux gritó entonces: “Gendarmes, llévense al procesado fuera de la sala! Y los gendarmes se lo llevaron. Quedó interrumpida la vista y cuando iba a ser reanudada, Laval se negó a comparecer. Mongibeaux, cuya actitud personal había originado el incidente, quiso arreglar un poco las cosas y anunció que no haría al acusado más preguntas relacionadas con el delito de atentado contra la seguridad del Estado porque Laval ya le había dado bastante información y que se pasaría a la segunda cuestión: inteligencia con el enemigo. Pero Laval mantuvo su actitud, en vista de la actitud ofensiva de Mongibeaux. Los defensores se solidarizaron con el acusado y se negaron igualmente a comparecer. Unicamente hablarían, dijeron, para explicar por qué no querían intervenir. Así, el juicio prosiguió sin Laval y sin abogados defensores. La sala era un campo de batalla donde sólo estaba presente uno de los contendientes. La victoria era fácil. Laval, por intermedio de sus abogados Naud y Barraduc, hizo llegar a la prensa esta declaración: “Los incidentes que acaban de producirse hacen que me abstenga de asistir a las sesiones de la vista. No puedo ejercer mi defensa, no sólo porque no se me dio tiempo para prepararme, sino también porque estoy convencido de que no me juzgan verdaderos jueces. Las injuriosas preguntas que hoy me dirigió el presidente y las invectivas de algunos jurados prueban el error judicial que se está cometiendo conmigo, como ya dije al Tribunal. El presidente consideró conveniente contestar por sí mismo a una pregunta que me había hecho y esa respuesta estaba concebida en términos que considero innobles. Los jurados, con sus insultos, han demostrado en forma inequívoca que no colaboraron en un acto de justicia. La indignante parcialidad del juicio no me permite que yo esté presente. Como si temiese la verdad, el Tribunal me condenará, pero no me juzgará. Dejo en sus manos, por completo, la responsabilidad de la sentencia y esperaré de la opinión pública y de la Historia el juicio que él me niega.” La súbita desaparición de Laval de la sala hizo que el juicio se acortase aún más de lo previsto. Puede decirse que terminó en aquel instante mismo. Ya no se podía interrogar al acusado sobre la segunda cuestión, o sea inteligencia con el enemigo. Mongibeaux ordenó entonces que comenzasen a desfilar los testigos. Un ujier voceó por los pasillos el nombre del primero, el ex Presidente Lebrún y luego el de otros personajes que habían sido citados. Regresó a los pocos minutos para decirle a Mongibeaux: “Lo siento Señor; no hay ninguno”. Entonces se hizo preciso suspender la sesión y enviar recado a los testigos para que hiciesen el favor de presentarse. Finalmente, después de cierta espera, hizo su aparición Lebrún. Había sido el último presidente de la IIIª República y de sus manos y de las del Parlamento habían pasado los Poderes al mariscal Pétain. Nadie más indicado que él para relatar las interioridades de aquellos instantes y especificar la culpabilidad de cada cual. De Lebrún podía esperar un espectador cualquiera revelaciones sensacionales. Y, sin embargo, no dijo nada. ¿Qué iba a decir? Los momentos finales de Burdeos resultaron quizá demasiado confusos.

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Mongibeaux no quiso hacerle preguntas indiscretas y así la declaración del ex Presidente más bien pareció ser una justificación del régimen de Vichy y hasta de su política, que otra cosa. En su opinión, las disposiciones dictadas por el Gobierno Pétain eran más o menos ilegales, porque no habían sido sancionadas por el pueblo. Más adelante reconoció, sin embargo, la imposibilidad de contar en aquellos instantes con una Constitución que hubiese aprobado el país y puso de relieve la necesidad de un régimen interino que se pareciese lo más posible al anterior. Finalmente dijo que las actas constitucionales de Pétain, resultaban excesivas. Quería decir que el mariscal tenía poderes excesivos. Luego de tan interesantes manifestaciones, se retiró. En la sesión siguiente desfilaron algunos testigos más, casi todos de cargo. Ninguno dijo nada revelador especialmente grave. Todos parecían, sin embargo, preocupados por poner de relieve que nada habían tenido que ver con la política de Laval. De los quince testigos de descargo convocados para el día, ninguno estaba en la sala ni en los pasillos. Originariamente, los defensores habían pensado utilizar los testimonios de 350 personas; pero luego sólo prestaron declaración a favor de Laval media docena escasa de personas y todas ellas bajo la coacción que suponía el ambiente reinante en la sala, apenas se atrevieron a abrir la boca. Bien es verdad que los testigos de cargo no se mostraron mucho más explícitos y que alguno de ellos manifestó que le era moralmente imposible hablar sin encontrarse presente el acusado. La quinta sesión estuvo dedicada casi íntegramente a la lectura de las conclusiones. Mornet, entre otras cosas, dijo que la política internacional puede ser criminal. Esta frase es tan significativa que por sí misma define las razones y objetivos del proceso. Desde el punto de vista de los daños inferidos al prestigio francés en el mundo, resulta indudable que Laval causó un profundo daño a su país, aunque los franceses, como ciudadanos, conociesen mejor suerte de la que les hubiera tocado si no existiese Gobierno francés alguno y sí únicamente un gobierno o Mando alemán de ocupación. Laval quiso, efectivamente, colaborar políticamente con Alemania. En su pensamiento había que destruir la causa de tres guerras; Francia debía aliarse con Alemania, pues entendía que ambas potencias tenían muchos intereses comunes y que la lucha armada nunca serviría para mejorar la situación real. Laval, por otra parte, creyó firmemente que su país era un juguete de ingleses y norteamericanos. Quería que Francia no volviese a ser invadida por defender los intereses de los demás. Situado en esta línea de conducta su política de colaboración se apoyaba en un fundamento patriótico como el que defendía desde ultramar el general De Gaulle. Pero Laval se equivocó y De Gaulle acertó. Esa fue toda la diferencia. Mornet pidió la pena de muerte para Laval y el jurado, tras sesenta minutos de deliberación, la concedió. Los periódicos franceses aprobaron unánimemente la sentencia; pero muchos de ellos, los de tendencia moderada, registraron con lamentaciones la larga serie de irregularidades que hicieron de la vista de la causa una trágica función de circo, según palabras de un corresponsal norteamericano. Albert Naud y Jean Barraduc, en un último esfuerzo, acudieron a visitar a De Gaulle para pedir la revisión del proceso. El general escuchó en silencio durante una hora los alegatos de los defensores. Cuando éstos callaron les tendió la mano y les preguntó: ¿Eso es todo, señores? 390

