Historia de La Filosofía Moral

August 24, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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Historia de la filosofía moral

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ca de Heidegger debería tener e n cuenta las relaciones relaciones entre este pensamiento y el de Gehrard Krüger en Philosophie und Moral in der kantischen Kritik, aparecido en 1931 en Tubinga (trad. fr. M. Régnier, pref. E. We il , Beauchesne, 196 1961). 1). JEAN-LUC NANCY

Véase Arendt, comunidad, fenomenología, filosofía filosofía prác tica, Jaspers.

HISTORIA

E L

FILOSOFÍA MORA MORAL L

Concepciones filosóficas de la filosofía moral

de

la historia de la filosofía en general. Los estudios histó ricos sobre la historia de la filosofía - c o m o los de Lucien Braun, Martial Guéroult y Giovanni Santine se limitan, en efecto, a las historias generales y   o no mencio nan la aparición de los estudios históricos consagrados consagra dos a disciplinas particulares den tro de la fil filo o sofía. N o se halla, así, ningún debate sobre la histo riografía de la ética que sea comparable a lo que se puede encontrar en teoría política, por ejemplo, y que se debe en bue na parte par te a las las investigaci investigaciones ones de Quentin Que ntin Skinner y John Pocock.

la historia

a historia

socrática

Cuando entablamos u na reflexi reflexión ón filosófica filosófica sobre la mo ral, ra l, no podríamos podr íamos ol o lvidar que algunos nos han ha n precedi precedi  do en esta tarea. tarea. ¿Pero cómo nos situamos respecto de nuestros predecesores predeceso res y de su trabajo? El obispo Geor ge Berkeley expresa ya una impresión general cuando afirma: Debo reconocer mi deuda con los filósofos que me han precedido. Han suministrado buenas re re  glas aun cuando no siempre las siguieran ellos mis mos. Son como exploradores que, sin haber alcanza alcanza do el puerto deseado, han dado a conocer mediante su naufragio los peñascos y los bancos de arena, lo

La versión más comúnmente admitida actualmente de la historia de la filosofía moral se remonta, por lo me nos, a Jenofonte. Este último refiere que Sócrates se desmarcó de sus predecesores al abordar un nuevo conjunto de cuestiones; Sócrates no se interesaba co la naturale naturale mo ellos en los debates sobre el cosmos y la za de la lass cosas en general, sino so bre to do en e n los asun tos humanos (Memorables, 1, pp. 11-12). Cicerón, quien desarrolla esta interpr interpretación etación,, afirma que Sócrates pri mero invitó a la la filosofía a des cend er del cielo, cielo, la la insta ló en las ciudades, la introdujo hasta en los hogares

que más tarde vuelve el paso más fácil fácil y más seguro a los demás (Notas filosóficas, Libreta A, núm. 68 682) 2).. ¿Pro ¿Pr o seguimos simplemente la empresa de los filósofos del pasado? pasad o? ¿Qué partido, sup oniend oniendo o que exista uno, pue den sacar aquellos que estudian la filosofía moral del estudio de su historia?

Contrariamente al proceder que adopta en la Metafísica (libro 1 , donde pasa revista a las especulaciones de suss predecesores sobre su sob re el cosm cosmos os y sus principios, Aris Aris  tóteles no coloca al principio de su reflexión moral mora l el examen de las opiniones de otros fi lósofos sobre la cuestión. No es sino hasta el siglo XVII, en el momen

y le impuso el estudio de la vida, de las costumbres, de las cosas buenas y malas (Tusculanas, V, iv, pp. 1011). E n el primer párr afo de l utilitarismo (1861),John Stuart Mill evoca esta tradició tradición: n: Des de el origen de la filosofía, filos ofía, la cuestió n del summum bonum, 0 [ .. ] del fun damento damen to de la moral, ha sid sido o conside considerada rada como el más importa nte de los los problemas planteados al pensamien to especulativo [ .. ] Más Más de do s mil años han transcu rrido, y continúan las mismas discusiones; los filóso fos están aún alistados en los mismos partido s enemi gos; y los pensadores de la humanidad en general no parecen estar más cerca de ponerse de acuerdo sobre esta cuestión que en tiempos en que el joven Sócra tes escuchaba al viejo Protágoras [ .. ] y sostenía con tra la la moral po pula r del sofista (como se decía decía enton  ces) la tesis utilitarista .

to ley en natural qu e fueron fuer escritas las naciones, las historias de de la y on de la ley de las quelas seteorías cOlIlenzó cOlIlenz ó a tratar la filosofía moral como una disciplina de ple sim no derecho, poseedor a de su propia historia, y no sim plemente como una p arte de la filosof filosofía ía que po día ser comprend ida den tro de su historia general. general. La Narración histón cay crítica de la ciencia de la m o r ~ de Jean Bar beyrac (1706), representa la tentativa más eminente de estos estudios históricos. Barbeyrac redactó este texto sustancial a guisa de prefacio para su traducción fran cesa de la obra de Pufend orf, l derecho de la naturaleza y de lagente (1672). Pero no fue sino hasta 1822 que el erudito alemán Carl Friedrich Staudlin publicó l pri mera historia general de la filosofía moral, que fue seguida por muchas otras, así como por estudios más especializados. La historia de la ética como campo de estudio parece, pues, estar bien establecida ahora. Sin embargo, se han analizado mucho menos los problemas q ue plantea la historiografía de la filosofía moral, problemas más específicos que los relativos a

