Homo Dialecticus

February 16, 2018 | Author: Gabriel Cebrián | Category: Existentialism, Certainty, René Descartes, Truth, Philosophical Science
Share Embed Donate


Short Description

Descripción: Tercer tomo de la "Trilogía de Cratilo", de Gabriel Cebrián. Los dos primeros pueden descargarse ...

Description

Gabriel Cebrián

© STALKER, 2007.

[email protected]

www.editorialstalker.com.ar Foto de cubierta: Cratilo, por el autor.

2

Homo dialecticus

Gabriel Cebrián

Homo dialecticus

3

Gabriel Cebrián

4

Homo dialecticus

El destino o Dios juega con nosotros más bien concediéndonos lo que ambicionamos con tanto desvelo. Abel Posse Filosofía, s. Camino de muchos ramales que conduce de ninguna parte a la nada. del Diccionario del diablo, de Ambrose Bierce

5

Gabriel Cebrián

6

Homo dialecticus

Prólogo Dicen por ahí –desconozco si tal referencia procede de una fuente concreta o se inscribe en esa entelequia que suele definirse como “saber popular”que el paso que más cuesta dar es el primero; así que aquí estoy ejecutándolo, ignorante respecto de si me espera suelo firme o tembladeral, o tal vez una superficie móvil que, cual si yo estuviese descendiendo de un vehículo en raudo movimiento, dará por tierra con mi humanidad. O con mis ideas, que parecen ser, a ultranza, la misma cosa. La capacidad de idealización es lo que nos hace humanos, dicen por ahí, y vuelvo a caer en la duda que entre guiones acabo de consignar en el mero principio de este párrafo, elíptico e indiferente a sus centrífugas pretensiones. De todos modos, me importa un pijo. El concepto de propiedad intelectual me resulta algo esquivo, si vamos a considerar que el derecho de posesión sobre una cosa se apoya en supuestos, al punto que no puedo llegar a determinar si los cubitos de queso a mi frente son eso o frecuencias de onda aglutinadas efímeramente en un inconmensurable espectro de supercuerdas vibratorias. Claro que deberé pagar en metálico por ellos, si no quiero que la empirie me llame a reflexiones más pedestres, aplastando mi nariz a través de un conglomerado de materia-forma que no es preciso ser Parménides para determinar que tal fantasmática configuración no es otra cosa que la mano del bolichero apretada en contundente puño. El fuego trascendental produce lo diverso, que luego de su periplo existencial 7

Gabriel Cebrián

vuelve a transformarse en él, como el oro en mercancías y viceversa (Heráclito dixit, ya que viene al caso y de presocráticos se trata). En fin, y aunque lo que estoy intentando es elaborar un texto literario, no puedo evitar formular un primer axioma: existe un universo físico y un universo mental, juicio que más que axiomático parece ser perogrullesco; y qué mejor apodíctico que una perogrullada, digo yo, para asentar este primer pie rebosante de taras cartesianas. Ahora bien, ya asentado mi pie derecho sobre esta ínsula indubitable aunque por demás escueta, se presenta el primer problema, que para colmo amenaza con agigantar el marco de incertidumbre al abrir un inmenso abanico de posibilidades de tipo estructuralista, o cibernético, o sistémico –sin entrar a dilucidar si estas modalidades de pensamiento son el mismo perro con distinto collar o hasta dónde se superfetan sus alcances-; el frío escalpelo tratando de ejecutar autopsias sobre organismos no solamente vivos aún, sino que, para colmo, jamás se quedan quietos. Todo esto para definir el plano en el que se irán desarrollando los sucesos que de alguna forma narraré1, con la exclusiva y excluyente finalidad de

1

Aunque mejor debería decir “transmitiré”, porque narración sería si tales hechos, reales o ideales, hubiesen tenido lugar en el tiempo y forma que nuestra experiencia ha aprendido a considerar válidos, según se respectan al sujeto; y héte aquí que otra vez el sujeto responsable de tales imaginerías, afortunadamente, vuelve a resultarme esquivo.

8

Homo dialecticus

complacer a mi ego, del que nunca sabré si es alter o a secas. Ya ven, demasiadas dudas y casi ninguna certeza... qué mejor caldo de cultivo para la patraña (filosófica, estética, literaria o la que fuere). Tan así, tan confesa es la impronta solipsista que inspira este incipiente dislate, que incluso llegué a pensar en titularlo Me cago en el lector; y si tal denominación fue finalmente desechada, solamente lo fue en función de no bajar tanto el tono (aunque seguramente habría redundado en mejores resultados de índole económica, y uno no negocia la nobleza sino hasta que la paga resulta suficiente para desarticular tan excelsos principios). Así es que hoy, 27 de Marzo de 2006 –fecha tan imprecisa como los calendarios cuya invocación pretende dar precisión a lo que jamás podría tenerla-, he venido a la calle La Merced de la vieja Ensenada de Barragán, a beber Campari y comer algunos daditos de queso como antaño, en el viejo bar La Marina, el que no sé si aún existe pero eso tampoco importa, para el caso. Es el escenario ideal, y ya. Y ello por varias razones: la primera y principal, porque las localidades portuarias por lo general me deprimen, especialmente Ensenada; y la depresión funciona siempre, inexorablemente, como catalizador de talentos literarios incluso para quienes carecen de ellos. La segunda, y última que voy a consignar, por cuanto para muestra sobran dos botones, es porque en los bares de La Plata conozco mucha gentuza, tanta que es capaz de estorbarme aún en los planos mentales en los cua9

Gabriel Cebrián

les pretendo dirimir este desafío; y si creen que es éste un extremo alocado, pues bien, deberían estar en mi cabeza para ver los líos que me hago para desembrozar lo que tiene lugar en el mundo consensuado con mis congéneres y lo que es parte de mi imaginario, del cual sospecho que no es tal2 y que irrumpe una y otra vez en cuasirrecuerdos que alientan una confusión muchas veces atractiva, pero siempre inquietante, por cuanto el deterioro paulatino e inexorable de mi sistema nervioso amenaza con refundirlo todo en el limbo de la demencia senil. Así pues, manos a la obra. Pero antes, permítaseme otra digresiva salvedad, incardinada en este discurso que parece constituir una única e hipertrofiada digresión, atinente a la característica formal del mismo: lo que pueda parecer afectación, grandilocuencia, retorcimiento, efectismo, presuntuosidad, fileteado, barroquismo, etcétera, no es sino producto de mi impronta personal y natural, la que he sofrenado a lo largo de muchos engendros literarios en función de pruritos tanto comunicacionales como de imagen personal (incluyendo también algunas taras más espurias y por ende más difíciles de confesar, como por ejemplo ciertas ambiciones de popularidad, resabios de un ego que sospecho me precipitará finalmente en los avernos tan temidos de la inconsistencia espiritual). Aquí estoy, entonces, enmarcado en el recuerdo del viejo bar La Marina y bebiendo un afortunadamente no tan imaginario Campari acompañado por u2

Ello, estableciendo un oportuno paralelismo con nuestra samsárica visión del cosmos, claro está.

10

Homo dialecticus

nos cuantos y sí ilusorios daditos de queso, sentado frente al largo mostrador y de espaldas al amplio salón en semipenumbra. Hacia mi derecha, y en un espacio aún más oscuro y sin mesas, en la parte trasera del mencionado ámbito, están, ociosas como siempre, la máquina de pinball y el polvoriento billar-gol. Y dando vueltas y vociferando a la concurrencia entre babas, el simpático enano con síndrome de down y héroe local, bastonero de la célebre comparsa Echale tabaco al pito. Tal vez sea un marco más adecuado para un artista plástico que para un escritor, me digo, mientras imagino que sería un buen punto de partida para los bocetos de un Goya, por ejemplo. O cuando menos para un escritor de sesgo más expresionista. Pero bueno, sustentándome en el amplio panorama estructural que suele dejarse librado al lector, es mi sugerencia que éste último tenga a bien esforzarse en tal sentido. Tómela o déjela, es su problema; como ya he consignado, un compacto mojón de Damocles pende sobre su entrometida mollera. I’m in this only for the sake of joy. Un par de pibes de unos siete u ocho años irrumpe ruidosamente en el boliche, provocando la inmediata reprimenda del barman. Ya más sosegados, se quedan cerca de donde me encuentro, por lo que no puedo evitar oír el diálogo que transcribo a continuación: -¿Tenés plata para comprar una ficha para el pinball? 11

Gabriel Cebrián

-No. Mi papá me tiene castigado. Dijo que no me iba a dar ni una moneda por dos semanas. -¿Por qué te castigó? ¿Qué hiciste? -Nada, solamente corté un poco el guardapolvo con mi tijerita. -¿Estás loco? ¿Por qué hiciste eso? -No sé, me dieron ganas –dicho esto con el en-cogimiento de hombros correspondiente. -No, pero eso no se hace, tiene razón tu papá. ¿Vos sabés lo que cuesta un guardapolvo? ‘Tá bien, te lo da el gremio. Pero el gremio hay que pagarlo, y bien que te cobra... Luego de reír para mis adentros de semejante disquisición final me inmiscuyo en su diálogo, y luego de hacer que el iconoclasta escolar me prometiese que no reincidiría en sus atentados, les compro un par de fichas. Bien lo valía la demostración de conciencia socioeconómica que la joven generación parecía ostentar. Aunque fuese reiteración de paternales argumentaciones, la claridad de su conceptualización demostraba una singular capacidad interpretativa, la que seguramente tendría que ver con una sofisticada elaboración de respuestas de conducta a pulsiones instintivas primarias. Watson y Freud girando en el aire como caras de una misma moneda, cuyo azaroso periplo aéreo quizá pueda resumir el resto de escolástica psicológica hasta llegar a la recepción palmaria que define las cuestiones en digital resolución, en ese cara o ceca maniqueísta que ha venido a transformarse en soporte tecnológico compendiador de la suma del co12

Homo dialecticus

nocimiento humano. El proceso de cerebralización de pronto exigió ortopedias neurológicas, y así, a imagen y semejanza del órgano procesador de información de los ingenieros que lo desarrollaron, el tejido cibernético ha llegado para constituirse en heredero de la conciencia en tiempos de desequilibrio climático. ¿Nos recordarán las máquinas inteligentes, en un futuro no muy lejano, como los demiurgos orgánicos que ejecutaron esta nueva creación? ¿Nos honrarán como a dioses, o por el contrario, seremos considerados como un eslabón particularmente débil de la cadena evolutiva? Vaya uno a saber, me digo, mientras acabo mi copa y pienso que ninguna tecnogénesis valdrá el estallido de placer que experimentan mis papilas ante el contacto con el amargo aperitivo. Cheers. -To your health, godforsaken old man –dice alguien a mi lado mientras apronta un taburete al estaño, y no necesito volverme para saber de quién se trata, ya que conozco a una sola ¿persona? en el ¿mundo? que puede responder a mis pensamientos. -Llegás tarde. -No, llego justo a tiempo. Si tengo una virtud es ésa, la de llegar justo a tiempo. -Hace bastante que no nos vemos. -Eh, qué pasa, ¿de viejo te me estás viniendo puto? -Siempre el mismo pelotudo. -Según tu lógica, que yo sea un pelotudo es tu exclusiva responsabilidad. Aparte vos me llamaste, como siempre sucede. Yo sigo mi camino y no te jodo, pero cada vez que no sabés sobre qué carajo escri13

Gabriel Cebrián

bir, ahí está el buen Cratilo para sacarte las castañas del fuego. ¿O me equivoco? -Dicho así... pero mirá, podría escribir ahora mismo una veintena de cuentos pedorros de esos que sugieren y no dicen nada, o ponerme a estudiar un poco sobre cualquier logia medieval y desarrollar pavadas pretensamente revisionistas para que toda una multitud de imbéciles se sientan intelectuales durante algunos días, los que les dure su lectura. -Estás hablando de esas chorradas de templarios, y esa mierda, ¿verdad? -Olvídalo. De sólo pensar en esa estofa me pongo de mal humor. -De peor humor, dirás. Por lo que puedo percibir, estás tirado como perejil en maceta... -Bueno, algo de eso hay, pero no viene al caso. -¿Cuál es el caso? Quiero decir, ¿para qué me convocaste? -Seguramente no fue para que hagas preguntas estúpidas. ¿Para qué te parece que puedo haberte convocado, a ver? -No lo sé. La última vez fue para viajar a Bahía Blanca con una comparsa de fantoches que terminó en cualquier verdura. Aparte pensé que ya había zafado, de vos. Cuando me enteré que habías estado publicando, firmando libros en la Feria Internacional, etcétera, supuse que te ibas a olvidar de los viejos compañeros de trapisondas que nunca te generaron rédito alguno en ese sentido. Pensé que te habías a14

Homo dialecticus

burguesado, bah; aunque siempre fuiste un burgués, y bastante pequeño, por cierto. -¿Acaso pensás que la pinche alegría resultante de haber dejado de ser inédito pudo haberme modificado en algo? -Y, tratándose de vos, qué sé yo... sí. -Pues te equivocás. Y feo. -Como te equivocaste vos al titular el refrito de calamidades ése, al que pretensiosamente llamaste Pasos hacia una entropía del lenguaje. ¡Qué chabón! Con ese título lo único que podés atraer son lingüistas trasnochados y confundidos, que al comprobar que se trata de un conjunto de historietas cosidas con glosas de un carácter epistemológico absolutamente delirante, deben haberse sentido estafados, y creo que con pleno derecho. -Sos un hijo de puta. Revolvé el puñal, dale... -¿Qué pretendés? ¿Qué te adule? -Tal vez no fue buena idea convocarte. -Desde mi punto de vista, seguro que no lo fue. Pero acá estamos. ¿Cómo sigue? -Segunda pregunta pelotuda. Si lo supiera, tené por seguro que no iba a enfrentarme con tus ridículos sarcasmos. -Ahá. Puedo hacer lo que quiera, entonces... -Siempre que mantengas un cierto nivel, claro. La cosa es así. Show must go on, ¿you know what I mean? Y no me están quedando ni tiempo ni ganas de continuar fabulando historias inconducentes. Necesito algo real. 15

Gabriel Cebrián

-Y para eso me llamás a mí, que según me has dado a entender, soy sólo un mero producto de tu imaginación... la verdad, no te entiendo muy bien. -Hay que ser pelotudo... mirá, loco, el criterio acerca de lo que es real o no me es cada vez más esquivo, gracias a dios o a san puta. Tal vez te suene a patraña, o te dé por pensar que estoy haciéndome el héroe, pero te juro que las únicas veces que creí tener certeza de que estaba en un ámbito real, manteniendo diálogos reales, con personas reales, fueron cuando iba a visitar a mi amigo Juancho a la Sala Korn del neuropsiquiátrico de Melchor Romero. -Tal vez deberías internarte allí. Seguramente podrías garrapatear sandeces a tus anchas, incluso. Y también me darías oportunidad de ir a visitarte y experimentar algo parecido. -Noto cierta animadversión de tu parte. ¿Acaso estás molesto por algo en particular? -No... o sí, tal vez sea lo que ya te insinué, que me vengas a buscar nada más que cuando necesitás algo. Yo sé que no somos amigos, y tampoco espero una consideración especial de tu parte –la que de todos modos no me reportaría gratificación alguna-, pero entiendo algo moralmente reprochable el hecho de utilizar a la gente del modo en que lo hacés, ¿viste? -¿Qué puedo hacer por vos, entonces? -Pagarme una copa, por ejemplo, que me tenés a pico seco. -Está bien, no hay problema. Tomá lo que quieras. ¿Me vas a hacer el aguante, entonces? -¿Acaso tengo alternativa? 16

Homo dialecticus

-No, pero tenés mi respeto, mi reconocimiento y mi gratitud eterna. -Me quedo con las copas. Andá, seguí con tus lecturas públicas, tus remilgos pseudointelectuales y tus correciones de pruebas. Y dejá el cuaderno y la lapicera para los que nos pelamos el ojete en el asfalto para darte material con el que payasear solemnidades. Andá, te dije, y acordate que cuanto más viejo cabrón y presuntuoso te vengas, más voy a despreciarte. Aunque me vea obligado, como ahora, a echar leña en la hoguera de tus fuegos fatuos. Me parece un buen trato, aún a pesar del sinsabor que sus verdades de a puño me han causado. Así que lo dejo allí, sentado al estaño del viejo bar La Marina, con mi cuaderno y mi lápiz; y con mi vaso de Campari milagrosamente escanciado para continuar siempre lleno. Es lo menos que puedo hacer por él.

17

Gabriel Cebrián

18

Homo dialecticus

Tesis Metafísica pastoril El hombre es el pastor del ser ...recuerdo, en tanto bebo unos sorbos de Campari y voy aviniendome mentalmente a mi nuevo rol y situación, a este dasein acaso generado gramaticalmente (y dicho sea de paso, como parece haber operado la propia creación ex nihilo, principĭum verbālis). Pero un dasein es un dasein, poco importa el orden demiúrgico que lo haya echado ahí3. ¿Acaso no es tanto más paradójico, irónicamente objetivo, el sueño calderoniano que todos los positivismos? Sísísísísí, apresurémonos a asentir, porque el que crea que está libre de letargo, que arroje la primer legaña. Dejo una categoría, tomo otra. Recojo una piedra, la miro y pienso piedra, luego la doy vuelta, la miro y pienso piedra del otro lado, y llego finalmente al prejuicio presuntamente sintetizador del lenguaje que me golpea levemente en el hombro derecho y me dice: entre el ser de la piedra y tu dasein se interpone el concepto, y yo me doy vuelta, lo encaro con el brazo izquierdo en jarra mientras junto los dedos de mi mano derecha apuntando hacia arriba oscilando vertical3

Advierto que se abren varios frentes, por lo que voy a tener que pivotear; y ello me obliga a invocar macedónicamente al amigo lector capaz de saltar sobre los archipiélagos sintácticos de un autor a quien no lo apena poetizar en medio de prosaísmos tecnicistas, o de lo que fuere.

