HISTORIA BIBLICA - SCHUSTER HOLZAMMER NT

April 27, 2017 | Author: maxieraso | Category: N/A
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Descripción: HISTORIA BIBLICA SCHUSTER HOLZAMMER NUEVO TESTAMENTO TOMO 2...

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C a p illa (le la Resurrección con el Edículo, en la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén. (T e x to en e l m im . 4 8 2 ; v é a s e la f ig u r a 2 4 , núm . 4 7 4 .) F o t. B r u n o H e n ts c h e l, L e ip zig

NA CIO S C H U S T E R

- JU AN B. H O L Z A M M E R Z I O

JEIS

HISTORIA BÍBLICA EXPOSICIÓN DOCUMENTAL fundada en las investigaciones científicas m odernas TRAD U CCIÓ N DE LA O CT AVA EDICIÓN ALEM ANA POR EL

P. JO R G E D E R IE Z U , O. M. C.

TOM O

SE G U N D O

NUEVO TESTAMENTO

Segunda edición

E D IT O R IA L L IT Ú R G IC A E S P A Ñ O L A , S. A . BARCELONA

ÍNDICE

Págs. v

B X p ic f . S

XV

ig l a s

Año

P R IM E R A P A R T E H IS T O R IA D E L N U E V O T E S T A M E N T O

El Evangelio de Jesucristo . . . . . Observaciones generales: E van gelio y E van gelios. Sím bolos de los evangelistas. L en g u a original. V ersiones. R eseña histórica del texto de los E van gelios y de los escritos del N uevo T estam en to en g e n e r a l .................................................... E l E van gelio de san M a t e o .............................................................. E l E van gelio de san M a r c o s .............................................................. El E van gelio de san L u c a s .............................................................. L o s s in ó p tic o s .................................................................................. E van gelio de san J u a n ................................................................. Credibilidad de los E v a n g e lio s ................................................ Crítica y anticrítica e v a n g é lic a ................................................ I. V enida del Salvad o r y v id a o cu lta . . . (el 748 ó 749 de la fundación de R om a, o sea el 6 ó 5 a. C r.) 1. 2.

3.

P ' ó 749 ! l e la fun. fee Roma, ■C’ 5 ant> ■ Cristo

4. 5.

6. 7.

8. 9.

A nuncio del nacim iento del Precursor. H erodes el G ran ­ de y su f a m i l i a ................................................................. L a Anunciación. R elato de los E van gelios sobre el naci­ m iento de m adre virgen. L a E n carnación : G enealogías del Salvador. P adres e infancia de M aría. Iglesia de San ta A na. N azaret y sus s a n t u a r i o s .................... L a V isitación . L u g a r donde se verificó. Santuarios de San Juan de la M o n ta ñ a ................................................ Nacim iento de J u a n ..................................................... Nacim iento de Jesús. Año y día del nacim iento de C ris­ to. El edicto de C é s a r A u gu sto y el censo de Q uirino. Belén y sus santuarios. Alrededores de Belén . . . . Presentación de Jesús en el Tem plo. L a Purificación. L os M agos de O riente. Epoca de su venida. «Magos», «Reyes». Su núm ero. Nom bres de los M agos. Su patria y origen. L a estrella. L os dones de los M agos . . . . H uida a E gipto y regreso a N azaret. E stancia en E gip ­ to. M a t a r i y é h ...................................................................... Jesús en el T em plo a la edad de doce años. E l Tem plo de H e r o d e s ......................................................................... 107

i

i 8 15 • 22 26 32 44 50 66

66

71 82 84

86 98

99 104

ÍN D IC E

Año

P á gs. II. Vida p ú blica de J e s ú s ....................... D uración de la vida pública de Jesús . . . ... ■. .

26-27

10. n. 12. 12. 14.

D e princi­ pios de feb. hasta la Pascua del 28

TI7

Juan, el Precursor de Jesús. L u g a r donde bautizaba. B au tism o de Jesús. Su significación . ................................ Jesús es tentado por el diablo. T rip le tentación. E l nú­ mero «40». D esierto y m onte de Q uarantania . . . . Juan vuelve a dar testim onio de Jesús. Prim eros dis­ cípulos de Jesús. H ijo del h o m b r e .................................. L a s bodas de C a n á . P rim er m ilagro de Jesús. Jesús en C afarnaüm . Significación del m ilagro de las bodas de C an á. L os «hermanos y hermanas» de Jesús. El ((pri­ m ogénito» de M aría. C a n á . C a farn a ü m . B etsaida. C o rozaín. Ain e t - T a b i g a ........................................................ .

117 120

B.

De la p rim era a la segunda P a scu a . (28-29 d. 'C'r.)

.

121 124

128

.

133

a) P r im er a s a l id a d e J e s ú s p o r J u d e a . . . (Desde la P a scu a del año 27 hasta principios de febrero del 28 d. C r.)

i 33

15. Jesús expulsa del T em plo a los traficantes . . . . 16. D iálogo de Jesús con N ic o d e m u s ......................................... 17. L o s discípulos de Jesús bautizan en Judea. U ltim o tes­ tim onio de Juan el B au tista : su encarcelam iento. M aqueronte : ......................................................................... ..... .

1 33

b) M in is t e r i o d e J e s ú s en G a l il e a . . . . (Desde principios de febrero h asta la P ascu a del 28 d. Cr.)

C. a)

De la segunda a la te r c e r a P ascu a . (28-29 d. C r.) J esú s

celebr a la

P ascu a

en

134

136 138

18. Jesús en la fuente de Jacob. Sam aría. Sicar o Siquem . N aplusa. E l pozo de J a c o b ................................................... 19. Jesús cura en C a n á al hijo de un ilustre funcionario de C afarn aü m . . . . . ........................................ 20. Jesús en la sinagoga de N a z a r e t ......................................... 21. Jesús enseña en G alilea y llam a a cuatro apóstoles. M ilagros en C a farn a ü m . L os posesos. O ración de Jesús. El lago de G enesaret. T ib e r ía d e s ............................ 22. L a pesca m ilagrosa. Sim bolism o de la pesca m ilagrosa. 23. Jesús cura a un leproso. L a lepra y su sim bolism o . . 24. E l paralítico ( g o t o s o ) ............................................................... 25. Vocación de Mateo. Defiende Jesús a sus discípulos en lo tocante al ayuno. T re s parábolas : el médico, el es­ poso, los rem iendos y el vestido. L os odres y el vino.

28-29 Pascua del 28

ITS

A. P rep aració n de la vid a p ública . . . . (D esde el otoño del 779 de R om a, 26 d. C r., h asta la P ascu a del año 780 de R om a, 27 d. C r.)

27-28 D e Pas­ cua del 27 a princi­ pios de feb. del 2Í

IIS

142 1 43

i 45

150 151 152

1 54

.

.

1 55

J erusalén .

.

i 55

(28 d. Cr.) 26. Jesús cura en Jerusalén a un hom bre que llevaba 38 años enferm o. D eclárase H'ijo de D ios. L a piscina de B e t e s d a ............................ ................................. ............................

ÍNDICE

Año

VII

Págs. b) J e s ú s e n G a l i l e a . . . . . . (D esde después de la P ascua del 28 h asta la P ascua del 29 d. C r.)

D espu és K! > < A € A < p c b w

3< kl K Pí:{ bi K T ^ Á J K v t Ü C ¿ N KM 6 C O N X N OC 1 i u e n

n|>ocee kjkyi'ci)n wmtxh» ’l’ ig . 2. —

M u e s tr a d

i

C o d e x A le x a n d r in u s : M a tth .

17, 1-2 ( s ig lo

v).

(L o n d r e s , B r it is h

M u se u m ).