Mili Mi li formula en tonce s un a teoría explic explicar ar que la cuestión del primer principio de lapara moral continúa siendo actual a pesar pesa r de muchos much os siglos de investigacio investigacio nes. E n todas las ciencias, nos dice, las informaciones y los prob lemas s ecun ecundario darioss son, para pa ra la la mayoría, mayoría, des cubiertos mu cho antes que los principios principios más elemen elemen tales. La humanidad aprende así un gran número de verdades más o menos generales a partir de la expe riencia; no es sino a destiempo que un análisis minu cioso nos permite extraer de la masa de detalles los conceptos conce ptos fundamentales y los principios de la cienc ciencia. ia. Las creencias morales son como los demás tipos de creencias; por eso casi no resulta sorprendente que el sentido común tenga sus creencias sólidas a propósito de las normas morales, y nosotros no dispongamos de ningún saber seguro sobre la moral, tanto que no he mos descubierto sus verdaderos cimientos El utilitansmo, 1, § 1-2). Se escucha todavía decir corrie ntem ente que la filo filo sofía sof ía moral comen zó con Sócrates y que h a continua-

a

histori

de

l

ética c o m o

disciplin

distinta

 

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la fllosofía moral

do después sin interrupción. Bernard Williams hace la introducció n de su im porta nte estudio, estudio, a éticay los límites de la filosofía (1985), en los siguientes términos: No es una cuestión trivial. Sócrates lo decía: lo que nos ocupa es saber cómo se debe vivir. Así al menos lo relata Platón, en uno de los primeros diálogos con sagrados a este tema [ .. ] El fin de la filosofía moral [está vinculado] al destino de la pregunta de Sócrates hayamos os conseguido po ner [ . .] p. 1). Aunque no hayam nos de acuerdo sobre el fundamento de la moral, la versión socrát ica de la historia de la moral está está fun damen tada en e n una idea clara de las las tareas que los filóso fos de la moral deberian emprender. Aún intentamos responder a la pregunta de Sócrates: ¿cómo se debe vivir? Si bien los los individuos siempre han tenido t enido opinio nes a este respecto, todavía es extremadamente difícil formular u na respuesta indiscutible indiscutible establecida establecida sobre una incontestable fundamentación. Es ésta una cues tión tan ardua que los escépticos sugieren dudar de que exista exista una respuesta r espuesta y que se trate de u na verdadera pregunta. Es posible, como sugiere Mill, que todas las disciplinas se confronten con esta dificultad. Pero es igualmente posible, como piensan algunos, que la moral plantee problemas particulares que vuelven aún más difícil que en otros ámbitos la tarea de formular co mo en fís física ica,, por eje ejemplo mplo.. Es tos problemas la teoría, como podrían explicar que aún no parecemos haber pro gresado en dirección de una respuesta de forma que sea reconocida por todos, y aún menos haber encon trado tal respuesta. Las preguntas aún permanecen planteadas y debemos seguir trabajándolas. trabajándolas. Si estudia mos la filosofía moral del pasado, es para encontrar algunas ideas en los trabajos de nuestros predeceso res, o para evitar, al menos - r e t o m a n d o la metáfora de Ber keley- los peligrosos arrecifes en los que és tos encallaron.

La versión de la historia de la filosofía moral que surge con la figura de Sócrates tiene en l actualidad sus partidarios. Sin embargo, es importante saber que no es la única posible. Existe, en efecto, otra versión de

en formular cuestiones de filosofía moral. Esta fábula existía ya mucho p u e s 110 se trata de otra c o s a antes de Duplei x y circuló circuló ampliamente en diferentes versiones a lo largo del siglo XVII y durante una parte del XVIII. Se puede resumi r a grandes rasgos este relato de l siguiente manera: Dios reveló la ley moral en primer lugar a Noé, luego a Moisés, después, finalmente, por intermediación de la palabra de Cristo. E n algunas versiones, el propi o Pitágoras era jud judío, ío, mientras mientras que en otras otras,, había simplemente simplement e estudiado aliado al iado de maes tros judíos (así, el gran sabio inglés y teórico jurídico John Selden sugirió en 1640, después de un examen minucioso de las fuentes, que Pitágoras había quizás estudiado con Ezequiel). Basándose en una frase toma da de la Magna Moralia I, 1, 1182 12-14), entonces atribuida de man era indiscutible indiscutibl e a Aristóteles, diferen tes autores afirmaron que Pitágoras había sido el pri mero en tratar la cuestión de la virtud. Si es verdad que él aprende de los judíos al menos los rudimentos de una verdad en materia de moral y que él se los en seña a Platón - Henry More afirma que esto era algo de todos conocido-, ello significa entonces que el talento extraordinari extraordinario o con el cual los griegos han formu lado verdades racionales en moral no representa, sin embargo, una razó n válida válida para dudar de la importan cia de la revelación. Pero igualmente circulaban otras versiones de es te relato. John Locke relata, así, que es una empresa que sobrepasa las fuerzas de la razón, cuando además no es auxiliada, el edificar un sistema completo de la moral sobre sus verdaderos princi principios, pios, de una mane ra clara y convincente [ .. ] También vemos que los esfuerzos de los filósofos no obtuvie ron en esta oca sión un gran éxito, antes de la venida de Jesucristo; y que falta mucho para que sus diversos sistemas sinte ticen una idea completa de la verdadera moral. Que si, después de ese tiempo, los filósofos cristianos cr istianos los han han sobrepasado, es fácil percibir que es a la revelación a la que se debe el primer descubrimiento de las verda des con las cuales han enriquecido la moral (Que la religión cristiana es mI ) razonable, 1695, § 241). E n su obra intitulada De la existencia y de los atributos de Dios; de los deberes de l religión n tur ly de la verdad e l religión cn'stiana