La sentencia iba a cumplirse. Pero no era todo, lo que los defensores habían expuesto. Iba a suceder algo más. El hecho de que ninguno de estos abogados hubieran podido examinar las versiones taquigráficas del interrogatorio previo; el hecho de que la sentencia se hubiese pronunciado sin haber estado Laval presente, sin que éste apenas se hubiera podido defender; sin que actuasen testigos de descargo; de que se hubiese cercado ferozmente el acusado por todos los medios que dicta la pasión política más que el espíritu de justicia, iba a tener un epílogo sombrío. En la madrugada del 9 al 10 de octubre Laval fue conducido desde los sótanos del Palacio de Justicia a la prisión de Fresnes. Durante todo el tiempo de su detención había rematado sus memorias y un escrito de 70.000 palabras que sus familiares debían enviar a la prensa y que fue ahogado por la conjura del silencio, pues apenas se publicaron algunas referencias inocuas. El 15 de octubre a las ocho y media de la mañana el fiscal Mornet, acompañado de los defensores, que no habían podido serlo, penetró en la celda de Laval para anunciarle que había llegado el instante decisivo. Laval hizo un gesto bajo la manta y se quedó lívido: se había envenenado. Cundió la alarma por los pasillos de la prisión. Acudieron los médicos y llegaron a tiempo para hacerle unos lavados de estómago, que impidieron la muerte por suicidio. Laval quedó débil pero con la mente despejada. Le ayudaron a vestirse y así, vacilando sobre las piernas, fue conducido al patio de la ejecución. Se mostraba completamente sereno y se negó a que le vendaran los ojos. Pidió al oficial permiso para dar la orden de fuego y el oficial le dijo que eso era contrario al reglamento. Atado simbólicamente al poste, con un pañuelo tricolor al cuello, miró a los soldados por última vez y les gritó: Apuntad al corazón ¡Viva Francia!. Sonó la descarga y rodó por el suelo. Luego el oficial le dio el tiro de gracia. La prensa moderada mostró su repugnancia por la forma precipitada en que se había fusilado a Laval. Pero es que en el proceso y en la ejecución había prisa, mucha prisa. ¿Quién tenía tanta prisa en acabar con Laval? Lo que más incomodaba de Laval era que podía haber expuesto ante la opinión pública que los verdaderos responsables de la debilidad en la que se encontraba el Ejército francés, cuando la invasión alemana, habían sido los comunistas. Entre 1936 y 1939 Francia atravesó un período de desórdenes que resultó catastrófico en lo concerniente al armamento francés, lo que explica la derrota de Francia en 1940. Fue el Partido Comunista francés, socio de los socialistas en el Frente Popular, quien, desleal con éstos, se opuso al rearme de Francia. Mientras la Alemania nazi se rearmaba con armamento moderno, incumpliendo, además, las cláusulas del Tratado de Versalles, Francia, su principal enemigo, quedaba indefensa. ¿A quién beneficiaba esa situación? Una Francia débi l era u n bocado exqu isito para el nazismo revanchista. O dicho de otra manera. Si la Antikomintern no pasaba de ser u na declaración de principios anticomu nistas, compatible con u na alianza germano -soviética y ru so-japonesa, una Francia desarmada ac tu aba como u n imán qu e atraía hacia sí todo el potencial destru ctivo alemán e italiano. ¿A qu ién beneficiaba el desarme francés además d e a estas dos potencias militares? Esto es , la debilidad mi litar francesa, favorecida por la p resión comu nista,

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favo recía a Stalin , qu e de esa manera consegu ía desviar la gu erra en perju icio de Francia y los franceses. Podría haber apoyado el fortalecimiento militar francés y de es a manera Francia no se habría derru mbado ante el empu je nazi. El escenario de la gu erra h abría sido más parecido al de la pri mera gran gu erra .Pero Stalin, como Hitler, Tanaka y Tojo, ambicionaban reparti rse los imperios franco -británic o-holandés. Destru ir el viejo orden colonial por u n orden nu evo. E ra necesario, por tanto, dar el primer golp e sobre Francia. El sigu iente caería sobre el Reino Unido. Mientras tanto, Stalin estaba a verlas venir. Y los partidos comu nistas preparados para cu mplir sus órdenes, endu lzadas con las consignas del internacionalismo proletario. Y así ocu rrió. Sólo qu e H itler cometi ó el error de invadir Ru sia y Japón el de atacar a los Estados Unidos. Estos se convirti eron en el arsenal de la democ racias , Ru sia en una víctima y los comu nistas, a pesar de haber apoyado a los nazis contra los socialistas , verdadera fortaleza de la nu eva Europa, en héroes. Una gran carambola y u na gran paradoja con la qu e empezó a tejerse el mito soviético. A lo qu e contribu yó la resistencia francesa. Terminad a la gu erra, el Sr. Sou stelle, secretario general del R.P.F. hacía estas importantes declaraciones al periódico L’Intransigean t: “El general De Gau lle, jefe de la “Francia Libre” , dirigió u n llamamiento el 18 d e ju nio de 1940 a todos los franceses , civiles y militares, sin distinción de opiniones, para lu char contra las potencias del Eje”. Su s lu gartenientes exp lican hoy, y justifican de este modo, la actitu d qu e el general adop tó frente al partido comu nista en 1941. Fu e, en efec to, el general De Gau lle qu ien fu ndó el famoso Consej o Nacional de la Resistencia francesa, qu e llegó a tener carácte r oficial y recibió poderes decisivos el 15 de mayo d e 1943 . Respecto a esto L’Intransigeant escribe: “El jefe de la Francia Libre designó como jefe d el CNR a u n hombre en qu ien tenía u na confianza absolu ta: el prefecto Mou lin, llamado Max. La desaparición de Mou lin en 1943 fu e para De Gau lle u na irremediable pérdida.” Este hombre, d ijo una de las personalidades qu e rodean a De Gau lle, conocía todos los secretos de la resistenci a en Francia y hu biera podido hacer callar a mu chos qu e se llaman resistentes. Su mu erte, en todo c aso, favoreció la invasión comu nista en el seno del CNR y au nque a los ojos de De Gau lle este organismo terminó siendo hu mo, tu vo grav es consecu encias, por el hecho de qu e el CNR hábilmente maniobrado, dio todas las facilidades al Partido Comu nista. He aqu í el principio del drama. Por u n lado, el general no qu iso darse cu enta qu e los comunistas no eran franceses , qu e hacía tiempo qu e habían perdido todo sentido nacional y qu e lu chaban contra Alemania nacionalista, no por interés de Francia, sino al servicio ú nico de la URSS. Esto fu e confirmado por u no de los jefes de información del general De Gau lle, el capitán Remy . La CNR era el direc tor de toda la res istencia francesa. Fu e qu ien desde 1943, doctrinal y prácticamente, trazó los planes de la liberación francesa. Fu e el qu ien ejecutó estos p lanes. 392

