historia sinoptica de guatemala.docx
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lonial, ellas fueron más regulares y expeditas. La comunicación se hacía por medio de un camino que bordeaba Los Cuchumatanes, y por otro que atravesaba la Bocacosta del Pacífico. En ocasiones se utilizaba la vía marítima, en ambos océanos. Los novohispanos, o mexicanos como más comúnmente se les llamaba, adquirían cacao, añil, vainilla, achiote, etcétera, en las re giones de Soconusco, Suchitepéquez, Izalco, y otras del Reino de Guatemala. A cambio, surtían a los mercados situados al sur de sus fronteras, con telas u otros productos de origen europeo. A mediados del siglo XVI, la sola región de Suchitepéquez exportaba unas 200,000 cargas de cacao (cada carga equivalía a 24,000 almendras) a México. Este particular comercio fue objeto de regulaciones especiales, orientadas a conseguir un equilibrio económico interregional. En 1576, por ejemplo, la Corona exigió una licencia de exportación y un impuesto del 5%, en re lación con el cacao que salía de Suchitepéquez hacia Nueva España. A la zaga de sus intereses, los comerciantes, en algunos casos, se tr asladaron a vivir a pueblos cacaoteros, como Izalco, en San Salvador, pe ro ello ocasionó roces y conflictos con los encomenderos de la zona. De esta cuenta, en 1553, la Audiencia ordenó que los comercia ntes abandonaran los pueblos de indios de aquella área, y que se trasladaran a la Villa de Sonsonate. Desde Acajutla, por otra parte, se comercializó cacao hacia México y Perú, pero, a veces, el tráfico caía en los linderos del contrabando, o se hacía en competencia desleal con el grano de Guayaquil. El comercio con Perú se intensificó durante los siglos XVII y XVIII, hasta el punto de que la moneda llamada perulera, precisamente por su procedencia, circuló con amplitud en Guatemala. Los productos centroamericanos llegaban hasta Quito, Lima y Arequipa. El intercambio con Filipinas, en cambio, se hacía indirectamente, por medio de l Galeón de Manila que, en la última parte del siglo XVI, conectaba esta ciudad asiática con Acapulco. Guatemala, por lo tanto, como las otras co lonias americanas, comerciaron simultáneamente con varias naciones, ya de modo legal, ya en forma ilícita, pese a los esfuerzos de España por canalizar todo el tráfico de mercancías a través de las casas comerciales y los controles o ficiales de Sevilla. Además del comercio externo, Guatemala desarrolló una intensa red de intercambio, que conectaba la ciudad de Santiago, el Corregimiento del Valle y las principales ciudades y poblados provincianos, así como también los pueblos de indios. En este sistema interno desempeñaron un papel importante los mercados, las ferias, los tiánguez (mercados tradicionales de los indígenas); también las tiendas y tabernas, y los “abastos”. Por medio de e stos últimos, que no eran sino concesiones privilegiadas, se administraba la comercialización de importantes productos, como los cereales, la carne, etcétera. El panorama del intercambio comercial esbozado anteriormente, se modificó, de manera drástica, en el siglo XVIII. Las principales causas de ello fueron la auto rización del libre comercio, la reforma del sistema de impuestos, el fortalecimiento de la Real Hacienda, la reducción del poder de la Iglesia, la defensa militar de las costas americanas, y la instauración del Régimen de Intendencias.
