Historia de La Homosexualidad en La Argentina - Parte 2 by Huije [Historia de La Homosexualidad en La Argentina - PARTE 2.PDF] (39 Pages)
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PARTE II
LA SANTA INQUISICIÓN Colonia, evangelización y Organización Nacional
14. LA INQUISICIÓN: Conviene casarlos desde pequeña edad.
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e miraron, no entendían. Otra vez no entendían. Ya se estaban acostumbrando a no entender. A obedecer y a no entender. Otra vez venían y les daban una orden con palabras raras, y había que cumplir y nada se podía hacer. Era el 4 de noviembre de 1571 y seguramente no les quedaba claro a los habitantes de la ciudad de México qué quería decir “excomunión”. Solo podían intuir que si era un castigo de los conquistadores no sería muy bueno recibirlo. Así, bajo la amenaza de excomunión, todos los mayores de doce años fueron obligados a oír misa y sermón en la Iglesia Mayor. Allí fueron y allí escucharon al secretario Pedro de los Ríos leyendo las provisiones y mandatos del rey Felipe ii para que el Santo Tribunal de la Fe recibiera “el auxilio y favor del brazo real”. Escucharon la lectura de los documentos que “legitimaban” el establecimiento de esa institución y allí mismo tuvieron que jurar que denunciarían a los herejes y prestarían apoyo incondicional al Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición. En seis días, quien se creyera hereje tendría que presentarse y arrepentirse. Quizás tampoco entendían bien qué quería decir “hereje”, pero al enterarse de cómo serían los castigos, corrió por la ciudad una ola de pánico. No era necesaria una denuncia formal para que alguien fuera procesado por el Santo Oficio. Cualquier carta anónima o rumor era suficiente para que el Tribunal iniciase el juicio, que se realizaba en sitios públicos, cruelmente. El Tribunal nunca anunciaba ni ejecutaba las sentencias, entregaba los reos a la autoridad secular para que actuara en consecuencia. Aunque una y otra autoridad se confundieran en una sola: Pedro de Moya y Contreras fue, no solo el primer inquisidor de Nueva España, sino arzobispo de México y virrey, todo al mismo tiempo, entre 1583 y 1585. Él hacía las leyes, él acusaba, él hacía cumplir las leyes, él castigaba. Tenía el poder del César y el poder de Dios. Por algunos hechos que ocurrieron en su gobierno, hoy la Historia lo recuerda como un amigo de los indígenas. Y lo era, en los términos de la época, claro. Como virrey convocó a un concilio provisional, donde decretó que, por ningún motivo, se podría hacer esclavos a los indios. Sin embargo, este “ammigo” no vaciló en escribirle al rey Felipe II, en 1579, diciendo que los indígenas “son tan miserables, holgazanes y bajos de entendimiento, que es necesario apremiarlos y obligarlos a hacer lo que á ellos mismos les conviene como á menores”. Más que amigo, un padre: “Según su inclinación, con49
viene casarlos desde pequeña edad, para que Dios no sea ofendido y cesen los delitos nefandos; y no alcanzan acá los religiosos expertos que hemos consultado otro mejor remedio, y parece comúnmente que solo Dios basta evitar los daños y quitarles las costumbres viciosas”.1 Parece que el castigo de Nezahualcoyótl no había sido tan eficaz. Según Torquemada y Mendieta, el soberano indígena se había pasado la vida torturando sodomitas. Sin embargo, pasaba el tiempo y el pecado nefando no cesaba. O la represión de Nezahualcoyótl no fue tan fea como la pintaron, o los sodomitas aztecas eran porfiados y férreos en la búsqueda de su placer; no se detenían ante nada y andaban por ahí mascando chicles casi como una señal de gueto. En todo caso, ahora sí iban a conocer lo que era la represión. Corría 1571 y las ideas de Santo Tomás y San Agustín, convertidas en fuego, llegaban a América. Reinarían durante 249 años.
_____________ 1. Carta del arzobispo de México, Don Pedro de Moya y Contreras, al rey Don Felipe II (1579)
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15. LA TORTURA: Existían varios tipos de tormento: horca, garrote, caballete, garrucha y brasa; también se podía recurrir al suplicio del agua.
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n el marco de los cambios vertiginosos del siglo XVI fue que el rey Felipe II, también llamado “el rey papelero” por su afición a los decretos y la burocracia, creó por cédula real los Tribunales del Oficio de la Santa Inquisición en Lima y México. Era el 25 de enero de 1569. En 1610 se creó el de Cartagena, en el actual territorio de Colombia. Apareció en el siglo XVII la idea de crear un tribunal similar en el Río de la Plata, pero finalmente no prosperó. Sin embargo, el actual territorio de la Argentina no se vio librado de la Inquisición. Aquí tenía jurisdicción el Tribunal de Lima. Fue la Asamblea de 1813, a instancias de Carlos de Alvear y José de San Martín (quien después haría lo propio en Lima)1 la que decretó la abolición de la Inquisición en Buenos Aires. El propósito de la Inquisición fue el de “exterminar todos los grupos religiosos que denunciaban la pompa y la corrupción imperial del papado así como su abandono de ciertas verdades bíblicas fundamentales”.2 Según María Victoria Uribe: “Si el fiscal estimaba que el prisionero no había confesado lo suficiente, se le aplicaba el tormento. Como en la justicia civil, existían varios tipos de tormento: horca, garrote, caballete, garrucha y brasa; también se podía recurrir al suplicio del agua”.3 La inquisición americana no tenía jurisdicción sobre los indígenas, ya que no se los consideraba lo suficientemente cristianos como para punirlos. Los naturales apenas entendían a los conquistadores y, por ejemplo, imaginar que se podía pecar con el pensamiento era algo absolutamente inconcebible para ellos. Además,, como recalca el profesor mexicano Jaime Humberto Borja Gómez: “Otro rasgo distintivo del proceso en América fue que la acusación (de homosexualidad) recayó especialmente sobre aquellos grupos culturales que se alejaban de la norma cultural que tenían los conquistadores, es decir, la acusación de homosexualidad se llevó sobre aquellos indígenas americanos que se resistían a la Conquista, con lo cual también se intensificó la idea de Guerra Justa. Tiempo más tarde, la misma acusación de comportamiento ‘infame’ se ejecutó sobre los esclavos negros y sus extrañas actitudes. Esta imputación no era rara en el pensamiento cristiano, pues se había llevado a cabo a lo largo de toda la historia del pensamiento medieval, el cual acusa_____________ 1. San Martín ordenó en 1822 transferir todos los bienes de la Inquisición limeña a la Biblioteca de la Nación porque “en esta habitan las ideas luctuosas a los tiranos y valiosas para los amantes de la libertad”. 2. Alberto R. Treiyer: La Inquisición de Lima y las corrientes libertadoras de América. La Inquisición fue la encargada de que la Biblia en castellano no llegase a América, tal cual lo piden las “Instrucciones para la formación de la Inquisición en México”, firmadas el 18 de agosto de 1570 por Carlos de Sigüenza: “Tendréis mucho cuidado de publicar la censura de las Biblias”. En 1623, los inquisidores decían, según el teólogo Treiyer: “Os mandamos que nos aviséis si habéis oído decir o sabéis de alguna persona que tenga Biblias en romance”. 3. María Victoria Uribe: “Los ocho pasos de la muerte del alma. La Inquisición en Cartagena de Indias”. Boletín Cultural y Bibliográfico, núm. 13, vol. XXIV (1997).
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ba de exceso sexual, especialmente de homosexualidad, a todos aquellos exogrupos que representaban un peligro para el ordenamiento social: así se hizo sobre herejes, judíos o templarios. Se trataba de una forma de disminuir al ‘otro’, feminizarlo, para resaltar sus ‘bárbaras’ costumbres. De hecho, la homosexualidad era una característica del ‘bárbaro’ según algunas fuentes de la antigüedad clásica”.4 Hay varios historiadores que aseguran que la Inquisición americana tuvo como principal objetivo erradicar judíos y protestantes de las nuevas tierras. Cotita de la Encarnación puede dar fe de que también los sodomitas fueron rostizados en nombre de Cristo.
_____________ 4. Jaime Humberto Borja Gómez: “Otros cuerpos, otras sexualidades. Tendencias y herencias de la sexualidad: de la cristiandad medieval a la colonial”, Ciclo Rosa Von Praunheim, Goethe Institut, Alcaldía Mayor de Bogotá, Instituto Pensar, Universidad Javeriana (27 de junio de 2001), p. 9. El autor es doctor en Historia de la Universidad Iberoamericana, México, D.F., especialista en Historia Medieval y sistemas discursivos en las crónicas de Indias.
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16. LA HOGUERA. Sucios, lacrientos, asquerosos y hediondos.
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otita de la Encarnación era un mulato lindo y afeminado que requebraba las caderas en su ciudad natal, México. Como las mujeres, se sentaba en el piso, llevaba un pañuelo atado en la frente, y de las mangas de su casaca blanca colgaban cintas multicolores. Cocinaba tortillas y lavaba todo el día. Su nombre de bautismo era Juan Galindo de la Vega. Refieren quienes lo conocieron antes de las cenizas, que era limpio, muy trabajador y curioso. El martes 6 de noviembre de 1658 Cotita encabezó la procesión del auto de fe, la lúgubre marcha que abría el espectáculo público de crueldad con la que la Inquisición sembraba el terror, dirigía conductas y eliminaba de raíz cualquier cuestionamiento que considerase herético. Con Cotita iban también la Zangarriana, la Estampa, la Conchita, la Luna, las Rosas, el indio Martín, al que decían “Martina de la Luna”, y el negro al que todos conocían como la Morosa. En total, trece hombres que, como él, iban a ser quemados vivos y un adolescente que por ser menor de quince años solo recibió cien azotes1 a lo largo de las calles de la ciudad; después fue vendido como esclavo. Los muchachos “residían en esta ciudad donde tenían casa con todo aliño donde recibían y se llamaban por los nombres que usan en esta ciudad las mujeres públicas”, cuentan los archivos de la Inquisición mexicana. Cotita parecía de menos de cincuenta años. Desde los siete practicaba la sodomía. La tenebrosa marcha se completaba con Correa, algo así como su pareja desde hacía más de cuarenta años. También había un español de quien no se recuerda el nombre, solo que todos le decían “Señora la Grande”. Era el escudero del lugar, el que iba “avisando un día a unos y otro a otros para que se apercibiesen de recibir la visita, y era el que las concertaba, y después de la merienda lo ponía en los puestos unos con los otros para ejecutar este pecado con toda liviandad. Y él usaba en todas ocasiones, tiempos y lugares”. Claro que Señora la Grande ya tenía experiencia en autos de fe. Había recibido alguna vez los doscientos azotes del desprecio público por falso testimonio. En esa ocasión, la buena de la virreina de Alburquerque consiguió, apiadada por los ochenta años de este anciano, que lo destinasen a enfermero del Hospital del Amor de Dios. Pero la Grande siguió ejercitándose en este pecado”. La virreina se cansó de ser misericordiosa y no le perdonó la reincidencia. Lo mandó al fuego junto con todos los otros: el pueblo necesitaba algo de diversión. Durante ese año fueron denunciados 123 sodomitas en Ciudad de México y alrededores. Diecinueve fueron apresados y trece fueron quemados esa noche del 6 de noviembre. Según comentaba el Alcalde del Crimen de Nueva España, D. Sotomayor: “El pecado nefando tiene muy contaminado a estas provincias”.
_____________ 1. Cien azotes, según Salvador Novo, en Las locas, los sexos y los burdeles, pp. 11-16. Doscientos, según Serge Gruzinski: De la santidad a la perversión. Las cenizas del deseo, México, Grijalbo, 1985, Enlace, pp. 255-280. Todos los datos de este capítulo referidos a ese hecho pertenecen a estas fuentes.
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En 1548, antes de la llegada de la Inquisición, fueron registradas siete casas de sodomía en Guatemala. Se provocó un gran revuelo ya que entre los implicados estaban el diácono Juan Altamirano, el fraile José de Barrera y un indio, Juan Martín, que cuando era llevado para la hoguera salvó su vida gracias a un disturbio que provocaron cuatro clérigos y otros civiles. 2 En el actual territorio de Brasil, no hubo Tribunal de la Inquisición. El tribunal de Lisboa visitaba la región cada tanto y se despachaba con su lista de herejes al horno. Luiz Mott investigó en la Torre de Tombo, en Lisboa, que es donde se encuentran los registros de la Inquisición lusitana, y allí descubrió que entre 1591 y 1620, de un total de 283 culpas, hay registro de 44 casos de sodomía (15,5 por ciento), lo que lo convertía en el tema más castigado después de la blasfemia. De los denunciados, el 61 por ciento era blanco, el 24 por ciento mestizo, el 9 por ciento negro y el 6 por ciento indio. Predominaban las relaciones entre hombres de diferentes razas y sus ocupaciones eran muy variadas: desde gobernador general de Brasil, como Diogo Botelho, a sacerdotes, funcionarios públicos, militares, estudiantes, comerciantes y criados. De los 44 casos, 32 fueron procesados; a once se los condenó a remar en las galeras del Rey –con penas que iban desde los seis años hasta reclusión perpetua– y seis fueron enviados hacia áreas remotas de la colonia o a África. Si bien no hay registro de que algún sodomita brasileño haya sido condenado a la hoguera, Mott encontró pruebas de la ejecución de dos homosexuales en el Brasil colonial. Son historias espeluznantes. En 1613, en San Luis de Maranhao, por orden de los invasores franceses, instigados por los misioneros capuchinos, el indio Tupinambá públicamente reconocido como tibira (homosexual) fue amarrado a la boca de un cañón al que dispararon haciendo explotar también al indio “para purificar la tierra de sus maldades”.3 En 1678, en la capitanía de Sergipe, al norte de Brasil, un joven esclavo negro es muerto a latigazos “por haber cometido el pecado de sodomía”.4 Cotita “y los demás mocetones indios y mulatos, denunciaron a más de cien personas de su clientela, de aquí y de la Puebla de los Ángeles”. 5 Antes de la confesión, los cirujanos los analizaron uno por uno y encontraron que eran “sucios, lacrientos, asquerosos hediondos”. En la época, esto era considerado un diagnóstico médico. La aciaga marcha partió de la real cárcel por la calle del Reloj (hoy, la calle Argentina, del D.F.), tomaron por la calle de la Marquesa de Villamayor y fueron derecho hasta el quemadero de San Lázaro. Al primero que metieron _____________ 2. Luiz Mott (1946). Conocido como el “patriarca” del movimiento homosexual brasileño. Doctor en Antropología. Es profesor en la Universidad Federal de Bahía, fundador del Grupo Gay de Bahía. Tiene publicada más de una decena de libros sobre homosexualidad, sida, Inquisición, religión y esclavismo. Pasó más de un año en la Torre do Tombo, en Lisboa, procurando material sobre la Inquisición y los sodomitas en Portugal y Brasil. Los datos que se consignan en este capítulo fueron tomados de su trabajo ya citado “Etno historia de la homosexualidad en América Latina”. 3. Luiz Mott: A Inquisição no Maranhão, São Luis, Universidade Federal do Maranhão, 1995. 4. Luis Mott: A Inquisição em Sergipe, Aracaju, Fundesc, 1989. 5. Salvadör Novo: O. cit.