Lo controló todo. Organizó comités de liberación de ciu dades, pu eblos y empres as bajo la di rección de Comités departamentales de liberación su bordinados a las órdenes d e la CNR. La táct ica de los comu nistas consistía en inu ndar continu amente el CNR y los comité d e liberación locales y regionales . Villon, del Frente Nacional, era comu nista; los sindicalistas Saillant y Frachon eran comu nistas; Astier de la Vigerie era u n agen te comu nista. El Frente nacional, ala del CNR, donde se hallaban personalidad es como Mau riac, el padre Phillipe y monseñor Chevrot, en realidad estaba diri gido por entero por los comu nistas. Natu ralmen te el CNR tenía u n organismo militar: el C.O.M.A .C. diri gido totalme nte por los comu nistas bajo el mando de K riegel - Vabrimont y Villon. El C.O.M.A.C. controlaba las fu erzas francesas del interior, FFI , mientras qu e los Franco Tiradores partisanos, P.T.P., eran ya abiertamente tropas de choqu e de Moscú . Los agentes de Moscú tenían, por tan to, en su mano toda la fu erza armada interior de la resistencia, fu erza ante la cu al las au toridades regu lares de policía, qu e su bsistían, tenían la obli gación de inclinarse. En 1944 y en 1945, en ciertas regiones francesas del su r de la Lo ira especialmente y en los grandes centros indu striales, las FFI y el CNR ejercieron u n poder absolu to. Por otra parte, los comités de liberación, obedeciendo órd enes del CNR, nombraron ayu ntamientos a su gu sto. A menu do, los prefec tos, enviados de París, encontraban en su s prefectu ras a u n comité de liberación , con dirección comu nista, qu e les dictaba las órdenes . No podían hacer otra cos a qu e inclinarse. Una gu ardia cívica fu e constitu ida a las órdenes de ciertos comisarios de la Repú blica, investidos por el partido comu nista d e poderes discrecionales . Todo esto demu estra qu e desde el mes d e noviembre de 1944, Francia, lejos de ser liberada, había caíd o prisionera de u na potencia extranjera, la U RSS. Du clos es u na de las personas más extrañas d e la Cámara francesa. Nació en Lou ey, Pirineos, el 2 de octu bre de 1896. Y fue primero pastelero. Lu ego s e marchó a Moscú y, rápidamente, con Andrés Marty , llegó a ser u no de los hombres de confianza de Stalin. Ningu na labor le repu gnaba. Fu e encargado de diversas m isiones especiales en Bélgica y en los Estados Unidos y las efectu ó con mu cha habilidad. Nu merosas personalidades , comu nistas o no, probaron , en 193 5, qu e Du clos era el jefe del servicio de espionaje francés au tónomo y qu e trabajaba en colaboración con los agentes especiales ru sos de qu e acabamos de hablar. A este respec to las pru ebas más convincentes fu eron aportadas pú blicamente por nu merosos diarios y en la Cámara de los Dipu tados. Pero la mayoría de la Cámara era marxista y el su plicatorio p edido para p rocesar a Du clos no llegó a prosperar. Du clos era jefe, en el diario L’Hu manité, órgano del Partido Comu nista, de lo qu e se llamaban entonces los rabcores, o corresponsales de fábrica. Al principio, estos corresponsales sólo eran conocidos por nú meros. Ya dipu tado y amparado por la 393

inmunidad parlamentaria, pedía a estos rabcores qu e le diesen cu enta de su s reivindicaciones de trabajo y de su misión en las fábricas. Debí an igu almente dar todas las ind icaciones concernientes a la produ cción de gu erra, las co nstru cciones y fabricaciones nu evas, etc., ya qu e el Partido Comu nista organizaba entonces u na encarnizada batalla contra la gu erra imperialista. Todos estos informes , extremadamente preciados, eran centralizados por Du clos, qu e los comunicaba a los agente s especialistas de los soviets. Du clos adoptó la táctica sigu iente. Depositaba en la mesa de la Cámara, en forma de peticiones escritas , u na serie d e pregu ntas al ministro de la Gu erra. Por ejemplo: ¿es exac to qu e en el momento preciso en qu e la opinión ex ige u na disminu ción del presu pu esto de gu erra, se constru ye en tal fábrica, tal prototipo d e tanqu e, con tales carac terísticas?... O, ¿Es exacto qu e en tal fábric a de produ ctos qu ímicos se efectú an tales experi encias nu evas?... Los servicios secretos de t odos los países no tenían más qu e abonarse al Boletín de las Cortes para conocer informes secretos relativos a la defensa nacional francesa. Gingsbu rg, llamado Villón , sustitu yó a Duclos en el servicio secreto soviético y tras la liberación fu e elegido pre sidente d e la Comisión de Defensa Nacional del Gobierno francés. Otro comu nista, Tillon, era también ministro de Armamentos y Billou x, ex alu mno de las escu elas terro ristas de Moscú , ministro de Aviación. Moriz Thorez era también ministro. Este pensaba en voz alta qu e si Francia se veía arrastrada a u na gu erra antisoviética y el ejército Rojo invadía su país, los trabajadores se pondrían de parte de los invasores, como, segú n él, había ocu rrido en Polonia, Ru mania y Yu goslavia. De esa manera los comu nistas franceses colaborarí an con la doctrina estratégic a ru sa, contraída en los sigu ientes principios esenciales: La URSS realizará u na gu erra netamente agresiva. Para consegu ir la victoria será indispensable ad elantarse al advers ario en el ataqu e. La avi ació n ha de desempeñar la misión principal y su acción debe ser decisiva. Ejércitos enteros se batirán en el aire y otros transportados por la flota aérea lo harán sobre tierra firme a distancias considerables del país soviético, detrás de las líneas enemigas, en comarcas donde se cuente con el concurso seguro de parte de la población civil quinta columnas, que se levantará en armas para organizar la guerra civil, cuya iniciación debe coincidir o anticiparse ligeramente al ataque. El 21 de octubre se celebrarían las elecciones en Francia. En realidad se trataba de un referéndum en el que los franceses tenían que responder a dos preguntas: 1. ¿Quiere usted que la Asamblea elegida hoy sea constituyente? Si la mayoría de los electores responde afirmativamente, la Asamblea sería Constituyente; si se vota mayoritariamente no, se formaría la Cámara de Diputados tal como existía en 1940 y se celebrarían elecciones para el Senado en el plazo de dos meses. La segunda pregunta es:

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2.

