Historia de Mexico

March 15, 2017 | Author: Tashi Espino | Category: N/A
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Entre las diversas acepciones de la palabra "historia" según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, se pueden encontrar algunas que tienen un carácter

contradictorio, pues del mismo modo que la definen como: "Narración o exposición de los acontecimientos pasados y dignos de memoria, sean públicos o privados", o bien: "Conjunto de sucesos o hechos políticos, sociales, económicos, culturales, etc., de un pueblo o de una nación", también comprende los conceptos de: "Narración inventada", "Mentira o pretexto" y "Cuento, chisme, enredo".' En ese sentido, lo interesante es que el mismo término hace referencia tanto a lo que sucedió en el pasado —lo real — y a su estudio, como a aquello que es una mera invención o engaño. En español se ha logrado salvar esta situación escribiendo Historia para referirse a algún suceso real pasado, e historia para hacer lo propio con la ficción; del mismo modo, otras lenguas han acuñado términos diferentes para distinguirlas; así, mientras Historia se escribe Geschichte en alemán y History en inglés, historia se escribe Histoire en francés, y Story en inglés. No obstante que la palabra "Historia" proviene del griego historien, que significa curiosear, lo cierto es que resulta difícil contestar la pregunta ¿qué es la Historia? ya que se trata de un concepto que, a través del tiempo, se ha entendido de diversas formas. Mientras que para los griegos (padres de la historia en occidente) y los romanos era la maestra de la vida, para los primeros cristianos tenía el concepto del desarrollo del plan divino en la Tierra, en tanto que para el pensamiento renacentista el estudio del pasado representaba una herramienta para conocer mejor el presente. En el siglo xvin la Ilustración francesa dio un giro al afirmar que la Historia era, en esencia, el progreso de la razón humana, y en el siglo xix alcanzó el rango de ciencia, si bien no imperó un criterio único para definirla. Así, mientras que Leopold von Ranke señaló que "La Historia debe decir lo que realmente pasó, juzgar el pasado e instruir el presente en beneficio de las edades futuras", Carlos Marx indicó que ésta era la lucha entre las clases sociales; y Augusto Comte precisó que era "Un conjunto de enseñanzas susceptibles de poner en evidencia las leyes fundamentales de la sociabilidad". En el siglo xx, con la proliferación de connotados historiadores y escuelas historiográficas —es decir, que se refieren a la escritura de la Historia — , el concepto siguió teniendo una multiplicidad de significados que abarcaron diversas definiciones; por ejemplo, la de la Escuela de los Annales: "Estudio de las diversas creaciones del hombre"; la de Edward H. Carr: - Investigación en el pasado del hombre en sociedad", la de Charles Huizinga: "Manera en que una cultura rinde cuentas de su pasado", la de los historiadores de la Escuela de las Mentalidades, como Georges Duby: "Estudio de las relaciones entre lo material y lo mental en el curso del cambio social", e incluso la de Jacques LeGoff: "Disciplina que organiza el pasado en función del presente". En síntesis, cualesquiera que sean las definiciones sobre el concepto de Historia de hoy en día, o las que surjan en el futuro, todas se remiten finalmente al estudio del hombre, de sus actos, ideas y creaciones, en un lugar y tiempo pasado determinados. Sin embargo, también es importante que, como alumno, reflexiones y te cuestiones sobre tu concepto de Historia.

Dado que el historiador escribe acerca de hechos que ocurrieron en el pasado y que no presenció, se ve obligado a consultar diversas fuentes, es decir, acudir al conjunto de evidencias que le proporcionen información sobre los acontecimientos pretéritos que le interesa estudiar ( ' Fue hasta el siglo xix, cuando la Historia se constituyó en ciencia_ que el tema de las fuentes adquirió importancia. En ese entonces se consideraba que la única fuente verídica para escribir la Historia eran los documentos resguardados en archivos, ya que éstos eran testimonios redactados por quienes presenciaron los hechos que ahí se referían. Con el paso de los arios, el concepto se fue ampliando hasta establecer que todo aquello hecho por el hombre que permita conocer su pasado puede entrar en la categoría de fuente histórica: propaganda, documentos, monumentos, sermones, obras literarias, reglamentos, actas jurídicas, cuadros, esculturas, vestimenta, etcétera. Todo tiene un valor intrínseco, ya que son testimonios que permiten saber más acerca del pasado. De igual forma, existen diversas maneras de ordenar las fuentes históricas. Directas e indirectas: las primeras son aquellas que comprenden elementos ori-

ginales. elaborados para dar información sobre hechos relevantes (crónicas, inscripciones. códices...): las segundas, pese a no tener la finalidad de proporcionar información, permiten comprender mejor a los pueblos que se estudian (armas. edificios, utensilios...). Primarias y secundarias: las fuentes primarias son aquellas escritas por quienes presenciaron los hechos de los que se da cuenta (partes militares, narraciones...); las fuentes secundarias retoman las primarias, pero se escribieron algún tiempo después (un libro sobre Historia de México, un ensayo sobre el Imperio Romano, etcétera). Por disciplina: arqueológicas, arquitectónicas. demográficas, genéticas, geográficas, iconográficas, literarias, numismáticas, etcétera. Las fuentes que el historiador puede consultar para llevar a cabo su investigación son tan diversas. que a veces necesita recurrir a otras ciencias, razón por la cual se les conoce como "ciencias auxiliares". Entre ellas destacan, sin que el listado sea exhaustivo: la arqueología, la numismática, la paleografía. la diplomática, la antropología, la geografía, la sigilografía, la economía, la filología. la química. la epigrafía, y la etnografía ( ' 1 7 ) . La consulta de fuentes y el trabajo con las ciencias auxiliares permiten al historiador adentrarse en el pasado, investigarlo y escribir sobre él para explicarlo. Historiar es un ejercicio que exige poner por escrito la narración de los hechos para compartir con los demás los frutos del trabajo y así contribuir al enriquecimiento del conocimiento histórico: de lo contrario. ¿qué sentido tendría indagar en el pasado si no se comunica lo que se ha encontrado? Si bien cada pueblo y época poseen una forma peculiar de entender la Historia, lo cierto es que su escritura ha dependido. en cierto sentido, de los intereses de una sociedad. Temas que hace más de cien años no llamaban la atención —como el de la sexualidad en el México virreinal — hoy resultan atractivos para los historiadores y para el público en nuestro país. Del mismo modo, tópicos como el de la revisión cronológica de la historia de México, en boga en tiempos del general Porfirio Díaz, hoy han quedado en el olvido. Más allá de tales consideraciones, lo cierto es que la Historia está sometida a una revisión y reescritura constantes. Si bien los datos y las fechas siguen siendo los mismos, las nuevas técnicas de investigación, fuentes, recursos tecnológicos y metodologías, permiten dar nuevas explicaciones del porqué de los hechos y de los procesos históricos. Por ejemplo, en el año 2005 el uso de un tomógrafo computarizado permitió a un equipo de especialistas refutar la teoría. hasta entonces aceptada, de que el rey egipcio Tutankamón había sido asesinado de un golpe en la cabeza: asimismo, estudios relativamente recientes han demostrado que si los peninsulares de México reavivaron la guerra de

Independencia no se debió a su deseo de que la Constitución de Cádiz no se aplicara en la Nueva España. corno se solía afirmar anteriormente, sino más bien a que dicha constitución les quitaba privilegios. En consecuencia, se puede afirmar que la Historia es una actividad dinámica e inacabada pues se encuentra en constante cambio, en un proceso permanente de escritura y reescritura. La Historia, como recuento y análisis de lo sucedido en el pasado, toma cuerpo a través de la investigación, misma que permite al historiador dar explicaciones que procuran ser veraces sobre los hechos y los procesos históricos pasados. A diferencia de los biólogos, físicos o químicos, el historiador no cuenta con un laboratorio en el que pueda obtener resultados contundentes a través de la experimentación. Resultaría imposible recrear y combinar las condiciones anímicas, culturales, económicas, políticas. religiosas y sociales que dieron origen a la Revolución Mexicana, entre otras razones porque desconocemos la totalidad de factores que provocaron el estallido de este movimiento y, además, porque el hombre es un ser libre que no se comporta igual en las mismas circunstancias. Entonces ¿cómo se desarrolla la investigación histórica? El historiador recurre a un método, es decir, a un procedimiento meticuloso, riguroso y ordenado, que le permita realizar su investigación y llegar a conclusiones que brinden aportes en el campo del conocimiento histórico. El método, pues, permite al investigador dar una visión plausible. jamás definitiva o absoluta, de lo que ocurrió en el pasado. La metodología utilizada depende del tema de estudio, de los intereses del historiador y de la escuela historiográfica a que pertenezca. De hecho, ésta es una de las riquezas de la investigación en la Historia, pues del mismo modo en que se puede seguir el camino recorrido por otros, también es posible ir construyendo el propio. Las diferencias en los métodos estriban, en general. en el tipo de fuentes que se consultan, el tratamiento y uso que se hace de ellas, el tipo de temáticas que se abordan, etcétera. Entre algunas de las metodologías utilizadas por los historiadores, destaca el "método comparativo" por el que el investigador elige en varios hechos históricos dos o más procesos que parecen compartir entre sí analogías que le permiten explicar las similitudes y diferencias que prevalecen entre ellos. El "materialismo histórico", en cambio, hace énfasis en el estudio de los factores materiales y tecnológicos y en el modo de producción' para explicar la historia de la humanidad. Ahora bien, en este punto se hace obligatoria la pregunta: ¿Para qué sirve la historia? Al respecto, existe la anécdota siguiente: "Un discípulo de Euclides tuvo la inoportuna ocurrencia de preguntarle al maestro sobre la utilidad de tal o cual teorema geométrico. `¿Para qué sirve eso?', inquirió el aprendiz. y el sabio respondió sin hacerse esperar: `¡Toma ese dracma y lárgate!' Al parecer. ése era el trato que se merecía quien no fuera un "amante del saber". precisamente en Grecia, cuna de la filosofía. Aquel discípulo buscaba la utilidad del conocimiento y a cambio recibió una moneda, es decir, un objeto de "utilidad universal".' Cierto es que la Historia carece de ese carácter práctico que caracteriza a las ciencias exactas y biológicas pero. no obstante, cumple con una función que es fundamental para toda sociedad: enseñar lo que el hombre ha hecho en el tiempo y. en consecuencia, lo que es en la actualidad. En ese sentido, esta disciplina nos brinda la oportunidad de conocernos más y mejor viendo nuestro reflejo en el espejo del pasado. El pasado no está muerto, sobrevive en el presente, pues no debemos olvidar que si bien somos quienes hemos querido ser, también es cierto que somos lo que otros, nuestros antepasados, fueron. Claro está que cada generación es única e irrepetible y que realiza sus propios aportes a la humanidad: de igual forma, este proceso de "construcción" tiene como pilar la herencia o bagaje que se ha recibido de los antecesores y que. al mismo tiempo. brinda a los miembros de un colectivo una identidad individual y grupal. -

Si, por el contrario, la historia fuera ruptura total, los hombres de hoy seríamos incapaces de comprender a nuestros predecesores y careceríamos del interés de hacerlo, dado que no compartiríamos con ellos absolutamente nada. Sólo cuando asumimos que entre los individuos del pasado y del presente hay elementos en común, establecemos la condición fundamental para el autoconocimiento y, entonces, podemos encontrar respuesta a la pregunta del para qué de la historia.

Por la naturaleza propia de los datos y hechos históricos que conforman la materia prima del conocimiento histórico, el estudioso se encuentra imposibilitado para ser testigo de ellos o, bien, conocerlos de manera directa; así que se ve obligado, en primera instancia, a entrar en contacto con los testimonios legados por quienes los vivieron o presenciaron. El trabajo del historiador, en consecuencia, consiste en consultar dichas fuentes, analizarlas, compararlas entre sí, verificarlas a través de una metodología rigurosa para poder trabajar con ellas, y enriquecer ese cúmulo de explicaciones que conforman el conocimiento histórico. Ésa es la razón de que no se dé este conocimiento. Los historiadores lo van construyendo poco a poco en función de los intereses de la sociedad en que viven, de las fuentes que se encuentren disponibles, de las escuelas historiográficas a las que se encuentran adscritos, y de los beneficios que los avances tecnológicos les ofrecen. También posee la característica de ser acumulativo, pues con cada generación el conocimiento histórico aumenta y se va atesorando para que. a su vez, se constituya en sustento y punto de partida para que los historiadores del porvenir lo puedan seguir construyendo. El conocimiento histórico tampoco es absoluto. Hay momentos y episodios del pasado de los que poco o nada se sabe como consecuencia de la escasez de fuentes que permitan documentarlos. Al encontrarse ante estas lagunas, el investigador bien puede conjeturar. que no afirmar, explicaciones sobre lo sucedido mediante el uso de una argumentación rigurosa y bien fundamentada, y esperar que en el futuro dicha conjetura se pueda verificar o invalidar. Es importante subrayar que este ejercicio, denominado por algunos historiadores como "imaginación histórica", no tiene por objeto inventar o improvisar explicaciones sino, por el contrario, brindar interpretaciones plausibles que están sujetas, gracias al hallazgo de nuevas evidencias o de investigaciones futuras, a ser verificadas o desechadas.

Y nosotros, ¿qué idea tenemos del tiempo? ¿Acaso es la misma que tuvieron griegos y romanos. mexicas e incas, godos y teutones, italianos y españoles? ¿Existe un solo tiempo histórico? En la antigüedad clásica, los griegos y los romanos concibieron el tiempo histórico como una serie de ciclos que se sucedían y que concluían precisamente donde habían empezado; es decir, cada ciclo iniciaba con la revelación de una profecía y llegaba a su fin con el cumplimiento de la misma. Con el cristianismo, esta concepción se transformó al adquirir un halo de divinidad y atribuírsele un carácter lineal ascendente. Con ello se afirmaba que el tiempo era una especie de camino recto y uniforme, sin retornos o retrocesos, que iba de menos a más y cuyo final era la salvación del hombre. Curiosamente, los ilustrados, pese a su manifiesto sentimiento antirreligioso, tomaron este modelo y lo desacralizaron al hacerle cambios pequeños: la meta última era la Felicidad del hombre —entendida como el bien común pleno— y se reconocía que era posible acelerar el paso del tiempo, a través del Progreso, para llegar más pronto a dicha Felicidad. Gracias a los estudios del historiador francés Fernand Braudel, hoy sabemos que el tiempo histórico no es necesariamente lineal y que, de hecho, no hay uno sino tres tiempos o "duraciones" que bien pueden coexistir simultáneamente:

La larga duración: transcurre lenta y silenciosa y abarca generaciones completas y siglos. Es el tiempo profundo, el de las estructuras que se desgastan y transforman de manera tan paulatina que los cambios resultan imperceptibles a simple vista. Ésta es, también, la temporalidad de las permanencias y supervivencias. La duración intermedia: es el tiempo de las coyunturas y de los periodos cronológicos de decenas, veintenas o cincuentenas de años que carecen de un valor absoluto per se. pero que ofrecen la perspectiva suficiente para estudiar los movimientos demográficos o salariales a través de series de datos cuantitativos ( ) . La corta duración: es el tiempo de los acontecimientos, de la vida cotidiana. de la toma de decisiones, de las transformaciones violentas y rápidas, de los hechos menudos que bien pueden ser singulares o repetidos. Es, por su inmediatez, el tiempo propio de los periodistas y de los cronistas. Ahora bien, dado que uno de los ejes en los que se desarrolla la Historia es el tiempo —el otro es el espacio— y que éste es tan amplio que los historiadores lo han sistematizado y dividido, para su análisis y comprensión, en épocas o periodos. Las épocas poseen un carácter arbitrario en la medida en que son producto de acuerdos y consensos entre los estudiosos, quienes toman como puntos de inicio y de finalización eventos importantes que ejercieron una gran influencia en la humanidad. Son arbitrarios, también, pues tales eventos son, en realidad, la parte palpable y más visible de procesos de larga duración cuyos orígenes resultan difíciles de ubicar en el tiempo. La periodización más reconocida y utilizada es la siguiente: Edad Antigua: comprende desde la aparición de la escritura hasta la caída del Imperio Romano Occidental en el año 476 d.C. Edad Media: desde la caída del Imperio Romano Occidental en el año 476 hasta la caída del Imperio Romano Oriental en el año 1453. Edad Moderna: desde la caída del Imperio Romano Oriental en el año 1453 hasta la Revolución francesa en 1789. Edad contemporánea: desde la Revolución francesa en 1789 hasta nuestros días. En el siglo xix, Carlos Marx ideó otro sistema de periodización fundamentado en los diversos modos de producción por los que ha pasado, y lo seguirá haciendo, la humanidad: Comunismo primitivo. Esclavismo. Feudalismo. Capitalismo. Socialismo. Comunismo.

El sujeto histórico por excelencia es el ser humano. El hombre, creador y transformador de la naturaleza, se ha constituido en el motor de la historia. Él. ya sea como individuo o sociedad, ocupa el centro de la Historia por tratarse del único ser vivo que tiene conciencia de su pasado. Aunque existe un consenso entre las escuelas historiográficas de que el hombre es el sujeto de la historia, ha imperado un debate en torno a si lo que importa es su estudio como miembro de una sociedad —materialismo histórico — o, bien, como individuo —historicismo—. Lo ideal es estudiarlo de ambas formas, pues ni existen seres humanos que vivan completamente solos y aislados de su comunidad, como tampoco existen colectivos homogéneos en los que sus miembros sean en su totalidad iguales. Individuos y comunidades conviven e interactúan en la medida en que se necesitan para existir.

Así como el sujeto de la Historia es uno, el objeto histórico es diverso pues comprende todo lo que el hombre ha hecho a lo largo de los siglos desde la aparición de la escritura. Los historiadores se han visto en la necesidad de crear categorías para agrupar los distintos objetos o temas históricos. Una manera de organizarlos es por el ámbito geográfico en que han ocurrido y que puede comprender desde la Historia Universal —que contempla los sucesos destacados que han tenido lugar entre las culturas más importantes--; la Patria — lo que sucedió en un pueblo o país específico--; la local —lo que ocurrió en una región dentro de un país—. hasta la microhistoria —lo que aconteció en un poblado. ciudad o barrio (1 ) . Otro modo de estudiar estos objetos es a través de los ámbitos de la vida humana de que se ocupa. Por ejemplo, la Historia política o económica —destaca los eventos y procesos políticos más importantes del pasado — de las mentalidades —abarca las representaciones mentales que una sociedad posee de sí misma y de su entorno: demográfica —investiga los movimientos poblacionales a través de series de datos cuantitativos —: social —analiza los movimientos laborales, políticos, sindicales... al interior de una sociedad—, sólo por mencionar algunos.

En el estudio de la Historia se emplea una serie de categorías o términos que son fundamentales para la enseñanza y el aprendizaje de esta disciplina. A continuación se comentan algunos. Espacialidad y temporalidad: estos conceptos hacen referencia a que todo hecho y proceso histórico ocurre en un lugar y momento determinados. El espacio y el tiempo son las "coordenadas" en que se desenvuelve la Historia. Cambio v continuidad: la Historia posee un dinamismo que le inyectan los procesos de continuidad y cambio. Como se ha visto, el hombre es un ser que se encuentra en una constante transformación. Generación tras generación, la humanidad ha cambiado, ha sufrido modificaciones que le han llevado a ser lo que es hoy en día. Sin embargo, también hay continuidades que no son otra cosa que elementos que sobreviven al cambio y que, al mantenerse vigentes durante cientos de años, se constituyen en puentes de unión entre diversas generaciones o periodos. En la Historia nada es cambio puro ni continuidad absoluta: los grandes procesos se desarrollan en la larga duración y contienen ambos elementos. Permanencia y ruptura: hay veces que los cambios históricos producen rupturas que suelen ser de carácter violento y de corta duración —las revoluciones y las guerras son un ejemplo de ello. Sin embargo, en las sociedades también hay elementos, los más importantes y profundos, como las creencias religiosas y la mentalidad. que están tan enraizados en ella que logran perdurar e imponerse a las coyunturas propias de la ruptura. Si bien el pasado del hombre es testigo de más permanencias que rupturas. lo cierto es que estos dos principios son igualmente relevantes para el estudio de la Historia. Causalidad: los hechos y procesos históricos no se generan espontáneamente, detrás de ellos hay una serie de motivos o causas que los originan y, a su vez, éstos tienen consecuencias o efectos. Cierto es que en las ciencias duras la relación causa-efecto es uno de los factores que permite la elaboración de leyes: sin embargo. la Historia no funciona así. La causalidad histórica carece de fundamentos o de leyes que permitan hacer generalizaciones para explicar fenómenos históricos. Dado que el hombre, motor de la historia. es un ser en constante cambio, cada hecho y proceso histórico es sui géneris y, en consecuencia, posee causas y consecuencias únicas e irrepetibles.

Muchos investigadores han coincidido en que el hombre americano no es originario de nuestro continente. Los restos humanos más antiguos muestran que los primeros pobladores pertenecían a la especie del Homo Sapiens. es decir. al último eslabón de la evolución humana. ¿De dónde procede el hombre americano y cómo llegó al continente? Varias teorías intentan dar la respuesta, pero son dos las más completas y aceptadas. El origen único (Alex Hrdlicka). Según esta teoría, el hombre americano es originario de Asia. Su llegada a América habría ocurrido a finales del pleistoceno, en la última glaciación (40.000 o 50,000 años a.C.). por el Estrecho de Bering. La glaciación hizo que los niveles del mar descendieran v, por consiguiente, quedaran tierras al descubierto. condiciones que permitieron a los asiáticos emigrar por la península de Chukotka o el archipiélago de las Aleutianas. En América del Norte encontraron condiciones climáticas similares o aun mejores que las de su lugar de origen: sin embargo. las continuas migraciones y el agotamiento de los recursos los impulsaron al sur del continente. Según los historiadores, hay indicios suficientes para afirmar que los primeros pobladores avanzaron de la forma siguiente: hace 35.000 años ocuparon lo que hoy es Alaska. Canadá y Estados Unidos: hace 20.000. el actual México: hace 18,000. 1a parte norte de Sudamérica. y la región sur de Sudamérica entre unos 12.000 y 9000 años. Para sustentar su hipótesis. Hrdlicka se basó en la extensión del estrecho de Bering (apenas 80 kilómetros cuadrados) y las semejanzas físicas entre los asiáticos y los americanos (color de la piel. cabello lacio. la mancha mongólica en los niños, etcétera). El origen múltiple (Paul Rivet). Por su parte. el investigador francés Paul Rivet aceptaba que el estrecho de Bering era la ruta más importante, pero no la única. Según él, también hubo migraciones procedentes del Pacífico sur, de las zonas australiana y malayo-polinesia. Estos grupos arribaron al continente en canoas y con sus conocimientos de las corrientes marítimas y los vientos. Rivet fundamentaba esta afirmación en ciertas similitudes lingüísticas y físicas entre los habitantes de la Patagonia (Argentina) y los australianos. entre los indios pericúes de Baja California y los polinesios ( ). A pesar de estos argumentos. la teoría del origen múltiple ha sido muy discutida pues deja algunas dudas: ¿cómo pudieron recorrer estos hombres 1000 kilómetros sin contar con una tecnología avanzada? Ahora bien, sea cual fuese el origen de los amerindios,' es importante destacar que el nivel cultural de los primeros pobladores se considera del paleolítico. es decir. que empleaban objetos de piedra tallada en su vida diaria, tales como puntas de flecha y cuchillos. En nuestro país. los restos más antiguos datan del año 30,000 a.C. y fueron localizados en Santa Isabel Ixtapan, Tlapacoya y Calpan, entre otros. Durante muchos años, la preocupación de los investigadores se centró en la localización de los restos humanos. hasta que en 1947 encontraron en el valle de Tepexpan al "Hombre de Tepexpan" (que en realidad era mujer). El descubrimiento permitió saber que tanto hombres como mujeres participaban en la cacería: además son los restos humanos más antiguos encontrados en México, pues datan del año 11,000 o 12,000 a.C. Aunque los primeros pobladores de México se asentaron en el norte, se piensa que se concentraron sobre todo en el valle de México por su buen clima y la abundancia de recursos, aunque algunos grupos continuaron su viaje y se establecieron en el sur del país. Estos primeros grupos dependían de los alimentos que recolectaban y cazaban. Ello les quitaba autonomía, ya que una vez que agotaban los recursos que tenían a la mano debían emigrar para subsistir. Para el siglo vil a.C. se observan ciertos cambios en la forma de vida: hay vestigios de que molían y machacaban semillas para convertirlas en alimento. En esta época se inició la domesticación de la agricultura. Los primeros cultivos fueron

de maíz, calabaza, frijol y chile. Los testimonios más antiguos se localizan en Tehuacán (Puebla) y El Cañón del Infiernillo (Tamaulipas). El descubrimiento de la agricultura trajo una serie de transformaciones. Los grupos se volvieron sedentarios y aparecieron las primeras aldeas. Se crearon mejores técnicas para elaborar cestos, petates y medios destinados a guardar los excedentes agrícolas. También comenzó una división sexual del trabajo: a partir de ese momento las mujeres se dedicarían a cultivar y dejarían las labores de la caza a los hombres. La satisfacción de las necesidades alimenticias favoreció el desarrollo de las culturas y la dedicación a las cuestiones relacionadas con la muerte, la vida después de ésta, los dioses, etcétera. Tal vez la consecuencia más importante de la sedentarización fue que, con el tiempo, grupos con diferentes orígenes, tradiciones y costumbres establecieron contactos continuos que les permitieron compartir ciertos elementos (dioses, estilos artísticos, alimentos).

Los contactos de los primeros pobladores se dieron en un marco en el que la geografía y la cultura estaban relacionadas íntimamente. Todo el continente americano se pobló, pero no en todos sus rincones se dio un desarrollo cultural. Para eso fueron esenciales dos elementos: la domesticación de los granos y un medio óptimo en el que las tierras y el clima favorecieran a los hombres. En América, los pueblos que reunieron estas características erigieron civilizaciones y conformaron una unidad geográfica y cultural conocida como América nuclear, zona que a su vez se divide en tres regiones: La Circuncaribe, que comprendía las culturas de las Antillas —litoral continental que bordea el mar Caribe — , parte de lo que hoy es Nicaragua, Costa Rica, Panamá y las costas colombianas. La Andina, conformada por las culturas de los actuales Perú, Ecuador, Bolivia, Colombia y Venezuela. Mesoamérica.

Mesoamérica limitaba al norte con otras dos regiones: Aridoamérica y Oasisamérica. La primera, cuyos límites se encontraban en los actuales estados mexicanos de Chihuahua, Durango, Nuevo León, San Luis Potosí, Tamaulipas y Zacatecas, y de los territorios estadounidenses de Arizona, Colorado y Texas, jamás llegó a consolidarse como un área cultural dada la escasez de lluvia y ríos y las altas temperaturas. de ahí que los habitantes de esta región fueran llamados por los mexicas por el nombre genérico de chichimecas. La segunda, en cambio, colindaba con el suroeste de los actuales Estados Unidos, Chihuahua y Sonora, y llegó a cobijar grupos sedentarios que, se piensa, sostuvieron contacto con Mesoamérica y se dividieron entre grandes culturas: la Anasazi, localizada en los estados actuales de Arizona. Colorado, Nuevo México y Utha; la Hohokam; en Arizona, Chihuahua y Sonora, y la de Mogollón. Chihuahua, Nuevo México, Sonora y Texas, siendo esta última la más importante. Es por lo anterior que la región norte siempre fue una frontera móvil, por lo que en ciertos periodos varió la distribución (1 ). La parte sur abarcaba el resto de México y Centroamérica, hasta llegar a Nicaragua. En estas regiones aparecieron culturas que compartían elementos materiales y espirituales ( ). Ejemplo de lo anterior son la práctica de la agricultura como base de la subsistencia; el uso de la coa, el maíz como principal cultivo, complementado con frijol, chile y calabaza; el uso de la chía para preparar bebidas y barnices; el cultivo del maguey para obtener diversos productos como pulque, aguamiel, fibras y papel; el nixtamal (maíz mezclado con cal); la construcción de pirámides escalonadas, cuya finalidad era albergar templos; la talla de piedra; los inicios de la escritura: dos calendarios para medir el tiempo: uno ritual o religioso de 260 días conformado por 13 meses de 20 días, y otro civil o solar de 365 días con 18 meses de 20 días y cinco días aciagos; celebraciones religiosas con sacrificios y antesacrificios, y mercados especializados. Por lo demás, no conocieron la rueda y los metales en la producción. El origen y desarrollo de estos rasgos ocurrió en distintos tiempos y formas, es decir. no fue uniforme. Sin embargo, es lo que le ha dado singularidad a las culturas mesoamericanas y lo que las distingue. Los estudiosos del México prehispánico han agrupado las culturas mesoamericanas, conforme a su antigüedad, en tres periodos u horizontes culturales: el Preclásico, el Clásico y el Posclásico ( ) .

Las primeras grandes civilizaciones mesoamericanas tuvieron su auge en el horizonte Preclásico. El término "preclásico" indica que esta etapa fue previa a otra (el Clásico) en la que culminó el desarrollo cultural. Algunos estudiosos inconformes con el término decidieron acuñar otro más adecuado: "horizonte Formativo , con lo cual querían subrayar que la época fue importante en sí. ya que había fincado las bases para el progreso posterior de los pueblos mesoamericanos. Dispersas en diversas partes de Mesoamérica. las civilizaciones preclásicas mostraron ciertas diferencias entre sí, surgidas de las variaciones geográficas v ecológicas de sus hábitats. La vecindad, las influencias y los intercambios recíprocos hicieron que las culturas preclásicas compartieran elementos materiales y espirituales que. en ocasiones, eran idénticos. Algunos de esos elementos fueron la práctica de la agricultura, la fundación de aldeas, la elaboración de artesanías y textiles, la división del trabajo. habilidades técnicas superiores, actividades comerciales y creencias religiosas. -

La cultura olmeca floreció en los actuales estados de Veracruz (sur) y Tabasco (norte), en una extensión aproximada de 18,000 kilómetros cuadrados ( ). Esta región es un área cálida, pantanosa, uniforme y con pocas elevaciones, en la que los ríos Papaloapan, Grijalva y Tonalá se desbordan continuamente, de ahí que las tierras sean muy fértiles. Se considera la "cultura madre de Mesoamérica - no sólo por haber sido la primera, sino también por la influencia cultural que ejerció en otras zonas como la del valle de Morelos, el Altiplano Central, Oaxaca, algunas tierras altas del área maya, Guatemala y El Salvador. Las ciudades más importantes de esta cultura fueron La Venta, San Lorenzo y Tres Zapotes, que junto con otras urbes agruparon durante el auge olmeca (1600 a 600 a.C.) una población aproximada de 350,000 habitantes. Es poco lo que sabemos de esta cultura. En primer lugar, como se desconoce su idioma. ignoramos cómo se denominaban ellos mismos; la palabra "olmeca" es de origen náhuatl y significa "habitante del país del hule". En cuanto a sus rasgos físicos, tampoco se conocen ya que. debido a la humedad, no se han conservado restos humanos. Los antropólogos han reconstruido la fisonomía de los olmecas a partir de sus representaciones artísticas y han Ilegado a las conclusiones siguientes: eran de baja estatura y tendían a la obesidad; la cabeza era redonda, del tipo braquicéfalo; la cara también era redonda y mofletuda, con ojos oblicuos, nariz corta y ancha y labios gruesos; la nuca era abultada y tenían cuello corto. Los antropólogos aseguran que los olmecas tenían rasgos mongoloides y negroides, aunque aún no han podido explicar la procedencia de estos últimos ( ). La base de la economía olmeca era la agricultura, que se complementaba con la caza, la recolección y el comercio. Sólo utilizaban dos formas de cultivo —de roza y de humedad— para la siembra de maíz, frijol. calabaza y chile, que se daban en grandes cantidades gracias a la fertilidad del terreno. Estos excedentes de producción permitieron que los

olmecas iniciaran sus actividades comerciales. Al principio los "hombres de la región del hule" intercambiaban sus excedentes agrícolas por materias primas que necesitaban pero no había en su territorio (como la piedra para construir pirámides y labrar esculturas). Con el tiempo diversificaron su comercio; trabajaban las materias primas y vendían el producto final. Todavía se ignora si había un sector social especializado en comerciar o si era el grupo dirigente el encargado. Se piensa también que otro elemento de la economía olmeca eran los tributos que recibían de los pueblos conquistados: sin embargo. la teoría no ha sido comprobada aún. Las investigaciones arqueológicas establecen que no hubo un Estado ()hueca, sino que eran seis o siete ciudades-Estado que funcionaban como los centros políticos, económicos y religiosos más importantes. También se sabe que estas ciudades mantenían un estrecho contacto entre sí, y que la sociedad estaba dividida. El grupo dirigente se hallaba conformado por los sacerdotes, que cumplían con una variedad de funciones: guardaban los misterios religiosos, así como los conocimientos astronómicos, tecnológicos (que heredaron a los escultores y arquitectos) y matemáticos; poseían los principios de la escritura y gracias a sus conocimientos del calendario indicaban a los agricultores cuándo eran las épocas de siembra y cosecha. Otro sector del grupo dirigente eran los militares, quienes poseían el mando y fomentaban la cohesión social por el prestigio ganado en las guerras. Los otros grupos eran de artesanos y agricultores, los sectores sociales productivos, que estaban encargados de sostener al grupo dirigente. La religión era fetichista,2 es decir, atribuía a los objetos fuerzas y energías superiores. Poseía dioses zoomorfos. estaba asociada con las fuerzas de la naturaleza y el culto principal era el del jaguar. que simbolizaba la vida después de la muerte y se relacionaba con la agricultura, el agua y la fertilidad. También creían en seres fantásticos que imaginaban, como la mezcla de distintos animales (aves jaguares) o de animales y seres humanos (hombres jaguares). La religión olmeca también rendía culto a la serpiente. lo que para algunos investigadores es el primer antecedente del culto a Quetzalcóatl. Los olmecas fueron buenos arquitectos e hicieron algunos aportes a la cultura mesoamericana. Utilizaron la piedra en la construcción de templos, fueron los creadores del talud (al que los teotihuacanos añadirían el tablero), dispusieron tumbas en los basamentos de las pirámides y fueron los primeros urbanistas que planificaron ciudades con un eje central. Fueron excelentes trabajadores de la piedra y destacaron en la escultura monumental, la cual tuvo cuatro formas fundamentales: altares, estelas, figuras humanas (hechas en basalto y jadeíta) y cabezas (realizadas en piedra); se caracteriza por su calidad estética, tridimensionalidad, estatismo, proporción simétrica y redondez. Los olmecas se desvanecieron hacia el año 100 a.C. Al parecer se dispersaron por la selva, se cree que por la llegada de invasores, y terminaron por asimilarse a otros grupos.

Localizadas en el valle de México. cercanas a un lago y ubicadas en tierras fértiles, las culturas del Altiplano Central florecieron en la misma época del esplendor olmeca, aunque la influencia de esta cultura no se dejo sentir hasta aproximadamente el año 1300 a.C. Las culturas que se establecieron en el Altiplano Central crearon aldeas formadas por un centro ceremonial, algunas construcciones de piedra y numerosas casas sencillas y pobres. Entre las villas más importantes se encuentran: El arbolillo, Tlatilco, Zacatenco, Cuicuilco ), Ecatepec y Tlapacoya. La economía de estos grupos se cimentó en la agricultura y se complementó con la caza y la recolección. Los principales cultivos fueron maíz, frijol, chile, calabaza, y en menor escala, amaranto, algodón y aguacate. Aunque trabajaban las tierras aledañas al lago,

en época de lluvias cultivaban las colinas construyendo terrazas; a esta técnica se le conoce como "terraceado". La actividad comercial fue importante y lograron organizar un sistema regular y organizado que surtía los productos suntuarios a los grupos gobernantes. Al igual que la olmeca, las culturas del Altiplano Central no lograron conformar un Estado, ya que había una gran cantidad de aldeas autónomas. Un Chamán y un grupo de ancianos gobernaban la sociedad y tomaban las decisiones más importantes, por lo que se suele afirmar que el gobierno de estas culturas era teocrático. Se dedicaban a la astrología y la astronomía y conocían el calendario. Por los beneficios que generaban a la sociedad, agricultores, artesanos, pescadores y comerciantes se encargaban de mantenerlos. Los pueblos del Altiplano Central comenzaron a formalizar la religión al hacer las primeras representaciones de dioses en Mesoamérica: Tláloc (dios de la lluvia), Huehuetéotl (dios viejo y del fuego) y Xipe Totec (Nuestro Señor el Desollado). Sin embargo, fueron los cultos a la serpiente acuática, que representaba al agua que fecundaba la tierra, y al jaguar (influencia olmeca), que daba la vida y a la vez la quitaba, los que más arraigaron. Para el culto a los muertos, realizaban incineraciones y entierros en los basamentos de las pirámides o en tierra, limitados por grandes piedras. Los restos de las aldeas muestran que su construcción estaba planificada. Eran pocas las edificaciones de piedra, puesto que la gente del Altiplano construía sus casas con lodo. La arquitectura se hallaba ligada al crecimiento de los centros ceremoniales, los cuales estaban construidos en plataformas circulares a las que se ascendía por rampas o escaleras y con las paredes revestidas de estuco. Más adelante, los templos tendrían una base piramidal (que es la más característica de Mesoamérica). La artesanía del Altiplano era variada. Fabricaban muchos productos ornamentales como aretes, pulseras, collares. etc., hechos con cuidado y esmero. La alfarería era monocromática y estaba decorada con figuras geométricas. Sobresalen vasijas, platos y cucharas encontradas en el poblado de Gualupita (en lo que hoy es Morelos). Por su detallismo. llamaban la atención las figuras femeninas, para cuya elaboración utilizaban dos técnicas: el pastillaje, que consiste en añadir rasgos al barro, y la olmeca, con la que hacían incisiones. Un elemento distintivo de la artesanía de las culturas del Altiplano Central eran las caras sonrientes de niño, regordetas y asexuadas, copias idénticas a las realizadas por los olmecas. Cuando estas culturas estaban en su apogeo (400 a.C.), el volcán Xitle hizo erupción y obligó a los pueblos del Altiplano Central a emigrar hacia el sur, el oriente (Xico y Chalco) y el noroeste (Teotihuacan).

La región del occidente está conformada por los estados actuales de Sinaloa, Jalisco, Nayarit, Colima, Michoacán, parte de Guanajuato y Guerrero. Por ser geografía heterogénea, se subdivide en tres zonas: la

La meseta del Bajío. La zona montañosa. La zona costera.

Los asentamientos más importantes de las culturas del occidente se hallan dispersos en diferentes regiones y tienen diferentes climas: Chupícuaro (Guanajuato), El Opeño, Queréndaro, Zinapécuaro (Michoacán), Morret (Colima), Taxco, Iguala, Mezcala y Coyuca de Benítez (Guerrero). Las culturas del occidente aún no han sido estudiadas a fondo, y los conocimientos que tenemos de ellas son limitados. El trabajo arqueológico ha puesto al descubierto que estos pueblos recibieron influencias de las costas del Golfo, el Altiplano Central, Oaxaca y, en el caso de Guerrero, la región olmeca. Su economía era similar a la del resto de las culturas preclásicas, es decir, tenía como base la agricultura, a la que se sumaban la caza, la pesca y la recolección. Se supone que practicaban el comercio, pero no hay indicio alguno de que esta actividad fuera uno de los pilares de su economía. Los pueblos del occidente jamás tuvieron una cohesión política, pues cada comunidad tenía un jefe que la gobernaba. En cuanto a su organización social, era compleja, ya que existían muchos grupos: jefes políticos, sacerdotes, militares, músicos, bailarines, artesanos, comerciantes y campesinos. Quienes detentaban el poder eran los jefes políticos y los sacerdotes, aunque se cree que estos últimos no tenían tanta fuerza como en otras regiones mesoamericanas. Los guerreros ocupaban un lugar especial en la sociedad, debido a que la guerra se consideraba una actividad importante. Se piensa que los grupos de músicos y danzantes poseían prestigio, ya que estos pueblos tenían una vida social muy activa. De su religión se conoce poco. Se cree que tenían deidades con los atributos del dios viejo, de la diosa madre y de la divinidad de la lluvia, lo que prueba cierta influencia de la región del Altiplano y de los olmecas. Los restos hallados muestran que la deformación craneana, los sacrificios humanos y la decapitación formaban parte del culto rendido a los dioses. Enterraban a sus muertos en cámaras mortuorias excavadas en el suelo, en las que los depositaban con ofrendas (cerámica, joyas, armas). Las culturas del occidente no sobresalieron en la arquitectura. Sus ciudades no muestran signos de planificación y sólo aquellas que tenían cierta importancia contaban con centros ceremoniales. Las pocas construcciones que se conservan (normalmente las hacían con materiales perecederos como el barro y la madera) son sencillas, simples y muestran un espíritu más práctico que estético. En cambio, destacaron en la alfarería. Sus técnicas de modelado, horneado y decorado fueron únicas en Mesoamérica. Generosos al ornamentar sus obras, no escatimaron esfuerzos para embellecerlas con pinturas multicolores y motivos geométricos. Las representaciones humanas eran muy realistas y trataban de la vida diaria: destacan escenas de mujeres moliendo maíz. cuidando a sus niños o de bailarines en plena danza, entre otras. También sobresalieron las representaciones de seres insólitos y maravillosos, mitad hombres y mitad animales, lo que habla de la imaginación y libertad temática.

El Clásico fue un periodo de transformaciones amplias, profundas y aceleradas. Si bien es cierto que se desarrolló en el mismo ámbito geográfico que el Preclásico, fue de mayor

i mportancia. En primer lugar, el desarrollo cultural de los pueblos prehispánicos tuvo su mayor auge. lo que definió y consolidó a Mesoamérica. También se estableció una gran frontera cultural que la separó de Aridoamérica. la región de los pueblos chichimecas' o bárbaros. El que esta frontera existiera no significa que dejara de haber contactos; por el contrario, los intercambios y las penetraciones de Aridoamérica a Mesoamérica fueron continuos, especialmente a finales del Clásico. Un fenómeno que comenzó durante esta época fue el desarrollo desigual de las distintas regiones, de forma que las culturas maya y teotihuacana opacaron en la mayoría de los aspectos a otras culturas como la huasteca, la totonaca y la zapoteca. Afirmar que el Clásico implicó un rompimiento con el Preclásico sería un error; más bien, hay que verlo como un perfeccionamiento. Las técnicas agrícolas fueron mejoradas (por ejemplo, se extendió el uso de terrazas para cultivo). Las aldeas crecieron y se convirtieron en centros políticos, económicos, culturales y religiosos en donde las pirámides truncadas y escalonadas, las calzadas, los palacios y los juegos de pelota se hicieron cada vez más frecuentes como muestra de una mejor planificación urbana. La religión también sufrió modificaciones que tendieron a homogeneizar las diversas creencias del Preclásico por la difusión de cultos relacionados con el señor de la lluvia, la diosa del agua, el dios viejo, la serpiente emplumada, etc. A todo lo anterior se suma el perfeccionamiento de los calendarios, así como las nuevas formas de escritura (códices). Todo esto no ocurrió en Mesoamérica de la misma forma ni durante el mismo tiempo. A continuación estudiaremos la expresión de estos elementos en las culturas del periodo Clásico.

La ciudad de Teotihuacan ("el lugar donde moran los dioses") se localiza al este del lago de Texcoco, lo que le dio una posición geográfica excelente pues controlaba el acceso y 7 la salida de la cuenca del lago 1 7 . ). En la actualidad, la ecología del valle de Teotihuacan es distinta a lo que era en el periodo Clásico, pues entonces era rica en pastos.

bosques, flora y fauna y tenía un clima templado. Los teotihuacanos desertificaron la zona al acabar con los bosques y agotar el suelo. La región también era rica en materiales: roca, tezontle, sílex, pedernal y obsidiana: esta última fue un elemento importante para el progreso económico de la ciudad. Luego de la explosión del Xitle (400 a.C.), el valle de Teotihuacan comenzó a poblarse, pero fue hasta el año 300 a.C. cuando fue fundada la ciudad. Con la influencia del Altiplano Central. las culturas del Golfo y Oaxaca. Teotihuacan comenzó su crecimiento. Los expertos identifican cuatro etapas en el desarrollo de esta urbe: Teotihuacan I (300 a.C. al año 0). Teotihuacan II (0 a 300). Teotihuacan III (300 a 650). Teotihuacan IV (650 a 800). En los periodos III y IV la ciudad alcanzó una extensión aproximada de 22 kilómetros cuadrados, tenía entre 80,000 y 100,000 habitantes y su influjo se extendió a los actuales estados de Puebla, México, Hidalgo, Tlaxcala, Veracruz y Morelos. A diferencia de las culturas anteriores, Teotihuacan centró su economía alrededor del comercio. Por trueque, distribuía cuchillos, navajas, puntas de lanza, dardos, máscaras —todos elaborados en jade— y obtenía aquellos que le eran necesarios, como alimentos, materiales decorativos para templos, sacerdotes y personajes distinguidos, piedras duras y semipreciosas para sus hachas, máscaras. pectorales, pulseras y collares; también plumas finas, caracoles, conchas ámbar. pieles y piezas de cerámica. Esta gama de productos revela que la sociedad teotihuacana había adquirido cierto grado de sofisticación. Puesto que su comercio llegaba a zonas tan lejanas como el Petén y el Altiplano de Guatemala, dispuso centros encargados de distribuir sus mercancías, de los cuales los más importantes fueron Cholula, El Tajín y Xochicalco. En cuanto a la forma de gobierno, durante mucho tiempo se pensó que había sido una teocracia; sin embargo, en la actualidad se especula que el jefe militar y el sacerdote eran la misma persona. Por lo que la forma de gobierno habría sido teocrática-militar. Las clases sociales estaban diferenciadas en un sistema muy complejo. Las clases bajas eran la masa del pueblo, es decir, los artesanos y unos pocos agricultores, todos radicados en las afueras de la ciudad. El caso de los artesanos es muy curioso. Con el crecimiento comercial de la ciudad, se hizo necesario el trabajo de más artesanos, lo que atrajo inmigrantes de otras zonas. especialmente de la región de Oaxaca, quienes se establecieron en barrios donde imperaban sus dioses y costumbres. El grupo dirigente habitaba el centro de la ciudad y era el encargado de tomar las decisiones y controlar todo lo relacionado con el comercio. Como dijimos anteriormente, esta clase estaba compuesta por sacerdotes y militares, aunque con el paso del tiempo los segundos comenzaron a tener mayor importancia, puesto que de ellos dependía la supervivencia de Teotihuacan en una época en la que era vista como un botín por los pueblos bárbaros del norte. Los grupos sacerdotales siguieron participando en la política, pero quedaron en un plano secundario. Teotihuacan difundió en Mesoamérica varios dioses que perduraron hasta la época de los mexicas. Por medio de representaciones antropomórficas, los teotihuacanos rindieron culto a Tláloc, dios del agua: Xipe Totec, dios de la fertilidad; Huehuetéotl, dios viejo que estaba asociado al fuego; Mictlantecuhtli, dios de la muerte, y Yacatecuhtli, dios del comercio. En cuanto a sus rituales, sabemos que los hacían en las pirámides (la concurrencia se hallaba en las plazas) y que participaban en sacrificios humanos públicos y privados, estos últimos en las zonas habitacionales. Fue tal la irradiación religiosa de Teotihuacan que se convirtió en centro de peregrinación, aun después de su abandono. Se piensa que a raíz de lo anterior surgieron las leyendas de la creación del Quinto Sol.

Dijeron, hablaron entre sí: —" ¡Venid acá, oh dioses! ¿Quién tomará sobre sí, quien se hará cargo de que haya días, de que haya luz?" Dos fueron los dioses que se ofrecieron. El primero fue el arrogante Tecuciztécatl, "señor de los caracoles"; el segundo fue el modesto Nanahuatzin, cuyo nombre significa "el purulento o bubosillo". Ambos se prepararon, haciendo penitencia, para acometer la empresa de arrojarse a una hoguera y salir de ella transformados en el Sol. Tecuciztécatl comenzó a hacer sus ofrendas para propiciar un buen resultado: él quería convertirse en Sol. Las ofrendas rituales consistían en ramas de abeto y en bolas de barba de pino, en las que debían colocarse las púas de maguey con que se punzaba el penitente. Pero el ostentoso Tecuciztécatl ofreció plumas de quetzal en vez de ramas de abeto y bolas de oro con espinas hechas de piedras preciosas. Y todavía más, en lugar de punzarse y ofrecer su propia sangre, se contentó con presentar sus espinas hechas de coral. Nanahuatzin, en cambio, se sangró con abundancia y ofreció auténticas ramas de abeto y agudas espinas de maguey. Llegado el momento del sacrificio, dispuestos los dioses a lanzarse al fuego, Tecuciztécatl fue el primero en hacer un intento. Pero el dios arrogante probó cuatro veces y las cuatro tuvo temor. Por no morir quemado Tecuciztécatl perdió la oportunidad de convertirse en Sol. Tocó entonces su turno al humilde Nanahuatzin. Todos los dioses reunidos en Teotihuacán contemplaban la escena. Nanahuatzin cerrando los ojos se arrojó al fuego hasta consumirse en él, siendo su destino transformarse en el Sol de esta quinta edad. Desesperado, Tecuciztécatl se arrojó entonces también a la hoguera, pero habiéndolo hecho en forma tardía, su destino iba a ser convertirse únicamente en la Luna. Consumado el sacrificio, los diversos dioses allí reunidos se pusieron a esperar la salida del Sol. Quetzalcóatl y otros varios más lo descubrieron al fin por el Oriente. Aparecía esplendente, echando rayos de sí. Poco después apareció también la Luna detrás del Sol, asimismo por el Oriente. Para evitar que el Sol y la Luna estuvieran siempre juntos, uno de los dioses tomó un conejo y lo lanzó contra la Luna, para que ésta sólo alumbrara durante la noche. Pero todavía quedaba un último problema por resolver a los dioses reunidos en Teotihuacán. Ni el Sol ni la Luna se movían. Los dioses entonces hablaron así: —"¿Cómo habremos de vivir? ¡No se mueve el Sol! ¿Cómo en verdad haremos vivir a la gente? ¡Que por nuestro medio se robustezca el Sol, sacrifiquémonos, muramos todos!" Libremente aceptaron la muerte los dioses, sacrificándose para que el Sol se moviera y fuera posible así la vida de los hombres. Moviéndose al fin el Sol, comenzaron una vez más los días y las noches. Los hombres habían merecido su vida gracias al

Las culturas prehispánicas

autosacrificio de los dioses. Por esto, los seres humanos habrían de llamarse en adelante macehuales, que quiere decir "merecidos". Este antiguo mito que ligó así los orígenes cósmicos de nuestra edad con Teotihuacán, la ciudad de los dioses, habría de ejercer en tiempos posteriores considerable influjo en el campo de la religión. Los seres humanos que por el sacrificio habían recibido la vida, habrían de experimentar la necesidad de corresponder con su propia sangre para mantener la vida del Sol. Interrogados otra vez los mismos informantes indígenas del siglo xvi que refirieron el mito de la creación del Sol en Teotihuacan, dieron así mismo su versión acerca de las pirámides y de la primera forma de cultura que surgió en Teotihuacan. Leamos la traducción literal del texto náhuatl: En seguida se pusieron en movimiento, todos se pusieron en movimiento: los niñitos, los viejos, las mujercitas, las ancianas. Muy lentamente, muy despacio se fueron, allí vinieron a reunirse en Teotihuacán. Allí se dieron las órdenes, allí se estableció el señorío. Los que se hicieron señores fueron los sabios, los conocedores de las cosas ocultas, los poseedores de la tradición. Luego se establecieron allí los principados... Y toda la gente hizo [allí] adoratorios [pirámides], al Sol y a la Luna, después hicieron muchos adoratorios menores. Allí hacían su culto y allí se establecían los sumos sacerdotes de toda la gente. Así se decía Teotihuacán, porque cuando morían los señores, allí los enterraban. Luego encima de ellos construían pirámides, que aún ahora están. Una pirámide es como un pequeño cerro, sólo que hecho a mano. Por allí hay agujeros, donde se sacaron las piedras, con que hicieron las pirámides, y así las hicieron muy grandes, la del Sol y la de la Luna. Son como cerros y no es increíble que se diga que fueron hachas a mano, porque todavía entonces en muchos lugares había gigantes... Y lo llamaron Teotihuacan, porque era el lugar donde se enterraban los señores. Pues según decían:

"Cuando morimos, no en verdad morimos, porque vivimos, resucitamos, seguimos viviendo, despertamos. Esto nos hace felices." Así se dirigían al muerto, cuando moría. Si era hombre, le hablaban, lo invocaban como ser divino, con el nombre de faisán, si era mujer con el nombre de lechuza, les decían: "Despierta, ya el cielo se enrojece, ya se presentó la aurora, ya cantan los faisanes color de llama, las golondrinas color de fuego, ya vuelan las mariposas." Por esto decían los viejos, quien ha muerto, se ha vuelto un dios. Decían: "se hizo allí dios, quiere decir que murió". León Portilla, Miguel. "El mito del Quinto Sol". Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares, México, FCE, 1983, pp. 24-27.

Se tienen registros de que cuando los mexicas, en el Posclásico, iniciaron su viaje hacia el valle de México. fueron de peregrinación a Teotihuacan para rendir culto a los dioses que ahí moraban. Los teotihuacanos destacaron como arquitectos y urbanistas. Su centro ceremonial es. según los conocedores, la primera ciudad mesoamericana. Su eje era la calle de los muertos (donde se localizan las pirámides del Sol y de la Luna y el templo de Quetzalcóatl). En la zona noreste se hallaban las casas de los sacerdotes; en la sur se llevaban a cabo las actividades comerciales y políticas, y en el medio estaba el centro ceremonial. En la periferia se localizaban las viviendas del pueblo y los barrios de artesanos, de los cuales el más importante fue el zapoteca. Los barrios estaban organizados como lo que conocemos ahora como multifamiliares, pues muchas veces eran más edificios que casas. En el centro ceremonial se encontraban pirámides construidas con talud y tablero, palacios y plazas escalonadas que eran utilizadas para nivelar el terreno. ); sus representaLa escultura teotihuacana fue básicamente monolítica ( ciones más comunes eran las de serpientes emplumadas, cabezas de jaguares y cráneos estilizados. La alfarería adquirió un estilo propio que utilizaba como decorado motivos geométricos y policromados. Las pinturas murales son extraordinarias, ya que están llenas de simbolismos y de alegorías religiosas. A partir de los siglos iv y v se inició la decadencia que terminó en el abandono de Teotihuacán. Varias hipótesis tratan de dilucidar este fenómeno, y cada una aporta elementos de la causa principal. La explicación ecologista dice que la ciudad creció al grado de que deterioró el ambiente y el clima cambió, lo que provocó un éxodo continuo de los habitantes. Ignacio Bernal da tres razones: un cambio climático que provocó la insuficiencia en la producción de alimentos; la coexistencia, en ocasiones violenta, de grupos de diferentes etnias, y la opresión de la clase gobernante. Doris Heyden sostiene que ya desde su época de

esplendor Teotihuacan comenzó a ser abandonada. Sus redes distribuidoras crecieron y empezaron a competir con la ciudad, lo que originó una crisis económica que aceleró su ocaso, sin que hubiera revueltas populares. Roger Bartrand afirma que el grupo sacerdotal abusó del pueblo durante tanto tiempo que no aguantó y se levantó en contra de las autoridades. También hay evidencias de que en la época en que Teotihuacan estaba en decadencia, pueblos provenientes de Aridoamérica penetraron en la ciudad, la saquearon y la quemaron. La caída de Teotihuacan arrastró al resto de Mesoamérica e inició un desplome en cadena que afectó a las grandes culturas de Oaxaca, el sureste del país y la región del Petén en lo que hoy es Guatemala.

b' fo: Las culturas totonaca y huasteca prosperaron con la influencia de Teotihuacan, en el centro del actual estado de Veracruz en el caso de la primera, y en el norte del estado. Tamaulipas y regiones colindantes de San Luis Potosí e Hidalgo, en el caso huasteco ). Al igual que los olmecas, los totonacas y huastecos gozaron de un clima benévolo y de una tierra fértil que no exigía mucho trabajo para hacerla producir, situación que permitió que durante el Clásico tuvieran la fama de ser libertinos, de moral frágil y amigos de la bebida. Los centros culturales totonacas más importantes fueron Remojadas, Nautla, Yohualichan y El Tajín, mientras que Ébano, Tamposque, Huaxcaná, Tamuín, Huilocinta, Castillo de Teayo y Amatlán de los Reyes son las ciudades huastecas más destacadas. Aunque se desconoce el origen de estas culturas, se piensa que los huastecos eran de origen maya, ya que su lengua es de filiación mayense. Su economía se basó en una agricultura rica y diversificada en la que abundaban el maíz, frijol, calabaza, chile, algodón, frutos tropicales y tubérculos. La producción agrícola se complementaba con la caza abundante de venados, jabalíes e iguanas y la pesca de peces y moluscos. Fueron buenos comerciantes y gracias a su conocimiento de la navegación de cabotaje lograron llevar sus productos a zonas distantes. La ciudad comercial por excelencia fue El Tajín, uno de los centros distribuidores más destacados. Sus prácticas y creencias religiosas siguen siendo un misterio. La arqueología revela que hacían entierros en tumbas llamadas montículos funerarios. También sabemos que rendían culto al Sol, a la Luna y al viento.

Se desconocen por completo las formas de organización social y política de huastecos y totonacas. Por la cantidad de edificaciones de carácter administrativo, se piensa que tenían un sistema burocrático eficiente. Es posible que la sociedad estuviera organizada en dirigentes (no se sabe si los sacerdotes formaban parte de este sector), comerciantes y agricultores. Los restos de las ciudades y los centros ceremoniales huastecos y totonacas muestran señales de haber sido planificados, tal vez por su contacto con los teotihuacanos. Construían templos con base rectangular y circular en los que se han encontrado lápidas. pinturas murales y esculturas muy refinadas. Los elementos arquitectónicos más característicos eran los nichos, frisos de grecas, cornisas voladas, falsos arcos, talud tablero y techos planos. En la alfarería mostraron sus dotes para las figuras humanas realistas, las figuras fálicas relacionadas con la fertilidad y la cerámica remojada, adornada con pequeñas cabezas sonrientes con los ojos perforados. Otras muestras del arte huasteco y totonaca son las orejeras, anillos, brazaletes y vasijas negras con los bordes blancos. La escultura en piedra estaba relacionada con los juegos de pelota, por lo que destacaban tres elementos: Los yugos: en forma de U, con finos bajorrelieves de plantas, animales y seres humanos. Son réplicas de los cinturones usados por los jugadores. 2. Las palmas: esculturas alargadas trabajadas con esmero y realizadas para encajarse en los extremos de los yugos. 3, Las hachas votivas: eran planas y al parecer servían como marcadores de los juegos de pelota.

El pueblo maya habitó los estados actuales de Yucatán, Campeche, Quintana Roo, parte de Tabasco y Chiapas, además de Guatemala, Belice, Honduras y el Salvador. En estos territorios, durante su periodo de esplendor (300 a 900), crearon centros políticos, económicos y religiosos muy importantes, como Tikal. Copán, Palenque y Bonampak. Como abarcaban una gran extensión geográfica, los mayas se desarrollaron en tres regiones diferentes: Sur, conformada por la vertiente pacífica de Chiapas y Guatemala. Es una zona montañosa con clima templado en la que abundan los bosques. Aquí fue donde surgieron los mayas. 2. Central o Petén, que comprende una enorme depresión a partir de las montañas del Sur. Es una selva tropical rica en flora y fauna con numerosos ríos. Aquí floreció la cultura maya en el Clásico. Norte, que comprende la península de Yucatán. Es una tierra porosa y seca que es difícil de trabajar. Como no hay ríos, el agua se abastecía de cenotes y chultunes. Aquí se erigieron los centros mayas más importantes del Posclásico ( Las técnicas agrícolas más socorridas entre los mayas del Clásico eran la de roza y quema, aunque también se dedicaban a la agricultura de temporal en las zonas poco selváticas. Los productos principales eran el maíz, el frijol, la calabaza, la yuca, la jícama y el camote. Se sabe que también producían grandes cantidades de cacao pero, a diferencia de los cultivos anteriores, éste se exportaba casi en su totalidad. La agricultura maya se complementaba con la caza y la recolección. Sin embargo. el comercio fue la principal actividad económica, ya que además de los mercados locales en donde los productores intercambiaban sus productos, las mercaderías mayas llegaban hasta el Altiplano Central y Centroamérica por redes de caminos construidos para tal finalidad y por la navegación de cabotaje. Por medio del trueque, comerciaban con cacao, jade (lo obtenían de Centroamérica), miel y cera de abeja, sal, pescado, mariscos, piedras volcánicas, liquidámbar, ámbar, maderas, quetzales. pieles y carne. Los comerciantes mayas fueron, junto con los teotihuacanos, los mejores de Mesoamérica.

La organización política maya era un tanto compleja. Como nunca hubo un sitio que controlase toda la región, surgieron pequeños centros de poder independientes: Cada ciudad-Estado tenía su gobernante, el halach unic (hombre verdadero), que estaba encargado de dirigir a la nobleza y tomar las decisiones importantes en materia de gobierno, guerra. religión e impartición de justicia. Cabe señalar que el cargo era vitalicio pero no hereditario, ya que el "hombre verdadero" era escogido entre la nobleza. A pesar de que poseía el poder absoluto, el halach unic tenía consejeros y colaboradores (ah cuch caboob), ancianos con experiencia que se dedicaban a administrar el Estado y enviaban a sus representantes a las aldeas tributarias para vigilar que imperase el orden. El esplendor de los mayas en el Clásico se debió en cierta medida a la creación de una burocracia bien estructurada en la que había un funcionario específico para cada labor. La sociedad estaba organizada jerárquicamente. En primer lugar se hallaba la élite o nobleza (almenenoob), que era el grupo dirigente de cada centro maya. Cobraba tributos a la población, se dedicaba a las funciones intelectuales, militares y directivas y estaba exento de todo trabajo material. Seguían los comerciantes (ah polomboob). Como sus servicios eran muy apreciados por el grupo dirigente, vivían mejor que las clases sociales inferiores, por lo que algunos especulan que eran parte de la nobleza: sin embargo. aún no hay elementos suficientes para probar esta hipótesis. Con el término "hombres inferiores" (ah chembal uinicoob), los mayas englobaban a los artesanos y campesinos, quienes estaban obligados a pagar tributo para poder gozar de libertad. derechos y protección por parte del grupo dirigente y también para elegir a los líderes de su comunidad. Al final de la escala social se hallaban los esclavos temporales (pantacoob), que lo eran voluntariamente o por castigo. En el primer caso sólo se podía ser esclavo tres veces en la vida y los hijos no heredaban esta condición. Otra esclavitud era la de guerra, que acababa cuando el individuo pagaba tributo o terminaba su servicio en los palacios. La cultura maya destacó por su interés en los conocimientos científicos, lo que trajo un gran progreso intelectual. En las matemáticas se les considera como los herederos del sistema numérico olmeca (vigesimal, de punto y raya) aunque lo perfeccionaron con el descubrimiento del cero, que les permitió realizar con facilidad las cuatro operaciones aritméticas (suma, resta. multiplicación y división). Colocaban los resultados que obtenían en numerales de cabeza, algunos de los cuales fueron deificados.

La astronomía fue una de las ramas de la ciencia que más estudiaron. Su mayor interés era hacer medidas exactas para predecir cuándo sucederían los fenómenos naturales. Tal preocupación les permitió descubrir el calendario de 365 días, el año bisiesto, el ciclo lunar, el movimiento de traslación de Venus, la existencia de otros planetas (Mercurio y Júpiter) y constelaciones (las Pléyades, Orión y Géminis). También llevaban un registro riguroso de eclipses en el que señalaban si habían sido parciales o totales. Todos estos descubrimientos astronómicos fueron realizados por medio del estudio del cielo en observatorios tan sencillos corno los de Chichén Itzá, Palenque, Copan y Uaxacatún. Los mayas también tuvieron ciertos conocimientos de medicina, aunque la practicaban de forma empírica y mezclada con la magia. Sabemos que había médicos especializados, internistas. huescros y parteras, quienes, para curar. usaban una gran variedad de recursos: hierbas, baños de vapor, excrementos de animales. También practicaban la trepanación para aliviar enfermedades, pero se ignora si era un método efectivo y seguro. La gran obsesión de la cultura maya fue el tiempo y su registro. Pensaban que cada ciclo estaba regido por una divinidad benigna o maligna, con lo cual explicaban los días buenos y los aciagos. No conformes con llevar los días en dos calendarios. uno civil y otro religioso, crearon varias unidades de registro del tiempo. algunas de las cuales presentamos a continuación:

e Kin = un día. • Uinal = 20 días (un mes). • Tun = 365 días (un año). • Katún = 20 años. • Baktún = 400 años. Y así sucesivamente hasta llegar al alautún. que equivalía a 64 millones de años. Este registro del tiempo. cuya fecha mítica de origen era el año 3113 a.C.. se anotaba en estelas, pinturas, cerámica, papel v estuco, manifestaciones artísticas que cumplían una función estética y a la vez práctica. Sabemos que su escritura era jeroglífica, aunque poseían glifos fonéticos e ideográficos. Escribían en columnas que se leían de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo. Por ser el sistema de escritura mesoamericano más complejo y no tener ninguna clave de interpretación, los arqueólogos sólo han podido descifrar algunas fechas y acontecimientos registrados en las estelas. Poseían divinidades relacionadas con las fuerzas naturales, con las actividades cotidianas y con conceptos tan abstractos como números, días o meses. De todo su panteón, los dioses más venerados eran Kimch Ahau, el señor del ojo solar que era considerado como el ser supremo que gobernaba al Sol y al tiempo: Ixchel, diosa de la medicina, los partos y las artes: Chaac, dios de la lluvia (i1:111: ): Ek Chuah. dios de los mercaderes: Yum Kimil. dios de la muerte, Yum Kaax. dios del maíz, y Kukulkán, dios del viento. Esta cultura dividía a la tierra en cuatro sectores orientados a los rumbos del universo. Arriba había 13 pisos celestes con sus deidades correspondientes y abajo nueve pisos con sus respectivos dioses. Su curiosidad los llevó a cuestionarse sobre su origen y concluyeron que antes de ellos el mundo había sido poblado por otros hombres quienes. por ser imperfectos física y religiosamente, fueron destruidos por los dioses. La arquitectura maya destacó por varios motivos. Gustaban mucho de decorar en forma recargada las fachadas de sus edificios con mascarones y estuco. Para la construcción se utilizaban la piedra tallada y las cresterías, con lo que lograban cierta simetría. Un elemento arquitectónico constante fueron las pirámides altas con escalinatas muy empinadas. Los mayas fueron los únicos de Mesoamérica que levantaron bóvedas para techar sus edificaciones. si bien muchas veces eran falsas y cumplían con una finalidad más estética que práctica. '

Y estando terminada la creación de todos los cuadrúpedos y las aves, les fue dicho a los cuadrúpedos y pájaros por el Creador y el Formador y los Progenitores: Hablad, gritad, gorjead, llamad, hablad cada uno según vuestra especie, según la variedad de cada uno. Decid, pues, nuestros nombres, alabadnos a nosotros, vuestra madre, vuestro padre. Pero no se pudo conseguir que hablaran como los hombres; sólo chillaban, cacareaban y graznaban. Entonces se les dijo: —Seréis cambiados porque no se ha conseguido que habléis. Hemos cambiado de parecer: vuestro alimento, vuestra pastura, vuestra habitación y vuestros nidos los tendréis, serán los barrancos y los bosques, porque no se ha podido lograr que nos adoréis ni nos invoquéis. Así, pues, hubo que hacer una nueva tentativa de crear y formar al hombre por el Creador, el Formador y los Progenitores. Así, pues, probemos a hacer unos seres obedientes, respetuosos, que nos sustenten y alimenten. Así dijeron. Entonces fue la creación y la formación. De tierra, de lodo hicieron la carne [del hombre]. Pero vieron que no estaba bien, porque se deshacía, estaba blando, no tenía movimiento, no tenía fuerza, tenía velada la vista, no podía ver hacía atrás. Al principio hablaba, pero no tenía entendimiento. Rápidamente se humedeció dentro del agua y no se pudo sostener. Y dijeron el Creador y el Formador. Bien se ve que no podía andar ni multiplicarse. Que se haga una consulta acerca de esto, dijeron. En seguida les hablaron a aquellos adivinos, la abuela del día, la abuela del alba. Y dijeron: —Hay que reunirse y encontrar los medios para que el hombre que formemos, nos sostenga y alimente, nos invoque y se acuerde de nosotros. —Echad la suerte con vuestros granos de maíz y de tzité. Hágase así y se sabrá y resultará si labraremos o tallaremos su boca y sus ojos en madera. Tú, maíz; tú, tzité; tú, suerte; tú, criatura: ¡uníos, ayuntaos! Les dijeron al maíz, al tzité, a la suerte, a la criatura. —Buenos saldrán vuestros muñecos hechos de madera; hablarán y conversarán sobre la faz de la tierra. Y al instante fueron hechos los muñecos labrados en madera. Se parecerían al hombre, hablaban como el hombre y poblaron la superficie de la tierra. Existieron y se multiplicaron; tuvieron hijas, tuvieron hijos los muñecos de palo; pero no tenían alma, ni entendimiento, no se acordaban de su Creador, de su Formador; caminaban sin rumbo y andaban a gatas. No tenían sangre, ni substancia, ni humedad, ni gordura; sus mejillas estaban secas, secos sus pies y sus manos, y amarillas sus carnes. Éstos fueron los primeros hombres que en gran número existieron sobre la faz de la tierra. En seguida fueron aniquilados, destruidos y deshechos los muñecos de palo, y recibieron la muerte. Una inundación fue producida, un gran diluvio se formó, que cayó sobre las cabezas de los muñecos de palo. Y dicen que la descendencia de aquéllos son los monos que existen ahora en los bosques; éstos son la muestra de aquéllos, porque sólo de palo fue hecha su carne por el Creador y el Formador. Y por esta razón el mono se parece al hombre, es la muestra de una generación de hombres creados, de hombres formados que eran solamente muñecos y hechos solamente de madera. Anónimo, "Las diferentes creaciones de la Humanidad". Popol Vuh, México, FCE y SER 1984, pp. 87-98.

En lo que se refiere a la literatura maya, existe un fenómeno curioso. En el siglo xvi algunos nobles mayas decidieron conservar su historia y sus tradiciones escribiéndolas con el alfabeto latino, es decir, con el que trajeron los españoles, dando vida así a obras de gran valor artístico e histórico como son el Popol Vuh, que versa sobre el origen del mundo y de los mayas, y una serie de libros llamados Chilam Balan?, que proceden de diversos lugares y que dan cuenta de forma un tanto desordenada de cronologías, mitos, leyendas, hechos históricos, recetas médicas y hasta de predicciones. He aquí un ejemplo de estas últimas: "Vendrá el apresurado arrebatar de bolsas y la guerra rápida y violenta de los ladrones: ésta es la carga del katún [ ... ]: la gente de la Flor de Mayo grandes miserias grandes padecimientos tendrá el gran Itzá. brujo del agua. En el doblez de este katún de este decimotercero 8 Ahau caerá el poder de los Halach Uiniques. Jefes de los grandes Itzáes, Brujos-del-agua. Pero no por completo acabará la gente de la Flor de Mayo, porque en el 9 Ahau se aparejarán escudos en el cierre, se aparejarán flechas en el cierre, cuando el Katún cierre totalmente .' La estética de esta cultura distaba mucho de parecerse a la nuestra. "La frente deprimida era tenida por marca de belleza [ ... ] y para conseguir esta deformación ataban la cabeza de los niños entre dos tablas planas, una atrás de la cabeza y la otra sobre la frente. Dejaban estas tablas en su sitio durante unos días, y al retirarlas la cabeza quedaba aplanada por el resto de la vida [ ... ] Otra marca de distinción era ser bizco. Para producir esta condición, las madres colgaban de los cabellos de sus hijos pequeñas bolas de resina que les caían entre los dos ojos. Estas bolas llamaban la atención del niño y lo obligaban a torcer los ojos. También se les perforaban las orejas. los labios y el tabique de la nariz para ponerles adornos en ellos".' En la pintura, los mayas destacaron por el realismo y colorido de sus dibujos, siendo ejemplo de ellos los murales de Bonampak y Palenque, en los que representaron acontecimientos políticos y personajes históricos cuyo tamaño y vestimenta muestran la jerarquía que tenían en las ciudades-Estado. También fueron buenos escultores, como lo muestran sus famosas estelas, que eran bloques de piedra planos y con poco volumen en el que llevaban el registro de acontecimientos históricos, mitológicos, políticos y astronómicos. Entre los años 900 y 950 casi todos los centros mayas del área central fueron abandonados y destruidos. Se cree que fueron varios los motivos: agotamiento de la tierra, plagas, invasiones de grupos toltecas y pipiles (ambos de origen chichimeca), terremotos, cambios ecológicos, desgaste del sistema tributario, luchas internas y crecimiento demográfico. Entonces comenzó el proceso de ruralización ya que los pobladores abandonaron los grandes centros para radicar en la selva. -

Los zapotecos se establecieron en los fértiles valles centrales de Oaxaca, los cuales, aunque tenían climas distintos, eran templados y colindaban con zonas áridas y tropicales ( Contemporáneos de teotihuacanos y mayas, los zapotecos fundaron centros importantes en Yagul, Zaachila, Teotitlán y, por encima de todos, Monte Albán (1 < ). Al igual que Teotihuacan, Monte Albán pasó por varias etapas: Monte Albán I (700 a 300 a.C.). Monte Albán II (300 a 100 a.C.). Monte Albán III-A (200 a 500).

Monte Albán I II-B (500 a 800). Monte Albán IV (1000 a 1400). Monte Albán V (1400 a 1521). El periodo de auge de la ciudad sucedió en las etapas III-A y B, mientras que las etapas IV y V coincidieron con el establecimiento de los mixtecos, de quienes hablaremos más adelante. La economía zapoteca tenía dos bases: la agricultura y el comercio. Practicaban la agricultura de temporal, en particular de maíz, frijol, chile, frutas y legumbres. Tuvieron un comercio muy variado en el que intercambiaban cerámica y alfarería, aunque el artículo

que los enriqueció y los hizo famosos fue la grana cochinilla, que sirvió como tinte a los pueblos prehispánicos. El gobierno de los zapotecos estaba a cargo de un grupo de reyes sacerdotes que. por ser intermediarios entre los hombres y los dioses, tenían el poder absoluto. Los gobernantes de Monte Albán dominaron las aldeas vecinas y las obligaron a pagar tributo a cambio de su protección. La sociedad se hallaba dividida en varios sectores. El nivel más alto lo ocupaban los sacerdotes, jefes y nobles, seguidos por los comerciantes y artesanos. quienes trabajaban para los gobernantes y recibían su pago en alimentos. Los agricultores, pescadores y cazadores ocupaban el escalafón más bajo. Los zapotecos eran politeístas, pero adoraban a un dios que regía a los demás: PijaTao, el supremo ser que era a la vez el principio femenino (Pija-Cochaana) y masculino (Pija-Cozona) de la creación y, por tanto, estaba ligado a la fertilidad. Otras divinidades eran Cocijo, dios de la lluvia, Pita-Cozobi, dios del maíz tierno, Copichja, dios del Sol, Quetzalcóatl, dios del viento, Xochipilli, príncipe de la fertilidad, y Xipe Totec, Nuestro Señor Desollado. Todas estas divinidades se hallaban relacionadas con los elementos necesarios para la agricultura (agua, viento, fertilidad), lo que muestra la importancia que tenía esta actividad en la vida de los zapotecos. También adoraban a los animales, a los que otorgaban tributos especiales: al murciélago lo relacionaban con la fertilidad, al tlacuache con la regeneración. mientras que el jaguar tenía una connotación mágica. La arquitectura y las artes zapotecas sufrieron la influencia de los olmecas. el Golfo y Teotihuacán, aunque con el tiempo adquirieron su sello propio. Para construir Monte Albán, localizado en la punta de un cerro, tuvieron que nivelar el suelo, labor que implicaba el conocimiento de algunos principios rudimentarios de ingeniería. La construcción de las ciudades fue planificada y en ellas se encontraban edificios orientados astronómicamente. El tradicional talud tablero sufrió una transformación, ya que el talud adquirió mayor tamaño que el tablero: también erigieron pirámides con grandes plazas aledañas y edificios con diversas formas geométricas. La escultura zapoteca en barro gris y negro es considerada por los expertos como la mejor de Mesoamérica, especialmente la de las urnas, que eran vasos funerarios con decoración abundante en símbolos y con frecuentes representaciones de figuras humanas, animales y sobre todo divinas. Su tamaño dependía de la importancia de la figura que representaban (se hacía una urna grande en honor de una divinidad destacada). Esta cultura heredó al mundo mesoamericano grandes conocimientos científicos. Los zapotecos fueron los primeros que sentaron principios del sistema ideográfico de escritura. y se sabe que utilizaban algunos glifos fonéticos. Por observación aprendieron los ciclos de la Luna y el Sol, así como el curso de las estaciones. La decadencia zapoteca comenzó hacia el año 800 d.C. Muestra de ello fue el abandono de Monte Albán como consecuencia de las disputas entre sus sacerdotes y la falta de alimentos. El lugar que dejaron los zapotecos fue ocupado rápidamente por otro grupo, el de "los habitantes del país de las nubes", los mixtecos.

La población mixteca se asentó (en el año 100 a.C.) en los estados actuales de Oaxaca, Puebla y Guerrero. Los mixtecos eran de origen olmeca y al principio se establecieron en las zonas altas de Oaxaca, desde donde fueron bajando a los valles de los zapotecos, contra los que lucharon continuamente. El caso de los mixtecos fue poco frecuente en Mesoamérica, puesto que su esplendor inició en el siglo ix d.C., a finales del Clásico e inicios del Posclásico. El eje de su economía fue la agricultura, pero el trabajo metalúrgico del oro, la plata y el cobre también ocupó un lugar importante. Los mixtecos tuvieron una organización social muy rígida en la que había dos castas: la superior, integrada por sacerdotes y militares, y la inferior, por campesinos y artesanos. Los sacerdotes gobernaban con un poder absoluto que recibían por vía hereditaria.

La geografía de la zona, de pequeños valles, hizo que la región se dividiese en reinos y señoríos, entre los cuales destacaron Achiutla, Coixtlahuaca, Teozoacalco, Tilantongo, Tlaxiaco, Tututepec y Yanhuitlán. El poder de estos centros disminuía o aumentaba según sus conquistas y derrotas. La religión de "los habitantes del país de las nubes" era muy similar a la zapoteca, aunque tuvo influencia de la tolteca. Veneraban a Tonatiuh, dios del Sol, a Quetzalcoatl. a Cohuv, dios del maíz, a Yozotoyua, dios de los mercaderes, y a Nituayuta, dios de la generación. Los mixtecos fueron buenos alfareros, como lo muestran sus bellos vasos trípodes con decoraciones antropomorfas y zoomorfas. Destacaron también en la orfebrería y en la realización de códices. La diversidad de productos metalúrgicos era grande: collares, pectorales, narigueras, brazaletes, anillos, agujas. alfileres y pinzas para depilar eran los productos más elaborados. Los códices que servían como registros de acontecimientos importantes, de la historia, de las genealogías y mitología, son los más bellos y coloridos de toda Mesoamérica. Entre los más importantes destacan el Colombino, el Vindobonensi y el Nutall.

El horizonte Posclásico siguió al derrumbe de las grandes culturas del Clásico. Aunque se mantuvieron los rasgos culturales del horizonte Clásico, jamás volvió el esplendor de antaño. Al igual que en los horizontes anteriores, los pueblos que florecieron en éste compartieron elementos que les dan ciertas semejanzas. El establecimiento de sociedades militaristas, la continuidad en el proceso de urbanización, así como el conocimiento de la metalurgia para la elaboración de productos suntuarios fueron constantes en el desarrollo de los mixtecos, toltecas y mexicas. A pesar de que las invasiones de los pueblos del norte generaron destrucción y migraciones hacia el sur de grupos como los teotihuacanos, sería poco exacto afirmar que i mperó el desorden y el caos en Mesoamérica, ya que hubo dos centros, El Tajín y Xochicalco, que en el periodo de transición entre el Clásico y el Posclásico adquirieron mucha importancia. El Tajín sobrevivió a la penetración y el reacomodo de los diversos pueblos. Desde finales del siglo vn comenzaron a llegar grupos chichimecas de bajo nivel cultural. A pesar de la fusión de los invasores con los habitantes de la región, la producción artística de El Tajín fue rica y variada (véase la sección de totonacas y huastecos) e irradió su influencia a las zonas vecinas (estados actuales de Puebla y Veracruz) y a otras tan distantes como los señoríos mixtecos y el Altiplano Central. Este esplendor de El Tajín duró hasta el siglo mit, cuando la división interna entre los totonacas comenzó a debilitar al centro. Xochicalco, fundado por gente de idioma náhuatl, funcionó durante el horizonte clásico como redistribuidor de los productos de Teotihuacan. A la caída de ésta se convirtió en un centro importante no sólo por el progreso artístico que alcanzó debido a las influencias teotihuacana y maya, sino también porque compartió su cultura con los distintos grupos de lengua náhuatl que estaban penetrando y asentándose en el Altiplano Central. Dos de los primeros grupos que entraron en contacto con Xochicalco fueron los tarascos y los toltecas.

El pueblo tarasco, o purépecha, se desarrolló en el actual estado de Michoacán a partir del Posclásico y logró extenderse hasta lo que hoy conocemos como Guanajuato. Guerrero y Jalisco. Su origen sigue siendo un misterio ya que guarda diferencias sustanciales con los otros pueblos que hemos estudiado hasta ahora. Los tarascos desarrollaron un sistema de numeración basado en el cinco, su lengua no se encuentra emparentada con ninguna otra de Mesoamérica y fueron los únicos que fabricaron armas metálicas.

A partir de estos hechos los estudiosos han desarrollado dos hipótesis sobre el origen de los tarascos. La primera asegura que procedían del norte del continente americano y se fundamenta en los vínculos lingüísticos existentes entre el purépecha y el witum de Estados Unidos. La segunda, por el contrario, considera las similitudes en la lengua, las costumbres, la arquitectura. las artes y la religión que existían entre este grupo y los quechuas del actual Perú para afirmar que procedían de Sudamérica. Los tarascos se asentaron en la cuenca del lago de Pátzcuaro a principios del siglo xit y comenzaron a mezclarse con los grupos que ahí habitaban (artesanos y alfareros que también se dedicaban a la pesca la caza) para dar vida a una nueva cultura que con el paso del tiempo se convertiría en una fuerza hegemónica. Fue hasta el año 1400 cuando Tariácuri, señor de los tarascos. logró consolidar la unión política entre los diversos habitantes del lago de Pátzcuaro. A su muerte, el poder político y religioso que había concentrado se dividió entre su hijo Hiquingare y sus sobrinos Hiripan y Tangaxoan, quienes decidieron establecerse en Pátzcuaro, Ihuatzio y Tzintzuntzan. respectivamente. De estos centros. Tzintzuntzan, cuyo nombre significa "lugar de colibríes", comenzó a destacar como el más importante y poderoso de los tres, de tal forma que en 1480, Tzitzipandácuri, hijo de Tangaxoan, había adquirido pleno control sobre el territorio tarasco y logró detener el avance del ejército mexica que se encontraba bajo el mando del emperador Axayácatl. A partir de entonces surgió una rivalidad entre ambos pueblos. purépechas y mexicas, que terminaría hasta la llegada de los españoles en el siglo xvi. En su época de esplendor, el Estado tarasco estuvo dirigido por un gobierno centralizado en cuya cabeza se encontraba el Caltzonzin, 6 es decir, el emperador que fungía como sacerdote y que, a su vez, representaba la encarnación del dios Curicaueri. En las labores administrativas, militares y religiosas era auxiliado por la nobleza que, se cree, controlaba además el intercambio comercial. En un nivel más bajo se encontraban los campesinos, cazadores, y artesanos, quienes por su trabajo se constituyeron en uno de los pilares de la sociedad tarasca. Al final de la estructura social se encontraba el grupo de los esclavos, conformado por los habitantes de todas las regiones conquistadas. La agricultura fue, sin duda, la base de la economía tarasca, aunque se complementó con actividades como la caza, la pesca y el comercio. En las tierras situadas cerca del lago de Pátzcuaro cultivaban maíz, frijol, calabaza y amaranto con diferentes sistemas de cultivo que incluían el de chinampas. Asimismo, complementaban su dieta con patos, peces, ranas, larvas y huevos de insectos provenientes del lago, así como palomas, conejos, venados, codornices y pavos que habitaban los bosques y montañas cercanos. Sin embargo, el comercio fue también una de las actividades económicas y sociales que revistió mayor importancia en esta sociedad. Con el paso de los años, los purépechas desarrollaron una serie de redes comerciales que les permitieron hacerse de productos tan preciados, y escasos en la región, como la miel, el algodón. la sal y el copal. por citar sólo algunos. De hecho, el hallazgo de conchas y caracoles de mar, así como de objetos tallados en piedra provenientes de zonas tan distantes como los actuales Estados Unidos y Centroamérica, ha permitido pensar en la posible existencia del comercio a distancia entre los tarascos. Como el resto de los pueblos mesoamericanos, los tarascos eran politeístas. Sus dioses poseían atributos especiales y eran asociados a determinados colores, animales y días del calendario. La divinidad tarasca más antigua, y la más adorada, de la que se tiene conocimiento es Curicaueri, el dios del fuego, de quien se decía descendían los purépechas. Otras divinidades tarascas eran Tirípeme. dios de la lluvia; Cuerauáperi, diosa de la luna conocida como "la madre creadora" y vinculada a la fertilidad; Thiuime, dios de la muerte, y Tzintzuni, dios de la guerra.

Los tarascos también destacaron en la artesanía y la arquitectura. En la primera, fueron maestros en el arte plumario y, principalmente, en la cerámica. Destacaron por la alfarería decorada al negativo, que consiste en la aplicación de diferentes dibujos pintados que se delimitaban con cera, la cual se derretía en los procesos de cocción. De igual forma, lograron desarrollar una serie de técnicas para producir objetos metálicos, entre las que destacan el repujado y el amartillado. Los materiales que más trabajaban eran la plata, el oro y el cobre, aunque también hacían aleaciones con estos metales; todo ello para fabricar armas, agujas, cinceles, anzuelos, pinzas, hachas y ornamentos personales. En la arquitectura destacaron por la construcción de las - yácatas - como basamento para sus templos. Éstas se construían con núcleos de tierra y tenían hasta cinco muros superpuestos levantados con lajas de piedra; contaban con una escalera adosada en el centro y estaban recubiertas con lozas cuadradas. También se cree que algunas sirvieron como viviendas o para enterramientos. Al parecer, poco antes de la llegada de los españoles el Estado tarasco comenzó un proceso de desintegración que causó su división y, en consecuencia, la aparición de una serie de cacicazgos independientes a los que, precisamente, los conquistadores tuvieron que hacer frente en el siglo xvi.

Los huastecos fundaron una serie de núcleos urbanos que se localizan en diversos puntos de los estados actuales de Hidalgo, Querétaro, San Luis Potosí, Tamaulipas y Veracruz, si bien es posible encontrar su influencia en otras regiones como el Estado de México, Morelos. Puebla y Tlaxcala. Se piensa que los primeros asentamientos huastecos tuvieron lugar en la costa norte del Golfo de México, en los límites de Tamaulipas con Veracruz, en el año 1500 a.C., a raíz de su fusión con pueblos que ya habitaban la región, en un movimiento poblacional que con el transcurso de los siglos les llevaría a las llanuras potosina y queretana y a las sierras hidalguense y tamaulipeca. Pese a su antigüedad, la cultura huasteca empezó a consolidarse a fines del periodo clásico y cobró una especial preeminencia a partir del postclásico, tal como lo ponen en evidencia los restos hallados en la zona arqueológica de Tamoc — San Luis Potosí— que, con sus cerca de 210 hectáreas, se erige como uno de sus mayores centros urbanos. Los huastecos contaban con una economía mixta que tenía como pilar el cultivo intensivo de la calabaza, el frijol y el maíz, y se complementaba con la alfarería: actividad en la que sobresalieron gracias a los coloridos recipientes de arcilla cocida; lo que les permitió comerciar con los mayas y, en especial. con sus vecinos totonacas. Fueron éstos los que sirvieron de puente entre los huastecos y el resto de Mesoamérica en una relación de la que hoy podemos encontrar elementos como los yugos, palmas, murales, estructuras escalonadas y los escasos juegos de pelota: todos ellos testimonios de la influencia mesoamericana en esta cultura. Tal como había sucedido con los mayas en tiempos del Clásico, los huastecos jamás dieron vida a una unidad política; por el contrario, se organizaron en pequeñas ciudadesestado que destacaban por una notoria independencia política y al mismo tiempo por una sólida cohesión linguística y cultural. Al parecer, cada ciudad era gobernada a través de un sistema de cacicazgo hereditario en el cual el gobernante era auxiliado por un juez y un consejo de ancianos. Si bien es cierto que es poco lo que sabemos de su sistema político. no resultaría descabellado afirmar que poseía una simplicidad, producto, entre otros factores, de una baja densidad poblacional. Un elemento distintivo de los huastecos fue su gran cercanía cultural con los mayas, lo cual se pone de manifiesto no sólo en su lengua, emparentada con las habladas por éstos, sino también con ciertas prácticas. vinculadas con la estética, tales como las la deformación craneana y la mutilación de dientes.

La religión huasteca era de carácter politeísta, aunque se desconocen los nombres con los que denominaban a sus divinidades. El culto a la fertilidad era el más importante, siendo Tlazoltéotl, la diosa madre generadora de vida, una de las más importantes; seguida por el sol, la luna y Ehécatl, dios del viento, al que vincularon con Quetzalcóatl. Tras la invasión mexica en el siglo xv, llegaron a la huasteca divinidades como Tláloc, señor de la lluvia, y Xipe, divinidad de la siembra. En la parte artística, los huastecos destacaron por su habilidad como alfareros. Gracias al uso de moldes, fabricaron numerosas figuras de barro que se caracterizan por sus ojos poco realistas y hendidos, así como las cabezas que. con sus frentes planas. hacen referencia a la práctica de la deformación craneal. Por su parte, la cerámica se caracterizó por el uso de dibujos café oscuro sobre fondos de color claro y por las ollas y vasijas adornadas con figuras geométricas; no obstante que en el periodo postclásico es evidente la influencia de otras regiones mesoamericanas, como la maya, la mexica y la tolteca, sobre todo en los colores y los motivos decorativos. De esta misma época datan las esculturas en piedra realizadas con la técnica del bajorrelieve, y de la que el "Adolescente huasteco" se considera una de sus obras consumadas. Después de ser sometidos por los mexicas en el siglo xv, la cultura huasteca desapareció durante la conquista española. aunque sus descendientes siguen habitando en las mismas regiones.

Los conocimientos que tenemos de los toltecas proceden de la arqueología y los testimonios mexicas, que no son muy exactos ni fidedignos porque mezclan la historia con la mitología. Los toltecas eran chichimecas que habían sido dominados por los teotihuacanos, a quienes consideraban como sus maestros. Entre los años 650 y 750 se establecieron en el valle del actual estado de Hidalgo y levantaron fortificaciones para protegerse del arribo de otros grupos chichimecas. En el año 856 fundaron- su centro político y religioso en la ciudad de Tula o Tollán (literalmente significa tular , pero también se traduce como "lugar muy poblado ), que entre los años 1000 y 1200 tuvo una extensión de 50 kilómetros cuadrados y una población calculada entre 40,000 y 50.000 habitantes, que en su mayoría eran toltecas, otomíes y huastecos ( -). Los toltecas ejercieron su hegemonía en -

el Altiplano Central (fueron la primera cultura en hacerlo tras la caída de Teotihuacan) y dejaron sentir su influencia en el norte y occidente de esa región, en el Bajío y en zonas tan lejanas como el norte del área maya. Sabemos que en el siglo x grupos de toltecas comandados por Mixcóatl penetraron en las tierras de los actuales estados de Michoacán y Jalisco con dirección al Altiplano Central, en donde fundaron Culhuacán. Ahí emprendieron una serie de campañas encaminadas a someter primero a los pueblos vecinos y luego a Actopan y los estados actuales de Michoacán, Guerrero. Oaxaca y parte de Hidalgo. Topiltzín, hijo de Mixcóatl, vivió poco tiempo en Culhuacán porque fue derrocado por un golpe de Estado que lo obligó a emigrar y fundar Tula. Para que esta ciudad fuera importante en materia cultural, Topiltzín

promovió el arribo de artesanos y arquitectos de El Tajín y el valle de México. También favoreció el culto a Quetzalcóatl, dios pacífico y civilizador, o que provocó que grupos de costumbres bárbaras se levantaran en armas, vencieran al rey e impusieran el culto a Tezcatlipoca. dios ligado a la guerra. Derrotado por segunda vez, Topiltzín decidió marcharse con sus seguidores. no sin antes prometer que algún día retornaría. En realidad, fueron los seguidores de Tezcatlipoca los que se encargaron de expandir los dominios de Tula hasta el siglo xn, época en la que inició su decadencia. La economía tolteca se basaba en dos actividades: la agricultura y el comercio. Los cultivos más apreciados eran el maíz, las hortalizas y el algodón; aunque sabían sembrar. se piensa que casi todos sus alimentos los recibían como tributo de los pueblos sometidos. El comercio era una actividad noble en la que la cerámica y la obsidiana eran las mercancías más intercambiadas. El Estado tolteca era una teocracia militar en la que los sacerdotes guerreros gobernaban a los agricultores y artesanos, que eran considerados como las clases más bajas de la sociedad. En cuanto a los reyes, se distinguían por su forma de vestir y actuar, como lo comenta George C. Valliant: Usaban túnicas como los sacerdotes y se adornaban con collares y orejeras. Llevaban puestos calcetines y sandalias, elegancia extrema para un pueblo que calzaba estas últimas [ ... ] Se levantaban temprano y sólo tomaban alimentos al amanecer y al caer la tarde. Hablaban poco pero en forma directa".' A diferencia de las otras culturas mesoamericanas, el grupo dirigente tolteca no era estable, y tras un enfrentamiento bélico se produjo una división en la que los ganadores se quedaron en la ciudad y los perdedores emigraron al valle de México y a Yucatán. La leyenda explica este acontecimiento de la siguiente forma: Quetzalcóatl, hijo de dioses y educado por los teotihuacanos. gobernó Tula con justicia y sabiduría por su castidad y devoción a los dioses. Tezcatlipoca, emisario del mal, le ofreció pulque, que bebió hasta emborracharse. Cuando despertó se dio cuenta de que había violado a su hermana y que así no era digno de seguir en Tula, por lo que decidió abandonar junto con sus sacerdotes la ciudad, pero prometió regresar algún día. Es evidente que la leyenda narra la historia de Topiltzín y la lucha de los grupos sacerdotales por imponer sus creencias. Conocemos el panteón tolteca gracias a que los mexicas lo copiaron. aunque le hicieron modificaciones. Las divinidades principales eran Quetzalcóatl, dios del alba y la sabiduría; Tezcatlipoca, dios de la noche y la guerra; Ehécatl, dios del viento; Xochilquetzal. diosa del amor; Centeocíhuatl, diosa del maíz; T'aloe, dios de la lluvia, y Tlazoltéotl, diosa de la fertilidad. Un rasgo característico de la religión en el Posclásico fue la aparición de divinidades bélicas, cuyo papel será tan importante como el que tenían los dioses relacionados con la agricultura. A pesar de ser un pueblo guerrero, los toltecas también se dedicaron a cultivar las artes. En la escultura destacaron los famosos y enormes atlantes ), que probablemente servían como columnas. Su cerámica era policroma y adornada con dibujos. Al igual que los mixtecos, elaboraron productos suntuarios con metales, oro, plata y cobre. También aportaron dos elementos arquitectónicos en Mesoamérica: amplios espacios interiores y columnas y pilares. -

En el siglo mi inició la decadencia de Tula, al parecer porque los toltecas desertificaron las regiones aledañas, se hicieron más frecuentes los ataques de los grupos chichimecas y en la ciudad hubo levantamientos en contra del grupo gobernante por los tributos tan altos. La mayoría de los toltecas se refugiaron en el valle de México, principalmente en Culhuacan, la ciudad que Mixcóatl había fundado en el siglo x.

Durante el Posclásico, la región maya sufrió constantes invasiones de grupos toltecas, principalmente en las actuales regiones de Guatemala y Yucatán. Los centros toltecas más importantes en el área maya fueron, sin lugar a dudas, Chichen Itzá y Mayapán, ciudades que se alternaron en el dominio hegemónico de la región. Curiosamente, en la primera adquirió gran fama un rey llamado Kukulkán que, según cuenta la leyenda, partió exiliado de Tula para fundar Chichén Itzá' y que es la versión maya-tolteca del Quetzalcóatl, o serpiente emplumada, mexica. En realidad, la ciudad fue fundada por los itzáes antes de la invasión tolteca. Los restos arqueológicos evidencian una clara fusión de algunos elementos arquitectónicos, artísticos y religiosos toltecas con los propiamente mayas, tales como el uso de columnatas, templos circulares, serpientes emplumadas como ornato, figuras atlantes, tzompantlis o lugares de cráneos y tallados de esculturas en bajorrelieves, todas ellas aportaciones llevadas por los toltecas, que fueron adoptadas y adaptadas por los mayas. Por el carácter bélico propio de los toltecas, su incursión al vasto territorio maya estuvo acompañada por acciones militares que culminaron con la conquista de ciertas regiones en Guatemala y Yucatán, principalmente. Como era de esperarse, entre los conquistados hubo quienes se mostraron resentidos contra los invasores, a quienes atribuyeron la decadencia del pueblo maya. Si bien ello puede considerarse como una exageración propia del resentimiento, lo cierto es que los toltecas llevaron, junto con las armas, a sacerdotes que poco a poco fueron imponiendo sus criterios religiosos, tal como lo demuestran los templos mayas erigidos en la época. Aunque jamás dejaron de adorar al dios Chaac, la devoción de los mayas por Kukulkán aumentó con el paso del tiempo de tal manera que. al parecer, la mayoría adoptó gustosamente las nuevas creencias religiosas, con excepción de los sacrificios humanos, a los que dieron un lugar marginal dentro de los rituales religiosos. Cichén Itzá fue ocupada por los toltecas entre los siglos xi y xll, e hicieron de ella no sólo una ciudad rica y próspera que controlaba las rutas comerciales con las actuales Centroamérica y Colombia, sino también un centro urbano cuya hegemonía se extendió por las regiones hoy conocidas como Yucatán, Guatemala y la altiplanicie mexicana. Esta urbe fungió. a su vez, como cabecera de una veintena de ciudades-Estado que se encontraban bajo el control del rey de Chichén Itzá quien, a pesar de la invasión tolteca. siguió ostentando el cargo de halach unic. Pese a lo anterior, fue común que los reyes de éste y otros centros urbanos se sintieran orgullosos de su legado tolteca, tal como lo evidencian algunas de las crónicas españolas de los siglos xvi y posteriores. La grandeza de Chichén Itzá ha llegado hasta nuestros días gracias a las regias construcciones que erigieron sus habitantes. Sólo por citar algunos ejemplos, se conserva su juego de pelota, el más grande de toda Mesoamérica; el Templo de los Guerreros, que es una pirámide que posee en su cima un edificio en el que se encuentran representados el monstruo de la tierra, un sacerdote y un detenedor de la tierra, y que posee columnas adornadas como serpientes emplumadas, o bien el Caracol, construcción piramidal que cuenta con una torre circular que fungía como observatorio astronómico. De lo anterior

se puede deducir que uno de los rasgos arquitectónicos más importantes de esta urbe son los templos piramidales, en particular aquellos que poseen las columnas de serpientes emplumadas. una clara influencia tolteca. Sin embargo. a partir del siglo xn la ciudad comenzó a ser abandonada; además. los

restos arqueológicos muestran signos de violencia v de destrucción. La hipótesis más viable para explicar estos hechos consiste en que los habitantes de Chichén Itzá, cansados de los abusos y los excesos cometidos por el grupo gobernante, se levantaron contra las autoridades en un movimiento que destruyó parcialmente la ciudad y causó su abandono paulatino. Sin embargo, tampoco puede desecharse la posibilidad de que hubiera estallado un conflicto armado entre Chichén Itzá y Mayapán. su ciudad rival, del que salió triunfante la segunda. A raíz de la caída de Chichén Itzá, Mayapán se fue consolidando como la potencia hegemónica de los mayas entre los siglos mil v xv. Se dice que muchos de los habitantes de la otrora potencia regional la abandonaron para asentarse en esta ciudad. Lo cierto es que, desde sus orígenes. Mayapán continuó los patrones políticos. religiosos y sociales heredados de Chichén Itzá. Se sabe. además, que fue una ciudad amurallada que durante los años 1250 y 1440 estuvo gobernada por la familia de Cocom y que en su época de mayor esplendor alcanzó los 12.000 habitantes. En lo que se refiere a la arquitectura, Mayapán fue una ciudad que no tuvo mucho interés en desarrollar este arte. A diferencia de Chichén Itzá, sus edilicios se construyeron con bloques toscos de piedra: ninguna bóveda ha sobrevivido al paso de los siglos debido al deficiente dominio de la técnica v las esculturas son. por demás, burdas. La caída de Mayapán se debió. en gran medida, al levantamiento del cacique Ah Xupán. Las crónicas cuentan que irrumpió violentamente en la ciudad y asesinó a todos los Cocom. salvo uno que entonces se encontraba en una misión comercial, y arrasó con la ciudad, tal como lo demuestran los restos arqueológicos. A partir de entonces, todas las grandes ciudades mayas fueron abandonadas V. en su lugar. se fundaron pequeños Estados que se enfrascaron en luchas entre sí.

La caída de Tula modificó la estructura política del Altiplano, ya que la llegada de grupos de lengua náhuatl fue continua. Algunos de estos grupos habían sido aculturizados por los toltecas. mientras que otros fueron "civilizados" en el contacto con los campesinos que habitaban el valle. De los muchos inmigrantes que se establecieron en el Altiplano Central (. b), fueron tres los que prevalecieron sobre el resto y se enfrascaron en una contienda por el control de la región. I. Los colhuas. que se establecieron en el

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sureste del valle de México. Provenientes

de Tula. lo que les dio prestigio en la comarca, fundaron en el año 1064 la ciudad de Colhuacan. A lo largo del siglo mit, fueron una fuerza política y cultural poderosa en el norte del valle. así como entre los xochimilcas y chalcas (que arribaron a la región en el último tercio del siglo xn). En el siglo xiv la situación cambió, ya que fueron sometidos por los tepanecas. '. Los acolhuas, que fueron los fundadores de Coatlinchan. al este del valle de México, estaban formados por dos grupos: los acolhuas propiamente dichos, que eran de origen oto-mazahua y habían estado en contacto con los toltecas de Tula-Xicotitlán, y los chichimecas encabezados por Xólotl, que habían llegado al valle en el año 1244. Los acolhuas comenzaron a tener tanta importancia en la región que fundaron un nuevo centro político: Texcoco.

. Los tepanecas (de origen matlatzinca), que a su llegada se juntaron con la gente que habitaba Azcapotzalco —al oeste del valle de México—, de origen teotihuacano, otomí y tolteca. El esplendor de este señorío ocurrió en el siglo xiv, cuando conquistaron Tlacopan (Tacuba). Coyohuacán, Coatlinchan y Texcoco. Mientras estos reinos se consolidaban en el siglo mil por medio de una política agresiva y expansionista. arribó al valle de México un grupo sin importancia pero que con el tiempo se convertiría en la potencia hegemónica no sólo del valle. sino también de Mesoamérica: los mexicas.

Los mexicas eran un grupo de chichimecas de lengua náhuatl que residía en el noroeste de la actual República Mexicana, en un lugar llamado Aztlán o Aztatlán. En el año 1090 o 1111 iniciaron el éxodo hacia Mesoamérica. Sabemos que en su camino participaron en la caída de Tula, atravesaron los actuales estados de Guanajuato, Querétaro, Hidalgo y México y arribaron a Chapultepec en el siglo xn. Su establecimiento en el valle de México no fue sencillo, ya que tuvieron que pelear contra los ejércitos de Azcapotzalco.Cullluacán y Xaltocan. Los tepanecas tomaron como prisionero al dirigente de los mexicas, Huitzilíhuitl, y los obligaron a pelear como mercenarios en la lucha contra Xochimilco. Para acabar con esta situación decidieron aliarse con el señor de Culhuacán. quien cedió a su hija en matrimonio, pero los mexicas la sacrificaron y con ello se ganaron la enemistad del rey Coatlinchan. Trataron de congraciarse con los señores vecinos y siguieron sirviendo al de Azcapotzalco, quien en 1344 o 1345 les cedió un islote para que fundaran su ciudad: México-Tenochtitlán La ciudad: México-Tenochtitlan se encontraba en el centro del lago de Texcoco, lo que le daba ciertas ventajas a los mexicas sobre otros pueblos. Tenían agua todo el tiempo. gozaban de una gran cantidad y variedad de productos lacustres, poseían ecosistemas diferentes que les proporcionaban diversos productos y el uso de canoas facilitaba el transporte fluvial a otros lugares. que a veces era una vía más rápida que la terrestre.

Aunque en sus inicios la ciudad era pequeña y en términos generales "modesta", la gran variedad de vistas que se tenían desde ahí no dejaba de impresionar al visitante que la recorría: "Al aproximarse por la calzada, el viajero de aquel tiempo pasaba primero entre abiertas extensiones de agua: después aparecían gradualmente pequeñas islas [ ... ] hechas de montones de lodo excavado del fondo del lago poco profundo y unidas por carrizos. Campesinos vestidos de blanco conducían hábilmente, con pértigas, sus pequeñas canoas [...1 en la tarea de cultivar sus jardines, estas isletas irregulares aparecían formando, gradualmente. un agrupamiento más ordenado donde la acumulación de la tierra se había estabilizado [ ... ]".' A pesar de las ventajas que ofrecía su entorno, los mexicas llevaron a cabo una política expansionista en la que primero tomaron Azcapotzalco (1348) y luego extendieron poco a poco sus dominios por el valle de México, los estados actuales de Morelos, Puebla, Hidalgo, norte de Oaxaca y Veracruz. Guerrero, Chiapas y parte de Guatemala. El expansionismo azteca no conoció límites y echó mano a todos los recursos posibles (1,.. ). Así, después de haber mantenido durante mucho tiempo la Triple Alianza (MéxicoTenochtitlan. Texcoco y Tacuba), los mexicas, encabezados por Moctezurna II, decidieron someter a sus aliados. La agricultura, el comercio y la guerra fueron los pilares de la economía mexica. En la agricultura utilizaron tres técnicas que les permitían producir una cantidad suficiente de alimentos: la rotación de cultivos, el sistema de terrazas y el uso de chinampas. que era la técnica más avanzada. Mediante guerras, sometieron a numerosos pueblos de los que recibían un tributo muy variado que dependía de la riqueza de la zona y de la oposición que hubiera ofrecido el conquistado. Se sabe que los tributos eran muy pesados y que los mexicas no los cobraban directamente, pues establecían una cabecera en la zona conquistada que se encargaba de su recolección. El comercio se daba de dos formas: el tianguis, en donde el intercambio entre productor y consumidor era directo y se llevaba a cabo en lugares y tiempos determinados. El mercado más famoso era el de Tlatelolco, pues en él se podían adquirir joyas, textiles, animales, esclavos, etc. También existía el comercio a larga distancia, por tierra y mar. Los comerciantes o pochtecas, se dirigían a zonas distantes (por ejemplo, la actual Guatemala) para obtener aquellos productos suntuarios que gustaban a la nobleza.

Gracias a nuestros conocimientos de esta cultura sabemos que la cuestión de la propiedad era un elemento básico en la economía mexica. Había diferentes tipos de propiedad: 1) El Calpulli (la unidad social por excelencia), que estaba constituido por las tierras de la comunidad cuyo uso servía para pagar tributos y satisfacer las necesidades comunales. El Estado las otorgaba de por vida siempre y cuando fueran trabajadas, pues de lo contrario las quitaba. 2) Altepetlali, o tierras administradas por el Estado. Se dividían en: teopantli, tierras del templo, que eran utilizadas para el mantenimiento de éste; tlatocatlalli, tierras del señorío, de las que vivían los señores y su corte; tecpantlalli, tierras de los jueces, y milchimalli y cacalomilli, tierras destinadas a sufragar los gastos de guerra. El Estado mexica era el propietario de las tierras, y como tal tenía el derecho de "prestarlas' a sus ciudadanos para que gozaran del usufructo de las mismas. Esto nos habla del poder tan centralizado de la autoridad en México-Tenochtitlan. La división social era sencilla en apariencia. Sólo había dos clases sociales: los pipiltin, que por ser los nobles gozaban de privilegios. Ocupaban los puestos en la administración civil y religiosa, "poseían" tierras, no pagaban tributos y les estaba prohibido trabajar la tierra. Los mace hualtin eran el resto del pueblo. Trabajaban las tierras de los pilpilt in, cazaban. pescaban, eran artesanos, prestaban servicios militares, religiosos y civiles y pagaban tributo para tener derechos. Sin embargo, con el paso del tiempo comenzaron a aparecer grupos dentro de la sociedad que, si bien eran distintos, no constituían clases sociales. Los pochtecas vivían bien por los servicios que ofrecían a la nobleza y tributaban con su trabajo. Los tamemes servían como cargadores en todos los servicios. pero no tributaban por carecer de derechos. Los mayeques eran gente de origen distinto pero que trabajaban para los mexicas: por no tener derechos, tampoco tributaban. Los tlatlacohtin eran esclavos cuyo destino era el sacrificio. A pesar de lo anterior, podían tener propiedades y servidores personales, aunque carecían de derechos. Para finalizar, estaban los mamiltin o prisioneros de guerra, que eran dedicados a los sacrificios humanos. Tampoco tenían derechos. Los mexicas crearon un sistema político sumamente estricto y jerarquizado en el que tres instituciones se encargaban de gobernar: .

L Tlatoani (o emperador), que era el jefe supremo del Estado, constituido como la máxima autoridad política. militar y religiosa. El cargo no era hereditario y la elección la realizaba un grupo de consejeros que escogían entre la nobleza.

• Las culturas prehispánicas

2. Cihuacoatl, que era el segundo personaje más importante. Aunque el cargo era de

carácter religioso, el cihuacóatl también sustituía al tlatoani cuando no se hallaba en México-Tenochtitlan y lo representaba corno juez, sacerdote mayor y jefe del ejército. Se encargaba de la recolección y el almacenamiento de los tributos. Otra de sus funciones era la de presidir al Tlatocan. Tlatocan, el consejo de Estado compuesto por representantes de los calpullis. Sus funciones eran directivas, administrativas y judiciales. También había otros consejos de tipo militar y sacerdotal.

De entre todos los tlatoanis sólo algunos destacaron por los servicios que brindaron a la sociedad y al Estado. Itzcóad (1427-1440) decidió formar con Tacuba y Texcoco la Triple Alianza corno medio de mantener la estabilidad en la región del valle de México mientras conquistaba Azcapotzalco. Influido por su consejero, Tlacaélel, ordenó la destrucción de los códices que contenían la historia inicial de los mexicas por carecer de relevancia. La idea era dar una nueva imagen histórica y religiosa que fundamentase la nueva grandeza mexica al relacionar de diversas formas a la nación con los toltecas y al situar a Huitzilopochtli en el mismo plano que las divinidades creadoras y agrícolas. Por eso se piensa que fue bajo su reinado cuando se creó el mito de la peregrinación de los mexicas. Tlacaélel fue un personaje de suma importancia en la política mexica. Vio en la historia un instrumento de dominación y por ello creó la nueva historia mexica. Como el gran guerrero que era, convenció a Itzceiatl de que conquistase a los tepanecas de Maxtlatzin y también tuvo injerencia en la conquista de Azcapotzalco. Por su habilidad como político logró tener el cargo de cihuacóatl y ejercer influencia sobre Izcóatl, de quien se afirma que no hacía más de lo que éste le aconsejaba, y sobre Moctezuma I. que era su hermano. Para muchos investigadores fue en realidad Tlacaélel quien le dio la gloria al imperio mexica. Moctezuma I (1440-1469) extendió sus dominios por Chuleo, Amequemecan y los estados actuales de Oaxaca, Veracruz. Morelos, Hidalgo y el sur de Puebla. Decidido a embellecer México-Tenochtitlan, atrajo a los artistas de la zona de Chalco, que a su vez estaban influidos por el estilo de los artesanos de Xochicalco. Como consecuencia de una gran sequía que azotó el valle de México impulsó los sacrificios humanos, práctica recomendada por Tlacaélel, para alimentar al Sol y la tierra y mejorar la situación. Axayácatl (1469-1481) llevó a cabo una política expansionista que estaba dirigida al fortalecimiento de la hegemonía mexica en el Altiplano Central. Conquistó Tlatelolco y dominó a los mazahuas, otomíes y matlatzincas de los valles toluqueños. Su reinado se vio empañado por las derrotas que sufrió contra los tarascos y tlaxcaltecas en sus intentos por conquistarlos. Un aporte de Axayácatl a la religión azteca fue el establecimiento de las guerras floridas para obtener prisioneros destinados a los sacrificios. Ahuizótl (1486-1502) fue el conquistador por excelencia y consolidó el imperio mexica. Sometió la huasteca. Oaxaca, Veracruz y el Soconusco. No sólo se preocupó por embellecer la ciudad, sino que promovió su desarrollo al terminar la construcción del Templo Mayor y de un acueducto que llevaba agua desde Covoacán. La educación entre los mexicas tenía un papel fundamental pues fomentaba entre los individuos la solidaridad e inculcaba una serie de principios éticos y religiosos para la subsistencia de la comunidad. Comenzaba en la casa y pretendía fomentar en los niños la disciplina y el hábito del trabajo. "Los padres vigilaban la educación de los hijos y las madres daban instrucción a las hijas. Hasta los seis años de edad, los niños escuchaban sermones y consejos repetidos con frecuencia, aprendían el empleo de utensilios domésticos y hacían tareas caseras de poca importancia."'" Cuando eran un poco más grandes, los niños asistían a la escuela, donde se cultivaban sus aptitudes intelectuales. Existían diferentes escuelas: en el tepochcalli se formaba el carácter de los jóvenes adiestrándolos en artes V técnicas militares; el Calmecac era una institución en la que se enseñaban las normas superiores. y los principios y ritos religiosos; además, ahí se estudiaban las matemáticas, el calendario

y la historia. Era la escuela donde se formaban las clases dirigentes. También existía el cuicalli. que era una escuela de canto. danza y actividades recreativas. Los maestros no tenían libertad absoluta, ya que eran vigilados por los padres de familia. los ancianos y los sacerdotes para que cumplieran cabalmente con su trabajo. Al inicio de su éxodo, los mexicas tenían ciertas creencias religiosas que aún desconocemos en buena parte. Conforme fueron acercándose al valle de México y entraron en contacto con otras culturas, fueron transformando esas ideas hasta que adquirieron las formas con las que las conocemos. De las culturas preclásicas tornaron a Huehuetéotl. dios viejo, mientras que de las tradiciones olmeca v teotihuacana adoptaron a Tláloc. dios de la lluvia, a Quetzalcóatl. dios de la civilización, del viento y de la vida y a la divinidad dual suprema Ometéotl, señor y señora de nuestra carne, de nuestro ser. que era representada por Tonatecuhtli y Tonacíhualt. Otras divinidades importantes eran Tezcatlipoca. dios de los guerreros y hechiceros: Huitzilopochtli, dios de la guerra y el sol: Coatlicue, diosa madre o tierra (` Chalchiuhtlicue. diosa de las aguas, y Mictlantecuhtli. dios de la muerte. En realidad, los mexicas tomaron divinidades de otras culturas y crearon un panteón complejo en el que varios dioses tenían la misma función (Mictlantecuhtli y Teoyaomiqui eran dioses de la muerte). Los matices que marcaban la diferencia entre estas divinidades, así como el porqué de esta duplicidad de funciones. eran algo sumamente difícil de entender para quienes no eran mexicas. Como aspecto importante de su religión se hallaban los sacrificios humanos, en los cuales la sangre y los corazones de las víctimas eran utilizados para alimentar a la Luna y el Sol. En forma parecida a los mayas, los mexicas tenían la creencia de que los habían precedido otras épocas o soles. con sus respectivos hombres. y que su obligación fundamental era la de alimentar al Sol de ese momento, el quinto, para que la humanidad pudiera seguir viviendo. Suele decirse que los pueblos que se dedican a la guerra no se preocupan por las artes. El caso de los mexicas puede ser tomado como la excepción. Destacaron en la pintura mural, la orfebrería, el arte plumario. la cerámica. pero fue en la escultura en piedra en la que crearon sus mejores obras. Se distinguen dos estilos: el naturalista, que tiende a hacer representaciones de dioses, seres humanos. animales. flores y demás objetos intentando copiar a la realidad (por ejemplo, el caballero águila), y el simbolista, que plasmaba concepciones astronómicas y cronológicas v en el que se labró la piedra del Sol o calendario azteca. Conocemos su literatura gracias a las recopilaciones hechas por los sacerdotes católicos que durante el periodo virreinal escribieron obras basadas en las tradiciones orales mexicas. Fueron dos las formas literarias que más practicaron: 1) los cantares. que se dividían en cantos de guerra. floridos, divinos. de primavera. etc.. v que eran obras que en la actualidad podrían ser catalogadas corno poesía. Nos han llegado los nombres de algunos autores de cantares: Nezahualcóyotl, Cuacuauhtzin y Tlatecatzin.

2) los discursos o relatos formados por disertaciones acerca de las divinidades, las cosas antiguas, los discursos de los ancianos. A este grupo pertenecen textos como Los anales de Tlatelolco, Los anales de Cuauhtitlan y La historia tolteca-chichimeca, obras esenciales para conocer la historia de los grupos norteños que se establecieron en el valle de México durante el Posclásico. En 1519. los mexicas estaban en pleno apogeo. La ciudad había crecido lo suficiente como para albergar unos 300.000 habitantes y mantenerlos con el crecimiento constante del imperio. La economía era buena pues nunca antes se había recibido tal cantidad y variedad de tributos. lo que permite pensar que el nivel de vida de los mexicas había mejorado bastante desde su establecimiento en el valle de México. Sin embargo. en ple-

no esplendor y sin pasar por un proceso de decadencia como el resto de las culturas mesoamericanas, en el lapso de dos años los mexicas perdieron todo: hombres, dominios. autonomía. religión, formas de ver al mundo. ¿Qué fue lo que propició este desplome tan estruendoso? La respuesta está en la llegada de los españoles.

La flor y el canto Sacerdotes, yo os pregunto: ¿De dónde provienen las flores que embriagan al hombre? ¿El canto que embriaga, el hermoso canto? Sólo provienen de su casa, del interior del cielo, sólo de allá vienen las flores... Donde el agua de flores se extiende, la fragante belleza de la flor se refina con negras, verdicentes flores y se entrelaza, se entreteje: dentro de ellas canta, dentro de ellas gorjea el quetzal

Gloria de Tenochtitlan Cual nenúfares al viento los escudos giran, humeante sube el polvo, el silbo de las manos repercute: aquí es México Tenochtitlán. Es la casa de los escudos, el sitio de los dardos: la orden de los Aguilas se extiende en la mansión de los Tigres. Allí llevan sobre sus hombros la carga de la guerra, silvan su hoguera: las flores del dios: ¡del escudo flamante! ¡Jamás ciertamente, oh, jamás por cierto habrán de cesar, habrán de faltar! Salvador Novo, Una visita a la sala mexica, México, SEP/INAH, 1997, p. 51 (56 pp.).

En virtud de que el hombre no es originario del continente americano son dos las teorías que explican la llegada de los primeros seres a estas tierras. La primera establece que grupos humanos migraron de Asia a América, a través del estrecho de Bering, poblando el continente de norte a sur. La segunda teoría postula el origen múltiple; por lo que además de aceptar la primera teoría, afirma que contingentes de origen malayo-polinesio atravesaron el océano pacífico para establecerse en el hemisferio sur continental. En lo que respecta a América del norte, la región conocida como Mesoamérica se convirtió en el punto de origen de varias culturas que, pese a sus diferencias geográficas y temporales, compartieron una serie de elementos, como el consumo del maíz, el uso de calendarios solares y lunares, y la construcción de pirámides, entre otros. Las culturas mesoamericanas han sido agrupadas por los especialistas en tres horizontes culturales o periodos: 1, El Preclásico, donde se asientan las bases para el desarrollo político, cultural, social y religioso de la región. En él se encuentran las culturas Olmeca, del Altiplano Central y del Occidente. 2, El Clásico, que representa el auge mesoamericano, de donde surgieron las culturas teotihuacana, totonaca, huasteca, maya, zapoteca y mixteca. 3, El Posclásico, época en la que Mesoamérica sufrió invasiones provenientes del norte, de Aridoamérica, y que favoreció el establecimiento y desarrollo de las civilizaciones tolteca, maya-tolteca, tarasca, tlaxcalteca y mexica. Este desarrollo continuo de la zona se vio interrumpido en el siglo xv, época de la hegemonía mexica, con la llegada de los españoles a lo que actualmente es México.

I: n este capítulo estudiaremos dos procesos importantes en la evolución de nuestro país: 1 " la llegada de los españoles y su asentamiento en el territorio que actualmente conforma México. Estos dos procesos, el primero de corta duración y el segundo prolongado, generaron la lucha de dos culturas: la prehispánica y la europea. Mientras que la primera intentaba sobrevivir, la segunda deseaba imponerse a cualquier costo. Este fenómeno no sólo se hizo presente en los tiempos de la conquista, pues en el periodo virreinal también se manifestó mediante ciertas tradiciones y creencias, a pesar de la evangelización y la aculturación de los españoles.