Im presor de P arís, el cual la empleó por prim era vtez en 1551 en una edición greco-latina del N uevo Testam ento. L a invención de la im prenta abrió nueva época en la historia del texto de l a Sa grad a E scritura. El texto griego del N uevo T estam en to fué editado p o r prim era vez en el año 1514 en la Poliglota Com plutense del cardenal Cisn eros ; pero com o no se hubiese obtenido la aprobación del papa León X hasta 1522, adelantósele el año 1516 el editor cíe B asilea, Froben, con un a edición preparada por Erasm o. Pero ésta, en frase del m ism o E rasm o, m ás bien puede lla m a rse precipitada, que no editada (praecipitatam verius quam e d ita m ).

4 . In teg rid a d do gm ática de los E van gelio s y de los Libros del Nuevo T estam en to en ge n era l. C rítica textual 1. L o s m anuscritos m ás antiguos pertenecientes al siglo iv, es decir, a la época inm ediata a las persecuciones nos ofrecen un texto que — prescindiendo de ciertos detalles de poca m onta — -es idéntico al que actualm ente poseem os ; las antigu as versiones, especialm ente l a latin a y la siríaca, m uy anteriores a los .m anuscritos m ás antigu os, son prueba m anifiesta de no haber sido sustancialm ente alterado el original de que proceden. N o se puede n egar que, por descuido de los am anuenses, en el •curso de los tiempos fueron apareciendo en los m anuscritos m uchas varian tes ; m.as éstas sólo afectan a porm enores de poca m onta, y en m anera alguna alteran ,el fondo dogm ático y m oral o, como se suele decir, la integridad ..dogmática del N uevo T estam ento. T o davía hoy es cierto lo que de m anera pintoresca decía el célebre crítico inglés R icardo B entley ( f 1742) : «Tómese con la m ás desgraciada torpeza la m ejo r varian te de todas, o de intento la peor, y no se hallará m enos explanado o de distinta m anera expuesto el m ás insignificante artículo de la fe o el más pequeño precepto, m o ra l... Entregúese­ las a un necio o a un niño, y, por loca o ridiculam ente que escoja, a ningún capítulo p rivará de su im portancia, ni desfigurará el C ristianism o de suerte -que no perm anezcan invariables todos sus rasgos» 2. No m enos favorablem ente ju zgan los críticos ingleses W estcott y H ort, los cuales, después de treinta años de trabajo com ún, publicaron en 1SS1 una edición del N uevo T estam ento. En sentir de estos sabios, si se prescinde de las variantes que sólo afectan a cosas secundarias, como ortografía, colocación de palabras, artículo en los nom bres propios y cosas parecidas, apenas queda para la crítica una m ilésim a del -texto del N uevo T estam ento. Es m uy escaso el núm ero de variantes que tienen algo que ver en la dem ostración dogm ática ; y los pasajes donde se en­ cuentran, carecen de im portancia, por tratarse de doctrinas clara y suficiente-xnente atestiguadas en otros m uchos lugares del N uevo T estam en to '3. T am poco



C f r . H . J . V o g e ls , H a n d b u c h d er n i í T e x t k r i t i k (M ü n s te r, 1923). C f r . Q u a rtey ly R e v ie w C X I I I (L o n d re s i? 6 ? ) nS. T a le s p a s a je s so n , p o r e je m p lo , M a rc . 1, 1 T ¡m . 3, 16. A c t . 20, 2 8 ;

I

Io a n n .

5,

7.

E D IC IO N E S D E L N . T . SA N M ATEO

altera en lo m ás m ínim o este juicio la reciente edición critica que publicó* Herm ann von Soden con avuda de cuarenta y cuatro sabios, fru to de 16 añosde penosa labor 1. Q uien h aya esperado cambios esenciales, se habrá visto decepcionado. Asi, por ejem plo, en la citada edición se encuentra en el texto el pasai-e aquel del prim ado de san Pedro, M atth. 16, iS ; en cam bio, variantescomo la -que atribuye a Isabel el canto del M agníficat (en L uc. 1, 46), la que habla del m atrim onio de siete ((días» de A n a la P rofetisa (en L u c. 2, 36) y otras, 11o las trae von Soden en el texto, sino como glosas en el aparato critico. Con 'razón opina el sabio protestante Zahn 5 : «Por accidentada que haya sido la suerte del N uevo T estam en to, no se ha logrado dem ostrar con citas anti­ gu as o con criterios internos la probabilidad de que una sola proposición del texto prim itivo haya desaparecido por com pleto -del texto tradicional, es decir,, de los m anuscritos y de las antiguas versiones ; com o tam poco lo contrario, a. saber, que una so-la proposición del texto eclesiástico transm itido por todoslos testim onios existentes no pertenezca al original». Pero aun siendo -cosa cierta y probada la integridad dogm ática del N uevo T estam ento, no estaría de ¡más que tuviéram os un texto ideal, es -decir, un texto que reprodujera -con todo -detalle y lo m ás exactam en te posible el original, aue salió de las m anos de los escritores sagrados. Este es negocio de la critica textual, ram a especial de las ciencias bíblicas. E lla com para, exam ina y dis­ cute los m anuscritos y las variantes ; estudia las citas bíblicas de los santosPadres y de los escritores de los -primeros siglos, sobre todo cuando se puede suponer con razón que no citan de m em oria, sino con el texto a la vista . observa tam bién la s antigu as versiones. Y utilizando con cautela y prudencia los resultados de la investigación, trata la sana crítica de lleg ar a la m eta antes indicada. El filólogo K a rl L ach m an n fué el primero que estableció sobre' base rigurosam ente científica la crítica textual del N uevo T estam en to, rom ­ piendo con leí llam ado textus recepius, es decir, con el tex to de la edición publicada en 1633 por los herm anos E lzevir, en cuyo prólogo se -leían estaspalabras que suenan a reclam o de librero : textum ergo habes m ine ab_ ómni­ bus receptum. D esde L ach m an n no se ha cesado de trabajar con la diligenciade la a-beia en el -campo de la crítica textual del N uevo Testam ento-; en ella se han -distinguido C . von Tis-chendo-rf ( f 1874), T egrelles, B. W eiss, Scrivener, G regory, W estcott y H ort, von Soden (véase supra). > Tenemos" ediciones católicas esm eradas del texto griego (y latino) d e F r. Brandscheid y del P . M ichael H etzenauer, O . M. C- L as cómodas y e x ­ celentes ediciones’ de E . N estle, Novum T estam entum graece y N.ovum T estam entum graece et latine (la latin a es reproducción^ -exacta de la Ivutgata elem entina) han sido- aventajadas por las óptim as ediciones de H . J. v o g els, Novum Testam entum graece (2 D üsseldorf 1922) y Novum 1 estam entum graece et latine (ib. 1922, dos tomos) 3.

El E van gelio de san M ateo

5 San M ateo. L a epístola de san Bernabé (año 96-98), san Ig n a cio (+ hacia el año- 107), Policarp-o (+ 155) y la D idake (escrita hacia el ano 100)citan el prim er E van gelio (la versión griega) como libro canónico e inspirado, v num erosas alusiones de los herejes del siglo- 11 dan a entender que su uso e ra o'enerai en la Iglesia. E sta, apoyada en la tradición unánim e de la antigüedad cristiana, reconoce por autor de -1 prim er E van gelio al Apóstol san M ateo. E ra éste un pub-lieano de C afarn au m , es decir, recaudador de tributos, quiza arren­ d atario ; poco antes del Serm ón de la. M ontaña fué de súbito llam ado del banco-

> H - r m a n n F r h r v S o d e n , D ie S c h r ifte n des N T , in ih r e r a tie s te n e rre ic h b a re n T e s tg e s ta lt h e r gestelU cmf G ru n d ih r e r T e x t g e s c M c h t e . 4 to m o s ( E d ito r ia l V a n d e n h o s c k & R iip r ed i t , G o t m g a 1902K ji i) V é a - e el ju ic io c r ític o a c c r c a d e e s ta o b ra en T h R 19 14 , 97 s*- I29 , 26. P o r e je m p lo ,

q,

14.

1

.

4, 5 ; 2 7 , 5 3 .