¿Aprueba usted que hasta que entre en vigor la nueva Constitución se organicen los poderes públicos de conformidad con las disposiciones del proyecto de ley cuyo texto figura en el reverso de este boletín? Si la mayoría vota sí, los poderes quedarían organizados de la siguiente manera: 1º. La Asamblea elige por mayoría absoluta al presidente del Gobierno provisional de la República. 2º. Este forma su Gobierno y lo somete a la aprobación de la Asamblea al mismo tiempo que el programa gubernamental. 31. el Gobierno es responsable ante la Asamblea, pero la repulsa de un texto o de un crédito no implica su dimisión. Esta sólo es obligatoria por virtud de un voto distinto en una moción de censura presentada con dos días de anticipación en la Secretaría de la Asamblea. 4º. La Asamblea tiene la iniciativa de las leyes conjuntamente con el Gobierno. Aprueba el presupuesto, pero no puede tomar la iniciativa de los gastos. 5º. La Constitución deberá ser aprobada en el plazo de siete meses como máximo. Si esto no ocurre, una nueva Asamblea Constituyente tendrá que ser elegida. 6º. La Constitución será sometida a aprobación del país mediante un referéndum en el mes que siga a su aprobación por la Asamblea. Si el cuerpo electoral respondía en este referéndum con una negativa, la Asamblea Constituyente se consideraría soberana para establecer por sí misma la organización provisional de los poderes públicos. En esta consulta, el punto de vista de De Gaulle era favorable a que se formulara una nueva Constitución que confiriera mayor autoridad al poder ejecutivo y que hiciera responsable al Gobierno ante el Jefe del Estado y no ante la Asamblea. Este proyecto político fue rechazado por cuatro veces consecutivas por la Cámara consultiva, pues la mayoría de sus miembros entendía que el Gobierno debía ser responsable ante el Parlamento, lo que decidió a al general a plantear la cuestión directamente al pueblo. Los socialistas, el partido Nueva República, la Unión Democrática, el Movimiento Republicano Popular y la Federación Republicana promovieron la respuesta afirmativa a las dos preguntas. Los comunistas y otros partidos afines promovieron el sí a una nueva Constitución y el no a que el Gobierno provisional rigiera el país durante los siete meses hasta que se aprobara la Constitución. Junto con el referéndum se celebraron las elecciones a la Asamblea Constituyente. En esta el partido más votado fue el comunista con 4. 869.013 votos. El seguían: el Movimiento Republicano Popular con 4.446.931, el Partido Socialista, SFIO, con 4.354. 289, la Unión Republicana Democrática con 2.496.270 y los Radicales con 1.029.227. En cuanto al referéndum triunfaron las tesis degaullistas apoyadas por todas las fuerzas políticas menos por los comunistas y radicalsocialistas. El 13 de noviembre, De Gaulle fue elegido por unanimidad por la Asamblea Constituyente, Jefe del Nuevo Gobierno. Tras lo cual, empezaron las consultas para formar Gobierno. Los comunistas, para entrar a formar parte de un tripartito, exigieron, de entrada que les fueran entregadas algunas de las siguientes carteras: Asuntos Exteriores, Guerra o Interior, además de las que les correspondiesen como minoría mayoritaria en la Asamblea. De Gaulle se negó a aceptar esta exigencia que, sobre mermar sus facultades, representaba un primer acto de sumisión indirecta a los intereses de Moscú representados por los comunistas franceses. las consultas prosiguieron en un ambiente muy tenso, hasta darse por concluidas el día 16. Socialistas y republicanos populares mantuvieron sus puntos de vista favorables a la formación de un Gobierno 395

tripartito. Thorez, secretario general del Partido Comunista, recibió del general una rotunda negativa a sus pretensiones argumentando que el partido comunista no es esencialmente nacional. El general envió una carta al presidente de la Asamblea Constituyente, el socialista Félix Gouin, en la que le comunicaba su renuncia a la formación de Gobierno. “El voto unánime de la Asamblea, decía De Gaulle, dado a favor de mi nombre parecía indicarme que el Gobierno debería constituirse sobre una base de unidad nacional, con la participación esencial de personalidades pertenecientes a cada uno de los principales partidos. Consideraba que esta indicación correspondía a las necesidades de reconstrucción y renovación de Francia y que respondía también a la gravedad de las circunstancias exteriores. Además, yo creía que era indispensable que un Gobierno responsable ante toda la Asamblea debería tener, con respecto a todo el resto, la suficiente independencia, cohesión y autoridad para sus deberes.... Ciertas demandas formuladas en forma imperativa por uno de los partidos acerca de la designación de uno de sus miembros, para tal o cual puesto específico del Gabinete, me parecen incompatibles con las condiciones de cohesión y autoridad del Gobierno. Pero la Asamblea volvió a votar a De Gaulle por 400 votos contra los 163 de los comunistas. El general comenzó una nueva ronda de consultas y el 21 de noviembre conseguía formar un Gobierno de concentración nacional en el que los socialistas tenían siete carteras, el popular republicano seis, cinco los comunistas, una los republicanos moderados y dos los independientes. El general se incorporó la cartera de Defensa Nacional. Los comunistas renunciaron a ocupar las carteras exigidas y recibieron: Armamentos, Economía Nacional, Producción Industrial y Trabajo. Malraux, simpatizante de los comunistas, recibió Informaciones. Thorez quedó como ministro sin cartera. Los socialistas recibieron las carteas de: Interior, Agricultura y Alimentación, Obras Públicas y Transportes, Comercio y Comunicaciones y Educación. El republicano Bidault recibió la cartera de Exteriores y Schuman la de Justicia. El socialista Auriol quedó sin cartera igual que el republicano Gay y el derechista Jacquinot. En su intervención ante la Asamblea De Gaulle marcó como objetivos de su Gobierno el control del crédito, de la energía eléctrica y de las Compañías de Seguros. Los partidos representados en el Gobierno eran partidarios de las nacionalizaciones de las grandes instituciones nacionales, pero mantenían diferencias en cuanto al grado de nacionalización que debía lograrse.

