HISTORIA A CUATRO VOCES

March 23, 2018 | Author: Cesar Rojas | Category: Choir, Venezuela, Singing, Love, Pop Culture
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HISTORIA A CUATRO VOCES

Armando Mariño Josefina Laborit

Jesús Eduardo González César Rojas

HISTORIA A CUATRO VOCES

Oficina de la Crónica e Historia Universitaria

CONTENIDO Prólogo…………………………………………………………… Presentación…………………………………………………….. CAPÍTULO I Armonía Coral…………………………………………………… CAPÍTULO II Antecedentes e Inicios del Coro UDO Anzoátegui………….. CAPÍTULO III El Renacer de las Voces………………………………………… CAPÍTULO IV Sempiterna Misión………………………………………………. CAPÍTULO V Tertulia a Cinco Voces…………………………………………. CAPÍTULO VI Historia Gráfica de la Coral UDO Anzoátegui……………….

PRÓLOGO

PRESENTACIÓN

San Isidro de Sevilla, teólogo español que vivió entre los años 570 y 636 dijo alguna vez: “Sin música no puede haber enseñanza alguna perfecta, pues nada hay que carezca de ella”. Hace cuarenta años, en el Núcleo de Anzoátegui de la Universidad de Oriente, se inició un proyecto musical que ha permanecido en el tiempo y que hoy es muestra de excelencia universitaria: la Coral de la Universidad de Oriente Núcleo de Anzoátegui. Precisamente, al sumergirnos en la celebración del cuarenta aniversario de su creación, se ha querido festejar esta solemnidad con la publicación de un libro que dibuje ese recorrido histórico de una agrupación musical que ha permanecido en el tiempo, y que ha sido digna representante de la misión fundamental de nuestra Casa de Estudios Superiores. Inspirado en la fundamentación expuesta, el presente trabajo: “Historia a Cuatro Voces”, recoge ese recorrido de cuatro décadas haciendo música de una agrupación que ha conquistado éxitos tanto en el país como en el exterior. Cuatro personajes involucrados con la dinámica de la Coral UDO Anzoátegui en sus diversas etapas, relatan ese pasado en cuatro tiempos y el esfuerzo que diariamente realizan para alcanzar los niveles de excelencia que exhiben como uno de sus mejores patrimonios. El libro “Historia a Cuatro Voces” está estructurado en seis capítulos: el primero, “Armonía Coral”, describe el escenario presente y especialmente recoge la postura de ese sentido de pertenencia que integrantes de las distintas generaciones reflejan sobre su experiencia al ser miembros del Orfeón Universitario de la Casa más Alta. En el segundo, Jesús Eduardo González primer Presidente del Coro en su etapa de creación, nos recrea con los antecedentes e inicios de esta experiencia musical en los finales de la década de los sesenta e inicio de los setenta. Seguidamente, Josefina Laborit, Coordinadora de la Coral en su momento, cargada de afectividad describe en el “Renacer de las Voces” todas esas vivencias, especialmente las vinculadas a los inicios y desarrollo del profesor Rafael Silveira como Director de la Coral Universitaria. Posteriormente César Rojas, también ex - Coordinador de este coro en su escrito sobre la “Sempiterna Misión”, nos regocija al ofrecer el cuadro de su ingreso y grafica los esfuerzos para el logro de los éxitos alcanzados por la cantoría. Seguidamente, Armando Mariño en “Tertulia a Cinco Voces”, recoge en una crónica sobre el Canto Coral, los aspectos más importantes de una amena e improvisada conversación con el Maestro Rafael Silveira, Director de la Agrupación, en el que se irradia y precisa desde su perspectiva, el presente y futuro del Orfeón del Alma Mater en el oriente venezolano. Por último, se muestra, el recuento histórico en gráficas de ese recorrido que por cuarenta años ha realizado la Coral de la Universidad de Oriente en el Núcleo de Anzoátegui de la Universidad de Oriente.

CAPÍTULO I ARMONÍA CORAL Armando Mariño

ARMONÍA CORAL Armando Mariño Cantares de mediodías

Es mediodía y el ocaso de la jornada matutina de todos los días de la vida académica se hace presente, cuando la mayoría de los universitarios de la Casa más Alta se disponen al descanso merecido y al disfrute del alimento del cuerpo. Ante el silencio de aulas, laboratorios y talleres, en pleno corazón del campus fluye la armonía de la musicalidad que niebla de encanto el rostro del Alma Mater, iluminando con sus rayos de sabiduría emanados desde el cielo de la serranía “La Cuarentena”, a la urbe de los atardeceres radiantes del paseo Colón o del inspirador Neverí de la Barcelona Colonial posada bajo su manto. Antonio Lauro, Inocente Carreño, Simón Díaz, Hernán Hidalgo, de acá, y maestros reconocidos del más allá y de otros tiempos como Pierluigi y Mozard entre otros retoman su existencia a través de sus creaciones, en las voces del grupo de jóvenes estudiantes y profesionales que interpretando sus obras irradian acordes en el escenario, cual sensación de frescura y alivio espiritual manifestada en la honda sensación producida en el oyente. Los oídos inquietos por la sublimidad de la musicalidad y percibidos sólo por la sensibilidad de la interioridad del ser, dejando atrás la estela de problemas individuales y colectivos, se sumergen en la sonoridad de la armonía coral al escuchar la interpretación de las gráficas del pentagrama de las creaciones musicales que traspasan paredes y circunstancias, cual perfección mostrada en lo mágico de las combinaciones de las voces femeninas y masculinas entonadas en conjunto, al arrancar sentimientos de afecto y admiración en quienes les escuchan. La Coral Universitaria del Núcleo de Anzoátegui de la Universidad de Oriente definida por la mayoría de sus integrantes como “una forma de vida que los ha hecho crecer como personas, músicos y profesionales”, es precisamente la

protagonista y gestora de estas emociones al lograr elevar al hombre a dimensiones de trascendencia y espiritualidad, recogidas en las tantas veces repetidas expresiones del público: “Se me salen las lágrimas de la emoción cuando escucho a la Coral UDO Anzoátegui”. Esta agrupación representa la muestra cierta de esa juventud que anuncia musicalmente la presencia activa de esa Universidad que no cesa en sus labores; es agrupación imagen del Alma Máter laboriosa que tiene por finalidad el rescate de los elementos vivificadores del espíritu humano; es orfeón que con su hacer trabaja para armonizar y darle dulzura a la vida del habitante de este oriente venezolano y del ubicado fuera de sus fronteras. Cada concierto de la Coral de la Universidad de Oriente en Anzoátegui, son interminables jornadas de mediodías ofrecidos con la ilusión puesta en el éxito al llevar con igual fidelidad la inspiración del autor a esa audiencia que siente y aprecia la perfección; es la ilusión reflejada en la faz de cada integrante por hacerlo con excelencia; es vencer los obstáculos; es lograr que la precisión se imponga al superar la superficialidad; es el viaje a otros destinos y en grupo, a veces en condiciones de incomodidad extrema, mitigada por la presencia del instrumento salido espontáneamente en el momento más oportuno y que acompaña desde lo hondo de cada integrante los cantos nativos y expresivos del sentimiento que fluye de su profunda interioridad; es modelar perfección, disciplina, voluntad; es sustituir responsabilidades académicas inmediatas al ofrecer su recuperación en tiempos no previstos, ofrendados como dones a ese público que les apoya; es hacer el esfuerzo permanente porque el Hogar Académico sea realmente la Casa Más Alta del oriente venezolano. Por eso allí, vestidos sobriamente en el tarimado, ofrecen el concierto que combina la sonoridad con la precisión, haciendo que se produzca la eufonía que arrulla el entorno humano al arrancar los aplausos espontáneos de ese auditórium que si aprecia la calidad del esfuerzo. Discípulos Maestros Internarse en la profundidad de los afectos y sentimientos de cada uno de los coralistas, es encontrar respuestas a razones y decisiones de vida de unos jóvenes que han profundizado la necesidad de la formación estética en el humano y que además de una educación profesional de calidad, la Universidad le ofrece la posibilidad de vivir la experiencia de disfrutar de las mieles de la excelencia a través del canto. Muchos son jóvenes que comparten sus estudios en las más variadas disciplinas con su participación como integrantes de la Coral UDO Anzoátegui; otros, son los discípulos del ayer, hoy profesionales en ejercicio que acompañados con su sentido de pertenencia y responsabilidad sembrados en tiempos estudiantiles, los hacen perseverar en el movimiento coral universitario. Ese sentimiento es recogido en el verbo fluido de los actores expresados a viva voz, al narrar sus vivencias como portadores de sueños y alegrías recogidas en las emociones del público que les escucha, y de haber tenido la oportunidad al ser gestores de sus propios desafíos.

Oír por ejemplo a Octavio Salazar, barítono de la agrupación, quien con voz emocionada comparte su travesía en el Coro de la Universidad de Oriente Núcleo de Anzoátegui de la siguiente manera: “La Coral UDO Anzoátegui para mi representa familia, vida. Yo puedo decir que tengo una actividad laboral –me dedico a dirigir Coros- gracias al aprendizaje que he tenido con el Maestro Rafael Silveira al pertenecer a esta agrupación. La cátedra que aprendemos cuando hacemos los viajes internacionales, por ejemplo, y escuchamos esos majestuosos Coros de otros países, representa una experiencia única e inolvidable que va educándonos en la conciencia humana y por supuesto, en la parte musical”. Siendo estudiante de secundaria, Octavio formó parte de una cantoría coral dirigida precisamente por una integrante del Orfeón UDO Anzoátegui, hecho que representó su vinculación a la agrupación que dirige el profesor Rafael Silveira. Al ingresar a estudiar Licenciatura en Contaduría Pública en el Núcleo de Anzoátegui de la Universidad de Oriente en el año 1994, también se produce su incorporación a la Coral, evento que comenta con la emoción generada por ese hermoso pasaje vivo en el recuerdo: “El ingreso en mi caso fue por invitación del prof. Rafael Silveira. Yo había incursionado en el Movimiento Coral en el Estado en una agrupación cuya Directora pertenecía a la Coral UDO Anzoátegui y en 1994, cuando comencé mis estudios universitarios en el Núcleo de Anzoátegui de la UDO, recibo la llamada del prof. Silveira y recuerdo me dijo: `Octavio, me enteré que entraste a la Universidad: ¿Por qué no te incorporas a trabajar con nosotros?… tenemos una cantidad de proyectos muy ambiciosos por realizar y creo que puedes unirte a nuestra agrupación y pienso que te va a gustar… Acércate y conversamos…´ Me acerqué y me agradó mucho la planificación realizada. Seguidamente, el profesor me informó de un viaje para Alemania, aún cuando mi primera experiencia en presentaciones en el exterior fue en Trinidad, vivencia que defino como majestuosa porque me sentí inmerso en tres culturas bien definidas: la anglosajona, la hindú y la afro americana. A diferencia de nosotros en Venezuela al ser una raza mezclada, allá observé que estaban separados por sectores. Trinidad es un país bellísimo, con construcciones espectaculares y con un trato maravilloso dado hacia nosotros. Esa experiencia también nos dejó una gran enseñanza: vivir y superar la odisea de aquellos primeros tiempos de viajes, que en criollo decimos: ¡Comerse las verdes!... Tenía apenas tres meses de haber ingresado a la Coral pero me sentía preparado debido a la experiencia acumulada en el repertorio… realmente me fue fácil interpretar las piezas a pesar de mi corta incorporación. Inmediatamente de nuestra llegada de Trinidad nos fuimos a Colombia y el Maestro Silveira me asigna la responsabilidad de cantar un sólo en un auditórium internacional. Ahora me pregunto: ¿Qué más podía esperar una persona que le gusta cantar o sencillamente un aspirante a ser integrante de un orfeón a tener tan digna responsabilidad en los que 200 o 300 personas del mundo coral internacional te aplaudan?... lo considero el mejor premio”. Octavio culminó sus estudios universitarios como Licenciado en Contaduría Pública en la Universidad de Oriente ubicada en la ciudad de Puerto la Cruz; a