esta his toria,yque muy- extendida chos historia, siglos, queestuvo implicaba como la durante versión mu so crática - una concepción específica de las tareas de la disciplina. Según la tesis subyacente a esta otra ver sión, las verdades fundamentales de la moral no son descubiertas, pero son conocidas des las últimas en ser descubiertas, de el momento en que los seres humanos viven en conjunto. Así, la filosofía filosofía moral mor al no consiste en la bús queda de un saber científico que haya permanecido hasta ahora desconocido desconocido.. Est a otra versión de la historia de la la filosofía moral puede revestir dos formas: una religiosa y otra secu. lar. La forma religiosa es la más antigua de ambas. Es la que Escipión Dupleix (un autor menor de ma nuales de filosofía del siglo XVII) evoca cuando nos cuenta que, según san Ireneo, Pitágoras era judío La ética o ilosofía mora4 París, 1632, p. 4). Dupleix refiere

(1705), la que fue muy traducida, Samuel griega Clark retoma misma idea,leída segúny la cual la filosofía era imperfecta y requería un apoyo que no podía venir sino de la revelación de Cristo. Según la versió n pitag óric a de la historia de la filosofía moral, la humanidad conoció muy pronto en la historia las verdades elementales de la moral. ¿Qué necesidad tendríamos entonces de una filosofía mo ral? Según esta versión, son los pecados humanos los que la hacen necesaria; hombres malvados intentan destruir la autoridad de la moral que Dios nos ha dado y enseñan -siguiendo al pernicioso señor Hobbes S. Cl ark e)- que la moral es una cuestión de interés personal. Los escépticos, por otra parte, van todavía más lejos al declarar que la moral ni siquiera existe. Inc umb e pues a los los filósofos no corrompidos comb combatir atir las insinuaciones pérfidas de los filósofos corrompi

también que fue Pitágoras, y no Sócrates, el primero

dos. La filosofía moral participa así en la lucha de la

a histori

 

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pitagórica

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virtud contra el vicio, y ella subsistirá tan largo tiem po como esta lucha dure. a forma secular de la versión

pitagórica

Nadie parece haber escrito una historia detallada de la filosofía moral que retome todas las hipótesis de la versión fundada en la historia de Pitágoras. La histo ria redactada por Barbeyrac ofrece, sin embargo, una la hipó versión parcialmente secularizada; retoma elemen tesis de Pufendorf según la cual lasélverdades tales de la moral son accesibles a la razón humana y debían ser ya conocidas en los tiempos más lejanos n o había, pues, necesidad de revelación-o Ahora bien, Barbeyrac creía también, como lo sugería la for ma religio religiosa sa de la versión pitagóric pitagóricaa , que el estado de pecado llevaba al hombre a sustraerse sustraer se de las exigen cias de la moralidad y a servirse de la razón con este fin. fi n. Barbeyrac parece creer que Pitágoras estaba est aba liga liga do a los orígenes de la filosofía moral, aunque duda en designarlo explícitamente como su creador. Estima pues, de manera manifiesta, que el pecado origi original nal era una de las causas de aparición de la filosofía moral, la cual buscaba refutar la existeneia de la verdad en mo ral, y no podía dejar de pensar que los filósofos a los que se oponía eran hombres malvados. N o es sino con c on las las investigaciones de Staudlin cuan do la versión pitagórica fu fuee definitivamente abando nada.. Staudlin comien za su obr a con una breve nada bre ve adver adver tencia que sugiere que la moral nace, por una parte, de la interacción entre las potencias y las disposicio nes naturales del espíritu humano huma no y, por otra, de nues tra situación en el mundo. Los orígenes de la moral se remontarían tan atrás en la Antigüedad que no servi ría de nada pretender especular sobre ello. Más aún, la moral existía mucho antes de que se filosofara res pecto de ella, y se hallaban concepciones poéticas o no sistemáticas del mundo mucho antes de la apari ción de las las concepciones c oncepciones raci racional onales. es. Tenemos una ten dencia natural a reflexionar sobre nuestras propias potencias, así como sobre el mundo en el cual actua mos; cuando es lo suficientemente profunda, esta re flexión se convierte en filosofía. Según Staudlin, la filosofía losof ía moral comenz ó con los griegos y, sobre todo, con Sócrates p. 22). Aunque admita que las ideas de Pitágorass sobre la moral sean interesantes, Staudlin se Pitágora rehúsaa a reconocer no obstante que la cuestión de su re rehús lación con el judaísmo sea aún actual, al señalar que un cierto número de escritores recientes establece esta relación. relac ión. Los esfuerzos esfuerz os que despliega para desembara zarse de la versión pitagórica sugieren, pues, que se trata de una concepción todavía muy extendida en su época (pp. 1-3, 19 n, 32-39). E n cierto sentido, el trabajo de Staudlin es más mo derno que el de Barbeyrac, no en razón de su recha zo de la forma religiosa de la versión pitagórica y de sus variantes r ech azo que no representa sino una posición teórica que pue de siempre volverse c a d u c a -

sino en razón de la actitud que adopta en relación con el error. A los ojos de Staudlin, el erro r en ftlosofía ftlosofía mo ral es del mismo orden que el error científico; no es

 