En el siglo xv( era cuestión de suma importancia para los españoles la explicación de por qué habían sido ellos, y no otros, los conquistadores de gran parte del Nuevo Mundo. Pensaban que estas tierras eran el premio que Dios les otorgaba por haber expulsado de España, tras ocho siglos de ardua lucha, a los árabes infieles.A este episodio se le conoce como la reconquista española, y tiene la importancia de que permite comprender mejor la conquista de México.

L, La Edad Media en España fue distinta a la del resto de Europa occidental. Mientras que en ésta se fraccionó el poder central y los señores cristianos luchaban por expandir sus dominios y obtener más vasallos, los españoles tenían en su territorio un invasor (los árabes) que profesaba una religión diferente (el islamismo). A su llegada en el año 711, los árabes emprendieron una política bélica en contra de los gobernantes visigodos, la cual les permitió dominar casi la totalidad de la península ibérica y penetrar, pero sin éxito alguno gracias a Carlos Martel. en tierras de la actual Francia. Un grupo de visigodos cristianos se refugió en Asturias y, tras derrotar a los árabes en la batalla de Covadonga (722), fundaron el reino asturiano. Aunque los historiadores españoles ponen en tela de juicio la existencia de tal batalla, lo importante es que marca el inicio tradicional de la reconquista. En un proceso intermitente en el que las épocas de guerra se alternaban con las de paz, los cristianos fueron ganando territorio a los árabes y fundando nuevos reinos que, a diferencia del resto de Europa, la Europa feudal. estaban gobernados por un monarca y gozaban de cohesión interna. Sin embargo, estos reinos se enfrentaron al problema de tener una población pequeña, lo que en varias ocasiones les impidió establecer marcas, que eran los poblados cristianos militarizados localizados en las fronteras con los territorios árabes y cuya función era repeler cualquier ataque musulmán. La imposibilidad de sentar marcas en algunas regiones (como Castilla) obstaculizó el establecimiento de fronteras fijas. de ahí que normalmente los límites entre un reino cristiano y uno musulmán no fueran claros. Por lo dicho hasta el momento, parecería que en España sólo existían árabes y cristianos; sin embargo, había otros grupos, como los mudéjares, que eran los árabes que vivían entre cristianos, los moriscos o musulmanes convertidos al cristianismo, los judíos y los sefarditas, que eran judíos que habitaban con cristianos. La existencia de estas capas intermedias revela que a pesar de las rivalidades entre los grupos antagónicos, árabes, judíos y cristianos convivían y mantenían un contacto estrecho. En el siglo xv eran dos los reinos cristianos que mantenían su hegemonía en la península ibérica: Aragón y Castilla ( ). El primero había formado tiempo atrás una especie de confederación con Cataluña, Valencia y las Islas Baleares (El Levante), pero con el tiempo Aragón comenzó a sobresalir y logró controlar estos estados. Castilla, localizada en el centro de la península, ejercía su dominio sobre una mayor extensión de territorio, pues abarcaba Asturias, León, Galicia, el actual País Vasco, Extremadura, Murcia y Andalucía.

A diferencia de Aragón, Castilla mantuvo un gobierno centralizador y una legislación unitaria. Aunque existían otros reinos cristianos independientes, como Portugal y Navarra, Castilla y Aragón decidieron unirse, en 1467, mediante el matrimonio de sus reyes Isabel y Fernando, para expulsar de una vez por todas a los árabes, que se hallaban en decadencia y cuya única posesión era el reino de Granada. A pesar de la defensa de su reino, los árabes no pudieron resistir los embates del ejército de los Reyes Católicos y el 2 de enero de 1492, Boabdil, rey de Granada, entregó la capital de su reino a Isabel y Fernando, lo que marcó el final de la reconquista. A partir de ese momento, los Reyes Católicos quisieron crear un Estado centralizado y absoluto con una monarquía poderosa apoyada en un aparato burocrático firme compuesto por miembros del clero y de la alta y baja nobleza. Una vez lograda la expulsión de los árabes, los afanes expansionistas de la monarquía española no cesaron a pesar de las dificultades económicas. Tras la larga guerra contra el reino de Granada, las arcas de los Reyes Católicos se hallaban mermadas y era necesario encontrar alguna solución. El 31 de marzo de 1492, Isabel y Fernando firmaron el documento por el que se expulsaba de España a los judíos, con la finalidad de "evitar problemas entre éstos y la población cristiana". En realidad, cristianos y judíos llevaban varios siglos conviviendo sin haber tenido problemas serios. Detrás de este pretexto se encontraba un motivo económico, ya que los judíos estaban obligados a vender todas sus posesiones, pero se les prohibía sacar sus riquezas de España. De esta manera, la Corona logró, aunque de forma parcial, su recuperación económica y pudo continuar con la política expansionista. En 1493, Fernando obtuvo Cerdeña, en 1495 se apoderó de Nápoles, en 1497 de Melilla y entre 1512 y 1515 conquistó el reino de Navarra. Sin embargo, la clave del expansionismo español apareció varios meses después de la caída de Granada, cuando Cristóbal Colón propuso a los reyes una nueva ruta para llegar al Oriente sin tener que pasar por el Mediterráneo, entonces controlado por los turcos. Con el apoyo de los reyes españoles, más de Isabel que de Fernando, Colón zarpó del puerto de Palos en agosto de 1492. Tras dos meses de viaje y algunas vicisitudes, descubrió y se adueñó, en nombre de los Reyes Católicos, de

las islas de San Salvador, Cuba y Haití ( ). A su regreso a la península, Fernando e Isabel se encontraron frente a una disyuntiva, pues mientras que el primero apostaba a favor de la expansión española por África para competir con sus vecinos portugueses, la reina creía que el futuro de España estaba en las Indias, por lo que financió a Colón otros tres viajes. En el segundo (1496) descubrió las Antillas, Jamaica y Puerto Rico ( ) :

en el tercero (1498). la isla de Trinidad y la desembocadura del Orinoco ( ), y en ). A pesar de que al principio el último (1502), parte de las costas de Panamá ( las islas no fueron pobladas por colonos españoles, Colón siguió tomándolas en nombre de

los Reyes Católicos. Colón murió sin saber que en realidad había descubierto' un nuevo continente, al que a comienzos del siglo xvi el cartógrafo Martín Waldseemüller llamaría América en honor del navegante italiano Américo Vespucio. A fines del siglo xv e inicios del xvi. España se encontraba en un proceso de creciente expansionismo que la llevó a luchar por aumentar sus territorios en Europa y. a la vez, explotar lo que Colón había conseguido entre 1492 v 1502.

Como dijimos, la primera isla en la que desembarcó Colón fue San Salvador. Sin embargo, la isla de La Española (actual Santo Domingo) fue el primer núcleo virreinal español en América, el cual sirvió como plataforma para la conquista del resto de las islas antillanas. La Corona y los nuevos pobladores querían proseguir la expansión a otros territorios para así obtener más esclavos y mayores riquezas. En 1509 Diego Colón se adueñó de algunos territorios del Caribe, y entre 1510 y 1515 Diego Velázquez y Pánfilo de Narváez se apoderaron de la isla de Cuba. La organización de las empresas de conquista era más sencilla de lo que normalmente se piensa. Todo iniciaba con la publicación de un bando en el que se notificaba a los habitantes del lugar que se estaba organizando una expedición. Los interesados en ella se dividían en dos grupos: 1) inversionistas que proporcionaban lo necesario para la empresa: barcos, armas, animales, alimentos, etc., y 2) aquellos que por no poseer riquezas se ofrecían como marineros y soldados. Una vez obtenido el botín (en caso de tener éxito), se separaba el "quinto real" que por ley pertenecía a la Corona, mientras que el resto se repartía proporcionalmente entre los participantes. El Caribe fue el primer foco de expansión española que. a pesar de su dinamismo, se encontró con problemas. En primera instancia, los relatos que llegaban a España sobre estos dominios eran más mitos que realidades, lo que influyó para que varios grupos de emigrantes decidieran embarcarse y establecerse en América. Al principio, la inmigración española pudo situarse en las islas y prosperar —en lo que más tarde se denominaría "hacer la América" —. pero con el tiempo la capacidad de las tierras para recibir nuevos habitantes quedó superada por la demanda, de forma que llegó un momento en el que los nuevos colonos tenían dos opciones para sobrevivir: la mendicidad o el robo. Otro problema fue que por la excesiva carga de trabajo a la que se sometía a los indios y por la sobrexplotación de los recursos naturales que más interesaban a los españoles. oro y plata. la mano de obra (por el exterminio de los indios) y los recursos comenzaron a escasear. Estos tres factores. sobrepoblamiento, falta de mano de obra y agotamiento de piedras y metales preciosos, fueron una especie de acelerador del expansionismo español, puesto que motivaron a los peninsulares a buscar nuevas tierras para satisfacer sus necesidades económicas. A diferencia de la época anterior, a partir del siglo xvi dicha búsqueda no se haría más en las islas, sino en la porción continental de América.

La isla de Cuba fue el punto de partida de las expediciones españolas a lo que actualmente es la República Mexicana. Básicamente, fueron dos los factores que convirtieron a Cuba en esta especie de trampolín. Por un lado, la isla se encontraba cerca de México, lo que reducía el tiempo de viaje y. por ende, los riesgos. El segundo factor fue que Diego Velázquez, gobernador general independiente de la isla de Cuba desde 1514. impulsó esas empresas. Dicho personaje

jamás ocultó sus ambiciones económicas y su fomento a las expediciones no era desinteresado, pues actuaba como socio capitalista y veía en ellas una forma de acrecentar su riqueza. La primera expedición quedó bajo las órdenes de Francisco Hernández de Córdoba, un militar español que había participado en la conquista de Cuba y que gozaba de las si mpatías de Diego Velázquez. Las tres naves que formaban su contingente salieron del puerto de Jarauco el 8 de febrero de 1517. El primer punto al que arribó la expedición fue Isla Mujeres, llamada así porque ahí encontraron una gran cantidad de ídolos femeninos. Francisco Hernández de Córdoba continuó el viaje y llegó a las costas de Yucatán, lugar en el que comenzó a tener dudas sobre si se trataba de una isla o una península. Al intentar entrar en contacto con los mayas de la costa para abastecer a la expedición, ésta fue atacada y perdieron la vida varios hombres; a pesar de este fracaso, los españoles se dieron cuenta de que trataban con indígenas diferentes a los de las islas, pues éstos revelaban por sus construcciones un grado mayor de desarrollo cultural. La exploración continuó bordeando la costa hasta que llegó a los dominios de un cacique llamado Akimpech (que luego sería conocido como Campeche por los españoles), donde la suerte tampoco les sonrió pues en la desembocadura del río Champotón (o de la Mala Pelea, como la denominaron los hombres de la expedición) el recibimiento de los naturales fue peor y se entabló una lucha en la que varios hombres murieron y otros tantos, entre ellos Hernández de Córdoba, quedaron malheridos. Tras este fracaso, los expedicionarios decidieron regresar a Cuba en dos embarcaciones, luego de quemar una por encontrarse en pésimo estado, y se detuvieron en la Florida, en donde encalló otro navío. En 1518 lograron llegar a la isla 53 sobrevivientes, incluido Francisco Hernández de Córdoba, quien moriría poco tiempo después. Esta expedición fue un fracaso y un éxito a la vez. Un fracaso porque no logró cumplir con su finalidad, que era la de obtener esclavos, además de piedras y metales preciosos; pero fue un éxito porque dio algunos datos importantes para el envío de siguientes expediciones y confirmó la idea de que en esas regiones existían riquezas, lo que a su vez creó más expectativas entre los españoles y los motivó a enviar otras expediciones O .

La conquista

En 1518, Diego Velázquez organizó y apoyó económicamente la segunda expedición, ahora encabezada por Juan de Grijalva quien, al igual que Francisco Hernández de Córdoba, había participado en la conquista de Cuba. La expedición constaba de cuatro barcos y 240 hombres, entre los que se encontraban Bernal Díaz del Castillo (sobreviviente de la expedición anterior) y Pedro de Alvarado. El 25 de enero, la partida española salió del puerto de Matanzas rumbo a Cozumel con la idea de seguir los pasos de su antecesor, por lo que recorrió las costas de Yucatán y de Campeche, pero también fue atacada por los indígenas en Champotón. A pesar de ello, Juan de Grijalva decidió continuar hacia el Norte bordeando la costa hasta que llegó al territorio de un cacique llamado Tabz Coob (para los españoles, Tabasco) punto en el que optó por avanzar tierra adentro siguiendo el curso de un río al que bautizó con su apellido. Desembarcó varias veces a lo largo de los ríos Grijalva, Papaloapan y Coatzacoalcos y trató con indígenas que le dieron piedras y metales preciosos. En uno de estos desembarcos, y gracias a los intérpretes traídos desde Cuba (indígenas aprehendidos en la primera expedición), recibió a una embajada mandada por el emperador mexica Moctezuma II a entregarle presentes lujosos. Lo anterior confirmó a Juan de Grijalva la idea de que en esas tierras había muchas riquezas; sin embargo, decidió no tentar más a la suerte y regresó a Cuba. Esta vez la expedición fue un éxito económico, pues redituó una ganancia de 20 000 pesos, de los cuales se apartaron 4000 como pago del quinto real. Los resultados de esta aventura sirvieron para alimentar aún más la codicia de los españoles y, por supuesto, la del gobernador independiente de la isla.

Para la tercera expedición, Diego Velázquez escogió como capitán a Hernán Cortés, un extremeño con alguna preparación universitaria. A su vez, Cortés seleccionó como miembros de su tripulación a Pedro de Alvarado, Bernal Díaz del Castillo, Cristóbal de Olid y Alonso Hernández, entre otros. A diferencia de las expediciones anteriores, la de Hernán Cortés recibió del gobernador independiente de Cuba dos instrucciones, una pública y otra privada. La primera especificaba que debía encargarse de que los pueblos que conquistara fueran cristianizados, los obligara a rendir vasallaje al rey de España y a mandarle regalos. así como prohibir a las tropas españolas el saqueo. En la instrucción privada le decía que la expedición tenía primordialmente un carácter económico, pues debía obtener la mayor cantidad de oro que fuera posible y, en contra de las disposiciones de la Corona, los territorios conquistados no iban a ser poblados por españoles. A pesar de que Cortés aceptó estas disposiciones, las relaciones con Velázquez se fueron tensando, ya que éste le recordaba constantemente que a pesar de ostentar el cargo de capitán y justicia, no era más que subalterno suyo. La situación empeoró cuando grupos contrarios a Cortés convencieron al gobernador de que suspendiera la expedición. Al enterarse Cortés, decidió salir antes de lo previsto. El 18 de febrero de 1519 zarpaba desde el cabo de San Antón al mando de 11 embarcaciones con un total de 700 hombres, 16 caballos y 14 cañones. Tres días después de su salida, la expedición llegó a cabo Catoche en donde encontró a dos náufragos españoles: el clérigo Jerónimo de Aguilar y Gonzalo Guerrero. Mientras que el primero decidió unirse a las huestes de Cortés para servir como traductor gracias a los conocimientos que había adquirido de la lengua maya, Gonzalo Guerrero prefirió quedarse, pues se sentía a gusto entre los indígenas y. además, había formado una familia con una mujer maya. Cuando la expedición llegó a Centla, fue atacada por un grupo de indígenas a los que venció sin mayores dificultades; éstos, al ver que los españoles eran superiores (porque tenían caballos, armas de fuego y armadura), prefirieron firmar la paz y dar a los vencedores algunos regalos, como objetos de oro, mantas de algodón y jóvenes doncellas, entre las cuales se encontraba la famosa Malintzin, a quien la historia también conoce como Malinche o doña Marina. A pesar de que Cortés primero la cedió a Alonso Hernández,

La presencia española en México

no tardó en tomarla como compañera. Malintzin trabajó como traductora junto con Jerónimo de Aguilar, pues por sus conocimientos de maya y náhuatl complementaba la labor del clérigo. Así, cuando Cortés quería preguntar algo a los indígenas, Aguilar traducía la pregunta al maya y Malintzin del maya al náhuatl, y cuando el extremeño quería entender lo que se le decía, se practicaba el método inverso. Tras fundar la ciudad de Santa María de la Victoria en el margen izquierdo del río Grijalva, Cortés recibió por primera vez a los emisarios de Moctezuma II. El emperador mexica estaba preocupado porque había tenido noticias de la llegada de torres flotantes sobre el mar con hombres blancos y barbados. Esto solamente era uno más de una serie de malos presagios que, como el paso de un cometa, el incendio del templo de Huitzilopochtli, la constante aparición de dos hombres unidos por el mismo cuerpo y otros, parecía indicar el fin del Quinto Sol. Lleno de curiosidad por este nuevo fenómeno, Moctezuma decidió enviar algunos emisarios para que se acercaran a esta gente y vieran si se trataba en realidad de Quetzalcóatl, que había prometido regresar en ese mismo año. Los emisarios del emperador no sólo regalaron oro y vestimentas a Cortés, sino también lo vistieron con las ropas de Quetzalcóatl creyendo que su dios había cumplido con su promesa. Cortés se dejó vestir sin saber el significado de los ropajes. pero decidió mostrar a los emisarios del emperador mexica la potencia de sus armas y la destreza de sus jinetes en una serie de actos que los asombraron. El problema principal al que se enfrentaban las tropas españolas era la división interna, pues mientras había algunos que deseaban continuar con la empresa. otros, los fieles a Diego Velázquez, eran partidarios de regresar a Cuba. Cortés deseaba proseguir la búsqueda de las riquezas y los honores que tanto anhelaba, aunque ello implicase romper con Diego Velázquez. Para no ser acusado de insubordinación, utilizó un artilugio legal. Fundó la Villa Rica de la Vera Cruz, cuyos "vecinos" — soldados de su ejército— formaron un cabildo que en nombre del rey invistió a Cortés como justicia y capitán general, lo que lo desligó legalmente de Diego Velázquez. Para evitar que el gobernador de la isla de Cuba pusiese en su contra al rey Carlos I de España y V de Alemania, Cortés escribió su primera carta de relación (extraviada en la actualidad) para enterar al monarca de estas cuestiones. Además, debido a que desconfiaba de los soldados leales a Velázquez, tomó la decisión de hundir sus barcos para cortar todo contacto con Cuba y evitar que alguien pudiera regresar a la isla. Después de haber dejado 100 hombres en la Villa Rica de la Vera Cruz, Cortés y sus tropas se enfilaron hacia el pueblo de Cempoala, que era tributario de los mexicas ). Como el cacique gordo de Cempoala deseaba la protección militar de los españoles, decidió aliarse con ellos dándoles hombres, provisiones e informes sobre el territorio del interior, así como de sus recursos naturales y humanos. Cortés puso una sola condición para aceptar la ayuda que el cacique le ofrecía: que él y su pueblo se convirtieran al cristianismo. La alianza con Cempoala le reveló a Cortés que muchos pueblos estaban en contra de los aztecas, y él se dispuso a aprovechar la situación coligándose con ellos durante su camino hacia la capital del reino mexica. En Rinconada Coatepec. Jico e Ixhuacan y los llanos salados donde termina el estado de Puebla, los españoles no encontraron oposición alguna, por lo que continuaron con su política de alianza. El hecho de que los indígenas pensaran que los españoles eran tenles, es decir, dioses, evitó que presentaran resistencia y les facilitó en gran medida su viaje. La situación cambió cuando Cortés y sus tropas penetraron en el reino de Tlaxcala, un Estado independiente del mexica que se hallaba en constante guerra con Tenochtitlan, ciudad que obstaculizaba su comercio de sal, algodón y cacao. Conocedor de la bravura y valentía de los tlaxcaltecas, Cortés envió mensajes de paz a sus dirigentes, pero éstos no los aceptaron y encargaron a Xicoténcatl la organización de la guerra en contra de los extranjeros. Tras sufrir varias derrotas, los tlaxcaltecas vieron en las tropas españolas un ejército superior al mexica, por lo que optaron por aliarse con ellos y les dieron alojamiento durante 20 días en Tizatlán. En ese lapso. Cortés recibió de nuevo a una embajada de Moctezuma que en esta ocasión no sólo traía regalos, sino también un mensaje en el

que lo invitaba a no proseguir su camino hacia México-Tenochtitlan. La estrategia de Moctezuma generó el efecto contrario al que esperaba, pues los regalos tan lujosos y costosos incitaron a Cortés a continuar con más ahínco su camino hacia la ciudad. Al salir de Tizatlán, el ejército español había engrosado sus filas con guerreros tlaxcaltecas y se dirigió a la ciudad de Cholula, que era uno de los centros religiosos más portantes. Por órdenes del emperador mexica, los cholultecas dieron una buena acogida a los españoles. pero éstos, influidos por los guerreros tlaxcaltecas, pensaron que se estaba gestando una confabulación en su contra. Cortés ordenó que se atacase a la población. incluyendo niños. mujeres y ancianos, hecho que se denominó la "matanza de Cholula". Otras versiones coinciden en que la idea de la confabulación indígena jamás pasó por la mente de los españoles y que lo que Cortés pretendió no fue más que demostrarle a los mexicas su superioridad militar. Ya sea que el complot contra los invasores haya existido o no, la matanza en Cholula atemorizó a los mexicas y, a la vez, permitió a los españoles continuar su camino sin tropiezos. Al salir de Cholula, las tropas de Cortés se dirigieron hacia los volcanes. A su paso por los pueblos comarcanos, los caciques les ofrecían su amistad. Luego pasaron por Amecameca,Tlalmanalco, Chalco,Tulyehualco e Ixtapalapa, en donde el noble mexica Cuitláhuac salió a recibirlos en medio de una gran multitud. Finalmente, el 8 de noviembre de 1519 se celebró, en la acequia de Xolotl, la primera entrevista entre Cortés y Moctezuma.

El primer encuentro entre Cortés y Moctezuma es un pasaje digno de ser recreado. A pesar del cansancio del viaje. Cortés, sus soldados y sus aliados debían de estar excitados porque al fin se había cumplido su sueño de llegar a México-Tenochtitlan ( ) . Ja más habían visto una ciudad ubicada en medio de un lago y con calzadas tan largas que conectaban la isla con tierra firme. Los españoles nunca pensaron ser recibidos por una muchedumbre

como la que se había congregado en la acequia de Xólotl. Para Cortés el sueño aún no había terminado pues le faltaba conocer a Moctezuma. ¿Cómo sería ese hombre? ¿Sería igual al emperador de España? ¿Cómo los recibiría? Por otra parte, a pesar de ser esa su ciudad, Moctezuma se encontraba nervioso por la llegada de los tenles ,) . Las dudas y los temores del tlatoani se acrecentaban. ¿Cómo serían los extranjeros? ¿En verdad llegaba Quetzalcóatl para cumplir con la profecía y quitarle el trono? ¿Sería el fin del Quinto Sol? A pesar de sus cavilaciones, el encuentro con Cortés era una obligación que como emperador debía cumplir, ya que así lo esperaban la nobleza y su pueblo. Cuando los dos personajes se encontraron, el asombro afloró en sus rostros. Cortés quedó impresionado por el boato y tamaño de la corte que acompañaba a Moctezuma, y a éste lo azoró el físico de los españoles: eran blancos y barbados como se lo habían dicho sus emisarios; además, tenían aquellos animales tan extraños que servían para cargar hombres y cosas. Los testimonios dejados por los españoles ponen en evidencia que el encuentro con Moctezuma fue muy especial y que superó todas sus expectativas. Cortés expresaba en su segunda carta de relación la emoción que lo invadió al encontrarse con el emperador mexica: "[ ...] y como nos juntamos, yo me apeé y le fui a abrazar solo; e aquellos dos señores que con él iban me detuvieron con las manos para que no le tocase [...] E al tiempo que yo llegué a fablar al dicho Muteczuma, quiteme un collar que llevaba de margaritas y diamantes de vidrio, y se lo eché al cuello [.. .]". 2 Por otra parte, Bernal Díaz del Castillo, en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, dejó un testimonio en el que describe de forma respetuosa y con algo de asombro el porte y físico del emperador mexica: "Era el gran Moctezuma de edad hasta de cuarenta años, de buena estatura y bien proporcionado, ceceño [delgado] y de pocas carnes, y el color no muy moreno, sino propio color y matiz de indio [...] El rostro algo largo y alegre, los ojos de buena manera, y mostraba en su persona, en el mirar, por un cabo de amor, y cuando era menester, gravedad. Era muy pulido y limpio, bañábase cada día una vez a la tarde Los españoles fueron hospedados en el palacio de Axayácatl, en donde encontraron un rico tesoro que si bien no tomaron, sí incrementó su codicia. Moctezuma y Cortés pasaron varios días platicando sobre la historia de sus pueblos, de sus creencias religiosas y formas de ver al mundo. Al momento de hablar de religión, Moctezuma no entendía por qué un dios había mandado a su hijo al mundo para que sufriera y fuese asesinado por los hombres a los que iba a salvar. Por su parte, Cortés no comprendía las razones que motivaban a los mexicas a hacer sacrificios humanos. Cortés y los españoles también aprovecharon el tiempo para recorrer la ciudad junto con la nobleza mexica y asombrarse de las maravillas que les ofrecía: - Hl porque desde aquel grande y maldito templo [el Templo Mayor] estaban tan alto que todo lo señoreaba muy bien; y allí vimos las tres calzadas que entran a México [...] Y veíamos el agua dulce que venía de Chapultepec, de que se proveía la ciudad. y en aquellas tres calzadas, los puentes que tenían hechas de trecho a trecho, por donde entraba y salía el agua de la laguna de una parte a otra; y veíamos en aquella gran laguna tanta multitud de canoas, unas que venían con bastimentos y otras que volvían con carga y mercaderías [ ...] y veíamos en aquellas ciudades cúes [pirámides] y adoratorios a manera de torres y fortalezas, y todos blanqueando, cosa que era de admiración [ ...]" 4 El mercado también impresionó a los españoles por la cantidad de personas que reunía, su organización y la variedad de productos que ahí se encontraban. Con el paso de los días la relación entre Moctezuma y Cortés fue tensándose debido a varios factores. En primer lugar, llegaron a México-Tenochtitlan informes de que el cacique de Nauhtla había asesinado a uno de los residentes de la Villa Rica de la Vera

Cruz. En respuesta, Cortés obligó a Moctezuma, quien se oponía a ello, a que aplicase la pena de muerte en contra de su vasallo. En otra ocasión, al llegar al Templo Mayor, Cortés comenzó a romper con una barra de hierro las representaciones de algunas divinidades por considerarlas diabólicas y contrarias a la doctrina cristiana. Para finalizar, lo que tensó más las relaciones entre mexicas y extranjeros fue la aprehensión de Moctezuma. No se sabe bien cuáles fueron los motivos de los españoles para actuar de esta manera, aunque se cree que Cortés temía que el emperador mexica buscase una situación propicia para atacarlos, por lo que al apresarlo habría querido evitar tal desenlace. Poco después de apresar a Moctezuma. Cortés se enteró de que había desembarcado en Veracruz Pánfilo de Narváez, a quien Diego Velázquez había ordenado aprehender a Cortés y sus hombres y llevarlos de regreso a Cuba. Tras nombrar a Pedro de Alvarado como encargado de los pocos soldados que quedaban en México-Tenochtitlan, Cortés salió al encuentro de Pánfilo de Narváez.Al principio le mandó emisarios ofreciéndole un pacto, pero Narváez, seguro de tener éxito, los rechazó. Los ejércitos españoles se enfrentaron cerca de Cempoala y fue el de Cortés el que se impuso. Además de perder un ojo en la batalla, Narváez fue hecho prisionero y remitido a Cuba, mientras que sus huestes y armas pasaron a manos de Cortés, quien se enfiló de regreso a México-Tenochtitlan con un contingente formado por 1 300 soldados, 96 caballeros, 80 ballesteros, 80 escopeteros y más de 2 000 tlaxcaltecas. Mientras ocurrían estos sucesos, tras permitir que los indios celebraran la festividad de Tóxcatl en el Templo Mayor. Pedro de Alvarado irrumpió en el recinto durante la celebración y comenzó a matar indígenas en lo que se conocería como "la matanza del Templo Mayor". Los testimonios son contradictorios. Unos aseguran que Alvarado actuó así porque los mexicas estaban conspirando en contra de los españoles; otros afirman que se inquietó al ver tanta gente congregada y temió que se diera un levantamiento en su contra, y otros más sustentan que este hecho se debió exclusivamente al carácter del conquistador. Como quiera que haya sido, los indígenas salieron a la calle armados y comenzaron a pelear contra los españoles, quienes se refugiaron en el palacio de Axayácatl para repeler el ataque. Cuando Cortés se encontraba camino hacia México-Tenochtitlan le llegaron las noticias sobre estos acontecimientos. Alarmado, apuró el paso y el 24 de junio de 1520 entró en la ciudad sin que nadie le impidiera el paso. Una vez establecido en el palacio de Axayácatl, Cortés se enteró de que lo que había iniciado como una revuelta, se había convertido en una rebelión generalizada en la que los mexicas estaban dispuestos a acabar con los españoles. De hecho, cada vez que un contingente pretendía salir del palacio, sus miembros eran aprehendidos y sacrificados en el Templo Mayor. Cortés pensaba que los españoles librarían el apuro si Moctezuma calmaba los ímpetus de su pueblo; sin embargo, cuando el emperador salió a un balcón para disuadir a los mexicas, éstos lo mataron a pedradas,' tras lo cual nombraron emperador a Cuitláhuac. El episodio hizo que dudas y temores comenzaran a rondar la cabeza de Cortés. ¿Qué hacer? ¿Se quedarían ahí defendiéndose de los embates mexicas hasta que éstos se cansaran? ¿O sería mejor intentar la salida? Ambas opciones eran peligrosas, pues quedarse implicaba una muerte segura, pero salir era una especie de suicidio ya que sus tropas eran muy inferiores en número a los mexicas. Tras pensarlo mucho, el 1 de julio de 1520 tomó una decisión: después de repartirse el botín de guerra evacuarían la ciudad por la noche. La salida fue un desastre, pues el ejército fue despedazado en la calzada de Tacuba. Cientos de españoles y aliados perecieron ahogados, y gran parte del botín y de la artillería se hundió en las aguas de la ciudad siguiendo el mismo destino de los caballos. Tras haber dejado la ciudad. los españoles descansaron en Popotla, lugar en donde, cuenta la tradición, Cortés lloró por los acontecimientos que se habían producido a lo largo de esa noche, "la noche triste". Al continuar su huida hacia Tlaxcala, aún tuvieron que pelear contra los guerreros de Tacuba y Otumba, a quienes derrotaron con grandes esfuerzos.

A su llegada a Tlaxcala, Cortés y sus soldados fueron objeto de un cálido recibimiento. Tras varios días de descanso, el capitán extremeño decidió continuar con la empresa de conquista. Una vez que realizó el balance de las pérdidas de - la noche triste - , y tras pedir refuerzos a las Antillas, Cortés se enfrascó en la planeación de su campaña en contra de los mexicas. Su idea era ir conquistando los territorios entre el señorío de Tlaxcala y México-Tenochtitlan para cubrirse las espaldas y no pelear en dos frentes. También decidió fundar en Tepeaca una ciudad a la que llamaría Segura de la Frontera, que serviría como centro de operaciones hasta que pudiera dominar el valle de México. Mientras los españoles realizaban estos preparativos, la Ciudad de México-Tenochtitlan se vio azotada por una nueva enfermedad que había sido llevada por uno de los soldados de Pánfilo de Narváez: la viruela. La epidemia se expandió con rapidez y causó muchas muertes, entre ellas la del emperador Cuitláhuac, por lo que los nobles escogieron a Cuauhtémoc como su sucesor y le encargaron la tarea de preparar la defensa de la ciudad. A finales de 1520 Cortés había rehecho su ejército con la colaboración de los tlaxcaltecas, y a la llegada de nuevas tropas españolas. inició su travesía hacia Tenochtitlan. Ya fuera mediante las armas o por la vía pacífica, los españoles se fueron abriendo paso hasta llegar, a comienzos de 1521, al valle de México y establecerse en Texcoco, reino que se ofreció a colaborar con ellos. Cortés inició el cerco sobre la Ciudad de MéxicoTenochtitlan, el cual se fue estrechando día a día gracias al apoyo recibido de los reinos de Xochimilco, Mixquic, Ayotzingo y Texcoco. Cortés mandó bloquear las calzadas y construir bergantines (pequeñas embarcaciones que poseían un cañón y municiones) para que nadie pudiera entrar o salir de la urbe por tierra ni agua. También ordenó cegar el acueducto de Chapultepec para cortar el abastecimiento de agua potable a la ciudad. A pesar de los estragos causados por la viruela y el sitio, los mexicas no se amedrentaron y lucharon ferozmente cuando los españoles decidieron dar el golpe final. Los testimonios escritos poco después de los acontecimientos muestran que las batallas en la ciudad fueron cruentas; conforme los hombres de Cortés y sus aliados, a costa de destruir edificios y cegar acequias, se iban adueñando de la urbe, los defensores peleaban hasta morir. La lucha terminó el 13 de agosto de 1521, cuando el emperador Cuauhtémoc fue aprehendido por los españoles. Tras la guerra y los saqueos a los que fue sometida, la Ciudad de México-Tenochtitlan quedó devastada. "En los caminos yacen dardos rotos, los cabellos están esparcidos. Destechadas están las casas, enrojecidos tienen sus muros. Gusanos pululan por calles y plazas y en las paredes están los sesos. Rojas están las aguas, están como teñidas, y cuando las bebimos, es como si bebiéramos agua de salitre - .6 El propio Cortés reconoció que la ciudad se había convertido en un lugar inhabitable, por lo que decidió irse a Coyoacán y establecerse ahí, hasta que quedase rehabilitada la Ciudad de México-Tenochtitlan, que sería la primera sede del gobierno español en México.

Tras la conquista de México-Tenochtitlan, Cortés fungió como capitán general y gobernador de Nueva España, cargos que, aunque los había estado desempeñando desde 1519, le fueron confirmados por la Corona en la Real Cédula del 15 de octubre de 1522. En primera instancia, y hasta 1524, el conquistador gozó de un poder ilimitado, ya que tenía el control del gobierno, de la administración pública, del ejército y de la justicia. Para desempeñar todos estos cargos, nombró de entre sus amistades a autoridades subalternas, lo

Otro día por la mañana, después de haber oído misa, e informados los capitanes de lo que habían de facer, yo salí de nuestro real con quince o veinte de caballo y trescientos españoles, y con todos nuestros amigos, que era infinita gente, y yendo por la calzada adelante, a tres tiros de ballesta del real, estaban ya los enemigos esperándonos con muchos alaridos, y como en los tres días antes no se les había dado combate, habían desfecho cuanto habíamos cegado del agua y teníanlo muy más fuerte y peligrosos de ganar que de antes; y los bergantines llegaron por la una parte y por la otra de la calzada; y como con ellos se podían llegar muy bien cerca de los enemigos, con los tiros y escopetas y ballestas hacíanles mucho daño. E de allí mandé que no pasasen los españoles, porque yo, con la gente de nuestros amigos, andaba cegando con piedra y adobes toda el agua, que era tanto de hacer que, aunque para ello ayudaban más de diez mil indios, cuando se acabó de aderezar era ya hora de vísperas; y en todo este tiempo siempre los españoles y nuestros amigos andaban peleando y escaramuzando con los de la ciudad y echándoles celadas, en que murieron muchos dellos. Viendo que éstos de la ciudad estaban rebeldes y mostraban tanta determinación de morir o defenderse, colegí dellos dos cosas: la.una, que habíamos de haber poca o ninguna de la riqueza que nos habían tomado; y la otra, que daban ocasión y nos forzaban a que totalmente los destruyésemos. E desta postrera tenía más sentimiento y me pesaba en el alma, y pensaba qué forma tenía para los atemorizar de manera que viniesen en conocimiento de su yerro y del daño que podían recibir de nosotros, y no hacía sino quemalles y derrocalles las torres de sus ídolos y sus casas. E por que sintiesen más, este día fice poner fuego a estas casas grandes de la plaza, donde la otra vez que nos echaron de la ciudad los españoles y yo estábamos aposentados, que eran tan grandes, que un príncipe con más de seiscientas personas de su casa y servicios se podían aposentar en ellas; y otras que estaban junto a ellas, que aunque algo menores eran muy más frescas y gentiles, y tenían en ellas Muteczuma todos los linajes de aves que en estas partes había; y aunque a mí me pesó mucho dello, porque a ellos les pesaba mucho más, determiné de las quemar, de que los enemigos mostraron harto pesar y también los otros sus aliados de las ciudades de la laguna, porque éstos ni otros nunca pensaron que nuestra fuerza bastara a les entrar tanto en la ciudad; y esto les puso harto desmayo. Luego llevaron los españoles el cañón y lo colocaron sobre la piedra del sacrificio gladiatorio. Los mexicanos, entre tanto, sobre el templo de Huitzilopochtli aun en vano se estaban atalayando. Percutían sus atabales, con todo ímpetu tocaban los atabales. Y al momento subieron allá dos españoles, les dieron de golpes, y después de haberlos golpeado los echaron para abajo, los precipitaron. Y los grandes capitanes y los guerreros todos que combatían en barcas al momento se vinieron, vinieron a desembarcar a tierra seca. Y los que remaban eran los muchachos: eran ellos los que conducían las barcas. Y cuando los españoles vinieron que ya iban contra de ellos, que ya los vienen persiguiendo, luego se replegaron y empuñaron las espadas. Hubo gran tropel, carrera general. De un lado y otro caían flechas sobre ellos. De un lado y otro venían a estrecharlos. Hasta Xoloco fueron a remediarse, fueron a tomar aliento. Desde allí fue el regreso (de los mexicanos).

La presencia española en México

También por parte de los españoles hubo regreso. Fueron a colocarse en Acachinanco. Pero el cañón que habían colocado sobre la piedra del sacrificio gladiatorio, lo dejaron abandonado. Lo cogieron luego los guerreros mexicanos, lo arrastraron furiosos, lo echaron en el agua. En el Sapo de Piedra (Tetamazolco) fue donde lo echaron. En este tiempo los mexicas-tenochcas vinieron a refugiarse a Tlatelolco. Era general el llanto, lloraban con grandes gritos. Lágrimas y llanto escurren de los ojos mujeriles. Muchos maridos buscaban a sus mujeres. Unos llevan en los hombros a sus hijos pequeñitos. Fue cuando Pedro de Alvarado se lanzó contra Iliacac (Punta de alisos) que es el rumbo de Nonohualco, pero nada pudo hacer. Hubo batalla en ambos lados: en el campo seco de las calles y en el agua con lanchas que tenían sus escudos de defensa. Pero al siguiente día, cuando llegaron allá los dos bergantines que primero habían arribado, se juntaron todos en la orilla de las casas de Nonohualco, allí se fueron a situar. Luego saltaron a tierra y siguieron por los caminos secos, los caminos entre el agua. Luego fueron a dar al centro de los poblados, a donde estaban las casas, llegaron hasta el centro. Donde llegaban los españoles, todo quedaba desolado. Y al día siguiente una vez más vinieron. Fueron llevando sus barcas al rumbo de Nonohualco, hasta junto a la Casa de la Niebla (Ayauhcalco). También vinieron los que andan a pie, y todos los de Tlaxcala y los otomíes. Con grande ardor se arrojaron contra los mexicanos los españoles. Cuando llegaron a Nonohualco luego se trabó el combate. Fue la batalla y se endureció y persistió el ataque y la guerra. Había muertos de un bando y de otro. Los enemigos eran flechados todos. También todos los mexicanos. De un lado y de otro hubo gran pena. De este modo todo el día, toda la noche duró la batalla. Sólo hubo tres capitanes que nunca retrocedieron. Nada les importaban los enemigos; ningún aprecio tenían de sus propios cuerpos. Pero cuando los españoles se cansaron, cuando nada podían hacer a los mexicanos, ya no podían romper las filas de los mexicanos, luego se fueron, se metieron a sus cuarteles, fueron a tomar reposo. Siguiéndoles las espaldas fueron también sus aliados. Cortés, Hernán, "Testimonios sobre la toma de México-Tenochtitlan", Tercera carta de relación, México, 7a. ed., Espasa Calpe Mexicana. 1983, pp. 155-156; y León Portilla, Miguel, La visión de los vencidos, México, 10a. ed., UNAM, 1984, pp. 109-111.

que generó malestar en el resto de los conquistadores. Tales autoridades eran un alcalde mayor de justicia para la capital, tenientes de gobernadores para las regiones sometidas y cabildos municipales elegidos por él para gobernar las villas de españoles. En los pueblos de indios permitió que siguieran gobernando los caciques y les dio autonomía legislativa. Para cuidar los intereses de la hacienda del rey, Cortés nombró a los oficiales encargados de su administración y buen funcionamiento: un factor, un veedor, un tesorero y un contador. Ese mismo año, también emitió las Ordenanzas de buen gobierno, que fue la primera legislación tendiente a regular las relaciones entre los indios y los españoles y a aclarar cuáles eran los derechos y las obligaciones de los encomenderos, de quienes hablaremos más adelante.

La conquista

En 1524, después de haber establecido los principios de gobierno de Nueva España y de trasladar la capital de nuevo a México, Cortés decidió lanzarse una vez más a la aventura, ahora encabezando una expedición hacia las Hibueras (actual Honduras). Después de su partida ocurrió un conflicto que casi derivó en una guerra civil. Los oficiales encargados del gobierno comenzaron a tener diferencias, situación que fue aprovechada por los seguidores de Diego Velázquez para desplazarlos y quedarse con el poder. Gonzalo de Salazar y Peralmíndez Chirinos se adueñaron del poder y comenzaron una política cuya meta primordial era atacar y despojar a los seguidores de Cortés. A pesar de la lejanía, el capitán general de Nueva España tuvo noticia de lo anterior y emprendió el regreso a México, pero llegó hasta 1526. A los 19 días de haber reasumido el mando del reino, legó un juez enviado desde España para pedirle cuentas por su conducta y sustituirlo en el mando civil y judicial. Entre 1526 y 1529 hubo tres funcionarios con carácter de gobernadores del reino y con el encargo de hacerle el juicio de residencia (juicio que se le hacía al encargado del gobierno de una colonia al final de su mandato para evaluar si había sido recto, o para determinar las medidas pertinentes en caso contrario). La actuación del último, Alonso de Estrada, trajo tantos conflictos con el conquistador y sus seguidores, que el rey de España decidió que fuera una Audiencia con amplios poderes la que se encargara del gobierno de Nueva España. La primera Audiencia (1528-1530) se constituyó para concentrar la autoridad, ejecutar la política monárquica en el reino y minar el poder que habían adquirido los conquistadores. Se nombró como su presidente a Beltrán Nuño de Guzmán, quien debía gobernar junto con cuatro oidores, de los cuales murieron dos. Entre las actividades encomendadas por el rey a la Audiencia se encontraban la promoción del reparto justo de tierras entre indios y colonos, impulsar la evangelización de los nativos y protegerlos de los abusos cometidos por los encomenderos. En la práctica, la Audiencia fue un fracaso, ya que sus miembros ejercieron despóticamente el poder. atacaron a los partidarios de Cortés, aumentaron los tributos y los servicios personales de los indios, permitieron su esclavización y se enriquecieron a costa de sus puestos. Los religiosos fueron los únicos en manifestar su oposición a esta Audiencia, pero además de no ser oídos, en algunos casos, como el de fray Juan de Zumárraga, fueron amenazados de muerte. Carlos 1 se enteró de los desmanes de la primera Audiencia por los informes enviados de forma clandestina por Zumárraga. Harto de que en Nueva España no hubiese estabilidad política, condición indispensable para la estabilidad económica, y de que los conquistadores mostraran tanta autonomía y desapego de la Corona española, en 1530 decidió hacer de ese territorio un virreinato, pero mientras se hacían los preparativos, consintió en que gobernara la segunda Audiencia. La segunda Audiencia gobernó Nueva España de 1530 a 1535. A diferencia de su antecesora, sus miembros fueron escogidos cuidadosamente. Su presidente era el obispo de Santo Domingo, Sebastián Ramírez de Fuenleal, y entre los cuatro oidores se encontraba el famoso protector de los indios Vasco de Quiroga. Las obligaciones de este organismo eran múltiples. Debía invalidar las encomiendas otorgadas por la primera Audiencia poner a las correspondientes comunidades indígenas bajo el poder de la Corona con la ayuda de los corregidores. La Audiencia podía conceder nuevas encomiendas siempre que se conquistaran nuevos territorios. También creó municipios indígenas en los que los antiguos caciques tenían preferencia en el otorgamiento de los cargos políticos. Por último, recabó toda la información posible para el juicio de residencia de Beltrán Nuño de Guzmán, aunque el proceso se retrasó porque éste se hallaba conquistando los territorios que luego fueron Nueva Galicia. La importancia de la segunda Audiencia radicó en que con estas medidas logró imponer el orden en Nueva España y establecer condiciones favorables para el funcionamiento del virreinato.

Hubo varios intentos de gobierno antes de que Nueva España se constituyera definitivamente corno virreinato en 1535, y hasta la consumación de su independencia en 1821. El éxito relativo del gobierno virreinal se debió a dos estructuras esenciales: una organización jurídica fundamentada en el derecho romano y un aparato civil y religioso leal a la Corona. ), cuya La cabeza del sistema político-administrativo era el rey de España (' voluntad se debía cumplir en todos los reinos. Como algunas veces los monarcas españoles no tenían el tiempo, y otras la capacidad. para encargarse de los asuntos relacionados con sus territorios americanos, se creó el Consejo de Indias, que fue el rector de la política en las colonias, ya que expedía normas de aplicación obligatoria para todos los territorios del gobierno español, dirigía los asuntos hecendarios y administrativos, organizaba las flotas y proponía funcionarios y obispos para las posesiones peninsulares. También dirigió la recopilación de las Leyes de Indias y funcionó como tribunal de primera y segunda instancias. Después del rey y del Consejo de Indias, en Nueva España había un aparato burocrático complejo regido por el virrey. Como representante directo del rey. era nombrado por éste de entre su gente de confianza, y la duración de su mandato dependía de la voluntad real. Las funciones que debía desempeñar eran muchas y de diversa índole: corno gobernador de Nueva España otorgaba mercedes. licencias, autorizaciones en materia de tierras, trabajo y tributo: daba instrucciones a las autoridades subordinadas y confirmaba las elecciones municipales: ordenaba la realización de obras públicas y el abastecimiento de la ciudad. Fungía como presidente de la Audiencia, y como capitán general poseía el mando de las milicias y estaba obligado a defender el reino. Por ser superintendente de la real hacienda, debía velar por la recta administración de los fondos públicos, y como vicepatrono de la iglesia tenía que proveer curatos entre las personas propuestas por los obispos. Durante el siglo xvi, siete virreyes gobernaron Nueva España. El primero, Antonio de Mendoza. fue uno de los mejores. Al iniciar su mandato se preocupó por mantener el orden en el reino y acabar con las disputas entre Hernán Cortés, a quien remitió a España, y Beltrán Nuño de Guzmán. Estableció la primera imprenta americana y fundó la Casa de Moneda. la cual inició la acuñación a partir de 1536. Impulsó la expansión de Nueva España promoviendo las expediciones a la Alta California y a Cibola. En su gobierno se fundaron el Colegio Imperial de Santa Cruz de Tlatelolco y la ciudad de Valladolid. Cuando fue necesario, defendió el reino con destreza, como lo demostró en la guerra de Mixtón (1541-1542). Como premio a su buen trabajo durante 15 años de gobierno en Nueva España, fue nombrado virrey del Perú, cargo que ocupó hasta su muerte en 1552.

La formación de Nueva España. Siglo xvi

Junto al virrey gobernaba la Audiencia, que funcionaba como la máxima instancia judicial de Nueva España por medio de sus tribunales civiles, criminales y de apelación contra sentencias virreinales. También aconsejaba al virrey en asuntos administrativos y judiciales y gobernaba en ausencia de éste. En realidad, la Corona española creó la Audiencia para que limitase el poder del virrey de modo que no cometiera excesos. El poder del virrey y la Audiencia se extendía a todos los territorios novohispanos: sin embargo, para controlar la política del reino y aplicarla a todos esos territorios era necesario que recibieran el auxilio de otras instancias. A nivel local había cabildos o ayuntamientos gobernados por alcaldes y regidores que poseían facultades jurisdiccionales y administrativas, respectivamente. En los pueblos de indios los cabildos se constituían por elección popular y bajo la continua supervisión de los religiosos. En cuanto al ámbito regional, existían tres instancias: los gobernadores, que eran funcionarios con amplios poderes políticos y administrativos, aunque en ciertas materias debían obedecer las disposiciones dictadas por el virrey y el Consejo de Indias; los alcaldes mayores, cuyo trabajo era administrar justicia y realizar actos de gobierno, y para finalizar, los corregidores, individuos con funciones administrativas en los pueblos de indios que debían controlar a los encomenderos en beneficio de la Corona. Estos tres nombramientos, gobernador, alcalde mayor y corregidor, eran otorgados exclusivamente por el virrey.

En cumplimiento de la obligación que tenían los virreyes de dejar a sus sucesores una instrucción sobre el gobierno del reino, Martín Enríquez de Almansa escribió en 1580 un interesante informe donde muestra los problemas que enfrentaba la máxima autoridad de la Nueva España. (Fragmento tomado de las Instrucciones que los Virreyes de Nueva España dejaron a sus sucesores, 2 vols., México, Imprenta de Ignacio Escalante, 1873, V.I, pp. 55 y 56). Después de esto sabrá V.S. que aunque juzgan en España que el oficio del virrey es acá muy descansado, y que en tierras nuevas no debe de haber mucho á que acudir, que á mi me ha desegañado de ésto la experiencia y el trabajo que he tenido, y lo mismo hará á V.S.; porque yo hallo que solo el virrey es acá dueño de todas las cosas que allá están repartidas entre muchos, y él solo ha de tener el cuidado que cada uno había de tener en su propio oficio, no solamente seglar sino también eclesiástico; y si así no lo hace, hallarán muchas faltas en algunos, las cuales dan mucha congoja á una buena cabeza. Y si la principal obligación de un virrey es no permitir cosa mal hecha á ninguno de sus miembros, considere V.S. el trabajo que será menester para velar sobre todos; y fuera de esto no hay chico ni grande ni persona de cualquier estado que sepa acudir á otro sino al virrey en toda suerte de negocios que espantan, porque hasta los enojos y niñerías que pasan entre algunos en sus casas, les parece, que si no dan cuenta de ello al virrey, no puede haber buen suceso: Y visto yo que la tierra pide esto, y que el virrey ha de ser padre de todos, y que para ello ha de pasar por todo esto y poner la mano en todo, y oírlos á todas horas, sufrillos con paciencia, me ha sido forzoso hacello; y esto mesmo procure hacer V.S., y en acudir á otras obligaciones forzosas que son de solo el virrey, que es el amparo de todos los monasterios y hospitales, y mucha gente pobre y desamparada que hay en esta tierra, huérfanos y viudas, mujeres y hijos de conquistadores y criados de S.M., porque pasarían mucho trabajo si el virrey no mirase por todos.

La presencia española en México

Es común oír que Hernán Cortés fue el conquistador de México. Esta aseveración es correcta y falsa a la vez. Conquistó México-Tenochtitlan, pero hay que recordar que el actual territorio de la República Mexicana comprende más de lo que abarcaba el imperio mexica. Es por la anterior que algunos autores hablan de "la conquista de los Méxicos" para señalar que la expansión española por territorio nacional fue un proceso continuo que duró varios siglos. Como aprendimos, el expansionismo español tuvo su auge a fines del siglo xv y durante el siglo xvi, de ahí que una vez conquistado México-Tenochtitlan los españoles se lanzaran a nuevos territorios. Ya vimos que Cortés partió en 1524 rumbo a las Hibueras en busca de más riquezas y honores; sin embargo, no fue el único, ya que en 1523 Pedro de Alvarado, por órdenes de Cortés, inició la conquista de los señoríos mixtecos y zapotecos, El Salvador y Guatemala, y se convirtió en capitán general de este último territorio. El primer intento de conquista del actual estado de Chiapas sucedió poco después de la caída de México-Tenochtitlan y se debió al capitán Luis Marín. La empresa fracasó porque no se logró una ocupación estable del territorio. En 1527, Diego de Mazariegos estableció dos fundaciones: la Villa Real de los Indios (actual Chiapa de Corzo) y la Villa Real de los Españoles (hoy San Cristóbal de las Casas), la cual, como su nombre lo indica, concentraba a la mayor cantidad de los pobladores europeos en la región. La conquista más difícil fue la de la península de Yucatán, que fue encabezada por tres capitanes, los tres llamados Francisco de Montejo (padre, hijo y sobrino). En 1527, el primero de los Montejo entró a la península con fines de conquista y colonización. Fundó en la costa la ciudad de Salamanca, pero al intentar penetrar al interior, fue detenido por la férrea resistencia de los mayas, lo que hizo que la existencia de la ciudad fuera precaria, pues al no poder someter a los indios de la zona, no había mano de obra. Una vez que Montejo padre fue nombrado gobernador de Tabasco, mandó a su hijo a la conquista de Yucatán. Tras penetrar a la península por Tabasco, estableció una colonia española —Ciudad Real— que tuvo que ser abandonada poco tiempo después debido a la rebeldía de los mayas. La colonización avanzó poco a poco, y tras muchos fracasos, en 1540 Montejo hijo fundó San Francisco de Campeche, y dos años más tarde Mérida. Su primo y homónimo erigió en 1543 la ciudad de Valladolid. Los españoles optaron por expandir los dominios novohispanos hacia el sureste; sin embargo, ello no implica que se hayan olvidado del norte. Esta región era más hostil que el centro y el sur, ya que habitaban pueblos chichimecas que, por llevar una vida nómada, eran más belicosos y no podían ser utilizados como mano de obra. Pero esta situación no desanimó a algunos exploradores españoles que se sentían atraídos por la región. En 1523, Gonzalo de Sandoval se lanzó a explorar el actual territorio de Colima en una empresa que se caracterizó por la continua lucha contra grupos de origen chichimeca. Motivado por su paisano, Francisco Cortés de Buenaventura siguió sus pasos y llegó hasta los actuales estados de Jalisco y Colima. Los logros de estos dos exploradores fueron aprovechados por Beltrán Nuño de Guzmán, quien en 1529 sometió al reino purépecha y avanzó por tierras chichimecas. Conquistó los territorios conocidos en la actualidad como Zacatecas, Jalisco, Nayarit y Sinaloa, y fundó de esta manera el reino de la Nueva Galicia ( ). La conquista de este territorio se caracterizó por ser sangrienta y por los abusos de Beltrán Nuño de Guzmán. Se cuenta que el conquistador mandaba cortar manos y pies a los nativos que huían a los montes para eludir a los españoles, y a los que aprehendía en lucha los reducía a la calidad de esclavos. El norte también fue protagonista de otra aventura, menos sangrienta pero más asombrosa, una historia que habla del espíritu de los conquistadores y exploradores españoles. En 1536 arribaron a Culiacán (ciudad fundada por Beltrán Nuño de Guzmán) Alvar Núñez Cabeza de Vaca y tres acompañantes. Los cuatro iban vestidos con ropajes indígenas. Al relatar su historia dejaron atónitos a sus oyentes. Resulta que ocho años antes habían llegado a la desembocadura del río Mississippi en una expedición

comandada por Pánfilo de Narváez: sin embargo, gran parte de la tripulación murió a causa de los ataques de los indios y los naufragios. En increíbles jornadas, Alvar Núñez, junto con los otros sobrevivientes, recorrió el sur de Estados Unidos. Después de ser prisionero, esclavo y médico, atravesó el río Grande (hoy río Bravo), entró en el actual estado de Chihuahua, se internó en la Sierra Madre y después de atravesar el desierto de Sonora llegó a Culiacán. En su momento, esta historia causó gran revuelo, y lo relatado por Alvar Núñez y los otros sobrevivientes pareció probar la existencia de las ciudades míticas de Cibola y Quivira. Dos expediciones salieron en su búsqueda: la encabezada por fray Marcos de Niza (1539), que llegó a Nuevo México, y la de Francisco Vázquez de Coronado (1540-1542), que se presume llegó hasta el actual estado de Kansas. Como el objetivo de estas expediciones no era la colonización, las fronteras novohispanas no se extendieron. Por otra parte, la región norte fue objeto de expediciones marítimas en las que Hernán Cortés tuvo mucho que ver. En 1530, tras haber regresado a España y jurar a Carlos I no volver a poner un pie en México para evitar el reinicio de las hostilidades entre sus partidarios y sus enemigos, recibió una capitulación que lo autorizaba a hacer viajes marítimos con fines de descubrimiento y colonización. Sin perder tiempo, Cortés mandó construir en los astilleros de Acapulco y Tehuantepec navíos a los que mandó hacia el norte en dos expediciones sucesivas. En la segunda, un navío llegó a las costas de California y halló lo que parecía una gran isla rica en perlas. Este descubrimiento ilusionó tanto a Cortés que cinco años después, en 1535, encabezó la tercera expedición. Su proyecto de establecer ahí una colonia fracasó porque era sumamente difícil abastecer de alimentos a los pobladores. La aridez del suelo, unida al desconocimiento que tenían los lugareños de la agricultura, obligaba a que los víveres fueran transportados desde los puertos de tierra firme y era común que no llegaran a tiempo. Esta situación hizo que los colonos dejaran el territorio. A pesar del fracaso, se llevaron a cabo otras expediciones, como las de Juan Rodríguez Cabrillo (1542) y Sebastián Vizcaíno (1596 y 1602), que permitieron demarcar parte de los litorales de la California peninsular y de la Alta California. Las autoridades virreinales impulsaron las expediciones pues tenían la idea de fundar colonias que pudieran proteger la ruta de los navíos de Filipinas que eran acosados por los piratas ingleses. El expansionismo español durante el siglo xvi respondió a intereses de tipo económico, puesto que los exploradores y conquistadores buscaban riquezas a toda costa; sin embargo, afirmar que éste fue el único motivo sería desvirtuar el carácter de los hechos. El imaginario de los españoles estaba conformado por creencias firmes que formaban parte de su realidad. Tomemos como ejemplo la "fuente de la eterna juventud". Los españoles creían que existía una fuente cuyas aguas curaban los problemas de incontinencia e impotencia sexual, y que quien las bebiera podría mantener una gran cantidad de relaciones sexuales. Era tan extendida esta creencia que Juan Ponce de León pasó gran parte de su vida buscándola, al grado de que se puede afirmar que envejeció tratando de rejuvenecer. Otro ejemplo es el de Jauja. Algunos conquistadores creían firmemente que existía una

La presencia española en México

región abundante y próspera en la que nunca existían crisis, no había mal clima y, lo más i mportante, no existía el trabajo. Esta imaginación se desbordó con el descubrimiento de América. Ahí debían estar aquellos lugares y seres tan distintos: sólo era cuestión de lanzarse en su búsqueda para asegurarse una vida llena de placeres y comodidades. Así se entiende que hubiera individuos dispuestos a pasar penurias y hacer sacrificios en territorios con entornos y pobladores tan hostiles.

Una parte esencial en el estudio de Nueva España en el siglo xvi es el análisis de sus actividades económicas; se estableció una estrecha relación entre el tipo de propiedad de la tierra y el trabajo indígena, por lo que los dos factores no pueden ser estudiados por separado. También es importante señalar que el siglo xvi fue el periodo en el que se establecieron las bases del sistema económico que regiría. con algunas modificaciones, en Nueva España hasta mediados del siglo xvin.

Una vez caída México-Tenochtitlan, los conquistadores se repartieron dos tipos de riquezas: la móvil y la inmóvil o estable. La primera consistía en los objetos de valor tomados como botín al final de la guerra, y se repartía entre el rey (el quinto real), los conquistadores y los inversionistas. Esta riqueza fue escasa, ya que apenas llegó a los 130,000 pesos. La riqueza inmóvil eran estímulos dados por la Corona. dueña de todas las tierras y el subsuelo, para colonizar Nueva España (concesión de tierras cultivables, minas, tributos indígenas). Se repartía entre los conquistadores conforme a sus méritos de guerra, lo cual a veces generó descontento entre éstos porque consideraban que el reparto había sido injusto. Fue la primera forma de relación entre la propiedad de la tierra y el trabajo indígena. Cuando se repartió la riqueza móvil entre los conquistadores, éstos quedaron inconformes ya que lo recibido no cubría ni por mucho sus expectativas; para evitar disturbios. Cortés empezó a repartir encomiendas entre sus soldados. La encomienda consistía en el derecho que tenían los conquistadores a recibir parte del tributo que los indios/vasallos pagaban al rey de España. La concesión de la tierra la recibían por mercedes reales que otorgaban las autoridades competentes (c• 1 capitán general. las Audiencias o los virreyes). A la Corona le molestó mucho la decisión de Cortés, porque la había tomado sin su consentimiento, además de que gracias a su ejemplo en las Antillas se había demostrado que la encomienda servía para abusar de los indios y, en consecuencia. disminuir su número. Para evitar esta situación, Cortés dictó en 1524 Las ordenanzas de buen gobierno, en las que pretendía marcar los límites y las obligaciones de los encomenderos, quienes conocían de sobra cuáles eran sus derechos. Se les obligaba a colaborar en la evangelización de los indios invirtiendo parte de los tributos recibidos en la compra de efectos para el culto y pago de sacerdotes. a defender el reino y educar a los hijos de los caciques. Tenían prohibido exigir el tributo en oro, y sacar a los indígenas de su comunidad por más de 20 días para que trabajaran las tierras del encomendero. También se establecía que los alcaldes mayores eran los encargados de establecer el monto del tributo. A pesar de estas ordenanzas, los abusos de los encomenderos se fueron incrementando. Ni evangelizaban ni educaban a los indígenas y mucho menos respetaban los límites tributarios estipulados por las autoridades. La situación empeoró cuando los encomenderos hicieron de la invasión de tierras indígenas, terminantemente prohibida por la Corona, un acto normal y corriente. Siguiendo la línea marcada por Carlos I. el virrey Antonio de Mendoza aplicó en 1542 las Leves Nuevas como medio para controlar mejor a los encomenderos. Se estipulaba

que ya no se darían más encomiendas, que aquellas que tuvieran un número grande de pueblos de indios se redujeran y que el derecho a poseer una se limitaría a dos generaciones, después de las cuales la totalidad de los tributarios pasarían a manos de la Corona. En 1549, el virrey limitó aún más las encomiendas al prohibir los servicios personales gratuitos y obligar a sus poseedores a pagar por este trabajo indígena. Estos esfuerzos son una muestra de la animadversión que la Corona española sentía por la encomienda. Lo que más le preocupaba era el poder y la autonomía que estaban adquiriendo los conquistadores y sus herederos, situación que podría propiciar intentos de independencia por parte de los encomenderos. Sin embargo, para fines del siglo xvi esta forma de trabajo y posesión de la tierra se encontraba en decadencia por varios factores ajenos a la Corona: los abusos constantes mermaron la población indígena, lo que significaba una disminución de la mano de obra; por otra parte, corno consecuencia del desarrollo minero. en las minas se comenzó a utilizar más mano de obra indígena. Además, por cuestiones hereditarias. las encomiendas comenzaron a sufrir un proceso de parcelación que minó mucho su poderío. La encomienda cayó más por su propio peso que por las disposiciones de las autoridades españolas. A mediados del siglo xvi, corno consecuencia del inicio de la decadencia de la encomienda, surgió el repartimiento como nueva forma de relación laboral entre españoles e indígenas. Cada comunidad indígena que estuviera repartida, es decir, que formara parte del repartimiento. debía destinar a la semana una cuadrilla (conformada por el cuatro por ciento de la población masculina en edad de trabajar) para las labores de las minas, el campo o la construcción de infraestructura (caminos. trapiches, etcétera). Cuando terminaban, se les pagaba y regresaban a su comunidad, de donde salía una nueva cuadrilla. Esta forma de trabajo era algo más benévola que la encomienda. pero también tenía sus problemas, básicamente tres: era obligatoria, el trabajo era excesivo y la paga insignificante. En menor escala, también surgió el trabajo libre asalariado, pero mientras que en el norte tuvo éxito, en la región central casi no existió. Esto se debió a que en el norte no había comunidades indígenas sedentarias, pues éstas se concentraban en el centro y sus miembros mostraban gran arraigo a la tierra y desechaban la posibilidad de abandonarla para radicar en otra región. Otra de las formas de trabajo en el siglo xvi novohispano, la cual no tuvo tanto éxito como en otras colonias españolas, fue la esclavitud. Durante los primeros 20 años de vida virreinal. el rey de España permitió la esclavitud de la "Guerra justa". que era un sistema en el que los indios aprehendidos en combate eran propiedad de la Corona y los vendía a los conquistadores. Dicho sistema excluía a mujeres y niños, pero en la práctica también fueron esclavizados. Gracias a la labor de los teólogos españoles se limitó mucho la esclavitud indígena, ya que los hombres de Iglesia "comprobaron" que los indígenas eran seres humanos pues tenían alma y, por ende, no debían ser esclavizados. En consecuencia. cuando se dictaron las Leyes Nuevas en 1542, se determinó que los indios no serían esclavos por ningún motivo, y aquellos que comprobaran que habían sido esclavizados quedarían libres. Esta disposición tuvo una excepción: los indios chichimecas. Las autoridades civiles se "hicieron de la vista gorda" y permitieron que las expediciones norteñas emplearan a los prisioneros chichimecas como esclavos. Había otra esclavitud que aceptó España por razones económicas y religiosas: la de la población africana. La Corona cobraba un impuesto por cada esclavo que entraba a sus colonias; además, los teólogos afirmaban que los africanos no poseían alma, por lo que no eran seres humanos. Al principio estos esclavos trabajaron en las minas, ya que su resistencia física era superior a la de los indígenas: sin embargo, a fines del siglo xvi se les comenzó a utilizar más en los ingenios azucareros y obrajes textiles. También trabajaban como servicio doméstico en las ciudades. lo que era un símbolo de estatus social.

El precio que se pagaba por los africanos era muy alto, pues influían varios factores. España no se encargaba de aprehenderlos, sino que se limitaba a comprárselos a ingleses y portugueses; cuando llegaban a Nueva España. la Corona cobraba un impuesto, lo que se reflejaba en su valor, por lo que con el paso del tiempo se convirtieron en un artículo de lujo. A pesar de todo hubo una gran compra de esclavos africanos. Los registros indican que hasta la década de 1570 habían llegado a Nueva España unos 20,596 esclavos, una gran cantidad si se toma en cuenta que en el mismo lapso se contaba una población europea de aproximadamente 63,000 habitantes. Era el reconocimiento de un deber económico que tenía el indígena/vasallo frente a un superior y que se manifestaba en la entrega de dinero o productos. Todos los indios entre 18 y 50 años, casados, solteros y viudos pagaban tributo; las viudas sólo pagaban la mitad. Estaban exentos los caciques, principales y gobernantes, los mayores de 50 años, los ciegos, enfermos y tullidos pobres. Debido a que en el siglo xvi la circulación de la moneda no era muy común, normalmente los tributarios cumplían con su obligación llevando sus productos a la cabecera, donde eran recolectados. Oro (hasta su prohibición), plata, maíz, frijol, trigo, cacao, gallinas, perros, ranas, pescados, conejos y venados eran los tributos recibidos por la Corona y los encomenderos. Sin embargo, con el tiempo la moneda desplazó a los productos. La encomienda obligaba a la Corona a compartir los beneficios de esta función pública. Para poder recuperarlos, redujo la tasación de las obligaciones tributarias de los indígenas con los encomenderos y encargó a los corregidores y alcaldes mayores su recolección y distribución. Con esta medida, la Corona española obtuvo un mayor control sobre los tributos y los encomenderos, quienes manifestaron su descontento, pero no fueron oídos.

En materia económica, los conquistadores aprovecharon las estructuras de producción y los productos que poseían los pueblos mesoamericanos y los combinaron con los suyos. Fue de esta forma como penetraron nuevos instrumentos de trabajo como las ruedas, los molinos, los arados, nuevos cultivos tales como el trigo, el cáñamo, la caña y el lino. También arribaron a Nueva España animales nunca antes vistos por los pobladores indígenas: los ganados caballar, bovino, ovino, caprino y porcino. La metrópoli dedicó la prosperidad económica novohispana a la satisfacción de sus propias necesidades así como las del resto de Europa. Como estudiaremos más adelante, este proceso generó una dinámica de diferenciación en la producción regional que permitirá distinguir diversos centros agrícolas, comerciales, ganaderos, mineros y financieros en Nueva España. Los colonos que se establecieron en Nueva España trajeron cultivos europeos. Aunque no todos se aclimataron, hubo algunos que se dieron bien, como el trigo, el añil y la caña de azúcar. Productos como la vid, el olivo y la morera también comenzaron a sembrarse en Nueva España, y eran tan buenas sus cosechas que la metrópoli tuvo que prohibir su cultivo pues perjudicaba a los comerciantes que traían tales productos de la península y pagaban altos impuestos por ello. Esta política restrictiva, que originó prácticas monopólicas en otros aspectos económicos, fue constante durante todo el periodo virreinal. La penetración de cultivos extranjeros no perjudicó, como se podría pensar, a los productos prehispánicos. Durante el siglo xvi aumentó el cultivo, como consecuencia de la generalización de su consumo, de maíz, frijol, chile, maguey y cochinilla. El auge de los dos últimos productos se debió a intereses económicos, ya que la venta del pulque (para consumo interno) y de tintes (para exportación) generaba grandes sumas. Para finales del siglo xvi se podía distinguir una especialización en la producción agrícola a nivel regional. Chale°, Toluca. Puebla y el Bajío se caracterizaron por ser zonas cerealeras, mientras que en las zonas tropicales se cultivaron el cacao y la caña.

La formación de Nueva España. Siglo xvi

Con la llegada de los españoles hubo una revolución agrícola muy importante, pues poco a poco fue penetrando la técnica de rotación de cultivos, el uso de abonos animales y de la yunta, el arado y la rueda. Sin embargo, el uso de estas nuevas técnicas tuvo un avance lento ya que lidió con prácticas arraigadas en las comunidades indígenas. Una particularidad del mundo prehispánico fue la ausencia de animales de carga y tiro. Los mexicas habían solucionado esta carencia con tamemes, o "cargadores profesionales", que se encargaban de transportar de un lugar a otro objetos, animales y hasta personas. Cuando los españoles llegaron a Nueva España trajeron consigo animales de tiro y carga que, a diferencia de las innovaciones tecnológicas en el campo, rápidamente proliferaron por el territorio novohispano, aunque con ciertas limitantes. Por ejemplo, los caballos sólo podían ser utilizados por los españoles y, en ocasiones, por indígenas pertenecientes a la nobleza, mientras que el resto se tenía que conformar con mulas y burros. Cerdos, ovejas, cabras y gallinas penetraron rápidamente en las comunidades indígenas y se convirtieron en parte esencial de su dieta. El ganado ovino también aumentó pues entre los indígenas se comenzó a generalizar la ropa de lana. El ganado mayor fue explotado básicamente por los españoles, quienes lucraban con el comercio de la carne y la piel de vaca y toro. El problema de este ganado era que frecuentemente invadía las tierras de las comunidades indígenas causando daños y problemas entre ganaderos y agricultores. Dicha situación se resolvió cuando la ganadería se desplazó al norte conforme Nueva España fue incrementando sus fronteras y la minería comenzó a prosperar. Fue una de las actividades económicas más vigorosa de la época virreinal y la que más riquezas retribuyó a España. Como consecuencia de la política mercantilista que imperaba en España, la Corona se preocupaba por la explotación de minerales como el oro y la plata. Era propietaria del subsuelo y tenía el derecho de concesionarlo a los mineros a cambio de un pago equivalente a la vigésima parte de la producción anual de la mina. El siglo xvi marcó el inicio de la actividad minera en Nueva España. Aunque en la región central se habían encontrado algunas minas, su productividad aún no era alta. Algunas exploraciones en el norte del reino permitieron encontrar ricos yacimientos de plata que generaron una fiebre por la minería, factor que promovió en gran medida la colonización del norte. En esta región, la minería se tuvo que enfrentar a dos problemas: la purificación de la plata y la falta de mano de obra. El sistema de refinado de la plata era sumamente tardado y costoso; sin embargo, en Pachuca se creó la amalgamación, un sistema más simple y económico que utilizaba el mercurio para la depuración del metal. Como Nueva España no contaba con yacimientos de mercurio, éste era traído desde España y el Perú, lo que generaba una clara dependencia de la minería con estas regiones. El problema de la mano de obra fue más difícil de solucionar. A diferencia del centro y sur del reino, el norte no contaba con comunidades indígenas que pudieran trabajar las minas; los únicos indígenas eran los chichimecas, que no gustaban de la vida sedentaria y muy difícilmente se dejaban someter por los españoles. Solamente con el crecimiento de los centros mineros y el uso de mano de obra esclava se pudo dar solución a esta cuestión. El comercio entre España y América fue una actividad rentable para la real hacienda ya que generaba cantidades considerables de impuestos. Debido al desarrollo económico y demográfico de Nueva España, surgió una amplia demanda de productos europeos y asiáticos, así como la necesidad de exportar al viejo continente ciertos productos novohispanos, como la vainilla. el cacao y la cochinilla. La actividad comercial interoceánica dio vida a los puertos de Veracruz y Acapulco, que recibían los galeones procedentes de Sevilla y Manila, respectivamente. Una vez desembarcados los productos de importación, eran transportados a la Ciudad de México, donde se redistribuían al resto del reino. Los beneficiarios de esta actividad formaban un oligopolio que reunía a los ricos comerciantes de la capital en un organismo llamado el Consulado de México, que controlaba —por no decir manipulaba— el comercio transoceánico conforme a los intereses económicos de sus miembros.

La presencia española en México

Por lo que respecta a los mercados locales, seguían siendo similares a los de la época prehispánica, ya que funcionaban casi igual que los tianguis mesoamericanos; de hecho. éste ha sido un aporte del mundo indígena que ha perdurado hasta nuestros días. En los inicios de la época virreinal, las necesidades de productos manufacturados era satisfecha por la producción indígena, pero poco a poco fue desplazada por el surgimiento de organizaciones gremiales al estilo europeo que se encargaron de las manufacturas tanto de primera necesidad como de lujo. Los textiles de lana, seda y algodón que se hacían en Nueva España tenían demanda interna y competían con las telas europeas que llegaban por vía de España. Los textiles americanos aventajaban a los extranjeros ya que su precio era menor, lo que permitía que fueran accesibles a más bolsillos. Un elemento que permitió que los textiles novohispanos tuvieran un precio bajo fue que los obrajes o talleres donde eran producidos utilizaban como mano de obra a esclavos, delincuentes y algunos asalariados. La importancia de las actividades económicas en el siglo xvi no estuvo determinada por la riqueza que generaron, pues los siglos xvii y xVIII fueron superiores en ese sentido. El siglo xvi fue notable porque marcó el inicio del proceso. Se instauraron las bases que generarían la prosperidad económica de los siglos posteriores, por lo menos hasta mediados del xvm, cuando se instauraron en España y América las reformas borbónicas.

Una de las características de la sociedad española de finales del medievo e inicios de la época moderna fue su fervor religioso, que junto con la ambición, impulsó el expansionismo hispano en América. Para la Corona, la explotación económica y la dominación de los indios se justificaban como medios para cristianizar y lograr la salvación de los naturales del Nuevo Mundo. En este sentido, la Corona veía en la evangelización una obligación que debía ser compartida por conquistadores. autoridades civiles y eclesiásticas. Al llegar a Nueva España, la Iglesia tuvo como primera misión establecer sus estructuras burocráticas y administrativas para fortalecer su presencia y asegurar que pudiera llegar a la mayor parte de los rincones novohispanos. En 1531 se estableció la provincia de México, que abarcaba los estados actuales de México, Hidalgo, Morelos, Querétaro, parte de San Luis Potosí, Guanajuato y Guerrero; su obispo titular fue fray Juan de Zumárraga, quien se caracterizó por proteger a los indígenas y promover la cultura por medio de la fundación de colegios como el de Santa Cruz de Tlatelolco, el de Nuestra Señora y la Universidad Real y Pontificia de México. Con el tiempo aparecieron más diócesis: Antequera (1535), Michoacán (1536), Chiapas (1539) Guadalajara (1548), lo que pone de manifiesto el rápido crecimiento de la Iglesia. Un factor que permitió a la Iglesia penetrar hasta la médula de la sociedad y afianzarse como una de las instituciones virreinales más poderosas fue el establecimiento, en 1571, del Tribunal del Santo Oficio o Inquisición. Esta institución fue creada en España por los Reyes Católicos para investigar, perseguir y castigar a quienes practicaran una religión diferente a la católica o que siendo católicos postularan doctrinas contrarias a las de la Iglesia. Este tribunal estaba compuesto por tres jueces y varios comisarios encargados de hacer las averiguaciones. El Santo Oficio no actuaba en los delitos religiosos cometidos por los indígenas. Las autoridades religiosas se mostraban flexibles frente a los indígenas pues los veían como menores de edad a los que apenas se les estaba adoctrinando y no eran culpables de sus desviaciones religiosas. Entre los métodos utilizados por el Santo Oficio para obtener las confesiones de los acusados se encontraban la tortura y la muerte, pero se ha extendido el mito de que el tribunal realizaba constantemente ejecuciones públicas. Sin embargo, de 1571 a 1821 fueron ajusticiadas sólo 51 personas. Normalmente, la Inquisición perdonaba a los individuos que eran acusados por primera vez, pero si reincidían se les llamaba relapsos y no tenían perdón: sin embargo, la pena no la aplicaba el tribunal, sino el poder civil, lo que ejemplifica la relación entre la Iglesia y el Estado novohispanos.

Como dijimos, una de las mayores preocupaciones de la Corona era la evangelización de los indios. Franciscanos, llegados en 1524 ( ".,), dominicos, en 1526 ( 1 I-) y agustinos, en 1533 ( ) eran idóneos para esta misión, ya que contaban con una organización jerarquizada, experiencia misionera y cumplían con sus votos de pobreza, obediencia y castidad. Por su voto de pobreza, las órdenes mendicantes pudieron acercarse más a la población indígena, ya que andaban descalzos, vestían pobremente y pedían limosna para comer. Para los indígenas eran españoles que no se parecían a los conquistadores encomenderos que los explotaban. Esta aceptación permitió a las órdenes religiosas expandirse por las regiones norte, centro y sur de Nueva España. Los franciscanos ocuparon los estados actuales de México, Michoacán, Yucatán, Jalisco y Zacatecas: -

los dominicos se establecieron en México, Chiapas, Oaxaca, Puebla y Guatemala mientras que los agustinos radicaron en México y Michoacán. Los evangelizadores pretendían crear una nueva sociedad basada en los ideales del cristianismo primitivo, para lo cual era necesario educar en primer lugar a los grupos indígenas dirigentes, en especial a los niños por ser moldeables, para continuar con los súbditos. Algunos miembros de esta elite infantil fueron instruidos en religión, aritmética, lectura, escrita y canto, mientras que a otros se les enseñó la construcción y ornamentación de templos. Por su parte, los frailes aprendieron de los niños las lenguas prehispánicas con la intención de facilitar la labor evangelizadora y predicarles a los indios en sus propios idiomas. Se publicaron diccionarios y gramáticas dirigidos a los frailes ocupados en este menester. Otros evangelizadores pensaron que para facilitar su labor también era necesario conocer las costumbres, ritos y creencias indígenas. Fray Bernardino de Sahagún, fray Andrés de Olmos y fray Diego de Durán se preocuparon por recopilar la mayor cantidad posible de información sobre el mundo náhuatl en el Altiplano Central. Por desgracia, estos frailes llegaron tarde, pues los que llegaron primeros se dedicaron a destruir todo vestigio del mundo prehispánico, al que no entendían y asociaban con el diablo. Parte esencial del proceso de la evangelización era la enseñanza del catecismo a los niños y adultos. Para facilitar su aprendizaje, los sacerdotes idearon diversos métodos: utilizaban el canto para que sus pupilos memorizaran el catecismo; echaban mano de pinturas, representaciones teatrales (en lenguas indígenas) y espectáculos multitudinarios para que comprendieran su mensaje; pintaban las paredes de los templos con escenas del infierno, la vida de Jesús, de la virgen, etc. Algunos frailes iban más allá y buscaban causar un gran impacto en su audiencia. Así, fray Juan de la Caldera acostumbraba lanzar perros y gatos vivos a un horno para ejemplificar los sufrimientos que se padecían en el infierno. Si las órdenes mendicantes mostraron gran empeño en que los indígenas aprendieran el catecismo, no mostraron tanto fervor por que lo comprendieran. Los frailes se contentaban con que sus fieles memorizaran la doctrina, algunas oraciones importantes y que supieran y respetaran los principios de la moral cristiana, en especial aquellos relacionados con la sexualidad, la embriaguez y la idolatría, práctica indígena muy perseguida por las autoridades religiosas. Tras haber sido condenado el sacerdocio pre-

hispánico. los ancianos y los hechiceros fueron los únicos portadores de lo que quedaba de las tradiciones religiosas antiguas; sin embargo, éstas no se mantuvieron puras ya que por un proceso sincrético se mezclaron con la cristiana y originaron un catolicismo muy peculiar y característico de México que ha perdurado hasta nuestros días. La supervivencia de las prácticas idolátricas ( en parte como consecuencia de la carencia anterior, fue característica del periodo virreinal. Un caso que ejemplifica la resistencia de estas prácticas fue el de Carlos Chichimetecuhtli Ometoxtli, cacique de Texcoco, a quien le fueron descubiertos ídolos en su casa. Fue aprehendido, pero como nunca se arrepintió, las autoridades eclesiásticas, no la Inquisición. decidieron ponerle un castigo ejemplar para que su actitud no fuera seguida por otros: quemarlo en la hoguera con leña verde. Hacia 1570, el espíritu evangelizador decayó en el centro y sur de Nueva España, ya que las prácticas paganas continuaban a pesar de los esfuerzos por erradicarlas. Eran constantes los pleitos con los obispos sobre la jurisdicción de los naturales y también comenzó a penetrar el elemento criollo a las órdenes monásticas, lo cual repercutió en la intensificación de las relaciones de éstas con la sociedad blanca. El espíritu misionero y evangelizador declinó pero no se perdió. pues en el siglo xvii, como veremos, resurgió gracias a la obra de la Compañía de Jesús. establecida en territorio novohispano desde 1571, entre los grupos chichimecas del norte del reino. Durante el siglo xvi, la Iglesia en Nueva España tuvo fallas y aciertos. Entre las primeras se hallaban la acumulación de bienes que no eran utilizados para producir (bienes en manos muertas), además algunos de sus miembros se entregaron al lujo y la suntuosidad obtenidos mediante la explotación de los indios y el relajamiento de sus costumbres, lo cual derivó en el incumplimiento de sus votos. Sus logros, en cambio, fueron loables. Como resultado de su trabajo misional, los frailes crearon pueblos de indios con toda la infraestructura (hospitales, escuelas, etc.) de las ciudades españolas: evangelizaron y alfabetizaron a los indios; recopilaron las tradiciones prehispánicas. y lucharon contra los abusos sufridos por los indígenas, lo que en más de una vez los llevó a enfrentamientos serios con las autoridades políticas.

E' En la sección anterior estudiamos el establecimiento de las instituciones políticas, culturales, religiosas y económicas en territorio novohispano. Pues bien, en el siglo xvii dichas instituciones arraigaron e iniciaron su proceso de decadencia, fenómeno que ocurrió con una rapidez inusitada para la época. Otra notoriedad del siglo xvii fue la diversidad social. Tras más de 80 años de presencia española, los componentes de la sociedad novohispana se habían diversificado como consecuencia del afianzamiento de criollos, mestizos y castas; algunos grupos que ya habían surgido en el siglo anterior, en el xvii adquirieron mayor importancia económica y social.

Durante el siglo xvit, la concepción absolutista del Estado español fue trasladada a Nueva España, donde enraizó gracias a la labor de los virreyes. En el siglo anterior, los virreyes eran seleccionados por el rey de entre las altas capas sociales, tomando en consideración su capacidad y experiencia administrativa; pero en el xvii fue muy distinto. Aunque los virreyes seguían saliendo del ejército y la nobleza, el criterio había cambiado, pues ya no se elegía al más capaz, sino al que tuviera mejores contactos con el rey. La mayoría de los virreyes de esta época, peninsulares casados y de aproximadamente unos 40 años, fueron incoloros y se limitaron a continuar con el sistema, que comenzaba a viciarse y corromperse, y a dejarse llevar por intrigas palaciegas. Cierto es también que hubo algunos virreyes destacados, por ejemplo Francisco Fernández de la Cueva y Enríquez de Cabrera, octavo duque de Albuquerque y vigésimo virrey de Nueva España entre 1653 y 1660: "En la época virreinal demostró, casi desde el principio de su virreinato, un sentido riguroso del deber; el estado en que la encontró le causó consternación, y por ello acusó a sus predecesores de descuidar el cumplimiento del deber, recaudar menos impuestos de los que legítimamente correspondían a la Corona y permitir la putrefacción de la maquinaria de la justicia por obra de la corrupción. Con gran finura le preguntó al favorito del rey, Méndez de Haro, si se deseaba que gobernara de la manera mecánica acostumbrada en Nueva España o del modo más enérgico que podría esperarse de su familia, pues en el virreinato — declaraba— había encontrado 7por todas partes una indolencia y un descuido que su conciencia no aceptaría nunca ". Por otra parte, las Audiencias tampoco estaban exentas de males. Durante el siglo xvi, el virreinato de Nueva España llegó a poseer cinco Audiencias (Santo Domingo, México, Los Confines, Guadalajara y Manila), las cuales, sin excepción alguna, entraron en decadencia, ya que sus oidores eran corruptos, perezosos y lentos. Para algunos políticos de la época, esto se debía a que los oidores siempre trabajaban en la misma Audiencia, lo que les permitía entablar amistad con ciertos grupos económicos cuyos intereses defendían a cambio de gratificaciones. Cada vez que las autoridades tomaron alguna medida encaminada a acabar con los vicios y las corruptelas de la institución, sus miembros se oponían. Durante el siglo xvn se hicieron rutinarias las peleas entre el virrey y las Audiencias por este motivo. Los gobernadores de provincias, en su mayoría españoles, eran elegidos por el rey y desempeñaban el cargo durante tres o cinco años. Éste era un tiempo tan corto que velaban más por sus intereses económicos que por los de la Corona; la corrupción en este grupo era un hecho habitual. Había regiones, como Yucatán, donde los gobernadores no

eran electos por el rey, pues las gobernaturas habían sido cedidas por éste a los conquistadores y sus descendientes. Estos gobernadores, aunque se preocupaban un poco más por los intereses de la Corona, generaron focos en los que se concentraba excesivamente el poder. Para ser corregidor o alcalde mayor en Nueva España se debía cumplir un requisito: tener dinero. Estos cargos eran puestos a la venta por las autoridades virreinales para engrosar las arcas de la real hacienda. Visto como negocio, quienes compraban un corregimiento o una alcaldía mayor deseaban obtener ganancias lo más pronto posible, pero lo hacían a costa de los indígenas a los que, según la ley, debían proteger. Controlaban las actividades comerciales de los pueblos de indios y cambiaban sus productos por los tributos indígenas, con lo cual mermaban los ingresos de la Corona. A pesar de que fueron muchas las quejas que generó este proceder, las autoridades no quisieron hacer nada para cambiar la situación, ya que corregidores y alcaldes mayores desempeñaban una función importante como puente entre la sociedad indígena y la española. Los cabildos pasaban por una situación similar. Los cargos de alcaldes y regidores, que eran la cabeza del cabildo, se ponían a la venta y generalmente eran adquiridos por miembros de la misma familia o por individuos con los mismos intereses económicos. Esta política desvirtuaba una de las características más peculiares del cabildo: la elección de sus miembros, y producía un fenómeno contrario a los intereses de la Corona, pues daba a sus miembros cierta fuerza y autonomía frente a las autoridades superiores. En un sistema político tan corrupto en el que, la mayoría de las veces, su cabeza no hacía bien su trabajo y los intereses personales o de grupo se imponían a los metropolitanos, los retos al poder virreinal eran continuos. El más famoso ocurrió en 1624, cuando gobernaba Nueva España Diego Carrillo de Mendoza y Pimentel, marqués de Gelves. Al llegar de España por segunda vez (la primera había sido en 1621), sus instrucciones eran acabar con la corrupción de los funcionarios públicos y con la relajación de las instituciones eclesiásticas; por ende, sus relaciones con los afectados fueron tensas desde el principio. La situación empeoró cuando el marqués de Gelves mandó apresar al alcalde mayor de Metepec y corregidor de la Ciudad de México, Melchor Pérez de Gorráez, protegido del arzobispo de México, fray Juan Pérez de la Serna. El cargo por el que fue aprehendido era legítimo, pues se le acusaba de acaparar grano en época de hambruna; sin embargo, el proceder del virrey fue ilegal, ya que lo mandó apresar cuando se hallaba en el interior del convento de Santo Domingo, lo que era una clara infracción a la ley que prohibía a las autoridades civiles prender a quienes se encontraran en un lugar santo (iglesia, conventos, etcétera). Molesto, Pérez de la Serna se quejó de mala manera con el marqués de Gelves, quien prestó oídos sordos a sus argumentos. A partir de ese momento, los problemas entre el virrey y el arzobispo cobraron tanta fuerza que el primero tomó la decisión de expulsar del virreinato al arzobispo. Cuando Pérez de la Serna iba rumbo a Veracruz, logró fugarse de sus guardianes y esconderse en Teotihuacan, desde donde excomulgó al marqués de Gelves y a los oidores que firmaron su expulsión y, además, ordenó el cierre de todos los templos. El pueblo de la Ciudad de México se sublevó; incendió las puertas del palacio de gobierno y obligó al virrey a disfrazarse de villano para salir del recinto y refugiarse en el convento de San Francisco. Cuando los informes de la revuelta de 1624 llegaron a Madrid, el rey dispuso que se enviara un nuevo virrey, Rodrigo Pacheco Osorio, marqués de Cerralvo, y ordenó la remoción del arzobispo de México. Siguiendo las órdenes de Felipe IV, cuando el marqués de Cerralvo llegó a México, restableció al marqués de Gelves como virrey solamente por un día, como muestra de que la autoridad del rey estaba por encima de cualquier grupo político, económico y hasta religioso de Nueva España. Sin embargo, en la práctica las cosas funcionaban de otra forma, pues los hechos de 1624 dejaron ver que el virrey era quien administraba el reino, pero no el que lo gobernaba.

A lo largo del siglo xvii, el expansionismo español cambio su ritmo y su rumbo ( ). Aunque había interés por crecer, la capacidad colonizadora de españoles y criollos disminuyó; además, la única región a la que pudo extenderse fue el norte, ya que el centro y el sur —hasta la capitanía general de Guatemala— ya habían sido explorados y colonizados. Aunque las fronteras entre Nueva España y la región chichimeca eran los actuales estados de Saltillo y Chihuahua, ello no impidió que se intentara colonizar otras regiones. En 1610, diversas expediciones que habían explorado el norte llevaron a la fundación de la ciudad de Santa Fe, capital de Nuevo México, y 49 años después, la Villa de Albuquerque. Al igual que la mayoría de las regiones norteñas, Nuevo México se fue poblando lentamente, ya que por encontrarse en un medio desértico, le faltaban recursos. Tamaulipas y Nuevo León también comenzaron a ser pobladas en el siglo xvn, aunque carecían de atractivos económicos, pues no contaban con minas que prometieran una gran riqueza en poco tiempo, sueño muy extendido en el norte. Un caso especial fue la colonización de Texas. A finales del siglo, las autoridades virreinales promovieron una acelerada y precipitada ocupación de la región, como consecuencia del establecimiento de una colonia francesa al otro lado del Mississippi, en una zona bautizada como Luisiana. La preocupación de los españoles se debía a que, por primera vez, Nueva España ya no colindaba con tierras de indios, sino con las posesiones de una potencia europea. Parte del éxito de la colonización del norte se debió a la terquedad de las autoridades novohispanas. Así ocurrió con la Alta California, que, como dijimos anteriormente, se había intentado colonizar sin éxito. Una y otra vez se intentó asentar colonias que ayudaran a proteger a las famosas "naos de China" (barcos que venían de Filipinas), hasta que en 1697 se logró establecer el primer asentamiento español fijo en la región, que fue una misión jesuítica.

Ya que hemos mencionado a los jesuitas, digamos que fueron la otra parte del éxito de la colonización del norte. En su afán de convertir a los chichimecas, la Compañía de Jesús creó misiones en Sonora. Sinaloa, Chihuahua, Arizona y California. Detrás de los misioneros iban los colonos en su afanosa búsqueda de oro. El patrón era sencillo. Una vez que los jesuitas sedentarizaban y agrupaban en misiones (como los pueblos de indios del norte y sur) a los chichimecas, los colonos se podían afincar con mayor seguridad. La colonización del norte se topó con algunos obstáculos serios. Las condiciones climatológicas no eran propicias para la agricultura, y el abastecimiento era difícil por las grandes distancias. Muchas de estas regiones no ofrecían ningún atractivo, de ahí que fueran pocos los que se decidieran a poblarlas. Los indios nómadas eran muy peligrosos. Por su agresividad, en ocasiones impedían el establecimiento de colonos en su territorio; otras veces los atacaban y acababan con la población.

Desde el inicio del dominio español se formó una sociedad estratificada en la que convivieron elementos tan desiguales como los españoles y los indígenas; sin embargo, con el tiempo empezaron a integrarse en un conglomerado étnico sumamente interesante. A la cabeza de la sociedad se encontraban los españoles. Entendemos por españoles a los nacidos en España (peninsulares) o que, a pesar de haber nacido en las colonias, eran hijos de españoles (criollos). Aunque tanto criollos como peninsulares eran contemplados por la ley como españoles, en la práctica los primeros eran discriminados por los segundos. Se piensa que durante el siglo xvii se establecieron en Nueva España unos 150,000 peninsulares, en su mayoría castellanos, vascos, andaluces, gallegos, catalanes y canarios ( ' ' Usualmente venían con el virrey y con la intención de enriquecerse mediante el comercio, la agricultura, la ganadería y la minería. También hubo otros peninsulares que por ser de origen humilde tuvieron acomodo en el virreinato corno artesanos. comerciantes, mayordomos y administradores en empresas agrícolas y mineras. y otros que vinieron a "hacer la América", pero al no conseguirlo se dedicaron al ocio, la vagancia y el pillaje. Los peninsulares tenían los mejores puestos administrativos y eclesiásticos en Nueva España. Durante toda la época virreinal, el reino sólo tuvo tres virreyes de origen criollo: Luis Velasco II, el marqués de Cadereita y el conde de Moctezuma, y apenas dos arzobispos: Feliciano de la Vega y Alonso de Cuevas y Dávalos. De hecho, hasta en la sociedad se daba esa predilección por los peninsulares, puesto que por su condición de sangre y

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sin que importase su riqueza, eran los mejores candidatos para las criollas ricas. ¿Por qué había tal preferencia por los llegados de España y no por los criollos, que también eran españoles? Porque los segundos habían nacido en América. lo cual daba pie a una serie de ideas fantásticas: los hispanoamericanos tenían la piel más oscura que los europeos, y con el tiempo iban a ser exactamente iguales a los indios aunque evitaran mezclar su sangre con la de ellos [...] bajo las condiciones físicas y climáticas del Nuevo Mundo, se degenerarían el cerebro y la mente de los europeos y por consiguiente, los infelices criollos serían más bárbaros y estúpidos [...] este proceso dcgcncrativo sería acelerado por la vileza y el carácter socialmente abyecto de la mayor parte de los colonizadores".' Los criollos habían aparecido desde mediados del siglo xvi, pero fue hasta el xvn cuando adquirieron una conciencia de grupo. Al igual que los peninsulares, habitaban sobre todo en las ciudades y habían tomado de ellos el orgullo del caballero español, ese orgullo que, por ejemplo, les impedía trabajar la tierra con sus manos. Estaban conscientes de que por la proliferación de esas ideas fantásticas eran discriminados por el Estado español. No les parecía mal que los virreyes y arzobispos fueran peninsulares. ya que era una de las reglas fundamentales de los reales nombramientos: nunca, salvo contadas excepciones, se nombraba a un alto representante de la Corona para que desempeñara su cargo en una provincia con la que mantuviera fuertes lazos emocionales. Lo que pedían a Madrid era ocupar puestos inmediatos inferiores a las autoridades máximas, hasta los niveles intermedios. Por su parte, la Corona se negaba a ello, ya que los puestos que exigían los criollos eran de suma importancia política y quería que los controlaran los peninsulares. A los españoles nacidos en Nueva España no les quedó más remedio que ocupar puestos administrativos y religiosos de segundo orden y siempre bajo la vigilancia de los peninsulares. Esta discriminación y la frustración que causaba, favorecieron el surgimiento de una idiosincrasia nacionalista criolla que un siglo más adelante alcanzaría su apogeo. Se calcula que en 1607 habitaban en Nueva España entre 1.5 y 2 millones de indígenas, aunque tras las epidemias de 1629 y 1634 murieron entre 300,000 y 400.000. Subsistían de muchas formas, auque siempre en la extrema pobreza. Mientras que en el centro moraban en pueblos de indios o reducciones cuya función era concentrar a los indígenas dispersos para poder controlarlos, evangelizarlos y cobrarles los tributos de manera más efectiva, otros se instalaron en los pueblos de españoles, en las zonas marginales o periféricas de las urbes. A veces encontraban trabajos como aguadores, cargadores, etc., pero si se encontraban desempleados se dedicaban a la embriaguez, el ocio y el robo. Cuando estallaban motines y rebeliones en la ciudad, estos marginados eran sus principales actores. A pesar de que la Corona siguió llevando a cabo su política de protección en favor de los indios, los abusos no pararon. Si bien ya casi no existían encomiendas, en el siglo xvii los excesos venían de los alcaldes mayores y los corregidores. autoridades que supuestamente estaban para servirlos y protegerlos. No es de extrañarse que durante este siglo las revueltas indígenas hayan sido constantes. Ejemplo de esta situación fueron los levantamientos generalizados de 1660 en el obispado de Oaxaca, los cuales se derivaron de los abusos cometidos por los alcaldes mayores. Pero no todos los indígenas recibieron este trato; los miembros de la antigua nobleza eran privilegiados: "Mientras que la estructura social de las civilizaciones notablemente avanzadas que encontraron los españoles fue en gran parte aniquilada bajo el peso de la conquista, los representantes de la nobleza indígena retuvieron algunos derechos feudales y gozaron de cierta eminencia. En las partes densamente pobladas del sur. muchos miembros de la raza conquistada fueron prósperos mercaderes".' Otro grupo social que creció y adquirió importancia fue el de los mestizos, que eran generalmente producto de relaciones ocasionales y no formales entre españoles e indígenas. Aunque surgieron en el siglo xvi, antes de la caída de México-Tenochtitlan, hasta el xvii aparecieron en los ámbitos sociales, económicos, políticos y culturales de la sociedad novohispana.

Para los hombres de esta época, los mestizos no eran un grupo, pues se les consideraba como españoles o indígenas según fuese la pigmentación de su piel. Algunos lograban penetrar al mundo de los españoles y ser aceptados por la sociedad; tenían una buena formación y obtenían puestos políticos de escasa importancia. Si, por el contrario, eran rechazados por los españoles, quienes los asociaban con la embriaguez, vagancia, ocio. robo, etc., podían refugiarse con los indígenas, aprender sus lenguas y costumbres y hasta obtener cargos políticos en la república de indios. Otra opción para los mestizos, independientemente del color de su piel, era formar parte del clero, pues aunque las leyes lo prohibían, eran aceptados por los seculares. Para finalizar, hablaremos de los esclavos africanos que llegaron a sumar 140.000 almas durante el siglo xvir. Al igual que los españoles, se diferenciaban por su origen, ya que mientras que los nacidos en América eran llamados criollos y se caracterizaban por tener un espíritu levantisco, los originarios del continente africano eran conocidos como bozales. Los españoles sentían predilección por los últimos, ya que eran sumisos, se hallaban desligados de la masa indígena por no conocer el castellano y tenían una condición física extraordinaria. Por ser más fuertes que los indios y tener un costo alto, los africanos recibían un trato mejor. Trabajaban en trapiches, en casas como personal doméstico y en haciendas, no como campesinos, sino como capataces. Tal vez la única excepción era el trabajo minero. Debido a que la explotación de las minas se daba en condiciones a las que los indios no estaban acostumbrados (demasiado trabajo, calor excesivo, mala alimentación), se hacía necesaria una mano de obra más fuerte, de ahí que se utilizara a los esclavos africanos. Como el crecimiento de este grupo fue muy rápido, las autoridades virreinales pensaban que podían llegar a amotinarse, cosa que de hecho sucedió, aunque no en las magnitudes que se temía. Era frecuente que algunos esclavos escaparan (se les llamaban cimarrones) a las montañas, formaran bandas junto con otros esclavos e indios y subsistieran como salteadores de caminos.

El siglo xvit significó el afianzamiento de las estructuras económicas virreinales y, a la vez,

su decadencia. Los frecuentes ataques de los piratas ingleses, las luchas en las que se enfrascaba Madrid con sus vecinos, la corrupción y los malos manejos que los funcionarios españoles hacían de los recursos llegados de América causaron la declinación económica de la metrópoli y de sus colonias.

El comercio generaba grandes ingresos a la Corona por el cobro de aduanas y el monopolio de algunos artículos de lujo (los naipes, el vino, etcétera). Nueva España fue un centro mercantil esencial para España, ya que se calcula que entre 40 y 43 por ciento del comercio metropolitano estaba relacionado con este virreinato. Ello motivó a que comerciantes portugueses, flamencos, franceses y genoveses se establecieran en Sevilla dedicados al financiamiento, el flete de barcos o la venta de provisiones. Estos grupos no podían comerciar directamente con las colonias virreinales, ya que ésta era una prerrogativa de la Corona española, así que se entregaban al contrabando. Uno de los mayores problemas que enfrentó España a la hora de comerciar con Nueva España eran los ataques de los piratas ingleses, los cuales repercutían en las finanzas de la metrópoli. Consciente de que esta especie de plaga no podía ser erradicada, intentó disminuir los asaltos ingleses por medio del sistema de flotas, en el que los barcos ya no navegarían en solitario, sino en grupos grandes y escoltados por navíos militares. Lo normal era que arribara a Nueva España una flota al año, aunque había excepciones. Si se trataba de un año económicamente bueno, podía arribar una flota más; pero si España entraba en guerra, era de esperarse que no llegara una sola en todo el año.

Durante el siglo xvn la Corona española continuó aplicando una política restrictiva hacia sus colonias, incluida Nueva España. Para evitar que se volvieran autosuficientes, fomentó la producción de ciertas materias primas para el consumo interno y para la exportación y siguió prohibiendo otras. En cuanto a las mercaderías que se intercambiaban, no hubo gran diferencia con el siglo anterior; mientras que España abastecía al virreinato de vino, aceite (monopolios reales), textiles y tapices, recibía tintes, cueros, azúcar, cacao y plata. A pesar de lo anterior, el comercio entre la metrópoli y Nueva España durante el siglo xvii decayó largo tiempo. Se sabe, por ejemplo, que la producción platera novohispan a disminuyó de 1,343,000 ducados a fines del siglo xvi, a 400,000 a mediados del siglo xvii y 200.000 a finales del siglo (hay que recordar que la plata era el producto que más ingresos generaba a la Corona). Por otra parte, los piratas continuaron con sus ataques a los navíos españoles, apropiándose de sus cargas y mermando los ingresos de la metrópoli. El contrabando tuvo mucho éxito en Nueva España y desplazó en parte el mercado cautivo que mantenían los comerciantes españoles en representación de la Corona. Al cabo, el virreinato se volvió parcialmente autosuficiente. La ausencia de ciertos artículos, o su alto costo, impulsó a los novohispanos a producirlos, como fue el caso de los textiles, que por su calidad llegaron a competir en la sociedad virreinal con los chinos.

La minería generó la riqueza interna suficiente para que los mineros propietarios construyeran caseríos, iglesias y obras de infraestructura que convirtieron a los reales de minas en ciudades populosas. El atractivo que ofrecía hizo que durante el primer tercio del siglo xvii la actividad se expandiera al norte del virreinato. En 1600 se establecieron minas en el Parral; en 1608, en Cieneguillas; en 1628. en Guapalama; en 1630, en Urique y Minas Nuevas, y en 1632, en Batopilas ). Por la política mercantilista que imperaba en España, el principal producto que se extraía de las minas era la plata, mientras que el cobre y el plomo quedaban en segundo plano. A pesar de este crecimiento, la minería también tuvo momentos de crisis que se repitieron a lo largo del siglo xvii. En 1595 y 1636 bajó en todo el mundo el valor de la plata como consecuencia de la recesión económica por la que atravesaban las naciones europeas. Pero como ya vimos, ello no impidió el crecimiento de la minería y su recupera-

ción, puesto que entre 1663 y 1700 Nueva España redituó al rey de España cerca de 13.5 millones de pesos. La minería también pasó por problemas dentro de Nueva España. En primer lugar, eran muchas las dificultades técnicas, pues la ventilación y la iluminación de las minas eran deficientes; en épocas de lluvia, las inundaciones eran continuas. Por otro lado, escaseaba la mano de obra, ya que a excepción de los esclavos chichimecas, pocos deseaban hacer un trabajo tan pesado. Para acabar con esta tendencia, los propietarios comenzaron a dar incentivos a los trabajadores, como el partido: cuando un trabajador cubría su cuota, el resto del mineral que sacara era para él. La refinación de la plata era otra dificultad, ya que Nueva España no contaba con minas de azogue, y el producto tenía que ser traído de España o Perú, lo que aumentaba su costo. Para que un lingote de plata pudiera ser comercializado por el productor era necesario que estuviese quintado, trámite por el que los representantes de la Corona cobraban el 20 por ciento del valor del lingote. A pesar de lo anterior. circuló en Nueva España mucha plata sin quintar.

El siglo xvn fue una época de graves carencias alimentarias que originaron hambrunas y motines, como los de 1624 y 1692. Las causas eran naturales, ya que hubo sequías, inundaciones, heladas y plagas que acabaron más de una vez con gran parte de las cosechas. pero también fue constante el acaparamiento y la subsecuente elevación de los precios de productos vitales como el maíz, lo cual, a pesar de las disposiciones de las autoridades civiles, no pudo ser erradicado. Durante este siglo surgió en el campo una forma nueva de propiedad y producción de la tierra que perduraría hasta comienzos del siglo xx: las haciendas. Desde finales del siglo xvi surgieron en el centro y norte de Nueva España los latifundios por la compra de tierra o mediante su apropiación ilegal. Aunque al principio la Corona se opuso, decidió legalizar la situación por medio de un pago o composición que le permitiría ejercer un mayor control sobre los propietarios. Un factor importante para el crecimiento de las haciendas fue la noción del mayorazgo, según la cual el hijo mayor era el heredero de todas las posesiones de su padre. La clase hacendada era próspera, pues tanto en tiempo de hambrunas como de estabilidad obtenía ganancias. Cada 10 años azotaban a Nueva España crisis agrícolas que beneficiaban a los ricos hacendados, ya que por su capacidad de producción y almacenamiento de granos podían especular con los precios ( ' ). En tiempos buenos daban

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sus productos a precios bajos pero se dedicaban a eliminar "competidores" despojándolos de sus tierras, aunque no fuesen destinadas a la producción. Las haciendas tenían como base de su mano de obra a los peones o gañanes, que se dividían en dos clases: los acasillados, que vivían en el casco de la hacienda y eran como siervos, y los terrazgueros, que explotaban la tierra y pagaban una pequeña renta. Los peones trabajaban en dos cultivos: el principal, que era el que reportaba las riquezas a la hacienda, y otro accesorio que se destinaba al autoconsumo. Ahora bien, había diferentes tipos de haciendas cuya producción variaba dependiendo de la región donde estuvieran situadas. Mientras que en el centro y en el norte eran cerealeras, pulgueras y ganaderas, en las regiones semitropicales eran azucareras. cacaoteras y añileras. Es decir, en el siglo xvii se afianzó el sistema de diferenciación de la producción agrícola que los españoles habían impuesto desde el siglo anterior.

A pesar del incremento en la producción, este ramo de la economía virreinal no experimentó grandes cambios desde su establecimiento en el siglo xvi. Su organización seguía siendo gremial, como una forma de controlar el precio, la calidad y cantidad de los bienes. Los obrajes que producían los textiles mantenían una división muy marcada entre aquellos que aportaban el capital y los que trabajaban los ingenios. Por esta diferenciación. durante el siglo anterior hubo abusos que, a lo largo del xvii, disminuyeron como consecuencia de que, en su mayoría, los propietarios fueron obispos.

La alta jerarquía católica (obispos y arzobispos) era nombrada por la Corona española, con lo cual quería asegurarse de su apego y fidelidad al rey. Sin embargo, como ya lo vimos en el levantamiento de 1624, no siempre ocurría así. En ocasiones, los intereses del clero y el estado chocaban, pero el primero tenía más fuerza y se imponía. En el siglo xvii, las disputas entre el clero secular y el regular (órdenes mendicantes) continuaron como consecuencia de diferencias sobre cuestiones administrativas, jurisdiccionales, económicas y hasta evangélicas. Sin embargo, en dicho siglo la balanza comenzó a inclinarse hacia los seculares, ya que su número creció, favorecido por la Corona, pues deseaba que los seculares lucharan contra los encomenderos y los regulares, que mostraban demasiada autonomía y desapego de las autoridades españolas. Para algunos criollos y mestizos, entrar al clero secular era una forma de ascender socialmente y adquirir prestigio; para los menos exigentes, les permitía asegurarse una vida cómoda y hasta obtener riquezas, mientras que otros se sentían atraídos por una vida que les ofrecía el tiempo necesario para realizar sus actividades científicas y artísticas. Los resultados de este crecimiento no fueron los esperados, ya que la mala preparación, la falta de vocación, la ignorancia y la vida disipada fueron recurrentes; no obstante, sí se cumplió el objetivo primordial de desplazar a los regulares como los líderes y protectores principales. Éstos quedaron limitados a los ámbitos sociales (hospitales, asilos, etc.) y educativos, en los que la Compañía de Jesús destacó como formadora de las élites político-económicas y del pensamiento nacionalista criollo.

En el siglo xvn se conformó la cultura de Nueva España, una cultura que fundía elementos europeos e indígenas y cuyos promotores fueron los criollos y mestizos. Las tareas que éstos se fijaron fueron exaltar y reafirmar la riqueza y la índole de su tierra, a la vez que se apropiaban de su pasado indígena y lo insertaban en la historia universal para realzarlo.

Mientras que los criollos ricos publicaban obras en las que denunciaban la discriminación que sufrían por parte de los españoles, los mestizos cumplieron con una función más pasiva y de inspiración. El desarrollo cultural novohispano fue autónomo. En el siglo xvii, Nueva España se erigió como el centro cultural más importante de América. un centro que, a diferencia de la actualidad, era generador y consumidor de una cultura mestiza propia que se difundió por el resto del continente hasta llegar a España.

El siglo xvii fue muy generoso en lo que se refiere a la cantidad y la variedad de escritos. Los tratados sobre lenguas indígenas gozaron de éxito. Criollos y mestizos los elaboraron con la finalidad de rescatar y comprender mejor ese pasado indígena que tanto les enorgullecía. En consecuencia, las gramáticas y los vocabularios se multiplicaron con rapidez: citemos por ejemplo las obras de fray Juan de Bautista, Huehuetlatolli (Discursos de los padres a los hijos), de Pedro de Arenas, Vocabulario, y de fray Diego de Reinos°, Arte de la lengua y vocabulario. Los hombres de la Iglesia. criollos y mestizos, siguieron siendo los más interesados en esta labor. El interés por lo indígena llevó a los estudiosos a componer obras de corte histórico para rescatar el pasado indígena, para exaltarlo e integrarlo en la historia universal; sin embargo, los autores criollos y mestizos sabían que no todos los miembros de la sociedad novohispana comprenderían el significado de dicho pasado y que era necesario penetrar en la cosmogonía de los indios para entender sus formas de pensar y actuar. Destacan dos obras historiográficas. la de Fernando Alva Ixtlixóchitl. Historia de la nación chichimeca, y de fray Juan de Torquemada. La monarquía indiana. Estas obras, por su propia naturaleza, quitaron al mundo prehispánico aquel velo de satanismo y brujería que se le impuso en el siglo anterior. Sobresalían después las obras de contenido religioso, como El teatro mexicano, de Agustín de Betancourt, y La crónica de la Santa Provincia de San Diego en México, de Baltazar de Medina, que pretendían destacar la labor evangelizadora de la Iglesia en Nueva España. Como forma de moderar el comportamiento a veces tan poco cristiano de los habitantes del virreinato. la Iglesia publicaba vidas de santos, novenarios y sermones en los que se destacaban las virtudes que debían poseer los hombres, sin distinción de origen, para conseguir su salvación. El mayor ejemplo de esta literatura son las dos obras de Luis Lasso de la Vega: el Nican Mopolta, en el que relata las apariciones de la Virgen de Guadalupe, y el Nican Moctepana, que gira en torno de los milagros producidos por la Virgen de Guadalupe y en el que también se lee la biografía de Juan Diego.

La ciencia ocupaba un lugar sobresaliente en la bibliografía virreinal y contaba con un grupo importante de estudiosos. Los científicos novohispanos, en su mayoría criollos, se caracterizaron por trabajar de manera individual y poco sistemática. Por la influencia recibida de las doctrinas herméticas, se dedicaron al estudio de las matemáticas y la astronomía según la premisa de que Dios había cifrado los secretos del cosmos en el lenguaje de las matemáticas y que por ende era su deber conocerlo para entender el mundo. Fueron los criollos quienes más se dedicaron a las labores científicas, no por ser ricos y disponer del tiempo y los recursos necesarios para esta actividad, sino por mostrar que la grandeza de Nueva España, en todos los sentidos, se debía al lugar que ocupaba en el universo. El virreinato tuvo médicos y anatomistas destacados, entre los que se encontraban fray Francisco Ximénez, quien con su obra Cuatro libros de la naturaleza y virtudes de las plantas que están recibidas en el uso de la medicina en Nueva España. fue uno de los primeros en señalar los beneficios de la herbolaria prehispánica. El jesuita Juan López de Hinojosa fue uno de los pioneros en el estudio de la anatomía y la disección humana.

A mediados del siglo xvn surgió la generación más sobresaliente de matemáticos y astrónomos. El matemático y astrónomo más destacado fue fray Diego Rodríguez, quien difundió en Nueva España las ideas de Copérnico, Galileo, Kepler y Ticho Brahe; desarrolló ecuaciones de tercer y cuarto grados y aplicó los logaritmos a los cálculos astronómicos. Entre sus obras se encuentran Geometría especulativa, De aritmética, Tratado de ecuaciones y Discurso etherológico sobre el corneta aparecido en México en 1652. La ingeniería floreció durante el siglo xvii, cuando se llevó a cabo uno de los más grandes logros del urbanismo virreinal, pero de consecuencia funestas para la ecología: el desagüe del valle de México. La obra fue encargada al alemán Enrico Martínez, quien publicó en 1607 sus experiencias en un libro conocido como Repertorio de los tiempos. Pasaron 50 años para que Fernando Cepeda y Fernando Alonso Carrillo publicaran su Relación universal legítima y verdadera del sitio en que está fundada la muy noble y leal ciudad de México, compendio sobre las obras tecnológicas que se llevaron a cabo sobre el desagüe de la capital.

Los criollos y mestizos escribieron y exaltaron con gran libertad su mundo, ese mundo diferente al indígena y al español, pero heredero de ambos. El barroco conjuntó un estilo propio combinado con las corrientes clásicas y la sátira popular, fusión que generó obras de valía. Bernardo de Balbuena y Pedro Arias Villalobos, en su Grandeza Mexicana y Canto intitulado Mercurio, respectivamente, contaron la grandeza y belleza de la Ciudad de México v la mostraron como un prodigio único en todo el mundo. Aunque Nueva España vio pasar a muchos poetas, fueron dos los más importantes: sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) y el hispano Carlos de Sigüenza y Góngora (16451700). La primera, Juana de Asbaje, tuvo que enfrentar prejuicios familiares y sociales para convertirse en la primera poeta de habla castellana en el siglo xvn, aunque también cultivó el teatro, la filosofía y la música. En sus obras mostró una claridad y una maestría en el uso de la lengua que combinó con su sensibilidad e inteligencia. El resultado fueron obras tan excelsas como Neptuno alegórico, El divino Narciso, Los empeños de una casa o Villancicos 1 1 . i) . Por su parte, Juan Carlos de Sigüenza y Góngora fue un hombre muy versátil: científico, coleccionista de documentos antiguos, político, historiador y literato. En esta última faceta, su nervio literario único le permitió describir la realidad novohispana con sus vicios y virtudes. Entre sus obras publicadas destacaron El Mercurio volante, Glorias de Querétaro y Los infortunios de Alonso Ramírez, libro que, según los conocedores, es una autobiografía (

El estilo barroco, caracterizado por su temor a los espacios vacíos, rigió a la literatura y, en mayor grado. a la arquitectura y las obras plásticas. Con su afán exuberante, rico en formas y libre de ejecución. tenía una finalidad efectista, es decir, pretendía impactar los sentidos.

La arquitectura barroca novohispana, casi toda de tipo religioso, rompió los

cánones

de lo clásico para imponer el dominio de una imaginación en la que las columnas ya no serían derechas, sino onduladas y zigzagueantes. Aunque se rescataron algunos elementos de la arquitectura clásica, se utilizaron en contextos diferentes. Al poner frontones en los edificios, se aprovechaba el espacio para trazar líneas ondulantes, motivos florales, frutales y animales, figuras geométricas o de ángeles. Otra característica de la arquitectura barroca fue el uso de materiales locales para la construcción, de tal forma que es frecuente encontrar cantera, estuco, barro, tezontle y mosaico de Talavera. El arquitecto más destacado de la época fue Alonso Pérez de Castañeda El barroco también influyó en la pintura y la escultura novohispanas. La pintura, siempre de carácter religioso, cumplía la función de rellenar los espacios libres dejados

por los retablos con enormes óleos que representaban escenas de las vidas de Cristo, la Virgen y los santos. Entre los pintores novohispanos más importantes destacaron Baltazar Echave Ibía, Baltazar de Arteaga (el Enigmático), Luis Suárez y Juan Correa. La escultura también cubría algunos espacios libres en los retablos ( ) . Lla ma la atención el hecho de que las esculturas barrocas eran tan realistas que parecían estar en movimiento. Una constante en el desarrollo de la cultura novohispana en el siglo xvii fue la presencia de la Iglesia tanto en arquitectura, ciencia y literatura como en artes plásticas. Esto no es una coincidencia. Como lo vimos cuando estudiamos a la Iglesia en el siglo xvii, la vida religiosa daba una serie de facilidades a sus miembros para realizar actividades culturales y científicas. Recordemos también que hubo otro factor en el desarrollo cultural de Nueva España: los escritores criollos y mestizos. Decididos a demostrar que el clima tan benévolo del virreinato no degeneraba el cerebro ni convertía en idiota a los nacidos en el continente, volcaron en las actividades culturales una inteligencia y una sensibilidad que rebatían los argumentos de los españoles para discriminarlos.

El siglo xviii fue una época de cambios significativos para España y sus colonias en América. Por un lado, dejó de reinar la dinastía de los Habsburgo o Austrias para ceder su lugar a la de los Borbón, casa reinante procedente de Francia. Una consecuencia de este cambio fue la idea de transformar las estructuras políticas, económicas, sociales y culturales para sacarlas del pantano en el que habían caído durante los últimos años del gobierno de los Habsburgo y transformarlas en organismos modernos y funcionales que redituaran a la Corona las máximas ganancias y beneficios posibles. Es por lo anterior que se afirma que el siglo xviii transformó y a veces rompió con lo hecho hasta entonces en Nueva España. Fue el inicio de un proceso de renovación que no pudo culminar por el inicio de la lucha por la independencia.