pesar de sus compromisos profesionales, sigue activo en la Coral de la UDO Anzoátegui, y reconoce a esta agrupación como una de las mejores escuelas de formación musical: “Durante todo el tiempo de estudios de mi carrera lo compartí con las actividades de la Coral; me gradué y por supuesto, he continuado con mi compromiso musical en el Coro. A todas aquellas personas que se interesen por la música y quieran de verdad aprender, la Coral de la Universidad de Oriente Núcleo de Anzoátegui es la mejor Escuela que pueden encontrar. A veces tenemos que alejarnos circunstancialmente, pero siempre volvemos, siempre hay un regreso. Ojalá todos pudieran vivir esta experiencia… de verdad no me arrepiento en ningún momento de nada de lo que he vivido en la Coral… de repente hemos tenido que dejar algunas cosas y ponerle prioridad al Coro porque estoy consciente que otras personas no lo harían porque no aman este trabajo como nosotros; pero todo ha valido la pena. Gracias a Dios ahora soy profesional… Viví la experiencia que pocos han podido experimentar y otros quisieran haber tenido; por ejemplo, viajar a más de siete países y actuar en los escenarios más exigentes a nivel mundial y sobre todo: formar parte de una gran familia… por eso dijo: el Coro UDO Anzoátegui siempre estará en mi corazón”. Concierto de afectos Revivir cada presentación de la Coral UDO Anzoátegui es sentir que el escenario vibra y se posa ante la excelencia del canto: precisión, armonía, belleza. Notas musicales combinadas en la perfección de las voces de sus integrantes se irradian y fluyen ante el silencio de admiración de un público que emocionado profesa el aplauso de reconocimiento. El Regina Coeli de Giovanni Pierluigi Da Palestrina o The Magic Flute de W. A. Mozart hacen su entrada a un concierto que llena de solemnidad la celebración. Un repertorio variado de composiciones latinoamericanas y venezolanas no se hacen esperar: Manisero de Moisés Simón; Guantanamera, popular cubano mueven los cuerpos, manos y labios de los asistentes quienes contagiadas por el ritmo, acompañan a la Cantoría. La voz del tenor Alfredo Torres por años escuchada resalta como solista y no perdiendo la oportunidad, expresa lo que ha significado ser integrante de esta agrupación musical universitaria: “Pertenecer a la Coral UDO Anzoátegui es una forma de vida. Mi participación en esta agrupación me ha permitido crecer como persona, como profesional, como músico. Ha sido una Escuela desde todo punto de vista, hasta desde la perspectiva organizativa porque para pertenecer y permanecer en el Coro hay que estar organizado: ensayar todos los mediodías y los fines de semana cuando vienen maestros que nos dan cursos o requerimos de actividades adicionales para alguna presentación que tengamos. Dejamos familia, estudios, casa, por estar allí”. Su sentido de responsabilidad y del reconocimiento al esfuerzo que por años se ha realizado para exhibir los logros del hoy, producto de superar dificultades, vencer barreras y de sumatorias de esfuerzos realizados por muchos,

representa una de las motivaciones para mantenerse vinculado al Orfeón UDO Anzoátegui: “Estamos conscientes que el Coro tiene que mantenerse, es un emblema a nivel internacional porque es uno de los mejores del mundo, inclusive en nuestro país somos una referencia obligada en la participación en festivales; en la grabación de CD; en la asesoría a agrupaciones corales en formación que nos solicitan consejos y orientaciones, al buscar en nosotros algún tipo de información”. Alfredo Torres está convencido de la existencia de una fuerza celestial que siempre les acompañan. Considera que cada uno de los integrantes ha sido fortalecido por Dios al darle esas condiciones naturales para la interpretación musical y al haberles abierto el camino para vivir la experiencia de ser coralista: “Los integrantes del Coro son excelentes estudiantes porque adquieren esos compromisos. Somos benditos. Este Coro está bendecido por Dios y la Santísima Virgen del Valle porque a pesar de los muchos problemas que hemos confrontado, con tensiones increíbles algunas veces, aquí estamos presentes en el Coro; aquí estamos nosotros y quiera Dios nos dé mucha vida para seguir adelante y ser mejores cada vez”. Igualmente considera que el apoyo familiar ha sido un valor importante en su integración a la agrupación coral: “Hemos tenido la suerte que nuestras familias se hayan integrado totalmente a la actividad coral porque ellos disfrutan de nuestros conciertos, de nuestros éxitos. Colaboran con nosotros arreglándonos las partituras, los uniformes; en fin, son parte de nuestra agrupación”. Está consciente de la misión que tienen como agrupación coral, especialmente en la siembra permanente de valores: “Somos un coro formador de buenos ciudadanos, queremos integrar a la máxima cantidad de personas para sumergirlos en esta sintonía. La coral UDO Anzoátegui es patrimonio cultural del Estado Anzoátegui y se lo ganado. Es realmente un orgullo compartir con todos los demás integrantes; llevar nuestra música, nuestro coro, al rincón más apartado del estado y del país, así como a cualquier escenario a nivel mundial. Esa es la idea, salir adelante y ser la referencia de lo que debe ser la Universidad de Oriente”. Detrás del “Breve Espacio en que no Estás” de Pablo Milanés y “Gota de Breve Rocío” de Manuel Felipe Rúgeles e Inocente Carreño, además de las múltiples interpretaciones del repertorio, están los arreglos musicales de Rafael Silveira y las composiciones de Pedro Haddad. La presencia de este último reflejando tranquilidad y sosiego imprime al conjunto el impulso requerido para la actuación. Agradecido nos relata su ingreso a la Coral: “Empecé en la Coral UDO Anzoátegui en el año 1983 invitado por el prof. Rafael Silveira para participar en el 1er Festival de Coros “Vinicio Adames” realizado en Barquisimeto. Este hecho fue el comienzo y ha representado casi mi vida coral completa. Desde ese momento ha sido una tarea continua, año por año, llena de perseverancia y satisfacciones”.

Su participación en la agrupación ha sido factor de formación y de crecimiento personal. Reconoce la importancia de la presencia que ha tenido el Coro a nivel nacional e internacional: “Sobre los viajes debo señalar que han sido experiencias inolvidables. Haber cantado con el Coro por primera vez en el Vaticano ha sido la panacea, el concierto más importante de mi vida; en ese momento, el único coro venezolano en acompañar una misa en el Vaticano. En mi vida profesional, la agrupación ha sido el modelo a seguir. A través del Coro, fui formado como coralista y después me tuve la experiencia en Caracas de estudiar composición musical. Hemos hecho composiciones; ha sido un camino muy largo; más de 25 años de dedicación al Coro UDO Anzoátegui”. El repertorio de composiciones venezolanas entonadas al estilo de “Mar de mi Esperanza” de Luis Cruz; “Polo Margariteño” con arreglo de Rafael Suárez o “Apure en un Viaje” de Genaro Prieto, entre otros, no se hacen esperar. Nuevamente los aplausos repetidos al compás de la solicitud a través del grito: “otra, otra…”, se expande como eco que retumba de la emoción, igual a la sentida por la coralista Gleidis Vega, quien se acercó por primera vez al Coro en búsqueda de la musicalidad para la boda de su hermano, y con el transcurso del tiempo encontró “la Marcha Nupcial” y el “Ave María” para ella. Su experiencia la recuerda evocando imágenes de su tiempo de ingreso: “Llegué a la agrupación por casualidad. Fui a preguntar si la Coral podía cantar en una boda de mi hermano. En ese momento, el prof. Rafael Silveira me preguntó: ¿Quieres cantar? Seguidamente me invitó a participar, comencé y me gustó. Desde allí he formado parte de esta magnífica agrupación musical: imagínense, me casé con un coralista; tengo un niño que aspiro sea también miembro de esta Coral cuando ingrese a la Universidad”. Gleidis es profesional de la Contaduría Pública egresada del Núcleo de Anzoátegui de la Universidad de Oriente y trabaja en el Alma Mater: “Para mí el coro forma parte de mi vida. En alguna oportunidad me he separado por razones de atención al niño; sin embargo, luego regreso. Ahora tengo la facilidad porque desde que culminé mis estudios universitarios trabajo en la Universidad, circunstancia que facilita mi participación en el Coro, aún cuando el niño exige nuestra presencia en el hogar, especialmente los mediodías, momento muy especial del compartir el almuerzo; sin embargo, nos las arreglamos para cumplir también con los compromisos de los ensayos. Los conciertos son experiencias bellas, importantes, siempre en cada viaje nos hemos beneficiado en algo: escuchando a otros coros; viviendo nuevas realidades; compartiendo con otras culturas; han sido vivencias muy provechosas que han marcado parte de la historia del Coro de la Universidad de Oriente. Siempre quedando bien, tratando de hacer lo mejor posible porque representamos y somos la imagen de la Casa más Alta”. La historia de la Coral de la Casa más Alta en Anzoátegui está asociada a interpretaciones como “Amor de Conuco” de Juan Luís Guerra. La voz de Walter Salinas se ha repetido en cada presentación al escucharlo como solista. Ese mismo sentimiento manifestado en el canto lo expresa con palabras a viva voz al

referirse a esta Cantoría: “Ser miembro de la Coral UDO ANZOÁTEGUI ha sido uno de los mayores privilegios que he tenido en mi vida. Mi experiencia en la Coral me ha enseñado lo pequeño que somos como individuos pero lo grande que representamos como esfuerzo. Por eso sé que ha sido maravilloso haber experimentado esta vivencia, porque siento que siempre en el caminar juntos, vamos construyendo cosas hermosas al sembrar de sensibilidad a cada miembro de ese auditórium que nos escucha. Cada pieza nueva es un mundo inédito que descubrimos, pero dentro de todo existe la uniformidad al sentir que hacemos lo que nos gusta, al compartir la aventura de los mediodías de ensayos, los conciertos, los viajes. Concluyo con una reflexión: El secreto de la vida es no ser indiferente, podrás no buscar a la gente para ayudarlas, pero si la tienes enfrente… ayúdala”. Nuevos rostros Nuevos rostros producto de la dinámica de la vida universitaria aparecen en la escena y en la historia del canto coral de la Universidad de Oriente, junto a piezas musicales como Habladurías de Manuel Rodriguez y Antonio Estévez; Peleas con arreglo de Rafael Silveira y Barcelonesa de Enrique Hidalgo, ahora interpretadas en las voces de nuevos integrantes se rememoran: Andrea Tachinamo, Marielis Lorenzo, Vanessa Cardozo, Fabiana Rodríguez, María Rebolledo y José Saúl Zambrano, entre otros, incorporados comentan en armonía grupal su percepción de la importancia que en su formación ha representado ser integrante de una agrupación tan prestigiosa como la Coral de la Casa que viene y va al Pueblo. Para Andrea ser integrante de la Coral de la Universidad de Oriente Núcleo de Anzoátegui ha sido una de las experiencias más importantes que le han sucedido en la vida; no sólo le cambia como persona, sino también invade las dimensiones artísticas y culturales. Tiene año y medio en la Coral y ha sentido la influencia positiva; el deseo de seguir adelante, demostrando que las grandes cosas se logran a través del trabajo intenso y el ensayo permanente para lograr la perfección alcanzada. Igualmente, para Marielis Lorenzo “El coro ha significado un cambio en mi vida demasiado trascendente. Yo entré a la universidad con mi meta de graduarme de ingeniero y de repente me vi como integrante del Coro: ese hecho cambió mi vida por completo, a tal punto de querer que la música esté en mí siempre. Ingresé en el año 2006, y he sentido el aporte en mi formación… la experiencia de los viajes es súper impactante: conocer a otros coros y la cultura de otros países, observar la técnica que utilizan, son enseñanzas que aprendemos de esa vinculación y de esas vivencias”. Con igual fidelidad expresiva, Vanessa Cardozo, otra de las jóvenes integrantes de la Coral Universitaria considera que la buena dirección ha sido una de las variables fundamentales por las que el Coro de la UDO tenga los niveles de excelencia en cada presentación. Saber armonizar todas las voces y transmitirles ese amor por la música, permitiéndoles que fluyan todas las potencialidades musicales que llevan por dentro ha sido el gran secreto. Asimismo, Fabiana Rodríguez esta nueva etapa de su vida en una agrupación que regala despertares: “Ha representado una meta lograda, un sueño que tenía desde hacía