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la ftlosofia moral

debido a algún deseo perverso o a las tendencias de autoglorificación que son los errores de los matemá ticos.. El error no procede del pecado original, sino ticos del alto nivel de dificultad de la disciplina como tal. La función de la filosofía moral no es, pues, defender la revelación divina contra los espíritus razonadores, perversos y pecadores, sino la de elevar nuestra intui ción moral espontánea al nivel de un conocimiento plenamente reflexivo. Staudlin era kantiano. Kant habría estado pues de acuerdo, en lo esencial, su enfoque. Pero habría ciertamente añadido quecon la reflexión revis reviste te también una importante función moral. moral . Kant pensaba, en efec to,, que todos conoce mos y desde siempre el prin to cipio fundamental de la moral. Sin embargo, en razón de nuestra tendencia al egoísmo, egoísmo, se desarrolla una dia léctica natural por la cual tratamos de convencernos de que la razón prudencial es la única razón práctica que existe Fundamentos de la metqfísica de las costumbres, 1; Ak. IV, 405; PI. II, p. 265). La reflexión ftlosófica que demuestra la realidad de la razón pura práctica revis te, pues, ella misma una importancia práctica. práctica . Kant ha desarrollado así su propia forma secular de la ver sión pitagórica . ¿Tiene la filosoña moral una finalidad única

La versión socrática y la pitagórica (en sus formas a la vez secular y religiosa) ilustran las relaciones que exis ten entre nuestras concepciones de la finalidad o de la t a r e a de la filosofía moral, moral , la comprensión adecuada de su s u historia y su naturaleza de la moral. La similitu simi litud d entre estos dos importa ntes relat relatos os de la storia de la disciplina reside en su afirmación común de que a la filoso filosofía fía mora l corre sponde una tarea úni ca, aunque ésta se revele diferente en ambos casos. Pero esta hipótesis de una finalidad única ocasiona igualmente dificultades en los dos casos. Una de estas dificultades consiste en formular la finalidad de la filosofía moral. La idea según la cual nuestras preguntas en materia de moral serían idénti idénti cas a las de Sócrates es quizá plausible si se describe el problema central de la misma manera en que lo ha ce Bernard Williams. Williams . Pero es posible preguntar si la formulación de la cuestión de la filosofía moral en términos de ¿cómo se debe vivi vivir? r? , es verdaderamen te útil para quienes se interesan en la historia de esta disciplina. Así formulada, la pregunta socrática es, en efecto, extremadamente general. Si suponemos que tal pregun ta debe definir las finalid finalidades ades de la filoso fía moral , nos hace falta completarla mediante cier to nú mero de hipótesis imp implíci lícitas. tas. Por ejemplo, no de bemos considerar que ella plantee la cuestión de sa ber cómo conduc ir nuestra vida en lo que se refiere refiere a nuestra salud, salud, nuestros ingresos o al bienestar eterno. ¿Se trata entonces de una pregun ta más general respec to a la manera en que debemos vivir para ser felices? Basta con pensar en la ética de Kant para constatar que la pregunta así planteada no podría definir una investigación de lo que sería central para todas las filosofías morales.

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La idea de una finalidad única d e la filosofía filosofía moral parece descansar en una teoría discutible de la natura leza de las disciplinas filosóficas. Si examinamos des de un punto de vista histórico lo que los filósofos de la moral afirman hab er intentado hace hacer, r, no llegamos más que a identificar una finalidad que sería común a todos. Para ello basta comparar, por ejemplo, la afirma ción de Aristóteles Ari stóteles según la cual la filosofía filosofía m ~ r l de bería mejorar la vida de quienes la estudian Etica nicomaquea, x 9, 1179 a 35 b 4 con la creencia de Henry Sidgwick según la cual un deseo de edificar ha estor

sariamente infalibles, sigue siendo tentador suponer - d e s d e el punto de vista de la tesis de una finalidad única de la m o r a l - que hemos encontrado la mejor mejor fórmula el día de hoy y que no tenemos necesidad de referirnos a otro punto de vista para examinar lo que nos h a precedido. El historiador subray subrayará ará con pesar que pretender describir por medio de términos, que son los nues tros, las ideas de pensadores del pasado, resulta en una especie de anacronismo. Si nos interesamos en lo que nuestros predecesores hacían y pensaban, tene

bado un verdadero progreso en la ciencia de la ética Métodos de ética, prefacio a la 7a. ed., 1901). Recorde mos igualmente la ambición estoica de encontrar el camino de la tranquilidad personal; la de Hobbes de estabilizar una sociedad amenazada por el fanatismo religioso; la deJeremy Bentham, quien estaba en bus ca de un principio que pudiera demostrar a todos la necesidad de una profunda reforma política, social y moral; en fin, la de Derek Parfi Parfit, t, de elaborar una nue va ciencia de la moral que fuere enteramente secular (Oxford, 1984, p. p . 453). Se constata entonces que es difícil encontrar una única finalidad de la moral sobre la cual todos los pensadores estuvieren de acuerdo, a menos que se proponga una finalidad completamen te vaga. vaga . Si, en cambio, definimos más precisamente esta finalidad, parece entonces que poco falta para afirmar que quienquiera que no esté de acuerdo con

mos que intentar comprenderlos en los términos de los que ellos mismos disponían. Es evidente que Hume jamás jam ás habría podido imagina imaginarr ponerse por fin a anun ciar a Bentham, y sería sería también muy engañoso descri descri birlo como inte ntan do elabor ar una teoría de la just justi i cia fundada en el utilitarismo, al igual que la distinción entre los utilitarismos de la norma . Aunque Hume haya descubierto algunas diferencias importantes en tre la moralidad de las acciones en las prácticas socia les y la moralidad de las acciones independientes, la idea del utilitarismo, al igual que la distinción distinci ón en tre los utilitarismos del acto y de la norma , son invencio nes mucho más tardías. Podemos tener buenas razo nes para examinar su teoría en estos términos, pero no le demos, con esto, una presentación histórica. histórica . Peor aún, puede que igno remos su carácter históricamente históricamente distinto al obligarla así a coincidir con nuestros pro

la definición que nosot ros privi privilegie legiemos mos no hace verda verda

pios modelos.