Si bien es cierto que durante el reinado de Carlos I (1516-1556) España adquirió su grandeza territorial y económica, sus descendientes se encargaron de acabar con ésta. Tal vez la única excepción haya sido su hijo Felipe II (1556-1598), que fue una especie de "rey burócrata" que se encargaba de todos los asuntos de Estado, fuesen grandes o pequeños, por considerar esta labor como la obligación con la que debía cumplir todo rey que se jactase de ser absolutista, y también por desconfiar de sus secretarios. Para desgracia de España, Felipe II era demasiado pesimista, y cuando se trataba de tomar decisiones importantes mostró una gran lentitud, lo que en más de una ocasión favoreció a sus enemigos. A pesar de lo anterior, el hijo de Carlos I fue uno de los mejores reyes de la España de los Austrias si se le compara con sus descendientes. Felipe III reinó entre 1598 y 1621. Hijo de Felipe II, su padre había dicho de él: "Dios que me ha dado tantos reinos, me ha negado un hijo capaz de regirlos. Temo que me lo gobiernen". En efecto, dejó el gobierno en manos de Francisco de Sandoval, marqués de Denia y duque de Lerma, con lo que acabó con el régimen de monarquía personalista encarnado por Carlos I y Felipe II, para dar inicio al del favoritismo. Los testimonios que se tienen de él no son muy halagadores, pues era bondadoso, débil, frívolo y piadoso, vivió entregado a su favorito, y solamente se nos

manifiesta su voluntad, en forma caprichosa y desordenada, en asuntos que afectaban su amor propio y devoción. Distraía su tiempo en la caza, en los teatros, en los bailes y en el juego. Observando su retrato, no obstante la adulación de los pintores de corte, se puede sospechar su estulticia, lo que no debe chocar dado el parentesco de sus progenitores y las taras de la familia".'" Hijo de Felipe III. Felipe IV reinó 44 años (1621-1665) en los que puso en evidencia los síntomas más claros de la decadencia española y la desmembración del imperio, de ahí que irónicamente fuese llamado el Grande. Se dice que Felipe IV era inteligente pero que "padecía de abulia y esto hacía inútiles sus mejores propósitos [ ... ] compuso comedias, gustó de los pasatiempos del espíritu y de las bellas comediantes. Fue siempre muy aficionado a la caza y los espectáculos [ ... ] Era irresoluto y falto de afición al gobierno, que dejo en manos de un válido, el conde-duque de Olivares"." Su hijo Carlos II (1665-1700), el hechizado, no dejó lugar a dudas de que España estaba en total decadencia y que jamás recuperaría el esplendor perdido. Aunque algunos historiadores han sido muy críticos con este personaje, hay que tener presente que en realidad poco pudo gobernar por los problemas físicos y mentales que padecía: "Los posteriores y sucesivos enlaces de tíos y sobrinas y de primos hermanos de la Casa de Austria degeneraron más esta sangre. y Carlos II, enfermizo y raquítico desde su nacimiento era un claro exponente de las taras familiares [ ... ] Era un niño enteco, pálido y de rubios cabellos descoloridos [ ... ] Siendo mayor [el artista Carreño] le hizo un busto (Museo del Prado) en el que consiguió reproducir los signos atávicos de los Habsburgo: los estigmas y rasgos degenerativos. su monstruosa hidrocefalia, su labio colgante y su prognatismo acentuado [ ... ] Recibió pésima educación, a lo que contribuyó el descuido de su madre. A los nueve años de edad no sabía leer ni escribir [...F.': De hecho, fue gracias a este monarca que se dio la guerra de sucesión en España. A finales del siglo xvii, Carlos II no tenía descendencia, lo que para las potencias europeas significaba que iba a llegar a su fin la dinastía española de los Habsburgo. Los más interesados eran Luis XIV, rey de Francia, y José I, emperador de Austria, quienes querían poner en el trono español a Felipe de Anjou y al archiduque Carlos. respectivamente. Luis XIV mostró mayor iniciativa y logró obtener en la corte española aliados que influyeron sobre Carlos II para que designara en su testamento a su nieto, Felipe de Anjou, heredero del trono. Cuando el rey español murió en 1700, se mandó llamar de Francia al nieto de Luis XIV. quien el 8 de mayo de 1701 ascendió al trono como Felipe V, y fundó la dinastía de los Borbón en España ( ) . Los problemas no terminaron tras la coronación. Austria se alió con Inglaterra en contra de España. Atacaron el reino de Nápoles, perteneciente a España, se apoderaron de cargamentos de plata provenientes de Nueva España y consiguieron que Cataluña. Navarra y Aragón juraran fidelidad al archiduque Carlos. Cuando murió el emperador de Austria. Inglaterra le retiró su apoyo y firmó con Francia el Tratado de Utrecht por el que España salió perjudicada, pues tuvo que ceder Gibraltar y Menorca a Inglaterra y Sicilia al duque de Sabova. El nuevo emperador austriaco, Carlos VI. se negó a firmar el tratado de paz pues mantenía sus aspiraciones al trono español. pero como fueron continuos sus fracasos, Francia lo presionó para que en 1714 firmara los Tratados de Baden, en los que el nieto de Luis XIV cedió en Italia el ducado de Milán y el reino de Nápoles junto con los presidios de Toscana y las posesiones españolas en los Países Bajos. Podría pensarse que estas disputas europeas afectaron poco a Nueva España, pero en realidad no fue así. Los enormes gastos de los enfrentamientos entre los partidarios de Felipe de Anjou y el archiduque Carlos y, posteriormente, entre Inglaterra, Austria y España, fueron sufragados en parte por el virreinato. Con el tiempo. la llegada de los Borbón al trono español propició una reorientación política y económica que irritó a algunos sectores de la sociedad novohispana.

El siglo xviii tuvo en Carlos III (1759-1788) a uno de los mejores reyes españoles. Con la influencia de las ideas de la Ilustración, quería convertir a España en un país moderno en el que la industria y el comercio recibieran gran impulso. Las colonias debían cumplir el papel de fuentes de materias primas, mientras que la metrópoli se encargaría de abastecerlas de productos manufacturados ( ). Se pensaba cumplir este ideal mediante la planeación y el cumplimiento de unas reformas llamadas borbónicas, que luego proseguirían Carlos IV (1788-1808) y Fernando VII (1808-1833). La implantación de las reformas borbónicas en España trajo una serie de cambios que revolucionaron las estructuras políticas, económicas y sociales y que en varias ocasiones suscitaron el descontento de algunos sectores de la sociedad hispana. Para hacer más eficiente la administración, la Corona concentró gran parte del poder (en lo que se conoce como la política regalista) y en 1790 mandó reorganizar ciertos órganos gubernamentales, como los Consejos de Castilla y de Indias, y acabar con otros, como la Casa de Contratación de Sevilla. También pretendió renovar los cuadros administrativos, para lo cual debilitó la influencia de la aristocracia y las viejas familias nobles en materia de gobierno e impulsó a la burguesía para que ocupara los cargos administrativos, es decir, sustituyó a la nobleza con una burocracia burguesa que con el tiempo se iría profesionalizando. Con todo esto se pretendía que los funcionarios públicos velaran más por los intereses de la Corona que por los propios. como pasaba con los nobles y aristócratas. Para limitar la influencia política de la Iglesia. la Corona estimuló una acción desamortizadora y secularizadora que la despojó de algunos bienes y limitó además su participación en materia política. Entre los sectores que conformaban a la Iglesia en España y sus colonias, los jesuitas fueron los más perjudicados, ya que Carlos III decretó su expulsión en 1767 de todos los territorios controlados por la Corona española. Los motivos eran muy claros, ya que la Compañía de Jesús era una institución con demasiado poderío económico y poco afecto por el regalismo, al que criticaba continuamente. Las reformas borbónicas también se hicieron sentir con fuerza especial en materia económica. Los Borbón, deseosos de incrementar el volumen de sus arcas, emprendieron varias medidas para reformar el aparato fiscal. Primero crearon los puestos de visitadores y revisores encargados de hacer lo que en la actualidad llamamos "auditorías" a la real hacienda y sus dependencias: además, incrementaron los impuestos y crearon nuevos monopolios reales, como el del tabaco. Sin embargo, la mayor reforma económica se dio en el comercio. La Corona española comenzó a llevar a cabo una política encaminada a recuperar las concesiones dadas a otras naciones, como la del tráfico de esclavos africanos, que se encontraba en manos de Inglaterra. Para erradicar toda influencia extranjera de sus colonias, pretendió acabar con los prestanombres de los extranjeros. Para fomentar más las actividades comerciales acabó con el monopolio de Sevilla, Cádiz y México, entre otros, abriendo nuevos puertos e hizo progresar a las colonias que producían poco para que se insertaran en las actividades económicas. Para finalizar, estableció el libre comercio entre las colonias y la metrópoli para que ésta obtuviera más ganancias y se convirtiera en la abastecedora de productos elaborados. Las reformas borbónicas también abarcaron la minería. Conocedores de las riquezas que producía, los Borbón no escatimaron esfuerzos para dar todas las facilidades a su desarrollo: disminuyeron 50 por ciento el precio del azogue, fomentaron la apertura de bancos de avío y la importación de maquinaria. Con la finalidad de impulsar a los mineros, crearon el Tribunal de Minas (1776) y el Real Colegio de Minería (1792), encargado de formar ingenieros en minas que facilitaran la explotación. Los resultados fueron notorios, pues Nueva España se conservó como la primera productora de plata a nivel mundial.

En lo que se refiere a la política, las reformas borbónicas tenían la finalidad de sujetar todas las instituciones virreinales a la metrópoli, crear un grupo de funcionarios dependientes y leales al Estado y ceder a la Corona el monopolio de todos los privilegios. El visitador José de Gálvez fue el encargado de llevar a cabo en Nueva España las disposiciones de los Borbón. En 1787, estableció el sistema de intendencias: Arizpe, Durango, San Luis Potosí, Zacatecas, Guadalajara, Guanajuato, Valladolid, México, Puebla, Veracruz, Oaxaca. Mérida, Chiapas, Guatemala, San Salvador, Comayagua y León , ( j . 1i ). En primera instancia, parecería que se trataba de una reorganización territorial en la que los gobiernos y capitanías generales cambiaban su nombre y su extensión territorial. Sin embargo, las intendencias cumplían con una función más compleja. Sus gobernadores —intendentes— eran militares o letrados españoles que disfrutaban en su jurisdicción de todos los derechos que tenían el virrey y la Audiencia. Los virreyes que "gobernaron" Nueva España entre Alonso Núñez de Haro y Peralta y Juan Vicente de Güemes y Pacheco (1789-1794) se opusieron al sistema de intendencias, el cual fragmentaba su poder e imagen, pues ya no eran la representación omnímoda del rey en Nueva España. Para combatir la oposición de los virreyes de la "vieja guardia", la Corona envió virreyes burócratas, es decir, que creían fervientemente en la "razón de Estado" y que se veían como simples ejecutores de las disposiciones reales. Las Audiencias también fueron afectadas, no sólo porque perdieron poder frente a los intendentes, sino también porque fueron expulsados los oidores criollos, sustituidos por peninsulares, en una muestra de la desconfianza de la Corona por los españoles nacidos en Nueva España. Los alcaldes mayores ocuparon un lugar especial en las reformas políticas. Como ya vimos, para obtener el cargo, los alcaldes mayores. casi todos muy ambiciosos, debían comprarlo, pero como en muchas ocasiones no disponían del dinero suficiente, algunos comerciantes se lo daban a cambio del manejo de las actividades comerciales de su distrito. A su

vez, el alcalde mayor se enriquecía acaparando alimentos en época de hambrunas. A final de cuentas, los que eran explotados, y por partida doble, eran los indígenas. Para acabar con estas prácticas, los Borbón sustituyeron a los alcaldes mayores con subdelegados que dependían de los intendentes y que tenían prohibido el comercio de cualquier tipo. El ejército también quedó sujeto a las reformas borbónicas. Carlos III reconoció que las colonias americanas no podían continuar sin fuerzas militares que las protegieran de invasiones de potencias europeas enemigas, especialmente Inglaterra. Después de calurosos debates en los que se dispuso que no se debía armar a los americanos, se decidió enviar a Nueva España un cuadro de oficiales y soldados españoles para crear una pequeña fuerza militar. Aunque al principio la idea era que la mayor parte del ejército y la totalidad de los altos mandos fuesen peninsulares, en la práctica no podían mandar grandes contingentes a Nueva España, de ahí que el ejército pasara por un proceso de "mexicanización", como lo denomina Christon I. Archer. En la década de 1790. los regimientos de la Corona, Nueva España, Puebla y México, el batallón de infantería regular de Veracruz, y los regimientos regulares de dragones de España y México estaban conformados por americanos, y muchos de los oficiales de regimientos y batallones provinciales eran criollos ricos que habían comprado el puesto para gozar de reconocimiento social. Fue así como fracasó la creación de un ejército en Nueva España.

En el siglo xvin cambió el concepto de las jerarquías en la sociedad. Se valoró cada vez menos la calidad de nacimiento y origen y en su lugar se tomó en cuenta el poder económico y los bienes acumulados. Sin embargo, lo anterior no significó que se modificaran las cosas dentro de los diferentes grupos sociales. Los criollos tenían aún el deseo de participar más en el gobierno; los mestizos esperaban acelerar la movilidad social y las clases bajas estaban deseosas de liberarse de la opresión en la que vivían. El hecho de que con el paso del tiempo estas expectativas no se cumplieran, ocasionó que en Nueva España surgieran conspiraciones y rebeliones urbanas y rurales, casi todas sin un plan estructurado, que no se generalizaron ni sobrevivieron mucho tiempo. Se sabe de la conjuración de Pedro Portilla, también conocida como la de los machetes, con la que este hombre pretendía organizar al país en un congreso independiente de España y expulsar a los españoles. Por su parte, José María Contreras y José Antonio Montenegro instaron al pueblo a que se levantara en contra de las autoridades; su plan era apoderarse del gobierno con ayuda de los ingleses y hacer de Nueva España un conjunto de repúblicas independientes. Durante el siglo xvin el virreinato continuó recibiendo españoles procedentes de la península ibérica. A diferencia de los siglos anteriores, estos emigrados eran vascos, santanderinos y navarros. Continuaban siendo en su mayoría jóvenes solteros que venían a "hacer la América". Aún eran los candidatos ideales para las jóvenes criollas, aunque se casaban con mayor frecuencia con mujeres pertenecientes a los grupos mestizo, indio y de las castas. Los peninsulares habitaban sobre todo en centros urbanos: se sabe que un cuarto de la población peninsular radicaba en la Ciudad de México, y el resto en ciudades como Guanajuato, Puebla, Valladolid, Guadalajara y Oaxaca. Con el impulso de las reformas borbónicas, los españoles europeos quedaron aún más ligados a los intereses económicos y políticos de la metrópoli, pues continuaban ocupando los cargos importantes en la burocracia estatal, el comercio, el clero y el ejército. En este siglo, los criollos se mostraron como un grupo con gran cohesión interna. Se calcula que para 1810 Nueva España albergaba un millón de españoles americanos, lo que equivalía al 16 por ciento de la población total del virreinato. También era un grupo en su mayoría urbano, que habitaba las mismas ciudades y en las mismas proporciones que los peninsulares. A pesar de lo anterior, sólo el cinco por ciento de los criollos tenía un rango social similar al de los europeos por sus riquezas y su parentesco con peninsulares de alta alcurnia. El resto era diferente. Algunos eran ricos hacendados, mineros,

rancheros e industriales que habían logrado amasar una fortuna con la que compraron buenos puestos administrativos en villas y pequeñas ciudades; sin embargo, estaban amenazados constantemente por los Borbón. Otros, por carecer de riquezas, habían optado por ser abogados, sacerdotes o militares de mediano rango. En general. los criollos seguían recelosos de los peninsulares y ello, junto con la influencia de ideas de la Ilustración, acentuó la línea patriótica iniciada en el siglo xvn que ya no sólo exaltaba las riquezas y bellezas del territorio sino también exponía la posibilidad de una independencia económica de la metrópoli. Por lo anterior, no hay que extrañarse de que los líderes ideológicos de la guerra de independencia hayan sido los criollos. Los mestizos conformaron un grupo que desde su nacimiento creció rápidamente. En el siglo xvill mostraron tener una mayor conciencia política y apenas pudieron mejorar su situación. Por ser considerados distintos e inferiores, fueron víctimas de agresiones y de trabas para obtener trabajos dignos, lo que orilló a muchos a la delincuencia. Los Borbón, preocupados, intentaron luchar contra la discriminación quitando al término mestizo el carácter peyorativo para darle una connotación muy similar a la actual (mezcla). También les otorgaron facilidades para establecerse a un lado de los pueblos de indios y ocupar cargos en sus cabildos. Con el término "castas", la sociedad virreinal agrupaba a todos aquellos individuos producto de mezclas que no fueran de español e indio (mestizo) y de español con africano (mulato). El hijo de indio y mestiza se llamaba coyote; el de español y mulata, morisco. y el de español y morisca, albino. Estas "combinaciones" continuaban y en ocasiones recibían nombres chuscos como: no-te-entiendo, salta p'atrás o tente-en-cl-aire. Las castas eran un mosaico de grupos étnicos ( ). Eran creencias y prácticas muy heterogéneas que en 1810 agrupaban al 22 por ciento de la población virreinal. Junto con criollos, peninsulares y mestizos pobres, compartían las tareas pesadas de las urbes; trabajaban en los obrajes y las fábricas de tabaco y loza como cocheros, mozos, artesanos, arrieros, panaderos y criados. Aquellos que no eran trabajadores se les tachaba de léperos y eran despreciados porque "[...] andaban casi desnudos, cubiertas las cabezas con sombreros de petate y envueltos sólo con una sábana que les servía de traje, de cama y de todo [...] hubo necesidad de prohibirles la entrada a los paseos, en las funciones públicas, y en la Catedral en días solemnes".' 3

La condición de casta era dada desde el nacimiento y tenía una connotación despectiva, ya que a sus miembros se les prohibía ejercer cualquier cargo público, ocupar la categoría de maestro en los gremios y disfrutar de los derechos de peninsulares y criollos y de las defensas que protegían a los indios. Debido a la discriminación, las castas emigraban a lugares donde la sociedad no fuera tan rígida y tuvieran más posibilidades de prosperar. El norte ofrecía estas condiciones, así que la mayoría de sus miembros se establecieron en Nuevo México, Zacatecas, Nueva Santander, Vieja California, Durango y Coahuila. Los indios seguían en una situación penosa, aunque a pesar de ella lograron crecer como grupo, ya que a comienzos del siglo xix sumaban el 60 por ciento de la población de Nueva España y se concentraban, mayoritariamente, en las provincias de México, Oaxaca, Puebla, Veracruz, Yucatán y Tlaxcala. Solamente los grupos del centro y sur del virreinato poseían una coherencia social, pues vivían en comunidades; en cambio, los del norte, por su tradición nómada y su convivencia con los españoles, no la tenían. Trabajaban la tierra y no participaban en las actividades comerciales e industriales. A pesar de que la legislación tendía a protegerlos, en la práctica los abusos y su explotación continuaban siendo lo normal; subsistían en condiciones de pobreza extrema y ya no poseían una cultura propia. Todo ello generó en este grupo una actitud de constante pesimismo frente a la vida.

Una de las instituciones novohispanas que menos cambió durante todo el periodo virreinal fue la Iglesia. En el siglo xvm siguió funcionando como lo había hecho hasta entonces y sólo la aplicación de las reformas borbónicas alteró en parte su desarrollo. Durante este siglo, la Iglesia tuvo en la mayoría de los hombres que estaban a su servicio a servidores virtuosos, aunque también hubo quienes descuidaron su ministerio y no cumplieran con sus votos. Sin embargo, la conducta de la Iglesia novohispana fue edificante y más discreta que en otras regiones americanas, como el virreinato del Perú, por ejemplo. El clero regular continuaba su labor misionera entre los infieles que habitaban las zonas marginales y seguían agrupándolos en repúblicas de indios para llevar a cabo de forma más eficaz su trabajo. También se dedicaban a la educación de la niñez y de la uventud, sobre todo los jesuitas, quienes formaron a la elite criolla, le transmitieron las ideas ilustradas y le imprimieron el sentimiento nacionalista que tanto caracterizaba a los españoles americanos. En el clero regular había aumentado la participación de los criollos, quienes destacaron como individuos renovadores que buscaban cambios. Por el contrario, el clero secular era abundante en las ciudades pero escaso en el campo. Aunque lo integraban los criollos, era difícil que accedieran a puestos de importancia. ya que debían competir con los peninsulares, quienes triunfaban generalmente. Al igual que los regulares, estaban influidos por las ideas ilustradas y poseían un espíritu renovador y de cambio. Algunos criollos de ambos cleros estaban del lado de los débiles y explotados, los indígenas, y los ayudaban para que llevaran una vida mejor y más justa. Estos sacerdotes apoyaron, una vez manifestada, la idea de la independencia del virreinato. La enorme riqueza de la Iglesia provenía de varias fuentes: diezmos, derechos parroquiales, limosnas y obras pías. Estas últimas fueron las que incrementaron considerablemente su capital y sus posesiones (no siempre explotadas). La Corona española se ostraba recelosa de lo anterior e ideó varias políticas desamortizadoras para minar el poderío económico de la Iglesia. Con el Concordato de 1737, Felipe V y la Santa Sede acordaron que los bienes eclesiásticos en España pagaran impuestos y que estuvieran sujetos a una posible desamortización. En 1798, el impuesto pagado por la Iglesia fue del 15 por ciento. También se implantó la Consolidación de Vales Reales, que eran vales que se pagaban con capitales y propiedades de la Iglesia, ya que ésta era una especie de aval de la Corona. Esta política no sólo afectó a la Iglesia, sino también a aquellos propietarios que le habían hipotecado sus tierras y que devolverían el capital prestado una vez vendida la cosecha. Muchos de ellos, por la Consolidación de Vales Reales, perdieron sus tierras.

La presencia española en México

Como vimos, la aplicación de las reformas borbónicas generó algunas transformaciones económicas que repercutieron en Nueva España. En el comercio marítimo se reconsideró el uso de las flotas, pues si bien aseguraban el comercio, lo retardaban mucho y favorecían el contrabando. Por medio de la Real Cédula de 1765 se implantó el comercio libre, aunque en Nueva España se comenzó a aplicar realmente en 1789, y se dio fin al sistema de flotas. Esta medida fomentó la apertura en España de compañías deseosas de comerciar con el virreinato y de nuevos puertos para incrementar el tráfico comercial. Por otra parte, en Nueva España se terminó el monopolio comercial que ejercía el Consulado de México, con lo que aparecieron nuevos núcleos comerciales en Guadalajara, Puebla, Yucatán, Oaxaca, San Luis Potosí, Durango. Saltillo y Coahuila. En el comercio interoceánico, las manufacturas tuvieron un papel destacado. Como las manufacturas españolas no podían competir en calidad con las de Francia, Inglaterra y Bélgica. España tenía que comprar a esos países sus productos para abastecer a Nueva España. El problema era que el precio de las manufacturas de importación era muy alto a consecuencia de la intermediación española. Esta situación se alteraba cuando España entraba en guerra con alguna nación europea, ya que se interrumpía el comercio con la metrópoli, e ingleses y americanos incrementaban sus actividades de contrabando para satisfacer las necesidades novohispanas. Lo anterior, por contradictorio que parezca, también benefició a Nueva España, ya que al no enviar las remesas de plata a España aumentaba el circulante en el virreinato y crecía la economía. Los productos intercambiados por el virreinato y la metrópoli seguían siendo casi los mismos debido a la política mercantilista que aún regía la vida económica de la Corona española. Nueva España recibía ropa, telas, papel, hierro, acero, vino, aguardientes y aceite; a cambio, surtía a España de grana cochinilla, añil, palo de Campeche, vainilla, purga, azúcar, cuero, loza, algodón y, por supuesto, la plata con la que España cubría su déficit comercial con Europa. A diferencia del siglo precedente, en el xviii la minería se caracterizó por mostrar un crecimiento sostenido de la producción platera. Fueron muchas las causas. Para estimular y mejorar esta producción. se fundaron el Consulado de Minería, el Tribunal de Minería, el Banco de Avío y la Escuela de Minería. La Corona dio incentivos fiscales para aquellos que ampliaran o modernizaran sus minas; asimismo, también disminuyó el precio del azogue para reducir los costos de producción y favoreció las mejoras tecnológicas de los procesos de excavación y refinación de los minerales. Una adición muy importante fue el sistema de explosiones subterráneas que permitió, por medio del uso de la pólvora, abrir nuevos tiros con mayor rapidez. Las medidas anteriores hicieron que las minas novohispanas fueran más productivas que las peruanas, ya que en las últimas décadas del siglo su producción media anual era de 23 millones de pesos, y que entregaran el 66 por ciento de la plata que circulaba en el mundo. Sin embargo, a pesar de esta mejora productiva, las condiciones de trabajo de los 15,000 hombres que laboraban en las minas seguían siendo las mismas de antaño; eran pocos los mineros libres que trabajaban a destajo. Debido al crecimiento demográfico, minero, mercantil y manufacturero, la agricultura experimentó un desarrollo mayor, especialmente en Guadalajara, Michoacán, el norte y el Bajío. Los productos que más se beneficiaron del crecimiento fueron el maíz, trigo, legumbres, algodón y azúcar. En el siglo xvm también se engrosaron las haciendas por el despojo de tierras a las comunidades indígenas. El aumento de estos latifundios impidió el progreso de las clases laborales e hizo aún mayor la dependencia de las urbes en tiempos de hambre. A lo largo de ese siglo continuaron las crisis agrícolas periódicas, pero las de finales del xvm e inicios del xix fueron las más fuertes. Como los precios de los productos se elevaban mucho, la gente estaba mal alimentada, lo que fomentaba la aparición y la difusión

de las epidemias. La gente gastaba su dinero en comprar medicinas y alimentos y ello generaba una depresión económica, ya que los productores de manufacturas y los que comerciaban sus productos quebraban. Al incrementarse el número de desempleados se daban motines y quema de graneros. Como hemos dicho, las industrias novohispanas también crecieron. Aunque las más importantes eran la azucarera, la jabonera, la vidriera, la cerámica y la de curtiduría, fue la textil la que más progresó a pesar de la oposición de España. Sus productos comenzaron a tener una mayor demanda por parte de los trabajadores, lo que motivó el establecimiento de más factorías textiles en Querétaro, Guanajuato, Guadalajara y Puebla. El crecimiento demográfico también la favoreció, y las disputas españolas en Europa permitieron la acumulación de capital en Nueva España, el cual fue invertido en esta industria. También ayudó que los trabajadores, que anteriormente eran esclavos o presidiarios, fueran libres y asalariados a partir de la segunda mitad del siglo xvu.

El XVIII fue el siglo de la Ilustración. Aunque fue una "creación" francesa, se extendió por el resto de Europa hasta llegar a América. La meta de los ilustrados era el bien común: para ello, era necesario impulsar la ciencia y la tecnología como medios para mejorar la economía, las letras y el arte. Con relación a este último, proponían un retorno a los cánones clásicos para acabar con la "nociva" corriente del barroco. Como consecuencia de lo anterior, surgió el neoclasicismo racionalista, que generó obras frías y acartonadas y declaró la guerra a las obras barrocas. Según los ilustrados, era necesario transformar la mentalidad de los hombres para que imperaran la razón y el orden. En Nueva España, la Ilustración tomó tintes extranjerizantes, pues siempre aludía a Francia, rechazaba la religiosidad católica mexicana y la historia española y, en cambio, exaltaba un pasado grecorromano totalmente ajeno a la realidad novohispana. La consecuencia fue el divorcio entre la cultura de élite y la popular. Los ilustrados novohispanos eran principalmente curas, frailes, sacerdotes, médicos, abogados, comerciantes y militares. En su mayoría eran criollos, aunque destacaron también algunos peninsulares, formados en colegios de la Compañía de Jesús. En efecto, fueron las instituciones educativas las que difundieron la Ilustración en Nueva España: la Real y Pontificia Universidad de México, la Universidad de Guadalajara, el Colegio de Nobles Artes de San Carlos, el Jardín Botánico y el Real Seminario de Minería. Algunos de estos centros docentes, como San Carlos, Minería y la Universidad de Guadalajara, fueron fundados en el siglo XVIII como consecuencia de las ideas ilustradas. Los ilustrados novohispanos coincidían con los europeos en que Nueva España tomaría el camino de la razón si el Estado impulsaba la cultura. Esta idea generó un cambio en el virreinato, pues se establecieron más academias de arte, bibliotecas y escuelas en las que imperaba un carácter laico. La Corona organizó expediciones científicas e impulsó la renovación de las técnicas pedagógicas en los planes de estudio, que fueron adoptadas rápidamente por los jesuitas. En este sentido, la Compañía de Jesús fue una institución única, ya que al poseer la riqueza suficiente para asegurarle a sus miembros la tranquilidad espiritual y material necesarios, éstos podían desarrollarse intelectualmente mejor que otras órdenes. El éxito en materia educativa de los jesuitas también se debió a otros factores, como la posesión de las mejores bibliotecas en todo el virreinato y la colaboración de todo un personal internacional (jesuitas checos, italianos, franceses, etc.) que permitía un intercambio de experiencias docentes. Gracias a esto, un grupo de

jesuitas, entre los que se encontraban Francisco Javier Alegre. Francisco Javier Clavijero y Juan Luis Maneiro, comenzó en 1748 un movimiento de enseñanza basado en el cartesianismo y el atomismo, el cual aceptaba los avances de la modernidad imprimiéndoles un sentido cristiano ( ). Sin embargo, el mérito de los jesuitas radicaba más en haber fundido los valores indígenas con los españoles y ser los primeros en sentirse mexicanos. Como hemos dicho, el desarrollo de la ciencia fue parte central del proyecto ilustrado en Nueva España. Los objetivos eran fomentar la industria y crear un núcleo artesanal progresista. Con estas premisas se fundó en 1777 el Cuerpo de Minería, que agrupaba a los mineros más sobresalientes del Tribunal de Minería (Joaquín Velázquez de León. Tomás Liceaga, Fausto Elhúyar) y cuya función era fomentar especialistas. Para este fin, en 1792 el tribunal de Minería fundó el Seminario de Minería, centro encargado de la formación de mineros profesionales, cuya preparación debería estar basada en los lineamientos más avanzados de matemáticas, química, física, mineralogía, metalurgia y dibujo ( ) . Todos estos esfuerzos tuvieron resultados, ya que mientras que Joaquín Velázquez de León, primer rector del Seminario de Minería, realizó la primera medición trigonométrica del valle de México, su colega Fausto Elhúyar descubrió un elemento químico al que bautizó como Tungsteno. La medicina también se vio favorecida por esta renovación científica. En 1770 se fundó la Real Academia de Cirugía, cuya función primordial era la de renovar las prácticas y enseñanzas médicas. Dos fueron los médicos que más ayudaron al desarrollo de la medicina en el siglo xvin: el doctor Luis Montaña, quien apoyaba sus lecciones clínicas con prácticas de anatomía y fisiología, y el doctor José Ignacio Bartolache, quien fundó en 1772 el primer periódico de medicina, en toda Nueva España: El mercurio volante. En lo referente a las artes plásticas, hay que destacar la fundación de la Academia de San Carlos en 1781. En este recinto impartieron clases Antonio Gil y Manuel Tolsá, dos de los más grandes artistas del siglo xvui. La academia impulsó el estilo neoclásico y, para erradicar de sus pupilos el gusto por el barroco, fue dotada con una gran biblioteca y moldes de esculturas grecorromanas. Aunque se intentó imponer el neoclásico en todas las actividades plásticas, solamente en la arquitectura tuvo éxito.

La filosofía y la historiografía fueron dos actividades en las que la Compañía de Jesús ejerció gran influencia. En 1774, Juan Benito Díaz de Gamarra escribió Elementa Recentioris Philosophiae, un libro innovador pues muestra la apertura del autor a los modernos preceptos filosóficos y a la influencia de autores ilustrados como Juan Jacobo Rousseau. En la historia sobresalieron tres autores jesuitas: Francisco Javier Clavijero, con su Historia Antigua de México, que es un estudio de los más serios sobre el pasado indígena; André Cavó, Historia de la dominación española, que abarca la historia de México desde 1521 hasta 1767, y Rafael Landívar, que en su Rusticatio Mexicana hace una descripción y una loa de lo hecho por la Compañía de Jesús desde su establecimiento en Nueva España hasta su expulsión.

Una de las características más llamativas de la sociedad novohispana fue su amor por las fiestas y las procesiones. Ya fuera por motivos cívicos o religiosos, los novohispanos, como antes lo habían hecho los pueblos mesoamericanos, aprovechaban cualquier motivo para festejar. Los habitantes de Nueva España gustaban de hacer sus festejos en la calle, como si pensaran que tenían por naturaleza un espíritu público. Uno de los motivos que incitaban la fiesta era la llegada de un nuevo virrey. Pedro de Estala comenta: "La entrada de un virrey en México no es menos magnífica que lo que dije hablando de Lima. Después de andar a caballo las principales calles de la ciudad, que están primorosamente adornadas con vistosas colgaduras, va a la catedral. donde sale a recibirle el arzobispo al frente de su cabildo. Le quita la espuela de plata un capellán de coro [ ... ] entra a la derecha del arzobispo [...] y se canta el Te Deum. Esta entrada pública la hace el virrey después de algunos meses de estar en México [

...

]"

.

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Mientras que la llegada de un virrey ocurría de tiempo en tiempo (no menos de tres años pero no más de seis), las fiestas religiosas ofrecían a la sociedad el atractivo de ser anuales, por lo que reunían gran cantidad de personas, lo que no siempre era visto con buenos ojos por algunos. Hipólito Villarroel comenta sobre el día de muertos: "Este día triste y funesto por su objeto, es el de mayor desorden y el de mayor escándalo que hay entre los muchos [...] reduciéndose su festejo a apiñarse hombres y mujeres en el estrecho paso de cristal de los mercaderes con el pretexto de ver las ofrendas, cometiéndose en él millares de excesos a la vista Esta concurrencia no es otra cosa que una permitida escuela de liviandad, donde con achaque de la confusión y la multitud, se alarga a todo género de licencias indebidas, siendo continuos los pellizcos, manoseos, los estrujones y otros precursores de la lascivia, no siendo pocos los hurtos de alhajas que se experimentan en este confuso tropel Por su parte, el viajero alemán Alejandro de Humboldt explica con cierto asombro: "Los naturales [hace alusión a los indígenas] no conocen de la religión más que las formas exteriores del culto. Amantes de todo lo que depende de un orden de ceremonias prescritas, encuentran ciertos placeres en el culto cristiano. Las festividades de la Iglesia, los fuegos artificiales que las acompañan, y procesiones mezcladas de danza y de disfraces barrocos son para la gente común india un manantial fecundo de diversiones". 16 Cualquier festividad religiosa, sin importar su carácter, daba pie para que en los templos y sus proximidades se diera el "tropiezo de no menor irreverencia [...] de situarse a las puertas y calles de sus contornos [de los templos], muchos puestos de comidas y masa como si convidase a un gran festín profano, con lo que se embaraza el

tránsito, suceden mil tropelías y se profanan los pórticos y las entradas y las salidas de los dichos templos [...] "» En conclusión, las festividades religiosas contaban con mayor participación popular que las cívicas. Sin embargo, ello no significaba una mayor devoción. Como observamos, aglutinaban a la gente no por respeto, sino porque eran fiestas; es decir, eran épocas en las que, como si se tratara de un perpetuo carnaval, se justificaban los excesos de cualquier tipo. La gente perdía de vista el fondo de las cosas y se quedaba solamente con las formas. Esto es sólo una evidencia más del fracaso parcial de la evangelización en esta tierra.

La conquista de lo que actualmente llamamos México se encuentra enmarcada en el contexto de la reconquista española, iniciada en el año 722 con la Batalla de Covadonga y culminada en 1 492 con la expulsión de los musulmanes de España. Los viajes iniciados por Cristóbal Colón bajo el patrocinio de los Reyes Católicos, unificadores de España, favorecieron la ocupación hispana de América, primero en la región del Caribe para continuar, con el paso de los años, por el norte, el centro y el sur del continente. En 1519 Hernán Cortés inició la conquista del imperio mexica, que culminó dos años después, en 1521, gracias a la ayuda recibida por los tlaxcaltecas. A continuación, los españoles i mpusieron sus estructuras políticas (sistema de virreinato), económicas (encomienda, repartimiento, trabajo libre asalariado, comercio, minería, agricultura y ganadería), religiosas (evangelización y catequesis para imponer el cristianismo entre los indígenas), sociales (sociedad dividida por pureza de sangre y origen) y culturales (desarrollo de las bellas artes). En muchos casos, tales estructuras no se dieron de manera pura; es decir, se mezclaron con usos, costumbres y tradiciones indígenas para dar vida a un territorio mestizo, producto de la convivencia y de la fusión entre conquistados y conquistadores. Al inicio del siglo xviii hubo un cambio en la casa reinante española por el que los Habsburgo, de origen austriaco, fueron sustituidos por los Borbón, de extracción francesa. La nueva dinastía favoreció, a través de una serie de cambios conocidos como las Reformas Borbónicas, una transformación institucional en Nueva España que redundó en la pérdida de autonomía política del Virrey y en el incremento de la productividad de la economía novohispana. Es importante señalar que en esta época, y como consecuencia del trabajo realizado por los jesuitas en sus colegios, surgió el criollismo, movimiento ideológico que fomentaba entre los criollos del virreinato el orgullo de haber nacido en esta tierra sin negar, por supuesto, su herencia española.

a lucha por la independencia fue el primer paso para que los países hispanoamerica-

Irános actuales pudieran constituirse como naciones. El caso mexicano, que es el que nos

interesa, mostró ser en cierta medida diferente al del resto del continente, ya que la guerra que entablaron sus habitantes para sacudirse la tutela española fue la más sangrienta; en ella perdieron la vida un millón de hombres de una población total de seis millones. A pesar de los costos humanos, económicos, políticos y culturales, los mexicanos lograron su independencia tras 13 años de lucha (1808-1821). A diferencia de lo que muchos piensan, la Independencia mexicana no fue un proceso lineal y monótono que quedó estancado entre 1815 y 1820. Cada uno de sus líderes le imprimió ciertos aspectos característicos que permiten diferenciar este movimiento durante sus diversas etapas. El hecho de que Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, José María Morelos, Ignacio López Rayón, Vicente Guerrero y otros sean considerados en conjunto los "héroes que nos dieron la libertad", no significa que tuvieran las mismas metas, ideologías similares ni mucho menos que simpatizaran entre ellos. Una vez conseguida la independencia y con el paso del tiempo, los historiadores liberales mexicanos del siglo xix comenzaron a unificar los diversos movimientos insurgentes y a establecer un halo de santidad entre sus componentes, de tal forma que se pensaba, por ejemplo, que Hidalgo — "el padre de la patria"— jamás fue capaz de obrar con mala fe y mucho menos de cometer errores. También se extendió el mito de que los nacidos en el continente americano eran en su totalidad insurgentes de tipo liberal o patriotas progresistas, y que los españoles eran realistas defensores del absolutismo y, por ende, reaccionarios. Definir así a los actores de nuestra Guerra de Independencia ha sido un error muy grave, ya que ambos bandos — realistas e insurgentes— estaban compuestos por gente de las mismas clases y grupos sociales, por lo que podían existir insurgentes conservadores o monárquicos y realistas liberales. Algunos ejemplos ayudarán a entender mejor este planteamiento. En la batalla del cerro de las Cruces, la mayor parte del ejército realista estaba compuesta por americanos que luchaban contra una milicia compuesta casi en su totalidad por americanos. O bien, uno de los personajes que más arduamente luchó por la independencia de Nueva España, aunque por poco tiempo, fue Martín Xavier Mina, un español que vino para pelear con los insurgentes y que fue fusilado por órdenes del virrey español Juan Ruiz de Apodaca. Así, a pesar de que la Guerra de Independencia fue uno de los episodios más importantes del México independiente, también es un momento histórico oscuro en la medida en que ha sido objeto de pasiones, intereses políticos, explicaciones erróneas y mitos que impiden comprenderla con suficiente claridad.

Como ya señalamos, a finales del siglo XVIII la decadencia por la que pasaba España (producto de una política ineficaz) se aceleró a tal grado que Francia e Inglaterra la superaron como potencia colonial. Debido a los pactos de familia que mantenían los Borbón hispanos con sus similares franceses, España se vio obligada a participar en la guerra de los Siete Años (1756-1773), que tuvo como protagonistas a Inglaterra y Francia. La consecuencia fue que España perdió temporalmente las islas de Cuba y Filipinas. Entre 1771 y 1779 los problemas entre las Coronas británica y española continuaron, por lo que en 1773 la segunda decidió apoyar la independencia de Estados Unidos en una acción que si bien afectaba a su enemigo, también sentaba un precedente peligroso para la propia España. Aunque los novohispanos del siglo XVIII no participaron directamente en estas guerras, sí ayudaron a financiarlas por medio de préstamos forzosos, donativos y precios altos por productos que monopolizaba la Corona española. Esta situación hizo que para inicios del siglo )(IX los habitantes del virreinato estuvieran cansados de mantener a la metrópoli. Por su parte, España no mostraba ninguna sensibilidad frente a este descontento: al contrario,

acentuó sus exigencias económicas al grado de que en diciembre de 1804 expidió la Real Cédula de Consolidación de Vales, la cual dañó la estructura crediticia novohispana. Aunque ya hablamos de la Consolidación de Vales Reales, es importante retomar el tema y profundizar en él. En Nueva España, la Iglesia funcionaba como una especie de banco ya que prestaba dinero a un interés módico del cinco o seis por ciento anual a los agricultores, las cofradías, los hacendados, las comunidades indígenas, etc., y se conformaba con el pago de los intereses para renovar el contrato. Sin embargo, cuando el Estado español tomó a su cargo los adeudos que se le debían a la Iglesia, exigió el pago de toda la deuda o, de lo contrario, amenazaba con quedarse con las propiedades. Si hubieran sido pocas las propiedades rurales deudoras, el impacto de la Real Cédula de Consolidación de Vales no se hubiera sentido tanto en la economía de Nueva España; sin embargo, a inicios del siglo xix el 90 por ciento de las propiedades rurales aún tenían deudas con la Iglesia, lo que no fue obstáculo para que la Corona aplicara la Consolidación de Vales. Quienes se vieron más afectados por esta larga y continua extorsión fueron los grupos acomodados, que en su mayoría eran criollos. Los españoles americanos habían demostrado ser el estamento nacionalista y más revolucionario de la sociedad virreinal. Con la idea de que eran los dueños de los recursos y tierras que aprovechaban los peninsulares, deseaban cambios estructurales sin que ello implicara el deseo de independizarse. Pensaban que en materia política era tiempo de que predominara la noción de la soberanía popular y de que pudieran acceder a todos los cargos públicos. En lo referente a la cuestión social, abogaban por que se acabara con la discriminación que sufrían los criollos, mestizos e indígenas y que, en el caso de los últimos, se luchara por acabar con la explotación y la pobreza que sufrían. En materia económica, su deseo era solo uno: que se acabaran los abusos económicos por parte de España. No es de sorprender entonces que algunos de estos criollos hayan decido acaudillar el movimiento insurgente de 1810. Por otra parte, en España no marchaban bien las cosas y había descontento entre los sectores intelectuales liberales de la península. El rey Carlos IV (1788-1808) fue un monarca "bondadoso, sencillo, ingenuo hasta la simplicidad, gran aficionado de la caza, a la que dedicaba más tiempo que al gobierno, aficionado a las artes mecánicas, falto de talento y energía, desinteresado e incapaz, y totalmente entregado a su esposa y prima María Luisa de Parma, en cuyo talento, más superficial que sólido, fiaba mucho".' ( ' ) . En realidad, doña María Luisa influyó mucho en la política española, ya que logró remover como primer secretario al conde de Aranda y sustituirlo con Manuel Godoy. La nación no recibió con beneplácito este nombramiento, pues Godoy tenía fama de haber hecho una gran fortuna de manera irregular y de haber obtenido el puesto por el único mérito de ser el amante de la reina. Sin embargo, este personaje fue importante para el posterior desarrollo de los acontecimientos en España y América.

Los planes de Napoleón Bonaparte, emperador de Francia, eran que Francia fuera la potencia hegemónica en el continente europeo. Napoleón sabía que para la consecución de este fin tenía que derrotar a su gran rival: Inglaterra. Para ello, decidió bloquear a las islas británicas del resto del continente europeo con la ayuda forzosa o voluntaria de las naciones que daban al mar del norte y al océano Atlántico. En cuanto a España, que es la que nos interesa, en 1807 el rey Carlos IV se adhirió al bloqueo continental contra los ingleses y mandó 1500 hombres para que ayudaran a Napoleón en sus campañas en Alemania. Ahora bien, como el monarca portugués se negó a colaborar, el emperador francés decidió conquistar ese territorio. Aprovechando las ambiciones políticas de Godoy, en 1807 Napoleón firmó con éste el Tratado de Fontainebleau. Entre otras cláusulas, se acor-

dó conquistar Portugal y dividirlo en tres partes: la del norte se destinaba a los reyes de Etruria, la central para Napoleón y la región sur sería un principado en el que gobernaría Godoy. A cambio, se exigía que España dejara penetrar en su territorio a 28,000 soldados franceses que irían camino a Lisboa. El mismo día en que se firmó el tratado, estalló una conspiración tramada por Fernando VII, heredero a la Corona española I ), en contra de sus padres. Sin embargo, Godoy se enteró del complot y lo dio a conocer a la reina, quien actuó enérgicamente para detener a su hijo. Aunque los cómplices del príncipe de Asturias fueron desterrados, Fernando VII pidió (y obtuvo) el perdón por medio de una carta dirigida a su madre: "Mamá, me arrepiento del horroroso crimen que he cometido contra mis padres y soberanos y pido con la mayor humildad que se digne V. M. interceder con papá para que permita a su hijo agradecido ir a besar sus reales pies". 2 Estos hechos y palabras hablan por sí solos del tipo de persona que era el príncipe Fernando VII. A principios de 1808, tras la toma de Portugal por tropas españolas y francesas, y sin tener conocimiento de los planes de Napoleón, Godoy aconsejó a Carlos IV que él y toda su familia se embarcaran a América. Al enterarse. el pueblo se movilizó para impedir que la familia real saliera de España y desató motines que concluyeron con la destitución y encarcelamiento de Godoy. Desconcertado por el cariz que habían tomado los sucesos, Carlos IV se sintió obligado a abdicar en favor de su hijo Fernando VII el 19 de marzo de 1808. Al igual que su padre, Fernando VII no vio el peligro que entrañaba la presencia de los soldados franceses en su territorio. Temiendo que su padre se arrepintiera y buscara el apoyo de Napoleón para coronarse de nuevo como rey de España, decidió entrevistarse con el emperador francés y conseguir su apoyo. Al llegar a Bayona, Fernando VII fue aprehendido por las tropas de Napoleón y pocos días después arribaron sus padres buscando el apoyo del césar francés, como lo había sospechado Fernando VII. El 5 de mayo de 1808, Napoleón consiguió que Fernando VII devolviera la Corona a su padre y que éste, Carlos IV, firmara el acta de abdicación en favor de Napoleón. Quince días después. José Bonaparte, hermano de Napoleón, fue nombrado rey de España. José I, bautizado por el pueblo como "Pepe Botella , mostró buenas intenciones hacia los españoles; sin embargo, éstos no lo aceptaron por ser un invasor y pensaban que como en realidad nadie regía en España era importante que todas las provincias organizaran sus juntas gubernativas. Con el tiempo, se vio que era necesario crear un organismo centralizado que pudiera coordinar las juntas para darle a España un gobierno capaz de enfrentarse a los franceses. Así en 1808 se creó la Junta Central Suprema que tuvo su primera residencia en Aranjuez, aunque luego fue transferida a Cádiz. Esta junta estaba influida por ilustrados españoles de la talla del gijonés Gaspar Melchor de Jovellanos, quienes convocaron a las Cortes y les encomendaron la redacción de una constitución que limitara el poder absoluto del monarca y que garantizara los derechos de los ciudadanos españoles. Para los europeos de la época, estos acontecimientos eran una especie de "problema doméstico", es decir, un problema exclusivo del viejo mundo y entre países europeos. Nadie se dio cuenta de que iba a tener repercusiones en otras partes del mundo, especialmente en la América española. -

Cuando llegaron en 1808 las noticias sobre la abdicación de Carlos IV en favor de Napoleón Bonaparte, el encarcelamiento de la familia real en Francia y el nombramiento de José Bonaparte como rey de España, en Nueva España hubo dos opiniones en cuanto al gobierno del virreinato. Los peninsulares apoyaron a la Audiencia para que gobernara en nombre de Fernando VII, por lo que crearon el Real Acuerdo que fungía como

asamblea gubernativa conformada por los oidores y el virrey, y que estaba en contra de la formación de una junta en Nueva España y de acatar las disposiciones emitidas por la Junta Central española. En cambio, criollos destacados como Juan Francisco Azcárate y Francisco Primo de Verdad ((:1:u r -4 argumentaban que con base en las Leyes de Indias y el derecho medieval, Nueva España era un reino dependiente de la Corona y que si sus otros reinos —como los de Castilla, León y Navarra— habían hecho sus juntas, Nueva España no tenía por qué ser la excepción. Alegaban que cuando el rey no podía gobernar, la soberanía regresaba al pueblo, el cual debía conducirse por medio de la institución política local por excelencia: el Ayuntamiento, cuyos miembros eran mayoritariamente criollos. Es cierto que las ideas y disputas anteriores no eran nuevas, pues ya venían gestándose desde mediados del siglo xvii, pero ello no implicaba que fueran aceptadas, ya que cada tendencia recelaba de la otra. Mientras los peninsulares creían que los criollos iban a tomar como pretexto los acontecimientos europeos para buscar la independencia, los españoles americanos especulaban que sus símiles europeos pensaban entregar Nueva España a los franceses. Las cosas se complicaron cuando los criollos del Ayuntamiento le propusieron al virrey Iturrigaray que siguiera gobernando mientras reinara en España José I. Iturrigaray había obtenido el cargo de virrey gracias a la amistad que lo unía con Manuel Godoy, así que cuando se enteró de que éste había caído en desgracia temió perder su puesto, pero la propuesta del Ayuntamiento le daba la oportunidad de continuar gobernando de manera indefinida, pues veía difícil en ese momento que los franceses salieran de España en el corto plazo. A final de cuentas, el Ayuntamiento logró que el virrey convocara a una junta de todo el reino bajo el principio de que al faltar el soberano, el poder regresaba a todo el pueblo. Para el Real Acuerdo, representante de los intereses peninsulares, una cosa era que los criollos tuvieran sus opiniones propias y otra que fueran secundadas por el virrey. Temerosos de lo que pudiera pasar, los europeos decidieron que era el momento de deponer al virrey con un golpe de Estado. Un grupo de peninsulares encabezados por el rico comerciante Gabriel de Yermo tomó el palacio del virrey en la medianoche del 15 de septiembre de 1808. Después de que Iturrigaray y su familia, así como algunos miembros destacados del Ayuntamiento, entre ellos Primo de Verdad, fueron encarcelados, los golpistas nombraron como virrey a Pedro de Garibay, aunque en realidad quien gobernaba era la Audiencia. A partir de ese momento, los criollos o americanos consideraron ilegítimo el gobierno de la Ciudad de México, pues no representaba al rey ni al pueblo. El golpe de Estado logró retardar los proyectos criollos de autogestión —jamás de independencia—, y eso también incrementó en gran medida los resentimientos de los americanos, quienes comenzaron a planear la toma del poder por medios violentos. Los criollos se habían vuelto peligrosos para los peninsulares y sus intereses. Una de las primeras medidas que tomó Garibay fue disolver el cantón de Jalapa, creado en 1808 por Iturrigaray, donde los militares novohispanos estaban acuartelados para rechazar cualquier intento de invasión extranjera (específicamente francesa). Garibay vio que el cantón concentraba una gran cantidad de criollos que, si se lo proponían, podrían levantarse en armas. Con su decisión, el "virrey" pensaba que acabaría con la amenaza criolla; sin embargo, la medida generó otro problema que a la larga fue más serio: los militares criollos que regresaron a sus provincias comenzaron a difundir las ideas de autogestión por las que había luchado el Ayuntamiento. Garibay duró poco en el poder como consecuencia de su ineptitud para gobernar. La Junta Central nombró en 1809 a Francisco Javier Lizana y Beaumont como arzobispo-virrey de Nueva España y aprovechó la ocasión para invitar al virreinato a que enviara a sus representantes a la Junta Central, en una acción que denotaba la ignorancia del organismo acerca de lo que había sucedido en Nueva España en 1808. Tras este nombramiento, la Junta le dio al virrey una lista de encargos que debía cumplir: recaudar 20 millones de pesos como préstamo para que los españoles pudieran continuar su lucha contra el invasor francés, pagar tres millones de pesos que España debía a Inglaterra, etc. Lizana no em;)

pezó bien con su gobierno, pues puso en práctica una de las políticas españolas que más disgustaban a los americanos: la salida continua de riquezas. A pesar de lo anterior, fue un político inteligente que pretendía conciliar a peninsulares y criollos, para lo cual suavizó la persecución de los segundos y alejó del gobierno a los peninsulares extremistas. De poco sirvieron los esfuerzos conciliadores del arzobispo-virrey, pues para 1809 las conjuras criollas, especialmente en la región del Bajío, se habían esparcido. En Celaya, San Miguel, Dolores, Tlalpujahua y Valladolid conspiraban españoles americanos junto con algunos peninsulares y mestizos. La historia enfatiza la conspiración de Valladolid por la importancia y trascendencia que tuvo. En esta ciudad se reunían constantemente criollos importantes, como fray Vicente de Santa María, los hermanos Michelena, Manuel Ruiz de Chávez, José María García Obeso, Ignacio Allende y Mariano Abasolo, entre otros. Se trataba de hombres descontentos que tramaban un plan de insurrección cuyo eje era solicitar representantes a los pueblos aledaños para formar una junta que gobernara en nombre de Fernando VII. Los conspiradores sabían que el éxito o fracaso de su movimiento dependería del número de seguidores que tuviera, así que decidieron adoptar una serie de medidas con la finalidad de atraer más gente a su causa: prometieron quitar a los españoles todos sus bienes; a los indígenas, la exención del pago de tributo, y a los criollos les prometieron el acceso a todos los cargos políticos. En pocas palabras, ofrecían a cada grupo aquello que habían anhelado durante tanto tiempo. La fecha para el levantamiento se estableció para el 21 de diciembre de 1809; sin embargo, una semana antes, alguien dio aviso a las autoridades de lo que se estaba tramando en Valladolid. La conjura fue descubierta y sus miembros aprehendidos. El arzobispo-virrey Lizana trató con benevolencia a los encarcelados (pues no fueron todos descubiertos), a pesar de la magnitud de su crimen, pues tenía la convicción de que el uso de la violencia sólo precipitaría las cosas. Por ello, mandó a José Mariano Michelena al regimiento de Jalapa y a José María García Obeso al de San Luis Potosí. Para algunos españoles, este acto no fue otra cosa más que una muestra de debilidad por parte del gobierno virreinal, ya que, pensaban, en vez de acabar con las conspiraciones, las fomentaba. De cualquier manera, ya había dado inicio un proceso que no podría ser detenido por los españoles europeos, sin importar que éstos utilizaran la conciliación o la represión violenta.

El año de 1810 fue de gran importancia para Nueva España. Por un lado, se reunieron las Cortes de Cádiz, en cuyo seno estaban los liberales españoles, quienes no veían con malos ojos la rebelión americana y hasta la justificaban. Por el otro, el arzobispo-virrey Lizana fue removido de su cargo y sustituido por Francisco Javier Venegas. El nuevo virrey generó gran malestar entre los criollos, pues no sólo pidió nuevamente préstamos forzosos, sino que también premió a Gabriel de Yermo por los acontecimientos de 1808. Una de las ramificaciones de la conspiración de Valladolid se localizaba en Querétaro, donde con el pretexto de tratar temas culturales y artísticos, se reunía una serie de personajes cuya verdadera intención era continuar la obra iniciada en Valladolid. Pensaban crear juntas revolucionarias en los centros vitales del país, las cuales se encargaran de destituir a las autoridades, tomar como rehenes a los españoles ricos y confiscar sus bienes, de tal forma que el gobierno novohispano quedaría en manos de una Junta Representativa que gobernaría en nombre de Fernando VII. Algunos de los conspiradores de Querétaro eran el corregidor Miguel Domínguez; su esposa, Josefa Ortiz de Domínguez; Ignacio Allende (11 1 a 1.4a); Juan Aldama; los licenciados Laso y Parra; Mariano

Abasolo y otros. Contra lo que comúnmente se cree, el cura Miguel Hidalgo y Costilla ( ) formó parte de la conspiración hasta principios de septiembre de 1810, por invitación de Allende. Los conjurados aceptaron que Hidalgo fuera un miembro más no sólo por sus ideas —ilustradas y nacionalistas— y por su preocupación por los menos favorecidos; en el fondo se encontraba una causa más práctica: si se ponía al frente del movimiento a un cura, se integrarían los indios y otros grupos sociales menos favorecidos. Allende y el resto de sus camaradas pretendían iniciar el levantamiento el 8 de diciembre de 1810; sin embargo, como solía suceder con la mayoría de las conjuras, a principios de septiembre el gobierno virreinal se enteró de sus planes por la traición de Mariano Galván. Entonces, Juan Antonio de Riaño, intendente de la ciudad de Guanajuato y amigo íntimo de Hidalgo. dio la orden de aprehender a los conspiradores. Doña Josefa Ortiz mandó un aviso a Juan Aldama, que se encontraba en San Miguel, en el que le notificaba que habían sido descubiertos. A su vez, Aldama partió rumbo a Dolores para comunicarles las nuevas a Hidalgo y Allende. Los conspiradores sabían que tenían solamente dos opciones: dejar a un lado los planes de insurrección y convertirse en prófugos, o bien, adelantar la revolución. Se dice que tras unos momentos de reflexión, Hidalgo decidió que era momento de iniciar el levantamiento. Era el 16 de septiembre de 1810. En la madrugada, Miguel Hidalgo, Mariano Hidalgo (hermano del primero), Allende. Aldama, José Santos y 10 hombres más iniciaron la revolución. Primero entraron a la prisión local y liberaron a los reos; luego se dirigieron a la casa del subdelegado para apresarlo y apropiarse del dinero que tenía. Para finalizar, Hidalgo llamó a misa (por ser domingo, asistieron muchos feligreses). Fue en ese momento y lugar donde el cura de Dolores dio su famoso "grito". Aunque se desconoce textualmente su contenido, sabemos que en su arenga Hidalgo incitó al pueblo a luchar por Fernando Vil, a acabar con el mal gobierno de la Ciudad de México y a sustituirlo por uno criollo. Jamás utilizó el término independencia , pues ninguno de los conspiradores pretendía separarse de España ni desconocer al rey Fernando VII. De Dolores, los revolucionarios marcharon con su improvisado ejército a San Miguel el Grande. En su camino pasaron por el santuario de Atotonilco, en donde alguien tomó una imagen de la Virgen de Guadalupe, que se convirtió en la primera y más eficaz bandera del movimiento. Junto a la imagen aparecían las siguientes frases: "Viva nuestra madre Santísima de Guadalupe. viva Fernando VII y muera el mal gobierno". Una vez llegados a San Miguel el Grande, más soldados y civiles (artesanos, agricultores, peones, etc.) se unieron al movimiento y colaboraron en la aprehensión de los españoles que radicaban en la ciudad. Con un contingente de 50,000 hombres, Hidalgo y compañía se enfilaron hacia la ciudad de Celaya, la cual ocuparon el 21 de septiembre. Esta toma marcó un precedente que se repitió cada vez que las huestes de Hidalgo conquistaban una ciudad: la robaban y saqueaban. Fue en dicho lugar también donde los revolucionarios intentaron legitimar su autoridad nombrando a Hidalgo capitán general y a Allende teniente general. Estos nombramientos dieron pie a una serie de conflictos entre ambos personajes, ya que Allende era contrario a que el cura de Dolores fuera el capitán general del movimiento, pues tenía escasos conocimientos militares y no era capaz de organizar un ejército. A pesar de esto, los líderes dieron el mando a Hidalgo pues como sacerdote había logrado que muchas personas, especialmente criollos, rancheros mestizos y algunos indios (que no eran muchos en la región del Bajío), se unieran al movimiento. Celaya fue sólo un paso más en la consecución de un fin mayor: la toma de Guanajuato. Para los revolucionarios, apropiarse de esta ciudad significaba controlar uno de los centros económicos más importantes del virreinato, lo que le daría fuerza al movimiento. El 28 de septiembre, Mariano Abasolo e Ignacio Camargo se presentaron en Guanajuato y pidieron al intendente que entregara la ciudad a los revolucionarios. Riaño se negó, a pesar de que la situación no le era favorable, pues los refuerzos que había mandado pedir a San Luis Potosí no iban a llegar a tiempo y también porque la gente aún estaba molesta con las autoridades por la represión que ejercieron en su contra a raíz de la expulsión de -

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los jesuitas. Para la defensa de la ciudad, el teniente decidió refugiarse en la Alhóndiga de Granaditas, lugar en el que podría mantenerse a salvo el mayor tiempo posible y estar en condiciones de recibir los refuerzos potosinos. El 28 de septiembre llegaron los revolucionarios y con ello dieron inicio los combates. Al principio, los españoles resistieron los embates de los alzados, pero esta situación duró poco tiempo y Riaño fue de los primeros en morir. Una vez muerto el intendente imperó el desorden y la desmoralización entre los refugiados en la Alhóndiga, que se sentían víctimas de los levantados. Tras muchas horas de combate y grandes esfuerzos, los revolucionarios lograron quemar la puerta principal de la Alhóndiga y penetrar en ella. La leyenda dice que un hombre apodado el "Pípila" se puso una gran losa sobre la espalda e incendió la puerta; sin embargo, no hay testimonios históricos de la existencia de este hombre, y por ello los historiadores tienden a pensar que el "Pípila" es un símbolo del esfuerzo de los sitiadores por tomar el edificio. Como quiera que sea, una vez tomada la ciudad, los sobrevivientes de los 200 soldados y 105 españoles refugiados en la Alhóndiga fueron asesinados ( - :> . La turba se dedicó a saquear las tiendas y casas de los españoles. a asesinar gente y destrozar la ciudad. Al principio, Hidalgo permitió que se dieran estos excesos, pero cuando quiso detenerlos nadie le hizo caso. La difusión de los acontecimientos en Guanajuato causó tanto horror que muchos de los simpatizantes criollos del movimiento de Dolores le quitaron su apoyo. Tras haber tomado Guanajuato, los levantados iniciaron su camino hacia la ciudad de México para asegurar el éxito de su empresa. El 19 de octubre llegaron a la ciudad de Valladolid, en la que su intendente. José Mariano Anzorena, era de filiación insurgente y dio todas las facilidades para que el cura de Dolores y sus huestes se abastecieran para continuar su camino. Al salir de esta ciudad, el ejército de Hidalgo contaba con unos 80,000 hombres. Mientras tanto, el virrey Venegas estaba consciente de que la meta del movimiento era la toma de la Ciudad de México. Ello sería desastroso no sólo por los excesos que cometerían los revolucionarios, sino también porque significaría el establecimiento de un gobierno criollo y. por ende, la independencia de Nueva España. Temeroso, Venegas mandó a Torcuato Trujillo con 1000 soldados para que observara la evolución del contingente rebelde y lo detuviera. El 30 de octubre. las tropas de Trujillo e Hidalgo se enfrentaron en el cerro de las Cruces. En un combate en el que a cada militar realista le tocaba luchar contra 80 soldados insurgentes, era de esperarse que la victoria fuera de Hidalgo. Con todo, Trujillo mostró sus dotes de militar, pues sólo perdió un tercio de su ejército. Tras este triunfo, los insurgentes se enfilaron a las puertas de la capital novohispana, pero Hidalgo decidió no penetrar en ella. ¿Qué fue lo que lo motivó a tomar tal medida? Algunos piensan que fue el temor de que las tropas del realista Félix María Calleja lo tomaran prisionero. En cambio, otros afirman que no quería que sus hombres mostraran la misma conducta que en Guanajuato. El movimiento había generado tanta violencia desde el principio que ni el mismo Hidalgo lo podía controlar. Éste fue uno de los factores que propiciaron el rompimiento entre Hidalgo y Allende. Con relación a los acontecimientos de Guanajuato, Allende declaró que: nunca tomó cosa alguna de tales saqueos, antes bien los ha impedido en la parte que pudo con sable en mano, y aun noticioso de ello el cura Hidalgo, se lo extrañó al Declarante, por que decía que se disgustarían los Pueblos y era menester tolerarlos Desde que comenzó el levantamiento, las relaciones entre Hidalgo y Allende no fueron buenas y con el tiempo se fueron desgastando. A ello contribuyó también el hecho de que:"[...] desde los primeros pasos se apoderó el cura Hidalgo de todo el mando, tanto Político como Militar, y ha sido la causa de los males que se han visto [ ... ] ". 4 Los líderes rompieron en noviembre de 1810, cuando sus tropas fueron vencidas por las de Calleja en Aculco. La derrota fue muy dolorosa para los revolucionarios, ya que

perdieron 600 oficiales, 12 cañones, pólvora y cartuchos. Allende optó por separarse del cura e irse a Guanajuato para defender la ciudad de un posible contraataque realista, pero como nunca recibió refuerzos, tuvo que abandonar la urbe ante el avance de Calleja y marchó a San Luis Potosí para unirse a Aldama y Abasolo. Hidalgo decidió regresar a Valladolid para reforzar y reabastecer a su ejército (117 ), tras lo cual marchó a Guadalajara, en donde hizo un programa de organización jurídico-política del país con el que conformaban un pequeño gobierno en el que José María Chico fue nombrado ministro de Gracia, e Ignacio López Rayón, de Estado y Despacho. Hidalgo deseaba formar un congreso con representantes de todas las provincias y también quería pedir apoyo a Estados Unidos. La separación entre Allende e Hidalgo duró poco, pues a principios de 1811 ambos caudillos se unieron en Puente de Calderón, en donde el 7 de ese mes libraron una cruenta batalla contra las tropas de Calleja. Los insurgentes sufrieron una derrota estruendosa y salieron huyendo hacia el norte con la finalidad de ir a Estados Unidos para obtener más armas y soldados. En su camino hacia el norte, el insurgente Mariano Jiménez les ofreció apoyarlos y darles cobijo durante un tiempo hasta que se calmaran las cosas. Sin embargo, el 21 de marzo de 1811, Hidalgo, Allende, Aldama, Jiménez y otros fueron aprehendidos por las autoridades virreinales en Acatita de Baján. Los prisioneros civiles e Hidalgo fueron llevados a Monclova y de ahí a Chihuahua para ser juzgados, mientras que los presos eclesiásticos fueron llevados a Durango a un tribunal eclesiástico. El resultado de los juicios es conocido por todos. El 26 de junio fueron fusilados Allende, Aldama y Jiménez, mientras que el 30 de julio fue fusilado Hidalgo. Para escarmentar a los seguidores del movimiento, el virrey mandó que las cabezas de Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez fueran puestas en jaulas de hierro y exhibidas en las esquinas de la Alhóndiga de Granaditas, donde permanecieron por varios años.

Las autoridades pensaban que tras el fusilamiento de los cabecillas del levantamiento de Querétaro la calma volvería a Nueva España. Pero Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez habían sido sólo algunos de los primeros líderes, y con el paso del tiempo otros hombres se les unieron y compartieron la dirección del movimiento. Éste fue el caso de Ignacio López Rayón, quien había fungido como secretario particular del cura de Dolores y que a la muerte de éste se convirtió en su sucesor ( ) . La muerte de Hidalgo sorprendió a López Rayón cuando se encontraba en una campaña en el norte del virreinato. Dispuesto a continuar con el movimiento para que no desapareciera, se fue a la ciudad de Saltillo en donde reunió unos 3500 hombres con la finalidad de tomar Zacatecas. Una vez lograda esta meta, López Rayón envió a Félix María Calleja, nombrado virrey de Nueva España en 1813, una carta en la que exponía los puntos más sobresalientes de su pensamiento: la creación de un congreso o junta nacional, acabar con el saqueo económico del que era víctima Nueva España, jurar fidelidad a Fernando VII, continuar con la lucha armada e intentar unificar el movimiento para fortalecerlo. No se sabe bien qué era lo que pretendía el insurgente al entrar en contacto con el representante del rey, pero Calleja siguió sin aprobar el movimiento. En un acto de "buena fe", como el propio virrey lo denominó, ofreció el indulto a López Rayón. Como era de esperarse, éste lo rechazó. Las tropas encabezadas por López Rayón se dirigieron a Michoacán y en agosto de 1811 se establecieron en Zitácuaro para crear un gobierno representativo que legitimara el movimiento insurgente: la Suprema Junta Gubernativa de América, entre cuyos colaboradores se encontraban personajes destacados como fray Vicente de Santa María; el periodista Carlos María de Bustamante; José María Morelos y Pavón; Andrés Quintana Roo y su mujer, Leona Vicario. La Junta debía organizar jurídica y políticamente al país, por lo que su primera labor fue concebir un proyecto de constitución que pasaría a la historia con el nombre de Elementos constitucionales. Los puntos más destacados de este documento eran:

1. La religión católica es oficial y única. Z. La América es libre e independiente de toda otra nación. 3. La soberanía dimana del pueblo y reside en Fernando VII. 4. El Supremo Congreso está formado por cinco vocales nombrados por los representantes de las provincias y cuyo cargo durará cinco años. Se establece un Consejo de Estado para los casos de Guerra y Ajuste del país. 6. Se establecen los despachos de Gracia y Justicia, Guerra y Hacienda.

7. Se proscribe la esclavitud. N. Las personas declaradas como perjuras de la Nación (por no haber apoyado a la

causa insurgente) se declaran infames y sus bienes pasarán a la Nación.

Este insurgente no estaba conforme con lo anterior, pues pensaba que era necesario afianzar los logros jurídicos y políticos. Para ello, al igual que Hidalgo, buscó el reconocimiento internacional de su causa enviando emisarios a Estados Unidos y Sudamérica para que difundieran los ideales del movimiento insurgente novohispano y entablaran alianzas con el gobierno estadounidense y con otros movimientos insurgentes del sur del continente. El establecimiento de la Junta y los intentos por asegurar su existencia permitieron que el movimiento de López Rayón recuperara para la causa insurgente parte del apoyo de las clases media y alta que se había perdido por los desastrosos hechos de Guanajuato, así como recibir el apoyo de sociedades secretas, como la de los "Guadalupes", conformada por escritores de gran talla como fray Servando Teresa de Mier y José María Liceaga, y por militares tan destacados como José María Morelos y Pavón, de quien hablaremos a continuación.

Como Hidalgo, José María Morelos y Pavón era un cura preocupado por la desigualdad y las injusticias que reinaban en Nueva España ( ) . Si n embargo, con el tiempo mostró una diferencia sustancial con relación a los otros insurgentes, pues deseaba el establecimiento de una patria nueva, libre de los vicios coloniales y, por encima de todo, independiente de España. Morelos fue de los primeros líderes insurgentes, si no es que el primero, que comenzó a tocar el tema de la independencia de América. A diferencia del cura de Dolores, Morelos destacó por sus dotes militares, cualidad que ha permitido a los historiadores agrupar los logros de este insurgente en sus campañas militares. La primera abarcó de octubre de 1810 a agosto de 1811; la segunda inició en noviembre de 1811 y culminó en mayo de 1812; la tercera comenzó en junio de 1812 y finalizó en agosto de 1813, y la última abarcó desde septiembre de 1813 hasta noviembre de 1815. Se dice que las tres primeras componen la etapa gloriosa del movimiento de Morelos, mientras que la cuarta es la decadencia. En octubre de 1810, Miguel Hidalgo se entrevistó con Morelos, un antiguo alumno suyo, al que le encomendó la tarea de generalizar el levantamiento por el sur y tomar el puerto de Acapulco. Para cumplir con esta labor, Morelos se encargó primero de constituir y organizar un ejército que tuviera pocos líderes pero competentes. Los generales de su ejército eran el mismo Morelos, Miguel Bravo y Hermenegildo Galeana. Entonces Morelos dejó su curato (localizado en Carácuaro) y se encaminó con su ejército a Zacatula, para pasar luego a Tierra Caliente y tomar Taxco, Izúcar, Tenango y Tenancingo. Se le unieron otros eclesiásticos destacados por sus dotes militares, como el cura Tapia, José Manuel Herrera y Mariano Matamoros. Fue tan rápido el avance de Morelos por el sur, que en menos de seis meses había acabado con las tropas realistas en la costa del Pacífico. Parte de su éxito radicó innegablemente en la geografía y el clima de la zona, ya que los realistas nunca habían tenido tropas ahí, y cuando quisieron establecerlas para luchar contra la insurgencia, el proceso de adaptación fue penoso. Al caudillo suriano no sólo le interesaba conquistar territorios para la causa insurgente, también quería evitar los desmanes que habían caracterizado al movimiento de Hidalgo por medio de la reorganización de las zonas que controlaba. Con medidas basadas en el sentido común (como el control de precios), Morelos logró organizar la economía y las rentas de sus territorios y estableció un gobierno que evitó el caos y los excesos. También creó una nueva provincia: Nuestra Señora de Guadalupe, cuya cabecera era Tecpan. Mientras que Morelos seguía ocupando los territorios hasta la sierra que divide el valle de México y Tierra Caliente, el 2 de enero de 1812 Félix María Calleja atacó la ciudad de Zitácuaro con la finalidad de acabar con la Suprema Junta Gubernativa de América. Ante el ataque realista, los miembros de este organismo escaparon a Tlalchapa y de ahí huyeron a Sultepec. Calleja tomó la decisión de seguir a Morelos para acabar con él. El 9 de febrero de 1812 lo sitió en la ciudad de Cuautla, uno de los asedios más cruentos que registra la historia nacional. En 70 días que duró, los insurgentes incomunicados no pudieron recibir ayuda de grupos guerrilleros vecinos. La sed, el hambre y las enfermedades contagiosas mermaron al ejército y al pueblo. En el primer ataque, las tropas insurgentes vencieron, pero no tardaron en llegar los refuerzos pedidos por Calleja. Al hacerse cada vez menos soportable el asedio, Morelos decidió abrirse paso a toda costa. El 2 de mayo, junto a 5000 hombres, rompió el cerco establecido por las tropas realistas y logró establecerse en Chiautla, en donde reagrupó a su ejército y, tras darle un breve descanso, inició su tercera campaña. Entre noviembre de 1812 y agosto de 1813 las tropas de Morelos se adueñaron de una gran cantidad de bastiones realistas importantes: Oaxaca, Acapulco, Orizaba, Córdoba, Tehuacán y Yahuitlán. Sin embargo, a pesar de estos triunfos, la estrella del caudillo comenzó a declinar a finales de 1813. En realidad, desde el sitio al puerto de Acapulco,

Morelos ya había sufrido su primera gran derrota militar a manos de Calleja, pero la situación empeoró poco tiempo después cuando él e Ignacio López Rayón empezaron a tener diferencias graves que culminaron con el rompimiento entre Morelos y la Junta de Zitácuaro. A mediados de 1813, como consecuencia de lo anterior, el caudillo suriano convocó un Congreso en Chilpancingo conforme a la ideología que había expresado en Sentimientos de la Nación. De hecho, este Congreso hizo pública la declaración de la Independencia el 6 de noviembre de 1813. Para ser congruente con su ideología, Morelos se sometió al Congreso, error que le costaría muy caro. A pesar de ser pequeño, los miembros de este organismo rara vez lograban ponerse de acuerdo sobre cuestiones militares en tiempo de guerra y, en consecuencia, obstaculizaron militarmente a Morelos.

El ideario del gran caudillo militar y político quedó expresado en estos puntos que llamaron Sentimientos de la Nación. La importancia de este documento es incuestionable. Sentimientos de la Nación o puntos dados por Morelos para la constitución [1813]. Que la América es libre e independiente de España y de toda otra Nación, Gobierno o Monarquía, y que así se sancione, dando al mundo las razones. Que la Religión Católica sea la única, sin tolerancia de otra. Que todos sus ministros se sustenten de todos y solos los diezmos y primicias, y el pueblo no tenga que pagar más obvenciones que las de su devoción y ofrenda. Que el dogma sea sostenido por la jerarquía de la Iglesia, que son el Papa, los Obispos y los Curas, porque se debe arrancar toda planta que Dios no plantó: omnis planta quam non plantavit Pater meus Celestis Eradicabitur. Mat. Cap. XV. La Soberanía dimana inmediatamente del Pueblo, que sólo quiere depositarla en sus representantes dividiendo los poderes de ella en Legislativo, Ejecutivo y Judiciario, eligiendo las Provincias sus vocales y éstos a los demás, que deben ser sujetos sabios y de probidad. (En ninguna de las reproducciones existe artículo de este número). Que funcionarán cuatro años los vocales, turnándose, saliendo los más antiguos para que ocupen el lugar los nuevos electos. La dotación de los vocales, será una congrua suficiente y no superflua, y no pasará por ahora de ocho mil pesos. Que los empleos los obtengan sólo los americanos. Que no se admitan extranjeros, si no son artesanos capaces de instruir y libres de toda sospecha. Que la patria no será del todo libre y nuestra, mientras no se reforme el gobierno, abatiendo al tiránico, substituyendo el liberal y echando fuera de nuestro suelo al enemigo español que tanto se ha declarado contra esta Nación. Que como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser tales que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, aleje la ignorancia, la rapiña y el hurto. Que las leyes generales comprendan a todos, sin excepción de cuerpos privilegiados, y que éstos sólo lo sean en cuanto el uso de su ministerio. Que para dictar una ley se discuta en el Congreso, y decida pluralidad de votos.

15. Que la esclavitud se prescriba para siempre, y lo mismo la distinción de castas, quedando todos iguales, y sólo distinguirá a un americano de otro, el vicio y la virtud. 16, Que nuestros puertos se franqueen a las naciones extranjeras amigas, pero que éstas no se internen al reino por más amigas que sean, y sólo haya puertos señalados para el efecto, prohibiendo el desembarco en todos los demás señalando el 1 0% u otra gabela a sus mercancías. 17, Que a cada uno se le guarden las propiedades y respetos en su casa como en un asilo sagrado señalando penas a los infractores. 18, Que en la nueva legislación no se admitirá la tortura. 19, Que en la misma se establezca por la ley Constitucional la celebración del día 12 de diciembre en todos los pueblos, dedicado a la patrona de nuestra libertad, María Santísima de Guadalupe, encargando a todos los pueblos, la devoción mensual. 20, Que las tropas extranjeras o de otro reino no pisen nuestro suelo, y si fuere en ayuda, no estarán donde la Suprema Junta. 21, Que no hagan expediciones fuera de los límites del reino, especialmente ultramarinas, pero que no son de esta clase, propagar la fe a nuestros hermanos de tierra adentro. 22. Que se quite la infinidad de tributos, pechos e imposiciones que más agobian, y se señale a cada individuo un cinco por ciento en sus ganancias, u otra carga igual a la ligera, que no oprima tanto, como la alcabala, el estanco, el tributo y otros, pues con esta corta contribución, y la buena administración de los bienes confiscados al enemigo, podrá llevarse el peso de la guerra y honorarios de empleados. 23. Que igualmente se solemnice el día 16 de septiembre todos los años, como el día aniversario en que se levantó la voz de la independencia y nuestra santa libertad comenzó, pues en ese día fue en el que se abrieron los labios de la Nación para reclamar sus derechos y empuñó la espada para ser oída, recordando siempre el mérito del gran héroe el señor don Miguel Hidalgo y Costilla y su compañero, don Ignacio Allende. Chilpancingo, 14 de septiembre de 1813, José María Morelos. Fuente: Primer centenario de la constitución de 1824. Obra conmemorativa publicada por la H. Cámara de Senadores de los Estados Unidos Mexicanos. Dirigida por Pedro de Alva y Nicolás Rangel, México, Talleres Gráficos Soria, 1924, pp. 48-50.

En 1814 intentó tomar Valladolid, para estar en posición de atacar lugares importantes como Guanajuato, Guadalajara y San Luis Potosí. Sin embargo, a pesar de la superioridad numérica de los insurgentes, el mal planteamiento táctico de la batalla dio el triunfo a los realistas, entre los cuales se encontraba Agustín de Iturbide. Las tropas de Morelos huyeron a Puruarán en donde sufrieron una derrota muy dolorosa frente a los realistas, ya que perdieron más de 650 soldados y 17 oficiales, entre los que se encontraba Mariano Matamoros, que fue rápidamente ejecutado. Al poco tiempo, las tropas de Galeana fueron derrotadas en Tlacotepec y éste fue fusilado. Las derrotas de Morelos generaron tanto malestar en el Congreso que le quitó el poder ejecutivo. Parte de esta molestia se debía a que los fracasos militares lo obligaron a trasladarse a Apatzingán para seguir con sus trabajos. Ahí promulgó la Constitución de Apatzingán, documento liberal cuya inspiración emanaba de los Sentimientos de la Nación de Morelos, de la Revolución Francesa y de la Constitución de Cádiz. Su finalidad era darle a la nación un sistema representativo con división de poderes en el que se respetaran los derechos de los ciudadanos e imperara la libertad de expresión. Lo malo del documento era que ponía en manos del Congreso el mando del ejército, lo que originaba los problemas que acabamos de ver.

El año de 1814 fue sumamente complejo para los insurgentes. Por un lado estaban las victorias realistas que constantemente mermaban las fuerzas de los líderes de la insurgencia y, por el otro, los acontecimientos que tenían lugar en España que poco le favorecían. Fernando VII había regresado al trono español y tras dos meses de gobierno optó por suprimir la Constitución de Cádiz, restablecer la Inquisición, la Compañía de Jesús, los fueros militares y eclesiásticos y perseguir a los liberales, aquellos que habían peleado valientemente para que él regresara al trono. Así la insurgencia ya no podía luchar por el rey y sus derechos; sin embargo, a los levantados no les parecía la idea de Fernando VII de establecer de nuevo una monarquía absoluta y dejar las cosas como estaban antes de 1808. A partir de ese momento, los insurgentes adoptaron la bandera de la independencia como propia. En 1815 las cosas empeoraron. Tras tomar la decisión de enviar un representante al Gobierno de Estados Unidos, el Congreso optó por dejar Puruarán para establecerse en la costa veracruzana y mantenerse en contacto con el exterior. Al pasar por Temascala, el Congreso fue atacado por los realistas; los insurgentes se dieron a la fuga de manera caótica, lo que facilitó las cosas a las tropas virreinales, quienes no tuvieron que esforzarse mucho para aprehender a Morelos. Tras un breve juicio que lo declaró culpable, fue sentenciado a muerte y ejecutado el 22 de diciembre de 1815 en San Cristóbal Ecatepec ( Tras la muerte del caudillo del sur, el futuro del movimiento insurgente parecía incierto. El Congreso acabó por disolverse y debido a que López Rayón, Rossains, Victoria, Terán y Cos se dedicaron a pelear entre ellos, quedaron como verdaderos líderes de la insurgencia en el centro Pedro Moreno y el padre Torres, y en el sur, Nicolás Bravo y Vicente Guerrero. El panorama era desesperanzador también para la mayor parte de la población de Nueva España, esa gente que sin participar en la guerra se veía afectada

por ella. La violencia sistemática, la escasez de alimentos, el alza continua de precios, la inseguridad en los caminos y otros factores habían cansado a la población que, en 1815, abogaba por el fin de la guerra sin importar quién ganara o quién perdiera.

Uno de los países europeos en el que tuvieron mayor difusión las ideologías de los movimientos independentistas americanos fue Inglaterra. Ahí se encontraban representantes de los movimientos insurgentes americanos como Simón Bolívar y fray Servando Teresa de Mier, quienes entraron en contacto con los liberales españoles expatriados tras el retorno de Fernando VII y formaron logias masónicas cuyo objetivo principal era ayudar a la independencia de América. Entre los liberales españoles más destacados que buscaron refugio en Inglaterra se encontraba el navarro Martín Xavier Mina Larrea ), personaje que continuamente ha sido confundido por algunos historiadores con su tío, Francisco Javier Espoz y Mina. A los 19 años, con motivo de la invasión napoleónica de 1808 a España, Xavier Mina se unió a la guerrilla española en donde era conocido como "el Mozo" o "el Estudiante". Su valentía y patriotismo exaltados lo convirtieron rápidamente en el ideal de joven español. En 1810 fue aprehendido por las tropas francesas y enviado a Vincennes, cárcel destinada a los presos políticos peligrosos. Tras la caída de Napoleón, Mina fue liberado y retornó a España, donde se encontró con un Fernando VII absolutista, que había traicionado a la Constitución de Cádiz y que perseguía a los liberales que habían luchado a su favor. Para cambiar las cosas, Mina intentó hacer un pronunciamiento en contra del rey pero fue descubierto y tuvo que huir a Francia, de la que debió salir cuando Napoleón regresó de su exilio forzoso. Inglaterra lo recibió por haber luchado contra los franceses entre 1808 y 1810; sin embargo, las autoridades se sentían incómodas con su presencia, ya que desconfiaban de su ideología republicana. Durante su estancia en Inglaterra en 1815, Mina entró en contacto con los agentes de la insurgencia hispanoamericana, especialmente con fray Servando Teresa de Mier, quien junto con otros exiliados convenció al navarro de encabezar una expedición a Nueva España basada en los siguientes supuestos: Como Nueva España era la joya más importante de la Corona española, pues de ella sacaba Fernando VII los recursos necesarios para mantenerse en el poder, si se emancipaba primero facilitaría la independencia del resto de Hispanoamérica. La insurgencia agonizaba, ya que carecía de líderes y jefes que la organizaran, por lo que era preciso mandar oficiales que impusieran el orden y la cohesión al movimiento. Era necesario darle pertrechos a Nueva España; por ende, también había que controlar un puerto en el Golfo de México que estuviera conectado con Estados Unidos, Jamaica y Europa. í. Se reconocían el Congreso de Chilpancingo y la Constitución de Apatzingán. Una vez establecidos los fines de la expedición, se hicieron los preparativos. Los únicos mexicanos que apoyaron económicamente a Mina fueron los hermanos Fagoaga, aunque recibió ayuda de otros hispanoamericanos así como de algunos oficiales españoles, ingleses, franceses e italianos. La expedición zarpó el 5 de mayo de 1816, pocos días después de que se hiciera pública en Londres la nueva del fusilamiento de Morelos, noticia que si bien desanimó a la expedición, no impidió que partiera. Antes de llegar a Nueva España, Mina dio la orden de parar en los puertos estadounidenses de Norfolk y Filadelfia para abastecer la expedición. Al llegar a las costas mexicanas en el Golfo, Mina y su expedición no encontraban un puerto donde desembarcar, ya que en su mayoría estaban en manos de los realistas. Tras muchos esfuerzos atracaron en Soto la Marina en abril de 1817. A partir de ahí, la expedición de

Mina se internó por el país para buscar a los grupos del padre Torres —ya fallecido— y de Pedro Moreno, a quien encontraron en el Fuerte Sombrero. La idea de Mina era tomar la ciudad de Guanajuato para dirigirse luego a la Ciudad de México. Durante su marcha, el navarro y sus hombres tuvieron victorias muy sonadas frente a los realistas en el Valle del Maíz, Peotillo y San Felipe; no obstante, jamás pudieron llegar a Guanajuato, ya que en octubre de 1817, al pasar por el rancho "El Venadito", Mina fue atrapado por el brigadier realista Pascual Liñán. Por el carisma y la simpatía que Mina generaba entre los jóvenes y militares, el virrey Juan Ruiz de Apodaca ordenó que lo fusilaran de inmediato a la vista de sus compañeros, el 11 de noviembre de 1817. Pascual Liñán, acérrimo perseguidor de Mina, escribió en su parte al virrey: "[...] cayó herido por la espalda, sintiendo sólo que se le diese la muerte de un traidor de donde se deja conocer [...] que su extravío fue más bien objeto de una imaginación acalorada, que de perversidad de corazón".' La doctora Guadalupe Jiménez Codinach explica que fueron tres los motivos del fracaso de la expedición de Mina: 1. No había ningún puerto insurgente donde desembarcar. El Congreso insurgente ya no existía, por lo que sus agentes en el exterior no recibieron apoyo de Estados Unidos. Al llegar Mina a Nueva España, se encontró no con un pueblo que luchaba por imposición del liberalismo, sino con un grupo de individuos que se disputaban el poder entre sí y que a pesar de que anhelaban la independencia no poseían ideas republicanas. Aunque la expedición de Mina falló al no poder lograr la independencia del país ni la convivencia entre españoles y mexicanos, es un hecho que ayudó a la causa insurgente, ya que algunos de los acogidos al indulto ofrecido por Apodaca en 1816 regresaron a la insurgencia tras haber visto el ejemplo de Mina. Con todo, ello no implica que las cosas marcharan bien para la insurgencia.

Vicente Ramón Guerrero Saldaña se unió al movimiento insurgente desde sus inicios, aunque comenzó a destacar como militar bajo las órdenes de Morelos. A la muerte de éste, se convirtió junto con Juan Álvarez, Pablo Galeana e Isidro Montes de Oca en uno de los caudillos sureños más destacados y, para algunos historiadores, el único líder notable de la causa insurgente desde 1816 hasta la consumación de la Independencia en 1821 ( ) . A principios de 1817, las tropas insurgentes fueron derrotadas por los realistas, encabezados por el coronel realista José Gabriel de Armijo, quien tras su triunfo se dirigió a Xonacatlán para sitiar a Guerrero. Al principio, Armijo intentó negociar con el caudillo ofreciéndole el indulto, pero al rechazarlo éste, el sitio se hizo más férreo y Guerrero no tuvo otra opción que romperlo. El guerrillero alcanzó su objetivo, pero muchos de los insurgentes murieron y casi todos los que sobrevivieron se indultaron, lo que ocasionó serias dificultades a la guerrilla pues, desde ese momento, colaboraron con los realistas. Entonces, Guerrero tomó la decisión de acercarse a Guadalupe Victoria, para adquirir armas, y a la Junta de Jaujilla, que desde 1816 se había establecido como la máxima autoridad reconocida por los insurgentes, para ponerse a sus órdenes. Hecho lo anterior, se dirigió a Tierra Colorada para ponerse en contacto con Nicolás Bravo, quien tras algunas escaramuzas cayó prisionero. Perseguido por Armijo, Guerrero se refugió junto con Isidro Montes de Oca y Pablo Galeana en Tierra Caliente.

Los acontecimientos de los primeros meses de 1818 fueron prometedores para los insurgentes sureños. En marzo, la Junta de Jaujilla nombró a Vicente Guerrero general en jefe de las fuerzas del sur en un intento por unificar el movimiento independentista en la región. Acto seguido, con la ayuda de los indios del lugar, Guerrero e Isidro Montes de Oca construyeron un fuerte en el cerro de Santiago, también conocido como de Barrabás, y después una maestranza en Cohauyutla que serviría como fundición de piezas de artillería. Pero Armijo tomó con relativa facilidad el fuerte y reinició la persecución del general en jefe de las tropas del sur, la cual duró hasta el mes de mayo, cuando los insurgentes, encabezados por Guerrero, derrotaron a las tropas realistas en Zacatula. En su retirada, Armijo inutilizó y enterró la artillería, incendió las poblaciones y plantíos de tabaco, y destruyó las trincheras y los sembradíos de maíz. Podría decirse que éste fue el principio del fin. En la Batalla de El Tamo, Guerrero venció a los realistas con 800 hombres, victoria que fue significativa también porque permitió que su ejército aumentara a 1800 milicianos. A partir de ese momento, la guerrilla sureña entró en una fase de ascenso. Guerrero consolidó su posición en Tierra Caliente, lo que le permitió instalar una junta de gobierno a fin de dotar a su movimiento de una instancia civil. Posiblemente, un elemento fundamental para el triunfo de Guerrero fue que contó con el apoyo del pueblo. De éste salieron no sólo los hombres, sino también todos los recursos para sostener a la guerrilla. A pesar de que las cosas mejoraron para Guerrero en 1818, la independencia aún se veía lejana. La situación se encontraba en un estado crítico, pues sus líderes estaban encarcelados (López Rayón y Bravo), otros habían muerto (el padre Torres y José María Liceaga) y otros más se habían acogido al indulto del virrey Apodaca. 6 Se hacía necesario un hombre o grupo que revitalizara el movimiento insurgente y que lo organizara para sacarlo del marasmo en el que se encontraba. Pasaría poco tiempo para que ese grupo y ese individuo aparecieran.

L El periodo comprendido entre los años de 1818 y 1820 fue de gran tensión política en España. Como hemos visto, el regreso de Fernando VII al trono en 1814 generó descontento entre los sectores liberales españoles, quienes veían que la Corona regresaba a sus prácticas absolutistas y reaccionarias. Hubo muchos pronunciamientos liberales en contra del monarca, mas ninguno tuvo la cohesión suficiente y el apoyo necesario para triunfar. Por otro lado, había sectores del ejército español que también estaban descontentos con la política seguida por el rey. Ello era consecuencia de los contactos que mantenían con grupos de liberales, masones, agentes hispanoamericanos e ingleses. Fue tanta la influencia de estos grupos sobre el ejército, que muchos oficiales españoles eran contrarios a la reconquista de Hispanoamérica y simpatizaban con las causas independentistas. Esta coyuntura política en la que los liberales, masones y militares se mostraban contrarios a la política absolutista de Fernando VII, hizo que en 1819 comerciantes, oficiales del ejército, nobles, eclesiásticos, intelectuales y jóvenes de todo tipo empezaran a conspirar en contra del monarca. La ventaja que tuvo este movimiento frente a sus predecesores es que contó con el apoyo de los militares acuartelados en Cádiz. El 1 de enero de 1820, el coronel Rafael del Riego ( I _7) y el segundo regimiento de Asturias se levantaron en Cabeza de San Juan (Cádiz) exigiendo el regreso de la Constitución de Cádiz. En realidad, Del Riego no sólo quería imponer un orden constitucional en España, sino también evitar que él y su regimiento fueran enviados a América a pelear en una guerra que no tenía sentido por estar ya perdida. El movimiento se generalizó rápidamente por España. En Madrid, Pamplona, Barcelona, La Coruña y otras ciudades importantes hubo motines callejeros en favor de Del Riego que no pudieron ser controlados por las autoridades.

En Madrid se complicaron aún más las cosas para el monarca cuando el conde de Bisbal y el general Ballesteros, llamados para enfrentarse a los levantados, secundaron el movimiento. A Fernando VII no le quedó otra opción que jurar la Constitución en marzo de 1820, de forma un tanto cínica,' pues comentó: "Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional". A partir de julio de ese mismo año, las Cortes iniciaron sus trabajos e impusieron principios liberales, como la disolución de las órdenes monásticas, la secularización y desamortización de los bienes eclesiásticos, la libertad de imprenta, etcétera. Mientras tanto, el 24 de julio de 1820 se publicó en Nueva España un manifiesto de Fernando VII en el que ofrecía disculpas al pueblo por haber abolido la Constitución de Cádiz y admitía haber cometido un error. Entre agosto y septiembre de 1820 se aplicaron en la capital reformas de corte liberal, como la libertad de imprenta, la supresión del tributo indígena, la abolición de la Inquisición, de los azotes y de la prueba de la nobleza para entrar a las academias militares. El virrey apoyó estas reformas y no hubo oposición popular a ellas. La afirmación anterior, sin embargo, se contrapone a la hipótesis generalizada de que el regreso de la Constitución de Cádiz a España provocó en Nueva España una contrarrevolución de la élite criolla, la cual promovió la independencia para desligarse de la Constitución que tanto afectaba sus intereses.

El argumento principal para afirmar que la aplicación de la Constitución de 1812 en España no fue el factor que avivó los afanes independentistas en Nueva España es el siguiente: mientras que en Nueva España se supo en julio de 1820 que Fernando VII había jurado la Carta Magna, el Plan de la Profesa, con el que resurgió la insurgencia novohispana, se llevó a cabo entre abril y mayo de ese mismo año, es decir dos o tres meses antes de que se conocieran los acontecimientos españoles. El reavivamiento del sentimiento independentista en territorio nacional se debió más a la forma de actuar del gobierno liberal español del Trienio Constitucional. Esencialmente, los liberales españoles se desempeñaron como lo había hecho la monarquía absoluta en el sentido de que atentaban contra los intereses de los americanos. Fueron varios los elementos que pusieron en evidencia este hecho. En primer lugar, la Constitución de 1812 quitaba a los indios las ventajas dadas por las Leyes de Indias; suprimía el sistema administrativo de América vigente desde hacía tres siglos, no otorgaba la ciudadanía a las castas, mujeres y criados y obligaba a la prueba de hidalguía para los interesados en ocupar puestos públicos. El gobierno liberal expulsó a los jesuitas, extinguió los mayorazgos y abolió el fuero militar para las milicias radicadas en América. Este último punto causó malestar entre los oficiales y soldados, pues pensaban que habían sido los americanos realistas los que lucharon por la causa española, para que, en pago, cuando llegaran los liberales al poder en España no les reconocieran sus logros. Una vez explicado el reavivamiento de la causa independentista, veamos cómo se logró este objetivo. En 1820 se reunieron

en la iglesia de la Profesa (Ciudad de México) abogados, militares, terratenientes, clérigos y comerciantes para discutir cuestiones de carácter político. Las conclusiones a las que llegaron eran que se debía buscar la independencia del país de una vez por todas y que se encomendaría tal labor al militar, hasta entonces realista, 4 1.). Algunos de los conspiradores de la Profesa lograron Agustín de Iturbide ('

convencer al virrey de que nombrara a Iturbide encargado de la Comandancia del Sur. Mientras que Apodaca pensaba que Iturbide podía dialogar con Vicente Guerrero y negociar la pacificación del territorio sin cambiar el gobierno, los conjurados tenían otra idea, pues pensaban que Iturbide podría ser el líder que unificara la insurgencia. Al principio, Iturbide combatió a Guerrero y Ascencio, pero al ser derrotado pensó que era preferible pactar. Escribió en diversas ocasiones a Guerrero y éste, tras muchas dudas, se unió a Iturbide en un acto emotivo que ha pasado a la historia como "el abrazo de Acatempan". En esta reunión, ambos líderes juraron el Plan de Iguala — documento en el que se establecían los elementos básicos de gobernabilidad para el imperio mexicano — y crearon un ejército basado en tres principios: Religión (católica), Unión (entre españoles y americanos) e Independencia (del imperio mexicano), de ahí que a este ejército se le conociera como de las Tres Garantías o Trigarante. A partir de este momento, Iturbide llevó a cabos dos campañas paralelas. Una era diplomática, en la que de forma oral y escrita pretendía convencer a los representantes de distintas fracciones, especialmente a los aún realistas, para que se unieran a la causa de la independencia. Sabemos que entró en negociaciones con jefes militares, obispos y hasta con el virrey Apodaca quien, por supuesto, se negó. La otra campaña fue militar, que duró siete meses y se desenvolvió en tres áreas geográficas: la del centro occidente, que estaba comandada por Iturbide, Guerrero, Pedro Celestino Negrete y Anastasio Bustamante; la oriental, dirigida por Nicolás Bravo y Antonio López de Santa Anna, y la sur, que estaba en manos de Antonio León. Entre los triunfos militares, la deserción de tropas virreinales y la difusión y aceptación del Plan de Iguala, los insurgentes avanzaron rápidamente en su camino hacia la Ciudad de México. Estos éxitos rebeldes generaron descontento entre los militares que acababan de llegar de España y vieron que la situación era desastrosa para los intereses de la Corona porque el virrey Apodaca no era competente en materia militar. En consecuencia, lo depusieron e instalaron en su lugar a Pascual Liñán, aquel brigadier que cinco años antes había fusilado a Martín Xavier Mina. A pesar de este cambio, los realistas poco pudieron hacer para detener a los insurgentes. El 2 de agosto de 1821, Iturbide se apoderó de la ciudad de Puebla y ahí se enteró de la llegada del nuevo virrey, Juan de O'Donojú. Este hombre era un liberal que simpatizaba en cierta medida con la causa independentista y que, como militar, sabía que todo estaba perdido para España ya que solamente las ciudades de Veracruz y México se hallaban en manos realistas. Fue este contexto el que motivó a O'Donojú a entrevistarse con Iturbide. El 24 de agosto, Iturbide y el nuevo virrey se encontraron en Villa de Córdoba, en donde el primero explicó a O'Donojú el Plan de Iguala. Tras conferenciar con el líder insurgente, el virrey aceptó firmar los Tratados de Córdoba, que eran el reconocimiento del Plan de Iguala pero con una modificación sustancial: en el artículo 4o. se especificó que si España no mandaba a un representante, el reino escogería a su monarca. Asimismo, en esta reunión se acordó que se nombraría a O'Donojú capitán general y jefe político superior, una vez obtenida la independencia. Firmados los Tratados de Córdoba, los insurgentes se enfilaron a la Ciudad de México. Por el tamaño y la fuerza del ejército Trigarante, la guarnición que defendía la ciudad decidió no oponer resistencia y permitir la entrada de los revolucionarios el 27 de septiembre de 1821, con lo que se consumó la Independencia de México.

León, 28 de abril de 1821 Exmo. Sr. Penetrado de un vivo sentimiento, he visto que mis sanas ideas de Yndependencia y felicidad de estos países, no se han infundido en el corazón de V.E. Por el contrario, denigrando mis planes a la faz del mundo, llama hipocresía a mis sentimientos religiosos, ambición a mi desinterés, ingratitud a mi Patriotismo; y cedición a mi filantropía ¡Qué dolor, Sr. Exmo., que no pueda V.E. contestar a la razón con razones, sino con sarcasmos y dicterios! Buena dicha es por cierto tener que combatir de tan raro modo a la verdad y a la justicia, despreciando la moral por sostener un partido marcado por todas sus fases con el sello de la iniquidad. Concedo a V.E. que es responsable a la España de todo este continente; pero V.E. no me negará que también es responsable al cielo de todos los males que va a producir una guerra furiosa que puede evitar. Mas si en las responsabilidades que a V.E. le ofrecen entre Dios y la España, pesa más ésta, buen provecho le haga. Si se ve la cosa por el orden político, permítame V.E. le pregunte ¿qué es para V.E. la Corte de Madrid? ¿Qué podrá valerle la micerable Península en la turvulenta época de sueños, trastornos y miceria? Y viceversa ¿Quanta podría ser la familia de Apodaca en la basta y opulenta América, franca y agradecida? Mas si ni la religión ni el fuero temporal bastan a convencer esos sentimientos de mal entendido honor en que se apoya VE., y cree que con mi muerte remachará los grillos de mi Patria, se engaña con ello; porque abundan aquí Paisanos míos, más aptos que yo, para concluir mi empresa más felizmente. Sea tarde o temprano el Septentrión de América debe separarse de España, aunque pese al tiranismo, y estoy persuadido, según lo que palpo, de que para concluir mi obra no necesitaré de los socorros que puedan franquearme las Naciones extrangeras con quienes he cuidado de entablar relaciones. En ellas se parlará algún día la conducta con que me he governado, y aunque no aspiro a sus elogios, me congratulo de estar indeminizado ante Dios y los hombres del modo y términos con que substraigo a mi Patria de sus asesinos y ladrones. Extrañará a V.E. mi idioma, pero ya es punto contestar en el mismo en que hablan, y plegue a Dios que no haga lo propio con respecto a las armas; porque... En fin, no ll egue el día en que pese a V.E. su obstinada resolución, sino que conociendo cuán iguales son los derechos de todo hombre, penetre quán justas, racionales y ordenadas son las reclamaciones de los infelices Americanos, y que su defensor amante ha convidado a V.E. con su bien y la paz, que fueron los preludios y voces de mi empresa. Deseo el bien de V.E., y veo que será transcedental a mi patria en la que debiendo hacer inmortal su nombre, reusa una suerte qual ningún otro español habrá disfrutado. Mas si mis insinuaciones se desprecian, no por eso dejaré de cumplir mis deberes; pues estoy en la palestra comprometido a obrar con la energía y tesón que lo grande de la obra demanda. V.E. por su parte hará lo amismo, y repito sentiré el que sea una víctima desgraciada de su sistema, pues ciertamente apetece su bien este su servidor atento q.b.s.m. Agustín de Iturbide México D.F., Archivo del Colegio de Vizcaínas, Est. 5, Tabla 5, n. 2, f. 9.

Tratados de Córdoba 1. Esta América se reconocerá por nación soberana e independiente, y se llamará en lo sucesivo imperio mexicano. 2. El gobierno del imperio será monárquico, constitucional moderado.

3, Será llamado a reinar en el imperio mexicano (previo el juramento que designa el Art. 4° del plan) en primer lugar el señor don Fernando VII Rey católico de España; y por su renuncia o no admisión, su hermano el serenísimo señor infante don Carlos; por su renuncia o no admisión, el serenísimo señor infante don Francisco de Paula; por su renuncia o no admisión, el señor don Carlos Luis, infante de España, antes heredero de Etruria, hoy de Luca; y por la renuncia o no admisión de éste, el que las Cortes del imperio designaren. 4. El emperador fijará su corte en México, que será la capital del imperio. 5. Se nombrarán dos comisionados por el Exmo. señor O'Donojú los que pasarán a las Cortes de España a poner en las reales manos del señor don Fernando VII copia de este tratado y exposición que le acompañará para que le sirva a S.M. de antecedente, mientras las Cortes del imperio le ofrecen la corona con todas las formali dades y garantías que asunto de tanta importancia exige; y suplican a S.M. que, en el asunto del artículo 3°, se digne noticiarlo a los serenísimos señores infantes ll amados por el mismo artículo por el orden que en él se nombran, interponiendo su benigno influjo para que sea una persona de las señaladas de su augusta casa la que venga a este imperio, por lo que se interesa en ello la prosperidad de ambas naciones, y por la satisfacción que recibirán los mexicanos en añadir este vínculo a los demás de amistad con que podrán y quieren unirse a los españoles. 6. Se nombrará inmediatamente, conforme al espíritu del plan de Iguala, una junta compuesta de los primeros hombres del imperio, por sus virtudes, por sus destinos, por sus fortunas, representación y concepto, de aquellos que están designados por la opinión general, cuyo número sea bastante considerado para que la reunión de luces asegure el acierto en sus determinaciones, que serán emanaciones de la autoridad y facultades que les conceden los artículos siguientes. 7. La junta de que trata el artículo anterior se llamará Junta Provisional Gubernativa. 8. Será individuo de la Junta Provisional de Gobierno el teniente general don Juan O'Donojú, en consideración a la conveniencia de que una persona de su clase tenga una parte activa e inmediata en el gobierno, y de que es indispensable omitir algunas de las que estaban señaladas en el expresado plan en conformidad de su mismo espíritu. 9. La Junta Provisional de Gobierno tendrá un presidente nombrado por ella misma, y cuya elección recaerá en uno de los individuos de su seno, o fuera de él, que reúna la pluralidad absoluta de sufragios; lo que si en la primera votación no se verificase, se procederá a segundo escrutinio, entrando a él los dos que hayan reunido más votos. 10. El primer paso de la Junta Provisional de Gobierno será hacer un manifiesto al público de su instalación y motivos que la reunieron, con las demás explicaciones que considere convenientes para ilustrar al pueblo sobre sus intereses y modo de proceder en la elección de diputados a Cortes, de que se hablará después. 11. La Junta Provisional de Gobierno nombrará, en seguida de la elección de su presidente, una regencia compuesta de tres personas, de su seno o fuera de él, en quien resida el Poder Ejecutivo y que gobierne en nombre del monarca hasta que éste empuñe el cetro del imperio.

12. Instalada la Junta Provisional, gobernará interinamente conforme a las leyes vigentes en todo lo que no se oponga al plan de Iguala, y mientras las Cortes formen la constitución del Estado. 13. La regencia, inmediatamente después de nombrada, procederá a la convocación de Cortes, conforme al método que determinare la Junta Provisional de Gobierno; lo que es conforme al espíritu del artículo 24 del citado plan. 14. El Poder Ejecutivo reside en la regencia, el Legislativo en las Cortes; pero como ha de mediar algún tiempo antes que éstas se reúnan, para que ambos no recaigan en una misma autoridad, ejercerá la Junta el poder Legislativo: primero, para los casos que puedan ocurrir y que no den lugar a esperar la reunión de las Cortes, y entonces procederá de acuerdo con la regencia: segundo, para servir a la regencia del cuerpo auxiliar y consultivo en sus determinaciones. 15. Toda persona que pertenece a una sociedad, alterado el sistema de gobierno, o pasando el país a poder de otro príncipe, queda en el estado de libertad natural para trasladarse con su fortuna adonde le convenga, sin que haya derecho para privarle de esta libertad, a menos que tenga contraída alguna deuda con la sociedad a que pertenecía, por delito o de otro de los modos que conocen los publicistas. En este caso están los europeos avecindados en Nueva España y los americanos residentes en la Península; por consiguiente, serán árbitros a permanecer, adoptando esta o aquella patria, o a pedir su pasaporte, que no podrá negárseles, para salir del reino en el tiempo que se prefije, llevando o trayendo consigo sus familias y bienes; pero satisfaciendo a la salida, por los últimos, los derechos de exportación establecidos o que se establecieren por quien pueda hacerlo. 16. No tendrá lugar la anterior alternativa respecto de los empleados públicos o militares, que notoriamente son desafectos a la independencia mexicana; sino que éstos necesariamente saldrán de este imperio, dentro del término que la regencia prescriba, llevando sus intereses y pagando los derechos de que habla el artículo anterior. 17. Siendo un obstáculo a la realización de este tratado, la ocupación de la capital por las tropas de la península, se hace indispensable vencerlo; pero como el primer jefe del ejército imperial, uniendo sus sentimientos a los de la nación mexicana, desea no conseguirlo con la fuerza, para lo que le sobran recursos, sin embargo del valor y constancia de dichas tropas peninsulares, por la falta de medios y arbitrios para sostenerse contra el sistema adoptado por la nación entera, don Juan O'Donojú se ofrece a emplear su autoridad, para que dichas tropas verifiquen su salida sin efusión de sangre y por una capitulación honrosa. Villa de Córdoba, 24 de agosto de 1821. Agustín de Iturbide. Juan O'Donojú. Es copia fiel de su original que queda en esta comandancia general. José Joaquín de Herrera. Como ayudante secretario, Tomás Illañez. —









Plan de Iguala y Tratados de Córdoba. Agustín de Iturbide, 1821

Luis Villoro ha observado que una de las paradojas de la Guerra de Independencia es que fue consumada por sus enemigos originales. En el Plan de Iguala y los tratados celebrados en la Villa de Córdoba entre Iturbide y O'Donojú, se plantea el fin de una era y el principio de otra. La monarquía moderada se ofrece como la forma de gobierno propia para elegir a los mexicanos.

Lectura

Dictamen reservado del Conde de Aranda al Rey Carlos 111 sobre la Independencia de las Colonias Inglesas de América. 1873

Aun cuando se ha discutido la paternidad del Conde de Aranda de este brillante documento, es de interés tomarlo como prefacio a las que serán las relaciones internacionales de Estados Unidos y la América hispana, y también por la proposición de crear reinos independientes en las colonias del imperio español. Señor: El amor que profeso a Vuestra Majestad, el justo reconocimiento a las honras con que me ha distinguido y el afecto que tengo a mi Patria me mueven a manifestar a la soberana atención de Vuestra Majestad un pensamiento que juzgo del mayor interés en las circunstancias presentes... Las colonias americanas han quedado independientes; éste es mi dolor y recelo. Esta República Federativa ha nacido, digámoslo así, pigmea, porque la han formado y dado el ser dos potencias como son España y Francia, auxiliándola con sus fuerzas para hacerla independiente. Mañana será gigante, conforme vaya consolidando su constitución y después un coloso irresistible en aquellas regiones. En este estado se olvidará de los beneficios que ha recibido de ambas potencias y no pensará más que en su engrandecimiento. La libertad de religión, la facilidad de establecer las gentes en términos inmensos y las ventajas que ofrece aquel nuevo gobierno, llamarán a labradores y artesanos de todas las naciones, porque el hombre va donde piensa mejorar de fortuna y dentro de pocos años veremos con el mayor sentimiento levantado el coloso que he indicado. Engrandecida dicha potencia anglo-americana debemos creer que sus miras primeras se dirijan a la posesión entera de las Floridas para dominar el seno mexicano. Dado este paso, no sólo nos interrumpirá el comercio con México siempre que quiera, sino que aspirará a la conquista de aquél vasto imperio, el cual no podremos defender desde Europa contra una potencia grande, formidable, establecida en aquel continente y confinante con dicho país... Después de las más prolijas reflexiones que me han dictado mis conocimientos políticos y militares y del más detenido examen sobre una materia tan importante, juzgo que el único medio de evitar tan grave pérdida, y tal vez otras mayores es el que contiene el plan siguiente: Que Vuestra Majestad se desprenda de todas las posesiones del continente de América quedándose únicamente con las Islas de Cuba y Puerto Rico en la parte septentrional y algunas que más convengan en la meridional con el fin de que ellas sirvan de escala o depósito para el comercio español. Para verificar este vasto pensamiento de un modo conveniente a la España se deben colocar tres infantes de América: el uno del rey de México, el otro del Perú y el otro de los restantes de Tierra Firme, tomando Vuestra Majestad el título de Emperador. ;Las condiciones de esta grande cesión pueden consistir en que los tres soberanos y sus sucesores reconocerán a Vuestra Majestad y a los príncipes que en adelante ocupen el trono español por suprema cabeza de la familia. Que el rey de Nueva España le pague anualmente, por

la cesión de aquél reino,

una contribución de los marcos de la plata en pasta o barras para acuñarlo en moneda en las casas de Madrid y Sevilla.

Que el del Perú haga lo mismo con el oro de sus dominios y que el de la Tierra Firme envíe cada año su contribución en efectos coloniales, especialmente tabaco para surtir los estancos reales de estos reinos. Que dichos soberanos y sus hijos casen siempre con infantes de España o de su familia y las de aquí con príncipes o infantes de allá, para que de este modo subsista siempre una unión indisoluble entre las cuatro coronas, debiendo todos jurar estas condiciones a su advenimiento al trono. Que las cuatro naciones se consideren como una en cuanto a comercio recíproco, subsistiendo perpetuamente entre ellas la más estrecha alianza ofensiva y defensiva para su conservación y fomento. Que no pudiendo nosotros surtir aquellas colonias de los artefactos que necesitan para su uso sea la Francia, nuestra aliada, la que provea de cuantos artículos no podamos nosotros suministrarlas, con exclusión absoluta de la Inglaterra, a cuyo fin apenas los tres soberanos tomen posesión de sus reinos, harán tratados formales de comercio con la España y Francia, excluyendo a los ingleses y, como serán potencias nuevas, puedan hacer en esta parte lo que libremente les acomode. Las ventajas de este plan son que la España, con la contribución de los tres reyes del Nuevo Mundo, sacará mucho más producto líquido que ahora de aquellas posesiones; que la población del reino se aumentará sin la emigración continua de gentes que pasan a aquellos dominios; que establecidos y unidos estrechamente estos tres reinos, bajo las bases que he indicado, no habrá fuerzas en Europa que puedan contrarrestar su poder en aquellas regiones, ni tampoco el de España y Francia en este continente; que además, se hallarán en disposición de contener el engrandecimiento de las colonias americanas o de cualquiera nueva potencia que quiera erigirse en aquella parte del mundo; que España, por medio de este tráfico, se despachará bien el sobrante de sus efectos y adquirirá los coloniales que necesite para su consumo; que con este tráfico podrá aumentar considerablemente su marina mercante y por consiguiente la de guerra para hacerse respetar en todos los mares; que con las islas que he dicho no necesitamos más posesiones, fomentándolas y poniéndolas en el mejor estado de defensa, y sobre todo, disfrutaremos de todos los beneficios que producen las Américas sin los gravámenes de su posesión. Ésta es la idea por mayor que he formado de este delicado negocio. Si mereciese la soberana aprobación de Vuestra Majestad la extenderé, explicando el modo de verificarla con el secreto y precauciones debidas, para que no lo trasluzca la Inglaterra hasta que los tres infantes estén en camino, más cerca de América que de Europa, para que no puedan impedirlo. ¡Qué golpe terrible para el orgullo inglés! Pero esto no importa, por que se pueden tomar providencias anticipadas que precavan los efectos de resentimientos.

Una de las características de la lucha por la independencia fue la aparición de nuevos términos para referirse a nuevas situaciones y fenómenos. Con el tiempo, tales términos han sido utilizados tan a menudo que se han incorporado a nuestro vocabulario. Son muchos los casos, pero nos ocuparemos especialmente de dos: "insurgentes" y "México". A lo largo de este capítulo hemos llamado "insurgentes" a aquellos que se levantaron, primero contra el mal gobierno de la Ciudad de México y que luego buscaron la independencia de Nueva España. El término se utilizó por primera vez en Nueva España en un documento realista escrito en 1810, de tal forma que se puede decir que fueron las autoridades virreinales las que bautizaron así a los levantados. Al principio, éstos no aceptaban que se les denominara "insurgentes", pues el término tenía una connotación peyorativa. Con el tiempo, esta postura cambió y para 1812 lo aceptaban, ya que se dieron cuenta de

que fue la misma palabra que se usó para denominar a los españoles que pelearon contra Napoleón: "Se le acusa [a la nación americana] de rebelde del mismo modo que Bonaparte a los que no le reconocen por soberano y para que nada falte a la similitud entre uno y otro casos, los nombres de que se usa son los mismos. Insurgentes llama Napoleón a los españoles que le han resistido, insurgentes dice el virrey que son los que no se sujeten a su 8 dominación. Y si aquél es justamente execrado, éste ¿por qué no ha de serlo también?" . A partir de este momento, los "insurgentes" tuvieron cierto orgullo de portar el apelativo. Fue en 1821, con el Plan de Iguala, cuando la palabra "insurgente" comenzó a perder fuerza y fue sustituida por "independiente" y "trigarante". Un caso interesante es el término "México" utilizado para designar el territorio que comprendía anteriormente Nueva España. ¿En qué momento Nueva España se transformó en México? Durante el periodo virreinal; hay documentos en los que aparece la palabra "México", pero siempre haciendo referencia a la ciudad y no al país. En diferentes momentos de su aventura, Hidalgo siempre hizo referencia a América y sólo utilizó los términos de "México" y "mexicanos" para señalar la capital del virreinato y sus habitantes. Por otra parte, Morelos no utilizó el término "Nueva España" en ningún momento y, según su ideología, comenzó a identificar más a América con el Anáhuac y el águila mexicana. El problema de buscar los orígenes del nombre de nuestra nación es que entre 1810 y 1815 Nueva España recibió una gran cantidad de denominaciones: "América", "América Septentrional", "América Mexicana" y "Anáhuac". Una de las fuentes más interesantes proviene de la Gaceta de Tejas del 25 de mayo de 1813, cuando hizo referencia a "Estados Unidos de México", nombre que adoptó oficialmente el país en 1824 y que es similar al que tenemos en la actualidad. A partir de 1816 apareció el término de "República Mexicana" para designar a Nueva España; sin embargo, no se generalizó mucho entre los insurgentes. La bandera de esta república tenía un escudo en el que, sobre un campo de plata, aparecía un águila con una culebra en el pico, descansando encima de un nopal ubicado en medio de un lago. Este hecho es importante, ya que marcó el inicio de la identificación de México —el país— con el pasado mexica. En 1821, con los Tratados de Córdoba, quedó establecido el nombre del país: "Imperio Mexicano", y el de sus habitantes: mexicanos. Al respecto, Iturbide dijo: "Mexicanos, ya estáis en el caso de saludar a la patria independiente como os anuncié en Iguala [...] Ya sabéis el modo de ser libres; a vosotros os toca señalar el de ser felices [...]".

La Independencia mexicana tiene como causas la invasión napoleónica a España, el encarcelamiento de la familia real hispana en Francia; así como los excesos cometidos por las casas reinantes españolas durante varios siglos, la política de préstamos forzosos y las marcadas diferencias entre peninsulares y criollos —ambos españoles por ley, pero los primeros con más privilegios políticos que los segundos. Si bien se ha atribuido a Miguel Hidalgo la paternidad de la Independencia, lo cierto es que él reconocía a Fernando VII como autoridad legítima. En ese marco, fue José María Morelos y Pavón, su sucesor, el primero en referirse a la necesidad de independizar estas tierras del dominio español y gobernarlas bajo un régimen republicano. Sin embargo, el fusilamiento de Morelos, en 1815, sumió en un bache a la guerra por la Independencia en el que caudillos como Vicente Guerrero y Guadalupe Victoria, entre otros, lograron mantener viva la lucha en los ámbitos regionales. La llegada de Martín Xavier Mina pareció reavivar el movimiento, pero su muerte temprana lo impidió. A principios de 1820, la entrada en vigor de la Constitución de Cádiz causó el enojo de los peninsulares, a quienes el documento no reconocía su lealtad a la Corona en la lucha contra los independentistas y, además, les privaba de algunos derechos (como los fueros militares) considerados por ellos como fundamentales. Razón suficiente para que recurrieran a Agustín de Iturbide para buscar la Independencia, quien, a su vez, se alió con Vicente Guerrero, símbolo de la lucha independentista, en busca de la unificación del movimiento insurgente. Después de aliarse con Guerrero, Iturbide llevó a cabo cruentas campañas militares contra los españoles y al mismo tiempo les enviaba cartas sugestivas en las que invitaba a las autoridades políticas y religiosas del virreinato a que se unieran a su causa. Esta combinación de diálogo y combate rindió sus frutos el 27 de septiembre de 1821, con la consumación de la Independencia del país.

n 1821, Bataller decía que "No puede darse a los mexicanos mayor castigo que el que se

Figobiernen por sí solos".' Esta sentencia de desprecio colonial se convirtió a lo largo de

la primera mitad del siglo xtx en una realidad nacional. Los antecedentes de esta ingobernabilidad se pueden encontrar en la misma Independencia de México. Para algunos insurgentes, emanciparse de Nueva España era un fin y no un medio, es decir, se convirtió en el objetivo de la causa y no en un vehículo para obtener el gobierno. Esta confusión generó un fenómeno curioso, pues si bien al principio los insurgentes se unieron para conseguir la independencia, una vez lograda dio inicio una fragmentación política del país: monárquicos borbónicos, monárquicos iturbidistas, republicanos centralistas (conservadores) y federalistas (liberales) se disputaban el poder, unos para romper con el orden jurídico y político colonial y otros para continuarlo. Quedaba claro, entonces, que la formación de México como nación no sería el producto de la independencia, sino que, por el contrario, era una tarea que se debía realizar poco a poco. Es por ello que durante esta época observamos un movimiento político pendular en el que se pasó de la monarquía a la república, de la república federal a la centralista y viceversa. La creación de la nueva nación tuvo que pagar un precio muy alto: constantes luchas intestinas, movimientos separatistas, guerras con el extranjero y pérdida de territorio, todo originado por la falta de una conciencia y una identidad nacionales que unificaran a los mexicanos, de tal forma que parecía que hombres tan ilustres como Lucas Alamán, José María Mora, Valentín Gómez Farías y Lorenzo de Zavala eran primero federalistas o centralistas antes que mexicanos, cuando en realidad su mayor preocupación era forjar a México como nación. Ejemplo de esta falta de conciencia nacional fue la concepción que tenían los estados acerca del federalismo. Según éstos, ser federalista equivalía a ser totalmente autónomo y a tener la menor cantidad posible de vínculos con el centro, política que degeneró al grado de que cuando estalló la guerra contra Estados Unidos, sólo algunos estados apoyaron al gobierno federal en la lucha, mientras que la mayoría, por encontrarse lejos de la zona de conflicto, no se sintieron amenazados y no respaldaron a la supuesta federación.