mucho tiempo y que al final lo logré. A través de mi dedicación y esfuerzo, pero sobre todo por el apoyo del profesor Rafael Silveira y de los compañeros coralistas he logrado integrarme a este hermoso proyecto que requiere compenetrarse en la actividad realizada; seguir al director; llegar al clima emocional logrado a través del canto; alcanzar un éxtasis en las que corren las mejores emociones por la sangre. Una mención especial a esos mediodías como representación de esos mejores momentos de mi vida. Al llegar al ensayo se dejan todos los problemas afuera y nos olvidamos que existen”. En la profundidad de la reflexión, se oye el eco de la voz de Cecilia Hernández cuando con fluidez y convencimiento interno relata: “Es un orgullo pertenecer a este coro y trabajar cada día; poder esforzarnos cada vez más y tener nuevos retos en esos mediodías mágicos”. Entre canto y canto, María Rebolledo entra en escena: “Todos los días aprendemos algo que nos hace crecer como coralistas… es todo un tiempo resumido en una satisfacción del momento”, opinión complementada por José Saúl Zambrano quien con voz sembrada por el afecto hacia el Alma Mater dice: “Trabajar todos los días para hacer el trabajo lo más impecable posible es nuestro compromiso. Tengo dos años y medio en la Coral y ha sido una experiencia inolvidable; el compartir con otros coros de cierto nivel ha sido una vivencia gratificante… el hecho de que otros pueblos admiren tanto la música nuestra me marcó profundamente”. Suena “Caballo Viejo” de Simón Díaz y aparecen los acordes del verbo de una ex – coralista que en esta oportunidad se exhibe como auditórium representando a ese maravilloso pública, razón de ser de la agrupación. Diana García, profesional de la Ingeniería Química formada en las entrañas de la Casa más Alta, emocionada ofrece el testimonio de lo que ha representado ser miembro de esta Cantoría Coral: “Ser integrante de la Coral UDO Anzoátegui fue una experiencia bellísima que viví en mi etapa estudiantil. Hacer los mejores amigos dentro del coro, una vivencia de verdad que me engrandeció como persona, siendo muy importante en mi etapa juvenil en la que realmente disfruté cada momento, cada concierto. Ahora que escucho a la Coral, siento una experiencia maravillosa al observar como ha crecido en integrantes y en calidad; como muchos se han mantenido en el tiempo; como ese espíritu que hubo desde el principio ha permanecido y ha mejorado. Ver como Rafael Silveira ha hecho que el coro crezca; que actúe cada vez con mayor grado de excelencia, me produce un placer y una satisfacción que se renueva cada vez que los escucho. Entré al coro en el año 1980 y algo. Recuerdo que al salir de clases me desplazaba rápidamente porque teníamos ensayo los mediodías. La disciplina fue pilar fundamental porque no era sólo cantar; representaba algo más hermoso: sentir los aplausos del público por los niveles de excelencia que lográbamos. Mi mensaje es que no decaigan; que mantengan ese nivel de excelencia que siempre ha caracterizado a la Coral UDO Anzoátegui”. Sentido de compromiso La responsabilidad coral no solamente es manifestada en la interpretación como integrante de un movimiento sublime de canto coral; en muchos casos le son asignadas responsabilidades vinculadas a la planificación y organización.

Escuchar al actual Coordinador Jesús Guzmán nos sumerge en esa percepción que reflejan la mayoría de los cantantes: “Tengo mucho tiempo en el mundo coral, pero siempre observé a la Coral de la UDO como la máxima exponente del Movimiento Coral del Estado, y de hecho, mis tres años que tengo en la agrupación han sido realmente formativos, porque muchas veces uno cree que ha llegado a un tope, a lo máximo, y no es así, cuando uno entra a una institución que tiene 40 años de fundada, muchos con el profesor Rafael Silveira y con los muchachos que también tienen varios años y que nos conocemos desde hace tiempo, pero que no habíamos compartido como grupo como tal, nos alimentamos mucho de esa oportunidad que hace el milagro de crecer enormemente y sentirse orgulloso de representar a la Casa más Alta, al Estado y al país especialmente cuando salimos al exterior. Las vivencias nacionales e internacionales son totalmente diferentes unas más que otras. Obviamente que interpretar en casa, cantar con tu público que conoce tu trayectoria es una experiencia muy enriquecedora desde el punto de vista folklórico o de crecimiento grupal, personal; contar con nuestros familiares y amigos que nos apoyan; cuando son conciertos afuera son un poquito más exigentes; son diferentes porque estamos cargando a cuestas una bandera, un escudo, un himno, llevar y representar a 28 o 29 millones de habitantes, porque la Coral al ser patrimonio artístico del Estado Anzoátegui y presentarse en escenarios internacionales, sale a representar a todos los estados y se transforma en el Coro de Venezuela”. Aplausos de despedida Suena el “Alma Llanera” y nuevamente la Coral de la Universidad de Oriente Núcleo de Anzoátegui arranca las emociones de cada uno de los asistentes al concierto, ratificando con aplausos interminables que la excelencia se ha hecho presente al confirmar el compromiso institucional de ser la digna representación de la Casa más Alta del oriente venezolano, la Universidad que viene y va al pueblo.

CAPÍTULO II ANTECEDENTES E INICIOS DE LA CORAL UDO ANZOÁTEGUI Jesús Eduardo González

ANTECEDENTES E INICIOS DE LA CORAL UDO ANZOÁTEGUI Jesús Eduardo González El Coro de la Universidad de Oriente Núcleo de Anzoátegui nace oficialmente en 1970; sin embargo, su génesis está ubicada en la década precedente, periodo en el que existieron varios coros conducidos por Mons. Secondo Ferrero, Maestro de Capilla de la Catedral de Barcelona, quien fuera de los muros del Sagrado Templo donde se veneran las reliquias de San Celestino, y con su fuerte carácter de músico italiano, dirigía estos grupos integrados por jóvenes estudiantes de los Liceos “Juan Manuel Cajigal” de Barcelona , “Tomás Alfaro Calatrava” y del Colegio Madre María Rosa Molas, ubicados en Puerto La Cruz, además del Orfeón Polifónico de la Radio Emisora “Ondas Porteñas”. Cada una de las mencionadas Instituciones tenía su propio Orfeón, pero cuando las circunstancias lo demandaban, se convertían en un solo Coro, un solo canto, como cuando se animó la primera Misa en idioma castellano, presidida por el Excelentísimo Obispo de Barcelona, Mons. Ángel Pérez Cisneros, una vez finalizado el Concilio Vaticano II, el cual permitió las celebraciones litúrgicas en lengua vernácula. Esta Cantoría unificada, suerte de coro “portátil e itinerante”, ensayaba en el Auditórium de la Emisora, cuyos estudios estaban en la calle Libertad de Puerto La Cruz y en muchísimas ocasiones en la sede del Instituto Tecnológico de la Universidad de Oriente en el Centro Comercial “Mario Sánchez”. Sus instalaciones se nos hicieron tan cercanas, que desde allí comenzamos a

amar al Alma Mater, aún sin pertenecer a ella. En esa Sede se realizó un Festival de Coros organizado por Mons. Ferrero y la Prof. Esla de Andriolo. El Instituto Tecnológico mudó sus aulas, talleres y oficinas a la Sede definitiva inaugurada por el Presidente Raúl Leoni en los inicios de 1969, y mientras continuaba formando Tecnólogos e Ingenieros, abría sus puertas a la primera cohorte de estudiantes que iniciaban sus estudios de Contaduría Pública. Durante el año 1970, siendo estudiantes universitarios, coincidimos en la sede definitiva algunos de los integrantes del “coro unificado” de Mons. Ferrero con alumnos de las tres opciones que se dictaban en el Tecnológico. Las intenciones de formar un coro tuvieron eco en las inquietudes musicales del Ingeniero y Arquitecto dominicano Ángel Nessy Tanuz, profesor de Matemáticas adscrito al Departamento de Contaduría Pública. La primera de varias actuaciones fue en el acto de recibimiento de nuevos estudiantes. El Profesor Edgard Martínez fue llamado por las autoridades del Núcleo para reorganizar el Coro, convirtiéndose así en su primer Director oficial. Para ese momento el Profesor Abilio Suárez era Delegado de Extensión Cultural. Por gestiones del Prof. Juan Peñate, Jefe del Dpto. de Contaduría Pública se otorgó a los miembros del Coro el Reconocimiento de Créditos Académicos como materia humanística, extensiva a estudiantes de Ingeniería. Posteriormente, el Núcleo contrató a Luis María Garmendia, artista plástico de origen vasco para dirigir el Coro, en la breve gestión del Prof. Antonio Marcano como Delegado de Extensión Cultural. A Garmendia le sucedió el joven músico Lamberto Piumi, antes que asumiera su conducción el Egregio Maestro Rafael Silveira, quien ha guiado a esta agrupación de alta calidad interpretativa, por auditorios nacionales e internacionales, hasta la celebración de estas cuatro décadas. El Coro de la Universidad de Oriente, Núcleo de Anzoátegui, camina de la mano del Maestro Silveira hacia la gran fiesta de sus Bodas de Oro.

EL RENACER DE LAS VOCES Josefina Laborit

EL RENACER DE LAS VOCES Josefina Laborit Transcurre el año de 1980, un grupo de jóvenes, todos estudiantes, nos reuníamos a cantar a mediodía, luego de acudir al comedor universitario, en los pasillos y en la grama donde están ubicados los chaguaramos en la entrada principal, un día un joven músico, alumno de los Cursos Básicos de Humanidades de nombre Lamberto Piumi, quien todos los días observaba al grupo de estudiantes cantando, conversa con nosotros y decide reorganizar la coral, la cual tenía aproximadamente 5 años sin funcionar. Es así como aquel lunes 24 de noviembre de 1980, se iniciaron en horas del mediodía los ensayos en las instalaciones de la Delegación de Extensión Universitaria, donde hoy están las Oficinas de Control de Estudios en el edificio del Decanato. El primer grupo de la Coral reestructura, estuvo conformado por los siguientes integrantes: sopranos: Vivelin Rojas, Semida Peraza y Edith Molina. Contraltos: Primavera Rojas, Irma Vásquez y Josefina Laborit. Tenores: Boris Barrios, Javier Monagas, Pedro Labana y Leonel Longart. Bajos: Osmel Luces y Leo Forte. El año 1981 fue de preparación, ensayos, ausencia y encuentros. Las primeras obras ensayadas: Marcha de la Creación, Soben Michiabon Tempo, la Culebra, el Pavo, Canción de la Juventud y el Himno de la Universidad de Oriente. El jueves 13 de mayo de 1982, a las 5 p.m., en el auditorio del Núcleo de Anzoátegui se presenta formalmente la Coral Universitaria. En junio del mismo año en los Liceos Anzoátegui y Francisco Salias; en este último instituto cursé mis estudios de bachillerato. En este mismo año, el número de integrantes se incrementan significativamente, teniendo como causal fundamental el entusiasmo

y la motivación que observaban en nuestro trabajo. Curiosamente, ni siquiera teníamos uniformes para realizar las presentaciones. El entonces Director, Lamberto Piumi debía ir a Francia a realizar estudios superiores de música. Recuerdo que al darnos la noticia, nos comentó: “Muchachos, debo marcharme a Europa a continuar estudios, es por mi superación personal; pero los voy a dejar con un excelente Director, el profesor Rafael Silveira.” El lunes 4 de octubre de 1982, asume el prof. Rafael Silveira la Dirección de la Coral, quien ha sido el gran artífice y constructor de lo que es hoy patrimonio artístico y cultural del estado Anzoátegui, declarado así, en octubre de 1995. Recuerdo una anécdota que siempre me ha acompañado: aquel mediodía, esperábamos con gran ansiedad al nuevo director; al llegar y dar los buenos días seguidamente expresó lo siguiente: “Voy a dar la vuelta, la persona que se quiera ir puede hacerlo en este momento; me quedaré con aquellos que quieran trabajar”. Todos los presentes comenzamos a intercambiar miradas reflejando la expresion que caracteriza la gallardía del estudiante universitario; por supuesto, nadie se fue. Al dar la vuelta expresó: “Estamos comenzando bien; si ustedes son personas de reto, yo también lo soy, ahora a trabajar”. El primer concierto fue en diciembre 1982 en el Teatro “Cajigal” de Barcelona, en un “cantico de navidad”. Entre las interpretaciones estaban: Campanas de Ucrania; Dime si es Pascua y Fulía de Cumaná. En abril de 1983, se realizaron presentaciones en una escuela de la población de Santa Fe en el estado Sucre y en Auditorio del Núcleo de Anzoátegui. El programa estuvo compuesto por: Campanas de Ucrania; el Pavo, Cántico; mi Merengue; Cuando llegaste a mi (cuya autoría es de Rafael Silveira) y Himno de la UDO. 1 de junio de 1983 auditorio Núcleo de Sucre. El 13 de junio de ese mismo año, La coral UDO Anzoátegui ofreció un concierto de gala en el auditorio, en los que se destacaron nuestros primeros solistas. Por cierto, la primera solista era Magdalena Sanchez, a quien cariñosamente llamábamos “Mamalena” y el primer solista: Boris Barrios. También en julio, se ofreció un concierto en el Teatro Cajigal, invitados para la promoción del Liceo “Mercedes de Pérez Freites de la ciudad capital del estado Anzoátegui. Igualmente, el 24 de julio en el Salón Fénix del entonces Hotel Meliá Puerto la Cruz, se participó en el Oratorio a Bolívar, destacándose el Canto a Bolívar de Juan Bautista Plaza. Estos conciertos fueron el preámbulo a las presentaciones que desde el 8 al 12 octubre de 1983, tendría la Coral en la ciudad de Barquisimeto, en el I Festival “Vinicio Adames”, invitados por Michel Eustache, director artístico del movimiento coral “Cantemos” de la Fundación “Schola Cantorum” de Caracas. Los conciertos fueron en Duaca, Quibor, Cabudare y el Politécnico “Lisandro Alvarado”. Recuerdo que este viaje, como muchos otros, lo hicimos en un autobús de la ruta universitaria, y al llegar tan agotados, nos acostamos en el pavimento. Cuando las personas nos veían preguntaban: “¿quiénes son esos: ah! esa es la gente de oriente”.