19

Gabriel Cebrián

mente, y le digo entre lo que me decís y mi capacidad de abstracción se interpone el concepto del concepto, y así sucesivamente, y no hay Descartes, Husserls ni Comtes que puedan quitarme ese nirvánico desprecio por los conceptos. Entre la realidad y yo existe una muralla lingüística, pero eso no es nada. El problema es para los que dan sus blandas cabezas contra los sólidos ladrillos encadenados en lugar de intentar saltarla. Y el salto sólo es posible por fuera del tiempo y del lenguaje. Y de cualquier otra categoría. Fuera con ellas. O sea, en definitiva, para alcanzar el ser en cuanto ser es preciso pastorear, denodadamente, el no ser. Cualquier fakir pelotudo puede dar fe de que cuanto digo es cierto. -Güenas y santas –saluda a la antigua usanza un anciano que acaba de entrar, y ágilmente ocupa la butaca a mi izquierda. Luce bombachas de grafa muy gastadas, de un gris arratonado, camisa a cuadros que alguna vez habrán sido negros, pañuelo al cuello y alpargatas desflecadas. Tiene pelo corto canoso, al igual que la descuidada barba. Pide una caña barata, y cuando se la sirven saca un cigarrillo liado a mano, lo chupa y luego lo enciende con un fósforo de papel, haciendo reparo con la mano izquierda como si aquí dentro hubiese viento. Sorbe un trago de licor, fuma escupiendo la mayor parte del humo por las comisuras e inhalando sólo un poco, sorbe de nuevo y humea otra vez. Luego se vuelve hacia mí, me escudriña con descaro, mira el cuaderno y la birome a mi frente y pregunta: 20

Homo dialecticus

-¿Acaso ej usté un pueta? -No –le respondo, y, con la intención de ver hacia dónde conduce este incipiente diálogo -a sabiendas de que la realidad suele corroborar metalógicamente mis intuiciones- añado: -Intento filosofar. -Ah, pero usté, mocito, es demasiáo joven pa’ filósofo –responde convencido, dando toda la impresión de saber de lo que está hablando. -¿Le parece? -No me parece, estoy siguro. ¿Di ánde va’sacá esperiencia pa’ andá diciendo qué es y qué no es y qué está bien o está pa’ la mierda? -¿A usted le parece que la categoría tiempo puede ser tan determinante? -¡Pues claro! –Supongo que entiende el sentido global de la pregunta, porque precisamente mi experiencia, larga o corta, tiende a demostrarme que algunas nociones finas sólo resultan accesibles a quienes respetan mínimamente los cánones del buen hablar (cosa que no los hace más sabios, sino que generalmente resulta todo lo contrario). -Por eso le digo, estoy intentando. Ensayando para cuando llegue a viejo, si tengo la suerte de llegar. -Ah, güeno, ansí sí, pues. Siga nomá, pratique, pratique, así cuando le iega el saber está preparáo pa’ contarlo. Porque hay dos clases de sabios, ¿sabe? -Ah, ¿sí? -Sí, los sabios que cuentan lo que saben y los que se lo guardan pa’ eios solos. -¿Y usted cuál clase de sabio es? -¿Quién le ha dicho que soy sabio? 21

Gabriel Cebrián

-Vamos, hombre, eso salta a la vista… -No me venga a sobá el lomo porque ansí la cosa va’ andar mal, mozo. No se haga el vivaracho conmigo porque no sabe con quién se está metiendo, pues. -No me hago el nada, mi amigo, y tenga mano que no soy conocido por manso. Yo no aprendí a bailar para no recular, vea. -Por ái me va gustando, mozo. Soy Benigno Pajón, filósofo criollo y cuchillero. Filósofo más por lo filoso que por lo otro, como mi oficio indica. -Una especie de Occam, por lo visto. -¿De qué cosa? -No, digo por lo de la navaja, pero eso es para los lectores. Yo soy Cratilo. Cratilo Bermúdez. -Cratilo, eh… nombre raro, vea. Como un cuñáo mío, que se iamaba Heráclito. -No joda… -No, es la verdá, pues. Las cañas quemadas que noj habremos tomáu con el Heráclito… una vez terminamo’ viendo a los diablos bailando en el maizal. Flor de salamanca, esa güelta… - y comienza a canturrear: Con la diabla en las ancas Mandinga llegó azufrando la noche lunar. Desmontó del caballo y el baile empezó, con la cola marcando el compás. -Aparte es cantor, parece. 22

Homo dialecticus

-Y, si le digo que no, le miento. Despunto el vicio ‘e la vigüela, también. No le digo que soy Falú, pero me acompaño. Soy milonguero, más del palo ‘el Atahualpa. ¿Y usté? ¿Qué le gusta? -No, mire, si le digo se pudre todo. -Sí, me imagino. Por la pinta siguro que le gusta toda esa porquería del ró y esa mierda de lo’ inglese’… -Sí, don, me gusta toda esa porquería, pero mejor hablemos de otra cosa, ¿quiere? -Y güeno, pa’gusto están los colores, dicen. Con lo linda que es la naturaleza… Noto que el viejo deja las frases abiertas, como flotantes; y ese silencio residual parece conferirles una profunda significación a juicios que en sí mismos no tienen tanta. Como si dejaran abierta la tranquera hacia potreros cuya indefinición abre paso a semánticas difusas, aunque por cierto contundentes. Verdaderos cotos de caza por demás aptos para disparar escopetazos ontológicos no viciados de fundamento in res4. Disculpen la recurrencia, pero no puedo evitar volver un poco atrás –debido a esas asociaciones que operan mientras uno muerde la birome y se queda pensando en bueyes no tan perdidos- para retomar la idea del verbo como generador cósmico. El verbo, el habla propiamente, categoría humana si las hay, con toda certitud ha creado este mundo, y me re4

Dudé mucho en graficar con bastardilla el segundo término del latinazgo, porque en el contexto bien podía estar referido a cuadrúpedos patrimonios.

23

Gabriel Cebrián

fiero exclusivamente al mundo humano. El otro, el mundo físico, el teatro en el cual se fueron sucediendo las distintas etapas evolutivas, puede o no haberlo preexistido, según la escuela a la que uno quiera adscribirse, pero a este respecto eso importa muy poco. El lenguaje crea, configura un mundo, pretendiendo establecer un orden que finalmente no hace otra cosa que delimitar una porción del caos y conferirle, de modo fraudulento, ciertas virtudes trascendentales que lo hacen aparecer como cosmos (en el sentido de orden, continuidad y regularidad de los fenómenos perceptibles). Lo que siguió fue una hipertrofia hermenéutica, una focalización creciente en la herramienta en detrimento del objeto; instauración del pecado original, del árbol del conocimiento porfírico, sujeción al tan mentado valle de lágrimas que más que valle parece ser un gran cañón erosionado por milenios y milenios de torrentes lingüísticos cebados por su ineludible impronta autorreflexiva. Y como todo torrente que se precie de tal, tiende indefectiblemente a abismarse. Piensen en ello. -Está todo tragiversado, mire, mozo –dice Don Benigno de pronto, a cuento de nada, o tal vez a cuento de la tercera caña que está echando al coleto. -¿A qué se refiere? -A todo, vea. Ante’ una cosa era una cosa, y otra cosa era otra cosa. Ahura es todo lo mesmo. -Sí, yo tengo una idea parecida, pero me temo que hablamos de períodos de tiempo diferentes. 24

Homo dialecticus

-¿Y cómo iba’ ser, sino? Iá le dije, usté es joven, y no tiene esperiencia. Tal ve’ sea muy léido, pero lo que vale no se apriende con los libro’, no señor. -Tal vez quisiera hablarme de su aprendizaje, entonces. -¿Pa’ qué quiere saberlo? -Pues para capitalizar su experiencia. -No, pero eso es algo que no se puede hacer. La esperiencia es algo personal, mocito. -Ya lo sé; como bien han dicho por ahí, el mapa no es el territorio. Pero si uno es capaz de interpretar el mapa, conseguirá una gran ayuda para no perderse en el territorio. -Eso estaría güeno si el territorio ése que dice juera siempre igual, pero el territorio cambia, m’hijo. Cambia tan ligero que uno no alcanza a cambiar de monta pa’ seguí recorriendo. -Oiga, eso que acaba de decir es fantástico. ¿Acaso se lo dijo su amigo Heráclito? -Le dije que era mi cuñáo, no mi amigo. ¿Y qué tiene que ver el Heráclito con esto? -Nada, nada. Sólo fue una suposición. -Por andar suponiendo estamo’ como estamo’. -Como sea. Pienso que su experiencia puede serme de utilidad. -¿Pa’ filosofar? No creo, mire joven. A lo sumo le podrá serví pa’ no meter la pata en algunoj asunto’, o pa’ aprendé a cuereá y carneá ganáu, o crestiano’, llegáu el caso. -Y bueno, tal vez sea hora de que vaya aprendiendo un oficio. 25

Gabriel Cebrián

-Siguro, pué. No sé como la habrá venido aguantando hasta aquí, pero lo que sí sé es que con la filosofía no va’guantá mucho que digamo’. -Por eso. -Mire, mozo, no mi ande tirando ‘e la lengua, porque puede salir pialáo… Mi primer impulso es decirle que había sido él quien inició el diálogo, preguntándome si era un "pueta", pero opto –obedeciendo a un reflejo mental que me dice intuitivamente varias nociones aconceptuales en una fracción de segundo-, por apostar a la proverbial verborragia gerontológica. Si Gabriel me había mandado al viejo payuca éste, algo debía traer. O sea, más vale que trajera algo. Como yéndome a la pesca, le dije: -No, hombre, no se confunda. Yo no le quiero tirar de nada. De onda, nomás, si quiere me cuenta y si no quiere, ‘ta todo bien, igual. -Hay cosas que iá empiezan mal paridas. Y gente, vio mozo, que arranca pa’la mierda y no hay forma ‘e enderezarla. No sé si tendrá algo que vé con esos que miran las estreias, y te preguntan cuándo naciste... ¿astrología, que le dicen? Güeno, eso mesmo. Capaz, quién sabe... la cosa es que lo primero que recuerdo es cuando al tata lo picó la víbora. Iá había ió entráo a este mundo de culo, vea, tan de culo que la amasijé a la mama en el parto, y nunca la conocí ni en foto. Ahura eran el tata y el agüelo, y al tata no viene una yarará que le salta d’entre unaj bolsa’e papa y lo muerde en el brazo, acá, justo arriba’e la muñeca. Se hizo un tajo con el cuchiio y empezó a darle al chupa 26

Homo dialecticus

y escupe, vio, pa’sacarse el veneno. Y eso endemientra disponía el sulqui, vio, y el agüelo que a las corridas venía con una ristra de ajo, me levantaba en vilo y me subía pa’viajar a Balcarce en busca de medicina. Eran varias leguas, no vaia a creé, mozo. Y el tata empezó a ponerse malo. El agüelo le hacía unas como cataplasma’ con el ajo y se las ponía en la mordida. Iegando el mediodía el sol empezó a rigoriar, nomá, y el agüelo le daba y le daba lonja al cabaio pa’que se apure. Tengo la imagen del tata acá, entre ceja y ceja. Mi primer recuerdo es ése, el tata volando’e fiebre, las gotitas briiantes de sudor en una cara que l’iba cambiando’e color... pa’cuando iegamos, iá estaba muerto. La cosa es ansí nomá, que va uno a’cerle. Entré en este mundo matando a mi madre, y mi primer recuerdo es de angustia y muerte. Iá ve, mozo, que sé de lo que le ‘stoy hablando. Cuando uno arranca pa’ la mierda, es al ñudo andar dándole güelta. La tristeza conseguí sacudírmela, andando por la vida. Lo que es la muerte, me ha seguío todiiito el camino, y me espera aiá, a la final. Dende que tengo memoria la he estáo mirando direto a lo’ojo’, y si hay algo que no le tengo es miedo. Tal vez un poco de rebeldía, nomá, y es eso solo lo que me sofrena pa’ que no vaia y la encare, fierro en mano. De siguro que a la final vuá perdé; pero no se la va’ievar de arriba, le voy a descoyuntá unoj cuanto güesos. Palabra. Bebemos en silencio durante unos minutos, sumido en sus recuerdos él, y yo sopesando las eventuales implicancias de semejante experiencia inicial, 27

Gabriel Cebrián

signada por todos los tópicos propios del pensamiento existencialista desde Kierkegaard5. Sé entonces que he hallado una veta desde la cual podría extraer material más que apto para contradecir, en fulgurante antítesis, el slogan heideggeriano que abre la presente secuencia. Pero para remachar bien el clavo dialéctico más me conviene seguir escuchándolo, y no enredarme en estos análisis tejidos con fibras hiladas en los telares de la contraparte. Don Benigno me escudriña de pies a cabeza, como tanteando el terreno antes de proseguir con su historia, la que al cabo continúa: -Risulta que el agüelo estaba demasiáo viejo pa’l trabajo’el campo, ansí que el patrón se trajo un puestero nuevo. Pero le dio lástima echarno como perro, y nos dejó viví’ en un rancho ieno de pulga y garrapata, y también sacá’ algo de la quinta pa comé. La mujé del puestero por ái traía algo de carne de oveja, y a vece una gaiina vieja, siguro la que estaba por morí, o que iá había muerto, nomá. A la par que ió iba despabilándome de a poco, el agüelo se iba viniendo abajo como la iegua de Sosa, que le dicen. Su salú empeoraba día a día, y ió pensaba, como piensa un gurí, ¿no?, qué diantres iba a ser de mí cuando él se juera igual que el tata. Ansí que lo escuchaba, a la 5

Seguramente desde mucho antes, ya que más allá del desmenuzamiento metódico que estos filósofos pretendieron efectuar, el ser, el tiempo, la angustia y la muerte son nociones derivadas directamente de ese virus extraterreno sobre el que alertara lúcidamente William Burroughs, esto es, el lenguaje.

28

Homo dialecticus

tardecita, matiando al láo del fogón, contar siempre la mesma historia. De cómo se había venío de la España empujáo por la pobreza, junto con los turcos que se emperraban en acrioiarse y vivían cortándose la mano con lo’ facone’, pialándose eios solos, y ansí. Y con los gringo’ inglese, francese y de por ái, que siempre se la daban de dotor, de sabihondo. Y siempre la güelta a la muerte del tata; se echaba la culpa, decía que era un viejo choto que no había podido iegar más ligero, y que esto, y que’l otro. Y que no al ñudo Tata Dios había puesto a la víbora como diablo, que eran uno’ bicho’e mierda y que como el tata era un santo, esa’ jué’puta lo habían dijunteáu. Cosa ‘e viejo, de viejo cansáu y triste. Creo que si aguantó unoj’año sin entregá el rosquete jue por mí, pa’no dejarme solo. Pero claro, eso era lo único que podía apriendé de él. Ansí que cuando tenía sei año, má’o meno, andaba ió correteando por ái. Como era verano andaba en pata (en el invierno el agüelo me ponía uno cuero de oveja atáo con tiento) y me dio por saltá una piedra grande. Al caer del’otro láu me patiné como chorizo en juente’e loza y me juí de culo. Y lo que sigue capaz no me lo va’creé, mozo, pero lo tuve como una señal por el resto’e mi vida: había cáido pisando una yarará, que si no me picó jué porque estaba a punto de parí, y la reventé del pisotón. Como a la mama, pero esta vez sentí que estaba güeno. Las viboritaj estaban ái, desparramadas, briiando al sol. Ió era pendejo, pero no asoleáu, ansí que enseguidita pué entendí que no había sido casualidá. Y m’hice rastreadó de víboraj. A lo primero no encontraba ni una, pero con el tiempo me 29

Gabriel Cebrián

jui haciendo más baquiano. Tenía un fierro largo pa’ ganchearlas, y dispué, de un machetazo limpio, les cortaba la cabeza. Cada víbora que me comía, dispué de pelarla y destriparla, ansí asada con sal, nomá, sentía que lo estaba vengando al tata y también que le hacía honore’ al buen jesusito, sacando un diablo d’este mundo. En eso vuelven a ingresar los pibes a los que un rato atrás les había dado unas monedas para que fueran a jugar al pinball, y vienen directo hacia mí. Uno de ellos me da un teléfono celular –aparatos éstos que me resultan totalmente insufribles-, diciéndome que “un señor” les había pedido que me lo alcanzaran. Lo tomo, sorprendido, en tanto ellos corren de nuevo hacia el juego electrónico, lo que hace suponer que quien me envía el celular los había adornado con unos pesos por el servicio de entrega en mano. No acabo de sacar tal perogrullesca conclusión cuando el celular comienza a sonar. La melodía del ringtone (creo que así le llaman) responde a una clásica milonga campera. Demoro unos cuantos compases antes de dilucidar cuál botón debo presionar para establecer la comunicación. -Hola... -Decime una cosa, boludo (es la voz de Gabriel), ¿quién es ese paisano de mierda? -Avisá, coloráu, ¿dondé hái visto gaiina verde? –Respondo, con el tono más campechano que soy capaz de adoptar. 30

Homo dialecticus

-Ah, te hacés el gil, encima... resulta que te convoco para escribir una obra de vanguardia y me salís con un Don Segundo Sombra encima melodramático. ¿Estás de joda? -Mirá, estúpido, me parece que no estás entendiendo nada, vos. Y aparte, ¿qué es esta invasión vía telefónica? ¿No te parece que me tendrías que dejar trabajar tranquilo y esperar a ver cómo se resuelve el asunto, antes de ponerte a vigilantear de semejante manera? Te voy a dejar bien clara una cosa: yo accedí a hacerte el favor porque justo ahora no tengo nada que hacer, y porque creí que tenía plena libertad para escribir de lo que se me dé la gana. Si no aceptás estas mínimas condiciones, que hacen a mi dignidad y que además están amparadas por la Constitución, pues escribí vos las pelotudeces ésas de las que después te avergonzás. -Cría cuervos... -Mejor criar cuervos que codornices que se la dan de águilas. -Hablando en serio... ¿creés que le podés sacar algo potable al pajuerano ése? -Por si no te diste cuenta, te aclaro que estoy intentando rebatir -o al menos dimensionar de un modo objetivo- unos cuantos pseudo axiomas del existencialismo clásico mediante una exposición de hechos ciertamente existenciales, a través de una experiencia humana simple y pletórica de entidad. Y no me hagas hablar mucho porque se me escapa la tortuga. 31

Gabriel Cebrián

-No te hagas problema, el viejo ése tiene menos sutileza que una pila de guano. -Tené cuidado con lo que decís, a ver si por ahí se te aparece. No me gustaría estar al otro lado de la hoja del cuchillo, en todo caso. -Tratá de meterle acción, o algo verdaderamente interesante. Bastante que cuesta aguantar ese farfullar acriollado que desvirtúa el idioma. -Qué, ¿te volviste purista, ahora? ¿Es otra de las imposiciones a las que te somete el stablishment cultural? -No, sabés que no, pero viste... parece una historieta del Cabo Sabino, o de Patoruzú. -Sabía que eras prejuicioso, pero no me imaginé que fuera para tanto... -Bueno, loco, tratá de levantar el nivel o si no... -¿Si no qué? -Nada, que si no me voy a tener que hacer cargo personalmente del asunto. -Ah, mirá cómo tiemblo... mirá, te voy a decir una cosa: ahora estoy entusiasmado, y voy a seguir por propia decisión, y no por la tuya. Aparte, que quede claro que vos me llamás nada más que cuando se te moja la pólvora, así que no hagas bravatas que estás muy lejos de poder sostener. Sos un pobre perejil que anda por ahí lamiendo el culo de editores y críticos, fijándote permanentemente para qué lado sopla el viento para tratar de remontar tu rotoso barrilete de inconsistencias humanas y artísticas. Hacé el favor, andá a atender las componendas políticas para acce32

Homo dialecticus

der a esa bendita Secretaría de Cultura que tanto te desvela y dejá al exquisito diletante haciendo el trabajo que cuenta, tan ello así que ni siquiera sos capaz de interpretarlo, enceguecido de codicia y arribismo como estás. -¿Algo más? -Sí, idiota; llamame de cuando en cuando para que te recuerde lo tarado que sos. Quiero cortar la comunicación dramáticamente, pero no soy capaz de dar a tiempo con el botón al efecto. En fin, lamento no haber podido rematar la diatriba allegro danzante con un finale súbito. Pero no estuvo del todo mal, ya que me ha permitido esta suerte de remanso psicodélico antes de volver a encararme con los rápidos folklóricos que Don Benigno Pajón debe, casi literalmente, traerse bajo el poncho.6 -Cosa e’mandinga, eso’aparato’e mierda, ¿no? -Si sigue soltando esos tacos, es probable que el fulano que llamó venga y me liquide. 6

Quiero dejar expresamente consignado que la sugerencia contenida en este sintagma, ciertamente sospechosa de recursiva, no obedece en modo alguno a tales improntas; y mucho menos a las inadmisibles coacciones telefónicas recientemente recibidas. Debieran verlo como lo estoy viendo yo, a Don Benigno Pajón, todo de gris, hasta la barba, y con ojos profundamente negros, que miran de modo tal que –como bien parece haber dicho-, ha estado viendo los ojos de la muerte durante largo tiempo. Así tal vez podrían alentar una magra parte de las expectativas que me inquietan.