■ Por "ejemplo,' ' 3 . 38 4'’ ° “ Matth' 2’ ’ 42 = Ps' " 7’ 22' ' Is. 8, 5 s. II Reg. 7, 12; cfr. Matth. 22, 42. I

»



s.

v Í a í e P M ai 4 e n ¿ n ^ f l lo g e t i s c h e s ^ z u y 2 ’ K in d h e it s g e s c h ic h t e J t s u , en T h p Q S .9 1 5 , 55 . S o lro n M a n a u n ^ a r k J ' v a f . g ' U , , * . en T h C . 9 » . * 7 d e m u e s tra q u e ta m p o co de M a c 3 3 , se p u ed e s a c a r a r g u m e n to co n tra M a te o (y L u c a s ) en lo to c a n te a la» h is to r ia s de la

JE y

lancia de Jjfstí's --- Cladder en S t L S6 (1913-14) 39o-

14

LEN G U A

O R IG IN A L

Y

V E R S IÓ N

DEL

I

E V A N G E L IO

presenta a Jesús en los capítulos 5-7 (Sermón de la M ontaña) como el gra n m aestro m esiánico, en los capítulos S y 9 (m ilagros) com o el gran tau m atu rgo m esiánico, en el discurso- pastoral del capítulo 10 com o el fundado-r del reinom esiánico. En los -capítulos 11 y 12 nos refiere las grandes discusiones de Jesús con los judíos ; -en el 13 nos declara por m edio de una serie de parábolas el origen y la naturaleza, valor y dignidad, crecim iento y perfección definitiva del reino m esiánico. L os capítulos 14-1S dan cuenta del resultado -del ministeriode Jesucristo- en G a lile a : los fariseos siguen insensibles a la voz de Jesús y aun agresivos contra él ; el pueblo, indeciso y v o lu b le ; los discípulos llegan a la -cumbre d-e la fe -en la confesión de Pedro (16, 16), m as las repetidas pro¡fecías de la Pasión ponen a -prueba su constancia. L o s capítulos 19-25 cuentan el via je a Jerusalén -para la Pasión, las luchas y sucesos- que a ésta precedieron ; el capítulo 23, la s conm inaciones a los fariseos ; los capítulos 24 y 25, los dis­ cursos del Seño-r acerca d-e su segunda venida y el fin del mundo-; los capítulos 26-28, la Pasión, M uerte y Resurrección. N un ca es san M ateo difuso en la narración. N o acaba las escenas com o san M arcos ; no pinta caracteres com o san Juan. A ntes bien, una gran idea teológica -determina y preside toda la exposición de su Evan gelio.

9 a. Len gua o rig in a l y v e rsió n del E van gelio de san M ateo. L a cuestión del objeto y finalidad del E van gelio de san M ateo nos lleva como por -la m ano a la de la len gu a en que el original se escribió. Siguiendo- la unánim e tradi­ ción eclesiástica 1 que com ienza en P ap ías y se apoya en el Apóstol san Juan, adm itióse indiscutiblem ente hasta E rasm o haber sido el hebreo la len gu a er¡ que se com puso el prim er E van gelio. M as no es de creer que fuese el antiguo hebreo- fin que se escribieron los libros del A ntiguo T estam en to, sino el aram eo que hablaban el Salvador, los apóstoles y sus com patriotas. Porque indudable­ m ente san M ateo escribió -para ser leído y entendido. M as el hebreo antiguo estaba tan olvidado, que en las lecciones era m enester traducir los L ibros Sagrados al aram eo. Y como al m archarse de P alestin a quisiera san M ateo ofrecer a sus oyentes un recuerdo- de las predicaciones orales, difícilm en te pudo escoger otra len gu a sino aquélla en que les predicó : el aram eo. D em ás de esto, hay algun as palabras de este E van gelio 2 que revelan haber sido el dialecto aram-eo la len gu a original. D esde E rasm o -han puesto algunos sabios en tela de juicio la redacción «hebrea» del prim er E van gelio, afirm ando no- ser nuestro E va n gelio una versión, sino haber sido -compuesto originariam ente en griego. ¡Vías las razones- que de ello se aducen, como, por ejem plo, la gran difusi-ón del griego por aquella época, el estilo relativam en te castizo del prim er Evangelio,, los ingeniosos juegos de palabras grieg as 3 y otras particularidades lingüísticas, no son -de tanto peso que desvirtúen los testim onios de la antigüedad cristian a. T o d as estas particularidades lingüísticas se explican suficientem ente por la gran habilidad y pericia del traductor, cuyo trabajo resultó sin duda m ás fácil por el largo tiem po que venía anunciándose el E van gelio en griego, y porque pudo utilizar y seguram ente utilizó el E van gelio de san M arcos. Ignoram os quién fu-ese el traductor. M as no sería aventurado- suponer que ya antes de la destrucción de Jerusalén se hubiese -manifestado entre los judíocristianos de la Diáspora el deseo de poseer una v-ersión grieg a auténtica del E van gelio , y que este deseo se hubiese realizado en época d-e los P P . A pologis­ tas. P ap ías (por los año-s d-e 138 d. C r.), com o antes se ha dicho; (núm. 6), nodice que en su tiem po fu-es-e aún necesaria la interpretación, sino supone el uso d.e-1 E van gelio griego; y los Padres m ás antiguos (núm, 5) citan en sus escritos el Evangelio- grieg o que hoy tenem os y le atribuyen autoridad divina, com o a los dem ás Evangelio-s. E l original hebreo- no tenía im portancia m ayor p ara la Ig lesia , un a vez destruida- Jerusalén y -desaparecidas las -comunidades judíocristianas ; -en la versión tenía la Ig lesia el Evangelio- en form a más- adecuada a sus necesidades. E n adelante no se copió ya m ás el texto hebreo ; lo cual explica la pérdida del m ism o 4. 1 Entre los investigadores protestantes modernos están decididamente por la tradición de una manera especial Dalman y Th. Zahn (Eind. I I 3 304 ss.), hasta por criterios internos. 2 Por ejemplo, 5, 22 : Raca ; 27, 6 : Corbonas. s Por ejemplo, 6, 16; 21, 41 ; 24, 30. 4 Comentarios modernos al Evangelio de san Mateo : Polzl-Innitzer (1903); Gutjahr (1902; popu­ lar) ; Knabenbauer (2 1903); Van Steenkiste (cuatro vols., Brujas 4 1903); Lagrange (París 1923); Durand (París 1924); J. Mader, Die heiligen vier Evangelien und die Apostelgeschichte (Einsiedeln*

LA

C O M IS IÓ N

B ÍB L IC A

Y

EL

I

E V A N G E L IO

15'