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Metieron en el brasero fue a Cotita de la Encarnación y le empezaron a pegar con los garrotes. Así, a medida que cada uno de los condenados iba cayendo exhausto, los verdugos obligaban a entrar al siguiente. Uno tras otro hasta que acabaron con los trece hombres a las ocho de la noche. En ese momento, cuando estaban todos molidos a palos, apilados unos sobre otros, les prendieron fuego. La ciudad quedó vacía. Desde los arrabales más lejanos llegaron los vecinos. Nadie quiso perderse el espectáculo. Cotita y sus amigos ardieron toda la noche.6
_____________ 6. Quince años más tarde en 1673, siete sodomitas –mulatos, negros y mestizos– de Mixcoac fueron quemados. Los investigadores dudan si fueron procesados con todas las formalidades propias del Santo Oficio o por iniciativa de las autoridades civiles, considerando a la sodomía como un crimen de fuero mixto. 55
17. LOS MISIONEROS: Pretendían tener la menstruación y ejercían oficios femeninos.
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a zona bullía de pecadores. Los hombres se acostaban con hombres y el placer sexual dominaba la región. Dios, como es lógico, descargó su ira contra los impíos y les envió un castigo que arrasó con sus dos ciudades. Esta es una versión. Hay otra que dice que, en realidad, un peregrino llegó hasta la ciudad y pidió agua y abrigo. El lugareño que lo recibió, desconfiado, le cerró la puerta de su casa. No advirtió que el peregrino en realidad era Dios quien, enojado por la falta de hospitalidad, hizo arrasar por fuerzas naturales las dos ciudades vecinas. No ocurrió en Sodoma ni en Gomorra. Esta es la explicación que los guaraníes dan sobre el origen del famoso lago de Ypacaraí, el de la canción. La similitud con la historia bíblica, hasta en su deliberada confusión por los motivos del castigo divino entre falta de hospitalidad y homosexualidad, no debería asombrar. Es evidente que en la creación de la leyenda intervino la mano de Fray Luis de Bolaños, uno de los primeros misioneros del Paraguay. En la primera de las versiones,1 la que habla de sodomía, todo habría ocurrido en el valle del arroyo Pirayú, al pie del cerro Patiño. Como los pobladores habían caído en la corrupción y la sodomía (teviró en guaraní, según los antiguos cronistas que recogieron la leyenda), los dioses se enojaron e hicieron tronar la tierra en toda la extensión del valle y los cerros, y así fue como la inundación tapó las aldeas de Tapaikuá y Arekayá. Los pocos sobrevivientes se preguntaron: ¿y ahora quién podrá defendernos? Ahí apareció en la historia el sacerdote franciscano Fray Luis Bolaños, que estaba evangelizando en Juaguarón, muy cerca de allí. A pedido del pueblo invocó a su Dios subido a la altura de Areguá y con una cruz y un libro “conjura y bendice las aguas bravías que inmediatamente se calman y retroceden en parte”.2 Desde entonces, el lago así formado se llamó Ypacaraí. 3 Dicen algunos que esto ocurrió en 1603. La verdad es que el lago ya existía desde mucho antes. Es posible que todo se explique por una gran inundación en los valles de Pirajú y del Salado, que cubrió las aldeas de Tapaikuá y de Arekayá. En la poesía que le dio su nombre a la Argentina, Argentina y la conquista del Río de la Plata, Martín del Barco Centenera hizo alusión a este acontecimiento.4 En la segunda de las versiones, el misionero también se reservó para sí un papel fundamental. En la misma zona del valle, el Dios supremo de los gua_____________ 1. Dionisio M. González Torres: Folklore del Paraguay, Asunción, Edición del autor, 1996. 2. Ib 3. Se puede traducir como “Ypa”: lago y “karaí”: bendecido o bien como “Y”: agua, “Pa”: acabe, “Caraí”: Señor, que sería el ruego de Bolaños para que cese la inundación. 4. “Otra laguna grande más crecida / de más admiración que aquésta vemos / que está la tierra adentro algo metida/ los indios del Acai en sus extremos /habitan, y ellos dicen que fundida / antiguamente fue gente y creemos / nos dicen, está el diablo atormentando / aquellos que pecaron en nefando”.
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raníes, Tupá, se le apareció a un lugareño con forma humana, andrajoso y sediento. Pidió agua pero el aldeano, desconfiado del forastero, se la negó. Tupá se enojó y de su ira brotó un manantial que cubrió las dos aldeas. Los pocos sobrevivientes, aterrados, llamaron al fraile Bolaños quien invocó a Tupá rogándole clemencia para el lugareño que –detalle no menor– él mismo había evangelizado. Con la cruz y un evangelio bendijo las aguas, que se calmaron. El mismo protagonismo se otorgó Bolaños en el hallazgo de la Virgen de Caacupé, hoy venerada en todo Paraguay. Efraím Cardozo5 dice que “la principal aventura de fray Luis Bolaños consistió en adoptar audazmente figuras de las creencias religiosas de los guaraníes para representar las del cristianismo en el catecismo que escribió en idioma aborigen”. O sea, una virtual sustitución de religiones. Casi de contrabando, los misioneros tomaron las creencias guaraníes y las disfrazaron con ropajes católicos. Así camuflada entró la represión a la sexualidad que los guaraníes estaban lejos de considerar como un problema. Para los misioneros, las creencias y mitologías guaraníes no pasaban de supersticiones pero las usaron para imponerse.6 Por eso es importante el detalle de que el lugareño que desató la ira de Tupá era un converso. Bolaños aseguraba así que contra cualquier mal de las antiguas creencias siempre estaría la poderosa religión católica para defender a sus hijos. Según el antropólogo Alfred Métraux, que recorrió la zona, “los bardajes (sodomitas) eran muy comunes entre los mbayá. Vivían y hablaban como las mujeres, pretendían tener la menstruación y ejercían oficios femeninos. Eran considerados como las prostitutas de la aldea”.7 Cardin dice que Métraux habla de los mbayá pero que éste era el nombre que los guaraníes daban en tiempos pasados a las tribus nómadas de lengua guaicurú, que habitaban el otro lado del río Paraguay. El eminente antropólogo y filósofo político Pierre Clastres vivió un año entre los guaycurúes y contó dos casos paradigmáticos: el de Chachubutagachugi, un miembro de la tribu ache al que no le gustaban los trabajos masculinos y realizaba labores con las mujeres, y el de Krembegin, un homosexual sin complejos que solía encerrarse con compañeros en su choza desde donde resonaban sus gritos de lujuria. Chachubutagachugi era objeto de burlas aunque a nadie se le hubiese ocurrido quemarlo vivo. Krembegin, en cambio, no llamaba especialmente la atención, todos daban como evidente su incapacidad para cumplir con tareas masculinas. También el Instituto Histórico y Geográfico brasileño, ya a mediados del siglo XIX, hablaba de la homosexualidad de los guaycurúes: “Entre los guaycurúes y xamicos, hay algunos hombres que estiman y son estimados, a los
_____________ 5. Efraím Cardozo (1906-1973). Historiador, periodista, diplomático, docente. Director del diario El Liberal de Asunción y redactor de La Prensa de Buenos Aires y La Tribuna de Asunción. Senador nacional y presidente del partido liberal radical. Considerado el padre de la historiografía paraguaya. 6. Para mayores informaciones sobre la sustitución religiosa, ver Marilyn Godoy: La conquista amorosa en tiempos de Irala, Asunción, 1995. 7. Alfred Métraux: “Ethnography of the Chaco”, en Handbook of South American Indians, 1948, vol. 1,parte 2. Citado por Cardin: Guerreros, chamanes y travestis, p. 154.
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que llaman cudinhos, los cuales les sirven como mujeres, principalmente en los viajes largos. Estos cudinhos o nefandos demonios, se visten y adornan como mujeres, hablan como ellas, hacen sólo los mismos trabajos que ellas hacen, orinan agachados, tienen marido de quien son muy celosos y tienen constantemente entre brazos, aprecian mucho que los hombres los enamoren y una vez por mes afectan un ridículo fingimiento de que se suponen menstruando, no comiendo, como las mujeres en esas crisis, ni pescados ni carne, solo frutas y palmitos, yendo todos los días, como ellas practican, al río con una palangana para lavarse”.8 A los misioneros jesuitas no les hizo falta infligir un verdadero castigo sobre los sodomitas locales. Les alcanzó con inventar una leyenda. Ya sin perros alanos pero con la misma lógica, los misioneros excluyeron a los sodomitas de las tribus tupá o guaraníes donde hasta ese momento habían vivido sin problemas y en sociedad. Sin embargo, desde España veían como un peligro para la espiritualidad y moralidad de esos misioneros los largos meses de soledad sin el control de sus superiores. “Los murmullos hablaban de las perniciosas ‘conquistas’ por la segregación, que era clima apropiado para el desarrollo de prácticas homosexuales, pero en nombre de la evangelización les concedieron el permiso para continuar con las reducciones hasta que ya no se pudo con las presiones”.9 Según Juan José Sebrelli, “las prácticas homosexuales de los indígenas continuaron en la época de la colonia; sobe todo la vida comunitaria de las Misiones Jesuíticas predisponía a las mismas”.10 Lo que la vida comunitaria no parece haber incentivado naturalmente eran las relaciones heterosexuales de los indígenas. Tanto es así que los jesuitas impusieron en sus reducciones de indios guaraníes el toque de campana a las diez de la noche, para recordarles a los maridos que debían cumplir con el deber conyugal.11
_____________ 8. Revista del Instituto Histórico y Geográfico Brasilero (1850) t. XIII, p. 3589 y t. I, p. 1839. Citado por Mott en “Etno historia de la homosexualidad en América Latina”. 9. Marilyn Godoy: La conquista amorosa en tiempos de Irala, Asunción, 1995. 10. Juan José Sebrelli: “Vida Cotidiana. Historia secreta de los homosexuales en Buenos Aires” en Escritos sobre escritos, ciudades sobre ciudades (1950-1997), Buenos Aires, Sudamericana, 1997, p. 277. 11. Herren: La conquista erótica de las Indias, p. 100.
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18. LOS MAPUCHES: Con estas se comportaban como hombres y con aquellos como mujeres.
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udieron con los caribes, con los aztecas, con los incas, con los guaraníes. Sin embargo con los mapuches,1 no. Algo especial tenía ese pueblo y los conquistadores no lo entendieron. Ya los incas habían fracasado cuando quisieron ocupar las tierras de los araucanos. En 1643, los españoles firmaron un tratado real: reconocían la soberanía de la nación reche, al sur del Bío-Bío. Recién en 1883, la República de Chile logró derrotar a los últimos mapuches libres. Fue necesario un ejército numeroso, bien equipado y la traición de algunos caciques. Según el antropólogo e investigador indigenista chileno Tomás Guevara, uno de los mayores estudiosos de los araucanos: “La sociedad araucana no estigmatizaba la pederastia, no tan extendida aquí como en las colectividades incásicas. En Arauco la practicaban libremente los machi, curanderos del sexo masculino. Parece que la sodomía era parte integral del ‘machismo’2 antiguo y moderno. Los cronistas del siglo xvii mencionan la existencia de esta desviación de las funciones genésicas y describen los modos y el exterior de estos pederastas. En el aprendizaje del ‘machismo’ para hombres, estaba comprendido el arte de dejar su sexo o de copiar el femenino en el andar y el vestir, en los gestos, voz y miradas. Se pintaban el rostro y se adornaban como las mujeres. Elegían un hombre invariablemente joven, que desempeñaba el papel de marido. Eran estos machi pederastas pasivos y rara vez experimentaban sensaciones lúbricas con respecto a las mujeres. Los jóvenes destinados a satisfacer la actividad sexual invertida de estos individuos se hacían el blanco de las burlas de los otros, y nada más. Nunca negaban su condición de pederastas activos porque les asistía el temor de que, negándose, podrían engendrar hijos defectuosos si se casaban. La lengua designa con la palabra huelle al homosexual y huelletun a la homosexualidad”.3 También Alfred Métraux anduvo por esas tierras y escribió: “Los chamanes de sexo masculino son hoy, como antes, berdaches, por emplear una vieja palabra francesa aplicada antiguamente a las gentes de su especie entre los indios de la América del Norte. Núñez de Pineda y Bascuñán, quien los conoció bien en el siglo XVIII, los califica de homosexuales pasivos (hueye). Los describe ‘vestidos de unos taparrabos atados al talle a la manera de las _____________ 1. También conocidos como “araucanos” aunque esa denominación es de origen español. Ellos a sí mismos se reconocen como pueblo mapuche. Reche (hombre verdadero o auténtico), moluche (hombre guerrero o de occidente), aucas (libres) son denominaciones que usaron los indígenas para nombrarse a sí mismos en los siglos XVI, XVII y XVIII. El imperio mapuche en tiempos de Cafulcurá abarcó enormes extensiones a un lado y otro de la cordillera. Al oeste de los Andes habitaron en lo que ahora es la Araucanía o ix región de Chile, ente los ríos Bío-Bío y Toltén. Al este de la cordillera poblaron desde las Salinas Grandes al sur de la actual Mendoza por el norte, hasta Carmen de Patagones en el sureste, abarcando el “País de las Manzanas” o Río Negro, parte de la provincia de La Pampa y la provincia de Neuquén. 2. “Machismo” aquí es utilizado como relativo a los machi. 3. Tomás Guevara (1865-1935): “Organización de la justicia”, en El pueblo mapuche, Alicante, Biblioteca virtual Miguel de Cervantes, 2002.