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Capítulo VII. España en la Segunda Guerra Mundial y la inmediata posguerra La guerra civil española fue una consecuencia de las causas internas, exclusivamente. Los militares españoles sin otra ideología que el clericalismo y el antiliberalismo se sublevaron contra la República cuyos rumbos socialrevolucionarios, impulsados por los socialistas de Largo Caballero, fueron interpretados como una clara amenaza a los intereses de la Iglesia Católica y de la unidad nacional, especialmente, pero no exclusivamente. La sublevación contra la República estuvo provocada por un grupo de militares, los mismos que se organizaron en una Junta de Defensa Nacional con la misión de crear un nuevo Estado: sin partidos políticos, sin sindicatos, sin gobiernos elegidos por sufragio universal, e irresponsables de sus actos. Pero esta sublevación militar y clerical 139, no hay que olvidar que, desde el primer momento los obispos apoyaron la sublevación, la calificaron de enfrentamiento de culturas y de cruzada y la santificaron con el reconocimiento del Nuevo Estado por el Vaticano, en septiembre de 1937 140, se produce en una situación internacional caracterizada por la existencia del fascismo en Italia y la conquista del poder por el nazismo en Alemania. De manera que la situación internacional, ajena a los problemas internos de España, influye sobre los acontecimientos internos de un país, España, de interés estratégico para Gran Bretaña, Francia e Italia. Es esta coincidencia en el tiempo y por la importancia estratégica de España, por lo que la guerra civil se transforma en un campo de batalla con presencia internacional, amparada ésta por la política cínica de la “No-intervención”, controlada por los mismos países que apoyaron a alguno de los bandos, por acción u omisión. En realidad, excepto Rusia que vendió armamento a la República y se quedó con más de 500 toneladas de oro del Banco de España141, Francia y Gran Bretaña al no apoyar a la República la dejaron abandonada a su propia suerte, de manera que no puede decirse que Franco pudiera estarles desagradecido. Pero también es cierto que cuando Herriot, de viaje en Madrid antes del comienzo de la Guerra Civil, propuso al Gobierno español formar una alianza defensiva, el Gobierno prefirió ser neutral. Si no hubiera sido neutral, la sublevación militar o no se hubiera producido o habría fracasado. La neutralidad de la República la condenó a su propia derrota. Franco, los militares sublevados, su Junta de Defensa Nacional, empezaron a construir un nuevo Régimen en este contexto internacional y durante la guerra civil. Régimen que quedó configurado en marzo de 1938 al aprobarse el “Fuero del Trabajo”. En esta especie de “Carta Magna del Nuevo Régimen” se recogen la ideología católica y la totalitaria nazi al definir el Régimen como “totalitario”. De manera que es el propio Régimen el que se califica así mismo de

Chao Rego, José, La Iglesia en el franquismo. Ediciones Felmar, Madrid, 1976, p. 21 y ss. 140 Tuñón de Lara et alii. La crisis del Estado, Dictadura, República, Guerra (1923-1939) Historia de España, Tomo 9, Editorial Labor, S.A. Barcelona, 1981, p. 383 a 390. 141 Fisac Seco, J., Franco, un peón en la estrategia de Stalin, Historia 16, año XXVI, nº 316, p. 60. 139

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totalitario142. En consecuencia, la Dictadura militar-clerical muestra sus simpatías ideológicas y políticas con los totalitarismos, que la han ayudado a ganar la guerra. Sin embargo, mientras se celebra la conferencia de Munich, marzo de 1938, Franco no deja de proclamar a los cuatro vientos que su Régimen no tiene nada contra Francia ni Gran Bretaña y proclama su neutralidad internacional. Por su parte, ya terminando la guerra, el 27 de febrero de 1939, Francia y Gran Bretaña reconocen el nuevo Régimen. La Falange no dejó de ser otra cosa que una “estética” incrustada en la administración del Estado y en los sindicatos, desteñida al terminar la Segunda Guerra Mundial, sin poder político ni militar pero circunstancialmente útil a Franco en el equilibrio de corrientes de opinión no organizadas en partidos políticos que se agruparon en torno a su Dictadura. El 2 de enero de 1937 Gran Bretaña e Italia firmaron el Gentlemen’s Agreement, ratificado el 16 de abril de 1938 en virtud del cual el Gobierno italiano se comprometía a respetar el statu quo en el Mediterráneo occidental y la integridad del territorio español, es decir, de no conservar bases navales o aéreas en el archipiélago de las Baleares. En compensación, Gran Bretaña reconoce a Italia la soberanía en Etiopía; la seguridad de que el paso por el Canal de Suez permanecerá libre en todo momento y que la libertad de tránsito por el Mediterráneo no será obstaculizada. El 20 de marzo de 1937 Franco firma con el Gobierno nazi un acuerdo que no va más allá, en el terreno político, de un compromiso de neutralidad y de una promesa de consulta. Donde se pone el acento es en la cooperación económica: a cambio de la ayuda militar concedida por Alemania, España proporcionará aprovisionamientos en materias primas y víveres, que facilitarán la ejecución del segundo plan cuatrienal. Por su parte, Franco no concede bases navales o aéreas en el Mediterráneo ni a Alemania ni a Italia. Tampoco compromete a España con el Eje Berlín-Roma, aunque, como es lógico, el 27 de marzo de 1939 se adhiere al Pacto Antikomintern y el 31 de marzo de 1939 firma con Alemania un tratado de amistad que prevé apoyo diplomático mutuo si los intereses vitales o la seguridad de uno de ambos Estados estuvieran amenazados. Pero no oculta que, en el caso de que estallara una guerra europea dentro de un plazo más o menos largo, España permanecería neutral143. Durante la Segunda Guerra Mundial, S.G.M., es evidente que España no entró en la guerra porque no fue beligerante con ningún país miembro de la Gran Alianza y ningún país miembro de ésta le declaró la guerra. Sin embargo, Stalin, ante la presencia de los voluntarios de la “División Azul” en el frente oriental podría haber declarado beligerante a España, a pesar de la ficción jurídica de ir como “voluntarios”. Pero no le interesaba que España interviniese en la guerra para, de esa manera, evitar que los ejércitos anglosajones desviasen sus objetivos militares hacia la Península en lugar del norte de Francia, lugar preferido por Stalin. Franco, por su parte, se cuidó mucho de crear el más mínimo problema a los anglosajones y a los franceses. Siendo su enemigo ideológico el liberalismo, la democracia, nunca se manifestó abiertamente contra las democracias, Francia y Gran Bretaña, que controlaban militarmente la periferia española y sus archipiélagos. Si hubiera querido entrar en la guerra, Tuñón de Lara, o.c. p. 420; Solé Tura, J, en Duverger, M. Instituciones Políticas y Derecho Constitucional, Ediciones Ariel, Barcelona, 1970, p. 536 y ss. 143 Renouvin, P. Historia de las Relaciones Internacionales. Siglos XIX y XX. Editorial Akal, Barcelona, 2º edición 1990, pg. 1026 y 1027 142