9b. D ecreto de la Comisión B íb lica a ce rca del E van gelio de san M ateo. E l día 19 de junio de 1911 firmó el P ap a Pío X un decreto de la Com isión B í­ blica acerca del autor, la época y la credibilidad del E van gelio de san M ateo ; el decreto salió a la publicidad en A cta Apostolícele Sedis el 26 de junio del m ism o año. D ice así : I. Atendiendo al consentim iento universal y constante de la Iglesia desde los prim eros siglos, consentim iento claram ente m anifestado por los elocuentes testim onios de los Padres, por las inscripciones de los códices de los E v a n g e ­ lios, por las versiones m ás antigu as de los Sagrados Libros,^ por los catálogos 'de los santos Padres, escritores eclesiásticos, Sum os Pontífices y Concilios, ¿puede y debe afirm arse con certeza que san M ateo, Apóstol de Cristo, sea en realidad el autor del E van gelio que corre con su nom bre? R esp. : A firm a­ tivam ente. II. ¿P u ede considerarse suficientem ente apoyada en el sufragio de la tra ­ dición la" opinión que sostiene haber san M ateo precedido a los dem ás evan ge­ listas y com puesto el prim er E van gelio en ^la len gu a patria entonces u sad a por los judíos palestinenses a quienes lo destinaba? R esp. : A firm ativam ente. ' II I. ¿P u ed e la redacción de este texto original fijarse en época posterior a la destrucción de Jerusalén, de suerte que los vaticinios referentes a dicha des­ trucción hayan sido escritos después del acontecim iento? o ¿debe considerarsede tanto peso el testim onio de Ireneo (Adv. H aer. 3, i,_ 2), de interpretación incierta v controvertida, que obligue a rechazar la sentencia, m as conform e con la tradición, de los que ju zgan haberse com puesto el E van gelio antes de la venida de Pablo a R o m a ? R e sp .: N egativam en te a am bas partes. IV . ¿P u ed e sostenerse, al m enos con probabilidad, la opinión de algunos, m odernos que afirm an no haber compuesto san M ateo, propia y estrictam ente hablando, el E van gelio tal como nos ha sido trasm itido, sino sólo un a colec­ ción de dichos o palabras de C risto , de que se sirvió como de fuente algún autor anónim o, a quien hacen redactor del E van gelio ? R e s p .: N egativam ente. V . D e l hecho de haber los Padres y todos los escritores _eclesiásticos y hasta la m ism a Iglesia desde sus principios usado como canonico^ únicam ente el texto griego del E van gelio conocido bajo el nom bre de M ateo, sin exceptuar siquiera los que expresam ente nos han transm itido que M ateo apóstol escribió en su len gu a p atria, ¿puede probarse ciertam ente que el m ism o E van gelio ■'riego sea idéntico en cuanto a la sustancia (quoad substantiam ) al E va n ge­ lio escrito en lengua patria por el m ism o apóstol? R e s p .: Afirm ativam ente. V I . D e la intención dogm ática y apologética del autor del prim er E va n ­ gelio, conviene saber : dem ostrar a los judíos que Jesús es el M esías predicho por los profetas y descendiente de la estirpe de D avid , y de la falta ^de orden cronológico al exponer los hechos y dichos que cuenta y refiere, ¿es lícito in fe rir que los hechos y dichos no deben considerarse como verdaderos (historíeos)? o ¿puede afirm arse que, bajo el influjo de las profecías del A ntigu o T estam ento, fas narraciones de los hechos y dichos de C risto que se leen en el m ism o E ano'elio, hayan experim entado alteración o se hayan avenido a un estado m ás desarrollado de la Iglesia y que, por tanto, no sean conform es a la verdad?R e s p .: N egativam en te a entram bas partes. V I I . ¿D eben considerarse como destituidas de todo fundam ento sólido las opiniones de los que ponen en duda la autenticidad histórica de los dos prim e­ ros capítulos, en los que se cuenta la genealogía e infancia de C risto , lo m ism o que la de algun as sentencias de gran im portancia dogm ática, como sonólas que se refieren al prim ado de Pedro (M att. 16, 17-19), a la form a de bautizar y a la misión un iversal de predicar dada a ^los^ apóstoles (M atth. 28, 19-20), a la profesión de fe de los apóstoles en la divinidad de C risto (M atth. 14, 33) y a *::ras cosas sem ejantes que hallam os anunciadas sólo en M ateo? R e s p .: A fir­ m ativam ente. 10 .

San M arcos.

Este evangelista nos es conocido por varios libros del

; P . D a u s c h , D ie d rei a lte r e n E v a n g e lie n (B o n n 1921) ( B a n n e r B i b e l) ; C la d d c r , A í i d ie Z e i t •' D a s E v a n g e liu m d es h l. M a tth d u s d a r g e le g t. 2 y ’ p r e p a r a d a p o r H . D ie c k m a n n ( F r i t a r 1922). G ra n d m a is o n , J e s u c r is to , su p erso n a , su m e n sa je , su s p ru e b a s [ B a r c e lo n a 1932) ; L a g r a n g e ,, £ : E v a n g e lio de N . S . J e su c r isto

( B a r c e lo n a

1932).

SAN M ARCOS

N uevo T estam en to y de la literatura cristiana antigu a. E ra judío de origen 1, y su nom bre hebreo, Juan 2. L lam ábase su m adre M aría, en cuya casa de Jerusalén solía reunirse la comunidad cristiana ; allí se encaminó' san Pedro al ser librado de la cárcel s. Bien pudiera ser M arcos aquel joven de quien se lee en su E v a n g e lio : «U n joven le segu ía (al Salvador preso) envuelto en una sábana sobre sus parnés, y le cogieron ; -mas él, soltando la sábana, desnudo se escapó de ellos» 4. E ste episodio insignificante — com parable al ((monograma» -de un pintor en el án gu lo del cuadro» (H oltzm ann) — • es el único rasgo histórico de la Pasión que el segundo E van gelio no com parte con los otros dos Sinópticos ; lo cual ju stifica la hipótesis de haberle ocurrido este suceso al propio autor del segundo E van gelio. No perjudica a esta hipótesis el testim onio de Papías, según el cual san M arcos no fué discípulo del Señor, es decir, com o luego vere­ m os, testigo ocular y oyente de los hechos que n arra. Porque si M arcos era aquel m ancebo de la sábana, es m uy probable que fu era tam bién am o de la c a s a donde el Salvador celebró la últim a C e n a , y que dicha casa, que la tra­ dición sitúa en el m onte Sión y ha llam ado «madre de todas las iglesias», fuera la m ism a ca sa de M aría, m adre de M arcos, donde según A ct. 12, 12 ss. solía reu n irse la com unidad cristiana de Jerusalén. Parece ser que san Pedro instruyó y bautizó a M arcos, a quien llam a «hijo» suyo 5. L o s Padres le señalan como discípulo, com pañero e ((intérprete»' de san Pedro, no sólo porque escribió el E van gelio al tenor de la predicación del prim er apóstol 6, sino porque durante largo tiem po iba traduciendo oralm ente en R om a lo que san P earo enseñaba en aram eo 7. Y como, según com ún tradición, san Pedro vino a R om a en tiem po del em perador C lau d io , y entonces m ás que nunca necesitaba de intérprete, debemos fijar la prim era venida de san M arcos a R o m a en el año 42. R etra sa r a los años 63-64 la actividad de M arcos com o Intérprete de Pedro, está fuera de razón. A certadam ente observa B elser 8 : ((San Pedro predicó en R om a por los años 63 y 64, pero en griego ; no hace falta buscar testim onio de que para esta fecha el P ríncipe de los apóstoles poseyera el g r ie g o ; tenem os la prueba en sus Epístolas. N o fenía san Pedro necesidad de. intérprete para su apostolado por los años 63 v 64». A la vuelta de R om a, san M arcos se agregó a su prim o Bernabé y Pablo. P u es como Bernabé y Pablo se dispusieran a llevar una colecta a Jerusalén, tom aron consigo a M arcos y lo llevaron de R o m a a Antioquía 10. D espués le encontram os acom ­ pañando a estos dos apóstoles en el prim er viaje m isional que hicieron juntos xl. Acobardado sin duda por las grandes dificultades, les abandonó en P erg e de Panfilia. P o r ello sin duda no quiso Pablo tom arle de com pañero en el segundo via je ; entonces se em barcó para C h ipre acom pañando a Bernabé 12. Parece ser que hacia el año 54 se trasladó M arcos de Chipre a A lejandría, pues, según la tradición 13, fué obispo de esta ciudad ((hasta el año octavo de Nerón», fecha en que nom bró por sucesor suyo a A niano y m archó a R om a. Entre tanto san Pablo había vu elto a cobrar buena opinión de él, porque, escribiendo de su prisión de R om a a lo s Coloseñses y a Fi'lermón (año 63), les dirige un saludo de parte de M arcos, su colaborador ; tam bién pensaba el Apóstol de las gentes e n v iarle con una misión al A sia M enor 14, viaje que parece “haber efectuado M arcos el año 6a ; por lo' m enos se encontraba en A sia M enor cuando1 san Pablo ■estaba preso en R o m a por segunda vez, pues san Pablo da a T im oteo el encargo de traerle de a llá a R om a ls. P or fin sufrió el m artirio en A lejan dría 16. L a Iglesia celebra su fiesta el 25 de abril. Según la leyenda, sus reliquias fueron trasladadas de A lejandría a V en ecia entre los años 813 y 820 ; sobre ellas se construyó en 976-1071 la célebre catedral de san M arcos.