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mujeres y de una larga túnica’. Añade: ‘No se vestían como un hombre, sino que llevaban el cabello largo, mientras los demás se lo trenzaban. Se adornaban con collares, sortijas y otras joyas femeninas. Eran muy estimados y respetados por hombres y mujeres; con estas se comportaban como hombres, y con aquellos como mujeres’. Entre los araucanos de las pampas argentinas, un joven de constitución delicada que actuó más como una muchacha que como futuro guerrero, no era por ello despreciado, no era objeto de burla. Sus tendencias eran estimuladas puesto que se le vestía de mujer; una apariencia afeminada era en un hombre la marca exterior de su vocación chamánica. A finales del siglo XIX, Guevara encontró algunos chamanes de sexo masculino en los alrededores de Conarios y de Boros, al este de Temuco. Eran homosexuales notorios que vivían con jóvenes que se mostraban muy celosos. [...] Aunque en nuestros días la vocación chamánica es principalmente femenina, los hombres no han desertado enteramente. Son todavía homosexuales y se visten de mujer para dirigir la ceremonia”.4 Sin embargo, nuevos estudios sobre la realidad mapuche demuestran verdades distintas a las ya aceptadas. La antropóloga chilena Ana Mariella Bacigalupo, quien recorrió extensamente la Araucaria, publicó en 2003 un trabajo que subvierte lo que se escribió hasta ahora sobre el tema. 5 Para ella todo se reduce al viejo malentendido conquistador de querer medir la inédita realidad que se les aparecía con sus propios parámetros. Así, al traducir los códigos coloniales de “sodomía” a la sexualidad de los machis mapuches, aislándolos de sus contextos históricos y sociopolíticos, poco y nada fue lo que pudieron comprender. Bacigalupo explica: “En la sociedad reche, las personas masculinas de género dual, que transitaban de la masculinidad a la femineidad y entre ambas, y combinaban en diversos grados, y según el contexto, las identidades, actuaciones, ocupaciones, formas de vestir y sexualidades asociados a las mujeres y hombres reche, tenían precedencia. No obstante, el poder político reche era considerado masculino y continuaba a través de la línea masculina. Se lo vinculaba con la guerra, la caza, el pastoreo de animales y la vestimenta masculina. El poder espiritual reche se consideraba femenino y si bien también continuaba a través de la línea masculina, se vinculaba con la curación, la horticultura y la vestimenta de las mujeres. Los machi weye de género dual combinaban el poder espiritual femenino con el poder político masculino, en oposición a los supuestos españoles, según los cuales los hombres controlaban tanto el orden social como el espiritual”.6 Demasiado complicado para los conquistadores que tenían un diccionario con una sola palabra: “sodomía”. Bacigalupo descubre una sexualidad tan libre que aun hoy dejaría perple_____________ 4. Alfred de Métraux: “Religión y magias indígenas de América del Sur”, en Chamanismo araucano, 1967. Citado por Alberto Cardin: Guerreros, chamanes y travestis. 5. Ana Mariella Bacigalupo: “La lucha por la masculinidad de machi. Políticas coloniales de género, sexualidad y poder en el sur de Chile”, Revista de Historia Indígena, vol. 6 (2003). 6. Ib., p. 10.
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jo a cualquier militante por los derechos sexuales. Para los reches, además de hombres y mujeres, había al menos una identidad de género más y aceptaban muchos tipos diferentes de actos sexuales. Pensaban que la sexualidad era algo que se construía, no algo que resultaba naturalmente de la anatomía. Y tenían un concepto de igualdad sexual que en más de un país del Occidente moderno puede ser visto aun hoy con envidia. Para ellos, un hombre que se “afeminaba” no perdía ningún estatus, privilegio o poder porque tanto hombres como mujeres estaban en un pie de igualdad. Ser menos hombre no era mal visto porque ser mujer no lo era. La mujer y lo femenino eran valorados socialmente. En cambio, un español de la Conquista, al perder la virilidad, perdía el privilegio que el varón tenía sobre la mujer.7 El interés desmedido de los españoles por los actos sexuales de los machi weye con individuos del mismo sexo, por sobre cualquier otra consideración, “distorsionó seriamente la imagen. A mi juicio –dice Bacigalupo–, los actos sexuales con personas masculinas eran un rasgo secundario e indirecto”. Los actos sexuales de los machi weye en la época de la Colonia no eran homosexuales, heterosexuales o bisexuales. Eran otra cosa unida a lo espiritual, una riqueza que se perdió por los prejuicios conquistadores.8 Para los reches, los actos sexuales entre varones quizás hayan tenido una aceptación humorística, pero seguramente no eran considerados viles. 9 La sociedad occidental apenas avanzó. Los reches retrocedieron todo lo posible para ponerse a tono. Cuando el conquistador gana se impone en todos los frentes, también en el sexual.10 O quizás es justamente allí, desde la destrucción de la diferencia más clara, donde instala su victoria. El género como consecuencia “natural” del sexo anatómico y el cruel rechazo a los machi afeminados enseñaron el camino. Los mapuches incorporaron la ideología sexual del conquistador. Se convirtieron en perdedores, eso sí, heterosexuales. Los espíritus que tanto los habían ayudado a través de sus chamanes feminizados ya no están de su lado. Hoy los últimos mapuches reclaman por derechos mínimos desde sus reservaciones al sur del sur. Y a todo el que quiera escucharlo repiten como una letanía que “ni maricones ni homosexuales” existían entre ellos. Que esas prácticas fueron introducidas por los españoles.11 Sus espíritus no se lo han perdonado. _____________ 7. Esto puede también en parte explicar alguna base del prejuicio antihomosexual actual. Al machismo (de “macho”), convencido de la supremacía del hombre por sobre la mujer, se le hace difícil aceptar que uno de los suyos pueda abdicar de ese poder. 8. Para un estudio más completo sobre la relación entre sexualidad y espiritualidad, ver el citado Guerreros, chamanes y travestis de Alberto Cardin. 9. Lo mismo ocurría en tribus indígenas norteamericanas y en las religiones yorubas que desde África llegaron a Cuba y el noreste brasileño. 10. Una encuesta publicada el 14 de septiembre de 2003 en el Diario Austral de la Araucanía de la ciudad de Temuco, encargada por la división de Organizaciones Sociales del Ministerio Secretaría General de Gobierno de Chile, que entrevistó a 400 personas del lugar, dio por resultado que el 57 por ciento de los entrevistados rechaza efusivamente a los homosexuales. Cerca del 50 por ciento de los encuestados pidió que los “especialistas” busquen la causa de la homosexualidad “para que no sigan naciendo”. 11. Bacigalupo: O. cit., p. 24.
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19. LAS NAOS: Entre los marineros y sobre todo con los grumetes adolescentes
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orge Luis Borges imaginó a los conquistadores llegando a los tumbos en sus barquitos pintados.1 “A los tumbos” es poco. Los desplazamientos de los primeros europeos hacia América fueron tortuosos. Cada viaje insumía seis meses de sed, hambre, trabajo forzado y enfermedades. Casi una condena en la que muchos perdían la vida.2 El agua dulce era un bien escaso y mal conservado, y a poco de comenzado el viaje había que taparse la nariz para poder beberla.3 En esa cárcel flotante de apenas 150 metros cuadrados viajaban hacinadas hasta 120 personas.4 Y no había hacia donde escapar. Intimidad e higiene eran lujos inalcanzables. Marineros y mineros creían firmemente en viejas supersticiones, entre ellas, las que consideraban a la mujer una fuente de estorbos, mala suerte y desgracias, tanto en los barcos como en las minas. Si alguna dama era descubierta a bordo, el capitán del barco era señalado como responsable y debía dar satisfacciones a las autoridades de la Casa de Contratación que podía condenarlo. Es claro que esta reglamentación se cumplía a medias, 5 y que esposas, amantes y mancebas supieron arreglárselas para abordar los “barquitos pintados”. Con todo “las largas travesías marítimas, en esos pueblos sin mujeres que eran las carabelas, hacia los países orientales de costumbres sensuales, predisponían a la práctica homosexual entre los marineros y sobre todo, con los grumetes adolescentes”,6 afirma Sebreli. Existe una tradición de textos marineros que hablan de los grumetes como “jovencitos de bello rostro”.7 Claro que las naves no quedaban exentas del patrullaje moral de la época. Acudieron a fundarnos la Patria, con carabelas cargadas de ambición y prejuicios. _____________ 1. “¿Y fue por este río de sueñera y barro / que las proas vinieron a fundarme la patria? / Irían a los tumbos los barquitos pintados / entre los camalotes de la corriente zaina.” Jorge Luis Borges: Fundación mítica de Buenos Aires (fragmento), en Cuaderno San Martín, 1929. 2. Las pérdidas en vidas humanas podían alcanzar al 50 por ciento en la primera mitad del viaje, por desnutrición, frío, escorbuto y enfermedades pulmonares. Michael Chandeigne. Lisboa extramuros 1415-1580, Madrid, Alianza, 1992. 3. “Y aun con el agua es menester perder los sentidos del gusto y olfato y vista por beberla y no sentirla”, cuenta el viajero Eugenio Salazar, según escribieron López Gutiérrez y Sánchez Núñez en La nao de aviso de Nuestra Señora de Valme y sus viajes por las Indias, Sevilla, 1988. 4. Para más detalles de los sufrimientos de los viajes, véase María de Regla García Bernal: Cómo sería un viaje a las Indias. Odiseo, rumbo al pasado”, Revista de Historia (Málaga), núm 1 (abril 2001). 5. “Entre los pocos cronistas que mencionan a la mujer en América se encuentra Hernando Colón, quien afirma que las primeras mujeres europeas que llegaron a América lo hicieron a partir del segundo viaje, como pasajeras clandestinas o acompañando a sus maridos (1493-1496). Sin embargo, sabemos hoy por Juan Gil, en El rol del tercer viaje colombino (1985), que algunas también vinieron en el primer viaje y otras en el tercero. En el año 1502 el gobernador Nicolás de Ovando y su familia salieron de España con 2.500 personas, entre las cuales unas setenta eran mujeres que seguían a sus maridos. Diego Colón, que llegó como gobernador a Santo Domingo, vino acompañado de María de Toledo, quien ya encontró aquí un gran número de damas españolas. Es difícil precisar el número de mujeres que llegó al continente en estos primeros años, pero parecería que su presencia fue más importante de lo que se dijera”. Godoy: La conquista amorosa en tiempos de Irala. 6. Sebreli: Escritos sobre escritos, p. 276. 7. García Bernal: O. cit.
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El alférez Ximénez Caballería venía en una de estas naos, en 1607, y pagó caro su “intento de sodomía”. Nunca llegó a conocer “los camalotes de la corriente zaina”. Lo tiraron al agua en alta mar. Antes, y en varias ocasiones, lo pusieron en el potro, una tortura extremadamente dolorosa.8 No fue el único que se quedó con ganas de ver los camalotes (o en todo caso, los vio desde abajo). Según Alonso Gómez de Santoya, miembro de la frustrada expedición del siglo XV de Jaime Rasquin al Río de la Plata: “Aconteció un caso nefando y harto estupendo, que en la capitana se halló el contramaestre della que era puto, que se echaba con un muchacho y con otro, pasaba un caso horrendo; y el contramaestre dieron garrote y echaron a la mar; y a los muchachos azotaron, por ser sin edad los quemaron los rabos; cosa que dio alteración harta en ambas naos”.9 Mutilación y muerte. Estaban inventando un país al que imaginaban libre de sodomitas. Viendo los resultados, algo no salió como esperaban.
_____________ 8. Ricardo Rodríguez Molas: Historia de la tortura y el orden represivo en la Argentina, Buenos Aires, Eudeba, 1985, p. 24. “Hemos tenido oportunidad de ver y anotar decenas de testimonios de torturas judiciales en sumarios civiles y de la Inquisición del Archivo General de Indias, Sevilla, y del Archivo Histórico Nacional, Madrid. En el primero de los mencionados analizamos varios procesos de la Sección Contratación referentes a hechos ocurridos en las naves del Rey. Son muy frecuentes los casos de homosexualidad. Los acusados de esa tendencia sexual son condenados en general a tormentos y a la pena de muerte”. 9. Ib, pp, 23-24. 63
20. LOS GIGANTES SODOMITAS: Fueron abrasados y consumidos con fuego que vino del cielo.
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a soledad era esa playa y en esa playa despoblada, un punto que se mueve. Un gigante bailando casi desnudo, alegre y mágico, la cara pintada de rojo. Rodeaban sus ojos enormes círculos de color amarillo y, en las mejillas, el dibujo de algo así como un corazón; el escaso pelo blaqueado con polvo. El más solitario y enorme arlequín en la Historia de la Humanidad. El silencio de un mundo inédito. Pero llegaba el progreso y el instante mágico con su ingenuidad exagerada caería para siempre. El gigante vio a lo lejos a un ser pequeñito que imitaba sus movimientos. Comenzaron una comunicación a través de la danza. Uno movía el brazo, el otro también lo hacía. Uno levantaba una pierna y sonreía. El otro imitaba. Estuvieron así largo rato hasta que al pequeñito lo acompañaron otros y otros, y el gigante, ya en confianza, fue a su encuentro. Así parece haber sido en los comienzos del 1500 el primer acercamiento entre europeos e indígenas de la Patagonia argentina, cerca de la bahía de San Julián, en la provincia de Santa Cruz, según cuenta Antonio Pigafetta, el escriba del primer viaje alrededor del mundo de Fernando de Magallanes. 1 Quizás los gigantes no hayan sido tan gigantes, hay que tener en cuenta que los conquistadores de la época no eran especialmente altos.2 Maravillado por la huella de los indígenas en la arena, Magallanes no dudó en nombrarlos, para siempre, “patagones”. A partir de ese momento, los gigantes del sur se fueron convirtiendo en mito, y ese mito atravesó toda la época de la Conquista y la colonización. En varios puntos de Latinoamérica, muy distantes entre sí, los cronistas han creído ver “rastros” de los gigantes pero siempre como recuerdos de una época en la que habrían existido. Hubo aquel encuentro con el bailarín solitario en la playa de San Julián, algunos cruces más, donde con crueles artimañas los españoles quisieron engañar a algunos gigantes para llevarlos como souvenir al rey, y nada más. Desaparecieron para siempre dejando un enigma en torno a su existencia. Y como ocurrió con todo misterio, allí estaban quienes siempre detentaron el monopolio de las explicaciones mágicas para forzar cualquier interpretación conveniente: frailes y misioneros tenían una explicación, casualmente, por demás adecuada a sus fines. ¿Por qué desaparecieron los gigantes? Desaparecieron por sodomitas. Una lluvia de fuego los purgó para siempre de la faz de la tierra. Sodoma _____________ 1. La descripción del encuentro está en Antonio Pigafetta: “Primer viaje alrededor del mundo”, (ed. de Leoncio Cabrero), Historia 16. Crónicas de América (Madrid), núm. 12 (1985), pp. 64-65. 2. Sin embargo, en el otoño de 1962, el obrero José Hueichatureo Chicuy encontró un túmulo funerario familiar, con una antigüedad de 500 años. O sea, los restos de patagones que descansaban allí eran contemporáneos a la expedición de Magallanes y Pigafetta. Los cálculos antropométricos realizados en la ocasión demostraron que la estatura de estos aborígenes oscilaba ente los 2,8 y los 3,2 metros, la altura registrada por el italiano.