33

Gabriel Cebrián

-¿Qué mi’habla de soltá qué? Mire, mozo Cratilo, dígale al tilingo ése que iama que pa’blar de mí tiene que venirse y decírmelo en la jeta. -Conociéndolo, no creo que le dé el gusto, mire. Ni el cuero. -El cuero se lo viá sacá si sigue rompiendo las pelota. -Éso, déle, póngalo en su lugar. -Si le falta cuero, que frunza el orto. -Órale. -¿Y cómo sabe el tilingo éste de lo que hablamo’? ¿Tiene cámara, micrófono, o algo, usté? -No, creo que se trata de algo que lo tengo en mi cabeza, o en la de él, o... deje, yo me entiendo. -Había resultáo loco, el potro... ésa es una enfermedá... algo frenia, o algo ansí... -Esquizofrenia. -Eso, esqui... sofrenia. Se le dice así porque hay que sofrenarlo, a lo’ loco, ¿no? -Qué sé yo. Puede ser. -No, pero lo’ loco’ no andan iamándose eios mismo’ por teléfono. A no ser que sea esa locura de ahura, con tanto aparato que inventan... por ái hasta inventaron teléfono’ para que lo loco hablen entre eio, o sea, con eio’ mismo’, ¿no? -Pare, que me va a volver loco. -No, si iá está. ¿Acaso no se putea por teléfono usté solo? Mire, m’ijito, acá hay gato encerráu. -Puede ser, Don Benigno, pero le aseguro que es un minino faldero que ni vale la pena tratar. Sigamos con nuestras copas, hablemos entre hombres. 34

Homo dialecticus

-Ta’güeno, si se va’andar haciendo el taura, pare, que me pongo a temblá y vuá parecé más viejo – ironizó, levantando los antebrazos y simulando parkinson. –Endispué, se cagó muriendo el agüelo; claro, mucho no iba a durá, envenenada como tenía la sangre... pero no le vuá contá mucho porque no interesa, solo le vuá decí que se jue agusanando en vida, vio... también, como vivíamo... no era pa’un pobre viejo enfermo, y estábamo’ negado’ de la mano del Tata Dios y la de loj hombre. Ahí jui a pará con los cura’. Que le dan un plato’e guiso pero bien que se lo cobran, eh, no se vaia a cré. A vece’ me lej escapaba, sobre todo a lo primero, y me rajaba p’al campo a ver si podía cazá una víbora, pero me habían tráido lejo’, y parecía que por acá no había tanta’. Me cansé de buscar al ñudo, solo había unaj culebrita’ que hasta pena daba matarlas, ansí que no me escapé má’. Pero a falta de víbora’, maté un cura. -¿Cómo dice? -No, digo, cuando iá iba pa´los catorce (y si no me habían echáo iá a patada’ era porque me hacían trabajá como un burro), me cansé de uno que siempre me andaba pegando y lo dijuntié. -Ah, ¿sí? -Ansí, pué. Risulta que me dió con lo’ nudiios acá en la crisma, y ió le dije que nu’era mi tata ni mi agüelo pa´pegarme. ¿Que no? dijo, y me’mpezó a pegar patada’ en los tobiio’ y me miraba con cara’e loco asesino. Vo’ so’loco, ió soy má’ loco que vo’, le dije, y lo cogotié. Igual que a la’ víbora’, na’más que no tenía machete pa’ descabezarlo. Ansí que tuve que 35

Gabriel Cebrián

seguí apretando, nomá, y no era lo mesmo. Este cura era grandote y estaba bien alimentáu, claro, como todoj eio’. Era pior que un ternero, casi un cojudo, vea, como se quería zafá’. Ió solo pensaba que si le soltaba, me mataba él a mí, ansí que me agarré de ese pescuezo como si me juera la vida (que me iba, ¿no?) El loco se jue poniendo primero coloráu y dispué azul. Cada vez tenía meno juerza, y ió le apretaba el cogote cada vez más, ia que no tenía que evitar golpes ni nada. Cuando lo solté tiraba pataditas. Las víboras se mueven más. Es más o menos lo mesmo, matar víboras, matar curas... -¿Le parece? -Y, sí, quiero decir que a mí me da lo mesmo. Víboras, o gente jodida, me da lo mesmo. -Ah, gente jodida. No tienen que ser curas, entonces... -No, ¿qué calienta que sean curas o no? Aparte, hay curas güenos. -Claro, por eso le decía. -Así que rajé pal monte y me hice montaraz. Con la esperencia que tenía, de veras que no me costó gran cosa. Ió sabía que por ahí a unaj cuanta’ legua’ había un monte tupido, grande y bien salvaje, qu’es éste que está por aquí nomá, todo por laj’oriiias del río, claro que por aqueios tiempo’ era más grande, vio. -La selva marginal de Punta Lara, dice usted. -No sé cómo le iaman ahura, pa’ nosotro’ era el monte, nomá. Mi’armé un refugio de puraj planta’ y madera, bastante cursiento, pero ió iá estaba 36

Homo dialecticus

bastante acostumbráu. No era muy diferente al rancho en el que se pudrió el agüelo. Lo cierto que por ái iba a tené agua, podía arreglármela’ pa’pescá y pa’juntá alguna fruta o baia silvestre, y agarrá algún que otro animalito’e dios. He comío’e todo, hasta rata’, fíjese. Pero lo mejó venía con la crecida. Era cuando de vez en vez podía agarrá alguna yarará, supongo que laj traían lo’camalote’. Hasta mono’, traían, a vece’. Y una güelta, hacía poco que estaba por ái, sentí unaj voce’. Risulta que eran unos crestiano’ que habían venío a pescá, habían tráido bote y todo. Tardaron un rato en acampá, armá carpa y eso. Los espié desde el matorral, esperando que se jueran en el bote, y cuando se jueron les gané el campamento y m´hice de ropa de abrigo, salame, queso, vino y, lo mejó. Unaj cuanta’ caja’e jójoro’. Claro que me cuidaba’e prendé juego de día, pa’ que’l humo no me juera a delatá. Y los guardaba pa’ lo’ bicho que me daba un poco de asco comé crudo’. Como cuatro invierno’ pasé ái en el monte, escuendío, solo con los animale’ y las estreia’, y con el fantasma del tata y el agüelo, con loj que iegué a conversá como si mesmito hubieran estáo ahí, y capá que estaban, nomá. Quién le dice... -Quién le dice –repito, como asintiendo, aunque no creo que pueda mantenerse individualidad alguna luego del descarne, despojado del grotesco halo de materia en el que se implanta hipostáticamente el dasein. Esta aglutinación de substancias -que trae aparejada la sujeción a determinadas pautas espaciotemporales rígidas hasta la desesperación existencialconfigura las categorías en las que el agente energé37

Gabriel Cebrián

tico se constituye en persona, el que seguramente al momento de la muerte se diluirá en una suerte de marea de conciencia, en tanto los componentes orgánicos, de análoga manera, vuelven a diseminarse en la tierra madre. Pero algo tocado ya por tanto Campari, y atosigado de lenguajes ajustados a semántica y/o telúricos, voy a permitirme este primer remanso mental de una eventual serie: Recreo aleatorio Aquí, sorteando las dentelladas que las fauces del infinito arrojan despiadadas e indolentes de humanos albures... ¿acaso no hay un madero gramatical para asirse en el naufragio del sentido, en la borrasca plagada de vórtices hacia inabordables ultramundos? Peregrino de oníricas vastedades, hago rechinar mis dientes para validar empiries orgánicas ante los fantasmas de lo indiscriminado, y husmeo secuencias que estoy muy lejos de poder ajustar a los sistemas que conciernen a antropomórficas cosmovisiones. Aquí la filosofía es dinámica, todo se respecta a cualquier cosa, y las únicas certezas asequibles responden a una estocástica de dimensiones escalofriantes, tanto más cuanto la inexperiencia y la negación sistemática del tirano exigen asideros ajenos a su ámbito. Es necesario, por lo visto, entonar un mantra y vehiculizar así una estructura sobre la cual viajar, aterido de eternidades, cual si fuese una alfombra mágica.

38

Homo dialecticus

¿Es esto poesía?, me pregunto, apostando a introducirme de lleno en esos universos que el artista invoca, pletórico de quimeras que le sonríen desde lejos, incitándolo a emprender un viaje de dudosísimo retorno. Puedo habitar, entonces, como un advenedizo que mantiene un pie en cada estrato, los territorios vedados al común y receptivos sólo a las conciencias fáusticas. Mas para ello es preciso desnudarse del ser, y aún extirpar de cuajo la pregunta por el mismo. Para ser poeta es necesario alcanzar el ser angélico descarnado, disparar la conciencia como una flecha inconciente de su télesis, pero plena de irrevocable determinación, hacia el ciclópeo ojo de Brahma, cual espermatozoide dispuesto a desencadenar una ontogénesis trascendental. El sueño, la poesía, son sólo propedéuticas de la muerte. La filosofía solamente un placebo demasiado ineficaz a causa de su exasperante obviedad. El ser y el tiempo solamente tienen una resolución posible, que es la muerte, adonde se mellan las navajas mejor templadas. El misterio último y primer motor dinámico de toda lucubración sujeta a orgánicos soportes. Aquí berberiscos dialectos pugnan por expiar la pragmática impronta de originales máculas allí donde el sueño comienza; abrevan del silencio potencias desquiciantes, desvelan una tras otra las cabezas del Cerbero, atosiguan al sentido en sangrías afásicas derramadas sobre ídolos de arcillosos basamentos. 39

Gabriel Cebrián

Aquí el soplo de lo eterno licúa toda humana componenda; sílfides ideas engarzan con su epifanía guirnaldas de luces trémulas en la tormenta y se respectan en fractales prismas, haciendo añicos el espectro de lo posible, arrullando ensueños que jamás serán avatar de nada. Aquí donde los ecos responden novedades y el verbo, cual radiación estelar, expande infinitas polisemias desde su centro más quieto, renuevo a mi fantasma tan infectado de credos y dogmas y contumaz de metódicas asechanzas.

-Tá güeno, mi amiguito, parece que tiene pasta ‘e filósofo, nomá. Fíjese que cuando piensa pone cara’e dolor de muela, vea –dice de pronto Don Benigno, arrancándome de estos topos uranós en los cuales, igualito que el propio Platón, no puedo despojarme ni por un momento de mis taras explicativas. -Me gustaría saber qué fue de su vida cuando salió del monte; porque algún día tuvo que salir, ¿verdad? -Pues sí, m’hijo, claro que salí. Y tal vez no haya sido la mejó idea que tuve, no señó. Iá dispué de 40

Homo dialecticus

unaj cincuenta luna’ el bicho me’ntró a picá juerte, vio, y a eso nu’hay con qué darle. Tá bien que me iame Pajón, qu’eso lo heredé del tata, pero iá estaba cansáu de darle a la paja. Ansí que empecé a rumbiá pa’ la Nueva Ior, acá nomá en Berisso, que por aqueios día’ se ienaba de gente, y podía pasá discreto; aparte que nu’era el único piojoso que andaba por áhi pidiendo limosna. Pero como más que la limosna me interesaba ponerla, siempre me paraba cerca’e los cabarés, pa’ver si conseguía que una puta me diera calce. Pero no. Lo más que conseguí fue una vieja piojosa como ió, Carmen, se iamaba, que nomás me la cogí se hinchó toda, como de alergia, que le dicen, y me sacó a chancletazos del rancho, diciéndome que era un sucio, que quién sabía que diantres le había contagiáu. Y ió que veía la maldición de la víbora, que concha que se me acercaba salía pa´la mierda, desde la mama en adelante, pué. Y más entuavía cuando la conocí a la Enriqueta, la hermana del Heráclito, que a lo primero estuvo bien, pero a la larga me cuerneó y se jué con otro. ‘Tonce me convencí: las mujere’ eran como las víbora’, propiamente. No al ñudo la lengua de las ponzoñosas tiene la misma forma que la horqueta de la mujé. En eso los cura’ tenían razón, vea mozo. Jué la víbora -o la mujé, que es lo mesmo-, la que lo cagó al pobre Adán como de arriba’e la planta, que así dicen que jué como sucedió. -Espere un poquito, hombre, no debe ser para tanto. No está bien que por una mala experiencia... -¿Qué me viene a hablá usté de esperiencia, mocoso? ¿Acaso no dejamo’ claro que la esperiencia 41

Gabriel Cebrián

estaba de mi láu? ¿O se cré que va a vení un pendejo a decirme a mí que la’ mujere’ son güena’? Déle, ande nomá con esa’ víbora, y va’vé que endispué no va a serví ni pa’repuesto’e loco. -Bueno, algo de eso nos pasa a todos, alguna vez en la vida, pero no creo que siempre tenga que ser así. Aparte, si les pregunta a ellas sobre nosotros, van a decirle algo muy parecido. -Claro, si le va a pedí al aguilucho que le cuide los poio’, siguro le va’decí que es güeno, y que no se va a comé ninguno. Creamé, m´hijo, tordo que se para en esa horqueta sale desplumáu. Para un laó o p’al otro; y aunque algún tirifilo se la ande dando de padriio, si jode con víbora’ tarde o temprano sale picáu. Y atenti que déso ió se bastante, de laj víbora’ que se arrastran y de las que paren crestiano’. -Está bien, debe ser como usted dice –me avengo, no quiero entrar en polémicas, y menos cuando no estoy muy seguro de tener razón. Cavilo que los propios Schopenhauer y Nietzsche estarían en un todo de acuerdo con Don Benigno, y que generalizando, cualquier hombre masculino que ostente estructuras mentales rígidas debe sentirse intimidado ante la azarosa configuración mental de la psiquis femenina, la donna é móbile..., etc. etc. Pero dos interrupciones operan simultáneamente, dado que Don Benigno comienza a decir que, no obstante lo que acababa de manifestar respecto de las mujeres, había conocido una que, a pesar de su condición femenina, lo había salvado de una vida rastrera y miserable. Y no alcanza a dar precisión alguna sobre ella, porque vuelve a 42

Homo dialecticus

sonar el teléfono. Atiendo, a regañadientes, sobre todo porque siento que la llamada entra justo en un momento determinante, un punto de inflexión en el diálogo. Tal vez debido a ese anhelo muchas veces inconciente y casi siempre utópico de hallar alguna vez la mujer adecuada. -Hola. -Mirá, Cratilo, sinceramente me reprimí varias veces antes de llamarte, hasta que no aguanté más. No sé si te das cuenta, pero vivís generándome problemas de todo tipo. -De tipo social, querés decir. -Bueno, sí; si querés, decilo así. -Ya sé, me vas a salir con la cuestión de la misoginia, y eso, ¿verdad? -Según todas las encuestas, las mujeres leen mucho más que los hombres. -¿Y eso a mí que me importa? Dos cosas, te digo: la primera, es que las mujeres suelen leer más, sí, pero leen muchísimas más pelotudeces, libros de autoayuda, horóscopos truchos, y toda clase de gilada romántica... -Ah, sí, porque los pocos hombres que leen, leen solamente a Foucault, y los clásicos, ¿verdad? -Dejame terminar, y no recaigas en sofismas. La otra cosa que te quería decir, es que si querés asegurarte el mercado femenino, buscate un alter ego puto, o hacete transexual (en un sentido físico, digo, porque mentalmente ya estás castrado, por lo que se ve). Y ahora levantame cargos por hacerte fama de homofóbico, dale. 43

Gabriel Cebrián

-La verdad, no sé por qué te sigo aguantando. -¿Será porque a vos se te licuó la tinta? O en este contexto, tal vez debí decir la esperma... -Otra de las cuestiones es ésa, la bajada de nivel que estás mostrando, desde lo formal hasta los contenidos. Hay veces que me aterra la liviandad con la que encarás tópicos filosóficos trascendentes, y cómo desdeñás pensadores que dedicaron sus vidas enteras al estudio de asuntos que vos, descaradamente, asumís con una falta de bagaje total y encima con un diletantismo casi adolescente. -Ah, bueno... justo vos me venís a decir eso, el campeón mundial de peso pluma.Ya te olvidaste que te pasaste veinte años tocando, arreglando y hasta componiendo estúpidas canciones pop sin haber pasado siquiera por la puerta de una escuela de música... por favor, Gabriel, dejate de joder... y después, ante la evidencia de tu mediocridad en ese campo, te las diste de escritor sin los mínimos rudimentos de gracia y estilo, y eso sin entrar a hablar de profundidad, por cierto. Sabés qué pasa, que de lo poco que juntamos entre los dos, yo por lo menos no malgasté mi parte a cambio de esas prebendas socioculturales que te preocupan tanto. Y disculpame, ¿no?, si lo que te interesa es desarrollar una obra literaria, no creo que estas discusiones de entrecasa vayan a aportar algo. A nadie, sea mujer u hombre, le puede llegar a interesar mucho que digamos esta mutua exposición de taras. -Dejame poner en tu conocimiento que mucha gente, a lo largo de todo el país, sigue interpretando muchas de mis canciones sin saber siquiera quién fue 44

Homo dialecticus

el que las compuso. Eso es algo, y algo que no tiene que ver con el ego, en todo caso, es una suerte de satisfacción transpersonal. A veces con poco se puede hacer mucho, la simpleza no descarta la belleza, sino que hasta es capaz de realzarla. -Del mismo modo, yo puedo argumentar que la simpleza no opaca la verdad, sino que hasta es capaz de iluminarla. Si ambos odiamos los galimatías, no sé de qué te estás quejando. -Yo no hablé de odiar los galimatías. O bueno, los galimatías tal vez sí, pero no es lo mismo. A veces el proceso reflexivo requiere una cierta complejidad de formulación, sin la cual el cacumen queda en el aire, como sucede con tus pseudo razonamientos. -Para mí resulta evidente que desde esta posición humana, enclavada en materia, forma, tiempo y espacio, el cacumen siempre queda “en el aire” –aunque esta locución me resulta poco feliz, tal vez sería mejor decir sin sustento, o algo por el estilo. Pasa que recién estoy en la tesis, si no me dejás avanzar, es como si estuvieras hablando de Hércules observando solamente su sandalia. -Tratándose de vos, hubiera sido más atinado referirte a la sandalia de Empédocles. -No, ésa es de tu medida. Jamás me atrevería a disputártela. Si acá hay alguien capaz de incinerarse con tal de mantener su prestigio, ése sos vos. Pero ya vez, solos o a dúo, somos incapaces de evitar la recurrencia a anecdóticas inconsistencias. Lo que quería decirte es que quiero demostrar, aunque más no fuese en el campo emocional, que el conocimiento trascen45

Gabriel Cebrián

dente no puede alcanzarse desde un ánima sobrecargada de esa excrecencia metafísica que supone el organismo planetario. Y joder, tal vez así toque una cuerda new age y consiga que varias tilingas compren tu libro. Con lo que doy por terminado el diálogo. Sin apartar la vista del vaso de caña, Don Benigno me reconviene: -Mire, mozo Cratilo, o habla conmigo o habla con el paiaso ése que lo iama por teléfono. Una de dos. Y asigún ió lo veo, le conviene má’hablá conmigo, no sé usté que opina... -Por supuesto que estoy de acuerdo, claro que me conviene más escucharlo a usted que al idiota éste. -Iá, pero risulta molesto como piojo’e lechuza, fíjese. Tal vez debiéramos darle un escarmiento, pa’ que se deje’ jodé con tanta patraña. -Yo preferiría ignorarlo, dentro de lo posible. Es decir, me gustaría mucho más que me cuente lo que justo iba a decir respecto de una mujer que cambió su vida en un sentido positivo. -Tá güeno, pero ésa es una historia medio larga. -Por mí está bien, no tengo nada que hacer por el momento. Si usted dispone de tiempo, me encantaría oír esa historia, por larga que sea. -Si es su voluntá... pero dispué vamu’a darle su merecido, al ladino ése que si’anda escuendiendo detrás del teléfono, pues. 46