deramente filosofía moral. moral . Así, cualquiera que sea la finalidad única que asignemos a la empresa, ella nos obliga a rehusar el status de filósofo de la moral a nume rosos pensadores que habitualmente están incluidos en esta categoría. Quienes defienden u na versión pitagórica de la fina lidad única de la la filosofía moral se to pan c on otras otr as di ficultades. Tienen que suponer, en efecto, que se pue de identificar el conocimi conocimiento ento moral que se trata de de de fender sin presuponer, sin embargo, la verdad de una sola teoría específic específica, a, y que este conocimiento conoci miento es siem pre y en todas partes esencialme esencialmente nte el mismo. Sin em bargo, no se podría sostener la idea según la cual la moral griega, la moral del Decálogo, o aun la moral liberal de las democracias occidentales son idénticas en lo esencial. No se puede defen der esta idea - s u p o  niendo que se pudiera verdaderamente- más que de finiendo como la esenci esenciaa de estas morales una in terpretación dada en término s filo filosóf sófico icos, s, interpreta ción que no puede, o no podía, ser accesible a algunas o a todas las personas que se adhieren a las morales en cuestión. Estas objeciones contra las concepciones de una finalidad finalid ad única de la filosofía moral, s on ambas de na turaleza histórica. La tesis de una final finalidad idad única plan tea un problema suplementario al historiador. Impli ca en efecto que, por cuanto compartimo s las las mismas finalidades y los mismos fines que los filósofos de la moral que nos han precedido, la mejor manera de com prender su trabajo es observarlo a la luz de nuestra propia concepción de la verdad en materia de moral. Aun si concedemos, como lo hacen algunos filóso fos, que nuestras propias concepciones

no

son nece-

ambio

y

co n tin u id a d en

filosofla

moral

Parece que no podemos escribir u na historia hist oria de la fil filoso oso fía moral sin tener una idea de los fines de esta disci plina. No podemos tampoco hacernos una idea bien fundamentada de su finalidad sin tener un cierto co nocimiento de sus orígenes y su historia. Las dificul tades que esta conclusión ocasiona al historiador no pueden evitarse completamente. Pero son menos importantes si renunciamos a concebir la filosofía moral como poseedora, por esencia, de una finalidad única, y si suponemos más bien que los filósofos viven en épocas diferentes tratando de resolver problemas que difieren según la época. Como historiadores, nos es posible trabajar a par tir de un concep to muy general de la moral al definir la de manera vaga e imprecisa como correspondiente a las las normas, valores, virtudes o principios de compo r tamiento que parecen existir en todas las sociedades conocidas. Estudiaremos entonces a los pensadores que intenta n reflexionar filosóficamente filosóficamente s obre los temas descritos en estos términos. N o hay duda, sin embargo, que nuestra idea de lo que es la reflexión filosófica filos ófica permanece rá marcada por nuestra presen te concepción. Pero no deberemos buscar imponer más uniformidad a la reflexión del pasado que estos dos puntos de referencia contienen; no nos compete más decidir si la moral común - a n t i g u a o m o d e r n a  constituyee una simple opinió n o un verdadero conoci constituy miento; no supon drem dremos, os, más precisamente, que cual cual quier persona que pensaba la moral de una manera

 

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  istor ia de la ftlosofia moral

que juzgamos ftlosó ftlosófica fica intentaba intent aba resolver los mismos problemas o responder a las mismas preguntas que nosotros. Deberemos más bien pensar que los fines de la filosofía moral es decir, los proble mas que re querían reflexión en opi nión de los filósofos de la mo ral-- son tan susceptibles ral susceptibles de ser transformados como de permanecer constantes en el transcurso de la his toria. ¿Cuáles son las razones que han contribuido a la modificación de las cuestiones o de los problemas que definen las diferentes finalidades de la reflexión ftlosó

mos datos históricos sobre el vocabulario del que dis dis ponían nuestros predecesores y sobre los problemas que les preoc upab an, a ellos y a su su público. público. Puede Pue de su ceder que carezcamos de indicios escritos en cuanto a las intenciones específicas que animaban a un filó sofo cuando escrib escribía ía un libro. Pero podemos sin em bargo suponer que deseaba ser comprendido por el público de su tiempo, y no sólo por la posteridad. Ade más, lo que los escritores y sus lectores podían com prender estaba determinado en gran parte p e r o no completamente por el lenguaje del que disponían

fica? ocasionan Esto Est o se debe en parte a que las la s épocas de con mo  ción cambios sociales, religiosos y políticos que vuelven a su vez a poner en duda las las norm as que gobiernan nuestra vida común. La necesidad necesidad de inte grar la fe cristiana a una cultura heredada de Grecia y Roma constituye un ejemplo de este tipo de cambio; otro, las dificultades suscitadas por la disolución de un mundo cristian cristiano o apa rentemente uni unifica ficado. do. Podríamos igualmente mencio nar que no parecemos estar en con diciones dicion es de ponernos ponern os de acuerdo sobre nuestras concep ciones del bien. La historia de la filos filosofía ofía moral ofre of re ce indicaciones precisas para comp ren der que las las épo  cas o las las no rma rmass y los valores generalmente general mente admitidos eran objeto de presiones tan fuertes que un cambio se imponía. Si los ftlósofos casi no tienen influencia en estos cambios, algunas algunas veces veces pro pone n medios para