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en lugar de enviar una división de voluntarios a Rusia habría enviado un ejército a combatir o contra Francia durante la invasión nazi o contra Gran Bretaña en la guerra del Norte de Africa. Lo tenía al alcance de la mano y no a miles de kilómetros, como el distraído frente del Este. Pero tampoco dio ese paso. ¿Por qué? Siendo una Dictadura militar-clerical con una ideología totalitaria lo coherente hubiera sido que se implicase en la guerra. Sin embargo, ni aún derrotada Francia, se atrevió a moverse ni una sola pulgada, porque Franco pensaba en británico. O dicho de otra manera, como el mismo Hitler reconoció, mientras Gran Bretaña no fuese derrotada él no entraría en la guerra 144. Y una vez derrotada Gran Bretaña ¿para qué querría Hitler que entrara en la guerra? Ya sería el amo de Europa y a Franco no le habría quedado más remedio que ponerse de su parte como un sargento a las órdenes de Hitler. Sin embargo, comenzada la guerra y cuando los ejércitos germano-italianos avanzaban victoriosos en todos los frentes, la prensa española empezó a recordar que Gibraltar y parte del Norte de Africa eran españoles145. Pero el Ejército de Franco carecía de capacidad militar para enfrentarse al Imperio británico y al francés a fin de hacer realidad esas reivindicaciones solamente insinuadas. Sólo lo podría lograr a la sombra de una gran potencia militar, Alemania pero aún así, sólo la derrota de Gran Bretaña garantizaba el éxito de la operación. Y el Reino Unido resistía. El fracaso alemán en “la batalla de Inglaterra” coincide con la entrevista entre Hitler y Franco en Hendaya, 23 de octubre de 1940. Aquí Franco le pide, entre otras cosas, compensaciones territoriales a cargo del Imperio francés, concesión que Hitler no estaba dispuesto a hacerle a Italia, su fiel aliada, a la que le ha tocado el Mediterráneo 146 en el reparto de esferas de influencia, acordado en la constitución del “Pacto de Acero” en mayo de 1939. Franco pide lo que sabe que no le van a conceder porque Hitler no puede, pero en esos momentos el Ejército alemán está en la frontera con España. Franco se ha declarado “no beligerante” desde la caída de Francia, junio del mismo año. Las consecuencias de las peticiones territoriales de Franco a costa del Imperio francés están suficientemente explicadas por el conde Ciano, en sus archivos secretos, y, paradójicamente fueron expuestas por un socialista francés, Mayer, en el informe que presentó a la Asamblea francesa en 1951, dice: “Si se quieren detalles respecto a las pretensiones españolas, nos las dan los “archivos secretos” del conde Ciano, publicados por las ediciones Plon. Ahí se pueden leer, en efecto, página 393, las condiciones planteadas por Franco en 1940 “Franco se había mostrado inclinado para la entrada en guerra en el mes de junio, en el momento del hundimiento de Francia. El 8 de agosto el embajador alemán en Madrid informaba a Berlín que Franco era siempre del mismo parecer, pero que formulaba varias peticiones. Primero, que Gibraltar, el Marruecos francés, la parte de Argelia colonizada y habitada principalmente por españoles (Orán) , serían españoles, con extensión, además, de los territorios del Río de Oro y de las colonias del Golfo de Guinea...”; y, página 402, el informe de la entrevista del Duce con el Führer, estando presentes el ministro del Reich, Von Ribbentrop, y el conde Ciano: “ ...Hitler resume brevemente la Idem. pg. 1154 MUNDO números: 3, 4 y 6 146 Toynbee, A.J. La Europa de Hitler, Editorial Sarpe, Madrid, 1985, p. 211 y ss. 144 145

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marcha de las conversaciones con Serrano y habla del protocolo propuesto por los españoles según el cual Alemania debía comprometerse a abastecer largamente a España contra la promesa de una intervención española en cuanto los preparativos militares estuvieran terminados. No obstante, no fue pedido solamente abastecimiento, sino también la cesión a España de Gibraltar y del Marruecos francés, de Orán hasta Cabo Blanco. En este momento, el Führer subraya que Alemania reivindica una parte de la costa marroquí como punto de apoyo a su propio comercio. Este punto podía ser Casablanca o Agadir. Como el Reich recobrará sus colonias y constituirá un imperio en el Africa occidental, tiene necesidad de poseer una base intermediaria. Pero, a parte de esto, Hitler teme que el compromiso de ceder territorios de esa naturaleza a España sea susceptible de determinar dos reacciones: en primer lugar, una ocupación inglesa de las bases españolas en Canarias y en segundo lugar la adhesión del imperio francés de Africa del Norte al movimiento de De Gaulle. Esto sería grave y obligaría al Eje a extender sus frentes de operaciones.” Que Franco sabía que Hitler no podía concederle lo que pedía lo podemos leer en el artículo que la revista Mundo publicaba en 1942, en la que se dice: “La gran importancia que, en el estado actual, político y militar, de la guerra tienen los territorios, en sí y en su conjunto, que forman el Imperio colonial francés de Africa del Norte, justifican la impresión causada por el cese del general Weygand, a quien Francia tenía al frente de ellos como delegado general y con los poderes más amplios. Algo se ha dicho ya en estas mismas columnas pero parece interesante puntualizar ese valor en el momento presente.(...) Vencida Francia en junio de 1940, toda la acción había sido llevada en la metrópoli; el Imperio norteafricano se había mantenido alejado de ella y aunque la derrota repercutió en Africa, una política cuidadosa hizo que los efectos se atenuaran bastante, claro está que sin poderlos hacer desaparecer, que no en balde sufre una nación una derrota del significado espiritual de la sufrida por Francia. Así pues, de las dos partes fundamentales del Imperio, una quedó profundamente debilitada, la otra se mantuvo bastante bien; era lógico y justo que ésta ayudase a aquélla y le diese la mano ara que Francia, en su conjunto, se salvara con el menor quebranto posible. Para conseguirlo, dos hipótesis podían admitirse: ¿Debería el Imperio colonial francés norteafricano ligar su suerte a la metrópoli para salvarse con ella o hundirse con ella? ¿Debería, por el contrario, desligarse de la metrópoli y aumentar su fortaleza para echarla, en un momento oportuno, en la balanza de la victoria, decidiendo ésta para sí y, en consecuencia, para toda Francia? Tal ha podido ser la incógnita y a esta última posibilidad han estado aferradas la idea y la propaganda angloamericana. La propaganda de De Gaulle, las limitaciones en artículos de subsistencia, el bloqueo marítimo, etc., tendían, en definitiva, a mantener un hondo y difuso malestar en el Africa del Norte, que le preparasen para una posible acción a favor de Inglaterra. Para evitarlo, Francia tomó las medidas que, sin duda, correspondían: crear un mando único, competente y fuerte, para el Imperio y poner a los territorios norteafricanos a cubierto de cualquier posible ataque. Tal fue en su significado la designación del general Weygand, en septiembre de 1940, poco antes de producirse el ataque, que ya se dibujaba, de los ingleses contra Dakar. Esta decisión francesa no estaba exenta de dificultades: un Imperio norteafricano fuerte podría vacilar en un momento dado respecto a la elección del camino para salvar a Francia, no tanto porque el camino no se aparezca claro, sino por 400