Luego del primer concierto, en el comedor de la Villa Bolivariana, ya las personas nos reconocían y decían: “Ustedes son los de oriente, de la universidad que está en Puerto la Cruz”, lo que hacía que reaccionáramos y contestábamos: “Y también de la que está en Cumaná, Margarita, Maturín y Ciudad Bolívar; si nosotros somos de la Universidad de Oriente”. En cuanto al uniforme, contábamos con una bata otorgada por las autoridades universitarias y en uniforme informal, integrado por camisa azul donada por el Sindicato de Obreros y pantalones bluejeans de nuestra propiedad. Así siguieron presentaciones en diferentes escenarios, escuela, liceos y encuentros con otras corales. En octubre de 1984, del 24 al 28 en la ciudad de Maracay en el estado Aragua, participamos en el I Festival Coral, invitados por Norma Herrera, secretaria de Cultura de dicho estado. En esta etapa se encuentra con nosotros, el prof. Pedro Haddad, cumpliendo las funciones de subdirector. Ante tantas dificultades económicas, decidimos convocar una asamblea en el auditorio para informar a la comunidad universitaria sobre la situación mencionada, ésta se realizó el 26 de noviembre de 1984 teniendo como objetivo sensibilizar a las autoridades decanales del momento. Por supuesto, en diciembre realizamos el tradicional concierto navideño. Para estos años y en búsqueda de recursos financieros, nos dirigíamos al Paseo Colón; a las urbanizaciones de Lechería, Puerto la Cruz y Guanta a cantar en la calle, “si, en plena vía”. Rafael Silveira, nuestro Director nos decía: “Tenemos que enseñarle a las personas que es la música coral; si queremos tener público, que escuchen nuestras interpretaciones. Debemos educar el oído de ellos para que no se fastidien cuando la escuchen en alguna oportunidad”. Fueron jornadas difíciles, pero muy gratificantes. Recuerdo que en el Restaurant “Fuentemar” que se encontraba ubicado en el paseo Colón, solicitamos permiso y para cantar en el local; no era la primera vez. En esa oportunidad se encontraba una señora que había cantado en el orfeón de la UCV. Visiblemente emocionada, nos regalo 500 bolívares, dinero que nos sirvió para completar el costo total para la compra de un cuatro. En mayo de 1985, participamos en el Primer Encuentro de Corales del Sur, en Puerto Ordaz, auspiciado por la Corporación Venezolana de Guayana. Debo nombrar en este momento al chofer que siempre nos acompañó en la gran mayoría de nuestros viajes, quien en muchas ocasiones viajó sin viáticos por el placer de estar con nosotros, él es nuestro querido “Pericoco”, hoy jubilado de la Universidad. El 14 de julio de ese mismo año, realizamos el Primer Concierto de Gala en la Galería de Arte Moderno de Puerto la Cruz, estrenándose en esa ocasión: Romance del Tirano Aguirre. Actuaron como solistas: Magdalena Sanchez y el prof. Roberto Rojas, maestro y pionero del movimiento coral del estado Anzoátegui. En octubre de 1985, del 19 al 27, la Coral participó en el II Festival Coral Maracay 85, en homenaje a Luis Laguna. En diciembre de 1985, del 11 al

14, el I Encuentro de Voces Corales; en el concierto realizado el 13 de diciembre en la Iglesia Santa Lucia en la Urbanización Boyacá de Barcelona. En ese momento, me despido de la participación activa en la coral; no obstante, continué acompañando en la organización de múltiples actividades. A continuación me permito recordar la nómina de todos los integrantes que conformaban o habían integrado la Coral hasta esa fecha: NÓMINA DEL CORO REGISTRADA DESDE 1982 HASTA 1985 SOPRANOS

CONTRALTOS

TENORES

BAJOS-BARITONOS

Milagros Coraspe

Alexandra Vergara

Boris Barrios

Leo Forte

Betilde Pérez

María Elena Ramirez

Javier Monagas

Osmel Luces

Graciela González

Irma Vásquez

Leonel Longart

Andy Gómez

Semida Peraza

Josefina Laborit

Pascual Castillo

Jesús Medina

Esmeira Gimón

Mery Barrera

Oscar Zapata

Douglas Rodríguez

Francia Castillo

Diana García

Ángel Echeverría

Edmundo Minguet

Marly Torrealba

Judith Bedoya

Saúl Betancourt

Igor Márquez

Ninoska Iguaro

Mariela Arias

David Rondón

José L. Lugo

Yadira Zurita

Ana María Delgado

Marcos Nuñez

Francisco R. Heredia

Thais Rompapas

Simara Zurita

Adrián Salazar

Lamberto Piumi

Betzaida Serrano

Anabel Gutiérrez

Rodolfo Hernández

Cruz Espinoza

Edith Molina A.

Beatriz Grau

Ángel Gordonez

Ángelo del Nunzio

Sonia Zurita

Elvira Gutiérrez

Alfredo Torres

Pedro Haddad

Milagros García

Norka Domeneche

Miguel Goatache

Rolando Pereira

Magdalena Sánchez

Alejandra Urbaneja

Enzo Carvajal

José Heredia

Iris Casado

Marilyn Díaz

Alfredo Oramas

Cesar de los Ríos

Maribel de Echeverría

Lesbia Luna

Juan Ugas

Eudis García

Mayram Canozo

María Gabriela Estaba

Marco Velásquez

Giovanny Salazar

Mariela Estaba Lolimar Golindano Lourdes Mata Janett Torres Carolina Delgado Isolia Jiménez Yumirna Aparicio Ismeris Sandoval Yenny Vargas

En el periodo 1986-1988, la Coral participó en el Segundo Festival “Vinicio Adames”; III Festival Nacional Competitivo “Antonio Estévez”, donde obtuvo el máximo galardón como “Coro de Cámara”; IV Festival de Corales de la Universidad Santa María; IX Festival Coral Homenaje a Vicente Emilio Sojo en el centenario de su nacimiento; Primer Festival Nacional de Coros en Maturín; II, III y IV Festival Nacional de Coros Universitarios. En el año 1988, del 18 al 25 de septiembre participa en el II Festival Latinoamericano de Coros, el día viernes 23, hora 7:30 p.m., se presenta la coral en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela. En este momento, veía cristalizado un sueño, ver y escuchar a mi amada Coral en el Aula Magna de la UCV. Al salir de la presentación, Rafael y yo nos abrazamos emocionados, y le dije en ese momento: “Ahora le corresponde al extranjero; la Coral debe ir más allá de las fronteras de la Patria”, y así fue. En ese viaje nos acompañó la Sra. Eglé de Santís, mujer de alta calidad humana y artística, quien desinteresadamente y dando lo mejor de si, colaboró por muchos años con la Coral. Es importante resaltar la labor desarrollada durante todos estos años, producto de un gran trabajo, quienes además del Director y los Coralistas, debemos destacar el apoyo incondicional de familiares, amigos, autoridades universitarias y demás organizaciones públicas y privadas, sin cuya solidaridad no hubiese sido posible que hoy, nuestra máxima Casa de Estudios puede mostrar con orgullo al mundo entero, la agrupación de varios jóvenes unidos por los lazos de la amistad, la fraternidad y la alegría, que proporciona el amor por el canto y la música. El agradecimiento especial al Maestro Rafael Silveira, quien ha sido el gran artífice y constructor de lo que hoy es patrimonio artístico y cultural del estado Anzoátegui; su tenacidad, deseo de hacer las cosas bien y profundo amor por el trabajo musical han hecho del coro, una agrupación que trasciende en el tiempo. A manera de conclusión, quisiera recordar un pensamiento de la Madre Teresa de Calcuta cuando decía: “Cuando por los años no puedas correr, trota; cuando no puedas trotar, camina; cuando no puedas caminar, usa el bastón, pero nunca te detengas”.

SEMPITERNA MISIÓN César Rojas

SEMPITERNA MISIÓN César Rojas Tempo Primo Caminando hacia el sendero de la vida adulta, trascendiendo una niñez que se prolongó por mucho tiempo, consciente que aún pululaban en mi mente aquellos sueños de Cuentos de Hadas y mágicas soluciones a las situaciones que vivía, de pronto, y gracias a los dones divinos que Dios nos entrega como hermosas bendiciones, llegue a un lugar donde alguna vez soñé estar; un espacio que representó en algún momento de mi vida una utopía. Desde lejos leía en ocasiones las reseñas publicadas en los periódicos locales, las aclamadas interpretaciones de una agrupación musical que para los músicos que hemos crecido en esta última generación, ha sido verdad iconográfica y que ha dado a muchos vocalistas la posibilidad de aspirar formar parte de sus filas para participar en instituciones de gran valía artística. Ya eran por muchos conocidos, aquellos triunfos en el Festival Vinicio Adames, en el Aula Magna de la Universidad Central y en el Auditorio del Núcleo de la Universidad de Oriente en Anzoátegui, La Alta Casa que obligatoriamente todos visitamos en busca de la elevación del conocimiento como principal misión, y en la que una vez dentro de ella, descubrimos un incalculable número de nuevos propósitos, a decir: desde la mejora y dedicación a la investigación científica hasta la consagración en actividades de complementariedad que hoy en día son ejemplo de dignidad, reseñados en los innumerables cortes noticiosos de la página electrónica del Alma Mater, o bien las que resaltan en la prensa y en los innumerables informes de las actividades que de manera extra académica organizan nuestros profesores y estudiantes paralelamente a las académicas.

Una de esas misiones de la Institución la aprendí en el discurrir de mi presencia en la universidad, pero más específicamente, sin saberlo, aquel día, en ese inmenso salón formador de temores y búsquedas donde un día, después de tanto pensar y pensar irrumpí, cargando conmigo un morral de deseos, intenciones, admiraciones, miedos y otros tantos haberes que en ese momento poseía mi inmadura existencia. Sin más experiencia que la aprendida en el hogar de mis padres y en el Liceo donde alcancé el grado de bachiller, de pronto me sentí rodeado de personas adultas que cotejaban una tertulia llena con una apreciable carga de pasión, gente que tenía una observancia absolutista de su participación musical en aquella agrupación. Los vocablos usados en esa tertulia viajaban desde los más afanosos y rebuscados verbos de magnífica conjugación, adornados con hermosa y en ocasiones desconocida sonoridad para mi, hasta las más altisonantes palabras del cotidiano hablar de nuestra sociedad; no expreso altisonantes en vano, sencillamente es la existencia del recato en el relatar de este evento para no desdibujar la historia. Ciertamente, era una encarnizada pelea en la que se hacía un balance post viaje al regresar de una gira fuera del país, y evaluar las actuaciones individuales y colectivas de todos, desde los más nuevos cantantes hasta la más alta directriz organizativa y musical de la agrupación. En aquel momento trascendente por demás, observé que ingresar a esta cofradía representaba asumir responsabilidades y que para quienes la conformaban, no era cosa de juegos. La mayoría incluyendo al director, me hacían experimentar un dejo de desatención, hasta que el máximo conductor me exhortó a intervenir en la disertación solicitando mi opinión de lo planteado. Craso error emitir tal bosquejo, pues aquella declaración un poco disparatada por no conocer bien lo que sucedía pero anhelante por participar de alguna manera, no tuvo la correspondencia esperada en la mayoría de los presentes. Supuse que lógicamente entendieron que no podía emitir una opinión válida al desconocer por completo los detalles de las situaciones comentadas. Fueron dos largas horas transcurridas para lograr que el director me hiciera la tan esperada audición de ingreso. Este caballero, poseedor de la virtud de atemorizar con sus solicitudes musicales, aderezado por la presencia de algunos integrantes rezagados que aún no abandonaban la sala, fueron suficientes para que en lugar de desvanecer mis ímpetus, me llenara de mucho más ánimo. Antes de subir a las tablas de aquel auditórium, con mis movimientos y demás acciones encomendadas previamente a la Santísima Trinidad a quien siempre acudía en oración en los momentos de desasosiego, llegué y me ubiqué frente aquel hermosísimo piano de ¾ cola; entoné todos y cada uno de los sonidos que me solicitaban hacer: graves, medios y agudos, y es así como me definieron temporalmente en la cuerda de Barítonos y como vestigio histórico, desde ese momento comenzó mi sempiterno tránsito por el Coro de la Universidad de Oriente – Núcleo de Anzoátegui.