Cuando el Ejército Trigarante entró a la Ciudad de México, a pesar de contar entre sus filas con Vicente Guerrero y Nicolás Bravo, los vítores del pueblo se dirigieron a Agustín de Iturbide, lo que ponía de manifiesto el protagonismo de este personaje en la última etapa de la lucha por la independencia. Iturbide, junto con Juan O'Donojú, procedió a organizar el gobierno conforme a lo estipulado en los Tratados de Córdoba. El 28 de septiembre se constituyó la Junta Provisional Gubernativa, cuya función sería de carácter legislativo. Entre sus filas se encontraban hombres ilustres y prominentes como Andrés Quintana Roo y José María Fagoaga, quienes eran todos amigos o gente estimada por Iturbide, por lo que no fue raro que nombraran al insurgente presidente de la Junta. Este organismo fue el encargado de redactar la Declaración de Independencia, una declaración de carácter político en la que se afirmaba que el único lazo que unía a México con la "madre patria" era la amistad. La Junta tenía como tarea primordial formular las bases de un Congreso constituyente formado por representantes de cada provincia. Era obligatoria la presencia de un clérigo secular, un militar, un abogado y miembros de los sectores de mayor significación en cada provincia (comerciantes, mineros, etcétera). Como siguiente paso para la organización del Estado mexicano, la Junta nombró la Regencia, organismo con funciones legislativas que debía gobernar hasta la proclamación del Imperio. Fueron cinco sus miembros: O'Donojú, Manuel de la Bárcena, José Isidro Yáñez, Manuel Velázquez de León e Iturbide como presidente; es decir, todos habían sido funcionarios del antiguo régimen.

Al poco tiempo, Juan O'Donojú murió de un ataque de pleuresía. Éste fue un duro golpe para la joven nación, ya que O'Donojú era visto como símbolo de unidad y seguridad que podía calmar a los partidarios de España en México. Los peninsulares, partidarios de la unión española y conocidos como borbonistas, pensaban que con esta muerte se debilitaba el vínculo entre españoles y mexicanos. Por su parte, los mexicanos pensaban que a partir de ese momento Iturbide no tendría alguien que lo contuviera en sus afanes monárquicos. Muchos criollos y mestizos no eran partidarios de la monarquía, pues temían que se transformara en un sistema despótico; en su lugar, proponían cl sistema republicano y ponían como modelo a Estados Unidos. La Junta cumplió con su compromiso de convocar a un congreso, que el 24 de febrero de 1822 se reunió con la finalidad de darle a la nación una constitución. En su primer documento, el organismo afirmó que: La soberanía popular radicaba en él. La religión sería oficial en todo el imperio. La forma de gobierno sería la monarquía constitucional moderada. Estipulaba la división e independencia de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Uno de los problemas principales del Congreso fue su composición. En él se encontraban individuos de diversas tendencias: borbonistas, iturbidistas, republicanos, masones, antihispanistas, hispanistas, en fin, estaba reunida toda una serie de posiciones antagónicas. Para algunos historiadores, ésta fue la gran contradicción del primer Congreso del México independiente. A diferencia de lo que se podría esperar, las relaciones entre Iturbide y el Congreso no fueron cordiales desde el principio. La mayoría de los congresistas estaban en contra de que Iturbide comenzara a concentrar el poder en sus manos, de ahí que se opusieran a que fuera a la vez miembro del ejecutivo y generalísimo del ejército, lo que le permitiría crear un ejército fuerte y leal a su persona y no a la nación. La situación empeoró cuando se publicó la noticia de que España no reconocía la independencia de México y que, por ende, el rey no enviaría a ninguno de sus descendientes. La noticia provocó una serie de movimientos dentro del Congreso: los borbonistas, al quedarse sin bandera, se dividieron; unos se enrolaron en el bando republicano mientras que otros apoyaron a los iturbidistas. Quienes salieron beneficiados por esta situación fueron los iturbidistas, que se convirtieron en la facción hegemónica. En la noche del sábado 18 de mayo de 1822, los sargentos del Regimiento de Celaya se reunieron, armaron a sus tropas y se lanzaron a las calles gritando "¡Viva Agustín I, emperador de México!". A este movimiento improvisado se le unieron otros militares y gente del pueblo. El temor de que Iturbide fuera coronado empezó a hacerse realidad cuando el ejército en masa redactó una solicitud en la que apoyaba el nombramiento de Iturbide como emperador. Al principio, el Congreso no estuvo dispuesto, pero las presiones del ejército y el pueblo fueron tan grandes que el 19 de mayo de 1822, por voz de Valentín Gómez Farías, declaró emperador de México a Iturbide ( ) , quien se coronó el 21 de julio. Luego de la entronización de Iturbide, el Congreso entró en una serie de debates en torno de los títulos que debían darse a la familia del emperador y la forma de crear una corte, hasta ese entonces inexistente en México. El que el Congreso haya coronado a Iturbide y se enfrascara en tal polémica no significó que cediera frente al emperador. De hecho, mantuvo sus atribuciones y hasta se adjudicó más, como la de nombrar a los ministros del Supremo Tribunal, derecho que antes era del ejecutivo. También quiso tener el derecho al veto de las leyes constitucionales y decretos fiscales emitidos por el ejecutivo, postura que generó serios problemas con el emperador. En este periodo, las logias masónicas tuvieron gran presencia política, pues unieron a todos los enemigos de Iturbide bajo los ideales del republicanismo. Entre los líderes de la oposición que planeaba dar un golpe de Estado contra el emperador se encontraban Mi-

guel Santa María, Mariano Michelena y Miguel Ramos Arizpe. La primera conspiración contra el imperio fue fijada para agosto de 1822. La idea era sublevar al ejército y llevar el Congreso a Texcoco, en donde declararía nula la elección de Iturbide. La conspiración fue descubierta y sus miembros encarcelados. Para sorpresa de algunos, entre los conjurados se encontraban 19 congresistas, lo que orilló a Iturbide a disolver el Congreso en octubre de 1822 y a sustituirlo con una Junta Nacional Instituyente, encargada de llevar los asuntos relacionados con la hacienda pública, formular una Constitución y poner las bases de un futuro Congreso constituyente. Esta farsa fue creída por muy pocos ya que al disolver el Congreso y reemplazarlo con una junta conformada por sus amigos, Iturbide intentaba crear un marco legal afín a sus intereses. Los levantamientos continuaron en agosto, septiembre y diciembre de 1822. El levantamiento de diciembre de 1822 fue importante. Entre sus líderes ideológicos se encontraba Miguel Santa María, quien se encargó de atraer a su movimiento a Antonio López de Santa Anna ( ). Este caudillo, primero realista y luego insurgente, estaba resentido con el emperador porque no le había cedido la capitanía general de Puebla. El 2 de diciembre de 1822, Santa Anna lanzó en Veracruz un plan de corte republicano en el que declaraba la nulidad del imperio. Al levantamiento se le unieron algunos caudillos insurgentes de prestigio, como Nicolás Bravo y Vicente Guerrero, y jefes del ejército imperial como Echeverri, Cortázar y Lobato. Al ver que el movimiento tenía tanto éxito, Santa Anna y los levantados redactaron el Plan de Casamata en febrero de 1823, en el que postulaban como su mayor objetivo la reinstalación del Congreso. Al principio, Iturbide no dio mayor importancia al movimiento, pero al ver cómo crecía, decidió ser cauteloso y reinstalar el Congreso, cuya principal ocupación fue estudiar si Iturbide debía seguir gobernando o no. Antes de que llegara a una decisión, el propio emperador abdicó, marchó con su familia a Veracruz y zarpó hacia Italia. Durante su estancia en Liorna, Iturbide tuvo conocimiento de los planes de la Santa Alianza para reconquistar México y regresar el gobierno a Fernando VII. En un arrebato de "nacionalismo", y creyendo que su figura aún tenía prestigio entre sus seguidores en México, se embarcó, sin saber que el 7 de mayo de 1824 el Congreso lo había declarado "traidor y fuera de la ley". El 15 de julio desembarcó en Soto La Marina, pero rápidamente fue descubierto, apresado, juzgado por el Congreso de Tamaulipas y fusilado en Padilla, cuatro días después de su desembarco. Así llegó a su fin el primer emperador mexicano.

Cuando abdicó Iturbide, las ideas republicanas comenzaron a tener una mayor difusión en la nación. A la vez, el Congreso decidió crear un nuevo órgano de autoridad llamado Supremo Poder Ejecutivo, que estaba integrado por tres personas: Nicolás Bravo, Guadalupe Victoria y Pedro Celestino Negrete. Este nuevo poder tuvo que enfrentarse a dos obstáculos serios durante su corta existencia (31 de marzo de 1823 al 10 de octubre de 1824): la obtención del reconocimiento de la independencia por parte de Europa, Estados Unidos y Sudamérica y la organización jurídica y política del país. Respecto al reconocimiento internacional hay varios puntos sobresalientes. Las naciones hispanoamericanas entablaron rápidamente relaciones con México; Colombia, Chile y Perú fueron las primeras. En enero de 1823, Estados Unidos reconoció a México como nación independiente, aunque hasta 1825 envió a un representante, Joel R. Poinsett, cuyas principales misiones fueron intervenir en la política interna y lograr que el Gobierno mexicano les vendiera Texas.

Con Inglaterra se entablaron contactos muy pronto, y en 1825 reconoció a México mediante el Tratado de Amistad y Comercio. Por otra parte, Francia, dados sus intereses comerciales, quería entablar relaciones diplomáticas con México, objetivo que logró en 1830. Países con políticas conservadoras como Prusia, Rusia y Austria no reconocieron al país e invitaron a España, Francia, Portugal y Suecia a unírseles en la Santa Alianza, que como ya dijimos, en 1823 ofreció a Fernando VII acabar con el gobierno liberal de Rafael de Riego y ayudarle a reconquistar los otrora territorios españoles en América. En cuanto a la organización jurídica y política del país, el Supremo Podcr Ejecutivo convocó a un nuevo Congreso con carácter de constituyente en el que las ideas republicanas predominaron ampliamente. Miguel Ramos Arizpe, fray Servando Teresa de Mier, Lorenzo de Zavala, Lucas Alamán, Carlos María Bustamante y Valentín Gómez Farías fueron algunos de los diputados republicanos más notables del Congreso. Tras el triunfo del republicanismo, el problema giró en torno de la república en que se convertiría México. Eran dos las tendencias preponderantes: un gobierno centralizado o una federación conformada por estados libres y soberanos en su régimen interno. Los centralistas alegaban que sólo ese sistema aseguraría la unidad del país, ya que "necesitamos unión, y la federación tiende a desunión; necesitamos fuerza y toda federación es débil por su naturaleza; necesitamos dar la mayor energía al gobierno, y la federación multiplica los obstáculos para hacer cooperar pronta y simultáneamente los recursos de la nación". 2 Por su parte, los federalistas recordaban la lejanía de las provincias norteñas respecto al centro y que sólo las autoridades locales conocían los problemas de su provincia. Mientras que en la capital el Congreso debatía la forma de gobierno que prevalecería en el país, se crearon juntas locales de gobierno en Coahuila, Texas, Nuevo León y Nuevo Santander (Tamaulipas) que se manifestaron por la federación. Siguieron este ejemplo Yucatán, Jalisco, Zacatecas, Puebla y Oaxaca. La presión que ejercieron sobre el centro, así como la desincorporación de Guatemala para formar las Provincias Unidas de Centroamérica, fueron lo suficientemente fuertes como para causar mella en el Congreso, el cual aprobó el 31 de enero de 1824 un acta constitutiva' que estructuraba el gobierno del país en su artículo 5o.: "La nación adopta para su gobierno la forma de República representativa, popular y federal". El 4 de octubre de 1824, el Congreso promulgó la Constitución, cuyos artículos más importantes eran del lo. al 80., 25, 74 y 75, 123 a 126 y el 157, pues eran los que organizaban jurídica y políticamente a la nación. Entre los puntos más destacados de este documento, están los siguientes: la forma de gobierno sería republicana, representativa, popular y federal; la federación quedaría integrada por 19 estados y cuatro territorios;

la división de poderes se daría a nivel local y federal; el ejecutivo estaría en manos del presidente, mientras que el legislativo en el Congreso y el judicial en una Corte Suprema de Justicia; la función del vicepresidente sería sustituir al presidente en la ausencia total o definitiva de éste; la religión oficial de la República sería la católica y se debía convocar a elecciones presidenciales lo más pronto posible. Conforme a lo estipulado en la Constitución, el Congreso llamó a comicios, los cuales fueron ganados por José Miguel Ramón Fernández y Félix (mejor conocido como Gua-

Victoria) como presidente y Nicolás Bravo como vicepresidente. ) estaba consciente de las diferencias ideológicas que dividían a Victoria ( los políticos mexicanos, de ahí que optase por superarlas conformando un gabinete con miembros de diversas tendencias políticas. Este factor, junto a la supresión del iturbidismo y la llegada de los préstamos ingleses, dieron estabilidad al gobierno de Victoria y dalupe

explican por qué fue el único presidente que se mantuvo en el poder durante los cuatro años que marcaba la Constitución.

El cuatrienio de Victoria se caracterizó por los aportes que hizo a la nación. En primer lugar, llevó a cabo una serie de reformas pensadas para mejorar la administración del país. Ordenó centralizar las rentas federales en una Tesorería General de la Nación; mandó abrir nuevos puertos con la finalidad de incrementar las recaudaciones aduanales; creó la junta de Instrucción Pública bajo el modelo lancasteriano; Tlaxcala fue separada de Puebla y declarada territorio y la Ciudad de México fue separada del estado de México y convertida en Distrito Federal. En materia legislativa, creó la Suprema Corte de Justicia Federal, que junto con los tribunales y juzgados de distrito integraban el poder judicial. También asentó las bases de un museo nacional que concentraría los testimonios de la historia del país y su patrimonio artístico y arqueológico. En política exterior, tras haber logrado la expulsión del último reducto español en México (San Juan de Ulúa) en 1825, Victoria colaboró con Colombia en un proyecto para liberar a Cuba del dominio español. Consciente de que Hispanoamérica debía estar más unida, mandó representantes de su gobierno al Congreso de Panamá convocado por Simón Bolívar. Durante la presidencia de Guadalupe Victoria estuvieron en boga las logias masónicas, las cuales jugaban el papel de los partidos políticos, pues en esa época éstos no existían. Formadas por una pequeña parte de la población —clases medias, alto clero y militares — las logias fueron traídas por liberales españoles a fines de la época virreinal. Tras la Independencia fueron dos los ritos más importantes: el escocés y el yorkino. El rito escocés tenía sus orígenes en la oposición contra Agustín de Iturbide y, en gran medida, fue el causante de la caída del emperador. Al establecerse la República, los escoceses se convirtieron en los máximos representantes del centralismo y, por ende, agrupaban también a la mayoría de los españoles radicados en México. Para contrarrestar lo anterior, Guadalupe Victoria y otros federalistas instauraron el rito yorkino. A diferencia de su antagonista, la logia yorkina agrupaba a una gran gama de representantes de los diversos sectores sociales: diputados, miembros del gabinete del presidente, gobernadores, comerciantes y gente del pueblo en general. Las reuniones del grupo se convirtieron en mítines demagógicos en los que se hablaba de la formación de una sociedad más homogénea, de hispanofobia y de anticlericalismo. Al principio, las disputas entre ambas logias eran más o menos parejas, pero con el tiempo la balanza se fue inclinando a favor de los yorkinos por ser la facción mayoritaria en el Congreso y las legislaturas locales, aunque fue hasta 1828 cuando se impusieron y expulsaron del país a los representantes más destacados del rito escocés. Un tema ligado al de las logias era el de la situación de los españoles en México. Como dijimos, la muerte de Juan O'Donojú fue un serio revés en el ámbito de las relaciones entre españoles y mexicanos. Con la llegada de la República, algunos españoles tomaron una posición que rechazaba a los mexicanos pues seguían mostrando interés en ser gobernados por un monarca español. En 1827, el frágil equilibrio entre los bandos se rompió, ya que se descubrió una conspiración dirigida por fray Joaquín Arenas que tenía como meta que México fuera reconquistado por España. Aunque en realidad la conspiración era una locura, marcó una honda huella en la sociedad mexicana porque personajes tan destacados como los generales Negrete y Echeverri formaron parte de ella. Esta situación bastó para que los yorkinos radicales manipularan los hechos y desataran una campaña en contra de los españoles. La intención inicial de este grupo era que se destituyera a los hispanos que tuvieran cargos civiles, militares o eclesiásticos, pero luego la tendencia cambió y se pidió que todos fueran expulsados del territorio nacional. Aunque las legislaturas de Jalisco, México, Michoacán y Veracruz decretaron rápidamente dicha expulsión, el Congreso federal fue más prudente y sólo decretó la salida de los militares españoles arribados después de 1821, así como de aquellos españoles que de forma pública se mostraran en contra de la independencia nacional. La animadversión contra los españoles creció cuando corrieron rumores de que España estaba pensando reconquistar México. El año de 1828 fue de suma importancia para la República, pues marcó el final de la presidencia de Guadalupe Victoria. Fueron 10 los hombres que presentaron

su candidatura al gobierno. Aunque Manuel Gómez Pedraza, Ignacio López Rayón, Anastasio Bustamante, Valentín Gómez Farías y Vicente Guerrero eran los candidatos con mayores posibilidades, la disputa por la presidencia recayó en dos de ellos: Gómez Pedraza y Vicente Guerrero, ambos yorkinos de pura cepa. Sin importar la trayectoria insurgente de Guerrero, la mayoría del Congreso mostró su preferencia por Gómez Pedraza. Esto causó que grupos guerreristas, inconformes con las elecciones, se levantaran en armas. Varios militares encabezados por Santa Anna exigieron al Congreso que anulara las elecciones, mientras que en la Ciudad de México Lorenzo de Zavala levantó al pueblo y tomó la acordada, en donde se almacenaban las armas y el parque. Fueron tantos los destrozos en la capital que, con tal de que regresara la precaria estabilidad política de antaño, en 1829 el Congreso nombró presidente de la República a Vicente Guerrero. La efímera presidencia de Vicente Guerrero se caracterizó por los problemas. El caudillo insurgente no tuvo la habilidad política necesaria para gobernar el país. El gabinete que reunió en un afán de conciliar con las diversas tendencias políticas resultó ser tan heterogéneo que reinaba la incomprensión entre sus miembros. Guerrero tampoco logró contar con las simpatías de los grupos acomodados de la sociedad, por diversas razones: las medidas económicas tomadas por su secretario de Hacienda —Lorenzo de Zavala — , la idea de que era inculto, su apariencia física y la ilegitimidad de su gobierno. Algunos testimonios de la época coinciden en que era poco firme y muy impulsivo, pues no meditaba lo que hacía. Ejemplo de lo anterior fue su decreto de abolición de la esclavitud. Aunque las intenciones del presidente eran buenas, las repercusiones del decreto fueron graves, principalmente en Texas, donde la mano de obra esclava era la base del sistema productivo de los colonos. Una de las primeras medidas de su gobierno fue decretar, el 20 de marzo de 1829, la expulsión total de los españoles. Miles de hispanos que estaban alejados de las cuestiones políticas y que habían echado raíces en esta tierra tuvieron que salir del país hacia Nueva Orleans, Francia y España. Los españoles fueron llevándose sus capitales, con lo que la crisis económica del país se agravó. A los pocos meses de haber decretado la expulsión de los españoles, el 24 de julio de 1829, desembarcó en el puerto de Tampico el brigadier español Isidro Barradas con un contingente de 1000 soldados. Al tocar tierra mexicana, el brigadier invitó al ejército mexicano a unírsele: "Oficiales, sargentos, cabos y soldados: abandonad el campo de la usurpación: venid a las filas y a las banderas del ejército real, al lado de vuestros antiguos compañeros de armas, que desean, como buenos compañeros, daros un abrazo. Seréis bien recibidos, admitidos en las filas: a los oficiales, sargentos y cabos se les conservarán los empleos que actualmente tengan, y a los soldados se les abonará todo el tiempo que tengan de servicio, y además se gratificará con media onza de oro al que se presente con fusil". 4 A pesar de los ofrecimientos, el ejército mexicano no se convenció. Bajo las órdenes de los generales Manuel Mier y Terán y Santa Anna, se enfrentó al invasor y tras una breve campaña logró imponerse. También contribuyeron para el triunfo mexicano la fiebre amarilla y el vómito que padecieron las tropas de Barradas. Mientras duró la aventura, el Congreso decretó que se ocuparan las propiedades de los españoles, la mitad de las rentas y un tercio de las rentas de los descendientes de Cortés, como represalia contra la invasión de Barradas. A menos de seis meses de que Guerrero subiera a la presidencia, el descontento de civiles y militares contra el presidente crecía día con día. Aunque desde el principio los civiles habían rechazado el régimen del otrora líder insurgente, poco habían hecho, pues necesitaban el apoyo de los militares, que en su mayoría eran mercenarios sin lealtad ni ideales patrióticos (características que identificaron al ejército mexicano a lo largo del siglo xix).

El 4 de diciembre de 1829, civiles y militares proclamaron el Plan de Jalapa, en el que tras hacer un análisis de la situación que imperaba en el país — descontento, violaciones a la ley, incumplimiento en el pago de los militares, abusos y anarquía— exigieron que Guerrero y quienes lo habían impuesto en el gobierno renunciaran a sus cargos y que el Congreso fungiera como ejecutivo hasta que se convocara a elecciones. Los levantados en Jalapa también pedían que Anastasio Bustamante ( ), vicepresidente de Guerrero y comandante del ejército de reserva acantonado en Jalapa, y Santa Anna lideraran el movimiento. Cuando Guerrero salió rumbo a Veracruz para atacar a Bustamante, dejó en su lugar a José María Bocanegra. Esta situación fue aprovechada por los centralistas, quienes declararon nulo el nombramiento, depusieron a Bocanegra y lo sustituyeron con un triunvirato formado por Pedro Vélez, Lucas Alamán y el general Quintanar. Al enterarse del golpe de Estado, Guerrero decidió no atacar a Bustamante y refugiarse en el actual estado de Guerrero. Poco tiempo después, escribió una nota a Lucas Alamán en la que le indicaba que se sometería a la voluntad del Congreso. La idea de Guerrero era buena, ya que sabía que el Congreso era su partidario. Sin embargo, sus cálculos fallaron pues el Congreso lo desconoció y nombró a Bustamante presidente del país el 1 de enero de 1830. Tras organizar una pequeña resistencia junto con Juan Álvarez, Guerrero fue traicionado y entregado al gobierno. Bustamante pidió que el héroe de la Independencia fuera desterrado, pero el Congreso se negó y lo sentenció a muerte. La pena se ejecutó el 14 de febrero de 1831. Anastasio Bustamante fungió como presidente entre 1830 y 1832, con la meta de organizar y pacificar el país. Para la consecución de tales fines, Bustamante buscó el apoyo de los militares, el Congreso, el clero y de algunos líderes centralistas como Lucas Alamán. Para controlar de mejor forma las provincias, logró disolver las legislaturas de San Luis Potosí, Guanajuato, Michoacán y Jalisco, las cuales le eran contrarias. Al mismo tiempo, combatió el bandolerismo, ofreció seguridad en los caminos, fomentó la industria y promovió la instrucción pública. Bustamante impuso cierto orden en el país, y le llevó más de la mitad de su gobierno "pacificarlo" (entendida la pacificación como la lucha contra Guerrero), pero el costo fue muy alto. La mano dura, la violencia y el derramamiento de sangre le crearon una fama merecida de ser estricto e inflexible en demasía, lo que, a final de cuentas, propició su caída. Mientras que los centralistas estaban satisfechos con esta tranquilidad y bienestar, los federalistas extremistas veían en esa situación un estancamiento, por lo que, para superarlo, formaron el Partido del Progreso, cuyos dirigentes eran José María Luis Mora y Luis de la Rosa. Los federalistas moderados también querían transformar el país, pero mediante reformas educativas, políticas y económicas que transformaran las estructuras ideológicas y culturales de la sociedad para inculcar en el pueblo las ideas de democracia, libertad e igualdad y formar así un pueblo ilustrado consciente de sus derechos y obligaciones, capaz de transformar su entorno. El ascenso de Bustamante al ejecutivo molestó a algunos militares que también aspiraban a ocupar el cargo. Por esto, Santa Anna, Esteban Moctezuma, Ignacio Inclán y José Antonio Mejía se levantaron en armas contra Bustamante. Curiosamente, en este levantamiento encabezado por Santa Anna se pedía el retorno de Gómez Pedraza a México para que terminara el periodo que le correspondía. ¿Por qué este militar que apoyó primero la usurpación que sufrió Pedraza, ahora clamaba justicia? Porque para Santa Anna, este político era un medio para alcanzar la presidencia del país. Bustamante poco pudo hacer, ya que los altos mandos del ejército apoyaron a los levantados; en consecuencia, dimitió y permitió que Gómez Pedraza ocupara el puesto. Gómez Pedraza asumió la presidencia a finales de 1832 y, en los tres meses que duró su gobierno, lo único digno de mención que hizo fue convocar a elecciones de diputados, senadores y presidente. En estas elecciones también triunfaron los yorkinos, quienes eligieron como presidente a Santa Anna y a Valentín Gómez Farías ), ferviente miembro del Partido del Progreso, como vicepresidente.

La llegada de Santa Anna al poder marcó un cambio radical en la política mexicana, ya que puso en práctica el programa del Partido del Progreso cuyos puntos más sobresalientes eran: i. Libertad absoluta de opinión y suprimir las leyes represivas de la imprenta. Abolir los privilegios del clero y el ejército. Suprimir los monasterios y las leyes que concedían al clero el conocimiento de negocios civiles como el matrimonio, las defunciones, etcétera. Pagar la deuda pública. Hacer que hubiera más propietarios de tierras; fomentar la circulación de la riqueza pública y el mejoramiento de la situación de las clases indigentes. Quitar al clero el monopolio de la educación e inculcar a la población sus deberes sociales por medio de museos, conservatorios de arte, bibliotecas públicas, etcétera. Abolir la pena capital. Defender la integridad de la República y fomentar su colonización. A pesar de haber deseado tanto tiempo la presidencia, varias veces Santa Anna delegó el ejecutivo en Gómez Farías: del 1 de abril (día de la investidura) al 5 de mayo de 1833; del 2 al 17 de junio de 1833; del 6 de julio al 27 de octubre de 1833 y del 5 de diciembre de 1833 al 23 de abril de 1834. Las justificaciones para estas ausencias fueron diversas, como enfermedades y campañas militares. Historiadores de la talla de Ernesto de la Torre comentan que Santa Anna gustaba de dejarle el mando a Gómez Farías para que éste fuera presionado por los progresistas y emitiera medidas impopulares, de tal forma que cuando él retomara el ejecutivo y diera marcha atrás quedara como un héroe nacional. Ejemplo de las afirmaciones anteriores fueron las medidas tomadas por Gómez Farías en 1833, las cuales fueron ideadas para debilitar a los grupos de presión tradicionales (el clero y el ejército). La Iglesia tenía mucha fuerza económica (que le redituaba una gran presencia política) como consecuencia del acaparamiento de riquezas durante la época colonial. Sus propiedades inmobiliarias representaban buena parte de las de la República y, contradictoriamente, estaban amortizadas y en nada ayudaban a la economía del país. En consecuencia, las reformas de Gómez Farías decretaron el cese de la coacción en el pago de los diezmos y en el ejercicio de los votos eclesiásticos, la supresión de la universidad pontificia y el colegio de Santa María de Todos los Santos y la creación de la Dirección de Instrucción Pública. También estipulaban que el derecho del Patronato quedaba en manos del gobierno federal. Estas medidas no sólo buscaban acabar con la riqueza de la Iglesia, sino con la influencia ideológica que ejercía en la sociedad, para cambiarla y construir una nueva nación. En cuanto al ejército, las reformas de 1833 tenían la finalidad de debilitarlo quitándole privilegios, fueros y exenciones que tenía y que lo habían convertido en un cuerpo intocable que se hallaba por encima de las leyes y que no velaba por los intereses de la nación, sino por los propios. Además, Gómez Farías pensó que era conveniente que los gobiernos locales establecieran — controlaran — milicias cívicas que suplieran al ejército en la defensa de los estados. Estas reformas, por su carácter progresista, generaron mucho descontento entre ci clero, el ejército y el pueblo, por lo que se sucedieron muchos levantamientos bajo los principios de "Religión y Fueros". Los levantamientos más famosos fueron los del coronel Ignacio Escalada (23 de mayo) y del general Gabriel Durán (1 de junio). Santa Anna salió a combatirlos, pero en el camino fue aprehendido por su segundo al mando, Mariano Arista, quien dos días después (3 de junio) proclamó el plan de Huejotzingo, por el que se manifestaba en contra del Congreso acusándolo de haberle quitado sus bienes a la Iglesia y sus privilegios al ejército. Antes de que dispusieran de su persona, Santa Anna escapó y reasumió la presidencia el 17 de junio. Cinco días después, junto a su vicepresidente, emitió un decreto con una nómina de 50 personas que debían ser desterradas o expulsadas del país. Un dato curioso de este documento es que en su artículo segundo especificaba que el gobierno podría expulsar a todas las personas que se hallaran en el mismo caso,

sin especificar cuál era tal caso. Fue por esto que el decreto también fue conocido como la Ley del Caso. Entre agosto de 1833 y mayo de 1834, los progresistas aprovecharon las ausencias del presidente para intensificar su lucha contra el clero secularizando las misiones de California, suprimiendo colegios religiosos, destruyendo institutos de cultura y cerrando la Universidad Pontificia de México. Como ya había sucedido, Gómez Farías había ido mucho más allá de lo que la sociedad estaba dispuesta a aceptar y, en consecuencia, hubo nuevos motines y levantamientos. En esta ocasión, Santa Anna regresó de su hacienda Manga de Clavo" y aprovechó para derogar el Congreso, poner como ministro de Justicia al arzobispo de Michoacán y suspender las leyes reformistas. El nuevo Congreso, en su afán por quedar bien con el presidente, aprobó las medidas tomadas por éste y, sin que fuera su facultad, expulsó de México a Gómez Farías. En esta situación tan caótica, los centralistas publicaron panfletos y artículos en los que incitaban a la gente a apoyar el centralismo pues, decían, el federalismo había sido el culpable de todos los problemas de la nación. Esta propaganda incitó varios levantamientos centralistas en todo el país. Entonces, el Congreso dictaminó en julio de 1835 que se convertiría en constituyente y en noviembre de ese mismo año nombró presidente interino a Miguel Barragán, cuya labor debería ser centralizar la administración. Cada vez se acercaba más la hora en la que los centralistas tomarían el poder. "

Los acontecimientos de 1833 acabaron en el descrédito federalista. Aquellos que predicaban el final de este republicanismo y que propugnaban la llegada del centralismo eran de la idea de que la estabilidad del país dependía de la fórmula jurídico-política que predominaba en la nación y no en la lenta transformación de sus condiciones sociales, económicas, mentales, etc. Para ellos, un gobierno central fuerte (similar al de la época colonial) aseguraría el orden público necesario para que la economía nacional no se estancara y México pudiera encaminarse por las vías del progreso. Fueron varios los factores que hicieron fracasar a la Primera República Federal: las luchas internas basadas en intereses particulares, el caudillismo, la resistencia del clero y el ejército y la continua violación del marco jurídico en el que se desarrollaban las relaciones políticas entre los diversos grupos. Una de las primeras disposiciones del Congreso fue constituir una comisión para que elaborara un proyecto de reforma. Alamán orientó esta comisión, tomando como modelo la estructura de México durante el periodo colonial. La comisión cumplió con su objetivo y el 23 de octubre promulgó las Bases Constitucionales que generarían meses después Las Siete Leyes Constitucionales (30 de diciembre de 1836). Entre sus artículos más destacados están los siguientes: Se refiere a la ciudadanía, nacionalidad, derechos y obligaciones de los mexicanos. Estableció el Supremo Poder Conservador, organismo con amplísimas facultades y responsable de sus acciones solamente ante Dios. Relativo al poder judicial. Relativo al Supremo Poder Ejecutivo. Se amplió el periodo presidencial a ocho años y se especificó que la elección recaería en los ministros, el Congreso y la Alta Corte de Justicia. Organización del poder judicial. Se explicaba que este organismo estaría formado por la Corte Suprema de Justicia, los tribunales supremos de los departamentos, los de Hacienda y los juzgados de Primera Instancia. La división territorial del país cambiaría. La nación estaría dividida en departamentos subdivididos en distritos, cuyos gobernantes serían nombrados por el ejecutivo. Toda ley podría ser modificada solamente seis años después de su publicación.

Una vez que se instauraron Las Siete Leyes, el Congreso se apresuró a convocar a elecciones en 1837. Eran tres los candidatos: Nicolás Bravo, Lucas Alamán y Anastasio Bustamante. Por el buen recuerdo que muchos congresistas guardaban de él, Bustamante fue electo presidente para el periodo 1837-1845, aunque en realidad gobernó solamente cuatro años, y en dos ocasiones, 1839 y 1841, tuvo que dejar la presidencia en manos de Santa Anna y Bravo. A diferencia de su gobierno anterior, Bustamante no logró hacer imperar de nuevo el orden en el país. Para limar las asperezas entre las diversas facciones políticas y también para mejorar su imagen pública, decidió armar un gabinete con centralistas, federalistas y progresistas. De poco sirvió esta medida, ya que no pudo evitar los continuos levantamientos federalistas encabezados por Moctezuma, Gómez Farías, Mejía y Urrea en San Luis Potosí, Nuevo México, Michoacán, Sonora y Oaxaca, sin contar con que algunos gobernadores, como el de Jalisco, actuaban de forma independiente. Durante la segunda presidencia de Bustamante se sucedieron otras calamidades: desastres naturales (temblores, inundaciones), una invasión de Francia y la independencia de Yucatán. Este último problema fue en extremo doloroso para la nación. La separación

por 15 artículos: define los conceptos de nacionalidad y ciudadanía. La Segunda Ley está formada por 23 artículos: crea el Supremo Poder Conservador integrado por cinco ciudadanos. La Tercera Ley está formada por 58 preceptos: deposita el poder legislativo en un Congreso compuesto de dos cámaras: la de diputados y la de senadores. La Cuarta Ley está formada por 34 artículos: establece el poder ejecutivo individual y fija los requisitos para ocupar el puesto. Aparte, las facultades que confieren al ejecutivo la Segunda y Tercera Leyes (iniciar leyes, derecho de veto y excitar al poder conservador para que declare nulos actos de los otros poderes), tienen las siguientes: publicar y hacer guardar la Constitución; pedir al Congreso y a la Diputación Permanente que convoque a elecciones ordinarias o extraordinarias, respectivamente; nombrar consejeros, gobernadores de los departamentos, empleados diplomáticos, jefes militares y jueces de los tribunales; declarar la guerra, celebrar concordatos, conceder el pase o retener documentos conciliares y pontificios, dirigir las negociaciones diplomáticas, declarar la guerra, celebrar tratados y contraer empréstitos; negar o admitir la internación de extranjeros, conceder cartas de naturalización y otorgar pasaportes a los mexicanos. La Quinta Ley está formada por 51 artículos: instituye el poder judicial y lo integra con la Suprema Corte de Justicia, los Tribunales Superiores de los Departamentos y los Juzgados de Primera Instancia y de Hacienda. La Sexta Ley está formada de 31 artículos: crea los Departamentos; atribuye a los gobernadores de los Departamentos el poder ejecutivo, y a las juntas que funcionan en aquéllos, el legislativo. La Séptima Ley está formada de seis artículos: otorga al Congreso la facultad de resolver las dudas que suscite la interpretación de normas constitucionales, obliga a todo funcionario a jurar la observancia de la Suprema ley, prohíbe la reforma de ésta por seis años y expresa que, transcurrido el plazo anterior, las enmiendas que se propagan deben ajustarse al iter procedendi indicado en la Tercera y Cuarta Leyes.

La Primera Ley está formada

Constitución centralista, conocida como Las Siete Leyes.

de Yucatán se enmarca dentro de un movimiento federalista radical. La primera independencia de Yucatán inició el 29 de mayo de 1839 y culminó el 13 de diciembre de 1843. Los motivos que orillaron a Yucatán a tomar esta decisión están relacionados con el advenimiento del centralismo. El gobierno quitó a esta región los privilegios económicos que siempre había tenido como consecuencia de su pobreza y había limitado mucho su independencia de antaño. El movimiento fue iniciado por Santiago Imán en Tzimin y pronto se expandió por toda la península y Campeche. Preocupado por la situación, Santa Anna (que estaba sustituyendo a Bustamante) mandó en 1839 a Andrés Quintana Roo a conferenciar con los rebeldes para encontrar una solución al problema. El enviado del gobierno concilió y dio ciertas concesiones a los insurgentes; sin embargo, el gobierno central no las aceptó, alegando que disminuían su poder, y optó por arreglar el problema con la fuerza: bloqueó los puertos de la península e inició el ataque terrestre. Fue hasta 1843 que Yucatán se reincorporó a México, gracias a que recibió ciertas concesiones por parte del gobierno: no contribuir con soldados al ejército mexicano y quedarse con los productos de sus aduanas marítimas. En agosto de 1841 estalló en Guadalajara una rebelión encabezada por el general Paredes, cuyo programa consistía en deponer a Bustamante y convocar a un Congreso constituyente. Muchas personas, incluyendo al propio Santa Anna, apoyaron a Paredes y se levantaron en armas. Para afrontar esta insurrección, Bustamante pidió al Congreso facultades extraordinarias en materia hacendaria y militar, las cuales le fueron denegadas por órdenes del Supremo Poder Conservador. En septiembre de 1841, los levantados firmaron las Bases de Tacubaya, documento en el que se acordaba que mientras se creaba una nueva constitución cesarían todos los poderes de 1836 y se nombraría a un ejecutivo provisional. Bustamante nada pudo hacer salvo firmar la paz con los alzados y abandonar el país. Santa Anna y Paredes proclamaron la federación y el retorno temporal de la Constitución de 1824. En cumplimiento con lo pactado en las Bases de Tacubaya, los insurrectos se dispusieron a nombrar a un presidente interino, designación que recayó en la persona de Santa Anna, cuyo gobierno inició el 9 de octubre de 1841 y terminó el 25 de octubre de 1842. En abril de 1842 se creó un nuevo Congreso constituyente que agrupó varias tendencias liberales y conservadoras. Al principio, todas las partes estuvieron de acuerdo en que México fuera una república representativa y popular. Los problemas iniciaron cuando se quiso decidir si esa república iba a ser federal o central. Mientras que los debates continuaban, Santa Anna intentó someter al Congreso a su voluntad, pero como éste no cedía, el presidente marchó a Veracruz y dejó como interino a Bravo, quien para evitarse más problemas y darle más rapidez a la cuestión de la Constitución desconoció al Congreso y creó la Junta Nacional Legislativa, la cual se dedicó durante seis meses a redactar Las Bases de Organización Política de la Republica Mexicana, documento que fue promulgado por Santa Anna el 12 de junio de 1842. Tras una breve presidencia de Valentín Canalizo, Santa Anna retomó el poder en 1843. En esta ocasión, el caudillo militar mostró otra de sus facetas como gobernante, ya que procedió al margen de la ley continuamente al no dar cuenta de sus actos al Congreso, salir de campaña sin el consentimiento de éste, detener a varias autoridades departamentales sin causa alguna y promover un golpe de Estado contra el Congreso. Es decir, esta presidencia de Santa Anna se convirtió en una odiosa dictadura para la población del país. Como consecuencia, en 1844 el general Mariano Paredes y Arrillaga encabezó un levantamiento en la ciudad de Guadalajara que culminó con la aprehensión y destierro de Santa Anna. El general José Joaquín Herrera fue el siguiente en ocupar la presidencia. Su gobierno se caracterizó por la constante amenaza de Estados Unidos, país que no ocultaba su interés por las provincias mexicanas de Nuevo México y California. Herrera cambió algunos artículos constitucionales para fortalecer el Congreso y, con la finalidad de acabar con las divisiones políticas internas, se mostró conciliador con federalistas y conservadores. Sin embargo, como fue característica de esta época, los federalistas, encabezados por Gómez Farías, trataron de derrocar al presidente bajo la premisa "federalismo y Santa

Anna". Aunque Herrera pudo controlar al grupo federalista, no contó con tanta suerte con los militares, pues en diciembre de 1845 el general Paredes lanzó el Plan de San Luis en el que desconocía al ejecutivo y ordenaba convocar a un Congreso extraordinario en el que todas las clases sociales estuvieran representadas. En realidad, lo que molestó a Paredes y otros militares fue que Herrera no hizo nada cuando Estados Unidos incorporó Texas a su confederación en 1845. El 3 de enero de 1846, el Congreso nombró a Paredes presidente interino del país ). A diferencia de muchos de sus antecesores, Paredes demostró tener grandes dotes de político, como lo muestran los hechos de su régimen. Estaba consciente de que la guerra contra Estados Unidos era un hecho casi consumado, por lo cual preparó al país para afrontar la situación; organizó y armó al ejército y, para financiarlo de mejor forma, llevó a cabo una depuración de su gobierno y la Secretaría de Hacienda. A pesar de decirse republicano, sabía que la estabilidad de México dependería del hecho de que una familia se estableciera por encima de los intereses particulares que tanto habían perjudicado el desarrollo del país. No es de extrañar, entonces, que tolerara y hasta auspiciara la propaganda monarquista encabezada por Alamán y Sánchez de Tagle: "Queremos una monarquía representativa, queremos la unidad de la nación, queremos el orden junto con la libertad política, queremos la integridad del territorio mexicano, queremos, en fin, todas las promesas y garantías del Plan de Iguala". 5 Una vez más los federalistas encabezados por Gómez Farías y Lafragua provocaron diversos levantamientos. El de la Ciudad de México, dirigido por el general Mariano Salas, triunfó y logró que se convocara a un Congreso extraordinario y que rigiera nuevamente la Constitución de 1824. Ya habían penetrado a territorio nacional las tropas estadounidenses cuando los federalistas, sin que pareciera importarles la invasión extranjera, se levantaron contra el gobierno. Para afrontar la guerra, los federalistas decidieron llamar a Santa Anna para que ocupara el ejecutivo de la nación. Como había ocurrido en 1833, Santa Anna marchó al frente para intentar repeler las tropas enemigas y dejó en su lugar a Gómez Farías, quien volvió a llevar a cabo una política contraria a la Iglesia que generó varios levantamientos, los cuales culminaron hasta que Santa Anna regresó para derogar los decretos emitidos por su vicepresidente. Cuando los estadounidenses estaban a punto de tomar la Ciudad de México, Santa Anna decidió renunciar al ejecutivo y exiliarse.

Irw

Se autoriza al gobierno para proporcionarse hasta quince millones de pesos, a fin de continuar la guerra contra los Estados Unidos del Norte, hipotecando o vendiendo en subasta pública bienes de manos muertas, al efecto indicado. Arr, 2. Se exceptúan de la facultad anterior: Primero: Los bienes de los hospitales, hospicios, casas de beneficencia, colegios y establecimientos de instrucción pública de ambos sexos, cuyos individuos no estén ligados por voto alguno monástico, y los destinados a la manutención de presos. Segundo: Las capellanías, beneficios y fundación en que se suceda por derecho de sangre o de abolengo, y en las que los últimos nombramientos se hayan hecho en virtud de tal derecho.

Tercero: Los vasos sagrados, paramentos y demás objetos indispensables al culto. Cuarto: Los bienes de los conventos de religiosas, bastantes para dotar a razón de seis mil pesos a cada una de las existentes. El gobierno no podrá exigir la redención de los capitales de manos muertas de plazo cumplido, impuesto sobre fincas urbanas, sino por trigésimas partes mensuales, haciendo en beneficio de los censatarios, la quinta de una cuarta parte y la condonación de réditos desde la primera exhibición, siempre que las ulteriores se paguen con puntualidad. Al ocupar el gobierno los capitales de manos muertas, reconocidos sobre fincas rústicas, se limitará a cobrar los réditos sin exigir la redención; pero si los deudores quisieren verificarlos, podrán hacerlo con la rebaja de una mitad siendo irredimibles, con la de una tercer parte siendo de plazo por cumplir, y de una cuarta si aquél estuviera cumplido. Si el censatario en el término fijado por el gobierno no se acogiere al arreglo anterior y se enajenare su crédito, el cesionario no podrá exigir el pago sino después de seis años, contados desde la publicación de esta ley, a no ser que por el contrario disfruten de mayor término. El gobierno, en ninguno de los contratos que emanen de esta ley, podrá admitir en lugar del numerario fijado, en los artículos anteriores, papel ni créditos de ninguna clase, que no sean los bonos expedidos en virtud del decreto del 19 de noviembre último. Tampoco podrá aplicar sus productos a otro objeto, que a cubrir sus presupuestos de las tropas destinadas a defender el territorio nacional. 1 1 La autorización de que habla el art. 1o. cesará luego que termine la guerra. El gobierno invertirá precisamente un millón de pesos en comprar armamento, destinada la mitad de éste para los Estados fronterizos y las naciones con las cuales estuviere en guerra la República, y la otra mitad para los demás Estados. -» ' El gobierno dará cuenta al Congreso mensualmente, de las cantidades que se proporcionen en virtud de este decreto, a inversión que les diere. La Desamortización de los bienes eclesiásticos ideada por Valentín Gómez Farías para financiar la guerra contra Estados Unidos.

Al finalizar la guerra de 1846-1848, la situación del país empeoró, ya que ocurrieron estallidos violentos de grupos indígenas que desde la Independencia habían vivido marginados de la política, explotados por caciques, sacerdotes y funcionarios, y habían sufrido el constante despojo de sus tierras. Los levantamientos comenzaron a adquirir un tinte racial (indios contra blancos) que ponía en peligro la imaginaria unidad nacional que tanto pregonaban los políticos federalistas. Ejemplo de esta situación fue la Guerra de Castas de Yucatán. La península de Yucatán se había independizado otra vez de la República en 1846, y un año después estallaron los conflictos raciales. Tras el ajusticiamiento de algunos caudillos indígenas del movimiento separatista de la década de 1840, muchas comunidades indígenas quedaron descontentas. Este malestar fue aprovechado por los intereses personales de caciques como Santiago Imán y Jacinto Pat, que pusieron a los indios en contra de los blancos. La toma de haciendas y poblados blancos se convirtió en una prácica tan continua que las ciudades de Mérida y Campeche quedaron como los únicos bastiones blancos. Frente a esta situación tan crítica, los líderes blancos optaron por solicitar a Estados Unidos su anexión y pidieron ayuda a España, que envió armas a los blancos mientras que Inglaterra hacía lo mismo con los indígenas. El centro, enfrascado en la lucha contra Estados Unidos, incorporó Yucatán hasta 1848. En 1850, tras la mediación

de las autoridades federales entre las partes en conflicto, se logró poner fin a la guerra de Castas. En las Proposiciones de Cruzchen se estableció que: , Los blancos e indios se libraran del pago de la contribución personal.

2, Disminuía el costo de los derechos de bautismo y matrimonio.

+. Se permitía el libre establecimiento de los indios en ejidos, tierra en comunidad y baldíos. Se prohibía la venta de mayas mexicanos como esclavos al extranjero.

Tras los efímeros interinatos de Peña y Peña y de Pedro María Anaya, Herrera ) volvió a ocupar la silla presidencial en 1848. Como liberal moderado que era, sabía que tras la guerra con Estados Unidos (a él le tocó ultimar el Tratado de Guadalupe Hidalgo) era necesario gobernar con las leyes y en armonía con las diversas tendencias políticas, lo que le ganó la fama de ser uno de los presidentes mexicanos más respetuosos de la libertad política en el siglo xix. A pesar de que se encontró con un país en el que los estados no ayudaban al centro, no se coordinaban y se apropiaban de atribuciones que correspondían a la federación, Herrera logró hacer mucho por México: luchó contra el bandolerismo, reformó el sistema penitenciario, construyó más hospitales y escuelas e inicio una campaña contra el alcoholismo, uno de los mayores azotes del pueblo en ese momento. En 1851, como un fenómeno por demás extraño en el país, se dio la transmisión pacífica del poder ejecutivo. A Herrera le sucedió Mariano Arista quien, al igual que su antecesor, era un liberal moderado que buscó, sin éxito alguno, conciliar los diferentes intereses políticos. Su gobierno se caracterizó por la inestabilidad causada por los constantes levantamientos que promovían el retorno de Santa Anna y la reunión de un nuevo Congreso constituyente. A su vez, la prensa atacaba al gobierno por la anarquía política y la quiebra económica en las que se hallaba sumido el país. Arista no resistió tanta presión, por lo que renunció el 5 de enero de 1853 y se enfiló hacia Europa. Juan B. Ceballos, presidente de la Suprema Corte de Justicia, fue designado por el Congreso como presidente interino de México. Cevallos propuso que se formara un Congreso extraordinario, pero el legislativo se negó; por lo que, molesto ante la negativa, disolvió el Congreso y días después dejó la presidencia para reincorporarse a sus actividades en el poder judicial. A Ceballos le sucedió el general Manuel María Lombardini, quien tomó como única medida convocar a elecciones en 1853. El triunfo fue para Santa Anna, quien al carecer de partido en ese momento y por ser de ideologías tan flexibles, estaba dispuesto a gobernar con el partido que mejor propuesta le hiciera. Una vez que desembarcó en Veracruz (venía de Colombia, donde se había exiliado) optó por apoyar a los conservadores. Las condiciones que Lucas Alamán ( ,) puso a Santa Anna para gobernar con el partido conservador eran cuatro: 1. Que organizara un ejército eficiente. 2. Que hiciera una nueva división territorial. 3 Que conservara la religión católica. 4. Que ayudara a sostener el culto y arreglar todo lo relativo a la administración eclesiástica con el Papa. En realidad, Alamán pensaba utilizar a Santa Anna como medio para que los conservadores obtuvieran el poder, ya que el viejo conservador sabía muy bien con quién estaba tratando: "Conjunto de buenas y malas calidades; talento natural muy claro, sin cultivo moral ni literario; espíritu emprendedor, sin designio fijo ni objeto determinado; energía y disposición para gobernar oscurecidas por graves defectos; acertado en los planes generales de una revolución o una campaña, e infelicísimo en la dirección de una batalla, de las que no ha ganado una sola; habiendo formado aventajados discípulos y tenido numerosos compañeros para llenar de calamidades su patria, y pocos o ninguno cuando ha sido menester presentarse ante el cañón francés en Veracruz, o a los rifles estadounidenses en el recinto de México, Santa Anna es, sin duda, uno de los más notables caracteres que

representan las revoluciones americanas, y éste es el hombre que dio el primer golpe al trono de Iturbide". 6 Mientras vivió Alamán, Santa Anna estuvo controlado, pero a la muerte del líder del partido conservador (2 de junio de 1853) el presidente actuó por su cuenta. Los seguidores de Santa Anna exigieron en Guadalajara que se le prorrogara el poder de forma ili mitada, que pudiera elegir a su sucesor y que recibiera el título de "Alteza Serenísima". Fue tanto el fanatismo en torno de este personaje durante su gobierno, que hasta los liberales estuvieron de acuerdo en principio con estas medidas. A partir de este momento Santa Anna se convirtió en dictador. Para centralizar el poder creó una ley de imprenta que prohibía que la prensa atacara al gobierno y cedía al ejecutivo el derecho de censurar. También exigió el uso de pasaportes para viajar por el interior del país. Destituyó a magistrados y gobernadores que se le mostraron abiertamente hostiles. Inició la persecución de liberales, muchos de los cuales fueron apresados y desterrados a Estados Unidos. Es decir, intentó centralizar el poder gobernando al margen de la Constitución. Durante esta presidencia, Santa Anna tuvo que afrontar problemas del extranjero. Primero se enfrentó a intentos de invasión por parte de filibusteros como Walker en Baja California. Raousset de Boulbon en Sonora y Sinaloa y Gautier Valdomar en Tamaulipas. También hubo nuevos problemas con Estados Unidos, que deseaba construir un ferrocarril que conectara sus puertos del Atlántico con los del Pacífico, y para ahorrar gastos querían que pasara por México. Los estadounidenses expresaron sus deseos de adquirir Baja California, parte de Sonora, Chihuahua, Coahuila y Tamaulipas. El gobierno mexicano se negó a vender tales territorios, pero ante las presiones firmó el tratado de Gadsden por el que vendió en 10 millones de dólares el territorio conocido como La Mesilla. Este régimen hizo muy pocos aportes a la nación (uno de ellos fue el himno), y cada vez eran más los mexicanos que detestaban la tiranía de Santa Anna. No pasó mucho tiempo para que comenzaran a sucederse los levantamientos. El de Ayutla, en 1855, fue el más importante por las repercusiones que tuvo.

Durante el periodo comprendido entre 1821 y 1855, México tuvo que afrontar serios problemas con el extranjero: la guerra con Texas en 1836, la primera invasión francesa en 1838 y la guerra con Estados Unidos de 1846 a 1848. Cuando se decretó la independencia en el año de 1821, pocos estaban conscientes de que el reto era en realidad mantener esa independencia conseguida a base de mucha sangre, y conservar la integridad del territorio nacional.

Si partimos del principio de que antes de 1836 Texas pertenecía a México, no podríamos enmarcar este problema en el apartado de los conflictos internacionales; sin embargo, si pensamos en la población de este territorio, anglosajona en su mayoría, y en los intereses que Estados Unidos tenía en Texas, es posible hablar de esta guerra como un conflicto internacional. A comienzos del siglo xix España permitió el establecimiento de colonos extranjeros en Texas mientras que cumplieran con tres requisitos: I Tener un modo honesto de vida. , Ser católicos. Jurar lealtad al rey de España y a la Constitución de 1812.

Los problemas empezaron cuando los franceses vendieron la Luisiana al Gobierno estadounidense. España y Estados Unidos no se ponían de acuerdo sobre los límites fronterizos, ya que éstos reclamaban que parte de lo que España consideraba como Texas era en realidad parte de la Luisiana y, por ende, les correspondía. En 1819, las partes en conflicto firmaron el Tratado Adams-Onís, el cual fijaba la frontera entre Texas y Luisiana. Durante el periodo en el que duraron las disputas, muchos grupos anglosajones se fueron a establecer a Texas bajo el mando de Moisés Austin y su hijo Esteban, quienes habían recibido concesiones muy favorables por parte de las autoridades españolas. Tras la Independencia, los Austin estaban temerosos de perder tales concesiones, pero el emperador Iturbide se las respetó y promovió aún más la colonización anglosajona. Con el advenimiento de la República en 1824, las autoridades federales dejaron en libertad a los estados para establecer sus leyes de colonización. En este caso, Texas y Coahuila dieron concesiones pero de forma irregular; en consecuencia, no fue raro que en muchas ocasiones se violara la ley, como cuando algunos políticos mexicanos, como Gómez Farías y Zavala, adquirieron tierras en Texas o cuando se establecieron colonos protestantes con sus esclavos. Fue en ese momento cuando Estados Unidos entró en acción. Con la idea de anexarse Texas, Washington fomentó el arribo de los colonos adictos a su régimen. Para el Gobierno estadounidense, esta política le aseguraba que cuando la región se independizara se dificultaría el surgimiento de un grupo que estableciera un gobierno autónomo y que por ningún motivo quisiera unirse a ese país. Los problemas para el Gobierno mexicano surgieron en 1827, cuando Hayden Edwards adquirió una buena parte de la región de Nacogdoches y decidió independizarla con el nombre de República de Fredonia. No fue difícil para las autoridades mexicanas someter a Edwards y tirar por tierra su proyecto. El gobierno vio en el acontecimiento una enfermedad y no un síntoma, es decir, pensó que Edwards era un lunático y no el representante de una corriente que iba adquiriendo más fuerza en la región: la independentista. Dos años después, en 1829, Texas volvió a protagonizar otro escándalo. Cuando Vicente Guerrero abolió la esclavitud en México, muchos colonos texanos que eran propietarios de esclavos se mostraron inconformes y encabezaron levantamientos contra el gobierno. La situación se arregló cuando el gobierno federal y los colonos llegaron a un acuerdo: se permitiría a los colonos que conservaran los esclavos que tenían en ese momento, pero ya no podrían comprar más y los hijos que tuvieran serían libres. Este acuerdo satisfizo a los texanos, pues sabían que era difícil que el gobierno vigilara su cumplimiento. En 1830, Lucas Alamán, quien tuvo el cargo de ministro de Relaciones durante la primera presidencia de Bustamante, mostró gran preocupación por los acontecimientos ocurridos con anterioridad en Texas, pues sospechaba que tras ellos se encontraba involucrado el expansionismo de Estados Unidos. Esta preocupación lo orilló a enviar al general Mier y Terán para que reforzara las defensas mexicanas en la región, ya que estaba muy desprotegida y ello permitía el establecimiento ilegal de colonias anglosajonas. En un intento demasiado tardío por salvar Texas de manos de Estados Unidos, Alamán emitió la ley del 6 de abril, en la que sugería al gobierno los siguientes puntos: Incrementar la población mexicana que habitaba en Texas y fomentar la colonización no anglosajona. ' Fomentar el comercio marítimo de Texas con otros puertos mexicanos. . Hacer que Texas dependiera más del gobierno federal. Que el gobierno federal enviara un representante a Texas para que viera qué se necesitaba a fin de lograr que la región no se independizara. Por desgracia, estas recomendaciones de Alamán no fueron escuchadas por el gobierno federal, que en esos momentos se hallaba más preocupado por acabar con el fugitivo Vicente Guerrero que por conservar Texas. En 1832, los texanos pidieron permiso al gobierno de Coahuila para que ingresaran más anglosajones, pero las autoridades coahuilenses no aceptaron. Tras la caída de Bustamante ese mismo año, los texanos exigieron su separación de Coahuila, una prórroga

de tres años en la exención de pago de impuestos y los títulos de propiedad de sus tierras. Austin fue a la Ciudad de México para ver cuál era la respuesta del gobierno; éste aceptó todas las condiciones, salvo la de la separación de Coahuila. A pesar de las concesiones, Austin regresó muy molesto con Santa Anna y pensó en la posibilidad de rebelarse contra las autoridades mexicanas; sólo era cuestión de tener un pretexto. La oportunidad de los texanos llegó en 1835, cuando en Viesca (Coahuila) hubo un levantamiento a favor del federalismo. Los colonos y algunos federalistas (entre ellos Gómez Farías y Zavala) se reunieron en San Felipe el 11 de noviembre y declararon que Texas se independizaría en tanto no regresara la Constitución de 1824. Los texanos se apoderaron de los centros neurálgicos y el 2 de marzo de 1836 proclamaron la independencia de Texas, cuyo presidente sería David L. Burnett, y Lorenzo de Zavala sería vicepresidente. Para justificar esta decisión, los colonos acusaron a México de mantener en su territorio un militarismo odioso y de no favorecer su desarrollo económico al establecer aranceles muy altos. Aunque algunas autoridades del gobierno central pensaban que era sólo un levantamiento más, Santa Anna, quien se encontraba deseansando en su hacienda Manga de Clavo, optó por organizar un ejército para enfrentar a los rebeldes. Como en ese entonces las arcas del gobierno se encontraban vacías, pidió a los agiotistas 1 millón de pesos, y comprometía al gobierno a pagar un interés mensual del cuatro por ciento y a liquidar el adeudo en cinco meses. A pesar de que las condiciones eran muy atractivas, nadie quiso dar el préstamo. A su vez, la población tampoco respondió como lo esperaba Santa Anna, ya que pocos se alistaron como soldados y sólo se presentó un médico para prestar sus servicios en campaña. Tras haber improvisado su ejército y llevarlo en marchas forzadas hacia el norte, Santa Anna se enfrentó a los colonos texanos en El Álamo y en el Llano del Encinal. Aunque en ambos combates se impusieron las armas mexicanas, Santa Anna dio la orden de ajusticiar a todos los sobrevivientes en un acto que sólo sirvió para enardecer más los ánimos de los independentistas. A pesar de lo anterior, la suerte cambió para el general de México cuando intentó perseguir a las tropas de Samuel Houston y Burnett, ya que al llegar a San Jacinto perdió gran parte de su tropa y, tras un ataque sorpresivo, fue aprehendido. La detención de Santa Anna originó discusiones entre los insurgentes, ya que mientras unos querían matarlo para vengar a las víctimas de El Álamo y el Llano del Encinal, otros veían la conveniencia de mantenerlo vivo para presionar al Gobierno mexicano. A final de cuentas, triunfaron los miembros de la corriente moderada y el presidente mexicano fue llevado a Galveston, en donde fue obligado a firmar los Tratados de Velasco, en los que se comprometía a ( ): Retirar sus tropas al sur del río Bravo. No continuar con la guerra. Influir en el Gobierno mexicano para que reconociera la independencia de Texas.

Como prueba de la injerencia estadounidense en el conflicto, Santa Anna fue llevado a Washington con el presidente Andrew Jackson, quien lo dejó en libertad. En 1837, Santa Anna volvió a México y fue repudiado por federalistas y conservadores, mientras Estados Unidos reconocía a Texas como república independiente. Francia e Inglaterra hicieron lo propio en 1839 y 1840, con la esperanza de que Texas se convirtiera en un estado que se interpusiera entre México y Estados Unidos.

Sólo habían pasado dos años desde la independencia de Texas cuando México se tuvo que enfrentar a otro problema internacional: la guerra con Francia. A diferencia de lo que pudiera pensarse, al principio las relaciones entre ambos países fueron buenas. Tras la Independencia, las autoridades mexicanas dieron facilidades para que los franceses se establecieran en territorio nacional, debido a que ambos países compartían la misma religión e ideales políticos, y a la influencia cultural que Francia ejercía en nuestra nación. En 1830, Francia reconoció a México como país libre y soberano, y entre 1831 y 1832 se firmaron acuerdos comerciales en los que se le daba a Francia el trato de "nación más favorecida". Los problemas con los franceses que vivían en México comenzaron a surgir por la inestabilidad política, ya que ésta generó una política económica en la que los préstamos forzosos eran constantes y nadie, incluidos los extranjeros, se libraba de ellos. Lo anterior provocó que los ciudadanos franceses avecindados en el país se quejaran con su representante, el barón Deffaudis, quien exageró el monto de los reclamos al momento de notificar a Francia sobre los hechos. Esta postura hizo que el ministro de Relaciones Exteriores mexicano, Luis Gonzaga Cuevas, se mostrara inconforme y pidiera su remoción, objetivo que logró aunque fuera de forma temporal. La situación empeoró cuando en 1838 Francia apoyó las pretensiones del barón y mandó al comandante Bazoche al mando de una flota —en la que también venía el barón Deffaudis— que arribó al puerto de Veracruz. Los objetivos de la expedición eran obligar al Gobierno mexicano a que reconociera y pagara 600,000 pesos para subsanar los daños sufridos por los súbditos franceses en territorio mexicano, retirar a los oficiales mexicanos culpables del atropello que sufrió el pastelero Pierre Lemoine y asegurar que a los franceses jamás se les volvieran a exigir préstamos obligatorios. Las órdenes de Bazoche eran claras y mostraban que la postura de Francia era intransigente y cerraba cualquier intento de diálogo. Cuando los mexicanos se enteraron de las condiciones impuestas por Francia (ideadas por Deffaudis) el ministro de Relaciones Exteriores expresó que "mientras no se retirara de los puertos la escuadra francesa, no daría respuesta, pues cualquiera que fuera la justicia que el Gobierno francés creyera tener para sus reclamaciones, el honor y el decoro de la nación mexicana se consideraban ultrajados y se creería, si se entraba en arreglos cuando permanecía en aquella actitud amenazadora la Francia, que el Gobierno mexicano obraba por temor a la fuerza con que se le amenazaba": La respuesta francesa no se hizo esperar. En el mes de octubre arribó a México el contralmirante Baudin con la orden de bloquear todos los puertos mexicanos del Golfo. A su llegada, Baudin se entrevistó con Luis Gonzaga Cuevas. Mientras que la postura del Gobierno mexicano era aceptar el pago de la deuda pero rechazar el resto de las exigencias, Baudin exigía el cumplimiento de todas las condiciones impuestas por su nación. Ninguna de las partes estaba dispuesta a transigir y mucho menos a escuchar argumentos de su contraparte. Esta tensa calma no tardó en romperse. El 27 de noviembre de 1838, Francia inició el ataque al puerto de San Juan de Ulúa, que era defendido por el comandante general del puerto, Manuel Rincón, quien en varias ocasiones se había mostrado reacio a aceptar el cargo pues contaba con un ejército improvisado, menguado por las deserciones, el hambre y la falta de apoyo del centro. Cuando Santa Anna se enteró en su hacienda veracruzana del

ataque francés, decidió actuar sin que se lo pidieran las autoridades. Marchó a San Juan de Ulúa, en donde se entrevistó con Rincón y acordó con éste rendir el fuerte. La decisión fue costosa para los mexicanos, ya que las condiciones impuestas por el ejército francés eran muy severas: la reducción de la guarnición del fuerte a 1000 soldados y la obligación de recibir e indemnizar a los soldados europeos. A cambio, los franceses se comprometían a desocupar el puerto en ocho meses. El Congreso desconoció el pacto, destituyó a Rincón como comandante general del puerto y nombró a Santa Anna defensor de Veracruz. Al parecer, el general mexicano no había aprendido de la batalla de San Jacinto, pues por segunda ocasión fue atacado por el enemigo mientras dormía. A diferencia de la guerra de Texas, en esta ocasión Santa Anna no fue detenido, aunque su ejército sufrió bajas considerables. Con la rapidez que le caracterizaba para improvisar ejércitos, Santa Anna se reforzó y atacó el muelle del puerto. El cuadillo mexicano no sólo perdió la batalla, sino que una bala de cañón le destrozó la pierna izquierda y los doctores tuvieron que amputársela. Por contradictorio que parezca, la pérdida de la pierna izquierda le trajo beneficios políticos a Santa Anna, pues lo convirtió en "mártir" de la intervención francesa, en héroe, y lo llevó a ocupar la presidencia mientras el titular, Anastasio Bustamante. se encontraba combatiendo a los federalistas en Tamaulipas. En su interinato, Santa Anna vio que la única opción posible para acabar con el conflicto era volver a pactar con los franceses. El 21 de marzo de 1839 se llegó por fin a un acuerdo: México se comprometía a cubrir 600,000 pesos en plazos cómodos y a pagar puntualmente los créditos franceses que los gobiernos anteriores habían adquirido. De esta forma México solucionó su primer conflicto con Francia de manera un tanto satisfactoria, ya que la paz se había firmado con las condiciones propuestas por Luis Gonzaga Cuevas el año anterior.

El último gran conflicto internacional de México —el más doloroso por sus consecuencias y porque puso en evidencia la desunión de los mexicanos— fue la guerra con Estados Unidos, la cual tuvo lugar en territorio nacional entre 1846 y 1848. En cierta medida, este conflicto fue resultado del expansionismo que el presidente James K. Polk imprimió a la política exterior de su país. Este expansionismo no era improvisado; por el contrario, se sustentaba en El Destino Manifiesto. Según este concepto, Estados Unidos, como nación, tenía un destino que por necesidad histórica debía cumplir: extender y salvaguardar la libertad y la democracia en el mundo, para lo cual era necesario ocupar aquellos territorios a los que no se les sacaba provecho. Así, en 1844 Estados Unidos expresó a nuestro país su intención de anexarse Texas e impedir que México, que no reconocía aún la independencia texana, recuperara dicho territorio por cualquier medio. En 1845, esta intención se convirtió en un hecho que fue tomado por México como un agravio nacional que lo orilló a romper relaciones diplomáticas con Estados Unidos. Este quebrantamiento hizo ver a las dos partes la posibilidad de la guerra: para los estadounidenses era la oportunidad de ampliar su territorio, mientras que para México significaba la oportunidad de frustrar el expansionismo de los vecinos del norte. A finales de 1845, los estadounidenses mandaron como agente diplomático a John Slidell, quien debía cumplir con varios objetivos. En primer lugar, tenía que exigir al Gobierno mexicano el pago de 3 millones de dólares por concepto de indemnizaciones para sus ciudadanos radicados en nuestro país. Como sabía que el Gobierno mexicano no tenía dicha cantidad, estaba autorizado a recibir a cambio ciertas concesiones, por ejemplo, que México reconociera que su frontera con Texas no era el río Nueces, sino el Bravo, lo cual significaba una mayor pérdida territorial. Otra función de Sidell era convencer al Gobierno mexicano de vender Nuevo México y la Alta California a Estados Unidos. La propuesta era muy atractiva, pues ofrecían 5 millones de dólares por Nuevo México y la cancelación de todos los adeudos originados por los reclamos, mientras que por la Alta California estaban dispuestos a pagar hasta 25 millones. La misión de Sidell fue un

fracaso, ya que no fue recibido por el Gobierno mexicano debido a problemas de protocolo. Washington pretendía que su enviado fuera recibido como ministro plenipotenciario, pero México se negaba, ya que eso significaba que se habían restablecido las relaciones diplomáticas entre ambas naciones lo cual no estaba dispuesto a aceptar. Ante este fracaso, James K. Polk se preparó para la guerra contra México. El 13 de mayo de 1846, las tropas comandadas por Zachary Taylor, jefe del ejército estadounidense, pasaron más allá del río Nueces y se enfrentaron al ejército de Mariano Arista. El general mexicano cayó en la provocación y se armó una pequeña gresca que en apariencia no pasó a mayores, pero que Estados Unidos tomó como pretexto para iniciar la guerra, ya que alegó que las tropas de Arista habían penetrado en su territorio y habían asesinado a soldados estadounidenses. Acto seguido, y tras derrotar a los soldados mexicanos en Palo Alto y Resaca de Guerrero, las tropas estadounidenses pasaron a Matamoros. Cuando el general Paredes, presidente de México, se enteró, se aprestó a formar un ejército para enfrentar a los invasores; sin embargo, el general Salas se levantó en armas en su contra y Paredes cedió el mando del ejército a Santa Anna, quien se encontraba de regreso en México luego del llamado que recibió de los liberales. Los estadounidenses aprovecharon esta inestabilidad para continuar su avance por el norte y tomar la ciudad de Monterrey. Se cuenta que Taylor permitió salir a Mariano Arista y a los defensores de la ciudad con todos los honores militares, acción que causó molestia en el Gobierno de Estados Unidos, que entregó el mando máximo de la guerra a Winfield Scott. Para asegurar las tierras que el ejército iba tomando en México, Polk dio la orden a los coroneles Stephen W. Kearny y Alexander W. Doniphan de que salieran con sus tropas acuarteladas en Misouri para ocupar los territorios de Nuevo México y Chihuahua, mientras que la armada tomaba los puertos californianos más importantes. Santa Anna, nuevamente en la presidencia, cedió a la tentación de participar en otra guerra. Con su rapidez habitual, alistó un ejército y marchó al norte para establecer su cuartel general en San Luis Potosí. Cerca de Saltillo, en un territorio llamado la Angostura, los ejércitos se enfrentaron. Al principio el ejército mexicano estaba ganando la batalla, pero la falta de recursos y el agotamiento de los soldados improvisados permitieron que los estadounidenses ganaran el enfrentamiento. Cuando Santa Anna marchó a la campaña del norte, dejó en la presidencia a Gómez Farías con la consigna de reunir la mayor cantidad de recursos para financiar la guerra. Como había sucedido antes, este liberal pensó en la Iglesia como medio de disponer fácilmente de dinero. El 11 de enero de 1847 dictó una ley que autorizaba al Estado a disponer de los bienes eclesiásticos a fin de obtener 15 millones de pesos para la guerra contra Estados Unidos. Una vez más, Gómez Farías se dejó llevar más por sus pasiones políticas que por la razón y, por ende, no midió las consecuencias de sus actos. A finales de febrero se sublevaron los polkos, un batallón de la Ciudad de México, que proclamaron la desaparición de los poderes ejecutivo y legislativo y reconocieron a Santa Anna como presidente interino y como general en jefe del ejército mexicano, pero a cambio, le exigieron la destitución de Gómez Farías. Bastante molesto por el levantamiento de los polkos, Santa Anna se vio en la necesidad de regresar a la Ciudad de México para imponer orden. Hizo derogar las leyes de su vicepresidente, a quien también separó del mando. Nombró vicepresidente a Pedro María Anaya y pidió a la Iglesia un préstamo de 100,000 pesos en razón de que sólo Guanajuato, Oaxaca, Jalisco, Querétaro, Michoacán, San Luis Potosí y Veracruz se habían tomado la molestia de proporcionar armas, dinero y soldados al ejército federal. He aquí una clara consecuencia del federalismo mal entendido. Para apresurar la ocupación del territorio mexicano, Polk decidió que sería bueno tomar el puerto de Veracruz. El presidente de Estados Unidos encomendó a Scott esta labor, que cumplió cabalmente el 29 de marzo de 1847. Los continuos fracasos en el norte y la apertura de un nuevo frente de batalla motivaron a Santa Anna a intentar detener el avance del ejército estadounidense por Veracruz, su estado natal, pero fue derrotado

por los invasores. Tras avanzar rápidamente por Veracruz, las tropas de Scott penetraron al estado de Puebla, en donde su avance se vio obstaculizado, mas no detenido, por las acciones de diversos grupos guerrilleros. En un esfuerzo por impedir que llegara a la ca-

pital, las autoridades de la Ciudad de México concentraron las pocas fuerzas del ejército que restaban así como a los efectivos de las guardias nacionales para fortificar las entradas y los puntos neurálgicos de la urbe, especialmente aquellos localizados en el norte, dirección por la que se temía la penetración. Sin embargo, el 7 de septiembre de 1847 Scott atacó la capital del país por su entrada sur y libró cruentas batallas en Padierna, San Antonio Abad, Churubusco ( ), Molino del Rey, Garitas de Belén y San Cosme. Finalmente, el 13 de septiembre se apoderó de la Ciudad de México. Mientras que los invasores penetraban en la Ciudad de México, se entablaron conversaciones en las que Estados Unidos dejó en claro que deseaba que México reconociera el río Bravo como la frontera de Texas, que le vendiera Nuevo México y California y que le diera libertad de tránsito por el istmo de Tehuantepec. El gobierno mexicano no aceptó esas condiciones tan desventajosas. Tras la caída de la capital, Santa Anna ordenó que los poderes se trasladaran a Querétaro, en una decisión que poco alteró la guerra. Acto seguido, renunció a la presidencia y abandonó el país. En enero de 1848, las autoridades mexicanas aceptaron reanudar las pláticas encabezadas por Manuel Peña y Peña, nombrado presidente interino por el Congreso. El 2 de febrero se firmó el Tratado de Guadalupe Hidalgo para dar fin a la guerra. Los acuerdos a los que se llegaron fueron los siguientes: México reconocería el río Bravo como frontera de Texas. México cedería Nuevo México y California a cambio de 15 millones de pesos. Estados Unidos cubriría las indemnizaciones que reclamaban sus ciudadanos en México. Estados Unidos no exigiría compensación alguna por los gastos de guerra. A pesar de que los tratados se firmaron en febrero, los poderes regresaron a la Ciudad de México hasta junio de 1848. La desunión de los mexicanos, como resultado de la falta de una conciencia nacional, así como la concepción errónea del federalismo, hicieron que México se convirtiera en víctima del expansionismo estadounidense y de los abusos franceses. A pesar de que la estabilidad política no llegó a México después de 1848, sino hasta las últimas décadas del siglo xix, los mexicanos aprendieron la lección y por ello su actitud durante la última intervención extranjera (la francesa de 1862-1867) sería distinta y el país mostraría una mayor unidad y cohesión frente a los extranjeros.

Uno de los primeros problemas que tuvo que afrontar México tras su independencia, fue la cuestión económica. Tras haber sido ignoradas por muchos caudillos insurgentes, las dificultades económicas se volvieron muy graves cuando los primeros mexicanos (de 1821 en adelante) tuvieron que afrontar las consecuencias de 11 años de lucha armada. Si bien es cierto que al principio el endeudamiento fue utilizado como una especie de inversión" para echar a andar la economía nacional, con el tiempo se convirtió en un paliativo de las carencias del sistema financiero mexicano. Desde el Primer Imperio los problemas económicos se hicieron presentes en la novel nación. Durante la Guerra de Independencia se había dado una masiva y constante fuga de capitales españoles que dejó al país sin fondos. El sistema hacendario no funcionaba de forma correcta, ya que mientras que el gobierno gastaba alrededor de 13 millones de pesos (11 de ellos se destinaban al ejército), sólo podía recaudar nueve, es decir, había un déficit de cuatro millones. Para solventar esta situación, Iturbide optó por reducir los gastos del gobierno, incrementar los impuestos, vender o alquilar las rentas de la nación, vender los bienes de la Compañía de Jesús, los hospitalarios y los de la Inquisición, seguir una política de préstamos forzosos y usar el recurso del papel moneda, que no rindió beneficios pues la gente lo rechazaba. Como estas medidas no pudieron revertir la tendencia deficitaria, Iturbide tramitó un préstamo con Inglaterra que no pudo disfrutar, pues antes de que llegara, fue derrocado por los republicanos. Entre 1824 y 1825 Guadalupe Victoria obtuvo dos préstamos de Inglaterra, en condiciones poco favorables, por un monto total de 32 millones de pesos, de los cuales 23 se gastaron en comisiones, intereses, armamento, buques (de pésima calidad) y vestuario para el ejército. A pesar de lo anterior, estos préstamos permitieron al gobierno de Victoria gozar de alguna estabilidad económica. Cuando Guerrero subió a la presidencia, la economía nacional estaba quebrada de nuevo. Encomendó el problema a Lorenzo de Zavala, secretario de Hacienda, quien tomó una serie de medidas muy impopulares, como la abolición del monopolio del tabaco, la imposición de impuestos a la propiedad de la raíz de algodón en rama y a los carruajes. Sin embargo, tanto Guerrero como Zavala hicieron poco en menos de un año de gobierno. La inestabilidad del régimen de Guerrero se manifestó en una agudización de la crisis económica. La actividad comercial disminuyó, pues varias naciones dejaron de enviar sus barcos mercantes, Inglaterra suspendió los créditos que tenía pactados con México y el gobierno no podía pagar los sueldos de burócratas y militares. Fue en parte esta inestabilidad económica la que propició la caída de Guerrero y su sustitución por Anastasio Bustamante. Al asumir la presidencia de la nación, Bustamante dejó la cuestión hecendaria en manos del centralista Lucas Alamán. Al igual que Zavala, Alamán estaba convencido que había que hacer una gran reforma hacendaria y financiera para que la economía nacional saliera a flote. En primer lugar, decidió acabar con el proteccionismo para que las aduanas marítimas de México recibieran más ingresos. También destinó el cinco por ciento de los ingresos aduanales a financiar el ramo industrial. Creó cl Banco de Avío, institución estatal que debía financiar y fomentar la industria, permitió la libre importación de maquinaria destinada a la industria y comenzó a pagar las deudas contraídas con Inglaterra para realzar el prestigio del país a nivel internacional y tramitar con más facilidad otros préstamos. Esta política le dio a la nación, por primera vez en su historia, la posibilidad de tener más ingresos que egresos. El ascenso de Santa Anna al ejecutivo significó un retroceso en materia financiera. Durante su presidencia volvió la política deficitaria al grado de que el gobierno gastaba casi el doble de lo que recaudaba. Valentín Gómez Farías pensó que una forma de solventar ese problema era disponer de los bienes del clero para subastarlos. Paralelamente, Santa Anna decidió volver al proteccionismo industrial: prohibió la importación de productos que se hacían en México y cerró el Banco de Avío para disponer de sus recursos. "

La llegada del centralismo al poder, bajo la figura de Bustamante, acentuó más la crisis económica, ya que como la Constitución quitaba a los gobernadores la facultad de intervenir en la recaudación y administración de los impuestos, éstos no se preocupaban por obtener ingresos y administrarlos de forma honesta. En su segundo régimen, Bustamante tuvo que hacer frente a los problemas económicos originados por las guerras contra Texas y Francia y la desorganización que imperaba en la mayoría de las aduanas marinas de México.

El Banco de Avío

Art. 1. Se establecerá un Banco de Avío para fomento de la industria nacional, con el capital de un millón de pesos. Art. 2. Para la formación de este capital se prorroga por el tiempo necesario, y no más, el permiso para la entrada en los puertos de la República de los géneros de algodón, prohibidos por la ley del 22 de mayo del año anterior. Art. 3. La quinta parte de la totalidad de los derechos devengados y que en lo sucesivo causaren en su introducción los efectos mencionados en el artículo anterior, se aplicará al fondo del Banco. Art, 4. Para proporcionar de pronto las sumas que fueren necesarias, se autoriza al gobierno para negociar sobre la parte de derechos asignada a la formación del capital del Banco, un préstamo hasta de doscientos mil pesos con el menor premio posible, que no pase de tres por ciento mensual, y por plazo que no pase de tres meses. Art. 5. Para la dirección del Banco y fomento de sus fondos, se establecerá una junta que presidirá el secretario de Estado y del Despacho de Relaciones, compuesta de un vicepresidente y dos vocales, con un secretario y dos escribientes, si fueren necesarios. Los individuos de esta junta no gozarán, por ahora, sueldo alguno, y se renovarán uno en cada año, comenzando por el menos antiguo, pudiendo el gobierno reelegir al que salga, si le pareciere conveniente; y para secretario y escribientes se emplearán cesantes útiles, que servirán estos destinos por el sueldo que les corresponde por el empleo de que son cesantes. El gobierno formará un reglamento a que debe sujetarse esta junta para el desempeño de sus funciones, y en adelante, cuando haya productos del fondo, se establecerá por el Congreso el sueldo que han de disfrutar los individuos de la junta y demás empleados en el Banco... Art. 6.... Art. 7. La junta dispondrá la compra y la distribución de las máquinas conducentes para el fomento de los distintos ramos de industria, y franqueará los capitales que necesitaren las diversas compañías conque se formaren, o los particulares que se dedicaren a la industria en los Estados, distrito y territorios, con las formalidades y seguridades que los afiancen. Las máquinas se entregarán por sus costos, y los capitales con un cinco por ciento de rédito anual, fijando un término regular para su reintegro, y que continuando en giro, sirva de un fomento continuo y permanente a la industria. Art. 8. Los productos de los réditos procedentes de las importaciones que expresa el artículo anterior, se destinarán a los sueldos de los individuos de la junta y demás empleados en el Banco y a los gastos de éste, y el remanente se aplicará al aumento del capital.

Art. 9. La

junta menor presentará y publicará anualmente sus cuentas, acompañándolas con una memoria en que se demuestre el estado de la industria nacional y sus sucesivos progresos.

Art. 10.

Aunque los ramos que de preferencia serán atendidos sean los tejidos de algodón y lana, cría y elaboración de seda, la junta podrá igualmente aplicar fondos al fomento de otros ramos de industria y productos agrícolas de interés para la nación.

Art. 11.

El gobierno podrá asignar de los fondos del Banco, hasta seis mil pesos anuales, para premios a los diversos ramos de la industria, los cuales se concederán a propuesta y conforme de la junta.

Art. 12.

Por ningún motivo ni pretexto se distraerán los fondos del Banco para otros objetos, no se podrán hacer por la junta, donativos, funciones ni otra erogación alguna ajena de su objeto. Decreto por medio del cual se estableció el Banco de Avío.

La situación económica no mejoró con la llegada de la Segunda República Federal (1846-1855). Tras la "venta" de Nuevo México y California a Estados Unidos, el gobierno recibió una inyección de capitales generosa; sin embargo, era tan difícil la situación económica del país que 15 millones de pesos no bastaron para mejorar las cosas. Aunque a raíz de la invasión de 1848 los estados adquirieron una mayor conciencia nacional y empezaron a colaborar más con la nación, la inestabilidad económica continuó. El gobierno del general Herrera tuvo 10 secretarios de Hacienda, de los cuales destacó Manuel Piña y Cuevas pues reorganizó las aduanas nacionales; fundó el Banco Nacional y el Banco de Depósito, Descuento y Circulación, cuyas funciones eran muy parecidas a las que había tenido décadas atrás el Banco de Avío. El último gobierno de Santa Anna llevó a cabo una política fiscal absurda con la que estableció impuestos por las ventanas y puertas de las casas particulares y de los comercios, y exigió a los dueños de caballos y perros una cuota mensual por cada uno. Por supuesto que quedaban exentos de tales medidas los extranjeros, los clérigos y el ejecutivo de la nación. En conclusión, las finanzas nacionales estuvieron en constante déficit por varias razones: la desmedida cantidad de gastos que tenía el Estado por causa de guerras, levantamientos, jubilaciones de militares, etcétera; malos manejos, robos y empréstitos gravosos. Como puede observarse, la quiebra económica y el endeudamiento del país no son exclusivos del siglo xx, sino que han sido situaciones constantes en nuestra historia nacional.

Como hemos visto, la Iglesia tuvo un papel importante en la política nacional. Como protagonista de escándalos y sustento primordial de la élite política, se convirtió en un punto neurálgico para el país durante el siglo xIx. Aunque entre 1821 y 1855 las relaciones entre Iglesia y Estado no fueron tan turbias como en los decenios posteriores, estuvieron marcadas por conflictos (como los del Patronato Real) que ponían de manifiesto la disputa de ambas instituciones por el poder. En 1821, la Junta Legislativa trató de derogar algunos decretos antirreligiosos emitidos por las cortes españolas, de forma que se volvieron a admitir novicios de ambos sexos a la profesión religiosa, se reabrieron los noviciados en todo el país y se intentó restituir la Compañía de Jesús, pero no se obtuvo resultado alguno. Con la llegada del Primer Imperio se sucedieron los problemas, especialmente con motivo del Patronato. Mientras que los clérigos mexicanos afirmaban que con la Indepen-

dencia este derecho había cesado, pues sólo pertenecía a los reyes españoles, otros grupos eran de la idea de que el Patronato había pasado a manos de la joven nación. Mientras tanto, los obispos mexicanos eran los encargados de hacer los nombramientos para cubrir las vacantes. Para dirimir la cuestión, había que establecer contactos con Roma para que el Papa diera la última palabra; sin embargo, tal labor se veía obstaculizada por el hecho de que el Vaticano aún no reconocía a México como país. Con el advenimiento de la Primera República Federal, la cuestión del Patronato continuó generando disputas. Diputados como Fagoaga y Teresa de Mier deseaban evitar el contacto con Roma a toda costa para que el Estado mexicano pudiera asegurarse este derecho. Los esfuerzos de este grupo fueron en vano, ya que en abril de 1823 se decidió mandar al presbítero Francisco Vázquez como representante de México a Roma. En esta época, Fernando VII pidió al papa León XII que les enviara a los obispos y arzobispos de toda América una carta en la que les pidiera que colaboraran con el monarca español en la reconquista del continente. Cuando el Papa aceptó en 1824, Guadalupe Victoria ordenó a Vázquez que ya no fuera a Roma y que se quedara en Londres. Vázquez llegó por fin a Roma en 1830, seis años después de haber salido de México. La misión del enviado era pedir que el Papa nombrara obispos residenciales para México. Fue recibido por el secretario de Estado Pío VIII quien, presionado por España, rechazó tal petición y afirmó que sólo podía nombrar vicarios apostólicos (que están en tierras donde hay misiones y la Iglesia no está institucionalizada). Sin embargo, tras la muerte de Pío VIII en 1830, su sucesor, Gregorio XVI, aceptó nombrar a los obispos residenciales de Durango, Michoacán, Linares, Chiapas y Puebla. Este hecho fue muy significativo, ya que era el reconocimiento implícito del Vaticano a México como nación independiente. En la década de 1830 algunos liberales empezaron a postular el principio de la separación de la Iglesia y el Estado, pues creían que el segundo era una organización "perfecta" amenazada por la primera. Los progresistas incluso tachaban a la Iglesia de reminiscencia del pasado colonial. Con todo, hasta 1833 no hubo problemas entre ambas instituciones. Valentín Gómez Farías comenzó a actuar como si tuviera el derecho de Patronato, pues mandó proveer a todos los curatos vacantes, suprimió las sacristías mayores en todas las parroquias, reconoció que el presidente y los gobiernos locales podían disponer de este derecho y, como preveía que los obispos y la mitra no aceptarían estas disposiciones. habló de multar y hasta expulsar del país a quienes se opusieran. Fueron tales los disturbios y la inestabilidad política generados por estas medidas, que el Congreso retiró de la vicepresidencia a Gómez Farías y Santa Anna tuvo que anularlas. Con la llegada del centralismo al poder, los progresistas exiliados en Estados Unidos (entre ellos Gómez Farías) firmaron en 1835 el Pacto de Nueva Orleans, en el que planeaban reinstaurar en México el federalismo. En cuanto a la Iglesia, decía que se expulsaría a todos los miembros del clero que se opusieran a las reformas liberales; se disolverían los cabildos eclesiásticos; se obligaría a la Iglesia a entregar al gobierno toda la plata y las joyas que poseyera; se secularizarían y suprimirían todos los conventos y sus bienes inmuebles pasarían a manos del Estado; la ornamentación de las iglesias se destinaría para auxiliar a los pobres, y para finalizar, se impondría la libertad de cultos en el país. El Pacto de Nueva Orleans jamás llegó a aplicarse. Para muchos de sus contemporáneos, Santa Anna fue como el Espíritu Santo durante la guerra contra Estados Unidos, dado que "se encontraba en todas partes y afectaba a todos". La Iglesia no fue la excepción, pues a pesar de que este político mexicano era conocido por ser hombre muy religioso y piadoso, tales cualidades no le impidieron solicitar préstamos a la Iglesia o arrebatarle bienes para financiar la guerra. Así, aunque de forma obligatoria, la Iglesia cooperó en la defensa de México durante el conflicto bélico de 1846-1848. Cuando en 1848 se supo en México que el Papa había sido expulsado del Vaticano por los movimientos liberales, el presidente Herrera le mandó un donativo de 25,000 pesos como ayuda para su destierro. Lo que al principio pareció un despilfarro absurdo,

e.

puesto que lo necesitaba más el país que el Papa, al poco tiempo se convirtió en un acto con repercusiones a nivel diplomático. El Papa correspondió dando esperanzas de que enviaría un representante suyo a México para formalizar las relaciones diplomáticas y ocupar las sedes episcopales vacantes. El 11 de noviembre de 1851 llegó Luis Clementi como delegado apostólico, pero sus credenciales no fueron aceptadas por cl presidente Arista para no enardecer a los liberales. Como medida de presión para que Arista diera marcha atrás, el arzobispo de México, Lázaro de la Garza, renunció a su cargo hasta que Clementi fuera reconocido. Poco pudo hacer Arista, ya que un golpe de Estado lo quitó del poder y el presidente Lombardini aceptó las cartas credenciales de Clementi, pero a condición de que el delegado apostólico no se entrometiera en la política y que las decisiones que tomara no repercutieran en el Gobierno. Cuando Santa Anna ocupó la Presidencia entre 1853 y 1855, favoreció a la Iglesia dándole garantías y restituyendo la Compañía de Jesús —a la que se le devolvieron sus bienes— y la orden de Nuestra Señora de Guadalupe. Durante esta época el culto se vio muy favorecido por el Estado, y la Iglesia alcanzó un esplendor que luego opacarían los gobiernos liberales posteriores y que tardaría varios años en recuperar.

Para algunos mexicanos, con la consumación de la Independencia se rompió todo lazo con España, pero tomar esta idea como verdadera sería un error. Por mucho rencor u odio que existiera contra los hispanos, la cultura en México tuvo gran influencia de la madre patria. Este hecho ocasionó una disputa entre los criollos, grupo generador de cultura en México, pues mientras algunos (los clasicistas) querían continuar con la herencia colonial, otros (los romanticistas) proponían un rompimiento cultural. Por otra parte, las clases bajas también crearon su propia cultura, aquella que en la actualidad forma parte de lo que llamamos folclor y que con el tiempo se ha convertido en "lo mexicano".

La poesía fue un género literario importante durante los primeros años de independencia, y su riqueza se debió a la transición del Neoclásico de finales de la Colonia al Romanticismo de la segunda mitad del siglo xix. Tras la Independencia, el Romanticismo comenzó a ser el estilo poético predominante en dos tendencias: 1. Los tradicionalistas (José Joaquín Pesado y Manuel Carpio), que escribían según los cánones académicos e hicieron del pasado remoto y la religión los objetos de sus poemas. 2. Los románticos del futuro (José Manuel Heredia y Fernando Calderón), que se agrupaban en la Academia de Letrán y que se encontraban influidos por Byron y Espronceda. Los temas de su poesía son la naturaleza, los valores morales y la historia de México. La importancia de todos estos poetas radica en que estaban conscientes de que en el país no había un sentimiento nacionalista, e intentaron formarlo mediante concursos de himnos nacionales, odas a la patria, etcétera. El caso de la novela también es de mucho interés. Este género no se desarrolló durante la época colonial, pero a pesar de ello, en la primera mitad del siglo xix contó con grandes exponentes. Muchos coinciden en señalar a José Joaquín Fernández de Lizardi como uno de los más grandes literatos mexicanos del siglo xix. Entre sus obras más destacadas se encuentran El periquillo Sarniento, Fábulas, La Quijotita y su prima y Noches tristes y

días alegres. En El periquillo Sarniento, Lizardi hizo un retrato y una crítica de la sociedad

de su época, y es también el primer intento de un intelectual de origen criollo de tomar en cuenta la cultura popular. Sus obras poseen cierto sentido moralista que también busca la reivindicación de los grupos bajos de la sociedad. La literatura política fue la que más atrajo a los intelectuales mexicanos como consecuencia de los problemas del proceso de conformación del país. Los acontecimientos ocurridos entre 1821 y 1855 fueron la materia prima de folletos en los que se criticaban, apoyaban o explicaban las diferentes posturas políticas con la finalidad de ganarse a la opinión pública. Esta literatura se apoyó en la historia para buscar en el pasado los elementos que justificaran las posturas ideológicas del momento. Entre los historiadores federalistas y liberales encontramos a fray Servando Teresa de Mier, Historia de la revolución de la Nueva España y Memorias; Lorenzo de Zavala, Ensayo histórico de las revoluciones de México, y Luis Mora, México y sus revoluciones. Del lado centralista conservador destacó Lucas Alamán con Disertaciones sobre la Historia de México e Historia de México. En ambos casos, éstos y otros historiadores quisieron mostrar la conveniencia de continuar o romper con los patrones organizativos de la época colonial. Durante la primera mitad del siglo xix el periodismo adquirió especial relevancia, al grado de que las poblaciones importantes poseían su propio periódico. Los diarios de esta época notificaban sobre acontecimientos políticos internos y, en ocasiones, externos. Tenían secciones literarias, científicas, de crítica de arte, anuncios y editoriales. Estos últimos ventilaban las cuestiones políticas y, junto con los folletos, se convirtieron en un arma política importante. Tras la Independencia, los principales periódicos, como El correo semanal de México y Monitor Republicano, eran de tendencia federalista liberal y hasta 1846 los conservadores no pudieron imprimir publicaciones a la altura de las liberales: El Tiempo y El Universal.

A diferencia de la literatura, en las artes plásticas se hizo evidente el descontrol producido por la Independencia, así como el deseo de crear una cultura netamente mexicana. Las artes plásticas tuvieron que atravesar por muchas dificultades, como el cierre de la Academia de San Carlos en 1821 y su reapertura, en condiciones precarias, tres años después. A pesar de ello, las tendencias escultóricas y pictóricas nacionales progresaron y entregaron producciones notables. La pintura no tuvo gran desarrollo durante la primera mitad del siglo xix. Durante esta época, salvo Juan Cordero ( 1), ningún otro pintor local alcanzó renombre e importancia, a diferencia de artistas extranjeros como Octavio D'Almivar y Federico Waldeck, quienes, a su vez, se sentían muy atraídos por el exotismo, las costumbres y la belleza de México, de ahí que la mayoría de sus obras fuesen paisajes, vistas, retratos de escenas típicas y de tipos sociales. En 1846 llegó a México el clasicista español Pelegrín Clavé, cuya importancia radicó en que fue el maestro de los pintores mexicanos que destacaron en la segunda mitad del siglo xix. Tanto Clavé como Cordero tomaron como temática de sus obras acontecimientos y mitos religiosos e históricos. A pesar de que ambos artistas encabezaron una enconada disputa, para muchos Cordero era superior por tratarse de un creador mucho más versátil. Fue pintor de caballete, retratista y muralista y un clasicista académico con destellos románticos. En la capital también tuvo lugar un movimiento de pintura popular en la que varios autores anónimos hacían obras, principalmente retablos en los que retrataban acontecimientos de la Independencia, a sus héroes, las costumbres populares y hechos de la vida diaria. De hecho, esta pintura popular logró lo que la academia no pudo: hacer una pintura mexicana.

La escultura y la arquitectura fueron menos afortunadas que la pintura, debido a las crisis económicas que enfrentaba constantemente el país y que impidieron al Estado financiar la construcción de monumentos y obras públicas. En escultura, Manuel Vilar dejó algunas obras de tema histórico y religioso nada comparables a las realizadas a inicios de siglo por el catalán Manuel Tolsá 1 2). En arquitectura la situación fue muy parecida, pues Pedro Patino Ixtolinque, Lorenzo de Hidalga y Javier Cavalleri no igualaron las obras de Tolsá, Francisco Eduardo Tresguerras e Ignacio Cestera.

En las primeras décadas de vida independiente de México, las diferentes facciones políticas establecieron un debate que en ocasiones llegó a las armas, debido a la forma de gobierno que tendría la nueva nación. Las opciones iniciales fueron la monarquía y la república; sin embargo, el fracaso del Imperi o de Agustín de Iturbide llevó a una reconfiguración del panorama político nacional al darse una división en el seno del bando republicano entre los centralistas, ex monárquicos que se apegaban al modelo de gobierno español, y los federalistas, antiguos insurgentes que deseaban aplicar el modelo estadounidense en el país. Tras finalizar la guerra contra Estados Unidos en 1 848, estos grupos se transformaron en conservadores y liberales, respectivamente. La lucha por la definición política del país se gestó en medio de grandes eventos adversos para la nación, tales como una crisis económica recurrente que impidió la recuperación financiera del país; golpes de Estado continuos, que en poco ayudaron a la unión nacional; la pérdida de territorio debida a la independencia de Texas; la venta de los actuales estados de California, Arizona, Nuevo México y porciones de Nevada y Colorado; así como intervenciones extranjeras encabezadas por Francia y Estados Unidos. En cambio, el desarrollo artístico y cultural del país continuó floreciendo, ahora caracterizado por la búsqueda de un camino propio que se desarrolló en medio de la ruptura y la continuidad, y que, con el paso del tiempo, se constituiría en lo que hoy en día es "lo mexicano".

El periodo que acabamos de estudiar es uno de los más interesantes e importantes de nuestra historia por varias razones. En primer lugar, reunió a dos de los más grandes "villanos" nacionales que reconoce la historiografía oficial: Iturbide y Santa Anna. El primero traicionó a la patria al hacerse coronar emperador e intentar gobernar de forma dictatorial; acontecimientos que han hecho olvidar a más de uno que sin él la consumación de la Independencia hubiera sido una labor más ardua. En cambio, Santa Anna se nos muestra como un personaje más complejo. Tachado de traidor, pues casi siempre que México perdió territorio fue en su gobierno, es necesario recordar también que Santa Anna siempre estuvo dispuesto a defender al país cuando fue necesario, de ahí que, entre otros factores, se convirtiera en la figura política protagónica de la primera mitad del siglo xix. Políticamente hablando, los primeros 34 años de independencia del país se caracterizaron por una crisis económica continua; las disputas entre federalistas y centralistas, que llegaron a ser tan radicales que los primeros apoyaron la separación de Texas; y los golpes de Estado constantes, que en ocasiones sirvieron para imponer regímenes ilegítimos sobre otros que también eran ilegítimos y que, a su vez, ayudaron a los militares a obtener ascensos fáciles y rápidos en el ejército. La corrupción entre la clase política y económica también se hizo presente y comenzó a mostrarse como uno de los más grandes lastres de nuestra nación. La falta de una identidad nacional sumió al país entero en una dinámica de dispersión y hasta de separación que costaría mucho trabajo controlar (hablar de erradicarla sería muy pretencioso). La política y la economía se convirtieron en el botín de unos pocos que conducían según sus intereses personales o de grupo, en un país cuyas mayorías estaban incapacitadas para participar en política por ser analfabetas, vivir en la miseria y no tener posibilidad alguna de cambiar su situación. Esta época también tuvo elementos positivos ligados a algunos de los fenómenos anteriores. Las disputas políticas tenían una finalidad: crear la nación mexicana con base en determinados principios doctrinales, unos tradicionalistas y otros innovadores. La búsqueda de un proyecto de nación pareció en ocasiones una especie de experimento en el que se buscaba obtener resultados por "ensayo y error", pues cuando un tipo de gobierno no obtenía logros, se desechaba para tomar otro que, al fracasar, era sustituido a su vez por otro más. Los primeros pasos fueron erráticos, mucho más de lo que los insurgentes habían pensado antes de la consumación de la Independencia, pero hay que reconocer que tales "ensayos" asentaron las bases políticas y económicas para el desarrollo posterior del país, desarrollo que si bien en ocasiones fue similar al de este periodo, también comenzó a mostrar ciertas diferencias que con el tiempo se hicieron más evidentes y trajeron nuevas metas y nuevos problemas.

DE LA REVOLUCIÓN DE AYUTLA L FINAL DEL SEGUNDO IMPERIO 1855-1867) ff

4. •

Como estudiamos en el capítulo anterior, los años de 1853 a 1855 comprendieron el último periodo presidencial de Antonio López de Santa Anna. En este lapso, Santa Anna gozó de un poder ilimitado que lo convirtió en un dictador odioso para muchos sectores de la sociedad. Las prácticas y vicios que se le imputaron al presidente y su régimen estaban ya enraizados en la política mexicana, pero durante esta época alcanzaron límites escandalosos. A los opositores políticos se les persiguió bajo el lema de "o encierro o destierro o entierro". Creció la desigualdad social por la acumulación de grandes extensiones de tierras en manos de una oligarquía que mantenía el poder político y económico en una especie de pequeños "feudos", en donde las carencias educativas, económicas y culturales de la mayoría de sus pobladores era la norma. La nueva generación de los liberales, consciente de los problemas anteriores e inflamada por un nacionalismo surgido de la guerra con Estados Unidos, no estaba dispuesta a permitir que la situación continuara. Herederos de la ideología del Partido del Progreso, de Valentín Gómez Farías y del doctor Mora, estos letrados surgidos de los seminarios y las nuevas escuelas, y con una breve trayectoria política, se mostraban deseosos de tener una participación política más activa para generar el cambio que necesitaba el país: un rompimiento con el pasado que permitiera a la nación encaminarse por las vías de la modernidad. Ello implicaba postulados que fueron tomados como banderas del liberalismo: el respeto a los derechos de los individuos, la creación de un sistema democrático, el reconocimiento a los derechos absolutos de la propiedad, el trabajo y la empresa, la instrucción del pueblo, la separación entre la Iglesia y el Estado, entre otros. En su segunda generación, el liberalismo seguía considerando a Estados Unidos el modelo a seguir, no sólo por la herencia de la generación liberal de la primera mitad del siglo xix, sino también porque muchos de los nuevos liberales pasaron parte de su vida en ese país como consecuencia de la persecución que más de una vez desataron en su contra los conservadores. En el sur del país, especialmente en los estados actuales de Guerrero, Michoacán, sur del Estado de México, Morelos y Oaxaca, el general Juan Álvarez ( ) esta bleció desde comienzos de la Independencia un cacicazgo inmenso al que Santa Anna veía con malos ojos. El caudillo veracruzano estaba en contra de los caciques, pues sentía que rivalizaban con su poder, pero sabía que era mejor llevar buenas relaciones con ellos. Juan Álvarez era un caso aparte, ya que por su fuerza e ideología federalista y liberal se había convertido en un estorbo, así que Santa Anna intentó reducir su fuerza para someterlo. Al principio, sin el consentimiento de Álvarez, removió al coronel Florencio Villarreal — comandante de la Costa Chica— y a Ignacio Comonfort —administrador de la aduana de Acapulco — . Posteriormente, con el pretexto de un posible ataque pirata, Santa Anna envió más tropas al estado de Guerrero. El cacique suriano descubrió de inmediato las intenciones de "su Alteza Serenísima" y se levantó en armas en lo que pasaría a la historia como "la Revolución de Ayutla". Un grupo de liberales jóvenes y de mediana edad se reunió en la hacienda de Álvarez para organizar el levantamiento armado. Álvarez, Comonfort ( ) y otros liberales escribieron el Plan de Ayutla el 1 de marzo de 1854, aunque lo reformaron 10 días después en el puerto de Acapulco. El Plan desconocía al presidente y a los funcionarios que lo apoyaban y proponía que el ejército eligiera a un jefe como presidente interino que convocara a un congreso constituyente y a elecciones. El movimiento tuvo éxito, especialmente por dos factores. En primer lugar, gracias a la ayuda de Eligio Romero, los levantados lograron coordinarse con los liberales mexicanos desterrados en Estados Unidos, quienes apoyaron a Juan Álvarez. En Texas, Melchor Ocampo, Ponciano Arriaga y José María Mata organizaron la Junta Revolucionaria Mexicana, mientras que Benito Juárez se embarcaba hacia el puerto de Acapulco para apoyar a los alzados. Por otro lado, el movimiento repercutió en todo el país. En algunas regiones de Morelos, tanto los campesinos como los hacendados quemaron sus cosechas, se negaron a pagar

contribuciones y tomaron las armas. Con el tiempo, hubo levantamientos generalizados en los estados de Michoacán, Tamaulipas, Nuevo León. San Luis Potosí y Querétaro. En abril de 1855, para salvar la situación. Santa Anna optó por tomar el mando del ejército y enfilarse rumbo a Acapulco para acabar con el alzamiento. El caudillo mostró una vez más su falta de dotes militares y fue derrotado. Viendo que la situación estaba perdida, Santa Anna anunció en agosto de 1855 que saldría hacia Colombia en una especie de exilio voluntario, el cual más bien era forzado. Los conservadores quisieron aprovechar la situación para no desprenderse del poder y nombraron presidente a Martín Carrera. A su vez, en cumplimiento con lo dispuesto en el Plan de Ayutla, los revolucionarios reunidos en Cuernavaca proclamaron a Juan Álvarez como presidente interino, y éste convocó a un congreso extraordinario.

Una vez que Juan Álvarez fue electo presidente interino del país, una de sus primeras decisiones fue llamar a liberales jóvenes y de mediana edad para conformar su gabinete. De esta forma, Melchor Ocampo, Benito Juárez, Ponciano Arriaga, Guillermo Prieto, Ignacio Comonfort y otros iniciaron su participación política a nivel nacional, la cual proseguiría hasta 1876 cuando ocurrió un nuevo relevo generacional en el seno del liberalismo mexicano. El gobierno de Juan Álvarez no cumplió con las expectativas de la Revolución de Ayutla. En primer lugar, su entrada a la Ciudad de México fue poco lúcida, ya que sus tropas estaban conformadas por indígenas mal vestidos en cuyos rostros se veían los estragos del hambre que habían padecido durante años. Esta situación generó cierto temor entre los conservadores de la sociedad, que no eran pocos y que pensaban que iba a gobernar el país un grupo de andrajosos. Al poco tiempo de su llegada. comenzaron a ponerse de manifiesto las diferencias entre los liberales moderados, cuyo líder era Ignacio Comonfort, y los puros, encabezados por Melchor Ocampo. A final de cuentas se impuso el primer grupo, que convenció al presidente de conservar el ejército anterior y reformarlo para no tener que pasar por el penoso proceso de organizar otro, y también de que se le diera el derecho de voto. Durante el gobierno de Juan Álvarez se consiguieron ciertos logros. No pudo dar al país una nueva Constitución, pero su régimen se preocupó por promulgar leyes que permitieran no sólo mantener el orden en el país, sino también poner en práctica los ideales del liberalismo. Ejemplos de esto fueron la Ley de Administración de Justicia o Ley Juárez, redactada por Benito Juárez (›+ < ), que anulaba los fueros militares y religiosos en los asuntos civiles, o la disposición de Melchor Ocampo que privaba del derecho de voto a los cleros regular y secular. Quedaba claro que el gobierno iba a llevar a cabo una política hostil contra el ejército y, especialmente, el clero, los dos grandes pilares del partido conservador mexicano. La añoranza de la tierra guerrerense, los serios problemas internos y el reconocimiento de la propia incapacidad para resolver tales situaciones, orillaron a Álvarez a renunciar a la presidencia el 11 de diciembre de 1855, dos meses y una semana después de haber asumido el poder. Antes de regresar a Guerrero, dejó a Ignacio Comonfort como encargado del ejecutivo nacional. Al asumir la presidencia, Comonfort declaró que su gobierno se regiría bajo los principios de "orden y libertad", que consideraba las principales necesidades de México. El presidente cumplió en cierta medida con el primero de estos principios, pues reprimió a las bandas de forajidos y a los indígenas sublevados y calmó los ímpetus de ese federalismo tan exacerbado que durante tantos años había predominado en el país. Una de las preocupaciones del presidente fue impulsar las obras públicas y educativas (como el establecimiento del ferrocarril México-Veracruz, dotar de alumbrado de gas en la Ciudad de México. la creación de bibliotecas públicas, escuelas para pobres, la Escuela de Artes y Oficios y la de Comercio y Corredores), pero fue aún mayor su empeño por dar al país una nueva constitución.

A pesar de que para ello convocó a un Congreso extraordinario el 14 de febrero de 1855, Comonfort creó un Estatuto Orgánico Provisional con el cual gobernaría el país hasta que tuviera una nueva Carta Magna. Este estatuto era de carácter liberal moderado y exaltaba las garantías individuales, sobre todo las relacionadas con la libertad, la seguridad, la igualdad y la propiedad; también abolió la esclavitud, los títulos nobiliarios, los monopolios, los castigos degradantes, la pena de muerte y los préstamos forzosos, es decir, aquellas prácticas arraigadas en la vida de nuestro país y que atentaban contra el individuo. Además, el 16 de abril de 1856 el presidente expidió un decreto en el que prohibía la coacción civil en los votos eclesiásticos. y otro en junio de ese mismo año en el que suprimía a la Compañía de Jesús. A pesar de tratarse de un gobierno liberal moderado, su intención era debilitar a la Iglesia, pues consideraba que su poder rivalizaba con el del Estado. Más aún, el 25 de junio el secretario de Hacienda, Miguel Lerdo de Tejada, emitió la Ley Lerdo o de desamortización. El punto central de este documento era desamortizar las corporaciones civiles y eclesiásticas para poner en circulación las riquezas estancadas en manos muertas, debilitar el poderío económico del clero, crear un grupo de pequeños propietarios y aumentar los ingresos del Estado. Esta ley no sólo afectó a la Iglesia. sino también a las comunidades indígenas, cuyas tierras comunales fueron objeto de la desamortización. Con todo, las expectativas del gobierno no se cumplieron, ya que las tierras desamortizadas fueron malbaratadas y quienes las compraron no eran los pequeños propietarios, sino latifundistas nacionales y extranjeros. En enero de 1857. el gobierno expidió una ley en la que secularizaba los cementerios y creaba el Registro Civil. En abril de ese mismo año, a pesar de haber sido promulgada la Constitución de 1857 (de la que hablaremos más adelante), José María Iglesias expidió la ley que llevaba su nombre y que prohibía a la Iglesia el cobro de obvenciones parroquiales. diezmos y derechos a los menesterosos. Dentro del ámbito de lo legal. uno de los mayores logros de la administración de Comonfort fue la promulgación de la Constitución de 1857, documento que regiría a la nación durante 60 años. El Congreso constituyente inició sus labores el 14 de febrero de 1856. Este organismo estaba compuesto por liberales_ en su mayoría del ala moderada: Francisco Zarco, Guillermo Prieto, Ignacio Mariscal, Ponciano Arriaga, Ignacio L. Vallarta y Santos Degollado. Los puros. aunque formaban un grupo minoritario, estaban representados por Valentín Gómez Farías, quien buscó que los principios del Partido del Progreso formaran parte de la nueva Carta Magna. Las continuas discusiones y a veces la falta de consenso impidieron que se avanzara rápidamente en la elaboración de la Constitución, la cual se promulgó hasta el 5 de febrero de 1857 y se definía como "republicana, federalista, democrática y liberar A diferencia de la Constitución de 1824,1a del 57 mostraba una mayor preocupación por lo social, especialmente por las garantías individuales. En conformidad con el ideario liberal, reconocía ciertos derechos que los hombres poseían por nacimiento, no por voluntad del Estado, y que debían de ser respetados por autoridades e instituciones políticas. El artículo 3o. se refería a la libertad de enseñanza, el 4o. a la libertad de trabajo, el 7o. abordaba la libertad de prensa mientras que el 5o. reconocía el derecho a recibir un jornal justo y afirmaba que los votos monásticos iban en contra de la libertad humana. En materia religiosa, los artículos 15 y 127 fueron los que más polémicas generaron, ya que mientras el primero reconocía la libertad de cultos — aunque daba preferencia al católico—, el segundo otorgaba al Estado el derecho a legislar en materia religiosa. Con relación al respeto a los derechos de los individuos, la Constitución estableció el derecho de amparo. para que defendiera a los ciudadanos de los abusos del Estado. Pero este documento también tuvo aspectos negativos; por ejemplo, para promover la industrialización del país, ignoró por completo la pequeña propiedad. Estos aspectos revelan una de las mayores contradicciones de la Constitución de 1857: a pesar de que proclamaba la igualdad de los mexicanos, desprotegía a los más indefensos. Aunque este afán legalista de Comonfort tenía como finalidad el cumplimiento de la premisa "orden y libertad , el resultado fue otro, ya que por dar libertad se perdió el orden en el país. Los grupos conservadores decidieron apoyar a la Iglesia, perjudicada en extremo por la legislación liberal, mientras que los liberales exigían a Comonfort -

Ley Lerdo. 25 de junio de 1856

Art. 1. Todas las fincas rústicas y urbanas que hoy tienen o administran como propietarios las corporaciones civiles o eclesiásticas de la República, se adjudicarán en propiedad a los que las tienen arrendadas, por el valor correspondiente a la renta que en la actualidad pagan, calculada como rédito al seis por ciento anual. Art. 2. La misma adjudicación se hará a los que hoy tienen a censo enfitéutico fincas

rústicas o urbanas de corporación capitalizando al seis por ciento el canon que pagan, para determinar el valor de aquéllas. Art. 3. Bajo el nombre de corporaciones se comprenden todas las comunidades religiosas de ambos sexos, cofradías y archicofradías, congregaciones, hermandades, parroquias, ayuntamientos, colegios, y en general todo establecimiento o fundación que tenga el carácter de duración perpetua e indefinida. Art. 4. Las fincas urbanas arrendadas directamente por las corporaciones a varios inquilinos, se adjudicarán, capitalizando la suma de arrendamientos a aquél de los actuales inquilinos que pague mayor renta, y en caso de igualdad, al más antiguo. Respecto a las rústicas que se hallan en el mismo caso, se adjudicará a cada arrendatario la parte que tenga arrendada. Art. 5. Tanto las urbanas, como las rústicas que no estén arrendadas, a la fecha de la

publicación de esta ley, se adjudicarán al mejor postor en almoneda que se celebrará ante la primera autoridad política del Partido. Art. 8. Sólo se exceptúan de la enajenación que queda prevenida, los edificios destinados inmediata y directamente al servicio y objeto del instituto de las corporaciones, aun cuando se arriende alguna parte no separada de ellos, como los conventos, palacios episcopales o municipales, colegios, hospitales, hospicios, mercados, casas de corrección, y de beneficencia. Como parte de cada uno de dichos edificios, podrá comprenderse en esta excepción una casa que esté unida a ellos y la habiten por razón de oficio los que sirven al objeto de la institución, como las casas de los párrocos y de los capellanes de religiosas. De las propiedades pertenecientes a los ayuntamientos se exceptuarán también los edificios, ejidos y terrenos destinados exclusivamente al servicio público de las poblaciones a que pertenezcan. Art. 25. Desde ahora en adelante, ninguna corporación civil o eclesiástica, cualquiera que sea su carácter, denominación y objeto, tendrá capacidad legal para adquirir, en propiedad o administrar por sí bienes raíces con la única excepción que expresa el artículo 80. respecto de los edificios destinados inmediata y directamente al servicio u objeto de la institución. Art. 26. En consecuencia, todas las sumas de numerario que en lo sucesivo ingresen a las arcas de las corporaciones, por redención de capitales, nuevas donaciones, u otro título, podrán imponerlas sobre propiedades particulares, o invertirlas como accionistas en empresas agrícolas, industriales o mercantiles, sin poder por esto adquirir para sí ni administrar ninguna propiedad raíz. ... Dado en el Palacio Nacional de México, a 25 de junio de 1856. —Ignacio Comonfort— Al C. Miguel Lerdo de Tejada.

que radicalizara tales medidas, a pesar de estar de acuerdo con ellas. De esta forma, el presidente adquirió fama de "tibio", ya que mientras el clero y los conservadores lo veían como un liberal radical, los liberales puros creían que era muy conservador. Al principio este malestar se hizo patente en protestas, discursos y epigramas escritos por los conservadores; sin embargo, con el tiempo los ánimos se caldearon aún más y tanto los conservadores como el clero cambiaron la pluma por la espada.

En 1857 estallaron movimientos conservadores con el fin de derrocar al presidente y eliminar todo rastro de la legislación liberal. Mientras que en Tolimán, Guanajuato, Jalisco, Sinaloa e Iguala los levantamientos armados a favor de la Iglesia carecieron de importancia, no pasó lo mismo en Nayarit y Puebla. En el estado nayarita se sublevó Manuel Lozada —el Tigre de Álica —, quien encabezó una rebelión agraria en la que al grito de "religión y fueros" se convirtió en uno de los mayores dolores de cabeza de Comonfort. En Puebla, militares y clérigos se confabularon para tomar la ciudad, convertirla en bastión del movimiento y acabar con la legislación liberal. Tras enfrentamientos armados, el gobierno federal recuperó la ciudad y, por orden del presidente, se confiscaron los bienes de la Iglesia poblana y se tomaron severas medidas contra los clérigos y militares sublevados, que fueron del encarcelamiento al exilio y hasta el fusilamiento. A pesar de que el gobierno logró sofocar la mayoría de estos levantamientos, otros continuaron como guerrillas y comenzaron a expandirse por el país, de modo que la lucha entre la "religión y fueros" y el "orden y religión" pasó de ser un conflicto ideológico y de intereses económicos a una guerra civil. En este contexto, el general Félix Zuloaga lanzó el Plan de Tacubaya, el cual rechazaba la Constitución de 1857, declaraba que una vez que triunfara el movimiento conservador se convocaría a un nuevo Congreso constituyente y reconocía a Comonfort como presidente del país con facultades omnímodas. Este último punto parece confuso: ¿Por qué un levantamiento conservador reconocía a un presidente liberal? La intención del grupo de Zuloaga era aprovechar el carácter vacilante y poco firme de Comonfort para que se adhiriera al movimiento y así éste tuviera más posibilidades de éxito. Tres días después de darse a conocer el Plan de Tacubaya, Comonfort publicó un manifiesto en el que se unía al plan afirmando que no era "el eco de una fracción, ni proclama el triunfo exclusivo de ningún partido [más bien era reflejo de que] la nación repudia la nueva carta y las tropas no han hecho otra cosa más que ceder a la voluntad nacional".' Uno de los motivos del presidente para adherirse al plan fue el hecho de que estaba seguro de que le seguirían las autoridades estatales de la República y la mayor parte del grupo liberal, lo cual fue un error político debido al poco conocimiento que tenía de sus compañeros de partido. Es cierto que las autoridades de los estados de Puebla, San Luis Potosí y Tamaulipas siguieron al presidente, pero las de Guanajuato, Jalisco, Veracruz y Michoacán se negaron. Dos aspectos que impidieron a Comonfort atraerse a los liberales fueron, por un lado, que los conservadores le exigían continuamente que derogara la legislación reformista y, por el otro, el encarcelamiento de Benito Juárez, que en ese entonces era jefe de la Suprema Corte de Justicia. Este último acontecimiento mostró a los liberales que Félix Zuloaga era quien realmente gobernaba al país. La farsa duró poco, pues el 11 de enero de 1858 las guarniciones de México y Tacubaya desconocieron al presidente y se pronunciaron a favor de Zuloaga. Comonfort se negó a dejar el poder y resistió durante 10 días. En ese tiempo pudo sacar de la cárcel a Benito Juárez y otros liberales, pactó un armisticio con Zuloaga y salió para Estados Unidos. A su vez, Juárez, que sabía que en la capital corría

Considerando: Que la mayoría de los pueblos no ha quedado satisfecha con la carta fundamental que le dieran sus mandatarios, porque ella no ha sabido hermanar el progreso con el orden y la libertad, y porque la oscuridad en muchas de sus disposiciones ha sido el germen de la guerra civil: Considerando: Que la República necesita de instituciones análogas a sus usos y costumbres y al desarrollo de sus elementos de riqueza y prosperidad, fuente verdadera de la paz pública y del engrandecimiento y responsabilidad de que es tan digna en el interior y el extranjero: Considerando: Que la fuerza armada no debe sostener lo que la nación no quiere, y sí ser el apoyo y la defensa de la voluntad pública, bien expresada ya de todas maneras, se declara:

Art. 1.

Desde esta fecha cesará de regir en la República la Constitución de 1857.

Art.

2. Acatando el voto unánime de los pueblos, expresado en la libre elección que hicieron del Exmo. Sr. presidente D. Ignacio Comonfort, para presidente de la República, continuará encargado del mando Supremo con facultades omnímodas, para pacificar a la nación, promover sus adelantos y progreso, y arreglar los diversos ramos de la administración pública.

Art. 3. A los tres

meses de adoptado este plan por los Estados en que actualmente se halla dividida la República, el encargado del Poder Ejecutivo convocará un Congreso extraordinario, sin más objeto que el de formar una constitución que sea conforme con la voluntad nacional y garantice los verdaderos intereses de los pueblos. Dicha constitución, antes de promulgarse, se sujetará por el gobierno al voto de los habitantes de la República.