la acción de la propaganda, que tiende a obscurecer los contornos de la realidad o a promover, a su favor, dudas o equívocos. La propaganda siempre ha tenido una cierta esperanza en los resultados y ello explica y sitúa sobre el plano, la enorme importancia de esta pieza de la Libia italiana, obstáculo opuesto a la presión directa de Inglaterra sobre Túnez, contacto en el que los ingleses hacen nacer unas ilusiones, sin duda alguna deformadas y exageradas. Ese mismo plano sitúa perfectamente el intento de Dakar, la ocupación del Africa ecuatorial por De Gaulle, el establecimiento de las líneas de abastecimiento americanas, la presión inglesa sobre Libia y la gran ofensiva que en estos momentos ha desencadenado Inglaterra sobre los territorios italianos, con el propósito siempre de tomar contacto con el Africa del Norte francesa, aunque, en este caso, la ofensiva tenga también un cierto aspecto de aliento al aliado ruso. Esa acción, a raíz mismo de la derrota francesa, tal vez hubiera podido tener algún éxito parcial; pero hoy las circunstancias han variado totalmente. El Imperio norteafricano francés se una cada vez más a Petain y la labor de Weygand ha sido precisamente crear un útil militar fuerte y mantenerlo alejado de los intereses de ambos beligerantes. Ha sí ha podido decir, refiriéndose a los rumores sobre petición italoalemana de la base tunecina de Bizerta: “La defensa de Africa del Norte será enérgicamente asegurada por las fuerzas francesas solas contra todo agresor”, y proclamar ante la presión inglesa sobre Siria: “El Ejército de Africa está dispuesto a cumplir su misión con el mismo valor y la misma abnegación que el Ejército de Levante si las circunstancias piden que el Imperio francés sea defendido en su carne africana.” Francia ha querido, sin embargo, con el cese de Weygand, dar contornos más precisos a su idea base: Africa del Norte francesa, unida y fuerte, se opondrá a toda invasión; pero ello lo hará siguiendo la política francesa metropolitana, a la que ese Imperio, y para tales fines, queda ahora perfectamente vinculada. El 6 de septiembre de 1940 el Gobierno de Vichy nombraba al general Máximo Weygand, de limpia historia militar, delegado general del Gobierno en Africa francesa, con las atribuciones más amplias para asegurar la defensa y seguridad del Imperio. Con ello, el Gobierno francés afirmaba estar resuelto a oponerse por todos los medios a las intrigas que se esforzaban en desunir la metrópoli de sus colonias. La residencia del general Weygand era Argel, y a más de lograr esa seguridad había de trabajar, por medio de una coordinación de los esfuerzos de los Residentes generales y de los Gobernadores generales, para asegurar al bloque africano francés una vida económica activa, armoniosa y ordenada. El general Weygand, no obstante su edad, desplegó en la tarea una rara energía: recorrió Túnez, Argelia, Marruecos y Africa occidental francesa, en diferentes ocasiones, llevando a estos territorios la confianza en el Imperio; fomentó mucho el desarrollo de la “Liga de Combatientes Franceses”; acometió profundas reformas en la Administración y en la economía y mantuvo siempre firme el lema de su acción: “No hay una segunda Francia, y mi misión consiste en salvaguardar la unidad de Francia y de su Imperio. Francia está unida a Petain y el Africa está unida a Francia”. Las reformas administrativas tenían estas directrices: descongestionar la escala administrativa, poner a las poblaciones en contacto directo con la Administración, reanimar la iniciativa y el espíritu de prontitud. (...) Una ley del 19 de noviembre de 1941 introdujo una serie de reformas cuyo sentido era: “Unidad enérgica en el mando militar, que ponga a cubierto el Imperio Colonial Norte-Africano francés de cualquier amenaza; en el orden 401

político, vinculación directa del Imperio a la Metrópoli para que no pueda caber la menor duda respecto a la unidad francesa. En tal aspecto, los territorios que constituyen el Africa del Norte pasan a depender de Darlan” 147. Aún más significativo es el artículo que publica “Mundo” en el mismo año, 1942, hablando de las reivindicaciones de Italia en Europa, el Mediterráneo y Africa. Dice: “La marcha de la guerra ha satisfecho hasta ahora buena parte de las reivindicaciones de Italia en Europa, singularmente en el Adriático, no es tan solo la incorporación de la costa dálmata y sus islas y el hinterland de Fiume, sino la ampliación de las fronteras albanesas, la anexión de Eslovenia, la de Montenegro y la ocupación del Epiro y las islas Jónicas con probable intención de permanencia. En su día ha comentado Mundo distintos aspectos de estas extensiones de la potencia italiana y no es cosa de volver a ellas. Baste decir que varias de ellas no se mantienen sin lucha y que las tropas italianas de ocupación tienen tarea en los Balcanes. Pero Italia reivindica también Malta, la isla más bombardeada del mundo, escala preciosa de la Escuadra británica, tan tenazmente defendida y asegurada que todavía no ha sonado la hora de su asalto por las tropas del Eje a pesar de su importancia vital para la marcha de la guerra en Africa. Nuestros lectores conocen ya el fundamento histórico de las aspiraciones italianas sobre Malta y es obvio que la isla de los Caballeros se unirá al reino de Italia durante o después de esta guerra, previa la derrota inglesa. La otra gran reivindicación italiana en Europa es Córcega, la isla ocupada por los franceses hace siglo y medio, que no cesa de dar a Francia nombres destacados, desde Napoleón hasta el actual embajador en Madrid, Pietri, y el director de Gringoire, Carbuccia. Frente a Francia se mantiene otra reivindicación europea, la de Niza y Saboya, sólo parcialmente satisfecha con la ocupación de Menton. Se trata de reivindicaciones harto delicadas porque afectan a comarcas muy afrancesadas desde que se separaron de Italia y porque se efectuarían a costa de un antiguo enemigo gobernado hoy por Laval y con el que Alemania emplea todos los miramientos posibles, como es notorio. La actitud italiana frente a Francia es bastante más ofensiva que la del Reich, quizá porque Italia no tiene la responsabilidad de la costa francesa del Atlántico y la preocupación de la actitud del Imperio, quizá también porque las reivindicaciones africanas de Italia tienen que satisfacerse a costa de Francia148. La salida al mar libre Desde que Italia es una gran potencia, con una flota mercante de primera fuerza que enlaza con sus intereses de América del Sur, y todavía más desde que se constituyó el Imperio etiópico, la obsesión de los gobernantes italianos ha sido lograr una salida libre al Océano. La situación geográfica de Italia es realmente adversa, encerrada en un mar interior cuyas puertas no le pertenecen. De a1uí la batalla diplomática librada desde 1936 para conseguir una intervención satisfactoria en el régimen del canal de Suez. Gibraltar y Suez son para Italia dos cerrojos y su esfuerzo se encamina a abrirlos. Pero ambas salidas al mar libre, no exentas de problemas, sobre todo la primera, no bastan a la legítima expansión de Italia. De ahí que se prevea la salida al 147 148