Allegro ma non troppo La inefable proyección del Coro de la Universidad de Oriente – Anzoátegui llenaba cada vez más mis afectos; escapar de clase o faltar a alguna otra actividad donde mi presencia era necesaria se convertía poco a poco en el lugar común de mi diario acontecer estudiantil. Igualmente lo era para la mayoría de mis compañeros del coro a quienes recuerdo brillar sus ojos al comentar el repertorio de canciones que estábamos aprendiendo, hecho que se transformaba en un reto llegar al encuentro de todos y demostrar que se tenía dominio de cada obra a interpretar. No consideré jamás una competencia individual entre intérpretes, más bien representaba un pudor global y natural que movía y estimulaban las ganas de alcanzar la perfección; ese ambiente respirado se convertía en pasión por la excelencia, virtud que afortunadamente todavía aún hoy persiste. Podíamos desarrollar eficazmente un amplio programa musical, los coralistas “devoraban” partituras de canciones; el aprendizaje era muy veloz, pero lo que más trabajo solicitaba sin duda alguna, era la minuciosa observación de cada pasaje de un tema, detenidamente una y otra vez buscando algo que en principio me costaba mirar. El director obligaba a repasar miles de veces las secciones donde sentía inconformidad; en ocasiones era frustrante repetir, después de recibir una briosa carga de llamadas de atención para mejorar cada afinación; cada frase; cada respiración; cada interpretación de la poesía que era esencia de esa música en estudio. Confieso que en las muchas oportunidades de esas repeticiones, jamás note diferencia alguna; asumo que aún hoy, el máximo conductor identifica esas disparidades. Pero más allá de lo artístico, estaba aquella lógica y obligada razón de las muchas tertulias que oportunamente detenían la consecuente reunión de ensayos en el horario de almuerzos. Paralelamente, al unísono con lo que era una verdadera pasión en mi vida, queriendo dar cada vez más de mí, me fui vinculando a otras necesidades que también eran parte del ajedrez del Coro de la Universidad de Oriente, en el que cada movimiento repercutía en el rendimiento de todo el grupo y donde la autonomía de la asamblea frente a cada ente individual era total. Cada detalle podía ser tratado frente a todos como en efecto se hacía, convirtiéndose en sesiones de aportes que precisaban que cuando algo no funcionaba según lo planeado, se convertía en una tormenta de ideas para quienes tenían la directriz directa del desarrollo de esa actividad. Tal como sucede en la vida real, en ocasiones las planificaciones sufrían reveses: fallaba el transporte; el hotel; el distribuidor de la comida que debía recibir la agrupación; en fin, esas limitaciones generaban caos temporales que también de manera acertada eran resueltos al momento, pero que lógicamente generaban malestar en la mayoría. Tuve la oportunidad de conocer a personas cuya metodología de actuación estaban signadas por la calidad. Eran Tratados ambulantes del coordinar agrupaciones de personas donde confluyen treinta o más pensamientos diferentes; ideologías políticas; razas; religiones; etc. Estos inteligentes hombres y mujeres sabían solventar situaciones que para mí eran abismos profundos, y es que esos personajes que fungieron de coordinadores de

las actividades logísticas y administrativas en mis tiempos de nuevo ingreso, eran unos titanes, porque además coordinaban a una agrupación integrada por gente cuyo nivel intelectual los hacía llevar al detalle cada actividad, con presencia en todos los espacios, llevando una secuencia de los movimientos de la agrupación. En resumen, todos seguían el mismo ritmo; nadie actuaba con protagonismo, la solidez era común y estaba presente en la totalidad. En principio Fabiola, luego Saúl y más tarde Betty representaron la mejor enciclopedia viviente; el mayor y mejor compendio de metodologías diversas para resolución de problemas. Cada quien tenía un estilo definido; Fabiola era impulsiva, acertada, infalible; su juventud significaba su mayor fortaleza, conocía los medios informáticos y se valía de ellos para lograr la información que fuera necesaria. Saúl era el eterno profesor: metódico, conciso, eficaz y entregado. No dejaba nada al azar y resolvía personalmente todo cuanto se presentara; quizás por esa razón se le veía siempre cargado con mayor estrés que ningún otro. Mi amada Betty, mi grande y mejor amiga, esa que por ser tan amable y maravillosamente sensible me pidió presencia muchas veces en las actividades de coordinación y fue quien me hizo acercarme mucho más a esas inagotables horas de planificación y ejecución de actividades. Eran tiempos en los que la Universidad comenzaba a vivir una crisis económica que aún persiste, de tal forma que se hacía imprescindible la organización de acciones de autogestión que en principio no sobrepasaban los muros del campus universitario. Recuerdo nuestra presencia en eventos como el ingreso de nuevos alumnos; los velorios de cruz; las actividades artísticas; los congresos y cualquier otra programación que dentro de la Universidad se presentase, ahí estábamos un grupo del Coro en representación de todos. En la mayoría cantábamos los protocolos de instalación y cierre de la actividad pero en todos, con el permiso de las autoridades, armábamos un “Stand” para vender comidas, bebidas y hasta dulces que eran preparados por nosotros mismos para crear o hacer crecer un fondo de recursos financieros que propendía a la compra de nuestras más básicas necesidades como: fotocopias, material de oficina, artículos de limpieza e incluso compra de uniformes o el pago de una parte de ellos. Sforzando Cierto día, después que por el llamado del altísimo Saúl nos dejase y por motivos de salud de mi queridísima Betty quien cada día se alejaba más de los ensayos, mientras Fabiola asumía cargos de mayor relevancia propios de su trabajo que forzadamente la hacían apartarse físicamente de nuestras sesiones de practica coral, se sentía la ausencia de una figura ejecutiva que se encargara de la planificación, ejecución y coordinación de las actividades inherentes a la administración del Coro. Recuerdo que de manos de la misma Betty y firmada por el director, recibí una comunicación interna donde se me designaba para ejercer las labores de Coordinador. Era un formalismo tal de esa misiva que dicha designación no vinculante laboralmente a la Universidad, salvo la figura estudiantil beneficiaria de una ayudantía de 20 Bs., que mensualmente percibía al igual que otros alumnos regulares que trabajaban en distintos oficios dentro del núcleo. Mi

primera acción fue exhortar al director a reflexionar tal decisión: un grupo de hombres y mujeres, con una experiencia no menor de 10 años o más en estas actuaciones artísticas no permitirían que un “muchacho” tomara decisiones por ellos y les indicara las estrategias a seguir que por lo general recibían de los coordinadores anteriores. Las palabras del director fueron: “Para ser coordinador solo hace falta querer ser coordinador: crees poder hacerlo, si o no…?”; a lo que respondí, con su ayuda y la del resto creo que será posible, de otro modo no lo haré. Acto seguido, pedí ayuda a Betty quien me dijo: “yo te voy a indicar desde aquí lo que debes hacer”, pero estaba consciente que en la asamblea del Coro, necesitaba alianzas que me resultaran de ayuda para tener la atención de todos. Busqué a Alfredo Torres y con la templanza que había visto en grandes amigos como: Marco Rocca y Mirtha Vásquez, quienes siendo jóvenes tenían mucho más tiempo que yo dentro del Coro y gozaban del aprecio y respeto de todos, me hice de las preliminares herramientas para desarrollar la labor de coordinador. La dinámica del día a día logró en mi que el cantar en el Coro se transformara en algo mucho más que la satisfacción artística, debo señalar sin temor a equivocarme que por muchos años y aún lo siento que cada vez que visito y me vinculo al desarrollo del cronograma de las actividades del Coro, aprendo muchas cosas nuevas. Este reducto de arte y música en el que se congregan a diario tantas personas, me ha dado la oportunidad de crecer en muchas direcciones de manera significativa. Este intercambio entre mis deseos de aprender y formar parte de un gran proyecto y la entrega de mis horas de almuerzos y muchas otras del día ofrendadas al Coro en pro de la consecución de las metas propuestas me hace sentir la satisfacción natural por la labor cumplida. Para mi se ha convertido en una suerte de religión cuya doctrina surge a diario sin esquemas; nada está escrito; nadie comenta al respecto de ningún dogma que estigmatice la conducta de quienes conformamos esta noble agrupación; no hay patrones de conducta definidos ni un reglamento interno que sea conducente a mejorar el rendimiento individual de cada participante o del grupo. Mucha gente me ha preguntado si existe algo así, han hurgado en mis conversaciones para descifrar la disciplina de ensayos, quizás esperando descubrir sistemas novedosos de instrucción coral. Pero no, nada de eso existe, lo que si ha percibido es un “calor” divino; un aura que envuelve todo y a todos; una magia que surge de pronto en ensayos, en presentaciones y conciertos; carezco de experticia para opinar sobre este acontecimiento en otros coros porque desde que estoy bajo la dirección del insigne Rafael, jamás he cantado con otras corales, pero en el Coro de U.D.O. Anzoátegui lo he sentido desde mi primera presentación en público como cantante y solista. Hace algunos años comentaba con mi gran amigo, maestro y hoy día compadre Rafael Silveira, sobre los financistas del Coro, hacíamos alusión a los posibles entes que podían apoyar y que alguna vez habían financiado nuestros proyectos de participación en eventos nacionales e internacionales, llegando conclusivamente a lo que es una tremenda verdad: el más consecuente financista del Coro es Dios, con aportaciones que surgen desde lo material hasta lo divino y espiritual; esta verdad propone una hipótesis que desgarra la lógica y se opone a

todo cuanto la ciencia ha dispuesto como ideal: para mí razonamiento individual, el Coro de la Universidad de Oriente – Anzoátegui, es mucho más grande que la sumatoria de sus partes, sin que esto desmerite la actuación y participación de sus cantantes, tampoco aludo al hecho que cualquiera que entre al Coro a cantar hará surgir esa magia. Cada uno ha sido elegido para formar parte de Él por quien lo financía; cada alumno que viene a quedarse prevalece porque así lo decide una fuerza superior a todos, que le obliga al tránsito por esta encomiable empresa y cuando debe marcharse lo hace formar parte de ese todo desde donde esté. Sé que desde el año 1970, cada alma que ha formado parte de esta cantoría nos acompaña en energía y buenos deseos en cada presentación; en cada concurso coral donde participamos, porque al irse a hacer su vida lejos del campus del Alma Mater, han dejado en este pedacito de la Universidad una bendición que cobija al que entra posteriormente y queda en el ambiente bajo el manto divino de nuestro protector y benefactor único e imbatible: Dios.