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ma, Gomorra, Ypacaraí, Patagonia. Cualquier lugar es bueno cuando hay que castigar.3 El fraile José de Acosta, aquel al que ya vimos despreciar hasta el delito a los indígenas, les cree sin embargo cuando le cuentan en Perú sobre los gigantes sodomitas. “Dicen que aquellos gigantes vinieron por mar, y que hicieron guerra a los de tierra, y que edificaron edificios soberbios, y muestran hoy un pozo hecho de piedras de gran valor. Dicen más, que aquellos hombres haciendo pecados enormes, y especial usando contra natura, fueron abrasados y consumidos con fuego que vino del cielo”. 4 Fray Reginaldo de Lizárraga recoge la misma historia pero en Ecuador: “Hubo aquí antiguamente gigantes, que los naturales decían no saber donde vinieron. [...] Vi también una muela grande de un gigante, que pesaba diez onzas, y más. Refieren los indios, por tradición de sus antepasados, que como fuesen advenedizos, dieron en el vicio de la sodomía, la cual castigó Dios enviando sobre ellos fuego del cielo, y así se acabaron todos”.5 Es la misma zona en la que Juan de Velasco contó que Hayna Cápac mandó a quemar a quienes habían heredado “el vicio de la sodomía de los gigantes que allí reinaron”.6
_____________ 3. En la Argentina existe también la leyenda de la ciudad de Esteco, en el límite ente Tucumán y Salta. La ciudad fue devastada por un terremoto que se desencadenó el 13 de septiembre de 1692. El hecho se convierte en leyenda con las mismas características de Sodoma y Gomorra, aunque aquí se hace hincapié en la falta de solidaridad y el interés por los bienes materiales de los habitantes de la ciudad. El mito se completa con la salvación de la ciudad de Salta en ese mismo terremoto ya que, comenzados los temblores de la tierra, el padre José Carrión aconsejó sacar a pasear la imagen del santo Señor de los Milagros en procesión. Los fieles lo hacen y Salta se salva, no así Esteco, que se derrumba matando a todos sus habitantes y sufriendo después la inundación del río Las Piedras. El tema de la lujuria y el goce también está presente aunque en menor medida. La leyenda vuelve a castigar a la mujer que, escapando de la destrucción, se da vuelta para mirar por última vez a la que había sido su ciudad. La convierte en piedra, así como la esposa de Lot fue convertida en estatua de sal. Aún hoy existe la creencia de que la piedra avanza lentamente hacia la ciudad de Salta y que cuando llegue a ella será el fin del mundo. En algunas versiones aparece San Francisco Solano como el peregrino que pide ayuda y no la consigue. Hay una copla popular en Salta que dice: “No sigas ese camino / no seas orgulloso y terco / no te vayas a perder / como la ciudad de Esteco / [...] / Y orgullosa, envanecida / en los placeres pensando / en las riquezas nadando / y en el pecado sumida, / a Dios no diste cabida / dentro de tu duro pecho / pero en tus puertas un eco / noche y día resonaba / que suplicándote estaba: / -No seas orgulloso y terco. / La tierra se conmovió / y aquel pueblo libertino, / que no creyó en el divino / y santo poder de Dios, /en polvo se convirtió. / Cumplióse el alto decreto, / y se reveló el secreto / que Dios tuvo en sus arcano. / ¡No viváis, pueblos cristianos, / como la ciudad de Esteco!”. En Perú se cuenta la misma historia sobre la ciudad de Piwray. La única que se apiadó del viejito que pedía limosna, fue una novia, también la única sobreviviente. A pesar de lo aconsejado, cuando escapaba de la destrucción de la ciudad se volvió para mirar y ahí está ahora la pobre, convertida en una roca, con el nombre de Payaq Kirun (el diente de la vieja). De esta manera queda claro que el castigo es a la lujuria, a la vanidad, al orgullo, al descreimiento y a la curiosidad femenina, porque siempre es una mujer la que se da vuelta para ver qué pasa. 4. Fray José de Acosta: “Que se puede pensar, que los primero pobladores de Indias aportaron a ellas echados de tormenta, y contra su voluntad” en Historia natural y moral de las Indias, Madrid, Atlas, 1954, libro primero, p. 247. 5. Fray Reginaldo de Lizárraga (1545-1615). Visitador de los conventos dominicos en la provincia del Perú. Anduvo por todo el Perú, visitó Asunción, Buenos Aires, Córdoba, Santiago de Chile, Mendoza, Tucumán, codeándose con los poderes de la época. El párrafo pertenece a “De la punta de Santa Helena”, en Descripción colonial, Buenos Aires, Librería La Facultad de Juan Roldán, 1913, libro primero, p. 45. 6. Juan de Velasco: Historia del Reino de Quito.
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En las márgenes del río Carcarañá, afluente del Paraná que corta horizontalmente la provincia de Santa Fe, el padre jesuita Thomas Falkner 7 también encontró lo que supuso restos de la civilización de gigantes sodomitas: “En las orillas del río Carcarañá o Tercero, cerca de tres o cuatro leguas antes que entre el Paraná, se encuentran muchos huesos de un tamaño extraordinario que parecen humanos: algunos son mayores que otros y con proporción a personas diferentes en edad. He visto huesos de muslos, costillas y varias piezas de calaveras. Vi también dientes de tres pulgadas de diámetro, en sus bases. Estos huesos, según me informaron, se hallan también en las orillas de los ríos Paraná y Paraguay, igualmente que en el Perú. El historiador Garcilaso de la Vega Inca, hace mención de haberse encontrado tales huesos en el Perú, diciendo que los indios tienen tradición de que los gigantes habitaron aquellos países antiguamente, y que Dios los destruyó por el crimen nefando”. 8 El investigador francés Nicolás Balutet9 encontró referencias a los gigantes sodomitas de la Patagonia en textos de Pedro Cieza de León, Agustín de Zárate, Fray Juan López de Velasco, Pedro Gutiérrez de Santa Clara, Fray José de Acosta, Antonio de Herrera y Tordesillas, el Inca Garcilaso de la Vega, Fray Reginaldo de Lizárraga, Buenaventura de Salinas y Córdoba, Anello Oliva Giovanni y Fernando Montesinos,10 en un juego de espejos en donde todos dicen que alguien dijo, convirtiendo en verdad confirmada y muy estudiada a un rumor ancestral. Terremotos, inundaciones, huesos desperdigados. Todo tenía una explicación y un objetivo.
_____________ 7. Fray Thomas Falkner (1702-1784). Ya recibido de médico, a los 28 años, arribó al Río de la Plata, en 1730. Vino enviado por la Real Sociedad de Londres con el propósito de estudiar la Colonia española, su economía, población y defensas. Para muchos, un simple espía inglés. Su relevamiento geográfico, antropológico, natural e histórico es un compendio muy interesante para entender la visión de la época. Su trabajo Descripción de la Patagonia y sus adyacencias de la América del Sur fue publicado por primera vez en Gran Bretaña en 1774. 8. Fray Thomas Falkner: Descripción de la Patagonia y sus adyacencias de la América del Sur, Buenos Aires, Imprenta del Estado, 1835, pp. 9-10. 9. Nicolas Balutet (1976). Profesor de español y literatura española. Especialista en Historia de la América Precolombina y Literatura Hispanoamericana Contemporánea. Está preparando su tesis doctoral en la Universidad de Toulouse sobre “Homosexualidad e imaginario social en la Meso América precolombina”. 10. Nicolas Balutet: “Le mythe des géans sodomites de Patagonie dans les récits de voyage des chroniqueurs des Indes occidentales”, Inverses, Littératures, Arts, Homosexualités (Paris), núm 2 (2002), pp. 23-36.
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21. LA IGLESIA: Llevan a un hombre con quien se entregan torpemente a la sodomía.
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ansa solo imaginarse los recorridos de los frailes evangelizadores por los territorios de lo que después sería la Argentina en los siglos XVII y XVIII. Grandes extensiones de Bolivia, Paraguay, Chile, Uruguay y Argentina fueron recorridas por las sandalias de los hermanos de diversas congregaciones, que dieron así las primeras noticias a la Corona sobre casi todos los temas americanos, como había hecho en siglos anteriores la avanzada predicadora sobre la Nueva España. Estaban ahí cuando se creó la nomenclatura americana, regalándoles a los santos playas, ciudades, montañas, que hasta hoy siguen luciendo sus nombres. La piedra bautismal del país es furiosamente católica. Hay una provincia que tiene Santa Fe y otra se adorna con una Santa Cruz. Los santos Luis y Juan también tienen sus provincias, faltaba más. Matías, Jorge y Julián recibieron bahías. Buenos Aires, Jujuy y Catamarca tenían sus santos, pero María, Salvador y Fernando, respectivamente, se cansaron y desaparecieron. En cada ciudad, en el centro, en el terreno mejor ubicado, una iglesia católica, apostólica y romana recuerda que en el principio, fue la evangelización. Es por la voz de esos incansables curas que llegaron a Europa las primeras noticias de los pueblos originales. Sus intenciones hoy parecen demasíado claras: estudiaron los idiomas locales y los sustituyeron; aprendieron las religiones autóctonas y las suplantaron; conocieron costumbres ancestrales y las eliminaron. Como vanguardia cultural, la Iglesia cumplió el papel de proveedor de inteligencia relevando al “enemigo” en informes que unían, a un tiempo, conocimiento y prejuicio, compasión y racismo. Así, Fray Pedro José de Parras1 relató su viaje por el Paraná y aproximadamente a la altura de la actual ciudad de Rosario,2 describió lo que sería su encuentro con los payaguás. El cura los trata de “atrevidísimos” y “sumamente traidores”. Está perdido el cura, porque por un lado dice “no se apartan mucho del agua, porque en tierra son tan cobardes como en el río valientes” y a continuación “no puede explicarse su destreza para nadar”. No era difícil pensar que eran diestros para nadar porque se pasaban el día en el agua. Pero lo que sacó de sus casillas al fraile teniente vicario general fue que “andan enteramente desnudos, son deshonestísimos; cuando se ausentan de sus mujeres llevan un hombre destinado con quien se entrenecito _____________ 1. Fray Pedro José de Parras. Religioso franciscano. Nació en un pueblo de Aragón durante los primeros años del siglo XVIII. En 1749 llegó a Buenos Aires y pasó al Paraguay y a Córdoba. Fue Lector Jubilado, Guardián Definidor y Padre de la Provincia de Paraguay. Acompañó a Pedro de Cevallos en su expedición a las costas del Brasil y al Río de la Plata con el cargo de Teniente Vicario General. Fue nombrado después Rector y Canciller de la Universidad de Córdoba del Tucumán. Su obra Diario y derrotero de sus viajes 1749-1753, España – Río de la Plata – Córdoba – Paraguay fue editada por primera vez en Buenos Aires en la Revista de la Biblioteca Pública en 1882. El manuscrito de la obra se encuentra en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires. En 1942 se reeditó el Diario. En el prólogo de esa reedición, José Luis Busaniche escribió que Parras era “un escritor familiarizado con los buenos modales del idioma”. 2. En la misma zona en la que el Padre Falkner descubrió los huesos de los “gigantes sodomitas”.