Art.

4. Sancionada con este voto se promulgará, expidiendo en seguida por el Congreso la ley para la elección de presidente constitucional de la República. En el caso en que dicha constitución no fuere aprobada por la mayoría de los habitantes de la República, volverá al Congreso para que sea reformada en el sentido del voto de esa mayoría.

Art. 5.

Mientras tanto se expida la constitución, el Exmo. Sr. presidente procederá a formar un Consejo, compuesto de un propietario y un suplente por cada uno de los Estados, que tendrá las atribuciones que demarcará una ley especial.

Art.

6. Cesarán en el ejercicio de sus funciones las autoridades que no secunden el presente plan. Tacubaya, diciembre 17 de 1857

Félix Zuloaga La reacción conservadora frente a las innovaciones liberales no se hizo esperar. Ejemplo de ello fue el levantamiento de Félix Zuloaga, cuyo ideario —un tanto ambiguo— es el Plan de Tacubaya.

peligro, huyó a Guanajuato y emitió un manifiesto a la nación en el que afirmaba que por ser jefe de la Suprema Corte de Justicia, y conforme a lo estipulado en la Constitución de 1857, asumía la presidencia de la República. La situación no le era favorable pues mientras que la mayor parte del ejército se había pasado al bando conservador y tenía líderes como Luis G. Osollo, el joven y prometedor Miguel Miramón, Leonardo Márquez y Tomás Mejía, su ejército era improvisado y

La Guerra de Reforma

la oficialía estaba conformada casi exclusivamente por civiles, de entre quienes destacaban Ignacio Zaragoza, Santos Degollado, Jesús González Ortega y Luis Ogazón. Los conservadores se dedicaron a perseguir a Juárez debido a su importancia política y a que el triunfo en la guerra dependía de su eliminación. Juárez tuvo que salir de Guanajuato y refugiarse en Guadalajara, ciudad en donde desertores de su propio ejército lo apresaron e intentaron fusilarlo. Sin embargo, el oaxaqueño logró salvar la vida gracias a la intervención de Guillermo Prieto, quien pronunció un discurso que convenció a los que iban a ser verdugos de Juárez del error que estaban a punto de cometer. Acto seguido. Juárez salió a Veracruz (vía Panamá) y llegó a su destino el 4 de mayo de 1858. El avance de los conservadores fue rápido. En poco tiempo llegaron a Guadalajara y Colima y tras una serie de combates sangrientos lograron adueñarse poco a poco del norte del país. Tenían motivos para sentirse dueños de la República y triunfadores de la guerra. pues en casi un año de luchas el conflicto se había inclinado en su favor. Parte del éxito se debió al cariz que tanto el clero como los militares le dieron a la guerra, ya que la presentaron como un conflicto religioso en el que los liberales aparecían como antirreligiosos, cuando en realidad la mayoría de éstos eran católicos y defendían una política anticlerical, es decir, contraria no a la religión, sino a la institución eclesiástica. No obstante, en diciembre de 1858 se comenzó a nublar el panorama conservador, pues surgieron las primeras discrepancias y divisiones interiores. Los generales Echegaray y Robles Pezuela desconocieron a Zuloaga y se pronunciaron por Miramón, quien por sus éxitos y popularidad había sido nombrado jefe del ejército conservador. En febrero de 1859, Miramón fue nombrado presidente de México e hizo público su plan de tomar Veracruz, sede del gobierno juarista. A pesar de su superioridad cualitativa y cuantitativa, los conservadores fracasaron en el intento y se conformaron con quedarse en los alrededores de la ciudad, acción que presionó en cierta medida a los liberales ahí refugiados. Para aliviar la tensión, Santos Degollado (jefe del ejército liberal) salió rumbo a la Ciudad de México con la finalidad de tomarla, pero no pudo hacerlo ya que fue detenido por el general Márquez quien, tras triunfar en el campo de batalla, dio la orden de que todos los prisioneros —militares y civiles — fueran pasados por las armas. A diferencia del año anterior, 1859 mostró que la antigua disparidad de fuerzas había desaparecido y que se había llegado a un equilibrio que estancó el conflicto. En esta ocasión tocó al grupo liberal escindirse con motivo de las Leyes de Reforma, pues mientras que Melchor Ocampo era de la idea de que se promulgaran una vez terminada la guerra, Miguel Lerdo de Tejada propuso, con éxito, que se decretaran en ese mismo momento (julio de 1859). Las Leyes de Reforma, iniciadas desde 1855 con la Ley Juárez, pretendían llevar a la práctica el ideario liberal de Ayutla. Durante la Guerra de Reforma, el principal objetivo de las leyes fue atacar a la Iglesia como institución terrena que rivalizaba con el poder político, económico, social y cultural del Estado y que impedía el pleno desarrollo de éste y de la sociedad mexicana. En su manifiesto, Juárez explicó a la nación los contenidos de estas Leyes: 1 La nacionalización de los bienes de la Iglesia para que ya no pudiera financiar a los conservadores; el establecimiento de la separación entre la Iglesia y el Estado y la supresión, de una vez por todas, del pago obligatorio de subvenciones parroquiales ). La creación de un Registro Civil en el que el matrimonio se considerara un contrato civil ajeno a la religión. Esta disposición tendía a quitarle a la Iglesia el control sobre el registro de la población (nacimientos, matrimonios y defunciones). La secularización de los cementerios, lo que significó que a partir de ese momento pasaban a manos del Estado. La prohibición de que funcionarios públicos asistieran con carácter oficial a ceremonias religiosas. También se especificaba, en lo que era una muestra del conocimiento que tenía Juárez de la sociedad mexicana, que se respetarían las festividades populares.

El espíritu reformista de Juárez nunca cesó y, aun tras el fin de la guerra, continuaron las Leyes de Reforma, ya que en 1860 se legalizó la libertad de cultos, de prensa y de expresión; en 1861 se secularizaron los hospitales, y en 1863, en plena intervención francesa, se suprimieron las comunidades religiosas. En resumen, las Leyes de Reforma cumplieron con las siguientes metas: Desamortizar las propiedades en manos ajenas, especialmente las de la Iglesia, para ponerlas en circulación y, por ende, la riqueza. Nacionalizar los bienes inmuebles eclesiásticos para que el Estado pudiera controlar una vasta propiedad que el pueblo había contribuido a formar durante siglos. Acrecentar la fuerza económica política del Estado en detrimento de la eclesiástica. Ejercer control y vigilancia sobre la población por medio del Registro Civil. Suprimir los fueros eclesiásticos y militares. Como consecuencia del estancamiento por el que atravesaba la guerra y del deseo de ambos bandos por obtener reconocimiento de los gobiernos extranjeros, tanto liberales como conservadores comenzaron a buscar aliados fuera del país. En abril de 1859 Estados Unidos reconoció a Juárez como presidente, mientras que España hizo lo propio con Miramón en septiembre de ese mismo año. Lo que llevó a ambas naciones a participar en el conflicto no fue sino el afán de sacar alguna ganancia. Estados Unidos y España firmaron tratados con las partes en guerra en los que cada uno condicionaba el reconocimiento del "presidente" mexicano a la concesión de ciertas condiciones. Los liberales firmaron con el Gobierno estadounidense el Tratado McLane-Ocampo. En este documento, Estados Unidos reconoció a Benito Juárez como presidente de México pero imponía condiciones bastante ventajosas para ellos: que se les concediera a perpetuidad el tránsito libre por el istmo de Tehuantepec y por el camino entre los puertos de Mazatlán y Guaymas; además exigían que sus tropas pudieran entrar libremente de Guaymas a Nogales. Para fortuna del país, aunque los liberales puros estaban dispuestos a aceptar el tratado, el Senado de aquel país lo rechazó por considerarlo poco satisfactorio. El Tratado McLane-Ocampo generó muchas críticas entre los liberales moderados, quienes preferían firmar la paz con los conservadores que hipotecar el país a Estados Unidos. Por su parte, los conservadores firmaron el Tratado Mon-Almonte, en el que las condiciones impuestas por España para reconocer a Miramón como presidente mexicano no eran tan leoninas: que se indemnizara a quien correspondiera por los asesinatos de españoles en las haciendas de San Vicente y Chiconcuac, así como en el Mineral de San Dimas, Durango, y que el Gobierno mexicano reconociera el adeudo que tenía con su similar español, cuyo monto era de 2,427,941 pesos. Este tratado no se pudo llevar a cabo ya que Juárez lo desconoció cuando triunfaron los liberales, pero aceptó las demandas justas del Gobierno español. En 1860, Miramón decidió tomar el puerto de Veracruz. Para ello, pensó en sitiar la ciudad por las vías terrestre y marítima. El sitio por mar fue todo un fracaso, ya que los buques tratados por los conservadores fueron detenidos por barcos estadounidenses que se localizaban cerca del puerto a petición de Juárez. A su vez, Miramón, cuya estrella declinaba, era presionado por Inglaterra para que la guerra terminara con la firma de un acuerdo entre liberales y conservadores. Así, durante el sitio terrestre hizo las siguientes proposiciones a Juárez: Celebrar un armisticio. Convocar como mediadores en las pláticas de paz a Estados Unidos, Inglaterra, Francia, España y Prusia. Pactar que ninguna de las partes celebraría tratados con el extranjero sin el consentimiento de la otra. Formar una asamblea con funcionarios públicos de alta jerarquía que hubieran trabajado para el gobierno entre 1821 y 1855. Esta asamblea elegiría un presidente provisional y elaboraría una nueva Constitución.

Tratado McLane-Ocampo Art. 1. Cede la República Mexicana a los Estados Unidos y sus conciudadanos y bienes,

en perpetuidad, el derecho de tránsito por el istmo de Tehuantepec. Art. 3. El Gobierno de México no impondrá derechos a los efectos o mercancías que

pasen bona fide por dicho istmo, y que no estén destinados al consumo de la República Mexicana. No se impondrán a los extranjeros y sus propiedades que pasen por ese camino contribuciones ni derechos mayores que los que se impongan a las personas y los bienes de los mexicanos. Art. 5. Conviene la República Mexicana en que si en algún tiempo se hiciese necesario

emplear fuerzas militares para la seguridad y protección de las personas y los bienes que pasen por las precitadas rutas, empleará la fuerza necesaria al efecto; pero si por cualquier causa dejase de hacerlo, el Gobierno de Estados Unidos, con el consentimiento, o a petición del Gobierno de México, o de su ministro en Washington, o de las competentes y legales autoridades locales, civiles o militares, podrá emplear tal fuerza con éste y no con otro objeto; y cuando, en la opinión del Gobierno de México, cese la necesidad, inmediatamente se retirará dicha fuerza. Sin embargo, en el caso excepcional de peligro imprevisto o inminente para la vida o las propiedades de ciudadanos de los Estados Unidos, quedan autorizadas las fuerzas de dicha República para obrar en protección de aquéllos, sin haber obtenido previo consentimiento, y se retirarán dichas fuerzas cuando cese la necesidad de emplearlas. Art. 6. La República de México concede a los Estados Unidos el simple tránsito de sus tropas, abastos militares y pertrechos de guerra por el istmo de Tehuantepec, y por el tránsito o ruta de comunicación a que se alude en este convenio desde la ciudad de Guaymas, en el golfo de California, hasta el rancho de Nogales. Y asimismo convienen las dos repúblicas en que se estipulará expresamente con las compañías o empresas a quienes se conceda en lo sucesivo el acarreo o transporte, por cualquier ferrocarril u otras vías de comunicación en los precitados tránsitos. Art. 7. La República Mexicana cede por el presente a los Estados Unidos, a perpetuidad, y a sus ciudadanos y propiedades, el derecho de vía de tránsito a través del territorio de la República de México, desde las ciudades de Camargo y Matamoros, o cualquier punto conveniente del Río Grande, en el Estado de Tamaulipas, por la vía de Monterrey, hasta el puerto de Mazatlán, a la entrada del golfo de California, en el Estado de Sinaloa; y desde el rancho de Nogales o cualquier punto conveniente de la línea fronteriza entre la República de México y los Estados Unidos cerca del 111° de longitud Oeste de Greenwich, por la vía de Magdalena y Hermosillo, hasta la ciudad de Guaymas en el golfo de California, en el Estado de Sonora, por cualquier ferrocarril o ruta de comunicación, natural o artificial, que exista actualmente o existiera o fuere construido en lo sucesivo. Art. 10. En consideración a las precedentes estipulaciones y por vía de compensación

a las rentas a que renuncia México permitiendo el transporte de mercancías libre de derecho por el territorio de la República, conviene el Gobierno de los Estados Unidos en pagar al Gobierno de México, la suma de 4,000,000 de duros, dos de los cuales se pagarán inmediatamente después de canjeadas las ratificaciones de este tratado, y los otros dos millones quedarán en poder del Gobierno de los Estados Unidos, para pagar las reclamaciones de ciudadanos de los Estados Unidos contra el Gobierno de la República Mexicana, por daños y perjuicios sufridos ya, después de probada la justicia de esas reclamaciones según la ley y el uso de las naciones y los principios de equidad, y se pagarán las mismas a prorrata, hasta donde lo permita la citada suma de dos millones.

Tratado Mon-Almonte Art. 1. Habiendo sido juzgados ya por los tribunales, los principales reos de los ase-

sinatos cometidos en las haciendas de San Vicente y Chiconcuac y ejecutada en sus personas la pena capital que se les ha impuesto, el Gobierno de México continuará activamente la persecución y castigo de los demás cómplices que hayan logrado hasta hoy eludir la acción de la justicia, y activará todos los procedimientos a fin de que tengan el debido castigo los culpables de los crímenes perpetrados en el Mineral de San Dimas, Departamento de Durango, el 15 de septiembre de 1856, tan luego como dicho Departamento vuelva a la obediencia del Gobierno Mexicano o puedan ser aprehendidos los reos, o autores de dichos crímenes. Art. 2. El Gobierno de México aunque está convencido de que no ha habido respon-

sabilidad de parte de las autoridades, funcionarios ni empleados, en los crímenes cometidos en las haciendas de San Vicente y Chiconcuac, guiado sin embargo del deseo que le anima de que se corten de una vez las diferencias que se han suscitado entre la República y España, y por el común y bien entendido interés de ambas naciones, a fin de que caminen siempre unidas y afianzadas en los lazos de una amistad duradera, consiente en indemnizar a los súbditos españoles a quienes corresponda de los daños y perjuicios que se les haya ocasionado por consecuencia de los crímenes cometidos en las haciendas de San Vicente y Chiconcuac. Art. 3. Movido de los mismos deseos manifestados en el artículo anterior, el Gobier-

no Mexicano consiente también en indemnizar a los súbitos de S.M.C., de los daños y perjuicios que hayan sufrido por consecuencia de los crímenes cometidos el 15 de septiembre de 1856 en el Mineral de San Dimas, Departamento de Durango. Art. 4. Animado de los propios sentimientos expresados en los dos artículos anteriores

y abundando en los mismos deseos, el Gobierno Español consiente en que las referidas indemnizaciones no pueden servir de base ni antecedente para otros casos de igual naturaleza. Art. 5. Los Gobiernos de México y España convienen en que la suma o valor de las indemnizaciones de que tratan los artículos anteriores, se determinen de común acuerdo

por los Gobiernos de Francia y de Inglaterra que han manifestado hallarse dispuestos a aceptar este encargo que desempeñarán por sí o por sus Representantes, teniendo en cuenta los datos que presenten los interesados y oyendo a los respectivos Gobiernos. Art. 6. El Tratado del 12 de noviembre de 1853 será restablecido en toda su fuerza y

vigor como si nunca hubiese sido interrumpido ínterin que por otro acto de igual naturaleza no sea de común acuerdo derogado o alterado. Art. 7. Los daños y perjuicios cuyas reclamaciones se hallan pendientes al interrumpirse

las relaciones, y cualesquiera otros que durante esta interrupción hayan podido dar lugar a nuevas reclamaciones, serán objeto de arreglos ulteriores entre los dos Gobiernos de México y España. Art. 8. Este tratado será ratificado por su Exa. el Presidente de la República Mexicana y por S.M. la Reina de España; y las ratificaciones se canjearán en París dentro de cuatro

meses contados desde la fecha, o antes si fuera posible. En fe de lo cual los Infrascritos Plenipotenciarios lo han firmado y sellado con los sellos respectivos.

Juárez no aceptó esta proposición conservadora por dos motivos: en primer lugar, firmar tal convenio hubiera sido reconocer que él no era el presidente del país cuando, de conformidad con la Constitución de 1857 — vigente en esos momentos—, le correspondía tal puesto. Por otra parte, estaba consciente de que la balanza de la Guerra de Reforma se estaba inclinando hacia el bando liberal; ejemplo de ello era la recuperación de plazas tan importantes como San Luis Potosí, Zacatecas, Aguascalientes y gran parte del Bajío. Durante 1860, tanto liberales como conservadores sufrieron los estragos económicos de dos años de luchas continuas, ya que carecían de los recursos necesarios para continuar la guerra. Para financiarla, ambos bandos recurrieron a expropiaciones ilegales que afectaron tanto a nacionales como extranjeros. Los liberales se apoderaron de la plata de la catedral de Durango, y en San Luis Potosí Santos Degollado incautó a particulares 1 millón de pesos en plata, de los cuales devolvió a los ingleses 400,000 para evitar problemas con dicha nación. Miramón entró en negociaciones con el banquero suizo Jecker, un hombre de reputación dudosa, quien obligó al general conservador a reconocer una deuda de 15 millones de pesos para darle un préstamo de 700,000 en un acto de suma inconsciencia, ya que sólo sirvió para endeudar más al país, pues el avance liberal era incontenible. A finales de ese año, los liberales al mando del general Jesús González Ortega estaban a las puertas de la Ciudad de México. En un intento desesperado, Miramón salió a combatirlos en San Miguel Calpulalpan, pero al darse cuenta de que la batalla estaba perdida abandonó el país. Los liberales entraron en la Ciudad de México el 25 de diciembre de 1860, finalizando así tres años de guerra civil.

A pesar de haber tomado la capital, los liberales tuvieron que seguir enfrentándose a gavillas de conservadores que seguían luchando de forma desarticulada pero que no perdían las esperanzas de recibir apoyo del extranjero. En el caos que provocó la caída de Miramón, Félix Zuloaga se proclamó presidente de México e intentó, sin éxito, reorganizar el movimiento. Uno de los primeros actos de gobierno de Juárez en la capital fue reinstalar el Congreso, el cual lo proclamó presidente constitucional. Acto seguido, decidió expulsar a los miembros del clero y del cuerpo diplomático que brindaron su apoyo a los conservadores. De esta forma, el delegado apostólico Luis Clementi, el arzobispo Lázaro de la Garza y los obispos Clemente de Jesús Munguía y Pedro Espinoza y Dávalos tuvieron que salir del país, al igual que los embajadores de España, Guatemala y Ecuador. Esta medida generó malestar en los conservadores, especialmente entre los aún insurrectos, quienes decidieron cobrarse dándole al presidente un "golpe bajo". Melchor Ocampo, que vivía retirado en Michoacán, fue aprehendido por órdenes de Leonardo Márquez y fusilado en Tepeji del Río a finales de mayo de 1861. La posguerra fue para Juárez una época difícil, pues a pesar de que había sido ratificado en su cargo por el Congreso, había mucho malestar en su contra. La prensa le criticaba que, tras la guerra, ni él ni su gabinete habían sido capaces de pacificar el país, y que no hubiera cumplido con la Constitución de 1857, pues durante la Guerra de Reforma y los primeros meses de 1861 había gobernado de forma dictatorial o, como dijo el propio Juárez, "conforme a su criterio". Los ánimos se exaltaron tanto que la Cámara sometió a votación la remoción del presidente. Durante los debates previos a la votación, Ignacio Manuel Altamirano se destacó como uno de los mayores opositores de Juárez: "El gobierno desmerece nuestra confianza y lo desarmamos. Éste es un voto de censura, y no sólo al Gabinete, también al presidente de la República, porque en medio de tanto desconcierto, ha permanecido firme, pero con la firmeza del dios Término de los antiguos [...I El Sr. Juárez, cuyas virtudes públicas soy el primero en acatar, siente y ama las ideas democráticas, pero creo que no las comprende, y lo creo porque no manifiesta esa acción vigorosa, continua, enérgica, que

demandan unas circunstancias tales como las que atravesamos". 2 De los 103 diputados que formaban la Cámara, 51 pidieron la remoción del presidente y 52 su permanencia. Por un voto, Juárez logró conservar el poder ejecutivo de la nación. Otro de los grandes problemas del régimen juarista fue la economía (, ). Después de la Guerra de Reforma, el gobierno liberal se encontraba en bancarrota. No sólo las secuelas características de toda guerra habían llevado a esta situación; también influyó que se exagerara el monto del valor de las riquezas de la Iglesia, que se malbarataran algunas de sus propiedades y que los diferentes ministros de Hacienda no pudieran organizar las finanzas públicas. Juárez tuvo que proclamar la suspensión del pago de la deuda durante dos años, pues según él era necesario "primero vivir que pagar". Las naciones más perjudicadas fueron: Inglaterra, ya que se le debían 69,994,544 pesos; a España, 9,460,986.29 pesos, y a Francia, 2,999.000 pesos. Esta acción tuvo como consecuencia que, el 17 de junio de 1861, Inglaterra y Francia rompieran relaciones diplomáticas con México.'

En octubre de 1861 se reunieron en Londres los gobiernos de España, Francia e Inglaterra con la idea de hacer un frente común para exigirle al Gobierno mexicano el pago de las deudas que había contraído. Se acordó que los tres países enviarían sus ejércitos al puerto de Veracruz; también manifestarían su intención de que por ningún motivo penetrarían tierra adentro y que tampoco intervendrían en los asuntos internos de México. Mientras que España e Inglaterra obraban por meras cuestiones económicas y estaban dispuestos a respetar lo establecido en la Convención de Londres, los franceses tenían otra idea. El emperador francés, Napoleón III, quería establecer en América un imperio que uniese a todos los pueblos latinos del continente y que frenara el avance de los sajones. Por lo tanto. decidió aprovechar la oportunidad que México, sin proponérselo, le estaba ofreciendo.

Los españoles fueron los primeros en llegar, en diciembre de 1861, aunque el jefe de la fuerza española, Juan Prim, arribó hasta enero de 1862. Ese mismo mes tocaron tierra mexicana los comandantes Charles Wyke de Inglaterra y Jurién de Gaviére de Francia.

Cuando los tres ejércitos desembarcaron en México. en un acto que violaba la soberanía mexicana, sus líderes exigieron a Juárez el pago de la deuda y que diera garantías a sus connacionales. Juárez obró con cautela. intentó resolver el problema por la vía diplomática y mandó un mensaje a los representantes de los tres países en el que afirmaba que su gobierno no desconocía el adeudo contraído con sus naciones y los invitaba a dialogar para arreglar la situación. Al poco tiempo se reunieron en el pueblo de La Soledad, Veracruz, los enviados del gobierno de Juárez y Juan Prim, quien fungía como representante de los europeos. Las pláticas tomaron un buen rumbo y en febrero de ese mismo año se firmaron los acuerdos preliminares, mismos que pusieron de manifiesto que los europeos apreciaban la disposición de Juárez para dialogar, y que no era su intención violar la soberanía y la integridad del país. A su vez, en un gesto de buena voluntad, el Gobierno mexicano permitió que las tropas extranjeras se establecieran en Orizaba y Tehuacán, ciudades con clima más favorable que el puerto de Veracruz. A pesar de los avances conseguidos, los franceses no tardaron en mostrar cuáles eran sus verdaderas intenciones. Dubois de Saligny, representante francés, asumió una actitud intolerante frente al Gobierno mexicano, que se recrudeció aún más cuando llegó al país, en marzo. Ferdinand Latrille, duque de Lorenqez, al mando de 4.711 soldados. Con el duque de Loreinez llegó al país Juan Nepomuceno Almonte ( quien era enemigo jurado de Juárez. y gozó en territorio nacional la protección de la bandera francesa. Pero, ¿quién era Juan Nepomuceno Almonte?: "Hijo de Morelos [y de su sirvienta Brígida Almonte]. defensor de México en la invasión de 1847. Almonte [ ... ]4 es quizá el personaje más intratable' de nuestra historia, el más incómodo y fascinante . Almonte fue uno de tantos liberales mexicanos que, tras el trauma y la decepción de la guerra con Estados Unidos, decidió pasarse al bando conservador y se convirtió en ferviente promotor del establecimiento de una monarquía en México. La historiografía mexicana no le perdonó durante mucho tiempo que, siendo el hijo de José María Morelos y Pavón, el padre del republicanismo en México, hubiera apoyado a los invasores franceses. La llegada de Almonte rompió el clima de tranquilidad que imperaba en las negociaciones, ya que comenzó a incitar a la gente de Veracruz a que se rebelara contra el gobierno de Juárez. quien a su vez reclamó a los franceses que estuvieran protegiendo a un individuo de tal ralea y rompió todo contacto con ellos. Por otra parte, al ver que Francia había violado lo pactado en la Convención de Londres y que los había utilizado como comparsas para llevar a cabo sus planes intervencionistas, España e Inglaterra rompieron la alianza y negociaron por separado con México. '

Ante la posibilidad de un conflicto armado con Francia, Juárez se vio urgido de recursos, situación que fue aprovechada por Estados Unidos. Por medio del Tratado Corwin-Doblado, el Gobierno estadounidense concedió a su similar mexicano un préstamo de 11 millones de dólares pagaderos a seis años; a cambio, se exigía que México dejara en garantía los territorios de Baja California, Chihuahua, Sonora y Sinaloa. Para fortuna de nuestro país, el Tratado no se firmó por la Guerra de Secesión en Estados Unidos. En abril de 1862, el ejército francés abrió hostilidades contra el mexicano. Con la finalidad de apoderarse de la capital del país, se enfrentó por primera vez con el ejército mexicano en Orizaba. Tras obtener el triunfo, los europeos se enfilaron hacia la ciudad de Puebla, urbe netamente conservadora y clerical que se hallaba defendida por el general liberal Ignacio Zaragoza. La lucha por la ciudad se entabló el 5 de mayo y, gracias al buen planteamiento táctico de Zaragoza, los mexicanos lograron imponerse al invasor, que era el ejército más prestigiado del mundo. Este triunfo de las armas nacionales impulsó la

moral de las tropas y el Gobierno mexicano. Sin embargo, Juárez, quien volvía a gozar de poderes omnímodos desde abril de 1862. sabía que la guerra aún no había sido ganada, por lo que decidió tomar algunas medidas para defender el país. Dejó fuera de la ley a todos los mexicanos que colaboraran con el invasor y obligó a los varones de entre 16 y 70 años que habitaran en las ciudades importantes a que trabajaran un día a la semana en las fortificaciones de sus ciudades. La situación empeoró para México entre septiembre y octubre de 1862, cuando llegaron al puerto de Veracruz más tropas francesas ( ° ) al mando de Federico Forey y Aquiles Bazaine. Las órdenes que Napoleón III le había dado al primero eran: Acoger al general Almonte en sus filas y a todos los mexicanos que se le unieran. No tomar partido alguno en las querellas políticas, mostrar deferencia hacia la religión y dar protección a quienes adquirieran bienes de la Iglesia. Alimentar, auxiliar y pagar a las tropas mexicanas que lo apoyaran. Mantener entre las tropas francesas y mexicanas (que sumaban casi 30,000 hombres) la más férrea disciplina e impedir todo acto o expresión que hiriera a los mexicanos. Una vez que estuviera en México, debía establecer un gobierno provisional e imponer el orden y la regularidad. En 1863, Bazaine y Forey se encargaron de reorganizar el avance francés hacia la capital del país. Tras batir a las tropas mexicanas, los franceses tomaron Jalapa, Perote, Chalchicomula, Tehuacán y Puebla. Durante esta travesía, recibieron el apoyo de las tropas conservadoras de los generales Márquez, Miramón, Echegaray y Mejía. Con la caída de la plaza poblana en mayo de 1863, el avance de los soldados franceses fue más veloz y entre junio y diciembre tomaron las ciudades más importantes del centro del país: México, Toluca, Pachuca. Tulancingo y Cuernavaca. Cuando los franceses ocuparon Puebla, Juárez tomó la decisión de trasladar la sede del poder ejecutivo a San Luis Potosí, dando así inicio a un peregrinar que lo llevaría en 1864 a Saltillo y luego a Monterrey. Durante este tiempo el gobierno se encontraba diezmado por las constantes persecuciones de las que era víctima y por el abandono de algunos amigos del régimen. Algunos, como Jesús González Ortega, decían a Juárez que dejara la presidencia, ya que ni siquiera se contaba con armas, y el presidente estadounidense Abraham Lincoln se negó a vendérselas. No obstante, Juárez no se desmoralizó, pues otros republicanos, como Juan Álvarez en el sur y Porfirio Díaz en Oaxaca. peleaban contra los ejércitos francés y conservador. El triunfo de las armas francoconservadoras dio pie a que resurgieran los proyectos monárquicos mexicanos. Los conservadores justificaban el fracaso del primer intento monárquico en nuestro país diciendo que Iturbide era un advenedizo que carecía de sangre real, cualidades que le privaban de toda respetabilidad. La situación tan caótica por la que había atravesado el país durante la época republicana era un argumento que utilizaban los conservadores para justificar la monarquía, pues era notorio que el país necesitaba de estabilidad para salir de la crisis económica, y pensaban que sólo se lograría con el advenimiento de la monarquía. Desde la década de 1840, un grupo de monárquicos mexicanos recorrió el continente europeo en búsqueda de apoyo para traer un nuevo monarca. En este grupo destacaban José María Gutiérrez Estrada, José Manuel Hidalgo y Francisco de Paula y Arrangoz, quienes se encargaron de ofrecerle el país en bandeja de plata a Napoleón. A su llegada a la capital, los soldados franceses eran aclamados por las calles y hasta se hizo un Te Deum en su honor, pues el clero capitalino se puso de su lado, acción que tuvo eco entre el pueblo, que pensaba que la Iglesia no podía realizar nada negativo para el país. Por su parte, Forey se mantuvo activo. Organizó fortificaciones en las cercanías de la ciudad por si Juárez se decidía a atacar; estableció cortes marciales para los opositores a la intervención, lanzó proclamas en las que exponía al pueblo mexicano cuáles eran las intenciones de los franceses, tranquilizó a los compradores de los bienes eclesiásticos al afirmar que no derogaría la Ley de Nacionalización de los Bienes de la Iglesia, como consecuencia de la política liberal que por órdenes de Napoleón III debía aplicar en el país.

Otra de las recomendaciones que tenía Forey era organizar un gobierno provisional. Para tal finalidad, constituyó una Junta Suprema de Gobierno para que nombrara a un ejecutivo provisional, el cual se organizó en una Regencia, integrada por Juan Nepomuceno Almonte, Mariano Salas y Pelagio Antonio Labastida y Dávalos. También creó una Junta de Notables para que eligieran el gobierno que iba a tener el país. La Junta dictaminó que era voluntad del país constituirse en monarquía moderada, hereditaria y con un príncipe católico que adquiriría el título de emperador de México. La corona imperial sería propuesta al príncipe Fernando Maximiliano, archiduque de Austria, y en caso de que éste no pudiera —o no quisiera— tomarla, se le pediría a Napoleón III que eligiera otro príncipe católico. Acto seguido envió sus emisarios a Maximiliano para hacerle el ofrecimiento. Una vez que Forey cumplió con las disposiciones dictadas por Napoleón III, éste creyó conveniente quitarle el mando del ejército francés para dárselo a Bazaine. Esta disposición fue un error que a la larga generaría problemas en la capital del país. Bazaine y Pelagio Antonio Labastida y Dávalos, arzobispo de la Ciudad de México, no mantenían relaciones cordiales, por lo que, a raíz de la cuestión de los bienes eclesiásticos nacionalizados, surgieron conflictos serios. Mientras que el francés respetó lo hecho por Juárez, el mexicano afirmaba que era una decisión que debía tomar el futuro emperador y que mientras tanto se debía dar marcha atrás. El clero de la capital cerró las puertas de los templos en son de protesta y Bazaine amenazó al arzobispo con abrirlos a cañonazos. A su vez, los empleados del Tribunal Supremo de Justicia se negaron a hacer válidos los pagarés de los bienes de la Iglesia emitidos por el gobierno juarista. Cansado de tal situación, Bazaine decidió retirar al arzobispo de la Regencia y disolver el Supremo Tribunal de Justicia.

En octubre de 1863, la comisión mexicana enviada por la Junta de Notables llegó al Palacio de Miramar para hacer el ofrecimiento formal del trono mexicano al archiduque austriaco Fernando Maximiliano de Habsburgo. La comisión era bastante heterogénea: un clérigo, Francisco Javier Miranda: un militar, Adrián Wolf, y un grupo compacto de conservadores encabezados por José María Gutiérrez Estrada ( « ). Maximiliano aceptó la responsabilidad de establecer el orden e "instituciones sabiamente liberales [ya que] la libertad bien entendida se concilia perfectamente con el imperio del orden". Dichas palabras habrían alarmado a la comisión, pero ésta prestó oídos sordos. Si el archiduque austriaco aceptó se debió a que pensaba que esta "aventura" sería exitosa, ya que confiaba en el apoyo francés y en que su propósito era loable: establecer un gobierno que salvara a México del caos y lo incorporara al mundo moderno. Por ser un demócrata, Maximiliano quería estar seguro de que los mexicanos aceptarían su gestión; por ello, puso como condición para aceptar el trono mexicano que la comisión de Miramar le mostrara las actas de adhesión del pueblo mexicano. Esta exigencia no fue obstáculo alguno. ya que las actas fueron levantadas en los poblados ocupados por los franceses y en ellas fueron incluidos niños, mujeres y difuntos. Cuando Maximiliano recibió las actas en febrero de 1864, aceptó el trono mexicano y se aprestó a firmar con Napoleón III los Tratados de Miramar, cuyo contenido se resume así: Las tropas francesas en México quedarían reducidas a

25,000 soldados. La Legión Extranjera permanecería sólo seis años y sería pagada por el emperador mexicano.

3. Se daría un trato preferencial a la oficialidad francesa por encima de la mexicana. 4. El manejo del ejército quedaría en manos de un comandante francés. Los Tratados de Miramar dejaban a Maximiliano maniatado, pues no sólo lo hacían depender militarmente de Francia, sino que también implicaban una sangría económica muy dolorosa para el novel imperio, ya que reconocía un adeudo de 270 millones de francos y se comprometía a pagar 1000 francos anuales por cada soldado francés en territorio nacional e indemnizar a los súbditos franceses afectados por la guerra de intervención. Frente a esta situación, el archiduque austriaco quiso contar con el apoyo de otras naciones europeas, pensando que ello le ayudaría a separarse de la tutela francesa. Se entrevistó en Roma con Pío IX (papa que pasó a la historia por ser ultraconservador), quien le recordó sus obligaciones como emperador católico y condicionó a ellas su apoyo. Además de éste, no obtuvo ningún otro respaldo. Fernando Maximiliano de Habsburgo ( '"), nacido en 1832 y hermano del emperador austro-húngaro, desempeñó cargos notables como los de contralmirante y comandante en jefe de la marina austriaca, así como el de gobernador del reino de Lombardo-Véneto, que recibió de manos de Napoleón III pero al que tuvo que renunciar por problemas con su hermano. A los 25 años se casó con la princesa Carlota Amalia, hija del rey Balduino I de Bélgica. Como la pareja no podía tener futuro alguno en el imperio austriaco y, en cierta medida, por el carácter del propio archiduque, Maximiliano contempló la posibilidad de salir del imperio para labrarse un futuro propio. Aunque el ofrecimiento de la corona griega era muy atractivo, Maximiliano optó por aceptar la del futuro imperio mexicano. Dudó en más de una ocasión, pero las presiones de Napoleón III y de su hermano (quien lo quería lejos de Europa) lo movieron a decidirse.

Una vez hechos todos los arreglos, los emperadores zarparon rumbo a México y llegaron a Veracruz en mayo de 1864. A diferencia de lo que se habían imaginado, la gente del puerto les dio un recibimiento bastante frío, situación que entristeció particularmente a Carlota, pero que no impidió a Maximiliano dar lectura a una emotiva proclama preparada en la travesía: "Mexicanos: ¡Vosotros me habéis deseado! Vuestra noble nación, por una mayoría espontánea, me ha designado para velar de hoy en adelante sobre vuestros destinos. Yo me entrego con alegría a ese llamamiento [...]". 5 Conforme los emperadores se iban acercando a la capital, las cosas fueron cambiando al grado de que al llegar a la Ciudad de México fueron aclamados en un recibimiento apoteósico ( ) : " El 5 de junio la aristocracia mexicana en doscientos carruajes abiertos acudió a darles la bienvenida en la Villa de Guadalupe. El México monárquico nunca había visto a un rey de verdad. Hubo tanto interés que los curiosos pagaron hasta quinientos pesos por un sitio en los balcones del Zócalo, de Plateros y de Vergara. Se erigieron arcos triunfales, templetes, columnas. Para que abundaran las aclamaciones populares se repartieron gratuitamente hectolitros de pulque. En medio del entusiasmo nadie molestó a los cien estudiantes liberales, encabezados por Justo Sierra, que en pleno Zócalo gritaban: 'Mueran los mochos' (el despectivo aplicado a los conservadores)". 6 A los pocos días de haberse establecido en la capital del país, Maximiliano entendió que la Regencia le había formado un gabinete con los conservadores mexicanos más destacados. Para solucionar la situación, hizo cambios e incluyó a liberales moderados como José Fernando Ramírez, Luis Robles, Pedro Escudero y Echánove y Manuel Silicio. Además, creó un gabinete paralelo formado por extranjeros liberales que apoyaron

proyectos imperiales encaminados a no ceder frente a las presiones de los monarquistas y de la Iglesia. Esta actitud causó gran desconcierto entre los conservadores, la cual se incrementó aún más cuando se enteraron de que el emperador se negaba a poner la cruz en el escudo imperial, a firmar utilizando la fórmula "por la gracia de Dios", y que se mostraba dispuesto a dar audiencias a los "léperos" los domingos. Maximiliano elogió en público las virtudes del general Ignacio Zaragoza e inauguró unas estatuas de Morelos y Guerrero a sabiendas de que la aristocracia mexicana se declaraba iturbidista. En realidad, Maximiliano sentía una gran afinidad ideológica por los liberales y por ello estaba deseoso de atraerlos a su gobierno. Como muestra de buena voluntad, el emperador también ofreció la amnistía a aquellos mexicanos (liberales) que dejaran las armas y alejó a los generales más conservadores del país: a Miramón lo envió a Prusia, y a Márquez, como ministro plenipotenciario, a Tierra Santa. En cambio, como se ha podido ver, sentía cierta desconfianza por los conservadores y la Iglesia, pues los consideraba anacrónicos, pero se habían "incrustado" en el imperio y, como no podían ser erradicados, por lo menos había que debilitarlos.

Nueva

York, noviembre 29 de 1865.

Mi estimado Juárez: Recibí tu cartita de 26 de octubre que he leído con mucho gusto porque veo que te conservas bueno que es todo lo que yo deseo; por aquí todos estamos buenos, sólo yo sigo con mis ideas raras de que yo tuve la culpa de la muerte de mis hijos. Esto me viene de los nervios porque tengo días en que puedo reflexionar y otros en que todo el día recorro desde el día que se enfermaron, lo que sufrieron y esto me hace sufrir lo que tú no puedes tener idea. El día 8 de diciembre va a ser un año que murió mi hijo Pepe y lo tengo tan presente como si hubiera sido ayer. Mi hijo Toño que no tiene más que cuatro meses, debes considerar cómo lo tendré; lo que te puedo asegurar es que mi vida es la más triste y no tengo esperanza de mejorarla porque lo único que me tranquilizaría sería estar contigo, eso no es posible, no hay remedio para mi mal. He tenido mucho gusto de saber que llegó el compadre (Ignacio) Mejía sin novedad y que hubieras recibido los pañuelos. Yo quisiera que me mandaras decir qué número es el de tus camisas, no tienen en el cuello, dímelo para que cuando se vaya alguno de aquí te pueda yo mandar aunque sean seis, porque creo que ya no debes tener ropa. Te mando esta cartita de Pepe; yo le escribí ayer y le digo dónde estás; es seguro que ése se va a buscarte y si pasa por aquí con él te puedo mandar lo que necesites. Me escribió Dublán, al que no le contesté y sólo lo hice con toda la familia. Recibe mil abrazos de nuestros hijos y dale memorias de todos al compadre Mejía, al Sr. Lerdo, Iglesias, Goytia, Contreras, Sánchez y demás personas que estén contigo y tú, viejo, recibe el corazón de la jovencita que va a cumplir 40 años en mayo.

Margarita A pesar de las derrotas y los continuos viajes, Benito Juárez tuvo presente a su familia. Benito Juárez, Documentos, discursos y correspondencia, Selección y notas de Jorge I. Tamayo, p. 454.

Por su parte, los liberales puros no cedieron a los ofrecimientos de Maximiliano y continuaron la guerra en su contra. En 1865 la situación no era buena para Juárez y su gente, pues tuvieron que abandonar Chihuahua y establecerse en el Paso del Norte (actualmente Ciudad Juárez). Las continuas persecuciones y deserciones del ejército liberal obligaron a Juárez a viajar constantemente —junto con sus amigos Sebastián Lerdo de Tejada y José María Iglesias— en su carroza, al grado de que para muchos este transporte llegó a convertirse en la sede del gobierno juarista. El final de la guerra civil en Estados Unidos pareció ofrecerle la posibilidad única para obtener los recursos necesarios para combatir al imperio de Maximiliano. Sin embargo, los negociadores estadounidenses se aprovecharon de la desesperación de los liberales y lograron que su líder firmara un convenio en el que les permitía fraccionar territorios en Baja California y les daba concesiones para construir el ferrocarril de El Paso-Guaymas y el de Matamoros-Mazatlán. Los problemas para el Benemérito de las Américas (como posteriormente se le conocería a Juárez) continuaron cuando el 1 de diciembre de 1865 decidió prorrogar su periodo constitucional. La situación de los liberales mexicanos (que sólo controlaban los estados de Campeche, Durango. Tabasco, Tamaulipas y Zacatecas) no era propicia para convocar a elecciones, pero algunos. como Jesús González Ortega (jefe de la Suprema Corte de Justicia), Manuel Ruiz y Guillermo Prieto, se opusieron rotundamente a esta decisión pues alegaban que era anticonstitucional. Por otra parte, Porfirio Díaz, Mariano Escobedo y Ramón Corona, conscientes de que el cambio de poderes sumiría en el caos al bando republicano, dieron su apoyo a Juárez para que prorrogara su periodo presidencial.

A pesar de que Maximiliano era un extranjero que por presiones había aceptado el trono mexicano, y que políticamente estaba a disgusto por la injerencia de los conservadores en su gobierno y la falta de interés de los liberales puros en unírsele, se preocupó por establecer en México un verdadero gobierno que permitiera el desarrollo del país y su consolidación como potencia latinoamericana. Cuando aún estaba en Europa. Maximiliano pensó que sería conveniente dotar al imperio de una constitución que estableciera las directrices de su gobierno. Sin embargo, este proyecto se vio frustrado por varias razones: 1. El país jamás se encontró dominado en su totalidad por la rebeldía de los radi-

cales. 2 Su desconocimiento de la realidad mexicana. 3. La imposibilidad de conocer la opinión de todos los mexicanos.

Aunque la imposibilidad de crear una constitución frustró a Maximiliano, obtuvo un pequeño logro al respecto cuando promulgó, el 10 de abril de 1865, El Estatuto Provisional del Imperio Mexicano, un documento de corte liberal que no gustó a los conservadores por tratar cuestiones como las garantías individuales y libertad de cultos. Con relación a los grupos marginados, especialmente los indígenas, Maximiliano y Carlota mostraron un espíritu filantrópico pues pretendieron mejorar las condiciones de vida de estos grupos pero sin hacer cambios estructurales. El emperador creó el Comité Protector de las Clases Menesterosas, el cual promulgó, a su vez, leyes encaminadas a hacer menos penosa la vida de los campesinos indígenas. Entre los puntos más importantes de esta legislación destacan: 1. La abolición de los castigos corporales. 1 La limitación de los horarios de trabajo. 3. La supresión de las tiendas de raya y del pago en especie. La liberación de los peones acasillados. 5. La prohibición de la leva. 6. El reparto de terrenos baldíos entre los campesinos que no fueran propietarios.

La relación con la Iglesia fue uno de los aspectos que más quebrantos generaron al gobierno imperial. Como consecuencia de la visita que hizo Maximiliano a Pío IX antes de embarcarse hacia el nuevo continente, a fines de diciembre de 1864 el Papa envió a monseñor Meglia, cuyas instrucciones eran específicas y muy claras: debía ayudar a revocar las Leyes de Reforma, lograr la devolución de todos los bienes quitados a la Iglesia, que el Estado reconociera el derecho de la Iglesia a poseerlos y que respetara su autonomía; todo ello con la finalidad de que el Vaticano y México pudieran formalizar sus relaciones. Sin embargo, tanto por convicciones propias como por presiones de Napoleón, Maximiliano tomó la decisión de respetar los decretos de desamortización y nacionalización de los bienes eclesiásticos emitidos por Juárez. Esta decisión fue motivada por la pésima impresión que el emperador recibió del clero mexicano a su llegada al país, de ahí que para la consolidación del Segundo Imperio fuera necesario el sometimiento de la Iglesia al Estado mexicano. Para lograr este objetivo, en 1864 Maximiliano presentó a monseñor Meglia un proyecto de concordato que debía regir las relaciones entre el poder civil y el religioso. Los puntos del documento son los siguientes: 9. En el Segundo Imperio prevalecería la libertad de cultos, aunque el católico sería elevado al rango de religión de Estado. ft, El Estado adquiriría el compromiso de sostener a los ministros del culto católico, pero a cambio de que éstos no cobraran los sacramentos y ministerios. 3. Los bienes de la Iglesia pasarían a manos del Estado. 4. El Emperador se reservaba la aplicación del patronato Real. 5. Se permitiría el restablecimiento de las órdenes religiosas, siempre y cuando el Emperador estuviera de acuerdo. t. Los sacerdotes, en su carácter de funcionarios públicos, serían los encargados de llevar la administración del Registro Civil. 7. Los cementerios pasarían a manos del Estado para que pudieran ser utilizados también por los no católicos. -

El concordato no fue del gusto del nuncio apostólico, ya que según él era demasiado parecido a las disposiciones juaristas; sin embargo, actuó con cautela y afirmó que carecía del poder para firmarlo. Maximiliano no se dio por vencido, y con el temor de haber perdido el apoyo del Vaticano, en 1865 envió una comisión a la Santa Sede para que el Papa aceptara el proyecto. Pero éste opinó que el concordato no podía ser admitido como base y fundamento de las relaciones entre Iglesia y Estado; acto seguido, removió a Meglia en un acto que fue considerado como un rompimiento de relaciones. Tras estos acontecimientos, el emperador tomó una serie de medidas reformistas encaminadas a aplicar los puntos más destacados de su proyecto de concordato. Nacionalizó los bienes del clero, suprimió el pago de obvenciones parroquiales y prohibió la publicación de una encíclica pontificia que condenaba la libertad de cultos; también promulgó Los Estatutos Provisionales en los que organizaba el Registro Civil según las propuestas hechas por Valentín Gómez Farías en 1833. A finales de 1865 aparecieron las últimas leyes reformistas, que establecían la educación primaria gratuita y obligatoria, la enseñanza religiosa en manos del clero pero bajo la supervisión del Estado y la supresión de la Universidad Pontificia de México, por tratarse de un foco reaccionario peligroso. El clero, especialmente el alto, se rebeló contra la legislación imperial, pero Maximiliano afirmó que los miembros de la Iglesia no tenían autoridad para juzgar sus actos y que "el clero mexicano carecía de carácter cristiano y por ello había que reformarlo". Si las relaciones con la Iglesia fueron un serio problema para Maximiliano, más lo fue la situación económica. Al principio, el archiduque austriaco y Napoleón III confiaron en los mexicanos para dirigir las finanzas nacionales, pero su estado era deplorable. Napoleón optó entonces por enviar a los expertos franceses Lammenais y Langlais pero, al igual que sus similares mexicanos, naufragaron en el intento. La razón de estos fracasos era sencilla: si en tiempos de paz el país se había mostrado incapaz de generar la riqueza necesaria para mantenerse, en tiempos de guerra la

Juárez: Nacionalización de Bienes Eclesiásticos y Libertad de Cultos, 1859 y 1860

I. Nacionalización de los bienes eclesiásticos Art. 1. Entran al dominio de la nación todos los bienes que el clero secular y el regular

han estado administrando con diversos títulos, sea cual fuere la clase de predios, derechos y acciones en que consistan, el nombre y aplicación que hayan tenido. ... Art. 3. Habrá perfecta independencia entre los negocios del Estado y negocios puramente eclesiásticos. El gobierno se limitará a proteger con su autoridad el culto público de la religión católica, así como el de cualquier otra. Art. 4. Los ministros de culto, por la administración de los Sacramentos y demás funcio-

nes de su ministerio, podrán recibir las ofrendas que se les ministren, y acordar libremente con las personas que los ocupen, la indemnización que deban darles por el servicio que les pidan. Ni las ofrendas ni las indemnizaciones podrán hacerse en bienes raíces. Art. 5. Se suprimen en toda la República las órdenes de los religiosos regulares que

existen, cualquiera que sea la denominación o advocación que se hayan erigido, así como también todas las archicofradías, cofradías, congregaciones, a las catedrales, parroquias o cualesquiera otras iglesias. Art. 6. Queda prohibida la fundación o erección de nuevos conventos de regulares; de

archicofradías, cofradías, congregaciones o hermandades religiosas, sea cual fuere la forma o denominación que quiera dárseles. Igualmente queda prohibido el uso de los hábitos o trajes de las órdenes suprimidas... ... Dado en el palacio de gobierno general en Veracruz, a 12 de julio de 1859. —Benito Juárez. II. Libertad de cultos Art. 1. Las leyes protegen el ejercicio del culto católico y de los demás que se esta-

blezcan en el país, como la expresión y efecto de la libertad religiosa, que siendo un derecho natural del hombre, no tiene ni puede tener más límites que el derecho de tercero y las exigencias del orden público. En todo lo demás, la independencia entre el Estado por una parte, y las creencias y prácticas religiosas por otra, es y será perfecta e inviolable. Para la aplicación de estos principios se observará lo que por las leyes de la reforma y por la presente se declara y determina. Art. 2. Una Iglesia o sociedad religiosa se forma de los hombres que voluntariamente

hayan querido ser miembros de ella, manifestando esta resolución por sí mismos o por medio de sus padres o tutores de quienes dependan. Art. 3. Cada una de estas sociedades tiene libertad de arreglar por sí o por medio de

sus sacerdotes, las creencias y prácticas del culto que profesa, y de fijar las condiciones con que admita los hombres a su gremio o los separe de sí, con tal de que ni a los casos particulares que ocurra, se incida en falta alguna o delito de los prohibidos por las leyes, en cuyo caso tendrá lugar y cumplido efecto el procedimiento y decisión que ellas prescribieren. Art. 4. La autoridad de estas sociedades religiosas y sacerdotes suyos, será pura y abso-

lutamente espiritual, sin coacción alguna de otra clase, ya se ejerza sobre los hombres fieles a las doctrinas, consejos y preceptos de un culto, ya sobre los que habiendo aceptado estas cosas, cambiaren luego de disposición. Se concede acción popular para acusar y denunciar a los infractores de este artículo.

Art. 5. En el orden civil no hay obligación, penas, ni coacción de ninguna especie con respecto a los asuntos, faltas y delitos simplemente religiosos; en consecuencia, no podrá tener lugar, aun precediendo excitativa de alguna Iglesia o de sus directores, ningún procedimiento judicial o administrativo por causa de apostasía, cisma, herejía, si monía o cualesquier otros delitos eclesiásticos. Pero si a ellos se juntare alguna falta o delito de los comprendidos en las leyes que ahora tienen fuerza y vigor y que no son por ésta derogadas, conocerá el caso la autoridad pública competente, y lo resolverá sin tomar en consideración su calidad y trascendencia en el orden religiosos. Este mismo principio se observará cuando las faltas o delitos indicados resultaren de un acto que se estime propio y autorizado por un culto cualquiera. En consecuencia, la manifestación de las ideas sobre puntos religiosos, y la publicación de bulas, breves, rescriptos, cartas pastorales, mandamientos y cualesquiera escritos que versen también sobre esas materias, son cosas que se gozará de plena libertad a no ser que por ellas se ataque el orden, la paz o la moral pública, o la vida privada, o de cualquiera otro modo los derechos de tercero, o cuando se provoque algún crimen o delito, pues en todos estos casos, haciéndose abstracción del punto religioso, se aplicarán irremisiblemente las leyes que vedan tales abusos, teniéndose presente lo dispuesto en el art. 23... ...Dado en el palacio del gobierno nacional en Veracruz, a 4 de diciembre de 1860.— Benito Juárez.— Al C. Juan Antonio de la Fuente, ministro de Justicia e Instrucción Pública.

1. Libertad de cultos Art. 1. El Imperio protege la Religión Católica, Apostólica, Romana, como religión del Estado. Art. 2. Tendrán amplia y franca tolerancia en el territorio del Imperio todos los cultos que no se opongan a la moral, a la civilización, o a las buenas costumbres. Para el establecimiento de un culto se recabará previamente la autorización del Gobierno. Art. 3. Conforme lo vayan exigiendo las circunstancias, se expedirán los Reglamentos de policía para el ejercicio de los cultos. Art. 4. El Consejo del Estado conocerá de los abusos que las autoridades cometan contra el ejercicio de los cultos, y contra la libertad que las leyes garantizan a sus ministros.

Nacionalización de bienes eclesiásticos Art. 1. El Consejo de Estado revisará todas las operaciones de desamortización y nacionalización de bienes eclesiásticos, ejecutadas, a consecuencia de las leyes de 25 de junio de 1856, y 12 y 13 de julio de 1859 y sus concordantes. Art. 2. El Consejo, al hacer la revisión, enmendará los excesos e injusticias cometidos por fraude, por violación a las citadas leyes, o por abusos de los funcionarios encargados de su ejecución... Art. 5. Las operaciones legítimas ejecutadas sin fraude y con sujeción a las leyes an-

tes citadas, serán confirmadas. Las que no se encuentren en este caso, se declararán insubsistentes. Art. 6. Las operaciones irregulares que se hayan ejecutado contra el tenor de dichas leyes con aprobación del Gobierno federal, podrán ratificarse, reduciéndolas previamente a los términos prescritos en las mismas leyes, siempre que no haya perjuicio de tercero. Art. 7. Las operaciones que se declaren insubsistentes pueden rehabilitarse siempre

que se reduzcan a los términos de la ley del 13 de julio de 1859, se entere al contado y en numerario una multa de un veinticinco por ciento sobre el valor total de la finca o capital adjudicados, y no se cause perjuicio a un tercero por derechos adquiridos con anterioridad a la rehabilitación...

Art. 9. Los derechos legítimos adquiridos por la ley de 25 de junio de 1856, no se

considerarán perdidos o extinguidos sino por renuncia expresa o constancia de haberse ejecutado simuladamente la operación de que se deriva. No surtirán efecto las renuncias de las mujeres que carecieren de otra propiedad raíz, ni las de los tutores o curadores a nombre de sus pupilos...

Art. 11. Las enajenaciones que el Clero hizo de las fincas que le fueron devueltas en los lugares en que imperaba la administración de los generales Zuloaga y Miramón, podrán ser ratificadas si no hubiere perjuicio de tercero, por derecho anteriormente adquirido. Por la misma calidad podrán ser ratificadas las operaciones que se hubieren ejecutado a virtud de las leyes de 12 a 13 de julio de 1859, y con sujeción a ellas antes de su publicación en el lugar respectivo...

situación era más crítica. Por ende, Maximiliano tuvo que seguir los mismos pasos de algunos presidentes mexicanos: el endeudamiento externo. En 1864, el ministro de Hacienda logró un préstamo de 50 millones de pesos por parte de Francia, pero tras descontar los intereses y los gastos de tramitación, sólo dispuso de 20 millones. En 1865 tramitó un empréstito de 170 millones, pero por las mismas razones sólo pudo disponer de 50 millones. A pesar de estas inyecciones de capital, el déficit del imperio mexicano en 1865 alcanzó los 12,963,545 millones de francos. Maximiliano responsabilizaba al general Bazaine de esta situación, pues afirmaba que los gastos del ejército francés eran excesivos; a su vez, Bazaine culpaba al emperador porque gastaba los fondos en cosas tan triviales como la construcción de palacios y teatros. A finales de 1865, Napoleón III decidió retirar su apoyo económico a México pues, en su opinión, dar dinero al imperio mexicano era como echarlo a un barril sin fondo. En 1866 la bancarrota obligó a Maximiliano a pedir auxilio económico a Bazaine, quien le dio "préstamos" mensuales de 500,000 francos. La crisis económica crónica del Segundo Imperio fue factor clave en la caída de Maximiliano.

Por su parte, Benito Juárez continuaba su lucha y era seguido por aquellos militares que le habían mostrado su lealtad durante la Guerra de Reforma. Si bien a comienzos del Segundo Imperio los republicanos peleaban en guerrillas, la salida de las tropas francesas del país, así como un préstamo estadounidense por 20 millones de dólares, les permitieron preparar ejércitos regulares y adiestrados, dirigidos por el general Rosales en el occidente, el general Mariano Escobedo en el noroeste y Porfirio Díaz en el sur. La inyección de nuevos recursos económicos así como la reorganización del ejército fueron factores que dieron una notable superioridad a las tropas republicanas sobre las imperiales. En poco tiempo, los liberales recuperaron Durango, Guadalajara, Zacatecas y San Luis Potosí, esta última elegida como capital del gobierno juarista. En cambio, el ejército imperial se quedó con 10,000 hombres tras la salida de los franceses, pero contaba con la colaboración de generales experimentados, como Márquez, Mejía, Miramón y Méndez, muy capaces y conocedores del terreno. Sin embargo, poco pudieron hacer por defender lo que ya desde tiempo atrás estaba perdido, y tras ceder plazas tan importantes como Puebla y Michoacán, solamente seguían leales a Maximiliano los estados de Veracruz y Querétaro. Como último recurso, los ultraconservadores convencieron al emperador de que se pusiera a la cabeza de sus tropas y que se dirigiera a la ciudad de Querétaro, urbe que por su geografía era más fácil de defender que la Ciudad de México. El grupo esperaba una batalla decisiva entre los dos bandos, pues de lo contrario no hubiera mandado a Maximiliano al frente de sus tropas, pero también esperaba que se pudiera dar el milagro de la victoria. Se sentían derrotados antes de haber librado la batalla decisiva. En febrero de 1867, Maximiliano llegó a la ciudad de Querétaro para organizar la defensa de su imperio, mas cometió un error: nombró a Márquez como jefe de Estado Mayor sin tomar en consideración que durante mucho tiempo había sido subalterno de Miramón y que éste podía ofenderse, como pasó en realidad. Así, cuando más necesitaba de sus partidarios, los dividió. Durante los meses de marzo y abril, los republicanos cercaron la ciudad y la tomaron después de 71 días. El 15 de mayo de 1867, Maximiliano, Mejía y Miramón se entregaron a los generales Corona y Escobedo. Fueron enjuiciados según la Ley del 25 de enero de 1862, que estipulaba que todo el que atentara contra la independencia del país sería ejecutado, así que fueron ejecutados el 19 de junio en el Cerro de las Campanas ( Mucho se ha dicho sobre la conducta de Benito Juárez con Maximiliano. Hombres ilustres de la talla de José Garibaldi y Víctor Hugo, y potencias como Estados Unidos, Inglaterra y Francia, insistieron en que le otorgara el indulto, pero Juárez, así como su secretario de Relaciones Exteriores, Sebastián Lerdo de Tejada, se mantuvieron firmes para mostrar al mundo que México estaba decidido a mantener su independencia a toda costa. Juárez dijo: "No ha querido, ni ha debido antes el gobierno, y menos debiera en la hora del triunfo de la República, dejarse inspirar por ningún sentimiento de pasión contra los que han combatido [ ...] ha demostrado [el gobierno] su deseo de moderar en lo posible el rigor de la justicia, conciliando la indulgencia con el estrecho deber de que se apliquen las leyes, en lo que sea indispensable para afianzar la paz y el porvenir de la nación". 7 Tras cuatro años de ausencia, e121 de junio de 1867 el ejército federal, encabezado por Porfirio Díaz, hizo su entrada en la Ciudad de México. Tres semanas después haría lo propio el presidente de la República mexicana, Benito Juárez.

La Revolución de Ayutla, que tuvo lugar en el año de 1855, transformó el rostro del país al permitir llegar al poder a una nueva generación de liberales, representada por Benito Juárez, José María Iglesias y los hermanos Miguel y Sebastián Lerdo de Tejada, entre muchos más, los cuales encontraron en la Iglesia y el grupo conservador una oposición férrea a su proyecto de Estado liberal. Esta situación derivó en el estallido de una guerra civil conocida como la Guerra de Reforma (o de los Tres Años) que culminaría en 1860 con la derrota del grupo conservador-católico y el sometimiento de la Iglesia a manos del Estado mexicano. Con todo, el conflicto de fondo no llegó a su fin tras esta derrota, pues el bando perdedor apoyó al ejército francés cuando éste invadió México por órdenes del emperador Napoleón III, quien intentaba establecer un imperio católico en toda América Latina. Debido a esta intervención se pudo proclamar en México el Segundo Imperio, teniendo a Maximiliano de Habsburgo como su cabeza. Sin embargo, el carácter liberal del emperador, aunado a su distanciamiento con la Iglesia católica mexicana, la resistencia republicana, la recurrente crisis económica y el retiro del apoyo francés a principios de 1867 condenaron al fracaso esta aventura imperial. La muerte de Maximiliano no sólo significó el fin del Segundo Imperio; también representó el fin de las luchas internas por la definición política de México, nación que se proclamó, a partir de ese momento, como república federal.

El periodo que abarca los años de 1855 a 1867 se caracterizó por el surgimiento de la segunda generación de liberales. Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada y Porfirio Díaz, entre otros, sucedieron a Valentín Gómez Farías y el doctor Mora. Estos mexicanos llevaron a la práctica gran parte del ideario político del liberalismo primigenio, especialmente los puntos relacionados con el debilitamiento del poder político y económico de la Iglesia y el fortalecimiento de las instituciones políticas nacionales. Sin embargo, la Guerra de Reforma, una guerra civil al fin y al cabo, y el establecimiento del Segundo Imperio muestran que el proyecto liberal encontró serios obstáculos. Los conservadores no estaban dispuestos a permitir que sus intereses y creencias fueran hechos a un lado ni que las instituciones republicanas rigieran la nación. Algunos conservadores, como Juan Nepomuceno Almonte, fueron fervientes republicanos que se desilusionaron al ver la poca eficacia del sistema republicano en México; por ello, radicalizaron su postura y compartieron con los conservadores su opinión sobre el gobierno de la nación: era necesario establecer una monarquía. Argumentaban que tras varios siglos de haber dependido de España, los nacionales estaban acostumbrados a regirse por las instituciones y organismos monárquicos, de ahí que esta forma de gobierno fuera la más afín a los mexicanos. Justificaban el fracaso de Iturbide en que no había sido un verdadero emperador, pues no era europeo ni tenía sangre real. Para que la monarquía prendiera en el país era necesario traer un rey verdadero, es decir, que fuese europeo, de sangre real y católico. Si analizamos con detenimiento esta época de nuestra historia, observamos que, al igual que el periodo que comprende de 1821 a 1854, lo que está en discusión no son meras ideologías descarnadas, sino proyectos de nación que luchan por imponerse. En este sentido, 1867 fue un año fundamental ya que, como explica el historiador Edmundo o'Gorman, la lucha llegó a su fin: "Digamos [ ... ] que la significación de 'El Triunfo de la República' [ ... ] consiste en que fue consumación de la independencia nacional respecto al dilema en que se hallaba el ser de la nación, el surgir en el escenario histórico. Fue, por tanto, el triunfo de la posibilidad de ser republicano sobre la de ser monárquico; pero más profundamente, fue la conquista de la nacionalidad misma [...]". 8 El triunfo del republicanismo también ha marcado nuestra historia, pues a partir de ese momento los conservadores, especialmente los monárquicos, comenzaron a ser tildados de "traidores a la patria" y "malos mexicanos", etiquetas que hasta nuestros días perduran y que no son del todo exactas. No fueron ni buenos ni malos mexicanos, tan sólo mexicanos, como los li berales, que proponían una vía distinta que, si bien implicaba que un extranjero gobernara al país, era para conseguir su desarrollo y engrandecimiento. Si los conservadores hubieran triunfado, ¿no habrían sido vistos como "traidores a la patria" y "malos mexicanos" los liberales?

UY

triunfo republicano en 1867y la continuidad de Juárez en el poder permitieron el esablecimiento de la República Restaurada, un gobierno cuyo mérito, entre otros, fue el de ser el primero desde la época de la Independencia en tener un proyecto integral que contemplaba los aspectos políticos, sociales, culturales y económicos. En este sentido, la República Restaurada sería el primer intento formal por crear una verdadera nación mexicana. "Crear" una nación e infundir un sentimiento de pertenencia —nacionalismo— implicó, en el caso mexicano, unificar lo disperso salvando los obstáculos regionales, culturales y hasta lingüísticos. Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada, José María Iglesias, Vicente Riva Palacio y otros políticos destacados, fueron en su juventud testigos de la pérdida de territorio mexicano como consecuencia de la intervención estadounidense en las guerras de Texas y de 1846-1848. Para estos liberales, la explicación de las derrotas era la desunión entre los mexicanos, la cual fue un factor determinante para que Estados Unidos decidiera atacar, directa o indirectamente, a México y lo venciera. Los contenidos del programa de la República Restaurada son los siguientes: Aplicar la Constitución de 1857, pacificar el país, reducir el tamaño del ejército y fortalecer las secretarías de Estado (especialmente la de Hacienda). Promover la inmigración, la pequeña propiedad y las libertades de trabajo y de asociación. Construir más y mejores vías de comunicación, atraer capitales extranjeros, usar nuevos cultivos así como nuevas técnicas de labranza, desarrollar la inclustría manufacturera y la conversión de México en un puente comercial entre Europa y Asia. Promover las libertades de prensa y credo, exterminar lo indígena, proporcionar educación a todos los mexicanos y fomentar el nacionalismo en las letras y en el arte. Con estas propuestas, los gobiernos de la República Restaurada no sólo pretendían crear una nación mexicana, sino también ponerla a la altura de los grandes países del resto del mundo. Sin embargo, como veremos en esta unidad, las constantes contradicciones entre el proyecto y los actos de los gobernantes, y no tanto las inercias de la sociedad mexicana, impidieron que el segundo objetivo del proyecto, y en cierta medida el primero, se concretaran.

Cuando Benito Juárez entró en la Ciudad de México en 1867, el panorama era desalentador. Había vencido a los monárquicos en el campo de batalla, pero la pacificación del país distaba de ser una realidad. Gavillas de asaltantes y guerrilleros conservadores azotaban los caminos y ciudades e impedían el libre tránsito de mercancías y personas, especialmente en el populoso camino de México-Veracruz. Por otro lado, en el seno de los liberales dio inicio la lucha entre sus dos tendencias: la civilista y la militarista. Juárez, miembro de la primera, desconfiaba del grupo militar, ya que pensaba que sus miembros eran soberbios, ambiciosos, ansiosos de recompensas y, principalmente, de poder político, aspectos que lo convertían en una organización peligrosa para el gobierno. Otro problema para Juárez fue el económico (mismo que trataremos más adelante). Aunque el aspecto financiero había sido un lastre para el desarrollo nacional desde la Independencia, 10 años de guerra civil ininterrumpida (1857-1867) habían acentuado la crisis y habían sumido la economía nacional en el caos. Cuando Juárez se reinstaló en Palacio Nacional, tomó como primera decisión, el 23 de julio, reducir el ejército liberal a 20,000 soldados. Esta medida respondía en parte a

motivos económicos, ya que el ejército absorbía el 70 por ciento de los ingresos de la federación, pero también tenía una función política esencial para la pacificación del país. pues Juárez pretendía debilitar a caudillos y caciques que se habían mostrado corno los más independientes del poder central. Por lo tanto, un mes después. en agosto. emitió el decreto en el que determinaba que los gobernadores estatales interinos (militares en su mayoría impuestos durante la lucha contra el Segundo Imperio) dejarían de ser comandantes militares de sus estados. La idea era que las comandancias militares fueran ocupadas por oficiales fieles a Juárez. La reducción del ejército implicó también su reorganización, por lo que quedó dividido en cinco sectores de 4000 soldados cada uno, cuyos responsables eran: general Nicolás de Régules. general Porfirio Díaz ( general Mariano Escobedo. general Ramón Corona. general Juan Álvarez. En agosto de 1867, Juárez convocó a elecciones generales en las que el pueblo, y no el Congreso como sucedía antaño, elegiría al ejecutivo, a los miembros de la Suprema Corte de Justicia y a los diputados federales. Junto con esta convocatoria, tanto Benito Juárez como Sebastián Lerdo de Tejada propusieron una serie de reformas constitucionales para fortalecer las instituciones políticas, normar las funciones de los poderes y dar más atribuciones al ejecutivo, ya que para centralizar el poder y gobernar el país era necesario vigorizar la figura del presidente. Se propuso la creación de la Cámara de Senadores, cuyas funciones deberían ser declarar desaparecidos los poderes constitucionales de los estados, nombrar a los gobernadores provisionales y resolver los problemas políticos entre los poderes estatales cuando alguna de las partes en conflicto lo pidiese. Con la creación del Senado, Juárez deseaba frenar los excesos políticos de los diputados, quienes se mostraban cada vez menos dispuestos a colaborar con el ejecutivo y participar de manera más directa en la política local. Las reformas constitucionales impusieron el veto presidencial. que era el derecho que tenía el ejecutivo de suspender las disposiciones del Congreso que no le parecieran. Una iniciativa vetada sólo podría ser presentada de nuevo en el siguiente periodo de sesiones, aunque se reconocía al Congreso el derecho a anular el veto presidencial sólo si dos terceras partes del mismo votaban en su contra. También se permitió que los secretarios de Estado, los ministros de la Suprema Corte de Justicia y los funcionarios federales ocuparan diputaciones sin tener que renunciar a sus cargos, con lo cual el ejecutivo podría infiltrar seguidores suyos a la Cámara de Diputados para no tener en contra a dos terceras partes del Congreso. Un cambio que generó polémicas entre el grupo liberal fue el que devolvía al clero el uso de sus derechos cívicos, especialmente el de votar. Esta política conciliatoria se basaba en la idea de que el liberalismo representaba sólo a una mínima parte de los mexicanos que habitaban un país que era mayoritariamente ignorante y en el que la Iglesia poseía una gran presencia. Los liberales y los conservadores que habían colaborado con los franceses y con el Segundo Imperio fueron liberados, y aquellos que habían sido expulsados del país pudieron regresar; sólo fueron las excepciones el general Leonardo Márquez y el arzobispo de la Ciudad de México Pelagio Antonio Labastida y Dávalos. Al primero no se le perdonó que durante la Guerra de Reforma ordenara la matanza de liberales en Tacubaya. y se le responsabilizaba del asesinato de Melchor Ocampo, Leandro Valle y Santos Degollado, figuras del partido liberal. El caso de Labastida era distinto por tratarse del representante del sector más conservador y combativo de la Iglesia, lo que le convertía en un hombre sumamente peligroso para el republicanismo. Este programa reformista previo a las elecciones de 1867 generó mucho malestar entre los liberales que. por esa única vez, se unieron a los enemigos de Juárez y Lerdo. Había quienes alegaban que estos cambios eran un intento de Juárez por restarle autonomía al

Congreso y una muestra de que le faltaba un verdadero espíritu democrático. Los mayores críticos de Juárez eran Manuel María Zamacona, Juan N. Méndez y León Guzmán. En diciembre de 1867 se llevaron a cabo las elecciones. A pesar de las reformas, Juárez obtuvo 7442 votos, contra 2709 de Porfirio Díaz y 249 de los restantes candidatos. Juárez también logró que Sebastián Lerdo de Tejada ( ) fuera electo Jefe de la Suprema Corte de Justicia (y, por ende, vicepresidente) y se impuso de forma holgada a sus rivales, pero no consiguió la mayoría absoluta en el Congreso, un hecho que para algunos prueba que no hubo fraude en el proceso electoral. En el aspecto político, esta presidencia de Juárez se caracterizó por sus intentos de gobernar el país por la Constitución y de que las garantías individuales fueran respetadas por las autoridades estatales. No siempre fue así, pues más de una vez tuvo que suspender las garantías individuales y gobernar con facultades extraordinarias. Con relación al ejército. Benito Juárez temía las ambiciones políticas que mostraban los militares, acrecentadas en cierta medida por la reducción de sus efectivos. Para afrontar la situación, llevó a cabo una política "conciliatoria" que tiempo después seguiría Porfirio Díaz. A los oficiales de alto rango los colmó de honores, condecoraciones y otros privilegios para atenuar su descontento. A los que expresaban públicamente su disgusto y recurrían al uso de las armas (como en San Luis Potosí, Zacatecas, Oaxaca y Guadalajara) los reprimió con mano dura, pues tenía que dejar en claro quién era el que mandaba. En materia jurídica, el cuatrienio juarista tuvo muchos aportes. En primera instancia. logró el establecimiento del Senado, un órgano que era visto como el representante de los estados y contrapartida de la Cámara de Diputados, la cual, según la Constitución de 1857. representaba al pueblo. El Congreso estuvo inmerso en una gran actividad legislativa que cristalizó los ideales liberales reformistas de 1833 del Partido del Progreso, del doctor José María Mora y de Valentín Gómez Farías. Muestra de ello fueron la ratificación de las Leyes de Reforma, la Ley Orgánica de la Instrucción Pública del D.F. del 2 de diciembre de 1867 y la promulgación de los Códigos Civil y Penal en 1870 y 1871, respectivamente. En cuanto a la aplicación del programa de política social de la República Restaurada, se buscó la atracción de la inmigración extranjera para que trabajara la tierra y llevara a cabo la modernización agrícola del país. Esta política partía de un mito muy generalizado en México: que el indígena era poco productivo porque le disgustaba sobremanera realizar cualquier trabajo. Lo curioso del caso es que para atraer a los extranjeros se tuvo que recurrir a la creación de otro mito: la riqueza natural de México. La imagen que se daba del país era la de una riqueza en bruto que estaba a la espera de que la explotara cualquiera que tuviera ganas de trabajar; de hecho, se llegó a la exageración de basar esta afirmación en la forma que tenía el país, pues era muy semejante a la del "cuerno de la abundancia". En términos generales, esta política fracasó tanto en el gobierno de Juárez como en el de Lerdo, pues vinieron muy pocos extranjeros (se calcula que unos 25,000) y se establecieron sobre todo en centros urbanos. En el gobierno de Juárez, como sería también en el de Lerdo de Tejada. creció la diferenciación social. Mientras que la gente más miserable vivía de la caridad pública y los ladrones subsistían del hurto o bien entre las cuatro paredes de las cárceles, los obreros y artesanos quedaban totalmente desguarnecidos. "Desconocían seguros por invalidez, enfermedad o accidente. No se reglamentaba el trabajo para no perjudicar los intereses de industriales y propietarios"' ( . 3) . En cambio, los ricos pasaban la vida entre el teatro, el café La Concordia y los paseos a San Ángel, Coyoacán y Tlalpan. Poseedores de un gran poder adquisitivo, los hombres v las mujeres de la clase alta no escatimaban gastos para demostrarlo. Los varones utilizaban botas de charol, bufandas, guantes de piel, polainas y chalecos; ellas. crinolinas, coloretes, peinados llamativos, zapatos pequeños que terminaban en punta y joyas costosas que. casi siempre, compraban en la calle de Plateros. Estas breves líneas expresan de

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7 La República Restaurada (1867-1877)

manera somera un conflicto social muy peligroso ya que poco hicieron los políticos de la República Restaurada para solventar el reparto injusto de la riqueza y la polarización extrema de la sociedad mexicana, fenómeno que alcanzaría su clímax durante el porfiriato. Ligada al programa social se encontraba la obligación del Estado de educar a los mexicanos. Para Benito Juárez, era el medio de establecer la democracia, de acabar con la enorme influencia que aún ejercía la Iglesia y de unificar el mosaico cultural mexicano; en pocas palabras, la educación era considerada el arma necesaria para la tan ansiada transformación de México. Gabino Barreda fue el encargado de estructurar el sistema educativo por primera vez en nuestra historia. Se pensó en él por tratarse de uno de los discípulos más destacados del pensador francés Augusto Comte, padre del positivismo. La educación en México debía fomentar los principios de orden, libertad y progreso, entendidos éstos como la base, el medio y el fin no sólo del sistema educativo, sino también de la sociedad mexicana. Barreda obtuvo logros tan sobresalientes como la creación de la Escuela Nacional Preparatoria y la aparición de escuelas mixtas, que favorecían la formación de las mujeres. Sin embargo, el esfuerzo educativo se vio mermado por las carencias económicas del gobierno, se tuvieron que jerarquizar los gastos estatales por ramo. Se privilegió a la educación superior para formar rápidamente a los profesionistas que pudieran cubrir las necesidades del mercado laboral nacional, pero la educación elemental no quedó en el olvido, pues a finales del cuatrienio juarista había más de 7000 escuelas que recibían a 300,000 infantes. Estas cifras muestran un avance con relación a otros gobiernos, pero distaban de ser satisfactorias pues aún había 700,000 niños sin educación. El año de 1871 fue muy importante para los mexicanos. Parecía que por primera vez en varios años un presidente culminaría su periodo de gobierno en el tiempo establecido en la Constitución de 1857, lo cual hacía pensar irremediablemente en quién sería el sucesor de Juárez. Mucho tiempo se especuló en los círculos políticos sobre los candidatos a la presidencia. A finales de ese año salieron a la luz pública los nombres de Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada y Porfirio Díaz Mori. Al principio causó revuelo la candidatura de Juárez, pues era una flagrante violación a la Constitución de 1857. Juárez justificaba esta decisión en que cuatro años era poco tiempo para llevar a la práctica su proyecto de nación y que ello lo obligaba a postularse para otro periodo. Para muchos era un hecho que, al igual que otros gobernantes anteriores, Juárez le había tomado mucho gusto al poder, al grado de creer que era el único capacitado para ejercerlo, a pesar de sus dolencias cardiacas. Muchos, entre ellos liberales, no estaban de acuerdo y se unieron a los opositores del Benemérito de las Américas. El caso de Sebastián Lerdo de Tejada era distinto. Durante su gestión como jefe de la Suprema Corte de Justicia y secretario de Relaciones Exteriores, estuvo preparando el terreno para su candidatura a la presidencia. Con la frialdad y reserva que lo caracterizaban, fue colocando en puestos políticos importantes a partidarios suyos, como Manuel Romero Rubio y Ramón Guzmán; para obtener el apoyo futuro de los gobernadores, impuso a sus candidatos en las gubernaturas estatales, no obstante la oposición de la opinión pública, y para afianzar su triunfo sometió a la Suprema Corte de Justicia a sus designios e inició una política de alianzas con los opositores de Benito Juárez. Por su parte, Porfirio Díaz parecía el candidato con menos posibilidades. Representaba a los militares resentidos contra Juárez por su política antimilitarista y centralizadora, así como a una generación de jóvenes liberales que pensaban que era el momento de renovar a la clase política gobernante. La experiencia política de Díaz lo hacía pensar que el cambio político no se daría por la vía electoral, sino por la vía de las armas, por lo que comenzó a organizar una revuelta en caso de que las elecciones fueran fraudulentas. El 25 de junio de 1871 se llevaron a cabo los comicios, cuyos resultados fueron los siguientes: Benito Juárez obtuvo 5837 votos, Porfirio Díaz 3555 y Sebastián Lerdo de Tejada 2874. Como ninguno de los candidatos había obtenido la mayoría absoluta, en octubre el Congreso declaró triunfador a Juárez. Estas elecciones estuvieron amañadas y fueron violentas. La respuesta de algunos militares porfiristas no se hizo esperar. En septiembre se levantó en armas el general Treviño, y un mes después, en la Ciudad de México, los

generales Pontones y Negrete, entre otros. Todos desconocían tanto al gobierno federal como el proceso electoral. El general Sóstenes Rocha fue el encargado de contener las insurrecciones, y aunque sus cabecillas se salvaron, muchos de los oficiales que los siguieron fueron ajusticiados. Por su parte, Porfirio Díaz se había mantenido a la expectativa en Oaxaca, hasta que el 9 de noviembre de 1871 proclamó el Plan de la Noria, el cual marcó el inicio del levantamiento porfirista. En ese documento criticó severamente a Benito Juárez por sus reelecciones indefinidas y su afán de someter a su voluntad a los poderes legislativo y judicial, así como a los gobiernos estatales. Además, hacía propuestas para mejorar el ámbito político nacional: que las elecciones presidenciales fueran directas y personales; que el Congreso no pudiera nombrar a funcionarios públicos; que los nombramientos de los secretarios, así como de cualquier otro funcionario que ganara más de 3000 pesos anuales, se sometieran a la aprobación de la Cámara de Diputados; que se le diera una mayor libertad administrativa a los ayuntamientos, y que se prohibieran los impuestos de alcabalas. El plan terminaba con dos consignas: "Constitución de 1857 y libertad electoral" y "menos gobierno y más libertades"

Plan de la Noria La reelección indefinida, forzosa y violenta, del Ejecutivo Federal, ha puesto en peligro las instituciones nacionales. En el Congreso una mayoría regimentada por medios reprobados y vergonzosos, ha hecho ineficaces los nobles esfuerzos de los diputados independientes y convertido la Representación Nacional en una cámara cortesana, obsequiosa y resuelta a seguir siempre los impulsos del Ejecutivo. En la Suprema Corte de Justicia, los Jueces y Magistrados pundonorosos de los Tribunales Federales son sustituidos por agentes sumisos del Gobierno, los intereses más caros del pueblo y los principios de mayor trascendencia quedan a merced de los perros guardianes. Varios Estados se hallan privados de sus autoridades legítimas y sometidos a gobiernos impopulares y tiránicos, impuestos por la acción directa del Ejecutivo, y sostenidos por las fuerzas federales. Su soberanía, sus leyes y la voluntad de los pueblos han sido sacrificadas al ciego encaprichamiento del poder personal. El Ejecutivo ha sido bajado y envilecido obligándolo a servir de instrumento de odiosas violencias contra la libertad del sufragio popular, y haciéndole olvidar las leyes y los usos de la civilización cristiana en México. Los impuestos se reagravan, las rentas se dispendian, la Nación pierde todo crédito y los favoritos del poder monopolizan sus espléndidos gajes. Los partidos, que nunca entienden las cosas en el mismo sentido, entran en la li za electoral llenos de fe en el triunfo de sus ideas e intereses, y vencidos en buena li d, conservan la legítima esperanza de contrastar más tarde la obra de su derrota, reclamando las mismas garantías de que gozaban sus adversarios; pero cuando la violencia se arroga los fueros de la libertad, cuando el soborno sustituye a la honradez republicana, y cuando la falsificación usurpa el lugar que corresponde a la verdad, la desigualdad de la lucha, lejos de crear ningún derecho, encona los ánimos y obliga a los vencidos por tan malas arterias, a rechazar el resultado como legal y atentorio.

Los secretarios de la reelección indefinida prefieren sus aprovechamientos personales a la Constitución, a los principios y a la República misma. Ellos convirtieron esa suprema apelación al pueblo en una farsa inmoral, corruptora, con mengua de la majestad nacional que se atreven a invocar. Combatiremos pues, por la causa del pueblo, y el pueblo será el único dueño de su victoria. "Constitución de 57 y libertad electoral" será nuestra bandera: "menos gobierno y más libertadores" nuestro programa. Una convención de tres representantes por cada Estado, elegidos popularmente, dará el programa de la construcción constitucional, y nombrará un Presidente Constitucional de la República, que por ningún motivo podrá ser el actual depositario de la guerra. Que la elección de Presidente sea directa, personal, y que no pueda ser elegido ningún ciudadano que en el año anterior haya ejercido por un solo día autoridad o encargo cuyas funciones se extiendan a todo el Territorio Nacional. Que el Congreso de la Unión sólo pueda ejercer funciones electorales, en asuntos puramente económicos, y en ningún caso para la designación de altos funcionarios públicos. Que el nombramiento de los Secretarios del despacho y de cualquier empleado o funcionario que disfrute por sueldos o emolumentos más de tres mil pesos anuales, se someta a la aprobación de la Cámara. Que la unión garantice a los Ayuntamientos, derechos y recursos propios como elementos indispensables para su libertad e independencia. Que se garantice a todos los habitantes de la República el juicio por jurados populares que declaren y califiquen la culpabilidad de los acusados; de manera que a los funcionarios judiciales sólo se les conceda la facultad de aplicar la pena que designen las leyes preexistentes. No convoco ambiciones bastardas ni quiero avivar los profundos rencores sembrados por las demasías de la administración. La insurrección nacional que ha de devolver su Imperio a las leyes y la moral ultrajadas, tiene que inspirarse de nobles y patrióticos sentimientos de dignidad y justicia. Los amantes de la Constitución y de la libertad electoral son bastante fuertes y numerosos en el país de Herrera, Gómez Farías y Ocampo, para aceptar la lucha contra los usurpadores del sufragio popular.

El levantamiento porfirista no tuvo mucho eco en el país, y aunque algunos militares lo secundaron, parecía que desde el principio estaba destinado a fracasar. La muerte de Benito Juárez, el 18 de julio de 1872, le dio la puntilla, ya que con su deceso el movimiento perdía todo sentido.

Por ser el jefe de la Suprema Corte de Justicia, correspondía a Sebastián Lerdo de Tejada fungir como presidente interino. Consciente de la situación que atravesaba el país, decidió como primera medida dar la amnistía a todos los levantados, con lo cual terminó con el movimiento porfirista, ya que a los insurgentes se les perdonó la vida y se les restablecieron sus derechos políticos, aunque a cambio perdieron sus grados militares y condecoraciones. Porfirio Díaz tuvo que someterse al gobierno y retirarse a Oaxaca, lo que de ningún modo significó que perdiera sus aspiraciones políticas, ya que un año • después intentaría ocupar, sin éxito, la jefatura del poder judicial. Una vez lograda la

rendición de los levantados, Lerdo de Tejada emitió un decreto en el que convocaba a elecciones presidenciales, las cuales se llevarían a cabo en octubre de 1872. El presidente interino pensaba fortalecer el clima de "tranquilidad política que comenzaba a respirar el país, pero de poco sirvió al hacerse públicos los resultados: Sebastián Lerdo de Tejada alcanzó 10,502 votos. Porfirio Díaz 680 y otros candidatos 136. Para muchas personas. era evidente que se había llevado a cabo un gran fraude electoral en el que el candidato ganador había salido beneficiado, ya que contaba con una mayoría absoluta que le evitaría tener que recurrir al Congreso para que lo reconociera en el cargo. Cuando Lerdo de Tejada asumió la presidencia declaró que gobernaría como presidente de la nación y no corno miembro de un partido político. Al principio, esta declaración cumplió con su objetivo, pues los inconformes comenzaron a ver en Lerdo a un líder liberal pero de carácter conciliador. Lerdo de Tejada era un fiel discípulo de Juárez en lo que a cuestiones ideológicas se trataba, de ahí que en aspectos corno el social, el educativo y el económico mostrara una prolongación del gobierno de su antecesor. Corno muestra de que el sello del lerdismo sería la continuidad, el presidente mantuvo el gabinete formado por Juárez, pues sus miembros eran manipulables y no había ninguno que pudiera opacar al presidente. Esta medida generó malestar entre los miembros destacados del lerdismo ya que pensaban que su lealtad sería premiada con alguna secretaría de Estado. La molestia fue tal que el grupo político se fracturó. Hasta 1876, el presidente no incluyó en el gabinete a algunos de sus incondicionales para facilitar así su reelección. Otro elemento continuista del lerdismo fue la cristalización del provecto de Juárez de darle a la nación un Senado, para que así el poder legislativo estuviera formado por dos cámaras: la de diputados y la de senadores. Así convenía a los intereses de Lerdo de Tejada, ya que éste veía en el Senado un instrumento de centralización del poder político y un medio para intervenir en la política local. Fue en materia religiosa donde la continuidad se rompió. Recordemos que en 1867 Juárez mostró un espíritu conciliador y reconoció el derecho a voto a los miembros de la Iglesia. Sebastián Lerdo de Tejada radicalizó esa postura desde el inicio de su gestión. En 1873 envió al Congreso una iniciativa de ley que ordenaba la expulsión de los jesuitas de territorio nacional, acto que generó mucho malestar entre los prelados eclesiásticos. Sólo era el principio de una política anticlerical que culminaría el 25 de septiembre de 1873, cuando emitió un decreto que elevaba a rango constitucional las Leyes de Reforma. Un año después, en 1874, decretó la disolución de las obras de las Hermanas de la Caridad, orden religiosa dedicada al cuidado de los enfermos en los hospitales. Al mismo tiempo, fomentó el arribo de grupos protestantes (calvinistas, cuáqueros, presbiterianos, metodistas y evangelistas) para debilitar el poder y la omnipresencia de la Iglesia católica. La i mplantación de esta política le acarreó a Lerdo de Tejada la pérdida de apoyos, va que había ignorado el profundo sentimiento religioso de los mexicanos, y aunque la Iglesia católica había quedado debilitada por la Guerra de Reforma. no significaba que lo mismo hubiera pasado con la religiosidad popular. Con el tiempo, el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada se hizo cada vez más odioso por su afán de centralizar el poder en su persona. Era notoria la manipulación de los gobernadores. y cuando alguno contravenía las órdenes presidenciales, era sustituido por otro más "leal". También comenzó a nombrar a los jueces de circuito y de distrito, con lo cual se atribuía una función del poder legislativo y hacía menos claras las divisiones entre los poderes federales. En cuanto al Congreso, Lerdo siempre mostró un gran interés por mantenerlo sometido, de ahí que en las elecciones legislativas de 1873 y 1875 impusiese a sus candidatos mediante tácticas como la duplicación del padrón electoral y la falsificación de boletas. En los últimos años de su gobierno los constantes abusos hicieron que políticos liberales y conservadores, así como campesinos, planearan levantamientos armados. Entre 1875 y 1876 estalló en Michoacán y Jalisco una rebelión cristera que desaprobaba la aplicación de las medidas reformistas por ofender la sensibilidad del pueblo mexicano. -

Abraham Castañeda y Antonio Reza, que se perfilaban como cabezas del movimiento, emitieron un documento que desconocía la Constitución de 1857 y los poderes de la nación; en cambio, proponía el establecimiento de un presidente interino y de un Congreso constituyente que proclamara a México como república católica. A pesar de que algunos campesinos de esas regiones se unieron al levantamiento, no logró cuajar y poco tiempo después fue aniquilado por el general Mariano Escobedo. La clase política también organizó su movimiento en 1876, aunque no logró llevarlo a la práctica. Se conoce como la "Revolución Soñada" al movimiento ideado por Vicente Riva Palacio, Francisco Carreón y Sóstenes Rocha en contra de Sebastián Lerdo de Tejada. Sus motivos eran múltiples: la violación continua del sufragio, la imposición ininterrumpida de los candidatos oficiales, la dependencia de los poderes legislativos y judiciales del ejecutivo, la desaparición de la soberanía estatal, la malversación de fondos públicos y el abandono de la instrucción pública y las obras de infraestructura. En consecuencia, desconocía a todos los poderes y funcionarios públicos, afirmaba que la rebelión debía estar dirigida por un caudillo que sería el depositario, provisionalmente, del poder ejecutivo y que debía convocar a elecciones generales sin que él mismo pudiera postularse. Sin embargo, el levantamiento fue descubierto y desarticulado a finales del lerdismo. Los opositores de Lerdo, cuyo número se incrementaba, veían en Porfirio Díaz a un líder natural que, en caso de proponérselo, podría encabezar un levantamiento en contra del ejecutivo. Por su parte, el general no ocultaba sus aspiraciones presidenciales y tan sólo esperaba el momento propicio para acaudillar a los opositores del lerdismo en una revolución. El 10 de enero de 1876, el descontento contra el presidente llevó al coronel Sarmiento a levantarse en armas enarbolando el Plan de Tuxtepec. Este documento, que fue firmado por Díaz, había sido redactado por Vicente Riva Palacio, quien tomó como modelo el Plan de la "Revolución Soñada". El plan desconocía al gobierno de Lerdo así como a todos los funcionarios que fueran fieles a éste, y nombraba al general Porfirio Díaz jefe del Ejército Renovador y presidente interino del país; también proponía el respeto a la Constitución de 1857, especialmente al apartado relativo a la no reelección del poder ejecutivo. Entretanto, Díaz, que se encontraba en Texas, aceptó la jefatura del movimiento el 21 de marzo de 1876 a condición de hacer algunos cambios al plan, los cuales se conocen como "reformas de Palo Blanco", y que se condensan en una sola: que la presidencia interina fuera ocupada por el jefe de la Suprema Corte de Justicia, José María Iglesias. Díaz pretendía cumplir con varias metas: atraer a su causa a un enemigo poderoso de Lerdo de Tejada, cerciorarse de que José María Iglesias no pudiera ser candidato a la presidencia y, en consecuencia, facilitar su camino (de Díaz) hacia el cargo. Esto explica por qué José María Iglesias jamás reconociera el Plan de Tuxtepec.

Plan de Tuxtepec Que la República Mexicana está regida por un gobierno que ha hecho del abuso un sistema político, despreciando y violando la moral y las leyes, viciando a la sociedad, despreciando a las autoridades, y haciendo imposible el remedio de tantos males por la vía pacífica; que el sufragio político se ha convertido en una farsa, pues el presidente y sus amigos, por todos los medios reprobables, hacen llegar a los puestos públicos a los que llaman sus "candidatos oficiales", rechazando a todo ciudadano independiente.

Que la administración de justicia se encuentra en la mayor prostitución, pues se constituye a los jueces de distrito en agentes del centro para oprimir a los Estados; que el poder municipal ha desaparecido completamente, pues los ayuntamientos son simples dependientes del Gobierno, para hacer las elecciones; que los protegidos del presidente perciben tres y hasta cuatro sueldos por los empleos que sirven; que el despotismo del Poder Ejecutivo se ha rodeado de presidiarios y asesinos que provocan, hieren y matan a los ciudadanos ameritados; que la instrucción pública se encuentra abandonada, que los fondos de ésta paran en manos de los favoritos del presidente; que la creación del Senado, obra de Lerdo de Tejada y sus favoritos, para neutralizar la acción legislativa, imparte el veto a todas las leyes; que la funesta administración no ha servido sino para extorsionar a los pueblos; que el país ha sido entregado a la compañía inglesa con la concesión del Ferrocarril de Veracruz y el escandaloso convenio de las tarifas. Que el presidente y sus favorecidos han pactado el reconocimiento de la enorme deuda inglesa, mediante dos millones de pesos que se reparten con sus agencias; que ese reconocimiento, además de inmoral, es injusto, porque en México nada se indemniza por perjuicios causados en la intervención. Que aparte de esa infamia, se tiene acordada la de vender tal deuda a los Estados Unidos, lo cual equivale a vender el país a la nación vecina; que no merecemos el nombre de ciudadanos mexicanos, ni siquiera el de hombres, los que sigamos consintiendo en que estén al frente de la administración los que así roban nuestro porvenir y nos venden al extranjero; que el mismo Lerdo de Tejada destruyó toda esperanza de buscar el remedio a tantos males en la paz, creando facultades extraordinarias y suspensión de garantías para hacer de las elecciones una farsa criminal. Art. 1. Son leyes supremas de la República la Constitución de 1857, el Acta de Reformas promulgada el 25 de septiembre de 1873, y la ley de 1874. Art. 2. Tendrán el mismo carácter de Ley Suprema la No Reelección de presidente y gobernadores de los Estados, mientras se consigue elevar este principio a rango de reforma constitucional, por los medios legales establecidos por la Constitución. Art. 3. Se desconoce a don Sebastián Lerdo de Tejada como presidente de la Repúbli-

ca, y a todos los funcionarios y empleados designados por él. Art. 4. Serán reconocidos todos los gobernadores de los Estados que se adhieran al

presente plan. Art. S. Se harán elecciones para Supremos Poderes de la Unión, a los dos meses de

ocupada la capital de la República. Art. 6. El Poder Ejecutivo, sin más atribuciones que las administrativas, se depositará,

mientras se hacen elecciones, en el presidente de la Suprema Corte de Justicia actual, o en el magistrado que desempeñe sus funciones, siempre que uno u otro, en su caso, acepte en todas sus partes el presente plan y haga conocer su aceptación por medio de la prensa, dentro de un mes contado desde el día en que el mismo plan se publique en los periódicos de la capital. Art. 7. Reunido el octavo Congreso Constitucional sus primeros trabajos serán la refor-

ma constitucional de que habla el artículo segundo. Art. 8. Los generales, jefes y oficiales que con oportunidad secunden el presente plan,

serán reconocidos en sus empleos, grados y condecoraciones.

A diferencia de lo sucedido en 1871 y 1872, el levantamiento porfirista de 1876 provocó muchos alzamientos locales. Chiapas, Jalisco, Michoacán, Guanajuato, Morelos, Baja California, el estado de México, Sonora, Coahuila, Nuevo León, Puebla y Oaxaca se fueron adhiriendo por lo que el movimiento comenzó a alcanzar un carácter nacional. No obstante, Lerdo de Tejada decidió postulai4 de nuevo como candidato a la presidencia y, como era de suponerse, tras un proceso electoral de legalidad muy dudosa, triunfó y fue ratificado

por el Congreso para el periodo 1876-1880. El 31 de octubre. José María Iglesias publicó un manifiesto en el que proclamaba la reelección ilegal y se autonombraba, por ser jefe de la Suprema Corte de Justicia. presidente interino de México. El iglesismo tuvo dos bastiones: Querétaro y Guanajuato. En este último, el presidente interino instauró la sede de su gobierno y publicó un programa en el que manifestaba su deseo de presentarse a las próximas elecciones federales supuestamente "en cumplimiento de la Constitución". José María Iglesias adolecía del mismo mal que Porfirio Díaz: tenía aspiraciones presidenciales. La lucha entre Lerdo de Tejada y Díaz se decidió el 16 de noviembre, cuando sus ejércitos se enfrentaron en la localidad de Tecoac (Tlaxcala). Inicialmente, la batalla era desfavorable para los insurrectos y la hubieran perdido de no ser por la llegada del general Manuel González, compadre de Díaz, y sus refuerzos. La derrota de las tropas gubernamentales obligó a que el 20 de noviembre el presidente dejara el gobierno en manos de Protasio Tagle, político de filiación porfirista, y saliera de México rumbo a Estados Unidos. Porfirio Díaz entró en la capital de la República tres días después y como primera medida invitó otra vez a Iglesias a adherirse al Plan de Tuxtepec, pero como éste no aceptó, Díaz nombró como presidente provisional a Juan N. Méndez y encabezó las operaciones en contra del iglesismo. Nunca se entablaron combates entre Díaz e Iglesias debido a que el 21 de diciembre se entrevistaron por única vez en Querétaro, y aunque el segundo se negó a entrar en pláticas, el general oaxaqueño lo convenció de no presentar resistencia militar, ya que gran parte del ejército estaba de su lado; a cambio, daba al antiguo magistrado una salida aceptable: que se exiliara. Convencido de que no tenía otra opción, en enero de 1877 salió rumbo a la ciudad estadounidense de San Francisco. Como el rival más fuerte de Díaz va no estaba en el país, autorizó a Méndez a que convocara a elecciones para renovar los tres poderes. Los resultados fueron los esperados, ya que los candidatos opositores sólo obtuvieron 482 votos, mientras que el general Porfirio Díaz alcanzó la cifra de 11,475, y fue nombrado presidente del país el 2 de abril de 1877.

Al asumir la presidencia, Juárez se encontró con que uno de los mayores problemas del país era el endeudamiento externo, que se elevaba a 375.493,256 pesos frente a los 18,537,794 pesos anuales que percibía el gobierno por ingresos federales. Para resolver el problema pensó en atraer capitales extranjeros que reactivaran la economía, pero era poco viable ya que. por un lado, Estados Unidos estaba pasando por un proceso de reconstrucción luego de la guerra civil y, por el otro, el fusilamiento de Maximiliano había cerrado a México las puertas de Europa. Corno la medida anterior fracasó, el secretario de Hacienda, José María Iglesias, optó por entrar en contacto con los representantes de los Gobiernos de España y Francia para negociar la deuda con estas naciones bajo el principio de que el Gobierno mexicano desconocía los adeudos contraídos por Maximiliano durante el Segundo Imperio. Esta renegociación, junto con la venta de bonos de las deudas inglesa y española, hicieron que la gestión de Iglesias fuera positiva, ya que logró que para 1871 la deuda externa fuera de sólo 81 millones de pesos. Paralela a la cuestión de la deuda externa se encontraba la de las reformas hacendarias esenciales para que el gobierno pudiera aumentar sus ingresos. Fueron seis los cambios que se implantaron. Se centralizó la administración del dinero nacional en la hacienda pública, con lo cual los estados perdieron autonomía. Para ahorrar recursos, se procedió a la reducción del ejército así como de funcionarios públicos de todos los niveles. Se impusieron impuestos sobre la explotación minera y las herencias, y se creó el impuesto del timbre.

Con la finalidad de incrementar las exportaciones, se revocaron sus impuestos. S. Se abarató el tipo de cambio. Se amortizaron los títulos de deuda pública. Con Sebastián Lerdo de Tejada la situación de la hacienda pública empeoró, ya que los gastos originados por la lucha contra los seguidores del Plan de la Noria generaron un déficit muy alto. Para solventar de manera inmediata la situación, el Congreso autorizó a Lerdo que contratara un empréstito extranjero por 1 millón de pesos que ayudó a cubrir el gasto de 1872 e iniciar el ejercicio fiscal de 1873. Sin embargo, cuando el préstamo se acabó, el déficit comenzó a crecer año con año. Francisco Mejía. secretario de Hacienda, mejoró la organización de esta secretaría y llevó a cabo una campaña de moralización entre sus funcionarios para erradicar la corrupción. pero como estas medidas no fueron suficientes, ideó una política económica consistente en la reducción del gasto estatal (que generó la suspensión de la construcción de obras públicas, incluida la del ferrocarril) y el aumento de los impuestos. Las comunicaciones ocuparon un lugar preferente en los proyectos de la República Restaurada, sobre todo el ferrocarril, considerado como medio para superar las diferencias geográficas e integrar económica y políticamente al país. Debido a que para crear las redes ferroviarias se necesitaba más capital del que tenía la clase alta mexicana, fue necesario concesionar su construcción a compañías extranjeras, inicialmente inglesas. El ferrocarril había llegado a la Ciudad de México como tranvía, pero hasta 1867 se inició la construcción del tramo México-Veracruz, que fue inaugurado el 1 de enero de 1873. Pero, como hemos visto, las dificultades económicas impidieron que se pudiera culminar durante la época de la República Restaurada. Aunque el telégrafo había sido introducido en México en 1849, no fue sino hasta el triunfo republicano cuando se le dio importancia como un instrumento de gran valía política y militar. La cantidad de líneas que comunicaban a las ciudades más importantes del país (D. F., Oaxaca, Veracruz, Tlaxcala. Guanajuato, Querétaro, San Luis Potosí y Puebla) fue creciendo velozmente. En 1869 se contaba con 4189 kilómetros; para 1872 la cifra ascendía a 7776 kilómetros. Si el telégrafo tuvo un desarrollo tan rápido, se debió en cierta medida a la cantidad de caminos que se construyeron en la época. Para 1876, la Ciudad de México estaba enlazada con casi todas las capitales estatales y ciudades importantes del país y también con los mayores puertos: Mazatlán, San Blas, Manzanill o, Acapulco, Zihuatanejo, Puerto Ángel, Veracruz y Matamoros. El crecimiento del telégrafo y de los caminos fue un elemento importante para la solidificación económica de México. La República Restaurada tenía como proyecto la creación de una gran clase media rural que fuera independiente y que acabara con la producción de autoconsumo. Así, se atacaba a las comunidades indígenas por no ser autosuficientes y por negarse a fraccionar y privatizar sus tierras comunales. El problema de la tenencia de la tierra no finalizó, pues aunque las autoridades comenzaron a vender las tierras quitadas a la Iglesia, éstas fueron a parar a manos de los grandes propietarios, quienes aprovecharon para aumentar la extensión de sus latifundios y utilizar a los indígenas despojados como mano de obra cautiva.

Al tiempo que ocurría la intervención francesa, en las letras se revelaba una tendencia nacionalista que poco a poco fue ganando terreno y que se impuso tras el triunfo de la República Restaurada. Este nacionalismo no desdeñaba la cultura extranjera, pues insistió en la necesidad de conocer civilizaciones distintas de la española y la francesa. En la historia, durante la intervención francesa y el Segundo Imperio surgió dentro del grupo político republicano la tendencia a estudiar desde el punto de vista liberal. Obras como

Apuntes para la historia de la guerra entre México y Estados Unidos y Revistas históricas sobre la Intervención Francesa en México (ambas de José María Iglesias) tuvieron la finalidad de

recoger partes fundamentales del pasado del país, pero también fueron un medio para inflamar el nacionalismo de los liberales en tiempos difíciles. En la época de la República Restaurada, Vicente Riva Palacio comenzó a escribir y dirigir la obra monumental México a través de los siglos, una versión liberal de la historia nacional destinada a mostrar una continuidad entre el movimiento de Independencia, la lucha contra la intervención estadounidense y la contienda contra los franceses. Ahí, los liberales aparecen como los verdaderos mexicanos que siempre pelearon por la nación. Aunque los historiadores conservadores reaccionaron y escribieron obras en las que criticaban a Juárez y a los liberales en general, no tuvieron la difusión y la aceptación necesarias para contrarrestar el punto de vista liberal. El nacionalismo también se vio reflejado en el costumbrismo, una corriente literaria que retrataba los usos (incluyendo creencias, tradiciones, etc.) del pueblo. El costumbrismo era una continuación de lo que se venía haciendo de tiempo atrás en el género novelístico; tal vez la diferencia radicó en que entre 1869 y 1876 se le dio mayor importancia al pueblo y sus creaciones; por ejemplo: "Recordaba mi pueblo, mi pueblo querido, cuyos alegres habitantes celebraban a porfía con bailes, cantos y modestos banquetes la nochebuena: Parecíame ver aquellas pobres casas adornadas con sus nacimientos y animales por la alegría de la familia; recordaba la pequeña iglesia iluminada, dejando ver desde el pórtico el precioso belén".' Los máximos representantes de la corriente fueron Ignacio Manuel Altamirano (El Zarco y Navidad en las Montañas) ( ) , Manuel Payno (Tardes Nubladas y Los Bandidos de Río Frío) y Guillermo Prieto (La Novia del Erario y Patria y Honra). Del costumbrismo participaron todas las tendencias políticas, como lo muestra la publicación de Ignacio Manuel Altamirano El Renacimiento, revista en la que colaboraban liberales ilustres como Ignacio Prieto y Justo Sierra, así como conservadores de la talla del obispo Ignacio Montes de Oca y el historiador José María Roa Barcena. Altamirano pensaba que ambos grupos compartían un mismo interés, México, y que el enfrentamiento de estas tendencias era enriquecedor pues mientras que los liberales hacían hincapié en la obra, los conservadores ponían su interés en la protección de la lengua. Si en el campo de batalla fueron derrotados, los conservadores consiguieron imponerse en las letras, ya que lograron que en 1875 se fundara la Academia de la Lengua.

Si a mediados del siglo xix el mexicano Juan Cordero (formado en Italia) y el español Pelegrín Clavé fueron las figuras centrales en la Academia de San Carlos en cuestiones de pintura y escultura, durante el Segundo Imperio y la República Restaurada fueron sus alumnos los que sobresalieron. La labor de Clavé y Cordero consistió en enseñar a los futuros artistas mexicanos los rigores de la escuela académica de tendencia neoclasicista. Entre los escultores formados en San Carlos por estos ilustres artistas destacan: Felipe Sojo, quien fue uno de los mejores escultores de la época por la naturalidad y realismo de sus bustos. Entre sus obras cumbres destacan efigies de Maximiliano y Carlota tallados entre 1865 y 1866. Gabriel Guerra, cuya especialidad fueron las pequeñas figuras llenas de lirismo inspiradas en las figurillas del antiguo Tlaquepaque. Sin descuidar las normas académicas y los temas clásicos, Guerra, como los demás contemporáneos, modificó su estética con mundos fantásticos que no perdían contacto con la realidad y que destilaban un espíritu romanticista. Enrique Guerra, de quien sobresalieron grandes obras escultóricas como Las cuatro virtudes, que muestra la concepción vanguardista de la escultura del autor. Las cuatro virtudes es una escultura que se divide en cuatro partes; una se localiza en el

ático del antiguo palacio de Relaciones Exteriores, dos en un parque de Jalapa y la última en una fuente monumental en Chapultepec, frente a la tribuna a los Niños Héroes. Su gusto por el arte monumental, junto con la admiración que sentía por el Benemérito de las Américas, le llevaron a construir el monumento a Benito Juárez. Según los historiadores del arte, Enrique Guerra fue el artista que cerró el ciclo de los escultores mexicanos del siglo xix. Una característica de la escultura mexicana del siglo xix es que el escultor no fue un artista que gozara de libertad, pues su producción estaba relacionada con las demandas urbanísticas y estéticas de la ciudad (una herencia de la estancia de Maximiliano). A diferencia de la escultura, en la pintura los alumnos de Clavé dominaron la técnica del dibujo y el color, pero jamás lograron superar a su maestro. Entre los pintores más sobresalientes de la Academia de San Carlos se encuentran: Salomé Piña, destacó como neoclasicista y por crear obras bien proporcionadas y de composición estructurada, consecuencia de su paso por Italia. Como gustaba de los temas religiosos, pintó murales en la Basílica de Guadalupe. Santiago Rebull, se desempeñó como director de San Carlos hasta la ocupación francesa de la capital. Fue uno de los mejores pintores mexicanos del siglo xix e impregnó sus obras de un idealismo romántico en el que tomaba figuras de la realidad y las envolvía en un ambiente imaginativo. Fue comisionado para pintar las terrazas del Castillo de Chapultepec. Felipe Gutiérrez, pasaría a la historia del arte no sólo por ser el máximo exponente del realismo subjetivo y por su buen manejo del color, sino también por haber sido el primer pintor mexicano en plasmar un desnudo: La amazona de los Andes. El pintor italiano Eugenio Landesio aportó mucho a la plástica mexicana, ya que es considerado por muchos como uno de los primeros promotores del paisajismo en México. Sus obras muestran un gran cuidado por las características de la flora, fauna y propiedades geológicas del país; es por ello que a este género se le identifica con el costumbrismo. En este caso, los alumnos superaron con creces a su profesor, especialmente el inigualable José María Velasco. Considerado uno de los mejores paisajistas mexicanos de toda la his toria, Velasco no sólo comprendió y expresó la inmensidad de los paisajes nacionales, sino e también la plasmó en cuadros en los que destaca el excelso manejo de la perspectiva ( ). Alcanzó la cumbre durante el porfiriato, y una de sus obras sobresalientes en este periodo es Vista del Valle de México.

La arquitectura no pudo desarrollarse a la misma velocidad que la pintura y la escultura. En 1856 llegó a México el español Javier Cavallari a formar a los arquitectos en la Academia de San Carlos. Además de esta función, también realizó algunas obras, como la fachada principal de la Academia, en la que logró armonizar la desigualdad de espacios abiertos y cerrados. El arquitecto Serena construyó obras de calidad que mostraban un sentido urbanístico nunca antes visto en el país, pues tendían a armonizar el paisaje y la ciudad. Fue la adaptación de la iglesia y una pequeña parte del convento de San Agustín lo que puso en evidencia los problemas por los que atravesaban los arquitectos. Iniciada en enero de 1868, la obra pudo ser concluida hasta abril de 1886, ya que los responsables (Vicente Heredia y Eleuterio Méndez) tuvieron que suspenderla varias veces porque las luchas intestinas y la crisis económica constante impidieron la continuación de los trabajos.

Fue en tiempos de la República Restaurada cuando México contó, finalmente, con un proyecto de nación sólido sobre el que se trabajaría en los años por venir. Entre los logros de Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada, presidentes en esa época, se pueden contar la pacificación del país, la creación de la Cámara de Senadores, la disminución del número de militares y el desarrollo de la infraestructura nacional. Sin embargo, a tales éxitos hay que sumar una serie de problemas originados por la crisis económica, el manejo en ocasiones tiránico del poder, el control presidencial de los gobernadores y la existencia de un fraude electoral sistemático. La aparición en la escena política del general Porfirio Díaz representó una opción diferente frente al binomio Juárez-Lerdo, quienes acapararon el poder entre 1857 y 1876; no obstante, sólo pudo acceder al poder gracias al levantamiento militar originado en Tuxtepec en 1876 y al consiguiente proceso electoral celebrado un año después. En el plano artístico y cultural, en esta época se desarrolló el costumbrismo, una corriente nacionalista que, si bien no desdeñaba a otras culturas, exaltaba los usos y las costumbres populares que eran vistos, a la sazón, como fundamento y esencia de lo auténticamente mexicano.

Cuando Porfirio Díaz asumió la presidencia del país en 1877. la situación no era nada bonancible, esencialmente por la acción de lerdistas, iglesistas y otros caudillos que ansiaban el poder. Aunque Díaz creía que era necesario pacificar y unificar al país para poner en práctica los preceptos constitucionales, sobre todo aquellos relacionados con las garantías individuales, no dudó en utilizar la fuerza para la consecución de este objetivo. Envió sus tropas a pelear contra los lerdistas levantados en Paso del Norte, Veracruz. Colima, Querétaro, Morelos, Guanajuato, Zacatecas, Sinaloa y Tepic. Sin embargo, la política de conciliación hacia el lerdismo le trajo mejores resultados que las armas, ya que la alianza con el líder lerdista Matías Romero Rubio debilitó el espíritu "levantisco" de este grupo y permitió que el gobierno gozara de cierta estabilidad. La primera presidencia de Porfirio Díaz fue muy distinta a las posteriores. Carente de la experiencia política necesaria, el general oaxaqueño no logró establecer un gabinete a su gusto, ya que entre 1876 y 1880 nombró a 22 secretarios de Estado, y aunque quedaba claro que sus metas eran la pacificación, conciliación y modernización del país (herencia del proyecto de nación de la República Restaurada), poco podía hacer para implantarlas. ya fuera por el contexto nacional o por las limitaciones personales. En 1879, año preelectoral, Porfirio Díaz declaró públicamente que no se reelegiría como presidente de la República. Pensaba que aún era necesaria su presencia en el poder, pero estaba consciente de que no podía ir en contra del Plan de Tuxtepec. En consecuencia. la ola de especulaciones sobre quién sería su sucesor inundó los círculos políticos y sociales del país. Eran siete los "presidenciales": Trinidad García de la Cadena, Justo Benítez, Juan N. Méndez, Ignacio Mejía, Manuel Zamacona, Ignacio L. Vallarta y Manuel González. Aunque no todos eran del agrado de Díaz, éste dejó que las especulaciones crecieran para ir tanteando el terreno al momento de hacer su elección. Para muchos, el candidato ideal era Justo Benítez, pero Díaz lo consideraba demasiado ambicioso y de poco arraigo popular: en cambio, comenzó a mostrar cierta simpatía por su compadre, el "manco" Manuel González, a quien de manera discreta dio su apoyo y le fue consiguiendo la adhesión de distintos sectores políticos. A mediados de 1880 se llevó a cabo el proceso electoral que daría a González un triunfo aplastante sobre el resto de sus contrincantes (11,526 votos contra 1075 de García de la Cadena, 1360 de Benítez, 526 de Mejía, 165 de Méndez y 76 de Zamacona). Estas elecciones, como las del gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada. se distinguiero, por los fraudes, las violaciones y las presiones de los gonzalistas, en lo que ya se perfilaba como una de las prácticas políticas más utilizadas por la élite gobernante del país. Manuel González ( ) ocuparía la presidencia del país de 1880 a 1884. periodo en el que intentó continuar la labor iniciada por Díaz tres años antes, especialmente en lo referente a la pacificación y el progreso material de México. En algunos aspectos, González superó a Díaz, ya que conformó un gabinete más heterogéneo y sometió a los cacicazgos de Puebla, Jalisco y Zacatecas. A pesar de esto, cometió varios errores que fueron en detrimento de su imagen. Continuó con el sistema de fraudes electorales, de i mposición de candidatos y de intervencionismo en la política local, acciones que cada día lo hacían parecerse más a Lerdo de Tejada. En el ámbito económico, del que hablaremos con detalle más adelante, renegoció la deuda inglesa en condiciones poco favorables para el país y puso en circulación monedas de níquel. Esta última medida culminó en un motín capitalino: "Las verduleras de la Merced y el populacho salieron a la calle, rompieron escaparates y faroles, y se pusieron roncos de tanto gritar ¡Muera el níquel! ¡Muera el manco González!". 1 Aunado a lo anterior, la vida disipada y poco austera que llevaba, así

como el enriquecimiento inexplicable de sus amigos, hicieron que González perdiera el respeto de los grupos sociales y políticos de la nación. A finales de 1883 volvió la inquietud por el sucesor del presidente. El gonzalismo no podía ofrecer un continuador pues no había nadie con la fuerza suficiente para imponerse y porque su líder gozaba de pésima fama. Por otro lado, candidatos como Mejía, Rocha, García de la Cadena y otros estaban fuera del país, o bien, tenían otros cargos políticos. Esta escasez de opciones, junto con las presiones de Porfirio Díaz, orillaron a hacer las reformas necesarias a la Constitución para permitir la reelección no inmediata, de tal forma que Díaz pudiera ocupar de nuevo la presidencia del país. A pesar de que esta innovación iba en contra del espíritu del Plan de Tuxtepec, la sociedad mexicana la aceptó ya que comenzaba a ver en Díaz al reconstructor y salvador del país, al indispensable de la política nacional. Este sentimiento se manifestó en las urnas, pues el general oaxaqueño obtuvo 15,776 votos contra 289 de sus opositores. Se puede decir que al asumir su segundo periodo presidencial (1884-1888), nació un nuevo Díaz. Durante el cuatrienio de su compadre González, se retiró a Oaxaca, en donde además de dedicarse a la tierra y la carpintería (uno de sus pasatiempos favoritos), también se preocupó por formarse como político, pues fue gobernador de Oaxaca entre 1881 y 1883, lapso en el que refinó sus modales y lenguaje. En 1881 contrajo segundas nupcias con Carmen Romero Rubio ( - '), quien no sólo contribuyó en el proceso anterior, sino también iniciaría a Díaz en el mundillo del alto roce social, en el que no gustaba de participar frecuentemente, pero del que reconocía su indispensable valor político. Al obtener la presidencia en 1884, Díaz dio muestras de que su gobierno se caracterizaría por la "mano dura". No tardaría mucho en comenzar con su política antidemocrática al imponer al presidente y.' los regidores del Ayuntamiento de la Ciudad de México, así como a los gobernadores de los estados de Puebla, México, Coahuila y Querétaro. mientras que a las autoridades y funcionarios opositores los eliminaba política y físicamente. También se preocupó por rodearse de los representantes más ilustres de los grupos políticos destacados y peligrosos, por lo que se atrajo a los lerdistas Mariano Escobedo y Matías Romero Rubio, al iglesista Felipe Berriozábal y al monárquico Manuel Dublán. Algo similar paso con la Iglesia, pues se acercó a los sacerdotes de la talla de Eulogio Gillow, Pelagio Antonio Labastida y Rafael Mora y del Río, entre otros. El objetivo del presidente era consolidar su poder, pacificar al país e imponer un centralismo basado en el debilitamiento de los poderes locales así como del Congreso y de la Suprema Corte de Justicia, es decir, gobernar al margen de la ley. A diferencia de su primera presidencia, Díaz hizo pocos cambios en su gabinete, pues ahora confiaba más en sus colaboradores. Esta situación degeneró en el característico "perpetuismo" del porfiriato, por el que una pequeña élite política monopolizó el poder en México hasta 1911. Este anquilosamiento fue resultado de la imposición y el fraude electoral, pues mientras se seguía imponiendo a los candidatos oficiales, también se continuaba con la farsa de las elecciones para mostrar que en México se abría camino la democracia. En este contexto se explica la fijación de Díaz por sacrificar el desarrollo político y social —pues según él, los mexicanos eran menores de edad en estos temas— por uno económico basado en la paz social y el orden, de ahí que el lema de su gobierno fuera orden y progreso. Ordenar a México significaba pacificarlo, y ello era una labor que si bien había preocupado a Díaz desde 1877, tanto él como Manuel González se habían esforzado por cumplir con esa meta. Entre 1884 y 1888, el gobierno dio grandes pasos en la pacificación del país. En principio, incrementó la lucha contra los que seguían levantados en guerrillas. Ejemplo de ello fue Heraclio Bernal, un rebelde que luchaba desde 1876 en favor de los intereses de los campesinos y mineros norteños, y a quien, tras muchos intentos fallidos, las tropas federales aprehendieron y fusilaron en 1888. La noticia de su muerte fue difundida con gran entusiasmo por las autoridades, pues con eso se demostraba que el régimen de Porfirio Díaz era eficaz en su lucha contra los subversivos que alteraban la seguridad pública y que ponían en jaque la propiedad privada y las inversiones extranjeras en México.