11 . tern o s

de

El segundo E van gelio y el Príncipe de los apó sto les. C riterio s e la au ten ticid ad del segundo E van gelio . A tribuyese el segundo

1 II Col. 4, 11. 2 Cfr. Act. 13, 5 y 15, 39 con 12, 12 25; 15, 37. 3 Act. 12, 12. 4 Mate. 14. 51 s. Belser, Einl.2 70. Zahn, Die Dormitio Sanctae Virginis und das Haas dei Johannes Markus (Leipzig 1899); más sucinto en Zahn, Einleitung II® 217, 7 y 248 s. 5 I Petri. s, 13. 0 Zahn, Einl. II3 214 y 223. 7 Papias, en E u s .; Hist. eccl. 3, 39, 15. S. Ireneo, Adv. haer. 3. 1, y Epiph., Haer. 15, 6. Sar Je.ónim o, De viiis illustr. 8. 8 Einl.2 62 s. 9 Col. 4, 10.10 Act. 12, 25. 11 Act. 13, 5 *3 Act. 15, 35 39. 13 Eus., Hist. eccl. 2, 16. .San Jerónimo, De viris illustr. 8. Col., 4, 10. Philem. 24. 1S II Tim. 4, 11. Niceph. Callisti, Hist. eccl. .2, 43.

EL

II E V A N G E L IO

Y

SAN

PEDR O .

A U T E N T IC ID A D

I7

E van gelio a san M arcos, discípulo de los apóstoles ; la autenticidad del m ism o U n a tradición cierta e histórica lo relaciona con el Apóstol san Pedro. H e aquí lo que nos dice P ap ías 1 : «Aquel presbí­ tero (Juan) solía decir que M arcos, intérprete de Pedro, escribió con diligen­ cia cuantas cosas había grabado en su m em oria (de las doctrinas que Pedro predicaba en aram eo y él traducía oralm ente al griego) ; m as no en el orden en que fueron dichas o hechas por el Señor. P u es él (Marcos) no había oído ■1 Señor, ni nunca le había seguido. Pero m ás tarde, como he dicho, tuvo tra to con Pedro, el cual predicaba el E va n gelio para aprovecham iento de les oyentes, no com o quien trata de hacer la historia de los discursos del Se­ ñor. Y así, en n ada faltó M arcos al escribir sólo algunas cosas, según la m e­ m oria se las sugería. Sólo curaba de no om itir cosa algu n a de las que oyera, y de no inventar falsedad alguna». Pongám onos en la situación que al «pres­ bítero», es decir, el Apóstol san Juan (como vim os en la pág. 9), dió m otivo para pronunciar acerca de M arcos el juicio de que hace m ención Papías. Sin duda la brevedad del E van gelio de M arcos en com paración con los de M ateo y L u cas, y la falta de orden cronológico, sorprendieron a los cristianos del A sia M enor, entre los cuales había predicado el Apóstol san Juan. A caso abri­ gaban cierto tem or de que M arcos n o hubiese procedido con esm ero en su em presa. El Apóstol disipa las dudas y tem ores declarando que el E van gelio d e M arcos ciertam ente es breve, y que los hechos y dichos del Señor no es­ tán descritos según el orden cronológico en que acontecieron 2. M as débese ad­ vertir que M arcos no fu é testigo ocular ni oyente del Señor, sino discípulo d e Pedro. P or esto nos diió en su E van gelio los discursos de Pedro ; éste se dejaba gu iar en ellos por las exigen cias de Ja enseñanza. M arcos se esforzó en ofrecernos, no una historia acabada de Jesús, sino la integridad de lo que ha­ cía resaltar Pedro. T am poco se propuso M arcos escribir un a vida de Jesús cronológicam ente dispuesta ; como tam poco Pedro nos la dió. Pero una cosa debe quedar sentada sin restricción : M arcos procedió con toda diligencia en su obra, y por este lado nada se puede reprochar al E van gelista ; «no faltó». L o que nos ofrece, es la verdad, como lo eran los discursos de Pedro. Clem ente de Alejandría 3 añade al testim onio de P ap ías : «Como predicase Pedro públicam ente en R o m a la palabra de D ios e, inspirado por el Espíritu S anto, propagase e l E van gelio, m uchos de los que estaban presentes rogaron a M arcos que escribiera lo que había oído predicar al Apóstol, com o quiera, que del largo trato con san Pedro lo sabría ya de m em oria. M arcos cam puso el E vangelio y lo entregó a los que se lo habían piedido. C u an d o Pedro lo supo, ni se lo prohibió, ni le incitó a hacerlo, pero reconoció la exactitud cíe lo es­ crito y perm itió la lectura en la Iglesia». Ireneo 4 por su parte dice a s í : «A la m uerte de éstos (Pedro y Pablo), M arcos nos entregó escritas por él las pre­ dicaciones de Pedro». p u ed e tenerse por indiscutible.

C riterio s in te rn o s en pro de la a u ten ticid ad del E van gelio de san M arcos. El testim onio histórico de haber M arcos reproducido substancialm ente las pre­ dicaciones de Pedro, escribiéndolas en prim er térm ino para los cristianos de R om a (cristianos de la gentilidad), se ve brillantem ente confirm ado por la Ín­ dole interna de nuestro segundo E van gelio. P orque por un sermón de san P e­ dro, pronunciado ante un público pagano, el cual nos ha sido' conservado en lo s H echos de los apóstoles, y por num erosas observaciones de los E van gelios, la s cuales nos revelan el carácter del Príncipe de jos apóstoles, podemos for­ m arnos un a im agen bastante fiel de lo que este Apóstol predicaba en R o m a para a rraigar la fe en la m esianidad y divinidad de Jesús, y de la m anera cómo decía y dem ostraba sus proposiciones. E ra en presencia del centurión Cornelio v de sus parientes y am igos, en O esarea, donde Pedro habló de esta m anera : «Verdaderam ente acabé d e conocer que D ios no es aceptador de personas ; sino que, en cualquiera nación, el que le tem e y obra bien m erece su agrado. L o

1 En Eus. Hist. eccl. 3, 39. 2Precisamente el cuarto evangelista nos presenta comotestigo ocular el orden histórico que se echa de menos en ciertos pasajes de san Marcos (así Ioann. 2, u ; 3, 24;4, 54; 12, 1 s s .; 18, 13); en este supuesto queda justificada la equivalencia : Juan «el Presbítero» = autor del Evangelio de san Juan = testigo ocular = Apóstol Juan. Así Cladder en Stl 87 (1914), 136-150. 3 En Eus.., Hist. eccl. 6, 14, y Clem., Hipotyp. a I Petri 5, 13. 4 Adv. haer. 3, 1, 1 en Eus., Hist. eccl. 5, 10, 2. II.

H i s t o r ia B íb lic a . —

2.