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tregan torpemente a la sodomía; llaman a este hombre mariatebí, cuyo significado, en nuestro idioma castellano, no puede pronunciarse sin vergüenza”.3 Lo que no le producía vergüenza al fraile era aconsejar el fusilamiento de los payaguás apenas fuesen avistados, o el hecho de que a los indígenas cercanos a la ciudad de Corrientes no se les permitiese andar calzados o con pelo largo porque “no obstante su connatural humildad, cobardía y bajeza de ánimo, es menester mantenerlos en esta sujeción y servidumbre para que no peligre la fidelidad y obediencia, que a mi ver, se arriesga siempre que se varía de sistema”.4 Coherente con el fray que decía que a los indígenas “en ninguna cosa se les nota algún género de estímulo que los precise a obrar con algún pundonor, ni ellos conciben lo que es honra”. 5 En la zona de Cuyo los huarpes6 intentaron, como pudieron, mantener sus costumbres, pero entre el exterminio al que fueron sometidos por parte de la autoridad laica y las preocupaciones de los religiosos, fue poco lo que pudieron hacer. “Con el objetivo de bautizarlos, los padres jesuitas estudiaron la lengua de este pueblo, construyeron capillas y soportaron los calores y el ataque incesante de los mosquitos. Pero los indígenas trataron de preservar su libertad. Los religiosos indagaban en el mundo espiritual de los nativos, preocupados por saber si se mantenían los ritos y creencias ancestrales. Sabían que los indios adoraban a los cerros, el sol, la luna y los ríos y respetaban y temían especialmente a Hunuc Huar, el dios que se oculta en la cordillera nevada adonde se dirigen los hombres al morir. Y les preocupaba que la homosexualidad fuera admitida por estas tribus cuyas largas bacanales, convocadas por el cacique en chozas construidas para la ocasión, excluían bajo pena de muerte a las mujeres. Por eso los interrogaban puntualmente: “¿Ofrendan chicha y maíz a los dioses para hacer llover cuando la sequía se prolonga? ¿Han enterrado a sus muertos junto con alimentos y objetos queridos de acuerdo al antiguo ritual?”. En cuanto a las costumbres sexuales preguntaban: “¿Han tenido los indios contacto sexual con animales, o con otros hombres o buscado mediante hierbas y hechizos ser amados por las mujeres?”.7 El interés de la Iglesia Católica parece no haber tenido mayores fundamentos. Según la doctora Catalina Teresa Micheli:8 “No hay en la documentación histórica sobre huarpes y otros grupos locales nada concreto ni alguna referencia directa o velada a situaciones de _____________ 3. Fray Pedro José de Parras: Diario y derrotero de sus viajes, Buenos Aires, Ediciones Argentinas Solar, 1942, pp. 136-137. 4. Ip., p. 172. 5. Ip., p. 174. 6. Los huarpes habitaron la zona de cuyo hasta mediados del siglo XVI. No sobrevivieron a la Conquista. Según la Compañía de Jesús que se estableció en Cuyo en 1609, en ese momento quedaban ochocientos huarpes de los veinte mil que había registrados en 1561. 7. María Sáenz Quesada: La Argentina. Historia del país y de su gente, Buenos Aires, Sudamericana, 2001. 8. Catalina Teresa Micheli (1951). Referente ineludible a la hora de investigar a los huarpes en la Argentina. Doctora en Historia, es desde 1975 investigadora con dedicación exclusiva en el Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo “Profesor Mariano Gambier” de la Universidad Nacional de San Juan, y cumple funciones en el programa “Conocimiento y difusión de la prehistoria de San Juan”, del cual es codirectora desde 1984 y directora desde 2002.
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homosexualidad. Sí en el caso de ‘onanismo’ y bestialidad y de entregar ‘bebedizos’ a as mujeres para tener relaciones sexuales. Con respecto a las ceremonias parece más bien una manifestación machista, porque las mujeres no participaban pero sí servían permanentemente bebidas”. 9 Los religiosos españoles, una vez más, con su diccionario reducido a la palabra “sodomía” buscaban al diablo por todos los intersticios de una cultura que despreciaron. Un poco más al norte estaban los chiriguanos. 10 El padre Lizárraga, a quien ya vimos juntando huesitos de gigantes sodomitas en Ecuador, anduvo por el norte de Argentina y se encontró con los chiriguanos. Algo lo motivó al padre, ya que dijo de ellos que eran “bien dispuestos, fornidos, los pechos levantados, espaldudos y bien hechos, morenazos”. 11 Pero enseguida recuerda sus objetivos evangelizadores, se compone y se despacha a gusto: “No guardan un punto de ley natural; son viciosos, tocados del vicio nefando, y no perdonan a sus hermanas; es gente superbísima; todas las naciones dicen ser sus esclavos. Comen carne humana sin ningún asco; andan desnudos”.12 Excepto por la existencia de “prostitutos” o maratebíes, todo lo que Lizárraga dice de los chiriguanos es comparable a los que Parras contó sobre los payaguás. Sin ser religioso pero cercano a las ideas imperiales ya que llegó a América enviado por la Corona, Alonso Carrió de la Vandera13 (1715-1783) no se privó en su descripción de los indios pampas que recorrían las llanuras de las provincias de Buenos Aires y Córdoba, de tildarlos de “traidores”, y aunque reconocía que eran “diestrísimos a caballo y en el manejo de la lanza y bolas”, aseguraba que “no tienen las correspondientes fuerzas para mantener un dilatado combate. Siempre que han vencido a los españoles, fue por sorpresa y peleando cincuenta contar uno, lo que es muy común entre indios contra españoles y mestizos”.14 Lo cual podría demostrar que los indios eran bien pícaros para sus tropelías. En todo caso, Carrió de la Vandera no deja de _____________ 9. Este dato me lo brindó directamente la licenciada Micheli. 10. Los indios guaraníes forman una gran nación que hoy se extiende a través de las fronteras modernas de cinco estados: Bolivia, Brasil, Paraguay, Argentina y Uruguay. Dentro de esta gran familia existen diversas identidades e historias locales. El chiriguano destaca la identidad particular de los guaraníes occidentales cuyo territorio principal está al pie de la Cordillera de lo que hoy es Bolivia. El origen del chiriguano es el resultado del mestizaje de la etnia chané y de los migrantes guaraníes llegados de Brasil en tiempos remotos. Entraron al Chaco salteño a principios del 1500, adoptando las culturas andinas, más fuertes y sofisticadas. 11. Lizárraga: “De los chiriguanos y sus cualidades”, en Descripción colonial, p. 258. 12. Ib., p. 258. 13. Alonso Carrió de la Vandera: El lazarillo de ciegos caminantes. Desde Buenos Aires hasta Lima, 1773. En realidad, hay una controversia sobre la autoría de la obra. En la ´portada de la primera edición, constaba que el libro “fue sacado de las memorias que hizo don Alonso Carrió de la Vandera en este dilatado viaje y comisión que tuvo por la Corte para el arreglo de Correos y Estafetas, situación y ajuste de Postas desde Montevideo, por don Calixto Bustamante Carlos Inga, alias “Concolorcorvo”, que acompañó al referido comisionado en dicho viaje y escribió sus extractos”. Hasta no hace mucho, la existencia misma de Concolorcorvo era sospechada. En la edición de 1942, de Ediciones Argentinas Solar, figura como autor Concolorcorvo. 14. Carrió de la Vandera/Concolorcorvo: El lazarillo de ciegos caminantes, Buenos Aires, Ediciones Argentinas Solar, 1942, p. 53. 69
consignar, como todos los cronistas hicieron de todas las tribus más guerreras y difíciles de doblegar, que “estos indios de las pampas son sumamente inclinados al execrable crimen nefando”.15 Además de recorrer el país buscando obsesivamente registros sobre homosexualidad, los religiosos se instalaron en las ciudades para difundir temerariamente lo que aseguraban era la palabra de Dios. Desde Córdoba, un feudo rabiosamente católico, el obispo José Antonio de San Alberto difundió una pastoral, en 1781, en donde taxativamente aseguraba que el Estado debe imponer por la fuerza el orden sexual y la moral cristiana a la población. El obispo estaba convencido de que la libertad sexual era peligrosa para la estabilidad del orden social y político. En su fanatismo, llegó a señalar que “toda relación placentera es un hecho demoníaco y destructor; un infierno que deshumaniza a los hombres”. La sociedad colonial le obedeció, azorada. Nadie podía dudar de la palabra del obispo San Alberto. No usó subterfugios para pedir la intervención del Estado a favor de sus creencias. Desde el púlpito, aseguró que si la impureza o el escándalo se apoderaran de los fieles, sabría cómo reaccionar: “Escribiré –dice–, visitaré, predicaré, gritaré y cuando ya no pueda más, cuando vea vanos todos mis esfuerzos e inútiles todas las armas espirituales que Dios y la Iglesia han puesto en mi mano, llevad a bien que yo llame en mi ayuda, me apoye y valga de la autoridad del Soberano y de sus ministros, quienes no sin causa llevan la espada [...] para proteger la potestad espiritual, la observancia de los Sagrados Cánones y el cumplimiento de las leyes eclesiásticas y reales”.16 Pero los frailes evangelizadores no iban a dejar en manos del Estado algo tan importante para ellos como la represión de la sexualidad. Fue una obra que llevaron a cabo con pasión y ahínco. En España, Fray Luis de Granada17 escribía: “Algunos tuvieron por bienaventurados a los eunucos, por haber nacido tales que vivieron libres de ese tirano señorío de la carne; mas yo tengo por mucho más bienaventurados a aquellos que se hicieron eunucos con el trabajo y lucha cotidiana; los cuales con el cuchillo de la razón se hicieron eunucos por el reino de los cielos”. Sí, lo que parece. Propone la autocastración como la mejor manera de entrar en los cielos. Hoy puede parecer un peaje exagerado pero en el siglo XVII era una idea considerada sensata. Los castigos corporales eran propuestos por la Santa Madre Iglesia que enseñaba que había que odiar al cuerpo porque daba placer. En Perú en las Crónicas agustinianas editadas a mediados del siglo XVII se reconoce que “todas las mañanas era necesario fuese un religiosos al coro para enjugar y raer los charcos de sangre que habían dejado de noche las crueles disciplinas de los penitentes”. 18
_____________ 15. Ib. 16. Obispo José Antonio de San Alberto: Colección de instrucciones pastorales, Madrid, Imprenta Real, 1786. Citado por Rodríguez Molas en Historia de la tortura, p. 46. 17. Fray Luis de Granada (1504-1588). Escribió en 1556 su Guía de pecadores de donde se extrae este párrafo. 18. A. de la Calancha y B. de Torres: Crónicas agustinianas del Perú, Madrid, CSIC, 1972, p. 23.
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Sufrir era bueno: “Un sacerdote de Bolivia, asustado por las ‘representaciones torpísimas’ de sus sueños, salió una noche de su celda monacal y retiró de un sepulcro de la iglesia un esqueleto. Lo trasladó luego a su habitación, y lo tendió en su rústico camastro ‘donde lo tuvo siempre –cuenta la crónica– para que la presencia y compañía de tan horrible huésped enfrenase el furor de sus pasiones y le enseñase el verdadero desengaño de la vida’”. Y quien relata la historia anota la siguiente moraleja, indispensable para reafirmar la ideología: “Allí aprendió... el odio santo en su carne y todas las demás virtudes”.19 También entre los guaraníes las prácticas masoquistas incitadas por los curas tuvieron seguidores. Está el caso del indígena que sabía poco de metáforas y escuchó al sacerdote predicar la palabra del Evangelio: “Si tu ojo te escandaliza, sácale y échale de ti”. Que fue lo que hizo cuando vio una escena que supuso obscena. “Solía también pincharse con agujas en los brazos y miembros para vencer por el dolor las malas inclinaciones”.20 Otro que lo pasó pésimo en su lucha contra el placer fue el padre José Catalino, un sacerdote que en 1616 estaba en las misiones jesuíticas: “Envidioso el demonio de las almas que este buen padre le ha sacado de las uñas, le ha perseguido extraordinariamente. Y apretándole una vez con tentaciones con la castidad, se arrojó desnudo con solo la camisa en un grande hormiguero, que son los de estas tierras grandísimos y las hormigas mucho mayores que las de Europa, y se estuvo allí hasta que alcanzada la victoria el demonio lo dejó, y él quedó tal, que por muchos días tuvo que curarse”.21 Finalmente otro agustino con horror al pecado, Francisco de Vargas en el siglo XVII en Lima: “Tres gruesas cadenas de hierro traía arrimadas a las carnes y apretadas al cuerpo, una en la garganta a manera de collar, que encubría con el cuello de la túnica; otra ceñida en la cintura, y otra que subía desde la cintura al cuello sobre el pecho, tan corta y tirante que le doblaba el cuerpo con violencia y le traía tan gibado y tan inclinada la cabeza al pecho, que no podía levantar los ojos al cielo, ni mirar el rostro de persona alguna. Decíase que había sido invención de su castidad, para no poder ver jamás rostro de mujer, aunque se le pusiese delante. Nunca se quitaba esas cadenas, con ellas dormía, con ellas oraba y con ellas traía siempre sujeta y aprisionada la carne [...] de noche [...] se ponía en la cabeza una corona de espinas tejida de ramas de limón y llegándose adonde tenía parada y siempre fija la cruz, subía a un banquillo de madera que estaba arrimado a ella, y tendiendo los brazos se crucificaba, y asiendo con las manos lo clavos, daba un puntapié al banquillo y lo derribaba, y él quedaba colgado y pendiente de los clavos como crucificado”.22 Después de semejante zangoloteo, ¿a quién le quedarían _____________ 19. Documentos para la historia Argentina. Iglesia, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, 1929, t. 20, p. 286. Citado por Ricardo Rodríguez Molas: Divorcio y familia tradicional, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1984, p. 34. 20. Ib., p. 685. 21. Ib., p. 114. 22. Ib., p. 27.
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quedarían ganas? Como bien dijo Rodríguez Molas analizando este caso: “Tal vez se trate de un caso límite, pero es revelador. Y no olvidemos: un ejemplo expuesto a la consideración de los lectores e inserto en un texto moralizador de la época, aceptado por la iglesia y difundido públicamente. La intención de todas aquellas prácticas es clara. La autotortura tiene un fin que es exclusivo, una dirección ya determinada. Consideran a la lujuria (lujuria es entonces toda relación sexual) como el más abominable de los pecados”.23 Esta es la ideología que las sandalias de los frailes diseminaron por todo el país. De ahí venimos.
_____________ 23. Ib., p. 37.
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22. LA PICOTA: Mediante la penca, la soga, o el cuchillo, a fin de domar el “ello” de los hombres ansiosos de la libido de la carne.