Como casualidad histórica, entré a las filas del Coro por convicción propia, por un deseo que nació cuando era niño y cantaba en el primer Coro de Voces Blancas del Estado auspiciado por la Dirección de Cultura del Estado Anzoátegui. Por allá en el año 1985 se fundó esta agrupación a la que pertenecí desde sus inicios, después que acompañado de mi madre y gracias a un anuncio de prensa fui a hacer la audición para entrar a este incipiente Coro bajo la dirección de Katty de Malavé. Allí tuve la oportunidad de vincularme con las personas del movimiento coral del Estado y con una intención didáctica asistí a muchos conciertos entre los que conté algunos del ensamble sonoro más perfecto que mis oídos para ese entonces habían escuchado. Eran las voces del reconocido Coro de la U.D.O. Anzoátegui bajo la tutela de Rafael Silveira. Una vez dentro de la agrupación y en mi rol de estudiante de pre grado de la Universidad, al ser coralista y luego al recibir el nombramiento de coordinador, arreglando papeles y más papeles que abundaban sin mesura en nuestros archivos, encontré una “carpetita” azul meticulosamente guardada y ordenada internamente, pero maltratada por el efecto del tiempo y por la inundación pues tenía el vestigio de haber sido arropada alguna vez por el agua, en esa carpetita, encontré nada más y nada menos que un acta de constitución de la primera Junta Directiva del Orfeón del Instituto Tecnológico que dirigía el Prof. Edgar Martínez, el hoy Coro de la Universidad de Oriente – Anzoátegui. Curiosamente leyendo el acta me encuentro que esa junta estaba conformada por: Jesús E. González (Presidente), María Dolores de Malaver (Secretario General) y otros bachilleres de la época. Para mi sorpresa, el Presidente en referencia no es otro que mi tío y además padrino de confirmación, dándose una suerte de paralelismo, porque la verdad jamás hablamos de eso anteriormente y nunca me imaginé llegar a ser coordinador del Coro, encontrándome en una posición que en otrora ocupó un personaje bien relevante en mi vida por ser alguien a quien admiro mucho. Una razón más para enlazar afectivamente mis anhelos a ésta tan querida agrupación musical. Evidentemente quise hacer mejor las cosas siempre, pero dándole un toque personal de flexibilidad porque todos estaban acostumbrados a unas coordinaciones rígidas y todo marchaba muy bien, pero hacía falta ver al Coro como lo que era, una

importante institución musical, que posiblemente no era concebida así por quienes la formaron por no tener la oportunidad de observarla como en mi caso, desde afuera. Insertar la palabra éxito en nuestro argot coral hacía crecer nuestra apetencia de más y mejores participaciones en cualquier actividad que se organizase. Comenzó el anhelo de la excelencia a rondar en todo lo que hacíamos; cada vez el repertorio era más intenso y de mayor grado de dificultad; ninguno de nosotros quería ser menos en los Festivales de Coros que participábamos; las propuestas comenzaron a surgir y las invitaciones no se hacían esperar de toda Venezuela; en todos los lugares querían escuchar nuestra música. Hasta 103 presentaciones anuales llegué a contabilizar. Con ese tren de trabajo llegaron las lógicas acciones que debíamos tomar conducentes a maximizar y mejorar nuestros recursos humanos, artísticos y financieros. Nada podía fallar y ahora menos que nunca, de ello dependían nuestras actividades. Los encargados de la jefaturas de cuerda se esmeraban por ayudar al resto a montar rápidamente el repertorio; debíamos saber cómo mantener a los cantantes con su atención puesta en el Coro cuyo único afán era venir a cantar, pero la lucha fue dura, muchos profesores nos negaban permisos y repeticiones de exámenes lo que hacía que los muchachos se desanimaran al perder alguna que otra materia problemática, pero siempre tratábamos de buscar soluciones, con las autoridades universitarias que han sido nuestros más consecuentes aliados lográbamos convencer a los profesores que no entendían cómo un estudiante podía tener tan fuerte nivel de trabajo en una actividad extra académica. Internamente era algo incesante pero a la vez reconfortante, conociendo el trabajo de otros coros en los muchos festivales que visitábamos en todo el país, hacíamos nuevas amistades, observábamos nuevos teatros, salas, ciudades, entre otras cosas. Era un incentivo para continuar a pesar de la dura carga; los ensayos se volvían densos y tensos; ver salir una obra como se esperaba era un gran alivio. Conjuntamente me tocaba recibir en mi teléfono llamadas de muchas personas, la coordinación de actividades se volvía casi el todo de mi tiempo útil del día, con pocas horas para dormir y estudiar, trabajando de lleno con el coro, mi carga académica bajaba, no podía inscribir muchas materias para no congestionar mi ya copada mente, la ilusión y hobby de cantar se convertía en una labor a tiempo completo. Aún así surgen nuevas y mejores propuestas, competir con corales de otras latitudes, de senderos y visiones diferentes. Un gran amigo nos propone inscribirnos en el Concurso Internacional de Coros “Orlando di Lasso” en Roma – Italia. Comenzaba una historia nueva, habría que innovar en los modos para procurar finanzas, hecho éste que nos hizo ver el ejemplo de grandes y reconocidos coros de nuestro país, esos grupos que siempre van y vienen en actividades dentro y fuera de Venezuela, haciendo grandes cosas. Nos dijimos:”Seguid el ejemplo que Caracas dio”, como lo expresa nuestro Himno Nacional. Así pues implementamos un revolucionario giro a las actividades administrativas y de una manera más coordinada, asumiendo la razón de normalizar y organizar cada tarea a desarrollar, convirtiéndonos en una institución con propia personalidad, capaz de alcanzar cualquier meta propuesta

en los que más allá de las palabras están los hechos que demuestran el altísimo grado de credibilidad que tenemos en la opinión pública, en las instancias de gobierno y sociedad civil. Nuestro trabajo involucra no sólo la administración de proyectos de viaje, también varios programas de formación de los futuros coristas que pasarán a engrosar las filas del movimiento coral del estado. En escuelas generalmente de bajos recursos, desarrollamos un proyecto de creación de coros con nuestro talento humano: los jóvenes integrantes del Coro de la U.D.O. reciben una remuneración simbólica que sale del dinero que como organización procuramos, al compartir lo aprendido en su tránsito por el Coro a estos niños que si bien es cierto quizás no captaremos al 100% de los participantes, al menos y parafraseando al Prof. Rafael Silveira “Cada niño que ingresa a una actividad artística o deportiva es a futuro un delincuente menos en la calle”. La lucha contra las drogas y la delincuencia será siempre para nosotros una cruzada sin cuartel y como organización estamos aportando nuestros recursos humanos, económicos y logísticos para rescatar en buena medida al futuro de nuestro entorno. Estas actividades llevan consigo un valor social agregado más que artístico y es allí donde radica la importancia de habernos organizado, no sólo para pretender ser una agrupación de elite coral, sino también para reintegrar en conocimiento y nuevas experiencias a los niños y niñas de nuestra conurbaciones lo aprendido en la observación de diferentes estilos corales dentro y fuera del país, además de darle valía al eslogan de nuestra Alma Mater: “Del pueblo venimos y hacia el pueblo vamos”.

TERTULIA A CINCO VOCES Armando Mariño

TERTULIA A CINCO VOCES Armando Mariño Jubileo de un jubilado “Me jubilé pero aquí estoy. Irme con el arte para quedarme fue algo controversial en el plano personal e inclusive familiar. Pareciera contradictorio: ¿Cómo es que jubilándote te vas a quedar? Ese hecho sólo tiene una explicación: el coro es como un órgano de mi cuerpo y así ha sido”. Esas fueron las primeras palabras pronunciadas por el maestro Silveira al visualizar nuestra presencia. Es un jueves ocho de julio, finales de la primera década del dos mil diez. Cinco amigos: cuatro coralistas de distintas generaciones junto a un músico director reunidos tertulian en un lugar de la Casa más Alta: Rafael Silveira es el personaje central de la conversación; el motivo: charlar sobre la Coral Universitaria de la Universidad de Oriente en Anzoátegui. Jesús Eduardo González, Josefina Laborit, Alfredo Torres y yo somos los coralistas. El reloj personal marca las once de la mañana y en las afueras llueve torrencialmente; en el interior del recinto, una cantoría de ángeles realiza las prácticas de vocalización previa al ensayo de las piezas seleccionadas. Una pequeña edificación de dos niveles ubicada anexo al auditórium y construida en una gestión sensible al arte, es la sede de dos grupos culturales: el teatro y la coral. La morada del orfeón está situada en el nivel superior del recinto. El albergue en su entrada nos recibe con una amplia sala, decorada con un historial fotográfico que recoge la experiencia de las múltiples presentaciones realizadas en los distintos escenarios institucionales, regionales, nacionales e internacionales. Igualmente, un sinnúmero de placas de reconocimientos escritas

con letras doradas, expresan los aplausos recogidos al ser espectadores del esfuerzo realizado por las distintas generaciones, y la presencia de un teclado que automáticamente responde a los estímulos del Maestro, ofrece la sonoridad necesaria, modificada según ritmos, tiempos y volumen. Con ecos que se irradian por todo el ámbito, los sonidos de unas voces femeninas repiten con exactitud las señales del ejercicio coral. A un lado, casi imperceptible, un escritorio con tecnología de punta magistralmente conducido por un coralista varón, quien al vernos manifiesta la señal de salutación. Más allá está la ubicación geográfica de la logística, espacio destinado al complemento de la actividad principal. Por último, una humilde y sencilla oficina del Director, escondida en su pequeñez física luce un órgano portátil colocado en la parte superior del diminuto mesón como certificando ser territorio eminentemente musical. Guardando el silencio propio de un templo, entramos y nos ubicamos en el espacio administrativo. La pequeña sede nos ofrece las condiciones para la tertulia surgida por las circunstancias. Pasan los minutos y como buenos hermanos iniciamos la conversación recordando con la nitidez de nuestras memorias agotadas por los años, las décadas de historia pasada dedicadas al cultivo del canto coral. Los recuerdos afloran a la espera del personaje central: Rafael Silveira. Concluida la fase de ensayo, el Maestro se incorpora y de inmediato resuena la voz baritonal de quien fuera el primer presidente del coro UDO Anzoátegui, por allá por el año 1970. Rememorando sus tiempos de solista de la agrupación, Jesús Eduardo González entona su primera intervención: “Cuando observamos al coro desde afuera y contemplamos sus logros, además de la disciplina que está detrás, - con base lo expreso porque he sido fiel testigo cuando les acompañé a Roma y Barcelona no me perdí ninguno de los ensayos – y recordando lo dicho por César en su testimonio que “no hay nada escrito, que cada ensayo, concierto es un momento diferente”, yo quisiera saber de Rafael: ¿Cómo logra esto?”. El Director se acomoda en unos de los asientos previstos e inmediatamente expone: “Bueno, eso yo no lo planifico; surge espontáneamente y brota como el sudor. Existen cosas que no las premeditas y sin embargo ocurren; suceden porque tienen que acontecer; es una causalidad de la vida”. En actitud de confesión no ante el Capellán, más bien frente a discípulos con rostros marcados por el tiempo, con soltura y confianza comenta: “Realmente, yo comparto más con la gente de la coral que hasta con mi misma familia. Y de hecho, estoy jugando con mi hijo y tengo el coro inmerso en mí interior; pensando que voy a hacer. Tiro el balón y estoy meditando. Me siento compartido; dividido con una bipolaridad musical y familiar. Entonces concluyo, ello es razón de mi existencia”. En la vecindad próxima se escuchan los sonidos del canto humano que entendiendo nuestra presencia, nos acompañan con sonidos musicales que en

nada turbia el diálogo iniciado, detalle propio de las personas formadas como buenos ciudadanos. La naturaleza también quiere hacerse partícipe y para mostrar su presencia emite un sonido voluminoso que hace ruptura a la tranquilidad de la conversación. El Rafael de siempre continúa: “Yo no me concibo estando fuera de este escenario, en otro lugar; me visualizo aquí, junto a ellos. De hecho, viajo ahora a China asesorando a un coro de Maturín y todos los pasos que dan están marcados por mi guía en el aspecto musical; sin embargo, al escucharlos, observo a mi coro; no los oigo, ni los veo; yo contemplo a mi agrupación. Pareciera tener como fuente un generador de caracteres impregnado con una retrospectiva de lo que ha pasado en toda una vida de esta cantoría. En cada momento pasan por mi mente figuras de cada uno de los integrantes; en cualquier instante de mi pensamiento están presentes: ¿Cómo puedo definir esta sensación? Siento que sucede por la química que nos atrae; la misma sinergia, camaradería, familiaridad hace que sea así el compartir”. La dimensión docente del ponente fluye y mirándonos fijamente con entusiasmo, nos ofrece la lección esperada que trasciende en exigencias: “Hacerles entender a los muchachos que es más importante estar acá que descansando en sus casas no es tarea fácil, pero ellos perciben la dimensión de la solicitud; es una cuestión de piel; es una cosa que cuando los veo y me hablan; cuando les escucho algo que verdaderamente me da nota, me eriza el cuerpo, la piel, siempre para producir el bien. Evidentemente no todo es color de rosas, las debilidades se superan siendo producto del vernos diariamente. Cuando las personas no se encuentran con frecuencia, no tiene motivos ni siquiera para pelear -en el buen sentido de la palabra-, porque mientras se saludan, se cuentan sus cosas, sencillamente se van; en cambio, cuando interactuamos todos los días algo sucede: rollos como en cualquier familia, discusiones, hasta expresiones como: estoy cansado de verte pero no puedo dejar de estar contigo: ¿Qué contradicción?”. La tertulia parece un concierto a cinco voces; de pronto se escucha la voz de un tenor, Alfredo Torres, quien armónicamente ofrece la semblanza de un recorrido de esa historia vivida en el grupo coral, dibujando con el fluido verbo los matices o detalles de esa razón imperceptible que los hace ser portadores de la excelencia en el canto: “La mayoría de las veces cuando el coro se presenta a cantar, llega un momento previo en el que existe una conexión intangible entre cada uno de los miembros y el director, instante que ciertamente no está escrito; pero es allí en el que se define lo que va a pasar, lo que se reflejará en el concierto. Por esa razón es que los momentos son diferentes. Ese intervalo pudo ser de uno, dos minutos, e inclusive una pieza después que la agrupación está en el escenario; pero posteriormente, la actuación refleja la magia que fluye, evento que expresa la realidad de la música que hace la agrupación y que predice lo que va a lograrse inmediatamente que de hecho el público capta, llegando el instante sublime para nosotros: la satisfacción porque el concierto salió como estaba previsto. El momento se vivió y sobre todo en el rostro del auditórium se asoma la felicidad por la excelente actuación, aún cuando en oportunidades algunas atipicidades han pasado, pero al no darse cuenta vienen seguidamente los