A finales del siglo citado se estableció el R eal Consulado de Comercio de Guatemala, cuyas funciones eran las de estimular la producción, promover el comercio, desarrollar la infraestructura, y afirmar la justicia en las cuestiones mer cantiles. Eti mucho se lograron estos objetivos en la última parte del período colonial, pero también persistieron viejos problemas, como el contrabando, la especulación, la explotación inicua de la mano de obra indígena y otros más que tuvieron efectos disociadores en una sociedad de corte colonial, pero que se hacía cada vez más grande y más compleja. La Real Hacienda El régimen hacendario, o sea, las finanzas públicas de la Colonia, reflejaron necesariamente las características sociales y políticas de la organización y funcionamiento del vasto imperio español. En la administración de los recursos económicos en general, jugaron un papel decisivo la Corona, en primer lugar, como propietaria soberana de las tierras y riquezas del Nuevo Mundo; la Casa de Contratación, encargada de la administración y el tráfico de dichas riquezas; y, finalmente, la oficialidad o burocracia real, que fungía en las posesiones coloniales y, en especial, en los centros de poder económico. Los ingresos reales Como en todas las Indias, en Guatemala la política fiscal descansó e n dos tipos de impuestos: los fundamentales o regulares y los complementarios. Los primeros comprendían los siguientes: quinto real, almojarifazgo, tributo, diezmo y alcabala. Entre los segundos figuraban los estancos, oficios vendibles, empréstitos, derramas y penas de cámara. El quinto real consistía en la quinta parte (20%) que cobraba la Corona sobre el valor de los productos minerales y piedras preciosas que explotaran los colonos. Este impuesto fue oportunamente reducido, a un 10% y hasta a una doceava parte, con el objeto de estimular tal actividad económica, y evitar la evasión impositiva. El almojarifazgo era el impuesto que se pagaba por la importación y exportación de todo tipo de productos, y equivalía, respectivamente, al 5% y al 2 .5% del valor de dichos bienes. El tributo consistía en una cuota anual que pagaban los súbditos del rey, en señal de su simple calidad de vasallos. En Guatemala, lo pagaron los aborígenes, desde la época prehispánica, a los jefes de sus respectivos señoríos, y después a la Corona o a los encomenderos. El diezmo, teóricamente, era un aporte equivalente a la décima parte del valor de todos los bienes adquiridos o comercializados en el Nuevo Mundo, el cual debía entregarse a la Iglesia Católica. En 1501 se estableció que la Corona, cuyos representantes hacían el cobro correspondiente, tenía derecho a retener dos novenos de la mitad de tal impuesto. En 1578, cuando se impuso a las transacciones relacionadas con el añil, se incrementó la rec audación del diezmo. Una parte de éste se utilizaba en la construcción de iglesias y hospitales. En 1533 se eximió de este impuesto a los
indígenas, pero existen referencias acerca de que en alguna época se les cobró, especialmente en el siglo XVIII. La alcabala era un impuesto del 2%, que recaía sobre el valor de todas las operaciones de traspaso, contratos y compraventas, y que también afectaba las herencias y donaciones. De este gravamen estaban exonerados los indígenas. Los impuestos complementarios incluían los siguientes: los estancos, que se referían al monopolio de la Corona, respecto de la fabricación y comercialización de determinados artículos (sal, mercurio, naipes, pólvora, tabaco, papel sellado, aguardiente y nieve); las Bulas de la Santa Cruzada, o sea, un aporte que permitía a los fieles comprar indulgencias (perdón de los pecados), a título propio o ajeno; la venta de cargos públicos, tanto civiles como eclesiásticos, los cuales se compraban en España o en la Colonia, según la je rarquía del puesto; los donativos forzosos impuestos por la Corona a los súbditos; las derramas, que eran contribuciones ocasionales destinadas a emergencias, como terremotos, a trabajos públicos, o a servicios personales inmediatos, necesitados por los gobernantes o las tropas; las penas de cáma ra se referían a los ingresos provenientes de multas impuestas por delitos diversos. Los egresos de la Corona y de las autoridades coloniales cubrían una extensa gama de recursos destinados a gastos