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cu a l ha hecho entender D ios a los hijos de Israel anunciándoles la paz por Jesucristo, el cual es el Señor de todos. V osotros sabéis lo qu e h a ocurrid» prim ero en .G a lile a y luego en toda Judea, después que Juan predicó el bau­ tismo ; cóm o D ios ungió con el E spíritu Santo y su virtud a je s ú s de N aza­ ret, el cual ha ido- haciendo' beneficios por todas partes por donde ha pasado, y ha curado a todos los que estaban b a jo la opresión del demonio, porque D io s estaba con él. Y nosotros som os testigos de todas las cosas que hizo en et país de Judea y en Jerusalén, y de cóm o le quitaron la vida colgándole en u n a cruz. P ero D ios le resucitó al tercer día, y dispuso que se dejase vier, no de todo el pueblo, sino- de los predestinados de D ios para testigos ; de nosotros, que liem os com ido y bebido con él, después que resucitó de entre los m uertos. Y nos m andó que predicásem os y testificásem os al pueblo que él es el que está constituido por D ios juez de vivos y de m uertos. D el m ism o testifican to­ dos los profetas, que cualquiera que cree en él recibe en virtud de su n om bre la rem isión de los pecados» 1. C on razón se ha llam ado este discurso programen de la predicación de san Pedro a los gentiles, y no se v a descam inado admi­ tiendo que en él están encerrados los rasgos fundam entales de los serm ones que el Príncipe de los apóstoles pronunciara en R om a. Mías en el curso de sus tareas apostólicas hubo Pedro de entrar en pormenores, puntualizando «el bien» que Jesús había derram ado y cómo se había m anifestado su virtud di­ vina. A n te aquel público gentil no podía alegar las E scrituras del A n tigu o 1 Testa-miento : ni eran asequibles para los paganos aquellas doctrinas que Je­ sús exponía al discutir con los escribas acerca de la L ey. P a r a convertirlos a la fe en la m esianidad y divinidad de Jesús y afianzarlos cada día m ás en ella,, nada m ás apropiado que anunciarles los m ilagros; en ellos estaba la prueba de «cómo éste (Jesús) había ido haciendo el bien por todas partes donde pa­ saba y curando a los poseídos del demonio». L os m ilagros declaraban que «Dios estaba con él», y que Jesús era «Señor de todos». Adem ás san Pedro podía y debía a legar que tan to él com o los dem ás discípulos del Señor habíanpresenciado los m ilagros : «Nosotros somos testigos de todo cuanto ha hecha en Judea y en Jerusalén». E l hecho de ser Pedro testigo ocular de los sucesos que relataba, debía por necesidad reflejarse en la form a de su predicación ' el tem peram ento vivo y fogoso del P ríncipe de los apóstoles n o podía m enos de im prim ir un sello peculiar a todo lo que decía. El E va n gelio de san M arcos corresponde con exactitu d al cuadro que racio­ nalm ente hemos trazado de la predicación de san Pedro en Rom a. D esde la s prim eras palabras : «Principio del E van gelio de Jesucristo, el H ijo de Dio«»v deja entrever el objeto que se propone : m ostrar a Jesús como M esías e H ijo de D io s; y al rem ate del libro todos los lectores se ven precisados a rep etir con el centurión rom ano : «En verdad que este hom bre era H ijo de Dios» 2. A un entre los críticas hay quienes reconocen que ein el segundo E va n gelio s e declara a Jesús H ijo de D ios (en sentido m etafórico), como en el de san Juan 2. Pero la dem ostraciión está fundada en una serie de m ila g ro s: el E van gelio de san M arcos es el E va n ge lio de los m ilagros. H ace resaltar de m an era particu­ lar el poder de Jesús sobre los demonios en las curaciones de los posesos ; e l prim er m ilagro es una curación de esta naturaleza. San Pedro aparece siem pre en primer término como testigo ocular. T ra s unas pocas palabras dedicadas a Juain el B au tista, al bautism o y ayuno de Jesús, refiere el E van gelista el lla­ m am iento de Sim ón Pedro, y relata varios sucesos que éste presenció en lacom pañía del Señor. B asta m uchas veces sustitu ir «Simón» por el pronom bre personal «yo», y se tienen palabras de san Pedro. Y así nos cuenta san M ar­ cos : «L a suegra de Sim ón yacía en cam a con fiebre, y luego le hablaron deella» 4 ; «Simón y los que con él estaban, fueron en su seguim iento» 5. En boca de san Pedro las referidas frases sonaban seguram ente de otra m anera : «Mi suegra quedó en cam a con fiebre, y luego -le hablam os de ella» ; «Yo y todos los qule estaban conm igo le seguimos». Esto m ism o se puede hacer con m uchos p asajes del segundo E van gelio. H agam o s tan sólo mención de la re­ surrección de la h ija de Jairo 6 ; de la T ransfigu ración, donde el estado der

1Act. IO, 34-43. * Marc. 15, 39. 3Cfr. también Rosch, Das Selbstbewusstsein Christi nach Markus, en PB 1916, 97. 4 Marc. 1, 29. * Marc. 1, 36. 6 Marc. 5, 37.

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DEL

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¿r'rr.o de san P e d ro : «Yo no sabía lo que míe decía», se trueca en la plum a é t Marcos en la siguien te fr a s e : «él no sabía lo que se d e c ía » 1 ; de la «cesión que m otivó el discurso de la segunda venida 2 ; de la agonía en el ¡cierto de los O liv o s 3. M as, aunque se habla con tanta frecuencia de Pedro, ■ rallan m uchas cosas, de las cuales no podía hablar el P ríncipe de los após­ toles, por ser una distinción p ara él o redundar en propia alabanza ; así, por «•-implo, n o se habla del prim ado, por m ás que se m enciona la ocasión en que Jesucristo se lo confirió 4 ; tam poco se cuenta cóm o san Pedro anduvo sobre jis aguas del lago de la m ano del Señor 5, y cómo Jesús pagó por él su tributo ie i Tem plo 6 ; no sabem os por el segundo E van gelio, sino por el cuarto, hasido Pedro el decidido que cortó la oreja a Maleo 7. E n cam bio no calla ic/jellas palabras : «Q uítatem e de delante, Satanás»1, dichas por el Salvador a Fedro, cuando éste le disuadía de la Pasión 8 ; y en el segundo E va n gelio es tam bién donde con m ás bochornosas circunstancias se describe la negación de Fedro 9. E s de advertir que en el segundo E van gelio falta , u ocupa lu g a r se­ cundario, todo lo que conciernte de m anera especial a los ju d ío s : seguram ente san Pedro no lo quiso predicar en R o m a ante los paganos. F altan las citas del A ntiguo T estam en to ; se pasa por alto el Serm ón de la. M o n ta ñ a ; las conm i­ naciones a los fariseos, que en san M ateo llenan un capítulo entero, sólo ocu­ pan aquí tres versículos 10. P ero cuando cita usos o instituciones de los ju ­ lios l l ,. o cuando em plea expresiones desconocidas de los lectores pagan os 12, añade siem pre algun a e x p lic a c ió n : el «día de los panes ácimos» es el día en que se inm olaba el cordero pascual» ; «parasceve» es «la víspera del sá­ bado». Sobre todo< es notable la explicación de los lavatorios rituales de los ¡■dios ls. Especifica los lugares de T ierra Santa, por ejem plo, «N azaret de Galilea», «Betania, ál pie del m onte Olivete», «en el m onte O livete, en fren­ te del Tem plo», S e advierte en este E van gelio cierto tin te latin ista (latinis­ mos) 14 ; y h ay vez que se da el nom bre latino de un a m oneda grieg a : «dos lep ta valen un cuadrante» 15. D e notar es tam bién que supone conocidos la cersona y el cargo de Pilatos 16, y que m enciona a los hijos de Sim ón de 'Ci-ene 11, cuya fam ilia debió de dom iciliarse en R o m a 18. F inalm ente, la form a '.iteraría revela el espíritu fogoso del Príncipe de los apóstoles, anim ado y _eno de am or hacia el M aestro. L a narración es sum am ente gráfica, llena de pintorescos detalles y libre d e toda reflexión ; la expresión es m u y v i v a ; se prefiere por lo general el presente ; en los discursos y el diálogo usa d el len­ guaje directo, poniendo las palabras en boca de los interlocutores. D escubri■:os una serie de pequeños rasgos, insignificantes en sí m ism os,, pero que rere ja n la impresión que las cosas producían en el ánim o de los testigos. Y así r : s cuenta que «toda la ciudad se había reunido delante de la puerta» 19; que la m ultitud se sentó sobre la verde hierba 20; que Jesús dorm ía sobre un ca­ bezal en la popa 21 y que en la T ransfigu ración aparecieron sus vestidos tan : 'ancos, que no h a y batanero en el m undo que así pueda blanquearlos 22 ; que Jesús dirigió una m irada a los que le rodeaban 23 ; que m iraba con ojos escru­ tadores a personas y objetos, y aun nos dice lo que allí descubría 24. T o d as « t a s particularidades confirm an el testim onio histórico de ser el E va n gelio de san M arcos substancialm ente un a copia escrita de los relatos de Pedro, desti­ nada a los cristianos de la gentilidad, a los lectores rom anos. «D e n o ser todo esto natural, sino artificioso, dice T h . Z ah n 2S, habría tam bién entendido M arcos aquello de artem arte celare. M as es poco verosím il que así fu e ra , cuando ;_jnto con eso advertim os una considerable falta dé destreza en la expresión. En n in gu n a parte se m anifiesta afán o intención de realizar un trabajo de m i­