Mundo nº 82, pg. 487. Subrayado mío

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Atlántico sur a través de todo el continente africano, por territorios propiamente italianos. Reivindicaciones africanas. Esta es la gran novedad de las reivindicaciones italianas en Africa. Hasta ahora se había hablado de la incorporación de Túnez, seguramente en el mismo régimen de protectorado que los franceses mantienen allí, y de la reconquista y redondeo del Imperio del Africa Oriental; pero ahora surge la demanda de una gran parte del continente negro, la formación de un bloque italoafricano de características análogas a las del bloque francés, es decir, asomando al Mediterráneo y al Atlántico y con centro en el desierto de Sahara. Ya en los tratados con Laval en 1935 se reconoció a Italia una ampliación de la frontera de Libia hasta el Tibesti, pero los planes actuales llevarían a la ocupación del territorio del lago Tchad, en el Africa Ecuatorial francesa, y a la de la riquísima colonia inglesa en Nigeria. Un ferrocarril transahariano, que el trabajo italiano se encargaría de construir tan pronto o antes que el francés, enlazaría las tres dispares regiones de este grandioso Imperio africano. Si a ello se une la reconstrucción del Imperio de Etiopía, con la desaparición de los enlaces costeros de la Somalia británica y la francesa y mejora estratégica de las fronteras terrestres a costa del Sudán y el Kenia se comprende que las ambiciones italianas lograría en el reparto de Africa una porción comparable a las de Francia e Inglaterra. Italia, potencia rectora. Demandas de semejante aliento revelan en el espíritu italiano una decidida intención de convertir a su país en una máxima potencia, una potencia rectora de la política mundial, dispuesta a ocupar el papel desempeñado hasta ahora por Francia, mientras Alemania sume las funciones directivas de Europa, con vistas al Oriente ruso más que al Sur africano. Se trata de asegurar el porvenir mediante la posesión de materias primas, y éste es el último aspecto de las reivindicaciones italianas presentadas por Virginio Gayda. “Participación equitativa en el disfrute de las materias primas que la nueva Europa explotaría con criterio continental”, es decir, probablemente no sólo en las materias primas africanas sino también en las que pueda ofrecer la inmensa Rusia. Y, como consecuencia de todo ello, “derecho a una gran industria, sin ninguna cortapisa”. Italia no puede aceptar, naturalmente, dentro de la nueva Europa, quedar reducida a un papel económico preponderantemente agrícola, como habrán de quedar tal vez otras naciones. No lo permite la notoria insuficiencia de su suelo y la superabundancia de su población. Exigen lo contrario, la perfección de su técnica industrial y el admirable esfuerzo de su autarquía. Nuevas declaraciones oficiosas, seguidas alguna vez de declaraciones oficiales, irán poniendo a punto este vasto programa italiano. Demandas de esta trascendencia se hacen para conocimiento y guía tanto de los enemigos como de los aliados, y es necesario prestar a ellas la máxima atención, con la mirada puesta en el desarrollo de la guerra y, aún más quizá, en la posguerra.” 149 Y, desde luego, Franco conocía sobradamente la posición del Ejército francés de no conceder ni un palmo de terreno. Una vez más, es la misma revista “Mundo” la que desvela esta posición. “El 7 de noviembre 150, empieza diciendo e un artículo tras el asesinato de Darlan, con una inoportunidad manifiesta, Tam, el semanario del Imperio, que empezó a publicarse en el mes de julio del pasado 149 150

Mundo nº122, 6 de septiembre de 1942, pg. 5 y ss. Mundo nº 139, pg. 14 ss.

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año de 1942 en Argel, reproducía las siguientes palabras pronunciadas por el almirante Darlan en Vichy el 8 de febrero de 1942, “No hay Francia e Imperio, sino un bloque: el bloque francés, cada día entero y presente a nuestros ojos. Francia debe llamarse el Imperio francés, como se dice el Imperio británico”. Darlan, presente en Africa en el momento en que se publicaban, las ratificaba totalmente: “Se puede sacar esta conclusión: defendiendo al Imperio se defiende a Francia, su propia existencia y su porvenir”. Declaraciones, por otra parte, que ratifican la opinión de Ciano en su “Diario” La revista “Mundo” reconocía en 1953 con motivo de los acuerdos hispanoamericanos que: “El Mediterráneo fue la clave del triunfo aliado y la derrota de la Alemania nazi. ¿Quién se atreve a poner en duda que el dominio de las aguas del Levante español, de las Baleares y de Marruecos, habría permitido a Hitler, cuando ocupaba el sur de Francia e Italia, impedir el desembarco anglonorteamericano en Argelia, acción que hubiera hecho posible poco después la ocupación de Túnez, el asalto de Sicilia y la consiguiente invasión de la península apenina a través del estrecho de Messina. Pero España, gracias a un alarde de energía y voluntad, pudo permanecer neutral, porque con certera visión diplomática y militar había concertado el bloque ibérico contra el posible empuje nazi.”151 Por otra parte, el socialista Araquistáin, en su discurso sobre “España ante la idea sociológica del Estado”, llegó a las mismas conclusiones.

151

Mundo n º700 , 4 de oct ubre de 195 3 p g. 146 y ss.

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