Otro factor que impedía la pacificación del país eran los continuos levantamientos armados de los indios yaquis, mayos y mayas. Aunque las medidas en su contra se fueron radicalizando y reforzando, la resistencia de los yaquis obligó al gobierno a adoptar una política dual, pues al tiempo que negociaba con ellos, llevaba a cabo una guerra de exterminio. El caso de los mayas fue distinto, ya que fueron sometidos por la violencia con relativa facilidad. Las oligarquías regionales fueron un caso curioso, pues mientras que en 1876 habían sido un factor determinante para el triunfo de Porfirio Díaz, en 1888 se habían transformado en un peligro por la autonomía que mostraban frente al poder central. Para someterlos, Díaz continuó con la política dual: intentó asegurar su lealtad por medio de la concesión de prebendas de diversa índole (económicas, militares, políticas), pero como algunos grupos se negaron a pactar, los reprimió. El 3 de mayo de 1888 el Congreso aprobó un proyecto de reforma constitucional presentado por el ejecutivo, que proponía la reelección inmediata del presidente por otro periodo. Esta iniciativa generó gran controversia entre diputados y senadores, no porque se tratara de otra violación más al Plan de Tuxtepec, sino porque mientras que unos se conformaban con la reelección inmediata del presidente por un solo periodo, otros proponían la reelección continua. El 8 de junio de 1888 se llevaron a cabo las elecciones para la renovación de los poderes ejecutivo y legislativo. Como era de esperarse, Díaz y sus hombres se impusieron a los candidatos de oposición.

A partir de la tercera reelección se dificulta hablar del gobierno de Porfirio Díaz por cuatrienios, en la medida en que hacemos referencia a un gobierno continuo que abarcaría los procesos electorales de 1892, 1896, 1900 y 1904. De 1888 a 1890, el régimen de Díaz no tuvo mayores dificultades. En cambio, a partir de 1891 el proyecto de pacificación de la nación se enfrentó a serios obstáculos. En Papantla los comuneros indígenas se levantaron en armas porque la "modernización" los había despojado de las tierras que por generaciones habían sido suyas. El gobierno envió al ejército, que aplastó violentamente a los comuneros. Igual destino sufrió el levantamiento organizado por Catarino de la Garza en los estados de Nuevo León y Coahuila. bajo las banderas de la democracia y la no reelección. Sin embargo, el caso más sonado y vergonzoso para el gobierno federal fue Tomachic en 1892. Una peregrinación que se dirigía hacia Caborca fue atacada por un piquete de caballería federal con el pretexto de que se trataba de una manifestación externa de culto que violaba la Constitución. Los 150 pobladores de Tomachic derrotaron a los federales, lo que irritó a las autoridades militares de la región, quienes enviaron 1500 soldados para que dieran un escarmiento a los "insurrectos". Tras varios días de lucha, el 29 de octubre de 1892 los federales se impusieron y castigaron violentamente a los habitantes del pueblo, pues hasta los heridos fueron fusilados. Este acto de violencia institucionalizada se hizo con la finalidad de amedrentar a los grupos de la sierra de Chihuahua que intentaron insubordinarse, pero lo que consiguió fue que muchos hombres de la región quedaran resentidos contra el gobierno. Por lo que se refiere a la reelección, Díaz terminó de desligarse del Plan de Tuxtepec el 28 de abril de 1890, fecha en que logró que el Congreso enmendara la Constitución para que fuera legal la reelección continua del ejecutivo. Este cambio dio pie para que los hombres del presidente, junto con otros simpatizantes como Mariano Arista, Sóstenes Rocha y José Yves Limantour, organizaran en 1891 la Junta Central Porfirista para realizar una movilización nacional en favor de la reelección de Díaz. Para darle más realismo a la farsa, en 1892 la Junta Central Porfirista se transformó en la Unión Liberal, la cual convocó a una convención nacional que terminaría por elegir a Porfirio Díaz como su candidato a las elecciones presidenciales de ese mismo año. Por primera vez desde 1884 la noticia fue acogida con frialdad por la sociedad, y hubo quienes, molestos por este perpetuismo del caudillo tuxtepecano, decidieron formar organizaciones políticas opositoras como el

Reforma del artículo 78 de la Constitución Política de la República Mexicana de 1857, 5 de mayo de 1878: El presidente entrará a ejercer su cargo el 1 de diciembre y durará en él cuatro años, no pudiendo ser reelecto para el periodo inmediato, ni ocupar la presidencia por ningún motivo, sino hasta pasados cuatro años de haber cesado en el ejercicio de sus funciones.

Reforma del artículo 78 de la Constitución Política de la República Mexicana de 1857, del 21 de octubre de 1887: El presidente entrará a ejercer su encargo el 1 de diciembre, y durará en él cuatro años, pudiendo ser reelecto para el periodo constitucional inmediato; pero quedará inhábil en seguida, para ocupar la presidencia por nueva elección, a no ser que hubiesen transcurrido cuatro años, contados desde el día en que cesó en el ejercicio de sus funciones.

Reforma del artículo 78 de la Constitución Política de la República Mexicana de 1857, del 20 de diciembre de 1890: El presidente entrará a ejercer su encargo el 1 de diciembre y durará en su cargo cuatro años.

Club de Obreros Antirreeleccionistas. Por su parte, los estudiantes que se manifestaron abiertamente en contra de la reelección animaron a algunos sectores de la sociedad para que se opusieran al continuismo político, y no era raro que sus actos públicos terminaran disueltos por la policía y que sus líderes (como Daniel Cabrera) fueran encarcelados. Con todo, Díaz se impuso en las elecciones de 1892 y acalló a la oposición, pues aunque lo acusaron de haber cometido fraude electoral, también tuvieron que reconocer que con él se había logrado establecer una paz que a su vez había generado la estabilidad necesaria para el progreso material del país, y que, como político, Díaz se caracterizaba por ser un hombre honrado, recto y amante del trabajo. Es decir, los logros materiales le dieron al general oaxaqueño la legitimidad que las urnas le negaron. La década de 1890 no sólo significó la consolidación de Porfirio Díaz en el poder, también implicó el fortalecimiento de un nuevo grupo político, el de los llamados "científicos". En su mayoría nacidos en las décadas de 1840 y 1850, su origen se encontraba en las clases baja y media urbanas y se educaron en la Escuela Nacional Preparatoria y la Escuela Nacional de Jurisprudencia. Se les denominaba "científicos" por las ideas positivistas en las que se formaron, pues creían que sólo mediante la ciencia los hombres erradicarían todos sus males. Entre los científicos más destacados se encontraban Francisco Bulnes, Ramón Corral, Enrique C. Creel, José Yves Limantour, Porfirio Parra, Justo Sierra, Emilio Rabasa, José López Portillo y Rojas, Joaquín Baranda y Diódoro Batalla. Estos jóvenes, urbanos, educados y finos fueron llamados por Díaz para que ocuparan los cargos directivos de la burocracia mexicana. Aunque se ha dicho que los "científicos" eran meros títeres de Díaz en lo que al gobierno se refiere y que jamás actuaron como un grupo sino como individuos, fueron un pilar del crecimiento económico del país, ya que tenían en sus manos el control del sistema bancario y fungían como intermediarios entre el gobierno y los inversionistas nacionales y extranjeros. Así, había una especie de acuerdo tácito entre Díaz y los "científicos": mientras éstos no se involucraran en cuestiones políticas, el presidente les permitiría enriquecerse.

En octubre de 1893, los diputados presentaron varias iniciativas ante el Congreso: Permitir la inamovilidad del poder judicial. Encontrar una fórmula para sustituir al presidente de la República en su ausencia temporal o total. Dar al Distrito Federal una organización más democrática. Asegurar el principio de libertad de imprenta sobre las bases del liberalismo. Estos cambios estaban pensados como parte de un discurso político encaminado a apaciguar los ánimos de los opositores al régimen, pero las autoridades jamás tuvieron la disposición para llevar a la práctica los puntos 3 y 4. Con relación al segundo apartado, en 1896 se hicieron las reformas a los artículos 72, 79, 80, 82 y 83 constitucionales, de tal manera que si el ejecutivo pedía licencia, él sería el encargado de serialar a su sustituto, pero si faltaba temporalmente, sería el Congreso el encargado de nombrarlo. En caso de que el presidente renunciara, sería el secretario de Relaciones Exteriores, o el de Gobernación si la cartera anterior estuviera desocupada o su titur impedido, el suplente hasta que el Congreso nombrara a un presidente interino. Estas modificaciones se originaron esencialmente por el temor del grupo gobernante de que muriera Díaz, que tenía 66 años en esa época, sin que quedaran establecidas las normas de sucesión. A pesar de ser un sexagenario, Díaz aún tenía la vitalidad necesaria para ser presidente por otro periodo. En 1896, el Círculo Nacional Porfirista declaró a Porfirio Díaz como su candidato presidencial para el periodo 1896-1900. A pesar de que se sabía quién iba a triunfar, el círculo organizó mítines con la finalidad de atraer más votos para su candidato, pero en realidad sólo acudía la gente que tenía lazos con el gobierno. En esa época salió a la escena pública un personaje muy curioso llamado Nicolás Zúñiga y Miranda, quien se caracterizaría por ser, durante varios años, el único opositor que tuviera Díaz en las "contiendas" electorales. En 1896, Zúñiga y Miranda lanzó su candidatura a la presidencia del país, y aunque los capitalinos no tomaban en serio su participación, las autoridades no compartían el mismo punto de vista, pues temerosas de que sus manifestaciones fueran más nutridas que las del general Díaz, lo encarcelaron bajo el cargo de protagonizar escándalos públicos por encontrarse en estado de embriaguez. Cansada de las farsas, la sociedad casi no concurrió a las urnas, lo que no fue impedimento para que Díaz triunfara. Los últimos cuatro años del siglo mx fueron de gran agitación social a nivel nacional. En 1897, los yaquis habían firmado la paz con las autoridades federales, pero dos años después, en 1899, se alzaron nuevamente exigiendo que los blancos y las tropas del ejército salieran del río Yaqui. A partir de ese momento, no dejaron de levantarse sino hasta el final del porfiriato. En Veracruz y Oaxaca, cientos de indios se alzaron como protesta contra el reparto abusivo de sus tierras entre los latifundistas. Como era la costumbre, estas rebeliones fueron acalladas mediante la violencia. Mientras tanto, en Yucatán continuaba la lucha contra los mayas, quienes habían tomado las armas para impedir que el gobierno les quitara sus tierras e iniciara su deslinde. La historiadora Teresa Franco dice de estos fenómenos: "A decir verdad, el régimen tenía levantamientos regionales. 2 La pax porfírica no era una paz social bien cimentada". Por su parte, los grupos políticos también demostraban su descontento criticando al sistema. Los conservadores tildaban a Díaz de ser un jacobino y de haber impuesto el laicismo; los liberales, por el contrario, lo acusaban de haberse coludido con la ideología y las prácticas conservadoras. Los católicos lo hacían responsable de la miseria en la que obreros y campesinos estaban sumidos. Los tres grupos coincidían en que era hora de acabar con el monopolio del poder de Díaz.

Las elecciones presidenciales de 1900 fueron distintas a las anteriores, ya que a pesar de que muchos querían postular de nuevo a Díaz, otros tenían puestos los ojos en dos personajes: 1. El general Bernardo Reyes, que se distinguió como gobernador de Nuevo León y pacificador de la frontera norte. Como no estaba estrechamente ligado al grupo científico, se le consideraba político independiente. José Yves Limantour, que se desempeñaba como secretario de Hacienda. Como había resarcido la economía nacional, lo apoyaban los grupos beneficiarios del porfiriato ') . Díaz conocía la situación y veía en Limantour al representante de los "científicos", que cada vez adquirían mayor fuerza y agrupaban a los hombres más prominentes y peligrosos políticamente. A fin de que no entorpecieran su reelección, el presidente aplicó la máxima romana divide y vencerás. Por medio de periodicazos y declaraciones ambiguas, Díaz logró enfrentar a Reyes y Limantour de tal forma que cuando llegaron las elecciones de 1900 los dos estaban tan debilitados que no significaron ningún obstáculo para que se reeligiera por quinta vez. Entre 1900 y 1904 el régimen de Porfirio Díaz se veía muy firme debido a los diversos apoyos con los que contaba. Muchos de los caciques de antaño eran, para ese entonces, gobernadores, diputados o senadores que se habían perpetuado en el poder y que cada vez que se acercaban las elecciones organizaban los clubes encargados de promover la reelección del ejecutivo federal. Los cuerpos de rurales, la policía capitalina y el ejército nacional eran el medio de control del gobierno central para mantener la estabilidad necesaria para las inversiones extranjeras. Por esta situación, en 1902 Bernardo Reyes tomó la ciudad de Chan Santa María, capital de los rebeldes mayas, y dio fin a los levantamientos que habían durado casi medio siglo. Mientras tanto, la represión del gobierno contra los opositores políticos se hizo más cruenta; se encarceló y amenazó de muerte a Antonio Díaz y Soto Gama por un discurso pronunciado en Pinos, Zacatecas, y los hermanos Flores Magón fueron encarcelados en el Distrito Federal por su activismo político de oposición. Al inicio de este cuatrienio, Díaz nombró a Reyes secretario de Guerra, en tanto que Limantour continuó en la Secretaría de Hacienda. Esta decisión estaba pensada para lograr varios objetivos: debilitar a Limantour, controlar a los dos políticos y coordinarlos para que siguieran contribuyendo al progreso y la estabilidad del país, pero las disputas entre ambos políticos continuaron. En 1902, La Protesta y El Correo desataron una feroz campaña contra Limantour, por lo que éste presionó a Díaz para que cesara de su cargo a Reyes, pues lo acusaba de ser el responsable; el presidente cedió, destituyó a Reyes y lo regresó a Nuevo León como gobernador. En marzo de 1903, Díaz aceptó al fin la idea de crear el cargo de la vicepresidencia. Aunque la propuesta se le había hecho tiempo atrás, el general oaxaqueño no la había consentido, tal vez por temor a que el vicepresidente descollara demasiado o que tuviera demasiada iniciativa (como había sido la constante en el siglo xix). Después de muchas peticiones. Díaz se dio cuenta de que era necesario crear el cargo para evitar problemas en caso de que él falleciera estando en funciones; a cambio, exigió que se modificara la Constitución para que se extendiera el periodo presidencial a seis años. En 1904, el presidente ordenó la creación del Partido Nacionalista para que nombrara al candidato a la vicepresidencia. También por órdenes suyas, la elección recayó en Ramón Corral, un político desconocido que no tenía arraigo popular y que no tenía buenas relaciones con el grupo de los científicos. La creación de la vicepresidencia fue acogida tibiamente por la sociedad, pues pensaba que Ramón Corral sería un títere más de Díaz. El periódico oposicionista El colmillo público incluyó esta rima al respecto:

Con mi vestido especial, y mi lente por delante trabajo me dio encontrar al más insignificante.'

A diferencia de otros periodos, en el de 1904 a 1910 el gobierno mostró preocupación por reprimir a como diera lugar las crecientes muestras de descontento de diversos sectores de la sociedad mexicana. En 1905 se incrementó en 190 el número de plazas de la gendarmería a pie en la Ciudad de México, se estableció una colonia penal en las Islas Marías y se idearon nuevas formas para mitigar con violencia las expresiones de descontento. Entre 1906 y 1907 se desataron movimientos huelguísticos para mejorar las condiciones de vida y de trabajo a los obreros mexicanos. Aunque las huelgas más conocidas son las de los mineros de Cananea (Sonora, 1906) y de los obreros textiles de Río Blanco (Veracruz, 1907), hubo otras, como las de los mecánicos y constructores del Ferrocarril Central Mexicano y de compañías textiles en otras partes del país. El resultado siempre fue el mismo: la represión violenta (al grado de llegar al asesinato). El caso de Cananea fue aún más radical, ya que como se trataba de una compañía estadounidense, el gobierno autorizó que entraran en territorio nacional los rangers de Texas a reprimir a los huelguistas. Estos movimientos no eran improvisados ni carecían de una base ideológica, ya que se encontraban respaldados por el Partido Liberal, fundado en 1902 por Camilo Arriaga, Francisco I. Villarreal y los hermanos Enrique y Ricardo Flores Magón, entre otros. Desde su nacimiento, el partido había inquietado a las autoridades y sus miembros sufrieron persecuciones y tuvieron que exiliarse en Estados Unidos. En julio de 1906, estos hombres imprimieron en Estados Unidos el Programa del Partido Liberal, documento cuyos principales puntos eran: no reelección, rechazo al cargo de vicepresidente por tratarse de un medio para asegurar al perpetuismo porfirista, nacionalización de los bienes de los prestanombres del clero, prohibición de que los extranjeros fueran propietarios, reparto de las tierras no cultivadas y mayor participación política de los grupos menos favorecidos.

" Es un error suponer que el futuro de la democracia en México ha sido puesto en peligro por la prolongada permanencia en el poder de un solo presidente. Puedo con toda sinceridad decir que el servicio no ha corrompido mis ideales políticos y que creo que la democracia es el único justo principio del gobierno, aun cuando ll evarla al terreno de la práctica sea posible sólo en pueblos altamente desarrollados. Puedo dejar la presidencia de México sin ningún remordimiento. Recibí este gobierno de manos de un ejército victorioso, en un momento en que el país estaba dividido y el pueblo impreparado para ejercer los supremos principios del gobierno democrático. Sin embargo, a pesar de que yo obtuve el poder principalmente por el ejército, tuvo lugar una elección tan pronto como fue posible y ya entonces mi autoridad emanó del pueblo.

He esperado pacientemente porque llegue el día en que el pueblo de la República Mexicana esté preparado para escoger y cambiar sus gobernantes en cada elección, sin peligro de revoluciones armadas, sin lesionar el crédito nacional y sin interferir con el progreso del país. Creo que, finalmente, ese día ha llegado. Es una creencia extendida la de que es imposible para las instituciones verdaderamente democráticas, nacer y subsistir en un país que no tiene clase media. Es verdad, México tiene hoy una clase media, pero no la tenía antes. La clase media es aquí, como en todas partes, el elemento activo de la sociedad. La clase media, emergida en gran parte de la pobre, es activa, trabajadora, que a cada paso se mejora y en la que una democracia debe confiar y descansar para su progreso, a la que principalmente atañe la política y el mejoramiento general. Antiguamente, no teníamos una verdadera clase media en México, porque las conciencias y las energías del pueblo estaban completamente absorbidas por la política y la guerra. Las actividades productivas de la nación habían sido abandonadas en las luchas sucesivas". General Díaz, ¿cree usted que México puede seguir su existencia pacífica como república? ¿Está usted absolutamente seguro de que el futuro del país está asegurado bajo instituciones libres? "El futuro de México está asegurado —dijo con voz clara y firme. Mucho me temo que los principios de la democracia no han sido plantados profundamente en nuestro pueblo. El mexicano, por regla general, piensa mucho en sus propios derechos y está siempre dispuesto a asegurarlos. Pero no piensa mucho en los derechos de los demás. Piensa en sus propios privilegios, pero no en sus deberes". Pero, señor presidente, usted no tiene partido oposicionista en la República. ¿Cómo podrán florecer las instituciones libres cuando no hay oposición que pueda vigilar la mayoría o el partido del gobierno? "Es verdad que no hay partido oposicionista. Tengo tantos amigos en la República que mis enemigos no parecen estar muy dispuestos a identificarse con una tan insignificante minoría. No importa lo que al respecto digan mis amigos y partidarios, me retiraré cuando termine el presente periodo y no volveré a gobernar otra vez. Para entonces, tendré ya 80 años. El país ha confiado en mí, como ya dije, y ha sido generoso conmigo. Mis amigos han alabado mis méritos y pasado por alto mis defectos. Pero pudiera ser que no trataran tan generosamente a mi sucesor y que éste llegara a necesitar mi consejo y mi apoyo; es por esto que deseo estar todavía vivo cuando él asuma el cargo y poder así ayudarlo. Doy la bienvenida a cualquier partido oposicionista en la República Mexicana. Si aparece, lo consideraré como una bendición, no como un mal. Y si llega a hacerse fuerte, no para explotar sino para gobernar, lo sostendré y aconsejaré, y me olvidaré de mí mismo en la victoriosa inauguración de un gobierno completamente democrático en mi país. Es para mí bastante recompensa ver a México elevarse y sobresalir entre las naciones pacíficas y útiles. No tengo deseos de continuar en la presidencia, si ya esta nación está lista para una vida de libertad definitiva". Contenido de la entrevista Díaz-Creelman.

En 1908 se dio un acontecimiento que tendría una trascendencia insospechada tanto para Díaz como para la clase política y el resto de la sociedad mexicana: un reportero apellidado Creelman, de la revista Pearson's Magazine, entrevistó a Díaz. En principio, la conversación giró en torno de la situación del país y luego se abordó la cuestión de las elecciones de 1910. Al respecto, Díaz afirmó: "Aprecio la bondad de mis amigos y la confianza que en mí deposita el país; pero una confianza tan absoluta impone responsabilidades y

deberes que me fatigan más y más cada día. Tengo la firme resolución de separarme del poder al expirar mi periodo, cuando cumpla 80 años de edad, sin tener en cuenta lo que mis amigos y sostenedores opinen, no volveré a ejercer la presidencia". 4 Más adelante añadiría: "Si en la República llegase a surgir un partido de oposición le miraría yo como una bendición y no como un mal, y si ese partido desarrollara poder, no para explotar sino para dirigir, yo le acogería, le apoyaría, le aconsejaría 5 y me consagraría a la inauguración feliz de un gobierno completamente democrático". Esta entrevista funcionó como válvula de escape política. A raíz de su publicación surgieron muchas obras y partidos políticos. De entre las primeras destaca La sucesión presidencial, escrita por Francisco I. Madero ( ,). En la primera parte de este libro, el joven coahuilense alababa al presidente por haber impuesto el orden en el país y haber logrado su crecimiento económico; en la segunda, lo criticaba por haber establecido una dictadura basada en la represión de movimientos populares como los de Cananea y Río Blanco. Madero jamás abordó la cuestión de los problemas sociales, pues creía que sólo los políticos eran los que generaban el malestar en México. Con relación a los partidos políticos, en 1909 éstos eran una novedad en el país. Las diversas organizaciones optaron por utilizar mecanismos modernos para su labor, de ahí que organizaran giras estatales, mítines, fundaran periódicos con funciones propagandísticas y formularan programas de gobierno. Las clases urbanas medias y altas se encargaban de la dirección de tales organismos. Durante ese año se instituyeron varios partidos políticos para contender en las elecciones presidenciales del siguiente año, pero sólo algunos alcanzaron la relevancia necesaria. En febrero se fundó el Partido Democrático, que tenía entre sus filas a representantes de diversas corrientes políticas como el reyismo, el antirreeleccionismo y el reformismo. Eran dos sus problemas: su composición tan heterogénea y la colaboración estrecha que tenían algunos de sus miembros con el gobierno. A pesar de ello, su proyecto de gobierno no deja de ser interesante: 1 Restringir y hacer efectivo el sufragio. Respetar la libertad de prensa. t Aplicar las Leyes de Reforma. Moralizar a los administradores de justicia. Proteger al trabajador del campo. Expedir una ley relativa a los accidentes laborales.

A mediados de noviembre de 1908. el Círculo Nacional Porfirista postuló a Díaz para la presidencia sin proponer candidato a la vicepresidencia, con el pretexto de que se tendrían que hacer consultas para buscar a la persona idónea. Ello condujo a que se fundara el Club Central Reeleccionista, que en su convención postularía la fórmula Díaz/del Corral para el periodo 1910-1916. En 1909 se fundó el Partido Reyista, entre cuyos miembros se encontraban Francisco Vázquez Gómez. Bernardo Reyes y Venustiano Carranza. Los clubes revistas, filiales del partido, proliferaron por todo el país al grado de que las autoridades decidieron reprimirlos. Reyes albergaba la esperanza de que Díaz lo invitara a ser su vicepresidente; pero como eso jamás ocurrió, en julio declinó su postulación a la presidencia por "motivos de patriotismo" y en septiembre fue enviado a Europa para estudiar los sistemas de reclutamiento. Acto seguido, se inició una campaña persecutoria contra los revistas más importantes. Desde comienzos de 1909, Francisco 1. Madero buscó organizar una agrupación antirreeleccionista a nivel nacional bajo el principio de sufragio efectivo, no reelección. Así, en mayo fundó el Centro Antirreeleccionista. Algunos miembros de esta agrupación eran Emilio Vázquez Gómez, Filomeno Mata, José Vasconcelos y Luis Cabrera. Este centro imprimió el periódico El Antirreeleccionista e inició giras por provincia con la idea de establecer clubes filiales que acudieran a una convención nacional para elegir a los candidatos para la presidencia y vicepresidencia en las siguientes elecciones. En 1910 se llevó a cabo la Convención Nacional del Centro Antirreeleccionista, que comenzó con la fusión de este partido con el Partido Nacionalista Democrático. Después de proponer la fórmula Madero/Vázquez Gómez para la presidencia y la vicepresidencia, se presentó el programa del partido, de cuyos contenidos sobresalían los siguientes: Respeto a la Constitución. La no reelección de presidente, vicepresidente y gobernadores. 3. Libertad electoral. Libertad municipal. 5, Mejoramiento de las condiciones materiales, morales e intelectuales de obreros e indios. Dar un mejor uso a los impuestos públicos. 7, Que los impuestos fueran equitativos y bien distribuidos. Madero se entrevistó con Díaz para que éste le asegurara que el proceso electoral iba a ser congruente con lo dicho en la entrevista con Creelman: sin embargo. sacó en conclusión que a pesar de la declinación física de Díaz. era evidente que se aferraba tanto al poder que tal vez "habría que iniciar una revolución para derrocarlo". Este hecho no desanimó a Madero, pues continuó en sus campañas proselitistas en todo México. En junio de 1910 llegó a Monterrey, en donde las autoridades lo aprehendieron junto con sus colaboradores bajo los cargos de sedición y ofensas a la autoridad, y los enviaron al penal de San Luis Potosí. Las acusaciones eran falsas, y tenían el propósito de impedir que el coahuilense participara en el proceso electoral; sin embargo, la medida fue contraproducente porque incrementó los bonos de Madero ante la gente, pues no sólo tenía el mérito por su valor civil, sino que ahora era un mártir político. En julio se celebraron las elecciones y triunfó Porfirio Díaz. Poco tiempo después, Madero y sus colaboradores fueron liberados, mientras que otros miembros de su partido impugnaban inútilmente el proceso electoral ante la Cámara de Diputados. En septiembre, con motivo de la celebración de la Independencia de México. el régimen intentó mostrar que la "unidad" de los mexicanos era tan fuerte, que lo de Madero sólo era un caso aislado. De cualquier manera, el gobierno intensificó la represión contra la oposición. En octubre. Madero huyó a San Antonio. Texas, y el día 5, junto con algunos seguidores, redactó el Plan de San Luis Potosí, en el que declaraba nulas las elecciones y desaparecidos los poderes nacionales. Madero asumiría la presidencia provisional y convocaría a elecciones presidenciales; aseguró que respetaría los compromisos contraídos por el país con el extranjero: prometió a los indígenas la

restitución de sus tierras e invitó a que "el día 20 de noviembre de 1910, desde las seis de la tarde en adelante, todos los ciudadanos del país tomaran las armas para arrojar del poder a las autoridades Madero regresó a México el 19 de noviembre, un día después del asesinato del líder antirreeleccionista poblano Aquiles Serdán, para encabezar el levantamiento, pero el 20 fueron pocos los que siguieron el llamamiento a las armas. Sin embargo, para comienzos de 1911 los rebeldes se movilizaban con éxito por Sonora, Sinaloa, Chihuahua, Durango. Coahuila, Zacatecas, Nuevo León, San Luis Potosí, Guanajuato. Guerrero, Hidalgo y Morelos. Entre los líderes más destacados de la insurrección se encontraban: I Pascual Orozco, un ranchero chihuahuense de familia acomodada que debido al monopolio político y económico que ejercía la familia Terrazas, no había podido llevar a cabo sus aspiraciones políticas. Su movimiento aceptaba la paz con el régimen pero a cambio de acabar con las injusticias políticas. 2, Doroteo Arango, llamado Pancho Villa ( ), uno de los revolucionarios de más renombre, cuyas acciones estaban desligadas de todo tipo de principios ideológicos; más bien eran viscerales y estaban relacionadas con un gran resentimiento social. Una de sus banderas era el reparto agrario para crear campesinos y pequeños propietarios. 3. Emiliano Zapata I í), originario del estado de Morelos; aunque su situación económica era holgada, comparada con la de la mayoría de los campesinos morelenses, inició la lucha armada para que se les restituyeran las tierras. A diferencia de Villa, para Zapata la colectividad era lo más importante. El problema del zapatismo era que no tenía un proyecto de nación. Debido a los continuos fracasos del "moderno' ejército federal, a partir de enero de 1911 Díaz dio ciertas concesiones para revertir la situación. El principio de la no reelección fue elevado a rango constitucional, prometió la devolución de las tierras a sus antiguos propietarios, se haría el reparto agrario, prometió la independencia de los poderes legislativo y judicial y realizó cambios en el gabinete como muestra de la renovación de la clase gobernante. Como estas reformas sirvieron de poco, desde febrero Díaz entró en contacto con Madero para intentar llegar a un arreglo que no implicara su renuncia, condición que era intolerable para los revolucionarios. Cuando cayó Ciudad Juárez en manos de los revolucionarios (el 10 de mayo de 191 1), Madero fue nombrado presidente provisional y organizó un gabinete con Gustavo A. Madero, Venustiano Carranza, José María Pino Suárez y Emilio Vázquez Gómez, entre otros. De inmediato procedió a oficializar las negociaciones con Díaz para llegar a un arreglo, que obtendría el 22 de mayo con la firma de los Tratados de Ciudad Juárez. A cambio de la renuncia del general oaxaqueño, Madero se comprometía a aceptar a Francisco León de la Barra (secretario de Relaciones Exteriores con Díaz) como presidente interino y a respetar los poderes legislativo y judicial. Para algunos revolucionarios, lo hecho por Madero era una traición clara al movimiento pues iba en contra de lo estipulado por el Plan de San Luis. El 25 de mayo Porfirio Díaz presentó su renuncia: "Vengo ante la Suprema Representación de la Nación a dimitir sin reserva el encargo de Presidente Constitucional de la República, con que me honró el pueblo nacional; y lo hago con tanta más razón, cuando que para retenerlo sería necesario seguir derramando sangre mexicana, abatiendo el crédito de la Nación, derrochando sus riquezas, segando sus fuentes y exponiendo su política a conflictos internacionales .' Díaz abandonó el país el 30 de mayo en el buque alemán Ypiranga, y Madero entró a la Ciudad de México el 7 de junio. -

"Como Porfirio Díaz, en lo particular y como jefe de familia soy católico, apostólico y romano; como jefe de Estado, no profeso ninguna religión, porque la ley no me lo permite". Estas palabras ponen en evidencia que Porfirio Díaz era un liberal moderado y práctico. Tal vez como consecuencia de su educación indígena, estaba consciente de la influencia de la Iglesia en las sociedades urbana y rural, de ahí que optara por tener en ella una aliada. Díaz es un ejemplo de la nueva generación de liberales, una generación que anteponía su proyecto de nación a los problemas ideológicos heredados por sus antecesores. Según el propio Díaz, con la política de conciliación todos ganaban. Deseosa de obtener una mayor presencia pública, la Iglesia pensaba que ésta era una oportunidad para reiniciar el adoctrinamiento de los mexicanos y recuperar el espacio educativo que el liberalismo le había quitado. Para esta institución, una época de tolerancia le ayudaría a llevar a cabo el proyecto iniciado desde la época del Segundo Imperio: la reconstrucción de la Iglesia a nivel administrativo, es decir, la fundación y reorganización de diócesis y arzobispados. Por otra parte, Díaz esperaba recibir ese apoyo para llevar a cabo la pacificación del país y la centralización del poder en su persona ("orden y progreso"). Quería que la iglesia ayudase a "[ ...] silenciar los reclamos de derechos, especialmente de tierras [...y además] imbuir en los pueblos indígenas hábitos de humildad, sumisión y mansedumbre".' En cuanto a las Leyes de Reforma, aunque el concepto que se tenía de ellas era distinto —pues ya no servían para aplastar y destruir al clero sino para someterlo — , no se pensó jamás en abolirlas. Como pensaba Díaz, ambas partes resultaron beneficiadas con esta política de conciliación. El Estado obtuvo la colaboración de la Iglesia en su política pacificadora; así se entiende la labor de los padres josefinos entre los yaquis, la cual estaba dedicada a fomentar la pasividad de los miembros de este grupo y no a la solución de los problemas.' El Estado también recibió apoyo del alto clero en otros ámbitos. La Iglesia mostró interés por ejercer cierta censura entre los laicos "cultos" para que moderaran sus comentarios contra el gobierno, y tampoco perdió oportunidad alguna para calmar los ímpetus de la feligresía "no culta" y exhortarla a colaborar con las autoridades civiles. Los éxitos de la Iglesia también se hicieron sentir. En primera instancia, logró recuperar los espacios públicos que había estado perdiendo desde 1855, por lo que su presencia en la sociedad fue cada vez más evidente. Lo anterior exigió a la Iglesia un trabajo pastoral más intenso y extenso que implicó su reorganización administrativa, por lo que se crearon nuevas diócesis y arquidiócesis. Otra de las ganancias de la Iglesia fue la tolerancia por parte del gobierno hacia las manifestaciones externas de culto. La no aplicación de las Leyes de Reforma permitió al episcopado mexicano llevar a cabo, con toda tranquilidad,1 dos coronaciones de la Virgen de Guadalupe, la primera en 1895 y la segunda en 1910. " Las procesiones y festejos en los atrios de las iglesias se hicieron de forma pública y frente al beneplácito de las autoridades. Todo esto ayudó al surgimiento del catolicismo social en nuestro país.

Uno de los rasgos característicos del porfiriato fue el acelerado crecimiento económico del país entre 1877 y 1910, que desde luego trajo beneficios (creación de un mercado único, más vías de comunicación y transporte, etc.), pero su costo social, del que hablaremos

más adelante, fue tan alto que se convirtió en uno de los factores que contribuyeron al surgimiento del movimiento revolucionario.

Cuando Porfirio Díaz asumió la presidencia del país en 1877, nombró como secretario de Hacienda a Matías Romero, político cuyas mayores preocupaciones fueron equilibrar el presupuesto y resolver el problema de la deuda pública. Sin embargo, al asumir la presidencia Manuel González (1880-1884), lo hecho por Romero se vino abajo. El gobierno de González se caracterizó por ser derrochador, especulador y deshonesto en el manejo de los fondos públicos, situación que causó un desequilibrio presupuestal agudo. No se podían realizar los pagos al extranjero, pero tampoco pedir préstamos a otros países. En este contexto, se decidió renegociar la deuda inglesa, lo cual fue un total fracaso ya que el gobierno reconoció un adeudo mayor del que en realidad tenía con la nación europea. Cuando Díaz reasumió la presidencia en 1884, comenzó a llevar a cabo una política de reducción de gastos gubernamentales y de aumento de los impuestos y las exportaciones para saldar la deuda pública y nivelar el presupuesto, objetivos que se cumplirían entre 1893 y 1894. Este éxito se logró sin lugar a dudas gracias a la intervención del nuevo secretario de Hacienda, José Ives Limantour, un genio de las finanzas que no sólo equilibró el presupuesto, sino que logró obtener un superávit. Se encargó de reorganizar la Secretaría de Hacienda para que llevara un registro minucioso de los ingresos y otro de las actividades a las que se destinarían. Los resultados de esta política económica no se hicieron esperar. A pesar de la crisis mundial de 1907 y del descenso del valor de la plata en 1893 y 1907, entre 1899 y 1910 el gobierno tuvo reservas por 86 millones de pesos, de los cuales se utilizó una parte en la realización de obras públicas. Dicho éxito financiero se debió en buena medida al arribo de capitales extranjeros a México. La llegada de Díaz al poder y la pacificación y estabilización del país generaron la confianza suficiente para que los inversionistas extranjeros perdieran el temor a traer sus capitales a México. Inicialmente, las autoridades mexicanas mostraron preferencia por las inversiones europeas para dejar de depender de Estados Unidos, pero las necesidades económicas del país las obligaron a aceptar los capitales de ese país. La lista de los inversionistas extranjeros es la siguiente:

Estados Unidos Inglaterra Francia Holanda Alemania Bélgica España

200 140

60

Llama la atención que los extranjeros se fueran especializando en ciertos ramos al momento de invertir sus capitales en nuestro país. Así, los franceses destinaron sus recursos a la banca, el ferrocarril y las minas; los alemanes a los bancos, maquinaria y ferretería; los ingleses a los ferrocarriles y al petróleo; Estados Unidos a minas, petróleo, ferrocarril; Holanda al petróleo, y España al comercio y bancos.

Durante el cuatrienio gonzalista se comenzó a formar el sistema bancario mexicano. En materia de crédito y emisión de numerario, en 1881 se creó el Banco Nacional Mexicano, gracias al apoyo del Banco Franco-Egipcio de París. Un año después se crearon los bancos

Mercantil, Agrícola e Hipotecario con capital español, y el Hipotecario y el de Empleados, ambos subsidiarios del de Londres y México. Este incremento tan acelerado en el número de bancos probaba que los inversionistas extranjeros tenían más confianza en el país, pero el fenómeno también se había generado por la falta de circulante, problema que se intentó solucionar emitiendo monedas fraccionarias de níquel, pero éstas fueron rechazadas desde el principio por la sociedad. Los rubros a los que se destinó la inversión extranjera fueron: Ferrocarril Deuda pública Minería Petróleo Banca Servicios públicos Bienes raíces Industria Comercio

54.0% 10.8% 18.7% 1.4% 5.7% 0.4% 4.0%

3.4% 1.6%

Para 1888, el Banco Nacional Mexicano había abierto sucursales en Oaxaca y Veracruz; se había creado el Banco de Chihuahua y también se había firmado el contrato para establecer en Orizaba el Banco Agrícola Industrial y Minero, y el Banco Yucateco en Mérida. En la década de 1890 continuó el crecimiento del sistema bancario, situación que en 1897 obligó al gobierno a expedir la Ley General de Instituciones de Crédito y la Ley Bancaria, a fin de organizar y dar uniformidad al sistema nacional bancario. Con estas dos leyes se organizaron los bancos en tres modalidades: de emisión, hipotecarios y refaccionarios. Para principios del siglo xx, el sistema bancario mexicano era sólido en materia económica y de alcance nacional, pues casi todos los estados tenían su propia banca o, por lo menos, bancas de otras entidades. Esto benefició al Estado, ya que a la par que recibía capitales foráneos, recuperó la facultad de acuñar moneda, derecho que había concesionado a 11 casas de moneda.

En la conciencia de todo mexicano celoso de la independencia y prosperidad de su país, debe grabarse esta regla de conducta gubernamental: ensanchar lo más posible nuestras relaciones diplomáticas, como precursoras de las comerciales, y tratar a todas las naciones, europeas o americanas, sobre el pie de la más absoluta igualdad. El comercio busca, a la manera del consumidor particular, los efectos que necesita en donde se le venden mejores y más baratos. Para este fin, es necesario abrirle todas las puertas, bajo pena de coartar la elección y disminuir la competencia. Igual cosa debe hacerse con los capitales extranjeros, sin los cuales, preciso es confesarlo, nunca saldremos de nuestra vida inerte y raquítica. Ofrecerles debemos el vastísimo campo que presentan nuestras inexploradas riquezas, y quiera Dios que no tarde mucho el día en que se lo disputen los capitales del exterior, ya sean americanos, ingleses o franceses. No hay que preocuparse; los capitales extranjeros darán trabajo al regnícola y crearán capitales mexicanos. Pero esto sólo se puede conseguir abriendo nuestras puertas al mundo entero, no por generosidad, sino por nuestro propio interés. Palabras de José Yves Limantour sobre la entrada de capitales extranjeros.

Cuando Porfirio Díaz fue presidente de México por primera vez, trató de reorganizar la minería para acrecentar su producción y obtener más ingresos por concepto de exportación. Entre 1877 y 1889 se continuó con el mismo sistema de explotación minera, es decir. sólo se debían explotar los minerales preciosos, como el oro y la plata. A partir de 1890 comenzó la extracción intensiva de otros minerales, esencialmente aquellos ligados a la producción industrial (cobre, plomo, hierro). En 1890, la Secretaría de Fomento inició un registro del número de minas del país, V en 1892 expidió la Lev de Minas que otorgaba la propiedad del subsuelo a los particulares con la finalidad de favorecer las inversiones foráneas, especialmente en la explotación de minerales industriales. Esto no significó que se hiciera a un lado la producción de minerales preciosos: por el contrario, entre 1896 y 1900 la exportación de oro alcanzó los 7.347,760 pesos. mientras que la de plata, a pesar de la caída de su valor en los mercados internacionales, alcanzó los 52,116,284 pesos. A partir de 1900 hubo cambios en la explotación del subsuelo nacional. Con el establecimiento de compañías estadounidenses como la American Smelting and Refining Co.. se incrementó tanto la producción de cobre que México alcanzó el segundo lugar a nivel mundial.También en esta época dio inicio la perforación de los primeros pozos petroleros en nuestro país. luego de que el gobierno autorizara al estadounidense Edward L. Dohny a realizar las exploraciones iniciales. Los primeros pozos petroleros se localizaban en San Luis Potosí, Tamaulipas y Veracruz. Así pues. la minería fue durante el porfiriato una de las actividades económicas más prósperas y de mayor crecimiento anualizado:" pero la extracción y el usufructo de los minerales quedó en manos de las compañías extranjeras y, en consecuencia. se redujeron los beneficios para el país.

Como había sucedido en la República Restaurada, durante el porfiriato se pensó que con la construcción del ferrocarril llegaría el progreso, razón por la cual recibió un gran apoyo. Al principio, el gobierno no fijó las reglas sobre el trazado de las líneas férreas y sobre el derecho de propiedad que deberían tener las compañías ferrocarrileras. Como los intereses particulares se imponían a los de la nación, el 29 de abril de 1899 el gobierno emitió la Lev General del Ferrocarril, una legislación que consideraba como dependientes de la federación a los ferrocarriles que tuvieran el carácter de vías generales de comunicación, y de interés local a los demás. También se contemplaba la concesión de la construcción de los ferrocarriles, siempre y cuando las compañías interesadas estuvieran organizadas conforme a las leyes del país y dejaran en depósito una garantía de 200 pesos por kilómetro que se construyera. Estas concesiones se otorgarían por un término máximo e improrrogable de 99 años. A pesar de que la construcción del ferrocarril mexicano quedó básicamente en manos de foráneos, el gobierno siempre intentó evitar que alguna empresa o país la monopolizara, por lo que en marzo de 1908 creó la compañía Ferrocarriles Nacionales de México. previa nacionalización (y generosa indemnización a los afectados) del 51 por ciento del sistema ferroviario nacional. De esta manera. a finales del porfiriato el Gobierno mexicano se transformó en el mayor propietario de los ferrocarriles. Durante el porfiriato, la construcción del ferrocarril tuvo un ritmo constante v acelerado (1 1.: 1.., En 1884 sólo se habían tendido 5731 kilómetros de vías; pero para 1910 se habían alcanzado los 19,280 kilómetros: es decir. entre 1884 V 1910 se construyeron 741.5 kilómetros anuales en promedio.

Con el gobierno de Porfirio Díaz. México empezó de manera formal y constante su proceso de industrialización. A partir de 1888 comenzó la fundación de compañías nacionales mineras, deslindadoras, colonizadoras, ferrocarrileras, telegráficas, etc. Por su parte, las compañías extranjeras se hallaban en pleno crecimiento e iban desplazando paulatinamente a las empresas de tipo familiar, situación que generó que en 1888 se expidiera la Ley de Sociedades Anónimas. Entre 1889 y 1895 se fundaron la Compañía Industrial de Atlixco (capital francés). la Compañía Industrial de Orizaba (capital franco-mexicano), la Compañía Industrial de Guadalajara (capital mexicano), la Ventura and Gold Mining Ltd. (con capital inglés), la Cervecería Monterrey (con capital mexicano) y la fábrica de papel San Rafael (capital mexicano). Entre las industrias que gozaron de tecnología más moderna y que por ello fueron más productivas se encontraban la textil, la peletera, la del calzado, la azucarera, la destilera, la de cigarrillos y puros, la papelera, la química, la de explosivos y la de aceites. El acelerado crecimiento industrial hizo que se crearan tres zonas industriales de gran importancia: centro, golfo y norte, que tenían en conjunto 77.5 de las industrias y ocupaban al 83 por ciento de los obreros. Por encontrarse en estos corredores industriales, las ciudades de México, Guadalajara, Puebla, Monterrey, San Luis Potosí y Orizaba se convirtieron en las urbes industriales más importantes del país. Este crecimiento industrial permitió que a finales del porfiriato se produjeran en México algunos de los productos que se compraban en el extranjero, pero esto no significó que se hubiera obtenido la autonomía industrial tan deseada por Porfirio Díaz.

Una de las mayores dificultades que tenía el país cuando Porfirio Díaz asumió la presidencia en 1877, era la insuficiente producción agrícola. A comienzos del porfiriato, se pensaba que tanto la propiedad comunal como la preponderancia de los campesinos indígenas en el campo mexicano eran los factores que generaban este problema:

en consecuencia, lo que se debía hacer, según las autoridades, era acabar con la propiedad comunal para dar esas tierras a la inmigración extranjera que se pensaba atraer. Además, el gobierno creía que las antiguas propiedades comunales no alcanzarían para cubrir las demandas de los colonos, así que también planeó deslindar los terrenos baldíos. El 15 de enero de 1883 se expidió la Ley de Colonización y Deslinde de Terrenos Baldíos. Por medio de esta legislación, se creaban compañías deslindadoras nacionales y extranjeras formadas por comerciantes, terratenientes y políticos, que en pago por sus servicios recibirían la tercera parte de las tierras que deslindaran. Esencialmente, se trataba de acabar con el orden agrario colonial que había sobrevivido a las reformas liberales, y que los campesinos nacionales y extranjeros fueran los que compraran las tierras deslindadas. Para incentivar aún más a los compradores, el gobierno les otorgaba varias garantías muy atractivas. 1. Los colonos no podrían ser enrolados en la leva. Quedaban libres de pagar todas las contribuciones a excepción de las municipales. Quedaban exentos del pago de los derechos de exportación de los productos que cosecharan. Se les darían incentivos económicos a aquellos colonos que introdujeran nuevos cultivos. Los extranjeros quedarían libres del pago de legalización de firmas y del expendio de pasaportes. Como la ley anterior no tuvo el éxito pensado. en marzo de 1894 el gobierno emitió la Segunda Ley de Colonización y Deslinde de Terrenos Baldíos, que tampoco funcionó. En principio, esta legislación generó una transformación en la propiedad de la tierra que causó un malestar popular, ya que en varias ocasiones las compañías deslindadoras. en su afán de incrementar sus ganancias, señalaban como baldías tierras que pertenecían a comunidades indígenas. Por otra parte. fueron pocos los inmigrantes que vinieron al país (20,000 entre 1890 y 1900) y menos aún los que compraron tierras. Los grandes hacendados fueron los que las adquirieron sin que las autoridades les pusieran límites. Sólo así se podría comprender que Luis Terrazas pudiera comprar 2.659,954 hectáreas v convertirse casi en el "dueño" del estado de Chihuahua. Con la política de deslinde de los terrenos baldíos se favoreció la formación de latifundios nacionales y extranjeros, que se convertirían en el anclaje de la agricultura olcional y permitirían la consolidación de una aristocracia terrateniente. A pesar de que hat-,"J latifundios muy productivos porque aprovechaban la totalidad de las tierras, muchos latifundistas cultivaban solamente una pequeña porción de sus tierras pues se conformaban con producir lo necesario para llevar un nivel de vida alto. En cuanto a la producción agrícola, a pesar de que nunca fue el pilar de la economía mexicana, entre 1877 y 1907 tuvo un crecimiento irregular del 21.3 por ciento. Fenómenos climatológicos cíclicos y desastres naturales hicieron que en 1883. 1892, 1896, 1900. 1904. 1909 y 1910 la producción, especialmente de maíz y frijol, declinara al grado de que se tuvieron que importar estos granos pare evitar en la medida de lo posible levantamientos populares. Chile, arroz, maíz y frijol formaban la dieta básica de los mexicanos, de ahí que se consumieran en su totalidad, y aunque no escaseaban (en tiempos normales). tampoco se podían exportar. En cambio, la mayoría de los productos de la fruticultura. que se desarrolló en zonas próximas a los centros urbanos, se destinó a la exportación. En 1877 se exportaban 732 toneladas de frutas, y para 1910 la cantidad había ascendido a 14,192. El palo de Campeche, las fibras, la vainilla, el garbanzo. el café, el chicle y el hule también fueron productos de exportación, pero a diferencia de las frutas, tuvieron más auge porque sus precios se elevaron en los mercados internacionales.

El tema de las relaciones internacionales a lo largo del porfiriato es de sumo interés por los cambios que sufrió entre 1877 y 1911. La política exterior mexicana de la época se puede dividir en dos momentos: de 1877 a 1884 y de 1884 a 1910. Cuando Díaz asumió el poder por primera vez. tuvo que enfrentarse al problema de su reconocimiento por parte del Gobierno estadounidense. Para presionar. éste condicionó el reconocimiento de Díaz a tres compromisos: el pago de los daños sufridos por los ciudadanos de aquel país en la revuelta de Tuxtepec. la pacificación de la frontera norte y la prohibición de exigir préstamos forzosos a los residentes. Al tiempo que el gobierno mexicano se esforzaba por cumplir con estas condiciones. el secretario mexicano de Relaciones Exteriores. Ignacio L. Vallarta E < se apresuró a hacer los pagos que se le debían a Estados Unidos, acciones que facilitaron en gran medida el reconocimiento a Porfirio Díaz como presidente de México. primero por parte de Estados Unidos y luego de El Salvador. Guatemala. Italia. España y Francia. En el cuatrienio gonzalista. las relaciones con Estados Unidos fueron buenas, sin llegar a ser cordiales; sin embargo. se suscitaron serios problemas con Guatemala. Juan Rufino Barrios. presidente de esa república, comenzó a ser asesorado por grupos antimexicanos que le aconsejaron exigir al gobierno mexicano la devolución de las provincias de Chiapas y Soconusco. sin tomar en cuenta que ambas regiones habían decidido incorporarse voluntariamente a la República Mexicana en 1824. Para cumplir con su objetivo. Barrios quería asegurarse de que Estados Unidos interviniera en el conflicto a l'aN or de los intereses guatemaltecos. Los presidentes estadounidenses James Abraham. Gardfield y Chester Arthur decidieron mediar en el conflicto para asegurar la estabilidad y la calma en la región. La mediación de Arthur fue trascendental. ya que logró que el Gobierno guatemalteco firmara un documento en el que renunciaba a sus demandas sobre Chiapas y el Soconusco. A partir del regreso de Díaz al poder en 1884. las relaciones entre México y Estados Unidos mejoraron. Poco a poco se había pacificado la frontera norte con las campañas contra los indios raquis y mayos. En 1889 va se había lijado la línea divisoria entre los dos países y se terminó de pagar la deuda. Las inversiones estadounidenses comenzaron a llegar a raudales. Desde la primera década del siglo xx. en una muestra de buena voluntad, el Gobierno estadounidense se encargó de vigilar a los disidentes políticos mexicanos que se encontraban en su territorio. Sin embargo. esta buena Vecindad, basada en el temor de Díaz a que México fuera invadido otra vez. tuvo también sus problemas. En 1889, ganaderos de Estados Unidos presionaron tanto a su gobierno, que éste tuvo que emitir la Ley Mackinlev. que imponía derechos exageradamente altos a la importación de ganado mexicano y protegía a la ganadería del sur de ese país. Asimismo, con la penetración del capital. la industria y los recursos naturales comenzaron a ser controlados por los estadounidenses. lo que produjo sentimientos opositores en ciertos sectores de la sociedad mexicana. El periódico católico El Tiempo señaló en un editorial: "En los momentos actuales hay algunos mexicanos que por ganarse un mendrugo de pan han traicionado a su Dios y a su Patria abrazando el protestantismo y cuando hay tantos ilusos que creen en la pretendida grandeza de Estados Unidos del Norte, responde a una necesidad patriota. la de que cese la admiración a esa República y que se trabaje por mantener incólume nuestra unidad religiosa, en virtud de lo peligroso que a la nación, al individuo y a la sociedad traerá la introducción del protestantismo [ ... ] Dígase si los protestantes no llevan en su frente el estigma de traidores. El protestantismo no trata de formar en México creyentes de Lutero, sino renegados mexicanos . 2 En 1910 las relaciones se tensaron cuando Estados Unidos promovió la caída del presidente nicaragüense Santos Zelaya y el Gobierno mexicano le dio asilo. A raíz de ello, los presidentes Taft v Díaz se entrevistaron para aclarar sus posiciones con relación a Centroamérica y la concesión a Estados Unidos ..

de la Bahía de Magdalena. La reunión fracasó, ya que México mantuvo su postura y se negó prorrogar la concesión de la bahía. A partir de ese momento el alejamiento entre México y Estados Unidos se acrecentaría más. Con relación a Europa, Díaz mantuvo la firme convicción de que el fuerte apoyo económico a su régimen le permitiría contrarrestar la influencia estadounidense en México. Sin embargo, el reconocimiento de Europa tardó en llegar, debido en gran medida a la oposición de Inglaterra. Por fin, en 1884 el Gobierno inglés reconoció al mexicano, pero a cambio de que se le diera a nivel comercial el trato de nación más favorecida, que se permitiera a sus ciudadanos la libertad irrestricta para adquirir bienes raíces y que se pagaran las reclamaciones financieras por los desmanes de la revolución de Tuxtepec. A pesar de lo anterior, la mayor concesión que dio México a Inglaterra fue Belice, pues aunque esta región se había independizado de nuestro país desde hacía tiempo, en 1897 México firmó un tratado con el Reino Unido en el que renunciaba a sus demandas sobre Belice. La versión oficial justificaba este hecho con la tesis de que al reconocer a Belice como región independiente, se podría fijar la frontera entre este territorio y Yucatán e impedir así que los mayas insurrectos recibieran armas. En realidad, fueron las presiones de los ingleses las que obligaron al régimen porfirista a tomar esta decisión.

Durante el porfiriato, las distancias entre las distintas clases sociales se fueron agrandando. El liberalismo económico impuesto entre 1877 y 1910 permitió la concentración de gran cantidad de recursos en pocas manos y provocó la miseria de muchos mexicanos. La clase acomodada estaba compuesta por latifundistas, comerciantes e industriales avecindados en ciudades importantes como México, Guadalajara, Mérida, San Luis Potosí, Querétaro, Puebla y Monterrey. Para este reducido grupo, México era ya un país moderno, pues en esas urbes conseguían cualquier producto elaborado en las naciones industrializadas; también gozaban de un nivel de vida similar al de las clases acomodadas del viejo continente y gustaban de viajar a Europa para derrochar ahí su dinero. Si los miembros de este grupo podían vivir así, se debía a su rápido enriquecimiento y, primordialmente, a que no compartían su riqueza con los que la generaban. En contraparte, la mayoría de los mexicanos habitaba en el campo y su nivel de vida era muy pobre. Pocos agricultores lograron impedir que las compañías deslindadoras se adueñaran de sus tierras para vendérselas a los latifundistas, y casi todos se veían obligados a trabajar en las haciendas que habían adquirido sus tierras, convertidos en una mano de obra gratuita y empobrecida. La situación para los campesinos era mala. Los que eran propietarios de sus tierras tenían que combatir constantemente contra las autoridades locales, caciques y latifundistas para conservarlas, y los que laboraban en las haciendas tenían que soportar largas jornadas de trabajo, recibir sueldos de miseria, endeudarse en las tiendas de raya (y quedarse forzosamente arraigados en la hacienda), castigos corporales y el maltrato de los capataces. En Quintana Roo, Yucatán y Oaxaca vivían en condiciones de esclavitud. Se trate de unos o de otros, aunque eran los que generaban la riqueza en el campo. jamás dispusieron de ella, no llevaron una vida digna ni mucho menos gozaron de los beneficios que la modernización había traído al país. Algunos campesinos emigraban a las ciudades en busca de mejores condiciones de vida, pero no siempre tenían suerte pues mientras que algunos lograban emplearse como obreros fabriles o personal doméstico en lujosas casas, otros no encontraban trabajo y vagaban por las calles y vivían hacinados en cuartos de vecindad a punto de venirse abajo. Aquellos campesinos que lograban emplearse como obreros tenían mejor suerte que los "pelados", aunque su situación tampoco era halagüeña pues tenían bajos salarios, jornadas laborales interminables, malas condiciones de trabajo, insalubridad, no gozaban de los descansos dominical y nocturno y los patrones no se responsabilizaban de ellos en caso

de accidentes laborales. Esta situación se debía a la confabulación entre el gobierno y los patrones, pues mientras que el primero no se preocupó por promulgar leyes que protegieran al obrero y, por el contrario, prohibió su derecho a la huelga y a formar sindicatos, los segundos pagaban salarios de miseria con el pretexto de que con 15 horas de trabajo diario los obreros obtendrían una renumeración suficiente para mantener a sus familias y no les quedaría dinero para destinarlo a los vicios tradicionales de embriaguez, lujuria y pereza.

Frente a las muestras de violencia institucionalizada, uno de los organismos que reaccionó con más fuerza fue la prensa. Fieles a los principios liberales de la libertad de expresión y de imprenta, editores y articulistas se perfilaron desde la década de 1880 como opositores al sistema, postura que les traería la antipatía del gobierno.

Los trabajadores del campo. A propósito de esta cuestión de actualidad, hemos re-

cibido la siguiente carta, que contesta a una correspondencia que de Guadalajara se nos remitió hace pocos días. Dice así: Huanimaro, diciembre 16 de 1906. —Señor licenciado don Victoriano Agüeros.— México, D.F. —Muy señor mío: Espero dé su imparcialidad y, si lo cree usted conveniente, dé publicidad a estas cortas líneas que remito, desvaneciendo las ideas del artículo a que me refiero. En su muy acreditado periódico del día 14 del corriente, he leído un artículo escrito por el señor licenciado Salvador Brambila y Sánchez, titulado: La ambición y malos tratos en las fincas de campo. Comienzo por decir que mucho de lo que escribe el señor licenciado no pasa en muchas haciendas, y que si el jornalero se ve maltratado por los dueños, arrendatarios y administradores, es porque la condición de la gente del campo así lo necesita; lo digo con fundamento y se lo voy a probar a usted. Hace catorce años que estoy en este rancho, y cuando vine a él, la gente estaba en tal grado de pobreza, que mujeres había que no podían ni salir a la puerta de su jacal, por estar completamente desnudas, y no obstante de verse en tan terrible miseria, los peones se conformaban y preferían trabajar nada más medios días y el restante medio día lo empleaban en el juego y la borrachera. Al cambiar de un dueño a otro la propiedad, se les obligó a que trabajasen todo el día, y se les han ido corrigiendo poco a poco los vicios y mañas a que estaba acostumbrada la gente, para que de ese modo pudiera cambiar de suerte y mejorar en sus condiciones de vida; se les ha rayado muy religiosamente, sin cogerles el más mísero centavo, y hasta el jornal se les ha aumentado, y cuando piden prestada una cantidad en metálico, jamás se les cobra rédito. ¿Con qué han pagado dichos peones la bondad de sus amos? Con miles de ingratitudes. Hoy que se ven en otras condiciones, se han enorgullecido, y, además, con esa facilidad que tienen de irse a trabajar al Norte ganando un jornal que aquí, en el país, no es posible por ahora pagarles, se han sublevado a tal grado, que si se les hace algún extrañamiento por maña que estén haciendo en el trabajo, contestan con mucha altanería al mayordomo o ayudante: no necesito el trabajo de aquí, me voy para el Norte; y tan alzados están ya, que no hace mucho que se dio el siguiente caso que paso a referir. Estamos sin sirvientes (porque por acá está pasando lo que en la capital, que nadie quiere servir), se mandó ll amar a una mujer de la ranchería para que viniese a desempeñar el quehacer mientras se encontraba sirvienta, por supuesto retribuyéndole su trabajo; ¿qué fue lo que dicha mujer respondió con cierto aire de desprecio? Que no quería ni podía. ¿Será prudente

que después de que tal cosa hacen, los vea uno con complacencia? No obstante eso y otras muchas inconsecuencias que han cometido y cometen, se les trata con mucha caridad, no se les hace fuerza para que trabajen más de lo acostumbrado, se pagan 37 centavos por jornal y cuando por algún motivo de lluvia, frío o aire, se suspenden los trabajos, se les paga el jornal completo. Conque ya ve el señor licenciado qué diferente es hablar en defensa del que nos trata, a tener que tratar con gente que es, por su naturaleza, indolente, y que ya tiene en su sangre el germen de la maldad, de la pereza y de la indolencia, y ha llegado el momento más terrible, para el que está al frente de una hacienda o rancho, porque ya no se cuenta con aquella sumisión del campesino, que tan necesaria es en la agricultura; pues repito que con la ida al norte, son peones de contentillo, que se tiene que andar buscando el modo de que no les parezca mal el que se les llame al orden, y si el que está al frente de una finca de campo no se pone durito con ellos, se lo comen, como vulgarmente se dice. Es de sentirse que artículos como ése salgan a la publicidad, pues gracias a que muchos campesinos no saben leer y pocos periódicos llegan a sus manos, no se da el caso de una sublevación con artículos semejantes.— Una lectora de El Tiempo. Como lo muestra este artículo, algunos miembros de las clases altas veían con agrado la situación de extrema injusticia social en el campo durante el Porfiriato.

Cansadas de los continuos ataques de la prensa de oposición, en 1885 las autoridades políticas de la capital decidieron encarcelar a los periodistas Enrique Chavarri y Joaquín Clausell y multar a otros tantos para acallar a los reporteros y editores "subversivos". Como la prensa opositora continuara con sus ataques, comenzaron a cerrar diarios e imprentas. En la década de 1890 se radicalizó la postura del gobierno en esta materia y los encarcelamientos de periodistas, así como el cierre de periódicos (El Hijo del Ahuizote, El 93, La República y La Oposición) llegaron a extremos inimaginados, ya que, por ejemplo, a los periodistas encarcelados se les comenzó a dar el trato de reos de delitos políticos y pasaban largas temporadas en los calabozos de las temibles prisiones de San Juan de Ulúa y de Belén. Al mismo tiempo, el gobierno puso en práctica la política de crear diarios oficialistas (El Universal, El Siglo XIX, La Patria) y destinar grandes subvenciones a ciertas publicaciones para comprar su silencio y combatir a la prensa opositora en sus propios terrenos. Uno de los rasgos distintivos de la prensa de oposición de finales del siglo xtx e inicios del xx fue la caricatura política. Periódicos de la talla de El Ahuizote Jacobino, El Hijo del Ahuizote y El Colmillo, entre una extensa variedad de publicaciones, utilizaban el talento de Daniel Cabrera, Jesús Martínez Carrión, José Guadalupe Posada, Santiago Hernández y Eugenio Olvera para mostrarle al pueblo mexicano, mayoritariamente analfabeta, los problemas más importantes del país. La caricatura criticaba al régimen en un sentido del humor muy ácido.

Durante el porfiriato, la cultura pasó por un proceso de definición de sus valores en los que comenzaron a tener cabida las expresiones populares y se formaron un lenguaje y unas tradiciones propias. Por supuesto, ello no excluyó la influencia de otras culturas, como la francesa, que marcarían notablemente a la arquitectura y la literatura.

La literatura Las letras se debatían, en las páginas de la revista Juventud Literaria, entre el modernismo y el nacionalismo. Aunque el modernismo triunfó, sería impreciso afirmar que impuso su

hegemonía en el ámbito literario, ya que convivió con otras tendencias como el clasicismo (Joaquín Arcadio Pagarza) y el hispanismo (Juan de Dios Peza). Con la fundación de la Revista Azul (1894) y la Revista Moderna (1898) se reunió a los jóvenes valores de la literatura nacional (especialmente de la poesía) de la talla de Manuel Gutiérrez Nájera, Luis G. Urbina, Amado Nervo y José Juan Tablada, en una especie de convivio que resultó fructífero tanto para los autores noveles como para los veteranos. Por el contrario, la novela siguió siendo nacionalista, aunque con ciertas influencias del realismo. Se escribieron obras que mostraban una gran percepción de la realidad y que afrontaban los problemas de las transformaciones del porfiriato. No es de extrañar, entonces, que su temática girara en torno a la vida en las haciendas, el ámbito político y los conflictos morales de la clase media. Entre los autores de la época destacan Emilio Rabasa, José López Portillo y Rojas y Rafael Delgado.

El género histórico fue uno de los más frecuentados por los políticos, pues era visto como una forma de justificar tanto el triunfo de la república liberal en 1867 como las medidas del gobierno porfirista. Destacaron Emilio Rabasa (El cuarto poder y La moneda falsa), Vicente Riva Palacio (México a través de los siglos) y principalmente Justo Sierra Benítez En México, su evolución social, analiza y condensa el desarrollo histórico del pueblo mexicano a la luz de las ideas positivistas, y presenta al gobierno de Díaz como el verdadero camino para la plena evolución del país. Rabasa iría más lejos, pues en su obra La evolución histórica de México justifica la existencia de la dictadura: "La Constitución de 1857, otorgando como derecho e imponiendo como obligación el voto a todos los varones mayores de 21 años, estableció el sufragio universal en un pueblo analfabeto, ignorante y pobre [...] Las Constituciones anteriores mexicanas [...] no habían cometido este inexplicable error".fl Asimismo, en La Constitución y la dictadura justifica la postura antidemocrática de Díaz: "La dictadura se habría impuesto en el espíritu más moderado como una necesidad o habría aparecido al fin como resultante de las fuerzas desencadenadas después de todos los estragos propios del desorden y la anarquía".'

Con el crecimiento económico del país surgió una nueva clase acomodada netamente urbana y cuyas "necesidades" marcaron las pautas del desarrollo arquitectónico del país. Así, se comenzaron a utilizar nuevos materiales — cemento armado y hormigón— y arquitectos europeos levantaron edificios con influencia europea, principalmente del art noveau francés. La unión de intereses de esta burguesía nacional con la europea también motivó la aparición de barrios aristocráticos (la colonia Roma, por ejemplo) en los que era común la convivencia de diversos estilos cuyo elemento unificador era, exclusivamente, su origen europeo. Al igual que en la arquitectura, la pintura y la escultura compartieron una tendencia europeizante, aunque por ser consideradas elementos urbanísticos de carácter ornamental sufrieron transformaciones más rápidas que aquélla. Por la calidad y realismo de sus obras, Jesús Contreras fue uno de los mejores escultores mexicanos de la época. En cuanto a la pintura, el porfiriato coincidió con la madurez artística del paisajista José María Velasco, mientras que Julio Ruelas destacó en la representación de aspectos más íntimos y personales, y José Guadalupe Posada por plasmar en grabados e ilustraciones aspectos de la vida popular cotidiana.

Cuando Porfirio Díaz asumió la presidencia de México, fundamentó su proyecto político en los principios positivistas de "orden y progreso", ya que sin el primero, del que se había carecido a lo largo de la vida independiente del país, no era posible el segundo. Establecer el orden en la nación implicó centralizar el poder en la capital del país y en la figura del presidente, someter a los inconformes a través de la conciliación o de la represión, controlar a las autoridades locales y federales, así como un acercamiento con la Iglesia, elemento fundamental para la estabilidad política y social. El orden generó el desarrollo material de México pues favoreció la llegada de capitales extranjeros, la creación de un sistema bancario, la construcción del ferrocarril y la industrialización de México. De igual forma, también fue un impulsor del desarrollo cultural, el cual se caracterizó en esa época por un afrancesamiento considerable, por seguir el "modernismo" como directriz y por reescribir la historia nacional a partir de una perspectiva liberal. Pese a lo anterior, el gobierno del general Díaz se caracterizó por una serie de excesos vinculados con los fraudes electorales, la imposición de políticos, la violación de los principios federalistas y de la Constitución de 1857 y la represión de la oposición política. Sin embargo, la problemática más compleja y lacerante se dio, sin duda, en materia social, en la que se agrandaron las diferencias entre ricos y pobres al permitirse que los primeros explotaran a los segundos, representados por los grupos campesinos y obreros. En los albores del siglo xx, el descontento generado por esa situación favoreció el estallido de huelgas como las de Cananea y Río Blanco; asimismo, se suscitó una efervescencia política producto de la entrevista Díaz-Creelman que dio como resultado la creación de partidos políticos de oposición. Todos estos elementos, y otros más, fueron los detonantes del movimiento revolucionario de 1910 que, bajo la dirección de Francisco I. Madero, obligaría a Porfirio Díaz a renunciar a la presidencia del país en el mes de mayo de 1911.

Cuando en México se habla del porfiriato, se está tocando una de las llagas más delicadas de nuestra historia. Durante muchos años la sociedad se dividió entre aquellos que defendían la figura del general Díaz y los que, por salir en defensa de la Revolución, lo atacaban sin cuartel. Sin embargo, ambas posturas adolecen del mismo mal: caen en los extremos y pierden la dimensión real del problema. Es cierto que la gestión del general Díaz tuvo aspectos positivos, como el crecimiento de la infraestructura y la economía del país, la pacificación de éste, su apertura hacia el mundo, la conciliación entre la Iglesia y el Estado y el desarrollo de las artes; sin embargo, no hay que ignorar los grandes problemas sociales, políticos y económicos de la época: la represión, la falta de libertades, la aguda pobreza de muchos frente al escandaloso enriquecimiento de unos cuantos, la dependencia económica de los capitales extranjeros, etcétera. Con el tiempo, ciertos grupos de la sociedad reaccionaron ante los problemas sociales y políticos y exigieron al "padre de todos los mexicanos" (como algunos llamaban a Díaz) la devolución de las libertades. En este contexto, la entrevista Díaz-Creelman se entiende como un factor esencial para el aceleramiento del estallido de la Revolución Mexicana, pues los grupos políticos inconformes vieron la oportunidad de una participación activa que condujera a la democratización del sistema político nacional. El incumplimiento de lo dicho a Creelman logró algo que entre 1877 y 1910 no se había podido conseguir: unificar a todos los opositores de Díaz para quitarlo de la silla presidencial, objetivo que se cumpliría pero con un alto costo para el país, pues como comentaría el propio Díaz: "Madero liberó al tigre, a ver cómo lo vuelve a enjaular".

I

a Revolución Mexicana ha sido muy estudiada por tratarse de un acontecimiento que generó profundos cambios en nuestra historia; de hecho, más de un historiador ha comentado que el siglo xx mexicano empezó con ella. En este capítulo veremos que no hubo una sino varias revoluciones, ya que las ideas de Madero, Zapata, Villa, Carranza, Obregón, Calles, Cárdenas y tantos más eran distintas. Mientras que para algunos el movimiento tenía un carácter social, otros le impregnaban un cariz político. El periodo comprendido entre 1911 y 1940 es el de la lucha de los distintos proyectos por imponer su hegemonía en el país. Este conflicto originó la necesidad de crear instituciones políticas encargadas de dirimir, por la vía pacífica, los problemas entre los miembros de la gran familia revolucionaria para iniciar la construcción del nuevo Estado mexicano.

Como vimos, tras la renuncia de Porfirio Díaz a la presidencia de México en mayo de 1911, quedó como interino Francisco León de la Barra ( ). Su gestión era considerada por Madero como una especie de puente entre el régimen caído y la elección del presidente y el vicepresidente. Según lo pactado en los Tratados de Ciudad Juárez, León de la Barra tendría que ayudar también al licenciamiento de las tropas revolucionarias y presentar iniciativas de ley que satisficieran las exigencias de los revolucionarios. Tal vez el licenciamiento de las tropas insurgentes fue la tarea más ardua a la que se enfrentó León de la Barra, pues si bien sus gestiones fueron exitosas en Chihuahua, Nuevo León y Guanajuato, en Morelos hubo serias dificultades. Emiliano Zapata, líder del Ejército Libertador del Sur ( '), dijo que no entregaría las armas hasta que se restituyeran las tierras de las comunidades indígenas. Para el gobierno provisional esta demanda era un acto de rebeldía que debía ser cortado de tajo, y encomendó al general Victoriano Huerta la campaña militar contra el caudillo suriano. Por su parte, Francisco I. Madero deseaba evitar a toda costa este choque entre autoridades y revolucionarios, y tras una breve entrevista con Zapata, logró convencerlo de que primero entregara las armas y que luego se procedería a la restitución de tierras. Sin embargo, Victoriano Huerta aprovechó el desarme para intentar emboscar a los zapatistas. Con esta acción, Madero quedó frente a los ojos de Zapata como un traidor. Madero tenía otra inquietud: las elecciones presidenciales de 1911. En julio se fundó, por iniciativa del propio Madero, el Partido Constitucional Progresista, en cuya convención nacional se eligió al binomio Madero -José María Pino Suárez para participar en el proceso electoral. La fundación de este partido generó divisiones en el maderismo, pues muchos vieron en la designación de Pino Suárez para vicepresidente un claro intento de romper con los hermanos Vázquez Gómez (recordemos que en las elecciones de 1910 el candidato de los maderistas a dicho puesto fue Francisco Vázquez Gómez). Si bien la crisis estalló en 1911, los motivos que la originaron fueron anteriores. El distanciamiento entre Madero y los hermanos Vázquez Gómez comenzó cuando el primero optó por la vía armada y empezó a intervenir en la gestión de Francisco y de Emilio, quienes se desempeñaron como secretarios de Instrucción Pública y de Gobernación, respectivamente, durante el interinato de León de la Barra. El malestar de algunos seguidores de Madero se incrementó cuando se enteraron del pacto que firmó su líder con Bernardo Reyes y León de la Barra. En este arreglo se acordó que Reyes aceptaría la postulación de Madero como presidente a cambio de que le diera la Secretaría de Guerra y al presidente interino la de Relaciones Exteriores. Madero había firmado el pacto en un afán por mostrar que su gobierno sería conciliador, pero sus partidarios lo interpretaron como una debilidad y una traición a la causa revolucionaria. Fueron tantas las polémicas generadas

en el seno del maderismo, que Madero se vio obligado a romper el compromiso para salvar así la frágil unidad de su partido. Por su parte, Bernardo Reyes decidió reorganizar el Partido Reyista, pero por la premura de las elecciones y la imposibilidad de nombrar un candidato a la presidencia, se abstuvo de participar y emigró a Estados Unidos a fines de septiembre, lo cual facilitó a Madero el triunfo en las elecciones presidenciales de 1911. A pesar de que Madero triunfó en las urnas, su imagen era muy distinta a la que había gozado poco tiempo antes de la renuncia de Díaz. El licenciamiento de las tropas revolucionarias, la aceptación de Francisco León de la Barra como presidente interino y el pacto con Bernardo Reyes le hicieron perder popularidad y fuerza y restaron a su gobierno la estabilidad deseada. El inicio de la presidencia maderista fue poco alentador, pues aunque hubo elecciones para renovar el ejecutivo, no fue así con el legislativo y el judicial, por lo que se encontró con un Congreso y una Suprema Corte de Justicia porfirista que se opondrían constantemente a su gestión. Aunque el sentido común dictaba que era necesaria la renovación de estos poderes, Madero, en estricto apego a la legalidad, optó por no tocarlos y esperar a que cambiaran en las elecciones de 1912. Este desorden inicial fue uno de los factores que impidió que la obra de Madero fuera generosa; sin embargo, no impidió que Madero elaborara un proyecto de ley para resolver el problema agrario que planteaba repartir tierras entre los campesinos desposeídos, mejorar los sistemas de regadío, la utilización de créditos hipotecarios para la producción de artículos de primera necesidad y buscar estímulos para promover la pequeña propiedad y la colonización de tierras estatales. La preocupación por los menos favorecidos llevó al gobierno a ayudar a las viudas y los huérfanos de la Revolución y a crear el Departamento del Trabajo, que se debía encargar de uniformar los salarios de todos los obreros del país. Un elemento que dificultó en gran medida la labor política de Madero fue la prensa, que para entonces ya se había convertido en un campo de batalla entre los maderistas y los representantes del antiguo régimen. El diario más importante seguía siendo El Imparcial, porfirista, cuyo tono era de oposición moderada pues aplaudía la labor de los funcionarios maderistas identificados con el porfiriato y atacaba sin piedad a los maderistas recalcitrantes. No obstante, lo normal era que los periódicos de oposición, como El Debate, atacaran sin piedad a Madero. Para contrarrestar la mala influencia de esta prensa sobre la sociedad, Gustavo A. Madero comenzó a editar el periódico Nueva Era, pero sus argumentos semidogmáticos contra los críticos del gobierno y las sospechas de que la publicación era financiada por las autoridades hicieron que el periódico no gozara del favor de la sociedad. Como liberal convencido que era, Madero inició su gobierno dando la libertad de imprenta que tanto había demandado la prensa desde el porfiriato, y jamás quiso eliminarla aun a sabiendas de que sembraba el desconcierto y la intranquilidad a nivel nacional e internacional. Otro factor que impidió que el gobierno maderista se desenvolviera en calma fue la necesidad de pacificar al país. La oposición armada contra Madero fue diversa. Entre los líderes insurrectos había verdaderos revolucionarios, como Emiliano Zapata, y otros más conservadores (o engañosamente revolucionarios), como Bernardo Reyes, Pascual Orozco y Félix Díaz. El 28 de noviembre de 1911, Zapata publicó el Plan de Ayala, documento en el que acusaba a Madero de incumplir el Plan de San Luis y de perseguir a los verdaderos revolucionarios en el interinato de León de la Barra; en consecuencia, desconocía a Madero como jefe de la Revolución y ponía en su lugar a Pascual Orozco. En el plan. Zapata proponía la restitución de las tierras a sus dueños originales, así como la nacionalización de las propiedades de los que se opusieran al reparto agrario. Para Madero. este movimiento era un asunto muy peligroso, ya que el agrarismo zapatista se extendía rápidamente en las cercanías de la Ciudad de México, principalmente en Tlalpan y Xochimilco. Al principio, el gobierno intentó dialogar de nuevo con el caudillo suriano para llegar a un acuerdo, pero las condiciones impuestas por éste — destitución del gobernador del estado de Morelos, salida de las tropas federales de dicha entidad y reparto agrario previo a la negociación— hicieron imposible el diálogo. Entonces, Madero tomó medidas

Plan de Ayala 1 ° Teniendo en consideración que el pueblo mexicano acaudillado por don Francisco I. Madero, fue a derramar su sangre para reconquistar libertades y reivindicar sus derechos conculcados, y no para que un hombre se adueñara del poder, violando los sagrados principios que juró defender bajo el lema "Sufragio Efectivo y No Reelección" ultrajando así la fe, la causa, la justicia y las libertades del pueblo. Teniendo en cuenta que el llamado Jefe de la Revolución libertadora de México, don Francisco I. Madero, por falta de entereza y debilidad suma, no llevó a feliz término la revolución que gloriosamente inició con el apoyo de Dios y del pueblo. Teniendo en consideración que el tantas veces repetido Francisco I. Madero ha tratado de acallar con la fuerza bruta de las bayonetas y de ahogar en sangre a los pueblos que le piden, solicitan o exigen el cumplimiento de las promesas de la revolución ll amándolos bandidos y rebeldes; condenándolos a la guerra de exterminio sin conceder ni otorgar ninguna de las garantías que prescriben la razón, la justicia y la ley. Por estas consideraciones declaramos al susodicho Francisco I. Madero, inepto para realizar las promesas de la revolución de que fue autor, por haber traicionado los principios con los cuales burló la voluntad del pueblo y pudo escalar el poder: incapaz para gobernar por no tener ningún respeto a la ley y a la justicia de los pueblos, y traidor a la patria por estar a sangre y fuego humillando a los mexicanos que desean libertades, a fin de complacer a los científicos, hacendados y caciques que nos esclavizan y desde hoy comenzamos a continuar la revolución principiada por él, hasta conseguir el derrocamiento de los poderes dictatoriales que existen. 2° Se desconoce como jefe de la revolución al señor Francisco I. Madero y como presidente de la República. 3° Se reconoce como Jefe de la Revolución Libertadora al ilustre C. general Pascual Orozco, y en caso de que no acepte este delicado puesto, se reconocerá como Jefe de la Revolución al C. general don Emiliano Zapata. 5° La Junta Revolucionaria del Estado de Morelos no admitirá transacciones ni componendas hasta no conseguir el derrocamiento de los elementos dictatoriales de Porfirio Díaz y de Francisco I. Madero. 6° Como parte adicional del plan que invocamos, hacemos constar: que los terrenos, montes y aguas que hayan usurpado los hacendados, científicos o caciques a la sombra de la justicia venal, entrarán en posesión de esos bienes inmuebles desde luego, los pueblos o ciudadanos que tengan sus títulos, correspondientes a esas propiedades, de las cuales han sido despojados por la mala fe de nuestros opresores. 7° En virtud de que la inmensa mayoría de los pueblos y ciudadanos mexicanos no son más dueños que del terreno que pisan, sufriendo los horrores de la miseria sin poder mejorar en nada su condición social ni poder dedicarse a la industria o a la agricultura, por estar monopolizadas en unas cuantas manos las tierras, montes y aguas; por esta causa se expropiarán previa indemnización, de la tercera parte de esos monopolios a los poderosos propietarios de ellos. 8° Los hacendados, científicos, o caciques que se opongan directa o indirectamente al presente plan, se nacionalizarán sus bienes y las dos terceras partes que a ellos les correspondan, se destinarán para indemnizaciones de guerra, pensiones de viudas y huérfanos de las víctimas que sucumban en la lucha del presente plan. 12. Una vez triunfante la revolución que llevamos a la vía de la realidad, una Junta de los principales jefes revolucionarios de los diferentes Estados, nombrará o designará un presidente interino de la República, que convocará a elecciones para la organización de los poderes federales. 13. Los principales jefes revolucionarios de cada Estado, en junta, designarán al gobernador del Estado a que correspondan.

drásticas contra Zapata, en una muestra de coraje y decisión poco común en él. Ordenó la suspensión de las garantías individuales en Morelos y Guerrero, así como en algunas partes de Puebla y el Estado de México; decretó la pena de muerte contra los salteadores, descarriladores de trenes, ladrones y secuestradores, e inició una campaña de persecución sistemática contra el zapatismo. Todos estos esfuerzos fueron inútiles; el gobierno maderista jamás lograría atrapar a Zapata. Bernardo Reyes también causaba preocupaciones a Madero, pues para los mexicanos más conservadores era el sucesor ideal de Porfirio Díaz y el único que podía acabar con la anarquía generada por la Revolución. Cuando Reyes se exilió en Estados Unidos en 1911, Madero mandó que se le vigilara detenidamente. En noviembre de 1911, Reyes regresó a México con la idea de encabezar un levantamiento contra Madero que le permitiera ocupar la presidencia. El día 11 emitió el Plan de la Soledad, con el que pretendía legitimar su movimiento acusando a Madero de ser un dictador e ir en contra del Plan de San Luis (Plan que el propio Reyes aceptaba). Desconocía a Madero como presidente de México y otorgaba el mando supremo del movimiento a los militares de mayor graduación. Este documento revela que el ex gobernador de Nuevo León buscaba apoyo no sólo en los porfiristas, sino también en los maderistas inconformes y los altos mandos del ejército. Sin embargo, el poder de convocatoria de Reyes ya no era el mismo, y el Plan no tuvo eco en la sociedad mexicana. En la navidad de 1911 fue aprehendido fácilmente en Linares (Nuevo León). Aunque las leyes indicaban que el prisionero debía ser ejecutado por traición, Madero optó por perdonarlo y aprisionarlo en la cárcel de Santiago Tlatelolco, de la Ciudad de México. En marzo de 1912, Pascual Orozco se levantó en armas contra el gobierno de Madero. Lo interesante de este movimiento es su carácter contradictorio, pues si bien lo apoyaban las familias conservadoras del estado de Chihuahua (los Creel y los Terrazas), también contaba con la adhesión de maderistas como Óscar Braniff y Toribio Esquivel Obregón. Como la moda del momento era proclamar planes que dieran legalidad a los movimientos, el 25 de marzo Orozco dio a conocer su Pacto de la Empacadora, que también era un documento contradictorio pues pretendía favorecer a todos los sectores sociales. Orozco criticaba a Madero por haber traicionado los principios del Plan de San Luis y haberles vendido México a los estadounidenses. Desconocía a Madero como presidente y dejaba en manos de sus seguidores la designación del ejecutivo una vez que triunfara la Revolución. En materia social se acogía el Plan de Ayala en lo referente a la restitución de las tierras a sus antiguos propietarios, pero afirmaba que respetaría los latifundios y que sólo se les quitarían aquellas tierras que no fueran trabajadas. También buscaba el apoyo obrero: obligaría a los patrones a pagar en efectivo, se establecerían jornadas de trabajo reguladas y se prohibiría el trabajo femenino e infantil. Madero envió a combatirlo primero al secretario de Guerra, Jesús Salas González, y luego a Victoriano Huerta, quien lo aprehendió en agosto.

El Pacto de la Empacadora 1° El iniciador de la Revolución, Francisco I. Madero, falseó y violó el Plan de San Luis. 2° Francisco I. Madero hizo la Revolución con dinero de los millonarios americanos y con el apoyo indirecto o encubierto del Gobierno de Estados Unidos. Esto está demostrado aun por las propias declaraciones de Madero.

5° Francisco I. Madero impuso por la fuerza de las armas gobernadores interinos e hizo elegir por medio del fraude de los propietarios, violando la soberanía de los Estados. 6° Francisco I. Madero contrató y recibió a los dos días de subir al poder usurpado CATORCE MILLONES de dólares, de Wall Street, con pretexto de ampliar los servicios de las líneas nacionales, ampliación que no era perentoria, pero con el verdadero objeto de pagar con ellos su deuda contraída para la Revolución, a la casa Waters, Pierce Oil Co., de Estados Unidos, por conducto de sus dos apoderados en México, a quienes Madero hizo nombrar de antemano, consejeros de las Líneas Nacionales. 10. Por principios de equidad y para no lesionar intereses, se reconocen los empréstitos hechos en el extranjero hasta la fecha. 13. Se reconocen como legítimas las Cámaras de la Unión y las Legislaturas locales, así como los poderes Judiciales en toda la República, siempre que reconozcan la Revolución, desconozcan al Gobierno de Madero y garanticen su concurso como legisladores para la realización de los principios proclamados en este manifiesto. 14. Siendo ésta una Revolución de principios, salvadora de la Democracia y de la soberanía nacional, no hay en ella ningún personalismo, y por consiguiente no hay Presidente provisional ni candidato para la Presidencia. 16. Todos los generales, jefes y oficiales del Ejército Nacional Revolucionario y miembros civiles de ella, que ocupen la capital de la República, elegirán una junta compuesta de quince individuos, y esta junta, en votación secreta, designará la persona que ocupará la primera magistratura como Presidente interino, o determinará si deberá constituirse una Junta de Gobierno compuesta de tres miembros para que funcione internamente como Poder Ejecutivo. 17. Este interinato durará un año a contar desde la fecha de la toma de posesión. 21. Todos los Estados de la Federación cumplirán con el deber que les impone la Constitución de organizar y sostener la guardia nacional, y ésta se formará en cada Estado con las fuerzas revolucionarias pertenecientes a cada uno de ellos. 33. Para mejorar y enaltecer la situación de la clase obrera, se implantarán desde luego las siguientes medidas: I. Supresión de las tiendas de raya. II. Los jornales de los obreros serán pagados totalmente en dinero efectivo. III. Se reducirán las horas de trabajo, siendo éstas 10 horas como máximo para los que trabajen a jornal y 12 para los que lo hagan a destajo. IV. No se permitirá que trabajen en las fábricas niños menores de diez años, y los de esta edad hasta los diez y seis sólo trabajarán 6 horas al día. VI. Se exigirá a los propietarios de fábricas que alojen a los obreros en condiciones higiénicas, que garanticen su salud y enaltezcan su condición. 34. Siendo el problema agrario en la República el que exige más atinada y violenta solución, la Revolución garantiza que desde luego se procederá a resolverlo, bajo las bases generales siguientes: I.

Reconocimiento de la propiedad a los poseedores pacíficos por más de veinte años. II. Revalidación y perfeccionamiento de todos los títulos legales. IV. Repartición de todas las tierras baldías y nacionalizadas en toda la República. V. Expropiación por causa de utilidad pública, previo avalúo, a los grandes terratenientes que no cultiven habitualmente toda su propiedad; y las tierras así expropiadas se repartirán para fomentar la agricultura intensiva. 36. La libertad de escribir y de emitir el pensamiento en cualquier forma será efectiva, sin más restricciones que las impuestas en la Constitución en su texto original y antes de ser reformado el artículo 7°.

Resta hablar del brigadier y sobrino de Porfirio Díaz, Félix Díaz ( ). En octubre de 1912, éste encabezó un levantamiento contra el gobierno en el puerto de Veracruz. A diferencia de los otros levantados, no apeló al Plan de San Luis y acusó a Madero de ser incapaz de garantizar la paz en el país. Las tropas federales lo derrotaron y apresaron fácilmente. Lo que los felicistas no lograron por la vía armada, lo consiguieron por la política, ya que muchos políticos conservadores capitalinos lo apoyaron y lograron que la Suprema Corte de Justicia cambiara la pena de muerte por la cadena perpetua. Félix Díaz, al igual que Bernardo Reyes, fue encarcelado en la prisión de Santiago Tlatelolco. Madero también contó con el apoyo de algunos de sus ministros y diputados de la XXVI Legislatura. Hombres como Gustavo A. Madero, Luis Cabrera, Luis Manuel Rojas y Félix F. Palavicini intentaron allanar el camino de Madero. Trataron de eliminar a sus enemigos políticos y le decían que no era bueno confiar tanto en las leyes y en los hombres. pero Madero siempre respondía: "no hay nada que temer". El apoyo que estos hombres brindaron al presidente no bastó para contrarrestar a sus opositores, quienes a fines de 1912 habían conseguido sumir al gobierno de Madero en el caos y la inestabilidad. La crisis del maderismo estalló en febrero de 1913 en un episodio que se conoce como la Decena Trágica ( 1). El día 9 se sublevaron los alumnos de la Escuela de Aspirantes de Tlalpan y la tropa del cuartel de Tacubaya; un contingente encabezado por el general Manuel Mondragón se dirigió a Santiago Tlatelolco para liberar a Reyes y Díaz, mientras que el otro se encaminó a la prisión de Lecumberri para dejar en libertad a otros contrarrevolucionarios destacados. Cuando Reyes salió de prisión, se dirigió con algunos hombres hacia el Zócalo para incorporar al levantamiento a la guarnición del Palacio Nacional, pero el general Lauro Villar ordenó el fuego contra los levantados y una bala perdida hirió de muerte a Reyes. Por su parte, Díaz y Mondragón se retiraron a la plaza de la Ciudadela, en donde establecieron su cuartel. Cuando Madero fue notificado de los hechos, se hizo acompañar por una escolta de cadetes del Colegio Militar a Palacio Nacional, lugar en el que nombró a Victoriano Huerta jefe militar de la plaza. Éste envió por su cuenta un representante suyo a entablar negociaciones con los levantados. Al mismo tiempo, el embajador estadounidense Henry Lane Wilson comenzó a presionar a las autoridades afirmando que haría responsable al gobierno federal de cualquier daño que sufrieran los ciudadanos de su país. El 18 de febrero, Díaz y Huerta firmaron un tratado en el que el embajador americano fungió como testigo. En el Pacto de la Embajada o Pacto de la Ciudadela se acordó que Huerta aprisionaría a Madero y Pino Suárez y se ocuparía temporalmente del ejecutivo con la finalidad de convocar a unas elecciones presidenciales que ganaría Félix Díaz. Un día después, Madero y Pino Suárez se vieron forzados a presentar sus renuncias ante el Congreso, el cual nombró como presidente interino

a Pedro Lascuráin, a quien sólo le bastaron 45 minutos para aceptar el cargo, nombrar a Huerta como único miembro de su gabinete y renunciar a la presidencia del país, cargo que Huerta ocupó de inmediato. Madero y Pino Suárez estuvieron presos en el Palacio Nacional hasta el 22 de febrero, día en el que se ordenó su traslado a la penitenciaría. Sin embargo, en el camino fueron asesinados por órdenes de Huerta. Si en política el gobierno de Madero no fue exitoso, en materia económica fue la misma tónica. Cuando asumió la presidencia, Madero se encontró con que el erario público disponía de recursos en abundancia (unos 40 millones de pesos aproximadamente), mismos que utilizó para armar el ejército federal y combatir a quienes no lo reconocían y alteraban el orden nacional. Como el erario se agotó rápidamente y la recaudación de los impuestos era cada día más difícil, las autoridades optaron por imponer gravámenes de entre el cinco y 20 por ciento a las importaciones industriales, y a las compañías petroleras se les comenzó a cobrar 20 centavos por cada tonelada de "oro negro"; es decir, el gobierno optó por cobrar impuestos a las industrias porque era más fácil que a las personas físicas. A pesar de ello, durante el gobierno de Madero México entró en una profunda crisis económica como consecuencia de la desarticulación del sistema económico porfirista en todos sus niveles. Las relaciones entre el gobierno de Madero y el estadounidense se tensaron como consecuencia de la labor del embajador Henry Lane Wilson. Para este hombre, aunque Madero se mostraba como amigo sincero de Estados Unidos, tenía defectos imperdonables: debilidad de carácter, poca capacidad para respetar las leyes, planeación de medidas económicas socialistas (el impuesto sobre el petróleo), además de ser impopular e incapaz de llevar a la práctica su programa de gobierno. Como los informes del embajador exageraban la situación de inestabilidad en el país, el presidente estadounidense Taft decretó la prohibición de la venta de armas a México y dio la orden de que a la primera provocación penetraran en México las tropas concentradas en El Paso. La situación se tensaría más debido a que el 20 de agosto de 1912 arribaron cinco navíos de guerra a las costas del Golfo y otras tantas a las del Pacífico.

Una vez que Victoriano Huerta llegó a la presidencia, ideó un plan de gobierno que tenía como meta continuar con el proceso iniciado en el porfiriato y que había sido interrumpido por la Revolución ( Planteaba el respeto a las propiedades de nacionales y extranjeros, el desarme de los revolucionarios, la protección a las clases pobres y a los obreros, la ampliación del sistema educativo y la creación de una Secretaría Agraria para resolver los problemas del campo y evitar problemas posteriores. En realidad, su propuesta era similar a la de Madero en una cosa: no planteaba el cambio del sistema, tan sólo su perfeccionamiento, que en este caso radicaba en disminuir el descontento de los grupos populares. Entre julio y septiembre de 1913 Huerta inició su política de pacificación del país. Comenzó la construcción de casas baratas para los obreros, empezó el deslinde de tierras nacionales con el fin de repartirlas en el campo, estableció escuelas encargadas de enseñar a los indígenas a leer, escribir y contar, y presionó a los hacendados para que colaboraran con el gobierno en el combate de los rebeldes. En 1914 creó la Secretaría de Agricultura, expidió el Reglamento Moral del Personal de los Establecimientos de Instrucción Pública, así como La Ley de Enseñanza Industrial y Mercantil. Al mismo tiempo, desató una

ola de violencia para acabar con los opositores a su régimen y mandó asesinar a Abraham González, así como a opositores en el Congreso de la talla de Serapio Rendón, Néstor Monroy y Adolfo C. Gurrión. No obstante, el asesinato que más sacudió a la sociedad mexicana fue el del senador Belisario Domínguez, por haber firmado un documento en el que criticaba a Huerta. A resultas de la violencia empleada para pacificar al país, las cámaras del Congreso se organizaron para oponer resistencia a Huerta, quien no tuvo empacho alguno para disolverlo y convocar a elecciones legislativas el 26 de octubre de 1913. La política de pacificación huertista se basaba en el principio del "pan y palo". Pero Huerta no había hecho todo esto para prepararle la presidencia a Félix Díaz, sino para afianzarse en el poder. Por ello, desde el principio buscó obstaculizar las elecciones por varias vías. Cuando se eligió el nuevo Congreso a finales de 1913, muchos incondicionales del presidente ocuparon un lugar en las Cámaras de Diputados y Senadores. Ello facilitó la labor de Huerta, pues logró que el Congreso aplazara las elecciones por tiempo indefinido. El general Mondragón tuvo la visión suficiente para darse cuenta de que el Pacto de la Embajada no iba a ser cumplido y optó por renunciar a la Secretaría de Guerra y marcharse a Europa. Félix Díaz marchó a Japón como embajador con la idea de que a su regreso se llevarían a cabo las elecciones. Sin embargo, victoriano Huerta traicionó a los suyos y se transformó en dictador. ) invitó a Por su parte, Venustiano Carranza — gobernador de Coahuila— ( los gobernadores del país a oponerse a Huerta y a secundar su movimiento, el constitucionalismo, llamado así porque proponía luchar por el respecto y la observancia de la Constitución de 1857. Así, emitió el Plan de Guadalupe, cuyos puntos más importantes son: 1 Desconocimiento de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial federales. Aquellos poderes estatales que reconozcan a los poderes federales del régimen huertista serán desconocidos por el constitucionalismo. Se nombra a Venustiano Carranza primer jefe del Ejército Constitucionalista. 4. Al ocupar la Ciudad de México, el primer jefe del constitucionalismo será presidente interino y deberá convocar a elecciones generales. 5, Los líderes estatales del constitucionalismo asumirán el cargo de gobernadores interinos y deberán convocar a elecciones en aquellos estados cuyos gobernadores sean huertistas. Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Benjamín Hill respondieron rápidamente al llamado de Carranza y se unieron al Ejército constitucionalista. Francisco Villa, quien se lanzó por su cuenta a combatir a Huerta, se adheriría posteriormente y con una sola condición: sólo obedecería al primer jefe del constitucionalismo y a ningún otro militar, en clara referencia a Obregón, que era su superior inmediato. Carranza aceptó esta condición pues, según sus propias palabras, le faltaban hombres. La lucha armada del constitucionalismo contra Huerta inició el 14 de febrero de 1913, y fueron cuatro los grupos principales: 1, Álvaro Obregón: norte, centro y occidente. 2, Francisco Villa: norte y sur (hacia la capital). Pablo González: norte y sur (por el litoral este). 4. Emiliano Zapata: alrededores de la Ciudad de México. Victoriano Huerta contaba con el apoyo del ejército federal y no sentía temor de que un grupo de fuerzas irregulares y no profesionales se organizase en su contra. Lo que no sabía era que ese "tumulto" de fuerzas dispares estaba consiguiendo armamento moderno en la frontera con Estados Unidos, lo que significaba una ventaja frente al gobierno, ya que las armas con las que contaba eran anticuadas. Obregón inicio su campaña con el asalto a la ciudad de Nogales el 13 de marzo de 1913, para continuar sembrando victorias en Cananea, Naco, Agua Prieta, Guaymas, Santa Rosa, Santa María, Culiacán, Mazatlán, Guadalajara, Colima, Manzanillo, Morelia y Querétaro (esta última plaza fue ocupada en julio de 1914). Por sus éxitos en campaña,

fue ascendido al grado de general y su columna comenzó a ser llamada el Ejército del Noroeste. Por su parte, Villa y su División del Norte iniciaron su campaña contra el huertismo en Ciudad Juárez para continuar en la Cruz y Santa Rosalía, Chihuahua, Torreón, Gómez Palacio y Ojinaga. Los éxitos militares del Centauro del Norte —como también se le conocía a Villa— le permitieron engrosar las filas de la División del Norte, pues continuamente se le iban uniendo grupos de revolucionarios locales. Estos éxitos también hicieron ver a Huerta que Villa era el enemigo a vencer, pues era el que hacía que la campaña del norte adquiriera tintes peligrosos. En cambio, el Ejército del Sur encabezado por Zapata tuvo triunfos poco importantes, al igual que Pablo González, pues tan sólo logró amenazar a poblados aledaños a la Ciudad de México como Milpa Alta, Xochimilco, Contreras y Tulyehualco. Estos pobres resultados se debieron, entre otros factores, a la desconfianza que sentía Zapata por Carranza. En octubre de 1913, el avance constitucionalista permitió que Carranza estableciera en Hermosillo la sede del gobierno provisional que tenía facultades a nivel nacional. También integró un gabinete y decretó impuestos sobre el ganado y el petróleo y autorizó a los jefes constitucionalistas a emitir billetes en sus regiones, medida que generaría muchos problemas económicos. El avance constitucionalista obligó a Huerta a reclutar a más hombres para el ejército federal, el cual llegó a contar con 250,000 efectivos y a comprar armas a Japón y Austro-Hungría, situación que duró poco tiempo, ya que en 1914 las tropas estadounidenses invadieron el puerto de Veracruz e impidieron que el gobierno siguiera comprando armamento en el extranjero. A pesar de la gran cantidad de hombres que tenía, Huerta siguió sumando fracasos militares mientras contemplaba la expansión del constitucionalismo, que para mayo de 1914 controlaba las ciudades más importantes de la República y establecía gobernadores provisionales. El ejecutivo comenzó a cobijar la esperanza de que esta tendencia se invirtiera cuando se hicieron públicas las diferencias entre Villa y Carranza, por la forma tan independiente e inconsciente de actuar por parte del primero; sin embargo, el 8 de julio de 1914 ambos caudillos firmaron el Pacto de Torreón, que especificaba que al triunfo del movimiento se instalaría una Convención integrada por representantes de los jefes del Ejército constitucionalista. La labor de la Convención sería convocar a elecciones generales y elaborar un programa de gobierno. Ante el avance avasallador de los revolucionarios, el 15 de julio de 1914 Huerta presentó su renuncia ante el Congreso debido a su imposibilidad de derrotar a los constitucionalistas, a su impopularidad, a su incapacidad para detener la crisis económica y por no haber obtenido el reconocimiento del Gobierno de Estados Unidos. En su lugar quedó como presidente interino Francisco Carbajal. Carranza comisionó a Obregón para que fuera a la Ciudad de México y tramitara la rendición del ejército federal y la entrada de las tropas revolucionarias a la urbe. En el poblado de Teoloyucan se reunieron representantes de la presidencia, los embajadores de Inglaterra, Francia y Brasil y el general Álvaro Obregón para firmar los Tratados de Teoloyucan, en los que se acordaba que la entrada de los constitucionalistas a la Ciudad de México se haría al tiempo del retiro de las tropas federales; en cuanto se ocupara la ciudad, los cuerpos policíacos serían entregados a las nuevas autoridades y se establecía que la entrada de las tropas de Obregón se harían ordenadamente y sin molestar a la población. Como ya vimos, la cuestión económica fue uno de los motivos que hicieron a Victoriano Huerta renunciar a la presidencia. Cuando asumió el cargo en 1913,1a situación del erario era precaria debido a la captación irregular de impuestos, el aumento del endeudamiento exterior y la constante salida de oro del país. Con la guerra contra el constitucionalismo, el gasto público se incrementó considerablemente, lo que orilló al gobierno a solicitar un préstamo de 16 millones de pesos a los banqueros franceses, pero el pago que hubo que hacer fue de 20 millones a la casa neoyorquina Spyer. Como medidas desesperadas, y que a la larga resultaron efectivas, Huerta tuvo que subir a un peso el impuesto sobre la tonelada de petróleo e incrementar 50 por ciento los impuestos prediales, del tabaco y del alcohol.

Otro elemento que no favoreció la gestión de Huerta fueron las relaciones con Estados Unidos. En marzo de 1913 asumió la presidencia de ese país el demócrata Woodrow Wilson. Una de sus primeras medidas fue retirar al embajador Heny Lane Wilson por haberse inmiscuido en la política interior mexicana y puso en su lugar a John Lyind.Woodrow Wilson había decidido no precipitarse y adoptar una postura de "espera" frente al gobierno de Huerta, al que no reconoció y le negó la venta de armas. Para diciembre de ese mismo año, Wilson pidió a sus compatriotas que abandonaran el territorio mexicano, idea que fue considerada como un aviso de que habría una invasión a México y que fue reforzada cuando el presidente ordenó, a inicios de 1914, que barcos estadounidenses se situaran en Veracruz y Tampico. El 9 de abril de 1914 siete soldados y un oficial del buque Dolphin, estacionado en Tampico, desembarcaron en el puerto en busca de combustible y fueron apresados por los federales. Tras dar las disculpas pertinentes, fueron liberados, pero el almirante Mayo no las aceptó pues alegó que se había ofendido la dignidad de los estadounidenses. Este acontecimiento fue el pretexto de Wilson para invadir México. Ordenó a F. F. Fletcher, comandante de la flota en Veracruz, que tomara el puerto y detuviera cualquier material bélico que llegara. Huerta quiso beneficiarse de esta invasión explotando el sentimiento patriota de muchos revolucionarios e invitó a todos los alzados a que se le unieran en la lucha contra el enemigo. Pero Carranza se negó y frustró su plan. Los representantes de Argentina, Brasil y Chile en Washington se ofrecieron para mediar en el conflicto. Las reuniones entre el representante del Gobierno estadounidense (Joseph R. Lamar), del Gobierno mexicano (Emilio Rabasa) y del constitucionalismo (José Vasconcelos) empezaron el 20 de mayo en la ciudad canadiense de Niagara Falls. Al principio las negociaciones no prosperaron, ya que las posturas eran irreconciliables; mientras que el representante de Carranza se negaba a que se tocaran asuntos de carácter nacional en la sesión, el de Huerta condicionaba la renuncia del ejecutivo mexicano a la pacificación del país y el de Wilson pedía la salida de Huerta. Las discusiones continuaron hasta el 15 de julio de 1914, cuando las negociaciones se agilizaron y se acordó que las tropas saldrían del puerto de Veracruz el 14 de noviembre de ese mismo año, sin que ello dependiera de la renuncia de Huerta.

Carranza y Obregón ( ) entraron en la Ciudad de México el 20 de agosto de 1915 y fijaron la fecha de la Convención para el 1 de octubre de ese año. A pesar de que Carranza cumplía con lo acordado en el Pacto de Torreón, las diferencias entre los revolucionarios surgieron rápidamente. Los representantes del jefe del constitucionalismo no pudieron convencer a Zapata de que asistiera, ya que éste condicionaba su presencia al cumplimiento del Plan de Ayala, requisito que los enviados de Carranza no podían negociar. Por su parte, debido a su distanciamiento con el militar coahuilense, Villa adoptó una posición ambigua en la que en ocasiones afirmaba que asistiría a la Convención y en otras amenazaba con no presentarse, y a pesar de que Obregón se entrevistó con él para que confirmara su presencia, a final de cuentas el Centauro del Norte optó por no enviar ningún representante a la apertura de la Convención. En la apertura, Carranza leyó su informe como presidente interino en el que aseguraba renunciar al mando del ejército y del ejecutivo para depositarlo en los delegados y que éstos pudieran tomar las mejores decisiones para el país. Los delegados no aceptaron el ofrecimiento y acordaron que Carranza siguiera desempeñando dichas funciones. Acto seguido, se discutió si era conveniente o no trasladar la Convención a Aguascalientes para que asistieran los representantes de la División del Norte y si irían a ella civiles y militares o sólo militares. Se acordó que la Convención se mudaría de ciudad, que participarían en ella únicamente militares y que las disposiciones tomadas serían respetadas por todos los mexicanos. Cuando las nuevas llegaron a los oídos de Villa, aceptó enviar a sus delegados y poco tiempo después Zapata hizo lo mismo, aunque la postura de sus

representantes era intransigente pues querían que la Convención aceptara íntegra e incondicionalmente el Plan de Ayala y que Carranza fuera removido del cargo de primer jefe de la Revolución. Aunque en el papel la ciudad de Aguascalientes aparecía como neutral, en realidad quedaba dentro de la zona de influencia villista, lo que representaba un peligro para Carranza, quien tras observar cómo villistas y zapatistas hacían un frente común en su contra, decidió marcharse a Veracruz y desligarse de la Convención. Así, envió a Obregón una carta para que la leyera en el pleno. En la misiva tildaba a los convencionistas de reaccionarios que querían quitarle el mando; sin embargo, estaba dispuesto a renunciar a él si Villa hacía lo propio como general en jefe de la División del Norte y Zapata como comandante en jefe del Ejército Libertador del Sur. También amenazaba que si los delegados no estaban de acuerdo, él reuniría a sus convencionistas para acabar con "los enemigos de la libertad", es decir, con villistas y zapatistas. Estas letras de Carranza causaron mucho revuelo en Aguascalientes y a la vez orillaron a los convencionistas a elegir como presidente interino, por un lapso de 20 días, a Eulalio Gutiérrez. Acto seguido, se envió una comisión a la ciudad de Córdoba para que notificara a Carranza de la elección. Tras enterarse de las nuevas, Carranza cambió su postura, ya que según él su carta no era en sí una renuncia, sino que planteaba la posibilidad de renunciar. Por ello, desconocía a Gutiérrez como presidente interino del país y afirmaba que solamente entregaría el ejecutivo si se nombraba como presidente provisional a alguien electo por los gobernadores y jefes militares y si también se obligaba a Villa a entregar el mando de la División de Norte. Al mismo tiempo, Villa decidió "madrugar" a Carranza y entrar con sus tropas en el estado de Aguascalientes, por si "la Convención necesitaba de sus servicios para atacar al rebelde Carranza". Este acto motivó que los carrancistas no se quedaran al cierre de sesiones y se enfilaran rumbo a Veracruz. Mientras ocurría el éxodo de los delegados constitucionalistas, zapatistas y villistas acordaron que la Convención se trasladaría a la Ciudad de México cuando Villa lograra tomar la plaza. Como era inminente la confrontación armada entre Carranza, Zapata y Villa, el primero decidió en diciembre de 1914 decretar las Adiciones sal Plan de Guadalupe. Como el Plan era un documento netamente político, carecía de atractivo para los grandes conglomerados por no tener propuestas sociales, a diferencia de lo que pasaba con Villa y Zapata.

Plan de Guadalupe

1° 2°

Se desconoce al general Victoriano Huerta como Presidente de la República. Se desconocen también a los Poderes Legislativo y Judicial de la Federación.



Se desconocen a los Gobiernos de los Estados que aún reconozcan a los Poderes Federales que forman la actual Administración, treinta días después de la publicación de este Plan.



Para la organización del Ejército encargado de hacer cumplir nuestros propósitos, nombramos como Primer Jefe del Ejército que se denominará "Constitucionalista" al ciudadano Venustiano Carranza, Gobernador Constitucional del Estado de Coahuila.

5° Al ocupar el Ejército Constitucionalista la Ciudad de México se encargará interinamente del Poder Ejecutivo el ciudadano Venustiano Carranza, o quien lo hubiera sustituido en el mando. 6° El Presidente interino de la República convocará a elecciones generales tan luego como se haya consolidado la paz, entregando el Poder al ciudadano que hubiere sido electo. 7° El ciudadano que funja como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista en los Estados cuyos Gobiernos hubieren reconocido al de Huerta asumirá el cargo de Gobernador Provisional y convocará a elecciones locales después que hayan tomado posesión de sus cargos los ciudadanos que hubiesen sido electos para desempeñar los altos Poderes de la Federación, como lo previene la base anterior.

Adiciones al Plan de Guadalupe Art. 2. El Primer Jefe de la Revolución y Encargado del Poder Ejecutivo expedirá y

pondrá en vigor, durante la lucha, todas las leyes, disposiciones y medidas encaminadas a dar satisfacción a las necesidades económicas, sociales y políticas del país, efectuando las reformas que la opinión exige como indispensables para restablecer el régimen que garantice la igualdad de los mexicanos entre sí; leyes agrarias que favorezcan la formación de la pequeña propiedad, disolviendo los latifundios y restituyendo a los pueblos las tierras de que fueron injustamente privados; leyes fiscales encaminadas a obtener un sistema equitativo de impuestos a la propiedad raíz; legislación para mejorar la condición del peón rural; del obrero, del minero y, en general, de las clases proletarias; establecimiento de la libertad municipal como institución constitucional; bases para un nuevo sistema de organización del Poder Judicial Independiente, revisión de las leyes relativas al matrimonio y al estado civil de las personas; disposiciones que garanticen el estricto cumplimiento de las leyes de Reforma; revisión de los códigos Civil, Penal y de Comercio; reformas de procedimiento judicial, con el propósito de hacer expedita y efectiva la administración de justicia; revisión de las leyes relativas a la explotación de minas, petróleo, aguas, bosques y demás recursos naturales del país, y evitar que se formen otros en lo futuro; reformas políticas que garanticen la verdadera aplicación de la Constitución de la República, y en general todas las demás leyes que se estimen necesarias para asegurar a todos los habitantes del país la efectividad y el pleno goce de sus derechos, y la igualdad ante la ley. Art. 4. Al triunfo de la Revolución, reinstalada la Suprema Jefatura en la ciudad de

México y después de efectuarse las elecciones de Ayuntamientos en la mayoría de los Estados de la República, el Primer Jefe de la Revolución, como Encargado del Poder Ejecutivo, convocará a elecciones para el Congreso de la Unión, fijado en la convocatoria las fechas y los términos en que dichas elecciones habrán de celebrarse. Art. S. Instalado el Congreso de la Unión, el Primer Jefe de la Revolución dará cuen-

ta ante él del uso que haya hecho de las facultades de que por el presente se halla investido, y especialmente le someterá las reformas expedidas y puestas en vigor durante la lucha, con el fin de que el Congreso las ratifique, enmiende o complemente, y para que eleve a preceptos constitucionales aquellas que deban tener dicho carácter, antes de que se restablezca el orden constitucional. Art. 6. El Congreso de la Unión expedirá las convocatorias correspondientes para la

elección del Presidente de la República y, una vez efectuada ésta, el Primer Jefe de la Nación entregará al electo el Poder Ejecutivo de la Nación.

Las adiciones postulaban reformas esenciales que garantizaran la igualdad de los mexicanos y pretendían incorporar más mexicanos a las filas carrancistas. Las propuestas sociales más importantes giraban en torno de la expedición de leyes: I < Agrarias, que acabaran con los latifundios, favorecieran a los pequeños propietarios y restituyeran a los pueblos las tierras que les fueron despojadas. 2. Que establecieran un sistema equitativo de impuestos. 3. Que mejoraran las condiciones de vida y trabajo del proletariado. Que establecieran una verdadera libertad municipal. 5 Que permitieran la correcta aplicación de la justicia. 6, Que hicieran efectivas las Leyes de Reforma. 7. Relativas a la explotación de minas, petróleo, aguas, bosques y los otros recursos naturales del país. En esas fechas también decretó aumentos salariales y la disminución de la jornada laboral. Un mes después, en enero de 1915, ordenó la suspensión de operaciones de las compañías petroleras hasta que se estableciera la legislación correspondiente. Como general en jefe del Ejército convencionista, en su mayoría conformado por la División del Norte, Villa marchó a la Ciudad de México con el presidente. La llegada de las tropas convencionalistas a la capital del país estuvo marcada por continuos desmanes que dejaron en claro que quien mandaba era el Centauro del Norte y no Gutiérrez. El supuesto presidente provisional del país no podría gobernar mientras Villa y Zapata lo presionaran, por lo cual tomó la decisión de relevarlos de la jefatura de sus respectivas corporaciones. A Villa no le agradó lo anterior y dio la orden de que el presidente fuera aprehendido y ejecutado, pero Gutiérrez fue avisado y logró escapar rumbo a San Luis Potosí. Tras la huida del ejecutivo, la Convención decidió que el cargo recayera en manos de Roque González Garza, al mismo tiempo que inició la lucha armada entre convencionistas y constitucionalistas. Tras las primeras acciones militares, el villismo se extendió por el norte y el occidente del país, especialmente por San Luis Potosí, Jalisco, Michoacán, Nuevo León y Tamaulipas. En cambio, Carranza mostró mayor interés por recuperar la capital del país, lo que sucedió el 28 de enero de 1915, cuando el ejército de Obregón derrotó a las tropas zapatistas que custodiaban la urbe. La presencia obregonista en la Ciudad de México empeoró las cosas, ya que se procedió al desmantelamiento de fábricas para llevar la maquinaria a Veracruz, se cerraron las escuelas, se quiso obligar a los profesores a que radicaran en el puerto y se exigió a los comerciantes capitalinos que entregaran una suma considerable de dólares, o de los contrario serían encarcelados. Obregón también quiso castigar a la Iglesia por haber colaborado con el gobierno huertista. Por ello, mandó ocupar la iglesia y el convento de Santa Brígida y el Colegio Josefino, y encarceló a muchos religiosos por negarse a dar contribuciones "voluntarias" a la causa revolucionaria. Sin embargo, la llegada del constitucionalismo también trajo beneficios, sobre todo a Carranza, ya que Obregón obtuvo el apoyo de los obreros afiliados a la Casa del Obrero Mundial, quienes lucharían contra Villa y Zapata en los famosos "batallones rojos". La ocupación de la Ciudad de México también acabó con la efímera alianza entre Villa y Zapata, ya que el segundo no significaba apoyo alguno para el primero. Cuando los obregonistas evacuaron la capital, la Convención regresó de su exilio en Cuernavaca. En ese momento quedaban en claro dos cosas: este organismo había mostrado ser un fracaso rotundo y Zapata era quien lo controlaría. La Convención promulgó una legislación agraria y obrera que proponía el reparto agrario, las pensiones para el retiro, las cuestiones derivadas de los accidentes laborales y la supresión de las tiendas de raya, entre otras innovaciones; sin embargo, dicha legislación no se podía llevar a la práctica por la situación de inestabilidad que atravesaba el país. Además, también contribuyó a su fracaso el hecho de que careciera de autonomía, pues la utilizaron las facciones villista y zapatista, tras la desocupación obregonista de la Ciudad de Méxicó para ejercer su poder.

Obregón se dirigió a Querétaro para organizar su campaña del norte, y en abril de 1915 logró derrotar a Villa en Celava.Silao, León. Dolores Hidalgo e Irapuato.Tras estos fracasos, Villa sabía que estaba aniquilado militarmente y quiso congraciarse con Carranza proponiéndole una alianza para afrontar una inminente invasión estadounidense a México. Éste se negó a pactar y ordenó a sus tropas que siguieran avanzando. El hecho de que el Centauro del Norte dejara de ser un peligro militar ayudó para que muchos revolucionarios hasta ese momento indecisos se unieran al constitucionalismo y también para que el Gobierno de Estados Unidos reconociera por fin a Carranza como la autoridad legal en México. Por su parte, el gobierno convencionista estaba sumido en el caos, ya que los zapatistas cesaron a Roque González Garza por ser villista y pusieron en su lugar a Francisco Lagos Cházaro, un político al que le tocó la ardua labor de evacuar la Convención de la capital ante la inminente amenaza de los carrancistas y trasladarla al norte del país: sin embargo, fracasó pues los constitucionalistas alcanzaron a los convencionistas en Zacatecas y los dispersaron. El 5 de enero de 1916. Carranza decretó que la capital del país se trasladaba a Querétaro e inició giras destinadas a unificar el movimiento revolucionario en torno de los ideales del constitucionalismo. No obstante, esto no significó que el país estuviera pacificado: por el contrario, su situación aún era inestable. En enero. Villa mandó ejecutar a 16 ciudadanos estadounidenses y dos meses después tuvo la ocurrencia de tomar un avión bombardear la ciudad de Columbus (Nuevo México). Parecía que estaba resuelto a provocar una invasión con tal de entorpecer la labor de Carranza. Como consecuencias de estos actos, el Gobierno estadounidense tramitó ante Carranza un permiso para que el general Pershing pudiera entrar en territorio nacional a fin de capturar a Villa. El presidente mexicano aceptó a cambio de que se discutiera un tratado que reglamentara la persecución de bandidos entre ambas naciones. De cualquier modo, el ejército expedicionario jamás pudo hallar a Villa. Pasado este sobresalto, en septiembre de 1916 se publicó una convocatoria para la elección de diputados que formaran un Congreso Constituyente, quienes deberían iniciar sus trabajos el 1 de diciembre de ese mismo año. ¿Por qué si Carranza se levantó en armas para hacer respetar la Constitución de 1857, una vez que obtuvo el triunfo optó por la creación de otra? Las razones son dos. Primera, era necesario acabar con el presidencialismo tan poderoso y abusivo que había creado Porfirio Díaz. Segunda, también había que elevar a rango constitucional muchas leyes de contenido social (reforma agraria, salario mínimo, jornada máxima de trabajo) emitidas por los distintos bandos revolucionarios. En el Congreso de Querétaro no tuvo cabida la oposición, pues ni zapatistas ni villistas, entre otros grupos, tuvieron acceso. Carranza deseaba que sólo tuvieran participación los "triunfadores" de la Revolución. A pesar de lo anterior, en el Congreso surgieron dos corrientes: la carrancista o moderada, que era de ideología liberal ortodoxa, y la de los radicales o jacobinos, que proponían la creación de un Estado fuerte que promoviera las reformas sociales. Aunque en la elaboración de muchos artículos no hubo debate, pues ambas partes coincidían, no sucedió lo mismo con aquellos artículos que se vislumbraban como los pilares de la nueva Carta Magna, ya que. por su importancia, tanto moderados como radicales querían imponer sus criterios. Estos artículos fueron los siguientes: Estipula que la educación queda en manos del Estado y que por ello será laica y gratuita. Los particulares, salvo la Iglesia. pueden educar siempre y cuando el Estado los autorice y conforme a sus planes. La educación en México debe ser igualitaria, democrática y nacionalista. La polémica en torno de este artículo radicó en que mientras los jacobinos alegaban que la educación era una obligación del Estado, los carrancistas declaraban que darle esa facultad al Estado iba en contra del derecho natural del individuo a escoger la educación que más le conviniera. Como se ve, a final de cuentas se impuso la postura radical. 30.