administrativos, guerras, obras públicas y servicios de índole muy extensa y variada. Una parte importante de la política fiscal fue la organización monetaria que, a partir de 1731, quedó a cargo de la Casa de Moneda. Los medios de cambio, o monedas, más comunes a lo largo de la época colonial, fueron los siguientes: el cacao, de uso prehispánico; las piezas rústicas de oro, llamadas “pesos de oro de minas”; las rajas de plata; las monedas acuñadas de este mismo metal; los pesos “peruleros” procedentes de Perú; el peso de plata, o “peso fuerte”; los reales; la moneda “macuquina”, o “macacos” (piezas rústicas traídas de México o Perú); los cuartillos, etcétera. Recomendación de lecturas Más información sobre la economía colonial se puede encontrar en los Tomos II y III de la Historia General de Guatemala, en la sección de “Economía”. Importancia social de la población El volumen, el crecimiento o decrecimiento, la distribución, la evolución en fin, de una población identificada con una sociedad cualquiera, tienen una importancia decisiva en los procesos generales que corresponden a dicha sociedad. Esa importancia no se r educe sólo a cuestiones cuantitativas, o de espacio simplemente, ya que se vincula también a formas de conducta, a actividades económicas, a organización de grupos particulares, a creencias e ideas, a normas, y a muchos otros aspectos de la vida en sociedad. Respecto de la sociedad guatemalteca de la Colonia, por ejemplo, indiscutiblemente resultan relevantes preguntas como las siguientes: ¿Qué clase de gente conformó esa sociedad? ¿Cuáles fueron las transformaciones cuantitativas y cualitativas que experimentó? ¿Qué tipos de grupos la
integraron? ¿Cuál fue la distribución de las personas en el espacio?. A é stas podrían agregar- se muchas interrogantes más, cuya respuesta objetiva ayudaría a entender no sólo la sociedad de la época, sino también la del presente, de la cual aquélla es un antecedente más o menos inmediato. En 1524, cuando llegaron los españoles a lo que después fue el Reino de Guatemala, la región estaba poblada por conglomerados aborígenes, que participaban de semejanzas y diferencias fundamentales, en la medida en la que tenían algún tipo de contactos, o un ancestro común. En relación con el número de aquellos habitantes se alude a cifras que oscilan entre 200,000 y dos millones, e incluso cantidades mucho mayores, de hasta 50 millones, y aún más. Sin embargo, no hay certeza alguna sobre el monto total de la población que vivía en el istmo centroamericano antes del arribo de los europeos. En relación con el territorio actual de Guatemala, la fuente más aceptable de la que se dispone es la tasación de los tributos, hecha por Alonso López de Cerrato, quien gobernó de 1548 a 1554. Según el número de indios tributarios y de las pe rsonas vinculadas a éstos, en una proporción de 5.1 a 6.1, se ha estimado que, en aquellas fechas, había un total de 428,500 habitantes, aunque también se han sugerido cifras mayores, de hasta 47 5,000 moradores. Los cálculos anteriores, sin embargo, no resultan del todo fiables, por las siguientes razones: no incluyen absolutamente todos los poblados, como tampoco los indios que se fugaban a los montes; excluyen la enorme cantidad de muertes que ocasionaron las e nfermedades introducidas por los españoles, y contra las cuales los nativos no tenían defensas naturales. A p artir del contacto con los europeos, dichas enfermedades (viruela, sarampión, tifus, peste bubónica, etcétera) causaron una verdadera catástrofe demográfica, lo que hace pensar que, alrededor de 1519-1520 (antes de la primera epidemia), el actual territorio de Guatemala pudo haber est ado ocupado por cerca de 1.7 millones de habitantes. Algunas de aquellas enfermedades, como la llamada kumatz ogukumatz, se incorporaron al léxico, al sufrimiento, y a los registros históricos de los nativos, e ntre estos últimos, el Memorial de Sololá: “He aquí que durante el quinto año apareció la peste ¡oh hijos míos Primero se enfermaban de tos, padecían de sangre de narices y de mal de orina. Fue verdaderamente t errible el número de muertes que hubo en esa época... De ninguna manera podía la gente contener la enfermedad... Después de haber sucumbido nuestros padres y abuelos, la mitad de la g ente
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