Homo dialecticus

-Perfecto, me parece un buen programa de actividades. Comencemos con el primer punto. -Si me va’empezá a boludiá como si esto juera una asamblea, no le cuento nada, mire. -No, déle, era una forma de decir, nada más. -Güeno, la cosa empezó cuando la Enriqueta se la dio de finoli y se jué con un caudiio’e la política. Al Heráclito (el hermano, ¿se recuerda?) no le gustó ni un carajo, tampoco, pero cuando me decidí a ir a reclamarla bien que se cagó y me dejó solo. Ansí que dolido y boliáu como dice el gaucho Fierro del crestiano enamoráu, agarré y me juí pa’l cabaré ande la tenían trabajando’e puta, a la estúpida. Me la quise ievá a la juerza, pero vinieron los matone’ y me dieron una paliza que ni en lo’ mejore’ tiempo’e lo’ cura’ me habían dáu. Tantito que me dejaron por muerto, vea. Pero siempre jui duro, sobre todo’e la testa. Me tiraron al canal de acá a unaj cuadra’, que desemboca en el río, vio, y por suerte caí con la narí ajuera’el agua, que si no no le’staría contando ná de esto. Y ahí mismito jue donde m’encontró ñá Candelaria, una culandrera qué no sé cuántoj’año’ tendría, pero parecía que los tenía tuitos. No sé como hizo, pero de algún mdo se laj ingenió pa’ievarme a su rancho. Cuando me disperté, me dolía hasta el pelo, vea. No podía ni abrí loj ojo’ de lo hinchaú que estaban. Pero me di maña pa’ mirá por la rendija. Estaba acostáu en un camastro casi tan piojoso como el que teníamo’ con el agüelo, pero no importaba. Aparte, iá estaba acostumbráu a eso. También había virgencitas, corazones de Jesú y tuitaj esa’ cosa que iá me tenían podrido dende que me pu47

Gabriel Cebrián

sieron con loj cura’. Y una jaula con un caburé, bicho jodido que me miraba que parecía el mismo mandinga. Lo último que me ricordaba eran la’ luce’ que veía mientra’ los jué puta me daban palo. Y los palo’ no me dolían, fíjese Cratilo, lo que má me dolía era el desprecio’e la Enriqueta, si seré asoliáu. Me quise levantá y no pude. Ansí que m’eché a iorá como un gurí. Y endispué a preguntarme quién me había ieváu ahí. Los cura’ no podían sé, porque nunca vi a denguno d’eios viví en un lugá tan pobre como ése, ansí que se mi acabaron laj idea’. Lo único que podía hacé era esperá a que apareciera la persona que al parecé mi había salváu. Y no se hizo esperá mucho. Entró la vieja, secándose la’ mano’ en un delantal; era bastante alta, tenía una piel escura y unoj ojo’ medio pardo que te miraban fijo, casi como laj víbora, vea, y la verdá, no sé si por lo’ palo que me habían dáu o quién sabe por qué, se me jué todito el coraje y m’eché a iorá otra vé. ‘Tonce me dijo que me dejara’e mariconada’, que no era un gurí y que si no me portaba como macho m’iba a tirá a la zanja de güelta. Endispué se acercó, me bajó loj calzone’ y me agarró el bicho, le tomó el peso con la palma’e la mano y dijo y güeno, no es gran cosa pero capá que sirve p’algo. Y me la empezó a sacudí. Ió no quería sabé nada d’eso, estropiáu como estaba, pero la vieja sabía lo que hacía, sí señó. Flor de paja, m’hizo, y se lo dice Benigno Pajón, nada meno’, que de eso sabe bastante. Y dispué dijo La mierda, que tenía afrecho, el mozo, Con razón se anda haciendo rompé’l alma buscando puta’. Y se golvió a limpiá laj mano’en el delantal. 48

Homo dialecticus

Endispué se presentó, me dijo qu’era culandrera y que ahura mi vida era d’eia, porque ió había estáo jugando un truco con San Pedro y eia me había reclamáu. Me pareció justo; y risultó ser que dispué de semejante paja, la Enriqueta iá no m’interesaba tanto. Vio mozo, cómo son laj cosa’: cuando es pendejo, uno se cré que está enamoráu y en realidá lo único que quiere es echarse un güen polvo. Ni bien me jui curando, que para eso también Ñá Candelaria era güena, mi’empezó a mos-trá sus oficio’. Lo primero qu’hizo jué decirme que ió tenía envenená la sangre, y que hasta que no lej diera el güelto a los que mi habían maltratáu no iba a podé viví en paz. Ansí que agarró unoj iuio’, empezó a rezá y a frotárselo’ a un facón. Dispué me dijo que ahura, con ese facón, naides m’iba a pisá el poncho otra vé. Y qué quiere que le diga, me los cargué a loj matones del cabaré, le corté la jeta a la Enriqueta para que se recuerde de mí cada vé que se vea al espejo, y gracia’ a esa magia estoy acá, luego de tantoj entrevero’, con-tándole la historia. Si no juera por esa magia, iá es-taría viendo crecé los rabanito’ dende abajo, como quien dice. Y otra cosa que no le conté, es que Ñá Candelaria era vieja, sí, pero estaba bastante güena a pesá de la edá. Y le gustaba darle como loca, ansí que jué de lejo’ la mejó hembra que tuve, aunque me traía a culazo limpio tuito el día. Y si el amigo me iegaba a mañereá, sabía muy bien que hacé y qué iuio’ darme pa’ponerlo como estaca.

49

Gabriel Cebrián

50

Homo dialecticus

Antítesis Metafísica brujeril El hombre es el pastor del no ser La pregunta filosófica por el origen y por la naturaleza del lenguaje es en el fondo tan antigua como la pregunta por la Naturaleza y por el origen del ser. Ernst Cassirer a) El ente no necesariamente comporta substancia. ¿Acaso un supratrascendental puede estar sujeto a burdas manipulaciones de orden conceptual, finalmente lingüístico? ¿Hasta dónde llegaremos, aún después de todos los ultraísmos y las vanguardias gnoseológicas, montados en ese afán de constreñir la existencia al corset de vocinglerías ajustadas a métodos resultantes de su propia essentia? Existe un orden natural, por cierto, al que deben acomodarse los pobres dasein arrojados a superestructuras cuya complejidad exorbita malamente su endeble oposición neurológica sustentada por frágiles báculos semióticos. Y como con fijeza bovina nuestro género ha quedado obnubilado por el capote -en tanto el estoque pende amenazante desde zonas ajenas al señuelo- el desastre 51

Gabriel Cebrián

tarde o temprando sobrevendrá; tanto más si tenemos en cuenta que los intentos de aprehensión metafísica ensayados por fuera de la sintaxis acotada y dominante suelen resolverse en fruslerías de patética inconsistencia, y a través de fantoches que pretenden discernir antiguas sabidurías afónicas sin advertir que el estigma silogístico-inductivo poluciona y finalmente invalida sus ingenuas ponendas, salvo las honrosas excepciones que seguramente existirán, pero que devienen inoperantes por cuanto el árbol del conocimiento no crece en la aridez de los desiertos infectados de un sentido quizá propio para satisfacer instintos –esos tiranos de la carne-, pero que nos deja en ascuas en lo que atañe a la inmensidad que queda fuera de la burbuja analítica. Y creo que éste es el momento oportuno para rematar este arduo párrafo con un mantra: Om. Tal vez el mundo sea el mandala de Dios, y así, en concentraciones concéntricas, la creación opere en emanaciones de corte plotiniano derivadas de ejercicios zen ejecutados según sus niveles en los diversos estratos. En todo caso, parece obvia la influencia brahmánica en el pensamiento de este platónico envuelto en túnicas tibetanas, en sus ideas trascendentales teñidas de azafrán y ungidas entre ceja y ceja. Pero ahora resulta que estoy con un experto en chacras y no en chakras, voto a la anfibología, así que guardo mis viejas y ajadas pancartas glotológicas, no sin antes advertir que si el lenguaje es –como dijo Heidegger- “la casa del ser”, esto está muy bien para los agorafóbicos, y ciertamente dan ganas de serlo, por52

Homo dialecticus

que los arrabales alrededor de esa casa son muy, pero muy azarosos. -Oiga, diga, ¿le molestó que le haia contáu cómo me la culiaba a la Candelaria? -No, hombre, nada de eso; estaba pensando boludeces, nada más. -Ah, cierto que usté ej un filósofo. -Ni tanto, vea. Sólo pienso boludeces de ese tipo, ya le digo. -¡Si eso mesmito ej lo que hacen tuitos los filósofos! -¿Le parece? –Inquiero, dejando trasuntar de la propia pregunta algo parecido a una descalificación, aunque ese no había sido mi propósito. -Mire, m’hijo –comienza a argumentar de modo que trasunta a su vez que había acusado el aire descalificador de mi pregunta-, tal vé ió no haia léido mucho, pero no mi’hace falta comé mierda pa´sabé que no me gusta. Tuito’ eso’ tirifilo’ que nunca si’han tenío que ganá la vida y se la pasan mirando por la ventana, escribiendo pajereadas y tocándose el pito, no saben ná de la vida, no señó. Y complican las cosa’ al punto que lo blanco risulta negro y lo negro blanco. Son paiaso’ de circo haciéndose lo’ serio’ y mirando dende arriba a los que se pelan el ojete pa’ alimentarlo’, parásito’e mierda. Mire, no se ofenda, pero se me da como que usté es demasiáo inteligente pa’ filósofo. Lo qui hay que sabé de la vida, se apriende viviendo, y lo qui hay pa’sabé de la muerte se apreiende muriendo, o matando. No tiráu en un siión 53

Gabriel Cebrián

dándose aire’e sabihondo y haciéndose puñeta’ mentale’. ¿M’entiende lo que le quiero decí? -Ha sido muy claro, desde luego. Y sabe qué, creo que tiene razón. -Tá güeno. Mejó ansí, pa’usté, digo. Ahura, si se deja’e jodé con eso’ bolazo y con el tilingo ése que lo iama por teléfono, por áhi me tomo el trabajo’ enseñarle lo que me enseñó a mí Ñá Candelaria, la culandrera. –Debo haberlo mirado con estupor, porque suelta una carcajada y añade: -No se priocupe, no me lo vuá culiá, se trata de otra cosa. -¿Acaso esa Ñá Candelaria le enseñó sus artes de brujería? -Y de no, ¿cómo cré que puedo estar acá, compartiendo unoj trago’ con usté en un lugar que, asigún parece, está siendo pensáu por alguien má? -Usted también afirma que no existimos... -No se haga el boliáu porque ‘tonce le vuá dá la razón al tilingo ése del telefonito, vea joven Cratilo. A la final usté no entiende su ventaja. -¿Ventaja? ¿Qué ventaja? -La que tiene sobre él, que la va de que maneja tuito, y eso. -La verdad, Don Benigno, no lo entiendo. -Mire que es lerdo, m’hijo... la ventaja que tiene sobre él es que el muy opa se cré que noj ha inventáu. No sabe que esistimos. -A estas alturas mi noción de existencia experimenta una crisis que ni le cuento, vea. -Ve, mozo, ése mesmito ej el vicio’e los filósofo’. Agarran cualquier cosa normalita, simple, y la 54

Homo dialecticus

dan güeltaj hasta que se pierden. Es demasiáo sencillo: el tirifilo se cré que inventa, como se dice, en el aire. De lo que no se da cuenta es que haciendo eso, abre una puerta. Y ahí aparecemo’ nojotro, alguno’ porque nos iama diretamente, como ej su caso, y otro’ venimo’ porque nos da la gana, como ió, por ejemplo. -¿Entonces qué somos? ¿Apariciones? ¿Fantasmas? ¿Acaso vivimos alguna vez y ahora somos ánimas en pena, a la orden del primer imbécil con aires de autor? -Iá se está iendo pa’ cualquier láu... me priegunta a mí qué somo’, y si le pregunta lo mesmo a cualquier hiju ‘e vecino le va’decí somoj hombre’, o somo’ serej humano’, y la pura verdá es que no tienen ni idea de qué diantre’ son. Hay toda clase de animale’ en loj corrale ‘el Tata Dios. Alguno’ se ven entre eio’, otroj no. Algunoj viven en un mundo, otroj en otro, y ansí. Pasa que a vece’ eso’ mundo se pueden tocá, y ‘tonce alguno’ se crén que se han güelto loco’ y los demá’ que no alcanzan a vé, loj encierran, y eso. Qué esiste y qué no esiste, ej una apuesta juerte, m´ hijo, y pensando no va’iegá a dengún láu. -No me queda claro qué es lo que somos “nosotros”, según usted –digo, focalizado en la pregunta metafísica que sin resuello me viene atosigando desde que Gabriel me dijo que yo era solo una lucubración suya, y que ahora eclosionaba con la ciencia telúrica que aquel payuca parecía ostentar. -¿Qué somo’ nojotro’? ¡Qué sé ió que diantre’ somo’! Tampoco sé lo que son esto’, aqueio’ y lo’ de máj aiá. Esa priegunta está pa’cérsela al Tata Dios, 55

Gabriel Cebrián

pero no créu que le vaia a contestá. Pero pruebe, quién le dice... ió soy un cazadó de víbora’, y ujté un filósofo. Eso ej tuito lo que sé. Y sé que estamo’ aquí en el sueño de un opa que la va d’escritó, y que ésa es la ventaja que le decía. Él se cré que nojotro’ no esistimo, y tal vé tenga razón. Lo que no sabe ej qu’el tampoco esiste, sueña y sueña que sueña, y se cré que maneja la cosa, y cuando está dispierto (aunque es un dormío) lo controla a ujté, y lo maneja. Ni se piensa que lo podemo’ agarrá y manejá a él cuando duerme. Ahí nomá noj aparecemo’ y l´escupimo’ el asáu. -Oiga, eso que está diciendo no vale un comino. Si es como usted dice, ahora mismo está tomando razón de su maniobra. -No se ofenda, joven Cratilo, pero otra vé mi está pareciendo que ej un poco lerdo, pa’ filósofo. Dos cosa’ le vuá decí: la primera, es que ahurita mesmo está durmiendo, no vuá ser tan boliáo, ió; y la segunda, si hubiera estáu dispierto, ¿qué va’cer? ¿No va a dormí má? Tarde o temprano se va’quedá dormío, y ´tonce lo agarramo y lo hacemo’ cagá. -Claro, pero de ese modo perderíamos el factor sorpresa. -Puede sé, pero ganaríamo’ en otra cosa. Ganaríamo en el julepe que la va´dá; sabiendo que cuando se duerma le podemo’ caé encima, se va’ golvé loco del cagazo, nomá. -Sí, eso es cierto. Y dígame entonces, Don Benigno, ¿por qué se toma el trabajo de venir a darme una mano en este asunto tan... qué sé yo... extraño, por decir algo? 56

Homo dialecticus

-Eso tampoco lo sé. Ió ando por áhi, viviendo de sueño en sueño. Ante’, juí cazadó de víbora; ahura puede decirse que soy cazadó de sueño’. Eso jué lo que m’ enseñó Ñá Candelaria. Cazando víbora’, cazando gente, me iba a morí cazáu como loj otro’. Lo que m’enseñó Ñá Candelaria, entre polvo y polvo, jué eso, que cazando sueño’ jamá m’iba a morí. Preste atención, mocito, qu’ese ej el gran secreto. A algunos los paren laj hembra’, a otro’ loj paren lo’ sueño’. Yo juí parido d’hembra, y eso iá se lo conté, y luego me tuve que golvé a parí dende un sueño. Ujté tiene otra facilidá, usté jué parido diretamente de un sueño. Y jué parido ansí, con aire’e filósofo, medio tarambana, borracho y mal comportáu. Ahura parece má tranquilo, má reposáu... pero eso mesmito ej lo que su amo le ´ stá marcando. Iá va siendo hora de que haga la suia, ¿no le parece? -Desde ese punto de vista, sí. Sucede que siempre pensé que era eso lo que hacía. -Eso es lo que tuito el mundo piensa, pero le asiguro que cualquiera sea el corral, son poco’ lo' baguale’ que vamo’ quedando. Alguno’ tenemo’ la suerte de que alguien noj aparte ‘e la manga y noj abra la tranquera, como jué mi caso con Ñá Candelaria, y como parece ser el suio ahura mesmo. Y creamé que si con la facilidá que ujté tiene, que iá se la dije, no aprovecha que l’estoy abriendo la jaula, se va’ segurá el puesto de maior chambón de la historia. Bebo un trago generoso de Campari, y enciendo un cigarrillo. Ambas sustancias se sienten bien, 57

Gabriel Cebrián

están muy bien, para mi organismo o lo que sea que experimente estas sensaciones. Si yo soy meramente una proyección mental, soy una capaz de gozar firme y concretamente de tales delicias. Pero por más que me esfuerzo denodadamente, no puedo hallar una maldita prueba objetiva respecto de la impertinencia de dichas sensaciones en individuos descarnados, ya que como bien señalaba Don Benigno, ¿acaso en los sueños no pueden experimentarse sensaciones de todo orden, incluso con más intensidad que en la propia y siempre supuesta vigilia? ¿Acaso la vigilia misma no parece ser sino una ilusión, velo de Maya, y toda esa simbología que reduce las certezas concientes a un maléfico engaño que opera como tamiz divino para separar paja de trigo? Hay algo muy sugestivo en la sabiduría rústica de Don Benigno: el animus puede valerse muy bien por sí solo, mucho mejor aún si no deambula por los meandros de la eternidad llevando a cuestas un detestable despojo de materia orgánica, sujeto a enzimáticas descomposiciones. Lo que hace plausible que las energías conformadas a partir de grotescas estáticas cerebrales puedan conservar su individualidad una ver proferidas a la inmensidad del éter. Tal vez hasta sea menos extraño de asumir que la misma creación de humanos propiamente dichos, más complejos por cuanto al factor energético se le suma el grosero halo de materia que lo aprisionará durante un tiempo. Aunque como se dice por ahí, la propia materia parece ser solo una frecuencia vibra-toria determinada. En todo caso, no deja de abonar la posibilidad de mónadas desprendidas de esas usinas 58

Homo dialecticus

de carbono que, entre sueños y fantasías, van configurando nuevas modalidades del ser, tanto o más operativas que las que las generaron, y así la cadena hasta un primer pensador no pensante, émulo conceptual del primer motor inmóvil aristotélico, pero acotado a procesos más mentales que físicos (que es como mirar distintas caras de un mismo poliedro, porque como acabo de recordar, la propia materia parece ser solo una frecuencia vibratoria determinada). Tal las cosas, me enfrasco en analizar nuestras aparentes realidades (la de Don Benigno y la mía propia) desde un punto de vista escolástico, ya que las mismas parecen absolutamente análogas al postulado tomista que supone espiritualidades puras e impuras; la espiritualidad de él parece más impura, al haber tenido un origen orgánico. La mía parece ser más pura en ese sentido, por cuanto, a pesar de la ilusión, yo jamás habría tenido un cuerpo. Lo cual a simple vista parecería una ventaja, pero hay demasiadas zonas oscuras -aún para mi sutil entendimiento- que me impulsan a descreer de esta apariencia. Y a continuación, febrilmente, comienzo a considerar las nociones de nous, pneuma, psiché, y luego, tras un simple paso abstractivo, las de logos, tao, geist. Espíritu individual y espíritu objetivo, Macro y microcosmos, analogías de proporcionalidad y de atribución, etcéteras y puaj. Sólo una cosa me queda clara: la incontestable afirmación de Don Benigno, cuando señaló Qué esiste y qué no esiste, ej una apuesta juerte, m´hijo, y pensando no va’iegá a dengún láu. 59

Gabriel Cebrián

-Sabe qué pienso, mozo Cratilo... que ése hij’ unagran puta que lo ha criáu, no tuvo otra intención que la de purgarse de tuita esa mierda filosófica que se le quedó atorada, y ahicito se la manda pa’ que se la trague usté. -Sabe que no lo había pensado de ese modo, pero ahora que lo dice, parece obvio, sí. -Y risulta que sigue dándole el gusto, ¿no? -Y, parece que la forma en que lo paren a uno es determinante, ¿no? A usted le dio por matar víboras, a mí por colgarme de pasamanos dialécticos. -Ta güeno, pero ió mato bicho’ venenoso’, usté se traga el veneno. No es lo mesmo. -¿Acaso se puede cambiar? Digo, si uno ya nace con una impronta, ¿puede cambiarla así como así, con un simple acto de volición? -En su caso, no es cuestión de cambiar la im... güeno, eso que usté dijo. Lo que quieren lo’ filósofo es sabé’, ¿no? Güeno, lo que hacen dispué es tratá de averiguá cómo es que se sabe, y eso no es sabé. Sabé ej otra cosa. Ej como si quieren ir a un pueblo y se quedan oservando el camino, cada güelta, cada árbol, y dispué cada piedra, y cada grano de polvo, y ansí, hasta que se pierden en tuita’ esa’ cosa’ y no iegan má; y no tienen cómo iegá, porque se confunden de ojetivo. Y si por casualidá, dispué de tanta güelta, iegan a ese pueblo, se ponen a pensá en que cómo puede sé, que la piedra de junto al ombú grande señalaba pa’ otro láu, que’ ntonce’ ese pueblo no puede estar ahí, y que debe ser una mentira, y que ‘tonce, no esiste. Son como cabaio’ con antiojera’, que sólo pueden vé 60