27. La propiedad de las tierras y aguas comprendidas en territorio nacional corresponden a la nación y ésta la puede concesionar a particulares. También se especifica que la nación tiene derecho a regular el aprovechamiento de los recursos naturales susceptibles

de apropiación para cuidar su conservación y distribuir entre los mexicanos la riqueza natural. Quedan terminantemente prohibidos los latifundios. y que las asociaciones religiosas puedan adquirir, poseer o administrar bienes raíces: además. se establece el sistema mixto de propiedad. En este artículo, el consenso se rompió cuando se trató el tipo de propiedad, ya que mientras unos defendían que solamente se debían repartir ejidos, otros favorecían la creación de pequeños propietarios. La solución a esta polémica se dio con el reconocimiento del sistema mixto de propiedad. 80 al 89. Abordan la cuestión de las facultades y obligaciones del presidente: se establece un ejecutivo fuerte entre cuyas facultades más importantes destacan los derechos de niciativa de ley y de veto. Se le considera como la máxima autoridad en materia agraria, árbitro entre obreros y patrones y jefe supremo de las fuerzas armadas. Con relación a este punto, los debates se suscitaron entre aquellos que querían un régimen presidencial y los que deseaban uno parlamentario. Los primeros sustentaban que el presidencialismo era un sistema adecuado para la realidad mexicana que permitía la unidad de acción en materia política: por su parte, los segundos explicaban que un régimen parlamentario permitiría a los líderes políticos controlar al ejecutivo, además de que este sistema era el más allegado a la democracia. 123. Fue el único artículo importante en el que hubo consenso. El Estado pretende equilibrar las relaciones entre obreros y patrones como árbitro que reglamenta y legaliza para solucionar sus problemas. pero a la vez ayuda a los obreros estableciendo la jornada máxima de trabajo, el salario mínimo por región, la protección de mujeres y niños trabajadores, el descanso periódico obligatorio, el reparto de utilidades, etcétera. 130. Regula las relaciones entre la Iglesia y el Estado. En principio establece la separación entre ambas instituciones y no reconoce la personalidad jurídica de los sacerdotes ni su derecho a intervenir en materia política por ser dependientes de un extranjero, el Papa. Los carrancistas expresaban que este artículo iba en contra del 24, relativo a la libertad de conciencia, pero los jacobinos explicaban que el Estado no coartaba la libertad de conciencia del individuo cuando se exigía a la Iglesia la observancia de las leyes y se le prohibía participar en política. Éste fue otro triunfo de los radicales. Estos artículos son sólo una pequeña muestra de que la Constitución de 1917 fue la más avanzada de su tiempo por las cuestiones sociales que abordaba, pero también presentaba las siguientes contradicciones: 1. Propone la creación de un Estado fuerte pero democrático. 2. Presenta a la democracia como sinónimo de conciliación y establece que ésta sólo se puede alcanzar gracias a la intervención del Estado. 3. Establece un ejecutivo fuerte pero habla de la igualdad de poderes. 4. Habla de una soberanía política habiendo una dependencia económica creciente.

El 11 de marzo de 1917 se llevaron a cabo elecciones generales. Venustiano Carranza fue electo presidente del país y su partido. el Liberal Constitucionalista, obtuvo la mayoría en las Cámaras de Diputados y Senadores. Sin embargo, en una muestra de su distanciamiento de Carranza, Alvaro Obregón también se presentó como candidato al ejecutivo federal.

Carranza inició su periodo presidencial el 1 de mayo de 1917. Una vez en el cargo, el jefe del constitucionalismo tuvo que enfrentar dos grandes problemas: la renovación de los poderes estatales y la pacificación del país. Ordenó a los congresos de cada estado que convocaran a elecciones para la renovación de los poderes. En la mayoría de las entidades federativas se hizo pública la convocatoria y el proceso electoral se celebró pacíficamente y de manera conveniente para Carranza, ya que 14 de 19 candidatos carrancistas alcanzaron las gubernaturas en un marco de legalidad. Esta situación favorecía los planes de pacificación del presidente, pues era importante contar con la colaboración de las autoridades estatales. Si las elecciones de gobernadores fueron un éxito para Carranza, no fue así su labor en el Congreso. Aunque gran parte de los integrantes de la xxvii Legislatura eran miembros del Partido Liberal Constitucionalista, la mayoría eran partidarios de Obregón y, en consecuencia, no estaban dispuestos a colaborar con el presidente pues sus diferencias con "el manco de Celaya" (como se conocía a Obregón) eran cada vez mayores. En cuanto a la pacificación, Carranza tomó una serie de medidas destinadas a agilizarla. Había que reorganizar al ejército para convertirlo en un cuerpo profesional y leal a las instituciones políticas. Como primera medida, con la política de los retiros voluntarios, redujo el número de oficiales con lo cual los jubilados conservaban su rango y paga; también disolvió los antiguos cuerpos del ejército constitucionalista para crear en su lugar divisiones, batallones, brigadas y regimientos. Fundó la Academia del Estado Mayor, la Escuela de Tropa y la Escuela Elemental de Artillería para que los oficiales del ejército recibieran una educación castrense adecuada, y mandó establecer fábricas de armas con dos finalidades: intensificar la lucha contra los levantados y ejercer un mayor control sobre la distribución del armamento. Sin embargo, los esfuerzos por disciplinar al ejército fracasaron, debido en gran medida a la mala situación económica de la mayoría de sus miembros. La cuestión de la pacificación del país se le presentaba a Carranza como un escollo difícil de superar. En Chihuahua y Durango operaban Villa y Felipe Ángeles. Manuel Peláez luchaba en Tamaulipas y el norte de Veracruz con el apoyo de los petroleros estadounidenses; Félix Díaz y Manuel Blanquet controlaban Oaxaca, y Zapata hacía lo propio en el estado de México. Aunque no eran una amenaza real para el gobierno, sí le impedían extender su control por toda la República y, en ese sentido, también entorpecían la construcción de un Estado fuerte. Carranza redobló sus esfuerzos y tuvo varios éxitos, especialmente en el año de 1919, ya que murieron Ángeles, Blanquet y Zapata. Mientras que los dos primeros revolucionarios murieron en batalla o como consecuencia de una batalla, no sucedió lo mismo con Zapata, quien fue muerto a traición. Tras varios años de lucha, Carranza llegó a la conclusión de que la única forma de acabar con el zapatismo era asesinando a su líder, tarea que delegó en Pablo González. Éste pensó que la mejor y más rápida manera de solucionar el problema era emboscar a Zapata, para lo cual era necesario que alguno de sus seguidores lo traicionara. González optó por infiltrar a uno de sus hombres, el coronel Guajardo, en las filas zapatistas. El plan fue el siguiente: Guajardo simuló un disgusto con González y fingió traicionarlo y tomar la decisión de unirse a Zapata, quien lo sometió a varias pruebas para comprobar si no estaba mintiendo. Cuando estuvo convencido de la veracidad de sus propósitos, decidió entrevistarse con él en la hacienda de San Juan de Chinameca el 10 de abril de 1919. Al arribar a la cita se encontró a las tropas de Guajardo listas para rendirle honores, y cuando comenzó a pasar frente a éstas, descargaron sus armas sobre el caudillo provocándole la muerte. Su sucesor, Gildardo Magaña, decidió pactar con el gobierno federal. A pesar del asesinato de varios líderes revolucionarios, Carranza no pudo pacificar totalmente al país; sólo logró disminuir la inestabilidad. Otra de las preocupaciones que tenía Carranza era el movimiento obrero. A pesar de los conceptos incorporados a la Constitución, los obreros se mostraban escépticos y hacían ver a las autoridades que mientras no se cristalizaran los beneficios que les otorgaba la Constitución, ellos seguirían luchando por mejorar sus condiciones de vida y trabajo. Los obreros de los textiles y el petróleo, así como los maestros, se lanzaron a la huelga

para exigir incrementos salariales, pero fueron reprimidos por el gobierno, y sus líderes fueron encarcelados. Carranza entendió la conveniencia de formar una organización obrera nacional que unificara a las organizaciones y que colaborara con el Estado. En 1917 se celebró el Segundo Congreso de Trabajadores en el que surgieron dos tendencias destacadas: la anarcosindicalista, que planteaba la necesidad de que los sindicatos y organizaciones obreras fueran independientes del gobierno, y la encabezada por Luis Napoleón Morones ( \), que propugnaba la vía del entendimiento entre gobierno y obreros. Tras la clausura del Congreso, quedó de manifiesto que los obreros apoyaban la segunda tendencia, lo que permitió que en 1918 se celebrara en Saltillo el Congreso Obrero Nacional, cuyo resultado fue la creación de la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), que propuso la unificación del movimiento obrero, que los obreros participaran directamente en los problemas nacionales, que controlaran la industria y que se mejoraran sus condiciones de trabajo y protección. Por su parte, los trabajadores de tendencia anarcosindicalista también formaron su organismo: la Confederación General de Trabajadores, la cual, por ser una confederación disidente, no contó con tanta suerte como la CROM y se convirtió en el blanco de la represión gubernamental. Desde la promulgación de la Constitución de 1917, el clero mostró una fuerte oposición contra la carta magna. La Iglesia criticaba los artículos 3o., 5o. (prohibición del establecimiento de órdenes monásticas) y 130. Para mejorar la situación, Carranza presentó al Congreso dos iniciativas de ley en 1918. La primera era para que hubiera mayor libertad de enseñanza en las escuelas católicas y la otra para revocar la prohibición de que los ministros extranjeros pudieran ejercer, que se quitara la limitación de sacerdotes por estado y que los ministros pudieran poseer bienes raíces. Ambas propuestas fueron rechazadas. Los partidos políticos fueron un elemento importante para la consolidación de las instituciones políticas en el México posrevolucionario. Si bien comenzaron a surgir muchas organizaciones políticas tras el triunfo del constitucionalismo, eran en realidad grupos que se reunían en torno a un caudillo o interés común y carecían de una visión amplia de la política nacional. Desde 1916, Álvaro Obregón y Benjamín Hill organizaron el Partido Liberal Constitucionalista para apoyar la candidatura de Carranza (aunque con el tiempo se convertiría en una rama del obregonismo). En 1917 surgió el Partido Nacional Cooperativista, cuya ideología se basaba en el principio de que el cooperativismo era la solución para mejorar la vida de los mexicanos. Los obreros cromistas comenzaron a participar en esta moda a partir de 1919 en el Partido Laborista Mexicano. Ese mismo año, gracias a la labor de los revolucionarios mexicanos y extranjeros, se creó el Partido Comunista Mexicano, que se proponía acabar con el capitalismo para establecer en el país la dictadura del proletariado y llegar al comunismo. En 1920 se fundó el Partido Nacional Agrario que retomaba las reivindicaciones agrarias del zapatismo. La aparición de tantos partidos puso de relieve el interés que tenía la sociedad por el proceso electoral de 1920, el primero de la era posrevolucionaria. Desde 1919 comenzó cierta agitación política por los preparativos de los comicios. El 1 de junio Álvaro Obregón lanzó su candidatura a la presidencia, y la acompañó con serios ataques al gobierno carrancista, al que criticaba de ser inmoral e incapaz de pacificar al país. Con ello, desató una lucha entre los dos caudillos más importantes de México. La respuesta de Carranza fue inmediata: decidió combatir el militarismo, encarnado por Obregón, postulando para presidente al ingeniero Ignacio Bonillas, un desconocido que para la mayoría de los mexicanos no era otra cosa que un títere de Carranza. A pesar de que su candidato no era del agrado de muchos, el jefe del constitucionalismo no estaba preocupado, pues creía contar con la adhesión de gran parte del ejército y de 16 gobernadores. Pero el general Pablo González decidió lanzar su candidatura a la presidencia, lo que significaba que una parte importante del ejército se iría con González y no apoyaría a Carranza. La situación empeoró cuando el presidente comenzó a tener problemas con el gobernador de Sonora, Adolfo de la Huerta, a raíz de que decretó en 1919 que las aguas del río Sonora pasaban a manos de la nación. De la Huerta brindó una gran ayuda a Obregón —era un obregonista incondicional— al declarar que la movilización de tropas federales a Sonora para

combatir a los yaquis era una clara violación a la soberanía del estado, por lo que en 1920 proclamó el Plan de Agua Prieta. El documento desconocía a Carranza como presidente de México por ser antidemocrático, gobernar para un partido y no para el país, haber violado la soberanía estatal y haber suspendido las garantías individuales. También proponía que una vez derrocado al gobierno, se convocara a elecciones generales. El levantamiento obregonista cundió por todo el territorio mexicano ya que tanto los militares como los civiles estaban en contra del civilismo carrancista. Así, cuando las tropas insurrectas estaban a punto de tomar la capital, Carranza, que había sido abandonado por gran parte de sus aliados, tomó la decisión de trasladar el gobierno a la ciudad de Veracruz e iniciar desde ahí la lucha contra los seguidores del Plan de Agua Prieta. Tras una salida precipitada y desorganizada, los carrancistas tomaron el tren rumbo a Veracruz, pero al enterarse de que los obregonistas ya los estaban esperando ahí, la comitiva presidencial bajó en el estado de Puebla para seguir a pie su camino. El 20 de mayo el presidente y sus hombres llegaron al pueblo de Tlaxcalantongo, en donde decidieron pasar la noche. A las tres de la mañana del día 21, varios hombres asaltaron el jacal donde dormía Carranza y lo asesinaron. Los historiadores aún no han podido aclarar en su totalidad este episodio, pues mientras algunos explican que la guardia puesta por el presidente fue la responsable del asesinato, otros dicen que fueron los insurrectos quienes lo hicieron y otros alegan que durante la balacera Carranza se suicidó. El 23 de mayo el cadáver fue enterrado en el cementerio de Dolores, al mismo tiempo que el Congreso de la Unión nombraba a Adolfo de la Huerta presidente provisional hasta el 30 de noviembre de 1920. En materia económica, los problemas que afrontó Carranza fueron la inestabilidad de la moneda y el crédito y el escaso desarrollo industrial. La crisis económica había obligado a los bancos a ampararse en su bandera extranjera a pesar de los perjuicios que generaban al país. Carranza les exigió que ajustaran sus reservas conforme a las leyes vigentes y ordenó la incautación de sus existencias en metálico. Para unificar la moneda, pues muchos revolucionarios habían impreso sus propios billetes, se pensó en crear el Banco Único de Emisión, pero como las circunstancias no eran propicias, el gobierno sólo logró establecer una Comisión Monetaria para solucionar los problemas del crédito y la moneda. Para estabilizar la moneda. Carranza ordenó que se adoptara el patrón oro, asignándole al peso un valor de 75 centigramos de oro. Con relación a la industria, en 1917 se realizó el primer Congreso de Industriales, que concluyó que las necesidades del proceso de industrialización eran el levantamiento de un censo industrial, la creación de un Banco de Industria y Comercio y la protección arancelaria. A pesar de la escasez de recursos, Carranza ayudó a la industrialización del país en forma indirecta, pues mandó reconstruir y ampliar las redes ferroviarias, construir nuevos caminos y estableció programas para incrementar el poder adquisitivo de la población. A pesar de los esfuerzos anteriores, para 1919 el déficit del gobierno había alcanzado los 722 millones de pesos. Esta situación orilló al presidente a ordenar un aumento en los impuestos de timbres, tabaco y alcohol y prohibió la exportación de granos. Aunque todas las propuestas no lograron sacar de la crisis a la economía nacional, por lo menos permitieron iniciar su estabilización, trabajo que sería aprovechado por los gobiernos posteriores. En cuanto a las relaciones exteriores, el gobierno carrancista mostró una postura diferente a la del porfiriato. Se preocupó por mostrar que la doctrina que regiría las relaciones de México con otros países se basaba en la noción de que todas las naciones eran iguales y debían respetar mutuamente sus leyes y soberanía; es decir, que ningún país tenía derecho a intervenir en los asuntos internos de otro. Esta política mostraba que el Gobierno mexicano no se dejaría intimidar por Estados Unidos. Cuando Carranza asumió la presidencia de México, uno de sus primeros actos a nivel exterior fue declarar a México país neutral en la Primera Guerra Mundial (' ' ), posición que provocó que el Gobierno estadounidense no otorgara su reconocimiento al Gobierno mexicano. Esta situación cambió gracias al telegrama Zimmermann, mediante el cual el Gobierno alemán invitaba a su similar mexicano a participar de su lado en el conflicto mundial; a cambio, los germanos prometían a México la devolución de Texas y de los territorios perdidos en la guerra de 1846-1848.

Carranza supo utilizar muy bien este telegrama para su beneficio, ya que nunca lo contestó y generó tanta incertidumbre en Estados Unidos, que éste decidió reconocerlo como presidente legítimo de México.

El fin que debía cumplir Adolfo de la Huerta como presidente interino era preparar el camino a Álvaro Obregón para que llegara al ejecutivo nacional. Esta meta se obtendría con la pacificación del país y con la convocatoria a elecciones a finales de 1920. Para pacificar al país, De la Huerta encargó a Calles la reducción de los efectivos militares, que pasaron de 200,000 a sólo 50,000; a los soldados licenciados se les dieron tierras y se les agrupó en colonias militares. También se crearon comedores y fábricas de ropa para los soldados para erradicar de una vez por todas a las famosas adelitas". Si bien con estas medidas se continuó con la labor de disciplinar al ejército federal, un factor que contribuyó a la pacificación del país fue la rendición de Villa. Desde 1916. el Centauro del Norte había perdido fuerza militar y para continuar con sus actividades revolucionarias optó por dividir a sus fuerzas en pequeñas guerrillas que, para entonces, no eran ni la sombra de lo que había sido el Ejército del Norte. Tras la muerte de Carranza, Villa decidió rendirse al gobierno delahuertista, a cambio de lo cual recibió la Hacienda de Canutillo, donde vivió hasta que fue asesinado en 1923. A pesar de los éxitos anteriores, de la Huerta tuvo que afrontar levantamientos provocados por su llegada al poder. El 30 de junio se levantó Carlos Osuna en Tamaulipas; el 2 de julio, José María Guajardo y, supuestamente, Pablo González en Monterrey; en esa misma fecha, Alberto Soria en Chiapas, y el 14 de julio Esteban Galván en Baja California. Todos estos levantamientos fueron combatidos y acabados mediante las armas y el diálogo. Ejemplo de ello fue el caso de Cantú, quien tras mantener escaramuzas insignificantes con Abelardo Rodríguez, representante del gobierno federal, pactó la paz con éste. Para el presidente, parte de la tarea pacificadora estaba ligada a la cuestión del reparto agrario, pues pensaba que si se dotaba de tierras a los líderes revolucionarios y a sus ejércitos, dejarían las armas. Por tanto, en junio promulgó la Ley de Tierras Ociosas, en la que se establecía que las tierras que no fueran explotadas por sus dueños serían repartidas. Otra medida tomada por de la Huerta fue intensificar la restitución de las tierras a sus dueños. Por su parte, los obreros gozaban de la libertad para organizarse y declararse en huelga, a diferencia de lo que había pasado en el carrancismo. Pero las huelgas molestaban al sector empresarial, situación que hizo ver a de la Huerta y a Obregón que era necesario encontrar un equilibrio entre capital y trabajo. Se debía contar con una organización obrera que diera una imagen radical y combativa pero que al mismo tiempo controlara a los trabajadores y apoyara al régimen. Éstos son los orígenes del corporativismo obrero en nuestro país. En materia de política exterior, la preocupación del ejecutivo era obtener el reconocimiento por parte de Estados Unidos. Para tal fin, se designaron representantes, ministros y agentes confidenciales que fueron enviados a ese país, Hispanoamérica y Europa. Fernando Iglesias Calderón fue nombrado embajador confidencial de México en Estados Unidos y logró que las autoridades, que desconocían a los revolucionarios de Agua Prieta, otorgaran el reconocimiento, pero bajo las siguientes condiciones: -

Que se protegieran las propiedades y vidas de los estadounidenses residentes en México. Que se propagaran las indemnizaciones por daños sufridos durante la Revolución. Que se derogaran las leyes carrancistas que afectaban los intereses de Estados Unidos.

Sin embargo, Adolfo de la Huerta rechazó estas condiciones por ser denigrantes para México, pero mostró deseos de continuar las negociaciones bajo otros términos. En octubre, el presidente Wilson envió a un diplomático a nuestro país para proponerle al presidente cuatro puntos para otorgar el reconocimiento: Legalidad en las elecciones. Reconocer y pagar las obligaciones contraídas por México a nivel internacional. Garantizar la vida e intereses de los extranjeros. Montar una campaña contra los bolcheviques. El ejecutivo volvió a rechazar las nuevas condiciones, ahora porque atentaban contra la soberanía nacional, ya que cumplirlas significaría permitir al Gobierno estadounidense interferir en los asuntos internos mexicanos. También cabe pensar que en octubre de 1920 la cuestión del reconocimiento ya no preocupaba a de la Huerta, pues su gobierno estaba llegando a su fin. Desde el inicio del gobierno delahuertista, Obregón emprendió una campaña que más bien era una farsa, pues era de todos conocido que el caudillo triunfaría en el proceso electoral. No obstante, logró moverse lo bastante bien para obtener el apoyo de los partidos Nacional Cooperativista, Laborista Mexicano y Agrarista Mexicano, con lo cual se ganó el respaldo de obreros y campesinos. El 5 de septiembre se celebró el proceso electoral que daría a Obregón el 95 por ciento de los sufragios, mientras que su único opositor, Alfredo Robles Domínguez, tuvo que conformarse con el cinco por ciento restante.

Una vez en la presidencia. Álvaro Obregón puso manos a la obra para la creación de un Estado fuerte. Para llevar a la práctica este proyecto debía acabar con la atomización del poder por medio de pequeñas unidades autónomas que impedían su centralización. La lucha armada de 1913-1917 había originado una anarquía que causó la aparición y la consolidación de poderes militares locales que difícilmente se dejarían someter por el centro. Así, Obregón tuvo que tomar las siguientes medidas: en principio, frente a un ejército federal indisciplinado y desorganizado en el que los caudillos eran los que mandaban, se dedicó a reorganizarlo para que fuera fiel a las instituciones políticas y ayudara en la lucha contra el caciquismo. Para ello, licenció al 50 por ciento de los militares, continuó creando colonias en las que los soldados podían adquirir tierras para la labranza, así como semillas y tractores a buenos precios, y comenzó a dar preparación técnica a los militares para fomentar su lealtad a los institutos armados y no hacia sus jefes. Con relación a los obreros y campesinos, Obregón hizo mejorar a sus organizaciones no sólo para contar con ellas, sino también para controlarlas conforme a los intereses del Estado. En materia obrera, el presidente concedió todo su apoyo a los trabajadores de la CROM e intervino en los conflictos laborales que se presentaron; en compensación, Luis N. Morones —líder cromista— también dio todo su respaldo al gobierno. Por otra parte, las organizaciones obreras independientes fueron víctimas de la represión del gobierno. Para las autoridades, la insurgencia sindical atentaba contra su proyecto de centralización del poder; en cambio, para los sindicatos autónomos, el gobierno mexicano era un enemigo al que debía combatir. Las huelgas más importantes y violentas de la época se organizaron en Veracruz, aunque fue la de los inquilinos de habitaciones la que más destacó, pues era apoyada por los obreros y casi el resto de la población del puerto. La huelga fue reprimida por el ejército y Obregón justificó la acción afirmando que el uso de la fuerza era necesario para "otorgar a la sociedad las garantías que justamente reclama". En lo tocante a los campesinos, tras la muerte de Zapata muchos decidieron unirse al Partido Nacional Agrarista y apoyar a Obregón, con la esperanza de que se les otorgaran tierras o se les restituyeran las que les habían sido arrebatadas. Obregón quería dotar de tierras a los campesinos, pero no deseaba enemistarse con los latifundistas, así que tomó una decisión

salomónica: las tierras que no fueran explotadas por los latifundistas se repartirían entre los despojados. Obregón deseaba crear pequeños propietarios para que los agricultores se responsabilizaran de sus tierras e incrementaran su productividad, pero tuvo que ceder al reclamo popular del ejido como forma de tenencia de la tierra; ejemplo de ello fue la Ley de Ejidos, en la que se especificaba que para que un pueblo tuviera derecho a recibir un ejido, tenía que contar con más de 50 jefes de familia. Otros logros del gobierno obregonista en materia agraria fueron la elaboración de leyes relacionadas con la organización de las autoridades agrarias, la creación de la Procuraduría de Pueblos y el inicio de las obras para crear pequeños sistemas de regadío ( ) . Como había sucedido con sus antecesores, cuando Obregón asumió la presidencia se encontró con que la situación de la economía nacional era pésima, básicamente porque no existían créditos internos ni externos que reactivaran la economía, además de que el sistema fiscal se hallaba desarticulado. Para solucionar el primer problema, el 31 de enero de 1921 decretó la liquidación y devolución de los bancos incautados por Carranza, pero también reglamentó su funcionamiento conforme a los intereses del Estado, como lo muestran la Ley de los Bancos Refaccionarios, la Ley General de Instituciones de Crédito y Establecimientos Bancarios y la creación de la Comisión Nacional Bancaria, encargada de vigilar que los bancos cumplieran con las reglamentaciones. Obregón también se preocupó por el pago de la deuda externa para poder obtener nuevos empréstitos. Tras varias negociaciones con el Comité Internacional de Banqueros, en 1922 se firmó el Convenio de la Huerta-Lamont, en el que se establecía el que el Gobierno mexicano reanudaría el pago de su deuda externa destinando las percepciones del impuesto sobre el petróleo. A pesar de las buenas intenciones, en 1923 el gobierno no pudo seguir pagando y tuvo que suspender el servicio de la deuda. Desde 1921 se hicieron esfuerzos para reorganizar el sistema fiscal mexicano con la finalidad de establecer un sistema tributario con sentido social. Ese mismo año se hizo una reforma fiscal significativa, pues se decidió gravar proporcionalmente con un mayor impuesto a las clases que obtuvieran mayores ganancias; esta reforma fue el antecedente inmediato del actual Impuesto Sobre la Renta. En materia educativa y cultural, durante el cuatrienio obregonista destacó la labor de José Vasconcelos ( ). Éste deseaba masificar la educación en el país para sacar de la marginación a los indios y elevar el nivel de vida de los campesinos y de los obreros mexicanos. También coincidía con Obregón en que esta educación daría continuidad a los ideales de la Revolución y fomentaría un nacionalismo que trajera la unidad cultural mexicana. Con la fundación de la Secretaría de Educación Pública, Vasconcelos dio marcha a este proyecto estableciendo una campaña masiva de alfabetización mediante las famosas misiones culturales en las que los participantes aprendían las lenguas indígenas para enseñar la cultura y los valores occidentales. También se multiplicaron las escuelas elementales, mientras que la enseñanza media se dividió en educación secundaria y preparatoria. Se crearon más bibliotecas públicas 2 y se editaron obras clásicas para complementar el proceso educativo. Esta labor contó con el apoyo de pintores, escritores, músicos y arquitectos, los cuales también salieron beneficiados, como veremos más adelante. Un problema constante para Obregón fue su reconocimiento como presidente legal de México por parte del Gobierno de Estados Unidos, que se negaba a otorgárselo por haber sido partícipe de una revuelta (la de Agua Prieta) que culminó con el asesinato de Venustiano Carranza, presidente constitucional del país. En realidad, los estadounidenses utilizaron esta situación irregular, que podría justificar otra invasión a México, para presionar a Obregón y obtener privilegios en México. Entre 1921 y 1922 se entablaron pláticas informales entre ambas naciones, las cuales culminaron con la firma de un Tratado de Amistad y Comercio que era muy desventajoso para México, por lo que el gobierno terminó rechazándolo. Un año más tarde, en 1923, se creó una comisión mixta encargada de estudiar las reclamaciones de los ciudadanos estadounidenses afectados por la Revolución, y

meses después se firmaron los Tratados de Bucareli, en los que se ponían ciertas condiciones para otorgar el reconocimiento al gobierno de Álvaro Obregón y a los gobiernos mexicanos posteriores: 1, No se afectarían los intereses de las compañías estadounidenses que explotaran el petróleo en México. :1, El Gobierno mexicano se comprometía a compensar los daños sufridos por los ciudadanos de aquel país en nuestro territorio entre 1862 y 1917. El artículo 27 constitucional no sería retroactivo, de tal forma que no se verían afectados los propietarios estadounidenses que hubieran adquirido tierras, minas o pozos petroleros antes de 1917. La cuestión del reconocimiento de Estados Unidos benefició a México pues obligó a sus autoridades a buscar el apoyo europeo. En 1923 se realizaron reuniones con los representantes de los Gobiernos español, francés, belga, alemán, inglés e italiano para dar solución de una vez por todas a los reclamos que presentaron por los daños causados a sus ciudadanos durante la lucha armada. Desde 1923 comenzó la inquietud en el país por saber quién iba a ser el candidato para el periodo presidencial 1924-1928. Dos eran los nombres que más sonaban para el cargo: Adolfo de la Huerta, secretario de Hacienda, y Plutarco Elías Calles, secretario de Gobernación ( ' .2). Cuando estos rumores comenzaron a adquirir fuerza, de la Huerta manifestó que no era su intención participar en las elecciones presidenciales, pues sabía que Calles gozaba del apoyo de Obregón y que al final sería impuesto por éste. Cuando se hizo pública la postulación de Calles al ejecutivo, muchos militares quedaron inconformes con la decisión y comenzaron a presionar a de la Huerta para que se postulara. El 23 de septiembre de 1923, tres semanas después de que Calles renunciara a la secretaría de Gobernación, De la Huerta renunció a la Secretaría de Hacienda pero no hizo públicas sus aspiraciones electorales. Como el ex presidente se estaba convirtiendo en un peligro para los planes de Obregón, se le acusó de haber hecho un desfalco al erario en su gestión como secretario de Hacienda, a lo que de la Huerta respondió presentando un informe al Senado y aceptando su postulación a la presidencia. Acto seguido, marchó a Veracruz, en donde se declaró en franca rebeldía contra el gobierno y expidió un manifiesto en el que acusaba a Obregón de violar la soberanía de los estados, someter al poder legislativo, intentar asesinar a diputados y querer seguir gobernando al país por medio de Calles. El movimiento delahuertista comenzó a expandirse por todo el territorio nacional, pues contaba con el apoyo del pueblo y de militares de la talla de Manuel M. Diéguez y Antonio I. Villarreal. Gran parte del éxito del movimiento se debió a los postulados que enarbolaba: reglamentación del artículo 123 constitucional, dotación de ejidos para los pueblos, establecimiento de instituciones de crédito agrícola, abolición de la pena de muerte y otorgamiento del sufragio femenino. Obregón se encargó de dirigir la campaña en contra del movimiento gracias al apoyo económico y armamentístico dado por Estados Unidos, a la ayuda de generales tan competentes como Juan Andrew (o Andreu) Almazán, Joaquín Amaro y Plutarco Elías Calles y a la desorganización que imperaba entre los alzados. Cuando la rebelión fue sofocada, los generales que no pudieron escapar (Adolfo de la Huerta huyó a Estados Unidos) fueron fusilados para advertir lo que sucedería con quienes se levantaran en contra del gobierno. El 10 de julio de 1924 se celebraron las elecciones y el general Plutarco Elías Calles resultó electo presidente del país para el periodo 1924-1928. tres

Por tratarse de un miembro del grupo Sonora y ser amigo de Obregón, Plutarco Elías Calles continuó con el proyecto obregonista de elegir un Estado fuerte, centralizador y con mucha injerencia legal en cuestiones tan delicadas e importantes como la economía, las relaciones entre obreros y patrones, la propiedad de la tierra y la Iglesia. Calles se veía como el hombre destinado a cristalizar el ideal revolucionario y no tardó en poner manos a la obra.

En principio, Calles reconocía que aunque sus antecesores habían realizado varias reformas en el ejército, éste seguía siendo un factor importante de inestabilidad que iba en contra de la consolidación del Estado mexicano. En consecuencia, comisionó al secretario de Guerra, Joaquín Amaro, para que impusiera el orden y la lealtad entre sus miembros, lo cual era bastante difícil si se toma en consideración que los soldados estaban mal alimentados y mal pagados por la falta de recursos del gobierno, y que la mayoría de ellos había sido enlistada por medio de la leva. A pesar de ello, Amaro puso en práctica cuatro medidas que resultarían muy eficaces: ordenó la reapertura del Colegio Militar (cerrado en 1914); creó un programa destinado a la profesionalización de la oficialía; expulsó a aquellos elementos que se sospechaba podrían organizar levantamientos armados y dividió al país en 33 jefaturas militares y ordenó que los responsables de ellas fueran cambiados cada seis meses para evitar que establecieran alianzas personales o lealtades con otros oficiales. Otro aspecto que combatió Calles durante su presidencia fue el caciquismo, pues los caciques eran vistos como jefes subversivos en potencia que ponían en peligro la armonía del país, ya que manipulaban el reparto agrario y las elecciones según sus intereses. Calles recurrió a los mismos métodos utilizados por Díaz para someterlos: comprarlos o matarlos. Algunos caciques decidieron entrar en el juego callista y apoyar a los candidatos y decisiones tomadas en el centro a cambio de prebendas económicas y políticas; sin embargo, otros se negaron a someterse e intentaron continuar con su autonomía —especialmente durante la guerra cristera — , como sucedió en Aguascalientes, Durango, Coahuila, Chihuahua, Morelos, Colima y Oaxaca. Así, el problema del caciquismo perduraría durante todo el gobierno callista. Otra preocupación que compartió Calles con Obregón fue el control del movimiento obrero. El gobierno contó con la colaboración del líder cromista Luis N. Morones, quien desde la secretaría de Industria y Comercio se encargó de estrechar la alianza entre el gobierno y los obreros, lo que dio como resultado una considerable disminución de los movimientos huelguísticos entre 1924 y 1928, así como un debilitamiento notorio del sindicalismo independiente. El mayor obstáculo que tuvo que afrontar "el turco" (como también se le conocía a Calles) en su afán por consolidar un Estado fuerte y omnipresente, fue la Iglesia. A lo largo de los regímenes revolucionarios, las relaciones entre la Iglesia y el Estado no habían sido cordiales, y en el presente cuatrienio se desgastaron a tal grado que entre 1926 y 1929 se suscitó un conflicto armado al que se le conoce como "la guerra cristera" o "Cristiada" °). Se llamaba cristeros a los que peleaban en contra del Estado y en favor de

la Iglesia; a pesar de ello, los cristeros no formaban una agrupación homogénea, sino que había una clara diferenciación entre los líderes —muchos de ellos de clase media y alta — y la tropa —compuesta en su mayoría de campesinos y gente humilde —. El movimiento cristero no pasó de ser regional, localizado en el Bajío, Michoacán. Jalisco, Colima, partes de Zacatecas, Durango, Guerrero y Oaxaca. Una obsesión que compartían el clero y los católicos de México era levantar un santuario dedicado a Cristo Rey en el centro geográfico del país, el cerro del Cubilete (Guanajuato). En enero de 1923 se celebró la colocación de la primera piedra de dicho santuario, lo cual fue interpretado por el gobierno de Obregón como un desafío a la autoridad y a la Constitución, y fue castigado con la expulsión del delegado apostólico Ernesto Philipi, medida pensada para que el sacerdocio nacional se amedrentara y se sometiera a la voluntad estatal. Cuando Calles asumió la presidencia, las relaciones empeoraron, ya que el ejecutivo aplicó con rigor el artículo 130 constitucional y expulsó del país a un número considerable de sacerdotes extranjeros pero, a la vez, en un afán por crear una Iglesia católica mexicana dependiente del Estado, el 22 de febrero de 1925 fundó en la Ciudad de México la Iglesia Cismática Mexicana, encabezada por el ex sacerdote católico Joaquín Pérez, mejor conocido como el Patriarca Pérez. La reacción de los católicos no se hizo esperar; varios miembros del episcopado mexicano, de los Caballeros de Colón. de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM) y muchos creyentes salieron a las calles de la capital para expresar su descontento. Como era de esperarse, las manifestaciones fueron reprimidas por la policía. Algunos estados de la federación también se sumaron al anticlericalismo callista, destacando especialmente el caso de Tabasco, donde su gobernador —Tomás Garrido Canabal— exigía a los sacerdotes que se casaran para que pudieran oficiar. Este ambiente anticlerical que iba tomando fuerza rápidamente orilló a que algunos laicos importantes. como Miguel Palomar y Vizcarra, René Capistrán Garza y Rafael Ceniceros y Villarreal, fundaran la Liga Defensora de la Libertad Religiosa, cuyo objetivo primordial era "detener al enemigo y reconquistar la libertad religiosa y las demás libertades que dimanan de ella También se exigía que el gobierno no pudiera legislar en materia religiosa y que fuera derogada de la Constitución la libertad de enseñanza, así como todos aquellos artículos que atentaran contra el libre ejercicio del culto católico. Paralelamente, el episcopado creó un comité para negociar con el gobierno todo lo referente a la modificación de las leyes que sometían a la Iglesia a la tutela del Estado. En febrero de 1926, el arzobispo de México. Rafael Mora y del Río, fue encarcelado por haber criticado los artículos 3o., 5o., 27 y 130 de la Constitución, y tres meses después sucedió lo mismo con el obispo de Huejutla por haber publicado una carta en la que afirmaba que los males del país se habían originado en el jacobinismo revolucionario. El ejecutivo mandó reformar el Código Penal para imponer sanciones más severas contra aquellos que infringieran los artículos 3o., 5o., 21, 27 y 130 constitucionales y promulgó la famosa Ley Calles, que limitaba el número de sacerdotes a uno por cada 6000 habitantes y ordenaba que se registraran en oficinas estatales para que recibieran una licencia del gobierno. Los miembros de la Liga iniciaron un boicot contra el gobierno (dejaron de pagar impuestos, comenzaron a consumir el mínimo de productos estatales) en una especie de lucha sin violencia; sin embargo, el Episcopado mexicano reaccionó más violentamente, pues el 31 de julio de 1926 los miembros del Comité Episcopal decidieron declarar la suspensión de cultos en todo el país como medida para presionar al gobierno, el cual respondió con la aprehensión y expulsión de los dirigentes y propagandistas más importantes del comité. Fue en este momento cuando estalló el conflicto armado. De manera espontánea surgió en la Liga un comité de guerra encabezado por René Capistrán Garza, que rápidamente se ramificó por Zacatecas, Jalisco, Colima, partes de Nayarit, Michoacán, Querétaro y Guanajuato. Capistrán Garza era consciente de que a pesar de que el improvisado ejército cristero contaba con el apoyo de los católicos ricos, era necesario que tuviera un liderazgo fuerte. En virtud de ello, se encaminó a Estados

Unidos para entrevistarse con Enrique Estrada, enemigo declarado del gobierno callista, para ofrecerle la dirección del movimiento; éste aceptó, pero no pudo asumir ya que fue detenido por las autoridades estadounidenses cuando se dirigía a México. Mientras esto sucedía, en México algunos militares federales se pasaban al bando cristero, aportando armas y su experiencia militar a la causa. Sin embargo, fue hasta 1928 cuando los cristeros lograron tener entre sus filas a un general en jefe: Enrique Gorostiza, cuyo principal objetivo era que se pusiera de nuevo en vigencia la Constitución de 1857, pero sin incluir las Leyes de Reforma. Ese mismo año, tras la muerte del arzobispo Rafael Mora y del Río, comenzó a imperar en el episcopado una postura moderada, encabezada por el obispo de Tabasco, Pascual Díaz, que dejaba la responsabilidad de la lucha armada única y exclusivamente en manos de la Liga y mostraba interés en buscar un acercamiento con el gobierno para dar fin al conflicto. Calles, que se encontraba en los últimos días de su gobierno, también deseaba finalizar con esta situación pero no quería entrar en contacto directo con las autoridades religiosas. En materia económica, uno de los principales objetivos del callismo fue sanear la hacienda pública a fin de impulsar el desarrollo económico necesario para el fortalecimiento del Estado. El encargado de esta labor fue Alberto J. Pani, quien desde el principio tomó una serie de medidas drásticas para mejorar las finanzas públicas. Redujo los sueldos y restringió los gastos de todas las dependencias estatales, canceló subsidios, disminuyó las importaciones, redujo los gastos en educación y beneficencia, creó el Impuesto Sobre la Renta, reanudó el pago de la deuda con Estados Unidos en condiciones más favorables y reformó el método de contabilidad nacional y de presupuestos. Con todas estas medidas, Pani logró reducir el déficit presupuestario, pero no lo suficiente, ya que tras su salida de la Secretaría de Hacienda Pública, en 1927, hubo que declarar la suspensión de pagos de la deuda externa nacional. Un logro económico destacado del callismo fue la reorganización del sistema bancario mexicano. En enero de 1925 se decretó una nueva legislación bancaria que establecía la creación de un Banco Único de Emisión, el cual se encargaría de regular la circulación monetaria en el país, las tasas de interés, el cambio de divisas, uniformar el trabajo de la banca privada, etc. A este nuevo banco se le llamaría el Banco de México. Su fundación también permitió al gobierno contar con algunos recursos necesarios para el desarrollo de obras de infraestructura. Para tal fin, se fundó en 1926 la Comisión Nacional de Irrigación, organismo que se encargó de construir presas en Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila, Durango, Aguascalientes y Michoacán, a fin de aumentar la cantidad de las tierras cultivables en zonas poco fértiles para ser repartidas entre pequeños propietarios. Con relación a los medios de comunicación, Calles pensó en ellos como medio para integrar el territorio nacional y favorecer la penetración del Estado en todos los rincones del país. Por consiguiente, ordenó la rehabilitación y la reestructuración de los ferrocarriles, así como su concesión a la iniciativa privada. En cuanto a las carreteras, su régimen se dedicó a incrementarlas para que existiera una competencia sana con los ferrocarriles, se fomentara el turismo nacional y se favoreciera el desarrollo de la incipiente industria automotriz. De esta forma, entre 1924 y 1928 se iniciaron las obras de las carreteras México-Pachuca, México-Puebla y México-Acapulco. Un aspecto económico muy importante del sexenio callista fue el campo. Calles veía el problema agrario de manera integral; para él, las dificultades del campo tenían un carácter técnico y económico que superaba por mucho la mera cuestión del reparto agrario. Al igual que Obregón, quería crear una gran masa de pequeños propietarios; pero a diferencia de su antecesor, no veía con malos ojos los ejidos, pues eran un medio de parcelar los latifundios y una etapa de transición hacia la pequeña propiedad. Su preocupación por la cuestión agraria lo llevó a promulgar una gran variedad de leyes agrarias, de entre las cuales destacaron la Ley Fraga, que restituía las tierras ejidales con la condición de que fueran trabajadas individualmente; la Ley Bassols, que reglamentaba el artículo 27 constitucional en lo referente a las dotaciones y restituciones de tierras y aguas, para dotar a los campesinos que habitaban poblados sin tierras de cultivo, y la Ley Agraria de Terrenos

Extranjeros, que decretaba que los extranjeros no podrían poseer tierras a menos de 50 kilómetros de la costa y 100 kilómetros de la frontera. Además daba un plazo de 10 años para que las compañías extranjeras se deshicieran de sus tierras. A pesar de la concepción integral que tenía Calles del problema en el campo, la cuestión agraria no mejoró, debido a que los sistemas de regadío sólo beneficiaron a los grandes y medianos propietarios del norte del país; los latifundios de extranjeros casi no fueron afectados y, por presiones de Estados Unidos, se frenó el reparto agrario a partir de 1927. El tema del petróleo fue otro aspecto en el que Calles intentó hacer evidente su nacionalismo económico. Emitió la Ley del Petróleo, que exigía a las compañías extranjeras que solicitaran concesiones confirmatorias, una especie de permiso para la explotación del petróleo que se otorgaría por 50 años a los pozos adquiridos antes del 1 de mayo de 1917. También decía que si para el 1 de enero de 1927 dichas compañías no habían acatado tal disposición, o no habían explotado los pozos que tenían, perderían sus derechos. En 1927, el gobierno callista tuvo que dar marcha atrás por las presiones de Estados Unidos, que no estaba dispuesto a que sus petroleros fueran molestados o afectados. En materia de relaciones exteriores, el gobierno callista tuvo algunas fricciones con Estados Unidos, que deseaba que el artículo 27 constitucional no fuera retroactivo. Otro factor que también influyó en el enfriamiento de las relaciones entre ambos países fue el establecimiento de relaciones diplomáticas entre México y la Unión Soviética. Fue tal la tensión diplomática en 1927, que Calles pensó que era factible que Estados Unidos invadiera el país, así que dio la orden de que, si así ocurría, se procediera a incendiar los pozos petroleros de la Huasteca. Ese mismo año, el gobierno estadounidense quiso mejorar sus relaciones con nuestro país y sustituyó a su embajador, James Sheffield, por Dwight Morrow, quien manejó la cuestión diplomática de otra manera, pues se dedicó a cultivar la amistad de Calles y logró que diera marcha atrás en la reglamentación del artículo 27 constitucional, de modo que no fue retroactivo y permitió las concesiones petroleras confirmatorias por tiempo ilimitado. Un fenómeno político interesante a finales del gobierno de Plutarco Elías Calles fue la sucesión presidencial. A pesar de que Obregón se encontraba dedicado a la agricultura en su hacienda, seguía siendo una figura política destacada. En 1927 decidió regresar a la política para "combatir el clima contrarrevolucionario" originado por la guerra cristera. Según Obregón, era necesario que él ocupara por segunda vez la silla presidencial. La ley impedía la reelección del poder ejecutivo, pero el sonorense consiguió que la xxxn Legislatura reformara la Constitución para que se aceptara la reelección, siempre y cuando no fuera para el periodo inmediato. Este cambio fue rechazado por muchos políticos, ya que era una violación a uno de las banderas más importantes de la Revolución: la no reelección. Por eso los generales Francisco Serrano ( ) y Arnulfo R. Gómez optaron por la rebelión y postularon sus candidaturas presidenciales para impedir los planes obregonistas. Los partidarios de Serrano pensaban que una forma para asegurar el triunfo de su candidato era asesinar a los generales Calles. Obregón y Amaro: sin embargo, alguien traicionó a los conspiradores notificando a las autoridades de lo que se tramaba. El 1 de octubre de 1927, las autoridades aprehendieron a Serrano y sus acompañantes en la ciudad de Cuernavaca, y los asesinaron en el poblado de Huitzilac (Morelos) cuando los trasladaban a la Ciudad de México. Tres días después, el general Gómez y sus hombres fueron atrapados y fusilados en Teocelo (Veracruz). Con todo, algunos sectores sociales seguían mostrando su malestar frente al reeleccionismo, entre ellos los católicos. El 13 de noviembre, un coche en marcha lanzó una bomba al automóvil de Obregón cuando se encontraba en Chapultepec. Las pesquisas de la policía mostraron que los terroristas eran Luis Segura Vilchis, Humberto Pro Juárez y Miguel Agustín Pro Juárez, S. J., todos miembros de la Liga Defensora de la Libertad Religiosa. Los terroristas fueron aprehendidos rápidamente y ajusticiados sin un juicio previo. El 2 de julio de 1928, gracias a la colaboración del gobierno, Obregón triunfó en las urnas y fue reconocido como presidente electo para el periodo 1928-1932. Pero el 17 de julio, mientras celebraba su triunfo en el restaurante La Bombilla, fue asesinado por el

dibujante León Toral, un fanático religioso que había sido convencido por la abadesa Concepción Acevedo, mejor conocida como la "madre Conchita , para llevar a cabo el crimen. Ambos fueron procesados y condenados, Toral a la pena capital y la "madre Conchita"a 20 años de cárcel. El asesinato de Obregón tuvo repercusiones importantes, pues marcó una escisión en el grupo en el poder ya que los obregonistas radicales comenzaron a acusar a Calles de no querer compartir el poder y de ser el autor intelectual del crimen. En respuesta. Calles manifestó en su último informe presidencial que la misma circunstancia de que quizá por primera vez en su historia se enfrenta México con una situación en la que la nota dominante es la falta de caudillos, debe permitirnos, va a permitirnos, orientar definitivamente la política del país por rumbos de una verdadera vida institucional, procurando pasar, de una vez por todas. de la condición histórica de 'país de un hombre' a la de 'nación de instituciones y leyes'". 4 Sin embargo, aún subsistía un caudillo revolucionario: el mismo Calles, a quien, a partir de ese momento, la prensa comenzaría a llamar - el jefe máximo de la Revolución Mexicana". -

Se conoce con el nombre de maximato a la época en la que la política mexicana fue dirigida por el jefe máximo de la Revolución Mexicana, Plutarco Elías Calles. Calles no podía ocupar la presidencia en el periodo inmediatamente posterior al suyo, pero tampoco quería reelegirse tras el asesinato de Obregón. En cambio, pensó que sería conveniente gobernar el país por medio de los presidentes impuestos por él. ). CaEmilio Portes Gil fue el primer presidente provisional del maximato ( Iles lo eligió porque era un hombre ligado a los intereses obregonistas y callistas, un político connotado pero dócil que ayudaría a acallar los rumores de levantamientos militares. En materia de política interior. Portes Gil se dedicó a trabajar sobre el proyecto callista de consolidación del Estado revolucionario y de desarrollo de la economía capitalista. Apoyó a Calles cuando éste dio inicio a la formación de un nuevo partido político para conjuntar y disciplinar a la mayor cantidad de elementos revolucionarios, y también para organizar los procesos electorales que hasta ese momento se habían caracterizado por el desorden y las irregularidades. En diciembre de 1928 se fundó el Partido Nacional Revolucionario

(PNR), se nombró a Calles como su presidente y se dio la orden de que todos los funcionarios públicos cedieran al partido siete días de sueldo al año y que fueran incorporados al nuevo organismo. En cuanto a sus bases, los miembros del PNR reconocían en los obreros y en los campesinos el factor más importante de la sociedad y. por ello, el partido era el verdadero representante de sus intereses. Sin embargo, también estaba ideado para controlar a esos sectores sociales, ya que "los revolucionarios que habían subido a nuevas posiciones sociales, económicas y políticas con la revolución, debían estabilizarla para que no los devorara una posible radicalización extremista [ ...]"." A pesar de que la presidencia portesgilista ayudó a disminuir la agitación política en México, no estuvo exenta de problemas que se resolvieron por la colaboración entre Calles y Portes Gil. En diciembre de 1928. la CROM celebró su IX Convención, en la que Luis N. Morones acusó al presidente de ser el promotor de las persecuciones sufridas por la Confederación. Los problemas entre Morones y Portes Gil venían de tiempo atrás, cuando el segundo era gobernador de Tamaulipas y obstaculizó la penetración de la CROM en su estado. A pesar de que Calles intentó mediar en el asunto, Morones radicalizó más su postura y obligó a los delegados cromistas a que abandonaran la Convención Obrero-Patronal y que aquellos que tuvieran puestos en el gobierno renunciaran. Ante el éxodo cromista, la mayoría de los diputados, senadores y gobernadores mostraron su adhesión al presidente; de hecho, quien resultó perdiendo fue la CROM, ya que "El paso a la oposición privó a la CROM de sus fuentes de ingresos y [...1 las dificultades económicas limitaron enormemente sus posibilidades de acción .' Otro problema al que tuvo que hacer frente Portes Gil fue el movimiento escobarista. El 3 de marzo de 1929 estalló un levantamiento armado dirigido por Gonzalo Escobar, entre otros, en Veracruz, Sonora, Durango, Chihuahua y Nuevo León. Con el Plan de Hermosillo, los levantados desconocían a Emilio Portes Gil como presidente del país. así como a todas las autoridades que no se adhirieran; también invitaban al pueblo a secundar el levantamiento y proponían al licenciado Gilberto Valenzuela como su candidato presidencial. El presidente nombró a Calles secretario de Guerra y Marina para que detuviera a los levantados, y éste los aprehendió, exilió o fusiló en tres meses. En materia religiosa, correspondió a Portes Gil dar solución al conflicto cristero. En 1929, la Iglesia y el Estado aceptaron que mediara Dwight Morrow en el conflicto, y con sus gestiones se llegó a un acuerdo conocido como Los Arreglos de 1929 o Modus Vivendi, un convenio por el que la Iglesia se comprometía a no intervenir en materia política, a cambio de lo cual el Estado sería más tolerante en la aplicación de la legislación religiosa. En ese mismo año, el presidente tuvo que afrontar problemas con los estudiantes de la Universidad Nacional de México. Los estudiantes de la Escuela Nacional de Jurisprudencia y Ciencias Sociales se opusieron al nuevo reglamento de exámenes ordenado por la rectoría. El problema cobró fuerza cuando varias escuelas y facultades se fueron a la huelga. Portes Gil decidió mediar en el conflicto y pidió a los alumnos que le entregaran un pliego petitorio. Eran 10 las demandas estudiantiles: las cinco primeras exigían la renuncia y sustitución de autoridades de la Secretaría de Educación Pública, del gobierno, de la policía y de la Universidad Nacional, mientras que las cinco restantes exigían la reestructuración del Consejo Universitario y de la forma de manejarse de las facultades y escuelas dependientes de la Universidad. El conflicto se solucionó en julio de ese mismo año, cuando el ejecutivo concedió la autonomía universitaria (que se encontraba limitada por la intervención presidencial). Así nació la Universidad Nacional Autónoma de México. A finales de 1928 inició la agitación política en México como consecuencia de las especulaciones sobre quién iba a ser el candidato "oficial" a la presidencia en las elecciones generales de 1930. Para muchos, el elegido sería Aarón Sáenz, gobernador de Nuevo León, pues era un destacado obregonista que gozaba del favor de Calles y del apoyo de muchas organizaciones populares. Sin embargo, Pascual Ortiz Rubio, embajador de México -

en Brasil, fue llamado de regreso a México por el -jefe máximo" para que fuera el candidato presidencial del PNR, pero desconocía lo que pasaba en México y no tenía detrás un grupo político que lo apoyara. No obstante, en marzo de 1929 el partido lo eligió como su candidato presidencial. Su mayor opositor fue José Vasconcelos, quien había logrado reunir a la mayoría de los revolucionarios de 1910 y de la oposición antigubernamental en el Partido Nacional Antirreeleccionista. A pesar de que contaba con el apoyo de revolucionarios, la clase media, los estudiantes, intelectuales y empresarios, Vasconcelos carecía de un programa social transformador, pues su discurso giraba en torno de la renovación ética del país, pero no especificaba cómo conseguirla. La campaña vasconcelista inició en Estados Unidos y pasó rápidamente a México, en donde tuvo algunos problemas (encarcelamientos injustificados, desaparición de partidarios) en su mayoría planeados por el gobierno. Tras un proceso electoral en el que los fraudes y los asesinatos fueron la constante, se declaró a Pascual Ortiz Rubio presidente electo de México para el periodo 19301934. En diciembre, Vasconcelos emitió el Plan de Guaymas, en el que incitaba al pueblo a levantarse en armas, se declaraba como la única autoridad legítima y desconocía al nuevo ejecutivo y a las autoridades que le fueran fieles. Nadie secundó el plan, y a Vasconcelos no le quedó otra opción que exiliarse en Estados Unidos. En la Ciudad de México circulaban rumores de que el día que Ortiz Rubio tomara posesión de su cargo, sufriría un atentado. En consecuencia, se extremaron las precauciones, principalmente en el camino entre el Palacio Nacional y el Estadio Nacional, lugar donde se celebraría el acto. Cuando regresaba a Palacio Nacional, un vasconcelista agredió al presidente y a su familia. Aunque no hubo daños, el hecho obligó a las autoridades a extremar las precauciones e hizo que Ortiz Rubio no quisiera salir del Castillo de Chapultepec' en dos meses. A diferencia de su antecesor, Pascual Ortiz Rubio creyó que en verdad sería un presidente autónomo de Calles e intentó actuar así. De los pocos logros que tuvo se encuentra la promulgación de la Doctrina Estrada, que definía la posición de México en relación con el reconocimiento de gobiernos de otros países bajo el principio de la no intervención en sus asuntos internos. El "jefe máximo" había elaborado su gabinete y se presentaba con frecuencia a las juntas ministeriales sin tener el derecho de hacerlo. A cada intento del presidente por separarse de la tutela callista e imponer su autoridad en el país, Calles respondía con huelgas, imposiciones en el gabinete y en la dirección del PNR, y el destierro de hombres notoriamente ligados a los intereses ortizrubistas. La mayor crisis se suscitó a fines de 1931, cuando Calles obligó a cuatro militares miembros del gabinete presidencial (entre los cuales estaban Joaquín Amaro y Lázaro Cárdenas) a que renunciaran a sus carteras. Calles dio el golpe de gracia a Ortiz Rubio cuando él mismo se nombró secretario de Guerra y Marina. El presidente presentó su renuncia el 2 de septiembre de 1932, alegando que con ella evitaba la desunión entre los revolucionarios, además de que su salud le impedía seguir desempeñando el cargo. La renuncia de Ortiz Rubio reveló las contradicciones de la familia revolucionaria y los problemas que generaba la intervención de Calles en la política nacional. Tras la renuncia, la Cámara de Diputados se reunió para designar a un presidente interino que terminara el periodo y convocara a elecciones. La elección recayó, con la ayuda de Calles, en Abelardo Rodríguez, ya que "no tenía su propia base de poder político, lo que facilitaría en gran medida las relaciones con el jefe máximo durante su periodo presidencial".' Desde el principio Rodríguez fue una especie de administrador encargado de aplicar las medidas y disposiciones de Calles. A pesar de su sumisión, la presidencia de Rodríguez fue accidentada,ya que se acentuaron los problemas con las centrales obreras y campesinas al grado de que ocurrieron graves enfrentamientos en Veracruz y Jalisco en 1933. También se incrementó el número de huelgas, por lo que el gobierno se vio obligado

a crear el salario mínimo industrial. En 1934, Narciso Bassols, secretario de Educación Pública, quiso implantar en México la educación sexual, lo cual generó tal descontento entre los padres de familia que Rodríguez no tuvo más remedio que despedirlo. Desde comienzos de 1933 corrían rumores sobre quién sería el candidato oficial a la presidencia. Manuel Pérez Treviño, Carlos Riva Palacio y Lázaro Cárdenas eran los nombres que más sonaban. Calles sabía que aunque podía intervenir en la elección del candidato, no podía imponerlo sin tomar en cuenta la opinión de las fuerzas políticas. A pesar de que Cárdenas no era de todo su agrado pues se había mostrado leal a Ortiz Rubio, el michoacano tenía gran peso político gracias a la alianza que había establecido con caciques, trabajadores. campesinos y militares durante su gestión como gobernador de Michoacán, lo que decidió al jefe máximo a elegirlo como candidato del PNR a la presidencia. En la segunda convención del partido se hizo oficial la designación de Cárdenas, se notificó que su periodo de gobierno sería de seis años y no de cuatro y que, por primera vez en la historia del PNR, el aspirante contaría con un plan de gobierno, llamado Primer Plan Sexenal, cuyas propuestas principales eran: Promover la intervención del Estado para que fuera el rector del desarrollo nacional. • Fomentar la inversión nacional frente a los capitales extranjeros. • Trabajar para que la nación recuperara el control de los recursos nacionales. • Distribuir más tierras entre los campesinos. • Dar a los campesinos la propiedad de sus tierras. Fraccionar los latifundios de extranjeros. • Organizar a los ejidatarios para hacerlos más productivos. • Crear el Departamento Agrario para agilizar el reparto de tierras.

4

Estimular la organización obrera hasta los límites que convinieran al Estado. Fijar el salario mínimo. • Crear contratos colectivos de trabajo. • I mplantar el Seguro Social.

•*

Promover la educación rural. Destinar el 15 por ciento del producto nacional bruto a la educación.

Fortalecer la figura del presidente. Fomentar una política de masas para lograr el objetivo anterior. • Poner el cable telegráfico directo a la presidencia para ejercer mayor control sobre los estados de la República.

,,) asumió la presidencia pareció que se trataba de otro títeCuando Cárdenas ( re de Calles pues, corno había sucedido en administraciones anteriores, su gabinete fue creado por el jefe maximo y estaba formado mayoritariamente por callistas. Cárdenas dio muy pronto muestra de querer independizarse, pues ordenó que se cerraran los casinos manejados por callistas, sustituyó a los jefes de operaciones militares, incrementó el reparto agrario y apoyó a los obreros permitiéndoles ejercer con mayor libertad su derecho a huelga (_ ) .

1934 1935 1936 1937 1

202 642 674 833

Huelgas en México entre 1934 y 1937.

Fuente: Vázquez, Josefina (comp.), Historia de México, México, Salvat editores, tomo IX, 1974, p. 39.

Calles comenzó a inquietarse y decidió atacar al presidente por medio de la prensa. El 11 de junio de 1935 se publicó una entrevista en la que Calles condenaba la política obrera del momento: "Las organizaciones obreras están ofreciendo en numerosos casos ejemplos de ingratitud. Las huelgas dañan mucho menos al capital que al gobierno: porque les cierran las fuentes de la prosperidad [ ... ] vamos para atrás, para atrás, retrocediendo siempre; y es injusto que causen este daño al gobierno Cárdenas reaccionó; pidió la renuncia de todo su gabinete, exigió lealtad a los nuevos jefes de las zonas militares y limpió al Congreso, las gubernaturas estatales y al PNR de callistas. El 18 de junio, el jefe máximo partió a Estados Unidos para dejar que las cosas se tranquilizaran. pero a su regreso, en diciembre de ese mismo año. continuó sus ataques contra la política obrera cardenista, lo cual provocó que fuera expulsado del país por órdenes del propio Cárdenas el 10 de abril de 1936. Con este hecho se dio fin al maximato y México pasó a ser un país de instituciones y ya no de hombres. Una vez que Calles fue expulsado del país, Cárdenas se encargó de fortalecer la figura presidencial mediante varios cambios. Se encargó de hacer del ejército un instrumento de consolidación del presidencialismo regresando al servicio activo a todos aquellos generales que no pertenecieran al grupo de Sonora y reafirmando sus lazos políticos con generales de gran poder local como Saturnino Cedillo (San Luis Potosí) y Juan Andrew Almazán (Nuevo León). También se preocupó por controlar las gubernaturas, para lo cual no dudaba en declarar desaparecidos los poderes estatales o desaforaba gobernadores con la finalidad de imponer gente leal a él. Otro medio al que recurrió Cárdenas para fortalecerse como presidente de México fue su famosa política de masas, entendida corno la corporativización de la sociedad en organismos ligados a los intereses estatales. Aprovechó el debilitamiento de la CROM para crear una nueva organización obrera según el concepto de que era responsabilidad del Estado organizar una central sindical "independiente" (hasta los límites convenientes para el Estado) que liberara al país del yugo extranjero. De esta forma, en febrero de 1936 se fundó en la ciudad de Monterrey la Confederación de Trabajadores de México (CTM), de la que su secretario general fue Vicente Lombardo Toledano. Para hablar del corporativismo en el campo es necesario hacer referencia a la reforma agraria. Cárdenas tomó la decisión de hacer un reparto agrario acelerado para que los campesinos tuvieran un modo de vida digno y fueran reivindicados sus derechos. Los partos agrarios más famosos fueron los llevados a cabo en La Laguna (1935). Yucatán (1936). Valle del Yaqui y Michoacán (1938) 1 " que culminaron con la formación de gran cantidad de ejidos. Con esta política, Cárdenas logró el apoyo de los campesinos, pero además quiso utilizar el vigor político mostrado por sus organismos no controlados por el maximato para poner en práctica un modelo corporativista. Para esta labor encomendó al PNR la institución de una central campesina que unificara a los trabajadores del campo para que formaran un cuerpo nacional, representativo y de fácil control. Así, en agosto de 1938 se fundó la Confederación Nacional Campesina (CNC). Otro aspecto de

la política de masas cardenista fue la transformación del PNR en Partido de la Revolución Mexicana (PRM). El nuevo organismo estaba pensado para que fuera un partido de masas estructurado en sectores (obrero, campesino, popular y militar) que permitiera la centralización del poder y el debilitamiento de los cacicazgos. Una de las mayores preocupaciones de Cárdenas era que la nación recuperara el control de sus recursos naturales y de la infraestructura. La nacionalización del ferrocarril así como la expropiación del petróleo fueron una muestra del nacionalismo cardenista en su afán por hacer vigente el artículo 27 de la Constitución de 1917. En el caso de los ferrocarriles, en 1936 Cárdenas creó una empresa descentralizada encargada de administrar algunos ramales que unían a los pueblos y ciudades. En 1937 decretó la nacionalización de las empresas ferrocarrileras por motivos de "utilidad pública", pues era necesario que se creara un solo sistema de redes ferroviarias a nivel nacional. Por otro lado, la cuestión del petróleo fue más compleja y delicada. Las compañías petroleras extranjeras (sobre todo estadounidenses, inglesas y holandesas) procuraban evadir las disposiciones legales y organizar a los obreros en sindicatos vendidos a los empresarios del petróleo. En 1936 se formó el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM), el cual colaboró un año más tarde para que los obreros del petróleo se fueran a huelga exigiendo un aumento salarial y más prestaciones. Como las compañías extranjeras se negaron, el conflicto llegó a la Comisión Federal del Trabajo, la cual, tras hacer un elaborado peritaje, dio la razón a los obreros. Los petroleros recurrieron entonces a la Suprema Corte de Justicia para impugnar el fallo mientras financiaban campañas contra el gobierno y el STPRM; sin embargo. la Suprema Corte de Justicia rechazó la apelación por carecer de fundamentos y exigió a las compañías la satisfacción de las demandas obreras. Los petroleros extranjeros se negaron a acatar la disposición, lo que motivó al presidente mexicano a intervenir. El 18 de marzo de 1938, Cárdenas decretó la expropiación del petróleo ( i 7), con lo cual se aseguraba que el país recuperara el control sobre uno de sus recursos naturales más importantes. Entre 1934 y 1940, la política económica se basaba en un modelo nacionalista de desarrollo en el que se pretendía industrializar al país para sustituir importaciones. Para la consecución de este fin, se pensaba utilizar los capitales nacionales y estatales, proteger a la incipiente industria frente a los mercados extranjeros y aplicar una política de estímulos empresariales. Cuando se echó a andar el proyecto, se empezó por las industrias que no necesitaban grandes inversiones y cuya tecnología se adquiría con facilidad. Para mantener una mejor relación entre el gobierno y los sectores industrial y comercial, en 1936 se crearon la CONCAMIN (Confederación Nacional de Cámaras Industriales) y la CONCANACO (Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio). Las finanzas del sexenio se caracterizaron por el incremento de los porcentajes de las erogaciones presupuestales dirigidas a la economía y la reducción de los gastos administrativos. Entre 1935 y 1938 comenzó la reorganización del Banco de México de manera que se convirtiera en un instrumento de financiamiento para la transformación de la estructura económica del país, mediante una amplia red de instituciones de crédito que financiaran las actividades agrícolas, industriales y de comercio exterior. Un problema en las finanzas cardenistas fue que, tras la expropiación petrolera, la moneda se devaluó de cinco a seis pesos por dólar; con ello inició un proceso inflacionario que crecería sexenio tras sexenio. Desde el inicio de su gobierno, Cárdenas intentó quitar a la educación su carácter anticlerical para darle un enfoque de gran instrumento de cambio social que permitiera integrar a la mujer y a las comunidades al desarrollo nacional y erradicar vicios medulares de la sociedad como el alcoholismo y el juego. Para ello, implantó la educación socialista en el artículo tercero constitucional, lo que generó grandes controversias, ya que el término "socialista" era muy ambiguo y se podía interpretar de muchas formas: como referencia a la doctrina política. a una educación con carácter social, etc. Este sexenio tuvo muchas innovaciones educativas, pues se crearon escuelas para mujeres, obreros e hijos de militares, se fundó el Instituto Politécnico Nacional (IPN), el Colegio de México, el

Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y el Departamento de Educación Obrera. También pretendió fomentar la identidad nacional para que los padres de familia que habitaban en la frontera norte no enviaran a sus hijos a estudiar a Estados Unidos. El proyecto cardenista se basaba en un modelo nacionalista que era contrario a los intereses de los capitales extranjeros, de ahí que no fuera raro que las relaciones con Estados Unidos fueran tirantes. Tras la expropiación del petróleo, el Gobierno estadounidense apoyó las demandas de sus ciudadanos afectados en el sentido de que debían de ser indemnizados inmediata y adecuadamente, para lo cual dejó de comprarle plata al país. Sin embargo, el inminente conflicto europeo así como la postura antifascista de Cárdenas hicieron que el presidente Roosevelt dejara estas posturas radicales y buscara llegar a un acuerdo. Otra característica de la política exterior entre 1934 y 1940 fue la solidaridad con los gobiernos que estaban llevando a cabo transformaciones sociales, como quedó en claro con la guerra civil española. Con el estallido de la guerra, México apoyó a la república y pidió al mundo que siguiera su ejemplo. Tras la derrota republicana en 1939, Cárdenas abrió las puertas del país para todos los españoles que tuvieran que dejar su patria. Los cambios sociales, políticos, económicos y culturales de Cárdenas fueron tan grandes que en 1938 la sociedad se encontraba dividida entre aquellos que se oponían al proyecto cardenista porque los había afectado (terratenientes, clases medias) y los que lo apoyaban (campesinos, obreros, intelectuales). Una consecuencia de esta situación fue el levantamiento del general Saturnino Cedillo en San Luis Potosí, quien se alzó en armas con el apoyo de los católicos y algunos extranjeros afectados por la expropiación petrolera. Su objetivo era derrocar al presidente y establecer un gobierno conservador que anulara parte de las reformas sociales y económicas. Después de intentar convencer a Cedillo de que dejara las armas. Cárdenas lanzó en su contra al ejército, el cual lo capturó y ajustició. Este episodio mostró a Cárdenas la tensión que imperaba en el país e influyó en él al momento de escoger a su sucesor. Para muchos, Francisco Mújica debía ser el candidato oficial por la amistad y la afinidad ideológica que mantenía con el presidente. Sin embargo, Cárdenas temía que su radicalismo llevara al país al borde de una guerra civil, por lo que se decidió por un hombre de centro que pudiera calmar la situación y que afianzara los logros de su sexenio, el general Manuel Ávila Camacho, también conocido como el "presidente caballero". La elección de Ávila Camacho como candidato presidencial del PRM orilló en 1940 a Juan Andrew Almazán a dejar el partido para fundar el Partido Revolucionario de Unificación Nacional, una coalición que agrupaba a los anticardenistas ligados al Estado. Un año antes de la escisión, en 1939, Manuel Gómez Morín fundó el Partido Acción Nacional (PAN); en sus filas militaba una gran cantidad de católicos cuyas aspiraciones eran lograr que se respetara el voto, que hubiera una verdadera libertad municipal, que se repartiera con mayor justicia la riqueza y que el gobierno interviniera en la economía lo menos posible. El 7 de julio de 1940 se celebró un proceso electoral en el que predominaron el abstencionismo rural así como la violencia en las ciudades. Los resultados favorecieron a Ávila Camacho con el 94 por ciento de los votos, mientras que Juan Andrew Almazán tan sólo obtuvo el cinco por ciento. Estas cifras eran poco creíbles. Los almazanistas explicaban que eran consecuencia de los fraudes cometidos por las organizaciones de masas y el ejército. A pesar de que quisieron incitar a su candidato a que se levantara en armas, Almazán se negó pues sabía que Manuel Ávila Camacho contaba ya con el apoyo del gobierno Estadounidense.

Las tres décadas comprendidas en este capítulo también se caracterizaron por una producción cultural variada e interesante como resultado de los procesos sociales, políticos, económicos y hasta tecnológicos por los que pasó el país.

En 1909 fue fundado el Ateneo de la Juventud por José Vasconcelos, Antonio Caso, Alfonso Reyes y Julio Torri, entre otros, con la finalidad de poner en tela de juicio al positivismo por tratarse de una atadura material que impedía el desarrollo espiritual de los mexicanos. La propuesta de los ateneístas era entender la espiritualidad como la medida del progreso humano que permitía establecer los vínculos entre los hombres y las naciones; mientas que proponían una revalorización de lo mexicano, o "lo propio , fueron asiduos lectores de filósofos de distintas corrientes (Kant, Platón, Nietzsche) y mostraron interés por el misticismo oriental. Entre 1910 y 1920. la filosofía mexicana generó obras que, de acuerdo con lo mostrado por el Ateneo, intentaban descubrir la esencia de lo propio sin rechazar lo universal. En 1934, Samuel Ramos publicó El perfil del hombre y La cultura en México. libro en el que presentaba los tipos sociales y culturales más representativos de un México dividido entre la modernidad y la tradición. A partir de esa publicación se desarrolló todo un debate sobre la "mexicanidad" que pretendía encontrar soluciones a las actitudes que obstaculizaban el desarrollo de la potencialidad de los mexicanos. La literatura compartió la inquietud de la filosofía por encontrar un camino propio sin desdeñar lo extranjero. Entre 1910 y 1920, las novelas mexicanas eran inspiradas en su mayoría por las obras del escritor francés Emilio Zolá y recreaban un ambiente social rico que les inyectaba un realismo asombroso. La década de 1920 fue tal vez una de las más fructíferas en el género. pues comenzó el ciclo de la novela de la Revolución y se fundó la revista Contemporáneos, que criticaba el nacionalismo exacerbado de la década anterior. La novela de la Revolución dio muchos aportes a la literatura nacional. Se encargó de desmitificar a la Revolución mostrando su crueldad y violencia y los intereses mezquinos, a la par que abordaba los problemas centrales del movimiento: la tenencia de la tierra y la obtención del poder. En el aspecto literario, estas obras estaban impregnadas de un realismo crudo y negativo, pero también rescataron los modos de expresión populares más famosos de la Revolución. Desde finales de la década de 1920 e inicios de la de 1930, las obras de Martín Luis Guzmán marcaron el culmen de la novela revolucionaria. En El águila y la serpiente mostraba a Villa en su máximo apogeo, mientras que en La sombra del caudillo hacía un recorrido por los laberintos del poder que comenzaba a institucionalizarse. Un tanto resentido por su suerte como político, José Vasconcelos escribió entre 1936 y 1937 los dos primeros tomos de Ulises criollo, en el que daba una visión muy diferente de la Revolución Mexicana, pues planteaba que las promesas revolucionarias habían sido desechadas por los propios gobiernos revolucionarios. -

Entre 1908 y 1917 la arquitectura mexicana paso por una etapa de eclecticismo basada en la admiración y el gusto por los estilos arquitectónicos de otras naciones. A esta situación contribuía el arribo continuo de arquitectos extranjeros que, si bien venían para construir edificios, en ocasiones se quedaban como profesores. En la década de 1920 Federico Mariscal comenzó a luchar por una arquitectura basada en lo colonial pero que mostrara los cambios que había sufrido el país. El estilo neocolonial propuesto por Mariscal se puso de moda a partir de 1922. Los arquitectos utilizaban los estilos plateresco, californiano y barroco para construir edificios públicos y casas particulares. La respuesta a estas tendencias no se hizo esperar, pues por esa misma época también estuvo en boga el estilo neoindigenista que utilizaba elementos de inspiración azteca o maya. En lo que se refiere a la pintura, Saturnino Herrán y Joaquín Clausell continuaron con la etapa nacionalista iniciada por José María Velasco; sin embargo, fueron José Clemente Orozco, por su finura en los trazos y el color, y Francisco Goitia, por su gran capacidad para expresar sentimientos, los dos pintores de caballete que alcanzaron una expresión propia y gran calidad en la segunda década del siglo xx. A partir de 1920, la pintura mural se desarrolló en México gracias al impulso que le dio Vasconcelos como secretario de Educación Pública. Los pintores llamados por el secretario (Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco) habían sido formados en Europa y se mostraron deseosos de cambiar los caballetes por los edificios públicos y al selecto grupo de conocedores del arte por el pueblo. El muralismo pretendía enseñar a los mexicanos su historia en las paredes. Era un compromiso del Estado revolucionario con los habitantes del país y difundía un nacionalismo basado en la exaltación del pasado indígena y liberal, que ligaba el ser nacional a una lucha de clases que brindaba un futuro prometedor.

En 1910 había en la Ciudad de México varias salas cinematográficas en las que se exhibían muchos filmes extranjeros y unos pocos mexicanos. La Revolución no impidió la producción de películas de calidad como La banda del automóvil gris de Salvador Toscano o La muerte de Enhart de los hermanos Alba. En la década de 1930 se desarrolló el cine sonoro, cuya primera cinta fue Santa (1931). A partir de ese momento, la Revolución Mexicana se convirtió en un tema que ejerció gran fascinación entre los productores y directores cinematográficos, quienes realizaron películas en las que se mostraba lo que fue el movimiento de 1910. Obras como El prisionero 13 (1933), El compadre Mendoza (1933) y Vámonos con Pancho Villa (1935) mostraban un mundo de desencanto, amargura y desilusión que no era del agrado del público, pues éste gustaba más de películas como A llá en el rancho grande, en las que se destacaba lo pintoresco de los paisajes y de

los indígenas más que la lucha de clases en el campo. A finales de esa década el comercialismo desplazó al nacionalismo revolucionario y surgió el género de "la nostalgia" porfirista con películas del tipo de En tiempos de don Porfirio y ¡Ay qué tiempos señor don Simón!, en las que se destacaban temas como la honestidad y la caballerosidad y en las que la clase media, a la que iban dirigidas, tenía un papel decoroso ).

En su etapa armada, la Revolución Mexicana representó la lucha por establecer diferentes proyectos sociales y políticos que habían derivado de las diferentes ideas que del concepto "revolución" sostenían los participantes de ésta. El fracaso de Francisco I. Madero para pacificar al país, aunado a su asesinato en manos del general Victoriano Huerta, a la dictadura impuesta por éste y a su salida del país en 1914, fueron factores que derivaron en el enfrentamiento entre dos bandos revolucionarios encabezados por Francisco Villa y Emiliano Zapata, por un lado, y por Venustiano Carranza y Álvaro Obregón, por el otro. La Constitución de 1917 es símbolo del triunfo de este segundo grupo y depositaria de sus principales preceptos políticos, económicos y sociales. Al llegar a su fin la lucha armada, se sucedió una serie de gobiernos caudillistas en los que Carranza, Obregón y Calles asentaron las bases del Estado revolucionario. Ello implicó, como condición necesaria, la pacificación del país, la centralización del poder, la reforma del ejército y el control de las masas obreras y campesinas. El asesinato de Obregón en 1928 obligó a institucionalizar el poder a través de la fundación de organizaciones como el Partido Nacional Revolucionario —más tarde Partido de la Revolución Mexicana y posteriormente Partido Revolucionario Institucional—, la Confederación de Trabajadores de México y la Confederación Nacional Campesina, y mediante el establecimiento de un sistema presidencialista férreo. Éstos también fueron tiempos de reconstrucción de la economía nacional; si bien la crisis financiera fue una constante, lo cierto es que hubo grandes avances, como la fundación del Banco de México y la expropiación petrolera, que se constituyeron en motores del desarrollo económico posterior. El país también registró una actividad cultural intensa gracias a la presencia de grupos y movimientos como El Ateneo, Los Contemporáneos, la Novela de la Revolución, la Escuela Mexicana y el Muralismo. Asimismo, se asentaron las bases para que se desarrollara la industria cinematográfica nacional y tuviera su "época de oro" en la década de 1940.

Aunque la Revolución Mexicana, tanto en su etapa armada como en la de la creación del Estado mexicano, logró eliminar ciertos elementos del antiguo régimen porfirista, también se encargó de continuar con otros tantos. Algunos de sus aportes fueron la Constitución de 1917, el reparto agrario, el reconocimiento de los derechos de los obreros y campesinos, el apoyo al sindicalismo y la lucha por la recuperación de los recursos naturales. La imposición de candidatos y funcionarios públicos, la censura a la prensa, la represión de obreros y campesinos así como la lucha contra los caciques hicieron ver a los revolucionarios que, a final de cuentas, algunos de estos vicios tan criticados no eran más que elementos necesarios para poder constituir un país estable. En este sentido, uno de los aportes más importantes de la Revolución fue el corporativismo, que tuvo en Cárdenas a uno de sus mayores promotores. El sistema corporativista, el cual comenzó a rendir frutos (por medio de la CROM) desde el régimen de Carranza, permitió a los gobiernos revolucionarios posteriores a 1940 contar con un factor importante para la estabilización política y social del país que permitiría afianzar y transformar, cuando las circunstancias así lo requirieran, el modelo de nación revolucionaria.

C

on la terminación del periodo presidencial de Lázaro Cárdenas, la Revolución Mexicana cambió de rumbo. Los gobiernos posteriores empezaron a mostrar otras preocupaciones, pues entre 1940 y 1988 los aspectos relacionados con el desarrollo económico del país captaron cada vez con mayor intensidad la atención de nuestros funcionarios. Lo anterior no significó que se olvidara lo relacionado con la política, ya que se continuó con los trabajos destinados a consolidar las instituciones heredadas de los gobiernos anteriores. Sin embargo, a finales de la década de 1940 y principios de la de 1950 se observó un fenómeno nuevo: la llegada de los civiles al poder. La importancia de este aspecto no radicó tanto en que los civiles asumieran el mando del país, sino más bien en la forma en la que comenzaron a gobernar, pues dieron tanta importancia al aspecto monetario que terminaron por someter las decisiones políticas al ámbito de la economía. Esta nueva jerarquización de las necesidades del Estado revolucionario llevó a lo que es considerada hasta nuestros días una de las mayores contradicciones económicas de México: el afán de las autoridades políticas por crear un sistema macroeconómico fuerte que ayudara a mejorar el nivel de vida de todos los sectores sociales del país se basó en la merma del poder adquisitivo y el nivel de vida de los mexicanos, lo que generó entre la población un descontento tan grande que los políticos tuvieron que contenerlo utilizando todos los recursos represivos del Estado (policía, militares, etcétera).

Tras asumir la presidencia del país, Manuel Ávila Camacho ( ' ) se planteó como tarea primordial encontrar temas de unidad para los mexicanos a fin de crear un consenso social que curara las "heridas" provocadas por el cardenismo y que, al mismo tiempo, hiciera olvidar el proceso electoral tan turbio que lo había llevado a la presidencia. Por lo anterior, constituyó un gabinete con representantes del ala conservadora de la revolución (Ezequiel Padilla y Francisco Javier Gaxiola) y de la izquierdista (Luis Sánchez e Ignacio García Téllez). Sin embargo, la entrada de México a la Segunda Guerra Mundial ofreció la coyuntura ideal para que el "presidente caballero" pusiera en práctica su política de unidad nacional, en la que con el lema de disciplina, unidad y trabajo exigía a la derecha y a la izquierda mexicanas que dejaran sus intereses particulares para defender los de la nación contra el acecho del fascismo. En realidad, entre 1940 y 1942 la vida política nacional estuvo llena de incidentes creados por las luchas entre derecha e izquierda en las Cámaras de Diputados y Senadores, las gubernaturas y hasta en los distintos sectores del partido, lo que mostraba que el nuevo presidente aún carecía de una base política propia, la cual se consolidaría hasta 1942 y le permitiría llevar a la práctica su política. Otro de los planes ideados por Ávila Camacho en política interior fue la reorganización del Partido de la Revolución Mexicana entre 1941 y 1943. El presidente deseaba reestructurar al PRM para quitarle la imagen radical que no era congruente con su política conciliatoria, pero a la vez deseaba convertir al partido en el aparato electoral del Estado, para lo cual eliminó el sector militar del PRM, ya que consideraba que el ejército no debía participar en el proceso electoral. En materia ideológica, desligó al partido de toda postura socialista y se acercó a los católicos y grupos medios que en las elecciones de 1940 habían apoyado a Juan Andrew Almazán. Para ello, creó un nuevo sector en

el PRM: la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP). A pesar de estos esfuerzos, la imagen del partido siguió desprestigiándose entre los grupos católicos y medios de la sociedad, al grado de que en 1945 se decidió dar un cambio de imagen al organismo. Este cambio dio inicio con la Nueva Ley Electoral de 1945, que permitió la institucionalización de los partidos de oposición a nivel nacional para que ocuparan los extremos políticos (derecha e izquierda), de forma que el partido del gobierno quedara como la opción del centro. El 18 de enero de 1946 desapareció el PRM para dejar su lugar al Partido Revolucionario Institucional (PRI), creado bajo la premisa de que la Revolución era una institución a cargo del gobierno y su partido. Se abandonaron todos los lemas de carácter socialista para sustituirlos por otros de tipo nacionalista y democráticos. Estos cambios también afectaron la estructura del partido. A partir de enero de 1946, el poder se concentró aún más en el Comité Central, en detrimento del sector obrero (que había sido el grupo más influyente), y se especificó que la elección de candidatos no se daría por asambleas sectoriales, sino de forma directa. Con relación a los obreros, el sexenio avilacamachista fue distinto al cardenista. Desde el gobierno anterior los empresarios estaban molestos por la gran cantidad de manifestaciones obreras y huelgas que habían tenido que padecer, de ahí que con la llegada de Ávila Camacho presionaran al gobierno para que ejerciera un mayor control sobre el sindicalismo y debilitara a su líder, Vicente Lombardo Toledano. Las autoridades impusieron como secretario general de la CTM a Fidel Velázquez ( ) quien cambió la imagen de la central obrera con un discurso no socialista y menos radical que el de antaño. Otra de las formas con que el gobierno controló a los obreros fue modificando la Ley Federal del Trabajo para que se limitara el derecho de huelga. Ávila Camacho estaba consciente de que los trabajadores organizados habían perdido mucho terreno y que estaban descontentos por ello, así que decidió establecer el sistema de seguridad social. En mayo de 1943 emitió el decreto por medio del cual se fundaba el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Aunque el IMSS los beneficiaba, los obreros lo tomaron como algo negativo, ya que significaba más deducciones en sus salarios y marcaba el final del sistema de seguridad social que tenían algunas empresas. En materia agraria, el "presidente caballero" favoreció a la propiedad privada por ser más productiva que el ejido y por responder a las necesidades económicas del país, entre las cuales destacaba la producción de materias primas para favorecer la industrialización de México. El gobierno burocratizó el reparto agrario para hacer más difícil la adquisición de tierras, muchas de las cuales estaban situadas en zonas poco fértiles, y aunque fomentó la creación de sistemas de riego, éstos se encontraban en su mayoría en propiedades privadas. También continuó con el proyecto industrial cardenista de sustituir los bienes de consumo que el país compraba en el extranjero. Este proceso se aceleró entre 1941 y 1946 por varias razones: se proporcionaron más créditos a los empresarios de las industrias básicas, se aplicaron medidas proteccionistas para frenar la importación de productos extranjeros y se incrementó la inversión extranjera directa (que en 1940 era de 449 millones de dólares, y en 1946 ya era de 575 millones). Para los más nacionalistas, este último factor atentaba contra el nacionalismo revolucionario, por lo que presionaron tanto al gobierno que en 1944 éste publicó un decreto para regular el capital exterior y hacerlo un socio minoritario del nacional. En el aspecto financiero, el sexenio avilacamachista se caracterizó por el crecimiento del proceso inflacionario iniciado con Cárdenas como consecuencia del gasto excesivo en que incurrió el gobierno en su afán por crear nuevas obras públicas. Otros factores que contribuyeron a esta situación fueron la incapacidad del aparato productivo para satisfacer la demanda interna y los efectos negativos del convenio comercial firmado con Estados Unidos (del que hablaremos más adelante). Para controlar el proceso inflacionario, Ávila Camacho optó por fomentar el ahorro interno, controlar precios y salarios, disminuir el circulante y aumentar la producción; sin embargo, estas medidas no fueron suficientes.

El comercio exterior mexicano estuvo influido por la Segunda Guerra Mundial, pues exportaciones mexicanas a Europa bajaron de la misma forma que las importaciones. Aunque creció la actividad comercial de nuestro país con Cuba, Guatemala, Panamá y Venezuela, el comercio exterior mexicano incrementó su dependencia con el mercado estadounidense ya que en 1937 éste adquiría el 56 por ciento de las exportaciones mexicanas, y para 1944 la cifra llegaba al 90 por ciento. Esta situación se debió a la firma del Acuerdo Bilateral de Comercio con Estados Unidos (1942), por el que el Gobierno mexicano se comprometía a vender toda su producción exportable de materias primas estratégicas para la guerra, mientras Estados Unidos se obligaba a venderle a México los productos necesarios para su desarrollo industrial. Este acuerdo no fue ventajoso, ya que por el carácter de las mercancías que se intercambiaban nuestro país vendía productos baratos y compraba caros, así que la balanza comercial con Estados Unidos se desequilibró más. Las relaciones exteriores de México durante el sexenio de Manuel Ávila Camacho transcurrieron en el marco de la Segunda Guerra Mundial. En 1941, México y Estados Unidos celebraron un convenio —motivado por la inminente entrada del segundo al conflicto mundial— en el que éste quitaría su apoyo a las empresas estadounidenses que exigieran cantidades desmedidas como indemnización, con lo cual aceptaba la aplicación del artículo 27 constitucional. Las relaciones de cooperación entre ambas naciones fueron tan buenas que se estableció un programa bilateral en el que el Gobierno estadounidense ofreció a los trabajadores mexicanos prestaciones sociales y la garantía de que no se les reclutaría, a cambio de que trabajaran en lugar de los estadounidenses que se encontraban en el frente. A pesar de las garantías anteriores, nuestros compatriotas fueron maltratados y explotados, además de que una vez que culminó la Segunda Guerra Mundial su reincorporación a la economía nacional fue un problema. Como las relaciones con Estados Unidos mejoraron, era de esperarse que México rompiera su neutralidad, lo que ocurrió el 14 de mayo de 1942 debido a que el petrolero mexicano Potrero del Llano fue hundido en las costas de Florida; ocho días después, el Faja de Oro correría la misma suerte. A pesar de que muchos dudaron de la parte oficial en el que se decía que los culpables eran los submarinos alemanes (algunos pensaron que fueron los propios estadounidenses los que hundieron los barcos) el Gobierno mexicano se declaró en estado de guerra.' Estados Unidos presionó para que México enviara una fuerza simbólica al frente de la batalla, el famoso Escuadrón 201; los 300 elementos de este escuadrón entraron en acción en junio de 1945, dos meses antes de que terminara la guerra en el Pacífico. La política de unidad nacional mostró su efectividad en el proceso electoral de 1946, ya que éste se desarrolló, por primera vez en el México revolucionario, con tranquilidad y sin sobresaltos. Desde 1944 sonaban dos candidatos a suceder a Ávila Camacho en la presidencia: el general Ezequiel Padilla, secretario de Relaciones Exteriores, y el licenciado Miguel Alemán Valdés, secretario de Gobernación ( ) . Alemán representaba al México nuevo, ése que había dejado atrás el militarismo y deseaba gobiernos civiles. Gracias a sus contactos con políticos locales y nacionales, a que gozó del apoyo inicial de Cárdenas y a que la embajada de Estados Unidos lo veía con buenos ojos, Miguel Alemán logró ser designado candidato a la presidencia del PRM/PRI, a pesar de la oposición de Padilla, quien se separó del partido para fundar el Partido Democrático Mexicano y competir en el proceso electoral. En julio de 1946 se llevaron a cabo las elecciones con una calma nunca antes vista y los resultados fueron favorables para Alemán, quien obtuvo 1,786,901 votos contra los 443,357 que se le reconocieron a Padilla, su más cercano perseguidor. El 1 de diciembre de 1946, Miguel Alemán asumió la presidencia de México. las

La llegada de Miguel Alemán al poder marcó el inicio del civilismo posrevolucionario en México, que se consideraba heredero de la institucionalización del poder y fortalecimiento estatal de los gobiernos anteriores. Al principio, Miguel Alemán generó muchas expectativas entre la gente por haber integrado a su gabinete a una serie de universitarios egresados de la facultad de derecho de la UNAM preocupados por mostrar ante la gente una imagen de dinamismo y simpatía. A pesar de ello, una de las características de la política interior alemanista fue la del autoritarismo basado en tres líneas: el sometimiento de los gobernadores al presidencialismo, la eliminación de las tendencias izquierdistas en los sindicatos y la expulsión del ala comunista del PRI.' Cuando los gobernadores mostraban cierta autonomía o se mantenían bajo la influencia de algún ex presidente, eran sustituidos por otros más disciplinados (y sumisos) que, además de ser fieles al presidente, ayudaban en la lucha contra el caciquismo. Por eso, en los comienzos de su sexenio Miguel Alemán destituyó a una gran cantidad de gobernadores. Por otra parte, la eliminación de la izquierda tanto del partido como de los sindicatos estaba ligada a los proyectos políticos y económicos alemanistas. A los priístas de izquierda se les comenzó a perseguir acusándolos de estar al servicio del totalitarismo extranjero, cuando el presidente había dicho que México no se dejaría someter al "imperialismo de izquierda o de derecha". La expulsión de los priístas de tendencias comunistas fue un duro golpe para los cetemistas encabezados por Vicente Lombardo Toledano, quien al poco tiempo también sería expulsado de la CTM y su lugar sería ocupado por Fidel Velázquez. Esta depuración de la Confederación de Trabajadores Mexicanos era uno de los pilares de la política económica alemanista, que requería la unidad sindical y el combate a la disidencia interna en los sindicatos. La represión a los obreros de los sectores económicamente importantes (ferrocarrilero, petrolero, minero) así como la imposición de líderes "charros", hombres allegados a los intereses estatales, fueron estrategias seguidas por las autoridades para minar aún más la independencia obrera. El proyecto económico alemanista necesitaba modernizar de una vez por todas la agricultura, para que sirviera como un soporte firme para el crecimiento industrial. Al igual que Ávila Camacho, Alemán disminuyó el reparto agrario y la dotación de tierras ejidales, pero a cambio continuó impulsando la propiedad privada rural gracias a la modificación del artículo 27 constitucional que creaba el amparo agrario para los predios agrícolas y ganaderos. Entre 1946 y 1952, el gobierno hizo una fuerte inversión en el campo (en 1950 se destinó a este rubro el 20 por ciento del presupuesto federal), principalmente para la construcción de obras de irrigación en el norte del país y en las cuencas de los ríos Papaloapan y Tepalcatepec. Durante este sexenio, la agricultura creció ocho por ciento y se dio un aumento constante en la producción de maíz, frijol, trigo y caña de azúcar. El sector económico que más apoyo recibió del Estado fue la industria manufacturera, ya que la minería, la electricidad y el petróleo no sufrieron cambios significativos. Para que la industria manufacturera creciera y se modernizara, el gobierno resolvió la mayor parte de las demandas industriales, las cuales giraban en torno de la protección del mercado interior, la disminución de los impuestos, las exenciones fiscales, el incremento en el crédito interno, la creación de obras de infraestructura,' el control efectivo de salarios y otros. El problema de la industria era que a pesar de que se había modernizado y aumentado el consumo interno del país, no se pudieron sustituir las importaciones de productos vitales para el país.

Los inicios del gobierno de Alemán no fueron buenos en lo que a materia financiera se refiere, debido al proceso inflacionario por el que pasaba el país. Por ello, una de las primeras metas del nuevo régimen fue controlar el fenómeno. Los medios utilizados fueron diversos: políticas monetaria y de crédito, se controló el circulante y se incrementó la recaudación interna con una reforma fiscal que debía disminuir la evasión en el pago de los impuestos. Sin embargo, no se pudo detener la espiral inflacionaria y comenzó a suscitarse un desequilibrio en la balanza de pagos del país que disminuyó las reservas internacionales del gobierno; ante esta inflación, en 1948 se tuvo que devaluar el peso de 4.85 pesos por dólar a 8.65. La Guerra de Corea ayudó a las finanzas mexicanas, pues regresaron los capitales estadounidenses y llegaron otros nuevos; pero la situación duró hasta 1952, debido a que con la cuestión de la sucesión presidencial se registró una nueva fuga de capitales. En este periodo las relaciones entre México y Estados Unidos fueron tirantes. Al principio, Alemán ideó una política exterior que le permitiera obtener apoyo financiero, coneguir créditos para la industria petrolera y lograr la inversión de capitales en México. Ya fuera a corto o mediano plazo, el gobierno alemanista cumplió estas metas y se perfiló como uno de los aliados del Gobierno estadounidense. No obstante, dos problemas empañaron las relaciones entre ambas naciones: 1.Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de los trabajadores mexicanos fueron repatriados a México: pero en vez de volver a sus tierras de origen, se comenzaron a quedar en las urbes fronterizas en espera de una oportunidad para regresar. El Gobierno de Estados Unidos presionó a las autoridades mexicanas para que tomaran cartas en el asunto, pero éstas sólo respondieron que la solución estaba en que los agricultores estadounidenses no contrataran ilegalmente a los trabajadores mexicanos. Finalmente, la Guerra de Corea obligó a ese gobierno a suavizar su postura y a ser más tolerante con los braceros. 2. Poco después de que Alemán ocupara la presidencia, en el norte de México se desató una epidemia de fiebre aftosa. Los estadounidenses cerraron sus fronteras a los productos pecuarios mexicanos y presionaron para que el Gobierno mexicano sacrificara a los animales enfermos y a los que hubieran estado en contacto con ellos. A pesar de que la epidemia era controlable con vacunas y de que muchos campesinos mostraron su malestar, el Gobierno mexicano cedió a las presiones y sacrificó 680,000 cabezas de ganado. Con relación al proceso electoral de 1952, José Agustín comenta: "Para nadie era un secreto que Alemán quería reelegirse o, de perdida, prorrogar su mandato [...] por supuesto que hubo muchos dispuestos a apoyarlo, pero en realidad, la mayoría de las fuerzas políticas del país se negó. Los ex presidentes Cárdenas y Ávila Camacho rechazaron tajantemente la posibilidad. Se dice que Cárdenas [...] comentó: 'Pobre licenciado Alemán, rodeado de tanto indeseable. No va a saber qué hacer con tanto dinero' [ ...] Alemán no pudo crear un consenso favorable y no tuvo más remedio que renunciar a dar el obregonazo. [Tampoco] pudo dar el dedazo a gusto ni trabajar debidamente al sucesor. El aparato político de hecho pudo vetarle a Fernando Casas Alemán, regente de la capital [y primo suyo]". 4 A final de cuentas tuvo que dar su apoyo a Adolfo Ruiz Cortines, secretario de Gobernación. El proceso electoral de 1952 registró gran competencia, ya que el general Miguel Henríquez Guzmán fundó la Federación de Partidos del Pueblo (FPP) con el apoyo de los sectores descontentos con el alemanismo (cardenistas, avilacamachistas y clases medias no identificadas con el clericalismo panista). Cuando se hizo público el triunfo de Adolfo Ruiz Cortines, los henriquistas salieron a la calle para manifestarse por el robo que había sufrido su candidato: sin embargo, éste reconoció públicamente su derrota frente al candidato oficial.

Desde el inicio de su gobierno, Adolfo Ruiz Cortines ( ,) se preocupó por proyectar ante la sociedad una nueva imagen del ejecutivo y su gabinete, ya que el régimen alemanista dejó una de autoritarismo y corrupción. De hecho, el nuevo presidente también quería luchar contra otros dos problemas heredados del sexenio anterior: la carestía de la vida y los antagonismos dentro del partido que habían dado pie al surgimiento del henriquismo en 1951. Para contrastar con la política que llevó a cabo Miguel Alemán, Ruiz Cortines dio inicio a una etapa de austeridad y moralización, para lo cual mandó modificar la Ley de responsabilidades de los funcionarios, que les exigía la declaración de su patrimonio antes de iniciar su gestión para que se les pudiera investigar, sin una denuncia previa, por enriquecimiento ilícito. Esta medida estaba encaminada a eliminar la corrupción de los funcionarios públicos, y aunque no se aplicó en el sexenio ruizcortinista, ayudó a renovar la imagen presidencial. A Ruiz Cortines también le preocupaba afianzar la estabilidad política que se estaba conformando desde sexenios anteriores. En cuanto al PRI, acrecentó su fuerza al incorporar en su seno a las mujeres, quienes obtuvieron el derecho a votar en ese sexenio, así como a la burocracia estatal, con lo cual el partido se convirtió en uno de los factores de mayor peso en la estabilidad del país. Otro de los pilares del equilibrio político en México radicaba en el control del movimiento obrero. Aunque las organizaciones obreras estaban bajo la tutela estatal de sus líderes "charros", muchos trabajadores seguían reivindicando la lucha de clases y mantenían una actitud insumisa. El movimiento obrero organizado estaba pasando por una crisis causada por las pugnas entre los distintos líderes obreros por obtener el control del movimiento, lo que permitió el surgimiento de grupos de trabajadores autónomos, como la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC). La devaluación de 1954 provocó mayores conflictos laborales que se arreglaron gracias a la intervención de Adolfo López Mateos, en ese entonces secretario de Trabajo, que prometió un incremento salarial que si bien no correspondía a la pérdida del poder adquisitivo de los inconformes, ayudó a contener sus demandas. Entre 1952 y 1958, los campesinos, al igual que los profesores y los ferrocarrileros, se convirtieron en factores que atentaban contra la estabilidad política. En el sexenio ruizcortinista se semiparalizó el reparto agrario (sólo se concedieron 3.5 millones de hectáreas) porque ya no había muchas hectáreas que repartir. Los campesinos, muy molestos, dieron inicio a una época de invasión de "propiedades privadas", muchas de las cuales eran latifundios disfrazados. En Sinaloa, Baja California, Sonora y La Laguna, miles de campesinos invadieron tierras particulares como forma de revelar los latifundios disfrazados. En el caso de Sinaloa, mientras que el gobierno expropiaba el latifundio estadounidense de Cananea (medio millón de hectáreas) y repartía rápidamente las tierras entre los campesinos, en ése y otros estados la policía y el ejército reprimían y encarcelaban a los líderes de las invasiones. Muchos de los profesores de la IX Sección del Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación (SNTE) habían pertenecido a la escuela socialista cardenista y no estaban de acuerdo con el rumbo que había tomado su sindicato, por lo que organizaron una rebelión encabezada por Othón Salazar y Encarnación Pérez Rivero. En 1956 estalló el conflicto en la Ciudad de México, debido a que la IX Sección se negó a aprobar el pobre aumento salarial que aceptó el líder del SNTE, Manuel Sánchez Vite. En consecuencia,

recurrieron a la huelga para obtener un mayor incremento y presionar a su líder sindical. Dos años después, en 1958, la IX Sección reinició sus movilizaciones para demandar el aumento salarial que aún no se recibía e impedir que el líder del SNTE impusiera a su gente. El gobierno envió a la policía y al ejército para que reprimieran a los disidentes y encarcelaran a sus líderes. Como la opinión pública se puso del lado de los profesores, el 15 de mayo de 1958 el gobierno aprovechó la circunstancia de que se celebraba el día del maestro para conceder las mejoras sociales que exigía la IX Sección. El caso de los ferrocarrileros fue el de mayor importancia durante el sexenio. Los trabajadores estaban cansados de dos problemas: los métodos represivos y gangsteriles de su líder, Jesús Díaz de León, para reprimir cualquier oposición y porque sus salarios habían disminuido 1.35 por ciento entre 1951 y 1957. En 1958, los ferrocarrileros inconformes crearon la Gran Comisión por Aumento de Salarios, en la que comenzó a destacar Demetrio Vallejo, representante de la XII Sección del Sindicato Nacional de los Trabajadores del Petróleo (SNTP). La Comisión chocó con l Comité Ejecutivo del sindicato, ya que mientras éste pedía 200 pesos de incremento salarial, la oposición sindical exigía 350. A final de cuentas, el ejecutivo decidió dar 215 pesos de aumento y la Gran Comisión y el Comité Ejecutivo decidieron aceptar. El problema no terminó ahí, pues tanto el gobierno como Jesús Díaz de León veían que la Gran Comisión comenzaba a tener más poder que el Comité Ejecutivo, situación que ponía en peligro la estabilidad política del país. Por ello, Vallejo fue encarcelado en 1959 (durante la presidencia de Adolfo López Mateos) bajo los cargos de sabotaje y disolución social, y su encierro duró 11 años, con lo cual la Gran Comisión fue perdiendo fuerza hasta que desapareció. En materia económica, como vimos, la gran preocupación del gobierno fue acabar con el proceso inflacionario que afectaba el desarrollo económico, social y político del país. Para afrontar el reto, el gobierno puso en práctica una política económica denominada modelo de desarrollo estabilizador, cuyas propuestas principales eran: 1 Conseguir la estabilidad de los precios, para lo cual durante los dos primeros años del gobierno ruizcortinista se llevó el control de éstos y se vigiló el comercio para evitar el acaparamiento de los productos básicos. También se dio mayor impulso a la producción de alimentos básicos (maíz, frijol, trigo) mediante el Plan Agrícola de Emergencia y se comenzó a importar alimentos a gran escala para complementar las cosechas obtenidas por el plan. Hacer un mayor esfuerzo para que la sustitución de importaciones fuera efectiva. Para que la industria nacional lograra este objetivo, se tomaron las siguientes medidas: se aumentó el gasto paraestatal, se otorgaron facilidades a la iniciativa privada (como las exenciones fiscales), se incrementó la capacidad de los bancos para dar créditos, se intentó aumentar el ahorro interno, se adoptó una política proteccionista, se devaluó la moneda hasta los 12.50 pesos por dólar para restringir aún más las importaciones, y se creó el Consejo de Fomento y Coordinación de la Producción Nacional para que acoplara las políticas económicas estatal y privada. Usar prudentemente el gasto público. Ello implicaba que el gobierno debía hmitar sus actividades productivas, sanear la hacienda pública y echar mano del crédito externo sólo cuando fuera necesario. Esta política estaba estrechamente ligada a la de la estabilidad de los precios. 4. Fortalecer el mercado financiero para que con los capitales nacionales y la llegada de los extranjeros se impulsara la inversión del mercado de valores y se asegurara la estabilidad cambiaria. 3. Controlar los incrementos salariales y a los grupos de trabajadores para que creciera el poder adquisitivo de las mayorías, sin fomentar la inflación. Con la aplicación de esta política económica, el gobierno detuvo la inflación y generó el famoso "milagro económico mexicano".

Con Ruiz Cortines se dio una época de buen entendimiento con Estados Unidos, ya que el Gobierno mexicano rara vez hizo críticas al estadounidense (a excepción de la invasión a Guatemala para derrocar al presidente Arbenz). A pesar del buen entendimiento entre ambos vecinos, el problema de los braceros ponía en peligro la relación, ya que mientras los empresarios agrícolas estadounidenses querían renovar el tratado ventajoso de 1951, las autoridades mexicanas daban largas al asunto para buscar mejorías en las condiciones de trabajo de sus ciudadanos. En 1954, el Gobierno estadounidense decidió contratar unilateralmente a los braceros mexicanos, lo que llevó a la firma de un acuerdo laboral en marzo de ese mismo año, en el que México aceptaba que su gente fuera a trabajar a Estados Unidos si su gobierno otorgaba seguros de desempleo y si se creaba una comisión mixta que se encargara de investigar los problemas de emigración legal e ilegal. En el aspecto electoral, las elecciones legislativas de 1955 mostraron que el PAN había ganado mucho terreno en el D. F. y el norte de la república. Esta situación generó una gran unidad en el PRI, pues el proceso electoral de 1955 era una advertencia de lo que podría acontecer en las elecciones presidenciales de 1958. Paralelamente, en 1957 quedaba claro que el "dedazo" y el "tapadismo" eran políticas electorales que ya se habían consolidado en México. Mientras que con el "dedazo" el presidente en turno elegía libremente a su sucesor, la cuestión del "tapado" era más delicada: "[Ruiz Cortines] se había dado cuenta de que las candidaturas prematuras se sometían al desgaste de la crítica y las impugnaciones [ ...] que toda la clase política se nucleaba en torno al candidato, paralizando prácticamente al gobierno y despojando del apoyo al presidente saliente [...] por lo tanto, aplazó la decisión, lo que obligó a los políticos a moverse con cautela, a recorrer las oficinas de todos los precandidatos y a participar en la 'cargada' [avalancha de políticos que van a felicitar al candidato, ofreciéndole sus servicios y apoyo]".' Por lo anterior, el presidente se decidió por su sucesor hasta 1958: Adolfo López Mateos, quien protagonizó por primera vez en la historia del México revolucionario un fenómeno único: la aceptación unánime de todos los miembros del PRI a la postulación de un candidato a la presidencia. La postulación de López Mateos fue un premio a su gestión como secretario de Trabajo, ya que sus atinadas intervenciones en los conflictos obreros intensificaron el control estatal sobre ellos. En las elecciones de 1958, el candidato oficial no tuvo problemas para derrotar a su oponente del PAN, Luis H. Álvarez.

sabía cuán importante era Como secretario de Trabajo, Adolfo López Mateos ( suprimir de tajo todo movimiento social o político que pusiera en riesgo la tranquilidad y el fortalecimiento del sistema político. Cuando asumió la presidencia del país entendió que la mejor forma de generar la paz social era mejorar el nivel de vida de los trabajadores.' Para tal fin, estimuló el mejoramiento de los salarios de los trabajadores industriales y de las paraestatales, y en lo referente al campo, reactivó el reparto agrario (16 millones de hectáreas). También derogó las concesiones de inafectabilidad ganadera y organizó los ejidos ganaderos en el país. Para alcanzar un equilibrio político que no afectara demasiado al PRI, en 1963 López Mateos reformó la ley electoral para que los partidos opositores registrados —PAN. Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) y Partido Popular Socialista (PPS)— tuvieran una mayor representación en la cámara de Diputados. Según esta reforma, los

partidos políticos minoritarios contarían hasta con 20 diputados, sin haber triunfado por may oría en el distrito electoral correspondiente, en el caso de que hubieran obtenido el número mayor de votos; a estos diputados se les conocía como "diputados de partido". Se establecía que los partidos minoritarios debían obtener el 2.5 por ciento de la votación nacional para mantener su registro. Con este porcentaje se hacían acreedores a cinco diputaciones, más otra por cada 0.5 por ciento hasta llegar a 20. En materia obrera, el gobierno mostró una mayor apertura que su antecesor, salvo en el caso de los ferrocarrileros, y hasta se permitió la creación de una nueva central obrera, la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT), y del efímero Movimiento de Liberación Nacional, ambos totalmente desligados del PRI, del gobierno y del "charrismo" sindical. El hecho de que López Mateos consintiera la aparición de estos organismos no era muestra de tolerancia con la disidencia sindical, pues los líderes obreros que no eran de su agrado terminaban siendo destituidos por ser rebeldes; más bien era un medio de calmar los ánimos y tranquilizar a los obreros mexicanos sin utilizar la represión. A pesar de los esfuerzos de López Mateos por mantener la estabilidad política, social y económica del país, su régimen no estuvo exento de problemas. Como parte del proyecto social del gobierno, se adoptaron los libros de texto gratuitos para los niños que cursaran la primaria; con ello se pretendía proporcionar materiales didácticos a las familias más pobres y uniformar y abaratar la educación en México. Esta medida, tomada por el secretario de Educación Pública, Jaime Torres Bodet, molestó a las asociaciones de padres de familia, a algunos sectores de la clase media y a los grupos más conservadores de la sociedad, pues la interpretaron como una intervención estatal en la formación intelectual e ideológica de sus niños. En. Morelos y los estados adyacentes, Rubén Jaramillo se había convertido en un líder que defendía la causa de los campesinos. En 1962 encabezó una invasión de predios en Michoacán que terminó desmantelada por el ejército. El gobierno lo acusó de "agitador comunista" y un día, ese mismo año, los militares lo secuestraron y lo llevaron con su esposa e hijos a Xochicalco, donde fueron asesinados. Aunque la noticia se publicó, la prensa se encargo de minimizarla. En Guerrero, ante la explotación que sufrían los campesinos del Estado, el profesor rural Genaro Vázquez Rojas creó en 1960 el Comité Cívico Guerrerense (CCG) para derrocar al gobernador Raúl Caballero Aburto mediante la desobediencia civil sistemática. El 30 de diciembre de 1960, el ejército abrió fuego contra los miembros del CCG en Chilpancingo: 18 murieron y muchos fueron a parar a la cárcel, donde fueron torturados. La cúpula del CCG tomó 13 alcaldías y exigió la renuncia del gobernador, petición que fue cumplida por López Mateos en 1961 para calmar la situación. Genaro Vázquez reformó su grupo y lo llamó Asociación Cívica Guerrerense (ACG), y posteriormente participó en las elecciones de 1962; sin embargo, como no se le reconoció un solo triunfo, regresó a las movilizaciones. En Iguala, la ACG fue reprimida (saldo de 7 muertos, 23 heridos y 280 presos). Una vez declarada ilegal la ACG, se dictó orden de aprehensión contra Genaro Vázquez. Las condiciones económicas heredadas del sexenio anterior obligaron a López Mateos a plantearse dos objetivos esenciales: mantener la estabilidad monetaria y conservar la estabilidad de los precios. Deseoso de controlar la producción e impulsar la actividad industrial, el gobierno incrementó su participación en la economía en cuatro sectores: petroquímico, eléctrico, siderúrgico y de asistencia social (se fundó el Instituto de Seguridad Social al Servicio de los Trabajadores del Estado, ISSSTE). En cuanto al proyecto industrial, se siguió aplicando la política ruizcortinista. No sucedió lo mismo en el campo, donde existió una gran preocupación por producir solamente alimentos básicos (maíz y frijol) para mantener la estabilidad de precios y se intensificó el reparto agrario, lo que hay que entender más como una medida política que económica. En las finanzas, se continuó controlando la inflación, se equilibró la balanza de pagos estimulando las exportaciones y restringiendo las importaciones y se incrementó el financiamiento externo. Para finales de 1962, el presidente había logrado mantener la estabilidad cambiaria y conservar en equilibrio los precios.

Las relaciones diplomáticas fueron cordiales en general, aunque el apoyo de México a la Revolución cubana generó algunos roces. El triunfo de la revolución en la isla hizo temer al Gobierno estadounidense que el movimiento se expandiera por el resto de Latinoamérica, por lo que presionó a los Estados de la región para que rompieran relaciones con Cuba. México se negó porque su política de respeto a la autodeterminación de los pueblos se lo impedía. Sin embargo, Eisenhower visitó México en 1959, y John E Kennedy lo hizo en 1962, como muestra de buena voluntad, gesto Tue culminaría en 1964, cuando Kennedy devolvió a México el territorio de El Chamizal, solicitado desde la época porfirista. Los presidentes de México y Estados Unidos ya se habían reunido anteriormente para tratar el tema, pero las conversaciones se estancaron cuando Kennedy "pidió al intérprete: 'Señor embajador, pregúntele usted al presidente [de México] cuánto vale en millones el caso de El Chamizal'. La respuesta del presidente mexicano fue inmediata: `Dile al señor presidente Kennedy que yo no soy agente de bienes raíces'. Kennedy debió molestarse, pues las conversaciones se suspendieron, aunque después todo se arregló".' En 1963, el PRI tenía dos posibles candidatos a la presidencia: el secretario de gobernación, Gustavo Díaz Ordaz, y el de la Presidencia, Donato Miranda Fonseca. López Mateos se decidió por el primero, ya que contaba con un carácter serio y firme y porque garantizaba continuar con la política estabilizadora. Tras el proceso electoral de julio de 1964, el candidato oficial triunfó con el 88.6 por ciento de la votación nacional en contraste del 11.4 por ciento del panista Jorge González Torres.

Como su antecesor, Gustavo Díaz Ordaz pensaba en continuar con el modelo económico y político ideado por Ruiz Cortines. A pesar de ello, desde el primer año de su sexenio quedó claro que la represión sería una de sus características más destacadas. En 1965 surgió un movimiento de protesta organizado por los médicos residentes e internos que trabajaban para el gobierno. Sus demandas no eran muchas ni pretenciosas, pues exigían incrementos en el monto de las becas, mejoras en sus habitaciones y bibliotecas y un aumento salarial. El gobierno de Díaz Ordaz ni siquiera intentó dialogar con los huelguistas; mandó a la policía para que los reprimiera y despidió y encarceló a los iniciadores del movimiento. Ese mismo año, Carlos Madrazo fue nombrado presidente del PRI para que sacara del partido a aquellos cuya conducta iba en contra de los ideales de la Revolución, los que "en vez de vivir del sudor de su frente, vivían del sudor del de enfrente". Lo que Madrazo deseaba era democratizar al partido para que sus miembros tuvieran más participación en la toma de decisiones, lo cual no gustó al presidente y exigió la renuncia de Madrazo como jefe del partido a sólo 10 meses de haber iniciado su gestión. Poco tiempo después, Carlos Madrazo moriría en un accidente aéreo muy sospechoso. La represión de Díaz Ordaz también llegó a los partidos de oposición, pues le fue negado el registro al partido de tendencia izquierdista Frente Electoral del Pueblo y sus líderes fueron encarcelados. Hubo dos respuestas a este sistema de represión sistemática en contra de la disidencia. La primera fue la guerrilla. Cuando Gustavo Díaz Ordaz asumió la presidencia, Genaro Vázquez se encontraba levantado en armas en la Costa Grande de Guerrero con el apoyo de los campesinos del Estado. En 1967, Lucio Cabañas se unió a su movimiento, con lo que la guerrilla guerrerense adquirió mayor empuje e importancia. En Chihuahua surgió otro grupo guerrillero, el cual intentó tomar el cuartel de Ciudad Madero el 23 de septiembre de 1967 y, aunque el asalto fracasó, con el tiempo dio lugar a la aparición de la Liga 23 de Septiembre que adquiriría fama en la década de 1970.

La otra respuesta contra la represión gubernamental fue el movimiento estudiantil de 1968 ( ). Las causas del movimiento son muchas, pero destacan cuatro: La inadecuación del sistema político para incorporar y representar a los nuevos sectores sociales. El deterioro de las relaciones entre la UNAM y el Estado. El debilitamiento del nacionalismo como base de la ideología dominante. El apoyo del Estado a las clases altas. A mediados de 1968, la policía reprimió a los alumnos y ocupó las instalaciones de las escuelas vocacionales 2 y 5 del Instituto Politécnico Nacional (IPN) con el pretexto del enfrentamiento entre esos estudiantes y los de la preparatoria particular Isaac Ochotorena. Tras esta agresión, la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos (FNET) —organizada por alumnos del IPN — convocó para el 26 de julio una manifestación en favor de los alumnos reprimidos, la cual fue disuelta por la policía al llegar al zócalo capitalino. Al día siguiente, los estudiantes ocuparon las preparatorias 1, 2 y 3 de la Universidad Nacional Autónoma de México como señal de protesta, pero fueron desalojados por el ejército, que se apoderó de esos planteles y de una vocacional del IPN, dejando un saldo de 400 lesionados y un millar de detenidos. El 30 de julio, el rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, declaró día de luto nacional y aseguró que no se dejaría atemorizar por nadie. Las escuelas de la UNAM, del IPN y algunas universidades particulares y públicas de la capital y de provincia se declararon en huelga. Paralelamente, los estudiantes le quitaron la dirección del movimiento a la FNET por sospechar que estaba ligada al gobierno y se la entregaron al recién creado Comité Nacional de Huelga (CNH); el 4 de agosto, éste presentó un pliego petitorio a las autoridades en el que exigía la libertad de los presos políticos, la destitución del jefe y subjefe de la policía, así como del jefe de granaderos, la derogación del delito de disolución social, la indemnización de los familiares de los muertos y heridos desde el 26 de julio, y el deslindamiento de responsabilidades por parte de las autoridades responsables de la represión ejercida contra los estudiantes. El gobierno recibió el pliego, pero se negó a aceptar su contenido; ante la negativa, el 27 de agosto los estudiantes lograron congregar a 400,000 personas frente al Palacio Nacional y amenazaron al gobierno con continuar el plantón hasta el día del informe presidencial (en ese entonces, el 1 de septiembre). En la madrugada del 28, los huelguistas fueron desalojados por la policía. El 13 de septiembre el CNH organizó una marcha silenciosa que reunió a 250,000 personas en el zócalo, y aunque los líderes del Comité mostraron a las autoridades su disposición para dialogar, éstas aumentaron la represión contra los estudiantes. La respuesta gubernamental exacerbó los ánimos de los estudiantes y polarizó el movimiento entre una minoría que apoyaba la vía del diálogo y una mayoría que deseaba fortalecer la combatividad del movimiento. El 2 de octubre, el CNH convocó a un mitin en la Plaza de las Tres Culturas (Tlatelolco) al que asistieron unos 15,000 estudiantes. Concluida la reunión, el perímetro de la plaza fue ocupado por el ejército. Acto seguido, militares, policías y los miembros de un grupo paramilitar llamado Escuadrón Olimpia iniciaron una balacera desde la plaza y los edificios aledaños que duró 2 horas y en la que murieron entre 325 y 600 personas; sólo se sabe que fueron miles de heridos y aprehendidos, pero no se precisa alguna cifra. Este acto fue justificado por Gustavo Díaz Ordaz en su quinto informe de gobierno: "No faltaron quienes, confundidos por los incidentes [estudiantiles], creyeron que nos hallábamos en profunda crisis [...] Hablar de reformas y cambios de las estructuras se convirtió en tópico de tópicos. No estamos en una encrucijada. Seguimos nuestro propio camino y estamos construyendo un modelo también propio para nuestro futuro, apegado a nuestras raíces, fiel a nuestro modo de ser." 9 Más adelante añadiría: "Por mi parte asumo íntegramente la responsabilidad personal, ética, social, jurídica, política e histórica, por las decisiones del gobierno en relación con los sucesos del año pasado".u )

Aunque el 2 de octubre significó el final del movimiento, el CNH decidió levantar la huelga hasta el 4 de diciembre, fecha en la que emitió su Manifiesto a la nación en el que declaraba: "Este movimiento es expresión de las profundas desigualdades en la distribución del ingreso, consecuencia de la concentración en unas pocas manos de la riqueza generada por el pueblo, de la cada día más reciente dependencia de la economía mexicana al imperialismo norteamericano [...F." Durante el sexenio de Díaz Ordaz, el Estado tuvo una mayor participación en la economía mexicana mediante la creación de más organismos paraestatales en los sectores agropecuario, pesquero, forestal, industrial, comunicaciones, transportes, bienestar social y comercio. Ello implicó un incremento en la inversión pública, del cual se destinó el 73 por ciento a las industrias petrolera, química, minera siderúrgica y gasera. En 1965, el proyecto obligó al gobierno a elaborar una serie de reformas fiscales destinadas a mejorar la recaudación, las cuales consistían principalmente en el aumento de la carga fiscal sobre los ingresos, pero como la medida no fue suficiente, el gobierno tuvo que recurrir a los préstamos externos.' El gobierno también promovió la inversión privada en la industria nacional e incentivos —como la semicongelación de los sueldos de los obreros— para apoyar a los industriales nacionales y extranjeros. En el sexenio surgieron las empresas maquiladoras, que se convertirían en el complemento del desarrollo fabril nacional, y también quedaron en evidencia los problemas del modelo de desarrollo estabilizador en materia industrial: el 48 por ciento de las 50 industrias que obtenían la mayor producción bruta del país estaba controlado total o parcialmente por capitales extranjeros; el 1.5 por ciento de las 136,000 empresas industriales controlaba el 77 por ciento de la inversión y el 0.3 por ciento de las industrias poseía el 46 por ciento del capital invertido. En pocas palabras, aunque desde 1940 los gobiernos habían logrado industrializar al país, dicho proceso no fue equilibrado, pues permitió que la industria mexicana dependiera de los capitales extranjeros y fomentó la acumulación de grandes capitales en muy pocas empresas. En materia agraria, Díaz Ordaz reactivó el reparto de tierras a tal grado que superó a Cárdenas: repartió 24 millones de hectáreas, aunque la medida tenía más tintes políticos que económicos. También se intensificó la construcción de obras de riego en las tierras repartidas gracias al Plan Nacional de Pequeña Irrigación y la fundación del Banco Nacional Agropecuario. En 1967, las finanzas públicas entraron en crisis, ya que la cuenta corriente registró un déficit como consecuencia del incremento de las importaciones y la disminución de las exportaciones. El aumento de las importaciones era resultado de la ampliación de las instalaciones industriales y de la intensificación de los programas de obras públicas del gobierno; en cambio, la crisis mundial de 1968 hizo que decayera la venta de productos agropecuarios mexicanos (algodón, café, tomate). En 1970, esta situación provocó dos problemas que darían origen a la crisis económica permanente en México: el incremento del déficit en las finanzas públicas así como en los empréstitos externos contratados por el gobierno para paliar dicho déficit. En este sexenio, las relaciones exteriores de México se centraron en imprimir un mayor dinamismo a las exportaciones mexicanas en América. Para ello, Gustavo Díaz Ordaz realizó visitas de Estado a Centroamérica. También hubo interés por participar en acuerdos que beneficiarían a los países en vías de desarrollo, por lo que en 1967 se firmó el Tratado de Tlatelolco en el que 21 naciones iberoamericanas acordaron dar un uso pacífico a la energía nuclear y se comprometieron a no fabricar, poseer ni utilizar armas nucleares en la región. Con respecto a Estados Unidos, nuestro gobierno mostró una actitud de franca amistad y colaboración que permitió la firma de acuerdos bilaterales: en 1965, para sanear las aguas del Río Colorado (que llegaban muy contaminadas a México y perjudicaban a los campesinos); en 1967, para devolver El Chamizal a México; en 1968.

para establecer derechos recíprocos de pesca, y en 1970, para crear una comisión binacional encargada de dirimir todas las disputas originadas por los cambios de cauce del Río Bravo. Sin embargo, también hubo roces, como consecuencia de la postura del Gobierno mexicano ante la política exterior estadounidense. En 1965 Estados Unidos llevó a cabo una intervención a la República Dominicana, acción que México reprobó; en represalia, con el pretexto de querer disminuir el tráfico de drogas por la frontera, se inició una campaña de revisión minuciosa de quienes iban de México a Estados Unidos. En realidad, con esta campaña se pretendía entorpecer la entrada del turismo a nuestro país y presionar al gobierno. Esta operación causó un daño económico a México, pero también hizo que el gobierno nacional emprendiera una campaña en contra del narcotráfico. Cuando llegó el momento de decidir la sucesión presidencial. la designación recayó en Luis Echeverría Álvarez, a quien se relacionaba directamente con los sucesos de 1968 por ser secretario de Gobernación, por lo cual era mal visto en los círculos liberales, estudiantiles y de izquierda. Esta imagen negativa hizo que el candidato mostrara que no continuaría con la represión y que intentaría establecer un verdadero cambio político al que llamó "apertura democrática". Su campaña electoral cubrió gran parte de la República Mexicana y criticó tanto al sistema como al presidente sin que ocurriera una ruptura. Tras las elecciones de julio de 1970, Luis Echeverría Álvarez obtuvo el 85.7 por ciento de la votación nacional, contra el modesto 14.3 por ciento del candidato panista Efraín González Morfín.