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o primero que hacían era erigir el rollo o picota, ese poste de piedra o madera que se ve en todas las ilustraciones de las fundaciones de ciudades. Por ley de la Corona, todas las ciudades del Río de la Plata creadas antes de 1810 tuvieron desde el primer día de su existencia, en el centro, en la plaza que une el poder civil con el eclesiástico, entre el Cabildo y la Catedral, ese palo infame que recordaba que la Corona tenía derechos a través de sus representantes a infligir castigos corporales. Atados a ese poste, los condenados eran azotados en verdaderas carnicerías públicas. O se los colgaba al sol todo el día, untados con miel, para que se los comiesen las moscas. La picota también servía para exhibir el cadáver del sentenciado a muerte. Un espectáculo público, “la manifestación más perfecta de la pedagogía del miedo”. 1 La sentencia servía no solo para punir al reo sino, además y fundamentalmente, para que delate a sus “cómplices” en los casos de “falsificación”, rebeldía, hurto calificado, homosexualidad y heterodoxia”. Rodríguez Molas cita a Bernaldo de Quirós2 cuando dice que “las condenas se resuelven en sangre, en sudor, en lágrimas, vivo dolor actuando sobre la carne, mediante la penca, la soga o el cuchillo, a fin de domar el ‘ello’, el terrible ‘ello’ de los hombres ansiosos siempre de la libido de la carne”. Lo que hace concluir a Rodríguez Molas: “La violencia física constituye, entonces, uno de los métodos más frecuentes para imponer el modelo sexual procreativo”.3 En 1637, el gobernador Pedro Esteban Dávila anuncia por bando que “El negro o negra o india que echara la basura en la calle, lleva pena de cien azotes, que se darán en el rollo de la plaza pública”. Había, obviamente, castigos diferenciados. Lo que los negros o indígenas sufrían en el cuerpo, los españoles o blancos criollos podían purgar pagando multas. No todos eran susceptibles de castigos corporales. Nobles, militares, consejeros, hidalgos, regidores y sus descendientes quedaban exentos del entretenimiento del palo ensangrentado. Eso sí, siempre y cuando no hubiesen caído en el “pecado nefando”. Claro.
_____________ 1. Rodríguez Molas: Historia de la tortura, p. 37. 2. Constancio Bernaldo de Quirós y Pérez (1873-1959). Criminólogo, licenciado en Derecho, con trabajos fundacionales en el área de antropología, sociología y psicología. En 1939 debe exiliarse de España y continúa su carrera en República Dominicana, Cuba y finalmente México, donde fue profesor en la UNAM. 3. Rodríguez Molas, O. cit., p. 38.
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23. LOS “MANFRODITAS” EN LA COLONIA: Teníamos los criollos la gloria de no haber salido de nuestra tierra ningún manfrodita.
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ra el 13 de enero de 1771 y en Buenos Aires hacía ese calor insoportable que en aquellos tiempos podía mitigarse con baños en las dulces y todavía limpias aguas del Río de la Plata. De allí venía el inglesito Guillermo Higgins, con su paso maricón después de un chapuzón refrescante. El muchacho era nada menos que director de la empresa South Sea Co., introductora de esclavos en Buenos Aires. Tranquilo, caminaba bajo el sol ardiente del verano porteño rumbo a su casa cuando vio venírsele encima a Manuel Miltos con una espadita casera. Recordó enseguida Willy los problemas con el platero Manuel. Todo había comenzado un año antes, cuando en febrero del 70 entró en una confitería, digamos, y tuvo una discusión con el tal Miltos. El entredicho había continuado unos días después, frente a unas muchachas. Pero lo del ataque con la espadita ya había sido demasiado, y Higgins le inició una querella diciendo que desde hacía un año atrás sufría hostigamiento y amenazas de parte de Miltos y que el ataque se produjo a pesar de la represión del alcalde del 2° voto. ¡Para qué! Miltos no se quedó atrás y le metió otra querella al inglés. En una época más mediática, hubieran sido un platillo delicioso para los talk shows, y una entrevistadora sagaz podría haber visto detrás de estos datos una historia de amores no correspondidos, una desilusión romántica gay, con insultos tales como “¡hermafrodita!”, “¡pícaro!” o “¡andá, sonso!”, que alimentaron el rencor afectivo durante meses. Pero en el Virreinato se desconocían esas delikatessen televisivas y tuvieron que conformarse con lo que se ventiló en la fiscalía del doctor Facundo de Prieto y Pulido. Ahí Manuel Miltos contó su versión de la historia. Él estaba, efectivamente, en una “contifuría” en febrero de 1770 cuando entró el inglesito vituperando a los hijos del país y tratándolos de brutos. Miltos montó en cólera y “llevado por el espíritu nacional, salí a la defensa del agravio que hacía a mis paisanos [...] y vine a fin de concederle que tenía razón, pero que teníamos los criollos la gloria de no haber salido de nuestra tierra ningún manfrodita de... como en la suya”. No se sabe qué contestó el inglesito pero parece que dio por terminado el asunto en ese momento. Unos días más tarde, la ciudad –una aldea, en realidad– los volvió a encontrar. Higgins pasó por delante de la puerta de Miltos y quizás para hacer rabiar al platero piropeó a unas chicas que en ese mismo momento paseaban por el lugar. Pero parece que el inglés era muy amanerado y las chicas se le rieron, tildándolo ellas también de “manfrodita”. Miltos, cargoso, le comentó a un amigo con el que había presenciado la escena: “Parece que le han conocido el pie del que cojea”. El amigo, como en un buen talk show, fue llamado a declarar y atestiguó que cuando Higgins piropeaba a las mujeres, Miltos “esforzando el aliento sobre la mano simuló expedir ventosidades, lo que oído por Higgins profirió expresión de pícaro contra el enunciado Miltos y este le respondió: ‘Andá, sonso’”. Higgins entonces atacó al criollo con un cinto de cuero 74
de cuero, pero Miltos se lo sacó de encima y le pegó una paliza. El inglés, lanzando chispas de odio por los ojos, se levantó, corrió hasta su casa y volvió con un palo, con el que le pegó un garrotazo al platero y se fue. Demostrando ser hombre de rencores largos, un año después Miltos se la devolvió cuando el inglesito regresaba de la playa. La historia está contada en la biografía del fiscal Prieto y Pulido, que escribió Hialmar E. Gammalsson y fue rescatada por Félix Luna en su revista Todo es Historia,1 para explicar la línea etimológica “hermafrodita-mafrodita-manflora-manflorón”, con el que se designaba a los homosexuales en la primera mitad del siglo XIX. El historiador Félix Luna no perdió la oportunidad para calificar a la homosexualidad como “una anormalidad sexual que a nuestros padres y abuelos repelió tanto como en la época de la Colonia”. Abre su nota diciendo: “No hay duda de que el homosexualismo fue raro en el Buenos Aires colonial. El ‘vicio nefando’ o ‘pecado nefando’ parecía algo tan monstruoso y extraño que una de las pocas veces que se hizo pública esa anomalía determinó la muerte en el patíbulo del imputado”. El afamado historiador es terminante sobre la inexistencia de la “anomalía”. Sería más prudente abrir un paréntesis en la credulidad debido a las pocas pruebas consignadas. Es impensable que los sodomitas de la época hicieran gala de su “anormalidad”, sabiendo que ahí estaba el rollo para ser colgados. El historiador no ha encontrado huellas sobre el “pecado nefando” pero olvida que sus posibles protagonistas estuvieron obligados a borrar cualquier rastro, el mínimo indicio era efectivamente el pasaporte a la horca o a la hoguera. Este es uno de los graves problemas para interrogar a la historia de la homosexualidad. Primero se persiguió cualquier signo de homosexualidad con tortura y muerte de carácter ejemplar. Siglos después, al no encontrar huellas del hecho, se concluye que no existieron. Los Reyes Católicos, en 1492, pidieron que los huesos de los sodomitas fuesen quemados y reducidos a polvo para que no quedara memoria de su existencia. ¿Cómo encontrar rastros? ¿Habrá pretendido Luna que en las crónicas de la época los muchachos contaran sus romances sodomitas como si no los esperase la muerte cuando hiciesen públicos sus amores? Una carta, una mirada, una confesión eran punidos como si se matara al Rey. ¿Por qué alguien se expondría? Que la historiografía oficial no haya sido capaz de encontrar las claves del deseo homosexual no parece querer indicar que no haya existido. El teórico mexicano Jaime Humberto Borja Gómez fue más preciso en el estudio de la homosexualidad en la época de la Colonia. “Aunque en la historia de América Colonial no hubo una persecución a gran escala de homosexuales, o al menos conocida históricamente, no fue obstáculo para que su presencia generara rechazo dentro de la sociedad, debido a tres aspectos: el
_____________ 1. Félix Luna: “El desvancito: Homosexualidad y etimología”, Todo es Historia (Buenos Aires), núm. 105 (febrero 1976), p. 36.
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rechazo religioso, un cierto miedo político y social y un desprecio a la persona. La palabra sodomita y la presencia de sodomitas engendraban el miedo a la expansión de una peste, como solía ocurrir con las brujas y hechiceras, en cuyo caso una sola podía contagiar a la población. Cuando se acusaba a alguien de este delito sexual, se empleaban otros términos para refer irse a él: inmundicia, torpeza, cáncer. Pero a veces, los términos eran tan poco precisos que, por ejemplo, se empleaba la palabra “nefando” para referirse a negros que se rebelaban o a los indios que practicaban otros ritos distintos a los cristianos, porque la idolatría también era nefanda”. 2 Sin embargo, una confusión más grave aun campea en el texto de Luna. Es cuando dice que “una de las pocas veces que se hizo pública esa anomalía determinó la muerte en el patíbulo para el imputado”. La “anomalía” a la que hace referencia no es la homosexualidad. Es la pederastia, el sexo con menores. Esta ambigüedad en la definición de ambas conductas, esta confusión deliberada y descalificadora, fue muy fuerte a comienzos del siglo XX3 y, por suerte, está desapareciendo de a poco. En el caso que cuenta Luna, además, hay un intento de asesinato, lo que difiere claramente de la homosexualidad. El hecho ocurrió en 1772, cuando Mariano de los Santos Toledo fue denunciado por un chico de doce años del que intentó abusar; al que le pegó en la cabeza, lo arrastró hasta una zanja del camino que hoy es la Avenida Chiclana en Parque Patricios y lo dejó allí, creyéndolo muerto. El chico se recuperó e hizo la denuncia. A Toledo lo ahorcaron y quemaron después su cadáver. Según Luna, “fácil fue identificar a Toledo, que era conocido como hombre de inclinaciones antinaturales y mantenía una relación con un levantino llamado Mateo, de sobrenombre Calzonazos”. En la misma nota consta que en la biografía de Prieto y Pulido, Gammalson dice que “con posterioridad –al incidente de Mariano de Toledo– hubo varios casos similares no tan graves, ocurridos casi todos ellos en las poblaciones indígenas de las antiguas misiones, que concluyeron, por lo general, con la reclusión de los culpables en las Islas Malvinas”. Esos “casos similares no tan graves”, que quizás se hayan referido a cuestiones específicas de “sodomía” sin pederastia ni violencia no son registrados por Luna como antecedentes homosexuales. Lo cierto es que las Malvinas parecen haber sido un refugio lejano y triste para los homosexuales nacionales. Si el quemado Mariano de Toledo y Calzonazos tenían una relación y por eso mismo eran considerados “hombres de inclinaciones antinaturales”, ¿cómo es que Luna no vio ahí un indicio claro de que la homosexualidad existía en Buenos Aires, más allá de asesinatos y pederastia? La única respuesta posible es... porque no quiso.
_____________ 2. Jaime Humberto Borja Gómez: “Otros cuerpos, otras sexualidades. Tendencias y herencias de la sexualidad: de a cristiandad medieval a la colonial”, p. 9. 3. Durante gran parte del siglo xx pederasta y homosexual fueron equivocadamente sinónimos.
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24. EL
OBISPO Y LEOCADIA/ANTONIO: Ha estado cuando tenía 14 años en un Convento de Monjas, y porque enamoraba a las monjas la sacaron de allí.
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l pobre obispo se murió sin saber la verdad. Cuando el 2 de octubre de 1796, el obispo Manuel de Azamor y Ramírez apagó su vida en la muy aldeana ciudad de Buenos Aires, hacía ya tres años que Antonio de Ita vivía en su casa, el Palacio del Obispo, en plena Plaza Mayor. Allí el joven Antonio se movía con comodidad entre el virrey Nicolás de Arredondo, el obispo, las autoridades de la aldea y las familias acomodadas. No había acto, Tedeum solemne, procesión o misa en la que Antonio no ayudase al obispo. En la cómoda residencia, Antonio se enteró de la llegada del nuevo virrey, Melo de Portugal y Villena, de la instalación del Real Consulado, siempre codeandose con lo mejor de la sociedad colonial en tertulias iluminadas por velas y cortadas por la voz del sereno. Simpático el muchacho, y muy devoto del señor obispo. Tanto que cuando este murió, luego de fastuosos funerales, decidió irse de la ciudad. Un aventurero: había llegado al puerto de Santa María de los Buenos Aires después de un largo periplo por Roma, Génova, Barcelona, Málaga y Montevideo. No habrá tenido ni veinte años al llegar el mozalbete. Decidido a irse al Perú, no llegó lejos. En Luján se quebró una pierna y tuvo que hacer reposo durante cuatro meses. Finalmente llegó a Potosí en donde recibió abrigo en la casa de Francisco de Paula Sanz. Sabía caer bien, Antonio. Primero el Palacio del Obispo en Buenos Aires; después, la casa del gobernador intendente de Potosí, que eso era Paula Sanz allá por 1797. Allí otra vez los lujos desmesurados, diez negros sirvientes que andaban de aquí para allá con bandejas de plata y oro. En fin, para un polizón que poco y nada había hecho en la vida, no estaba mal. La buena fortuna de Antonio se completó con el amor. Conoció a Martina Bibas, se casó y se fue a vivir a Moxos, cerca de Cochabamba. Hasta ahí, la historia de un buscavidas que supo acomodarse en los difíciles tiempos de la Colonia. Pero este cuento tendrá una vuelta más. La que lo incluye en este libro. El 7 de octubre de 1803 Martina, la esposa de Antonio, se presentó ante la autoridad civil para denunciar a su esposo. Según el investigador Walter D’Aloia Criado,1 “el 19 de octubre de 1803, la autoridad civil deja constancia de la denuncia de una mujer española hacia su marido, también español, y esa declaración o testimonio expresa textualmente: ‘el 7 del que sigue se me presentó una mujer que acababa de llegar en compañía del correo de Cochabamba, llamada Doña Martina Bibas y Valverde, presentándome un escri-
_____________ 1. Walter D’Aloia Criado: “Crónicas del Buenos Aires Virreinal: La pintoresca historia de Don Antonio de Ita. Paje que fue de un obispo de Buenos Aires”, Junta Sabatina de Especialidades Históricas (Buenos Aires), núm. 3 (2003), pp. 139-143. Basado en un documento del Archivo General de la Nación, titulado “Noticia del caso más extraño que ha sucedido desde que hay mundo”. El documento de principios del siglo xix forma parte del Anexo de las Memorias de Beruti (A.G.N. núm. 763-Sala VII).