en larequieren época; losser términos y los conceptos quedeinnova ban introducidos con la ayuda nocio ya nes existentes.. Para existentes Pa ra descubrir descubri r cuáles eran los recur sos de que disponía un filósofo, debemos estudiar lo que es exterior a sus escritos. Para este fin, puede su ceder que nos sintamos inducidos a examinar obras de teología, teología, sermones, serm ones, panfletos pan fletos políticos, ediciones an teriores de autores clásicos, diccionarios u obras lite rarias de la época, así como obras filosóficas que leye ra nuestro autor. Si no aplicamos tal método para veri ficar la interpretación que damos a las afirmaciones de un filósofo del pasado, nos arriesgamos seriamente a tomar nuestras idea ideass sobre lo que él debía querer decir , por lo que realmente quería decir. Los teóricos que defien de fien den la idea de una fina finalida lidad d única de la ftlosofía moral replicarán quizá que nues

diagnosticarlos o incluso para hacerles Una aproximación semejante inducefrente. naturalmen te a plantear cierto tipo de cuestiones sobre la historia de la filosofía moral que no nos vendrían quizás a la mente si pensáramos que esta disciplina tiene por obje to una cuestión única. Partiendo de la hipótesis de una finalidad final idad única de la la filosofía filosofía moral, supond s upond remo s co nocido el fin perseguido por los ftlósofos de la moral, el cual cual consistiría simplemente en e n resolver ese proble ma esencial. Si renunciamos a esta hipótesis, debemos entonces pr eguntarnos cuál era la la intención de los fi lósofos del del pasado cuando proponía n estos argumen tos, estas conclusiones o estos esquemas conceptua les, y cuál es la utilidad o el fin. Las respuestas debe rán ser de orden histórico. Al saber que éstas puedan variar, nos preguntaremos en qué difieren los pensa dores que estudiamos de los pensadores más antiguos y de aquellos, entre sus contemporáneos, de los que conocían conocía n los trabajos. trabajos. Las cuestiones cuestione s o las afirmacio nes que estos pensadores rehusaban considerar nos importarán tanto como sus afirmaciones explícitas, lo que nos perm itirá co mpr end er cuáles cuáles eran los fines fines que asignaban a la filosofía moral, comprensión que no permite el solo conocimiento de sus afirmaciones explícitas. Para conocer lo que ellos rehusaban tomar en cuenta, sólo nos hace falta estar igualmente infor infor mados de lo que habrían podido tomar en cuenta pero que han dejado de lado. lado. Aquí, sólo la informac ión his tórica - y no la reconstrucción racional de los argu mentos en términos modernosmodernos- nos revelará lo que tenemos necesidad de sab er (para una más amplia dis dis cusión de este tema, véase Pocock, 1985). Una de las ventajas de este método es la de darnos un medio de verificar verificar nuestras interpretaciones o nues tras lecturas de la ftlosofía moral del pasado. Posee-

tra posición implica que esta disciplina posee nin nin gún objeto constante o recurrep.te del cual podría mos intentar escribir la historia. Esta sería una simpli ficación excesiva. La continuidad es completamente compatible con la discontin uidad que surge de la la evo lución de los problemas y de las finalidades. Parece, Parece , por otra parte, muy probable que todas las socieda des ampliamente complejas para generar una refle xión filosóf filosófica ica deba n hacer frente a cierto número de problemas que se refieran a las relaciones sociales y personales, y que den así siempre origen a concepcio nes que tienen que ver con la repartición justa o ade cuada de los bienes necesarios para la vida, o sobre el valor moral relativo de los individuos. El examen de lass diferentes maneras de estr ucturar estas concepcio la nes representa un tema recurrente en filosofía, que con fiere a la reflexión moral una parte de su identidad a pesar de las diferencias que la caracterizan. Algunos argumentos e ideas respecto de lo que constituye una concepci ón coherent e de la la moral pue den ser transpor tados de una situación a otra. otra. Propo r cionan entonces elementos suplementarios de conti nuidad en el trabajo de los ftlósofos de la moral. Bas tará aquí aquí una ilustración: al afir mar que el bien no podía ser definido como equivalente a cualquier cosa querida por Dios , Ralph Cudwort h oponía a Descar tes y a Hobbes el mismo tipo de argumento que Só crates ya dirigía a Eutifrón (Cudworth, ratado de mora I caps. I-3). G E. Moor e presentó ulteriormente ulteriormente otros argumentos en contra de la posibilidad de defi nir el bien . Ahora, Cudworth int entaba preservar la la una posibilidad de relación de amor entre Dios y el hombre, en la cual ni Sócrates ni Platón se podían in teresar, mientras que Moore perseguía un objetivo completamente diferente. Resultaría útil escribir, si-

no

 