Homo dialecticus

en la direción que se les dice de antemano, y que casi siempre está equivocada. Ansí que no tiene que cambiá nada, joven Cratilo; solamente tiene que dejá de pensá cómo carajo sabé y sabé, diretamente. -¿Así de simple? -Y, mire, se lo digo por esperiencia... cuando uno se deja de pensá cómo sabé y empieza a sabé derecho, la’ cosa’ se ven tan simple’ que uno se iega a sentí un idiota. Tengo un reflejo mental que me impulsa durante unos segundos a “analogar” esa teoría a doctrinas intuitivas y fenomenológicas, pero por suerte advierto a tiempo la argucia que estaba intentando perpetrar el mismo intelecto que debía expurgar, ante la palmaria evidencia de que estaba perdiendo la brújula por mirar los elementos del camino, tal y como Don Benigno acababa de advertirme que sucedían las cosas. A pesar de recaer en etiquetas, decido asumir aires teleológicos. No estoy dispuesto a volver a enredarme entre engranajes mecanicistas. b) La entidad objeto de toda empirie es solamente el producto ilusorio de un determinado consenso. -¿Y qué fue de Doña Candelaria? –Pregunté, más que nada por decir algo. -¿Murió? -Y, lo que se dice morí, no murió, usté sabe cómo son esaj cosa’. Entregó el rosquete, sí, y jue una suerte pa’mí, porque iá no daba má de darle y darle a 61

Gabriel Cebrián

la sin güeso. Ahura anda por áhi, entre lo’sueño’ de la gente, aiudando, o perjudicando, asigún el caso. Claro que con tanto’ podere’, anda haciendo de la’ suia’ en otro’ lugare’, máj arriba, ¿m’ entiende? Aunque de tanto en tanto se da una güelta pa que se la mueva otra ve’, pero eso ej como soñando y no me cansa tanto, vea. Más que encima se me viene con otro cuerpo, que dan má’ gana de darle; supongo que es eia mesma cuando era joven, ansí que me da un entusiasmo bárbaro cuando se mi aparece. -Ahora, dígame, ¿no son demasiado carnales, para espíritus, ustedes? -¿Y de áhi? ¿Qué me va’ decí, que me vuá í al infierno porque me gusta sacudirle a la Candelaria? Déjese de macana’, hombre; acá como en cualquié parte laj cosa’ linda’ son linda’, y usté lo sabe. Bien que cuando se la pudo meneá a la pendeja ésa, le sacudió como en bolsa. Y diga que ese tilingo que lo maneja no le dio má oportunidá, porque de no, se pasaba tuita la esistencia emporronándola, a la gurisa. Diga si nó... -Eso pasó hace mucho, ya. Si es que pasó alguna vez. Ciertamente me hallo bastante perdido en cuanto a saber qué cosa efectivamente ocurrió u ocurre y cuál no. -Ve que no puede sacarse ni un momento el vicio ése’ e la filosofía, me cago en dié... si se la pasa pensando en qué pasó o no pasó, jamá se va’dar cuenta de que lo que pasó, como sea, pasó, y lo que no pasó tal vé pasó o va’pasá, y tal vé no, pero tuito pué pasá. Y a lo mejó pasa y usté se lo pierde pensando si 62

Homo dialecticus

va’ pasá o no, o si puede pasá, y ansí. Y también me recuerdo que por aqueio’ día’ usté estaba priocupáu porque el tilingo del telefonito le andaba publicando laj cosa’ que usté andaba pensando. Y era pa’ priocuparse, dendevera... pero igual, iá nu hay ná qué hacerle, iá está publicáu; y hay unoj cuanto’ por áhi que lo andan leiendo y a su vez criando má sueño’, y ansí, má posibilidade’ pa’ que gente como nojotro’ –que somo gente’, no vaia a cré- se meta a atuá y a hacé lo que se debe. -Hacer lo que se debe... eso que dice tiene aristas de imperativo categórico, de Dharma, en fin... todo un residuo ético y moral que carece de sentido sin una cosmovisión determinada, sin un plan... yo diría... divino, sin una providencia trascendental... -Ve, iá se pone a boludiá... ¡qué berretín, m´ hijo! Claro que debe habé d’eso que usté dice, pero entuavía hay alguna’ fruta que no son pa’ lo’ gusano’, ¿m’ esplico? Póngale que ió supiera algo d’eso, y vengo y se lo digo... ¿se cré que va’ ser güeno pa’ usté? No, m’hijito, lo má que vuá conseguí es que se me agarre el vicio al revé y se fije tuito el tiempo en el fin, sin mirá el camino; o sea, esatamente al revé de loj que se pierden en el rumbo y se olvidan del ojetivo. Dendevera’ que hay un equilibrio muy fino que hay que respetá, pero la gente (tanto la que nace d’ hembra como la que nace de sueño’), siempre se desbarranca, pa’ un laú o pa’l otro. La gente se güelve loca con esoj tema’. Tal vé el Tata Dios lo haia hecho ansí a propósito, o siguro, más bien. Pa’ algo ej el Tata Dios, ¿no? Porque risulta que loj hombre’ se crén 63

Gabriel Cebrián

que pueden hablá por su boca, sabé lo que él piensa, y hasta sabé por qué hace laj cosa’ como laj hace. Y eso, joven Cratilo, ej la maior arrogancia que un idiota puede cometé. Si me permite le vuá decí algo que le va’ sé de utilidá por el resto de su vida, que como viene pinta pa’ larga: el Tata Dios nos ha puesto en el camino pa’ algo, que siguramente no es hablá por su boca. Tuito lo que tenemo’ ej el camino, y áhi está tuito lo que necesitamo’ sabé, pero pa’ sabé no hay que distraerse ni con el camino ni con el destino. Y áhi le tiro la frase, que ió sé que a usté le gusta: no esiste el pasáu, como tampoco esiste el futuro. Pensá pa’ trás ej la mesma mierda que pensá p’ adelante. Es pensá en cosa’ que no esisten. -Suena bien, Don Benigno, y casi resulta imposible refutar semejante idea. Pero no puedo pasar por alto lo que se me aparece como una gran contradicción, que viene a cuento de lo que me dijo al principio: ¿Cómo es posible ganar en experiencia si, como acaba de afirmar, el pasado no existe? -Ve, ansí le ha enseñáu a pensá el tilingo, a usté. Si esto es esto, ‘tonce esto no es esto ni aqueio. Y sabe qué, nadie ha dicho que si esto es esto no puede ser aqueio. Lo que le haia pasáu a usté le sigue pasando ahura nomá, le sigue pasando. Tuito lo que ha pasáu alguna vé en algún láu, pasó dende el principio y sigue pasando. Y la verdá, si ansí no juera, claro que uno no podría ganá esperiencia. Mal puede una cosa que no esiste traerle sabeduría. Una cosa que no esiste no tiene poder, y si no tiene poder no sirve pa’mierda. Si esa cosa hace algo, si le cambia algo a usté cuando 64

Homo dialecticus

se recuerda, es porque esiste, y porque de algún modo usté se puede conectá con eia. -Está bien, pero entonces, ¿cómo se da el lujo de planificar, por ejemplo, la posibilidad de ir a molestarlo a Gabriel, en sus sueños o donde sea? ¿Acaso eso no es pensar a futuro? -Mire que es duro, m´hijo. Acabo de esplicarle pa’ trás. Ahura quiere que l’ esplique lo mesmo pa’ delante. La verdá que me siento un asoliáu por tener que tomarme el trabajo d’esplicarle otra vé que tuito lo que ha pasáu está pasando ahura, y que tuito lo que va’pasá también está pasando ahura, o iá pasó tuito junto, y nojotro’ lo vamo’ asorbiendo y atuando asigún lo mejó que podemo’ cada uno. -Pero así nuestra existencia se reduce a vivir casi como animales... -¿Y de áhi? ¿Qué ej lo que le hace pensar que somo’ mejore’ que loj animale’? ¿Qué le hace pensá que no somo’ animale’, o que somo’ distinto a eio’? A lo mejó somo’ lo’ peore’, peore’ que lo’ animale’. Eios, pa’ bien o pa’ mal, saben siempre lo que tienen que hacé. Loj único’ que noj equivocamo’ somo’ nojotro’. Se vienen diciendo muchoj dicho’, refrane’ y boludece’ con eso, pero parece que nadie se loj toma en serio. Y la verdá, nunca vi al chancho mirá el reló, ni tampoco el almanaque pa’ vé cuándo se tiene que cogé a la chancha. Y bien que cuando se la tiene que cogé, va y se la coge. -Creo que nos estamos yendo por las ramas... -Eso ej lo güeno que tiene la eternidá, m’ hijo, que está iena de rama’, y tuita’ laj rama’ nos dejan 65

Gabriel Cebrián

bien. Pero hay una rama (que má que rama ió diría que ej un tronco) que no debemo’ soltá. Que usté, no debería soltá, digo. Y ése tronco ej el que lo dejará subí al árbol pa mirá un poco dende arriba. Y ése tronco ej el que tiene entre laj pierna’. -¿Qué cosa dice? -Ah, claro, al mozo cuando le hablan del tronco se pone nervioso... como tuito’ los filósofo, mucha lengua pa hablá pero cuando hay que chupá se quedan corto’... -Mire, Don Benigno, no es que me afecte en el pudor, pero la verdad que a veces se pone muy soez... -Y una mierda. Ió le vuá decí laj cosa’ como son, y m’ importa tré carajo’ si le parece eso que dice o lo que le cuadre. ¿Por qué se cré que hasta a usté le pica por áhi abajo? ¿Acaso no ej usté nada má que un pensamiento de otro? Ah, claro, me va’ decí que ej el afrecho del otro el que lo hace hacé cagada a usté, pero no, mocito, nada d’eso. El afrecho es suio, y bien que anduvo ioriqueando cuando la gurisa, ésa tal Ivana, se le jué pa’l otro mundo. -¿Cómo sabe eso, usted? -No mi haga preguntaj estúpida’, ió ando por áhi y sé de tuito. Igualito que puede hacé usté, y eso mesmo ej lo qu’estoy tratando d’enseñarle, ansí que no se mi haga el sorprendío ni se ponga a hacé priegunta’ que iá sabe la respuesta. Ió estuve con esa gurisa, sabe. -Ah, ¿sí? Mire, ésa es una espina que todavía me duele, así que le pido que no me cuente nada, por66

Homo dialecticus

que tratándose de usted, ya me imagino lo que habrán hecho. -Y se imagina mal, m´ hijo, ió no mi ando culiando a tuita’ la’ mujere que se me presentan, ¿vio? -Bueno, entonces tal vez tenga ganas de oír lo que sabe de ella. -Güeno, a eia, lo que se dice, eia, no me la culié, pero sí a unaj cuanta’ como eia. -¿Cómo es eso? -Y, a sabienda’ de la que se venía, a eia no le di tiento, por rispeto a usté. Aunque gana´ no me faltaron, vea; ej una breva la hijuna gran siete. Pero vio cómo ej esto, eia no es la única que esiste. -Claro, con toda seguridad. -No, pero no me entiende... hay otras que son eia y a la vé no son eia. -Claro, ve. No lo entiendo –asentí, con los celos a flor de una piel que siquiera estoy seguro de que exista. -Es fácil, ése Gabriel tuvo el sueño que lo parió a usté, y tuvo la idea de escrebirlo. Y no sólo eso, también tuvo la idea de publicarlo. Y uste, con tuito el derecho, se enojó, porque de alguna manera supo que cuanta má gente se juera metiendo a soñá con usté, meno’ libertá iba a tené. Y eso e’ ansí, no hay con qué darle. Gueno, asigún pasa el tiempo, má gente lo viene soñando, y má gente la viene soñando a eia, también. Y claro, con esa gurisa qué diantre’ puede soñá uno si no que se la está empernando... güeno, a uno di eso’ sueño’, al que mejor se la había soñáu a la gurisa (seguramente con puñeta de por medio), me tomé el 67

Gabriel Cebrián

atrevimiento de hacerle loj honore’ como Tata Dios manda. -No la pasa mal, usted, tampoco, por lo visto. -¿Y ánde está escrito que la tengo que pasá mal? ‘Tá bien, está escrito, tuito está escrito, pero no todo lo que está escrito es verdá. Pero sí es verdá que todo lo que se sueña, en algún lugá de la eternidá, esiste. Los hombres de carne y güeso no lo cren, porque se cren que sólo lo que pueden vé y tocá esiste. Pasa que si no se creieran eso, se darían cuenta que lo que no esiste, según eios, también se puede vé y tocá. Y por áhi a laj perdida’ se dan cuenta que si no pueden vé y tocá otraj cosa’, es porque son eios los que no esisten. Pero todo eso de hablá de lo que esiste y lo que no esiste es mera palabrería, soncera ‘e filósofo’. Se quedan en un casiiero sin sabé nunca lo grande que ej el tablero en donde se puede jugá. Y usté tan priocupáu por ganá ese casiiero pa’ encerrarse y decir qué suerte, cuánto que esisto... -Entonces, si no lo entiendo mal, debe haber unos cuantos Cratilos más dando vueltas por ahí... -Ah, de siguro, pero eso no lo tiene que priocupar. Habrá uno’ má feo, otro’ má tonto’, y mucho’ mejore’ también. Pero si se va meté con lo’ sueño de cada uno, va’ tené mucho trabajo, vea. Hasta el mismo Tata Dios se habrá visto en figuriias cuando la gente empezó a darle a la matraca y tené cría a troche y moche. Por eso cada tanto manda un fulano pa’ acomodá un poco la cosa, sobre todo aiá en la China, que le dan pior que la Candelaria. Y por eso jué que inventaron la milonga esa de que coger es pecáu, por68

Homo dialecticus

que con tanta gente y tanto sueño la criación se le jué un poco de la’ mano’, si es que puede decirse algo ansí. Porque la criación se sigue haciendo, tuito lo que es pensá, sentí, soñá, y eso, es energía, es conciencia, que se va cuajando en otroj mundo’, que son como éste y a la vé no lo son. Aquí y ahora e’ siempre y jamás, a la misma vé. Pero iá ve, mozo Cratilo, noj estamo’ metiendo en laj cosa’e Tata Dios, y de eso es de lo que capaz se puede hablá, pero no se puede sa-bé. -Cierto, ése parece ser el gran problema del lenguaje, que recorta las cosas y las presenta como accesibles al conocimiento. Pero precisamente en ese recorte está la trampa. Sea lo que fuere la realidad, el conocimiento acerca de ella será mucho más cabal cuanto más grande el contexto, cuanto menos disecciones dialécticas se ejecuten sobre él. Por eso es que el conocimiento trascendental es inefable. Porque trasciende todas esos recortes operativos que resultan prácticos a cierto nivel pero que van urdiendo, tenaz y confortablemente, el velo de Maya, la tela de la araña que finalmente nos devorará, fortalecida por nuestra codicia y afilados sus dientes en la utópica piedra filosofal. -Diantre’, qué bien que lu’ ha dicho... no sé qué mierda jué lo que quiso decí, pero sonó lindo, vea. Hasta puético. Pero mi’ anda pareciendo que no es güeno que lo deje profundizá en esa vena. Como iá le dije, lo que hay pa’ apriendé de la vida, se apriende viviendo, ansí que fíjese el regalo que le he tráido...

69

Gabriel Cebrián

Ni bien acaba de anunciar su regalo, un par de manos de seda cubren mis ojos, incitándome a adivinar de quién se trata, pero no hace falta. El contacto, el delicado perfume de aquella piel, me son suficientes para saber que es precisamente quien estaba yo esperando, y que hubiera reclamado febrilmente de haberlo considerado posible. Me vuelvo y veo a Ivana-Perséfone, más hermosa incluso que lo que la recordaba. Seguramente Gabriel, si no hubiera estado durmiendo –por cierto borracho como una cuba- me habría dado instrucciones de efectuar una nota al pie para poner en conocimiento de los lectores que, para dar con el germen de esta historia, deberían remitirse a la novela Diente de León, que abre esta saga en la que colaboro –o mejor debería decir que protagonizoa regañadientes. Pero no voy a perderme estas secuencias tan gratificantes en precisiones bibliográficas, ni en lucubraciones, ni en nada. Por eso es que paso a permitirme el siguiente Recreo erótico Labios que se juntan con un sabor más amargo y más dulce que el del propio Campari. Frenesí carnal que a medida que va exacerbándose justifica el bestialismo del sexo con sutiles acordes de espirituales sones. Ella está aquí, radiante, hermosa, venida de una dimensión prohibida para mis incapacidades místicas quizá sólo hasta hoy, hasta este hoy fuera del tiempo pero que parece agotarlo, entre los fantasmas móviles de nuestras manos y bocas anhelantes, a través de la 70

Homo dialecticus

penetración de un pubis extraordinariamente bello y generoso, de los cuerpos materiales o no tanto sujetándose con la ciega ambición de las formas, más intensa cuanto efímeras, más gratificante cuanto entrañables. Chisporroteo de gozo entre gemidos que entrelazan los ritmos y las melodías del placer, el centro del deseo explotando en nebulosas orgásmicas, engranajes universales, usinas de conciencia estallando en la aurora boreal de cromáticas resoluciones, eyaculaciones ornamentales de un cosmos ceñido como los labios vaginales de la Magna Madre Universal. Creo que he muerto en su interior, y nada, NADA, puede hacerme más feliz. c) La operatividad de nuevos enclaves perceptuales sólo puede volverse accesible mediante procedimientos estocásticos despojados de todo preconcepto. Es imposible apelar a la tan remanida “tabla rasa” de inspiración fenomenológica en un universo de objetos rezumantes de conceptualización a través de milenios, imbuidos consuetudinariamente de categorías mentales que se han hecho uno con su campo óntico, al combinarse de un modo tan integrativo que torna imposible su despeje. Y ello ha sucedido a través del sistema de relaciones que los ubica como referencia y que es de estricta necesidad, so riesgo de carecer por completo de referencias y herramientas para aprehender lo que fuere que haya de aprehen71

Gabriel Cebrián

dible. El objeto privado de toda interacción es una isla de nada en la que se puede divagar, y hasta desaparecer en ella, pero que nunca jamás podrá ser cognoscible. Para establecer pautas de análisis o elaborar el más axiomático juicio sintético, es imprescindible la función analógica. Lo demás es una miserable y fraudulenta mascarada. Es como aplicar forzadamente sistemas matemáticos no aptos para el conjunto que se trata de mensurar, o como armar un puzzle martillando las piezas en un orden diferente al establecido originalmente. La tabla rasa puede rasarlo todo, menos su propia impronta, que es en sí y esencialmente un concepto. Es como un individuo con las dos piernas amputadas que se empeña en emprender la carrera, pretendiendo disimular las prótesis. Patético, bah. Sin embargo, existen situaciones en las cuales la epojé7 puede resultar no solo adecuada, sino la única posibilidad tanto de aprehender los códigos y categorías operativas en ellos, como de mantener la conciencia en tales ámbitos; cuestión de vida o muerte, en definitiva, porque ¿qué es la vida sino conciencia? ¿Qué es la existencia sino las infinitas y distintas modalidades del en sí? Allí donde el pensamiento sistemático naufraga en borrascas de caos; allí, donde la inducción se transforma en una impredecible caja de Pandora; allí, en otros reinos de conciencia a los que desde la fortaleza del sentido común se empeñan en protocolizar como aberraciones, la epojé se constituye en la única 7

εποχή, suspensión del juicio.