Luis Echeverría Álvarez ( ';) deseaba hacer grandes cambios estructurales. En principio, se interesó por la justicia social y también prometió el retorno a las raíces de la Revolución Mexicana y del cardenismo para erradicar los defectos políticos y económicos del modelo de desarrollo estabilizador. Para lograr una estabilidad política sin echar mano del autoritarismo, en junio de 1971 Echeverría creó la Comisión Nacional Tripartita en la que se encontraban representados empresarios, dirigentes obreros y miembros del gobierno. El organismo estaba dedicado a institucionalizar el pacto social y conciliar los intereses de industriales y obreros de acuerdo con los proyectos gubernamentales. La inflación y la crisis económica habían mermado el poder adquisitivo de los obreros, por lo que el presidente emprendió una política encaminada a mejorar los salarios (aun en contra de los intereses empresariales) y las prestaciones de los obreros para que no estuvieran descontentos. Se crearon muchas instituciones destinadas a proteger y ampliar los ingresos de los obreros: Conampros. Conasuper. Infonavit, Fovissste, etc.. y hubo aumentos salariales de 18 por ciento en 1973, 22 por ciento en 1974 y 23 por ciento en 1976. La iniciativa privada entendió el acercamiento gubernamental al movimiento obrero como una manifestación socialista del presidente. lo que generó la desconfianza de este sector hacia el gobierno. El avance de la crisis económica también promovió la proliferación de agrupaciones sindicales autónomas que proclamaban ser las verdaderas defensoras de los derechos de los obreros; en principio el régimen intentó cooptarlas y comprarlas, pero cuando tales medidas no surtieron efecto, se procedió a la represión violenta y sistemática.

Los albores de la década de 1970 también marcaron el inicio de movilizaciones campesinas sin precedentes en la historia del México revolucionario. Las protestas campesinas tomaron varias formas: la lucha por mejorar los precios de los productos agrarios, los levantamientos contra caciques e imposiciones gubernamentales, el surgimiento de agrupaciones independientes y el incremento en las demandas de dotación de tierras. Para el gobierno, esta situación probaba que el trabajo de la CNC había fracasado, por lo que organizó el Congreso Permanente Agrario (CONPA) para unificar a todos los campesinos en torno de su lucha por mejorar las condiciones de vida en el campo, y en noviembre de 1976 se expropiaron 100,000 hectáreas en los valles del Yaqui y del Mayo (Sonora) para acallar los reclamos agrarios de los campesinos. La sociedad demandaba al nuevo gobierno que pusiera en práctica la tan mentada apertura democrática. En 1973, el gobierno emitió la Nueva Ley Federal Electoral, en la que destacaban los siguientes puntos: Reducción de 75.000 a 65,000 afiliados necesarios para que un partido pudiera obtener su registro en la Secretaría de Gobernación. 2. Incremento a 25 en el número acreditable de diputados de partido (antes eran 20). 2. Reducción de la edad mínima para ser diputado federal (21 años) y senador federal (31 años). 4. Prohibición del voto a vagos, ebrios, procesados por delitos, drogadictos y enfermos mentales. Incorporación de un comisionado de cada partido con registro en la Comisión Federal Electoral (CFE). Con esta reforma, el gobierno pretendía recuperar los sectores que en 1970 habían votado por el PAN. Asimismo, mostró su interés por dar una mayor cabida a los grupos y corrientes de opinión que quisieran participar en la lucha electoral y permitió que todos los partidos políticos vigilaran más de cerca las labores de la CFE. Entre 1973 y 1976 se fundaron los siguientes partidos: el Partido Demócrata Mexicano, de orientación católica; el Partido Mexicano de los Trabajadores. el Partido Revolucionario de los Trabajadores y el Partido Socialista Revolucionario, los tres de filiación socialista. Estos intentos de abrir nuevos espacios públicos para los sectores sociales inconformes con el gobierno no fueron suficientes, ya que se omitió a dos grupos de gran peso que desde el sexenio anterior se habían manifestado contra el sistema: los estudiantes y la guerrilla. El año de 1971 fue difícil para el gobierno en lo que se refiere a cuestiones estudiantiles. En 1970 se llevaron a cabo elecciones para la rectoría en la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), las cuales fueron ganadas por Héctor Ulises Leal Flores. El nuevo rector heredó una institución en la que los estudiantes estaban muy molestos por las continuas intervenciones del gobernador del estado en su casa de estudios. La situación se tensó aún más cuando el gobernador Eduardo A. Elizondo propuso un proyecto para formar una Asamblea Popular encargada de limar las asperezas con los estudiantes; el Consejo Universitario no aceptó la propuesta pues la consideraba una imposición gubernamental y porque más de 65 por ciento de dicha asamblea iba a estar formada por personas ajenas al ámbito universitario (comerciantes, medios de comunicación, sindicatos y organizaciones agrarias). Como respuesta a la propuesta del gobernador, los estudiantes se declararon en huelga. Elizondo intentó arreglar la situación nombrando como nuevo rector a Arnulfo Treviño, un doctor de ideas socialistas, pero sólo aumentó la virulencia de las protestas estudiantiles, que se extendieron a otras regiones del país, lo que orilló a las autoridades locales a utilizar la fuerza contra los huelguistas. El gobierno federal intervino y pidió al gobernador Elizondo que diera marcha atrás con su proyecto, pero éste prefirió renunciar antes que ceder. Así fue como se resolvió el conflicto estudiantil en Nuevo León. Cuando la tensión en la UANL llegó al máximo, los estudiantes capitalinos aprovecharon la situación para protestar en contra del gobierno. En la tarde del 10 de junio de 1971 se reunieron unos 10,000 universitarios para manifestarse en favor de la libertad de los presos políticos, de la creación de una verdadera reforma política

de la autonomía sindical. Cuando el contingente pasaba por la avenida San Cosme (Av. México-Tacuba), apareció un grupo paramilitar que atacó con armas de fuego a los manifestantes y asesinó a varios estudiantes. El director de la policía capitalina, coronel Rogelio Flores Curiel, salió al paso de las críticas al prometer que llevaría a cabo una minuciosa investigación para aclarar los hechos, lo cual nunca se hizo. La represión que sufrieron los estudiantes en 1971 provocó que algunos decidieran organizar guerrillas urbanas. El movimiento guerrillero en México se consolidó en dos vertientes: la urbana y la rural. La primera recurría a los asaltos y secuestros para financiar sus actividades en Monterrey, la Ciudad de México. Guadalajara, Chihuahua y Sinaloa. En 1973, las guerrillas urbanas realizaron secuestros "publicitarios" como el del cónsul estadounidense, a quien canjearon con el Gobierno mexicano por 30 presos políticos, o los del cónsul honorario de Inglaterra y el industrial jalisciense Fernando Aranguren. El cónsul fue liberado, pero el industrial fue asesinado. Por su parte, la guerrilla rural se vio fortalecida, a pesar de la muerte de Genaro Vázquez en 1972. con la labor de Lucio Cabañas, quien fundó el Partido de los Pobres en 1971 y reinició la actividad guerrillera en el estado de Guerrero. Su máxima victoria se daría el 30 de mayo de 1974, cuando secuestró a Rubén Figueroa, candidato del PRI a la gubernatura guerrerense. Sin embargo, a los pocos días de haber liberado a Figueroa, en diciembre de ese mismo año, fue emboscado y ajusticiado por el ejército. Para finales de su sexenio, Echeverría presumía que gracias a la labor de los militares y policías la mayoría de los guerrilleros estaban encarcelados o se encontraban muertos. Otro sector con el que el echeverrismo tuvo serios conflictos fue el de los industriales. El primer choque entre la iniciativa privada y el gobierno se dio en 1970, cuando el segundo decidió gravar las ganancias del capital sin consultar tal medida con los industriales. n 1973 se suscitó otro conflicto cuando los líderes empresariales Eugenio Garza Sada de Monterrey y el citado Fernando Aranguren fueron asesinados por la guerrilla. En la oración fúnebre de Garza Sada, el presidente del Consejo Consultivo del Grupo Monterrey —Ricardo Morgaín Sozaya — acusó al presidente y su gobierno de fomentar la subversión al infundir las ideas marxistas y promover la lucha de clases. La postura del Grupo Monterrey fue adoptada por los grandes industriales del país quienes veían que el gobierno era incapaz de acabar con los movimientos guerrilleros del país. A partir de 1973, los ataques entre los industriales y el presidente fueron adquiriendo tal fuerza que en 1975 los primeros decidieron salirse de la Comisión Nacional Tripartita y fundar el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), que debía funcionar como un frente unido de empresarios destinado a ejercer presión contra los abusos del gobierno y aumentar la capacidad de negociación de la iniciativa privada. La situación empeoró cuando en febrero de 1976 se promulgó la Ley de Asentamientos Humanos con la que las autoridades pretendían normar y controlar el crecimiento urbano tan desmesurado que estaba padeciendo la Ciudad de México. También se realizó una reforma al artículo 27 de la Constitución por la que se otorgaba al Estado el derecho de intervenir en la regulación del crecimiento de los asentamientos humanos, reforma que para los industriales atentaba contra el "sagrado derecho de la propiedad privada". Con tal proyecto, las autoridades pretendían mejorar las condiciones de vida de la población, lograr un desarrollo equilibrado entre el campo y la ciudad, obtener una mejor distribución del ingreso y descongestionar las grandes urbes, pero la iniciativa privada se encargó de difundir rumores para desacreditarlo, los cuales afirmaban que el gobierno introduciría familias en las habitaciones que no se utilizaran, que se edificaría en los jardines de las casas particulares o bien que aquellos que tuvieran más de una casa sólo podrían conservar una y perderían las demás. Sin embargo, el rumor empresarial que más eco tuvo fue que se estaba preparando un golpe de Estado contra Echeverría para el 20 de noviembre de 1976, pero los miembros del ejército se encargaron de manifestar constantemente su lealtad a las instituciones políticas del país. Con el paso de los meses, los industriales aceptaron el proyecto. pues la lucha contra el Estado los había mermado, pero Echeverría también se comprometió a modificarlo," y

Cuando Echeverría tomó posesión del poder ejecutivo, criticó fuertemente el modelo de desarrollo estabilizador por propiciar una injusta repartición de la riqueza. 14 incrementar el desempleo. estancar el crecimiento del mercado interno y generar un desequilibrio en la concentración de recursos agrarios e industriales entre las regiones del país. La respuesta echeverrista al problema fue su modelo de desarrollo compartido, cuyos objetivos eran: Obtener un crecimiento económico con una distribución justa del ingreso. Reforzar las finanzas públicas. Reorganizar y reducir la deuda externa. Modernizar el sector agrícola para generar más empleos. Racionalizar el desarrollo industrial del país. Con estas medidas se pretendía favorecer el desarrollo de la burguesía mexicana para evitar el predominio absoluto del capital extranjero. Por otra parte, la industrialización continuó con su proceso de acumulación de capitales en muy pocas empresas, como consecuencia de la presencia de los capitales extranjeros en el ramo, los cuales llegaron a representar el 75.35 por ciento del valor de la industria nacional. Para revertir esta dinámica, en 1972 y 1975 el gobierno reformó la Ley Bancaria a fin de crear un marco jurídico favorable para el surgimiento y la consolidación del Sistema de Banca Múltiple, el cual debía originar grupos financieros mexicanos grandes que absorbieran a los bancos pequeños y permitieran generar el suficiente ahorro interno para favorecer a la industria nacional. Entre 1970 y 1976, las inversiones estatales en el campo aumentaron significativamente para concluir con el reparto agrario iniciado por Cárdenas, mejorar las condiciones de vida rurales y aumentar la productividad de los campesinos. En 1973 se promulgó la Ley Federal de Aguas para acabar con el acaparamiento de las tierras de riego; también se elevaron los precios de garantía y se aumentó la intervención estatal en la distribución y comercialización de los productos agropecuarios. No obstante, la política agraria echeverrista fracasó. ya que comenzó a suscitarse un estancamiento en la producción del campo que obligó al gobierno a importar productos en los que tradicionalmente el país había sido autosuficiente. En 1971 y 1972, el gasto público y el presupuesto estaban planeados de manera contradictoria, pues el gobierno deseaba que estuvieran en concordancia con su capacidad de captación de recursos financieros, pero no mostraba ninguna intención de utilizar los préstamos extranjeros para financiar los proyectos estatales. Había una incompatibilidad entre la expansión del gasto público y el sistema de recaudación fiscal, el cual sufrió reformas infructuosas en 1970 y 1972. Para 1976, el país estaba sumido en una crisis inflacionaria producida por el incremento del déficit público, la dolarización de nuestra economía, la fuga de capitales, el aumento de la deuda externa (que llegaba a los 19,600 millones de dólares) y la continua especulación contra el peso. En septiembre la situación se hizo insostenible y el secretario de Hacienda tomó la decisión de abandonar el tipo de cambio fijo para que el peso flotara libremente frente al dólar. Esta decisión no impidió que continuara la fuga de capitales y la compra desmedida de dólares, lo que provocó que el Fondo Monetario Internacional (FMI) interviniera en la economía nacional para salvarla. Las medidas impuestas por el FMI al Gobierno mexicano fueron severas: el fortalecimiento de las reservas internacionales, la pohibición de un endeudamiento mayor a los 3000 millones de dólares, la reducción del déficit en el sector público y el incremento del empleo y del ingreso real per cápita para aumentar así el ahorro interno. A pesar de las fluctuaciones, el 30 de noviembre de 1976 la paridad se estabilizó temporalmente en 21.50 pesos por dólar. La política del desarrollo compartido tardó sólo seis años en demostrar que había fracasado y que no era una alternativa viable frente al desarrollo estabilizador.

La política exterior mexicana en el sexenio de Luis Echeverría Álvarez abandonó la cautela característica de antaño para solidarizarse con los países del tercer mundo y atacar a Estados Unidos. El presidente mexicano visitó Chile en 1972, cuando esta nación sudamericana se encontraba gobernada por el socialista Salvador Allende, y ese mismo año apoyó la entrada de la República Popular de China a la Organización de las Naciones Unidas (ONU). México votó en la ONU en favor de una iniciativa promovida por los países árabes de declarar el sionismo una forma de racismo y en 1975 solicitó la suspensión de los derechos del Gobierno español de Francisco Franco como miembro de esta organización y rompió todo contacto con dicha nación por el fusilamiento de terrorista vascos. A pesar de todos los problemas que enfrentó Luis Echeverría Álvarez, en 1975 puso de manifiesto que seguía teniendo el poder necesario para elegir a su sucesor. Los candidatos que más sonaban eran Mario Moya Palencia, secretario de Gobernación; Héctor Cervantes del Río, secretario de la Presidencia; Augusto Gómez Villanueva, secretario de la Reforma Agraria; Porfirio Muñoz Ledo, secretario del Trabajo; José López Portillo, secretario de Hacienda, y Luis Enrique Bracamontes, secretario de Obras Públicas. Ninguno de estos hombres hizo campaña pues sabían que la decisión radicaba en el presidente y no en el partido. Fue la CTM, y no el PRI, como siempre había sucedido, la que hizo pública la candidatura presidencial de José López Portillo, quien no tuvo problema alguno para imponerse en las urnas pues los partidos de oposición (salvo el Partido Popular Socialista y el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, que apoyaron la candidatura oficialista) decidieron no participar en el proceso electoral.

José López Portillo ( ) inició su presidencia en un ambiente de incertidumbre política y económica originado por el fracaso del echeverrismo. El nuevo mandatario se veía a sí mismo como el "administrador" de la crisis que debía sacar al país de tal situación. En principio, López Portillo buscó la reconciliación con el sector privado, pues era vital que el gobierno contara de nuevo con su apoyo para hacer reformas que solucionaran la crisis financiera. Como primera medida, el presidente reconoció la gravedad de la situación económica y más tarde, con el lema "la solución somos todos", creó la Alianza para la Producción, la cual debía estrechar los lazos entre el gobierno y el sector industrial mexicano y cuyos principios eran controlar el gasto público, conceder exenciones fiscales, reducir los impuestos de exportación e incrementar el precio de los productos básicos. A partir de ese momento y hasta el final del sexenio lopezportillista, los empresarios apoyaron unánimemente a éste. Los obreros constituían un factor importante para sacar al país de la crisis, pues el gobierno necesitaba su respaldo, pero al mismo tiempo tenía que llevar a cabo una política de restricción salarial. Para no generar mucho descontento entre los miembros del sector, el gobierno se preocupó por fortalecer las instituciones de carácter obrero creadas por Echeverría (Fonacot, Fovissste, etc.) e hizo cambios en el artículo 123 constitucional para mejorar las condiciones laborales de los trabajadores." Sin embargo, como a los trabajadores lo que les preocupaba era la pérdida de su poder adquisitivo, se desató una serie de movimientos sociales y huelgas del sindicalismo oficial —como las de los profesores del SNTE y los trabajadores de la energía nuclear— para presionar a las autoridades a fin de que acabaran con la política de restricción salarial.

Para aliviar aún más las tensiones sociales en México, en 1977 López Portillo hizo público su deseo de hacer una nueva reforma electoral; también pretendía que las instituciones públicas tuvieran una mayor representatividad social y política. En noviembre de ese mismo año se publicó la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales, cuyo objetivo era beneficiar a los partidos minoritarios y dar ventajas (como los subsidios para los gastos de campaña) a los partidos de oposición. Según la nueva ley, habría dos tipos de diputados: los uninominales, que serían aquellos que obtuvieran la mayoría en sus distritos, y los plurinominales, que serían electos por un sistema de representación proporcional variable elegido por la Comisión Federal Electoral. También se establecía que el partido que obtuviera 60 o más diputados uninominales no tendría derecho a tener plurinominales, y que para que un partido minoritario pudiera tener diputados plurinominales, era necesario que obtuviera el 1.5 por ciento de la votación nacional. El PAN fue el partido que más criticó esta reforma; afirmaba que la nueva ley no ayudaba a suprimir el fraude electoral pues daba al gobierno y al PRI mayor autoridad para vigilar y calificar los procesos electorales. La reforma electoral de 1977 no era un hecho aislado; por el contrario, formaba parte de un proyecto global que pretendía crear un sistema nacional de planeación para hacer que el Estado fuera más eficiente y pudiera asegurar así la estabilidad del país. En 1977 el proyecto fue denominado Plan Global de Desarrollo; según el propio presidente, se implantaría por medio de 22 acciones políticas, entre las que destacaban: Fortalecer al Estado. Modernizar la economía. Generar más empleos. Lograr un crecimiento del PIB del 8 por ciento en la primera mitad del sexenio. Reorientar a la industria mexicana hacia la generación de bienes básicos y de capital. Promover la reducción del crecimiento poblacional. Elevar el nivel de vida del campesinado. I mpulsar el Sistema Alimentario Mexicano. Reforzar a las empresas públicas pero, a la vez, eliminar los subsidios excesivos. Utilizar el petróleo como eje del desarrollo económico nacional. Destinar más recursos al combate de la pobreza. Mejorar el nivel de vida de la población incrementando las plazas de trabajo. Ampliar y mejorar la educación primaria. Vincular la educación media y superior a las necesidades del país. Pese a que esta propuesta abordaba los problemas sociales, políticos y económicos del país, los proyectos de planificación que originó se convirtieron en un complejo y difícil sistema de funciones que no fueron cumplidas con eficacia y que solamente sirvieron para aumentar el aparato burocrático. A diferencia del sexenio anterior, en el que el gobierno había creado el modelo de desarrollo compartido para dirigir la economía mexicana, entre 1976 y 1982 el gobierno siguió tres modelos diferentes: El desarrollista o neokeynesiano, que proponía el desarrollo del sector público y de la industrialización del país, para lo cual era necesario llevar a la práctica una política proteccionista con control de cambios. El monetarismo, que proponía el congelamiento de salarios, la austeridad en el gasto público y evitar cualquier intervención estatal en el mercado. Este modelo puso las bases del neoliberalismo en México. El popularrevolucionario, basado en la movilización de las clases subalternas. La nacionalización de la banca fue un intento de aplicación de este modelo. La premisa más importante en el campo era buscar la autosuficiencia alimentaria. Para ello se continuó con las obras de infraestructura, básicamente de irrigación, iniciadas

en el sexenio anterior y se creó la Ley de Fomento Agropecuario para combatir la agricultura de subsistencia permitiendo que pequeños propietarios y ejidatarios se pudieran asociar libremente para producir. En 1980 se creó el Sistema Alimentario Mexicano (SAM), con el que se pretendía obtener la autosuficiencia en la producción de maíz, frijol, arroz y trigo por medio de la ampliación de créditos agrícolas y de la dotación de subsidios a los precios de las semillas y fertilizantes. Entre 1980 y 1981 la producción del campo aumentó 18 por ciento, aunque en 1982 la tendencia se revirtió debido a la agudización de la crisis económica y a la falta de lluvias. Por ello, el gobierno tuvo que seguir importando granos básicos, oleaginosas y forrajes en el extranjero; el monto anual de estas importaciones fue de 54 millones de toneladas, aproximadamente el doble que en el sexenio anterior. En los albores de su mandato, López Portillo aplicó el Plan de Desarrollo Industrial, que pretendía atacar los puntos débiles de la industria mexicana (el proteccionismo y la centralización). Para dar solución a la problemática industrial, proponía acabar con el proteccionismo, apoyar la producción de bienes de consumo, desarrollar industrias que pudieran competir con las extranjeras, descentralizar la producción industrial, estimular la inversión y disminuir el déficit en la balanza de pagos. Algunos empresarios criticaron el plan por ser muy ambicioso y estar más allá de las posibilidades económicas del país, pero reconocían que tenía puntos positivos, como el de abandonar el modelo de sustitución de importaciones. Como dijimos, para López Portillo el petróleo debía ser el elemento clave que reactivara el desarrollo del país y le diera la autonomía económica. El hallazgo de nuevos pozos petroleros, así como el financiamiento que en esta materia dio el FMI, fueron factores que propiciaron que en pocos años México se convirtiera en uno de los mayores productores de petróleo a nivel mundial. A medida que el país incrementaba su producción de hidrocarburos, los precios internacionales del petróleo y sus derivados también fueron aumentando, al grado de que López Portillo aseguró que a partir de ese momento los mexicanos tendrían que "aprender a administrar la abundancia". Sin embargo, a mediados de 1981 los precios del crudo disminuyeron y con ello las expectativas de recuperación de México, pues para esa fecha la economía nacional dependía en dos terceras partes de la exportación del petróleo y sus derivados. A pesar de esta situación, el Gobierno mexicano no hizo los ajustes necesarios en el presupuesto y en el tipo de cambio; por el contrario, siguió recurriendo al endeudamiento externo con la confianza de que el precio del petróleo aumentaría en poco tiempo. La confianza de los hombres de dinero en el peso mexicano fue disminuyendo debido a la sobrevaluación de la moneda, por lo que muchos comenzaron a canjear sus pesos por dólares y a abrir cuentas bancarias en el extranjero. Esta situación hizo que en febrero de 1982 la moneda se devaluara a 26.88 pesos por dólar, que en junio llegara a 49 pesos y en julio a 74.08. La necesidad de divisas extranjeras fue tan apremiante que el gobierno decretó la congelación de las cuentas en dólares en los bancos mexicanos, pero como la salida de divisas continuó, el 1 de septiembre José López Portillo decretó la nacionalización de la banca privada. A los pocos días se comenzó a tramitar un préstamo de 4500 millones de dólares con el FMI, pero éste lo condicionó al cumplimiento de un riguroso programa de reajuste económico entre 1983 y 1985. El petróleo también sirvió para marcar las directrices de la política exterior mexicana. El Gobierno estadounidense tuvo que abandonar su política de mano dura para obtener con mayor facilidad el petróleo mexicano, ya que el golpe de Estado del ayatola Jomeini en Irán generó escasez a nivel internacional. En 1980, México y Venezuela firmaron el acuerdo de San José, por el que México se comprometía a abastecer de petróleo y créditos blandos a Centroamérica y el Caribe. Cuando la Revolución sandinista triunfó en Nicaragua, el Gobierno mexicano intervino para que Estados Unidos no invadiera el país, le vendió petróleo en condiciones muy favorables y le brindó ayuda tecnológica. Para muchos internacionalistas mexicanos, esta postura iba en contra de los principios de no intervención de la Doctrina Estrada.

En septiembre de 1981 se hizo oficial que Miguel de la Madrid Hurtado ( era el candidato del PRI a la presidencia. Por su parte, el PAN postuló a Pablo Emilio Madero, y el Partido Revolucionario de los Trabajadores a Rosario Ibarra. Los resultados sorprendieron a muchos, ya que si bien triunfó el candidato oficial, el abstencionismo disminuyó considerablemente y la oposición ganó más terreno.

La crisis económica aunada a los escándalos políticos y a la corrupción (la cual alcanzó su cima en el sexenio de José López Portillo), generaron mucho descontento entre los mexicanos. Miguel de la Madrid Hurtado intentó combatir desde distintos ángulos dichos problemas. Desde el inicio de su régimen emprendió una campaña de reforma moral que era vista como un principio, un compromiso y la norma de conducta del gobierno; para su implantación, el presidente expidió la Ley Federal de Responsabilidades de los Servidores Públicos, que especificaba las obligaciones políticas y administrativas de los empleados del gobierno, así como las sanciones por su incumplimiento. El documento exigía que los funcionarios del Estado presentaran una vez por año el registro de su patrimonio y les prohibía aceptar regalos costosos así como contratar parientes. Como no era la primera vez que el gobierno prometía combatir la corrupción, era necesario que hubiera actos que reforzasen el discurso político. La Ley Federal de Responsabilidades de los Servidores Públicos se aplicó en dos casos: En 1983, Jorge Díaz Serrano fue acusado de haber cometido un cuantioso fraude cuando era director de PEMEX. En 1984, Arturo Durazo Moreno fue acusado de evasión fiscal, acopio de armas y extorsión ejercida contra sus subordinados cuando era jefe de la policía del D. F. En ambos casos, estos personajes fueron encontrados culpables y condenados a purgar varios años de cárcel. Para atender, aunque fuera parcialmente, las demandas de democracia de la sociedad. Miguel de la Madrid quiso democratizar un poco más el sistema político. En 1986 presentó una reforma electoral en la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales. Hubo modificaciones importantes, pues se elevó el número de diputados a 500

(300 de mayoría relativa y 200 de representación popular). También se estipulaba que en caso de que ningún partido poseyera la mayoría absoluta del Congreso, el partido mayoritario tendría la cantidad necesaria para poseer la mayoría más uno; ningún partido podría tener más del 70 por ciento de las diputaciones; el financiamiento que recibiría de las autoridades cada partido sería proporcional al número de votos y de diputados obtenidos en las elecciones anteriores. Se creó el Tribunal de lo Contencioso Electoral para que se manejaran ahí, y no en la Suprema Corte de Justicia, las quejas originadas por los procesos electorales. En el afán de promover un verdadero federalismo en nuestro país, de la Madrid planeó un proyecto de descentralización para fortalecer el municipio. En diciembre de 1982 se reformó el artículo 115 constitucional para restituirle a los municipios las atribuciones esenciales en cuestión administrativa. Tres años después se puso en vigencia el Programa de Descentralización de la Administración Pública Federal destinado a transferir a los gobiernos locales el control de las empresas paraestatales, dar mayor libertad a los estados para la aplicación de los programas federales y descentralizar las funciones administrativas. Aunque el proyecto era muy prometedor, no se pudo llevar cabalmente a la práctica, pues los intereses creados y las inercias de siglos lo impidieron. Un gran problema del gobierno en este sexenio fue que el pago de la deuda externa era tan alto que distraía recursos del fomento a las actividades económicamente productivas, lo que a su vez afectó el nivel de vida de la población. Esta situación, que se venía arrastrando desde 1982, se recrudeció en 1985 como consecuencia de la caída de los precios del petróleo, la disminución de la producción industrial del país, el incremento de la inflación y los gastos generados por los sismos de 1985 ( ). Este contexto tan poco favorable para los mexicanos favoreció el surgimiento y la difusión de los grupos opositores. La inflación y las continuas devaluaciones fueron mermando el poder adquisitivo de los obreros ( ). El 1 de mayo de 1984, durante el desfile del Día del Trabajo en la

Ciudad de México, un desconocido lanzó una bomba molotov contra el balcón presidencial. De la Madrid salió ileso, pero varias personas resultaron heridas. Los trabajadores también mostraron su malestar mediante una vía menos agresiva: las huelgas, de entre las cuales destacaron las de los trabajadores de Refrescos Pascual (1983), Telmex (1984), siderúrgica Las Truchas (1985) y la Comisión Federal de Electricidad (1986). Al mismo tiempo, el sindicalismo insurgente se organizó en agrupaciones mayores, como la Mesa de Concertación Sindical, que incitaban aún más a los obreros a la huelga como forma de rechazo de la política estatal. Los miembros de los sindicatos libres, al igual que los de los sindicatos gubernamentales, demandaban más incrementos de salarios, la generación de más empleos, un mayor control de precios y el respeto a los contratos colectivos. Los campesinos también estaban molestos con la política de austeridad estatal, pero a diferencia de los obreros, sus luchas se localizaban en lugares apartados y rara vez salieron del campo. Los conflictos agrarios más destacados ocurrieron entre 1983 y 1985 en los estados de Chiapas, Guanajuato, México, Oaxaca, Sinaloa y Veracruz, entidades en las que los trabajadores del campo comenzaron a invadir predios particulares, pero como había sucedido unos decenios atrás, fueron desalojados por la policía con lujo de violencia. Las demandas campesinas iban dirigidas contra el alza de los precios de los bienes de consumo básico y transporte, la caída de los estímulos y subsidios para el campo, la ineficiencia y corrupción de los funcionarios públicos — especialmente de aquellos relacionados con la dotación de créditos—, los rezagos en el reparto agrario y la represión ejercida contra la disidencia en el campo. Las clases media y media alta también mostraron su malestar por medio de los partidos políticos. Las elecciones federales de 1985 permitieron que en el interior del PAN surgiera un grupo de individuos que proponían aprovechar el descontento con el gobierno para que el partido tuviera una participación más activa en los procesos electorales. Esta corriente, a la que se bautizó como neopanista, logró imponerse en el organismo en noviembre de 1987 cuando la Convención Nacional del PAN designó a Manuel J. Clouthier candidato a la presidencia. Clouthier tuvo una carrera meteórica, pues después de haber sido presidente de la COPARMEX y del Consejo Coordinador Empresarial, decidió afiliarse al PAN a inicios de la década de 1980 y logró ser nombrado candidato a gobernador de Sonora en 1986. A mediados de ese año, un grupo de priístas encabezados por Porfirio Muñoz Ledo y Cuauhtémoc Cárdenas (hijo del general Lázaro Cárdenas) organizaron el Movimiento de Renovación Democrática. El grupo no planteaba la separación del partido, pero criticaba la falta de democracia al momento de elegir a sus candidatos a puestos de elección. La imposición por la tradicional vía del "dedazo" de Carlos Salinas de Gortari como candidato priísta a la presidencia del país motivó a los miembros del movimiento a abandonar el PRI y proponer a Cuauhtémoc Cárdenas como candidato a la presidencia. Cárdenas fue apoyado por gran parte de los partidos de izquierda: el Partido Mexicano Socialista (PMS), el PPS, el PARM y el Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCRN). Todos ellos formaron el Frente Democrático Nacional, que puede ser considerado el antecedente inmediato del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Con respecto a la economía, Miguel de la Madrid heredó una situación poco alentadora, pues además de que la crisis era peor que la que habían enfrentado López Portillo y Echeverría, la clase empresarial estaba molesta por la nacionalización bancaria y la banca internacional se mostraba intransigente en cuanto al pago de la deuda externa. Para reducir la inflación, proteger los empleos y recuperar el crecimiento sostenido, en 1983 el ejecutivo ideó el Programa Inmediato de Reordenación Económica (PIRE), que constaba de 10 puntos: Reducir el gasto público.

2, Proteger el empleo. 3. Dar continuidad a los programas de inversión productiva.

I. Procurar la honestidad y eficiencia en el sector público.

5. Proteger y estimular los programas que proveyeran productos básicos al sector

popular. Elaborar reformas fiscales. Destinar créditos hacia el desarrollo nacional y la banca. Imponer una política cambiaria realista. 9, Hacer más eficiente a la burocracia. Reafirmar la rectoría del Estado en la economía mixta.

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Para restablecer la confianza de la iniciativa privada en el gobierno, éste privatizó el 34 por ciento del capital de los bancos nacionalizados y de las empresas que eran propiedad de los bancos; además, puso rápidamente en práctica un plan de indemnizaciones para los ex banqueros. Así, los hombres de negocios comenzaron a apoyar al gobierno incluso cuando se aplicaron medidas de austeridad que afectaban sus intereses. Como vimos, José López Portillo firmó una carta compromiso con el FMI que heredó de la Madrid. En este documento, el Gobierno mexicano se comprometía a cumplir los siguientes objetivos en un plazo de tres años: Mantener un crecimiento sostenido de la producción y el empleo. e Abatir la inflación. Reducir el déficit en el sector público. e Elevar los precios y las tarifas de los servicios públicos. e Fomentar el ahorro interno. e Erradicar paulatinamente el proteccionismo en la industria. e Adecuar el control de cambios. • Racionalizar el gasto público. En 1983 se inició un proceso de reestructuración de la deuda externa que permitió diferir los vencimientos de 1982, 1983 y 1984 a ocho años de plazo con cuatro de gracia; sin embargo, se mantuvieron las altas tasas de interés. En materia agraria, de la Madrid prosiguió con el proyecto de autosuficiencia alimentaria de su antecesor. Entre 1983 y 1985 se cumplieron los programas de producción agrícola, a pesar de que en ese periodo disminuyó la inversión estatal. En materia agraria, el ejecutivo se propuso dar certidumbre a los campesinos sobre la propiedad de su tierra, por lo que dio inicio a una campaña de regularización. Desde 1984 se autorizó que las asambleas de ejidos y comunidades tuvieran el poder de decidir si querían seguir explotando sus tierras colectiva o individualmente. Como las condiciones del FMI obligaban al gobierno a dejar de lado las medidas proteccionistas de la industria, se elaboró el Programa de Fomento Industrial y Comercio Exterior que debía prepararla para competir con el exterior. El presidente quería integrar la industria con el comercio exterior, difundir las tecnologías industriales más avanzadas, fomentar la racionalización de los recursos en ambas actividades, descentralizar las industrias y hacer que generaran mayor cantidad de fuentes de trabajo. Sin embargo, entre 1982 y 1988 el PIB industrial sólo alcanzó un crecimiento anual de 1.2 por ciento; las ramas de alimentos, papeles y química tuvieron el mayor crecimiento. Además de la actualización industrial, existía la posibilidad de entrar al Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT). El abandono de las prácticas proteccionistas y del modelo de sustitución de importaciones implicaba que el país tendría que participar en un sistema de libre mercado y competencia al que la industria nacional no estaba acostumbrada. En 1985 México ingresó al GATT, para lo cual el gobierno tuvo que comprometerse a reducir los aranceles de ciertos productos, a cambio de lo cual exigió que se respetara su soberanía y que recibiera un trato preferencial por tratarse de un país en vías de desarrollo. En la segunda mitad de 1985 se generó un nuevo déficit por el pago de la deuda externa y las continuas devaluaciones del peso. Para arreglar la situación, el gobierno disminuyó el gasto público en el momento en que el sector productivo necesitaba más crédito

b

y aumentó los instrumentos de ahorro no bancario, como los Certificados de la Tesorería (CETES), para obtener más recursos que ayudaran a financiar sus gastos. Los sismos de septiembre afectaron la balanza de pagos por sus consecuencias (disminución del turismo, caída de las exportaciones, aumento de los gastos del sector público), y a ello se aunó el desplome del precio del petróleo que cayó de 24 dólares por barril en 1982 a 11.84 dólares en 1986. Esta situación ejerció tanta presión en la economía que a finales de septiembre la inflación se aceleró y llegó al 135 por ciento, la cotización del dólar en el mercado libre llegó a los 450 pesos (a inicios de 1985 era de 248 pesos por dólar) y el poder adquisitivo de los mexicanos disminuyó 50 por ciento. Mientras que la economía nacional se iba a pique, la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) mostró un ascenso constante de 1983 a 1987. Este fenómeno se debió a que con el programa de reprivatización de empresas propiedad de los bancos, los ex banqueros recuperaron las casas de bolsa y recibieron el apoyo de las autoridades para convertirlas en instrumentos de acumulación de capitales. Este apoyo consistió en prohibir que los bancos tuvieran casas de bolsa. El gobierno comenzó a utilizarlas para poner en el mercado parte de sus valores y ordenó el congelamiento del crédito bancario, para que así las empresas tuvieran que recurrir a la BMV para financiarse. El 5 de octubre de 1987, el gobierno decidió cerrar el mercado bursátil en una evidente transgresión a la ley de la oferta y la demanda; los intermediarios de la bolsa se molestaron y propiciaron una baja en el mercado bursátil que coincidiría después con el desplome de las principales bolsas de valores del mundo, lo que generó una caída del índice de cotizaciones de la BMV a niveles inimaginados. Este desplome generó una fuga masiva de capitales (entre 2000 y 2500 millones de dólares en la segunda quincena de octubre) y con ella vino la devaluación y el incremento hasta de 50 por ciento en los precios. La reacción del gobierno ante esta caída económica se dio en diciembre de 1987, cuando se firmó en Los Pinos el Pacto de Solidaridad Económica (PSE), por el que los sectores empresarial, obrero y gubernamental se comprometían a sacrificar sus intereses para sacar adelante a México. Las medidas que contemplaba el PSE eran: Incrementar los salarios mínimos 15 por ciento en diciembre de 1987. 20 por ciento a partir de enero de 1988 y se haría una modificación mensual desde marzo. Aumentar los impuestos. Incrementar los precios y las tarifas del sector público. La gasolina, la electricidad, el gas doméstico y el teléfono subirían 85 por ciento y a partir de marzo de 1988 tendrían un "ajuste" mensual en un porcentaje equivalente al de la inflación. Disminuir el gasto público. Flexibilizar el tipo de cambio para que sufriera un deslizamiento paulatino, aunque el 16 de diciembre, día en que entraría en vigor el PSE, habría una devaluación del 22 por ciento. Para considerar periódicamente los resultados del programa, se creó una comisión de seguimiento y evaluación formada por representantes de los sectores firmantes. El PSE también cumplía con fines políticos, pues era vital para el gobierno que las condiciones económicas mejoraran rápidamente a fin de que en las elecciones presidenciales de 1988 el candidato del PRI triunfara sin sobresaltos. La política exterior mexicana se concentró primordialmente en dos regiones: Centroamérica y Estados Unidos. En el primer caso, elpobierno nacional inició una campaña dedicada a buscar aliados para pacificar la región.' Los gobiernos de Colombia, México, Panamá y Venezuela se reunieron en la isla panameña de Contadora en enero de 1983 para hallar una solución, y aunque no pudieron cumplir con este objetivo, decidieron mantenerse juntos y formar lo que se conoce como el Grupo de Contadora. Los miembros de este organismo se reunieron después en Cancún para proponer a las naciones de

América Central que cesaran todas sus actividades militares, que ya no compraran más armas y que iniciaran las pláticas de paz, lo cual no agradó al Gobierno estadounidense. En 1984, Miguel de la Madrid promovió las negociaciones directas entre Nicaragua y Estados Unidos en el puerto de Manzanillo, las cuales darían resultados positivos hasta 1988, cuando el Gobierno nicaragüense se comprometió a realizar elecciones democráticas. A finales de 1983, las relaciones entre México y Estados Unidos se enfriaron como consecuencia de la postura de nuestro gobierno con relación a Centroamérica. La situación empeoró en 1985 por las declaraciones del embajador John Gavin sobre la política interior mexicana. Pero sin lugar a dudas, el narcotráfico fue el factor que generó más tensión. En febrero de 1986 fue asesinado Enrique Camarena Salazar cuando trabajaba como agente de la Drug Enforcement Agency (DEA) en nuestra nación. El Gobierno estadounidense acusó al mexicano de tolerar el tráfico de drogas y hasta involucró a las autoridades en el problema. Como vimos, las elecciones presidenciales de 1988 se desarrollaron en un contexto poco común, pues el PRI había tenido conflictos internos y los contendientes de oposición Cuauhtémoc Cárdenas (ex priísta) y Manuel J. Clouthier (neopanista) se mostraban tan fuertes como nunca se había visto en la historia nacional. El 6 de julio se celebraron las elecciones en una jornada en la que los partidos de oposición no se cansaron de protestar por irregularidades y fraudes. Ese mismo día, por la noche, el Registro Nacional de Electores anunció que el sistema de cómputo de votos se había caído, lo que para muchos mexicanos no era sino una artimaña más para fraguar el fraude electoral. Cárdenas, Clouthier y Rosario Ibarra se plantaron en las puertas de la Secretaría de Gobernación para entregar al presidente de la Comisión Federal Electoral un documento en el que exigían el respeto al voto del pueblo y a la legalidad del proceso electoral. El 13 de julio se publicaron los resultados definitivos: Hubo un abstencionismo muy alto (49.72 por ciento). El PAN se colocó como la tercera fuerza política del país, detrás de Cárdenas, y el PRI perdió votos en todos los estratos sociales. En la capital del país, la oposición había obtenido el 80 por ciento de los votos ( ) .

Carlos Salinas de Gortari Cuauhtémoc Cárdenas Manuel J. Clouthier Otros candidatos

50.36% de los votos" 31.12% 17.06% 1.46%

Porcentajes de votos de las elecciones de 1988.

Estudiemos ahora el desarrollo cultural entre 1940 y 1980. A nivel filosófico, José Gaos y Leopoldo Zea fundaron a finales de la década de 1940 el grupo Hiperión, interesado en hacer una investigación seria sobre las peculiaridades del mexicano. Zea escribió Historia del positivismo mexicano, un hito en el pensamiento filosófico nacional, en el que pone en evidencia el mito de la falta de originalidad de la cultura mexicana. Por otra parte, en su En torno a la filosofía mexicana, Gaos generalizó la conclusión de Zea a toda la historia del pensamiento mexicano asegurando que éste es un proceso creativo en la medida en que busca la adaptabilidad y funcionalidad y no la simple imitación de lo europeo. La conclusión de Gaos, Zea, Juan José Arreola, Samuel Ramos y otros miembros del Hiperión es que el mexicano es un sujeto "pendular", que oscila entre el modo de ser auténtico y el enmascaramiento de lo europeo, por lo que sería un hombre en busca

de su expresión. Luis Villoro, Alejandro Rossi y Manuel Salmerón, antiguos miembros del Hiperión, fundaron en 1967 la Revista Mexicana de Crítica, en cuyas páginas rechazaban el nacionalismo filosófico, pues no se debía confundir la auténtica investigación filosófica con las reflexiones sobre las características culturales y antropológicas de los mexicanos. En cambio, proponían una filosofía científica mexicana que se leyera a nivel internacional. En la década de 1950 la literatura cambió de rumbos. La novela Al filo del agua, del escritor jalisciense Agustín Yáñez, fue el parteaguas, ya que si bien aún utilizaba los pequeños pueblos como escenarios, convertía la vida revolucionaria en una ficción al insertar la doble moral que predominaba en la vida nacional. Ésta también fue la década en la que la novela de la Revolución cerró con dos grandes obras de Juan Rulfo: El llano en llamas y Pedro Páramo, que contemplan con gran desilusión el proceso revolucionario. Carlos Fuentes publicó La región más transparente, una novela urbana que pretende hacer toda una filosofía del mexicano retratando las costumbres, lenguajes y símbolos utilizados por los distintos estratos sociales. La década de 1960 deparó grandes sorpresas literarias. Apareció el grupo de "La Mafia", constituido por Carlos Monsiváis y José Emilio Pacheco, entre otros. Eran escritores y críticos literarios jóvenes que pretendían incorporar las letras nacionales a la universalidad; a ellos le siguieron José Agustín y Parménides García Saldaña, quienes junto con otros jóvenes fundaron el movimiento de la literatura de la onda, que trasladaba la acción novelística del campo a la ciudad y que reflejaba las manifestaciones de la cultura popular juvenil marginal y sus códigos para hacerlos comprensibles al resto de la sociedad. La literatura de las décadas de 1970 y 1980 se inclinó hacia el cosmopolitanismo. Sus personajes han viajado por el mundo, y se utilizan técnicas vanguardistas que desprecian toda narración lineal. Los máximos representantes de estas corrientes son Elena Garro, Arturo Azuela y Luis Spota. Por su parte, en las décadas de 1940 y 1950 la historia continuó con el nacionalismo mexicano en sus dos vertientes: la indigenista, apoyada por el gobierno, que asimilaba lo mexicano al pasado prehispánico y los ideales más radicales de la Revolución, y la hispanista, que identificaba lo mexicano con la herencia colonial católica y sostenía que la religión era lo único que unía a los mexicanos. Estas posturas se radicalizaron más cuando se encontraron los restos de Hernán Cortés en el hospital de Jesús (donde se localizan actualmente) y los de Cuauhtémoc en Ixcateopan (Guerrero), que a final de cuentas resultaron ser los restos pertenecientes a cinco individuos. En la década de 1950 se comenzó a ahondar en el mundo prehispánico con métodos científicos, lo que permitió que en 1952 el arqueólogo Alberto Ruiz descubriera la tumba de Palenque, la única en América que se encuentra en el interior de una pirámide. Unos cuantos años después, Miguel León Portilla publicó La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes, un análisis riguroso de las fuentes legadas por los españoles sobre el mundo prehispánico que distinguía las concepciones que los nahuas poseían del mundo. En el extremo, Daniel Cosío Villegas inició la publicación de la obra Historia moderna de México, con la colaboración de un grupo de historiadores del Colegio de México, entre los que destacaban Moisés González Navarro y Luis González González. Por otra parte, Edmundo O'Gorman publicó La idea del descubrimiento de América, historia de esa interpretación y crítica de sus fundamentos, así como La invención de América, obras filosóficas de corte historicista que hicieron aportes importantes al estudio del ser de América. En la arquitectura se suscitó un choque muy violento entre los partidarios del funcionalismo internacionalista y el nacionalismo neocolonialista. Tras un largo batallar se impuso la primera tendencia, ya que era más viable en una ciudad en continua expansión y sus costos de producción eran más bajos. Esta corriente sometió totalmente la estética al funcionalismo, por lo que en ocasiones los edificios mostraban una carencia de imaginación. Ésta también fue una época en la que las antiguas vecindades comenzaron a ser sustituidas por multifamiliares modernos y sin personalidad. Con el tiempo, el gusto de los arquitectos se orientó más al neocolonialismo, ya que además de ser estético permitía el uso de materiales de desecho, con lo que bajaban los costos de construcción. Los arquitectos más destacados de la época fueron Manuel Parra y Luis Barragán.

En la década de 1940 el muralismo llegó a su cúspide pero también comenzó a dar muestras de descomposición. Las obras de caballete comenzaban a ser compradas por la nueva burguesía mexicana, por lo que se abrió un mercado que llevó a pintores de menor talla a producir obras en las que aún se veía la temática tradicional del muralismo (folclor, arqueología, indigenismo). Algunos llegaron a sobresalir, como Jorge González Camarena, Pablo O'Higgins y José Chávez Morado. Para la década de 1950 Orozco había muerto, Rivera seguía repitiéndose y Siqueiros estaba en contra de cualquier influencia extranjera. Los jóvenes se sentían aislados e ignorados y exploraron caminos diversos, de los cuales surgió una pluralidad de estilos que supo aprovechar la llegada de artistas extranjeros como Remedios Varo, Leonora Carrington, Günter Gerzso, Vicente Rojo y Carlos Mérida. La década de 1960 vio el ascenso de José Luis Cuevas. Él y otros jóvenes pintores se declararon enemigos de los muralistas —no del muralismo—, ya que no habían advertido el cambio en la sociedad y seguían repitiendo los mismos temas. Los pintores de esa década y la siguiente mostraban una gran variedad de estilos y técnicas, y también ganaron espacios públicos. Montaron sus obras en el Palacio de Bellas Artes y lograron que el Instituto Nacional de Bellas Artes adquiriera sus obras y las mandara al extranjero.

En las décadas de 1940 y 1950 las películas de charros comenzaron a agotarse y dejaron su lugar a la comedia urbana. El director por excelencia de este género fue Alejandro Galindo, y los actores más taquilleros fueron David Silva, Fernando Soto "Mantequilla" y Adalberto Martínez "Resortes". Filmes como Esquina bajan, Campeón sin corona y Los Fernández de Peralvillo manejan dos ideas centrales: la bondad de las clases bajas y la unidad familiar como valor supremo; estos mensajes se verían reforzados por las películas Pepe el Toro, Nosotros los pobres y Ustedes los ricos, protagonizadas por Pedro Infante. Por su parte, el director español Luis Buñuel, en su obra maestra Los olvidados, va en contra del esteriotipo anterior pues muestra que la pobreza es un mal y no una especie de bendición. En la década de 1950, a la clase media mexicana ya no le gustaba el cine nacional, por lo que los productores se dedicaron a copiar los géneros estadounidenses como el "western", o de vaqueros, y el de terror, en el que destacaron las películas El vampiro y El ataúd del vampiro, mediante las cuales se dio a conocer en México el actor español Germán Robles. En esta época, uno de los pocos productores que no entró en esta moda fue Juan Orol; a pesar de que sus obras sobre los "gángsters" (por ejemplo, Charros contra gángsters) eran de ínfima calidad y contaban con un elenco reducidísimo, lograban tener la taquilla suficiente como para que pudiera financiar su siguiente película sin recurrir a préstamos. Esos años también vieron nacer un género que, aunque carecía de calidad en todos los sentidos, tuvo gran aceptación en el público y procuró muchas ganancias a sus

productores: el de los luchadores, que inició con El enmascarado de plata, mejor conocido como El Santo, quien dominó la pantalla durante años. La década de 1960 es considerada la época del destape mexicano, pues surgieron algunas cintas nudistas; también apareció el género juvenil, ambos dirigidos a un mercado ignorado durante años: los adolescentes. En contrapartida, en esta misma época llegó al cine nacional el espíritu crítico. En la década siguiente ocurrió un cambio que empeoró la situación, pues el nepotismo y la supresión de créditos estatales, así como un deseo anormal de escandalizar con fenómenos morales (homosexualidad, incesto, drogadicción), malas palabras y planteamientos burdos de la sexualidad humana, hicieron que la cinematografía mexicana entrara en una profunda crisis de la que apenas comenzó a salir a finales de la década de 1980, con el surgimiento del "nuevo cine mexicano"

En materia política, el periodo comprendido entre 1940 y 1988 se caracterizó por una estabilidad producto del presidencialismo, de la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional, de la lealtad del ejército y del control de los movimientos obrero y campesino. Sin embargo, para lograr tal fin se recurrió a métodos poco legítimos, como el fraude electoral, la represión a los opositores, la violación sistemática de la Constitución y de los derechos humanos y el ejercicio de una censura férrea, lo cual provocó el surgimiento de movimientos sociales contestatarios bajo la forma de guerrillas o movilizaciones estudiantiles. La economía destacó por la puesta en práctica de modelos de desarrollo que en sus inicios generaron empleo, mejoraron los niveles de vida y fomentaron el crecimiento económico del país, pero que a la mitad de la década de 1970 se colapsaron para dar paso a una crisis que perdura hasta nuestros días. En la cultura, el cine mexicano tuvo su época de oro, mientras que en la literatura surgió el grupo conocido como "La Mafia" y se publicaron obras que se convertirían en clásicos de las letras nacionales, como Pedro Páramo y El llano en llamas, de Juan Rulfo, y Al filo del agua, de Agustín Yánez. Por su parte, en las artes plásticas, José Luis Cuevas encabezó a la generación de "La Ruptura", movimiento artístico que significó, entre otras tantas cosas, el paso del figurativismo al abstraccionismo en México.

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os doce años que abarcan los gobiernos de Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo de León pueden ser considerados como una réplica del periodo anterior, pero a escala. Decimos que a escala, pues si el primero tardó 23 años (1952-1975), aquí sólo fue cosa de cuatro años (1990-1994). Cuatrienio en el que tanto el ascenso como el descenso de la economía se dieron con fuerza y repercusiones más intensas que las de antaño. Debido a la proximidad cronológica y los efectos que aún repercuten es muy difícil hablar de esta época con relativa objetividad; por ello, aquí sólo expondremos algunos elementos característicos de los gobiernos mexicanos entre 1988 y 2000 para que cada quien saque sus propias conclusiones tomando en cuenta las experiencias vividas en este periodo. li Ponce

Una de las primeras medidas que tomó Carlos Salinas de Gortari ( ) como presidente fue una reforma electoral para canalizar la presión pública generada por la crisis económica y los problemas electorales de 1988. En enero de 1989 iniciaron las pláticas entre el gobierno y los partidos políticos para reformar el sistema electoral mexicano, aunque fue hasta julio de 1990 cuando se llevó a cabo la primera reforma electoral que quitaba la responsabilidad de los procesos electorales a la Secretaría de Gobernación y la canalizaba al Instituto Federal Electoral. Por su parte, el Tribunal Federal Electoral seguiría dirimiendo las disputas electorales. Con todo, hasta 1993 se hicieron planteamientos realmente innovadores: El Tribunal Federal Electoral se convirtió en un organismo con pleno derecho jurisdiccional en materia electoral. Se amplió el senado a cuatro representantes por entidad y se estableció que el partido mayoritario en cada estado tendría tres curules y la cuarta sería ocupada por el representante de la primera minoría. Se aumentaron las facultades de la Asamblea de Representantes del D. F. para que fungiera como el cuerpo legislativo de la capital. Se crearon los Consejos de Ciudadanos Delegacionales para que representaran a los ciudadanos frente al gobierno federal. Se decidió que a partir de 1997 el ejecutivo elegiría al regente de la ciudad de entre los legisladores federales o locales del partido mayoritario en la Asamblea de Representantes. En marzo de 1994, otra reforma enmendó el Código Penal para tipificar y sancionar los delitos electorales. Se aceptó por primera vez en nuestra historia la participación de observadores internacionales en los comicios y se reformó el Consejo General del Instituto Federal Electoral para que tuviera un representante de cada partido con registro.' Las reformas electorales elaboradas en el gobierno de Salinas de Gortari tendieron a generar una política pluripartidista que ayudó a desaparecer el monopolio que el partido oficial tenía en el Congreso. El nuevo gobierno también pretendió establecer una nueva fórmula para regular sus relaciones con el movimiento obrero, que estaba inconforme por la crisis económica. En 1990 se hizo público el proyecto estatal del nuevo sindicalismo. Sin embargo, este nuevo proyecto era contradictorio pues aunque estipulaba el respeto de la autonomía sindical, también exigía a los obreros el total apoyo a las políticas gubernamentales. Pretendía transformar las relaciones entre obreros y Estado para reducir la influencia de los primeros en

la política nacional, atraer su apoyo al PRI v encajarlos en el sistema productivo neoliberal sin que generaran conflictos serios. Como era de esperarse, no todos los sindicatos autónomos y progubernamentales se mostraron conformes con esta política, y muchos realizaron huelgas. En 1990, el sindicato libre de la Cervecería Modelo se fue a huelga, a lo que el gobierno respondió haciendo que la junta de Conciliación y Arbitraje la declarara nula y reprimiendo a los inconformes. Por otra parte, cuando los obreros de la Ford de Cuautitlán (afiliados a la CTM) se fueron a la huelga en 1990 para democratizar su sindicato, la CTM y la transnacional contrataron gente que la disolviera. Los líderes charros que se opusieron al proyecto salMista, como La Quina en el petróleo y Jongitud Barrios en la educación, fueron destituidos y reemplazados con otros leales al nuevo régimen. En cuanto a la Iglesia, en su toma de posesión Carlos Salinas de Gortari había afirmado que era necesario modernizar las relaciones entre ésta y el Estado en México. A partir de ese momento, y durante todo el sexenio, el gobierno mostró una gran disposición para modificar su trato con el clero pero sin ceder en tres principios: la libertad de cultos, la educación laica en las escuelas oficiales y la separación entre la Iglesia y el Estado. En 1992 se dio una nueva legislación en la materia. Esta nueva reglamentación otorgaba a las iglesias el reconocimiento jurídico a cambio de que se registraran en la Secretaría de Hacienda; se eliminó la prohibición absoluta de que las organizaciones religiosas tomaran parte en la educación: se permitió que las iglesias tuvieran los bienes necesarios para su funcionamiento (no se definía cuánto era lo necesario) y se otorgó a sus miembros el derecho al voto. También se establecieron relaciones diplomáticas con el Vaticano, por primera vez en la historia de México. La - modernización" de las relaciones entre las iglesias y el Estado no fue otra cosa más que formalizar por medio de las leyes una relación que se venía dando desde la década de 1950, a pesar de lo cual muchos políticos del PRD y PAN vieron en esto un intento del gobierno por "confesionalizar" la política. Entre 1988 y 1994, uno de los rasgos más alarmantes del gobierno fue el desencadenamiento de una ola de violencia que no se veía en nuestra nación desde hacía varias décadas. Las razones por las que afloró este fenómeno son varias y de extrema complejidad. La llegada de Salinas de Gortari al poder significó el arribo de un nuevo grupo (el de los tecnócratas) que comenzó a desplazar al anterior (el de los dinosaurios). El sistema político no estaba preparado para asimilar en su interior al grupo tecnócrata, pues algunos de sus miembros estrecharon sus relaciones con sectores tan diversos como la Iglesia, el narcotráfico, el ejército y los grandes capitales. Además, el modelo de desarrollo económico impuesto por los tecnócratas —el neoliberalismo— marginó a grandes sectores de la sociedad, a los que les negó toda posibilidad de lucha política institucional. Son cuatro los casos de violencia en el salinato que generaron más impacto en la sociedad mexicana. En 1992 fue asesinado en el aeropuerto de Guadalajara el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo ( ). La versión de las autoridades es que el incidente fue parte de una balacera entre dos bandas de narcotraficantes y que el cardenal había sido confundido con uno de los capos más importantes. Esta versión no satisfizo a muchos, especialmente al Episcopado Mexicano que exigió una explicación clara y creíble del caso. Aunque las investigaciones continuaron, lo único que lograron fue generar una terrible crisis de credibilidad hacia el gobierno, pues a pesar de los esfuerzos de los distintos procuradores generales, no se han obtenido resultados hasta nuestros días. Otro caso impactante fue la aparición del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas el 1 de enero de 1994. Aunque el levantamiento tomó por sorpresa a la mayoría de los mexicanos, en realidad sus condiciones se venían dando desde años atrás. El fraude electoral era toda una institución arraigada como en ningún otro estado del país: ello hacía que los políticos no respondieran a los intereses y preferencias del pueblo, sino a los de los grandes grupos económicos (latifundistas y ganaderos) que hicieron de Chiapas su feudo. A la vez, los funcionarios locales y estatales comenzaron a desviar fondos del Pronasol para atender sus necesidades y antojos e impidieron con encarcelamientos y ejecuciones que los campesinos llevaran a cabo sus proyectos de autonomía. En consecuencia, el 1 de enero de 1994 miles de hombres armados con rifles (unos verdaderos y otros de palo)

ocuparon San Cristóbal de las Casas y otras tres urbes chiapanecas, y llamaron la atención de millones de mexicanos. Los objetivos de los levantados eran declarar la guerra al ejército mexicano, exigir la renuncia del presidente y tomar la Ciudad de México. Inicialmente el gobierno recurrió a la represión; envió a miles de soldados e inició bombardeos en la zona en conflicto, pero tras ocho días de fracasos, Salinas de Gortari decidió cambiar su estrategia y optó por la vía pacífica. El 12 de enero el gobierno declaró el cese unilateral del fuego. Cuatro días después ofreció amnistía general a los alzados. También se destituyó al secretario de Gobernación, Patrocinio González Garrido, se puso en su lugar a Jorge Carpizo y se nombró a Manuel Camacho Solís, en ese entonces secretario de Relaciones Exteriores, Comisionado para la Paz y la Reconciliación en Chiapas. En febrero se reunieron Camacho, el subcomandante Marcos (líder visible del EZLN) ( ) y Samuel Ruiz, obispo de San Cristóbal, para entablar un diálogo que condujera a la pacificación de la zona. En ese momento se pactó una reforma política nacional y se plantearon estrategias para el desarrollo social del estado, pero en junio las bases del EZLN decidieron rechazar las propuestas gubernamentales. Esta negativa fue aprovechada por el candidato presidencial del PRI, Ernesto Zedillo Ponce de León, para criticar la gestión de Camacho Solís, quien renunció a su cargo y fue sustituido por Jorge Madrazo Cuéllar. Para el 30 de noviembre de 1994. los zapatistas dominaban la mitad del estado, exigían la creación de zonas de autonomía indígena y rechazaban los resultados de las elecciones federales del 21 de agosto de 1994. En 1994, los asesinatos de políticos destacados también sembraron el desconcierto entre los mexicanos. El 23 de marzo fue asesinado Luis Donaldo Colosio Murrieta ), candidato del PRI a la presidencia, en la colonia Lomas Taurinas. Su asesino, Mario Aburto, pudo acercarse sin problema alguno al candidato y dispararle dos veces, una en la cabeza y otra en el abdomen. Las investigaciones sobre el asesinato cayeron en un mar de contradicciones. traspiés e intentos por darle carpetazo; de cualquier modo, el asesino fue condenado a 42 años de cárcel. De toda la confusión que desató el crimen, queda claro que ocurrió 17 días después de que Colosio pronunciara un discurso en el que proponía disminuir las facultades del presidencialismo mexicano, desligar al PRI del gobierno y hacer una verdadera transformación del poder. Seis meses después, el 25 de septiembre, fue asesinado el secretario general del PRI, José Francisco Ruiz Massieu ), cuando salía de una reunión con los diputados del partido. El crimen deterioró aún más la imagen del PRI, ya que las investigaciones encabezadas por Mario Ruiz Massieu, subprocurador general de justicia y hermano del difunto, mostraban aparentemente que se trataba de un complot maquinado por priístas. El homicida, Daniel Aguilar Treviño, confesó haber sido contratado por el secretario del diputado priísta Manuel Muñoz Rocha, presidente de la Comisión de Recursos Hidráulicos de la Cámara de Diputados. Las pesquisas desencadenaron fricciones entre algunos líderes priístas y el subprocurador general de justicia; el 23 de noviembre esta situación adquirió tintes alarmantes para el sistema pues Mario Ruiz Massieu culpó a Ignacio Pichardo Pagaza, Humberto Benítez Treviño y María de los Ángeles Moreno por contubernio, encubrimiento y falsedad de testimonios. Acto seguido, renunció a las investigaciones y al PRI. Ante el fracaso de los modelos de desarrollo económico anteriores y aprovechando las bases puestas por Miguel de la Madrid, Salinas adoptó un programa económico de corte neoliberal, al que denominó Liberalismo Social. En principio, el neoliberalismo se concentra en aumentar la participación de la iniciativa privada en la economía para que sea ésta el motor del desarrollo económico y genere beneficios para el conjunto de la sociedad. Según las palabras del presidente: "En el liberalismo social entendemos la justicia como una labor permanente que requiere de políticas públicas deliberadas que aseguren más oportunidades a quienes menos tienen, pero de manera permanente y no como efímera oferta pública sin sustento económico". Para llevar a la práctica el neoliberalismo, el gobierno se encargó de disminuir la participación estatal en la dirección y la rectoría de la economía; pretendió sanear la hacienda pública para que, junto con el punto anterior, el sector privado pudiera tener una mayor participación; se favoreció al sector financiero y especulativo para atraer las inversiones extranjeras; debilitó a los sindicatos frente al sector público y privado, y comenzó a concentrar más el ingreso en pocas manos

con la idea de que ello se tradujera en un mayor ahorro interno y crecimiento económico. Asimismo, era necesario abrir aún más el mercado nacional para modernizar la economía e insertar así a México en el proceso de globalización. Por ello, en 1992 se firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, conocido simplemente como TLC) en el que Estados Unidos y Canadá se convertirían en socios comerciales de nuestro país. Los compromisos más importantes que adquiría México con el TLC eran: Se liberalizaría el comercio de bienes y servicios. El proceso gradual debía dar oportunidad a que la industria nacional se ajustara a la competencia internacional. Se hacía obligatorio establecer reglas de origen transparentes. Se acabaría con la política de subsidios en todos los ámbitos productivos de la economía nacional para evitar la competencia desleal. A pesar de las metas del liberalismo social, su aplicación trajo una serie de males que generaron a mediano plazo una crisis económica que sacudió como ninguna otra a los mexicanos. La apertura indiscriminada de México generó un déficit en la balanza comercial que en 1992 llegó a los 15,936 millones de pesos. Para amortizar esta cifra, el gobierno recurrió a los préstamos extranjeros (casi 5,120 millones de dólares en seis años) y fomentó la inversión extranjera. Entre 1988 y 1994 llegaron inversiones extranjeras por un monto de 95,184 millones de dólares, cifra que es muy engañosa pues sólo el 24.5 por ciento de estos recursos se destinó a la creación de empleos; el resto se orientó hacia el mercado accionario y de valores, es decir, hacia actividades especulativas en las que los propietarios de los capitales podían retirarlos en el momento en que quisieran. Sin embargo, la mayor repercusión del liberalismo social fue la concentración excesivamente desigual de la riqueza. En 1994 la revista estadounidense Fortune publicó una lista en la que aparecían 24 multimillonarios mexicanos, en su mayoría productos del sexenio salinista. En el campo, el desequilibrio hizo que el 70 por ciento de la población viviera en condiciones de pobreza extrema. En el ámbito nacional, en 1993 se incrementaron los niveles de pobreza: 37.2 millones (43.8 por ciento) vivían en la pobreza y 13.6 millones (16.1 por ciento) vivían en la pobreza extrema. Hablando del campo, el gobierno salinista dio por finalizado el reparto agrario e inició una campaña de regularización de tierras que tenía como finalidad resolver los problemas de posesión de la tierra. En ese sentido, también se procedió a la reforma del artículo 27 constitucional. Aparentemente, el cambio era positivo para los ejidatarios pues dejaban de ser usufructuarios de las tierras que trabajaban para convertirse en los propietarios de las mismas. En realidad esto fue un engaño ya que debido a la constante falta de apoyos en el campo, muchos campesinos vendieron sus tierras a los neolatifundistas por sumas que en apariencia eran considerables, pero no pensaron en lo que harían una vez que se acabara el dinero. Precisamente para evitar situaciones como ésta, los constituyentes de 1917 dieron al Estado, y no al campesinado, la propiedad de los ejidos. Para paliar los problemas sociales generados por el liberalismo social salinista, entre 1988 y 1994 el gobierno aumentó su gasto social en más de 85 por ciento y lo encauzó mediante el Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol). Este programa tenía como objetivo proporcionar servicios sociales básicos e infraestructura a los residentes de las zonas urbanas y rurales de menos recursos, pero sin dar una verdadera solución a los problemas estructurales que generaban la pobreza y miseria en México. Durante el salinismo, las relaciones entre México y Estados Unidos fueron las mejores, pues partían del principio de la optimización de la relación de proximidad sin ceder en materia de soberanía nacional. Un problema que amenazó con empañar la buena vecindad fue el caso del doctor mexicano Humberto Álvarez Machain, a quien el Gobierno estadounidense secuestró por estar vinculado con el asesinato de Enrique Camarena Salazar. Cuando Bill Clinton asumió la presidencia de Estados Unidos en 1992, se preocupó por mantener el buen nivel de las relaciones bilaterales y por conseguir un mejor y más intenso intercambio de las dos economías.

En enero de 1994 dieron inicio las campañas presidenciales pero, a diferencia de otros años, fueron poco intensas. La elección de Luis Donaldo Colosio Murrieta como candidato del PRI a la presidencia de la República generó una división importante en el seno del partido; por ejemplo, Manuel Camacho Solís, regente del D. F.. al no ir a saludar al candidato electo mostró públicamente su inconformidad. Por su parte, Cuauhtémoc Cárdenas (PRD) y Diego Fernández de Cevallos (PAN) iniciaron sus propias campañas Por otra parte, los partidos minoritarios (Verde Ecologista, Partido del Trabajo, PARM, PFCRN y PPS) comenzaron a ser vistos por muchos medios como oportunistas y "vividores" del financiamiento que recibían del Estado. En marzo, el asesinato de Colosio paralizó temporalmente las campañas de los partidos de oposición, pero activó el proceso electoral, pues la sociedad se preguntaba quién sería el sucesor de Colosio. Pocos días después, Carlos Salinas de Gortari designó a Ernesto Zedillo Ponce de León como el nuevo candidato del PRI a la presidencia. El 12 de mayo, los mexicanos presenciamos por primera vez un debate público, televisado, entre las tres fuerzas políticas más importantes del país: PRI, PAN y PRD. Sin lugar a dudas, Diego Fernández de Cevallos fue el triunfador; Zedillo se dedicó a esquivar golpes y convenció poco, y Cárdenas fue vapuleado por sus contrincantes. Después del debate, Cárdenas y Zedillo acentuaron sus campañas mientras que Fernández descuidó la suya, lo que hizo sospechar a muchos panistas de las verdaderas intenciones de su candidato. El 21 de agosto se celebraron las elecciones más concurridas en la historia del país ) pues el 77 por ciento de los electores asistió a las casillas.

Ernesto Zedillo Ponce de León ( ) asumió la presidencia de México el 1 de diciembre de 1994, tras un proceso electoral en el que a pesar de que el PRI apoyó a su candidato a través del uso proselitista de los recursos públicos, del abuso en el empleo de los medios de comunicación y de la vieja práctica de la compra de votos, pocas fueron las voces que se levantaron para cuestionar la legalidad del proceso electoral. Su gobierno, pese al lema de campaña "Bienestar para tu familia", se caracterizó por una crisis económica prematura que estalló tan sólo 18 días después de haber asumido el poder ejecutivo y que marcaría tanto la toma de decisiones en todos los ámbitos, como la evolución de su sexenio. En materia política, gran parte de los esfuerzos de la administración zedillista se encaminaron hacia la democratización de la vida política nacional sin que ello pusiera en peligro la unidad interna del PRI. Para muchos analistas y ciudadanos, esta tarea era muy difícil de realizar pues era bien sabido que la vieja guardia priísta, a la que se le conoce comúnmente como "los dinosaurios", no estaba dispuesta a permitir que otras organizaciones políticas ocuparan los espacios públicos que por más de 60 años habían controlado para beneficio de su partido.

Pese a dicho obstáculo, Zedillo continuó con las reformas electorales para garantizar la transparencia de los comicios futuros mediante la completa imparcialidad del Instituto Federal Electoral (IFE). En enero de 1995, el PAN, PRD, PRI y PT, es decir, todos los partidos representados en el Congreso, firmaron el Acuerdo Político Nacional cuya función primordial era favorecer una reforma electoral definitiva a través del diálogo entre las fuerzas políticas más importantes del país. Lo anterior generó un clima político tan favorable, que entre julio y agosto del mismo año las cámaras de Diputados y Senadores aprobaron por unanimidad, algo nunca antes visto en la historia de este país, la transformación de 19 artículos constitucionales en aras de consolidar los logros alcanzados por los firmantes del acuerdo antes citado. A través de estas modificaciones se otorgaba autonomía al Instituto Federal Electoral y se creaba la figura de los senadores plurinominales para dar una mayor representatividad a la oposición en la cámara. Las primeras elecciones realizadas por la nueva normativa se llevaron a cabo en julio de 1997 para renovar el Congreso y las gubernaturas de algunos estados de la Federación. Los resultados fueron históricos y, a la vez, esperanzadores para millones de mexicanos. Por primera vez desde su creación, el PRI perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, el control sobre la de Senadores para aprobar los cambios a la Constitución (al no alcanzar las dos terceras partes), los gobiernos de Querétaro y Nuevo León (que fueron ganados por el PAN) y el control del Distrito Federal (que quedó en manos del PRD). Es importante señalar que ésta fue la primera vez que los habitantes del Distrito Federal tuvieron la oportunidad de votar para elegir jefe de gobierno (anteriormente conocido como regente de la ciudad) donde resultó triunfador Cuauhtémoc Cárdenas. candidato del PRD, al obtener el 47.6 por ciento de los votos. Lo cierto es que pese a lo anterior, el gobierno de Zedillo tuvo que enfrentar los abusos cometidos por algunos gobernadores, nada nuevo pues era bien sabido que los ejecutivos locales, a cambio de su fidelidad al presidente, tenían autorización para ejercer de manera semidespótica el poder en sus regiones. La intención de Zedillo no era erradicar esta práctica en el régimen político mexicano, sino aplicar castigos ejemplares a aquellos que rebasaran los límites de lo permisible, como en los casos de Sócrates Rizzo, gobernador de Nuevo León, y Rubén Figueroa, gobernador de Guerrero. Ambos fueron destituidos en 1996 por órdenes del presidente y por razones diferentes. Mientras que el primero protagonizó un sonado escándalo de corrupción, el segundo intentó ocultar el asesinato de 17 campesinos, perpetrado por las fuerzas de seguridad del Estado, en el municipio de Aguas Blancas. Los cambios también se dejaron sentir en los medios de comunicación, ya que disminuyó la injerencia gubernamental y favoreció el espíritu crítico de la radio, la televisión y la prensa en sus diversos formatos. Sin embargo, esto no implicó necesariamente la desaparición de los obstáculos que impedían el ejercicio de la libertad de prensa. El número de casos de periodistas amenazados, heridos y asesinados se incrementó considerablemente respecto al sexenio anterior, una clara muestra de que no todas las autoridades políticas compartían la postura del presidente. Otro aspecto delicado de la política interior zedillista fue el desalojo violento de los universitarios en paro que habían ocupado Ciudad Universitaria. El problema se remonta a abril de 1999, cuando un grupo de estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se opuso a la propuesta del rector de incrementar las inscripciones de 20 centavos a 220 pesos. El sector estudiantil más radical organizó un Comité General de Huelga y procedió a suspender las clases y a ocupar el recinto universitario. Tras varios intentos fallidos por solucionar el problema entre los paristas y las autoridades, a principios de febrero del 2000 el presidente dio la autorización para que 600 miembros de la Policía Federal Preventiva entraran a Ciudad Universitaria y aprehendieran a los alumnos. Queda claro que esta decisión fue motivada, en gran medida, por una coyuntura de carácter electoral. Sin embargo, la situación que había heredado sobre el conflicto en Chiapas fue más difícil de tratar. Desde el inicio, la postura de Zedillo fue ambivalente, pues así como hubo momentos de acercamiento y diálogo, hubo otros de gran tensión. Tras varios intentos de

diálogo con el EZLN, en 1995 ordenó al ejército cercar la selva Lacandona, y dio a conocer a los medios nacionales y extranjeros la supuesta identidad del subcomandante Marcos, cuyo nombre, según fuentes gubernamentales, era Rafael Sebastián Guillén Vicente. Cinco días después, presiones internas y externas orillaron al ejecutivo federal a detener esas operaciones y reiniciar negociaciones, en las que estuvieron representantes del gobierno y del EZLN, las cuales, en febrero de 1996, derivaron en los famosos Acuerdos de San Andrés sobre Derechos y Cultura Indígenas, que contemplan los siguientes puntos: Reconocer a los pueblos indígenas en la Constitución y su derecho a la libre determinación en un marco constitucional de autonomía. Ampliar la participación y representación política. el reconocimiento de sus derechos políticos, económicos, sociales y culturales. Garantizar el pleno acceso de los pueblos indios a la justicia del Estado. a la jurisdicción del Estado, así como el reconocimiento de los sistemas normativos internos de los pueblos indios. Promover las manifestaciones culturales de los pueblos indígenas. Asegurar la educación y la capacitación y aprovechar y respetar sus saberes tradicionales. Satisfacer sus necesidades básicas. I mpulsar la producción y el empleo. Proteger a los indígenas migrantes.' Sin embargo, no se pudieron aplicar puesto que la guerrilla acusó al gobierno de plasmar en el texto una visión unilateral que no se ajustaba al espíritu indígena. A partir de entonces se gestó un proceso de alternancia entre los momentos de distensión y los de enfrentamiento que se cimbró en diciembre de 1997, cuando en la comunidad de Acteal, durante una misa, fueron asesinados 45 indígenas tzotziles simpatizantes del EZLN. Las averiguaciones mostraron que los culpables de esta fechoría eran miembros de grupos paramilitares que se encontraban bajo las órdenes del PRI local. Lo sucedido en Acteal no sólo significó un duro golpe para la pacificación de Chiapas, sino también levantó una serie de críticas contra Zedillo por ser incapaz de controlar a los sectores más conservadores de su partido. Del mismo modo, en 1996 las precarias condiciones de vida de los campesinos guerrerenses, aunado a los abusos de la clase política y económica del estado, provocaron el surgimiento del Ejército Popular Revolucionario (EPR), un grupo guerrillero de menores dimensiones que el EZLN. Este grupo dividió a la opinión pública, pues mientras para unos se trataba de una organización radical, por sus ideas maoístas, otros señalaban que se trataba de una creación del PRI para desestabilizar el orden público en detrimento de la imagen presidencial. Sin lugar a dudas, durante este régimen la economía fue uno de los temas que revistió mayor importancia. Aparentemente, Zedillo había heredado de su antecesor un régimen económico estable y firme; sin embargo, el 19 de diciembre de 1994 este panorama cambió abruptamente. Uno de los logros del sexenio anterior había sido evitar la devaluación de la moneda nacional, a tal grado que ésta mostró una sobrevaluación respecto al dólar estadounidense; sin embargo, este sonado logro se debió, fundamentalmente, a que el gobierno utilizó las reservas internacionales para mantener la estabilidad cambiaria. La aparición del EZLN y el asesinato, en 1994, de Luis Donaldo Colosio, provocaron la fuga de dólares de México hasta alcanzar una suma que se calcula en 24 mil millones de dólares. Frente a este panorama, el régimen zedillista no tuvo otra opción más que aprobar una devaluación de 15 por ciento del peso, lo cual fue el inicio de lo que muchos se han empeñado en llamar "el error de diciembre".

Si bien la medida era necesaria, su ejecución fue deficiente pues se llevó a cabo pocos días después de que el secretario de Hacienda, Jaime Serra Puche, afirmara en Washington que no entraba en los planes del nuevo gobierno devaluar su moneda. Esto provocó la salida de más capitales foráneos de México y una depreciación del 60 por ciento del valor de su moneda, lo cual repercutió, a su vez, en los sistemas financieros del resto de América Latina. Fue entonces cuando estalló en realidad la crisis. Las tasas de interés se elevaron drásticamente y muchos mexicanos que habían adquirido préstamos' se vieron imposibilitados para cumplir con el pago de los intereses y tuvieron que dar a los bancos todo aquello que estaban adquiriendo o, bien, lo que habían dejado en garantía. Sin embargo, esto no ayudó a la banca nacional, la cual, ávida de liquidez, tenía en sus manos una serie de bienes y propiedades que a nadie interesaba (o podía) comprar. La situación de los empresarios tampoco era mejor pues muchos de ellos habían adquirido deudas en dólares y vieron que en el lapso de dos semanas éstas se sextuplicaban hasta alcanzar dimensiones impagables. Muchos empresarios quebraron y, en consecuencia, millones de mexicanos quedaron sin empleo. Todo lo anterior parecía augurar que México sufriría una de las mayores catástrofes económicas en la historia mundial; sin embargo, ésta logró evitarse gracias a la intervención del Fondo Monetario Internacional y el Tesoro de Estados Unidos, que en febrero de 1995 otorgaron al país un préstamo de 51,000 millones de dólares,,` a cambio de un severo plan de choque que consistió en el aumento de los impuestos indirectos, del costo de los servicios públicos, el mantenimiento de los salarios por debajo de los incrementos y el seguimiento de una disciplina fiscal férrea. Además, México se vio obligado a dejar como garantía de pago un depósito de 7000 millones de dólares anuales provenientes de la venta del crudo. Por otra parte, el gobierno tuvo que destinar recursos para afrontar tres operaciones costosas e inevitables que mermaron aún más sus lánguidas finanzas: las carreteras concesionadas. el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y la banca mexicana. Durante el sexenio salinista se concesionó a ciertos grupos la construcción de autopistas como una manera de mejorar las comunicaciones al interior y exterior del país sin que ello generara erogaciones al gobierno. Sin embargo, se subestimó el costo de construcción de las obras y se sobreestimó el tránsito que éstas recibirían, lo que provocó que los concesionarios aumentaran excesivamente el peaje, por lo cual los usuarios evitaron circular por ellas. Justo cuando los concesionarios se encontraban al borde de la quiebra, el gobierno intervino y adquirió las autopistas a un costo inferior al real, en un momento en el que necesitaba más recursos. Por su parte, el IMSS se encontraba en crisis y debido a la alta tasa de desempleo que imperaba en el país estaba en riesgo de no poder cubrir los pagos de sus pensionados; para evitar lo anterior, el gobierno otorgó al Instituto recursos por un total de 15,700 millones de pesos que, por supuesto, salieron del ya de por sí debilitado erario público. Para resolver el problema bancario antes citado, las autoridades optaron por crear el Fondo Bancario de Protección al Ahorro, o FOBAPROA, del cual el Banco de México adquirió una buena parte de la cartera vencida a cambio de pagarés gubernamentales. De las tres medidas, ésta fue la más polémica ya que por querer evitar la bancarrota del sistema bancario nacional, el gobierno entró al rescate de los banqueros, uno de los grupos más privilegiados en nuestro país. Aunque en términos macroeconómicos este drástico plan económico permitió la paulatina estabilización del país, lo cierto es que provocó la desaparición de más puestos de trabajo, la pérdida del ya de por sí débil poder adquisitivo de la población, el empobrecimiento de más mexicanos y un mayor distanciamiento entre ricos y pobres.

También es necesario señalar que durante este sexenio se continuó con la política privatizadora iniciada en el periodo salinista. El caso más comentado ocurrió en 1995 cuando se vendió la compañía estatal Teléfonos de México, o TELMEX, a Carlos Slim. Ese mismo año se intentó realizar la privatización de la petroquímica secundaria, pero miembros del gobierno y del sindicato de petroleros se opusieron. No obstante, este afán del gobierno por privatizar y, en la misma medida, por desligarse de algunas de sus obligaciones con la sociedad, condujo a la reforma del sistema de pensiones por la que el manejo de los fondos de retiro pasó de manos del 1MSS a la banca mexicana que, como se recordará, fue privatizada en la administración anterior. En lo referente a la política exterior, en el sexenio de Zedillo ésta estuvo estrechamente vinculada a los procesos de integración económicos propios de la globalización, lo cual no implicó que se abandonara la línea diplomática tradicional enarbolada por los regímenes nacionales emanados de la Revolución. Las relaciones con Estados Unidos fueron muy buenas y se dieron bajo el marco del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Con el paso de los años, México logró desbancar a China y Japón como el segundo socio comercial de Estados Unidos. sólo después de Canadá. De igual forma, ambas naciones firmaron un pacto histórico de cooperación en la lucha contra el narcotráfico por el que no sólo se capturaron narcotrafiantes importantes que fueron enviados a Estados Unidos para ser juzgados allá, sino que también ayudó a acallar las críticas de aquellos senadores estadounidenses que ponían en tela de juicio la capacidad del Estado mexicano para combatir este mal social. Respecto a Latinoamérica, se mantuvieron buenas relaciones diplomáticas con sus miembros, con excepción de Cuba, país que comenzó a criticar el acercamiento de México con Estados Unidos; en respuesta, la postura del régimen se transformó y nuestro país dejó de ser el aliado incondicional del gobierno de la isla y comenzó a exigir transformaciones que redundaran en mayores libertades para sus habitantes y la democratización política. También se firmaron tratados de libre comercio con Bolivia, Chile, Costa Rica, El Salvador, Honduras, Guatemala y Nicaragua, los cuales favorecieron el acercamiento diplomático de México con todas estas naciones americanas. Asimismo, se iniciaron negociaciones para alcanzar acuerdos comerciales de este tipo con Ecuador, Panamá y Perú. En realidad, esta política diplomático-económica se sustentó en la imperiosa necesidad de compensar la notoria, y a la vez creciente, dependencia que el país tenía con Estados Unidos, volcando sus ojos e intereses hacia América Latina, región con la que apenas si se comerciaba. Bajo la misma directriz, a finales de la década de 1990 se inició un diálogo con la Unión Europea que culminaría con la firma de un Tratado de Libre Comercio entre Méxio y este bloque multinacional. Esto también fue un logro económico de enormes dimensiones, en gran medida, gracias a los avances en la democratización del país conseguidos durante este sexenio. En 1999 Zedillo sorprendió a propios y extraños al anunciar que el candidato del PRI que contendería por la presidencia del país en el proceso electoral del año 2000 no sería designado a través del famoso "dedazo", toda una tradición en la política del México posevolucionario, sino por un sistema de elección interna en la que participarían todos los miembros del partido. Cuatro candidatos de este partido se postularon: Francisco Labastida, Roberto Madrazo, Humberto Roque Villanueva y Manuel Bartlett; resultando triunfador Francisco Labastida. Cabe señalar que aunque el presidente aseguró que iba a permanecer al margen en este proceso, lo cierto es que mostró predilección por Labastida. Por su parte, el PRD postuló a Cuauhtémoc Cárdenas, quien dejó el cargo de jefe de gobierno del D. F. para incorporarse a la lucha electoral, mientras que el PAN postu16 a Vicente Fox, ex gobernador de Guanajuato. Este último mostró la capacidad para granjearse el apoyo de aquellos electores que deseaban un cambio después de haber soportado por más de 70 años a la "familia revolucionaria" en el poder. Dicho apoyo se debió, en gran medida, a promesas de campaña cuyo cumplimiento era cuestionable pero que agradaban a los votantes, al uso, y abuso. de los medios de comunicación para su

propaganda, pero también a esa manera tan despreocupada de hacer política que le permitía tanto utilizar groserías como burlarse y poner en evidencia a los otros candidatos a la presidencia, particularmente al priísta. El 2 de julio del 2000 se llevaron a cabo las elecciones federales bajo un clima de calma que solamente se vio interrumpido por algunas irregularidades y actos violentos aislados. Vicente Fox Quesada fue el triunfador de las elecciones, aunque por un estrecho margen ( ). Ese mismo día. por la noche, el presidente Zedillo emitió un mensaje histórico en cadena nacional en el que comentaba: "Felicito a todos los ciudadanos que al acudir a votar cumplieron con la democracia y México. Felicito a los ciudadanos que han fungido como funcionarios electorales y como representantes de los partidos en las casillas [...] Hace un momento me he comunicado telefónicamente con el licenciado Vicente Fox para expresarle mi sincera felicitación por su triunfo electoral, así como para manifestarle la absoluta disposición del gobierno que presido, a fin de colaborar, desde ahora hasta el próximo primero de diciembre, en todos los aspectos que sean importantes para el buen inicio de la próxima Administración Federar'

Vicente Fox Francisco Labastida Cuauhtémoc Cárdenas Otros candidatos

42.5 36.1 16.4 5.0

Carlos Salinas llegó al poder bajo un clima de repudio y de duda, lo que lo obligó a realizar una serie de transformaciones estructurales que, más tarde, serían heredadas por su sucesor: Ernesto Zedillo,. La política se modernizó al modificarse las relaciones entre el Estado y la Iglesia; cambio que i mplicó la legalización de una situación que ya existía décadas atrás; también hubo una mayor apertura en materia electoral que se vio reflejada en el reconocimiento, por vez primera desde 1929, del triunfo de la oposición en una elección para gobernador. La imposición del modelo neoliberal, o de liberalismo social, según Salinas, revolucionó la economía nacional al darle un breve suspiro, pero éste sólo duró hasta diciembre de 1994, cuando el país cayó en un bache más profundo que el de las décadas de 1970 y 1980. También fueron tiempos de grandes sobresaltos debidos a los asesinatos de Monseñor Juan Jesús Posadas Ocampo, Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu, o al surgimiento de grupos guerrilleros en Chiapas (Ejército Zapatista de Liberación Nacional) y en Guerrero (Ejército Popular Revolucionario). Sin embargo, el 2 de julio del año 2000 el triunfo de Vicente Fox Quesada, candidato del PAN, en las elecciones a la Presidencia de la República, puso fin a toda una época caracterizada por la hegemonía del PRI en el poder iniciada en 1929.

Los años 2000 a 2006 de nuestra historia estuvieron marcados por la presidencia de Vicente Fox Quesada ( ). Referirse a ella es un tanto difícil por tratarse de un proceso cuyos efectos se perciben aún en la actualidad, a diferencia de todos los vistos hasta el momento. Al asumir la presidencia de México el 1 de diciembre de 2000, Fox se planteó el cumplimiento de dos metas fundamentales: afianzar la democracia en el país utilizando la estabilidad política como ancla. y fortalecer la economía nacional a través de una mayor integración con los socios del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, conocido simplemente como TLC), en particular con Estados Unidos. La política interior del régimen foxista tuvo varias características. En principio, es importante señalar que hubo una auténtica y sana distancia entre los tres poderes de la Unión, con lo cual se puso fin a aquellos tiempos en que el ejecutivo sometía a su voluntad al legislativo y al judicial, como lo demuestra lo sucedido en 2002 cuando, por primera vez en la historia del México surgido de la Revolución, el Congreso negó un permiso al presidente, quien deseaba realizar una gira de trabajo por Estados Unidos. Si bien la medida causó una gran polémica, lo cierto es que demostró que en el país ya se había empezado a vivir una época de auténtico cambio político. De igual forma sorprendió la noticia de que la Suprema Corte abriría al público los expedientes relacionados con la represión de los movimientos estudiantiles de 1968 y de 1971. El momento culminante llegó cuando el ex presidente Luis Echeverría fue obligado a presentarse ante la justicia para contestar una serie de preguntas sobre el tema. A pesar de que los delitos cometidos por los responsables ya habían prescrito, el hecho de que nuevamente el tema se hubiera abordado y discutido representó un gran paso para tratar de aclarar una parte importante del pasado y para hacer justicia a las víctimas y sobrevivientes de tales hechos. Por su parte. la libertad del poder judicial mexicano se puso de manifiesto en el 2001, cuando el Congreso de Tabasco convocó a nuevas elecciones para renovar el ejecutivo local después de que el Instituto Electoral del estado aportara pruebas sobre las evidentes irregularidades cometidas por el PRI. Todo lo anterior se vinculaba también con la idea de Fox de hacer de su gobierno una administración transparente. Por esa razón presentó un proyecto de ley, aprobado a inicios del 2003, para que toda la información concerniente al gobierno federal y a sus trabajadores —en su calidad de funcionarios públicos— estuviera al alcance de todos los ciudadanos a través de oficinas de atención al público o de Internet. Pese a que la autonomía del poder judicial se puede entender como consecuencia de un espíritu democrático de la sociedad y de su presidente. en el caso del Congreso, ello hay que buscarlo en su composición. En la Cámara de Diputados, así como en la electa para el periodo 2003-2006, el PAN, el PRD y el PRI controlaban, cada uno, casi una tercera parte de la misma, de tal manera que ninguno contaba con la mayoría absoluta. En cambio, en el Senado prevalecía una mayoría absoluta en manos del PRI, entonces ya de oposición. Es cierto que un contexto como ése es un aliciente para la democracia, pues exige a los partidos entablar un diálogo entre ellos para alcanzar acuerdos que impulsen la vida legislativa del país. Sin embargo, también fue un hecho que en ocasiones impidió, por falta de arreglos o de capacidad de los legisladores, la agilidad en el trabajo de la Cámara de Diputados. Las relaciones entre el presidente y el sindicalismo oficial liderado por José Luis Alcaine no sufrieron cambios significativos en relación con la administración anterior, salvo que hubo un mayor respeto de los sindicatos autónomos. Respecto a la guerrilla en Chiapas, el diálogo se estancó. Durante su campaña electoral, Fox aseguró que una vez que llegara a la presidencia acabaría con el conflicto

en 15 minutos; sin embargo, han pasado los años y aún no es posible afirmar que la paz se encuentre cerca. Aunque se han realizado esfuerzos serios para hacer de México una nación democrática y para que la autoridad esté más pendiente de las demandas políticas de la sociedad, es un hecho irrefutable que los problemas sociales continúan siendo uno de los mayores lastres para la nación. De todos ellos hay algunos. como la renegociación del apartado agrícola del TLC y la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, que han sido los más sonados por la violencia que generaron. Es importante señalar que mientras el primer problema fue heredado del gobierno de Salinas de Gortari, el segundo fue producto de la administración foxista. A fines del 2002 e inicios del 2003 adquirió gran fuerza en el país un movimiento campesino que se manifestaba contra los daños que había sufrido el sector agrícola en casi una década de aplicación del TLC. Durante ese tiempo, los niveles de pobreza en el agro nacional aumentaron de manera alarmante como consecuencia de la apertura indiscriminada de la frontera mexicana a los productos agrícolas de Estados Unidos. Los hechos demostraron que los campesinos nacionales no pudieron competir, en precio, contra los productos de sus similares estadounidenses, dueños de mejores insumos de trabajo y de mayores extensiones de tierra, y beneficiarios de grandes subsidios y de préstamos rápidos otorgados en condiciones muy favorables. El 1 de enero de 2003 entró en vigor la penúltima fase del TLC con la que se quitaron los impuestos a gran parte de los productos agrícolas. salvo el frijol, el arroz y la leche deshidratada. Para los agricultores mexicanos esto significó la obligación de comenzar a competir contra una serie de artículos mucho más baratos que los suyos. En otras palabras, se enfrentaban a la amenaza de empobrecerse aún más. Tras la negativa del gobierno mexicano de renegociar el TLC con Canadá y Estados Unidos, los campesinos organizaron movilizaciones en la Ciudad de México para presionar a las autoridades federales. Estas reaccionaron organizando una serie de mesas de discusión en el Archivo General de la Nación, mismas que derivaron a finales de abril de 2003 en la firma del Acuerdo Nacional para el Campo. por el que el gobierno se comprometió a renegociar el TLC y a utilizar diversos medios para reducir los impactos negativos de éste; sin embargo. no se vieron resultados tangibles. El crecimiento desmedido de la Ciudad de México ha generado, entre otros problemas, la inoperancia de su aeropuerto internacional, que ya ha resultado demasiado pequeño para las necesidades actuales. En ese sentido, la administración planteó una propuesta para que en el año 2006 se hubiera terminado la construcción de un nuevo aeródromo en Texcoco. Sin embargo, el problema radicó en que los terrenos sobre los que se pretendía construir el aeropuerto eran de carácter ejidal y a sus propietarios, a quienes no se les preguntó su parecer acerca del proyecto, se les quería pagar una cantidad minúscula por cada una de sus hectáreas. De todas las comunidades involucradas, la de San Salvador Ateneo fue la más afectada. Sus hombres, mujeres y niños salieron rumbo a la Ciudad de México con machetes en mano para expresar su repudio al despojo que estaban a punto de sufrir. Después de varias manifestaciones. de un ejidatario muerto y de varios policías heridos. Fox no tuvo más remedio que dar marcha atrás, con lo cual dio la victoria moral a los manifestantes: además, esto mostró a otros grupos lo que se podía lograr a través de las movilizaciones y. por qué no decirlo, del uso de la violencia para presionar a la autoridad. Esos años de gobierno no estuvieron exentos de polémicas, como las generadas por el caso - Pemexgate - , por el que se acusó a los líderes petroleros Carlos Romero Deschamps ), Rogelio Montemayor y Carlos Almada, de haber desviado 640 millones de pesos, propiedad del Sindicato Nacional de Trabajadores del Petróleo, para financiar la campaña presidencial del candidato priísta Francisco Labastida. Además, se les acusó de

lavado de dinero y delincuencia organizada. Se habló de desaforar a los diputados para poder juzgarlos por estos delitos y hasta de encarcelarlos en caso de ser culpables. Las averiguaciones realizadas por la Procuraduría General de la República determinaron que eran inocentes de los cargos de lavado de dinero y asociación delictuosa, y aseguraron que se les investigaría por peculado. Curiosamente, a partir de entonces el caso se enfrió y cayó en un silencio que, para algunos analistas y políticos, es bastante sospechoso. Algo similar ocurrió con el grupo "Amigos de Fox - , que fue creado para financiar la campaña del candidato Vicente Fox cuando aspiraba a la presidencia del país, y al que se le acusaba tanto de rebasar el tope de gastos de campaña lijado por la ley como de haber recibido financiamiento extranjero. lo cual constituía una clara violación a la legislación electoral. Sin embargo, lo que causó más polémica fue la decisión del Instituto Federal Electoral. que pese a las pruebas presentadas por los partidos de oposición, decidió dar carpetazo al asunto. Otro escándalo. sin duda, fue el de Jorge y Manuel Bribiesca. hijos de Marta Sahagún. esposa de Vicente Fox, quienes fueron acusados de utilizar su proximidad al poder para hacer negocios poco claros que, a su vez, les permitieron enriquecerse con notoria rapidez. Si bien el Congreso organizó una comisión para investigar las acusaciones vertidas por la oposición contra los hermanos Bribiesca. ésta no encontró evidencia alguna para procesarlos, resolución que no satisfizo a la parte acusadora y, en cambio, levantó suspicacias. Las relaciones entre el presidente Fox y el jefe de gobierno del Distrito Federal. Andrés Manuel López Obrador, fueron notoriamente hostiles y tensas. Ambos utilizaron los medios de comunicación para defender sus posturas. al tiempo que para atacarse mutuamente en un espectáculo poco digno entre políticos de su altura. Esta situación llevó a Fox a minimizar las aspiraciones presidenciales de López Obrador a través de su desafuero. Los intentos por desaforar al jefe de gobierno del Distrito Federal dieron inicio en 2005, a raíz de que Andrés Manuel López Obrador, miembro del PRD. se negó a acatar la decisión de la Suprema Corte de Justicia que le obligaba a devolver a sus propietarios el predio de El Encino, expropiado por él años atrás. El problema, de naturaleza jurídica. adquirió tintes políticos cuando los diputados panistas propusieron a la Cámara que se le quitara el fuero a López Obrador para que pudiera ser enjuiciado por desacato: situación que se hizo más compleja cuando Vicente Fox se manifestó públicamente a favor del proceso e inició una serie de disputas con el jefe de gobierno. La proximidad de las elecciones presidenciales, y grabaciones donde se mostraba a funcionarios públicos cercanos a López Obrador recibiendo sobornos o gastando grandes fortunas en Las Vegas, hicieron pensar a varios que se trataba de un esfuerzo por parte del gobierno para evitar que el jefe de gobierno del D. F. pudiera competir en ellas corno candidato presidencial del PRD. No obstante que la Cámara de Diputados quitó el fuero a López Obrador, las presiones de los miembros del PRD, de sus seguidores y de la opinión pública logró que, en el 2005. la decisión fuera revocada, fortaleciendo aún más la figura de López Obrador. Respecto a la economía, el gobierno tuvo grandes contrastes, pues por un lado destacaron los logros en materia de estabilidad, ya que las fluctuaciones económicas internacionales de los últimos años, como la crisis Argentina de 2001 y 2002, tuvieron repercusiones mínimas, lo cual no habría sucedido años atrás. Asimismo, el peso se revaluó, para algunos quizá demasiado, gracias a la política monetaria cautelosa del Banco de México. y la paridad cambiaria no experimentó grandes sobresaltos, salvo los sufridos por los atentados del 11 de septiembre y por la guerra entre Estados Unidos e Irak. El aumento del precio del barril de petróleo en 2005 y 2006, como consecuencia del conflicto anterior y de otros factores como el estallido de oleoductos en Nigeria, permitió al gobierno obtener ingresos considerables por la exportación de este recurso, de los que una parte se repartió entre los estados de la federación, mientras que la opinión pública se preguntaba qué se había hecho con el resto. No obstante, parece ser que la falta de una reforma fiscal de fondo que incluyera una ampliación de la base de recaudación mediante el cobro del impuesto al valor agregado (IVA) a los alimentos, libros y medicinas, de una reforma a las industrias eléctricas \ del

petróleo que permitiera la participación de capitales privados en su seno, así como de una reforma a la ley laboral que hiciera más eficiente el trabajo de los obreros mexicanos, ha representado serios problemas para el desarrollo económico del país. A lo anterior habría que sumar otros factores, como el hecho de que los capitales externos no llegaron con la profusión deseada debido a que han encontrado mercados más atractivos, y que las maquiladoras del norte han comenzado a emigrar a otros países, corno China y las naciones centroamericanas, tras encontrar condiciones más favorables (mano de obra, insumos y servicios más baratos). En consecuencia, el desempleo ha aumentado de manera alarmante y el crecimiento económico dista mucho de ser ese 7 por ciento anual que Fox prometiera en su campaña presidencial. Fox fue un presidente al que le gustaba mucho viajar. Realizó giras de trabajo por América, Asia y Europa para estrechar los vínculos diplomáticos y comerciales con naciones tan diferentes como China, la Unión Europea y Estados Unidos. Inicialmente, las expectativas que generó. al tratarse del primer opositor en llegar a la presidencia del país en más de 70 años, llamaron la atención de muchos países, que le abrieron sus puertas para que compartiera sus proyectos; lamentablemente, la falta de resultados, más económicos que políticos, generó una especie de desencanto en el ámbito internacional. La política exterior foxista fue innovadora, pues tuvo un carácter más agresivo y protagónico que el que le había caracterizado históricamente. Ejemplo de ello ha sido el hecho de que México ocupa, desde el 2003, un puesto como miembro no permanente en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Además, por primera vez en su historia. México votó en la ONU a favor de que se enviara un inspector de este organismo a Cuba para que estudiara en qué situación se encontraba la isla. Respecto a Cuba, las relaciones entre ambas naciones se enfriaron en dicho sexenio. Este desgaste se debió, en principio, a algunas diferencias ideológicas basadas en la postura conservadora del presidente mexicano frente a las ideas socialistas de su similar caribeño; pero con el paso del tiempo las discrepancias se hicieron mayores debido a ciertas fallas diplomáticas, como el caso tan sonado de la cumbre de mandatarios celebrada en Monterrey, en la que Fox pidió a Castro que una vez que terminara de comer se retirara para no incomodar al presidente estadounidense, George Bush, y el posterior resarcimiento de Castro al hacer pública la grabación en la que el ejecutivo mexicano le hacía tan particular petición. La situación llegó a tal extremo, que Cuba y México retiraron por un breve periodo a sus embajadores, sin que por ello rompieran relaciones. Otra nación hispanoamericana con la que se tuvieron roces fue Venezuela. La política de izquierda de su presidente, Hugo Chávez; el apoyo público que éste brindó a López Obrador ( ) —primero ante el desafuero de éste y luego durante su candidatura a la presidencia— así como la imprudencia de Chávez y Fox al atacarse en cuanta oportunidad tuvieron, fueron condiciones que tensaron la relación entre México y Venezuela al extremo de que hasta inicios del 2007 ambos países mantuvieron vínculos comerciales, más no diplomáticos, entre sí. Al inicio del sexenio, los vínculos entre México y Estados Unidos fueron bastante buenos, por las similitudes de opiniones y forma de vida entre los mandatarios de ambas naciones. Además, la postura proestadounidense de Fox era tan bien vista en Estados Unidos que se comenzó a hablar de la posibilidad de firmar un acuerdo migratorio en el futuro cercano; sin embargo, este proyecto se vio debilitado tras los ataques que sufrieron los estadounidenses el 11 de septiembre de 2001, y por la política antúnmigrante que la administración Bush fomentó. con intereses claramente políticos, a partir de su reelección como presidente de ese país en 2004. Curiosamente, la llegada de México al Consejo de Seguridad de la ONU fue un factor que contribuyó al distanciamiento diplomático entre ambos países. El deseo de Estados Unidos de que este organismo lo apoyara para llevar a cabo una agresión militar contra Irak, que implicaba destituir a su líder, Sadam Hussein, causó una gran presión entre los miembros del Consejo de Seguridad. Si bien los estadounidenses creían contar con el apoyo incondicional de su vecino del sur, lo cierto es que la política internacional de México no había cambiado tanto como para votar a favor de una guerra. Aunque la votación ja-

más se realizó, la administración Bush quedó resentida por la falta de apoyo del gobierno mexicano hasta el fin del mandato foxista. El proceso electoral del 2006 no sólo fue uno de los más reñidos, sino también uno de los más polémicos en la historia contemporánea del país. Si bien el PRI presentó como candidato presidencial a Roberto Madrazo, el PAN a Felipe Calderón y el PRD a Andrés Manuel López Obrador ( ), lo cierto es que la contienda se desarrolló sólo entre los dos últimos. En un principio, López Obrador contaba con una ventaja considerable, producto de los logros alcanzados como jefe de gobierno del Distrito Federal y del proceso de desafuero antes mencionado; sin embargo, Calderón logró acortar distancias gracias a su desempeño en los dos debates presidenciales que fueron emitidos en cadena nacional' y a una campaña mediática cuestionable que estaba fundamentada en verdades a medias y que mostraba a López Obrador como un peligro para México. Es importante señalar que una vez que el candidato panista dio alcance en las encuestas a su oponente, el PRD también echó mano de este recurso mediático cuestionable. Las elecciones tuvieron lugar el 2 de julio del 2006 bajo un clima enrarecido por el pobre nivel de las campañas y las recriminaciones mutuas. Los resultados del proceso electoral fueron los siguientes: Felipe Calderón Andrés Manuel López Obrador Roberto Madrazo Otros candidatos

35.89 35.31 22.26 3.66

Dado que la diferencia de votos entre los dos primeros candidatos era inferior al uno por ciento, el PRD acusó al PAN y al gobierno federal de haber cometido un supuesto fraude electoral y lanzó una campaña que, bajo el lema de - voto por voto, casilla por casilla", exigía a las autoridades electorales el recuento total de las boletas en una petición que se encontraba al margen de la ley. A ello se sumó una campaña de movilizaciones y protestas en la Ciudad de México —bastión perredista en el país— que implicaron el bloqueo del Paseo de la Reforma, importante vialidad de la capital del país, por más de treinta días, y el desarrollo de un discurso radicalizado que exaltaba las marcadas diferencias sociales que son propias de México. El resultado no fue el esperado por las autoridades del PRD y por su candidato, en virtud de que poco a poco. pero de manera sistemática, fueron perdiendo el apoyo popular masivo. En el marco de un país aún dividido por el proceso electoral, y en el que el PRI era la tercera fuerza política en México por vez primera en su historia, Felipe Calderón asumió la presidencia el primero de diciembre del 2006.

Hablar de la administración del presidente Felipe Calderón ( ) resulta difícil por tratarse de un proceso que apenas está teniendo lugar en nuestros días. Al asumir la presidencia del país. y dada la polémica suscitada por el proceso electoral que le llevó al poder, Calderón hizo pública una agenda en la que los temas de seguridad pública, empleo, economía y relaciones exteriores, se mostraban corno los ejes fundamentales de su administración. Uno de los legados más delicados que Calderón recibió de su antecesor fue, sin lugar a dudas, el de la seguridad pública, tema que se encuentra estrechamente vinculado con el narcotráfico.' Ante la confrontante realidad Felipe Calderón, de un país donde los cárteles se disputan el mercado de presidente de México tras un las drogas. en la que cada día aparecen decenas de perreñido proceso electoral. sonas muertas por presuntos "ajustes de cuentas" y en la que en los últimos seis años el gobierno federal se mostró incapaz de combatir con efectividad a estos grupos. el presidente del país adquirió el compromiso de poner en práctica medidas diseñadas para combatir este problema y rendir resultados a la brevedad. Así. con apenas 10 días en el poder, se organizó una operación político-militar en Michoacán que derivó en el aseguramiento de drogas. vehículos y armas de gran poder la destrucción de plantíos de marihuana, y la detención de cuatro narcotraficantes y casi cuarenta civiles. Los logros alcanzados estimularon al gobernador de Baja California. Ernesto Elorduy, a anunciar en diciembre del 2006 un operativo similar en su estado con el apoyo del gobierno federal, en un ejemplo que se extendería a lo largo del 2007 por Chihuahua, Durango, Nuevo León, Sinaloa y Tamaulipas, con resultados que tienden a ser modestos. La participación del ejército en la lucha contra el narcotráfico (' i ha sido bastante polémica. pues si bien se trata de una de las organizaciones en nuestro país que cuenta con mayor prestigio y reconocimiento a los ojos de los mexicanos, el asesinato de dos mujeres y tres niños, y de una familia en dos retenes militares, así como la muerte de una anciana en Zongolica, Veracruz, inicialmente atribuida a miembros del ejército,' levantó varias protestas entre miembros de la sociedad civil, de organizaciones no gubernamentales, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos e incluso de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, instancia que exigió a Calderón, sin éxito, que evitara el uso de las fuerzas armadas en el combate al narcotráfico. Uno de los mayores éxitos de la administración calderonista en la lucha contra el narcotráfico fue el aseguramiento de 205 millones de dólares en marzo de 2007 (el mayor registrado en todo el mundo), en una de las zonas residenciales más exclusivas de la Ciudad de México. Las investigaciones apuntaron hacia Zhenli Ye Gon, un empresario chino naturalizado mexicano que exportó grandes cantidades de pseudoefedrina, sustancia que. aparentemente. vendía a laboratorios clandestinos para que elaboraran metanfetaminas. En virtud de que entonces se encontraba en Estados Unidos, las autoridades mexicanas

solicitaron a sus similares estadounidenses su aprehensión y extradición. Una vez detenido en el mes de junio. Ye Gon se defendió arguyendo que el dinero incautado era para la campaña presidencial del PAN y que se lo había dado a guardar el secretario de Trabajo —Javier Lozano— amenazándolo con la frase: "cooperas o cuello". No obstante, la situación se complicó a raíz de que el gobierno estadounidense optó por no extraditarlo y, en lugar de ello, juzgarlo en su territorio por ayudar a la elaboración de metanfetaminas, sabiendo que serían enviadas a Estados Unidos. Otro de los problemas que debe afrontar el gobierno calderonista en materia de seguridad interior, es el de los ataques del Ejército Popular Revolucionario a diversas instalaciones de PEMEX. Fundado en 1994, el EPR había perdido fuerza hasta que en el 2006, a raíz de los problemas magisteriales suscitados en Oaxaca y a la luz del proceso electoral federal, resurgió. Así, el 5 de julio de 2007 miembros de esta organización volaron un gasoducto en los estados de Guanajuato y Querétaro e hicieron llegar un comunicado a los medios de comunicación en el que afirmaban que: "Tres pelotones mixtos conformados por unidades urbanas y rurales pertenecientes al destacamento 'Francisco Javier Mina', y contando con el apoyo de milicias populares de todo el estado (de Guanajuato) han realizado acciones quirúrgicas de hostigamiento, poniendo 8 cargas explosivas en los duetos de PEMEX".' Dos meses más tarde, el 10 septiembre, la historia se repetía, sólo que ahora en el estado de Veracruz. Como consecuencia de ambos ataques, hubo un desabasto en el suministro de gas natural que afectó la producción de varias industrias en el Centro de México, causando así pérdidas. tanto para el sector privado como para el público, valuadas en cientos de millones de dólares.

En contraparte, Calderón ha impulsado la modernización de las policías, poniendo en marcha programas y proyectos como el "Sistema Único Criminal", que tiende a unificar la acción de los diversos cuerpos policiacos en el país. y "Limpiemos México", cuyas acciones se vinculan a la recuperación de espacios públicos en manos de los criminales, el combate frontal a las drogas en las escuelas y el rescate de los adictos a los narcóticos y estimulantes en los centros de salud públicos. De igual forma, en lo que va de la presente administración el poder legislativo elaboró una reforma electoral que. al 1 de octubre del 2007, cuenta con la aprobación de 20 congresos locales y, en consecuencia, entrará en vigor este mismo mes. Entre los puntos más relevantes, a la vez que polémicos, la reforma limita el acceso permanente de los partidos políticos a la radio y televisión a los tiempos que asigne el Instituto Federal Electoral (IFE); reduce el financiamiento privado y público de las organizaciones políticas; establece la renovación escalonada de los consejeros del IFE y prohibe terminantemente las candidaturas individuales al margen de los partidos políticos. En materia de generación de empleos. la actual administración puso en marcha el programa "Primer empleo" por el que el gobierno federal adquirió el compromiso de pagar por un año las cuotas al Instituto Mexicano del Seguro Social de aquellos mexicanos que tuvieran un empleo formal por vez primera. A menos de un año de puesta en marcha, han sido varias las voces, incluida la del secretario del Trabajo, que han puesto en tela de juicio la viabilidad del proyecto. Ante las presiones económicas que estaba afrontando el ISSSTE desde el sexenio anterior, se llevó a cabo una reforma en su interior por la que se individualizaban las cuentas de los trabajadores afiliados y se modificaban los criterios de jubilación, substituyendo el de años de servicio por el de edad cumplida. Si bien la Ley del ISSSTE fue diseñada para evitar los quebrantos que amenazaba con acabar con esta institución en el futuro inmediato, lo cierto es que la forma en que se acordó —un acuerdo pactado en menos de una semana entre el gobierno, el Partido Revolucionario Institucional, el Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación y el Sindicato del ISSSTEaunada al retraso de las jubilaciones y el aumento de las contribuciones de los trabajadores del Estado, han hecho de ésta una de las leyes más polémicas en lo que va del sexenio. Los resultados en materia económica son, hasta cierto punto. contrastantes. Pese a que se logró evitar la tradicional crisis de fin de sexenio, al tiempo que las finanzas públicas se muestran estables y las reservas internacionales continúan creciendo, el bolsillo de los mexicanos se ha visto golpeado por varias razones. Al inicio del 2007 se vivió una crisis en el precio del maíz y, en consecuencia, del de la tortilla como consecuencia del alza en el ámbito internacional del valor del grano' y de su acaparamiento en el país por grandes consorcios del maíz, como MASECA. Esta situación llevó a que el kilo de tortilla, que costaba entre 6 y 7 pesos, llegara a duplicar su valor sin que la población pudiera hacer algo al respecto. La respuesta del gobierno se dio a través de la firma del Pacto Económico de Estabilización de la Tortilla con algunos de los expendios vendedores de este producto, que fijó su importe en 8.50 pesos. Sin embargo, hubo muchas críticas contra el gobierno por su tardía intervención en el conflicto y por haber fijado un precio alto para la tortilla. De igual forma, el Congreso de la Unión, a instancias del presidente, aprobó una reforma fiscal que aspira a dotar de más recursos al gobierno federal para que pueda cumplir en tiempo y forma con sus responsabilidades con la ciudadanía. El secretario de

Hacienda, Agustín Carstens, lo explica de la siguiente manera: "Estamos anticipando el futuro con amplitud de miras, no reaccionando de súbito ante una crisis": Entre las medidas que esta reforma contempla, destacan: La creación del Impuesto Empresarial a Tasa Única (IETU) que sustituirá al Impuesto al Activo y que tendrá una tasa del 16.5% en 2008 y del 17% en el 2009. La puesta en marcha del Impuesto a los Depósitos en Efectivo —del 2% — para las empresas y personas físicas que ingresen en las entidades bancarias más 25 mil pesos en un mes. Entrará en vigor el 1 de julio del 2008. El ajuste en los precios y tarifas de la electricidad y de la gasolina; en el caso de esta última, de un 5% a partir del 1 de octubre de 2007. Ante el malestar que generó la tercera de las propuestas, el Ejecutivo federal promulgó el 27 de septiembre un decreto por el que suspendía los aumentos de precios y tarifas en diversos hasta el 31 de diciembre del 2007. Sin embargo, el anuncio llegó tarde pues a raíz del anuncio del "gasolinazo" los precios de productos como la leche y el huevo subieron, al tiempo que el jefe de gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, anunciaba un aumento de entre el 10 y el 15% en el transporte público a partir del 1 de enero de 2008. El presidente Calderón ha asentado las bases de una política exterior dinámica que aspira devolverle a México el protagonismo perdido en el sexenio anterior. Ello ha llevado, por supuesto, a resarcir algunos problemas generados en tiempos del presidente Fox, pero también a dar continuidad a algunas de sus acciones y a poner en marcha otras nuevas. En principio, las relaciones con Venezuela mejoraron al grado de que el presidente venezolano, Hugo Chávez ( ), nombró a Roy Chaderton como su nuevo embajador en México. Si bien es cierto que Chávez hizo público su apoyo al candidato presidencial del PRD, Andrés Manuel López Obrador, y desconoció el triunfo de Calderón, las visitas a México de Néstor Kirchner, presidente de Argentina, y de Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil, ambos aliados de Chávez, distendieron el conflicto y ayudaron a la solución del mismo. En la lucha internacional contra el terrorismo, y en el marco de los ataques del EPR antes citados, Calderón y el presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, firmaron un acuerdo que facilite la lucha contra el grupo terrorista y separatista ETA' a través de la creación de leyes que faciliten la extradición de sus miembros que viajan continuamente a nuestro país. También se ha dado seguimiento al tema de la reforma migratoria en Estados Unidos: más aún cuando el presidente George W. Bush, propuso al senado norteamericano una reforma migratoria que aspiraba a legalizar a unos 12 millones de indocumentados de los cuales, se estima, 5 millones son de origen mexicano. La medida, que levantó muchas expectativas en México, fue rechazada por 53 senadores mientras que 46 la apoyaron. Al respecto, el presidente mexicano comentó: "El Senado de EE.UU. Hugo Chávez. comete un gran error al no reconocer un problema que Las relaciones entre México está ahí y al evitar con su decisión de hoy darle una soluy Venezuela han mejorado ción sensata, racional, al problema migratorio que no se en lo que va del sexenio 9 puede resolver simple y sencillamente con discursos". de Felipe Calderón.

Al igual que su antecesor, Calderón ha gustado de realizar giras de trabajo por el extranjero con la finalidad de atraer más inversiones extranjeras a México. Así, en enero de 2007 realizó su primer viaje, que le llevaría por Alemania, España, Inglaterra y Suiza; mientras que en junio pasado visitó Italia y en septiembre recorrió Australia, India y Nueva Zelanda. En 2008, Calderón recibió múltiples personalidades con el objeto de llegar a diversos acuerdos de cooperación; entre ellas encontramos a: Pratibha Devisingh Patil, presidenta de la India; Rafael Correa, presidente de Ecuador; Ólafur Ragnar Grimsson, presidente de Islandia, y la Reina Margrethe II de Dinamarca.

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