Hist oria d e la mosofia moral

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guiendo a Arthur Prior, una historia de la filosofía moral consagrada a la única cuestión de la posibilidad de definir el bien bien.. Pero, al hacer esto, pasaríamos por alto las diferencias históricamente decisivas que han determinado el recurrir a este este argumento segú según n el cual imposible definir el bien. deseo aqui minimizar es No la importan cia de argumento s que se han.podido trans portar de un conte xto filosófico filosófico a otro. Es tos tej tejen, en, en efecto, un conjunto importante de í n u l o ~ entre fil filó ó sofos morales del presente y del pasado. Unicamente impiden sostener la posición del historiador que desea ra defend er la tesis tesis de u na finalidad única de la filoso fía moral. Así, no existe ninguna dud a de que Praxít Praxíteles eles y Brancusi utilizaban ambos buriles, pero este simple hecho nos enseña poco sobre su arte. Los filósofos que defienden la tesis de una finali dad única estimaron pro bablem bablemente ente que conviene con ceder más importancia a los argumentos que se han encontrado en todas la lass filosofías filosofías.. Soste ndrán que es tos últimos constituyen la esencia misma de la filoso descubrirr la verdad en mate fía moral, que consiste en descubri ri a de moral. Platón, Cu dwor th y Moore percibían lo lo mismo, aun si describían de manera diferente lo que veían y aplicaban sus descubrimientos a usos diferen te s. Lo que descubrieron no era una simple herramien ta que permitiera alcanzar un fin externo; ellos decla raban estar en búsqueda de la verdad moral, y resulta, por otra parte, perfec tamente posible que hayan des des cubierto cubie rto una parte i mportante mportante.. Exactament e igual igual que el progreso cient científico ífico,, el progreso en moral consiste en remplazar las teorías falsas o parciales por teorías ver daderas y generales en relación con el contenido que se asigna asigna a esta disciplina. La historia histori a no tiene utilidad sino cuando la evaluación filosófica de los argumen  tos de los filósofos del pasado nos ayuda en lo tocan te a nuestros proyectos actuales. Evidentemente es posible escribir historias de la filosofía moral a partir de tales hipótesis. hipótesis . La evalua ción de los argumentos p r o p u ~ t o s en el pasado es importante para el historiador. El tiene necesidad de cono cer las las causas de la la trans form ación o del abando no de las diferentes ideas. El fracaso de los esfuerzos dirigidos a establecer una coherencia o a pro ducir argu mentos válidos en apoyo de una posición puede expli car estas evoluciones en ciertos casos. Pero la tesis de una fmalidad fmali dadeúnica la filosofía filosofíaque mora l deja en la som bra gran part de las lasdecuestiones el historiador bus ca, por definición, plantear. ¿Por qué razón algunas teorías aparecen, se desarrollan y luego desaparecen? ¿Por qué algunas son recurrentes y por qué hay tan poca convergencia? ¿Qué hace la filosofía moral en tanto que práctica o disciplina en y para las socieda socieda  des de las cuales nace? Parece pues más útil para el historiador renunciar a la idea de una finalidad única de la fil filoso osofía fía moral y ado ptar un acercamiento basa basa la idea de una finalidad variable. variable . do más bien en la ¿ xiste un progreso en

filosoDa moral?

Si adoptamos esta idea de una finalidad variable de la fi 

losofíaa moral, estamos entonces menos inclinados a losofí

interesarnos en la cuestión de su progreso o su regre sión. sió n. Consider amos el proyecto de un examen racio nal de las las no rmas y las las virtudes co mo uno de los me dios que han utilizado las sociedades humanas para hacer frente a los diferentes problemas que han encon trado en el proceso de formación, preservación o ex pansión de la comprensión común de las las condiciones condici ones en las que sus miembros podían vivir juntos. No con cebimos entonces más a la filosofí filosofíaa mora l como una esfera situada en el exterior o por encima del discurso moral de una sociedad, sino simplemente como una voz en medio de otras en la discusión de las cuestio nes morales. La voz de la filosofía moral nos invita a poner distancia respecto de los problemas actuales, y a considerarlos en los términos más generales que nos sea posible evocar o inventar. Debemos esperar que un paso semejante permit a re formular estos proble mas para volverlos más fáciles de tratar, puesto que esta posición procura que la utilización de un modo del discurso discurso intem poral parezca más natural, aun si la retórica de la filosofía moral no tiene que disimular que quienes la utilizan se sitúan, a su vez, en su propia época y en un conjun to intempo ral de abstraccione abstracciones. s. Es fácil comprender cómo cuestiones que fueron importantes en una época pueden perder su perti nencia en otra otra.. Pued e suceder que la lass condiciones que vuelven ciertas ciertas cuestiones más urgentes se modifiquen, modifiquen, o que sobrevengan nuevos problemas más aprem apremian ian tes.. El abandono de uha cuesti tes cuestión ón y el el paso a un nuevo problema pueden representar un progreso importan te en filosofía moral. Es posible que sólo la evalua ción de las cuestiones permita preservar a la filosofía mora l de la esterilidad y de la no pertinencia de lo que a vec veces es denomi namos escolástic escolásticaa . Barbeyrac, ]., Récit historique et critique de la science de la morale (1706), pref. de S. Pufendorf, Le Droit de la nature et des gens, trad.]. Barbeyrac, Caen, Bibliotheque de philosophie politi que et juridique, 1987 • Berkeley, Berkeley, G., Notes philosophiques, en G. Brykrnan (ed.), G. Brykrnan, L. Déchery, D. Berlioz Letellier, M. Blay, M. Beyssade, M. Phillips y]. M. Beyssade (trads..), Oeuvres, t . I, París, PUF, 1985, pp . 17-141. • Braun, L. (trads Histoire de I'histoire de la philosophie, París, 1973 • Broa d, Ch. D., Ethics and the History o Philosopf¿y, Londres, Routled Routledge ge y Kegan Paul, 1952 • Cicerón, Tusculanes, G. Fohler (ed (ed..), L. Humbert (trad.), París, CFL, 1969 • Clarke,