72

Homo dialecticus

vía posible de interacción. Ya sé, es como sentarse a jugar cartas sin conocer las reglas del juego, y seguramente sufriremos severos contrastes antes de conseguir la primer baza, pero eso... ¿no es lo mismo que les pasó a los homínidos en los albores de la humanidad? Y ello, atenidos a nuestro devaluado género, ya que el ejemplo podría retrotraerse muchísimo más atrás en la escala zoológica, e incluso biológica, y quizás planetaria. Báculo teorético de por medio, doy con mis ¿huesos? otra vez en el taburete frente al estaño del viejo Bar La Marina, y para mi sorpresa Don Benigno Pajón se ha ido, luego de congratularme con esa vívida experiencia amatoria con la única mujer que alguna vez fue merecedora de mi respeto. En su lugar está un individuo enjuto, enfundado en su gabán azul, y con un larguísimo echarpe también azul pero más claro, que cuelga casi hasta el suelo, aunque los taburetes se elevan bastante más de un metro. Mira su vaso como si el secreto se hallase en el escaso licor que en él va quedando. Luego se lo bebe, de un ampuloso trago, y quizás cierta gragea filosofal haya ingresado así a su sistema, encarnando a través de espirituosas inmortalidades. -Benditos sean los alcoholes -dice al cabo. -Amén –respondí, echando un buen trago de Campari sin la menor afectación, en un todo de acuerdo con la característica del brindis propuesto. Y añadí a continuación: -Ahora, si mal no recuerdo, re73

Gabriel Cebrián

cién había un veterano campestre sentado ahí mismo adonde está usted ahora. ¿Acaso lo vio? -Bueno, eso es lo que tienen estos asientos de mostrador; en un momento hay alguien, y al siguiente hay otra persona. -Okay, pero éste no es un bar común y corriente. Es algo bastante más complejo que eso... -¡Justo a mí me lo va a decir! -Parece que tiene información al respecto, y por la forma en que acaba de expresarse la situación no le resulta del todo cómoda. ¿Es así? -La eternidad es muy incómoda, mi joven amigo. Y tiene groseros altibajos, para los que como yo hemos devenido militantes de la poesía. Fíjese que acabo de estar bebiendo unos tragos con Hölderlin, en la casilla de madera que le construyó el buen carpintero Zimmer, y ahora estoy acá con usted. -Vaya. Suena para el carajo, eso que acaba de decir. Yo que usted salgo y me cuelgo de la corbata, como Nerval. -No crea que me faltan ganas. Pero hoy por hoy, tengo una misión que cumplir. -¿Puede hablar de ella, o se trata de algo secreto? -Puedo hablar de ella, pero con ciertas reservas. -En fin, lo escucho. -Que pueda hablar no significa que tenga ganas de hacerlo. -Okay, Mister críptico, atienda, nomás. 74

Homo dialecticus

-Pero que no tenga ganas de hablar no significa, a su vez, que no deba hacerlo. Usted me entiende.... Le dirijo una mirada de la que soy incapaz de deslindar cierto desprecio. -Como sea; igual, no sé si tengo ganas de oírlo; y en mi caso eso significa que si no tengo ganas, tampoco tengo por qué hacerlo. Usted me entiende... -Primero, me parece que le faltan elementos de juicio antes de soltar tan livianamente su discurso de libre albedrío, máxime cuando ambos sabemos que no goza de tal privilegio. Segundo, ese tal Benigno Pajón siempre me deja el campo arrasado, en su afán de azuzar un costado vital que si bien es necesario, luego redunda en bastedades de dificultosa ablución. -Oh, por áhi cantaba Garay... -Tercero, estoy aquí porque el Master entiende que este rincón de realidad alternativa que ha tenido a bien configurar, necesita un poco de poesía. -¿El Master? -Sí, ése que tan ingenuamente el palurdo de Pajón y usted pretendían sorprender en sus sueños. Hay mucho de impredecible, en los sueños, pero hay cosas que no se pueden hacer. -¿Cómo por ejemplo? -Sorprender a un soñador con otro sueño. Con una mínima agudeza de su parte, el soñador acechado transforma el sueño con el que se pretende sorprenderlo en otro que a su vez sorprende al acechador. Pero eso atenta contra la mecánica evolutiva de estos mundos así configurados, por lo que me ha enviado a 75

Gabriel Cebrián

reencauzar éste hacia estamentos más potables, en un sentido humanístico y por ende trascendental. Verá, formo parte del Programa Universal de Desarrollo Armónico e Integrativo de Conciencias Inorgánicas. Soy Epifanio Pasacantando, Master en Juglaresca Atemporal. -Nada más ni nada menos. Para su gobierno, le comento que ya tuve un Maestro excepcional, Don Ángelo Bonomi. -A propósito, le manda saludos. Claro que como usted dice, dada la excelencia de su prédica, no puede retomar el trabajo respecto de su persona, toda vez que está formando estamentos a los que usted aún no está en condiciones de acceder. Ya bastante con la visita que tuvo de su principal discípula (que entre paréntesis usted acaba de malgastar en comercios carnales tanto o más ilusos que los del primer alambique de sueños, ésto es, la humanidad orgánica). Además, su métier es la música en sí, independiente de los contenidos de corte semántico. Para que usted lo entienda, la diferencia es análoga a la existente entre la lógica formal, o simbólica, y la lógica clásica. -No hace falta bajar tanto la línea explicativa, hombre. ¿Qué clase de poeta es usted? -Cierto, si el Master me pilla enredándome en sus galimatías... bueno, en fin... he venido a aportar lirismo a este entuerto tan pretensioso como aburrido. Ésa es mi misión. Aquí está mi cuaderno, que le aproveche. Es solamente un poco de argamasa poética para que este constructo ineficaz no se le venga en la cabeza. 76

Homo dialecticus

-¿Y por qué no viene ese Master insolvente en persona, acá, si está tan disconforme? -Ahora mismo, tiene otros planes. Está más cerca de Bonomi que de Yeats, o del propio Parménides. El Master lo ha puesto a usted acá, a pesar de los magros resultados, porque ha retomado sus búsquedas sonoras. Está armando un estudio de grabación en la habitación del fondo, para beneplácito de Bonomi y sus huestes del Centro de Investigaciones en Phonontología. Claro que no quería interrumpir su producción meramente literaria, y confió en usted. No creo que haya sido una buena idea, pero tal vez a partir de la intervención del Programa Universal de Desarrollo Armónico e Integrativo de Conciencias Inorgánicas, podamos sacar algo en limpio. Creo que estos poemas servirán de algo a esta instancia planetaria. Tras lo cual, se retira. Aquí, sobre el mostrador, ha quedado el cuaderno del extraño poeta Epifanio Pasacantando; y yo, a pesar de sentirme algo molesto por haber sido objeto de su demérito, no puedo resistir la curiosidad, así que lo hojeo: COLLAGE EN LLAMAS Dadme todos los desechos Todas esas pequeñas declinaciones Que a diario hacéis respecto de vuestro ideal Todas esas leves frustraciones Todos los pequeños distanciamientos Consuetudinarios 77

Gabriel Cebrián

De lo que pudo ser y no fue Todo ese detritus de pasiones irresueltas Todo ese caudal de ansias insolubles Todas esas utopías encalladas En el día a día de brutales subsistencias Dadme también Vuestras glorias condenadas a imaginarios trances Vuestros renuncios en aras del deber establecido Los versos encerrados en vuestras áridas bocas -Y que nunca escribirán vuestras anquilosadas manos Los cielos de vuestra infancia doloridos y olvidados Las tormentas de juventud arteramente esclerosadas La vitalidad menguante en mercantiles misceláneas El tiempo y el espacio de esas frustradas fraguas Dadme, pues entonces, todo eso Mas todo lo que halléis asimilable a tales pautas Que quizá intente con ello entretejer un estandarte Que a su vez procurará redimirnos de esa nada Que nos coerce. Y si la magnitud del monstruo Igualmente y a pesar de todo lo rebasa Comencemos de nuevo a soñar, a desechar, A atosigar con materia prima esta argamasa Que si no llegamos a atravesar la noche De muertes cotidianas, de estragos y fantasmas Jamás asistiremos a esa siempre diferida aurora Que fundirá en su fuego la esencia de lo que vive Y la purificará para siempre De lo que la ahoga y mata. 78

Homo dialecticus

DEJÉMONOS DE ENTRELÍNEAS Dejémonos de entrelíneas Nadie vendrá a bucear en nuestros poemas A por trascendencias de un Hölderlin Ni en pos de potencias Rilkeanas Ni de las filosóficas tramas de un Pound, o un Elliot Siquiera de frescuras sudamericanas Es que el género ha envejecido Hoy día un el éxtasis no es más Que una función informática Un barril de petróleo vale más que mil vidas Y toda cultura es miscelánea. Dios, una funesta pancarta Y el diablo el compadre que entre nos Camina y se solaza Por eso Guardémonos bien adentro esa traza mojigata Que se jacta de floreos verbales y sugerencias vanas Nada importan esas veleidades que en cada quien se agotan Ni esas capacidades para versificar nostalgias Ni las cumbres heladas de un sentido Que su propio reflejo agiganta en el poema Para solaz acaso de mientes como ésta Tan diletantes y vacuas 79

Gabriel Cebrián

Es tiempo de mostrar fotografías Niños heridos y madres infectadas Padres llorando o explotando vivos Mesías cabalgando misiles Propagandas planetarias Opulentas fortalezas y el hambre tras sus murallas Pensadores asesinos, sacerdotes y metralla No perdamos tiempo viendo qué hay de nuevo Como estúpidos señuelos de tardías resonancias Que todos los viejos cánceres Mientras tanto crecen, y nos tragan. ENGRANAJE El ateo hace su ponenda desde el intelecto El deísta, desde la fe El pagano, desde la naturaleza El satanista, desde la lujuria El filósofo, desde algún esquema El materialista, desde su propia tripa El evangelista, desde su escueta rebelión, El brahmán, desde lo indiscriminado El heremita, desde el solipsismo El asceta, desde la renuncia El vitalista, desde sus apetitos El poeta, desde celestes estratos, El narrador, desde manipulaciones rapsódicas El prohombre, desde sus honores El desahuciado, desde sus miserias 80

Homo dialecticus

El empirista, desde estadísticas El místico, desde vaguedades inefables El egoísta, desde sí mismo El loco, desde donde le cuadra El economista, desde las variables del mercado El científico, desde un método dado El juglar, desde armónicas vanidades El guerrero, desde su instinto salvaje (Y el dios eventual, desde su omnipotencia, Y a través de su ejército de ángeles Tal vez esté usando el alma de cada uno Como necesario y universal engranaje) ESCRITURA Cuando la escritura me hubo sido enseñada jamás pensé que tal abismo se abriría frente a mí y a mis espaldas. El horror y las miserias, las sublimidades y el canto de sirenas que jamás acallar podría, todo ello en mis retinas y en las resonancias infinitas de una mente sujeta a tiempos y espacios en télesis arbitraria e incompleta, rebasadora de empiries y a ultranza, infinita. ¿Qué germen existía, antes de estas instancias, que reclamaba mi sino con tan imperiosas garras? ¿Qué suerte de encarnadura se ha prendido de tal 81

Gabriel Cebrián

modo que el soltarse es un albur de azarosas implicancias? Verso libre, rima clásica hoy ya no me dicen nada. Es un juego de palabras en que la vida se amaña; y en sus redes, el destino entre aventuras, charadas filosofías y karma nos hace creer que es cierto tan cierto como la muerte (que es algo así, ahora veo, como la ausencia del habla) GRAVITY & POETRY ¿Adónde está el peñasco al que levantar y doblegar así un poco las arrogantes escápulas y sacros propiamente ornadas de sacros escapularios? ¿Adónde las férulas existencialistas tan cuidadosamente hereditarias? Hermano poeta que tienes mucho de hombre y un tanto de loco: te convertirás en escoria de la peor estofa si es que por un momento miras por sobre ese hombro 82

Homo dialecticus

Como transmisor de lo inefable guárdate muy bien de mensurar profundidades. También has de pensar que nunca son suficientes las vestiduras desgarradas; sigue paciente con tu colección de hilachas que un día alguien como tú las seguirá tejiendo a tu imagen y semejanza Reniega del blasfemo vocinglero que con tanta necedad fustiga tu esmerada contrición, o la carga megalítica de esos traumas causados por una nunca preterida post-guerra para que tengas suficiente sangre en que licuar esos finos trazos que la grandeza de tu dolor reclama Y del advenedizo que viene a caballo de vitales carcajadas a despojarte de las ínfimas migajas que tu honorable labor merece; y no más, para que puedas sufrir de esa condición tan esencial y necesaria: la opulencia sólo es buena cuando es dable disfrazarla Por eso te digo, amigo sensible y de pluma humedecida en seculares miasmas: aférrate a los de tu clase para llorar juntos todas estas lágrimas tan clásicas... 83

Gabriel Cebrián

¡que no vengan tan luego esos risueños vitalistas a ensuciar con liviandades ésta, nuestra eterna desesperanza! MASCARADA Ahora el fantasma gótico vuelve desde una vieja penumbra: tal vez el intelecto hoy pase primero por los sueños. Dios Padre es ahora un chico que cuida autos a cambio de voluntarias y malhumoradas dádivas una simple manera de atemperar mendicidades o pordioserismos tan agraviantes para su gallardía apaleada. ¿Puede acaso estar hoy Dios pidiendo por monedas, arrogándose actividades cuando menos impostadas? ¿Pueden los conductores hurguetear en sus bolsillos y dar huesos para el caldo a cambio de simulacros? El buen Dios hoy cuida coches y junta basura y separa la tierra es el alimento y las defensas vienen solas de la mugre las lágrimas de los niños siempre les embarra la cara (no sé por qué se me hace que esos ojos negros 84

Homo dialecticus

siempre verán más que los otros) Claro, si es el buen Dios que está mirando relamiendo la cuchara, la que tampoco trabaja; un simulacro trae otro Dios anda carnavaleando. MUS EN LA FAVELA Cansado de cielos fatuos y del hedor de las vanidades Así la mano del polvo que me ha sido tendida Por mí mismo. Suave y segura La gola del tanguero vino a buscarme Acá a mi barrio. Idiota el hombre que desconoce El llamado de los de su clase y alimenta patrañas En otras alforjas culturales, dijo, Acá a lo máximo es candombe La sangre del África que a través de la milonga Llega al dos por cuatro Taquito de milico, melena de indio y sudor de negro Yerba para todos Infundida o inhalada Del Níger al Amazonas, del Tajo y el Po al del Plata, Guaraní, araucano, europeo, Semita, árabe, mataco Cítaras y acordeones Cordoneando en el asado Un órdago destemplado 85

Gabriel Cebrián

Echó al resto el convidado Y héte aquí que convidante Pasó a ser en una mano El viento arrastra cadencias De polkas e incaicos huaynos De cumbias y distorsiones De rockeros trasnochados ¿Cómo quieres que conozca la identidad de mi hermano en este babel de genes que festonean mi tango? Tal vez el gallego mande Otros sindican al tano La negrada está que arde Y el indio, y el otomano Todos de la misma tripa Comen, cagan y menean ¿Qué importa de donde vengan si pa’ bailar no hay fronteras?

NECESITO UN MANTRA Necesito un mantra Lástima que ésta mi cultura haya cercenado en mí 86

Homo dialecticus

La sensibilidad apropiada para tales potencias Necesito un hito Un hito que me libere de toda esta suerte de hiatos Que causan sus omisas y afónicas sinapsis Necesito un factótum Para mi proverbial pachorra de filosóficas quietudes Y que con su tesón supla estas infructuosas vagancias Necesito un adalid Que conduzca a mis imaginerías a descerrajar palabras Allí donde acaso llegaran a resultar apropiadas Necesito parangones Que diluciden si es enano mi gigante, o lo contrario O denuncien esa medianía que he estado cohonestando Necesito un narrador Que olvide ramificarse en floridos preciosismos Y oculte lo que muestra, la esencia que no habla Necesito un poeta Que no bastardee su estilo, bien prendida su anteojera Y haga vomitar a las musas, si el deber así lo impera Necesito una cábala Un tótem, un fetiche, una modesta cota de 87

Gabriel Cebrián

supersticiones No vaya el científico a imponerme siquiera sus hipótesis Necesito esa persona Que en el aluvión de quimeras he ido desmembrando La necesito, y si puede, que traiga consigo un mantra SÚCUBOS Y VESTALES He asistido a las fases de una aparición: Vestales y súcubos enredados en fatal contienda Gravedad arrogante unas, malignidad abyecta otras Que resultan finalmente y a pesar de estas dualidades En un único huracán de arañazos y dentelladas Sangre del Olimpo mezclándose en los suelos Con licores linfáticos del más profundo averno Maniqueísmo uterino en resguarda de sus proles De estirpe celeste unas; otras, de rebelión satánica Mas una sola enjundia Agitando la bravura de la hembra Aplicada a tan ancestral salvaguarda Con furores arquetípicos y lacerantes garras Sin otra parafernalia que su propia asemejanza ¿Qué hacéis? Les pregunto, invalidado Por género y materia tan lejanos a su traza Si ha sido el mundo capaz de paríros Y daros a cada una un sitio 88

Homo dialecticus

Adonde manifestar vuestras glorias, Deíficas o macabras Dejad de pugnar, si cada una Constituye una parte de nuestra hembra humana La que jamás complacernos podría si le faltase La pierna del dolor, o la de la esperanza La del placer procaz, o la de altivez sodomizada La de lujurias guarras o la de refinada estampa -Que se entrega voluptuosa, mas de virtud preñada La de la impoluta esencia o la de pecaminosa data -Que disuade al macho de su castradora usanza Dejad, pues, de destruíros mutuamente Que así sólo conseguiréis mutilar A vuestras apolíneas y sacrílegas Hijas encarnadas. VINO Corifeo aullador de lunares añoranzas, ¿qué hálito refresca tus templos y gineceos, tus liturgias y bacanales sino el mismo vino que ya a Abraham narcotizaba? Milenios de pies tintos e hipnóticos vahos de lagares, trapiches y prensas de voluptuosas lujurias de sacramentales sucedáneos de violencias y afectos por él exacerbados 89

Gabriel Cebrián

de muecas idiotas y lenguas de trapo -mas en el insigne interior gravedad y desparpajo de la mano de brindis y honores, serenos, graves o fastosPobres y ricos desnudos frente al caudal del escancio en cuencos de barro o cristal noble como el Murano en guajes o vejigas secas; en cuero, plástico, vidrio o en cartones procesados se aquilata el mismo espíritu de Olimpos grecorromanos de oscuros cultos de druidas de diplomáticos pactos de bodas y funerales como en Canáan y en Bizancio como en el bar de la esquina y al borde mismo del atrio: ¡Que el vino siga licuando la sangre del visionario!