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LUGAR Y

ÉPOCA DE LA

C O M P O S I C I Ó N D E L I I E V A N G E L IO

n ia t u r a ; ésta se ha convertido en una -segunda n aturaleza del narrador (de Pedro)». A nda acertado Schanz 1 cuando cree descubrir el m érito característico de este E van gelio precisam ente en «representar el tipo de la catcquesis apos­ tólica, creada por el Príncipe del C o le g io Apostólico, san Pedro, para la pro­ pagación de la buena nueva fu e ra d e P alestin a y de las sinagogas, y acom pa­ ñada de los m ás sorprendentes resultados en la capital del im perio romano». P ero aunque la predicación de san Pedro sea la fuente principal de las n arra­ ciones del segundo E van gelio , ello no excluye que san M arcos se sirviera de otras fuentes ; pudo m uy bien haber utilizado el E van gelio aram eo de san Mateo. L a crítica m oderna racion alista, vencida por la fuerza de los hechos, con­ cede que por lo m enos «lleva Pedro la dirección del E van gelio de san Marcos»' 2. Y , según W e r n le 3, portavoz de la crítica en la cuestión del origen de los Evan gelios, san M arcos «reproduce la tradición que conocía principalm ente por Pedro, de quien fué compañero», y -el E van gelio de M arcos es «propiam ente el E van gelio de Pedro» 4. Pero a pesar de todo, el racionalism o, fiel al dogm a de la ((imposibilidad del m ilagro», se desentiende de cualquier m an era de la obli­ gación d e creer a los testigos veraces y com petentes, y haibla d e elem entos ((le­ gendarios» (sobrenaturales, decim os nosotros) que se han introducido en el E van gelio. Pero dándose cu en ta de su difícil situación afirm a «que los ele­ m entos legendarios (!), com o el andar sobre las agu a s, la m ultiplicación de los panes (con el a gra van te del doble relato), el rasgarse el velo del Tem plo, constituyen una gravle dificultad para considerar a Pedro responsable de to­ dos los detalles». E l racionalism o se desem baraza de e lla n o haciéndole res­ ponsable de sem ejantes ((detalles» sobrenaturales ; m a s no lo gra luego expli­ ca r cómo éstos han hallado cabida en un E van gelio que circulaba en la Ig le ­ sia con la garan tía y autoridad de sari Pedro. Y ésta es la razón, com o luego venemos, por qué la crítica no quiere reconocer que el segundo E van gelio se com puso antes del año 70.

12 . L ugar y época de la com posición del E van gelio de san M arcos. Se­ gún nos atestigua Eusebio 5, para P ap ías fué R om a el lugar donde se escri­ bió el E van gelio de san M arcos ; y en sentir de H a rn ack 6, ningún argum ento sólido puede oponerse a la autenticidad de esta tradición. A cerca de la época, sólo puede asegu rarse, fundándose en el testim onio de los Padres (Ireneo, C le ­ m ente Alejandrino) 7, que se com puso antes del año 70 ; pues cabe interpretar diversam ente los testim onios patrísticos. P ero por otro cam ino se puede ade­ lan tar un gran paso en e sta cuestión. L o s H echos de los apóstoles y , por con­ siguiente, el tercer E van gelio debieron de escribirse, como defiende H a rn a ck \ antes de la destrucción de Jerusalén y de la m uerte de san P a b lo ; pues el autor de am bos libros no hace la m enor alusión a la ru ina d e Jerusalén, ni utiliza en su obra (H ech o s de los apóstoles) « las cartas com o fuente histórica o com o arsenal de doctrina». A hora bien, el E va n gelio d e san M arcos es, sin duda, un a de las fuentes del tercer E van gelio 9. L u eg o debió de escribirse, a m ás tardar, entre los años 50 y 60. M as los críticos racionalistas n o siguen a H arn ack en el retorno a la tradición histórico-literaria. Cneen no poderse sustraer al principio del m étodo hisfcórico-crítico universalm ente reco n ocid o : de ser tanto m ás digno de crédito un testigo cuanto m ás cerca está de los hechos que n a r ra ; pero como para ellos es incontrovertible a priori que los E van gelios no son fidedignos en los relatos de cosas sobrenaturales, _despre­ cian los testim onios tradicionales y siguen sosteniendo que el segundo E va n ­ gelio se com puso después del año 70. Y así dice, entre otros, Jülicher 10 : «Se hace difícil creer que la leyenda (!) del velo .rasgado (M arc. 15, 3) hubiese na­ cido en Jerusalén y circulara cuando el T em plo estaba aún en pie, exponién­ dose con ello los escritores a una peligrosa crítica. ¿ Y habría M arcos de ha­ ber escrito antes del 70 la parábola de la viñ a (12, 1-12) en tono tan áspero (véase 9)?» Jülicher cree h allar indicios que «señalan claram ente un a época

1 2 3 5 n 6 9

Kommentar über das Evangelium des hl Markus (Friburgo 1881), prólogo. Tülicher en Realenzykl. für protest. The'ol X I I 3 293. Die Synoptische Ffiage (Friburgo 1889) 223. 4 lbid. 208. Hist. eccl. 2, 15. Chronologie 1 053. 7 Cfr. pág. 17.’ Nene Untersuchungen zurApost elgeschichte 63-95. Véase página 24, nota 1. 10Einleitung6 282.

LOS

Ú L T IM O S

V E R S ÍC U L O S

DEL

II

E V A N G E L IO

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posterior al año 70». Pero la razón fundam ental de querer fijar una fecha pos■rior al año 70 está, según él, en que la «m ateria expuesta en los E van gelios fca necesitado algunos decenios para adquirir, con la m ezcla de recuerdos prirtttivos auténticos y de piadosas leyendas, esa firm eza que adm iram os en el Evangelio de Marcos» 1. H a rn a ck — aun im buido de principios racionalistas ¡•rmo J ü lic h e r— , declara con crítica objetiva que todo lo sobrenatural de los -r’ atos evangélicos es «piadosa leyenda». En cuanto a la s dificultades que n a­ cen a su crítica objetiva racion alista de adm itir tan tem prana redacción de los Evangelios, las salta atrevidam ente con esta im agen : «Las vig as carcom idas de un edificio no son mejo'res ni m ás resistentes porque sean, m ás an tigu as de lo que se creía». Pero ni por asom o se cuida de dem ostrar que sean «vigas car­ am idas» las cosas sobrenaturales relatadas en los E van gelios por testigos ocu­ lares veraces y com petentes. D e ello está cierto a priori el sabio racionalista — m as no en virtud del m étodo crítico.