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• Hobbes

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de la política (z·bid., VI, 7), de cuyas cuyas proposiciones proposic iones de duce conclusiones relativas a los preceptos de debe res (z·bid., 1, 7) que permi ten la la paz humana y constitu yen una ética u n d m e n t ~ en relación con la cual las premisas de las demostraciones políticas no pueden jamás constituir más que principios segundos y deri vados. La depen denc dencia ia de la filosofía civil civil strieto sensu res pecto a un conocimiento ético anterior, compromete necesariamente necesariam ente par a Hobbes una derivación comen

(trad. fr. M. A. Lescourret, L Éthique losophie Parí París, s, Gallimard , 1990).

zada más arriba que las prescripciones de los deberes de todos los hombres. Es en los comienzos de la éti ca, y no en la deóntica que la lleva a su realización, donde están c ontenidos los primeros princip principios ios de la política. Sin embargo, estos primeros principios no se sitúan en el discurso que se refiere a los ingenia y las mores, el cual no es en opinión de Hobbes susceptible de auto fundarse, fundarse, y resulta insuficiente para par a la la función requerida. La ética que culmina en una de óntica se extiende en realidad tan lejos de ésta que debe conte ner no sólo el tratado de ingeniis moribusque en relación con el cual se comprende la elaboración del tratado de officiis hominis quatenus hominis, sino, más aún, un trata do de affectibus, of passions, que permita per mita exp explica licarr el origen de las diferencias entre las disposiciones de los agen tes y en consecu encia, de la diversidad de las costum

et les limites

de

la phi-

]ÉRÓME B SCHNEEWIND

Véase Antigüedad, Aristóteles, Edad Media, Hobbes, in

tuicionismo, Kant, metaética, Moore, Platón, Renacimien to, Sidgwick, Sócrates.

HOBBES Thomas (1588-1679) La primera juventud de Hobbes corresponde a la era isabelina , que inicia su último tercio el año de su na cimiento (1588), y que concluye cuando entra a estu diar a Oxford (1603). Sus constantes relaciones con la gran familia de los Cavendish vuelven el transcurso de su larga vida indisociable de la historia de la dinas tía de los Stuart. Así es como, aplazando la composi ción del sistema de filosofía en tres secciones (Corpus, Homo, Civis) que proyecta desde des de 1636, escribe su su prime ra obra obr a de filosofía filosofía política (Elementos de la ley) en 1640, cuando el rey rey Carlos I, contra contr a quien la Escocia presbi teriana está en rebelión, sufre las reconvenciones del Parlamento. La extremada oposición del Gran Parla mento contra el rey lo convence de partir pa rtir hacia el con tinente, y es en París donde se imprime en 1642 el De cive, poco antes de que estalle la guerra civil en Ingla terra. El De corpore y el De homine son aplazadas para después (serán editadas respectivamente en 1655 y 1658). Hobbes publi publica ca primer o d o s años antes del juicio y decap decapitaci itación ón de Carlos el Leviatán 1651),

bres en la lass que estas propensiones terminan por para lizarse (Elementos de la ley, 1, XI; Leviatán, 1, VI; De ho-

redactado dura nte los disturbios de la Fronde, e impre durante impre so en Londres.

rentes. Relacionada únicamente con el conocimiento anterior a las disposiciones y costumbres de los los hombres, sin el conocimiento aún más anterior de sus dife rentes pasiones, la filoso filosofía fía civil civil permanec ería sin fun damento, privada de sus principios éticos. Porque se gún Hobbes es de principios éticos de lo que se trata en esta regresión al tratado de a.ffectibus: lejos de que la dependencia de la política respecto de la explica ción de las pasiones haga la epoche de un fundamento ético de la ciencia civil, ella marca, por el contrario, hasta dónde la ética debe extenderse si se quiere que tenga toda la anterioridad requerida para hablar de de pri meros princ principios ipios de la política política.. Los moralia compren den así así más que la lass buen as cos costumb tumb res o virtu des en que consiste n los habitus prescritos por la ra zón para el establecimiento y mantenimiento de la paz (De cive IlI, 31), más aún que las simples costumbres , cuyaa constitución cuy constit ución requiere re quiere únicamente, antes que cual-

o s primeros principios éticos

Las tres obras políticas ligadas ligadas a este agitado periodo peri odo ates tiguan que la elaboración de un a doctrina doctri na civil civil en senti do estricto, que trate del borfy politic o commonwealth (Elementos de la ley y Leviatán o civitas (De cive), supone para Hobbes una ética acabada, capaz de deducir los debe res de los hombres . . . en tanto que hombres (De cive, Praifatio ad lectores) que son las condiciones de imposi bilidad de la guerra, del conocimiento de las disposi ciones naturales (ingenia, ibid.) en el origen de las las mane mane  ras de obrar humanas. El conocimiento étic ético o es, en el interior de la filosofía civil entendida en sentido am plio, como una ftlosofta pnmera para la ciencia política

mine,

XII).

Para que la filosofía política tenga un fundamento ético, no basta con incrementar la continuidad entre la ética ética deónti ca y la doctr ina civil civil de un a continuidad anterior, haciendo que el conocimiento de los debe res de los hombres en tanto que hombres, en lugar de ser autón omo, esté e sté ligado a la descripción tanto t anto d e las las diferentes diferen tes costumbre s o cualidad cualidades es de los hombres que se refieren a su vida en común en la paz y la uni dad (Leviatán, 1 XI), como de las inclinaciones natura les de los agentes; el verdadero fundamento ético de la política política está dado por su dependencia dependenc ia última respec to del conocimiento de las pasiones que inclinan a los hombres a obrar por fines particulares de géneros dife

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