ÚNICO ATRIBUTO Recuerda que eres sólo un hombre Un hombre Un nombre 90

Homo dialecticus

La sombra de la sombra de otra sombra Que continuará proyectando sombras sobre sombras Gamas de grises fundiéndose en lo negro Que es el nombre del único atributo posible Sólo un nombre El foco de la angustia antropomórfica Recuerda que eres sólo un hombre Y quítate esas sombras de tu espalda Se trata meramente de un nombre Y es ése que los hombres rara vez recuerdan ABLUCIONES PROSAICAS (EL NUEVO SOL) Umbrías sensaciones se proyectan con el recuerdo La memoria es un escabroso espiral de aquelarres A caballo de una sofisticación progresiva y tenaz De los miedos de la infancia. Cuadros de espectros Pinturas de dolores tantas y tantas veces expurgados Pero que recurren con determinación inexorable Cada domingo. De nada sirven las llamas del hogar Las caricias nuevas sobre una piel recién mudada Las palabras viejas infinidad de veces pronunciadas -Como si la semántica de ayer hubiese sido perimida O renovada según esos helicoidales fraudes sucesoriosSólo son otra futura fuente de nostalgias. El silencio Del ánimo no apetece todas estas melodías 91

Gabriel Cebrián

anticuadas Y la sinfonía del hoy es imposible que resuene mañana Sin la clave del siniestro que aquí mismo, a mi espalda Toca una y otra vez todas aquellas funestas melodías Que van enredándose en una suerte de armonía macabra Las caras de mis espectros seguramente no serán iguales A las de los tuyos, pero sabes muy bien de lo que hablo. Juguemos a cambiarlos, mezclemos bien estos acervos Estos resabios del vacío que inevitablemente nos agria En los meandros de estragados sinsabores que malsanos Vienen a quedarse las migajas que nos hemos rescatado En tanta vana pelea. Fundámoslos en un solo monstruo Y sobre él arrojemos toda nuestra frustración y escarnio: Hostigando a la memoria tal vez hallemos, de este modo Virtudes redentoras que consigan aflojar un poco el 92

Homo dialecticus

lazo De heridas que no cierran porque no hay acaso cicatrices Mientras cada cual cargue lo suyo; no hay posibilidades De remanso en las aguas pútridas que continúan bajando A la mente, según la proyección ineluctable del pasado Y entre tanto, permite a mi vanidad justificar en vano el desgarbo de mis ocurrencias que pretenden poesía desde esta proliferación de balsámicas amnesias despojada. Es que si hubiese algún día aprendido el arte del ritmo y del verso, o de la deslumbrante gramática jamás podría hacer su gala en esta porqueriza en la que los recuerdos me mantienen confinado. Ea, pues, demonios de la memoria, hoy serán incinerados en un fuego que, si hacerlo puede, seguro será sagrado; y así, de cara hacia el futuro y con la mente en blanco escalaremos esa cuesta que siempre nos ha frustrado. Suficiente. Basta para mí. Me quedaba mil veces con el viejo Pajón, flaco favor le había hecho este imbécil del “Master” al aportar un conjunto de versos 93

Gabriel Cebrián

tan inconsistente, tanto desde lo formal como desde el contenido. El pobre de Hölderlin la debe haber pasado bastante fulera con este petulante. En fin, yo sólo puedo apechugar con esta existencia del mejor modo que puedo, pero... ¿es eso lo que estoy haciendo? Creo que llegó la hora de reaccionar activamente, aún a pesar de cierta categoría ontológica que parece jugar en mi contra. Ahora sí, sin más interferencias, MI ROLLO.

94

Homo dialecticus

Síntesis Metafísica Supratrascendental Ser y no ser, pastores del hombre Cuando su visión se nubla, un hombre enciende para sí mismo una luz; ser vivo, cuando está dormido toma contacto con los muertos, y cuando despierta toma contacto con los dormidos. Heráclito. A caballo de una reacción-rebelión de inusitada virulencia, abandono intempestivamente el Bar La Marina, a pesar de todo y Campari. No sé qué hora es, ni si es o no alguna hora, o si podría incluso serlo... el ser y el tiempo muchas veces no andan de la mano, y el problema de tentar nuevas epistemologías en semejante contexto está dado por la magnitud es95

Gabriel Cebrián

cabrosa que semejante empresa comportaría. Negada pues, la pesca de altura, sólo queda boya y caña mojarrera. En fin, es de noche, y una cerrada niebla agrega truculencia al paisaje suburbano en el cual nuevamente advierto a las paralelas no euclideanas entrecruzarse, pero esta vez estoy sobre aviso. Camino por calle La Merced, y montones de recuerdos de otra vida se agolpan en mi mente con el sinsentido más significativo que me ha sido dado experimentar, paradójica y cruelmente. Oigo un sonido de motor a mi espalda, y entre la bruma veo venir la verde figura de un ómnibus de la línea siete, con el cartel rojo luminoso que indica Río Santiago, y sé que va hacia el centro de la Ciudad de La Plata. Corro hasta la esquina, le hago señas para que se detenga y me subo. Sólo el chofer, ni un puto pasajero. Claro, a esta hora –o a esta falta de ella-, y en esta noche de perros, quién iba a andar... la máquina expendedora de tickets me recuerda que debo poner las correspondientes monedas, y con alarma advierto que he dado mis últimos denarios a los pibes para que jugaran al pinball. Hurgo en mis bolsillos infructuosamente, más que nada ejecutando una puesta en escena para el chofer, quien me observa desde el gran espejo ornado con un banderín de River Plate y una imagen de Jesús cuyo manto ostenta la banda roja sobre fondo blanco, en fiel remedo de la casaca del citado football team.

96

Homo dialecticus

-Sentate tranqui, pibe –me dice. –Va gratis. Aparte, a esta hora no creo que vaya a andar ningún chancho8 rompiendo las pelotas. -Gracias, jefe, le debo una –respondo mientras me siento en la butaca individual de la tercera fila. –A propósito, ¿qué hora es? -Como bien dijo Baudelaire, es hora de embriagarse –apunta, mientras echa un trago de una petaca. Okay, parece que al no haber chanchos a la vista, vale todo. Incluso que el chofer beba estando de servicio. - ¿Querés un trago? -¿Qué es? -Menos averigua dios y nos deja a nosotros las incógnitas. -Brindo por eso –digo, mientras echo un buen trago de algo que ni siquiera sabe a bebida alcohólica, pero que estalla en mi cerebro como si lo hubiera incorporado a mi sistema por vía endovenosa. Apenas si llego a devolverle el recipiente antes de caer sen-tado sobre la primera butaca, al lado de la máquina expendedora de tickets. -Es la hora de los muertos –retoma, en un diálogo con flujos y reflujos que sugieren, a mi ahora entonado entendimiento, magnitudes de sunamis semánticos. -¡Porca miseria! –Exclamo, no sé por qué carajo. Sospecho que el brebaje acciona mecanismos comunicacionales tan automáticos que asombrarían hasta al mismísimo Breton. 8

Por estos pagos, dícese de los inspectores en tránsito de la empresa de transporte de pasajeros.

97

Gabriel Cebrián

-Y los fantasmas, igual, no pagan boleto –añade, haciendo caso omiso del taco itálico que acabo de soltar. -Pongamos por cierto que soy un fantasma... entonces, ¿usted qué es? ¿Un ser humano, acaso? -Ahora sí que me la dejaste difícil, a ver... bueno, todo depende de lo que se entienda por “ser” y de lo que se entienda por “humano”. -O de lo que se entienda por todas las demás palabras, independientemente de su función sintáctica en el contexto, si vamos a hilar fino. -Ya me advirtieron de tu temple, amiguito. No en balde te han dado en llamar Cratilo. -¿Quién lo ha advertido? -Menos averigua dios porque ya todo lo sabe. -Por eso mismo, yo no soy dios. -Eso, prima facie, es discutible. -Parece que me ha tocado un auriga panteísta, voto a Arjuna. -Es una excitante denominación. “Diálogo entre Cratilo y el auriga panteísta”, podría intitularse este segmento. ¿No creés? -Pues sí, no está nada mal. Aunque algo extemporáneo en su presente formulación, no obstante. -¿Sabés cuál es tu problema? Que rompés soberanamente las pelotas con la linealidad del tiempo en un ámbito en donde no es pertinente, pedazo de alcornoque. Tenés el privilegio de manejarte en un sitio donde paradojas y anacronismos no proceden, y te emperrás en colgarte de las manecillas de un reloj que pertenece al campanario de otra iglesia. ¿Acaso el ri98

Homo dialecticus

gor (mortis) filosófico no te deja soltar amarras? Esos formalismos tan equívocamente extrapolados te impidieron trascender en su momento, y ahora mismo continúan obstruyendo toda posibilidad de que alguna vez lo hagas. Pero ése es otro tema, que deberemos tocar más luego... -¿En qué quedamos? –Lo interrumpo. -¿Decir “más luego” no comporta una secuencia temporal de corte lineal, acaso? -Por cierto, pero son “tus” limitaciones a este respecto las que nos coercen en ese sentido. Naciste del sueño de un aspirante a filósofo que te imbuyó de su impotencia malsana, de su resentimiento, de las taras y complejos resultantes de su magra formación. Lo que te impidió desde el principio, y pese al esfuerzo de varias conciencias elevadas, asumir la potencialidad de un conocimiento integral, si bien no afónico, sí rítmico, melódico y armónico. Una y otra vez volviste a su redil a enredar tus ansias en marañas silogísticas de la peor estofa, y eso que en ese sentido han existido insignes e inigualables embarulladores, mirá si no a Descartes, por mencionar un peso pesado. En fin, la diferencia entre todo y nada está en un tris, en un chasqueo de dedos. -Just like this –digo, efectuando uno. -Isso, mesmo assim –concede. Acto seguido acciona un dispositivo del tablero y arranca, a un volumen casi ensordecedor, Sweet dreams are made of this, de Eurythmics. Eso quizás haya hecho explo-

99

Gabriel Cebrián

sión en mi mente9 más fuerte aún que el brebaje que había bebido momentos antes. Pero la conmoción a poco fue cediendo espacio, en un fundido digno del mejor cine negro francés, a un recuerdo audiovisual bien concreto: estaban pasando esa canción en la rockola de un bar en el momento que conocí al Gran Maestro en Phonontología, el inefable Ángelo Bonomi. -No puede ser... –balbuceo, en tanto me inclino hacia mi derecha para ver mejor el rostro del chofer, que sonríe. No se parece mucho a Bonomi, sobre todo porque luce más joven que cuando lo traté. -¿Qué es lo que no puede ser? –Inquiere, con tono desafiante, mientras baja el volumen para facilitar el diálogo. -Que usted sea Ángelo Bonomi. -Habíamos quedado en que yo era “El auriga panteísta”, ¿o no? -Pero usted no es él. Digo, es mucho más joven... -¡Ahí va otra vez la mula al trigo! ¡Qué rollo que tenés con el tiempo, pibe! -Bueno –aventuro, intentando aportar un poco de common sense a una secuencia de eventos que, como otrora, comienza a tornarse ingobernable-, si us9

Obsérvese que se utiliza el término “mente”, cuando quizá debería consignarse “cerebro”; ello así por cuanto este último concepto sugiere un carácter orgánico que, si bien podría resultar perfectamente válido en otra frecuencia vibracional, sin embargo remite invariablemente a una noción acotada de materialidad que en el presente trabajo se pretende, cuando menos, relativizar.

100

Homo dialecticus

ted fuese Bonomi, se me ocurre (a propósito de su crítica), que puedo enrostrarle una flagrante contradicción. -Me muero por oírla. -Nada, que si jode tanto con el asunto de superar mentalmente la idea de la linealidad del tiempo, y al propio tiempo basa su cosmología en la música, me atrevo a recordarle que uno de los elementos esenciales de dicho arte tiene lugar en el tiempo secuencial, sobre el que van articulándose sonidos, silencios, ritmos, melodías y armonías hasta configurar el son sobre el cual uno puede ejercer el discernimiento que permite el disfrute. -¡Ah, pero qué buena contradicción que has hallado! Lástima que no sirva en lo absoluto, a no ser... -¿A no ser que qué? -A no ser que quieras autoaplicártela. Por esas raras cuestiones que por ahí llaman “aprender por el absurdo”, estás a punto de enfrentarte con tu propia contradicción, endilgándomela a mí. -Disculpe, pero eso me suena a gambito, y a uno demasiado elemental, por cierto. Simplemente invierte la carga de la prueba sin aportar el menor argumento que avale tal maniobra. -¡Esto es fantástico! ¡Soy una cifra que ha alcanzado su punto en el tejido del cosmos, resulta que retrocedo varios casilleros para tenderle la mano a un ignaro desagradecido, y encima pretende que haga su propio trabajo sucio! -Bueno, no se ponga así... digo, a menos que... 101

Gabriel Cebrián

-¿A MENOS QUE QUÉ? –Pregunta a gritos, mientras clava los frenos de modo que me doy la cabeza contra el sostén vertical de acero. Duele lo suficiente como para recordarme una vez más (como si hiciera falta) que mi condición presuntamente inorgánica (respecto de otras densidades, claro está) no empece ni colisiones ni sus consecuentes efectos sensoriales.10 -A menos que haya sido la reacción destemplada producto de un touché. -Evidentemente, no estoy acostumbrado a esta traza de universo, y menos a bestias como vos; por primera vez en muchísimo tiempo tengo ganas de golpear a alguien... -¿Quién habla de tiempo, ahora? Visiblemente mosqueado, el presunto Bonomi pone primera y arranca nuevamente por el Camino Rivadavia. A propósito... ¿tanto diálogo y aún estamos acá? El ómnibus ha venido, según mis sensaciones, a una velocidad normal, tirando a rápida. Y no me percaté de que hubiese dado algún rodeo; así que ya deberíamos estar quizá en el barrio de Los Hornos, pero no. A lo sumo un par de kilómetros, hemos hecho. Aunque tal vez, enfrascado como estaba en la 10

Como los presuntos sueños de la carne, cuya invocación reduce a los míos propios a un nivel más sutil aún, seguramente más indiscriminado en sí y de allí a la eternidad, por rematar la idea en términos onda holywoodiense.

102

Homo dialecticus

discusión, no advertí que se había desviado en algún sitio. -Sin embargo, hay otra posibilidad –dice el presunto Bonomi, ensayando una sonrisa diabólica. Vos mismo hallaste la puerta a lo que te acabo de invitar que consideres. Ahora, te falta encontrar la llave. -Yo no sé por qué ese berretín de jugar adivinanzas. ¿Por qué no me lo dice, y ya? -Si las personas no preguntaran una y otra vez lo que ya saben, los maestros dejarían de tener razón de ser. Devendrían absolutamente innecesarios. -Bueno, entonces pongamos que lo hago para que no se queden sin empleo. ¿Vale? -No sé si es que tenés talento para las estupideces o una capacidad distractiva extravagante, basamentada en una contumaz necesidad de preservar la existencia equivocada. Cuando termines de farfullar sandeces tal vez tengas tiempo de advertir que el secreto se esconde detrás de esa gran contradicción que vos mismo me quisiste endosar. -Otra cosa. Me parece recordar que el Bonomi original tenía un acento menos porteño; hablaba un español no solamente más neutro, sino que mucho más elegante, por cierto. -¿Te querés dejar de joder con las palabras, me cago en la concha de mi tío abuelo el castrati? -¿Ve lo que le digo? -No. En todo caso lo oigo, pero no me apetece hacer esta clase de señalamientos ramplones a una bestia semejante. Lo único que me parece que puedo hacer, en estas circunstancias, es ofrecerte otro trago. 103

Gabriel Cebrián

-Déle, traiga. Pero conste que es por pura voluptuosidad, nomás. -Claro, contaba con ella. Siempre hay coños que no se abren si no los aceitan lo suficiente. -A propósito de coños, ¿qué es de la vida de Ivana? -Lo sabrás por vos mismo si es que abrís la maldita puerta, o la raja puta de tu mente emponzoñada. De lo contrario, más vale que te olvides para siempre de ella. -Una especie de Helena, eh... el trofeo que me espera si consigo devastar Troya... -En tu caso, sería más apropiado decir Babilonia. En más de un sentido, claro. Lo malo con vos es que venís a ser algo así como la pregunta por el ser personificada, es decir... si una conciencia cualquiera, en cualquier estrato cósmico que se constituya, agota todas sus energías en tratar de averiguar su condición ontológica, el ser pasará por ella de modo tan tangencial que jamás conseguirá experimentarlo. Y como en algún lugar de tu interioridad sabés muy bien que es así, se te ocurre asumir aires adolescentes y todo se torna bravata, mental y física. O si no apelás al cinismo propio del impotente, o a una cierta autosuficiencia que trata de ocultar complejos y frustraciones. -Oiga, don, no tengo idea de quién estará a cargo de esta terapia, pero exijo hablar directamente con el puppetmaster. -Y sin embargo, esa cualidad de estridencia controlada, esa vibración juvenil y contestataria que proyecta tu persona, quizá sea la vía para una nueva 104

Homo dialecticus

línea de creación de la Octava Primigenia. Por eso tanta atención puesta en un orate semejante. Por eso cada una de tus fruslerías conceptuales es oída tan cuidadosamente más arriba. Por eso ese capullo de Cebrián jamás tuvo idea de su función de crisálida, desde que empezó a contar una historia mirando la fotografía de un ángel y te puso a la deriva a formularte la pregunta metafísica, arrojándote a sus propios contextos de desórdenes juveniles; que dicho sea de paso, hace ya buen rato que han pasado. -Pero si pasaron, aún continúan pasando; ¿o no? -Claro, máxime cuando tiene una petulante proyección mental que incluso idealiza los mediocres entuertos originales. ¿Y? ¿Quién es la marioneta, ahora, eh? Vamos ingresando a la rotonda de 32 y 120, y ya puede verse clarear el alba por el lado del río. Me siento inquieto, presa de una gran agitación, ya que siento que algo formidable, inédito e inaudito está a ocurrir; no sé qué, a ciencia cierta (vaya una locución,), pero es como que estoy a las puertas de una especie de trascendencia existencial muy similar a la que había experimentado en el sur, hace ya más de un lustro, cuando Bonomi, Ivana y demás acólitos partieron hacia otra dimensión, dejándome atrás por no haber desarrollado las potencialidades necesarias para tal maniobra evolutiva. Parecía ser que esta vez no iba a poder esquivar el bulto, propiamente hablando. 105

Gabriel Cebrián

-Ahora tomamos la diagonal 74 –comenta Bonomi-, hacia el sur, hacia el cementerio. Todo un símbolo, ¿verdad? -Ahá –respondo, más preocupado por mis proyecciones mentales que por simbología alguna. -Acá nace la diagonal, y tendremos que recorrerla toda hasta su fin, que casualmente o no tanto, coincide con el cementerio de la Ciudad de La Plata. Es como la vida, como recorrer todo el camino de la vida del principio al fin. -No, está bien, pero en realidad la diagonal comienza en Punta Lara, como cinco o seis kilómetros atrás. -No no no no no, mi amiguito, no es la diagonal, es un camino que la continúa y que en realidad no sé cómo se llama, si es que se llama de otro modo que “camino a Punta Lara”. -Bueno, ¿ve? Al final se trata solamente de una cuestión de orden nominal, lisa y llana. -Claro, todo entra en el campo de tu especialidad, ¿cierto? Naciste en un universo de palabras, y morirás antes que ceder a una dislexia iluminadora. El ordenamiento cósmico exige principio, desarrollo y final, no solamente para su cabal funcionamiento sino también para su cabal intelección, ¿es eso? Bueno, para tu gobierno, voy a decirte que esa manera de recortar el fenómeno considerado real es la más arbitraria de las arbitrariedades. Ayuda, cómo no, a mantener la ilusión del yo. Pero ello equivale a acabar con el ganado para que el pastor ya no tenga de qué preocuparse. Permanecerá muy tranquilo en su potrero, vi106

Homo dialecticus

gilando al vacío. El yo sería, entonces, el pastor del no ser. O el pastor de sí mismo y de su reflejo, articulado en base a palabras que proyectan su interioridad y la elevan a categorías tales que resulta capaz de configurar universos individuales de lo más complejos. ¿Te tranquilizaría más que te dijese que el Camino a Punta Lara bien podría ser la existencia intrauterina de la diagonal 74; el último tramo de ese camino, diríamos, el canal de parto, y la rotonda que acabamos de circular, la vagina dilatada y parturienta? Apuesto a que sí. Mas solamente es seguir segmentando, hacia un lado u otro, la secuencia lineal que tu sintaxis está acostumbrada a repetir al pie de la letra en pos de un sentido que no es solamente humano, voto a Rilke, aunque nos empeñemos en universalizar visiones antropocéntricas. -Sin embargo, en el principio fue el verbo. -Ahí sí que remachaste bien el clavo. Aunque ahora les gusta mucho hablar del Big Bang, ¿no es así? Quizá sea ésta la metáfora que mejor expresa el pensamiento de la humanidad visual, y el porqué de su enorme error de perspectiva. -No veo el punto. -Efectivamente, el punto jamás se ve. Ahora, en una fuga espiralada y centrípeta, trataré de aproximarme a él. El principal inconveniente de la definición de Big Bang, consiste en esta tara genérica que enrarece la conciencia de este plano. La idea en sí no es mala, el principal problema está en su formulación. Y esto deberías entenderlo perfectamente, porque cae en el foco de tus intereses: para poder comprender 107