13 . A u ten ticid ad de los últim os v e rsícu lo s del segundo E van gelio . T o ­ cante ál E van gelio ’ de san M arcos, la cuestión m ás difícil es la de la autenti­ cidad de los últim os versículos : 16, 9-20. H é aquí las razones por las cuales •ritán éstos en tela de ju ic io : i.° F alta n en los dos códices griegos m ás anti­ guos (C od ex Vaticanus y Codex Sinaiticu s), en el m an u scrito sirio (Syrus Sinaiticus), descubierto en 1892, y en los dos .códices etiópicos. 2.0 Según Eusebio 2, los m anuscritos griegos «esm erados» de su tiem po term inan el Evangelio en 16, 8. 3.0 Según san Jerónim o 3, faltaban en «casi todos los m anuscritos griegos de su tiem po (¡ por él co n o cid o s!)». M as, frente a estas -azon.es en contra, h ay a favo r otras de gran peso : 1. En el Codex Sinaiticus final del E van gelio de san M arcos ha sido escrito probablem ente por el am anuense del Codex Vaticanus; en éste, en lu g a r de la conclusión actual ~ encuentra un espacio vacío. Parece, pues, que los testim onios de am bos cóctces, Sinaítico y Vaticano, son en realidad uno solo, y n o m uy seguro. 2. C a s i jtr-ios los m anuscritos griegos d e que hoy disponemos, fu era de los m encióna­ t e '. y casi todas las versiones antiguas orientales y occidentales (V e tu s La■na y Vulgata, D iatessaron de T acia n o y Pessitto, etc.) traen los discutidos w rsícu lo s. 3, Justino, Ireneo y O rígen es, m ás antiguos que los m anuscritos, atestiguan qu¡e los dichos versículos pertenecen al E van gelio de san M arcos. L o s testim onios externos pesan, por tanto, m ás en fav o r que en con tra de la a.ten ticidad . D em ás de esto, no es posible que san M arcos tuviera intención de acabar el E van gelio en 16, 8. T o d avía no se h a explicado satisfactoriam ente ¿ falta de los últim os versículos en los citados m anuscritos : quizá algun a r'rtunstancia impidió al autor acabar la obra, y del a u tó grafo inacabado se ■Rieron copias, de las cuales se derivaron los m anuscritos que ino traen 16, *-201 ; acaso antes de dar al público el E van gelio, san M arcos term inó la o tr a inacabada, añadiendo los últim os versículos. D el len gu aje y de la exp o ­ rta: ón pretenden algunos deducir que san M arcos no es el autor de dichos ■ersículos. Se ha hecho observar que ellos son, m ás bien que un relato’, una - m e r a enum eración. M as pudo haber razones que obligasen al autor a ter­ minar rápida y brevem ente el E van gelio. L o que en los discutidos versículos ■os ofrece sum ariam ente, responde y cuadra perfectam ente al «programa- de t predicación de Pedro», desarrollado con tanto escrúpulo en toda la o b r a : BDtnienza ésta por la invitación del B a u tista a la penitencia y el b autism o de J fiu cristo, y term ina con la Ascensión a los cielos ; com o en el cuerpo de la • t e a . tam bién aquí (16, 17 s.) hace resaltar ~el poder taum atúrgico d e Jesús, ■ especial sobre los d e m o n io s; las tres apariciones que relata en 16, 9-15 sirven para probar que los apóstoles, testigos de todo y llam ados por el Señor ■ara predicar la salud a los hom bres, tenían m otivos para creer y no obraban m~ atolondrados ®, ' ; 1 * I Bbc r. |P|;^

Realenzykl. für protest. Theol. X I I 3 294. Adv. Marinum q. 1. Epist. 120, 3 ad Hedib. * Cfr. Helser, E in lr 100. Comentarios católicos modernos : Bisping (2 1868), Scheg'g (dos vols. 1870), Schanz (1881I, O893), Tiefenthal (1894), Gutjahr (1903, popular), Seisenberger (1905), Knabenbauer (3 1907), París 1897), Lagrange (1920), Mac Evilly (Publín 1877), Dausch (191-8), Dimmler (M.-GladVolksverein v e rla g ; popular). — Para más información véase también Rohr, Die Glaubwürdes Markiisevangeliums, en BZ F II, 4 (Münster. 1909).

SAN

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L U C A S .A U T E N T I C I D A D

DE

SU

E V A N G E L IO

V éan se en la p ágina 25 los decretos de la Com isión B íblica concercientes al E van gelio de san M arcos. E van gelio de san Lucas

14 .

San L u cas. E l tercer E van gelio, cu ya eanonieidaid atestiguan ios Padres Apostólicos (Clem ente R om ano, Ignacio, Policarpo, ca rta de Bernabé, Pastor d*e H erm as) y conocen los m ism os herejes del siglo 11, h a sido siempre atribuido a san L u cas. E ra éste oriundo de Antioquía de S iria, según E usebio \ y de procedencia p a g a n a 2. N o se sabe cuándo se convirtió al C ristian ism o ; a caso fuera L u ca s uno de los gentiles que luego de la m uerte de san Esteban fueron recibidos en la Iglesia en A ntioquía 3. E l Fragm ento de Muratori (des­ cubierto en 1750), el cu a l ¡es una lista (canon) de los libros del N uevo T esta ­ m ento que se leían en la litu rg ia de la Ig lesia (¿rom an a?) occidental a m e­ diados del siglo 11, dice que san L u ca s n o conoció personalm ente al Salvador. E ra m édico; pues Pablo le llam a «médico m uy dilecto» *. L a creencia ya extendida a principios d e la E dad M edia de haber sido L u ca s pintor, se exp lica observando que el autor del tercer Evangelio- es extraordinariam ente plástico £ in tuitivo en sus descripciones, y que nos ha pintado en su libro ün cuadro bello y delicado de la dulcísim a V irg en Miaría. L os antiguos retratos de Jesucristo y de M aría (sobre la Sea-la San ta, en S anta M aría la M ayor y en T réveris), atribuidos a san L u ca s por la leyenda, son obras del arte bizan­ tino. Q uizá su calidad de m édico le pusiera en relación con san P a b lo ; porque el prim ero de los relatos de prim era persona « W im -Berichte, relatos «nos»¡ de los H echos, en los cuales aparece san L u ca s acompañando a san Pablo, co­ m ienza con la llegada del Apóstol de las gentes a T ró ad e 5. A llí fué Pablo, cuando se creía ya curado de la enferm edad que le detuvo en G alacia 6. Según dichos relatos, L u cas acom pañó al Apóstol de las gentes de T róade a Filipos ; aquí quedó L u ca s ; siete años m ás tarde volvem os a encontrarle al lado de Pablo en el viaje de Filipos a T róade, M ileto, C esárea y Jerusalén 7 y, final­ m ente, en el via je que Pablo, preso, hizo de C esarea a R o m a 8. T am bién le asistió durante la prim era prisión 9, como tam bién m ás tarde en la segunda 10. N ad a m ás sabem os con certeza de su vida. Parece haber sido T eb a s el lugar de su m uerte y sepultura. Su s restos fueron trasladados con toda pom pa en 357, jun tam ente con los del A póstol san Andrés, a la Ig lesia de los Apóstoles de C on stan tin op la 11. C elébrase la m em oria de su m artirio el 18 de octubre.

15 . A u ten ticid ad del E van gelio de san L ucas. E l citado Fragm ento de M uratori encierra el testim onio m ás antigu o de haber L u ca s com puesto un E van gelio (ten nombre» de san P ab lo y según el «sentir» del m ism o. L o dice tam bién Ireneo 12 : «Lucas, com pañero de Pablo, escribió en un libro el E v a n ­ gelio predicado por éste». D e m anera parecida se expresan T ertu lian o y O rí­ genes. L o s criterios, internos vienen a corroborar los testim onios históricos. En el tercer E van gelio nos habla un discípulo de P a blo ; pues el autor se gu ía en la elección de asunto principalm ente por el criterio universalista de. san Pablo, el cu a l en R om . 1, 16, por ejem plo, d ice : E l Evangelio' es (da virtud de D ios para salvar a todos los que creen : a los judíos prim eram ente y a los gentiles». P u es todo el tercer E van gelio es corno preparación y esclarecim ien­ to de aquel postrer encargo que el Salvador diera a sus discípulos de ((predicar la penitencia y el perdón de los pecados a todas las. naciones, empezando por Jerusalén» 13. Sin n egar que la salud sea prim ero para los judíos, presenta 1 Hist. eccl. 3, 4. 2 Col. 4, 11 ss. le pone en contraposición a los circuncisos. 3 Act. 11, 20 s. Cfr. Zahn, Einl. I I 3 374. 4 Col. 4, 14. 5 Act. 16, 10 ss. : Primer relato «en primera persona del plural».— El autor de los relatos «en primera persona del plural» es también autor de toda la historia de los Hechosde los Apóstoles y del tercer Evangelio, del cual aquélla es continuación (cfi
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