aplausos como el mejor reconocimiento a que todo está saliendo como quiere el Director. Es allí en ese diferencial de tiempo donde se logra lo indefinible que no se puede escribir con palabras, sino con música”. Poder Divino Un breve silencio se hizo presente en el recinto en el que sólo se apreciaba la melodía emitida por las gotas caídas del cielo. Justo en esos segundos el profesor Silveira, uniendo sus manos en postura de plegaria, reflexionó: “Estoy convencido que no se puede hacer música sin la presencia de ese Poder Divino. Juan Sebastián Bach decía: `Para estar cerca de Dios es importante conocer la música porque sin ella no podemos llegar a Él`, y creo fervientemente el contenido de dicho pensamiento”; a lo que Jesús Eduardo complementó: “tanto es así que San Agustín decía que cuando se canta se ora dos veces”. El canto coral continuaba su ensayo y no sé porqué razón me sentía como si estuviera en un Monasterio meditando sobre la música. También a mi mente llegaron las imágenes de las presentaciones que el Orfeón había realizado en múltiples oportunidades interpretando música celestial. Lo humano de la reunión dio paso a la profundidad de la reflexión al escuchar a maestros de estos tiempos. Fíjate, decía Rafael: “no podemos decir vamos a cuadrar ese canto así,…No, no, no…; en cada compás; instante; ensayo; tropiezo, independientemente de la generación y de los tiempos, está la presencia de lo Divino. Cada instante es un renacer de esperanzas; un revivir; es como reciclarse. Tú puedes tener todos los problemas del mundo, por supuesto no se te van a solucionar, pero el estar acá en este templo, en esta cofradía, en este sitio donde respiramos nuestro aire, nuestra brisa, encontrarás esa luminosidad y consuelo venido del más allá que te ofrece la tranquilidad y el alivio necesario para superar debilidades y potencializar virtudes propias de todo ser humano”. El sentido de compromiso del profesor Silveira con el coro llega a pruebas que implican sacrificio, esfuerzo, trabajo: “Para mí es un suplicio salir de vacaciones. Cuando se inician inmediatamente les pregunto: ¿Qué pasó?... ¿Qué están haciendo?... ¿Qué vamos a hacer? Trato de buscar una actividad porque cuando no los tengo cerca, me pregunto: ¿Qué vamos a inventar? Y ciertamente algo hacemos y de nuevo vuelve el ciclo de problemas, soluciones, definitivamente forma parte de nuestra forma de ser. Escuchaba recientemente a un médico decir: `Cuando tu dejas de tener estrés, te produce estrés`, porque sino andas mal y te dices: ¡Dios mío!… ¿Qué es lo que me falta?... Carezco de algo que necesito”. Reto atonal La mañana se ha extendido y todavía no ha dejado de llover. El cerro “La Cuarentena” celebra la presencia de su alimento y la leyenda arropada con la neblina cruzada con el cielo de la academia, contrasta la pureza de su color con el verdor de la serranía que la acoge. Inquieto participo de la tertulia diciendo: “los que hemos estado vinculado a la Universidad de Oriente por muchos años y

admirado a la Coral UDO Anzoátegui, siendo además testigos de ese proceso de crecimiento, desarrollo y perfección logrados dentro de los parámetros de excelencia que pudiésemos considerar para el canto coral, y además siendo testigos de ese recorrido que la agrupación ha tenido a distintos niveles intra y extra país, quisiera preguntarle a su Director: ¿Qué viene ahora?... ¿Cual es la próxima etapa?...¿Cual es esa visión de futuro que el Maestro Silveira tiene para la Coral?”. Te respondo, expresó Rafael: “como alguna vez dijera Oscar Wilde: `el cielo es el límite`. Me considero una persona que necesito aprender cada momento, y si bien es cierto que cualquier evento internacional, cualquier congreso te forma, también es importante decir que diariamente aprendo con ellos. Ustedes no se imaginan cuanto me nutren; cada día hay algo nuevo y eso para mí es realmente importante: ¿Qué viene ahora?... No lo sé, pero si estoy consciente que aparecerá algo, siempre vamos en pro de un proceso de crecimiento y de hecho hemos pasado varias etapas desde la perspectiva técnica. Simulemos como hacen los pintores: ellos viven sus etapas de bodegones; sus marinas; sus retratos; siempre andan en búsqueda de una profundidad absoluta: ¿Cómo llegar a esa profundidad? …Todavía no se ha dado: ¿Cómo llegar al clímax de lo que es el verdadero sonido que ando buscando? …ciertamente no lo he encontrado. He descubierto infinidad de sonidos; he manejado diversidad de técnicas, pero no he alcanzado ese punto del sueño. Es como cuando uno está preparando una comida y quieres encontrar ese algo, el ingrediente que todavía no conoces y que ofrece el sabor esperado; estoy en la búsqueda de esa esencia desconocida. La inconformidad no sé si será una virtud o defecto; pero he sido muy inconforme con el coro, siempre observo que algo falta y ando detrás de ese algo”. Entonces le pregunté: ¿Cuál es la pieza que más te ha llenado? El Maestro Silveira se levanta y dice: “El repertorio del coro sobrepasa las 5.000 obras en el transcurso de su historia. Cada una ha tenido su magia en determinado momento. Yo no puedo comparar Pierluigi Da Palestrina con Stravinsky; todos han tenido su momento en la historia. De algo si estoy seguro: cuando a ellos no les gusta una pieza, hacen lo imposible para que no se cante. Van y vienen, de repente hasta la llegan a cantar por obligación, pero siento que hay un rechazo y trato de desconectarlo; de plano lo desconecto; sin embargo, en los últimos tiempos han aprendido que la música no es solamente el arte de los sonidos bellos, el concepto nuevo trasciende a todo lo que es ruido y hemos entrado en ese proceso de crecimiento académico donde a través de charlas, escuchar música, nos sumergimos dentro de esta tendencia. Ahora mismo estamos haciendo una obra: El Agnus Dei de Krzysztof Penderecki, autor polaco, uno de los grandes compositores vivientes de los últimos años del siglo XX, la pieza parece compuesta para el tipo aquel de abajo; una cosa totalmente atonal, pero yo les he dado a entender que en los concursos del mundo esa es la misión que se está exigiendo. Las canciones tonales, románticas, también se hacen, pero los grados de dificultad radican en esa búsqueda de lo atonal. Tú para participar en un certamen a nivel mundial tienes necesariamente que interpretar ese tipo de música y ellos han aprendido a entenderlo así aún cuando su corazón lo rechace, pero científicamente lo aceptan”.

Una nueva dimensión trasciende la tertulia. Jesús Eduardo participa: “para entender ese concepto del Agnus Dei a que has hecho referencia, aunque no conozco al autor pero me imagino para quien lo compuso: para el “infernus”, entendido como el lugar inferior. En ese espacio, según el Credo nuestro de la Iglesia Católica, o a ese lugar bajó Cristo cuando estuvo muerto en los tres días de su pasión, muerte y resurrección. Un poco se entiende como llevarle la buena nueva a los habían dejado este mundo material antes de su muerte, al darles la buena nueva de su propia resurrección, de manera que creo que ese mundo inferior también necesitaba de un anuncio que fuese musical, así lo entiendo”. Dice Rafael: “es eso lo que representan las nuevas tendencias, formas musicales para ponernos a tono con lo actualizado. Entonces, nosotros no podemos quedarnos atrás solamente con nuestros sueños; con nuestras agradabilidades musicales; tenemos que abordar nuevas tendencias con innovadoras texturas; nuevas cosas que nos hagan crecer profundamente y en cualquier escenario donde nos presentemos, sepamos que es lo que estamos haciendo, lo que está sucediendo. Bajo este contexto, ellos lo entienden. Obviamente que es una obra extremadamente estridente; muy repulsiva porque te rechaza; cuando tú sientes que vas mal, es porque vas bien”. Eterna búsqueda Un joven discretamente hace entrada en el recinto como advirtiendo la necesidad de la presencia del maestro. El director habla y trata de concluir: “volviendo a la pregunta: ¿Qué busco? … pues deseo fundamentalmente estar a tono con lo que está pasando. Esa siempre ha sido una característica nuestra, hemos estado a la vanguardia en cuanto a música; de hecho muchos coros en el país se han nutrido del trabajo que nosotros vamos dejando. Las piezas que están en los discos las buscan para montarlas, las toman como referencia y dicen: esas interpretaciones están grabadas por el coro de la UDO representando el mejor aval para considerarlas como modelo. Ese ha sido nuestro paradigma: competir con el propio presente, y mira que aquí ha habido un reciclaje enorme de gente; por ejemplo, después del viaje a México desertaron varios integrantes. Ahora tenemos un grupo nuevo que están fajaos, estamos trabajando, reflexionando en ese mañana; pensando en un concurso que hay en Venecia el próximo año; esa es nuestra meta desde el punto de vista de certamen”. Y ¿Cuál ha sido el escenario que más te ha llenado, en el que mejor te has sentido? Pregunté. “Ha habido varios momentos, uno de los que más me han conmovidos fue cuando el coro le cantó a mi madre en el cementerio. Representó un hecho que me marcó al escuchar una simple canción de amor. Otros escenarios: me imagino el vivido en la Basílica de San Pedro en Roma, fue una experiencia inolvidable cantar la misa del domingo con la Schola Cantorum del Vaticano junto al Director de la Capilla Sixtina quien compartió con nosotros. Otro momento bonito fue allá en la Abadía de Montserrat cantando con el coro de Montserrat. Me conmovió profundamente un concierto que ofrecimos en los Altos de Santafé; por esta razón creo que el escenario por muy humilde que sea, para mi es grande. Cantarles a los ancianos de la Casa de los Abuelos es de una dimensión especial por la trascendencia en el plano humano de la labor del coro en su acción social. En la medida que ellos