Gabriel Cebrián

correctamente esta idea de creación, aparentemente ex nihilo, hubiese sido infinitamente mejor denominarla Big Bell, no solamente porque la onomatopeya explo-siva es mucho más desagradable al oído, sino porque tergiversa la primera y excluyente facultad de la Octa-va Primigenia, que es su tañido armónico. Nunca una explosión puede generar tal orden, dado que su esen-cia es caótica y mucho más lo son sus efectos, de acuerdo a cuestiones de entropía universal. Por el contrario, el primer campanazo genera una expansión armónica en la que todos los sonidos se equilibran se-gún su lugar y modalidad cósmica, sin otra posibili-dad, generando así esta extraordinaria e infinitamente bella Teofanía que nos es dado percibir. Sólo que en lugar de oír el Verbo, lo visualizamos. Hemos estado elaborando concepto tras concepto, sin advertir que e-llo no es sino la visualización del signo lingüístico. Por algo Niestzsche dijo algo así como que la música es lo único que nos permite viajar hasta lo eterno y regresar. Fue una intuición maravillosa, digna del más grande filólogo que haya pisado este universo. Él fue capaz de intuir, magníficamente, las aristas del Secreto. Claro que en el principio fue el Verbo. Tan así es que la sencillez del arcano nos ha impedido desentrañarlo. Todo lo que ocurrió y ocurrirá está haciéndolo ahora, en las distintas oscilaciones sonoras del Big Bell, en ese acorde perfecto que constituye este universo y todos los demás acordes de las distintas escalas que constituyen los demás, tanto más puros y elevados cuanto más cercanos a la fuente. 108

Homo dialecticus

-Si no fuera por el toque New Age, lo inscribiría a usted en las huestes de los neopitagóricos... -No creo que estuviera del todo mal. Y tampoco me sorprende, por cuanto ese tal Cebrián y vos mismo han estado ya coqueteando con Pitágoras, Apolonio de Tiana y demás. Fueron sus mejores piezas, con seguridad, y no creas que no he estado soplándoles en la oreja las mejores páginas de esos entuertos. Claro que el ruido de estática de sus aviesas mentalidades me impidieron dar algo de lustre a la totalidad de tan prosaicas componendas... en fin, se trata solamente de unas cuantas ensoñaciones, cacofónicas por cierto, que no obstante se expanden en ecos necesarios al conjunto vibracional. La audición de tal conjunto, de todos modos, nos es vedada, sólo podemos intuírla con mayor o menor precisión, según el individuo; aunque teniendo en cuenta el contexto, quizás deba decir “el instrumento”. En cuyo caso, todo se reduce a una mayor o menor afinación. -Suena bastante razonable, su teoría. Pero hallo que en esta realidad, en este mundo que me es dado percibir, sea ello por mí mismo o por interpósita persona, muestra graves incongruencias si se lo respecta al sacrosanto tañido de una perfecta campana primordial. No quiero caer en la perogrullada de traer a colación todos los males de este mundo (que hoy por hoy adquieren niveles de holocausto final), ni tampoco pretendo que me responda con los simplismos propios de todo deísta que se precie de tal. Simplemente siento que no deja de ser una grosera incongruencia. 109

Gabriel Cebrián

-Espero que mi respuesta no sea tan ramplona que llegue a ofender tus prístinos oídos; no obstante me gustaría recordarte que las armonías utilizadas en las composiciones contemporáneas, luego de milenios de investigación, sólo fueron posibles desde hace unos poquísimos siglos, desde que el Gran Maestro Bach consiguió temperar el clave en la frecuencia adecuada. O sea, integró al conjunto expresivo de su época un cúmulo de posibilidades que hasta ese entonces resultaban disonantes, o al menos inapropiadas en un sentido estructural. Lo que quiero decirte, es que aún estamos en pañales a ese respecto, y ésa es la idea misma de la evolución: la de ir integrando las aparentes discordancias a la Suprema Armonía. -Está bien, pero la idea de evolución supone una linealidad temporal, ¿o no? -Sólo si ves el concepto, nunca si lo oyes. El Secreto es de orden auditivo, ya te lo dije. Y este paso fundamental, esta toma de conciencia que supone un paso de cero a infinito en la aprehensión cósmica, ocurre, como ya te dije, en un tris. Y otra cosa... este motor gasolero suena bastante mal, así que... Vuelve a accionar el control que había echado al éter la canción de Eurythmics, pero esta vez, en lugar de reproducir otro registro fonográfico, el ruido del motor cambia de manera espectacular: de pronto el vehículo comienza a sonar como el órgano de una catedral, en crescendos y fugas de una musicalidad tan peculiar como conmovedora. Me viene a la mente Magic bus, aquel viejo tema de The Who, pero sólo en 110

Homo dialecticus

un sentido semántico, dado que la canción en sí es bastante fulera. Antes de atravesar las vías de 1 y 38 puedo ver el edificio de aquel vetusto bar cuyo nombre no recuerdo y al que he ido varias veces a beber y conversar con la mujer a cargo, una señora ya casi anciana y gran bebedora también, cuyo nombre sí me acuerdo. Se llamaba Betty Byrne. Lo recuerdo porque yo siempre le decía “tu apellido es Byrne”, pronunciándolo según su fonética original y correcta, cosa que le molestaba particularmente y generaba su automática respuesta: “Yo soy argentina, m’hijito, yo soy Birne”. El vaso de vino blanco de damajuana a mi frente, las paredes ornadas con viejos figurines de tipo tanguero, campestre, hípico; los perdedores acodados en fila sobre el mostrador, narcotizando sus varios sufrimientos en el alcohol barato, los ojos azules y profundos de Beatriz, enrojecidos por la bebida, mirándome fijamente y diciéndome que yo no era de allí, que era joven e inteligente, y que qué carajo estaba haciendo con mi vida... ¿son acaso mis propios recuerdos o viejas reminiscencias de la persona que ha interpuesto entre su dasein y el mundo una marioneta rebelde y veleidosa que vendría a ser yo? ¿Soy capaz de sostenerme en esta existencia presuntamente ilusoria, aglutinando estructuras y respectaciones capaces de configurar un cosmos original e irrepetible? ¿Acaso todos los demás hombres, los soñadores y los soñados, son, o hacen, otra cosa? Es muy claro para mí que la categoría de “ilusorio” vale igual y definitivamente para 111

Gabriel Cebrián

todos. Don Benigno Pajón estaba en lo cierto. Sólo resta dar un paso hacia el vacío, hacia el ojo de Brahma, hacer sonar el tris que devela el Secreto. -Precisamente eso –dice de pronto Bonomi, al tanto de mis pensamientos, por lo visto- es lo que te insté a hacer allá en el sur. Pero evidentemente no estabas afinado aún. Y si mi oído no me engaña, creo que ahora sí estás listo para dar ese paso. Pero antes tenemos que soltar amarras. Poco después el Magic bus se detiene en la calle 35, en el corazón del barrio suburbano de La Loma, frente a un edificio de dos plantas que conozco muy bien. Inmediatamente advierto cuáles son las amarras que debemos soltar antes de mi partida. Nos apeamos, vamos hasta la puerta al lado de la carnicería, esa puerta que nunca se cierra con llave, ingresamos y comenzamos a subir por la angosta escalera, primero yo y luego Bonomi. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece escalones. Llegamos al pseudo descanso (porque allí termina toda ascención posible) y a punto estoy de dar un par de knocks a la puerta cuando Bonomi detiene mi brazo y se encarga él de hacerlo, pero tamborilleando los dedos de su mano izquierda y cerrando compases con el dorso de la derecha, en una sección rítmica que, debo reconocer, suena fabulosa. A poco se oye la voz de Gabriel, somnolienta, preguntando quién es. -Deberías saberlo –responde Bonomi. Ahora lo que se oye es el deslizamiento del pasador y las dos 112

Homo dialecticus

vueltas de llave. Finalmente abre, y maldita sea si he visto otra cara de reviente peor que la que luce. De muy mal humor, nos dice: -Me parece que no son horas de venir a joder; pero bueno, ya está, pasen. -Después de la perorata que acaba de darme el señor Bonomi, aquí presente, acerca de lo ilusorio del tiempo lineal, tu recomendación resulta por demás inconsistente. -Anoche me bebí casi una botella de Grant’s, o sea... no estoy de ánimo para disquisiciones de esa índole, y creo que de ninguna otra. -No hay problema, –asevera Bonomi, y añade: de todos modos, el oportunismo no ha sido nunca tu fuerte. Siempre has vivido a contrapelo de las circunstancias, así que ésta nuestra interrupción no es sino más de lo mismo. -Parece que conoce muy bien mi historia, cosa que me sorprende. -¿Por qué te sorprendería tal cosa? -Y, básicamente, porque usted es un producto de mi imaginación, y en todo caso debería ser yo quien... -Si por ventura te creés que sos capaz de imaginar un sujeto como yo, con la totalidad de mis atributos y de implicancias cósmicas, desde luego que no estarías embarcado en proyectos como éste. -¿Perdón? -Había una vez un niño que soñaba que construía un lobo con su masilla. Lo modelaba cuidadosamente, intentando perfeccionar cada detalle y preten113

Gabriel Cebrián

diendo dotarlo de una evidente ferocidad. Tanto trató, y tanto extremó sus habilidades, que, como era un sueño, finalmente el lobo cobró vida. -Ahá. ¿Y? -El niño jamás despertó. Hay quien dice que fue devorado finalmente por el lobo, tan cabal y feroz como había sido diseñado. Pero eso me parece excesivo. Probablemente aún anden los dos deambulando por las estepas nevadas de cierto paraje de ensueño. -Vaya una fábula tan perogrullesca. -Perogrullesca, bien puede ser. Lo que sí, de ninguna manera se trata de una fábula. Eso verdaderamente ocurrió. Y ha ocurrido tantas veces que creo que te sorprenderías de enterarte de sólo algunas de ellas. Muchos escritores desarrollan la tendencia a otorgar niveles de realidad a sus creaciones espontáneas, y lo que a simple vista parecería una aberración mental, más o menos grave según el caso, no es sino el ingreso a una sensibilidad tal que permite rasgar los límites entre lo que nos es dado tomar como cierto y lo que, siendo perfectamente real, nos es vedado asumir de tal suerte. Le abriste la puerta a Cratilo, y esa fue una apertura bastante importante. Luego Cratilo me abrió la puerta a mí, y entonces la cosa tomó otro cariz. Todos los goznes, bisagras y cerraduras de tu mundo saltaron en pedazos. -Todo eso que dice suena bastante coherente, incluso hasta verosímil. Sólo que... -¿Sólo que qué?

114

Homo dialecticus

-Sólo que usted es nada más que la visión idealizada de un profesor que tuve en la escuela secundaria, eso es todo. -O sea que nada hay en el entendimiento que no haya pasado primero por los sentidos, ¿es así? -No creo ni en uno ni en los otros. -Claro, por eso es que pasan estas cosas –me permito terciar, algo molesto por el cariz que está tomando el diálogo. -Miren, muchachos, no se ofendan, pero tengo que hacer muchas cosas y muy poco tiempo. Me gustaría liquidar pronto este asunto, se trate de lo que se trate, y ponerme a trabajar en lo que siento que debo trabajar ahora, hoy por hoy. -Bueno, está bien –concede Bonomi, con una energía y una autoridad inéditas hasta entonces. –Así las cosas, vengo a notificarte que voy a llevarme conmigo a Cratilo. -Me parece perfecto. Tal vez debiera habérselo llevado en la primer novela de la saga, cuando lo dejó triste, frío y solitario en una cabaña patagónica. -Oigan, que tampoco soy un paquete, o una valija, eh... -No ha sido culpa mía, ni tampoco demérito de él, como te apresuraste a consignar, y como yo mismo preferí que creyera para que cuando llegara el momento se esforzase más. No lo llevé entonces simplemente porque aún lo necesitabas. Y, mal que mal, de alguna extraña manera te pertenecía. Si este complicado pero atractivo sujeto sufrió más de la cuenta, no ha sido mi culpa, sino tuya. 115

Gabriel Cebrián

-Este complicado pero atractivo sujeto –observo- está aquí presente, oyendo como se distribuyen responsabilidades, culpas y tutelajes respecto de su persona, la que según cualquier mandato constitucional que impere en el universo, debería tener voz y derechos propios e inherentes a su condición de persona, física, mental, espiritual o lo que mierda se les pueda ocurrir a un par de mojigatos pretenciosos y delirantes como ustedes. -Cualquier mandato constitucional que impere en el universo, ¡vaya una ocurrencia! – Exclama Ga-briel, y agrega: -¡Acabás de tirar a la mierda el impe-rativo kantiano, dejándolo al nivel de una paparrucha! -¿Es que acaso era otra cosa? –Acota Bonomi, y reímos los tres. -Bueno, el caso es... si alguna vez necesité de Cratilo, o si abusé de él, aprovecho para agradecerle y pedirle disculpas, según corresponda. Y por cierto, es libre (como creo que siempre lo fue) de hacer lo que se le cante el orto. -Claro, eso se dice muy fácilmente, pero has de saber que no va a secundarte más en ninguno de tus enjuagues pretensamente literarios, o sea... -Lo sé. Y va a ser difícil, quizá imposible de reemplazar. Pero sucede que ya no me importa gran cosa. -¿Mi concurrencia?

116

Homo dialecticus

-No. Los enjuagues literarios, filosóficos y poéticos, en general. Me fugué, oh brujas, oh miseria, oh odio...11 -Esa cita ya la pusiste en otra novela. -¡Claro! Es que siempre he tenido ganas de fugarme de lo que sea, de todo lugar o situación que fuese apto para hacerlo. Soy muy dado a las fugas. Una especie de Bach extrovertido. -Salvando las distancias, por cierto. -No lo sé. Tengo una idea bastante interesante de mí mismo, no vayas a creer... -Ni que lo digas -concedo. -Entonces... -Entonces, como quien dice, está escrito. -¿Qué cosa? -Lo que carajo haya tenido que decir, para bien o para mal, ya está escrito y publicado. Chau. Gracias por todo, hagan lo que quieran y déjenme en paz. Ustedes dos y todos los otros personajes que dos por tres me salen al paso. Estoy harto de ustedes dos, de todos los demás personajes, de buscar las palabras o locuciones más adecuadas, de perseguir rigores estéticos y/o filosóficos, de perder el sueño y la propia vida en pos de quimeras poéticas o rapsódicas, de la tilinguería intelectual, de los imbéciles que se desviven por ver sus nombres en la tapa de un hato de papeles engomados y/o cosidos, de la caterva literaria, de los aires de profundidad y/o grandeza, etcétera. Me cansé de revolcarme en el estiércol de los chiqueros 11

Arthur Rimbaud, Una temporada en el infierno.

117

Gabriel Cebrián

culturales, de los compromisos sociales fingidos para parapetar los tentáculos ominosos del ego, de las poses, de la fatuidad, y todas esas lacras. Y también me cansé de vivir en un mundo en el que la cultura, estricto y lato sensu, de alguna triste manera legitima toda masacre imaginable y ya no tan en ciernes. En realidad, creo que debería intentar irme con ustedes, pero supongo que tengo un montón de tripas que gravitan en mi perjuicio. -Lo que vendría a demostrar que toda tu perorata ha sido, en gran parte, una maniobra escapista – deduzco, provocando su airada respuesta: -¿Acaso no acabo de decirlo, cuando hice referencia a mi tendencia a las fugas? -En ese caso, ¿qué vas a hacer cuando dejes de establecer mundos fantásticos hacia los cuales dispararte? -Música. Bonomi no puede ocultar una inmensa sonrisa ante esta última declaración. Claro, si es su métier. Sin poder ocultar su satisfacción, comienza a decir: -Hicieron falta siete años y más de veinte estúpidos libros para que volvieras a tu verdadera clave… ¡Lo que me ha costado insertar este becuadro! -No entiendo muy bien –digo, aturullado por la jerga pentagramada. -Pero si es muy fácil... si nosotros fuéramos simplemente personalidades ficticias delineadas por este individuo, jamás tendríamos mayor incidencia en el ámbito en el que se mueve. Pero tal como dije, al 118

Homo dialecticus

establecer una cierta apertura que en su momento él mismo creyó que era un juego, o una argucia estilística, me ha dado la plena oportunidad de trabajar sobre su psique. Y he conseguido devolverlo a su esencia de músico. Mediocre o no, es su esencia, su pasión y su misión en la vida. Y la mía es encarrilar a algunos idiotas que, imbuidos de delirios egocentristas, se deliran en actividades que no convienen a su espíritu, en modo alguno. -Eso es lo que hemos estado dirimiendo, ¿verdad? –Digo, sintiéndome el convidado de piedra, el pato de la boda o cualquier otro metafórico ejemplo de esta misma estofa que se les ocurra. -Lamentablemente –confirma Bonomi-, has sido el protagonista de la catarsis literario-filosófica de este individuo. La verdad, estás embadurnado de toda la mierda semántico-sintáctico-lógico-metafísica que ha ido tirándote. Pero no te apures. Adonde vamos, toda esa mugre no podrá alcanzarte. Y con un poco de suerte, tampoco le volverá a él. -Ni lo diga, estoy vacunado. -He visto reincidir a espíritus mucho menos viciosos que el tuyo, pero me agrada tu actitud. En todo caso, voy a ofrecerte algo. -¿Qué cosa? -Que cada vez que necesites al buen Cratilo, siempre y cuando el proyecto valga la pena, lo invoques. Seguramente estará de acuerdo en darte una mano, si la obra lo amerita y tiene voluntad.

119

Gabriel Cebrián

-Oiga, no hable por mí, ¿quiere? Seguramente estaré muy contento de no verle más la facha a este engreído. -Le tomo la palabra –le responde Gabriel, mirándome con sorna. -En cuanto a tus buceos musicales, estaré sienpre a un palmo de tu hombro izquierdo cuando necesites saber si tus partituras tienen algún sentido o no. -Lo descontaba. Lo he estado percibiendo, desde que retomé la actividad, husmeando en mis oídos y en mi cabeza. -Por cierto. Y claro que sabía que sabías. -Listo. ¿Puedo ir a retomar mi sueño, ahora? -Claro que sí. Y te eximimos tanto de organizarnos una despedida como también de dar un broche dramático a esta historia, porque se ve que no tenés la menor predisposición. En todo caso, es tu historia. -Muy comprensivo de su parte. De veras que me gustaría agasajarlos y despedirlos como se merecen, pero ustedes saben... -Lo que no me queda claro –digo, un poco sorprendido por lo drástico de este final de una historia que había asumido personalmente pero que, como de costumbre, acabó yéndoseme de las manos-, es cómo cierra el proceso dialéctico que asumimos formalmente al principio, y desde el mero título... La mirada de desaprobación casi desdeñosa que mis contertulios me dirigen, me arroja a la conclusión –plena de certitudes- de que, queriendo ir al 120

Homo dialecticus

punto, he perdido otra vez el cacumen del asunto. Como bien decía Don Benigno Pajón que siempre sucede con los filósofos, bah. En fin, me voy con Bonomi, dejándoles a ustedes, eventuales lectores, el mayor de mis respetos en algunos casos y mi eterno desprecio en otros. Quizá alguna vez vuelva para contarles qué tal me fue. Pero eso ya no depende de mí. O al menos eso creo.

Prólogo................................................. 7 Tesis Metafísica pastoril El hombre es el pastor del ser......................... 19 Antítesis Metafísica brujeril El hombre es el pastor del no ser.................... 51 Síntesis Metafísica Supratrascendental 121

Gabriel Cebrián

Ser y no ser, pastores del hombre.................... 95

122

View more...

Comments

Copyright ©2017 KUPDF Inc.
SUPPORT KUPDF