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to contra su marido, Don Antonio Ita, exponiendo que es natural de los Reinos de España, y que hace que está casada con él más de cuatro años [...] acuso a mi marido por no haber usado del fin del matrimonio pretextando voto de castidad y otras disposiciones y habérsele observado que orinaba siempre en basenica [sic], siempre con calzoncillos, menstruación y otras observaciones, como abultamiento de pechos, y ahora lo delata por el continuo disfraz de hombre y por todo lo demás”. Sí, Antonio no era Antonio. Eso lo comprobaría asombrado el funcionario virreinal cuando llamaron a Antonio a comparecer. “Observé un hombre pequeñuelo, regordete, como de cuarenta años. Y tomada su declaración resultó llamarse Doña María Leocadia de Ita, natural de Colmenas de Oreja, a siete leguas de Madrid, vino sin ninguna licencia, que se embarcó en Málaga. Ha estado cuando tenía 14 años en un Convento de Monjas y porque enamoraba a las monjas la sacaron de allí”. La vida de Leocadia fue, desde que tenía 14 años y la expulsaron del convento, una aventura increíble. Por tanto enamorar monjas fue a confesarse y el confesor dijo que solo podían solucionarle el problema en Roma. Leocadia, dispuesta a cumplir las órdenes de la Iglesia, en la que creía, fue a Roma desde Madrid. El fraile Francisco, que la confesó, le dio como penitencia que subiera treinta veces las escaleras de Jerusalén, “que tomara una disciplina todos los viernes del año”, que de ninguna manera volviera a un convénto de monjas y que, siempre, siempre, de allí en más, usase traje de hombre. Leocadia quiso discutir, pero el fraile fue categórico: únicamente debía vestirse como hombre. Mujer católica al fin, hizo lo que le mandaron. Por eso fue que se vino a América, por eso fue que se casó con Martina. Fue bueno para Leocadia que el obispo Azamor y Ramírez se haya muerto sin saber que cobijó en su casa un travesti. Según Rodríguez Molas, el obispo era partidario de la tortura y sus ideas se asocian al absolutismo antiliberal. Para Azamor y Ramírez, el rey tenía pleno derecho a decidir sobre la vida y la muerte de los súbditos.2 El documento virreinal asegura que “se hizo el reconocimiento de la tal María Leocadia, que tenía de hombre [...] pero lo es falsedad, pues es una mujer como todas, y sí que demuestra ser muy honrada sin tener otra señal de varón”. A Leocadia le pasó lo que tan bien había descrito San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús: “Si la Iglesia definiera negro lo que nos parece blanco, debemos aclarar que es negro”. Ella era mujer, se sentía mujer, pero se veía atraída por otras mujeres. Entonces la Iglesia Católica decidió que debía ser hombre. El obispo se habrá retorcido en la tumba.
_____________ 2. Rodríguez Molas, Historia de la tortura, p. 54.
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25. EL REGIMIENTO DE PATRICIOS: Esta clase de delitos se hacen ya sensibles en la tropa.
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l doctor Juan Madera, ciudadano notable de Buenos Aires, estaba muy preocupado por cuestiones tales como la moralidad y la propagación de la especie humana. Es probable que la visión de tanta pampa deshabitada en los límites mismos de la aldea de 1813 lo empujase a desear fervientemente la población inmediata de la tierra desocupada. Se creyó entonces en la obligación de denunciar ante el intendente general de Policía unos hechos que “destruyen la moralidad y son del todo contrarios a la propagación de la especie humana”. Lo hizo en una carta fechada el 14 de abril de 1813, 1 en la que no se anduvo con preámbulos: “Habiendo hecho presente al Supremo Poder Ejecutivo la introducción del vicio de sodomía resultante de un cierto número de hombres de diferentes Países, que tiene por causas al efecto: [trato] a bien [de] escribirme a Ud. con el objeto de tomar medidas ejecutivas para remediar males de tanta consideración”. Muy interesado en la presencia de sodomitas en la ciudad, el doctor Madera llevaba un puntilloso registro de los sujetos, por eso podía asegurar que había uno en la calle de la Plaza de Monserrat, cerca de los cuartos2 de doña Gregoria Madera. Y había más. “En el primero pasada la Esgrima [sic]”, Madera ubica a otro llamado Rosario “este es más conocido por su exterioridad y modales”. Y también había dos más “al parecer pardos”, que vivían frente a la casa del doctor Manuel Salvadores. Y ahí, si bien se le terminaron las referencias exactas, no dio por terminada su labor: “Además existen varios por las calles, a quienes solo su movimiento afeminado dan un conocimiento”. Como hombre cosmopolita que era, dio clases sobre lo que ocurría en el mundo: “Esta degradación dela [sic] especie humana es castigada en todos los Países del Mundo con la pena de muerte como se puede ver en todos los códigos y aun en los nuestros: en el año 1812 se han quitado la vida a cinco hombres en la Capital de Inglaterra, y solo por una sospecha sin comprobante del crimen y creo que en nuestro estado naciente nada hay más perjudicial y más contrario y que será capaz de concluir con nuestro sistema”. Pobre concepto tenía el doctor Madera de la fortaleza del nuevo Estado: creía que los meneos de Rosario lo podían desmoronar. Y agrega un detalle que lo preocupaba mucho, “que estoy convencido que esta clase de delitos se hacen ya sensibles en la tropa y aun en muchos particulares”, por eso pedía al jefe de la Policía que “Ud., como interesado igualmente en la felicidad de la comunidad, tomará los medios que considere oportunos –es de imaginarse cuáles, si en Inglaterra se podía matar sodomitas solo con la denuncia sin confirmar– permitiéndome que le diga que tales delitos exigen una demostración bastante sensible para imprimir horror con el ejemplo, siendo este el
_____________ 1. Archivo General de la Nación, Sección Nacional, Gobierno, Policía, Libro 1. 2. O quizás diga “en los cuartos”, hoy la carta es en parte ilegible.
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único medio que han adoptado todas las naciones”. Solo tres semanas antes de la ofendida denuncia, había sido suprimida la Inquisición en Buenos Aires.3 Es probable que la medida, junto con los avances generales que la Asamblea del año xiii estaba proponiendo, haya llevado al clima pos colonial mínimos aires libertarios que a Madera le dieron escozor; de inmediato don Madera sintió nostalgia por el fuego purificador. El doctor sabía muy bien de qué estaba hablando cuando aseguraba que en la tropa se producían actos homosexuales. Era cirujano del Regimiento de Patricios, que había sido creado por Santiago de Liniers en 1806 y que en 1807, desde el Colegio San Carlos (actual Colegio Nacional Buenos Aires) rechazó, con Cornelio Saavedra a la cabeza, a los ingleses que estaban tomando la Plaza Mayor. Un año antes de la queja del doctor Madera, esas tropas que él aseguraba “sensibles a esa clase de delitos”, el 27 de febrero de 1812, estaban con el general Manuel Belgrano a la orilla del río Paraná cuando por primera vez se izó la bandera celeste y blanca. Claro que el Regimiento de Patricios no parece haber sido el único “sensible a esa clase de delitos”. Hay otro simpático caso que consta en el Archivo del Departamento General de Policía, esta vez del Batallón N° 2 de Cazadores. También es cierto que ya habían pasado 16 años del fin de la Inquisición y que el clima parece haber sido otro. El 27 de diciembre de 1829 es detenido el soldado Marcos Rubio “por habérsele encontrado vestido con trage de mujer”.4 El muchacho había sido alistado el 30 de octubre de ese año en el Batallón de Cazadores y había cobrado cincuenta pesos para permanecer allí durante dos años. A los pocos días, Marcos se escapó del Batallón e invirtió los cincuenta pesos en lo que, parece, más quería: ropa femenina. Del caso quedan registros porque el coronel del Segundo Batallón, Benito Rolón, pidió por escrito al jefe de Policía, Gregorio Perdriel, que le devolvieran al muchacho. Un chico travestido por las calles irregulares de la noche aldeana. Una duda en el cuento nacional, un paso de comedia que termina en la cárcel, una ambigüedad más, un escondite. Todo era posible en el confuso pueblo de Santa María de los Buenos Aires, a caballo entre la legislación colonial y los nuevos vientos. Legalmente, el sufrimiento carnal había culminado con la quema pública de los instrumentos de tortura en la Plaza de Mayo, 5 el 25 de mayo de 1813. Pero ahora se sabe que en 1817, el alguacil mayor de la ciu-
_____________ 3. El decreto de la Asamblea del año XIII, firmado por su presidente Tomás Valle y el secretario Hipólito Vieytes, fechado en Buenos Aires, el 23 de marzo de 1813, dice: “Queda desde este día absolutamente extinguida la autoridad del tribunal de la Inquisición en todos los pueblos del territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata y, por consiguiente, se declara devuelta a los ordinarios eclesiásticos su primitiva facultad de velar sobre la pureza de la creencia, por los medios canónicos que únicamente puede conforme al espíritu de Jesucristo, guardando el orden y respetando el derecho de los ciudadanos”. 4. Comunicaciones de autoridades de campaña y varios asuntos (libro 36, año 1829, Sala x 32 11 6 – Nota núm. 211). 5. De la Victoria, en ese momento.
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dad solicitó “y por estar inutilizado el existente, la recomposición urgente del potro de dar castigo en la cárcel”. 6 Así, todos los viejos códigos legales, tales como el Fuero Real, las Siete Partidas y la Nueva Recopilación de Leyes de Indias, seguían teniendo efecto. O no. O simplemente dependiera del humor de quien tuviera que aplicarlos. A esa confusión hay que sumarle, por un lado, la anarquía de los gobiernos regionales que pretendían imponer su poder con bandos, leyes y regulaciones post Independencia, y por el otro el dato que agrega Rodríguez Molas sobre la situación en todo el interior: “Los grandes propietarios, señores de horca y cuchillo, ejercen por cuenta propia el poder de la justicia”.7 Para llegar a esta conclusión tuvo en cuenta un dato contundente: en las estancias de la época siempre había un cepo y varios grillos. Y en toda estancia sobraban marlos y mazorcas. Ya veremos que no serían solo alimentos para chachos.
_____________ 6. Rodríguez Molas: Historia de la tortura, p. 57. 7. Ib., p. 56.
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26. FEDERALES Y UNITARIOS: Y entre nosotros no es mengua el besarlo, para medio contentarlo.
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ra lindo el muchacho, como veinticinco años, piel pálido, cabello negro y lacio, ojos de fuego, labios trémulos, patillas en forma de U. Así lo describió, emocionado, Esteban Echeverría en la primera gran obra de la literatura nacional, El matadero.1 Era unitario, el muchacho del que nunca sabremos el nombre. No usaba divisa punzó ni luto por la madrina del matadero, doña Encarnación Ezcurra. Por una terrible fatalidad pasó frente al Matadero de la Convalecencia o del Alto,2 fue capturado por los federales que allí trabajaban y llevado a la casilla interior. Lo desvistieron e intentaron violarlo. El muchacho, ya atado y desnudo, a punto de ser desflorado, “reventó de rabia”. La sangre le brotó a borbollones de la nariz y de la boca, y murió. Así queda fundada la literatura argentina: uniendo homosexualidad con violencia, honor con virginidad anal y sodomía con federales. Obsesivamente, la estigmatización del diferente firmaba la partida de nacimiento de la cultura nacional. La educación homofóbica había dado resultado. El homosexual no era alguien con una sexualidad diferente a la de la mayoría. Era un salvaje asesino. Y el honor, también obsesivamente, iba a radicarse para siempre, absurdamente, en el culo, que es lo que todo argentino sabe que no debe dejarse tocar. Por más que quiera. En al período de mayor enfrentamiento interno, de crueldad sin límites, cada bando acusaba al otro de las peores fechorías imaginadas. Se tachaban de salvajes, asesinos, cerdos. Tanto unitarios como federales se diferenciaban porque “los otros” eran sodomitas. Todo el período rosista está cruzado por las acusaciones de maricones pasivos de los federales a los unitarios y de sodomitas activos de unitarios hacia federales. Hay varios ejemplos: “¡Viva la mazorca! Al unitario que se detenga a mirarla / Aqueste marlo que miras / De rubia chala vestido / En los infiernos ha hundido / A la unitaria facción; / Y así con gran devoción / Dirás para tu coleto: / Sálvame deaqueste aprieto / ¡Oh! Santa Federación / ¡Y tendrás cuidado! / Al tiempo de andar / De ver si este santo / Te va por detrás”.3 Este graffiti, un clásico de la propaganda rosista, fue escrito y luego convertido en un cartel, para ser enarbolado en una casa porteña en la época en que todos tenían que usar la divisa punzó para demostrar cariño y respeto al _____________ 1. Escrito en 1838, cuenta un hecho ocurrido “en 183...”. Fue publicado por primera vez recién en 1871, apenas extinguida la Gran Fiebre (amarilla). 2. En Plaza España, en el triángulo delimitado por las actúales calles Amancio Alcorta, Caseros y Baigorri. 3. Registrado en una crónica por José Rivera Indarte, publicada en la Gaceta Mercantil el 30 de junio de 1835. Citado por Rodríguez Molas, Historia de la tortura, pp. 56-57; Fermín Chávez: La cultura en la época de Rosas. La desconolización mental, Buenos Aires, Theoría, 1973, p. 110; y Jorge Salessi: Médicos, maleantes y maricas, Rosario, Beatriz Viterbo, 2000, pp. 61-62.