entiendan que ésta es una actividad para hacer bien, seguramente van a ser mejores ciudadanos que cualquier otro”. Aún cuando la premura de las obligaciones se acentuaba, el auditórium fraterno insistía en conocer detalles de lo relatado. Jesús Eduardo con su voz pausada, en tonalidad oscura expone: “Hay una experiencia de calle que siempre relata Josefina referida a las exigencias que les hacías a los muchachos de aquellos tiempos para actuar en espacios abiertos y les decías: ´vamos a cantar en la calle para que la gente los escuche´; esa estrategia la encontré bien interesante y recordé aquel intento fallido hecho en la Barcelona de España en una actividad similar. En esta misma sintonía hay un proyecto que me ha sorprendido muchísimo: las Escuelas de Coros en los colegios, en los que algunos integrantes actuales de la agrupación van a estas instituciones a formar agrupaciones y cumplir con su responsabilidad social”. Rafael, tratando de responder el planteamiento comenta: “una de mis más profundas preocupaciones en el campo musical es este vacío generacional por el que estamos pasando. Ahora existe una oquedad enorme en cuanto a lo que ocurrió hace algunos años atrás en los que existía un movimiento coral importante en cuanto a números de coros que es reflejo de la verdadera acción. Si medimos la calidad, es posible que lleguemos a conclusiones disímiles en cuanto al nivel logrado, pero el hecho que la gente participara era importante. La masificación coral en aquel entonces hace aproximadamente unos veinte años era mucho mayor a la actual. Se hacían festivales, eventos en el que se experimentaba ese compartir tan necesario entre los grupos. Ahora se observa una tendencia a la desaparición brusca y lamentable de las agrupaciones corales, y los que existen o se mantienen, con frecuencia responden al cumplimiento de compromisos internos a las instituciones. Aparentemente ha desaparecido ese amor musical por llevar las organizaciones a las calles. Los mismos organismos no quieren participar en este tipo de actividades. Entonces en contraste, nosotros creamos una Fundación que se llama Células Musicales para las Escuelas Bolivarianas, donde niños que ni siquiera conocían el Paseo Colón, participan de este programa. Hay infantes en el Barrio Ezequiel Zamora o en las Charas que ni siquiera conocen la playa. No estamos hablando de Mérida, nos referimos a criaturas de aquí mismo. Eso lo he palpado, lo he vivido. Es triste. Ellos llegaron a cantar y cantaron, creo que fue una experiencia que los marcó. Estoy convencido que serán buenos ciudadanos para certificar nuestro lema: por cada niño que canta es un delincuente menos que tiene la sociedad”. El carácter inquieto del profesor Silveira no deja de mostrar sus preocupaciones: “Parece mentira, pero tenemos que luchar contra el síndrome que la gente no quiere prepararse. No me puedo explicar que sucede, pero las personas quieren trabajar; sin embargo, no desean formarse. Bueno, me pregunto: si has internalizado la música como un modo de vida, ¡prepárate!, tú tienes la educación en las manos, aquí estoy yo. En mi caso, cuando decidí dedicarme a esta especialidad, viajaba a Caracas en un autobús de Autocirco todas las semanas. Llegaba a las siete de la mañana y me ubicaba debajo de un balcón en

la Escuela Superior de Música; entraba a clases en horario desde las 9 a.m. hasta las 6 de la tarde, y seguidamente me regresaba a Barcelona porque no podía quedarme en un hotel. Ahora, les facilito todo a la gente para que hagan las cosas: trabajo, experiencia, tecnología, instrumentos, pero no quieren formarse; no se qué sucede; existe como un decaimiento colectivo de no superación porque todo lo ven fácil, piensan que agarrar un cuatro y ponerse a tocar es todo; ¡no Vale! vamos a crecer juntos porque eso es lo que le va a dar sustentabilidad al país. En la medida que todos crezcamos como ciudadanos, artistas y profesionales, necesariamente va a surgir esa superación, indistintamente de lo que estemos o no viviendo. Estamos hablando de la necesidad de crecer, y eso es lo que hacemos acá”. Interviene Jesús Eduardo: “Yo pienso que podría retomarse en algún momento a integrantes del coro que tienen competencias en Dirección Coral y hacer una suerte de ensayo, de ejercicio como el de la Orquesta Sinfónica”. Rafael: “Es lo que estamos haciendo. Por citar un caso: acabo de crear el Coro Sinfónico Juvenil, integrado por 50 jóvenes de las distintas barriadas de Barcelona y Puerto la Cruz. Nos reunimos los días lunes y miércoles en el Hotel Rasil quien nos obsequió un espacio; estamos haciendo un trabajo hermosísimo, muchachos que ni siquiera tenían la más mínima idea de lo que era el canto coral, los estoy dirigiendo, por supuesto contando con la ayuda de un equipo coralista de acá, quienes desean dedicarse a la música y que obviamente también les estimulo a estudiar y concluir sus carreras como lo han realizado la mayoría de los ex integrantes, para que no tengan que experimentar las experiencias vividas por mi cuando alguien me preguntaba: ¿Tu eres músico? Y le respondía “Si”, e insistían: pero ¿Qué más eres? le respondía: ¡yo soy músico!, ¡estudié música! y me decían: ¡Okey! entiendo que estudiastes música, pero: ¿Qué otra cosa estudias? Y aún así, todavía existen personas que dicen: ¡No! gradúate primero de alguna carrera y después estudias música, como si formarse en esta área fuese perder el tiempo”. Josefina Laborit que hasta ese momento se mantenía en postura reflexiva interviene: “Ustedes no saben que a mi hijo Ricardo Jesús cuando tenía cinco años y estaba dando los primeros pininos en la música, le preguntaron al grupo de compañeritos: Mira, ¿Y qué vas a estudiar tú? Uno dice: Bueno, yo voy a estudiar para ingeniero; otro responde: Yo para médico, y cuando le preguntan a él dice: Yo estudiaré lo que Andrés Galarraga hizo. Bueno, no me quedó otra de ponerlo en una Academia de Bateo”. Rafael emocionado, muy cortésmente comenta: “Un día de estos les voy a invitar para hacer un compartir con ellos para que vean como se sienten esos chamos atraídos por lo que estamos haciendo. Ha sido una experiencia enorme con una población de 50 jóvenes aproximadamente. Cantamos, hacemos música; estamos creciendo juntos. Son jóvenes entre 14 y 20 años. Esa es una generación que tiene un futuro de vida desde el punto de vista social y moral. Lógicamente, depende si se dedican o no a esta actividad. Entonces, eso es satisfacción. Siento tanta complacencia como la experimentada al cantarle al Papa o como estar con estos jóvenes acá. Sé que estamos dejando huellas, el problema es cuando una persona pasa como en el caso de la Universidad de Oriente y se le pregunta: Mira, ¿Qué hiciste tú en la UDO?, y contesta: bueno, yo me gradué. No. No. No. ¿Qué

hiciste tú por la UDO? … tu respuesta debe ser ¡lo que hizo la UDO para ti! ¿Qué le dejaste tú a la UDO? Y allí está una demostración clara de lo que va sembrando la gente. Puedo asegurar con certidumbre que a muchos de los coralistas los conocen más en la comunidad que a la mayoría de los profesores titulares porque son imagen que proyecta al Alma Mater”. Popurrí de anécdotas Siempre he pensado que las anécdotas vividas a lo largo del tiempo nos ofrecen pinceladas de esas cosas que ocurren pero que no se conocen, permanecen en el anonimato; sin embargo, representan gráficas de esas vivencias que se recuerdan con especial afectividad. Rafael dice: “En nuestro caso son muchas, ¡Vale! Creo que cada momento tuvo su magia, y esa mágica situación no ha sido empañada por otra generación ni momento, Digamos, cuando fuimos a Barquisimeto por primera vez. El coro antes de salir de acá, tuve previamente que reunirme con ellos y convencerlos nuevamente de la importancia del viaje; eran unas personas anárquicas, terriblemente anárquicas, Josefina aunque ha cambiado últimamente, así como tú la observas era una mujer impositiva totalmente, y tenía su grupo; tenía banda y eso era Ley: al final los convencí. Para yo entrar al coro y que me aceptaran, eso fue una odisea en la que tuve que utilizar distintas estrategias: afortunadamente al final lo logré cultivando desde entonces una grande y hermosa amistad. Allí ocurrieron cosas inolvidables, buenas y malas. Imagínate cuando nos fuimos a Maracay en aquel autobús que era un colador. Recuerdo que se le caían los pedazos del techo y con un cartón decíamos: ¡tapa allí! y nos rotábamos para no mojarnos. Imagínense, cuando el Caracazo, fue una experiencia terrible. Estábamos grabando el primer disco en Caracas y de milagro me mataron. El tipo me dijo: ¡Si das un paso más te mato! ¡Hay toque de queda! Estábamos grabando y cuando salimos la capital estaba prendida en llamas. Habíamos llegado a un hotel ubicado a una cuadra del Ministerio de Educación, en plena Avenida Urdaneta, viendo los saqueos, ubicados en el epicentro de la problemática. Nosotros en la mañana cuando salimos, vimos los cadáveres en el piso. Amanecimos en una bomba de gasolina comiendo mandarinas, al final, logramos salir de Caracas y al llegar aquí en Barcelona, nos agarró la policía cerca de Cocolandia. Nos sembraron bombas lacrimógenas, Imagínense: andábamos en un autobús de la UDO, ¿Qué pensaría la gente?, ¡Un transporte de la Universidad de Oriente en pleno acontecimiento! Nunca se imaginarían que nosotros veníamos de grabar un disco. Han sido muchas las anécdotas, imagínense cuando conversé con Joseph Ratzinger, antes de ser el sucesor del Papa Juan Pablo II. Sólo recuerdo al padrecito detrás de mí cuando me decía: ¡Profesor! déme su dirección; aquí está mi tarjeta; escuché la música y quedé extasiado y contento con Ustedes. Yo le respondía: está bien Padre, ¡yo se la voy a enviar! Tremenda admiración cuando luego veo el rostro del nuevo Papa Benedicto XVI: el mismo viejito que me había solicitado mi dirección. Traté de buscar la tarjeta, pero se me había extraviado… la boté. También recuerdo otra, la anécdota esa del disco del coro. Me encuentro yo en Estocolmo tomándome un café nada más y nada menos que con el Modesto

Bor de Cuba: Electo Silva. Armando, tú estás involucrado en eso. Yo agarro y le regalo un disco, pero el hombre estaba tan ebrio que lo dejó olvidado en una taguara. Se perdió el disco. El me mandaba música y me decía: ¡Discúlpame, Rafael, se me perdió el disco! Resulta que luego Armando va para Santiago de Cuba y se lleva el disco del coro y le llegó a mano de Electo, y entonces el me manda una nota que decía: ¡Que cosas tiene la vida! lo que va a ser para uno será siempre. ¡El disco me llegó de nuevo a mis manos! El te describió a ti. Me describió todo lo que pasó. ¡Lo boté en Estocolmo!, pero el destino hizo que volviera a mi”. Interviene Alfredo: “la fotografía de ese disco nos recuerda, por cierto, uno de los más graciosos conciertos ofrecidos por la coral y fue en el Aula Magna de la UCV con motivo de los 40 años del Orfeón Universitario. Nosotros cerramos la semana. Se alternaba un coro extranjero y uno venezolano. Se escogieron a 5 coros nada más y a nosotros nos tocó el día viernes cerrar junto a un orfeón extranjero. Por supuesto, nadie sabía que iban a venir esas grandes personalidades incluyendo al maestro Estévez todavía en vida, incluyendo la profesora Modesta Bor y toda la élite musical de Caracas. Entra el orfeón extranjero con aquellos smokings, una cosa impresionante, y humildemente hacemos entrada nosotros estrenado un sencillo uniforme. Éramos 16 personas. Cuando cantamos, una de las obras era del insigne músico Estévez. El Maestro se ha parado y con el Bastón le daba golpes al piso y expresaba: ¡Así es que se canta esa vaina! Después, terminado el concierto, dice Raúl su sobrino, Director del Orfeón Universitario: ¡Caramba! Ustedes han concretado algo que yo tengo 20 años tratando de lograr con el Orfeón Universitario y no lo he podido hacer: levantar a Antonio Estévez para aplaudir. Recordemos que ese era un hombre tan visceral, que ya como viejo era peor todavía. Tuvieron que apagar las luces del Aula Magna porque los asistentes no nos dejaban salir. Recuerdo que por primera vez en mi vida firmaba autógrafos”. ¡El Aleluya! Continúa el profesor Silveira: “Si yo tuviera que escribir como lograr ciertas cosas en la música, sencillamente no pudiera hacerlo por carecer de elementos. Sólo sé que existe una especie de alfombra subliminal, una atmósfera que generalmente embriaga al coro y se transmite al resto de la gente. Eso no solamente lo he sentido yo, también lo han palpado muchísimas personas que se me han acercado y lo han notado. Inclusive, conocedores de la metafísica; estudiosos de este tipo de comportamientos me han hecho observaciones sobre esa experiencia”. El maestro tenía que volver al ensayo. La tarde comenzaba a madurar y había terminado de llover. Un sol radiante se posó sobre el campus universitario y cargado con la energía de este, borraba cualquier vestigio de tempestades que amenazantes se había asomado previamente. Nosotros, los coralistas de otrora, manteniendo el silencio propio de los templos, con un caminar despacio nos retiramos. En la medida que nos alejábamos del hogar del pentagrama, creí

escuchar las melodías del Aleluya de Haendel interpretadas por las voces terrenales de la muchachada de la Coral Universitaria, como queriendo entonar la alegría por la buena nueva de nuestros recuerdos. La emoción embargó mi interior y junto a Josefina y Jesús Eduardo concluimos la tertulia contemplando lo extenso del firmamento de la Casa más la Alta.

CAPÍTULO VI HISTORIA GRÁFICA DE LA CORAL UDO ANZOÁTEGUI

HISTORIA GRÁFICA DE LA CORAL UDO ANZOÁTEGUI

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