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Restaurador de las Leyes Brigadier General don Juan Manuel de Rosas. Y si el cariño no era suficiente, si por algún lado se agrietaba el afecto hacia el Restaurador, ahí venía la Mazorca para recordar que el cariño era obligatorio. Esa especie de ejército privado, grupo de tareas del siglo XIX,4 tenía como símbolo, y no casualmente, una mazorca. “La cabeza de maíz, privada del grano como usted verá, está provista de una serie de agudas puntas, y ásperos cuadros, y la diabólica idea de Rosas fue introducir esta en los intestinos humanos, causando así innumerables heridas en el interior del cuerpo, heridas tan mortales, terribles y dolorosas, que creo no hay ejemplo de que una de las víctimas haya sobrevivido tres días después de ser atacada por el Club de la Mazorca.”5 Juan María Gutiérrez6 explicó que el nombre “mazorca” se refería a una forma de tortura que “tiene por objeto el introducir por el flanco de la retaguardia del enemigo unitario, el sabroso fruto del que ha tomado nombre, así es que toda aquella gente que recela este fracaso ha dado en usar el pantalón muy ajustado”.7 También Rodríguez Molas afirma que “las alusiones sexuales, unidas a la violencia, son obvias, frecuentes en la literatura rosista de carácter popular”.8 Y cita un cielito publicado en la revista El Gaucho, de 1830, en donde se dice de los opositores del Restaurador: “Cielito, cielo, cielito / Cielo de los maricones. / Un decreto debe darse, / Para que usen calzones. / En un momento hace un sastre / Un unitario decente, / Pues ellos se juzgan serlo / Con tener levita y lente”. Al cuento El Matadero se le une con igual grado de excelencia una poesía de Hilario Ascasubi,9 La Refalosa, que vuelve a asimilar homosexualidad con violencia, convirtiendo el equívoco ya en un lugar común. Aquí refiere la amenaza de un mazorquero y degollador de los que participaron en el sitio de Montevideo dirigida al gaucho Jacinto Cielo, “gacetero y soldao de la legión argentina, defensor de aquella plaza”. “Mirá, gaucho salvajón, / que no pierdo la esperanza, / y no es chanza, / de hacerte probar qué cosa / es Tin tin y Refalosa. / Ahora te diré cómo es: / escuchá y no te asustés; / que para ustedes es canto / más triste que un Viernes Santo. _____________ 4. Fueron especialmente crueles las matanzas de octubre de 1840 y de abril de 1842. Luego, entre otros factores por la influencia del embajador inglés Henry Mendeville, la represión fue cesando hasta que la Mazorca fue oficialmente disuelta el 1° de junio de 1846. 5. Texto citado por Fernando Operé: Civilización y barbarie en la literatura argentina del siglo XIX. El tirano Rosas, Madrid, Conorg., 1987, pp. 108-110. 6. Juan María Gutiérrez (1809-1878). Historiador, escritor, rector de la Universidad de Buenos Aires. Con Esteban Echeverría y Juan Bautista Alberdi fundan la Asociación de Mayo, un centro cultural opositor a Rosas. Se exilia primero en Uruguay, después en Europa, finalmente en Chile. En 1871 funda la Revista del Río de la Plata junto con Andrés Lamas y Vicente F. López, donde por primera vez aparece el cuento de su amigo. 7. Juan María Gutiérrez: Buenos Aires de fiesta, 1935, citado por Salesi: O. cit., p. 61. 8. Rodríguez Molas: Historia de la tortura, p. 57. 9. Hialrio Ascasubi (1807-1875). Escritor, periodista, teniente de Infantería al mando del General José María Paz, apresado por Rosas, escapó a Uruguay, donde vivió veinte años. Fue ayudante del general Justo José de Urquiza en la batalla de Caseros, aunque después abrazó la causa porteña de Mitre, contra Urquiza. Vivió en Francia, en donde publicó sus obras completas, entre las que sobresale el poema gauchesco Santos Vega.
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“Unitario que agarramos / lo estiramos, / o paradito nomás, / por atrás, / lo amarran los compañeros / por supuesto, mashorqueros, / y ligao / con un maniador doblao, / ya queda codo con codo / y desnudito ante todo. / ¡Salvajón! / Aquí empieza tu aflición. “Luego después a los pieses / un sobeo en tres dobleces / se le atraca, / y se queda como una estaca / lindamente asigurao / y parao / lo tenemos clamoriando; y como medio chanciando / lo pinchamos, / y lo que grita cantamos / la refalosa y tin tin, sin violín. “Pero seguimos el son / en la vaina del latón, / que asentamos el cuchillo, y le tantiamos / con las uñas el cogote. / ¡Brinca el salvaje vilote / que da risa! / Cuando algunos en camisa / se empiezan a revolcar, / y a llorar, / que es lo que más divierte, / de igual suerte, / que al Presidente le agrada, / y larga la carcajada / de alegría, / al oír la musiquería / y la broma que le damos / al salvaje que amarramos. “Finalmente: / cuando creemos conveniente, / después que nos divertímos / grandemente, decidimos / que al salvaje / el resuello se le ataje; / y a derechas / lo agarra uno de las mechas, / mientras otro / lo sujeta como a potro, / de las patas / que si se mueve es a gatas. “Entretanto, / nos clama por cuanto santo / tiene el cielo; / pero ahí nomás por consuelo / a su queja: / abajito de la oreja, con un puñal bien templao / y afilao, / que se llama el quita penas, / le atravesamos las venas / del pescuezo. / ¿Y qué se le hace con eso? / Larga sangre que es un gusto, / y del susto / entra a revolver los ojos. “¡Ah, hombres flojos / hemos visto algunos de estos / que se muerden y hacen gestos, / y visajes / que se pelan los salvajes, / largando tamaña lengua / y entre nosotros no es mengua / el besarlo, / para medio contentarlo. “¡Qué jarana! / Nos reímos de buena gana / y muy mucho, / ver que hasta le da chucho / y entonces lo desatamos / y soltamos / y lo sabemos parar / para verlo refalar / ¡en la sangre! / hasta que le da un calambre. / y se cai a patalear y a temblar / muy fiero, hasta que se estira / el salvaje y, lo que espira, / le sacamos / y una lonja que apreciamos / el sobarla, / y de manea gastarla. “De ahí se le cortan orejas, / barba, patilla y cejas, / y pelao / lo dejamos arrumbao, para que engorde algún chancho, o carancho. “Conque ya ves, Salvajón; / nadita te ha de pasar / después de hacerte gritar: / ¡Viva la Federación!”.10 El primer beso entre dos personas del mismo sexo en la literatura naciónal es equiparado al degüello lento, a la tortura y a la humillación.
_____________ 10. Hilario Ascasubi: La Refalosa, en Paulino Lucero o los gauchos del Río de la Plata cantando y combatiendo contra los tiranos de la República Argentina y Oriental del Uruguay (1839-1851), París, Imprenta de Paul Dupont, 1872, pp. 130-134. Edición digital de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. 84
27. EL MITO DE BELGRANO: Que soy de estado soltero y no tengo ascendiente ni descendiente.
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elgrano era homosexual? Según el profesor Eduardo Sartelli esta es la pregunta que más hacen los estudiantes secundarios a sus profesores ¿ de Historia.1 La primera respuesta es no. El general Manuel Belgrano murió en 1820 y la homosexualidad es un concepto posterior. ¿Habrá tenido el general Manuel Belgrano alguna relación homosexual? Imposible saberlo, como de cualquier persona que no lo haya reconocido explícitamente. Entonces, ¿por qué este mito que obsesiona por igual a los defensores de la pureza heterosexual del prócer como a quienes desearían la improbable confirmación del héroe como abanderado gay de la historia?2 Tanta polémica habla más del estado del prejuicio en la Argentina antes que de uno de los argentinos que más claro tuvo un proyecto de país. Y que más hizo, con coraje y decisión, por llevar adelante ese proyecto. Belgrano tenía una voz aflautada, a veces desagradable. Era lo único desagradable de una presencia encañadora. Rubio, de ojos celestes, de modales educados y sensibles, de pensamiento profundo y vivaz, debe haber desentonado al mando de sus desarrapados criollos tanto en la campaña del Paraguay como en la del Norte. Existe una anécdota reveladora en el marco de la unificación de las voces de mando en la campaña del Norte, protagonizada por Belgrano, el general José de San Martín y el reputado como mujeriego Manuel Dorrego, coronel a la sazón. San Martín gritó: “¡Batallón, march...!”, para que todos sus oficiales repitieran la voz de mando. Como en esos homofóbicos chistes del ejército, lo siguió la voz aflautada de Belgrano: “¡Batallón, march...!”. Dorrego soltó una estruendosa carcajada. San Martín lo reprendió duramente: no estaba para sonseras. “¡Señor Coronel, hemos venido aquí a unificar las voces de mando”. Y repitió su grito. Y Belgrano repitió el suyo, con la misma voz de pito. Dorrego se tentó y no pudo reprimirse. Al día siguiente el general San Martín lo trasladó a Santiago del Estero. El general José María Paz, en sus Memorias póstumas, cuenta también: “El Coronel Dorrego, cuyo carácter es bien conocido, se chocó del aire de superioridad que tomaban los nuevos jefes y oficiales y empezó en sus conversaciones a atacarlos con el ridículo; quizás esta fue la verdadera causa de su destierro, pero la inmediata que dio motivo a él fue la siguiente. El general Belgrano había mandado invitar una cantatriz viuda, del Perú, que nombraban Chilma, para que fuese a ejercer su habilidad a una casa respetable, a cuyas señoras había ofrecido hacer este obsequio. La cantatriz se había _____________ 1. “Los bronces y la vida”, Clarín (8.6.1997). Las otras dos preguntas, según el historiador y docente de enseñanza secundaria y de la UBA son: “¿Quiénes eran y qué querían los “subversivos” de los 70?” y “¿Para qué sirve la Historia?”. 2. A lo largo de la escritura de este libro, la prevención que más escuché, con distintas inten-ciones fue: “¿Qué vas a decir de Belgrano?”.
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indispuesto y mandó hacer sus excusas cuando estaban ya reunidos los jefes para la academia de la casa del General. Dorrego oyó el recado que dio el criado mensajero al general Belgrano, y lo echó a mala parte. Empezó a mofarse y a pifiar a aquél en términos que el general San Martín lo advirtió; quiso contenerlo con sus mudas indicaciones y no bastó. La misma noche tuvo orden de dejar Tucumán”.3 Pero además, Belgrano era un intelectual. Un decidido defensor de la educación. Y un revolucionario. Belgrano tuvo que afrontar los chismes sobre su sexualidad, así como todo el grupo más radicalizado de la Revolución de Mayo –los jacobinos Mariano Moreno, Bernardo de Monteagudo y el primo de Belgrano, Juan José Castelli– sufrió traiciones e intrigas que terminaron en juicios, exilios y hasta en la muerte. Sus finos modales le valieron los motes de “bomberito de la Patria” o “chico majadero”. Vehemente creyente –a diferencia de varios de sus compañeros revolucionarios– su moral cristiana lo llevó a infligir órdene espartanas a sus soldados, que vieron así prohibido el juego de barajas, la compañía de mujeres y los bailes. Y todo el mundo a rezar el rosario todas las noches a las diez. Tuvo incluso una discusión con su amigo Miguel Martín de Güemes, otro mujeriego empedernido que convivía con Juana Inguanso de Mella sin estar casado. Poco más podía hacer Belgrano por disciplinar una tropa que no era tropa ni era nada: sabía que necesitaba de un buen comportamiento para ganarse la confianza de los naturales. Sin el cariño de la gente, gestas como el éxodo jujeño hubieran sido imposibles de conseguir. Los defensores de la moral heterosexual de Belgrano presentan a los dos hijos ilegítimos del General como pruebas irrefutables. El primero, Pedro Rosas, a quien Belgrano tuvo con María Josefa Ezcurra, hermana de Encarnación Ezcurra de Rosas, la esposa del Restaurador de las Leyes, quien lo adoptó y educó. María Josefa tenía 27 años, estaba casada con un español que se había vuelto a su Patria y según el historiador Jorge Correa: “La dama, enamorada locamente de Belgrano, lo había seguido hasta Tucumán, sitiándolo con toda su artillería, que el General no pudo desactivar”. 4 La segunda hija, Manuela Mónica, fue fruto del flechazo que sobre el General produjo la casi adolescente María de los Dolores Helguero, cuando él ya había pasado los cuarenta años. La guerra impidió el casamiento, la niña fue cuidada por la familia de Belgrano quien, pese a lo avanzado de sus posturas, decidió cuidar las apariencias al punto de negar en su testamento la existencia de sus dos hijos: “Declaro: Que soy de estado soltero, y que no tengo ascendiente ni descendiente”, mintió Manuel en el testamento atestiguado por el escribano Narciso de Iranzuaga. No es mi intención, desde la comodidad del siglo XXI, criticar las decisiones personales de una de las más importantes y nobles personalidades de la
_____________ 3. José M. Paz: Memorias póstumas, Buenos Aires, Emecé, 2000, p. 154. 4. Jorge Correa: Febo asoma, Buenos Aires, Dirple, 1997, p. 77.
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La pregunta sobre la sexualidad de Manuel Belgrano obsesiona a homosexuales y heterosexuales por igual. Los datos históricos solo permiten comprobar cómo se utilizó un prejuicio de la época contra uno de los revolucionarios más de avanzada de su tiempo.
historia del país. Simplemente destaco el hecho de que la existencia de estos dos hijos “ilegítimos” para los parámetros de la época sea lo que los defensores de la moral de Belgrano presentan como testimonio de su honorabilidad. No hay ningún dato concreto que permita hablar de homosexualidad en Belgrano, ni sus modales, ni su íntima amistad con su médico John Redhead son prueba de nada. Pero el tema sirvió a sus enemigos para intentar, vanamente, desprestigiarlo. Belgrano, por suerte, está mucho más allá. Si hubiera tenido actitudes homosexuales, seguiría estando, claro, mucho más allá.
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